SAN ATANASIO
Discursos contra los arrianos
El Padre y el Hijo son Uno, pero son distintos:
Yo en el Padre, y el Padre en m. El Hijo est en el Padre, en cuanto podemos comprenderlo,
porque todo el ser del Hijo es cosa propia de la naturaleza del Padre, como el resplandor lo
es de la luz, y el arroyo de la fuente. As el que ve al Hijo ve lo que es propio del Padre, y
entiende que el ser del Hijo, proviniendo del Padre, est en el Padre. Asimismo el Padre est
en el Hijo, porque el Hijo es lo que es propio del Padre, a la manera como el sol est en su
resplandor, la mente est en la palabra, y la fuente en el arroyo. De esta suerte, el que
contempla al Hijo contempla lo que es propio de la naturaleza del Padre, y piensa que el
Padre est en el Hijo. Porque la forma y la divinidad del Padre es el ser del Hijo, y, por tanto,
el Hijo est en el Padre, y el Padre en el Hijo. Por esto con razn habiendo dicho primero Yo y
el Padre somos uno, aadi: Yo en el Padre y el Padre en m: as manifest la identidad de la
divinidad y la unidad de su naturaleza.
Sin embargo, son uno pero no a la manera con que una cosa he divide luego en dos, que no
son en realidad ms que una; ni tampoco como una cosa que tiene dos nombres, como si la
misma realidad en un momento fuera Padre y en otro momento Hijo. Esto es lo que pensaba
Sabelio, y fue condenado como hereje. Se trata de dos realidades, de suerte que el Padre es
Padre, y no es Hijo; y el Hijo es Hijo, y no es Padre. Pero su naturaleza es una, pues el
engendrado no es desemejante con respecto al que engendra, ya que es su imagen, y todo lo
que es del Padre es del Hijo. Por esto el Hijo no es otro dios, pues no es pensado fuera (del
Padre): de lo contrario, si la divinidad se concibiera fuera del Padre, habra sin duda muchos
dioses. El Hijo es otro en cuanto es engendrado, pero es el mismo en cuanto es Dios. El
Hijo y el Padre son una sola cosa en cuanto que tienen una misma naturaleza propia y
peculiar, por la identidad de la divinidad nica. Tambin el resplandor es luz, y no es algo
posterior al sol, ni una luz distinta, ni una participacin de l, sino simplemente algo
engendrado de l: ahora bien, una realidad as engendrada es necesariamente una nica luz
con el sol, y nadie dir que se trata de dos luces, aunque el sol y su resplandor sean dos
realidades: una es la luz del sol, que brilla por todas partes en su propio resplandor. As
tambin, la divinidad del Hijo es la del Padre, y por esto es indivisible de ella. Por esto Dios
es uno, y no hay otro fuera de l. Y siendo los dos uno, y nica su divinidad, se dice del Hijo
lo mismo que se dice del Padre, excepto el ser Padre.
(3, 3-4)
El Verbo, al hacerse hombre, diviniza a la humanidad:
Le dio un nombre que est sobre todo nombre. Esto no est escrito con referencia al Verbo en
cuanto tal, pues aun antes de que se hiciera hombre, el Verbo era adorado de los ngeles y de
toda la creacin a causa de lo que tena como herencia del Padre. En cambio s est escrito
por nosotros y en favor nuestro: Cristo, de la misma manera que en cuanto hombre muri
por nosotros, as tambin fue exaltado. De esta suerte est escrito que recibe en cuanto
hombre lo que tiene desde la eternidad en cuanto Dios, a fin de que nos alcance a nosotros
este don que le es otorgado. Porque el Verbo no sufri disminucin alguna al tomar carne, de
suerte que tuviera que buscar cmo adquirir algn don sino que al contrario, diviniz la
naturaleza en la cual se sumerga, haciendo con ello un mayor regalo al gnero humano. Y de
la misma manera que en cuanto Verbo y en cuanto que exista en la forma de Dios era
adorado desde siempre, as tambin, al hacerse hombre permaneciendo el mismo y
llamndose Jess, no tiene en menor medida a toda la creacin debajo de sus pies. A este
nombre se doblan para l todas las rodillas y confiesan que el hecho de que el Verbo se haya
hecho carne y est sometido a la muerte de la carne no implica nada indigno de su divinidad,
sino que todo es para gloria del Padre. Porque gloria del Padre es que pueda ser recobrado el
hombre que l haba hecho y haba perdido, y que el que estaba muerto resucite y se
convierta en templo de Dios. Las mismas potestades de los cielos, los ngeles y los
arcngeles, que le rendan adoracin desde siempre, le adoran ahora en el nombre de Jess,
el Seor: y esto es para nosotros una gracia y una exaltacin, porque el Hijo de Dios es ahora
adorado en cuanto que se ha hecho hombre, y las potestades de los cielos no se extraan de
que todos nosotros penetremos en lo que es su regin propia, viendo que tenemos un cuerpo
semejante al de aqul. Esto no hubiera sucedido si aquel que exista en forma de Dios no
hubiera tomado la forma de esclavo y se hubiera humillado hasta permitir que la muerte se
apoderara de su cuerpo. He aqu cmo lo que humanamente era tenido como una locura de
Dios en la cruz, se convirti en realidad en una cosa ms gloriosa para todos: porque en esto
est nuestra resurreccin.
(1, 42)
Carta a Epicteto
El Verbo tom de Mara un cuerpo semejante al nuestro:
El Verbo de Dios tom la descendencia de Abraham, como dice el Apstol; por eso deba ser
semejante en todo a sus hermanos, asumiendo un cuerpo semejante al nuestro. Por eso Mara
est verdaderamente presente en este misterio, porque de ella el Verbo asumi como propio
aquel cuerpo que ofreci por nosotros. La Escritura recuerda este nacimiento, diciendo: Lo
envolvi en paales: alaba los pechos que amamantaron al Seor y habla tambin del
sacrificio ofrecido por el nacimiento de este Primognito. Gabriel haba ya predicho esta
concepcin con palabras muy precisas; no dijo en efecto: Lo que nacer en ti, como si se
tratara de algo extrnseco, sino de ti, para indicar que el fruto de esta concepcin proceda de
Mara. El Verbo, al recibir nuestra condicin humana y al ofrecerla en sacrificio, la asumi en
su totalidad, y luego nos revisti a nosotros de lo que era propio de su persona, como lo
indica el Apstol: Esto corruptible tiene que vestirse de incorrupcin, y esto mortal tiene que
vestirse de inmortalidad.
Estas cosas no se realizaron de manera ficticia, como algunos pensaron lo que es
inadmisible, sino que hay que decir que el Salvador se hizo verdaderamente hombre y as
consigui la salvacin del hombre ntegro; pues esta nuestra salvacin en modo alguno fue
algo ficticio ni se limit a solo el cuerpo, sino que en el Verbo de Dios se realiz la salvacin
del hombre ntegro, es decir, del cuerpo y del alma.
Por lo tanto, el cuerpo que el Seor asumi de Mara era un verdadero cuerpo humano,
conforme lo atestiguan las Escrituras; verdadero, digo, porque fue un cuerpo igual al nuestro.
Pues Mara es nuestra hermana, ya que como todos nosotros es hija de Adn.
Lo que dice Juan: La Palabra se hizo carne, tiene un sentido parecido a lo que se encuentra en
una expresin similar de Pablo, que dice: Cristo se hizo maldicin por nosotros. Pues de la
unin ntima y estrecha del Verbo con el cuerpo humano se sigui un inmenso bien para el
cuerpo de los hombres, porque de mortal que era lleg a ser inmortal, de animal se convirti
en espiritual y, a pesar de que haba sido plasmado de tierra, lleg a traspasar las puertas del
cielo.
Pero hay que afirmar que la Trinidad, aun despus de que el Verbo tom cuerpo de Mara,
continu siendo siempre la Trinidad, sin admitir aumento ni disminucin; ella contina
siendo siempre perfecta y debe confesarse como un solo Dios en Trinidad, como lo confiesa
la Iglesia, al proclamar al Dios nico, Padre del Verbo.
(5-9)
BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Mircoles 20 de junio de 2007
Queridos hermanos y hermanas:
Continuando nuestro repaso de los grandes maestros de la Iglesia antigua, queremos centrar
hoy nuestra atencin en san Atanasio de Alejandra. Este autntico protagonista de la
tradicin cristiana, ya pocos aos despus de su muerte, fue aclamado como "la columna de
la Iglesia" por el gran telogo y obispo de Constantinopla san Gregorio Nacianceno
(Discursos 21, 26), y siempre ha sido considerado un modelo de ortodoxia, tanto en Oriente
como en Occidente.
Por tanto, no es casualidad que Gian Lorenzo Bernini colocara su estatua entre las de los
cuatro santos doctores de la Iglesia oriental y occidental juntamente con san Ambrosio, san
Juan Crisstomo y san Agustn, que en el maravilloso bside de la baslica vaticana rodean
la Ctedra de san Pedro.
San Atanasio fue, sin duda, uno de los Padres de la Iglesia antigua ms importantes y
venerados. Pero este gran santo es, sobre todo, el apasionado telogo de la encarnacin del
Logos, el Verbo de Dios que, como dice el prlogo del cuarto evangelio, "se hizo carne y puso
su morada entre nosotros" (Jn 1, 14).
Precisamente por este motivo san Atanasio fue tambin el ms importante y tenaz adversario
de la hereja arriana, que entonces era una amenaza para la fe en Cristo, reducido a una
criatura "intermedia" entre Dios y el hombre, segn una tendencia que se repite en la historia
y que tambin hoy existe de diferentes maneras.
Atanasio naci probablemente en Alejandra, en Egipto, hacia el ao 300; recibi una buena
educacin antes de convertirse en dicono y secretario del obispo de la metrpoli egipcia, san
Alejandro. El joven eclesistico, ntimo colaborador de su obispo, particip con l en el
concilio de Nicea, el primero de carcter ecumnico, convocado por el emperador
Constantino en mayo del ao 325 para asegurar la unidad de la Iglesia. As los Padres de
Nicea pudieron afrontar varias cuestiones, principalmente el grave problema originado
algunos aos antes por la predicacin de Arrio, un presbtero de Alejandra.
Este, con su teora, constitua una amenaza para la autntica fe en Cristo, declarando que el
Logos no era verdadero Dios, sino un Dios creado, un ser "intermedio" entre Dios y el
hombre; de este modo el verdadero Dios permaneca siempre inaccesible para nosotros. Los
obispos reunidos en Nicea respondieron redactando el "Smbolo de la fe" que, completado
ms tarde por el primer concilio de Constantinopla, ha quedado en la tradicin de las
diversas confesiones cristianas y en la liturgia como el Credo niceno-constantinopolitano.
En este texto fundamental, que expresa la fe de la Iglesia indivisa, y que todava recitamos
hoy todos los domingos en la celebracin eucarstica, aparece el trmino griego homoosios,
en latn consubstantialis: indica que el Hijo, el Logos, es "de la misma substancia" del Padre,
es Dios de Dios, es su substancia; as se subraya la plena divinidad del Hijo, que negaban los
arrianos.
Al morir el obispo san Alejandro, en el ao 328, san Atanasio pas a ser su sucesor como
obispo de Alejandra, e inmediatamente rechaz con decisin cualquier componenda con
respecto a las teoras arrianas condenadas por el concilio de Nicea. Su intransigencia, tenaz y
a veces muy dura, aunque necesaria, contra quienes se haban opuesto a su eleccin
episcopal y sobre todo contra los adversarios del Smbolo de Nicea, le provoc la implacable
hostilidad de los arrianos y de los filo-arrianos.
A pesar del resultado inequvoco del Concilio, que haba afirmado con claridad que el Hijo es
de la misma substancia del Padre, poco despus esas ideas errneas volvieron a prevalecer
en esa situacin, Arrio fue incluso rehabilitado y fueron sostenidas por motivos polticos
por el mismo emperador Constantino y despus por su hijo Constancio II. Este, al que le
preocupaban ms la unidad del Imperio y sus problemas polticos que la verdad teolgica,
quera politizar la fe, hacindola ms accesible, segn su punto de vista, a todos los sbditos
del Imperio.
As, la crisis arriana, que pareca haberse solucionado en Nicea, continu durante dcadas
con vicisitudes difciles y divisiones dolorosas en la Iglesia. Y en cinco ocasiones durante
treinta aos, entre 336 y 366 san Atanasio se vio obligado a abandonar su ciudad, pasando
diecisiete aos en el destierro y sufriendo por la fe. Pero durante sus ausencias forzadas de
Alejandra el obispo pudo sostener y difundir en Occidente, primero en Trveris y despus
en Roma, la fe de Nicea as como los ideales del monaquismo, abrazados en Egipto por el
gran eremita san Antonio, con una opcin de vida por la que san Atanasio siempre se sinti
atrado.
San Antonio, con su fuerza espiritual, era la persona ms importante que apoyaba la fe de
san Atanasio. Al volver definitivamente a su sede, el obispo de Alejandra pudo dedicarse a
la pacificacin religiosa y a la reorganizacin de las comunidades cristianas. Muri el 2 de
mayo del ao 373, da en el que celebramos su memoria litrgica.
La obra doctrinal ms famosa del santo obispo de Alejandra es el tratado Sobre la
encarnacin del Verbo, el Logos divino que se hizo carne, llegando a ser como nosotros, por
nuestra salvacin. En esta obra, san Atanasio afirma, con una frase que se ha hecho
justamente clebre, que el Verbo de Dios "se hizo hombre para que nosotros llegramos a ser
Dios; se hizo visible corporalmente para que nosotros tuviramos una idea del Padre
invisible, y soport la violencia de los hombres para que nosotros heredramos la
incorruptibilidad" (54, 3). Con su resurreccin, el Seor destruy la muerte como si fuera
"paja en el fuego" (8, 4). La idea fundamental de toda la lucha teolgica de san Atanasio era
precisamente la de que Dios es accesible. No es un Dios secundario, es el verdadero Dios, y a
travs de nuestra comunin con Cristo nosotros podemos unirnos realmente a Dios. l se ha
hecho realmente "Dios con nosotros".
Entre las dems obras de este gran Padre de la Iglesia, que en buena parte estn vinculadas a
las vicisitudes de la crisis arriana, podemos citar tambin las cuatro cartas que dirigi a su
amigo Serapin, obispo de Thmuis, sobre la divinidad del Espritu Santo, en las que esa
verdad se afirma con claridad, y unas treinta cartas "festivas", dirigidas al inicio de cada ao
a las Iglesias y a los monasterios de Egipto para indicar la fecha de la fiesta de Pascua, pero
sobre todo para consolidar los vnculos entre los fieles, reforzando su fe y preparndolos
para esa gran solemnidad.
Por ltimo, san Atanasio tambin es autor de textos de meditaciones sobre los Salmos, muy
difundidos desde entonces, y sobre todo de una obra que constituye el best seller de la
antigua literatura cristiana, la Vida de san Antonio, es decir, la biografa de san Antonio
abad, escrita poco despus de la muerte de este santo, precisamente mientras el obispo de
Alejandra, en el destierro, viva con los monjes del desierto egipcio. San Atanasio fue amigo
del grande eremita hasta el punto de que recibi una de las dos pieles de oveja que dej san
Antonio como herencia, junto con el manto que el mismo obispo de Alejandra le haba
regalado.
La biografa ejemplar de ese santo tan apreciado por la tradicin cristiana, que se hizo pronto
sumamente popular y fue traducida inmediatamente dos veces al latn y luego a varias
lenguas orientales, contribuy decisivamente a la difusin del monaquismo, tanto en Oriente
como en Occidente. En Trveris la lectura de este texto forma parte de una emotiva narracin
de la conversin de dos funcionarios imperiales que san Agustn incluye en las Confesiones
(VIII, 6, 15) como premisa para su misma conversin.
Por lo dems, el mismo san Atanasio muestra que tena clara conciencia de la influencia que
poda ejercer sobre el pueblo cristiano la figura ejemplar de san Antonio. En la conclusin de
esa obra escribe: "El hecho de que lleg a ser famoso en todas partes, de que encontr
admiracin universal y de que su prdida fue sentida aun por gente que nunca lo vio,
subraya su virtud y el amor que Dios le tena. Antonio gan renombre no por sus escritos ni
por sabidura de palabras ni por ninguna otra cosa, sino slo por su servicio a Dios. Y nadie
puede negar que esto es don de Dios. Cmo explicar, en efecto, que este hombre, que vivi
escondido en la montaa, fuera conocido en Espaa y Galia, en Roma y frica, sino por Dios,
que en todas partes da a conocer a los suyos, y que, ms an, le haba anunciado esto a
Antonio desde el principio? Pues aunque hagan sus obras en secreto y deseen permanecer en
la oscuridad, el Seor los muestra pblicamente como lmparas a todos los hombres, y as los
que oyen hablar de ellos pueden darse cuenta de que los mandamientos llevan a la
perfeccin, y entonces cobran valor para seguir la senda que conduce a la virtud" (Vida de
san Antonio, 93, 5-6).
S, hermanos y hermanas, tenemos muchos motivos para dar gracias a san Atanasio. Su vida,
como la de san Antonio y la de otros innumerables santos, nos muestra que "quien va hacia
Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos" (Deus caritas est,
42).