Antonio Machado - Antología
Antonio Machado - Antología
Antonio Machado - Antología
Antologa
Soledades
Campos de Castilla
Soledades
El viajero (fragmento)
Est en la sala familiar, sombra,
y entre nosotros, el querido hermano
que en el sueo infantil de un claro da
vimos partir hacia un pas lejano.
Hoy tiene ya las sienes plateadas,
un gris mechn sobre la angosta frente,
y la fra inquietud de sus miradas
revela un alma casi toda ausente. []
El rostro del hermano se ilumina
suavemente. Floridos desengaos
dorados por la tarde que declina?
Ansias de vida nueva en nuevos aos?
Lamentar la juventud perdida?
Lejos qued -la pobre loba- muerta.
La blanca juventud nunca vivida
teme, que ha de cantar ante su puerta? []
l ha visto las hojas otoales,
amarillas, rodar, las olorosas
ramas del eucalipto, los rosales
que ensean otra vez sus blancas rosas.
Y este dolor que aora o desconfa
el temblor de una lgrima reprime,
y un resto de viril hipocresa
en el semblante plido se imprime.
Serio retrato en la pared clarea
todava. Nosotros divagamos.
En la tristeza del hogar golpea
el tictac del reloj. Todos callamos.
Recuerdo infantil
Una tarde parda y fra
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotona
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Can
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmn.
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil
va cantando la leccin:
mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un milln.
Una tarde parda y fra
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotona
de la lluvia en los cristales.
Hasto
Pasan las horas de hasto
por la estancia familiar
el amplio cuarto sombro
donde yo empec a soar.
Del reloj arrinconado,
que en la penumbra clarea,
el tictac acompasado
odiosamente golpea.
Dice la monotona
del agua clara al caer:
un da es como otro da;
hoy es lo mismo que ayer.
Cae la tarde. El viento agita
el parque mustio y dorado...
Qu largamente ha llorado
toda la fronda marchita!
El limonero lnguido
El limonero lnguido suspende
una plida rama polvorienta
sobre el encanto de la fuente limpia,
y all en el fondo suean
los frutos de oro...
Es una tarde clara,
casi de primavera;
tibia tarde de marzo,
que al hlito de abril cercano lleva;
y estoy solo, en el patio silencioso,
buscando una ilusin cndida y vieja:
alguna sombra sobre el blanco muro,
algn recuerdo, en el pretil de piedra
de la fuente dormido, o, en el aire,
algn vagar de tnica ligera.
En el ambiente de la tarde flota
ese aroma de ausencia
que dice al alma luminosa: nunca,
y al corazn: espera.
Ese aroma que evoca los fantasmas
de las fragancias vrgenes y muertas.
S, te recuerdo, tarde alegre y clara,
casi de primavera,
tarde sin flores, cuando me traas
el buen perfume de la hierbabuena,
y de la buena albahaca,
que tena mi madre en sus macetas.
Que t me viste hundir mis manos puras
en el agua serena,
para alcanzar los frutos encantados
que hoy en el fondo de la fuente suean...
S, te conozco, tarde alegre y clara,
casi de primavera.
Campos de Castilla
El hospicio
Es el hospicio, el viejo hospicio provinciano,
el casern ruinoso de ennegrecidas tejas
en donde los vencejos anidan en verano
y graznan en las noches de invierno las cornejas.
Con su frontn al Norte, entre los dos torreones
de antigua fortaleza, el srdido edificio
de grietados muros y sucios paredones,
es un rincn de sombra eterna. El viejo hospicio!
Mientras el sol de enero su dbil luz enva,
su triste luz velada sobre los campos yermos,
a un ventanuco asoman, al declinar el da,
algunos rostros plidos, atnitos y enfermos,
a contemplar los montes azules de la sierra;
o, de los cielos blancos, como sobre una fosa,
caer la blanca nieve sobre la fra tierra,
sobre la tierra fra la nieve silenciosa!...
Caminos (fragmento)
De la ciudad moruna
tras las murallas viejas,
yo contemplo la tarde silenciosa,
a solas con mi sombra y con mi pena.
El ro va recorriendo,
entre sombras huertas
y grises olivares,
por los alegres campos de Baeza.
Tienen las vides pmpanos dorados
sobre las rojas cepas.
Guadalquivir, como un alfanje roto
y disperso, reluce y espejea.
Lejos, los montes duermen
envueltos en la niebla,
niebla de otoo, maternal [...].
El viento ha sacudido
los mustios olmos de la carretera.
levantando en rosados torbellinos
el polvo de la tierra.
La luna est subiendo
amoratada, jadeante y llena.
Los caminitos blancos
se cruzan y se alejan,
buscando los dispersos caseros
del valle y de la sierra.
Caminos de los campos...
Ay, ya no puedo caminar con ella!
A un olmo seco
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No ser, cual los lamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseores.
Ejrcito de hormigas en hilera
va trepando por l, y en sus entraas
urden sus telas grises las araas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, maana,
ardas de alguna msera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el ro hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazn espera
tambin, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
So que t me llevabas...
So que t me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una maana serena.
Sent tu mano en la ma,
tu mano de compaera,
tu voz de nia en mi odo
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
Eran tu voz y tu mano,
en sueo, tan verdaderas!...
Vive, esperanza, quin sabe
lo que se traga la tierra!
Saeta
Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
Cantar de la tierra ma,
que echa flores
al Jess de la agona,
y es la fe de mis mayores!
Oh, no eres t mi cantar!
No puedo cantar, ni quiero
a ese Jess del madero,
sino al que anduvo en el mar!