El Uruguay Desde La Sociologia XII

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 422

EL URUGUAY DESDE

LA SOCIOLOGA XII

EL URUGUAY DESDE
LA SOCIOLOGA XII
12 Reunin Anual de Investigadores del
Departamento de Sociologa
1. Juventud y Transiciones en educacin, trabajo e ingresos
2. Cuidados, Gnero y nuevas tecnologas
3. Organizacin del Trabajo y Gestin del riesgo
4. Estructura social, vulnerabilidad y conflicto en el campo uruguayo
5. Desigualdad social y territorio
6. Poltica, Polticas sociales y Cultura

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES


UNIVERSIDAD DE LA REPBLICA
Constituyente 1502 - Piso 5
Tel.: 2410 3855/Fax: 2410 3859
Correo electrnico: [email protected]
Pgina web: www.cienciassociales.edu.uy/departamentodesociologia

Universidad de la Repblica (Uruguay) Facultad de Ciencias Sociales.


Departamento de Sociologa.
El Uruguay desde la Sociologa XII/Marcelo Boado, coordinador. Facultad de Ciencias Sociales.
Departamento de Sociologa. Montevideo: UR.FCS-DS, 2014.
424 p.
Incluye bibliografa.
12a. Reunin Anual de Investigadores del Departamento de Sociologa.
ISBN Vol. XII: 978-9974-0-1141-0
ISBN O.C. 978-9974-0-0397-2
ISSN: 1688-9932
1. Sociologa 2. Juventud 3. Educacin 4. Gnero 5. Nueva tecnologa 6. Organizacin del trabajo
7. Riesgo 8. Vulnerabilidad social 9. Trabajadores rurales 10. Desigualdad social 11. Poltica
social 12. Poltica 13. Uruguay
I. Ttulo. II. Boado, Marcelo, coord.
CDD: 301.020 2
Ficha catalogrfica elaborada por Seccin Procesos Tcnicos de la Biblioteca de Facultad de Ciencias Sociales (UdelaR)

Duodcima edicin, 2014


Obra completa: ISBN 978-9974-0-0397-2
Duodcima edicin: ISBN: 978-9974-0-1141-0
ISSN: 1688-9932
Coordinacin editorial: Helvecia Prez
Edicin grfica: Claudio Ortiz ([email protected])
Impresin y encuadernacin:
Mastergraf S.R.L.
Gral. Pagola 1823 - CP 11800 - Tel.: 2203 4760*
Montevideo - Uruguay
Depsito Legal XXX.XXX-12 - Comisin del Papel
Edicin amparada al Decreto 218/96
DERECHOS RESERVADOS
Queda prohibida cualquier forma de reproduccin, transmisin o archivo en
sistemas recuperables, sea para uso privado o pblico por medios mecnicos, electrnicos, fotocopiadoras, grabaciones o cualquier otro, total o
parcial, del presente ejemplar con o sin finalidad de lucro, sin la autorizacin expresa del editor.

ndice

Presentacin.............................................................................................. 9

1. Juventud y Transiciones en educacin,


trabajo e ingresos
Condicin de actividad, historia laboral, empleo actual e ingresos a 2012
entre los jvenes evaluados por PISA en 2003............................................. 13
Tabar Fernndez - Marcelo Boado - Pablo Menese
La opcin por la Educacin Tcnica entre los 15 y los 25 aos
Un estudio con base en la cohorte de estudiantes evaluados por PISA 2003.. 29
Tabar Fernndez - Virginia Lorenzo
Transiciones juveniles en el Uruguay contemporneo.................................... 47
Pablo Hein - Ruy Blanco - Santiago Escuder
Experiencias acadmicas y sociales en la educacin superior en Uruguay
Un estudio con base en la cohorte de estudiantes evaluados por Pisa en
2003 ........................................................................................................ 61
Santiago Cardozo - Vanessa Anfitti
ndice de Vulnerabilidad Estudiantil, IVEs: herramienta tcnica de asignacin
de las becas del Fondo de Solidaridad......................................................... 77
Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez
Caracterizacin del perfil de becarios 2012 del Fondo de Solidaridad............ 97
Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

2. Cuidados, Gnero y nuevas tecnologas


Los cuidados no remunerados en salud: el rol de las familias y las mujeres
Primeros resultados de la Encuesta Nacional de Cuidados No Remunerados
en Salud.................................................................................................... 119
Karina Batthyny - Natalia Genta - Valentina Perrotta
Generaciones, edad, gnero y educacin: quin debe ocuparse de la
crianza de los hijos?................................................................................... 137
Vernica Filardo

El Uruguay desde la Sociologa XII

Brecha digital de gnero en Uruguay: superada o restringida?...................... 155


Ana Rivoir - Santiago Escuder
Las relaciones de gnero en el sector del software: los lmites de la
autonoma en el trabajo.............................................................................. 175
Mariela Quiones - Erika Van Rompaey

3. Organizacin del Trabajo y Gestin del riesgo


La regulacin autnoma del riesgo: el caso de una empresa papelera............ 189
Francisco Pucci - Soledad Nin - Sofa Mannise
Organizacin del trabajo en la Unidad de Seguimiento de Programas del
MIDES: regla burocrtica y lgica profesional............................................... 201
Francisco Pucci - Ana Vigna
Sociologa del management: la problemtica de la gestin en la industria del
software.................................................................................................... 213
Mariela Quiones - Marcos Supervielle - Mara Julia Acosta

4. Estructura social, vulnerabilidad y conflicto


en el campo uruguayo
Hacia una nueva estructura social en el campo uruguayo? Reflexiones a
partir del estudio de los empresarios de la cadena de los granos.................. 229
Diego E. Pieiro - Victoria Menndez
Los ganaderos y el gobierno progresista: entre la conciliacin y el conflicto... 241
Alberto Riella - Paola Mascheroni - Sofa Angulo - Agustina Marques
Conceptualizacin de asalariados agropecuarios y caracterizacin de sus
condiciones de vida en un contexto de crecimiento econmico y desarrollo
social del Uruguay...................................................................................... 259
Agustn Juncal - Joaqun Cardeillac - Bolvar Moreira - Alejandra Gallo
Las asalariadas rurales en Uruguay: diagnstico de vulnerabilidad social........ 273
Rossana Vitelli - Vctor Borrs

El Uruguay desde la Sociologa XII

5. Desigualdad social y territorio


Desigualdad socioeconmica, educacin y capital social............................... 289
Rafael Rey
Trabajadores y tabaquismo en el Uruguay.................................................... 303
Marcelo Boado - Diego Rodrguez
Desarrollo local y fragmentacin socioterritorial: estudio de caso Rocha........ 321
Danilo Veiga - Emilio Fernndez - Susana Lamschtein

6. Poltica, Polticas sociales y Cultura


La Solidaridad como fundamento de las polticas sociales progresistas
Una mirada a partir de programas sociales del MIDES.................................. 339
Marcos Supervielle - Lorena Custodio
Polticas de reingreso destinadas a personas privadas de libertad y liberadas. 351
Fiorella Ciapessoni - Pablo Menese - Nico Trajtenberg - Ana Vigna
Empresarios y gobierno en el giro a la izquierda en Uruguay: paradjicas
convivencias?............................................................................................. 365
Miguel Serna
Transformaciones territoriales y resistencias colectivas
Consideraciones sociolgicas a partir de los emprendimientos de
megaminera y regasificadora en Uruguay.................................................... 379
Alfredo Falero
Slo tres pases latinoamericanos lo lograron
Instituciones, cultura y ftbol....................................................................... 393
Felipe Arocena - Juan Cristiano

SOCIOLOGA 45 AOS
Palabras de apertura del acto por el Director del DS Dr. Marcelo Boado......... 410
Palabras del Profesor Gernimo de Sierra.................................................... 413
Conferencia de Liliana De Riz...................................................................... 417
Breve resumen de la intervencin del Dr. Helgio Trindade.............................. 419

Presentacin
El Uruguay desde la Sociologa es la publicacin principal del Departamento de Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la Repblica que, desde 2001,
rene los trabajos ms destacados de sus investigadores.
Los trabajos que integran este libro provienen del XII encuentro anual de investigacin del Departamento, que se realiz los das 7, 8 y 9 de diciembre de 2013.
Desde sus inicios el objetivo de esta publicacin es acercar estos trabajos a diferentes actores e instituciones de nuestra sociedad que se interesan por las lneas de investigacin que se desarrollan en nuestro Departamento.
El presente volumen se organiza en torno a seis conjuntos temticos que dan cuenta
de la diversidad y profundidad de las lneas de trabajo de los investigadores participantes.
El primer conjunto de trabajos sita la importancia de la juventud y de las transiciones
que se experimentan en esa etapa de la vida. Son trabajos que se gestan a partir de encuestas longitudinales o de registros de polticas sociales, y procuran destacar el impacto de los
factores sociales en trayectorias de los jvenes. Se analizan las historias laborales juveniles
y sus impactos en los ingresos personales. Se examinan las caractersticas de las trayectorias de los que optaron por la educacin tcnica entre los 15 y 25 aos. Se analizan las
experiencias sociales y culturales que contextualizan el acceso a la educacin superior en
Uruguay. Se modelan las transiciones a eventos vitales de importancia en el inicio de la vida
adulta como el primer empleo, el primer hijo y el abandono del hogar de origen. Y finalmente
dos trabajos apuntan a la importancia del Fondo de Solidaridad para los estudiantes universitarios; all se exploran los efectos de las becas en las trayectorias de los estudiantes, y se
aporta una metodologa especfica para determinar candidatos a las becas.
En un segundo conjunto se examina a fondo la cuestin de gnero. Los resultados de
la primera Encuesta Nacional de Cuidados No Remunerados en Salud permiten evaluar la
importancia del papel de las mujeres en las familias en torno a estas funciones y explorar su
complejidad. Este aspecto se vincula a otros cuidados y tareas en el marco de un enfoque
de gnero, para ver cmo se limita o potencia la autonoma del trabajo en un sector lder
como la industria del software. A partir de una comparacin de datos de las dos ltimas
Encuestas Nacionales de Juventud se analizan las actitudes frente a la cuestin gnero en
jvenes de diferentes generaciones. Finalmente a la luz de la brecha digital se explora cmo
es que el uso de las TICs refuerza la brecha de gnero.
Un tercer conjunto de anlisis se articula en torno a la organizacin del trabajo y la
gestin del riesgo en los procesos de trabajo. Se desarrolla un examen de los alcances y
consecuencias de la gestin autnoma del riesgo en una empresa papelera. Dos trabajos
examinan a fondo la organizacin y management. Uno profundiza en el vnculo de lo profesional con la lgica burocrtica. El otro explora la problemtica de la gestin en la peculiar
estructura organizacional de la industria del software.

El Uruguay desde la Sociologa

Un cuarto conjunto de trabajos aporta el examen de la desigualdad social en el medio


rural uruguayo actual. Se examina la evolucin de la desigualdad ocupacional y econmica
en tres trabajos. Uno destaca la emergencia de los empresarios graneleros y sus actividades. Otro examina las perspectivas y condiciones de vida de los asalariados rurales en
un proceso de crecimiento econmico acelerado y diversificado. Y otro explora las bases
de la vulnerabilidad de las asalariadas rurales. Un ltimo trabajo de este bloque examina y
explora las claves de la relacin entre la clase dirigente ganadera y los sucesivos gobiernos
progresistas, puntualizando sobre convergencias y desencuentros.
El quinto grupo de trabajos se articula en torno a la desigualdad socioeconmica. Se
examina el nexo entre capital social y desigualdad educativa y socioeconmica. Se explora
la convergencia o no del desarrollo local frente a la fragmentacin socioterritorial en Rocha.
Se analizan los resultados sobre la epidemia de tabaquismo a la luz de la desigualdad socioeconmica y se comparan prevalencias, adiccin y consumo en diferentes ciudades del
pas.
El sexto grupo de trabajos apunta a la esfera poltica en mltiples aspectos, que la
exhiben como sistema de relaciones entre actores o como agencia. Primero se examina
el concepto y peso de solidaridad en las polticas sociales de los gobiernos progresistas.
Seguidamente se exploran los componentes de las polticas de reinsercin de ex convictos
vigentes y sus alcances. En el marco de anlisis de elites se estudian las relaciones vigentes
entre el empresariado actual y el gobierno de izquierda. Otro anlisis poltico considera a
los movimientos emergentes que protagonizan las resistencias a inversiones en gran escala
que ocasionan transformaciones sustanciales de la produccin y el medio ambiente. Finalmente, el ftbol, emerge como objeto de reflexin del desarrollo y la cultura, situando una
comparacin de contrastes y convergencias.
Sociologa 45 aos, fue el acto acadmico que el 28 de agosto de 2014 conmemor los 45 aos de la refundacin del ex Instituto de Ciencias Sociales en 1969, del cual
el Departamento de Sociologa de Facultad de Ciencias Sociales es su continuacin. En la
oportunidad, con la concurrencia del Rector Markarin, la decana Mallo de FCS, el decano
Uriarte, otras autoridades, ex directores del Departamento, egresados, estudiantes, colegas docentes y pblico en general compartimos conferencias de acadmicos invitados, y
se hizo un reconocimiento al plantel docente fundador.
Deseamos que los presentes aportes enriquezcan debates y reflexiones actuales
y vigentes en la sociedad uruguaya. Esperamos que colegas socilogos, docentes, funcionarios, estudiantes y diversos actores sociales e institucionales puedan aprovechar la
contribucin de este volumen a las temticas que les preocupan.
Agradecemos a los colegas del Departamento el esfuerzo realizado para la reunin
de investigadores, que se concreta en el presente volumen 12.

Dr. Marcelo Boado


Director del Departamento de Sociologa
Octubre 2014

Juventud y Transiciones en educacin,


trabajo e ingresos

Condicin de actividad, historia laboral, empleo


actual e ingresos a 2012 entre los jvenes
evaluados por PISA en 2003
Tabar Fernndez1 - Marcelo Boado2 - Pablo Menese3
El presente artculo pretende dar cuenta de dos elementos. Primero, de la evolucin
de los jvenes en su trayectoria laboral, y su ingreso a la poblacin econmicamente
activa (PEA) desde los 20 a los 25 aos, controlando por gnero, resultados en la
prueba del Programa para la Evaluacin Internacional de Alumnos (PISA) en 2003, y
situacin de formalidad del empleo. Segundo, considerando los ingresos personales,
observar cmo ha sido el retorno del capital humano para hombres y mujeres, trabajadores formales e informales, controlando por sus resultados en la prueba PISA
en 2003. Para esto se utiliza la Segunda encuesta a jvenes evaluados por PISA 2003.
Este estudio longitudinal, en 2007 encuest una muestra aleatoria, estratificada con
afijacin no proporcional de los jvenes evaluados por el ciclo PISA 2003, y posteriormente se volvi a los mismos jvenes en 2012. De este modo se sistematizaron 10
aos de trayectorias laborales, familiares y educativas, las que se podan asociar con
un resultado obtenido en una prueba estandarizada e internacionalmente validada.
Los resultados muestran un incremento en la participacin de los jvenes desde
los 20 a los 25 aos, junto con una disminucin de la brecha de gnero en la PEA.
Tambin se observa una desigualdad persistente para mujeres respecto a los hombres,
para los trabajadores informales respecto a los trabajadores formales. Por ltimo se
observa una nueva fuente de desigualdad en los ingresos y en el avance dentro de la
PEA, asociado a los resultados obtenidos por los jvenes en la prueba PISA en 2003.

1
2

Profesor Agregado del Departamento de Sociologa. Coordinador del Grupo de Investigacin sobre
Transicin Educacin y Trabajo (TET). [email protected]
Doctor en Sociologa por el Instituto Universitario de Pesquisas do Rio de Janeiro (IUPeRJ). Se desempea como profesor titular e investigador Grado 5 y Director del Departamento de Sociologa,
FCS, UdelaR. Fue Coordinador del Doctorado de Sociologa, y tambin de la Maestra de Sociologa.
En grado y posgrado desarrolla investigacin y docencia en movilidad social, polticas de salud y
mtodos cuantitativos. Integra el Sistema Nacional de Investigadores en Nivel II. marcelo.boado@
cienciassociales.edu.uy
Ayudante de investigacin del Departamento de Sociologa, FCS, UdelaR. [email protected]

14

Tabar Fernndez - Marcelo Boado - Pablo Menese

Una de las tendencias en la investigacin sobre trayectorias son los estudios de


cursos de vida, incorporando la temporalidad como una variable explicativa. En virtud
de poseer este tipo de datos, se pueden observar evoluciones, como producto del
tiempo vital, o del periodo de tiempo que transcurre. La Segunda encuesta a jvenes
evaluados por PISA en 2003, recoge la lnea de base registrada en 2003, junto con la
informacin de las encuestas 2007 y 2012. De este modo, con 10 aos de trayectoria
laboral registrada, se pueden observar los efectos de la edad en el ingreso al mercado
de empleo, as como adicionar nuevos elementos al debate de la desigualdad en el
mercado laboral, como son las competencias evaluadas por PISA.
En el artculo se observa cmo ha evolucionado el ingreso a la PEA de los jvenes, tomando como ventana de observacin sus 20 y 25 aos; controlando la relacin
por gnero y por estrato de competencia PISA. Segundo, se consideran los ingresos
personales, como un retorno de la inversin del capital humano, donde se observan
desigualdades y bienestar de una poblacin. De este modo, adems se observar la
posicin social actual de los jvenes encuestados, tambin se observan las brechas
que se han generado a lo largo de diez aos de trayectorias educativas, laborales y
familiares.
Marco conceptual
Niveles de competencia en PISA e insercin en el mercado de trabajo
El propsito fundamental que inspira el desarrollo de PISA es evaluar en qu medida los adolescentes han desarrollado hasta los 15 aos aquellas competencias que
se estima imprescindibles para la vida en una sociedad y una economa globalizadas del
conocimiento. Estas competencias se entienden como una forma de capital humano
fundamental, cualitativamente diferente a las credenciales que pueda proveer un sistema educativo conforme se acreditan los sucesivos niveles.
PISA ha sostenido, desde su establecimiento como programa de la Organizacin
para la Cooperacin y el Desarrollo Econmico (OECD) en 1997 que su propsito es
evaluar las competencias que los jvenes escolarizados de 15 aos han desarrollado
para afrontar las exigencias que enfrentarn en su vida ciudadana y laboral hacia el
futuro. Brevemente, PISA evala competencias para la vida.
La evaluacin se ha planteado sobre tres reas: la matemtica, las ciencias naturales (fsica, qumica, biologa, astronoma) y la comprensin lectora. Desde el 2000
y cada tres aos se han venido realizado las pruebas, focalizando en una de las reas.
En el caso del ciclo 2003 a que refiere nuestro panel, el foco fue Matemtica, por lo
que ocup la mitad del espacio de la prueba, en tanto que lectura y ciencias ocuparon
el resto. A pesar de la referencia explcita a tres disciplinas clsicamente incluidas en
los currculos escolares, la evaluacin no se ajusta a los programas impartidos en los
centros educativos, sino a un concepto y una operacionalizacin en actividades determinadas a partir de comits de expertos y validadas interculturalmente. Adems, y tal

Condicin de actividad, historia laboral, empleo actual e ingresos a 2012

15

como se puede apreciar en el esquema n 1, la definicin de los tres objetos de la evaluacin de aprendizajes, introduce la nocin de uso (de la lectura, de la matemtica, de
las ciencias) para el logro de metas propias, para resolver necesidades de su propia
vida, para tomar decisiones. Este sentido importa explorarlo puesto que es de gran
importancia tanto para estudios macro como microsociales.
Esquema n 1. Definiciones de las tres reas de evaluacin en PISA
LECTURA

MATEMTICA

CIENCIAS

En qu nivel los jvenes que culminan su educacin obligatoria...?


Comprenden, usan y reflexionan sobre diferentes textos
para alcanzar metas propias,
desarrollar su conocimiento y
su potencial para participar en
la sociedad?

Identifican y comprenden el
rol que las matemticas juegan en el mundo, como para
emitir juicios fundamentados y
para utilizar e involucrarse con
la matemtica de forma de resolver las necesidades de su
propia vida como ciudadano
constructivo, comprometido y
reflexivo?

Utilizan el conocimiento cientfico, identifican cuestiones


cientficas y sacan conclusiones basadas en pruebas con
el fin de comprender y ayudar
a tomar decisiones relativas al
mundo natural y a los cambios
que ha producido en l la actividad humana?

Fuente: PISA.

Ahora bien, es razonable sostener que PISA parte de un concepto de aprendizaje


que avanza mucho ms all de los tradicionales al introducir aquel nfasis en el uso
eficaz del conocimiento, en la agencia del sujeto, para el logro de metas (Fernndez &
Snchez, 2007). Esta perspectiva, que podramos denominar pragmtica, se traduce
al diseo de las actividades de la evaluacin, al plasmar textos, consignas y ejercicios
que responden sistemticamente a variaciones que miden distintos contenidos, procesos cognitivos y contextos de aplicacin. En particular, el examen de las distintas
actividades permite concluir que se ha venido poniendo el nfasis en los contenidos
conceptuales sobre relaciones e incertidumbre; en los procesos cognitivos ms complejos relativos a la modelizacin y a la reflexin sobre el propio conocimiento; y en los
contextos extraescolares sean ciudadanos, sean de consumo.
El nfasis en el uso del conocimiento y en los contextos de aplicacin extraescolares, de mayor de incertidumbre, trascienden la nocin de capital humano tradicional,
as como otras fundadas en nociones enciclopdicas, memorsticas o instrumentales,
y permiten plantear una de las hiptesis centrales que orienta nuestra investigacin
desde el comienzo de este proyecto.
Con base en la perspectiva de los cursos de vida (Elder, Kirkpatrick & Crosnoe,
2004), sostenemos que el giro pragmtico resulta de gran relevancia para indagar em-

16

Tabar Fernndez - Marcelo Boado - Pablo Menese

pricamente si el nivel de competencias est vinculado con los desempeos y trayectorias siguientes de los jvenes en su trnsito a la Educacin Superior, la educacin para
el trabajo y el mercado laboral. Es decir, que el nivel de competencias desarrollado en
el entorno escolar designara un activo fundamental, al cual el joven podra echar mano
en sus planes para integrarse en una posicin diferencial en el mercado de trabajo,
para asegurar movilidad social respecto a su familia de origen, para agenciar el propio
bienestar en general.
PISA informa los resultados obtenidos por los estudiantes mediante la aplicacin
de la Teora de Respuesta al tem (TRI) y de la tcnica de los valores plausibles. Se reporta un puntaje o escala (variable continua) y un nivel de desempeo (variable ordinal)
de 6 o 7 niveles, para cada rea evaluada y puntajes especficos por dimensiones o subreas, del rea principal de evaluacin en ese ciclo. El valor medio del puntaje general
(en Matemtica, en Ciencias y en Lectura) se fija en 500 puntos y desvo estndar de
100 puntos, tomando como referencia la distribucin de los estudiantes de la OECD y
en el ao en el que esa rea fue el foco de PISA. Adems de la escala mtrica, se reportan niveles de desempeo en cada una de las tres reas, cada uno con una descripcin
sustantiva de qu puede hacer el estudiante en base a los conceptos y los procesos
cognoscitivos demandados para resolver actividades en distintos tipos de situaciones.
Esto permite una mejor interpretacin de los resultados y a la vez, proporciona una
primera orientacin didctica a quienes desean usarlos para planes de mejoramiento.
Estos niveles van desde el ms bajo, etiquetado como nivel bajo 1 hasta el ms alto,
nivel 6.
El nivel 2 es considerado como el nivel de base en la competencia matemtica que se requiere para participar activamente en la sociedad moderna (PISA/OECD,
2013, p. 68). Igual definicin se ha expresado respecto del nivel 2 en Ciencias (PISA/
OECD, 2007, p. 44), y en Lectura (PISA/OECD, 2010, p. 52). Vista esta definicin, que
es muy prxima a la nocin de umbral de alfabetizacin, hipotetizamos que los jvenes
que no han alcanzado el nivel 2 de desempeo, presentarn un nivel de integracin al
mercado de trabajo pronunciadamente desfavorable frente a los restantes jvenes. En
particular, tendrn en promedio un nivel de salario menor a sus restantes compaeros.
A la inversa, los niveles ms altos de desempeo (4, 5 y 6) en la escala representan sociolgicamente una protoelite acadmica y social, en particular en los pases que
tienen desempeos bajos como es el caso de Uruguay (Boado & Fernndez, 2010).
Sobre esta base, hipotetizaremos que los jvenes que calificaron en ste, nuestro estrato de muestreo nmero 1, tendrn una insercin ocupacional diferencial, significativamente mejor al resto en trminos de actividad, empleo, desempleo e informalidad.

Condicin de actividad, historia laboral, empleo actual e ingresos a 2012

17

Trabajo informal
Las discusiones tericas en torno al concepto de informalidad son muy amplias
y de larga data. Diversas corrientes se han encontrado en el plano terico con el fin de
ensayar conceptos que den cuenta de la complejidad que implica la informalidad en el
marco de las sociedades modernas.
El primer ensayo del concepto en Amrica Latina, intenta caracterizar a la poblacin marginal, como consecuencia del xodo campo ciudad en el proceso de modernizacin de las sociedades. De este modo los cinturones marginales estaban caracterizados por valores tradicionales, premodernos y su condicin de marginalidad la daba
un conjunto de indicadores ecolgicos, econmicos, sociales, polticos, psicolgicos
y culturales (DESAL, 1965). Una interpretacin ms marxista plantea que en el desarrollo de una economa capitalista algunas actividades se conviertan en marginales, las
cuales emplean poblacin activa excedente (Quijano, 1971). Por ltimo, el concepto
adoptado desde la Organizacin Internacional del Trabajo (OIT) incorpora y hace nfasis
en la idea de trabajo extralegal, donde en su operacionalizacin distingue en las actividades econmicas: primero, la utilizacin de tecnologa simple y mano de obra poco
calificada; segundo, este tipo de empleos se encuentran particularmente en mercados
oligoplicos (Tokman, 1979).
Desarrollos tericos posteriores han aunado ciertos criterios al respecto del concepto: a) es un concepto nacido de lo emprico; b) la unidad de anlisis son las actividades econmicas; c) se realizan al margen de la ley; y d) los lmites con la actividad
legal son borrosos (Cortes, 2000). Ahora bien, la idea desarrollada de la OIT deja de
manifiesto el carcter empirista del concepto, por lo cual indicador y concepto son
regularmente confundidos, cuando esto sucede se dejan escapar aspectos tericos
relevantes (Cortes, 2000). La idea de ilegalidad se operacionaliza como: opera sobre
una base ilegal, contraria a las regulaciones gubernamentales (Sethuraman, 1976).
Desde esta perspectiva de la informalidad como actividad extralegal, se conciben
fundamentalmente dos actores: por un lado las empresas, que en un contexto de crisis,
y con el afn de maximizar ganancias, optan por contratar empleados en actividades
generalmente no calificadas, al margen de la regulacin gubernamental (Cortes, 2000);
por otro lado los trabajadores, que optan por empleos informales como una estrategia
para reducir sus chances de ser desempleados (Longhi, 2006). Desde el punto de vista
de las relaciones laborales este tipo de subcontratos se caracterizan como puting out
system, donde hay dependencia de la estructura organizacional de la empresa, pero
independencia contractual, lo que genera escaso margen de reclamo y reivindicacin
(Palomino, 2000).
De este modo, el estudio del mercado informal, y las remuneraciones del mismo
en los jvenes de la cohorte PISA 2003, permiten observar dos fenmenos: primero, el
tipo de contratos a los que estn expuestos y las remuneraciones de los mismos; se-

18

Tabar Fernndez - Marcelo Boado - Pablo Menese

gundo, la relacin entre las competencias evaluadas por PISA y el gnero en el acceso
a empleos legales o extralegales.
Mtodo y datos
Datos
Los datos para el anlisis se basan en la Segunda encuesta a los jvenes evaluados por PISA 2003. ste es un estudio longitudinal, que cuenta con una lnea base
representada por una muestra de diseo aleatorio, estratificado y con afijacin no proporcional, de aquellos jvenes evaluados por el ciclo PISA 2003 en liceos pblicos,
privados y UTUs. Estos jvenes fueron posteriormente encuestados en 2007 y nuevamente en 2012; de este modo se cuenta con 10 aos de trayectorias laborales,
familiares y educativas4.
Los ingresos se relevaron a travs de intervalos, y se preguntaron como el total
de ingresos lquidos sumando todos ingresos por todos los trabajos para el ltimo mes.
Para la construccin de intervalos se tomaron varios criterios, el cuadro 1 reporta los
criterios para cada intervalo.
Cuadro 1. Intervalos de ingresos y sus criterios de seleccin en funcin de
la Encuesta Continua de Hogares 2011 y valores de Base de Prestaciones y
Contribuciones (BPC) para 2011
No tuve ingresos
hasta 2200

1 BPC

Desde 2201 hasta 4400

2 BPC

Desde 4401 hasta 6000


Desde 6001 hasta 7000
Desde 7001 hasta 9300

3 BPC
4 BPC

Desde 9301 hasta 11500

5 BPC

Desde 11501 hasta 16000 7 BPC


Desde 16 mil hasta 20mil
9 BPC
Desde 20 mil hasta 30mil
13 BPC
Desde 30 mil hasta 50mil
22 BPC
Ms de 50 mil

Aproximadamente quintil 1 de los ocupados de 24-26


aos.
Salario mnimo (algo menos de 3 BPC), quintil 2 de los
ocupados 24-26 aos).
Mediana de los ocupados de 24 a 26 aos.
Aproximadamente quintil 4 de los ocupados 24-26
aos.
Algo ms del valor del decil 9.

Fuente: (Bucheli & Menese, 2013).

Por mayores detalles referir a (Fernndez, Boado, Bucheli, Cardozo & Menese, 2013).

19

Condicin de actividad, historia laboral, empleo actual e ingresos a 2012

Del total de jvenes encuestados que perciben ingresos durante el ltimo mes por
concepto de su trabajo, el grfico 1 reporta la distribucin de ingresos por intervalos.
Grfico 1. Histograma de ingresos

400
350
300
250
200
150
100
50
0

1100

3300,5

5200,5

6500,5

8150,5

10400,5

13750,5

18000,5

25000,5

40000,5

55000,5

Fuente: elaboracin propia a partir de la base PISA 2003-2012.

La moda en la distribucin se ubica en el rango entre $ 11.500 y $ 16.000, mientras que la media es de $ 13.0005. Con la intencin de validar los datos se realiza una
prueba de hiptesis estadstica entre la estimacin de la media y la Encuesta Continua
de Hogares ECH-2012. El cuadro 2 reporta la prueba hiptesis por intervalos.
Cuadro 2. Prueba de hiptesis sobre ingresos
Poblacin
ECH-2012
PISA 2003-2012

Media Lmite inferior


13914
13355
12949
12396

Lmite superior
14470
13499

Fuente: elaboracin propia en base a la ECH-2012 y la Segunda


Encuesta a los jvenes evaluados por PISA 2003.

Como se observa en el cuadro 2, hay solapamiento en los intervalos de confianza. Por lo cual, con un 95% de nivel de confianza las medias en la ECH-2012 y en la
Segunda encuesta PISA son iguales.
5

Media estimada en funcin de las marcas de clase de los intervalos en los que fueron relevados los
ingresos.

20

Tabar Fernndez - Marcelo Boado - Pablo Menese

Mtodo
La intencin del artculo es descriptiva, con este fin los datos se exponen de
manera descriptiva y grfica, producto de una estimacin de mnimos cuadrados ordinales6. Sobre este ltimo mtodo, la intencin es observar el retorno del capital humano
para hombres y mujeres, para trabajadores formales e informales.
Condicin de actividad 2007-2012 e informalidad laboral por sexo y estrato
PISA
En oportunidad de la Segunda encuesta a los Jvenes evaluados por PISA 2003,
se han podido reconstruir 10 aos de trayectorias laborales. La intencin del presente
apartado es dar cuenta de los principales cambios en las tasas de ocupacin, actividad y
desempleo; y de este modo observar el efecto edad en las trayectorias laborales de los
encuestados, controlando por gnero y posteriormente por estrato de competencia PISA.
El cuadro 3 informa sobre los cambios entre 2007 y 2012 en la condicin de actividad para hombres y mujeres. En l se observa cmo la tasa de actividad, ocupacin
y el multiempleo han aumentado, as como el desempleo ha disminuido. Al observar el
multiempleo especficamente, se observa cmo pas de ser un estado de excepcin,
a crecer un 1260% cinco aos despus. Por ltimo, en general las brechas de gnero
disminuyen en la mayora de los estratos.
Las conclusiones que se desprenden del cuadro 3 indican un avance en la participacin de la poblacin econmicamente activa desde los 20 a los 25 aos, tanto
para hombres como para mujeres, as como mayores oportunidades de empleo. Por su
parte las mujeres, en proporcin, son quienes ms han avanzado en su participacin en
la PEA. Los guarismos alcanzados a los 25 aos se mantendrn hasta los 60-65 aos,
cuando comienza el ciclo de retiro econmico.
Cuadro 3. Actividad, ocupacin y desempleo entre 2007 y 2012 por sexo
Actividad: Tasa General
Actividad: Razn Varn/Mujer
Ocupacin: Tasa general
Ocupacin: Razn Varn/Mujer
Multiempleo: Sobre total
Multiempleo: Razn Varn/Mujer
Desempleo: Tasa general
Desempleo: Razn Varn/Mujer

20 aos (2007) 25 aos (2012)


72%
90%
1,2
1,1
53%
81%
1,4
1,2
1%
12%
0,9
1
26%
10%
0,6
0,5

Fuente: elaboracin propia a partir de la base PISA 2003-2012.


6

Ver Anexo.

Cambio
25%
-3%
53%
-16%
1260%
15%
-62%
-4%

Condicin de actividad, historia laboral, empleo actual e ingresos a 2012

21

Por su parte, al observar lo que ocurre con los estratos de competencia PISA
en el cuadro 4, se ve un ordenamiento en la tasa de actividad por estrato, siendo el
estrato 1 quien ms ha ingresado desde los 20 aos en la PEA. En este sentido, en
2007 buena parte del estrato 1 no haba ingresado a la PEA en virtud de continuar
estudiando, lo contrario ocurra con el estrato 3 (Boado & Fernndez, 2010); el incremento de la participacin del estrato 1, se debe en gran medida a la acreditacin de
niveles educativos superiores (Fernndez, Boado, Bucheli, Cardozo, & Menese, 2013).
Por otra parte, el multiempleo es una condicin que caracteriza mayoritariamente a los
jvenes del estrato 1, en contraste con el estrato 3. Finalmente, la tasa estndar de
desempleo estimada para el estrato 3 muestra diferencias significativas y hasta duplica
las estimaciones para el estrato 1.
Cuadro 4. Actividad, ocupacin y desempleo entre 2007 y 2012
por estrato de competencia PISA
Actividad: estrato 1
Actividad: estrato 3
Razn E1/E3
Ocupacin: estrato 1
Ocupacin: estrato 3
Razn E1/E3
Multiempleo: estrato 1
Multiempleo: estrato 3
Razn E1/E3
Desempleo: estrato 1
Desempleo: estrato 3
Razn E1/E3

2007
50%
82%
0,6
40%
60%
0,7
1%
1%
0,8
20%
27%
0,7

2012
95%
89%
1,1
90%
77%
1,2
18%
8%
2,4
6%
14%
0,4

Cambio
89%
8%
75%
123%
27%
75%
2119%
580%
226%
-71%
-49%
-43%

Fuente: elaboracin propia a partir de la base PISA 2003-2012.

Se ha observado un incremento en la participacin de los jvenes en la PEA desde los 20 a los 25 aos, aunque este incremento no se traduce en empleos de igual
calidad. El siguiente apartado observa, para los empleados en 2012, los guarismos de
empleados formales e informales, por sexo y estrato de competencia PISA.
El cuadro 5 informa sobre la informalidad7 del empleo de aquellos que trabajaban
en 2012. Se observa un 13,5% de empleo es informal8, y la distribucin para hombres
7
8

Se consider como indicador de empleo informal, el no aporte a ninguna caja jubilatoria, lo que implica una falta de beneficios sociales y desregulacin en relacin a las normas laborales.
Se realizaron pruebas de diferencias estadsticas utilizando la Encuesta Continua de Hogares 2012.
Los guarismos de informalidad son significativamente menores, con un 95% de nivel de confianza, en
la encuesta PISA-L 2012.

22

Tabar Fernndez - Marcelo Boado - Pablo Menese

y mujeres es distinta. Mientras en el entorno del 12% de los hombres poseen un empleo
informal, el guarismo asciende a 15% para sus pares mujeres. De este modo se observa otro tipo de desigualdad en el mercado de empleo asociado al gnero, en el cual las
mujeres tienen mayor precarizacin en sus puestos laborales.
Cuadro 5. Empleo informal entre hombres y mujeres
Formal
Informal
Total

Hombre
88,3%
11,7%
100%

Mujer
84,7%
15,3%
100%

Total
86,5%
13,5%
100%

Fuente: elaboracin propia a partir de la base PISA 2003-2012.

El cuadro 6 presenta la misma condicin de informalidad en funcin de los resultados obtenidos en PISA 2003; se observa una distribucin desigual en funcin de los
estratos PISA, donde el estrato 3 es aquel que presenta mayor desproteccin. De esta
forma, una nueva fuente de desigualdad, asociada a las competencias a los 15 aos
queda de manifiesto.
Cuadro 6. Empleo informal por estratos de competencia PISA
Formal
Informal
Total

Estrato 1
93,2%
6,8%
100%

Estrato 2
89,0%
11,1%
100%

Estrato 3
82,6%
17,4%
100%

Total
86,5%
13,5%
100%

Fuente: elaboracin propia a partir de la base PISA 2003-2012.

El porcentaje de jvenes en situacin de informalidad es un indicador del contexto macroeconmico del pas y tambin de diferencias en las oportunidades que el
mercado laboral brinda. Si se piensa en la informalidad como una estrategia para salir
del desempleo (Longhi, 2006), observamos que la estructura de posibilidades para
hombres y mujeres y por estrato de competencia PISA son desiguales.
Ingresos en funcin de gnero y competencias PISA
El gnero es una de las variables que reporta ms desigualdad de ingresos. A
iguales estudios y desempeando la misma tarea, hombres y mujeres reportan ingresos desiguales, siempre en detrimento de las mujeres. Por esto al observar distribucin
de ingresos es importante incluir la variable gnero. Otro aspecto importante a tener en
cuenta es aquel asociado a la precariedad del empleo, como formalidad e informalidad
del mismo.

Condicin de actividad, historia laboral, empleo actual e ingresos a 2012

23

Adicionalmente se incluyen las competencias PISA como una variable explicativa


ms. La idea es observar qu relacin guardan los ingresos que reportan los jvenes
de 25 aos en funcin de lo evaluado por PISA.
Grfico 2. Funcin de ingresos por hora para hombres y mujeres
por estrato de competencia PISA
400
350
300
250
200
150
100
50
0

estrato 3 (nivel 0 y 1)

estrato 2 (nivel 2 y 3)
hombre

estrato 1 (nivel 4, 5 y 6)

mujer

Fuente: elaboracin propia con base en la Segunda Encuesta


a los jvenes evaluados por PISA 2003.

Hay dos elementos a comentar del grfico 2. En primer lugar, la relacin entre
ingresos y resultados en PISA a los 15 aos. Los ingresos asociados a los niveles de
PISA ms bajos son sensiblemente menores que los asociados a los niveles ms altos.
Esta relacin se observa incluso controlando por sexo, por lo cual se concluye que o
bien las actitudes evaluadas en PISA, o bien la competencia evaluada en PISA son un
buen indicador del lugar en la escala salarial a los 25 aos.
En segundo lugar, la brecha de gnero en los ingresos, lo cual no es un hallazgo
novedoso, aunque observando las pendientes de las curvas en funcin de los niveles
PISA, parece que quienes ms aprovechan su habilidad son los hombres. Es decir la
brecha de gnero en los ingresos se incrementa en la medida que el puntaje en PISA
es mayor.
Una hiptesis sobre lo observado en relacin a la ampliacin en la brecha de
gnero es que informa del incremento marginal de las competencias en la funcin de
ingresos. Cada punto PISA adicional implica un incremento en la desigualdad que lo
aprovechan los hombres sobre las mujeres.

24

Tabar Fernndez - Marcelo Boado - Pablo Menese

Grfico 3. Funcin de ingresos por hora para empleados


formales e informales por estrato de competencia PISA
400
350
300
250
200
150
100
50
0

estrato 3 (nivel 0 y 1)

estrato 2 (nivel 2 y 3)
formal

estrato 1 (nivel 4, 5 y 6)

informal

Fuente: elaboracin propia con base en la Segunda Encuesta a los jvenes evaluados por PISA 2003.

El grfico 3 observa un efecto similar a lo que ocurre con el gnero, aunque


menos pronunciado. Nuevamente se observa una brecha por nivel de competencia en
PISA, y para aquellos trabajadores formales e informales; as como un mejor aprovechamiento de las competencias por parte de los trabajadores formales que por parte
de los trabajadores informales. Un aspecto ms a destacar es que un trabajador informal del estrato 1, percibe mayores ingresos que un trabajador formal del estrato 39.
Sntesis
En las conclusiones, el relevamiento de la variable ingresos, por intervalos y con
criterios tericos, no afect la medicin en s misma; las estimaciones son muy consistentes cuando se comparan con fuentes externas como la ECH 2012. Por lo cual la
muestra PISA es representativa de los jvenes de 25 aos del total pas. Los niveles de
ingreso no presentan diferencias estadsticamente significativas.
Segundo, las competencias evaluadas por PISA en 2003 son un indicador que
da cuenta de los niveles de ingreso de los jvenes 10 aos despus. Se puede concluir que lo que evala PISA se traduce en beneficios o detrimentos especficos en el
mercado de empleo; y este efecto es constante cuando se controlan otras variables
relevantes en la funcin de ingresos. Adicionalmente, PISA permite observar un nuevo aspecto en una desigualdad largamente sealada; el aprovechamiento de mayores
competencias es desigual entre hombres y mujeres, entre trabajadores formales e
informales, en detrimento de los ltimos.

Esto ocurre incluso controlando por tipo de empleo.

Condicin de actividad, historia laboral, empleo actual e ingresos a 2012

25

Los cambios de nivel en las variables entre los dos momentos del curso de vida
no implican cambios sustantivos en las brechas de gnero. Podra inferirse de aqu la
teora de que las bases ms profundas de la divisin del trabajo productivo extradomstico entre varones y mujeres para las nuevas generaciones quedan establecidas alrededor de los 20 aos de edad, durante el trnsito a la adultez, sin grandes modificaciones
posteriores. En alguna medida, el contraste tambin contribuye a validar la pretensin
de PISA de evaluar competencias para la vida.
Es de destacar la mltiple incidencia y segmentacin de trayectorias que podra
atribuirse a los estratos de competencia PISA. Las diferencias en la actividad, el desempleo, el ingreso y la formalidad son significativas y podran estar mostrando resultados
de cmo los sujetos capitalizan sus competencias en agenciar contratos en el mercado
de trabajo. Es de recordar que al momento de la contratacin, de la negociacin de los
contratos y el salario, ni el empleado ni el empleador saben cul fue el desempeo en
PISA del empleado. Las competencias por lo tanto, no son informaciones usadas. Se
traducen en las acciones y en los hbitos.
Esta cuestin abre el debate en torno a los ciclos educativos posteriores, y la
experiencia laboral hasta los 25 aos: todo lo adquirido posteriormente no modifica un
resultado obtenido en una prueba a los 15 aos?
Bibliografa
Boado, M., & Fernndez, T. (2010). Trayectorias acadmicas y laborales de los jvenes en
Uruguay. El panel PISA 2003-2007. Montevideo: Universidad de la Repblica - FCS.
Fernndez, T., Boado, M., Bucheli, M., Cardozo, S., & Menese, P. (2013). De los 15 a
los 25. Primeros resultados en educacin, empleo e ingresos de la Segunda Encuesta a
los jvenes evaluados por PISA en 2003. Montevideo: Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad de la Repblica.
Mincer, J. (1974). Schooling, Experience and Earnings. New York: National Bureau of Economic
Research.
Chiswick, B. R. (1997). Interpreting the Coefficient of Schooling in the Human Capital Earnings
Function. Education Group, Human Development Department, World Bank.
Heckman, J., Lochner, L., & Todd, P. (2006). Fifty years of Mincer earnings regressions.
In E. Hanusheck, & F. Welch, Handbook of Economics of Education. Vol.1. Amsterdam,
Netherlands: Elsevier.
Cameron, S. V., & Heckman, J. J. (1998). Life cycle schooling and dynamic selection bias:
models and evidence for five cohorts of american males. The Journal of Political Economy,
262-333.
Bucheli, M., & Menese, P. (2013). Ingresos por trabajos y competencias evaluadas por PISA
a los 25 aos. XII Jornadas de Investigacion-Facultad de Ciencias Sociales. Montevideo.
Fernndez, T., & Snchez, M. H. (2007). La evaluacin de las competencias en PISA. Montevideo: ANEP - Programa Nacional PISA.

26

Tabar Fernndez - Marcelo Boado - Pablo Menese

Elder, G. H., Kirkpatrick, M., & Crosnoe, R. (2004). The Emergence and Development of
Life Course Theory. In J. Mortimore, & M. Shanahan, Handbook of the Life Course (pp.
3-22). New York: Springer.
PISA/OECD. (2013). PISA 2012 Results: What Students Know and What Can Do. Student performance in Mathematics, Reading and Science. Volume I. Pars: OECD.
PISA/OECD. (2007). PISA 2006 Science competencies for tomorrows world. Volume 1: analysis. Paris: OECD.
PISA/OECD. (2010). PISA 2009. What Students Know and What Can Do. Student performance
in Mathematics, Reading and Science. Volume 1. Paris: OECD.
Boado, M., & Fernndez, T. (2010). Trayectorias acadmicas y laborales de los jvenes en
Uruguay. El panel PISA 2003-2007. Montevideo: Universidad de la Repblica - FCS.
Longhi, A. (2006). Los impactos del desempleo y de la informalidad sobre la pobreza. La mediacin de la estructura de clases. In E. Mazzei, Uruguay desde la sociologa IV (pp. 111-135).
Montevideo: DS-FCS-UdelaR.
DESAL. (1965). Amrica Latina y desarrollo social. Barcelona: Herder.
Quijano, A. (1971). Polo marginal y mano de obra marginalizada. Santiago de Chile: CEPAL.
Tokman, V. (1979). Dinamica del mercado de trabajo urbano: El sector informal urbano en
Amrica Latina. In R. Katzman, & J. L. Reyna, Fuerza de trabajo y movimientos laborales
en Amrica Latina (pp. 76-77). Mexico: Colegio de Mxico.
Cortes, F. (2000). La metamorfosis de los marginales: la polmica sobre el sector informal en
America Latina. In E. de la Garza Toledo, Tratado latinoamericano de sociologia del trabajo
(pp. 592-618). Mxico: Colegio de Mxico.
Sethuraman, S. V. (1976). The urban informal sector: concept, measurement and policy. International Labor Review .
Palomino, H. (2000). Trabajo y teora social: conceptos clsicos y teoras contemporneas.
Revista de Ciencias Sociales , Fundacin de Cultura Universitaria.
Fernndez, T., Boado, M., & Menese, P. (2014). Condicin de actividad, historia laboral, empleo actual e ingresos a 2012 entre los jvenes evaluados por PISA en 2003. In El Uruguay
desde la Sociologa. Tomo XII. Montevideo: Departamento de Sociologa de la Facultad de
Ciencias Sociales, Universidad de la Repblica.

Anexo
El retorno del capital humano se estima utilizando la funcin de Mincer (Mincer,
1974), para la cual capital humano se traduce en acumulacin de experiencia laboral
y acumulacin de aos de estudio. La funcin de Mincer es un mtodo de estimacin
muy verstil y ampliamente difundido que permite incluir otras variables adicionales
para observar el impacto en el capital humano (Chiswick, 1997). La ecuacin 1 es la
expresin formal de la funcin:
[1] Log (ingresos)i

= 0 + 1 experiencia laboral + 2 experiencia laboral al cuadrado

+ 3 experiencia educativa + trmino aleatorio de error

Condicin de actividad, historia laboral, empleo actual e ingresos a 2012

27

Cada trmino en la funcin de Mincer captura un elemento de la acumulacin de


capital humano: a) las experiencias educativas y laborales capturan el retorno de la
inversin de acumular aos de estudio, o aos inserto en el mercado de empleo; b) el
cuadrado de la experiencia laboral, captura el efecto marginal del crecimiento salarial,
a lo largo de la acumulacin de experiencia laboral. A lo largo del tiempo, la funcin de
Mincer ha sido discutida y revisada, si bien hay recomendaciones al respecto, en trminos generales se acepta su utilizacin como un mtodo validado (Heckman, Lochner,
& Todd, 2006). A continuacin se operacionalizan las variables de anlisis propuestas.
Operacionalizacin de variables de anlisis propuestas
Concepto

Descripcin
Ingresos mensuales por hora, por
Ingresos
concepto de todos los empleos del
ltimo mes, luego de los descuentos
Registra el total de aos empleado
Aos de experiencia
desde su primer empleo, hasta su
laboral
ltimo empleo
Aos de experiencia Es la potencia de los aos de expelaboral al cuadrado riencia laboral

Codificacin
-

Variable dicotmica toma valor 1


Acceso a Educacin Identifica aquellos que accedieron a
para quienes acreditaron y 0 para
Media Bsica
la Educacin Media Bsica
quienes no acreditaron
Variable dicotmica toma valor 1
Acceso a Educacin Identifica aquellos que accedieron a
para quienes acreditaron y 0 para
Media Superior
la Educacin Media Superior
quienes no acreditaron
Variable dicotmica toma valor 1
Acceso a Educacin Identifica aquellos que accedieron a
para quienes acreditaron y 0 para
Superior
la Educacin Superior
quienes no acreditaron
Identifica el sexo de cada integrante Variable dicotmica toma valor 1
Sexo
de la muestra
mujeres y 0 para los hombres
Identifica aquellos con empleos in- Variable dicotmica toma valor 1
Informalidad del
formales. Es decir, que no realizan para quienes poseen empleos inempleo
aportes al BPS, ni a ninguna otra formales y 0 para quienes poseen
empleos formales
caja
1 para los niveles 6, 5 y 4 de la
Puntaje obtenido en Desempeo obtenido por el joven en
prueba, valor 2 para los niveles 2
PISA 2003
la prueba PISA 2003
y 3, y valor 3 para los niveles 0 y 1
Es la correccin que introduce el
Razn inversa de
modelo de seleccin en el procedMills10
imiento Heckman de dos etapas
Fuente: elaboracin propia.10
10

La estimacin fue ajustada de acuerdo a un modelo de seleccin del tipo Heckman de dos pasos
(Cameron & Heckman, 1998). El coeficiente asociado al modelo de seleccin no fue significativo.

La opcin por la Educacin Tcnica


entre los 15 y los 25 aos
Un estudio con base en la cohorte de estudiantes
evaluados por PISA 2003
Tabar Fernndez1 - Virginia Lorenzo2
En Uruguay, la Educacin Tcnica a nivel medio ha sido provista en forma cuasi monoplica por el Estado en los ltimos cien aos. Su origen institucional en el Ministerio de Guerra y Marina como instituto correccional, condicion fuertemente el
perfil de jvenes que reclutaba para sus cursos, incluso luego de las grandes reformas
de Figari en los aos diez y de Arias en los aos cuarenta. No fue hasta 1986 que el
primer ciclo de estudios de la UTU tuvo reconocimiento formal equiparado con la
Secundaria. En los aos 90 se inici una tercera gran poca de transformaciones con
la introduccin de los Bachilleratos Tecnolgicos durante la gestin de Rama (1997)
que concluy en los cambios del perodo actual: los Tecnlogos y Tecnicaturas terciarias, el Plan de Formacin Profesional Bsica (FPB) de 2007 y el Bachillerato Profesional. Frente a estos cambios institucionales surge la pregunta sobre el efecto que
tuvieron en la valoracin de los jvenes a la hora de elegir UTU como opcin educativa en el nivel medio.

Este artculo profundiza en tres hallazgos anteriormente reportados sobre la opcin por la Educacin Media Tcnica en Uruguay, atendiendo a los cambios institucionales y curriculares recientes en el sector pblico del Consejo de Educacin Tcnico
Profesional (UTU) (Lorenzo, 2013; Fernndez, Boado, Lorenzo & Pirelli, 2013). En primer lugar, la Educacin Tcnica (ET), provista en Uruguay en forma oligoplica3 por la
1
2
3

Profesor Agregado del Departamento de Sociologa. Coordinador del Grupo de Investigacin sobre
Transicin Educacin y Trabajo (TET) [email protected]
Ayudante de investigacin Grado 1 en el Grupo TET. Actualmente, estudiante en la Maestra en Ciencias Sociales de FLACSO Mxico. [email protected]
La oferta privada tiene una larga existencia, destacando la tarea de los Padres Salesianos por el
reconocimiento de sus ttulos. En 1893 abrieron los Talleres Don Bosco en el barrio de Palermo; en
los aos diez iniciaron los cursos en la Escuela Agrcola Jackson; en los aos sesenta en la Escuela
de Electricidad Domingo Savio en Maroas y en los noventa abrieron la Escuela de Oficios Don Bosco
en Casavalle. Existe un sector empresarial tambin de larga data, de heterognea calidad y muy

30

Tabar Fernndez - Virginia Lorenzo

UTU desde fines del siglo XIX, ha tenido una evolucin periodizable por cambios en la
estructura institucional, la diversificacin curricular y el reconocimiento formal de los
ttulos emitidos. Estas modificaciones contrastan con la inercia observada en la Educacin Media General (EMG) en el mismo perodo y configuran cambios significativos
en la oferta y en los incentivos que enfrentan los jvenes entre los 12 y los 20 aos
(Lorenzo, 2013).
En segundo lugar, los cambios institucionales y curriculares de cada perodo
coinciden, en particular desde 1996 y 1997, con un cambio en el perfil social de los
estudiantes que optaron por la ET. El anlisis muestra una prevalencia que toma forma
de U, siguiendo el ordenamiento de los orgenes sociales: es alta entre estudiantes
con origen en las clases trabajadoras manuales, disminuye entre las clases intermedias, y vuelve a aumentar aunque en forma ms dbil y no significativa para las clases
de servicio4 (Fernndez, Boado, Lorenzo & Pirelli, 2013, pg. 80).
En tercer lugar, se observan cambios en las brechas de gnero y clase social
entre quienes acreditan la ET. Es un hallazgo que extiende a este tipo de educacin lo
que ya se sabe de estudios sobre educacin media (EM) en general. As, las mujeres
inscriben menos pero acreditan ms y tienen una mayor participacin relativa en los
niveles de Educacin Media Superior que va en consonancia con el comportamiento
global de la poblacin, que a los 18 aos muestra una brecha al alza y a favor de las
mujeres entre quienes asisten a establecimientos educativos (MEC, 2012, pg. 55). El
comportamiento segn clase social presenta tendencia similar ya que, si bien las clases intermedias y de servicios inscriben menos en la ET, alcanzan en sus trayectorias
mejores resultados educativos que las de clases trabajadoras, tal como sucede en la
EMG (Lorenzo, 2013).
La fuente de datos para estos hallazgos fue la Encuesta de Movilidad Ocupacional y Trayectorias Educativas (EMOTE). sta tuvo por objetivo relevar historias ocupacionales de activos residentes en Montevideo en el ao 2010. Con un tamao total de
2021 casos, encuest en hogares con al menos un activo residente en Montevideo de
entre 18 y 65 aos. Este diseo result reducido para observar la cohorte que experimentara las dos ltimas etapas institucionales de la UTU. En consecuencia, las pruebas
de hiptesis para estas cohortes no pudieron ser testeadas satisfactoriamente5.
El objetivo de este artculo es testear la robustez de estos hallazgos discutiendo
los determinantes de la opcin por la UTU pero usando ahora la Segunda Encuesta de
Seguimiento aplicada en 2012 a los jvenes evaluados por PISA en 2003, en adelan-

4
5

diferenciado impacto en la demanda de educacin paraformal.


La pauta de estratificacin utilizada remite a la teora de Erikson, Goldthorpe y Portocarero adaptada
para el Uruguay por Boado, Fernndez & Pardo (2006).
La EMOTE presenta adems, potenciales problemas de truncamiento y seleccin, al tratarse de una
encuesta aplicada a activos con historia laboral, quedan fuera aquellos que estn buscando su primer
empleo. En consecuencia, la muestra tiene distintos tipos de sesgos que podran afectar las estimaciones.

La opcin por la Educacin Tcnica entre los 15 y los 25 aos

31

te PISA-L 2003 (Fernndez, Alonso, Boado, Cardozo & Menese, 2013).El estudio se
enmarca en una de las lneas de estudios sobre transicin que lleva adelante el Grupo
de Investigacin sobre Transicin Educacin Trabajo (TET) de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de la Repblica6.
Oferta y demanda de la educacin tcnica en Uruguay entre 1997 y 2012
Los jvenes encuestados en el PISA-L 2003 llegaron a la Educacin Media a partir de 1999. Hacia 2005 eran partcipes y destinatarios de cambios importantes en la
oferta y en el diseo institucional de la Reforma de Rama, en particular de UTU. Pero,
llegaron adems en el contexto de la ms profunda crisis econmica que haya tenido
Uruguay (Boado & Fernndez, 2010, pg. 49; Cardozo, 2008, pg. 23).Estos aspectos, ms otros derivados de la historia institucional, permiten formular seis grandes
hiptesis relativas a los factores determinantes de la inscripcin a la UTU que habremos
de contrastar en el anlisis.
Reforma e innovacin curricular de la UTU
El perodo 1996 a 2004 se enmarca en la reforma de la Educacin Media liderada por Germn Rama en 1996 (Cardozo, 2008), que sustenta sus planes en responder
adecuadamente a las necesidades y expectativas de los jvenes en general y a los de
origen desfavorecido en particular, sea en el sistema educativo o en el mercado laboral,
siguiendo las recomendaciones de la Oficina de CEPAL en Montevideo (CEPAL, 1991;
Rama, 1992; Rama & Filgueira, 1994).
La UTU particip de esta reforma primero creando el Ciclo Bsico Tecnolgico
(CBT) y luego poniendo en marcha el Programa de Bachilleratos Tecnolgicos (BT).
Este fue el gran foco de inversin y reforma en la UTU. stos propusieron a la vez una
formacin acadmica en ciencias, matemtica y biologa tal que habilitara por primera
vez la continuidad educativa en la Educacin Superior. A la vez otorgaba un ttulo de auxiliar tcnico de nivel medio dirigido a sectores dinmicos del mercado: termodinmica,
administracin, qumica industrial, mantenimiento informtico y agrario (ANEP, 2000)7.
La propuesta tena un tronco comn para todas las orientaciones, un componente tecnolgico especfico para cada rea y un mdulo de orientacin ocupacional. Los BT
difieren respecto a la ET tradicional. Existe evidencia que los mencionados cambios de
la institucin en el perodo alteraron las valoraciones de la ET y por tanto se modific el
perfil social y sociodemogrfico de los inscriptos (ANEP, 1998; ANEP-CODICEN, 2004;
Cinve, 2008). Finalmente, en 1999 se pusieron en marcha dos programas de Educacin Superior por parte de la UTU: Ingeniera Tecnolgica y el programa de Tecnlogos
(Qumico y de Informtica).

6
7

Vase http://www.fcs.edu.uy/pagina.php?PagId=987
Entre todos ellos, destacaron los programas de dos nuevas Escuelas de UTU abiertas con este fin:
Administracin y Servicios de Salto y la Tcnica del Buceo.

32

Tabar Fernndez - Virginia Lorenzo

Estas tres innovaciones curriculares aludidas en la UTU tuvieron gran entidad y


trascendencia, ya que estaban asociadas a un cambio institucional que procur dejar
atrs el diseo tradicional de la Educacin Tcnica8.
Nuestra primera hiptesis es que estos cambios implicaron un reposicionamiento
de la UTU tanto en el mercado educativo como en el mercado de trabajo. El objetivo
central hacia los jvenes pareciera haber sido que los BT fueran considerados como
la primera opcin entre los egresados de Ciclo Bsico y no como parte de una reformulacin del propio curso de vida luego de un fracaso acadmico o de la frustracin
de las expectativas iniciales. Hasta ese momento, se habra podido calificar a la UTU
como lo que se conoce con el trmino norteamericano de second chance system.
Existen algunos elementos que podran apoyar esta hiptesis. Recurdese que as fue
el comienzo en 1997, donde la primera generacin debi dar prueba de ingreso, y de
los postulantes, el 61% tena 10 y ms aos de escolaridad cursada, mostrando que la
mayor parte del universo, una alta proporcin, ingres luego de haber intentado otras
opciones. (ANEP, 1998, pg. 31).
Desde 2005, y sin abandonar la anterior poltica de reposicionamiento en el nivel Medio Superior, la UTU ha diversificado sus prioridades introduciendo polticas de
inclusin educativa a nivel Bsico (el Programa de Formacin Profesional Bsica, FPB,
equivalente al Ciclo Bsico), la Acreditacin de Saberes (Fernndez & Pereda, 2010)
y ms recientemente, el Bachillerato Profesional (BP). Tambin ampli la oferta a nivel
Superior, en particular en el interior del pas, y en varias localidades, asociada a la Universidad de la Repblica (como ya lo haca con el Tecnolgo Qumico).
A este contexto se agrega la crisis generalizada de la EMG, causada por el
bloqueo sindical a la reforma de Rama, su suspensin oficial a partir de 2005 y el agravamiento de casi todos los indicadores de resultados educativos entre 2005 y 2012
(ANEP-DIEE, 2005; Pasturino, 2012). Esta situacin bien podra estar provocando una
fuga de estudiantes hacia la UTU, con sus credenciales ahora s formalmente equiparadas en todos sus niveles.
Sobre esta base, testearemos las dos primeras hiptesis. La primera sostiene
que si el cambio institucional y curricular fue eficaz, tal como lo pretenda, debera
observarse un incremento progresivo en la inscripcin a la UTU en las generaciones
que han sido afectadas en general por el conjunto de las reformas, y en particular, mos-

Es posible que este efecto tambin pudiera atribuirse a otra causa. La creacin del Ciclo Bsico nico
en 1986 y luego el Plan Piloto de 1996, implicaron una fuerte reduccin horaria en la enseanza de
contenidos tcnicos, al punto de que slo se impartan dos o tres horas a la semana. En consecuencia, la oferta de UTU se desdiferenci de la oferta que haca Secundaria, lo cual podra haber hecho
que las familias de clases trabajadoras manuales, tradicionales clientes a los cuales se diriga la UTU,
optaran en mayor proporcin que antes por el Ciclo Bsico de Secundaria (Pasturino, 2012). Esta
hiptesis fue sugerida en una entrevista realizara al Prof. Martn Pasturino y recogida en Lorenzo,
2013.

La opcin por la Educacin Tcnica entre los 15 y los 25 aos

33

trando mayor efecto en las ms contemporneas. Dado que nuestra base actual es uni
cohorte (PISA-L 2003), slo podremos testear parcialmente esta hiptesis9.
Sin embargo, podemos s testear ms apropiadamente una segunda hiptesis
que sostiene que dado el calendario de cambios, estos habran afectado en particular a
la cohorte analizada precisamente en el momento en realizan las elecciones vocacionales principales relacionadas con la Educacin Media Superior y la Educacin Superior.
Esto es, entre los 17 aos (el ao 2005) y los 21 aos (el ao 2008). Corresponde
acotar que al presente no podemos descomponer este efecto etario del generacional para testear la hiptesis pero, su expresin nos sirve de cautela a la hora de hacer
inferencias.
La eleccin por la UTU: un tracking implcito resultado de la historia
institucional?
Existe cierto consenso en varios mbitos, sobre que la eleccin por la UTU predominaba en quienes tenan un antecedente acadmico caracterizado por al menos
una repeticin en Primaria. Desde su origen como instituto correccional (Heuguerot,
2002), esta herencia de condicionamientos institucionales habra definido claramente
la estructura de incentivos, beneficios y costos frente a la Educacin Media General.
Este dficit acadmico, junto problemas de conducta habran sido determinantes tanto en la recomendacin de los maestros como en la decisin de familias de enviar a
sucesivas generaciones (generalmente varones) a la UTU (Fernndez, 1993). La hiptesis del condicionamiento institucional de la eleccin habra tenido como resultado, un
alumnado social y acadmicamente seleccionado. El anlisis de las transformaciones
institucionales y curriculares de la UTU, al menos desde 1974, y en particular, desde
1995, deja planteada la interrogante sobre si los cambios disminuyeron la selectividad.
Testearemos tres hiptesis de direccionamientos o tracking, relativos a la determinacin de clase social, gnero y antecedentes escolares en la eleccin, por el cual es
de esperar una participacin en la ET proveniente de hogares cuyos jefes de hogar son
trabajadores manuales (hiptesis n 3 de tracking implcito), mayormente masculina
(hiptesis n 4 de sesgo de gnero) y repetidores de Primaria (hiptesis n 5).
Adems de los sesgos de gnero, clase, repeticin y puntaje en PISA, entendemos que la ET ha presentado un sesgo urbano en nuestro pas (hiptesis n 6). La historia de la expansin de la UTU en el territorio, caracterizada hasta fines de los sesenta
y setenta por un asentamiento principal en capitales del interior.

En el marco del Grupo TET, este ao se comenz el levantamiento de un nuevo estudio sobre la
cohorte de PISA 2009.

34

Tabar Fernndez - Virginia Lorenzo

Datos y mtodos
Datos
Usamos aqu la Segunda Encuesta de Seguimiento aplicada en 2012 a los alumnos uruguayos evaluados por PISA en 2003 (PISA-L 2003), estudio longitudinal resultado de la transformacin de la muestra PISA 2003 en un panel. El diseo fue aleatorio,
estratificado por estratos de puntaje en Matemtica. El tamao de la muestra en 2012
fue de 2451.
La ventana de observacin cubre un mximo de 13 aos tericos de opciones
educativas, desde 2000 hasta 2012. Para cada ao del calendario escolar se registra
un mismo conjunto de variables relativas a la inscripcin, la asistencia, la conclusin,
el centro educativo y el programa acadmico. Mayores detalles se pueden consultar
en el Reporte Tcnico de este estudio (Fernndez, Alonso, Boado, Cardozo & Menese,
2013).
Mtodo
Partimos de un supuesto simple: la probabilidad de experimentar un evento, en
este caso, la inscripcin a la ET, est condicionada por la edad (t) que tiene el individuo
(i) que lo experimenta y otro conjunto (X) de variables estructurales. Formalmente:
La estructura temporal de los datos permite introducir un tipo de anlisis estadstico especfico: el anlisis de sobrevivencia, tambin llamado historia de eventos (Cleves, Gutirrez, Gould, & Marchenko, 2010; Blossfeld & Rohwer, 2002). Sin perjuicio de
esto, slo utilizaremos aqu tablas de vida, las cuales son tcnicas no paramtricas,
para variables no mtricas, que no hacen supuestos sobre la distribucin de probabilidad subyacente al evento estudiado. Por lo tanto, no proponemos despejar la forma
funcional de f.
En primer lugar, nos abocaremos a estudiar el calendario utilizando tablas de
vida, esto es, la relacin entre el evento y la edad a la que se produce. En segundo
lugar, exploraremos si el vector de efectos de X es constante para distintas edades
en que el evento puede producirse. En este caso, ajustamos una regresin logstica
binaria.
Grupos de comparacin
La opcin por la ET no suele ser un evento nico e irrepetible. Un joven puede
haber optado varias veces por distintas modalidades tcnicas, cada una con una acreditacin formal distinta, tanto en el Ciclo Bsico como en la Media Superior o en la Educacin Superior. Sobre esta base formamos 10 grupos de comparacin que usaremos
en este artculo. Tal como se presenta en el esquema n 1, se trata de una tipologa
simple de trayectorias curriculares que resulta de combinar las opciones registradas

35

La opcin por la Educacin Tcnica entre los 15 y los 25 aos

de inscripcin y de modalidad en el Nivel Bsico y en el nivel Superior de la Educacin


Media.
Esquema n 1. Tipologas de trayectorias curriculares segn asistencia y modalidad
en la Educacin Media Bsica y la Educacin Media Superior
No
inscribi
MS

Media Profesional
(Cursos Tcnicos,
Formacin Prof.
Sup.)

[1]

[4]

[2]
[3]

[5]
[6]

Cursos Bsicos/Formacin
Profesional Bsica
Ciclo Bsico General
Ciclo Bsico Tecnolgico

Bachillerato Bachillerato
Diversificado Tecnolgico

[7]
[8]

[9]
[10]

Fuente: elaboracin propia

Cuntos, cundo y qu modalidades de Educacin Tcnica hacen los jvenes


La opcin a los 15 aos
La opcin por la ET alrededor de los 15 aos, edad normativa de transicin entre
la Media Bsica y la Media Superior, representa una proporcin reducida del estudiantado en Uruguay. Histricamente ha sido establecida como una opcin no natural,
socialmente marcada (hiptesis nros. 3 a 5).
Ahora bien, dentro de la estabilidad general de esta matriz, la tabla n 1 muestra
que en los ltimos diez aos se vendra produciendo un lento pero claro movimiento al
aumento de la demanda por ET. As en 2003, el 12,7% de los jvenes evaluados por
PISA estaba en la UTU, en tanto que para 2012 alcanz a 17,1%. Puesto en trminos
de razones, al comienzo cada siete estudiantes en la Media General, haba uno en la
Tcnica; al final de este perodo, la razn baj a cinco de cada uno.
Tabla n 1. Participacin en la matrcula de estudiantes de 15 aos evaluados
por PISA de los sectores Tcnico, Privado y Pblico General

Tcnico
Privado
Pblico General
Razn Publ. Gral a Tcnico

2003

2006

2009

2012

12,7
14,1
72,2
6,9

17,2
14,9
67,2
4,8

15,1
17,9
65,8
5,6

17,1
16,7
64,9
4,8

Cambio
Relativo
35,4
18,6
-10,2

Fuente: elaboracin propia con base en los microdatos liberados de las evaluaciones PISA
de los aos respectivos.

36

Tabar Fernndez - Virginia Lorenzo

El sector privado (en su totalidad de tipo general) tambin creci en el mismo


perodo desde un 14,1% a un 16,7%, casi tres puntos porcentuales o un cambio relativo
del 18,6%. La tendencia es notable si se observa que comparativamente, la opcin tcnica creci casi cinco puntos en el mismo perodo, un cambio relativo del 35%, esto es:
creci prcticamente el doble de lo que lo hizo el sector privado. Esta evidencia avala
la hiptesis n 1. Conforme se extienden los cambios en la UTU, las sucesivas cohortes
habran aumentado su propensin a elegir la ET.
La opcin tcnica entre los 12 y los 25 aos
La ventana de observacin ms amplia del PISA-L 2003 genera una imagen sobre
la incidencia de la ET en las trayectorias educativas que es distinta a la provista por la
Encuesta de Hogares (corte transversal). El 34,5% de los jvenes evaluados por PISA
2003 hicieron cursos de ET en algn momento entre los 12 y los 25 aos de edad. La
incidencia se modifica ms que duplicando el 14,1% observado hasta los 15 aos10.
Hay un cambio en la razn desde uno por cada siete a dos por cada tres. La evidencia
no es contradictoria sino que favorable a la hiptesis n 2: el ingreso a la ET estara relacionado con elecciones vocacionales hechas en torno a los 18 aos, edad normativa
de ingreso a la vida adulta.
La tabla n 2 muestra la participacin de los grupos de comparacin organizados
en cuatro grandes tipos: opcin temprana, rectificacin, ratificacin y vocacional.

10

El estadstico reportado por PISA responde exactamente a quienes estaban en un centro de la UTU
a los 15 aos. De aqu que ste sea levemente superior cuando se considera a aquellos que puedan
haber ingresado en la UTU antes de los 15 aos y se cambiaron a la Media General luego.

37

La opcin por la Educacin Tcnica entre los 15 y los 25 aos

Tabla n 2 Distribucin de las trayectorias educativas con opciones tcnicas


en el nivel Medio Bsico y Medio Superior
Total

Varn

Mujer

Trayectorias truncas y con opcin tcnica tempranas


Curso Bsico (Curso B)
8,3%
7,1%
10,0%
Ciclo BsicoTecnolgico (CBT)
11,7%
14,0%
8,6%
Subtotal
20,0%
21,1%
18,6%
Trayectorias de rectificacin
CBT + Bachillerato Diversificado (BD)
5,7%
5,4%
6,0%
Subtotal
5,7%
5,4%
6,0%
Trayectorias de opcin tcnica ratificada
CursoB + EducacinMedia
0,6%
0,6%
0,6%
Profesional (EMP)
CBT+EMP
2,0%
2,9%
0,7%
CBT+BT
12,3%
13,8%
10,2%
Subtotal
14,9%
17,3%
11,5%
Trayectorias de opcin tcnica vocacionales
Ciclo Bsico General (CBG) + BT
35,0%
34,9%
35,2%
CBG + EMP
24,3%
21,4%
28,2%
Subtotal
59,3%
56,2%
63,4%

Riesgos
Relativos (RR)
1,2
0,7
0,93
1,1
1,1
1,0
0,4
0,8
0,77
1,0
1,2
1,1

Fuente: elaboracin propia con base en la Segunda Encuesta a los jvenes evaluados por PISA 2003.

Las seis primeras trayectorias estn conformadas por opciones tcnicas tomadas en el momento de la transicin a la Educacin Media Bsica; totalizan un 40,6% de
la opcin tcnica. Las dos primeras son truncas absolutamente, en tanto que la tercera
trayectoria implica una rectificacin o cambio de modalidad para la Educacin Media
Superior. Destacan las trayectorias que incluye el Ciclo Bsico Tecnolgico, sea como
opcin nica y terminal (11,7%) o como opcin tcnica pura, esto es tomada en forma
temprana y en forma ratificada en el nivel Medio Superior (12,3%).
Este primer anlisis por trayectorias tambin permite concluir que las opciones
vocacionales por la ET son prevalentes: el 59,3% opta por modalidades tcnicas para
hacer la Media Superior viniendo de la Educacin Media Bsica General. Si supusiramos que los motivos de las dos elecciones son independientes (algo discutible por
cierto), tendramos que aadir a esta magnitud las trayectorias ratificadas, con lo cual
tres de cada cuatro estudiantes tcnicos habra hecho la opcin tcnica en la Media
Superior.
La hiptesis n 4 que propone el sesgo de gnero, puede ser examinada usando
la distribucin condicional para varones y mujeres de la tabla n 2 y, en especial, la

38

Tabar Fernndez - Virginia Lorenzo

ltima columna que incluye los riesgos relativos (RR) o razn de la proporcin de mujer
a varones que hicieron ET11. Examinando rengln a rengln, las brechas de gnero
sustantivas se encuentran asociadas a la opcin por el Ciclo Bsico Tecnolgico, sea
slo (RR=0,7), asociado a Media Profesional (RR=0,4) o a Bachillerato Tecnolgico
(RR=0,8). Podramos decir que son trayectorias (an) socialmente masculinizadas.
Cundo se elige la ET
El anlisis del calendario para el ingreso a la Educacin Tcnica tambin presenta
importancia adicional, dado que en los ltimos diez aos, este sector institucional ha
crecido la participacin en la matrcula de la Educacin Media en forma sustantiva,
pasando del 14% en 2003 al 18% en 2012. Se puede apreciar en el grfico 1 que
aproximadamente la mitad ingresa antes de los 18 aos, si bien hasta los 25 continan
inscribindose a la ET.
La matriculacin presenta una diferencia por sexos en el sentido que es esperado: menor participacin de las mujeres que los varones en cualquiera de los tramos de
edad considerados. El mayor incremento entre los varones es hasta los 17 aos, en
tanto que la pendiente entre las mujeres parecera hacerse ms rpida entre los 18 y
los 22 aos de edad.
La forma de las curvas es otro elemento de inters. Podra ser el resultado de
dos tipos de factores. Por un lado, la maduracin psicolgica y la progresiva asuncin
de roles adultos (ingreso al mercado de trabajo, cuidado de nios o ancianos, responsabilidades en el hogar) modificara la utilidad de las opciones educativas disponibles
para los estudiantes que tienen 18 o ms aos de edad. Las opciones tecnolgicas a
nivel Medio Superior y Superior se volveran ms atractivas en la medida en que tienen
menor duracin y una ms aparente vinculacin con el mercado de trabajo. Pero, por
otro lado, sera posible relacionar la forma de la curva con la implementacin de los
cambios institucionales y curriculares resumidos en el primer apartado. Los jvenes
encuestados cumplen 18 o 19 aos en los aos 2006 y 2007, precisamente cuando
comienza el reposicionamiento y aumenta la oferta de cursos a nivel Medio Superior y
Superior.

11

No consideramos aqu la opcin por Cursos Bsicos debido a problemas numricos.

39

La opcin por la Educacin Tcnica entre los 15 y los 25 aos

Proportion Failed
0 .05 .1 .15 .2 .25 .3 .35 .4 .45

Grfico 1. Probabilidad acumulada de ingreso a la ET segn sexo (2002-2012)

12

13

14

15

16

17

20
19
18
Age Tech Ed

mujer = 0

21

22

23

24

25

26

mujer = 1

Fuente: Elaboracin propia con base en microdatos de la Segunda Encuesta a los jvenes evaluados por
PISA en 2003.

Determinantes de la opcin por la Educacin Tcnica


Tal como se ha mostrado en trminos descriptivos bivariados, la eleccin por la
ET muestra diferencias en la edad, el sexo y la clase social. Tambin es evidente que
la heterogeneidad de cursos y niveles tcnicos demandados requieren un anlisis ms
refinado que permita identificar quines y cundo eligen hacer qu tipo de cursos. En
esta seccin ajustamos un set de modelos logsticos binarios de efectos principales,
que tienen por objetivo avanzar en esta caracterizacin comparando la persistencia y
cambio en las estructuras de los determinantes a medida en que la edad avanza y la
eleccin del curso tcnico se realiza en un men curricularmente ms diversificado.
La matriz X est compuesta por informacin sobre sexo, clase social, repeticin en
Primaria, nivel de desempeo en PISA, zona rural y regin del pas. La variable edad, tal
como se ha documentado hasta ahora, es fundamental.
[1] Nuestro modelo de base n 1, resulta de identificar quines optaron en algn momento, sin restriccin de edad, por algn tipo de curso tcnico de nivel Medio indistintamente de su modalidad (sea Formacin Profesional, Ciclo Bsico Tecnolgico,
Formacin Profesional Superior, Curso Tcnico o BT).
[2] El segundo modelo ajustado se restringe a identificar los determinantes de la eleccin por la ET hasta 2003, esto antes de los 17 aos de edad. Lo llamaremos la eleccin temprana. La ecuacin n 3 formaliza este modelo:
[3] El tercer modelo considera nicamente a aquellos que realizaron la opcin por la ET
con ms de 17 aos de edad. Lo llamaremos eleccin madura. Tal como se formaliza
en la ecuacin n 4, las variables explicativas son las mismas.

40

Tabar Fernndez - Virginia Lorenzo

[4] Los resultados comparados de los tres modelos anteriores se presentan en la siguiente tabla. En primer lugar, vase la peculiar relacin entre la edad y la inscripcin.
En segundo lugar, corresponde indicar que la variable rea de residencia no fue
significativa en ninguno de los modelos ajustados, falseando la hiptesis del sesgo
urbano de la ET, una vez que se controlan apropiadamente otros atributos individuales
del estudiante.
La variable repeticin en Primaria resulta no significativa en la ecuacin 2 ni
tampoco en la ecuacin 4, hallazgos que ponen en entredicho la versin ms radical
de la hiptesis del tracking implcito en las modalidades general y tcnica de la Media
en Uruguay.
Las variables de sexo, clase social y nivel de competencia tienen comportamientos significativos y, tal como se haba hipotetizado, presentan variaciones sustantivas
y significativas entre los modelos ajustados. Comparando con los jvenes de origen en
las clases de servicio, tanto las clases intermedias de empleados administrativos y del
comercio, como las clases trabajadoras manuales tienen mayor probabilidad de haber
inscripto en la ET en el modelo general, as como tambin en el modelo de edades hasta 17 aos. Por su parte, los pequeos propietarios tienen una probabilidad semejante.
En el modelo de eleccin para los que entraron con ms de 17 aos, desaparecen
las diferencias de clase social entre la clase trabajadora y la clase de servicios. Slo
pervive una ms alta probabilidad entre los hijos de clases intermedias (administrativos
y empleados). La oferta es atractiva por igual a ambos extremos de la estratificacin
social. Este resultado es consistente con la hiptesis del reposicionamiento de la UTU.
En el modelo general, las mujeres tienen menor probabilidad de ingresar a la ET,
pero la magnitud de este efecto es distinto segn la edad de la poblacin analizada.
Es mayor el efecto en el modelo general, producto posiblemente del mayor peso que
tendra la opcin para los varones con 17 y ms aos de edad12.
El comportamiento de la variable Nivel de competencias en este modelo merece
un comentario ms detallado. En primer lugar, la variable es informativa para los 15
aos; sin embargo, la decisin de ingresar a la ET se produce desde los 12 aos. Este
problema de precedencia temporal afecta las inferencias causales. Por lo que para
postularla como determinante de la eleccin, habra que hacer la suposicin de que el
ordenamiento resultante era el mismo cuatro aos atrs, en el momento de egresar
de Primaria13. En segundo lugar, las significaciones de los efectos dependen de los tamaos muestrales. En el caso de los niveles 5 y 6, hubo 1447 aos / personas de los
12
13

Podra pensarse que entre las mujeres con 17 y ms aos de edad, la opcin educativa con mayor
atractivo es la Educacin Superior de tipo universitaria o docente, no la Educacin Tcnica o Tecnolgica (sea Media Superior o Superior).
Esta suposicin implica concomitantemente suponer que las experiencias habidas al ingresar al Ciclo
Bsico no implicaron modificaciones en la distribucin del aprendizaje condicionadas al sector institucional. Esto es, que todos los centros educativos tienen el mismo efecto sobre el aprendizaje sin
importar si son de Secundaria, UTU o Privados.

41

La opcin por la Educacin Tcnica entre los 15 y los 25 aos

cuales un 1% (no ponderado) opt por la ET. Por lo que fue necesario agrupar los tres
estratos superiores de desempeo.
Sobre esta base, se observa que la propensin a elegir ET es estadsticamente
semejante en todos los niveles de desempeo, que no se corresponde con lo que hemos denominado elite acadmica. Esto es, tanto los estudiantes analfabetos (niveles
0 y 1) como los estudiantes alfabetos bsicos (2 y 3) tienen probabilidades mayores de
ir a la ET. Este hallazgo desconfirma la versin ms radical de la hiptesis de tracking
implcito pero es compatible con una hiptesis dbil sobre este fenmeno.
Tabla n 2. Estructura de determinantes comparada
de la eleccin por la Educacin Tcnica
Variable

Ecuacin 2 Ecuacin 3
(general) (Hasta 17)

Edad de la primera eleccin de Educacin Tcnica


Trmino lineal
0.110
-1.417***
Edad al cuadrado
-0.016***
0.932***
Es mujer (ref.: varn)
-0.539***
-0.313
Clase social en el esquema EGP. (Ref.: Clases I y II)
Clases intermedias (empleados comercio y
0.371***
0.657**
administracin)
Clases intermedias (pequeos propietarios
-0.372*
0.026
urbanos y rurales)
Clases trabajadoras manuales (calificados y no
0.444***
0.712**
calificados)
Resida en 2003 en una localidad no capital o
-0.131
0.142
rural del interior del pas
Repiti en Primaria (ref.: no repiti)
0.140
-0.015
Nivel de desempeo en Matemtica (ref.: nivel 2)
0
0.157
0.107
1
0.125
-0.163
3
-0.146
0.104
4, 5 y 6
-0.466**
-1.246***
Constante
-3.346***
-1.118***
0.03
0.18
Pseudo R2 Mc Fadden
N
23646
1204
Log Likelihood (LL)
- 46700
- 6375

Ecuacin 4
(ms de
17)
2.014***
-0.135***
-0.231**
0.399**
-0.445
0.246
0.153
-0.039
-0.629***
-0.143
-0.071
-0.626***
-10.413***
0.12
22227
- 24400

Fuente: elaboracin propia con base en la Segunda Encuesta a los jvenes evaluados por PISA en 2003.

42

Tabar Fernndez - Virginia Lorenzo

Discusin de resultados y conclusiones


Los anlisis realizados en lneas generales confirman los hallazgos previos, aunque con matices y algunas novedades importantes.
Este estudio ha mostrado que la incidencia que tiene la eleccin por la Educacin
Tcnica en la trayectoria acadmica hasta los 25 aos es sustantivamente mayor a la
observada en trminos transversales. Es razonable pensar que estos cambios registrados aqu para la cohorte 2003 de PISA (nacidos en 1987 y 1988), puedan responder
a cambios institucionales y curriculares que reposicionaron a la UTU en el nivel Medio
Superior y Superior de tipo tecnolgico.
Ahora bien, adems de la incidencia, este estudio encontr otros hallazgos de
inters. Es razonable pensar que ambos factores, la maduracin psico y sociolgica,
conjuntamente con el cambio institucional, sean responsables de la propensin creciente a elegir UTU. Considerando slo el tema edad, aportamos evidencia para sostener
que la ET parecera que no tiene el mismo atractivo a lo largo de la transicin a la
adultez. Al considerar la edad a la cual se ingresa a la UTU, se observa que la mitad
de quienes hacen ET, inscriben antes de los 18 aos, si bien despus siguen ingresando, lo hacen ms lentamente. La funcin que mejor describe esta relacin la hemos
descompuesto en dos partes segn la edad, mostrando que hasta los 17 aos se
representa como una parbola cncava (U), para luego de los 17 aos representarse
como una parbola convexa respecto al eje de las abscisas (U invertida). La mayor
propensin a elegir ET parecera ubicarse entre los 18 y 21 aos. Dilucidar cul tiene
mayor peso en la eleccin, si la edad o la coyuntura de reformas, esto nos llevara a un
estudio comparando esta cohorte con otra ms reciente, cuestin que estaremos en
condiciones de hacer una vez que hayamos completado el levantamiento de la Primera
encuesta de Seguimiento a la cohorte de jvenes evaluados por PISA en 2009 (PISA-L
2009).
Las tres hiptesis del tracking implcito no tienen evidencia clara. En primer lugar,
no hay un comportamiento lineal inverso entre la estratificacin social y la propensin
hacia la ET. Comparando con los jvenes originados en las clases de servicio, tanto
las clases intermedias de empleados administrativos y del comercio, como las clases
trabajadoras manuales tienen mayor probabilidad de haber inscripto en la ET. Esta diferencia entre clases complejiza an la comprensin de la utilidad esperada en el cursado
de la ET que los jvenes estiman necesaria para conservar su posicin de clase (Breen
& Goldthorpe, 1997).
La hiptesis n 4, sobre el sesgo de gnero en la inscripcin a la ET, tampoco
parece tener evidencia consistente. Las dos trayectorias vocacionales, es decir, que
optan por la ET en el nivel Medio Superior, son equitativas desde el punto de vista de
gnero e incluso la trayectoria que combina Ciclo Bsico General con Media Profesional
revierte la brecha a favor de las mujeres. Es decir, los BT, en particular aquellos en
Administracin y Servicios, pareceran atraer fundamentalmente mujeres. Este hallazgo

La opcin por la Educacin Tcnica entre los 15 y los 25 aos

43

es consistente tanto con la hiptesis n 1 como con los antecedentes. Sin embargo, en
el modelo logstico, el resultado mostr que las mujeres participan significativamente
menos que los varones para todas las edades, aunque la diferencia relativa es an
mayor entre los de 17 y ms aos.
El tracking por antecedentes acadmicos, la hiptesis n 5, no ha sido sostenida. Quienes repiten Primaria no necesariamente tienen propensin a cursar ET, al
menos en el nivel del Ciclo Bsico. Las competencias cognitivas de los estudiantes son
determinantes de la eleccin, aunque no en el sentido esperado de un fuerte tracking
implcito y de hecho se modifican segn la edad observada. La probabilidad de hacer
ET es considerablemente cercana a cero para las elites acadmicas. Una hiptesis
de trabajo posible es que tiendan a perfilarse hacia los Bachilleratos Diversificados (BD)
por considerar, an hoy, la orientacin que funciona como propedutico para continuar
estudios universitarios posteriores (Boado & Fernndez, 2010). Sin embargo, no son
los estudiantes con las competencias menos desarrolladas quienes tienen la mayor
propensin: tanto los solo alfabetos (niveles 2 y 3) como los analfabetos (niveles
0 y 1) tienen igual probabilidad. La diferenciacin acadmica en la eleccin emerge
luego de los 17 aos: a esta edad, tanto la elite como los analfabetos tienen menor
propensin de elegir UTU (aunque por razones diferentes). En el mismo sentido de una
hiptesis tracking dbil, apunta la ausencia de efecto significativo de la repeticin en
Primaria en los distintos modelos ajustados.
Finalmente, no parecera haber un sesgo sistemtico fundado en el origen geogrfico (hiptesis n 6).
En sntesis, la eleccin por la UTU descrita con base en la trayectoria de la cohorte 2003 de PISA, muestra un cambio significativo la Educacin Tcnica en las nuevas
generaciones que contrasta con lo observado en las anteriores generaciones estudiadas a travs de la EMOTE en nuestro trabajo anterior (Fernndez, Boado, Lorenzo &
Pirelli, 2013).
Referencias bibliogrficas
ANEP (1998). Bachilleratos Tecnolgicos. Su implementacin y primeros resultados: ao 1997.
Montevideo: Programa de Fortalecimiento de la Educacin Tcnica, ANEP - CETP.
ANEP (1996). La Reforma de la Educacin. Exposiciones del CODICEN de la ANEP ante la Comisin de Educacin y Cultura del Senado de la Repblica. Ao 1995, Documento I. Montevideo: ANEP - CODICEN.
ANEP (2000). Una visin integral del proceso de reforma educativa en Uruguay 1995-1999.
Montevideo, ANEP - CODICEN.
ANEP-CODICEN (2004). Seguimiento de los egresados de los Bachilleratos Tecnolgicos del
Consejo de Educacin Tcnico Profesional. Serie aportes para la reflexin sobre la educacin media superior. Montevideo: ANEP - CODICEN, TEMS.
ANEP-DIEE (2005). Panorama de la Educacin en el Uruguay. Una dcada de transformaciones
(1992-2004). Montevideo: Administracin Nacional de Educacin Pblica.

44

Tabar Fernndez - Virginia Lorenzo

Bentancur, N. (2008). Las reformas educativas de los aos noventa en Argentina, Chile y Uruguay. Racionalidad poltica, Impactos y Legados para la agenda actual. Montevideo: FCS,
UdelaR, CSIC.
Blossfeld, H. P. & Rohwer, G. (2002). Techniques of event history modeling. New approaches
to causal analysis. Second edition. Mahwah, NJ.: Lawrence Earlbaum Associates Inc.
Boado, M. & Fernndez, T. (2010). Trayectorias acadmicas y experiencias laborales de los
jvenes uruguayos evaluados por PISA 2003. Montevideo: Facultad de Ciencias Sociales
de la Universidad de la Repblica.
Boado, M. & Fernndez, T. (2005). Una mirada a la crisis uruguaya desde las clases y la pobreza (1998 y 2004). En E. Mazzei, El Uruguay desde la Sociologa. Tomo III (pgs. 59-82).
Montevideo: Departamento de Sociologa - UdelaR.
Boado, M.; Fernndez, T.; Pardo, I. (2006). Aplicacin de la pauta de estratificacin EriksonGoldthorpe - Portocarero al Uruguay mediante la CNUO95 y COTA70. Decisiones Metodolgicas. Montevideo. Departamento de Sociologa. Facultad de Ciencias Sociales.
Universidad de la Repblica.
Breen, R. & Goldthorpe, J. (1997). Explaining educational differences. Towards a formal
rational action theory. Rationality & Society , 9 (3), 275-305.
Cardozo, S. (2008). Polticas educativas, logros y desafos del sector en Uruguay 1990-2008.
En E. N. 2010-2030, Polticas de Educacin. Montevideo: Cuadernos de la ENIA.
CEPAL. (1991). Enseanza primaria y ciclo bsico de educacin media en el Uruguay. Montevideo: Comisin Econmica para Amrica Latina y el Caribe (CEPAL), Naciones Unidas.
Cinve. (2008). Estudio Sectorial de Educacin en Uruguay. Informe Final. Montevideo. Centro de
Investigaciones Econmicas.
Cleves, M.; Gutirrez, R.; Gould, W. & Marchenko, Y. (2010). An introduction to Survival
Analysis using STATA. Third Edition. College Station, TX: Stata Press.
Fernndez, T. (2010). El peso del origen institucional: una hiptesis sobre las polticas de
inclusin en la Educacin Media de Uruguay (2005-2009). Revista Uruguaya de Ciencia
Poltica , 19.
Fernndez, T. (1993). Hoy no se termina de aprender. Educacin y cambio tecnolgico agrario
en Salto. Informe final de investigacin CONICYT/UdelaR. Montevideo. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la Repblica.
Fernndez, T. & Alonso, C. (2012). Dos modelos de inclusin educativa: PAC y FPB en Uruguay (2007-2011). Revista Uruguaya de Ciencia Poltica , 21 (1).
Fernndez, T. & Pereda, C. (2010). Panorama de las polticas de inclusin educativas en la
Educacin Media y Superior (2005-2009). En T. Fernndez, La desafiliacin en la Educacin Media y Superior de Uruguay: conceptos, estudios y polticas (pgs. 205-231).
Montevideo. CSIC, UdelaR.
Fernndez, T.; Alonso, C., Boado, M.; Cardozo, S. & Menese, P. (2013). Reporte Tcnico
PISA-L (2003-2012). Metodologa de la Segunda Encuesta de seguimiento a los jvenes
evaluados por PISA en 2003. Montevideo. Departamento de Sociologa de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de la Repblica.
Fernndez, T.; Boado, M.; Lorenzo, V. & Pirelli, P. (2013). Educacin Tcnica y transicin
al trabajo entre los activos de Montevideo. En: El Uruguay desde la Sociologa 11 (pgs.
61-93). Montevideo: FCS-UdelaR.

La opcin por la Educacin Tcnica entre los 15 y los 25 aos

45

Heuguerot, M. (2002). El origen de la Universidad del Trabajo del Uruguay (1879-1916). Montevideo: Banda Oriental.
Lorenzo, V. (2013). Educacin Tcnica y primer empleo. Un estudio de caso para los activos de
Montevideo. Montevideo: Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR.
MEC. (2012). Anuario Estadstico de Educacin. Montevideo: Ministerio de Educacin y Cultura.
Pasturino, M. (2012). La Educacin Uruguaya en el cambio de Siglo. Polticas educativas de la
Administracin de Educacin Pblica. Aos 1985-2009. En B. Nahm, 1960-2010, Medio
Siglo de Historia Uruguaya. Montevideo: Banda Oriental.
Rama, G. (1992). Aprenden los estudiantes? El Ciclo Bsico de Educacin Media. Montevideo:
Comisin Econmica para Amrica Latina y el Caribe (CEPAL), Naciones Unidas.
Rama, G. & Filgueira, C. (1994). Los bachilleres uruguayos: quines son, qu apredienron y
qu opinan. Montevideo: Comisin Econmica para Amrica Latina y el Caribe (CEPAL),
Naciones Unidas.

Transiciones juveniles en el Uruguay


contemporneo
Pablo Hein1 - Ruy Blanco2 - Santiago Escuder3
En el ao 2013 se llev adelante la Encuesta Nacional de Trayectorias Vida en nuestro pas. En la misma se busc conocer diferentes tpicos de la vida de los/as jvenes
uruguayos/as relativos a su familia y su hogar, el trabajo y la educacin, el tiempo
libre y sus lugares de procedencia (y movilidad). Basados en los datos procedentes
de esta investigacin, el presente trabajo muestra un anlisis descriptivo mediante
tablas de vida de los diferentes aspectos clave en la vida de estos jvenes en su transicin a la etapa adulta y la manera diferencial de cmo esto es vivido por hombres y
mujeres de diferentes estratos sociales en todo el territorio nacional.

Relevancia del problema


Los estudios sociolgicos sobre jvenes y juventud tienden a coincidir en que
esta etapa de la vida de las personas puede ser definida en primera instancia como
una suerte de transicin entre la niez y la etapa adulta. Esta etapa denota determinados rasgos y caractersticas fundamentalmente vinculados a roles sociales que las
personas desempean (y que dejan de desempear), aunque no se ha dado en toda
poca y en todo lugar, ni se ha dado de forma homognea en todas las personas de
una misma sociedad. A partir de mediados del siglo XIX en el siglo XX y lo que va del
XXI, ciertos sectores sociales han ido logrando paulatinamente ofrecer a sus jvenes la
posibilidad de postergar exigencias sobre todo las que provienen de la propia familia y
el trabajo, (y brindar) tiempo legtimo para que se dediquen al estudio y la capacitacin
postergando el matrimonio, lo que les permite gozar de un cierto perodo durante el
1
2

Magster y candidato a Doctor, Universidad de Salamanca. Docente en el rea de Metodologa y Estadstica de la Licenciatura en Sociologa e Investigador en diversos proyectos, en el Departamento de
Sociologa y en la Asociacin Pro Fundacin para las Ciencias Sociales. [email protected]
Licenciado en Sociologa, Universidad de la Repblica. Candidato a Mster en la Facultad de Ciencias
Sociales de la UdelaR. Docente en el rea de Metodologa de la Licenciatura en Sociologa de la
Facultad de Ciencias Sociales. Investigador en el Departamento de Sociologa, FCS, UdelaR. cx1abl@
yahoo.com
Licenciado en Sociologa por la Facultad de Ciencias Sociales. Investigador y docente del Departamento de Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales y del Observatorio de Tecnologas de
Informacin y Comunicacin (ObservaTIC). [email protected]

48

Pablo Hein - Ruy Blanco - Santiago Escuder

cual la sociedad les brinda una especial tolerancia (moratoria social). La juventud termina cuando stos asumen responsabilidades centradas, sobre todo, en formar el propio
hogar, tener hijos, vivir del propio trabajo4.
El presente trabajo busca identificar cules son las condiciones de partida a la
vida adulta de los y las jvenes uruguayos/as que pueden definir diferencias en las trayectorias vitales para cuatro eventos especficos de transicin a la adultez: abandono
del sistema educativo, ingreso al primer trabajo, primera salida del hogar de origen, y
la tenencia del primer hijo.
Transiciones no tan jvenes
Muchas corrientes conceptualizan a la juventud como una transicin de la niez
o la pubertad a la vida adulta, es decir, tratan a la juventud como una reconstruccin
biogrfica, temporal, que permite evitar etiquetar el fenmeno en aquello que es atribuible a determinados jvenes y fases de transicin (autonoma, emancipacin o independencia). Sin embargo, las transiciones juveniles vienen dadas por su carcter desigual
entre los distintos jvenes, producto de condicionamientos fundamentalmente socioeconmicos, pero tambin culturales y de carcter territorial. stos impactan de manera
diferencial en los procesos y mecanismos de participacin en las diversas juventudes
y no necesariamente de una manera unidireccional. Es decir: Son el resultado de las
expectativas de los jvenes y el choque de la realidad concreta5. De esta manera, si
delimitamos la juventud identificndola con determinados procesos de transicin a la
adultez, llegaremos a la conclusin de que no todos los jvenes tienen el mismo derecho a ser jvenes.
La clave entonces es entender la vivencia de la moratoria social (Margulis, et al.
1998), la cual critica el uso automtico de las categoras etarias cuando no se distingue
el sector social al cual pertenecen estos grupos. Es necesario entonces vislumbrar el
contexto social protector que hace posible la emisin, durante perodos ms amplios,
de los signos sociales de lo que generalmente se llama juventud6. No todos los sectores tienen la capacidad de acceder a la moratoria de igual manera, ya que muchos
jvenes deben contraer a menor edad determinadas responsabilidades: obligaciones
familiares (hijos, casamiento), econmicas (aporte de ingresos al hogar de origen o al
propio), careciendo de las chances para vivir despreocupadamente su juventud. El salto
a estas transiciones no se da al vaco, sino que por el contrario, estn marcados por
eventos individuales propios (logros, accidentes, problemas congnitos, etc.), condiciones de proteccin social (polticas pblicas), y condiciones estructurales adquiridas
tanto del hogar de origen como del territorio, que definen y segmentan calendarios
distintos (Filardo, 2011; Fernndez, 2010).

4
5
6

Margulis, M. y Urresti, M. La juventud es ms que una palabra; pp. 15 y 16.


Margulis (et al.), 2008: 17.
Ibdem: 2.

Transiciones juveniles en el Uruguay contemporneo

49

Walther (1998, en Filardo, 2011) bien menciona la existencia de jvenes-adultos, jvenes deslinealizados de una trayectoria normativizada debido a la falta de
polticas sociales de contencin en diferentes mbitos claves de la formacin educativa
y las responsabilidades que tienen que asumir los individuos muy precozmente. De all
que se vislumbre una dicotoma entre vivencias de jvenes no juveniles y juveniles
no jvenes.
Por otro lado, Margulis (2008) destaca la cuestin generacional como poca de
epistemes particulares, pero que coexisten en grupos sociales intergeneracionales
(por ejemplo la familia), que no necesariamente comparten los mismos cdigos sobre
el campo de lo vivido (distintos hbitus). La reproduccin fuera del matrimonio es
buen ejemplo del cambio de cdigos de poca y la mutacin de stos. La maternidad
adolescente tambin transgrede muchos de los significados en cuanto al rol de ser
madre, acompaada de la desincronizacin de los ciclos vitales, fundamentalmente en
madres adolescentes, las cuales en muchos casos no estn en condiciones materiales
y psicolgicas (en cuanto jvenes, la mayora pobres) de hacerse cargo de su vidas. Si
bien existen acuerdos entre viejas y nuevas generaciones en el rol que cumplen las madres, como protectoras y cuidadoras, la maternidad adolescente marca una entrada
sbita al mundo adulto y una pseudo maduracin asumida mayormente en las madres
de estratos bajos, que limita o no permite la interaccin con otros mbitos juveniles:
discoteca, baile, donde se juegan estticas adolescentes (sensualidad, sexualidad),
ni son compatibles con la nueva condicin (el manto sagrado de la maternidad). Sin
embargo, a estas madres adolescentes la tenencia de un hijo les proporciona un estatus superior en un medio social desfavorable, un proyecto de vida posible que cuanto
ms pronto se alcance, ms sentido le encontrar a su vida (Amorin et al. 2006). Las
mujeres pobres son las menos dispuestas abortar y las connotaciones discursivas negativas a este respecto (sacarse un hijo) cuestionan el nico proyecto de vida posible
a su funcin reproductora: ser madre. Asimismo, el significado de la maternidad en
estas mujeres cuestiona profundamente los supuestos deseos de agencia y autonoma
econmica.
Objetivos e hiptesis
Tanto en teora como con la evidencia a la vista, las variables que condicionan
algunos de los eventos de transicin a la vida adulta de las juventudes pueden resultar
de diversa ndole, pudindose ordenar stas en tres grandes grupos: 1. Aquellas que
afectan directamente al individuo (como los logros educativos, las enfermedades, accidentes); 2. las que tienen que ver con las condiciones de proteccin social que pueda
garantizar el Estado (estar expuesto a una poltica pblica focalizada para esta edad); y
3. el posicionamiento en la estructura social respecto al hogar de origen (nivel socioeconmico del hogar, educacin de los padres u otro tutor del hogar, regin, etc.). Sobre
estas caractersticas es que iremos profundizando a lo largo del trabajo.
Por otro lado, cabe preguntarse si estas condiciones impactan de igual manera
a lo largo de la vida en todos los jvenes uruguayos. Un factor clave en este sentido es

50

Pablo Hein - Ruy Blanco - Santiago Escuder

intentar captar la vivencia de la moratoria social, ese contexto social protector que
hace posible la emisin durante perodos ms amplios de los signos sociales de lo que
generalmente se llama juventud (Margulis 1998, Casal, sin fecha).
El objetivo primordial de este trabajo es realizar un abordaje analtico descriptivo de las transiciones de adolescentes y jvenes uruguayos sobre la sucesin de
determinados eventos: 1. la primera salida del sistema educativo formal, 2. la primera
entrada al mercado laboral, 3. la primera salida del hogar de origen, y 4. el nacimiento
del primer hijo.
Al igual que el trabajo de Vernica Filardo (2011) en base a la Encuesta Nacional
de Juventudes, se busca determinar las edades en que los jvenes tienen mayor probabilidad de experimentar algn tipo de evento de los antes mencionados, es decir,
establecer un calendario de vivencias de sucesos y cmo stos pueden estar condicionados por variables de tipo estructurales.
Si bien se pretende explorar estos acontecimientos, se tiene como hiptesis
central el supuesto de que tanto las condiciones socioeconmicas del hogar de origen,
como el territorio donde viven, inciden decisivamente en la salida del sistema educativo
y la entrada al mercado de trabajo. En este sentido, es de esperar que los jvenes que
se encuentren en el interior del pas deberan tener probabilidades ms tempranas de
abandonar la educacin y dejar el hogar de origen. Por otro lado, la tenencia del primer
hijo debera estar presente primero en el calendario de las mujeres, especialmente en
las que provienen de hogares pobres.
Metodologa y precisiones del anlisis de historia de eventos
La tcnica utilizada para dar cuenta de la transicin hacia diferentes eventos ser
el anlisis descriptivo mediante tablas de vida. sta permitir no slo saber la probabilidad de vivir un evento en determinada edad, sino de establecer un orden cronolgico
entre stos.
A tales efectos se utiliz la base de datos provista por la Encuesta Nacional de
Juventudes relevada en el ao 2013 por el Departamento de Sociologa de la Facultad
de Ciencias Sociales de la UdelaR, en convenio con el Instituto Nacional de la Juventud
(INJU). La muestra estuvo compuesta por unos 1540 jvenes de entre 21 y 30 aos
edad, de todo el pas.
Se utilizar el ndice de Nivel Socio Econmico (INSE) como indicador de la posicin en la estructura social de partida en los jvenes. El mismo se construye a partir
de la sumatoria de valores imputados a determinadas condiciones del hogar, esencialmente el barrio de residencia, el tipo de ocupacin y educacin del jefe de hogar y el
confort con que ste cuente. Si bien los estratos se construyen por tramos segn el
puntaje, para este trabajo se tomarn terciles.

Transiciones juveniles en el Uruguay contemporneo

51

Para estimar las brechas, tanto de gnero como territoriales, se tomaron de las
variables sexo y regiones de Uruguay (Montevideo e Interior). La edad se recodificar
por tramos de acuerdo al evento de anlisis en cuestin.
Los eventos de transicin se presentan en la edad de ocurrencia de cada uno por
primera vez. Al igual que en el trabajo sobre transiciones de Filardo (2011), se resalta
la importancia de la reversibilidad de los estados. Por ejemplo, salir del mercado de
trabajo y volver a ser dependiente, volver a estudiar, o volver al hogar de origen luego
de haber experimentado la autonoma.
Generalidades: fotografiando a los jvenes
Tomando en cuenta lo antes visto, cabe preguntarse si todos los jvenes tienen
derecho a ser jvenes en Uruguay. Desde este punto de vista, uno de los elementos
clave en los estudios de juventudes es la insercin en el mundo laboral, considerndose
el trabajo remunerado como un elemento importante en la insercin plena de cualquier
persona en la sociedad, ya que provee de los recursos necesarios para la eventual
independencia econmica. Como veremos, la precariedad de los itinerarios de algunos
jvenes se encuentra fuertemente estratificada, tanto por el nivel socioeconmico del
hogar de origen como por la regin de residencia y el gnero.
Segn datos de la encuesta, un 84,7% de los jvenes ya haban abandonado al
menos una vez el sistema educativo, 89,9% ya haba tenido al menos su primer experiencia laboral remunerada, 46,8% haba tenido su primer hijo y un 44,6% al menos
haba abandonado una vez su hogar de origen.
Teniendo en cuenta el gnero como factor de desigualdad para estos cuatro
eventos, un 86,3% de los jvenes varones al momento de la encuesta ya haban abandonado al menos una vez el sistema educativo, mientras que esta proporcin descenda
al 83,4% de las mujeres. 59,4% de las mujeres tenan al menos un hijo, descendiendo
este porcentaje al 30,2% de los varones, en tanto que el 50,6% de las mujeres haban
abandonado el hogar de origen al menos una vez, frente a un 36,8% de los varones.
Finalmente un 87,1% de las mujeres ya haban tenido su primera experiencia laboral
remunerada, porcentaje que trepa al 93,7% de los varones.
En cuanto a las diferencias por regin, un 79,9% de los jvenes montevideanos
haban salido del sistema educativo, mientras que esta cifra representaba un 89% de
los jvenes del interior del pas. Los jvenes del interior tambin abandonan en mayor
proporcin el hogar de origen (47,9%) respecto a los de Montevideo (40,5%). Sin embargo, las diferencias no superan los cuatro puntos porcentuales en cuanto a aquellos
jvenes que experimentaron la paternidad o maternidad (48,7% del interior del pas,
44,3% de Montevideo); o haban tenido su primera experiencia laboral (92,3% jvenes
de Montevideo, 88,1% jvenes del interior).
Respecto a diferencias por estratos sociales, y tomando en cuenta terciles del
puntaje INSE, un 94% de los jvenes entrevistados del tercil nmero uno (estrato bajo)

52

Pablo Hein - Ruy Blanco - Santiago Escuder

haba tenido al menos su primera experiencia laboral; 84,3% del tercil nmero dos (estrato medio); y un 73,1% del tercil nmero tres (estrato alto). Un 94% de los jvenes
del tercil nmero uno tambin haban abandonado el sistema educativo al menos una
vez, mientras que este porcentaje se reduce al 84,3% de los jvenes del tercil nmero
dos; y al 73,1% de los jvenes de los estratos mejor posicionados. 64% de los jvenes
pobres tambin haban experimentado la paternidad (o maternidad) al momento de la encuesta, mientras que este porcentaje desciende al 45,7% de los jvenes de clase media;
y al 27,4% de los jvenes de clase alta. Por ltimo, un 56,4% de los jvenes ms desfavorecidos haban abandonado el hogar de origen por lo menos una vez; 47,4% de los de
clase media; y tan solo un 28,7% de los estratos ms favorecidos. En suma, a medida
que se asciende en la escala socioeconmica, los jvenes entran ms tarde al mercado
laboral, se mantienen por ms tiempo insertos en el sistema educativo, retrasan ms
la maternidad (y paternidad) y se mantienen por ms tiempo en sus hogares de origen.
Trayectorias juveniles: principales hallazgos
Un primer hallazgo remite a la intensidad de las diferentes transiciones de los jvenes uruguayos. Si tomamos en cuenta a todos los jvenes por igual (grfico 1a), abandonar el sistema educativo por primera vez se presenta como el primer evento con mayor
probabilidad de ocurrencia. En este sentido, el riesgo de salida del sistema educativo
asciende a un 55% a la edad visagra de 18 aos, en tanto que la entrada al mercado
laboral a esa edad supera por primera vez a la salida del sistema educativo, situndose
en el 60% de ocurrencia. Si se siguen las dos lneas a lo largo de las diferentes edades,
se sugiere una transicin cuasi perfecta de salida del sistema educativo para entrar al
mercado de trabajo. No obstante esto, la probabilidad de entrada al mercado de trabajo
comienza a ser mayor respecto al abandono del sistema educativo a partir de los 18
aos, lo que puede estar indicando la compatibilizacin del trabajo con la vida estudiantil
en algunos de los jvenes. A la edad de 30 aos ms de un 90% de los jvenes abandonaron el sistema educativo y haban tenido su primera experiencia laboral.
A tempranas edades las diferencias entre varones y mujeres son bastante notorias (grficos 1b y 1c). A los 14 aos, el 20% de los varones ya ha tenido su primera
experiencia laboral mientras que slo el 10% de las mujeres lo ha hecho, en tanto a los
18 aos casi el 75% de los varones ha tenido experiencias en el mercado de trabajo
llegando en el caso de las mujeres a algo ms del 60%. A partir de los 25 aos la
situacin es ms pareja para ambos grupos, ya que casi la totalidad de los varones y
ms de nueve de cada diez mujeres han tenido experiencias laborales. De esta manera,
mientras que en los varones (sobre todo a edades tempranas) el abandono del sistema
educativo implica generalmente una transicin hacia el mercado laboral, para el caso
de las mujeres esta superposicin no es tal. Ello implica que muchas de las mujeres
abandonan el sistema educativo, pero no entran automticamente al mercado de trabajo, como s sucede en el caso de los varones.

12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

Grfico 1b. Mujeres 12 a 30 aos

0,2
0,1
0

0,2
0,1
0

0,1

Primera salida del sistema educativo

Grfico 2a. Total 12 a 30 aos

Llegada del primer hijo

0,4

Fuente: Encuesta Nacional de Juventudes, INJU - DS, 2013.

Ingreso al mercado de trabajo

Grfico 2b. Montevideo 12 a 30 aos

0,3

0,3

0,3

0,5

0,4

0,4

0,6

0,7

0,8

0,5

12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

1
0,9

0,5

0,7

0,8

0,9

0,6

0,2

Grfico 1c. Hombres 12 a 30 aos

12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

Primer abandono del hogar de origen

Grfico 2c. Interior 12 a 30 aos

12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

Probabilidades acumuladas por edad para jvenes que experimentan los diferentes eventos de transicin: edad del
primer hijo; primer empleo; primera salida del hogar de origen y primera salida del sistema educativo segn regin

Grfico 1a. Total 12 a 30 aos

0,6

0,7

0,8

0,9


12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

0,1

0,1

0,1

12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

0,2

0,2

0,2

0,4
0,3

0,3

0,4

0,4

0,6
0,5

0,5

0,7
0,6

0,8
0,7

0,8

1
0,9

1
0,9

0,3

0,5

0,6

0,7

0,8

0,9

Probabilidades acumuladas por edad de jvenes que experimentan los diferentes eventos de transicin: edad del primer
hijo; primer empleo; primera salida del hogar de origen y primera salida del sistema educativo

Transiciones juveniles en el Uruguay contemporneo

53

54

Pablo Hein - Ruy Blanco - Santiago Escuder

En cuanto a los fenmenos de emancipacin y autonoma, las curvas de probabilidades se presentan con menor intensidad de ocurrencia respecto a los fenmenos
antes vistos. Mientras que la probabilidad de tener un trabajo a los 18 aos asciende al
60% de los jvenes, tan solo un 25% logra abandonar el hogar de origen al menos una
vez a esa edad, y slo alrededor del 15% son padres (grfico 1a).
Si bien la probabilidad de abandono del hogar de origen se da a partir de los 15
aos en ambos sexos, a medida que pasan los aos la diferencia se hace cada vez
ms marcada a favor de las mujeres, asociada de manera importante a la probabilidad
de tener su primer hijo. Tal es as que la probabilidad de las mujeres de abandonar el
hogar de origen a los 19 aos es del 40% y de tener su primer hijo del 30% (grfico
1b), en tanto que para los varones las probabilidades son de 28 y 10% respectivamente
(grfico 1c).
Para el caso de la tenencia de hijos y el abandono del hogar de origen, las velocidades de trnsito son mayores en las mujeres que en los varones. Las mujeres se autonomizan y comienzan su vida reproductiva ms rpido y de manera casi simultnea, es
decir, conformar un nuevo hogar prcticamente implica la tenencia de hijos, mientras
que en los hombres la autonoma y la paternidad no slo comienzan ms tarde, sino que
aparecen como eventos alejados en el tiempo.
Al hacer una mirada por regin, vemos claramente que en algunos aspectos
Montevideo tiene una realidad bien distinta a la del resto del pas. Si bien en ambas
regiones la probabilidad de tener un primer contacto con el mercado de trabajo a los
14 aos es del 10% y a los 18 aos del 60%, en edades ms avanzadas los jvenes
montevideanos llegan a casi el 100%, en tanto que en el interior es algo ms del 90%
(grficos 2a, 2b y 2c). Tomando tambin en cuenta los grficos con perspectiva de
gnero (1b y 1c) estaramos ante la eventualidad de que cerca del 10% de las jvenes
del interior del pas no entran al mercado de trabajo probablemente por dedicarse a
tareas domsticas, de cuidados familiares o por el subregistro que implican las labores
de campo mal entendidas y as registradas como tareas domsticas. En este sentido,
un 35,6% de las jvenes de Montevideo le dedican 20 horas o ms a tareas domsticas
del hogar, mientras que esta cifra trepa al 47,1% de las jvenes del interior.
Qu sucede con estas probabilidades al darle perspectiva agregada de Nivel
Socio Econmico (NSE)?
Para el caso de las mujeres del tercil nmero uno (NSE bajo), las probabilidades
de salir del sistema educativo se dan a ms temprana edad frente a las jvenes del
tercil dos (NSE medio) y tres (NSE alto) (grficos 3a, 3b y 3c). Como era de esperar,
los logros educativos estn fuertemente condicionados por la posicin econmica del
hogar de origen. Si bien la entrada al mercado de trabajo se presenta como el segundo
suceso de transicin, esta probabilidad no parecera estar condicionada necesariamente por el abandono del sistema educativo. Es decir, las mujeres que dejan de estudiar,
no necesariamente entran al mercado de trabajo, sino que existe un perodo de transi-

Transiciones juveniles en el Uruguay contemporneo

55

cin entre estos dos eventos, contrario a los hombres (como veremos ms adelante),
los cuales los viven prcticamente a la vez. A los 18 aos estas jvenes tienen una
probabilidad de salir del sistema educativo del 70%, mientras que las chances de entrar
al mercado de trabajo son de un 50%.
Este fenmeno de desfasaje ocurre a lo largo de todas las edades de las mujeres
ms vulnerables, lo cual supone la existencia de mltiples fenmenos como cuidados
en el hogar y otros trabajos no remunerados, lo que amortigua las posibilidades de
stas de completar la transicin educacin trabajo. La salida del hogar de origen y la
tenencia del primer hijo prcticamente son fenmenos superpuestos en las jvenes
pobres, es decir, se emancipan a las vez que conforman un nuevo hogar.
A la edad de 30 aos, prcticamente todas las jvenes de NSE bajo han abandonado el sistema educativo; y un 90% ya ha tenido su primer trabajo, al menos un hijo, y
se han ido al menos una vez de su hogar de origen.
En cuanto a las jvenes de NSE medio, las probabilidades de salir del sistema
educativo, al igual que en las jvenes ms pobres, se vivencian con anterioridad respecto a la probabilidad de entrar al mercado de trabajo, aunque estas ltimas logran
extender este ltimo evento ms que las primeras. Las probabilidades prcticamente
se equiparan a los 18 aos de edad, momento en el que prcticamente un 55% entra
al mercado de trabajo, y un 50% abandona al menos por primera vez el sistema educativo. A partir de esta edad, las probabilidades de entrar al mercado de trabajo son
superiores respecto a abandonar el sistema educativo, lo cual indica que las jvenes de
NSE medio compatibilizan en buena medida ambas actividades.
Por ltimo, las jvenes de NSE alto experimentan todos estos eventos de manera
tarda respecto al resto de las jvenes, es decir, logran retrasar al mximo su moratoria
social. A los 18 aos slo un 40% de estas jvenes haba tenido su primer experiencia
laboral, y tan solo un 30% haba abandonado el sistema educativo. A partir de esta
edad, las probabilidades de entrar al mercado de trabajo crecen con mayor intensidad,
al punto que a los 23 aos un 90% ya ha vivido su primera experiencia laboral, en tanto
que apenas un 60% ha abandonado el sistema educativo continuando con su formacin.
La emancipacin y la maternidad tambin se viven como eventos tardos en este
grupo.
Qu sucede con los varones? La intensidad con la cual viven los jvenes de NSE
bajo la transicin entre educacin y trabajo es mucho mayor y ms temprana respecto
a jvenes de NSE medio y alto. Si bien la probabilidad de haber salido del sistema educativo a los 13 aos para este grupo es casi del 30%, y de haber tenido ya su primera
experiencia laboral es del 25%. A los 18 aos ms del 75% abandonar el sistema educativo, y un 80% ingresar al mercado de trabajo por primera vez. Los eventos prcticamente se solapan, lo que implica para estos jvenes una transicin entre educacin
y trabajo prcticamente lineal: salir del sistema educativo para trabajar.

Pablo Hein - Ruy Blanco - Santiago Escuder

56

0,5

0,6

0,7

0,8

0,9

0,3

0,4

0,5

0,6

0,7

0,8

0,9

0,3

0,4

0,5

0,6

0,7

0,8

0,9

Grfico3c. Mujeres 12 a 30 aos Tercil 3

12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

Probabilidades acumuladas por edad para mujeres jvenes que experimentan los diferentes eventos de transicin: edad del primer hijo;
primer empleo; primera salida del hogar de origen y primera salida del sistema educativo, segn terciles del puntaje INSE

0,4

0,3

0,1
12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

0,2

0,1

0,2

12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

0,1
0

0,2

Grfico 3b. Mujeres 12 a 30 aos Tercil 2

0,6

0,7

0,8

0,9

0,6

0,7

0,8

0,9

1
0,9
0,8

0,6

0,7

0,4

0,5

0,2

0,3

0,4

0,2

Llegada del primer hijo

0,1

0,3

Ingreso al mercado de trabajo

Grfico 4b. Varones 12 a 30 aos Tercil 2

0,1

0,2
0

0,1

0,3

0,5

0,5

0,4

12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

Primer abandono del hogar de origen

Grfico 4c. Varones 12 a 30 aos Tercil 3

12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

Probabilidades acumuladas a cada edad para varones jvenes que experimentan los diferentes eventos de transicin: edad del primer
hijo; primer empleo; primera salida del hogar de origen y primera salida del sistema educativo, segn terciles del puntaje INSE

Grfico 3a. Mujeres 12 a 30 aos Tercil 1

Grfico 4a. Varones 12 a 30 aos Tercil 1


Primera salida del sistema educativo

Fuente: Encuesta Nacional de Juventudes, INJU - DS, 2013.

Transiciones juveniles en el Uruguay contemporneo

57

Tanto la autonoma como el comienzo de la paternidad aparecen como eventos


alejados de los dos primeros (salida de la educacin, entrada al mercado de trabajo)
y poco relacionados entre s, contrario a las mujeres de su misma condicin, donde la
maternidad y la partida del hogar de origen estaban fuertemente ligadas.
En el caso de los varones de NSE medio, las probabilidades de abandonar el
sistema educativo como de trabajar tambin tienden a superponerse, aunque stas
se viven con menor intensidad entre los ms jvenes (14 a 17 aos). Contrario a los
ms pobres, las probabilidades de estos varones de entrar al mercado de trabajo son
siempre mayores a las de abandonar la educacin, es decir que continan estudiando
en cierta medida ms all del ingreso al mercado laboral. A los 18 aos, la probabilidad
de haber abandonado el sistema educativo asciende al 70% de los varones, mientras
que es de un 80% para ingresar por primera vez al mercado.
En cuanto a la autonoma y emancipacin de estos jvenes, al igual que en los
ms desfavorecidos, los eventos no slo estn desconectados de los dos anteriores,
sino que stos retrasan an ms la paternidad. Si en los jvenes de condicin baja la
probabilidad de haber sido padre a los 30 aos ascenda al 60%, este porcentaje baja
al 50% para los de estrato medio.
Finalmente, los jvenes de estratos altos son los que experimentan todos estos
eventos de manera ms tarda, al igual que las mujeres en su misma condicin. Son los
que tienen mayor capacidad de moratoria social, pudiendo retrasar la entrada al mercado mantenindose en el sistema educativo por ms tiempo y siendo padres mucho
ms tarde que los dems. En este sentido, menos del 50% de los jvenes se mudan de
su hogar de origen a los 30 aos, y menos del 40% son padres a esa edad.
Conclusiones no tan jvenes
El anlisis de las tablas de vida, comprendido dentro de la tcnica metodolgica
de Historia de Eventos, permiti vislumbrar principalmente los efectos de las diferentes
variables consideradas estructurales en los distintos tipos de eventos que viven (o
vivieron) los jvenes uruguayos segn los datos de la Encuesta Nacional de Juventudes
del ao 2013. Cuatro fueron los tipos de eventos analizados para un mismo modelo de
variables en este trabajo: abandonar por primera vez el sistema educativo; entrar por
primera vez al mercado de trabajo al menos tres meses; abandonar el hogar de origen
por primera vez; y comenzar la vida reproductiva con la llegada del primer hijo.
Un primer hallazgo corrobora la existencia de diferentes tipos de transiciones
de acuerdo al punto de origen y las condiciones de existencia de ciertos jvenes que
logran vivir lo que podra denominarse una juventud despreocupada o normalizada,
producto de su capacidad de moratoria social; frente a otros que asumen responsabilidades mayores en la adultez precoz. Tanto el gnero como las condiciones que
impone el hogar de origen (la clase social), como el territorio constituyen factores de

58

Pablo Hein - Ruy Blanco - Santiago Escuder

privilegio y de desigualdad, tanto a nivel intrageneracional, como de reproduccin heredada de dicha desigualdad.
Segn las tablas de vida y en una misma lnea respecto a los estudios de transiciones llevados a cabo por Filardo (2011), cuatro aos despus se vislumbran similares
hallazgos. Aquellos eventos considerados como roles pblicos: abandonar el sistema
educativo y entrar al mercado de trabajo se producen mucho antes que la autonoma
del hogar de origen y la tenencia del primer hijo. Las mujeres tienen mayor probabilidad
de vivenciar estos ltimos eventos antes respecto a los varones, los cuales abandonan
ms tempranamente el sistema educativo e ingresan al mercado de trabajo prcticamente en una transicin automtica (dejar de estudiar para trabajar). Este hallazgo
sugiere que el mundo laboral puede ser un factor clave a la hora de medir la eficiencia
de las polticas pblicas de retencin de jvenes en el sistema educativo, al menos
para los jvenes ms vulnerables, como tambin se corroboran los roles constituidos o
esperables de hombres proveedores y mujeres madres dentro del hogar.
La regin tambin es determinante pero tan solo en dos de los cuatro eventos.
Los jvenes residentes en el interior del pas tienen mayor chance tanto de abandonar
el sistema educativo con mayor antelacin que los jvenes montevideanos, como de
abandonar el hogar de origen. Tanto las (escasas) oportunidades que les brinda el
mercado de trabajo, como el temprano abandono del sistema educativo de los jvenes
del interior del pas respecto a los jvenes montevideanos, interpelan no slo los logros
educativos individuales, sino la faltante de centros educativos en importantes zonas del
pas. Por otro lado, la autonoma del hogar de origen ms temprana en estos jvenes
tambin puede suponer la partida de su tierra natal en procura de un lugar donde continuar sus estudios, como tambin para encontrar empleo. Pensemos en los jvenes
uruguayos que emigran tanto de localidades pequeas como rurales hacia centros
urbanos (incluida la capital, Montevideo) en procura de una oferta educativa inexistente
en sus lugares de procedencia.
El Nivel Socio Econmico de los hogares de origen se presenta tambin como
un factor determinante en tres de los cuatro eventos aqu vistos. Tiene un efecto que
prolonga la moratoria social, o dicho de otra forma, que retarda tanto el abandono del
sistema educativo, como la emancipacin y autonoma de los jvenes.
En cuanto a la naturaleza de los eventos, vale destacar el papel que juega la
entrada al mercado de trabajo en la vida de los jvenes. ste parecera ser un evento
constante de similar probabilidad para todos los jvenes a mayor o menor edad,
independientemente de su clase social de pertenencia, que pese a existir mnimas
diferencias entre grupos, no pareceran ser relevantes a nivel estadstico. A todos los
jvenes les llega en algn momento el tener que trabajar. Esto plantea un problema en
cuanto a la focalizacin de las polticas pblicas y a dnde deberan estar diseccionadas estas iniciativas: a una reforma del mercado de trabajo que permita a los jvenes
compatibilizar los tiempos laborales con los tiempos estudiantiles? O por el contrario,

Transiciones juveniles en el Uruguay contemporneo

59

al sistema educativo que tenga en cuenta modalidades de cursos especiales para


aquellos jvenes que trabajan?
Quiz la clave del anlisis sea visualizar este evento en conjunto con el resto de
riesgos en los diferentes grupos de jvenes. Sabemos que los jvenes ms desfavorecidos, en especial las mujeres de NSE bajo, desertan de la educacin mucho antes
de entrar al mercado de trabajo, lo cual hace pensar que las polticas deberan estar
dirigidas exclusivamente a retener dentro del sistema educativo la mayor cantidad de
jvenes por el mayor tiempo posible. Sin embargo, para el caso de los varones de NSE
bajo, las polticas deberan tener en cuenta atacar los dos mbitos simultneamente,
ya que la transicin hacia el trabajo est prcticamente aunada al abandono del mundo
estudiantil. En el caso de los jvenes de clase media pasa lo contrario: ingresan al mercado de trabajo mucho antes de abandonar sus estudios, por lo que la poltica pblica
debera focalizarse en flexibilizar el mundo laboral en procura de retener jvenes dentro
del sistema educativo.
Por ltimo, es importante sealar bajo este tipo de anlisis, qu probabilidades
tienen los jvenes de llevar a cabo proyectos de vida acordes a sus expectativas. En
especial las mujeres de condicin ms humilde, las cuales viven tanto la maternidad
y la autonoma del hogar de origen como proyectos conjuntos, lo cual no debera ser
necesariamente as. Paradjicamente, conforman un nuevo hogar pese a no tener las
condiciones econmicas heredadas para afrontarlo, lo que equivale a suponer la vivencia de proyectos simblicos culturales que escapan a situaciones estructurales (y
posibilidades reales) de afrontar un proyecto econmico de maternidad para conformar
un nuevo hogar. Inversamente, all donde quiz las condiciones estructurales sean ms
favorables para comenzar la vida reproductiva (ser mam o ser pap), el proyecto
de emancipacin y autonoma compite fuertemente o queda relegado frente al proyecto
de insercin laboral profesional.
Queda pendiente el planteo de si este horizonte de posibilidades puede ser efectivamente viable y llevado a cabo de acuerdo a ciertas condiciones materiales que
incentiven la maternidad, como polticas pblicas estatales (o en su defecto el efecto
mercado) que permitan el acceso real a una vivienda, o iniciativas que disminuyan los
costos de manutencin que implican experimentar el ser padres. Polticas estatales
necesarias, donde los jvenes, en especial los de NSE medio, no se encuentran comprendidos dentro del rango de las polticas juveniles.
Bibliografa
Amorn, David; Carril, Elina; Varela, Carmen (2006). Significados de maternidad y paternidad en adolescentes de estratos bajos y medios de Montevideo, en Lpez Gmez,
Alejandra (coord); Amorn, David; Berriel, Fernando; Carril, Elina; Gida, Carlos; Paredes,
Mariana; Prez, Robert; Varela, Carmen; Vitale Parra, Anglica: Reproduccin Biolgica y
Social de la Poblacin Uruguaya. Estudio Cualitativo. Tomo N 1. Proyecto Gnero y Generaciones. Ediciones Trilce. Disponible en: http://www.psico.edu.uy/sites/default/files/
genero_y_generaciones.pdf

60

Pablo Hein - Ruy Blanco - Santiago Escuder

Casal, Joaqun (sin fecha). Modos emergentes de transicin a la vida adulta en el umbral del
siglo XXI: Aproximacin sucesiva, precariedad y desestructuracin. Reis, 75-96. Pags.
295 a 316. Disponible en: dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/761453.pdf (fecha de
consulta 27/05/2014).
Fernndez, Tabar (coord.) (2010). La desafiliacin en la educacin media y superior en
Uruguay. Coleccin Artculo 2. CSIC UdelaR. Disponible en: http://www.fcs.edu.uy/
archivos/2010_FERNANDEZ_DESAFILIACI%C3%93N_EDUCATIVA.pdf (fecha de consulta
27/05/2014).
Filardo, Vernica (2011). Transiciones a la adultez en Uruguay. En: El Uruguay desde la
Sociologia IX, comp.: 217-230. Disponible en: http://www.fcs.edu.uy/archivos/ElUruguayDesdeLaSociologia9-.pdf (fecha de consulta 27/05/2014).
Lpez Gmez, Alejandra (coord); Amorn, David; Berriel, Fernando; Carril, Elina; Gida,
Carlos; Paredes, Mariana; Prez, Robert; Varela, Carmen; Vitale Parra, Anglica (2006). Reproduccin biolgica y social de la poblacin uruguaya. Estudio Cualitativo.
Tomo N 1. Proyecto Gnero y Generaciones. Ediciones Trilce. Disponible en: http://www.
google.com.uy/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&ved=0CCkQFjAA&url=h
ttp%3A%2F%2Fwww.infamilia.gub.uy%2Fpageredirect.aspx%3F0%2C290&ei=dLGHU9yIC
oqpsQSg7IG4Ag&usg=AFQjCNEqlMy84pg91KiRY8aQXH9aS5AKmg&sig2=239V2SrtYC
iMmbF9uX7Mxw&bvm=bv.67720277,d.cWc&cad=rja (fecha de consulta 27/05/2014).
Margulis, Mario (1998). Juventud es ms que una palabra en: Cubides, Humberto; Laverde,
Cristina; Vaderrama, Carlos (editores) Viviendo a toda Jvenes, territorios culturales y
nuevas sensibilidades. Siglo del Hombre Editores. Colombia.
Margulis, Mario; Urresti, Marcelo (2008). La juventud es ms que una palabra en: Margulis, Mario (coord.) La juventud es ms que una palabra. Ensayos sobre cultura y juventud.
Tercera Edicin, pgs 13-30. Editorial Biblios.
Stauber, B.; Walther, A. (2006). De-standarized Pathways to adulthood. European Perspectives on informal learning in informal networks. In Papers N 79, 2006 pp. 241-262, en:
Filardo, Vernica (2011): Transiciones a la adultez en Uruguay. En: El Uruguay desde la
Sociologia IX, comp.: 217-230. Disponible en: http://www.fcs.edu.uy/archivos/ElUruguayDesdeLaSociologia9-.pdf (fecha de consulta 27/05/2014).

Experiencias acadmicas y sociales en la


educacin superior en Uruguay
Un estudio con base en la cohorte de estudiantes evaluados por
Pisa en 2003
Santiago Cardozo1 - Vanessa Anfitti2
Este trabajo tiene por objetivo aportar a la comprensin de las experiencias sociales
y acadmicas de los estudiantes uruguayos durante su primer ao en la Educacin
Superior. Por experiencias aludimos a dimensiones comportamentales y subjetivas
que se moldean en la interaccin del estudiante con su entorno institucional (docentes, currculo, pares) y que, de acuerdo a nuestras hiptesis, juegan un rol importante al comienzo de la transicin a la Educacin Superior y en la trayectoria acadmica
posterior.

Siguiendo la tradicin terica de los estudios sobre integracin social y acadmica de los estudiantes, planteamos la hiptesis general de que mejores y ms
frecuentes experiencias educativas generaran un mayor nivel de involucramiento de
los estudiantes lo que, a su tiempo, se traducira en una mayor probabilidad de persistencia, de avance en la carrera y de graduacin. Aunque distintos enfoques apoyan
a nivel terico la hiptesis que vincula las experiencias sociales y acadmicas con la
trayectoria educativa, han sido escasos en el pas los esfuerzos por operacionalizar y
medir tales dimensiones y por describir empricamente cmo son tales experiencias al
inicio del trnsito a la Educacin Superior (ES). ste es el propsito bsico del presente
artculo. Dejamos para futuros trabajos el estudio de los posibles impactos de estas
experiencias sobre la trayectoria posterior.
Organizamos el anlisis en base a tres dimensiones sugeridas por la tradicin
que encabezan, con distintos matices, Vicent Tinto, Alan Astin, George Kuh y Kerry-Lee
Krause: i) el tipo de interaccin entre estudiantes y docentes; ii) el tipo de participacin
1
2

Magster en Sociologa (UdelaR). Profesor investigador (Grado 2) en el Departamento de Sociologa


de la Universidad de la Repblica, Uruguay. Miembro del Grupo de Estudios sobre Transicin Educacin-Trabajo y miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). [email protected]
Licenciada en Sociologa (UdelaR). Asistente de Investigacin (Grado 1) en el Departamento de Sociologa en el marco del Grupo de estudios sobre Transicin Educacin-Trabajo. [email protected]

62

Santiago Cardozo - Vanessa Anfitti

acadmica en los procesos de aprendizaje y iii) los desafos acadmicos percibidos por
los estudiantes en relacin a su programa. Concluimos explorando la asociacin entre
estas experiencias y distintas variables sociales e institucionales.
Basamos nuestros anlisis en los datos de la Segunda Encuesta de Seguimiento
a los alumnos uruguayos evaluados por PISA en 2003 (PISA-L 2003-2012). La encuesta, aplicada en 2012, cuando los jvenes tenan aproximadamente 25 aos, contiene
un mdulo especfico sobre Educacin Superior, en el que se relevan distintos aspectos de las experiencias durante el primer ao en este nivel en base a un conjunto de
preguntas diseadas como escalas tipo Likert. Realizamos anlisis exploratorios de
componentes principales para validar la unidimensionalidad de los tres componentes
tericos mencionados (interaccin alumnos docentes, tipo de participacin en los procesos de aprendizaje y desafos acadmicos) y para la elaboracin de un conjunto de
ndices empricos vinculados a ellos.
El problema y su relevancia
Partimos de la hiptesis de que el primer ao juega un rol crtico en la persistencia o no en la carrera, ya que es el momento en que el estudiante contrasta sus aspiraciones y expectativas previas con sus experiencias acadmicas y sociales concretas.
Por otro lado, suponemos que mejores y ms frecuentes experiencias educativas generaran un mayor nivel de involucramiento de los estudiantes, traducindose en una
mayor probabilidad de persistencia, de avance en la carrera y de futura graduacin.
Enfoque y antecedentes
La investigacin sobre educacin superior ha ido desplazando su preocupacin
desde los problemas de acceso a los problemas de persistencia y graduacin (Berger,
Blanco & Lyons, 2012); (Miller, 2007); (Pascarella, E., 2006); Kuh, G., 2001); Kuh, G.,
2005). El cambio fue de la mano de los enfoques liderados por investigadores como
Alexander Astin (Astin, A., 1975); (Astin & Oseguera, 2012) y Vincent Tinto (1987);
(Tinto, V., 2013; Morrison & Silverman, 2012).
En las ltimas dcadas, ha ganado protagonismo el anlisis de las buenas prcticas vinculadas a la integracin social y acadmica en las instituciones de educacin
superior. En este sentido, se han realizado importantes esfuerzos por generar sistemas
continuos de medicin y reporte, basados en instrumentos altamente estandarizados.
Destacamos dos.
El trabajo liderado por Kerry-Lee Krause sobre sobre las experiencias de los
estudiantes en las universidades australianas durante su primer ao de estudio. El First
Year Experience Questionnaire, uno de los relevamientos ms completos sobre el tema
a nivel mundial, se aplica en forma sistemtica a muestras aleatorias de estudiantes
que se encuentran cursando su primer ao de educacin superior en universidades de
Australia. El estudio releva aspectos tan amplios como las actitudes y expectativas de

Experiencias acadmicas y sociales en la educacin superior en Uruguay

63

los jvenes, patrones de estudio, experiencias dentro del centro de estudio y participacin del estudiante en diversas actividades; tiempo en el campus, horas destinadas a
los cursos, al estudio a nivel privado y a actividades no curriculares, factores institucionales e involucramiento del estudiante, compromiso con el staff acadmico, ambiente
de aprendizaje, entre otros (Krause, Hartley, James, & McInnis, 2005).
El segundo es la National Survey of Student Engagement (NSSE)3. La NSSE se
aplica anualmente desde el ao 2000 en un nmero importante de universidades e instituciones de educacin superior en Estados Unidos y en Canad. Recoge informacin
sobre la participacin de los estudiantes en programas y actividades que las instituciones proveen para el desarrollo personal y de aprendizajes en distintas dimensiones, con
el propsito de conocer cmo los estudiantes utilizan su tiempo escolar y, en general,
cmo son sus experiencias acadmicas. El resultado de aproximadamente dos dcadas de acumulacin en la materia ha sido la identificacin de un conjunto de prcticas
institucionales que, de acuerdo a la investigacin, favorecen el tipo de experiencias
por parte de los estudiantes que se asocian con altos niveles de involucramiento acadmico. En este sentido, se han propuesto diferentes sntesis sobre las dimensiones
que conformaran el concepto ms amplio de involucramiento acadmico (Kuh, Kinzie,
Schuh, Whitt, & Associates, 2005).
Mtodos y datos
Basamos nuestros anlisis en los datos de la Segunda Encuesta de Seguimiento
a los alumnos uruguayos evaluados por PISA en 2003 (PISA-L 2003-2012)4.La Encuesta 2012 incluy un mdulo especfico sobre las experiencias durante el primer ao de
la carrera que el joven defini como principal. Este mdulo constituye una adaptacin al
caso uruguayo de tres de las dimensiones de la NSSE (ver anexo): i) el tipo de interaccin con los docentes, ii) el aprendizaje activo y colaborativo, iii) el desafo acadmico.
Usaremos estos indicadores para contar con una primera aproximacin de la valoracin
global de las experiencias acadmicas y sociales en la educacin superior. Realizamos
anlisis factoriales exploratorios (componentes principales) para resumir la informacin
que surge del conjunto amplio de tems incluidos en el cuestionario y obtener indicadores de los componentes subyacentes (factores) que traducen las dimensiones de
inters.

3
4

National Survey of Student Engagement (NSSE/CPR/IUB) del Center for Postsecondary Research
(CPR) de la Indiana University at Bloomington (IUB).
El tamao de la muestra en 2012 fue de 2.451, y el total no ponderado de casos que accedieron a
la Educacin Superior fue de 1.146. Los detalles pueden consultarse en el Reporte Tcnico de este
estudio (Fernndez, Alonso, Boado, Cardozo, & Menese, 2013).

64

Santiago Cardozo - Vanessa Anfitti

Descripcin de las experiencias


Desafos e integracin acadmica
La teora de la integracin de los estudiantes a las instituciones de la ES sostiene
que su relacin con el ncleo pedaggico-curricular-didctico resulta un aspecto de primordial importancia asociado a su persistencia (Kuh, Kinzie, Schuh, & Whitt, 2005; Pascarella & Terenzini, 2005; Tinto V., 2013). Se hipotetiza que es en las aulas donde los
jvenes confrontan la eleccin educativa realizada con la implementacin del programa
acadmico a travs de los contenidos, los docentes, los textos y las evaluaciones.
La medida de esta dimensin de la integracin se realiza a travs de percepciones declaradas por el estudiante respecto a varios objetos, entre los que se cuentan el
programa, los conocimientos impartidos, las evaluaciones, las clases y los estndares
acadmicos. Seis reactivos adaptados del set de preguntas de la NSSE fueron incluidos
como escalas tipo Likert de cinco puntos (cuadro 1).
Observamos dos patrones distintos en relacin a las experiencias acadmicas de
los estudiantes segn refieran a los programas de estudio, las clases recibidas y los
docentes, por un lado, o a las metas y niveles de exigencia, por otro.
Las valoraciones en el primer caso sugieren experiencias relativamente heterogneas. Los programas reciben la evaluacin ms favorable: el 52% de los jvenes
considera que los programas de estudio eran interesantes y novedosos mientras que,
en el otro extremo, no ms de un 2% se pronuncia en sentido contrario. En relacin a
la aplicacin prctica de los conocimientos impartidos, las valoraciones son menos
favorables y ms heterogneas: un 20,9% de los jvenes considera que los contenidos
recibidos carecan de aplicacin prctica, un 43% se expresa en sentido inverso y un
34% tiene una opinin intermedia.
Analizados en clave de desafo acadmico, estos resultados podran interpretarse como un factor de posible frustracin de expectativas en la transicin a la
ES. Adelantamos, en este sentido, dos hiptesis preliminares. Una primera, es que
la percepcin de carencia de aplicacin prctica podra estar indicando una mayor
semejanza de la esperada por el estudiante entre los contenidos de la carrera y los
recibidos en los bachilleratos. La segunda hiptesis sostiene que la frustracin sera
informativa de ausencia de articulaciones explcitas (sean prcticas o tericas) entre los
contenidos impartidos en el primer ao y el campo profesional en el que el estudiante
aspira a desempearse.
En tercer lugar, las valoraciones de los estudiantes se reparten casi en partes
iguales entre los que opinan que las clases estaban muy bien planificadas y quienes
tienen una opinin intermedia al respecto (41,2% y 40% respectivamente), al tiempo
que un conjunto menor, pero relativamente importante (18%), expresa una opinin directamente negativa.

Experiencias acadmicas y sociales en la educacin superior en Uruguay

65

El panorama es algo distinto en relacin a los tems sobre exigencia acadmica.


La pregunta de ms directa interpretacin en este segundo grupo de tems, los parciales y exmenes eran fciles, es contestada afirmativamente por apenas el 5% de
los estudiantes, mientras que dos de cada tres (63%) opina exactamente lo contrario
y el resto (32%) tiene una posicin intermedia. En otras palabras, el primer ao de la
transicin a la ES es percibido mayoritariamente como un ao acadmicamente difcil.
Esta percepcin aparece, aunque matizada, corroborada por las valoraciones sobre las
metas acadmicas durante el primer ao de la ES: el 42% de los jvenes opina que eran
exigentes (siempre o casi siempre), en comparacin con un 16% que se pronuncia
en sentido contrario (el restante 39% presenta una valoracin intermedia).
A pesar de esto, slo uno de cada cinco estudiantes (20,6%) entiende que el
programa curricular al ingreso a la ES le exiga conocimientos previos que no tena
(la proporcin que opina lo contrario es casi del doble, 43%, mientras que un tercio se
ubica en una posicin intermedia). Este reactivo es gruesamente indicativo respecto a
la discontinuidad que pudiera producirse entre el proceso de aprendizaje seguido en la
educacin media superior (EMS) y el iniciado en la ES, y ms particularmente, sobre la
plausibilidad de la tesis de la falta de preparacin de los estudiantes universitarios.
Puesto en trminos categricos, la experiencia de slo uno de cada cuatro jvenes es
consistente con esta hiptesis.
Cuadro 1. Indicadores resumen de las respuestas a los reactivos en la dimensin
desafos acadmicos

Los programas eran interesantes y novedosos (sr153q01)


Los conocimientos carecan de aplicacin prctica (sr153q02)
Los parciales y exmenes eran fciles (sr153q03)
Las clases estaban muy bien planificadas (sr153q04)
Requeran conocimientos previos que no tenamos (sr153q05)
Las metas acadmicas eran muy exigentes (sr153q06)

% Siempre
y casi
siempre
52,0%
20,9%
4,8%
41,2%
20,6%
42,0%

CV
0,325
0,323
0,227
0,328
0,318
0,362

Fuente: elaboracin propia con base en la Segunda Encuesta (2008-2012) a los jvenes evaluados por
PISA 2003.

Aprendizaje activo y colaborativo


De acuerdo a Kuh, Kinzie, Schuh, & Whitt (2005), las interacciones generadas
dentro y fuera del aula constituyen una dimensin de la integracin acadmica y social.
Analticamente pueden distinguirse dos subdimensiones segn cul sea el objeto especfico de la evaluacin (cuadro 2).

66

Santiago Cardozo - Vanessa Anfitti

Por un lado, la relacin activa con el aprendizaje y el conocimiento refiere a


comportamientos autorreferidos como la participacin en clase, la integracin de conceptos de distintos cursos o materias o la participacin en discusiones sobre temas
acadmicos con compaeros o profesores fuera del aula, indicadores de experiencias
acadmicas enriquecedoras para el estudiante. Los resultados descriptivos sugieren
situaciones diversas segn el aspecto especfico que se considere. As por ejemplo,
la mayor parte de los jvenes declara haber participado activamente en sus clases o
haber tomado parte en discusiones sobre los temas vinculados a los cursos con compaeros durante el primer ao en la ES (en torno al 76% en ambos casos responde haberlo hecho tres o ms veces). Otros aspectos, en tanto, son menos frecuentes. Es el
caso de la participacin de discusiones sobre las lecturas o clases con los profesores
fuera del aula (33%) y de haber recibido ayuda para estudiar temas complejos de estudiantes de grados superiores (17%). El tem hiciste un trabajo para el que integraste
ideas de distintos cursos o materias ilustra una situacin intermedia.
La segunda dimensin, por otro lado, comprende aspectos vinculados a formas
de trabajo cooperativo entre pares, que implican el involucramiento en actividades tan
variadas como resolver problemas, preparar una presentacin en clase, hacer un trabajo de investigacin o responder una evaluacin, entre otros. Algunas actividades asociadas con este dominio resultan altamente frecuentes, mientras que otras aparecen
como espordicas e incluso excepcionales. El 87% de los encuestados estudi en grupo con compaeros y el 56% realiz presentaciones o dio una clase en forma colectiva
con cierta frecuencia en su primer ao en la ES. En tanto, apenas uno de cada cuatro
(24%) realiz evaluaciones en grupo frecuentemente, uno de cada tres (32%) prepar
y realiz actividades prcticas en terreno en el primer ao en la ES y apenas el 15%
particip en proyectos de investigacin asiduamente.
Frente a la diversidad registrada en ambas subdimensiones proponemos la hiptesis de que aquellas actividades que surgen de nuestro anlisis como ms espordicas o relativamente excepcionales estn asociadas a las propias caractersticas de la
carrera de que se trate. Esperamos, por tanto, que presenten una variacin relativamente fuerte entre instituciones y entre carreras.
Interesa subrayar por fin que, en conjunto, se trata de la dimensin con el mayor
grado de dispersin o variabilidad en las respuestas. El coeficiente de variacin (CV)
promedio para los diez reactivos se ubica casi en 0.9, prcticamente el triple que en la
dimensin de desafos acadmicos y, tal como se ver enseguida, de la que capta el
tipo y frecuencia de las interacciones entre estudiantes y docentes.

67

Experiencias acadmicas y sociales en la educacin superior en Uruguay

Cuadro 2. Indicadores resumen de las respuestas a los reactivos en la dimensin


aprendizaje activo y colaborativo

Hiciste preguntas en clase o participaste en las discusiones (sr154q01)


Hiciste un trabajo para el que integraste ideas de distintos cursos o
materias (sr154q02)
Discutiste ideas sobre tus lecturas o clases con profesores. fuera de
clases (sr154q03)
Discutiste ideas de las clases o de las lecturas con tus compaeros fuera
de clases (sr154q04)
Recibiste ayuda para estudiar temas complejos de estudiantes de grados
superiores (sr154q05)
Haber estudiado en grupo con compaeros (sr152q01)
En grupo haber hecho un examen o parcial (sr152q02)
En grupo haber hecho una presentacin o clase (sr152q03)
En grupo haber preparado y realizado una actividad prctica en terreno
(sr152q04)
En grupo haber participado en un proyecto de investigacin (sr152q05)

% tres
o+
veces
76.0%

0.425

43.7%

0.765

33.5%

0.996

74.8%

0.442

16.8%
86.7%
23.9%
56.3%

1.530
0.318
1.282
0.608

32.2%
14.9%

1.039
1.282

CV

Fuente: elaboracin propia con base en la Segunda Encuesta (2008-2012) a los jvenes evaluados por
PISA 2003.

Interaccin estudiantes-docentes
La integracin de los estudiantes al sistema social de la ES puede evaluarse
de varias formas, aunque las relaciones entre aquellos y sus docentes constituyen una
de las ms recurridas e importantes, dada su doble vinculacin con los procesos de
enseanza y de aprendizaje y con la cultura institucional.
En nuestra encuesta adaptamos la medida de uso ms general sobre este aspecto: la frecuencia con que se han experimentado diversas situaciones tpicas de
interaccin entre el alumno entrevistado y sus docentes. Somos conscientes de las
limitaciones de esta medida, en particular, su dbil vnculo con la nocin ms amplia
y compleja de integracin, tal como lo indica Tinto (Tinto V., 2013). La coleccin de
objetos incluidos en los reactivos incluye desde sensaciones muy generales (aunque
posiblemente basadas en experiencias puntuales muy significativas) tales como la valoracin de la opinin personal hasta comportamientos concretos del profesor como
dedicar horas extras fuera de clase para ayudar a un alumno.
En contraste con las tendencias sealadas para la dimensin anterior (conocimiento activo y colaborativo) y en forma similar a la primera (desafos acadmicos),
no parece que el primer ao en la ES se caracterice por una fuerte heterogeneidad en

68

Santiago Cardozo - Vanessa Anfitti

las interacciones entre estudiantes y docentes. El coeficiente de variacin para este


conjunto de reactivos se ubica en promedio en 0.3 y nunca supera al 52% de la media
de los puntajes correspondientes. Este resultado puede interpretarse en trminos de
ciertos consensos entre los estudiantes a la hora de evaluar sus experiencias de interaccin.
Algunas de estas experiencias son valoradas en trminos positivos. As, por ejemplo, la inasistencia docente, mal endmico en la Educacin Media y frente al cual existe
una amplia sensibilidad social, slo es considerado un problema que ocurre siempre o
casi siempre por el 6% de los ingresados a la ES. Del mismo modo, nicamente un 7%
opina que sus profesores no saban transmitir sus conocimientos y un 16% sostiene
que, mayoritariamente, en su centro educativo nadie controlaba nada.
En tanto, las experiencias en torno a otro conjunto de temas tienen el signo contrario (apenas el 12% de los estudiantes entiende que sus docentes dedicaban horas
extra para ayudarlos a entender los temas) o, al menos, sugieren experiencias algo
ms diversas. Entre estas ltimas, se destacan dos reactivos en particular. Por un lado,
la proporcin de encuestados que responde favorablemente en relacin al tem los profesores se preocupaban porque aprendiramos (39%) es casi idntica a lo que lo hace
en forma negativa. Una situacin similar, aunque en forma menos pronunciada, ocurre
respecto a los apoyos vocacionales. Del conjunto de reactivos incluidos en esta dimensin, este ltimo es el que presenta mayor variacin entre los encuestados (CV = 0,5).
En conjunto, los resultados muestran una valoracin ms bien positiva de parte
de los estudiantes en cuanto a sus vnculos con los profesores. Las experiencias ms
positivas parecen asociarse a formas de vnculo de tipo ms formal (los docentes saben ensear, asisten con regularidad, tienen un trato justo) en tanto las interacciones de
carcter ms personalizado (dedican tiempo extra, reaccionan ante el ausentismo de
los estudiantes, orientan en relacin a dudas vocacionales) reciben una consideracin
neutra o ms negativa. El cuadro siguiente presenta los estadsticos de resumen.

69

Experiencias acadmicas y sociales en la educacin superior en Uruguay

Cuadro 3. Indicadores resumen de las respuestas a los reactivos en la dimensin


interacciones entre docentes y alumnos (1)

Los profesores realmente valoraban tus opiniones (sr151q01)


Los profesores te trataban de manera justa (sr151q02)
Si faltabas a clase, los profesores te preguntaban por qu
(sr151q03)
Nadie controlaba nada (sr151q04)
Podas hablar de tus dudas vocacionales con los profesores
(sr151q05)
Los profesores se preocupaban porque aprendiramos (sr151q06)
Los profesores faltaban mucho a clases (sr151q07)
Los profesores no saban transmitir sus conocimientos (sr151q08)
Dedicaban horas extra para ayudarte a entender los temas
(sr151q09)

% Siempre
y casi
siempre
47.0%
68.4%

0.387
0.401

10.5%

0.272

15.6%

0.326

56.3%

0.519

39.2%
6.2%
7.0%

0.330
0.227
0.223

12.2%

0.282

CV

Fuente: elaboracin propia con base en la Segunda Encuesta (2008-2012) a los jvenes evaluados por
PISA 2003.

Anlisis factorial
En total realizamos tres anlisis factoriales de tipo exploratorio (componentes
principales) partiendo de los 25 tems considerados. Cada anlisis respondi a cada
una de las tres dimensiones tericas de las que partimos: i) interaccin estudiantes y
profesores; ii) aprendizaje activo y colaborativo y iii) desafos acadmicos. En el primer
caso rechazamos la hiptesis de unidimensionalidad. En su lugar, identificamos dos
componentes: uno referido a la oferta curricular impartida en las clases y el otro a la
exigencia requerida. En el segundo caso identificamos tambin dos componentes o
factores, asociados a los dos bloques de preguntas de las que partimos: uno relativo
al grado de actividad que el estudiante tena en los procesos de aprendizaje y el otro
relativo a la participacin en formas grupales de aprendizaje. En el tercer caso hallamos
unidimensionalidad en la estructura factorial subyacente.
Experiencias de integracin acadmica
La primera dimensin de las experiencias de integracin corresponde a los desafos acadmicos que se les presentan a los estudiantes al momento de ingresar a
la educacin superior y durante su primer ao en dicho ciclo. El primer componente
identificado corresponde a los tems sobre la oferta curricular (el diseo de los programas, la carencia de aplicacin prctica de los conocimientos y la planificacin de las
clases). El segundo refiere a la exigencia requerida en los cursos (facilidad de parciales
y exmenes, requisito de conocimientos previos y exigencia de las metas acadmicas).

70

Santiago Cardozo - Vanessa Anfitti

Todos los tems presentan correlaciones altas con uno u otro factor, lo que indica que
todos aportan a la explicacin de las dos dimensiones subyacentes. La proporcin de
varianza explicada por ambos factores es de 52% (cuadro 4).
Cuadro 4. Resultado del anlisis factorial sobre la dimensin experiencias de
integracin acadmica
Programas interesantes y novedosos
Conocimientos carecan de aplicacin prctica
Clases bien planificadas
Parciales y exmenes fciles
Requeran conocimiento previo
Metas acadmicas exigentes
Identificacin de los componentes

Factor 1
0,6874
-0,6875
0,7122

Oferta curricular

Factor 2

-0,6851
0,5737
0,8512
Exigencia requerida

Varianza explicada = 52%


Fuente: elaboracin propia con base en la Segunda Encuesta (2008-2012) a los jvenes evaluados por
PISA 2003.

Aprendizaje activo colaborativo


Para esta dimensin se realiz un anlisis factorial conjunto para los dos bloques de variables que referan a esta dimensin (cada una de ellas con 4 reactivos).
La estructura factorial hallada identific dos componentes, agrupando los reactivos
correspondientes en cada bloque de variables. El primero corresponde al aprendizaje
colaborativo, es decir, aquellas actividades que el estudiante realiza de manera conjunta con sus pares (realizacin de exmenes, presentaciones, actividades prcticas,
trabajos integrados) y recibir ayuda por parte de estudiantes de grado superior. El segundo factor refiere a la relacin activa del estudiante con el proceso de conocimiento
y aprendizaje, destacando los tems que refieren a la participacin acadmica individual
como la realizacin de preguntas en clase o participacin activa, la discusin de ideas
con profesores y estudiantes fuera del aula. Ambos factores explican el 50% de la
varianza total (cuadro 5).

71

Experiencias acadmicas y sociales en la educacin superior en Uruguay

Cuadro 5. Resultado del anlisis factorial sobre la dimensin experiencias de


integracin acadmica
En grupo, haber hecho un examen o parcial
En grupo, haber hecho una presentacin o clase
En grupo, haber preparado y realizado una actividad prctica
En grupo, haber participado en un proyecto de investigacin
Ayuda para estudiar estudiantes grado superior
Preguntas en clase o participacin activa
Discusin de ideas con profesores fuera de clase
Discusin de ideas con compaeros fuera de clase
Identificacin de los componentes

Factor 1
0,5785
0,6922
0,7117
0,7015
0,4935

Factor 2

0,7883
0,6746
0,7484
Aprendizaje Aprendizaje
colaborativo
activo

Varianza explicada: 50%


Fuente: elaboracin propia con base en la Segunda Encuesta (2008-2012) a los jvenes evaluados por
PISA 2003.

Interaccin estudiante/docente
Si bien los tems considerados aqu incluyen desde sensaciones generales hasta
comportamientos concretos por parte de los docentes, en esta dimensin se hall
unidimensionalidad en la estructura factorial, lo cual coincide con la teora referida a
este tema. El factor refiere tanto a interacciones de carcter personalizado docenteestudiante (los docentes valoran las opiniones, son receptivos a dudas vocacionales,
se preocupan por el aprendizaje de sus alumnos, etc.) como a aspectos ms formales
de su rol, tales como la regularidad en la asistencia del profesor o su forma de ensear
(cuadro 6). Este nico factor explica el 47% de la varianza total de los tems.
Cuadro 6. Resultado del anlisis factorial sobre la dimensin de interaccin
estudiante/docente
Profesores valoraban tus opiniones
Profesores trataban de manera justa
Si faltabas, los profesores preguntaban por qu
Hablar de dudas vocacionales con profesores
Profesores se preocupaban por aprendizaje
Profesores no saban transmitir conocimientos
Dedicaban horas extras para ayudar

Factor 1
0,7899
0,7358
0,5921
0,8063
0,6748
-0,5637
0,6654

Varianza explicada: 47%.


Fuente: elaboracin propia con base en la Segunda Encuesta (2008-2012) a los jvenes evaluados por
PISA 2003.

72

Santiago Cardozo - Vanessa Anfitti

Factores asociados a las experiencias en el primer ao


Hemos validado cinco ndices (puntajes factoriales) correspondientes a cinco
subdimensiones de las experiencias acadmicas al inicio de la carrera. Cerramos nuestro artculo con una primera exploracin de la asociacin entre estas experiencias y un
conjunto de dimensiones demogrficas, sociales e institucionales (cuadro 7). Destacamos los siguientes resultados.
Primero, a excepcin de la percepcin sobre la exigencia acadmica del programa, no encontramos variacin significativa en las experiencias de los estudiantes segn
su clase social de origen. En tanto, los varones (ms que las mujeres) y, especialmente,
los estudiantes del interior del pas (ms que los de la capital) expresan experiencias
ms favorables de acuerdo al marco conceptual manejado.
Segundo, las experiencias varan en forma significativa en funcin del nivel de
competencia acadmica del joven (captado, en nuestro caso, a travs de los resultados
obtenidos en las pruebas PISA a los 15 aos). Contrariamente a lo esperado, son los
jvenes de ms bajos desempeos quienes valoran ms favorablemente sus experiencias al inicio de la educacin superior. Son ellos tambin los que encuentran que la
exigencia acadmica del programa iniciado es ms alta.
En tercer trmino, encontramos variaciones muy importantes en funcin de la
modalidad de ES: los estudiantes que han iniciado su trayectoria en la UdelaR expresan
experiencias ms negativas que el resto. Comparativamente, estos alumnos valoran
mal la oferta recibida, entienden que la exigencia acadmica es alta, han participado
poco de instancias de aprendizaje de tipo colaborativo y activo y valoran peor que
el promedio el tipo de interaccin con sus docentes.

73

Experiencias acadmicas y sociales en la educacin superior en Uruguay

Cuadro 7. Puntaje medio en los ndices de experiencias sociales y acadmicas en


el primer ao de la educacin superior, segn variables demogrficas sociales e
institucionales seleccionadas

Oferta
curricular

Exigencia
acadmica

0,085
-0,055

Clase I & II
Clase v/
VI/VII

-0,019

-0,054

-0,065

0,033

**

Interior
MVD+AM

0,050
-0,041

0,086
-0,071

Regin 2003
**
0,047
-0,031
Competencias

UdelaR
FD
UTU
Privado

**

-0,038

-0,013
0,011

-0,083

0,168
-0,114

-0,014
**

-0,075

0,094

**

0,260

**

-0,081
-0,213
-0,005
0,536

**
**
**
**

0,049
-0,080
-0,058
-0,106

**

Interaccin
docente/
estudiante

Aprendizaje
activo

Sexo
0,012
0,000
Clase Social
0,023

Varones
Mujeres

E1 - PISA
(mejor
desempeo)
E3 PISA
(bajo el
umbral)

**

Aprendizaje
colaborativo

**

0,204
-0,177

-0,031

-0,061

-0,005

-0,078

0,021
-0,021

0,024
-0,067

0,033

0,123

**

-0,162

Sector
-0,135
0,216
0,002
0,489

**
**
**
**

-0,094
0,289
-0,145
0,251

**

**
**

**

**

-0,109

-0,023

**

-0,219
0,068
0,375
0,612

**
**
**
**

** Diferencia significativa 95%.


Fuente: elaboracin propia con base en la Segunda Encuesta (2008-2012) a los jvenes evaluados por
PISA 2003.

A modo de cierre
Hemos construido y validado cinco escalas relativas a tres dimensiones, tericamente relevantes, de las experiencias acadmicas al inicio de la ES. Identificamos dos
subdimensiones o factores referidos a las experiencias de integracin acadmica: uno
asociado a la oferta curricular y otro a la exigencia requerida por el programa. Distinguimos tambin dos factores subyacentes a la segunda dimensin: uno de ellos asociado
con formas activas de aprendizaje y otro que responde a formas de aprendizaje de tipo
colaborativo, tanto dentro como fuera del aula. Por ltimo, en relacin a la dimensin

74

Santiago Cardozo - Vanessa Anfitti

sobre interaccin entre estudiantes y docentes, encontramos un nico factor que da


cuenta de interacciones de carcter personalizado sobre la actuacin docente para con
el estudiante as como de formas de vnculo de tipo ms formal.
Nuestras primeras exploraciones muestran que las experiencias de los estudiantes al ingreso a la ES no son homogneas. Nuestra hiptesis al respecto, respaldada
en las primeras evidencias que hemos presentado, es que los factores institucionales,
tales como el sector, modalidad y rea de la carrera que sigue el estudiante, tienen
por lo menos la misma importancia que los factores sociolgicos clsicos, como la
clase social de origen o el sexo, en la determinacin de las experiencias acadmicas y
sociales al inicio de la educacin superior. Esta hiptesis es consistente con la acumulacin internacional y nacional sobre el tema. En particular, con el resultado ms general
de que la continuidad o la desvinculacin en la educacin superior no se explica por
diferencias estructurales como el gnero o el origen social (Boado, 2010); (Custodio,
2010) y de que las experiencias en el primer ao resultan clave en la configuracin de
la trayectoria posterior (Goyeneche et al, 2011); (Diconca, B.; dos Santos, S.; Egaa,
A., 2011).
Bibliografa
Astin, A. (1975). Preventing students from dropping out.
Astin, A. & Oseguera, L. (2012). Pre-College and institucional influences on degree attainment.
En A. Seidman, College student retention (pp. 119-145). The ACE series on higher education.
Berger, J.; Blanco, G.; & Lyons, S. (2012). Past to presente: a historical look at retention.
En A. Seidman, College Student Retention . Second Edition (pgs. 7-34). Lanham, MY:
Rowman & Littlefield Publishers, Inc.
Boado, M. (2010). La desercin universitaria en la UdelaR: algunas tendencias. En T. Fernndez,
La desafiliacin en la educacin media superior y superior de Uruguay. Montevideo: CSIC/
UdelaR.
Custodio, L. (2010). Caracterizacin de los desertores de UdelaR (Ao 2006): inversin, consumo, exclusin acadmica y desercin voluntaria. En T. Fernndez, Desafiliacin en la
educacin media superior y superior de Uruguay. Montevideo: CSIC/UdelaR.
Diconca, B.; dos Santos, S.; Egaa, A. (2011). Desvinculacin estudiantil al inicio de una
carrera universitaria. Montevideo: Comisin Sectorial de Enseanza/UdelaR.
Fernndez, T.; Alonso, C.; Boado, M.; Cardozo, S. & Menese, P. (2013). Reporte Tcnico
PISA-L (2003-2012). Metodologa de la Segunda Encuesta de seguimiento a los jvenes
evaluados por PISA en 2003. Montevideo: Departamento de Sociologa de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de la Repblica.
Fernndez, T.; Bucheli, M. & Cardozo, S. (2012). Gender differences in the transition from
Secondary to Tertiary Education: the case of Uruguay. Paris: OECD.
Krause, K.; Hartley, R.; James, R. & McInnis, C. (2005). The first year experiencce in
australian universities: findings from a decade of national studies. University of Melbourne:
Centre for the study of higher education.

Experiencias acadmicas y sociales en la educacin superior en Uruguay

75

Kuh, G. (2001). The National Survey of Student Engagement: conceptual framework and overview of psychometric properties. Bloomington: Indiana University Center for Postsecondary Research.
Kuh, G. (2005 ). Assessing conditions to enhance educational effectivness: Inventory for student
engagement and success. San Francisco: Jossey-Bass.
Kuh, G.; Kinzie, J.; Schuh, J. & Whitt, E. (2005). Student Success in College. Creating the
conditions that matters. San Francisco, CA: Jossey-Bass.
Miller, R. L. (2007). The role of instructional factors in student engagement. Texas: Houston,
TX.
Morrison, L. & Silverman, L. (2012). Retention tehories, models, and concepts. En A. Seidman (Ed.), College student retention (pp. 61-80). The ACE series on higher education.
Pascarella, E. (2006). How college affects students. Ten directions for further research. Journal of college student development, Vol 47.
Pascarella, E. & Terenzini, P. (2005). How College Affects Students. Volume 2: a Third Decade of Research. San Francisco: John Willey & Son.
Tinto, V. (1987). Leaving College. Chicago: The University of Chicago Press.
Tinto, V. (2013). Completing college. Rethinking institutional action. Chicago, IL: The University
of Chicago Press.
Tinto, V. (s.f.). Moving from theory to action. A model of institutional action for student success.
En A. Seidman, College student retention (pp. 251-266). The ACE series on higher education.

76

Santiago Cardozo - Vanessa Anfitti

ANEXO
Dimensiones y reactivos del involucramiento acadmico relevados en la Segunda
Encuesta a la cohorte PISA 2003
Dimensin

Reactivos
Los profesores realmente valoraban tus opiniones (sr151q01)
Los profesores te trataban de manera justa (sr151q02)
Si faltabas a clase, los profesores te preguntaban por qu (sr151q03)
Interacciones
Nadie controlaba nada (sr151q04)
entre
Podas hablar de tus dudas vocacionales con los profesores (sr151q05)
estudiantes y
Los profesores se preocupaban porque aprendiramos (sr151q06)
docentes
Los profesores faltaban mucho a clases (sr151q07)
Los profesores no saban transmitir sus conocimientos (sr151q08)
Dedicaban horas extra para ayudarte a entender los temas (sr151q09)
Haber estudiado en grupo con compaeros (sr152q01)
En grupo, haber hecho un examen o parcial (sr152q02)
En grupo, haber hecho una presentacin o clase (sr152q03)
En grupo, haber preparado y realizado una actividad prctica en terreno
(sr152q04)
En grupo, haber participado en un proyecto de investigacin (sr152q05)
Aprendizaje
Hiciste preguntas en clase o participaste en las discusiones (sr154q01)
Hiciste un trabajo para el que integraste ideas de distintos cursos o materias
activo y
colaborativo (sr154q02)
Discutiste ideas sobre tus lecturas o clases con profesores, fuera de clases
(sr154q03)
Discutiste ideas de las clases o de las lecturas con tus compaeros fuera de
clases (sr154q04)
Recibiste ayuda para estudiar temas complejos de estudiantes de grados
superiores (sr154q05)
Los programas eran interesantes y novedosos (sr153q01)
Los conocimientos carecan de aplicacin prctica (sr153q02)
Desafos
Los parciales y exmenes eran fciles (sr153q03)
acadmicos
Las clases estaban muy bien planificadas (sr153q04)
Requeran conocimientos previos que no tenamos (sr153q05)
Las metas acadmicas eran muy exigentes (sr153q06)
Fuente: elaboracin propia en base a la Segunda Encuesta (2008-2012) a los jvenes evaluados por PISA
2003.

ndice de Vulnerabilidad Estudiantil, IVEs:


herramienta tcnica de asignacin de las becas
del Fondo de Solidaridad
Gabriel Errandonea Lennon1 - Gabriel Gmez2
El presente artculo resulta del trabajo desarrollado por el equipo de investigacin
perteneciente al Departamento de Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales, a
pedido del Fondo de Solidaridad, con la finalidad de actualizar el ndice de Vulnerabilidad Estudiantil (IVEs). Dicho ndice representa un instrumento sustantivo en el
proceso de gestin de la asignacin de becas universitarias.

Abordaje metodolgico
Presentacin y justificacin de la metodologa de trabajo
En el desarrollo del proceso de consultora, el equipo de investigacin trabaj en
la direccin de dos grandes lneas de trabajo.
La primera refiere a la generacin de un modelo predictivo basado en la informacin proporcionada por la Encuesta Continua de Hogares (ECH) 2011. Dicho procedimiento supone la actualizacin de la estructura sociodemogrfica de la poblacin
1

Magster en Sociologa. Experto Universitario de Indicadores y Estadsticas Educativas, Diplomado


en Investigacin Social Aplicada, actualmente Candidato a Doctor en Ciencias Sociales (orientacin
Sociologa). Candidato a Magster en Estadstica Aplicada por la Universidad Nacional de Educacin
a Distancia UNED - Espaa. Profesor Adjunto del Departamento de Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la Repblica, encargado de la Ctedra de Anlisis Sociolgico I.
Director de la Divisin de Documentacin, Investigacin y Estadsticas de la Direccin de Educacin,
del Ministerio de Educacin y Cultura, de la Repblica Oriental del Uruguay. Investigador responsable
del convenio marco de Cooperacin Tcnica con el Fondo de Solidaridad. gabriel.errandonea@gmail.
com
Licenciado en Sociologa, actualmente Candidato a Magster en Sociologa, por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la Repblica. Candidato a Magster en Estadstica Aplicada por la
Universidad Nacional de Educacin a Distancia UNED - Espaa. Profesor Asistente del Departamento
de Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la Repblica. Asistente Tcnico Encargado de la Divisin de Estadstica del rea de Investigacin y Estadstica, de la Direccin
de Educacin, del Ministerio de Educacin y Cultura. Investigador responsable del procesamiento
logstico en el convenio marco de Cooperacin Tcnica con el Fondo de Solidaridad. gabriel.gomez@
cienciassociales.edu.uy

78

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

en tanto el ndice de Vulnerabilidad Estudiantil precedente, fue elaborado en base a


informacin proveniente de la ECH 2008.
El principal objetivo del ndice es proporcionar a la institucin un umbral de discriminacin que permita ponderar en los solicitantes el cumplimiento de los criterios
establecidos en la normativa vigente. De estos criterios, el principal refiere al ingreso
mximo per cpita del hogar, permitido para integrar a la lista de beneficiarios. Por
cuanto dicho ingreso puede representarse como una funcin de los atributos sociodemogrficos de los miembros del hogar, la actualizacin de esta informacin es sustantiva. El paso del tiempo supone cambios en los procesos sociales que conllevan
modificaciones en la importancia relativa recproca de sus diferentes atributos.
El ndice de Vulnerabilidad Estudiantil elaborado por Fiori y Mesa, consideraba las
franjas etarias permitidas por la normativa, que se vieron afectadas por las modificaciones implementadas en el ao 2012. Por ello, la segunda lnea de trabajo demand la
elaboracin de un nuevo algoritmo que considerara dichas modificaciones.
Al mismo tiempo, resultaba imposible validar el algoritmo existente, en esta ampliacin de la poblacin objetivo, dadas las diferencias entre las informaciones relevadas por las ECH 2008 y la ECH 2011.
Por lo expuesto fue necesario trabajar en la elaboracin de un nuevo ndice, el
ndice de Vulnerabilidad Estudiantil (IVEs) 2013.
Para la construccin del mismo, se tomaron en consideracin dos dimensiones
intrnsecamente relacionadas con la gestin del proceso de trabajo del Fondo de Solidaridad. Esto requera, incluso atendiendo cuestiones ajenas a los criterios de la teora
de informacin estadstica, el estudio de diferentes variables, a fin de determinar cules
deban ser integradas.
La primera de estas dimensiones refiere a la conformacin de un algoritmo que
integre variables que minimicen la probabilidad de respuestas errneas al momento de
la carga de informacin por parte de los solicitantes.
La segunda supuso considerar en la construccin del algoritmo, los protocolos
de procedimiento genrico en relacin a la revisin de la calidad de la informacin proporcionada por los solicitantes, que es validada por el equipo de Asistentes Sociales.
Debido al volumen de solicitudes, este ltimo aspecto demandaba atender la estacionalidad de los procesos de seleccin previstos y la premura con que stos deban
dar inicio.
De manera que, atender los tiempos que demanda el control de la calidad de
la informacin, en consideracin de los ritmos y momentos en que dichos controles
deben ejecutarse, as como la necesaria reduccin de la incertidumbre sobre la validez
de la misma, resultaban tan importantes como la determinacin del set de variables
pertinentes y de sus contribuciones relativas.

ndice de Vulnerabilidad Estudiantil, IVEs: herramienta tcnica de asignacin de las becas

79

Finalmente la construccin del ndice tambin consider el trabajo del Fondo de


Solidaridad en campo, es decir, durante el desarrollo de la visita de los trabajadores
sociales. De esta manera, como se ver posteriormente, se realiz una seleccin cuidadosa de las variables a ser integradas, que combin la significacin estadstica de
las mismas y la capacidad de control de los Asistentes Sociales al momento de la visita
en los hogares. Por ello cobraron mayor peso las variables estructurales3 frente a las
de consumo, (como es el caso de los indicadores de tenencia de electrodomsticos4).
En sntesis, fue necesario considerar las complejidades propiamente estadsticas
en la construccin del algoritmo, pero tambin fue necesario operar sobre la construccin, adaptacin y modificacin de procesos relacionados con los sistemas de informacin y el diseo organizacional de los procesos de trabajo, con las complejidades que
de esto se derivan.
El lugar del IVEs en el diseo organizacional
Como se mencionara en el apartado anterior, el principal objetivo del IVEs es
constituir una herramienta tcnica que permita la generacin de insumos en el proceso
de asignacin de becas. Comprender el rol de este instrumento en el diseo de dicho
proceso, permite representarse el desafo que implic, tanto para el Equipo de Investigacin, como para los tcnicos del Fondo de Solidaridad: la generacin de dispositivos
que permitieran la innovacin organizacional, en el marco del ms absoluto respeto de
los derechos de los estudiantes ms vulnerables.
El organigrama 1, permite observar el proceso de asignacin de becas anterior
a la implementacin de algoritmos de clasificacin5.
En dicho proceso, la asignacin de becas dictaba que era preciso analizar la
totalidad de la documentacin, asignando el mismo nivel de importancia a cada una de
las solicitudes. Esto generaba una sobrecarga en los tcnicos del Fondo, y en parte del
personal administrativo, por cuanto requera la revisin de la totalidad de la informacin
complementaria a la declaracin de ingresos. Sin la asistencia de ningn instrumento
que operara en la reduccin o simplificacin de su volumen y complejidad, el proceso
supona el tratamiento particular de cada solicitud.

3
4
5

Se trata de atributos fcilmente corroborables al momento de la visita, o que resultan acreditables


mediante la presentacin de documentacin probatoria.
Las variables de consumo, dependiendo de las circunstancias, presentan mayores dificultades al
momento de su corroboracin.
Los algoritmos de clasificacin fueron aplicados por primera vez en el ao 2012, con la primera
versin del IVEs elaborada por Fiori y Mesa.

80

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

Organigrama 1

Solicitudde
Becas

Anlisisde la
documentacin

Fallo

Fuente: elaboracin propia.

El segundo organigrama permite registrar el cambio introducido por el IVEs en el


proceso de asignacin de becas. Es preciso sealar que el primer cambio refiere a la
naturaleza y tipo de la informacin complementaria en s misma. La construccin del
IVEs supuso una cuidadosa seleccin de la informacin complementaria a solicitar en el
formulario online, siendo ella misma parte integral del ndice. Esta informacin result
de la identificacin de aquellos atributos sociodemogrficos que presentan mayor correlacin con el ingreso per cpita de los hogares.
La informacin complementaria a la declaracin de ingresos es sintetizada en un
ndice que permite estratificar las solicitudes, permitiendo una gestin ms personalizada, en consideracin de las urgencias individuales de los estudiantes ms vulnerables.
Organigrama 2

EL IVEs EN EL PROCESO DE ASIGNACIN DE BECAS

Declaracin de Ingresos

ACORDE A
NORMATIVA
NO ACORDE
A NORMATIVA

Solicitud de Becas

IVEs >=0,50
0,5

0,30

Control administrativo
ACORDE

VALOR IVEs
< 0,10

Fuente: elaboracin propia.

IVEs

Control administrativo
ACORDE

0,10 =< IVEs


< 0,50

Aplicacin del IVEs

PRIORIDAD EN LA REVISIN
DE LA DOCUMENTACIN

IVEs

Control Asistente Social


ACORDE

IVEs

ndice de Vulnerabilidad Estudiantil, IVEs: herramienta tcnica de asignacin de las becas

81

Con los datos derivados de la declaracin de los solicitantes y provistos en el


formulario online de la institucin, se inicia una primera clasificacin y anlisis de la
informacin. Por una parte se considera la declaracin de ingresos en s misma en combinacin con la aplicacin del algoritmo que permite ponderar -mediante la informacin
complementaria- en trminos probabilsticos dicha declaracin de ingresos.
Resulta finalmente una combinacin de instrumentos que considera la declaracin de ingresos, en el marco de la normativa vigente y el valor del IVEs en rangos,
redireccionando las solitudes y estableciendo un orden de prioridad para analizar la
documentacin.
A modo de ejemplo, aquellos estudiantes con un IVEs verde (altas chances de
pertenecer a la poblacin objetivo) y con declaracin de ingresos acorde a la normativa, transitarn por procesos administrativos distintos a aquellos estudiantes que registran un IVEs rojo (es decir, con bajas chances relativas de pertenecer a la poblacin
objetivo).
Finalmente es pertinente aclarar que no se pretende ilustrar aqu el proceso completo en relacin a la toma de decisiones del Fondo de Solidaridad, sino brindar una
idea clara del rol del instrumento en apoyo a dicha gestin.

82

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

Estructura del ndice de Vulnerabilidad Estudiantil (IVEs) 2013


Cuadro 1. Variables seleccionadas
VARIABLE

DESCRIPCIN

Refiere al nivel
Nivel educativo
educativo mximo
del jefe de
alcanzado por el jefe
hogar
de hogar.

CATEGORAS
Primaria*
Media bsica
Media
Superior
Terciaria

Jefa de hogar

Indica si la jefatura
de hogar es ocupada
por una persona de
sexo femenino.
Indica si el hogar
se encuentra en
condiciones de
hacinamiento.

S/No*

EFECTO1
A
B - Decrecen en
referencia a A
C - Decrecen en
referencia a B
D - Decrecen en
referencia a C
Crecen

Escala
continua.

Crecen

Indica si el hogar
se encuentra en
condiciones de
hacinamiento.

Escala
continua.

Crecen

Sostenimiento

Indica la relacin
entre la cantidad
de personas no
perceptoras de
ingresos por cada
persona perceptora.

Escala
continua.

Crecen

Changas

Indica si el jefe de
hogar tiene empleo
informal.

S/No*

Crecen

Prop. no
percep.

Proporcin de no
perceptores de
ingresos en el hogar

Hacinamiento I

Hacinamiento II

Prop. menores

Propietario

Indica si la persona
es propietaria de la
vivienda.

FORMA DE CLCULO

Escala
continua.

Crecen

Escala
continua

Crecen

S/No*

Decrecen

Razn entre la Cantidad


de integrantes del
hogar sobre la cantidad
de baos en el mismo.
Razn entre la Cantidad
de integrantes del
hogar sobre la cantidad
de habitaciones
residenciales.
(No perceptores/
Perceptores)+1.
Cuando la cantidad de
perceptores es 0 se
considera la cantidad
de ocupantes del hogar
+1.

Razn entre la Cantidad


de no perceptores
de ingresos sobre la
cantidad de personas
en el hogar.
Razn entre la Cantidad
de menores de 14
aos sobre la cantidad
de personas en el
hogar.

ndice de Vulnerabilidad Estudiantil, IVEs: herramienta tcnica de asignacin de las becas

VARIABLE

DESCRIPCIN

CATEGORAS

EFECTO1

Ind. Vivienda

Indica el estado de
la vivienda.

Escala
continua.

Crecen

S/No*

Decrecen

S/No*

Decrecen

S/No*

Decrecen

S/No*

Decrecen

S/No*

Decrecen

S/No*

Decrecen

Planchada

Automvil

Internet

Cable

Salud privada

Emergencia
mvil

Trnsito
educativo.

Indica si el material
predominante en el
techo es planchada
de hormign.
Indica si el hogar
dispone de
automviles o
camionetas.
Indica si el hogar
dispone de Conexin
a internet
Indica si el hogar
dispone de conexin
a TV por abonados.
Indica si el
estudiante se
atiende en una
institucin de salud
privada.
Indica si el
estudiante tiene
cobertura de
Emergencia Mvil.

Indica que el
estudiante curs
el ciclo primario y
el primer ciclo de
educacin media en
un establecimiento
educativo privado.

S/No*

Decrecen

83

FORMA DE CLCULO
ndice sumatorio
simple que contempla
si la vivienda presenta
Humedad de Techos, la
presencia de goteras
en el techo, grietas en
el piso, y si el material
predominante en los
pisos es alisado de
hormign o contrapiso
s/piso.

Se computan como
casos favorables
aquellos que transitaron
ambos niveles de
educacin primaria
y media bsica
por instituciones
cuya forma de
administracin refiere
a establecimientos
privados.

1. Efecto sobre las probabilidades de recibir la beca.* Categora de Referencia. Constante = -1,55681
Fuente: Elaboracin propia.

84

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

Poblacin objetivo
La poblacin objetivo agrupa a aquellos estudiantes comprendidos entre los 18
a 28 aos de edad, que percibieran un ingreso per cpita del hogar menor a 3,5 BPC.
Como resultado de ello, la poblacin no objetivo se conforma con aquellos estudiantes universitarios comprendidos entre los 18 y 28 aos, que percibieran un ingreso
per cpita del hogar mayor a 3,5 BPC.
Por razones metodolgicas, y en base a la informacin proporcionada por el Fondo de Solidaridad, se realiz un truncamiento en la distribucin de ingreso para aquellos
casos que superaban los 40 mil pesos per cpita en el hogar. Esta decisin consider
la inexistencia de solicitantes provenientes de hogares con un ingreso per cpita del
hogar superior a dicho guarismo.
Anlisis individual de las variables incluidas en el IVEs
No es posible exponer el resultado del anlisis realizado de todas y cada una de
las variables incluidas en el ndice. Sin embargo, dada la complejidad terica y/o metodolgica de algunas de las dimensiones incorporadas y la modificacin de procesos
o mediciones que en algn caso se introducen, parece pertinente detenerse especialmente en algunas de ellas.
Nivel educativo del jefe de hogar
La incorporacin de esta variable presenta una modificacin sustantiva en relacin al IVEs anterior.
La estructura de la ECH permite relevar la relacin de parentesco de cada individuo con el jefe del hogar. Esta limitante estructural supone dos grandes consideraciones metodolgicas para aproximarnos al nivel educativo de la madre. La primera,
es que dicha estructura sita al hogar como frontera del relevamiento de los roles de
parentesco. La segunda implica que siendo posible obtener el nivel educativo de cualquier mujer en el hogar, su rol de madre requiere un anlisis condicional, con base en la
configuracin de la red parental establecida en el hogar, de su relacin con los dems
integrantes del hogar, a fin de determinar si es considerable o no la madre del sujeto
de inters.
Slo fue posible indexar el registro del nivel educativo de la madre al 63,2% de
las unidades de anlisis. En este sentido, era necesario considerar la complementacin
del nivel educativo de la madre, en aquellos casos en que no era posible su imputacin
directa, mediante otro indicador de clima educativo del hogar.
Se plante utilizar para ello el nivel educativo del jefe de hogar. Dicha incorporacin resultaba razonable dados los altos niveles de correlacin verificados entre ambos
indicadores (coeficientes Gamma: 0.592 y tau-b de 0.540).

ndice de Vulnerabilidad Estudiantil, IVEs: herramienta tcnica de asignacin de las becas

85

Sin embargo, como ya fue expuesto al inicio de este apartado, el nivel educativo
del jefe de hogar result un mejor predictor, frente al nivel educativo de la madre, en los
modelos ensayados. Por esto fue finalmente seleccionado el nivel educativo del jefe de
hogar, como indicador del clima del hogar en la integracin del algoritmo.
La agregacin del nivel educativo del jefe de hogar, se presenta a continuacin y
responde a la siguiente lgica.
Cuadro 2. Nivel Educativo del Jefe de Hogar
Primaria

Sin instruccin, Primaria Incompleta, Completa


Ciclo bsico (Liceo o UTU) incompleto o completo; Bachillerato (Liceo o UTU)
Media Bsica
incompleto o completo.
Terciaria
Universidad, Magisterio o Profesorado y otros Terciarios no Universitarios.
Incompleta Incompletos.
Terciaria
Universidad, Magisterio o Profesorado y otros Terciarios no Universitarios.
Completa
Completos.
Fuente: elaboracin propia.

Hacinamiento I
Dicha variable indica si el hogar se encuentra en condiciones de hacinamiento. Su
clculo se operacionaliza mediante la razn entre la cantidad de integrantes del hogar
y la cantidad de baos en el mismo.
La variable cantidad de baos en el hogar, no presenta un carcter novedoso en
la construccin de indicadores orientados a la estimacin del nivel socioeconmico de
los hogares. Es utilizada por ndices de clasificacin elaborados por otros investigadores, tanto para organismos gubernamentales (Llamb & Pieyro, 2012), como para
agencias de investigacin privadas (Amarante, De Melo, Vigorito & Machado, 2008).
Hacinamiento II
Adicionalmente se incorpor la variable de Hacinamiento II, que considera al igual
que la anterior la distribucin espacial de los miembros del hogar, considerando esta
vez en el denominador del indicador la cantidad de habitaciones residenciales.
Variable Sostenimiento
La variable sostenimiento consta de dos componentes. Uno de ellos permite
identificar la cantidad de personas vinculadas al mercado de trabajo y por lo tanto con
participacin en el clculo del ingreso per cpita del hogar. La razn de esta magnitud
entre las personas sin ingresos consolida un indicador de la cantidad de miembros
dependientes de los mismos ingresos.

86

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

Finalmente se adiciona una constante al resultado obtenido en la razn. Esta operacionalizacin considera dos escenarios paralelos. El primero y de carcter terico
recoge el efecto de la economa de escala que opera sobre la renta familiar al considerar la cantidad de personas que viven en el hogar, buscando representar la reduccin
de los costes medios del hogar a medida que aumenta la cantidad de integrantes. El
segundo y de carcter informtico permite realizar la operacin ante la ausencia de
perceptores en el hogar. En estos casos se adiciona la constante al nmero de integrantes del hogar.
Jefatura de hogar femenina
Existe una extensa bibliografa sobre la brecha de gnero en relacin a la participacin en el mercado de trabajo, las condiciones de empleo y la remuneracin salarial,
que justifican la inclusin de esta variable como predictor. Sin embargo la decisin de
incluirla consider la capacidad de discriminacin que presentaba ante la base de becarios del Fondo de Solidaridad.
Jefe del hogar sin trabajo formal
Esta variable busca recoger la vulnerabilidad del jefe de hogar, en relacin a los
aspectos vinculados a la calidad del empleo. Si bien su inclusin atendi la capacidad
de discriminacin del predictor, tambin se consideraron algunos elementos tericos
alternativos. La justificacin de la calidad del empleo se encuentra ms que legitimada
por la bibliografa cientfica como indicador de vulnerabilidad.
Sin embargo, la eleccin del jefe consider algunos supuestos que sugieren que
la participacin de los miembros del hogar en el ingreso del jefe es mayor, que si consideramos cualquier otro perceptor de ingreso dentro del mismo hogar. Por esta razn
la estabilidad del empleo del jefe y el derecho a la seguridad social que deriva de la
formalidad del mismo son factores de suma importancia para su inclusin.
Los intercambios con el equipo tcnico de Asistentes Sociales del Fondo de
Solidaridad, dieron lugar a la toma de decisiones respecto a aquellos casos en que la
informalidad del empleo era acompaada por la percepcin de rentas que superaban el
promedio de ingreso de la distribucin.
De esta manera, se acord considerar un valor de corte inferior a los dos salarios
mnimos nacionales. Para el ao 2013 el ingreso mnimo alcanz los 7.920 pesos, lo
que establece un valor para dos salarios mnimos de 15.840, y el monto de referencia
considerado por el Fondo se ubic finalmente en los 15.000 pesos.

ndice de Vulnerabilidad Estudiantil, IVEs: herramienta tcnica de asignacin de las becas

87

Superado este valor, el sistema queda programado para no computar como trabajo informal aquellos ingresos que no cumplan con las dos condiciones simultneamente.
Proporcin de no perceptores de ingresos
Este indicador estima el peso relativo de los perceptores dentro del ncleo familiar a la vez que integra el clculo de la variable sostenimiento. Tiene no slo importancia
terica y un efecto marginal considerable entre las variables que integran el algoritmo,
sino que tambin es a travs de sta que se genera la interface entre el conocimiento
tcnico del equipo de Asistentes Sociales del Fondo de Solidaridad y la lgica interna
del ndice. Como resultado del intercambio con el equipo tcnico del Fondo de Solidaridad se acord no computar como perceptores de ingresos: pensiones alimenticias,
asignaciones familiares, pensiones por discapacidad y percepcin de becas. La razn
principal refiere a que dichos ingresos en la mayora de los casos son percibidos como
consecuencia de la deteccin de un estado de vulnerabilidad del hogar. Sin embargo,
la complejidad social no permite una programacin que contemple la gran diversidad
de combinaciones de situaciones de ingresos. Es as que esta variable es pasible de
modificacin por parte de los Asistentes Sociales, ante la identificacin de situaciones
que, si bien desde el punto de vista formal son contempladas como perceptores, desde
el punto de vista terico y/o con base en el sentido para el cual fue generado el instrumento, se llegue a valorar que no deberan serlo.
Esta lgica operativa del instrumento contempla y saca provecho a la vez del
diseo organizacional, en el cual se prev el anlisis individual por parte de Asistentes
Sociales de la totalidad de las solicitudes, disparando en algunos casos mecanismos
de vistas al hogar, pedidos de informacin a otros organismos del Estado, como forma
de verificar la veracidad de la informacin y del potencial predictivo del instrumento
probabilstico. En trminos estratgicos, articula operacionalmente, las ltimas tecnologas cuantitativas, con el juicio y la experticia cualitativas.
Proporcin de menores en el hogar
El peso relativo de los menores dentro del hogar tiende a operar en combinacin
con la proporcin de no perceptores. Los menores de edad establecen una limitante
estructural para la determinacin del ingreso del hogar, en cuanto a la capacidad de
ste, de incrementar la renta mediante el empleo de sus integrantes en el mercado de
trabajo.
De esta manera, un hogar con el mismo valor en todas las variables y con la
misma proporcin de no perceptores, pero con la integracin de menores, obtiene un
valor de vulnerabilidad mayor.

88

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

Cuadro 3. Simulacin del efecto marginal de la variable proporcin de menores


Sostenimiento
1,5
1,5

Prop. Desocupado
0,33
0,33

Prop. Menores
0
0,67

Valor ives
0,66
0.87

Fuente: Elaboracin propia.

Trnsito educativo
Cabe observar que esta variable fue modificada en relacin al IVEs anterior (Fiori
& Mesa, 2011). El primer motivo refiere al cambio del formulario entre las ECH 2008 y
2011. Esta ltima slo registra una de las posibles formas de administracin al interior
de cada nivel educativo6.
Por tal motivo, las variables de trnsito educativo se generaron en dos etapas,
la primera de educacin primaria a educacin media bsica y la segunda de educacin
media bsica a educacin media superior7.
La ECH 2011, permite relevar la trayectoria educativa del estudiante, adjuntando
a dicho registro la forma de administracin de la institucin a la que asisti. La relevancia de considerar esta variable, refiere a la necesidad de integrar las posibles transferencias del ingreso del hogar hacia la educacin de sus miembros en el algoritmo.
Las pruebas realizadas no resultan concluyentes al considerar, en cada nivel
por separado, la forma de administracin a la que asisti el estudiante. Sin embargo,
un anlisis de la trayectoria educativa arroja resultados que permiten diferenciar a los
miembros de la poblacin objetivo del total de la poblacin de estudiantes. Esto particularmente al considerar el trnsito entre educacin primaria a educacin media bsica.
En consecuencia, la variable dicotmica definida como trnsito educativo que
finalmente fue incluida en el modelo consider como casos favorables aquellos estudiantes que transitaron por los ciclos de educacin primaria y media bsica por el
sector privado.

Para aquellos casos que asistieron a ms de una institucin en el mismo nivel (pblica o privada), se
registrar a la institucin que asisti mayor cantidad de aos. En aquellos casos que declaran haber
asistido la misma cantidad de aos, se registrar el tipo de institucin del ltimo ao. Para los que
estn asistiendo actualmente, se registra el tipo de institucin actual. (Manual del Entrevistador, INEECH 2011: 37).
Esto se realiz a fin de disminuir la cantidad de combinaciones posibles al integrar educacin media
superior, al trnsito entre niveles. Sin embargo, el trnsito entre educacin media bsica a superior
no result significativo y por lo tanto no forma parte de los predictores.

ndice de Vulnerabilidad Estudiantil, IVEs: herramienta tcnica de asignacin de las becas

89

Consideraciones sobre algunas de las variables excluidas del ndice


A continuacin se detallan algunas de las variables que formaban parte del ndice
elaborado por el equipo de investigacin anterior, y que no conforman el algoritmo
actual.



Variable Consumo de UTE


Cantidad de Automviles
Regionalizacin de la poblacin
Variable filiacin institucional UTU o UdelaR

Por motivos de extensin no es posible brindar una discusin exhaustiva sobre


las razones que sustentan la ausencia de estas variables en el nuevo ndice. Baste
sealar que la naturaleza de las decisiones responde a una diversidad de cuestiones
metodolgicas, que van desde la falta de disponibilidad de la informacin en la ECH
2011, hasta otras consideraciones de carcter tcnico.
Tcnica de anlisis y construccin del ndice
El ndice fue construido mediante la tcnica de regresin logstica. Los modelos
de respuesta discreta resultan apropiados para describir situaciones donde nuestra
variable dependiente es discreta y binaria y nuestras variables independientes son tanto
de naturaleza discreta como continua.
El ndice reporta la probabilidad de que un estudiante sea vulnerable en funcin
de los valores declarados en las variables consultadas. Es decir, la probabilidad8 de que
un estudiante sea declarado como vulnerable siendo propietario, teniendo servicio de
cable contratado, etc.

Tcnicamente, el ndice reporta la proporcin de casos estimados como vulnerables dados los valores en nuestras variables independientes.

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

90

Variable anidada
N
LRT (Rao-Scoot+F)
ROC- AUC
Mfadden R2
Max-Cook Distance

Variable anidada
N
LRT (Rao-Scoot+F)
ROC- AUC
Mfadden R2
Max-Cook Distance

Variable anidada
N
LRT (Rao-Scoot+F)
ROC- AUC
McFadden R2
Max-Cook Distance

Modelo 2
Jefe mujer
2361
p=0.092885
0,746
0.1172762
0.02456398
Modelo 8
Prop. desocupado
2355
p=0.025052
0,846
0.262667
0.02875047
Modelo 14
planchada
2349
p= 0.0091953
0,908
0.4001364
0.03096365

Modelo 3
Hacinamiento I
2360
p= <2.22e-16
0,796
0.1812767
0.02135281
Modelo 9
Prop. menores
2354
p=0.0040456
0,85
0.2690822
0.02557076
Modelo 15
Ind. vivienda
2348
p= 7.0828e-09
0,914
0.4195438
0.02743784

Modelo 4
Hacinamiento II
2359
p= 4.0951e-10
0,811
0.2068023
0.0240318
Modelo 10
Trans. priv.
2353
p= 9.9581e-12
0,871
0.3060545
0.03432384
Modelo 16
Internet
2347
p= 0.0021356
0,915
0.4254429
0.02640501

Cuadro 4. Bondad de ajuste de los modelos logsticos


Modelo 1
Nivel al jefe
2362
p=< 2.22e-16
0,739
0.1154088
0.02812669
Modelo 7
Sostenimiento
2356
p=4.9534e-11
0,844
0.2589458
0.02262365
Modelo 13
automvil
2350
p= 0.00011935
0,908
0.3961583
0.03287154

Fuente: elaboracin propia en base a datos de la ECH 2011.

Modelo 5
Propietario
2358
p= 6.7549e-06
0,823
0.2188743
0.02157924
Modelo 11
Salud priv.
2352
p=< 2.22e-16
0,901
0.377857
0.03932242
Modelo 17
cable
2346
p= 0.00038639
0,917
0.4343173
0.02777173

Modelo 6
Changas
2357
p=1.9485e-05
0,829
0.2314519
0.02050905
Modelo 12
Emovil
2351
p= 0.00030237
0,905
0.3863052
0.03730176

ndice de Vulnerabilidad Estudiantil, IVEs: herramienta tcnica de asignacin de las becas

91

Seleccin del modelo final: bondad de ajuste de los modelos logsticos


En el cuadro 4, se presentan los principales indicadores sobre la bondad de ajuste de los modelos logsticos.
Entre stos se presentan la prueba de Razn de Verosimilitud9 del modelo analizado frente al modelo anterior, el rea bajo la Curva Roc10, y el R cuadrado de McFadden,
as como tambin el mximo valor de los residuos expresado en las distancias de
Cook11.
Es posible observar que todos los estadsticos de bondad de ajuste presentados
resultan en sealar al modelo 18 finalmente seleccionado con una capacidad predictiva
mayor a sus predecesores.
Definicin de los puntos de corte
El establecimiento de puntos de corte refiere a la necesidad del Fondo de clasificar a los solicitantes en visitas a direccionar las solicitudes a las diferentes etapas y
protocolos internos establecidos por la institucin. Como se mencion en el apartado
sobre el lugar del IVEs en el diseo organizacional, es preciso aclarar que de los valores
9

10

11

La prueba de Razn de Verosimilitud LRT (Rao-Scoot+F), disponible en el Survey Package versin


del 26 de septiembre de 2012 del Programa Estadstico R, fue utilizada para comparar la bondad de
ajuste entre los modelos anidados. Dicha prueba opera sobre el problema central del comportamiento asinttico de la diferencia entre las devianzas, la cual no presenta una distribucin chi-cuadrado,
al cargar en la construccin de los Modelos Lineales Generalizados contrastados, la informacin del
diseo muestral. El centro de la discusin se sita en que los coeficientes logit, no son ajustados
mediante mxima verosimilitud clsica que requiere probabilidades de muestro independiente, supuesto que no se cumple en diseos de muestras complejas como es la ECH 2011. De esta manera
la funcin ajustada se denomina pseudo verosimilitud o verosimilitud emprica (Rao, 2006) y resulta
de utilizar en el clculo del producto de la funcin de verosimilitud, la contribucin a la misma de cada
observacin, considerando su peso muestral calculado como el inverso de la probabilidad de inclusin, conocido como el estimador de Horvit-Thompson. Este proceso estadstico tambin es tratado
en la bibliografa especializada como Scale-Load, donde se consideran los pesos muestrales como
pesos de precisin.
La curva ROC, es una representacin grfica que permite evaluar la capacidad del modelo para
discriminar. La curva grfica representa la sensibilidad como funcin de (1-especifidad), para todos
los posibles puntos de corte. El rea bajo la curva Roc (AUC) representa la probabilidad de que un individuo vulnerable elegido al azar, tenga mayor probabilidad estimada por el modelo de ser vulnerable
que un individuo no vulnerable elegido tambin al azar. Por esta razn la capacidad de discriminacin
mejora a medida que nos acercamos al lmite superior del recorrido de la funcin (0,1). La bibliografa
especializada (Hosmer y Lemeshow, 2000:160), establece que puede considerarse una discriminacin aceptable a partir una valor del rea bajo la Curva Roc (AUC), entre 0,7 < AUC < 0,8. Excelente
discriminacin entre 0,8 < AUC < 0,9. Y una discriminacin excepcional a partir de un valor de AUC
mayor a 0,9.
Las medidas de influencia como las Distancias de Cook, permiten detectar qu puntos son ms influyentes en la estimacin del ajuste del Modelo de Regresin logstica, midiendo el cambio que ocurre
cuando se re tira una observacin del clculo de los parmetros del modelo. Valores grandes de la
Distancia de Cook (j 1), indican que la j-sima observacin ejerce influencia en las estimaciones
de los parmetros del modelo. La fila Max-Cook Distance, en el cuadro 1, presenta el mximo valor
de Cook registrado en cada uno de los modelos.

92

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

del ndice no resulta en forma definitiva la adjudicacin de la beca o, por el contrario, la


prdida del derecho a la misma. Dados los protocolos de trabajo del Fondo, el ndice
permite direccionar la informacin aportada por los solicitantes a diferentes procesos,
al tiempo que establece un orden de prioridad de la documentacin presentada por los
solicitantes para ser corroborada dentro de la institucin.
De esta manera, a medida que aumenta el puntaje del ndice aumentan tambin
sus chances de obtener prioridad de que su documentacin ingrese con anterioridad a
la presentada por otros solicitantes que obtuvieron puntajes inferiores. Esta metodologa conecta por la va de los hechos, los dispositivos institucionales con las urgencias
de los estudiantes vulnerables. La documentacin de los estudiantes ms vulnerables
tendr prioridad frente a aquellos con menor vulnerabilidad calculada por el IVEs. Esta
lgica se orienta a asignar la beca y la ayuda econmica, lo ms tempranamente posible, a aquellos estudiantes que ms lo necesitan. Sin embargo, toda la documentacin
es analizada por el equipo de tcnicos del Fondo de Solidaridad resultando en correcciones a la misma en aquellos casos en que sea pertinente.
De manera que el puntaje del ndice, como resultado de una regresin logstica,
informa sobre la proporcin estimada de casos que en sus hogares perciben menos de
3,5 BPC, dados los valores declarados en cada una de las variables consideradas. De
este modo, un valor de 0,20 implica que tan solo el 20% de las personas que tienen
los atributos declarados en las variables pertenecen a la poblacin objetivo, en tanto
que el 80% no.
Adicionalmente, el ndice complementa la informacin sobre el ingreso per cpita
declarado por los solicitantes y establecido en la normativa de la institucin, estableciendo un sistema de alertas en aquellos casos en que el puntaje del IVEs no se corresponde con la declaracin de ingresos.
Como resultado del proceso de estimacin, los puntos de corte establecidos
fueron los siguientes:
1. Aquellos con valores inferiores a 0,10, se consideran estudiantes con baja probabilidad de pertenecer a la poblacin objetivo.
2. Aquellos con valores iguales o superiores a 0,10 e inferiores a 0,50 se encuentran entre los estudiantes con probabilidad intermedia.
3. Los estudiantes que obtuvieron un puntaje del IVEs igual o superior a 0,50 representan a aquellos estudiantes con alta probabilidad de pertenecer a la poblacin
objetivo, y que en el caso de que su declaracin de ingreso sea acorde a la normativa, se ven beneficiados en el orden de los controles administrativos.
Esta estrategia se basa en que la asignacin de la beca es una condicin fundamental para la continuidad de los estudios.

ndice de Vulnerabilidad Estudiantil, IVEs: herramienta tcnica de asignacin de las becas

93

Aplicacin del IVEs: anlisis y diagnstico


El IVEs aplicado a los registros
En este apartado se estudia el comportamiento del IVEs aplicado a la poblacin
que sirvi de base a su clculo. La misma refiere a datos provenientes de las inscripciones que son habilitadas en el sistema para la solicitud de becas y que conforman la
poblacin objetivo del Fondo.
Cuadro 5. Porcentaje de clasificacin por rango de valores del IVEs
y resolucin del Informe Social

Resolucin
por Informe
Social

Verde
50,5%
15,0%
65,4%

S
No
Total

Amarillo
12,3%
10,1%
22,4%

Rojo
4,2%
8,0%
12,2%

Total
67%
33%
100%

Fuente: Elaboracin propia en base a datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.

Mediante el cuadro anterior puede observarse que la mayor parte de los solicitantes (Cuadro 5) fueron clasificados como verdes y tras el anlisis de la documentacin
se les otorg finalmente la beca. Sin atender a la distribucin interna de cada categora
en relacin a la magnitud de aprobaciones (que se tratar a continuacin), puede observarse que desde el punto de vista de los porcentajes globales, la mayor parte de los
solicitantes concurre a la institucin con un perfil de vulnerabilidad.
El cuadro 6 aporta informacin sustantiva en la evaluacin de la eficiencia del
instrumento. En primer lugar, puede observarse que los porcentajes se encuentran
concentrados en la diagonal principal, lo cual informa que existe un mayor volumen de
aciertos, tanto en los verdes como en los rojos.
Cuadro 6. Porcentaje de clasificacin por rango de valores del IVEs,
segn resolucin del Informe Social

Resolucin
por Informe
Social

SI
NO
TOTAL

Verde
77,1%
22,9%
100%

Amarillo
54,9%
45,1%
100%

Rojo
34,6%
65,4%
100%

Fuente: Elaboracin propia en base a datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.

Puede observarse que el 77,1% de las becas aprobadas por el IVEs tuvo el visto
bueno, una vez transitada la documentacin por los diferentes procesos administra-

94

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

tivos y controles realizados por los tcnicos del Fondo de Solidaridad, a la vez que
el volumen de rojos no aprobados alcanza el 65,4%, lo cual permite realizar un juicio
positivo sobre el comportamiento de la herramienta.
Cuadro 7. Porcentaje de clasificacin por rango de valores del IVEs,
segn tramos de ingresos del Fondo de Solidaridad

Rango
Ingresos FS

Hasta 7794
7795 a 10392
Mayor a 10392
Total

Verde
84,8%
9,9%
5,3%
100%

Amarillo
64,4%
19,3%
16,3%
100%

Rojo
41,8%
25,5%
32,7%
100%

Total
75,0%
13,9%
11,1%
100%

Fuente: Elaboracin propia en base a datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.

Finalmente el cuadro 7, nos permite evaluar el volumen de aciertos del IVEs, esta
vez relacionado no con la evaluacin y decisin institucional sobre el otorgamiento de
las becas, sino sobre el ingreso per cpita de los hogares, declarado por los solicitantes. El primer tramo refiere a aquellos estudiantes que declararon un ingreso per cpita
del hogar menor o igual a 3 BPC. Puede observarse que el IVEs predice correctamente
casi al 85% de los mismos, lo cual declara un fuerte poder predictivo.
Bibliografa
Agresti, A. (2002). Categorical Data Analysis. Second Edition ed. New York: Wiley.
Amarante, V.; De Melo, G.; Vigorito, A. y Machado, A. (2008). Metodologa para la seleccin de los beneficiarios del nuevo sistema de asignaciones familiares. Informe Final.
UdelaR. 2008.
Fiori, N. y Mesa, M. (2011). Informe de sntesis: ndice de Vulnerabilidad Estudiantil para la
seleccin de beneficiarios del Fondo de Solidaridad. Producto 3.
Hosmer, D. y Lemeshow, S. (2000). Applied Logistic Regression. New York: John Wiley.
Llamb, C. y Pieyro, L. (2012). ndice de Nivel Socioeconmico (INSE).
Lumley, T. (2012). Package: survey: Analysis of complex survey samples. Versin 3.29.
Rao, J. N. K. (2006). Empirical Likelihood Methods for Sample Survey Data: An overview.
Austrian Journal of Statistics. Volumen 35, Number 2&3, 191196. Carleton University,
Ottawa, Canad.

ndice de Vulnerabilidad Estudiantil, IVEs: herramienta tcnica de asignacin de las becas

Anexo estadstico

Sensitivity

0.2

0.4

0.6

0.8

1.0

ANEXO 1

0.0

Area under the curve = 0.917

0.0

0.2

0.4

0.6

0.8

1.0

1Specificity

Representacin grfica de la Curva Roc del modelo final


Fuente: Elaboracin propia, en base a los microdatos de la ECH 2011.

ANEXO 2
Model

0.0

0.2

0.4

depend

0.6

0.8

1.0

Data

0.0

0.2

0.4

0.6

0.8

1.0

Linear Predictor

Representacin grfica entre los valores pronosticados (Model) y los observados (Data).
Fuente: Elaboracin propia, en base a los microdatos de la ECH 2011.

95

Caracterizacin del perfil de becarios 2012 del


Fondo de Solidaridad
Gabriel Errandonea Lennon1 - Gabriel Gmez2
Con el objetivo de proporcionar al Fondo de Solidaridad un instrumento que permita ordenar y discriminar a los solicitantes de las becas como potencialmente pertenecientes al grupo definido como beneficiario, en el cumplimiento de los criterios
establecidos en la normativa vigente, el Departamento de Sociologa constituy un
equipo de investigacin integrado por los socilogos Gabriel Errandonea Lennon y
Gabriel Gmez. Para alcanzar los objetivos centrales de cooperacin fijados, el equipo de investigacin tuvo que explorar las caractersticas sociodemogrficas de los aspirantes. En el marco del testeo final de los resultados alcanzados con el instrumento
elaborado, y con base en dicha exploracin, las autoridades del Fondo solicitaron
al equipo de investigacin una caracterizacin de los aspirantes, en trminos de la
obtencin o no de la beca.

El objetivo fue la determinacin de los elementos de juicio que, con base emprica, permitieran reflexionar sobre las relaciones recprocas entre las caractersticas
de ambos grupos, con el sentido de revisar y, eventualmente ajustar, las normativas y
procedimientos de seleccin y asignacin de las becas.
Esta caracterizacin comparativa, represent un esfuerzo independiente y paralelo al que fuera necesario para ajustar los instrumentos de estimacin probabilstica de
1

Magster en Sociologa. Experto Universitario de Indicadores y Estadsticas Educativas. Diplomado


en Investigacin Social Aplicada, actualmente Candidato a Doctor en Ciencias Sociales (orientacin
Sociologa). Profesor Adjunto del Departamento de Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales
de la Universidad de la Repblica, encargado de la Ctedra de Anlisis Sociolgico I. Director de la
Divisin de Documentacin, Investigacin y Estadsticas, de la Direccin de Educacin, del Ministerio
de Educacin y Cultura de la Repblica Oriental del Uruguay. Investigador responsable del convenio
marco de Cooperacin Tcnica con el Fondo de Solidaridad. [email protected]
Licenciado en Sociologa. Candidato a Magster en Sociologa por la Facultad de Ciencias Sociales de
la Universidad de la Repblica. Profesor Asistente del Departamento de Sociologa de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de la Repblica. Asistente Tcnico Encargado del Departamento
de Estadstica del rea de Investigacin y Estadstica, de la Direccin de Educacin, del Ministerio de
Educacin y Cultura. Investigador responsable del procesamiento logstico en el convenio marco de
Cooperacin Tcnica con el Fondo de Solidaridad. [email protected]

98

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

pertenencia al grupo objetivo (es decir, aquel compuesto por los aspirantes tericamente merecedores de la ayuda econmica)3 y arroj como resultado una caracterizacin
de gran importancia para valorar los procedimientos seguidos.
Adems de constituir una primera mirada sobre los jvenes que aspiran a obtener
la beca del Fondo (valiosa en s misma). Esta caracterizacin ha permitido contar con
indicios de quines son, qu caractersticas tienen y cmo se relacionan dichos atributos con su probabilidad relativa de ser finalmente beneficiados.
Las siguientes pginas resumen los principales hallazgos de dicha exploracin.
Entre ellos destacan la procedencia institucional4, la situacin particular de las mujeres
y la manera en que, tanto el departamento de origen, como la antigedad del estudiante, afectan las chances relativas de obtener la beca.
Algunos de estos hallazgos tienen especial inters, en la medida en que ya han
tenido impacto sobre la reglamentacin y los mecanismos de accesibilidad que hoy
operan en la seleccin de los becados. Y, en este sentido, representan un contenido
singular: no es habitual poder comunicar resultados de investigacin que simultneamente signifiquen, adems de un conocimiento novedoso, un factor de accin social
efectivo, es decir que haya alterado el accionar de las instituciones y, por consiguiente,
la vida real de las personas.
Caracterizacin bsica
Sobre un total de 4.640 aspirantes5 en el ao 2012, un 67% obtuvo la beca y el
70,8% de los que la obtuvieron resultaron ser mujeres. Casi nueve de cada diez aspirantes son jvenes cuyas familias residen en el interior del pas y ms de nueve de cada
diez estudian en centros de la UdelaR (84,1% y 93,3%, respectivamente).
Esta distribucin territorial se agudiza entre los hombres y particularmente entre
aquellos que estudian en centros del Consejo de Educacin Tcnico Profesional (CETP)
de la Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU). Masculino: 86,9% UdelaR y 90,2%
CETP.

3
4

El ajuste de los instrumentos de estimacin probabilstica de pertenencia al grupo objetivo de los


aspirantes, fuera el eje de actividad central del convenio marco. La metodologa y los resultados de
ese trabajo se resumen en el artculo anterior de los mismos autores en el presente libro.
Si bien la cantidad de solicitantes del CETP (UTU), en comparacin con los de la UdelaR, es sensiblemente menor, es decir que toda precisin comparada en esta poblacin supone niveles de significacin ms exigentes para su consideracin, es claro que el perfil socioeconmico de los primeros es
diferente y menor que el de los segundos.
Difiere la cantidad de aspirantes al comparar el cruce por Sexo con el cruce por Departamento. Esto
es as porque la informacin sobre sexo slo estaba disponible para 4.632 de los 4.640 solicitantes
que brindaron informacin sobre el departamento de residencia de su familia.

Caracterizacin del perfil de becarios 2012 del Fondo de Solidaridad

99

Cuadro 1. Marca de aprobacin de la beca


Segn sexo del aspirante y grandes reas
MARCA DE APROBACIN DE LA BECA
No
Total
SEXO DEL ASPIRANTE
Aspirantes
908
473
1.381
Masculino
%
29,2
31,0
29,8
Aspirantes
2.197
1.054
3.251
Femenino
%
70,8
69,0
70,2
GRANDES REAS
Aspirantes
473
277
750
Montevideo
%
15,2
18,1
16,2
Aspirantes
2.634
1.256
3.890
Resto del pas
%
84,8
81,9
83,8
Total
% Marca
67,0
33,0
100,0
% Sexo
100,0
100,0
100,0
S

Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.

Entre los departamentos que destacan por el volumen de jvenes aspirantes que
de all provienen, deben sealarse, adems de Montevideo y Salto, que son departamentos que cuentan con centros de UdelaR de larga tradicin (15,9% y 8%, respectivamente), a Canelones, Paysand, Colonia, Tacuaremb y Rivera (15,5%, 7,1%, 5,9%,
5,8% y 5,6%, respectivamente). A su vez Paysand destaca particularmente, por la alta
proporcin, tanto entre los varones como entre las mujeres, de aspirantes del CETP
(UTU) cuyas familias residen en dicho departamento (aspirantes del CETP: 16% femeninos y 17% masculinos).
En materia de estado civil, se trata de una poblacin casi totalmente integrada
por personas solteras. En comparacin con UdelaR, entre los del CETP (UTU) destacan
levemente las uniones libres, particularmente entre las mujeres, pero las diferencias
son marginales.
A su vez, la cantidad de hijos refleja el perfil antes reseado en materia de Estado Civil: el 97,7% no tiene hijos y es entre los que asisten a centros del CETP (UTU),
particularmente entre las mujeres, que se observa una mayor proporcin relativa de
aspirantes que tienen al menos un hijo.

100

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

Cuadro 2. Sexo y centro de estudios


Segn departamento de procedencia, estado civil y cantidad de hijos

Montevideo
Resto del pas

SEXO
Masculino
Femenino
Centro de Estudios
Centro de Estudios
UdelaR
CETP (UTU) UdelaR CETP (UTU)
DEPARTAMENTO DE PROCEDENCIA
13,1
9,8
17,4
16,3
86,9
90,2
82,6
83,7

Artigas
Canelones
Cerro Largo
Colonia
Durazno
Flores
Florida
Lavalleja
Maldonado
Paysand
Ro Negro
Rivera
Rocha
Salto
San Jos
Soriano
Tacuaremb
Treinta y Tres

13,8
4,7
5,6
4,1
1,4
3,6
2,0
3,6
13,8
6,5
3,5
6,4
3,4
8,7
0,0
5,9
6,4
2,2

Soltero/a
Unin Libre
Casado/a
Divorciado/a

97,7
1,9
0,2
0,2

0
1
2
Total

98,9
1,1
0,1
100,0

10,4
5,5
6,1
0,6
1,8
0,0
3,1
1,8
10,4
16,0
9,2
6,7
1,2
9,2
0,0
3,1
6,7
3,7

16,5
3,6
6,2
2,7
1,8
3,5
2,7
3,6
16,5
6,4
3,2
5,1
3,2
7,7
0,0
4,9
5,4
2,1
ESTADO CIVIL
95,7
95,7
3,0
3,6
1,2
0,7
0,0
0,1
CANTIDAD DE HIJOS
97,0
97,6
3,0
2,2
0,0
0,3
100,0
100,0

Total
Centro de Estudios
UdelaR CETP (UTU)
16,1
83,9

12,8
87,2

15,6
3,0
2,2
2,2
0,7
0,7
2,2
0,0
15,6
17,0
8,9
7,4
2,2
5,9
0,0
1,5
7,4
2,2

15,7
3,9
6,0
3,1
1,7
3,5
2,5
3,6
15,7
6,4
3,3
5,5
3,3
8,0
0,0
5,2
5,7
2,1

12,8
4,4
4,4
1,3
1,3
0,3
2,7
1,0
12,8
16,4
9,1
7,0
1,7
7,7
0,0
2,3
7,0
3,0

91,9
5,9
2,2
0,0

96,2
3,1
0,6
0,1

94,0
4,3
1,7
0,0

93,6
6,4
0,0
100,0

97,9
1,9
0,2
100,0

95,4
4,6
0,0
100,0

Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.

Caracterizacin del perfil de becarios 2012 del Fondo de Solidaridad

101

En cuanto a la composicin estructural del hogar que estos estudiantes integran,


dos de cada diez (21,5%) pertenecen a hogares con un ndice de Hacinamiento de 5 o
superior (5 o ms personas por bao disponible), casi tres de cada diez hogares con
un ndice de Hacinamiento de 4 y algo ms de la mitad, hogares cuyo ndice de Hacinamiento es inferior a 2 (1,5).
Caracterizacin socioeconmica del hogar
Para caracterizar socioeconmicamente a los aspirantes a las becas, se seleccionaron variables estructurales sobre el hogar e indicadores de ingresos directos e
indirectos.
Para una descripcin estructural se eligieron indicadores de condiciones de convivencia, como el hacinamiento (como razn de integrantes del hogar por cada bao
disponible) y la cantidad de menores de 14 aos en el hogar.
Cuadro 3. Sexo y centro de estudios
Segn hacinamiento y cantidad de menores de 14 aos en el hogar
SEXO
Femenino
Total
Centro de Estudios
Centro de Estudios
UdelaR
CETP (UTU)
UdelaR
CETP (UTU)
HACINAMIENTO
48,2
50,0
52,6
52,1
51,3
51,0
30,6
25,0
26,2
22,9
27,4
24,0
21,2
25,0
21,2
25,0
21,2
25,0
CANTIDAD DE MENORES DE 14 AOS EN EL HOGAR
71,0
65,6
70,4
72,8
70,6
68,9
22,9
25,2
22,1
16,9
22,3
21,4
4,4
7,4
5,5
7,4
5,2
7,4
1,2
1,2
1,6
2,2
1,5
1,7
0,4
0,0
0,3
0,7
0,3
0,3
0,0
0,6
0,1
0,0
0,1
0,3
0,1
0,0
0,1
0,0
0,1
0,0
0,0
0,0
0,0
0,0
0,0
0,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0

Masculino
Centro de Estudios
UdelaR CETP (UTU)
<= 3
44
5+
0
1
2
3
4
5
6
7
Total

Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.

La mitad de los aspirantes integran hogares que cuentan con un bao cada un
mximo de tres integrantes y siete de cada diez integran ncleos familiares sin menores de 14 aos (51,4% y 70,4%, respectivamente). Ahora bien, el hacinamiento dismi-

102

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

nuye entre las mujeres y se incrementa entre los aspirantes de UdelaR, particularmente
entre los hombres. Y la presencia de menores de 14 aos de edad, que se reduce entre
los estudiantes del CETP (UTU), en realidad slo ocurre cuando se trata de aspirantes
de sexo femenino: en los hogares de los aspirantes varones del CETP (UTU), se incrementa la proporcin en que existen uno y hasta dos menores de 14 aos en el ncleo
familiar.
En cuanto a la caracterizacin econmica, se han seleccionado algunos indicadores directos y otros indicadores indirectos. Ya se seal que el ingreso per cpita
agrupado, fue construido para dividir a los aspirantes en tres grupos iguales. De manera que toda diferencia de integracin ser significativa de caractersticas desiguales
de naturaleza estructural.
En este sentido, rpidamente se observa que los niveles de ingreso de los aspirantes que estudian en establecimientos del CETP (UTU) son, en trminos relativos,
inferiores a los que lo hacen en la UdelaR. Pero esto se agudiza particularmente para
el caso de las muchachas: casi la mitad de las mujeres que estudian carreras del CETP
(UTU) pertenecen al primer tercil de ingresos per cpita declarados (45,6%6).
En cuanto al estado de la vivienda, una cuarta parte de los solicitantes (26%)
habitan viviendas que no tienen grietas en el piso, el cual es adems de material, y no
tiene humedades o goteras en los techos (los cuatro indicadores considerados para el
ndice de estado de la vivienda) y slo el 4,3% renen los cuatro defectos estructurales
de la vivienda sealados.
Pero casi un tercio de todos ellos declararon al menos uno de los problemas sealados (31,2%) y un cuarto hasta dos de estos defectos estructurales en su vivienda
(25,3%).
Y nuevamente es entre las aspirantes femeninas del CETP (UTU), que este perfil
resulta menos promisorio.

Por razones de robustez estadstica, es necesario recordar que estamos comparando 62 muchachas
de 136 que estudian en el CETP (UTU), con 1.050 de 3.110 que lo hacen en la UdelaR.

103

Caracterizacin del perfil de becarios 2012 del Fondo de Solidaridad

Cuadro 4. Sexo y centro de estudios


Segn ingreso per cpita, ndice de estado de la vivienda,
sostenimiento y cantidad de inactivos

<= 4449
4450 - 7063
7064+
0
1
2
3
4
<= 1,50
1,51 - 2,00
2,01 - 3,00
3,01+
0
1
2
3
4
5
Total

SEXO
Masculino
Femenino
Centro de Estudios
Centro de Estudios
UdelaR CETP (UTU) UdelaR CETP (UTU)
INGRESO PER CPITA
30,8
34,8
33,8
45,6
33,5
32,3
33,4
28,7
35,7
32,9
32,8
25,7
NDICE DE ESTADO DE LA VIVIENDA
27,4
26,8
25,5
21,3
31,4
32,3
31,1
31,6
23,8
22,6
26,0
27,9
13,2
14,0
13,0
14,7
4,1
4,3
4,4
4,4
SOSTENIMIENTO
30,1
29,9
32,0
35,7
33,2
29,9
30,2
25,7
23,0
25,0
23,0
17,9
13,7
15,2
14,8
20,7
CANTIDAD DE INACTIVOS
77,4
75,0
78,1
77,9
19,3
20,7
17,7
18,6
3,0
4,3
3,7
3,6
0,3
0,0
0,4
0,0
0,0
0,0
0,1
0,0
0,0
0,0
0,0
0,0
100,0
100,0
100,0
100,0

Total
Centro de Estudios
UdelaR CETP (UTU)
32,9
33,5
33,6

39,7
30,7
29,7

26,1
31,2
25,4
13,1
4,3

24,3
32,0
25,0
14,3
4,3

31,5
31,0
23,0
14,5

32,6
28,0
21,7
17,8

77,9
18,2
3,5
0,3
0,1
0,0
100,0

76,3
19,7
3,9
0,0
0,0
0,0
100,0

Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.

Por otra parte el 62,3% proviene de hogares en que hay hasta dos desocupados
por ocupado (31,5% hasta 1,5 y 30,8% entre 1,51 y 2); el 23% integra hogares con
entre dos y tres desocupados por cada ocupado y un 14,7% de los hogares tiene ms
de tres desocupados por cada ocupado.
Se observa tambin que el sostenimiento result ms polarizado entre los alumnos del CETP (UTU), en que se registran mayores proporciones de Sostenimiento
<=1,5 o >3, si se les compara con los aspirantes de UdelaR (32,6% y 17,8%; 31,5%

104

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

y 14,5%, respectivamente). Esta relacin nuevamente se acenta sensiblemente entre


las mujeres (35,7% y 20,7%; 32% y 14,8%, respectivamente).
En relacin con la cantidad de inactivos en el hogar de procedencia, casi ocho
de cada diez integran hogares sin jubilados ni pensionistas (77,8%). Esto se incrementa
levemente entre los aspirantes que asisten a centros educativos de la UdelaR y particularmente entre las mujeres. Pero se trata de diferencias menores que no revisten
mayor significacin.
Caracterizacin educativa del aspirante y del jefe de hogar
La casi totalidad de quienes solicitaron beca, no han realizado su trnsito educativo de primaria a ciclo bsico de educacin media en instituciones privadas (95,4%).
Esto result levemente inferior entre los estudiantes de la UdelaR, entre los que el 4,8%
realiz este trnsito en la educacin privada (levemente acentuado entre las jvenes, al
comparar con los varones).
El nivel educativo del padre tiende a concentrarse en educacin media superior
(33,1%), y aunque no se registran diferencias importantes con educacin primaria y media bsica (27,5% y 26,4%, respectivamente), s las hay con educacin terciaria (13%).
Nuevamente este perfil se agudiza entre los aspirantes del CETP, muy especialmente
entre las mujeres (hasta primaria completa: 34,3% y 36,4%, respectivamente).
Si bien las diferencias porcentuales son menores, como surge de examinar el
peso de estos coeficientes en el algoritmo, su capacidad explicativa no es desdeable.
Cuadro 5. Sexo y centro de estudios
Segn nivel trnsito privada y educativo del jefe
SEXO
Masculino
Femenino
Total
Centro de Estudios Centro de Estudios
Centro de Estudios
CETP
CETP
CETP
UdelaR
UdelaR
UdelaR
Total
(UTU)
(UTU)
(UTU)
TRNSITO PRIVADA
No
95,3
99,4
95,1
97,9
95,2
98,7
95,4
S
4,7
0,6
4,9
2,1
4,8
1,3
4,6
NIVEL EDUCATIVO DEL JEFE
Primaria
26,6
32,5
27,2
36,4
27,0
34,3
27,5
Media Bsica
25,9
27,0
26,8
19,3
26,6
23,4
26,4
Media Superior
32,8
27,6
33,6
33,6
33,4
30,4
33,1
Terciaria
14,6
12,9
12,4
10,7
13,1
11,9
13,0
Total
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.

Caracterizacin del perfil de becarios 2012 del Fondo de Solidaridad

105

Ms de siete de cada diez aspirantes iniciaron sus estudios en 2013 (72,7%).


La proporcin de estudiantes que inici sus estudios en 2012 o en aos anteriores es
mayor entre los aspirantes del CETP (30,3% del CETP y 26,9% de la UdelaR) y particularmente entre las mujeres (mujeres del CETP: 32,9%).
Casi nueve de cada diez estn iniciando sus estudios (87,1 en la UdelaR y 88,8%
en el CETP; 90% entre las mujeres del CETP). Ms de siete de cada diez son ingresos
(72,7%), aunque esto se incrementa entre los aspirantes de la UdelaR (73%), ya que
entre los aspirantes del CETP la casi totalidad son estudiantes que por primera vez
solicitan la beca (99,9%).
Entre los de UdelaR, la proporcin de ellos que adems inician por primera vez
sus estudios terciarios es relativamente mayor en comparacin con los aspirantes del
CETP (73% y 69,7%, respectivamente). Pero nuevamente las que se despegan en mayor grado del perfil general, son las mujeres que estudian en el CETP. Entre ellas el
30% solicitan la beca por primera vez, pero ya se encuentran cursando sus estudios.
La gran mayora de los aspirantes no declara contar con ttulos anteriores
(91,5%). Pero en este caso existen pronunciadas diferencias entre los aspirantes de
UdelaR y del CETP (92,4% y 79%, respectivamente). Esto se acenta nuevamente entre
las mujeres. Adicionalmente, entre quienes declararon contar con un ttulo previo, destacan, particularmente entre los estudiantes del CETP, aquellos cuyo ttulo previo es de
nivel terciario (52,4%).
Efecto de otorgamiento
Estamos llamando efecto de otorgamiento a la diferencia de perfil bsico entre
quienes solicitaron la beca (los aspirantes) y el subgrupo de ellos que la obtuvieron.
El algoritmo de clculo ordenador, como parte intrnseca de su funcin, establece cierto sesgo de seleccin que se espera se refleje en algunos de los atributos de
los aspirantes y no en otros. En este apartado se valora el nivel de dicho sesgo para
algunas de las caractersticas ms importantes resumidas en el apartado anterior. El
objetivo es examinar aquel perfil, en comparacin con el perfil bsico del grupo que aspir, es decir el conjunto de estudiantes del cual fueron seleccionados los becados. Se
procura echar luz sobre el grado de especificacin inicial que produjo el otorgamiento
de las becas, an en aquellos aspectos que no necesariamente se esperaba resultaran
selectivos.
El 67% de los estudiantes terciarios que solicitan las becas las obtienen. Son
mayoritariamente mujeres y, si bien la proporcin de mujeres que finalmente la recibe
resulta levemente superior (70,2% y 70,8%, respectivamente), en realidad la diferencia
no es significativa. Por lo tanto, en trminos generales puede afirmarse que mujeres y
varones tienen probabilidades similares de obtener la beca7.
7

El valor de Phi es de 0,018, pero adems, su significacin es del 0,23. Por lo tanto no existen ele-

106

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

Cuadro 6. Sexo y centro de estudios


Segn ao de ingreso, ao que cursa y condicin de ingreso

Hasta 2009
Entre 2010 y 2012
2013
0
1
2
3
4
5
6
Ingreso
Primera vez
Renovacin
Total
1





SEXO
Masculino
Femenino
Centro de
Centro de
Estudios
Estudios
CETP
CETP
UdelaR
UdelaR
(UTU)
(UTU)
AO DE INGRESO
4,4
4,3
5,6
4,3
20,3
23,8
22,3
28,6
75,3
72,0
72,1
67,1
AO QUE CURSA
56,9
47,0
55,4
55,7
30,8
40,9
31,3
34,3
6,2
7,9
7,4
6,4
4,3
1,8
3,5
2,9
0,8
1,2
1,5
0,7
0,5
0,0
0,6
0,0
0,4
1,2
0,1
0,0
CONDICIN DE INGRESO1
75,2
72,0
72,1
67,1
24,8
28,0
27,9
30,0
0,0
0,0
0,0
2,9
100,0
100,0
100,0
100,0

Total
Centro de Estudios
UdelaR

CETP
(UTU)

Total

5,2
21,7
73,0

4,3
26,0
69,7

5,2
22,0
72,8

55,9
31,2
7,1
3,7
1,3
0,6
0,2

51,0
37,8
7,2
2,3
1,0
0,0
0,7

55,5
31,6
7,1
3,6
1,3
0,6
0,2

73,0
27,0
0,0
100,0

69,7
28,9
1,3
100,0

72,7
27,2
0,1
100,0

Categoras de becario:
INGRESO: Es el estudiante que ingresa por primera vez a la institucin educativa y solicita la beca.
PRIMERA VEZ CURSANDO: Solicita por primera vez la beca pero ya est cursando.
RENOVACIN: Tuvo la beca durante todo el ao anterior (cobr hasta el mes de diciembre inclusive).
RENOVACIN DISCONTINUADA: Es el estudiante que alguna vez fue becario, por alguna razn dej
de serlo y desea solicitar nuevamente la beca.
REINGRESO: Es el estudiante que alguna vez fue becario, egres y desea solicitar la beca para
realizar una nueva carrera.
Fuente: Categoras de Becarios, Precisin de conceptos, Fondo de Solidaridad. http://www.fondodesolidaridad.edu.uy/ (2013).
Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.

mentos para suponer que las diferencias registradas no resulten simplemente de diferencias de asignacin al azar (es decir que podran haber obtenido las becas en menor proporcin que los hombres).

107

Caracterizacin del perfil de becarios 2012 del Fondo de Solidaridad

Cuadro 7. Sexo y centro de estudios


Segn tiene ttulo previo y nivel educativo del ttulo previo

S
No
Universitario
Terciario
Media
Tcnico
Otro
Total

SEXO
Masculino
Femenino
Centro de Estudios
Centro de Estudios
UdelaR CETP (UTU) UdelaR CETP (UTU)
TIENE TTULO PREVIO
7,9
17,7
7,5
25,0
92,1
82,3
92,5
75,0
NIVEL EDUCATIVO DEL TTULO PREVIO
1,0
0,0
9,0
2,9
43,8
51,7
30,9
52,9
6,3
3,4
4,3
5,9
38,5
37,9
45,5
32,4
10,4
6,9
10,3
5,9
100,0
100,0
100,0
100,0

Total
Centro de Estudios
UdelaR CETP (UTU)
7,6
92,4

21,0
79,0

6,7
34,7
4,9
43,5
10,3
100,0

1,6
52,4
4,8
34,9
6,3
100,0

Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.

Pero la proporcin por sexo de quienes solicitan y de quienes obtienen la beca,


difiere al comparar la procedencia institucional de los solicitantes8.
Entre los solicitantes de UdelaR, el 72,3% de quienes obtienen la beca y el 71%
de quienes no la obtienen son mujeres.
Sin embargo, entre los aspirantes del CETP, en que el 53,9% de los aspirantes
son hombres, stos representan el 51,8% de quienes obtienen la beca y el 57,9% de
quienes son rechazados.
Por lo tanto, la probabilidad de obtener la beca en general no es significativamente mayor al ser mujer, pero se incrementa sustantivamente si se trata de una estudiante del CETP (UTU): entre quienes estudian en centros del CETP (UTU), aspiraron
a las becas un 7,9% menos mujeres que hombres, sin embargo stas participaron un
15,9% menos entre quienes fueron rechazados y slo un 3,6% menos entre quienes
obtuvieron la beca.
Esto es altamente consistente con el perfil de mayor vulnerabilidad reseado
para las mujeres del CETP (UTU) en el captulo anterior.

Es necesario tener presente que slo el 6,6% de quienes solicitan beca, son estudiantes del CETP
(UTU). De manera que toda precisin en las comparaciones deber se relativizada al volumen de cada
una de las coberturas.

108

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

Cuadro 8. Marca de aprobacin por centro de estudios segn sexo

SEXO
Masculino
Femenino
Total

MARCA DE APROBACIN
S
No
Centro de Estudios
Centro de Estudios
UdelaR CETP (UTU) UdelaR CETP (UTU)
27,7
51,8
28,9
57,9
72,3
48,2
71,0
42,1
100,0
100,0
100,0
100,0

Total
29,8
70,2
100,0

Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.

En cuanto al estado civil y la cantidad hijos de los aspirantes, ms de nueve de


cada diez son solteros y casi la totalidad an no tienen hijos (96,1% y 97,8%, respectivamente). Tampoco se observan diferencias relevantes al examinar el estado civil y la
cantidad de hijos, entre quienes obtuvieron y no obtuvieron la beca (96% y 96,3 solteros/as y 97,6% y 98,1% sin hijos, respectivamente).
El perfil comparado refleja un mayor grado de formalizacin entre quienes no
obtienen la beca. No se registran diferencias de significacin entre el estado civil de
quienes estudian en la UdelaR en comparacin con quienes lo hacen en el CETP (UTU).
Sin embargo, y aunque las diferencias son menores, stas son estadsticamente significativas en la cantidad de hijos: la proporcin de estudiantes del CETP (UTU) con
un hijo/a es levemente superior a la de los estudiantes que asisten a la UdelaR (4,6%
contra 1,9%, respectivamente). Esta condicin se refleja en el otorgamiento, incrementando levemente la probabilidad de acceso a la beca: uno o dos hijos, el 2,4% de los
que obtienen la beca y slo el 1,9% de los que no la obtienen.
En la antigedad como estudiante y en el departamento de procedencia se observan algunas diferencias interesantes.
El 72,8% de quienes solicitan una beca, ingresaron en el ao en curso, este
porcentaje se incrementa levemente entre los aspirantes de la UdelaR (73,1%), pero
adems tienen una probabilidad relativamente superior de obtenerla (75,2%).
Entre quienes ingresaron hasta 2009 inclusive (5,2% de todos los aspirantes),
no se registran diferencias de significacin entre quienes obtuvieron y quienes no obtuvieron la beca. Es decir que sus probabilidades de inclusin no se ven afectadas por
el ao de ingreso.
Sin embargo, como se dijo, el 75,2% de los que efectivamente obtuvieron beca
iniciaron sus estudios en 2013 y slo la obtuvieron el 19,8% de quienes ingresaron
unos pocos aos antes.

Caracterizacin del perfil de becarios 2012 del Fondo de Solidaridad

109

Cuadro 9. Marca de aprobacin y centro de estudios


Segn estado civil y cantidad de hijos

Soltero/a
Unin Libre
Casado/a
Divorciado/a
0
1
2
TOTAL

MARCA DE APROBACIN
CENTRO DE ESTUDIOS
No
S
TOTAL
UdelaR CETP (UTU)
TOTAL
ESTADO CIVIL
96,3
96,0
96,1
96,2
94,0
96,1
3,0
3,3
3,2
3,1
4,3
3,2
0,5
0,7
0,6
0,6
1,7
0,6
0,1
0,1
0,1
0,1
0,0
0,1
CANTIDAD DE HIJOS
98,1
97,6
97,8
97,9
95,4
97,8
1,7
2,2
2,1
1,9
4,6
2,1
0,2
0,2
0,2
0,2
0,0
0,2
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0

Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.

Cuadro 10. Marca de aprobacin segn ao de ingreso


AO DE INGRESO
Hasta 2009
Entre 2010 y 2012
2013
Total

MARCA DE APROBACIN
No
S
Total
5,6
5,0
5,2
26,5
19,8
22,0
68,0
75,2
72,8
100,0
100,0
100,0

CENTRO DE ESTUDIOS
UdelaR
CETP (UTU)
Total
5,2
4,3
5,2
21,7
25,0
22,0
73,1
70,7
72,8
100,0
100,0
100,0

Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.

Si bien las diferencias son menores, el nivel de significacin de la asociacin


entre ambos factores permite sealar que la probabilidad de obtener la beca favorece
a los recin ingresados y disminuye con la antigedad reciente.
Asimismo, la gran mayora de los aspirantes provienen de hogares situados en el
interior del pas (84,5%), pero la proporcin de aquellos que obtuvieron la beca y sus
hogares familiares se encuentran ubicados fuera de Montevideo asciende al 85,6%.
Un aspecto de singular inters es que el departamento de mayor procedencia,
junto con Montevideo, es Canelones, que a su vez incrementa levemente su participacin cuando se considera slo a los beneficiados, ocurriendo justamente lo contrario en
comparacin con los aspirantes capitalinos (15,0% y 15,3% provenientes de Canelones
y 15,3% y 14,4% de Montevideo, respectivamente).

110

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

De manera que la probabilidad de obtener la beca se incrementa de forma considerable si se compara a los aspirantes de Canelones con los de Montevideo.
Cuadro 11. Marca de aprobacin segn grandes reas
y departamento de procedencia
MARCA DE
APROBACIN

Montevideo
Resto del pas
Artigas
Canelones
Cerro Largo
Colonia
Durazno
Flores
Florida
Lavalleja
Maldonado
Paysand
Ro Negro
Rivera
Rocha
Salto
Soriano
Tacuaremb
Treinta y Tres
Total

No

17,6
82,4
4,2
15,2
3,7
5,8
3,0
1,7
3,4
2,4
3,5
6,2
3,1
5,3
3,2
7,7
3,6
5,0
5,5
100,0

14,4
85,6
4,7
12,7
4,3
4,3
1,3
1,3
0,3
2,7
1,0
15,3
8,7
7,0
1,7
7,7
2,0
2,3
7,0
100,0

CENTRO DE
ESTUDIOS
CETP
UdelaR
(UTU)
15,6
12,7
84,4
87,3
3,1
4,8
14,3
15,3
4,4
3,5
5,9
5,6
3,2
2,7
1,3
1,8
2,5
3,5
2,7
2,3
4,6
2,6
6,7
6,9
2,9
3,8
4,5
5,8
3,1
3,1
7,0
8,0
4,1
3,2
5,1
4,7
5,1
5,9
100,0
100,0

Chances
Total
Absolutas
15,5
84,5
4,2
15,0
3,8
5,7
2,9
1,6
3,2
2,4
3,3
6,9
3,5
5,4
3,1
7,7
3,5
4,8
5,6
100,0

1,69
2,11
3,15
2,17
1,61
1,90
1,71
2,80
2,89
1,76
1,15
2,09
2,62
2,61
2,02
2,33
1,57
1,86
2,33
2,03

Relativas
(Montevideo)
1,00
1,25
1,87
1,29
0,96
1,13
1,02
1,66
1,72
1,04
0,68
1,24
1,55
1,55
1,20
1,38
0,93
1,10
1,38

Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.

Sin embargo el departamento cuya relacin becados/no becados es mayor y


positiva, es Artigas, donde los becados superan en 1,7 puntos porcentuales a los no
becados (una diferencia relativa de 55,4% ms becados que rechazados). Le siguen
Florida y Flores, con 1,1 y 0,5 puntos porcentuales de diferencia positiva (42,8% y
38,2%, de diferencia relativa). En cambio los departamentos con una relacin ms
negativa, es decir que entre los aspirantes, los rechazados superan a los becados, son
Maldonado, San Jos, Cerro Largo, Montevideo, Durazno y Lavalleja (diferencias relativas entre beneficiados y no beneficiados con el otorgamiento de la beca: -43%, -22,5%,
-20,5%, -16,8%, -15,4% y -13,4%, respectivamente).

Caracterizacin del perfil de becarios 2012 del Fondo de Solidaridad

111

Si retomamos estos aspectos en trminos probabilsticos, surgen diferencias


pronunciadas en las probabilidades de obtener la beca en trminos del departamento
de procedencia.
En efecto, la chance de obtener la beca siendo del interior es de 2,11 a uno y,
proviniendo de Montevideo se reduce a 1,69. Es decir que la chance relativa de obtener
la beca, siendo de cualquier departamento, pero no de Montevideo, es de 1,25. Dicho
de otro modo, un estudiante tiene un 25% ms probabilidad de acceder a la beca, no
siendo de Montevideo.
Al observar este extremo con mayor detalle se observan situaciones muy diferentes. En los departamentos de Maldonado, San Jos y Cerro Largo, las oportunidades
de obtener la beca son inferiores en comparacin con los aspirantes de Montevideo. En
estos departamentos las chances absolutas de obtener una beca son de 1,15, 1,57 y
1,61, respectivamente, y de obtenerla en relacin con los aspirantes de Montevideo en
los tres casos resulta inferior a 1: 0,68, 0,93 y 0,96, respectivamente.
En los dems departamentos las chances relativas de obtener la beca en comparacin con los de Montevideo son superiores a 1, llegando al extremo en que, proviniendo de Artigas, Florida o Flores, estas chances casi alcanzan a duplicar las chances
de los aspirantes de Montevideo (1,87, 1,72 y 1,66, respectivamente) o en otros casos
igualmente llegan a superar el 50% de ventaja, como en el caso de Ro Negro y Rivera
(1,55).
La chance relativa diferencial de obtener la beca, con base en la procedencia
departamental, nos convoc a examinar las diferencias departamentales especficas.
Se realiz un anlisis de conglomerados para determinar, con base en los atributos fundamentales que especifican la inclusin o no de los aspirantes en el grupo
objetivo, las proximidades entre los departamentos.
Para ello se construy una base agrupada (unidad de anlisis colectiva: departamento), sobre la cual se realiz un anlisis de conglomerados jerrquicos (Cluster
Analysis).
Dicho anlisis permiti determinar las distancias que median entre los departamentos, en trminos de los atributos considerados para la elaboracin del ndice de
Vulnerabilidad Estudiantil (IVEs). Dichas diferencias y la consiguiente conglomeracin
progresiva de los mismos, se presenta en el siguiente dendograma (Infograma 1).

112

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

Infograma 1: Anlisis de Conglomerados Jerrquicos

Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.

Se observan en l claramente las enormes distancias que separan a Maldonado


y a Montevideo de los dems departamentos.
Para finalizar, es importante destacar algunos aspectos sobre los aportes culturales con que cuentan los aspirantes.
Un 8,5% de los aspirantes ya tienen un ttulo previo. Ms de cuatro de cada diez
de ellos cuentan con formacin tcnica, y casi otros cuatro con formacin terciaria
(42,1% y 37,5%, respectivamente). Un 5,9% de los que tienen ttulo al momento de
solicitar la beca, poseen un ttulo universitario. El 63% de los que cuentan con un ttulo
previo, obtienen la beca. Recordemos que la beca es otorgada al 67% de quienes la
solicitan.

Caracterizacin del perfil de becarios 2012 del Fondo de Solidaridad

113

Cuadro 12: marca de aprobacin y centro de estudios segn trnsito


privado Primaria-Media bsica, expresado como porcentajes

No
S
Total

MARCA DE APROBACIN
CENTRO DE ESTUDIOS
No
S
Total
UdelaR
CETP (UTU)
Total
TRNSITO PRIVADO PRIMARIA-MEDIA BSICA
91,8
97,2
95,4
95,2
98,7
95,4
8,2
2,8
4,6
4,8
1,3
4,6
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0

Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.

A modo de sntesis
Antes de realizar consideraciones finales es necesario resaltar algunas de las
conclusiones a las que se ha arribado:
1. El perfil socioeconmico de los aspirantes a becas del CETP (UTU) es diferente y
presenta un perfil de mayor vulnerabilidad que el de los aspirantes de la UdelaR.
Dicho perfil se deteriora de manera an ms significativa para el caso de las
mujeres.

Siendo esto cierto, son tambin las que en mayor proporcin fueron seleccionadas para el otorgamiento de la beca. Lo que habla muy bien de la manera en que
el algoritmo ha ponderado su situacin particular.
2. La oportunidad de ser beneficiado con la beca, disminuye con la antigedad
reciente.
3. En cuanto al factor departamento de procedencia:
a. El departamento cuya relacin becados/no becados es ms positiva es
Artigas (55,4% ms becados que rechazados: por cada artiguense rechazado, tres obtienen la beca).
b. El departamento con una relacin ms negativa es Maldonado (-43%: por
cada becado hay un rechazado).
c. La chance relativa de obtener la beca, siendo de cualquier departamento
en relacin a provenir de Montevideo es de 1,25.
d. La de los aspirantes de Artigas en comparacin con los de Montevideo es
de 1,87 y en comparacin con los de Maldonado de 2,73.

Es decir que quien aspira a la beca siendo de Artigas tiene casi el doble
de oportunidades en comparacin con los de Montevideo y casi el triple en
relacin con los de Maldonado.
4. La heterogeneidad entre las personas estudiadas para ajustar el algoritmo de
clculo es muy superior a la heterogeneidad entre las personas que finalmente
aspiran a recibir la beca.

114
5.

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

Finalmente, y como claramente surge del anlisis de conglomerados realizado:


a. Parece legtimo establecer parmetros especficos para Montevideo.
b. Y sera adems recomendable hacer lo propio con Maldonado.

De manera que nuestra reflexin final debe iniciar por un balance crtico sobre
el instrumento de ajuste probabilstico con base en la Encuesta Continua de Hogares
(ECH) del Instituto Nacional de Estadstica (INE). En efecto, hay que tener presente que
los mrgenes de error de estimacin fueron ajustados con base en una poblacin que,
en primer lugar, no ha optado en su totalidad por estudiar una carrera terciaria y, en
segundo lugar, no han necesariamente optado por solicitar una beca.
Como al parecer, quienes han elegido estudiar una carrera terciaria en una institucin pblica y solicitan la beca, mayoritariamente lo hacen con una clara conciencia
de su situacin de vulnerabilidad, los niveles de homogeneidad son mayores entre los
aspirantes, que entre las personas incluidas en la poblacin objetivo relevada por la
ECH del INE en 2012.
Por otra parte, la probabilidad de pertenecer al grupo de referencia tambin se ve
sesgada, por la probabilidad condicional relativa del nivel de ingreso en cada territorio.
Es que la distribucin territorial de la probabilidad de obtener una beca se encuentra asociada a la distribucin del ingreso per cpita del hogar en el territorio.
A nivel nacional, el primer quintil de ingresos per cpita se sita en los $ 6.325.
El valor mayor del primer quintil en Montevideo, se corresponde o aproxima al
valor medio del segundo quintil del resto del pas. A su vez, el valor mayor del segundo
quintil en Montevideo, se aproxima al valor mayor del segundo quintil en el resto del
pas.
Un examen ms detenido demuestra que esto favorece a los aspirantes de la
Regin Norte, en segundo trmino a los de las regiones Litoral Norte y Centro Norte y
finalmente a las regiones Sur, Centro Sur y Costa Este.
Esta distribucin se encuentra asociada a la distribucin del ingreso per cpita
del hogar en el territorio.

115

Caracterizacin del perfil de becarios 2012 del Fondo de Solidaridad

Cuadro 13. Quintiles de ingreso per cpita para el total de la poblacin


Mnimo

Mximo

0,00
6.324,97
9.446,37
13.485,25
20.427,87

6.324,89
9.445,90
13.484,26
20.427,87
842.012,66

Media

Mediana

Desviacin
tpica

Varianza

1.251,00
899,31
1.153,93
1.957,10
13.978,96

1.565.012,66
808.750,31
1.331.557,95
3.830.256,37
195.000.000,00

QUINTILES DE INGRESO
Q1
Q2
Q3
Q4
QM

4.471,63
7.867,39
11.326,93
16.463,15
32.262,02

4.652,61
7.839,36
11.258,87
16.217,47
27.961,65

Fuente: Elaboracin propia en base a la ECH 2012.

Cuadro 14. Quintiles de ingreso per cpita para la poblacin residente en Montevideo
Mnimo
Q1
Q2
Q3
Q4
QM

Mximo

0,00
7.400,00
7.402,48 11.983,00
11985,29 17.247,05
17.247,28 26.427,87
26.427,87 524.000,00

Media

Mediana

QUINTILES DE INGRESO
5.038,64
5.250,00
9.544,96
9.633,46
14.484,98 14.439.91
21.287,41 21.000,00
39.952,96 35.125,00

Desviacin
tpica

Varianza

1.606,03
1.298,54
1.525,71
2.613,95
16.110,46

2.579.319,35
1.686.196,69
2.327.775,76
6.832.742,40
260.000.000,00

Fuente: Elaboracin propia en base a la ECH 2012.

Cuadro 15. Quintiles de ingreso per cpita para la


poblacin residente en el resto del pas
Mnimo

Mximo

Media

Mediana

QUINTILES DE INGRESO
Q1
0,00
5.850,41
4.250,01
4.424,32
Q2 5.850,80
8,505,06
7.186,73
7.200,00
Q3 8.505,82
11.614,15
9.953,32
9.900,00
Q4 11.614,27 16.713,83 13.886,73 13.758,74
QM 16.715,54 842.012,66 25.933,11 22.365,64

Desviacin
tpica

Varianza

1.102,73
758,48
886,34
1.462,99
11.067,00

1.216.020,71
575.293,64
785.604,53
2.140.340,83
122.000.000,00

Fuente: Elaboracin propia en base a la ECH 2012.

Por lo tanto, parece prudente establecer diferentes valores tope en la cantidad


de bases de prestaciones y contribuciones (BPC) en el territorio. Por lo menos entre
Montevideo y el resto del pas.

116

Gabriel Errandonea Lennon - Gabriel Gmez

El instrumento implementado para el ordenamiento probabilstico de los aspirantes reduce sensiblemente los tiempos y mrgenes de error en la asignacin de becas,
optimiza los recursos del Fondo y permite ajustar los procedimientos.
Al momento de redactar este artculo, el Fondo de Solidaridad se encuentra introduciendo modificaciones en las normativas y procedimientos de seleccin y asignacin
de las becas, con base en los resultados antes reseados.
La articulacin entre la investigacin aplicada y el ajuste de las polticas pblicas
ha permitido, y seguir permitiendo en el futuro, la accin institucional correctiva de
los procesos, lo cual redunda en una mejor y ms justa accin de mitigacin sobre la
vulneracin de los derechos; en este caso, de libre acceso a la educacin terciaria.
Bibliografa
Agresti, A. (2002). Categorical Data Analysis. Second Edition ed. New York: Wiley.
Amarante, V.; De Melo, G.; Vigorito, A. y Machado, A. (2008). Metodologa para la seleccin de los beneficiarios del nuevo sistema de asignaciones familiares. Informe Final.
UdelaR. 2008.
Fiori, N. y Mesa, M. (2011). Informe de sntesis: ndice de Vulnerabilidad Estudiantil para la
seleccin de beneficiarios del Fondo de Solidaridad. Producto 3.
Hosmer, D. y Lemeshow, S. (2000). Applied Logistic Regression. New York: John Wiley.
Llamb, C. y Pieyro, L. (2012). ndice de Nivel Socioeconmico (INSE).
Lumley, T. (2012). Package: survey: Analysis of complex survey samples. Versin 3.29.
Rao, J. N. K. (2006). Empirical Likelihood Methods for Sample Survey Data: An overview.
Austrian Journal of Statistics. Volumen 35, Number 2&3, 191196. Carleton University,
Ottawa, Canad.

Cuidados, Gnero y nuevas tecnologas

Los cuidados no remunerados en salud: el rol


de las familias y las mujeres
Primeros resultados de la Encuesta Nacional de Cuidados No
Remunerados en Salud
Karina Batthyny1 - Natalia Genta2 - Valentina Perrotta3
Este artculo presenta algunos de los resultados del proyecto de investigacin CSIC
I+D Cuidados no remunerados: el aporte de las mujeres y las familias al sistema
de salud en Uruguay. Este proyecto tena como objetivo brindar conocimiento fundamental sobre el concepto y caractersticas del sistema domstico de cuidado no
remunerado en salud y su articulacin con el sistema institucional, aportando datos
sobre su magnitud en nuestro medio y enriqueciendo el concepto de cuidados que se
ha vuelto clave en los sistemas de proteccin y bienestar. Se implement en este marco la Encuesta Nacional de Cuidados No Remunerados en Salud, primera realizada
en el pas. Los resultados muestran la alta proporcin de cuidados no remunerados
en salud que proveen los hogares y particularmente las mujeres respecto a los cuidados institucionales.

Introduccin
Uruguay se enfrenta al desafo de asumir un nuevo enfoque de las polticas sociales de nueva generacin, consistente en el reconocimiento por parte del Estado del
cuidado como derecho universal. De esta forma los tres pilares clsicos del bienestar
vinculados a la salud, la educacin y la seguridad social, estn siendo complementados con el denominado cuarto pilar, que reconoce el derecho a recibir atencin en
situaciones de dependencia (Montao, 2009), no ya de forma residual (como excepcin
cuando no hay familia que pueda asumirlo) sino como obligacin del Estado. El pas dis1
2
3

Doctora en Sociologa. Profesora Agregada Grado 4 del Departamento de Sociologa. karina.


[email protected]
Magster en Ciencias Sociales con mencin en Gnero y Desarrollo. Candidata a Doctora en Sociologa por la Universidad de la Repblica .Asistente Grado 2 del Departamento de Sociologa natalia.
[email protected]
Magster en Gnero, Sociedad y Polticas. Sociloga. Ayudante Grado 1 del Departamento de Sociologa [email protected]

120

Karina Batthyny - Natalia Genta - Valentina Perrotta

cute la implementacin del Sistema Nacional de Cuidados, colocndose como uno de


los pases pioneros en la regin en la consideracin de los cuidados como un problema
pblico y asumiendo el Estado un rol clave.
La generacin de bienestar de nuestras sociedades depende en buena medida
de las actividades domsticas, en su inmensa mayora no remuneradas, que son desarrolladas por las familias. El cuidado de la salud constituye una de las actividades
no remuneradas con mayor incidencia sobre la vida econmica y social de los pases.
Estudios internacionales (Garca Calvente, et al, 1999; Daz, X. et al., 2006; Durn,
2008) evidencian que el cuidado de la salud de personas dependientes es realizado
mayoritariamente por las familias, mientras que las instituciones pblicas y privadas
participan de forma minoritaria. Esto tiene consecuencias de gnero relevantes para la
condicin de las mujeres en la sociedad pues, cuando las mujeres de las familias son
las principales proveedoras del bienestar, stas deben o bien excluirse del mercado
laboral o bien enfrentar mayores dificultades que sus pares masculinos para conciliar
trabajo productivo y reproductivo.
La distribucin entre Estado, familias, mercado y comunidad de los costos, roles
y responsabilidades en la atencin de las personas dependientes (nios/as, personas
mayores, discapacitados/as) es lo que se pone en juego en la definicin del cuidado
como poltica pblica. La intervencin y articulacin de esos diferentes actores impacta
en la posicin de las mujeres en las familias y en el mercado de trabajo, as como determina la efectiva capacidad de ejercer los derechos vinculados a su ciudadana social.
La provisin de cuidados en salud por parte de las familias carece de visibilidad
dadas sus caractersticas de trabajo no remunerado. Parte de esta invisibilidad se
sustenta en que estos servicios no suponen una retribucin monetaria, o una contabilizacin de los tiempos invertidos, lo que torna difcil su cuantificacin y la estimacin
de su aporte al el bienestar social. Ello deriva en que la atencin y los cuidados de la
salud sean generalmente entendidos y analizados nicamente en el marco del sistema
institucional de salud. Dicho sistema conjuga instituciones pblicas y privadas para ofrecer servicios profesionales e implica trabajo remunerado de los/as cuidadores/as. Sin
embargo, estos servicios constituyen slo la punta de un iceberg en el que el cuidado
no remunerado, sobre todo dentro de las familias, se configura como un verdadero
sistema invisible de atencin a la salud (Durn, 1999).
Las oportunidades con que cuentan las familias para sostener la provisin de
cuidados se ven actualmente comprometidas por la denominada crisis del cuidado.
La crisis del cuidado consiste en un desajuste entre la demanda de cuidados, compuesta por las personas dependientes (debido a su edad o presencia de enfermedades o
discapacidad de carcter permanente o temporal) y la oferta de cuidados, proveniente
de las personas disponibles para cuidar. En el contexto de crisis, la oferta de cuidados
disminuye mientras que aumenta la demanda. Este desajuste se vincula a una serie
de cambios culturales y demogrficos entre los que se destacan el aumento de la
esperanza de vida, el cual incrementa la demanda de cuidados de personas mayores,

Los cuidados no remunerados en salud: el rol de las familias y las mujeres

121

la disminucin de hogares de tipo tradicional (mujer ama de casa y varn proveedor) y


el aumento de la participacin de las mujeres en el mercado laboral que promueven la
disminucin de personas, particularmente mujeres, disponibles para brindar cuidado.
La constatacin de las necesidades especficas de cuidados en salud y de la
vulnerabilidad del sistema sanitario (apoyado en las familias y en un modelo familiar
biparental con hijos donde se proveen cuidadores) ante el endurecimiento de la crisis
de cuidados, y las desigualdades de gnero que el mismo entraa han derivado en una
serie de cuestionamientos.
Quines asumen los costos del cuidado no remunerado en salud? Qu perfil
tienen las personas cuidadoras en salud no remuneradas? A quines cuidan? Cul es
el vnculo que mantienen con el sistema institucional de salud? Estas son algunas de
las preguntas cuyas respuestas se desarrollarn a continuacin. Las mismas derivan
del anlisis de la Encuesta Nacional de Cuidados No Remunerados en Salud (Uruguay
2013), realizada por el Equipo de Relaciones de Gnero del Departamento de Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la Repblica4 con el
financiamiento del Programa Investigacin y Desarrollo de la Comisin Sectorial de
Investigacin Cientfica.
Los cuidados no remunerados en salud
La nocin de cuidados contina siendo discutida conceptualmente mientras
persisten innumerables trabajos de investigacin que abordan uno o varios aspectos
empricos relacionados a las actividades de cuidado. Hoy conviven diversas conceptualizaciones acerca del cuidado y las formas de abordarlo.
Partiendo y reconociendo una nocin amplia de cuidado5 se ha trabajado con
aquella que ha resultado til para la incidencia en las polticas pblicas. De esta forma,
se conceptualiz al cuidado como la accin de ayudar a un nio/a o a una persona
dependiente en el desarrollo y el bienestar de su vida cotidiana. Engloba, por tanto,
hacerse cargo de los cuidados materiales que implican un trabajo, de los cuidados
econmicos que implican un costo econmico, y de los cuidados psicolgicos que
implican un vnculo afectivo, emotivo, sentimental. El cuidado puede ser realizado
de manera honoraria o benfica por parientes en el marco de la familia, o puede ser
realizado de manera remunerada en el marco o no de la familia. La naturaleza de la
actividad variar segn se realice o no dentro de la familia y tambin de acuerdo a si
4
5

El proyecto de investigacin que da origen al artculo fue coordinado por Karina Batthyny, y cont
con la participacin de Rosario Aguirre en calidad de asesora, Natalia Genta y Valentina Perrotta como
investigadoras y Sol Scavino como ayudante de investigacin.
Referimos a la definicin propuesta por Fisher y Tronto (1990): El cuidado es una actividad especfica
que incluye todo lo que hacemos para mantener, continuar y reparar nuestro mundo, de manera que
podamos vivir en l tan bien como sea posible. Ese mundo incluye nuestros cuerpos, nuestro ser y
nuestro ambiente, todo lo que buscamos para entretejer una compleja red del sostenimiento de la
vida (Fisher y Tronto, 1990 en Montao, 2009: 27).

122

Karina Batthyny - Natalia Genta - Valentina Perrotta

se trata o no de una tarea remunerada6 (Aguirre, 2003; Batthyny, 2004). Los cuidados
no son por definicin en s mismos de carcter remunerado o no remunerado, esto
surge como consecuencia de elecciones polticas, valoraciones culturales compartidas
y sistemas de gnero.
La especificidad del trabajo de cuidados es la de estar basado en lo relacional, ya
sea en el marco de la familia o por fuera de ella. En el marco de la familia, su carcter
a la vez obligatorio y desinteresado le otorga una dimensin moral y emocional. No es
solamente una obligacin jurdica establecida por ley (obligacin de prestar asistencia
o ayuda) o una obligacin econmica, debido a que involucra tambin las emociones
que se expresan en el seno familiar al mismo tiempo que contribuye a construirlas y
mantenerlas.
Fuera del marco familiar, el trabajo de cuidados est marcado por la relacin
de servicio y preocupacin por los otros. El trabajo se realiza cara a cara entre dos
personas y genera lazos de proximidad, en una situacin de dependencia pues una es
tributaria de la otra para su bienestar y mantenimiento. De todas formas lo que unifica
la nocin de cuidado es que se trata de una tarea esencialmente realizada por mujeres,
ya sea que se mantenga dentro de la familia o que se exteriorice por la forma de prestacin de servicios personales (Aguirre, 2003; Batthyny, 2004).
La investigacin que da lugar a este artculo se propone generar conocimiento
respecto a una de las dimensiones del cuidado: la que contempla a los aspectos materiales que pueden medirse en horas. Dicha investigacin se sita en uno de los mbitos
donde se brinda cuidado que es el domstico, a travs del trabajo no remunerado.
En este sentido, la encuesta sobre los cuidados no remunerados en salud permite conocer las desigualdades de gnero en la provisin de cuidados en salud en los
hogares, as como sus vnculos con el sistema institucional de salud.
Por otra parte, resulta necesario definir conceptualmente a la salud para comprender mejor el alcance de los cuidados no remunerados en salud. La Organizacin
Mundial de la Salud defini en 1946 a la salud como: Completo estado de bienestar
fsico, psquico y social y no solamente la ausencia de enfermedad o invalideces (OMS,
1946). Esta definicin complejiza y amplifica la concepcin de salud que exista hasta
el momento, la cual estaba definida a partir de la oposicin (o negacin de) la enfermedad7.
A partir de los avances en el campo de la psicologa y las ciencias sociales, la
OMS incorpora tres tipos de componentes a su definicin de salud: fsico, psquico y social, los que superan una definicin basada estrictamente en la manifestacin fsica de
6
7

Esta definicin fue inspirada en los aportes de Letablier (2001).


Considerar a la salud como ausencia de enfermedad tiene al menos tres dificultades: primero, la dificultad para definir el lmite entre lo normal y lo patolgico, segundo, la relatividad de lo considerado
normal a lo largo del tiempo, y tercero, la poca utilidad para las ciencias sociales de construir una
definicin solamente a partir de lo que excluye sin identificar lo que incluye (Salleras-Sanmart, 1991).

Los cuidados no remunerados en salud: el rol de las familias y las mujeres

123

las enfermedades. La prevencin, que permaneca excluida en una conceptualizacin


de la salud como mera ausencia de la enfermedad, queda as incluida en esta nueva
definicin, entendindose como un aspecto fundamental en los procesos de salud.
La relevancia de estos tres componentes fundamentales en la definicin de salud
permiten concebirla desde la intervencin pblica, a partir de la generacin de polticas
pblicas que consideran la incidencia de los comportamientos sociales y la organizacin social en las prcticas de salud.
A pesar del avance que signific esta nueva definicin, se presentaron crticas
relacionadas sobre todo a las dificultades relacionadas a su operacionalizacin por
considerar que la definicin no permite identificar los lmites de la salud, y por tanto impide medirla empricamente (Salleras Sanmart, 1991; Contandriopoulos, 2006;
Evans, 1996 y Terris, 2003). En este sentido se expresa: La salud no es un concepto
cientfico mientras que la enfermedad s lo es. Los conocimientos cientficos sobre la
enfermedad revelan pocas cosas sobre la esencia de la salud. La salud es silenciosa,
mientras que la enfermedad es ruidosa, charlatana, cuantificable (Cangulihe, 1990 en
Contandriopoulos, 2006). Evans (1996) tambin subraya la dbil utilidad operacional
del concepto as definido, ya que segn esta definicin, la salud es todo, es decir,
nada en particular.
Otra de las crticas destacadas sobre esta definicin es la equiparacin de bienestar y salud (sentirse bien no es igual a ser saludable). Por otra parte, la definicin
de OMS implica concebir a la salud como una categora esttica y total, ya que slo
son saludables quienes consigan un estado completo de bienestar psquico, fsico y
social, cuando en la mayora de los casos se presentan diversos niveles o grados en
los estados de salud. Por tanto la definicin de la OMS es una situacin deseable o una
declaracin de principios, ms que la posibilidad real de alcanzarla para individuos y
comunidades (Salleras Sanmart, 1991).
Por su parte la definicin de salud de Terris reformula la de la OMS: Un estado
de bienestar fsico, mental y social, con capacidad de funcionamiento y no nicamente
la ausencia de afecciones o enfermedades (Terris, 2003), identificando dos componentes, uno objetivo y uno subjetivo. El componente subjetivo de la salud es el bienestar
(sentirse bien) el cual se expresa en diferentes grados: el bienestar es abundante cuando estamos saludables y es cada vez menor cuando nos acercamos a la enfermedad.
En cuanto al elemento objetivo, que es crucial para la operacionalizacin, refiere a la capacidad de funcionamiento. La misma implica poder trabajar si son adultos, o estudiar
si son jvenes y poder relacionarse con sus semejantes, gozando de las satisfacciones
que proporciona la vida en la comunidad (Salleras Sanmart, 1991). A mayores grados
de salud es mayor la capacidad de funcionamiento y en estados de enfermedad esta
capacidad disminuye.
Esta definicin plantea la dificultad de la superposicin de situaciones (de enfermedad leve, en primeras etapas, que no impide la capacidad de funcionamiento y no

124

Karina Batthyny - Natalia Genta - Valentina Perrotta

produce malestar), pero brinda un avance en cuanto a la operatividad del concepto. Integrando las consideraciones de Terris y aportando la integracin del factor ambiental,
Salleras Sanmart define a la salud como el logro del ms alto bienestar fsico, mental
y social, y de capacidad de funcionamiento que permitan los factores sociales en los
que est inmerso el individuo y su colectividad.
En cuanto a las definiciones contemporneas de salud, en la carta de Ottawa la
promocin en salud implica que para alcanzar un estado adecuado de bienestar fsico,
mental y social un individuo o grupo debe ser capaz de identificar y realizar sus aspiraciones, de satisfacer sus necesidades y de cambiar o adaptarse al medio ambiente. La
salud se percibe pues, no como el objetivo, sino como la fuente de riqueza de la vida
cotidiana. Se trata por tanto de un concepto positivo que acenta los recursos sociales
y personales as como las aptitudes fsicas. Por consiguiente, dado que el concepto de
salud como bienestar trasciende la idea de formas de vida sanas, la promocin de la
salud no concierne exclusivamente al sector sanitario (Ottawa, 1986).
Es sencillo reconocer en este concepto varios de los aspectos que han sido
expuestos ms arriba y que forman parte de la discusin terica e histrica de la
definicin de salud. La voluntad de establecer que la salud no es slo un tema del
sector sanitario es indiscutible en esta definicin, que permite entrever que es necesario un compromiso de todos los ciudadanos, instituciones y agentes para el logro
de una buena salud. Esta definicin trata de contemplar varios aspectos que han sido
criticados anteriormente: es positiva, no basndose en la ausencia de enfermedad,
integra aspectos subjetivos y objetivos y se centra tanto en los individuos como en las
colectividades.
La investigacin que da origen a este artculo, cuyo objetivo es medir el aporte
del sistema domstico en la provisin de cuidados en salud, toma como referencia la
definicin de Ottawa, la cual destaca la importancia del aspecto social como clave para
la promocin en salud.
Siguiendo la definicin de Terris (2003), la especificidad del estudio que aqu se
presenta se encuentra en medir el tiempo destinado al cuidado de personas que tienen disminuida su capacidad de funcionamiento. Este elemento objetivo de la nocin
de salud, resulta de gran utilidad para la medicin pretendida en esta investigacin.
Sin desconocer todas las actividades que estn contempladas en la definicin de
salud, como las de prevencin de enfermedad por ejemplo, con fines operativos
definimos los cuidados en salud no remunerados como aquellos cuidados cotidianos que son brindados a personas con su capacidad de funcionamiento disminuida
debido a enfermedades crnicas o dependientes. Para poder medir los cuidados no
remunerados en salud, es necesario diferenciar las actividades que se llevan a cabo
en los hogares diariamente, que contribuyen a la prevencin y promocin de salud,
de las tareas de cuidado no remunerado en salud que se realizan con el fin de apoyar
a personas que tienen su capacidad de funcionamiento disminuida en forma temporal
o permanente.

Los cuidados no remunerados en salud: el rol de las familias y las mujeres

125

En el primer caso, se encuentran las actividades destinadas a higienizar el hogar,


preparar alimentos, higienizar a nios y nias pequeos as como adultos/as dependientes, que sin duda implican actividades de trabajo no remunerado en salud ya que
promueven el bienestar fsico, psquico y social de los individuos que habitan los hogares. Estos datos (y su respectiva medicin en horas) estn relevados en las Encuestas
de Uso del Tiempo realizadas en el pas (Aguirre, 2003; Batthyny, 2004; INE, 2008;
Aguirre, 2009; Batthyny, 2009) y no forman parte del objeto de estudio de esta investigacin.
Esta investigacin se centr en el segundo tipo de tareas, entre las cuales distinguimos cuatro tipos:

Cuidados de salud especficos realizados en el hogar (hacer tratamientos, controlar manifestaciones de la enfermedad, administrar medicinas, etc.).

Cuidados de apoyo a la salud realizados en el hogar ante situaciones de enfermedad (alimentar, higienizar, etc.).

Acompaamiento (traslados especficos, entretener, concurrir a las consultas
mdicas, etc.).

Gestiones con el sistema institucional de salud (solicitar consultas, retirar anlisis, etc.).
La definicin de trabajo de cuidados no remunerados en salud refiere entonces
a todas las tareas destinadas al cuidado en el mbito de la salud realizadas para los
miembros del hogar que no pueden hacerlas por s mismos, sin recibir pago alguno por
ellas. Tambin incluyen a los que no viven en el hogar y ya sean familiares o no.
Por personas que no pueden realizar por s mismas las actividades de cuidado no
remunerado en salud nos referimos a nios/as, ancianos/as dependientes, personas
con discapacidad inhabilitados para autocuidarse, enfermos/as crnicos, de episodios
agudos inhabilitantes, terminales, etc.
Estrategia metodolgica
El objetivo general del proyecto de investigacin que da origen a este artculo
es describir y cuantificar los cuidados no remunerados en salud que provee el sistema domstico. Asimismo se busca conocer cmo se distribuye este trabajo entre
varones y mujeres y cules son las consecuencias en la vida de stos/as. El proyecto
pretende aportar conocimiento fundamental sobre el concepto y caractersticas del
sistema domstico de cuidado no remunerado en salud y su articulacin con el sistema
institucional, aportando datos sobre su magnitud en nuestro medio y enriqueciendo el
concepto de cuidados que se ha vuelto clave en el marco de los sistemas de proteccin
y bienestar.
Las dimensiones en las que el proyecto indag, algunas de las cuales son retomadas en este artculo, fueron las siguientes: 1) las horas de cuidado no remunerado
en salud provistas por varones y mujeres en las familias; 2) los tipos de tareas de

126

Karina Batthyny - Natalia Genta - Valentina Perrotta

cuidados en salud no remunerada que se proveen; 3) el perfil de las personas y de los


hogares que brindan cuidados en salud no remunerado; 4) la participacin relativa de
las familias en el cuidado de salud en comparacin con las instituciones de salud y 5)
las consecuencias percibidas por la dedicacin al cuidado no remunerado en salud en
las personas que los proveen.
Para dar cuenta de dichas dimensiones se implement una encuesta representativa de la poblacin uruguaya, basada en una muestra bietpica y estratificada por
nivel socioeconmico, en la que se consult a 1.198 hogares sobre la realizacin de
cuidados no remunerados en salud. Hasta el momento, sta es la primera encuesta
que mide los cuidados en salud no remunerados, por tanto no se contaba con un
marco muestral para definir un tamao de muestra acorde con la distribucin de los
cuidados en la poblacin. Debido a esto, se realiz un primer relevamiento para ubicar
a los hogares cuidadores y luego un segundo relevamiento, donde se pudo medir
efectivamente los cuidados que se brindan. Los antecedentes de investigacin (Garca
Calvente et al, 1999; Mauro et al., 2006) arrojaban el dato que entre 10% y 20% de los
hogares brindan cuidados en salud no remunerados y dichas investigaciones plantearon
estrategias similares a la mencionada para Uruguay.
En el primer relevamiento se detectaron de manera aleatoria 210 hogares en los
que se realizaron cuidados no remunerados en salud. La pregunta filtro para que un
hogar integrara la muestra era la siguiente Durante la ltima semana usted o alguna
persona del hogar ha realizado alguna tarea de cuidados por la que no ha recibido
remuneracin para una persona dependiente con enfermedad crnica o temporal o ha
acompaado a alguna persona a una institucin de atencin en salud?.
El total de hogares en los que se realizaron cuidados no remunerados en salud
bajo esta definicin fue aumentado a 300, con el objetivo de analizar especficamente
estos hogares en base a una muestra confiable8.
Qu caractersticas tienen los hogares y las personas que brindan cuidados
no remunerados en salud?
En este apartado nos enfocamos en definir el perfil de las personas y los tipos de
familias que realizan cuidados en salud no remunerados. En Uruguay, el 17,5% de los
hogares brindan cuidados en salud no remunerados.

Tanto para los hogares en los que se realizaron cuidados no remunerados en salud como para los
que no, se relev informacin sobre las personas de carcter sociodemogrfico. De esta forma, se
obtuvieron datos sobre la composicin de los hogares y sobre su nivel socioeconmico.

Los cuidados no remunerados en salud: el rol de las familias y las mujeres

127

Tabla 1: Hogares proveedores de cuidado no remunerado en salud

S
No
Total

Frecuencia
210
988
1198

Porcentaje
17,5
82,5
100

Fuente: Elaboracin propia en base a la Encuesta Nacional de


Cuidados No Remunerados en Salud. Uruguay 2013

En cuanto a la tipologa de hogares, los que brindan cuidados en salud presentan


una proporcin mayor de hogares biparentales con hijos (37.7%), extensos (14.3%) y
compuestos (15.3%), en comparacin con los que no lo hacen, cuyas cifras son 30.0%,
4.4% y 8.9%, respectivamente. Estos tres tipos de hogares son ms numerosos y por
tanto cuentan con mayor nmero de potenciales cuidadores y beneficiarios del cuidado
no remunerado en salud. Como se analizar ms adelante, aproximadamente el 60%
de los cuidados se realizan entre miembros del hogar.
Tabla 2: Tipo de hogar segn provisin de cuidados en salud

Unipersonal
Biparental sin hijos
Biparental con hijos
Monoparental femenino
Monoparental masculino
Extenso
Compuesto
Sin ncleo
Total

Hogares
cuidadores
8,3
17
37,7
6
0,3
14,3
15,3
1

Hogares no
cuidadores
22,3
23,6
30
8,6
1,1
4,4
8,9
1,2

100

100

Total
19,0
22,0
31,8
8,0
,9
6,7
10,4
1,2

100

Fuente: Elaboracin propia en base a la Encuesta Nacional de


Cuidados No Remunerados en Salud. Uruguay 2013.

Respecto a los cuidadores/as, se observa el fuerte protagonismo de las


mujeres, quienes representan el 76,6% de quienes brindan cuidados en salud
no remunerados.

128

Karina Batthyny - Natalia Genta - Valentina Perrotta

Tabla 3: Sexo de las y los cuidadores en salud no remunerados


Varones
Mujeres
Total

23,4
76,6
100

Fuente: Elaboracin propia en base a la Encuesta Nacional de


Cuidados No Remunerados en Salud. Uruguay 2013.

Ahora bien, son particularmente un grupo de mujeres las que brindan en


mayor medida estos cuidados. El tramo entre 46 y 65 aos es el que presenta
la mayor proporcin de personas que brindan cuidados en salud no remunerados. Probablemente esto est asociado a que en este tramo etario conviven
personas que cuidan tanto a sus padres y madres adultos/as mayores como a
sus nietos/as. En el caso de las mujeres, esta proporcin es ms relevante que
en el caso de los varones, concentrndose aproximadamente la mitad de las
mismas en este tramo etario. El cuadro muestra tambin la baja participacin
de los jvenes en estas tareas en comparacin con las personas adultas y adultas mayores. Si comparamos estos datos con los resultados de la Encuesta de
Uso del Tiempo realizada en 2007 (INE, 2008), se observa que el tramo etario
donde se concentraba la mayor proporcin de personas que realizaban trabajo
no remunerado era el de 30 a 45 aos, edad asociada a la mayor demanda de
cuidados. Podemos afirmar entonces que los cuidados en salud son brindados
por personas de mayor edad, lo que podra explicarse tanto por la simultaneidad de personas dependientes que cuidan (nios/as y personas mayores)
como por las mayores posibilidades de cubrir el cuidado ante situaciones extraordinarias, que desbordan la estrategia de cuidado cotidiana (enfermedades
temporales, accidentes) que tienen las personas mayores debido a pertenecer
en mayor medida a la poblacin inactiva.

Los cuidados no remunerados en salud: el rol de las familias y las mujeres

129

Tabla 4: Edad de las y los cuidadoras/es en salud no


remunerados y de la poblacin uruguaya, segn sexo
Varones
Mujeres
Total
Cuidadores/ Poblacin Cuidadores/ Poblacin Cuidadores/ Poblacin
as
uruguaya
as
uruguaya
as
uruguaya

Menores de 18
aos
Entre 18 y 29
aos
Entre 30 y 45
aos
Entre 46 y 65
aos
De 66 aos y ms
Total

28,3

1,1

25,1

0,8

26,6

10,8

18,0

9,6

16,7

9,9

17,4

30,1

21,7

26,8

21,1

27,6

21,4

37,3

21,2

46,7

21,9

44,5

21,5

21,7
100

10,8
100,0

15,8
100

15,2
100,0

17,2
100

13,1
100,0

Fuente: Elaboracin propia en base a la Encuesta Nacional de Cuidados No Remunerados en Salud. Uruguay 2013 y Encuesta Continua de Hogares 2013 del Instituto Nacional de Estadstica.

Qu caractersticas tienen las personas que reciben cuidado no remunerado


en salud?
Si bien en la poblacin uruguaya los adultos mayores de 70 aos representan el
10% de la poblacin (ECH, INE, 2013), stos son el 44,5% de la poblacin que demanda cuidado no remunerado en salud. Al comparar estas proporciones con la distribucin de la poblacin uruguaya por edad y sexo, notamos que las personas mayores de
80 aos estn sobrerrepresentadas en la poblacin beneficiaria del cuidado en salud.
Las personas mayores de 80 aos en Uruguay representan el 3,8% de la poblacin, y
en la poblacin beneficiaria de cuidados en salud stas representan el 27,4%.
Tabla 5: Edades de beneficiarias/os de cuidados no remunerados
en salud y de la poblacin uruguaya

Menores de 4 aos
Entre 4 y 12 aos
Entre 13 y 69 aos
Entre 70 y 79 aos
Desde 80 aos
Total

Beneficiarios/ Poblacin
as del cuidado uruguaya
3,8
5,4
11,5
13,2
40,1
71,3
17,1
6,3
27,4
3,8
100
100,0

Fuente: Elaboracin propia en base a la Encuesta Nacional de Cuidados No Remunerados en Salud.


Uruguay 2013 y Encuesta Continua de Hogares 2013 del Instituto Nacional de Estadstica.

130

Karina Batthyny - Natalia Genta - Valentina Perrotta

Respecto al sexo, los beneficiarios/as del cuidado no remunerado en salud son


principalmente mujeres (62,5%). La mayor presencia de mujeres en esta poblacin se
explica porque presentan una mayor esperanza de vida, y por tanto es mayor la proporcin de mujeres de edades avanzadas que necesitan cuidados en salud producto
de su edad.
Tabla 6: Sexo de beneficiarias/os de cuidados en salud no remunerados
Varones
Mujeres
Total

37,5
62,5
100

Fuente: Elaboracin propia en base a la Encuesta Nacional de Cuidados


No Remunerados en Salud. Uruguay 2013

Los cuidados en salud no remunerados se brindan en su gran mayora a familiares (92,2%), ya sea que vivan dentro (58,0%) o fuera del hogar (34,2%). Se observan
diferencias importantes entre varones y mujeres cuidadores/as, el 73,9% de los cuidados que realizan los varones son a miembros del hogar. Sin embargo, las mujeres no
cuidan de forma tan concentradamente a miembros del hogar, sino que el 45,4% de
sus cuidados estn destinados a personas fuera del hogar. Por tanto, podemos sealar que las mujeres en mayor medida que los varones brindan ayuda a otros hogares,
convirtindose en un eslabn central en la estrategia de cuidado con la que cuentan
los hogares.
Tabla 7: Tipo de vnculo entre beneficiario/a y cuidador/a por sexo del cuidador/a
Parientes que integran el hogar
Parientes fuera del hogar
No parientes fuera del hogar
No parientes que integran el hogar
Total

Varones
70,8
18,8
7,3
3,1
100

Mujeres
53,9
39,1
6,3
0,7
100

Total
58,0
34,2
6,5
1,2
100

Fuente: Elaboracin propia en base a la Encuesta Nacional de


Cuidados No Remunerados en Salud. Uruguay 2013*
*Nota metodolgica: se calcula sobre el total de los vnculos de cada cuidador/a con cada beneficiario/a.

Ms de la mitad de la demanda de cuidados en salud proviene de personas que


tienen una enfermedad crnica o son dependientes permanentes, por lo que el cuidado
es permanente y no responde a una situacin emergente. Se observa que en ambos
tipos de poblaciones (dependientes y crnicas) son las mujeres las que participan ma-

Los cuidados no remunerados en salud: el rol de las familias y las mujeres

131

yormente del cuidado, en el 74,4% de los cuidados a enfermedades crnicas y en el


79,2% de enfermedades temporales.
Tabla 8: Sexo de las personas cuidadoras por tipo de enfermedad
de los beneficiarios del cuidado
Enfermedad crnica, dependencia permanente
Enfermedad temporal, accidente

Varones
25,6
20,8

Mujeres
74,4
79,2

Total
100
100

Fuente: Elaboracin propia en base a la Encuesta Nacional de Cuidados


No Remunerados en Salud. Uruguay 2013.
Nota metodolgica: se calcula sobre el total de los vnculos de cada cuidador/a con cada beneficiario/a.

El siguiente cuadro muestra la edad de los beneficiarios del cuidado segn el


sexo de quien los cuida. Se observa que de los cuidados realizados por mujeres el
43,4% est destinado a personas mayores de 70 aos, mientras que esto ocurre con
el 30,2% del cuidado que realizan los varones.
Tabla 9: Edad en tramos de los y las beneficiarias/os del cuidado por sexo del
cuidador/a (porcentaje por columnas)

Menores de 4 aos
Entre 4 y 12 aos
Entre 13 y 69 aos
Entre 70 y 79 aos
Desde 80 aos
Total

Varones
2,1
17,7
50
11,5
18,8
100

Mujeres
4,6
12,2
39,5
16,1
27,6
100

Total
4,0
13,5
42
15,5
25,5
100

Fuente: Elaboracin propia en base a la Encuesta Nacional de Cuidados


No Remunerados en Salud. Uruguay 2013.

Horas de cuidado y vnculo con el sistema institucional


El promedio de horas semanales que la poblacin menor de 65 aos destina
en Uruguay al cuidado no remunerado en salud es de 53 horas, siendo de 56 horas
para las mujeres y 44 para los varones. Se observa un mayor nmero de horas de
dedicacin al cuidado no remunerado de salud respecto a los cuidados cotidianos,
estos ltimos obtenidos a travs de las Encuestas de Uso del Tiempo. Dicha diferencia probablemente se explique porque el cuidado de salud requiere un cuidado ms

132

Karina Batthyny - Natalia Genta - Valentina Perrotta

intensivo durante el tiempo que se desarrolla una enfermedad9, a excepcin de casos


de personas con dependencia crnica, las cuales tienen mayores requerimientos de
cuidados en forma permanente.
Tabla 10. Promedio de horas semanales dedicadas al cuidado no remunerado en
salud, segn sexo del cuidador (Poblacin hasta 65 aos)
Varones
44

Mujeres
56

Total
53

Fuente: Elaboracin propia en base a la Encuesta Nacional de Cuidados


No Remunerados en Salud. Uruguay 2013.

La estrategia utilizada por los hogares para cubrir la demanda de cuidados en


salud incluye los cuidados brindados por sus mismos integrantes pero tambin apoyos
externos como: contratacin de personas, trabajo no remunerado de parientes y no
parientes y servicios brindados por instituciones pblicas y privadas. El 18% de los
hogares que brinda cuidados no remunerados en salud, recibe apoyo externo10 para el
cuidado de la salud de sus miembros.
Los hogares reciben en promedio 71 horas semanales de cuidado de sus propios
integrantes y 31 horas de personas o servicios externos al hogar.
Tabla 11. Promedio de horas semanales de cuidados en salud recibidas por el hogar
segn sean provistas de forma externa o interna al hogar
Promedio de horas
semanales recibidas por el
hogar (solo por integrantes)
71

Promedio de horas
semanales externas
recibidas por el hogar
31

Fuente: Elaboracin propia en base a la Encuesta Nacional de Cuidados


No Remunerados en Salud. Uruguay 2013.

En cuanto al carcter remunerado o no remunerado de las horas recibidas por los


hogares, reciben en promedio de 82 horas semanales de cuidados no remunerados de
salud provenientes tanto de integrantes del hogar como de personas externas al hogar
(abuelos/as, tos/as, amigos/as, etc.). En cuanto a las horas de cuidado remunerado
9
10

Por ejemplo las horas destinadas al acompaamiento de enfermos durante la internacin hospitalaria
o las horas requeridas de cuidado infantil mientras dura un proceso de enfermedad como la gripe.
Hogares en los que al menos una persona recibi al menos un tipo de servicio (servicio de acompaante, centro de larga estada, centro diurno, centro infantil) o de apoyo de personas externas al
hogar, remuneradas o no.

Los cuidados no remunerados en salud: el rol de las familias y las mujeres

133

de salud, los hogares reciben en promedio 23 horas semanales provenientes de personas remuneradas externas del hogar o de contratacin de servicios.
Tabla 12. Promedios de horas semanales de cuidados en salud recibidas por el hogar
segn sean remuneradas o no remuneradas
Promedio de horas
semanales no remuneradas
recibidas por el hogar
(integrantes + personas
externas)
82

Promedio de horas
semanales remuneradas
recibidas por el hogar
(servicios + personas
externas)
23

Fuente: Elaboracin propia en base a la Encuesta Nacional de Cuidados


No Remunerados en Salud. Uruguay 2013.

Estos datos dan cuenta de la importancia del cuidado en salud provisto por los
hogares para sus propios integrantes as como de la preeminencia del carcter no
remunerado de estas tareas.
Consideraciones finales
En este artculo se presentaron algunos de los principales resultados del proyecto de investigacin Cuidados no remunerados: el aporte de las mujeres y las familias
al sistema de salud en Uruguay, que tena como objetivo cuantificar la participacin y
las horas que varones y mujeres brindan de cuidados no remunerados. Cabe destacar
al menos dos hallazgos. Primero, las mujeres son las principales cuidadoras en salud
(76,6%), lo que da cuenta de la divisin sexual del trabajo existente en estas tareas.
Por su parte, son las mujeres de mayor edad las que se dedican principalmente a estas
tareas y ste es un rasgo distintivo de estos cuidados especficos que los diferencia de
los cuidados no remunerados cotidianos. Tambin puede observarse que, en relacin al
tipo de cuidado que brindan las mujeres, ste parece ser ms exigente que el que brindan los varones, dado que en primer lugar, stas realizan cuidados en mayor medida
que los varones para otros hogares, con los costos que trae el hecho de trasladarse en
trminos de tiempo, cansancio, etc. En segundo lugar, es ms exigente desde el punto
de vista de las personas beneficiarias, ya que a diferencia de los varones, las mujeres
cuidan en mayor medida a personas mayores respecto a nios/as. La mayor carga de
cuidado de salud a personas mayores tiene altos niveles de exigencia desde el punto
de vista de quien cuida11 (Batthyny, Genta, Perrotta, 2013).
11

Un estudio realizado anteriormente (Batthyny, Genta, Perrotta, 2013) indag en el discurso experto
sobre el cuidado de calidad para adultos/as mayores y para nios. En el caso de los adultos/as mayores, el discurso experto seala las dificultades adicionales que tiene su cuidado, el que exige altos
niveles de tolerancia y empata, al mismo tiempo que la capacidad para mantener la distancia afectiva
adecuada que le permita soportar el stress que conlleva el cuidado a adultos/as mayores.

134

Karina Batthyny - Natalia Genta - Valentina Perrotta

Por tanto, la divisin sexual del trabajo en este caso no slo se observa en la mayor participacin de las mujeres y en la mayor cantidad de horas dedicadas (12 horas
de diferencia), sino en el tipo de cuidado brindado. Podramos afirmar entonces que hay
una divisin sexual cuantitativa y cualitativa del trabajo de cuidado de salud brindado en
los hogares. Este hallazgo es anlogo al encontrado en las investigaciones sobre uso
del tiempo en trabajo no remunerado anteriormente (Batthyny, 2009).
El segundo hallazgo es la alta proporcin de cuidados no remunerados en salud
que proveen los hogares (y las mujeres) respecto a otros tipos de cuidados. Este
hallazgo abre la interrogante acerca del rol del Estado en la provisin de cuidados en
salud, debido a la familiarizacin de esta prestacin observada en este estudio. Cabe
preguntarse cul es el rol del sistema institucional de salud en la provisin de cuidados
frente a enfermedades temporales, accidentes y enfermedades crnicas.
Estos hallazgos permiten visibilizar el aporte de los hogares y las familias al
sistema de salud. En el marco de la construccin del sistema de cuidados, habilitan a
reflexionar sobre el grado de institucionalizacin de la salud a la que se aspira, a sabiendas de que la poca o nula institucionalizacin, con sus discutidas consecuencias,
tiene costos para el ejercicio de derechos de quienes se hacen cargo de dichas tareas,
las mujeres.
Bibliografa
Aguirre, Rosario (2003). Trabajo no remunerado y uso del tiempo. Fundamentos conceptuales
y avances empricos. La encuesta Montevideo 2003. El Uruguay desde la Sociologa II.
DS-FCS-UdelaR. Montevideo.
. (2009). Uso del tiempo y desigualdades de gnero en el trabajo no remunerado. En:
Aguirre, Rosario (Ed.). Las bases invisibles del bienestar social. El trabajo no remunerado
en Uruguay. UNIFEM. Doble clic editorial. Montevideo.
Batthyny, Karina (2004). Cuidado infantil y trabajo: un desafo exclusivamente femenino?
Una mirada desde el gnero y la ciudadana social. CINTERFOR/OIT.
(2009). Cuidado de personas dependientes y gnero. En: Aguirre, Rosario (Ed.). Las
bases invisibles del bienestar social. El trabajo no remunerado en Uruguay. UNIFEM. Doble
clic editorial, Montevideo.
Batthyny, Karina; Genta, Natalia; Perrotta, Valentina (2013). Los cuidados de calidad desde el saber experto y su impacto de gnero. Anlisis comparativo sobre cuidado infantil
y de adultos y adultas mayores en el Uruguay. Serie Asuntos de Gnero. Nmero 123.
Divisin Asuntos de Gnero. CEPAL. Santiago de Chile.
Contandriopoulos, Andr Pierre (2006). Elementos para una topografa del concepto de
Salud Publicado en Ruptures, Revista Interdisciplinaria de la Salud, Volumen 11 Nmero
1, pp.86-991.
Garca Calvente, M. M.; Mateo, I.; Gutirrez, P. (1999). Cuidados y cuidadores en el sistema informal de salud. Granada: Escuela andaluza de salud pblica e Instituto Andaluz de
la Mujer. Garca Calvente, M. 2004:84.

Los cuidados no remunerados en salud: el rol de las familias y las mujeres

135

Daz, X.; Mauro, A.; Medel, J. (2006). Cuidadoras de la vida: Visibilizacin de los costos de la
produccin de salud en el hogar. Impacto sobre el trabajo total de las mujeres. Santiago
de Chile, Chile. Disponible on line en: http://www.cem.cl/pdf/cuidadorasvida.pdf
Durn, Mara ngeles (2008). Diez buenas razones para medir el trabajo no remunerado en
el cuidado de la salud. En: La economa invisible y las desigualdades de gnero. La importancia de medir y valorar el trabajo no remunerado. Washington, D.C.: OPS.
(1999) Los costes invisibles de la enfermedad. Bilbao: Fundacin BBV, 1999.
Evans, R. G.; Barer, M. & Marmor, T. (1996). INE (2008) Uso del tiempo y trabajo no
remunerado en el Uruguay. Mdulo de la Encuesta Continua de Hogares Disponible on
line: http://www.ine.gub.uy/biblioteca/uso%20del%20tiempo%202007/Documento%20
Uso%20del%20Tiempo%20y%20Trabajo%20no%20remunerado.pdf
Montao, Sonia (2009). El Cuidado en Accin. En Montao, Sonia y Caldern, Coral (coordinadores). El Cuidado en Accin, entre el derecho y el trabajo. Cuadernos de la CEPAL
Nmero 94. Santiago de Chile.
Letablier, Marie-Threse (2001). Le travail centr sur autrui e sa conceptualization en Europe. En : Travail, Genre et Societs. N 6.
Terris, Milton (2003). Journal of Public Health ltimas Palabras y Definicin de Salud Pblica. Disponible on line: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12021214
Salleras Sanmart, llus (1991). La salud y sus determinantes en Anthropos Revista de
documentacin cientfica de la cultura, Sociedad Urbana y Salud, nuevas ideas y planteamientos. Nmeros 118 y 119. Madrid. Editorial Anpthropos, editorial del hombre.

Generaciones, edad, gnero y educacin:


quin debe ocuparse de la crianza de los hijos?
Vernica Filardo1
En este trabajo se propone una lectura en clave generacional de un mdulo de preguntas que miden actitudes sobre las relaciones de gnero en la Encuesta Nacional
de Adolescencia y Juventud (ENAJ) del 2008 y en la Encuesta Nacional de Juventud
(ENJ) de 1990. Se discuten las diferencias por sexo que produce el nivel educativo
alcanzado, en las respuestas de los jvenes de 20 a 29 aos. Los procesos de construccin identitaria (de gnero, de clase de edad y generacionales) no slo no son naturales, sino que son variables en el tiempo. En este sentido, la distincin entre edad y
generacin adquiere centralidad, en la medida en que los contextos histricos, discursivos y polticos en que se produce la socializacin y la modelacin identitaria
son elementos que deben ser considerados necesariamente, tanto como la posicin
que se ocupa en la estructura social y el sexo. Se adelantan algunas hiptesis para
interpretar los resultados obtenidos. Entre otras el efecto que eventualmente tiene
la implementacin de algunos programas sociales dirigidos a la poblacin joven de
mayor riesgo de vulnerabilidad social.

El formulario de la ENAJ contiene una serie de preguntas que miden actitudes


de los jvenes sobre las relaciones de gnero. Cobra inters analizar si los modelos
tradicionales de gnero de reparto de tareas en las esferas pblica y privada, en las
generaciones ms jvenes adquiere magnitudes de transformacin, tanto como los patrones del cambio por nivel educativo alcanzado y clima educativo del hogar (altamente
correlacionado con nivel socioeconmico). En trabajos antecedentes se ha demostrado
los diferentes calendarios e intensidades que muestran particularmente las mujeres
jvenes en funcin de la educacin (alcanzada por ellas mismas, tanto como por el
capital heredado de sus hogares de origen) en el inicio a la vida reproductiva (Filardo,
2011). Se registran brechas muy relevantes entre la edad en que se tiene el primer
hijo en funcin de nivel educativo alcanzado, lo que permite hablar de que Uruguay es
un pas con un patrn de fecundidad dual. Por otra parte las brechas se incrementan
al comparar el mismo anlisis para las jvenes tomando como fuentes la Encuesta
1

Doctora en Sociologa. Profesora Titular del Departamento de Sociologa. Coordina el Grupo de Estudios Urbano Generacionales (GEUG). [email protected]

138

Vernica Filardo

Nacional de Juventud (ENJ 1990) y la Encuesta Nacional de Adolescentes y Jvenes


de 2008. Este resultado se explica por dos fenmenos simultneos: en el 2008, las
mujeres de ms bajo nivel educativo tienen su primer hijo ms temprano que en 1990,
mientras que las ms educadas2 retrasan an ms el inicio de su vida reproductiva que
en 1990 (Filardo, 2011). La documentacin tanto de las distancias intra-generacionales
segn nivel educativo alcanzado3, como de su incremento en el tiempo, han sido en
consecuencia uno de los argumentos ms relevantes para discutir las polticas pblicas
orientadas a los y las jvenes, y a las diferentes condiciones juveniles, dado que cada
vez ms y con mayor intensidad se presentan heterogenidades, formas distintas de ser
y estar en el mundo, perspectivas temporales, proyectos y trayectorias diversas. En
consecuencia y frente a esas constataciones, se abre el debate sobre las focalizacin
de los programas orientados a determinados grupos de jvenes, expuestos a ciertos
riesgos y o con determinados perfiles, y la oferta de las polticas universales. En esta
oportunidad, se trabaja con actitudes, referidas a las relaciones de gnero, tomando
como antecedentes las distancias sealadas antes a partir de la misma encuesta y que
permite analizar -teniendo en cuenta en simultneo el nivel educativo alcanzado y el
sexo- patrones diferenciados de incorporacin del discurso pro-igualdad de gnero. La
interpretacin de las diferencias en las distribuciones obtenidas se vinculan asimismo a
los efectos de las polticas sociales focalizadas, lo cual se formula como una hiptesis,
deber seguir siendo objeto de futuros estudios.
El mdulo de medicin de actitudes referidas a las relaciones de gnero4 est
constituido por una batera de cuatro preguntas, en las que se indaga el grado de
acuerdo-desacuerdo con cuatro afirmaciones:
1. Las mujeres deberan compartir las tareas del hogar con los varones para desarrollarse dentro y fuera del hogar.
2. Criar a los hijos debe ser tarea primordial de las mujeres.
3. Las tareas del hogar deben ser asumidas sobre todo por las mujeres.
4. Las mujeres deberan elegir las carreras que no interfieran con el futuro proyecto
de familia5.
Se seala que las afirmaciones estn formuladas en trminos de deber ser y no
como las cosas se vivencian segn la experiencia de los respondentes. Por lo que de
2
3
4

Alcanzan terciaria como nivel educativo.


Que se aprecian al analizar de forma simultnea nivel educativo y sexo, lo que promueve asimismo la
necesidad de estudios con anlisis ms complejos y que muestran con contundencia que los cortes
por alguna de ambas variables pierden relevancia.
Si bien existen a lo largo del formulario de la ENAJ diversas preguntas que miden opinin respecto
a las diferencias en diferentes aspectos entre varones y mujeres, en este caso las preguntas son
formuladas en trminos normativos (las mujeres o los varones deben) y no a lo que ocurre segn
las vivencias de los propios jvenes.
Lamentablemente no se incluy una afirmacin que hubiera sido relevante a continuacin de la ltima:
los varones deberan elegir las carreras que no interfieran con el futuro proyecto de familia, lo que
hubiera generado potencialidad en el anlisis de los datos obtenidos.

139

Generaciones, edad, gnero y educacin: quin debe ocuparse de la crianza de los hijos?

alguna forma se connota la intencin de medir las actitudes y la incorporacin normativa, ms que cmo las cosas son en la vida de cada joven encuestado.
El artculo se estructura de la siguiente forma: presenta la distribucin de cada
una de las afirmaciones en funcin de acuerdo, ni acuerdo ni desacuerdo y desacuerdo
en el total, para mujeres y para varones segn nivel educativo alcanzado (hasta primaria, educacin media y educacin terciaria), analizando las diferencias en relacin a las
distribuciones. A continuacin se triangula con otra pregunta relativa a lo que se espera
de un trabajo proveniente de la misma encuesta, dado que una de las opciones es que
d tiempo de atender a la familia. La congruencia encontrada en las respuestas con las
actitudes por sexo que se presentan en las cuatro preguntas anteriores agregan robustez al anlisis. Por otra parte, se compara con la distribucin de respuestas a la misma
pregunta aplicada en la ENJ 1990, lo que permite distinguir efecto edad y generacin.
Distribucin por sexo del acuerdo/desacuerdo con cuatro afirmaciones sobre
relaciones de gnero (en %)
Jvenes de 20 a 29 aos
LAS MUJERES DEBERAN COMPARTIR LAS TAREAS DEL HOGAR CON
LOS VARONES PARA DESARROLLARSE DENTRO Y FUERA DEL HOGAR

100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0

97

desacuerdo

ni acuerdo ni
desacuerdo
Mujeres

90

acuerdo

CRIAR A LOS HIJOS DEBE SER TAREA PRIMORDIAL DE LAS MUJ ERES

100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0

69

60

40
20

11

18

20

22

0
desacuerdo

ni acuerdo ni
desacuerdo
Mujeres

10
desacuerdo

Varones

acuerdo

26

17

ni acuerdo ni
desacuerdo

Mujeres

100

60

43

Varones

acuerdo

Varones

LAS MUJERES DEBERAN ELEGIR LAS CARRERAS QUE NO


INTERFIERAN CON EL FUTURO PROYECTO DE FAMILIA

LAS TAREAS DEL HOGAR DEBEN SER ASUMIDAS SOBRE TODO POR
LAS MUJERES

80

57
47

100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0

53

54
33
15

desacuerdo

ni acuerdo ni
desacuerdo
Mujeres

Fuente: elaboracin propia a partir de datos ENAJ, 2008.

30

17

Varones

acuerdo

140

Vernica Filardo

Como se ve en las grficas antecedentes, el nivel de acuerdo relativo mayor en


las cuatro afirmaciones, casi unnime para los dos sexos, es las mujeres deberan
compartir las tareas del hogar con los varones para desarrollarse dentro y fuera del
hogar. El nivel de acuerdo es levemente mayor para las mujeres que para los varones
(97% a 90% respectivamente). En segundo lugar considerando el acuerdo (46% entre
las mujeres y 23% entre los varones) es para la afirmacin criar a los hijos debe ser
tarea primordial de las mujeres; aunque la distribucin muestra un porcentaje an mayor para los dos sexos en el nivel de desacuerdo (47% en las mujeres y 57% entre los
varones). En tercer lugar se ubica la afirmacin las mujeres deberan elegir carreras
que no interfieran con el futuro proyecto de familia, con uno de cada tres de acuerdo
con dicha afirmacin de los dos sexos. En este caso, ms de la mitad tanto del sexo femenino como masculino estn en desacuerdo con la afirmacin. Por ltimo se presenta
el acuerdo con las tareas del hogar deben ser asumidas sobre todo por las mujeres,
que registra poco ms de uno de cada cinco encuestados de los dos sexos a favor,
sin embargo, es la que reviste el mayor desacuerdo relativo de las cuatro afirmaciones
(69% de las mujeres y 60% de los varones).
De estos datos se desprende que el discurso pro igualdad de gnero, del que
se deriva un deber ser en el reparto equitativo de las tareas del hogar, y el derecho
al desarrollo de las mujeres fuera del hogar (tanto como dentro), ha permeado con
diferencias notorias entre los encuestados. Se registra casi completo acuerdo con el
reparto de las tareas del hogar y la mitad en desacuerdo con la afirmacin las mujeres
deberan elegir carreras que no interfieran con el futuro proyecto de familia. En ambos
casos, las distribuciones no presentan diferencias en funcin del sexo de los encuestados. Los varones asimismo se presentan en un 60% en desacuerdo con la afirmacin
las tareas del hogar deben ser asumidas sobre todo por las mujeres, lo que hablara
de una internalizacin normativa del reparto equitativo. En este caso las mujeres marcan una proporcin mayor de desacuerdo (69%) lo que muestra que se alejaran de la
internalizacin del modelo de gnero en que les corresponden las labores domsticas
principalmente a ellas.
Las mujeres registran un 46% de acuerdo con la afirmacin criar a los hijos debe
ser tarea primordial de las mujeres, frente a un 26% de los varones. Por otra parte el
desacuerdo con la afirmacin tambin es superior en los varones (47% de mujeres y
57% de varones). Habiendo tenido con las tres afirmaciones anteriores, indicios de que
el reparto en las tareas del hogar debe ser compartido entre sexos, la resistencia
de las mujeres jvenes en compartir equitativamente la crianza de los hijos debe, al
menos, ser explicada.
A continuacin se presenta un anlisis por nivel educativo alcanzado y sexo en
primer lugar, y clima educativo del hogar de origen y sexo en el segundo lugar, para
determinar las variaciones al interior de las mujeres y de los varones, en las distribuciones del acuerdo y desacuerdo de las cuatro afirmaciones.

141

Generaciones, edad, gnero y educacin: quin debe ocuparse de la crianza de los hijos?

Distribucin por sexo del acuerdo/desacuerdo con la afirmacin: Las mujeres


deberan compartir las tareas del hogar con los varones para desarrollarse dentro y
fuera del hogar (en %). Jvenes de 20 a 29 aos
Por nivel educativo alcanzado
MUJERES
100

VARONES

98

94

98

100

90

90

80

80

70

70

60

60

50

50

40

40

30

30
20

20
10

0
Hasta primaria
desacuerdo

10

Secundaria

90

Hasta primaria

acuerdo

desacuerdo

Terciaria

ni acuerdo ni desacuerdo

90

89

Secundaria

Terciaria

ni acuerdo ni desacuerdo

acuerdo

Por clima educativo del hogar de origen


MUJERES
100

VARONES
98

95

98

100

90

90

80

80

70

70

60

60

50

50

40

40

30

30

20

20

10

10

0
Clima educativo bajo
desacuerdo

Clima educativo
medio

Clima educativo Alto

ni acuerdo ni desacuerdo

acuerdo

91

90

89

Clima educativo bajo Clima educativo medio Clima educativo Alto


desacuerdo

Fuente: datos enaj 2008.

ni acuerdo ni desacuerdo

acuerdo

142

Vernica Filardo

Distribucin por sexo del acuerdo/desacuerdo con la afirmacin: Las tareas del
hogar deben ser asumidas sobre todo por las mujeres (en %). Jvenes de 20 a 29
aos
Por nivel educativo alcanzado
VARONES

MUJERES
100

100
90

90

84

80

80
67

70

72

70

61

60

60
50

47

42

50

40

40

30

30

21

20

12

11

39

19

17

20

10

44

20

17

11

10
0

0
Hasta primaria

Secundaria

desacuerdo

Hasta primaria

Terciaria

ni acuerdo ni desacuerdo

muy de acuerdo

Secundaria

desacuerdo

Terciaria

ni acuerdo ni desacuerdo

muy de acuerdo

Por clima educativo del hogar de origen


VARONES

MUJERES

100

100

90

80

68

70
60

90

82

80
57

60

50

59
53

50

40

40

30

30
20

74

70

12

11

32

30

21
12

10

16

20
6

19

21

18
8

10
0

Clima educativo bajo


desacuerdo

Clima educativo medio

Clima educativo alto

ni acuerdo ni desacuerdo

acuerdo

Clima educativo bajo


desacuerdo

Clima educativo medio


ni acuerdo ni desacuerdo

Clima educativo alto


acuerdo

Fuente: datos ENAJ 2008.

En la afirmacin 1, el nivel educativo alcanzado y el clima educativo del hogar de


origen no sealan diferencias en la distribucin de acuerdo / desacuerdo, para mujeres
ni para varones.
La afirmacin 3 va en el mismo sentido que la 1, en relacin al reparto de las
tareas del hogar. Aunque el nivel de desacuerdo es mayoritario, se percibe que baja
respecto al acuerdo unnime de la afirmacin 1 y por otra parte, la distribucin por
nivel educativo alcanzado muestra diferencias sustantivas. A mayor clima educativo del
hogar de origen mayor porcentaje de desacuerdo con la divisin sexual del trabajo en
el hogar, para ambos sexos6. Sin embargo la diferencia segn el clima educativo del
6

No obstante un porcentaje mayor de mujeres en desacuerdo con la afirmacin 3.

143

Generaciones, edad, gnero y educacin: quin debe ocuparse de la crianza de los hijos?

hogar de origen supone una distancia mayor para las mujeres que para los varones7.
Las brechas son an mayores al considerar el nivel educativo alcanzado por los propios
encuestados. En el caso de las mujeres el desacuerdo con la afirmacin pasa del 42%
entre las menos educadas al 84% entre las que alcanzan terciaria y entre los varones
del 44% al 72%. Esto muestra, sin duda que existe una resistencia mayor por parte de
las mujeres menos educadas, y que probablemente internalizaron de las generaciones
pasadas un modelo de gnero bsicamente asociado a la divisin sexual del trabajo. A
pesar de ello, conviene destacar que ms del 40% de las que slo alcanzan primaria
(y de las cuales a los 18 aos ms del 40% ya haban tenido su primer hijo8) estn en
desacuerdo con la afirmacin 3.
Distribucin por sexo del acuerdo/desacuerdo con la afirmacin:
Las mujeres deberan elegir las carreras que no interfieran con
el futuro proyecto de familia (en %). Jvenes de 20 a 29 aos
Por nivel educativo alcanzado
MUJERES

VARONES

100

100

90
70

70

40
30

24
14

16

Hasta primaria

Media

54

50

38

40
20

56

60
46

50

75

80

62

60

30

90

77

80

13

10

10

30

28
19

16

Hasta primaria

Media

Terciaria

desacuerdo

ni acuerdo ni desacuerdo

14

20

12

10
0

0
desacuerdo

Terciaria

ni acuerdo ni desacuerdo

acuerdo

acuerdo

Por clima educativo del hogar de origen


MUJERES

VARONES
100

100

90

90
74

80

70

60
50

46

42

60

49

50
35

40

30
12

16

15

10

10

Clima educativo bajo


desacuerdo

39

20

31
18

17

12

11

10
0

52
43

40

30
20

76

80

70

Clima educativo medio


ni acuerdo ni desacuerdo

Clima educativo alto


acuerdo

Clima educativo bajo


desacuerdo

Clima educativo medio


ni acuerdo ni desacuerdo

Clima educativo alto


acuerdo

Pasa del 57% en el clima educativo bajo al 82% en el clima educativo alto en mujeres y del 58% al
74% en varones.
Ver (Filardo, 2012: 28).

144

Vernica Filardo

Fuente: datos ENAJ 2008

La afirmacin 4 alude a la competencia entre el proyecto de familia y el desarrollo profesional que enfrentan las mujeres, y que se agudiza en caso de adherencia al
modelo tradicional de relaciones de gnero. En las respuestas dadas por los jvenes
en la ENAJ 2008, se aprecia una diferencia notoria en la distribucin del acuerdo y
desacuerdo con esta afirmacin por clima educativo del hogar, tanto en varones como
en mujeres. Prcticamente no hay diferencias entre los sexos en las tres categoras de
clima educativo del hogar. Estos datos aluden a una actitud hacia la igualdad de gnero
que est desigualmente distribuida por capital educativo, tanto heredado como adquirido como se ver a continuacin.
Los porcentajes de desacuerdo con la afirmacin son inversos por nivel educativo, tanto para el caso de las mujeres como en el caso de los varones, aunque en el
caso de las mujeres menos educadas se aprecie una resistencia mayor al cambio del
modelo tradicional de los roles de gnero. Si bien no se aprecian diferencias en la distribucin de acuerdo / desacuerdo entre sexos para los que alcanzan nivel educativo
terciario, las brechas aparecen y crecen conforme disminuyen los crditos educativos
obtenidos por los encuestados. Por otro lado la diferencia del nivel educativo alcanzado
es ms relevante que en el caso del clima educativo del hogar.
Por ltimo, la afirmacin que reviste mayor inters analtico criar a los hijos debe
ser tarea primordial de las mujeres.

145

Generaciones, edad, gnero y educacin: quin debe ocuparse de la crianza de los hijos?

Distribucin por sexo del acuerdo/desacuerdo con la afirmacin:


Criar a los hijos debe ser tarea primordial de las mujeres (en %).
Jvenes de 20 a 29 aos
Por nivel educativo alcanzado
MUJERES

VARONES

100

100

90

90

80

70

70
60

70

50

40

40

44

42

40

24

30

20

20

11

10

63

59

60

49

50

30

80

69

24

20

11

14

17

19

Media

Terciaria

17

10

0
Hasta primaria

desacuerdo

Media

Terciaria

ni acuerdo ni desacuerdo

Hasta primaria

acuerdo

desacuerdo

ni acuerdo ni desacuerdo

acuerdo

Por clima educativo del hogar de origen


MUJERES

VARONES

100

100
90

90
80
70

60

10

34

40

34

30

30
20

57

51

50

45

44

50

66

70

59

60
40

80

71

18
7

11

11

desacuerdo

19

25

17 17

10
0

0
Clima educativo bajo

14

20

Clima educativo medio


ni acuerdo ni desacuerdo

Clima educativo alto


acuerdo

Clima educativo
bajo
desacuerdo

Clima educativo
medio

Clima educativo alto

ni acuerdo ni desacuerdo

acuerdo

Fuente: datos ENAJ 2008

La paridad que se aprecia en la proporcin de mujeres de 20 a 29 aos que estn de acuerdo y las que estn en desacuerdo con la afirmacin 2, en principio parece
sorprendente dado el discurso instalado pro equidad de gnero. Por otro lado, el porcentaje de varones en desacuerdo con la afirmacin sobre la responsabilidad primordial
de las mujeres en la crianza de los hijos es mayor que el de mujeres (57% vs 47%). Lo
contrario aparece en el acuerdo, con una diferencia an mayor (43% de las mujeres y
26% de los varones).

146

Vernica Filardo

Esto permitira pensar que al menos en trminos declarativos en las cohortes de


jvenes de 20 a 29 aos, los modelos de rol por gnero empiezan a tener variaciones,
en diferentes ritmos segn distintas dimensiones, y adems presentan variaciones por
sexo. La frase no revela lo que sucede en la vida cotidiana sino que es una expresin
normativa en trminos de deber ser, por lo que no debe interpretarse que la respuesta de las jvenes sea lo que sucede sino lo que creen: es una afirmacin valorativa.
Se revelan diferencias significativas atendiendo al clima educativo del hogar de
origen de los jvenes. La resistencia a un modelo igualitario de gnero para la crianza
de los hijos, es mayor en las mujeres que provienen de hogares de origen de clima
educativo bajo. La proporcin de acuerdo con esa afirmacin es mayor incluso que en
los varones que provienen de hogares del mismo clima educativo (59% en mujeres y
34% en varones). El desacuerdo con la afirmacin crece a medida que se incrementa
al clima educativo del hogar de origen de estos jvenes. De manera muy pronunciada
en las mujeres (pasa de 34% a 71%), y menos pronunciada en los varones (de 51% a
66%), la distribucin es menos polarizada y el grado de desacuerdo es para todos los
climas educativos superior a la mitad.
Entre las mujeres y segn el nivel educativo alcanzado, el acuerdo respecto a la
afirmacin criar a los hijos debe ser tarea primordial de las mujeres es prcticamente
inverso para aquellas que alcanzaron universidad y las que alcanzaron hasta primaria
(20 a 70%). Se sita en la mitad el acuerdo y en el 40% el desacuerdo para las que
alcanzan la educacin media. La brecha es mayor entre las mujeres segn el nivel
educativo que ellas mismas alcanzan que la que se presenta segn el clima educativo
del hogar. Es probable que el pasaje por la educacin media y terciaria, tenga un papel
relevante en la conformacin de opinin favorable a la equidad de gnero en relacin
a la crianza de los hijos; aunque tambin podra decirse que el proyecto laboral y profesional tanto como las expectativas educativas determine la opinin; o que ambos
elementos acten conjuntamente. Por otra parte, como se ha visto con antelacin los
patrones de fecundidad particularmente en relacin al calendario acusan severas diferencias segn el nivel educativo alcanzado.
En esta afirmacin, la distribucin de la respuesta masculina debe ser atendida
en detalle. Para los menos educados (alcanzan hasta primaria y educacin media) los
porcentajes de desacuerdo son muy superiores a los que presentan las mujeres. Entre
los jvenes que alcanzan educacin terciaria, no se registran diferencias por sexo en
los niveles de desacuerdo con la afirmacin.
Triangulando datos
En otro mdulo de la encuesta (ENAJ 2008) se preguntaba Qu te parece
importante de un trabajo?. Las opciones de respuesta son: 1. que sea seguro, 2. que
permita adquirir y desarrollar conocimientos y oficio, 3. que facilite los ascensos, 4.
que d tiempo libre para estudiar, 5. que d tiempo para atender a la familia, 6. que

147

Generaciones, edad, gnero y educacin: quin debe ocuparse de la crianza de los hijos?

sea interesante. La distribucin de esta pregunta se presenta a continuacin utilizando


los datos de ENAJ 2008 y ENJ 1990.
Opiniones de los jvenes sobre el trabajo. Distribucin porcentual
por nivel educativo y sexo
1990

2008

60

60
53

51

50

50

40

30

20

17

6 5
12 1

2223

MUJERES

VARONES

5 4
2

17

15

13

11
10

24

19

13
10

27

24

24

15

11

29

27

24

22

22

22

20

34

27
23

20

10

28

28

27

40

33

33

25

47

40

36

30

47

4 4
2 2

23 2

MUJERES

VARONES

12
10

12 12

19

12
8
5

0
MUJERES

Hasta primaria

VARONES

MUJERES

Educacin Media

VARONES
Terciaria

Hasta primaria

MUJERES

VARONES

MUJERES

Educacin Media

VARONES

Terciaria

Que sea estable


Que permita adquirir y desarrollar conocimientos y oficio
Que facilite los ascensos
Que de tiempo para estudiar
Que de tiempo para atender a la familia
Que sea interesante
Que paguen bien

Que sea estable


Que permita adquirir y desarrollar conocimientos y oficio
Que facilite los ascensos
Que de tiempo para estudiar
Que de tiempo para atender a la familia
Que sea interesante
Que paguen bien

Fuente: Filardo, 2011.

Se sealan algunos elementos, considerando las distribuciones de la ENAJ 2008:


1. El nivel educativo alcanzado seala con claridad condiciones diferentes relativas a lo que los jvenes esperan de un trabajo. Entre los menos educados predomina el
que paguen bien para los dos sexos, en segundo lugar que sea estable (ms de uno
cada cinco para los dos sexos) y en tercer lugar que d tiempo para atender a la familia (una de cada cinco mujeres y 15% de los varones). Para los jvenes que alcanzan
el nivel educativo medio: un tercio de las mujeres y el 40% de los varones espera que
paguen bien; uno de cada cuatro (ms mujeres) que sea estable e igual porcentaje
por sexo atender a la familia y desarrollar conocimientos, mientras que el 9% de
mujeres y 6% de varones que d tiempo para estudiar. Entre los que alcanzan la edu-

148

Vernica Filardo

cacin terciaria un tercio de las respuestas de ambos sexos es adquirir y desarrollar


conocimientos. La estabilidad es sealada por una de cada cuatro mujeres y uno de
cada cinco varones; el 24% de los varones y el 17% de las mujeres esperan del trabajo
que paguen bien. El 10% de las mujeres y el 6% de los varones sealan que esperan
que d tiempo de atender a la familia.
Por tanto, entre los menos educados el ingreso es lo que recibe ms respuestas,
entre los que alcanzan educacin media, la distribucin es ms equilibrada, siendo
importante tanto el ingreso percibido (que paguen bien) como la estabilidad (con diferencias entre varones y mujeres). En el caso de los jvenes que alcanzan educacin
terciaria predomina para los dos sexos el poder desarrollar y adquirir conocimientos.
2. Sin embargo y pese a estas diferencias respecto a lo que se espera de un
trabajo, que muestran la significacin relativa a la composicin de capitales (cultural y
econmico); adquiere relevancia la respuesta que d tiempo para atender a la familia.
Esta opcin tiene mayor peso relativo en el caso de los jvenes menos educados que
entre los ms educados, con una diferencia entre sexos leve a favor de las mujeres.
3. Atendiendo a la comparacin en el tiempo de la distribucin de estas respuestas se ve claramente el incremento de la proporcin de varones de todos los estratos
educativos que priorizan la opcin que d tiempo de atender a la familia: entre los
varones que alcanzan primaria pasa del 2 al 15% en el periodo; entre los que alcanzan
educacin media del 2 al 12% y entre los que alcanzan educacin terciaria del 3 al 8%.
Asimismo es claro que el incremento es menor a medida que son mayores los crditos
escolares. El incremento de esta opcin tambin se produce en las mujeres, aunque la
variacin es bastante menor: entre las menos educadas pasa del 9 al 19% entre 1990
y 2008; en las que alcanzan educacin media del 8 al 13% y entre las que llegan a la
educacin terciaria pasan de 6 a 10%.
Se visualizan aqu pautas diferenciales por nivel educativo alcanzado y por sexo.
Sin embargo, las respuestas muestran congruencia con lo discutido anteriormente sobre el set de variables sobre las relaciones de gnero. Quiz lo ms saliente de estas
preguntas tiene que ver con la proporcin que entre los varones de todos los niveles
educativos tiene la condicin que esperan de un trabajo que d tiempo para dedicarle
a la familia. Esta pregunta, puede compararse con la Encuesta Nacional de Juventud
de 1990, algo que lamentablemente no puede hacerse en la afirmacin anterior. La
consistencia de estos datos, con los que arrojan las preguntas anteriormente analizadas sugieren que el discurso pro equidad de gnero ha permeado en las nuevas generaciones, y en particular entre los varones jvenes: que incluso en relacin al trabajo -que
es lo que segn los modelos tradicionales de gnero les compete segn el rol patriarcal
asignado-, en el 2008 consideran compatibilizar con el tiempo dedicado a la familia,
que en 1990 tena proporciones insignificantes.
Esta triangulacin (referida a diferentes mdulos temticos de la encuesta y la
comparacin en el tiempo en una de las preguntas) permite dar mayor robustez a la ten-

Generaciones, edad, gnero y educacin: quin debe ocuparse de la crianza de los hijos?

149

dencia encontrada entre los varones jvenes, mostrando cmo se tensiona para ellos,
los modelos tradicionales de rol, as como una incorporacin notoriamente creciente,
de actitudes normativas pro equidad de gnero, en todos los niveles educativos, que no
se presenta (de forma igualmente congruente) en las mujeres menos educadas.
Interpretacin de resultados
Los datos sobre las actitudes, revelan inters ya que posibilitan un acercamiento
a la matriz ideolgica cultural que sustenta eventuales movimientos de transformacin
de prcticas, o resistencias a los cambios. Existe abundante documentacin nacional e
internacional sobre las brechas entre mujeres y varones tanto en los anlisis de datos
duros: calendarios de fecundidad, de actividad econmica como de tasas de actividad, ocupacin, empleo, salarios, cargos de responsabilidad y de representacin en
diversos rdenes, uso del tiempo -en particular dedicado a trabajo no remunerado en el
hogar y a cuidados-. Tambin es frecuentemente analizado cmo al interior del conjunto
de las mujeres se presentan distancias en funcin del nivel educativo alcanzado, siendo
las de menores credenciales educativas las ms resistentes al cambio de modelos de
roles de gnero, y las que reproducen el sistema relacional en que se basa el orden del
patriarcado. Asimismo se recogen variados y numerosos estudios de representaciones
de los roles de gnero y de la divisin sexual del trabajo en que se marcan nuevamente
las diferencias por sexo y al interior de las mujeres por nivel educativo alcanzado (siendo las que poseen menor capital educativo quienes encarnan la inequidad en mayor
medida).
No obstante, en general se atribuye al modelo tradicional de gnero una suerte
de unidad, en que la produccin fuera del hogar, la provisin de ingresos y el desempeo en el mbito pblico, con reconocimientos y poder diferencial corresponde al varn,
mientras que la reproduccin en el hogar, los trabajos no remunerados en este mbito,
la provisin de afecto y cuidados, confinados en la esfera privada, corresponden a las
mujeres (Aguirre, 1998). Importa sealar aqu que todos los elementos sealados se
toman como una unidad conceptual siendo poco habitual que los anlisis abran las
diferentes dimensiones que componen el sistema patriarcal, y en consecuencia no
pueda darse cuenta de los ritmos y alcances diferentes que adquiere la variacin de los
modelos en las nuevas generaciones, considerando simultneamente sexo y nivel educativo (indicando posicin en el espacio social). Por otro lado para estudiar los cambios
actitudinales de la relacin de gneros, debe considerarse tanto los efectos de edad,
como los de generacin. En este caso, si bien no logra completarse la comparacin en
todas las preguntas, para lo relativo al trabajo, pueden determinarse con claridad las
variaciones producidas por la generacin, para las mismas edades en dos momentos:
1990 y 2008.
Si bien este modelo de roles de gnero tradicional ha sufrido embates (dado el
incremento de la tasa de actividad de las mujeres, as como el mejor desempeo que
demuestran en el sistema educativo) y se han reconfigurado las relaciones de gnero

150

Vernica Filardo

(con la creciente autonoma y empoderamiento femenino), no ha sido an quebrada la


inequidad y se mantienen altos los indicadores de desequilibrio en todos los campos,
por lo que la perspectiva de gnero ha permeado en todos ellos, en pro de la equidad
(para demostrar primero y combatir despus).
Ahora bien, las respuestas analizadas provenientes de jvenes urbanos de entre
20 a 29 aos del territorio nacional en 2008, permiten afirmar que existen actitudes
diferenciadas respecto a las diversas dimensiones que se vinculan al discurso de igualdad entre varones y mujeres. Por un lado los varones demuestran tener una capacidad
de incorporacin de dicho discurso (en el deber ser) que es mayor que las mujeres en
algunas de ellas (compartir las responsabilidad en la crianza de los hijos)9. En segundo
lugar, entre las mujeres se aprecia una diferencia notoria por nivel educativo en varias
de las dimensiones consideradas: si por un lado las mujeres manifiestan distancias
entre ellas -a menor nivel educativo mayor ajuste con los modelos tradicionales de gnero-, tambin se presentan quiebres o tensiones en este modelo. Los datos sugieren
que las mujeres menos educadas son ms proclives (normativamente) a ceder su rol
en el trabajo domstico, pero no as en la crianza de los hijos, que mantienen como un
bastin del gnero femenino exclusivo o primordial. En cambio los varones muestran
un equilibrio mayor en las diferentes dimensiones consideradas (trabajo domstico,
crianza de los hijos, desarrollo de proyectos fuera del hogar por las mujeres).
La pregunta que surge a partir de este anlisis es por qu las mujeres menos
educadas internalizan la crianza de los hijos como una funcin femenina que no estn
dispuestas a compartir con los varones, y que resguardan para s, siendo que s lo
estn para compartir el trabajo domstico y creen que deben compatibilizar el rol profesional y el familiar? En torno al significado de la maternidad de las mujeres de clases
populares se ha trabajado en abundancia, considerablemente ms que en el caso de
la paternidad de los varones de los mismos sectores sociales. El sentido que se le
atribuye en general es que la maternidad se constituye como el proyecto predominante,
de lograr un lugar en el mundo, de reconocimiento social, en la medida que las otras
alternativas (laborales y profesionales) se ven disminuidas. Por otro lado, la reproduccin de pautas de iniciacin temprana en la maternidad en trminos generacionales,
9

En el mismo sentido: El 40% de los varones cree que la situacin ms deseable para el cuidado de
menores de dos aos durante la jornada laboral es que ste sea compartido por la pareja , lo que
resulta un dato alentador, dado que estos varones parecen reconocer que la responsabilidad del
cuidado no es exclusiva de las mujeres. (...) el 9,5% de los varones optara porque el cuidado sea
principalmente llevado a cabo por su pareja, lo que significa que en este ncleo de varones se expresa
muy claramente la divisin sexual del trabajo...(...) Ninguna mujer menciona que lo ms deseable es
que el cuidado de nios y nias pequeos sea llevado a cabo por su pareja (...) y el 13,5% de las
mujeres optara por cuidar ellas principalmente... (Batthyny, Genta y Perrota, 2013: 34). A pesar
de que el estudio mencionado se ocupa de las representaciones del cuidado, distingue el cuidado
de nios y adultos mayores y en tal sentido pueden asimilarse los primeros a tareas relativas a la
crianza de los hijos. Los datos sealan con claridad (a pesar que esa tabla no se presenta segn nivel
socioeconmico) una apertura normativa a desempear estos roles por parte de los varones, y una
resistencia relevante por parte de las mujeres a compartirlas.

Generaciones, edad, gnero y educacin: quin debe ocuparse de la crianza de los hijos?

151

tambin se ha mostrado persistente en el tiempo en estos sectores sociales. Con


frecuencia las madres adolescentes, han sido hijas de madres adolescentes a su vez.
As es que el repertorio conductual conocido e internalizado cobra especial relevancia
(Amorn et al, 2006). Tambin eso explica el deseo e incluso el proyecto10 (Filardo,
Planel, Napiloti, 2011; Pereira, 2012) manifestado en las actitudes reproductivas de
las mujeres de clases populares, en las que la Ley de salud sexual y reproductiva, que
incluye la despenalizacin del aborto, tiene un bajo impacto estimado11. Sin embargo y
a pesar de todo ello, no hay explicaciones sobre la exclusividad normativa, que segn
las respuestas dadas podra suponer la exclusin masculina en la crianza de los hijos
por parte de las mujeres jvenes menos educadas y no en otras dimensiones.
En la investigacin referenciada se inventaran y se describen diferentes programas pblicos que tanto intervienen en la fecundidad, cmo se disparan a consecuencia
de tener hijos12. Dentro de las primeras se analizan la implementacin de programas dirigidos entre otras cosas a la reduccin de las tasas de fecundidad adolescente y el trabajo sobre la planificacin familiar en la poblacin femenina (Varela 2004, 2009; MYSU
2009). Dichos programas concentran su atencin sobre los sectores de la poblacin
con menos capital cultural y social. Bsicamente se sitan en el mbito de las polticas
de salud. Se describe entonces, como a pesar de una gran acumulacin por parte de la
academia, la sociedad civil y el Estado, la necesidad de incorporacin de la perspectiva
de gnero y el esfuerzo de la transversalizacin de la misma (Guida, Ramos, Vitale,
2006: 300), existen carencias internas al sistema de salud que mantienen un abordaje
cuyo centro es la mujer -madre, siendo el padre escasa o nulamente incorporado en
el proceso de embarazo, parto, posparto y lactancia13. Por eso, el estudio seala que
10
11

12

13

Sobre la distincin entre deseo y proyecto ver Filardo, 2012.


Tal como fue registrado en el proyecto de Actitudes y Comportamientos Reproductivos (Filardo, Planel, Napilotti, 2011) existe una fractura importante por nivel educativo en torno al proyecto reproductivo de las mujeres, y recprocamente con el proyecto educativo laboral. En esa oportunidad se haba
discutido un patrn de reproduccin dual segn nivel educativo alcanzado, y se planteaba la hiptesis
de la disminucin probable de la fecundidad como impacto de la universalizacin de la educacin
media (consagrada obligatoria en la Ley General de Educacin del 2008). Ver en particular Filardo y
Planel (2012) Entre Susanitas y Mafaldas: el Estado. Anlisis de polticas pblicas y la fecundidad en
Uruguay ponencia presentada en el Congreso AUCIP, 2012 Montevideo.
Las polticas pblicas vinculadas a la fecundidad remiten a los servicios vinculados a la planificacin
familiar y especialmente en la transversalizacin de la perspectiva de derechos sexuales y reproductivos en la implementacin de las mismas. Sin embargo, existen otro tipo de polticas que dan cuenta a
su vez de la diversidad planteada en relacin a los estmulos o desestmulos a la reproduccin, emergentes desde la rbita del Estado. Existen polticas pblicas de carcter universal y especficamente
vinculadas al proyecto reproductivo polticas de intervencin en planificacin familiar y licencias
vinculadas a la reproduccin. stas son las medidas estatales condicionadas por el comportamiento
reproductivo, es decir que actan en forma explcita sobre dicha rea de intervencin. Por otra parte,
existen otras que se presentan como condicionantes del comportamiento reproductivo acceso a la
vivienda, sistema educativo-. Otro tipo de polticas o programas son focalizadas, especficamente el
sistema de cuidados, su actual situacin y su pretendido desarrollo. Para ambos ejes se plantear
un breve anlisis centrado en el problema del comportamiento reproductivo. Se observan distintas
perspectivas planteadas sobre ello (Filardo et al, 2012).
Puede considerarse en este sentido como una excepcin a la reciente legislacin vinculada al acom-

152

Vernica Filardo

este tipo de programas, remiten al sesgo tcito en la focalizacin del sector pblico
de la salud y el sesgo implcito en la focalizacin del proyecto reproductivo slo en la
mujer, es posible suponer que es precisamente en las poblaciones con menor acceso
a capital social y cultural sobre quienes se reproduce conceptualmente un esquema de
divisin sexual de tareas en torno a la reproduccin, que luego dadas las condiciones
del mercado de empleo- se extiende tambin a la crianza. (Filardo, Planel, Napiloti,
2011)14.
Es as que muchos de los programas, y en particular los que se inscriben en la
rbita de salud pblica, priorizan el binomio materno-infantil, reforzando las nociones
de crianza en el gnero femenino. As tambin se prioriza en general a la madres, en
caso de intervencin judicial respecto a tenencia y guarda de los hijos. Por otra parte,
programas de apoyo a la pobreza, como asignaciones familiares, tarjeta social del Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) son beneficios que tienen como titular por defecto
a la madre y salvo excepciones al padre. Es probable en consecuencia que las pautas
culturales que (aunque no deliberadamente, y probablemente como externalidad) reproducen los programas sociales tengan influencia en la resistencia al reparto equitativo
por parte de las mujeres menos educadas en la crianza de los hijos, ya que es posible percibir beneficios directos asociados a la responsabilidad en este mbito. Si se
empleara una lgica racional (que no siempre es adecuada) no se perciben beneficios
directos a la asignacin normativa en las tareas domsticas, que las mujeres jvenes
unnimemente estn dispuestas a compartir con los varones, y a las que no atribuyen
una correspondencia de gnero.
A su vez, los varones presentan pautas consistentes con una modificacin sustantiva que tensiona los modelos tradicionales y que puede atribuirse a una construccin alternativa de los roles de gnero. A propsito de investigaciones en la regin,
Duarte seala para los varones jvenes pobres chilenos Para los varones de sectores
empobrecidos, la carencia de posibilidades y expectativas truncadas, les llevan a percibir que las posibilidades de ser varn que se les ha transmitido como socializacin
patriarcal -que cumple en la provisin, proteccin, procreacin y que se consolida en el
prestigio-, se torna difcil de alcanzar. Es as como aparecen estrategias de remplazo
de aquellas exigencias, sobre todo la ya sealada exacerbacin de lo macho, a travs
de las prcticas de agresin y violencia en diversos mbitos, contra distintos actores
y con diferentes formas de ejercicio -simblica y material-. Una segunda estrategia, en
convivencia con la anterior, consiste en el ejercicio de la paternidad como una opcin
que permite legitimarse ante las y los adultos como sujeto con posibilidades de em-

14

paamiento en el parto (Ley N 17.386).


Vale hacer notar que el sesgo relativo a la posicin social remite a la focalizacin del control de la
natalidad va la planificacin familiar en los sectores pobres del pas, no slo justificado en la maternidad adolescente y riesgos sanitarios, discutidos en (Pereira, 2012), sino principalmente a partir de
conceptualizarlo como una ruptura del crculo de reproduccin de la pobreza. Por su parte, el Estado
Nacional ha mostrado inters reciente en disear programas y medidas que estimulen la fecundidad
en sectores medios y altos.

Generaciones, edad, gnero y educacin: quin debe ocuparse de la crianza de los hijos?

153

pezar a decidir y ser tomado en cuenta, y como alguien que hace cosas de grande.
En este mbito se aprecia una diferencia con generaciones anteriores, dado que para
los varones jvenes de sectores empobrecidos, esta paternidad implica una posibilidad distinta de construccin de la identidad de gnero, y es el refugio donde pueden
reafirmarla (Duarte, 2013:13).
Para concluir, en la medida que este trabajo es un modesto acercamiento inicial
al tema, y a travs de algunas preguntas de la ENAJ 2008, vale enfatizar la necesidad
metodolgica de situar generacionalmente las relaciones de gnero, como una construccin que est determinada por las condiciones sociohistricas y polticas15, que
contextan la socializacin/incorporacin de los modelos de rol y en donde el papel
que juega el Estado cobra singular importancia. Por tal motivo en los anlisis sobre
actitudes y la evolucin de las mismas, debe distinguirse con claridad los efectos de
edad y generacin. En segundo lugar cobran relevancia las discrepancias que existen en las modificaciones que se producen en el tiempo en las diferentes dimensiones
que configuran los modelos tradicionales (trabajo domstico, crianza de hijos, proyectos fuera del hogar), y por ltimo la relevancia de considerar simultneamente al sexo y
el nivel educativo (u otro indicador de la posicin que se ocupa en la estructura social)
ya que sta determina las diversas formas de asumirse mujer o varn.
Bibliografa
Aguirre, Rosario (1998). Sociologa y gnero: las relaciones entre hombres y mujeres bajo
sospecha. Doble Click Soluciones Editoriales. Montevideo.
Amorn, D.; Carril, Elena; Varela, Carmen (2006). Significados de maternidad y paternidad
en adolescentes de estratos bajos y medios de Montevideo. En Lpez Gmez, A. (coordinadora) Proyecto Gnero y generaciones. Reproduccin biolgica y social de la poblacin
uruguaya. Tomo I. UNFPA. Ed. Trilce. Montevideo.
Batthyny, K.; Genta, N.; Perrota, V. (2013). La poblacin uruguaya y el cuidado. Anlisis de
representaciones sociales y propuestas para un sistema de cuidados en Uruguay. Sistema
Nacional de Cuidados. UdelaR, Montevideo.
Duarte Quapper, Klaudio (2013). Jvenes en masculino: entre tradicionales y alternativos. En
Revista PASOS N 160. Departamento Ecumnico de Investigaciones. San Jos, Costa
Rica. Julio-setiembre 2013. pp 2-16.
Filardo, Vernica (2010). Transiciones a la adultez y educacin. Cuaderno N 5. UNFPA. Montevideo.
Filardo, Vernica (2011). Educacin: mundo de distancias en Goi, Filardo, Mancebo, Celiberti
Puede y debe rendir ms. Una mirada feminista sobre las polticas de formacin docente. (pp. 41-78) Ed. Cotidiano Mujer. Montevideo.
Filardo, Vernica; Planel, Anaclara; Napiloti, Romina (2011). Sobre la brecha de fecundidad en
Uruguay. Ecuaciones para tener hijos y Polticas Pblicas. Informe del Proyecto Actitudes
15

Al respecto el discurso imperante sobre la equidad de gnero, y tambin las contradicciones concretas que se registran en la implementacin de algunos programas sociales, que afectan diferencialmente a distintos sectores poblacionales.

154

Vernica Filardo

y Comportamientos Reproductivos en Uruguay. Convenio OIM, Comisin Sectorial de Poblacin, OPP y FCS. Montevideo.
Filardo, Vernica; Planel, Anaclara (2012). Entre Susanitas y Mafaldas: el Estado. Anlisis
de polticas pblicas y la fecundidad en Uruguay ponencia presentada en el Congreso
AUCIP, 2012, Montevideo.
Filardo, Vernica (2012). Brechas de fecundidad: desear, proyectar y tener hij@s. En El Uruguay desde la Sociologa N 10. pp 141-162. Departamento de Sociologa. FCS UdelaR.
Montevideo.
Filardo, Vernica (2011). Distancias intra-generacionales. Jvenes en Uruguay 1990-2008.
Cuaderno N 1 Mirada Joven. INJU MIDES. Montevideo.
Pereira, Javier (2012). Entre prevenir y apoyar: opciones para el diseo de polticas y programas en el campo de la parentalidad adolescente. En Revista RECSO N 3. Universidad
Catlica del Uruguay. pp 103-123. Montevideo.
Rama, Germn; Filgueira, Carlos (1991). Los jvenes del Uruguay. Esos desconocidos. Anlisis de la Encuesta Nacional de Juventud, CEPAL - INE.

Brecha digital de gnero en Uruguay:


superada o restringida?
Ana Rivoir1 - Santiago Escuder2
La brecha digital es un fenmeno que surge como desigualdad social a partir de la
expansin de las Tecnologas de la Informacin y la Comunicacin (TIC). Inicialmente se consider que estaba basada en las diferencias entre quienes accedan a las
TIC y quienes no lo hacan. Ms recientemente el concepto se ha complejizado y se
analiza en relacin a otras desigualdades sociales, as como a los tipos de usos y el
sentido y el significado de stos. El presente artculo busca analizar la interaccin de
esta desigualdad digital con las desigualdades de gnero en Uruguay. A tales efectos,
se analizan los datos disponibles de la encuesta de TIC de Uruguay (2010), Encuesta
Continua de Hogares (2012), y fuentes de la Unin Internacional de Telecomunicaciones (UIT).
La brecha digital y la brecha de gnero
La consolidacin de la Sociedad de la Informacin y el Conocimiento (SIC) trajo
consigo, no slo nuevas oportunidades para el desarrollo sino tambin nuevas desigualdades sociales entre los que acceden a estas oportunidades y los que no lo hacen. En
particular, la brecha digital es un fenmeno que surge como desigualdad social a partir
de la expansin de las TIC.
Inicialmente se consider que la brecha digital se basaba en las diferencias entre
quienes accedan a las TIC y quienes no lo hacan. Esto constituye sin lugar a dudas
una brecha de acceso a las TIC. Sin embargo, el concepto se ha ido complejizando y
se analiza actualmente en relacin a otras desigualdades sociales (Hargittai, 2004;
Stewart, et al., 2006).

Doctora por la Universidad Oberta de Catalunya (Espaa). Licenciada en Sociologa por la Facultad
de Ciencias Sociales. Investigadora y docente del Departamento de Sociologa de la Facultad de
Ciencias Sociales. Coordinadora del Observatorio de Tecnologas de Informacin y Comunicacin (ObservaTIC). Investigadora del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I. ana.rivoir@cienciassociales.
edu.uy
Licenciado en Sociologa por la Facultad de Ciencias Sociales. Investigador y docente del Departamento de Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales y del Observatorio de Tecnologas de
Informacin y Comunicacin (ObservaTIC). [email protected]

156

Ana Rivoir - Santiago Escuder

Se ha ido superando una visin de las desigualdades restringida al acceso y la


conectividad. Se han sumado a stas, las diferencias en los tipos de usos como factores determinantes en la reduccin de desigualdades. Asimismo, se incorpora el anlisis
del sentido y el significado de las TIC para los fines que las personas definen (Camacho,
2002; Mansell, 2002) y de los procesos que permiten evaluar su contribucin a mejorar
las oportunidades de las personas para el desarrollo humano (Robinson et al., 2003;
Warschauer, 2003; Selwyn, 2004; Gasc, 2007).
En tal sentido, el acceso a las TIC, los tipos de usos y la creacin de contenidos
no son indiferentes a las desigualdades existentes en cada sociedad, incluidas las desigualdades de gnero. Entendemos las desigualdades de gnero como un fenmeno
estructural y en interaccin con la brecha digital. Para comprender cmo se articulan
estas desigualdades es fundamental analizar especficamente el vnculo entre las mismas y hacerlo en forma compleja. No alcanza con afirmar que no existen diferencias
en el acceso entre varones y mujeres, para sostener que no hay desigualdades. Esto
puede encubrir diferencias y desigualdades en los usos, o la reproduccin de desigualdades de gnero a travs de las TIC.
Existen diagnsticos en la regin que indican que las oportunidades que brinda la
economa digital no se distribuyen en forma equitativa entre varones y mujeres (CEPAL,
2013).
Es as que estas variables y/o indicadores se pueden encontrar segmentados de
acuerdo al sexo. Por otra parte, el gnero tambin reviste desigualdades e inequidades
de responsabilidades y distribucin de funciones que deben desempear tanto varones
como mujeres en sociedad. El uso de las TIC por parte de las mujeres, por lo general
es ms restringido y requiere de menos destrezas tecnolgicas (Castao, 2008).
En el caso espaol la brecha de gnero est constituida por una brecha de formacin (alfabetizacin digital y capacidades) y de las TIC empleadas ms intensamente
por los hombres (comercio, banca, consumo y ocio). Las mujeres realizan un uso vinculado al bienestar social (formacin, empleo, informacin sobre temas de salud, educacin, servicios sociales). Esto genera la segunda brecha digital de gnero. Existiendo
equidad de acceso no la hay necesariamente en el aprovechamiento. El uso aparece
entonces como segunda brecha (Castao 2008).
Otros estudios (CEPAL, 2013; Pea et al., 2012) sealan que el acceso a determinadas tecnologas, especialmente en mujeres pobres y en mbitos rurales, se ve
coartado por la imposibilidad del uso efectivo debido a los compromisos del trabajo
domstico y de cuidados. Sin embargo, la paridad de gnero en el uso efectivo es mayor en las reas rurales y pequeas localidades. En este sentido, el uso de las TIC por
parte de las mujeres puede tener diversos impactos.
Por un lado, las mujeres pueden llegar a apropiarse de la tecnologa en aquellos
usos que refuerzan aun ms aquellas desigualdades preexistentes y roles del hogar.
En este sentido, la tecnologa puede llegar a contribuir transversalmente a aquellas

Brecha digital de gnero en Uruguay: superada o restringida?

157

dimensiones de inters y bienestar en cuanto al cuidado y los quehaceres domsticos,


lo cual se ve reflejado en la bsqueda de informacin por ejemplo sobre servicios de
salud, alimentacin (recetas de cocina), cuidados, crianza de hijos, etc. Es as que para
qu se usan las TIC cobra nuevo sentido (Pea, 2012; Rivoir et al., 2010).
Por otro lado, tambin los tipos de usos pueden resultar en generacin de capacidades y empoderamiento de derechos. Tanto la creacin de infraestructura tecnolgica, como de contenidos han estado ligadas al campo masculino. El valor de la
informacin y el conocimiento a travs de las TIC puede transformar las relaciones
desigualdad de gnero, las relaciones de poder, como tambin redefinir las aspiraciones de las mujeres en materia de contenidos tecnolgicos, al igual que en procesos de
autonoma e independencia econmica (CEPAL, 2013).
Por ltimo, cabe sealar que las iniciativas para la reduccin de la brecha digital
de gnero a travs de las polticas pblicas no se han extendido en el continente tanto
como iniciativas orientadas a otros temas prioritarios como el gobierno electrnico,
etc.
A partir del anlisis de las agendas digitales de la regin, se ha constatado que
el enfoque de gnero no est presente en las estrategias nacionales para la SIC. Particularmente, se destaca la ausencia en las agendas digitales de Uruguay. Cuando surge
la mencin a las mujeres en estas agendas, se las vincula ms a la inclusin social en
trminos generales que a sus necesidades especficas (Camacho, 2013; Rodrguez
Gust, 2014). Aun cuando es sabido que existen aspectos de formacin y productivos
donde se constata la desigualdad digital de gnero (Pittaluga, 2013; Bonder, 2011).
Aspectos metodolgicos para analizar las desigualdades de gnero en
relacin a las TIC
Se realiz un relevamiento de las distintas fuentes de informacin y se sistematizaron aquellas que tenan en cuenta tanto el acceso a TIC, sus tipos de usos, como
otros mbitos donde varones y mujeres interactan con la tecnologa. Se utilizaron las
bases de datos de las Encuestas Continua de Hogares y personas del Instituto Nacional
de Estadstica (INE) para el ao 2012. Se midieron los factores asociados a la penetracin de las TIC y las ramas productivas donde se utiliza y crea tecnologa. La formacin
en carreras tecnolgicas se relev a travs de los datos provenientes del Anuario Estadstico de Educacin del Ministerio de Educacin y Cultura (MEC).
Los tipos de usos se analizaron a partir de la Encuesta de Usos de Tecnologas
de la Informacin y la Comunicacin (EUTIC) del ao 2010, que releva esta variable en
forma ms detallada. Se analizaron los factores relacionados a los tipos de usos. Para
la comparacin regional se recurri a una sistematizacin de datos provenientes de
la UIT. Estos datos tienen en cuenta la penetracin de las TIC para cada pas y no los
respectivos usos, lo cual constituye un factor limitante para nuestro enfoque y genera
una dificultad para la comparacin entre pases respecto a la brecha de usos.

158

Ana Rivoir - Santiago Escuder

Cabe destacar que en este relevamiento constatamos que ninguna de las fuentes
tiene en cuenta la perspectiva de gnero de manera explcita, slo se cuenta con el
relevamiento primario en cuanto al sexo del internauta. Asimismo, los usos son personales y no con referencia a terceros. En tal sentido, es difcil comprender si buscar
informacin en general, para estudiar, de bienes y servicios vinculados a la salud en el
caso de las mujeres resulta para un uso personal o para otros. Desde una perspectiva
de gnero, y teniendo en cuenta dimensiones como el cuidado, muchos de los usos
que realizan los internautas pueden tener un impacto directo en otros integrantes del
hogar que no necesariamente deben ser usuarios (nios pequeos, adultos mayores,
discapacitados, etc.).
La relacin de las mujeres con la tecnologa y brecha de acceso
La brecha digital de gnero no pasa solamente por el acceso y el uso que las
mujeres realizan de las TIC. Se trata de una situacin que da cuenta de procesos, de
contextos y que se articula con otras desigualdades u oportunidades existentes en la
sociedad en cuestin. En tal sentido, se la puede relacionar con la evolucin general de
acceso a las TIC, con las polticas y con otras desigualdades y diferencias existentes.
El estado de la brecha digital de gnero en cuanto al acceso
En cuanto a la dimensin de acceso, Uruguay ha logrado avances superlativos en
el perodo 2006 - 2014. stos responden al desarrollo de polticas pblicas as como
a la expansin del mercado de las TIC. Se trata de iniciativas que han perdurado en el
tiempo y han contado con recursos acordes para su implementacin por ejemplo el
Plan Ceibal, Universal Hogares, Centros MEC, entre otros. (Rivoir, 2013).
Estos avances se constatan en forma comparativa a nivel regional. Segn datos
de la Unin Internacional de Telecomunicaciones (UIT), para el ao 2012 el pas contaba
con un 48,4% de hogares conectados a Internet mediante banda ancha, primero por
delante de pases latinoamericanos como Argentina (47,5%), Costa Rica (47,3%), Chile
(41%), Brasil 37,8%, y Colombia (32,1%), entre otros.
Sin embargo, si se tiene en cuenta la situacin a nivel mundial, el pas se encuentra posicionado a mitad de tabla, nmero 50 del ndice de Desarrollo de las Tecnologas
de la Informacin y Comunicacin. Corea del Sur lidera el ranking con un 97,4% de los
hogares conectados, seguido por Suecia (92%), Dinamarca (92%), Islandia (95%), entre
otros pases europeos, fundamentalmente nrdicos. El siguiente cuadro muestra aquellos pases que se encuentran a la vanguardia en cuanto a la penetracin de Internet en
los hogares:

159

Brecha digital de gnero en Uruguay: superada o restringida?

Cuadro 1. Porcentaje de Hogares con conexin a Internet y porcentaje de Internautas


segn sexo en diferentes pases del mundo y la regin

Pas

Varones

Mujeres

Diferencia

Ao del
dato

PC
Hogar
%

Conexin
Ao del a Internet
dato
en el
hogar %

Ao
del
dato

Primeros diez pases con mayor porcentaje de conectividad en el hogar


Corea del
Sur

87,9

79,5

8,4

2011

82,3

2012

97,4

2012

Islandia

97,3

95,7

1,6

2012

96,0

2012

95,0

2012

Holanda

94,9

92,0

3,0

2012

94,2

2011

94,0

2012

Luxemburgo

95,5

89,1

6,4

2012

92,0

2012

93,0

2012

Noruega

96,0

94,3

1,7

2012

92,0

2012

93,0

2012

Dinamarca

93,7

92,0

1,7

2012

90,4

2011

92,0

2012

Suecia

95,3

92,3

3,0

2012

92,0

2012

92,0

2012

Qatar

87,9

82,1

5,8

2011

91,5

2012

88,1

2012

Finlandia

90,8

90,7

0,0

2012

88,0

2012

87,0

2012

Alemania

87,0

81,1

5,9

2012

87,0

2012

85,0

2012

Espaa

74,2

69,6

4,6

2012

74,0

2012

68,0

2012

Portugal

67,8

59,7

8,1

2012

66,0

2012

61,0

2012

Uruguay

55,2

53,8

1,4

2012

63,7

2012

48,4

2012

Costa Rica

33,8

30,8

3,0

2008

49,0

2012

47,3

2012

Brasil

41,1

40,3

0,8

2010

45,4

2011

37,8

2011

Pases Iberoamericanos

Colombia

40,5

40,2

0,3

2011

38,4

2012

32,1

2012

Mxico

39,0

35,5

3,5

2011

32,2

2012

26,0

2012

Ecuador

32,0

30,8

1,2

2011

32,2

2012

22,5

2012

Per

38,9

30,5

8,4

2010

29,9

2012

20,2

2012

Paraguay

20,4

19,2

1,2

2010

19,3

2010

13,8

2010

Bolivia

33,2

26,0

7,2

2009

24,0

2011

7,4

2011

Fuente: Elaboracin propia en base a datos de la UIT, 2012.

Un dato relevante es que aquellos pases con mejores indicadores de acceso,


conectividad, y cantidad de internautas, tambin se encuentran bien posicionados en

160

Ana Rivoir - Santiago Escuder

cuanto a su Desarrollo Humano. Sin embargo, no se relaciona tanto con la riqueza econmica medida por su Producto Bruto Interno (PBI).
Respecto al porcentaje de usuarios segn sexo, los pases con mayores porcentajes de hogares conectados a Internet son por lo general aquellos que tienen mayor
cantidad de internautas. Sin embargo, no necesariamente el acceso guarda algn tipo
de relacin con la paridad de gnero. Por ejemplo, Portugal que se encuentra por encima del promedio mundial con un 61% de hogares conectados en el ao 2012, tiene
un 67,8% de internautas varones, y 59,7% mujeres. En el mismo sentido, Corea del Sur
el pas con mayor porcentaje de hogares conectados a banda ancha en el mundo, tambin guarda una disparidad considerable en cuanto a los usuarios que efectivamente
acceden a Internet: 87,9% son mujeres, mientras que en el caso de los varones esta
cifra trepa al 97,4% en el pas asitico.
En varios pases latinoamericanos como Per o Bolivia, la disparidad de gnero
alcanza los ocho puntos de diferencia. En el caso de Uruguay, esta disparidad es mnima contando con 55,2% de internautas varones y un 53,8% mujeres.
Mujeres y formacin para las TIC
Segn el anuario estadstico del Ministerio de Educacin y Cultura del ao 2012,
en las carreras terciarias vinculadas a la produccin y manejo de TIC, las mujeres
representan una nfima parte de estudiantes en profesiones vinculadas a las TIC. Para
el ao 2012, las mujeres matriculadas en las carreras de Ingeniero Electricista de la
Facultad de Ingeniera de la Universidad de la Repblica eran apenas 250 (17,1% de la
matrcula), contra unos 1.208 hombres (83,9%). En la carrera Ingeniero en Computacin representaban el 21,7% (889 estudiantes) de una matricula de 4.095 alumnos. Sin
embargo, en la formacin de Tecnlogo no universitario (UTU) esta tendencia se inverta, habiendo muchas ms mujeres cursando las carreras de Tecnlogo en Informtica,
Tecnlogo Mecnico y Tecnlogo Ingeniero.

161

Brecha digital de gnero en Uruguay: superada o restringida?

Cuadro 2. Matriculacin de estudiantes en formacin Terciaria Universitaria*


Matriculados carreras terciarias
universitarias
Ingeniero Civil
Ingeniero en Produccin
Ingeniero Electricista
Ingeniero en Computacin
Ingeniero en Sistemas en Computacin
Ingeniero Industrial Mecnico
Tecnlogo en Informtica
Tecnlogo Mecnico
Ingeniero Naval
Perito en Ingeniera Electrnica
Perito en Ingeniera Mecnica
Perito en Instrumentacin Industrial

Varones

Mujeres

Total

792
48
1208
3206
0
99
16
300
77
3
1
2

62,8
50,5
82,9
78,3

470
47
250
889
0
33
1
27
13
0
0
0

37,2
49,5
17,1
21,7

1262
95
1458
4095
0
132
17
327
90
3
1
2

75,0
94,1
91,7
85,6
100
100
100

25,0
5,9
8,3
14,4
0
0
0

Fuente: Anuario estadstico de Educacin del Ministerio de Educacin y Cultura, 2012.


*Incluye tanto Centros y Universidades de formacin pblica como privada.

Se evidencian asimismo diferencias en los tipos de ocupacin de las ramas de


actividad. Segn la Encuesta Continua de Hogares (ECH) del ao 2012, las mujeres
se encuentran subrepresentadas en las ramas de actividad que vinculan el trabajo y la
produccin de tecnologa de manera directa. En las actividades de mayor creatividad,
produccin y programacin, y consultoras informticas representan menos del 25,7%
y 22% respectivamente. Alcanzan la paridad con los varones en aquellas actividades
que se pueden considerar mecnicas, rutinarias y de mayor atencin o menor
creatividad en comparacin a las primeras, como procesamiento de datos, o actualizacin de portales web (ECH, 2012).
Se trata, en ambos casos, de resultados muy similares a los encontrados en
otros estudios en la regin. Por lo que podemos sostener que Uruguay no se diferencia
mucho de este contexto (Goi y Pittaluga, 2013; CEPAL, 2013).
Polticas pblicas de acceso y uso de TIC
En el caso de Uruguay, las polticas pblicas en la temtica, estn dirigidas a
mitigar las desigualdades existentes en el acceso a las TIC. Estas se visualizan mayormente a partir del territorio (rural-urbano) como de los ingresos.
Para el ao 2006 la cantidad de hogares con acceso a algn tipo de computador
personal (PC) era de 19,1% para todo el Uruguay, segn la Encuesta Nacional de Hogares y tan solo el 9,7% de los hogares contaban con conexin a Internet. Para el ao
2012, un 60,9% de los hogares contaba con computadora y un 46,3% con conexin a

162

Ana Rivoir - Santiago Escuder

Internet. Si se analizan los hogares con PC se puede detectar la influencia de la poltica


en el acceso pues 16,1% contaba exclusivamente con la laptop Ceibal3.
Cuadro 3. Acceso a PC y conexin a Internet en el hogar
segn quintiles de ingreso per cpita. Ao 2012
Tipo de PC/Conexin
a Internet
Slo Tiene PC comn
Tiene ambas PC
(comn y XO)
Slo tiene XO
No dispone de
computadora en el
hogar
Tiene conexin a
Internet

Primer
Quintil
11,4

Segundo
Quintil
22,2

Tercer
Quintil
35,5

Cuarto
Quintil
52,6

Quinto
Quintil
68,6

17,9

22,0

18,1

11,7

6,2

15,2

32,8

12,2

5,1

1,6

0,5

10,5

37,9

43,6

41,3

34,1

24,7

36,3

22,5

38,1

49,0

60,3

72

48,4

Total
38,1

Fuente: Elaboracin propia en base a Encuesta Continua de Hogares, ao 2012.

Cuadro 4. Acceso a PC y conexin a Internet en el hogar segn regiones del pas.


Ao 2012

Tipo de PC/
Conexin a
Internet
Solo Tiene PC
comn
Tiene ambas PC
(Comn y XO)
Solo tiene XO
No dispone de
computadora en el
hogar
Tiene conexin a
Internet

Montevideo

Interior:
localidades
urbanas de
5000 o ms
habitantes

Interior:
localidades
urbanas
de menos
de 5000
habitantes

Interior:
zona rural

Total

51,2

30,1

27,4

19,7

38,1

12,0

17,9

16,5

14,9

15,2

7,6

12,2

13,2

13,8

10,5

29,3

39,7

42,9

51,6

36,3

59,0

42,8

39,0

28,8

48,4

Fuente: Elaboracin propia en base a Encuesta Continua de Hogares, ao 2012.

Plan de acceso a TIC 1 a 1, implementado a partir del 2007 a travs de los centros de educacin
pblica del pas (primaria y primer ciclo de educacin secundaria y tcnica y formacin docente).

163

Brecha digital de gnero en Uruguay: superada o restringida?

A partir de estos datos se observa la contribucin del Plan Ceibal a la reduccin


de las desigualdades de acceso a nivel territorial, pues es mayor en el Interior rural.
Para el ao 2012 casi un 60% de los hogares de la capital disponan de conexin a Internet, mientras que este porcentaje se reduce al 42,8% de los hogares que se encuentran en el Interior urbano, a 39% de los hogares de pequeas localidades y un 28,8%
de los hogares del Interior considerado rural. Pero existen diferencias significativas si
tomamos en cuenta la brecha digital de gnero respecto a otras variables de control?
Cabe preguntarse si estas mejoras en el acceso, se reflejan en una mejora en la
equidad de uso, tanto en varones como mujeres. Paradjicamente, tanto en la capital
como en el Interior rural se expresan las mayores diferencias si tomamos en cuenta el
enfoque de gnero.
Grfico 1. Porcentaje de hogares con conexin a Internet y porcentaje de internautas
segn sexo y regin
70
60

65,3
55,2
51

61,6
50

48,7

53,8
49,8

40

46,9

30

38,2

33,4

20
10
0
Total

Montevideo

Interior: Zona rural


Interior:
Interior:
Localidades
Localidades
Urbanas de 5000 o Urbanas de menos
de 5000 habitantes
ms habitantes

Varones

Mujeres

Fuente: Elaboracin propia en base a Encuesta Continua de Hogares, 2012

Constatamos que un 65,3% de los varones usan Internet frente al 61,6% de las
mujeres, pese a que el promedio de aos de educacin es mayor en la capital para

164

Ana Rivoir - Santiago Escuder

ellas. Esto puede estar explicado porque el porcentaje de mujeres pobres en las regiones urbanas (capital, interior urbano y pequeas localidades) es mayor respecto a los
hombres4.
En el Interior rural, sin embargo, las mujeres utilizan en mayor medida Internet
(38,2%) que los hombres (33,4%). Hay que tener en cuenta que las mujeres, especialmente en esta regin, alcanzan niveles educativos mayores a los de los varones. En
promedio las mujeres alcanzan 6,5 aos de formacin, mientras que los varones rondan los seis. Por otro lado, si bien es sabido que la edad impacta tambin en el acceso
y uso efectivo de las TIC, en el caso de los hombres rurales adultos, la tendencia a no
utilizar las nuevas tecnologas es mucho mayor respecto a las mujeres. Si tomamos
como ejemplo los adultos mayores a 30 aos, los internautas varones que viven en
zonas rurales alcanzan el 15,3%, mientras que las mujeres de su misma condicin
representan el 21,4%. Situacin similar se vislumbra si tomamos internautas rurales
mayores de 60 aos.
Surgen tambin otros elementos de ndole cultural que podran estar explicando
esta diferencia. Se encuentra que el inters de las mujeres en los cursos de alfabetizacin digital y la participacin en telecentros en pequeas localidades son mayores que
los de los varones (Rivoir, 2013). A su vez, su vnculo con las tareas escolares de los
hijos produce un involucramiento mayor en el uso de las TIC, tambin debido al Plan
Ceibal y al acompaamiento en tareas escolares (Rivoir et al, 2010).
Estas diferencias urbano-rurales, coinciden con resultados de investigaciones en
la regin (CEPAL, 2013; CIPAF, 2011).
La brecha en los tipos de usos
En cuanto a los tipos de usos podemos abordar esta diferencia a partir de la
variable sexo y a travs de la informacin que nos proporciona la Encuesta de Usos de
Tecnologas de la Informacin y la Comunicacin (EUTIC, 2010).
Segn este relevamiento, las mujeres utilizan ms que los varones la tecnologa
para acceder a servicios mdicos (16,6% de las internautas) y a contenidos de salud
en general (37,9%). Se trata de usos que se pueden relacionar a las tareas de cuidado,
tanto personal como de terceros, aunque la encuesta no permite distinguir. Desde una
perspectiva de gnero, sera importante conocer, a los efectos de evaluar, si el uso
est determinado por la distribucin del trabajo domstico o por un inters mayor de
las mujeres que los hombres en la atencin a su salud personal.

En Montevideo un 14,6% de los varones pertenecen a el quintil nmero uno de ingresos, mientras que
este porcentaje asciende al 16,4% de las mujeres que viven en hogares de la capital. En el Interior
urbano, los varones que viven en hogares del quintil inferior representan el 21,4%, mientras que alcanza al 24,2% de las mujeres en esta regin. No obstante, en el interior rural la cantidad de mujeres
y varones en situacin de vulnerabilidad prcticamente es la misma (21,6 y 21,8%, respectivamente).

165

Brecha digital de gnero en Uruguay: superada o restringida?

Compra venta

Grfico 2. Tipos de usos en Internet segn sexo, medido en porcentaje de


internautas, ao 2010
20,5

Consulta estados de cuenta

22,5

4,4

Compra o venta con transaccin electrnica

8,2
18,7

Compra o venta con intervencin electrnica

30,1
54,9

Descargas

Leer o descargar noticias

58,4

19

Descargar programas de computacin

32,6
23,3

Uso o descarga de juegos de video o computadora

45,3
32

Comunicacin

Publicar informacin o mensajes instantneos

30,7
64,1

Chatear o utilizar mensajera instantnea

59,8

Participar en redes sociales

61,6

53,5

Informacin en general

Informacin de
trabajo

Informacin para estudiar

Enviar y recibir correo

74,3

Descargar material del docente

28,1

Interactuar con el centro de estudio

10

78,9

32,6

14,4

3,4

Realizar cursos a distancia

2,8

59,1

Informacin para estudiar

55,4
2,3

Realizar teletrabajo

2,9
17,7

Buscar empleo

16,4

38,9

Informacin para trabajar

48,5

26,7

Estado o gobierno

28,5

Salud en general

27,6

37,9

16,6

Servicios mdicos

12,8

53,3

Bienes y servicios
0

10

20
Mujeres

30

40

50

60

61,3
70

80

90

Varones

Fuente: Elaboracin propia en base a Encuesta de Usos de Tecnologa (EUTIC), ao 2010.

Las mujeres utilizan las TIC en mayor medida para participar en redes sociales
electrnicas (61,6%). Las mayores diferencias entre gneros se ven en aquellos usos
tpicamente masculinizados y que en su mayora ofrecen productos exclusivamente
para varones, como uso y descarga de juegos de video o computadora (45,3%). Tambin es el caso de la descarga de programas de computacin (32,6%). stos pueden

166

Ana Rivoir - Santiago Escuder

referir a la desigualdad existente en el mercado de empleo TIC que se presentaba


anteriormente.
El 29,8% de las mujeres tienen conocimientos para descargar y actualizar programas, mientras que esta cifra asciende al 43% de los varones. Los varones tambin
buscan en mayor proporcin informacin para trabajar (48,5%) y tambin comprar o
vender en Internet (30,1%), usos que de alguna manera deberan impactar en la mayor
autonoma econmica de las personas.
Segn la EUTIC de los 1.422.150 internautas que utilizaron la red en el ltimo
mes o al menos una vez en los ltimos tres meses (65,8% de la poblacin uruguaya),
un 28,6% eran jefes de hogar, 18,3% esposo/a del jefe, 28,5% hijos de la pareja y
14,2% hijos slo del jefe de hogar. Es decir, casi un 90% de estos internautas estaban
comprendidos en alguno de estos roles definidos del hogar, lo cual permite inferir qu
tipos de usos realizan stos teniendo en cuenta tambin el sexo (varones jefes de hogar, mujeres jefas de hogar, esposo, esposa, hijo, hijas, etc.). La posicin que ocupa el
internauta dentro del hogar puede dar indicios de diferencias en cuanto a los tipos de
usos teniendo en cuenta esta perspectiva de gnero.
En cuanto a la bsqueda de informacin general en Internet, tanto los varones
jefes de hogar como los esposos e hijos, buscan en mayor proporcin informacin
sobre bienes y servicios respecto a las mujeres de su misma condicin. Este tipo de
uso puede considerarse abstracto e incluso comprender indirectamente al resto de
usos. Sin embargo, en los usos vinculados a contenidos de salud y servicios mdicos,
usos que podemos considerar especficos, las mujeres, pero en especial las esposas
de los jefes de hogar utilizan en mayor medida este tipo de servicios (44 y 45,3%,
respectivamente).
Estos datos son similares a los encontrados en otros estudios en la temtica
(CIPAF, 2011; Castao, 2008, PNUD, 2006), por lo que no estara dando cuenta de una
apropiacin diferente en Uruguay, ni se constata que d cuenta de mayor aprovechamiento por parte de las mujeres para su desarrollo y autonoma.

0,0

10,0

20,0

30,0

40,0

50,0

60,0

70,0

80,0

90,0

Mujer

Varn

Mujer

Varn

Mujer

Jefe/a

Mujer

Varn

Mujer

Varn

Mujer

Varn

Mujer

Hijo/a solo del jefe

Informacin para estudiar

Informacin para Realiz cursos a Interactuar con el


estudiar
distancia
centro de estudio

Hijo/a de ambos

Estado o
Gobierno

Varn

Fuente: Elaboracin propia en base a Encuesta de Usos de Tecnologa (EUTIC), ao 2010

Esposo/a

Informacin en general

Bienes y servicios Servicios mdicos Salud en general

Varn

Mujer

Total

Descargar
material del
docente

Varn

Grfico 3. Usos en Internet vinculados a la bsqueda de informacin general, e informacin para estudiar,
segn sexo e integrante del hogar, medido en porcentaje de Internautas, ao 2010
Brecha digital de gnero en Uruguay: superada o restringida?

167

168

Ana Rivoir - Santiago Escuder

Respecto a la bsqueda de informacin para estudiar, la mayor proporcin de


internautas que utilizan las TIC con este fin son aquellos integrantes hijos. Esto seguramente se vislumbre como correlato del mundo off-line, ya que muchos de estos
internautas estn en edades de estudiar.
Entre los internautas hijos, un 50,8% de las mujeres utilizan Internet para descargar material docente, mientras que esta proporcin desciende al 42,3% en los varones.
Para el caso de interactuar con el centro de estudio, un 18,2% de las internautas hijas
utilizan Internet con este fin, mientras que esta proporcin desciende al 12,9% en los
varones. Tanto las mujeres esposas como jefas tambin utilizan en mayor medida Internet para esto. En Uruguay el xito sobre el logro educativo es mayor en las mujeres, al
igual que la feminizacin de la educacin superior, lo cual sugiere un correlato del xito
educativo de las mujeres sobre los varones y cmo impacta y se reproduce tambin en
el mundo de las TIC.
En cuanto a los tipos de usos vinculados al trabajo, los varones independientemente a su condicin, utilizan en mayor medida las tecnologas para trabajar que las
mujeres. La mayor diferencia se ve reflejada entre varones esposos, de los cuales un
68,9% utiliza Internet para buscar informacin para trabajar y mujeres esposas, las
cuales representan el 43,6%.
Los varones jefes de hogar tambin utilizan en mayor medida Internet con este
objetivo (59,9%), mientras que las jefas de hogar representan el 47,8%. De alguna
manera esto interpela no slo el uso de las TIC con este fin, sino la integracin de las
nuevas tecnologas al mundo del trabajo, pero sobre todo a los tipos de empleo a los
cuales pueden acceder varones y mujeres. En los internautas hijos la paridad de gnero
es mayor.
Las mujeres se comunican en mayor proporcin que los varones. Los porcentajes
tanto de jefas de hogar como esposas, rondan el 57% para aquellas internautas que
deciden utilizar Internet para participar en redes sociales, como va chat. Para los
varones de su misma condicin, estos porcentajes rondan entre el 41 y 47%. Desde
una perspectiva de gnero esto sugiere como hiptesis la maximizacin en el uso
efectivo del tiempo, las responsabilidades de agenda, y cmo estas internautas logran
establecer vnculos por medio de Internet que de otra forma quiz no estableceran en
copresencia. Sin embargo, para el caso de los internautas que ocupan el rol de hijos
dentro del hogar, la paridad de gnero es mucho mayor, lo cual tambin supone un
cambio generacional en la manera que tienen los ms jvenes de comunicarse, y la
importancia que le otorgan a este uso, ms all de las diferencias de gnero.

0,0

10,0

20,0

30,0

40,0

50,0

60,0

70,0

80,0

90,0

100,0

Mujer

Varn

Mujer

Jefe/a

Varn

Mujer

Hijo/a de ambos

Enviar y recibir
correo

Mujer
Participar en
redes sociales

Varn

Varn

Mujer

Hijo/a solo del jefe

Comunicacin

Chatear o utilizar
mensajera
instantnea

Mujer

Varn

Mujer

Total

Realizar llamadas
Publicar
informacin o o videollamadas
mensajes
instantneos

Varn

Fuente: Elaboracin propia en base a Encuesta de Usos de Tecnologa (EUTIC), ao 2010

Esposo/a

Mujer

Realizar
teletrabajo

Varn

Informacin de trabajo

Informacin para Buscar empleo


trabajar

Varn

Grfico 4. Usos en Internet vinculados a informacin de trabajo y comunicacin segn sexo e integrante del hogar,
medido en porcentaje de Internautas, ao 2010
Brecha digital de gnero en Uruguay: superada o restringida?

169

170

Ana Rivoir - Santiago Escuder

En cuanto a los usos vinculados a descargas los varones jefes de hogar y esposos utilizan en mayor cantidad la tecnologa con fines de entretenimiento (descargar
imgenes, pelculas, videos, msica). Las preferencias rondan el 63% para los varones,
mientras que para las internautas mujeres estas cifras representan cerca del 53%.
Sin embargo, a edades menores, e internautas hijos, se vislumbra cierta paridad de
gnero. La descarga de juegos tambin tiene su mayor preferencia fundamentalmente
entre los internautas varones hijos (65,3%), mientras que esta cifra desciende a un 47,4
de las mujeres hijas. En la descarga de programas de informtica, las preferencias
tambin son mayores para los varones. Gran parte de los juegos son pensados para
un pblico esencialmente masculino (juegos de ftbol, combate, carreras, etc.), lo cual
puede estar explicando esta desigualdad. La descarga de programas y aplicaciones
tambin puede ser esperable si se tiene en cuenta la masculinizacin de ciertas reas
del conocimiento vinculadas a la creacin de tecnologa (Ingeniera de programacin,
por ejemplo).
Por ltimo, y en cuanto a los usos vinculados a la compra y venta, si bien stos representan una parte menor de las preferencias de los internautas, los varones
prcticamente e independientemente de su condicin de integrante, utilizan en mayor
proporcin estos medios electrnicos para realizar transacciones, o comprar o vender
productos, en especial jefes de hogar.

0,0

10,0

20,0

30,0

40,0

50,0

60,0

70,0

80,0

90,0

Mujer

Varn

Mujer

Jefe/a

Varn

Mujer

Hijo/a de ambos

Leer o descargar
noticias

Varn

Varn

Mujer

Varn

Mujer

Varn

Mujer

Hijo/a solo del jefe

Compra y venta
Total

Compra o venta con Compra o venta con Consulta estados de


cuenta
transaccin
intervencin
electrnica
electrnica

Fuente: Elaboracin propia en base a Encuesta de Usos de Tecnologa (EUTIC), ao 2010

Esposo/a

Mujer

Descargar programas
de computacin

Descargas

Uso o descarga de
Descargar o ver en
tiempo real imgenes, juegos de video o
computadora
msica, videos y
pelculas

Varn

Grfico 5. Usos en Internet vinculados a descargas y compra-venta segn sexo e integrante del hogar, medido en
porcentaje de Internautas, ao 2010

Brecha digital de gnero en Uruguay: superada o restringida?

171

172

Ana Rivoir - Santiago Escuder

Reflexiones finales
En este artculo nos propusimos analizar las desigualdades de gnero existentes
en Uruguay en relacin al uso y aprovechamiento de las tecnologas de la Informacin
y la Comunicacin.
Cabe destacar la falta de antecedentes de investigacin en la temtica, as como
las dificultades en el acceso a datos que permitan analizar esta problemtica. La generacin de informacin estadstica as como la que producen las polticas pblicas en
Uruguay no permite analizar en profundidad la relacin entre el acceso a las TIC y las
desigualdades de gnero.
En relacin a los resultados obtenidos en la revisin realizada, se constata en
primer trmino, que la brecha de gnero en el acceso a TIC en Uruguay es casi inexistente. Se confirma acceso casi paritario y se evidencia como uno de los mejores en la
regin y a nivel medio en el mundo.
En las caractersticas de los usos de TIC y gnero, es ms difcil concluir pues
los datos disponibles dificultan su comprensin. Teniendo en cuenta la variable sexo,
se constata la existencia de usos diferenciados entre hombres y mujeres. Las mujeres
usan ms las TIC para comunicarse, as como para temas vinculados a salud y educacin. Los hombres utilizan ms que las mujeres las TIC para el trabajo as como para
descargas y entretenimientos. Estas diferencias son coincidentes con hallazgos relativos a los usos encontrados en otros pases.
En relacin a estos datos es muy difcil concluir si estos usos diferentes estn
contribuyendo a disminuir las desigualdades de gnero o a reforzar los roles tradicionales. Se pueden vislumbrar algunos indicios de desigualdad. Es as que si bien el uso
en relacin a los temas de salud y educacin evidencia una utilizacin de las TIC con
fines de desarrollo, la diferencia en este uso entre los sexos, parece evidenciar una
distribucin desigual de las responsabilidades domsticas.
Surgen de este anlisis elementos para suponer que, en lnea con estudios anteriores (CEPAL, 2013), existen barreras de carcter sociocultural que limitan el aprovechamiento de las TIC por parte de las mujeres. stas deben ser analizadas especficamente y con mayor profundidad en base a datos generados especialmente con este fin.

Brecha digital de gnero en Uruguay: superada o restringida?

173

Bibliografa
Bonder, G. (2011). Por qu importa que las mujeres participen plenamente de la Sociedad
de la Informacin/Conocimiento? En: http://www.catunescomujer.org/catunesco_mujer/
publicaciones.php?idc=3 Consultado: 2/5/14
Camacho, K. (2002). Para el proyecto Olstica: Trabajando la Internet con una visin social.
Agosto. Disponible en: http://ticjorgerodriguez.blogspot.com/2012/08/trabajando-lainternet-con-una-vision.html [3-6-2013]
Camacho, K. (2013). Anlisis de la integracin de la perspectiva de gnero en las agendas y polticas digitales de Latinoamrica y el Caribe. Documento de Proyecto lc/w. 541, CEPAL.
Santiago de Chile.
Castao, C. (Coord.). (2011). La brecha digital de gnero en Espaa: anlisis multinivel. Observatorio e-Igualdad. Universidad Complutense de Madrid.
Castao, C. (Dir.) (2008). La segunda brecha digital. Ed. Ctedra Publicaciones Universitat de
Valencia, Instituto de la Mujer.
Castao, C. (2008). El anlisis de la brecha digital de gnero en Espaa: anlisis multinivel.
Observatorios e-igualdad. Universidad Complutense de Madrid.
CEPAL (2013). Mujeres en la economa digital. Superar el umbral de la desigualdad. Conferencia
Regional Sobre la Mujer de Amrica Latina y el Caribe. CEPAL, Ministerio de la Mujer, Repblica Dominicana. Santo Domingo.
CIPAF (2011). Otro techo de cristal? La brecha digital de gnero en la Repblica Dominicana.
Centro de Investigacin para la Accin Femenina. Santo Domingo.
Gasc Hernndez, M.; Equiza Lpez, F.; Acevedo Ruiz, M. (2007). Information Communication Technologies and Human Development: Opportunities and Challenges, IIG, IGI Publishing.
Goi, M.; Pittaluga, L. (2013). La presencia de las mujeres en el sector productivo de las
TIC. Nuevas brechas y nuevos desafos. Revista de Ciencias Sociales N 33, Montevideo.
Disponible en: http://www.fcs.edu.uy/archivos/Art%C3%ADculo%20Goni-Pittaluga%20
RCCSS%2033.pdf
Hargittai, E. (2004). Internet Access and Use in Context, en New Media & Society, N 6.
Mansell, R. (2002), From Digital Divides to Digital Entitlements in Knowledge Societies, en
Current Sociology, vol. 50, n 3, pp. 407-426 (disponible en http://csi.sagepub.com/cgi/
content/abstract/50/3/407).
Pea, P.; Goi, M.; Sabanes, D. (2012). Las mujeres y las tecnologas de la informacin y las
comunicaciones en la economa y el trabajo. CEPAL LC/W476.
Pea, P. (2012). El impacto del acceso pblico en dos telecentros: apropiacin social de las TIC
por parte de mujeres chilenas. En: Francisco Proenza (editor). Tecnologa y cambio social.
IDRC/Instituto de Estudios Peruanos.
PNUD (2006). Informe de Desarrollo Humano. Las nuevas tecnologas: un salto al futuro? Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. Santiago de Chile.
Rivoir, A.; Pittaluga, L. Baldizn, S.; Escuder, S. y Di Landri, F. (2010). Informe de investigacin El Plan Ceibal: impacto comunitario e inclusin social. 2009-2010, Montevideo,
ObservaTIC, Facultad de Ciencias Sociales, Comisin Sectorial de Investigacin Cientfica,

174

Ana Rivoir - Santiago Escuder

Universidad de la Repblica. En: http://www.observatic.edu.uy/inicio?p=437 (Consultado:


2/5/14)
Rivoir, A. (2013). Tesis Doctoral: Estrategias Nacionales para la Sociedad de la Informacin y el
Conocimiento en Amrica Latina. 2000 2010. El caso de Uruguay. http://www.tdx.cat/
bitstream/handle/10803/132089/TESIS_Doctoral_Ana_Rivoir.pdf?sequence=1
Robinson, J. P.; DiMaggio, P.; Hargittai, E. (2003). New Social Survey Perspectives on the
Digital Divide, IT&Society, Vol. 1: 5.
Rodrguez Gust, A. (2014). Interferencias en la conexin: las TIC en los planes de igualdad de
oportunidad y las agendas digitales de Amrica Latina. Revista CTS, N 25, Vol. 9, Enero
de 2014 (pgs. 11-32).
Selwyn, N. (2004). Reconsidering Political and Popular Understanding of the Digital Divide, en
New Media & Society, N 6.
Stewart, M. C.; Gil-Egui, G.; Tian, Y.; Pileggi, M. I. (2006). Framing the digital divide: a
comparison of US and EU policy approaches. New Media & Society 2006, 8 (5):731751.
Warschauer, M. (2003). Technology and Social Inclusion: Rethinking the Digital Divide, London
and Cambridge, MA, The MIT Press.

Las relaciones de gnero en el sector del


software: los lmites de la autonoma en el
trabajo
Mariela Quiones1 - Erika Van Rompaey2
Con la colaboracin de: Mara Julia Acosta3

En un contexto de alta competitividad y crecimiento, con tasas nulas de desocupacin y una elevada movilidad interempresa de los y las trabajadores/as, factores que
configuran un problema claro de gestin de la oferta, la subrepresentacin de las
mujeres puede ser interpretada como un obstculo para el desarrollo de la industria
de produccin de software. Por otro lado, el crecimiento que el sector, junto a otros
nuevos servicios caracterizados por un fuerte aporte del trabajador en conocimientos, ha permitido construir expectativas, que muchas veces han sido traducidas en
cambios reales, en torno a una mayor incorporacin de las mujeres al mercado de
trabajo y sobre una superacin de las barreras para el desarrollo equitativo de hombres y mujeres en el mundo del trabajo. Aun as, la evidencia emprica indica que el
software lleva un rezago importante respecto a otros sectores productivos. En tal
sentido, corresponde a la sociologa interrogar estos procesos y revelar cules son los
mecanismos que estn operando en el mercado de trabajo del software y en el ejercicio del trabajo y cmo stos estn pasando desapercibidos para los agentes y actores
que actan en el sector, as como para sus propios trabajadores y trabajadoras.

Son muchas las evidencias que marcan que a medida que avanzamos en una
sociedad centrada en los servicios y el paradigma del trabajo se desplaza del trabajo
fsico propio de la industria a un trabajo basado en el aporte del trabajador en conocimientos, las condiciones para la incorporacin de las mujeres al trabajo empiezan
1
2
3

Doctora en Sociologa. Profesora Agregada Departamento de Sociologa, FCS, UdelaR. [email protected]


Candidata a Doctora en Sociologa por la Universidad Autnoma de Barcelona. Asistente de investigacin, Departamento de Sociologa, FCS, UdelaR. [email protected]
Candidata a Doctora en Sociologa, Programa de Doctorado en Sociologa, DS, FCS, UdelaR.
[email protected]

176

Mariela Quiones - Erika Van Rompaey

a mejorar en muchsimos sectores. Sin embargo, a pesar de estos cambios, la incorporacin de las mujeres a la industria del software lleva cierto rezago con respecto
a la media general de las tasas de ocupacin y actividad femenina en otros sectores
dinmicos de la economa.
El artculo analiza a partir del trabajo emprico llevado a cabo por el Grupo de
Sociologa del Trabajo y de la Gestin de los Recursos Humanos, Facultad de Ciencias
Sociales, Universidad de la Repblica, Uruguay, la trayectoria de mujeres, tanto en
posiciones gerenciales como subordinadas en la industria del software. A partir del
anlisis de un conjunto de entrevistas en torno a esta unidad de anlisis, se busc encontrar los ncleos conceptuales que permitieran dar comprensividad a las trayectorias
diferenciales de mujeres y hombres en el sector.
Si bien se lograron diferenciar factores provenientes de la oferta (las trabajadoras), como de la demanda (las empresas) haremos hincapi en la primera. Para
comprender estas dinmicas nos hemos apoyado en el concepto de autonoma en el
trabajo, componente central en la estructuracin del trabajo en el campo de la produccin del software. Esta autonoma que se traduce en el sector en un fuerte componente
de autogestin por parte de los/as trabajadores/as, creemos es un concepto clave
para comprender las condiciones de trabajo de las mujeres en el sector y su posicin
relativamente de desventaja respecto a los hombres para regular su entrada, permanencia y movilidad en el mercado de trabajo e, incluso, sus condiciones salariales. Esto
es as tanto entre otras cosas en aspectos de formacin, dedicacin, disponibilidad,
los que estaran interfiriendo claramente en la construccin de un proyecto profesional
de largo plazo de estas mujeres. De parte de la demanda, aunque no profundizaremos
en este artculo, se detectan la persistencia de algunos estereotipos, muy ligados a las
dimensiones anteriores, que de ser trascendidos, persistiran en las brechas salariales
existentes.
El sector de produccin del software en Uruguay
La industria uruguaya de las Tecnologas de la Informacin tuvo un rpido desarrollo en la dcada de los noventa con una clara orientacin exportadora, convirtindose rpidamente en el tercer exportador de Amrica Latina en trminos absolutos y
el primer exportador per cpita. Su crecimiento ha sido sostenido y se ha configurado
buscando ser un lder tecnolgico como una plataforma basada en el reconocimiento
de la excelencia de sus productos y servicios, la flexibilidad en la comprensin de las
necesidades de los clientes, el diseo y adaptacin de la mejor solucin tecnolgica
existente a precios competitivos y la diversidad de servicios que ofrece4. Desde 1999
a 2009 el sector fue uno de los sectores productivos que goz de beneficios fiscales
4

En trminos productivos y econmicos puede observarse el papel destacado que ocupa el sector
en la trama productiva del pas si se considera su aporte al Producto Bruto Interno (PBI), el cual se
ubica en un 2 % considerando los tres segmentos vinculados al desarrollo de software, consultora y
servicios informticos e Internet y transmisin de datos en conjunto.

Las relaciones de gnero en el sector del software: los lmites de la autonoma en el trabajo

177

con miras a potenciar su desarrollo. En dicho lapso logr duplicar las exportaciones e
incrementar en ms del 50% el nmero de empleados. Particularmente, en el caso del
sector software, el 69% de su facturacin fue por exportacin (Instituto de Economa,
IECON, 2011). A partir de los ltimos datos disponibles, en 2011 esta industria se
expandi 22%, el mayor ritmo en los ltimos cuatro aos (Encuesta Anual de la Cmara
Uruguaya de las Tecnologas de la Informacin, CUTI).
En Uruguay, la produccin de tecnologas de la informacin y la comunicacin
(TIC) se ha centrado en el sector de software y servicios informticos, en particular en
tres segmentos: desarrollo de software, consultora y servicios informticos e Internet
y transmisin de datos. Para estos segmentos existen 320 empresas y 1600 unipersonales de profesionales, de las cuales un 48% son desarrolladoras de software y un
43% se dedican a consultora y servicios informticos. El 90% de las empresas estn
en Montevideo (Consejo Sectorial, TIC, 2013). El empleo generado en este sector se
caracteriza por la alta concentracin de trabajadores hombres jvenes (el 60% no
supera los 35 aos y entre 70 y 80 % son varones) y se estima unas 12 mil personas
que se desempean en el sector, ms los varios miles de trabajadores indirectos. Entre
el 2005 y el 2010 el incremento de personas ocupadas en el sector fue del orden del
110%. Se trata de un sector con pleno empleo, por lo que las empresas se ven obligadas a competir por los trabajadores calificados.
El sector presenta una formalidad del 80%, de los cuales un poco ms de la
mitad son asalariados, seguidos de un 40% de quienes trabajan por cuenta propia sin
local. En general la remuneracin es superior a la media nacional, y los trabajadores
tienen un nivel educativo ms bien alto (ingenieros, analistas, programadores, tcnicos
informticos y otros profesionales universitarios) contando con cuatro aos ms de
escolarizacin que la media ocupada.
La situacin y perspectiva de expansin del mercado laboral, limitadas por la
falta de mano de obra calificada, se ven agravadas por la expatriacin de talento local, estimulada por polticas migratorias de varios pases que enfrentan tambin una
escasez de personal calificado en estas reas. Por otra parte, el ritmo desarrollo y la
diversidad de servicios que caracteriza al sector TIC en el mundo impone la permanente actualizacin y especializacin de los conocimientos de los profesionales del rea.
Actualmente, esta necesidad se resuelve de forma autodidacta y la formacin en las
propias empresas. Por ltimo sealar que el nmero de egresados de las diversas
propuestas de formacin (pblica y privadas) en reas afines no estn en lnea con las
perspectivas de fuerte crecimiento del sector. Las mujeres no llegan a representar el
5% de las personas contratadas por la empresas productoras de software en reas
relativas al Desarrollo (100% hombres) e Infraestructura / Operaciones (88% hombres)
(Courtoise, 2013), lo que no deja de ser un dato relevante en este contexto de fuerte
demanda y crecimiento acelerado del sector.

178

Mariela Quiones - Erika Van Rompaey

Antecedentes tericos
Diversos autores han abordado el fenmeno de la segregacin de las mujeres
en el mercado laboral, desarrollando teoras e hiptesis orientadas a darle explicacin.
Ms especficamente, la baja incorporacin de las mujeres al mundo de la tecnologa
es asociado a los procesos de socializacin sesgados segn gnero, que orientan
a varones y mujeres a establecer vnculos diferenciados con la ciencia y la tecnologa: desde estadios tempranos marcados por la socializacin previa diferenciada entre
nios y nias en el campo de los videojuegos (Dumett, 1998) o la construccin de
estereotipos en relacin al uso de las matemticas y de sus aplicaciones -tales como
la microinformtica, a partir de la que se origina la programacin y su transferencia a
las computadoras- construyendo mujeres desinteresadas y alejadas de estos terrenos
(Terlon, 1996).
Segn Yansen y Zukerfeld (2013) existen barreras de acceso de las mujeres
programadoras que estn asociadas a las representaciones estereotpicas y sesgadas
por el gnero que los empleadores suelen tener. En este sentido, sostienen que algunas
de las creencias son que las mujeres no podran hacer tareas fsicas necesarias para la
actividad o que sus cuerpos resultan disruptivos, as como tambin que los varones no
tienen experiencia trabajando con mujeres y, por lo tanto, su incorporacin constituira
un riesgo en tanto supondra introducir un factor de impredicibilidad. Por ltimo, plantean que los empleadores suelen creer que en un clima extremadamente masculino, las
mujeres no se sentiran cmodas en sus puestos de trabajo5.
En sntesis, ha sido ampliamente estudiado que el gnero del trabajador/a marca
diferencias a nivel del acceso a puestos de trabajo en el sector de software, as como
al interior de las relaciones de trabajo que en l se producen. De esta manera, el sesgo
de gnero pauta vnculos diferenciales de varones y mujeres con el uso de la tecnologa desde la temprana edad, lo cual se refuerza y reproduce durante la pubertad y la
adolescencia, momento donde comienzan a perfilarse las elecciones profesionales,
caracterizadas por una menor tendencia de las mujeres hacia el uso instrumental y
exploratorio de la tecnologa que conlleva a que stas se inclinen en menor medida que
los varones a elegir carreras vinculadas a la produccin de software.
Estos antecedentes creemos delinean una dimensin del anlisis no menor que
tiene que ver con el vnculo entre tecnologas y las relaciones de gnero. Sin embargo,
poco profundizan acerca del mundo del trabajo que se construye en torno a las tecnologas y la vivencia de las mujeres sorteando o decidiendo lidiar con las mltiples barreras
que actan a nivel del acceso y desempeo en este mbito. En este sentido, el artculo
propone explicar desde el campo especfico de la sociologa del trabajo estas dinmicas y contribuir a la reflexin en torno a la problemtica del gnero y trabajo desde nue5

Esto configura procesos que en la Sociologa son bien conocidos como profecas autocumplidas; en
la medida en que los empresarios se orientan por estas representaciones, las mujeres, al enfrentarse
a contextos masculinizados, refuerzan estas representaciones e incluso reprimen sus iniciativas de
desempeo en estos campos.

Las relaciones de gnero en el sector del software: los lmites de la autonoma en el trabajo

179

vos conceptos y perspectivas. Esto sin olvidar que la problemtica trasciende el mundo
del trabajo y las desigualdades de gnero permean todos los mbitos de la vida social.
Trabajo, autonoma y construccin de trayectorias laborales en la industria
del software
Una de las caractersticas ms significativas del trabajo de produccin del software, y que lo desliga de las lgicas tpicas del trabajo industrial, es que la actividad
es en su ncleo, relacional. La actividad de trabajo deja de ser la de la relacin del
trabajador con la materia para pasar a ser la de un trabajador relacionado con un
otro, sea ste cliente, usuario, o el pblico en general. La actividad central del trabajo pasa por lo tanto a transformarse en interacciones con otros seres humanos que
tienen capacidad de reaccin frente al trabajo de los/as trabajadores/as, interviniendo
incrementalmente, especificando, creando normas en torno a la calidad, seguridad. Y
sobre todo, dado que producir un software significa trabajar en base a un intercambio
de informacin con el otro, generando confianza entre empresa/trabajador/cliente o
usuario. Esta particularidad de la produccin del software le otorga caractersticas muy
distintivas con respecto al trabajo industrial, pero tambin con relacin a otros trabajos,
incluso en los servicios.
En primer lugar, las unidades de trabajo y las relaciones que establecen entre
s y con su entorno los y las trabajadores/as cambian muchsimo en esta industria.
En efecto, el dominio de la produccin de bienes materiales sobre el consumo de los
mismos en el mundo industrial genera la expectativa de la perdurabilidad en el tiempo
de las empresas que, incluso en su expectativa a largo plazo, proyectan la bsqueda de
la monopolizacin de la produccin de los bienes que produce para el mercado. En la
medida en que la demanda comienza a ser dominante, la estabilidad de las empresas
flucta en funcin de los cambios de esta demanda y de su capacidad de adaptarse a
ella, pero sobre todo de anticipar estos cambios (Supervielle, 2013). En este contexto,
aparece una fuerte necesidad de las empresas existentes hoy en da en el mercado de
seguir el movimiento provocado por la demanda, lo que hace de este mercado algo sumamente dinmico: es posible que muchas empresas desaparezcan o que el centro del
conocimiento sobre el cual produce hoy una empresa cambie, o que otras empresas
finalmente nazcan para cubrir los nuevos espacios de la demanda. Esta gran labilidad
de las empresas es muy distintiva del sector y especifica fuertemente el escenario
sobre el cual se mueve el/la trabajador/a. Esto tiene distintas consecuencias.
En primer lugar, las relaciones de trabajo tanto horizontales como verticales suelen no ser estables. La situacin puede ser una alta rotatividad externa de los trabajadores en funcin de los proyectos dominantes en la empresa (de la vida til de un
proyecto6), o bien, una alta rotatividad interna en la medida en que los/as trabajadores/
6

A modo de ejemplo, una trabajadora explica: Lo que pas es que despus de esta experiencia con
este proyecto, el rea no fue rentable y redujeron. Hubo pila de gente que se fue en realidad, de los
consultores, distribuyeron algunos y con ella quisieron hacer un trato para transferirla a otro sector y

180

Mariela Quiones - Erika Van Rompaey

as tengan que ir ocupando distintas funciones para sostener su permanencia en la


empresa. Pero por otro lado, esta labilidad del entorno genera en muchos/as trabajadores/as una disposicin a ir cambiando de empresas en funcin de la existencia de
proyectos que le generen mayores expectativas de estabilidad, mejores salarios o,
simplemente sentirse ms a gusto o desafiados. Las trayectorias laborales de los/
as trabajadores/as de la informtica en la produccin de software muestran una extrema movilidad en consecuencia. A su vez, en este contexto de alta volatilidad, el tipo de
contrato, formal o no formal, de estabilidad o a trmino, deja de ser una problemtica
crucial en la vida del/a trabajador/a informtico/a, mxime cuando de todas formas los
salarios son muy altos y aparentemente el mercado de trabajo no est saturado en el
Uruguay de hoy en da.
En segundo lugar, por tanto, en la gestin del trabajo de este sector existe un
fuerte componente de autogestin por parte de los/las trabajadores/as. Autogestin
que se construye tanto en torno a sus conocimientos, al aprendizaje, los contratos y
que se hace extensiva como hemos visto en el marco de la investigacin en torno a
la gestin de los recursos humanos en esta industria- a las remuneraciones, carreras
internas y externas, las que se caracterizan por ser fuertemente individuadas.
Por ejemplo, respecto al conocimiento y al aprendizaje, en el trabajo clsico (industrial) el conocimiento del/a trabajador/a como referencia de su estabilidad estaba
ligado a su formacin profesional o su aprendizaje o experiencia adquirida, que fijaban
al individuo a una posicin laboral, ya sea en un puesto o la empresa, construyendo as
su carrera. Los fuertes cambios a los que se ve enfrentada la industria del software,
exigen del/a trabajador/a una permanente actualizacin de conocimientos como condicin necesaria para alcanzar la estabilidad; aun cuando muchas veces, una constante
actualizacin sea, incluso, insuficiente. En este sentido, no slo cambia su vnculo con
el conocimiento, sino tambin cambia la naturaleza del conocimiento de referencia, ya
que ste se vuelve mucho ms lbil, difcil de probar a travs de certificaciones o por
medio de la experiencia o antigedad en el sector. Este tipo de experiencia genera una
representacin del trabajo desligada de una posicin fija. Por este motivo adquiere
dominancia en el sector el mecanismo que hace que la empresa deje de ser el marco
comprensivo desde el cual el/la trabajador/a piensa su trayectoria laboral, adquiriendo
mucha ms relevancia la movilidad individual horizontal: cambiar de empresa o de posicin dentro de un proyecto. Estas circunstancias creemos son claves para entender la
mayor autonoma de los/as trabajadores/as del sector. Posicionarse respecto de esta

ella no acept y terminaron arreglando algo ah y ella se desvincul. A partir de ese momento hay una
nica rea de consultoras, no se separa por productos ni nada y bsicamente todos los consultores
pertenecemos a esa rea. Y se trata de que puedas mover las piezas a medida que las vas necesitando. Eso es ms fcil de hacer con la gente tcnica porque de ltima te adapts ms fcil pero el
equipo funcional que trabaj histricamente con este producto, no es tan fcil adaptarlo. Estamos
en ese perodo de transicin. Y yo un poco por eso fue que ped la reduccin de horario, porque no
estaba teniendo cosas ni desafiantes ni nada, adems tuve algunos temas personales. (E7).

Las relaciones de gnero en el sector del software: los lmites de la autonoma en el trabajo

181

realidad pasa a ser una estrategia individual para mejorar su conocimiento, para crecer
profesionalmente o estabilizarse en su vida profesional (Quiones et al., 2013).
A su vez, esto nos proyecta hacia un nuevo modelo de trabajador, altamente
reflexivo en relacin a su trabajo. Y esta reflexividad no es solamente una reflexividad
aplicada a la actividad de trabajo, sino que tambin se proyecta sobre toda su trayectoria laboral, sobre su propia vida, su futuro, la de su entorno directo, su familia y,
eventualmente, su entorno ms general, el mundo en que vive. Esto implica que el corte
entre mundo del trabajo y su entorno se vuelve crecientemente artificial en el mundo
del software. Una segunda tesis, que surge de la observacin de este sector, por tanto,
es que la sustancia de esta reflexividad es el conocimiento y que dicho conocimiento,
al tener un anclaje en los individuos considerados individualmente, solamente puede
potenciarse en lo colectivo. Y ello es particularmente cierto si no consideramos al
conocimiento como algo esttico y s como algo dinmico, que se desarrolla, crece,
tiene rupturas, revisiones, nuevos inicios, etc. La idea de colectivo en este nuevo mbito es mucho ms sistmica, implica sistemas expertos y, por lo tanto, mecanismos
sociales de confianza.
Trayectorias de hombres y mujeres en la industria del software
Una vez caracterizado este proceso de creciente autonoma en el sector, cabe
preguntarse qu implicancias tiene en las desigualdades de gnero esta apuesta a una
mayor autonoma en el trabajo propia de la industria del software y cmo afecta las
trayectorias profesionales de sus trabajadores/as?
Nuestro trabajo de investigacin nos ha permitido ir problematizando este proceso de autonomizacin propio del software, aunque puede estar funcionando de modelo
para muchos otros trabajos modernos. Autonoma la entendemos, siguiendo a Reynaud
(1993), como una forma de controlar el proceso de accin e interaccin. Y, por lo tanto,
este autor le da al concepto un papel clave en su teora de la regulacin social. En efecto,
en la medida que los individuos actan ejerciendo su autonoma, tanto para escaparse
de la dependencia de un sistema heternomo de control, como para intentar controlar
el dispositivo normativo que se instala y de afirmarse por sus juicios y sus decisiones,
su pretensin es la de instalar las reglas de funcionamiento que considera apropiadas.
A estas reglas les llamar reglas autnomas, en oposicin a las reglas de control. Estas
reglas autnomas emergen de una racionalidad de afirmacin de s mismo, y ello ligado
ms a una lgica de eficacia en la accin por parte del/a trabajador/a en situaciones
concretas. Seala tambin que las direcciones buscan controlar el comportamiento de
los trabajadores subordinados, mientras que los ltimos intentan escaparse del mismo
afirmando su autonoma. De ello, Reynaud (1999) deduce que existe una pluralidad de
fuentes de legitimidad e intenta comprender cmo estas reglas se forman, se oponen
o se combinan e, incluso, se negocian. La regulacin autnoma expresa una voluntad
de producir y de imponer reglas: ella designa una fuente de reglas que se oponen a las
reglas establecidas y, por ello, se definen como reglas de control (Supervielle, 2013).

182

Mariela Quiones - Erika Van Rompaey

Bajo este enfoque, cabe la pregunta estn las mujeres del sector en posicin
de definir reglas autnomas? O dicho de otra manera, cul es la capacidad que tienen hoy las mujeres de negociar sus propias regulaciones de modo de contribuir a la
orientacin general que tiene la industria del software (donde los clientes inciden ms
que el empleador en la fijacin de las metas) y cules son los lmites de lo negociable
en un contexto de individualizacin del trabajo e individuacin de los contratos a cada
trabajador?
La autonoma en el software como expresin de la adaptacin cognitiva y simblica as como sustituto del modelo formalista de autoridad, que en el modelo industrial se expresaba mediante el control directo jerrquico y la presencia de reglamentos y prescripciones, puede conllevar a invisibilizar los mecanismos de sujecin del/a
trabajador/a. Hace tiempo ya la sociologa ha llamado la atencin sobre la trampa de
la mayor autonoma y la autoregulacin en el mbito del trabajo. En el siglo XIX los
asalariados no eran necesariamente los ms condicionados por los reglamentos en el
taller o por el control de las jerarquas directas, ni tampoco eran los que soportaban los
horarios ms extensos o las peores condiciones de trabajo, sino sobre todo aquellos
que disponan formalmente de una relativa autonoma en la gestin de sus actividades
(por ejemplo los/as trabajadores/as a domicilio7): no vuelve a pasar algo similar hoy
cuando las empresas dejan a criterio del/a trabajador/a, quien en vnculo directo con el
cliente tiene que dar satisfaccin a las demandas constantes y cambiantes del mismo
durante la prestacin del servicio? Acaso, este momento de intensificacin del trabajo
en el software y de mayor poder de sujecin voluntaria y que rivaliza con una mayor
heteronoma en el trabajo, no constrie la autonoma de los/as trabajadores/as del
sector?8.
Cmo pensar entonces la problemtica de la insercin de la mujer en este marco
de relativa autonoma en la industria del software? En primer lugar, pensamos que el
retroceso de la regulacin heternoma no se ha visto acompaado en el software por
un crecimiento de los espacios de regulacin autnoma en lo referente a los tiempos
de trabajo, de aprendizaje, e incluso de movilidad espacial. Una de las consecuencias
de esta especificidad de la relacin laboral es la baja problematizacin que en el sector
hay de las condiciones de trabajo. Sabemos hoy, bajo las condiciones que impone el
modelo dominante de cuidados, que la gestin del tiempo es un problema general en
las familias y que la carga recae sobre todo en las mujeres. Tienen hoy las mujeres y
los hombres del sector capacidad para conciliar sus proyectos de vida familiar o personal y el proyecto profesional? Al respecto una trabajadora programadora de 38 aos
7
8

Ver Prieto, 2007


A modo de ejemplo, una trabajadora cuenta: El servicio informtico es un costo fijo. Si ellos requieren
algo es as, te contratan. Mi empresa, no es que te obliga, es voluntariado, vos decs que s o decs
que no. Si el cliente pide una guardia, vos tens la opcin de decir que s o que no. Pero bueno, siempre es una situacin que te deja en un compromiso. Igual que lo que pas ayer, ests en conferencia
telefnica y los clientes te presionan para que sigas. Te ponen en un compromiso complicado. Son
los gajes del oficio. (E7).

Las relaciones de gnero en el sector del software: los lmites de la autonoma en el trabajo

183

expresaba lo siguiente: El cliente ofreci eso a la empresa (pagar ms por ms horas


de trabajo). Pero no fue algo que nos pareci serio, decir te cambio la tarifa, el tema
es la vida Aparte mi compaero pobre ya est con problemas con la esposa porque
tiene un beb chico (E7). Otro ejemplo, nos muestra que lo habitual en el sector es que
las empresas operen bajo condiciones de incertidumbre en los tiempos, tales como
exigencias de disponibilidad para cubrir turnos de trabajo las 24 horas del da o para
emprender viajes frecuentes al exterior9, los cuales necesariamente son asumidos por
mujeres jvenes que, o bien postergan su proyecto familiar o rechazan este modelo por
su disfuncionalidad respecto al modelo de trabajo en el sector, con los atractivos que
ello puede conllevar en el plano financiero y el crecimiento personal. Al respecto, una
entrevistada de 23 aos, desarrolladora, sostena: el recorte del diario deca consultor
para trabajar seis meses en EE.UU., disponibilidad para salir en dos semanas. Cuando
fui, la primera entrevista todo bien, y cuando fui a la segunda entrevista me dijeron
-bueno, entonces ests dispuesta a viajar por la regin-. Y yo dije -por ahora a irme seis
meses a EE.UU. y despus ver, y ah me dijeron que eso poda ser, pero que tambin
podra ser que se contratara a un consultor internacional, alguien que fuera como un
consultor internacional, que ese era uno de los proyectos que tenan, pero que tenan
otros en Per, en Bolivia () y me preguntaron si yo tena algn problema con que
fuera en otro pas, y yo dije no, el problema que yo tengo es que no es a lo que vine
(E6).
En segundo lugar, la dominancia que estn adquiriendo los recorridos externos
a las organizaciones en las trayectorias individuales de los/as trabajadores/as en el
sector, as como la valoracin individual de las competencias, ha conllevado a que este
sector sea de los espacios donde ms ha retrocedido la accin corporativa. Justamente, porque su carcter externo e individualizado no aporta las condiciones para que
sta se desarrolle; mucho menos si se trata de la accin sindical, propia del modelo
industrial, de la cual este sector ya se encuentra bastante distanciado. Esto debe ser
visto como un refuerzo que contribuye a que la problemtica de la desigualdad de
gnero o de las condiciones de trabajo en la industria del software permanezcan invisibilizadas, por ende, no problematizadas.
En tercer lugar, la fuerte necesidad de autogestin de los conocimientos por
parte de los/as trabajadores/as y los requerimientos de autodireccin del aprendizaje,
conllevan a que el ciclo de vida laboral de stos/as devenga sumamente corto y tenga
que reiniciarse frente a cada nueva demanda. En estas condiciones es bastante normal
que los/as trabajadores/as deban buscar en el tiempo estrategias para reducir este
ciclo laboral procurando a cierta altura de su carrera encontrar ciertos nichos en los
cuales obtengan estabilidad laboral y una exigencia menor en materia de actualizacin.
9

Sobre todo en aquellas caracterizadas por desarrollar productos o servicios que, o bien por las
exigencias relativas a vencimientos de plazos de entrega del proyecto, dificultades no previstas a ser
trabajadas, etc., o bien porque implican coordinar el trabajo con clientes extranjeros y, por ende, con
distinto uso horario, o bien porque involucran la coordinacin del trabajo en equipo conformado por
trabajadores localizados en distintas zonas geogrficas.

184

Mariela Quiones - Erika Van Rompaey

En efecto, hemos constatado que a las trabajadoras, a partir de ciertas edades que
consideran de madurez, esta autonoma les significa emprender la bsqueda de estrategias que les permitan desenmarcarse de la lgica dominante del sector. Es el caso de
esta trabajadora que, reflexionando sobre su ciclo laboral y de vida, nos dice: Capaz
que lo digo sin fundamentos porque no lo he intentado, pero yo como me especialic
en ese producto que es bien especfico, y no hice tampoco MBA o algo ms, ms all
de esta certificacin que te contaba, no tengo mucho ms acadmico. Y con este
producto en otro lado, es complicado porque de hecho ac en Uruguay hay un par de
empresas ms noms y no lo estn vendiendo mucho. Por ah para el exterior s pero yo
al exterior en esta poca no es lo que preciso. Por eso se me hace la idea de que sera
complicado porque tendra que buscar un cambio en otra cosa, a una edad ya medio
avanzada y por ah sin haberme formado ms. Es confiar en la experiencia que tengo y
yo s que no puedo tomar nuevas cosas y responsabilidades (E7).
O en estos otros ejemplos, tal como se refleja en el relato de otra programadora de similar edad: Bueno, ahora tambin estoy planeando maternidad de nuevo y
entonces no quiero hacer un cambio de trabajo en este perodo, si bien me encantara
hacerlo ahora, por ah no es el mejor momento. Aparte tuve dos experiencias que no
funcionaron, entonces quiero estar tranquila. Por ahora estoy en un plan as, me sirve y
lo disfruto porque comparto ms cosas con mi hijo, lo llevo al colegio y dems, pero me
preocupa ms a futuro, yo ya tengo 38 y no es tan fcil hacer un cambio a esta edad...
(E1). () Yo por lo menos en mi experiencia, gestionaba y desarrollaba, porque como
que va muy pegada la parte tcnica con la gestin, o sea, vos te pons a ver cmo
est trabajando una persona que tens que supervisar, pero tens que saber qu es
lo que est haciendo y entonces te mets mucho en la parte tcnica o quizs porque
me gusta a m eso y entonces me meta. En definitiva yo nunca me alej de lo que es
programar y conocer la parte tcnica, soy como muy tcnica en ese sentido. Nunca
me gust alejarme, pero la mayora de la gente en mi profesin, a medida en que van
pasando los aos, prefiere zafar (E4).
Conclusiones
Una mayor autonoma como tendencia general en la organizacin del trabajo en
las actividades relativas al sector del software encuentra sus lmites en la capacidad
que tienen trabajadores, y sobre todo las trabajadoras del sector, para gestionar algunas condiciones de trabajo dominantes en el mismo: la necesidad de gestionar (y conciliar) tiempos, conocimientos, de aceptar los cambios frecuentes de tareas al interior de
una empresa pero, sobre todo, entre empresas, incluso, de distintos pases, a lo que se
suma una alta demanda de disponibilidad para sostener proyectos que son fuertemente
demandantes en trminos de vinculacin con el cliente. Esta autonoma encuentra sus
mayores lmites en la carencia por parte de los trabajadores y trabajadoras del sector
de capacidad para regular colectivamente estos espacios de libertad. Pero tambin no
parece tener sustentabilidad en la construccin subjetiva de los y las trabajadores/as a
mediano y largo plazo, siendo que alcanzados ciertos estadios de madurez y enfrenta-

Las relaciones de gnero en el sector del software: los lmites de la autonoma en el trabajo

185

dos a requerimientos no laborales, sobre todo los provenientes del ciclo de vida familiar
o natural, empiezan a plantearse la necesidad de estabilizar sus trayectorias. Ello supone fuertes problemas para el/la trabajador/a pero tambin para las empresas, en la
medida en que stas aparecen cada vez ms, tal como lo dijimos en la presentacin del
sector, como dependientes de los requerimientos de la demanda que se construye hoy
sobre todo bajo el imperativo de confianza entre cliente/usuario y los/as trabajadores/
as. Y la confianza es un dispositivo que se construye en el tiempo y donde estos ltimos
cumplen un rol central. Los problemas de retencin, de estabilizacin, de motivacin,
siguen siendo centrales en la gestin de recursos humanos, incluso bajo estas nuevas
lgicas, es decir, aunque hayan cambiado sus referentes y la significacin que stos
tienen para el personal. Reflexionar sobre la confianza en un marco de autonoma permitir repensar la problemtica de gnero al interior de las empresas.
Pero adems, la problemtica de gnero tiene que ser introducida en el campo
de reflexividad del/a trabajador/a. En la medida en que el sector imponga una imagen
naturalizada en torno a la construccin social de un trabajador flexible y autogestionado, y las fronteras de las empresas dependan cada vez ms de las demandas externas
de clientes y/o usuarios, aparece como cada vez ms imperativo discutir la necesidad
de abrir espacios de dilogo y repensar colectivamente cules son los lmites que los
trabajadores y trabajadoras del software necesitan construir para poder sostener esta
actividad dentro de los parmetros que exige una concepcin digna o decente del trabajo, en los trminos que lo entienden los gobiernos y los organismos internacionales
que trabajan en la materia.
Bibliografa
Consejo Sectorial TICs (2013). Presentacin Lanzamiento del Consejo TIC 2013. Gabinete
Productivo, Uruguay.
CUTI (2013). Encuesta Anual. Cmara Uruguaya de las Tecnologas de la Informacin. Uruguay.
Courtoise, D. (2013). Relevamiento de la situacin de las mujeres uruguayas en el sector
ocupacional de las Tecnologas de Informacin y Comunicacin en el marco del Sistema
de Informacin de Gnero. Informe final de consultora INMUJERES MIDES.
Dumett, S. (1998). Surfing like a girl. Breaking through cyberspaces glass ceiling. Pretext,
may98. [Disponible en: http://www.pretext.com/may98/features7story4.htm]
IECON (2011). Caracterizacin y evolucin reciente de la industria del Software y de Tecnologas de la informacin. Instituto de Economa, Universidad de la Repblica. Convenio
Ministerio de Industria, Energa y Minera, MIEM-IECON. 2011.
Prieto, C. (2007). Trabajo, tiempo y tiempo social. Editorial Complutense, Madrid.
Quiones, M.; Acosta, M. J.; Supervielle, M. y Van Rompaey, E. (2013). Desafos para
una gestin de recursos humanos en la industria del software. En: El Uruguay desde la
Sociologa XI. Departamento de Sociologa, Udelar.
Reynaud, J. D. (1993). Les Rgles du Jeu. L`action Collective et la Rgulation Sociale. Pars:
Armand Colin.

186

Mariela Quiones - Erika Van Rompaey

Reynaud, J. C. (1999). Le conflit, la negociation et la regle. Toulouse, Octars ditions, 1999,


2e d. augmente.
Supervielle, M. (2013). Informe de avance. Grupo de Investigacin en Sociologa del Trabajo.
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la Repblica, mayo de 2013, indito.
Terlon, C. (1996). Las nias y las nuevas tecnologas de la informacin. En: Rene Clair (Ed.)
La formacin cientfica de las mujeres. Madrid: Los Libros de la Catarata/Unesco, pp.
111-116.
Yansen, G. y Zukerfeld, M. (2013). Acceso, recursos y clases en la historia del capitalismo.
Una teora de la estratificacin social desde el materialismo cognitivo. Hipertextos: Capitalismo, Tcnica y Sociedad en debate. Volumen 1, N 0, pp. 77-111.
Yansen, G. y Zukerfeld, M. (2011). Gnero, Tecnologa y Software: un abordaje emprico en
la ciudad de Buenos Aires. Ponencia presentada al 10 Congreso de ASET. Buenos Aires.

Organizacin del Trabajo y Gestin del riesgo

La regulacin autnoma del riesgo:


el caso de una empresa papelera
Francisco Pucci1 - Soledad Nin2 - Sofa Mannise3
El trabajo analiza los procesos de regulacin autnoma del riesgo en la empresa de
produccin de papel ms importante del Uruguay. En el marco de las dificultades
para construir una regulacin conjunta de la seguridad entre la direccin de la empresa y el sindicato, el conocimiento y la experiencia de los trabajadores aparecen
como la fuente de regulacin de la seguridad ms eficaz. Sin embargo, esta gestin
autnoma se encuentra atravesada por tensiones y contradicciones intergeneracionales y sectoriales que impiden la construccin de una reflexividad laboral en esta
temtica.

Los distintos estudios nacionales e internacionales en el tema, muestran que las


polticas de seguridad y las decisiones relacionadas a las mismas, si bien tienen un
componente cientfico tcnico, tambin tienen un componente poltico social que se
sustenta en la idea de que existen procesos de seleccin de los riesgos, a partir de
los cuales se define, de forma explcita o implcita, un umbral aceptable. (Walter, Pucci,
2007). Por tal motivo, un enfoque integral sobre la seguridad debe tomar en cuenta,
adems de los factores tcnicos, factores sociales como la organizacin del trabajo, la
gestin de los recursos humanos y las competencias de los trabajadores. (De la Garza,
Poy, 2009).
En este trabajo, nos planteamos analizar la situacin concreta de una empresa
papelera, la Fbrica Nacional de Papel (FANAPEL), buscando dilucidar cul es la cultura
de seguridad dominante en la organizacin y cules son los elementos de regulacin
autnoma y de regulacin de control que se procesan en la misma. En este artculo, tomaremos como referencia tres sectores dentro de la cadena productiva de la empresa:
el rea de chipeado, el rea de produccin y el sector de terminacin. El anlisis de la
1
2
3

Doctor en Sociologa. Profesor Titular del Departamento de Sociologa. rea de Investigacin: Sociologa de la Gestin de los Recursos Humanos. [email protected]
Magster en Sociologa. Profesora Asistente del Departamento de Sociologa. rea de Investigacin:
Sociologa de la Gestin de los Recursos Humanos. [email protected]
Licenciada en Sociologa. Profesora Ayudante del Departamento de Sociologa. rea de Investigacin:
Sociologa de la Gestin de los Recursos Humanos. [email protected]

190

Francisco Pucci - Soledad Nin - Sofa Mannise

gestin del riesgo en esta empresa, implica tomar en cuenta estas dimensiones para
poder determinar las polticas ms adecuadas en esta temtica. En funcin de estos
desafos, los objetivos que se plantea este trabajo son: i) analizar el impacto de las polticas de seguridad implementadas por la empresa; ii) analizar las culturas de seguridad
en los diferentes sectores o reas de trabajo; iii) analizar las estrategias individuales y
colectivas de los trabajadores frente a las situaciones de riesgo. Previo al anlisis de
estas dimensiones, desarrollaremos brevemente algunos conceptos tericos que guiarn el mismo, la metodologa utilizada y los procesos de trabajo implicados.
Culturas de seguridad y regulacin
En trabajos anteriores (Pucci, Nin, 2013) desarrollamos, siguiendo a Alamberti
(2013), tres modelos de seguridad que resumimos brevemente a continuacin:
a. El modelo resiliente, en el cual la bsqueda de la exposicin al riesgo constituye
la esencia del mismo. La seguridad est asociada a sobrevivir, y los que los consiguen trasmiten sus conocimientos sobre seguridad a travs de sus relatos.
b. El modelo de la HRO, en el cual hay que gestionar los riesgos diariamente, aunque el objetivo principal sea controlarlos y no exponerse a ellos. La seguridad
depende del grupo, de la organizacin, de los roles y las competencias de cada
uno. El modelo analiza sus fracasos e intenta comprender sus causas.
c.
El modelo de los sistemas ultraseguros, basado en la idea de que los operadores
son equivalentes e intercambiables. Este modelo apuesta a las cualidades de
supervisin, que son las que evitan que estos operadores se expongan a los
riesgos ms fortuitos, limitando dicha exposicin a una lista finita de fallos y
dificultades.
Estos tres modelos de seguridad son radicalmente diferentes, responden a condiciones econmicas distintas, tienen su propia lgica de optimizacin, su propio sistema de formacin, sus ventajas y sus lmites. Esto implica que estos modelos no
son miscibles, por lo que las empresas u organizaciones deben necesariamente optar
por alguno de ellos. Tampoco es sencillo el pasaje de un modelo a otro en la misma
organizacin: las intervenciones que se realizan pueden mejorar o modificar aspectos
del modelo pero no su lgica bsica. Para pasar de un modelo a otro se precisa de un
elemento de fractura que abarque toda la profesin y su economa.
Por otra parte, Simard (1998) desarroll cuatro grandes tipos de cultura de seguridad, en funcin de la mayor o menor participacin de los dos actores ms involucrados en esta temtica: la direccin de la organizacin y los trabajadores ligados directamente a la produccin. Estos cuatro tipos de cultura de seguridad son: a) la cultura
fatalista, que presupone que los accidentes son producto del destino o de la fatalidad,
ningn actor se preocupa por el tema de la seguridad; b) la cultura de oficio, que se
caracteriza por una dbil participacin de la direccin en los temas de seguridad; los
trabajadores autorregulan sus comportamientos en relacin a la seguridad, sobre la
base de la elaboracin de normas de grupo de aplicacin cotidiana, sustentadas en el

La regulacin autnoma del riesgo: el caso de una empresa papelera

191

conocimiento tcnico del oficio; c) la cultura normativa, sustentada en el respeto a las


normas y procedimientos definidos por los expertos y por las gerencias. Este tipo de
cultura implica un rol preponderante de la direccin en la elaboracin y desarrollo de
medidas de seguridad; y d) la cultura integrada, basada en una situacin en el cual la
direccin asume el liderazgo en materia de seguridad, pero favorece la participacin de
los trabajadores en la gestin de la seguridad y en la aplicacin de medidas concretas.
La cultura de oficio se articula con los modelos artesanales escasamente regulados, basados en las competencias y habilidades de los operarios que deben adaptar
sus conductas a los diferentes riesgos a los cuales se enfrentan. La lgica de este tipo
de cultura se acerca a la teora de la resiliencia, en la cual la exposicin a los riesgos
es la que genera las capacidades del sistema para superarlos. La cultura normativa se
asocia a los modelos ultraseguros, en los cuales la seguridad est fuertemente regulada a travs de numerosos procedimientos y prohibiciones, pero en la cual la capacidad
de adaptacin de los trabajadores es reducida. Por ltimo, la cultura integrada se
asocia al modelo de la HRO, que se basa en la gestin continua de los riesgos a travs
de una buena interaccin y comunicacin entre los diferentes segmentos laborales y
jerrquicos de la organizacin.
Estos tipos de cultura implican, como seala Simard, el desarrollo de valores,
creencias y principios sobre los cuales se construye un sistema de gestin de la seguridad, y un conjunto de comportamientos y prcticas que refuerzan estos principios
bsicos. Estos comportamientos estn orientados por reglas o normas, que pueden
tener diferentes niveles de formalidad, y que a su vez pueden ser explcitas o tcitas.
En este plano, Reynaud (1988) distingue dos tipos de reglas. Las reglas explcitas son las que fijan las responsabilidades y las faltas, arbitran los diferendos e inspiran
las decisiones de las autoridades responsables. Las reglas implcitas, en cambio, son
las que guan los procesos de colaboracin y de decisin en el trabajo, asegurando
el funcionamiento cotidiano de las organizaciones. En funcin de esta distincin, en
una organizacin del trabajo se pueden establecer, siguiendo a Reynaud, dos grandes
dimensiones. La primera es la organizacin formal, sustentada en una lgica tcnica
y de eficacia. Es la lgica que proviene de la gerencia, de la direccin tcnica de la
produccin y de los que estandarizan los procesos de produccin. La segunda es la
organizacin informal, en la que imperan los sentimientos y los valores. Esta es la lgica
de los trabajadores expresada en su trabajo cotidiano.
Estas dos lgicas no necesariamente se oponen, ni constituyen extremos de la
dicotoma racional afectiva, tan conocida en las ciencias sociales. La lgica tcnica es
una lgica de control que busca resolver las coerciones externas de la organizacin:
produccin, plazos, calidad del producto, entre otras. La lgica de sentimientos, en
cambio, es una lgica que busca resolver conflictos entre valores internos: constituye
una forma de regulacin que se opone a las regulaciones formales y afirma la autonoma de los trabajadores frente a las tentativas de control por parte de los tcnicos y
jerarcas.

192

Francisco Pucci - Soledad Nin - Sofa Mannise

De esta forma, Reynaud plantea que en una organizacin siempre existen dos
fuentes de regulacin: la regulacin de control y la regulacin autnoma. La regulacin
de control es formal y explcita, orientada por criterios tcnicos y racionales. La regulacin autnoma, por su parte, si bien es informal, no es espontnea ni caprichosa. Es
una regulacin muy elaborada, compartida por los trabajadores, que se ensea a los
nuevos miembros y que se impone a aquellos que no la aceptan. Esta forma de regulacin tambin es racional; a travs de ella los trabajadores pueden aceptar la racionalidad tcnica de la produccin y de la eficacia. Los valores afectivos que los trabajadores
encarnan en la regulacin autnoma no se explican por la oposicin racional afectiva,
sino por las luchas de poder ligadas al encuentro de las dos formas de regulacin.
Esta perspectiva de Reynaud se puede articular con el paradigma de la accin
contingente de Crozier y Friedberg (1990). Segn estos autores, el poder es inherente
a las lgicas de accin de los actores en una organizacin. Toda accin individual o
colectiva se sita en un marco estructurado de relaciones de poder y dependencia. No
todos los agentes tienen la misma capacidad para hacer frente a la incertidumbre del
entorno. Los que tienen los recursos o la capacidad de controlarlos, utilizan su poder
para aumentar sus niveles de autonoma. Sin embargo, esto no significa que existe una
estructura social u organizacional establecida a partir de la cual podamos entender la
distribucin diferencial y asimtrica de poder. Toda organizacin tiene caractersticas
contingentes en funcin de las estrategias desarrolladas por actores con objetivos
divergentes y diferentes recursos de poder. Estas estrategias se deben inscribir en las
reglas de juego de la organizacin, a travs de las cuales se definen las ganadoras y
las perdedoras. La perspectiva de la regulacin autnoma de Reynaud se articula con
las tesis de Crozier y Friedberg, en la medida en que sostiene que la regulacin autnoma es la fuente de las reglas de juego de la organizacin, en el marco de las cuales
los actores despliegan sus estrategias. Incluso Reynaud va ms all, en la medida en
que plantea que la regulacin no es el producto de la actividad de un actor previamente
constituido: la actividad de regulacin constituye al actor, define sus alcances y sus
lmites, su estructura interna, sus aliados y sus opositores. La actividad de regulacin
se inserta en la elaboracin de una estrategia colectiva.
Por otra parte, Reynaud plantea que la distincin de estas dos regulaciones no se
aplica a cualquier relacin de poder: designa una relacin especfica que se establece
entre un grupo y los que quieren regularla desde el exterior. Un ejemplo tpico son las
relaciones jerrquicas. En este plano, las regulaciones reales son compromisos inestables entre control y autonoma. La variedad de compromisos en muy grande, tanto
como los procesos necesarios para alcanzarlos. Esto implica que las regulaciones de
una empresa no formen un conjunto coherente: son ms bien el resultado acumulado,
el apilamiento o las combinaciones poco articuladas de prcticas y reglas que son de
naturaleza, origen, poca e inspiracin muy diferentes y hasta opuestas. En la medida
en que son multidimensionales, las regulaciones constitutivas de los diferentes grupos
estn cargadas de valores, tradiciones y obligaciones que van ms all de las necesidades inmediatas de produccin. No resulta contradictorio, por lo tanto, entender la

La regulacin autnoma del riesgo: el caso de una empresa papelera

193

cultura de seguridad propuesta por Simard, como un conjunto donde conviven valores
comunes con espacios de conflictos y disputas. La diferenciacin de intereses y la autonoma creciente de los grupos no se oponen al logro de resultados comunes.
Una tercera forma de regulacin sealada por Reynaud es la regulacin conjunta.
Esta forma de regulacin implica un acuerdo explcito, la mayor parte de las veces entre el sindicato y la gerencia o direccin, en la cual se establecen determinadas normas
para regular la produccin, los salarios y las condiciones de trabajo. Este tipo de regulacin, si bien tiene un origen colectivo, debe diferenciarse de la regulacin autnoma,
en la medida en que es tambin una forma de regulacin de control. Las estrategias
sindicales generalmente se orientan fuertemente al desarrollo de la regulacin conjunta, y le dan un espacio muy limitado a la regulacin autnoma.
En sntesis, analizar la gestin del riesgo en una organizacin implica tomar en
cuenta estos mecanismos de regulacin autnoma. Estas decisiones se toman en el
contexto de una organizacin productiva que desarrolla polticas de seguridad y produccin contradictorias entre s, marcando espacios de control y de autorregulacin
especficos. A su vez, los procesos de regulacin autnoma se articulan con una cultura
de seguridad sustentada en el conocimiento tcnico y en la experiencia de los trabajadores ms que en dispositivos formales de supervisin y control.
Metodologa y trabajo de campo
En funcin de los objetivos planteados, la investigacin implement un abordaje
metodolgico cualitativo, que permite realizar una comprensin de la experiencia de
los individuos desde su propia perspectiva, as como del significado que los mismos
le atribuyen a los fenmenos de los que forman parte. En el proceso de investigacin
cualitativa, los investigadores han de focalizarse en aprehender dicho significado para
comprender el problema o fenmeno que se desea investigar, en el entendido de que
los individuos son agentes creadores de su propia realidad, cambiante y dinmica, a
la cual le atribuyen sus propias perspectivas, sentidos y significados. Es por ello que
resulta importante conocer la opinin de los propios actores para comprender las situaciones y los fenmenos investigados.
El diseo de la investigacin fue abierto, ya que exista la posibilidad de que se
produjera informacin que no estuviera contemplada desde el inicio. En este sentido,
fue un diseo emergente, ya que el plan inicial de investigacin no era rgido y caba la
posibilidad de que las fases del proceso pudieran cambiar en lo relativo a las preguntas,
la forma de recogida de los datos, as como los individuos o el contexto del estudio. La
flexibilidad del diseo estuvo guiada por los objetivos de la investigacin y se pretendi
adaptar al contexto de descubrimiento en el que se encuentra inmersa la propia comprensin del fenmeno analizado, en funcin de la informacin que fue surgiendo del
propio proceso de investigacin.

194

Francisco Pucci - Soledad Nin - Sofa Mannise

La tcnica de recoleccin de datos se bas principalmente, en la realizacin de


entrevistas semiestructuradas individuales a una muestra de trabajadores de los diferentes puestos y reas. En este sentido, se cont con una pauta de entrevista mnima
para guiar la conversacin, al tiempo que se conserv la libertad de profundizar en
temas o aspectos que pudieran emerger y se consideraran pertinentes para la comprensin del problema de investigacin. El investigador dispuso de una serie de temas
preguntas que deba trabajar a lo largo de la entrevista, pero poda decidir si consideraba oportuno la inclusin de algn tema o pregunta que no estuviera previamente contemplada, as como el orden de introduccin de los diversos temas en la conversacin.
La estrategia de aproximacin al trabajo de campo, dadas las dimensiones de la
empresa y la multiplicidad de procesos de trabajo en ella, se inici con una primera entrevista exploratoria con la gerencia, para conocer las caractersticas de la empresa y
los diversos sectores y procesos que conforman el trabajo en FANAPEL. Asimismo, se
realiz el muestreo de entrevistas en dos niveles: por sectores y por las caractersticas
de los trabajadores/as (nivel jerrquico, antigedad en la empresa, gnero). Se realizaron un total de 67 entrevistas, entre los meses de junio y octubre 2013. Los resultados
que presentaremos en este trabajo son preliminares, debido a que el anlisis del total
de entrevistas an no se ha realizado.
El proceso de trabajo en FANAPEL
Fundada en 1898, la Fbrica Nacional de Papel fue una empresa originalmente
de capitales uruguayos, que desde el ao 2007 pertenece al Grupo Tapebicu (97,6%
de las acciones), grupo foresto industrial, con operaciones en Argentina y Uruguay. Si
bien en sus orgenes estaba situada en la ciudad de Montevideo, en 1898 se instal
en Puerto Sauce, en la actual ciudad de Juan Lacaze, en el departamento de Colonia.
A diferencia de lo que sucede con otras empresas de la rama, FANAPEL es una
industria que integra en su proceso de trabajo desde la forestacin de los eucaliptos,
la cosecha y trozado de la madera y la produccin de celulosa, hasta el procesamiento
para su transformacin en papel y su posterior comercializacin. En la presente investigacin, el inters principal radica en la fase industrial del proceso, es decir aquella que
comprende desde el trozado de la madera hasta la produccin de papel.
El proceso de fabricacin de papel comprende dos etapas fundamentales: la
obtencin de celulosa a partir de madera de eucaliptos y la fabricacin del papel. La
primera etapa comprende dos reas principales: Planta de Celulosa Kraft y Planta Recuperadora de Soda; mientras que la segunda etapa comprende las reas de produccin
y terminacin. Asimismo, el proceso comprende cuatro sectores auxiliares, a saber:
caldera, talleres (mecnico, elctrico, instrumentos), administracin (contabilidad, compras, almacenes, seguridad, recursos humanos) y el laboratorio central.

La regulacin autnoma del riesgo: el caso de una empresa papelera

195

Planta de Celulosa Kraft (PCK) y Planta Recuperadora de Soda (PRS)


El proceso de fabricacin comienza en la chipera, donde se procesan los troncos
convirtindolos en chips, los cuales son transportados y clasificados, separando los
chips fuera de medida. En esta etapa trabajan cuatro operarios en dos turnos (de 6 a
14 horas y de 14 a 22 horas, con descanso dominical). Los chips seleccionados, son
enviados a travs de caeras a un silo de madera para luego ser transportados por
caeras a un digestor continuo. All son cocidos bajo presin de vapor y se agregan
componentes qumicos para separar la celulosa de otros componentes de la madera.
El licor negro que es subproducto de la coccin, es recuperado y se utiliza para la generacin de energa. En la Planta de Celulosa Kraft (PCK) se impregna, se cocina y se
pasa por digestin la madera, hasta transformarla en la pasta de celulosa.
De este proceso, se obtiene una pasta de celulosa marrn, que luego es blanqueada mediante un tratamiento qumico hasta obtener el blanco adecuado para los
papeles de impresin y escritura. Esta pasta ingresa posteriormente al proceso de
formacin que se lleva a cabo en mquinas papeleras denominadas continuas. Trabajaban en esta etapa un total de 24 operarios (cuyo ritmo de trabajo implica seis das de
trabajo y dos das de descanso) en tres turnos (de 6 a 14 horas, de 14 a 22 horas y de
22 a 6 horas) y dos supervisores.
La planta recuperadora de soda se compone de una caldera de potencia que,
usando como combustible el licor negro (residuo de la coccin), recupera la soda. En
este proceso participaban al momento del trabajo de campo 29 trabajadores (con el
mismo rgimen de trabajo que en PCK) y un supervisor.
Produccin y Terminacin
Al llegar a las continuas, el proceso pasa por quitar el agua de la pasta hasta
dejar las fibras adheridas, dando forma a una superficie lisa y uniforme en las condiciones de espesor, y resistencia mecnica, por ejemplo, que sean requeridos segn el
uso final. El proceso de produccin se compone de la preparacin de pastas, de tres
continuas productoras de papel, una estucadora (que procesa el papel, incorporndole
valor agregado), una calandra, que le da brillo al papel y dos bobinadoras que lo enrollan y lo dejan preparado para el embalaje.
Luego de las continuas, el papel sigue su proceso de secado que culmina en
grandes cilindros dispuestos en serie y denominados secadores, calentados por vapor internamente. El proceso contina en la estucadora donde se le aplican una o dos
capas de pintura. El producto resultante es llamado papel estucado. En la calandra se
le confiere brillo al papel, a travs de cilindros con presin y temperatura.
En el proceso de produccin participaban 110 trabajadores distribuidos en tres
turnos (de 6 a 14 horas, de 14 a 22 horas y de 22 a 6 horas), con un rgimen de trabajo de seis das de trabajo y dos de descanso. Asimismo, durante este proceso tambin
trabajaban aproximadamente seis supervisores.

196

Francisco Pucci - Soledad Nin - Sofa Mannise

En el proceso de terminacin, el papel es cortado en bobinas u hojas. En esta


etapa se realiza el control de calidad final, que se suma al realizado durante todo el
proceso de fabricacin previa. El papel es cortado segn las medidas que se requieren y luego es transportado al depsito para su posterior distribucin. La terminacin
consta de tres mquinas cortadoras, una cortadora embaladora de papel fotocopia,
una embaladora y una empaquetadora. Participaban en esta etapa del proceso un total
de 86 operarios en tres turnos, con un rgimen de trabajo de seis das de trabajo y uno
de descanso (descanso dominical) y tres supervisores.
La descripcin del proceso resulta necesaria para comprender la complejidad
del mismo y las dificultades para establecer rutinas similares entre los trabajadores.
Cada sector tiene su propia cultura de trabajo y conocimientos especficos difcilmente
trasladables a otro sector.
Impacto de las polticas de seguridad implementadas por la empresa
Una de las primeras constataciones que surgen del anlisis es la ausencia de
una regulacin tcnica de control del riesgo en la organizacin. En la empresa no se
implementan polticas de seguridad ni procedimientos de control de mediano o largo
plazo; las polticas de seguridad se remiten ms bien a una sucesin de herramientas
de gestin de la seguridad desde un enfoque ms reactivo que preventivo. Este apilamiento de herramientas de gestin, de la seguridad y de recursos humanos, ms que
ser concebidas como soluciones a problemas, se transforman en marchas y contramarchas de estrategias de prevencin y cuidado ms generales. Su contrapartida es el
apilamiento de dispositivos de gestin y el zapping gerencial, que generan de manera
constante nuevas tensiones y contradicciones (Tripier, 1999).
Las recientes polticas de gestin han tendido a desmantelar el rea de mantenimiento de los equipos y han agregado esta tarea a los operarios, apelando a la
experiencia de trabajo como fuente de prevencin. Este tipo de medidas, sumadas a
otras polticas de gestin de recursos humanos, se superponen entre s, generando
malestar entre los trabajadores y la gerencia, e incluso entre los mismos trabajadores.
La falta de mantenimiento edilicio es percibido como un factor clave en las presencia
de riesgos laborales, debido a que la tecnologa es obsoleta y la que ha sido de ms
reciente incorporacin, carece de las prevenciones de seguridad o del mantenimiento
adecuado.
Otro elemento importante en la prevencin riesgos es el hecho de que, en los
ltimos tiempos, la empresa perdi personal operativo de mucha experiencia, incluso
del rea de mantenimiento, debido a la competencia de otras industrias de la cadena
papelera que ofrecen mejores condiciones de remuneracin o por la va de reduccin
de plantilla mediante jubilaciones anticipadas. De esta forma, se fue vaciando el acervo
de conocimiento operativo dentro de las reas de produccin y PCK, constituyendo una
fuente de disconformidad e incertidumbre sobre el rumbo de gestin de los recursos
humanos, de seguridad e incluso de produccin de la empresa.

La regulacin autnoma del riesgo: el caso de una empresa papelera

197

La ausencia de una lgica tcnica de eficacia y control ha sido sustituida, en


materia de prevencin de riesgos, por procesos de regulacin conjunta entre gerencia
y sindicato y por procesos de regulacin autnoma desarrollados por los trabajadores
(Reynaud, 1988). En este sentido, en la empresa existieron dos intentos recientes de
regulacin conjunta que no tuvieron xito. Por un lado, se contrat a un operario de
produccin como encargado del rea de seguridad, a partir de un acuerdo establecido entre la gerencia y el sindicato. En este contexto, el nuevo encargado desarroll
estrategias de prevencin y control de la seguridad, donde se incluan tanto polticas
enfocadas al cuidado de los trabajadores como polticas enfocadas al mantenimiento
preventivo de la planta fsica (orden, limpieza, mantenimiento mecnico, sealizacin,
dispositivos de seguridad de las mquinas y equipos). Este acuerdo no fructific debido a la renuncia del encargado (regresando a sus tareas operativas) por desacuerdos
con la gerencia en relacin al enfoque de seguridad, lo que hizo fracasar el acuerdo
logrado.
Por otro lado, se estableci dentro de los equipos de trabajo de las distintas
reas la figura del lder como eslabn en la cadena de mando entre los encargados y
los trabajadores. Esta figura intent generar un puente entre los trabajadores de mayor
antigedad, con mucho conocimiento prctico, y las nuevas jerarquas de ingenieros
jvenes con altos niveles de formacin pero escasa experiencia en la produccin de
papel. El lder era un trabajador con experiencia en el rea, elegido por la gerencia,
que muchas veces no cont con la legitimidad del equipo a su cargo, debido a la poca
transparencia en los criterios de seleccin. Tampoco resultaron claras ni para sus
compaeros de equipo, ni para s mismos sus funciones como lder, por lo que en un
tiempo breve esta figura fue quedando en desuso, sea por va de la jubilacin o por a la
reubicacin de los lderes en funciones anteriores, en algunos casos incluso de menor
jerarqua.
Culturas de seguridad en los diferentes sectores
Las observaciones de campo indican la presencia predominante de una cultura
de oficio como mecanismo de regulacin de la conducta de los trabajadores en relacin
a la seguridad, como prolongacin de las normas informales que regulan la produccin.
Sin embargo, esta cultura de oficio aparece fragmentada por la presencia de chacras
sectoriales, barreras generacionales y distancias jerrquicas. En este sentido, las reglas que conforman la regulacin autnoma surgen de una negociacin compleja e
implcita en la cual el clivaje de oposicin ms ntido es el generacional. La regulacin
autnoma del riesgo tambin se inserta en las relaciones jerrquicas, desarrollando
regulaciones que se oponen a la lgica de control de la empresa. En algunos casos,
dentro de las reglas que conforman la regulacin autnoma, una de ellas se refiere a
la necesidad de no realizar tareas riesgosas aunque el jerarca lo ordene. Esta regla
marca tensiones entre las jerarquas y los trabajadores, que debilitan la construccin
de un saber colectivo a travs del intercambio de conocimiento entre mandos medios
y operarios para el desarrollo de estrategias consensuadas de gestin de la seguridad.

198

Francisco Pucci - Soledad Nin - Sofa Mannise

El cuidado colectivo se ve permeado por lgicas de confrontacin que dificultan el


desarrollo de una cultura de seguridad integrada. En trabajos anteriores (Pucci, Nin,
2013), se observ que la implementacin exitosa de polticas de seguridad se basa en
la recuperacin y comunicacin del saber prctico de los trabajadores y de su capacidad de generar, de manera colectiva, reglas de conducta cotidiana adecuadas a los
contextos de incertidumbre. Pero la generacin de una cultura de oficio requiere de un
marco de confianza colectivo entre trabajadores, que no est presente en FANAPEL,
debido a las barreras sectoriales, generacionales y jerrquicas mencionadas.
Estrategias laborales
Las formas de regulacin autnoma desarrolladas por los trabajadores intentan
saldar los conflictos resultantes de lgicas a menudo contradictorias: produccin-mantenimiento-seguridad. Como sealan De la Garza y Poy (2009), las pequeas maas
de los niveles operativos son el reflejo de la experiencia como rasgo distintivo de la
cultura de oficio, orientada a mejorar la seguridad a travs del incumplimiento de las
normas y procedimientos, de manera de dar cuenta del desajuste entre seguridad y
produccin. Estas prcticas conocidas como procesos de normalizacin del desvo
(Bourrier, 2001) son indicadores de las dificultades para el desarrollo de polticas de
seguridad que integren activamente, tanto al trabajador como al medio ambiente y al
sistema de trabajo.
La regulacin autnoma de los trabajadores de FANAPEL si bien se afirma en la
autonoma del trabajador, se articula con la lgica de la eficacia de la empresa, en la
medida en que toma en cuenta los ritmos de produccin de la empresa. La estrategia
predominante en la direccin, al igual que la mayora de las empresas nacionales,
prioriza la produccin en desmedro de la seguridad. Esta orientacin tambin est presente en los comportamientos colectivos, globales y sectoriales, de los trabajadores.
Las estrategias de regulacin autnoma de los trabajadores de FANAPEL se orientan a
oponerse y negociar las reglas de juego establecidas en esta clsica oposicin entre
produccin y seguridad, negociando la decisin de parar la produccin en caso de
riesgo dentro de ciertos lmites fijados por las necesidades productivas y en funcin de
circunstancias especficas que ameriten esta decisin.
Por otro lado, desde la gerencia existe una tendencia al desconocimiento de las
culturas de oficio existentes, que se expresa en polticas de gestin de personal que
desvalorizan el acervo de conocimiento construido y acumulado en la experiencia de
trabajo. Estas polticas se implementan en un contexto, como sealamos, de constante
superposicin de herramientas de gestin de recursos humanos, que marcan un entorno de incertidumbre laboral poco propicio para el desarrollo de formas de confianza entre trabajadores y gerencia, entre jerarquas y nivel operativo, entre sectores y equipos
de trabajo, y entre generaciones de trabajadores.
En este enclave, el sindicato pierde capacidad de accin en materia de demandas orientadas a la seguridad preventiva y reactiva, ya que se encuentra enfocado a

La regulacin autnoma del riesgo: el caso de una empresa papelera

199

negociar los impactos de las nuevas polticas de gestin del trabajo y del empleo en
la empresa. Asimismo, existe una escasa reflexividad por parte de los trabajadores en
relacin a los componentes de su cultura de oficio. Si bien sta opera de hecho, no
es explicitada por el colectivo, y menos an es reconocida como tal en el marco de
tensiones y competencias entre sectores y equipos de trabajo.
Reflexiones finales
La cultura de seguridad dominante en FANAPEL se sustenta en el conocimiento
de oficio, que se conforma a travs de un conjunto de reglas implcitas que regulan el
proceso de formacin y transmisin de saberes. Dicha cultura de oficio implica que las
normas de proteccin de los trabajadores de los riesgos laborales no se imponen desde la direccin o desde las jefaturas, sino que se construyen en la interaccin cotidiana
de los trabajadores.
Por otra parte, se observa un desaprovechamiento de la cultura de oficio y de
los elementos de autorregulacin para el desarrollo de medidas de prevencin sustentable, tanto por la empresa como por el propio sindicato. Los intentos de regulacin
de control de la seguridad se dan en un marco general que presenta dificultades para
el desarrollo de relaciones de confianza, debido a la incertidumbre que generan las
polticas de gestin de la empresa.
En el discurso de las situaciones frecuentes ligadas a accidentes, existen algunos
que han quedado en la memoria colectiva de la empresa, cuyo relato ha trascendido
generaciones de trabajadores. Estos relatos narran accidentes que han producido la
muerte de un operario en el rea de pulpa y bajas por licencia mdica de cinco trabajadores de PCK. En este caso, la importancia de estos riesgos permanece latente y
trasciende el sector especfico donde ocurrieron, para formar parte de una cultura ms
general, aunque con una orientacin de tipo fatalista. La presencia de estas formas
de elaboracin colectiva adquiere relevancia si tenemos en cuenta el nivel de segmentacin interna, las rivalidades entre sectores y el desconocimiento del trabajo que
trasciende el rea de actuacin de cada operario. El anlisis de esta dimensin puede
arrojar nuevas pistas para comprender los modelos de seguridad de la empresa.
Bibliografa
Alamberti, R. (2013). Construir la seguridad. Compromisos individuales y colectivos para afrontar los grandes riesgos. Editorial Mondus laborandi. Madrid.
Bourrier, M. (2001). La fiabilit est une question dorganisation. En: Organiser la fiabilit. Sous
la direction de Mathilde Bourrier. LHarmattan, Pars.
Crozier, M.; Friedberg, E. (1990). El actor y el sistema. Alianza Editorial Mexicana. Ciudad
de Mxico.
De la Garza, C.; Poy, M. (2009). Seguridad y salud laboral, seguridad industrial: desafos de
un enfoque de prevencin sustentable. En Revista Laboreal Volumen V: N 1: 2009. Portugal. Disponible en: http://laboreal.up.pt/files/articles/2009_07/es/r8.pdf -junio, 2013-

200

Francisco Pucci - Soledad Nin - Sofa Mannise

Pucci, F.; Nin, S. (2013). Cultura de la seguridad y gestin del riesgo en CONAPROLE. En:
El Uruguay desde la Sociologa XI. Departamento de Sociologa, F.C.S. Universidad de la
Repblica. Montevideo, 2013. ISBN 978-9974-0-0397-2
Reynaud, J. D. (1988). Les rgles du jeu. Laction collective et la rgulation sociale. Pars. A.
Colin.
Simard, M. (1998). Cultura y gestin de la seguridad. Enciclopedia de Salud y Seguridad en el
Trabajo. Pginas: 59.4- 59.8. OIT, Gnova.
Tripier, P. (1999). Elementos para una sociologa de las herramientas y dispositivos de gestin.
Prefacio del libro de Frederik Mispelblom (1999). Un socilogo frente al movimiento de la
calidad. Traduccin: Alicia Calvo y Jorge Walter.
Walter, J; Pucci, F. (2007). La gestin del riesgo y las crisis. Personas, culturas organizacionales e instituciones. Editorial Ateneo, Universidad de San Andrs, Foncsi. Buenos Aires.

Organizacin del trabajo en la Unidad de


Seguimiento de Programas del MIDES:
regla burocrtica y lgica profesional
Francisco Pucci1 - Ana Vigna2
La Unidad de Seguimiento de Programas (USP) del Ministerio de Desarrollo Social
se dise originalmente sobre una lgica de proyectos, para dar cuenta de la emergencia social producida por la crisis de los aos 2001-2002. El sostenimiento de las
polticas sociales y las necesidades de formalizacin de la estructura estn reformulando este diseo original, cuya consecuencia es la convivencia, en dicha Unidad, de
tendencias hacia la innovacin con tendencia a la normalizacin de los procesos de
trabajo. La discusin planteada es si la USP, para cumplir sus objetivos, debe intentar
resolver estas tensiones, orientndose hacia un modelo especfico o, por el contrario,
debe convivir con ellas buscando un modelo funcional hbrido que logre combinar
de manera equilibrada diferentes principios de organizacin.
Las ltimas dcadas han representado cambios de gran magnitud en el mundo
del trabajo. Entre ellos, los procesos de flexibilizacin de las estructuras organizativas
han permeado en gran medida a las organizaciones productivas en diversas partes del
mundo, y Uruguay no constituye una excepcin. En diversos sectores se observan procesos de modificacin en la organizacin del trabajo, de modo de ajustarlo a los parmetros modernos de gestin y a las incertidumbres producidas por el entorno. Si bien
estas transformaciones son ms frecuentes en el sector privado, tambin permean
las estructuras estatales. A pesar de que el mbito pblico ha estado caracterizado
histricamente por una fuerte rigidez, los procesos de reestructura que se encuentra
atravesando el Estado uruguayo dan lugar a experiencias novedosas desarrolladas en
ciertos sectores que funcionan por programas o metas puntuales, lo cual se traduce en
formas flexibles de organizacin del trabajo y de contratacin.
Este artculo pretende analizar un caso especfico de este tipo, en un organismo
pblico central para el desarrollo de las polticas sociales en Uruguay: el Ministerio de
1
2

Doctor en Sociologa. Profesor Titular del Departamento de Sociologa. rea de Investigacin: Sociologa de la Gestin de los Recursos Humanos. [email protected]
Mster en Sociologa. Profesora Asistente del Departamento de Sociologa. rea de Investigacin:
Sociologa de la Gestin de los Recursos Humanos. [email protected]

202

Francisco Pucci - Ana Vigna

Desarrollo Social (MIDES). El sector que se abordar es la Unidad de Seguimiento de


Programas (USP) de polticas sociales, que constituye una de las unidades claves de
generacin y procesamiento de bases de informacin sobre los hogares beneficiarios
del Ministerio, para la focalizacin y seguimiento de los programas sociales en todo el
territorio nacional, as como para intercambio de informacin con otros organismos del
sector pblico.
La metodologa del trabajo privilegi un abordaje cualitativo, utilizando como
tcnica de relevamiento de informacin la entrevista semiestructurada. Se procedi
a relevar las opiniones de trabajadores de las diversas reas que componen la USP,
buscando maximizar la heterogeneidad de los mismos en trminos de formacin y de
trayectoria dentro de la Unidad.
Esta Unidad, al igual que el resto del Ministerio, se dise originalmente por el
gobierno de izquierda que asume en el ao 2005, sobre una lgica de proyectos, para
dar cuenta de la emergencia social producida por la crisis de 2001-2002. El sostenimiento de las polticas sociales y las necesidades de formalizacin de la estructura estn reformulando este diseo original, lo que implica que en la USP convivan tendencias
hacia la innovacin, con tendencias a la normalizacin de los procesos de trabajo. Las
contradicciones entre ambas lgicas (estandarizacin, coordinacin y programacin
versus innovacin y capacidad de reaccionar ante imprevistos, etc.) derivan en una
ambivalencia organizacional que integra simultneamente dos tipos de legitimidad en
competencia: profesional, de un lado, y burocrtica racional, del otro.
Las organizaciones como fenmenos contingentes
En su clsica tipologa de organizaciones, Mintzberg (1989) distingue dos configuraciones que se adecan al anlisis de la USP. La configuracin burocrtica maquinal
se caracteriza por llevar adelante una fuerte estandarizacin de los procedimientos,
mediante herramientas de anlisis de las operaciones de los trabajadores, descripcin
de puestos de trabajo y desarrollo de normas de comportamiento ligadas a estos
puestos. En esta configuracin, tpica de las grandes organizaciones burocrticas, especialmente del sector pblico, la tecnoestructura, es decir, aquel sector que planifica
las actividades del conjunto, tiene un rol preponderante en el proceso de normalizacin
de las actividades. Estas configuraciones son estables y tienden a desarrollarse en
entornos que no les generan fuertes incertidumbres. Las relaciones de poder, a su vez,
pasan por los mecanismos de control jerrquico sobre la base del respeto a las normas
de procedimiento y la planificacin previa de la actividad. Este tipo de configuracin
tiene fuertes resistencias al cambio y dificultades para adaptarse a demandas variadas
y complejas.
El otro tipo de configuracin organizacional relevante para este trabajo lo constituye la innovadora. La misma se caracteriza por una estructura fluida, descentralizada,
en la cual equipos de expertos trabajan en proyectos puntuales y especficos que la
organizacin debe llevar adelante. Estas organizaciones son aptas para dar cuenta de

Organizacin del trabajo en la Unidad de Seguimiento de Programas del MIDES

203

entornos complejos y dinmicos, que generan demandas diversificadas. En general se


trata de organizaciones jvenes, en proceso de expansin, con importantes dosis de
democracia interna, regulados por procesos de adaptacin mutua poco formalizados.
Las complejas actividades que deben llevar adelante los equipos tcnicos requieren
capacidades de inventiva y de resolucin de problemas, lo que vuelve contraproducente
el desarrollo de procesos de normalizacin de actividades. Este tipo de configuracin,
si bien es eficaz para dar cuenta de las demandas del entorno, lo hace muchas veces
en desmedro de la eficiencia.
La tipologa de configuraciones de Mintzberg es, obviamente, una construccin
analtica que permite un anlisis esttico de las organizaciones tomando en cuenta sus
rasgos ms salientes. Desde el punto de vista dinmico, las organizaciones pueden
evolucionar de una configuracin a otra, o bien resultar configuraciones hbridas que
toman elementos de diferentes tipos. Cuando las configuraciones no son puras, la organizacin debe generar capacidades para combinar las fuerzas centrales de los distintos
modelos. En las organizaciones maquinales, la fuerza predominante es la eficiencia que
deriva de la estandarizacin de procesos, en tanto en las organizaciones innovadoras
la fuerza ms importante proviene de su capacidad de aprendizaje. Los mecanismos
bsicos de coordinacin de estas dos configuraciones tambin son diferentes. La configuracin maquinal coordina sus actividades a travs de la estandarizacin de procesos,
en tanto la configuracin innovadora lo hace a travs de la adaptacin mutua.
Pichault y Nizet (2000) desarrollan diferentes modelos de gestin de recursos
humanos asociados a la tipologa de Mintzberg. El modelo objetivante est asociado a la configuracin maquinal descripta anteriormente. Las relaciones sociales, en
este modelo, son reguladas de acuerdo a criterios impersonales, aplicados de manera
universal a todos los integrantes de la organizacin. La cultura asociada al modelo
objetivante valoriza el respeto de la autoridad jerrquica y la aplicacin de la regla, a
cambio de la proteccin que las mismas brindan a los integrantes. Las normas tienen
un componente de proteccin en la medida en que preservan a los trabajadores de
las arbitrariedades y de los favoritismos de los jefes. Las carreras profesionales se
construyen en torno a reglas impersonales respetadas por todos: la antigedad, los
concursos o las credenciales educativas. En este modelo, el tiempo de trabajo est
claramente establecido y diferenciado del tiempo de placer, y cualquier esfuerzo extra
debe ser recompensado por la organizacin.
En oposicin, el modelo individualizante de gestin de recursos humanos es el
que se corresponde con la configuracin innovadora de Mintzberg. Este modelo est
centrado en el concepto de competencia, que remite a la idea de que las capacidades
y saberes de los trabajadores son los que estructuran las relaciones de trabajo en la
organizacin. La cultura organizacional se construye en torno al logro y buena ejecucin de proyectos diversos y complejos, fundada en las competencias de grupos de
trabajadores con niveles relativos de autonoma, sustentada con polticas de formacin
y de aprendizaje permanentes. La rotacin de personal es muy alta, en el marco de

204

Francisco Pucci - Ana Vigna

una estructura muy diferenciada que tiene fuertes tendencias centrfugas. Estas tendencias obligan a la organizacin a generar mecanismos de integracin del personal
para mantener los niveles de cooperacin imprescindibles para el funcionamiento de
la misma. Las tensiones ms importantes que podemos asociar a este modelo derivan
del traslado de las responsabilidades de la organizacin al individuo, que asume la
carga de alcanzar las metas y los objetivos de la organizacin. La ambivalencia central
que caracteriza a este modelo radica en la tensin permanente entre dos polos: por
un lado, el individuo tiene un margen de autonoma en sus opciones, pero, al mismo
tiempo, esta autonoma est controlada en la medida en que las decisiones deben
corresponder a los objetivos y metas planteados por la organizacin. Estas tensiones
atraviesan los diferentes niveles de la jerarqua y de la divisin del trabajo de este tipo
de organizaciones.
En los modelos innovadores, la incertidumbre deja de ser un espacio de juego,
como lo planteaban Crozier y Friedberg (1990) cuando analizaban las grandes burocracias maquinales. Los procesos de innovacin descansan en incertidumbres tcnico
organizacionales; no existen procesos de trabajo precisos, por lo que el actor gana en
autonoma pero aumenta los riesgos de error y el sentimiento de riesgo. El aumento
considerable de las incertidumbres no se puede analizar solamente como el resultado
mecnico de situaciones de trabajo no programadas o no atendidas: las incertidumbres
son tambin una construccin social. A falta de reglas organizacionales slidamente
estructuradas, los profesionales definen sus recursos en funcin de su campo de investigacin y de los recursos de poder que puedan obtener. Crean incertidumbres objetivas multiplicando las acciones innovadoras, econmicamente legtimas. Son actores
estratgicos que, en vez de disimular la informacin, la difunden; en vez de escudarse
en las reglas, participan activamente en su transformacin (Alter, N. 1993).
Las perspectivas reseadas tienen un aspecto en comn: ven a las organizaciones como productos contingentes de las estrategias de los actores, de las fuentes de
poder que manejan los mismos y de las negociaciones o acuerdos que se establecen
para mantener los niveles de cooperacin necesarios para alcanzar las metas y objetivos institucionales. Esta perspectiva es la que utilizaremos para analizar las tensiones
originadas por los procesos de cambio organizativo que se vienen impulsando en la
USP, desde la mirada de los trabajadores involucrados en esta dinmica.
Los procesos de trabajo en la USP
Para comprender el proceso de trabajo de la USP del MIDES, es necesario definir
cules son las tareas tpicas que configuran el ncleo central de operaciones de este
sector. La descripcin de estas tareas permite establecer cules son las actividades
que definen las caractersticas bsicas del proceso de trabajo.
El ncleo de operaciones tpico de la USP lo constituye el trabajo de recoleccin
de informacin, que lo realizan los asistentes de campo o encuestadores. Estos asistentes conforman grupos de trabajo, acompaados de un supervisor. El trabajo de los

Organizacin del trabajo en la Unidad de Seguimiento de Programas del MIDES

205

asistentes de campo es un proceso en gran parte normalizado y estandarizado, aunque


tambin se mantienen espacios para la decisin individual. El abordaje del territorio se
hace segn pautas claramente definidas. Los recorridos se diferencian en recorrido
tipo y modalidad censal, en funcin de si los hogares a entrevistar estn previamente
determinados o si, por el contrario, se aborda toda una zona. Si bien los asistentes
de campo tienen el recorrido estipulado y las direcciones establecidas, deben tomar
diversas decisiones una vez que se encuentran en el territorio. Por su parte, el proceso
de recoleccin de informacin tambin est estandarizado a travs de formularios tipo
con respuestas codificadas.
Anexa a la actividad de recoleccin de informacin, se encuentran las tareas
logsticas necesarias para que el trabajo de campo se realice. La organizacin de los
grupos, los horarios, la locomocin, el material, el equipamiento y la localizacin geogrfica deben estar prontos para que la salida se haga en forma y se puedan lograr los
objetivos en la jornada laboral. Esta actividad es coordinada por los jefes de campo, los
cuales a su vez deben articular con las diferentes reas de la Unidad, en funcin de la
logstica cotidiana. Tambin se debe coordinar el trabajo que los asistentes de campo
realizan en el propio territorio. A tales efectos, se encuentran los supervisores, quienes
acompaan a los asistentes en sus salidas cotidianas. Los supervisores de campo
tambin son los encargados de evacuar las dudas que se presentan en el territorio.
La segunda etapa del proceso de trabajo de la USP consiste en el control de los
formularios para detectar y corregir eventuales errores en la informacin registrada,
o detectar los casos en los cuales por alguna razn el formulario no pudo ser completado. Esta tarea la realiza el sector denominado crtica. Adems del control de
formularios, el proceso de trabajo incluye la bsqueda de hogares o personas que no
se encontraron en las visitas realizadas por los asistentes de campo. Esta actividad
la realiza la llamada oficina de bsqueda, la cual trabaja en estrecha relacin con
el equipo de gegrafos de la Unidad. Las tareas de georreferenciacin (tanto previas
como posteriores a la salida al campo, as como durante el procesamiento de la informacin), son destacadas como uno de los ms relevantes avances que ha realizado la
Unidad en los ltimos tiempos. Estas tareas han sido jerarquizadas no slo mediante la
incorporacin de mayor personal, sino tambin mediante el uso de nuevas tecnologas,
como se ver ms adelante.
La tercera etapa del proceso de trabajo consiste en el ingreso de los datos de los
formularios en una base de datos para su posterior procesamiento. Esta fase del proceso se encuentra en la actualidad en plena transformacin, frente a la incorporacin
de nuevas tecnologas. Estos cambios consisten principalmente en la adopcin de un
nuevo programa de ingreso, as como el pasaje del formulario en papel al formulario digital. La fase de digitacin incorpora tambin actividades de crtica de los formularios,
ante errores que pueden haber pasado inadvertidos en las etapas previas. Asimismo,
es posible que en la etapa de digitacin se localice telefnicamente a los hogares para
relevar alguna informacin que haya quedado sin completar.

206

Francisco Pucci - Ana Vigna

La cuarta etapa del proceso de trabajo de la USP est a cargo del rea tcnica
y consiste bsicamente en el procesamiento y anlisis de la informacin. Esta etapa incluye no slo el trabajo con las bases de datos de la informacin relevada por la propia
Unidad, sino que incorpora tambin el procesamiento de fuentes secundarias, como las
provenientes del Instituto Nacional de Estadstica (INE) o de otros organismos pblicos.
En el rea tcnica, existen dos sectores diferenciados. Por un lado, un grupo de
tcnicos concentra su actividad en la elaboracin de evaluaciones y devoluciones de
los resultados obtenidos a quienes trabajan en el campo. Esta actividad opera como un
estmulo al aumento del rendimiento y de la productividad de los encuestadores. Este
sector ha incorporado ltimamente la tarea de desarrollar procesamientos especficos
relativos a los distintos territorios visitados, con miras a realizar devoluciones a los
actores locales. Estas tareas implican no slo manejar bases de datos, sino tambin
comunicar la informacin a las distintas reas de la Unidad involucradas en la produccin de la misma, a los efectos de que el producto sea de la mejor calidad posible.
Por otro lado, existe un sector que realiza tareas de corte ms bien acadmico,
vinculadas a la discusin conceptual de las polticas implementadas, as como a la
publicacin y difusin de resultados, en coordinacin con otros organismos estatales.
Por ltimo, debemos sealar la presencia de cargos en la cspide de la jerarqua que
realizan tareas de coordinacin general de las actividades de la Unidad y de trasmisin
de las demandas polticas que afectan y ordenan los lineamientos generales del trabajo.
Una normalizacin incompleta: profesionales con tareas prescriptas
Los procesos de normalizacin del trabajo en la USP fueron provocados por la
necesidad de organizar un trabajo que en sus etapas iniciales estaba muy marcado por
las motivaciones ideolgicas y por el voluntarismo poltico y/o social. El cambio implic
que, en la actualidad, el trabajo en este sector se caracterice por un alto nivel de profesionalidad y por un fuerte respeto a las normas tcnicas de trabajo. En este sentido,
el trabajo en la Unidad parece haber pasado de una etapa de confusin o indistincin
entre las tareas tcnicas y la militancia poltica, a la realidad actual en la cual la tecnicidad es un componente central de las discusiones y de las decisiones que se toman
en el proceso de trabajo. A su vez, el proceso de trabajo de la USP est altamente
normalizado, lo que implica que los puestos de trabajo tienen tareas y procedimientos
establecidos prescriptivamente, que los trabajadores deben cumplir. Dentro de este
marco prescriptivo, existe sin embargo un espacio de decisin de los trabajadores, que
se explica por la diversidad de situaciones que deben enfrentar y por la alta complejidad
de los temas que tratan.
Como parte de este proceso de normalizacin, la USP est implementando cambios tecnolgicos que apuntan a mejorar la calidad del trabajo. Uno de los cambios se
refiere a la implementacin del formulario digital, que sustituye el clsico formulario de
papel. Este formulario permite que el asistente detecte en un mapa los puntos que tiene
que visitar, cargue directamente los datos que est relevando y los procese on line.

Organizacin del trabajo en la Unidad de Seguimiento de Programas del MIDES

207

Otro cambio tecnolgico relevante es la geo referenciacin de las bases de datos de


los diferentes programas del MIDES, por lo cual toda la informacin ingresada se puede
cruzar con bases de datos de otros organismos como UTE, OSE o BPS.
Estos cambios tecnolgicos se completan con la incorporacin de un sistema
informtico nuevo, que permite articular los datos de las diferentes reas de la USP
(relevamiento, crtica y digitacin) mejorando la agilidad y la calidad de la informacin.
Los cambios tecnolgicos permiten eliminar errores en el registro de informacin, en la
medida en que introducen controles informticos en el proceso de ingreso de la misma.
En las preguntas abiertas se elimina el problema de entender la letra a mano escrita
por el asistente. Tambin se reformulan o minimizan etapas del proceso de trabajo, en
particular los procesos de digitacin, control y revisin de los formularios. La automatizacin del proceso cambia la dinmica de trabajo, evitando el trabajo por lotes y en forma secuencial. Las tareas secuenciales se sustituyen por procesos automatizados y se
direcciona el flujo posterior, pudiendo monitorear el desempeo. La informatizacin del
proceso no slo permite aumentar la calidad de la informacin y la velocidad de la misma. Tambin permite un control directo, desde las oficinas, del trabajo de recoleccin
de informacin que se realiza en el terreno. Esta transicin implica una actividad permanente de ajustes y de revisiones, que generan dificultades en las tareas cotidianas.
La incorporacin tecnolgica gener, al inicio, ciertas resistencias por parte de
los asistentes, debido a los problemas de conectividad, la lentitud de los procesos
y los problemas de carga de bateras de las computadoras. Esta resistencia parece
inusual en una poblacin trabajadora muy joven y con altos niveles de calificacin, pero
se explica por las condiciones especficas de trabajo en la cual se despliega el cambio
informtico. Otro aspecto crtico que se seala del proceso de informatizacin es la
mayor rigidez del formulario para agregar observaciones, en comparacin con el formulario de papel. Estas observaciones agregan criterios u opiniones de tipo cualitativo
que mejoran la calidad de la informacin recogida, y son consideradas por algunos de
los asistentes de campo como un elemento particularmente relevante de su funcin.
De todas maneras, estas resistencias se fueron venciendo paulatinamente a travs de
la prctica cotidiana y la habituacin a las nuevas modalidades de trabajo.
La incorporacin de tecnologas informticas plantea importantes consecuencias
en trminos de las percepciones de los trabajadores respecto a la demanda futura
de personal. En este sentido, se plantean incertidumbres frente a un eventual desplazamiento de trabajadores a otros sectores para realizar tareas diferentes, o bien
en cuanto a la continuidad de los contratos. Algunos trabajadores entienden que la
incorporacin de tecnologa tendr a futuro impactos en los perodos de contratacin,
que tendern a reducirse para poder ajustarse a los nuevos requerimientos laborales.
La informatizacin del proceso de trabajo de la USP permite completar y profundizar el proceso de normalizacin de tareas iniciado con el pasaje del trabajo militante
al trabajo profesional. Sin embargo, no parece claro que este proceso pueda dar cuenta
de la complejidad de las tareas que desarrollan los trabajadores de la Unidad. El mismo

208

Francisco Pucci - Ana Vigna

choca con la cultura profesional de dichos trabajadores, que valoriza la iniciativa y la


capacidad individual para resolver situaciones de alto nivel de complejidad. Esta tensin
entre un proceso de trabajo altamente prescripto desarrollado por una fuerza de trabajo compuesta por trabajadores profesionales, explica la insatisfaccin con la tarea de
muchos trabajadores de la Unidad, que ven reducida su actividad a la simple ejecucin
de tareas previamente establecidas. Sin embargo, por otro lado, la complejidad de
situaciones que deben enfrentar los trabajadores parece requerir de mano de obra profesional que tome iniciativas ante los vacos normativos de los procesos de trabajo o en
las situaciones inciertas no contempladas por la normalizacin de procesos. Esta contradiccin parece ser el origen de las tensiones laborales ms significativas de la USP.
Tambin se plantean dificultades organizativas, derivadas de la necesidad de
coordinar y de ajustar criterios en las diferentes etapas del proceso de trabajo. Esta
falta de ajuste es un indicador de que los procesos de trabajo an no estn claramente
prescriptos y que subsisten espacios de indefinicin o de confusin de tareas y responsabilidades. Las dificultades para unificar criterios no son slo consecuencia de
la falta de normalizacin de procesos, sino que tambin expresan las dificultades de
comunicacin entre los diferentes niveles y sectores de la organizacin. Los problemas
de comunicacin y de normalizacin de procesos en la recoleccin de informacin
se dan en un contexto signado por la heterogeneidad profesional de los integrantes
de la Unidad. Esta heterogeneidad implica la existencia de cdigos y de perspectivas
diferentes en relacin a la tarea, que se ponen en juego en los espacios en los cuales
los trabajadores deben tomar decisiones para colmar los vacos normativos y tcnicos.
Productividad y control del trabajo
Los objetivos que se plantea la USP tienden a aumentar el total de entrevistas
necesarias a lo largo de un ao, por lo que las exigencias de productividad se vuelven
cruciales para alcanzar las metas fijadas. Las exigencias de productividad se traducen
en fuertes presiones en relacin al desempeo de la tarea, aumentando las tensiones
en el trabajo de campo. Como vimos ms arriba, una de las transformaciones que se
estn implementando en la recoleccin de la informacin con el objetivo de mejorar
la productividad, es la informatizacin de esta actividad. Sin embargo, los cambios
tecnolgicos no fueron acompaados por sistemas de monitoreo, por lo que no existe
una clara percepcin de los efectos de estos cambios en los niveles de productividad
de los trabajadores.
La medicin de la productividad es un proceso complejo, en la medida en que
intervienen muchos factores en el rendimiento cotidiano de los asistentes que realizan
trabajo de campo. Las caractersticas del hogar encuestado, el clima, las distancias,
entre otros, influyen de manera decisiva en los niveles de rendimiento de los asistentes.
Las discusiones en torno a la productividad plantean un conjunto de temas que no parecen tener soluciones sencillas. Por un lado, como vimos ms arriba, la normalizacin
del proceso de trabajo de la USP choca con la cultura profesional de los trabajadores

Organizacin del trabajo en la Unidad de Seguimiento de Programas del MIDES

209

que realizan las operaciones centrales del sector, lo que constituye una fuente de insatisfaccin del personal. Esta insatisfaccin se expresa en un descenso de los niveles
de productividad, que son medidos de acuerdo a una lgica de control basada en el de
rendimiento cuantitativo. La segunda alternativa puede ser la sustitucin de trabajadores profesionales por trabajadores menos calificados, los cuales pueden oponer menores resistencias a las exigencias de productividad y al control de tareas en la medida
en que no participan de una cultura profesional. El problema que se plantea en estos
casos es que el tipo de tareas que desarrolla la USP, si bien puede ser parcialmente
estandarizada, mantiene fuertes espacios de indefinicin debido a la complejidad y
diversidad de situaciones que maneja. En estos espacios, el conocimiento profesional
resulta imprescindible para poder resolver las tareas prescriptas.
La tensin entre la intervencin y la recoleccin de datos
Uno de los fenmenos ms sealados por los entrevistados es la fuerte tensin
que existe entre involucramiento con la poblacin objetivo y la productividad. La tarea
de los asistentes de campo consiste en la recoleccin de informacin estandarizada
sobre la cual se definen las polticas sociales y los destinatarios de las mismas. Pero
el acceso a un hogar implica en numerosas ocasiones que el encuestador se involucre con la compleja y a menudo angustiante realidad del mismo, lo que enlentece el
registro de datos en la medida en que la atencin se orienta a la intervencin en la
solucin de los problemas y se desva de la tarea de recoleccin de informacin. Este
involucramiento con la situacin y la problemtica de los hogares que se visitan tiene
diferentes grados, de acuerdo a las formaciones acadmicas y profesionales de los
encuestadores. Asimismo, la matriz militante y las ideologas de izquierda presentes en
la institucin tambin inciden en los niveles de involucramiento de los encuestadores
con los hogares que atienden. En ese sentido, el involucramiento que proviene de la
profesin de los asistentes se seala como un avance en relacin al involucramiento
ideolgico o poltico, que caracteriz a las primeras generaciones de trabajadores del
MIDES. Este avance se expresa en una mejora de la calidad del trabajo, producto de la
formacin profesional que sostiene las tareas realizadas. Sin embargo, este involucramiento de los asistentes a menudo es considerado por las jerarquas como indicador
de una comprensin deficitaria de la tarea asignada. A pesar de ello, el involucramiento
con las dificultades que enfrenta la poblacin (indagacin con mayor profundidad que
la prevista en el cuestionario, o relevamiento de dimensiones no previstas en el mismo)
es a menudo defendido por los asistentes como una muestra de mayor compromiso
con su rol.
En este sentido, los responsables del trabajo parecen inclinarse hacia la bsqueda de un equilibrio entre las necesidades de productividad y de cumplimiento de
metas y las sensibilidades que surgen y se expresan en el trabajo cotidiano de los
encuestadores. Al respecto, es posible advertir cierta ambigedad en su tratamiento:
el involucramiento con las problemticas de la poblacin, si bien puede enlentecer un
poco el trabajo de recoleccin de informacin, aumenta la motivacin hacia la tarea,

210

Francisco Pucci - Ana Vigna

lo que redunda, a la larga, en una mejora en la calidad y eficiencia de la misma. En


este aspecto se hace tambin explcita la tensin existente entre un modelo de gestin
de recursos humanos objetivante y otro individualizante: si bien se tiende hacia la
aplicacin de criterios impersonales y universales en la organizacin y evaluacin del
trabajo, se espera asimismo que los trabajadores desplieguen ciertas competencias y
habilidades, que vuelven difcil su normalizacin completa.
Conclusiones
Las condiciones de trabajo de la USP estn atravesadas de tensiones producidas
por las necesidades de adaptar una estructura organizativa a las incertidumbres que
le produce el entorno. En este sentido, el modelo de organizacin de la Unidad se presenta como una estructura contingente, producto de la accin de actores que deben
dar cuenta de los requerimientos externos en funcin de los diferentes recursos de los
que cada uno dispone. La estructura no se puede comprender como el resultado de
una racionalidad tcnica que establece un modelo ptimo para lograr el funcionamiento
ms adecuado, sino como el producto de mltiples decisiones y ajustes en un contexto
incierto que modifica permanentemente las reglas de juego.
La tensin central que atraviesa su estructura es la de mantener una organizacin
flexible, orientada hacia la realizacin de proyectos concretos, con las tendencias a la
formalizacin y burocratizacin que tienen todas las organizaciones que se consolidan
en el tiempo. Siguiendo a Mintzberg, el ciclo de vida de la organizacin actual de la
USP parece ser la conversin de una organizacin innovadora, sustentada en la adaptacin mutua de los actores en funcin de los objetivos a cumplir, en una organizacin
burocrtica sustentada en la normalizacin de procedimientos y en la formalizacin
de la estructura. Estos procesos de conversin pueden generar hbridos funcionales
estables, que combinen elementos de ambos tipos de organizacin, suprimiendo los
componentes divergentes de cada uno.
Otra de las tensiones que atraviesa la USP, es la relacin que tienen las organizaciones pblicas entre los objetivos polticos y los medios tcnicos para alcanzarlos.
A diferencia de la clsica perspectiva de Weber (1979) que plantea la indiferencia de
la estructura burocrtica en relacin a los fines ltimos de la misma que se definen
a nivel poltico, la matriz original de la USP estuvo fuertemente impregnada por los
valores y objetivos definidos por el espacio poltico. La creciente profesionalizacin y
la normalizacin de procesos que marcan esta etapa, no parece haber borrado an el
involucramiento de sus miembros con los fines polticos de la organizacin, que siguen
operando como fuentes de motivacin. En este sentido, la USP parece estar en un punto de transicin entre una estructura crecientemente racionalizada pero que se comienza a distanciar de los fines polticos, y una estructura que busca mejorar y racionalizar
algunos procedimientos pero que quiere mantener el involucramiento de sus miembros
con los objetivos polticos de la organizacin.

Organizacin del trabajo en la Unidad de Seguimiento de Programas del MIDES

211

El involucramiento de los profesionales de la USP con los objetivos de la institucin y con la obtencin de las metas y resultados definidos por la misma, generan
un relacionamiento que escapa a la lgica burocrtica de apego a la norma con independencia de los fines propuestos. Las relaciones laborales estn atravesadas por
discusiones que ponen en juego las diferentes interpretaciones que los trabajadores
atribuyen a sus obligaciones, generando procesos de discusin colectivos para resolver las incertidumbres. Las conductas escapan a la previsibilidad tpica de los modelos
burocrticos, estableciendo una estrecha relacin entre los comportamientos y los
fines definidos por la organizacin.
Otro punto de tensin tiene que ver con el conocimiento profesional que poseen
los miembros de la USP y las normas de procedimiento que impone la organizacin.
Esta tensin involucra dos fuentes de poder: el conocimiento tcnico propio del mundo
profesional y el apego a las normas propio del mundo de la gestin y la administracin.
Los procesos de normalizacin del trabajo implementados por la USP ponen en juego,
de manera cotidiana, estas dos fuentes de poder, a travs de lo cual los profesionales
se resisten a la prescripcin de sus tareas y reclaman, de manera implcita o explcita,
un espacio de decisin autnoma. Esta combinacin genera un equilibrio inestable, en
el cual tiende a predominar en ocasiones el conocimiento experto resumido en reglas
de procedimiento estrictas y en otras, la movilizacin de los actores para definir las
reglas en funcin de los objetivos de la institucin.
Las tensiones sealadas forman parte del proceso de construccin institucional
de la USP, en el marco de los desafos impuestos por los objetivos polticos definidos en
el momento histrico de su creacin y que todava mantienen su vigencia. La discusin
que se plantea es si la organizacin, para cumplir sus objetivos, debe intentar resolver
estas tensiones, orientndose hacia un modelo especfico, o, por el contrario, debe
convivir con ellas buscando un modelo funcional hbrido. Estas combinaciones en una
misma organizacin de lgicas de modelos diferentes, si bien conspiran muchas veces
con la eficiencia en el logro de resultados, permiten mantener los niveles de motivacin
de la matriz original, lo que asegura en el largo plazo el logro de los resultados. Las
experiencias analizadas en diferentes contextos muestran formas de organizacin hbridas y transitorias en las cuales el aprendizaje individual y el aprendizaje organizacional
se articulan segn modalidades variables.
Bibliografa
Alter, N. (1993). La crise structurelle des modles dorganisation. Sociologie du Travail
N1/1993.
Crozier, M.; Friedberg, E. (1990). El actor y el sistema. Alianza Editorial Mexicana. Ciudad
de Mxico.
Mintzberg, Henry (1989). El poder en la organizacin. Ariel, Barcelona.
Pichault, F.; Nizet, J. (2000). Les pratiques de gestion des ressources humaines. Collection
Points Essais, Paris.
Weber, M. (1979). Economa y sociedad. FCE. Mxico.

Sociologa del management: la problemtica de


la gestin en la industria del software
Mariela Quiones1 - Marcos Supervielle2 - Mara Julia Acosta3
Con la colaboracin de: Ana Ermida4 y Sofa Mannise5

Con la emergencia de un nuevo paradigma productivo -ligado a nuevas tecnologas


de la informacin y la comunicacin, el conocimiento y el cambio tecnolgico- en el
marco de una creciente internacionalizacin de la produccin, la accin y comunicacin social de trabajar se modific sustantivamente. Como consecuencia muchos
sectores tradicionales se han visto fuertemente afectados en su funcionamiento y
organizacin, y tambin han surgido innumerables sectores, organizaciones, procesos y actividades productivas, ligadas/os a estos cambios. En este contexto el sector
del software ha ocupado un lugar central en la investigacin sociolgica cuando se
trata de innovar en la problemtica del trabajo y en las herramientas conceptuales e
interpretativas de las ciencias sociales del trabajo, en el marco de la produccin de
bienes inmateriales.
Referirse a la industria del software es tomar como referencia una produccin
eminentemente inmaterial, donde la incorporacin de conocimientos es un componente predominante. Se trata de una industria que cuenta con un tipo de organizacin del
trabajo que privilegia la produccin por proyectos, tomando distancia de alguna manera
del mundo del trabajo organizado verticalmente en torno a un proceso productivo fuertemente racionalizado en sus tiempos y tareas y muy centrado en el control directo de
los/as trabajadores/as.

1
2
3
4
5

Doctora en Sociologa. Profesora Agregada del Departamento de Sociologa, Facultad de Ciencias


Sociales, UdelaR. [email protected]
Profesor Titular del Departamento de Sociologa, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR. [email protected]
Candidata a Doctora en Sociologa, Programa de Doctorado en Sociologa, Departamento de Sociologa, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR. [email protected]
Sociloga, candidata a Magster por Universidad Nacional de Quilmes. [email protected]
Sociloga, candidata a Magster del Departamento de Sociologa, FCS, UdelaR. sofiamannise@gmail.
com

214

Mariela Quiones - Marcos Supervielle - Mara Julia Acosta

Al ser una actividad donde en muchas ocasiones el cliente asume un rol integrado
al proceso de produccin, especificando su demanda, requiriendo plazos, el trabajo se
impregna de elementos de complejidad inditos, que inciden en las condiciones en que
se desempea el/la trabajador/a. Definiciones estndares de calidad y/o eficiencia no
se ajustan a estas modalidades de trabajo. Cuestiones centrales en la organizacin del
trabajo tales como el control de tiempos y la divisin del trabajo, se ven modificadas
frente a la necesidad de manejar la incertidumbre que se aade al trabajo de carcter
cognitivo en la produccin de software de manera inherente, ya que el mismo requiere
la realizacin de actividades no emprendidas con anterioridad.
En este contexto, si adoptamos la perspectiva del/a trabajador/a, los mecanismos de gestin del trabajo y de los recursos humanos que se aplican en sectores
tradicionales como la industria resultan bastante ineficaces e inadecuados en relacin
a sus experiencias laborales. Para la Sociologa del Trabajo, dar cuenta de la relacin
trabajador/a empresa en el sector software conlleva resignificar muchas categoras
sobre las cuales se pens el trabajo en un contexto industrial. En este sentido nuestra
investigacin se propone dar respuesta a las siguientes preguntas: Qu caractersticas
adopta esta gestin? Dada la centralidad del conocimiento, qu papel juega la autogestin de los trabajadores? Ello nos conducir a una reflexin en torno al campo de
accin de la gestin de recursos humanos y en definitiva, a responder la pregunta: qu
desafos enfrenta la gestin de los recursos humanos en este modelo de organizacin
del trabajo?
La Sociologa del Trabajo augur un cambio radical cuando empez a percibir la
incidencia de las formas de organizacin postayloristas en todo el mundo laboral. Sin
embargo esta definicin fue fuertemente relativizada por su excesiva carga de vaguedad ante el estudio de situaciones concretas. En este sentido, consideramos que igual
que se hizo en la industria del automvil que dio nombre al modelo principal de organizacin en el mundo del trabajo de todo un significativo periodo, el fordismo, hoy es
necesario abordar los sistemas concretos de trabajo que permitan elaborar las nuevas
caractersticas del mundo del trabajo y modelizarlo para tener una mayor comprensin
del mismo. A nuestro entender, la industria del software como prototipo (en el mismo
sentido que lo fue la industria del automvil para la produccin de bienes materiales) de
la produccin de bienes inmateriales como la informacin y el conocimiento-, presenta
un caso de estudio que nos abre a los analistas del trabajo un panorama distinto desde
donde discutir el trabajo y su gestin.
El artculo presenta en primer lugar una caracterizacin de la industria del software en trminos de proceso, de organizacin y como produccin de bienes inmateriales. Dada esta caracterizacin sostendremos la hiptesis de que con estos cambios
tan radicales los parmetros tradicionales de anlisis del mundo del trabajo han de
ser modificados; categoras como el control, la organizacin o la gestin del trabajo
asumen diferentes modalidades al estudiarse la industria del software. Este anlisis nos
servir de contexto para revisar la gestin de los recursos humanos, reflexionar sobre

Sociologa del management: la problemtica de la gestin en la industria del software

215

esta funcin del management, los nuevos desafos que se le presentan en estas nuevas
condiciones de aplicacin y analizar en qu medida stas cambian la naturaleza de las
principales herramientas de gestin de recursos humanos en el marco de esta funcin
(capacitacin, seleccin, carreras profesionales, evaluacin o retiro, para mencionar
algunas).
Breve caracterizacin del proceso de trabajo en la industria del software
Un aspecto importante, que especifica el anlisis sobre el sector, es el hecho
que debido a su naturaleza el proceso de desarrollo de software no es homogneo.
Esto debido a varias caractersticas. En primer lugar, porque no existe un proceso de
software universal que sea efectivo para todos los contextos de desarrollo; lo cual lo
hace difcilmente automatizable y/o estandarizable. Cada emprendimiento surge en el
marco de un proyecto. A su vez, porque el desarrollo de software tiene un componente
esencial de la produccin de conocimiento, lo que hace del trabajo una actividad esencialmente inmaterial o simblica, siendo dependiente de la creatividad, subjetividad e
involucramiento de los trabajadores.
Por otro lado, es prcticamente inviable conseguir un 100% de confiabilidad de
un programa por pequeo que sea; existe una inmensa combinacin de factores que
impiden una verificacin exhaustiva de las todas las posibles situaciones de ejecucin
que se puedan presentar (entradas, valores de variables, datos almacenados, software
del sistema, otras aplicaciones que intervienen, el hardware, etc.). El proceso, por
tanto, es intrnsecamente flexible y colectivo, en su creacin deben resolverse varios
problemas inesperados y para ello el proceso de trabajo exige un fuerte componente
de colaboracin y comunicacin.
Un producto software es un intangible y por lo general muy abstracto, esto dificulta la definicin del producto y sus requisitos, sobre todo cuando no se tiene antecedentes en productos similares. As, los cambios en los mismos son inevitables, no slo
despus de entregado en producto sino tambin durante el proceso de desarrollo. El
software debe evolucionar para adaptarse a las necesidades del cliente, quien es un
actor fundamental en todas las etapas de diseo.
En base a estas caractersticas del proceso de elaboracin de un software, su
puesta en marcha requiere un vnculo entre trabajador y trabajo que no es de tipo
operativo sino cognitivo. El componente cognitivo, si bien ha estado siempre presente
en el trabajo e incorporado al producto, bajo las condiciones de inmaterialidad de esta
relacin adquiere un carcter no codificable, sino construido. Esto remite a un trabajador con experiencia y fuertes competencias para este trabajo. Experiencia, ligada
a la construccin de conocimientos mediante la prctica del trabajo en acto que se
transforman en competencias en los momentos en que son reactualizados en cada
nueva situacin problemtica. Y competencias que liguen al trabajador a la produccin
de conocimiento innovador y creativo.

216

Mariela Quiones - Marcos Supervielle - Mara Julia Acosta

Es a partir de estas caractersticas del sector que como socilogos nos vemos
enfrentados a hacer un giro de nuestra mirada sobre el trabajo en los trminos que
clsicamente se le ha estudiado. Y la novedad de estas dinmicas tiene que ver con la
introduccin de dos cambios relevantes en el trabajo, el primero, la incorporacin del
trabajador, y el segundo, la incorporacin de una nueva mirada sobre el producto, el
que adquiere relevancia en su dimensin de servicio. Ambos introducen un problema de
agencia que complejiza la mirada sobre el trabajo y, por ende, su gestin. La mirada del
producto desde la lgica de servicio y esto quizs pueda ser novedoso para algunos-,
pensamos que introduce nuevas problemticas al aparecer l mismo como resultado
de un proceso interactivo, comunicativo, reflexivo, con un fuerte componente social
en su construccin. Por ende, el producto no puede ser pensado tanto en trminos de
resultado sino de trayectoria, atravesado por mltiples transformaciones, en el marco
de un grupo de trabajo o de una organizacin. Bajo esta mirada, igual que lo sealara la
sociologa simtrica de Callon y Latour, no slo adquieren relevancia las interacciones
entre humanos, sino que incluso las interacciones entre tecnologas y humanos, sus
condicionamientos mutuos, son relevantes. Se genera durante el proceso de trabajo un
lazo recursivo entre el producto y el desarrollador que es una caracterstica distintiva
en la produccin del software, en particular, en los servicios de consultora en esta
rama. En este sentido, la trayectoria del software se vuelve una unidad de anlisis para
comprender el trabajo y el vnculo del trabajador con el trabajo.
La problemtica de la gestin en el contexto de la industria del software
Las caractersticas reseadas anteriormente pueden ser analizadas observando
las lgicas que operan en el mismo, particularmente al observar la gestin del trabajo
y de los recursos humanos. Como seala Alonso (2007), observar las caractersticas
del sector en trminos de lgica permite enfocar el anlisis organizacional como un
intento de dar cuenta de los procesos concretos de construccin de las estrategias de
los actores intra y extra organizacionales en situaciones variables y multidimensionales.
En esta oportunidad nos interesa caracterizar estas lgicas bajo la estrategia analtica
de maximizar las diferencias, tanto entre los servicios y la industria, como al interior de
los servicios e incluso, en la industria del software, ms all de que las mismas sean
o no dominantes, en tanto estas lgicas nos permitan dar cuenta de la emergencia de
nuevas formas de pensar el trabajo y las relaciones de trabajo e ir discutiendo un listado de desafos a los que se enfrenta la gestin y a los que no puede hacer frente bajo
el prototipo construido a partir del las lgicas propias del trabajo clsico.
Esta estrategia analtica nos permitir evaluar la adecuacin emprica de estos
cambios a los conceptos a partir de los cuales se ha dado cuenta de la relacin de trabajo en el marco de las relaciones industriales clsicas. Conceptos como el de control
del trabajo, que est en la naturaleza del anlisis del trabajo como relacin capitalista, o
conceptos aledaos como la divisin del trabajo (cuya funcin deliberada, por ejemplo
en Marx, es el control de la fuerza de trabajo) o la divisin jerrquica como la forma
ms eficiente de organizar el mismo, necesitan ser repensados a la luz de estas nuevas

Sociologa del management: la problemtica de la gestin en la industria del software

217

condiciones de la produccin6. Por ejemplo, nuestra observacin del sector nos indica
que en estos trabajos el control no aparece bajo la forma clsica y omnipresente de una
jerarqua y en funcin de la bsqueda de productividad, ni aparece como contradictoria
a la emergencia de espacios de autonoma.
Justamente, uno de los giros epistemolgicos en los estudios del trabajo que
empiezan a verse forzados por este nuevo tipo de dinmicas, pasan por romper con
los estereotipos que nos llevan a pensar el control y la autonoma como ideas contradictorias y funcionando bajo lgicas de accin opuestas: una de las evidencias recogidas
en la observacin del sector es que ambas lgicas se entremezclan en la prctica y,
justamente, la complejidad emana de un actor que puede tener una estrategia orientada
al control apoyndose en la autonoma de los trabajadores: autodisciplina y formacin
autodidacta, individuacin de las trayectorias laborales, convergen en una organizacin
del trabajo donde el nfasis est puesto en la articulacin de los roles en torno a un proyecto, ms que en las jerarquas. Funciona como ilustracin de este tipo de dinmica
el desarrollo reciente de distintos modelos y metodologas de organizarse no basadas
en las jerarquas, denominadas metodologas giles (por ejemplo scrum como una
de las versiones ms difundidas) por estar basadas en un desarrollo incremental del
software y no en etapas o en base a una divisin funcional o tcnica del trabajo. Las
mismas son pensadas como un proceso a partir de pequeas sucesivas entregas de
avances en el software, con ciclos rpidos, que se transforma en un proceso coordinado donde el cliente y los desarrolladores trabajan juntos basados en la cooperacin
y la comunicacin.
Una organizacin en base a proyectos hace que la divisin funcional del trabajo
y la asignacin de roles, aunque persisten, pierdan centralidad frente a las formas que
estos roles y funciones llegan a ser articulados y coordinados. Por eso tambin muchas
veces quienes gestionan o lideran los proyectos suelen ser personas que ya ocuparon
distintos roles y pueden proyectar una mirada global al trabajo, producto de haber ocupado diferentes posiciones en el proceso: Casi siempre se da que el que gestiona ya
fue programador o diseador y fue adquiriendo la capacidad de gestionar ms que
nada en proyectos grandes, los proyectos chicos son distintos, por las dimensiones
los grandes son sistemas operativos enteros (entrevistado).
Por su parte, si bien en este contexto no es que los roles o las tareas especializadas o repetitivas desaparezcan, sino que en trminos generales pasan a ser subsidiarias del trabajo que realizan trabajadores crecientemente individuados. Estos trabajadores son individuados porque su trabajo deja de ser visualizado desde su dimensin
rutinaria, para pasar a ser visualizado desde su aporte de originalidad al resultado de
su trabajo.
6

Analticamente, el papel de la divisin del trabajo con relacin al desarrollo de un sistema de autoridad, subordinacin y disciplina obrera en el interior de la fbrica aparece desde tempranamente, tanto
en Adam Smith como en Durkheim como respuesta social a las condiciones ms duras de lucha por
la existencia.

218

Mariela Quiones - Marcos Supervielle - Mara Julia Acosta

En otra lnea, tambin el concepto de control social se ve discutido con la apertura de la relacin laboral, que ya no puede ser pensada desde la dada patrn empleado,
a la presencia de clientes y usuarios, quienes van a empezar a incidir en la regulacin
del trabajo. En este sentido, el control del trabajo se modifica, externalizndose, ya
que gran parte de esta funcin pasa a cumplirla el cliente7. Al respecto, refirindose
a la expansin de las mencionadas metodologas giles en el sector, los empresarios
hacen mencin a las ventajas no slo en cuanto a gestionar el vnculo con el cliente
mediante reportes frecuentes y trabajo conjunto, tambin la posibilidad de ir llevando un
seguimiento pormenorizado del proceso (documentacin del mismo) y facilidades para
ir haciendo las adaptaciones necesarias en funcin de los requerimientos emergentes a
ltimo momento. A modo de ejemplo, un entrevistado nos deca: Yo ahora lo que estoy
haciendo, lo que es la direccin de proyectos, que me reno con los clientes, y gestiono
el equipo, pero claro, al nivel que estamos ahora con este cliente, que es una relacin
que tiene como treinta aos de existencia, el cliente y el equipo estn muy maduros, se
conocen de taquito, los procedimientos estn todos muy armados, muy estructurados,
y se trabaja de otra manera, desde detalles pequeos, por ejemplo las reuniones duran
una hora, empiezan a las dos y terminan a las tres.
Las lgicas de gestin como problema sociolgico
Teniendo en cuenta la novedad de estos cambios, en este trabajo nos interesa
abordar la gestin en un sentido amplio, tanto desde un punto de vista organizacional,
como gestin de recursos humanos, como del actor (autogestin). Cuando nos referimos sociolgicamente a la gestin, la entendemos siguiendo a Boussard (2008), como
la capacidad de dominar tres reas problemticas en las organizaciones, que denominaremos aqu como: a) normativa, b) performativa y c) comunicativa, desarrolladas
a continuacin. La dimensin normativa refiere a cmo organizarse para dominar de
forma ordenada el funcionamiento de la organizacin. Tiene que ver con las normas
internas que se van creando en el grupo, tanto formales como informales, autnomas
y de control (Reynaud; 1989) y las normas externas (formales, contratos de trabajo,
sistema legal, etc.). La dimensin performativa refiere a cmo la organizacin logra ser
performante por medio de una asignacin eficiente de los recursos escasos (articula la
misin a los medios disponibles). Se vincula al concepto de eficiencia, de su construccin in situ y las condiciones bajo las cuales la organizacin piensa su sustentabilidad.
La dimensin comunicacional refiere a la reflexividad que emana de la aplicacin normativa y la puesta en prctica, aportando una mirada dinmica de los procesos de gestin.
Aspectos relevantes en este sentido son la construccin social del conocimiento y las
7

En este sentido Rodrguez y De la Garza afirman: en esta dimensin caben los aspectos mencionados para el control en el trabajo capitalista. Pero al que hay que aadir el que puede ejercer en mayor
o menor medida el cliente. El control del cliente empieza como presin simblica para la realizacin
del trabajo en el espacio y tiempo esperado y con la calidad requerida por ste. En este control pueden jugar las reglas organizacionales esgrimidas por el cliente u otras ms amplias de la legislacin,
incluyendo los derechos humanos, hasta el recurso de la apelacin a la tica combinada con las
emociones (2011:5).

Sociologa del management: la problemtica de la gestin en la industria del software

219

identidades construidas en torno al mismo. Asimismo tiene que ver con cuestiones
tales como qu es saber y qu es no saber, qu distinciones se crean al interior del
universo en torno al conocimiento y cmo inciden stas en la organizacin y en el relacionamiento del mundo interno de la organizacin con el mundo externo.
Dimensin normativa
Una de las caractersticas ms marcadas de la produccin del software es la
necesidad permanente de ir gestionando los problemas que surgen: los sistemas no
responden a las expectativas de los usuarios, los programas fallan con cierta frecuencia, los costos del software son difciles de prever y normalmente superan las
estimaciones, la modificacin del software es una tarea difcil y, por ende, costosa en
trminos de inversin en capital humano pero es un requisito del cliente, el software se
suele presentar fuera del plazo establecido y con menos prestaciones de las consideradas inicialmente; normalmente, es difcil cambiar de entorno hardware usando el mismo
software; en definitiva, el aprovechamiento ptimo de los recursos (personas, tiempo,
dinero, herramientas, etc.) no suele cumplirse (Letelier, 2006)8. Bajo esta situacin podemos decir que en el software se trabaja bajo contextos de alta incertidumbre, orientado bsicamente a corregir desviaciones en base a los requerimientos cambiantes del
cliente, pero tambin porque es una produccin que se lleva adelante en un contexto
(tecnolgico) fuertemente variable. A esto se agrega que, dadas estas caractersticas,
la produccin del mismo se hace difcilmente prescribible y estandarizable. La consecuencia de ello es que si bien en el software, como en cualquier actividad laboral son
vitales las normas formales (contratos de trabajo, sistema legal, etc.), sucede que en
este contexto aparece un amplio espacio para la regulacin.
Desde la sociologa el problema de la regulacin del trabajo ha tenido varios
aportes, entre los cuales destaca el pensamiento de Reynaud. La nocin de regulacin
social implica, para este autor, dos ideas aparentemente contradictorias y complejas:
la de control y la de autonoma y las plasma en el uso de los conceptos de reglas
de control y reglas autnomas como emergentes de la observacin del trabajo de
ejecucin. Se constata que las consignas dadas para ejercer un puesto de trabajo
consisten en una serie de prescripciones (reglas de control), pero un anlisis fino del
trabajo puede hacer ver que estas consignas son muy imprecisas: cada proyecto tiene
sus particularidades, muchas veces se trata de resolver problemas especficos para
necesidades especficas. El trabajo real, por lo tanto, debe incorporar una serie de
reglas autnomas que se va fijando el trabajador mismo o con sus compaeros de
trabajo, para poder realizarlo correctamente.
Lo que podemos ver a medida que avanzamos hacia una lgica de servicio (software), es la emergencia, en base al trabajo reflexivo de resolucin de problemas, de
8

Letelier, P. Metodologas giles para el desarrollo de software Tcnico Administrativa Vol. 05 N 26,
abril-junio 2006. Buenos Aires. Departamento de Sistemas Informticos y Computacin. Universidad
Politcnica de Valencia.

220

Mariela Quiones - Marcos Supervielle - Mara Julia Acosta

la contingencia del sistema de trabajo y sus respectivos subsistemas. Al privilegiarse


las actividades cognitivas sobre las operativas, la prescripcin del trabajo (las reglas
de control) debe quedar abierta al cuestionamiento. El trabajo interactivo, y el ajuste
permanente de los resultados a los problemas identificados en el proceso, hacen del
conocimiento una construccin social, siendo este conocimiento emergente quien oficie de rbitro a la hora de elegir las reglas que prevalecen en el funcionamiento de la
organizacin. El orden emana de un proceso de negociacin que tiene como resultado,
no la aplicacin de reglas predefinidas, sino que incluso las reglas predefinidas son
revisadas en el proceso de creacin o aplicacin del software. Por tanto, en este proceso son vitales, adems de las normas formales y de control, las normas informales
y autnomas (Reynaud, 1989), pero adems, no slo las normas que puedan ser externalizadas al proceso (que pueden surgir incluso de la estabilizacin de ciertas normas
autnomas que pasan a ser legitimadas) sino tambin aquellas normas que a la interna
de las organizaciones pueden estar pautando su funcionamiento: stas son las normas
de tipo tico (commitment, valores), esttico, culturales, entre otras. Por ejemplo, plantearse umbrales de esfuerzo, cmo gestionar las diferencias de conocimiento entre
cliente y productor, cul es el lmite de tiempo y costos que puede insumir la produccin
de un software9.
En consecuencia, la legitimidad de las normas y de la regulacin que pueda establecerse en un momento dado del proceso de trabajo ser temporal y local, aunque
ello no signifique (siempre) un cambio sustancial en las normas de trabajo y del orden
establecido. La posibilidad de combinar regulacin con autonoma permite que la lgica
de trabajo del software genere espacios de negociacin permanentes, donde lo colectivo vara en funcin de la individualizacin de las relaciones de trabajo, al tiempo que los
liderazgos tienen un fuerte componente carismtico y ya no se encuentran basados en
relaciones de autoridad y poder jerrquico. En este sentido, no puede dejarse de lado
que el componente de conocimiento caracterstico del sector, pone a la creatividad y
subjetividad de los trabajadores en un lugar central, ya que el sector es dependiente
de ello. Por otra parte, en el proceso de negociacin no se encuentran en el sector
del software los colectivos corporativos que resultaban caractersticos en la lgica
de trabajo de la industria, justamente a raz de la individualizacin de los procesos de
trabajo. Por tanto, el lugar que ocupa la regulacin y los espacios de autonoma en la
produccin del software, implican necesariamente un nuevo desafo para la gestin
de recursos humanos, el desafo de acompaar este proceso y rescatar la capacidad
que tienen estas dinmicas de estabilizarse, en base a qu se legitiman, cmo una
9

A modo de ejemplo, un entrevistado seala: Generalmente en una consultora yo digo voy a llegar a
esto en estos plazos. Si no llego con los plazos es un problema grande, cmo hacemos, me pagas
ms, me pagas menos. Eso implica por ejemplo, de que si en la mitad del proceso se te ocurri algo
que no lo habamos visto antes tengamos que negociar cmo lo voy a meter. Necesitas un trabajo
permanente de gestin de ese proyecto bastante frustrante y pesado. En producto te digo, vamos a
hacer esto, si no llegamos no llegamos. Entregamos el producto un poco ms tarde. Es mucho ms
cmodo trabajar de esa forma. Hay un manejo de los tiempos.

Sociologa del management: la problemtica de la gestin en la industria del software

221

regla tiende a hacerse dominante, aunque se trata de un proceso abierto y en continua


revisin.
Dimensin performativa
En la transformacin de las orientaciones del trabajo desde el mundo industrial
a los servicios como el software, uno de los aspectos centrales pasa por la relevancia
que tena en el sector industrial la productividad y que poco a poco en el software es
sustituido por el concepto de performance.
Performance quiere decir cumplimiento en castellano, pero tambin tiene un
doble significado en la medida en que puede referirse describiendo una accin o tambin un resultado. El trmino performance viene del latn y significa aproximarse a la
idea de perfeccin. En trminos prcticos la performance significa el cumplimiento con
las expectativas del cliente o el usuario10.
Desde la perspectiva de los recursos humanos este cambio es relevante porque
modifica el estatus de la gestin de los recursos humanos, se requieren trabajadores
que logren este objetivo de cubrir las expectativas del cliente o del usuario y no estn programados o en un proceso de reduccin de tiempos de produccin buscando
aumentar la productividad. Ello, aunque obviamente en gran medida la penetracin
de la informtica en toda la industria y los servicios y de la consecuente produccin y
mejoramientos continuos de software est vinculado al aumento de la productividad en
el tratamiento de la informacin. Por ello, la productividad tambin es un componente
de la performatividad, al menos en su supuesto bsico. Pero dicho esto, la relacin
entre performatividad y el tiempo componente esencial de productividad- deja de ser
central para transformarse en subsidiaria en el trabajo considerado como accin y no
como resultado. La fijacin de plazos pasa a ser una referencia que admite un entorno
relativamente laxo para la entrega del producto final. Y, si el producto final el resultado cubre las expectativas del cliente, los atrasos en la entrega quedan rpidamente
en un segundo plano. Esto tambin surge de las entrevistas: Tambin el cliente no
sabe cunto va a demorar el proyecto, yo no s cul es el costo que va a tener, pero a
cambio de eso asume que va a resolver el problema y en el fondo si una empresa hace
una inversin en el fondo es porque va a tener un buen retorno de esa inversin. Porque
si no, no se pone a hacer la inversin. Tendra que tener sentido para la empresa, no
importa si demora un ao, un ao y tres meses, porque lo que estoy haciendo va a
tener un retorno muy fuerte.
Pero la inflexin que se pone en la performance y no en la productividad tambin
modifica la relacin trabajo y calidad. Surge de las entrevistas que la preocupacin de
la calidad del producto que se est construyendo pasa a ser una preocupacin central,
10

Preferimos este trmino al de satisfaccin del cliente, etc. porque las expectativas pueden ser
dinmicas y de hecho lo son y en relacin a las satisfacciones, que conceptualmente aparecen
como ms estticas.

222

Mariela Quiones - Marcos Supervielle - Mara Julia Acosta

y no preocupacin en primera instancia de los clientes o usuarios sobre el producto ya


realizado, ya que la produccin de un mal producto lleva en tiempo a correcciones del
producto a veces tan largas y complejas como las de concebir un nuevo producto sin
defectos. Nuevamente tambin aqu hay una consideracin de tiempo y del porqu no
se fijan plazos perentorios en la produccin del soft.
Dimensin comunicativa
Poco a poco, a medida que avanzamos en la descripcin y el anlisis del trabajo
del software, hemos ido viendo cmo, hacia adentro, en referencia en la organizacin
del trabajo, el centro de la actividad es el proceso de construccin de conocimiento
(ms que el seguimiento de la norma prescripta, o la accin orientada al resultado
preestablecido). Esto hace de este tipo de trabajos espacios altamente reflexivos y
dinmicos, que se organizan en torno a un permanente proceso de cooperacin entre
los participantes. Por otro lado, hacia afuera, el trabajo de software, es una actividad
fuertemente relacional, incorpora al cliente en el ncleo central del trabajo, a diferencia
del trabajo clsico que lo incorporaba al final de la cadena de produccin consumo. El
trabajo informtico esencialmente es un trabajo de procesamiento de datos que genera
productos de informacin sinttica, tanto para la toma de decisiones como para generar confianza en el otro cliente. Uno de los elementos con los que subjetivamente se
busca dar confianza es a travs de la esttica y por ello el crecimiento de los creativos,
la gente de marketing y la interdependencia de su trabajo con los desarrolladores de
soft. Todo ello implica comunicacin en la relacin externa del productor y del consumidor, cliente externo o usuario que se desdobla en la relacin al interior de la empresa.
Por eso en el software la dificultad se plantea en delinear las fronteras internas y externas de la actividad. Hemos visto a empresas que delegan al cliente externo la responsabilidad de la seleccin del personal que va administrar su cuenta.
Observamos que a partir de la creciente importancia que el cliente11 toma en el
proceso de produccin del software, se ha ido modificando la percepcin social de la
capacidad propiamente tcnica (es comn en el sector que los trabajadores se cuestionen terminar sus estudios universtarios), conformndose un espacio no restringido
a las capacidades puramente intelectuales del campo cientfico de una disciplina sino
abierto al desarrollo de otras capacidades, que pasan ms por el aprendizaje colectivo,
las relaciones afectivas, y sobre todo, comunicativas12.
11

12

Existen muchas lgicas de venta en el software, pero en todas el acto de venta significa la instauracin de una relacin de servicio con el cliente usuario. Muchas veces la venta empieza con la
construccin interactiva de modelos de realidad y esquemas de representacin que se realizan en
un contexto de planeacin de las tareas futuras que integran la construccin de un proyecto. Incluso
cuando se trata de programas estandarizados, requieren cierto entrenamiento para su uso, actualizaciones y mantenimiento y el acto de venta no implica el final de la relacin sino su comienzo, donde
la venta se presenta como el lmite inferior de una relacin de continuidad cuyo final est abierto,
siendo la posventa la instancia trascendente (Zarifian, 1999).
Esto se relaciona con una concepcin del conocimiento como algo dinmico, relacional y sustentado
en la accin humana, dependiente -en el sentido que lo sealara Nonaka (1999 )- de las personas

Sociologa del management: la problemtica de la gestin en la industria del software

223

Esta incorporacin del conocimiento al trabajo trae mltiples cambios respecto


a la forma en que abordamos el trabajo en nuestras sociedades. En primer lugar, porque el conocimiento ya no es pensado como abstracto o universal, reproducible ante
situaciones idnticas. Se trata de un proceso primordialmente interactivo basado en la
comunicacin y el intercambio de experiencias y saberes ante una situacin concreta.
Este giro en la concepcin del conocimiento y su uso en el trabajo, se apoya en el caso
del software en una construccin de la organizacin que se ve facilitada por potenciar
el trabajo en equipo, la resignificacin de los lugares de esparcimiento, la flexibilidad de
los tiempos de trabajo, los cuales son pensados en funcin de generar un mejor vnculo
entre el aporte creativo del trabajador y el ambiente de trabajo, fomentar los vnculos
entre los trabajadores, el intercambio de conocimientos.
Pero tambin, al incorporar otra mirada del conocimiento, se empieza a tomar en
cuenta el papel de las subjetividades en relacin al trabajo. El conocimiento prescripto
o codificado en las distintas disciplinas, si bien es de una enorme relevancia, pierde
eficacia en el momento de prestacin de un servicio si no es potencializado por el
pensamiento y por la accin de los propios trabajadores en el acto del trabajo. De all
la necesidad de disponer de competencias atinentes a sus capacidades de innovacin
y aprendizaje, las cuales pasan a ser aspectos centrales de la gestin de recursos humanos como de la autogestin del conocimiento por parte del trabajador. Esto supone
la movilizacin de un conjunto de competencias para integrarse al proyecto, donde se
pone en juego no slo el conocimiento tcnico, sino la habilidad para seleccionar cmo
y cundo utilizar diferentes conocimientos; es decir, implica la toma de decisiones. A
modo de ejemplo: s pido habilidades bsicas de trabajo en equipo y de comunicacin y despus aprends un montn de cosas, como plantear una reunin. Como
consecuencia, la gestin de los recursos humanos pasa a ser parte inseparable de la
gestin de los conocimientos productivos, su formacin, su evaluacin, su remuneracin.
A esta perspectiva del trabajo del software como actividad de comunicacin se
le agregan otras aristas, pues con la incorporacin del conocimiento y del trabajador
se le suma la capacidad de poder articular su uso con la demanda de usuarios/as y
clientes que provienen de mundos de vida diversos (creencias, hbitos y estatus social),
siendo capaz de establecer empata con los mismos en situaciones que pueden ser
variables (con componentes de tensin, angustia, ansiedad, etc.). En este sentido la
sociologa ha empezado a percibir que, junto al proceso cognitivo en los trabajos de
prestacin de servicios fundamentalmente, aparecen dimensiones relacionadas con el
mundo emocional, que emanan de la necesidad de disponer de habilidades y competencias relacionadas con un criterio calmo, en conjuncin con la capacidad de la toma
de decisiones rpida y el uso de tecnologa. Asimismo, aparece todo esto junto a una
mirada del trabajo unida a lo tico, sobre todo en el trabajo de negociacin de las
demandas y en cuanto a la especificacin de los costos y tiempos, como de la calidad
implicadas, no de una verdad absoluta o de realidades incontrovertibles.

224

Mariela Quiones - Marcos Supervielle - Mara Julia Acosta

del producto. Hemos visto que la relacin de comunicacin de algunos informticos es


ms intensa con el cliente externo que con la propia empresa que lo contrata, lo que
genera una problemtica de lealtad y de definiciones ticas del comportamiento de los
informticos. Finalmente, hemos visto muchas veces que la comunicacin del informtico o de la empresa que lo contrata no es total, guardndose informacin estratgica
del software adaptado a su empresa o de cmo procesar los datos, quedando as en
una situacin de dependencia con la empresa informtica externa.
Conclusiones
Es en el marco de la produccin informtica que vemos estn surgiendo futuros
modelos de referencia del mundo del trabajo. Y, en este nuevo contexto de referencia
vemos que surgen nuevas descripciones especficas del trabajo y cmo de ella surgen
las categoras en proceso de generalizacin- de referencia para describir el mundo
del trabajo en la mayora de los sectores. Y con ello cambiarn las descripciones de
las unidades de trabajo y las relaciones que stos establecen entre s y con su entorno, tambin cambiarn las relaciones laborales, tanto horizontales como verticales y
aparecern nuevos fundamentos, y por consecuencia, la movilidad de los trabajadores
al interior y al exterior de dichas unidades; tambin aparecern nuevos conflictos y
tensiones entre aquellos actores individuales o colectivos, pero ya no ms en base a
los que las estructuraban en el pasado, etctera.
Las actividades del software imprimen por lo menos tres caractersticas sociolgicas distintivas al nuevo contexto en que opera la gestin de recursos humanos:
-El pasaje de la gestin del trabajo como esfuerzo fsico al trabajo como gestin del
conocimiento; -la incorporacin de un fuerte componente de autogestin por parte de
los trabajadores, que refiere al desplazamiento de la figura central del trabajador masa
por un trabajador autodirigido; -un deslizamiento de la mirada sobre el trabajo, desde
una dominancia en el trabajo industrial como marco de referencia general, a una mirada del trabajo con dominancia en los servicios con nueva referencia en el cliente o en
el usuario, donde se entremezclan componentes cognitivos, ticos y estticos, entre
otros. La necesidad de las empresas de contar con trabajadores capaces de abordar
la dimensin cognitiva propia de este tipo de trabajo inmaterial y que las mismas deben
canalizar a travs de los procesos de reclutamiento y retencin de los trabajadores, los
sistemas de evaluacin se vuelven intiles y los de remuneracin una variable de ajuste
(frente a la competencia, pero tambin como incentivo para retener al trabajador).
Bibliografa
Alonso, L. E. (2007). Lgicas de Accin. En: Fernndez Rodrguez, Carlos Jess. Vigilar y organizar. Una introduccin a los Critical Management Studies. Siglo XXI de Espaa Editores.
Boussard, V. (2008). Sociologie de la gestion, les faiseurs de performance. Berlin. Perspectives
sociologiques.
De la Garza, E.; Rodrguez, R. (2011). Trabajo cognitivo y control sobre el proceso de trabajo: la produccin de software. En: Enrique de la Garza, en el libro Trabajo no clsico,

Sociologa del management: la problemtica de la gestin en la industria del software

225

organizacin y accin colectiva. Tomo I. Enrique de la Garza Toledo (Coordinador). Plaza


y Valds y UAM-I.
Letelier, P. Metodologas giles para el desarrollo de software Tcnico Administrativa Vol. 05
N 26, abril-junio 2006. Buenos Aires. Departamento de Sistemas Informticos y Computacin. Universidad Politcnica de Valencia.
Nonaka y Takeuchi (1999). La organizacin creadora de conocimiento. Oxford University Press.
Mxico. Versin original de 1995.
Reynaud, J. D. (1989). Les Rgles du Jeu. L`action Collective et la Rgulation Sociale. Pars.
Armand Colin.
Zarifian, P. (1999). Mutacin de los sistemas productivos y competencias profesionales: la
produccin industrial de servicio. El modelo de la competencia y sus consecuencias sobre
el trabajo y los oficios profesionales. Oficina Internacional del Trabajo OIT, CINTERFOR.
Montevideo, 1999.

Estructura social, vulnerabilidad y conflicto


en el campo uruguayo

Hacia una nueva estructura social en el campo


uruguayo? Reflexiones a partir del estudio de
los empresarios de la cadena de los granos
Diego E. Pieiro1 - Victoria Menndez2
En los primeros aos del siglo XXI han habido profundos cambios en la estructura
agraria del campo uruguayo que han afectado, consecuentemente, la estructura social. Los primeros han sido descriptos en repetidas ocasiones y no sern de mayor
desarrollo en este artculo que, en cambio, se centrar en tratar de proveer evidencia
que oriente el estudio de los cambios en la estructura social rural.

En sntesis, sobre la estructura agraria se sabe que han ocurrido agudos procesos de concentracin y extranjerizacin de la tierra (Pieiro, 2012), modificaciones profundas en muchas cadenas de valor (Bittencourt, 2009; Cardeillac, 2013) y en particular de los granos (Gutirrez, 2009; Souto, 2013; Souto y Tomassino, 2011; Arbeleche
y Carballo, 2009; Errea et al, 2011; Saavedra, 2011; Cardeillac y Menndez, 2013),
en la cadena forestal (Carmbula, Pieiro y Menndez, 2014; Lagaxio, 2013), de la
carne (Flores, 2013; Blasina, 2011; Figueredo y Carmbula, 2013; Bittencourt, 2011)
sumado a procesos de creciente desaparicin de predios y productores familiares (Censo General Agropecuario, CGA, 2011) mientras crece la fuerza de trabajo asalariada
(Tommasino y Bruno, 2010; Juncal, 2011). Por otro lado tambin se han descripto con
cierto detalle los procesos de urbanizacin de los trabajadores rurales (Pieiro, 2001;
Riella, 2009), la particular forma que adquiere la migracin campo ciudad (Pieiro y Cardeillac, 2013), la expansin de formas de tercerizacin de la mano de obra (Fernndez,
2009) y de los contratistas de maquinaria agrcola en sus distintas formas (Carmbula,
Figueredo, y Bianco, 2013).
Los estudios sobre la estructura social rural se inician con Aldo Solari (1958),
se continan con Alfredo Errandonea (1989) -posiblemente el estudio ms citado-, y
siguen con Tabar Fernndez (2001). Todos ellos utilizaron en forma complementaria
1
2

Profesor Titular. Ncleo de Estudios Sociales Agrarios. Departamento de Sociologa. Facultad de


Ciencias Sociales, UdelaR. [email protected]
Ayudante. Ncleo de Estudios Sociales Agrarios. Departamento de Sociologa. Facultad de Ciencias
Sociales, UdelaR. [email protected]

230

Diego E. Pieiro - Victoria Menndez

los censos de poblacin y viviendas y los censos agropecuarios. El empleo de la misma


metodologa se encontrara hoy con dificultades insalvables ya que la informacin, por
la forma en que se releva, no permitira explicar la complejidad de la actual estructura
social rural. Esperamos que esta afirmacin, que no puede ser justificada en este momento, quede clara al final de este artculo.
La estrategia que se emplear para acercarnos a la estructura social rural, en un
programa de investigacin de largo aliento, ser mediante aproximaciones sucesivas
al estudio de los actores de las principales cadenas de valor del campo uruguayo,
habindose seleccionado para ello inicialmente tres cadenas: la de los granos, la de la
carne y la forestal.
En este artculo, que es una primera entrega de dicha investigacin, se presentarn los avances realizados en la comprensin de los distintos tipos de empresarios
que intervienen en la cadena de los granos. Su eleccin para iniciar estos estudios no
fue casual: por un lado, es en la cadena de los granos donde se han detectado las mayores innovaciones en la propiedad de los medios de produccin, en la gestin, en los
cambios tecnolgicos, en la insercin en las cadenas globales, etc. Por otro lado, los
empresarios son los que dominan y dan forma a la cadena de valor. Otros actores con
capacidad de agencia en la cadena sern estudiados posteriormente.
Este artculo consta de cuatro apartados. En primer lugar una breve introduccin
de carcter terico a las cadenas globales de valor para justificar el empleo de esta metodologa para el caso particular. En segundo lugar una descripcin de la base material
de la cadena de los granos y en tercer lugar una descripcin de los principales actores
en la cadena de los granos. Finalmente, con los elementos anteriores se desarrollar
la tesis de que rompiendo con el enfoque tradicional sobre la estructura social agraria,
se debera ampliar la mirada sobre los empresarios agropecuarios no ya desde una
perspectiva sectorial sino contemplando tambin a los empresarios de otras cajas o
etapas que transitan (o no) por la etapa agropecuaria.
Las Cadenas Globales de Valor en la agricultura
Las cadenas globales de valor, son el conjunto de actividades que integran, a
nivel global, a diferentes agentes, espacios y unidades econmicas que tienen como
resultado ltimo proveer una mercanca o servicio. A diferencia de los tradicionales
enfoques de corte sectorial, cuya lgica analtica supone un conjunto de agentes independientes, homogneos, indiferenciados y vinculados a travs de un sistema de
precio, el enfoque de las cadenas globales de valor identifica un conjunto de actividades interrelacionadas donde participan una amplia gama de agentes econmicos con
uno o varios centros (nodos) de coordinacin, ubicados en diversos espacios fsicos,
lo cual se traduce en una creciente redefinicin de la especializacin mundial de esas
actividades. (Bisang et al, 2008:5).

Hacia una nueva estructura social en el campo uruguayo?

231

El caso de la Cadena Global de Valor de la agricultura de granos


En este apartado, siguiendo la propuesta de las Cadenas Globales de Valor y su
segmentacin en dos espacios articulados, se analizar en primer lugar muy resumidamente, la Cadena Global de Valor de los granos a nivel mundial y en segundo lugar, los
principales elementos de la misma cadena a nivel local.
La Cadena Global de Valor de granos a nivel mundial
La expansin agrcola ocurrida en la ltima dcada en nuestro pas ha encontrado
en los mercados externos un impulso fundamental, a partir del desarrollo del comercio
y la tonificacin de los precios de los productos bsicos los alimentos en particularque han caracterizado el escenario global. La tendencia alcista de los precios no slo
ha sido prolongada en su duracin, sino que tambin se destaca por su amplitud, al
alcanzar prcticamente a todos los productos agropecuarios, siendo en particular los
granos los que han mostrado subas de mayor intensidad, alterando a su favor los precios relativos.
Los granos son productos con escasas posibilidades de diferenciacin (commodities), que se comercializan en grandes volmenes, siendo muy difcil la segmentacin
de los mercados. El comercio se lleva a cabo con una diferenciacin por grados de
calidad del producto que indican sus calidades industriales, sanitarias o de inocuidad.
Estas caractersticas facilitan la concentracin del comercio en unas pocas empresas
de carcter multinacional (traders) que desde inicios del siglo XX han dominado el comercio mundial. Cuatro multinacionales llegaron a dominar el 80% del comercio mundial
de granos: Archer Daniels Midland (ADM) (Estados Unidos), Bunge (Holanda), Cargill (Estados Unidos) y Louis Dreyfus Commodities (LDC) (Francia), popularmente conocidas
como ABCD o las cuatro hermanas (Oyantabal y Narbondo, 2009).
Segn Souto (2013:17): A ese grupo se agregan otras firmas importantes como
Glencore, Nidera y Noble Group tambin con presencia consolidada en el comercio de
granos y derivados, y un conjunto de firmas de ms reciente incorporacin en el negocio en su mayora de origen asitico como Marubeni u Olam.
Estas empresas actan en el comercio mundial de granos, fibras y alimentos a
travs de filiales que establecen en los pases de origen de las materias primas (originacin) y en los pases consumidores donde frecuentemente tambin industrializan la
produccin a travs de subsidiarias. Intervienen en las Bolsas de Valores que operan
con granos siendo las firmas que, por el volumen de sus operaciones, ms pueden
influir en las mismas.
La Cadena Global de Valor de la agricultura de granos a nivel local
Entre los aos 2000 y 2010 crecieron en nuestro pas las exportaciones de todas
las cadenas sectoriales, con la nica excepcin de la carne y derivados. Los granos y

232

Diego E. Pieiro - Victoria Menndez

derivados son el conjunto ms dinmico, desplazando a partir de 2009 a los productos


crnicos de su histrico liderazgo. (Errea et al, 2011).
Uruguay desde el inicio de la dcada del 2000 viene registrando un intenso proceso de avance de la superficie destinada a la agricultura del secano. En la campaa
2001/2 la superficie sembrada fue de 461.000 hectreas. Once aos ms tarde el
rea sembrada alcanz a 1.652.000 hectreas en 2151 explotaciones agropecuarias.
El crecimiento se explica casi enteramente por el trigo y la soja, siendo que los restantes granos (cebada, maz, girasol, sorgo) caen o se estancan. (Figueredo y Menndez,
2013).
Este proceso expansivo de la agricultura ha generado un aumento de los ndices
de concentracin agrcola a nivel global y por cultivo acompaado por el desplazamiento de productores pequeos y medianos que no pueden competir en las nuevas
condiciones del negocio agrcola y deben salir de la produccin (Arbeletche y Carballo,
2009).
Este escenario tambin incluye la aparicin de nuevos actores en el agro uruguayo con lgicas de funcionamiento y estrategias productivas diferentes a las del productor agrcola tradicional. (Souto, 2011). Hacia fines de la primera dcada del siglo XXI
las principales empresas [que se dedican a la produccin de granos son] Tafilar (El
Tejar, Argentina) con ms de 150.000 hs., Crop Uruguay (Cargill, EUA) con 100.000
hs., Agronegocios del Plata (Los Grobo, Argentina, asociada con el uruguayo Marcos
Guigou) con 90.000 hs., Barraca Erro (Uruguay) con 60.000 hs., MSU (Argentina)
con 55.000 hs., COPAGRAN (Uruguay) con 50.000 hs. y Garmet (Perez Companc,
Argentina) y AdecoAgro (de Argentina) con 45.000 hs. cada una y Kilafen (Argentina)
con 25.000 hs y Cosechas del Uruguay (Argentina) con 20.000 hs.. (Santos, Oyahantabal y Narbondo, 2013). Sin embargo estos datos deben ser vistos slo como
orientativos, ya que el rea sembrada por cada empresa vara ao a ao. Todos los entrevistados (durante el ao 2013) coinciden adems en que los grandes pools de siembra argentinos estn en un proceso de achicamiento del rea sembrada en Uruguay
como consecuencia de resultados econmicos adversos que experimentaron en aos
recientes registrndose por el contrario, una expansin de las empresas uruguayas.
El escenario aqu presentado, ha generado un vertiginoso dinamismo en las exportaciones de estos cultivos, tambin lideradas por la soja. La concentracin que se
pudo observar en la fase agraria de la cadena de valor, tambin se percibe en la comercializacin de la produccin. Al respecto, de acuerdo a los datos presentados por
Uruguay XXI (2011), el 86% del valor de las exportaciones de soja (u$ 858.850.000)
est concentrada en 10 empresas: las cinco primeras a su vez renen el 65% de las
exportaciones: Barraca Erro S.A. (empresa de capitales uruguayos) con el 18%, Crop
Uruguay S.A. (que es propiedad de Cargill, multinacional de origen estadounidense)
el 13%, Cereoil Uruguay S.A (capitales uruguayos) 13%, Louis Dreyfus Corporation
Uruguay S.A. (empresa multinacional de origen francs) el 11% y Garmet S.A. (propiedad del grupo argentino Prez Companc) el 10%. Estas empresas originadoras que

Hacia una nueva estructura social en el campo uruguayo?

233

controlan una porcin muy significativa de la industria del acopio, el procesamiento y


comercializacin de granos de cereales y de soja en particular, son actores con una
incidencia sustantiva sobre el funcionamiento de la cadena.
En la fase preagrcola, encargada de la provisin de insumos para la agricultura,
se registra igual tendencia. Un estudio hecho en el 2008 sealaba que cinco empresas concentraban el 74% de las importaciones de herbicidas; otras tres concentraban alrededor del 90% de las importaciones de [fertilizantes]; finalmente otras
cinco concentraban el 82% de las importaciones de tractores. (Urunet, 2008, citado
en Oyantabal y Narbondo, 2009: 59). La misma fuente sealaba que la provisin de
semillas de soja estaba en manos de tres empresas: Nidera, Crop Uruguay (Cargill) y
Barraca Erro.
Los datos presentados son claramente sugerentes respecto a la dimensin que
ha tenido la expansin de la agricultura en la ltima dcada. Tanto en la fase agraria,
como en las fases adyacentes, existen dinmicas tendientes a una fuerte concentracin y transnacionalizacin de las empresas que lideran los procesos productivos.
Los actores en la Cadena Global de Valor
Los empresarios agrcolas
El Uruguay ha tenido histricamente, una cadena de produccin de granos que
estuvo centrada en el trigo y en menor medida en el maz, el girasol, la cebada y el sorgo. La soja era casi inexistente. Localizada preferentemente en las tierras frtiles de los
departamentos del litoral oeste del pas, la agricultura de granos sola combinarse con
la produccin ganadera, ya sea en forma de rotaciones de forrajeras sobre cultivos de
granos o destinando en el mismo establecimiento las tierras ms frtiles a los granos
y las de menor potencial a la ganadera.
Arbeleche y Carballo (2007) en un temprano y minucioso estudio, construyen
una tipologa de los productores agrcolas que operaban en el ao 2000, es decir en
la etapa inmediatamente previa al proceso de expansin. sta permite ver que ya entonces haba un pequeo grupo de productores muy grandes que lideraban la cadena,
mientras haba productores pequeos y medianos (propietarios y medianeros) que eran
actores secundarios.
Hacia fines de la dcada del 90 los empresarios de la agricultura de granos en el
Uruguay estaban en dificultades. Una serie de eventos (endeudamiento, baja productividad, altos costos de produccin, la crisis general de la economa uruguaya en 2002,
etc.) llevaron a la desarticulacin de la cadena, que se vio reflejada en la disminucin
del rea sembrada a su mnima expresin, la desaparicin de agricultores, la baja relativa del precio de la tierra, etc. Estas condiciones fueron percibidas como una ventaja
por algunas grandes empresas agrcolas argentinas que, habindose expandido en
la pampa hmeda con su modelo productivo, pretendan diversificar la produccin a

234

Diego E. Pieiro - Victoria Menndez

otras reas geogrficas para disminuir riesgos climticos y evitar las retenciones a la
exportacin impuestas por su gobierno. De esa manera a partir del 2002 comienzan a
llegar a la zona agrcola del litoral oeste (frontera con Argentina) con sus equipos, sus
tcnicas de produccin, sus conocimientos, sus formas de organizar los negocios, etc.
Entraron a venir los productores argentinos, para hacer una actividad que ac no
se haca, como era la agricultura continua, con un modelo empresarial tremendamente
aceitado, que ac no exista el modelo pool de siembra, el modelo del inversor que
no tiene nada y viene y contrata todo, los servicios, las personas, y lo que l aporta es
el know how, con mucha protocolizacin de procesos, con un salto que en Uruguay fue
muy grande, de la concepcin del negocio, donde el agricultor buscaba margen bruto
por hectrea, a un agricultor que busca rentabilidad y ese cambio en la cabeza es tremendo. (Entrevista S. A. Informante calificado 13/8/13).
Gradualmente (y como se detall ms arriba) se expande el rea sembrada de
soja y con ella la de otros granos en especial el trigo. Es necesario decir que esta expansin estuvo basada, en el caso de la soja, en el paquete tecnolgico desarrollado
por Monsanto hace veinte aos, que combinaba la soja genticamente modificada con
el herbicida glifosato (Roundup) y la maquinaria de siembra directa.
Desde el 2002 hasta el 2008, 2009, por ah, las seis empresas ms grandes
representaban entre el 40 y el 60% del rea total sembrada, cuando en Uruguay se
sembraban 800 mil hs. El Tejar solo sembraba 180 mil, slo una empresa era el 20%
del rea sembrada del pas. (Entrevista S. A. 13/8/13).
Estas empresas que Arbeleche y Carballo (2007) llamaron gerenciadores agrcolas mientras otros las llaman empresas corporativas o pools de siembra operan con el modelo siguiente. El capital proviene del sector financiero generalmente a
travs de la modalidad de fideicomisos o de la emisin de acciones. Tiene un origen
variado: desde pequeos ahorristas (generalmente el piso mnimo de una inversin es
de u$10.000) hasta grandes inversores como fondos de pensin o fondos de capital,
muchas veces de origen extranjero. La propiedad del capital se escinde de la gestin:
sta es llevada a cabo por un profesional con una alta idoneidad que rinde cuentas al
Directorio de la empresa. La empresa puede tener tierras propias pero generalmente
la mayor cantidad de tierras se obtiene por arrendamiento u otros arreglos contractuales: compartir ganancias (aparcera o medianera); repartir ganancias en funcin de
la contribucin de cada socio, etc. Las empresas suelen subcontratar tareas como la
preparacin del suelo, la siembra, el cuidado del cultivo (fumigaciones), la cosecha, y
el transporte de la chacra al acopio con empresas de servicios de maquinaria agrcola
y con transportistas. Tambin se subcontrata el acopio. La provisin de insumos la
realiza la propia empresa (si tiene volumen suficiente como para realizar la importacin
de los mismos) o se abastece en las proveedoras de insumos locales. Hay una serie
muy grande de arreglos distintos tanto en la provisin como en las formas de pago:
ste suele ser al momento de la cosecha, comprometindose la empresa agrcola a entregar parte de su produccin al proveedor de insumos como pago. Esto significa dos

Hacia una nueva estructura social en el campo uruguayo?

235

cosas: por un lado que la empresa agrcola no precisa del capital para la compra de
los insumos y por otro lado, que las empresas proveedoras de insumos pueden estar
en el negocio del acopio de granos y an en su exportacin posterior. Estas empresas contratan la venta a futuro de los granos antes de comenzar la siembra, teniendo
como base los precios en la Bolsa de Cereales de Chicago, reduciendo el riesgo de
la variacin de precios. A su vez, estos contratos de venta a futuro sirven de garanta
para obtener los prstamos de los insumos y otras operaciones comerciales (Errea et
al., 2011; Gutirrez, 2009).
Otro elemento, central para que este modelo empresarial funcione, son los contratos de palabra (basados en la confianza entre los agentes) o por escrito. Estos ltimos son la regla para los contratos de arrendamiento de campos que especifican con
minuciosidad los acuerdos alcanzados entre el propietario y el arrendatario, estando
protocolizados por escribano (Gutirrez, 2009).
Otro tipo de productores grandes de granos proviene de un ncleo de productores
agrcola-ganaderos grandes que se caracterizaban por ser mejores agricultores y por
no haber tenido dificultades financieras tan irreversibles en el perodo anterior. Errea et
al. (2010) coinciden en sealar que este grupo ha logrado afianzarse y que se distingue
por un buen manejo tecnolgico y por el cuidado del suelo, absorbiendo algunas de
las innovaciones en la gestin del modelo de los productores argentinos. Estos productores estn generalmente organizados como empresas familiares (porque pertenecen
a una familia con arraigo y trayectoria en la tierra) que combinan la agricultura con la
ganadera. De acuerdo a estos autores, con el tiempo, los modelos argentino y nacional
van convergiendo en sistemas con grandes similitudes.
Los contratistas de servicios
Los contratistas de maquinaria agrcola o contratistas de servicios suelen ser
empresarios sin tierra que se dedican a prestar servicios a los productores agropecuarios que poseen tierra. Son una figura de antigua data en el campo uruguayo. Cuando
las empresas agrcolas argentinas desembarcaron en el Uruguay, los contratistas eran
pocos y escasamente capitalizados y con maquinaria inapropiada para las tareas que
se requeran. Por ello facilitaron la compra de maquinarias a ciertos contratistas a cambio de asegurarse sus servicios. Sin embargo, como las empresas definan todas las
actividades de los contratistas y el monto de remuneracin por las tareas, el proceso
a veces generaba diferencias entre las partes: los contratistas cuando terminaban de
comprar los equipos trataban de salir de esas grandes empresas, porque las condiciones eran de patrn a empleado, y no de empresario a empresario. (Entrevista R. F.
Informante calificado. 16/9/13).
Pero tambin haba otros caminos para llegar a ser contratista de maquinaria:
haba una base de contratistas histrica, muy chica, los que arrancaron con eso eran
chicos, despus son ganaderos que venan saliendo de la crisis, salen de su mundo,

236

Diego E. Pieiro - Victoria Menndez

de gente que la crisis [los] golpe mucho, y algn encargado de chacra de grandes
establecimientos que ascendi a empresario. (Entrevista R. F. 16/9/13).
La figura del contratista en la agricultura de granos tambin crece por la aversin
de la empresa agropecuaria a invertir capital en maquinarias que tendrn un uso limitado en el tiempo en la medida que las tareas son de corta duracin.
Pregunta: Y entonces a las empresas grandes, por qu les conviene tener un
contratista o hacer el trabajo con ustedes?, por qu no compran sus propias mquinas?
Respuesta: Ah tens que entender varios temas. Primero cuando llegan no saben
cunto tiempo van a estar, comprar fierros sabiendo los riesgos de depreciacin y
todos los riesgos que implica, no tena sentido cuando la plata le conviene ponerla en
otro lado Nmero dos, en la agricultura, las ventanas de siembra y de cosecha son
muy chicas, por otro lado, el famoso know how las grandes empresas... no quieren
los [problemas] de la maquinaria, son negocios aparte. (Entrevista R. F. 16/9/13).
Las relaciones entre los contratistas de maquinaria agrcola y las empresas agropecuarias no han estado exentas de conflicto. La relacin de completa dependencia
por parte de los noveles empresarios contratistas de las grandes empresas agrcolas
gener tensiones que estuvieron en el origen de la creacin de la Cmara Uruguaya de
Servicios Agrcolas (CUSA) como intento de los contratistas de regular estas relaciones, tanto de los aranceles por las diversas tareas (siembra, fumigaciones, cosechas,
etc.) como de las condiciones de pago y otras condiciones del negocio.
En el 2007 se funda la Cmara, que en su primer periodo, tiene un fuerte
componente de pelea contra los pools, no queran que existiera una institucin. Lo
primero que hizo [la Cmara] fue sacar un precio de referencia que era el 20% superior
a lo que pagaban estas empresas. [En la actualidad] las empresas pagan lo que quieren, pero la referencia la miran, nosotros terminamos poniendo un techo de valor, de
referencia semestral, y hay un valor que manejan 3 o 4 pools grandes que es el piso, y
entre eso se da [el precio], segn el cliente. (Entrevista R. F. 16/9/13).
En un artculo reciente Carmbula, Figueredo y Bianco (2013) estudian en profundidad las caractersticas de los contratistas de la agricultura y de la forestacin. En el
mismo apuntan a la constitucin de esta figura en el campo uruguayo no slo como un
empresario que invierte en maquinaria, combina distintos factores y tiene una relacin
contractual con los empresarios agropecuarios, sino que tambin articula la mano de
obra, descargando a la empresa agropecuaria de la tarea de reclutar, coordinar, capacitar y controlar a los trabajadores.
La bsqueda de trabajadores capacitados para la tarea y que sean dciles y dispuestos a cumplir con las tareas en condiciones exigentes (zafralidad, nocturnidad, vivir
por largos perodos en las casillas rodantes, etc.) se convierte en uno de los cuellos de
botella de todo el sistema:

Hacia una nueva estructura social en el campo uruguayo?

237

Pregunta: qu caractersticas tiene que tener adems de cumplir ese horario


que decas?
Respuesta: primero tiene que cuidar el fierro que maneja, segundo tiene un
sueldo fijo y tiene un plus por hectrea realizada, entonces balances, el cuidado de
la mquina, las hectreas que haces, el cuidado del cliente No tengo problemas de
plata, digo problema sindical alguno habr, pero es muy simple porque si yo no le pago
lo que quiere ganar, se va a ir a la competencia, por ese lado hay muy buenos sueldos.
(Entrevista R.F. 16/9/13).
En sntesis, los contratistas de maquinaria agrcola en la cadena de valor de los
granos son empresarios que prestan servicios a otras empresas generalmente ms
grandes, suelen tener un pasado como productores, tienen un capital invertido en maquinarias, tienen un conocimiento aprendido en el trabajo que rene conocimientos de
mecnica, de informtica, de los cultivos, de organizacin del trabajo y de gestin de
recursos. Son tambin empleadores de mano de obra calificada y no calificada, permanente y zafral. Por todas estas razones renen las condiciones de empresario y en
la medida que estn insertos en la etapa agrcola de la cadena de valor de los granos
son empresarios agropecuarios sin tierra. En cuanto empresarios tienen relaciones de
conflicto con otros empresarios del mismo eslabn de la cadena y tambin con los
trabajadores.
Originadores y proveedores de insumos
En las pginas siguientes se enfocar en aquellos empresarios que estn colocados en la etapa previa a la etapa agrcola (provisin de insumos-produccin de
insumos-industria para la agricultura) y en la etapa posterior del acopio de granos para
su posterior exportacin e industrializacin. Aunque en sentido estricto, lo que estos
anlisis demuestran es que tales etapas en realidad estn muchas veces superpuestas
y ms que etapas debera pensarse en modalidades de funcionamiento reticulares en
las que un agente (una empresa) acta y est presente en ms de una de estas etapas.
Con la ruptura del sistema financiero en el 2002 y la ausencia de crditos bancarios aquellas empresas que se dedicaban a la provisin de insumos agrcolas (semillas,
fertilizantes, agroqumicos, maquinarias) comenzaron a actuar como financiadoras de
los insumos que vendan a los productores. Pero tambin gradualmente, esto las llev a
convertirse en acopiadoras de granos (originadores) cobrando en producto los insumos
prestados. Inversamente empresas que estaban en el comercio de granos, con el fin
de asegurarse y atraer clientes comenzaron a financiar los insumos y a hacerse cargo
de la logstica (transporte chacra silo, acopio, traslado silo puerto) proporcionando as
al productor una amplia gama de servicios. (Gutirrez, 2009).
Uno de los ejes del anlisis de las Cadenas Globales de Valor (CGV) es la existencia de asimetras de poder entre los actores, que se materializan a travs de las operaciones comerciales intra etapa e interetapa. Los autores que estudian las relaciones en

238

Diego E. Pieiro - Victoria Menndez

las CGV mencionan la existencia de nodos de poder. Bisang et al (2008) a su vez hace
mencin a la posible existencia de ms de un nodo. Particularmente en la agricultura
de granos es posible pensar que existe un nodo en la cadena local y otro nodo en la
cadena global. Es posible sugerir, a partir tanto de la bibliografa existente como de las
entrevistas realizadas, que en el caso de la cadena de valor de los granos en el Uruguay
el nodo de poder se encuentra localizado en los originadores de granos, es decir en
las empresas que controlan el acopio y la logstica de los granos.
En el caso de la Cadena Global de Valor de los granos parecera que si bien
en su origen el nodo estaba en las cuatro grandes empresas (ABCD) dedicadas a
la comercializacin mundial de los granos (que tambin estn presentes en Uruguay)
hoy ha surgido otro nodo que disputa el control de la cadena que son las empresas
dedicadas a la biogentica y a la bioqumica, ubicadas en la primera etapa de la cadena
global. El paradigma de esta situacin es la empresa Monsanto que con el paquete
de la soja transgnica y el glifosato ha revolucionado la agricultura de granos teniendo
una posicin dominante en la cadena. En el Uruguay una posicin similar la podra
ocupar Nidera que, mediante acuerdos con Monsanto, controla una parte sustancial del
mercado local de las semillas transgnicas de soja y ocupa una posicin importante en
las semillas de otros granos.
Conclusiones
El anlisis de la cadena global de valor de los granos nos ha permitido comprender aspectos que contribuyen a una ms afinada comprensin de la estructura social
rural y de sus transformaciones actuales, que no hubiese sido posible aprehender con
un anlisis de la estructura social a travs de la rigidez de los datos censales, como en
su momento hicieron Solari (1958), Errandonea (1989) y Fernndez (2001).
Por un lado, el primer quiebre con las definiciones anteriores proviene de qu se
considera un empresario agropecuario. En las clasificaciones anteriores, la posesin
de la tierra en alguna de sus formas (propiedad, arrendamiento, aparcera, medianera,
etc.) era un componente ineludible. Hoy esa restriccin debera ser levantada para dar
lugar a una categora de empresarios de servicios que sin poseer tierra, legtimamente
deberan ser considerados empresarios agropecuarios.
Por otro lado, an dentro de la categora de los empresarios de la cadena de los
granos que poseen tierra, un anlisis ms refinado permite advertir que dentro de ellos
existen situaciones distintas, determinadas por el origen del capital (capital propio o
capital financiero que se aplica a la agricultura); por la separacin o no de la propiedad
y la gestin; por situarse slo en esa etapa o tambin participar en otras etapas, etc.
Asimismo hay que reconsiderar una figura de vieja data en la estructura social rural que
son los propietarios rentistas, figura que hoy ha cobrado un nuevo relieve al incluir a
propietarios pequeos y medianos.

Hacia una nueva estructura social en el campo uruguayo?

239

El segundo quiebre en la concepcin original de la clase que controla los medios


de produccin y su vnculo con la tierra, proviene de advertir que (como se dijo ms
arriba), tanto en las etapas de provisin de insumos como en la etapa del acopio y comercializacin de los granos hay empresas multinacionales que son actores de mucho
peso e importancia que controlan (dominan) el conjunto de la cadena global. Cabra preguntarse si los empresarios locales asociados o dependientes de aquellas empresas
multinacionales o sus competidores locales de tamao y capacidad econmica variable
no deberan ser incorporados a la nueva estructura social rural. Lo cual implicara no
slo flexibilizar los lmites entre la estructura rural y su correlato urbano, sino tambin
desplazar a la tierra como dimensin transversal al empresariado rural.
Bibliografa
Arbeleche, P. y Carballo, C. (2009). La expansin de la agricultura en Uruguay. Algunas de
sus principales consecuencias. Revista de Desarrollo Rural y Cooperativismo.
Arbeleche, P. y Carballo, C. (2007). Los cambios en la agricultura de secano del nuevo siglo
en el Uruguay y sus consecuencias. Facultad de Agronoma. UdelaR.
Bisang, R., et al. (2008). Una Revolucin (no tan) silenciosa. Claves para repensar el agro en la
Argentina. En: Desarrollo Econmico, N 190-191 Vol. 48 Julio-Diciembre, 2008.
Bittencourt, G. (Coord.). (2009). Oficina de Planeamiento y Presupuesto. Serie EUIIIS 02.
Estategia Uruguay III Siglo. Aspectos Productivos.
Blasina, E. (2011). Anlisis y perspectivas de la cadena crnica uruguaya. http://blasinayasociados.com/conexion-tecnologica/analisis-y-perspectivas-de-la-cadena-carnica-uruguaya/
Carmbula, M.; Figueredo, S. y Bianco, M. (2013). Resolviendo las necesidades del capital.
Del intermediario laboral a la empresa de servicios agrcolas. En: Revista de Ciencias
Sociales N 32. DS. FCS. UdelaR. Montevideo. Pp: 35-52.
Carmbula, M.; Pieiro, D. y Menndez, V. (2014). La expansin forestal. Su trayecto hasta el
escenario actual. En: Almanaque del Labrador. Edicin Especial del Almanaque BSE. .pp:
136-141.
Cardeillac, J. (2013). Sobre Cadenas Globales de Valor. Documento de trabajo N 88 del
DS.FCS. UdelaR.
Cardeillac, J. y Menndez, V. (2013). Informe Cadenas Globales de Valor. Los casos de la
soja y el trigo. Documento de trabajo N 89. NESA. Departamento de Sociologa. FCS.
UdelaR.
Errandonea, A. (1989). Las clases sociales en el Uruguay. Coleccin Argumentos N 13. Centro Latinoamericano de Economa Humana. Montevideo.
Errea, E. et al. (2011). Nuevas instituciones y modelos de organizacin empresarial. Universidad Catlica. Montevideo. Pp. 35-66.
Fernndez, E. (2009). El Maquinista de Esquila. Empresa u oficio? La tercerizacin laboral en
el medio rural. FCS. CSIC. FAGRO. Coleccin Biblioteca Plural.
Fernndez T. (2001). La estructura agraria en el Uruguay entre 1951 y el 2000. El Colegio de
Mxico. Centro de Estudios Sociolgicos.
Flores, M. (2013). Mercado mundial y cadena de valor de la carne bovina. Documento de trabajo N 90 del NESA, Departamento de Sociologa. FCS. UdelaR.

240

Diego E. Pieiro - Victoria Menndez

Figueredo, S. y Carmbula, M. (2014). Descripcin de la Cadena de Carne Bovina en Uruguay.


Informe de Investigacin del Ncleo de Estudios Sociales Agrarios. DS. FCS. UdelaR.
Figueredo, S. y Menndez, V. (2013). El agronegocio agrcola en el campo uruguayo: la expansin de nuevas formas de capital agrario y su incidencia en la composicin del entramado
social rural. Ponencia presentada en Jornadas CIEA-PIEA. Buenos Aires, 2013.
Gutirrez, G. (2009). Anlisis de las cadenas basadas en la produccin de granos de secano
para la definicin de lineamientos de poltica especficos. FAO-URU/TCP-3103.
Juncal, A. (2011). La Sindicalizacin Rural (2005-2011): El caso del grupo nmero 22 de Consejos de Salarios. Informe de Taller Central de Investigacin.
Lagaxio, L. (2013). La cadena global de valor foresto industrial. Informe de Investigacin del
Ncleo de Estudios Sociales Agrarios. DS. FCS. 21 pgs.
Oyhantbal, G. y Narbondo, I. (2008). Radiografa del negocio sojero. Redes-AT. Montevideo. 120 pgs.
Pieiro D. (2001). Poblacin y trabajadores rurales en el contexto de transformaciones agrarias. En: N. Giarracca (comp.). Una nueva ruralidad en Amrica Latina? CLACSO. Grupo
de Trabajo Desarrollo Rural. Buenos Aires, 382 pgs. Pp: 269-288.
Pieiro, D. (2012). El Caso de Uruguay. En: Dinmicas del mercado de la tierra en Amrica
Latina y el Caribe: concentracin y extranjerizacin. Editores: F. Soto Baquero y S. Gmez.
FAO. Roma. ISBN 978-92-5-307117-3. pp.: 521-552.
Pieiro, D. y Cardeillac, J. (2013). Repensando el concepto de ruralidad en Brasil: Implicancias para las polticas pblicas. El caso de Uruguay. Estudio preparado para el Instituto
Interamericano de Cooperacin para la Agricultura. 12 pgs.
Riella, A., y Mascheroni, P. (2009). Poblacin, Ingresos y Hogares Agrodependientes. MGAPOPYPA. Pp.461-468.
Solari, A. (1958). Sociologa Rural Nacional. Edicin de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Montevideo. 585 pgs.
Saavedra, C. (2011). Un siglo de agricultura. DIEA-MGAP.
Souto, G. y Tommasino, H. (2011). La expansin de la agricultura y su relacin con la aptitud
agrcola de los suelos. OPYPA.
Souto, G. (2013). Mercado internacional de granos: caractersticas principales, trayectoria reciente y articulacin con el mercado local. Documento de trabajo N 91 del NESA. Departamento de Sociologa. FCS. UdelaR.
Saavedra, C. (2011). Un siglo de agricultura. DIEA-MGAP. Pp: 46-49.
Santos, C.; Oyhantbal, G. y Narbondo, I. (2013). La expansin del agronegocio agrcola
en Uruguay: impactos, disputas y discursos. Ponencia presentada en Jornadas CIEA-PIEA.
Buenos Aires. 2013.
Tommasino, H. y Bruno, Y. (2010). Empresas y trabajadores agropecuarios en el perodo
2000-2009. Anuario Opypa-MGAP.
Uruguay XXI Promocin de inversiones y exportaciones (2011). Trigo y oleaginosos.
ww.uruguayxxi.gub.uy/wp-content/uploads/2011/11/Informe-de-Comercio-Exterior-deUruguay-Ao-2011.pdf

Los ganaderos y el gobierno progresista: entre


la conciliacin y el conflicto
Alberto Riella1 - Paola Mascheroni2 - Sofa Angulo3 - Agustina Marques4
En este artculo se estudia la postura de la Asociacin Rural del Uruguay frente a
las polticas pblicas que en mayor medida han afectado al sector durante los dos
gobiernos del Frente Amplio. Se busca de esta forma analizar el relacionamiento
de la gremial con el gobierno, marcando los principales puntos de encuentro y de
conflicto con las polticas consideradas. Se discuten tambin las estrategias simblicas y discursivas de la gremial ganadera para enfrentar las polticas adversas a sus
intereses y su posicionamiento ideolgico frente a las reformas implementadas por
el gobierno a nivel nacional.

Histricamente la Asociacin Rural del Uruguay (ARU) ha tenido una fuerte influencia en la poltica econmica nacional. Fue fundada en el ao 1871, siendo la institucin
pionera en la defensa de los intereses de los ganaderos, que tenan como fin impulsar
la modernizacin del agro uruguayo. Est integrada por los productores empresariales
de mayor porte del pas y pretende representar todos los intereses de la produccin
agraria y agroindustrial. La ARU cumple adems una funcin de mejoramiento de las
diferentes especies y razas animales, teniendo a su cargo los registros genealgicos
del pas.
Siempre ha detentado un fuerte poder de influencia en el sistema poltico y en
los mbitos estatales desde los inicios de la conformacin del propio Estado nacional.
1
2
3
4

Doctor en Sociologa por la Universidade Federal do Rio Grande do Sul. Profesor Titular del Departamento de Sociologa, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR. rea Sociologa Rural y Desarrollo
Territorial. [email protected]
Magster en Sociologa. Candidata a Doctora en Sociologa por la Universidad de Granada, Espaa.
Profesora Asistente del Departamento de Sociologa, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR. rea
Sociologa Rural y Desarrollo Territorial. [email protected]
Licenciada en Sociologa. Estudiante de la Maestra en Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales,
UdelaR. Ayudante del proyecto CSIC Organizaciones agrarias, polticas pblicas y desarrollo rural en
el gobierno progresista (2005-2010). [email protected]
Licenciada en Sociologa. Estudiante de la Maestra en Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales,
UdelaR. Ayudante del proyecto CSIC Organizaciones agrarias, polticas pblicas y desarrollo rural en
el gobierno progresista (2005-2010). [email protected]

242

Alberto Riella - Paola Mascheroni - Sofa Angulo - Agustina Marques

Durante todo el siglo XX fue el interlocutor privilegiado en el diseo y la definicin de las


polticas agrarias del pas y muchos de sus dirigentes ocuparon el cargo de Ministro del
sector (Astori, 1977; Pieiro, 1991). Esta capacidad de influencia se har ms notoria
en el perodo de la dictadura donde la ARU ser consultada en forma permanente por
las decisiones de poltica pblica vinculada al agro, teniendo por tanto un rol central en
la orientacin de la poltica para el sector (Alonso, 1984).
Luego de la dictadura la situacin cambia, ya que las gremiales de ganaderos
tendrn que competir con otras organizaciones empresariales para influir en las polticas pblicas en general y en las dirigidas especficamente al sector. De todas formas,
lograron mantener muy bien su poder de influencia con los gobiernos gracias a una
destacada sintona ideolgica con ellos, sobre todo en lo referido a los lineamientos
generales de las polticas econmicas y a la profundizacin del modelo neoliberal.
Como seala Riella (2003), en el perodo de redemocratizacin las gremiales ganaderas obtuvieron importantes logros polticos y simblicos, aunque vieron disminuida
su importancia econmica dados los bajos precios internacionales de sus productos
en el pas. En ese perodo lograron mantener estable y sin cuestionamiento la fuerte
concentracin de la estructura agraria, mientras en el plano poltico consiguieron desmontar la mayora de las leyes y decretos de polticas pblicas que impedan una mayor
captacin de excedentes del complejo crnico, limitando la presunta posicin dominante de la industria frigorfica. En el plano tributario lograron reducir sustancialmente
los impuestos a los grandes propietarios, eliminado la imposicin a la tierra, cambiando
radicalmente el sistema tributario. Tambin obtuvieron en esos aos una modificacin
de la ley de arrendamientos rurales que favoreci ampliamente a los propietarios de
la tierra. Estos logros fueron posibles gracias al poder de las gremiales de imponer
nuevamente el Mito del Pas Ganadero5, lo que crea la ilusin de que el destino y la
suerte de la produccin agropecuaria sea inexorablemente el destino y la suerte del
todo el pas. Esta estrategia discursiva le permiti a la organizacin, en el plano simblico, la imposicin de sus intereses particulares como intereses generales de la nacin,
obteniendo as los beneficios ya reseados de las polticas pblicas dirigidas al sector.
En sntesis, en esas dcadas, especialmente a partir de los aos 90 (gobierno del
Partido Nacional), la gremial ha tenido una relacin armnica con los gobiernos y una
fuerte identificacin ideolgica con las principales polticas implementadas en el perodo, recibiendo adems por parte de los distintos gobiernos un tratamiento diferencial
respecto a otros sectores empresariales. Las escasas diferencias con los gobiernos
se dieron fundamentalmente por problemas de endeudamiento, reclamos con respecto
al tipo de cambio y los conflictos puntuales con el menguado sector frigorfico por el
precio del ganado.

Esta expresin es usada por Barrn y Nahum (1979), cuando analizan las disputas de la gremial frente
al primer batllismo.

Los ganaderos y el gobierno progresista: entre la conciliacin y el conflicto

243

Objetivos y metodologa
Con el objetivo de indagar las posturas de la gremial respecto al nuevo gobierno
progresista, se sistematizaron y analizaron los discursos realizados en el acto de clausura en la exposicin anual que realiza la gremial. Estas exposiciones, realizadas en
la Rural del Prado en Montevideo desde el ao 1883, constituyen uno de los eventos
agropecuarios ms importantes del pas y los discursos de cierre de su Presidente
contienen importantes definiciones respecto a las polticas agropecuarias y tienen una
amplia cobertura meditica. Por tanto, el anlisis de estos discursos es una evidencia
crucial para entender el posicionamiento de la gremial ante los distintos gobiernos y
polticas del sector, dado su carcter programtico y pblico frente a las autoridades
nacionales y al conjunto de actores ms relevantes de la actividad econmica del pas6.
El periodo de anlisis es entre 2005 y 2013, abarcando as el primer gobierno
progresista (2005-2010) y parte del segundo (2010-2013). Se han seleccionado para
el anlisis cuatro grupos de polticas que constituyen a nuestro entender el ncleo de
las polticas pblicas que han tenido ms efecto en los grandes empresarios ganaderos, por lo que su estudio nos permitir una mejor aproximacin a la forma de relacionamiento del gobierno con la gremial, a sus conflictos, acuerdos y sus negociaciones.
Esto no significa que stas sean las nicas polticas implementadas para el sector, ya
que existen otras, pero su efecto y repercusin en los discursos y declaraciones de los
dirigentes de la ARU a lo largo del perodo no son tan notorias. Esto es especialmente
claro para las polticas de apoyo a la agricultura familiar que se desarrollan desde la
Direccin General de Desarrollo Rural (DGDR-MGAP) y el Instituto Nacional de Colonizacin (INC). Sin duda estas polticas son muy relevantes para los objetivos del gobierno
en el sector pero no se incluyen en este anlisis ya que la gremial ganadera casi nuca
se refiere a ellas7.
Un nuevo contexto econmico y poltico
En marzo del 2005, cuando asume el primer gobierno del Frente Amplio, el pas
y el sector agropecuario comenzaban a vivir un fuerte proceso de crecimiento y expansin. Particularmente el crecimiento del agro se extender toda la dcada, lo que explica en buena medida la forma que han adoptado los enfrentamientos, las negociaciones
6

Este artculo es parte de una investigacin de mayor alcance que estudia las alianzas y conflictos del
gobierno progresista con las principales organizaciones rurales del pas para comprender las transformaciones y continuidades que se buscan impulsar con las polticas pblicas en el sector durante
sus dos perodos de gobierno. Para ello se cuenta con el apoyo de un Proyecto CSIC: Organizaciones
agrarias, polticas pblicas y desarrollo rural en el gobierno progresista (2005-2010).
Estas polticas se analizan en dos artculos anteriores del mismo proyecto. Ver Riella, A.; Mascheroni,
P. y Silveira, A. (2013) Produccin familiar y accin colectiva: La Agenda de la Comisin Nacional de
Fomento Rural en la era progresista. En: El Uruguay desde la Sociologa 11. DS-FCS-UdelaR, Montevideo; y Riella, A. y Mascheroni, P. (2012) Desarrollo rural territorial: una aproximacin para el anlisis
de la experiencia de las mesas de desarrollo rural en Uruguay. En: El Uruguay desde la Sociologa
10. DS-FCS-UdelaR, Montevideo.

244

Alberto Riella - Paola Mascheroni - Sofa Angulo - Agustina Marques

y los acuerdos alcanzados entre el nuevo elenco gobernante y las dirigencias de la ARU,
por lo que merece detenerse en ello un momento.
Despus de la fuerte crisis del ao 2002 se registra un inusual crecimiento de la
demanda de alimentos y recursos naturales en el mercado internacional, lo que llev a
una valorizacin acelerada de los productos agropecuarios del pas que fueron ao a
ao alcanzando precios rcord (Rubio, 2009; Buxedas, 2007). A consecuencia de esta
modificacin se produce un fuerte desplazamiento de la produccin familiar, comienza
a darse una gran demanda de tierra y su precio alcanza tambin precios extraordinarios
que duran todo el perodo, facilitando la concentracin de la tierra y el cambio en los
usos del suelo. Un indicador de estas transformaciones y dinamismo es el aumento de
la compraventa de tierras que ha alcanzado en los ltimos 10 aos al 32% de la superficie total (Riella y Romero, 2014). Este escenario econmico tan favorable para el agro,
que se mantiene durante los dos perodos de gobierno, permitir reducir las tensiones
y pujas distributivas del excedente en el sector, lo que facilitar la negociacin de las
nuevas polticas pblicas para el agro y permitir aplacar los conflictos en torno a las
mismas.
En ese marco, el gobierno progresista intentar llevar adelante polticas pblicas
orientadas a favorecer un desarrollo rural ms integrado en el pas, que no slo atienda
los temas de crecimiento de la produccin y la rentabilidad de las empresas, sino que
considere tambin los factores de inclusin social en el medio rural8, el fortalecimiento
del entramado social del territorio y la erradicacin de la pobreza en el medio rural
dando sostn especial a las formas de produccin ms familiares y asalariados rurales.
Estas medidas remiten a una vocacin regulacionista del Estado, inspiradas tambin en los nuevos enfoques neodesarrollistas, que ponen de relieve la importancia de
estas articulaciones institucionales para corregir las fallas del mercado y lograr que los
procesos de crecimiento produzcan una mayor redistribucin de los excedentes (Kay,
2001; Garca Delgado, 2012).
En este sentido, en el sector rural el eje del debate y la discusin entre la ARU
y las autoridades del gobierno se establecieron en base a cuatro grandes bloques de
polticas pblicas. La primera fue la Reforma Tributaria, la segunda se relaciona con los
problemas de la concentracin y el uso de la tierra, la tercera fue la modernizacin de
las relaciones laborales en el sector y la cuarta referida a la promocin de exportaciones y el estatus sanitario del pas. A lo largo del perodo analizado, los dirigentes de la
gremial van dejando muy en claro sus puntos de vista respecto a estas medidas, sus
distintos grados de acuerdo y desacuerdo con las mismas y sealando de esta forma
el posicionamiento de la gremial frente al gobierno y sus polticas. En los prximos
apartados se tratar de analizar cada una de las polticas.
8

Una seal de ello es la creacin de la Direccin Nacional de Desarrollo Rural y del Consejo Nacional
Agropecuario en la rbita del Ministerio de Ganadera, Agricultura y Pesca. Otras polticas pblicas
destinadas al sector rural han sido el Fondo Lechero y la revitalizacin del Instituto Nacional de Colonizacin.

Los ganaderos y el gobierno progresista: entre la conciliacin y el conflicto

245

La Reforma Tributaria
La gran preocupacin de la ARU ante el nuevo contexto poltico era sociolgicamente muy previsible y se hace notar desde el primer momento. En el primer discurso
del Prado se deja claro la posible amenaza que puede significar un gobierno de izquierda para sus intereses, afirmado que algunas manifestaciones de jerarcas de gobierno
no han sido muy claras en asumir la responsabilidad de asegurar los derechos de
propiedad, principio fundamental e irrenunciable para la convivencia democrtica y el
desarrollo econmico y social del pas (Discurso ao 2005).
En este sentido la primera poltica que debern enfrentar los dirigentes de la
ARU fue la reforma tributaria que el gobierno impuls desde el primer momento para
equiparar la carga impositiva con la capacidad de contribucin de los distintos sectores
y simplificar la estructura impositiva. La Ley de Reforma Tributaria aprobada en el ao
2006 gener cambios sustanciales en la tributacin del agro, erosionando uno de los
principales beneficios que los ganaderos haban obtenido del Estado. Dentro de las
principales modificaciones se encuentra la obligatoriedad del Impuesto a las Rentas
de las Actividades Econmicas (IRAE) para las grandes empresas9; la eliminacin de
la exoneracin del Impuesto al Patrimonio que desde el ao 2001 estaba vigente para
los bienes destinados a la actividad agropecuaria, manteniendo la exoneracin de este
impuesto (que grava con un 1,5% el monto del patrimonio de la explotacin a fecha
de cierre de ejercicio econmico) slo para las explotaciones cuyos dueos sean personas fsicas y sociedades annimas con acciones a nombre de personas fsicas; la
eliminacin de la exoneracin de aportes patronales a la seguridad social sobre las remuneraciones de los empleados vigente desde el ao 2001, pasando a pagar aportes
a la seguridad social a una tasa del 7,5%, pero manteniendo la tributacin sobre la base
a la superficie de la explotacin (Tambler, 2006; De Len, 2008). Estos cambios en la
tributacin implicaron el aumento de la carga fiscal para un alto nmero de productores,
afectando directamente a la base social de la ARU.
Como era esperable, la reforma gener una gran preocupacin en la gremial, la
cual enfatiz el impacto negativo que la modificacin en el sistema impositivo generara
en la inversin y competitividad del sector. Por tanto, desde el anuncio de las medidas
a implementar, la reforma fue objeto de duras crticas y la ARU adopt una postura
de confrontacin a lo largo del perodo analizado, reclamando sistemticamente la
disminucin de la carga impositiva, arguyendo las especificidades de la produccin
agropecuaria y su importancia en la economa nacional.

El productor agropecuario poda optar por tributar el Impuesto a la Renta Agropecuaria (IRA) o el
Impuesto a la Enajenacin de Bienes Agrarios (IMEBA). La mayora de los productores optaba por el
IMEBA, ya que supona pagar menos a la vez que es ms fcil de liquidar. La reforma de este gobierno
elimina el IRA, introduciendo el IRAE para todo el sector productivo y estableciendo su obligatoriedad
para los grandes productores y las sociedades annimas por acciones y las sociedades en comandita
por acciones.

246

Alberto Riella - Paola Mascheroni - Sofa Angulo - Agustina Marques

El discurso de la ARU estuvo centrado desde el inicio en la necesidad de preservacin de la carga impositiva vigente en el agro. Recin asumido el gobierno, en el
ao 2005, la gremial apunta que la reforma tributara puede conllevar a modalidades
impositivas vencidas o antiguas por lo que se insiste enfticamente en que el sistema
tributario: no deber reincidir en viejos preconceptos errneos que buscaban gravar
la tierra, impuesto regresivo, el que, al reducir el valor de la misma, promova la extensividad en lugar de intensificar la inversin productiva, que agrega valor y dinamiza la
economa. (Discurso ao 2005).
Desde la gremial se reclama reiteradamente poder optar entre el IRAE o el Impuesto a la Enajenacin de Bienes Agrarios (IMEBA), mantener la exoneracin de los
aportes patronales y la posibilidad de deduccin total en los impuestos de los costos
y gastos necesarios para la generacin y el mantenimiento de la produccin agropecuaria.
Los argumentos que maneja la gremial para la defensa del trato preferencial
en materia tributaria frente a otros sectores de la economa son principalmente dos.
Por una parte la ARU sostiene que el sector ya paga impuestos por su condicin de
exportador, por lo que la reforma implica un aumento de la carga tributaria que disminuir la inversin. Como el destino del pas est estrechamente entrelazado con el del
sector agropecuario alertan que una excesiva presin fiscal sobre los sectores
productivos afectar el proceso de crecimiento no slo de stos pero tambin de toda
la economa. (Discurso ao 2006).
Un segundo argumento utilizado es asociar el aumento de la carga impositiva con
el aumento del gasto pblico. Para la gremial, el incremento del gasto pblico conduce
a una disminucin de la competitividad en el exterior, un aumento de la inflacin y principalmente a un aumento de la carga tributaria del agro para atender este crecimiento
del gasto pblico. Este aumento del gasto pblico se disimul detrs de los buenos
precios internacionales; pero hoy nos pesa y ser muy difcil desandar el camino. El
manejo de las cuentas pblicas y de la inflacin, as como las cambiantes estrategias
para abordarlas cuando el gasto se hace insoportable, generan permanentes problemas en el tipo de cambio que viene evolucionando a la baja en los ltimos seis aos.
(Discurso ao 2009).
Dentro de la problemtica acerca de la implementacin de nuevos tributos y modificaciones a los existentes, como en discursos anteriores y ante la discusin de la Ley
de Presupuesto, reclama al gobierno cautela frente a la dimensin del gasto pblico:
Ms all de no compartir esta poltica de gasto pblico, no se puede gastar como si
la bonanza mundial nos fuera a seguir acompaando siempre. (Discurso ao 2010).
En este misma direccin, y como otra forma de fustigar la reforma tributaria, se
pone el acento es su afn recaudador. Se puede observar a lo largo del periodo una
fuerte crtica a las polticas redistributivas implementadas por el gobierno, las que considera que pueden desestimular la inversin en el sector y el crecimiento de la econo-

Los ganaderos y el gobierno progresista: entre la conciliacin y el conflicto

247

ma. Estas polticas que define como asistencialistas se constituyen en un desincentivo


para aquellos que mantienen afn de superacin, espritu de sacrificio, vocacin hacia
el trabajo y por tanto no pueden perpetuarse10.(Discurso ao 2005).
Adems, contraponen este tipo de gasto social a las inversiones en infraestructura rural sosteniendo que el gasto tiene un volumen excesivo en comparacin con la
escasa inversin en caminos y mantenimiento de rutas: Para nosotros, el primer tema
para solucionar este asunto es hablar de Rentas Generales, que estn abastecidas
por una lgica del impuesto a la renta. Rentas generales que tradicionalmente siempre
asistieron a la obra pblica, sea nacional o departamental. En un momento en que el
presupuesto nacional ya supera los 10 mil millones de dlares. (Discurso ao 2011).
Sobre el fin del periodo, ya consolidada la reforma tributaria como lo quera el
gobierno, ha entrado en la discusin la reimplantacin del Impuesto de Primaria, que
deberan pagar todos los inmuebles urbanos y rurales, pero del cual fueron exonerados
los inmuebles rurales en el ao 1996. Si bien desde el gobierno se sostiene que el sector agropecuario actualmente no paga la totalidad de este impuesto, la versin de las
gremiales rurales es diferente, sealando que este impuesto nunca dej de aplicarse
en inmuebles rurales sino que fue transformado en otros impuestos y se paga dentro
del IMEBA. La resolucin de este conflicto an no es clara y se ha trasladado para el
prximo periodo legislativo.
En sntesis, la poltica tributaria es un tpico central en los discursos y blanco de
duras crticas por parte de los dirigentes de la gremial, atacando cualquier intento de
los gobiernos progresistas de cambiar las reglas de juego impositivas imperantes en
el sector agropecuario. Como resultado de estas confrontaciones y negociaciones, el
primer gobierno logr aumentar la carga tributaria, eliminando los marcados privilegios
que tena el sector, pero an persiste un conjunto de beneficios tributarios que evitan
una carga impositiva mayor al sector como son el caso ya sealado del Impuesto a Primaria, el Sistema de Aportes Patronales y la falta de un impuesto directo a la propiedad
de la tierra.
Impuesto a la Concentracin de la Tierra y regulacin de su uso
Una de las reivindicaciones histricas de la ARU ha sido la defensa del derecho de
propiedad de la tierra, demanda reiterada en los discursos realizados en el periodo de
referencia frente a los intentos del gobierno de gravar y regular su uso11.
10

11

La gremial, considera que se realizaron avances sociales que mucho aplaudimos que eran y son
necesarios (Discurso ao 2013); pero se muestra contraria a los planes sociales implementados:
No es bueno construir una sociedad con gente que teniendo condiciones para trabajar, no lo hacen,
y viven del trabajo de los dems y/o del Plan Social del gobierno de turno. El dinero recibido sin contraprestacin consolida la dependencia y con ella se pierde la libertad y se fortalece la marginalidad
cultural de los individuos (Discurso ao 2013).
Esta preocupacin, presente desde antes de que el Frente Amplio - Encuentro Progresista llegara al
gobierno, qued plasmada en un acuerdo firmado por la ARU en setiembre de 2004 con los candidatos presidenciales en el cual se sostena la importancia de promover un marco regulatorio que aliente

248

Alberto Riella - Paola Mascheroni - Sofa Angulo - Agustina Marques

Durante el primer periodo de gobierno se avanza en la implementacin de polticas referidas a la conservacin de los suelos. En el 2008 el Decreto Ley sobre Uso
responsable y sostenible de los suelos establece la obligatoriedad de presentacin
de un Plan de Uso y Manejo Responsable del Suelo, en el cual deber exponerse que
el sistema de produccin proyectado, determine una erosin tolerable, teniendo en
cuenta los suelos del predio, la secuencia de cultivos y las prcticas de manejo. En el
ao 2009 se aprueba la Ley de Conservacin, uso y manejo adecuado de los suelos
y las aguas, la cual establece la obligacin a todos los titulares de explotaciones agropecuarias de aplicar las tcnicas que determine el Ministerio de Ganadera, Agricultura
y Pesca para evitar la erosin y la degradacin del suelo o lograr su recuperacin y
asegurar la conservacin de las aguas pluviales.
Ante estas iniciativas del gobierno progresista de regular el uso del suelo y del
agua la gremial adopt una postura crtica en tanto considera que la ley atenta contra
el derecho de propiedad. Por tanto, si bien la ARU coincidi en que hay que fomentar
las buenas prcticas para favorecer el cuidado del medio ambiente y la preservacin
de los recursos naturales; fue enftica en remarcar que el Estado est violentando el
derecho de propiedad sobre la tierra y que ste es indefectiblemente del propietario:
Se trata adems de revitalizar el respeto por el derecho, de no tolerar alteraciones en
los contratos o menoscabos al derecho de propiedad. (Discurso ao 2009).
A su vez, para la gremial, esta reglamentacin que se promueve desde el gobierno puede ser un factor que desaliente la inversin en el sector: Apoyemos la
educacin y difusin de buenas prcticas agrcolas pero cuidemos de no implementar
mecanismos y reglamentaciones burocrticas que terminen desalentando la inversin,
la produccin y el crecimiento del sector agrcola. (Discurso ao 2008).
La necesidad de garanta del derecho de propiedad es remarcada ante el segundo gobierno. La gremial arguye que la oposicin a la Ley de conservacin, uso y manejo
adecuado de los suelos tiene que ver con la defensa del derecho de propiedad, y que
por tanto no deben ser sustituidas las decisiones de los propietarios sobre sus bienes,
en este caso la tierra. La ARU destaca que se debe ser cauto con aquellas acciones con
las que se pretenden estrategias de cuidado al medio ambiente, porque implcitamente
pueden estar siendo avasallados derechos como los de propiedad, que son ms importantes que la conservacin del medio ambiente: Para dejarle una tierra productiva
a nuestros hijos, no le damos la derecha al Estado ni a nadie. ste sera un principio
ajeno a nuestra conciencia jurdica y al derecho de propiedad. (Discurso ao 2010).
Es recin en la segunda administracin progresista donde se va a dar la iniciativa
ms controversial desde el punto de vista ideolgico entre el gobierno y los ganaderos. El propio Presidente de la Repblica plantea firmemente gravar la tierra para los
establecimientos mayores a dos mil hectreas, como una medida para desestimular la
fuerte concentracin registrada en los ltimos lustros. El propuesto Impuesto a la Conla competencia, la transparencia y el eficiente ejercicio de los derechos de propiedad.

Los ganaderos y el gobierno progresista: entre la conciliacin y el conflicto

249

centracin de Inmuebles Rurales (ICIR) -aprobado en el ao 2011 y derogado en menos


de dos aos- recibir una fuerte oposicin por parte de la gremial.
En la estrategia discursiva de la ARU se presenta al ICIR como negativo para la
sociedad en su conjunto. Es as que para la gremial, el impacto negativo que el ICIR
puede tener no slo se limita a los productores agropecuarios que lo van a pagar sino
que afectar al sector agropecuario en general y al pas en su conjunto porque es un
Cambio. Cuando hay cambios slo ganan los especuladores. (Discurso ao 2011). En
este sentido, la ARU es enftica en sealar que: Este impuesto que se propone no es
bueno para la imagen del pas, no es bueno para los empresarios, no es bueno para la
poblacin, no es bueno. Con mucho respeto lo decimos, pero no es bueno de la primera a la ltima letra, Sr. Presidente. (Discurso ao 2011).
Ante este embate de la ARU, se da una fuerte diferencia a la interna del gobierno, en tanto el Ministro de Ganadera, Agricultura y Pesca (que es un empresario
agropecuario), se opone a la Ley, ganndose la confianza de los ganaderos. Desde la
gremial se seala: Estamos transitando el primer ao de una nueva administracin, lo
que supone como siempre dudas y esperanzas. En este caso las esperanzas llegaron
por el nombramiento de un Ministro que conoce el sector, que intenta trasmitirle una
visin moderna, y que nos ha dado en general el espacio necesario para dialogar, para
escuchar nuestras propuestas. (Discurso ao 2010). Si bien la postura del Ministro se
har pblica, el Presidente no lo destituye sino que lo rectifica en el cargo, aunque el
proyecto de ley sigue avanzando.
La ARU, que como hemos sealado histricamente se manifest contra el tributo
de la tierra y contra el cuestionamiento de la estructura de la propiedad de la tierra,
mantuvo su fuerte postura crtica del ICIR y apoy las acciones que impulsaron sus asociados como la Federacin Rural- frente a la Suprema Corte de Justicia, presentando
recursos de inconstitucionalidad del impuesto luego de su aprobacin en el ao 2012.
En este sentido la gremial expresa: aplaudimos y felicitamos a quienes, sin temor repito, sin temor-, ejercen sus derechos cvicos e impugnan leyes cuando tienen fuertes
vicios de inconstitucionalidad. (Discurso ao 2012).
En este escenario de judicializacin de este conflicto, los ganaderos logran imponer su punto de vista y el impuesto es declarado inconstitucional, lo que representa
un fuerte retroceso de la poltica del gobierno y sus aliados en el camino de buscar
atenuar la concentracin de la tierra y volver imponible a este bien. En tanto la ley de
uso y manejo del suelo ya est vigente, pero su aplicacin es ms bien formal ya que
an no existen los medios necesarios para un efectivo control del cumplimiento de los
planes de manejo declarados por los empresarios rurales.
La poltica de modernizacin de las relaciones laborales en el medio rural
En el plano laboral, los gobiernos progresistas implementaron una serie de polticas y medidas tendientes a la regulacin de las relaciones laborales y proteccin de los

250

Alberto Riella - Paola Mascheroni - Sofa Angulo - Agustina Marques

trabajadores, apostando al dilogo social como un instrumento que posibilite un nuevo


marco de relacionamiento laboral entre trabajadores y empresarios como base de un
acuerdo social que sirva de sustento al proyecto de pas productivo que se busca
implementar.
En lo que respecta a las relaciones en el medio rural, se busc equiparar los
derechos laborales de los trabajadores rurales con los de los trabajadores urbanos. En
los hechos esto implic quitar el carcter de excepcionalidad al trabajo agropecuario,
que durante dcadas se utiliz para justificar la existencia de una legislacin propia
que contemplara las especificidades del sector en relacin al resto de las actividades
laborales y que signific la exclusin sistemtica de los trabajadores rurales a derechos
como la negociacin colectiva y la limitacin de la jornada laboral.
Durante el primer gobierno progresista se impulsaron una serie de polticas laborales en esta direccin, algunas destinadas a todos los trabajadores y otras especficas
para los trabajadores rurales. Las principales reglamentaciones fueron la convocatoria
a los Consejos de Salarios rurales, incluyendo por primera vez en su historia al sector
rural (2005); la derogacin de los decretos que autorizaban el desalojo policial de establecimientos ocupados (2005); la Ley de libertades sindicales (2007); las leyes tendientes a regularizar lo referente a la subcontratacin, intermediacin y mano de obra
en lo que respecta a los derechos laborales y de seguridad social de los trabajadores
de las empresas subcontratadas o tercerizadas (Ley de Derechos de los Trabajadores
de 2007 y Ley de responsabilidad laboral en los procesos de descentralizacin empresarial de 2008); la Ley de Crditos o prestaciones laborales originados en la relacin de
trabajo, que aumenta a cinco aos la posible retroactividad de los reclamos laborales
(2007); y la Ley de Jornada Laboral y Rgimen de Descansos en el sector rural (2008)
que limita la jornada laboral a 8 horas diarias y 48 horas semanales.
En todo el perodo analizado, estas normativas tuvieron un lugar destacado en
los discursos de los Presidentes de la ARU y todas generaron una fuerte resistencia
por parte de la gremial, la cual histricamente se ha mantenido contraria a cualquier
regulacin de las relaciones laborales en el sector. Es as que la ARU no dej de expresar su rechazo a la actuacin del gobierno en esta materia: Ha sido notoria nuestra
discrepancia en temas de legislacin laboral. (Discurso ao 2008). Para la gremial las
leyes promulgadas desconocen las necesidades y realidades del sector.
Ya desde los primeros aos de gobierno expresan su preocupacin por la derogacin del decreto que faculta a la fuerza pblica a desalojar los locales de trabajo
cuando son ocupados por trabajadores en conflicto y la convocatoria a los Consejos de
Salarios en el sector rural.
Con respecto a los Consejos de Salarios, la ARU considera que la regulacin
afectar de manera negativa las relaciones laborales en el medio rural: La rgida actuacin del Gobierno puede terminar perjudicando a trabajadores y empleadores, con
la posibilidad de afectar el nivel de empleo y estimular la informalidad. () Hoy se

Los ganaderos y el gobierno progresista: entre la conciliacin y el conflicto

251

pretenden regulaciones en el plano de las relaciones laborales, que no tenemos duda


aparejarn un distanciamiento entre los productores y sus colaboradores, cuando la
historia demuestra que ha existido un relacionamiento armnico entre las partes siendo
prcticamente inexistente la conflictividad laboral. (Discurso ao 2006).
No slo es cuestionado el propio espacio de negociacin creado sino que tambin
se expresa una fuerte crtica a la actuacin del gobierno en los Consejos de Salarios y
los resultados de la negociacin en un intento por deslegitimar esta poltica, acusando
al gobierno de inflexibilidad en las negociaciones salariales y de inclinar la balanza
para el lado de los trabajadores (Discurso ao 2006). A su vez, la gremial seala que
los resultados de los Consejos de Salarios han sido desmedidos y que el proceso de
recuperacin salarial resultante debi ser paulatino y acompaar las posibilidades reales del sector. Estos hechos slo afectan las relaciones entre las partes, provocando
un distanciamiento entre empresarios y trabajadores y generando conflictividad desde
el punto de vista gremial donde no la haba.
Sobre la posibilidad de legalizar las ocupaciones, la ARU sostiene que las ocupaciones constituyen lisa y llanamente un delito (Discurso ao 2006). Argumenta que la
ocupacin como medida laboral atenta contra la convivencia en el medio rural y contra
la armona necesaria para la produccin del sector. A su vez la gremial considera que
es una medida que imponen unos pocos a todo el conjunto de trabajadores y que quebranta el derecho constitucional de propiedad del empleador.
En el ao 2007, a la crtica a las leyes de negociacin colectiva y ocupaciones
se suma la oposicin a las leyes de tercerizaciones y de crditos laborales. La gremial
sostiene que la nueva ley de tercerizaciones perjudicar la inversin extranjera que ha
sido fundamental para el crecimiento del agro, y son enfticos en demandar reglas
claras y estables para evitar un posible desincentivo a la inversin.
Para defender su postura, la gremial recurre a viejos argumentos (que se reiterarn en los aos estudiados) enfatizando que en el medio rural las relaciones laborales
tienen caractersticas diferentes a las que se desarrollan en el medio urbano, donde
prima la armona y la escasa conflictividad. Este equilibro es fuertemente cuestionado
con la introduccin de legislacin de las relaciones laborales por parte del gobierno,
atentando contra los principios de convivencia en el medio rural y amenazando la inversin en el sector.
La gremial seala que Nos preocupa que en el mbito de la negociacin quieran
introducirse ciertos principios de generalizacin que no se compadecen con la naturaleza de una relacin laboral en el medio rural. La vinculacin entre empleado y patrn
rural, compartiendo el mismo espacio vital, genera de por s una relacin distinta, resultando con el transcurso del tiempo en una muy baja conflictividad laboral. (Discurso
ao 2005).
Para la ARU, tanto patrones como empleados constituyen una gran familia rural
donde todos trabajan como iguales. Los dirigentes se refieren a los trabajadores como

252

Alberto Riella - Paola Mascheroni - Sofa Angulo - Agustina Marques

colaboradores buscando acentuar as la cercana en tanto el gobierno es el extrao


que no conoce la realidad del campo y trae el conflicto introduciendo medidas que
califican como arcaicas y que slo conducen al deterioro de las relaciones entre patrones y trabajadores: Rechazamos la prdica maniquesta que pretende enfrentar a los
uruguayos en funcin de su condicin social. Debemos evitar discusiones basadas en
paradigmas perimidos. (Discurso ao 2006).
Es as que los dirigentes gremiales llaman reiteradamente al gobierno y al Parlamento a reconsiderar las normativas implementadas: Alentamos al Parlamento a trabajar en este tema con sensatez y equilibrio y que la legislacin laboral no se convierta
en un freno para la inversin y desarrollo del pas. (Discurso ao 2008).
La preocupacin sobre la regulacin de las relaciones laborales se mantiene ante
el nuevo gobierno progresista. La gremial contina con su posicin y remarca que ste
es un proceso que genera obstculos para la produccin y conflictos en el mundo rural. Claro ejemplo de ello son para la gremial los problemas ocasionados de desborde
sindical, los que ponen permanentemente en peligro la estabilidad de las empresas. La
regulacin laboral lo que hace es Ponerle palos en la rueda a este proceso, es caro e
ineficiente y dificulta el desarrollo de empresas que vienen apareciendo en todo el pas
convirtindose en oportunidades de trabajo en el interior, con frecuencia para pequeos productores rurales. (Discurso ao 2010).
En este contexto, son duramente criticadas las campaas publicitarias implementadas por el gobierno de difusin de los derechos laborales, las que a su entender slo
fomentan la emergencia de conflictos entre el trabajador y el patrn: Las relaciones
laborales que en el campo son correctas y cordiales, flaco favor reciben de campaas y
comentarios oficiales que predisponen a la confrontacin. Siempre tendrn a esta Asociacin Rural buscando lo mejor para el trabajador rural y su familia (). Y que conste
esto no es paye!. (Discurso ao 2013)12.
En sntesis, en todo el perodo analizado, el discurso de la gremial puso especial
nfasis en la poltica laboral del gobierno, destacando que a travs de la regulacin de
las relaciones laborales se fomenta la confrontacin entre el trabajador rural y el empleador, mientras que la gremial procura el bienestar del trabajador rural y su familia.
Para la ARU, menor legislacin laboral es igual a mayor armona en las relaciones
laborales y por tanto mayor competitividad del sector. El razonamiento a la inversa
sera entonces, mayor legislacin es igual a menor armona (mayor conflictividad) y
por ende mayor amenaza a la competitividad del agro. Eso es lo que ha provocado, a
criterio de la gremial, el gobierno progresista con la serie de polticas laborales implementadas desde el ao 2005.

12

En referencia a la campaa publicitaria del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) y la Direccin Nacional de Impresiones y Publicaciones Oficiales (IMPO), denominada Los derechos de los
trabajadores rurales asalariados no son paye, son ley.

Los ganaderos y el gobierno progresista: entre la conciliacin y el conflicto

253

Promocin de exportaciones y status sanitario


Otro de los ejes centrales de los planteamientos de la ARU durante todo el periodo ha sido la demanda de polticas sectoriales de apoyo a la produccin y comercializacin que le otorguen mayor competitividad al sector en el mercado internacional y permitan la venta de carne en mercados extra regin, como sanidad animal, trazabilidad,
innovacin tecnolgica y apertura de nuevos mercados. La gremial permanentemente
enfatiza la relevancia del agro dentro de la economa nacional y considera que las
medidas para atender estas demandas han de ser polticas de Estado, otorgndole
una impronta nacional a polticas de carcter sectorial: Son polticas que deben ser
calificadas de Estado, trascendiendo la siempre saludable alternancia de los distintos
partidos polticos en el poder. (Discurso ao 2005).
Este reclamo se mantiene en los dos gobiernos del Frente Amplio. Es as que
frente a la asuncin del segundo gobierno progresista, la ARU demanda que aquellas
polticas sectoriales que fueron implementadas desde el Ministerio de Ganadera, Agricultura y Pesca (MGAP) en el primer periodo y que a su criterio funcionaron adecuadamente, no sean modificadas y continen siendo Polticas de Estado. Ello garantizar
continuar con el crecimiento del sector. En este sentido, la gremial afirma: El campo
uruguayo ha progresado gracias a la continuidad de una poltica de Estado. Nuestra
ganadera ha vivido, desde hace ya varios aos, buenos momentos de crecimiento que
han derivado de la estabilidad de sus reglas sectoriales. (Discurso ao 2010).
Un conjunto de medidas sobre el cual la gremial hizo especial nfasis en su
discurso fueron las referidas a la mejora de la competitividad y acceso a mercados
mundiales.
En la medida en que la insercin internacional de la carne uruguaya fue claramente fomentada e incentivada por el gobierno entrante, se implementaron una serie
de polticas pblicas para fortalecer el estatus sanitario de los animales bovinos del
pas de manera de favorecer el ingreso a mercados del mundo ms exigentes como
Estados Unidos, Unin Europea y Japn. En este aspecto, y ms all de los matices, la
ARU y el gobierno tuvieron su punto de acuerdo, promoviendo en conjunto las diversas
actividades de fomento al sector agropecuario y su insercin en la regin y el mundo.
En el ao 2006 se aprueba la ley de trazabilidad obligatoria que supone la identificacin y registro individual de todos los terneros nacidos en el territorio nacional as
como el registro individual de todos los movimientos, con o sin cambio de propiedad;
y se crea el Sistema de Identificacin y Registro Animal (SIRA). La ARU apoya y considera un avance significativo la creacin de este sistema de trazabilidad y resalta la
importancia de mantener la situacin actual en materia de sanidad, lo que entiende es
imprescindible para un sector que exporta sus productos. En general en los discursos
del periodo se reitera la conformidad con las polticas sanitarias implementadas por los
gobiernos progresistas.

254

Alberto Riella - Paola Mascheroni - Sofa Angulo - Agustina Marques

En lo que refiere a la poltica de insercin internacional, en los discursos de los


dirigentes de la gremial aparece sistemticamente el reclamo por una ampliacin de
los mercados ms all de la regin. La gremial se muestra crtica con el funcionamiento
del MERCOSUR y sus resultados comerciales, enfatizando las ventajas de los tratados
bilaterales para alcanzar mayores mercados internacionales. En este sentido, el gobierno desarrolla desde el Instituto Nacional de Carnes una poltica agresiva para abrir
nuevos mercados a la exportacin de carne y productos agrcolas que tendr mucho
xito y lograr diversificar ampliamente las exportaciones de carne. Esto ser siempre
sealado por la gremial como un logro conjunto y una poltica que se debe materializar
y donde el Estado debe hacer los mayores esfuerzos para mantener estas condiciones.
En general si bien son opuestos a aumentar el gasto e inversin pblica en otros
mbitos de la sociedad y la economa nacional, es recurrente en el planteo de la ARU
la necesidad de polticas especficas de fomento de la produccin y comercializacin
del sector. El mayor reclamo es por la infraestructura vial, demandando carreteras nacionales y caminara rural adecuada al nuevo contexto productivo y crecimiento de un
sector clave de la economa nacional.
Vinculado a este punto, la gremial demanda la intervencin del Estado en el precio del dlar para mantener la competitividad del sector en el mercado internacional.
Por otra parte, tambin en este sentido las medidas que buscan devaluar la moneda
a raz de la crisis en Argentina y la apreciacin del dlar a nivel mundial a inicios del
2014 generarn un alivio en la presin que se ejerca por parte de las gremiales para
subir el precio del dlar en el pas. Esta devaluacin ayudar a reducir las tensiones
cuando comienza a vislumbrarse el fin de las condiciones econmicas tan favorables
que permitieron una fuerte captacin de excedentes en todo el sector agropecuario.
Consideraciones finales
El posicionamiento general de la ARU frente a las principales polticas pblicas
impulsadas por los gobiernos de izquierda fue de una franca oposicin. Sin embargo
esta oposicin no result en un conflicto abierto importante como sucedi en otros
pases o en otros momentos histricos del pas. Ms bien la ARU trat durante todo el
perodo de fortalecer su legitimacin como representante de los intereses del sector
rural apelando a los viejos valores del mito de pas ganadero, mostrando cmo el crecimiento del pas en esta dcada se debi especialmente al crecimiento del sector y a
su capacidad empresarial13. Esta insistente reivindicacin de que sus intereses son los
intereses nacionales se hace junto a un fuerte posicionamiento ideolgico a favor del
libre mercado, la no intervencin estatal y el mantenimiento de las normativas vigentes.
13

Como muestra de esta estrategia discursiva, obsrvese el tono de las siguientes declaraciones:
Luego de las profundas crisis vividas la agropecuaria, como parte del agronegocio, fue la gran
locomotora que lider la recuperacin de la economa nacional. (Discurso ao 2005). Si al agro le
va bien al pas le va bien. Hemos tenido un rol fundamental en el desarrollo econmico y social de
nuestro pas. (Discurso ao 2006). Ac se respira en el ambiente que si al campo le va bien, al pas
le va mejor, () el Uruguay y su campo avanzan, claro que avanzamos!. (Discurso ao 2013).

Los ganaderos y el gobierno progresista: entre la conciliacin y el conflicto

255

Pero tambin en este muevo escenario poltico para la ARU se har mucho nfasis en la
necesidad de mantener las reglas de juego como forma de conservar los privilegios
que la gremial haba obtenido con los gobiernos anteriores En la defensa del status quo,
advierte en un tono amenazante que alterar las normativas vigentes podra significar
una reduccin de inversin que podra llevar a interrumpir el auge de la inversin extranjera directa en el agro que se da en estos aos.
Sin embargo, en el marco de esta disconformidad general manifiesta en las
declaraciones de los representantes de la ARU, se reconoce que ha habido en este
perodo un logro importante en relacin a la poltica pblica de promocin de exportaciones y que esta poltica implic fortalecer el estatus sanitario del pas y el impulso
a las exportaciones a los mercados ms exigentes. Estas polticas favorecieron a los
ganaderos representados en la ARU que supieron aprovechar las oportunidades que
se abrieron en el contexto internacional. Es en estas acciones donde se dar el mayor
espacio de acuerdo y cooperacin entre el gobierno y la gremial, espacio crucial para
un relacionamiento sin mayores conflictos entre ambos, ya que posibilit una conciliacin de intereses al promover una mejora en los precios del ganado favoreciendo los
intereses de los ganaderos y un aumento considerable en la captacin de divisas para
el gobierno. Asimismo se constituye en el eje de los acuerdos que permite sobrellevar
los planos de conflictividad que se han abierto a partir de las otras iniciativas gubernamentales analizadas en el artculo, sin que la situacin se transforme en un conflicto con
mayores confrontaciones. Tambin es de destacar que la inusitada bonanza econmica
de todo el periodo, permiti un relacionamiento ms fluido del gobierno con todos los
actores econmicos y especialmente con la ARU.
Por otra parte, la mayor tensin se produjo en los primeros aos de gobierno con
el conjunto de leyes laborales y reformas tributarias y posteriormente en el 2010 con
el intento de imposicin del ICIR. En los primeros aos el Presidente de la Repblica no
concurre a la ceremonia del Prado y los discursos del Ministro y presidente de la ARU
son de un carcter solapadamente confrontativo.
Durante todo el periodo la ARU intent con todo su poder vetar, detener o modificar varias polticas pblicas que afectaban su legitimidad, la rentabilidad de sus
representados o que poda poner en riesgo sus intereses a mediano plazo. Sin duda,
la poltica pblica que ms oposicin de las gremiales tuvo fue la vinculada a las relaciones laborales, aspecto en el cual se produce el cambio ms significativo en estos
aos. Por su parte la reforma tributaria tambin signific un retroceso en los privilegios
de los ganaderos y el gobierno logr aumentar la carga tributaria del sector, aunque
partiendo de un piso muy bajo.
Durante el segundo gobierno, la iniciativa ms importante fue el restablecimiento
del impuesto a la tierra, pero esta poltica s logr ser revertida por el poder de las
gremiales ganaderas y ha significado la mayor victoria poltica de la ARU frente a las
polticas reformistas. En este sentido tambin la iniciativa vinculada a esta misma temtica que de alguna manera condiciona el derecho a la propiedad privada est referida a

256

Alberto Riella - Paola Mascheroni - Sofa Angulo - Agustina Marques

la regulacin del uso del suelo, tambin muy criticada por la ARU, pero que an sigue
vigente aunque su efectividad y capacidad de control por parte del Estado contina en
disputa. stas han sido las medidas que en estos aos han puesto en tela de juicio el
derecho irrestricto a la propiedad privada de la tierra, por lo que surge una nueva necesidad por parte de las gremiales de fortalecer la legitimacin del mismo en el caso de
un bien de carcter irreproducible y por tanto colectivo como la tierra.
Referencias bibliogrficas
Alonso, J. (1984). El agro uruguayo: pasado y futuro. Ediciones de la Banda Oriental. Montevideo, Uruguay.
Astori, D. (1977). La evolucin tecnolgica de la ganadera uruguaya 1930-1977. Ediciones
de la Banda Oriental. Montevideo, Uruguay.
Barrn, J. P. y Nahum, B. (1979). Batlle, los estancieros y el imperio britnico. Ediciones de
la Banda Oriental. Montevideo, Uruguay.
Buxedas, M. (2007). La coyuntura agropecuaria en perspectiva. En: Anuario OPYPA 2007.
MGAP. Montevideo, Uruguay.
Cabara, P. (2009). El discurso del sector ganadero. Estructura histrica y composicin actual.
En Riella, A. y Vitelli, R. (compiladores). Organizaciones rurales y accin colectiva en
Uruguay: Estudios en tiempos de crisis (2002-2004). Departamento de Sociologa, FCS,
UdelaR. Montevideo, Uruguay.
Garca Delgado, D. (2012). Del Estado de Bienestar al Estado Post Social en Estado y
sociedad. La nueva relacin a partir del cambio estructural. Editorial Ariel. Buenos Aires,
Argentina.
Kay, C. (2001). Los paradigmas del Desarrollo Rural en Amrica Latina. En: El mundo rural
en la era de la globalizacin: incertidumbres y potencialidades: X Coloquio de Geografa
Rural de Espaa de la Asociacin de Gegrafos Espaoles. Garca Pascual, F. (comp.).
Universidad de Lleida, Madrid.
Mascheroni, P. (2011). Democracia y ciudadana en el campo. Los primeros Consejos de Salarios Rurales en Uruguay. Departamento de Sociologa, FCS, UdelaR. Montevideo, Uruguay.
Ministerio de Economa y Finanzas (2005). Lineamientos bsicos para la Reforma Tributaria.
Documento de Consulta Pblica.
Pieiro, D. (1991). Cuando el Estado viene aplanando. El Estado en la visin de los empresarios ganaderos. En Pieiro, D. (editor): Nuevos y no tanto. Los actores sociales para la
modernizacin del agro uruguayo. CIESU, Ediciones de la Banda Oriental. Montevideo,
Uruguay.
Riella, A. (2003). Poder, luchas simblicas y democracia: las gremiales ganaderas en Uruguay
(1985-2000). En: Mazzei, E. (comp): El Uruguay desde la Sociologa II. DS, FCS, UdelaR.
Montevideo, Uruguay.
Riella, A.; Andrioli, A. (2004). El poder simblico de las gremiales ganaderas en el Uruguay
Contemporneo en Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y
Portugal. Sociologas, N 11, junio, 2004. UFRGS, Brasil.

Los ganaderos y el gobierno progresista: entre la conciliacin y el conflicto

257

Riella, A.; Mascheroni, P. y Silveira, A. (2013). Produccin familiar y accin colectiva: La


agenda de la Comisin Nacional de Fomento Rural en la era progresista. En: El Uruguay
desde la Sociologa 11. DS, FCS, UdelaR, Montevideo.
Riella, A.; Mascheroni, P. (2012). Desarrollo rural territorial: una aproximacin para el anlisis de la experiencia de las mesas de desarrollo rural en Uruguay. En: El Uruguay desde
la Sociologa 10. DS, FCS, UdelaR, Montevideo.
Riella, A. y Romero, J. (2014). Continuidades y rupturas en la Estructura Agraria del Uruguay
en el Siglo XXI. Revista Pampa. N 10. UNL-UdelaR. Santa Fe, Argentina.
Rubio, B. (2009). Hacia un nuevo orden agroalimentario energtico mundial?. Ponencia presentada en las Jornadas del CIEA. Buenos Aires, Argentina.
Tambler, A. (2006). La reforma tributaria y el agro En Anuario OPYPA - MGAP. Montevideo,
Uruguay.
De Len, P. (2008). El Agro y la reforma tributaria. En: Revista Plan Agropecuario N 126, Mayo
2008. Plan Agropecuario. Montevideo, Uruguay.
Discursos de los Presidentes de la Asociacin Rural del Uruguay en la Expo Prado.
Perodo 2005 a 2013.

Conceptualizacin de asalariados agropecuarios


y caracterizacin de sus condiciones de vida
En un contexto de crecimiento econmico
y desarrollo social del Uruguay
Agustn Juncal1 - Joaqun Cardeillac2 - Bolvar Moreira3 - Alejandra Gallo4
El presente artculo se inscribe en la investigacin Los lmites de la Ciudadana: el
caso de los trabajadores asalariados rurales, que financia el programa de proyectos
orientados a la inclusin social de la Comisin Sectorial de Investigacin Cientfica (CSIC-UdelaR)5. El objetivo general es comprender los mecanismos sociales que
operan en la efectiva apropiacin de derechos consagrados por parte de los asalariados rurales, y cmo constituyen un factor clave para una eventual reduccin de las
desigualdades.

El proyecto se plasm en dos etapas. Una primera, desarrollada entre agosto


de 2011 y marzo de 2012, tuvo como finalidad la deteccin de demandas que los
asalariados rurales realizan mediante sus organizaciones sindicales (contrapartes del
proyecto). En este perodo se incluy la identificacin, sistematizacin y seguimiento
1

4
5

Licenciado en Sociologa (FCS-UdelaR) y Tcnico en Relaciones Laborales (Fder-UdelaR). Cursando


estudios de Maestra en Historia Poltica (FCS). Sus temas de inters son los asalariados agropecuarios y los sindicatos rurales. Integra el Ncleo de Estudios Sociales Agrarios (NESA). agustin.juncal@
cienciassociales.com
Licenciado y Magster en Sociologa. Cursando estudios de Doctorado (FCS-UdelaR). Profesor Asistente del DS-FCS. Docencia en Metodologa de la Investigacin y Sociologa Rural. Investigacin en el
rea de Sociologa Rural. Integra el Ncleo de Estudios Sociales Agrarios (NESA). joaquin.cardeillac@
gmail.com
Licenciado y Magster en Sociologa (FCS-UdelaR). Investigacin en las temticas de la Negociacin
Colectiva en el Sector Rural y las determinantes sociales y culturales del mercado de trabajo rural.
Representante del Poder Ejecutivo en los Consejos de Salarios y mediador en la Divisin de Negociacin Colectiva de la Direccin Nacional del Trabajo (DINATRA) Ministerio de Trabajo y Seguridad
Social (MTSS). Integra el Ncleo de Estudios Sociales Agrarios (NESA). [email protected]
Licenciada en Sociologa (FCS-UdelaR). Cursa el Diploma de Gnero y Polticas Pblicas. Investigacin
en las temticas de gnero, juventud y ciudadana en el medio rural. Integra el Ncleo de Estudios
Sociales Agrarios (NESA). [email protected]
El proyecto est integrado por Dr. Diego Pieiro, Mag. Joaqun Cardeillac (coordinadores), Mag. Matas Carmbula, Lic. Alejandra Gallo, Mag. Bolvar Moreira y Lic. Agustn Juncal.

260

Agustn Juncal - Joaqun Cardeillac - Bolvar Moreira - Alejandra Gallo

de los sindicatos rurales, con la intencin de generar informacin bsica sobre los
mismos que, por ese entonces, resultaba exigua en las ciencias sociales del pas6. Una
segunda etapa, en actual proceso de desarrollo y que culminar en marzo 2015, tiene
el propsito de generar conocimiento a travs de investigacin original que promueva
soluciones para superar las barreras existentes a la inclusin social de los trabajadores
asalariados rurales.
Por tanto, uno de los principales desafos del proyecto (en base a las problemticas y demandas planteadas por parte de los sindicatos rurales) radicaba en conocer
los niveles de vida de la poblacin de referencia, a travs de las fuentes de datos secundarios disponibles. Sin embargo, durante el desarrollo de la investigacin fue posible
detectar que en sociologa rural existe una utilizacin casi generalizada de las nociones
de trabajadores rurales, asalariados agropecuarios y asalariados rurales como
sinnimos, lo cual plantea una dificultad a la hora de la utilizacin e interpretacin de
datos secundarios. Un ejemplo notorio es la discrepancia en el nmero de asalariados
del sector que se presenta en diversos trabajos antecedentes (Bruno, 2008; Riella,
Vitelli y Florit, 2011; Buxedas, Barrios y Perera, 2011; entre otros).
El artculo se organiza en cuatro apartados. El primero discute los diferentes conceptos que se utilizan para designar el trabajo rural asalariado. El segundo expone la
distincin de asalariados de la rama I en tres grupos basado en la estratificacin social
y el tipo de tareas que desempean. El tercer apartado presenta una descripcin de los
asalariados de la rama I a partir de algunos indicadores de bienestar social (niveles de
pobreza, acceso a servicios de salud y aos de educacin formal). El ltimo apartado
se destina a presentar, de forma breve, las principales conclusiones.
Delimitacin terica del objeto de estudio: los asalariados agropecuarios
Si bien hay matices entre las conceptualizaciones que se presentan sobre los asalariados de la rama I, se podra decir que, en nuestro pas (tanto en mbitos polticos, jurdicos, acadmicos, como en otros), es habitual encontrar expresiones diferentes para
designar la misma poblacin, o una misma expresin para describir poblaciones
dismiles. En el primer caso, los asalariados dependientes de una empresa de la rama I
de actividad son designados, al menos, de tres maneras diferentes: trabajador rural,
asalariado rural y asalariado agropecuario. Incluso, hay quienes estiman que estos
trminos pueden considerarse sinnimos7. En el segundo caso, sucede lo inverso, es
decir, existe la utilizacin de una sola expresin pero que designa (o incluye) sujetos
sociales distintos. Aqu la tpica utilizacin es la de trabajadores rurales, donde se
podran englobar categoras tan diversas como: empresarios, productores de tipo familiar y asalariados. Un ejemplo sintomtico de ello se constata en la reciente discusin
6
7

Para una aproximacin sobre la primera etapa del proyecto de investigacin ver: Carmbula, Cardeillac, Gallo, Moreira, Juncal y Pieiro (2012).
A modo de ejemplo, Mascheroni (2011) utiliza expresamente como sinnimos las acepciones de
trabajador rural y asalariado rural (Mascheroni, 2011: 12).

Conceptualizacin de asalariados agropecuarios y caracterizacin de sus condiciones de vida

261

parlamentaria respecto al Da del Trabajador Rural (actualmente Ley 19.000) donde,


como sostuvo el legislador informante del proyecto8: no se discuti slo una cuestin
de fechas, sino tambin de conceptos, de fondo9.
Ahora bien, es dable sealar que tanto la eleccin por la ambigedad como por
la precisin conceptual no significa un problema en s mismo, aunque s presentara
inconvenientes serios si se pretende describir caractersticas o atributos por medio
de fuentes secundarias10. Por lo tanto, a continuacin se propone repasar algunas definiciones, con el propsito de avanzar en precisiones conceptuales para el manejo de
dichas fuentes, principalmente, provenientes de Encuestas Continuas de Hogares (ECH)
y Censos Nacionales de Poblacin y Vivienda (CNPV).
Para comenzar el recorrido conceptual sobre las maneras de designar el trabajo
asalariado en el sector agropecuario, puede recurrirse, en primer trmino, a definiciones que proceden del campo jurdico y ms precisamente del derecho agrario. En tal
sentido, Guerra Daneri (1983) planteaba una definicin que concibe a los trabajadores
rurales como aquellos que estn insertos en una relacin de dependencia y realizan, de
forma habitual y onerosa, los trabajos que conforman la actividad agraria.
Adems pueden listarse varias definiciones que provienen de estudios sociales
agrarios o afines. As, Ral Latorre (1993) establece que los trabajadores o asalariados rurales pueden ser identificados por los siguientes rasgos: venden su fuerza de
trabajo a cambio de un salario (puede ser compuesto en dinero y especie); el salario
es el nico o principal ingreso; pueden o no poseer tierra; son productores de bienes;
generan plusvalor que es apropiado por el capital; cumplen una funcin dependiente en
la organizacin del trabajo; son un grupo subordinado; y sus intereses son diferentes
de los propietarios rurales (Latorre, 1993). Asimismo, el autor plantea una distincin en
categoras de asalariados rurales generando cuatro estratos:

8
9

10

Anbal Pereyra, diputado por el Frente Amplio. Miembro informante de la Comisin de Constitucin,
Cdigos, Legislacin General y Administracin. (Ver: Diario de Sesiones de la Cmara de Representantes. Nmero 3809. 11 de setiembre de 2012, pp.52-53).
En el contexto de la discusin de la ley 19.000, Ernesto Agazzi (ex ministro de Ganadera, Agricultura
y Pesca, y actual senador de la Repblica por el Frente Amplio), expres lo siguiente: me sumo al hecho de declarar un da para el trabajador rural por la importancia que ello implica. Sin embargo quiero
agregar un ingrediente a las expresiones vertidas porque, en realidad, no es el da del asalariado rural
sino el da del trabajador rural. No olvidemos que en Uruguay hay poco ms de 100.000 asalariados
de este tipo, pero el total de trabajadores rurales alcanza los 170.000. Por lo tanto, existe un tipo
de trabajador rural que fue muy importante en la constitucin de la nacionalidad; se trata de familias
rurales, algunas con tierra y otras sin ella. (Ver: Diario de Sesiones de la Cmara de Senadores.
Nmero 184 - Tomo 500. 6 de noviembre de 2012, pp. 578-579). Esto ejemplifica que las disputas
o diferentes acepciones no son divisiones nicamente partidarias.
La nocin de pobrero rural acuada por Barrn y Nahum (1972) contiene una fuerte vaguedad
conceptual pero es justamente ello lo que le atribuye una mayor validez explicativa de ciertos acontecimientos histricos, tales como los levantamientos saravistas.

262
1.

2.

3.

4.

Agustn Juncal - Joaqun Cardeillac - Bolvar Moreira - Alejandra Gallo

En el primero estn los asalariados que mantienen un status cuasi formal de propietarios. stos seran los casos de productores familiares, donde los ingresos
exteriores al predio tienen un peso fundamental en el sustento familiar.
En el segundo se encuentran los asalariados puros que trabajan en predios chicos donde el productor se ocupa de tareas rurales. Esta situacin es la expresin
de las explotaciones agropecuarias que tienen uno o dos asalariados, los cuales
trabajan a la par del contratante de trabajo.
El tercero refiere a los peones ocupados en predios ganaderos extensivos (bsicamente carne y lana). La actuacin propia de los asalariados est relacionada a
la dispersin geogrfica.
En el cuarto se encuentran los asalariados rurales ocupados en cultivos intensivos. Aqu, existe una alta concentracin relativa por explotacin, una mayor
divisin del trabajo respecto a las anteriores y mayor radicacin urbana.

Por otra parte, se encuentran los trabajos realizados por Rocha (1993 y 2008),
quien define al asalariado rural en base a tres aspectos: a) se caracterizan por trabajar
por un salario; b) estn inmersos en una relacin de dependencia con un patrn, y c) la
empresa tiene como finalidad una actividad agropecuaria (Rocha, 2008).
Ms prximo en el tiempo, Carmbula (2012) define a los asalariados agropecuarios en base a la situacin salarial en la cual estn insertos y distinguiendo las diferentes
formas de la misma. De ese modo, seala que los asalariados agropecuarios son aquellos trabajadores que perciben un salario (en dinero o compuesto por dinero y especie)
como contraprestacin por su trabajo en actividades agrcolas, y cuyo salario puede
ser: mensual; diario o por jornal; o a destajo. En un trabajo anterior, Carmbula (2009)
planteaba, siguiendo a Pieiro (2008), que el criterio para definir a los asalariados agropecuarios refiere a la tarea que realizan independientemente del lugar de residencia
(Carmbula, 2009: 24).
En tal sentido, se entiende que existen tres categoras conceptuales con diferentes grados de inclusin/exclusin de elementos dentro de cada una: la categora
trabajador rural abarcara ms elementos que la de asalariado rural y sta, a su vez,
ms que la de asalariado agropecuario.
En los prrafos siguientes se presentarn, brevemente, algunos inconvenientes
de las dos primeras expresiones (trabajadores rurales y asalariados rurales) y la justificacin de la utilizacin de la tercera (asalariados agropecuarios), a los efectos de los
objetivos que se persiguen en esta investigacin.
a. Trabajador rural. Esta denominacin resulta demasiado amplia, dado que incluye a personas que desempean actividades en el sector agropecuario, bajo modalidades de trabajo asalariado y no asalariado11. El caso paradigmtico de esta configura11

La Real Academia Espaola designa que trabajador tiene dos principales acepciones: 1- es aquel
que trabaja; alguien muy aplicado al trabajo; y finalmente, jornalero, obrero. Es decir, que tiene

Conceptualizacin de asalariados agropecuarios y caracterizacin de sus condiciones de vida

263

cin se conforma a partir de la inclusin de los productores familiares o agricultores


familiares, dado que son trabajadores que producen bienes primarios y representan
buena parte de la Poblacin Econmicamente Activa (PEA) del sector agropecuario12.
En ese sentido, la acepcin podra resultar un tanto imprecisa porque hay quienes sostienen, y con razn, que los productores familiares, u otros sujetos sociales, deberan
quedar inmersos en la categora trabajador rural.
Vale destacar que, en nuestro pas, la categora tambin podra ser extensible
incluso a los productores de carcter empresarial pero que tienen residencia en los
predios productivos, por lo cual, ciertamente se establece una ambigedad conceptual.
b. Asalariado rural. Esta categora allana un poco el camino, en el sentido de
que incorpora la palabra asalariado13. De esa manera, sin lugar a dudas, se estara
dejando fuera de la clasificacin a los productores familiares y los empresarios agropecuarios. Sin embargo, bajo esta designacin se pueden plantear algunas dificultades
como consecuencia del adjetivo rural14. Dado que en el caso de Uruguay no existe
una definicin consensuada u oficial que determine cundo una determinada zona o territorio se considera rural, la prctica ms habitual, derivada de las formas de proceder
del Instituto Nacional de Estadstica (INE), es igualar la poblacin rural a la poblacin
dispersa (es decir, la que no est nucleada en una localidad) o bien ampliar lo rural
incluyendo, adems de la poblacin dispersa, a la poblacin que reside en localidades
de menos de 5.000 habitantes.
La discusin estribara entonces en el debate por la primaca entre dos cuestiones: la distribucin en el territorio o las tareas de la actividad principal. Habr algunos,
que sostendrn que los asalariados rurales sern aquellos que desarrollan trabajos en
el medio rural sin distincin entre el tipo de tareas, mientras que habr otros que argumentarn que sern aquellos que desempean tareas agropecuarias.
Adems de la discusin estrictamente sociolgica, otro problema al que nos enfrenta esta categora es la distancia conceptual entre lo jurdico y lo sociolgico, como
planteaba Guerra Daneri (1983). Ello ha delineado una conceptualizacin en sentido amplio del concepto asalariado rural. En tal sentido, el especialista en derecho agrario
sealaba que: en nuestro derecho es habitual confundir el concepto de trabajador rural, con el rgimen jurdico que le es aplicable (...). El rgimen jurdico de un trabajador
agrario puede variar con las diferentes modalidades y particularidades que inciden en
su situacin y estado, sin que por ello pierdan su naturaleza de dependientes agrarios.
12

13
14

varios significados.
Este estudio toma como base la definicin de trabajo propuesta por Pablo Guerra (2001), quien
plantea que es aquella actividad propiamente humana que hace uso de nuestras facultades tanto
fsicas como morales e intelectuales, conducentes a obtener un bien o servicio necesario para la
satisfaccin propia y a veces ajena de algn tipo de necesidad (Guerra, 2001: 39).
Segn la Real Academia Espaola (RAE) es alguien que percibe un salario por su trabajo o que, en
ideas o en conducta, supedita su propio criterio al de quien le paga.
Segn la Real Academia Espaola por rural debe entenderse perteneciente o relativo a la vida del
campo y a sus labores.

264

Agustn Juncal - Joaqun Cardeillac - Bolvar Moreira - Alejandra Gallo

Por otro lado, resulta comprensible que un asalariado, que en su esencia no es rural,
resulte alcanzado y comprendido en el rgimen de estos dependientes si la modalidad
o particularidad en que presta su relacin as lo indican, pero en todo caso ser preciso determinar claramente el alcance de ello. Tal como puede acontecer por ejemplo
con los domsticos, cocineros, empleados de escritorio y dems dependientes de la
empresa agraria, sin que vlidamente y por esta causa puedan concepturseles como
agrarios. De lo que surge, esta confusin trae aparejada una doble consecuencia: por
un lado, que ciertos trabajadores rurales no reciben una adecuada regulacin jurdica
en la medida que se les ignora en gran parte como tales. Tal por ejemplo el caso de los
asalariados agrarios de las zonas urbanas. Por otro, que se conceptan como rurales
a quienes realmente no lo son (Guerra Daneri, 1983: 14-15).
En base a esas consideraciones, se estima pertinente optar por otro concepto,
ms restrictivo pero quizs ms ajustado a la poblacin que se intenta describir.
c. Asalariado agropecuario15. Aqu se entiende que sta es la designacin ms
adecuada para los efectos de este trabajo, porque congenia la condicin del trabajador
(asalariado) con el tipo de tarea que conforma el ncleo de la actividad (agropecuaria).
En ese sentido, se siguen los planteos realizados por Guerra Daneri (1983), quien
sostena que: tratar de precisar el concepto en funcin de las tareas que desempea,
y no del establecimiento en donde la realiza, (...) permite salirse de la prctica enunciativa, para brindar un criterio genrico que permita su definicin ms ajustada (Guerra
Daneri, 1983:12-13).
Justificacin de la eleccin: estratificacin social y tareas agropecuarias
Hay diferentes formas de analizar el trabajo asalariado dentro de la rama I. Una
primera es observar a los asalariados como un todo, priorizando un anlisis del conjunto sin atender a las desigualdades internas. Esa opcin puede encontrarse en varios
trabajos antecedentes realizados durante los ltimos aos (Riella y Ramrez, 2012 y
2009; Riella, Florit y Vitelli, 2011; Buxedas, Barrios y Perera, 2011; entre otros). Otra
opcin es considerar que los asalariados de la rama I son diferentes en base a criterios
de estratificacin social y debido a las tareas que realizan, en base a lo presentado en
el captulo anterior. A continuacin se repasarn brevemente estos elementos.
En primer lugar, el estudio de Errandonea (1987) sobre las Clases sociales del
Uruguay resulta de inters por la vigencia y aplicabilidad que mantiene al momento de
estudiar las relaciones de trabajo en el medio rural. El autor distingua los asalariados
contratados por establecimientos agropecuarios segn las posiciones sociales que
ocupaban dentro de la estratificacin social rural. Al estudiar a los que no tienen posesin de tierras, planteaba una distincin entre dos grupos sociales: clases medias y
15

Aqu se ha elegido agropecuario sobre agrario. La RAE define el primer trmino como lo que tiene
relacin con la agricultura y la ganadera, mientras que el segundo trmino refiere a aquello perteneciente o relativo al campo o que en poltica defiende o representa los intereses de la agricultura.

Conceptualizacin de asalariados agropecuarios y caracterizacin de sus condiciones de vida

265

clases dominadas propiamente dichas (Errandonea, 1987)16. En el primero, es decir,


las clases medias se encuentran aquellos que sin tener posesiones de tierras desempean actividades de administracin o profesionales dentro de los establecimientos,
teniendo algn tipo de control (mano de obra o capital) en las unidades productivas.
Este ltimo aspecto sobre las formas de control es distintivo de otros grupos sociales. En cambio, el otro conjunto de asalariados que el autor identifica en los capataces,
peones, trabajadores eventuales o zafrales, son considerados como clases dominadas
propiamente dichas. La carencia relativa de control, o ausencia total dentro del sistema
productivo es sustancial para esta definicin.
En segundo lugar, hay una forma adicional de estudiar la conformacin de los
asalariados de la rama I en base a las tareas que efectivamente realizan, tal como se
present con Guerra Daneri (1983). En efecto, como cualquier sector de actividad, no
todos los asalariados contratados en las empresas cumplen las tareas inherentes a la
actividad principal, sino otras complementarias. A modo de ejemplo, el personal de vigilancia (serenos), el personal domstico u otros no tienen como tarea principal alguna
que sea especfica de la actividad agropecuaria17.
Por tanto, la poblacin objeto de estudio denominada asalariados agropecuarios sern aquellos trabajadores que realizan sus tareas a cambio de un salario (relacin de dependencia); que desarrollan actividades en establecimientos de la rama I
(a excepcin de la caza y pesca); que realizan tareas que redundan en la produccin
directa de bienes primarios y sin tener primordialmente algn tipo de control sobre la
mano de obra o capital.
Se entiende que esta clasificacin entre asalariados agropecuarios y asalariados con otras tareas dentro de la rama I permitir analizar y comprender con mayor
profundidad las semejanzas y desigualdades internas del trabajo asalariado del sector.
Asimismo, podra resultar un buen insumo para estudiar de forma ms especfica los
impactos producidos por el auge y crecimiento econmico del sector agropecuario
durante la ltima dcada.

16
17

Las clases sociales en el Uruguay puede ser complementado con otra obra de Errandonea (1985)
Sociologa de la dominacin, donde realiza una sntesis precisa entre los conceptos de poder en
Weber y explotacin en Marx.
Lo que se quiere reflejar es que cada actividad tiene tareas que responden a diferentes caractersticas. Por ejemplo, pongamos por caso un centro educativo. All, las personas contratadas no realizan
tareas semejantes, dado que adems de tener tareas docentes (actividad principal) se le aaden
otras que tienen que ver con la limpieza, vigilancia, administracin, etc.

266

Agustn Juncal - Joaqun Cardeillac - Bolvar Moreira - Alejandra Gallo

Figura 1. Categoras conceptuales segn niveles


Productores
familiares

1)
Trabajadores
rurales

Administradores, gerentes
Profesionales, tcnicos
Otras tareas no manuales, no
agrcolas
2)
Personal de servicio y servicio
Asalariados domstico
rurales
Trabajadores manuales, no agrarios
Peones estables
Peones zafrales
Capataces, encargados

Asalariados con otras


tareas de la actividad
agraria

3) Asalariados
agropecuarios

Fuente: elaboracin de los autores.

Descripcin de asalariados de la rama I


Segn la ECH 2011 los asalariados que declaraban tener su ingreso principal
por una actividad laboral dentro de empresas de la rama I totalizaban 88.170 personas18. No obstante, en base al tipo de tareas, se pueden distinguir tres conjuntos de
asalariados dentro del total. En primer lugar, ms de 70.000 asalariados, compuestos
principalmente por hombres (90%), que se desempean en tareas agropecuarias del
sector (lo que comnmente se asocia a las imgenes de peones zafrales o permanentes y capataces). En segundo lugar, se encuentran algo ms de 4.000 personas, en su
gran mayora mujeres (85%) que se dedican a tareas domsticas. Y, en tercer lugar, se
aprecian cerca de 13.000 asalariados, con un fuerte predominio de hombres (66%) que
realizan una variada gama de tareas. Aqu se incluyen, por un lado, asalariados cuyos tipos de tareas (manuales y no manuales) no estn ligadas con la actividad agropecuaria,
y por otro lado, a pesar del vnculo o no con la actividad principal, asalariados que poseen importantes grados de control en el proceso productivo (ingenieros agrnomos,
administradores, etc.). En tal sentido, de los tres grupos conformados ste sera el que
presentara una mayor heterogeneidad interna.
A continuacin se intentar reflejar, a travs de los datos que proceden de la ECH
2011, los siguientes aspectos: niveles de pobreza, acceso a servicios de salud y aos
de educacin formal para cada uno de los tres grupos de asalariados (agropecuarios,
domsticos y con otras tareas). La finalidad de esta seccin es mostrar algunas desigualdades internas que permitan sustentar la argumentacin expuesta en las pginas
precedentes.
18

Los grupos se realizaron siguiendo las ocupaciones de la Clasificacin Internacional Uniforme de


Ocupaciones (CIUO-88) adaptada a Uruguay (CNUO-95).

Conceptualizacin de asalariados agropecuarios y caracterizacin de sus condiciones de vida

267

La tabla 1 presenta los asalariados en relacin a la Lnea de Pobreza (LP), segn


rea geogrfica y tipo de tareas desempeadas19.
Tabla 1. Niveles de pobreza segn rea geogrfica y tipo de tareas
(no incluye Montevideo)
Asalariados rama I
rea geogrfica

Asalariados
con tareas
agropecuarias

Asalariados
domsticos

Asalariados
con otro tipo
de tareas

Total

Interior 5.000
y ms

No pobre

83,6%

90,9%

93,7%

85,9%

Pobre

16,4%

9,1%

6,3%

14,1%

Interior < 5.000


y rural

No pobre

93,6%

97,3%

96,9%

94,2%

Pobre

6,4%

2,7%

3,1%

5,8%

Fuente: Elaboracin propia en base a ECH 2011

Al considerar asalariados con residencia en localidades de ms de 5.000 habitantes se aprecian fuertes disparidades. Los asalariados con tareas agropecuarias
tienen niveles ampliamente superiores de pobreza (16,4%), con una brecha superior a
siete puntos porcentuales respecto a asalariados domsticos (9,1%) y de diez puntos
respecto a asalariados con otras tareas (6,3%). En cambio, al pasar al anlisis de los
asalariados con residencia en localidades de menos de 5.000 habitantes y poblacin
rural dispersa, se observa que los niveles de pobreza son considerablemente ms
bajos. Si bien los asalariados agropecuarios muestran los niveles de pobreza ms elevados (6,4%), la brecha entre grupos de asalariados resulta ms estrecha (apenas algo
superior a tres puntos porcentuales). Asimismo, no se perciben grandes diferencias
entre los niveles de pobreza de asalariados domsticos (2,7%) y asalariados con otras
tareas (3,1%). En sntesis, en trminos de pobreza, segn los niveles de ingresos, es
de destacar que los asalariados agropecuarios presentan una peor situacin relativa
respecto al resto de los asalariados de la rama I.
La tabla 2 presenta los niveles de acceso a servicios de salud20, segn el rea
geogrfica y tipo de tareas desempeadas.

19
20

sta es la medicin oficial de pobreza en el pas. El criterio metodolgico del INE se sustenta en el
nivel de ingresos monetarios (denominado mtodo del ingreso) que en el supuesto permite acceder
a un determinado nivel de bienes y servicios.
Es carente toda persona integrante de un hogar particular que no dispone de cobertura parcial ni
de cobertura total de salud (carn vigente del MSP, mutualista, cooperativa mdica, sanidad militar,
sanidad policial, asignaciones familiares, unidades mviles de emergencia, otros de cobertura total y
otros seguros parciales).

268

Agustn Juncal - Joaqun Cardeillac - Bolvar Moreira - Alejandra Gallo

Tabla 2. Niveles de acceso a servicios de salud segn rea geogrfica y tipo de


tareas (no incluye Montevideo)
Asalariados rama I
rea geogrfica

Asalariados
con tareas
agropecuarias

Asalariados
domsticos

Asalariados
con otro tipo
de tareas

Total

Interior 5.000
y ms

Sin NBI

97,3%

100,0%

99,5%

97,8%

Con NBI

2,7%

,0%

,5%

2,2%

Interior <
5.000 y rural

Sin NBI

97,5%

97,4%

97,9%

97,6%

Con NBI

2,5%

2,6%

2,1%

2,4%

Fuente: Elaboracin propia en base a ECH 2011

Entre quienes residen en localidades mayores a 5.000 habitantes se observa que


los asalariados agropecuarios presentan guarismos ms altos de necesidades bsicas
insatisfechas (NBI) de salud (2,7%), mientras tanto, en el resto de los asalariados los
niveles son significativamente ms bajos o inexistentes. Por otra parte, la situacin
entre los asalariados con residencia en localidades menores a 5.000 habitantes y del
medio rural disperso presenta algunas diferencias sustantivas, dado que los tres grupos exhiben valores similares de NBI de salud (entre 2,1% y 2,6%), equivalentes a los
asalariados agropecuarios residentes en localidades mayores a 5.000 habitantes. De
tal modo, en el caso de los asalariados de las localidades de menos de 5.000 habitantes y poblacin rural, parece existir una asociacin entre los niveles de NBI salud
y el rea geogrfica. Mientras que, en las localidades de ms de 5.000 habitantes, la
asociacin parece encontrarse entre NBI salud y el tipo de tareas.

Conceptualizacin de asalariados agropecuarios y caracterizacin de sus condiciones de vida

269

La tabla 3 presenta los niveles educativos, segn el rea geogrfica y tipo de


tareas desempeadas.
Tabla 3. Niveles educativos alcanzados segn rea geogrfica y tipo de tareas (no
incluye Montevideo)

rea geogrfica
Sin instruccin
Hasta primaria
completa
Secundaria y ms
Sin instruccin
Interior <
Hasta primaria
5.000 y rural
completa
Secundaria y ms
Interior
5.000 y ms

Asalariados
con tareas
agropecuarias
1,3%

Asalariados rama I
Asalariados
Asalariados
con otro tipo
domsticos
de tareas
,0%
,0%

Total
1,0%

50,5%

54,3%

24,9%

45,2%

48,2%
1,3%

45,7%
1,3%

75,1%
1,2%

53,8%
1,3%

62,3%

62,5%

39,9%

60,4%

36,5%

36,2%

58,9%

38,3%

Fuente: Elaboracin propia en base a ECH 2011

En primer trmino, se encuentra que en las localidades de ms de 5.000 habitantes, por un lado, menos de la mitad de los asalariados agropecuarios (48,2%) y
asalariados domsticos (45,7%) logran acceder a estudios de secundaria y ms, y por
otro lado, los valores son sensiblemente superiores en los asalariados con otras tareas
(75%). En segundo trmino, en las localidades de menos de 5.000 habitantes y/o
ruralidad dispersa se observa una tendencia similar, aunque con niveles de acceso a
secundaria algo inferiores. En los asalariados con tareas agropecuarias y domsticas,
cerca del 36% alcanza a estudiar en secundaria, en cambio en los asalariados con
otras tareas el acceso se aproxima al 60%.
En lneas generales, las tres tablas presentadas evidencian diferencias internas
entre los tres grupos de asalariados. A grandes rasgos, se puede establecer que los
asalariados agropecuarios presentan mayores carencias en el acceso a niveles de
ingreso por encima del umbral de pobreza, as como ms carencias de NBI salud y
de aos de educacin formal. No obstante, las asalariadas domsticas se asemejan
fuertemente a los asalariados agropecuarios. En cambio, a pesar de presentar una
mayor heterogeneidad, los asalariados con otras tareas evidencian mejores niveles de
ingreso as como mayores niveles de acceso en la atencin de salud como a aos de
educacin formal.

270

Agustn Juncal - Joaqun Cardeillac - Bolvar Moreira - Alejandra Gallo

Conclusiones
Este artculo tuvo el propsito de repasar y discutir las acepciones habitualmente
utilizadas para referirse al trabajo asalariado rural: trabajadores rurales, asalariados
rurales y asalariados agropecuarios, y al mismo tiempo, pretendi explicitar la necesidad por establecer categoras conceptuales precisas en la utilizacin de fuentes de
datos secundarios para su descripcin.
Las precisiones o ambigedades conceptuales pueden ser un recurso de investigacin segn el objeto que se persigue, pero en el caso de la labor sociolgica basada
en informacin secundaria se estima necesario que exista una precisin conceptual.
Los resultados de la presente investigacin estn orientados a contribuir con un sector
especfico de asalariados (cuyo grupo de referencia son los sindicatos rurales) y por
ello las definiciones adoptadas pretenden la generacin de informacin pasible de ser
apropiada por la poblacin en cuestin.
La desagregacin en tres poblaciones de asalariados de la rama I (asalariados
agropecuarios, asalariados domsticos y asalariados con otras tareas) permite constatar una situacin de mayor privacin relativa de necesidades (niveles de ingresos,
servicios de salud y educacin) por parte de asalariados agropecuarios y asalariadas
domsticas respecto a los asalariados con otras tareas. La observacin de los asalariados de la rama I como un todo no permite visibilizar las heterogeneidades internas
entre los perfiles de los trabajadores.
Referencias bibliogrficas
BARRN, Jos y NAHUM, Benjamn (1972). Historia rural del Uruguay moderno. Tomo IV
Historia social de las revoluciones de 1897 y 1904. Montevideo. Ediciones de la Banda
Oriental.
BRUNO, Yanil (2008). BPS: empresas y trabajadores agropecuarios en el perodo 2004-2008.
En: Anuario OPYPA 2008. MGAP. pp. 411-416.
BUXEDAS, Martn; BARRIOS, Marcela y PERERA, Marcelo (2011). Uruguay: Polticas de
mercado de trabajo y pobreza rural. Santiago, Oficina Internacional del Trabajo.
CARMBULA, Matas; CARDEILLAC, Joaqun; GALLO, Alejandra; JUNCAL, Agustn; MOREIRA, Bolvar y PIEIRO, Diego (2012). Los lmites de ciudadana: El caso de los
trabajadores asalariados rurales. En: El Uruguay desde la Sociologa X. Dcima reunin
anual de investigadores del Departamento de Sociologa. Departamento de Sociologa.
Facultad de Ciencias Sociales. UdelaR. pp. 351-370.
CARMBULA, Matas (2012). Asalariados agrcolas. Curso Introduccin a las Ciencias Sociales. Ciclo Introduccin a la Realidad Agropecuaria (IRA). Presentacin power point, curso
edicin 2012. Facultad de Agronoma. Disponible en: http://www.fagro.edu.uy/~socrural/
wp-content/uploads/Te%C3%B3rico-6-Mat%C3%ADas-Car%C3%A1mbula1.pdf
CARMBULA, Matas (2009). Tiempos de Ausencia. Movilidad espacial y precariedad laboral en los trabajadores rurales temporales: el caso de los esquiladores de Villa Sara.
Departamento de Ciencias Sociales. Facultad de Agronoma. CSIC Letraee Ediciones.
Montevideo.

Conceptualizacin de asalariados agropecuarios y caracterizacin de sus condiciones de vida

271

ERRANDONEA, Alfredo (1987). Las clases sociales en el Uruguay. Centro Latinoamericano de


Economa Humana (CLAEH). Ediciones de la Banda Oriental.
ERRANDONEA, Alfredo (1985). Sociologa de la dominacin. Editorial Nordan- Comunidad.
GUERRA, Pablo (2001). Sociologa del Trabajo. Fundacin de Cultura Universitaria. 2 Edicin,
Montevideo.
GUERRA DANERI, Enrique (1983). Rgimen jurdico del trabajador agrario. MZ Editor. Montevideo.
LATORRE, Ral (1993). Los trabajadores rurales Uruguay. Ctedra de Sociologa y Extensin.
rea de Ciencias Sociales. Facultad de Agronoma.
MASCHERONI, Paola (2011). Democracia y ciudadana en el campo uruguayo. Los primeros
Consejos de Salarios Rurales en Uruguay. Montevideo: DS, FCS, UdelaR.
PARLAMENTO (2012). Diario de Sesiones de la Cmara de Representantes. Nmero 3809. 1
de setiembre de 2012.
PARLAMENTO (2012). Diario de Sesiones de la Cmara de Senadores. Nmero 184- Tomo 500.
6 de noviembre de 2012.
PIEIRO, Diego (2008). El trabajo precario en el campo uruguayo. FCS. CSIC. UdelaR. Montevideo.
RIELLA, Alberto; FLORIT, Paula; y VITELLI, Rossana (2011). Estructura de clases y desigualdad
en el Uruguay Rural contemporneo. En: Espacio abierto Cuaderno Venezolano de Sociologa. Vol. 20. No. 4. Montevideo. pp. 37-80.
RIELLA, Alberto y RAMREZ, Jessica (2012). La calidad del empleo en la ganadera uruguaya.
Un estudio de caso. En: Revista Agrociencia, volumen 16/ 1 enero-junio 2012. pp. 186197.
RIELLA, Alberto y RAMREZ, Jessica (2009). Una mirada comparativa del perfil de los trabajadores de la forestacin y de la ganadera en Uruguay. En: Revista Interdisciplinaria de
Estudios Agrarios N 30, primer semestre de 2009. pp. 45-74.
ROCHA, ngel (2008). Construyendo ciudadana junto a los trabajadores rurales. Representacin de los trabajadores en JUNAE.
ROCHA, ngel (1993). La sindicalizacin rural: los estmulos y las limitaciones para su desarrollo. Serie Seminarios y Talleres N 43.

Las asalariadas rurales en Uruguay:


diagnstico de vulnerabilidad social
Rossana Vitelli1 - Vctor Borrs2
Uno de los desaf os ms importantes que enfrentan los Estados de nuestra regin
del Cono Sur y de Amrica Latina en general, es acompaar los procesos de crecimiento y dinamismo econmico que se han verificado en este ltimo perodo con
polticas redistributivas y de equidad que profundicen los cambios iniciados por los
gobiernos de orientacin progresista. Si bien se registran mejoras importantes en la
calidad y condiciones de vida de la poblacin en general, an persisten inequidades
que merecen ser examinadas para su anlisis y debate. Uno de los sectores de poblacin que permanece en situacin de desventaja social es el de las mujeres rurales. En
nuestro pas, si bien es posible afirmar que se registra una mejora en su situacin con
respecto a los datos relevados en investigaciones anteriores3, es notorio que persiste
una situacin de inequidad en relacin a sus pares hombres. Por otro lado, en las
ltimas dcadas se ha verificado un aumento significativo de las mujeres del medio
rural que se han incorporado al mercado de empleo remunerado, lo que ha significado cambios importantes en las relaciones de gnero y familiares.

El presente trabajo procura indagar y profundizar en la situacin de las mujeres


rurales que se reconocen como trabajadoras al momento de que las encuestas y censos relevan sus datos; y en particular las asalariadas, con la finalidad de examinar su
posible situacin de vulnerabilidad social. Con este fin se han utilizado datos recogidos

1
2
3

Dra. en Sociologa por la Universidade Federal do Rio Grande do Sul. Mster en Estudios Sociales
Agrarios por FLACSO, Buenos Aires. Docente e Investigadora en el Departamento de Sociologa de la
Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR. [email protected]
Licenciado en Sociologa por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la Repblica. Docente e Investigador en el Departamento de Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR.
[email protected]
Ver Chiappe, M., 2002; De Len, K., 1993; Vitelli, 2004.

274

Rossana Vitelli - Vctor Borrs

por el Censo de vivienda, hogares y personas del ao 2011 y de las Encuestas Continuas de Hogares.
Mujeres rurales, pobreza e inequidades
Durante mucho tiempo la realidad de las mujeres rurales fue un tema bastante
desconocido o ignorado como un problema relevante algo sobre lo que en su momento insistimos e intentamos llamar la atencin. Hoy se puede afirmar que en los
ltimos aos en distintos pases de Amrica Latina y tambin -con bastante esfuerzo- en
Uruguay, se ha logrado desarrollar un conjunto importante de investigaciones sobre el
tema4. Estos esfuerzos han conseguido, por un lado reunir suficiente evidencia emprica
como para sostener en forma por dems documentada las situaciones de inequidad en
las que est inserta la poblacin femenina rural; y por otro lado lograr sensibilizar -en
cierta medida- a quienes formulan polticas pblicas, a la academia y a la poblacin en
general acerca de la relevancia que supone la situacin de las mujeres rurales para el
desarrollo del sector en su conjunto. A partir de los estudios mencionados, se deduce
que las probabilidades de que las mujeres en el medio rural se encuentren en situacin
de pobreza y vulnerabilidad social son mayores que las de los hombres.
Razones estructurales de tipo econmico productivas por un lado, y razones
culturales y valorativas por otro, actan potencindose entre s para seguir generando
una profunda inequidad de gnero en el medio rural. Estos factores, actuando en forma
conjunta, dificultan a las mujeres estar en condiciones de igualdad para conseguir beneficios y ejercitar sus derechos.
Algunos procesos que se han profundizado notoriamente en las ltimas dos dcadas han determinado transformaciones importantes en las condiciones de vida de las
mujeres rurales. Dichos fenmenos estn asociados a los procesos de globalizacin
en la economa en el mercado de alimentos y a la expansin del capitalismo en el agro.
La racionalidad del capital ha generado una nueva racionalidad en el mundo
rural que ha trasladado un ncleo importante de las principales decisiones que antes
estaba en el productor y en la produccin agrcola a la agroindustria y tambin al
sistema financiero. Uno de los impactos de estos cambios es la creciente participacin
de la poblacin femenina rural en el mercado de trabajo en forma asalariada, en buena
parte absorbida como mano de obra en este modelo de agroindustria, aunque tambin
en un amplio sector de servicios asociados a la misma.
Es bastante difcil poder determinar si esta creciente asalarizacin de las mujeres rurales ha producido impactos en un todo positivos o negativos para ellas, siendo
ms ajustado afirmar que posiblemente- haya tenido resultados en ambas direcciones.
Como ya se expres en trabajos anteriores5, el salir de la casa y la posibilidad de contar
con ingresos propios, podra significar un aumento en el proceso de autonoma y empo4
5

Ver Anderson, 2011; Ballara, 2012, 2009; Chiappe, 2005, 2002; Batthyny , 2013; Vitelli, 2004.
Ver Vitelli, 2004.

Las asalariadas rurales en Uruguay: diagnstico de vulnerabilidad social

275

deramiento de la poblacin femenina rural. El hecho de poder socializar en un mbito


distinto al hogar, el intercambio y la posibilidad de salir del aislamiento que implica quedarse en el predio, sumado al hecho de recibir ella misma sus ingresos, puede transformarse en un factor positivo en relacin a las productoras que trabajan solamente en
su predio y las que figuran como colaboradoras sin remuneracin. Al respecto, desde
diferentes fuentes se afirma que la participacin sostenida de las mujeres rurales en
el mbito laboral fomenta su empoderamiento y autonoma, adems de constituir una
estrategia para superar la pobreza. (FAO, 2005).
No obstante lo anterior, tambin es posible argumentar que las condiciones en
las que trabajan estas asalariadas, considerando tanto la calidad del empleo, los bajos
salarios, como la falta de prestaciones, o de cobertura social y legal, establecen una
evidente brecha de gnero. Por lo tanto es necesario analizar lo afirmado en el prrafo
anterior en un marco y un contexto ms amplio, considerando que la participacin en el
mercado de trabajo no asegura en s misma la igualdad de condiciones entre hombres y
mujeres. Como ya ha sido sealado, el mercado cuando no tiene control ni regulacin
por parte del Estado- nunca se ha caracterizado por contemplar ningn tipo de equidad
de gnero6. Hay distintos factores y condiciones de insercin, as como la propia permanencia en el mercado de trabajo, que deben ser analizados. Como se profundizar
ms adelante para el caso uruguayo, la zafralidad, precariedad y bajos salarios son
caractersticas de la estructura de empleos que se generan en nuestro medio rural para
la poblacin femenina.
Para comprender este fenmeno en su complejidad hay que recordar que la incorporacin masiva de las mujeres al mbito laboral ha tenido lugar en un contexto de
globalizacin y liberalizacin de la economa que afect a los sectores ms vulnerables,
menos vinculados al mercado y con menores niveles educativos. (Ruiz, P. y Castro, R.,
2011). Sobre este aspecto, tambin coincidimos para nuestro caso con lo ya sealado
para otros pases de Amrica Latina en el sentido de que las industrias agroexportadoras modifican el escenario generando nuevos puestos de trabajo en los que se insertan
de manera creciente las mujeres sin que ello implique [] mejores condiciones laborales. (Ruiz, P. y Castro, R., op. cit.).
Asimismo se podra subrayar que la alta incorporacin de tecnologa ocurrida
en el ltimo perodo en el agro ha seguido los patrones de la divisin del trabajo por
gnero (Arizpe, citado en CEPAL, 1989). Esto se ha podido observar incluso en la
maquinaria y tecnologa sofisticada de ltima generacin, que incorpora digitalizacin
y computarizacin. Si bien esta tecnologa implica menor fuerza fsica para su uso, las
mujeres no tienen acceso ni posibilidad de utilizarlas quedando relegadas a tareas de
menor remuneracin y calificacin. Esto se da aunque, como se ha insistido, las mujeres en el medio rural tienen logros educativos iguales o superiores a los hombres7.
6
7

Ver Aguirre, 2003.


Al respecto, el 14% de las mujeres rurales alcanza el nivel de secundaria completa contra el 10% de
los hombres, y el 10% de las mismas llega a la educacin terciaria contra un 5% de los hombres.

276

Rossana Vitelli - Vctor Borrs

Los informes de FAO denuncian y revelan que existe una feminizacin en la fuerza de trabajo y en el empleo aunque [] la calidad del empleo de la mujer es pobre.
(FAO, 2005, citado en Ruiz, P. y Castro, R., op.cit.). Dichos estudios demuestran que las
formas de ocupacin desarrolladas: trabajo parcial u ocasional, trabajo subcontratado
o trabajo domstico, son todos empleos precarios, con remuneracin deficiente y con
limitadas oportunidades de formacin. Adems de lo anterior, el trabajo de las mujeres
escasamente est cubierto por derechos legales, acuerdos laborales colectivos o seguridad social.
Nuestro pas no est ajeno a esta realidad. Las investigaciones recientes confirman que las principales inequidades entre varones y mujeres en el mercado laboral
refieren a que las mujeres presentan: menores tasas de empleo, mayor desempleo,
menores ingresos salariales, problemas de cobertura de seguridad social y menor
acceso a la tierra y a recursos productivos (Ruiz y Castro, op. cit.). Asimismo sealan
que en el mercado de trabajo existen mecanismos de segregacin vertical y horizontal
para la poblacin femenina rural (Riella, Mascheroni, 2014). Esto significa que las mujeres no acceden a puestos de responsabilidad o jerarqua, en el primer caso; y que se
agrupan en algunos empleos y tareas que generalmente son las menos calificadas, en
el segundo ejemplo.
Uruguay acompaa una serie de procesos que tambin se han producido en
otros pases de Amrica Latina. La poblacin econmicamente activa (PEA) femenina
rural y el nmero de mujeres rurales que se han volcado al trabajo asalariado han venido
creciendo en forma constante desde los aos 80 y 908. En este aspecto el pas no ha
sido ajeno al incremento del llamado ERNA: el empleo rural no agrcola. Para algunas
autoras el ERNA, al ser mejor remunerado que el empleo rural agrcola, permite a las
mujeres rurales conseguir mayores fuentes de ingreso, siendo una de sus estrategias
para salir de la pobreza o atenuarla9.
Coincidimos en que sta pueda ser una estrategia seguida por las familias rurales para sumar ingresos al ncleo familiar. De hecho en Uruguay buena parte del
incremento en la pluriactividad en los hogares rurales se explica por los procesos de
asalarizacin femenina10. No obstante lo anterior, en el caso de nuestro pas, los datos
que presentamos a continuacin parecen mostrar que si bien las mujeres ocupadas
han mejorado su situacin con respecto a las mediciones anteriores disponibles11-, la
brecha de gnero se mantiene en el presente. Esto nos obliga a reflexionar sobre las
causas profundas y dificultades existentes para mejorar esta situacin, pese a los esfuerzos y formulaciones pblicas que van en este sentido12.
8
9
10
11
12

(Vitelli, Borrs, 2013).


Ver Chiappe, 2002; Vitelli, 2004, 2013.
Ver Ballara y Parada, 2009.
Al respecto ver Riella y Mascheroni,2014;Vitelli,2005
Nuestras investigaciones anteriores recogan datos del Censo de Poblacin y Viviendas 1996 y de la
Encuesta OPYPA, 2000.
Se reconocen en la regin fuertes intentos de bajar esta brecha entre hombres y mujeres a travs de

Las asalariadas rurales en Uruguay: diagnstico de vulnerabilidad social

277

Por otro lado, si bien en nuestro pas el comienzo del proceso de asalarizacin
femenina rural puede ubicarse en la dcada de los 80 y comienzo de los 90 como
respuesta a la crisis econmica que afectaba a los predios familiares13, se deberan
contemplar desde otro enfoque- la emergencia de otros fenmenos -tal vez asociados
a lo econmico- pero tambin originados en factores de tipo ms culturales y que adems responden a los procesos de globalizacin. Si se contempla este fenmeno desde
una mirada ms centrada en la nueva ruralidad, tambin es posible considerar que
muchos empleos femeninos generados en el campo tienen que ver con la emergencia
de nuevas actividades que requieren trabajadoras en ese medio como ser turismo rural,
pequeos comercios y servicios en general para atender estas nuevas tareas que han
surgido. Como bien dice Banuett es importante resaltar el proceso de diversificacin
de los ingresos de las unidades familiares a travs del trabajo asalariado fuera de la
unidad agrcola o parcela y el aumento de los ingresos no agrcolas en la economa
rural () el empleo no agrcola representa ms del 50% del empleo rural en Amrica
Latina y sigue creciendo. (Banuett, 1999).
En este sentido se estima esencial considerar aspectos no slo econmicos,
sino tambin culturales. Por ejemplo, el efecto de las nuevas pautas de consumo de
la poblacin que asociado a los ritmos y modalidades intensivas del trabajo est
adoptando una forma de alimentacin ms procesada y/o preparada, lo que inevitablemente aumenta la necesidad de mano de obra para su industrializacin. Por otro lado,
y continuando con aspectos culturales, las asalariadas del campo, han debido romper
con una anterior tradicin la de sus padres y abuelos- lo que probablemente tambin
implic negociaciones y arreglos varios al interior del hogar. En el presente son objeto
de varios estudios los posibles impactos de esta proletarizacin de la mujer rural
sobre las relaciones de gnero al interior de la familia.
Recapitulando algunas afirmaciones y conceptos, si estamos buscando determinar situaciones de posible vulnerabilidad y riesgo de caer en la pobreza, es posible
admitir que las mujeres rurales estn en una posicin de mayor vulnerabilidad que los
hombres. Reconociendo las dificultades de alcanzar un concepto nico de pobreza, a
los efectos de este estudio podemos acordar con Naila Kabeer que es posible enfocar
la pobreza en un doble sentido. La pobreza puede ser vista como una forma dual de
privacin: privacin en el sentido de los fines bsicos o necesidades y privacin en los
medios para satisfacer esas necesidades (Kabeer, 1998). Bajo esta perspectiva es
posible afirmar que el empleo (y la calidad del mismo) es la primera y ms importante
herramienta como mecanismo de superacin de la pobreza.

13

la Comisin de Gnero que funciona a nivel de la REAF (Red Especializada en Agricultura Familiar), que
integran los pases del Mercosur incluido Uruguay.
Ver Chiappe, 2002.

278

Rossana Vitelli - Vctor Borrs

Metodologa empleada y conceptualizacin de las ocupadas del agro


Como primer punto parece pertinente determinar con claridad el universo que
tratamos en este estudio. Para este caso se ha contemplado la poblacin femenina
que desempea tareas agropecuarias, independientemente del lugar de residencia, as
como tambin a las mujeres que residen en el medio rural, disperso y nucleado hasta
5.000 habitantes.
Con este fin se operacionaliz el concepto de ruralidad en dos categoras, utilizando a estos efectos dos fuentes disponibles:
1. Para la cuantificacin de las mujeres rurales trabajadoras, as como para el estudio de su distribucin territorial y sus principales caractersticas sociodemogrficas utilizamos el Censo de Viviendas, Hogares y Personas 2011 y las encuestas
continuas de hogares14. Nos referiremos a las mujeres rurales trabajadoras como
aquellas que habitan en el medio rural disperso y en poblados menores a 5.000
habitantes que califican como ocupadas en la variable condicin de actividad,
independientemente del sector de actividad.
2. Para el anlisis de las caractersticas de las mujeres ocupadas dentro del sector
agropecuario se utilizan las Encuestas Continuas de Hogares, focalizando el anlisis en las mujeres que se ocupan dentro del sector agropecuario, independientemente de su lugar de residencia.
En el siguiente cuadro se grafica claramente la poblacin estudiada para una
mejor comprensin.
Cuadro 1. Poblacin considerada para el estudio
Censo de poblacin
Encuesta Continua de Hogares
Mujeres ocupadas residiendo en la ruralidad dispersa o en localidades
Ruralidad por
menores a 5.000 habitantes, independientemente del sector de actividad
Territorio
donde se ocupen
Mujeres ocupadas dentro del sector
Ruralidad por Sector
agropecuario, independientemente de
de actividad
donde habiten
Fuente: elaboracin propia.

Para contextualizar y poder interpretar bien los fenmenos descriptos, parece


necesario realizar una breve revisin demogrfica y poblacional del medio rural en
nuestro pas de acuerdo al sexo.
14

La razn para usar las dos fuentes de datos es que al momento de escribir este artculo no se ha
publicado la variable Rama de actividad en las bases del Censo, lo que impide el anlisis de las mujeres que se ocupan dentro del sector agropecuario. Por otra parte, el censo no releva informacin
sobre ingresos, variable central en este trabajo.

Las asalariadas rurales en Uruguay: diagnstico de vulnerabilidad social

279

Cuadro 2. Distribucin absoluta y porcentual de la poblacin uruguaya segn tamao


de la localidad y sexo
Ruralidad
dispersa
Menor a 2.000
2.000 a 4.999
5.000 a 9.999
10.000 a 19999
Mayor a 20.000
Total

Hombres

Hombres %

Mujeres

Mujeres %

Total

Total %

98757

3,0

76857

2,3

175614

5,3

92511
76794
120478
116719
1072157
1577416

2,8
2,3
3,7
3,6
32,6
48,0

92124
79108
127651
125194
1207527
1708461

2,8
2,4
3,9
3,8
36,7
52,0

184635
155902
248129
241913
2279684
3285877

5,6
4,7
7,6
7,4
69,4
100,0

Fuente: Censo 2011.

Siguiendo la tendencia registrada desde hace varias dcadas, es notoria la correlacin entre mayor urbanizacin y mayor feminizacin de la poblacin. En la ruralidad
dispersa, los hombres superan en porcentaje y nmeros absolutos a las mujeres. A
medida que avanzamos en las poblaciones nucleadas y en el tamao de los pueblos y
ciudades esta relacin primero se equipara y luego se invierte hasta llegar a ser, para
el total de la poblacin, una leve mayora de mujeres.
Cuadro 3. Distribucin porcentual de la poblacin rural segn sexo
Ruralidad dispersa
Menor a 2.000
2.000 a 4.999
Total Rural*

Hombres
56,2
50,1
48,6
51,9

Mujeres
43,8
49,9
51,4
48,1

Total
100,0
100,0
100,0
100,0

Fuente: Censo 2011.

Una primera consideracin sobre lo anterior, es la observacin de la primera


fuente de vulnerabilidad: el bajo porcentaje de poblacin femenina rural, tanto en comparacin con la poblacin masculina, como con la poblacin femenina urbana. Esta
debilidad demogrfica tiene muchas consecuencias a nivel social. Entre otras cosas les
da poco poder de lobby, de organizacin y demanda frente a las organizaciones, las
empresas y el Estado.
*

A partir de este cuadro, cada vez que se mencione poblacin rural total se entender como la suma
de la poblacin residente en reas dispersas y las que habitan en poblaciones de hasta 5.000 habitantes.

280

Rossana Vitelli - Vctor Borrs

Mujeres trabajadoras en la ruralidad y el agro


Cuadro 4. Distribucin porcentual de poblacin de 14 aos y ms en el total rural,
por condicin de actividad segn sexo
Ocupado
Desocupados
Inactivos: jubilados y otros
Estudiante
Quehaceres del hogar
Total

Hombres
71,49
1,6
18,3
6,34
2,3
100

Mujeres
42,1
3,2
21,7
9,13
23,87
100

Fuente: Censo 2011.

Como se observa en el cuadro 4, el porcentaje de mujeres ocupadas contina


siendo sustantivamente menor al de los hombres. Al respecto se pueden sealar dos
puntos: a) que si bien en los ltimos aos las mujeres tienen una percepcin ms adecuada sobre la actividad que realizan, muchas an continan declarando que no trabajan (quehaceres del hogar), cuando en realidad tambin realizan tareas en los predios
que ellas no consideran trabajo, sino ayuda y por tanto no califican como ocupadas
para los registros; b) lo poco adecuado que resultan los instrumentos de medicin al no
estar adaptados al medio especfico. Ambas cosas terminan ocasionando importantes
subregistros en la actividad de la poblacin femenina rural, algo que no ha podido solucionarse en la mayora de los pases de la regin.
Otra cosa que merece destacarse es que pese a que la desocupacin general
en el medio rural es baja- la desocupacin en las mujeres casi duplica la masculina,
siendo ste por tanto, otro indicador de inequidad de gnero.
Como se puede observar, la poblacin ocupada en el sector no se ubica solamente en las reas de ruralidad dispersa, si bien en su gran mayora estn en estas zonas;
tambin se distribuyen en poblados y ciudades.

Las asalariadas rurales en Uruguay: diagnstico de vulnerabilidad social

281

Cuadro 5. Distribucin porcentual de los ocupados en el sector agropecuario por


lugar de residencia segn sexo
Montevideo
5.000 habitantes y ms
menor a 5.000 habitantes
Rural dispersa
Total

Hombre
5,9%
30,5%
27,3%
36,2%
100,0%

Mujer
6,9%
23,1%
15,8%
54,3%
100,0%

6,1%
29,0%
24,9%
40,0%
100,0%

Fuente: Encuesta Continua de Hogares 2013.

Como parece lgico, a medida que la poblacin se ruraliza la participacin en el


sector agropecuario crece. Del total de mujeres ocupadas en el sector agropecuario,
ms de la mitad (54%) residen en la ruralidad dispersa, seguidas por aquellas que lo
hacen en localidades mayores a 5.000 habitantes. En el caso de los varones, si bien
el porcentaje ms alto de trabajadores agropecuarios reside en la ruralidad dispersa
(36%), la distribucin por lugar de residencia es ms homognea, pudindose apreciar
un porcentaje importante de varones ocupados en el sector agropecuario que residen
tanto en pequeas localidades como en el interior urbano.
En el siguiente cuadro se presenta la distribucin de la poblacin por categora
de ocupacin, considerando el territorio, vale decir la poblacin rural total.
Cuadro 6. Distribucin de la poblacin rural total
por categora de ocupacin segn sexo
Asalariado
Patrn
Cuenta propia sin local ni inversin
Cuenta propia con local o inversin
Miembro del hogar no remunerado
Otros
Total

Hombre
63
7,6
2,3
25,7
1,1
0,3
100

Mujer
62,3
4,3
4,6
23,4
5,1
0,3
100

Fuente: Encuesta Continua de Hogares 2013.

Dentro de las ocupaciones, el porcentaje de mujeres asalariadas se acerca al


masculino, la diferencia no llega a un punto porcentual por lo que, en trminos generales, se puede decir que la condicin de asalariado afecta por igual a la poblacin rural
sin distincin de sexo. No llama mucho la atencin el hecho de que las mujeres cuentapropistas sin local dupliquen a los hombres, si bien no representan un porcentaje im-

282

Rossana Vitelli - Vctor Borrs

portante dentro del total de las mujeres. Seguramente en esta categora estn incluidas
las que se dedican a realizar dulces y conservas envasados para su comercializacin,
pequeas artesanas, tejidos y otras tareas que realizan en su propio hogar. Tambin
ha aumentado el rubro de catering y comidas preparadas, donde muchas mujeres
rurales estn abasteciendo eventos organizados por Intendencias, Gremiales, y otros
eventos privados. Parte de las polticas pblicas dirigidas a este sector ha incentivado
los micro emprendimientos.
En otro sentido hay que destacar la gran distancia entre sexos que se registra como miembro del hogar no remunerado; superando las mujeres en 5 puntos a
los hombres. Estimamos que stas sean las productoras que si bien trabajan en los
predios a la par de los hombres, no son ellas quienes reciben parte de los ingresos
generados por la unidad productiva, siendo los hombres quienes administran estas economas. Esta situacin confirma y reitera una realidad constatada desde hace mucho
tiempo en las primeras investigaciones realizadas en el pas por los estudios pioneros
de Kirai De Len y Horacio Martorelli.
En el cuadro 7 se presenta la categora de ocupacin en el sector agropecuario
independientemente del lugar de residencia. Es notorio que algunos fenmenos asociados a la agroindustria y a las nuevas formas de comercializacin de alimentos han
volcado mucha poblacin de los pueblos y pequeas ciudades al trabajo en este sector.
Como se ha visto en el cuadro 5, tres de cada diez trabajadores/as agropecuarios
residen en ciudades urbanas del interior del pas.
Cuadro 7.Ocupados en el sector agropecuario
por categora de ocupacin segn sexo
Asalariado
Patrn
Cuenta propia sin local ni inversin
Cuenta propia con local o inversin
Miembro del hogar no remunerado
Total

Hombre Mujer
58,7%
44,5%
12,0%
10,9%
2,7%
2,1%
25,0%
27,9%
1,5%
14,6%
100,0% 100,0%

Total
55,8%
11,8%
2,6%
25,6%
4,2%
100,0%

Fuente: Encuesta Continua de Hogares 2013.

La forma en que se releva esta informacin nos presenta una dificultad: dentro
del rengln de cuentapropista se puede encontrar un conjunto heterogneo de actividades. Es posible por tanto- suponer que dentro de la categora cuenta propia con
local o inversin que incluye un porcentaje importante de mujeres (28%), estn incluidas
muchas productoras familiares que se autodefinen de ese modo. En la categora de

283

Las asalariadas rurales en Uruguay: diagnstico de vulnerabilidad social

miembro del hogar no remunerado la distancia entre hombres y mujeres es notoria,


llegando en las mujeres al 14,6%.
Indicadores de calidad en el empleo
Tal como hemos referido antes, adems del empleo es importante la calidad y
condiciones del mismo. En ese sentido se han considerado algunos indicadores para
medir dificultades en este rubro. stos son: asalariados desempleados en el ltimo
ao, asalariados no cotizantes a la seguridad social, subempleados y asalariados que
no cobran aguinaldo. Si bien los indicadores no son exhaustivos, nos aproximan bastante a una situacin de fragilidad de los trabajadores.
En el cuadro 8 se examinan las condiciones de la poblacin asalariada rural total
y la del sector agropecuario en empleos privados. Estamos considerando el sector privado, ya que en el mismo es posible encontrar la mayor precariedad y falta de cumplimiento de las leyes laborales. Adems es donde se concentra una mayora importante
de nuestra poblacin de estudio.
Cuadro 8. Calidad del empleo en trabajos privados para poblacin rural asalariada y
para trabajadores asalariados del sector agropecuario segn sexo
Poblacin rural total
Porcentaje de asalariados que han
estado desempleados en el ltimo ao
Porcentaje de asalariados que no
cotizan en la seguridad social
Porcentaje de asalariados que no
aportan por la totalidad de su salario
Porcentaje de asalariados
subempleados
Porcentaje de asalariados que no
cobran aguinaldo

Poblacin ocupada en
el sector agropecuario
Hombres
Mujeres

Hombres

Mujeres

7,7%

11,7%

9,4%

14,1

24,0%

25,9%

24,7%

14,9

12,6%

12,6%

14,0%

13,1%

2,4%

7,3%

2,4%

3,3%

21,2%

22,2%

22,4%

16,8%

Fuente: Encuesta Continua de Hogares 2013.

Como queda evidenciado, los problemas de calidad en el empleo afectan a un


buen porcentaje de los asalariados del sector privado, tanto hombres como mujeres.
Sin embargo en algunos renglones se observan diferencias de importancia. El indicador
de desempleado en el ltimo ao, nos aproxima a la zafralidad. Se puede deducir que
los temporeros son los que tengan mayor posibilidad de permanecer desempleados
por dicho lapso. En las reas rurales las mujeres que estn en esta situacin son cuatro
puntos porcentuales ms que los hombres, mientras que si se considera el sector esta

284

Rossana Vitelli - Vctor Borrs

situacin se mantiene, llegando a casi cinco puntos la diferencia que desfavorece a las
mujeres, siendo que el 14% de las asalariadas agropecuarias estuvo desempleada en el
ltimo ao. Esto de alguna manera est confirmando que tanto las mujeres que viven en
zonas rurales como las que estn en el sector agropecuario, realizan tareas asalariadas
de forma mucho ms flexible, entrando y saliendo del mercado de trabajo de acuerdo
a las necesidades y realidad de sus familias y de sus hijos.
Asimismo, hay una mayora de mujeres que no aportan a la seguridad social en
las reas rurales, llegando a un par de puntos porcentuales ms que los hombres, quedando las mismas en situacin de mayor desproteccin.
En la categora de subempleados, tanto en el sector agropecuario como en las
reas rurales las mujeres se encuentran en peor situacin que los hombres, siendo esta
realidad ms acentuada en el medio rural donde llegan a ser un 7,3%, mientras que los
hombres subempleados son el 2,4%. Esto supone que las mujeres estaran necesitando
mayores ingresos y trabajar ms.
Aparentemente la informalidad y el no cumplimiento de leyes de proteccin en las
reas rurales determinan una situacin de mayor vulnerabilidad de las mujeres de estas
zonas con respecto a las que trabajan en tareas agropecuarias en general. Las inequidades de gnero se expresan con mayor fuerza de acuerdo al territorio que al sector.
Ahora nos enfocaremos en el rubro ingresos, que es otro claro indicador de
calidad del empleo.
Cuadro 9. Promedio de ingresos por hora en asalariados
rurales y asalariados agropecuarios privados por sexo

Rural total
Agropecuarios

Hombres
$ x hora
89
81,5

Mujeres
$ x hora
77,7
75

Brechas de
gnero
87,3
92,0

Fuente: Encuesta Continua de Hogares 2013.

Como se desprende del cuadro 9, el promedio del salario medido por hora, para
las mujeres en las reas rurales representa el 87% del valor del salario masculino,
mostrando una nueva inequidad entre hombres y mujeres. Si se considera el sector,
nuevamente la brecha disminuye, aunque an persiste, ubicndose el ingreso promedio
femenino en un 92% del masculino.
Algunas reflexiones finales
A modo de apretada sntesis, de todo lo expuesto se pueden concluir algunos
ejes para reflexionar y seguir investigando.

Las asalariadas rurales en Uruguay: diagnstico de vulnerabilidad social

285

Nos podramos aventurar a afirmar que el creciente proceso de asalarizacin


general en el sector agropecuario en el medio rural es un fenmeno que se est convirtiendo en parte de la estructura productiva del pas, por lo estara llegando para
quedarse.
Dentro de ese marco, si bien se reconocen los avances y esfuerzos realizados
a travs de las nuevas normativas laborales para la universalizacin y extensin de los
derechos de los asalariados; es posible observar niveles de incumplimiento y de calidad
de los empleos generados.
En lo que refiere a las inequidades y brechas de gnero, se puede afirmar que
de acuerdo a los datos hallados las mujeres efectivamente estn en peores condiciones que los hombres. El hecho de que un 15% de las mujeres en el sector agropecuario
no reciban remuneracin por su trabajo, cualquiera sea el motivo, es un desconocimiento de derechos elementales y una naturalizacin de una situacin perversa. De igual
modo el 26% de las asalariadas de zonas rurales que no aportan a la seguridad social,
estando en situacin de mayor desproteccin que los hombres. Estos indicadores, sumados a los de subempleo, desempleo y salarios, estn todos indicando una situacin
de desventaja y vulnerabilidad social.
Podra afirmarse que las asalariadas que viven en las reas rurales estn en peores condiciones que las asalariadas del sector agropecuario, aspecto que se traduce
en menores ingresos y menor cobertura de seguridad social. De igual forma, en todos
los casos las desigualdades de gnero se mantienen. En este sentido se podra sugerir
la hiptesis, para seguir estudiando en el futuro, que el territorio est marcando fuertemente y en modo negativo a las mujeres, ubicando a las que viven en zonas rurales en
peor situacin que las dems, sumando esta inequidad a la de gnero.
Bibliografa
Aguirre, Rosario (2003). Gnero, ciudadana social y trabajo. Departamento de Sociologa,
Facultad de Ciencias Sociales. Montevideo.
Aguirre, R. (1998). Sociologa y Gnero: las relaciones entre hombres y mujeres bajo sospecha. Ed. Doble Clic. Universidad de la Repblica, CSIC, Facultad de Ciencias Sociales.
Montevideo.
Anderson, Jeanine (2011). Mujer Rural: cambios y persistencias en Amrica Latina. CEPES.
Ballara, Marcela y Parada, Soledad (2009). El empleo de las mujeres rurales. Lo que dicen
las cifras. Santiago de Chile: FAO, CEPAL.
Ballara, Marcela et al. (2012). Mujer, agricultura y seguridad alimentaria: una mirada para el
fortalecimiento de las polticas pblicas en Amrica Latina.
Banuett, Marcelle (1999). Perspectiva de gnero en la nueva ruralidad. IICA.
Batthyny, Karina (2013). Uso del tiempo y trabajo no remunerado: divisin sexual del trabajo
y contratos de gnero. Un estudio de caso en el medio rural familiar. En Relaciones de
gnero en el medio rural uruguayo: inequidades a la intemperie. Pieiro, D.; Vitelli, R.;
Cardeillac, J., coordinadores. Facultad de Ciencias Sociales, CSIC.

286

Rossana Vitelli - Vctor Borrs

CEPAL (1989). Mujeres rurales de Amrica Latina y el Caribe: Resultados de Programas y proyectos. Serie Mujer y Desarrollo. CEPAL. Chile.
Chiappe, Marta (2005). La situacin de las mujeres rurales en la agricultura familiar de cinco
pases de Amrica Latina. Asociacin Latinoamericana de Asociaciones de Produccin,
Centro Cooperativista Uruguayo. Montevideo.
Chiappe, Marta (2002). Las mujeres rurales del Uruguay en el marco de la liberalizacin econmica y comercial. www.generoycomercio.org/docs/publicaciones/investigaciones/
rurales.pdf
De Len, Kirai (1993). El Uruguay Rural y sus Mujeres: produccin, trabajo y organizacin.
GRECMU.
FAO (2005). Abriendo brechas: perspectivas actuales y futuras para las mujeres rurales en la
agricultura. Informe de trabajo. Roma: Organizacin de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentacin.
Kabeer, Naila (1998). Tcticas y compromisos: nexos entre gnero y pobreza. En Gnero y
pobreza: nuevas dimensiones. Arriagada, I. y Torres, C., editoras. Isis Internacional. Ed.
De las Mujeres N 26, Santiago de Chile.
Riella, A. y Mascheroni, P. (2014). Diagnstico sobre el acceso a la seguridad social de las
mujeres rurales. Documento de Trabajo. Departamento de Sociologa, Facultad de Ciencias Sociales. Montevideo.
Ruiz, P. y Castro R. (2011). La situacin de las mujeres rurales en Amrica Latina en Mujer
Rural: cambios y persistencias en Amrica Latina.
Vitelli, Rossana; Borrs, Vctor (2013). Desigualdades en el Medio Rural Uruguayo: algunas
consideraciones desde una perspectiva de gnero. En Global Journal of Human Social
-Science Vol.13.
Vitelli, Rossana (2013). Un examen de las relaciones de gnero en el medio rural. En: Relaciones de gnero en el medio rural uruguayo: inequidades a la intemperie. Pieiro, D., Vitelli,
R., Cardeillac, J., coordinadores. Facultad de Ciencias Sociales, CSIC.
Vitelli, Rossana (2005). Mujeres rurales, trabajo y pluriactividad. En: Guillermo Neiman y Clara
Craviotti, compiladores. Entre el Campo y la Ciudad. Desafos y estrategias de la pluriactividad en el agro. Ediciones CICCUS. Buenos Aires.
Vitelli, Rossana (2004). Mujeres Rurales en el Uruguay: una aproximacin desde sus condiciones de vida y el trabajo. Tesis de Maestra. FLACSO.

Desigualdad social y territorio

Desigualdad socioeconmica, educacin y


capital social
Rafael Rey1
Dentro del campo de la estratificacin social, una lnea de trabajo se ha interesado desde los aos 1960 en los factores que impactan en el logro de estatus de los
individuos (Duncan, Blau, 1978). A partir de la dcada siguiente, con los primeros
estudios sobre el impacto del capital social (Granovetter, 1974), y principalmente a
partir de los aos 2000 con los aportes de Nan Lin (2001), se busca profundizar desde
un punto de vista emprico en las preguntas siguientes: Qu relacin existe entre la
desigualdad en el capital social y la desigualdad socioeconmica? Cunto de valor
agrega el capital social al logro de estatus o a mejorar los ingresos? Y en particular,
qu mecanismos relacionan lo primero con lo segundo? En este artculo nos proponemos aportar elementos tericos y empricos al campo de la desigualdad social2, en
relacin al acceso al capital social en el Uruguay. En especial, buscamos establecer,
ms all de los modelos convencionales de logro de estatus, si existe un efecto neto del
capital social en el logro de estatus o en los ingresos personales, independientemente del gnero y de la escolaridad alcanzada por los sujetos.

El estudio clsico de Blau y Duncan en los aos 1960, abri un campo de reflexin sobre las variables que impactan en el logro de estatus de una u otra generacin, tomando en cuenta variables asociadas a la posicin del padre (nivel educativo
del padre y estatus ocupacional), as como variables asociadas al sujeto estudiado (en
especial nivel educativo y prestigio del primer trabajo). Al inicio, el foco estuvo ms bien
puesto en el papel de la educacin en el logro de estatus, pero a partir de los aos
1980, se diversifican las variables que se incluyen en los modelos de medicin del logro
de estatus, el gnero y el origen tnico. Interesan en particular, ms que los movimientos mismos de la estructura social, las condiciones que permiten la reproduccin de la
misma y cmo intervienen en la carrera de los individuos. Desde los trabajos de Lipset
1
2

Licenciado y Magster en Sociologa. Doctorando en Sociologa. Profesor Asistente del Departamento


de Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR. [email protected]
Una desigualdad social es el resultado de una distribucin desigual, en el sentido matemtico de la
expresin, entre los miembros de una sociedad, de los recursos de sta. (Bihr y Pfefferkorn, 2008:
9).

290

Rafael Rey

y Bendix (1963), junto con los de Blau y Duncan (1978), se sospecha que los factores
explicativos del logro de estatus no responden a dinmicas nacionales, sino a un patrn
que sera comn a las sociedades industriales. Posteriormente, se empieza a testear
esta hiptesis fuera de los pases con estructura industrial avanzada (Treiman, 1977),
aunque Amrica Latina no haya sido uno de los focos ms importantes de produccin
en esta materia. Como lo seala Lin, los continentes que ms han aportado datos a
esta discusin han sido Amrica del Norte, Europa y Asia (Lin & Erickson, 2001).
Preguntas de investigacin
En lo especfico, buscaremos responder las siguientes preguntas: Los trabajadores activos que cuentan con educacin superior, tienen un capital social distinto a
aquellos que no alcanzaron este nivel educativo? Si es as, esta diferencia se debe al
dficit de capital, al dficit de retorno o a ambos? Cules son las consecuencias de
la desigualdad de capital social para ambos grupos en trminos de remuneraciones
salariales?
Hiptesis
La desigualdad estudiada desde la perspectiva de los dficit de capital, tanto
capital humano como social, y consecuentemente los niveles de desigualdad social
generados por ese dficit, se expresan a travs de la situacin socioeconmica de los
individuos, su calidad de vida, las posiciones ocupacionales a las que logran acceder o
los niveles de renta que obtienen (Lin, 2009).
Estratificacin y capital social
Desde que se estudia el capital social con mediciones estadsticas, ha sido demostrado que el capital social influye positivamente en el bienestar de las personas,
en particular en mbitos tan variados como la educacin, la salud, el bienestar mental
o los ingresos, pero tambin en trminos de cohesin social y crecimiento econmico
a nivel colectivo (Nieminen et al., 2008). Existen, en efecto, dos maneras bsicas de
comprender el capital social: como atributo individual o como atributo colectivo. En la
primera lnea, en palabras de Lin, se trata del proceso a travs del cual los individuos
movilizan e invierten recursos para obtener retornos en trminos de estatus socioeconmico (Lin & Erickson, 2001: 78). Nos inscribiremos en esta acepcin individual,
como recursos inscritos (embedded) en las redes sociales a las cuales los individuos
acceden y que usan para obtener estatus (Bourdieu, 1998; Lin, 2001: 79). Las otras
acepciones del trmino, que no sern consideradas aqu, se refieren al capital comunitario, es decir un atributo de los grupos sociales ms que de los individuos (Coleman,
1990; Putnam, 1993; 1995).
El clsico trabajo de Granovetter (1974) mostr el impacto del capital social para
la obtencin de mejores empleos entre profesionales y ejecutivos norteamericanos, estableciendo de esta manera la teora de la fuerza de los vnculos dbiles, que permiten

Desigualdad socioeconmica, educacin y capital social

291

conectar crculos sociales distantes y por lo tanto son ms efectivos para la circulacin
de informacin escasa. Posteriormente, ms all del acceso a las redes sociales, se
profundiz acerca de los recursos que circulan en dichas redes y que a su vez, junto
con las redes mismas, tienen un impacto en el logro de estatus de los individuos.
Las formas de medicin del capital social
Las formas de medir el capital social dependen, primero que nada, de la definicin que se le d al concepto. Si optamos, como lo hacemos aqu, por una definicin individual del capital social, y no como un atributo colectivo, existe una serie de medidas
disponibles, construidas alrededor de la cantidad y calidad de contactos de los cuales
disponen las personas, la nocin de confianza interpersonal y social, la sociabilidad
local o en el barrio, la participacin cvica, social y poltica de las personas en una
serie de mbitos, en especial el trabajo, la vida asociativa, los espacios de recreo, la
circulacin de la informacin, o el apoyo y la solidaridad entre personas (Grootaert et
al. 2004). Cada instrumento presenta limitaciones, as como los datos que se usan para
su medicin (Putnam, 2000; Hjllund, Svendsen, 2000; Van der Gaag et al., 2004).
Adems, cada instrumento requiere adaptaciones a las disciplinas especficas del estudio, pero tambin a los contextos nacionales, por la naturaleza misma de los contactos
sociales, que tambin son determinados por factores culturales. Aqu retomaremos
una de estas medidas, la propuesta por Nan Lin (2001): el generador de posiciones,
aplicada en China, ampliamente discutida y usada posteriormente.
El anlisis de Lin y sus derroteros
Grfico 1: Modelo de capital social para el logro de estatus

Fuente: Lin, 2001: 83.

292

Rafael Rey

Partiendo de la afirmacin que la fuerza de los lazos est asociada positivamente


con el xito de acciones expresivas (compaa, apoyo mutuo, consejo, etc.), y que los
lazos dbiles estn vinculados a recursos diversos y a posiciones ms altas, tal como
lo seal Granovetter, Lin muestra en este estudio (2001) el mayor dficit de capital
social de las mujeres, aunque seala que el uso de los vnculos fuertes es mejor aprovechado que en los hombres.
Lin, en su trabajo: Social Capital, a theory of social structure and action (2001),
enumera cuatro caractersticas a travs de las cuales los recursos integrados a las
redes mejoran las chances de los individuos:

El flujo de informacin facilitado por las redes.

Los vnculos disponibles pueden ejercer influencia sobre terceros individuos.

Los lazos logran operar como garanta frente a otros contactos a los que el sujeto pretende acceder.

Los vnculos de un individuo ayudan a reforzar la identidad y el reconocimiento,
el capital social operara en este caso como garanta de que el sujeto comparte
valores e intereses con determinado grupo en cuestin.
Capital social, logro de estatus y sexo
Uno de los puntos ms interesantes de las investigaciones descritas anteriormente, se relaciona con su contribucin a los estudios sobre desigualdad. En efecto,
cuando las muestras logran dar cuenta de grupos amplios y variados, con diferencias
de sexo, etnia, lugar de residencia, edad, se pueden conocer con mayor detalle las
ventajas o desventajas que presentan determinados grupos sociales en el acceso al
capital social, a los recursos que transitan a travs de ste, a un mayor logro de estatus o a mejores ingresos. No se trata por supuesto de minimizar el impacto de otros
factores como la educacin, cuya importancia ha sido demostrada de forma reiterada
para la obtencin de estatus y para alcanzar buenos niveles de ingreso, sino desplazar
la mirada hacia otros factores que tambin impacten directamente o que estn interactuando con la educacin. Nuevamente, los trabajos que han medido las variaciones
sociodemogrficas3 del capital social mediante tcnicas cuantitativas son esencialmente representativos de pases desarrollados (Nieminen et al. 2008 para Finlandia, Stone
et Hughes 2002, para Australia). Se ha demostrado que las medidas de capital social
varan ampliamente de un pas a otro, sea mediante el generador de nombres, el generador de posiciones, mediciones acerca del apoyo social, participacin social y redes o
los niveles de confianza y reciprocidad entre los individuos que integran una comunidad
(Nieminen et al., 2008). Podemos resumir parte de estos hallazgos con el estudio de
Nieminen et al. acerca de Finlandia, quienes concluyen que las personas jvenes, casadas, educadas y acomodadas tienen mucho capital social (2008: 406).
3

En general: edad, sexo, nivel educativo, estado civil o situacin de pareja, presencia de hijos, ocupacin o estatus ocupacional, origen tnico, ingresos, lugar de residencia.

Desigualdad socioeconmica, educacin y capital social

293

Para profundizar en dos dimensiones adscriptas, es conocido, hasta cierto punto, que las mujeres se encuentran muchas veces en desventaja en este mbito o por lo
menos existen diferencias sustanciales en la naturaleza del capital social de las mujeres
(Beggs & Hurlbert, 1997 para Estados Unidos, Mc Pherson & Smith-Lovin 1982 y Peter
& Drobnic, 2013 respecto de la membreca en organizaciones voluntarias para la Unin
Europea). En especial, la divisin del trabajo productivo y reproductivo tendra un fuerte
impacto en la estructuracin y funcionamiento de las redes de hombres y mujeres (Bezanson, 2006). Desde la teora feminista (Bezanson, 2006; ONeill & Gidengil, 2006),
en especial para Amrica Latina (Molyneux, 2002), se ha argumentado que los estudios
de capital social tienden a ser ciegos frente a las diferencias de gnero, en especial en
la construccin y mantencin de las redes, pero no se puede argumentar esto de forma
sistemtica o generalizada y menos en los pases que presentan patrones de igualdad
entre hombres y mujeres: obviamente, muchos de los resultados varan en funcin de
los contextos culturales y de las relaciones entre ambos sexos. Por ejemplo, usando
tres medidas de capital social (apoyo social, participacin social y en redes, y confianza
y reciprocidad), con datos finlandeses, Nieminen et al. (2008) encuentran que el apoyo
social, as como la participacin social y en redes son ms altos entre las mujeres que
entre los hombres. A cambio, la reciprocidad es ms alta entre los hombres. En el caso
de Australia, en un estudio basado en medidas de capital social informal e institucional,
se encuentra tambin un impacto del sexo en la distribucin de capital social, pero
no tan fuerte como con otras variables sociodemogrficas (Stones & Hughes, 2002).
Tambin se ha demostrado que en general las redes de las mujeres son ms informales que las de los hombres, trayendo retornos diferenciados segn el sexo (ONeill &
Gidengil, 2006).
Los desarrollos empricos en Amrica Latina o acerca de poblaciones latinas
Los trabajos relacionados con poblaciones latinoamericanas nuevamente son
limitados. Podemos sealar sin embargo el aporte de Stanton-Salazar y Dornbusch
(1995), acadmicos de origen mexicano en Estados Unidos.
Muchos estudios han demostrado que para el caso de Amrica Latina, existira un
peso histrico particularmente notorio del capital social en la vida de las personas, que
se expresara sobre todo por la intensidad y amplitud de las redes familiares, as como
el nivel de actividad de la sociedad civil (Molyneux, 2002). En el mbito ms especfico
de la relacin entre capital social y estratificacin, los primeros datos disponibles para
el Cono Sur respecto del capital social se han dado en el mbito de los estudios de
movilidad social. En el momento del cambio de modelo econmico y de transformaciones estructurales del siglo XX (Filgueira y Geneletti, 1981), la pregunta por las oportunidades que se ofrecen a las personas abri un campo de estudio nutrido. El papel del
capital social, si bien desarrollado en varios estudios a partir de los aos 1960, pocas
veces se trataba directamente en relacin con la movilidad social, sino ms bien a acceso a diversos recursos sociales (Lomnitz, 1994, Barozet, 2002). A partir de los aos
1990, se consolida sin embargo el campo de estudio sobre el capital social en relacin

294

Rafael Rey

con la movilidad social, en particular para los pobres (Espinoza, 1999; Moser, 1996,
Molyneux, 2002, Arriagada, 2005). Para Amrica Latina, los desarrollos sobre capital
social y gnero han sido ms bien asociados a este mismo debate sobre superacin
de la pobreza, tanto en la academia como para las polticas pblicas. En efecto, en un
continente donde la pobreza es ms femenina, y donde las mujeres tienen menos acceso al mercado laboral formal, se desarrolla una lnea de trabajo que busca potenciar
la situacin de las mujeres a travs del desarrollo de redes sociales (Arriagada, 2005).
Cabe sealar que para el caso de Amrica Latina la discusin sobre logro de
estatus ha tenido una relevancia mayor en el marco de polticas de superacin de la pobreza, siendo sta una de las formas de logro de estatus (Espinoza, 2002). Al respecto,
la batalla conceptual en torno al capital social tuvo su auge en los aos 2000 (Durston,
2005), facilitando la separacin entre los conceptos de capital social comunitario (Atria
et. al., 2003) y capital social individual (Espinoza, 2001), en base a la generacin de
datos nuevos en contextos ms variados.
En Uruguay, se han realizado mediciones a partir de los aos 2000 (Rey, 2004;
Boado, 2008), donde se demuestra, al contrario del caso chino descrito por Lin, que
las mujeres recurren ms a los lazos dbiles que los hombres. Se observan diferencias
de gnero, pero tambin de edad, en el capital social. Se confirma, al igual que en el
estudio de Lin (2001), que los sujetos con un mayor nivel educativo recurren menos
al capital social. Se emplea en estos estudios la clase de origen, pero no se observan
variaciones significativas.
Metodologa
Este trabajo descansa en el uso de la Encuesta sobre Movilidad Ocupacional y
Trayectorias Educativas (EMOTE), con un N de 3144 casos. Fue realizada en tres ciudades del pas: Montevideo (N = 2021, aplicada en 2010), Salto (N = 571, aplicada en
2011) y Maldonado (N = 552, aplicada en 2012), con un error estimado para individuos
a nivel nacional de 4%, considerando varianza mxima y a un nivel de confianza del
95%. Se trata de una encuesta cara a cara a una muestra aleatoria estratificada bietpica aplicada sobre el universo de personas de 18 a 65 aos, econmicamente activas al
momento de la entrevista, que al menos haban tenido un empleo (con historia laboral)
residentes en hogares particulares de las ciudades de Montevideo, Salto y Maldonado
en el momento de la realizacin del trabajo de campo.
La estrategia metodolgica que empleamos consiste en comparar grupos, partiendo del supuesto de que las diferencias educativas, el tipo de empleo, el gnero y el
capital social, son los factores que contribuyen en mayor medida a explicar la disparidad en el ingreso.
Es as que nos propusimos explorar los determinantes del ingreso entre dos
grupos claramente diferenciados, aquellos que cuentan con al menos algn ao de
Educacin Superior, y quienes no accedieron a este nivel educativo. Para ambos gru-

295

Desigualdad socioeconmica, educacin y capital social

pos comparamos la relevancia del estatus del empleo actual, la experiencia laboral, el
gnero y el capital social, observando muy especialmente el aporte diferencial de este
ltimo factor.
Para estimar el capital social se emple un generador de posiciones, instrumento
desarrollado por Lin (2001), que consiste en presentarle al entrevistado una serie de
posiciones sociales (representadas por posiciones ocupacionales) y establecer el nivel
de acceso a esas posiciones y su grado de cercana e intensidad. Este instrumento
entendemos que resulta muy conveniente, dado que operacionaliza adecuadamente
la nocin de capital social. Generalmente la potencialidad de los vnculos con mayor
capacidad de intermediacin, comparten una caracterstica central: su posicin clave
en una escala ocupacional, adems de la cercana de su actividad con la del contacto
que moviliza este recurso.
Anlisis
Tabla 1: Caractersticas de la muestra
Porcentaje o media
Sin ES2
Muestra
Con
N=722
N=3144
ES1N=2422

Variable

Test de
Significancia

Sexo
-Hombres
-Mujeres
Edad
Estado Civil
-Soltero
-Casado, Unin Libre
-Viudo, Separado, Divorciado
Educacin (en aos)
Salario mensual (en pesos
uruguayos)

56,1
49,3
40,5

43,2
56,8
41,2

60,0
40,0
40,4

0.00
0.00
0,38

25,2
58,4
16,3
10,0

27,4
56,6
15,9
16,6

24,6
58,9
16,4
8,21

0,00
0,18
0,00
0,00

14.256,7

24.266,4

11.271,5

0,00

Fuente: EMOTE 2010-2012, procesamiento propio.

En la tabla 1 se indican las caractersticas de ambas subpoblaciones, destacan


las diferencias en la composicin de gnero y en el salario mensual percibido. Diferencias esperables, teniendo en cuenta el nivel educativo alcanzado en un caso y en el
1

En esta subpoblacin se incluyen aquellos individuos que cuentan con al menos un ao de Educacin
Superior, 13 aos aprobados de educacin formal al menos.

En esta subpoblacin se incluyen aquellos individuos que no cuentan con Educacin Superior, a lo
sumo han completado 12 aos de educacin formal.

296

Rafael Rey

otro. As como la escasa diferenciacin en trminos de edad y estado civil. En cuanto


al promedio de aos de estudios, resulta obvio que la subpoblacin con Educacin
Superior (completa o incompleta), cuente con un promedio ms alto, de todos modos
interesa conocer, para ambos grupos, los aos promedio de educacin.
Acceso al capital social
Tabla 2: Indicadores de acceso al Capital Social
Variable

Muestra Con ES
Capital Social general
Nmero de posiciones a las que se accede
5,1
6,4
Prestigio de la posicin ms alta a la que se
75,7
86,8
accede
Rango de prestigio entre las posiciones a las
46,3
56,2
que se accede
Acceso a posiciones/puntajes (en %)
Administrativo (funcionario pblico) (54)
56,2
79,1
Administrativo (privado) (39)
55,9
82,2
Albail (29)
73,2
60,7
Dueo pequeo comercio (43)
59,3
63,4
Gerente (70)
34,3
60,2
Mecnico (34)
61,1
53,3
Mdico (88)
65,7
95,0
Obrero de fbrica (24)
33,2
27,1
Profesor de enseanza media (69)
59,4
83,2
Taxista (30)
32,6
29,9

Sin ES

Test Sig.

4,7

0,02

72,2

0,00

43,2

0,70

47,2
45,6
73,8
55,5
25,0
60,9
54,2
33,6
49,6
32,0

0,76
0,00
0,00
0,00
0,00
0,02
0,01
0,00
0,33
0,20

Fuente: EMOTE 2010-2012, procesamiento propio.

En la tabla 2 se observan algunos indicadores de acceso al Capital Social, queda


de manifiesto la distribucin desigual de este recurso, entre aquellos que cuentan con
un pasaje por la Educacin Superior y quienes no. Los niveles de acceso al capital social son medidos a travs de los tres indicadores presentados: nmero de contactos,
posicin ms alta alcanzada y rango entre la posicin ms alta y la ms baja, as como
el acceso a las diez posiciones sociales que conforman el generador de posiciones.

Desigualdad socioeconmica, educacin y capital social

297

Retornos del Capital Social


Anlisis factorial
Para construir una medida sinttica de Capital Social, recurrimos al mecanismo
empleado por Lin (2001) que, a partir de algunas de las variables incluidas en el generador de posiciones, construye un ndice de capital social.
El procedimiento consiste en realizar un anlisis factorial de componentes principales, incluyendo tres variables: nmero de posiciones sociales a las que accede el entrevistado, que flucta entre 0 y 10; puntaje de la posicin ms alta a la que accede, el
puntaje de cada posicin es asignado a travs de la escala de prestigio ISEI, propuesta
por Ganzeboom y Treiman (2003); y el rango entre la posicin ms alta y la ms baja, a
la que tiene acceso el entrevistado, de acuerdo tambin a la escala ISEI.
El resultado de anlisis factorial arroja un factor que explica un 86,6% de la
varianza y un puntaje que es usado en adelante como ndice de Capital Social de los
sujetos considerados.
Anlisis de regresin
Luego de elaborado el ndice de capital social, a travs de un anlisis de regresin lineal, estudiaremos los determinantes del ingreso para ambas subpoblaciones.
Dado que el nivel educativo, representado por la participacin o no del entrevistado en
la Educacin Superior, es la variable que dicotomiza ambos subgrupos, no la incluimos
en la ecuacin, trataremos de explicar las diferencias salariales al interior de los colectivos, a partir de tres variables significativas que incorporamos a travs de la literatura
desarrollada ms arriba: prestigio de la ocupacin actual (escala ISEI), experiencia laboral (medida en aos), gnero y capital social (ndice de capital social construido con
el anlisis factorial).
Tabla 3: Determinantes del salario para ocupados con Educacin Superior

Variables independientes
Prestigio
Gnero
Experiencia
Experiencia
Capital social
Constante
R

Salario (logaritmo)
Modelo 1
B
Error tip.
0,012**
0,001
0,404***
0,049
0,041
0,006
0,000
0,000
8,305
0,310

0,101

Modelo 2
B
Error tip.
0,018**
0,001
0,351***
0,023
0,030
0,003
0,000
0,000
0,148**
0,012
7,956
0,042
0,319

*p < 0,05; **p < 0,01; ***p < 0,001.


Fuente: EMOTE 2010-2012, procesamiento propio.

298

Rafael Rey

Tabla 4: Determinantes del salario para ocupados sin Educacin Superior


Salario (logaritmo)
Variables independientes

Modelo 1

Modelo 2

Error tip.

Error tip.

Prestigio

0,015**

0,001

0,013*

0,001

Gnero

0,391***

0,027

0,391***

0,026

0,029

0,003

0,027

0,003

0,133***

0,013

8,116

0,049

Experiencia
Capital social
Constante

7,992

0,200

0,049

0,240

*p < 0,05; **p < 0,01; ***p < 0,001.


Fuente: EMOTE 2010-2012, procesamiento propio.

Realizamos dos modelos de regresin lineal mltiple, para intentar explicar los
determinantes del salario, tanto para ocupados con algn ao de Educacin Superior
(tabla 3), como para el grupo de ocupados sin pasaje por la Educacin Superior (tabla
4). En el primer modelo incluimos como variables independientes: prestigio ocupacional, gnero y experiencia, en tanto en el segundo modelo incorporamos la variable
capital social, a efectos de comparar ambos modelos.
El resultado de ambas pruebas, no presenta diferencias significativas para el
caso de quienes cuentan con Educacin Superior, el R apenas mejora al incorporar
el capital social. Sin embargo en el caso de los modelos para los que no cuentan con
Educacin Superior, la variacin en los R es de relevancia, pasando de un 0,20 a un
0,24 cuando se incorpora la variable capital social, un incremento del orden del 20% en
la capacidad explicativa del modelo.
Conclusin
El papel desempeado por el capital social como factor explicativo de las desigualdades sociales queda parcialmente demostrado a travs de los resultados presentados. Si bien no opera de la misma forma para el conjunto de la poblacin ocupada,
cuando se lo analiza con mayor detenimiento, es posible observar su importancia. En
el colectivo de individuos ms educados, con 12 aos o ms de educacin formal, su
valor explicativo es escaso. Si bien este grupo accede a un mayor volumen de capital
social (cantidad de posiciones sociales, contactos ms prestigiosos, etc.) como se
observa en la tabla 4, al momento de analizar el valor explicativo que estos recursos
aportan a la diferenciacin social, vemos que es escaso o nulo. Para esta subpoblacin, la posibilidad de acceso a posiciones ocupacionales de mayor prestigio, como
consecuencia de una acumulacin sostenida en la cantidad de aos de educacin,

Desigualdad socioeconmica, educacin y capital social

299

hace menos relevante el peso especfico del capital social, al momento de explicar las
diferencias salariales.
Por el contrario, para la subpoblacin que no alcanz la Educacin Superior, el
acceso a ocupaciones de mayor prestigio y por ende mejor remuneradas, presenta una
restriccin importante: el nivel educativo alcanzado. Es as que el capital social opera
como un sucedneo de esta restriccin, permitiendo diferenciar en trminos de ingreso
a aquellos que logran acceder a mayores niveles de capital social. O visto desde otro
punto de vista, aquellos que logran acceder a la Educacin Superior, y por ende a un
mayor capital humano, no dependern tanto de otros factores, como el capital social,
para obtener niveles de renta diferenciales. Este hallazgo va en consonancia con los trabajos que asocian el papel del capital social y las redes sociales, con los procesos de
superacin de la pobreza y la movilidad social. La importancia que adquieren explicaciones alternativas a las clsicas referencias a la educacin y la experiencia, al momento
de explicar las desigualdades sociales, cobra mayor relevancia en los sectores sociales
que presentan dficit en algunas de estas dimensiones, en particular la educativa. Ser
necesario explorar con mayor detenimiento estas resultantes, para determinar si efectivamente el capital social necesariamente est asociado al dficit educativo, o tambin
se expresa en colectivos con niveles educativos altos, pero de un modo diferente que
no es posible captar a travs de los modelos presentados.
Bibliografa
Arriagada, I. (2005). Dimensiones de la pobreza y polticas desde una perspectiva de gnero,
en Revista de la CEPAL 85.
Arriagada, I. (editora). (2005). Aprender de la experiencia. El capital social en la superacin de
la pobreza. Santiago, Revista de la CEPAL.
Atria, R.; Marcelo Siles; Irma Arriagada; Lindon J. Robinson y Scott Whiteford. (Compiladores). (2003). Capital social y reduccin de la pobreza en Amrica Latina y el Caribe:
En busca de un nuevo paradigma. Santiago: Cepal. Michigan. MI: Michigan State Universty.
Bagnasco, A.; Piselli, F.; Pizzorno, A.; Triglia, C. (2003). El capital social. Instrucciones de
uso. Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica.
Barozet, E. (2002). Lechange de faveursausein des couches moyennes chiliennes: de lentrai
deinformelle la rgulation sociale. Tesis de Doctorado en Sociologa. cole des Hautes
Etudes en Sciences Sociales, Paris.
Barozet, E. (2002). La teora de redes y sus aplicaciones en ciencia poltica: una herramienta
heurstica. Revista de Ciencia Poltica de la Universidad Catlica, volumen XXII, N1: 17-38.
Beggs, J. and Jeanne Hurlbert. (1997). The Social Context of Mens and Womens Job.
Bezanson, M. (2006). Leap, bridge or ride? Ontogenetic influences on gap crossing in Cebus and Alouatta. In: Estrada, A.; Garber, P. A.; Pavelka, M. and Luecke, L. (eds.). New
perspectives in the study of Mesoamerican primates: distribution, ecology, behavior and
conservation. New York, Springer, pp. 333-348.
Blau, P. M. and Duncan, O. D. (1978). The American Occupational Structure. New York: The
Free Press,

300

Rafael Rey

Boado, M. (2008). La movilidad social en el Uruguay contemporneo. Montevideo, IUPERJ /


UdelaR.
Boado, M.; Prat, G.; Filardo, V. (1996). Movilidad ocupacional, calificacin y redes sociales:
una aproximacin al estudio de la circulacin de mano de obra en el mercado de trabajo
urbano de Montevideo. Documento de trabajo N 26. Montevideo, Departamento de Sociologa. FCS/UdelaR.
Bourdieu, P. (1991). El sentido prctico. Madrid, Taurus.
Bourdieu, P. (1994). Qu es lo que hace una clase social? Acerca de la existencia terica y
prctica de los grupos. Asuncin, Revista Paraguaya de Sociologa N 89.
Bourdieu, P. (1998). La distincin. Criterio y bases sociales del gusto. Madrid, Taurus.
Burt, R. (1995). Structural Holes. The social structure of competition. Harvard University Press.
Burt, R. (2005). Brokerage & Clousure. An Introduction to Social Capital.Oxford Unversity Press.
Coleman J. (2000). Social capital in the creation of human capital en: Serageldin, Ismail and
Dasgupta.
Coleman, J. (1990). Foundations of Social Theory. Haward University Press.
Durston, J. (2000). Qu es capital social comunitario? CEPAL. Serie Polticas Sociales 38.
LC/L.1400-P. Julio.
Durston, J. (2005). Asociatividad, burocracia y clientelismo en el campo chileno. En
Ensel, W. M. 1979. Sex, Social Ties, and Status Attainment. Albany State University.
Espinoza, V. (1998). Capital social: Antecedentes tericos para su definicin operacional. Monografa. Santiago de Chile.
Espinoza, V. (1999). Social networks among the urban poor. Inequality and integration in a
Latinamerican city. In Networks in the Global Village, edited by Barry Wellman.
Espinoza, V. (2001). Indicadores y generacin de datos para un estudio comparativo de capital
social y trayectorias laborales. Serie Polticas Sociales N 55: Capital social y polticas
pblicas en Chile. Investigaciones recientes. Volumen I. (LC/.1606-P).
Espinoza, V. (2002). La movilidad ocupacional en el Cono Sur. Acerca de las races estructurales
de la desigualdad social. Revista Proposiciones 34.
Espinoza, V. y Eduardo Canteros (2001). Contactos sociales y carreras laborales en hogares
chilenos de escasos recursos. En Proposiciones. N 32. El Trabajo en Chile: aportes
desde la investigacin. Sur Ediciones.
Filardo, V. (1999). Capital social y acceso a la ocupacin. Revista de Ciencias Sociales N 15.
Montevideo, Departamento de Sociologa, FCS, UdelaR.
Filardo, V. (2000). Mecanismos de acceso al trabajo y movilidad ocupacional de la fuerza de
trabajo urbana de Montevideo. Documento de trabajo N 53. Montevideo, Departamento
de Sociologa, FCS, UdelaR.
Filgueira, C.; Geneletti, C. (1981). Estratificacin social y movilidad ocupacional en Amrica
Latina. Cepal, Santiago de Chile.
Ganzeboom, H. and Treiman, D. (2003). Three Internationally Standardised Measuresfor Comparative Researchon Occupational Status in J.H.P. Hoffmeyer-Zlotnik and C. Wolf (Eds.)
Advances in Cross National Comparison: A European Working Book for Demographic and
Socio-economic Variables. New York: Kluwer Academic /Plenum Publishers.

Desigualdad socioeconmica, educacin y capital social

301

Granovetter, M. (1974). Getting a job. A study of contacts and careers. The University of
Chicago Press.
Grootaert, C.; Narayan, D.; Jones, V. N. and Woolcock (2004). Measuring Social Capital:
An Integrated Questionnaire. World Bank Working Paper. N 18.
Hjllund, L. and Svendsen, G. T. (2000). Social Capital: A Standard Method of Measurement,
Aarhus School of Business. Department of Economics (imprenta). CEPAL, Santiago de
Chile.
Lechner, N. (1998). Desafos de un desarrollo humano: individualizacin y capital social. Santiago de Chile, PNUD.
Lin, N. (2001). Social Capital. A Theory of Social Structure and Action. Cambrige Unversity
Press.
Lin, N.; Cook, K.; Burt, R. (ed.) (2008). Social capital. Theory and Research. Transaction
Publishers. New Brunswick.
Lin, N.; Erickson B. (ed.) (2001). Social capital. An International Research Program. Oxford
Unversity Press.
Lipset, S. M.; Bendix, R. (1963). Movilidad social en la sociedad industrial. Eudeba, Buenos
Aires.
Lomnitz, L. A. (1987). Cmo sobreviven los marginados? Mxico, Siglo XXI.
Lomnitz, L. A. (1994). Redes Sociales, Cultura y Poder: Ensayos de antropologa latinoamericana. Flacso, Miguel ngel Porra, Mxico.
Mc Pherson, J. M., Smith-Lovin, L. (1982). Women and weak ties: differences by sex in the
size of voluntary organizations. Am. J. Sociol. 87:883-904.
Molyneux, M. (2002). Gender and the Politics of Rights and Democracy in Latin America (ed.
with N. Craske). Palgrave.
Molyneux, M. (2002). Gender and the Silences of Social Capital: Lessons from Latin America.
Development and Change 33 (2): 167-188.
Moser, C. (1996). Confronting Crisis: A Comparative Study of Household Responses to Poverty
and Vulnerability in Four Poor Urban Communities Environmentally Sustainable Development Studies and Monograph Series N 8, Washington DC, World Bank.
Nieminen, T. (2008). Measurement and socio-demographic variation of social capital in a large
population-based survey. Social Indicators Research (2008) 85:405-423.
Nieminen, T.; Martelin, T.; Koskinen, S.; Simpura, J.; Alanen, E.; Tommi Hrknen &
Aromaa, A. (2008). Measurement and socio-demographic variation of social capital in a
large population-based survey. Social Indicators Research, 85(3), 405-423. http://dx.doi.
org/10.1007/s11205-007-9102-x
ONeill, B. and Elisabeth Gidengil, eds. (2006). Gender and Social Capital, New York.
Peter, S., Drobnic, S. (2013). Women ans their memberships: Gender gap in relational dimension of social inequality. Reseach in Stratification ans Mobility (31), 32-48.
Portes, A. (1998). Social Capital. Its Origins and Applications in Modern Sociology, Annual
Reviews, pp. 1-24.
Putnam, R. (1993). The prosperous community: social capital and public life; in: The American
Prospect Inc.

302

Rafael Rey

Putnam, R. (1995). Bolowing alone: Interview with Robert Putnam; in Journal of Democracy, Vol.
6 N1, The John Hopkins University Press, Baltimore.
Putnam, R. (2000). Per a fer que la democrcia funcioni. La importancia del capital social. Proa.
Barcelona.
Rey, R. (2004). La insercin laboral de los mdicos: los primeros aos de ejercicio profesional y
la incidencia del capital social. Serie Monografas finales. Montevideo, FCS, UdelaR.
Snijders, T. A. B. (1999). Prologue to the measurement of social capital. La Revue Tocqueville
20: 27-44.
Stanton-Salazar, R. D.; Dornbusch, S. M. (1995). Social capital and the reproduction of
inequality: Information networks among Mexican origin high school students. Sociology
of Education. 68(2), 116-135. http://www.redorbit.com/news/education/1266640/measuring_social_capital_among_firstgeneration_and_nonfirst_generation_workingclass_
white/#girCUjJkr6tPijb1.99
Stone, W. and Hughes., J. (2000). What role for social capital in family policy?, Family Matters,
N 56, pp. 20-27.
Stone, W. & Hughes, J. (2002). Social capital. Empirical meaning and measurement validity.
Research paper N 27, June. Australian Institute of Family Studies.
Treiman, D. J. (1977). Occupational Prestige in Comparative Perspective, Academic Press, New
York.
Van der Gaag, M. P. J. & Snijders, T. A. B. (2003a). The Resource Generator: measurement
of individual social capital with concrete items. Paper presented at the XXII Sunbelt international Social Networks Conference. February 13-17, New Orleans, US. http://www.xs4all.
nl/~gaag/work
Van der Gaag, M. P. J. & Snijders, T. A. B. (2003b). Position Generator measures and their
relationship to other social capital indicators. Slide presentation at the XXIII Sunbelt international Social Networks Conference. February 12-16. Cancn, Mxico. http://www.xs4all.
nl/~gaag/work
Van der Gaag, M. P. J.; Appelhof, G. J. & Webber, M. (2012). Ambiguit nelle risposte
al position generator. Sociologa e Politiche Sociali. 15(2): 113-141. http://gaag.home.
xs4all.nl/work/vanderGaagAppelhof&Webber(2012)Ambiinitr.pdf
Van der Gaag, Martin; Snijders, Tom A. B.; Flap, Henk D. (2004). Position Generator measures and their relationship to other Social Capital measures Vrije Universiteit Amsterdam
University of Groningen Utrecht University 20th October 2004 http://gaag.home.xs4all.nl/
work/PG_comparison.pdf

Trabajadores y tabaquismo en el Uruguay


Marcelo Boado1 - Diego Rodrguez2
Se analizan las caractersticas de la prevalencia del tabaquismo en la poblacin trabajadora adulta uruguaya de tres capitales departamentales de importancia econmica y social: Maldonado, Montevideo y Salto. Se utilizan los datos del mdulo Salud de la Encuesta de Movilidad Ocupacional y Trayectorias Educativas (EMOTE),
relevada en dichas ciudades. Se advierte el mayor impacto de la desigualdad social
en la epidemia de tabaquismo en las ciudades ms dinmicas.

Relevancia y antecedentes del tema


El tabaquismo es un serio problema de salud pblica porque: es la primera causa de
muerte absolutamente evitable del mundo; y es factor de riesgo en seis de las ocho principales
causas de muerte del mundo. La Organizacin Mundial de la Salud (OMS) calcula que 5.4 millones
de personas mueren anualmente de enfermedades relacionadas con el tabaco (una muerte cada
siete segundos). Si continan las tendencias actuales, para el 2030 dichas muertes llegaran a
ocho millones por ao y la mayora de esas muertes ocurrirn en los pases en desarrollo. Tambin OMS destaca que esta enfermedad afecta en mayor proporcin a las personas de pocos
recursos econmicos.
Uruguay pas a formar parte del Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT) de la
OMS, el 9 de setiembre de 2004. Desde entonces, ha demostrado liderazgo en Latinoamrica
y el mundo en la implementacin de firmes polticas nacionales, que cubren varios aspectos del
CMCT. Entre los aos 2005 y 2013 Uruguay implement polticas amplias y firmes de control de
tabaco, que lo posicionaron en la vanguardia mundial en el tema (se prohibi fumar en ambientes
pblicos y laborales cerrados, se modific la fisonoma de las cajillas, se prohibi la publicidad de
tabaco en medios de comunicacin y auspicio de eventos, y se elevaron los impuestos al tabaco,
1

Doctor en Sociologa por el Instituto Universitario de Pesquisas do Rio de Janeiro (IUPeRJ). Se desempea como profesor e investigador titular Grado 5 y Director en el Departamento de Sociologa,
FCS, UdelaR. Fue coordinador del Doctorado de Sociologa, y previamente coordin la Maestra de
Sociologa. En grado y posgrado desarrolla investigacin y docencia en movilidad social, polticas
de salud y mtodos cuantitativos. Integra el Sistema Nacional de Investigadores en Nivel II. marcelo.
[email protected]
Licenciado y Maestrando en Sociologa (FCS, UdelaR). Docente de la Ctedra de Estadstica Social
(FCS, UdelaR). Investigador Asistente del Departamento de Sociologa de la Universidad de la Repblica. Investigador del Centro de Investigacin para la Epidemia del Tabaquismo (CIET) en el Proyecto
Internacional de Evaluacin de Polticas de Control del Tabaco (ITC). Analista del Departamento Sistema Estadstico Nacional del Instituto Nacional de Estadstica (INE). [email protected]

304

Marcelo Boado - Diego Rodrguez

etc.). Este tipo de polticas, que intentan cambiar las conductas de los fumadores, permitirn
prevenir muchas muertes por enfermedades cardiovasculares, enfermedades respiratorias, y
muchas formas de cncer. Sin embargo, en Uruguay, estimaciones recientes fijaron en 4.759 las
muertes por ao relacionadas con el tabaquismo, un 14,8% del total de las muertes registradas3.
El conocimiento sobre la epidemia del tabaquismo en el pas, hasta la aplicacin de las
medidas, era limitado. A nivel oficial, haba existido informacin proveniente de relevamientos no
peridicos: de consumos adictivos (Encuesta de Consumo de Sustancias Adictivas de la Junta
Nacional de Drogas, JND); sobre Factores de Riesgo (Encuesta STEPS del Ministerio de Salud
Pblica, MSP); de la actividad socioeconmica (Encuesta Continua de Hogares -ECH- del Instituto
Nacional de Estadstica, INE); y de registros hospitalarios del MSP y Mutualistas. Slo la Encuesta
Nacional de Prevalencia de Tabaquismo (ENPTA), relevada por el Centro para la Investigacin de
la Epidemia de Tabaquismo (CIET) en 2008, y la encuesta GATTS, relevada por el INE en 2009,
produjeron estimaciones precisas sobre prevalencia a nivel nacional, urbano, rural, y por sexo,
edades y niveles socioeconmicos. En la actualidad, para los aos que la ECH tiene cobertura
nacional, tambin se estima prevalencia de tabaquismo. Aplicando una comparabilidad limitada
de ECH en 2003, ENPTA en 2008, GATTS en 2009, y ECH en 2011, puede apreciarse una clara
tendencia decreciente del tabaquismo del 31 al 23% para la poblacin de ambos sexos de 15
aos y ms4.
Cmo es la epidemia de tabaquismo entre los trabajadores? El anlisis de los trabajadores es de particular inters porque estudios anteriores5 mostraron que el perfil del consumidor
era de adulto, econmicamente activo, y porque por el incremento real de su ingreso, por la propaganda, y por los modelos culturales, siguen expuestos a no abandonar el consumo de tabaco.

Desigualdades sociales y tabaquismo


En la actualidad, gracias a la acumulacin de datos en pases como USA, Reino Unido, y
otros de Europa, y al impulso de la OMS, se dispone de estudios de tendencias seculares sobre
el consumo de tabaco y las enfermedades asociadas (Peto y Lpez, 2001; Doll, 2004). Los mismos permiten ver cmo y cundo creci el consumo de cigarrillos industriales, y cmo y cundo
se desarrollaron exponencialmente el cncer de pulmn y las enfermedades coronarias asociadas a ello. Inevitablemente los estudios sealan la correlacin entre el crecimiento econmico y
la expansin del consumo de cigarrillos, seguidos de cerca por las mencionadas dolencias (OMS,
2013). Esto tambin ha permitido establecer diferencias entre los pases examinando las tendencias generales y los ciclos entre la prevalencia y su correlato en las dolencias que causa (OMS,
2013). Como consecuencia de ello, es notorio el inters, para cientficos sociales y profesionales
de la salud, por analizar cmo se establece, o retrocede, esta pandemia en la estructura social
de cada pas.
En los pases desarrollados, donde este proceso ms se ha estudiado, en la actualidad se
observa que si bien se ha detenido, y hasta reducido, la prevalencia nacional de tabaquismo, el
consumo de tabaco es creciente entre los grupos socioeconmicos de menores niveles de estudios, renta, tipos ocupacionales (OMS 2013; Schaap & Kunst, 2009). Tambin algunos estudios

3
4
5

Sandoya y Bianco (2011).


Boado y Bianco (2010a, 2010b).
Bianco, Boado y Sandoya (2009).

Trabajadores y tabaquismo en el Uruguay

305

europeos advertan esta conclusin sobre el consumo de tabaco y los grupos socioeconmicos
desfavorecidos (Lpez, 1994).
Schaap (2010) plante un modelo sobre la desigualdades sociales en el tabaquismo,
donde destaca como determinantes a los contextos poltico y socioeconmico. Sobre lo poltico,
seal la importancia de las polticas macroeconmicas y sociales relacionadas con el mercado
laboral, la vivienda, la educacin, el bienestar social; y las polticas relacionadas con la prevencin, control y reduccin del tabaquismo. Destac la importancia de los gobiernos para modificar
la presin fiscal sobre el tabaco, regular la venta, la publicidad y la promocin del tabaco, y generar espacios libres de humo. Del contexto socioeconmico destac la influencia de la posicin
socioeconmica, laboral, de gnero, educativa, lugar de residencia, y otros aspectos, a partir de
los cuales se generan desigualdades sociales que determinan los entornos en los que viven y se
interrelacionan las personas.
Fong et al. (2006), proporcionaron un modelo comportamental, ms elaborado que los
previos, donde combinaron factores que activaban y desactivaban el consumo de tabaco, a
partir de los cuales podan explorarse los efectos de la desigualdad social y de las polticas
gubernamentales sobre las conductas que sostenan la prevalencia. As identificaron variables
de efectos de polticas, variables de disposicin y comportamiento, y variables de desigualdad
social intervinientes.
En resumen, podemos identificar conjuntos de variables que provienen de la poltica gubernamental, de la estructura de la desigualdad social existente y de la esfera comportamental
y psicosocial, con desigual pero inexcusable potencial de importancia en la determinacin de la
prevalencia de tabaquismo.
Shaw (1999) argument que los grupos socioeconmicos ms desfavorecidos concentraban el consumo de tabaco, porque era un medio para sobrellevar el estrs, dado que el tabaco
actuaba como regulador del humor y de la presin mental derivada de vivir en condiciones
socioeconmicas adversas. Las condiciones de trabajo actan como mediadoras entre las condiciones materiales y el consumo de tabaco, dado que los entornos en los cuales trabajan las
clases manuales son ms permisivos con las normas del uso del tabaco (Honjo et al., 2006).
Sobre la base del perfil sociodemogrfico y econmico del consumo, en Uruguay, al igual que lo
observado a nivel internacional, los ms pobres, quienes no tienen empleo y los peor educados
son los que ms sufren la epidemia del tabaquismo y presentan una mayor dependencia. (Bianco,
Boado & Sandoya, 2009).
El nivel educativo es sabido que interacciona con otras variables de desventaja social, no
obstante ello, Schaap (2009) mostr que esa variable est ms estrechamente relacionada con
la prevalencia del tabaquismo que la renta y otras variables sobre las condiciones materiales de
vida. Esto permite sostener que el conocimiento asociado a la educacin tiene un mayor poder
explicativo de las desigualdades en el consumo de tabaco, que la privacin material. Por otra
parte Chamberlain y ONeill (1998), sostuvieron evidencia de que a mayor nivel educativo mayor
prevencin del inicio en el consumo de tabaco, y lo contrario en los grupos de menor nivel educativo. Lo que destaca la relevancia del nivel de estudios en relacin con el sentimiento de control
que tienen las personas sobre sus vidas.
A los efectos del presente trabajo solamente utilizaremos las variables disponibles en
la encuesta EMOTE que son indicativas de la desigualdad social (educacin, ocupacin, sexo,
edad, regin geogrfica, e ingreso personal), las cuales los trabajos mencionados anteriormente

306

Marcelo Boado - Diego Rodrguez

destacan por su impacto en diferentes instancias de la prevalencia de tabaco. En consecuencia,


nos orientaremos a examinar la prevalencia y el consumo de tabaco atendiendo a las opiniones
precedentes que aportan antecedentes slidos sobre el papel de la desigualdad social y ocupacional sobre el tabaquismo.

Datos, mtodos y definiciones


Se utilizan datos de la seccin salud y de las secciones sociodemogrficas de la Encuesta
de Movilidad Ocupacional y Trayectoria Educativa, que se realiz a miembros de la Poblacin Econmicamente Activa (PEA) activos y con historia laboral (ocupados y desocupados), de ambos
sexos, y mayores de 18 aos, en las ciudades de Montevideo (2.021 casos), Salto (571 casos)
y Maldonado (552 casos)6.
Para la prevalencia de tabaquismo hay dos definiciones bsicas validadas internacionalmente7: prevalencia a 7 das, o actual, de tabaquismo, y la prevalencia de vida de tabaquismo.
La primera estima la proporcin de personas que fuman en la poblacin; y es el cociente entre
la cantidad de personas que fuman hoy y la poblacin total. La segunda estima la proporcin de
personas vivas an que fuman o han fumado; y es el cociente entre cantidad de personas que
han fumado al menos 100 cigarrillos en su vida y la poblacin total. Si por un momento se deja
de lado que en la encuesta slo estn presentes los fumadores sobrevivientes, es claro deducir
que la diferencia entre ambas proporciones permite estimar la proporcin de ex fumadores.
El consumo diario se estim como el promedio de cigarrillos que el entrevistado declar
consumir por da. Se pregunt separadamente por cigarrillos industriales y por cigarrillos de tabaco, que juntos representan el 99% del consumo de tabaco. Como mostraron estudios previos
(Boado y Bianco 2009; Ramos y Curti, 2009) los cigarrillos industriales y armados no tienen la
misma cantidad de tabaco y no pesan lo mismo. En consecuencia, para calcular el promedio
diario de cada fumador se ponder la cantidad de cigarrillos de tabaco armado por la razn de
peso promedio observada entre este tipo de cigarrillo y el industrial (0,54).
El consumo diario resulta relevante por dos aspectos. Por un lado, tiene importancia econmica, ya que permite estimar el gasto en tabaco por persona u hogar, y tambin, por medio
de detallados procedimientos, permite inferir la magnitud de la demanda de cigarrillos. Pero, por
otro lado, la cantidad de cigarrillos por da es un componente esencial del ndice de Fagerstrom,
que mide la dependencia de la nicotina (Heatherton et al., 1991). En este caso, tomado aisladamente, es un indicador parcial del dao y la dependencia que experimentan las personas.

Caractersticas de la prevalencia de tabaquismo


Con la Encuesta Nacional de Prevalencia de Tabaquismo (ENPTA, 2008) Boado y Bianco
(2009 y 2010a) estimaron la prevalencia de tabaquismo a 7 das en 24,8 %, a nivel nacional
para la poblacin mayor de 15 aos de ambos sexos y de poblaciones mayores a 2.500 habi-

6
7

La muestra fue estratificada por seccin censal y polietpica, con afijacin proporcional, precisin
95%, y error 2,1 para Montevideo y 4,3 para Maldonado y Salto.
Siguiendo las recomendaciones de OMS y el CDC del Ministerio de Salud de USA, la prevalencia de
tabaquismo se estima en dos direcciones, la prevalencia de vida y la prevalencia actual, para la primera se pregunta si la persona ha fumado al menos 100 cigarrillos en su vida; y para la segunda se
pregunta si al menos se fumo un cigarrillo en los ltimos 7 das.

307

Trabajadores y tabaquismo en el Uruguay

tantes8. Asimismo, mostraron que la prevalencia variaba significativamente por grandes reas
geogrficas, por sexo, y por edad. La prevalencia en Montevideo era mayor que en el interior;
la prevalencia en los hombres era mayor que entre las mujeres; la prevalencia era mayor entre
los jvenes que entre los adultos y decreca a partir de los 50 aos de manera sostenida. Si
bien los hombres fumaban ms que las mujeres, estas se aproximaban al 50% en Montevideo en
numerosos grupos de edades. La prevalencia de vida mostr que el 42% de los uruguayos haban
probado el tabaco, aunque slo el 25% fumaba actualmente. Los hombres del interior mostraron
ser quienes ms haban experimentado fumar9.
Con los datos basados en EMOTE, nos referiremos a una poblacin ms acotada, la poblacin trabajadora de ambos sexos, y mayor de 18 aos, y no a todos los mayores de 15 aos,
por lo cual habr diferencias notorias en los promedios. El grfico 1 muestra que, segn las ciudades, hay de un 43 a un 51% de no fumadores, los restantes fumaron al menos 100 cigarrillos
o ms en su vida. En el grfico 1 tambin puede verse que Montevideo tiene la mayor proporcin
de trabajadores fumadores y Salto la mayor proporcin de los que nunca fumaron.
La prevalencia de vida para los trabajadores activos, con excepcin de Salto, se situ
siempre por encima del 50% y, a su vez, la prevalencia de vida que mostraron los hombres fue
ms elevada que la de las mujeres en todas las ciudades.
Grfico 1. Condicin de fumador
51
45

43
36

32

32

23

21

17

MONTEVIDEO

MALDONADO
NO fumador

EX fumador

SALTO
Fumador

Fuente de todas las grficas y cuadros de este artculo: Encuesta de Movilidad Ocupacional y
Trayectorias Educativas (EMOTE).

8
9

Se us la pregunta: fum al menos un cigarrillo en los ltimos 7 das?; recomendada por la OMS, y
CDC/NIH.
Boado y Bianco 2010a, op cit.

308

Marcelo Boado - Diego Rodrguez

Tabla 1. Prevalencia de Vida


Fumaron al menos 100 cigarrillos en su vida
Ciudad
Total
Hombre
Mujer
Montevideo
57%
60%
54%
Maldonado
55%
58%
52%
Salto
49%
57%
35%
La prevalencia actual de tabaquismo, o prevalencia a 7 das, se situ en 36% en Montevideo y 32% en las ciudades del interior. Resultado acorde con los trabajos internacionales que
sealan que la propensin a fumar es ms elevada entre personas que trabajan que entre las
que no lo hacen (OMS, 2013). Por su parte los estudios que aportan JND e INE sealan que la
prevalencia hasta los 18 aos es muy baja, pero desde all sube rpidamente.
Tabla 2. Prevalencia actual de tabaquismo por sexo segn ciudad
Fumaron al menos 1 cigarrillo en los pasados 7 das
Ciudad
Total
Hombre
Mujer
Montevideo
36%
37%
35%
Maldonado
32%
34%
30%
Salto
32%
37%
23%
Tabla 3. Participacin por sexo segn ciudad en prevalencia actual
Trabajadores FUMADORES segn sexo
Ciudad
Hombre
Mujer
Total
Montevideo
52%
48%
100%
Maldonado
58%
42%
100%
Salto
72%
28%
100%
En Montevideo y Maldonado la prevalencia de fumadores hombres y mujeres tiende a
converger, en Salto existe una diferencia de 14%, entre los hombres y las mujeres. Por su parte,
la distribucin por sexo de los fumadores en Montevideo tiende a dividirse casi por mitades; en
Maldonado la participacin por sexo mantiene una preeminencia de hombres; y en Salto esa
preeminencia es muy notoria. En resumen, la epidemia de tabaquismo afecta de forma desigual
por sexo y segn departamento de residencia.

309

Trabajadores y tabaquismo en el Uruguay

Tabla 4. Prevalencia Actual de tabaquismo, por ciudad y sexo,


segn grupos de edades
Montevideo
Hombre Mujer
Total
<30
47%
39%
43%
30-39
40%
41%
40%
40-49
33%
32%
33%
50-59
30%
34%
32%
60-69
32%
26%
29%
70 y +
19%
0%
7%
Total
37%
35%
36%

Edades

Maldonado
Hombre Mujer
34%
45%
44%
32%
32%
23%
24%
38%
27%
6%
0%
0%
34%
31%

Total
38%
39%
27%
30%
15%
0%
32%

Hombre
46%
39%
32%
41%
17%
20%
38%

Salto
Mujer
24%
28%
26%
22%
6%
0%
23%

Total
39%
34%
30%
35%
13%
10%
32%

Tabla 5. Prevalencia actual por ciudad y sexo, segn Nivel Educativo


Nivel
Educativo
(aos
aprobados)

Sin
Instruccin
Escuela
Ciclo
Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
Total

Montevideo

Maldonado

Salto

Hombre

Mujer

Total

Hombre

Mujer

Total

Hombre

Mujer

Total

66%

44%

56%

38%

0%

30%

52%

23%

42%

49%

36%

44%

44%

26%

37%

46%

24%

39%

47%

44%

46%

36%

41%

38%

35%

37%

36%

29%
22%
22%
37%

37%
32%
25%
35%

33%
28%
24%
36%

28%
25%
19%
34%

32%
30%
24%
31%

30%
28%
22%
32%

32%
18%
31%
38%

15%
25%
21%
23%

26%
22%
24%
32%

La proporcin de menores a 30 aos (los ms jvenes en la muestra) que fuman actualmente, es mayor que en las otras franjas etarias, en Montevideo y Salto, y casi empatan la situacin con los de 30-39 aos en Maldonado. En todos los casos superan ampliamente el promedio
local, y nacional. Los jvenes de Montevideo, en especial, presentan un 5% ms de prevalencia
que en los otros departamentos.
Los hombres en particular superan en todos los tramos a las mujeres, excepto en Maldonado hasta los 30 aos y entre 50-59 aos. La prevalencia de Montevideo en general supera a
los de las otras dos ciudades en casi todos los tramos y en ambos sexos. Esta situacin muestra
que los jvenes en general, los hombres en general, y las mujeres de Maldonado en particular,
padecen el tabaquismo en mayor proporcin que otros grupos.
La prevalencia de tabaquismo en los trabajadores, sin importar sexo o edad, muestra una
proporcin de consumidores mayor a la proporcin media a nivel nacional. Lo cual puede estar
reflejando la influencia de los ambientes de trabajo, o la situacin ocupacional en la determinacin
del inicio y mantenimiento del consumo de tabaco. En este sentido, Honjo (2006) planteaba que

310

Marcelo Boado - Diego Rodrguez

el ambiente de trabajo es un factor relevante en la diferencias de consumo entre grupos sociales,


y seala la preeminencia de esto entre los trabajadores manuales.
Tabla 6: Porcentaje de fumadores por ciudad y sexo
segn tipo de cigarrillo que fuma a diario
Tipo de
cigarrillo
Industrial
Ambos
Armado
Total

Montevideo
Hombre Mujer
Total
81%
92%
86%
6%
4%
5%
13%
4%
9%
100% 100% 100%

Maldonado
Hombre Mujer
Total
77%
96%
85%
9%
1%
6%
14%
3%
9%
100% 100% 100%

X2: 21,519 ; sig: 0,00

X2: 12,097 ; sig: 0,00

Hombre
68%
6%
26%
100%

Salto
Mujer
92%
0%
8%
100%

Total
75%
4%
21%
100%

X2: 11,307 ; sig: 0,00

Es notorio que en cada ciudad la relacin entre la prevalencia de tabaquismo actual (7


das) y el nivel educativo de los entrevistados es decreciente. Esto confirma las hiptesis de
la literatura internacional citada y la de OMS (2013). En Maldonado, una sociedad con mucha
inmigracin, se dan dos comportamientos diferentes, hasta Ciclo Bsico a mayor nivel educativo
aumenta la prevalencia, pero para niveles educativos ms altos esta disminuye sensiblemente.
La mayor prevalencia en funcin del nivel educativo por departamento la presentan los
trabajadores de Montevideo sin instruccin, con 56%. Y al considerar slo a los hombres trepa
a 66%. O sea que, de cada diez trabajadores hombres sin instruccin, seis fuman. En Salto, de
cada diez fuman cinco. En cualquiera de los niveles educativos Montevideo presenta una mayor
proporcin de fumadores que los dems departamentos.
Respecto al sexo, en Montevideo se dan dos comportamientos distintos. Si se consideran
los trabajadores con Nivel Educativo bajo (Ciclo Bsico o menos) la prevalencia de los hombres
es mayor que la de las mujeres, pero para los niveles educativos altos (Bachillerato o ms) las
mujeres tienen mayor prevalencia de tabaquismo. En Maldonado se da el mismo comportamiento, pero la inflexin se da a partir de Ciclo Bsico, hasta ese punto los hombres tienen mayor
prevalencia que las mujeres y a partir del Ciclo Bsico la mayor prevalencia la tienen las mujeres.
En Salto la relacin es bastante dispar, no presenta un patrn semejante.

Consumo de cigarrillos
Si bien el tipo de cigarrillo que se consume por excelencia es el industrial, en todos los
departamentos existe asociacin entre el tipo de cigarrillo consumido y el sexo del fumador.
Las mujeres consumen casi exclusivamente cigarrillos industriales, y menos del 10% prueba
cigarrillos armados. Si bien los hombres tambin prefieren consumir cigarrillos industriales, dependiendo del departamento que hablemos, surge de la suma de los renglones de los tipos
ambos y armado que entre un 32% y un 19% consume cigarrillos armados, alternativa o
exclusivamente. En el interior es donde existe una mayor proporcin de hombres que consumen
cigarrillos armados.

311

Trabajadores y tabaquismo en el Uruguay

Tabla 6: Porcentaje de fumadores por ciudad y sexo


segn tipo de cigarrillo que fuma a diario
Tipo de
cigarrillo

Montevideo

Maldonado

Salto

Hombre

Mujer

Total

Hombre

Mujer

Total

Hombre

Mujer

Total

Industrial

81%

92%

86%

77%

96%

85%

68%

92%

75%

Ambos

6%

4%

5%

9%

1%

6%

6%

0%

4%

Armado

13%

4%

9%

14%

3%

9%

26%

8%

21%

Total

100%

100%

100%

100%

100%

100%

100%

100%

100%

X2: 21,519 ; sig: 0,00

X2: 12,097 ; sig: 0,00

X2: 11,307 ; sig: 0,00

Respecto de la edad de los fumadores vemos que la preferencia por los armados en el
interior es una funcin de la edad como indicador de otras costumbres. Pero los resultados son
casuales. En Montevideo probablemente se combine esta tendencia con aspectos econmicos
que hacen a la iniciacin al consumo a edades jvenes, por eso hay una tendencia en U, y los
resultados son significativos.
Dos aspectos que no se pudieron ver en trabajos previos, y que mostramos ahora, son la
relacin entre el tipo de producto y la posicin de clase social actual y el nivel educativo del fumador. Para la clase social actual nos inspiramos en la propuesta de Goldthorpe y Erikson de clase
social: el esquema EGP, que est disponible en internet (Erikson y Goldthorpe, 1993). No obstante el cigarrillo industrial predomina en todas las clases sociales, las preferencias por el tabaco de
armar, de modo exclusivo, estn plenamente localizadas en las clases tpicamente rurales (IVc y
VIIb), y cuando se alterna con el cigarrillo industrial se pertenece a clases trabajadoras urbanas
calificadas y no calificadas (V+VI y VIIa). En las otras posiciones sociales esa presencia es nfima.
La asociacin del tipo de producto por clase social es significativa en Montevideo y Salto, siendo
casuales los resultados en Maldonado.
Respecto del nivel educativo, en primer lugar, observamos que el consumo solamente de
tabaco y de tabaco y cigarrillos industriales es muy bajo en cualquier caso; en segundo lugar, los
profesionales y quienes tienen estudios terciarios, consumen de forma casi exclusiva cigarrillos
industriales. En tercer lugar, el consumo exclusivo de tabaco predomina en aquellos que tienen
poca o nula instruccin, y de modo notorio, en el interior del pas. En este caso los resultados son
significativos en todas las ciudades, lo que condice con la bibliografa citada al inicio.

312

Marcelo Boado - Diego Rodrguez

Tabla 7. Porcentaje de fumadores por ciudad y tipo


de producto que fuma, segn edad
Montevideo
Maldonado
Salto
Tipo de cigarrillo
Tipo de cigarrillo
Tipo de cigarrillo
Industrial Ambos Armado Industrial Ambos Armado Industrial Ambos Armado
<30
80%
9%
11%
91%
2%
7%
75%
7%
19%
30-39
85%
7%
7%
86%
7%
7%
87%
0%
13%
40-49
91%
2%
7%
83%
11%
6%
72%
5%
23%
50-59
90%
1%
9%
78%
4%
19%
69%
6%
25%
60-69
84%
2%
14%
80%
0%
20%
29%
0%
71%
70 y +
100%
0%
0%
0%
0%
0%
100%
0%
0%

Edad
Decenal

X2: 21,299 ; sig: 0,019

X2: 8,622 ; sig: 0,375

X2: 17,444 ; sig: 0,065

Tabla 8. Porcentaje de fumadores por ciudad y tipo de producto que fuma, segn
clase social (EGP)
EGP7
Actual
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b

Montevideo
Maldonado
Salto
Tipo de cigarrillo
Tipo de cigarrillo
Tipo de cigarrillo
Industrial Ambos Armado Industrial Ambos Armado Industrial Ambos Armado
94%
2%
4%
92%
4%
4%
96%
0%
4%
93%
5%
2%
96%
4%
0%
96%
0%
4%
86%
3%
11%
79%
3%
17%
74%
4%
22%
50%
0%
50%
0%
0%
100%
50%
0%
50%
84%
10%
6%
88%
6%
6%
68%
11%
21%
80%
5%
15%
80%
8%
12%
72%
4%
24%
50%
17%
33%
100%
0%
0%
60%
6%
34%
X2: 42,209 ; sig: 0,000

X2: 19,071 ; sig: 0,087

X2: 21,387 ; sig: 0,045

313

Trabajadores y tabaquismo en el Uruguay

Tabla 9. Porcentaje de fumadores por ciudad y tipo de


producto que fuma, segn nivel educativo
Montevideo
Maldonado
Salto
Tipo de cigarrillo
Tipo de cigarrillo
Tipo de cigarrillo
Industrial Ambos Armado Industrial Ambos Armado Industrial Ambos Armado
Sin Instruc.
83%
4%
13%
50%
0%
50%
63%
0%
38%
Escuela
76%
7%
17%
77%
7%
16%
63%
2%
35%
Ciclo
87%
5%
7%
90%
4%
6%
79%
9%
12%
Bsico
Bachiller
92%
3%
4%
88%
10%
2%
80%
7%
12%
Terciaria
91%
4%
5%
92%
0%
8%
100%
0%
0%
Profesional
92%
3%
6%
100%
0%
0%
100%
0%
0%
Nivel
Educativo

X2: 28,497 ; sig: 0,002

X2:27,999 ; sig: 0,002

X2: 25,472 ; sig: 0,005

Consumo diario y adiccin


Ahora examinaremos la cantidad de cigarrillos diarios que, como sealamos al inicio,
indica dos cosas: el nivel de adiccin y el gasto diario promedio. As estaremos viendo otra cara
importante de la prevalencia y el consumo, el gasto y la adiccin.
Conviene recordar el aspecto cuantitativo: los cigarrillos industriales en promedio pesan
un gramo, los armados a mano son muy diferentes entre s, y pesan mucho menos que los primeros. Boado y Bianco (op. cit) y Ramos y Curti (op. cit), basados en ENPTA 2008 informaron que el
cigarrillo armado, en promedio, es el 54% del peso del cigarrillo industrial. As, las cantidades de
los diferentes cigarrillos que se fumaban diariamente fueron ponderados por la razn de su peso
promedio e igualados, y permitir comparar el consumo diario de los fumadores. En esta seccin
nos referiremos simplemente a cigarrillos por da.
El ndice de Fagestrom para determinar el nivel de adiccin a la nicotina, suma dos ndices
que consideran: la cantidad de cigarrillos diarios y el tiempo al primer cigarrillo luego de despertar (Heatherton et al., op cit; HTIS, 2000). Entonces aqu el promedio diario aporta informacin
slo de uno de los componentes.
En primer lugar, los hombres consumen en promedio, y de modo significativo, ms cigarrillos que las mujeres, en Maldonado y en Montevideo. En Salto la tendencia es opuesta, y
considerablemente menor; pero no es significativa. En segundo lugar, el consumo promedio cae
a medida que mejora el nivel educativo en Montevideo y Maldonado, de modo significativo. En
Salto no hay diferencias entre los niveles educativos, pero el resultado no es significativo. En
tercer lugar, en Montevideo, el consumo promedio exhibe una tendencia curvilnea en funcin de
la edad, mientras que en Maldonado es creciente y constante segn la edad; y el resultado es
significativo. En Salto, nuevamente el resultado es indistinto y no significativo. En cuarto lugar,
por clase social, slo en Montevideo hay diferencias estadsticas significativas, que destacan que
la clase de servicio consume diariamente menos cigarrillos, mientras trabajadores no manuales
no calificados, empresarios urbanos y rurales y trabajadores manuales calificados y sin calificar,
consumen sensiblemente ms. Para Maldonado y Salto esta variable no aporta diferencias significativas.

314

Marcelo Boado - Diego Rodrguez

Una conclusin sobresaliente es que Montevideo es bien diferente a las otras dos ciudades, all los trabajadores con menor nivel educativo, peor posicin social, ms edad, y sexo
masculino, no solo tienen mayor prevalencia, sino que consumen ms cigarrillos, y exhiben ms
claros rasgos de adiccin.
Los trabajadores de Maldonado tienen diferencias notorias en la adiccin por sexo, nivel
educativo y edad. Los hombres en especial estn muy expuestos, y muy sustentados en la edad.
En Salto ninguna de las variables aporta diferencias significativas, y sus trabajadores, que tienen
menor prevalencia que en las otras ciudades, plausiblemente consumen menos por da, pero
estn indistintamente expuestos a la adiccin a la nicotina.

Gasto en cigarrillos
Finalmente y de modo muy sumario revisaremos la dimensin econmica. Nos import
saber si el gasto en cigarrillos era diferencial, y si era diferencial su impacto en el ingreso de los
trabajadores, que como se sabe, no ha cesado de crecer en ocho aos. El gasto se estim como
la suma de dos componentes. Por un lado, el producto de los cigarrillos industriales diarios por
30, luego dividido por 20 unidades, y finalmente multiplicado por el valor promedio ponderado de
un paquete de cigarrillos, ya que no se pregunt marca ni procedencia. Por otro lado, el producto
de los cigarrillos armados diarios ponderados por peso y por 30, luego dividido por el peso de un
paquete (45g), y finalmente multiplicado por el valor promedio de un paquete. Estimado el gasto
mensual, se lo dividi por el ingreso personal mensual declarado para estimar su proporcin.
El gasto mensual, no exhibi diferencias estadsticas significativas por sexo en las tres ciudades, pero respecto a la proporcin del gasto en el ingreso personal, en Montevideo claramente
a las mujeres les impact ms que a los hombres.
En funcin de la edad el gasto es significativamente desigual, los ms jvenes gastaron
menos per cpita que los adultos en Montevideo y en Maldonado. Pero la proporcin del gasto en
el ingreso en funcin de la edad no exhibi diferencias significativas en ninguna ciudad.
En funcin de la educacin, para Montevideo hubo diferencias significativas en el gasto
mensual y en la proporcin del gasto en el ingreso. Claramente a menor educacin mayor consumo y mayor gasto relativo. En Maldonado la proporcin del gasto en el ingreso se diferenci
por educacin, pero no el gasto total. En Salto no hubo diferencias estadsticas ni en gasto ni en
proporcin del ingreso.
Finalmente, en funcin de la clase social, slo para Montevideo hubo diferencias estadsticas significativas en el gasto y en su peso en el ingreso, la clase de servicio gasta menos,
y le cuesta menos an, que a las clases de trabajadores no manuales de rutina, los pequeos
empresarios y los trabajadores manuales con y sin calificacin gastan ms y el coste relativo a
su ingreso es mayor. En Maldonado y Salto no hubo diferencias significativas ni en gasto ni en
peso del gasto en el ingreso por clase social.

315

Trabajadores y tabaquismo en el Uruguay

Tabla 10. Consumo promedio de cigarrillos por sexo,


nivel educativo, edad y clase social segn ciudad
Media

Desvo Estndar

Hombre
Mujer
Hombre
Mujer
Hombre
Mujer

13,7
12,0
15,1
10,6
7,7
8,8

11,6
10,4
11,4
8,3
6,1
8,1

Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional

15,2
14,5
13,5
13,0
8,8
9,5
16,9
16,5
14,5
10,4
7,8
11,5
6,9
6,7
9,3
9,3
7,7
7,6

18,7
12,6
9,8
11,5
7,6
8,0
18,6
11,0
9,6
9,1
6,8
9,2
6,0
5,9
7,8
6,5
7,3
6,9

<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +
<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +
<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +

9,4
13,5
14,7
15,2
12,9
8,0
9,1
14,7
14,7
15,2
18,9
8,3
7,7
7,1
9,9
4,1
6,0

7,9
12,9
11,6
11,1
9,7
2,8
7,1
11,1
11,6
10,5
13,8
6,8
5,5
7,4
7,4
3,0
-

I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b

10,2
12,7
14,1
16,0
12,6
7,8
13,3
12,6
10,5
12,1
14,7
14,5
8,1
6,0
10,0
8,1
7,1
8,1
7,0
7,2
8,5

8,1
12,8
12,5
13,0
9,7
8,1
6,3
9,3
8,4
9,3
12,3
11,1
7,0
6,0
6,2
4,9
7,3
7,6
7,6

Sexo
Montevideo
Maldonado
Salto

Nivel Educativo
Montevideo

Maldonado

Salto

Edad
Montevideo

Maldonado

Salto

EGP 7 actual

Montevideo

Maldonado

Salto

ANOVA

Significatividad

4,4

0,04

8,2
9,2
1,1
0,0

0,01
0,00
0,30
0,92

4,2

0,00

2,9

0,01

1,2

0,29

***

6,3

0,00

3,4

0,01

1,2

0,31

***

3,4

0,00

0,8

0,58

***

0,6

0,72

***

* Significativo al 5% (p < 0,05), ** Significativo al 10% (p < 0,10), *** No significativo (p > 0,10)

*
***

316

Marcelo Boado - Diego Rodrguez

Tabla 11: Gasto promedio mensual en cigarrillos, por sexo nivel educativo,
edad y clase social, segn ciudades
Variables

Montevideo
Maldonado
Salto

Montevideo

Maldonado

Salto

Montevideo

Maldonado

Salto

Montevideo

Maldonado

Salto

Sexo
Hombre
Mujer
Hombre
Mujer
Hombre
Mujer
Nivel Educativo
Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
Edad
<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +
<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +
<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +
EGP 7 actual
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b

Promedio de Gasto en Cigarrillos


ANOVA
F
p

Media

Desvio Estndar

1275,3
1199,7
1379,4
1072,8
706,3
826,5

1202,5
1072,2
1210,4
860,7
649,7
794,3

1432,3
1308,9
1295,9
1296,1
893,4
973,2
1458,6
1440,4
1409,9
1019,5
833,9
1176,9
575,2
567,3
903,7
881,3
785,4
775,2

1956,3
1316,3
1004,3
1178,2
755,6
830,5
2079,6
1224,7
991,8
909,8
702,5
941,0
660,4
580,9
797,5
694,4
745,0
707,0

885,1
1306,9
1440,3
1480,9
1119,1
816,0
857,8
1380,3
1428,8
1463,1
1534,8
742,8
748,9
639,7
950,4
239,7
612,0

806,5
1310,4
1203,0
1176,6
979,3
288,5
725,9
1157,7
1175,0
1170,2
1581,8
648,1
596,4
780,3
796,4
388,1
-

1037,1
1292,0
1333,1
173,2
1560,7
1145,2
993,8
1317,5
1051,2
1093,0
85,4
1414,4
1323,1
612,0
1011,6
798,3
679,8
640,4
712,4
646,3
716,8

836,6
1324,4
1316,4
43,6
1303,8
1007,5
826,1
952,1
847,4
1007,2
1276,2
1163,2
716,5
626,5
674,8
851,8
562,8
748,7
725,6

Sig.

0,8

0,37

3,5

0,06

**

1,1

0,30

***

2,3

0,05

1,4

0,22

***

1,9

0,10

***

6,4

0,00

2,7

0,03

1,5

0,19

***

3,2

0,00

0,7

0,65

***

0,8

0,56

***

* Significativo al 5% (p < 0,05), ** Significativo al 10% (p<0,10), *** No significativo (p>0,10)

***

317

Trabajadores y tabaquismo en el Uruguay

Tabla 12: Proporcin promedio de gasto en cigarrillos en ingreso personal,


por sexo nivel educativo, edad y clase social, segn ciudades
Variables
Sexo
Montevideo
Maldonado
Salto

Hombre
Mujer
Hombre
Mujer
Hombre
Mujer

0,16
0,20
0,12
0,15
0,09
0,12

0,25
0,27
0,18
0,16
0,11
0,15

Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional

0,36
0,23
0,18
0,15
0,10
0,05
0,17
0,20
0,16
0,09
0,07
0,06
0,13
0,10
0,11
0,09
0,09
0,09

0,80
0,31
0,19
0,19
0,19
0,06
0,35
0,23
0,16
0,11
0,05
0,05
0,17
0,13
0,13
0,09
0,10
0,13

<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +
<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +
<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +

0,15
0,20
0,19
0,17
0,14
0,12
0,09
0,16
0,13
0,17
0,24
0,12
0,11
0,08
0,10
0,01
0,10

0,18
0,35
0,28
0,22
0,15
0,08
0,09
0,24
0,12
0,16
0,35
0,13
0,11
0,15
0,10
0,01
-

I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b

0,09
0,17
0,20
0,01
0,21
0,20
0,13
0,09
0,13
0,14
0,01
0,10
0,18
0,04
0,10
0,10
0,09
0,12
0,07
0,10
0,14

0,14
0,28
0,41
0,01
0,25
0,22
0,11
0,09
0,14
0,20
0,08
0,23
0,11
0,09
0,10
0,22
0,06
0,14
0,16

Nivel Educativo
Montevideo

Maldonado

Salto

Edad
Montevideo

Maldonado

Salto

EGP 7 actual

Montevideo

Maldonado

Salto

Promedio de Razn de Gasto en Cigarrillos segn Ingresos del Hogar


ANOVA
Media
Desvio Estndar
F
p
Sig.
4,93

0,03

0,98

0,32

***

2,36

0,13

***

8,80

0,00

2,98

0,01

0,41

0,84

***

1,12

0,35

***

2,09

0,08

**

1,35

0,24

***

3,66

0,00

1,42

0,21

***

0,85

0,53

***

* Significativo al 5% (p < 0,05), ** Significativo al 10% (p<0,10), *** No significativo (p>0,10)

318

Marcelo Boado - Diego Rodrguez

Conclusiones
Las preguntas iniciales se resumen en una sola: cmo es la epidemia de tabaquismo
entre los trabajadores uruguayos?
La epidemia no es homognea entre los trabajadores del pas. La prevalencia de tabaquismo es ms alta en las zonas de ms dinamismo econmico, de mayor migracin, de mayor
participacin femenina en la economa. Y tambin, es ms alta entre los ms jvenes, y entre los
menos educados.
La concentracin de la prevalencia no siempre condice con la dependencia y el consumo.
En Salto hay baja prevalencia y bajo consumo promedio. En Montevideo hay alta prevalencia y
alto consumo, y en Maldonado una posicin intermedia.
Los ms jvenes fuman en mayor cantidad que otros grupos de edades, pero no revelan
los mayores signos de dependencia tabaquista porque exhiben promedios diarios inferiores al
promedio general. Pero, es claro que segn su curva de ingresos, tampoco son los que ms
ingreso tienen para gastar.
Claramente los menos educados, los que ms relapsan segn se ha visto en los estudios,
son los que fuman ms, los que ms gastan en tabaco, los que menos ganan y los tienen los
peores trabajos. En consecuencia sufren doblemente la epidemia, porque a la dependencia le
suman el mayor peso relativo de su consumo de tabaco en su ingreso. As, hay un crculo vicioso,
los que menos recursos tienen menos chances de dejar el tabaco tendrn.
En particular en Montevideo todos los indicadores con los que usualmente se explora la
desigualdad social, exhibieron impacto en la epidemia de tabaquismo entre los trabajadores. En
Montevideo, tanto la prevalencia como los perfiles de consumo por tipo de producto, cantidad de
cigarrillos diarios, gasto y proporcin del gasto de tabaco en el ingreso, exhibieron diferencias
significativas segn los indicadores de desigualdad. En Maldonado slo el sexo, la educacin y
la edad, impactaron claramente en la prevalencia y en el consumo no as en el gasto relativo. En
Salto los efectos de la desigualdad fueron notorios en la prevalencia y menos diferenciados en
los indicadores de consumo y adiccin.
En otros trabajos deber incorporarse aspectos adicionales sobre atencin de salud, sobre jornada laboral, sobre el trabajo y la carrera laboral, sobre los aos de fumador y las caractersticas de la familia, para aportar aspectos complementarios a esta primera fase del examen.
Los resultados de este trabajo reafirman conclusiones nacionales generales y abren el
espacio para la especificacin. Antecedentes como ENPTA y GATSS en Uruguay indicaron tendencias de la prevalencia actual y de vida de tabaquismo, y algunos aspectos vinculados al consumo.
En la medida que esta encuesta se focaliz en una poblacin ms especfica (trabajadores
adultos con trayectoria laboral), con mejores chances de acceso al tabaco, es notorio que la prevalencia crezca. As mejores condiciones laborales sostienen que las mujeres tiendan a empatar
la prevalencia de los hombres en las ciudades de Montevideo y Maldonado.
Tambin los datos de la encuesta ENPTA (2008) sostienen el perfil de tipo de producto que
consumen de los fumadores. En nuestros datos vemos que bajan los promedios diarios, pero se
robustece la presencia del cigarrillo industrial, lo cual se vincula con el sexo nuevamente.
Pero vemos que hay caras de la epidemia que no se debilitan. La desigualdad social
sostiene la prevalencia de tabaco con claridad en la ciudad ms poblada y moderna. Parece

Trabajadores y tabaquismo en el Uruguay

319

una contradiccin que en las mejores condiciones de trabajo y vida se atrinchere la epidemia de
tabaco. El correlato es el impacto de la adiccin y su efecto socioeconmico.
En las ciudades del interior se exhibe cmo el desarrollo econmico creciente impacta
de modo desigual. A medida que avanza el perfil terciario de la economa, como es el caso de
Maldonado, se aceleran los efectos de la prevalencia; en la medida que estn presentes otras
rutinas laborales vinculadas a lo rural, el avance de la prevalencia es ms lento. Moreira (2007) ya
indic en un estudio exploratorio en el medio rural de perfil ganadero y agrcola, que los resortes
del consumo, notoriamente masculino, son claramente distinguibles de los urbanos.
En Montevideo y Maldonado, claramente hay que atacar los sustentos que robustecen la
desigualdad en los tipos de productos disponibles, y a la vez profundizar los servicios de apoyo
al abandono. En Salto, la menor prevalencia y baja diferenciacin reclaman de un apoyo ms
generalizado y duradero. Los resultados sealan la extrema complejidad de la epidemia y los
requerimientos de investigacin para contrarrestar los mecanismos que la soportan.

Bibliografa
Boado M.; Bianco, E. (2009). Estudio nacional de prevalencia de tabaquismo. Documento N
1 de Anlisis descriptivo de la Encuesta Nacional de Prevalencia de Tabaquismo (ENPTA)
Uruguay. CIET, mimeo, Montevideo.
Bianco, E.; Boado, M.; Sandoya, E. (2009). Control del tabaquismo en Uruguay. http://
www.tendenciasenmedicina.com/Imagenes/imagenes34/art_21.pdf
Boado, M.; Bianco, E. (2010a). Primera Encuesta Nacional de Tabaquismo - Uruguay 2008.
http://www.tendenciasenmedicina.com/Imagenes/imagenes36/art_06.pdf
Boado, M.; Bianco, E. (2010b). Tabaquismo y ambientes libres de humo en el Uruguay 2008.
http://www.tendenciasenmedicina.com/Imagenes/imagenes37/art_19.pdf
Chamberlain, K.; ONeill, D. (1998). Understanding social class differences in health: a qualitative analysis of smokers. Psychology and Health. Vol. 13.
Doll, R. (2004). Evolution of knowledge of the smoking epidemic. In Boyle, Gray, Henningfield
et al. Eds. Tobacco science policy and Public Helath. Oxford University Press, Oxford.
pp. 3-16.
Fong, G.T.; Cummings, K. M.; Borland, R.; Hastings, G.; Hyland, A.; Giovino, G.A. et
al. (2006). The conceptual framework of the International Tobacco Control (ITC) Policy
Evaluation Project. Tob Control; Vol. 15 (suppl 3). [acceso 15 de setiembre de 2013].
Disponible en: http://tobaccocontrol.bmj.com/content/15/ suppl_3/iii3.abstract
Goldthorpe, J.; Erikson, R. (1993). The constant Flux; Clarendon Press, Oxford.
Health Technology Inquiry Service (HTIS). (2010). Tools for assessing tobacco dependence;
Canadian agency for Drugs and technologies in Health, Ottawa.
Heatherton, T.; Kozlowski, L.; Frecker, R.; Fagerstrom, K. (1991). The Fagestron test
for nicotine dependence. A Revision of the Fagerstron Tolerance Questionnaire. British
Journal of Addictions. Vol. 86 (9): 11191127.
Honjo, K.; Tsutsumi, A.; Kawachi, L. et al. (2006). What accounts for the relationship between social class and smoking cessation? Results of a path analysis; Social Science &
Medicine.

Lpez, A. D.; Colishaw, N.E.; Piha, T. (1994). A descriptive model of the cigarette epidemia
in Developing countries. Tobacco Control. Vol. 3: 242 - 247.
Moreira, B. (2007). Derterminantes sociales y culturales del consumo de tabaco en el medio
rural uruguayo. CIET, Montevideo (mimeo.)
OMS (2013). Report on the global tobacco epidemic, 2013. Enforcing bans on tobacco advertising, promotion and sponsorship. WHO, Ginebra.
Peto, R.; Lpez (2001). Future worldwide health effects of current smoking patterns. In Koop,
Pearson y Schwartz (Eds.) Critical issues in global health, San Francisco. Joosey-Bass.
pp. 154-161.
Ramos, A.; Curti, D. (2009). Estudio Nacional de Prevalencia de Tabaquismo. Documento N 2
de Anlisis Econmico de la Encuesta Nacional de Prevalencia de Tabaquismo (ENPTA)
Uruguay. CIET, mimeo, Montevideo.
Sandoya, E.; Bianco, E. (2011). Mortalidad por tabaquismo y por humo de segunda mano en
Uruguay;en: Revista Uruguaya de Cardiologa, N 3 Vol. 26, SUC.
Schaap, M.; Kunst, A. E. (2009). Monitoring of socio-economic inequalities in smoking: learning from the experiences of recent scientific studies. Public Health. Vol. 123: 103 - 109.
Schaap, M. (2010). Socioeconomic inequalities in smoking in Europe. Erasmus University. Tesis
doctoral.
Shaw, M.; Dorling, D.; Davey Smith, G. (1999). Poverty, social exclusion, and minorities. En:
Marmot M, Wilkinson R. (eds). Social Determinants of Health. Oxford: Oxford University
Press.
Stronks, K.; Van de Mheen, H. D.; Caspar, M. A. et al. (1997). Cultural, material, and
psichosocial correlates of the socioeconomic gradient in smoking behavior among adults.
Preventive Medicine. Vol. 26: 754766.
Proyecto ITC (Agosto 2012). Informe Nacional ITC Uruguay. Resultados de los levantamientos 1
al 3 de la Encuesta (2006 al 2011). Universidad de Waterloo, Waterloo, Ontario, Canad;
Centro de Investigacin para la Epidemia del Tabaquismo (CIET Uruguay); Universidad de
la Repblica, Facultad de Ciencias Sociales.

Desarrollo local y fragmentacin socioterritorial:


estudio de caso Rocha1
Danilo Veiga2 - Emilio Fernndez3 - Susana Lamschtein4
Este artculo recoge los principales resultados del Estudio realizado en el marco de
las actividades acadmicas sobre el desarrollo socioeconmico local en el Uruguay,
mediante sucesivas investigaciones en el Departamento de Sociologa de la Facultad
de Ciencias Sociales, con el apoyo de la Comisin Sectorial de Investigacin Cientfica, UdelaR y diversas instituciones pblicas (Municipios, Ministerio de Vivienda,
Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, Programa Uruguay Integra), as como
de la sociedad civil. En esta oportunidad, el Estudio tuvo el apoyo de la Intendencia
de Rocha y del Centro Universitario de la Regin Este (CURE). La relevancia de esta
Investigacin radica en que aborda una problemtica estratgica para el Departamento en la actual coyuntura y particularmente en el marco de la descentralizacin
que llevan adelante el Gobierno Nacional y las Intendencias Municipales, as como
la Universidad de la Repblica. En tal sentido y considerando la ausencia de estudios
y diagnsticos sociolgicos sobre Rocha, la investigacin tiene propsitos, tanto en
trminos acadmicos avance del conocimiento cientfico, como especialmente
prcticos contribucin a la formulacin de polticas locales.

Objetivos del Estudio


-
Realizar y difundir una Investigacin adaptada al contexto local, que permite analizar los procesos de fragmentacin socioeconmica y territorial, y la desigualdad
social a nivel departamental de Rocha.
-
Identificar las diversas manifestaciones y formas de desigualdad socioeconmica.

1
2
3
4

En base al Estudio realizado por Convenio entre la Intendencia de Rocha, la Facultad de Ciencias
Sociales y la Pro Fundacin para las Ciencias Sociales, UdelaR.
Profesor Titular de Sociologa Urbana y Regional, FCS, UdelaR. [email protected]
Profesor de Sociologa del Centro Universitario de la Regin Este (CURE), UdelaR. [email protected]
Profesor Asistente de Sociologa y Banco de Datos, FCS, UdelaR. [email protected]

322
-
-

Danilo Veiga - Emilio Fernndez - Susana Lamschtein

Analizar cuantitativamente los procesos socioeconmicos locales y a nivel cualitativo, en funcin de la percepcin pblica del desarrollo local.
Contribuir al desarrollo local y al proceso de Descentralizacin, mediante la difusin del conocimiento cientfico y devolucin de resultados, hacia la implementacin de polticas y programas pblicos y de la sociedad civil.

Estructura social y tendencias recientes en Rocha


En este captulo se introducen las caractersticas y tendencias recientes en Rocha y sus principales ciudades, en base al anlisis cuantitativo de los indicadores sociales, elaborados y procesados.
En tal sentido y de modo similar a otros Estudios de Caso realizados por nuestro
equipo en la Facultad de Ciencias Sociales (FCS), se han reprocesado los datos departamentales a partir de las Encuestas de Hogares del Instituto Nacional de Estadstica
(INE). De tal forma, mediante la construccin de indicadores sociales, se pueden apreciar dimensiones socioeconmicas bsicas de la estructura social y las tendencias a
nivel local en los aos recientes.
Dichas caractersticas deben interpretarse en funcin de los procesos socioeconmicos que, a nivel nacional y regional, vienen ocurriendo en los ltimos diez aos en
el Uruguay. Por tanto y como marco de referencia, en el cuadro siguiente se presenta
un conjunto de indicadores estratgicos que permiten comparar a Rocha con Montevideo y con los departamentos del Interior, segn las Encuestas de Hogares del INE5.

La Encuesta de Hogares ampliada del INE EHNA, representa a toda la poblacin departamental; mientras que hasta el 2005, slo abarcaba a las localidades mayores de 5000 habitantes, lo cual significa
una mejora sustantiva en su cobertura.

323

Desarrollo local y fragmentacin socioterritorial: estudio de caso Rocha

Cuadro 1: Indicadores socioeconmicos seleccionados 2011


Rocha, Interior y Montevideo*
Indicadores Socioeconmicos
Desempleo Jvenes %
Desempleo Mujeres %
PEA Nivel Educ. Bajo %
PEA Nivel Educ. Medio %
PEA Nivel Educ. Alto %
Vivienda s/agua de red %
Vivienda s/saneamiento %
Ingreso p/ cpita Hogs. $
Ingreso 20% Hogs. pobres
Ingreso 20% Hogs. Ricos
Hogares Pobres* %
Poblacin Pobre* %
Estratificacin de Hogares:
Bajo %
Medio Bajo %
Medio %
Medio Alto %
Alto %

Montevideo
12,8
7,4
13,6
52,4
34,1
0,4
14,3
19316,7
8000,0
27062,2
11,6
16,8

Resto Interior
12,3
7,6
32,4
55,6
12,0
15,5
53,1
11874,2
5593,7
15853,1
7,7
11,3

Rocha
9,3
6,1
32,6
57,9
9,5
7,1
70,3
11228,1
5866,8
14730,3
6,6
9,8

6,2
13,9
29,8
22,3
27,8

8,6
24,4
36,5
19,1
11,5

8,8
28,5
38,6
15,9
8,2

* Lnea pobreza actualizada INE 2006.


Fuente: Procesamiento microdatos Encuesta de Hogares INE. Departamento de
Sociologa y Banco de Datos FCS.

Por una parte, destacamos que las tasas de crecimiento y migracin poblacional
a nivel departamental, permiten apreciar varias tendencias. En efecto, a nivel nacional,
Rocha tuvo tradicionalmente una significativa emigracin hacia el polo de atraccin de
Maldonado. Por otra parte, durante los ltimos aos tambin se produce un fenmeno
inmigratorio hacia Rocha y fundamentalmente hacia las reas costeras con un crecimiento poblacional.
Tradicionalmente las migraciones se relacionan con la bsqueda de oportunidades de empleo y mejores condiciones de vida por diferentes sectores poblacionales,
en su desplazamiento y movilidad. Varios de estos elementos permiten comprender los
fenmenos migratorios en el departamento, tanto de prdida como ganancia de poblacin local. Sin duda, que los emprendimientos que estn planteados para los prximos
aos a nivel nacional y local, tendrn consecuencias significativas en la estructura social departamental, no solamente en la absorcin de migrantes, sino en los desafos

324

Danilo Veiga - Emilio Fernndez - Susana Lamschtein

que ello implica en trminos de oferta y demanda para la poblacin local e inmigrante
hacia Rocha.
Departamento de Rocha
Total habitantes segn localidades y crecimientos intercensales (porcentual)

Rocha
Chuy
Zonas rurales
Castillos
Lascano
La Paloma
Cebollat
18 de Julio
La Aguada - C. Azul
Velzquez
La Coronilla
San Luis al Medio
Punta del Diablo
Barra del Chuy
19 de Abril
Barra de Valizas
Aguas Dulces
Arachania
Barrio Pereira
La Pedrera
Cabo Polonio

Censo
1996
26017
9804
7983
7346
7134
3084
1490
1139
1125
1018
586
578
318
312
254
254
247
203
170
115
103

Censo
2004
25538
10401
6188
7649
6994
3202
1606
1191
1103
1084
541
702
389
367
239
356
409
335
213
165
72

Censo
2011
25422
9675
4146
7541
7645
3495
1609
977
1090
1022
510
598
823
370
205
330
417
377
186
225
95

Crecimiento Crecimiento
1996 - 2004 2004 - 2011
-1,8
-0,5
6,1
-7,0
-22,5
-33,0
4,1
-1,4
-2,0
9,3
3,8
9,2
7,8
0,2
4,6
-18,0
-2,0
-1,2
6,5
-5,7
-7,7
-5,7
21,5
-14,8
22,3
111,6
17,6
0,8
-5,9
-14,2
40,2
-7,3
65,6
2,0
65,0
12,5
25,3
-12,7
43,5
36,4
-30,1
31,9

Fuente: Procesamiento datos Censos de Poblacin INE.

Por otra parte, a los efectos de apreciar los perfiles educativos de la poblacin
departamental, se procesaron los datos correspondientes. De tal forma, los niveles
educativos y su evolucin en el perodo 2001-2011, se ilustran en la siguiente grfica. All se aprecia una mejora en los niveles de calificacin luego del 2005, lo cual coincide con la tendencia general a nivel nacional, que demuestran una expansin educativa
y los mejores niveles alcanzados durante este perodo, particularmente en el nivel educativo secundario. Sin duda esto debe relativizarse, con los conocidos fenmenos de
desercin a nivel de la educacin media, que ocurren en estos aos.

Desarrollo local y fragmentacin socioterritorial: estudio de caso Rocha

325

Grfica 1. Poblacin en localidades + de 5.000 habitantes


Evolucin 2001 2011

Fuente: Veiga, D.; Fernndez, E.; Lamschtein, S. (2012).

Desde otra perspectiva y con relacin a los indicadores del empleo y exclusin
sociolaboral, se introducen otros indicadores que permiten apreciar las tendencias recientes y principales caractersticas del mercado de trabajo departamental. Estas tendencias son consistentes con aquellas a nivel nacional, e ilustran aspectos especficos
de Rocha que son destacables.
Cuadro 3. Indicadores de exclusin sociolaboral en Rocha
Desempleo (%) Evolucin 2001 - 2011*
Aos/Indicadores
Desempleo Total
Desempleo Jvenes 15-29
Desempleo Femenino

2001
15,7
27,4
24,1

2004
13,0
25,7
18,4

2011
4,8
11,3
6,6

* Poblacin urbana en localidades mayores de 5000 habitantes (a los fines comparativos).


Fuente: Procesamiento microdatos Encuesta Hogares INE.
Departamento de Sociologa y Banco de Datos FCS.

326

Danilo Veiga - Emilio Fernndez - Susana Lamschtein

En primer lugar, corresponde apreciar los significativos descensos de la desocupacin producidos luego del 2005, en funcin del crecimiento y la reactivacin
econmica verificados a nivel nacional y particularmente al crecimiento departamental
en turismo, construccin y servicios. En segundo trmino, se destaca que a nivel comparativo Rocha presenta menores ndices de desempleo que la media nacional.
El desempleo femenino ha tenido una importante disminucin, como resultado
de la participacin de la mujer en actividades de servicios y turismo. Esta tendencia y
fenmeno es elocuente, en la medida en que como es sabido mujeres y jvenes son los
grupos sociales que ms sufren el desempleo, y por lo tanto el dinamismo econmico
en el Departamento, ha tenido en tal sentido, efectos significativos.
Complementando los elementos anteriores referidos al mercado de empleo, se
presentan a continuacin los correspondientes a los niveles de ingreso de los hogares
y su evolucin en los aos 2001-2011. Los resultados apreciables en el cuadro siguiente, muestran la diferenciacin en los ingresos promedio, de los hogares ms pobres y
aquellos del quintil superior de ingresos (20% de hogares ms ricos). De modo similar
que a nivel nacional, se comprueba en Rocha, el fuerte deterioro que sufrieron todos
los niveles socioeconmicos hasta el 2004, as como la significativa recuperacin de
los mismos en aos posteriores.
Cuadro 4. Rocha. Niveles de Ingresos per cpita de los hogares*
Evolucin 2001-2011 ($ deflactados)
Aos/Indicadores
Ingreso Medio Hogares
Ingreso Hogares% + Pobres
Ingreso Hogares% + Ricos

2001
3199,3
1386,9
4560,9

2004
3540,3
1481,2
4732,6

2011
4862,7
2598,3
6371,0

* Poblacin urbana en localidades mayores de 5.000 habitantes (a los fines comparativos).


Fuente: Procesamiento microdatos Encuesta Hogares INE.
Departamento de Sociologa y Banco de Datos FCS.

Cuadro 5. Rocha. Niveles de Pobreza*


Evolucin 2001-2011 (% Hogares)
Aos/
Hogares Pobres

2001
18,8

2004
27,3

2011
6,8

* Poblacin urbana en localidades mayores de 5000 habitantes (a los fines comparativos).


Fuente: Procesamiento microdatos Encuesta Hogares INE.
Departamento Sociologa y Banco de Datos FCS.

327

Desarrollo local y fragmentacin socioterritorial: estudio de caso Rocha

Por otro lado, los niveles de pobreza para el 2004, demuestran la magnitud de la
crisis en Rocha durante los aos 2001-2004. Sin embargo, desde el 2005, los niveles
de pobreza e indigencia, descendieron significativamente, siendo menores a la media
del pas en el 2011.
Corresponde enfatizar que en Rocha como ocurri a nivel nacional, resultaron
muy fuertes los impactos sociales que tuvo la crisis socioeconmica del 2001, con el
consiguiente deterioro del nivel de vida de la poblacin local durante los primeros aos
de la dcada, a travs de diversas manifestaciones y consecuencias; tales como desintegracin familiar, problemas de convivencia social, violencia, etc., segn surge del
Estudio anterior sobre la estructura social nacional y las desigualdades (Veiga y Rivoir,
2004). Sin embargo, los diversos indicadores socioeconmicos referidos a la situacin
social y la pobreza presentados, demuestran que en el 2011, las condiciones de vida
de la poblacin han mejorado con respecto a los aos anteriores. Este proceso de
movilidad ascendente es coincidente con la evolucin en las pautas de estratificacin
social que se presentan a continuacin.
Profundizando el anlisis de los procesos de fragmentacin socioeconmica y
desigualdad a nivel local, se evaluaron ciertas pautas bsicas de la estratificacin social. De tal manera, para aproximarnos al estudio de las diferentes clases sociales6, se
clasificaron los hogares y su poblacin, segn el ndice de estratificacin social (que
combina niveles de ingreso, educacin y confort), examinando su evolucin en el perodo 1998-2011, tal como se ilustra en el cuadro siguiente.
Cuadro 6. Estratificacin social de la poblacin* %
Rocha urbana. Evolucin 1998 - 2011
Estrato
Socioeconmico
BAJO
MEDIO
BAJO
MEDIO
MEDIO
ALTO
ALTO
Total %

1998

2001

2004

2011

22,2

29,5

32,5

9,9

36,0

33,1

26,6

25,6

30,4

23,1

27,6

40,4

7,6

10,7

8,7

17,2

3,7
100

3,6
100

4,6
100

6,9
100

* Poblacin urbana en localidades mayores de 5.000 habitantes (a los fines comparativos).


Fuente: ndice de estratificacin social, que combina los niveles de ingreso, educacin y consumo.

Sociolgicamente el concepto de clase social es diferente y de mayor trascendencia que el de estrato


social, pero a los efectos ilustrativos e instrumentales, medimos la estratificacin social como una va
de aproximacin al tema.

328

Danilo Veiga - Emilio Fernndez - Susana Lamschtein

En el caso de Rocha se destaca la diferenciacin de los sectores de clases


medias, que en el 2011 representan entre el 40 y 57% de la poblacin urbana, dependiendo de las definiciones operativas utilizadas. Asimismo, como se demuestra en un
Estudio reciente (Veiga, 2010) a nivel nacional, se han expandido la pobreza y las clases bajas hacia la periferia de las ciudades, tambin algunos sectores de clase media
se desplazan, demostrando la fragmentacin social, econmica y cultural, a la que
estos sectores estn expuestos.
Sin duda que los comportamientos, estilos de vida y cultura, estn cambiando
profundamente y deben ser objeto de mayor investigacin y anlisis. En relacin a la
estructura social rochense, los indicadores sociales y datos estadsticos ilustran algunos de estos fenmenos, permitiendo apreciar los cambios en la estratificacin social
en el perodo 1998-2004-2011 (poblacin urbana en localidades mayores de 5.000
habitantes y ciudad capital).
En esta perspectiva, es interesante considerar los indicadores relativos al uso de
internet segn edades segn la grfica siguiente, apreciando el incremento del acceso
y uso de internet, resultado no solamente de las polticas pblicas (Plan Ceibal, etc.),
sino de la creciente globalizacin cultural y difusin en la sociedad de la informacin.
Grfica 2

Fuente: Veiga, D.; Fernndez, E.; Lamschtein, S. (2012).

Desarrollo local y fragmentacin socioterritorial: estudio de caso Rocha

329

Captulo 2. Las tendencias recientes y la percepcin de las transformaciones


locales en Rocha
A partir del anlisis cuantitativo de los indicadores sociales, se han identificado
en el captulo previo las transformaciones y tendencias recientes en la estructura social nacional y en Rocha, que muestran la fragmentacin socioterritorial emergente en
las sociedades locales. Complementando este anlisis cuantitativo, se introducen los
hallazgos cualititativos relativos a la percepcin pblica sobre los cambios sociales
y las tendencias a nivel local. El anlisis e informacin presentados, se basan en el
relevamiento a una muestra de 35 informantes calificados que, debido a su insercin
institucional, experiencia y conocimiento, brindaron informacin y su percepcin sobre
las condiciones de vida en su Departamento.
La percepcin de los cambios sociales
En los siguientes recuadros, se resumen los resultados obtenidos sobre la percepcin de los principales cambios sociales.
Percepciones sobre cambios sociales en los ltimos 5 aos
(Aspectos positivos en Rocha)
Mejora econmica, del consumo y calidad de vida
Aumento del poder adquisitivo e incremento del turismo
Poltica de promocin de inversiones
Mejora zona arrocera y desarrollo industrial en el norte
Mayor oferta laboral: menor desocupacin
Mejoras laborales por beneficios del sector agropecuario
Incremento industria de la construccin
Aumento de centros educativos, cursos, becas (Liceos, Centros MEC)
Impacto de instalacin de la Universidad CURE
Percepciones sobre cambios sociales en ltimos 5 aos
(Aspectos negativos en Rocha)
Consumismo (endeudamiento)
Turismo: la gente espera todo del turismo (empleo, ingreso, actitudes)
Faltan oportunidades laborales para jvenes
La sociedad no ha sabido generar un respaldo para los pobres
Desintegracin de la familia
Jvenes que en muchos casos son incapaces de generar cambios
Gnero: mujeres menos preparadas para el trabajo
Gran porcentaje de poblacin envejecida
Rocha: historia de conservadurismo poltico, social y cultural
Funcionan mucho los localismos: falta visin integradora del departamento
Fuente: Relevamiento y entrevistas a Informantes Calificados, 2012.

330

Danilo Veiga - Emilio Fernndez - Susana Lamschtein

La percepcin de las desigualdades sociales


En esta seccin se da cuenta de las opiniones vertidas por los diferentes actores
involucrados respecto a las desigualdades sociales percibidas en su localidad en los
ltimos cinco aos.
Se recogieron opiniones que, en consonancia con el perodo de crecimiento econmico que se ha registrado en los ltimos tiempos, sealan que hay gente que ha
mejorado y ascendido econmicamente y que las mayores posibilidades de empleo:
tienden a disminuir desigualdades, al punto que perciben que Rocha ha mejorado sus
ndices de desigualdad, proceso que para algunos se ver reforzado por el hecho de
que en el caso de las desigualdades laborales: la instalacin de la Universidad va a
mejorarlas.
Otros informantes por el contrario no son tan optimistas en sus valoraciones, ya
que afirman que la distribucin de los recursos no ha sido equitativa: privilegia ms
a algunos, por sobre los ms desposedos a lo que se suma el hecho de que la mejora econmica y el mayor empleo no genera desarrollo local, ya que viene gente de
otros lados y desplaza a la poblacin local (ej. refugio, es gente de otros lados, no es
rochense).
Se seala por parte de otros actores que los mencionados procesos de mejora
econmica seran insuficientes ya que la gente vive mejor pero no le da para movilidad
social (ascenso posicin / situacin socioeconmica) en una sociedad que indican,
est fuertemente segmentada ya que, a juicio de un informante: Rocha mantiene desigualdades sobre todo en temas de gnero, generacin (jvenes, tercera edad), lugar
de residencia (aislamiento) y aunque estn desapareciendo algunos tabes, siguen
presentes. Existen importantes sntomas de racismo, de diferenciacin en la escala
social, por los lugares que ocupan las jerarquas con diferentes espacios de poder.
La percepcin sobre las polticas pblicas
En esta seccin se ilustran las opiniones vertidas por los diferentes actores respecto a las polticas pblicas instrumentadas en su localidad en los ltimos cinco aos.
Al igual que en la seccin anterior, si bien el eje principal que articula esta parte es lo
social, a los efectos de un mejor anlisis y comprensin de las opiniones recogidas, se
ha desglosado en diversas dimensiones, a saber: econmica, social, educativa, salud,
institucional y territorial.
Tambin fueron valorados esfuerzos realizados en la esfera institucional departamental, ya que se recogi la opinin que sostiene que el gobierno se ha animado
a hacer cosas que hasta ahora no se haban hecho, citando ejemplos como la reestructura de la Intendencia de Rocha en recursos humanos, tecnolgicos y programas.
Lo que se ha traducido en una mayor eficiencia, mejor servicio y mejores condiciones.

Desarrollo local y fragmentacin socioterritorial: estudio de caso Rocha

331

Desde una perspectiva crtica se manifest por parte de algunos dificultades


de gestin, indicando que la existencia de problemas de gestin en las empresas
pblicas: muchas veces no deja ver los logros, adjudicando gran parte de la responsabilidad a carencias en la capacitacin del personal que se designa para llevar adelante
un plan, poltica, programa, que redunda en una mala inversin en planes y programas
llevados adelante con ineficiencia (ej. Censo).
Desde una perspectiva social, muchos entrevistados destacan su autopercepcin de una cultura conservadora del rochense que, al decir de algunos, se manifiesta
de mltiples maneras. En algunos casos la idiosincrasia rochense es la cultura del no,
de la desconfianza, de la negatividad, mientras que otros afirman que es un problema
colectivo que est en toda la poblacin, en el entramado social, en la familia, hay
mucho individualismo lo que lleva a que no se potencian las iniciativas comunes. Estas
problemticas tendran su origen en el pasado, por cuanto en pocas anteriores, falt
pensar con cabeza colectiva, falt que la ciudadana colaborara y ahora a la sociedad
rochense en el ltimo tiempo le vino el apuro de solucionar todas las cosas.
La percepcin sobre el futuro departamental (Rocha en 10 aos)
Por ltimo, se ilustran las manifestaciones vertidas por los diferentes actores
entrevistados respecto a cmo se imaginan la realidad departamental dentro de una
dcada, con el objetivo no de hacer futurologa sino un ejercicio de prospeccin que
de alguna manera recoja las expectativas y expresa las posibilidades de los distintos
recursos que Rocha rene.
En el plano econmico, las opiniones recabadas apuntan a la idea de un departamento en crecimiento donde se avizora por parte de la mayora de los entrevistados
un futuro brillante, ya que habr mucha gente y empresas que se estarn moviendo.
Se vislumbran inversiones ya que, al decir de algunos: vienen extranjeros a invertir y
hay proyectos que traern gente de afuera.
Se menciona por algunos informantes la conciencia de que pueden convivir lo
natural con una mayor oferta de empleo ya que hay muchos rubros por desarrollar,
mucho ms que playas (gastronoma); superando la situacin de una poca valorizacin
de la actividad turstica, redimensionando el sector con una diversificacin turstica,
que diversifique las propuestas, para lograr una extensin que genere ingresos no slo
en la zafra de verano, al decir de un entrevistado.
En esta pluralidad de miradas, otros en el futuro avizoran a Rocha con un desarrollo portuario y pesquero de calidad, valorando que el puerto demora mucho en su
construccin pero realmente eso va a permitir ms mano de obra y mejorar econmicamente y educativamente, culturalmente por todo lo que conlleva la parte econmica
y realmente las perspectivas son de un gran cambio y quizs cambio positivo.
Estas perspectivas deben ser conjugadas con otras no tan optimistas, en las
cuales hay una visin escptica en torno al desarrollo: no es contradictorio el desa-

332

Danilo Veiga - Emilio Fernndez - Susana Lamschtein

rrollo sustentable con la industrializacin, ni con el turismo, pero se est apostando a


un desarrollo (puerto, minera, plantaciones de eucaliptos) donde haya ms gente con
riqueza y mucho ms gente marginada al decir de un entrevistado, mientras que otro
tambin sostena la eventualidad de una mayor concentracin en pocas manos.
En el terreno educativo, muchos valoran el cambio y desarrollo que generar la
Universidad, por cuanto avizoran que bueno, si se consolida todo esto de la educacin terciaria, tambin va a hacer que se vaya menos gente; valoran algunos que ya se
vislumbran cambios por cuanto en el departamento ya hoy se habla de la Universidad y
a los temas culturales se les da importancia, se busca cada vez ms el conocimiento.
A modo de conclusin
Se presentan a modo de conclusin algunos puntos centrales que surgen del
Estudio realizado, tanto a partir del anlisis cuantitativo y las tendencias de los indicadores sociales, como del anlisis cualitativo a partir del relevamiento y entrevistas a los
informantes calificados.
a) A nivel poblacional, Rocha es un departamento que ha tenido tradicionalmente
una significativa emigracin hacia el polo de atraccin de Maldonado, y ello se confirma
en el Estudio demogrfico de la FCS, donde se ubica con la mayor tasa de emigrantes.
Por otra parte, durante los ltimos aos tambin se produce un fenmeno inmigratorio
hacia Rocha y fundamentalmente hacia las reas costeras que tienen un crecimiento
poblacional.
b) Con relacin a los niveles educativos, se confirma la tendencia del aumento
de poblacin con educacin secundaria. Tambin corresponde sealar que, a nivel de
la comparacin nacional, Rocha tiene una menor proporcin de poblacin con educacin superior, lo cual sin duda representa un signo de atencin, que esperamos con la
presencia del CURE pueda incrementarse, as como con la radicacin de inmigrantes
calificados, cuando se implementen las obras planteadas en la regin.
c) Desde una perspectiva complementaria y con relacin a los indicadores del
empleo y exclusin sociolaboral, los indicadores sobre las tendencias recientes y principales caractersticas del mercado de trabajo departamental son consistentes con las
verificadas a nivel nacional. As, se confirman significativos descensos de la desocupacin producidos luego del 2005, en funcin del crecimiento y la reactivacin econmica
verificados a nivel nacional y particularmente al crecimiento departamental en turismo,
construccin y servicios.
d) Con respecto a los niveles de ingreso y pobreza, corresponde enfatizar que en
Rocha como ocurri a nivel nacional, resultaron muy fuertes los impactos sociales
que tuvo la crisis socioeconmica del 2001, con el consiguiente deterioro del nivel de
vida de la poblacin local durante los primeros aos de la dcada, a travs de diversas
manifestaciones y consecuencias; tales como desintegracin familiar, problemas de
convivencia social, violencia, etc., segn surge del estudio cualitativo de la opinin

Desarrollo local y fragmentacin socioterritorial: estudio de caso Rocha

333

pblica local realizado en un Estudio anterior sobre la estructura social nacional y las
desigualdades (Veiga y Rivoir, 2004).
e) En tal sentido, sobre las tendencias y caractersticas de la sociedad departamental y la estratificacin, se comprueba el fuerte aumento de los estratos bajos
durante los aos de estancamiento y crisis 2001-2004, y su posterior disminucin
llegando a representar solamente el 10 % de la poblacin en 2011. Por otro lado, a
nivel global del Departamento, los sectores medios (incluyendo al estrato medio bajo),
aumentan su participacin en la estructura social, alcanzando al 57% de la poblacin
urbana rochense en el 2011. Asimismo, se comprueba el aumento importante que
tuvieron durante estos ltimos seis aos los sectores medio altos y particularmente
altos, que representan en conjunto el 24 % de la poblacin urbana departamental y el
31% en la ciudad capital.
f) Con relacin a la percepcin de los problemas sociales en Rocha, se recogieron opiniones positivas sobre algunas cuestiones sociales, indicando que las nuevas
y mejores comunicaciones: Internet, abren la perspectiva, lo que hace a una poblacin
menos cerrada. Se destac que si bien hay pobreza, no existen asentamientos y
que el problema calle en nios, adolescentes y jvenes, no tiene tanta incidencia en
Rocha como en otros departamentos. Desde una perspectiva negativa, otros entrevistados indicaron que las transiciones econmicas son ms rpidas que las culturales.
La cultura es ms arraigada y difcil de cambiar.
g) A nivel de la percepcin sobre las desigualdades sociales en Rocha, surge que
el crecimiento econmico registrado en los ltimos tiempos, conlleva que hay gente
que ha mejorado y ascendido econmicamente y que las mayores posibilidades de
empleo: tienden a disminuir desigualdades, proceso que para algunos se ver reforzado por el hecho de que en el caso de las desigualdades laborales: la instalacin de la
Universidad va a mejorarlas.
h) A nivel de la percepcin sobre las polticas pblicas, desde una perspectiva
econmica se observa la importancia de llevar adelante el puerto de aguas profundas,
puntal de desarrollo a nivel nacional como elemento estratgico de poltica pblica.
Otros entrevistados pusieron el nfasis en los aspectos educativos, remarcando los
esfuerzos hechos a nivel educativo que aunque no hayan tenido an los resultados esperados tienen una buena percepcin de las polticas en educacin inicial / primaria:
Caif, escuela, escuela rural a lo que alguna voz agrega la construccin de liceos.
Desde una perspectiva crtica se manifest por algunos dificultades de gestin indicando que la existencia de problemas de gestin en las empresas pblicas:
muchas veces no deja ver los logros, adjudicando gran parte de la responsabilidad a
carencias en la capacitacin del personal que se designa para llevar adelante un plan,
poltica, programa, que redunda en una mala inversin en planes y programas llevados
adelante con ineficiencia.

334

Danilo Veiga - Emilio Fernndez - Susana Lamschtein

i) Sobre las mejoras producidas en el Departamento, se seala que el factor


econmico es fundamental; ha mejorado en el acceso de la mayora de la poblacin a
cosas que antes las veamos en la tele, ya que han expresado que la gente que tiene
un trabajo ms o menos bien, vive. Ello ha favorecido diversos procesos, tanto lo que
hace a un aumento de la calidad de vida de la gente, debido a una disminucin de la indigencia y la pobreza as como tambin a mejorar aspectos de convivencia en Rocha
ciudad, que diversos informantes perciben en mltiples actividades.
j) Con relacin a la percepcin sobre las dificultades de Rocha para su desarrollo,
a nivel econmico productivo algunos informantes identifican trabas econmicas y
falta de inversin privada para el desarrollo departamental. Otros sealaron que las
principales limitaciones se encuentran en ser un departamento de servicios con una
trayectoria de poca historia industrial agravado por el hecho de que a su juicio, hay
programas de desarrollo que no llegan a territorio.
k) Finalmente con relacin a la percepcin sobre el futuro departamental, a nivel
econmico, las opiniones apuntan a la idea de un departamento en crecimiento donde se avizora por parte de la mayora un futuro brillante, ya que habr mucha gente
y empresas que se estarn moviendo. Se vislumbran inversiones ya que al decir de
algunos vienen extranjeros a invertir y hay proyectos que traern gente de afuera
La coyuntura hace que los capitales de Europa no se queden por all, vendrn a Amrica
Latina basando su valoracin en que hay empresas radicadas en el departamento que
generan importantes fuentes laborales.
En sntesis, se pueden resumir los siguientes puntos focales de anlisis, de acuerdo a los resultados que surgen del Estudio cuantitativo y cualitativo y que merecen
profundizarse en prximas etapas:
Segmentacin territorial y desigualdades sociales
En tal sentido, conjugando la geografa y la historia se han desarrollado en Rocha
una serie de actividades econmicas productivas en los distintos lugares del departamento. En el norte, la actividad agrcola ganadera y en la zona de la costa, la actividad
turstica por no citar sino algunas han moldeado la economa y la sociedad de estos
territorios. Esta realidad, predominante en todo el Departamento con su especificidad
por regiones, en torno bsicamente a los diversos centros poblados, no solamente ha
tenido un desarrollo desigual en las ltimas dcadas, sino que desde la perspectiva de
distintos actores, no se ha podido en muchos casos mitigar las asimetras regionales,
lo que ha llevado a la configuracin de una segmentacin territorial, evidenciada por la
poblacin en mltiples planos (econmico, social, educativo, salud, etc.).

Variedad de ecosistemas, biodiversidad y ubicacin estratgica

En pocos lugares del pas, la geografa y el clima han sido tan generosos como
en el departamento de Rocha. La conjuncin de estos factores ha generado una diversi-

Desarrollo local y fragmentacin socioterritorial: estudio de caso Rocha

335

dad y riqueza ecosistmica de amplio espectro. Conviven en los 10.551 km cuadrados


que componen su territorio planicies, humedales, sierras y una costa ocenica de 170
kilmetros. Este patrimonio natural es considerado como un importante acervo por
parte de la poblacin rochense y es puesto de relieve a la hora de valorar las potencialidades para el desarrollo del departamento con miras hacia el futuro.

Expectativas suscitadas por el sistema educativo

Como se ha sealado, en diversas localidades de Rocha, los diferentes actores


sociales han manifestado la importancia del desarrollo del sistema educativo formal en
sus distintos niveles (enseanza primaria, secundaria y terciaria), como va para superar distintas limitantes entre la poblacin, as como tambin como importante agente
de socializacin en medio de una sociedad sujeta a importantes cambios para muchos
de los cuales a veces no encuentra respuestas. Es destacado y valorado en forma
especial el proceso de descentralizacin iniciado por la Universidad de la Repblica y la
instalacin del Centro Universitario de la Regin Este en Rocha como importante factor
de cambio social.

Caractersticas socioculturales de la poblacin

Tal como se ha sealado previamente, de las opiniones relevadas se desprende


una autovaloracin negativa en importantes sectores de la sociedad rochense. Este
sentimiento del no se puede ha sido expresado en todas las localidades donde se
realizaron entrevistas, aunque con matices, ya que por ejemplo en la capital departamental fue sealado con ms nfasis, que en localidades como Chuy y/o Lascano. Este
fenmeno, por s solo merece un estudio ms detallado ya que nos encontramos frente
a la paradoja de hallar conductas y pautas culturales histricamente condicionadas,
con un cierto grado de conservadurismo al decir de la poblacin, frente a un territorio
que ofrece, tanto en lo productivo como en la ubicacin privilegiada y estratgica en
que se encuentra, una importante ventana de oportunidades.
Bibliografa
CASTELLS, M. (1998). La era de la Informacin: Economa, Sociedad y Cultura. Vol.3. Fin de
Milenio Alianza Editorial. Madrid.
DE MATTOS, C. (2004). Redes, Nodos e Cidades: transformao da metrpole latina americana. En Metrpoles: entre a coeso e a fragmentao, a cooperao e o conflito. L. C.
Queiroz Ribeiro (coord.) Ed. F. P. Abramo. Rio de Janeiro.
FRANCO, R.; LEN, A. y ATRIA, R. (2007). Estratificacin y movilidad social en Amrica Latina. Editorial Lom. CEPAL. Santiago de Chile.
LEAL, J. y VEIGA, D. (2008). Espacio social y segregacin en nueve ciudades de Europa y
Latinoamrica, Presentacin Revista Ciudad y Territorio. Estudios Territoriales. Vol. XL.
Tercera poca N 158, invierno 2008, Madrid.
Libro Blanco rea Metropolitana (2007). Edicin Agenda Metropolitana, OPP, DINOT MVOTMA, AECI, PNUD. Montevideo.

336

Danilo Veiga - Emilio Fernndez - Susana Lamschtein

LOMBARDI, M. y VEIGA, D. (1979): Desigualdades intranacionales en el Uruguay. Informe


Final CLACSO-CIESU, Buenos Aires.
O.P.P. (2009). Estrategia Uruguay III Siglo: Aspectos productivos. Oficina de Planeamiento y
Presupuesto. Presidencia de la Repblica. Documento para discusin. Montevideo.
PORTES, A. y ROBERTS, B. (2005). Ciudades latinoamericanas: Un anlisis comparativo en el
umbral del nuevo siglo. Editorial Prometeo. Buenos Aires.
Preteceille, E. y Cardoso, A. (2008). Rio de Janeiro y So Paulo: Ciudades duales?
Comparacin con Pars. Revista Ciudad y Territorio. Estudios Territoriales Vol. XL. Tercera
poca N 158, invierno 2008, Madrid.
PNUD Uruguay (2008). Informe sobre Desarrollo Humano. Poltica, Polticas y Desarrollo Humano en Uruguay, Montevideo.
RIBEIRO, A. C. T. (Comp.) (2004). O rostro urbano de Amrica Latina. Edicin CLACSO. Buenos Aires.
SAMPSON, R. (2009). Disparity and diversity in the contemporary city: social (dis)order revisited. The British Journal of Sociology. Volume 60 Issue 1. Oxford Press.
SERNA, M. (Coord.) (2010). Pobreza y (des)igualdad en Uruguay: una relacin en debate. Edicicn FCS, CLACSO, ASDI. Montevideo.
SVAMPA, M. (2005). La sociedad excluyente: la Argentina bajo el signo del neoliberalismo,
Volumen 2005. Editorial Taurus. Buenos Aires.
RIELLA, A. y MASCHERONI, P. (2009). Desigualdades sociales y territorios rurales en Uruguay. Documento de Trabajo Departamento de Sociologa, FCS, UdelaR. Montevideo.
TOURAINE, A. (1997). Podremos vivir juntos? Iguales y Diferentes. Editorial FCE. Buenos Aires.
VEIGA, D. (2010). Estructura social y ciudades: Tendencias recientes. Edicin FCS, Universidad de la Repblica - PNUD.
VEIGA, D.; MAZZEI, E.; FILARDO, V. y RIVOIR, A. (2000). Sociedades locales y territorio en
el escenario de la globalizacin. Edicin FCS, Departamento de Sociologa. CSIC. Universidad de la Repblica.
VEIGA, D. y RIVOIR, A. L. (2004). Desigualdades sociales en el Uruguay. Edicin FCS, Universidad de la Repblica.
VEIGA, D. et al. (2007). La conformacin social en sus diversas dimensiones. En Libro Blanco
del rea Metropolitana. Presidencia de la Repblica, OPP, Montevideo.
VEIGA, D. y RIVOIR, A. L. (2008). Estructura social y tendencias recientes: Paysand y Salto.
Edicin FCS, OPP, Unin Europea Programa Uruguay Integra.
Veiga, D.; Fernndez, E.; Lamschtein, S. (2012). Sociedades locales y tendencias recientes en
Rocha. Comuna de Rocha, CURE y FCS, UdelaR.
VIGORITO, A.; ARIM, R. et al. (2010). Desarrollo econmico y desigualdad en Uruguay. En
Serna, M. 2010 Op. Cit.
WORTMAN, A. (2007). Construccin imaginaria de la desigualdad social Edicin CLACSO, Buenos Aires.

Poltica, Polticas sociales y Cultura

La Solidaridad como fundamento de las


polticas sociales progresistas
Una mirada a partir de programas sociales del MIDES
Marcos Supervielle1 - Lorena Custodio2
Para evaluar el fundamento de las polticas sociales es necesario partir de la explicitacin de los valores que persiguen y le dan fundamento a su racionalidad, y de los
mecanismos sociales que estas polticas empricamente desencadenan. Mecanismos
sociales que son variados y que pueden llegar a ser contradictorios. Y finalmente,
el papel que las polticas sociales juegan en la produccin de la sociedad, es decir
qu tipo de sistemas sociales activan con sus potencialidades pero tambin con sus
limitaciones. Hay un debate abierto y presente acerca de los fundamentos y de los
mecanismos de las polticas sociales, que gira en torno a la exigencia de contraprestaciones o la restitucin de derechos por un lado, y entre la generacin de dependencia o la orientacin promocional por otro. En este trabajo se busca superar este
debate partiendo del concepto de Solidaridad apoyado en el anlisis de sus diferentes vertientes.

Introduccin
Se ha instalado un debate en la sociedad en trminos de cules son los fundamentos de las polticas sociales y cules son los mecanismos sociales que desencadenan. Este debate que no ha sido abierto y se ha desarrollado lleno de supuestos nunca
explcitos podra resumirse as: las polticas sociales deben generar contrapartidas a
aquellos que se benefician de ellas, o tienen como fundamento derechos que son de
todas las personas y por lo tanto son obligaciones de la sociedad a aquellos ms necesitados por el solo hecho de su existencia.
1

Profesor Titular del Departamento de Sociologa, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR. [email protected]
2 [email protected]

340

Marcos Supervielle - Lorena Custodio

Muy vinculado a estas dos posiciones antagnicas, se considera que los mecanismos sociales que generan las polticas sociales son de dependencia con el Estado
para aquellos que se benefician de stas, y por lo tanto suelen entrar en un crculo
vicioso al querer siempre estar mantenidos por estas polticas, transformndose en
una carga para la sociedad. O bien, las polticas sociales tienen intrnsecamente una
orientacin promocional, se orientan a que las personas puedan tener una segunda
oportunidad de una insercin plena en la sociedad.
Esta presentacin, aunque algo esquemtica, est en la base de las polticas
sociales que se han desarrollado en el Uruguay desde la creacin del Ministerio de
Desarrollo Social MIDES (2005) y posiblemente bien antes de ello. Creemos que es
un debate que no tiene solucin porque hay algo de verdad en ambas posiciones y
posiblemente una misma poltica social concreta pueda generar mecanismos sociales
contradictorios tal cual lo hemos mencionado anteriormente.
Por ello proponemos concebir como fundamento de las polticas sociales a la
Solidaridad social en una bsqueda de darle a la Sociedad una mayor cohesin social
en una sociedad democrtica. En este sentido es que dicha Solidaridad se inscribe en
una Teora Cognitiva de la Racionalidad Ordinaria tal cual la enuncia R. Boudon (2011),
distinguindose de la racionalidad meramente instrumental y tampoco aceptando el
principio de egosmo como principio general de la racionalidad3. Es decir, concebida
como orientada por un valor pero sin perder su carcter racional. Sin ser contradictorio
con lo enunciado, las polticas sociales desencadenan mecanismos sociales concebidos stos a partir de J. Elster (2010), como grandes patrones causales que se ponen
en funcionamiento en condiciones generalmente desconocidas o con consecuencias
indeterminadas. O sea reconocer que, ms all de la orientacin general que se le
intente dar a cualquier poltica social, los resultados sern siempre en algn grado
indeterminados.
Creemos que este cambio de perspectiva minimiza las antinomias anteriores al
menos en sus expresiones ms dogmticas, aunque genera nuevas dificultades y por
lo tanto nuevas alternativas en la percepcin del sentido y evaluacin de las polticas
sociales.
Una de las dificultades que encontramos es que el concepto de solidaridad social
se ha vuelto polismico en sus sentidos prcticos. Aun as, todos estos sentidos estn
emparentados entre s. Por ello, nos vemos obligados a referirnos a los diferentes
orgenes del concepto. De cmo los distintos conceptos que se cobijan bajo el trmino
solidaridad que van apareciendo en la historia a partir del siglo XIX reflejan especificaciones conceptuales necesarias de una sociedad cambiante.

Por racionalidad Boudon entiende las razones por las cuales un individuo percibe a una accin como
legtima. La razn en trminos filosficos aparece siempre como absoluta, mientras que la racionalidad siempre est sujeta a contextos.

La Solidaridad como fundamento de las polticas sociales progresistas

341

Pero para darle un marco general a esta concepcin, necesariamente debemos


preguntarnos si los efectos de las polticas sociales generarn una sustentabilidad social o sus efectos desaparecern cuando estas polticas desaparezcan. Estas distintas
concepciones de solidaridad que revisaremos necesitan por lo tanto ser inscriptas en
una teora general de los sistemas sociales. Siguiendo aunque de forma muy heterodoxa a Luhmann (2013), stos pueden ser sistemas de interaccin, sistemas de organizacin y sistemas de comunicacin4.
Los primeros, los sistemas de interaccin, son sistemas que establecen las fronteras con su entorno en trminos de pertenencia y no pertenencia. En el contexto
especfico de las polticas sociales, hablaremos de participacin y no participacin.
Los segundos, los sistemas de organizacin, establecen su frontera a partir de tener
una membreca o no tenerla y los sistemas de comunicacin la sociedad en s establecen su frontera en estar comunicado o no estarlo; hoy por hoy el desarrollo de
la comunicacin es tal que la sociedad casi no tiene entorno, aunque este tema no lo
desarrollaremos en el artculo.
Las polticas sociales son desarrolladas por los Estados, y para ello en primera
instancia significa que el Estado juega un papel central en la organizacin de la sociedad otorgando una muy amplia gama de membrecas. En efecto, son los Estados
los que definen quin es ciudadano o quin no lo es, quin es delincuente, quin es
mayor de edad, quin es casado o divorciado, quin tiene la tenencia de los hijos, etc.
El Estado juega entonces un papel central en la construccin de las organizaciones
sociales, aunque tambin la sociedad tiene la capacidad de autoorganizarse, creando
sus propias distinciones, es decir distinguiendo quin es miembro de una organizacin
civil y quin no lo es. Sin embargo sostenemos la hiptesis de que las clases altas y las
medias tienen muchas ms posibilidades de autoorganizarse que las clases bajas y por
ello en estas ltimas el papel del Estado juega un rol central, sobre todo a partir de las
polticas sociales. En este plano, la diferente concepcin entre las polticas progresistas
y las polticas conservadoras se basa en la expansin o no de membrecas a los ms
amplios sectores de clases bajas. Es decir, hasta qu punto la solidaridad interclase
debe expandirse o no.
Pero el Estado no puede, o tiene muchas dificultades para incidir directamente
en los sistemas de interaccin. Puede a lo sumo, crear las condiciones para que los
sistemas de interaccin se desarrollen. La convocatoria a los Consejos de salarios
crearon las condiciones para la expansin de los sindicatos y de sus afiliaciones, pero
el Estado no intervino directamente en su desarrollo y esta convocatoria pudo transformarse en un fracaso en cuanto al desarrollo de los sindicatos. El Estado no puede
intervenir directamente en la construccin de la solidaridad de clase aun cuando stas
sean las clases bajas.

Los sistemas de comunicacin pueden identificarse, segn Luhmann, con la sociedad.

342

Marcos Supervielle - Lorena Custodio

Por ello nos parecen muy relevantes los esfuerzos actuales por parte del Estado
uruguayo de desarrollar polticas de organizacin de sectores populares incorporndoles sistemas de interaccin, como es el caso de las cooperativas sociales del MIDES.
Aunque, por la limitacin intrnseca del Estado sealada anteriormente, stos requieran
de esfuerzos de autoorganizacin y de desarrollo de la autonoma de la propia sociedad
civil, para que sean eficaces y sustentables en el tiempo. Ms all de los aprendizajes
necesarios, encontramos aqu nuevamente una diferencia sustancial entre las polticas
sociales progresistas y las conservadoras.
Las gnesis del concepto de Solidaridad5
El solidarismo republicano
El solidarismo republicano nace con el poltico Len Bourgeois, que ser premio
Nobel en 1920, es el creador del concepto de solidaridad intergeneracional a fines del
siglo XIX. Su idea central es que los trabajadores activos deben ser solidarios con los
trabajadores que fueron activos y hoy son pasivos. Esta idea da la base a la Seguridad
social. Tambin en el corto perodo que estuvo de presidente en la segunda repblica
francesa intenta crear un impuesto sin lograrlo a la renta, de tal forma que los ms
ricos contribuyan ms que los menos ricos en sus tributos. Esta doble perspectiva est
enmarcada en una concepcin liberal en la medida en que es respetuosa de la libertad
individual pero, a diferencia del liberalismo anglosajn, no ve como contradictoria la
defensa de las libertades individuales y la intervencin del Estado. Pero, para ello, en la
fundamentacin del solidarismo republicano, le da al principio de Solidaridad intergeneracional como base la idea de cuasicontrato que toma del Derecho civil. Es decir
que es el Estado el que fija las pautas de la Solidaridad intergeneracional porque le es
imposible organizar individualmente los destinos de la solidaridad de cada ciudadano,
pero stos teoriza Bourgeois (1998) si pudiesen contribuir por su voluntad individual
lo haran. Hoy en da esta postura nos parece excesivamente idealista y sin sustento
emprico, pero da la impresin que lo que Bourgeois y sus seguidores buscaban era
lograr una reforma cultural que incorpore la Solidaridad como valor central de la Sociedad orientada a darse a s misma una creciente cohesin social y con ello, evitar
su fragmentacin social. El solidarismo republicano es fuente de inspiracin de varias
creaciones institucionales del batllismo uruguayo a principios del siglo XX.
5

Una tercera vertiente relevante referida al concepto es la de la Solidaridad poltica, muchas veces
traducible a la lgica de una campaa. Opera como mecanismo de presin de opinin pblica
para modificar una decisin tomada por el poder arbitrario o institucional. Son acciones orientadas
a potenciar el valor solidario desde su dimensin poltica y para ello pone en marcha una serie de
mecanismos solidarios como por ejemplo la opinin pblica. En todos los casos el valor orientador
de la solidaridad es el de la justicia e injusticia y el mecanismo es el de la comunicacin, informacin
y denuncia. En gran medida las campaas latinoamericanas de defensa de los presos polticos, la
vicara de la solidaridad chilena, las madres de Plaza de Mayo, los comits de Defensa de los Presos
polticos uruguayos en toda Europa y en algunos pases latinoamericanos son todas expresiones de
solidaridad poltica. No lo desarrollamos porque se aleja de la finalidad de este artculo.

La Solidaridad como fundamento de las polticas sociales progresistas

343

La propuesta a la que llega Bourgeois es fruto de un largo proceso de la forja del


concepto de Solidaridad, que se inicia en la efervescencia de las ideas de la Revolucin de 1848. Aunque el concepto, derivado del Derecho romano, o sea de la idea de
garanta solidaria, que todava hoy sigue vigente, es creado por Joseph de Maistre en
1831 (Blaise, 2007), donde ya en su origen concibe a la Solidaridad como un fenmeno
social y no solamente jurdico.
El concepto de solidaridad busca superar las ideas de caridad y de fraternidad
que provenan del catolicismo. En efecto la idea de solidaridad se inscribe en una idea
de igualdad de los ciudadanos, se es solidario con sus iguales. Y el concepto de caridad, ms all de ser considerada por Toms de Aquino como una virtud teolgica,
sociolgicamente se transform en una forma de generosidad de las clases altas con
las clases bajas pero no para cambiar su condicin de tal, incluso a veces como una
accin para reafirmar esta diferenciacin de clase. Por ello, el concepto de solidaridad
puede encontrar su existencia y difundirse en la medida en que se haya instalado en la
sociedad el concepto de igualdad.
Con respecto al concepto de fraternidad, dara la impresin que a partir de la
Revolucin del 48 (Blaise, op. cit.), los pensadores sociales de casi todas las corrientes
de pensamiento prefieren el trmino de solidaridad al de fraternidad, aunque este ltimo
queda consagrado en la consigna republicana en esta revolucin: Libertad, Igualdad
y Fraternidad.
Pero ms all de los matices que se pueden establecer, pensamos que poco a
poco se va imponiendo el concepto de solidaridad como referente general, a pesar de
que el trmino fraternidad queda consagrado en la consigna republicana debido a la
creciente diferenciacin que se va produciendo entre comunidad y sociedad. Estamos
en un perodo de la invencin de lo social segn la terminologa de Donzelot (2007)
en el proceso de desarrollo de la modernidad. Esta polaridad que es sealada por mltiples autores como Tnnies con su distincin Comunidad y Sociedad o como el propio
Durkheim con la idea de Solidaridad Mecnica y Solidaridad Orgnica (Durkheim 1922)
puede ser una clave de lectura en esta evolucin. La fraternidad o la hermandad puede entenderse en una perspectiva de tipo comunitaria, mientras que la solidaridad se
inscribira en construcciones sociales ms complejas que sintetizaremos como sociedades. Y en la medida en que lo comunitario retrocede con respecto a lo societario, la
solidaridad se va imponiendo como concepto.
Consideramos que Durkheim se inscribe tambin en la corriente de Solidarismo
republicano aunque l nunca tuvo una participacin poltica. Nos vemos en la necesidad
de hacer una valoracin crtica. Por un lado, su visin de solidaridad orgnica basada
en la interdependencia de los distintos oficios que se complementan es singularmente
una visin de una sociedad de tipo artesanal, que cada vez es menos ajustada como
descripcin de las sociedades actuales y por otro, la falta de toda referencia a la diferenciacin entre capital y trabajo, el abandono a toda referencia al concepto de explotacin, etc. Sin embargo, la idea de la bsqueda de la cohesin social y la solidaridad

344

Marcos Supervielle - Lorena Custodio

como mecanismo social de alcanzarla, y el fundamento moral de la solidaridad es otra


de las orientaciones que consideramos vigente hasta hoy en da.
La accin solidaria
No sabemos bien cmo del concepto de Solidaridad, concebido como una expresin de racionalidad cognitiva y como mecanismo de cohesin social, fue evolucionando hacia la idea de accin solidaria. Pensamos que esta evolucin tiene mucho que ver
con la emergencia del sindicalismo, con una bsqueda de orientaciones y organizacin
autnoma del Estado y de las clases dominantes de la segunda mitad del siglo XIX, y
por la que fue muy duramente reprimido. A la organizacin de la ayuda a aquellos sindicalistas que fueron presos en estas circunstancias y a sus familias en los pases latinos
se les fue denominando acciones solidarias. En una segunda fase se le denomin as
a los apoyos a los propios sindicatos en huelga. En Espaa y en Italia, en las organizaciones sindicales de orientacin anarquista o anarcosindicalista, a los grandes acuerdos que surgen de los Congresos o Convenciones, se les denomina Pactos solidarios.
stos tienen la caracterstica de que se logran por consenso y no por la aceptacin
de las mayoras. Es quizs as que poco a poco se va incorporando a los movimientos
populares ya no slo a los sindicatos la idea de la accin solidaria. La referencia a
los movimientos anarquistas es a nuestro entender relevante en la medida en que son
ellos los que introducen la nocin de accin solidaria en Uruguay, aunque hoy en da ya
nadie asocia la idea de solidaridad con anarquismo como fuente exclusiva, sino que se
ha transformado en una referencia de tipo general a un tipo de accin social.
Nuestra tesis es que la accin solidaria presupone la idea y el valor de igualdad
de las personas en la sociedad, pero que por alguna razn circunstancial de carcter
poltico, social, econmico e incluso cultural ciertas personas se encuentran pasando
dificultades y por lo tanto requieren de una accin solidaria para restablecer dicha igualdad. Pero inmediatamente se plantea de qu sociedad se trata, de la sociedad global?,
de un grupo ms restringido? Es en este proceso que nace la idea de solidaridad de
clase y que hoy podemos hablar de la solidaridad de gnero, etc.
Dentro de la vertiente de accin solidaria existe otra vertiente que ha unificado
diversos procesos histricos tales como el cooperativismo, el mutualismo y otras experiencias colectivas comunitarias o de ayuda mutua de diverso origen y que poco a poco
han ido consolidando en trminos de economa o socioeconoma solidaria. Algunas de
estas iniciativas son incluso anteriores a la creacin del trmino solidaridad como es el
caso del cooperativismo. Sealemos tambin que el principio bsico de estos emprendimientos sociales o econmicos parte de la base de la igualdad de los miembros del
emprendimiento y del compromiso de la accin solidaria autnoma de todos los miembros que participan en el proyecto. El mecanismo que caracteriza a la accin solidaria
es la fuerza que da la unin de los participantes.

La Solidaridad como fundamento de las polticas sociales progresistas

345

Los modelos de solidaridad en los distintos tipos de sistemas sociales


Cuando nos referimos a modelos de solidaridad estamos planteando que existen algunas combinaciones distintas entre el mecanismo de la solidaridad y el valor
solidaridad. Nuestra hiptesis sostiene que las acciones y polticas solidarias buscan
fusionar mecanismos de solidaridad con el valor solidaridad. La solidaridad republicana (solidaridad intergeneracional) puede considerarse como un sistema social de tipo
organizacin, ya que la solidaridad entendida como cohesin social supone que todos
los participantes sean miembros del sistema social, por tanto con derechos y obligaciones cvicas. En este caso, se hace hincapi en el mecanismo de solidaridad, y el valor
solidaridad aparece como un agregado que legitima el mecanismo puesto en prctica.
El problema en este caso es si efectivamente el valor solidaridad existe previamente
o si aparece como un elemento a construir, y si implica polticas de construccin de
este valor (sean polticas de informacin o incluso de sugestin para lograr la adhesin
de los participantes o miembros del sistema). Este modelo, porque es basado en el
mecanismo de solidaridad y no en el valor solidario, tiene la mayora de las veces un
carcter de imposicin puede ser de carcter legal lo que quiere decir que no es
posible negarse a participar en l.
La accin solidaria (o solidaridad mutual) la concebimos como un tipo de sistema
social de interaccin, ya que para su desarrollo apela a la participacin social de las
personas, a su presencia comprometida en el marco de acciones que permitan restablecer la igualdad. El valor solidario se incorpora como un elemento previo o simultneo a la puesta en marcha del mecanismo de solidaridad. Ambos se fortalecen en una
suerte de espiral ascendente. Dos elementos caracterizan a este modelo. El primero
es que al menos en su origen la participacin en el proyecto no es impuesta sino es de
afiliacin autnoma, voluntaria, de consenso. El segundo consiste en que una vez que
uno est en el proyecto, se deben aceptar las reglas de juego consideradas legtimas
para el colectivo, o si no dejar de participar en l. Ello aun si se discrepa con el mismo
y se busca participar en los mecanismos para transformar estas normas. (Por ejemplo
asambleas de participantes del proyecto).
La solidaridad como fundamento de las polticas sociales
A partir de esta construccin terica de modelos de solidaridad, se pretende
indagar sobre los fundamentos implcitos o explcitos existentes en algunas de las polticas sociales coordinadas por el MIDES y los mecanismos sociales que desencadenan.
Tomaremos dos ejemplos de tipos de polticas sociales para este anlisis: por
un lado, las transferencias monetarias no contributivas del Plan de Equidad, como programas sociales en el marco del sistema de proteccin social no contributiva, en pleno
debate en el actual escenario poltico. Por otro lado, las cooperativas sociales como
ejemplo de polticas promocionales y que requieren de una participacin ciudadana
activa.

346

Marcos Supervielle - Lorena Custodio

Transferencias monetarias no contributivas del Plan de Equidad


Nuestro pas presenta una larga tradicin en materia de transferencias monetarias (TM) contributivas fundamentalmente vinculadas a la seguridad social y al mercado
de trabajo formal (jubilaciones, pensiones, subsidios de desempleo, asignaciones familiares para los sectores formales). Es a partir del 2004, cuando stas comienzan a
enfocarse hacia el polo no contributivo, con las asignaciones familiares que incorporan
a los sectores de bajos ingresos no formales. Su expansin se sita en el 2005, cuando
gana el primer gobierno de izquierda en el pas y se crea el Ministerio de Desarrollo
Social que despliega una serie de polticas sociales empezando a conformar un sistema
de proteccin social y una red de asistencia hacia el polo no contributivo, atendiendo
a situaciones de pobreza extrema, vulnerabilidad y riesgos sociales. Es el caso del
Plan de Asistencia Nacional a la Emergencia Social (PANES) instrumentado desde el
2005 hasta 2007, la Tarjeta Alimentaria desde 2006 (hoy Tarjeta Uruguay Social), las
Asignaciones Familiares del Plan de Equidad (Ley 18.227) en 2008, y Asistencia a la
Vejez, en 2008. Nos abocaremos a analizar dos de las transferencias monetarias no
contributivas vigentes: Asignaciones Familiares del Plan de Equidad (AFAM PE) y la Tarjeta Uruguay Social (TUS).
Siguiendo a la CEPAL (Cecchini y Martnez, 2011), existen en la regin distintos
enfoques que han marcado el debate sobre la proteccin social: i) la proteccin basada en el empleo formal, ii) la proteccin frente a situaciones de emergencia, iii) la
proteccin como asistencia y acceso a la promocin y iv) la proteccin como garanta
ciudadana.
Hoy en da, en nuestro pas el debate gira en torno a los dos ltimos enfoques.
Aunque en el origen que data desde principios de siglo XX, la proteccin social se
encontraba vinculada fuertemente con el primero de ellos, relacionando la seguridad
social al concepto de solidaridad intergeneracional.
El valor solidaridad como fundamento de las actuales TM no contributivas no
aparece explicitado en sus objetivos especficos, aunque s en los fundamentos orientadores del sistema de proteccin social en el marco del Plan de Equidad y recientemente la Reforma Social. En sus fundamentos se busca brindar una asistencia bsica
como restitucin del derecho a la seguridad social. Las TM intentan ser una puerta de
entrada para la poblacin desprotegida hacia otras polticas y servicios sociales, y en
este sentido ser un mecanismo para avanzar hacia la integracin y cohesin social. Por
otra parte, se menciona el combate a la reproduccin intergeneracional de la pobreza.
Claramente la solidaridad aparece como mecanismo desde el Estado orientado hacia
la inclusin de los ciudadanos en situacin de vulnerabilidad social, y se habla de solidaridad en trminos de financiacin de la poltica, donde los sectores ms favorecidos
contribuyen a financiar polticas no contributivas para sectores vulnerables. Esto lo
garantiza el Estado, por lo que no estamos hablando de una solidaridad voluntaria. En
este sentido, cuando el Estado interviene apostando a la construccin de una cohesin
social, es decir a la integracin de los ms pobres como miembros del sistema social,

La Solidaridad como fundamento de las polticas sociales progresistas

347

mediante este tipo de polticas, podemos sostener que las actuales TM cumplen una
funcin solidaria en trminos de promover la cohesin social y de alguna manera una
funcin redistributiva. Su fundamento puede entenderse dentro del modelo de solidaridad republicana en dos sentidos: como solidaridad intrageneracional, es decir cuando
aquellos que tienen mayor poder adquisitivo son solidarios con quienes tienen menos, y
como solidaridad intergeneracional, priorizando beneficios monetarios hacia los hogares con presencia de nios, nias y adolescentes.
La discusin se presenta cuando se plantea qu tipo de exigencias se requiere
para ser miembro, para pertenecer a este tipo de sistema. Es aqu cuando surge el
debate sobre las contraprestaciones y los mecanismos sociales que stas generan. Si
bien por un lado se quiere ir hacia la construccin de un sistema integral y articulado de
programas sociales, con fundamentos en un enfoque de derechos y promocin social,
a partir del 2013 se ponen en funcionamiento controles estrictos de las contrapartidas
referidas a la asistencia escolar de los menores en las AFAM PE, no as en la Tarjeta
Uruguay Social.
Por tanto se genera un programa con contrapartidas (AFAM PE) para aquellas
personas en situacin socioeconmica desfavorable pero que cumplen con mnimos
criterios de insercin formal en el sistema (insercin educativa de los menores), mientras existe otro programa (TUS) para los ms excluidos, sin exigencias para su ingreso
ms que su propia situacin de pobreza. Los tipos de beneficios otorgados difieren
segn programa: mientras las AFAM PE se perciben en dinero y su monto es levemente
mayor, la TUS es una tarjeta magntica con un monto asignado para la compra de
bienes bsicos en determinados comercios adheridos al sistema.
En este sentido, ambos programas conforman lo que la CEPAL ha tipologizado
sistemas de coordinacin programtica con condicionalidades, donde se pretende
garantizar el acceso a prestaciones a partir de la articulacin de programas especficos para generar un piso mnimo de inclusin. As, la TUS garantiza a los miembros del
sistema un nivel bsico de consumo y las AFAM PE pretenden la promocin de capital
humano. Encontramos que se generan dos tipos de membrecas: la primera para ciudadanos pobres pero que cumplen con criterios mnimos de exigencias formales, y la
segunda para los ms excluidos sin las exigencias de la primera.
Si pasamos al plano de los mecanismos sociales que desencadenan este tipo de
programas, las evaluaciones (Colafranceschi y Vigorito, 2013; MIDES, 2013) sealan
que han permitido la llegada de prestaciones a los estratos de bajos ingresos, operando muchas veces como puerta de entrada al sistema de proteccin social, reduciendo
la brecha de cobertura existente en el acceso a bienes y servicios que se constituan
como derechos no ejercidos, aumentando la orientacin progresiva del sistema. Ahora
bien, las propias exigencias para su ingreso y permanencia dentro del sistema pueden
estar operando como desestmulo a la formalizacin laboral de los miembros, y en este
sentido aparecen mecanismos contradictorios a los propios objetivos de la poltica.

348

Marcos Supervielle - Lorena Custodio

Aqu aparece el desafo de repensar cules son las exigencias para la permanencia dentro del sistema y cmo se promueve mediante stas el logro de los objetivos
de la poltica que supone el avance hacia la cohesin social, es decir hacia la inclusin
de los excluidos.
Las cooperativas sociales
El programa Cooperativas Sociales se crea en el 2006, tiene como objetivo
la creacin, el seguimiento y el control de las cooperativas sociales formadas, as
como acompaar el proceso de formacin de nuevas cooperativas entre personas que
tengan un proyecto econmico de trabajo colectivo y un potencial cliente dispuesto a
contratar sus servicios o comprar sus productos (MIDES-DINEM, 2013). Entre sus metas est el promover el trnsito de las cooperativas sociales desde la rbita del MIDES
hacia su funcionamiento autnomo como cooperativas de produccin. En sus objetivos
especficos6 se mencionan conceptos de solidaridad y ayuda mutua.
Ubicamos a este tipo de programa dentro del modelo de accin solidaria, dado
que incorpora el valor solidario como un elemento previo o simultneo a la puesta en
marcha del mecanismo. Retomando las caractersticas de este modelo, la participacin
en el proyecto surge como un aspecto central, y esta participacin no es impuesta sino
voluntaria, y debe aceptar las reglas legitimadas por el colectivo.
Lo que resulta innovador en este tipo de poltica es que el Estado genera participacin social, no slo creando las condiciones para su desarrollo sino interviniendo
directamente en su gnesis. Y lo hace mediante dos mecanismos: la promocin y seleccin de los miembros que participan en las cooperativas y la mediacin en trminos
de brindar capacitacin y asesoramiento para su funcionamiento.
El valor solidario est como fundamento de la poltica y tambin aparece la solidaridad como mecanismo, sin embargo los mecanismos sociales que mayormente
genera ponen en cuestin al propio fundamento solidario. Con la generacin de cooperativas y la capacitacin de sus integrantes se pretende lograr la inclusin formal en el
sistema con el objetivo ltimo de lograr su autonoma convirtindose en cooperativas
de produccin. No obstante, varias de las cooperativas dependen de que el propio
Estado les brinde posibilidades de trabajo, es decir son dependientes de ste. Aquellas
cooperativas que logran un mejor desarrollo son las que presentan entre sus participan-

Los objetivos especficos del programa son:


1. Propiciar la generacin de puestos de trabajo sustentados en los pilares de autogestin, democracia, solidaridad y ayuda mutua.
2. Fomentar la interrelacin y generacin de redes dentro del movimiento cooperativo.
3. Fortalecer a los grupos precooperativos y a las cooperativas en su formacin tcnica y profesional.
4. Mejorar las condiciones de acceso al crdito para las cooperativas sociales de las instituciones
vinculadas al departamento de cooperativismo.

La Solidaridad como fundamento de las polticas sociales progresistas

349

tes una mayor trayectoria en el movimiento cooperativista y logran salir de la frontera


de la intervencin estatal.
El dilema que se presenta es que la propia participacin social generada por el
Estado tiene su taln de Aquiles al ser l mismo quien genera las condiciones para su
mantenimiento (Techera, 2013)7.
Conclusiones
Esbozamos las principales conclusiones vinculadas al debate inicialmente planteado sobre la solidaridad como fundamento de las polticas sociales y los mecanismos
que stas desencadenan y la produccin de sociedad a travs de las polticas sociales.
En primer lugar, destacamos la incorporacin de la solidaridad como fundamento
para las polticas sociales llevadas adelante por los gobiernos de izquierda en nuestro
pas, fundamentalmente a partir de la creacin del MIDES. Las polticas sociales desarrolladas se fundamentan en los valores vinculados a la cohesin social, la justicia social
y la igualdad, considerados en los tipos de solidaridad republicana y la accin solidaria.
En segundo lugar, el MIDES ha generado participacin social de una manera
innovadora: el Estado es quien interviene indirectamente en la gnesis de esta participacin y ya no slo creando las condiciones para sta. Es el caso de la creacin de
cooperativas sociales, por ejemplo. Aun as los resultados de esta intervencin dependen de la capacidad y del compromiso de los actores involucrados y no solamente de
la capacidad del Estado. Los sistemas de interaccin son siempre en alguna medida
autnomos del Estado, la participacin no se logra por decreto o por el otorgamiento
de una membreca. Existen dificultades del pasaje de los sistemas de organizacin a
los sistemas de interaccin. No es lo mismo tener una membreca que participar realmente. Ahora bien, aun as esta experiencia novedosa muestra que es posible lograr
sustentabilidad de estas polticas sociales aunque sean solamente complementarias a
las polticas sociales de tipo distributivas.
Ampliar la comprensin de las polticas sociales supone por lo tanto distinguir
entre la solidaridad institucional y la accin solidaria y ver cmo estas dos formas de
solidaridad se pueden complementar.
En este sentido, entendemos relevante explicitar los valores que fundamentan la
racionalidad de las polticas sociales, as como evaluar los mecanismos desencadenados por stas, que son mltiples y potencialmente contradictorios como hemos visto.
Adems de valorar el tipo de sistema en que las polticas sociales operan, de modo
7

Otra poltica social en la que participa el MIDES en donde se articula un sistema de organizacin con
un sistema de interaccin es el programa Compromiso Educativo. En ste se construye una membreca de un colectivo de estudiantes con dificultades con la de los tutores o referentes pares que
establecen con los estudiantes un sistema de interacciones. Este programa ha resultado exitoso pero
es claro que dicho xito depende considerablemente de la calidad de la relacin de los tutores con
los estudiantes, es decir del sistema de interacciones que establecen entre s.

350

Marcos Supervielle - Lorena Custodio

de lograr pensar la complementariedad entre las polticas que actan en el sistema de


organizacin otorgando membrecas (inclusin al sistema) y aquellas que operan en el
sistema de interaccin promoviendo la participacin social y la organizacin. Pero tambin valorando las limitaciones de cada caso y los mecanismos sociales no favorables
que pueden desencadenarse. Tarea que no resulta sencilla.
El debate entre polticas sociales progresistas y polticas sociales conservadoras
no solamente pasa por ver cmo se amplan o reducen los miembros beneficiarios de
las mismas y los requisitos para su inclusin y permanencia, sino tambin cmo se
combinan las solidaridades institucionales con las interactivas en funcin de lograr una
mayor sustentabilidad social en el tiempo.
Finalmente, en la medida en que las polticas sociales que articulan sistemas de
organizacin y sistemas de interaccin suponen un crecimiento de la autonoma de los
actores, y ello presupone que esta autonoma puede llevar a los mismos actores a tomar posiciones crticas, en el acierto o en el error, con respecto a las mismas polticas
sociales que le dieron existencia. Ello implica un autntico ejercicio de los derechos
democrticos y ste es el tercer aspecto que distingue a las polticas sociales progresistas de las polticas sociales conservadoras.
Bibliografa
Boudon, Raymond (2011). Ordinary rationality: the core of analytical sociology en Analytical
Sociology and Social Mechanisms. Editado por P. Demeulenaere, Cambridge University
Press.
Blaise, Marie Claude (2007). La solidarit. Histoire dune ide. Ed Gallimard. Francia.
Bourgeois, Lon (1998). Solidarit Ed. Presses Universitaires du Septentrion. Francia. (Copia
de la edicin original de 1912).
Cecchini, Simone y Martnez, Rodrigo (2011). Proteccin social inclusiva en Amrica Latina.
Una mirada integral, un enfoque de derechos. CEPAL, Santiago de Chile.
Colafranceschi, M. y Vigorito, A. (2013). Uruguay: evaluacin de las polticas de transferencias. La estrategia de inclusin y sus desafos. Hacia un Uruguay ms equitativo: los
desafos del sistema de proteccin social. Banco Mundial.
Consejo Nacional de Coordinacin de Polticas Sociales (2008). Plan de Equidad, IMPO,
Montevideo, Uruguay.
Donzelot, Jacques (2007). La invencin de lo social. Ensayo sobre la declinacin de las pasiones polticas. Ed. Nueva Visin. Buenos Aires. (La versin original es de 1994).
Durkheim, Emile (1922). Division du Travail Ed. Felix Alcan. Francia.
Elster, Jon (2010). La explicacin del comportamiento social. Ms tuercas y tornillos para las
ciencias sociales. Ed Gedisa. Espaa.
Luhmann, N. (2013). La moral de la sociedad. Editorial Trotta. Espaa.
MIDES-DINEM (2013). Informe MIDES, Seguimiento y evaluacin de actividades y programas
2011-2012.
Techera, Joana (2013). Cooperativas sociales del MIDES: una mirada sociolgica. Tesis de
grado de Sociologa policopiada. Uruguay.

Polticas de reingreso destinadas a personas


privadas de libertad y liberadas
Fiorella Ciapessoni1 - Pablo Menese2 - Nico Trajtenberg3 - Ana Vigna4
En este artculo nos proponemos entender los recientes cambios en las polticas de
reingreso destinadas a personas privadas de libertad y liberadas en Uruguay a raz
de la experiencia internacional. Para ello, haremos una breve sntesis de la literatura
especializada y sealaremos algunos ejemplos de polticas consolidadas, tanto en el
mundo anglosajn como en Amrica Latina. Nos centraremos en las iniciativas de
reingreso en Uruguay, y finalizaremos con algunas reflexiones sobre el futuro del
tema.

Existen diferentes modalidades de polticas pblicas segn se orienten a prevenir


el delito en la poblacin general y grupos de riesgo (prevencin primaria y secundaria) o
si estn focalizadas a minimizar la reincidencia de individuos ya involucrados en el delito
(prevencin terciaria) (Lab, 2010). Entre estas ltimas, tradicionalmente las instituciones han explorado distintas variantes de programas de tratamiento y rehabilitacin.
En lo que refiere a las polticas terciarias, Uruguay ha venido experimentado un
creciente problema. Tres hechos son particularmente destacables: i) la poblacin carcelaria creci de 2.104 en 1988 a ms de 9.000 en 2013; ii) el nivel de reincidencia
creci sostenidamente, pasando de un 38% en 1989 a un 60% en 2010; iii) las condiciones de reclusin han sido objeto de denuncia a nivel nacional e internacional por
las inadecuadas condiciones edilicias, hacinamiento, malos tratos, uso excesivo de la
fuerza, debilidad de programas educativos, laborales y de tratamiento5.
Al mismo tiempo, la emergencia carcelaria se ve acompaada por el crecimiento
sistemtico del delito y por una creciente inseguridad en la opinin pblica que reclama
mayor severidad en las penas. En definitiva, estas tendencias han supuesto enormes
1
2
3
4
5

Docente e investigadora del Departamento de Sociologa, FCS, UdelaR. [email protected]


Ayudante de investigacin del Departamento de Sociologa, FCS, UdelaR. [email protected]
Docente e investigador del Departamento de Sociologa, FCS, UdelaR. [email protected]
Docente e investigadora del Departamento de Sociologa, FCS, UdelaR. [email protected]
Comisionado Parlamentario (Garc 2006, 2007, 2008, 2009 y 2010); SERPAJ (2002 a 2011) y
relator de Naciones Unidas (Nowak 2010).

352

Fiorella Ciapessoni - Pablo Menese - Nico Trajtenberg - Ana Vigna

dificultades para un sistema penitenciario que no se encontraba preparado, ni presupuestal ni tcnicamente, para enfrentar semejante coyuntura. Ello se agrava en un
contexto institucional en el que no han existido polticas pblicas con perspectiva de
largo plazo para enfrentar el problema de forma integral y sometidas a procesos de
evaluacin continua.
En este contexto, se firma un acuerdo interpartidario que, entre sus mltiples
puntos, establece un importante aumento presupuestal para el Ministerio del Interior
e implica una reforma global del sistema penitenciario con la creacin del Instituto
Nacional de Rehabilitacin (INR). Entre sus diversos cometidos, se menciona la profesionalizacin de una institucin clave como es el Patronato Nacional de Encarcelados y
Liberados (PNEL), en tanto es el nico punto de contacto institucional con el reingreso
a la sociedad de la poblacin liberada.
En este artculo nos proponemos entender los recientes cambios en las polticas
de reingreso en Uruguay a raz de la experiencia internacional. Para ello, haremos una
breve sntesis de la literatura especializada y sealaremos algunos ejemplos de polticas consolidadas, tanto en el mundo anglosajn como en Amrica Latina. Luego nos
centraremos en las iniciativas de reingreso en Uruguay, y finalizaremos con algunas
reflexiones sobre el futuro del tema.
Literatura internacional
En las ltimas dcadas se ha dado un debate sobre el rol que deben jugar las instituciones penitenciarias. La rehabilitacin como solucin al problema de la reincidencia
tuvo un fuerte cuestionamiento en los aos setenta fundamentalmente a partir del informe Martinson (1974), donde se sealaba la ineficacia de buena parte de los esfuerzos
realizados. Si bien hubo muchas crticas a la metodologa empleada en dicho informe y
al alcance de sus conclusiones (Cullen, 1982; Geandreau & Ross, 1979; Palmer, 1975)
la rehabilitacin pas a estar bajo sospecha.
En este contexto, tuvo lugar un auge de polticas neoconservadoras que planteaban abandonar la rehabilitacin pero no la crcel. El objetivo deba ser incrementar la
severidad de las penas a los efectos de, o bien de disuadir a potenciales criminales, o
bien incapacitarlos fsicamente (Dilulio & Piehl, 1991; Levitt, 1996). No obstante, la investigacin pareci tambin demostrar que esta orientacin tampoco era una solucin
efectiva (McGuire & Prestley, 1995; Gottfredson et al., 1977). A esto cabe agregar que
las ltimas dos ltimas dcadas, los estudios de las poblaciones de liberados empezaron a demostrar que en muchos casos tiene lugar un abandono del delito por razones
ajenas a lo ocurrido en las instituciones penitenciarias y ms asociadas a aspectos de
la vida vinculados a la comunidad, al mundo del trabajo, a la familia, a cambios identitarios, o al vnculo con instituciones religiosas (Farrall, 2002; Sampson y Laub, 1993;
Uggen et al., 2004; Maruna, 2001).

Polticas de reingreso destinadas a personas privadas de libertad y liberadas

353

El reingreso surge como un esfuerzo por intentar recuperar lo mejor de la tradicin rehabilitatoria, pero buscando incorporar las lecciones aprendidas. En este sentido, Petersilia lo define como el proceso amplio de transicin de los individuos privados
de libertad hacia la vida en sociedad. Ello involucra tres aspectos centrales: i) la vida
durante el encierro; ii) el proceso de liberacin; iii) la salida y el contexto social de reingreso (Petersilia 2003).
En primer lugar, durante el perodo de encierro los programas de reingreso buscan cuidar las dimensiones intangibles que pueden alterar la efectividad de los programas, tales como el tipo de personal, la gerencia, la relacin ofensor terapeuta, etc.
(Palmer, 1996). Tambin hay un marcado nfasis en asignar eficientemente los escasos
recursos disponibles. Petersilia menciona dos aspectos claves: i) la preparacin para el
egreso debe ser continua y no debe estar localizada en el tramo final de la condena; y
ii) debe existir un esfuerzo por asemejar la experiencia en prisin a la vida en sociedad
(universo paralelo) (Petersilia, 2003). En definitiva, hay un nfasis en buscar disminuir
el excesivo contenido teraputico que mantenan los programas ortodoxos, reduciendo
el nfasis en alterar los valores, normas y cogniciones de los individuos y focalizando
en su responsabilidad y autonoma (Matthews 2009). Al mismo tiempo, hay un esfuerzo
por buscar evitar la ruptura de los vnculos sociales e integrar a las familias en el proceso de reingreso (Matthews, 2013; Petersilia, 2003).
En segundo lugar, el proceso de liberacin juega un rol decisivo (Petersilia, 2003;
Seiter y Kadela, 2003), as como el desarrollo de sanciones intermitentes (salidas educativas/laborales, sistemas de detenciones parciales, permisos de fines de semana,
etc.) (Tonry, 1998). Existe tambin un llamado a cambiar las prcticas de liberacin y
revocacin de sentencias, y a recuperar la capacidad de las instituciones penitenciarias para definir el momento del egreso, dado que existe un serio problema cuando la
poblacin es liberada en forma automtica desde la esfera judicial, sin que el sistema
penitenciario pueda incidir (Petersilia, 2003). A pesar de ello, resulta claro que es necesario mantener controles externos para evitar problemas de corrupcin y excesiva
discrecionalidad, que tuvieron lugar en los sistemas de sentencias indeterminadas precedentes (Cullen, 2006).
En tercer lugar, es fundamental que las instituciones penitenciarias apoyen el
contexto en el cual los individuos se reinsertan: identificar los barrios a los que retornan
los liberados, focalizar en los servicios existentes en dichos territorios; desarrollar
colaboracin entre los servicios postpenitenciarios y los actores locales; y preparar a
las comunidades para que brinden apoyo, contencin y control informal (Lynch y Sabol,
2001; Petersilia, 2003; Wright et al., 2011). Uno de los aspectos ms importantes es
ayudar en la gestin de los vnculos familiares y el grupo de pares (Leverentz, 2011;
Martnez & Abraham, 2013). Tambin se pone especial hincapi en que estos programas deben reforzar tanto los procesos de reinsercin educativa y laboral (Visher et al,
2011), como las necesidades ms bsicas (alimentacin y vivienda) particularmente
en los primeros meses de liberacin (Gouvis & Travis, 2006; McGrath, 2012; Visher,

354

Fiorella Ciapessoni - Pablo Menese - Nico Trajtenberg - Ana Vigna

2007). La supervisin es otro aspecto a desarrollar (Bouffard & Bergserth, 2008).


No obstante, dicho monitoreo debe evitar el excesivo control y la carencia de apoyos
complementarios. Finalmente, se destaca la necesidad de promover rituales de reintegracin, donde se den seales de que la etiqueta de delincuente se ha dejado atrs
(Maruna, 2011; McGrath, 2012).
A continuacin repasamos el caso de las cortes de reingreso y su implementacin para resolver la problemtica familiar.
Las cortes de reingreso
Una problemtica asociada a la liberacin de personas, es la relacionada con su
dimensin familiar. Esto es particularmente importante en el caso de las mujeres y se
asocia a su rol como madre en los procesos de cumplimiento de pena, rehabilitacin
y reingreso. A continuacin se sintetiza lo propuesto McGrath (2012), quien observ
experiencias de cortes de reingreso en Estados Unidos.
Segn McGrath, generalmente cuando la mujer es privada de libertad aparece
en escena un nuevo familiar responsable de los nios, pero cuando esto no ocurre,
los hijos terminan en dependencias estatales. Por otra parte, este grupo en general
frecuentemente vinculado a la venta de estupefacientes, es penado por los sistemas de
asignaciones familiares que no proveen ningn tipo de asistencia en salud para quienes
hayan estado involucrados en ese tipo de delito. El sistema de Corte de Reingreso,
intenta generar modalidades de libertad en las cuales la supervisin judicial tome la
forma de gestin de caso, donde un funcionario coordina caso a caso los servicios
sociales necesarios para el momento de la liberacin. Por un lado, el equipo de la
Corte de Reingreso determina aquellas personas que pueden participar del programa
y, previo a su egreso, identifican sus necesidades y las de su familia. Luego y en colaboracin con organizaciones pblicas y de la sociedad civil coordinan la asistencia.
Simultneamente, se genera un sistema de tratamiento cruzado con las agencias de
cuidado infantil, en donde una vez liberadas las madres, el proceso de volver con sus
hijos es mucho ms rpido. Por su parte, el rol del juez cambia, dejando de ser nicamente un agente de castigo, para fallar sobre la implementacin de servicios para los
liberados. Ello modifica la actitud del liberado hacia el sistema judicial, observndose
mayor cumplimiento de la libertad bajo palabra. El programa tambin implica la aplicacin de sanciones graduales, as como una ceremonia de graduacin, realizada una vez
terminado el proceso y alcanzada la libertad total.
Polticas de reingreso en Latinoamrica
A nivel regional existe consenso en la necesidad de que el diseo de una poltica
pblica integral de reinsercin atienda a aspectos centrales de la vida en libertad (vivienda, empleo y educacin, atencin sanitaria, vnculos familiares y comunitarios) inicindose desde el interior de las prisiones, preparando a los reclusos, sus familias y la
comunidad para el reingreso (Naciones Unidas, 2010). Sin embargo, la implementacin

Polticas de reingreso destinadas a personas privadas de libertad y liberadas

355

de polticas de reinsercin social es escasa, dbil e incipiente (Dammert & Arias, 2007;
Torrijo, 2012; Villagra, 2008; Espinoza, 2006, 2008; Mori, 2010; Grassi de Oliveira,
2010). Los motivos ms destacados sobre la postergacin de tal poltica refieren a la
debilidad institucional del sistema carcelario y a la necesidad de concentrar los esfuerzos en prioridades intramuros (Dammert & Arias, 2007; Espinoza, 2006).
A nivel de gestin, los principales inconvenientes que enfrenta la aplicacin de estos programas refieren a: i) incipiente planificacin, ii) fallas de coordinacin con otros
actores institucionales, iii) escasez de recursos econmicos, iv) dbil capacitacin de
recursos humanos, v) escasa cobertura de los programas psicosociales, educativos
y laborales, vi) ausencia de una metodologa de seguimiento de la poblacin egresada, vii) inexistentes evaluaciones, viii) vaga conceptualizacin sobre los conceptos de
rehabilitacin y reinsercin, ix) fallas en la revinculacin con la comunidad, entre otros
(Torrijo, 2012; Oliveri, 2012). En este marco, la reducida participacin del Estado en
la etapa postpenitenciaria cuestiona la potencialidad del sistema en el desarrollo de
un proceso eficaz y sostenido que disminuya la reincidencia (Dammert & Arias, 2007).
La experiencia de reingreso en Chile: programa Hoy es mi tiempo (HEMT)6
Chile presenta una altsima tasa de encarcelamiento (240 cada 100.000 habitantes) (Villagra, 2008) y una tasa de reincidencia de 61,4% (Sosa et al, 2013). Desde el
ao 2000 se reconoce la necesidad de dirigir los esfuerzos interinstitucionales hacia
programas de rehabilitacin y reinsercin social.
Especficamente, el programa HEMT se dirige a varones y mujeres de 18 a 35
aos egresados/as del sistema penitenciario o que hacen uso del beneficio de libertad
condicional, de bajos recursos, cesantes o con trabajos precarios, jefes(as) de hogar
(no obligatorio), con un nivel de aprendizaje normal lento (como mnimo), con capacidad
emprendedora, sin patologas psiquitricas (deterioros graves por adiccin o consumo)
(Gendarmera de Chile, 2009, PANAR). El programa tiene una duracin de 9 meses y
basa su estrategia de intervencin en: i) atencin psicosocial, ii) capacitacin laboral y
iii) capacitacin e insumos para la autogestin de iniciativas de negocios (Navarro et.
al, 2012).
Las evaluaciones realizadas sealan que el paso por el programa es altamente
positivo (Navarro et. al, 2012, PANAR s/d). La primera evaluacin realizada en 2002
resalta como aspectos positivos: i) el bajo porcentaje de desercin (de 7% en 2001
a 4% en 2002), ii) bajo porcentaje de reincidencia delictiva (3.8%), iii) el autoempleo
como principal opcin de insercin laboral, iv) satisfaccin con la capacitacin recibida

Otras experiencias a nivel regional tambin a destacar son: el Programa post penitenciario de inclusin social (POSPE) que funciona en la ciudad de Buenos Aires bajo la rbita del Patronato de
Liberados dependiente del Ministerio de Justicia y, tambin el programa Una nueva oportunidad del
Patronato de Liberados de Mxico. Por ms informacin: www.plb.gba.gov.ar. Y www.seguridadbc.
gob.mx/index.php

356

Fiorella Ciapessoni - Pablo Menese - Nico Trajtenberg - Ana Vigna

(96.8%)7. Los beneficiarios manifestaron como fortalezas del HEMT: i) el apoyo psicosocial brindado, ii) la construccin de un proyecto de vida, iii) la incorporacin temprana al
programa, iv) rol del monitor (encargado del acompaamiento y seguimiento en terreno
al usuario) (PANAR, s/d).
De acuerdo a una evaluacin posterior (Navarro et. al, 2012) focalizada en los
subcomponentes (atencin e intervencin psicosocial, capacitacin laboral y apoyo al
trabajo independiente) se destaca que en el perodo 2008-2011: 1) el porcentaje de
personas atendidas psicosocialmente alcanza el 100% de quienes ingresan al programa, 2) cerca del 50% de los beneficiarios fue capacitado laboralmente a pesar de que
se evala negativamente la cada de cobertura de capacitados en el perodo () y con
una tasa de aprobacin de la capacitacin en torno al 80% y, 3) 50% de los beneficiarios fueron colocados en trabajos independientes, observndose adems, una alta
participacin de mujeres (30%) (Navarro et. al, 2012).
Algunos aspectos negativos sealados son: i) la incertidumbre sobre la calidad
de los trabajos a los que la poblacin ex reclusa tiene acceso, ii) la falta de informacin
sobre lo que sucede luego de que finaliza la capacitacin, iii) la ausencia de un enfoque
de gnero en la capacitacin, iv) la falta de recursos institucionales que estimulen la
contratacin dependiente, v) la escasez de coordinacin de los distintos componentes
del programa, v) la ausencia de criterios protocolizados de asignacin, vi) la carencia
de protocolos de evaluacin de desempeo y vii) la ausencia de informacin continua
sobre los/as participantes que egresan del programa (Navarro et. al, 2012).
El caso uruguayo
En Uruguay, al igual que sucede en los pases de la regin, an resultan muy
incipientes los esfuerzos por desarrollar polticas destinadas a la reinsercin de la poblacin egresada del sistema carcelario.
En lo relativo a las medidas de preparacin para el egreso llevadas adelante a
la interna de los propios establecimientos penitenciarios, las mismas continan siendo escasas y poco sistemticas. De hecho, nuestro sistema se encuentra en pleno
proceso de transicin entre dos modelos, uno basado fuertemente en la dimensin
de seguridad y control, hacia otro que intenta enfatizar las ideas de rehabilitacin e
intervencin socioeducativa. Sin embargo, las resistencias a los cambios continan
siendo fuertes, y los recursos materiales y humanos destinados a la implementacin de
las transformaciones son an insuficientes (ms si se tiene en cuenta que la poblacin
carcelaria contina en aumento). En este sentido, se observan fuertes dificultades para
implementar algunas de las medidas ms elementales para llevar adelante polticas de
preparacin para el egreso. Entre ellas: i) existe un claro dficit en la clasificacin de la
7

Esta evaluacin de impacto no consider grupo de control. La muestra utilizada en la encuesta, de


110 casos, es representativa del universo de beneficiarios (200 beneficiarios para el ao 2002). En:
Armijo et al., 2005.

Polticas de reingreso destinadas a personas privadas de libertad y liberadas

357

poblacin reclusa; ii) por ms que se ha avanzado sustantivamente en los ltimos aos,
las plazas laborales y educativas continan siendo insuficientes y, frecuentemente, no
se ajustan a los perfiles e intereses de la poblacin; iii) persisten las dificultades para
fomentar el vnculo con el afuera, principalmente debido a las condiciones a las que
deben someterse las visitas carcelarias; iv) resulta deficitario, tanto el nmero como
la capacitacin del personal que trabaja en contacto directo con la poblacin reclusa.
Dadas estas restricciones a nivel global, resulta claro que las posibilidades de desarrollar planes individuales de trabajo, que contemplasen las necesidades y preferencias
especficas de cada recluso de cara al egreso, parecen bastante bajas.
A pesar de ello, existi en el pasado (entre 2002 y 2011) una iniciativa que contemplaba estas necesidades. Se trat del Centro Nacional de Rehabilitacin (CNR), que
atenda a jvenes varones (entre 18 y 29 aos), penados. Se trataba de un centro de
pre egreso, previendo una duracin promedio de las intervenciones de entre 9 y 15
meses. Especficamente, la intervencin se basaba en una combinacin de elementos
cognitivo-conductuales, enfatizando en los componentes de disciplina, trabajo, educacin y vnculos sociofamiliares.
Si bien no tuvo evaluacin de impacto, basaba sus buenos resultados al comparar los niveles de reincidencia de sus egresados (del 5%) con los del resto del sistema,
donde los niveles superaban al 50% (Garc, 2007, 2008). Sin embargo, resulta problemtico atribuir estos resultados (o parte de ellos) al modelo de intervencin y no a otros
factores, como ser, por ejemplo, a un sesgo de seleccin.
Aunque el CNR no se encuentra actualmente en funcionamiento, existe un establecimiento penitenciario, el Centro de Rehabilitacin de Punta de Rieles, que retoma
varios de sus ejes de trabajo. Punta de Rieles es tambin un centro de pre egreso, para
internos penados. Se caracteriza por ser uno de los establecimientos con mayor dotacin de operadores penitenciarios (funcionarios civiles) en relacin al personal policial,
y cuenta con una oficina especialmente destinada para atender a la preparacin para
el egreso. Sin embargo, y por tratarse de una iniciativa incipiente, que se encuentra
definiendo sus principales lneas de accin, no lo retomamos aqu como uno de los
casos de anlisis. Ms all de ello, cabe destacar que una diferencia fundamental entre
el CNR y Punta de Rieles remite a la ubicacin institucional de ambos establecimientos.
Por un lado, el CNR no actuaba bajo la rbita de la institucin rectora en ese momento del sistema carcelario (la Direccin Nacional de Crceles y Penitenciaras), contaba
claramente con mayores recursos que el resto de los establecimientos (sobre todo en
los primeros aos, cuando funcion dentro de un proyecto del Banco Interamericano
de Desarrollo), y tena la capacidad de seleccionar con extremo cuidado a los internos,
mantenindose un nmero muy reducido (en el entorno de las 100 personas). Por su
parte, Punta de Rieles se encuentra plenamente integrado al sistema penitenciario,
dependiendo del Instituto Nacional de Rehabilitacin, y con una poblacin que, si bien
cumple con determinados requisitos, se encuentra en el entorno de las 700 personas.

358

Fiorella Ciapessoni - Pablo Menese - Nico Trajtenberg - Ana Vigna

En lo que atae al proceso de liberacin, se pueden identificar tambin varios


factores que minan la posibilidad de que el trnsito entre el adentro y el afuera se ajuste
a un plan personalizado y coherente. Ello se debe principalmente a que en nuestro pas,
tanto las medidas alternativas a la prisin, como las salidas transitorias, se encuentran
extremadamente subutilizadas. A ello se le suman las dificultades de articulacin entre
el Ministerio del Interior y el Poder Judicial, haciendo que las decisiones respecto a las
salidas estn en manos de un actor que es ajeno a la realidad cotidiana a la interna de
la prisin. Una novedad en este sentido, es la habilitacin al INR (a partir de la ltima Ley
de Rendicin de Cuentas), a autorizar salidas transitorias para participar en actividades
laborales o educativas fuera de los establecimientos, sin previa autorizacin judicial.
Si bien esta medida resulta prometedora, ella an no ha comenzado a implementarse.
Finalmente, y en lo relativo a la atencin especfica para el momento del egreso,
el accionar estatal est centrado en la figura del PNEL. Si bien se trata de una institucin que cuenta con una larga trayectoria existe desde 1934, el PNEL ha estado
caracterizado por fuertes limitaciones para llevar adelante su principal cometido: la
asistencia moral y material a encarcelados, liberados y a sus familiares. De hecho,
su intervencin ha estado histricamente vinculada a acciones honorarias, voluntarias
y poco profesionalizadas. A menudo la intervencin se vea reducida a la entrega de
ayudas puntuales (canastas de alimentos, materiales de construccin, facilitacin para
la obtencin de documentos, etc.) a los liberados y familiares de reclusos, as como a
la generacin de una bolsa de trabajo a la que podan acudir los egresados. Al mismo
tiempo, su accionar estaba centrado en la atencin de los familiares de la poblacin
reclusa y liberados, teniendo poca incidencia sobre las personas que se encontraban
dentro de los establecimientos. Una debilidad adicional de la institucin, es que ha
presentado enormes dificultades para tener presencia sostenida en todo el territorio
nacional.
Frente a la creciente conciencia de la importancia de su rol, en los ltimos aos
se han venido llevando adelante una serie de transformaciones que buscan superar
las limitaciones antes descriptas. Si bien el acuerdo interpartidario del 2010 enmarca
la reforma del PNEL, ya a partir de la Ley N17.897 de 2005 (de humanizacin del
sistema carcelario) comenz su proceso de fortalecimiento.
A partir de la consideracin de que es necesario introducir fuertes modificaciones
en el funcionamiento del PNEL, a los efectos de dotarlo de mayor agilidad para el cumplimiento de sus objetivos, se aprueba en 2013 el Decreto 965/013. All se establecen
como sus cometidos:
a. La asistencia moral y material de encarcelados y liberados, que puede extenderse a sus familiares y en tal sentido facilitarles el acceso a: documentacin
personal, vestimenta, trabajo, alojamiento provisorio, asistencia mdica a travs
de derivaciones a Centros de Salud, asistencia jurdica, y sustento durante los
primeros das de vida libre. Adems evaluar otorgarles prstamos de honor y

Polticas de reingreso destinadas a personas privadas de libertad y liberadas

b.

c.
d.
e.

359

prstamos necesarios no reintegrables, sin perjuicio de otras necesidades atendibles.


La colaboracin con las autoridades del Instituto Nacional de Rehabilitacin o
Jefaturas Departamentales encargadas de los establecimientos de reclusin nacional o departamental y de la direccin de los tratamientos progresivos en la
preparacin del interno para la vida en libertad.
La organizacin de bolsas de trabajo y la promocin de cooperativas de trabajo.
La superintendencia tcnica de los Patronatos Departamentales de Encarcelados
y Liberados.
Integrar las Juntas de Tratamiento en cada Centro de Rehabilitacin a travs del
tcnico que ste designe.

Asimismo, dicho Decreto establece la dependencia jerrquica del PNEL respecto


del Instituto Nacional de Rehabilitacin y la actuacin de todos los funcionarios del PNEL
bajo la superintendencia tcnica y administrativa del Director General del Patronato.
Actualmente, los ejes sobre los cuales se busca articular la intervencin del PNEL
son el laboral, el educativo y el deportivo, priorizando la generacin de acuerdos y
convenios con empresas privadas y organismos del Estado. Dos lneas de trabajo prioritarias durante esta nueva etapa son: i) el fortalecimiento a nivel de todo el territorio
nacional, y ii) el trabajo con la poblacin beneficiaria desde la privacin de libertad, y no
esperar al momento del egreso para tener un primer contacto.
A pesar de los notorios avances de los ltimos tiempos, an se pueden identificar
algunas dificultades bsicas de funcionamiento: i) problemas para cuantificar la poblacin objetivo, ya que est conformada por liberados y familiares, pese a que no existe
una clara delimitacin de dichas categoras (AGEV/OPP, 2012); ii) escasos recursos
con los que cuentan (humanos y materiales) para dar cuenta de los amplios objetivos;
iii) baja cobertura de la intervencin (retroalimentada con los dos puntos anteriores); iv)
el hecho de que la participacin sea voluntaria, suponiendo ello un sesgo de seleccin
hacia los que tienen mayor motivacin y, eventualmente, mayor disponibilidad de recursos; v) dificultades para lograr sistematizar la informacin que manejan y comunicar los
resultados; vi) necesidad de mayor articulacin interinstitucional; vii) dependencia del
Ministerio del Interior y la consiguiente pertenencia al escalafn policial de los funcionarios, lo cual puede eventualmente generar rechazo en la poblacin objetivo.
Reflexiones finales
Para finalizar, creemos pertinente destacar una serie de aspectos a partir de la
informacin descrita. En primer lugar, de acuerdo a la literatura revisada, la relacin entre las prcticas de tratamiento y de reingreso ha permitido observar efectos parciales
y especficos en distintas poblaciones. Esto ha ayudado a generar y evaluar programas
en funcin de necesidades especficas para distintas poblaciones. En segundo lugar,
existe acuerdo en que: a) se debe considerar el entorno del liberado, como una fuente

360

Fiorella Ciapessoni - Pablo Menese - Nico Trajtenberg - Ana Vigna

de vulnerabilidad ms, y como un potencial socio en el acceso a los servicios, b) es


extremadamente importante el acompaamiento (principalmente durante los primeros
meses de liberacin) y el rol del facilitador, y c) es necesario comenzar a trabajar el
reingreso durante la privacin de libertad. En tercer lugar, si bien la dimensin objetiva
(provisin de programas, servicios y recursos para la poblacin liberada) es fundamental, la dimensin simblica en trminos de ceremonias de reintegracin juega tambin
un rol de refuerzo importante que no debe ser subestimado u olvidado.
Por otro lado, es necesario subrayar los problemas que ataen tanto a la falta
de informacin sobre las caractersticas de los/as beneficiarios/as de los programas,
junto con la escasez de sistematizacin de experiencias que sirvan como referentes y
contribuir a implementar buenas prcticas. Esto permitira no slo evidenciar qu componentes funcionan y cules operan en desmedro de los objetivos propuestos; cun eficiente son ciertos servicios y/o programas; el impacto de los mismos, principalmente
en qu tipo de personas. En este sentido, es importante no slo contar con adecuadas
evaluaciones puntuales que puedan evaluar experimentalmente o cuasi experimentalmente qu tipo de programas o experiencias funcionan ms adecuadamente con determinados tipos de subpoblaciones en interaccin con determinados contextos de
reingreso; sino construir sistemas continuos de informacin que hagan menos costosa
y ms gil la evaluacin de los esfuerzos institucionales, y al mismo tiempo mejoren la
responsabilidad y transparencia hacia la ciudadana.
Por ltimo, especficamente en relacin a la experiencia uruguaya en materia
de reinsercin social para personas privadas de libertad, parece clara la necesidad
de: i) contar con informacin certera sobre los perfiles y trayectorias de quienes son
liberados, ii) fortalecer el diseo e implementacin de una poltica de reinsercin que
ajuste sus diversos componentes a esos perfiles, iii) mejorar la articulacin entre las
instituciones intervinientes, iv) mejorar la capacidad tcnica de los recursos humanos
que trabajan con personas privadas de libertad, v) instrumentar, a partir de experiencias regionales o internacionales, programas especficos en materia de salud, vivienda
y trabajo, con buenos resultados, entre otras acciones. Sin desmerecer los cambios
mencionados, sucedidos en los ltimos aos, creemos que el fortalecimiento de una
poltica integral destinada a esa poblacin, permitir disminuir no slo las consecuencias negativas que tiene el paso por la prisin, sino que adems menguar el impacto
desfavorable de la transicin a la salida, pudiendo resultar en otro tipo de problemticas
como la reincidencia en el mundo del delito o experiencias de situacin de calle, si no
se tienen los recursos y apoyo adecuado para enfrentar la vida en libertad.
Bibliografa
AGEV/OPP (2012). Evaluacin de Diseo, Implementacin y Desempeo (DID) de la Intervencin Patronato Nacional de Encarcelados y Liberados.
Armijo, M. et al (2005). Informe Final Programa Patronato Nacional De Reos. Ministerio de
Justicia - Gendarmera de Chile.

Polticas de reingreso destinadas a personas privadas de libertad y liberadas

361

Bouffard, J. A. & Bergseth, K. J. (2008). The Impact of Reentry Services on Juvenile Offenders Recidivism. Youth Violence and Juvenile Justice, 295-318.
Cullen, F. T. (2006). Its time to reaffirm rehabilitation. Criminology and Public Policy, Reaction
essay. Volume 5. Number 4.
Cullen, F. T. & Gilbert, K. E. (1982). Reaffirming Rehabiliation, Anderson Publishing.
Dammert, L. & Arias, P. (2007). El desafo de la delincuencia en Amrica Latina: diagnstico
y respuestas de poltica. Serie de estudios socio/econmicos. N 40 CIEPLAN, Chile.
Dilulio, J. & Piehl, A. M. (1991). Does Prison Pay?, Brookings Review, Vol. 4, Fall, 28 35.
Espinoza, O. (2006). Procesos de concesin de beneficios intra- penitenciarios en relacin a la
reinsercin social. En: Debates Penitenciarios. Boletn N 03. CESC, Chile.
Espinoza, O. (2008). Buenas prcticas de reintegracin social en el contexto americano. En
Dammert, L. & Ziga, L. La crcel: problemas y desafos para las Amricas. FLACSOOEA. Chile.
Farrall, S. (2002). Rethinking What Works with Offenders. Probation, Social Context and Desistance from Crime, Willian Publishing, UK.
Garc, A. (2007). Informe de actuacin y evaluacin del Sistema Penitenciario Nacional. Poder
Legislativo.
Garc, A. (2008). Informe de actuacin y evaluacin del Sistema Penitenciario Nacional. Poder
Legislativo.
Geandreau, P. y Ross, R. (1979). Effective correctional treatment: Bibliotherapy for cynics,
Crime and Delinquency, 25, 463 489.
Gendarmera de Chile. Disponible en Internet: http://www.gendarmeria.cl
Gottfredson, D. M.; Gottfredson, M. R. & Garofalo, J. (1977). Time served in prison
and parole outcomes among parolee risk categories, Journal of Criminal Justice 5: 1 12.
Gouvis, C. R. & Travis, J. (2006). Where will I sleep tomorrow? Housing, homelessness, and
the returning prisoner, Housing Policy Debate, 17:2, 389-418
Grassi de Oliveira, M. (2010). La reinsercin social del preso por la educacin: un estudio de
la poblacin carcelaria universitaria del Distrito Federal, Brasil. Facultad de Historia, Geografa y Letras. Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educacin, Chile.
Lab, S. (2010). Crime Prevention: Approaches, Practices and Evaluations, Matthew Bender &
Company, Inc,New Providence, N.J., (Seventh Edition).
Leverentz, A. (2011). Being a Good Daughter and Sister: Families of Origin in the Reentry of
African American Female Ex-Prisoners, Feminist Criminology, 6(4) 239267.
Levitt, S. (1996). The Effect of Prison Population Size on Crime Rates: Evidence from Prison
Overcrowding Litigation. Quarterly Journal of Economics, 1996, 111(2), pp. 31951.
Lynch, J. P. & Sabol, W. J. (2001). Prisoner reentry in perspective, CRIME POLICY REPORT,
Vol. 3, September.
Maruna, S. (2001). Making Good: How Ex- Convicts Reform and Rebuild Their Lives. Washington, DC: Am. Psychol. Assoc.
Maruna, S. (2011). Reentry as a rite of passage, Punishment & Society January 2011. Vol. 13,
N 1. 3-28.

362

Fiorella Ciapessoni - Pablo Menese - Nico Trajtenberg - Ana Vigna

Martinson, R. (1974). What works? Questions and answers about prison reform. The Public
Interest 35 (Spring): 2254.
Martnez, D. J. & Abraham, L. S. (2013). Informal Social Support Among Returning Young
Offenders: A Metasynthesis of the Literature, International Journal of Offender Therapy and
Comparative Criminology 57(2) 169190.
Matthews, R. (2009). Doing Time. An Introduction to the Sociology of Imprisonment, Palgrave
Macmillan, UK.
Matthews, R. (2013). Reingreso e Instituciones Penitenciarias, Conferencia en Seminario, Uruguay XX.
McGrath, E. (2012). Reentry courts: providing a second chance for incarcerated mothers and
their children. Family court review, 113-127.
McGuire, J. M. & Priestley, P. (1995). Reviewing What Works: Past, Present and Future,
chapter 1 in McGuire, J. M. (1995): What Works: Reducing Reoffending. Guidelines from
research and practice, John Wiley & Sons Ltd., England.
Melossi, D. y Pavarini, M (1987). Crcel y Fbrica. Orgenes del Sistema Penitenciario, Siglo
XXI Editores, Buenos Aires, Argentina.
Mori, L. (2010). Trajetrias de homens infames: polticas pblicas penais e programas de apoio
a egressos do sistema penitencirio no Brasil. En Passagens. Revista Internacional de
Histria Poltica e Cultura Jurdica, Brasil.
Naciones Unidas (2010). Documento de antecedentes del Seminario sobre estrategias y mejores prcticas para prevenir el hacinamiento en los establecimientos penitenciarios. 12
Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevencin del Delito y Justicia Penal. Brasil,
2010.
Navarro, P. et. al (2012). Informe final de evaluacin programas de rehabilitacin y reinsercin
social. Ministerio de Justicia - Gendarmera de Chile.
Nowak, M. (2010). Informe del Relator Especial sobre la tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes. Misin a Uruguay. Naciones Unidas Uruguay.
Oliveri, K. (2012). Pblico o privado?: La implementacin de programas de rehabilitacin y
reinsercin social en crceles concesionadas y tradicionales en Chile. Tesis de Maestra
en Gestin y Polticas Pblicas, Facultad de Ciencias Fsicas y Matemticas, Universidad
de Chile.
Oliveri, K. (2011). Programas de reinsercin y rehabilitacin de los sistemas de crceles concesionadas y estatales. INAP- MGPP. Chile.
Palmer, T. (1975). Martinson Revisited, Journal of Research in Crime and Delinquency, 12,
133-152.
Palmer, T. (1996). Programatic and Nonprogramatic Aspects of Succesful Intervention in Harland T. Alan (ed.) Choosing Correccional Options that work. Defining the demand and
evaluation the supply. Sage Publications, Thousand Oaks, London, New Delhi.
PANAR: Programa Hoy es Mi Tiempo. Un Compromiso, una Oportunidad. Chile.
Petersilia, J. (2003). When Prisioners Come home. Parole and Prisioner Reentry, Oxford University Press.
Sampson, R. & Laub, J. (1993). Crime in the Making: Pathways and Turning Points through Life.
Cambridge, MA: Harvard University Press.

Polticas de reingreso destinadas a personas privadas de libertad y liberadas

363

Seiter, R. P. and Kadela, K. R. (2003). Prisoner Reentry: What Works, What Does Not, and
What Is Promising, Crime & Delinquency, Vol. 49 N. 3, July 2003. 360-388.
SERPAJ. (2011). Derechos humanos en el Uruguay. Informe 2011. SERPAJ, Montevideo.
SERPAJ. (2010). Derechos humanos en el Uruguay. Informe 2010. SERPAJ, Montevideo.
SERPAJ. (2009). Derechos Humanos en el Uruguay. Informe 2009. SERPAJ, Montevideo.
SERPAJ. (2008). Derechos humanos en el Uruguay. Informe 2008. SERPAJ, Montevideo.
SERPAJ. (2007). Derechos Humanos en el Uruguay. Informe 2007. SERPAJ, Montevideo.
SERPAJ. (2006). Derechos humanos en el Uruguay. Informe 2006. SERPAJ, Montevideo.
SERPAJ. (2005). Derechos humanos en el Uruguay. Informe 2005. SERPAJ, Montevideo.
SERPAJ. (2004). Derechos Humanos en el Uruguay. Informe 2004. SERPAJ, Montevideo.
SERPAJ. (2003). Derechos humanos en el Uruguay. Informe 2003. SERPAJ, Montevideo.
SERPAJ. (2002). Derechos Humanos en el Uruguay. Informe 2002. SERPAJ, Montevideo.
Sistematizacin Abriendo Caminos. Aprendizajes y desafos- s/d. Mideplan - Gobierno de
Chile Disponible en: www.chilesolidario.gob
Sosa, M. E. (2013). Sistematizacin de la experiencia de trabajo 2012. Mesa tcnica intersectorial por la reinsercin social y laboral de la poblacin infractora de ley en Chile. Chile.
Tonry, M. (1998). Intermediate Sanctions in Tonry, M. (ed.) Sentencing Guidelines (From Crime
and Justice: A Review of Research, Volume 23, P 199-253.
Torrijo, H. (2012). La reinsercin laboral de personas condenadas en Amrica Latina. En Eurosocial. Programa para la cohesin social en Amrica Latina.
Uggen, C.; Manza, J.; Behrens, A. (2004). Stigma, role transition, and the civic reintegration
of convicted felons. En After Crime and Punishment: Ex-offender Reintegration and Desistance from Crime, ed. S. Maruna, R. Immarigeon. New York: State Univ. NY Press. In press.
Visher, C. (2007). Returning Home: Emerging Findings and Policy Lessons about Prisoner Reentry, Federal Sentencing Reporter, Vol. 20, No. 2, Prisoner Reentry (December 2007),
pp. 93-102.
Visher, C.; Debus-Sherrill, A. & Yahner, J. (2011). Employment After Prison: A Longitudinal
Study of Former Prisoners, Justice Quarterly, 28:5, 698-718.
Villagra, C. (2008). Hacia una poltica post penitenciaria en Chile: desafos para la reintegracin
para quienes salen de la crcel. En: Debates Penitenciarios. Boletn N 07. CESC, Chile.
Wacquant, L. (2001). Deadly Symbiosis: When Ghetto and Prison Meet and Mesh, Punishment
and Society 3(1): 95-134.
Williamson, B. (2003). Polticas y programas de rehabilitacin y reinsercin en crceles. En
Revista Paz Ciudadana. Chile.
Wright, K. A.; Pratt, T.; Lowenkamp, C. T. & Latessa, E. (2011). The Importance of Ecological Context for Correctional Rehabilitation Programs: Understanding the Microand
Macro-Level Dimensions of Successful Offender Treatment, Justice Quarterly, Volume 29,
Number 6, 775-798.

Empresarios y gobierno en el giro a la izquierda


en Uruguay: paradjicas convivencias?
Miguel Serna1
El trnsito hacia el nuevo siglo en Amrica Latina vino marcado por cambios econmicos y polticos importantes. La afirmacin de la democracia tuvo que sortear
mltiples crisis econmicas y polticas, para combinar en la ltima dcada un ciclo
de crecimiento y desarrollo econmico, polticas redistributivas y coaliciones polticas de giro hacia a la izquierda. Este ciclo de desarrollo en democracia plantea
nuevas interrogantes sobre formas de convivencia entre las coaliciones polticas y
los representantes del poder econmico. En Uruguay la temtica adquiere fuerte relevancia por ser una economa de escala pequea, alto desarrollo humano y en los
ltimos aos ha atravesado mltiples transformaciones con una creciente presencia
de capital y empresas trasnacionales en la propiedad de la tierra y las grandes empresas, con la emergencia de nuevos actores empresariales en la escena nacional y en un
contexto poltico de giro a la izquierda2.

El artculo tiene como objetivo analizar en forma exploratoria los mecanismos de


reclutamiento y trayectorias de estos nuevos empresarios para comprender las relaciones con antiguas elites empresariales y su vinculacin con el campo de la poltica.
El estudio se basa en metodologas biogrficas con fuentes mltiples obituarios, curriculum vitae, redes sociales, prensa, eventos pblicos de polticos en cargos pblicos
electivos y de representacin poltica nacional gobierno y parlamento y de dirigentes
de las cuarenta y cinco empresas ms grandes del pas (cuarenta y una privadas y
cuatro pblicas).
Empresarios, clases propietarias y poltica en Amrica Latina
En Amrica Latina el poder econmico ha mantenido una representacin poltica relevante en las democracias del ltimo ciclo histrico. Esto se expresa en un
1

Licenciado en Sociologa, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR. Doctor en Poltica Comparada e


Integracin Latinoamericana en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), Brasil. Profesor
Agregado del rea de Sociologa Poltica, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR. Investigador Nivel II,
Sistema Nacional de Investigadores (SNI). [email protected]
Agradezco los comentarios al trabajo de Eduardo Bottinelli y Marcia Barbero.

366

Miguel Serna

peso significativo de partidos polticos conservadores y de polticos provenientes de


las clases propietarias en los parlamentos. Algunos pases pueden servir de ejemplos
paradigmticos de las diversas estructuras sociales y desarrollos en la regin. En Brasil, los partidos polticos y sectores conservadores tienen una participacin activa de
propietarios rurales y sectores empresariales en el congreso, en las coaliciones polticas de gobierno, a lo que se suma el control de ncleos de poder poltico local. (Power,
Meneguello, 2001). En Paraguay, se sealan las relaciones directas entre gobernantes
y parlamentarios de partidos tradicionales y clases propietarias de tierra (Cerna, Sols,
2012). Chile por su parte es un ejemplo histrico de tradiciones polticas de partidos
ideolgicamente de derecha, con una fuerte representacin poltica, tanto de representantes de las antiguas clases propietarias, polticos conservadores como de nueva
derecha empresarial amparada en el desarrollo del neoliberalismo.
No obstante, existen mltiples interrogantes y debates sobre las modalidades y
motivaciones de la participacin empresarial en la poltica en la regin (Durand, 2010).
Paradjicamente, en las ltimas dos dcadas se ha producido una marea rosa
(Pereira, 2011) marcada por un giro ideolgico a la izquierda en varios pases y el
ascenso de partidos de izquierda a los gobiernos nacionales. Estas nuevas izquierdas
han empoderado la representacin de nuevos elencos de origen ms popular, pero al
mismo tiempo la conformacin de coaliciones polticas y campaas electorales para alcanzar el poder han incorporado la participacin de partidos conservadores, del sector
empresarial o acuerdos con el establisment del capitalismo, y de evitar los bloqueos
y capacidad de veto del poder econmico (Panizza, 2009). Un ejemplo paradigmtico
fue el ascenso del Partido de los Trabajadores y Lula a la presidencia en 2002, que fue
acompaado en la vicepresidencia de un empresario perteneciente a un partido conservador, as como algunas seales durante la campaa de garantas hacia los mercados
de transicin poltica que no iban a afectar aspectos centrales y reglas de continuidad
de la poltica econmica.
La aproximacin a las formas de relacionamiento de polticos y empresarios no
es sencilla para la investigacin acadmica debido a las cercanas interpersonales y
al mismo tiempo a la opacidad pblica de los altos crculos del poder. En este trabajo
se procura abordar un aspecto de dichas relaciones que es comprender los perfiles y
composicin social de los elencos dirigentes de empresas que participan en la poltica
o de elencos polticos que provienen del mbito empresarial y las clases propietarias,
as como los mecanismos de reclutamiento del campo poltico.
A modo introductorio, se pueden identificar diversos tipos de reclutamientos con
valores y funciones distintas (Villarreal, 2009). Uno de los ms comunes es la cooptacin poltica, con el objetivo de neutralizar miembros de la oposicin y reducir presiones
en el gobierno. Otro frecuente en los mbitos de gobierno es la recompensa simblica
y material, para asegurar lealtades e incentivos a los miembros y reforzar el apoyo poltico. Asimismo, la conformacin de alianzas estratgicas sirve para promover la unidad
y compromiso de manera de moderar el conflicto. El intercambio simblico, material

Empresarios y gobierno en el giro a la izquierda en Uruguay: paradjicas convivencias?

367

e interpersonal es otro tipo de reclutamiento que es usado como fuente de prestigio,


influencia o bienestar mediante el reconocimiento de poderes fcticos. La caza de
talentos es una modalidad de reclutamiento poltico que consiste en la incorporacin
de expertos con conocimientos especializados para resolver problemas tcnicos y
mejorar el desempeo eficaz de polticas pblicas. Por ltimo, est el reclutamiento
poltico mediante el reconocimiento pblico de personas, que se produce por medio de
la invitacin de activistas o intelectuales que poseen honor y respeto pblico de forma
de mejorar el prestigio pblico del gobierno.
Uruguay en perspectiva comparada
En una investigacin previa sobre elencos polticos dirigentes entre los aos 2000
y 2010 en Uruguay indagamos acerca de la composicin de las elites polticas a nivel
nacional en los dos mbitos de mayor jerarqua institucional y representacin poltica.
El estudio del ciclo histrico reciente tuvo como objetivo tambin analizar los
cambios y novedades que se observan en un perodo de rotacin y circulacin poltica
de dirigentes. Los cambios globales ms significativos en la composicin social de los
elencos polticos es el incremento de la participacin de los dirigentes provenientes de
las clases trabajadores y la disminucin paulatina de profesionales universitarios (Serna
et al., 2012). El ascenso de la izquierda al poder poltico contribuy al aumento en
forma significativa de la presencia de polticos que han tenido como su ocupacin principal la de obreros, empleados formales e informales, y trabajadores independientes
no calificados. En el perodo, su participacin aumenta desde un 3% en 2000 al 16%
en 2010 a nivel del gobierno y senadores, y mucho ms notorio es el salto cuantitativo
en la cmara de diputados que pasa de 18 a 28% del total de legisladores. A pesar de
ello, se mantienen como una categora social popular claramente subrepresentada en
la elite poltica3.
Para explorar las condicionantes de origen y entorno social, una de las dimensiones ms relevantes es el estudio de las trayectorias laborales de los dirigentes polticos
previo a la asuncin de cargos de destaque en el campo poltico en la ltima dcada.
La comparacin de perfiles ocupacionales y profesionales entre familias polticas
permite identificar algunas diferencias significativas entre el Frente Amplio (FA) y los partidos tradicionales, principalmente en una menor participacin relativa de profesionales
universitarios entre sus cuadros dirigentes y una mayor inclusin de polticos originarios
de clases trabajadoras y populares. La bancada parlamentaria de la izquierda contrasta
por un menor reclutamiento endgeno en la clase poltica tradicional y la administracin
3

De acuerdo con un estudio comparado internacional de legisladores de 12 pases de democracias


desarrolladas en 1994, los que provenan de las categoras de trabajadores constituan un 4% de
clases trabajadores manuales y otro 3% de empleados, del total de parlamentarios de la cmara
baja (Norris, 1997: 189). Por otra parte, segn la investigacin comparada en la regin, el 4% de
los diputados brasileos y el 10% de los diputados chilenos provenan de categoras profesionales
asalariadas (Marenco y Serna, 2006).

368

Miguel Serna

pblica, as como una composicin social ms pluralista y heterognea con menores


antecedentes familiares de capital educativo de profesionales universitarios liberales y
mayor inclusin relativa de dirigentes provenientes de sectores populares (Serna et al.,
2012: 72-73). Al papel poltico tribunicio de inclusin de la voz de sectores populares
en el poder poltico se agrega la inclinacin humanstica y social (Serna, 2004) de la
izquierda en el reclutamiento del perfil de sus dirigentes. As pues, es ms frecuente
encontrar profesiones vinculadas a las ciencias sociales, humanas y pedaggicas en la
formacin de los cuadros dirigentes de la izquierda.
Ms all de los cambios globales de la clase poltica, el inters de este trabajo
es abordar especficamente la participacin de empresarios y clases propietarias en el
campo poltico de izquierda. A pesar de que la participacin de estos grupos es relativamente ms baja en la izquierda, no quiere decir que no exista, y es relevante a la hora
de comprender su influencia poltica en el campo gubernamental.
Diversos estudios comparados de las profesiones de empresarios, directores de
empresas y productores rurales en la poltica las consideran como posiciones privilegiadas en la estructura productiva y tradicionalmente tambin han tenido fuerte incidencia
en la conformacin de las elites polticas4.
La investigacin realizada analiz las trayectorias laborales principales de los dirigentes polticos previo al ingreso a la vida poltica, de esta forma permiti identificar y
diferenciar a productores rurales y empresarios. En la cmara de diputados la bancada
del Frente Amplio no tena legisladores productores rurales antes de llegar al gobierno,
pero posteriormente en los dos mandatos de gobierno hay una presencia significativa
del 7% de la bancada. Paradjicamente, entre los legisladores de los partidos tradicionales antes del gobierno del Frente Amplio exista una proporcin similar del 6% de sus
respectivas bancadas, mientras que luego se reduce al 2% de diputados productores
rurales.
En el caso de los empresarios y comerciantes antes y despus de la llegada del
gobierno de izquierda, no se registran legisladores que hayan sido o se desempearan
en esa actividad, ni en la bancada del Frente Amplio ni en los partidos tradicionales.
No obstante, es de sealar que en el primer gobierno del Frente Amplio aparecan
empresarios entre los legisladores tanto de ese partido (8%) como en los partidos
tradicionales (13%).
En el mbito del gobierno y el senado, la participacin de los productores rurales
en las bancadas repite proporciones similares en los distintos partidos. En el Frente Amplio, antes de llegar al gobierno, el 7% de la bancada provena de los grupos de productores rurales, quienes al llegar al segundo gobierno mantienen un 6% de participacin.
4

De acuerdo con el mismo estudio comparado en doce democracias en 1994, el 17% de los legisladores eran originarios del mbito empresarial y del comercio, a lo que se agregaba un 3% de productores rurales (Norris, 1997: 189). Segn el estudio comparado en el cono sur, el 21% de los diputados
brasileos y el 9% de los representantes en Chile (Marenco y Serna, 2006).

Empresarios y gobierno en el giro a la izquierda en Uruguay: paradjicas convivencias?

369

En los partidos tradicionales por el contrario disminuyen su participacin, en tanto de


ser un 9% de las respectivas bancadas, no aparecen luego en forma destacada entre
sus bancadas.
Los empresarios y comerciantes tienen una participacin ms activa en el mbito
del gobierno y senado, particularmente en la bancada de la izquierda. Estos grupos
participaban en un 15% de la bancada antes de llegar gobierno y estn presentes en
un 10% en el segundo gobierno del Frente Amplio. Por el contrario, no se identificaron
personalidades destacadas de esta categora entre las bancadas de los partidos tradicionales5.
El anlisis del origen de las ocupaciones de los padres de los dirigentes refuerza
los perfiles y patrones identificados en las profesiones laborales de los polticos.
El reclutamiento de empresarios por la izquierda
Para comprender la relacin entre elencos polticos y empresariales no alcanza
con identificar presencias y ausencias, proporciones ms altas o bajas de participacin
directa, sino tambin profundizar sobre los tipos de reclutamiento y significado atribuido por los actores a la participacin en el campo poltico. En dicho sentido, se propone
una tipologa construida a partir de distintos casos de estudios dentro de los grupos
identificados cuantitativamente en las secciones previas.
a.

Los empresarios cooperativistas y la fuerza de las redes asociativas

El campo de las cooperativas en el pas es un espacio de participacin activa y


de reclutamiento de dirigentes de la izquierda. Alcanzan al 28% de dirigentes que se
destacan por su participacin en las cooperativas, tanto en las de consumo como las
de produccin. A su vez, dentro del mundo de las empresas cooperativas hay iniciativas
destacadas desde sectores agroindustriales, servicios pblicos, sociales y financieros, hasta el mbito industrial. Una parte de ellas surgi a partir de la reactivacin y
reconversin de empresas que entraron en algn momento en crisis, o de iniciativas
colectivas en mercados de menor competencia o rentabilidad econmica o de espacios
dejados por deficiencias o carencias de los servicios pblicos en reas de alta sensibilidad social (como por ejemplo la salud).
El reclutamiento poltico de este tipo de empresarios y la afinidad con los dirigentes de izquierda proviene, entre uno de los aspectos, del conocimiento personal y la
capacidad de activar y movilizar amplias redes asociativas esparcidas en el entramado
de la sociedad civil. La fortaleza principal de estas empresas reside justamente en el
capital humano colectivo, ms que en la envergadura del capital econmico invertido,
5

No obstante, cabe advertir como observacin general que el grupo de dirigentes vinculados al mundo
de las empresas y management y de los productores rurales es un poco mayor, ya que una parte de
los polticos cuya principal ocupacin es ser profesional universitario, desarrolla en forma paralela
emprendimientos en el campo econmico y empresarial.

370

Miguel Serna

aunque varios emprendimientos tengan por cierto una relevancia econmica y social
dispersa en diversos sectores y zonas del pas. Asimismo, la afinidad electiva entre
cooperativismo e identidades de izquierda reside en una cultura empresarial no tpicamente capitalista, fundada en valores de solidaridad e igualdad entre los miembros.
Un ejemplo, de este tipo de empresarios es el actual Presidente de la Compaa
Uruguaya de Transportes Colectivos Sociedad Annima (CUTCSA), principal empresa
de transporte colectivo de pasajeros del Uruguay. Pionero en el desarrollo de proyectos
que posicionan a CUTCSA como empresa con enfoque en gestin de responsabilidad
social empresaria, emprendedor y visionario de los cambios trascendentales que posibilitaron superar la crisis del transporte, consolidando a la empresa como lder en
el mercado. Impuls los grandes cambios de principios del siglo XXI en lo que hace
referencia al transporte pblico urbano de pasajeros en Montevideo y su rea metropolitana, generando oportunidades para el desarrollo de combustibles alternativos,
incorporacin de tecnologa y reestructura del transporte. Ha recibido innumerables
reconocimientos de instituciones gubernamentales y de organizaciones sociales sin
fines de lucro6.
La relacin del presidente de la Repblica [Tabar Vzquez] conmigo no comenz cuando l comenz a ser presidente de la Repblica y yo presidente de Cutcsa. Yo lo
conoca de antes, conoca a algunos familiares de l que incluso trabajaban en Cutcsa.
Por lo tanto tenemos un vnculo que viene de antes7.
Tabar Vzquez comenz a recorrer su cuarta campaa electoral por la Presidencia de la Repblica, con el objetivo de mantener al Frente Amplio en el poder. Por
los aos y la experiencia acumulada, la actual no ser igual a las anteriores, aunque el
candidato de la coalicin de izquierda confirm que trabajar con varias de las personas que desde siempre lo acompaaron. Algunas son figuras pblicas, y otras no tanto.
Varios ocuparon cargos de gestin en su gobierno (2005-2010), y otros no forman
parte de grupos polticos (). Una de las figuras que ha cobrado un rol clave en esta
primera etapa de la campaa de Vzquez es Juan Salgado, presidente de Cutcsa (ver
nota aparte). Salgado, junto al ex secretario de la Presidencia, Miguel Toma, la secretaria Nancy Rey y Eduardo Bandeira e integrantes de su familia como Mara Auxiliadora
Delgado (esposa) y lvaro Vzquez (hijo), juegan un papel fundamental y son los interlocutores diarios del candidato8.
b.

La ascensin de sindicalistas a la alta direccin de empresas pblicas

Un mbito frecuente de reclutamiento poltico en los partidos de izquierda es la


participacin en asociaciones sindicales y gremiales de trabajadores, y conforman un
sector social destacado en la base de soporte social de los partidos. En el 60% de los
6
7
8

Fuente http://www.cutcsa.com.uy/index.php?oid=8 (consultada 1/4/2014).


Entrevista en prensa a Salgado, fuente: http://www.espectador.com/politica/121027/salgado-descarto-actividad-politica-y-candidatura-a-la-imm. 5 de mayo de 2008.
Fuente http://www.elobservador.com.uy/noticia/271084/los-circulos-de-tabare-vazquez/ 06.02.2014.

Empresarios y gobierno en el giro a la izquierda en Uruguay: paradjicas convivencias?

371

elencos dirigentes de la izquierda en el pas ocuparon algn puesto de destaque en este


tipo de organizaciones colectivas. Estas organizaciones gremiales pueden convertirse
en una fuente de capital poltico para el ascenso social de dirigentes sindicales a la
gestin de la direccin de empresas, en particular en el sector pblico.
Un caso que se puede citar es el ex presidente y actual vicepresidente del directorio de ANCAP (empresa de hidrocarburos y principal empresa pblica del pas) Soc.
Germn Riet. Germn Riet comenz definindose como trabajador de la empresa,
afiliado al sindicato y director, entendiendo que con su nombramiento se quiso privilegiar lo que ha sido el trabajo silencioso de tantos trabajadores en los entes estatales.
Con todo, precis que asuma el cargo no como representante de los trabajadores sino
como representante de la ciudadana.
No es casualidad y no lo considero como un reconocimiento personal que el
Presidente haya elegido a Germn Riet para este cargo sino que hay una larga trayectoria del colectivo de funcionarios y trabajadores que son los que han desarrollado las
empresas pblicas durante todos estos aos9.
El director de Ancap Juan Gmez tambin sindicalista: ANCAP es el Uruguay
productivo y el Uruguay social, pero tambin es su gente y sus valores, y es impensable que los proyectos que estn planteados se puedan llevar adelante sin la presencia
concreta y el involucramiento de los trabajadores (). Los cambios profundos en las
sociedades se hacen con el involucramiento de la gente, en ANCAP hay enormes desafos que los van a contar los compaeros, hay que apostar al trabajo productivo,
soportar inequidades, construir tica, valores, apostar a la transparencia y combatir la
corrupcin, todas son tareas de enorme magnitud que estoy convencido que lo vamos
a lograr y vamos a sacar adelante esta gran empresa con toda la responsabilidad que
esto implica pero sabiendo de dnde venimos. Treinta aos de ANCAP vamos a cumplir este ao, buena parte de ellos dedicados a la militancia sindical y poltica y creo
haberme considerado un servidor pblico. Hoy, desde esta nueva responsabilidad para
m ste tambin es un lugar de militancia y de servidor pblico para hacer una ANCAP
y una sociedad cada vez mejor10.
c.

Profesionales emprendedores y altos directivos del sector pblico en la poltica

La presencia de grandes empresas pblicas en sectores estratgicos para el


desarrollo del pas (produccin y suministro de energas, comunicaciones, servicios
pblicos) es un espacio atractivo para el reclutamiento de dirigentes para la alta administracin de empresas en el sector pblico.

9
10

Fuente: http://www.lr21.com.uy/economia/379009-german-riet-asumio-como-presidente-de-ancap 2
de setiembre de 2009.
Discurso de Juan Gmez, en acto asuncin de las nuevas autoridades de ANCAP. Fuente: http://www.
onsc.gub.uy/onsc1/images/stories/Publicaciones/RevistaONSC/r43/43-4.pdf

372

Miguel Serna

Algunas profesiones universitarias son particularmente convocadas a la direccin


de empresas pblicas. Las ms clsicas, los ingenieros y contadores que hacen carrera hacia la cumbre de la alta gerencia. La afinidad electiva y predisposicin a este
tipo de carreras se basa en el desarrollo de competencias prcticas y la disposicin
de credenciales valiosas para la gestin en el mundo de las empresas. No obstante, la
diversificacin en el ltimo tiempo de saberes vinculados al management, as como de
crecientes demandas de servicios especializados en el mundo empresarial ampla la
variedad de profesionales plausibles de ser integrados a la competencia por la inclusin
en trayectorias de gerenciamiento y gestin de empresas.
Asimismo, el reclutamiento de profesionales altamente calificados activa zonas
de interseccin entre el campo poltico y el empresarial. Los candidatos seleccionados
a la carrera managerial general combinan la formacin educativa y la adhesin y participacin poltica personal con trayectorias profesionales destacadas, tanto en el sector
pblico como en el sector privado, tienen experiencia de participacin en circuitos
empresariales nacionales e internacionales, que les permiten movilizar diversas redes
y conexiones con los mercados.
Algunos casos pueden servir de ejemplos de trayectorias biogrficas. Ral Sendic, hijo del histrico dirigente fundador del Movimiento de Liberacin Nacional (MLN)
Tupamaros es licenciado en gentica y estudi cinco aos de medicina. Sin embargo su
vinculacin con la poltica y con el tema ANCAP viene desde la tradicin familiar. Si bien
no tiene formacin especfica empresaria, s era un pequeo empresario (dueo de una
imprenta) antes de dedicarse a la actividad poltica pblica.
Carolina Cosse, es un caso ms tpico proveniente del mundo profesional. Ingeniera con una Maestra en Matemticas, presidenta de ANTEL (empresa pblica de alta
relevancia en el desarrollo de la telefona y telecomunicaciones en el pas) desde 2010.
Antes de llegar a ANTEL trabaj en el rea privada en empresas multinacionales del rubro informtico y de las tecnologas (Siemens, CODETEL, EDESUR, Verizon) y tambin
hizo consultoras desde esas empresas para el Estado como ser el Banco de Seguros
del Estado (BSE), UTE, Banco de Previsin Social (BPS) y Ministerio de Relaciones Exteriores.Su actividad en la poltica comenz en 2008, cuando asumi como directora de
la Divisin Tecnologa de la Informacin de la Intendencia Departamental de Montevideo.
Dentro de las tareas desempeadas en el cargo se destaca la direccin de la implementacin tecnolgica del Sistema de Transporte Metropolitano (STM) de la ciudad.
d.

La pequea burguesa de izquierda

Ms all de debates ideolgicos, dentro de los partidos de izquierda existe una


proporcin de elencos polticos que son reclutados de la denominada pequea burguesa. La empata relativa con este sector tiene diversas claves posibles: la no pertenencia al gran capital, su relevancia cuantitativa en trminos de oferta de empleo en
algunos sectores estratgicos de la economa nacional y de relevancia social; la bsqueda de alianzas en los programas de gobierno para la inclusin de polticas pblicas

Empresarios y gobierno en el giro a la izquierda en Uruguay: paradjicas convivencias?

373

para el desarrollo de pequeas y medianas empresas (PYMES); as como la influencia


ideolgica de sectores de clases medias universitarias e intelectuales con pequeos
emprendimientos empresariales y patrimonio econmico.
Las trayectorias econmicas y modalidades de reclutamiento son variadas, pero
un aspecto es frecuente encontrar en los perfiles de estos dirigentes, el reforzamiento
de la adhesin al programa poltico y el compromiso personal con la militancia partidaria por encima de los intereses econmicos personales. Se trata muchas veces de
pequeos empresarios y de miembros de clases medias de altos ingreso y patrimonio
que asumen pblicamente sus pertenencias partidarias, vocacin de servicio pblico e
identificacin con la causa y valores polticos.
Enrique Rubio es docente, escritor y poltico uruguayo, dueo de un predio rural
en el departamento de Florida. En su juventud particip de los Grupos de Accin Unificadora (GAU), en 1969 y en 1971 se adhiere a la fundacin del Frente Amplio. Tras
el golpe de Estado de 1973, fue encarcelado. En 1984, con la redemocratizacin,
participa de la creacin del partido Izquierda Democrtica Independiente y a partir
de 1989 funda, junto a otros polticos, la Vertiente Artiguista, corriente por la cual es
electo diputado nacional en 1994, luego senador en 1999 y es reelecto dos veces. En
el primer gobierno de izquierda se desempe como Director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP).
e.

La cooptacin ideolgica y el patronazgo poltico

Una forma de reclutamiento poltico e intercambio tradicional entre elencos polticos y empresariales es la organizacin de eventos sociales no oficiales (desayunos
de trabajo, almuerzos de camaradera, cenas de reconocimiento y presentacin pblica
de lneas de accin gubernamental o empresarial, etc.) con la finalidad de promocin
de encuentros interpersonales entre grupos dirigentes, activar adhesiones partidarias,
difundir y publicitar plataformas ideolgico polticas, entre otras.
A modo de ejemplo, en el actual gobierno presidido por Jos Mujica se ha instaurado como uno de estos encuentros sociales los almuerzos de camaradera que se
desarrollan en el Quincho de Varela. Este tipo de almuerzos nuclea a personas de distintos mbitos: gobierno, poltico partidario del Frente Amplio, empresarios, comerciantes, embajadores y otras personalidades. Si bien no es un lugar donde el gobierno aparece en forma oficial, s han participado en estos eventos varias figuras de renombre
del gobierno, incluso el presidente de la Repblica. Segn cuentan los organizadores,
estos almuerzos surgieron inicialmente como lugar y momento de encuentro exclusivamente entre comerciantes en los que se sumaban vecinos de la zona; Mujica era vecino
y por esa razn es que comenz a participar alrededor del ao 1997 o 1998 (siendo ya
diputado), con el paso del tiempo el almuerzo en el Quincho de Varela fue amplindose
y tom mxima relevancia cuando, la noche en que Mujica fue electo presidente de la
Repblica, realiz su festejo ntimo con alrededor de 200 participantes en este lugar.
Con el paso de estos aos Mujica no ha dejado de concurrir a los almuerzos anuales

374

Miguel Serna

(a veces se realiza alguno ms) en el Quincho de Varela y el ltimo de ellos fue en el


que participaron mayor cantidad de empresarios no pertenecientes a Cambadu (Centro
de Almaceneros Minoristas, Baristas, Autoservicistas y Afines del Uruguay) y tambin
mayor cantidad de polticos.
A modo de ejemplo reciente, entre las figuras ms destacadas que participaron
del almuerzo del Quincho de Varela, el 1 de mayo de 2013, estuvieron varios ministros
y presidentes de entes autnomos, as como la presidenta y otras autoridades del Frente Amplio, los embajadores de Estados Unidos y de Venezuela y varios empresarios medianos y grandes. Los ms notorios son empresarios que pueden denominarse oficialistas, porque son empresarios que han mantenido buena relacin con los gobiernos
independientemente del partido que sean; estos empresarios buscan acercamientos
con el gobierno en defensa de sus intereses empresariales, bsicamente en el rea de
productos o servicios oligoplicos o que dependen en gran medida de exoneraciones
impositivas y/o arancelarias o apoyos gubernamentales o financiacin estatal, etc.11.
f.

Las alianzas estratgicas con el sector empresarial y cmaras

Otro tipo de reclutamiento en la izquierda es la bsqueda de alianzas estratgicas


con el sector empresarial y con representantes de las cmaras empresariales. Este
tipo de alianzas se teje en diversos momentos desde las comisiones partidarias para la
conformacin de futuros gabinetes de gobierno, pasando por las seales pblicas en
los programas de gobierno y de anuncios de futuras orientaciones de poltica econmica durante la campaa electoral. Generalmente esos acuerdos se traducen luego en
las trastiendas de los elencos que conforman los gabinetes de los ministerios de economa, industria y ganadera. El ministerio de economa ha sido en el perodo una pieza
clave para la formulacin de una poltica macroeconmica cuidadosa con los equilibrios
fiscales, respetuosa de los compromisos internacionales y el cuidado de la evolucin
positiva del crecimiento econmico. Por otra parte, los ministerios de industrias y ganadera han tenido un intercambio fluido entre representantes polticos y empresariales.
Roberto Kreimerman representa bien el papel articulador del ministerio. Ingeniero
qumico graduado de la UdelaR, con posgrados, mster en finanzas y comercio en la
Universidad de Barcelona, profesor grado 4 de la Facultad de Qumica. Desde 2006 es
profesor Grado 4 del Instituto de Ingeniera Qumica de Universidad de la Repblica y
docente en la Universidad ORT.
Ejerci su actividad profesional en el sector privado desde 1980 en una empresa
de hilados sintticos, una curtiembre dedicada a tapicera automotriz y en la empresa
Paycueros, desempeando puestos de gerencia hasta 2008. En marzo de ese ao
asume como director nacional de Industrias, luego en setiembre de 2009 fue subsecre-

11

Ms informacin: http://www.espectador.com/sociedad/264250/los-asados-en-el-quincho-de-varela
(consultada 1 de marzo, 2014).

Empresarios y gobierno en el giro a la izquierda en Uruguay: paradjicas convivencias?

375

tario de Industria, Energa y Minera y con el gobierno de Jos Mujica en marzo de 2010
es designado como titular de dicha cartera.
Su desempeo es percibido como tcnico y con capacidad de dilogo con el
mbito empresarial:
JC: Con el ministro Kreimerman coincidimos mucho desde que ingres al Ministerio.
l ha tenido actividad en el sector privado muchos aos, es un tcnico de primer nivel,
ingeniero, conoce la industria privada y las dificultades que tiene. Lgicamente hoy est
trabajando de ministro y tiene que comunicar desde el punto de vista del Gobierno cul es
la situacin. Nosotros creemos que el propio Instituto Nacional de Estadstica manejaba
18 sectores de los cuales siete estaban con dificultades. Tenamos una pequea diferencia
pero con el ministro de industria tenemos ms afinidades que diferencias o sea que con
eso creo que lo dejo por ah.
ADV: En qu plano de discusin se coincide mayormente con la Cmara de Industrias y
el Gobierno? En qu temas?
JC: Fundamentalmente nuestro nexo es el ministro de Industria. El caso es que todos los
meses nos reunimos con el ministro y con el director nacional de Industrias, el economista
Sebastin Torres y a veces tambin con el subsecretario de Industria. Los dilogos, las
conversaciones son muy amenas, comprenden la situacin, los problemas que estamos
planteando. El tema es que hay momentos que es difcil para ellos solucionarnos los temas
porque no son slo ellos los que tienen que resolverlos. Hay que recurrir lgicamente al
ministro de Economa y al ministro de trabajo entonces se generan momentos complicados. (Javier Carrau presidente Cmara de Industrias12.

g.

La distancia poltica de las grandes empresas

Por ltimo, la relacin entre izquierdas y grandes grupos econmicos en general


tiende a ser distante en el plano ideolgico, poltico y de disputa con las estructuras
de poder econmico. Tanto por las crticas histricas de las tradiciones polticas de
izquierda al capitalismo y el poder econmico, como por el posicionamiento a favor de
la transformacin de las relaciones de poder y el estatus quo, estos sectores empresariales son ms reacios a estos grupos polticos. Ms all de las diferencias ideolgicas, regularmente estos grupos empresariales actan en forma puntual en el campo
poltico, en la defensa concreta de intereses de empresas en particular (y no tanto de
cmaras empresariales), y se expresan en forma (in)visible por la capacidad de veto del
poder econmico en las polticas pblicas.
En un estudio reciente de los altos dirigentes de las 40 empresas ms grandes
del pas no se observan vnculos directos con los elencos polticos y partidos del Frente
Amplio. Se trata de empresas en su gran mayora de propiedad de grupos econmicos
trasnacionales, en sectores estratgicos del desarrollo reciente del pas (agronegocios,
12

Entrevista 17 de octubre de 2013 http://lista1030.com.uy/index.php?option=com_content&view=arti


cle&id=253:entrevista-al-presidente-de-la-camara-de-industrias-ing-javier-carrau&catid=49:entrevistasadv&Itemid=121

376

Miguel Serna

forestacin, ganadera, turismo, gran comercio, servicios de logstica e infraestructura


portuaria, zonas francas, entre otros).
El vnculo es puntual, por demandas puntuales, independientemente de las simpatas partidarias o de la existencia de vnculos personales con los polticos de turno.
Con los gobiernos locales te dira que... casi que mnimo, hay muy poca relacin, este... porque en realidad no hay mucha necesidad de relacin, ms all de que...
bueno, muchas veces cuando el intendente recibe a un embajador o alguna persona
importante por lo general uno de los lugares que visita como demostracin de las actividades del departamento son las plantas frigorficas, porque no hay tantas opciones
no? ms all de alguna cosa de madera, etc., y por supuesto que nos interesa mucho
ese relacionamiento porque el 100% de nuestro personal vive en esa comunidad, pero
no tenemos relacin, y con el gobierno central absolutamente normal, te dira que
nuestro relacionamiento ms importante sera el INAC (Instituto Nacional de Carnes),
pero despus con mucho foco de lo que es el Ministerio de Ganadera, Ministerio de
Economa, este... y alguna vez, espordicamente el Ministerio de Trabajo y quizs te
dira que muy espordicamente, algunas veces durante estos ltimos seis aos directamente con la presidencia de la Repblica, pero en casos absolutamente puntuales, te
dira que es ms protocolar que otra cosa. (Entrevista al gerente general de un grupo
empresarial en la rama de los frigorficos).
Una agenda abierta de investigacin
El trabajo abord el estudio de la participacin de grupos empresariales en el
giro a la izquierda en Uruguay. En funcin de ello se analiz el origen social de los
dirigentes polticos de la izquierda durante la ltima dcada, a partir del cual se verific
la presencia de elencos dirigentes provenientes de sectores de productores rurales,
empresarios y comerciantes. En la bancada parlamentaria y de gobierno nacional del
FA, antes y despus de la asuncin del gobierno, se encontr que alrededor del 14% de
los diputados, y el 21% de los senadores y miembros del gabinete ministerial se haban
desempeado previo al ingreso a la poltica en actividades vinculadas a la produccin
rural, comercial y gestin empresarial. Asimismo, se constat una proporcin similar de
dirigentes cuyos antecedentes familiares tambin registraban ese tipo de actividades
productivas y econmicas.
Luego de constatar la presencia de participacin de elencos dirigentes originarios de sectores propietarios rurales y del mbito empresarial y comercial dentro de
la izquierda, se pas a indagar en forma exploratoria y cualitativa sobre los tipos de
reclutamiento y participacin poltica.
En ese sentido, se propuso una tipologa de diversas bases sociales y mecanismos de cooptacin y alianza entre izquierda poltica y mundo empresarial.
Por una parte, se identificaron algunos sectores afines y cercanos a las bases
sociales de la izquierda. El mundo de la sociedad civil organizada, especialmente las de

Empresarios y gobierno en el giro a la izquierda en Uruguay: paradjicas convivencias?

377

corte gremial sindical y las redes asociativas del cooperativismo han sido sectores que
componen la base social de los partidos de izquierda. Otros grupos sociales de reclutamiento han sido los sectores de pequea burguesa y clases medias profesionales, que
aparecen tanto en el mbito de la alta gerencia de empresas pblicas como desde la
direccin y propiedad de pequeas y medianas empresas del sector privado.
Por otra parte, aparecen mecanismos de cooptacin y reclutamiento poltico
ms instrumental con los sectores empresariales. Desde la cooptacin ideolgica y el
patronazgo poltico de empresarios rentistas y de mercados con fuerte incidencia de la
regulacin estatal, hasta la conformacin desde los gabinetes ministeriales de alianzas
estratgicas con las cmaras empresariales y del establecimiento de reglas y garanta
para el funcionamiento macro de la economa de mercado.
Por ltimo, cabe observar que las relaciones entre los elencos gubernamentales
de izquierda y las grandes empresas privadas del pas son las ms distantes y estratgicas en el perodo, confirmando la distancia ideolgica de las perspectivas histricas
ms crticas de las tradiciones de izquierda respecto al funcionamiento de la economa
capitalista y sus actores principales.
Bibliografa
Cerna Villagra, Sarah Patricia; Sols, Delgadillo (2012). La crisis paraguaya de 2012 a la
luz de las elites parlamentarias. Elites parlamentarias latinoamericanas. Boletn 42, USAL,
Salamanca.
Durand, Francisco (2010). Empresarios a la Presidencia. Revista Nueva Sociedad. N 225,
enero - febrero de 2010. ISSN: 0251-3552, pp.68-85.
Marenco, Andr; Serna, Miguel (2007). Por que carreiras polticas na esquerda e direita no
so iguais? Recrutamento legislativo no Brasil, Chile e Uruguai, en Revista Brasileira de
Cincias Sociais, San Pablo, Revista Indexada.
Norris, Pippa (ed) (1997). Passages to power. Legislative recruitment in advanced democracies. Cambridge University Press.
Panizza, Francisco (2009). Contemporary Latin America. Development and Democracy beyond
the Washington Consensus. Zeded Books London-NewYork, cap.4 y 8.
Pereira da Silva, Fabricio (2011). Vitrias na crise. Trajetrias das esquerdas latino-americanas contemporneas, Ponteio, Rio de Janeiro.
Power, Timoty; Meneguello, Raquel (2001). Los partidos conservadores en Brasil. Ed. Terra. Rio de Janeiro.
Serna, Miguel (coordinador); Eduardo Bottinelli; Cristian Maneiro; Luca Prez (2012). Giro a
la izquierda y nuevas elites en Uruguay: renovacin o reconversin? Publicaciones CSIC,
UdelaR. Montevideo.
Serna, Miguel (2004). Reconverso Democrtica das Esquerdas no Cone Sul. San Pablo,
EDUSC-ANPOCS.
Villarreal, Hctor (2009). Political Recruitment Theory on Cabinet Appointments. 21st IPSA
World Congress of Political Science. Santiago de Chile.

Transformaciones territoriales y resistencias


colectivas
Consideraciones sociolgicas a partir de los emprendimientos
de megaminera y regasificadora en Uruguay
Alfredo Falero1
Si las demandas sociales vinculadas a trabajo o vivienda en Uruguay permiten visualizar sujetos claramente conformados movimiento de trabajadores y Federacin
Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua, Fucvam la modificacin
en el uso del territorio sugiere sujetos mucho ms difusos en trminos organizativos
y de visibilidad pblica. A partir de los planteos realizados en torno a la megaminera (zona de Cerro Chato y Valentines) y regasificadora (oeste de Montevideo), pueden realizarse algunas consideraciones sobre el tipo de agente o actor social surgido,
su expresin colectiva y sobre las posibilidades de captacin, que replantean uno de
los temas centrales de la Sociologa en el actual contexto de Amrica Latina.

Punto de partida y punto de llegada


La relacin entre movimientos sociales, acciones colectivas y territorio es significativa en Amrica Latina y puede plantearse de diversas formas. Se puede observar el
territorio como expresin de demandas diversas (la ocupacin de una plaza, el corte u
ocupacin de una calle o una ruta), se puede visualizar el territorio como objetivo en s
mismo, como resistencia ante un cambio en su uso o intento en ese sentido, se puede
intentar conectar finalmente las demandas vinculadas a territorio con cambios en las
formas organizativas por las que se expresan determinados objetivos. El trabajo que
sigue se ubica principalmente en las dos ltimas lneas de anlisis.
Para ello se parte de la necesidad de marcar la importancia particular que tiene el
territorio para los movimientos sociales en Amrica Latina. En este sentido debe darse
cuenta de la insercin de la regin en la economa-mundo como proveedora de materia
prima. A nadie escapa que la revitalizacin de la regin est asentada en su condicin
1

Doctor en Ciencias Sociales, especializacin Sociologa. Docente e investigador del Departamento


de Sociologa, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la Repblica. Cocoordinador del Ncleo
Interdispciplinario de Pensamiento Crtico. [email protected]

380

Alfredo Falero

de productora de bienes primarios a gran escala y que la sociloga Maristella Svampa


caracteriz como el consenso de los commodities (2013).
Cabe aqu un parntesis metodolgico, pues no debe verse lo anterior como un
simple escenario para llegar al centro explicativo. Hace a la necesidad de abrir algunos
campos de observacin entendidos como la problematizacin de la relacin entre lo
que se pretende estudiar y la totalidad societal. La prdida de mediaciones analticas
lleva frecuentemente a perder de vista elementos claves y esa perspectiva procura
recorrer el trabajo.
En segundo lugar, es preciso recordar las formas que plasma lo anterior en el
territorio. Esto puede observarse como una revitalizacin y profundizacin de la economa de enclaves que tiene su historia en Amrica Latina pero que ahora se reabre a
una escala y para un conjunto de actividades muy variado (Falero, 2012). Esto lleva a
desplazamientos de poblaciones, no slo por la constitucin de los enclaves en s sino
por la infraestructura necesaria para el funcionamiento de los mismos y a la constitucin de resistencias sociales.
En base a estos elementos se examina el caso uruguayo a travs de dos casos:
el emprendimiento minero previsto y su conexin con el puerto de aguas profundas
proyectado y la transformacin de la zona oeste de Montevideo en particular considerando la regasificadora. El centro de la temtica es examinar las dinmicas colectivas
generadas en torno al tema y levantar nuevas preguntas de investigacin en relacin a
trabajos anteriores.
La idea es tambin establecer puentes de comunicacin entre el recorrido emprico y el conceptual para observar cmo la realidad actual interpela categoras de
anlisis heredadas y las pone en cuestin. Es decir que se tratar de argumentar en
relacin a las dificultades que se presentan en disponer de herramientas conceptuales
para la explicacin de procesos complejos como los que se presentan actualmente en
la relacin sujetos colectivos y territorio.
Amrica Latina, exportacin de bienes primarios y estructura social
Ms all de sus especificidades como sociedad, en tanto parte de Amrica Latina, Uruguay reproduce sus mismas lgicas centrales de acumulacin. Y en este sentido
debe insistirse en que la regin no ha modificado su papel central de proveedora de
materias primas en la acumulacin a escala global. Y si bien est en curso una nueva
divisin global del trabajo en las que actividades industriales se desplazan del centro a
la periferia o semiperiferia, la lgica general de polarizacin global con los centros de
acumulacin permanece.
En stos sigue predominando la alta investigacin, la generacin de nuevos procesos cientfico tecnolgicos y en general la acumulacin de know how en mltiples
actividades intensivas en conocimiento. De hecho, lo que se observa y tiene directa
relacin con lo que ocurre hoy en Amrica Latina es que la polaridad global no desapa-

Transformaciones territoriales y resistencias colectivas

381

rece sino que se exacerba sobre nuevos parmetros, como ocurre con los derechos
de propiedad intelectual, patentes, extraccin de biodiversidad, etc. Felizmente ya est
muy extendido en la perspectiva crtica el concepto de acumulacin por desposesin
de David Harvey (2004) para referirse a la revitalizacin de dinmicas de acumulacin
primitiva, en el marco de la mercantilizacin de la naturaleza en todas sus formas posibles.
El control de los recursos naturales por transnacionales y agentes globales asociados es clave. Segn la Comisin Econmica para Amrica Latina (CEPAL), el sector
de destino de la inversin extranjera directa en 2012 representaba, en recursos naturales en Amrica del Sur excepto Brasil, un 51 % del total. En este ltimo pas tomado
por separado, era el 13 % del total. En manufacturas en cambio los porcentajes eran el
12 % y el 38 %, respectivamente (CEPAL, 2013). ste representa uno de los indicadores posibles de lo que significa Amrica del Sur en el sistema-mundo. De hecho, puede
decirse que el discurso del desarrollo en la regin sigue funcionando principalmente
como recurso simblico de desconflictivizacin social y de disputa de poder poltico.
Ahora es preciso dar un paso ms. La tesis que se ha desarrollado en otros trabajos es que en sus diferentes actividades posibles (Falero, 2012), el enclave representa
la forma ms significativa y elaborada de control directo de grandes agentes del capital
global sobre la periferia ms all de fronteras, instituciones o restricciones normativas
y por tanto una forma ms de debilitamiento de control social sobre el proceso de
acumulacin.
Histricamente, actividades vinculadas a minera y plantaciones en Amrica Latina se realizaron bajo el formato de enclave. Es decir, casos del capitalismo mercantil
por los que la produccin obtenida en ncleos de actividades primarias eran controlados en forma directa desde fuera. Supona por un lado control desde las regiones centrales y por otro incapacidad de sectores nacionales de las regiones perifricas para
generar dinmicas de acumulacin ms autnomas, condiciones tcnicas o sistemas
de comercializacin propios. Tambin se generaba una organizacin social en centros
urbanos conectados e identificados con las empresas instaladas.
El concepto fue perdiendo vigencia en el marco de las transformaciones del
sistema-mundo. Particularmente considerando una fase del capitalismo donde la informacin y el conocimiento pesan mucho ms que antes en la acumulacin, podra llevar
a pensar en la inaplicabilidad del concepto. Lejos de ello, hay suficientes evidencias
para recuperar la idea de enclave econmico, actualizarla bajo los nuevos parmetros
y pensar potenciales efectos en conformacin de sujetos colectivos.
Corresponde recordar algunas de las caractersticas generales de la economa
de enclave actualmente, planteadas en trabajos anteriores:

La conexin econmica que se genera es principalmente con intereses econmicos externos a partir de agentes globales con mucho poder (principalmente
transnacionales) y dbilmente con la economa nacional.

382

Alfredo Falero

De lo cual, se deprende que cuanto mayor es la debilidad de un Estado-nacin


y la capacidad de organizacin colectiva, menor es la capacidad de rechazar la
reproduccin de dinmicas de enclaves en el territorio que formalmente controla.
Tienden a generar excepcionalidades en los territorios de los Estados-nacin,
generndose situaciones muy ambiguas sobre el potencial control de los mismos
y en ocasiones llega a pensarse en ciudades enteras como en Honduras.
Si bien implican una dinmica de cierre social en el territorio donde se instala que
puede ser visible o invisibilizada, tienen muy en cuenta el entorno cercano con actuaciones que van desde intervenciones sociales comunitarias hasta la coercin
directa segn los casos, pues de su control deriva tambin el xito del enclave.
En cualquier caso siempre existe un protocolo de actuacin que implica dejar al
Estado la construccin de un discurso de beneficios que reportara el enclave
para toda la sociedad.

Si bien se ha establecido que la forma enclave puede tener relacin con diversas
actividades (las maquilas por ejemplo, pueden representar una lgica de enclave industrial, se han expandido los enclaves tursticos y ahora pueden agregarse formatos de
enclaves informacionales), interesa aqu particularmente mencionar las dinmicas de
minera a cielo abierto a partir de empresas transnacionales y las exportaciones directas de mineral presentan lgicas de enclave econmico notorio donde se diluye en el
territorio implicado la idea de regulacin de los Estados-nacin, particularmente a partir
de la introduccin de leyes promulgadas en la dcada de los noventa y el otorgamiento
de concesiones. Por ejemplo, la Barrick Gold controla un territorio de extraccin en
una regin fronteriza de Argentina y Chile que el periodista argentino Miguel Bonasso
provocativamente llama de tercer pas (Bonasso, 2011).
La estructura social que se reproduce en Amrica Latina est directamente relacionada con la histrica exportacin de bienes primarios en sus distintas formas y
su reactualizacin. Cualquier consideracin sobre clases sociales y conformacin de
movimientos sociales debe tener en cuenta esta idea general. No es casual que movimientos de base campesina o indgena, movimientos como el de los Trabajadores Sin
Tierra (MST) en Brasil o rebeliones como la guerra del agua y la guerra del gas en
Bolivia es decir, todas dinmicas colectivas donde prima el aspecto territorial hayan
sido protagonistas centrales de las transformaciones sociopolticas que ocurrieron en
parte de la regin en el siglo XXI.
Sobre instrumentos de captacin
Sabemos que la sociedad uruguaya es particular dado el escaso porcentaje de
poblacin rural en relacin a poblacin urbana (5 % contra 95 %, segn el ltimo censo
de 2011), y en ese sentido la base potencial de desarrollo de los movimientos sociales es claramente urbana. Esto quiere decir que la relacin territorio y movimientos
sociales en Uruguay debe tener en cuenta esta caracterstica estructural junto con

Transformaciones territoriales y resistencias colectivas

383

los mecanismos de dominacin que se generan, pero no significa que esa relacin se
vuelva menos importante.
De hecho, sabemos tambin que la instalacin de megaminera as como el permanente replanteo de las necesidades logsticas para la exportacin de materias primas, tiende a alinear al pas con el resto de la regin. Ya no se trata entonces solamente de soja o de enclaves vinculados a la forestacin y la exportacin de celulosa desde
zonas francas, sino que ahora se agrega la potencialidad de la explotacin de hierro
en magnitudes importantes. Sobre esta base debe tratar de explicarse las luchas por
el territorio, las explcitas y visibles, las latentes, las disueltas y las no configuradas.
Sobre esa base puede hablarse de movimiento social en trminos de temtica
general, de concepto naturalizado como lo fue en su momento sociedad civil. Pero si
se tienen en cuenta las implicaciones de su origen (Alain Touraine trabaj movimiento
social en relacin con su programa de investigacin de una sociedad postindustrial
en Europa), el transplante mecnico es un problema. Pues en el marco del contexto
establecido en el apartado anterior, puede llevar a invisibilizar la realidad ms que a
explicarla o a que el eslogan fcil tome el lugar del concepto slido.
Lo que hoy aparece claro es que si en una apropiacin heterodoxa de Bourdieu se utiliza el concepto de campo popular para dar cuenta del arco de expresiones
colectivas emancipatorias que parten de la sociedad (y que no se mueven en el campo
poltico como los partidos) debe considerarse igualmente que el compartir una illusio
de lo emancipatorio no significa que exista un conjunto de relaciones consensuales.
Como todo campo, se constituye un espacio de posiciones, de fuerzas y de luchas que
implica relaciones sociales entre agentes con posiciones desiguales2.
Al considerar lo que ocurre en relacin a la importancia de la relacin territorio
-sujetos, puede decirse que el uso del territorio no slo se configura en centro de tensiones entre el campo popular y las dinmicas de acumulacin de capital presentes en
la regin (que no se constituye como un espacio social como cualquier otro, ya que
atraviesa con virulencia toda la sociedad) o entre el campo popular y el campo poltico
que procura cooptarlo, alinearlo, controlarlo, por colocar las relaciones ms importantes. El uso del territorio se vuelve tambin un recurso de disputa de posiciones de
poder dentro del propio campo popular.
Esto es lo que se ve en general en Amrica Latina, esto es lo que ve a su escala,
con un tejido social debilitado, en Uruguay. La conformacin de nuevos agentes sociales del campo popular con el formato de red y no de colectivo organizado, estructurado, responde en consecuencia a la doble necesidad de dar cuenta de lo que ocurre
entre el campo popular y el poder econmico y poltico con sus propios intereses y al
mismo tiempo a la necesidad de disputar posiciones dentro del propio campo popular.
2

Como es conocido, el concepto de campo y las propiedades de los mismos estn dispersos en la
obra de Bourdieu. El concepto de campo popular como instrumento conceptual ya fue planteado en
Falero, 2008.

384

Alfredo Falero

Se entra pues en el terreno de formatos de organizacin de lo colectivo pero considerando un espacio-tiempo especfico. Y aqu emerge el problema de la necesidad de
nombrar y las limitaciones del lenguaje en ese sentido que genialmente expuso Zemelman en su ltima etapa (2005, 2007)3. Por ejemplo, el uso del concepto de multitud en
el sentido general de conexin de una multiplicidad de singularidades, abri un debate
sobre las caractersticas de esa conexin o sobre los criterios que garantizaran de la
misma un carcter antisistmico (Hardt y Negri, 2011, pg. 177 y siguientes), pero no
se configura como un concepto capaz de ser operacionalizado en distintas realidades.
De hecho, lo mismo puede decirse que ocurri con el concepto de red que tanto
puede ser til como promover una idea falsa de horizontalidad cuando se emplea en
forma acrtica4. Pero lo posible aqu es abrir el tema de captacin sociolgica de sujetos colectivos de organizacin flexible, ms que discutir exhaustivamente conceptos.
Porque de lo que se trata es de visualizar que, cuando intentamos entender la relacin
entre transformaciones territoriales y resistencias colectivas, la nica forma de visualizar stas es despojarse de parmetros de anlisis que slo nos permiten observar
sujetos ms estructurados como ocurre con el movimiento sindical o FUCVAM. Con esa
perspectiva general corresponde abordar los dos casos propuestos.
Tensiones en el uso del territorio y acciones colectivas ante la megaminera
Desde que se plante el llamado Proyecto Valentines (Aratir Zamin Ferrous)
se ha generado una verdadera batalla por resignificar el territorio en que se ubicara el
complejo minero. Segn la empresa, las minas estarn ubicadas principalmente en los
departamentos de Durazno y Florida: Grupo Las Palmas (Cantera Las Palmas) y Grupo
Valentines (Maidana, Morochos, Mulero y Ura). Como todos estos casos, a partir de
aqu la distincin entre dnde termina la informacin y comienza la publicidad no es
fcil de trazar.
Las lneas de accin identificadas que se han puesto en prctica desde la empresa estn en relacin con las encontradas en otros casos en la regin:

Discurso general sobre desarrollo a partir de la diversificacin econmica implicada, en lnea con el discurso del gobierno en ese sentido5.
3

4
5

Fallecido en 2013, cabe aqu el reconocimiento a un socilogo que contribuy enormemente a pensar
sujetos colectivos desde y para Amrica Latina y que, como suele suceder, por desconocimiento,
intereses mezquinos del campo acadmico o ambas cosas, no fue valorado en la magnitud de sus
aportes.
En un artculo de 1999 ya se introdujo el problema y se observaba que el concepto de red era propio del
tiempo que se viva, es decir un mundo que se anticipaba conexionista, pero requera por lo mismo de
ciertos cuidados para evitar el uso abusivo que se observaba entonces (Falero, 1999).
Ejemplos del discurso en ese sentido: Tenemos que zafar de la idea de pas monoproductor. Si la
produccin a nivel territorial se diversifica hay ms posibilidades de desarrollarnos (director de Dinamyge, abril 2011). Otro: apostar a un polo de desarrollo en el interior del pas en zonas de muy
bajos recursos, donde la relacin capital trabajo es primitiva (Julio Battistoni, diputado FA, agosto
2013). Aqu lo interesante es marcar que, ms all del encuadre discursivo en trminos de parmetros de anlisis puestos en juego, existe una convergencia con la idea de desarrollo en el sentido de

Transformaciones territoriales y resistencias colectivas

385

Establecimiento de conexiones polticas con los diferentes partidos del espectro


incluso colocando figuras notorias de gestin estatal en cargos de direccin empresarial (el caso notorio fue del ex presidente de la Administracin Nacional de
Puertos del partido de gobierno, Frente Amplio). Tambin pueden darse pasajes
en sentido inverso.
Planteamiento permanente de minimizacin de la afectacin sobre el medio ambiente, idea de gestin ambiental del proyecto y mejora del territorio una vez
que se extraiga el mineral y se ponga en prctica el plan de cierre.
Salidas pblicas de la empresa en general medidas, acotadas, principalmente
cuando existen negociaciones con el gobierno, por ejemplo en relacin al canon
o a las caractersticas del proyecto. En este caso, las manifestaciones pblicas
de posibilidad de retirarse del pas y no ejecutar el proyecto y la inversin prevista
como recurso de presin tampoco han tenido alta intensidad.
Intervencin en el tejido social del territorio implicado generando una divisin
profunda entre apoyos y rechazos6.
Presiones indirectas en relacin a la fuerza de trabajo implicada y generacin de
expectativas sobre la que ocupar.

Si el arco de apoyo es muy variado y escapa a la clsica relacin izquierda derecha, el arco de rechazo resulta igualmente diverso en trminos de composicin social
y poltica y en ese sentido debe considerarse un conjunto muy diverso de actores, de
intereses y de estrategias. En ese sentido, no debe extraar que se generen formatos
de conexin entre distintas organizaciones sociales ms bien flexibles y de poca profundidad.
La presencia pblica se ha manifestado a travs de dos formas. Una es la recoleccin de firmas para convocar un plebiscito e incorporar en la Constitucin la prohibicin de minera metalfera en el territorio nacional, que impulsa la Coordinacin nacional
pro plebiscito Uruguay libre de megaminera. La otra es la convocatoria a marchas en
jornadas especficas contra la megaminera y otros emprendimientos (puerto de aguas
profundas, por ejemplo) y contra dinmicas de produccin (con utilizacin de agrotxicos, por ejemplo) que llev adelante la Asamblea Nacional Permanente.
Las posiciones de rechazo se expresan simplificando el espectro desde dos
grandes vectores que se cruzan pero que tienen nfasis claramente diferentes y que
pueden denominarse desarrollista y medioambientalista. En el primer caso, la crtica
hace nfasis en que no se genera una cadena de valor con la potencial industrializacin
del hierro y ms bien la lgica que se plantea es puramente extractiva. Es decir que

crecimiento econmico.
Un ttulo de El Observador puede ilustrar bien esta situacin: Hasta el cuadro de ftbol qued dividido. Subttulo: Valentines y Cerro Chato. La instalacin de la minera representa un antes y un despus
en la regin, ms all de cul sea la resolucin final de Zamn Ferrous, El Observador, sbado 13 de
agosto de 2011.

386

Alfredo Falero

aqu lo que est en cuestin es la conexin minera-desarrollo. En el segundo caso, la


crtica hace nfasis en el perjuicio sobre el medio ambiente, la poltica del gobierno muy
dbil en la proteccin de bienes naturales y en ese sentido se seala que los efectos negativos que ocasiona un emprendimiento como Aratir superan ampliamente cualquier
aspecto positivo.
Si bien existe una convergencia sobre los efectos en ambos casos, en el primer
nfasis el proyecto podra ser viable pero no bajo las condiciones que trascendieron y
se negociaron y en las que nunca se plante una conexin con industrializacin alguna.
En el segundo caso, el proyecto debe ser rechazado bajo cualquier escenario, pues el
fondo del argumento en contra parte de proponer alternativas productivas consistentes
con el cuidado del medio ambiente y stas nunca lo sern y por tanto las sensibilidades
sobre el tema aparecen mucho mayores.
La posicin a favor y en contra del emprendimiento en las caractersticas generales ms o menos establecidas rene un conglomerado muy diverso de intereses que
cruza sectores econmicos, el campo poltico, el campo acadmico, el campo sindical,
el campo popular en general generando estras, fracturas y alineamientos que llevan a
la prdida de referencias clsicas para generar posicionamientos en uno y otro lado.
No es de extraar la desorientacin marcada que produce esta fractura en parte de la
sociedad.
Es decir que las luchas simblicas sobre la idea de uso del territorio adquieren
una importancia y a la vez una complejidad sin antecedentes cercanos en Uruguay.
Produccin de alimentos, tierra, agua y vida, extraccin de recursos para el desarrollo,
extractivismo en beneficio de las transnacionales, depredacin, entre muchas otras
frases y conceptos tratan de construir e imponer una visin del territorio en un contexto
difuso de actores e intereses.
En este caso, se trata de territorio rural, pero lo mismo ha ocurrido en reas de
expansin de la ciudad. ste es el caso del oeste de Montevideo y el emprendimiento
en curso de expansin del puerto e instalacin de una regasificadora que en ocasiones
se ha presentado como un proyecto complementario de lo anterior (junto con el puerto
de aguas profundas). ste es el segundo caso a plantear brevemente.
Tensiones en el uso del territorio: la zona oeste de Montevideo
La expansin oeste de Montevideo es la de la ciudad difusa, de lmites poco
claros entre lo rural y lo urbano. En general, la costa oeste ha estado marcada por una
esquizofrenia de proyectos e intereses, desde actividades logsticas e industriales hasta la potencialidad de lo turstico de la baha (Falero, 2014). La obra de la regasificadora
y la ampliacin del puerto marcan una direccin clara. La regasificadora incluye una
escollera y muelles en la zona de Puntas de Sayago, un dragado para permitir el arribo
de los barcos de gas y un gasoducto en parte subacutico y en parte bajo tierra que

Transformaciones territoriales y resistencias colectivas

387

sigue hasta la zona de Los Bulevares en ruta 1, donde se entronca con el Gasoducto
Cruz del Sur.
Es similar este caso al anterior? Por supuesto se trata en ambos casos de
impulsos a transformaciones territoriales que en forma directa (en el primer caso) e
indirecta (en este segundo) confluyen en la lgica de acumulacin existente expuesta
en el apartado dos: exportacin de bienes primarios y explotacin de recursos naturales. Nada muy diferente a lo que ocurre en la regin slo que a escala de Uruguay. Sin
embargo, surge una gran diferencia con la minera y es en el actor econmico principal
y el formato.
Si en la minera es una transnacional con un formato de enclave adems, la conexin va mineroducto con el puerto de aguas profundas expresa en trminos fsicos
inequvocamente ese carcter, en el caso de la regasificadora el Estado tiene una presencia clave. Porque Gas Sayago, que coordina las obras de la planta de regasificacin,
el nuevo gasoducto y el dragado del Ro de la Plata, es propiedad de la Administracin
Nacional de Usinas y Transmisiones Elctricas (UTE), la Administracin Nacional de
Combustibles, Alcohol y Prtland (ANCAP) y la empresa franco-belga GDF Suez. Por
otra parte si bien puede pensarse que contribuir a alimentar de energa a emprendimientos vinculados a la explotacin y exportacin de recursos naturales (incluso en
formato de economa de enclave), no es menos cierto que en verdad la produccin y
distribucin de energa resultante es ms general.
Ahora bien, en ambos casos no debe minimizarse lo que significa la experiencia
del territorio, de los significados comunes que adquiere para determinados colectivos
y de lucha en cuanto a su defensa, en un contexto donde, en general, son los sectores
ms vulnerables de la sociedad los que estn expuestos a fuertes transformaciones
territoriales por el capital y los que ms sufren sus consecuencias negativas.
En este caso se trata de un proyecto controvertido para los vecinos de los barrios ms cercanos como Santa Catalina. Un actor que se ha manifestado en ese sentido, ya tiene tiempo hacindolo en relacin al uso del territorio sobre la costa oeste: la
Red Intersocial Oeste. Se inicia en el 2001 como Intersocial por un Cerro Productivo,
que se opuso a la instalacin del Proyecto Cerro Free Port (grupo Moon) en el predio y
las instalaciones del ex Frigorfico Nacional implicando unas 100 hectreas en Punta de
Sayago. Este proyecto fue finalmente abandonado en el primer gobierno del Frente Amplio, indemnizacin mediante. En el 2005 se redefine como Red Intersocial Oeste (RIO).
Se trata de una red de organizaciones sociales y de vecinos que ha venido variando en su composicin y que se ha pronunciado en distintas oportunidades o impulsando
proyectos como el actual Espacio de gestin del Parque Pblico Punta Yeguas. Implica
la cogestin y preservacin de un predio de 113 hectreas con playa en el Ro de la
Plata para uso pblico7.
7

Se agradecen los documentos suministrados por Walter Morroni y los datos aportados por Odorico
Velzquez, en entrevista especialmente realizada.

388

Alfredo Falero

Las caractersticas que tiene es de activacin ante un emergente, por ejemplo,


por la introduccin de normativas por el uso del suelo rural o ms recientemente por
los proyectos planteados para la zona; de procurar informacin sobre tales proyectos
o ideas que se van presentando, de intentar generar espacios participativos que se
conviertan en instancias formativas como colectivo y de conflictividad entre intereses
individuales, como la potencialidad de lograr un trabajo o un trabajo mejor, e intereses
colectivos en cuanto al uso del territorio, pero tambin de dinmicas que tienden a ser
mediadas por prcticas poltico partidarias potenciando las desconfianzas.
En consecuencia se trata de redes sujetas a la reorganizacin permanente. En
tal sentido, en el 2013 el protagonista principal ya no es la RIO sino la autodenominada
Coordinadora de Vecinos del Oeste de Montevideo. Los planteos en general pueden
organizarse en cuatro ejes: impactos socio ambientales, transformacin del territorio,
inquietudes sobre riesgos y seguridad y posibilidad y derecho de participar en el seguimiento y control de los proyectos8.
En junio de 2013, en un documento se manifestaba la preocupacin por el
impacto ambiental y social que provocar en toda la zona Oeste la localizacin del proyecto regasificadora. De hecho, fue en un contexto de resistencia de esta coordinadora
de vecinos a la localizacin en ese lugar de la regasificadora que la Direccin Nacional
de Medio Ambiente otorg la autorizacin ambiental previa.
Octubre y noviembre de 2013 fueron meses conflictivos en ese sentido. Las
crnicas mostraron que la audiencia pblica estuvo marcada por insultos al gobierno y
forcejeos entre vecinos. Uno de los elementos que se ha mencionado reiteradamente
es el ocultamiento de informacin, incluyendo un informe realizado por la consultora
Foster Wheeler a pedido de ANCAP y UTE que indicaba que no era ese el mejor lugar
para la instalacin de la regasificadora.
Esto agreg desconfianzas hacia las acciones estatales, sobre sus reales propsitos y sobre la informacin que trasciende y la que ostensiblemente se oculta. La
confidencialidad de parte de la informacin refuerza el ciclo de desconfianza y aumenta
la conflictividad potencial.
Caractersticas de configuracin de los colectivos: reflexiones generales
Qu comparten y qu diferencian a ambos casos en trminos de construccin
de colectivos? En primer lugar, por supuesto comparten la especificidad regional de
la relacin entre colectivos y luchas por el territorio ya establecida. La configuracin
del sujeto parte de resistencias sociales en relacin con el uso que se quiere dar al
territorio. Es un sujeto que muta en funcin de divisiones internas, algunas en funcin
de incidencias poltico partidarias externas, pero siempre configurndose como redes
8

Documento Aportes para la comprensin de los desafos del Proyecto GNL Del Plata Terminal de
Recepcin y Regasificacin de Gas Natural Licuado. Elaborado por docentes de la Universidad de la
Repblica, 2013.

Transformaciones territoriales y resistencias colectivas

389

flexibles con personas muy activas y un conjunto mayor que slo se hace visible en
eventos especficos.
En segundo lugar, es de destacar la importancia del medio ambiente como centro discursivo de la resistencia en ambos casos. Naturalmente que existen evidencias
que lo apoyan y que hacen a las implicancias de las transformaciones que implica y
por tanto no es de extraar las grandes sensibilidades y desconfianzas reales que
genera en ambos casos. Pero lo que se quiere sealar es que otras cuestiones en
juego importantes, terminan girando alrededor de esta problemtica o directamente
quedando desplazadas en la narrativa de resistencia como lo es el poder y el accionar
de empresas transnacionales y el papel del Estado mismo que se lo ve dependiente de
los intereses de las primeras.
La informacin reservada, clasificada, omitida por agentes del capital y por el
campo poltico a veces en el marco de negociaciones tambin ha ocurrido con las
plantas de celulosa refuerzan la desconfianza. Sobre tales bases, es siempre el territorio pero ahora en trminos de efectos sobre el medio ambiente el que se configura
en un recurso simblico para disputar posiciones dentro y fuera del campo popular.
Pero, por lo expuesto, de fondo aparece un problema igualmente complejo que es la
deliberada oclusin del control social sobre el accionar del Estado.
En tercer lugar, expuesto en trminos de racionalidades, subyace una tensin
entre la racionalidad del desarrollo entendida como potenciacin socioeconmica hacia
el futuro y la racionalidad del cuidado ambiental entendida como evitar la sumatoria de
intervenciones sobre la naturaleza con consecuencias irreversibles; muchas veces con
afectacin directa sobre la vida de las personas (desplazamiento de actividades agropecuarias en un caso, consecuencias sobre el trabajo y vida en general, en pescadores
artesanales por ejemplo, en otro).
A la vez dentro de quienes asumen la racionalidad del desarrollo como prioritaria, se expresa un abanico de posiciones que se opone al proyecto y pueden coincidir
con quienes focalizan sobre la segunda. Pero esto no asegura coincidencias estables:
emergen estrategias, intereses e individualidades que llevan a que si los colectivos
no son flexibles rpidamente queden disueltos. En otras palabras, si los colectivos de
resistencia pueden tener en comn la puesta en cuestin de los beneficios esperados,
paralelamente tiende a emerger en ellos en el actual contexto la tensin desarrollo y
medio ambiente como irresoluble.
Quien vive esto de forma ms contradictoria en el campo popular es el movimiento sindical y esto se ha manifestado claramente en el tema minera: la fuerza de trabajo
potencialmente involucrada y sindicalizada hace que los sectores ms cercanos deban
expresar su apoyo con reservas, mientras que los ms alejados pueden generar posicionamientos contrarios ms fcilmente.
En cuanto a diferencias, hay una primera evidente que es el territorio involucrado en la constitucin de sujetos. En el caso del proyecto de extraccin de hierro

390

Alfredo Falero

existe una gran superficie de uso rural en juego (tambin sobre este punto no existe
acuerdo sobre lo efectivamente implicado en trminos directos e indirectos), pero de
baja densidad poblacional. Los directamente afectados sacan el tema del plano local o
departamental y extienden redes que lo lleven al plano nacional. Ya se dijo, que existen
argumentos para que ello ocurra.
En el caso de la regasificadora (y la ampliacin del puerto) si bien buena parte de
la intervencin se ubica sobre la costa implica efectos indirectos (gasoducto, logstica)
que contribuye a modificar la dinmica de barrios como Santa Catalina. Este es un
territorio de base urbana en el que se disputa el derecho a la ciudad. Por ejemplo, el
parque pblico de Punta Yeguas de gestin asociada entre Intendencia de Montevideo y
vecinos puede caracterizarse como un avance en el derecho a la ciudad, ya que constituye la generacin de un bien comn urbano. En este caso la resistencia es localizada
y resulta difcil llevarlo al plano de lo nacional, si bien puede expresarse como tema
tambin en las marchas que se han generado contra la megaminera.
Precisamente, en cuanto al despliegue de acciones colectivas, en el primer caso
las marchas se configuran como aglutinadoras de colectivos diversos, pero asoma
el plebiscito como una diferencia estratgica clave que se expresa como fractura del
campo popular entre quienes lo ven como herramienta o como trampa o desviador del
problema central. Se puede decir que constituye un recurso legtimo y democrtico
pero que no tiende a crear poder constituyente en lo que implica de construccin de
subjetividades colectivas de lucha. No toda consulta pblica genera poder constituyente en este sentido.
Los intereses policlasistas que se nuclean en la convocatoria contra Aratir, con
intereses que incluyen sectores del capital que se ven desplazados por la lgica de
enclave propuesta, llevan a que las estras y tensiones se complejicen. En cambio en
el caso de la zona oeste de Montevideo, existe mucha mayor homogeneizacin social
en ese sentido y los cambios de protagonista principal en el 2013 la Coordinadora de
Vecinos desplazando del primer plano a la Red Intersocial Oeste expresa diferencias
estratgicas y complejidades de la relacin campo popular campo poltico, pero no
una diferencia de composicin de clase.
En suma, considerando las complejidades brevemente revisadas, sin organizaciones verstiles, variables, adaptables, flexibles, el campo popular inevitablemente pierde
poder cuando est en juego el tema del territorio. Y reaparece la vulnerabilidad frente
a intereses que se construyen subjetivamente como beneficiando inequvocamente a
todos. Para la Sociologa, si desea contribuir en el tema, el desafo es claro. Porque
seguramente hay componentes conocidos, como los que consideraron los autores
clsicos, pero tambin nuevos y tan importantes como para requerir el desarrollo de
instrumentos conceptuales que permitan ayudar a pensar, conocer y explicar procesos
colectivos en la regin en el siglo XXI.

Transformaciones territoriales y resistencias colectivas

391

Bibliografa
Bonasso, Miguel (2011). El Mal. El modelo K y la Barrick Gold, Buenos Aires, Planeta
CEPAL (2013). La inversin extranjera directa en Amrica Latina y el Caribe (Informe 2012).
Falero, Alfredo (2014). Produccin del espacio urbano y captacin del turismo en un contexto
de transformaciones sistmicas globales, contenido en El turismo bajo la lupa acadmica,
Falero y Campodnico (comps.), Montevideo, UdelaR CSIC / Biblioteca Plural.
Falero, Alfredo (2012). Capitalismo y enclaves: nuevas dinmicas, viejos problemas, renovados desafos para pensar alternativas en Pensar a Contracorriente: La Habana, Cuba.
Falero, Alfredo (2008). Las batallas por la subjetividad. Luchas sociales y construccin de
derechos en Uruguay. Montevideo, UdelaR-CSIC-FCS / Fanelcor.
Falero, Alfredo (1999). Reflexiones en torno a instrumentos conceptuales para el anlisis de
acciones colectivas, en Revista de Ciencias Sociales N 15. Montevideo, Departamento
de Sociologa / FCU.
Hardt, Michael y Negri, Antonio (2011). Commonwealth. El proyecto de una revolucin del
comn. Madrid, Ediciones Akal.
Harvey, David (2004). La acumulacin por desposesin, contenido en El nuevo imperialismo.
Madrid, editorial AKAL.
Svampa, Maristella (2013). El consenso de los commodities en Le Monde Diplomatique. Buenos
Aires N 168 (junio).
Zemelman, Hugo (2007). El ngel de la historia: determinacin y autonoma de la condicin humana. Barcelona, UNAM IPECAL (Mxico) / Universidad de San Buenaventura (Colombia).
Editorial Anthropos (Espaa).
Zemelman, Hugo (2005). Voluntad de conocer. El sujeto y su pensamiento en el paradigma
crtico. Barcelona. Anthropos Editorial en coedicin con el Centro de Investigaciones Humansticas de la Universidad Autnoma de Chiapas.

Slo tres pases latinoamericanos lo lograron


Instituciones, cultura y ftbol
Felipe Arocena1 - Juan Cristiano2
Cmo Uruguay, un pas de apenas tres millones de habitantes, logr estar en el
segundo lugar del ranking mundial de la FIFA en el ao 2012, salir campen de
Amrica en 2011, ubicarse en el cuarto puesto en el ltimo campeonato mundial de
Sudfrica 2010, ganar dos campeonatos mundiales y dos oros olmpicos cuando las
olimpadas eran el nico certamen que se disputaba a nivel mundial? Cmo explicar esta acumulacin de xitos tan asombrosos? Cules son los aprendizajes que
podemos encontrar, cules los errores y los aciertos? Qu podemos decir desde la
sociologa sobre estas preguntas?

Introduccin
En el libro Salsa, sabor y control. Sociologa de la msica tropical, su autor ngel
Quintero Rivera nos presenta la contribucin del Caribe a la alegra del mundo a travs
de la msica. Exactamente lo mismo podra decirse del ftbol sudamericano. Latinoamrica recibi el ftbol de los ingleses sobre finales del siglo XIX, aqu se populariz
rpidamente hacia toda la sociedad, se adapt a las idiosincrasias locales y se potenci
a tal punto que la mitad de las copas mundiales desde la primera disputada en 1930
(nueve de diecinueve) fueron ganadas por tres pases sudamericanos: Brasil (cinco
veces), Argentina (dos veces) y Uruguay (dos veces)3. No hay muchos trabajos que intenten explicar este extraordinario aporte sudamericano al mundo del ftbol porque las
ciencias sociales dejaron sistemticamente de lado este tema. Para los intelectuales
1

2
3

Socilogo, Profesor Titular en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la Repblica e


investigador Nivel II del Sistema Nacional de Investigadores de Uruguay. Gan el Premio Anual de
Literatura de Uruguay tres veces: en 2013 y 2011 en la categora Ensayo en Ciencias Sociales y en
2001 en la categora Ensayo Literario. [email protected]
Socilogo, docente e investigador del Departamento de Sociologa, Facultad de Ciencias Sociales y
en la Facultad de Derecho de la Universidad de la Repblica. Magster en sociologa, especialista en
sociologa de la cultura y deporte. [email protected]
Uruguay adems fue campen olmpico dos veces, en 1924 y 1928, cuando las olimpadas eran el
nico campeonato mundial, por lo que puede decirse que este pequeo pas, territorialmente tres
veces menor que Espaa y hoy con diecisiete veces menos poblacin fue cuatro veces el mejor del
mundo.

394

Felipe Arocena - Juan Cristiano

de izquierda este deporte era el opio de las masas y la principal fuente de alienacin
poltica que desviaba la atencin de la sociedad de los problemas acuciantes de pobreza, autoritarismo y desigualdad. Para el resto de la academia el ftbol tampoco logr
ubicarse como un tema relevante y suficientemente serio para despertar inters. El
ftbol era considerado, en suma, pasto apenas para el trabajo de periodistas y alegras
o tristezas circunstanciales del pueblo. En los ltimos aos esto est cambiando radicalmente y entre el desarrollo que viene adquiriendo la sociologa del deporte empiezan
a consolidarse diversos anlisis extremadamente interesantes sobre el ftbol.4 Algunos
de los temas tratados fueron la relacin entre ftbol y racismo (de gran relevancia en
Brasil), entre ftbol y machismo en Argentina, entre la identidad nacional y el ftbol,
entre la poltica y la utilizacin de los triunfos deportivos, el comportamiento de las
hinchadas, la violencia y la interpretacin de sus cnticos, y por supuesto los aspectos
de su economa y de su poltica, entre varios otros.
Los orgenes y primeras glorias
Igual que a Brasil y Argentina, el ftbol lleg al Uruguay en la segunda mitad
del siglo XIX de la mano de inmigrantes britnicos 5.. En el caso uruguayo por quienes
desempeaban tareas de responsabilidad en las empresas inglesas que operaban en el
territorio y que trajeron, antes del ftbol, tambin el cricket. Ya en el ao 1842 exista
el Victoria Cricket Club pero, a diferencia de lo que sucedi con el ftbol, el cricket no
logr arraigarse entre los criollos ni volverse masivo. En 1861 se funda en la capital
de Uruguay otro club, el Montevideo Cricket Club, de enorme importancia porque fue
el primero en el que se practic ftbol. Otras instituciones fundadas por los britnicos
que tuvieron un rol muy importante fueron los colegios. En 1874 se fund The English
High School y en 1885 The British School. En The English High School enseaba ingls
William Leslie Poole, quien fue adems el primer maestro de ftbol en el pas. Poco
antes de finalizar la dcada del setenta del siglo XIX testimonios orales afirman que se
jug el inaugural partido de ftbol en el pas. En una entrevista realizada por la revista
Mundo Uruguayo publicada en 1924, Pedro C. Towers, ex funcionario del Banco Real
del Canad y ex Secretario General del Montevideo Cricket Club, afirm que en octubre
de 1878 en el predio que en la actualidad se ubica el Hospital Militar se disputaron dos
partidos de ftbol entre un equipo integrado por marineros ingleses que estaban de
paso por Montevideo y otro integrado por ingleses residentes en el pas y sus hijos.
Quien da el testimonio en la revista jug en filas de los uruguayos. Es que por aquellos aos los partidos ms frecuentes eran entre los ingleses residentes en Montevideo
contra los marineros britnicos que estaban de paso por el puerto.
El Montevideo Rowing Club fundado en 1874, se diferenci del Montevideo Cricket Club por ser impulsor de una corriente de tipo nacionalista mientras que el otro pro4
5

Por ejemplo varios trabajos organizados por Pablo Alabarces en Argentina, y Ronaldo Helal en Brasil;
antes de Roberto da Matta en Brasil, un pionero en esta rea.
Seguimos aqu a Franklin Morales (1969, a y b).

Slo tres pases latinoamericanos lo lograron - Instituciones, cultura y ftbol

395

mova una concepcin claramente fiel a la colectividad inglesa, exigiendo, por ejemplo,
que sus socios hablaran ingls. El impulso nacionalista se materializar tambin en la
fundacin del Club Nacional de Regatas en 1888. Producto de esta misma corriente
nacionalista deportiva, en 1891, Enrique Lichtenberger funda el primer club uruguayo
dedicado a la prctica del ftbol, su nombre fue Football Association. En su estatuto
estableca que no se permitan los jugadores extranjeros. Posteriormente aquel equipo
cambia su nombre por el de Albion, a modo de homenaje a la cuna del ftbol y adopta
en su indumentaria deportiva los colores de la bandera uruguaya, blanco y azul. Albion
en 1895 modific sus estatutos para permitir el ingreso de jugadores extranjeros.
Producto de esta modificacin se incorpor a este equipo William Leslie Poole, quien
llen de prestigio y triunfos a dicha institucin. Sin embargo esta decisin ocasion que
el club perdiera su arraigo entre quienes defendan una corriente nacionalista deportiva. La corriente nacionalista va a tener su ms exitosa y perdurable expresin en la
fundacin del Club Nacional de Football, el 14 de mayo de 1899. ste, el primer club
criollo creado en Latinoamrica, se transformara luego en uno de los ms laureados
del mundo. Su fundacin fue producto de un proceso que comienza en la oposicin
del Montevideo Rowing al Montevideo Cricket, aunque oficialmente Nacional nace de la
fusin de dos clubes: el Montevideo Ftbol Club y el Club Uruguay de La Unin (que era
un ncleo de socios escindidos de Albion)6.
Otro momento importante en la historia del ftbol uruguayo fue cuando un grupo
de altos funcionarios de la empresa de ferrocarriles inglesa que prestaba servicios en
Uruguay deciden fundar un club deportivo emplazado en Villa Pearol, donde la empresa tena ubicados sus talleres y depsitos. El 28 de setiembre de 1891 se funda el
CURCC (Central Uruguay Railway Cricket Club), que posteriormente adoptara el nombre de Pearol y se transformara en otro de los principales del mundo. Detrs de su
camiseta amarilla y negra ya desde sus orgenes se aglutin un contingente importante
de partidarios criollos. Seis meses despus de su fundacin adopta el ftbol entre los
deportes que se practicaban por parte de sus socios7.
La seleccin uruguaya estren su clsica camiseta celeste el 15 de agosto de
1910 en el Estadio de Belvedere en Montevideo. Se enfrent a la seleccin argentina
vencindola por tres a uno. Por esos aos el presidente de la Asociacin Uruguaya de
Ftbol, Hctor Rivadavia Gmez, impulsara la idea de expandir el ftbol a escala continental con la fundacin de la Confederacin Sudamericana de Ftbol en el ao 1916.
Un cuadrangular amistoso llevado a cabo en Buenos Aires en 1916 fue el prembulo
para la creacin al ao siguiente de la Copa Amrica. Este primer sudamericano cont
con la presencia del local Argentina, Uruguay, Chile y Brasil. La seleccin uruguaya fue
campeona y el goleador del torneo fue el delantero uruguayo Isabelino Gradn. En esta
ocasin dos afrouruguayos integraron la seleccin (Gradn y Juan Delgado) y muy pro6
7

El Club Nacional gan tres Copas Libertadores y tres Copas Intercontinentales en 1971, 1980 y
1988; fue campen uruguayo en 44 ocasiones.
El Club Pearol gan cinco Copas Libertadores: 1960, 61, 66, 1982 y 86; tres Copas Intercontinentales: 1961, 66 y 1982; fue campen uruguayo en 46 ocasiones.

396

Felipe Arocena - Juan Cristiano

bablemente fue la primera en el mundo en presentar afrodescendientes. La delegacin


chilena qued tan sorprendida que pidi la anulacin del certamen porque en Uruguay
jugaron dos africanos. Gradn adquiri posteriormente tanta fama internacional que el
poeta peruano Juan Parra del Riego le dedic un poema titulado Polirrtmico dinmico,
que comienza as:
Palpitante y jubiloso
como el grito que se lanza de repente a un aviador
todo as claro y nervioso,
yo te canto, oh jugador maravilloso!
que hoy has puesto el pecho mo como un trmulo tambor.
gil,
fino,
alado,
elctrico,
repentino,
delicado,
fulminante,
yo te vi en la tarde olmpica jugar...

Isabelino Gradn, uruguayo

El ao siguiente la Confederacin Sudamericana de Ftbol, que tena su sede


provisionalmente en Montevideo, encomend a la Asociacin Uruguaya de Ftbol la
organizacin de la primera Copa Amrica. Se trataba del primer torneo oficial organizado por la naciente Confederacin. Esa primera Copa Amrica de 1917 fue ganada
por la celeste y el modo de disputa fue el mismo que el del cuadrangular amistoso que
se organiz en Buenos Aires el ao anterior. Uruguay fue campen invicto nuevamente. Desde la creacin de la Confederacin Sudamericana de Ftbol en 1916 hasta el
presente Uruguay ha obtenido quince ttulos continentales (1916, 1917, 1920, 1923,
1924, 1926, 1935, 1942, 1956, 1959, 1967, 1983, 1987, 1995, 2011). La celeste
es la seleccin con ms ttulos sudamericanos de mayores y la actual campeona de la
Copa Amrica.

Slo tres pases latinoamericanos lo lograron - Instituciones, cultura y ftbol

397

En 1924 se escribi una nueva pgina de gloria para el ftbol uruguayo. En los
Juegos Olmpicos celebrados en Pars se disput un campeonato de ftbol como parte
de los deportes olmpicos. Participaron 22 equipos y Uruguay y Suiza disputaron la
final por el oro olmpico saliendo victorioso el primero por un tanteador de tres a cero.
Entre los jugadores ms destacados de aquel equipo uruguayo estuvieron: el capitn
Nasazzi, Scarone, Vidal, Andrade, Petrone, Romano y Cea (Carlos Manini Ros, 1970).
Esta seleccin uruguaya ganadora del oro olmpico representaba solamente a la
mitad de los clubes. Ello se debi a que en 1922 se produjo el cisma del ftbol uruguayo, dividindose en dos bandos los clubes, los dirigentes, jugadores y aficionados. Se
dio la paradoja que mientras una seleccin uruguaya disputaba los Juegos Olmpicos de
Pars, otra seleccin uruguaya haca lo propio en la Copa Newton frente a los argentinos
disidentes. Quienes se embarcaron en la aventura de los Juegos Olmpicos fueron los
miembros de la Asociacin Uruguaya de Ftbol y recibieron las ms duras crticas de
parte de sus rivales de la Federacin Uruguaya de Ftbol, quienes sostenan que iban a
hacer un papeln en Pars y desprestigiar al pas. El equipo uruguayo caus tal suceso
en los Juegos de Pars que recibi la Copa Olmpica, distincin que premia al que se
considera el campen ms destacado de todos los deportes disputados en el evento.
Otro jugador afrouruguayo que integraba la seleccin, Jos Leandro Andrade, se convirti en una de las primeras estrellas internacionales y fue apodado la maravilla negra.
En el mes de febrero de 1929 los dirigentes del Club Nacional de Ftbol Jos
G. Usera Bermdez y Roberto Espil presentaron a la comisin directiva de dicho club
un proyecto que solicitaba a la Federacin Internacional del Ftbol Asociacin (FIFA)
la organizacin en Uruguay del primer campeonato mundial de ftbol. La totalidad de
los pases miembros de la CSF apoyaron la propuesta de los uruguayos. Finalmente el
Congreso de la FIFA del 18 de mayo de 1929 eligi por unanimidad que Uruguay fuera
sede del primer mundial de ftbol organizado por esta organizacin.
La principal tarea que enfrent el pas fue construir la infraestructura necesaria
para albergar un evento de tal magnitud porque Uruguay no contaba con un estadio
acorde a los requerimientos de un campeonato mundial. El nuevo estadio a construirse
tendra una capacidad de 80.000 espectadores y llevara el nombre de Centenario en
homenaje a los cien aos de la jura de la Constitucin del 18 de julio de 1830. El inicio
se demor ms de la cuenta hasta febrero de 1930. Para poder cumplir con las fechas
previstas los trabajadores debieron trabajar a tres turnos, incluso en la noche, bajo la
luz de enormes reflectores. Finalmente el estadio estuvo terminado y el 18 de julio de
ese ao la seleccin uruguaya gan la final contra Argentina (Carlos Martnez Moreno,
1970).
El estadio de Maracan situado en la ciudad brasilea de Ro de Janeiro fue testigo de la gesta ms gloriosa del ftbol uruguayo. En su csped la seleccin uruguaya
venci por dos a uno a Brasil y se consagr campen mundial de ftbol por segunda
vez. Los capitaneados por Obdulio Jacinto Varela hicieron enmudecer a todo un estadio
que vio cmo se le escapaba la chance de terminar la fiesta, aun teniendo todo a favor:

398

Felipe Arocena - Juan Cristiano

el campo de juego que conocan, el aliento de todo el pblico, el punto de ventaja en el


campeonato y el comenzar ganando el partido a los 48 minutos.
Estancamiento y decadencia
Aquel pas que en la primera mitad del siglo XX fuera una potencia a nivel mundial
se fue estancando en su evolucin futbolstica e institucional; de la misma manera que
su economa se enlenteca y su singularidad se dilua, el ftbol perda luminosidad. La
Suiza de Amrica o la Atenas del Plata no solamente comenzaba un largo sueo futbolstico a nivel de su seleccin mayor, sino que tambin se empobreca sistemticamente
y vea cmo su poblacin se fragmentaba; poco faltaba para que cayese en el peor
momento econmico y poltico del siglo XX cuando sucumbi a la dictadura militar de
1973.
Humillado por la derrota de Maracan, Brasil reaccion como un tigre herido y
desarroll su ftbol hasta convertirse en una de las mayores potencias del planeta. De
la mano de Garrincha y Pel fue campen mundial por primera vez en 1958, repiti
en 1962 y, ya sin el primero, Pel lider el tercer campeonato en 1970. Los europeos
por su parte sacaron varios escalones de ventaja en preparacin fsica, sistematizacin
de los procesos de formacin de sus futbolistas y disciplina tctica. Adems fueron
pioneros en preocuparse por todo el entorno que debe rodear al deporte de lite (incorporacin del conocimiento cientfico y tcnico, infraestructuras acordes a la prctica
de un deporte de alto profesionalismo como la calidad del csped de los estadios, los
sitios de entrenamiento, gimnasios, etc.). El ejemplo ms notorio fue la innovadora seleccin holandesa del ao 1974, identificada como la naranja mecnica por su ftbol
total en el que todos eran polifuncionales, la organizacin tctica era casi perfecta y la
preparacin fsica arrolladora. El partido que le gan a la seleccin uruguaya por dos a
cero en el mundial de 1974 fue un dominio absoluto de principio a fin y la demostracin
cabal del esclerosamiento de la garra charra. La siesta continuaba. Luego Dinamarca en 1986 confirmara esta obsolescencia inflingiendo a la celeste si no la peor
humillacin de su historia, una de las ms dolorosas, derrotndola por seis goles a uno
en un partido en el que los uruguayos vean, impotentes, pasar a los dinamarqueses
como centellas y el baln se les haca invisible. Es por esta poca que se fortalece la
mala fama del equipo uruguayo como un equipo desleal, rudo, que recurra a las faltas
groseras para intimidar al contrario porque no poda vencerlo en el juego.

Slo tres pases latinoamericanos lo lograron - Instituciones, cultura y ftbol

399

Manuel Francisco dos Santos (Garrincha) y Edson Arantes do Nascimento (Pel).

Aquellos triunfos de la primera mitad del siglo XX se haban sustentado fundamentalmente en la calidad tcnica de los futbolistas uruguayos y su coraje para afrontar
las adversidades. El ftbol no tena en aquellos tiempos el desarrollo que tiene hoy en
cuanto a preparacin fsica, disciplina tctica y velocidad. Alcanzaba para ganarle a los
europeos con la picarda y tcnica aprendida por los futbolistas uruguayos a travs del
aprendizaje autodidacta alcanzado en los campitos (terrenos baldos donde se improvisaban arcos hechos con dos piedras) o en las calles, enseanza que luego seguan
por imitacin de los futbolistas ms experimentados de cada equipo en que les tocaba
jugar. La tctica a desarrollar en el partido era tambin producto de las rdenes impartidas dentro de la cancha por los jugadores ms veteranos y con mayor ascendencia
sobre el plantel. stos muchas veces oficiaban de psiclogos deportivos, motivando
a sus compaeros para vencer la frustracin que sobrevena al estar perdiendo un
partido o por alguna injusticia cometida por el rbitro. Jos Nasazzi (capitn de la
selecciones uruguayas campeonas olmpicas en 1924 y 1928 y del primer mundial
de ftbol en 1930) y Obdulio Varela (capitn del Uruguay campen mundial en 1950 y
cuarto en el mundial de 1954) fueron verdaderos lderes de esos grupos y su sabidura
para manejar los aspectos tcticos y psicolgicos de sus compaeros fueron decisivos
en el xito deportivo alcanzado por aquellos planteles de jugadores. Pero la formacin
de los futbolistas en la actualidad ha evolucionado de lo espontneo a lo programado y
sistemtico y es a esa evolucin a la que las instituciones vinculadas al ftbol uruguayo
y fundamentalmente las encargadas de la socializacin de los futbolistas, no supieron
adaptarse.
La liga uruguaya de primera divisin es de los mercados menos atractivos para
los futbolistas debido a los comparativamente bajos sueldos que se pagan. Esto lleva
a que los jugadores emigren a edades cada vez ms tempranas a equipos de Europa.
Aquellos que pintan para cracks son reclutados en el ftbol infantil por contratistas
que luego los colocan en mercados mejores pagos. No solamente hay asimetras con
respecto a las ligas de los pases ms ricos (Inglaterra, Espaa, Italia, Alemania, Rusia)
sino que otros pases latinoamericanos resultan ser mercados ms atractivos que el

400

Felipe Arocena - Juan Cristiano

uruguayo, por ejemplo Argentina, Brasil, Chile, Colombia o Mxico. La escasa poblacin
de Uruguay lleva a que el mercado de consumidores del espectculo del ftbol sea pequeo en comparacin con el resto de los pases de Amrica. Esto achica los ingresos
por entradas vendidas y por derechos de televisin que perciben los clubes.
La institucionalizacin
En marzo de 2006 el Maestro scar Washington Tabrez asume por segunda
vez como entrenador de la seleccin mayor de ftbol de Uruguay. Ya lo haba sido en
el mundial de 1990, luego fue destituido y realiz una exitosa carrera como entrenador
en el ftbol de Argentina, Italia y Espaa. En Argentina dirigi a Boca Juniors y Vlez
Srsfield, en Italia a Cagliari y Miln y en Espaa a Oviedo. Adems de entrenador y ex
futbolista profesional, Tabrez se recibi de maestro de escuela y ejerci esa profesin
durante varios aos combinando su actividad de futbolista con la docencia.
En su regreso de 2006 elabor un proyecto denominado Institucionalizacin
de los procesos de selecciones nacionales y de la formacin de sus futbolistas que
consta de los siguientes objetivos: 1) establecer polticas de seleccin y dar permanencia y continuidad a su organizacin, 2) elevar los rendimientos deportivos y acercar
la expresin futbolstica de las selecciones nacionales al nivel del ftbol de lite internacional, 3) influir positivamente en el proceso de formacin integral de los futbolistas
seleccionados, 4) coordinar objetivos y actividades de las selecciones de todos los
niveles para estimar proyecciones y aplicar programas en plazos mediatos, 5) programar las actividades de las selecciones nacionales incluyndolas anticipadamente y
en concordancia con los calendarios locales e internacionales, 6) la competicin ser
parte imprescindible de la preparacin y evaluacin de los equipos y de la formacin de
los futbolistas, por lo que no se debe quedar limitada solamente a las competiciones
oficiales internacionales, y 7) lograr un perfil del futbolista de seleccin uruguaya que
abarque los aspectos tcnicos, ticos y disciplinarios.
La institucionalizacin de los procesos de las selecciones nacionales y la socializacin de sus futbolistas llevada a cabo por el cuerpo tcnico encabezado por Tabrez
ha sido la clave del xito alcanzado en los ltimos aos por la seleccin uruguaya8. Fue
un cambio decisivo el hecho de que se haya mantenido al cuerpo tcnico encabezado
por Tabrez desde hace seis aos al frente de las selecciones nacionales de Uruguay.
Desde 1990 a la fecha pasaron por la seleccin mayor doce entrenadores, mantenindose en promedio apenas dos aos en el cargo. Esta tendencia viene de ms larga
data, desde 1955 a la fecha los entrenadores de la seleccin de Uruguay permanecieron en su cargo en promedio 1,85 aos.

Hemos seguido aqu las inspiradoras ideas tericas de Berger y Luckman (2001) asociadas a la
importancia de los procesos de institucionalizacin y socializacin para el desarrollo y evolucin de
cualquier grupo social.

Slo tres pases latinoamericanos lo lograron - Instituciones, cultura y ftbol

401

Desde la asuncin de Tabrez como coordinador general de este proyecto comenz una adecuada combinacin entre las diferentes selecciones juveniles y la mayor.
Las selecciones juveniles, segn afirma Mario Rebollo (integrante del cuerpo tcnico),
en un artculo que public el 8 de setiembre de 20119: entrenan un ao antes del
Sudamericano, en frecuencia de tres das por semana, lunes a mircoles en horario
vespertino para las selecciones Sub-15 y Sub-17, y de martes a jueves en horario matutino para la seleccin Sub-20. Siempre en horario simple, salvo en el mes anterior a la
competencia (Sudamericano y Mundial), donde los futbolistas estn a tiempo completo
en la seleccin. Siempre contando con la presencia permanente del cuerpo tcnico de
la seleccin mayor supervisando y apoyando todas estas actividades.
Se debe destacar tambin la creacin del centro deportivo de alto rendimiento
denominado Uruguay Celeste en abril de 2002. Opera como lugar de entrenamiento
y concentracin de las selecciones juveniles y mayores uruguayas. Entre sus instalaciones cuenta con varias canchas de ftbol con csped en excelente estado. El edificio
tiene dos plantas con habitaciones para albergar a cuarenta futbolistas de la seleccin
mayor y sesenta de juveniles, y en cada dormitorio pueden convivir de dos a tres personas. Adems cuenta con gimnasio, sala de musculacin y un rea para recibir a la
prensa. El costo de la obra fue de 1,7 millones de dlares. La FIFA aport 1,1 millones
en tanto que la Asociacin Uruguaya de Ftbol (AUF) y la empresa Tenfield (duea de
los derechos de televisin e imagen de la seleccin uruguaya y del ftbol uruguayo
profesional), aportaron cada una 300.000 dlares. La creacin del complejo Uruguay
Celeste es anterior en cuatro aos al comienzo del proyecto de Tabrez para las selecciones nacionales, pero tambin fue un elemento determinante del xito alcanzado.
Durante muchos aos las selecciones nacionales tuvieron problemas para concentrarse y entrenar porque no disponan de instalaciones propias. El inicio de la era Tabrez
en 2006 se encontr con una infraestructura adecuada al ftbol de lite y fue bien
capitalizada. Este esfuerzo tambin cambi la mala imagen de la seleccin mencionada
antes porque se desterr de la estrategia la falta violenta gratuita y el juego agresivo
para intimidar al contrario.
Adems de los ya mencionados factores que contribuyeron al xito deportivo
alcanzado por la seleccin celeste, se puede agregar la utilizacin por parte del cuerpo
tcnico de un software que permite analizar estadsticamente los partidos de ftbol.
Por ejemplo el flujo de pases, remates, centros, recuperaciones de pelota, jugadas
que terminaron en gol. La empresa que provee este servicio se llama Kizanaro Sport
Technology y uno de los creadores del software es tambin uruguayo.
Con respecto a las caractersticas del ftbol de elite actual seala el maestro
Tabrez: hay menos espacio y tiempo para resolver las situaciones de juego. Esto se
debe fundamentalmente al gran desarrollo que ha tenido la preparacin fsica, al desarrollo de la tcnica y la gran organizacin tctica que tienen los equipos. Un partido de
ftbol de elite se tiene que desarrollar en velocidad. Hay muy poco espacio para hacer
9 http://arielopezbaez.blogspot.com

402

Felipe Arocena - Juan Cristiano

llegar la pelota a los compaeros. El pasarse la pelota de forma rpida es un rasgo


de distincin del ftbol actual. Esto se debe incluir en el concepto y la metodologa
de trabajo, y tambin en la infraestructura () No se puede jugar un ftbol de elite en
malos campos de juego (). El ftbol de elite actual es pariente cercano o hermano de
sangre de la velocidad. Pero no slo la velocidad de desplazamiento () la velocidad de
ejecucin en el aspecto deportivo, que est vinculada a lo tcnico, y una velocidad de
decisin de la jugada correcta para resolver determinada situacin, que est vinculada
a lo tctico. (Horacio Lpez, 2012, pgs. 276-277).
En cuanto a la formacin de los futbolistas para ese nivel de elite actual seala:
debemos prepararlo para que resuelva los problemas del juego dentro de la cancha,
previendo o anticipando con cules se va a encontrar para tratar de superar al rival.
Convencidsimo estoy de la conveniencia de empezar la formacin en las edades ms
tempranas, y a travs de la imitacin (). Ahora que tenemos casi la obligacin ineludible de formar a travs de procesos sistematizados, tambin debemos sistematizarlo desde las edades ms tempranas (). En el ftbol hay habilidades abiertas y
habilidades cerradas. Las habilidades cerradas son las jugadas de pelota quieta, los
tiros libres, los tiros al arco. Puede haber variantes, pero generalmente hay un patrn
que no vara: una barrera, un arquero que se va a parar en determinada posicin, un
ejecutante. Se puede entrenar eso reproduciendo ms o menos las condiciones de una
ejecucin en un partido. Ahora, tomar una situacin de juego de campo es mucho ms
difcil porque acepta un montn de variantes. Por eso se llama abierta. Hay que preparar al futbolista para eso y la nica manera es entrenarlo jugando (). El tercer punto
es la tctica individual, la colaboracin. La base conceptual es que el futbolista debe
tener iniciativa para buscar la decisin correcta adaptndose a la situacin, y en esto
tiene que haber mucha comunicacin () hay un montn de contenidos en la formacin
que tienen que ver con la tctica individual y que no los damos en los entrenamientos.
El aprendizaje por imitacin es el ms redituable (). (Lpez, 2012, pgs 278-280).
La preocupacin del maestro Tabrez por la formacin integral de los futbolistas
de las selecciones uruguayas queda manifiesta en la siguiente cita tomada de una entrevista hecha por el diario deportivo Ol en enero de 201210: En la formacin del grupo
se tuvo en cuenta la parte humana. Por caso, el cincuenta por ciento tiene la secundaria
terminada. No quiere decir que estudiar garantice jugar bien, que es para lo que estn
ac, pero les abre la cabeza. Tampoco quiere decir que los que no estudian no puedan
hacerlo, pero se nota la diferencia en la tolerancia a las frustraciones y en el manejo
de la agresividad (dem). Adems seal que durante la disputa del Mundial Sub-17,
los futbolistas estudiaban de lunes a viernes va Internet. Despus de la clasificacin a
la final de la Copa Amrica de Argentina 2011 Tabrez manifest, con respecto a su
proyecto de trabajo con la seleccin uruguaya: Es un plan integral que incluye estudiar,
jugar, competir y saber de ftbol. Es la base de lo que disfrutamos ahora: de ah surgieron Surez, Cavani, Martn Cceres, Lodeiro, Coates, Abel Hernndez... (dem). Y
10

www.perfil.com el 23 de julio de 2011.

Slo tres pases latinoamericanos lo lograron - Instituciones, cultura y ftbol

403

agreg adems: un entrenador es un educador. Debe transmitir conocimientos. Llevar


al grupo a conquistar cosas, pero no slo a nivel utilitario.
Algunos referentes de la seleccin uruguaya que conquistaron el cuarto puesto
en Sudfrica 2010 dicen lo siguiente con relacin al maestro Tabrez y su incidencia
en su socializacin (Lpez, 2012). Para Luis Surez: sents que conts con l ms
all del ftbol. Y como futbolista l te ayuda a corregir errores, te hace ver cosas que
pasan dentro de la cancha que vos no ests viendo, y te las dice bien. Al Maestro no hay
manera de que no lo entiendas (p. 296). Diego Forln, comenta la influencia decisiva
de Tabrez sobre su crecimiento como futbolista y persona: el Maestro me dijo que
l vea en m otro jugador que el que estaba viendo. Me deca que yo vena y haca el
trabajo, que cumpla, que me vea comprometido, que l no tena nada para decirme,
pero que yo con la experiencia que tena no asuma el liderazgo dentro de la cancha que
el equipo precisaba () lo entend y empez a suceder, y tambin el plantel me empez
a dar ese lugar. La verdad es que yo madur personal y futbolsticamente a partir de
ese planteo () (pgs. 287-288).
No est de ms decir que este proceso de perfeccionamiento a todos los niveles
no sera suficiente si dejramos de lado el lugar primordial que ocupa el ftbol en la
sociedad uruguaya. El primer regalo que recibe un nio cuando comienza a caminar es
una pelota de ftbol y no debe haber muchos chiquilines que no hayan jugado cientos
de partidos y participado en algn tipo de competencia futbolstica por sencilla que fuese: en la escuela, en el barrio, en un club. Es imposible ir a la playa, caminar por algn
parque o pasar por una plaza de barrio y no encontrarse con un grupo de personas que
lo estn jugando. En la radio, la televisin y la prensa escrita el deporte ocupa uno de
los espacios centrales y en la conversacin es permanente. Es decir que, por muchas
razones significativas que hayamos especificado para entender el fenmeno del ftbol
uruguayo, ninguna ser tan importante como su infinita presencia en la vida cotidiana
de la poblacin.
Conclusiones
La contribucin latinoamericana al ftbol mundial no podra ser mayor. En particular el ftbol sudamericano ha sido protagonista fundamental en la construccin de este
deporte como el principal del planeta. Uruguay, Argentina y Brasil suman juntos ms
campeonatos mundiales que cualquier otra trada de pases europeos. De Argentina y
Brasil surgieron los dos jugadores ms idolatrados actualmente, Pel y Maradona, y el
mejor en actividad es el argentino Messi. Entre Uruguay y Brasil se teji la historia ms
emotiva, dramtica y heroica de todos los mundiales. Uruguay es por lejos el pas que
tiene ms xitos futbolsticos per cpita en el mundo; no hay otro que siquiera se le
acerque si se toma en cuenta la pequeez de su poblacin y su performance histrica
internacional.

404

Felipe Arocena - Juan Cristiano

Los argentinos Lionel Messi y Diego Armando Maradona

A pesar de esta rica historia y exceptuando la competicin a nivel de Sudamrica,


desde 1970 la seleccin uruguaya haba desaparecido de los primeros planos del ftbol mundial. Las actuaciones del seleccionado uruguayo en los mundiales terminaban
generalmente en la fase eliminatoria y las pocas veces que se logr clasificar a un
mundial no se pas de los octavos de final o se qued eliminado en la fase de grupos.
Aquel pas que en la primera mitad del siglo XX fuera una potencia futbolstica a nivel
mundial se fue estancando en su evolucin futbolstica a nivel de su seleccin nacional.
La clave del nuevo xito alcanzado por Uruguay en estos ltimos aos est en
el proceso que se inici en 2006 liderado por scar Washington Tabrez. Liderazgo,
planificacin de un proyecto estratgico consensuado, inversin en infraestructura,
ajustes institucionales, cambios culturales en la formacin y educacin de los jugadores, tecnologa de punta creada localmente para resolver problemas, y capacidad de
aprender de los errores cometidos. Todo un programa de desarrollo que podra inspirar
otras reas de actividad y no solamente la deportiva.
Claro que todo esto no asegura de ninguna manera los resultados, pero que ayuda mucho a mejorar, ayuda. Si el penal errado por Ghana contra Uruguay en octavos
de final de Sudfrica sobre el final del tiempo reglamentario del partido hubiera sido
convertido, existira esta historia exitosa reciente? Hubiera luego la seleccin ganado
la Copa Amrica en 2011, en caso de haber sido eliminada en octavos de final del
mundial? Se habra mantenido Tabrez en su puesto? El ftbol es un juego, un deporte
que produce resultados a veces impredecibles y esa es parte necesaria de su extraordinaria seduccin. Los resultados podrn llegar o no, pero, como repite Tabrez: la
recompensa es el camino.
Finalmente y antes de terminar este captulo quisiramos dejar planteadas algunas interrogantes. Son muy pocos los pases que han ganado campeonatos mundiales
(apenas ocho) y tambin son pocos los pases que tienen clubes que salieron cam-

Slo tres pases latinoamericanos lo lograron - Instituciones, cultura y ftbol

405

peones mundiales. Esto demuestra las enormes dificultades y abre la pregunta sobre
cules son los factores ms influyentes para lograrlo. Qu necesita tener un pas para
jugar el mejor ftbol mundial? Hay muchas sociedades que tienen pasin por el deporte
pero no han logrado xitos significativos, incluso a veces el mejor ftbol no logra el
mayor triunfo, como Hungra en 1954.
Para el caso uruguayo hay algunos factores que parecen necesarios para entender su xito, aunque seguramente no sean suficientes. Mencionemos los que creemos
ms importantes. En primer lugar la gran presencia britnica a fines del siglo XIX y principios del XX11; en segundo lugar un nivel econmico alto, el pas era uno de los ms
ricos del mundo segn su producto per cpita cuando alcanz sus primeros xitos;
en tercer lugar la creacin de un estilo propio de juego con fuerte identidad, la garra
charra con su mezcla de austeridad, viveza, rudeza y personalidad, probablemente
nacida de la mezcla de inmigrantes, criollos y negros, y muy en sintona con la identidad
nacional; en cuarto lugar la existencia de jugadores lderes y referencias para los dems; en quinto lugar la conformacin de una sociedad de clase media, principalmente
urbana, impulsada por un Estado de bienestar con fuertes polticas sociales, entre ellas
el fomento del deporte como medio de integracin social; en sexto lugar la absoluta
preeminencia del ftbol como deporte nacional y una cultura del ftbol excluyente que
dej en la sombra a cualquier otro deporte; en sptimo lugar se alcanzaron tempranamente triunfos extraordinarios que abrieron el camino y crearon condiciones y experiencia para poder repetirlos; ya ms recientemente, luego del relativo estancamiento de
cuarenta aos (entre 1974 y 2010), en octavo lugar, hay que destacar la creacin de
una planificacin moderna que adapt la prctica del deporte a las condiciones actuales ms avanzadas de practicarlo, ensearlo y estudiarlo.
Son suficientes estas ocho dimensiones para entender la historia celeste? Probablemente no y con seguridad se podrn destacar otras no apuntadas aqu. Cuntas
de estas caractersticas estn presentes en otros pases que fueron exitosos? Cuntos
pases hay que pueden tenerlas casi todas y sin embargo no se destacaron? Cuntos
pases de los que lo lograron tienen caractersticas especficas, irrepetibles en otros,
como la influencia de la poblacin negra en la manera de jugarlo en Brasil? En fin es
posible responder satisfactoriamente la pregunta sobre cules son los rasgos ms
determinantes para que un pas se convierta en un campen mundial de ftbol? Hay
solamente ocho pases campeones, as que muy fcil no debe ser.

11

Sera muy interesante explorar por qu ninguna ex colonia britnica desarroll tempranamente el
ftbol con intensidad, mientras que Argentina, Uruguay y Brasil, sin ser colonias, adoptaron el deporte
por influencia britnica. Tambin sera significativo responder por qu ningn pas comunista logr
este nivel de xito. Otros pases lo lograron justamente en perodos de autoritarismo y dictadura
como la Italia fascista de Mussolini, la Argentina de los militares de la junta en 1978, el Brasil de la
dictadura del 64 al 85. Tampoco lo lograron hasta ahora pases ubicados fuera de Occidente (aceptando que Amrica Latina pueda ser calificada como el otro Occidente, al decir del brasileo Jos
Guilherme Merquior).

406

Felipe Arocena - Juan Cristiano

Bibliografa
Barbero, Ral E. (1995). La Copa Amrica. Editado por El Pas, Montevideo.
Bayce, Julio (1970). 1928: Amsterdam, en 100 aos de ftbol. Nmero 11. Editores Reunidos, Montevideo.
Berger, Peter L. y Luckmann, Thomas (2001). La construccin social de la realidad. Amorrortu editores, Buenos Aires.
Diario El Observador (2013). La realidad de los domingos. La liga uruguaya est entre las
peores de Amrica, slo mejor ubicada que Per, Bolivia y Venezuela; para muestra: ya
hay lo de calendario y los grandes no inician el Clausura. 9 de enero.
Lpez, Horacio (2012). El camino es la recompensa. Aguilar, Montevideo.
Quintero Rivera, ngel (1998). Salsa, sabor y control. Sociologa de la msica tropical. Siglo
XXI editores, Mxico.
Manini Ros, Carlos (1970). 1924: Colombes, en 100 aos de ftbol, Nmero 7. Editores
Reunidos, Montevideo.
Martnez Moreno, Carlos (1970). El mundial del 30, en 100 aos de ftbol, Nmero 13.
Editores Reunidos, Montevideo.
Morales, Franklin (1969a). Ftbol: mito y realidad, en Nuestra Tierra, N 22. Nuestra Tierra,
Montevideo.
--------------(1969b). Los albores del ftbol uruguayo, en 100 aos de ftbol, Nmero 1. Editores
Reunidos, Montevideo.
Suburu, Nilo J. (1970). 1950: Maracan, en 100 aos de ftbol, Nmero 18. Editores Reunidos, Montevideo.
http://arielopezbaez.blogspot.com/2011/09/el-porque-del-resurgir-del-glorioso.html
http://www.el-area.com/uruguay/subpaginas/seleccion_uru.htm
http://www.elgrafico.com.ar/2011/09/28/C-3803-el-maestro-tabarez-bonus-de-confesiones.
php
http://es.fifa.com/associations/association=uru/ranking/gender=m/index.html
http://www.kizanaro.com
http://www.lr21.com.uy/deportes/76028-la-auf-presento-el-espectacular-centro-deportivo
http://www.latercera.com/noticia/deportes/2011/11/656-403928-9-el-revolucionario-soft
http://www.perfil.com/ediciones/2011/7/edicion_593/contenidos/noticia_0009.html

Departamento de

Sociologa
45 aos

(1969-2014)

CONFERENCIA

El proceso de las Ciencias Sociales


y la Sociologa en Uruguay
y Amrica Latina
Helgio Trindade (Brasil)
Liliana De Riz (Argentina)
Gernimo De Sierra (Uruguay)

28 DE AGO 17:00
Sala Maggiolo
Universidad de la Repblica

SOCIOLOGA 45 AOS
El 28 de agosto de 2014, el Departamento de Sociologa organiz un Acto Acadmico conmemorativo de los 45 aos de la refundacin institucional de la Sociologa
en la Universidad de la Repblica, que se realiz en la Sala Maggiolo.
En el ao 1969, la Sociologa consolid su carcter de instituto de investigacin
cientfica con funciones centrales, as como su rol en la enseanza curricular en el pas,
con la fundacin de la Licenciatura en Sociologa. En ese momento se cre a su vez la
revista Cuadernos de Ciencias Sociales (hoy Revista de Ciencias Sociales), la primera
de su tipo en el pas para la difusin de investigacin nacional.
Junto a los miembros del Departamento de Sociologa (DS) asistieron representantes de los otros Departamentos de la Facultad de Ciencias Sociales, egresados,
estudiantes y pblico invitado.
La apertura del acto tuvo la participacin del Director del Departamento de Sociologa Marcelo Boado, el Rector Roberto Markarin, la Decana de la Facultad de
Ciencias Sociales Susana Mallo, el Decano de la Facultad de Derecho Gonzalo Uriarte,
el Presidente de la Academia de Ciencias Rodolfo Gambini, el representante del Centro
de Estudiantes de Ciencias Sociales (CECSO) Sociologa Rodrigo Sa y el Secretario
general del Colegio de Socilogos Lic. Diego Moles.
Seguidamente el Director del Departamento de Sociologa hizo entrega de una
plaqueta recordatoria a quienes integraron por concurso el primer grupo de docentes
investigadores de la poca fundacional del Instituto de Ciencias Sociales (ICS), en esa
fecha an dentro de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Los homenajeados
fueron: Carlos Filgueira, Alfredo Errandonea, Csar Aguiar, Gernimo de Sierra, Jos
Petrucelli, Luis Gonzlez, Rosario Aguirre, Enrique Mazzei, Danilo Veiga, Gustavo Cosse, Jorge Mernies, Graciella Taglioretti y Liliana De Riz.
Finalmente, se dictaron tres conferencias magistrales a cargo de los profesores
Gernimo de Sierra (Uruguay), Liliana De Riz (Argentina) y Helgio Trindade (Brasil), analizando el contexto histrico del desarrollo de las ciencias sociales en el pas y en la
regin. A continuacin se presenta un resumen de dichas exposiciones.

410

SOCIOLOGA 45 AOS

Palabras de Apertura del acto por el Director


del DS Dr. Marcelo Boado
Bienvenidos todos y todas, bienvenido flamante Rector de UdelaR, Dr. Roberto
Markarin.
Bienvenidos Decana de la Facultad de Ciencias Sociales Dra. Susana Mallo, Decano de Facultad de Derecho Dr. Gonzalo Uriarte, Ex rector Ing. Jorge Brovetto, Dr.
Rodolfo Gambini.
Bienvenidos directores, colegas docentes, egresados, estudiantes y colegas fundadores.
Hace un ao cuando arribamos a la direccin del Departamento nos hicimos la
pregunta: Qu es lo que sigue y qu es lo que ha cambiado en la Sociologa?
A la luz del desarrollo profesional y acadmico actual, atento al progreso de la comunidad sociolgica con sus congresos nacionales, comparando historias y recorridos
con otros colegas, y percibiendo las convergencias de creencias y valores, me pareci
oportuno conmemorar el cumpleaos de la Sociologa.
Rpidamente comprend que la importancia de este proyecto no poda quedarse
en el relato solamente, sino que deba contener un reconocimiento y un autorreconocimiento. Para lo cual contbamos con la presencia e inagotable bro y vigencia de
Gernimo de Sierra, mi primer jefe de investigacin en la UdelaR. Por ello la construccin de la idea de la conmemoracin fue un acuerdo instantneo entre ambos. Yo con
mi preocupacin, y hasta novelera con el evento, y l con el protagonismo y todo su
trabajo histrico sobre las ciencias sociales.
Por qu 45 aos? Porque tuvimos claro que desde 1969 se inici un proceso
histrico que nos condujo hasta el presente.
Si bien el Instituto de Ciencias Sociales (ICS) se fund en 1958, fue en 1969,
bajo la iniciativa de varios actores que la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, se
impuls con mucha fuerza un proceso de apuesta por nuevos fines para la docencia e
investigacin en Ciencias Sociales, inspirada en objetivos contemporneos provenientes del plan Maggiolo. Nuevos institutos centrales, nuevas funciones docentes, nuevas
profesiones, nueva investigacin y extensin.
Este ao, se cumplen 45 aos del inicio de este proceso que implic un nuevo
instituto, con nuevos cargos con nuevas funciones, y el arranque de la formacin de
una nueva carrera, la carrera de Sociologa, que hasta indujo una reforma de plan en la
propia Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, dos aos despus.
El ICS fue un instituto cogobernado desde esa fecha hasta su fusin con la actual
Facultad de Ciencias Sociales (FCS), exceptuando slo su perodo de cierre y subor-

SOCIOLOGA 45 AOS

411

dinacin en la intervencin de UdelaR. Tal vez sea por eso que la poltica universitaria
en general, y el cogobierno en particular, con bro, nunca nos han resultado ajenos
El perfil de la carrera de Sociologa del plan 71, construido en esos aos, basado
fuertemente en los componentes tericos y metodolgicos de la disciplina, pasando
a travs de la incuestionable reforma del plan 92, pervive hasta hoy en el plan 2009.
La reforma del plan 92 con su incorporacin de los talleres de investigacin,
inspirados en los trabajos de taller de arquitectura y bellas artes, pero tambin en las
experiencias de laboratorios de las ciencias naturales, nos han incorporado la marca
pedaggica diferencial y decisiva para una ciencia observacional como la nuestra. Este
sello pedaggico y formativo, basado en la capacidad de creacin, recoleccin y anlisis de datos, de ejecucin de proyectos y de amplia base terico reflexiva, es admirado
y apreciado hasta el presente en todo el continente, por la versatilidad y competencias
de los graduados. Los aceptan en todos los programas de posgrado y en todos los
empleos.
La fundacin de la FCS en 1991 nos brind nuevas oportunidades de crecimiento;
con una nueva identidad, con un nuevo y moderno local, y con un nuevo presupuesto.
A partir de ello, el ex Instituto de Ciencias Sociales, ahora Departamento de
Sociologa, en colaboracin otras cuatro disciplinas organizadas en departamentos,
que respetaban y reconocan idoneidades y competencias, desarroll una nueva etapa
acadmica.
Primero con el nuevo plan de estudios que mencionamos en 1992, y actualmente
con el plan 2009, se ha sostenido un incremento promedio del nmero de graduados
de hasta 48 por ao.
Segundo, el incremento y consolidacin de la planta de funcionarios docentes e
investigadores, que ya llega a los 100 miembros entre todos los grados; y que como
principal rasgo exhibe una de las ms altas dotaciones de doctores y dedicaciones
totales de la Universidad.
Tercero, se impulsaron desde 1995 los posgrados. Se inici este proceso con
diplomas temticos. Desde 1999 se inici la Maestra en Sociologa, que ya tiene 10
ediciones, y ms de 100 graduados. Desde 2007 se inici una Maestra en Estudios del
Desarrollo en Amrica Latina en convenio con la Universidad Complutense de Madrid.
Y en 2005 se cre el doctorado en Sociologa, que tiene cuatro graduados y se abre
bianualmente con exigentes selecciones.
Cuarto, nada se hace solo, ni con la mera voluntad. La UdelaR impuls, en el
rectorado de Brovetto, la creacin de la FCS y la sostuvo. Pero tambin lo hizo la
Comisin Sectorial de Investigacin Cientfica (CSIC), que apoy desde entonces, con
muchos proyectos I+D el crecimiento de la investigacin, la asistencia a congresos, las
publicaciones, la invitacin de cientficos, en el DS, en escala nunca vista.

412

SOCIOLOGA 45 AOS

Quinto, desde los aos noventa se desarrollaron los convenios con instituciones
pblicas y privadas, fundamentalmente nacionales y estatales, pero tambin extranjeras, que reconocieron el potencial del aporte disciplinario, ayudaron a consolidar la
investigacin y la presencia de la disciplina y la profesin.
Sexto, y muy importante para el presente, se lider en la presencia y experiencia
en el Interior del pas, desarrollando por varios aos la carrera de Sociologa, y fundando un Departamento de Ciencias Sociales, en la Regional Norte de la UdelaR en Salto.
Para finalizar, hoy la sociologa ofrece posgrados nacionales, con becas, frente
a los estudios en el exterior de otras pocas y sus sacrificios personales. Hoy ofrece
empleos pblicos y privados en gran escala frente a la cuasi reclusin acadmica de
otrora. Hoy se cuenta con congresos bianuales que reencuentran colegas, difunden
experiencias y conocimiento, y vigorizan la labor gremial de una profesin que avanza.
La Sociologa ha cambiado en 45 aos, sin dejar de tener el bro por la investigacin emprica y la reflexin comprometida con que se inaugur.
Muchas gracias.

Palabras del Profesor Gernimo de Sierra


Como se sabe la enseanza de la sociologa como materia existi en la Facultad
de Derecho desde 1915. Con el tiempo se fue incluyendo -siempre como materia aislada- en otras facultades como Arquitectura, Agronoma y Veterinaria. Fue recin en 1958
que se crea en la Facultad de Derecho el Instituto de Ciencias Sociales, ya con vocacin
de fomentar la investigacin. Es la poca del Dr. Gann y luego del Dr. Solari, perodo
en que se llegaron a realizar algunas investigaciones y publicaciones espordicas. No
obstante an predominaba la llamada sociologa de ctedra, la que cumpla una funcin cultural y complementaria para el ejercicio de otras profesiones.
Por eso es culturalmente importante marcar este aniversario en que se cumplen
45 aos del momento realmente fundacional de la sociologa moderna, profesional y
con tcnicas y mtodos cientficos en el Uruguay. Nos referimos al momento en que
a travs de los concursos de mritos y pruebas del ao 1969, se proveyeron 19 cargos de profesores investigadores con alta dedicacin. Y se focaliz definitivamente el
carcter sociolgico de la funcin institucional del Instituto de Ciencias Sociales (hoy
Departamento de Sociologa). Es importante sealar que para ello se contrat en el
exterior tribunales internacionales, para los grados de jefes de investigacin, para los
asistentes, e incluso los ayudantes, como forma de minimizar cualquier influencia particularista que pudiese manifestarse en un ambiente pequeo, y sobre todo con pocos
especialistas nacionales en el tema.
El Instituto as refundado se vio en ese momento enfrentado a una tarea compleja, pero que ha dado sus frutos, por eso lo sealo ahora. Primero fue consolidar una
mirada sobre la produccin de conocimiento de las ciencias fcticas, segn el lenguaje
de la poca, y sealar que por eso la sociologa necesitaba necesariamente aplicar un
mtodo cientfico para analizar los acontecimientos sociales. Las ideas tericas pueden
ser muy diversas, las formas de cuantificar pueden ser muy diversas, y las formas de
anlisis o de interpretacin pueden ser muy diversas, pero no puede haber sociologa
si no se recorre el camino de la investigacin con el mtodo cientfico.
La venida del ncleo docente principal formado en sociologa en el exterior (dos
extranjeros contratados y tres uruguayos), en particular en FLACSO, pero tambin en la
Universidad de Buenos Aires (UBA), donde ya haba un desarrollo notorio, y en Europa,
genera una nueva matriz acadmica que an perdura. Una matriz donde junto al nfasis
en las teoras, tena mucho lugar la discusin epistemolgica y metodolgica. La misma
profesora Liliana De Riz, que hoy nos acompaa y estaba aqu desde 1968, era sociloga, haba hecho el posgrado en FLACSO, haba sido ayudante de Mario Bunge, uno de
los grandes nombres de la filosofa de la ciencia en Argentina, y tambin en el mundo.

414

SOCIOLOGA 45 AOS

ramos todos muy obsesivos por la metodologa y la epistemologa, pero no


como una moda balad, sino porque queramos marcar el antes y el despus sobre
cmo hacer las ciencias sociales en la Universidad y en el Uruguay. Y por eso ensebamos mucha teora, pero tambin mucha metodologa; primero cuantitativa, y
despus se introdujo la metodologa cualitativa, que adems sabemos, tuvo mucho crecimiento en las Ciencias Sociales en todo el mundo. Pero es un proceso que mantuvo
siempre permanente la necesidad de innovar, incluso en las metodologas y tcnicas
estadsticas para el anlisis cuantitativo en las Ciencias Sociales. Aquella divisin inicial
tan fuerte que hubo en esos aos entre lo cuantitativo y lo cualitativo fue en parte por
inmadurez, y en parte por el uso de instrumentos estadsticos que venan de las ciencias naturales y que no se adaptaban plenamente a las variables sociales. Pero como
sabemos hubo un gran avance y transformacin en la estadstica para las ciencias
sociales y hoy en da cualquier estudiante con internet y la informtica puede aplicar
modelos; tiene s que aprender a pensar, y puede as aplicar tcnicas de anlisis estadstico especfico solicitadas para el anlisis de muchas variables sociales simultneas,
incluso para bases de datos de tipo cualitativo. Esto lo menciono porque se mantiene
como orientacin desde aquella poca fundacional.
Cuando el Instituto crea sus cursos que enseguida, despus se transformarn
en Licenciatura; en paralelo en 1970 y 71, la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales
hace la reforma del Plan de Estudios, donde en el primer ao hay bsicamente materias
de ciencias sociales (historia, ciencia poltica, sociologa, economa poltica) y haba
una introduccin a los conceptos jurdicos. En ese momento nosotros pedimos desde
el Instituto que el primer ao de Derecho fuera tambin comn para nuestra carrera de
Ciencias Sociales, pero con una salvedad, que los alumnos que aprobaban esos estudios tenan que hacer materias complementarias de estadstica y matemticas, para
poder seguir nuestro propio Plan de Estudios. Era algo elemental para nosotros, pero
marc un rumbo para siempre; no para competir con matemticos, ingenieros y tcnicos, sino para poder usar los instrumentos pertinentes para el anlisis de investigacin
cientfica en sociologa.
Segundo elemento fundamental de este momento, es que nosotros fuimos a dar
clases a seis facultades; el Instituto es declarado con funciones centrales para toda
la Universidad. Recuerdo que inaugur el curso de Sociologa en el nuevo Plan de la
Facultad de Ingeniera. Nos llamaron para dar clases y yo daba clases a los ingenieros,
tratando de explicarles que nosotros hacamos ciencia, aunque fuera distinta a la de
ellos. En ese momento se expanda el estudio de la Sociologa en todas las facultades,
en Agronoma, Ingeniera, Medicina, Humanidades, Odontologa, etc., porque se esperaba de las ciencias sociales que resolvieran los problemas del pas y del mundo.
No hay que avergonzarse de eso, porque era un momento histrico, y gran parte de
los anlisis de ciencias sociales lo exponan as. Por supuesto hoy sabemos que las
Ciencias Sociales per s no estn capacitadas para resolver los problemas del mundo
por ellas mismas; pero lo que quiero decir es que esta expansin a pedido, cre una
tensin muy fuerte entre los investigadores porque habamos hecho los concursos para

SOCIOLOGA 45 AOS

415

investigar y dar clases. Estbamos frente a un Instituto tensionado por el momento del
pas, estamos hablando de fines de los sesenta, cuando el pas comenzaba a crujir realmente. Entonces la investigacin era importante, pero tambin lo era la comunicacin.
Otro elemento a sealar es que se terminan los concursos a fines del 69, y en el
70 ya sale el primer nmero del Cuaderno de Ciencias Sociales como un elemento fundamental de someterse al juicio acadmico pblico. En ese momento lo que se quera
investigar y la discusin eran la crisis del pas, las clases sociales, el cambio social,
el contexto latinoamericano. Eso despus fue cambiando, pero se sigui produciendo
conocimiento, salvo el hueco que hubo con la dictadura. Entonces lo importante en
esto es que, por primera vez en la Universidad, los que enseaban sociologa eran
investigadores, y que la enseanza iba vinculada a la investigacin. Despus de la
dictadura la revista comenz a ser arbitrada y pas a llamarse Revista de Ciencias
Sociales; y luego, hace aproximadamente 10 aos que el Departamento de Sociologa
genera anualmente un seminario de uno, dos o tres das, de presentacin interna de
las investigaciones del ao de sus investigadores y eso genera un libro que se llama El
Uruguay desde la Sociologa. La cantidad no hace a la calidad necesariamente, pero s
a una concepcin del trabajo acadmico y a la responsabilidad social con ese trabajo:
producir, mostrar y ser criticado, porque si no se publica no se es criticado. Algunas
ramas de las Ciencias Bsicas, no sociales, no publican en revistas en castellano, en
cambio en las Ciencias Sociales s. Exponer en lengua castellana fue y es importante,
sin perjuicio de que se puede publicar esos trabajos en ingls, alemn, francs, y en un
futuro no muy lejano quizs tambin en mandarn.
Cabe sealar otro aspecto innovador de ese nuevo proyecto para la sociologa
en la UdelaR. No slo los que enseaban eran investigadores, sino que ya no se ense
ms con apuntes de clases del profesor sino leyendo los alumnos directamente a los diversos autores de la sociologa universal. Y para ello se instaur el sistema de fichas de
lectura, impresas y disponibles para todos los alumnos en tiempo real. Puede decirse
sin exagerar que se trataba de una pequea gran revolucin pedaggica, pero tambin
de nivel cientfico en los cursos.
Con la intervencin de la Universidad y la posterior reconstruccin democrtica,
muchos de los investigadores y docentes que se tuvieron que reconvertir como investigadores de otros institutos financiados desde el exterior como CIESU, CIEDUR, CINVE,
CLAEH, etc., regresaron a la Universidad; lo mismo muchos que tuvimos que salir del
pas y luego volvimos, aunque otros se quedaron. Esta continuidad importante del personal humano en el largo plazo explica en parte la acumulacin y continuidad cientfica
y la forma de trabajo que hoy muestra el Departamento de Sociologa.
Posteriormente, con la creacin de la Facultad de Ciencias Sociales por el Consejo Directivo Central, se da un paso estratgico hacia delante. A ese respecto quiero
mencionar aqu la actitud generosa de la Facultad de Derecho cuando se crea la nueva
Facultad, ya que contribuy en forma importante al traslado del Instituto de Ciencias

416

SOCIOLOGA 45 AOS

Sociales, hoy Departamento, as como del Instituto de Ciencia Poltica, a la Facultad de


Ciencias Sociales.
Quera decir que en este proceso, es ilustrativo recordar los cuatro o cinco grandes temas que se investigaban entre los aos 70 y 72, y la multiplicidad de temas
que contiene cada nmero de la Revista de Ciencias Sociales de los ltimos aos, y
la diversidad de temticas que se fueron abriendo con nuevas generaciones, y nuevos
momentos de las Ciencias Sociales en el mundo y en Amrica Latina. De lo que era al
principio sociologa poltica y varias ramas bsicas de la sociologa clsica, se fueron
abriendo el tema de sociologa agraria, de gnero, movilidad social, trabajo, relaciones
laborales, estructura urbana, rural y regional, sociologa de la cultura, juventud, generaciones, y muchos otros.
Sera fuera de lugar y hasta poco pertinente que en este acto nosotros mismos
evaluramos el Instituto o Departamento y su produccin, pero yo creo que s podemos
decir que se logr, con continuidad y firmeza, hacer una contribucin importante, a la
constitucin y consolidacin del espacio cientfico de las ciencias sociales en el Uruguay y en la Universidad. Y al mismo tiempo se logr construir una profesin donde hay
centenares de socilogos que trabajan no slo en la Universidad como era al inicio, sino
en ministerios, intendencias, empresas, etc.
En definitiva es lo que quera trasmitirles muy resumidamente, como actor de
esos momentos fundacionales donde hubo sin duda varias etapas no fciles, y con tensiones. Hubo discusiones importantes, pero sera fuera de lugar hoy en da detenernos
en los problemas tcticos y no en el proceso fundamental, que son los frutos cientficos
y profesionales de ese proceso.
Muchas gracias.

Conferencia de Liliana De Riz


Quiero realmente agradecer esta invitacin y la oportunidad de estar aqu con
ustedes. Esto ha sido para m un motivo de evocacin de una poca de mi vida me
cost reencontrarme, porque han pasado muchos aos, sin duda-, pero tambin ha
sido una experiencia intensa que pude revivir. Yo estaba estudiando en FLACSO en el
ao 1966, que fue el ao del golpe de Estado de Ongana en Argentina, y en el 68 terminaba la promocin. Ah tuve la dicha de entrabar una amistad muy solidaria con Alfredo
Errandonea, a quien recuerdo aqu con mucho cario -me doy cuenta que est su hijo
que nunca lo hubiera reconocido, porque yo lo conoc cuando era un niito chiquito-,
y Hctor Apezechea, en fin. l me brind la oportunidad, a m y a Enrique Crpenas,
de poder ser invitada por el Instituto de Investigaciones Sociales, y generosamente la
Universidad de la Repblica me contrat como profesora en el marco del convenio que
asista a los profesores argentinos en el periodo de dictadura, ya que ramos perseguidos. De modo que instalarme en el ICS y enfrentarnos al desafo de reestructurarlo fue
sin duda una experiencia nica.
Pero adems lo fue porque yo, rpidamente querra contar aqu lo que vine evocando estos das, que es cul era el clima de ideas en que nosotros nos formamos en
la UBA, esa dcada del 60 de la que sin duda los aspectos positivos han sido bastante
resaltados, porque en el caso argentino se contrasta con las pocas oscuras que
lo interrumpieron, pero hay all un fuerte proceso de modernizacin cultural, debate,
crtica, una actitud anti establishment. No olvidemos que haba en el mundo una actitud optimista a la Grey Society de Johnson, incluso nos decan que la produccin en
la Unin Sovitica iba a superar a la del capitalismo. Pero adems ese conjunto de
ideas cortaba con un doble impacto como son la Revolucin Cubana y la Encclica del
Papa Juan XXIII, en la que por primera vez no slo se retomaban los temas de la red
global social, sino se asociaba el cambio social al trabajo de la ciencia. Y eso tuvo un
importante impacto, porque la visin de la sociologa cientfica como respuesta a una
sociedad que necesitaba conocerse a s misma y tener instrumentos para cambiarla,
anim por ejemplo, el proyecto de Gino Germani en la Argentina, que fue pionero, que
tuvo sus asesores, como Jorge Garciarena, que ya no est entre nosotros, un hombre
particularmente importante en el proceso de construccin institucional. Garciarena que
por cierto fue uno de los estuvo en el tribunal del concurso del Instituto ac.
Quiero decir que ese proceso animado por el impulso del cambio, estaba tambin
atrapado por una serie de tendencias contradictorias: la ideologa del compromiso sartreana, el marxismo, en Argentina, de manera pionera, la crtica marxista del marxismo
y la difusin de Gramsci, el pensamiento, con su impacto, de Germani, que era una

418

SOCIOLOGA 45 AOS

mezcla de sociologa americana pero tambin de la teora social europea. Todo ese
volcn de cosas de pronto se interrumpe con la noche, la dictadura militar de Ongana,
y todo fue considerado pornografa y los socilogos eran mentes peligrosas.
Pero ac uno se encontraba con la posibilidad de reflexionar, de investigar, formar gente y formarse uno mismo. Yo vena antes de filosofa con la influencia de Mario
Bunge con el que trabaj, y encontr aqu un interlocutor valiossimo en el profesor
Mario Otero, de modo que fue un espacio privilegiado para poder pensar y para poder
trabajar, en eso el agradecimiento es enorme. Pero al mismo tiempo yo llegu al Uruguay de Pacheco Areco, de las medidas prontas de seguridad, de la muerte de Lber
Arce, de la guerrilla y de la crisis del Uruguay batllista, que ya vena desde el cincuenta.
De modo que aqu tambin se planteaba cmo las ciencias sociales podan ser un
instrumento til de cambio. En realidad en la Argentina la poltica en esa poca pasaba
por los libros y adems stos se vivan con un criterio poltico, porque la sociologa latinoamericana, de Germani, Casanova, Cardozo un poco despus, finalmente fue y se
inaugur como una Sociologa Poltica de respuestas a los problemas de cambio social.
As en este Instituto ramos pocos, se armaron los concursos, se organizaron los
programas de estudio; yo fui profesora, algunos de esos alumnos estn aqu. Alguien
que no est, y que fue particularmente un gran amigo a lo largo de los aos, y de una
inteligencia que yo siempre admir, es Csar Aguiar, el cual realmente su falta me parece que ha sido una prdida enorme para todos nosotros.
Miren esa experiencia en Uruguay, a pesar de la crisis del armazn batllista,
tan largamente estable, para nosotros era un mbito de libertad, a pesar del contexto
difcil. Yo codirig en el ICS una encuesta de opinin pblica, que an tengo en mi casa
y que deca que el 53% de los uruguayos de entonces pensaban que la democracia
estaba en riesgo, sin embargo decan que haba que protegerla. No haba esta ilusin
pro nasserista, ni tampoco esta fantasa de ejrcitos que iban a salvar de la crisis o, si
ustedes quieren resumirlo, no prevea la fantasa de la necesidad del camino autoritario
para el progreso social. El Uruguay que yo viv entonces, y sigue sindolo ahora, era un
pas de cercanas, como deca Real de Aza, y a pesar de la dificultad de la situacin,
tambin un pas de poltica de compromiso.
Pienso en esta evolucin, en la que no voy a abundar porque Gernimo la defini
muy bien, pienso en la continuidad del esfuerzo, los logros cientficos e institucionales.
Y hoy se puede decir Cuarenta y cinco aos, todos reunidos, reflexionando sobre lo
que fue. Contrariamente a la Argentina, que es un pas donde la discontinuidad de las
polticas pblicas atraves la discontinuidad de los eventos culturales, por eso all la
sociologa y en general la ciencia, siempre estuvo atravesada de conflictos muy traumticos. Yo vengo de un pas, estoy en un pas, donde lo que prima son movimientos
restauradores y revoluciones inconclusas, y sigue siendo vlida la frase de un gran
profesor mo, Jos Luis Romero, que deca: la Argentina tiene recursos naturales y
tiene pocos problemas sociales, a comienzos de los 60, pero en realidad carece de un
bien fundamental, es un bien escaso: la capacidad de coincidir. Y esto sigue siendo un

SOCIOLOGA 45 AOS

419

sntoma que nos distingue, y sigue teniendo tensiones, y las viejas polmicas que bajo
distintos trminos se reeditan, que en mi poca eran los cientificistas contra los nacionales y populares, que se prolong todos los aos 60, realmente hoy no tiene sentido;
pero de todas maneras el campo est dividido y con falta de consensos. Por eso venir
aqu es realmente respirar un aire fresco, les agradezco mucho esta invitacin y eso es
todo lo que quera decir.

Breve resumen de la intervencin del


Dr. Helgio Trindade
Agradezco la amable invitacin del Departamento de Sociologa para participar
en la celebracin de los 45 aos de su refundacin.
Me unen fuertes vnculos con sus docentes y alumnos que, en diversos momentos y tareas, han compartido estudio o trabajo conmigo durante mis rectorados, primero en la Universidad Federal de Porto Alegre y posteriormente en la UNILA, en Foz de
Iguaz. Siempre guardo el recuerdo del desempeo especialmente destacado de los
alumnos uruguayos becados en nuestras universidades. ()
Tambin he tenido ocasin de participar en la evaluacin institucional de la
UdelaR durante el rectorado de Jorge Brovetto, quien hoy nos acompaa en esta sala.
Y a quien recuerdo especialmente por su papel fundamental en la creacin de la Asociacin de Universidades Grupo Montevideo, ese gran y exitoso ejemplo de colaboracin
acadmica solidaria que antecedi al propio Mercosur. ()
En particular quiero sealar que es un gusto poder participar en este recordatorio
histrico de la consolidacin sociolgica en la UdelaR, pues como saben tuve ocasin
de compartir con Gernimo de Sierra la investigacin y posterior edicin de una obra
de reconstruccin histrica del desarrollo de las ciencias sociales en Amrica Latina,
donde sumamos fuerzas con Manuel Antonio Garretn de Chile, Miguel Murmis de Argentina y Jos Luis Reyna de Mxico.
Tambin tuve el gusto de compartir con Gernimo la fundacin y direccin de la
Universidad para la Integracin Latinoamericana (UNILA), donde l me acompa como
Vicerrector, siendo el primer caso de un Vicerrector extranjero en una universidad Federal del Brasil. ()
Para terminar quiero entonces felicitarlos por esta larga y calificada marcha acadmica y desearles un futuro con logros an ms importantes.
Muchas gracias.

También podría gustarte