Que Valores Son Propiamente Cristianos
Que Valores Son Propiamente Cristianos
Que Valores Son Propiamente Cristianos
INTRODUCCIN
Esa especie de simbiosis entre religin y poder poltico, funcion durante siglos. Si
miramos al antiguo Imperio romano, la religin formaba un nexo inseparable con la
1
Profesor de la UCAB
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sociedad. All se daba algo de lo cual los occidentales del siglo XXI nos hemos librado: la
religin del Estado. En Venezuela, durante la poca colonial, tenamos una religin del
Estado, mas no al extremo de la de los romanos, para quienes el emperador era al mismo
tiempo pontfice mximo, y en cuya persona conflua la fidelidad interior y las
manifestaciones de lealtad y patriotismo. En la Amrica hispnica la nica fe permitida, as
a la gente no le gustara, era la catlica, la religin del rey; y en aquella poca no era preciso
ni necesario que alguien se tomara la molestia de preguntar qu era lo especfico del
catolicismo respecto a los otros credos religiosos, porque no haba otra posibilidad de
escogencia sin correr el riesgo de la disidencia o la hereja, con las consecuencias que
aquello traa para el disidente.
Estamos hablando entonces de un tipo de sociedad segn la cual los nicos valores
vigentes y obligatorios eran los cristianos, con la exclusin de otros que le fueran opuestos
o antagnicos.
Pero no siempre fue as. Volvamos al ejemplo del Imperio romano. Los cristianos,
antes del edicto de Miln (ao 313), fueron objeto de violentas medidas vejatorias, no tanto
porque fueran creyentes en Jesucristo; a los romanos esto no les interesaba demasiado, sino
porque se oponan a que el emperador pudiera ser el jefe de la religin con derechos a que
se le adorara tambin como a una divinidad. Esto s iba contra los valores religiosos propios
del cristianismo sustentados en la fe en Jesucristo como el Hijo de Dios encarnado.
Ahora bien, esa fe nica que sigui a la conversin del impero, y despus del
imperio, a los reinos medievales, sufri su propia crisis a consecuencia de la Reforma
protestante y de la Contrarreforma catlica en el siglo XVI. El aparato de la religin se
rompi. En lo sucesivo, no ser la religin - porque ahora son varias - la base de
interpretacin de la realidad. A Dios se le arrincon a un asunto privado, despojndosele de
toda participacin social, y a la religin se le confin a una mayor dependencia del Estado.
Calvino en Ginebra, Enrique VIII en Inglaterra y Carlos V en Espaa y Amrica, cada uno
con las circunstancias particulares de sus propias dinmicas histricas, pondrn a la religin
al servicio del poder poltico.
Paradjicamente, esas razones que nos parecen tan modernas, eran las mismas de
los apologistas, aquellos escritores del siglo II que defendieron al cristianismo frente a la
intolerancia de la Roma pagana; y son las que nos permiten preguntarnos por los valores
especficos de una religin en comparacin con otra. Pregunta que resulta incmoda si la
formulamos desde un terreno distinto al de la tolerancia; pues, como escribe Adela Cortina,
las religiones se acostumbraron a informar de lo que se debe hacer, y a no dialogar sobre
lo que debemos hacer2.
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De modo que el objetivo en esta exposicin es indagar por los valores espirituales y
morales propios del cristianismo con respecto al resto de las religiones. Quizs una
reflexin sobre el tema sea conveniente o necesaria, habida cuenta de la quiebra de ciertos
valores espirituales como el amor, la justicia y la paz, cuya fundamentos religiosos no
resultan convincentes para todas las personas. Acaso porque las religiones tradicionales han
perdido el sentido de la trascendencia y de responder por lo que nos es lcito esperar, segn
la pregunta kantiana, y se han transformado en meras instituciones morales, que por
supuesto resultan inoperantes para quienes no creen.
EL PROBLEMA
CABRERA, Isabel: tica y religin cristiana, en: VILLORO, Luis (Coord.) Los linderos de la tica. Siglo
XXI Editores, S.A. Mxico 2000, p. 95.
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que los dioses desean es bueno en s mismo o es bueno porque ellos lo desean? Si
respondiramos con lo primero, entonces Dios no tiene nada que buscar en el terreno moral,
si aceptamos lo segundo, pues estamos legitimando la moral, y todo lo que a ella concierne
bajo la autoridad divina como fundamento; y es en este contexto que cobran sentido la
trillada frase del personaje de Dostoievski: si Dios no existe todo est permitido.
Kant, el clebre filsofo del siglo XVIII, intent reconstruir la concepcin cristiana
de la moralidad, descartando elementos esencialmente religiosos como el premio o el
castigo,
fundamentndola
exclusivamente
en
la
razn
incluso
desligndola
As las cosas existir algn valor que sea exclusivamente cristiano y que no
encuentre otra justificacin sino dentro del cristianismo?
El filsofo expone su pensamiento crtico sobre el tema en la obra: La religin dentro de los lmites de la
mera razn, publicada en 1793.
6
CORTINA, Adela: tica civil y religiosa, PPC, Madrid 1995, p. 10.
7
Lo primero que debemos aclarar es el trmino cristiano. Se trata de un calificativo
que hoy podemos acomodar a muchas cosas: pero que originalmente se aplicaba a una clase
de personas. Entre los escritores romanos, como Tcito y Suetonio, ciertamente tena un
sentido peyorativo. Un tosco dibujo burlesco procedente del siglo III representa al
crucificado con cabeza de burro7. No pueden ser ms claras aquellas palabras de Pablo a los
Corintios un escndalo para los judos y una locura para los paganos8. El libro de los
Hechos de los Apstoles dice que ese nombre se dio por primera vez a los seguidores de
Jess en Antioquia de Siria9; y segn las Actas de los mrtires, declararse cristiano era
una profesin de fe en Cristo, como el Dios encarnado.
Frente a las persecuciones del poder romano, y a una opinin pblica fcilmente
agresiva, sensible a comentarios malsanos o malintencionado, y a los ataques de los
filsofos, los primeros escritores cristianos van a dirigir ahora sus obras a esos ambientes
adversos, para refutar escritos satricos como los de Luciano de Samosata, y Celso; o a
herejes al estilo de Marcin; o agnsticos como Valentn que, dicho sea de paso, escriban
elegantemente y cuyas doctrinas eran sugestivas y no exentas de profundidad. La necesidad
oblig a esos apologistas a presentar la doctrina de los cristianos en trminos que fueran
intelectualmente aceptables para el pblico refinado y cultivado en la tradicin clsica. Esto
conllev a echar mano a la terminologa filosfica griega para comprender y explicar la fe;
es decir la teologa. En otras palabras, se adapt la fe (que practicaban los cristianos) a los
moldes, o conceptos abstractos de la mentalidad metafsica griega. Esa es la razn por la
cual muchos de los valores tradicionales del paganismo, que no estaban en contradiccin
con la doctrina de Jesucristo, fueron incorporados al nuevo credo.
En el mundo antiguo era frecuente que a los dioses se les representara por medio de la imagen de algn
animal; pero pocos animales eran peor considerados que el burro, el ms abyecto de todos los animales
segn Minucio Felix, un apologista del sigo II; por tanto, un culto centrado en la adoracin de un dios burro,
no poda ser sino ridculo y vergonzoso. Ver: COHN, Norman: Los demonios familiares de Europa, Alianza
Editorial, Madrid 1980, p. 24; CHEVALIER, Jean; Diccionario de los smbolos, Editorial Herder, Barcelona
1988, pp. 144-147.
8
1Cor 1, 23.
9
Hech 11,26; 26,28; 1 Pe 4,16.
8
La transposicin al contexto cristiano de lo que nosotros llamamos valores, pero
que en el lenguaje comn se les denominaba virtudes, fue obra de Orgenes 10 (siglo II).
El identific las virtudes con Cristo. De modo que Cristo es la sabidura, la justicia y la
verdad. Escritores posteriores como Lactancio (260-330); Tertuliano (160-225) y Ambrosio
de Miln (339-393), trataron sistemticamente el tema de la virtudes cristianas (las
practicadas por los cristianos), como parte esencial de sus enseanzas morales y ascticas y
las explican a menudo segn la divisin platnica11 de las cuatro virtudes cardinales, a
saber: 1) la prudencia, que perfecciona la mente; 2) el coraje, que es la fuerza contra el mal;
3) la templanza, que resiste la concupiscencia; y 4) la justicia, que armoniza en su justa
proporcin el ejercicio de las virtudes precedentes. Por otra parte, la idea tan comn a los
estoicos de que las virtudes son como una cadena, siguiendo la una a la otra, es tambin
asumida frecuente en la literatura paleocristiana, como se observa, por ejemplo en el Pastor
de Hermas12, un escrito de entre el siglo I y II, o en una de las cartas de Ignacio de
Antioqua13 (siglo II), quienes colocan al comienzo la fe y al final la caridad. Ms adelante,
los padres Capadocios, (Basilio el Grande, Gregorio de Nacianceno y Gregorio Niceno) y
San Agustn harn un desarrollo doctrinal ms elaborado de reinterpretacin y adaptacin
de todo el acervo cultural clsico al cristianismo.
Ahora bien, dnde estn los valores distintos a los religiosos que aport el
cristianismo como propios frente a los de la cultura griega? Indudablemente, sta es una
pregunta nuestra, desde un clima de tolerancia y pluralismo; no de los cristianos de los
siglos II y III cuya preocupacin era la de integrar y reinterpretar el acervo clsico bajo los
criterios de la nueva fe. Hay que ir a los textos ms antiguos, es decir, al Nuevo
Testamento, a la predicacin de Jess de Nazaret, para encontrar la respuesta.
10
Una obra clsica al respecto es CROUZEL, Henry Thologe de limage de Dueu chez Origne, Pars 1959,
pp. 239 ss.
11
La Poltica, 439 a s.
12
Vis. III, 8,7.
13
Eph. 14, 1.
9
EL MENSAJE DE JESS
estn,
menudo,
motivados
por
cuestiones
ocasionales
Sin embargo, lo novedoso u original del mensaje de Jess, respecto a los valores
morales, est expresado en el relato del buen samaritano17. Es el ejemplo clsico del amor
al prjimo. Pero, no de cualquier prjimo. En aquellos tiempos, la cuestin de, a quin se
haba de considerar como prjimo era bastante debatida. En el Antiguo Testamento el
14
TRESMONTANT, Claude: La doctrina de Yesha de Nazaret, Editorial Herder, Barcelona 1975, p.152.
Ex 21,23 ss; Lev 24,20; Dt 19,21.
16
En los escritos de Qumran, como consecuencia del dualismo radical entre los hijos de la luz y los hijos de
las tinieblas, se encuentra con frecuencia una exhortacin al odio que se dirige contra todos lo que no eran
miembros de esa comunidad.
17
Lc 10,30-37.
15
10
equivalente hebreo de prjimo (Lev 19,18) era el que perteneca al pueblo de la alianza, y
el precepto del amor al prjimo se extenda, consecuentemente, a los miembros del pueblo
de Israel, si bien se poda observar una ampliacin del concepto debido a que tambin se
tomaba en consideracin a los extranjeros que vivan en el pas. Pero la interpretacin juda
posterior llev a cabo una restriccin manifiesta del precepto del amor al aplicarlo
exclusivamente a los israelitas y a los proslitos en sentido estricto.
Se han imaginado muchas explicaciones para justificar la conducta insensible del sacerdote y del levita.
Que el sacerdote dio por muerto al que yaca semimuerto, y entonces evit el contacto por razones levticas
(religiosas); o que era de la opinin de que no competa a su investidura prestar ayuda caritativa a un
extranjero (am-ha-arez). Tambin se puede pensar si los dos no tendran miedo de caer ellos mismos en las
manos de los salteadores. Pero ninguna de estas suposiciones u otras se insinan en el texto, y aunque
efectivamente se dieran, podran servir de disculpa. quin no podra aducir razones para explicar su
insensibilidad y para explicar el abandono del prjimo? Probablemente el samaritano las podra haber tenido
tambin. Si se le puede imaginar como un hombre poseedor de algunos bienes y que llevaba alguna
mercanca, entonces tendra ms que perder que los otros dos. Ver: SCHRAGE, Wolfgang: tica del Nuevo
Testamento, Ediciones Sgueme, Salamanca 1987, p. 96.
11
colocar al samaritano por encima de los judos, sino mostrar la manera en que procede el
amor desinteresado y altruista. Los samaritanos eran marginales, segregados, despreciados,
porque se haban mezclado con otros pueblos y formaban un colectivo con caractersticas
religiosas distintas a las del resto de los judos. De modo que segn aquella manera de
pensar ningn judo hubiera hecho algo para socorrer a un samaritano y a ningn
samaritano le hubiera pasado por la mente recibir ayuda de algn judo, pues eran
prcticamente enemigos.
Los pasajes recogidos en Rom 12,20, de Prov 25,21, o tambin de Prov 24, 29; 1 Sam 24,18). Ahora bien,
no son precisamente estos pasajes, ni tampoco otras afirmaciones, como las de Ex 23,4-5 los que han dado
lugar a una formulacin positiva del mandato del amor a los enemigos. La mayor parte de las veces se atena
al lema no te alegres de la desgracia de un enemigo, ni devuelvas mal por mal.
20
De Otio, I, 4.
21
Lc 6, 32.
12
naturaleza humana, y la tica cristiana que ensea su superacin, sobre la base del
cumplimiento de la voluntad de Dios.
Pero hay otro elemento a tener en consideracin, sin el cual no tiene sentido nada de
lo anterior. Para mucha gente, an de culturas distintas a la nuestra, Jess es un gran
personaje histrico, es un maestro y dej un legado sobre el que se colocaron las bases de la
cultura judeo-cristiana. Sin embargo, para los cristianos Jess es ms que un maestro y ms
que una figura histrica. Es el crucificado, muerto y resucitado, es la encarnacin de Dios
en la historia. Y esa perspectiva de fe condiciona la decisin personal del cristiano, de cara
a su compromiso de seguir y poner en prctica las enseanzas del Maestro. Si el amor a los
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El trmino griego (ejzros) utilizado en los evangelios para designar enemigo implica mucho ms que la
idea de acusacin o de oposicin La temtica de los enemigos es bastante prolija en los textos bblicos, donde
aparece como natural toda una cosmovisin de guerra espiritual contra el mal y el pecado; en la que el Diablo
es el enemigo por antonomasia y por tanto esa lucha queda limitada a Dios, mientras que el creyente debe
amar a sus enemigos y orar por ellos.
23
Is 52; Zac 14,9; Abd 21.
13
enemigos es contrario a toda lgica, pues Jess lo hizo parte de su vida, no fue por otra cosa
sino para dar el ejemplo a fin de que sus discpulos hicieran otro tanto.
CONCLUSIONES
Sin embargo, aqu no est la novedad. Confucio tambin hablaba del amor al
prjimo, entendido como respeto, magnanimidad, lealtad, diligencia, bondad; valores que
no pueden ser atribuidos exclusivamente a una determinada confesin religiosa del pasado
o del presente. Pero el mandato de amar a los enemigos, lo encontramos exclusivamente en
la predicacin y en la vida de Jess. Como expresa un telogo contemporneo, 24 Jess no
propugna un amor genrico, terico o potico. Para Jess el amor no significa
primeramente palabras, sensaciones o sentimientos, sino accin vigorosa, valiente, no a las
personas distantes, lejanas, sino a las cercanas incluyendo a los enemigos.
En otras tradiciones religiosas las cosas son distintas. El propio Confucio rechazaba
expresamente el amor al enemigo por injusto; pues la bondad ha de ser recompensada con
la bondad, ms la injusticia no con la bondad, sino con la justicia. En el judasmo el odio al
enemigo era relativamente lcito; y en el Islam el amor sus restricciones. En el caso de
Jess, empero, su programtica invitacin a amar a los enemigos evidencia que el amor al
prjimo no conoce lmites.
Ahora bien, qu pas entonces con esta exigencia propia de la doctrina de Jess?
Cuando se trata de definir el sentido de dicho valor y las implicaciones concretas que tiene
24
14
para la vida, surge el conflicto por las varias maneras de entender dicha exigencia. Pero al
mismo tiempo es necesario reconocer dos cosas: la primera es que el movimiento religioso
de Jess estaba dirigido a una especie de elite espiritual, no a la totalidad de los judos, pero
an cuando su predicacin hubiera sido dirigida a convertir a todos, la evidencia del Nuevo
Testamento indica que slo una minora crey en sus enseanzas. En segundo lugar: en
ninguna poca de la historia occidental, la religin, entendida como relacin del ser
humano con Dios ha ejercido un papel disuasivo o determinante en la conducta colectiva,
sino ms bien al nivel personal y en comunidades de fieles relativamente minoritarias. Si la
religin se convirti en el rbitro de la conciencia moral de una sociedad no fue
exclusivamente por la misma religin sino por la unin de sta con el poder poltico. La
inquisicin espaola, la quema de brujas en el mbito catlico o protestante y la
persecucin contra las herejas, evidentemente llevaban en su seno un fuerte componente
genuinamente religioso; pero era innegable la intervencin determinante del Estado
confesional, receloso frente a todo gnero de disidencia que pudiera menoscabar su poder.
Por otra parte, la historia humana no ha progresado suficientemente con arreglo a
la variable amor y fraternidad. En otras palabras: como juicio desde la fe, el mundo no ha
dado los mismos pasos trascendentales que ha practicado en el campo tecnolgico.
Alguien predicaba, all por los aos setenta del siglo XX, que no se puede amar al
marginado como sujeto, sin luchar contra las causas estructurales de la marginacin y
contra los grupos sociales que tuvieran el inters de mantenerlas vigentes. Nadie puede
estar al lado de los pobres, sin luchar contra los ricos; ni se puede estar al lado de los
pueblos sin luchar contra los imperios25. Y categricamente afirmaba que en determinadas
condiciones, el mismo amor pueda imponer el recurso de la lucha armada, cuando sta se
presenta concretamente como el nico camino para quebrantar la violencia opresora.
25
15
Amrica Latina, con sus condiciones socioeconmicas de injusticia, pobreza y
subdesarrollo, fue un caldo de cultivo de donde surgieron posturas de esta ndole. Pero
acaso detrs de esta manera de entender el amor se encuentran los mismos resortes que
durante siglos hicieron saltar en muchos militantes religiosos la violencia para exterminar
en el nombre de Dios a quienes no compartan la misma fe.