El Uruguay Desde La Sociologia XII
El Uruguay Desde La Sociologia XII
El Uruguay Desde La Sociologia XII
LA SOCIOLOGA XII
EL URUGUAY DESDE
LA SOCIOLOGA XII
12 Reunin Anual de Investigadores del
Departamento de Sociologa
1. Juventud y Transiciones en educacin, trabajo e ingresos
2. Cuidados, Gnero y nuevas tecnologas
3. Organizacin del Trabajo y Gestin del riesgo
4. Estructura social, vulnerabilidad y conflicto en el campo uruguayo
5. Desigualdad social y territorio
6. Poltica, Polticas sociales y Cultura
ndice
Presentacin.............................................................................................. 9
SOCIOLOGA 45 AOS
Palabras de apertura del acto por el Director del DS Dr. Marcelo Boado......... 410
Palabras del Profesor Gernimo de Sierra.................................................... 413
Conferencia de Liliana De Riz...................................................................... 417
Breve resumen de la intervencin del Dr. Helgio Trindade.............................. 419
Presentacin
El Uruguay desde la Sociologa es la publicacin principal del Departamento de Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la Repblica que, desde 2001,
rene los trabajos ms destacados de sus investigadores.
Los trabajos que integran este libro provienen del XII encuentro anual de investigacin del Departamento, que se realiz los das 7, 8 y 9 de diciembre de 2013.
Desde sus inicios el objetivo de esta publicacin es acercar estos trabajos a diferentes actores e instituciones de nuestra sociedad que se interesan por las lneas de investigacin que se desarrollan en nuestro Departamento.
El presente volumen se organiza en torno a seis conjuntos temticos que dan cuenta
de la diversidad y profundidad de las lneas de trabajo de los investigadores participantes.
El primer conjunto de trabajos sita la importancia de la juventud y de las transiciones
que se experimentan en esa etapa de la vida. Son trabajos que se gestan a partir de encuestas longitudinales o de registros de polticas sociales, y procuran destacar el impacto de los
factores sociales en trayectorias de los jvenes. Se analizan las historias laborales juveniles
y sus impactos en los ingresos personales. Se examinan las caractersticas de las trayectorias de los que optaron por la educacin tcnica entre los 15 y 25 aos. Se analizan las
experiencias sociales y culturales que contextualizan el acceso a la educacin superior en
Uruguay. Se modelan las transiciones a eventos vitales de importancia en el inicio de la vida
adulta como el primer empleo, el primer hijo y el abandono del hogar de origen. Y finalmente
dos trabajos apuntan a la importancia del Fondo de Solidaridad para los estudiantes universitarios; all se exploran los efectos de las becas en las trayectorias de los estudiantes, y se
aporta una metodologa especfica para determinar candidatos a las becas.
En un segundo conjunto se examina a fondo la cuestin de gnero. Los resultados de
la primera Encuesta Nacional de Cuidados No Remunerados en Salud permiten evaluar la
importancia del papel de las mujeres en las familias en torno a estas funciones y explorar su
complejidad. Este aspecto se vincula a otros cuidados y tareas en el marco de un enfoque
de gnero, para ver cmo se limita o potencia la autonoma del trabajo en un sector lder
como la industria del software. A partir de una comparacin de datos de las dos ltimas
Encuestas Nacionales de Juventud se analizan las actitudes frente a la cuestin gnero en
jvenes de diferentes generaciones. Finalmente a la luz de la brecha digital se explora cmo
es que el uso de las TICs refuerza la brecha de gnero.
Un tercer conjunto de anlisis se articula en torno a la organizacin del trabajo y la
gestin del riesgo en los procesos de trabajo. Se desarrolla un examen de los alcances y
consecuencias de la gestin autnoma del riesgo en una empresa papelera. Dos trabajos
examinan a fondo la organizacin y management. Uno profundiza en el vnculo de lo profesional con la lgica burocrtica. El otro explora la problemtica de la gestin en la peculiar
estructura organizacional de la industria del software.
1
2
Profesor Agregado del Departamento de Sociologa. Coordinador del Grupo de Investigacin sobre
Transicin Educacin y Trabajo (TET). [email protected]
Doctor en Sociologa por el Instituto Universitario de Pesquisas do Rio de Janeiro (IUPeRJ). Se desempea como profesor titular e investigador Grado 5 y Director del Departamento de Sociologa,
FCS, UdelaR. Fue Coordinador del Doctorado de Sociologa, y tambin de la Maestra de Sociologa.
En grado y posgrado desarrolla investigacin y docencia en movilidad social, polticas de salud y
mtodos cuantitativos. Integra el Sistema Nacional de Investigadores en Nivel II. marcelo.boado@
cienciassociales.edu.uy
Ayudante de investigacin del Departamento de Sociologa, FCS, UdelaR. [email protected]
14
15
como se puede apreciar en el esquema n 1, la definicin de los tres objetos de la evaluacin de aprendizajes, introduce la nocin de uso (de la lectura, de la matemtica, de
las ciencias) para el logro de metas propias, para resolver necesidades de su propia
vida, para tomar decisiones. Este sentido importa explorarlo puesto que es de gran
importancia tanto para estudios macro como microsociales.
Esquema n 1. Definiciones de las tres reas de evaluacin en PISA
LECTURA
MATEMTICA
CIENCIAS
Identifican y comprenden el
rol que las matemticas juegan en el mundo, como para
emitir juicios fundamentados y
para utilizar e involucrarse con
la matemtica de forma de resolver las necesidades de su
propia vida como ciudadano
constructivo, comprometido y
reflexivo?
Fuente: PISA.
16
pricamente si el nivel de competencias est vinculado con los desempeos y trayectorias siguientes de los jvenes en su trnsito a la Educacin Superior, la educacin para
el trabajo y el mercado laboral. Es decir, que el nivel de competencias desarrollado en
el entorno escolar designara un activo fundamental, al cual el joven podra echar mano
en sus planes para integrarse en una posicin diferencial en el mercado de trabajo,
para asegurar movilidad social respecto a su familia de origen, para agenciar el propio
bienestar en general.
PISA informa los resultados obtenidos por los estudiantes mediante la aplicacin
de la Teora de Respuesta al tem (TRI) y de la tcnica de los valores plausibles. Se reporta un puntaje o escala (variable continua) y un nivel de desempeo (variable ordinal)
de 6 o 7 niveles, para cada rea evaluada y puntajes especficos por dimensiones o subreas, del rea principal de evaluacin en ese ciclo. El valor medio del puntaje general
(en Matemtica, en Ciencias y en Lectura) se fija en 500 puntos y desvo estndar de
100 puntos, tomando como referencia la distribucin de los estudiantes de la OECD y
en el ao en el que esa rea fue el foco de PISA. Adems de la escala mtrica, se reportan niveles de desempeo en cada una de las tres reas, cada uno con una descripcin
sustantiva de qu puede hacer el estudiante en base a los conceptos y los procesos
cognoscitivos demandados para resolver actividades en distintos tipos de situaciones.
Esto permite una mejor interpretacin de los resultados y a la vez, proporciona una
primera orientacin didctica a quienes desean usarlos para planes de mejoramiento.
Estos niveles van desde el ms bajo, etiquetado como nivel bajo 1 hasta el ms alto,
nivel 6.
El nivel 2 es considerado como el nivel de base en la competencia matemtica que se requiere para participar activamente en la sociedad moderna (PISA/OECD,
2013, p. 68). Igual definicin se ha expresado respecto del nivel 2 en Ciencias (PISA/
OECD, 2007, p. 44), y en Lectura (PISA/OECD, 2010, p. 52). Vista esta definicin, que
es muy prxima a la nocin de umbral de alfabetizacin, hipotetizamos que los jvenes
que no han alcanzado el nivel 2 de desempeo, presentarn un nivel de integracin al
mercado de trabajo pronunciadamente desfavorable frente a los restantes jvenes. En
particular, tendrn en promedio un nivel de salario menor a sus restantes compaeros.
A la inversa, los niveles ms altos de desempeo (4, 5 y 6) en la escala representan sociolgicamente una protoelite acadmica y social, en particular en los pases que
tienen desempeos bajos como es el caso de Uruguay (Boado & Fernndez, 2010).
Sobre esta base, hipotetizaremos que los jvenes que calificaron en ste, nuestro estrato de muestreo nmero 1, tendrn una insercin ocupacional diferencial, significativamente mejor al resto en trminos de actividad, empleo, desempleo e informalidad.
17
Trabajo informal
Las discusiones tericas en torno al concepto de informalidad son muy amplias
y de larga data. Diversas corrientes se han encontrado en el plano terico con el fin de
ensayar conceptos que den cuenta de la complejidad que implica la informalidad en el
marco de las sociedades modernas.
El primer ensayo del concepto en Amrica Latina, intenta caracterizar a la poblacin marginal, como consecuencia del xodo campo ciudad en el proceso de modernizacin de las sociedades. De este modo los cinturones marginales estaban caracterizados por valores tradicionales, premodernos y su condicin de marginalidad la daba
un conjunto de indicadores ecolgicos, econmicos, sociales, polticos, psicolgicos
y culturales (DESAL, 1965). Una interpretacin ms marxista plantea que en el desarrollo de una economa capitalista algunas actividades se conviertan en marginales, las
cuales emplean poblacin activa excedente (Quijano, 1971). Por ltimo, el concepto
adoptado desde la Organizacin Internacional del Trabajo (OIT) incorpora y hace nfasis
en la idea de trabajo extralegal, donde en su operacionalizacin distingue en las actividades econmicas: primero, la utilizacin de tecnologa simple y mano de obra poco
calificada; segundo, este tipo de empleos se encuentran particularmente en mercados
oligoplicos (Tokman, 1979).
Desarrollos tericos posteriores han aunado ciertos criterios al respecto del concepto: a) es un concepto nacido de lo emprico; b) la unidad de anlisis son las actividades econmicas; c) se realizan al margen de la ley; y d) los lmites con la actividad
legal son borrosos (Cortes, 2000). Ahora bien, la idea desarrollada de la OIT deja de
manifiesto el carcter empirista del concepto, por lo cual indicador y concepto son
regularmente confundidos, cuando esto sucede se dejan escapar aspectos tericos
relevantes (Cortes, 2000). La idea de ilegalidad se operacionaliza como: opera sobre
una base ilegal, contraria a las regulaciones gubernamentales (Sethuraman, 1976).
Desde esta perspectiva de la informalidad como actividad extralegal, se conciben
fundamentalmente dos actores: por un lado las empresas, que en un contexto de crisis,
y con el afn de maximizar ganancias, optan por contratar empleados en actividades
generalmente no calificadas, al margen de la regulacin gubernamental (Cortes, 2000);
por otro lado los trabajadores, que optan por empleos informales como una estrategia
para reducir sus chances de ser desempleados (Longhi, 2006). Desde el punto de vista
de las relaciones laborales este tipo de subcontratos se caracterizan como puting out
system, donde hay dependencia de la estructura organizacional de la empresa, pero
independencia contractual, lo que genera escaso margen de reclamo y reivindicacin
(Palomino, 2000).
De este modo, el estudio del mercado informal, y las remuneraciones del mismo
en los jvenes de la cohorte PISA 2003, permiten observar dos fenmenos: primero, el
tipo de contratos a los que estn expuestos y las remuneraciones de los mismos; se-
18
gundo, la relacin entre las competencias evaluadas por PISA y el gnero en el acceso
a empleos legales o extralegales.
Mtodo y datos
Datos
Los datos para el anlisis se basan en la Segunda encuesta a los jvenes evaluados por PISA 2003. ste es un estudio longitudinal, que cuenta con una lnea base
representada por una muestra de diseo aleatorio, estratificado y con afijacin no proporcional, de aquellos jvenes evaluados por el ciclo PISA 2003 en liceos pblicos,
privados y UTUs. Estos jvenes fueron posteriormente encuestados en 2007 y nuevamente en 2012; de este modo se cuenta con 10 aos de trayectorias laborales,
familiares y educativas4.
Los ingresos se relevaron a travs de intervalos, y se preguntaron como el total
de ingresos lquidos sumando todos ingresos por todos los trabajos para el ltimo mes.
Para la construccin de intervalos se tomaron varios criterios, el cuadro 1 reporta los
criterios para cada intervalo.
Cuadro 1. Intervalos de ingresos y sus criterios de seleccin en funcin de
la Encuesta Continua de Hogares 2011 y valores de Base de Prestaciones y
Contribuciones (BPC) para 2011
No tuve ingresos
hasta 2200
1 BPC
2 BPC
3 BPC
4 BPC
5 BPC
Por mayores detalles referir a (Fernndez, Boado, Bucheli, Cardozo & Menese, 2013).
19
Del total de jvenes encuestados que perciben ingresos durante el ltimo mes por
concepto de su trabajo, el grfico 1 reporta la distribucin de ingresos por intervalos.
Grfico 1. Histograma de ingresos
400
350
300
250
200
150
100
50
0
1100
3300,5
5200,5
6500,5
8150,5
10400,5
13750,5
18000,5
25000,5
40000,5
55000,5
La moda en la distribucin se ubica en el rango entre $ 11.500 y $ 16.000, mientras que la media es de $ 13.0005. Con la intencin de validar los datos se realiza una
prueba de hiptesis estadstica entre la estimacin de la media y la Encuesta Continua
de Hogares ECH-2012. El cuadro 2 reporta la prueba hiptesis por intervalos.
Cuadro 2. Prueba de hiptesis sobre ingresos
Poblacin
ECH-2012
PISA 2003-2012
Lmite superior
14470
13499
Como se observa en el cuadro 2, hay solapamiento en los intervalos de confianza. Por lo cual, con un 95% de nivel de confianza las medias en la ECH-2012 y en la
Segunda encuesta PISA son iguales.
5
Media estimada en funcin de las marcas de clase de los intervalos en los que fueron relevados los
ingresos.
20
Mtodo
La intencin del artculo es descriptiva, con este fin los datos se exponen de
manera descriptiva y grfica, producto de una estimacin de mnimos cuadrados ordinales6. Sobre este ltimo mtodo, la intencin es observar el retorno del capital humano
para hombres y mujeres, para trabajadores formales e informales.
Condicin de actividad 2007-2012 e informalidad laboral por sexo y estrato
PISA
En oportunidad de la Segunda encuesta a los Jvenes evaluados por PISA 2003,
se han podido reconstruir 10 aos de trayectorias laborales. La intencin del presente
apartado es dar cuenta de los principales cambios en las tasas de ocupacin, actividad y
desempleo; y de este modo observar el efecto edad en las trayectorias laborales de los
encuestados, controlando por gnero y posteriormente por estrato de competencia PISA.
El cuadro 3 informa sobre los cambios entre 2007 y 2012 en la condicin de actividad para hombres y mujeres. En l se observa cmo la tasa de actividad, ocupacin
y el multiempleo han aumentado, as como el desempleo ha disminuido. Al observar el
multiempleo especficamente, se observa cmo pas de ser un estado de excepcin,
a crecer un 1260% cinco aos despus. Por ltimo, en general las brechas de gnero
disminuyen en la mayora de los estratos.
Las conclusiones que se desprenden del cuadro 3 indican un avance en la participacin de la poblacin econmicamente activa desde los 20 a los 25 aos, tanto
para hombres como para mujeres, as como mayores oportunidades de empleo. Por su
parte las mujeres, en proporcin, son quienes ms han avanzado en su participacin en
la PEA. Los guarismos alcanzados a los 25 aos se mantendrn hasta los 60-65 aos,
cuando comienza el ciclo de retiro econmico.
Cuadro 3. Actividad, ocupacin y desempleo entre 2007 y 2012 por sexo
Actividad: Tasa General
Actividad: Razn Varn/Mujer
Ocupacin: Tasa general
Ocupacin: Razn Varn/Mujer
Multiempleo: Sobre total
Multiempleo: Razn Varn/Mujer
Desempleo: Tasa general
Desempleo: Razn Varn/Mujer
Ver Anexo.
Cambio
25%
-3%
53%
-16%
1260%
15%
-62%
-4%
21
Por su parte, al observar lo que ocurre con los estratos de competencia PISA
en el cuadro 4, se ve un ordenamiento en la tasa de actividad por estrato, siendo el
estrato 1 quien ms ha ingresado desde los 20 aos en la PEA. En este sentido, en
2007 buena parte del estrato 1 no haba ingresado a la PEA en virtud de continuar
estudiando, lo contrario ocurra con el estrato 3 (Boado & Fernndez, 2010); el incremento de la participacin del estrato 1, se debe en gran medida a la acreditacin de
niveles educativos superiores (Fernndez, Boado, Bucheli, Cardozo, & Menese, 2013).
Por otra parte, el multiempleo es una condicin que caracteriza mayoritariamente a los
jvenes del estrato 1, en contraste con el estrato 3. Finalmente, la tasa estndar de
desempleo estimada para el estrato 3 muestra diferencias significativas y hasta duplica
las estimaciones para el estrato 1.
Cuadro 4. Actividad, ocupacin y desempleo entre 2007 y 2012
por estrato de competencia PISA
Actividad: estrato 1
Actividad: estrato 3
Razn E1/E3
Ocupacin: estrato 1
Ocupacin: estrato 3
Razn E1/E3
Multiempleo: estrato 1
Multiempleo: estrato 3
Razn E1/E3
Desempleo: estrato 1
Desempleo: estrato 3
Razn E1/E3
2007
50%
82%
0,6
40%
60%
0,7
1%
1%
0,8
20%
27%
0,7
2012
95%
89%
1,1
90%
77%
1,2
18%
8%
2,4
6%
14%
0,4
Cambio
89%
8%
75%
123%
27%
75%
2119%
580%
226%
-71%
-49%
-43%
Se ha observado un incremento en la participacin de los jvenes en la PEA desde los 20 a los 25 aos, aunque este incremento no se traduce en empleos de igual
calidad. El siguiente apartado observa, para los empleados en 2012, los guarismos de
empleados formales e informales, por sexo y estrato de competencia PISA.
El cuadro 5 informa sobre la informalidad7 del empleo de aquellos que trabajaban
en 2012. Se observa un 13,5% de empleo es informal8, y la distribucin para hombres
7
8
Se consider como indicador de empleo informal, el no aporte a ninguna caja jubilatoria, lo que implica una falta de beneficios sociales y desregulacin en relacin a las normas laborales.
Se realizaron pruebas de diferencias estadsticas utilizando la Encuesta Continua de Hogares 2012.
Los guarismos de informalidad son significativamente menores, con un 95% de nivel de confianza, en
la encuesta PISA-L 2012.
22
y mujeres es distinta. Mientras en el entorno del 12% de los hombres poseen un empleo
informal, el guarismo asciende a 15% para sus pares mujeres. De este modo se observa otro tipo de desigualdad en el mercado de empleo asociado al gnero, en el cual las
mujeres tienen mayor precarizacin en sus puestos laborales.
Cuadro 5. Empleo informal entre hombres y mujeres
Formal
Informal
Total
Hombre
88,3%
11,7%
100%
Mujer
84,7%
15,3%
100%
Total
86,5%
13,5%
100%
El cuadro 6 presenta la misma condicin de informalidad en funcin de los resultados obtenidos en PISA 2003; se observa una distribucin desigual en funcin de los
estratos PISA, donde el estrato 3 es aquel que presenta mayor desproteccin. De esta
forma, una nueva fuente de desigualdad, asociada a las competencias a los 15 aos
queda de manifiesto.
Cuadro 6. Empleo informal por estratos de competencia PISA
Formal
Informal
Total
Estrato 1
93,2%
6,8%
100%
Estrato 2
89,0%
11,1%
100%
Estrato 3
82,6%
17,4%
100%
Total
86,5%
13,5%
100%
El porcentaje de jvenes en situacin de informalidad es un indicador del contexto macroeconmico del pas y tambin de diferencias en las oportunidades que el
mercado laboral brinda. Si se piensa en la informalidad como una estrategia para salir
del desempleo (Longhi, 2006), observamos que la estructura de posibilidades para
hombres y mujeres y por estrato de competencia PISA son desiguales.
Ingresos en funcin de gnero y competencias PISA
El gnero es una de las variables que reporta ms desigualdad de ingresos. A
iguales estudios y desempeando la misma tarea, hombres y mujeres reportan ingresos desiguales, siempre en detrimento de las mujeres. Por esto al observar distribucin
de ingresos es importante incluir la variable gnero. Otro aspecto importante a tener en
cuenta es aquel asociado a la precariedad del empleo, como formalidad e informalidad
del mismo.
23
estrato 3 (nivel 0 y 1)
estrato 2 (nivel 2 y 3)
hombre
estrato 1 (nivel 4, 5 y 6)
mujer
Hay dos elementos a comentar del grfico 2. En primer lugar, la relacin entre
ingresos y resultados en PISA a los 15 aos. Los ingresos asociados a los niveles de
PISA ms bajos son sensiblemente menores que los asociados a los niveles ms altos.
Esta relacin se observa incluso controlando por sexo, por lo cual se concluye que o
bien las actitudes evaluadas en PISA, o bien la competencia evaluada en PISA son un
buen indicador del lugar en la escala salarial a los 25 aos.
En segundo lugar, la brecha de gnero en los ingresos, lo cual no es un hallazgo
novedoso, aunque observando las pendientes de las curvas en funcin de los niveles
PISA, parece que quienes ms aprovechan su habilidad son los hombres. Es decir la
brecha de gnero en los ingresos se incrementa en la medida que el puntaje en PISA
es mayor.
Una hiptesis sobre lo observado en relacin a la ampliacin en la brecha de
gnero es que informa del incremento marginal de las competencias en la funcin de
ingresos. Cada punto PISA adicional implica un incremento en la desigualdad que lo
aprovechan los hombres sobre las mujeres.
24
estrato 3 (nivel 0 y 1)
estrato 2 (nivel 2 y 3)
formal
estrato 1 (nivel 4, 5 y 6)
informal
Fuente: elaboracin propia con base en la Segunda Encuesta a los jvenes evaluados por PISA 2003.
25
Los cambios de nivel en las variables entre los dos momentos del curso de vida
no implican cambios sustantivos en las brechas de gnero. Podra inferirse de aqu la
teora de que las bases ms profundas de la divisin del trabajo productivo extradomstico entre varones y mujeres para las nuevas generaciones quedan establecidas alrededor de los 20 aos de edad, durante el trnsito a la adultez, sin grandes modificaciones
posteriores. En alguna medida, el contraste tambin contribuye a validar la pretensin
de PISA de evaluar competencias para la vida.
Es de destacar la mltiple incidencia y segmentacin de trayectorias que podra
atribuirse a los estratos de competencia PISA. Las diferencias en la actividad, el desempleo, el ingreso y la formalidad son significativas y podran estar mostrando resultados
de cmo los sujetos capitalizan sus competencias en agenciar contratos en el mercado
de trabajo. Es de recordar que al momento de la contratacin, de la negociacin de los
contratos y el salario, ni el empleado ni el empleador saben cul fue el desempeo en
PISA del empleado. Las competencias por lo tanto, no son informaciones usadas. Se
traducen en las acciones y en los hbitos.
Esta cuestin abre el debate en torno a los ciclos educativos posteriores, y la
experiencia laboral hasta los 25 aos: todo lo adquirido posteriormente no modifica un
resultado obtenido en una prueba a los 15 aos?
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Ciencias Sociales, Universidad de la Repblica.
Anexo
El retorno del capital humano se estima utilizando la funcin de Mincer (Mincer,
1974), para la cual capital humano se traduce en acumulacin de experiencia laboral
y acumulacin de aos de estudio. La funcin de Mincer es un mtodo de estimacin
muy verstil y ampliamente difundido que permite incluir otras variables adicionales
para observar el impacto en el capital humano (Chiswick, 1997). La ecuacin 1 es la
expresin formal de la funcin:
[1] Log (ingresos)i
27
Descripcin
Ingresos mensuales por hora, por
Ingresos
concepto de todos los empleos del
ltimo mes, luego de los descuentos
Registra el total de aos empleado
Aos de experiencia
desde su primer empleo, hasta su
laboral
ltimo empleo
Aos de experiencia Es la potencia de los aos de expelaboral al cuadrado riencia laboral
Codificacin
-
La estimacin fue ajustada de acuerdo a un modelo de seleccin del tipo Heckman de dos pasos
(Cameron & Heckman, 1998). El coeficiente asociado al modelo de seleccin no fue significativo.
Este artculo profundiza en tres hallazgos anteriormente reportados sobre la opcin por la Educacin Media Tcnica en Uruguay, atendiendo a los cambios institucionales y curriculares recientes en el sector pblico del Consejo de Educacin Tcnico
Profesional (UTU) (Lorenzo, 2013; Fernndez, Boado, Lorenzo & Pirelli, 2013). En primer lugar, la Educacin Tcnica (ET), provista en Uruguay en forma oligoplica3 por la
1
2
3
Profesor Agregado del Departamento de Sociologa. Coordinador del Grupo de Investigacin sobre
Transicin Educacin y Trabajo (TET) [email protected]
Ayudante de investigacin Grado 1 en el Grupo TET. Actualmente, estudiante en la Maestra en Ciencias Sociales de FLACSO Mxico. [email protected]
La oferta privada tiene una larga existencia, destacando la tarea de los Padres Salesianos por el
reconocimiento de sus ttulos. En 1893 abrieron los Talleres Don Bosco en el barrio de Palermo; en
los aos diez iniciaron los cursos en la Escuela Agrcola Jackson; en los aos sesenta en la Escuela
de Electricidad Domingo Savio en Maroas y en los noventa abrieron la Escuela de Oficios Don Bosco
en Casavalle. Existe un sector empresarial tambin de larga data, de heterognea calidad y muy
30
UTU desde fines del siglo XIX, ha tenido una evolucin periodizable por cambios en la
estructura institucional, la diversificacin curricular y el reconocimiento formal de los
ttulos emitidos. Estas modificaciones contrastan con la inercia observada en la Educacin Media General (EMG) en el mismo perodo y configuran cambios significativos
en la oferta y en los incentivos que enfrentan los jvenes entre los 12 y los 20 aos
(Lorenzo, 2013).
En segundo lugar, los cambios institucionales y curriculares de cada perodo
coinciden, en particular desde 1996 y 1997, con un cambio en el perfil social de los
estudiantes que optaron por la ET. El anlisis muestra una prevalencia que toma forma
de U, siguiendo el ordenamiento de los orgenes sociales: es alta entre estudiantes
con origen en las clases trabajadoras manuales, disminuye entre las clases intermedias, y vuelve a aumentar aunque en forma ms dbil y no significativa para las clases
de servicio4 (Fernndez, Boado, Lorenzo & Pirelli, 2013, pg. 80).
En tercer lugar, se observan cambios en las brechas de gnero y clase social
entre quienes acreditan la ET. Es un hallazgo que extiende a este tipo de educacin lo
que ya se sabe de estudios sobre educacin media (EM) en general. As, las mujeres
inscriben menos pero acreditan ms y tienen una mayor participacin relativa en los
niveles de Educacin Media Superior que va en consonancia con el comportamiento
global de la poblacin, que a los 18 aos muestra una brecha al alza y a favor de las
mujeres entre quienes asisten a establecimientos educativos (MEC, 2012, pg. 55). El
comportamiento segn clase social presenta tendencia similar ya que, si bien las clases intermedias y de servicios inscriben menos en la ET, alcanzan en sus trayectorias
mejores resultados educativos que las de clases trabajadoras, tal como sucede en la
EMG (Lorenzo, 2013).
La fuente de datos para estos hallazgos fue la Encuesta de Movilidad Ocupacional y Trayectorias Educativas (EMOTE). sta tuvo por objetivo relevar historias ocupacionales de activos residentes en Montevideo en el ao 2010. Con un tamao total de
2021 casos, encuest en hogares con al menos un activo residente en Montevideo de
entre 18 y 65 aos. Este diseo result reducido para observar la cohorte que experimentara las dos ltimas etapas institucionales de la UTU. En consecuencia, las pruebas
de hiptesis para estas cohortes no pudieron ser testeadas satisfactoriamente5.
El objetivo de este artculo es testear la robustez de estos hallazgos discutiendo
los determinantes de la opcin por la UTU pero usando ahora la Segunda Encuesta de
Seguimiento aplicada en 2012 a los jvenes evaluados por PISA en 2003, en adelan-
4
5
31
te PISA-L 2003 (Fernndez, Alonso, Boado, Cardozo & Menese, 2013).El estudio se
enmarca en una de las lneas de estudios sobre transicin que lleva adelante el Grupo
de Investigacin sobre Transicin Educacin Trabajo (TET) de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de la Repblica6.
Oferta y demanda de la educacin tcnica en Uruguay entre 1997 y 2012
Los jvenes encuestados en el PISA-L 2003 llegaron a la Educacin Media a partir de 1999. Hacia 2005 eran partcipes y destinatarios de cambios importantes en la
oferta y en el diseo institucional de la Reforma de Rama, en particular de UTU. Pero,
llegaron adems en el contexto de la ms profunda crisis econmica que haya tenido
Uruguay (Boado & Fernndez, 2010, pg. 49; Cardozo, 2008, pg. 23).Estos aspectos, ms otros derivados de la historia institucional, permiten formular seis grandes
hiptesis relativas a los factores determinantes de la inscripcin a la UTU que habremos
de contrastar en el anlisis.
Reforma e innovacin curricular de la UTU
El perodo 1996 a 2004 se enmarca en la reforma de la Educacin Media liderada por Germn Rama en 1996 (Cardozo, 2008), que sustenta sus planes en responder
adecuadamente a las necesidades y expectativas de los jvenes en general y a los de
origen desfavorecido en particular, sea en el sistema educativo o en el mercado laboral,
siguiendo las recomendaciones de la Oficina de CEPAL en Montevideo (CEPAL, 1991;
Rama, 1992; Rama & Filgueira, 1994).
La UTU particip de esta reforma primero creando el Ciclo Bsico Tecnolgico
(CBT) y luego poniendo en marcha el Programa de Bachilleratos Tecnolgicos (BT).
Este fue el gran foco de inversin y reforma en la UTU. stos propusieron a la vez una
formacin acadmica en ciencias, matemtica y biologa tal que habilitara por primera
vez la continuidad educativa en la Educacin Superior. A la vez otorgaba un ttulo de auxiliar tcnico de nivel medio dirigido a sectores dinmicos del mercado: termodinmica,
administracin, qumica industrial, mantenimiento informtico y agrario (ANEP, 2000)7.
La propuesta tena un tronco comn para todas las orientaciones, un componente tecnolgico especfico para cada rea y un mdulo de orientacin ocupacional. Los BT
difieren respecto a la ET tradicional. Existe evidencia que los mencionados cambios de
la institucin en el perodo alteraron las valoraciones de la ET y por tanto se modific el
perfil social y sociodemogrfico de los inscriptos (ANEP, 1998; ANEP-CODICEN, 2004;
Cinve, 2008). Finalmente, en 1999 se pusieron en marcha dos programas de Educacin Superior por parte de la UTU: Ingeniera Tecnolgica y el programa de Tecnlogos
(Qumico y de Informtica).
6
7
Vase http://www.fcs.edu.uy/pagina.php?PagId=987
Entre todos ellos, destacaron los programas de dos nuevas Escuelas de UTU abiertas con este fin:
Administracin y Servicios de Salto y la Tcnica del Buceo.
32
Es posible que este efecto tambin pudiera atribuirse a otra causa. La creacin del Ciclo Bsico nico
en 1986 y luego el Plan Piloto de 1996, implicaron una fuerte reduccin horaria en la enseanza de
contenidos tcnicos, al punto de que slo se impartan dos o tres horas a la semana. En consecuencia, la oferta de UTU se desdiferenci de la oferta que haca Secundaria, lo cual podra haber hecho
que las familias de clases trabajadoras manuales, tradicionales clientes a los cuales se diriga la UTU,
optaran en mayor proporcin que antes por el Ciclo Bsico de Secundaria (Pasturino, 2012). Esta
hiptesis fue sugerida en una entrevista realizara al Prof. Martn Pasturino y recogida en Lorenzo,
2013.
33
trando mayor efecto en las ms contemporneas. Dado que nuestra base actual es uni
cohorte (PISA-L 2003), slo podremos testear parcialmente esta hiptesis9.
Sin embargo, podemos s testear ms apropiadamente una segunda hiptesis
que sostiene que dado el calendario de cambios, estos habran afectado en particular a
la cohorte analizada precisamente en el momento en realizan las elecciones vocacionales principales relacionadas con la Educacin Media Superior y la Educacin Superior.
Esto es, entre los 17 aos (el ao 2005) y los 21 aos (el ao 2008). Corresponde
acotar que al presente no podemos descomponer este efecto etario del generacional para testear la hiptesis pero, su expresin nos sirve de cautela a la hora de hacer
inferencias.
La eleccin por la UTU: un tracking implcito resultado de la historia
institucional?
Existe cierto consenso en varios mbitos, sobre que la eleccin por la UTU predominaba en quienes tenan un antecedente acadmico caracterizado por al menos
una repeticin en Primaria. Desde su origen como instituto correccional (Heuguerot,
2002), esta herencia de condicionamientos institucionales habra definido claramente
la estructura de incentivos, beneficios y costos frente a la Educacin Media General.
Este dficit acadmico, junto problemas de conducta habran sido determinantes tanto en la recomendacin de los maestros como en la decisin de familias de enviar a
sucesivas generaciones (generalmente varones) a la UTU (Fernndez, 1993). La hiptesis del condicionamiento institucional de la eleccin habra tenido como resultado, un
alumnado social y acadmicamente seleccionado. El anlisis de las transformaciones
institucionales y curriculares de la UTU, al menos desde 1974, y en particular, desde
1995, deja planteada la interrogante sobre si los cambios disminuyeron la selectividad.
Testearemos tres hiptesis de direccionamientos o tracking, relativos a la determinacin de clase social, gnero y antecedentes escolares en la eleccin, por el cual es
de esperar una participacin en la ET proveniente de hogares cuyos jefes de hogar son
trabajadores manuales (hiptesis n 3 de tracking implcito), mayormente masculina
(hiptesis n 4 de sesgo de gnero) y repetidores de Primaria (hiptesis n 5).
Adems de los sesgos de gnero, clase, repeticin y puntaje en PISA, entendemos que la ET ha presentado un sesgo urbano en nuestro pas (hiptesis n 6). La historia de la expansin de la UTU en el territorio, caracterizada hasta fines de los sesenta
y setenta por un asentamiento principal en capitales del interior.
En el marco del Grupo TET, este ao se comenz el levantamiento de un nuevo estudio sobre la
cohorte de PISA 2009.
34
Datos y mtodos
Datos
Usamos aqu la Segunda Encuesta de Seguimiento aplicada en 2012 a los alumnos uruguayos evaluados por PISA en 2003 (PISA-L 2003), estudio longitudinal resultado de la transformacin de la muestra PISA 2003 en un panel. El diseo fue aleatorio,
estratificado por estratos de puntaje en Matemtica. El tamao de la muestra en 2012
fue de 2451.
La ventana de observacin cubre un mximo de 13 aos tericos de opciones
educativas, desde 2000 hasta 2012. Para cada ao del calendario escolar se registra
un mismo conjunto de variables relativas a la inscripcin, la asistencia, la conclusin,
el centro educativo y el programa acadmico. Mayores detalles se pueden consultar
en el Reporte Tcnico de este estudio (Fernndez, Alonso, Boado, Cardozo & Menese,
2013).
Mtodo
Partimos de un supuesto simple: la probabilidad de experimentar un evento, en
este caso, la inscripcin a la ET, est condicionada por la edad (t) que tiene el individuo
(i) que lo experimenta y otro conjunto (X) de variables estructurales. Formalmente:
La estructura temporal de los datos permite introducir un tipo de anlisis estadstico especfico: el anlisis de sobrevivencia, tambin llamado historia de eventos (Cleves, Gutirrez, Gould, & Marchenko, 2010; Blossfeld & Rohwer, 2002). Sin perjuicio de
esto, slo utilizaremos aqu tablas de vida, las cuales son tcnicas no paramtricas,
para variables no mtricas, que no hacen supuestos sobre la distribucin de probabilidad subyacente al evento estudiado. Por lo tanto, no proponemos despejar la forma
funcional de f.
En primer lugar, nos abocaremos a estudiar el calendario utilizando tablas de
vida, esto es, la relacin entre el evento y la edad a la que se produce. En segundo
lugar, exploraremos si el vector de efectos de X es constante para distintas edades
en que el evento puede producirse. En este caso, ajustamos una regresin logstica
binaria.
Grupos de comparacin
La opcin por la ET no suele ser un evento nico e irrepetible. Un joven puede
haber optado varias veces por distintas modalidades tcnicas, cada una con una acreditacin formal distinta, tanto en el Ciclo Bsico como en la Media Superior o en la Educacin Superior. Sobre esta base formamos 10 grupos de comparacin que usaremos
en este artculo. Tal como se presenta en el esquema n 1, se trata de una tipologa
simple de trayectorias curriculares que resulta de combinar las opciones registradas
35
Media Profesional
(Cursos Tcnicos,
Formacin Prof.
Sup.)
[1]
[4]
[2]
[3]
[5]
[6]
Cursos Bsicos/Formacin
Profesional Bsica
Ciclo Bsico General
Ciclo Bsico Tecnolgico
Bachillerato Bachillerato
Diversificado Tecnolgico
[7]
[8]
[9]
[10]
Tcnico
Privado
Pblico General
Razn Publ. Gral a Tcnico
2003
2006
2009
2012
12,7
14,1
72,2
6,9
17,2
14,9
67,2
4,8
15,1
17,9
65,8
5,6
17,1
16,7
64,9
4,8
Cambio
Relativo
35,4
18,6
-10,2
Fuente: elaboracin propia con base en los microdatos liberados de las evaluaciones PISA
de los aos respectivos.
36
10
El estadstico reportado por PISA responde exactamente a quienes estaban en un centro de la UTU
a los 15 aos. De aqu que ste sea levemente superior cuando se considera a aquellos que puedan
haber ingresado en la UTU antes de los 15 aos y se cambiaron a la Media General luego.
37
Varn
Mujer
Riesgos
Relativos (RR)
1,2
0,7
0,93
1,1
1,1
1,0
0,4
0,8
0,77
1,0
1,2
1,1
Fuente: elaboracin propia con base en la Segunda Encuesta a los jvenes evaluados por PISA 2003.
Las seis primeras trayectorias estn conformadas por opciones tcnicas tomadas en el momento de la transicin a la Educacin Media Bsica; totalizan un 40,6% de
la opcin tcnica. Las dos primeras son truncas absolutamente, en tanto que la tercera
trayectoria implica una rectificacin o cambio de modalidad para la Educacin Media
Superior. Destacan las trayectorias que incluye el Ciclo Bsico Tecnolgico, sea como
opcin nica y terminal (11,7%) o como opcin tcnica pura, esto es tomada en forma
temprana y en forma ratificada en el nivel Medio Superior (12,3%).
Este primer anlisis por trayectorias tambin permite concluir que las opciones
vocacionales por la ET son prevalentes: el 59,3% opta por modalidades tcnicas para
hacer la Media Superior viniendo de la Educacin Media Bsica General. Si supusiramos que los motivos de las dos elecciones son independientes (algo discutible por
cierto), tendramos que aadir a esta magnitud las trayectorias ratificadas, con lo cual
tres de cada cuatro estudiantes tcnicos habra hecho la opcin tcnica en la Media
Superior.
La hiptesis n 4 que propone el sesgo de gnero, puede ser examinada usando
la distribucin condicional para varones y mujeres de la tabla n 2 y, en especial, la
38
ltima columna que incluye los riesgos relativos (RR) o razn de la proporcin de mujer
a varones que hicieron ET11. Examinando rengln a rengln, las brechas de gnero
sustantivas se encuentran asociadas a la opcin por el Ciclo Bsico Tecnolgico, sea
slo (RR=0,7), asociado a Media Profesional (RR=0,4) o a Bachillerato Tecnolgico
(RR=0,8). Podramos decir que son trayectorias (an) socialmente masculinizadas.
Cundo se elige la ET
El anlisis del calendario para el ingreso a la Educacin Tcnica tambin presenta
importancia adicional, dado que en los ltimos diez aos, este sector institucional ha
crecido la participacin en la matrcula de la Educacin Media en forma sustantiva,
pasando del 14% en 2003 al 18% en 2012. Se puede apreciar en el grfico 1 que
aproximadamente la mitad ingresa antes de los 18 aos, si bien hasta los 25 continan
inscribindose a la ET.
La matriculacin presenta una diferencia por sexos en el sentido que es esperado: menor participacin de las mujeres que los varones en cualquiera de los tramos de
edad considerados. El mayor incremento entre los varones es hasta los 17 aos, en
tanto que la pendiente entre las mujeres parecera hacerse ms rpida entre los 18 y
los 22 aos de edad.
La forma de las curvas es otro elemento de inters. Podra ser el resultado de
dos tipos de factores. Por un lado, la maduracin psicolgica y la progresiva asuncin
de roles adultos (ingreso al mercado de trabajo, cuidado de nios o ancianos, responsabilidades en el hogar) modificara la utilidad de las opciones educativas disponibles
para los estudiantes que tienen 18 o ms aos de edad. Las opciones tecnolgicas a
nivel Medio Superior y Superior se volveran ms atractivas en la medida en que tienen
menor duracin y una ms aparente vinculacin con el mercado de trabajo. Pero, por
otro lado, sera posible relacionar la forma de la curva con la implementacin de los
cambios institucionales y curriculares resumidos en el primer apartado. Los jvenes
encuestados cumplen 18 o 19 aos en los aos 2006 y 2007, precisamente cuando
comienza el reposicionamiento y aumenta la oferta de cursos a nivel Medio Superior y
Superior.
11
39
Proportion Failed
0 .05 .1 .15 .2 .25 .3 .35 .4 .45
12
13
14
15
16
17
20
19
18
Age Tech Ed
mujer = 0
21
22
23
24
25
26
mujer = 1
Fuente: Elaboracin propia con base en microdatos de la Segunda Encuesta a los jvenes evaluados por
PISA en 2003.
40
[4] Los resultados comparados de los tres modelos anteriores se presentan en la siguiente tabla. En primer lugar, vase la peculiar relacin entre la edad y la inscripcin.
En segundo lugar, corresponde indicar que la variable rea de residencia no fue
significativa en ninguno de los modelos ajustados, falseando la hiptesis del sesgo
urbano de la ET, una vez que se controlan apropiadamente otros atributos individuales
del estudiante.
La variable repeticin en Primaria resulta no significativa en la ecuacin 2 ni
tampoco en la ecuacin 4, hallazgos que ponen en entredicho la versin ms radical
de la hiptesis del tracking implcito en las modalidades general y tcnica de la Media
en Uruguay.
Las variables de sexo, clase social y nivel de competencia tienen comportamientos significativos y, tal como se haba hipotetizado, presentan variaciones sustantivas
y significativas entre los modelos ajustados. Comparando con los jvenes de origen en
las clases de servicio, tanto las clases intermedias de empleados administrativos y del
comercio, como las clases trabajadoras manuales tienen mayor probabilidad de haber
inscripto en la ET en el modelo general, as como tambin en el modelo de edades hasta 17 aos. Por su parte, los pequeos propietarios tienen una probabilidad semejante.
En el modelo de eleccin para los que entraron con ms de 17 aos, desaparecen
las diferencias de clase social entre la clase trabajadora y la clase de servicios. Slo
pervive una ms alta probabilidad entre los hijos de clases intermedias (administrativos
y empleados). La oferta es atractiva por igual a ambos extremos de la estratificacin
social. Este resultado es consistente con la hiptesis del reposicionamiento de la UTU.
En el modelo general, las mujeres tienen menor probabilidad de ingresar a la ET,
pero la magnitud de este efecto es distinto segn la edad de la poblacin analizada.
Es mayor el efecto en el modelo general, producto posiblemente del mayor peso que
tendra la opcin para los varones con 17 y ms aos de edad12.
El comportamiento de la variable Nivel de competencias en este modelo merece
un comentario ms detallado. En primer lugar, la variable es informativa para los 15
aos; sin embargo, la decisin de ingresar a la ET se produce desde los 12 aos. Este
problema de precedencia temporal afecta las inferencias causales. Por lo que para
postularla como determinante de la eleccin, habra que hacer la suposicin de que el
ordenamiento resultante era el mismo cuatro aos atrs, en el momento de egresar
de Primaria13. En segundo lugar, las significaciones de los efectos dependen de los tamaos muestrales. En el caso de los niveles 5 y 6, hubo 1447 aos / personas de los
12
13
Podra pensarse que entre las mujeres con 17 y ms aos de edad, la opcin educativa con mayor
atractivo es la Educacin Superior de tipo universitaria o docente, no la Educacin Tcnica o Tecnolgica (sea Media Superior o Superior).
Esta suposicin implica concomitantemente suponer que las experiencias habidas al ingresar al Ciclo
Bsico no implicaron modificaciones en la distribucin del aprendizaje condicionadas al sector institucional. Esto es, que todos los centros educativos tienen el mismo efecto sobre el aprendizaje sin
importar si son de Secundaria, UTU o Privados.
41
cuales un 1% (no ponderado) opt por la ET. Por lo que fue necesario agrupar los tres
estratos superiores de desempeo.
Sobre esta base, se observa que la propensin a elegir ET es estadsticamente
semejante en todos los niveles de desempeo, que no se corresponde con lo que hemos denominado elite acadmica. Esto es, tanto los estudiantes analfabetos (niveles
0 y 1) como los estudiantes alfabetos bsicos (2 y 3) tienen probabilidades mayores de
ir a la ET. Este hallazgo desconfirma la versin ms radical de la hiptesis de tracking
implcito pero es compatible con una hiptesis dbil sobre este fenmeno.
Tabla n 2. Estructura de determinantes comparada
de la eleccin por la Educacin Tcnica
Variable
Ecuacin 2 Ecuacin 3
(general) (Hasta 17)
Ecuacin 4
(ms de
17)
2.014***
-0.135***
-0.231**
0.399**
-0.445
0.246
0.153
-0.039
-0.629***
-0.143
-0.071
-0.626***
-10.413***
0.12
22227
- 24400
Fuente: elaboracin propia con base en la Segunda Encuesta a los jvenes evaluados por PISA en 2003.
42
43
es consistente tanto con la hiptesis n 1 como con los antecedentes. Sin embargo, en
el modelo logstico, el resultado mostr que las mujeres participan significativamente
menos que los varones para todas las edades, aunque la diferencia relativa es an
mayor entre los de 17 y ms aos.
El tracking por antecedentes acadmicos, la hiptesis n 5, no ha sido sostenida. Quienes repiten Primaria no necesariamente tienen propensin a cursar ET, al
menos en el nivel del Ciclo Bsico. Las competencias cognitivas de los estudiantes son
determinantes de la eleccin, aunque no en el sentido esperado de un fuerte tracking
implcito y de hecho se modifican segn la edad observada. La probabilidad de hacer
ET es considerablemente cercana a cero para las elites acadmicas. Una hiptesis
de trabajo posible es que tiendan a perfilarse hacia los Bachilleratos Diversificados (BD)
por considerar, an hoy, la orientacin que funciona como propedutico para continuar
estudios universitarios posteriores (Boado & Fernndez, 2010). Sin embargo, no son
los estudiantes con las competencias menos desarrolladas quienes tienen la mayor
propensin: tanto los solo alfabetos (niveles 2 y 3) como los analfabetos (niveles
0 y 1) tienen igual probabilidad. La diferenciacin acadmica en la eleccin emerge
luego de los 17 aos: a esta edad, tanto la elite como los analfabetos tienen menor
propensin de elegir UTU (aunque por razones diferentes). En el mismo sentido de una
hiptesis tracking dbil, apunta la ausencia de efecto significativo de la repeticin en
Primaria en los distintos modelos ajustados.
Finalmente, no parecera haber un sesgo sistemtico fundado en el origen geogrfico (hiptesis n 6).
En sntesis, la eleccin por la UTU descrita con base en la trayectoria de la cohorte 2003 de PISA, muestra un cambio significativo la Educacin Tcnica en las nuevas
generaciones que contrasta con lo observado en las anteriores generaciones estudiadas a travs de la EMOTE en nuestro trabajo anterior (Fernndez, Boado, Lorenzo &
Pirelli, 2013).
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Comisin Econmica para Amrica Latina y el Caribe (CEPAL), Naciones Unidas.
Rama, G. & Filgueira, C. (1994). Los bachilleres uruguayos: quines son, qu apredienron y
qu opinan. Montevideo: Comisin Econmica para Amrica Latina y el Caribe (CEPAL),
Naciones Unidas.
Magster y candidato a Doctor, Universidad de Salamanca. Docente en el rea de Metodologa y Estadstica de la Licenciatura en Sociologa e Investigador en diversos proyectos, en el Departamento de
Sociologa y en la Asociacin Pro Fundacin para las Ciencias Sociales. [email protected]
Licenciado en Sociologa, Universidad de la Repblica. Candidato a Mster en la Facultad de Ciencias
Sociales de la UdelaR. Docente en el rea de Metodologa de la Licenciatura en Sociologa de la
Facultad de Ciencias Sociales. Investigador en el Departamento de Sociologa, FCS, UdelaR. cx1abl@
yahoo.com
Licenciado en Sociologa por la Facultad de Ciencias Sociales. Investigador y docente del Departamento de Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales y del Observatorio de Tecnologas de
Informacin y Comunicacin (ObservaTIC). [email protected]
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cual la sociedad les brinda una especial tolerancia (moratoria social). La juventud termina cuando stos asumen responsabilidades centradas, sobre todo, en formar el propio
hogar, tener hijos, vivir del propio trabajo4.
El presente trabajo busca identificar cules son las condiciones de partida a la
vida adulta de los y las jvenes uruguayos/as que pueden definir diferencias en las trayectorias vitales para cuatro eventos especficos de transicin a la adultez: abandono
del sistema educativo, ingreso al primer trabajo, primera salida del hogar de origen, y
la tenencia del primer hijo.
Transiciones no tan jvenes
Muchas corrientes conceptualizan a la juventud como una transicin de la niez
o la pubertad a la vida adulta, es decir, tratan a la juventud como una reconstruccin
biogrfica, temporal, que permite evitar etiquetar el fenmeno en aquello que es atribuible a determinados jvenes y fases de transicin (autonoma, emancipacin o independencia). Sin embargo, las transiciones juveniles vienen dadas por su carcter desigual
entre los distintos jvenes, producto de condicionamientos fundamentalmente socioeconmicos, pero tambin culturales y de carcter territorial. stos impactan de manera
diferencial en los procesos y mecanismos de participacin en las diversas juventudes
y no necesariamente de una manera unidireccional. Es decir: Son el resultado de las
expectativas de los jvenes y el choque de la realidad concreta5. De esta manera, si
delimitamos la juventud identificndola con determinados procesos de transicin a la
adultez, llegaremos a la conclusin de que no todos los jvenes tienen el mismo derecho a ser jvenes.
La clave entonces es entender la vivencia de la moratoria social (Margulis, et al.
1998), la cual critica el uso automtico de las categoras etarias cuando no se distingue
el sector social al cual pertenecen estos grupos. Es necesario entonces vislumbrar el
contexto social protector que hace posible la emisin, durante perodos ms amplios,
de los signos sociales de lo que generalmente se llama juventud6. No todos los sectores tienen la capacidad de acceder a la moratoria de igual manera, ya que muchos
jvenes deben contraer a menor edad determinadas responsabilidades: obligaciones
familiares (hijos, casamiento), econmicas (aporte de ingresos al hogar de origen o al
propio), careciendo de las chances para vivir despreocupadamente su juventud. El salto
a estas transiciones no se da al vaco, sino que por el contrario, estn marcados por
eventos individuales propios (logros, accidentes, problemas congnitos, etc.), condiciones de proteccin social (polticas pblicas), y condiciones estructurales adquiridas
tanto del hogar de origen como del territorio, que definen y segmentan calendarios
distintos (Filardo, 2011; Fernndez, 2010).
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Walther (1998, en Filardo, 2011) bien menciona la existencia de jvenes-adultos, jvenes deslinealizados de una trayectoria normativizada debido a la falta de
polticas sociales de contencin en diferentes mbitos claves de la formacin educativa
y las responsabilidades que tienen que asumir los individuos muy precozmente. De all
que se vislumbre una dicotoma entre vivencias de jvenes no juveniles y juveniles
no jvenes.
Por otro lado, Margulis (2008) destaca la cuestin generacional como poca de
epistemes particulares, pero que coexisten en grupos sociales intergeneracionales
(por ejemplo la familia), que no necesariamente comparten los mismos cdigos sobre
el campo de lo vivido (distintos hbitus). La reproduccin fuera del matrimonio es
buen ejemplo del cambio de cdigos de poca y la mutacin de stos. La maternidad
adolescente tambin transgrede muchos de los significados en cuanto al rol de ser
madre, acompaada de la desincronizacin de los ciclos vitales, fundamentalmente en
madres adolescentes, las cuales en muchos casos no estn en condiciones materiales
y psicolgicas (en cuanto jvenes, la mayora pobres) de hacerse cargo de su vidas. Si
bien existen acuerdos entre viejas y nuevas generaciones en el rol que cumplen las madres, como protectoras y cuidadoras, la maternidad adolescente marca una entrada
sbita al mundo adulto y una pseudo maduracin asumida mayormente en las madres
de estratos bajos, que limita o no permite la interaccin con otros mbitos juveniles:
discoteca, baile, donde se juegan estticas adolescentes (sensualidad, sexualidad),
ni son compatibles con la nueva condicin (el manto sagrado de la maternidad). Sin
embargo, a estas madres adolescentes la tenencia de un hijo les proporciona un estatus superior en un medio social desfavorable, un proyecto de vida posible que cuanto
ms pronto se alcance, ms sentido le encontrar a su vida (Amorin et al. 2006). Las
mujeres pobres son las menos dispuestas abortar y las connotaciones discursivas negativas a este respecto (sacarse un hijo) cuestionan el nico proyecto de vida posible
a su funcin reproductora: ser madre. Asimismo, el significado de la maternidad en
estas mujeres cuestiona profundamente los supuestos deseos de agencia y autonoma
econmica.
Objetivos e hiptesis
Tanto en teora como con la evidencia a la vista, las variables que condicionan
algunos de los eventos de transicin a la vida adulta de las juventudes pueden resultar
de diversa ndole, pudindose ordenar stas en tres grandes grupos: 1. Aquellas que
afectan directamente al individuo (como los logros educativos, las enfermedades, accidentes); 2. las que tienen que ver con las condiciones de proteccin social que pueda
garantizar el Estado (estar expuesto a una poltica pblica focalizada para esta edad); y
3. el posicionamiento en la estructura social respecto al hogar de origen (nivel socioeconmico del hogar, educacin de los padres u otro tutor del hogar, regin, etc.). Sobre
estas caractersticas es que iremos profundizando a lo largo del trabajo.
Por otro lado, cabe preguntarse si estas condiciones impactan de igual manera
a lo largo de la vida en todos los jvenes uruguayos. Un factor clave en este sentido es
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intentar captar la vivencia de la moratoria social, ese contexto social protector que
hace posible la emisin durante perodos ms amplios de los signos sociales de lo que
generalmente se llama juventud (Margulis 1998, Casal, sin fecha).
El objetivo primordial de este trabajo es realizar un abordaje analtico descriptivo de las transiciones de adolescentes y jvenes uruguayos sobre la sucesin de
determinados eventos: 1. la primera salida del sistema educativo formal, 2. la primera
entrada al mercado laboral, 3. la primera salida del hogar de origen, y 4. el nacimiento
del primer hijo.
Al igual que el trabajo de Vernica Filardo (2011) en base a la Encuesta Nacional
de Juventudes, se busca determinar las edades en que los jvenes tienen mayor probabilidad de experimentar algn tipo de evento de los antes mencionados, es decir,
establecer un calendario de vivencias de sucesos y cmo stos pueden estar condicionados por variables de tipo estructurales.
Si bien se pretende explorar estos acontecimientos, se tiene como hiptesis
central el supuesto de que tanto las condiciones socioeconmicas del hogar de origen,
como el territorio donde viven, inciden decisivamente en la salida del sistema educativo
y la entrada al mercado de trabajo. En este sentido, es de esperar que los jvenes que
se encuentren en el interior del pas deberan tener probabilidades ms tempranas de
abandonar la educacin y dejar el hogar de origen. Por otro lado, la tenencia del primer
hijo debera estar presente primero en el calendario de las mujeres, especialmente en
las que provienen de hogares pobres.
Metodologa y precisiones del anlisis de historia de eventos
La tcnica utilizada para dar cuenta de la transicin hacia diferentes eventos ser
el anlisis descriptivo mediante tablas de vida. sta permitir no slo saber la probabilidad de vivir un evento en determinada edad, sino de establecer un orden cronolgico
entre stos.
A tales efectos se utiliz la base de datos provista por la Encuesta Nacional de
Juventudes relevada en el ao 2013 por el Departamento de Sociologa de la Facultad
de Ciencias Sociales de la UdelaR, en convenio con el Instituto Nacional de la Juventud
(INJU). La muestra estuvo compuesta por unos 1540 jvenes de entre 21 y 30 aos
edad, de todo el pas.
Se utilizar el ndice de Nivel Socio Econmico (INSE) como indicador de la posicin en la estructura social de partida en los jvenes. El mismo se construye a partir
de la sumatoria de valores imputados a determinadas condiciones del hogar, esencialmente el barrio de residencia, el tipo de ocupacin y educacin del jefe de hogar y el
confort con que ste cuente. Si bien los estratos se construyen por tramos segn el
puntaje, para este trabajo se tomarn terciles.
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Para estimar las brechas, tanto de gnero como territoriales, se tomaron de las
variables sexo y regiones de Uruguay (Montevideo e Interior). La edad se recodificar
por tramos de acuerdo al evento de anlisis en cuestin.
Los eventos de transicin se presentan en la edad de ocurrencia de cada uno por
primera vez. Al igual que en el trabajo sobre transiciones de Filardo (2011), se resalta
la importancia de la reversibilidad de los estados. Por ejemplo, salir del mercado de
trabajo y volver a ser dependiente, volver a estudiar, o volver al hogar de origen luego
de haber experimentado la autonoma.
Generalidades: fotografiando a los jvenes
Tomando en cuenta lo antes visto, cabe preguntarse si todos los jvenes tienen
derecho a ser jvenes en Uruguay. Desde este punto de vista, uno de los elementos
clave en los estudios de juventudes es la insercin en el mundo laboral, considerndose
el trabajo remunerado como un elemento importante en la insercin plena de cualquier
persona en la sociedad, ya que provee de los recursos necesarios para la eventual
independencia econmica. Como veremos, la precariedad de los itinerarios de algunos
jvenes se encuentra fuertemente estratificada, tanto por el nivel socioeconmico del
hogar de origen como por la regin de residencia y el gnero.
Segn datos de la encuesta, un 84,7% de los jvenes ya haban abandonado al
menos una vez el sistema educativo, 89,9% ya haba tenido al menos su primer experiencia laboral remunerada, 46,8% haba tenido su primer hijo y un 44,6% al menos
haba abandonado una vez su hogar de origen.
Teniendo en cuenta el gnero como factor de desigualdad para estos cuatro
eventos, un 86,3% de los jvenes varones al momento de la encuesta ya haban abandonado al menos una vez el sistema educativo, mientras que esta proporcin descenda
al 83,4% de las mujeres. 59,4% de las mujeres tenan al menos un hijo, descendiendo
este porcentaje al 30,2% de los varones, en tanto que el 50,6% de las mujeres haban
abandonado el hogar de origen al menos una vez, frente a un 36,8% de los varones.
Finalmente un 87,1% de las mujeres ya haban tenido su primera experiencia laboral
remunerada, porcentaje que trepa al 93,7% de los varones.
En cuanto a las diferencias por regin, un 79,9% de los jvenes montevideanos
haban salido del sistema educativo, mientras que esta cifra representaba un 89% de
los jvenes del interior del pas. Los jvenes del interior tambin abandonan en mayor
proporcin el hogar de origen (47,9%) respecto a los de Montevideo (40,5%). Sin embargo, las diferencias no superan los cuatro puntos porcentuales en cuanto a aquellos
jvenes que experimentaron la paternidad o maternidad (48,7% del interior del pas,
44,3% de Montevideo); o haban tenido su primera experiencia laboral (92,3% jvenes
de Montevideo, 88,1% jvenes del interior).
Respecto a diferencias por estratos sociales, y tomando en cuenta terciles del
puntaje INSE, un 94% de los jvenes entrevistados del tercil nmero uno (estrato bajo)
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haba tenido al menos su primera experiencia laboral; 84,3% del tercil nmero dos (estrato medio); y un 73,1% del tercil nmero tres (estrato alto). Un 94% de los jvenes
del tercil nmero uno tambin haban abandonado el sistema educativo al menos una
vez, mientras que este porcentaje se reduce al 84,3% de los jvenes del tercil nmero
dos; y al 73,1% de los jvenes de los estratos mejor posicionados. 64% de los jvenes
pobres tambin haban experimentado la paternidad (o maternidad) al momento de la encuesta, mientras que este porcentaje desciende al 45,7% de los jvenes de clase media;
y al 27,4% de los jvenes de clase alta. Por ltimo, un 56,4% de los jvenes ms desfavorecidos haban abandonado el hogar de origen por lo menos una vez; 47,4% de los de
clase media; y tan solo un 28,7% de los estratos ms favorecidos. En suma, a medida
que se asciende en la escala socioeconmica, los jvenes entran ms tarde al mercado
laboral, se mantienen por ms tiempo insertos en el sistema educativo, retrasan ms
la maternidad (y paternidad) y se mantienen por ms tiempo en sus hogares de origen.
Trayectorias juveniles: principales hallazgos
Un primer hallazgo remite a la intensidad de las diferentes transiciones de los jvenes uruguayos. Si tomamos en cuenta a todos los jvenes por igual (grfico 1a), abandonar el sistema educativo por primera vez se presenta como el primer evento con mayor
probabilidad de ocurrencia. En este sentido, el riesgo de salida del sistema educativo
asciende a un 55% a la edad visagra de 18 aos, en tanto que la entrada al mercado
laboral a esa edad supera por primera vez a la salida del sistema educativo, situndose
en el 60% de ocurrencia. Si se siguen las dos lneas a lo largo de las diferentes edades,
se sugiere una transicin cuasi perfecta de salida del sistema educativo para entrar al
mercado de trabajo. No obstante esto, la probabilidad de entrada al mercado de trabajo
comienza a ser mayor respecto al abandono del sistema educativo a partir de los 18
aos, lo que puede estar indicando la compatibilizacin del trabajo con la vida estudiantil
en algunos de los jvenes. A la edad de 30 aos ms de un 90% de los jvenes abandonaron el sistema educativo y haban tenido su primera experiencia laboral.
A tempranas edades las diferencias entre varones y mujeres son bastante notorias (grficos 1b y 1c). A los 14 aos, el 20% de los varones ya ha tenido su primera
experiencia laboral mientras que slo el 10% de las mujeres lo ha hecho, en tanto a los
18 aos casi el 75% de los varones ha tenido experiencias en el mercado de trabajo
llegando en el caso de las mujeres a algo ms del 60%. A partir de los 25 aos la
situacin es ms pareja para ambos grupos, ya que casi la totalidad de los varones y
ms de nueve de cada diez mujeres han tenido experiencias laborales. De esta manera,
mientras que en los varones (sobre todo a edades tempranas) el abandono del sistema
educativo implica generalmente una transicin hacia el mercado laboral, para el caso
de las mujeres esta superposicin no es tal. Ello implica que muchas de las mujeres
abandonan el sistema educativo, pero no entran automticamente al mercado de trabajo, como s sucede en el caso de los varones.
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primer hijo; primer empleo; primera salida del hogar de origen y primera salida del sistema educativo segn regin
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Probabilidades acumuladas por edad de jvenes que experimentan los diferentes eventos de transicin: edad del primer
hijo; primer empleo; primera salida del hogar de origen y primera salida del sistema educativo
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En cuanto a los fenmenos de emancipacin y autonoma, las curvas de probabilidades se presentan con menor intensidad de ocurrencia respecto a los fenmenos
antes vistos. Mientras que la probabilidad de tener un trabajo a los 18 aos asciende al
60% de los jvenes, tan solo un 25% logra abandonar el hogar de origen al menos una
vez a esa edad, y slo alrededor del 15% son padres (grfico 1a).
Si bien la probabilidad de abandono del hogar de origen se da a partir de los 15
aos en ambos sexos, a medida que pasan los aos la diferencia se hace cada vez
ms marcada a favor de las mujeres, asociada de manera importante a la probabilidad
de tener su primer hijo. Tal es as que la probabilidad de las mujeres de abandonar el
hogar de origen a los 19 aos es del 40% y de tener su primer hijo del 30% (grfico
1b), en tanto que para los varones las probabilidades son de 28 y 10% respectivamente
(grfico 1c).
Para el caso de la tenencia de hijos y el abandono del hogar de origen, las velocidades de trnsito son mayores en las mujeres que en los varones. Las mujeres se autonomizan y comienzan su vida reproductiva ms rpido y de manera casi simultnea, es
decir, conformar un nuevo hogar prcticamente implica la tenencia de hijos, mientras
que en los hombres la autonoma y la paternidad no slo comienzan ms tarde, sino que
aparecen como eventos alejados en el tiempo.
Al hacer una mirada por regin, vemos claramente que en algunos aspectos
Montevideo tiene una realidad bien distinta a la del resto del pas. Si bien en ambas
regiones la probabilidad de tener un primer contacto con el mercado de trabajo a los
14 aos es del 10% y a los 18 aos del 60%, en edades ms avanzadas los jvenes
montevideanos llegan a casi el 100%, en tanto que en el interior es algo ms del 90%
(grficos 2a, 2b y 2c). Tomando tambin en cuenta los grficos con perspectiva de
gnero (1b y 1c) estaramos ante la eventualidad de que cerca del 10% de las jvenes
del interior del pas no entran al mercado de trabajo probablemente por dedicarse a
tareas domsticas, de cuidados familiares o por el subregistro que implican las labores
de campo mal entendidas y as registradas como tareas domsticas. En este sentido,
un 35,6% de las jvenes de Montevideo le dedican 20 horas o ms a tareas domsticas
del hogar, mientras que esta cifra trepa al 47,1% de las jvenes del interior.
Qu sucede con estas probabilidades al darle perspectiva agregada de Nivel
Socio Econmico (NSE)?
Para el caso de las mujeres del tercil nmero uno (NSE bajo), las probabilidades
de salir del sistema educativo se dan a ms temprana edad frente a las jvenes del
tercil dos (NSE medio) y tres (NSE alto) (grficos 3a, 3b y 3c). Como era de esperar,
los logros educativos estn fuertemente condicionados por la posicin econmica del
hogar de origen. Si bien la entrada al mercado de trabajo se presenta como el segundo
suceso de transicin, esta probabilidad no parecera estar condicionada necesariamente por el abandono del sistema educativo. Es decir, las mujeres que dejan de estudiar,
no necesariamente entran al mercado de trabajo, sino que existe un perodo de transi-
55
cin entre estos dos eventos, contrario a los hombres (como veremos ms adelante),
los cuales los viven prcticamente a la vez. A los 18 aos estas jvenes tienen una
probabilidad de salir del sistema educativo del 70%, mientras que las chances de entrar
al mercado de trabajo son de un 50%.
Este fenmeno de desfasaje ocurre a lo largo de todas las edades de las mujeres
ms vulnerables, lo cual supone la existencia de mltiples fenmenos como cuidados
en el hogar y otros trabajos no remunerados, lo que amortigua las posibilidades de
stas de completar la transicin educacin trabajo. La salida del hogar de origen y la
tenencia del primer hijo prcticamente son fenmenos superpuestos en las jvenes
pobres, es decir, se emancipan a las vez que conforman un nuevo hogar.
A la edad de 30 aos, prcticamente todas las jvenes de NSE bajo han abandonado el sistema educativo; y un 90% ya ha tenido su primer trabajo, al menos un hijo, y
se han ido al menos una vez de su hogar de origen.
En cuanto a las jvenes de NSE medio, las probabilidades de salir del sistema
educativo, al igual que en las jvenes ms pobres, se vivencian con anterioridad respecto a la probabilidad de entrar al mercado de trabajo, aunque estas ltimas logran
extender este ltimo evento ms que las primeras. Las probabilidades prcticamente
se equiparan a los 18 aos de edad, momento en el que prcticamente un 55% entra
al mercado de trabajo, y un 50% abandona al menos por primera vez el sistema educativo. A partir de esta edad, las probabilidades de entrar al mercado de trabajo son
superiores respecto a abandonar el sistema educativo, lo cual indica que las jvenes de
NSE medio compatibilizan en buena medida ambas actividades.
Por ltimo, las jvenes de NSE alto experimentan todos estos eventos de manera
tarda respecto al resto de las jvenes, es decir, logran retrasar al mximo su moratoria
social. A los 18 aos slo un 40% de estas jvenes haba tenido su primer experiencia
laboral, y tan solo un 30% haba abandonado el sistema educativo. A partir de esta
edad, las probabilidades de entrar al mercado de trabajo crecen con mayor intensidad,
al punto que a los 23 aos un 90% ya ha vivido su primera experiencia laboral, en tanto
que apenas un 60% ha abandonado el sistema educativo continuando con su formacin.
La emancipacin y la maternidad tambin se viven como eventos tardos en este
grupo.
Qu sucede con los varones? La intensidad con la cual viven los jvenes de NSE
bajo la transicin entre educacin y trabajo es mucho mayor y ms temprana respecto
a jvenes de NSE medio y alto. Si bien la probabilidad de haber salido del sistema educativo a los 13 aos para este grupo es casi del 30%, y de haber tenido ya su primera
experiencia laboral es del 25%. A los 18 aos ms del 75% abandonar el sistema educativo, y un 80% ingresar al mercado de trabajo por primera vez. Los eventos prcticamente se solapan, lo que implica para estos jvenes una transicin entre educacin
y trabajo prcticamente lineal: salir del sistema educativo para trabajar.
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Probabilidades acumuladas por edad para mujeres jvenes que experimentan los diferentes eventos de transicin: edad del primer hijo;
primer empleo; primera salida del hogar de origen y primera salida del sistema educativo, segn terciles del puntaje INSE
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Probabilidades acumuladas a cada edad para varones jvenes que experimentan los diferentes eventos de transicin: edad del primer
hijo; primer empleo; primera salida del hogar de origen y primera salida del sistema educativo, segn terciles del puntaje INSE
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privilegio y de desigualdad, tanto a nivel intrageneracional, como de reproduccin heredada de dicha desigualdad.
Segn las tablas de vida y en una misma lnea respecto a los estudios de transiciones llevados a cabo por Filardo (2011), cuatro aos despus se vislumbran similares
hallazgos. Aquellos eventos considerados como roles pblicos: abandonar el sistema
educativo y entrar al mercado de trabajo se producen mucho antes que la autonoma
del hogar de origen y la tenencia del primer hijo. Las mujeres tienen mayor probabilidad
de vivenciar estos ltimos eventos antes respecto a los varones, los cuales abandonan
ms tempranamente el sistema educativo e ingresan al mercado de trabajo prcticamente en una transicin automtica (dejar de estudiar para trabajar). Este hallazgo
sugiere que el mundo laboral puede ser un factor clave a la hora de medir la eficiencia
de las polticas pblicas de retencin de jvenes en el sistema educativo, al menos
para los jvenes ms vulnerables, como tambin se corroboran los roles constituidos o
esperables de hombres proveedores y mujeres madres dentro del hogar.
La regin tambin es determinante pero tan solo en dos de los cuatro eventos.
Los jvenes residentes en el interior del pas tienen mayor chance tanto de abandonar
el sistema educativo con mayor antelacin que los jvenes montevideanos, como de
abandonar el hogar de origen. Tanto las (escasas) oportunidades que les brinda el
mercado de trabajo, como el temprano abandono del sistema educativo de los jvenes
del interior del pas respecto a los jvenes montevideanos, interpelan no slo los logros
educativos individuales, sino la faltante de centros educativos en importantes zonas del
pas. Por otro lado, la autonoma del hogar de origen ms temprana en estos jvenes
tambin puede suponer la partida de su tierra natal en procura de un lugar donde continuar sus estudios, como tambin para encontrar empleo. Pensemos en los jvenes
uruguayos que emigran tanto de localidades pequeas como rurales hacia centros
urbanos (incluida la capital, Montevideo) en procura de una oferta educativa inexistente
en sus lugares de procedencia.
El Nivel Socio Econmico de los hogares de origen se presenta tambin como
un factor determinante en tres de los cuatro eventos aqu vistos. Tiene un efecto que
prolonga la moratoria social, o dicho de otra forma, que retarda tanto el abandono del
sistema educativo, como la emancipacin y autonoma de los jvenes.
En cuanto a la naturaleza de los eventos, vale destacar el papel que juega la
entrada al mercado de trabajo en la vida de los jvenes. ste parecera ser un evento
constante de similar probabilidad para todos los jvenes a mayor o menor edad,
independientemente de su clase social de pertenencia, que pese a existir mnimas
diferencias entre grupos, no pareceran ser relevantes a nivel estadstico. A todos los
jvenes les llega en algn momento el tener que trabajar. Esto plantea un problema en
cuanto a la focalizacin de las polticas pblicas y a dnde deberan estar diseccionadas estas iniciativas: a una reforma del mercado de trabajo que permita a los jvenes
compatibilizar los tiempos laborales con los tiempos estudiantiles? O por el contrario,
59
60
Casal, Joaqun (sin fecha). Modos emergentes de transicin a la vida adulta en el umbral del
siglo XXI: Aproximacin sucesiva, precariedad y desestructuracin. Reis, 75-96. Pags.
295 a 316. Disponible en: dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/761453.pdf (fecha de
consulta 27/05/2014).
Fernndez, Tabar (coord.) (2010). La desafiliacin en la educacin media y superior en
Uruguay. Coleccin Artculo 2. CSIC UdelaR. Disponible en: http://www.fcs.edu.uy/
archivos/2010_FERNANDEZ_DESAFILIACI%C3%93N_EDUCATIVA.pdf (fecha de consulta
27/05/2014).
Filardo, Vernica (2011). Transiciones a la adultez en Uruguay. En: El Uruguay desde la
Sociologia IX, comp.: 217-230. Disponible en: http://www.fcs.edu.uy/archivos/ElUruguayDesdeLaSociologia9-.pdf (fecha de consulta 27/05/2014).
Lpez Gmez, Alejandra (coord); Amorn, David; Berriel, Fernando; Carril, Elina; Gida,
Carlos; Paredes, Mariana; Prez, Robert; Varela, Carmen; Vitale Parra, Anglica (2006). Reproduccin biolgica y social de la poblacin uruguaya. Estudio Cualitativo.
Tomo N 1. Proyecto Gnero y Generaciones. Ediciones Trilce. Disponible en: http://www.
google.com.uy/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&ved=0CCkQFjAA&url=h
ttp%3A%2F%2Fwww.infamilia.gub.uy%2Fpageredirect.aspx%3F0%2C290&ei=dLGHU9yIC
oqpsQSg7IG4Ag&usg=AFQjCNEqlMy84pg91KiRY8aQXH9aS5AKmg&sig2=239V2SrtYC
iMmbF9uX7Mxw&bvm=bv.67720277,d.cWc&cad=rja (fecha de consulta 27/05/2014).
Margulis, Mario (1998). Juventud es ms que una palabra en: Cubides, Humberto; Laverde,
Cristina; Vaderrama, Carlos (editores) Viviendo a toda Jvenes, territorios culturales y
nuevas sensibilidades. Siglo del Hombre Editores. Colombia.
Margulis, Mario; Urresti, Marcelo (2008). La juventud es ms que una palabra en: Margulis, Mario (coord.) La juventud es ms que una palabra. Ensayos sobre cultura y juventud.
Tercera Edicin, pgs 13-30. Editorial Biblios.
Stauber, B.; Walther, A. (2006). De-standarized Pathways to adulthood. European Perspectives on informal learning in informal networks. In Papers N 79, 2006 pp. 241-262, en:
Filardo, Vernica (2011): Transiciones a la adultez en Uruguay. En: El Uruguay desde la
Sociologia IX, comp.: 217-230. Disponible en: http://www.fcs.edu.uy/archivos/ElUruguayDesdeLaSociologia9-.pdf (fecha de consulta 27/05/2014).
Siguiendo la tradicin terica de los estudios sobre integracin social y acadmica de los estudiantes, planteamos la hiptesis general de que mejores y ms
frecuentes experiencias educativas generaran un mayor nivel de involucramiento de
los estudiantes lo que, a su tiempo, se traducira en una mayor probabilidad de persistencia, de avance en la carrera y de graduacin. Aunque distintos enfoques apoyan
a nivel terico la hiptesis que vincula las experiencias sociales y acadmicas con la
trayectoria educativa, han sido escasos en el pas los esfuerzos por operacionalizar y
medir tales dimensiones y por describir empricamente cmo son tales experiencias al
inicio del trnsito a la Educacin Superior (ES). ste es el propsito bsico del presente
artculo. Dejamos para futuros trabajos el estudio de los posibles impactos de estas
experiencias sobre la trayectoria posterior.
Organizamos el anlisis en base a tres dimensiones sugeridas por la tradicin
que encabezan, con distintos matices, Vicent Tinto, Alan Astin, George Kuh y Kerry-Lee
Krause: i) el tipo de interaccin entre estudiantes y docentes; ii) el tipo de participacin
1
2
62
acadmica en los procesos de aprendizaje y iii) los desafos acadmicos percibidos por
los estudiantes en relacin a su programa. Concluimos explorando la asociacin entre
estas experiencias y distintas variables sociales e institucionales.
Basamos nuestros anlisis en los datos de la Segunda Encuesta de Seguimiento
a los alumnos uruguayos evaluados por PISA en 2003 (PISA-L 2003-2012). La encuesta, aplicada en 2012, cuando los jvenes tenan aproximadamente 25 aos, contiene
un mdulo especfico sobre Educacin Superior, en el que se relevan distintos aspectos de las experiencias durante el primer ao en este nivel en base a un conjunto de
preguntas diseadas como escalas tipo Likert. Realizamos anlisis exploratorios de
componentes principales para validar la unidimensionalidad de los tres componentes
tericos mencionados (interaccin alumnos docentes, tipo de participacin en los procesos de aprendizaje y desafos acadmicos) y para la elaboracin de un conjunto de
ndices empricos vinculados a ellos.
El problema y su relevancia
Partimos de la hiptesis de que el primer ao juega un rol crtico en la persistencia o no en la carrera, ya que es el momento en que el estudiante contrasta sus aspiraciones y expectativas previas con sus experiencias acadmicas y sociales concretas.
Por otro lado, suponemos que mejores y ms frecuentes experiencias educativas generaran un mayor nivel de involucramiento de los estudiantes, traducindose en una
mayor probabilidad de persistencia, de avance en la carrera y de futura graduacin.
Enfoque y antecedentes
La investigacin sobre educacin superior ha ido desplazando su preocupacin
desde los problemas de acceso a los problemas de persistencia y graduacin (Berger,
Blanco & Lyons, 2012); (Miller, 2007); (Pascarella, E., 2006); Kuh, G., 2001); Kuh, G.,
2005). El cambio fue de la mano de los enfoques liderados por investigadores como
Alexander Astin (Astin, A., 1975); (Astin & Oseguera, 2012) y Vincent Tinto (1987);
(Tinto, V., 2013; Morrison & Silverman, 2012).
En las ltimas dcadas, ha ganado protagonismo el anlisis de las buenas prcticas vinculadas a la integracin social y acadmica en las instituciones de educacin
superior. En este sentido, se han realizado importantes esfuerzos por generar sistemas
continuos de medicin y reporte, basados en instrumentos altamente estandarizados.
Destacamos dos.
El trabajo liderado por Kerry-Lee Krause sobre sobre las experiencias de los
estudiantes en las universidades australianas durante su primer ao de estudio. El First
Year Experience Questionnaire, uno de los relevamientos ms completos sobre el tema
a nivel mundial, se aplica en forma sistemtica a muestras aleatorias de estudiantes
que se encuentran cursando su primer ao de educacin superior en universidades de
Australia. El estudio releva aspectos tan amplios como las actitudes y expectativas de
63
los jvenes, patrones de estudio, experiencias dentro del centro de estudio y participacin del estudiante en diversas actividades; tiempo en el campus, horas destinadas a
los cursos, al estudio a nivel privado y a actividades no curriculares, factores institucionales e involucramiento del estudiante, compromiso con el staff acadmico, ambiente
de aprendizaje, entre otros (Krause, Hartley, James, & McInnis, 2005).
El segundo es la National Survey of Student Engagement (NSSE)3. La NSSE se
aplica anualmente desde el ao 2000 en un nmero importante de universidades e instituciones de educacin superior en Estados Unidos y en Canad. Recoge informacin
sobre la participacin de los estudiantes en programas y actividades que las instituciones proveen para el desarrollo personal y de aprendizajes en distintas dimensiones, con
el propsito de conocer cmo los estudiantes utilizan su tiempo escolar y, en general,
cmo son sus experiencias acadmicas. El resultado de aproximadamente dos dcadas de acumulacin en la materia ha sido la identificacin de un conjunto de prcticas
institucionales que, de acuerdo a la investigacin, favorecen el tipo de experiencias
por parte de los estudiantes que se asocian con altos niveles de involucramiento acadmico. En este sentido, se han propuesto diferentes sntesis sobre las dimensiones
que conformaran el concepto ms amplio de involucramiento acadmico (Kuh, Kinzie,
Schuh, Whitt, & Associates, 2005).
Mtodos y datos
Basamos nuestros anlisis en los datos de la Segunda Encuesta de Seguimiento
a los alumnos uruguayos evaluados por PISA en 2003 (PISA-L 2003-2012)4.La Encuesta 2012 incluy un mdulo especfico sobre las experiencias durante el primer ao de
la carrera que el joven defini como principal. Este mdulo constituye una adaptacin al
caso uruguayo de tres de las dimensiones de la NSSE (ver anexo): i) el tipo de interaccin con los docentes, ii) el aprendizaje activo y colaborativo, iii) el desafo acadmico.
Usaremos estos indicadores para contar con una primera aproximacin de la valoracin
global de las experiencias acadmicas y sociales en la educacin superior. Realizamos
anlisis factoriales exploratorios (componentes principales) para resumir la informacin
que surge del conjunto amplio de tems incluidos en el cuestionario y obtener indicadores de los componentes subyacentes (factores) que traducen las dimensiones de
inters.
3
4
National Survey of Student Engagement (NSSE/CPR/IUB) del Center for Postsecondary Research
(CPR) de la Indiana University at Bloomington (IUB).
El tamao de la muestra en 2012 fue de 2.451, y el total no ponderado de casos que accedieron a
la Educacin Superior fue de 1.146. Los detalles pueden consultarse en el Reporte Tcnico de este
estudio (Fernndez, Alonso, Boado, Cardozo, & Menese, 2013).
64
65
% Siempre
y casi
siempre
52,0%
20,9%
4,8%
41,2%
20,6%
42,0%
CV
0,325
0,323
0,227
0,328
0,318
0,362
Fuente: elaboracin propia con base en la Segunda Encuesta (2008-2012) a los jvenes evaluados por
PISA 2003.
66
67
% tres
o+
veces
76.0%
0.425
43.7%
0.765
33.5%
0.996
74.8%
0.442
16.8%
86.7%
23.9%
56.3%
1.530
0.318
1.282
0.608
32.2%
14.9%
1.039
1.282
CV
Fuente: elaboracin propia con base en la Segunda Encuesta (2008-2012) a los jvenes evaluados por
PISA 2003.
Interaccin estudiantes-docentes
La integracin de los estudiantes al sistema social de la ES puede evaluarse
de varias formas, aunque las relaciones entre aquellos y sus docentes constituyen una
de las ms recurridas e importantes, dada su doble vinculacin con los procesos de
enseanza y de aprendizaje y con la cultura institucional.
En nuestra encuesta adaptamos la medida de uso ms general sobre este aspecto: la frecuencia con que se han experimentado diversas situaciones tpicas de
interaccin entre el alumno entrevistado y sus docentes. Somos conscientes de las
limitaciones de esta medida, en particular, su dbil vnculo con la nocin ms amplia
y compleja de integracin, tal como lo indica Tinto (Tinto V., 2013). La coleccin de
objetos incluidos en los reactivos incluye desde sensaciones muy generales (aunque
posiblemente basadas en experiencias puntuales muy significativas) tales como la valoracin de la opinin personal hasta comportamientos concretos del profesor como
dedicar horas extras fuera de clase para ayudar a un alumno.
En contraste con las tendencias sealadas para la dimensin anterior (conocimiento activo y colaborativo) y en forma similar a la primera (desafos acadmicos),
no parece que el primer ao en la ES se caracterice por una fuerte heterogeneidad en
68
69
% Siempre
y casi
siempre
47.0%
68.4%
0.387
0.401
10.5%
0.272
15.6%
0.326
56.3%
0.519
39.2%
6.2%
7.0%
0.330
0.227
0.223
12.2%
0.282
CV
Fuente: elaboracin propia con base en la Segunda Encuesta (2008-2012) a los jvenes evaluados por
PISA 2003.
Anlisis factorial
En total realizamos tres anlisis factoriales de tipo exploratorio (componentes
principales) partiendo de los 25 tems considerados. Cada anlisis respondi a cada
una de las tres dimensiones tericas de las que partimos: i) interaccin estudiantes y
profesores; ii) aprendizaje activo y colaborativo y iii) desafos acadmicos. En el primer
caso rechazamos la hiptesis de unidimensionalidad. En su lugar, identificamos dos
componentes: uno referido a la oferta curricular impartida en las clases y el otro a la
exigencia requerida. En el segundo caso identificamos tambin dos componentes o
factores, asociados a los dos bloques de preguntas de las que partimos: uno relativo
al grado de actividad que el estudiante tena en los procesos de aprendizaje y el otro
relativo a la participacin en formas grupales de aprendizaje. En el tercer caso hallamos
unidimensionalidad en la estructura factorial subyacente.
Experiencias de integracin acadmica
La primera dimensin de las experiencias de integracin corresponde a los desafos acadmicos que se les presentan a los estudiantes al momento de ingresar a
la educacin superior y durante su primer ao en dicho ciclo. El primer componente
identificado corresponde a los tems sobre la oferta curricular (el diseo de los programas, la carencia de aplicacin prctica de los conocimientos y la planificacin de las
clases). El segundo refiere a la exigencia requerida en los cursos (facilidad de parciales
y exmenes, requisito de conocimientos previos y exigencia de las metas acadmicas).
70
Todos los tems presentan correlaciones altas con uno u otro factor, lo que indica que
todos aportan a la explicacin de las dos dimensiones subyacentes. La proporcin de
varianza explicada por ambos factores es de 52% (cuadro 4).
Cuadro 4. Resultado del anlisis factorial sobre la dimensin experiencias de
integracin acadmica
Programas interesantes y novedosos
Conocimientos carecan de aplicacin prctica
Clases bien planificadas
Parciales y exmenes fciles
Requeran conocimiento previo
Metas acadmicas exigentes
Identificacin de los componentes
Factor 1
0,6874
-0,6875
0,7122
Oferta curricular
Factor 2
-0,6851
0,5737
0,8512
Exigencia requerida
71
Factor 1
0,5785
0,6922
0,7117
0,7015
0,4935
Factor 2
0,7883
0,6746
0,7484
Aprendizaje Aprendizaje
colaborativo
activo
Interaccin estudiante/docente
Si bien los tems considerados aqu incluyen desde sensaciones generales hasta
comportamientos concretos por parte de los docentes, en esta dimensin se hall
unidimensionalidad en la estructura factorial, lo cual coincide con la teora referida a
este tema. El factor refiere tanto a interacciones de carcter personalizado docenteestudiante (los docentes valoran las opiniones, son receptivos a dudas vocacionales,
se preocupan por el aprendizaje de sus alumnos, etc.) como a aspectos ms formales
de su rol, tales como la regularidad en la asistencia del profesor o su forma de ensear
(cuadro 6). Este nico factor explica el 47% de la varianza total de los tems.
Cuadro 6. Resultado del anlisis factorial sobre la dimensin de interaccin
estudiante/docente
Profesores valoraban tus opiniones
Profesores trataban de manera justa
Si faltabas, los profesores preguntaban por qu
Hablar de dudas vocacionales con profesores
Profesores se preocupaban por aprendizaje
Profesores no saban transmitir conocimientos
Dedicaban horas extras para ayudar
Factor 1
0,7899
0,7358
0,5921
0,8063
0,6748
-0,5637
0,6654
72
73
Oferta
curricular
Exigencia
acadmica
0,085
-0,055
Clase I & II
Clase v/
VI/VII
-0,019
-0,054
-0,065
0,033
**
Interior
MVD+AM
0,050
-0,041
0,086
-0,071
Regin 2003
**
0,047
-0,031
Competencias
UdelaR
FD
UTU
Privado
**
-0,038
-0,013
0,011
-0,083
0,168
-0,114
-0,014
**
-0,075
0,094
**
0,260
**
-0,081
-0,213
-0,005
0,536
**
**
**
**
0,049
-0,080
-0,058
-0,106
**
Interaccin
docente/
estudiante
Aprendizaje
activo
Sexo
0,012
0,000
Clase Social
0,023
Varones
Mujeres
E1 - PISA
(mejor
desempeo)
E3 PISA
(bajo el
umbral)
**
Aprendizaje
colaborativo
**
0,204
-0,177
-0,031
-0,061
-0,005
-0,078
0,021
-0,021
0,024
-0,067
0,033
0,123
**
-0,162
Sector
-0,135
0,216
0,002
0,489
**
**
**
**
-0,094
0,289
-0,145
0,251
**
**
**
**
**
-0,109
-0,023
**
-0,219
0,068
0,375
0,612
**
**
**
**
A modo de cierre
Hemos construido y validado cinco escalas relativas a tres dimensiones, tericamente relevantes, de las experiencias acadmicas al inicio de la ES. Identificamos dos
subdimensiones o factores referidos a las experiencias de integracin acadmica: uno
asociado a la oferta curricular y otro a la exigencia requerida por el programa. Distinguimos tambin dos factores subyacentes a la segunda dimensin: uno de ellos asociado
con formas activas de aprendizaje y otro que responde a formas de aprendizaje de tipo
colaborativo, tanto dentro como fuera del aula. Por ltimo, en relacin a la dimensin
74
75
Kuh, G. (2001). The National Survey of Student Engagement: conceptual framework and overview of psychometric properties. Bloomington: Indiana University Center for Postsecondary Research.
Kuh, G. (2005 ). Assessing conditions to enhance educational effectivness: Inventory for student
engagement and success. San Francisco: Jossey-Bass.
Kuh, G.; Kinzie, J.; Schuh, J. & Whitt, E. (2005). Student Success in College. Creating the
conditions that matters. San Francisco, CA: Jossey-Bass.
Miller, R. L. (2007). The role of instructional factors in student engagement. Texas: Houston,
TX.
Morrison, L. & Silverman, L. (2012). Retention tehories, models, and concepts. En A. Seidman (Ed.), College student retention (pp. 61-80). The ACE series on higher education.
Pascarella, E. (2006). How college affects students. Ten directions for further research. Journal of college student development, Vol 47.
Pascarella, E. & Terenzini, P. (2005). How College Affects Students. Volume 2: a Third Decade of Research. San Francisco: John Willey & Son.
Tinto, V. (1987). Leaving College. Chicago: The University of Chicago Press.
Tinto, V. (2013). Completing college. Rethinking institutional action. Chicago, IL: The University
of Chicago Press.
Tinto, V. (s.f.). Moving from theory to action. A model of institutional action for student success.
En A. Seidman, College student retention (pp. 251-266). The ACE series on higher education.
76
ANEXO
Dimensiones y reactivos del involucramiento acadmico relevados en la Segunda
Encuesta a la cohorte PISA 2003
Dimensin
Reactivos
Los profesores realmente valoraban tus opiniones (sr151q01)
Los profesores te trataban de manera justa (sr151q02)
Si faltabas a clase, los profesores te preguntaban por qu (sr151q03)
Interacciones
Nadie controlaba nada (sr151q04)
entre
Podas hablar de tus dudas vocacionales con los profesores (sr151q05)
estudiantes y
Los profesores se preocupaban porque aprendiramos (sr151q06)
docentes
Los profesores faltaban mucho a clases (sr151q07)
Los profesores no saban transmitir sus conocimientos (sr151q08)
Dedicaban horas extra para ayudarte a entender los temas (sr151q09)
Haber estudiado en grupo con compaeros (sr152q01)
En grupo, haber hecho un examen o parcial (sr152q02)
En grupo, haber hecho una presentacin o clase (sr152q03)
En grupo, haber preparado y realizado una actividad prctica en terreno
(sr152q04)
En grupo, haber participado en un proyecto de investigacin (sr152q05)
Aprendizaje
Hiciste preguntas en clase o participaste en las discusiones (sr154q01)
Hiciste un trabajo para el que integraste ideas de distintos cursos o materias
activo y
colaborativo (sr154q02)
Discutiste ideas sobre tus lecturas o clases con profesores, fuera de clases
(sr154q03)
Discutiste ideas de las clases o de las lecturas con tus compaeros fuera de
clases (sr154q04)
Recibiste ayuda para estudiar temas complejos de estudiantes de grados
superiores (sr154q05)
Los programas eran interesantes y novedosos (sr153q01)
Los conocimientos carecan de aplicacin prctica (sr153q02)
Desafos
Los parciales y exmenes eran fciles (sr153q03)
acadmicos
Las clases estaban muy bien planificadas (sr153q04)
Requeran conocimientos previos que no tenamos (sr153q05)
Las metas acadmicas eran muy exigentes (sr153q06)
Fuente: elaboracin propia en base a la Segunda Encuesta (2008-2012) a los jvenes evaluados por PISA
2003.
Abordaje metodolgico
Presentacin y justificacin de la metodologa de trabajo
En el desarrollo del proceso de consultora, el equipo de investigacin trabaj en
la direccin de dos grandes lneas de trabajo.
La primera refiere a la generacin de un modelo predictivo basado en la informacin proporcionada por la Encuesta Continua de Hogares (ECH) 2011. Dicho procedimiento supone la actualizacin de la estructura sociodemogrfica de la poblacin
1
78
79
3
4
5
80
Organigrama 1
Solicitudde
Becas
Anlisisde la
documentacin
Fallo
Declaracin de Ingresos
ACORDE A
NORMATIVA
NO ACORDE
A NORMATIVA
Solicitud de Becas
IVEs >=0,50
0,5
0,30
Control administrativo
ACORDE
VALOR IVEs
< 0,10
IVEs
Control administrativo
ACORDE
PRIORIDAD EN LA REVISIN
DE LA DOCUMENTACIN
IVEs
IVEs
81
82
DESCRIPCIN
Refiere al nivel
Nivel educativo
educativo mximo
del jefe de
alcanzado por el jefe
hogar
de hogar.
CATEGORAS
Primaria*
Media bsica
Media
Superior
Terciaria
Jefa de hogar
Indica si la jefatura
de hogar es ocupada
por una persona de
sexo femenino.
Indica si el hogar
se encuentra en
condiciones de
hacinamiento.
S/No*
EFECTO1
A
B - Decrecen en
referencia a A
C - Decrecen en
referencia a B
D - Decrecen en
referencia a C
Crecen
Escala
continua.
Crecen
Indica si el hogar
se encuentra en
condiciones de
hacinamiento.
Escala
continua.
Crecen
Sostenimiento
Indica la relacin
entre la cantidad
de personas no
perceptoras de
ingresos por cada
persona perceptora.
Escala
continua.
Crecen
Changas
Indica si el jefe de
hogar tiene empleo
informal.
S/No*
Crecen
Prop. no
percep.
Proporcin de no
perceptores de
ingresos en el hogar
Hacinamiento I
Hacinamiento II
Prop. menores
Propietario
Indica si la persona
es propietaria de la
vivienda.
FORMA DE CLCULO
Escala
continua.
Crecen
Escala
continua
Crecen
S/No*
Decrecen
VARIABLE
DESCRIPCIN
CATEGORAS
EFECTO1
Ind. Vivienda
Indica el estado de
la vivienda.
Escala
continua.
Crecen
S/No*
Decrecen
S/No*
Decrecen
S/No*
Decrecen
S/No*
Decrecen
S/No*
Decrecen
S/No*
Decrecen
Planchada
Automvil
Internet
Cable
Salud privada
Emergencia
mvil
Trnsito
educativo.
Indica si el material
predominante en el
techo es planchada
de hormign.
Indica si el hogar
dispone de
automviles o
camionetas.
Indica si el hogar
dispone de Conexin
a internet
Indica si el hogar
dispone de conexin
a TV por abonados.
Indica si el
estudiante se
atiende en una
institucin de salud
privada.
Indica si el
estudiante tiene
cobertura de
Emergencia Mvil.
Indica que el
estudiante curs
el ciclo primario y
el primer ciclo de
educacin media en
un establecimiento
educativo privado.
S/No*
Decrecen
83
FORMA DE CLCULO
ndice sumatorio
simple que contempla
si la vivienda presenta
Humedad de Techos, la
presencia de goteras
en el techo, grietas en
el piso, y si el material
predominante en los
pisos es alisado de
hormign o contrapiso
s/piso.
Se computan como
casos favorables
aquellos que transitaron
ambos niveles de
educacin primaria
y media bsica
por instituciones
cuya forma de
administracin refiere
a establecimientos
privados.
1. Efecto sobre las probabilidades de recibir la beca.* Categora de Referencia. Constante = -1,55681
Fuente: Elaboracin propia.
84
Poblacin objetivo
La poblacin objetivo agrupa a aquellos estudiantes comprendidos entre los 18
a 28 aos de edad, que percibieran un ingreso per cpita del hogar menor a 3,5 BPC.
Como resultado de ello, la poblacin no objetivo se conforma con aquellos estudiantes universitarios comprendidos entre los 18 y 28 aos, que percibieran un ingreso
per cpita del hogar mayor a 3,5 BPC.
Por razones metodolgicas, y en base a la informacin proporcionada por el Fondo de Solidaridad, se realiz un truncamiento en la distribucin de ingreso para aquellos
casos que superaban los 40 mil pesos per cpita en el hogar. Esta decisin consider
la inexistencia de solicitantes provenientes de hogares con un ingreso per cpita del
hogar superior a dicho guarismo.
Anlisis individual de las variables incluidas en el IVEs
No es posible exponer el resultado del anlisis realizado de todas y cada una de
las variables incluidas en el ndice. Sin embargo, dada la complejidad terica y/o metodolgica de algunas de las dimensiones incorporadas y la modificacin de procesos
o mediciones que en algn caso se introducen, parece pertinente detenerse especialmente en algunas de ellas.
Nivel educativo del jefe de hogar
La incorporacin de esta variable presenta una modificacin sustantiva en relacin al IVEs anterior.
La estructura de la ECH permite relevar la relacin de parentesco de cada individuo con el jefe del hogar. Esta limitante estructural supone dos grandes consideraciones metodolgicas para aproximarnos al nivel educativo de la madre. La primera,
es que dicha estructura sita al hogar como frontera del relevamiento de los roles de
parentesco. La segunda implica que siendo posible obtener el nivel educativo de cualquier mujer en el hogar, su rol de madre requiere un anlisis condicional, con base en la
configuracin de la red parental establecida en el hogar, de su relacin con los dems
integrantes del hogar, a fin de determinar si es considerable o no la madre del sujeto
de inters.
Slo fue posible indexar el registro del nivel educativo de la madre al 63,2% de
las unidades de anlisis. En este sentido, era necesario considerar la complementacin
del nivel educativo de la madre, en aquellos casos en que no era posible su imputacin
directa, mediante otro indicador de clima educativo del hogar.
Se plante utilizar para ello el nivel educativo del jefe de hogar. Dicha incorporacin resultaba razonable dados los altos niveles de correlacin verificados entre ambos
indicadores (coeficientes Gamma: 0.592 y tau-b de 0.540).
85
Sin embargo, como ya fue expuesto al inicio de este apartado, el nivel educativo
del jefe de hogar result un mejor predictor, frente al nivel educativo de la madre, en los
modelos ensayados. Por esto fue finalmente seleccionado el nivel educativo del jefe de
hogar, como indicador del clima del hogar en la integracin del algoritmo.
La agregacin del nivel educativo del jefe de hogar, se presenta a continuacin y
responde a la siguiente lgica.
Cuadro 2. Nivel Educativo del Jefe de Hogar
Primaria
Hacinamiento I
Dicha variable indica si el hogar se encuentra en condiciones de hacinamiento. Su
clculo se operacionaliza mediante la razn entre la cantidad de integrantes del hogar
y la cantidad de baos en el mismo.
La variable cantidad de baos en el hogar, no presenta un carcter novedoso en
la construccin de indicadores orientados a la estimacin del nivel socioeconmico de
los hogares. Es utilizada por ndices de clasificacin elaborados por otros investigadores, tanto para organismos gubernamentales (Llamb & Pieyro, 2012), como para
agencias de investigacin privadas (Amarante, De Melo, Vigorito & Machado, 2008).
Hacinamiento II
Adicionalmente se incorpor la variable de Hacinamiento II, que considera al igual
que la anterior la distribucin espacial de los miembros del hogar, considerando esta
vez en el denominador del indicador la cantidad de habitaciones residenciales.
Variable Sostenimiento
La variable sostenimiento consta de dos componentes. Uno de ellos permite
identificar la cantidad de personas vinculadas al mercado de trabajo y por lo tanto con
participacin en el clculo del ingreso per cpita del hogar. La razn de esta magnitud
entre las personas sin ingresos consolida un indicador de la cantidad de miembros
dependientes de los mismos ingresos.
86
Finalmente se adiciona una constante al resultado obtenido en la razn. Esta operacionalizacin considera dos escenarios paralelos. El primero y de carcter terico
recoge el efecto de la economa de escala que opera sobre la renta familiar al considerar la cantidad de personas que viven en el hogar, buscando representar la reduccin
de los costes medios del hogar a medida que aumenta la cantidad de integrantes. El
segundo y de carcter informtico permite realizar la operacin ante la ausencia de
perceptores en el hogar. En estos casos se adiciona la constante al nmero de integrantes del hogar.
Jefatura de hogar femenina
Existe una extensa bibliografa sobre la brecha de gnero en relacin a la participacin en el mercado de trabajo, las condiciones de empleo y la remuneracin salarial,
que justifican la inclusin de esta variable como predictor. Sin embargo la decisin de
incluirla consider la capacidad de discriminacin que presentaba ante la base de becarios del Fondo de Solidaridad.
Jefe del hogar sin trabajo formal
Esta variable busca recoger la vulnerabilidad del jefe de hogar, en relacin a los
aspectos vinculados a la calidad del empleo. Si bien su inclusin atendi la capacidad
de discriminacin del predictor, tambin se consideraron algunos elementos tericos
alternativos. La justificacin de la calidad del empleo se encuentra ms que legitimada
por la bibliografa cientfica como indicador de vulnerabilidad.
Sin embargo, la eleccin del jefe consider algunos supuestos que sugieren que
la participacin de los miembros del hogar en el ingreso del jefe es mayor, que si consideramos cualquier otro perceptor de ingreso dentro del mismo hogar. Por esta razn
la estabilidad del empleo del jefe y el derecho a la seguridad social que deriva de la
formalidad del mismo son factores de suma importancia para su inclusin.
Los intercambios con el equipo tcnico de Asistentes Sociales del Fondo de
Solidaridad, dieron lugar a la toma de decisiones respecto a aquellos casos en que la
informalidad del empleo era acompaada por la percepcin de rentas que superaban el
promedio de ingreso de la distribucin.
De esta manera, se acord considerar un valor de corte inferior a los dos salarios
mnimos nacionales. Para el ao 2013 el ingreso mnimo alcanz los 7.920 pesos, lo
que establece un valor para dos salarios mnimos de 15.840, y el monto de referencia
considerado por el Fondo se ubic finalmente en los 15.000 pesos.
87
Superado este valor, el sistema queda programado para no computar como trabajo informal aquellos ingresos que no cumplan con las dos condiciones simultneamente.
Proporcin de no perceptores de ingresos
Este indicador estima el peso relativo de los perceptores dentro del ncleo familiar a la vez que integra el clculo de la variable sostenimiento. Tiene no slo importancia
terica y un efecto marginal considerable entre las variables que integran el algoritmo,
sino que tambin es a travs de sta que se genera la interface entre el conocimiento
tcnico del equipo de Asistentes Sociales del Fondo de Solidaridad y la lgica interna
del ndice. Como resultado del intercambio con el equipo tcnico del Fondo de Solidaridad se acord no computar como perceptores de ingresos: pensiones alimenticias,
asignaciones familiares, pensiones por discapacidad y percepcin de becas. La razn
principal refiere a que dichos ingresos en la mayora de los casos son percibidos como
consecuencia de la deteccin de un estado de vulnerabilidad del hogar. Sin embargo,
la complejidad social no permite una programacin que contemple la gran diversidad
de combinaciones de situaciones de ingresos. Es as que esta variable es pasible de
modificacin por parte de los Asistentes Sociales, ante la identificacin de situaciones
que, si bien desde el punto de vista formal son contempladas como perceptores, desde
el punto de vista terico y/o con base en el sentido para el cual fue generado el instrumento, se llegue a valorar que no deberan serlo.
Esta lgica operativa del instrumento contempla y saca provecho a la vez del
diseo organizacional, en el cual se prev el anlisis individual por parte de Asistentes
Sociales de la totalidad de las solicitudes, disparando en algunos casos mecanismos
de vistas al hogar, pedidos de informacin a otros organismos del Estado, como forma
de verificar la veracidad de la informacin y del potencial predictivo del instrumento
probabilstico. En trminos estratgicos, articula operacionalmente, las ltimas tecnologas cuantitativas, con el juicio y la experticia cualitativas.
Proporcin de menores en el hogar
El peso relativo de los menores dentro del hogar tiende a operar en combinacin
con la proporcin de no perceptores. Los menores de edad establecen una limitante
estructural para la determinacin del ingreso del hogar, en cuanto a la capacidad de
ste, de incrementar la renta mediante el empleo de sus integrantes en el mercado de
trabajo.
De esta manera, un hogar con el mismo valor en todas las variables y con la
misma proporcin de no perceptores, pero con la integracin de menores, obtiene un
valor de vulnerabilidad mayor.
88
Prop. Desocupado
0,33
0,33
Prop. Menores
0
0,67
Valor ives
0,66
0.87
Trnsito educativo
Cabe observar que esta variable fue modificada en relacin al IVEs anterior (Fiori
& Mesa, 2011). El primer motivo refiere al cambio del formulario entre las ECH 2008 y
2011. Esta ltima slo registra una de las posibles formas de administracin al interior
de cada nivel educativo6.
Por tal motivo, las variables de trnsito educativo se generaron en dos etapas,
la primera de educacin primaria a educacin media bsica y la segunda de educacin
media bsica a educacin media superior7.
La ECH 2011, permite relevar la trayectoria educativa del estudiante, adjuntando
a dicho registro la forma de administracin de la institucin a la que asisti. La relevancia de considerar esta variable, refiere a la necesidad de integrar las posibles transferencias del ingreso del hogar hacia la educacin de sus miembros en el algoritmo.
Las pruebas realizadas no resultan concluyentes al considerar, en cada nivel
por separado, la forma de administracin a la que asisti el estudiante. Sin embargo,
un anlisis de la trayectoria educativa arroja resultados que permiten diferenciar a los
miembros de la poblacin objetivo del total de la poblacin de estudiantes. Esto particularmente al considerar el trnsito entre educacin primaria a educacin media bsica.
En consecuencia, la variable dicotmica definida como trnsito educativo que
finalmente fue incluida en el modelo consider como casos favorables aquellos estudiantes que transitaron por los ciclos de educacin primaria y media bsica por el
sector privado.
Para aquellos casos que asistieron a ms de una institucin en el mismo nivel (pblica o privada), se
registrar a la institucin que asisti mayor cantidad de aos. En aquellos casos que declaran haber
asistido la misma cantidad de aos, se registrar el tipo de institucin del ltimo ao. Para los que
estn asistiendo actualmente, se registra el tipo de institucin actual. (Manual del Entrevistador, INEECH 2011: 37).
Esto se realiz a fin de disminuir la cantidad de combinaciones posibles al integrar educacin media
superior, al trnsito entre niveles. Sin embargo, el trnsito entre educacin media bsica a superior
no result significativo y por lo tanto no forma parte de los predictores.
89
Tcnicamente, el ndice reporta la proporcin de casos estimados como vulnerables dados los valores en nuestras variables independientes.
90
Variable anidada
N
LRT (Rao-Scoot+F)
ROC- AUC
Mfadden R2
Max-Cook Distance
Variable anidada
N
LRT (Rao-Scoot+F)
ROC- AUC
Mfadden R2
Max-Cook Distance
Variable anidada
N
LRT (Rao-Scoot+F)
ROC- AUC
McFadden R2
Max-Cook Distance
Modelo 2
Jefe mujer
2361
p=0.092885
0,746
0.1172762
0.02456398
Modelo 8
Prop. desocupado
2355
p=0.025052
0,846
0.262667
0.02875047
Modelo 14
planchada
2349
p= 0.0091953
0,908
0.4001364
0.03096365
Modelo 3
Hacinamiento I
2360
p= <2.22e-16
0,796
0.1812767
0.02135281
Modelo 9
Prop. menores
2354
p=0.0040456
0,85
0.2690822
0.02557076
Modelo 15
Ind. vivienda
2348
p= 7.0828e-09
0,914
0.4195438
0.02743784
Modelo 4
Hacinamiento II
2359
p= 4.0951e-10
0,811
0.2068023
0.0240318
Modelo 10
Trans. priv.
2353
p= 9.9581e-12
0,871
0.3060545
0.03432384
Modelo 16
Internet
2347
p= 0.0021356
0,915
0.4254429
0.02640501
Modelo 5
Propietario
2358
p= 6.7549e-06
0,823
0.2188743
0.02157924
Modelo 11
Salud priv.
2352
p=< 2.22e-16
0,901
0.377857
0.03932242
Modelo 17
cable
2346
p= 0.00038639
0,917
0.4343173
0.02777173
Modelo 6
Changas
2357
p=1.9485e-05
0,829
0.2314519
0.02050905
Modelo 12
Emovil
2351
p= 0.00030237
0,905
0.3863052
0.03730176
91
10
11
92
93
Resolucin
por Informe
Social
Verde
50,5%
15,0%
65,4%
S
No
Total
Amarillo
12,3%
10,1%
22,4%
Rojo
4,2%
8,0%
12,2%
Total
67%
33%
100%
Mediante el cuadro anterior puede observarse que la mayor parte de los solicitantes (Cuadro 5) fueron clasificados como verdes y tras el anlisis de la documentacin
se les otorg finalmente la beca. Sin atender a la distribucin interna de cada categora
en relacin a la magnitud de aprobaciones (que se tratar a continuacin), puede observarse que desde el punto de vista de los porcentajes globales, la mayor parte de los
solicitantes concurre a la institucin con un perfil de vulnerabilidad.
El cuadro 6 aporta informacin sustantiva en la evaluacin de la eficiencia del
instrumento. En primer lugar, puede observarse que los porcentajes se encuentran
concentrados en la diagonal principal, lo cual informa que existe un mayor volumen de
aciertos, tanto en los verdes como en los rojos.
Cuadro 6. Porcentaje de clasificacin por rango de valores del IVEs,
segn resolucin del Informe Social
Resolucin
por Informe
Social
SI
NO
TOTAL
Verde
77,1%
22,9%
100%
Amarillo
54,9%
45,1%
100%
Rojo
34,6%
65,4%
100%
Puede observarse que el 77,1% de las becas aprobadas por el IVEs tuvo el visto
bueno, una vez transitada la documentacin por los diferentes procesos administra-
94
tivos y controles realizados por los tcnicos del Fondo de Solidaridad, a la vez que
el volumen de rojos no aprobados alcanza el 65,4%, lo cual permite realizar un juicio
positivo sobre el comportamiento de la herramienta.
Cuadro 7. Porcentaje de clasificacin por rango de valores del IVEs,
segn tramos de ingresos del Fondo de Solidaridad
Rango
Ingresos FS
Hasta 7794
7795 a 10392
Mayor a 10392
Total
Verde
84,8%
9,9%
5,3%
100%
Amarillo
64,4%
19,3%
16,3%
100%
Rojo
41,8%
25,5%
32,7%
100%
Total
75,0%
13,9%
11,1%
100%
Finalmente el cuadro 7, nos permite evaluar el volumen de aciertos del IVEs, esta
vez relacionado no con la evaluacin y decisin institucional sobre el otorgamiento de
las becas, sino sobre el ingreso per cpita de los hogares, declarado por los solicitantes. El primer tramo refiere a aquellos estudiantes que declararon un ingreso per cpita
del hogar menor o igual a 3 BPC. Puede observarse que el IVEs predice correctamente
casi al 85% de los mismos, lo cual declara un fuerte poder predictivo.
Bibliografa
Agresti, A. (2002). Categorical Data Analysis. Second Edition ed. New York: Wiley.
Amarante, V.; De Melo, G.; Vigorito, A. y Machado, A. (2008). Metodologa para la seleccin de los beneficiarios del nuevo sistema de asignaciones familiares. Informe Final.
UdelaR. 2008.
Fiori, N. y Mesa, M. (2011). Informe de sntesis: ndice de Vulnerabilidad Estudiantil para la
seleccin de beneficiarios del Fondo de Solidaridad. Producto 3.
Hosmer, D. y Lemeshow, S. (2000). Applied Logistic Regression. New York: John Wiley.
Llamb, C. y Pieyro, L. (2012). ndice de Nivel Socioeconmico (INSE).
Lumley, T. (2012). Package: survey: Analysis of complex survey samples. Versin 3.29.
Rao, J. N. K. (2006). Empirical Likelihood Methods for Sample Survey Data: An overview.
Austrian Journal of Statistics. Volumen 35, Number 2&3, 191196. Carleton University,
Ottawa, Canad.
Anexo estadstico
Sensitivity
0.2
0.4
0.6
0.8
1.0
ANEXO 1
0.0
0.0
0.2
0.4
0.6
0.8
1.0
1Specificity
ANEXO 2
Model
0.0
0.2
0.4
depend
0.6
0.8
1.0
Data
0.0
0.2
0.4
0.6
0.8
1.0
Linear Predictor
Representacin grfica entre los valores pronosticados (Model) y los observados (Data).
Fuente: Elaboracin propia, en base a los microdatos de la ECH 2011.
95
El objetivo fue la determinacin de los elementos de juicio que, con base emprica, permitieran reflexionar sobre las relaciones recprocas entre las caractersticas
de ambos grupos, con el sentido de revisar y, eventualmente ajustar, las normativas y
procedimientos de seleccin y asignacin de las becas.
Esta caracterizacin comparativa, represent un esfuerzo independiente y paralelo al que fuera necesario para ajustar los instrumentos de estimacin probabilstica de
1
98
pertenencia al grupo objetivo (es decir, aquel compuesto por los aspirantes tericamente merecedores de la ayuda econmica)3 y arroj como resultado una caracterizacin
de gran importancia para valorar los procedimientos seguidos.
Adems de constituir una primera mirada sobre los jvenes que aspiran a obtener
la beca del Fondo (valiosa en s misma). Esta caracterizacin ha permitido contar con
indicios de quines son, qu caractersticas tienen y cmo se relacionan dichos atributos con su probabilidad relativa de ser finalmente beneficiados.
Las siguientes pginas resumen los principales hallazgos de dicha exploracin.
Entre ellos destacan la procedencia institucional4, la situacin particular de las mujeres
y la manera en que, tanto el departamento de origen, como la antigedad del estudiante, afectan las chances relativas de obtener la beca.
Algunos de estos hallazgos tienen especial inters, en la medida en que ya han
tenido impacto sobre la reglamentacin y los mecanismos de accesibilidad que hoy
operan en la seleccin de los becados. Y, en este sentido, representan un contenido
singular: no es habitual poder comunicar resultados de investigacin que simultneamente signifiquen, adems de un conocimiento novedoso, un factor de accin social
efectivo, es decir que haya alterado el accionar de las instituciones y, por consiguiente,
la vida real de las personas.
Caracterizacin bsica
Sobre un total de 4.640 aspirantes5 en el ao 2012, un 67% obtuvo la beca y el
70,8% de los que la obtuvieron resultaron ser mujeres. Casi nueve de cada diez aspirantes son jvenes cuyas familias residen en el interior del pas y ms de nueve de cada
diez estudian en centros de la UdelaR (84,1% y 93,3%, respectivamente).
Esta distribucin territorial se agudiza entre los hombres y particularmente entre
aquellos que estudian en centros del Consejo de Educacin Tcnico Profesional (CETP)
de la Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU). Masculino: 86,9% UdelaR y 90,2%
CETP.
3
4
99
Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.
Entre los departamentos que destacan por el volumen de jvenes aspirantes que
de all provienen, deben sealarse, adems de Montevideo y Salto, que son departamentos que cuentan con centros de UdelaR de larga tradicin (15,9% y 8%, respectivamente), a Canelones, Paysand, Colonia, Tacuaremb y Rivera (15,5%, 7,1%, 5,9%,
5,8% y 5,6%, respectivamente). A su vez Paysand destaca particularmente, por la alta
proporcin, tanto entre los varones como entre las mujeres, de aspirantes del CETP
(UTU) cuyas familias residen en dicho departamento (aspirantes del CETP: 16% femeninos y 17% masculinos).
En materia de estado civil, se trata de una poblacin casi totalmente integrada
por personas solteras. En comparacin con UdelaR, entre los del CETP (UTU) destacan
levemente las uniones libres, particularmente entre las mujeres, pero las diferencias
son marginales.
A su vez, la cantidad de hijos refleja el perfil antes reseado en materia de Estado Civil: el 97,7% no tiene hijos y es entre los que asisten a centros del CETP (UTU),
particularmente entre las mujeres, que se observa una mayor proporcin relativa de
aspirantes que tienen al menos un hijo.
100
Montevideo
Resto del pas
SEXO
Masculino
Femenino
Centro de Estudios
Centro de Estudios
UdelaR
CETP (UTU) UdelaR CETP (UTU)
DEPARTAMENTO DE PROCEDENCIA
13,1
9,8
17,4
16,3
86,9
90,2
82,6
83,7
Artigas
Canelones
Cerro Largo
Colonia
Durazno
Flores
Florida
Lavalleja
Maldonado
Paysand
Ro Negro
Rivera
Rocha
Salto
San Jos
Soriano
Tacuaremb
Treinta y Tres
13,8
4,7
5,6
4,1
1,4
3,6
2,0
3,6
13,8
6,5
3,5
6,4
3,4
8,7
0,0
5,9
6,4
2,2
Soltero/a
Unin Libre
Casado/a
Divorciado/a
97,7
1,9
0,2
0,2
0
1
2
Total
98,9
1,1
0,1
100,0
10,4
5,5
6,1
0,6
1,8
0,0
3,1
1,8
10,4
16,0
9,2
6,7
1,2
9,2
0,0
3,1
6,7
3,7
16,5
3,6
6,2
2,7
1,8
3,5
2,7
3,6
16,5
6,4
3,2
5,1
3,2
7,7
0,0
4,9
5,4
2,1
ESTADO CIVIL
95,7
95,7
3,0
3,6
1,2
0,7
0,0
0,1
CANTIDAD DE HIJOS
97,0
97,6
3,0
2,2
0,0
0,3
100,0
100,0
Total
Centro de Estudios
UdelaR CETP (UTU)
16,1
83,9
12,8
87,2
15,6
3,0
2,2
2,2
0,7
0,7
2,2
0,0
15,6
17,0
8,9
7,4
2,2
5,9
0,0
1,5
7,4
2,2
15,7
3,9
6,0
3,1
1,7
3,5
2,5
3,6
15,7
6,4
3,3
5,5
3,3
8,0
0,0
5,2
5,7
2,1
12,8
4,4
4,4
1,3
1,3
0,3
2,7
1,0
12,8
16,4
9,1
7,0
1,7
7,7
0,0
2,3
7,0
3,0
91,9
5,9
2,2
0,0
96,2
3,1
0,6
0,1
94,0
4,3
1,7
0,0
93,6
6,4
0,0
100,0
97,9
1,9
0,2
100,0
95,4
4,6
0,0
100,0
Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.
101
Masculino
Centro de Estudios
UdelaR CETP (UTU)
<= 3
44
5+
0
1
2
3
4
5
6
7
Total
Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.
La mitad de los aspirantes integran hogares que cuentan con un bao cada un
mximo de tres integrantes y siete de cada diez integran ncleos familiares sin menores de 14 aos (51,4% y 70,4%, respectivamente). Ahora bien, el hacinamiento dismi-
102
nuye entre las mujeres y se incrementa entre los aspirantes de UdelaR, particularmente
entre los hombres. Y la presencia de menores de 14 aos de edad, que se reduce entre
los estudiantes del CETP (UTU), en realidad slo ocurre cuando se trata de aspirantes
de sexo femenino: en los hogares de los aspirantes varones del CETP (UTU), se incrementa la proporcin en que existen uno y hasta dos menores de 14 aos en el ncleo
familiar.
En cuanto a la caracterizacin econmica, se han seleccionado algunos indicadores directos y otros indicadores indirectos. Ya se seal que el ingreso per cpita
agrupado, fue construido para dividir a los aspirantes en tres grupos iguales. De manera que toda diferencia de integracin ser significativa de caractersticas desiguales
de naturaleza estructural.
En este sentido, rpidamente se observa que los niveles de ingreso de los aspirantes que estudian en establecimientos del CETP (UTU) son, en trminos relativos,
inferiores a los que lo hacen en la UdelaR. Pero esto se agudiza particularmente para
el caso de las muchachas: casi la mitad de las mujeres que estudian carreras del CETP
(UTU) pertenecen al primer tercil de ingresos per cpita declarados (45,6%6).
En cuanto al estado de la vivienda, una cuarta parte de los solicitantes (26%)
habitan viviendas que no tienen grietas en el piso, el cual es adems de material, y no
tiene humedades o goteras en los techos (los cuatro indicadores considerados para el
ndice de estado de la vivienda) y slo el 4,3% renen los cuatro defectos estructurales
de la vivienda sealados.
Pero casi un tercio de todos ellos declararon al menos uno de los problemas sealados (31,2%) y un cuarto hasta dos de estos defectos estructurales en su vivienda
(25,3%).
Y nuevamente es entre las aspirantes femeninas del CETP (UTU), que este perfil
resulta menos promisorio.
Por razones de robustez estadstica, es necesario recordar que estamos comparando 62 muchachas
de 136 que estudian en el CETP (UTU), con 1.050 de 3.110 que lo hacen en la UdelaR.
103
<= 4449
4450 - 7063
7064+
0
1
2
3
4
<= 1,50
1,51 - 2,00
2,01 - 3,00
3,01+
0
1
2
3
4
5
Total
SEXO
Masculino
Femenino
Centro de Estudios
Centro de Estudios
UdelaR CETP (UTU) UdelaR CETP (UTU)
INGRESO PER CPITA
30,8
34,8
33,8
45,6
33,5
32,3
33,4
28,7
35,7
32,9
32,8
25,7
NDICE DE ESTADO DE LA VIVIENDA
27,4
26,8
25,5
21,3
31,4
32,3
31,1
31,6
23,8
22,6
26,0
27,9
13,2
14,0
13,0
14,7
4,1
4,3
4,4
4,4
SOSTENIMIENTO
30,1
29,9
32,0
35,7
33,2
29,9
30,2
25,7
23,0
25,0
23,0
17,9
13,7
15,2
14,8
20,7
CANTIDAD DE INACTIVOS
77,4
75,0
78,1
77,9
19,3
20,7
17,7
18,6
3,0
4,3
3,7
3,6
0,3
0,0
0,4
0,0
0,0
0,0
0,1
0,0
0,0
0,0
0,0
0,0
100,0
100,0
100,0
100,0
Total
Centro de Estudios
UdelaR CETP (UTU)
32,9
33,5
33,6
39,7
30,7
29,7
26,1
31,2
25,4
13,1
4,3
24,3
32,0
25,0
14,3
4,3
31,5
31,0
23,0
14,5
32,6
28,0
21,7
17,8
77,9
18,2
3,5
0,3
0,1
0,0
100,0
76,3
19,7
3,9
0,0
0,0
0,0
100,0
Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.
Por otra parte el 62,3% proviene de hogares en que hay hasta dos desocupados
por ocupado (31,5% hasta 1,5 y 30,8% entre 1,51 y 2); el 23% integra hogares con
entre dos y tres desocupados por cada ocupado y un 14,7% de los hogares tiene ms
de tres desocupados por cada ocupado.
Se observa tambin que el sostenimiento result ms polarizado entre los alumnos del CETP (UTU), en que se registran mayores proporciones de Sostenimiento
<=1,5 o >3, si se les compara con los aspirantes de UdelaR (32,6% y 17,8%; 31,5%
104
105
El valor de Phi es de 0,018, pero adems, su significacin es del 0,23. Por lo tanto no existen ele-
106
Hasta 2009
Entre 2010 y 2012
2013
0
1
2
3
4
5
6
Ingreso
Primera vez
Renovacin
Total
1
SEXO
Masculino
Femenino
Centro de
Centro de
Estudios
Estudios
CETP
CETP
UdelaR
UdelaR
(UTU)
(UTU)
AO DE INGRESO
4,4
4,3
5,6
4,3
20,3
23,8
22,3
28,6
75,3
72,0
72,1
67,1
AO QUE CURSA
56,9
47,0
55,4
55,7
30,8
40,9
31,3
34,3
6,2
7,9
7,4
6,4
4,3
1,8
3,5
2,9
0,8
1,2
1,5
0,7
0,5
0,0
0,6
0,0
0,4
1,2
0,1
0,0
CONDICIN DE INGRESO1
75,2
72,0
72,1
67,1
24,8
28,0
27,9
30,0
0,0
0,0
0,0
2,9
100,0
100,0
100,0
100,0
Total
Centro de Estudios
UdelaR
CETP
(UTU)
Total
5,2
21,7
73,0
4,3
26,0
69,7
5,2
22,0
72,8
55,9
31,2
7,1
3,7
1,3
0,6
0,2
51,0
37,8
7,2
2,3
1,0
0,0
0,7
55,5
31,6
7,1
3,6
1,3
0,6
0,2
73,0
27,0
0,0
100,0
69,7
28,9
1,3
100,0
72,7
27,2
0,1
100,0
Categoras de becario:
INGRESO: Es el estudiante que ingresa por primera vez a la institucin educativa y solicita la beca.
PRIMERA VEZ CURSANDO: Solicita por primera vez la beca pero ya est cursando.
RENOVACIN: Tuvo la beca durante todo el ao anterior (cobr hasta el mes de diciembre inclusive).
RENOVACIN DISCONTINUADA: Es el estudiante que alguna vez fue becario, por alguna razn dej
de serlo y desea solicitar nuevamente la beca.
REINGRESO: Es el estudiante que alguna vez fue becario, egres y desea solicitar la beca para
realizar una nueva carrera.
Fuente: Categoras de Becarios, Precisin de conceptos, Fondo de Solidaridad. http://www.fondodesolidaridad.edu.uy/ (2013).
Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.
mentos para suponer que las diferencias registradas no resulten simplemente de diferencias de asignacin al azar (es decir que podran haber obtenido las becas en menor proporcin que los hombres).
107
S
No
Universitario
Terciario
Media
Tcnico
Otro
Total
SEXO
Masculino
Femenino
Centro de Estudios
Centro de Estudios
UdelaR CETP (UTU) UdelaR CETP (UTU)
TIENE TTULO PREVIO
7,9
17,7
7,5
25,0
92,1
82,3
92,5
75,0
NIVEL EDUCATIVO DEL TTULO PREVIO
1,0
0,0
9,0
2,9
43,8
51,7
30,9
52,9
6,3
3,4
4,3
5,9
38,5
37,9
45,5
32,4
10,4
6,9
10,3
5,9
100,0
100,0
100,0
100,0
Total
Centro de Estudios
UdelaR CETP (UTU)
7,6
92,4
21,0
79,0
6,7
34,7
4,9
43,5
10,3
100,0
1,6
52,4
4,8
34,9
6,3
100,0
Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.
Es necesario tener presente que slo el 6,6% de quienes solicitan beca, son estudiantes del CETP
(UTU). De manera que toda precisin en las comparaciones deber se relativizada al volumen de cada
una de las coberturas.
108
SEXO
Masculino
Femenino
Total
MARCA DE APROBACIN
S
No
Centro de Estudios
Centro de Estudios
UdelaR CETP (UTU) UdelaR CETP (UTU)
27,7
51,8
28,9
57,9
72,3
48,2
71,0
42,1
100,0
100,0
100,0
100,0
Total
29,8
70,2
100,0
Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.
109
Soltero/a
Unin Libre
Casado/a
Divorciado/a
0
1
2
TOTAL
MARCA DE APROBACIN
CENTRO DE ESTUDIOS
No
S
TOTAL
UdelaR CETP (UTU)
TOTAL
ESTADO CIVIL
96,3
96,0
96,1
96,2
94,0
96,1
3,0
3,3
3,2
3,1
4,3
3,2
0,5
0,7
0,6
0,6
1,7
0,6
0,1
0,1
0,1
0,1
0,0
0,1
CANTIDAD DE HIJOS
98,1
97,6
97,8
97,9
95,4
97,8
1,7
2,2
2,1
1,9
4,6
2,1
0,2
0,2
0,2
0,2
0,0
0,2
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.
MARCA DE APROBACIN
No
S
Total
5,6
5,0
5,2
26,5
19,8
22,0
68,0
75,2
72,8
100,0
100,0
100,0
CENTRO DE ESTUDIOS
UdelaR
CETP (UTU)
Total
5,2
4,3
5,2
21,7
25,0
22,0
73,1
70,7
72,8
100,0
100,0
100,0
Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.
110
De manera que la probabilidad de obtener la beca se incrementa de forma considerable si se compara a los aspirantes de Canelones con los de Montevideo.
Cuadro 11. Marca de aprobacin segn grandes reas
y departamento de procedencia
MARCA DE
APROBACIN
Montevideo
Resto del pas
Artigas
Canelones
Cerro Largo
Colonia
Durazno
Flores
Florida
Lavalleja
Maldonado
Paysand
Ro Negro
Rivera
Rocha
Salto
Soriano
Tacuaremb
Treinta y Tres
Total
No
17,6
82,4
4,2
15,2
3,7
5,8
3,0
1,7
3,4
2,4
3,5
6,2
3,1
5,3
3,2
7,7
3,6
5,0
5,5
100,0
14,4
85,6
4,7
12,7
4,3
4,3
1,3
1,3
0,3
2,7
1,0
15,3
8,7
7,0
1,7
7,7
2,0
2,3
7,0
100,0
CENTRO DE
ESTUDIOS
CETP
UdelaR
(UTU)
15,6
12,7
84,4
87,3
3,1
4,8
14,3
15,3
4,4
3,5
5,9
5,6
3,2
2,7
1,3
1,8
2,5
3,5
2,7
2,3
4,6
2,6
6,7
6,9
2,9
3,8
4,5
5,8
3,1
3,1
7,0
8,0
4,1
3,2
5,1
4,7
5,1
5,9
100,0
100,0
Chances
Total
Absolutas
15,5
84,5
4,2
15,0
3,8
5,7
2,9
1,6
3,2
2,4
3,3
6,9
3,5
5,4
3,1
7,7
3,5
4,8
5,6
100,0
1,69
2,11
3,15
2,17
1,61
1,90
1,71
2,80
2,89
1,76
1,15
2,09
2,62
2,61
2,02
2,33
1,57
1,86
2,33
2,03
Relativas
(Montevideo)
1,00
1,25
1,87
1,29
0,96
1,13
1,02
1,66
1,72
1,04
0,68
1,24
1,55
1,55
1,20
1,38
0,93
1,10
1,38
Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.
111
112
Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.
113
No
S
Total
MARCA DE APROBACIN
CENTRO DE ESTUDIOS
No
S
Total
UdelaR
CETP (UTU)
Total
TRNSITO PRIVADO PRIMARIA-MEDIA BSICA
91,8
97,2
95,4
95,2
98,7
95,4
8,2
2,8
4,6
4,8
1,3
4,6
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
Fuente: elaboracin propia con base en datos proporcionados por el Fondo de Solidaridad.
A modo de sntesis
Antes de realizar consideraciones finales es necesario resaltar algunas de las
conclusiones a las que se ha arribado:
1. El perfil socioeconmico de los aspirantes a becas del CETP (UTU) es diferente y
presenta un perfil de mayor vulnerabilidad que el de los aspirantes de la UdelaR.
Dicho perfil se deteriora de manera an ms significativa para el caso de las
mujeres.
Siendo esto cierto, son tambin las que en mayor proporcin fueron seleccionadas para el otorgamiento de la beca. Lo que habla muy bien de la manera en que
el algoritmo ha ponderado su situacin particular.
2. La oportunidad de ser beneficiado con la beca, disminuye con la antigedad
reciente.
3. En cuanto al factor departamento de procedencia:
a. El departamento cuya relacin becados/no becados es ms positiva es
Artigas (55,4% ms becados que rechazados: por cada artiguense rechazado, tres obtienen la beca).
b. El departamento con una relacin ms negativa es Maldonado (-43%: por
cada becado hay un rechazado).
c. La chance relativa de obtener la beca, siendo de cualquier departamento
en relacin a provenir de Montevideo es de 1,25.
d. La de los aspirantes de Artigas en comparacin con los de Montevideo es
de 1,87 y en comparacin con los de Maldonado de 2,73.
Es decir que quien aspira a la beca siendo de Artigas tiene casi el doble
de oportunidades en comparacin con los de Montevideo y casi el triple en
relacin con los de Maldonado.
4. La heterogeneidad entre las personas estudiadas para ajustar el algoritmo de
clculo es muy superior a la heterogeneidad entre las personas que finalmente
aspiran a recibir la beca.
114
5.
De manera que nuestra reflexin final debe iniciar por un balance crtico sobre
el instrumento de ajuste probabilstico con base en la Encuesta Continua de Hogares
(ECH) del Instituto Nacional de Estadstica (INE). En efecto, hay que tener presente que
los mrgenes de error de estimacin fueron ajustados con base en una poblacin que,
en primer lugar, no ha optado en su totalidad por estudiar una carrera terciaria y, en
segundo lugar, no han necesariamente optado por solicitar una beca.
Como al parecer, quienes han elegido estudiar una carrera terciaria en una institucin pblica y solicitan la beca, mayoritariamente lo hacen con una clara conciencia
de su situacin de vulnerabilidad, los niveles de homogeneidad son mayores entre los
aspirantes, que entre las personas incluidas en la poblacin objetivo relevada por la
ECH del INE en 2012.
Por otra parte, la probabilidad de pertenecer al grupo de referencia tambin se ve
sesgada, por la probabilidad condicional relativa del nivel de ingreso en cada territorio.
Es que la distribucin territorial de la probabilidad de obtener una beca se encuentra asociada a la distribucin del ingreso per cpita del hogar en el territorio.
A nivel nacional, el primer quintil de ingresos per cpita se sita en los $ 6.325.
El valor mayor del primer quintil en Montevideo, se corresponde o aproxima al
valor medio del segundo quintil del resto del pas. A su vez, el valor mayor del segundo
quintil en Montevideo, se aproxima al valor mayor del segundo quintil en el resto del
pas.
Un examen ms detenido demuestra que esto favorece a los aspirantes de la
Regin Norte, en segundo trmino a los de las regiones Litoral Norte y Centro Norte y
finalmente a las regiones Sur, Centro Sur y Costa Este.
Esta distribucin se encuentra asociada a la distribucin del ingreso per cpita
del hogar en el territorio.
115
Mximo
0,00
6.324,97
9.446,37
13.485,25
20.427,87
6.324,89
9.445,90
13.484,26
20.427,87
842.012,66
Media
Mediana
Desviacin
tpica
Varianza
1.251,00
899,31
1.153,93
1.957,10
13.978,96
1.565.012,66
808.750,31
1.331.557,95
3.830.256,37
195.000.000,00
QUINTILES DE INGRESO
Q1
Q2
Q3
Q4
QM
4.471,63
7.867,39
11.326,93
16.463,15
32.262,02
4.652,61
7.839,36
11.258,87
16.217,47
27.961,65
Cuadro 14. Quintiles de ingreso per cpita para la poblacin residente en Montevideo
Mnimo
Q1
Q2
Q3
Q4
QM
Mximo
0,00
7.400,00
7.402,48 11.983,00
11985,29 17.247,05
17.247,28 26.427,87
26.427,87 524.000,00
Media
Mediana
QUINTILES DE INGRESO
5.038,64
5.250,00
9.544,96
9.633,46
14.484,98 14.439.91
21.287,41 21.000,00
39.952,96 35.125,00
Desviacin
tpica
Varianza
1.606,03
1.298,54
1.525,71
2.613,95
16.110,46
2.579.319,35
1.686.196,69
2.327.775,76
6.832.742,40
260.000.000,00
Mximo
Media
Mediana
QUINTILES DE INGRESO
Q1
0,00
5.850,41
4.250,01
4.424,32
Q2 5.850,80
8,505,06
7.186,73
7.200,00
Q3 8.505,82
11.614,15
9.953,32
9.900,00
Q4 11.614,27 16.713,83 13.886,73 13.758,74
QM 16.715,54 842.012,66 25.933,11 22.365,64
Desviacin
tpica
Varianza
1.102,73
758,48
886,34
1.462,99
11.067,00
1.216.020,71
575.293,64
785.604,53
2.140.340,83
122.000.000,00
116
El instrumento implementado para el ordenamiento probabilstico de los aspirantes reduce sensiblemente los tiempos y mrgenes de error en la asignacin de becas,
optimiza los recursos del Fondo y permite ajustar los procedimientos.
Al momento de redactar este artculo, el Fondo de Solidaridad se encuentra introduciendo modificaciones en las normativas y procedimientos de seleccin y asignacin
de las becas, con base en los resultados antes reseados.
La articulacin entre la investigacin aplicada y el ajuste de las polticas pblicas
ha permitido, y seguir permitiendo en el futuro, la accin institucional correctiva de
los procesos, lo cual redunda en una mejor y ms justa accin de mitigacin sobre la
vulneracin de los derechos; en este caso, de libre acceso a la educacin terciaria.
Bibliografa
Agresti, A. (2002). Categorical Data Analysis. Second Edition ed. New York: Wiley.
Amarante, V.; De Melo, G.; Vigorito, A. y Machado, A. (2008). Metodologa para la seleccin de los beneficiarios del nuevo sistema de asignaciones familiares. Informe Final.
UdelaR. 2008.
Fiori, N. y Mesa, M. (2011). Informe de sntesis: ndice de Vulnerabilidad Estudiantil para la
seleccin de beneficiarios del Fondo de Solidaridad. Producto 3.
Hosmer, D. y Lemeshow, S. (2000). Applied Logistic Regression. New York: John Wiley.
Llamb, C. y Pieyro, L. (2012). ndice de Nivel Socioeconmico (INSE).
Lumley, T. (2012). Package: survey: Analysis of complex survey samples. Versin 3.29.
Rao, J. N. K. (2006). Empirical Likelihood Methods for Sample Survey Data: An overview.
Austrian Journal of Statistics. Volumen 35, Number 2&3, 191196. Carleton University,
Ottawa, Canad.
Introduccin
Uruguay se enfrenta al desafo de asumir un nuevo enfoque de las polticas sociales de nueva generacin, consistente en el reconocimiento por parte del Estado del
cuidado como derecho universal. De esta forma los tres pilares clsicos del bienestar
vinculados a la salud, la educacin y la seguridad social, estn siendo complementados con el denominado cuarto pilar, que reconoce el derecho a recibir atencin en
situaciones de dependencia (Montao, 2009), no ya de forma residual (como excepcin
cuando no hay familia que pueda asumirlo) sino como obligacin del Estado. El pas dis1
2
3
120
121
El proyecto de investigacin que da origen al artculo fue coordinado por Karina Batthyny, y cont
con la participacin de Rosario Aguirre en calidad de asesora, Natalia Genta y Valentina Perrotta como
investigadoras y Sol Scavino como ayudante de investigacin.
Referimos a la definicin propuesta por Fisher y Tronto (1990): El cuidado es una actividad especfica
que incluye todo lo que hacemos para mantener, continuar y reparar nuestro mundo, de manera que
podamos vivir en l tan bien como sea posible. Ese mundo incluye nuestros cuerpos, nuestro ser y
nuestro ambiente, todo lo que buscamos para entretejer una compleja red del sostenimiento de la
vida (Fisher y Tronto, 1990 en Montao, 2009: 27).
122
se trata o no de una tarea remunerada6 (Aguirre, 2003; Batthyny, 2004). Los cuidados
no son por definicin en s mismos de carcter remunerado o no remunerado, esto
surge como consecuencia de elecciones polticas, valoraciones culturales compartidas
y sistemas de gnero.
La especificidad del trabajo de cuidados es la de estar basado en lo relacional, ya
sea en el marco de la familia o por fuera de ella. En el marco de la familia, su carcter
a la vez obligatorio y desinteresado le otorga una dimensin moral y emocional. No es
solamente una obligacin jurdica establecida por ley (obligacin de prestar asistencia
o ayuda) o una obligacin econmica, debido a que involucra tambin las emociones
que se expresan en el seno familiar al mismo tiempo que contribuye a construirlas y
mantenerlas.
Fuera del marco familiar, el trabajo de cuidados est marcado por la relacin
de servicio y preocupacin por los otros. El trabajo se realiza cara a cara entre dos
personas y genera lazos de proximidad, en una situacin de dependencia pues una es
tributaria de la otra para su bienestar y mantenimiento. De todas formas lo que unifica
la nocin de cuidado es que se trata de una tarea esencialmente realizada por mujeres,
ya sea que se mantenga dentro de la familia o que se exteriorice por la forma de prestacin de servicios personales (Aguirre, 2003; Batthyny, 2004).
La investigacin que da lugar a este artculo se propone generar conocimiento
respecto a una de las dimensiones del cuidado: la que contempla a los aspectos materiales que pueden medirse en horas. Dicha investigacin se sita en uno de los mbitos
donde se brinda cuidado que es el domstico, a travs del trabajo no remunerado.
En este sentido, la encuesta sobre los cuidados no remunerados en salud permite conocer las desigualdades de gnero en la provisin de cuidados en salud en los
hogares, as como sus vnculos con el sistema institucional de salud.
Por otra parte, resulta necesario definir conceptualmente a la salud para comprender mejor el alcance de los cuidados no remunerados en salud. La Organizacin
Mundial de la Salud defini en 1946 a la salud como: Completo estado de bienestar
fsico, psquico y social y no solamente la ausencia de enfermedad o invalideces (OMS,
1946). Esta definicin complejiza y amplifica la concepcin de salud que exista hasta
el momento, la cual estaba definida a partir de la oposicin (o negacin de) la enfermedad7.
A partir de los avances en el campo de la psicologa y las ciencias sociales, la
OMS incorpora tres tipos de componentes a su definicin de salud: fsico, psquico y social, los que superan una definicin basada estrictamente en la manifestacin fsica de
6
7
123
124
produce malestar), pero brinda un avance en cuanto a la operatividad del concepto. Integrando las consideraciones de Terris y aportando la integracin del factor ambiental,
Salleras Sanmart define a la salud como el logro del ms alto bienestar fsico, mental
y social, y de capacidad de funcionamiento que permitan los factores sociales en los
que est inmerso el individuo y su colectividad.
En cuanto a las definiciones contemporneas de salud, en la carta de Ottawa la
promocin en salud implica que para alcanzar un estado adecuado de bienestar fsico,
mental y social un individuo o grupo debe ser capaz de identificar y realizar sus aspiraciones, de satisfacer sus necesidades y de cambiar o adaptarse al medio ambiente. La
salud se percibe pues, no como el objetivo, sino como la fuente de riqueza de la vida
cotidiana. Se trata por tanto de un concepto positivo que acenta los recursos sociales
y personales as como las aptitudes fsicas. Por consiguiente, dado que el concepto de
salud como bienestar trasciende la idea de formas de vida sanas, la promocin de la
salud no concierne exclusivamente al sector sanitario (Ottawa, 1986).
Es sencillo reconocer en este concepto varios de los aspectos que han sido
expuestos ms arriba y que forman parte de la discusin terica e histrica de la
definicin de salud. La voluntad de establecer que la salud no es slo un tema del
sector sanitario es indiscutible en esta definicin, que permite entrever que es necesario un compromiso de todos los ciudadanos, instituciones y agentes para el logro
de una buena salud. Esta definicin trata de contemplar varios aspectos que han sido
criticados anteriormente: es positiva, no basndose en la ausencia de enfermedad,
integra aspectos subjetivos y objetivos y se centra tanto en los individuos como en las
colectividades.
La investigacin que da origen a este artculo, cuyo objetivo es medir el aporte
del sistema domstico en la provisin de cuidados en salud, toma como referencia la
definicin de Ottawa, la cual destaca la importancia del aspecto social como clave para
la promocin en salud.
Siguiendo la definicin de Terris (2003), la especificidad del estudio que aqu se
presenta se encuentra en medir el tiempo destinado al cuidado de personas que tienen disminuida su capacidad de funcionamiento. Este elemento objetivo de la nocin
de salud, resulta de gran utilidad para la medicin pretendida en esta investigacin.
Sin desconocer todas las actividades que estn contempladas en la definicin de
salud, como las de prevencin de enfermedad por ejemplo, con fines operativos
definimos los cuidados en salud no remunerados como aquellos cuidados cotidianos que son brindados a personas con su capacidad de funcionamiento disminuida
debido a enfermedades crnicas o dependientes. Para poder medir los cuidados no
remunerados en salud, es necesario diferenciar las actividades que se llevan a cabo
en los hogares diariamente, que contribuyen a la prevencin y promocin de salud,
de las tareas de cuidado no remunerado en salud que se realizan con el fin de apoyar
a personas que tienen su capacidad de funcionamiento disminuida en forma temporal
o permanente.
125
126
Tanto para los hogares en los que se realizaron cuidados no remunerados en salud como para los
que no, se relev informacin sobre las personas de carcter sociodemogrfico. De esta forma, se
obtuvieron datos sobre la composicin de los hogares y sobre su nivel socioeconmico.
127
S
No
Total
Frecuencia
210
988
1198
Porcentaje
17,5
82,5
100
Unipersonal
Biparental sin hijos
Biparental con hijos
Monoparental femenino
Monoparental masculino
Extenso
Compuesto
Sin ncleo
Total
Hogares
cuidadores
8,3
17
37,7
6
0,3
14,3
15,3
1
Hogares no
cuidadores
22,3
23,6
30
8,6
1,1
4,4
8,9
1,2
100
100
Total
19,0
22,0
31,8
8,0
,9
6,7
10,4
1,2
100
128
23,4
76,6
100
129
Menores de 18
aos
Entre 18 y 29
aos
Entre 30 y 45
aos
Entre 46 y 65
aos
De 66 aos y ms
Total
28,3
1,1
25,1
0,8
26,6
10,8
18,0
9,6
16,7
9,9
17,4
30,1
21,7
26,8
21,1
27,6
21,4
37,3
21,2
46,7
21,9
44,5
21,5
21,7
100
10,8
100,0
15,8
100
15,2
100,0
17,2
100
13,1
100,0
Fuente: Elaboracin propia en base a la Encuesta Nacional de Cuidados No Remunerados en Salud. Uruguay 2013 y Encuesta Continua de Hogares 2013 del Instituto Nacional de Estadstica.
Menores de 4 aos
Entre 4 y 12 aos
Entre 13 y 69 aos
Entre 70 y 79 aos
Desde 80 aos
Total
Beneficiarios/ Poblacin
as del cuidado uruguaya
3,8
5,4
11,5
13,2
40,1
71,3
17,1
6,3
27,4
3,8
100
100,0
130
37,5
62,5
100
Los cuidados en salud no remunerados se brindan en su gran mayora a familiares (92,2%), ya sea que vivan dentro (58,0%) o fuera del hogar (34,2%). Se observan
diferencias importantes entre varones y mujeres cuidadores/as, el 73,9% de los cuidados que realizan los varones son a miembros del hogar. Sin embargo, las mujeres no
cuidan de forma tan concentradamente a miembros del hogar, sino que el 45,4% de
sus cuidados estn destinados a personas fuera del hogar. Por tanto, podemos sealar que las mujeres en mayor medida que los varones brindan ayuda a otros hogares,
convirtindose en un eslabn central en la estrategia de cuidado con la que cuentan
los hogares.
Tabla 7: Tipo de vnculo entre beneficiario/a y cuidador/a por sexo del cuidador/a
Parientes que integran el hogar
Parientes fuera del hogar
No parientes fuera del hogar
No parientes que integran el hogar
Total
Varones
70,8
18,8
7,3
3,1
100
Mujeres
53,9
39,1
6,3
0,7
100
Total
58,0
34,2
6,5
1,2
100
131
Varones
25,6
20,8
Mujeres
74,4
79,2
Total
100
100
Menores de 4 aos
Entre 4 y 12 aos
Entre 13 y 69 aos
Entre 70 y 79 aos
Desde 80 aos
Total
Varones
2,1
17,7
50
11,5
18,8
100
Mujeres
4,6
12,2
39,5
16,1
27,6
100
Total
4,0
13,5
42
15,5
25,5
100
132
Mujeres
56
Total
53
Promedio de horas
semanales externas
recibidas por el hogar
31
Por ejemplo las horas destinadas al acompaamiento de enfermos durante la internacin hospitalaria
o las horas requeridas de cuidado infantil mientras dura un proceso de enfermedad como la gripe.
Hogares en los que al menos una persona recibi al menos un tipo de servicio (servicio de acompaante, centro de larga estada, centro diurno, centro infantil) o de apoyo de personas externas al
hogar, remuneradas o no.
133
de salud, los hogares reciben en promedio 23 horas semanales provenientes de personas remuneradas externas del hogar o de contratacin de servicios.
Tabla 12. Promedios de horas semanales de cuidados en salud recibidas por el hogar
segn sean remuneradas o no remuneradas
Promedio de horas
semanales no remuneradas
recibidas por el hogar
(integrantes + personas
externas)
82
Promedio de horas
semanales remuneradas
recibidas por el hogar
(servicios + personas
externas)
23
Estos datos dan cuenta de la importancia del cuidado en salud provisto por los
hogares para sus propios integrantes as como de la preeminencia del carcter no
remunerado de estas tareas.
Consideraciones finales
En este artculo se presentaron algunos de los principales resultados del proyecto de investigacin Cuidados no remunerados: el aporte de las mujeres y las familias
al sistema de salud en Uruguay, que tena como objetivo cuantificar la participacin y
las horas que varones y mujeres brindan de cuidados no remunerados. Cabe destacar
al menos dos hallazgos. Primero, las mujeres son las principales cuidadoras en salud
(76,6%), lo que da cuenta de la divisin sexual del trabajo existente en estas tareas.
Por su parte, son las mujeres de mayor edad las que se dedican principalmente a estas
tareas y ste es un rasgo distintivo de estos cuidados especficos que los diferencia de
los cuidados no remunerados cotidianos. Tambin puede observarse que, en relacin al
tipo de cuidado que brindan las mujeres, ste parece ser ms exigente que el que brindan los varones, dado que en primer lugar, stas realizan cuidados en mayor medida
que los varones para otros hogares, con los costos que trae el hecho de trasladarse en
trminos de tiempo, cansancio, etc. En segundo lugar, es ms exigente desde el punto
de vista de las personas beneficiarias, ya que a diferencia de los varones, las mujeres
cuidan en mayor medida a personas mayores respecto a nios/as. La mayor carga de
cuidado de salud a personas mayores tiene altos niveles de exigencia desde el punto
de vista de quien cuida11 (Batthyny, Genta, Perrotta, 2013).
11
Un estudio realizado anteriormente (Batthyny, Genta, Perrotta, 2013) indag en el discurso experto
sobre el cuidado de calidad para adultos/as mayores y para nios. En el caso de los adultos/as mayores, el discurso experto seala las dificultades adicionales que tiene su cuidado, el que exige altos
niveles de tolerancia y empata, al mismo tiempo que la capacidad para mantener la distancia afectiva
adecuada que le permita soportar el stress que conlleva el cuidado a adultos/as mayores.
134
Por tanto, la divisin sexual del trabajo en este caso no slo se observa en la mayor participacin de las mujeres y en la mayor cantidad de horas dedicadas (12 horas
de diferencia), sino en el tipo de cuidado brindado. Podramos afirmar entonces que hay
una divisin sexual cuantitativa y cualitativa del trabajo de cuidado de salud brindado en
los hogares. Este hallazgo es anlogo al encontrado en las investigaciones sobre uso
del tiempo en trabajo no remunerado anteriormente (Batthyny, 2009).
El segundo hallazgo es la alta proporcin de cuidados no remunerados en salud
que proveen los hogares (y las mujeres) respecto a otros tipos de cuidados. Este
hallazgo abre la interrogante acerca del rol del Estado en la provisin de cuidados en
salud, debido a la familiarizacin de esta prestacin observada en este estudio. Cabe
preguntarse cul es el rol del sistema institucional de salud en la provisin de cuidados
frente a enfermedades temporales, accidentes y enfermedades crnicas.
Estos hallazgos permiten visibilizar el aporte de los hogares y las familias al
sistema de salud. En el marco de la construccin del sistema de cuidados, habilitan a
reflexionar sobre el grado de institucionalizacin de la salud a la que se aspira, a sabiendas de que la poca o nula institucionalizacin, con sus discutidas consecuencias,
tiene costos para el ejercicio de derechos de quienes se hacen cargo de dichas tareas,
las mujeres.
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Doctora en Sociologa. Profesora Titular del Departamento de Sociologa. Coordina el Grupo de Estudios Urbano Generacionales (GEUG). [email protected]
138
Vernica Filardo
139
Generaciones, edad, gnero y educacin: quin debe ocuparse de la crianza de los hijos?
alguna forma se connota la intencin de medir las actitudes y la incorporacin normativa, ms que cmo las cosas son en la vida de cada joven encuestado.
El artculo se estructura de la siguiente forma: presenta la distribucin de cada
una de las afirmaciones en funcin de acuerdo, ni acuerdo ni desacuerdo y desacuerdo
en el total, para mujeres y para varones segn nivel educativo alcanzado (hasta primaria, educacin media y educacin terciaria), analizando las diferencias en relacin a las
distribuciones. A continuacin se triangula con otra pregunta relativa a lo que se espera
de un trabajo proveniente de la misma encuesta, dado que una de las opciones es que
d tiempo de atender a la familia. La congruencia encontrada en las respuestas con las
actitudes por sexo que se presentan en las cuatro preguntas anteriores agregan robustez al anlisis. Por otra parte, se compara con la distribucin de respuestas a la misma
pregunta aplicada en la ENJ 1990, lo que permite distinguir efecto edad y generacin.
Distribucin por sexo del acuerdo/desacuerdo con cuatro afirmaciones sobre
relaciones de gnero (en %)
Jvenes de 20 a 29 aos
LAS MUJERES DEBERAN COMPARTIR LAS TAREAS DEL HOGAR CON
LOS VARONES PARA DESARROLLARSE DENTRO Y FUERA DEL HOGAR
100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
97
desacuerdo
ni acuerdo ni
desacuerdo
Mujeres
90
acuerdo
CRIAR A LOS HIJOS DEBE SER TAREA PRIMORDIAL DE LAS MUJ ERES
100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
69
60
40
20
11
18
20
22
0
desacuerdo
ni acuerdo ni
desacuerdo
Mujeres
10
desacuerdo
Varones
acuerdo
26
17
ni acuerdo ni
desacuerdo
Mujeres
100
60
43
Varones
acuerdo
Varones
LAS TAREAS DEL HOGAR DEBEN SER ASUMIDAS SOBRE TODO POR
LAS MUJERES
80
57
47
100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0
53
54
33
15
desacuerdo
ni acuerdo ni
desacuerdo
Mujeres
30
17
Varones
acuerdo
140
Vernica Filardo
141
Generaciones, edad, gnero y educacin: quin debe ocuparse de la crianza de los hijos?
VARONES
98
94
98
100
90
90
80
80
70
70
60
60
50
50
40
40
30
30
20
20
10
0
Hasta primaria
desacuerdo
10
Secundaria
90
Hasta primaria
acuerdo
desacuerdo
Terciaria
ni acuerdo ni desacuerdo
90
89
Secundaria
Terciaria
ni acuerdo ni desacuerdo
acuerdo
VARONES
98
95
98
100
90
90
80
80
70
70
60
60
50
50
40
40
30
30
20
20
10
10
0
Clima educativo bajo
desacuerdo
Clima educativo
medio
ni acuerdo ni desacuerdo
acuerdo
91
90
89
ni acuerdo ni desacuerdo
acuerdo
142
Vernica Filardo
Distribucin por sexo del acuerdo/desacuerdo con la afirmacin: Las tareas del
hogar deben ser asumidas sobre todo por las mujeres (en %). Jvenes de 20 a 29
aos
Por nivel educativo alcanzado
VARONES
MUJERES
100
100
90
90
84
80
80
67
70
72
70
61
60
60
50
47
42
50
40
40
30
30
21
20
12
11
39
19
17
20
10
44
20
17
11
10
0
0
Hasta primaria
Secundaria
desacuerdo
Hasta primaria
Terciaria
ni acuerdo ni desacuerdo
muy de acuerdo
Secundaria
desacuerdo
Terciaria
ni acuerdo ni desacuerdo
muy de acuerdo
MUJERES
100
100
90
80
68
70
60
90
82
80
57
60
50
59
53
50
40
40
30
30
20
74
70
12
11
32
30
21
12
10
16
20
6
19
21
18
8
10
0
ni acuerdo ni desacuerdo
acuerdo
143
Generaciones, edad, gnero y educacin: quin debe ocuparse de la crianza de los hijos?
hogar de origen supone una distancia mayor para las mujeres que para los varones7.
Las brechas son an mayores al considerar el nivel educativo alcanzado por los propios
encuestados. En el caso de las mujeres el desacuerdo con la afirmacin pasa del 42%
entre las menos educadas al 84% entre las que alcanzan terciaria y entre los varones
del 44% al 72%. Esto muestra, sin duda que existe una resistencia mayor por parte de
las mujeres menos educadas, y que probablemente internalizaron de las generaciones
pasadas un modelo de gnero bsicamente asociado a la divisin sexual del trabajo. A
pesar de ello, conviene destacar que ms del 40% de las que slo alcanzan primaria
(y de las cuales a los 18 aos ms del 40% ya haban tenido su primer hijo8) estn en
desacuerdo con la afirmacin 3.
Distribucin por sexo del acuerdo/desacuerdo con la afirmacin:
Las mujeres deberan elegir las carreras que no interfieran con
el futuro proyecto de familia (en %). Jvenes de 20 a 29 aos
Por nivel educativo alcanzado
MUJERES
VARONES
100
100
90
70
70
40
30
24
14
16
Hasta primaria
Media
54
50
38
40
20
56
60
46
50
75
80
62
60
30
90
77
80
13
10
10
30
28
19
16
Hasta primaria
Media
Terciaria
desacuerdo
ni acuerdo ni desacuerdo
14
20
12
10
0
0
desacuerdo
Terciaria
ni acuerdo ni desacuerdo
acuerdo
acuerdo
VARONES
100
100
90
90
74
80
70
60
50
46
42
60
49
50
35
40
30
12
16
15
10
10
39
20
31
18
17
12
11
10
0
52
43
40
30
20
76
80
70
Pasa del 57% en el clima educativo bajo al 82% en el clima educativo alto en mujeres y del 58% al
74% en varones.
Ver (Filardo, 2012: 28).
144
Vernica Filardo
La afirmacin 4 alude a la competencia entre el proyecto de familia y el desarrollo profesional que enfrentan las mujeres, y que se agudiza en caso de adherencia al
modelo tradicional de relaciones de gnero. En las respuestas dadas por los jvenes
en la ENAJ 2008, se aprecia una diferencia notoria en la distribucin del acuerdo y
desacuerdo con esta afirmacin por clima educativo del hogar, tanto en varones como
en mujeres. Prcticamente no hay diferencias entre los sexos en las tres categoras de
clima educativo del hogar. Estos datos aluden a una actitud hacia la igualdad de gnero
que est desigualmente distribuida por capital educativo, tanto heredado como adquirido como se ver a continuacin.
Los porcentajes de desacuerdo con la afirmacin son inversos por nivel educativo, tanto para el caso de las mujeres como en el caso de los varones, aunque en el
caso de las mujeres menos educadas se aprecie una resistencia mayor al cambio del
modelo tradicional de los roles de gnero. Si bien no se aprecian diferencias en la distribucin de acuerdo / desacuerdo entre sexos para los que alcanzan nivel educativo
terciario, las brechas aparecen y crecen conforme disminuyen los crditos educativos
obtenidos por los encuestados. Por otro lado la diferencia del nivel educativo alcanzado
es ms relevante que en el caso del clima educativo del hogar.
Por ltimo, la afirmacin que reviste mayor inters analtico criar a los hijos debe
ser tarea primordial de las mujeres.
145
Generaciones, edad, gnero y educacin: quin debe ocuparse de la crianza de los hijos?
VARONES
100
100
90
90
80
70
70
60
70
50
40
40
44
42
40
24
30
20
20
11
10
63
59
60
49
50
30
80
69
24
20
11
14
17
19
Media
Terciaria
17
10
0
Hasta primaria
desacuerdo
Media
Terciaria
ni acuerdo ni desacuerdo
Hasta primaria
acuerdo
desacuerdo
ni acuerdo ni desacuerdo
acuerdo
VARONES
100
100
90
90
80
70
60
10
34
40
34
30
30
20
57
51
50
45
44
50
66
70
59
60
40
80
71
18
7
11
11
desacuerdo
19
25
17 17
10
0
0
Clima educativo bajo
14
20
Clima educativo
bajo
desacuerdo
Clima educativo
medio
ni acuerdo ni desacuerdo
acuerdo
La paridad que se aprecia en la proporcin de mujeres de 20 a 29 aos que estn de acuerdo y las que estn en desacuerdo con la afirmacin 2, en principio parece
sorprendente dado el discurso instalado pro equidad de gnero. Por otro lado, el porcentaje de varones en desacuerdo con la afirmacin sobre la responsabilidad primordial
de las mujeres en la crianza de los hijos es mayor que el de mujeres (57% vs 47%). Lo
contrario aparece en el acuerdo, con una diferencia an mayor (43% de las mujeres y
26% de los varones).
146
Vernica Filardo
147
Generaciones, edad, gnero y educacin: quin debe ocuparse de la crianza de los hijos?
2008
60
60
53
51
50
50
40
30
20
17
6 5
12 1
2223
MUJERES
VARONES
5 4
2
17
15
13
11
10
24
19
13
10
27
24
24
15
11
29
27
24
22
22
22
20
34
27
23
20
10
28
28
27
40
33
33
25
47
40
36
30
47
4 4
2 2
23 2
MUJERES
VARONES
12
10
12 12
19
12
8
5
0
MUJERES
Hasta primaria
VARONES
MUJERES
Educacin Media
VARONES
Terciaria
Hasta primaria
MUJERES
VARONES
MUJERES
Educacin Media
VARONES
Terciaria
148
Vernica Filardo
Generaciones, edad, gnero y educacin: quin debe ocuparse de la crianza de los hijos?
149
dencia encontrada entre los varones jvenes, mostrando cmo se tensiona para ellos,
los modelos tradicionales de rol, as como una incorporacin notoriamente creciente,
de actitudes normativas pro equidad de gnero, en todos los niveles educativos, que no
se presenta (de forma igualmente congruente) en las mujeres menos educadas.
Interpretacin de resultados
Los datos sobre las actitudes, revelan inters ya que posibilitan un acercamiento
a la matriz ideolgica cultural que sustenta eventuales movimientos de transformacin
de prcticas, o resistencias a los cambios. Existe abundante documentacin nacional e
internacional sobre las brechas entre mujeres y varones tanto en los anlisis de datos
duros: calendarios de fecundidad, de actividad econmica como de tasas de actividad, ocupacin, empleo, salarios, cargos de responsabilidad y de representacin en
diversos rdenes, uso del tiempo -en particular dedicado a trabajo no remunerado en el
hogar y a cuidados-. Tambin es frecuentemente analizado cmo al interior del conjunto
de las mujeres se presentan distancias en funcin del nivel educativo alcanzado, siendo
las de menores credenciales educativas las ms resistentes al cambio de modelos de
roles de gnero, y las que reproducen el sistema relacional en que se basa el orden del
patriarcado. Asimismo se recogen variados y numerosos estudios de representaciones
de los roles de gnero y de la divisin sexual del trabajo en que se marcan nuevamente
las diferencias por sexo y al interior de las mujeres por nivel educativo alcanzado (siendo las que poseen menor capital educativo quienes encarnan la inequidad en mayor
medida).
No obstante, en general se atribuye al modelo tradicional de gnero una suerte
de unidad, en que la produccin fuera del hogar, la provisin de ingresos y el desempeo en el mbito pblico, con reconocimientos y poder diferencial corresponde al varn,
mientras que la reproduccin en el hogar, los trabajos no remunerados en este mbito,
la provisin de afecto y cuidados, confinados en la esfera privada, corresponden a las
mujeres (Aguirre, 1998). Importa sealar aqu que todos los elementos sealados se
toman como una unidad conceptual siendo poco habitual que los anlisis abran las
diferentes dimensiones que componen el sistema patriarcal, y en consecuencia no
pueda darse cuenta de los ritmos y alcances diferentes que adquiere la variacin de los
modelos en las nuevas generaciones, considerando simultneamente sexo y nivel educativo (indicando posicin en el espacio social). Por otro lado para estudiar los cambios
actitudinales de la relacin de gneros, debe considerarse tanto los efectos de edad,
como los de generacin. En este caso, si bien no logra completarse la comparacin en
todas las preguntas, para lo relativo al trabajo, pueden determinarse con claridad las
variaciones producidas por la generacin, para las mismas edades en dos momentos:
1990 y 2008.
Si bien este modelo de roles de gnero tradicional ha sufrido embates (dado el
incremento de la tasa de actividad de las mujeres, as como el mejor desempeo que
demuestran en el sistema educativo) y se han reconfigurado las relaciones de gnero
150
Vernica Filardo
En el mismo sentido: El 40% de los varones cree que la situacin ms deseable para el cuidado de
menores de dos aos durante la jornada laboral es que ste sea compartido por la pareja , lo que
resulta un dato alentador, dado que estos varones parecen reconocer que la responsabilidad del
cuidado no es exclusiva de las mujeres. (...) el 9,5% de los varones optara porque el cuidado sea
principalmente llevado a cabo por su pareja, lo que significa que en este ncleo de varones se expresa
muy claramente la divisin sexual del trabajo...(...) Ninguna mujer menciona que lo ms deseable es
que el cuidado de nios y nias pequeos sea llevado a cabo por su pareja (...) y el 13,5% de las
mujeres optara por cuidar ellas principalmente... (Batthyny, Genta y Perrota, 2013: 34). A pesar
de que el estudio mencionado se ocupa de las representaciones del cuidado, distingue el cuidado
de nios y adultos mayores y en tal sentido pueden asimilarse los primeros a tareas relativas a la
crianza de los hijos. Los datos sealan con claridad (a pesar que esa tabla no se presenta segn nivel
socioeconmico) una apertura normativa a desempear estos roles por parte de los varones, y una
resistencia relevante por parte de las mujeres a compartirlas.
Generaciones, edad, gnero y educacin: quin debe ocuparse de la crianza de los hijos?
151
12
13
152
Vernica Filardo
este tipo de programas, remiten al sesgo tcito en la focalizacin del sector pblico
de la salud y el sesgo implcito en la focalizacin del proyecto reproductivo slo en la
mujer, es posible suponer que es precisamente en las poblaciones con menor acceso
a capital social y cultural sobre quienes se reproduce conceptualmente un esquema de
divisin sexual de tareas en torno a la reproduccin, que luego dadas las condiciones
del mercado de empleo- se extiende tambin a la crianza. (Filardo, Planel, Napiloti,
2011)14.
Es as que muchos de los programas, y en particular los que se inscriben en la
rbita de salud pblica, priorizan el binomio materno-infantil, reforzando las nociones
de crianza en el gnero femenino. As tambin se prioriza en general a la madres, en
caso de intervencin judicial respecto a tenencia y guarda de los hijos. Por otra parte,
programas de apoyo a la pobreza, como asignaciones familiares, tarjeta social del Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) son beneficios que tienen como titular por defecto
a la madre y salvo excepciones al padre. Es probable en consecuencia que las pautas
culturales que (aunque no deliberadamente, y probablemente como externalidad) reproducen los programas sociales tengan influencia en la resistencia al reparto equitativo
por parte de las mujeres menos educadas en la crianza de los hijos, ya que es posible percibir beneficios directos asociados a la responsabilidad en este mbito. Si se
empleara una lgica racional (que no siempre es adecuada) no se perciben beneficios
directos a la asignacin normativa en las tareas domsticas, que las mujeres jvenes
unnimemente estn dispuestas a compartir con los varones, y a las que no atribuyen
una correspondencia de gnero.
A su vez, los varones presentan pautas consistentes con una modificacin sustantiva que tensiona los modelos tradicionales y que puede atribuirse a una construccin alternativa de los roles de gnero. A propsito de investigaciones en la regin,
Duarte seala para los varones jvenes pobres chilenos Para los varones de sectores
empobrecidos, la carencia de posibilidades y expectativas truncadas, les llevan a percibir que las posibilidades de ser varn que se les ha transmitido como socializacin
patriarcal -que cumple en la provisin, proteccin, procreacin y que se consolida en el
prestigio-, se torna difcil de alcanzar. Es as como aparecen estrategias de remplazo
de aquellas exigencias, sobre todo la ya sealada exacerbacin de lo macho, a travs
de las prcticas de agresin y violencia en diversos mbitos, contra distintos actores
y con diferentes formas de ejercicio -simblica y material-. Una segunda estrategia, en
convivencia con la anterior, consiste en el ejercicio de la paternidad como una opcin
que permite legitimarse ante las y los adultos como sujeto con posibilidades de em-
14
Generaciones, edad, gnero y educacin: quin debe ocuparse de la crianza de los hijos?
153
pezar a decidir y ser tomado en cuenta, y como alguien que hace cosas de grande.
En este mbito se aprecia una diferencia con generaciones anteriores, dado que para
los varones jvenes de sectores empobrecidos, esta paternidad implica una posibilidad distinta de construccin de la identidad de gnero, y es el refugio donde pueden
reafirmarla (Duarte, 2013:13).
Para concluir, en la medida que este trabajo es un modesto acercamiento inicial
al tema, y a travs de algunas preguntas de la ENAJ 2008, vale enfatizar la necesidad
metodolgica de situar generacionalmente las relaciones de gnero, como una construccin que est determinada por las condiciones sociohistricas y polticas15, que
contextan la socializacin/incorporacin de los modelos de rol y en donde el papel
que juega el Estado cobra singular importancia. Por tal motivo en los anlisis sobre
actitudes y la evolucin de las mismas, debe distinguirse con claridad los efectos de
edad y generacin. En segundo lugar cobran relevancia las discrepancias que existen en las modificaciones que se producen en el tiempo en las diferentes dimensiones
que configuran los modelos tradicionales (trabajo domstico, crianza de hijos, proyectos fuera del hogar), y por ltimo la relevancia de considerar simultneamente al sexo y
el nivel educativo (u otro indicador de la posicin que se ocupa en la estructura social)
ya que sta determina las diversas formas de asumirse mujer o varn.
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15
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154
Vernica Filardo
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Doctora por la Universidad Oberta de Catalunya (Espaa). Licenciada en Sociologa por la Facultad
de Ciencias Sociales. Investigadora y docente del Departamento de Sociologa de la Facultad de
Ciencias Sociales. Coordinadora del Observatorio de Tecnologas de Informacin y Comunicacin (ObservaTIC). Investigadora del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I. ana.rivoir@cienciassociales.
edu.uy
Licenciado en Sociologa por la Facultad de Ciencias Sociales. Investigador y docente del Departamento de Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales y del Observatorio de Tecnologas de
Informacin y Comunicacin (ObservaTIC). [email protected]
156
157
158
Cabe destacar que en este relevamiento constatamos que ninguna de las fuentes
tiene en cuenta la perspectiva de gnero de manera explcita, slo se cuenta con el
relevamiento primario en cuanto al sexo del internauta. Asimismo, los usos son personales y no con referencia a terceros. En tal sentido, es difcil comprender si buscar
informacin en general, para estudiar, de bienes y servicios vinculados a la salud en el
caso de las mujeres resulta para un uso personal o para otros. Desde una perspectiva
de gnero, y teniendo en cuenta dimensiones como el cuidado, muchos de los usos
que realizan los internautas pueden tener un impacto directo en otros integrantes del
hogar que no necesariamente deben ser usuarios (nios pequeos, adultos mayores,
discapacitados, etc.).
La relacin de las mujeres con la tecnologa y brecha de acceso
La brecha digital de gnero no pasa solamente por el acceso y el uso que las
mujeres realizan de las TIC. Se trata de una situacin que da cuenta de procesos, de
contextos y que se articula con otras desigualdades u oportunidades existentes en la
sociedad en cuestin. En tal sentido, se la puede relacionar con la evolucin general de
acceso a las TIC, con las polticas y con otras desigualdades y diferencias existentes.
El estado de la brecha digital de gnero en cuanto al acceso
En cuanto a la dimensin de acceso, Uruguay ha logrado avances superlativos en
el perodo 2006 - 2014. stos responden al desarrollo de polticas pblicas as como
a la expansin del mercado de las TIC. Se trata de iniciativas que han perdurado en el
tiempo y han contado con recursos acordes para su implementacin por ejemplo el
Plan Ceibal, Universal Hogares, Centros MEC, entre otros. (Rivoir, 2013).
Estos avances se constatan en forma comparativa a nivel regional. Segn datos
de la Unin Internacional de Telecomunicaciones (UIT), para el ao 2012 el pas contaba
con un 48,4% de hogares conectados a Internet mediante banda ancha, primero por
delante de pases latinoamericanos como Argentina (47,5%), Costa Rica (47,3%), Chile
(41%), Brasil 37,8%, y Colombia (32,1%), entre otros.
Sin embargo, si se tiene en cuenta la situacin a nivel mundial, el pas se encuentra posicionado a mitad de tabla, nmero 50 del ndice de Desarrollo de las Tecnologas
de la Informacin y Comunicacin. Corea del Sur lidera el ranking con un 97,4% de los
hogares conectados, seguido por Suecia (92%), Dinamarca (92%), Islandia (95%), entre
otros pases europeos, fundamentalmente nrdicos. El siguiente cuadro muestra aquellos pases que se encuentran a la vanguardia en cuanto a la penetracin de Internet en
los hogares:
159
Pas
Varones
Mujeres
Diferencia
Ao del
dato
PC
Hogar
%
Conexin
Ao del a Internet
dato
en el
hogar %
Ao
del
dato
87,9
79,5
8,4
2011
82,3
2012
97,4
2012
Islandia
97,3
95,7
1,6
2012
96,0
2012
95,0
2012
Holanda
94,9
92,0
3,0
2012
94,2
2011
94,0
2012
Luxemburgo
95,5
89,1
6,4
2012
92,0
2012
93,0
2012
Noruega
96,0
94,3
1,7
2012
92,0
2012
93,0
2012
Dinamarca
93,7
92,0
1,7
2012
90,4
2011
92,0
2012
Suecia
95,3
92,3
3,0
2012
92,0
2012
92,0
2012
Qatar
87,9
82,1
5,8
2011
91,5
2012
88,1
2012
Finlandia
90,8
90,7
0,0
2012
88,0
2012
87,0
2012
Alemania
87,0
81,1
5,9
2012
87,0
2012
85,0
2012
Espaa
74,2
69,6
4,6
2012
74,0
2012
68,0
2012
Portugal
67,8
59,7
8,1
2012
66,0
2012
61,0
2012
Uruguay
55,2
53,8
1,4
2012
63,7
2012
48,4
2012
Costa Rica
33,8
30,8
3,0
2008
49,0
2012
47,3
2012
Brasil
41,1
40,3
0,8
2010
45,4
2011
37,8
2011
Pases Iberoamericanos
Colombia
40,5
40,2
0,3
2011
38,4
2012
32,1
2012
Mxico
39,0
35,5
3,5
2011
32,2
2012
26,0
2012
Ecuador
32,0
30,8
1,2
2011
32,2
2012
22,5
2012
Per
38,9
30,5
8,4
2010
29,9
2012
20,2
2012
Paraguay
20,4
19,2
1,2
2010
19,3
2010
13,8
2010
Bolivia
33,2
26,0
7,2
2009
24,0
2011
7,4
2011
160
cuanto a su Desarrollo Humano. Sin embargo, no se relaciona tanto con la riqueza econmica medida por su Producto Bruto Interno (PBI).
Respecto al porcentaje de usuarios segn sexo, los pases con mayores porcentajes de hogares conectados a Internet son por lo general aquellos que tienen mayor
cantidad de internautas. Sin embargo, no necesariamente el acceso guarda algn tipo
de relacin con la paridad de gnero. Por ejemplo, Portugal que se encuentra por encima del promedio mundial con un 61% de hogares conectados en el ao 2012, tiene
un 67,8% de internautas varones, y 59,7% mujeres. En el mismo sentido, Corea del Sur
el pas con mayor porcentaje de hogares conectados a banda ancha en el mundo, tambin guarda una disparidad considerable en cuanto a los usuarios que efectivamente
acceden a Internet: 87,9% son mujeres, mientras que en el caso de los varones esta
cifra trepa al 97,4% en el pas asitico.
En varios pases latinoamericanos como Per o Bolivia, la disparidad de gnero
alcanza los ocho puntos de diferencia. En el caso de Uruguay, esta disparidad es mnima contando con 55,2% de internautas varones y un 53,8% mujeres.
Mujeres y formacin para las TIC
Segn el anuario estadstico del Ministerio de Educacin y Cultura del ao 2012,
en las carreras terciarias vinculadas a la produccin y manejo de TIC, las mujeres
representan una nfima parte de estudiantes en profesiones vinculadas a las TIC. Para
el ao 2012, las mujeres matriculadas en las carreras de Ingeniero Electricista de la
Facultad de Ingeniera de la Universidad de la Repblica eran apenas 250 (17,1% de la
matrcula), contra unos 1.208 hombres (83,9%). En la carrera Ingeniero en Computacin representaban el 21,7% (889 estudiantes) de una matricula de 4.095 alumnos. Sin
embargo, en la formacin de Tecnlogo no universitario (UTU) esta tendencia se inverta, habiendo muchas ms mujeres cursando las carreras de Tecnlogo en Informtica,
Tecnlogo Mecnico y Tecnlogo Ingeniero.
161
Varones
Mujeres
Total
792
48
1208
3206
0
99
16
300
77
3
1
2
62,8
50,5
82,9
78,3
470
47
250
889
0
33
1
27
13
0
0
0
37,2
49,5
17,1
21,7
1262
95
1458
4095
0
132
17
327
90
3
1
2
75,0
94,1
91,7
85,6
100
100
100
25,0
5,9
8,3
14,4
0
0
0
162
Primer
Quintil
11,4
Segundo
Quintil
22,2
Tercer
Quintil
35,5
Cuarto
Quintil
52,6
Quinto
Quintil
68,6
17,9
22,0
18,1
11,7
6,2
15,2
32,8
12,2
5,1
1,6
0,5
10,5
37,9
43,6
41,3
34,1
24,7
36,3
22,5
38,1
49,0
60,3
72
48,4
Total
38,1
Tipo de PC/
Conexin a
Internet
Solo Tiene PC
comn
Tiene ambas PC
(Comn y XO)
Solo tiene XO
No dispone de
computadora en el
hogar
Tiene conexin a
Internet
Montevideo
Interior:
localidades
urbanas de
5000 o ms
habitantes
Interior:
localidades
urbanas
de menos
de 5000
habitantes
Interior:
zona rural
Total
51,2
30,1
27,4
19,7
38,1
12,0
17,9
16,5
14,9
15,2
7,6
12,2
13,2
13,8
10,5
29,3
39,7
42,9
51,6
36,3
59,0
42,8
39,0
28,8
48,4
Plan de acceso a TIC 1 a 1, implementado a partir del 2007 a travs de los centros de educacin
pblica del pas (primaria y primer ciclo de educacin secundaria y tcnica y formacin docente).
163
65,3
55,2
51
61,6
50
48,7
53,8
49,8
40
46,9
30
38,2
33,4
20
10
0
Total
Montevideo
Varones
Mujeres
Constatamos que un 65,3% de los varones usan Internet frente al 61,6% de las
mujeres, pese a que el promedio de aos de educacin es mayor en la capital para
164
ellas. Esto puede estar explicado porque el porcentaje de mujeres pobres en las regiones urbanas (capital, interior urbano y pequeas localidades) es mayor respecto a los
hombres4.
En el Interior rural, sin embargo, las mujeres utilizan en mayor medida Internet
(38,2%) que los hombres (33,4%). Hay que tener en cuenta que las mujeres, especialmente en esta regin, alcanzan niveles educativos mayores a los de los varones. En
promedio las mujeres alcanzan 6,5 aos de formacin, mientras que los varones rondan los seis. Por otro lado, si bien es sabido que la edad impacta tambin en el acceso
y uso efectivo de las TIC, en el caso de los hombres rurales adultos, la tendencia a no
utilizar las nuevas tecnologas es mucho mayor respecto a las mujeres. Si tomamos
como ejemplo los adultos mayores a 30 aos, los internautas varones que viven en
zonas rurales alcanzan el 15,3%, mientras que las mujeres de su misma condicin
representan el 21,4%. Situacin similar se vislumbra si tomamos internautas rurales
mayores de 60 aos.
Surgen tambin otros elementos de ndole cultural que podran estar explicando
esta diferencia. Se encuentra que el inters de las mujeres en los cursos de alfabetizacin digital y la participacin en telecentros en pequeas localidades son mayores que
los de los varones (Rivoir, 2013). A su vez, su vnculo con las tareas escolares de los
hijos produce un involucramiento mayor en el uso de las TIC, tambin debido al Plan
Ceibal y al acompaamiento en tareas escolares (Rivoir et al, 2010).
Estas diferencias urbano-rurales, coinciden con resultados de investigaciones en
la regin (CEPAL, 2013; CIPAF, 2011).
La brecha en los tipos de usos
En cuanto a los tipos de usos podemos abordar esta diferencia a partir de la
variable sexo y a travs de la informacin que nos proporciona la Encuesta de Usos de
Tecnologas de la Informacin y la Comunicacin (EUTIC, 2010).
Segn este relevamiento, las mujeres utilizan ms que los varones la tecnologa
para acceder a servicios mdicos (16,6% de las internautas) y a contenidos de salud
en general (37,9%). Se trata de usos que se pueden relacionar a las tareas de cuidado,
tanto personal como de terceros, aunque la encuesta no permite distinguir. Desde una
perspectiva de gnero, sera importante conocer, a los efectos de evaluar, si el uso
est determinado por la distribucin del trabajo domstico o por un inters mayor de
las mujeres que los hombres en la atencin a su salud personal.
En Montevideo un 14,6% de los varones pertenecen a el quintil nmero uno de ingresos, mientras que
este porcentaje asciende al 16,4% de las mujeres que viven en hogares de la capital. En el Interior
urbano, los varones que viven en hogares del quintil inferior representan el 21,4%, mientras que alcanza al 24,2% de las mujeres en esta regin. No obstante, en el interior rural la cantidad de mujeres
y varones en situacin de vulnerabilidad prcticamente es la misma (21,6 y 21,8%, respectivamente).
165
Compra venta
22,5
4,4
8,2
18,7
30,1
54,9
Descargas
58,4
19
32,6
23,3
45,3
32
Comunicacin
30,7
64,1
59,8
61,6
53,5
Informacin en general
Informacin de
trabajo
74,3
28,1
10
78,9
32,6
14,4
3,4
2,8
59,1
55,4
2,3
Realizar teletrabajo
2,9
17,7
Buscar empleo
16,4
38,9
48,5
26,7
Estado o gobierno
28,5
Salud en general
27,6
37,9
16,6
Servicios mdicos
12,8
53,3
Bienes y servicios
0
10
20
Mujeres
30
40
50
60
61,3
70
80
90
Varones
Las mujeres utilizan las TIC en mayor medida para participar en redes sociales
electrnicas (61,6%). Las mayores diferencias entre gneros se ven en aquellos usos
tpicamente masculinizados y que en su mayora ofrecen productos exclusivamente
para varones, como uso y descarga de juegos de video o computadora (45,3%). Tambin es el caso de la descarga de programas de computacin (32,6%). stos pueden
166
0,0
10,0
20,0
30,0
40,0
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Gobierno
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Informacin en general
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Descargar
material del
docente
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Grfico 3. Usos en Internet vinculados a la bsqueda de informacin general, e informacin para estudiar,
segn sexo e integrante del hogar, medido en porcentaje de Internautas, ao 2010
Brecha digital de gnero en Uruguay: superada o restringida?
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Enviar y recibir
correo
Mujer
Participar en
redes sociales
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Mujer
Comunicacin
Chatear o utilizar
mensajera
instantnea
Mujer
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Realizar llamadas
Publicar
informacin o o videollamadas
mensajes
instantneos
Varn
Esposo/a
Mujer
Realizar
teletrabajo
Varn
Informacin de trabajo
Varn
Grfico 4. Usos en Internet vinculados a informacin de trabajo y comunicacin segn sexo e integrante del hogar,
medido en porcentaje de Internautas, ao 2010
Brecha digital de gnero en Uruguay: superada o restringida?
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170
En cuanto a los usos vinculados a descargas los varones jefes de hogar y esposos utilizan en mayor cantidad la tecnologa con fines de entretenimiento (descargar
imgenes, pelculas, videos, msica). Las preferencias rondan el 63% para los varones,
mientras que para las internautas mujeres estas cifras representan cerca del 53%.
Sin embargo, a edades menores, e internautas hijos, se vislumbra cierta paridad de
gnero. La descarga de juegos tambin tiene su mayor preferencia fundamentalmente
entre los internautas varones hijos (65,3%), mientras que esta cifra desciende a un 47,4
de las mujeres hijas. En la descarga de programas de informtica, las preferencias
tambin son mayores para los varones. Gran parte de los juegos son pensados para
un pblico esencialmente masculino (juegos de ftbol, combate, carreras, etc.), lo cual
puede estar explicando esta desigualdad. La descarga de programas y aplicaciones
tambin puede ser esperable si se tiene en cuenta la masculinizacin de ciertas reas
del conocimiento vinculadas a la creacin de tecnologa (Ingeniera de programacin,
por ejemplo).
Por ltimo, y en cuanto a los usos vinculados a la compra y venta, si bien stos representan una parte menor de las preferencias de los internautas, los varones
prcticamente e independientemente de su condicin de integrante, utilizan en mayor
proporcin estos medios electrnicos para realizar transacciones, o comprar o vender
productos, en especial jefes de hogar.
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noticias
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Total
Esposo/a
Mujer
Descargar programas
de computacin
Descargas
Uso o descarga de
Descargar o ver en
tiempo real imgenes, juegos de video o
computadora
msica, videos y
pelculas
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Grfico 5. Usos en Internet vinculados a descargas y compra-venta segn sexo e integrante del hogar, medido en
porcentaje de Internautas, ao 2010
171
172
Reflexiones finales
En este artculo nos propusimos analizar las desigualdades de gnero existentes
en Uruguay en relacin al uso y aprovechamiento de las tecnologas de la Informacin
y la Comunicacin.
Cabe destacar la falta de antecedentes de investigacin en la temtica, as como
las dificultades en el acceso a datos que permitan analizar esta problemtica. La generacin de informacin estadstica as como la que producen las polticas pblicas en
Uruguay no permite analizar en profundidad la relacin entre el acceso a las TIC y las
desigualdades de gnero.
En relacin a los resultados obtenidos en la revisin realizada, se constata en
primer trmino, que la brecha de gnero en el acceso a TIC en Uruguay es casi inexistente. Se confirma acceso casi paritario y se evidencia como uno de los mejores en la
regin y a nivel medio en el mundo.
En las caractersticas de los usos de TIC y gnero, es ms difcil concluir pues
los datos disponibles dificultan su comprensin. Teniendo en cuenta la variable sexo,
se constata la existencia de usos diferenciados entre hombres y mujeres. Las mujeres
usan ms las TIC para comunicarse, as como para temas vinculados a salud y educacin. Los hombres utilizan ms que las mujeres las TIC para el trabajo as como para
descargas y entretenimientos. Estas diferencias son coincidentes con hallazgos relativos a los usos encontrados en otros pases.
En relacin a estos datos es muy difcil concluir si estos usos diferentes estn
contribuyendo a disminuir las desigualdades de gnero o a reforzar los roles tradicionales. Se pueden vislumbrar algunos indicios de desigualdad. Es as que si bien el uso
en relacin a los temas de salud y educacin evidencia una utilizacin de las TIC con
fines de desarrollo, la diferencia en este uso entre los sexos, parece evidenciar una
distribucin desigual de las responsabilidades domsticas.
Surgen de este anlisis elementos para suponer que, en lnea con estudios anteriores (CEPAL, 2013), existen barreras de carcter sociocultural que limitan el aprovechamiento de las TIC por parte de las mujeres. stas deben ser analizadas especficamente y con mayor profundidad en base a datos generados especialmente con este fin.
173
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174
En un contexto de alta competitividad y crecimiento, con tasas nulas de desocupacin y una elevada movilidad interempresa de los y las trabajadores/as, factores que
configuran un problema claro de gestin de la oferta, la subrepresentacin de las
mujeres puede ser interpretada como un obstculo para el desarrollo de la industria
de produccin de software. Por otro lado, el crecimiento que el sector, junto a otros
nuevos servicios caracterizados por un fuerte aporte del trabajador en conocimientos, ha permitido construir expectativas, que muchas veces han sido traducidas en
cambios reales, en torno a una mayor incorporacin de las mujeres al mercado de
trabajo y sobre una superacin de las barreras para el desarrollo equitativo de hombres y mujeres en el mundo del trabajo. Aun as, la evidencia emprica indica que el
software lleva un rezago importante respecto a otros sectores productivos. En tal
sentido, corresponde a la sociologa interrogar estos procesos y revelar cules son los
mecanismos que estn operando en el mercado de trabajo del software y en el ejercicio del trabajo y cmo stos estn pasando desapercibidos para los agentes y actores
que actan en el sector, as como para sus propios trabajadores y trabajadoras.
Son muchas las evidencias que marcan que a medida que avanzamos en una
sociedad centrada en los servicios y el paradigma del trabajo se desplaza del trabajo
fsico propio de la industria a un trabajo basado en el aporte del trabajador en conocimientos, las condiciones para la incorporacin de las mujeres al trabajo empiezan
1
2
3
176
a mejorar en muchsimos sectores. Sin embargo, a pesar de estos cambios, la incorporacin de las mujeres a la industria del software lleva cierto rezago con respecto
a la media general de las tasas de ocupacin y actividad femenina en otros sectores
dinmicos de la economa.
El artculo analiza a partir del trabajo emprico llevado a cabo por el Grupo de
Sociologa del Trabajo y de la Gestin de los Recursos Humanos, Facultad de Ciencias
Sociales, Universidad de la Repblica, Uruguay, la trayectoria de mujeres, tanto en
posiciones gerenciales como subordinadas en la industria del software. A partir del
anlisis de un conjunto de entrevistas en torno a esta unidad de anlisis, se busc encontrar los ncleos conceptuales que permitieran dar comprensividad a las trayectorias
diferenciales de mujeres y hombres en el sector.
Si bien se lograron diferenciar factores provenientes de la oferta (las trabajadoras), como de la demanda (las empresas) haremos hincapi en la primera. Para
comprender estas dinmicas nos hemos apoyado en el concepto de autonoma en el
trabajo, componente central en la estructuracin del trabajo en el campo de la produccin del software. Esta autonoma que se traduce en el sector en un fuerte componente
de autogestin por parte de los/as trabajadores/as, creemos es un concepto clave
para comprender las condiciones de trabajo de las mujeres en el sector y su posicin
relativamente de desventaja respecto a los hombres para regular su entrada, permanencia y movilidad en el mercado de trabajo e, incluso, sus condiciones salariales. Esto
es as tanto entre otras cosas en aspectos de formacin, dedicacin, disponibilidad,
los que estaran interfiriendo claramente en la construccin de un proyecto profesional
de largo plazo de estas mujeres. De parte de la demanda, aunque no profundizaremos
en este artculo, se detectan la persistencia de algunos estereotipos, muy ligados a las
dimensiones anteriores, que de ser trascendidos, persistiran en las brechas salariales
existentes.
El sector de produccin del software en Uruguay
La industria uruguaya de las Tecnologas de la Informacin tuvo un rpido desarrollo en la dcada de los noventa con una clara orientacin exportadora, convirtindose rpidamente en el tercer exportador de Amrica Latina en trminos absolutos y
el primer exportador per cpita. Su crecimiento ha sido sostenido y se ha configurado
buscando ser un lder tecnolgico como una plataforma basada en el reconocimiento
de la excelencia de sus productos y servicios, la flexibilidad en la comprensin de las
necesidades de los clientes, el diseo y adaptacin de la mejor solucin tecnolgica
existente a precios competitivos y la diversidad de servicios que ofrece4. Desde 1999
a 2009 el sector fue uno de los sectores productivos que goz de beneficios fiscales
4
En trminos productivos y econmicos puede observarse el papel destacado que ocupa el sector
en la trama productiva del pas si se considera su aporte al Producto Bruto Interno (PBI), el cual se
ubica en un 2 % considerando los tres segmentos vinculados al desarrollo de software, consultora y
servicios informticos e Internet y transmisin de datos en conjunto.
Las relaciones de gnero en el sector del software: los lmites de la autonoma en el trabajo
177
con miras a potenciar su desarrollo. En dicho lapso logr duplicar las exportaciones e
incrementar en ms del 50% el nmero de empleados. Particularmente, en el caso del
sector software, el 69% de su facturacin fue por exportacin (Instituto de Economa,
IECON, 2011). A partir de los ltimos datos disponibles, en 2011 esta industria se
expandi 22%, el mayor ritmo en los ltimos cuatro aos (Encuesta Anual de la Cmara
Uruguaya de las Tecnologas de la Informacin, CUTI).
En Uruguay, la produccin de tecnologas de la informacin y la comunicacin
(TIC) se ha centrado en el sector de software y servicios informticos, en particular en
tres segmentos: desarrollo de software, consultora y servicios informticos e Internet
y transmisin de datos. Para estos segmentos existen 320 empresas y 1600 unipersonales de profesionales, de las cuales un 48% son desarrolladoras de software y un
43% se dedican a consultora y servicios informticos. El 90% de las empresas estn
en Montevideo (Consejo Sectorial, TIC, 2013). El empleo generado en este sector se
caracteriza por la alta concentracin de trabajadores hombres jvenes (el 60% no
supera los 35 aos y entre 70 y 80 % son varones) y se estima unas 12 mil personas
que se desempean en el sector, ms los varios miles de trabajadores indirectos. Entre
el 2005 y el 2010 el incremento de personas ocupadas en el sector fue del orden del
110%. Se trata de un sector con pleno empleo, por lo que las empresas se ven obligadas a competir por los trabajadores calificados.
El sector presenta una formalidad del 80%, de los cuales un poco ms de la
mitad son asalariados, seguidos de un 40% de quienes trabajan por cuenta propia sin
local. En general la remuneracin es superior a la media nacional, y los trabajadores
tienen un nivel educativo ms bien alto (ingenieros, analistas, programadores, tcnicos
informticos y otros profesionales universitarios) contando con cuatro aos ms de
escolarizacin que la media ocupada.
La situacin y perspectiva de expansin del mercado laboral, limitadas por la
falta de mano de obra calificada, se ven agravadas por la expatriacin de talento local, estimulada por polticas migratorias de varios pases que enfrentan tambin una
escasez de personal calificado en estas reas. Por otra parte, el ritmo desarrollo y la
diversidad de servicios que caracteriza al sector TIC en el mundo impone la permanente actualizacin y especializacin de los conocimientos de los profesionales del rea.
Actualmente, esta necesidad se resuelve de forma autodidacta y la formacin en las
propias empresas. Por ltimo sealar que el nmero de egresados de las diversas
propuestas de formacin (pblica y privadas) en reas afines no estn en lnea con las
perspectivas de fuerte crecimiento del sector. Las mujeres no llegan a representar el
5% de las personas contratadas por la empresas productoras de software en reas
relativas al Desarrollo (100% hombres) e Infraestructura / Operaciones (88% hombres)
(Courtoise, 2013), lo que no deja de ser un dato relevante en este contexto de fuerte
demanda y crecimiento acelerado del sector.
178
Antecedentes tericos
Diversos autores han abordado el fenmeno de la segregacin de las mujeres
en el mercado laboral, desarrollando teoras e hiptesis orientadas a darle explicacin.
Ms especficamente, la baja incorporacin de las mujeres al mundo de la tecnologa
es asociado a los procesos de socializacin sesgados segn gnero, que orientan
a varones y mujeres a establecer vnculos diferenciados con la ciencia y la tecnologa: desde estadios tempranos marcados por la socializacin previa diferenciada entre
nios y nias en el campo de los videojuegos (Dumett, 1998) o la construccin de
estereotipos en relacin al uso de las matemticas y de sus aplicaciones -tales como
la microinformtica, a partir de la que se origina la programacin y su transferencia a
las computadoras- construyendo mujeres desinteresadas y alejadas de estos terrenos
(Terlon, 1996).
Segn Yansen y Zukerfeld (2013) existen barreras de acceso de las mujeres
programadoras que estn asociadas a las representaciones estereotpicas y sesgadas
por el gnero que los empleadores suelen tener. En este sentido, sostienen que algunas
de las creencias son que las mujeres no podran hacer tareas fsicas necesarias para la
actividad o que sus cuerpos resultan disruptivos, as como tambin que los varones no
tienen experiencia trabajando con mujeres y, por lo tanto, su incorporacin constituira
un riesgo en tanto supondra introducir un factor de impredicibilidad. Por ltimo, plantean que los empleadores suelen creer que en un clima extremadamente masculino, las
mujeres no se sentiran cmodas en sus puestos de trabajo5.
En sntesis, ha sido ampliamente estudiado que el gnero del trabajador/a marca
diferencias a nivel del acceso a puestos de trabajo en el sector de software, as como
al interior de las relaciones de trabajo que en l se producen. De esta manera, el sesgo
de gnero pauta vnculos diferenciales de varones y mujeres con el uso de la tecnologa desde la temprana edad, lo cual se refuerza y reproduce durante la pubertad y la
adolescencia, momento donde comienzan a perfilarse las elecciones profesionales,
caracterizadas por una menor tendencia de las mujeres hacia el uso instrumental y
exploratorio de la tecnologa que conlleva a que stas se inclinen en menor medida que
los varones a elegir carreras vinculadas a la produccin de software.
Estos antecedentes creemos delinean una dimensin del anlisis no menor que
tiene que ver con el vnculo entre tecnologas y las relaciones de gnero. Sin embargo,
poco profundizan acerca del mundo del trabajo que se construye en torno a las tecnologas y la vivencia de las mujeres sorteando o decidiendo lidiar con las mltiples barreras
que actan a nivel del acceso y desempeo en este mbito. En este sentido, el artculo
propone explicar desde el campo especfico de la sociologa del trabajo estas dinmicas y contribuir a la reflexin en torno a la problemtica del gnero y trabajo desde nue5
Esto configura procesos que en la Sociologa son bien conocidos como profecas autocumplidas; en
la medida en que los empresarios se orientan por estas representaciones, las mujeres, al enfrentarse
a contextos masculinizados, refuerzan estas representaciones e incluso reprimen sus iniciativas de
desempeo en estos campos.
Las relaciones de gnero en el sector del software: los lmites de la autonoma en el trabajo
179
vos conceptos y perspectivas. Esto sin olvidar que la problemtica trasciende el mundo
del trabajo y las desigualdades de gnero permean todos los mbitos de la vida social.
Trabajo, autonoma y construccin de trayectorias laborales en la industria
del software
Una de las caractersticas ms significativas del trabajo de produccin del software, y que lo desliga de las lgicas tpicas del trabajo industrial, es que la actividad
es en su ncleo, relacional. La actividad de trabajo deja de ser la de la relacin del
trabajador con la materia para pasar a ser la de un trabajador relacionado con un
otro, sea ste cliente, usuario, o el pblico en general. La actividad central del trabajo pasa por lo tanto a transformarse en interacciones con otros seres humanos que
tienen capacidad de reaccin frente al trabajo de los/as trabajadores/as, interviniendo
incrementalmente, especificando, creando normas en torno a la calidad, seguridad. Y
sobre todo, dado que producir un software significa trabajar en base a un intercambio
de informacin con el otro, generando confianza entre empresa/trabajador/cliente o
usuario. Esta particularidad de la produccin del software le otorga caractersticas muy
distintivas con respecto al trabajo industrial, pero tambin con relacin a otros trabajos,
incluso en los servicios.
En primer lugar, las unidades de trabajo y las relaciones que establecen entre
s y con su entorno los y las trabajadores/as cambian muchsimo en esta industria.
En efecto, el dominio de la produccin de bienes materiales sobre el consumo de los
mismos en el mundo industrial genera la expectativa de la perdurabilidad en el tiempo
de las empresas que, incluso en su expectativa a largo plazo, proyectan la bsqueda de
la monopolizacin de la produccin de los bienes que produce para el mercado. En la
medida en que la demanda comienza a ser dominante, la estabilidad de las empresas
flucta en funcin de los cambios de esta demanda y de su capacidad de adaptarse a
ella, pero sobre todo de anticipar estos cambios (Supervielle, 2013). En este contexto,
aparece una fuerte necesidad de las empresas existentes hoy en da en el mercado de
seguir el movimiento provocado por la demanda, lo que hace de este mercado algo sumamente dinmico: es posible que muchas empresas desaparezcan o que el centro del
conocimiento sobre el cual produce hoy una empresa cambie, o que otras empresas
finalmente nazcan para cubrir los nuevos espacios de la demanda. Esta gran labilidad
de las empresas es muy distintiva del sector y especifica fuertemente el escenario
sobre el cual se mueve el/la trabajador/a. Esto tiene distintas consecuencias.
En primer lugar, las relaciones de trabajo tanto horizontales como verticales suelen no ser estables. La situacin puede ser una alta rotatividad externa de los trabajadores en funcin de los proyectos dominantes en la empresa (de la vida til de un
proyecto6), o bien, una alta rotatividad interna en la medida en que los/as trabajadores/
6
A modo de ejemplo, una trabajadora explica: Lo que pas es que despus de esta experiencia con
este proyecto, el rea no fue rentable y redujeron. Hubo pila de gente que se fue en realidad, de los
consultores, distribuyeron algunos y con ella quisieron hacer un trato para transferirla a otro sector y
180
ella no acept y terminaron arreglando algo ah y ella se desvincul. A partir de ese momento hay una
nica rea de consultoras, no se separa por productos ni nada y bsicamente todos los consultores
pertenecemos a esa rea. Y se trata de que puedas mover las piezas a medida que las vas necesitando. Eso es ms fcil de hacer con la gente tcnica porque de ltima te adapts ms fcil pero el
equipo funcional que trabaj histricamente con este producto, no es tan fcil adaptarlo. Estamos
en ese perodo de transicin. Y yo un poco por eso fue que ped la reduccin de horario, porque no
estaba teniendo cosas ni desafiantes ni nada, adems tuve algunos temas personales. (E7).
Las relaciones de gnero en el sector del software: los lmites de la autonoma en el trabajo
181
realidad pasa a ser una estrategia individual para mejorar su conocimiento, para crecer
profesionalmente o estabilizarse en su vida profesional (Quiones et al., 2013).
A su vez, esto nos proyecta hacia un nuevo modelo de trabajador, altamente
reflexivo en relacin a su trabajo. Y esta reflexividad no es solamente una reflexividad
aplicada a la actividad de trabajo, sino que tambin se proyecta sobre toda su trayectoria laboral, sobre su propia vida, su futuro, la de su entorno directo, su familia y,
eventualmente, su entorno ms general, el mundo en que vive. Esto implica que el corte
entre mundo del trabajo y su entorno se vuelve crecientemente artificial en el mundo
del software. Una segunda tesis, que surge de la observacin de este sector, por tanto,
es que la sustancia de esta reflexividad es el conocimiento y que dicho conocimiento,
al tener un anclaje en los individuos considerados individualmente, solamente puede
potenciarse en lo colectivo. Y ello es particularmente cierto si no consideramos al
conocimiento como algo esttico y s como algo dinmico, que se desarrolla, crece,
tiene rupturas, revisiones, nuevos inicios, etc. La idea de colectivo en este nuevo mbito es mucho ms sistmica, implica sistemas expertos y, por lo tanto, mecanismos
sociales de confianza.
Trayectorias de hombres y mujeres en la industria del software
Una vez caracterizado este proceso de creciente autonoma en el sector, cabe
preguntarse qu implicancias tiene en las desigualdades de gnero esta apuesta a una
mayor autonoma en el trabajo propia de la industria del software y cmo afecta las
trayectorias profesionales de sus trabajadores/as?
Nuestro trabajo de investigacin nos ha permitido ir problematizando este proceso de autonomizacin propio del software, aunque puede estar funcionando de modelo
para muchos otros trabajos modernos. Autonoma la entendemos, siguiendo a Reynaud
(1993), como una forma de controlar el proceso de accin e interaccin. Y, por lo tanto,
este autor le da al concepto un papel clave en su teora de la regulacin social. En efecto,
en la medida que los individuos actan ejerciendo su autonoma, tanto para escaparse
de la dependencia de un sistema heternomo de control, como para intentar controlar
el dispositivo normativo que se instala y de afirmarse por sus juicios y sus decisiones,
su pretensin es la de instalar las reglas de funcionamiento que considera apropiadas.
A estas reglas les llamar reglas autnomas, en oposicin a las reglas de control. Estas
reglas autnomas emergen de una racionalidad de afirmacin de s mismo, y ello ligado
ms a una lgica de eficacia en la accin por parte del/a trabajador/a en situaciones
concretas. Seala tambin que las direcciones buscan controlar el comportamiento de
los trabajadores subordinados, mientras que los ltimos intentan escaparse del mismo
afirmando su autonoma. De ello, Reynaud (1999) deduce que existe una pluralidad de
fuentes de legitimidad e intenta comprender cmo estas reglas se forman, se oponen
o se combinan e, incluso, se negocian. La regulacin autnoma expresa una voluntad
de producir y de imponer reglas: ella designa una fuente de reglas que se oponen a las
reglas establecidas y, por ello, se definen como reglas de control (Supervielle, 2013).
182
Bajo este enfoque, cabe la pregunta estn las mujeres del sector en posicin
de definir reglas autnomas? O dicho de otra manera, cul es la capacidad que tienen hoy las mujeres de negociar sus propias regulaciones de modo de contribuir a la
orientacin general que tiene la industria del software (donde los clientes inciden ms
que el empleador en la fijacin de las metas) y cules son los lmites de lo negociable
en un contexto de individualizacin del trabajo e individuacin de los contratos a cada
trabajador?
La autonoma en el software como expresin de la adaptacin cognitiva y simblica as como sustituto del modelo formalista de autoridad, que en el modelo industrial se expresaba mediante el control directo jerrquico y la presencia de reglamentos y prescripciones, puede conllevar a invisibilizar los mecanismos de sujecin del/a
trabajador/a. Hace tiempo ya la sociologa ha llamado la atencin sobre la trampa de
la mayor autonoma y la autoregulacin en el mbito del trabajo. En el siglo XIX los
asalariados no eran necesariamente los ms condicionados por los reglamentos en el
taller o por el control de las jerarquas directas, ni tampoco eran los que soportaban los
horarios ms extensos o las peores condiciones de trabajo, sino sobre todo aquellos
que disponan formalmente de una relativa autonoma en la gestin de sus actividades
(por ejemplo los/as trabajadores/as a domicilio7): no vuelve a pasar algo similar hoy
cuando las empresas dejan a criterio del/a trabajador/a, quien en vnculo directo con el
cliente tiene que dar satisfaccin a las demandas constantes y cambiantes del mismo
durante la prestacin del servicio? Acaso, este momento de intensificacin del trabajo
en el software y de mayor poder de sujecin voluntaria y que rivaliza con una mayor
heteronoma en el trabajo, no constrie la autonoma de los/as trabajadores/as del
sector?8.
Cmo pensar entonces la problemtica de la insercin de la mujer en este marco
de relativa autonoma en la industria del software? En primer lugar, pensamos que el
retroceso de la regulacin heternoma no se ha visto acompaado en el software por
un crecimiento de los espacios de regulacin autnoma en lo referente a los tiempos
de trabajo, de aprendizaje, e incluso de movilidad espacial. Una de las consecuencias
de esta especificidad de la relacin laboral es la baja problematizacin que en el sector
hay de las condiciones de trabajo. Sabemos hoy, bajo las condiciones que impone el
modelo dominante de cuidados, que la gestin del tiempo es un problema general en
las familias y que la carga recae sobre todo en las mujeres. Tienen hoy las mujeres y
los hombres del sector capacidad para conciliar sus proyectos de vida familiar o personal y el proyecto profesional? Al respecto una trabajadora programadora de 38 aos
7
8
Las relaciones de gnero en el sector del software: los lmites de la autonoma en el trabajo
183
Sobre todo en aquellas caracterizadas por desarrollar productos o servicios que, o bien por las
exigencias relativas a vencimientos de plazos de entrega del proyecto, dificultades no previstas a ser
trabajadas, etc., o bien porque implican coordinar el trabajo con clientes extranjeros y, por ende, con
distinto uso horario, o bien porque involucran la coordinacin del trabajo en equipo conformado por
trabajadores localizados en distintas zonas geogrficas.
184
En efecto, hemos constatado que a las trabajadoras, a partir de ciertas edades que
consideran de madurez, esta autonoma les significa emprender la bsqueda de estrategias que les permitan desenmarcarse de la lgica dominante del sector. Es el caso de
esta trabajadora que, reflexionando sobre su ciclo laboral y de vida, nos dice: Capaz
que lo digo sin fundamentos porque no lo he intentado, pero yo como me especialic
en ese producto que es bien especfico, y no hice tampoco MBA o algo ms, ms all
de esta certificacin que te contaba, no tengo mucho ms acadmico. Y con este
producto en otro lado, es complicado porque de hecho ac en Uruguay hay un par de
empresas ms noms y no lo estn vendiendo mucho. Por ah para el exterior s pero yo
al exterior en esta poca no es lo que preciso. Por eso se me hace la idea de que sera
complicado porque tendra que buscar un cambio en otra cosa, a una edad ya medio
avanzada y por ah sin haberme formado ms. Es confiar en la experiencia que tengo y
yo s que no puedo tomar nuevas cosas y responsabilidades (E7).
O en estos otros ejemplos, tal como se refleja en el relato de otra programadora de similar edad: Bueno, ahora tambin estoy planeando maternidad de nuevo y
entonces no quiero hacer un cambio de trabajo en este perodo, si bien me encantara
hacerlo ahora, por ah no es el mejor momento. Aparte tuve dos experiencias que no
funcionaron, entonces quiero estar tranquila. Por ahora estoy en un plan as, me sirve y
lo disfruto porque comparto ms cosas con mi hijo, lo llevo al colegio y dems, pero me
preocupa ms a futuro, yo ya tengo 38 y no es tan fcil hacer un cambio a esta edad...
(E1). () Yo por lo menos en mi experiencia, gestionaba y desarrollaba, porque como
que va muy pegada la parte tcnica con la gestin, o sea, vos te pons a ver cmo
est trabajando una persona que tens que supervisar, pero tens que saber qu es
lo que est haciendo y entonces te mets mucho en la parte tcnica o quizs porque
me gusta a m eso y entonces me meta. En definitiva yo nunca me alej de lo que es
programar y conocer la parte tcnica, soy como muy tcnica en ese sentido. Nunca
me gust alejarme, pero la mayora de la gente en mi profesin, a medida en que van
pasando los aos, prefiere zafar (E4).
Conclusiones
Una mayor autonoma como tendencia general en la organizacin del trabajo en
las actividades relativas al sector del software encuentra sus lmites en la capacidad
que tienen trabajadores, y sobre todo las trabajadoras del sector, para gestionar algunas condiciones de trabajo dominantes en el mismo: la necesidad de gestionar (y conciliar) tiempos, conocimientos, de aceptar los cambios frecuentes de tareas al interior de
una empresa pero, sobre todo, entre empresas, incluso, de distintos pases, a lo que se
suma una alta demanda de disponibilidad para sostener proyectos que son fuertemente
demandantes en trminos de vinculacin con el cliente. Esta autonoma encuentra sus
mayores lmites en la carencia por parte de los trabajadores y trabajadoras del sector
de capacidad para regular colectivamente estos espacios de libertad. Pero tambin no
parece tener sustentabilidad en la construccin subjetiva de los y las trabajadores/as a
mediano y largo plazo, siendo que alcanzados ciertos estadios de madurez y enfrenta-
Las relaciones de gnero en el sector del software: los lmites de la autonoma en el trabajo
185
dos a requerimientos no laborales, sobre todo los provenientes del ciclo de vida familiar
o natural, empiezan a plantearse la necesidad de estabilizar sus trayectorias. Ello supone fuertes problemas para el/la trabajador/a pero tambin para las empresas, en la
medida en que stas aparecen cada vez ms, tal como lo dijimos en la presentacin del
sector, como dependientes de los requerimientos de la demanda que se construye hoy
sobre todo bajo el imperativo de confianza entre cliente/usuario y los/as trabajadores/
as. Y la confianza es un dispositivo que se construye en el tiempo y donde estos ltimos
cumplen un rol central. Los problemas de retencin, de estabilizacin, de motivacin,
siguen siendo centrales en la gestin de recursos humanos, incluso bajo estas nuevas
lgicas, es decir, aunque hayan cambiado sus referentes y la significacin que stos
tienen para el personal. Reflexionar sobre la confianza en un marco de autonoma permitir repensar la problemtica de gnero al interior de las empresas.
Pero adems, la problemtica de gnero tiene que ser introducida en el campo
de reflexividad del/a trabajador/a. En la medida en que el sector imponga una imagen
naturalizada en torno a la construccin social de un trabajador flexible y autogestionado, y las fronteras de las empresas dependan cada vez ms de las demandas externas
de clientes y/o usuarios, aparece como cada vez ms imperativo discutir la necesidad
de abrir espacios de dilogo y repensar colectivamente cules son los lmites que los
trabajadores y trabajadoras del software necesitan construir para poder sostener esta
actividad dentro de los parmetros que exige una concepcin digna o decente del trabajo, en los trminos que lo entienden los gobiernos y los organismos internacionales
que trabajan en la materia.
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186
Doctor en Sociologa. Profesor Titular del Departamento de Sociologa. rea de Investigacin: Sociologa de la Gestin de los Recursos Humanos. [email protected]
Magster en Sociologa. Profesora Asistente del Departamento de Sociologa. rea de Investigacin:
Sociologa de la Gestin de los Recursos Humanos. [email protected]
Licenciada en Sociologa. Profesora Ayudante del Departamento de Sociologa. rea de Investigacin:
Sociologa de la Gestin de los Recursos Humanos. [email protected]
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gestin del riesgo en esta empresa, implica tomar en cuenta estas dimensiones para
poder determinar las polticas ms adecuadas en esta temtica. En funcin de estos
desafos, los objetivos que se plantea este trabajo son: i) analizar el impacto de las polticas de seguridad implementadas por la empresa; ii) analizar las culturas de seguridad
en los diferentes sectores o reas de trabajo; iii) analizar las estrategias individuales y
colectivas de los trabajadores frente a las situaciones de riesgo. Previo al anlisis de
estas dimensiones, desarrollaremos brevemente algunos conceptos tericos que guiarn el mismo, la metodologa utilizada y los procesos de trabajo implicados.
Culturas de seguridad y regulacin
En trabajos anteriores (Pucci, Nin, 2013) desarrollamos, siguiendo a Alamberti
(2013), tres modelos de seguridad que resumimos brevemente a continuacin:
a. El modelo resiliente, en el cual la bsqueda de la exposicin al riesgo constituye
la esencia del mismo. La seguridad est asociada a sobrevivir, y los que los consiguen trasmiten sus conocimientos sobre seguridad a travs de sus relatos.
b. El modelo de la HRO, en el cual hay que gestionar los riesgos diariamente, aunque el objetivo principal sea controlarlos y no exponerse a ellos. La seguridad
depende del grupo, de la organizacin, de los roles y las competencias de cada
uno. El modelo analiza sus fracasos e intenta comprender sus causas.
c.
El modelo de los sistemas ultraseguros, basado en la idea de que los operadores
son equivalentes e intercambiables. Este modelo apuesta a las cualidades de
supervisin, que son las que evitan que estos operadores se expongan a los
riesgos ms fortuitos, limitando dicha exposicin a una lista finita de fallos y
dificultades.
Estos tres modelos de seguridad son radicalmente diferentes, responden a condiciones econmicas distintas, tienen su propia lgica de optimizacin, su propio sistema de formacin, sus ventajas y sus lmites. Esto implica que estos modelos no
son miscibles, por lo que las empresas u organizaciones deben necesariamente optar
por alguno de ellos. Tampoco es sencillo el pasaje de un modelo a otro en la misma
organizacin: las intervenciones que se realizan pueden mejorar o modificar aspectos
del modelo pero no su lgica bsica. Para pasar de un modelo a otro se precisa de un
elemento de fractura que abarque toda la profesin y su economa.
Por otra parte, Simard (1998) desarroll cuatro grandes tipos de cultura de seguridad, en funcin de la mayor o menor participacin de los dos actores ms involucrados en esta temtica: la direccin de la organizacin y los trabajadores ligados directamente a la produccin. Estos cuatro tipos de cultura de seguridad son: a) la cultura
fatalista, que presupone que los accidentes son producto del destino o de la fatalidad,
ningn actor se preocupa por el tema de la seguridad; b) la cultura de oficio, que se
caracteriza por una dbil participacin de la direccin en los temas de seguridad; los
trabajadores autorregulan sus comportamientos en relacin a la seguridad, sobre la
base de la elaboracin de normas de grupo de aplicacin cotidiana, sustentadas en el
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De esta forma, Reynaud plantea que en una organizacin siempre existen dos
fuentes de regulacin: la regulacin de control y la regulacin autnoma. La regulacin
de control es formal y explcita, orientada por criterios tcnicos y racionales. La regulacin autnoma, por su parte, si bien es informal, no es espontnea ni caprichosa. Es
una regulacin muy elaborada, compartida por los trabajadores, que se ensea a los
nuevos miembros y que se impone a aquellos que no la aceptan. Esta forma de regulacin tambin es racional; a travs de ella los trabajadores pueden aceptar la racionalidad tcnica de la produccin y de la eficacia. Los valores afectivos que los trabajadores
encarnan en la regulacin autnoma no se explican por la oposicin racional afectiva,
sino por las luchas de poder ligadas al encuentro de las dos formas de regulacin.
Esta perspectiva de Reynaud se puede articular con el paradigma de la accin
contingente de Crozier y Friedberg (1990). Segn estos autores, el poder es inherente
a las lgicas de accin de los actores en una organizacin. Toda accin individual o
colectiva se sita en un marco estructurado de relaciones de poder y dependencia. No
todos los agentes tienen la misma capacidad para hacer frente a la incertidumbre del
entorno. Los que tienen los recursos o la capacidad de controlarlos, utilizan su poder
para aumentar sus niveles de autonoma. Sin embargo, esto no significa que existe una
estructura social u organizacional establecida a partir de la cual podamos entender la
distribucin diferencial y asimtrica de poder. Toda organizacin tiene caractersticas
contingentes en funcin de las estrategias desarrolladas por actores con objetivos
divergentes y diferentes recursos de poder. Estas estrategias se deben inscribir en las
reglas de juego de la organizacin, a travs de las cuales se definen las ganadoras y
las perdedoras. La perspectiva de la regulacin autnoma de Reynaud se articula con
las tesis de Crozier y Friedberg, en la medida en que sostiene que la regulacin autnoma es la fuente de las reglas de juego de la organizacin, en el marco de las cuales
los actores despliegan sus estrategias. Incluso Reynaud va ms all, en la medida en
que plantea que la regulacin no es el producto de la actividad de un actor previamente
constituido: la actividad de regulacin constituye al actor, define sus alcances y sus
lmites, su estructura interna, sus aliados y sus opositores. La actividad de regulacin
se inserta en la elaboracin de una estrategia colectiva.
Por otra parte, Reynaud plantea que la distincin de estas dos regulaciones no se
aplica a cualquier relacin de poder: designa una relacin especfica que se establece
entre un grupo y los que quieren regularla desde el exterior. Un ejemplo tpico son las
relaciones jerrquicas. En este plano, las regulaciones reales son compromisos inestables entre control y autonoma. La variedad de compromisos en muy grande, tanto
como los procesos necesarios para alcanzarlos. Esto implica que las regulaciones de
una empresa no formen un conjunto coherente: son ms bien el resultado acumulado,
el apilamiento o las combinaciones poco articuladas de prcticas y reglas que son de
naturaleza, origen, poca e inspiracin muy diferentes y hasta opuestas. En la medida
en que son multidimensionales, las regulaciones constitutivas de los diferentes grupos
estn cargadas de valores, tradiciones y obligaciones que van ms all de las necesidades inmediatas de produccin. No resulta contradictorio, por lo tanto, entender la
193
cultura de seguridad propuesta por Simard, como un conjunto donde conviven valores
comunes con espacios de conflictos y disputas. La diferenciacin de intereses y la autonoma creciente de los grupos no se oponen al logro de resultados comunes.
Una tercera forma de regulacin sealada por Reynaud es la regulacin conjunta.
Esta forma de regulacin implica un acuerdo explcito, la mayor parte de las veces entre el sindicato y la gerencia o direccin, en la cual se establecen determinadas normas
para regular la produccin, los salarios y las condiciones de trabajo. Este tipo de regulacin, si bien tiene un origen colectivo, debe diferenciarse de la regulacin autnoma,
en la medida en que es tambin una forma de regulacin de control. Las estrategias
sindicales generalmente se orientan fuertemente al desarrollo de la regulacin conjunta, y le dan un espacio muy limitado a la regulacin autnoma.
En sntesis, analizar la gestin del riesgo en una organizacin implica tomar en
cuenta estos mecanismos de regulacin autnoma. Estas decisiones se toman en el
contexto de una organizacin productiva que desarrolla polticas de seguridad y produccin contradictorias entre s, marcando espacios de control y de autorregulacin
especficos. A su vez, los procesos de regulacin autnoma se articulan con una cultura
de seguridad sustentada en el conocimiento tcnico y en la experiencia de los trabajadores ms que en dispositivos formales de supervisin y control.
Metodologa y trabajo de campo
En funcin de los objetivos planteados, la investigacin implement un abordaje
metodolgico cualitativo, que permite realizar una comprensin de la experiencia de
los individuos desde su propia perspectiva, as como del significado que los mismos
le atribuyen a los fenmenos de los que forman parte. En el proceso de investigacin
cualitativa, los investigadores han de focalizarse en aprehender dicho significado para
comprender el problema o fenmeno que se desea investigar, en el entendido de que
los individuos son agentes creadores de su propia realidad, cambiante y dinmica, a
la cual le atribuyen sus propias perspectivas, sentidos y significados. Es por ello que
resulta importante conocer la opinin de los propios actores para comprender las situaciones y los fenmenos investigados.
El diseo de la investigacin fue abierto, ya que exista la posibilidad de que se
produjera informacin que no estuviera contemplada desde el inicio. En este sentido,
fue un diseo emergente, ya que el plan inicial de investigacin no era rgido y caba la
posibilidad de que las fases del proceso pudieran cambiar en lo relativo a las preguntas,
la forma de recogida de los datos, as como los individuos o el contexto del estudio. La
flexibilidad del diseo estuvo guiada por los objetivos de la investigacin y se pretendi
adaptar al contexto de descubrimiento en el que se encuentra inmersa la propia comprensin del fenmeno analizado, en funcin de la informacin que fue surgiendo del
propio proceso de investigacin.
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negociar los impactos de las nuevas polticas de gestin del trabajo y del empleo en
la empresa. Asimismo, existe una escasa reflexividad por parte de los trabajadores en
relacin a los componentes de su cultura de oficio. Si bien sta opera de hecho, no
es explicitada por el colectivo, y menos an es reconocida como tal en el marco de
tensiones y competencias entre sectores y equipos de trabajo.
Reflexiones finales
La cultura de seguridad dominante en FANAPEL se sustenta en el conocimiento
de oficio, que se conforma a travs de un conjunto de reglas implcitas que regulan el
proceso de formacin y transmisin de saberes. Dicha cultura de oficio implica que las
normas de proteccin de los trabajadores de los riesgos laborales no se imponen desde la direccin o desde las jefaturas, sino que se construyen en la interaccin cotidiana
de los trabajadores.
Por otra parte, se observa un desaprovechamiento de la cultura de oficio y de
los elementos de autorregulacin para el desarrollo de medidas de prevencin sustentable, tanto por la empresa como por el propio sindicato. Los intentos de regulacin
de control de la seguridad se dan en un marco general que presenta dificultades para
el desarrollo de relaciones de confianza, debido a la incertidumbre que generan las
polticas de gestin de la empresa.
En el discurso de las situaciones frecuentes ligadas a accidentes, existen algunos
que han quedado en la memoria colectiva de la empresa, cuyo relato ha trascendido
generaciones de trabajadores. Estos relatos narran accidentes que han producido la
muerte de un operario en el rea de pulpa y bajas por licencia mdica de cinco trabajadores de PCK. En este caso, la importancia de estos riesgos permanece latente y
trasciende el sector especfico donde ocurrieron, para formar parte de una cultura ms
general, aunque con una orientacin de tipo fatalista. La presencia de estas formas
de elaboracin colectiva adquiere relevancia si tenemos en cuenta el nivel de segmentacin interna, las rivalidades entre sectores y el desconocimiento del trabajo que
trasciende el rea de actuacin de cada operario. El anlisis de esta dimensin puede
arrojar nuevas pistas para comprender los modelos de seguridad de la empresa.
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Doctor en Sociologa. Profesor Titular del Departamento de Sociologa. rea de Investigacin: Sociologa de la Gestin de los Recursos Humanos. [email protected]
Mster en Sociologa. Profesora Asistente del Departamento de Sociologa. rea de Investigacin:
Sociologa de la Gestin de los Recursos Humanos. [email protected]
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una estructura muy diferenciada que tiene fuertes tendencias centrfugas. Estas tendencias obligan a la organizacin a generar mecanismos de integracin del personal
para mantener los niveles de cooperacin imprescindibles para el funcionamiento de
la misma. Las tensiones ms importantes que podemos asociar a este modelo derivan
del traslado de las responsabilidades de la organizacin al individuo, que asume la
carga de alcanzar las metas y los objetivos de la organizacin. La ambivalencia central
que caracteriza a este modelo radica en la tensin permanente entre dos polos: por
un lado, el individuo tiene un margen de autonoma en sus opciones, pero, al mismo
tiempo, esta autonoma est controlada en la medida en que las decisiones deben
corresponder a los objetivos y metas planteados por la organizacin. Estas tensiones
atraviesan los diferentes niveles de la jerarqua y de la divisin del trabajo de este tipo
de organizaciones.
En los modelos innovadores, la incertidumbre deja de ser un espacio de juego,
como lo planteaban Crozier y Friedberg (1990) cuando analizaban las grandes burocracias maquinales. Los procesos de innovacin descansan en incertidumbres tcnico
organizacionales; no existen procesos de trabajo precisos, por lo que el actor gana en
autonoma pero aumenta los riesgos de error y el sentimiento de riesgo. El aumento
considerable de las incertidumbres no se puede analizar solamente como el resultado
mecnico de situaciones de trabajo no programadas o no atendidas: las incertidumbres
son tambin una construccin social. A falta de reglas organizacionales slidamente
estructuradas, los profesionales definen sus recursos en funcin de su campo de investigacin y de los recursos de poder que puedan obtener. Crean incertidumbres objetivas multiplicando las acciones innovadoras, econmicamente legtimas. Son actores
estratgicos que, en vez de disimular la informacin, la difunden; en vez de escudarse
en las reglas, participan activamente en su transformacin (Alter, N. 1993).
Las perspectivas reseadas tienen un aspecto en comn: ven a las organizaciones como productos contingentes de las estrategias de los actores, de las fuentes de
poder que manejan los mismos y de las negociaciones o acuerdos que se establecen
para mantener los niveles de cooperacin necesarios para alcanzar las metas y objetivos institucionales. Esta perspectiva es la que utilizaremos para analizar las tensiones
originadas por los procesos de cambio organizativo que se vienen impulsando en la
USP, desde la mirada de los trabajadores involucrados en esta dinmica.
Los procesos de trabajo en la USP
Para comprender el proceso de trabajo de la USP del MIDES, es necesario definir
cules son las tareas tpicas que configuran el ncleo central de operaciones de este
sector. La descripcin de estas tareas permite establecer cules son las actividades
que definen las caractersticas bsicas del proceso de trabajo.
El ncleo de operaciones tpico de la USP lo constituye el trabajo de recoleccin
de informacin, que lo realizan los asistentes de campo o encuestadores. Estos asistentes conforman grupos de trabajo, acompaados de un supervisor. El trabajo de los
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La cuarta etapa del proceso de trabajo de la USP est a cargo del rea tcnica
y consiste bsicamente en el procesamiento y anlisis de la informacin. Esta etapa incluye no slo el trabajo con las bases de datos de la informacin relevada por la propia
Unidad, sino que incorpora tambin el procesamiento de fuentes secundarias, como las
provenientes del Instituto Nacional de Estadstica (INE) o de otros organismos pblicos.
En el rea tcnica, existen dos sectores diferenciados. Por un lado, un grupo de
tcnicos concentra su actividad en la elaboracin de evaluaciones y devoluciones de
los resultados obtenidos a quienes trabajan en el campo. Esta actividad opera como un
estmulo al aumento del rendimiento y de la productividad de los encuestadores. Este
sector ha incorporado ltimamente la tarea de desarrollar procesamientos especficos
relativos a los distintos territorios visitados, con miras a realizar devoluciones a los
actores locales. Estas tareas implican no slo manejar bases de datos, sino tambin
comunicar la informacin a las distintas reas de la Unidad involucradas en la produccin de la misma, a los efectos de que el producto sea de la mejor calidad posible.
Por otro lado, existe un sector que realiza tareas de corte ms bien acadmico,
vinculadas a la discusin conceptual de las polticas implementadas, as como a la
publicacin y difusin de resultados, en coordinacin con otros organismos estatales.
Por ltimo, debemos sealar la presencia de cargos en la cspide de la jerarqua que
realizan tareas de coordinacin general de las actividades de la Unidad y de trasmisin
de las demandas polticas que afectan y ordenan los lineamientos generales del trabajo.
Una normalizacin incompleta: profesionales con tareas prescriptas
Los procesos de normalizacin del trabajo en la USP fueron provocados por la
necesidad de organizar un trabajo que en sus etapas iniciales estaba muy marcado por
las motivaciones ideolgicas y por el voluntarismo poltico y/o social. El cambio implic
que, en la actualidad, el trabajo en este sector se caracterice por un alto nivel de profesionalidad y por un fuerte respeto a las normas tcnicas de trabajo. En este sentido,
el trabajo en la Unidad parece haber pasado de una etapa de confusin o indistincin
entre las tareas tcnicas y la militancia poltica, a la realidad actual en la cual la tecnicidad es un componente central de las discusiones y de las decisiones que se toman
en el proceso de trabajo. A su vez, el proceso de trabajo de la USP est altamente
normalizado, lo que implica que los puestos de trabajo tienen tareas y procedimientos
establecidos prescriptivamente, que los trabajadores deben cumplir. Dentro de este
marco prescriptivo, existe sin embargo un espacio de decisin de los trabajadores, que
se explica por la diversidad de situaciones que deben enfrentar y por la alta complejidad
de los temas que tratan.
Como parte de este proceso de normalizacin, la USP est implementando cambios tecnolgicos que apuntan a mejorar la calidad del trabajo. Uno de los cambios se
refiere a la implementacin del formulario digital, que sustituye el clsico formulario de
papel. Este formulario permite que el asistente detecte en un mapa los puntos que tiene
que visitar, cargue directamente los datos que est relevando y los procese on line.
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que realizan las operaciones centrales del sector, lo que constituye una fuente de insatisfaccin del personal. Esta insatisfaccin se expresa en un descenso de los niveles
de productividad, que son medidos de acuerdo a una lgica de control basada en el de
rendimiento cuantitativo. La segunda alternativa puede ser la sustitucin de trabajadores profesionales por trabajadores menos calificados, los cuales pueden oponer menores resistencias a las exigencias de productividad y al control de tareas en la medida
en que no participan de una cultura profesional. El problema que se plantea en estos
casos es que el tipo de tareas que desarrolla la USP, si bien puede ser parcialmente
estandarizada, mantiene fuertes espacios de indefinicin debido a la complejidad y
diversidad de situaciones que maneja. En estos espacios, el conocimiento profesional
resulta imprescindible para poder resolver las tareas prescriptas.
La tensin entre la intervencin y la recoleccin de datos
Uno de los fenmenos ms sealados por los entrevistados es la fuerte tensin
que existe entre involucramiento con la poblacin objetivo y la productividad. La tarea
de los asistentes de campo consiste en la recoleccin de informacin estandarizada
sobre la cual se definen las polticas sociales y los destinatarios de las mismas. Pero
el acceso a un hogar implica en numerosas ocasiones que el encuestador se involucre con la compleja y a menudo angustiante realidad del mismo, lo que enlentece el
registro de datos en la medida en que la atencin se orienta a la intervencin en la
solucin de los problemas y se desva de la tarea de recoleccin de informacin. Este
involucramiento con la situacin y la problemtica de los hogares que se visitan tiene
diferentes grados, de acuerdo a las formaciones acadmicas y profesionales de los
encuestadores. Asimismo, la matriz militante y las ideologas de izquierda presentes en
la institucin tambin inciden en los niveles de involucramiento de los encuestadores
con los hogares que atienden. En ese sentido, el involucramiento que proviene de la
profesin de los asistentes se seala como un avance en relacin al involucramiento
ideolgico o poltico, que caracteriz a las primeras generaciones de trabajadores del
MIDES. Este avance se expresa en una mejora de la calidad del trabajo, producto de la
formacin profesional que sostiene las tareas realizadas. Sin embargo, este involucramiento de los asistentes a menudo es considerado por las jerarquas como indicador
de una comprensin deficitaria de la tarea asignada. A pesar de ello, el involucramiento
con las dificultades que enfrenta la poblacin (indagacin con mayor profundidad que
la prevista en el cuestionario, o relevamiento de dimensiones no previstas en el mismo)
es a menudo defendido por los asistentes como una muestra de mayor compromiso
con su rol.
En este sentido, los responsables del trabajo parecen inclinarse hacia la bsqueda de un equilibrio entre las necesidades de productividad y de cumplimiento de
metas y las sensibilidades que surgen y se expresan en el trabajo cotidiano de los
encuestadores. Al respecto, es posible advertir cierta ambigedad en su tratamiento:
el involucramiento con las problemticas de la poblacin, si bien puede enlentecer un
poco el trabajo de recoleccin de informacin, aumenta la motivacin hacia la tarea,
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El involucramiento de los profesionales de la USP con los objetivos de la institucin y con la obtencin de las metas y resultados definidos por la misma, generan
un relacionamiento que escapa a la lgica burocrtica de apego a la norma con independencia de los fines propuestos. Las relaciones laborales estn atravesadas por
discusiones que ponen en juego las diferentes interpretaciones que los trabajadores
atribuyen a sus obligaciones, generando procesos de discusin colectivos para resolver las incertidumbres. Las conductas escapan a la previsibilidad tpica de los modelos
burocrticos, estableciendo una estrecha relacin entre los comportamientos y los
fines definidos por la organizacin.
Otro punto de tensin tiene que ver con el conocimiento profesional que poseen
los miembros de la USP y las normas de procedimiento que impone la organizacin.
Esta tensin involucra dos fuentes de poder: el conocimiento tcnico propio del mundo
profesional y el apego a las normas propio del mundo de la gestin y la administracin.
Los procesos de normalizacin del trabajo implementados por la USP ponen en juego,
de manera cotidiana, estas dos fuentes de poder, a travs de lo cual los profesionales
se resisten a la prescripcin de sus tareas y reclaman, de manera implcita o explcita,
un espacio de decisin autnoma. Esta combinacin genera un equilibrio inestable, en
el cual tiende a predominar en ocasiones el conocimiento experto resumido en reglas
de procedimiento estrictas y en otras, la movilizacin de los actores para definir las
reglas en funcin de los objetivos de la institucin.
Las tensiones sealadas forman parte del proceso de construccin institucional
de la USP, en el marco de los desafos impuestos por los objetivos polticos definidos en
el momento histrico de su creacin y que todava mantienen su vigencia. La discusin
que se plantea es si la organizacin, para cumplir sus objetivos, debe intentar resolver
estas tensiones, orientndose hacia un modelo especfico, o, por el contrario, debe
convivir con ellas buscando un modelo funcional hbrido. Estas combinaciones en una
misma organizacin de lgicas de modelos diferentes, si bien conspiran muchas veces
con la eficiencia en el logro de resultados, permiten mantener los niveles de motivacin
de la matriz original, lo que asegura en el largo plazo el logro de los resultados. Las
experiencias analizadas en diferentes contextos muestran formas de organizacin hbridas y transitorias en las cuales el aprendizaje individual y el aprendizaje organizacional
se articulan segn modalidades variables.
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Al ser una actividad donde en muchas ocasiones el cliente asume un rol integrado
al proceso de produccin, especificando su demanda, requiriendo plazos, el trabajo se
impregna de elementos de complejidad inditos, que inciden en las condiciones en que
se desempea el/la trabajador/a. Definiciones estndares de calidad y/o eficiencia no
se ajustan a estas modalidades de trabajo. Cuestiones centrales en la organizacin del
trabajo tales como el control de tiempos y la divisin del trabajo, se ven modificadas
frente a la necesidad de manejar la incertidumbre que se aade al trabajo de carcter
cognitivo en la produccin de software de manera inherente, ya que el mismo requiere
la realizacin de actividades no emprendidas con anterioridad.
En este contexto, si adoptamos la perspectiva del/a trabajador/a, los mecanismos de gestin del trabajo y de los recursos humanos que se aplican en sectores
tradicionales como la industria resultan bastante ineficaces e inadecuados en relacin
a sus experiencias laborales. Para la Sociologa del Trabajo, dar cuenta de la relacin
trabajador/a empresa en el sector software conlleva resignificar muchas categoras
sobre las cuales se pens el trabajo en un contexto industrial. En este sentido nuestra
investigacin se propone dar respuesta a las siguientes preguntas: Qu caractersticas
adopta esta gestin? Dada la centralidad del conocimiento, qu papel juega la autogestin de los trabajadores? Ello nos conducir a una reflexin en torno al campo de
accin de la gestin de recursos humanos y en definitiva, a responder la pregunta: qu
desafos enfrenta la gestin de los recursos humanos en este modelo de organizacin
del trabajo?
La Sociologa del Trabajo augur un cambio radical cuando empez a percibir la
incidencia de las formas de organizacin postayloristas en todo el mundo laboral. Sin
embargo esta definicin fue fuertemente relativizada por su excesiva carga de vaguedad ante el estudio de situaciones concretas. En este sentido, consideramos que igual
que se hizo en la industria del automvil que dio nombre al modelo principal de organizacin en el mundo del trabajo de todo un significativo periodo, el fordismo, hoy es
necesario abordar los sistemas concretos de trabajo que permitan elaborar las nuevas
caractersticas del mundo del trabajo y modelizarlo para tener una mayor comprensin
del mismo. A nuestro entender, la industria del software como prototipo (en el mismo
sentido que lo fue la industria del automvil para la produccin de bienes materiales) de
la produccin de bienes inmateriales como la informacin y el conocimiento-, presenta
un caso de estudio que nos abre a los analistas del trabajo un panorama distinto desde
donde discutir el trabajo y su gestin.
El artculo presenta en primer lugar una caracterizacin de la industria del software en trminos de proceso, de organizacin y como produccin de bienes inmateriales. Dada esta caracterizacin sostendremos la hiptesis de que con estos cambios
tan radicales los parmetros tradicionales de anlisis del mundo del trabajo han de
ser modificados; categoras como el control, la organizacin o la gestin del trabajo
asumen diferentes modalidades al estudiarse la industria del software. Este anlisis nos
servir de contexto para revisar la gestin de los recursos humanos, reflexionar sobre
215
esta funcin del management, los nuevos desafos que se le presentan en estas nuevas
condiciones de aplicacin y analizar en qu medida stas cambian la naturaleza de las
principales herramientas de gestin de recursos humanos en el marco de esta funcin
(capacitacin, seleccin, carreras profesionales, evaluacin o retiro, para mencionar
algunas).
Breve caracterizacin del proceso de trabajo en la industria del software
Un aspecto importante, que especifica el anlisis sobre el sector, es el hecho
que debido a su naturaleza el proceso de desarrollo de software no es homogneo.
Esto debido a varias caractersticas. En primer lugar, porque no existe un proceso de
software universal que sea efectivo para todos los contextos de desarrollo; lo cual lo
hace difcilmente automatizable y/o estandarizable. Cada emprendimiento surge en el
marco de un proyecto. A su vez, porque el desarrollo de software tiene un componente
esencial de la produccin de conocimiento, lo que hace del trabajo una actividad esencialmente inmaterial o simblica, siendo dependiente de la creatividad, subjetividad e
involucramiento de los trabajadores.
Por otro lado, es prcticamente inviable conseguir un 100% de confiabilidad de
un programa por pequeo que sea; existe una inmensa combinacin de factores que
impiden una verificacin exhaustiva de las todas las posibles situaciones de ejecucin
que se puedan presentar (entradas, valores de variables, datos almacenados, software
del sistema, otras aplicaciones que intervienen, el hardware, etc.). El proceso, por
tanto, es intrnsecamente flexible y colectivo, en su creacin deben resolverse varios
problemas inesperados y para ello el proceso de trabajo exige un fuerte componente
de colaboracin y comunicacin.
Un producto software es un intangible y por lo general muy abstracto, esto dificulta la definicin del producto y sus requisitos, sobre todo cuando no se tiene antecedentes en productos similares. As, los cambios en los mismos son inevitables, no slo
despus de entregado en producto sino tambin durante el proceso de desarrollo. El
software debe evolucionar para adaptarse a las necesidades del cliente, quien es un
actor fundamental en todas las etapas de diseo.
En base a estas caractersticas del proceso de elaboracin de un software, su
puesta en marcha requiere un vnculo entre trabajador y trabajo que no es de tipo
operativo sino cognitivo. El componente cognitivo, si bien ha estado siempre presente
en el trabajo e incorporado al producto, bajo las condiciones de inmaterialidad de esta
relacin adquiere un carcter no codificable, sino construido. Esto remite a un trabajador con experiencia y fuertes competencias para este trabajo. Experiencia, ligada
a la construccin de conocimientos mediante la prctica del trabajo en acto que se
transforman en competencias en los momentos en que son reactualizados en cada
nueva situacin problemtica. Y competencias que liguen al trabajador a la produccin
de conocimiento innovador y creativo.
216
Es a partir de estas caractersticas del sector que como socilogos nos vemos
enfrentados a hacer un giro de nuestra mirada sobre el trabajo en los trminos que
clsicamente se le ha estudiado. Y la novedad de estas dinmicas tiene que ver con la
introduccin de dos cambios relevantes en el trabajo, el primero, la incorporacin del
trabajador, y el segundo, la incorporacin de una nueva mirada sobre el producto, el
que adquiere relevancia en su dimensin de servicio. Ambos introducen un problema de
agencia que complejiza la mirada sobre el trabajo y, por ende, su gestin. La mirada del
producto desde la lgica de servicio y esto quizs pueda ser novedoso para algunos-,
pensamos que introduce nuevas problemticas al aparecer l mismo como resultado
de un proceso interactivo, comunicativo, reflexivo, con un fuerte componente social
en su construccin. Por ende, el producto no puede ser pensado tanto en trminos de
resultado sino de trayectoria, atravesado por mltiples transformaciones, en el marco
de un grupo de trabajo o de una organizacin. Bajo esta mirada, igual que lo sealara la
sociologa simtrica de Callon y Latour, no slo adquieren relevancia las interacciones
entre humanos, sino que incluso las interacciones entre tecnologas y humanos, sus
condicionamientos mutuos, son relevantes. Se genera durante el proceso de trabajo un
lazo recursivo entre el producto y el desarrollador que es una caracterstica distintiva
en la produccin del software, en particular, en los servicios de consultora en esta
rama. En este sentido, la trayectoria del software se vuelve una unidad de anlisis para
comprender el trabajo y el vnculo del trabajador con el trabajo.
La problemtica de la gestin en el contexto de la industria del software
Las caractersticas reseadas anteriormente pueden ser analizadas observando
las lgicas que operan en el mismo, particularmente al observar la gestin del trabajo
y de los recursos humanos. Como seala Alonso (2007), observar las caractersticas
del sector en trminos de lgica permite enfocar el anlisis organizacional como un
intento de dar cuenta de los procesos concretos de construccin de las estrategias de
los actores intra y extra organizacionales en situaciones variables y multidimensionales.
En esta oportunidad nos interesa caracterizar estas lgicas bajo la estrategia analtica
de maximizar las diferencias, tanto entre los servicios y la industria, como al interior de
los servicios e incluso, en la industria del software, ms all de que las mismas sean
o no dominantes, en tanto estas lgicas nos permitan dar cuenta de la emergencia de
nuevas formas de pensar el trabajo y las relaciones de trabajo e ir discutiendo un listado de desafos a los que se enfrenta la gestin y a los que no puede hacer frente bajo
el prototipo construido a partir del las lgicas propias del trabajo clsico.
Esta estrategia analtica nos permitir evaluar la adecuacin emprica de estos
cambios a los conceptos a partir de los cuales se ha dado cuenta de la relacin de trabajo en el marco de las relaciones industriales clsicas. Conceptos como el de control
del trabajo, que est en la naturaleza del anlisis del trabajo como relacin capitalista, o
conceptos aledaos como la divisin del trabajo (cuya funcin deliberada, por ejemplo
en Marx, es el control de la fuerza de trabajo) o la divisin jerrquica como la forma
ms eficiente de organizar el mismo, necesitan ser repensados a la luz de estas nuevas
217
condiciones de la produccin6. Por ejemplo, nuestra observacin del sector nos indica
que en estos trabajos el control no aparece bajo la forma clsica y omnipresente de una
jerarqua y en funcin de la bsqueda de productividad, ni aparece como contradictoria
a la emergencia de espacios de autonoma.
Justamente, uno de los giros epistemolgicos en los estudios del trabajo que
empiezan a verse forzados por este nuevo tipo de dinmicas, pasan por romper con
los estereotipos que nos llevan a pensar el control y la autonoma como ideas contradictorias y funcionando bajo lgicas de accin opuestas: una de las evidencias recogidas
en la observacin del sector es que ambas lgicas se entremezclan en la prctica y,
justamente, la complejidad emana de un actor que puede tener una estrategia orientada
al control apoyndose en la autonoma de los trabajadores: autodisciplina y formacin
autodidacta, individuacin de las trayectorias laborales, convergen en una organizacin
del trabajo donde el nfasis est puesto en la articulacin de los roles en torno a un proyecto, ms que en las jerarquas. Funciona como ilustracin de este tipo de dinmica
el desarrollo reciente de distintos modelos y metodologas de organizarse no basadas
en las jerarquas, denominadas metodologas giles (por ejemplo scrum como una
de las versiones ms difundidas) por estar basadas en un desarrollo incremental del
software y no en etapas o en base a una divisin funcional o tcnica del trabajo. Las
mismas son pensadas como un proceso a partir de pequeas sucesivas entregas de
avances en el software, con ciclos rpidos, que se transforma en un proceso coordinado donde el cliente y los desarrolladores trabajan juntos basados en la cooperacin
y la comunicacin.
Una organizacin en base a proyectos hace que la divisin funcional del trabajo
y la asignacin de roles, aunque persisten, pierdan centralidad frente a las formas que
estos roles y funciones llegan a ser articulados y coordinados. Por eso tambin muchas
veces quienes gestionan o lideran los proyectos suelen ser personas que ya ocuparon
distintos roles y pueden proyectar una mirada global al trabajo, producto de haber ocupado diferentes posiciones en el proceso: Casi siempre se da que el que gestiona ya
fue programador o diseador y fue adquiriendo la capacidad de gestionar ms que
nada en proyectos grandes, los proyectos chicos son distintos, por las dimensiones
los grandes son sistemas operativos enteros (entrevistado).
Por su parte, si bien en este contexto no es que los roles o las tareas especializadas o repetitivas desaparezcan, sino que en trminos generales pasan a ser subsidiarias del trabajo que realizan trabajadores crecientemente individuados. Estos trabajadores son individuados porque su trabajo deja de ser visualizado desde su dimensin
rutinaria, para pasar a ser visualizado desde su aporte de originalidad al resultado de
su trabajo.
6
Analticamente, el papel de la divisin del trabajo con relacin al desarrollo de un sistema de autoridad, subordinacin y disciplina obrera en el interior de la fbrica aparece desde tempranamente, tanto
en Adam Smith como en Durkheim como respuesta social a las condiciones ms duras de lucha por
la existencia.
218
En otra lnea, tambin el concepto de control social se ve discutido con la apertura de la relacin laboral, que ya no puede ser pensada desde la dada patrn empleado,
a la presencia de clientes y usuarios, quienes van a empezar a incidir en la regulacin
del trabajo. En este sentido, el control del trabajo se modifica, externalizndose, ya
que gran parte de esta funcin pasa a cumplirla el cliente7. Al respecto, refirindose
a la expansin de las mencionadas metodologas giles en el sector, los empresarios
hacen mencin a las ventajas no slo en cuanto a gestionar el vnculo con el cliente
mediante reportes frecuentes y trabajo conjunto, tambin la posibilidad de ir llevando un
seguimiento pormenorizado del proceso (documentacin del mismo) y facilidades para
ir haciendo las adaptaciones necesarias en funcin de los requerimientos emergentes a
ltimo momento. A modo de ejemplo, un entrevistado nos deca: Yo ahora lo que estoy
haciendo, lo que es la direccin de proyectos, que me reno con los clientes, y gestiono
el equipo, pero claro, al nivel que estamos ahora con este cliente, que es una relacin
que tiene como treinta aos de existencia, el cliente y el equipo estn muy maduros, se
conocen de taquito, los procedimientos estn todos muy armados, muy estructurados,
y se trabaja de otra manera, desde detalles pequeos, por ejemplo las reuniones duran
una hora, empiezan a las dos y terminan a las tres.
Las lgicas de gestin como problema sociolgico
Teniendo en cuenta la novedad de estos cambios, en este trabajo nos interesa
abordar la gestin en un sentido amplio, tanto desde un punto de vista organizacional,
como gestin de recursos humanos, como del actor (autogestin). Cuando nos referimos sociolgicamente a la gestin, la entendemos siguiendo a Boussard (2008), como
la capacidad de dominar tres reas problemticas en las organizaciones, que denominaremos aqu como: a) normativa, b) performativa y c) comunicativa, desarrolladas
a continuacin. La dimensin normativa refiere a cmo organizarse para dominar de
forma ordenada el funcionamiento de la organizacin. Tiene que ver con las normas
internas que se van creando en el grupo, tanto formales como informales, autnomas
y de control (Reynaud; 1989) y las normas externas (formales, contratos de trabajo,
sistema legal, etc.). La dimensin performativa refiere a cmo la organizacin logra ser
performante por medio de una asignacin eficiente de los recursos escasos (articula la
misin a los medios disponibles). Se vincula al concepto de eficiencia, de su construccin in situ y las condiciones bajo las cuales la organizacin piensa su sustentabilidad.
La dimensin comunicacional refiere a la reflexividad que emana de la aplicacin normativa y la puesta en prctica, aportando una mirada dinmica de los procesos de gestin.
Aspectos relevantes en este sentido son la construccin social del conocimiento y las
7
En este sentido Rodrguez y De la Garza afirman: en esta dimensin caben los aspectos mencionados para el control en el trabajo capitalista. Pero al que hay que aadir el que puede ejercer en mayor
o menor medida el cliente. El control del cliente empieza como presin simblica para la realizacin
del trabajo en el espacio y tiempo esperado y con la calidad requerida por ste. En este control pueden jugar las reglas organizacionales esgrimidas por el cliente u otras ms amplias de la legislacin,
incluyendo los derechos humanos, hasta el recurso de la apelacin a la tica combinada con las
emociones (2011:5).
219
identidades construidas en torno al mismo. Asimismo tiene que ver con cuestiones
tales como qu es saber y qu es no saber, qu distinciones se crean al interior del
universo en torno al conocimiento y cmo inciden stas en la organizacin y en el relacionamiento del mundo interno de la organizacin con el mundo externo.
Dimensin normativa
Una de las caractersticas ms marcadas de la produccin del software es la
necesidad permanente de ir gestionando los problemas que surgen: los sistemas no
responden a las expectativas de los usuarios, los programas fallan con cierta frecuencia, los costos del software son difciles de prever y normalmente superan las
estimaciones, la modificacin del software es una tarea difcil y, por ende, costosa en
trminos de inversin en capital humano pero es un requisito del cliente, el software se
suele presentar fuera del plazo establecido y con menos prestaciones de las consideradas inicialmente; normalmente, es difcil cambiar de entorno hardware usando el mismo
software; en definitiva, el aprovechamiento ptimo de los recursos (personas, tiempo,
dinero, herramientas, etc.) no suele cumplirse (Letelier, 2006)8. Bajo esta situacin podemos decir que en el software se trabaja bajo contextos de alta incertidumbre, orientado bsicamente a corregir desviaciones en base a los requerimientos cambiantes del
cliente, pero tambin porque es una produccin que se lleva adelante en un contexto
(tecnolgico) fuertemente variable. A esto se agrega que, dadas estas caractersticas,
la produccin del mismo se hace difcilmente prescribible y estandarizable. La consecuencia de ello es que si bien en el software, como en cualquier actividad laboral son
vitales las normas formales (contratos de trabajo, sistema legal, etc.), sucede que en
este contexto aparece un amplio espacio para la regulacin.
Desde la sociologa el problema de la regulacin del trabajo ha tenido varios
aportes, entre los cuales destaca el pensamiento de Reynaud. La nocin de regulacin
social implica, para este autor, dos ideas aparentemente contradictorias y complejas:
la de control y la de autonoma y las plasma en el uso de los conceptos de reglas
de control y reglas autnomas como emergentes de la observacin del trabajo de
ejecucin. Se constata que las consignas dadas para ejercer un puesto de trabajo
consisten en una serie de prescripciones (reglas de control), pero un anlisis fino del
trabajo puede hacer ver que estas consignas son muy imprecisas: cada proyecto tiene
sus particularidades, muchas veces se trata de resolver problemas especficos para
necesidades especficas. El trabajo real, por lo tanto, debe incorporar una serie de
reglas autnomas que se va fijando el trabajador mismo o con sus compaeros de
trabajo, para poder realizarlo correctamente.
Lo que podemos ver a medida que avanzamos hacia una lgica de servicio (software), es la emergencia, en base al trabajo reflexivo de resolucin de problemas, de
8
Letelier, P. Metodologas giles para el desarrollo de software Tcnico Administrativa Vol. 05 N 26,
abril-junio 2006. Buenos Aires. Departamento de Sistemas Informticos y Computacin. Universidad
Politcnica de Valencia.
220
A modo de ejemplo, un entrevistado seala: Generalmente en una consultora yo digo voy a llegar a
esto en estos plazos. Si no llego con los plazos es un problema grande, cmo hacemos, me pagas
ms, me pagas menos. Eso implica por ejemplo, de que si en la mitad del proceso se te ocurri algo
que no lo habamos visto antes tengamos que negociar cmo lo voy a meter. Necesitas un trabajo
permanente de gestin de ese proyecto bastante frustrante y pesado. En producto te digo, vamos a
hacer esto, si no llegamos no llegamos. Entregamos el producto un poco ms tarde. Es mucho ms
cmodo trabajar de esa forma. Hay un manejo de los tiempos.
221
Preferimos este trmino al de satisfaccin del cliente, etc. porque las expectativas pueden ser
dinmicas y de hecho lo son y en relacin a las satisfacciones, que conceptualmente aparecen
como ms estticas.
222
12
Existen muchas lgicas de venta en el software, pero en todas el acto de venta significa la instauracin de una relacin de servicio con el cliente usuario. Muchas veces la venta empieza con la
construccin interactiva de modelos de realidad y esquemas de representacin que se realizan en
un contexto de planeacin de las tareas futuras que integran la construccin de un proyecto. Incluso
cuando se trata de programas estandarizados, requieren cierto entrenamiento para su uso, actualizaciones y mantenimiento y el acto de venta no implica el final de la relacin sino su comienzo, donde
la venta se presenta como el lmite inferior de una relacin de continuidad cuyo final est abierto,
siendo la posventa la instancia trascendente (Zarifian, 1999).
Esto se relaciona con una concepcin del conocimiento como algo dinmico, relacional y sustentado
en la accin humana, dependiente -en el sentido que lo sealara Nonaka (1999 )- de las personas
223
224
225
En sntesis, sobre la estructura agraria se sabe que han ocurrido agudos procesos de concentracin y extranjerizacin de la tierra (Pieiro, 2012), modificaciones profundas en muchas cadenas de valor (Bittencourt, 2009; Cardeillac, 2013) y en particular de los granos (Gutirrez, 2009; Souto, 2013; Souto y Tomassino, 2011; Arbeleche
y Carballo, 2009; Errea et al, 2011; Saavedra, 2011; Cardeillac y Menndez, 2013),
en la cadena forestal (Carmbula, Pieiro y Menndez, 2014; Lagaxio, 2013), de la
carne (Flores, 2013; Blasina, 2011; Figueredo y Carmbula, 2013; Bittencourt, 2011)
sumado a procesos de creciente desaparicin de predios y productores familiares (Censo General Agropecuario, CGA, 2011) mientras crece la fuerza de trabajo asalariada
(Tommasino y Bruno, 2010; Juncal, 2011). Por otro lado tambin se han descripto con
cierto detalle los procesos de urbanizacin de los trabajadores rurales (Pieiro, 2001;
Riella, 2009), la particular forma que adquiere la migracin campo ciudad (Pieiro y Cardeillac, 2013), la expansin de formas de tercerizacin de la mano de obra (Fernndez,
2009) y de los contratistas de maquinaria agrcola en sus distintas formas (Carmbula,
Figueredo, y Bianco, 2013).
Los estudios sobre la estructura social rural se inician con Aldo Solari (1958),
se continan con Alfredo Errandonea (1989) -posiblemente el estudio ms citado-, y
siguen con Tabar Fernndez (2001). Todos ellos utilizaron en forma complementaria
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otras reas geogrficas para disminuir riesgos climticos y evitar las retenciones a la
exportacin impuestas por su gobierno. De esa manera a partir del 2002 comienzan a
llegar a la zona agrcola del litoral oeste (frontera con Argentina) con sus equipos, sus
tcnicas de produccin, sus conocimientos, sus formas de organizar los negocios, etc.
Entraron a venir los productores argentinos, para hacer una actividad que ac no
se haca, como era la agricultura continua, con un modelo empresarial tremendamente
aceitado, que ac no exista el modelo pool de siembra, el modelo del inversor que
no tiene nada y viene y contrata todo, los servicios, las personas, y lo que l aporta es
el know how, con mucha protocolizacin de procesos, con un salto que en Uruguay fue
muy grande, de la concepcin del negocio, donde el agricultor buscaba margen bruto
por hectrea, a un agricultor que busca rentabilidad y ese cambio en la cabeza es tremendo. (Entrevista S. A. Informante calificado 13/8/13).
Gradualmente (y como se detall ms arriba) se expande el rea sembrada de
soja y con ella la de otros granos en especial el trigo. Es necesario decir que esta expansin estuvo basada, en el caso de la soja, en el paquete tecnolgico desarrollado
por Monsanto hace veinte aos, que combinaba la soja genticamente modificada con
el herbicida glifosato (Roundup) y la maquinaria de siembra directa.
Desde el 2002 hasta el 2008, 2009, por ah, las seis empresas ms grandes
representaban entre el 40 y el 60% del rea total sembrada, cuando en Uruguay se
sembraban 800 mil hs. El Tejar solo sembraba 180 mil, slo una empresa era el 20%
del rea sembrada del pas. (Entrevista S. A. 13/8/13).
Estas empresas que Arbeleche y Carballo (2007) llamaron gerenciadores agrcolas mientras otros las llaman empresas corporativas o pools de siembra operan con el modelo siguiente. El capital proviene del sector financiero generalmente a
travs de la modalidad de fideicomisos o de la emisin de acciones. Tiene un origen
variado: desde pequeos ahorristas (generalmente el piso mnimo de una inversin es
de u$10.000) hasta grandes inversores como fondos de pensin o fondos de capital,
muchas veces de origen extranjero. La propiedad del capital se escinde de la gestin:
sta es llevada a cabo por un profesional con una alta idoneidad que rinde cuentas al
Directorio de la empresa. La empresa puede tener tierras propias pero generalmente
la mayor cantidad de tierras se obtiene por arrendamiento u otros arreglos contractuales: compartir ganancias (aparcera o medianera); repartir ganancias en funcin de
la contribucin de cada socio, etc. Las empresas suelen subcontratar tareas como la
preparacin del suelo, la siembra, el cuidado del cultivo (fumigaciones), la cosecha, y
el transporte de la chacra al acopio con empresas de servicios de maquinaria agrcola
y con transportistas. Tambin se subcontrata el acopio. La provisin de insumos la
realiza la propia empresa (si tiene volumen suficiente como para realizar la importacin
de los mismos) o se abastece en las proveedoras de insumos locales. Hay una serie
muy grande de arreglos distintos tanto en la provisin como en las formas de pago:
ste suele ser al momento de la cosecha, comprometindose la empresa agrcola a entregar parte de su produccin al proveedor de insumos como pago. Esto significa dos
235
cosas: por un lado que la empresa agrcola no precisa del capital para la compra de
los insumos y por otro lado, que las empresas proveedoras de insumos pueden estar
en el negocio del acopio de granos y an en su exportacin posterior. Estas empresas contratan la venta a futuro de los granos antes de comenzar la siembra, teniendo
como base los precios en la Bolsa de Cereales de Chicago, reduciendo el riesgo de
la variacin de precios. A su vez, estos contratos de venta a futuro sirven de garanta
para obtener los prstamos de los insumos y otras operaciones comerciales (Errea et
al., 2011; Gutirrez, 2009).
Otro elemento, central para que este modelo empresarial funcione, son los contratos de palabra (basados en la confianza entre los agentes) o por escrito. Estos ltimos son la regla para los contratos de arrendamiento de campos que especifican con
minuciosidad los acuerdos alcanzados entre el propietario y el arrendatario, estando
protocolizados por escribano (Gutirrez, 2009).
Otro tipo de productores grandes de granos proviene de un ncleo de productores
agrcola-ganaderos grandes que se caracterizaban por ser mejores agricultores y por
no haber tenido dificultades financieras tan irreversibles en el perodo anterior. Errea et
al. (2010) coinciden en sealar que este grupo ha logrado afianzarse y que se distingue
por un buen manejo tecnolgico y por el cuidado del suelo, absorbiendo algunas de
las innovaciones en la gestin del modelo de los productores argentinos. Estos productores estn generalmente organizados como empresas familiares (porque pertenecen
a una familia con arraigo y trayectoria en la tierra) que combinan la agricultura con la
ganadera. De acuerdo a estos autores, con el tiempo, los modelos argentino y nacional
van convergiendo en sistemas con grandes similitudes.
Los contratistas de servicios
Los contratistas de maquinaria agrcola o contratistas de servicios suelen ser
empresarios sin tierra que se dedican a prestar servicios a los productores agropecuarios que poseen tierra. Son una figura de antigua data en el campo uruguayo. Cuando
las empresas agrcolas argentinas desembarcaron en el Uruguay, los contratistas eran
pocos y escasamente capitalizados y con maquinaria inapropiada para las tareas que
se requeran. Por ello facilitaron la compra de maquinarias a ciertos contratistas a cambio de asegurarse sus servicios. Sin embargo, como las empresas definan todas las
actividades de los contratistas y el monto de remuneracin por las tareas, el proceso
a veces generaba diferencias entre las partes: los contratistas cuando terminaban de
comprar los equipos trataban de salir de esas grandes empresas, porque las condiciones eran de patrn a empleado, y no de empresario a empresario. (Entrevista R. F.
Informante calificado. 16/9/13).
Pero tambin haba otros caminos para llegar a ser contratista de maquinaria:
haba una base de contratistas histrica, muy chica, los que arrancaron con eso eran
chicos, despus son ganaderos que venan saliendo de la crisis, salen de su mundo,
236
de gente que la crisis [los] golpe mucho, y algn encargado de chacra de grandes
establecimientos que ascendi a empresario. (Entrevista R. F. 16/9/13).
La figura del contratista en la agricultura de granos tambin crece por la aversin
de la empresa agropecuaria a invertir capital en maquinarias que tendrn un uso limitado en el tiempo en la medida que las tareas son de corta duracin.
Pregunta: Y entonces a las empresas grandes, por qu les conviene tener un
contratista o hacer el trabajo con ustedes?, por qu no compran sus propias mquinas?
Respuesta: Ah tens que entender varios temas. Primero cuando llegan no saben
cunto tiempo van a estar, comprar fierros sabiendo los riesgos de depreciacin y
todos los riesgos que implica, no tena sentido cuando la plata le conviene ponerla en
otro lado Nmero dos, en la agricultura, las ventanas de siembra y de cosecha son
muy chicas, por otro lado, el famoso know how las grandes empresas... no quieren
los [problemas] de la maquinaria, son negocios aparte. (Entrevista R. F. 16/9/13).
Las relaciones entre los contratistas de maquinaria agrcola y las empresas agropecuarias no han estado exentas de conflicto. La relacin de completa dependencia
por parte de los noveles empresarios contratistas de las grandes empresas agrcolas
gener tensiones que estuvieron en el origen de la creacin de la Cmara Uruguaya de
Servicios Agrcolas (CUSA) como intento de los contratistas de regular estas relaciones, tanto de los aranceles por las diversas tareas (siembra, fumigaciones, cosechas,
etc.) como de las condiciones de pago y otras condiciones del negocio.
En el 2007 se funda la Cmara, que en su primer periodo, tiene un fuerte
componente de pelea contra los pools, no queran que existiera una institucin. Lo
primero que hizo [la Cmara] fue sacar un precio de referencia que era el 20% superior
a lo que pagaban estas empresas. [En la actualidad] las empresas pagan lo que quieren, pero la referencia la miran, nosotros terminamos poniendo un techo de valor, de
referencia semestral, y hay un valor que manejan 3 o 4 pools grandes que es el piso, y
entre eso se da [el precio], segn el cliente. (Entrevista R. F. 16/9/13).
En un artculo reciente Carmbula, Figueredo y Bianco (2013) estudian en profundidad las caractersticas de los contratistas de la agricultura y de la forestacin. En el
mismo apuntan a la constitucin de esta figura en el campo uruguayo no slo como un
empresario que invierte en maquinaria, combina distintos factores y tiene una relacin
contractual con los empresarios agropecuarios, sino que tambin articula la mano de
obra, descargando a la empresa agropecuaria de la tarea de reclutar, coordinar, capacitar y controlar a los trabajadores.
La bsqueda de trabajadores capacitados para la tarea y que sean dciles y dispuestos a cumplir con las tareas en condiciones exigentes (zafralidad, nocturnidad, vivir
por largos perodos en las casillas rodantes, etc.) se convierte en uno de los cuellos de
botella de todo el sistema:
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238
las CGV mencionan la existencia de nodos de poder. Bisang et al (2008) a su vez hace
mencin a la posible existencia de ms de un nodo. Particularmente en la agricultura
de granos es posible pensar que existe un nodo en la cadena local y otro nodo en la
cadena global. Es posible sugerir, a partir tanto de la bibliografa existente como de las
entrevistas realizadas, que en el caso de la cadena de valor de los granos en el Uruguay
el nodo de poder se encuentra localizado en los originadores de granos, es decir en
las empresas que controlan el acopio y la logstica de los granos.
En el caso de la Cadena Global de Valor de los granos parecera que si bien
en su origen el nodo estaba en las cuatro grandes empresas (ABCD) dedicadas a
la comercializacin mundial de los granos (que tambin estn presentes en Uruguay)
hoy ha surgido otro nodo que disputa el control de la cadena que son las empresas
dedicadas a la biogentica y a la bioqumica, ubicadas en la primera etapa de la cadena
global. El paradigma de esta situacin es la empresa Monsanto que con el paquete
de la soja transgnica y el glifosato ha revolucionado la agricultura de granos teniendo
una posicin dominante en la cadena. En el Uruguay una posicin similar la podra
ocupar Nidera que, mediante acuerdos con Monsanto, controla una parte sustancial del
mercado local de las semillas transgnicas de soja y ocupa una posicin importante en
las semillas de otros granos.
Conclusiones
El anlisis de la cadena global de valor de los granos nos ha permitido comprender aspectos que contribuyen a una ms afinada comprensin de la estructura social
rural y de sus transformaciones actuales, que no hubiese sido posible aprehender con
un anlisis de la estructura social a travs de la rigidez de los datos censales, como en
su momento hicieron Solari (1958), Errandonea (1989) y Fernndez (2001).
Por un lado, el primer quiebre con las definiciones anteriores proviene de qu se
considera un empresario agropecuario. En las clasificaciones anteriores, la posesin
de la tierra en alguna de sus formas (propiedad, arrendamiento, aparcera, medianera,
etc.) era un componente ineludible. Hoy esa restriccin debera ser levantada para dar
lugar a una categora de empresarios de servicios que sin poseer tierra, legtimamente
deberan ser considerados empresarios agropecuarios.
Por otro lado, an dentro de la categora de los empresarios de la cadena de los
granos que poseen tierra, un anlisis ms refinado permite advertir que dentro de ellos
existen situaciones distintas, determinadas por el origen del capital (capital propio o
capital financiero que se aplica a la agricultura); por la separacin o no de la propiedad
y la gestin; por situarse slo en esa etapa o tambin participar en otras etapas, etc.
Asimismo hay que reconsiderar una figura de vieja data en la estructura social rural que
son los propietarios rentistas, figura que hoy ha cobrado un nuevo relieve al incluir a
propietarios pequeos y medianos.
239
240
Histricamente la Asociacin Rural del Uruguay (ARU) ha tenido una fuerte influencia en la poltica econmica nacional. Fue fundada en el ao 1871, siendo la institucin
pionera en la defensa de los intereses de los ganaderos, que tenan como fin impulsar
la modernizacin del agro uruguayo. Est integrada por los productores empresariales
de mayor porte del pas y pretende representar todos los intereses de la produccin
agraria y agroindustrial. La ARU cumple adems una funcin de mejoramiento de las
diferentes especies y razas animales, teniendo a su cargo los registros genealgicos
del pas.
Siempre ha detentado un fuerte poder de influencia en el sistema poltico y en
los mbitos estatales desde los inicios de la conformacin del propio Estado nacional.
1
2
3
4
Doctor en Sociologa por la Universidade Federal do Rio Grande do Sul. Profesor Titular del Departamento de Sociologa, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR. rea Sociologa Rural y Desarrollo
Territorial. [email protected]
Magster en Sociologa. Candidata a Doctora en Sociologa por la Universidad de Granada, Espaa.
Profesora Asistente del Departamento de Sociologa, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR. rea
Sociologa Rural y Desarrollo Territorial. [email protected]
Licenciada en Sociologa. Estudiante de la Maestra en Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales,
UdelaR. Ayudante del proyecto CSIC Organizaciones agrarias, polticas pblicas y desarrollo rural en
el gobierno progresista (2005-2010). [email protected]
Licenciada en Sociologa. Estudiante de la Maestra en Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales,
UdelaR. Ayudante del proyecto CSIC Organizaciones agrarias, polticas pblicas y desarrollo rural en
el gobierno progresista (2005-2010). [email protected]
242
Esta expresin es usada por Barrn y Nahum (1979), cuando analizan las disputas de la gremial frente
al primer batllismo.
243
Objetivos y metodologa
Con el objetivo de indagar las posturas de la gremial respecto al nuevo gobierno
progresista, se sistematizaron y analizaron los discursos realizados en el acto de clausura en la exposicin anual que realiza la gremial. Estas exposiciones, realizadas en
la Rural del Prado en Montevideo desde el ao 1883, constituyen uno de los eventos
agropecuarios ms importantes del pas y los discursos de cierre de su Presidente
contienen importantes definiciones respecto a las polticas agropecuarias y tienen una
amplia cobertura meditica. Por tanto, el anlisis de estos discursos es una evidencia
crucial para entender el posicionamiento de la gremial ante los distintos gobiernos y
polticas del sector, dado su carcter programtico y pblico frente a las autoridades
nacionales y al conjunto de actores ms relevantes de la actividad econmica del pas6.
El periodo de anlisis es entre 2005 y 2013, abarcando as el primer gobierno
progresista (2005-2010) y parte del segundo (2010-2013). Se han seleccionado para
el anlisis cuatro grupos de polticas que constituyen a nuestro entender el ncleo de
las polticas pblicas que han tenido ms efecto en los grandes empresarios ganaderos, por lo que su estudio nos permitir una mejor aproximacin a la forma de relacionamiento del gobierno con la gremial, a sus conflictos, acuerdos y sus negociaciones.
Esto no significa que stas sean las nicas polticas implementadas para el sector, ya
que existen otras, pero su efecto y repercusin en los discursos y declaraciones de los
dirigentes de la ARU a lo largo del perodo no son tan notorias. Esto es especialmente
claro para las polticas de apoyo a la agricultura familiar que se desarrollan desde la
Direccin General de Desarrollo Rural (DGDR-MGAP) y el Instituto Nacional de Colonizacin (INC). Sin duda estas polticas son muy relevantes para los objetivos del gobierno
en el sector pero no se incluyen en este anlisis ya que la gremial ganadera casi nuca
se refiere a ellas7.
Un nuevo contexto econmico y poltico
En marzo del 2005, cuando asume el primer gobierno del Frente Amplio, el pas
y el sector agropecuario comenzaban a vivir un fuerte proceso de crecimiento y expansin. Particularmente el crecimiento del agro se extender toda la dcada, lo que explica en buena medida la forma que han adoptado los enfrentamientos, las negociaciones
6
Este artculo es parte de una investigacin de mayor alcance que estudia las alianzas y conflictos del
gobierno progresista con las principales organizaciones rurales del pas para comprender las transformaciones y continuidades que se buscan impulsar con las polticas pblicas en el sector durante
sus dos perodos de gobierno. Para ello se cuenta con el apoyo de un Proyecto CSIC: Organizaciones
agrarias, polticas pblicas y desarrollo rural en el gobierno progresista (2005-2010).
Estas polticas se analizan en dos artculos anteriores del mismo proyecto. Ver Riella, A.; Mascheroni,
P. y Silveira, A. (2013) Produccin familiar y accin colectiva: La Agenda de la Comisin Nacional de
Fomento Rural en la era progresista. En: El Uruguay desde la Sociologa 11. DS-FCS-UdelaR, Montevideo; y Riella, A. y Mascheroni, P. (2012) Desarrollo rural territorial: una aproximacin para el anlisis
de la experiencia de las mesas de desarrollo rural en Uruguay. En: El Uruguay desde la Sociologa
10. DS-FCS-UdelaR, Montevideo.
244
y los acuerdos alcanzados entre el nuevo elenco gobernante y las dirigencias de la ARU,
por lo que merece detenerse en ello un momento.
Despus de la fuerte crisis del ao 2002 se registra un inusual crecimiento de la
demanda de alimentos y recursos naturales en el mercado internacional, lo que llev a
una valorizacin acelerada de los productos agropecuarios del pas que fueron ao a
ao alcanzando precios rcord (Rubio, 2009; Buxedas, 2007). A consecuencia de esta
modificacin se produce un fuerte desplazamiento de la produccin familiar, comienza
a darse una gran demanda de tierra y su precio alcanza tambin precios extraordinarios
que duran todo el perodo, facilitando la concentracin de la tierra y el cambio en los
usos del suelo. Un indicador de estas transformaciones y dinamismo es el aumento de
la compraventa de tierras que ha alcanzado en los ltimos 10 aos al 32% de la superficie total (Riella y Romero, 2014). Este escenario econmico tan favorable para el agro,
que se mantiene durante los dos perodos de gobierno, permitir reducir las tensiones
y pujas distributivas del excedente en el sector, lo que facilitar la negociacin de las
nuevas polticas pblicas para el agro y permitir aplacar los conflictos en torno a las
mismas.
En ese marco, el gobierno progresista intentar llevar adelante polticas pblicas
orientadas a favorecer un desarrollo rural ms integrado en el pas, que no slo atienda
los temas de crecimiento de la produccin y la rentabilidad de las empresas, sino que
considere tambin los factores de inclusin social en el medio rural8, el fortalecimiento
del entramado social del territorio y la erradicacin de la pobreza en el medio rural
dando sostn especial a las formas de produccin ms familiares y asalariados rurales.
Estas medidas remiten a una vocacin regulacionista del Estado, inspiradas tambin en los nuevos enfoques neodesarrollistas, que ponen de relieve la importancia de
estas articulaciones institucionales para corregir las fallas del mercado y lograr que los
procesos de crecimiento produzcan una mayor redistribucin de los excedentes (Kay,
2001; Garca Delgado, 2012).
En este sentido, en el sector rural el eje del debate y la discusin entre la ARU
y las autoridades del gobierno se establecieron en base a cuatro grandes bloques de
polticas pblicas. La primera fue la Reforma Tributaria, la segunda se relaciona con los
problemas de la concentracin y el uso de la tierra, la tercera fue la modernizacin de
las relaciones laborales en el sector y la cuarta referida a la promocin de exportaciones y el estatus sanitario del pas. A lo largo del perodo analizado, los dirigentes de la
gremial van dejando muy en claro sus puntos de vista respecto a estas medidas, sus
distintos grados de acuerdo y desacuerdo con las mismas y sealando de esta forma
el posicionamiento de la gremial frente al gobierno y sus polticas. En los prximos
apartados se tratar de analizar cada una de las polticas.
8
Una seal de ello es la creacin de la Direccin Nacional de Desarrollo Rural y del Consejo Nacional
Agropecuario en la rbita del Ministerio de Ganadera, Agricultura y Pesca. Otras polticas pblicas
destinadas al sector rural han sido el Fondo Lechero y la revitalizacin del Instituto Nacional de Colonizacin.
245
La Reforma Tributaria
La gran preocupacin de la ARU ante el nuevo contexto poltico era sociolgicamente muy previsible y se hace notar desde el primer momento. En el primer discurso
del Prado se deja claro la posible amenaza que puede significar un gobierno de izquierda para sus intereses, afirmado que algunas manifestaciones de jerarcas de gobierno
no han sido muy claras en asumir la responsabilidad de asegurar los derechos de
propiedad, principio fundamental e irrenunciable para la convivencia democrtica y el
desarrollo econmico y social del pas (Discurso ao 2005).
En este sentido la primera poltica que debern enfrentar los dirigentes de la
ARU fue la reforma tributaria que el gobierno impuls desde el primer momento para
equiparar la carga impositiva con la capacidad de contribucin de los distintos sectores
y simplificar la estructura impositiva. La Ley de Reforma Tributaria aprobada en el ao
2006 gener cambios sustanciales en la tributacin del agro, erosionando uno de los
principales beneficios que los ganaderos haban obtenido del Estado. Dentro de las
principales modificaciones se encuentra la obligatoriedad del Impuesto a las Rentas
de las Actividades Econmicas (IRAE) para las grandes empresas9; la eliminacin de
la exoneracin del Impuesto al Patrimonio que desde el ao 2001 estaba vigente para
los bienes destinados a la actividad agropecuaria, manteniendo la exoneracin de este
impuesto (que grava con un 1,5% el monto del patrimonio de la explotacin a fecha
de cierre de ejercicio econmico) slo para las explotaciones cuyos dueos sean personas fsicas y sociedades annimas con acciones a nombre de personas fsicas; la
eliminacin de la exoneracin de aportes patronales a la seguridad social sobre las remuneraciones de los empleados vigente desde el ao 2001, pasando a pagar aportes
a la seguridad social a una tasa del 7,5%, pero manteniendo la tributacin sobre la base
a la superficie de la explotacin (Tambler, 2006; De Len, 2008). Estos cambios en la
tributacin implicaron el aumento de la carga fiscal para un alto nmero de productores,
afectando directamente a la base social de la ARU.
Como era esperable, la reforma gener una gran preocupacin en la gremial, la
cual enfatiz el impacto negativo que la modificacin en el sistema impositivo generara
en la inversin y competitividad del sector. Por tanto, desde el anuncio de las medidas
a implementar, la reforma fue objeto de duras crticas y la ARU adopt una postura
de confrontacin a lo largo del perodo analizado, reclamando sistemticamente la
disminucin de la carga impositiva, arguyendo las especificidades de la produccin
agropecuaria y su importancia en la economa nacional.
El productor agropecuario poda optar por tributar el Impuesto a la Renta Agropecuaria (IRA) o el
Impuesto a la Enajenacin de Bienes Agrarios (IMEBA). La mayora de los productores optaba por el
IMEBA, ya que supona pagar menos a la vez que es ms fcil de liquidar. La reforma de este gobierno
elimina el IRA, introduciendo el IRAE para todo el sector productivo y estableciendo su obligatoriedad
para los grandes productores y las sociedades annimas por acciones y las sociedades en comandita
por acciones.
246
El discurso de la ARU estuvo centrado desde el inicio en la necesidad de preservacin de la carga impositiva vigente en el agro. Recin asumido el gobierno, en el
ao 2005, la gremial apunta que la reforma tributara puede conllevar a modalidades
impositivas vencidas o antiguas por lo que se insiste enfticamente en que el sistema
tributario: no deber reincidir en viejos preconceptos errneos que buscaban gravar
la tierra, impuesto regresivo, el que, al reducir el valor de la misma, promova la extensividad en lugar de intensificar la inversin productiva, que agrega valor y dinamiza la
economa. (Discurso ao 2005).
Desde la gremial se reclama reiteradamente poder optar entre el IRAE o el Impuesto a la Enajenacin de Bienes Agrarios (IMEBA), mantener la exoneracin de los
aportes patronales y la posibilidad de deduccin total en los impuestos de los costos
y gastos necesarios para la generacin y el mantenimiento de la produccin agropecuaria.
Los argumentos que maneja la gremial para la defensa del trato preferencial
en materia tributaria frente a otros sectores de la economa son principalmente dos.
Por una parte la ARU sostiene que el sector ya paga impuestos por su condicin de
exportador, por lo que la reforma implica un aumento de la carga tributaria que disminuir la inversin. Como el destino del pas est estrechamente entrelazado con el del
sector agropecuario alertan que una excesiva presin fiscal sobre los sectores
productivos afectar el proceso de crecimiento no slo de stos pero tambin de toda
la economa. (Discurso ao 2006).
Un segundo argumento utilizado es asociar el aumento de la carga impositiva con
el aumento del gasto pblico. Para la gremial, el incremento del gasto pblico conduce
a una disminucin de la competitividad en el exterior, un aumento de la inflacin y principalmente a un aumento de la carga tributaria del agro para atender este crecimiento
del gasto pblico. Este aumento del gasto pblico se disimul detrs de los buenos
precios internacionales; pero hoy nos pesa y ser muy difcil desandar el camino. El
manejo de las cuentas pblicas y de la inflacin, as como las cambiantes estrategias
para abordarlas cuando el gasto se hace insoportable, generan permanentes problemas en el tipo de cambio que viene evolucionando a la baja en los ltimos seis aos.
(Discurso ao 2009).
Dentro de la problemtica acerca de la implementacin de nuevos tributos y modificaciones a los existentes, como en discursos anteriores y ante la discusin de la Ley
de Presupuesto, reclama al gobierno cautela frente a la dimensin del gasto pblico:
Ms all de no compartir esta poltica de gasto pblico, no se puede gastar como si
la bonanza mundial nos fuera a seguir acompaando siempre. (Discurso ao 2010).
En este misma direccin, y como otra forma de fustigar la reforma tributaria, se
pone el acento es su afn recaudador. Se puede observar a lo largo del periodo una
fuerte crtica a las polticas redistributivas implementadas por el gobierno, las que considera que pueden desestimular la inversin en el sector y el crecimiento de la econo-
247
11
La gremial, considera que se realizaron avances sociales que mucho aplaudimos que eran y son
necesarios (Discurso ao 2013); pero se muestra contraria a los planes sociales implementados:
No es bueno construir una sociedad con gente que teniendo condiciones para trabajar, no lo hacen,
y viven del trabajo de los dems y/o del Plan Social del gobierno de turno. El dinero recibido sin contraprestacin consolida la dependencia y con ella se pierde la libertad y se fortalece la marginalidad
cultural de los individuos (Discurso ao 2013).
Esta preocupacin, presente desde antes de que el Frente Amplio - Encuentro Progresista llegara al
gobierno, qued plasmada en un acuerdo firmado por la ARU en setiembre de 2004 con los candidatos presidenciales en el cual se sostena la importancia de promover un marco regulatorio que aliente
248
Durante el primer periodo de gobierno se avanza en la implementacin de polticas referidas a la conservacin de los suelos. En el 2008 el Decreto Ley sobre Uso
responsable y sostenible de los suelos establece la obligatoriedad de presentacin
de un Plan de Uso y Manejo Responsable del Suelo, en el cual deber exponerse que
el sistema de produccin proyectado, determine una erosin tolerable, teniendo en
cuenta los suelos del predio, la secuencia de cultivos y las prcticas de manejo. En el
ao 2009 se aprueba la Ley de Conservacin, uso y manejo adecuado de los suelos
y las aguas, la cual establece la obligacin a todos los titulares de explotaciones agropecuarias de aplicar las tcnicas que determine el Ministerio de Ganadera, Agricultura
y Pesca para evitar la erosin y la degradacin del suelo o lograr su recuperacin y
asegurar la conservacin de las aguas pluviales.
Ante estas iniciativas del gobierno progresista de regular el uso del suelo y del
agua la gremial adopt una postura crtica en tanto considera que la ley atenta contra
el derecho de propiedad. Por tanto, si bien la ARU coincidi en que hay que fomentar
las buenas prcticas para favorecer el cuidado del medio ambiente y la preservacin
de los recursos naturales; fue enftica en remarcar que el Estado est violentando el
derecho de propiedad sobre la tierra y que ste es indefectiblemente del propietario:
Se trata adems de revitalizar el respeto por el derecho, de no tolerar alteraciones en
los contratos o menoscabos al derecho de propiedad. (Discurso ao 2009).
A su vez, para la gremial, esta reglamentacin que se promueve desde el gobierno puede ser un factor que desaliente la inversin en el sector: Apoyemos la
educacin y difusin de buenas prcticas agrcolas pero cuidemos de no implementar
mecanismos y reglamentaciones burocrticas que terminen desalentando la inversin,
la produccin y el crecimiento del sector agrcola. (Discurso ao 2008).
La necesidad de garanta del derecho de propiedad es remarcada ante el segundo gobierno. La gremial arguye que la oposicin a la Ley de conservacin, uso y manejo
adecuado de los suelos tiene que ver con la defensa del derecho de propiedad, y que
por tanto no deben ser sustituidas las decisiones de los propietarios sobre sus bienes,
en este caso la tierra. La ARU destaca que se debe ser cauto con aquellas acciones con
las que se pretenden estrategias de cuidado al medio ambiente, porque implcitamente
pueden estar siendo avasallados derechos como los de propiedad, que son ms importantes que la conservacin del medio ambiente: Para dejarle una tierra productiva
a nuestros hijos, no le damos la derecha al Estado ni a nadie. ste sera un principio
ajeno a nuestra conciencia jurdica y al derecho de propiedad. (Discurso ao 2010).
Es recin en la segunda administracin progresista donde se va a dar la iniciativa
ms controversial desde el punto de vista ideolgico entre el gobierno y los ganaderos. El propio Presidente de la Repblica plantea firmemente gravar la tierra para los
establecimientos mayores a dos mil hectreas, como una medida para desestimular la
fuerte concentracin registrada en los ltimos lustros. El propuesto Impuesto a la Conla competencia, la transparencia y el eficiente ejercicio de los derechos de propiedad.
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252
12
En referencia a la campaa publicitaria del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) y la Direccin Nacional de Impresiones y Publicaciones Oficiales (IMPO), denominada Los derechos de los
trabajadores rurales asalariados no son paye, son ley.
253
254
Como muestra de esta estrategia discursiva, obsrvese el tono de las siguientes declaraciones:
Luego de las profundas crisis vividas la agropecuaria, como parte del agronegocio, fue la gran
locomotora que lider la recuperacin de la economa nacional. (Discurso ao 2005). Si al agro le
va bien al pas le va bien. Hemos tenido un rol fundamental en el desarrollo econmico y social de
nuestro pas. (Discurso ao 2006). Ac se respira en el ambiente que si al campo le va bien, al pas
le va mejor, () el Uruguay y su campo avanzan, claro que avanzamos!. (Discurso ao 2013).
255
Pero tambin en este muevo escenario poltico para la ARU se har mucho nfasis en la
necesidad de mantener las reglas de juego como forma de conservar los privilegios
que la gremial haba obtenido con los gobiernos anteriores En la defensa del status quo,
advierte en un tono amenazante que alterar las normativas vigentes podra significar
una reduccin de inversin que podra llevar a interrumpir el auge de la inversin extranjera directa en el agro que se da en estos aos.
Sin embargo, en el marco de esta disconformidad general manifiesta en las
declaraciones de los representantes de la ARU, se reconoce que ha habido en este
perodo un logro importante en relacin a la poltica pblica de promocin de exportaciones y que esta poltica implic fortalecer el estatus sanitario del pas y el impulso
a las exportaciones a los mercados ms exigentes. Estas polticas favorecieron a los
ganaderos representados en la ARU que supieron aprovechar las oportunidades que
se abrieron en el contexto internacional. Es en estas acciones donde se dar el mayor
espacio de acuerdo y cooperacin entre el gobierno y la gremial, espacio crucial para
un relacionamiento sin mayores conflictos entre ambos, ya que posibilit una conciliacin de intereses al promover una mejora en los precios del ganado favoreciendo los
intereses de los ganaderos y un aumento considerable en la captacin de divisas para
el gobierno. Asimismo se constituye en el eje de los acuerdos que permite sobrellevar
los planos de conflictividad que se han abierto a partir de las otras iniciativas gubernamentales analizadas en el artculo, sin que la situacin se transforme en un conflicto con
mayores confrontaciones. Tambin es de destacar que la inusitada bonanza econmica
de todo el periodo, permiti un relacionamiento ms fluido del gobierno con todos los
actores econmicos y especialmente con la ARU.
Por otra parte, la mayor tensin se produjo en los primeros aos de gobierno con
el conjunto de leyes laborales y reformas tributarias y posteriormente en el 2010 con
el intento de imposicin del ICIR. En los primeros aos el Presidente de la Repblica no
concurre a la ceremonia del Prado y los discursos del Ministro y presidente de la ARU
son de un carcter solapadamente confrontativo.
Durante todo el periodo la ARU intent con todo su poder vetar, detener o modificar varias polticas pblicas que afectaban su legitimidad, la rentabilidad de sus
representados o que poda poner en riesgo sus intereses a mediano plazo. Sin duda,
la poltica pblica que ms oposicin de las gremiales tuvo fue la vinculada a las relaciones laborales, aspecto en el cual se produce el cambio ms significativo en estos
aos. Por su parte la reforma tributaria tambin signific un retroceso en los privilegios
de los ganaderos y el gobierno logr aumentar la carga tributaria del sector, aunque
partiendo de un piso muy bajo.
Durante el segundo gobierno, la iniciativa ms importante fue el restablecimiento
del impuesto a la tierra, pero esta poltica s logr ser revertida por el poder de las
gremiales ganaderas y ha significado la mayor victoria poltica de la ARU frente a las
polticas reformistas. En este sentido tambin la iniciativa vinculada a esta misma temtica que de alguna manera condiciona el derecho a la propiedad privada est referida a
256
la regulacin del uso del suelo, tambin muy criticada por la ARU, pero que an sigue
vigente aunque su efectividad y capacidad de control por parte del Estado contina en
disputa. stas han sido las medidas que en estos aos han puesto en tela de juicio el
derecho irrestricto a la propiedad privada de la tierra, por lo que surge una nueva necesidad por parte de las gremiales de fortalecer la legitimacin del mismo en el caso de
un bien de carcter irreproducible y por tanto colectivo como la tierra.
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257
4
5
260
de los sindicatos rurales, con la intencin de generar informacin bsica sobre los
mismos que, por ese entonces, resultaba exigua en las ciencias sociales del pas6. Una
segunda etapa, en actual proceso de desarrollo y que culminar en marzo 2015, tiene
el propsito de generar conocimiento a travs de investigacin original que promueva
soluciones para superar las barreras existentes a la inclusin social de los trabajadores
asalariados rurales.
Por tanto, uno de los principales desafos del proyecto (en base a las problemticas y demandas planteadas por parte de los sindicatos rurales) radicaba en conocer
los niveles de vida de la poblacin de referencia, a travs de las fuentes de datos secundarios disponibles. Sin embargo, durante el desarrollo de la investigacin fue posible
detectar que en sociologa rural existe una utilizacin casi generalizada de las nociones
de trabajadores rurales, asalariados agropecuarios y asalariados rurales como
sinnimos, lo cual plantea una dificultad a la hora de la utilizacin e interpretacin de
datos secundarios. Un ejemplo notorio es la discrepancia en el nmero de asalariados
del sector que se presenta en diversos trabajos antecedentes (Bruno, 2008; Riella,
Vitelli y Florit, 2011; Buxedas, Barrios y Perera, 2011; entre otros).
El artculo se organiza en cuatro apartados. El primero discute los diferentes conceptos que se utilizan para designar el trabajo rural asalariado. El segundo expone la
distincin de asalariados de la rama I en tres grupos basado en la estratificacin social
y el tipo de tareas que desempean. El tercer apartado presenta una descripcin de los
asalariados de la rama I a partir de algunos indicadores de bienestar social (niveles de
pobreza, acceso a servicios de salud y aos de educacin formal). El ltimo apartado
se destina a presentar, de forma breve, las principales conclusiones.
Delimitacin terica del objeto de estudio: los asalariados agropecuarios
Si bien hay matices entre las conceptualizaciones que se presentan sobre los asalariados de la rama I, se podra decir que, en nuestro pas (tanto en mbitos polticos, jurdicos, acadmicos, como en otros), es habitual encontrar expresiones diferentes para
designar la misma poblacin, o una misma expresin para describir poblaciones
dismiles. En el primer caso, los asalariados dependientes de una empresa de la rama I
de actividad son designados, al menos, de tres maneras diferentes: trabajador rural,
asalariado rural y asalariado agropecuario. Incluso, hay quienes estiman que estos
trminos pueden considerarse sinnimos7. En el segundo caso, sucede lo inverso, es
decir, existe la utilizacin de una sola expresin pero que designa (o incluye) sujetos
sociales distintos. Aqu la tpica utilizacin es la de trabajadores rurales, donde se
podran englobar categoras tan diversas como: empresarios, productores de tipo familiar y asalariados. Un ejemplo sintomtico de ello se constata en la reciente discusin
6
7
Para una aproximacin sobre la primera etapa del proyecto de investigacin ver: Carmbula, Cardeillac, Gallo, Moreira, Juncal y Pieiro (2012).
A modo de ejemplo, Mascheroni (2011) utiliza expresamente como sinnimos las acepciones de
trabajador rural y asalariado rural (Mascheroni, 2011: 12).
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8
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10
Anbal Pereyra, diputado por el Frente Amplio. Miembro informante de la Comisin de Constitucin,
Cdigos, Legislacin General y Administracin. (Ver: Diario de Sesiones de la Cmara de Representantes. Nmero 3809. 11 de setiembre de 2012, pp.52-53).
En el contexto de la discusin de la ley 19.000, Ernesto Agazzi (ex ministro de Ganadera, Agricultura
y Pesca, y actual senador de la Repblica por el Frente Amplio), expres lo siguiente: me sumo al hecho de declarar un da para el trabajador rural por la importancia que ello implica. Sin embargo quiero
agregar un ingrediente a las expresiones vertidas porque, en realidad, no es el da del asalariado rural
sino el da del trabajador rural. No olvidemos que en Uruguay hay poco ms de 100.000 asalariados
de este tipo, pero el total de trabajadores rurales alcanza los 170.000. Por lo tanto, existe un tipo
de trabajador rural que fue muy importante en la constitucin de la nacionalidad; se trata de familias
rurales, algunas con tierra y otras sin ella. (Ver: Diario de Sesiones de la Cmara de Senadores.
Nmero 184 - Tomo 500. 6 de noviembre de 2012, pp. 578-579). Esto ejemplifica que las disputas
o diferentes acepciones no son divisiones nicamente partidarias.
La nocin de pobrero rural acuada por Barrn y Nahum (1972) contiene una fuerte vaguedad
conceptual pero es justamente ello lo que le atribuye una mayor validez explicativa de ciertos acontecimientos histricos, tales como los levantamientos saravistas.
262
1.
2.
3.
4.
En el primero estn los asalariados que mantienen un status cuasi formal de propietarios. stos seran los casos de productores familiares, donde los ingresos
exteriores al predio tienen un peso fundamental en el sustento familiar.
En el segundo se encuentran los asalariados puros que trabajan en predios chicos donde el productor se ocupa de tareas rurales. Esta situacin es la expresin
de las explotaciones agropecuarias que tienen uno o dos asalariados, los cuales
trabajan a la par del contratante de trabajo.
El tercero refiere a los peones ocupados en predios ganaderos extensivos (bsicamente carne y lana). La actuacin propia de los asalariados est relacionada a
la dispersin geogrfica.
En el cuarto se encuentran los asalariados rurales ocupados en cultivos intensivos. Aqu, existe una alta concentracin relativa por explotacin, una mayor
divisin del trabajo respecto a las anteriores y mayor radicacin urbana.
Por otra parte, se encuentran los trabajos realizados por Rocha (1993 y 2008),
quien define al asalariado rural en base a tres aspectos: a) se caracterizan por trabajar
por un salario; b) estn inmersos en una relacin de dependencia con un patrn, y c) la
empresa tiene como finalidad una actividad agropecuaria (Rocha, 2008).
Ms prximo en el tiempo, Carmbula (2012) define a los asalariados agropecuarios en base a la situacin salarial en la cual estn insertos y distinguiendo las diferentes
formas de la misma. De ese modo, seala que los asalariados agropecuarios son aquellos trabajadores que perciben un salario (en dinero o compuesto por dinero y especie)
como contraprestacin por su trabajo en actividades agrcolas, y cuyo salario puede
ser: mensual; diario o por jornal; o a destajo. En un trabajo anterior, Carmbula (2009)
planteaba, siguiendo a Pieiro (2008), que el criterio para definir a los asalariados agropecuarios refiere a la tarea que realizan independientemente del lugar de residencia
(Carmbula, 2009: 24).
En tal sentido, se entiende que existen tres categoras conceptuales con diferentes grados de inclusin/exclusin de elementos dentro de cada una: la categora
trabajador rural abarcara ms elementos que la de asalariado rural y sta, a su vez,
ms que la de asalariado agropecuario.
En los prrafos siguientes se presentarn, brevemente, algunos inconvenientes
de las dos primeras expresiones (trabajadores rurales y asalariados rurales) y la justificacin de la utilizacin de la tercera (asalariados agropecuarios), a los efectos de los
objetivos que se persiguen en esta investigacin.
a. Trabajador rural. Esta denominacin resulta demasiado amplia, dado que incluye a personas que desempean actividades en el sector agropecuario, bajo modalidades de trabajo asalariado y no asalariado11. El caso paradigmtico de esta configura11
La Real Academia Espaola designa que trabajador tiene dos principales acepciones: 1- es aquel
que trabaja; alguien muy aplicado al trabajo; y finalmente, jornalero, obrero. Es decir, que tiene
263
13
14
varios significados.
Este estudio toma como base la definicin de trabajo propuesta por Pablo Guerra (2001), quien
plantea que es aquella actividad propiamente humana que hace uso de nuestras facultades tanto
fsicas como morales e intelectuales, conducentes a obtener un bien o servicio necesario para la
satisfaccin propia y a veces ajena de algn tipo de necesidad (Guerra, 2001: 39).
Segn la Real Academia Espaola (RAE) es alguien que percibe un salario por su trabajo o que, en
ideas o en conducta, supedita su propio criterio al de quien le paga.
Segn la Real Academia Espaola por rural debe entenderse perteneciente o relativo a la vida del
campo y a sus labores.
264
Por otro lado, resulta comprensible que un asalariado, que en su esencia no es rural,
resulte alcanzado y comprendido en el rgimen de estos dependientes si la modalidad
o particularidad en que presta su relacin as lo indican, pero en todo caso ser preciso determinar claramente el alcance de ello. Tal como puede acontecer por ejemplo
con los domsticos, cocineros, empleados de escritorio y dems dependientes de la
empresa agraria, sin que vlidamente y por esta causa puedan concepturseles como
agrarios. De lo que surge, esta confusin trae aparejada una doble consecuencia: por
un lado, que ciertos trabajadores rurales no reciben una adecuada regulacin jurdica
en la medida que se les ignora en gran parte como tales. Tal por ejemplo el caso de los
asalariados agrarios de las zonas urbanas. Por otro, que se conceptan como rurales
a quienes realmente no lo son (Guerra Daneri, 1983: 14-15).
En base a esas consideraciones, se estima pertinente optar por otro concepto,
ms restrictivo pero quizs ms ajustado a la poblacin que se intenta describir.
c. Asalariado agropecuario15. Aqu se entiende que sta es la designacin ms
adecuada para los efectos de este trabajo, porque congenia la condicin del trabajador
(asalariado) con el tipo de tarea que conforma el ncleo de la actividad (agropecuaria).
En ese sentido, se siguen los planteos realizados por Guerra Daneri (1983), quien
sostena que: tratar de precisar el concepto en funcin de las tareas que desempea,
y no del establecimiento en donde la realiza, (...) permite salirse de la prctica enunciativa, para brindar un criterio genrico que permita su definicin ms ajustada (Guerra
Daneri, 1983:12-13).
Justificacin de la eleccin: estratificacin social y tareas agropecuarias
Hay diferentes formas de analizar el trabajo asalariado dentro de la rama I. Una
primera es observar a los asalariados como un todo, priorizando un anlisis del conjunto sin atender a las desigualdades internas. Esa opcin puede encontrarse en varios
trabajos antecedentes realizados durante los ltimos aos (Riella y Ramrez, 2012 y
2009; Riella, Florit y Vitelli, 2011; Buxedas, Barrios y Perera, 2011; entre otros). Otra
opcin es considerar que los asalariados de la rama I son diferentes en base a criterios
de estratificacin social y debido a las tareas que realizan, en base a lo presentado en
el captulo anterior. A continuacin se repasarn brevemente estos elementos.
En primer lugar, el estudio de Errandonea (1987) sobre las Clases sociales del
Uruguay resulta de inters por la vigencia y aplicabilidad que mantiene al momento de
estudiar las relaciones de trabajo en el medio rural. El autor distingua los asalariados
contratados por establecimientos agropecuarios segn las posiciones sociales que
ocupaban dentro de la estratificacin social rural. Al estudiar a los que no tienen posesin de tierras, planteaba una distincin entre dos grupos sociales: clases medias y
15
Aqu se ha elegido agropecuario sobre agrario. La RAE define el primer trmino como lo que tiene
relacin con la agricultura y la ganadera, mientras que el segundo trmino refiere a aquello perteneciente o relativo al campo o que en poltica defiende o representa los intereses de la agricultura.
265
16
17
Las clases sociales en el Uruguay puede ser complementado con otra obra de Errandonea (1985)
Sociologa de la dominacin, donde realiza una sntesis precisa entre los conceptos de poder en
Weber y explotacin en Marx.
Lo que se quiere reflejar es que cada actividad tiene tareas que responden a diferentes caractersticas. Por ejemplo, pongamos por caso un centro educativo. All, las personas contratadas no realizan
tareas semejantes, dado que adems de tener tareas docentes (actividad principal) se le aaden
otras que tienen que ver con la limpieza, vigilancia, administracin, etc.
266
1)
Trabajadores
rurales
Administradores, gerentes
Profesionales, tcnicos
Otras tareas no manuales, no
agrcolas
2)
Personal de servicio y servicio
Asalariados domstico
rurales
Trabajadores manuales, no agrarios
Peones estables
Peones zafrales
Capataces, encargados
3) Asalariados
agropecuarios
267
Asalariados
con tareas
agropecuarias
Asalariados
domsticos
Asalariados
con otro tipo
de tareas
Total
Interior 5.000
y ms
No pobre
83,6%
90,9%
93,7%
85,9%
Pobre
16,4%
9,1%
6,3%
14,1%
No pobre
93,6%
97,3%
96,9%
94,2%
Pobre
6,4%
2,7%
3,1%
5,8%
Al considerar asalariados con residencia en localidades de ms de 5.000 habitantes se aprecian fuertes disparidades. Los asalariados con tareas agropecuarias
tienen niveles ampliamente superiores de pobreza (16,4%), con una brecha superior a
siete puntos porcentuales respecto a asalariados domsticos (9,1%) y de diez puntos
respecto a asalariados con otras tareas (6,3%). En cambio, al pasar al anlisis de los
asalariados con residencia en localidades de menos de 5.000 habitantes y poblacin
rural dispersa, se observa que los niveles de pobreza son considerablemente ms
bajos. Si bien los asalariados agropecuarios muestran los niveles de pobreza ms elevados (6,4%), la brecha entre grupos de asalariados resulta ms estrecha (apenas algo
superior a tres puntos porcentuales). Asimismo, no se perciben grandes diferencias
entre los niveles de pobreza de asalariados domsticos (2,7%) y asalariados con otras
tareas (3,1%). En sntesis, en trminos de pobreza, segn los niveles de ingresos, es
de destacar que los asalariados agropecuarios presentan una peor situacin relativa
respecto al resto de los asalariados de la rama I.
La tabla 2 presenta los niveles de acceso a servicios de salud20, segn el rea
geogrfica y tipo de tareas desempeadas.
19
20
sta es la medicin oficial de pobreza en el pas. El criterio metodolgico del INE se sustenta en el
nivel de ingresos monetarios (denominado mtodo del ingreso) que en el supuesto permite acceder
a un determinado nivel de bienes y servicios.
Es carente toda persona integrante de un hogar particular que no dispone de cobertura parcial ni
de cobertura total de salud (carn vigente del MSP, mutualista, cooperativa mdica, sanidad militar,
sanidad policial, asignaciones familiares, unidades mviles de emergencia, otros de cobertura total y
otros seguros parciales).
268
Asalariados
con tareas
agropecuarias
Asalariados
domsticos
Asalariados
con otro tipo
de tareas
Total
Interior 5.000
y ms
Sin NBI
97,3%
100,0%
99,5%
97,8%
Con NBI
2,7%
,0%
,5%
2,2%
Interior <
5.000 y rural
Sin NBI
97,5%
97,4%
97,9%
97,6%
Con NBI
2,5%
2,6%
2,1%
2,4%
269
rea geogrfica
Sin instruccin
Hasta primaria
completa
Secundaria y ms
Sin instruccin
Interior <
Hasta primaria
5.000 y rural
completa
Secundaria y ms
Interior
5.000 y ms
Asalariados
con tareas
agropecuarias
1,3%
Asalariados rama I
Asalariados
Asalariados
con otro tipo
domsticos
de tareas
,0%
,0%
Total
1,0%
50,5%
54,3%
24,9%
45,2%
48,2%
1,3%
45,7%
1,3%
75,1%
1,2%
53,8%
1,3%
62,3%
62,5%
39,9%
60,4%
36,5%
36,2%
58,9%
38,3%
En primer trmino, se encuentra que en las localidades de ms de 5.000 habitantes, por un lado, menos de la mitad de los asalariados agropecuarios (48,2%) y
asalariados domsticos (45,7%) logran acceder a estudios de secundaria y ms, y por
otro lado, los valores son sensiblemente superiores en los asalariados con otras tareas
(75%). En segundo trmino, en las localidades de menos de 5.000 habitantes y/o
ruralidad dispersa se observa una tendencia similar, aunque con niveles de acceso a
secundaria algo inferiores. En los asalariados con tareas agropecuarias y domsticas,
cerca del 36% alcanza a estudiar en secundaria, en cambio en los asalariados con
otras tareas el acceso se aproxima al 60%.
En lneas generales, las tres tablas presentadas evidencian diferencias internas
entre los tres grupos de asalariados. A grandes rasgos, se puede establecer que los
asalariados agropecuarios presentan mayores carencias en el acceso a niveles de
ingreso por encima del umbral de pobreza, as como ms carencias de NBI salud y
de aos de educacin formal. No obstante, las asalariadas domsticas se asemejan
fuertemente a los asalariados agropecuarios. En cambio, a pesar de presentar una
mayor heterogeneidad, los asalariados con otras tareas evidencian mejores niveles de
ingreso as como mayores niveles de acceso en la atencin de salud como a aos de
educacin formal.
270
Conclusiones
Este artculo tuvo el propsito de repasar y discutir las acepciones habitualmente
utilizadas para referirse al trabajo asalariado rural: trabajadores rurales, asalariados
rurales y asalariados agropecuarios, y al mismo tiempo, pretendi explicitar la necesidad por establecer categoras conceptuales precisas en la utilizacin de fuentes de
datos secundarios para su descripcin.
Las precisiones o ambigedades conceptuales pueden ser un recurso de investigacin segn el objeto que se persigue, pero en el caso de la labor sociolgica basada
en informacin secundaria se estima necesario que exista una precisin conceptual.
Los resultados de la presente investigacin estn orientados a contribuir con un sector
especfico de asalariados (cuyo grupo de referencia son los sindicatos rurales) y por
ello las definiciones adoptadas pretenden la generacin de informacin pasible de ser
apropiada por la poblacin en cuestin.
La desagregacin en tres poblaciones de asalariados de la rama I (asalariados
agropecuarios, asalariados domsticos y asalariados con otras tareas) permite constatar una situacin de mayor privacin relativa de necesidades (niveles de ingresos,
servicios de salud y educacin) por parte de asalariados agropecuarios y asalariadas
domsticas respecto a los asalariados con otras tareas. La observacin de los asalariados de la rama I como un todo no permite visibilizar las heterogeneidades internas
entre los perfiles de los trabajadores.
Referencias bibliogrficas
BARRN, Jos y NAHUM, Benjamn (1972). Historia rural del Uruguay moderno. Tomo IV
Historia social de las revoluciones de 1897 y 1904. Montevideo. Ediciones de la Banda
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En: Anuario OPYPA 2008. MGAP. pp. 411-416.
BUXEDAS, Martn; BARRIOS, Marcela y PERERA, Marcelo (2011). Uruguay: Polticas de
mercado de trabajo y pobreza rural. Santiago, Oficina Internacional del Trabajo.
CARMBULA, Matas; CARDEILLAC, Joaqun; GALLO, Alejandra; JUNCAL, Agustn; MOREIRA, Bolvar y PIEIRO, Diego (2012). Los lmites de ciudadana: El caso de los
trabajadores asalariados rurales. En: El Uruguay desde la Sociologa X. Dcima reunin
anual de investigadores del Departamento de Sociologa. Departamento de Sociologa.
Facultad de Ciencias Sociales. UdelaR. pp. 351-370.
CARMBULA, Matas (2012). Asalariados agrcolas. Curso Introduccin a las Ciencias Sociales. Ciclo Introduccin a la Realidad Agropecuaria (IRA). Presentacin power point, curso
edicin 2012. Facultad de Agronoma. Disponible en: http://www.fagro.edu.uy/~socrural/
wp-content/uploads/Te%C3%B3rico-6-Mat%C3%ADas-Car%C3%A1mbula1.pdf
CARMBULA, Matas (2009). Tiempos de Ausencia. Movilidad espacial y precariedad laboral en los trabajadores rurales temporales: el caso de los esquiladores de Villa Sara.
Departamento de Ciencias Sociales. Facultad de Agronoma. CSIC Letraee Ediciones.
Montevideo.
271
1
2
3
Dra. en Sociologa por la Universidade Federal do Rio Grande do Sul. Mster en Estudios Sociales
Agrarios por FLACSO, Buenos Aires. Docente e Investigadora en el Departamento de Sociologa de la
Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR. [email protected]
Licenciado en Sociologa por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la Repblica. Docente e Investigador en el Departamento de Sociologa de la Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR.
[email protected]
Ver Chiappe, M., 2002; De Len, K., 1993; Vitelli, 2004.
274
por el Censo de vivienda, hogares y personas del ao 2011 y de las Encuestas Continuas de Hogares.
Mujeres rurales, pobreza e inequidades
Durante mucho tiempo la realidad de las mujeres rurales fue un tema bastante
desconocido o ignorado como un problema relevante algo sobre lo que en su momento insistimos e intentamos llamar la atencin. Hoy se puede afirmar que en los
ltimos aos en distintos pases de Amrica Latina y tambin -con bastante esfuerzo- en
Uruguay, se ha logrado desarrollar un conjunto importante de investigaciones sobre el
tema4. Estos esfuerzos han conseguido, por un lado reunir suficiente evidencia emprica
como para sostener en forma por dems documentada las situaciones de inequidad en
las que est inserta la poblacin femenina rural; y por otro lado lograr sensibilizar -en
cierta medida- a quienes formulan polticas pblicas, a la academia y a la poblacin en
general acerca de la relevancia que supone la situacin de las mujeres rurales para el
desarrollo del sector en su conjunto. A partir de los estudios mencionados, se deduce
que las probabilidades de que las mujeres en el medio rural se encuentren en situacin
de pobreza y vulnerabilidad social son mayores que las de los hombres.
Razones estructurales de tipo econmico productivas por un lado, y razones
culturales y valorativas por otro, actan potencindose entre s para seguir generando
una profunda inequidad de gnero en el medio rural. Estos factores, actuando en forma
conjunta, dificultan a las mujeres estar en condiciones de igualdad para conseguir beneficios y ejercitar sus derechos.
Algunos procesos que se han profundizado notoriamente en las ltimas dos dcadas han determinado transformaciones importantes en las condiciones de vida de las
mujeres rurales. Dichos fenmenos estn asociados a los procesos de globalizacin
en la economa en el mercado de alimentos y a la expansin del capitalismo en el agro.
La racionalidad del capital ha generado una nueva racionalidad en el mundo
rural que ha trasladado un ncleo importante de las principales decisiones que antes
estaba en el productor y en la produccin agrcola a la agroindustria y tambin al
sistema financiero. Uno de los impactos de estos cambios es la creciente participacin
de la poblacin femenina rural en el mercado de trabajo en forma asalariada, en buena
parte absorbida como mano de obra en este modelo de agroindustria, aunque tambin
en un amplio sector de servicios asociados a la misma.
Es bastante difcil poder determinar si esta creciente asalarizacin de las mujeres rurales ha producido impactos en un todo positivos o negativos para ellas, siendo
ms ajustado afirmar que posiblemente- haya tenido resultados en ambas direcciones.
Como ya se expres en trabajos anteriores5, el salir de la casa y la posibilidad de contar
con ingresos propios, podra significar un aumento en el proceso de autonoma y empo4
5
Ver Anderson, 2011; Ballara, 2012, 2009; Chiappe, 2005, 2002; Batthyny , 2013; Vitelli, 2004.
Ver Vitelli, 2004.
275
276
Los informes de FAO denuncian y revelan que existe una feminizacin en la fuerza de trabajo y en el empleo aunque [] la calidad del empleo de la mujer es pobre.
(FAO, 2005, citado en Ruiz, P. y Castro, R., op.cit.). Dichos estudios demuestran que las
formas de ocupacin desarrolladas: trabajo parcial u ocasional, trabajo subcontratado
o trabajo domstico, son todos empleos precarios, con remuneracin deficiente y con
limitadas oportunidades de formacin. Adems de lo anterior, el trabajo de las mujeres
escasamente est cubierto por derechos legales, acuerdos laborales colectivos o seguridad social.
Nuestro pas no est ajeno a esta realidad. Las investigaciones recientes confirman que las principales inequidades entre varones y mujeres en el mercado laboral
refieren a que las mujeres presentan: menores tasas de empleo, mayor desempleo,
menores ingresos salariales, problemas de cobertura de seguridad social y menor
acceso a la tierra y a recursos productivos (Ruiz y Castro, op. cit.). Asimismo sealan
que en el mercado de trabajo existen mecanismos de segregacin vertical y horizontal
para la poblacin femenina rural (Riella, Mascheroni, 2014). Esto significa que las mujeres no acceden a puestos de responsabilidad o jerarqua, en el primer caso; y que se
agrupan en algunos empleos y tareas que generalmente son las menos calificadas, en
el segundo ejemplo.
Uruguay acompaa una serie de procesos que tambin se han producido en
otros pases de Amrica Latina. La poblacin econmicamente activa (PEA) femenina
rural y el nmero de mujeres rurales que se han volcado al trabajo asalariado han venido
creciendo en forma constante desde los aos 80 y 908. En este aspecto el pas no ha
sido ajeno al incremento del llamado ERNA: el empleo rural no agrcola. Para algunas
autoras el ERNA, al ser mejor remunerado que el empleo rural agrcola, permite a las
mujeres rurales conseguir mayores fuentes de ingreso, siendo una de sus estrategias
para salir de la pobreza o atenuarla9.
Coincidimos en que sta pueda ser una estrategia seguida por las familias rurales para sumar ingresos al ncleo familiar. De hecho en Uruguay buena parte del
incremento en la pluriactividad en los hogares rurales se explica por los procesos de
asalarizacin femenina10. No obstante lo anterior, en el caso de nuestro pas, los datos
que presentamos a continuacin parecen mostrar que si bien las mujeres ocupadas
han mejorado su situacin con respecto a las mediciones anteriores disponibles11-, la
brecha de gnero se mantiene en el presente. Esto nos obliga a reflexionar sobre las
causas profundas y dificultades existentes para mejorar esta situacin, pese a los esfuerzos y formulaciones pblicas que van en este sentido12.
8
9
10
11
12
277
Por otro lado, si bien en nuestro pas el comienzo del proceso de asalarizacin
femenina rural puede ubicarse en la dcada de los 80 y comienzo de los 90 como
respuesta a la crisis econmica que afectaba a los predios familiares13, se deberan
contemplar desde otro enfoque- la emergencia de otros fenmenos -tal vez asociados
a lo econmico- pero tambin originados en factores de tipo ms culturales y que adems responden a los procesos de globalizacin. Si se contempla este fenmeno desde
una mirada ms centrada en la nueva ruralidad, tambin es posible considerar que
muchos empleos femeninos generados en el campo tienen que ver con la emergencia
de nuevas actividades que requieren trabajadoras en ese medio como ser turismo rural,
pequeos comercios y servicios en general para atender estas nuevas tareas que han
surgido. Como bien dice Banuett es importante resaltar el proceso de diversificacin
de los ingresos de las unidades familiares a travs del trabajo asalariado fuera de la
unidad agrcola o parcela y el aumento de los ingresos no agrcolas en la economa
rural () el empleo no agrcola representa ms del 50% del empleo rural en Amrica
Latina y sigue creciendo. (Banuett, 1999).
En este sentido se estima esencial considerar aspectos no slo econmicos,
sino tambin culturales. Por ejemplo, el efecto de las nuevas pautas de consumo de
la poblacin que asociado a los ritmos y modalidades intensivas del trabajo est
adoptando una forma de alimentacin ms procesada y/o preparada, lo que inevitablemente aumenta la necesidad de mano de obra para su industrializacin. Por otro lado,
y continuando con aspectos culturales, las asalariadas del campo, han debido romper
con una anterior tradicin la de sus padres y abuelos- lo que probablemente tambin
implic negociaciones y arreglos varios al interior del hogar. En el presente son objeto
de varios estudios los posibles impactos de esta proletarizacin de la mujer rural
sobre las relaciones de gnero al interior de la familia.
Recapitulando algunas afirmaciones y conceptos, si estamos buscando determinar situaciones de posible vulnerabilidad y riesgo de caer en la pobreza, es posible
admitir que las mujeres rurales estn en una posicin de mayor vulnerabilidad que los
hombres. Reconociendo las dificultades de alcanzar un concepto nico de pobreza, a
los efectos de este estudio podemos acordar con Naila Kabeer que es posible enfocar
la pobreza en un doble sentido. La pobreza puede ser vista como una forma dual de
privacin: privacin en el sentido de los fines bsicos o necesidades y privacin en los
medios para satisfacer esas necesidades (Kabeer, 1998). Bajo esta perspectiva es
posible afirmar que el empleo (y la calidad del mismo) es la primera y ms importante
herramienta como mecanismo de superacin de la pobreza.
13
la Comisin de Gnero que funciona a nivel de la REAF (Red Especializada en Agricultura Familiar), que
integran los pases del Mercosur incluido Uruguay.
Ver Chiappe, 2002.
278
La razn para usar las dos fuentes de datos es que al momento de escribir este artculo no se ha
publicado la variable Rama de actividad en las bases del Censo, lo que impide el anlisis de las mujeres que se ocupan dentro del sector agropecuario. Por otra parte, el censo no releva informacin
sobre ingresos, variable central en este trabajo.
279
Hombres
Hombres %
Mujeres
Mujeres %
Total
Total %
98757
3,0
76857
2,3
175614
5,3
92511
76794
120478
116719
1072157
1577416
2,8
2,3
3,7
3,6
32,6
48,0
92124
79108
127651
125194
1207527
1708461
2,8
2,4
3,9
3,8
36,7
52,0
184635
155902
248129
241913
2279684
3285877
5,6
4,7
7,6
7,4
69,4
100,0
Siguiendo la tendencia registrada desde hace varias dcadas, es notoria la correlacin entre mayor urbanizacin y mayor feminizacin de la poblacin. En la ruralidad
dispersa, los hombres superan en porcentaje y nmeros absolutos a las mujeres. A
medida que avanzamos en las poblaciones nucleadas y en el tamao de los pueblos y
ciudades esta relacin primero se equipara y luego se invierte hasta llegar a ser, para
el total de la poblacin, una leve mayora de mujeres.
Cuadro 3. Distribucin porcentual de la poblacin rural segn sexo
Ruralidad dispersa
Menor a 2.000
2.000 a 4.999
Total Rural*
Hombres
56,2
50,1
48,6
51,9
Mujeres
43,8
49,9
51,4
48,1
Total
100,0
100,0
100,0
100,0
A partir de este cuadro, cada vez que se mencione poblacin rural total se entender como la suma
de la poblacin residente en reas dispersas y las que habitan en poblaciones de hasta 5.000 habitantes.
280
Hombres
71,49
1,6
18,3
6,34
2,3
100
Mujeres
42,1
3,2
21,7
9,13
23,87
100
281
Hombre
5,9%
30,5%
27,3%
36,2%
100,0%
Mujer
6,9%
23,1%
15,8%
54,3%
100,0%
6,1%
29,0%
24,9%
40,0%
100,0%
Hombre
63
7,6
2,3
25,7
1,1
0,3
100
Mujer
62,3
4,3
4,6
23,4
5,1
0,3
100
282
portante dentro del total de las mujeres. Seguramente en esta categora estn incluidas
las que se dedican a realizar dulces y conservas envasados para su comercializacin,
pequeas artesanas, tejidos y otras tareas que realizan en su propio hogar. Tambin
ha aumentado el rubro de catering y comidas preparadas, donde muchas mujeres
rurales estn abasteciendo eventos organizados por Intendencias, Gremiales, y otros
eventos privados. Parte de las polticas pblicas dirigidas a este sector ha incentivado
los micro emprendimientos.
En otro sentido hay que destacar la gran distancia entre sexos que se registra como miembro del hogar no remunerado; superando las mujeres en 5 puntos a
los hombres. Estimamos que stas sean las productoras que si bien trabajan en los
predios a la par de los hombres, no son ellas quienes reciben parte de los ingresos
generados por la unidad productiva, siendo los hombres quienes administran estas economas. Esta situacin confirma y reitera una realidad constatada desde hace mucho
tiempo en las primeras investigaciones realizadas en el pas por los estudios pioneros
de Kirai De Len y Horacio Martorelli.
En el cuadro 7 se presenta la categora de ocupacin en el sector agropecuario
independientemente del lugar de residencia. Es notorio que algunos fenmenos asociados a la agroindustria y a las nuevas formas de comercializacin de alimentos han
volcado mucha poblacin de los pueblos y pequeas ciudades al trabajo en este sector.
Como se ha visto en el cuadro 5, tres de cada diez trabajadores/as agropecuarios
residen en ciudades urbanas del interior del pas.
Cuadro 7.Ocupados en el sector agropecuario
por categora de ocupacin segn sexo
Asalariado
Patrn
Cuenta propia sin local ni inversin
Cuenta propia con local o inversin
Miembro del hogar no remunerado
Total
Hombre Mujer
58,7%
44,5%
12,0%
10,9%
2,7%
2,1%
25,0%
27,9%
1,5%
14,6%
100,0% 100,0%
Total
55,8%
11,8%
2,6%
25,6%
4,2%
100,0%
La forma en que se releva esta informacin nos presenta una dificultad: dentro
del rengln de cuentapropista se puede encontrar un conjunto heterogneo de actividades. Es posible por tanto- suponer que dentro de la categora cuenta propia con
local o inversin que incluye un porcentaje importante de mujeres (28%), estn incluidas
muchas productoras familiares que se autodefinen de ese modo. En la categora de
283
Poblacin ocupada en
el sector agropecuario
Hombres
Mujeres
Hombres
Mujeres
7,7%
11,7%
9,4%
14,1
24,0%
25,9%
24,7%
14,9
12,6%
12,6%
14,0%
13,1%
2,4%
7,3%
2,4%
3,3%
21,2%
22,2%
22,4%
16,8%
284
situacin se mantiene, llegando a casi cinco puntos la diferencia que desfavorece a las
mujeres, siendo que el 14% de las asalariadas agropecuarias estuvo desempleada en el
ltimo ao. Esto de alguna manera est confirmando que tanto las mujeres que viven en
zonas rurales como las que estn en el sector agropecuario, realizan tareas asalariadas
de forma mucho ms flexible, entrando y saliendo del mercado de trabajo de acuerdo
a las necesidades y realidad de sus familias y de sus hijos.
Asimismo, hay una mayora de mujeres que no aportan a la seguridad social en
las reas rurales, llegando a un par de puntos porcentuales ms que los hombres, quedando las mismas en situacin de mayor desproteccin.
En la categora de subempleados, tanto en el sector agropecuario como en las
reas rurales las mujeres se encuentran en peor situacin que los hombres, siendo esta
realidad ms acentuada en el medio rural donde llegan a ser un 7,3%, mientras que los
hombres subempleados son el 2,4%. Esto supone que las mujeres estaran necesitando
mayores ingresos y trabajar ms.
Aparentemente la informalidad y el no cumplimiento de leyes de proteccin en las
reas rurales determinan una situacin de mayor vulnerabilidad de las mujeres de estas
zonas con respecto a las que trabajan en tareas agropecuarias en general. Las inequidades de gnero se expresan con mayor fuerza de acuerdo al territorio que al sector.
Ahora nos enfocaremos en el rubro ingresos, que es otro claro indicador de
calidad del empleo.
Cuadro 9. Promedio de ingresos por hora en asalariados
rurales y asalariados agropecuarios privados por sexo
Rural total
Agropecuarios
Hombres
$ x hora
89
81,5
Mujeres
$ x hora
77,7
75
Brechas de
gnero
87,3
92,0
Como se desprende del cuadro 9, el promedio del salario medido por hora, para
las mujeres en las reas rurales representa el 87% del valor del salario masculino,
mostrando una nueva inequidad entre hombres y mujeres. Si se considera el sector,
nuevamente la brecha disminuye, aunque an persiste, ubicndose el ingreso promedio
femenino en un 92% del masculino.
Algunas reflexiones finales
A modo de apretada sntesis, de todo lo expuesto se pueden concluir algunos
ejes para reflexionar y seguir investigando.
285
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El estudio clsico de Blau y Duncan en los aos 1960, abri un campo de reflexin sobre las variables que impactan en el logro de estatus de una u otra generacin, tomando en cuenta variables asociadas a la posicin del padre (nivel educativo
del padre y estatus ocupacional), as como variables asociadas al sujeto estudiado (en
especial nivel educativo y prestigio del primer trabajo). Al inicio, el foco estuvo ms bien
puesto en el papel de la educacin en el logro de estatus, pero a partir de los aos
1980, se diversifican las variables que se incluyen en los modelos de medicin del logro
de estatus, el gnero y el origen tnico. Interesan en particular, ms que los movimientos mismos de la estructura social, las condiciones que permiten la reproduccin de la
misma y cmo intervienen en la carrera de los individuos. Desde los trabajos de Lipset
1
2
290
Rafael Rey
y Bendix (1963), junto con los de Blau y Duncan (1978), se sospecha que los factores
explicativos del logro de estatus no responden a dinmicas nacionales, sino a un patrn
que sera comn a las sociedades industriales. Posteriormente, se empieza a testear
esta hiptesis fuera de los pases con estructura industrial avanzada (Treiman, 1977),
aunque Amrica Latina no haya sido uno de los focos ms importantes de produccin
en esta materia. Como lo seala Lin, los continentes que ms han aportado datos a
esta discusin han sido Amrica del Norte, Europa y Asia (Lin & Erickson, 2001).
Preguntas de investigacin
En lo especfico, buscaremos responder las siguientes preguntas: Los trabajadores activos que cuentan con educacin superior, tienen un capital social distinto a
aquellos que no alcanzaron este nivel educativo? Si es as, esta diferencia se debe al
dficit de capital, al dficit de retorno o a ambos? Cules son las consecuencias de
la desigualdad de capital social para ambos grupos en trminos de remuneraciones
salariales?
Hiptesis
La desigualdad estudiada desde la perspectiva de los dficit de capital, tanto
capital humano como social, y consecuentemente los niveles de desigualdad social
generados por ese dficit, se expresan a travs de la situacin socioeconmica de los
individuos, su calidad de vida, las posiciones ocupacionales a las que logran acceder o
los niveles de renta que obtienen (Lin, 2009).
Estratificacin y capital social
Desde que se estudia el capital social con mediciones estadsticas, ha sido demostrado que el capital social influye positivamente en el bienestar de las personas,
en particular en mbitos tan variados como la educacin, la salud, el bienestar mental
o los ingresos, pero tambin en trminos de cohesin social y crecimiento econmico
a nivel colectivo (Nieminen et al., 2008). Existen, en efecto, dos maneras bsicas de
comprender el capital social: como atributo individual o como atributo colectivo. En la
primera lnea, en palabras de Lin, se trata del proceso a travs del cual los individuos
movilizan e invierten recursos para obtener retornos en trminos de estatus socioeconmico (Lin & Erickson, 2001: 78). Nos inscribiremos en esta acepcin individual,
como recursos inscritos (embedded) en las redes sociales a las cuales los individuos
acceden y que usan para obtener estatus (Bourdieu, 1998; Lin, 2001: 79). Las otras
acepciones del trmino, que no sern consideradas aqu, se refieren al capital comunitario, es decir un atributo de los grupos sociales ms que de los individuos (Coleman,
1990; Putnam, 1993; 1995).
El clsico trabajo de Granovetter (1974) mostr el impacto del capital social para
la obtencin de mejores empleos entre profesionales y ejecutivos norteamericanos, estableciendo de esta manera la teora de la fuerza de los vnculos dbiles, que permiten
291
conectar crculos sociales distantes y por lo tanto son ms efectivos para la circulacin
de informacin escasa. Posteriormente, ms all del acceso a las redes sociales, se
profundiz acerca de los recursos que circulan en dichas redes y que a su vez, junto
con las redes mismas, tienen un impacto en el logro de estatus de los individuos.
Las formas de medicin del capital social
Las formas de medir el capital social dependen, primero que nada, de la definicin que se le d al concepto. Si optamos, como lo hacemos aqu, por una definicin individual del capital social, y no como un atributo colectivo, existe una serie de medidas
disponibles, construidas alrededor de la cantidad y calidad de contactos de los cuales
disponen las personas, la nocin de confianza interpersonal y social, la sociabilidad
local o en el barrio, la participacin cvica, social y poltica de las personas en una
serie de mbitos, en especial el trabajo, la vida asociativa, los espacios de recreo, la
circulacin de la informacin, o el apoyo y la solidaridad entre personas (Grootaert et
al. 2004). Cada instrumento presenta limitaciones, as como los datos que se usan para
su medicin (Putnam, 2000; Hjllund, Svendsen, 2000; Van der Gaag et al., 2004).
Adems, cada instrumento requiere adaptaciones a las disciplinas especficas del estudio, pero tambin a los contextos nacionales, por la naturaleza misma de los contactos
sociales, que tambin son determinados por factores culturales. Aqu retomaremos
una de estas medidas, la propuesta por Nan Lin (2001): el generador de posiciones,
aplicada en China, ampliamente discutida y usada posteriormente.
El anlisis de Lin y sus derroteros
Grfico 1: Modelo de capital social para el logro de estatus
292
Rafael Rey
En general: edad, sexo, nivel educativo, estado civil o situacin de pareja, presencia de hijos, ocupacin o estatus ocupacional, origen tnico, ingresos, lugar de residencia.
293
Para profundizar en dos dimensiones adscriptas, es conocido, hasta cierto punto, que las mujeres se encuentran muchas veces en desventaja en este mbito o por lo
menos existen diferencias sustanciales en la naturaleza del capital social de las mujeres
(Beggs & Hurlbert, 1997 para Estados Unidos, Mc Pherson & Smith-Lovin 1982 y Peter
& Drobnic, 2013 respecto de la membreca en organizaciones voluntarias para la Unin
Europea). En especial, la divisin del trabajo productivo y reproductivo tendra un fuerte
impacto en la estructuracin y funcionamiento de las redes de hombres y mujeres (Bezanson, 2006). Desde la teora feminista (Bezanson, 2006; ONeill & Gidengil, 2006),
en especial para Amrica Latina (Molyneux, 2002), se ha argumentado que los estudios
de capital social tienden a ser ciegos frente a las diferencias de gnero, en especial en
la construccin y mantencin de las redes, pero no se puede argumentar esto de forma
sistemtica o generalizada y menos en los pases que presentan patrones de igualdad
entre hombres y mujeres: obviamente, muchos de los resultados varan en funcin de
los contextos culturales y de las relaciones entre ambos sexos. Por ejemplo, usando
tres medidas de capital social (apoyo social, participacin social y en redes, y confianza
y reciprocidad), con datos finlandeses, Nieminen et al. (2008) encuentran que el apoyo
social, as como la participacin social y en redes son ms altos entre las mujeres que
entre los hombres. A cambio, la reciprocidad es ms alta entre los hombres. En el caso
de Australia, en un estudio basado en medidas de capital social informal e institucional,
se encuentra tambin un impacto del sexo en la distribucin de capital social, pero
no tan fuerte como con otras variables sociodemogrficas (Stones & Hughes, 2002).
Tambin se ha demostrado que en general las redes de las mujeres son ms informales que las de los hombres, trayendo retornos diferenciados segn el sexo (ONeill &
Gidengil, 2006).
Los desarrollos empricos en Amrica Latina o acerca de poblaciones latinas
Los trabajos relacionados con poblaciones latinoamericanas nuevamente son
limitados. Podemos sealar sin embargo el aporte de Stanton-Salazar y Dornbusch
(1995), acadmicos de origen mexicano en Estados Unidos.
Muchos estudios han demostrado que para el caso de Amrica Latina, existira un
peso histrico particularmente notorio del capital social en la vida de las personas, que
se expresara sobre todo por la intensidad y amplitud de las redes familiares, as como
el nivel de actividad de la sociedad civil (Molyneux, 2002). En el mbito ms especfico
de la relacin entre capital social y estratificacin, los primeros datos disponibles para
el Cono Sur respecto del capital social se han dado en el mbito de los estudios de
movilidad social. En el momento del cambio de modelo econmico y de transformaciones estructurales del siglo XX (Filgueira y Geneletti, 1981), la pregunta por las oportunidades que se ofrecen a las personas abri un campo de estudio nutrido. El papel del
capital social, si bien desarrollado en varios estudios a partir de los aos 1960, pocas
veces se trataba directamente en relacin con la movilidad social, sino ms bien a acceso a diversos recursos sociales (Lomnitz, 1994, Barozet, 2002). A partir de los aos
1990, se consolida sin embargo el campo de estudio sobre el capital social en relacin
294
Rafael Rey
con la movilidad social, en particular para los pobres (Espinoza, 1999; Moser, 1996,
Molyneux, 2002, Arriagada, 2005). Para Amrica Latina, los desarrollos sobre capital
social y gnero han sido ms bien asociados a este mismo debate sobre superacin
de la pobreza, tanto en la academia como para las polticas pblicas. En efecto, en un
continente donde la pobreza es ms femenina, y donde las mujeres tienen menos acceso al mercado laboral formal, se desarrolla una lnea de trabajo que busca potenciar
la situacin de las mujeres a travs del desarrollo de redes sociales (Arriagada, 2005).
Cabe sealar que para el caso de Amrica Latina la discusin sobre logro de
estatus ha tenido una relevancia mayor en el marco de polticas de superacin de la pobreza, siendo sta una de las formas de logro de estatus (Espinoza, 2002). Al respecto,
la batalla conceptual en torno al capital social tuvo su auge en los aos 2000 (Durston,
2005), facilitando la separacin entre los conceptos de capital social comunitario (Atria
et. al., 2003) y capital social individual (Espinoza, 2001), en base a la generacin de
datos nuevos en contextos ms variados.
En Uruguay, se han realizado mediciones a partir de los aos 2000 (Rey, 2004;
Boado, 2008), donde se demuestra, al contrario del caso chino descrito por Lin, que
las mujeres recurren ms a los lazos dbiles que los hombres. Se observan diferencias
de gnero, pero tambin de edad, en el capital social. Se confirma, al igual que en el
estudio de Lin (2001), que los sujetos con un mayor nivel educativo recurren menos
al capital social. Se emplea en estos estudios la clase de origen, pero no se observan
variaciones significativas.
Metodologa
Este trabajo descansa en el uso de la Encuesta sobre Movilidad Ocupacional y
Trayectorias Educativas (EMOTE), con un N de 3144 casos. Fue realizada en tres ciudades del pas: Montevideo (N = 2021, aplicada en 2010), Salto (N = 571, aplicada en
2011) y Maldonado (N = 552, aplicada en 2012), con un error estimado para individuos
a nivel nacional de 4%, considerando varianza mxima y a un nivel de confianza del
95%. Se trata de una encuesta cara a cara a una muestra aleatoria estratificada bietpica aplicada sobre el universo de personas de 18 a 65 aos, econmicamente activas al
momento de la entrevista, que al menos haban tenido un empleo (con historia laboral)
residentes en hogares particulares de las ciudades de Montevideo, Salto y Maldonado
en el momento de la realizacin del trabajo de campo.
La estrategia metodolgica que empleamos consiste en comparar grupos, partiendo del supuesto de que las diferencias educativas, el tipo de empleo, el gnero y el
capital social, son los factores que contribuyen en mayor medida a explicar la disparidad en el ingreso.
Es as que nos propusimos explorar los determinantes del ingreso entre dos
grupos claramente diferenciados, aquellos que cuentan con al menos algn ao de
Educacin Superior, y quienes no accedieron a este nivel educativo. Para ambos gru-
295
pos comparamos la relevancia del estatus del empleo actual, la experiencia laboral, el
gnero y el capital social, observando muy especialmente el aporte diferencial de este
ltimo factor.
Para estimar el capital social se emple un generador de posiciones, instrumento
desarrollado por Lin (2001), que consiste en presentarle al entrevistado una serie de
posiciones sociales (representadas por posiciones ocupacionales) y establecer el nivel
de acceso a esas posiciones y su grado de cercana e intensidad. Este instrumento
entendemos que resulta muy conveniente, dado que operacionaliza adecuadamente
la nocin de capital social. Generalmente la potencialidad de los vnculos con mayor
capacidad de intermediacin, comparten una caracterstica central: su posicin clave
en una escala ocupacional, adems de la cercana de su actividad con la del contacto
que moviliza este recurso.
Anlisis
Tabla 1: Caractersticas de la muestra
Porcentaje o media
Sin ES2
Muestra
Con
N=722
N=3144
ES1N=2422
Variable
Test de
Significancia
Sexo
-Hombres
-Mujeres
Edad
Estado Civil
-Soltero
-Casado, Unin Libre
-Viudo, Separado, Divorciado
Educacin (en aos)
Salario mensual (en pesos
uruguayos)
56,1
49,3
40,5
43,2
56,8
41,2
60,0
40,0
40,4
0.00
0.00
0,38
25,2
58,4
16,3
10,0
27,4
56,6
15,9
16,6
24,6
58,9
16,4
8,21
0,00
0,18
0,00
0,00
14.256,7
24.266,4
11.271,5
0,00
En esta subpoblacin se incluyen aquellos individuos que cuentan con al menos un ao de Educacin
Superior, 13 aos aprobados de educacin formal al menos.
En esta subpoblacin se incluyen aquellos individuos que no cuentan con Educacin Superior, a lo
sumo han completado 12 aos de educacin formal.
296
Rafael Rey
Muestra Con ES
Capital Social general
Nmero de posiciones a las que se accede
5,1
6,4
Prestigio de la posicin ms alta a la que se
75,7
86,8
accede
Rango de prestigio entre las posiciones a las
46,3
56,2
que se accede
Acceso a posiciones/puntajes (en %)
Administrativo (funcionario pblico) (54)
56,2
79,1
Administrativo (privado) (39)
55,9
82,2
Albail (29)
73,2
60,7
Dueo pequeo comercio (43)
59,3
63,4
Gerente (70)
34,3
60,2
Mecnico (34)
61,1
53,3
Mdico (88)
65,7
95,0
Obrero de fbrica (24)
33,2
27,1
Profesor de enseanza media (69)
59,4
83,2
Taxista (30)
32,6
29,9
Sin ES
Test Sig.
4,7
0,02
72,2
0,00
43,2
0,70
47,2
45,6
73,8
55,5
25,0
60,9
54,2
33,6
49,6
32,0
0,76
0,00
0,00
0,00
0,00
0,02
0,01
0,00
0,33
0,20
297
Variables independientes
Prestigio
Gnero
Experiencia
Experiencia
Capital social
Constante
R
Salario (logaritmo)
Modelo 1
B
Error tip.
0,012**
0,001
0,404***
0,049
0,041
0,006
0,000
0,000
8,305
0,310
0,101
Modelo 2
B
Error tip.
0,018**
0,001
0,351***
0,023
0,030
0,003
0,000
0,000
0,148**
0,012
7,956
0,042
0,319
298
Rafael Rey
Modelo 1
Modelo 2
Error tip.
Error tip.
Prestigio
0,015**
0,001
0,013*
0,001
Gnero
0,391***
0,027
0,391***
0,026
0,029
0,003
0,027
0,003
0,133***
0,013
8,116
0,049
Experiencia
Capital social
Constante
7,992
0,200
0,049
0,240
Realizamos dos modelos de regresin lineal mltiple, para intentar explicar los
determinantes del salario, tanto para ocupados con algn ao de Educacin Superior
(tabla 3), como para el grupo de ocupados sin pasaje por la Educacin Superior (tabla
4). En el primer modelo incluimos como variables independientes: prestigio ocupacional, gnero y experiencia, en tanto en el segundo modelo incorporamos la variable
capital social, a efectos de comparar ambos modelos.
El resultado de ambas pruebas, no presenta diferencias significativas para el
caso de quienes cuentan con Educacin Superior, el R apenas mejora al incorporar
el capital social. Sin embargo en el caso de los modelos para los que no cuentan con
Educacin Superior, la variacin en los R es de relevancia, pasando de un 0,20 a un
0,24 cuando se incorpora la variable capital social, un incremento del orden del 20% en
la capacidad explicativa del modelo.
Conclusin
El papel desempeado por el capital social como factor explicativo de las desigualdades sociales queda parcialmente demostrado a travs de los resultados presentados. Si bien no opera de la misma forma para el conjunto de la poblacin ocupada,
cuando se lo analiza con mayor detenimiento, es posible observar su importancia. En
el colectivo de individuos ms educados, con 12 aos o ms de educacin formal, su
valor explicativo es escaso. Si bien este grupo accede a un mayor volumen de capital
social (cantidad de posiciones sociales, contactos ms prestigiosos, etc.) como se
observa en la tabla 4, al momento de analizar el valor explicativo que estos recursos
aportan a la diferenciacin social, vemos que es escaso o nulo. Para esta subpoblacin, la posibilidad de acceso a posiciones ocupacionales de mayor prestigio, como
consecuencia de una acumulacin sostenida en la cantidad de aos de educacin,
299
hace menos relevante el peso especfico del capital social, al momento de explicar las
diferencias salariales.
Por el contrario, para la subpoblacin que no alcanz la Educacin Superior, el
acceso a ocupaciones de mayor prestigio y por ende mejor remuneradas, presenta una
restriccin importante: el nivel educativo alcanzado. Es as que el capital social opera
como un sucedneo de esta restriccin, permitiendo diferenciar en trminos de ingreso
a aquellos que logran acceder a mayores niveles de capital social. O visto desde otro
punto de vista, aquellos que logran acceder a la Educacin Superior, y por ende a un
mayor capital humano, no dependern tanto de otros factores, como el capital social,
para obtener niveles de renta diferenciales. Este hallazgo va en consonancia con los trabajos que asocian el papel del capital social y las redes sociales, con los procesos de
superacin de la pobreza y la movilidad social. La importancia que adquieren explicaciones alternativas a las clsicas referencias a la educacin y la experiencia, al momento
de explicar las desigualdades sociales, cobra mayor relevancia en los sectores sociales
que presentan dficit en algunas de estas dimensiones, en particular la educativa. Ser
necesario explorar con mayor detenimiento estas resultantes, para determinar si efectivamente el capital social necesariamente est asociado al dficit educativo, o tambin
se expresa en colectivos con niveles educativos altos, pero de un modo diferente que
no es posible captar a travs de los modelos presentados.
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Doctor en Sociologa por el Instituto Universitario de Pesquisas do Rio de Janeiro (IUPeRJ). Se desempea como profesor e investigador titular Grado 5 y Director en el Departamento de Sociologa,
FCS, UdelaR. Fue coordinador del Doctorado de Sociologa, y previamente coordin la Maestra de
Sociologa. En grado y posgrado desarrolla investigacin y docencia en movilidad social, polticas
de salud y mtodos cuantitativos. Integra el Sistema Nacional de Investigadores en Nivel II. marcelo.
[email protected]
Licenciado y Maestrando en Sociologa (FCS, UdelaR). Docente de la Ctedra de Estadstica Social
(FCS, UdelaR). Investigador Asistente del Departamento de Sociologa de la Universidad de la Repblica. Investigador del Centro de Investigacin para la Epidemia del Tabaquismo (CIET) en el Proyecto
Internacional de Evaluacin de Polticas de Control del Tabaco (ITC). Analista del Departamento Sistema Estadstico Nacional del Instituto Nacional de Estadstica (INE). [email protected]
304
etc.). Este tipo de polticas, que intentan cambiar las conductas de los fumadores, permitirn
prevenir muchas muertes por enfermedades cardiovasculares, enfermedades respiratorias, y
muchas formas de cncer. Sin embargo, en Uruguay, estimaciones recientes fijaron en 4.759 las
muertes por ao relacionadas con el tabaquismo, un 14,8% del total de las muertes registradas3.
El conocimiento sobre la epidemia del tabaquismo en el pas, hasta la aplicacin de las
medidas, era limitado. A nivel oficial, haba existido informacin proveniente de relevamientos no
peridicos: de consumos adictivos (Encuesta de Consumo de Sustancias Adictivas de la Junta
Nacional de Drogas, JND); sobre Factores de Riesgo (Encuesta STEPS del Ministerio de Salud
Pblica, MSP); de la actividad socioeconmica (Encuesta Continua de Hogares -ECH- del Instituto
Nacional de Estadstica, INE); y de registros hospitalarios del MSP y Mutualistas. Slo la Encuesta
Nacional de Prevalencia de Tabaquismo (ENPTA), relevada por el Centro para la Investigacin de
la Epidemia de Tabaquismo (CIET) en 2008, y la encuesta GATTS, relevada por el INE en 2009,
produjeron estimaciones precisas sobre prevalencia a nivel nacional, urbano, rural, y por sexo,
edades y niveles socioeconmicos. En la actualidad, para los aos que la ECH tiene cobertura
nacional, tambin se estima prevalencia de tabaquismo. Aplicando una comparabilidad limitada
de ECH en 2003, ENPTA en 2008, GATTS en 2009, y ECH en 2011, puede apreciarse una clara
tendencia decreciente del tabaquismo del 31 al 23% para la poblacin de ambos sexos de 15
aos y ms4.
Cmo es la epidemia de tabaquismo entre los trabajadores? El anlisis de los trabajadores es de particular inters porque estudios anteriores5 mostraron que el perfil del consumidor
era de adulto, econmicamente activo, y porque por el incremento real de su ingreso, por la propaganda, y por los modelos culturales, siguen expuestos a no abandonar el consumo de tabaco.
3
4
5
305
europeos advertan esta conclusin sobre el consumo de tabaco y los grupos socioeconmicos
desfavorecidos (Lpez, 1994).
Schaap (2010) plante un modelo sobre la desigualdades sociales en el tabaquismo,
donde destaca como determinantes a los contextos poltico y socioeconmico. Sobre lo poltico,
seal la importancia de las polticas macroeconmicas y sociales relacionadas con el mercado
laboral, la vivienda, la educacin, el bienestar social; y las polticas relacionadas con la prevencin, control y reduccin del tabaquismo. Destac la importancia de los gobiernos para modificar
la presin fiscal sobre el tabaco, regular la venta, la publicidad y la promocin del tabaco, y generar espacios libres de humo. Del contexto socioeconmico destac la influencia de la posicin
socioeconmica, laboral, de gnero, educativa, lugar de residencia, y otros aspectos, a partir de
los cuales se generan desigualdades sociales que determinan los entornos en los que viven y se
interrelacionan las personas.
Fong et al. (2006), proporcionaron un modelo comportamental, ms elaborado que los
previos, donde combinaron factores que activaban y desactivaban el consumo de tabaco, a
partir de los cuales podan explorarse los efectos de la desigualdad social y de las polticas
gubernamentales sobre las conductas que sostenan la prevalencia. As identificaron variables
de efectos de polticas, variables de disposicin y comportamiento, y variables de desigualdad
social intervinientes.
En resumen, podemos identificar conjuntos de variables que provienen de la poltica gubernamental, de la estructura de la desigualdad social existente y de la esfera comportamental
y psicosocial, con desigual pero inexcusable potencial de importancia en la determinacin de la
prevalencia de tabaquismo.
Shaw (1999) argument que los grupos socioeconmicos ms desfavorecidos concentraban el consumo de tabaco, porque era un medio para sobrellevar el estrs, dado que el tabaco
actuaba como regulador del humor y de la presin mental derivada de vivir en condiciones
socioeconmicas adversas. Las condiciones de trabajo actan como mediadoras entre las condiciones materiales y el consumo de tabaco, dado que los entornos en los cuales trabajan las
clases manuales son ms permisivos con las normas del uso del tabaco (Honjo et al., 2006).
Sobre la base del perfil sociodemogrfico y econmico del consumo, en Uruguay, al igual que lo
observado a nivel internacional, los ms pobres, quienes no tienen empleo y los peor educados
son los que ms sufren la epidemia del tabaquismo y presentan una mayor dependencia. (Bianco,
Boado & Sandoya, 2009).
El nivel educativo es sabido que interacciona con otras variables de desventaja social, no
obstante ello, Schaap (2009) mostr que esa variable est ms estrechamente relacionada con
la prevalencia del tabaquismo que la renta y otras variables sobre las condiciones materiales de
vida. Esto permite sostener que el conocimiento asociado a la educacin tiene un mayor poder
explicativo de las desigualdades en el consumo de tabaco, que la privacin material. Por otra
parte Chamberlain y ONeill (1998), sostuvieron evidencia de que a mayor nivel educativo mayor
prevencin del inicio en el consumo de tabaco, y lo contrario en los grupos de menor nivel educativo. Lo que destaca la relevancia del nivel de estudios en relacin con el sentimiento de control
que tienen las personas sobre sus vidas.
A los efectos del presente trabajo solamente utilizaremos las variables disponibles en
la encuesta EMOTE que son indicativas de la desigualdad social (educacin, ocupacin, sexo,
edad, regin geogrfica, e ingreso personal), las cuales los trabajos mencionados anteriormente
306
6
7
La muestra fue estratificada por seccin censal y polietpica, con afijacin proporcional, precisin
95%, y error 2,1 para Montevideo y 4,3 para Maldonado y Salto.
Siguiendo las recomendaciones de OMS y el CDC del Ministerio de Salud de USA, la prevalencia de
tabaquismo se estima en dos direcciones, la prevalencia de vida y la prevalencia actual, para la primera se pregunta si la persona ha fumado al menos 100 cigarrillos en su vida; y para la segunda se
pregunta si al menos se fumo un cigarrillo en los ltimos 7 das.
307
tantes8. Asimismo, mostraron que la prevalencia variaba significativamente por grandes reas
geogrficas, por sexo, y por edad. La prevalencia en Montevideo era mayor que en el interior;
la prevalencia en los hombres era mayor que entre las mujeres; la prevalencia era mayor entre
los jvenes que entre los adultos y decreca a partir de los 50 aos de manera sostenida. Si
bien los hombres fumaban ms que las mujeres, estas se aproximaban al 50% en Montevideo en
numerosos grupos de edades. La prevalencia de vida mostr que el 42% de los uruguayos haban
probado el tabaco, aunque slo el 25% fumaba actualmente. Los hombres del interior mostraron
ser quienes ms haban experimentado fumar9.
Con los datos basados en EMOTE, nos referiremos a una poblacin ms acotada, la poblacin trabajadora de ambos sexos, y mayor de 18 aos, y no a todos los mayores de 15 aos,
por lo cual habr diferencias notorias en los promedios. El grfico 1 muestra que, segn las ciudades, hay de un 43 a un 51% de no fumadores, los restantes fumaron al menos 100 cigarrillos
o ms en su vida. En el grfico 1 tambin puede verse que Montevideo tiene la mayor proporcin
de trabajadores fumadores y Salto la mayor proporcin de los que nunca fumaron.
La prevalencia de vida para los trabajadores activos, con excepcin de Salto, se situ
siempre por encima del 50% y, a su vez, la prevalencia de vida que mostraron los hombres fue
ms elevada que la de las mujeres en todas las ciudades.
Grfico 1. Condicin de fumador
51
45
43
36
32
32
23
21
17
MONTEVIDEO
MALDONADO
NO fumador
EX fumador
SALTO
Fumador
Fuente de todas las grficas y cuadros de este artculo: Encuesta de Movilidad Ocupacional y
Trayectorias Educativas (EMOTE).
8
9
Se us la pregunta: fum al menos un cigarrillo en los ltimos 7 das?; recomendada por la OMS, y
CDC/NIH.
Boado y Bianco 2010a, op cit.
308
309
Edades
Maldonado
Hombre Mujer
34%
45%
44%
32%
32%
23%
24%
38%
27%
6%
0%
0%
34%
31%
Total
38%
39%
27%
30%
15%
0%
32%
Hombre
46%
39%
32%
41%
17%
20%
38%
Salto
Mujer
24%
28%
26%
22%
6%
0%
23%
Total
39%
34%
30%
35%
13%
10%
32%
Sin
Instruccin
Escuela
Ciclo
Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
Total
Montevideo
Maldonado
Salto
Hombre
Mujer
Total
Hombre
Mujer
Total
Hombre
Mujer
Total
66%
44%
56%
38%
0%
30%
52%
23%
42%
49%
36%
44%
44%
26%
37%
46%
24%
39%
47%
44%
46%
36%
41%
38%
35%
37%
36%
29%
22%
22%
37%
37%
32%
25%
35%
33%
28%
24%
36%
28%
25%
19%
34%
32%
30%
24%
31%
30%
28%
22%
32%
32%
18%
31%
38%
15%
25%
21%
23%
26%
22%
24%
32%
La proporcin de menores a 30 aos (los ms jvenes en la muestra) que fuman actualmente, es mayor que en las otras franjas etarias, en Montevideo y Salto, y casi empatan la situacin con los de 30-39 aos en Maldonado. En todos los casos superan ampliamente el promedio
local, y nacional. Los jvenes de Montevideo, en especial, presentan un 5% ms de prevalencia
que en los otros departamentos.
Los hombres en particular superan en todos los tramos a las mujeres, excepto en Maldonado hasta los 30 aos y entre 50-59 aos. La prevalencia de Montevideo en general supera a
los de las otras dos ciudades en casi todos los tramos y en ambos sexos. Esta situacin muestra
que los jvenes en general, los hombres en general, y las mujeres de Maldonado en particular,
padecen el tabaquismo en mayor proporcin que otros grupos.
La prevalencia de tabaquismo en los trabajadores, sin importar sexo o edad, muestra una
proporcin de consumidores mayor a la proporcin media a nivel nacional. Lo cual puede estar
reflejando la influencia de los ambientes de trabajo, o la situacin ocupacional en la determinacin
del inicio y mantenimiento del consumo de tabaco. En este sentido, Honjo (2006) planteaba que
310
Montevideo
Hombre Mujer
Total
81%
92%
86%
6%
4%
5%
13%
4%
9%
100% 100% 100%
Maldonado
Hombre Mujer
Total
77%
96%
85%
9%
1%
6%
14%
3%
9%
100% 100% 100%
Hombre
68%
6%
26%
100%
Salto
Mujer
92%
0%
8%
100%
Total
75%
4%
21%
100%
Consumo de cigarrillos
Si bien el tipo de cigarrillo que se consume por excelencia es el industrial, en todos los
departamentos existe asociacin entre el tipo de cigarrillo consumido y el sexo del fumador.
Las mujeres consumen casi exclusivamente cigarrillos industriales, y menos del 10% prueba
cigarrillos armados. Si bien los hombres tambin prefieren consumir cigarrillos industriales, dependiendo del departamento que hablemos, surge de la suma de los renglones de los tipos
ambos y armado que entre un 32% y un 19% consume cigarrillos armados, alternativa o
exclusivamente. En el interior es donde existe una mayor proporcin de hombres que consumen
cigarrillos armados.
311
Montevideo
Maldonado
Salto
Hombre
Mujer
Total
Hombre
Mujer
Total
Hombre
Mujer
Total
Industrial
81%
92%
86%
77%
96%
85%
68%
92%
75%
Ambos
6%
4%
5%
9%
1%
6%
6%
0%
4%
Armado
13%
4%
9%
14%
3%
9%
26%
8%
21%
Total
100%
100%
100%
100%
100%
100%
100%
100%
100%
Respecto de la edad de los fumadores vemos que la preferencia por los armados en el
interior es una funcin de la edad como indicador de otras costumbres. Pero los resultados son
casuales. En Montevideo probablemente se combine esta tendencia con aspectos econmicos
que hacen a la iniciacin al consumo a edades jvenes, por eso hay una tendencia en U, y los
resultados son significativos.
Dos aspectos que no se pudieron ver en trabajos previos, y que mostramos ahora, son la
relacin entre el tipo de producto y la posicin de clase social actual y el nivel educativo del fumador. Para la clase social actual nos inspiramos en la propuesta de Goldthorpe y Erikson de clase
social: el esquema EGP, que est disponible en internet (Erikson y Goldthorpe, 1993). No obstante el cigarrillo industrial predomina en todas las clases sociales, las preferencias por el tabaco de
armar, de modo exclusivo, estn plenamente localizadas en las clases tpicamente rurales (IVc y
VIIb), y cuando se alterna con el cigarrillo industrial se pertenece a clases trabajadoras urbanas
calificadas y no calificadas (V+VI y VIIa). En las otras posiciones sociales esa presencia es nfima.
La asociacin del tipo de producto por clase social es significativa en Montevideo y Salto, siendo
casuales los resultados en Maldonado.
Respecto del nivel educativo, en primer lugar, observamos que el consumo solamente de
tabaco y de tabaco y cigarrillos industriales es muy bajo en cualquier caso; en segundo lugar, los
profesionales y quienes tienen estudios terciarios, consumen de forma casi exclusiva cigarrillos
industriales. En tercer lugar, el consumo exclusivo de tabaco predomina en aquellos que tienen
poca o nula instruccin, y de modo notorio, en el interior del pas. En este caso los resultados son
significativos en todas las ciudades, lo que condice con la bibliografa citada al inicio.
312
Edad
Decenal
Tabla 8. Porcentaje de fumadores por ciudad y tipo de producto que fuma, segn
clase social (EGP)
EGP7
Actual
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b
Montevideo
Maldonado
Salto
Tipo de cigarrillo
Tipo de cigarrillo
Tipo de cigarrillo
Industrial Ambos Armado Industrial Ambos Armado Industrial Ambos Armado
94%
2%
4%
92%
4%
4%
96%
0%
4%
93%
5%
2%
96%
4%
0%
96%
0%
4%
86%
3%
11%
79%
3%
17%
74%
4%
22%
50%
0%
50%
0%
0%
100%
50%
0%
50%
84%
10%
6%
88%
6%
6%
68%
11%
21%
80%
5%
15%
80%
8%
12%
72%
4%
24%
50%
17%
33%
100%
0%
0%
60%
6%
34%
X2: 42,209 ; sig: 0,000
313
314
Una conclusin sobresaliente es que Montevideo es bien diferente a las otras dos ciudades, all los trabajadores con menor nivel educativo, peor posicin social, ms edad, y sexo
masculino, no solo tienen mayor prevalencia, sino que consumen ms cigarrillos, y exhiben ms
claros rasgos de adiccin.
Los trabajadores de Maldonado tienen diferencias notorias en la adiccin por sexo, nivel
educativo y edad. Los hombres en especial estn muy expuestos, y muy sustentados en la edad.
En Salto ninguna de las variables aporta diferencias significativas, y sus trabajadores, que tienen
menor prevalencia que en las otras ciudades, plausiblemente consumen menos por da, pero
estn indistintamente expuestos a la adiccin a la nicotina.
Gasto en cigarrillos
Finalmente y de modo muy sumario revisaremos la dimensin econmica. Nos import
saber si el gasto en cigarrillos era diferencial, y si era diferencial su impacto en el ingreso de los
trabajadores, que como se sabe, no ha cesado de crecer en ocho aos. El gasto se estim como
la suma de dos componentes. Por un lado, el producto de los cigarrillos industriales diarios por
30, luego dividido por 20 unidades, y finalmente multiplicado por el valor promedio ponderado de
un paquete de cigarrillos, ya que no se pregunt marca ni procedencia. Por otro lado, el producto
de los cigarrillos armados diarios ponderados por peso y por 30, luego dividido por el peso de un
paquete (45g), y finalmente multiplicado por el valor promedio de un paquete. Estimado el gasto
mensual, se lo dividi por el ingreso personal mensual declarado para estimar su proporcin.
El gasto mensual, no exhibi diferencias estadsticas significativas por sexo en las tres ciudades, pero respecto a la proporcin del gasto en el ingreso personal, en Montevideo claramente
a las mujeres les impact ms que a los hombres.
En funcin de la edad el gasto es significativamente desigual, los ms jvenes gastaron
menos per cpita que los adultos en Montevideo y en Maldonado. Pero la proporcin del gasto en
el ingreso en funcin de la edad no exhibi diferencias significativas en ninguna ciudad.
En funcin de la educacin, para Montevideo hubo diferencias significativas en el gasto
mensual y en la proporcin del gasto en el ingreso. Claramente a menor educacin mayor consumo y mayor gasto relativo. En Maldonado la proporcin del gasto en el ingreso se diferenci
por educacin, pero no el gasto total. En Salto no hubo diferencias estadsticas ni en gasto ni en
proporcin del ingreso.
Finalmente, en funcin de la clase social, slo para Montevideo hubo diferencias estadsticas significativas en el gasto y en su peso en el ingreso, la clase de servicio gasta menos,
y le cuesta menos an, que a las clases de trabajadores no manuales de rutina, los pequeos
empresarios y los trabajadores manuales con y sin calificacin gastan ms y el coste relativo a
su ingreso es mayor. En Maldonado y Salto no hubo diferencias significativas ni en gasto ni en
peso del gasto en el ingreso por clase social.
315
Desvo Estndar
Hombre
Mujer
Hombre
Mujer
Hombre
Mujer
13,7
12,0
15,1
10,6
7,7
8,8
11,6
10,4
11,4
8,3
6,1
8,1
Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
15,2
14,5
13,5
13,0
8,8
9,5
16,9
16,5
14,5
10,4
7,8
11,5
6,9
6,7
9,3
9,3
7,7
7,6
18,7
12,6
9,8
11,5
7,6
8,0
18,6
11,0
9,6
9,1
6,8
9,2
6,0
5,9
7,8
6,5
7,3
6,9
<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +
<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +
<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +
9,4
13,5
14,7
15,2
12,9
8,0
9,1
14,7
14,7
15,2
18,9
8,3
7,7
7,1
9,9
4,1
6,0
7,9
12,9
11,6
11,1
9,7
2,8
7,1
11,1
11,6
10,5
13,8
6,8
5,5
7,4
7,4
3,0
-
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b
10,2
12,7
14,1
16,0
12,6
7,8
13,3
12,6
10,5
12,1
14,7
14,5
8,1
6,0
10,0
8,1
7,1
8,1
7,0
7,2
8,5
8,1
12,8
12,5
13,0
9,7
8,1
6,3
9,3
8,4
9,3
12,3
11,1
7,0
6,0
6,2
4,9
7,3
7,6
7,6
Sexo
Montevideo
Maldonado
Salto
Nivel Educativo
Montevideo
Maldonado
Salto
Edad
Montevideo
Maldonado
Salto
EGP 7 actual
Montevideo
Maldonado
Salto
ANOVA
Significatividad
4,4
0,04
8,2
9,2
1,1
0,0
0,01
0,00
0,30
0,92
4,2
0,00
2,9
0,01
1,2
0,29
***
6,3
0,00
3,4
0,01
1,2
0,31
***
3,4
0,00
0,8
0,58
***
0,6
0,72
***
* Significativo al 5% (p < 0,05), ** Significativo al 10% (p < 0,10), *** No significativo (p > 0,10)
*
***
316
Tabla 11: Gasto promedio mensual en cigarrillos, por sexo nivel educativo,
edad y clase social, segn ciudades
Variables
Montevideo
Maldonado
Salto
Montevideo
Maldonado
Salto
Montevideo
Maldonado
Salto
Montevideo
Maldonado
Salto
Sexo
Hombre
Mujer
Hombre
Mujer
Hombre
Mujer
Nivel Educativo
Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
Edad
<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +
<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +
<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +
EGP 7 actual
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b
Media
Desvio Estndar
1275,3
1199,7
1379,4
1072,8
706,3
826,5
1202,5
1072,2
1210,4
860,7
649,7
794,3
1432,3
1308,9
1295,9
1296,1
893,4
973,2
1458,6
1440,4
1409,9
1019,5
833,9
1176,9
575,2
567,3
903,7
881,3
785,4
775,2
1956,3
1316,3
1004,3
1178,2
755,6
830,5
2079,6
1224,7
991,8
909,8
702,5
941,0
660,4
580,9
797,5
694,4
745,0
707,0
885,1
1306,9
1440,3
1480,9
1119,1
816,0
857,8
1380,3
1428,8
1463,1
1534,8
742,8
748,9
639,7
950,4
239,7
612,0
806,5
1310,4
1203,0
1176,6
979,3
288,5
725,9
1157,7
1175,0
1170,2
1581,8
648,1
596,4
780,3
796,4
388,1
-
1037,1
1292,0
1333,1
173,2
1560,7
1145,2
993,8
1317,5
1051,2
1093,0
85,4
1414,4
1323,1
612,0
1011,6
798,3
679,8
640,4
712,4
646,3
716,8
836,6
1324,4
1316,4
43,6
1303,8
1007,5
826,1
952,1
847,4
1007,2
1276,2
1163,2
716,5
626,5
674,8
851,8
562,8
748,7
725,6
Sig.
0,8
0,37
3,5
0,06
**
1,1
0,30
***
2,3
0,05
1,4
0,22
***
1,9
0,10
***
6,4
0,00
2,7
0,03
1,5
0,19
***
3,2
0,00
0,7
0,65
***
0,8
0,56
***
***
317
Hombre
Mujer
Hombre
Mujer
Hombre
Mujer
0,16
0,20
0,12
0,15
0,09
0,12
0,25
0,27
0,18
0,16
0,11
0,15
Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
Sin Instruccin
Escuela
Ciclo Bsico
Bachiller
Terciaria
Profesional
0,36
0,23
0,18
0,15
0,10
0,05
0,17
0,20
0,16
0,09
0,07
0,06
0,13
0,10
0,11
0,09
0,09
0,09
0,80
0,31
0,19
0,19
0,19
0,06
0,35
0,23
0,16
0,11
0,05
0,05
0,17
0,13
0,13
0,09
0,10
0,13
<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +
<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +
<30
30-39
40-49
50-59
60-69
70 y +
0,15
0,20
0,19
0,17
0,14
0,12
0,09
0,16
0,13
0,17
0,24
0,12
0,11
0,08
0,10
0,01
0,10
0,18
0,35
0,28
0,22
0,15
0,08
0,09
0,24
0,12
0,16
0,35
0,13
0,11
0,15
0,10
0,01
-
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b
I + II
III a+b
IV a+b
IV c
V+VI
VII a
VII b
0,09
0,17
0,20
0,01
0,21
0,20
0,13
0,09
0,13
0,14
0,01
0,10
0,18
0,04
0,10
0,10
0,09
0,12
0,07
0,10
0,14
0,14
0,28
0,41
0,01
0,25
0,22
0,11
0,09
0,14
0,20
0,08
0,23
0,11
0,09
0,10
0,22
0,06
0,14
0,16
Nivel Educativo
Montevideo
Maldonado
Salto
Edad
Montevideo
Maldonado
Salto
EGP 7 actual
Montevideo
Maldonado
Salto
0,03
0,98
0,32
***
2,36
0,13
***
8,80
0,00
2,98
0,01
0,41
0,84
***
1,12
0,35
***
2,09
0,08
**
1,35
0,24
***
3,66
0,00
1,42
0,21
***
0,85
0,53
***
318
Conclusiones
Las preguntas iniciales se resumen en una sola: cmo es la epidemia de tabaquismo
entre los trabajadores uruguayos?
La epidemia no es homognea entre los trabajadores del pas. La prevalencia de tabaquismo es ms alta en las zonas de ms dinamismo econmico, de mayor migracin, de mayor
participacin femenina en la economa. Y tambin, es ms alta entre los ms jvenes, y entre los
menos educados.
La concentracin de la prevalencia no siempre condice con la dependencia y el consumo.
En Salto hay baja prevalencia y bajo consumo promedio. En Montevideo hay alta prevalencia y
alto consumo, y en Maldonado una posicin intermedia.
Los ms jvenes fuman en mayor cantidad que otros grupos de edades, pero no revelan
los mayores signos de dependencia tabaquista porque exhiben promedios diarios inferiores al
promedio general. Pero, es claro que segn su curva de ingresos, tampoco son los que ms
ingreso tienen para gastar.
Claramente los menos educados, los que ms relapsan segn se ha visto en los estudios,
son los que fuman ms, los que ms gastan en tabaco, los que menos ganan y los tienen los
peores trabajos. En consecuencia sufren doblemente la epidemia, porque a la dependencia le
suman el mayor peso relativo de su consumo de tabaco en su ingreso. As, hay un crculo vicioso,
los que menos recursos tienen menos chances de dejar el tabaco tendrn.
En particular en Montevideo todos los indicadores con los que usualmente se explora la
desigualdad social, exhibieron impacto en la epidemia de tabaquismo entre los trabajadores. En
Montevideo, tanto la prevalencia como los perfiles de consumo por tipo de producto, cantidad de
cigarrillos diarios, gasto y proporcin del gasto de tabaco en el ingreso, exhibieron diferencias
significativas segn los indicadores de desigualdad. En Maldonado slo el sexo, la educacin y
la edad, impactaron claramente en la prevalencia y en el consumo no as en el gasto relativo. En
Salto los efectos de la desigualdad fueron notorios en la prevalencia y menos diferenciados en
los indicadores de consumo y adiccin.
En otros trabajos deber incorporarse aspectos adicionales sobre atencin de salud, sobre jornada laboral, sobre el trabajo y la carrera laboral, sobre los aos de fumador y las caractersticas de la familia, para aportar aspectos complementarios a esta primera fase del examen.
Los resultados de este trabajo reafirman conclusiones nacionales generales y abren el
espacio para la especificacin. Antecedentes como ENPTA y GATSS en Uruguay indicaron tendencias de la prevalencia actual y de vida de tabaquismo, y algunos aspectos vinculados al consumo.
En la medida que esta encuesta se focaliz en una poblacin ms especfica (trabajadores
adultos con trayectoria laboral), con mejores chances de acceso al tabaco, es notorio que la prevalencia crezca. As mejores condiciones laborales sostienen que las mujeres tiendan a empatar
la prevalencia de los hombres en las ciudades de Montevideo y Maldonado.
Tambin los datos de la encuesta ENPTA (2008) sostienen el perfil de tipo de producto que
consumen de los fumadores. En nuestros datos vemos que bajan los promedios diarios, pero se
robustece la presencia del cigarrillo industrial, lo cual se vincula con el sexo nuevamente.
Pero vemos que hay caras de la epidemia que no se debilitan. La desigualdad social
sostiene la prevalencia de tabaco con claridad en la ciudad ms poblada y moderna. Parece
319
una contradiccin que en las mejores condiciones de trabajo y vida se atrinchere la epidemia de
tabaco. El correlato es el impacto de la adiccin y su efecto socioeconmico.
En las ciudades del interior se exhibe cmo el desarrollo econmico creciente impacta
de modo desigual. A medida que avanza el perfil terciario de la economa, como es el caso de
Maldonado, se aceleran los efectos de la prevalencia; en la medida que estn presentes otras
rutinas laborales vinculadas a lo rural, el avance de la prevalencia es ms lento. Moreira (2007) ya
indic en un estudio exploratorio en el medio rural de perfil ganadero y agrcola, que los resortes
del consumo, notoriamente masculino, son claramente distinguibles de los urbanos.
En Montevideo y Maldonado, claramente hay que atacar los sustentos que robustecen la
desigualdad en los tipos de productos disponibles, y a la vez profundizar los servicios de apoyo
al abandono. En Salto, la menor prevalencia y baja diferenciacin reclaman de un apoyo ms
generalizado y duradero. Los resultados sealan la extrema complejidad de la epidemia y los
requerimientos de investigacin para contrarrestar los mecanismos que la soportan.
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Centro de Investigacin para la Epidemia del Tabaquismo (CIET Uruguay); Universidad de
la Repblica, Facultad de Ciencias Sociales.
1
2
3
4
En base al Estudio realizado por Convenio entre la Intendencia de Rocha, la Facultad de Ciencias
Sociales y la Pro Fundacin para las Ciencias Sociales, UdelaR.
Profesor Titular de Sociologa Urbana y Regional, FCS, UdelaR. [email protected]
Profesor de Sociologa del Centro Universitario de la Regin Este (CURE), UdelaR. [email protected]
Profesor Asistente de Sociologa y Banco de Datos, FCS, UdelaR. [email protected]
322
-
-
Analizar cuantitativamente los procesos socioeconmicos locales y a nivel cualitativo, en funcin de la percepcin pblica del desarrollo local.
Contribuir al desarrollo local y al proceso de Descentralizacin, mediante la difusin del conocimiento cientfico y devolucin de resultados, hacia la implementacin de polticas y programas pblicos y de la sociedad civil.
La Encuesta de Hogares ampliada del INE EHNA, representa a toda la poblacin departamental; mientras que hasta el 2005, slo abarcaba a las localidades mayores de 5000 habitantes, lo cual significa
una mejora sustantiva en su cobertura.
323
Montevideo
12,8
7,4
13,6
52,4
34,1
0,4
14,3
19316,7
8000,0
27062,2
11,6
16,8
Resto Interior
12,3
7,6
32,4
55,6
12,0
15,5
53,1
11874,2
5593,7
15853,1
7,7
11,3
Rocha
9,3
6,1
32,6
57,9
9,5
7,1
70,3
11228,1
5866,8
14730,3
6,6
9,8
6,2
13,9
29,8
22,3
27,8
8,6
24,4
36,5
19,1
11,5
8,8
28,5
38,6
15,9
8,2
Por una parte, destacamos que las tasas de crecimiento y migracin poblacional
a nivel departamental, permiten apreciar varias tendencias. En efecto, a nivel nacional,
Rocha tuvo tradicionalmente una significativa emigracin hacia el polo de atraccin de
Maldonado. Por otra parte, durante los ltimos aos tambin se produce un fenmeno
inmigratorio hacia Rocha y fundamentalmente hacia las reas costeras con un crecimiento poblacional.
Tradicionalmente las migraciones se relacionan con la bsqueda de oportunidades de empleo y mejores condiciones de vida por diferentes sectores poblacionales,
en su desplazamiento y movilidad. Varios de estos elementos permiten comprender los
fenmenos migratorios en el departamento, tanto de prdida como ganancia de poblacin local. Sin duda, que los emprendimientos que estn planteados para los prximos
aos a nivel nacional y local, tendrn consecuencias significativas en la estructura social departamental, no solamente en la absorcin de migrantes, sino en los desafos
324
que ello implica en trminos de oferta y demanda para la poblacin local e inmigrante
hacia Rocha.
Departamento de Rocha
Total habitantes segn localidades y crecimientos intercensales (porcentual)
Rocha
Chuy
Zonas rurales
Castillos
Lascano
La Paloma
Cebollat
18 de Julio
La Aguada - C. Azul
Velzquez
La Coronilla
San Luis al Medio
Punta del Diablo
Barra del Chuy
19 de Abril
Barra de Valizas
Aguas Dulces
Arachania
Barrio Pereira
La Pedrera
Cabo Polonio
Censo
1996
26017
9804
7983
7346
7134
3084
1490
1139
1125
1018
586
578
318
312
254
254
247
203
170
115
103
Censo
2004
25538
10401
6188
7649
6994
3202
1606
1191
1103
1084
541
702
389
367
239
356
409
335
213
165
72
Censo
2011
25422
9675
4146
7541
7645
3495
1609
977
1090
1022
510
598
823
370
205
330
417
377
186
225
95
Crecimiento Crecimiento
1996 - 2004 2004 - 2011
-1,8
-0,5
6,1
-7,0
-22,5
-33,0
4,1
-1,4
-2,0
9,3
3,8
9,2
7,8
0,2
4,6
-18,0
-2,0
-1,2
6,5
-5,7
-7,7
-5,7
21,5
-14,8
22,3
111,6
17,6
0,8
-5,9
-14,2
40,2
-7,3
65,6
2,0
65,0
12,5
25,3
-12,7
43,5
36,4
-30,1
31,9
Por otra parte, a los efectos de apreciar los perfiles educativos de la poblacin
departamental, se procesaron los datos correspondientes. De tal forma, los niveles
educativos y su evolucin en el perodo 2001-2011, se ilustran en la siguiente grfica. All se aprecia una mejora en los niveles de calificacin luego del 2005, lo cual coincide con la tendencia general a nivel nacional, que demuestran una expansin educativa
y los mejores niveles alcanzados durante este perodo, particularmente en el nivel educativo secundario. Sin duda esto debe relativizarse, con los conocidos fenmenos de
desercin a nivel de la educacin media, que ocurren en estos aos.
325
Desde otra perspectiva y con relacin a los indicadores del empleo y exclusin
sociolaboral, se introducen otros indicadores que permiten apreciar las tendencias recientes y principales caractersticas del mercado de trabajo departamental. Estas tendencias son consistentes con aquellas a nivel nacional, e ilustran aspectos especficos
de Rocha que son destacables.
Cuadro 3. Indicadores de exclusin sociolaboral en Rocha
Desempleo (%) Evolucin 2001 - 2011*
Aos/Indicadores
Desempleo Total
Desempleo Jvenes 15-29
Desempleo Femenino
2001
15,7
27,4
24,1
2004
13,0
25,7
18,4
2011
4,8
11,3
6,6
326
En primer lugar, corresponde apreciar los significativos descensos de la desocupacin producidos luego del 2005, en funcin del crecimiento y la reactivacin
econmica verificados a nivel nacional y particularmente al crecimiento departamental
en turismo, construccin y servicios. En segundo trmino, se destaca que a nivel comparativo Rocha presenta menores ndices de desempleo que la media nacional.
El desempleo femenino ha tenido una importante disminucin, como resultado
de la participacin de la mujer en actividades de servicios y turismo. Esta tendencia y
fenmeno es elocuente, en la medida en que como es sabido mujeres y jvenes son los
grupos sociales que ms sufren el desempleo, y por lo tanto el dinamismo econmico
en el Departamento, ha tenido en tal sentido, efectos significativos.
Complementando los elementos anteriores referidos al mercado de empleo, se
presentan a continuacin los correspondientes a los niveles de ingreso de los hogares
y su evolucin en los aos 2001-2011. Los resultados apreciables en el cuadro siguiente, muestran la diferenciacin en los ingresos promedio, de los hogares ms pobres y
aquellos del quintil superior de ingresos (20% de hogares ms ricos). De modo similar
que a nivel nacional, se comprueba en Rocha, el fuerte deterioro que sufrieron todos
los niveles socioeconmicos hasta el 2004, as como la significativa recuperacin de
los mismos en aos posteriores.
Cuadro 4. Rocha. Niveles de Ingresos per cpita de los hogares*
Evolucin 2001-2011 ($ deflactados)
Aos/Indicadores
Ingreso Medio Hogares
Ingreso Hogares% + Pobres
Ingreso Hogares% + Ricos
2001
3199,3
1386,9
4560,9
2004
3540,3
1481,2
4732,6
2011
4862,7
2598,3
6371,0
2001
18,8
2004
27,3
2011
6,8
327
Por otro lado, los niveles de pobreza para el 2004, demuestran la magnitud de la
crisis en Rocha durante los aos 2001-2004. Sin embargo, desde el 2005, los niveles
de pobreza e indigencia, descendieron significativamente, siendo menores a la media
del pas en el 2011.
Corresponde enfatizar que en Rocha como ocurri a nivel nacional, resultaron
muy fuertes los impactos sociales que tuvo la crisis socioeconmica del 2001, con el
consiguiente deterioro del nivel de vida de la poblacin local durante los primeros aos
de la dcada, a travs de diversas manifestaciones y consecuencias; tales como desintegracin familiar, problemas de convivencia social, violencia, etc., segn surge del
Estudio anterior sobre la estructura social nacional y las desigualdades (Veiga y Rivoir,
2004). Sin embargo, los diversos indicadores socioeconmicos referidos a la situacin
social y la pobreza presentados, demuestran que en el 2011, las condiciones de vida
de la poblacin han mejorado con respecto a los aos anteriores. Este proceso de
movilidad ascendente es coincidente con la evolucin en las pautas de estratificacin
social que se presentan a continuacin.
Profundizando el anlisis de los procesos de fragmentacin socioeconmica y
desigualdad a nivel local, se evaluaron ciertas pautas bsicas de la estratificacin social. De tal manera, para aproximarnos al estudio de las diferentes clases sociales6, se
clasificaron los hogares y su poblacin, segn el ndice de estratificacin social (que
combina niveles de ingreso, educacin y confort), examinando su evolucin en el perodo 1998-2011, tal como se ilustra en el cuadro siguiente.
Cuadro 6. Estratificacin social de la poblacin* %
Rocha urbana. Evolucin 1998 - 2011
Estrato
Socioeconmico
BAJO
MEDIO
BAJO
MEDIO
MEDIO
ALTO
ALTO
Total %
1998
2001
2004
2011
22,2
29,5
32,5
9,9
36,0
33,1
26,6
25,6
30,4
23,1
27,6
40,4
7,6
10,7
8,7
17,2
3,7
100
3,6
100
4,6
100
6,9
100
328
329
330
331
332
333
pblica local realizado en un Estudio anterior sobre la estructura social nacional y las
desigualdades (Veiga y Rivoir, 2004).
e) En tal sentido, sobre las tendencias y caractersticas de la sociedad departamental y la estratificacin, se comprueba el fuerte aumento de los estratos bajos
durante los aos de estancamiento y crisis 2001-2004, y su posterior disminucin
llegando a representar solamente el 10 % de la poblacin en 2011. Por otro lado, a
nivel global del Departamento, los sectores medios (incluyendo al estrato medio bajo),
aumentan su participacin en la estructura social, alcanzando al 57% de la poblacin
urbana rochense en el 2011. Asimismo, se comprueba el aumento importante que
tuvieron durante estos ltimos seis aos los sectores medio altos y particularmente
altos, que representan en conjunto el 24 % de la poblacin urbana departamental y el
31% en la ciudad capital.
f) Con relacin a la percepcin de los problemas sociales en Rocha, se recogieron opiniones positivas sobre algunas cuestiones sociales, indicando que las nuevas
y mejores comunicaciones: Internet, abren la perspectiva, lo que hace a una poblacin
menos cerrada. Se destac que si bien hay pobreza, no existen asentamientos y
que el problema calle en nios, adolescentes y jvenes, no tiene tanta incidencia en
Rocha como en otros departamentos. Desde una perspectiva negativa, otros entrevistados indicaron que las transiciones econmicas son ms rpidas que las culturales.
La cultura es ms arraigada y difcil de cambiar.
g) A nivel de la percepcin sobre las desigualdades sociales en Rocha, surge que
el crecimiento econmico registrado en los ltimos tiempos, conlleva que hay gente
que ha mejorado y ascendido econmicamente y que las mayores posibilidades de
empleo: tienden a disminuir desigualdades, proceso que para algunos se ver reforzado por el hecho de que en el caso de las desigualdades laborales: la instalacin de la
Universidad va a mejorarlas.
h) A nivel de la percepcin sobre las polticas pblicas, desde una perspectiva
econmica se observa la importancia de llevar adelante el puerto de aguas profundas,
puntal de desarrollo a nivel nacional como elemento estratgico de poltica pblica.
Otros entrevistados pusieron el nfasis en los aspectos educativos, remarcando los
esfuerzos hechos a nivel educativo que aunque no hayan tenido an los resultados esperados tienen una buena percepcin de las polticas en educacin inicial / primaria:
Caif, escuela, escuela rural a lo que alguna voz agrega la construccin de liceos.
Desde una perspectiva crtica se manifest por algunos dificultades de gestin indicando que la existencia de problemas de gestin en las empresas pblicas:
muchas veces no deja ver los logros, adjudicando gran parte de la responsabilidad a
carencias en la capacitacin del personal que se designa para llevar adelante un plan,
poltica, programa, que redunda en una mala inversin en planes y programas llevados
adelante con ineficiencia.
334
En pocos lugares del pas, la geografa y el clima han sido tan generosos como
en el departamento de Rocha. La conjuncin de estos factores ha generado una diversi-
335
336
Introduccin
Se ha instalado un debate en la sociedad en trminos de cules son los fundamentos de las polticas sociales y cules son los mecanismos sociales que desencadenan. Este debate que no ha sido abierto y se ha desarrollado lleno de supuestos nunca
explcitos podra resumirse as: las polticas sociales deben generar contrapartidas a
aquellos que se benefician de ellas, o tienen como fundamento derechos que son de
todas las personas y por lo tanto son obligaciones de la sociedad a aquellos ms necesitados por el solo hecho de su existencia.
1
Profesor Titular del Departamento de Sociologa, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR. [email protected]
2 [email protected]
340
Muy vinculado a estas dos posiciones antagnicas, se considera que los mecanismos sociales que generan las polticas sociales son de dependencia con el Estado
para aquellos que se benefician de stas, y por lo tanto suelen entrar en un crculo
vicioso al querer siempre estar mantenidos por estas polticas, transformndose en
una carga para la sociedad. O bien, las polticas sociales tienen intrnsecamente una
orientacin promocional, se orientan a que las personas puedan tener una segunda
oportunidad de una insercin plena en la sociedad.
Esta presentacin, aunque algo esquemtica, est en la base de las polticas
sociales que se han desarrollado en el Uruguay desde la creacin del Ministerio de
Desarrollo Social MIDES (2005) y posiblemente bien antes de ello. Creemos que es
un debate que no tiene solucin porque hay algo de verdad en ambas posiciones y
posiblemente una misma poltica social concreta pueda generar mecanismos sociales
contradictorios tal cual lo hemos mencionado anteriormente.
Por ello proponemos concebir como fundamento de las polticas sociales a la
Solidaridad social en una bsqueda de darle a la Sociedad una mayor cohesin social
en una sociedad democrtica. En este sentido es que dicha Solidaridad se inscribe en
una Teora Cognitiva de la Racionalidad Ordinaria tal cual la enuncia R. Boudon (2011),
distinguindose de la racionalidad meramente instrumental y tampoco aceptando el
principio de egosmo como principio general de la racionalidad3. Es decir, concebida
como orientada por un valor pero sin perder su carcter racional. Sin ser contradictorio
con lo enunciado, las polticas sociales desencadenan mecanismos sociales concebidos stos a partir de J. Elster (2010), como grandes patrones causales que se ponen
en funcionamiento en condiciones generalmente desconocidas o con consecuencias
indeterminadas. O sea reconocer que, ms all de la orientacin general que se le
intente dar a cualquier poltica social, los resultados sern siempre en algn grado
indeterminados.
Creemos que este cambio de perspectiva minimiza las antinomias anteriores al
menos en sus expresiones ms dogmticas, aunque genera nuevas dificultades y por
lo tanto nuevas alternativas en la percepcin del sentido y evaluacin de las polticas
sociales.
Una de las dificultades que encontramos es que el concepto de solidaridad social
se ha vuelto polismico en sus sentidos prcticos. Aun as, todos estos sentidos estn
emparentados entre s. Por ello, nos vemos obligados a referirnos a los diferentes
orgenes del concepto. De cmo los distintos conceptos que se cobijan bajo el trmino
solidaridad que van apareciendo en la historia a partir del siglo XIX reflejan especificaciones conceptuales necesarias de una sociedad cambiante.
Por racionalidad Boudon entiende las razones por las cuales un individuo percibe a una accin como
legtima. La razn en trminos filosficos aparece siempre como absoluta, mientras que la racionalidad siempre est sujeta a contextos.
341
342
Por ello nos parecen muy relevantes los esfuerzos actuales por parte del Estado
uruguayo de desarrollar polticas de organizacin de sectores populares incorporndoles sistemas de interaccin, como es el caso de las cooperativas sociales del MIDES.
Aunque, por la limitacin intrnseca del Estado sealada anteriormente, stos requieran
de esfuerzos de autoorganizacin y de desarrollo de la autonoma de la propia sociedad
civil, para que sean eficaces y sustentables en el tiempo. Ms all de los aprendizajes
necesarios, encontramos aqu nuevamente una diferencia sustancial entre las polticas
sociales progresistas y las conservadoras.
Las gnesis del concepto de Solidaridad5
El solidarismo republicano
El solidarismo republicano nace con el poltico Len Bourgeois, que ser premio
Nobel en 1920, es el creador del concepto de solidaridad intergeneracional a fines del
siglo XIX. Su idea central es que los trabajadores activos deben ser solidarios con los
trabajadores que fueron activos y hoy son pasivos. Esta idea da la base a la Seguridad
social. Tambin en el corto perodo que estuvo de presidente en la segunda repblica
francesa intenta crear un impuesto sin lograrlo a la renta, de tal forma que los ms
ricos contribuyan ms que los menos ricos en sus tributos. Esta doble perspectiva est
enmarcada en una concepcin liberal en la medida en que es respetuosa de la libertad
individual pero, a diferencia del liberalismo anglosajn, no ve como contradictoria la
defensa de las libertades individuales y la intervencin del Estado. Pero, para ello, en la
fundamentacin del solidarismo republicano, le da al principio de Solidaridad intergeneracional como base la idea de cuasicontrato que toma del Derecho civil. Es decir
que es el Estado el que fija las pautas de la Solidaridad intergeneracional porque le es
imposible organizar individualmente los destinos de la solidaridad de cada ciudadano,
pero stos teoriza Bourgeois (1998) si pudiesen contribuir por su voluntad individual
lo haran. Hoy en da esta postura nos parece excesivamente idealista y sin sustento
emprico, pero da la impresin que lo que Bourgeois y sus seguidores buscaban era
lograr una reforma cultural que incorpore la Solidaridad como valor central de la Sociedad orientada a darse a s misma una creciente cohesin social y con ello, evitar
su fragmentacin social. El solidarismo republicano es fuente de inspiracin de varias
creaciones institucionales del batllismo uruguayo a principios del siglo XX.
5
Una tercera vertiente relevante referida al concepto es la de la Solidaridad poltica, muchas veces
traducible a la lgica de una campaa. Opera como mecanismo de presin de opinin pblica
para modificar una decisin tomada por el poder arbitrario o institucional. Son acciones orientadas
a potenciar el valor solidario desde su dimensin poltica y para ello pone en marcha una serie de
mecanismos solidarios como por ejemplo la opinin pblica. En todos los casos el valor orientador
de la solidaridad es el de la justicia e injusticia y el mecanismo es el de la comunicacin, informacin
y denuncia. En gran medida las campaas latinoamericanas de defensa de los presos polticos, la
vicara de la solidaridad chilena, las madres de Plaza de Mayo, los comits de Defensa de los Presos
polticos uruguayos en toda Europa y en algunos pases latinoamericanos son todas expresiones de
solidaridad poltica. No lo desarrollamos porque se aleja de la finalidad de este artculo.
343
344
345
346
347
mediante este tipo de polticas, podemos sostener que las actuales TM cumplen una
funcin solidaria en trminos de promover la cohesin social y de alguna manera una
funcin redistributiva. Su fundamento puede entenderse dentro del modelo de solidaridad republicana en dos sentidos: como solidaridad intrageneracional, es decir cuando
aquellos que tienen mayor poder adquisitivo son solidarios con quienes tienen menos, y
como solidaridad intergeneracional, priorizando beneficios monetarios hacia los hogares con presencia de nios, nias y adolescentes.
La discusin se presenta cuando se plantea qu tipo de exigencias se requiere
para ser miembro, para pertenecer a este tipo de sistema. Es aqu cuando surge el
debate sobre las contraprestaciones y los mecanismos sociales que stas generan. Si
bien por un lado se quiere ir hacia la construccin de un sistema integral y articulado de
programas sociales, con fundamentos en un enfoque de derechos y promocin social,
a partir del 2013 se ponen en funcionamiento controles estrictos de las contrapartidas
referidas a la asistencia escolar de los menores en las AFAM PE, no as en la Tarjeta
Uruguay Social.
Por tanto se genera un programa con contrapartidas (AFAM PE) para aquellas
personas en situacin socioeconmica desfavorable pero que cumplen con mnimos
criterios de insercin formal en el sistema (insercin educativa de los menores), mientras existe otro programa (TUS) para los ms excluidos, sin exigencias para su ingreso
ms que su propia situacin de pobreza. Los tipos de beneficios otorgados difieren
segn programa: mientras las AFAM PE se perciben en dinero y su monto es levemente
mayor, la TUS es una tarjeta magntica con un monto asignado para la compra de
bienes bsicos en determinados comercios adheridos al sistema.
En este sentido, ambos programas conforman lo que la CEPAL ha tipologizado
sistemas de coordinacin programtica con condicionalidades, donde se pretende
garantizar el acceso a prestaciones a partir de la articulacin de programas especficos para generar un piso mnimo de inclusin. As, la TUS garantiza a los miembros del
sistema un nivel bsico de consumo y las AFAM PE pretenden la promocin de capital
humano. Encontramos que se generan dos tipos de membrecas: la primera para ciudadanos pobres pero que cumplen con criterios mnimos de exigencias formales, y la
segunda para los ms excluidos sin las exigencias de la primera.
Si pasamos al plano de los mecanismos sociales que desencadenan este tipo de
programas, las evaluaciones (Colafranceschi y Vigorito, 2013; MIDES, 2013) sealan
que han permitido la llegada de prestaciones a los estratos de bajos ingresos, operando muchas veces como puerta de entrada al sistema de proteccin social, reduciendo
la brecha de cobertura existente en el acceso a bienes y servicios que se constituan
como derechos no ejercidos, aumentando la orientacin progresiva del sistema. Ahora
bien, las propias exigencias para su ingreso y permanencia dentro del sistema pueden
estar operando como desestmulo a la formalizacin laboral de los miembros, y en este
sentido aparecen mecanismos contradictorios a los propios objetivos de la poltica.
348
Aqu aparece el desafo de repensar cules son las exigencias para la permanencia dentro del sistema y cmo se promueve mediante stas el logro de los objetivos
de la poltica que supone el avance hacia la cohesin social, es decir hacia la inclusin
de los excluidos.
Las cooperativas sociales
El programa Cooperativas Sociales se crea en el 2006, tiene como objetivo
la creacin, el seguimiento y el control de las cooperativas sociales formadas, as
como acompaar el proceso de formacin de nuevas cooperativas entre personas que
tengan un proyecto econmico de trabajo colectivo y un potencial cliente dispuesto a
contratar sus servicios o comprar sus productos (MIDES-DINEM, 2013). Entre sus metas est el promover el trnsito de las cooperativas sociales desde la rbita del MIDES
hacia su funcionamiento autnomo como cooperativas de produccin. En sus objetivos
especficos6 se mencionan conceptos de solidaridad y ayuda mutua.
Ubicamos a este tipo de programa dentro del modelo de accin solidaria, dado
que incorpora el valor solidario como un elemento previo o simultneo a la puesta en
marcha del mecanismo. Retomando las caractersticas de este modelo, la participacin
en el proyecto surge como un aspecto central, y esta participacin no es impuesta sino
voluntaria, y debe aceptar las reglas legitimadas por el colectivo.
Lo que resulta innovador en este tipo de poltica es que el Estado genera participacin social, no slo creando las condiciones para su desarrollo sino interviniendo
directamente en su gnesis. Y lo hace mediante dos mecanismos: la promocin y seleccin de los miembros que participan en las cooperativas y la mediacin en trminos
de brindar capacitacin y asesoramiento para su funcionamiento.
El valor solidario est como fundamento de la poltica y tambin aparece la solidaridad como mecanismo, sin embargo los mecanismos sociales que mayormente
genera ponen en cuestin al propio fundamento solidario. Con la generacin de cooperativas y la capacitacin de sus integrantes se pretende lograr la inclusin formal en el
sistema con el objetivo ltimo de lograr su autonoma convirtindose en cooperativas
de produccin. No obstante, varias de las cooperativas dependen de que el propio
Estado les brinde posibilidades de trabajo, es decir son dependientes de ste. Aquellas
cooperativas que logran un mejor desarrollo son las que presentan entre sus participan-
349
Otra poltica social en la que participa el MIDES en donde se articula un sistema de organizacin con
un sistema de interaccin es el programa Compromiso Educativo. En ste se construye una membreca de un colectivo de estudiantes con dificultades con la de los tutores o referentes pares que
establecen con los estudiantes un sistema de interacciones. Este programa ha resultado exitoso pero
es claro que dicho xito depende considerablemente de la calidad de la relacin de los tutores con
los estudiantes, es decir del sistema de interacciones que establecen entre s.
350
352
dificultades para un sistema penitenciario que no se encontraba preparado, ni presupuestal ni tcnicamente, para enfrentar semejante coyuntura. Ello se agrava en un
contexto institucional en el que no han existido polticas pblicas con perspectiva de
largo plazo para enfrentar el problema de forma integral y sometidas a procesos de
evaluacin continua.
En este contexto, se firma un acuerdo interpartidario que, entre sus mltiples
puntos, establece un importante aumento presupuestal para el Ministerio del Interior
e implica una reforma global del sistema penitenciario con la creacin del Instituto
Nacional de Rehabilitacin (INR). Entre sus diversos cometidos, se menciona la profesionalizacin de una institucin clave como es el Patronato Nacional de Encarcelados y
Liberados (PNEL), en tanto es el nico punto de contacto institucional con el reingreso
a la sociedad de la poblacin liberada.
En este artculo nos proponemos entender los recientes cambios en las polticas
de reingreso en Uruguay a raz de la experiencia internacional. Para ello, haremos una
breve sntesis de la literatura especializada y sealaremos algunos ejemplos de polticas consolidadas, tanto en el mundo anglosajn como en Amrica Latina. Luego nos
centraremos en las iniciativas de reingreso en Uruguay, y finalizaremos con algunas
reflexiones sobre el futuro del tema.
Literatura internacional
En las ltimas dcadas se ha dado un debate sobre el rol que deben jugar las instituciones penitenciarias. La rehabilitacin como solucin al problema de la reincidencia
tuvo un fuerte cuestionamiento en los aos setenta fundamentalmente a partir del informe Martinson (1974), donde se sealaba la ineficacia de buena parte de los esfuerzos
realizados. Si bien hubo muchas crticas a la metodologa empleada en dicho informe y
al alcance de sus conclusiones (Cullen, 1982; Geandreau & Ross, 1979; Palmer, 1975)
la rehabilitacin pas a estar bajo sospecha.
En este contexto, tuvo lugar un auge de polticas neoconservadoras que planteaban abandonar la rehabilitacin pero no la crcel. El objetivo deba ser incrementar la
severidad de las penas a los efectos de, o bien de disuadir a potenciales criminales, o
bien incapacitarlos fsicamente (Dilulio & Piehl, 1991; Levitt, 1996). No obstante, la investigacin pareci tambin demostrar que esta orientacin tampoco era una solucin
efectiva (McGuire & Prestley, 1995; Gottfredson et al., 1977). A esto cabe agregar que
las ltimas dos ltimas dcadas, los estudios de las poblaciones de liberados empezaron a demostrar que en muchos casos tiene lugar un abandono del delito por razones
ajenas a lo ocurrido en las instituciones penitenciarias y ms asociadas a aspectos de
la vida vinculados a la comunidad, al mundo del trabajo, a la familia, a cambios identitarios, o al vnculo con instituciones religiosas (Farrall, 2002; Sampson y Laub, 1993;
Uggen et al., 2004; Maruna, 2001).
353
El reingreso surge como un esfuerzo por intentar recuperar lo mejor de la tradicin rehabilitatoria, pero buscando incorporar las lecciones aprendidas. En este sentido, Petersilia lo define como el proceso amplio de transicin de los individuos privados
de libertad hacia la vida en sociedad. Ello involucra tres aspectos centrales: i) la vida
durante el encierro; ii) el proceso de liberacin; iii) la salida y el contexto social de reingreso (Petersilia 2003).
En primer lugar, durante el perodo de encierro los programas de reingreso buscan cuidar las dimensiones intangibles que pueden alterar la efectividad de los programas, tales como el tipo de personal, la gerencia, la relacin ofensor terapeuta, etc.
(Palmer, 1996). Tambin hay un marcado nfasis en asignar eficientemente los escasos
recursos disponibles. Petersilia menciona dos aspectos claves: i) la preparacin para el
egreso debe ser continua y no debe estar localizada en el tramo final de la condena; y
ii) debe existir un esfuerzo por asemejar la experiencia en prisin a la vida en sociedad
(universo paralelo) (Petersilia, 2003). En definitiva, hay un nfasis en buscar disminuir
el excesivo contenido teraputico que mantenan los programas ortodoxos, reduciendo
el nfasis en alterar los valores, normas y cogniciones de los individuos y focalizando
en su responsabilidad y autonoma (Matthews 2009). Al mismo tiempo, hay un esfuerzo
por buscar evitar la ruptura de los vnculos sociales e integrar a las familias en el proceso de reingreso (Matthews, 2013; Petersilia, 2003).
En segundo lugar, el proceso de liberacin juega un rol decisivo (Petersilia, 2003;
Seiter y Kadela, 2003), as como el desarrollo de sanciones intermitentes (salidas educativas/laborales, sistemas de detenciones parciales, permisos de fines de semana,
etc.) (Tonry, 1998). Existe tambin un llamado a cambiar las prcticas de liberacin y
revocacin de sentencias, y a recuperar la capacidad de las instituciones penitenciarias para definir el momento del egreso, dado que existe un serio problema cuando la
poblacin es liberada en forma automtica desde la esfera judicial, sin que el sistema
penitenciario pueda incidir (Petersilia, 2003). A pesar de ello, resulta claro que es necesario mantener controles externos para evitar problemas de corrupcin y excesiva
discrecionalidad, que tuvieron lugar en los sistemas de sentencias indeterminadas precedentes (Cullen, 2006).
En tercer lugar, es fundamental que las instituciones penitenciarias apoyen el
contexto en el cual los individuos se reinsertan: identificar los barrios a los que retornan
los liberados, focalizar en los servicios existentes en dichos territorios; desarrollar
colaboracin entre los servicios postpenitenciarios y los actores locales; y preparar a
las comunidades para que brinden apoyo, contencin y control informal (Lynch y Sabol,
2001; Petersilia, 2003; Wright et al., 2011). Uno de los aspectos ms importantes es
ayudar en la gestin de los vnculos familiares y el grupo de pares (Leverentz, 2011;
Martnez & Abraham, 2013). Tambin se pone especial hincapi en que estos programas deben reforzar tanto los procesos de reinsercin educativa y laboral (Visher et al,
2011), como las necesidades ms bsicas (alimentacin y vivienda) particularmente
en los primeros meses de liberacin (Gouvis & Travis, 2006; McGrath, 2012; Visher,
354
355
de polticas de reinsercin social es escasa, dbil e incipiente (Dammert & Arias, 2007;
Torrijo, 2012; Villagra, 2008; Espinoza, 2006, 2008; Mori, 2010; Grassi de Oliveira,
2010). Los motivos ms destacados sobre la postergacin de tal poltica refieren a la
debilidad institucional del sistema carcelario y a la necesidad de concentrar los esfuerzos en prioridades intramuros (Dammert & Arias, 2007; Espinoza, 2006).
A nivel de gestin, los principales inconvenientes que enfrenta la aplicacin de estos programas refieren a: i) incipiente planificacin, ii) fallas de coordinacin con otros
actores institucionales, iii) escasez de recursos econmicos, iv) dbil capacitacin de
recursos humanos, v) escasa cobertura de los programas psicosociales, educativos
y laborales, vi) ausencia de una metodologa de seguimiento de la poblacin egresada, vii) inexistentes evaluaciones, viii) vaga conceptualizacin sobre los conceptos de
rehabilitacin y reinsercin, ix) fallas en la revinculacin con la comunidad, entre otros
(Torrijo, 2012; Oliveri, 2012). En este marco, la reducida participacin del Estado en
la etapa postpenitenciaria cuestiona la potencialidad del sistema en el desarrollo de
un proceso eficaz y sostenido que disminuya la reincidencia (Dammert & Arias, 2007).
La experiencia de reingreso en Chile: programa Hoy es mi tiempo (HEMT)6
Chile presenta una altsima tasa de encarcelamiento (240 cada 100.000 habitantes) (Villagra, 2008) y una tasa de reincidencia de 61,4% (Sosa et al, 2013). Desde el
ao 2000 se reconoce la necesidad de dirigir los esfuerzos interinstitucionales hacia
programas de rehabilitacin y reinsercin social.
Especficamente, el programa HEMT se dirige a varones y mujeres de 18 a 35
aos egresados/as del sistema penitenciario o que hacen uso del beneficio de libertad
condicional, de bajos recursos, cesantes o con trabajos precarios, jefes(as) de hogar
(no obligatorio), con un nivel de aprendizaje normal lento (como mnimo), con capacidad
emprendedora, sin patologas psiquitricas (deterioros graves por adiccin o consumo)
(Gendarmera de Chile, 2009, PANAR). El programa tiene una duracin de 9 meses y
basa su estrategia de intervencin en: i) atencin psicosocial, ii) capacitacin laboral y
iii) capacitacin e insumos para la autogestin de iniciativas de negocios (Navarro et.
al, 2012).
Las evaluaciones realizadas sealan que el paso por el programa es altamente
positivo (Navarro et. al, 2012, PANAR s/d). La primera evaluacin realizada en 2002
resalta como aspectos positivos: i) el bajo porcentaje de desercin (de 7% en 2001
a 4% en 2002), ii) bajo porcentaje de reincidencia delictiva (3.8%), iii) el autoempleo
como principal opcin de insercin laboral, iv) satisfaccin con la capacitacin recibida
Otras experiencias a nivel regional tambin a destacar son: el Programa post penitenciario de inclusin social (POSPE) que funciona en la ciudad de Buenos Aires bajo la rbita del Patronato de
Liberados dependiente del Ministerio de Justicia y, tambin el programa Una nueva oportunidad del
Patronato de Liberados de Mxico. Por ms informacin: www.plb.gba.gov.ar. Y www.seguridadbc.
gob.mx/index.php
356
(96.8%)7. Los beneficiarios manifestaron como fortalezas del HEMT: i) el apoyo psicosocial brindado, ii) la construccin de un proyecto de vida, iii) la incorporacin temprana al
programa, iv) rol del monitor (encargado del acompaamiento y seguimiento en terreno
al usuario) (PANAR, s/d).
De acuerdo a una evaluacin posterior (Navarro et. al, 2012) focalizada en los
subcomponentes (atencin e intervencin psicosocial, capacitacin laboral y apoyo al
trabajo independiente) se destaca que en el perodo 2008-2011: 1) el porcentaje de
personas atendidas psicosocialmente alcanza el 100% de quienes ingresan al programa, 2) cerca del 50% de los beneficiarios fue capacitado laboralmente a pesar de que
se evala negativamente la cada de cobertura de capacitados en el perodo () y con
una tasa de aprobacin de la capacitacin en torno al 80% y, 3) 50% de los beneficiarios fueron colocados en trabajos independientes, observndose adems, una alta
participacin de mujeres (30%) (Navarro et. al, 2012).
Algunos aspectos negativos sealados son: i) la incertidumbre sobre la calidad
de los trabajos a los que la poblacin ex reclusa tiene acceso, ii) la falta de informacin
sobre lo que sucede luego de que finaliza la capacitacin, iii) la ausencia de un enfoque
de gnero en la capacitacin, iv) la falta de recursos institucionales que estimulen la
contratacin dependiente, v) la escasez de coordinacin de los distintos componentes
del programa, v) la ausencia de criterios protocolizados de asignacin, vi) la carencia
de protocolos de evaluacin de desempeo y vii) la ausencia de informacin continua
sobre los/as participantes que egresan del programa (Navarro et. al, 2012).
El caso uruguayo
En Uruguay, al igual que sucede en los pases de la regin, an resultan muy
incipientes los esfuerzos por desarrollar polticas destinadas a la reinsercin de la poblacin egresada del sistema carcelario.
En lo relativo a las medidas de preparacin para el egreso llevadas adelante a
la interna de los propios establecimientos penitenciarios, las mismas continan siendo escasas y poco sistemticas. De hecho, nuestro sistema se encuentra en pleno
proceso de transicin entre dos modelos, uno basado fuertemente en la dimensin
de seguridad y control, hacia otro que intenta enfatizar las ideas de rehabilitacin e
intervencin socioeducativa. Sin embargo, las resistencias a los cambios continan
siendo fuertes, y los recursos materiales y humanos destinados a la implementacin de
las transformaciones son an insuficientes (ms si se tiene en cuenta que la poblacin
carcelaria contina en aumento). En este sentido, se observan fuertes dificultades para
implementar algunas de las medidas ms elementales para llevar adelante polticas de
preparacin para el egreso. Entre ellas: i) existe un claro dficit en la clasificacin de la
7
357
poblacin reclusa; ii) por ms que se ha avanzado sustantivamente en los ltimos aos,
las plazas laborales y educativas continan siendo insuficientes y, frecuentemente, no
se ajustan a los perfiles e intereses de la poblacin; iii) persisten las dificultades para
fomentar el vnculo con el afuera, principalmente debido a las condiciones a las que
deben someterse las visitas carcelarias; iv) resulta deficitario, tanto el nmero como
la capacitacin del personal que trabaja en contacto directo con la poblacin reclusa.
Dadas estas restricciones a nivel global, resulta claro que las posibilidades de desarrollar planes individuales de trabajo, que contemplasen las necesidades y preferencias
especficas de cada recluso de cara al egreso, parecen bastante bajas.
A pesar de ello, existi en el pasado (entre 2002 y 2011) una iniciativa que contemplaba estas necesidades. Se trat del Centro Nacional de Rehabilitacin (CNR), que
atenda a jvenes varones (entre 18 y 29 aos), penados. Se trataba de un centro de
pre egreso, previendo una duracin promedio de las intervenciones de entre 9 y 15
meses. Especficamente, la intervencin se basaba en una combinacin de elementos
cognitivo-conductuales, enfatizando en los componentes de disciplina, trabajo, educacin y vnculos sociofamiliares.
Si bien no tuvo evaluacin de impacto, basaba sus buenos resultados al comparar los niveles de reincidencia de sus egresados (del 5%) con los del resto del sistema,
donde los niveles superaban al 50% (Garc, 2007, 2008). Sin embargo, resulta problemtico atribuir estos resultados (o parte de ellos) al modelo de intervencin y no a otros
factores, como ser, por ejemplo, a un sesgo de seleccin.
Aunque el CNR no se encuentra actualmente en funcionamiento, existe un establecimiento penitenciario, el Centro de Rehabilitacin de Punta de Rieles, que retoma
varios de sus ejes de trabajo. Punta de Rieles es tambin un centro de pre egreso, para
internos penados. Se caracteriza por ser uno de los establecimientos con mayor dotacin de operadores penitenciarios (funcionarios civiles) en relacin al personal policial,
y cuenta con una oficina especialmente destinada para atender a la preparacin para
el egreso. Sin embargo, y por tratarse de una iniciativa incipiente, que se encuentra
definiendo sus principales lneas de accin, no lo retomamos aqu como uno de los
casos de anlisis. Ms all de ello, cabe destacar que una diferencia fundamental entre
el CNR y Punta de Rieles remite a la ubicacin institucional de ambos establecimientos.
Por un lado, el CNR no actuaba bajo la rbita de la institucin rectora en ese momento del sistema carcelario (la Direccin Nacional de Crceles y Penitenciaras), contaba
claramente con mayores recursos que el resto de los establecimientos (sobre todo en
los primeros aos, cuando funcion dentro de un proyecto del Banco Interamericano
de Desarrollo), y tena la capacidad de seleccionar con extremo cuidado a los internos,
mantenindose un nmero muy reducido (en el entorno de las 100 personas). Por su
parte, Punta de Rieles se encuentra plenamente integrado al sistema penitenciario,
dependiendo del Instituto Nacional de Rehabilitacin, y con una poblacin que, si bien
cumple con determinados requisitos, se encuentra en el entorno de las 700 personas.
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Miguel Serna
De acuerdo con el mismo estudio comparado en doce democracias en 1994, el 17% de los legisladores eran originarios del mbito empresarial y del comercio, a lo que se agregaba un 3% de productores rurales (Norris, 1997: 189). Segn el estudio comparado en el cono sur, el 21% de los diputados
brasileos y el 9% de los representantes en Chile (Marenco y Serna, 2006).
369
No obstante, cabe advertir como observacin general que el grupo de dirigentes vinculados al mundo
de las empresas y management y de los productores rurales es un poco mayor, ya que una parte de
los polticos cuya principal ocupacin es ser profesional universitario, desarrolla en forma paralela
emprendimientos en el campo econmico y empresarial.
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aunque varios emprendimientos tengan por cierto una relevancia econmica y social
dispersa en diversos sectores y zonas del pas. Asimismo, la afinidad electiva entre
cooperativismo e identidades de izquierda reside en una cultura empresarial no tpicamente capitalista, fundada en valores de solidaridad e igualdad entre los miembros.
Un ejemplo, de este tipo de empresarios es el actual Presidente de la Compaa
Uruguaya de Transportes Colectivos Sociedad Annima (CUTCSA), principal empresa
de transporte colectivo de pasajeros del Uruguay. Pionero en el desarrollo de proyectos
que posicionan a CUTCSA como empresa con enfoque en gestin de responsabilidad
social empresaria, emprendedor y visionario de los cambios trascendentales que posibilitaron superar la crisis del transporte, consolidando a la empresa como lder en
el mercado. Impuls los grandes cambios de principios del siglo XXI en lo que hace
referencia al transporte pblico urbano de pasajeros en Montevideo y su rea metropolitana, generando oportunidades para el desarrollo de combustibles alternativos,
incorporacin de tecnologa y reestructura del transporte. Ha recibido innumerables
reconocimientos de instituciones gubernamentales y de organizaciones sociales sin
fines de lucro6.
La relacin del presidente de la Repblica [Tabar Vzquez] conmigo no comenz cuando l comenz a ser presidente de la Repblica y yo presidente de Cutcsa. Yo lo
conoca de antes, conoca a algunos familiares de l que incluso trabajaban en Cutcsa.
Por lo tanto tenemos un vnculo que viene de antes7.
Tabar Vzquez comenz a recorrer su cuarta campaa electoral por la Presidencia de la Repblica, con el objetivo de mantener al Frente Amplio en el poder. Por
los aos y la experiencia acumulada, la actual no ser igual a las anteriores, aunque el
candidato de la coalicin de izquierda confirm que trabajar con varias de las personas que desde siempre lo acompaaron. Algunas son figuras pblicas, y otras no tanto.
Varios ocuparon cargos de gestin en su gobierno (2005-2010), y otros no forman
parte de grupos polticos (). Una de las figuras que ha cobrado un rol clave en esta
primera etapa de la campaa de Vzquez es Juan Salgado, presidente de Cutcsa (ver
nota aparte). Salgado, junto al ex secretario de la Presidencia, Miguel Toma, la secretaria Nancy Rey y Eduardo Bandeira e integrantes de su familia como Mara Auxiliadora
Delgado (esposa) y lvaro Vzquez (hijo), juegan un papel fundamental y son los interlocutores diarios del candidato8.
b.
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9
10
Fuente: http://www.lr21.com.uy/economia/379009-german-riet-asumio-como-presidente-de-ancap 2
de setiembre de 2009.
Discurso de Juan Gmez, en acto asuncin de las nuevas autoridades de ANCAP. Fuente: http://www.
onsc.gub.uy/onsc1/images/stories/Publicaciones/RevistaONSC/r43/43-4.pdf
372
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373
Una forma de reclutamiento poltico e intercambio tradicional entre elencos polticos y empresariales es la organizacin de eventos sociales no oficiales (desayunos
de trabajo, almuerzos de camaradera, cenas de reconocimiento y presentacin pblica
de lneas de accin gubernamental o empresarial, etc.) con la finalidad de promocin
de encuentros interpersonales entre grupos dirigentes, activar adhesiones partidarias,
difundir y publicitar plataformas ideolgico polticas, entre otras.
A modo de ejemplo, en el actual gobierno presidido por Jos Mujica se ha instaurado como uno de estos encuentros sociales los almuerzos de camaradera que se
desarrollan en el Quincho de Varela. Este tipo de almuerzos nuclea a personas de distintos mbitos: gobierno, poltico partidario del Frente Amplio, empresarios, comerciantes, embajadores y otras personalidades. Si bien no es un lugar donde el gobierno aparece en forma oficial, s han participado en estos eventos varias figuras de renombre
del gobierno, incluso el presidente de la Repblica. Segn cuentan los organizadores,
estos almuerzos surgieron inicialmente como lugar y momento de encuentro exclusivamente entre comerciantes en los que se sumaban vecinos de la zona; Mujica era vecino
y por esa razn es que comenz a participar alrededor del ao 1997 o 1998 (siendo ya
diputado), con el paso del tiempo el almuerzo en el Quincho de Varela fue amplindose
y tom mxima relevancia cuando, la noche en que Mujica fue electo presidente de la
Repblica, realiz su festejo ntimo con alrededor de 200 participantes en este lugar.
Con el paso de estos aos Mujica no ha dejado de concurrir a los almuerzos anuales
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11
Ms informacin: http://www.espectador.com/sociedad/264250/los-asados-en-el-quincho-de-varela
(consultada 1 de marzo, 2014).
375
tario de Industria, Energa y Minera y con el gobierno de Jos Mujica en marzo de 2010
es designado como titular de dicha cartera.
Su desempeo es percibido como tcnico y con capacidad de dilogo con el
mbito empresarial:
JC: Con el ministro Kreimerman coincidimos mucho desde que ingres al Ministerio.
l ha tenido actividad en el sector privado muchos aos, es un tcnico de primer nivel,
ingeniero, conoce la industria privada y las dificultades que tiene. Lgicamente hoy est
trabajando de ministro y tiene que comunicar desde el punto de vista del Gobierno cul es
la situacin. Nosotros creemos que el propio Instituto Nacional de Estadstica manejaba
18 sectores de los cuales siete estaban con dificultades. Tenamos una pequea diferencia
pero con el ministro de industria tenemos ms afinidades que diferencias o sea que con
eso creo que lo dejo por ah.
ADV: En qu plano de discusin se coincide mayormente con la Cmara de Industrias y
el Gobierno? En qu temas?
JC: Fundamentalmente nuestro nexo es el ministro de Industria. El caso es que todos los
meses nos reunimos con el ministro y con el director nacional de Industrias, el economista
Sebastin Torres y a veces tambin con el subsecretario de Industria. Los dilogos, las
conversaciones son muy amenas, comprenden la situacin, los problemas que estamos
planteando. El tema es que hay momentos que es difcil para ellos solucionarnos los temas
porque no son slo ellos los que tienen que resolverlos. Hay que recurrir lgicamente al
ministro de Economa y al ministro de trabajo entonces se generan momentos complicados. (Javier Carrau presidente Cmara de Industrias12.
g.
376
Miguel Serna
377
corte gremial sindical y las redes asociativas del cooperativismo han sido sectores que
componen la base social de los partidos de izquierda. Otros grupos sociales de reclutamiento han sido los sectores de pequea burguesa y clases medias profesionales, que
aparecen tanto en el mbito de la alta gerencia de empresas pblicas como desde la
direccin y propiedad de pequeas y medianas empresas del sector privado.
Por otra parte, aparecen mecanismos de cooptacin y reclutamiento poltico
ms instrumental con los sectores empresariales. Desde la cooptacin ideolgica y el
patronazgo poltico de empresarios rentistas y de mercados con fuerte incidencia de la
regulacin estatal, hasta la conformacin desde los gabinetes ministeriales de alianzas
estratgicas con las cmaras empresariales y del establecimiento de reglas y garanta
para el funcionamiento macro de la economa de mercado.
Por ltimo, cabe observar que las relaciones entre los elencos gubernamentales
de izquierda y las grandes empresas privadas del pas son las ms distantes y estratgicas en el perodo, confirmando la distancia ideolgica de las perspectivas histricas
ms crticas de las tradiciones de izquierda respecto al funcionamiento de la economa
capitalista y sus actores principales.
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380
Alfredo Falero
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rece sino que se exacerba sobre nuevos parmetros, como ocurre con los derechos
de propiedad intelectual, patentes, extraccin de biodiversidad, etc. Felizmente ya est
muy extendido en la perspectiva crtica el concepto de acumulacin por desposesin
de David Harvey (2004) para referirse a la revitalizacin de dinmicas de acumulacin
primitiva, en el marco de la mercantilizacin de la naturaleza en todas sus formas posibles.
El control de los recursos naturales por transnacionales y agentes globales asociados es clave. Segn la Comisin Econmica para Amrica Latina (CEPAL), el sector
de destino de la inversin extranjera directa en 2012 representaba, en recursos naturales en Amrica del Sur excepto Brasil, un 51 % del total. En este ltimo pas tomado
por separado, era el 13 % del total. En manufacturas en cambio los porcentajes eran el
12 % y el 38 %, respectivamente (CEPAL, 2013). ste representa uno de los indicadores posibles de lo que significa Amrica del Sur en el sistema-mundo. De hecho, puede
decirse que el discurso del desarrollo en la regin sigue funcionando principalmente
como recurso simblico de desconflictivizacin social y de disputa de poder poltico.
Ahora es preciso dar un paso ms. La tesis que se ha desarrollado en otros trabajos es que en sus diferentes actividades posibles (Falero, 2012), el enclave representa
la forma ms significativa y elaborada de control directo de grandes agentes del capital
global sobre la periferia ms all de fronteras, instituciones o restricciones normativas
y por tanto una forma ms de debilitamiento de control social sobre el proceso de
acumulacin.
Histricamente, actividades vinculadas a minera y plantaciones en Amrica Latina se realizaron bajo el formato de enclave. Es decir, casos del capitalismo mercantil
por los que la produccin obtenida en ncleos de actividades primarias eran controlados en forma directa desde fuera. Supona por un lado control desde las regiones centrales y por otro incapacidad de sectores nacionales de las regiones perifricas para
generar dinmicas de acumulacin ms autnomas, condiciones tcnicas o sistemas
de comercializacin propios. Tambin se generaba una organizacin social en centros
urbanos conectados e identificados con las empresas instaladas.
El concepto fue perdiendo vigencia en el marco de las transformaciones del
sistema-mundo. Particularmente considerando una fase del capitalismo donde la informacin y el conocimiento pesan mucho ms que antes en la acumulacin, podra llevar
a pensar en la inaplicabilidad del concepto. Lejos de ello, hay suficientes evidencias
para recuperar la idea de enclave econmico, actualizarla bajo los nuevos parmetros
y pensar potenciales efectos en conformacin de sujetos colectivos.
Corresponde recordar algunas de las caractersticas generales de la economa
de enclave actualmente, planteadas en trabajos anteriores:
La conexin econmica que se genera es principalmente con intereses econmicos externos a partir de agentes globales con mucho poder (principalmente
transnacionales) y dbilmente con la economa nacional.
382
Alfredo Falero
Si bien se ha establecido que la forma enclave puede tener relacin con diversas
actividades (las maquilas por ejemplo, pueden representar una lgica de enclave industrial, se han expandido los enclaves tursticos y ahora pueden agregarse formatos de
enclaves informacionales), interesa aqu particularmente mencionar las dinmicas de
minera a cielo abierto a partir de empresas transnacionales y las exportaciones directas de mineral presentan lgicas de enclave econmico notorio donde se diluye en el
territorio implicado la idea de regulacin de los Estados-nacin, particularmente a partir
de la introduccin de leyes promulgadas en la dcada de los noventa y el otorgamiento
de concesiones. Por ejemplo, la Barrick Gold controla un territorio de extraccin en
una regin fronteriza de Argentina y Chile que el periodista argentino Miguel Bonasso
provocativamente llama de tercer pas (Bonasso, 2011).
La estructura social que se reproduce en Amrica Latina est directamente relacionada con la histrica exportacin de bienes primarios en sus distintas formas y
su reactualizacin. Cualquier consideracin sobre clases sociales y conformacin de
movimientos sociales debe tener en cuenta esta idea general. No es casual que movimientos de base campesina o indgena, movimientos como el de los Trabajadores Sin
Tierra (MST) en Brasil o rebeliones como la guerra del agua y la guerra del gas en
Bolivia es decir, todas dinmicas colectivas donde prima el aspecto territorial hayan
sido protagonistas centrales de las transformaciones sociopolticas que ocurrieron en
parte de la regin en el siglo XXI.
Sobre instrumentos de captacin
Sabemos que la sociedad uruguaya es particular dado el escaso porcentaje de
poblacin rural en relacin a poblacin urbana (5 % contra 95 %, segn el ltimo censo
de 2011), y en ese sentido la base potencial de desarrollo de los movimientos sociales es claramente urbana. Esto quiere decir que la relacin territorio y movimientos
sociales en Uruguay debe tener en cuenta esta caracterstica estructural junto con
383
los mecanismos de dominacin que se generan, pero no significa que esa relacin se
vuelva menos importante.
De hecho, sabemos tambin que la instalacin de megaminera as como el permanente replanteo de las necesidades logsticas para la exportacin de materias primas, tiende a alinear al pas con el resto de la regin. Ya no se trata entonces solamente de soja o de enclaves vinculados a la forestacin y la exportacin de celulosa desde
zonas francas, sino que ahora se agrega la potencialidad de la explotacin de hierro
en magnitudes importantes. Sobre esta base debe tratar de explicarse las luchas por
el territorio, las explcitas y visibles, las latentes, las disueltas y las no configuradas.
Sobre esa base puede hablarse de movimiento social en trminos de temtica
general, de concepto naturalizado como lo fue en su momento sociedad civil. Pero si
se tienen en cuenta las implicaciones de su origen (Alain Touraine trabaj movimiento
social en relacin con su programa de investigacin de una sociedad postindustrial
en Europa), el transplante mecnico es un problema. Pues en el marco del contexto
establecido en el apartado anterior, puede llevar a invisibilizar la realidad ms que a
explicarla o a que el eslogan fcil tome el lugar del concepto slido.
Lo que hoy aparece claro es que si en una apropiacin heterodoxa de Bourdieu se utiliza el concepto de campo popular para dar cuenta del arco de expresiones
colectivas emancipatorias que parten de la sociedad (y que no se mueven en el campo
poltico como los partidos) debe considerarse igualmente que el compartir una illusio
de lo emancipatorio no significa que exista un conjunto de relaciones consensuales.
Como todo campo, se constituye un espacio de posiciones, de fuerzas y de luchas que
implica relaciones sociales entre agentes con posiciones desiguales2.
Al considerar lo que ocurre en relacin a la importancia de la relacin territorio
-sujetos, puede decirse que el uso del territorio no slo se configura en centro de tensiones entre el campo popular y las dinmicas de acumulacin de capital presentes en
la regin (que no se constituye como un espacio social como cualquier otro, ya que
atraviesa con virulencia toda la sociedad) o entre el campo popular y el campo poltico
que procura cooptarlo, alinearlo, controlarlo, por colocar las relaciones ms importantes. El uso del territorio se vuelve tambin un recurso de disputa de posiciones de
poder dentro del propio campo popular.
Esto es lo que se ve en general en Amrica Latina, esto es lo que ve a su escala,
con un tejido social debilitado, en Uruguay. La conformacin de nuevos agentes sociales del campo popular con el formato de red y no de colectivo organizado, estructurado, responde en consecuencia a la doble necesidad de dar cuenta de lo que ocurre
entre el campo popular y el poder econmico y poltico con sus propios intereses y al
mismo tiempo a la necesidad de disputar posiciones dentro del propio campo popular.
2
Como es conocido, el concepto de campo y las propiedades de los mismos estn dispersos en la
obra de Bourdieu. El concepto de campo popular como instrumento conceptual ya fue planteado en
Falero, 2008.
384
Alfredo Falero
Se entra pues en el terreno de formatos de organizacin de lo colectivo pero considerando un espacio-tiempo especfico. Y aqu emerge el problema de la necesidad de
nombrar y las limitaciones del lenguaje en ese sentido que genialmente expuso Zemelman en su ltima etapa (2005, 2007)3. Por ejemplo, el uso del concepto de multitud en
el sentido general de conexin de una multiplicidad de singularidades, abri un debate
sobre las caractersticas de esa conexin o sobre los criterios que garantizaran de la
misma un carcter antisistmico (Hardt y Negri, 2011, pg. 177 y siguientes), pero no
se configura como un concepto capaz de ser operacionalizado en distintas realidades.
De hecho, lo mismo puede decirse que ocurri con el concepto de red que tanto
puede ser til como promover una idea falsa de horizontalidad cuando se emplea en
forma acrtica4. Pero lo posible aqu es abrir el tema de captacin sociolgica de sujetos colectivos de organizacin flexible, ms que discutir exhaustivamente conceptos.
Porque de lo que se trata es de visualizar que, cuando intentamos entender la relacin
entre transformaciones territoriales y resistencias colectivas, la nica forma de visualizar stas es despojarse de parmetros de anlisis que slo nos permiten observar
sujetos ms estructurados como ocurre con el movimiento sindical o FUCVAM. Con esa
perspectiva general corresponde abordar los dos casos propuestos.
Tensiones en el uso del territorio y acciones colectivas ante la megaminera
Desde que se plante el llamado Proyecto Valentines (Aratir Zamin Ferrous)
se ha generado una verdadera batalla por resignificar el territorio en que se ubicara el
complejo minero. Segn la empresa, las minas estarn ubicadas principalmente en los
departamentos de Durazno y Florida: Grupo Las Palmas (Cantera Las Palmas) y Grupo
Valentines (Maidana, Morochos, Mulero y Ura). Como todos estos casos, a partir de
aqu la distincin entre dnde termina la informacin y comienza la publicidad no es
fcil de trazar.
Las lneas de accin identificadas que se han puesto en prctica desde la empresa estn en relacin con las encontradas en otros casos en la regin:
Discurso general sobre desarrollo a partir de la diversificacin econmica implicada, en lnea con el discurso del gobierno en ese sentido5.
3
4
5
Fallecido en 2013, cabe aqu el reconocimiento a un socilogo que contribuy enormemente a pensar
sujetos colectivos desde y para Amrica Latina y que, como suele suceder, por desconocimiento,
intereses mezquinos del campo acadmico o ambas cosas, no fue valorado en la magnitud de sus
aportes.
En un artculo de 1999 ya se introdujo el problema y se observaba que el concepto de red era propio del
tiempo que se viva, es decir un mundo que se anticipaba conexionista, pero requera por lo mismo de
ciertos cuidados para evitar el uso abusivo que se observaba entonces (Falero, 1999).
Ejemplos del discurso en ese sentido: Tenemos que zafar de la idea de pas monoproductor. Si la
produccin a nivel territorial se diversifica hay ms posibilidades de desarrollarnos (director de Dinamyge, abril 2011). Otro: apostar a un polo de desarrollo en el interior del pas en zonas de muy
bajos recursos, donde la relacin capital trabajo es primitiva (Julio Battistoni, diputado FA, agosto
2013). Aqu lo interesante es marcar que, ms all del encuadre discursivo en trminos de parmetros de anlisis puestos en juego, existe una convergencia con la idea de desarrollo en el sentido de
385
Si el arco de apoyo es muy variado y escapa a la clsica relacin izquierda derecha, el arco de rechazo resulta igualmente diverso en trminos de composicin social
y poltica y en ese sentido debe considerarse un conjunto muy diverso de actores, de
intereses y de estrategias. En ese sentido, no debe extraar que se generen formatos
de conexin entre distintas organizaciones sociales ms bien flexibles y de poca profundidad.
La presencia pblica se ha manifestado a travs de dos formas. Una es la recoleccin de firmas para convocar un plebiscito e incorporar en la Constitucin la prohibicin de minera metalfera en el territorio nacional, que impulsa la Coordinacin nacional
pro plebiscito Uruguay libre de megaminera. La otra es la convocatoria a marchas en
jornadas especficas contra la megaminera y otros emprendimientos (puerto de aguas
profundas, por ejemplo) y contra dinmicas de produccin (con utilizacin de agrotxicos, por ejemplo) que llev adelante la Asamblea Nacional Permanente.
Las posiciones de rechazo se expresan simplificando el espectro desde dos
grandes vectores que se cruzan pero que tienen nfasis claramente diferentes y que
pueden denominarse desarrollista y medioambientalista. En el primer caso, la crtica
hace nfasis en que no se genera una cadena de valor con la potencial industrializacin
del hierro y ms bien la lgica que se plantea es puramente extractiva. Es decir que
crecimiento econmico.
Un ttulo de El Observador puede ilustrar bien esta situacin: Hasta el cuadro de ftbol qued dividido. Subttulo: Valentines y Cerro Chato. La instalacin de la minera representa un antes y un despus
en la regin, ms all de cul sea la resolucin final de Zamn Ferrous, El Observador, sbado 13 de
agosto de 2011.
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Alfredo Falero
387
sigue hasta la zona de Los Bulevares en ruta 1, donde se entronca con el Gasoducto
Cruz del Sur.
Es similar este caso al anterior? Por supuesto se trata en ambos casos de
impulsos a transformaciones territoriales que en forma directa (en el primer caso) e
indirecta (en este segundo) confluyen en la lgica de acumulacin existente expuesta
en el apartado dos: exportacin de bienes primarios y explotacin de recursos naturales. Nada muy diferente a lo que ocurre en la regin slo que a escala de Uruguay. Sin
embargo, surge una gran diferencia con la minera y es en el actor econmico principal
y el formato.
Si en la minera es una transnacional con un formato de enclave adems, la conexin va mineroducto con el puerto de aguas profundas expresa en trminos fsicos
inequvocamente ese carcter, en el caso de la regasificadora el Estado tiene una presencia clave. Porque Gas Sayago, que coordina las obras de la planta de regasificacin,
el nuevo gasoducto y el dragado del Ro de la Plata, es propiedad de la Administracin
Nacional de Usinas y Transmisiones Elctricas (UTE), la Administracin Nacional de
Combustibles, Alcohol y Prtland (ANCAP) y la empresa franco-belga GDF Suez. Por
otra parte si bien puede pensarse que contribuir a alimentar de energa a emprendimientos vinculados a la explotacin y exportacin de recursos naturales (incluso en
formato de economa de enclave), no es menos cierto que en verdad la produccin y
distribucin de energa resultante es ms general.
Ahora bien, en ambos casos no debe minimizarse lo que significa la experiencia
del territorio, de los significados comunes que adquiere para determinados colectivos
y de lucha en cuanto a su defensa, en un contexto donde, en general, son los sectores
ms vulnerables de la sociedad los que estn expuestos a fuertes transformaciones
territoriales por el capital y los que ms sufren sus consecuencias negativas.
En este caso se trata de un proyecto controvertido para los vecinos de los barrios ms cercanos como Santa Catalina. Un actor que se ha manifestado en ese sentido, ya tiene tiempo hacindolo en relacin al uso del territorio sobre la costa oeste: la
Red Intersocial Oeste. Se inicia en el 2001 como Intersocial por un Cerro Productivo,
que se opuso a la instalacin del Proyecto Cerro Free Port (grupo Moon) en el predio y
las instalaciones del ex Frigorfico Nacional implicando unas 100 hectreas en Punta de
Sayago. Este proyecto fue finalmente abandonado en el primer gobierno del Frente Amplio, indemnizacin mediante. En el 2005 se redefine como Red Intersocial Oeste (RIO).
Se trata de una red de organizaciones sociales y de vecinos que ha venido variando en su composicin y que se ha pronunciado en distintas oportunidades o impulsando
proyectos como el actual Espacio de gestin del Parque Pblico Punta Yeguas. Implica
la cogestin y preservacin de un predio de 113 hectreas con playa en el Ro de la
Plata para uso pblico7.
7
Se agradecen los documentos suministrados por Walter Morroni y los datos aportados por Odorico
Velzquez, en entrevista especialmente realizada.
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Alfredo Falero
Documento Aportes para la comprensin de los desafos del Proyecto GNL Del Plata Terminal de
Recepcin y Regasificacin de Gas Natural Licuado. Elaborado por docentes de la Universidad de la
Repblica, 2013.
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flexibles con personas muy activas y un conjunto mayor que slo se hace visible en
eventos especficos.
En segundo lugar, es de destacar la importancia del medio ambiente como centro discursivo de la resistencia en ambos casos. Naturalmente que existen evidencias
que lo apoyan y que hacen a las implicancias de las transformaciones que implica y
por tanto no es de extraar las grandes sensibilidades y desconfianzas reales que
genera en ambos casos. Pero lo que se quiere sealar es que otras cuestiones en
juego importantes, terminan girando alrededor de esta problemtica o directamente
quedando desplazadas en la narrativa de resistencia como lo es el poder y el accionar
de empresas transnacionales y el papel del Estado mismo que se lo ve dependiente de
los intereses de las primeras.
La informacin reservada, clasificada, omitida por agentes del capital y por el
campo poltico a veces en el marco de negociaciones tambin ha ocurrido con las
plantas de celulosa refuerzan la desconfianza. Sobre tales bases, es siempre el territorio pero ahora en trminos de efectos sobre el medio ambiente el que se configura
en un recurso simblico para disputar posiciones dentro y fuera del campo popular.
Pero, por lo expuesto, de fondo aparece un problema igualmente complejo que es la
deliberada oclusin del control social sobre el accionar del Estado.
En tercer lugar, expuesto en trminos de racionalidades, subyace una tensin
entre la racionalidad del desarrollo entendida como potenciacin socioeconmica hacia
el futuro y la racionalidad del cuidado ambiental entendida como evitar la sumatoria de
intervenciones sobre la naturaleza con consecuencias irreversibles; muchas veces con
afectacin directa sobre la vida de las personas (desplazamiento de actividades agropecuarias en un caso, consecuencias sobre el trabajo y vida en general, en pescadores
artesanales por ejemplo, en otro).
A la vez dentro de quienes asumen la racionalidad del desarrollo como prioritaria, se expresa un abanico de posiciones que se opone al proyecto y pueden coincidir
con quienes focalizan sobre la segunda. Pero esto no asegura coincidencias estables:
emergen estrategias, intereses e individualidades que llevan a que si los colectivos
no son flexibles rpidamente queden disueltos. En otras palabras, si los colectivos de
resistencia pueden tener en comn la puesta en cuestin de los beneficios esperados,
paralelamente tiende a emerger en ellos en el actual contexto la tensin desarrollo y
medio ambiente como irresoluble.
Quien vive esto de forma ms contradictoria en el campo popular es el movimiento sindical y esto se ha manifestado claramente en el tema minera: la fuerza de trabajo
potencialmente involucrada y sindicalizada hace que los sectores ms cercanos deban
expresar su apoyo con reservas, mientras que los ms alejados pueden generar posicionamientos contrarios ms fcilmente.
En cuanto a diferencias, hay una primera evidente que es el territorio involucrado en la constitucin de sujetos. En el caso del proyecto de extraccin de hierro
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Alfredo Falero
existe una gran superficie de uso rural en juego (tambin sobre este punto no existe
acuerdo sobre lo efectivamente implicado en trminos directos e indirectos), pero de
baja densidad poblacional. Los directamente afectados sacan el tema del plano local o
departamental y extienden redes que lo lleven al plano nacional. Ya se dijo, que existen
argumentos para que ello ocurra.
En el caso de la regasificadora (y la ampliacin del puerto) si bien buena parte de
la intervencin se ubica sobre la costa implica efectos indirectos (gasoducto, logstica)
que contribuye a modificar la dinmica de barrios como Santa Catalina. Este es un
territorio de base urbana en el que se disputa el derecho a la ciudad. Por ejemplo, el
parque pblico de Punta Yeguas de gestin asociada entre Intendencia de Montevideo y
vecinos puede caracterizarse como un avance en el derecho a la ciudad, ya que constituye la generacin de un bien comn urbano. En este caso la resistencia es localizada
y resulta difcil llevarlo al plano de lo nacional, si bien puede expresarse como tema
tambin en las marchas que se han generado contra la megaminera.
Precisamente, en cuanto al despliegue de acciones colectivas, en el primer caso
las marchas se configuran como aglutinadoras de colectivos diversos, pero asoma
el plebiscito como una diferencia estratgica clave que se expresa como fractura del
campo popular entre quienes lo ven como herramienta o como trampa o desviador del
problema central. Se puede decir que constituye un recurso legtimo y democrtico
pero que no tiende a crear poder constituyente en lo que implica de construccin de
subjetividades colectivas de lucha. No toda consulta pblica genera poder constituyente en este sentido.
Los intereses policlasistas que se nuclean en la convocatoria contra Aratir, con
intereses que incluyen sectores del capital que se ven desplazados por la lgica de
enclave propuesta, llevan a que las estras y tensiones se complejicen. En cambio en
el caso de la zona oeste de Montevideo, existe mucha mayor homogeneizacin social
en ese sentido y los cambios de protagonista principal en el 2013 la Coordinadora de
Vecinos desplazando del primer plano a la Red Intersocial Oeste expresa diferencias
estratgicas y complejidades de la relacin campo popular campo poltico, pero no
una diferencia de composicin de clase.
En suma, considerando las complejidades brevemente revisadas, sin organizaciones verstiles, variables, adaptables, flexibles, el campo popular inevitablemente pierde
poder cuando est en juego el tema del territorio. Y reaparece la vulnerabilidad frente
a intereses que se construyen subjetivamente como beneficiando inequvocamente a
todos. Para la Sociologa, si desea contribuir en el tema, el desafo es claro. Porque
seguramente hay componentes conocidos, como los que consideraron los autores
clsicos, pero tambin nuevos y tan importantes como para requerir el desarrollo de
instrumentos conceptuales que permitan ayudar a pensar, conocer y explicar procesos
colectivos en la regin en el siglo XXI.
391
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Introduccin
En el libro Salsa, sabor y control. Sociologa de la msica tropical, su autor ngel
Quintero Rivera nos presenta la contribucin del Caribe a la alegra del mundo a travs
de la msica. Exactamente lo mismo podra decirse del ftbol sudamericano. Latinoamrica recibi el ftbol de los ingleses sobre finales del siglo XIX, aqu se populariz
rpidamente hacia toda la sociedad, se adapt a las idiosincrasias locales y se potenci
a tal punto que la mitad de las copas mundiales desde la primera disputada en 1930
(nueve de diecinueve) fueron ganadas por tres pases sudamericanos: Brasil (cinco
veces), Argentina (dos veces) y Uruguay (dos veces)3. No hay muchos trabajos que intenten explicar este extraordinario aporte sudamericano al mundo del ftbol porque las
ciencias sociales dejaron sistemticamente de lado este tema. Para los intelectuales
1
2
3
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de izquierda este deporte era el opio de las masas y la principal fuente de alienacin
poltica que desviaba la atencin de la sociedad de los problemas acuciantes de pobreza, autoritarismo y desigualdad. Para el resto de la academia el ftbol tampoco logr
ubicarse como un tema relevante y suficientemente serio para despertar inters. El
ftbol era considerado, en suma, pasto apenas para el trabajo de periodistas y alegras
o tristezas circunstanciales del pueblo. En los ltimos aos esto est cambiando radicalmente y entre el desarrollo que viene adquiriendo la sociologa del deporte empiezan
a consolidarse diversos anlisis extremadamente interesantes sobre el ftbol.4 Algunos
de los temas tratados fueron la relacin entre ftbol y racismo (de gran relevancia en
Brasil), entre ftbol y machismo en Argentina, entre la identidad nacional y el ftbol,
entre la poltica y la utilizacin de los triunfos deportivos, el comportamiento de las
hinchadas, la violencia y la interpretacin de sus cnticos, y por supuesto los aspectos
de su economa y de su poltica, entre varios otros.
Los orgenes y primeras glorias
Igual que a Brasil y Argentina, el ftbol lleg al Uruguay en la segunda mitad
del siglo XIX de la mano de inmigrantes britnicos 5.. En el caso uruguayo por quienes
desempeaban tareas de responsabilidad en las empresas inglesas que operaban en el
territorio y que trajeron, antes del ftbol, tambin el cricket. Ya en el ao 1842 exista
el Victoria Cricket Club pero, a diferencia de lo que sucedi con el ftbol, el cricket no
logr arraigarse entre los criollos ni volverse masivo. En 1861 se funda en la capital
de Uruguay otro club, el Montevideo Cricket Club, de enorme importancia porque fue
el primero en el que se practic ftbol. Otras instituciones fundadas por los britnicos
que tuvieron un rol muy importante fueron los colegios. En 1874 se fund The English
High School y en 1885 The British School. En The English High School enseaba ingls
William Leslie Poole, quien fue adems el primer maestro de ftbol en el pas. Poco
antes de finalizar la dcada del setenta del siglo XIX testimonios orales afirman que se
jug el inaugural partido de ftbol en el pas. En una entrevista realizada por la revista
Mundo Uruguayo publicada en 1924, Pedro C. Towers, ex funcionario del Banco Real
del Canad y ex Secretario General del Montevideo Cricket Club, afirm que en octubre
de 1878 en el predio que en la actualidad se ubica el Hospital Militar se disputaron dos
partidos de ftbol entre un equipo integrado por marineros ingleses que estaban de
paso por Montevideo y otro integrado por ingleses residentes en el pas y sus hijos.
Quien da el testimonio en la revista jug en filas de los uruguayos. Es que por aquellos aos los partidos ms frecuentes eran entre los ingleses residentes en Montevideo
contra los marineros britnicos que estaban de paso por el puerto.
El Montevideo Rowing Club fundado en 1874, se diferenci del Montevideo Cricket Club por ser impulsor de una corriente de tipo nacionalista mientras que el otro pro4
5
Por ejemplo varios trabajos organizados por Pablo Alabarces en Argentina, y Ronaldo Helal en Brasil;
antes de Roberto da Matta en Brasil, un pionero en esta rea.
Seguimos aqu a Franklin Morales (1969, a y b).
395
mova una concepcin claramente fiel a la colectividad inglesa, exigiendo, por ejemplo,
que sus socios hablaran ingls. El impulso nacionalista se materializar tambin en la
fundacin del Club Nacional de Regatas en 1888. Producto de esta misma corriente
nacionalista deportiva, en 1891, Enrique Lichtenberger funda el primer club uruguayo
dedicado a la prctica del ftbol, su nombre fue Football Association. En su estatuto
estableca que no se permitan los jugadores extranjeros. Posteriormente aquel equipo
cambia su nombre por el de Albion, a modo de homenaje a la cuna del ftbol y adopta
en su indumentaria deportiva los colores de la bandera uruguaya, blanco y azul. Albion
en 1895 modific sus estatutos para permitir el ingreso de jugadores extranjeros.
Producto de esta modificacin se incorpor a este equipo William Leslie Poole, quien
llen de prestigio y triunfos a dicha institucin. Sin embargo esta decisin ocasion que
el club perdiera su arraigo entre quienes defendan una corriente nacionalista deportiva. La corriente nacionalista va a tener su ms exitosa y perdurable expresin en la
fundacin del Club Nacional de Football, el 14 de mayo de 1899. ste, el primer club
criollo creado en Latinoamrica, se transformara luego en uno de los ms laureados
del mundo. Su fundacin fue producto de un proceso que comienza en la oposicin
del Montevideo Rowing al Montevideo Cricket, aunque oficialmente Nacional nace de la
fusin de dos clubes: el Montevideo Ftbol Club y el Club Uruguay de La Unin (que era
un ncleo de socios escindidos de Albion)6.
Otro momento importante en la historia del ftbol uruguayo fue cuando un grupo
de altos funcionarios de la empresa de ferrocarriles inglesa que prestaba servicios en
Uruguay deciden fundar un club deportivo emplazado en Villa Pearol, donde la empresa tena ubicados sus talleres y depsitos. El 28 de setiembre de 1891 se funda el
CURCC (Central Uruguay Railway Cricket Club), que posteriormente adoptara el nombre de Pearol y se transformara en otro de los principales del mundo. Detrs de su
camiseta amarilla y negra ya desde sus orgenes se aglutin un contingente importante
de partidarios criollos. Seis meses despus de su fundacin adopta el ftbol entre los
deportes que se practicaban por parte de sus socios7.
La seleccin uruguaya estren su clsica camiseta celeste el 15 de agosto de
1910 en el Estadio de Belvedere en Montevideo. Se enfrent a la seleccin argentina
vencindola por tres a uno. Por esos aos el presidente de la Asociacin Uruguaya de
Ftbol, Hctor Rivadavia Gmez, impulsara la idea de expandir el ftbol a escala continental con la fundacin de la Confederacin Sudamericana de Ftbol en el ao 1916.
Un cuadrangular amistoso llevado a cabo en Buenos Aires en 1916 fue el prembulo
para la creacin al ao siguiente de la Copa Amrica. Este primer sudamericano cont
con la presencia del local Argentina, Uruguay, Chile y Brasil. La seleccin uruguaya fue
campeona y el goleador del torneo fue el delantero uruguayo Isabelino Gradn. En esta
ocasin dos afrouruguayos integraron la seleccin (Gradn y Juan Delgado) y muy pro6
7
El Club Nacional gan tres Copas Libertadores y tres Copas Intercontinentales en 1971, 1980 y
1988; fue campen uruguayo en 44 ocasiones.
El Club Pearol gan cinco Copas Libertadores: 1960, 61, 66, 1982 y 86; tres Copas Intercontinentales: 1961, 66 y 1982; fue campen uruguayo en 46 ocasiones.
396
397
En 1924 se escribi una nueva pgina de gloria para el ftbol uruguayo. En los
Juegos Olmpicos celebrados en Pars se disput un campeonato de ftbol como parte
de los deportes olmpicos. Participaron 22 equipos y Uruguay y Suiza disputaron la
final por el oro olmpico saliendo victorioso el primero por un tanteador de tres a cero.
Entre los jugadores ms destacados de aquel equipo uruguayo estuvieron: el capitn
Nasazzi, Scarone, Vidal, Andrade, Petrone, Romano y Cea (Carlos Manini Ros, 1970).
Esta seleccin uruguaya ganadora del oro olmpico representaba solamente a la
mitad de los clubes. Ello se debi a que en 1922 se produjo el cisma del ftbol uruguayo, dividindose en dos bandos los clubes, los dirigentes, jugadores y aficionados. Se
dio la paradoja que mientras una seleccin uruguaya disputaba los Juegos Olmpicos de
Pars, otra seleccin uruguaya haca lo propio en la Copa Newton frente a los argentinos
disidentes. Quienes se embarcaron en la aventura de los Juegos Olmpicos fueron los
miembros de la Asociacin Uruguaya de Ftbol y recibieron las ms duras crticas de
parte de sus rivales de la Federacin Uruguaya de Ftbol, quienes sostenan que iban a
hacer un papeln en Pars y desprestigiar al pas. El equipo uruguayo caus tal suceso
en los Juegos de Pars que recibi la Copa Olmpica, distincin que premia al que se
considera el campen ms destacado de todos los deportes disputados en el evento.
Otro jugador afrouruguayo que integraba la seleccin, Jos Leandro Andrade, se convirti en una de las primeras estrellas internacionales y fue apodado la maravilla negra.
En el mes de febrero de 1929 los dirigentes del Club Nacional de Ftbol Jos
G. Usera Bermdez y Roberto Espil presentaron a la comisin directiva de dicho club
un proyecto que solicitaba a la Federacin Internacional del Ftbol Asociacin (FIFA)
la organizacin en Uruguay del primer campeonato mundial de ftbol. La totalidad de
los pases miembros de la CSF apoyaron la propuesta de los uruguayos. Finalmente el
Congreso de la FIFA del 18 de mayo de 1929 eligi por unanimidad que Uruguay fuera
sede del primer mundial de ftbol organizado por esta organizacin.
La principal tarea que enfrent el pas fue construir la infraestructura necesaria
para albergar un evento de tal magnitud porque Uruguay no contaba con un estadio
acorde a los requerimientos de un campeonato mundial. El nuevo estadio a construirse
tendra una capacidad de 80.000 espectadores y llevara el nombre de Centenario en
homenaje a los cien aos de la jura de la Constitucin del 18 de julio de 1830. El inicio
se demor ms de la cuenta hasta febrero de 1930. Para poder cumplir con las fechas
previstas los trabajadores debieron trabajar a tres turnos, incluso en la noche, bajo la
luz de enormes reflectores. Finalmente el estadio estuvo terminado y el 18 de julio de
ese ao la seleccin uruguaya gan la final contra Argentina (Carlos Martnez Moreno,
1970).
El estadio de Maracan situado en la ciudad brasilea de Ro de Janeiro fue testigo de la gesta ms gloriosa del ftbol uruguayo. En su csped la seleccin uruguaya
venci por dos a uno a Brasil y se consagr campen mundial de ftbol por segunda
vez. Los capitaneados por Obdulio Jacinto Varela hicieron enmudecer a todo un estadio
que vio cmo se le escapaba la chance de terminar la fiesta, aun teniendo todo a favor:
398
399
Aquellos triunfos de la primera mitad del siglo XX se haban sustentado fundamentalmente en la calidad tcnica de los futbolistas uruguayos y su coraje para afrontar
las adversidades. El ftbol no tena en aquellos tiempos el desarrollo que tiene hoy en
cuanto a preparacin fsica, disciplina tctica y velocidad. Alcanzaba para ganarle a los
europeos con la picarda y tcnica aprendida por los futbolistas uruguayos a travs del
aprendizaje autodidacta alcanzado en los campitos (terrenos baldos donde se improvisaban arcos hechos con dos piedras) o en las calles, enseanza que luego seguan
por imitacin de los futbolistas ms experimentados de cada equipo en que les tocaba
jugar. La tctica a desarrollar en el partido era tambin producto de las rdenes impartidas dentro de la cancha por los jugadores ms veteranos y con mayor ascendencia
sobre el plantel. stos muchas veces oficiaban de psiclogos deportivos, motivando
a sus compaeros para vencer la frustracin que sobrevena al estar perdiendo un
partido o por alguna injusticia cometida por el rbitro. Jos Nasazzi (capitn de la
selecciones uruguayas campeonas olmpicas en 1924 y 1928 y del primer mundial
de ftbol en 1930) y Obdulio Varela (capitn del Uruguay campen mundial en 1950 y
cuarto en el mundial de 1954) fueron verdaderos lderes de esos grupos y su sabidura
para manejar los aspectos tcticos y psicolgicos de sus compaeros fueron decisivos
en el xito deportivo alcanzado por aquellos planteles de jugadores. Pero la formacin
de los futbolistas en la actualidad ha evolucionado de lo espontneo a lo programado y
sistemtico y es a esa evolucin a la que las instituciones vinculadas al ftbol uruguayo
y fundamentalmente las encargadas de la socializacin de los futbolistas, no supieron
adaptarse.
La liga uruguaya de primera divisin es de los mercados menos atractivos para
los futbolistas debido a los comparativamente bajos sueldos que se pagan. Esto lleva
a que los jugadores emigren a edades cada vez ms tempranas a equipos de Europa.
Aquellos que pintan para cracks son reclutados en el ftbol infantil por contratistas
que luego los colocan en mercados mejores pagos. No solamente hay asimetras con
respecto a las ligas de los pases ms ricos (Inglaterra, Espaa, Italia, Alemania, Rusia)
sino que otros pases latinoamericanos resultan ser mercados ms atractivos que el
400
uruguayo, por ejemplo Argentina, Brasil, Chile, Colombia o Mxico. La escasa poblacin
de Uruguay lleva a que el mercado de consumidores del espectculo del ftbol sea pequeo en comparacin con el resto de los pases de Amrica. Esto achica los ingresos
por entradas vendidas y por derechos de televisin que perciben los clubes.
La institucionalizacin
En marzo de 2006 el Maestro scar Washington Tabrez asume por segunda
vez como entrenador de la seleccin mayor de ftbol de Uruguay. Ya lo haba sido en
el mundial de 1990, luego fue destituido y realiz una exitosa carrera como entrenador
en el ftbol de Argentina, Italia y Espaa. En Argentina dirigi a Boca Juniors y Vlez
Srsfield, en Italia a Cagliari y Miln y en Espaa a Oviedo. Adems de entrenador y ex
futbolista profesional, Tabrez se recibi de maestro de escuela y ejerci esa profesin
durante varios aos combinando su actividad de futbolista con la docencia.
En su regreso de 2006 elabor un proyecto denominado Institucionalizacin
de los procesos de selecciones nacionales y de la formacin de sus futbolistas que
consta de los siguientes objetivos: 1) establecer polticas de seleccin y dar permanencia y continuidad a su organizacin, 2) elevar los rendimientos deportivos y acercar
la expresin futbolstica de las selecciones nacionales al nivel del ftbol de lite internacional, 3) influir positivamente en el proceso de formacin integral de los futbolistas
seleccionados, 4) coordinar objetivos y actividades de las selecciones de todos los
niveles para estimar proyecciones y aplicar programas en plazos mediatos, 5) programar las actividades de las selecciones nacionales incluyndolas anticipadamente y
en concordancia con los calendarios locales e internacionales, 6) la competicin ser
parte imprescindible de la preparacin y evaluacin de los equipos y de la formacin de
los futbolistas, por lo que no se debe quedar limitada solamente a las competiciones
oficiales internacionales, y 7) lograr un perfil del futbolista de seleccin uruguaya que
abarque los aspectos tcnicos, ticos y disciplinarios.
La institucionalizacin de los procesos de las selecciones nacionales y la socializacin de sus futbolistas llevada a cabo por el cuerpo tcnico encabezado por Tabrez
ha sido la clave del xito alcanzado en los ltimos aos por la seleccin uruguaya8. Fue
un cambio decisivo el hecho de que se haya mantenido al cuerpo tcnico encabezado
por Tabrez desde hace seis aos al frente de las selecciones nacionales de Uruguay.
Desde 1990 a la fecha pasaron por la seleccin mayor doce entrenadores, mantenindose en promedio apenas dos aos en el cargo. Esta tendencia viene de ms larga
data, desde 1955 a la fecha los entrenadores de la seleccin de Uruguay permanecieron en su cargo en promedio 1,85 aos.
Hemos seguido aqu las inspiradoras ideas tericas de Berger y Luckman (2001) asociadas a la
importancia de los procesos de institucionalizacin y socializacin para el desarrollo y evolucin de
cualquier grupo social.
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Desde la asuncin de Tabrez como coordinador general de este proyecto comenz una adecuada combinacin entre las diferentes selecciones juveniles y la mayor.
Las selecciones juveniles, segn afirma Mario Rebollo (integrante del cuerpo tcnico),
en un artculo que public el 8 de setiembre de 20119: entrenan un ao antes del
Sudamericano, en frecuencia de tres das por semana, lunes a mircoles en horario
vespertino para las selecciones Sub-15 y Sub-17, y de martes a jueves en horario matutino para la seleccin Sub-20. Siempre en horario simple, salvo en el mes anterior a la
competencia (Sudamericano y Mundial), donde los futbolistas estn a tiempo completo
en la seleccin. Siempre contando con la presencia permanente del cuerpo tcnico de
la seleccin mayor supervisando y apoyando todas estas actividades.
Se debe destacar tambin la creacin del centro deportivo de alto rendimiento
denominado Uruguay Celeste en abril de 2002. Opera como lugar de entrenamiento
y concentracin de las selecciones juveniles y mayores uruguayas. Entre sus instalaciones cuenta con varias canchas de ftbol con csped en excelente estado. El edificio
tiene dos plantas con habitaciones para albergar a cuarenta futbolistas de la seleccin
mayor y sesenta de juveniles, y en cada dormitorio pueden convivir de dos a tres personas. Adems cuenta con gimnasio, sala de musculacin y un rea para recibir a la
prensa. El costo de la obra fue de 1,7 millones de dlares. La FIFA aport 1,1 millones
en tanto que la Asociacin Uruguaya de Ftbol (AUF) y la empresa Tenfield (duea de
los derechos de televisin e imagen de la seleccin uruguaya y del ftbol uruguayo
profesional), aportaron cada una 300.000 dlares. La creacin del complejo Uruguay
Celeste es anterior en cuatro aos al comienzo del proyecto de Tabrez para las selecciones nacionales, pero tambin fue un elemento determinante del xito alcanzado.
Durante muchos aos las selecciones nacionales tuvieron problemas para concentrarse y entrenar porque no disponan de instalaciones propias. El inicio de la era Tabrez
en 2006 se encontr con una infraestructura adecuada al ftbol de lite y fue bien
capitalizada. Este esfuerzo tambin cambi la mala imagen de la seleccin mencionada
antes porque se desterr de la estrategia la falta violenta gratuita y el juego agresivo
para intimidar al contrario.
Adems de los ya mencionados factores que contribuyeron al xito deportivo
alcanzado por la seleccin celeste, se puede agregar la utilizacin por parte del cuerpo
tcnico de un software que permite analizar estadsticamente los partidos de ftbol.
Por ejemplo el flujo de pases, remates, centros, recuperaciones de pelota, jugadas
que terminaron en gol. La empresa que provee este servicio se llama Kizanaro Sport
Technology y uno de los creadores del software es tambin uruguayo.
Con respecto a las caractersticas del ftbol de elite actual seala el maestro
Tabrez: hay menos espacio y tiempo para resolver las situaciones de juego. Esto se
debe fundamentalmente al gran desarrollo que ha tenido la preparacin fsica, al desarrollo de la tcnica y la gran organizacin tctica que tienen los equipos. Un partido de
ftbol de elite se tiene que desarrollar en velocidad. Hay muy poco espacio para hacer
9 http://arielopezbaez.blogspot.com
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peones mundiales. Esto demuestra las enormes dificultades y abre la pregunta sobre
cules son los factores ms influyentes para lograrlo. Qu necesita tener un pas para
jugar el mejor ftbol mundial? Hay muchas sociedades que tienen pasin por el deporte
pero no han logrado xitos significativos, incluso a veces el mejor ftbol no logra el
mayor triunfo, como Hungra en 1954.
Para el caso uruguayo hay algunos factores que parecen necesarios para entender su xito, aunque seguramente no sean suficientes. Mencionemos los que creemos
ms importantes. En primer lugar la gran presencia britnica a fines del siglo XIX y principios del XX11; en segundo lugar un nivel econmico alto, el pas era uno de los ms
ricos del mundo segn su producto per cpita cuando alcanz sus primeros xitos;
en tercer lugar la creacin de un estilo propio de juego con fuerte identidad, la garra
charra con su mezcla de austeridad, viveza, rudeza y personalidad, probablemente
nacida de la mezcla de inmigrantes, criollos y negros, y muy en sintona con la identidad
nacional; en cuarto lugar la existencia de jugadores lderes y referencias para los dems; en quinto lugar la conformacin de una sociedad de clase media, principalmente
urbana, impulsada por un Estado de bienestar con fuertes polticas sociales, entre ellas
el fomento del deporte como medio de integracin social; en sexto lugar la absoluta
preeminencia del ftbol como deporte nacional y una cultura del ftbol excluyente que
dej en la sombra a cualquier otro deporte; en sptimo lugar se alcanzaron tempranamente triunfos extraordinarios que abrieron el camino y crearon condiciones y experiencia para poder repetirlos; ya ms recientemente, luego del relativo estancamiento de
cuarenta aos (entre 1974 y 2010), en octavo lugar, hay que destacar la creacin de
una planificacin moderna que adapt la prctica del deporte a las condiciones actuales ms avanzadas de practicarlo, ensearlo y estudiarlo.
Son suficientes estas ocho dimensiones para entender la historia celeste? Probablemente no y con seguridad se podrn destacar otras no apuntadas aqu. Cuntas
de estas caractersticas estn presentes en otros pases que fueron exitosos? Cuntos
pases hay que pueden tenerlas casi todas y sin embargo no se destacaron? Cuntos
pases de los que lo lograron tienen caractersticas especficas, irrepetibles en otros,
como la influencia de la poblacin negra en la manera de jugarlo en Brasil? En fin es
posible responder satisfactoriamente la pregunta sobre cules son los rasgos ms
determinantes para que un pas se convierta en un campen mundial de ftbol? Hay
solamente ocho pases campeones, as que muy fcil no debe ser.
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Sera muy interesante explorar por qu ninguna ex colonia britnica desarroll tempranamente el
ftbol con intensidad, mientras que Argentina, Uruguay y Brasil, sin ser colonias, adoptaron el deporte
por influencia britnica. Tambin sera significativo responder por qu ningn pas comunista logr
este nivel de xito. Otros pases lo lograron justamente en perodos de autoritarismo y dictadura
como la Italia fascista de Mussolini, la Argentina de los militares de la junta en 1978, el Brasil de la
dictadura del 64 al 85. Tampoco lo lograron hasta ahora pases ubicados fuera de Occidente (aceptando que Amrica Latina pueda ser calificada como el otro Occidente, al decir del brasileo Jos
Guilherme Merquior).
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Bibliografa
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peores de Amrica, slo mejor ubicada que Per, Bolivia y Venezuela; para muestra: ya
hay lo de calendario y los grandes no inician el Clausura. 9 de enero.
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Departamento de
Sociologa
45 aos
(1969-2014)
CONFERENCIA
28 DE AGO 17:00
Sala Maggiolo
Universidad de la Repblica
SOCIOLOGA 45 AOS
El 28 de agosto de 2014, el Departamento de Sociologa organiz un Acto Acadmico conmemorativo de los 45 aos de la refundacin institucional de la Sociologa
en la Universidad de la Repblica, que se realiz en la Sala Maggiolo.
En el ao 1969, la Sociologa consolid su carcter de instituto de investigacin
cientfica con funciones centrales, as como su rol en la enseanza curricular en el pas,
con la fundacin de la Licenciatura en Sociologa. En ese momento se cre a su vez la
revista Cuadernos de Ciencias Sociales (hoy Revista de Ciencias Sociales), la primera
de su tipo en el pas para la difusin de investigacin nacional.
Junto a los miembros del Departamento de Sociologa (DS) asistieron representantes de los otros Departamentos de la Facultad de Ciencias Sociales, egresados,
estudiantes y pblico invitado.
La apertura del acto tuvo la participacin del Director del Departamento de Sociologa Marcelo Boado, el Rector Roberto Markarin, la Decana de la Facultad de
Ciencias Sociales Susana Mallo, el Decano de la Facultad de Derecho Gonzalo Uriarte,
el Presidente de la Academia de Ciencias Rodolfo Gambini, el representante del Centro
de Estudiantes de Ciencias Sociales (CECSO) Sociologa Rodrigo Sa y el Secretario
general del Colegio de Socilogos Lic. Diego Moles.
Seguidamente el Director del Departamento de Sociologa hizo entrega de una
plaqueta recordatoria a quienes integraron por concurso el primer grupo de docentes
investigadores de la poca fundacional del Instituto de Ciencias Sociales (ICS), en esa
fecha an dentro de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Los homenajeados
fueron: Carlos Filgueira, Alfredo Errandonea, Csar Aguiar, Gernimo de Sierra, Jos
Petrucelli, Luis Gonzlez, Rosario Aguirre, Enrique Mazzei, Danilo Veiga, Gustavo Cosse, Jorge Mernies, Graciella Taglioretti y Liliana De Riz.
Finalmente, se dictaron tres conferencias magistrales a cargo de los profesores
Gernimo de Sierra (Uruguay), Liliana De Riz (Argentina) y Helgio Trindade (Brasil), analizando el contexto histrico del desarrollo de las ciencias sociales en el pas y en la
regin. A continuacin se presenta un resumen de dichas exposiciones.
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dinacin en la intervencin de UdelaR. Tal vez sea por eso que la poltica universitaria
en general, y el cogobierno en particular, con bro, nunca nos han resultado ajenos
El perfil de la carrera de Sociologa del plan 71, construido en esos aos, basado
fuertemente en los componentes tericos y metodolgicos de la disciplina, pasando
a travs de la incuestionable reforma del plan 92, pervive hasta hoy en el plan 2009.
La reforma del plan 92 con su incorporacin de los talleres de investigacin,
inspirados en los trabajos de taller de arquitectura y bellas artes, pero tambin en las
experiencias de laboratorios de las ciencias naturales, nos han incorporado la marca
pedaggica diferencial y decisiva para una ciencia observacional como la nuestra. Este
sello pedaggico y formativo, basado en la capacidad de creacin, recoleccin y anlisis de datos, de ejecucin de proyectos y de amplia base terico reflexiva, es admirado
y apreciado hasta el presente en todo el continente, por la versatilidad y competencias
de los graduados. Los aceptan en todos los programas de posgrado y en todos los
empleos.
La fundacin de la FCS en 1991 nos brind nuevas oportunidades de crecimiento;
con una nueva identidad, con un nuevo y moderno local, y con un nuevo presupuesto.
A partir de ello, el ex Instituto de Ciencias Sociales, ahora Departamento de
Sociologa, en colaboracin otras cuatro disciplinas organizadas en departamentos,
que respetaban y reconocan idoneidades y competencias, desarroll una nueva etapa
acadmica.
Primero con el nuevo plan de estudios que mencionamos en 1992, y actualmente
con el plan 2009, se ha sostenido un incremento promedio del nmero de graduados
de hasta 48 por ao.
Segundo, el incremento y consolidacin de la planta de funcionarios docentes e
investigadores, que ya llega a los 100 miembros entre todos los grados; y que como
principal rasgo exhibe una de las ms altas dotaciones de doctores y dedicaciones
totales de la Universidad.
Tercero, se impulsaron desde 1995 los posgrados. Se inici este proceso con
diplomas temticos. Desde 1999 se inici la Maestra en Sociologa, que ya tiene 10
ediciones, y ms de 100 graduados. Desde 2007 se inici una Maestra en Estudios del
Desarrollo en Amrica Latina en convenio con la Universidad Complutense de Madrid.
Y en 2005 se cre el doctorado en Sociologa, que tiene cuatro graduados y se abre
bianualmente con exigentes selecciones.
Cuarto, nada se hace solo, ni con la mera voluntad. La UdelaR impuls, en el
rectorado de Brovetto, la creacin de la FCS y la sostuvo. Pero tambin lo hizo la
Comisin Sectorial de Investigacin Cientfica (CSIC), que apoy desde entonces, con
muchos proyectos I+D el crecimiento de la investigacin, la asistencia a congresos, las
publicaciones, la invitacin de cientficos, en el DS, en escala nunca vista.
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Quinto, desde los aos noventa se desarrollaron los convenios con instituciones
pblicas y privadas, fundamentalmente nacionales y estatales, pero tambin extranjeras, que reconocieron el potencial del aporte disciplinario, ayudaron a consolidar la
investigacin y la presencia de la disciplina y la profesin.
Sexto, y muy importante para el presente, se lider en la presencia y experiencia
en el Interior del pas, desarrollando por varios aos la carrera de Sociologa, y fundando un Departamento de Ciencias Sociales, en la Regional Norte de la UdelaR en Salto.
Para finalizar, hoy la sociologa ofrece posgrados nacionales, con becas, frente
a los estudios en el exterior de otras pocas y sus sacrificios personales. Hoy ofrece
empleos pblicos y privados en gran escala frente a la cuasi reclusin acadmica de
otrora. Hoy se cuenta con congresos bianuales que reencuentran colegas, difunden
experiencias y conocimiento, y vigorizan la labor gremial de una profesin que avanza.
La Sociologa ha cambiado en 45 aos, sin dejar de tener el bro por la investigacin emprica y la reflexin comprometida con que se inaugur.
Muchas gracias.
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investigar y dar clases. Estbamos frente a un Instituto tensionado por el momento del
pas, estamos hablando de fines de los sesenta, cuando el pas comenzaba a crujir realmente. Entonces la investigacin era importante, pero tambin lo era la comunicacin.
Otro elemento a sealar es que se terminan los concursos a fines del 69, y en el
70 ya sale el primer nmero del Cuaderno de Ciencias Sociales como un elemento fundamental de someterse al juicio acadmico pblico. En ese momento lo que se quera
investigar y la discusin eran la crisis del pas, las clases sociales, el cambio social,
el contexto latinoamericano. Eso despus fue cambiando, pero se sigui produciendo
conocimiento, salvo el hueco que hubo con la dictadura. Entonces lo importante en
esto es que, por primera vez en la Universidad, los que enseaban sociologa eran
investigadores, y que la enseanza iba vinculada a la investigacin. Despus de la
dictadura la revista comenz a ser arbitrada y pas a llamarse Revista de Ciencias
Sociales; y luego, hace aproximadamente 10 aos que el Departamento de Sociologa
genera anualmente un seminario de uno, dos o tres das, de presentacin interna de
las investigaciones del ao de sus investigadores y eso genera un libro que se llama El
Uruguay desde la Sociologa. La cantidad no hace a la calidad necesariamente, pero s
a una concepcin del trabajo acadmico y a la responsabilidad social con ese trabajo:
producir, mostrar y ser criticado, porque si no se publica no se es criticado. Algunas
ramas de las Ciencias Bsicas, no sociales, no publican en revistas en castellano, en
cambio en las Ciencias Sociales s. Exponer en lengua castellana fue y es importante,
sin perjuicio de que se puede publicar esos trabajos en ingls, alemn, francs, y en un
futuro no muy lejano quizs tambin en mandarn.
Cabe sealar otro aspecto innovador de ese nuevo proyecto para la sociologa
en la UdelaR. No slo los que enseaban eran investigadores, sino que ya no se ense
ms con apuntes de clases del profesor sino leyendo los alumnos directamente a los diversos autores de la sociologa universal. Y para ello se instaur el sistema de fichas de
lectura, impresas y disponibles para todos los alumnos en tiempo real. Puede decirse
sin exagerar que se trataba de una pequea gran revolucin pedaggica, pero tambin
de nivel cientfico en los cursos.
Con la intervencin de la Universidad y la posterior reconstruccin democrtica,
muchos de los investigadores y docentes que se tuvieron que reconvertir como investigadores de otros institutos financiados desde el exterior como CIESU, CIEDUR, CINVE,
CLAEH, etc., regresaron a la Universidad; lo mismo muchos que tuvimos que salir del
pas y luego volvimos, aunque otros se quedaron. Esta continuidad importante del personal humano en el largo plazo explica en parte la acumulacin y continuidad cientfica
y la forma de trabajo que hoy muestra el Departamento de Sociologa.
Posteriormente, con la creacin de la Facultad de Ciencias Sociales por el Consejo Directivo Central, se da un paso estratgico hacia delante. A ese respecto quiero
mencionar aqu la actitud generosa de la Facultad de Derecho cuando se crea la nueva
Facultad, ya que contribuy en forma importante al traslado del Instituto de Ciencias
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mezcla de sociologa americana pero tambin de la teora social europea. Todo ese
volcn de cosas de pronto se interrumpe con la noche, la dictadura militar de Ongana,
y todo fue considerado pornografa y los socilogos eran mentes peligrosas.
Pero ac uno se encontraba con la posibilidad de reflexionar, de investigar, formar gente y formarse uno mismo. Yo vena antes de filosofa con la influencia de Mario
Bunge con el que trabaj, y encontr aqu un interlocutor valiossimo en el profesor
Mario Otero, de modo que fue un espacio privilegiado para poder pensar y para poder
trabajar, en eso el agradecimiento es enorme. Pero al mismo tiempo yo llegu al Uruguay de Pacheco Areco, de las medidas prontas de seguridad, de la muerte de Lber
Arce, de la guerrilla y de la crisis del Uruguay batllista, que ya vena desde el cincuenta.
De modo que aqu tambin se planteaba cmo las ciencias sociales podan ser un
instrumento til de cambio. En realidad en la Argentina la poltica en esa poca pasaba
por los libros y adems stos se vivan con un criterio poltico, porque la sociologa latinoamericana, de Germani, Casanova, Cardozo un poco despus, finalmente fue y se
inaugur como una Sociologa Poltica de respuestas a los problemas de cambio social.
As en este Instituto ramos pocos, se armaron los concursos, se organizaron los
programas de estudio; yo fui profesora, algunos de esos alumnos estn aqu. Alguien
que no est, y que fue particularmente un gran amigo a lo largo de los aos, y de una
inteligencia que yo siempre admir, es Csar Aguiar, el cual realmente su falta me parece que ha sido una prdida enorme para todos nosotros.
Miren esa experiencia en Uruguay, a pesar de la crisis del armazn batllista,
tan largamente estable, para nosotros era un mbito de libertad, a pesar del contexto
difcil. Yo codirig en el ICS una encuesta de opinin pblica, que an tengo en mi casa
y que deca que el 53% de los uruguayos de entonces pensaban que la democracia
estaba en riesgo, sin embargo decan que haba que protegerla. No haba esta ilusin
pro nasserista, ni tampoco esta fantasa de ejrcitos que iban a salvar de la crisis o, si
ustedes quieren resumirlo, no prevea la fantasa de la necesidad del camino autoritario
para el progreso social. El Uruguay que yo viv entonces, y sigue sindolo ahora, era un
pas de cercanas, como deca Real de Aza, y a pesar de la dificultad de la situacin,
tambin un pas de poltica de compromiso.
Pienso en esta evolucin, en la que no voy a abundar porque Gernimo la defini
muy bien, pienso en la continuidad del esfuerzo, los logros cientficos e institucionales.
Y hoy se puede decir Cuarenta y cinco aos, todos reunidos, reflexionando sobre lo
que fue. Contrariamente a la Argentina, que es un pas donde la discontinuidad de las
polticas pblicas atraves la discontinuidad de los eventos culturales, por eso all la
sociologa y en general la ciencia, siempre estuvo atravesada de conflictos muy traumticos. Yo vengo de un pas, estoy en un pas, donde lo que prima son movimientos
restauradores y revoluciones inconclusas, y sigue siendo vlida la frase de un gran
profesor mo, Jos Luis Romero, que deca: la Argentina tiene recursos naturales y
tiene pocos problemas sociales, a comienzos de los 60, pero en realidad carece de un
bien fundamental, es un bien escaso: la capacidad de coincidir. Y esto sigue siendo un
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sntoma que nos distingue, y sigue teniendo tensiones, y las viejas polmicas que bajo
distintos trminos se reeditan, que en mi poca eran los cientificistas contra los nacionales y populares, que se prolong todos los aos 60, realmente hoy no tiene sentido;
pero de todas maneras el campo est dividido y con falta de consensos. Por eso venir
aqu es realmente respirar un aire fresco, les agradezco mucho esta invitacin y eso es
todo lo que quera decir.