Naturaleza Intermediaria de La Retórica en Abelardo

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Que la retrica es considrada por Abelardo como arte menor, en comparacin a la dialcica no

es mayor misterio . Para esta ponencia, pretendo sin embargo, determinar el estatus de esta
disciplina para as revalorizarla en tanto espacio intermediario ; entre una interioridad pura
(anterior a la experiencia) y un pragmatismo exterior.
Comenzaremos con la nocin de ingenium ; nocin que aparece en el captulo III de la Historia
Calamitatum:
Me acerqu, pues, a este anciano, al cual un prolongado ejercicio de la
enseanza, ms bien que el ingenio o el saber, le haba dado renombre.
Pues, en verdad, si alguien con dudas sobre algn problema se acercaba a l,
al separarse ms dudoso se marchaba. (...) Cuando prenda su fuego llenaba
la casa de humo, pero no irradiaba luz en ella. Su rbol apareca todo lleno de
fronda a quien lo contemplaba desde la lejana, y estril a quien lo miraba de
cerca y con detencin.1
Abelardo relata ac su experiencia en la ctedra de Anselmo. Comenta cmo una palabra sin
ingenio (ingenium) resulta, al final, una palabra sin contenido, una palabra estril, una palabra
sin luz e incapaz de dar a luz. Poseer la palabras un discurso ( o sermo) - sin despus poder
responder a lo que ellas engendran ( o significatio) revela una falta de razonamiento y no puede
sino ser fatal para el pensamiento. No olvidemos que Abelardo, con su mtodo dialctico (la
quaestio), es uno de los precursores de lo que tiempo ms tarde devendr el mtodo
escolstico. El ingenio, podramos decir, encarna no slo el razonamiento o el saber en y de la
palabra, sino tambin la apropiacin de sta por quin la utiliza, la palabra como acto- accin es
una palabra con una dimensin performtica, portada por un cierto estilo o una
personalizacin del discurso. Lneas ms adelante el filsofo dir que poco a poco, debido a la
opacidad de la ctedra del maestro de Laon, comenzar a ausentarse de manera regular. Lo
anterior, de ningn modo sobretodo tratndose de estudios de teologa porque el
contenido de las clases no le interesara, sino precisamente por la falta de vivacidad, creatividad
y de movimiento en la palabra de Anselmo.
Ciertamente, el uso de la nocin de personalidad en un discurso, en este perodo, conlleva un
riesgo. Aludir a un sujeto, subjetividad, autora, propiedad y singularidad de la persona, es por lo
bajo, delicado, pues implica el esfuerzo (incluso, la obligacin) de pensar la figura de un sujeto
anterior a lo que hoy, tal vez apresuradamente, entendemos y reducimos al sujeto moderno.
A la luz de los estudios de Alain de Libera sostenemos que lo que podemos entender por sujeto
en el medioevo, en tanto aqul de la pregunta quin piensa no se encuentra alienado del
sujeto moderno, sino que hace parte de esa misma historia. Ese paso de lo pensado al
pensante, del objeto del pensamiento o del conocimiento a aqul que piensa y que conoce, del
objeto, al agente, del objeto al sujeto2, se encuentra ya presente en la edad media

1
P. Abelardo, Historia de mis Desventuras, Traduccin, notas y estudio preliminar por Jos Mara
Cigela, Centro Ed. De Amrica Latinam SA, Junin 981, Buenos Aires, 1983. pg.16

Al mismo tiempo y apoyndonos en el contexto histrico particular de la poca de Abelardo,


nuestra tesis sobre un cierto carcter del discurso, sobre la presencia de una persona detrs de
l, de una personalidad, no parece ni anacrnica ni riesgosa. En el siglo XII la educacin era
pagada; haba entonces un cierto mercado de las ideas, y por lo mismo, una competencia entre
maestros para interesar a su potencial clase. ste deba seducir o hacerse de un cierto renombre
para atraer y mantener en su ctedra a los alumnos, no slo por su objeto de estudio, sino que
tambin a travs de su propio acercamiento a l. A travs de su ingenio: aquella complexin
entre forma y contenido en un discurso de saber. Ingenio, que Agamben en la misma lnea,
insistiendo en la necesidad de engendrar, iluminar y dar a algo luz, llama genialidad (genius)3 y
Deleuze, a travs de la nocin de creacin, de desdoblamiento en la propia lengua, estilo4.
Dejando momentneamente esta introduccin a la retrica, comencemos situando el Trivium, el
lenguaje y el poder de la palabra en la filosofa abelardiana : lingua significa la gramtica: tropus
la retrica: ratio la dialctica.
El trvium es, en su mximo esplendor y cumpliendo su rol ms noble, la ms humana y divina
herramienta para la teologa en el pensamiento abelardiano. La relacin lenguaje y verdad, o
bien, lenguaje y verosimilitud, es fundamental para una filosofa a la que Jean Jolivet refiere
como una teologa/filosofa en el lenguaje; en y no del lenguaje5, entendiendo este como
forma unificada e institucin humana necesariamente ligada y subordinada - al pensamiento. El
pensamiento se manifiesta en y desde el lenguaje como potencia creativa, personal e
interpersonal ; tanto en su proceso cognitivo para la nominacin de las voces, la construccin de
un enunciado, de un sermo, su lectura, comprensin, significacin y finalmente, en el mejor de
los casos, su conocimiento.

A. de Libera, Archologie du sujet, Vol. 2, p. 397. Cf. A. de Libera, Dnomination extrinsque et


changement cambridgien. Elments pour une archologie mdivale de la subjectivit , en K. Emery Jr,
R. L. Friedman R. L., A. Speer (d.), Philosophy and Theology in the Long Middle Ages. A Tribute to
Stephen Brown, Brill, Leiden, 2011, p. 451-470 ; Id., Le direct et loblique : sur quelques aspects antiques
et mdivaux de la thorie brentanienne des relatifs , in A. Reboul (d.), Philosophical papers dedicated to
Kevin Mulligan, Genve, 2011. (Traduccin personal).

3
Genius. Les Latins nommaient Genius le dieu auquel chaque homme se trouve confi au moment
de sa naissance. Ltymologie est transparente et reste encore visible dans la proximit de gnie et
dengendrer. Que Genius ait eu quelque chose voir avec engendrer apparat dailleurs vident si lon
pense que pour les Latins lobjet gnial par excellence tait le lit : genialis lectus, parce que cest l que
saccomplit lacte de la gnration G. Agamben, Profanations, traducido del italiano por Martn Rueff,
Collection Rivages Poche/ Petite Bibliothque, Paris, Septembre 2006

4
Cf. G. Deleuze y C. Parnet, Dialogues, Flammarion, Paris, 2008, en S de Estilo. Ac se
elamora la teora del estilo como un creador de sintaxis, que trata su lengua como una lengua extranjera, un
creador de sintaxis y que trata en su propia lengua una lengua extranjera, y luego en T de tenis, se evoca
nuevamente la cuestin del estilo desde su oposicin a un jugador correcto; ganar un partido de tenis dir al
hablar, ser correcto, difiere radicalmente de ser un genio, de ser un creador de estilo.

5
J. Jolivet, Arts du langage et thologie chez Ablard, Les ditions du cerf, Paris, 1997p. 137

Debemos de leer a Abelardo como un filsofo analtico, literalmente analtico. El dialectico,


como su nombre lo indica, es y se construye como un lgico: separa lo verdadero de lo
aparente, analiza, diferencia, disuelve y mete en crisis por medio del razonamiento.
El campo de la verdad (con minscula) o Ratio, la dialctica.
La dialctica abelardiana se presenta como el mtodo necesario no slo para descubrir, mostrar
(y no demostrar) la fe, sino que tambin para defenderla. No para conocerla sino para
comprenderla. Sin ella es imposible resistir a los ataques de los herejes e infieles, de cerrarles la
boca confrontndolos con buenas razones6. El hombre, animal racional, no pudiendo
responder a los ataques contra la fe por medio del milagro, debe hacerlo con la palabra
dialctica7. La razn deviene as, su nico medio a travs del cual puede y debe derrumbar
aquellos sofismos, de apariencia a veces tan grande y verdadera, que no slo el simple sino
incluso el hombre instruido, se deja engaar.8 Es por eso que debemos persuadir al hereje con
razones y por el razonamiento; tomar el camino de la verdad lgica para poder adherir a la
Verdad teolgica.
La dialctica es representada en el Hortus Deliciarium9 (imagen del S.XII casi contempornea a
Abelardo) como una mujer que tiene la cabeza de un perro que ladra en su mano. Se lee: mis
argumentos se siguen con velocidad, tal como un perro ladrando. Las interpretaciones de la
figura del perro son diversas y abundantes : ste puede ser tambin entendido como un animal
a entrenar no olvidemos que Abelardo es, a la base, profesor cuestion que se ve reflejada en
el gesto de la otra mano de la figura, la mano que apuntando con el dedo en un gesto
demostrativo (aludiendo as a la demostracin lgica) adquiere un aire instructivo ; el perro
deviene as un animal domsticado y enseado para la caza10; el perro que logra discernir lo
verdadero de lo aparente. "Argumenta sino concurrere more canino" (permito que los

6
P. Abelardo, Invectiva, traduccin personal del latn.

7
P. Abelardo, De lUnit et la Trinit Divine, introduccin, traduccin y notes por J. Jolivet, Vrin,
Paris, 2001. p. 20.

8
P. Abelardo, Invectiva o Carta XIII Sunt enim multa sophismata(...) falsae conclusiones (...) ita
veras imitantes ut non solum tardos sed ingeniosos decipiant.

9
Hortus Deliciarium, Herrad of Landsberg (d. 1195)

10
"Nihil autem sagacius canibus; plus enim sensus ceteris animalibus habent""No hay nada ms
sabio que un perro; ellos tienen ms sentidos que cualquier otro animal" [Isidore 12:2.25-26] y en San
Basilio, Homila sobre el Gnesis El perro no es del todo inteligente, pero tiene un sentido que compensa
aquella falta. (9.84 D)

argumentos choquen o que se sigan los unos a los otros de una manera canina)11; un arte
sabueso.
Creo que nadie podra comprender plenamente aquellas cosas < la Verdad> a menos que
pasase sus noches a estudiar la filosofa y antes que todo, la dialctica12.
Si bien la predileccin por esta arte es evidente, las artes liberales, en el pensamiento
abelardiano deben entenderse no tanto como inscritas en una estructura jerrquica vertical
ascendente (lo que, sin embargo, no es del todo falso) sino que bajo una forma de
englobamiento: para poder llegar al campo de la verdad lgica la dialctica y as tocar la
Verdad (teolgica), es necesario antes dominar los estudios de la gramtica y retrica; pasar por
la construccin y la oratoria. Abelardo, citando a Agustn, dir que la philosophia no es vera sino
cuando ella se consagra a las ms altas cuestiones (de hac altissima philosophia13) sin por eso
presumir que en tanto hombres podemos alcanzar (poseer) la verdad.
En la mdula del pensamiento abelardiano, de su teologa en el lenguaje, encontramos la
presencia de una racionalidad benvola en y no separada de la fe. : Cristo quiere decir logos,
cristianos debe querer decir lgicos, y entonces la doctrina cristiana, lgica escribe Abelardo 14.
Tengamos en cuenta la fuerte influencia intelectual, racional y lingstica en la cuestin de la fe
en la filosofa de Abelardo, pues sta <la fe> se define como exestimatio, es decir, un juicio, una
adhesin voluntaria y deliberativa sobre las cosas invisibles que produce una conviccin
personal15.
En la Historia Calamitatum16, Abelardo afirma que basta tan slo con conocer (cognositur) las
escrituras los textos que nos son dados para poder penetrar su sentido. El uso de la palabra

11
El historiador de arte Ludwig Heinrich Heydenreich interpreta el animal en la mano de la mujer
animal como la una serpiente con la cabeza de un perro (hundekpfige Schlange). Evocando otras
interpretaciones de la figura de la dialctica, argumenta quemore canino, como gruir y ladrar (latralus)
puede ser ledo de buena y de mala manera (malam y bonam partem); tanto como fuerte y agresico,sin
educacin y sofstico, pero tambin como aludiendo al vigilante y atentivo orador que pelea valientemente
por la verdad en un duelo lgco (duellum logicae). Heydenreich, Ludwig Heinrich (1954): "Dialektik." In:
Reallexikon zur deutschen Kunstgeschichte 3, 67-110.

12
Traduccin personal de la Invectiva o Carta XIII.

13
. P. Abelardo, De lUnit et la Trinit Divines, p. 36.

14
M. Clanchy, en Journal of Ecclesiastical History n.41, Cambridge University Press, Cambridge,
1991, p. 63.

15
P. Abelardo, De Intellectibus 24, p. 43 : Sed differunt quod existimare credere est, et
existimatio idem quod credulitas siue fides

16

conocer en este contexto resulta capcioso si se entiende como objetivable pues sabemos
que la Verdad no es sino comprensible al hombre. Proponemos, as, reemplazar ese conocer
por un tener; basta entonces con tener, haber los textos para que podamos penetrar en
su sentido. Tener del latin habere , en su relacin con la posesin de un texto, resulta
especialmente clarificador para esta hermenutica abelardiana en la medida que nos vincula al
habitus latino. A la virtud moral o la virtud intelectual. Virtud que en abelardo, siguiendo a
aristteles se define como estado, una puesta en estado (dir Alain Boureau), intermedio entre
la potencia pura y el acto. Estado de saber que es ms un mdium, una luz dir Aristteles en De
Anima, para que algo de actual (energeia) aparezca, que el acto u objeto mismo17.
De este modo, tener las letras, poseerlas o haberlas en habitus resulta particularmente til y
preciso como modo de comprender la relacin del sujeto con el texto ; nos muestra un haber
que no pretende objetivar, cosificar, finiquitar o detener.
Roberto Bolao escribir, siglos ms tarde una frase que apunta directamente al rol de la
escritura y el lenguaje en la filosofa /teologa abelardiana: Comprendieron que un libro era un
laberinto y un desierto. Que lo ms importante era leer y viajar, tal vez la misma cosa, sin
detenerse nunca18
Abelardo, el peripattico del Pallet, no slo amerita ese apodo en tanto discpulo del filsofo,
Aristteles, sino tambin debido a la importancia que tiene la bsqueda y as la duda- en el
pensamiento en movimiento, en la misma nocin de dialctica, de la filosofa abelardiana.
El libro es, en efecto, en las palabras de Bolao, un viaje, pues es una experiencia en la cual nos
involucramos (involucrum y la dimensin mtica que este concepto implica) y la que
absorbemos. Los textos son, al mismo tiempo: un laberinto y un desierto pues la escritura nos
confronta a nuestra potencia y a nuestras limitaciones.
La gramtica, lingua o la que ayuda al habla, nos sita en el dominio de las normas en la
composicin de una frase, en el nivel de la congruencia. Disciplina que vendr necesariamente
antes de la correcta atribucin de los predicados y que entonces se sita, temporalmente,
primera respecto a la dialctica, pero segunda en dignidad.
La gramtica piensa la palabra y ayuda as al habla ; la palabra es aquella que se encuentra
detrs de la comprensin y la comprensin es el modo de tocar la Verdad.

P. Abelardo, Historia Calamitatum, Cap 3 () saluberrimum quidem huius lectionis esse studium
ubi salusbvanimaeb cognoscitur, sed me uehementer mirari quod his qui litterari sunt ad expositiones
sanctorum intelligendas ipsa eorum scripta uel glosase non sufficiunt, ut alio scilicet non egeant
magisterio.

17
As pues, existe un intelecto que es capaz de 15 llegar a ser todas las cosas y otro capaz de hacerlas
todas; este ltimo es a manera de una disposicin habitual como, por ejemplo, la luz: tambin la luz hace en
cierto modo de los colores en potencia colores en acto. Aristteles, Acerca del Alma, III, 4, 430a18-20
Introduccin, traduccin y notas de Toms Calvo Martnez, Biblioteca Bscia Gredos, Madrid, 2010.

18
Bolao, Roberto, Los sinsabores del verdadero polica, Anagrama, Barceloma, 2011, p. 146

El lenguaje y la palabra como medio de transmisin, es portador de dos caras: adhiere a la vez a
las cosas (res) y al pensamiento.19 Los nombres y los verbos significan las cosas constituyendo as
una inteleccin ; designando una inteleccin de aqul que habla en aquello que la palabra
manifiesta a un auditor produciendo en l una inteleccin similar (similitudo).20 Este punto es
fundamental a la filosofa abelardiana, pues es a travs de la idea de engendrar en el espritu
del otro un smil (definicin de significacin signifciatio ) como cuestin gramtico-lgica y
cognitiva que el filsofo defendera un no realismo (de los universales), y que nosotros podremos
dar el paso hacia la retrica.
Si una palabra significa (como emisin o sonido) es que en ella, algo se sobrepone a su
dimensin fsica, ese algo siendo precisamente su funcin significativa. Abelardo distingue as
una capa fsica y una capa significativa de las palabras: un aspecto material y un aspecto como
significacin, una exterioridad y una interioridad, una materialidad y una inmaterialidad
(materia voci y vox significativa o sermo).
La gramtica es representada en el Hortus Deliciarium como una mujer que tiene en una mano
una varga (instrumento de castigo) y en la otra un libro, es correctiva y normativa. Se lee: a
travs mo, todos pueden aprender qu son las palabras, las slabas y las letras. La letra con
sangre entra diramos popularmente.
Utilizaremos la cuestin de la significacin y su dimensin interpersonal para entrar de lleno a la
retrica, la que si bien parece haberse suspendido momentneamente de la presente reflexin,
no ha hecho sino que manifestarse de modo indirecto, cuestin que explicitaremos en esta
tercera y ltima parte.
Retrica, tropus o la que colorea las palabras
Tres son los ejes que nos han conducido a la retrica : la persuasin (dialctica), el habitus
(tener la letras) y la significacin (gramtica).
En el Hortus Deliciarium la retrica se representa con una tableta en una mano y un stilus o lpiz
en la otra. Su texto dice: gracias a m, orgulloso orador, tu discurso se fortalecer. Desde esta
cita, nos interesaremos precisamente en el carcter amplificador y potenciador de la retrica
como herramienta en el campo de la fe. Dicho de otro modo, revisaremos la relacin entre la
Verdad del discurso, la forma de esa Verdad y la funcionalidad de ste (el discurso). La retrica
nos permite hacernos la pregunta no slo de la persuasin del hereje, es decir, sobre el rol y el
deber de la difusin, desde la comprensin, de la Palabra, sino que tambin sienta las bases
para pensar el estatus de lo exterior en una teologa tica e intelectualista como aquella de
Abelardo.
Las alusiones a una retrica en el corpus del medieval (y en general durante este perodo) son
escazas; no existe una tal obra abelardiana propiamente, cuestin que no por eso supone que
19
J. Jolivet, Arts du langage et thologie chez Ablard, p.172

20
P. Abelardo, Sup. Porph. 26-301,1 (traduccin personal)

una teora acerca de sta es inexistente. Para estudiarla tomaremos dos vas: la pensaremos
desde su condicin de herramienta y desde el sujeto que la pone en marcha, es decir, el
retrico.
En la Teologa Cristiana (III), defendiendo un no realismo - encontramos la siguiente alusin La
persona puede comprenderse de 3 maneras y tal vez 4 maneras distintas - tal como es
considerada por los telogos, los gramticos, los retricos, y hay tambin una persona para el
actor .21 Aliter aliter aliter como tambin para; curiosa frmula la utilizada por Abelardo.
Distintas acepciones de la nocin de persona aparecen de acuerdo a quin las concibe: la
persona para el telogo (las personas trinitarias), la persona gramatical (yo, t, l), la persona
para el retrico, como tambin para el actor.
De esta cita nos interesa particularmente la relacin de la persona del retrico y la curiosa
aparicin del actor. La frase no es del todo clara : tanto la persona del telogo como la persona
del gramtico aparecen como objetos de ambas disciplinas, mientras que la persona para el
retrico y para el actor parecen aludir a ellos mismos ; la persona es el sujeto y no el objeto de
su disciplina : orador y actor.
Hay ac una intencin de relacionar la retrica al arte de la comedia? E incluso es la persona
del retrico la misma (o smil) a aquella del actor?
Partiendo desde esta primera distincin (objeto/sujeto) y con los argumentos a desarrollar a
continuacin, creemos, sin ningn misterio, que s. Desde la nocin de persona, hay, en efecto,
un vnculo ntimo entre el retrico y el actor en tanto este ltimo se define como un hombre
quien, a travs de sus gestos <nos> representa ciertos hechos y dichos para producir algn
efecto.
Persona, viniendo del griego prospon es literalmente aquel que se presenta ante , viene
de o viene a la vista (pros-opon); la mscara del actor. El actor encarna el destino de un
personaje, a quien le presta su voz a travs de una mscara22. Ms tarde, en el mundo latino, la
palabra persona toma la significacin de la mscara misma, utilizada por el actor), la nocin,
derivando en personare y que quiere decir, resonar, retener y que designa la mscara equipada
de un dispositivo para servir de porta voz.
El actor, dice Abelardo, es la persona, es la persona en personaje : es aquel que representa
acciones y palabras a travs de gestos, es aqul que aparece y que interpreta un rol mediante
un dispositivo para modificar, cambiar el curso de algn personaje o algn relato; un agente
afectivo y efectivo. Retengamos entonces los siguientes aspecto fundacionales de esta figura: lo
performativo, expresivo, conmovedor y la mscara (dispositivo).
21
P. Ablard, Theologia Christiana (TC), 3.181. (Traduccin personal) Tribus itaque seu quatuor
modis ac pluribus fortassis hoc nomen 'persona' sumitur, aliter uidelicet a theologis, aliter a grammaticis,
aliter a rhetoricis uel in comoediis, ut supra determinatum est.

22
G. Gaillard, Rhtorique franaise lusage des jeunes demoiselles, Saugrain, Paris, 1787, en De
la prospope , p.360

En las primera Glosas leemos que la gramtica y retrica estn al servicio de la dialctica, al
campo de la verdad, puesto que el dominio de la inferencia formal o dialctica, a diferencia de la
inferencia material o retrica, viene de una relacin perfecta y ajena a la naturaleza. De esta
distincin, Abelardo formula una definicin del arte retrico que se concentra ms en su
carcter instrumental que sobre la cuestin de la verdad o falsedad del discurso que ella forma;
de hecho, la retrica existe principalmente para persuadir, para conmover (commovere) y para
producir (trahere) en las disposiciones (affectus) de una persona algo a desear o a rechazar.
La retrica, como herramienta, debe entenderse como una disciplina que se sita en el mbito
de lo no-necesario; expuesta a la contingencia, teniendo por objeto las afecciones las
apariencias y no la verdad.
Esta flexibilidad del discurso retrico que no conoce verdad, esta permisividad, podramos
decir, no debemos entenderla o condenarla moralmente a una mera limitacin; ella da pie a
diversas herramientas linguisticas de alta repercusin en el pensamiento abelardiano, entre
ellas la translatio. Figura de especial relevancia pues explicita el estatus significativo,
institucional y subjetivo del lenguaje.
La traslatio, figura o trope designa el hecho de tomar una palabra en un sentido que no es el
propio con el fin de ornamentar un discurso o debido a que no se dispone de otro trmino
justo para designar una cosa. Una suerte de transferencia en la que la figura se opone a la
propietas. El sentido de la frase es as comprendido con una relativa independencia de las
palabras que lo constituyen, en la medida que stas no significan ni por imposicin ni por
naturaleza, sino otramente23, subjetivamente podramos decir.
Los tropes manifiestan, es decir, hacen aparecer una tercera esfera entre aquella de las cosas y
la de las palabras; una esfera del orden de la creencia en al medida que una expresin
figurada, una traslatio depende necesariamente del hecho de creer que aquello que hay en las
palabras no es una simple traduccin de lo que hay en las cosas. La transaltio pasa por el
pensamiento y conlleva un juicio, ya sea por la eleccin personal de la palabra, ya sea en la
ornamentacin del discurso, visibilizando que es el espritu del retrico quien se presenta, en
primera instancia, ante su receptor y an ms, ante el espritu del ltimo : la risa del auditor no
est en las cosas, sino en el espritu del poeta24 dir Abelardo. Se hace evidente, aqu, la
relacin entre persona teatral (pros-opon, ante la visin de) y aquella del retrico, lo que
confirma nuestra interpretacin de la cita inicial. Tanto el actor como personaje, como el
retrico en tanto hombre de mundo o substancia racional de la naturaleza 25 pertenecen
a la contingencia con el objeto de afectar a un otro a travs de un apariencia (personaje y
dispositivo).
23
P. Abelardo, Sup. Porph. 339, 26-28 (traduccin personal)

24
Ibid.

25
P. Abelardo, Teologa Cristiana 3.181 (traduccin personal)

Por otro lado, el trope como herramienta clave de la retrica se acerca, al menos como analoga,
a ese doble modo de entender la palabra (como vox y sermo o funcin significativa) presente en
la disciplina lgico-gramtica, pues recordemos que significar quiere decir engendrar en el
espritu del otro un smil de la propia inteleccin. En ambos casos una transferencia, una interpersonalidad intelectual en el caso de la significacin y afectiva en aqul de la retrica ha
lugar.
La traslatio constata, a su vez, que la lnea unificadora entre lenguaje y mundo no es ni recta ni
continua, sino que, en su trazo, a mitad de camino se encuentra con la esfera de la inteleccin,
pues para llegar a la cosas, hay que atravesar el espritu. El trope deviene as un doble testigo de
la naturaleza de lenguaje: testifica tanto su indigencia (pues necesita de herramientas para
remediar sus faltas) como de sus capacidades, ya que es en el lenguaje mismo donde
encontramos tal remedio.
Vemos as como la retrica, la que pensbamos poder definir como herramienta purificada (y a
la vez maldecida) de todo contenido, es decir como pura forma a aplicar, debe ser repensada a
lo menos inscrita en el pensamiento abelardiano tambin como portadora de una dimensin
potica, creativa y por lo mismo necesariamente vinculada a la persona detrs de ella: al
retrico y su espritu. La capacidad de conmover, es decir, de cambiar la disposicin del receptor
mediante una herramienta (por ms no-necesaria y mundana que esta sea), dota de una
cierta potencia noble a este arte. Potencia (o posible) nobleza que en manos del anti-dialctico
o sofista (el enemigo principal de Pedro Abelardo) deviene nociva, pero, contrariamente, en
manos del dialctico (es decir del retrico que es a su vez un dialctico) alcanza su ms alto
estado.
Desde la idea de cambio de disposicin (affectus) intentaremos, finalmente, explicitar la
condicin compleja y mixta de la retrica; ella es intermedia vinculando una herramienta
exterior con un contenido interior y ella es medium la retrica amplifica y permite que algo
aparezca , tal como el habitus. Volvamos entonces al intitulado inicial de esta tercera y ltima
parte: retrica, tropus o la que colorea las palabras.
Sin olvidar el origen natural y no necesario de la retrica, Abelardo, en sus trabajo ms
tardos (especficamente en Commentaria in Epistolam Paul ad Romanos26) reconduce este arte
y as lo revaloriza a una cuestin teolgica. La estructura de la retrica se ve modificada una
vez que ella se dirige hacia un buen fin. El retrico debe conocer el bien, debe adherir a la
voluntad de Dios para poder dirigirse hacia l, de modo que su mscara o persona ya no pueda
separarse su persona como sujeto agente. El retrico, en teologa, ES lo que hace: como si el
dispositivo deviniese persona al mismo tiempo que la persona dispositivo, el retrico en servicio
de la Verdad deviene instrumento de Dios.

26
P. Abelardo Commentaria in Epistolam Pauli ad Romanos ed. E.M. Buytaert, CCCM 11
(Turnhout 1969)

Toda Escritura es un discurso retrico que no tiene, solamente un objetivo pedaggico sino que
tambin de exhortacin27 dice Abelardo. Son estas exhortaciones (admonitiones) y el
exemplum (relatos breves construidos con el fin de conducir a un modelo de comportamiento
moral), que dirigen nuestro deseo (voluntas) hacia un bien. La retrica fija as un objetivo : ella
se dirige (attendendi) hacia un horizonte especfico, hacia un Bien Supremo.
Los asuntos retricos se expanden an ms, este arte concierne: la persuasin, el modo de
hacerlo, el espritu del autor, el espritu del auditor, la relacin entre ambos, el gnero utilizado
para hacerlo y el horizonte hacia donde este discurso se dirige. Diversos son las maneras de
persuadir a travs del discurso y diversos tambin sus fines.
Existe una expresin coloquial en nuestra lengua que dice de manera sorprendentemente justa
lo que la retrica significa en Abelardo: ponerle color a. Frmula que no se usa para agregar
un nuevo elemento en la existencia, sino que el color se le pone algo prexistente. Ponerle color
a algo quiere decir exagerar tal cosa. El color as, amplifica y resalta el carcter ya dado de algn
elemento, lo subraya lo amplifica lo sobredimensiona.
El color en el lenguaje, al igual que la traslatio, se presenta como un elemento externo e
innecesario. La verdad no necesita del color para ser verdadera, pero el color tampoco le quita
veracidad. El color es accidental y prescindible, sin embargo, no por eso intil. Al contrario, si
algo es propio al ponerle color es su utilidad; una utilidad accesoria, dir Abelardo, citando a
cicern pero utilidad al fin. La decoracin, tanto en una catedral como en una Escritura no es en
absoluto necesaria; ella slo amplifica (amplificatio) eso que ya debera estar ah.28 De distinguir
el dominio de la retrica de aquel de la moral (sin por tanto separarlos completamente)
habramos de decir que la retrica se construye a travs de acciones (externas) y la moral (la
teologa, el bien y la verdad) lo hace a travs de actos intencionales (internos) caracterizados por
la deliberacin.
No queremos sin embargo terminar esta ponencia con la idea de que la retrica est al final de
cuentas, a pesar de sus esfuerzos, condenada de una exterioridad y prescindibilidad absoluta.
Tampoco pretendemos postular, por el otro lado, que ella alcanza una profundidad y una
interioridad parecida a aquella de la dialctica. Nuestra intencin es ms bien, de subrayar su
estatus intermedio y complejo (mixto) estatus de todo fenmeno social, corporal y externo,
dicho sea de paso, en la filosofa de Abelardo . La predileccin por la pureza de la experiencia
es evidente, sin embargo la presencia, inevitable, del cuerpo, ya sea en los afectos como en el
conocimiento lo es igualmente ; tal conflicto se respira a travs de toda su obra.
Tomemos el ejemplo del rito en el texto Collationes. En el primer dilogo entre el judo y el
filsofo se critica el aspecto legalista, ritual, es decir carnal y exterior de la religin juda. El
filsofo quien postula una fe (razn natural) exclusivamente interior, reprocha el gran valor
orotgado a lo ritual en el judasmo argumentando que la verdadera adhesin a una creencia y la
27
P. Abelardo, Sup. Por. 339, 26-28 en Logica Ingredientibus.

28
Ciceron, De Inventione (II.56.168-9) William Heienemann, LTD London, 1968.

salvacin del alma nada tienen que ver con, por ejemplo la circuncisin o la prohibicin
alimenticia. El judo, por su lado dir que el rito sirve como agente de agregacin, de adhesin a
una comunidad, cuestin fundamental para una secta de fe29. He ah los dos extremos del
asunto. Maestro Pedro, quien no es encarnado por ninguno de los personajes completamente,
s se acerca y deambula entre el cristiano y el filsofo. No obstante, y precisamente respecto a
este punto, Abelardo tendera a tomar una posicin, si bien bastante prxima a aquella del
filsofo, que no que reniega ni rechaza de manera absoluta la posicin del judo. El rito s tiene
un tipo de valor, a saber: el aspecto social, expansivo, comunitario y de cohesin. De cierto
modo, tal como la retrica, en nada toca el rito a la verdad de la fe, pero en nada, tampoco, la
destruye. Ella, en el mejor de los casos la amplifica deviniendo la vez, herramiento y mdium.
Finalmente, siguiendo esta lnea y para terminar, permitmonos volver sobre la cuestin del
habitus y su relacin con la retrica. Este arte del lenguaje se relaciona de manera anloga a las
virtudes (entendiendo sta como habitus en la teora lgica/tica abelardiana). El discurso bello,
la apariencia, las exempla y las exhortaciones no se constituyen en s mismas como actos
morales, es decir no se entienden como actos internos e intencionales, sino que desde su
condicin, simultneamente, exterior pero capaz de entrar hacia el interior de un sujeto,
permiten que, desde la amplificacin de algo que se encontraba ya ah - una percepcin confusa
de la verdad, podramos decir - ste <el sujeto> se conduzca a un estado estable de virtud y de
conocimiento. Estado o habitus que de igual manera, no siendo en s mismo un acto, pues no
hay nada de actual (energeia) en el habitus, ste se presenta como la ocasin, la condicin de
posibilidad para la buena intencin o el acto moral. La retrica amplifica y en esa amplificacin
ilumina, colorea, estabilizando as las disposiciones que luego darn pie a la accin moral de la
persona tica: la persona del acto moral. Desde esa perspectiva, considerando la retrica en su
vnculo con el habitus, y entonces con esta suerte de condicin de posibilidad del acto moral
siempre asumiendo el carcter complejo, carnal y utilitario de esta disciplina lejos estamos de
encontrarnos en presencia de un arte menor. El buen uso de la retrica, la persuasin en pos de
la comprensin de la sagrada escritura, implica al retrico y el retrico al dialctico. En ese
sentido y volviendo a Jolivet, las artes del lenguaje en Abelardo no pueden sino ser
comprendidas en tanto convergentes a una disciplina unificada del lenguaje ; un lenguaje que
despierta tanto nuestra divinidad como nuestra particularidad humana : nuestra personalidad.

29
Cfr. P. Abelardo, Collationes 13

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