Desenredando El Materialismo Cientifico
Desenredando El Materialismo Cientifico
Desenredando El Materialismo Cientifico
En un ensayo retrospectivo sobre Carl Sagan en New York Review of Books del 9 de
enero de 1997, el Profesor de genética de Harvard Richard Lewontin comenta cómo
conoció por primera vez a Sagan en un debate público en Arkansas en 1964. Los
dos jóvenes científicos habían sido persuadidos por sus colegas mayores de ir a
Little Rock a debatir el lado afirmativo de la pregunta: “RESUELTO, que la teoría de
la evolución es tan probada como el hecho de que la tierra gira alrededor del sol”.
Su mayor oponente era un profesor de biología de una universidad
fundamentalista, con un doctorado en Zoología de la Universidad de Texas.
Lewontin no da detalles del debate, excepto para decir que “a pesar de nuestros
argumentos absolutamente convincentes, el público, inexplicablemente, votó por la
oposición”.
Claro, Lewontin y Sagan atribuyeron el voto al prejuicio del público en favor del
creacionismo. No obstante, la resolución fue enmarcada de manera tal que el lado
afirmativo debía haber perdido incluso si el jurado hubiera estado compuesto por
profesores de filosofía del Ivy League. ¿Cómo se puede “probar” la teoría de la
evolución concebiblemente al mismo nivel que “el hecho de que la tierra gira
alrededor del sol”? El último es una característica observable de la realidad
presente, mientras que el primero trata principalmente con eventos del pasado
lejano que no se repiten. La comparación apropiada sería entre la teoría de la
evolución y la teoría aceptada del origen del sistema solar.
A pesar que Lewontin quiere que el público acepte la ciencia como la única fuente
de la verdad, él admite libremente que la ciencia misma no está libre de las
tonteras que Sagan encontraba con frecuencia en la seudociencia. Como ejemplo,
él cita tres científicos influyentes quienes son particularmente exitosos escribiendo
para el público: E.O. Wilson, Richard Dawkins y Lewis Thomas, cada uno de los
cuales ha puesto aseveraciones no confirmadas y declaraciones imprecisas en el
mismo centro de las historias que han vendido en el mercado. La Sociobiology y On
Human Nature de Wilson descansan en la superficie de un pantano tembloroso de
declaraciones no sostenidas sobre la determinación genética de todo, desde el
altruismo hasta la xenofobia. Las vulgarizaciones de Dawkins del Darwinismo
hablan de nada en la evolución excepto de una inexorable ascendencia de genes
que son selectivamente superiores, mientras que todo el cuerpo de avance técnico
en genéticas evolutivas experimentales y teóricas de los últimos cincuenta años se
ha movido dirigido a enfatizar las fuerzas no selectivas de la evolución. Thomas, en
varios ensayos, promovió el éxito de la medicina científica moderna en eliminar la
muerte como una de las enfermedades, mientras que las incuestionables
recopilaciones estadísticas en mortalidad demuestran que en Europa y América del
Norte las enfermedades infecciosas… habían dejado de ser las causas principales de
la mortalidad durante las primeras décadas del siglo veinte.
Es por esto también que a los neo-darwinianos como Richard Dawkins no les
preocupa la Explosión Cámbrica, en la que todos los grupos de animales
invertebrados aparecen repentinamente y sin un ancestro identificable. No importa
lo que los registros de fósiles puedan sugerir, esos animales cámbricos tenían que
desarrollarse de maneras neo-darwinianas aceptadas, o sea mediante procesos
materiales que no requieran una dirección inteligente o una intervención
sobrenatural. La filosofía materialista no demanda menos. Es por esto que Niles
Eldredge, examinando la falta de evidencia para las transformaciones
macroevolutivas en el abundante registro de fósiles de marinos invertebrados,
puede observar que “la evolución siempre parece suceder en otro lugar,” y
entonces se describe a sí mismo en la página siguiente como un “neo-darwiniano
apriorista”. Finalmente, por eso es que los darwinianos no toman en serio a los
críticos de la evolución materialista, pero en cambio especulan sobre “agendas
escondidas” y recurren de inmediato a ridiculizar. En sus mentes, cuestionar el
materialismo es cuestionar la realidad. Todos estos puntos específicos son
ilustraciones de lo que significa decir que “nosotros” tenemos un compromiso
previo con el materialismo.
Uno de esos críticos, que porta unas credenciales científicas impecables, es Michael
Behe, quien argumenta que los sistemas moleculares complejos (tales como el
flagelo bacterial y protozoario, el sistema inmune, la coagulación de la sangre y el
transporte celular) son “irreduciblemente complejos”. Esto significa que los
sistemas incorporan elementos que interactúan unos con otros en maneras tan
complejas que es imposible describir mecanismos darwinianos detallados y
probables para su evolución. No importa por ahora si usted cree que el argumento
de Behe puede prevalecer sobre la oposición sostenida por los materialistas. La
contienda principal no es sobre quién va a ganar, sino sobre si el debate puede
incluso comenzarse. Si sabemos previamente que el materialismo es cierto,
entonces la evidencia contraria debe estar propiamente bajo la alformbra, donde
siempre se le ha barrido.
Lewontin es brillantemente intuitivo, pero demasiado honesto como para ser tan
buen manipulador como su colega de Harvard Stephen Jay Gould. Gould demuestra
tanto su talento como su falta de escrúpulos en un ensayo de la edición de marzo
de 1997 del Natural History, titulado “Nonoverlapping Magisteria” (“Magisterios No
Sobrelapados”) y subtitulado “La ciencia y la religión no se oponen entre sí, ya que
sus enseñanzas ocupan dominios claramente diferentes”. Con un subtítulo como
ése, puede estar seguro que Gould quiere asegurarle al público que la evolución no
lleva a ninguna conclusión alarmante. Fiel a su manera de ser, Gould insiste que los
únicos que están en desacuerdo con la evolución son “los protestantes
fundamentalistas que creen que cada palabra de la Biblia debe ser literalmente
cierta”. Gould también insiste que la evolución (nunca define la palabra) es “tanto
cierta como completamente compatible con la creencia cristiana”. Gould está
familiarizado con la oposición no literalista al naturalismo evolucionista, pero niega
débilmente que tal fenómeno exista. Incluso cita una carta escrita al New York
Times en respuesta a un ensayo “op-ed” escrito por Michael Behe, sin revelar el
contexto. Usted puede hacer cosas como esa cuando sabe que la prensa no le va a
pedir cuentas.
Conclusión Ir arriba
El debate sobre la creación y la evolución no es un callejón sin salida. Los
propagandistas como Gould intentan dar la impresión de que nada ha cambiado,
pero los ensayos como el de Lewontin y libros como el de Behe demuestran que los
pensadores honestos en ambos lados están cercanos a un acuerdo sobre la
redefinición del conflicto. El literalismo bíblico no es el tema en cuestión. El tema en
cuestión es si el materialismo y la racionalidad son la misma cosa. El Darwinismo se
basa en un compromiso previo con el materialismo, no en una evaluación
filosóficamente neutral de la evidencia. Separe la filosofía de la ciencia, y la
orgullosa torre se colapsa. Cuando el público entienda esto claramente, el
Darwinismo de Lewontin comenzará a salir fuera del currículo de la ciencia hacia el
departamento de historia intelectual, donde puede coger polvo al lado del marxismo
de Lewontin.
Phillip E. Johnson es profesor de leyes en la Universidad de California en Berkeley y
es autor, más recientemente, de Defeating Darwinism by Opening Minds
(InterVarsity Press).
Fuente bibliografica
http://www.menteabierta.org/html/articulos/ar_desenredandomatcientif.htm