Eides 38, Pedro Closa, Jesuita y Gitano - Jesús Renau Manén, SJ

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PEDRO CLOSA
Jesuita y Gitano

Jess Renau Mann s.j.

INTRODUCCIN
1. UN AUTNTICO GITANO
2. GRANADA
3. PEDRO EN CIJA4. EL ARTISTA
5. UN HOMBRE DE DIOS, UN MSTICO
6. LAS LUCHAS SOCIALES
7. PASIN Y MUERTE
8. PEDRO VIVE
9. A MODO DE CONCLUSIN

Quisiera agradecer a todos los que me han prestado su colaboracin,


de modo especial a Mara Armada, Adolfo Chrcoles, Josep M
Paella, Xavier Melloni, Ignasi Vila y a las familias gitanas de
Granada, Sevilla y cija que nos abrieron las puertas de su casa y de
su corazn.

INTRODUCCIN

Al terminar de cenar, Pedro Arrupe le dijo a Pedro Closa si podan seguir la conversacin
en su despacho. Uno era el P. General de la Compaa de Jess; el otro, un jesuita que se
haba hecho gitano andaluz. Entre los dos se estableci una corriente de profunda simpata.
Aquella noche romana, en la casa central de los jesuitas, aquellos dos compaeros
hablaron tres horas seguidas. Nada ha trascendido de dicho encuentro, si no es el
comentario que Arrupe hizo poco tiempo despus al P. Ferrer P: Nunca he conocido a un
jesuita que viese ms a Dios en los hombres.
Dos hombres de Dios. El primero diriga la Compaa de Jess desde una profunda
experiencia mstica, inspirndose en el Concilio Vaticano II y en la tradicin espiritual
ignaciana. El segundo se haba inculturado de forma total y radical en el mundo gitano
andaluz, tambin desde una honda experiencia interior, renovada e iluminada por la luz
conciliar y la misma espiritualidad ignaciana. Un encuentro entre hermanos, lleno de vida,
de ancdotas y, sin duda, de la presencia invisible de Jess, que era para ambos el sentido
y el amor supremo de sus vidas.
Cuando pasados casi 32 aos de la muerte de Pedro Closa, le pregunt a Jos M Castillo
que fue durante unos aos su acompaante espiritual sobre lo ms caracterstico de su
personalidad, me dio, sin dudarlo un momento, esta respuesta: Fue hombre de una
conviccin radical: lo ms fundamental de nuestra vida es darse del todo a los ms
pobres.
Quin fue Pedro Closa?
Para muchos de nosotros, Pere Closa (nacido en Barcelona) fue nuestro compaero de
noviciado, de estudios, de ordenacin sacerdotal, que en 1964 se fue a Crdoba para
terminar la formacin y se qued en Andaluca trabajando en la provincia Btica de la
Compaa de Jess. Desde aquel ao hasta el da de su muerte (16 de Diciembre de 1971)
nos iban llegando noticias sobre su nueva identidad gitana. No nos resultaba extrao, ya
que durante los cuatro aos de estudios de teologa, Pere haba realizado su trabajo
ministerial en el Raval de Barcelona, en la capilla y centro educativo de Sant Pere Claver,
junto al P. Artigues, fundador de aquella comunidad cristiana y notable pionero e impulsor
del entonces llamado apostolado gitano. Pedro fue un gran amigo de numerosas familias
gitanas que vivan entonces en la ladera de Montjuc.
En la necrolgica escrita por el P. J. M Torell, nos lo acerca, desde la admiracin y el
respeto, de esta manera:
No sin temor se pone uno a escribir sobre Pedro Closa.
A la sacudida que nos produjo su muerte ha seguido un cmulo de impresiones,
recuerdos, pervivencias y tambin ahora la perplejidad ante el papel, cuando se
quiere decir algo y se tiene conciencia del riesgo que se corre de echar a perder con
palabras lo que ha sido una vida.
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Lo que importa en todo hombre es lo que ha sido; no lo que ha dicho o lo que ha hecho
sino en cuanto pueden ser expresin ms o menos parcial, ms o menos clara de su
ser, de su actitud interior. Esto en Pedro Closa pesa mucho porque vivi intensamente
bajo apariencias poco espectaculares; peligro, por tanto, de no valorar debidamente a
un ser querido, entraable.

Pero hay ms. Una de sus caractersticas fue la de querer y saber pasar desapercibido.
Intentar ahora, que nos ha dejado, pergear algo que pretenda ser aun solo un esbozo
de este ser y de esta vida, no ser jugarle una mala pasada o ponerse ya de
buenas a primeras, con la mejor voluntad, pero con poco acierto, en una lnea no slo
muy distinta, sino contraria a la suya?
Vaya esto por delante para excusarme un poco por mi atrevimiento y tambin para poner
sobre aviso de lo imperfecto y de lo incompleto que va a salir todo esto.
Palabras estas que bien podemos hoy asumir como marco referencial del presente escrito.

1. UN AUTNTICO GITANO

Pedro fue un autntico gitano, no de nacimiento, sino de adopcin. Descubri el mundo


gitano, se acerc a l, empez con un intento de servicio evangelizador, y, como sola decir
l mismo, fue evangelizado por los gitanos. Del contacto abierto lleg a la comprensin; de
la comprensin a la admiracin y de ella a la identificacin. Se hizo gitano, vivi los
ltimos aos de su vida como tal, y el mundo gitano lo acept con cario y respeto y hoy
lo considera uno de los suyos.
Existe en Badalona una Fundacin llamada Pere Closa que manifiesta la comunin total de
Pedro con una cultura y una forma de estar en la vida, como son la cultura y la identidad
gitanas.
En una carta, fechada en el Colegio Noviciado de San Francisco de Borja de Crdoba el
da 10 de agosto de 1965 y dirigida a su compaero Ernesto Labeira jesuita cataln que
el 15 de agosto de aquel ao haca sus ltimos votos en la Compaa de Jess, le escriba:
Pide por todos nuestros hermanos gitanos, y cuando tengas ocasin de acercarte a alguno
de ellos, s que lo hars, hazlo sin prejuicios y vers qu almas ms maravillosas y saladas
tienen. Esto s, si te presentas de modo que ellos crean que te pueden sacar un duro, te
quedars sin camisa, pero si ven que eres uno de los suyos, como me ocurri a m hace
poco en la misin de un pueblo granadino metido en pleno despoblado, te llenarn de
dinero sacndoselo de su pobreza. El gitano es generoso y hospitalario y, si le amas, no te
faltar nada de lo que ellos tengan. Se quitan el pan de la boca y te lo dan a ti. El gitano
es maravilloso, de verdad. T dirs: ste es un gitano! Pues creo que s: pienso como
ellos, reacciono como ellos y... vivo ya un mucho como ellos, lo cual es tambin
formidable. Aqu empiezan a dudar si llevo sangre cal en las venas y, lo mejor del caso,
es que es as....
Sobra todo comentario. El contenido de esta carta nos abre el corazn de este hombre
notable, alegre, original y profundamente devoto, que uni su vida a la de los gitanos
pobres.
Pasados los aos y ante los grandes retos de la diversidad cultural, la figura de Pere Closa ha
ido tomando una dimensin proftica cada vez ms relevante. Hemos intentado seguir un
poco sus pasos y esto es lo que hoy os ofrecemos.
1.1. Sus orgenes catalanes

Pere Closa i Farrs naci en Barcelona el 28 de julio de 1932. Pocos das despus fue
bautizado en la catedral. Sus padres se llamaban Pere y Montserrat. Tenan el domicilio
familiar en la calle Mallorca 193, 2 2, casi haciendo esquina con la calle Aribau.
Regentaban una pastelera de su propiedad en los bajos del mismo edificio. Era una tienda
de merecido prestigio, que actualmente se ha convertido en juguetera y est aun en manos
de la misma familia. Era el pequeo de tres hermanos. Le encantaban los dulces. Aos
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despus, estando en los estudios de Teologa, a veces, se llevaba a algn compaero jesuita
a saludar a sus padres y a comer pasteles.
Al igual que sus hermanos, Pere hizo la secundaria como alumno interno en el Colegio de
Valldemia, que los Hermanos Maristas tienen en la ciudad de Matar. Estuvo de 1943 a
1950. Termin el bachillerato y el examen de estado en el ao 1950. Cuando pidi a sus
padres entrar en la Compaa de Jess, le aconsejaron que, al menos, hiciera un curso
universitario. Se matricul en Derecho y sac bien los estudios de primero de dicha carrera
durante el curso 1950-51.
Su infancia fue muy normal. Vida de familia, de colegio, de vacaciones. No hay que
destacar nada en particular de forma notoria. Sus hermanos, que tienen un excelente
recuerdo de l, lo definen como algo cerrado, persona con carcter, alegre, buen
compaero y amigo, y de una buena fe inmensa. En estudios no destacaba por unas notas
excelentes, pero iba sacando bien los cursos. En el Colegio de los Maristas acrecent su
devocin a la Virgen Mara, lo cual explica que, terminado el bachillerato, entrara en la
Congregacin Mariana de Barcelona, dirigida entonces por el P. Vergs.
El da 27 de septiembre de 1951 ingres en la Compaa de Jess en el noviciado que
entonces tenan los jesuitas en el monasterio de Santa Mara de Veruela, al pie del
Moncayo, en la provincia de Zaragoza.
Su formacin en la Compaa fue la usual de entonces. Tras hacer los primeros votos al
acabar los dos aos de noviciado en 1953, pas al juniorado, aos dedicados a los estudios
de humanidades. Los empez en Veruela, pero en noviembre los trasladaron a Raimat,
donde estuvo hasta el verano de 1955. Luego pas a Sant Cugat a estudiar Filosofa. En
esta poca tena la idea de ofrecerse para ir al Japn.
La etapa de magisterio, que se suele hacer en medio de los estudios en la formacin de los
jesuitas, la realiz en el Colegio de San Jos de Valencia durante tres aos. Justo
comenzado dicho magisterio, el 14 de octubre de 1957, hubo una de aquellas fuertes
lluvias otoales, que desbordaron el Turia, y muchas familias de las zonas ms pobres de la
ciudad se quedaron sin hogar. Se suprimieron las clases, situacin que se prolong por
miedo a una epidemia de gripe, y los jesuitas acogieron a unas doscientas personas de
aquellas, en los locales de las Escuelas Profesionales de la Gran Va Fernando el Catlico,
dndoles cobijo, alimentos, asistencia sanitaria. Para la ciudad fue como un aldabonazo, y
Pedro fue uno de los jesuitas que lo dieron todo por los refugiados.
De esta poca, un jesuita compaero suyo, Jos Luis Miravet, le recuerda ya en su
personalidad, en sus actitudes y en sus habilidades, con rasgos que en el futuro no har ms
que desarrollar:
Estuve en la 2 Brigada con l (alumnos de 5 de Bachillerato, de unos quince aos) y
era un autntico compaero por su inters, trabajo, aceptacin de suplencias que con
frecuencia recaan en los maestrillos. Su preocupacin por la formacin integral de los
alumnos era extraordinaria y, claro est, encontraba respuesta por parte de los alumnos,
que le queran y respetaban muchsimo. No era hombre duro, pero no transiga con
veleidades y, cuando tomaba una determinacin, era suavemente consecuente. Sus clases
de religin y de dibujo les gustaban mucho a los alumnos. Era un artista, de tal forma que
se rodeaba de un grupo de alumnos a los que enseaba manualidades: papiroflexia,
pintura, modelacin con barro, corcho, etc. Decor la salita de los maestrillos y arreglaba
artsticamente la sala de comunidad en las Navidades. Sobresala, y era notoria, su
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devocin a la Virgen. Cada da rezaba el oficio Pisima, hablaba mucho de ella a los
alumnos, promoviendo su devocin prctica a la Virgen del Colegio y particularmente a la
Virgen de los Desamparados. Me consta que iba con frecuencia a la baslica de la Virgen,
y nunca falt mientras estuvo en Valencia al traslado de la Virgen en el da de su fiesta.
Empez ya desde Valencia a contactar con los gitanos. Tambin le recuerdo como un
hombre de gran equilibrio y con buenas ocurrencias humorsticas. Su disponibilidad era
notable, un autntico compaero.
De 1960 a 1964 vuelve a Sant Cugat a estudiar la Teologa. Se orden sacerdote el 28 de
julio de 1963, el da que cumpla treinta y un aos.
Estando en San Cugat, en el ao 1962 tuvo lugar la gran riada del Valls. l, como tantos
otros, fue a ayudar, pero ante todo fue a ver qu haba pasado con unos gitanos amigos que
vivan en chabolas. Eran dos familias, pero estaban a salvo. A una de ellas el aguacero se les
llev la casita. La otra familia gitana les acogi en su chabola. Como tenemos dos
habitaciones, ser una para cada familia hasta que encontris otro lugar, les dijeron. Ante
este hecho, Pedro deca a un compaero: ya ves, stos que estn tan marginados de la
sociedad son capaces de hacer esto, mientras que bastantes seores que tienen una
segunda residencia por Bellaterra no la han dejado, pese a que son momentos crticos,
porque les ensuciaran la casa.
Durante estos aos de formacin como jesuita, Pedro era una persona que se haca querer.
No destacaba por una gran capacidad intelectual ni haba mostrado especial inters en
hacer estudios especiales. Para sus compaeros, destacaba por su sencillez, su austeridad y
su alegra. Era amable, algo retrado, ocurrente y divertido, con una risa franca, espontnea,
entre pcara e ingenua. Trataba de no llamar la atencin, aunque se conocan sus aficiones
artsticas, en especial la msica y la pintura. No se daba importancia a s mismo, y era un
compaero muy normal, con quien daba gusto salir a pasear. Se sola rer de s mismo. Su
rostro era alargado, adusto, seco, alegre, y con aquella boca algo torcida, de la que en broma
le decamos que era de fumar mucho en pipa. Todo l desprenda paz, buen humor y
confianza.
Consolid su piedad y su devocin singular a la Virgen Mara. Su posterior estancia en
Andaluca no hizo ms que consolidar algo que siempre llev muy dentro. Era un hombre
de oracin, eminentemente afectiva y gozosa; su vida espiritual era seria y comprometida;
era de una pieza, austero consigo y alegre con los dems. Durante los estudios de Teologa
ya dorma en el suelo liso; su habitacin era austera y ordenada. Como persona sencilla no
daba importancia a sus cosas. Si se haca querer, a medida que se fue metiendo en el
mundo gitano, se haca tambin admirar.
1.2. Los primeros pasos con los gitanos
Pero veamos ms de cerca cmo entra Pedro en relacin con el mundo gitano.
A partir del otoo de 1960, de regreso de Valencia, donde tuvo su primer contacto con los
gitanos, empieza los estudios de Teologa en la facultad de San Francisco de Borja de Sant
Cugat del Valls, a unos diecisis kilmetros de Barcelona. Todos los jueves por la tarde va
a Barcelona a colaborar con la entonces naciente parroquia de Sant Pere Claver, que abarca
desde el Paralelo hasta buena parte de la montaa de Montjuc, y llega hasta el puerto. Una
zona en aquella poca muy miserable, especialmente el sector de la montaa, llena de
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barracas y cuevas, en las que vivan numerosas familias gitanas en la ms absoluta y total
precariedad. Son varios los estudiantes jesuitas que acudan una o dos veces por semana a
ayudar al P. Artigues, prroco y alma de aquel nuevo centro apostlico.
Entre Luis Artigues y Pedro Closa pronto se establecen unas notables relaciones de
amistad y de complicidad. Le destina a trabajar con las familias gitanas y, especialmente,
con los nios.
Hay una fecha singularmente significativa en la definitiva opcin de Pedro: el verano de
1962. Estamos a finales de julio o principios de agosto. Avisan que ha muerto un joven
gitano en una barraca de las que hay por la montaa. Acuden dos jesuitas, uno es ya
sacerdote, Joan Canet, y el otro es Pedro. En el suelo de la barraca reposa el cadver de
aquel hombre, que deja viuda e hijos. Hace un calor espantoso. La barraca est hecha con
cartones y latas. Desde fuera se ve todo su interior. Gran cantidad de familiares y
conocidos estn junto a la barraca llorando amargamente. Se rezan unas oraciones y hay
una breve conversacin con los que han venido a dar el psame. Pedro est muy
impresionado.
A los pocos das, le dice a Joan Canet, que all, delante de aquel hombre muerto y de la
miseria total que le acompaaba, haba tomado la opcin y el compromiso ante el Seor de
dedicar toda su vida al mundo gitano.
En aquel tiempo, lleg por San Cugat el dicho de que slo tres personas podan entrar sin
ningn miedo en el barrio gitano de Montjuc y adems siendo muy bien acogidas por
ellos: el P. Artigues, un regidor del Ayuntamiento de Barcelona, que parece que se llamaba
Sr. Sala, y Pedro Closa. Ya haba entrado en su mundo.
En sus comienzos, la nueva parroquia de Sant Pere Claver dependa de la comunidad de
jesuitas que viva en Ciutat Vella, en la calle del Palau, detrs del Ayuntamiento de la
ciudad. En febrero de 1964, el P. Artigues, acompaado por el P. Josep M Giol, decide
irse a vivir a la nueva parroquia. Al principio viven en el Hospital de San Pedro Claver, en
la calle Vila Vil. En aquel momento, Pedro ya es sacerdote y est acabando su ltimo ao
de Teologa, por tanto un momento en que se est fraguando su futuro destino. El P.
Artigues aprovech la oportunidad para escribir una carta a Pedro en la que, entre otras
cosas le dice:
Desde hace pocas horas el P. Giol y yo vivimos ya en Vila Vil, habiendo dejado la
residencia del Palau. Hemos empezado esta comunidad incipiente esperamos que
tambin Ud. est entre nosotros para poder trabajar con todo empeo en nuestros
amadsimos gitanos. Debemos preparar una buena peregrinacin para el ao que viene. Le
esperamos el domingo, incluso a comer.
Pedro, con todo, no ira a aquella primeriza comunidad de insercin, sino que marchara
pronto a Andaluca.
Cuando empez a descubrir el mundo gitano, comparta con los compaeros sus
preocupaciones hacia la gente ms pobre. Eran momentos en que los compaeros vivamos
los problemas sociales con intensidad. l estaba ya muy impactado por la realidad y la
cultura gitana. Siempre sala en su defensa, cuando se les juzgaba desde criterios culturales
distintos. Al enterarnos de que se iba a Andaluca para terminar su formacin, la noticia no
nos sorprendi mucho, Tena su lgica. La comunidad gitana de Barcelona era pequea en
relacin a la de Andaluca. Ir all era meterse de lleno en su mundo.
Al acabar sus estudios de Teologa, en el ao 1964, se ir, pues, a Crdoba al Colegio de
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Formacin San Francisco de Borja, a hacer su ao de Tercera Probacin, la ltima etapa de


la formacin de la Compaa. Se qued para siempre en aquellas tierras, y dej de trabajar
en la provincia de los jesuitas de Catalua. Era como el signo de una nueva vida, de una
nueva inculturacin.
Estando en Andaluca, le lleg la noticia de la muerte del P. Artigues en un accidente de
coche, cerca de Campdevnol (Girona), camino de Planoles. Iba dormido al lado del
conductor cuando el coche se estrell contra un rbol. Era el 22 de julio de 1965. Pedro le
llora como se hace por la prdida de un autntico padre.
Pedro siempre fue un itinerante, que iba donde la necesidad del momento le acuciase. No
qued atado a un lugar, aunque fue Granada su lugar oficial de residencia y dnde pas
ms tiempo en sus aos de Andaluca.
Lo concreto, sea una persona o una necesidad, era como una llamada interior. Le veremos
en muchos lugares distintos. Un ejemplo lo tenemos en un final de diciembre, en que fue al
norte de Espaa a pasar el da de Navidad con un preso, que le haba escrito y le deca que
estaba muy triste porque estara solo aquel da. Hasta all se fue en autostop. Poco a poco,
su figura y su vida irn tomando una dimensin cada vez ms relevante, desde una vida
pobre entre los pobres.
En Granada se incorpora a la comunidad de la Cartuja, donde los jesuitas tienen la Facultad
de Teologa, aunque su trabajo est donde los gitanos. Poco despus se ir a vivir a un barrio
gitano donde ya viven unos compaeros jesuitas.
Sus ltimos votos religiosos los hizo el 15 de agosto de 1966 en la residencia de los
jesuitas de Jerez.
Desde entonces hasta su muerte, por el catlogo de los jesuitas de la provincia de Catalua,
sabamos que viva en Granada y su trabajo se resuma en un lacnico y abreviado latn:
oper apud gitanos (=trabaja con los gitanos).
1.3. Inculturacin gitana
Poco a poco se fue pareciendo tambin a los gitanos. Delgado, moreno, de rostro
agradable, con un pelo negro abundante, peinado hacia atrs al estilo de la poca, con
patillas, animado, cordial, directo, callado y capaz de risa o de bronca, poda estar taciturno
y a poco ser un buen juerguista. Pedro lleg a inculturarse de tal modo, que fue un
verdadero gitano. Cuando sonrea por cierto, con mucha frecuencia, se le hacan en la
cara unos hoyuelos en la piel, verticales, que son signo de buen humor y cordialidad.
En tiempos en que los curas iban an con sotana, l poda llevar el tpico sombrero
andaluz en vez de la clerical teja negra. Cuando ya se dej la sotana a l le gustaba vestir
como los gitanos, pauelo al cuello, botas, camisa negra con topos blancos, chaquetilla
marrn...
Su forma de hablar tambin fue cambiando. Aprendi con gran paciencia el vocabulario
cal. En una libreta iba apuntando las palabras en castellano y cal. No era raro orle
alguna expresin popular, poco frecuente en el mbito clerical. Hay sobre esto una
ancdota que se hizo muy famosa entre los jesuitas andaluces. En el ao 1970 fue a una
Congregacin Provincial de la provincia Btica (Andaluca y Canarias). Una Congregacin
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Provincial es una reunin de delegados a modo de captulo o asamblea. En un momento


determinado, le concedieron la palabra y empez a hablar de la devocin a la Virgen
Mara. Se entusiasm y, para dar ms realce a sus palabras, solt un coo! que arranc
un aplauso general en la asamblea. Nunca se haba escuchado una expresin como aquella
en una Congregacin de jesuitas, y ms para encarecer la devocin a la Virgen, a la
Macarena en concreto.
La relacin que estableci con los gitanos era muy distinta a la de la mayora de los payos
que, movidos por la desconfianza heredada, o van con sumo cuidado para que no les timen,
o se muestran duros y recelosos. En cambio, Pedro desde que entr en el mundo gitano se
relacionaba de forma directa, con absoluta sinceridad y sin ningn temor. Como iba con el
corazn abierto despert en ellos una relacin nueva, familiar y recproca, la usual entre
ellos, que se fue llenando de cario y admiracin con el pasar de los aos.
Tena Pedro una gran entrada con la gente, sin ser muy hablador en general. Iba al grano y
no le faltaba un humor que le haca cercano. As, diciendo misa en un convento de cija a
la que asistan varias familias gitanas, les pidi a los nios que se pusieran a su vera y le
cogieran por el alba. Era como una gallina con sus polluelos. As lo recuerda uno de los
asistentes. Era realmente uno ms, un autntico gitano.
Dicen de l cosas como stas: Era un hombre feliz. Haba encontrado su sitio. Haca lo
que quera. Un cataln que se hace gitano y gitano andaluz. Este hombre ha sido algo
fabuloso. Y esto que era medio abogado, un artista y un msico. Saba latn, y era humilde,
humilde, muy humilde. A m me ense a no pedir. Un cura como ste no lo he conocido en
toda mi vida. Pedro no tenia un da libre, ni una noche libre, nunca hizo vacaciones. No
tenia dinero y si se lo daban lo daba. Recuerdos stos de personas muy allegadas a Pedro,
que aun ahora, cuando los cuentan, se emocionan y hablan de l como de un santo, un fuera
de serie.
Rafael Reyes, con el que comparti casa y trabajo como ms adelante veremos , nos
cont pocas semanas antes de su muerte una ancdota que muestra cmo Pedro actuaba
como gitano y como cura entre los gitanos. Hubo una pelea importante entre dos familias.
Haba un peligro muy real de que acabara corriendo sangre. Pedro decidi ir al lugar del
altercado y prohibi tajantemente a Rafael que le acompaara. Si pasa algo, t tienes siete
hijos, no debes ir. A m si pasa algo, no importa. Se puso fuerte y duro y oblig a Rafael a
quedarse en casa con sus hijos. Fue Pedro donde haba el enfrentamiento, se coloc en
medio de la reyerta sin decir nada, y all no hubo ni palos ni muertos. Volvi Pedro, al
menos en apariencia, muy tranquilo y normal, sin contar lo acaecido.
Cuando algn gitano le llamaba Don Pedro, inmediatamente le responda: No, no,
llmame Pedro. Su trato directo, natural, sencillo, franco y generalmente acogedor y de
pocas palabras fue entrando en el corazn de la gente, que le lleg a querer de verdad.
Cuenta Luis Joanet, un sacerdote amigo suyo, que fue a Granada con su madre y fue al
barrio donde viva Pedro con sus compaeros, pregunt a la gente por l y le respondan:
Ah! Peds por Pedro? Vayan ms abajo y vayan preguntando. Todo el mundo le
conoce.

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2. GRANADA

Durante el ao 1962, la ciudad de Granada sufre unas fuertes lluvias torrenciales que
inundan especialmente el barrio del Sacromonte, en el que, desde siglos, vivan muchas
familias gitanas. Una de las cuevas queda aplastada y mueren varias personas. Hay
cantidad de damnificados que son colocados, como urgencia, en la misma plaza de toros de
la ciudad.
2.1. Un grupo en misin
Para estas familias gitanas damnificadas empieza un largo itinerario a modo de xodo,
que culmina al cabo de varios aos en lo que hoy se llama el Polgono, en el extremo
nordeste de la ciudad. Pero antes de llegar a este lugar, se pasa por otros tres de forma
provisional: Santa Juliana, Los Frigorficos y La Virgencita.
Barracones, mucha miseria, en condiciones infrahumanas y, sobre todo, al margen del
estilo cultural y tradicional de la identidad gitana. Como acontece con frecuencia las
administraciones estudian, disean y deciden desde los despachos, sin tener en cuenta la
tradicin y las culturas de los futuros usuarios.
Un grupo de estudiantes jesuitas de la Facultad de Teologa de La Cartuja, con la
bendicin primero tmida y despus de pleno soporte de sus superiores, se instala en
dichos barrios y van siguiendo el xodo de las familias gitanas. Entre ellos est Adolfo
Chrcoles, que mantiene vivo el recuerdo de aquella poca, y en la actualidad sigue
viviendo con otros compaeros en el Polgono. El ha sido nuestra principal fuente de
informacin.
Al comienzo, los estudiantes jesuitas van a vivir a Santa Juliana los fines de semana y
acuden algunas tardes. Ya en Los Frigorficos, su instalacin es total, en unas condiciones
de precariedad desastrosas y humillantes, similares a las que vive los dems habitantes de
la zona. Por fin, en La Virgencita, siguen con su presencia. Esta vez, en unas instalaciones
con agua corriente y servicios bsicos mnimos. Parece que se construyeron pensando en el
turismo, como unos alojamientos provisionales de cara a un turismo popular; pero al no
tener xito, y ante la trgica situacin que vivan los gitanos desplazados desde las
inundaciones, de forma provisional se les asignaron a ellos.
La comunidad de jesuitas ya llevaba un tiempo viviendo con los gitanos cuando Pedro
Closa se integra a su grupo en 1965. Pronto se dan cuenta de la personalidad y originalidad
de aquel hombre, que no pierde su acento cataln por mucho que se esfuerza en hacerse en
todo como uno ms de los ciudadanos de aquellos miserables barrios. El mismo da de su
llegada ya llama la atencin por la tabla que trae consigo y por colgar cuadros y dibujos.
Descubren que Pedro es tambin un artista. Una buena parte de su produccin iba para la
venta ambulante, y especialmente para los turistas.
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Cada cambio de barriada tuvo sus causas. En la primera zona (una vez salidos de la plaza
de toros), llamada de Santa Juliana, haba una charca tocando a los barracones que se
podra calificar, con toda verdad, como nauseabunda. Un da fatdico un nio se ahog en
dicha charca. Hubo protestas, idas al gobernador civil y, rpidamente, se construyeron
nuevos barracones en la segunda zona, llamada Los Frigorficos. El nombre le vena de
una fbrica de frigorficos, vecina a los emplazamientos. Segn hemos podido averiguar,
sta fue la peor de las cuatro estaciones de este xodo. Se nos ha definido como un lugar
de mierda, gusanos, chinches, sin agua corriente, con una ventilacin absolutamente fatal
y para colmo con guardias a la entrada. All viva la gente, que recordaba las cuevas del
Sacromonte como un sitio de ensueo. All estaba el grupo de jesuitas jvenes, Pedro uno
ms, compartiendo con la gente y viviendo como ella en medio de tanta porquera. Vivan
hacinados, en literas. Pedro dorma, an en tiempo de fro, con los pies fuera de la cama,
amontonando mantas y luchando contra los chinches que, por lo visto, le tenan aficin
preferente.
Al hacerse insostenible la vida en Los Frigorficos, las autoridades le acomodaron en esta
nueva zona, La Virgencita, que tena unas condiciones precarias ciertamente para la vida
familiar y comunitaria gitana pero, por lo menos, ms humanas en comparacin a todo lo
anterior. En este ltimo barrio vivi Pedro hasta su muerte.
El grupo no se compona slo de jesuitas. En Santa Juliana entr en relacin con ellos Mara
Armada, una asistenta social que trabajaba en una guardera infantil del barrio. Fue
cambiando de ubicacin con la gente y, si bien tena casa a parte, fue una persona
fundamental para el grupo. Ella nos ha contado cantidad de detalles sobre aquellos aos,
sobre Pedro Closa y sobre el grupo. Una mujer excepcional.
Otros iban y venan, estaban en el grupo, participaban. Fueron muchos: gitanos y payos,
hombres y mujeres, profesionales y trabajadores. All surgi una comunidad alternativa,
inquieta, tensa a veces, y siempre con la gente y para la gente. Fueron aos muy duros, y
tambin felices y emocionantes.
2.2. La vida de Pedro en el grupo y en el barrio
Dentro del grupo pronto se constat que Pedro era una persona original, con unas
convicciones muy arraigadas y que su opcin era no slo estar al lado de los gitanos, sino
llegar a ser uno de ellos. Su forma de vivir y su atuendo, sus expresiones y estilo se fueron
agitanando. Era imprevisible, era libre, no programaba, viva al da e iba respondiendo
segn los estmulos y las necesidades del presente.
Altern el trabajo manual, no pocas veces de corte artstico, con las faenas eventuales,
como la vendimia, la recogida de la aceituna o la venta ambulante. Confesaba que la
experiencia ms difcil que pas fue ir dos veces, durante un tiempo, en carromatos por el
norte de frica con familias gitanas nmadas. Experimentaba la diferencia con las familias
ya establecidas en un sitio. En todas estas actividades siempre era uno ms y participaba
tanto de la labor como del ritmo de vida comunitario, que era pobre, muchas veces alegre y
siempre arraigado a la tradicin y a la cultura gitana.
Viviendo en cuadrillas en los campos, algunas veces consta que se separaba del grupo e iba
a rezar o a celebrar la misa bajo unos olivos. Nos han contado que una maana, apenas
empezaba a clarear, le vieron salir y cmo all a lo lejos, se sentaba, con su Biblia, un
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pauelo y los enseres precisos para su celebracin. Poco a poco, varios compadres se fueron
acercando y miraban a Pedro cmo oraba, hasta que uno le pidi que rezara por sus
muertos. Aquella misa fue realmente comunitaria. Eran unos cuantos, nunca haban visto
nada igual. Estaban emocionados. Les habl del Seor, de su presencia, de sus quereres.
Pasados los aos, lo recuerdan como un da muy especial.
Pedro no valoraba para nada el dinero. Era muy frecuente que, al cobrar por sus trabajos,
diera su salario a familias y compaeros que, a su juicio, lo necesitaban ms que l.
Cuando regresaba al grupo, ya no llevaba ni una peseta.
Nos cuenta Mara Armada que, por dos veces, se gast todo lo que haba en la caja
comunitaria para comprar dos cosas que en ningn caso podran considerarse de urgente
necesidad. Un da compr un tambor. Otra vez fueron unas botas monteras, de las que
solan llevan los gitanos, las que dejaron a la comunidad sin blanca. Ante el reproche por
estas aparentes imprudencias, Pedro callaba, dando a entender que no slo de pan vive el
hombre.
Tambin era normal que viajara sin un duro en el bolsillo o que lo hiciera en autostop. Una
vez fue a Huesca a hablar de Jess a la comunidad gitana de all. Vivi con ellos. No tena
dinero para volver. Se lo dijo a ellos y la pobre comunidad gitana de Huesca, sorprendida y
admirada, entre todos le compraron un billete de autobs para Barcelona.
Otros muchos das se los pasaba en el barrio, ayudando en lo que fuera, o en el barracn.
Sentado con las piernas cruzadas trabajando la madera, pintando; o delante de uno de los
tableros en los que siempre haba libros abiertos, papeles, cartas y el crucifijo de sus votos,
o haciendo oracin. Poda estar as muchas horas. Dentro de la casita, donde celebraba la
Eucarista, con unos ladrillos y trozos de saco se hizo un espacio, agradable, sencillo y con
mucho gusto.
Esta vida no programada, con sus salidas eventuales, su servicio a lo que fuera, el trabajo
artstico y el estar delante del tablero en oracin o reflexin, le haca feliz. Haba
descubierto una forma de vivir nada convencional, se estaba arraigando a una cultura
ancestral de silencios, cantares y relaciones que no quiere sucumbir y diluirse en la
sociedad deshumanizada actual.
En diversas ocasiones, y con el fin de sacar dinero para ayudar a alguna situacin precaria
o para construir una sencilla escuela, vendi su propia sangre. No fue un hecho particular y
aislado, sino una forma relativamente usual en aquella poca que tena la gente pobre para
afrontar su situacin de miseria. Este hecho nos ha sido confirmado por su hermano Isidro.
Nos cont que Pedro no se cuidaba. Pensamos que muchas veces estara anmico. Su
misma enfermedad, en gran parte, fue consecuencia de la miseria. Algunas veces venda su
propia sangre. Cierto da nos comunic con gran naturalidad que cambiaba su sangre por
ladrillos para una escuela gitana.

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3. PEDRO EN CIJA

Un perodo importante y decisivo de su vida en Andaluca fue el que transcurri en la bella,


clida y tradicional ciudad de cija.
Quizs fue durante su estancia en Crdoba, de otoo de 1964 hasta junio del 65, cuando
Pedro se interes por cija. No nos consta si fue durante la primera visita que hizo a esta
ciudad cuando se encontr con Rafael Reyes, un gitano fotgrafo, gran amigo de Pedro y
que le ha considerado como de su propia familia. l mismo nos ha contado en una
conversacin inolvidable, en la que estuvo presente Adolfo Chrcoles, cmo fue dicho
encuentro. A las pocas semanas de nuestra conversacin, como ya hemos apuntado ms
arriba, Rafael Reyes mora de enfermedad cardiaca.
Entr Pedro en un bar con su macuto, en el que llevaba sus cuatro enseres personales.
Despus de mirar a todas partes, se fij en Rafael, un hombre joven, muy moreno, gitano a
todas luces. Va hacia l, le saluda y empiezan a charlar. No tiene ninguna prisa. Hablan de
todo. Se va haciendo tarde y Pedro que no se va. Rafael empieza a pensar en su familia.
Tiene mujer y siete hijos. Se est preguntando cmo es que no se va aquel forastero,
amable, campechano y con un hablar sencillo y directo. Tena tan buena charla este
hombre! Era como si tuviera en la boca un caramelo. Lo poco que hablaba, lo hablaba
muy bien. As se expresa Rafael sobre el primer encuentro con Pedro. Sus odos quedan
atnitos cuando le dice que es cura. El primer pensamiento de Rafael es si se trata de un
cura rojo. A ver si ser un cura rojo, de estos fascistas (sic), y despus nos viene la
guardia civil. En fin, que sea lo que Dios quiera.
Es as como Rafael, que siempre se haba sentido alejado de los curas y los curas de l, le
invita a cenar a su casa. stas son sus palabras: A m siempre me ha gustado ser cristiano.
Lo que pasa es que nadie me ayudaba. Los curas de antes, los pobrecitos, muy buenos,
muy santos, pero, de ensearte a conocer a Cristo, ninguno. Pedro acepta la invitacin al
instante, complacido y tranquilo. Presentaciones, saludos, un poco ms de agua a la sopa
de garbanzos, que dnde comen nueve pueden comer diez. Y van pasando las horas.
Aquella casa, que era muy pobre, muy pobre, se compona de dos estancias y tena dos
camas, una para el matrimonio y la otra para los siete hijos. Por fin, le invitan a quedarse a
dormir, y en la habitacin que sirve de cocina, comedor y lugar de vida comn, con unas
sillas, le montan a Pedro una especie de cama, que acepta gustoso. Es as como pasa en
casa de Rafael la primera noche. Pero, a la maana siguiente, constatan que ha dormido en
el suelo y, por lo que parece, ha dormido bien y a gusto. Un cura durmiendo en el suelo!
Esto si que es el mundo al revs.
Pedro le pregunta a Rafael si hay por all alguna iglesia. Le dice que le gustara decir misa.
Le acompaa al monasterio, llamado de Las Marroquinas, y llaman a la puerta: Aqu hay un
cura que desea decir la misa. Al verlo vestido de una forma tan poco clerical y al estilo
de los gitanos, las buenas monjas dudan. Pedro les presenta un certificado conforme es
cura de verdad, y ellas ceden, no sin sospechar que se trate de algo falso. Como recuerda
Rafael, las mismas monjitas, cuando le ven celebrar, revestido ya de los hbitos litrgicos,
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con una uncin y devocin notables, se convencen definitivamente de que se trata de un


sacerdote, de un cura muy especial. Ellas mismas lo iban a comprobar muy pronto, ya que
Pedro fue con frecuencia a este monasterio y, como una de ellas nos explic, se pasaba
horas y horas de oracin, sentado en el suelo y con las piernas cruzadas al estilo yoga, a un
metro escaso del sagrario. Despus iba a un rincn de la sacrista y escriba en su cuaderno.
Le instaban a que se tomara un caf y, con mucha frecuencia, se olvidaba de ello. Pedro
era un santo. Esta frase, que tantas veces hemos odo de las personas que lo trataron, nos
fue repetida por una religiosa del monasterio que entonces era la sacristana y recordaba a
Pedro con emocin.
Uno de los gitanos que ms le trat en cija lo recuerda con estas palabras: Te digo que era
un santo. Se tiraba las horas muertas en el convento de Las Marroquinas, sentado all,
leyendo su Biblia. Nunca nos dijo: Vamos a misa. Nosotros bamos porque l iba.
Pedro le pide a Rafael aquel mismo da que le presente a algunos de los gitanos de cija.
Entre ellos estaba el to Curro. As recuerda Rafael el encuentro: Hola, to Curro, aqu te
presento a un sacerdote. Respuesta: Este hombre no tiene hechura de sacerdote. Este
hombre tiene hechura de un hombre de campo, de un guarda vacas. Y es as como
empieza Pedro a relacionarse con los gitanos de aquella localidad.
Un par de aos ms tarde muere la mujer de Rafael Reyes y le deja slo con los siete hijos.
Pedro, que est en Granada, toma una decisin valiente y de un notable amor: se va a casa
de Rafael para cuidar de la familia, especialmente de los nios (uno es de pocos meses),
arreglarlos, alimentarlos, limpiarlos, llevarlos a la escuela... En definitiva, para hacer de
mam. Alterna esta tarea con trabajos espordicos, acompaando a Rafael Reyes o con
Anselmo Cruz, que viva tambin en el mismo edificio y que le invit a trabajar en su
fragua. Para un hombre como Pedro, este tiempo fue, por una parte muy duro: cuidar los
nios, buscarse la vida al lado de Rafael, trabajar en la fragua, escaparse a las Marroquinas
para orar y descansar en Dios, sin un da de vacaciones, siempre dndose...; pero tambin,
un tiempo muy feliz, ya que all realmente es un gitano entre los gitanos.
Pedro estuvo prcticamente un ao en cija. Este hecho tan nico y singular tuvo un afecto
multiplicador. Al vivir Pedro tanto tiempo en el seno de una familia gitana fue aceptado
como autntico gitano, no de nacimiento, sino de libre eleccin. Pedro era uno ms de la
familia. Ya no se separaba de nosotros. Le recibieron y aceptaron en todas partes, como a
uno ms de su pueblo. Era capaz de gastar su vida por uno de ellos, por todos.
Esta vida en cija no fue bien entendida por todo el mundo. Varios sacerdotes eran
contrarios. Les pareca que no era sta la labor de un cura, que se distanciaba de su
vocacin sacerdotal, que confunda a un sector de fieles y que su forma de celebrar los
sacramentos prescinda de las normas litrgicas. Pedro nunca se enfrent. Tena su
conviccin y cerraba los odos a la crtica. Callaba y actuaba. Posiblemente pensaba que no
podan entender su llamada interior, su vocacin gitana. Una discusin era una prdida de
tiempo. Adems, Pedro no era ni pretenda ser polmico. Estamos justo despus del
Concilio Vaticano II, y en la ltima fase del franquismo; momento en el que las distancias
entre un clero mayor en gran parte tradicional y el clero joven en auge podan agravarse
por cualquier motivo. Pedro no quera agrandar esta separacin. Lo cierto es que haba un
grupo de sacerdotes y seminaristas que valoraron muy positivamente su estilo y forma de
vivir, y, pasados los aos, le recuerdan con admiracin y mucho cario. Por otra parte,
siempre cont con la bendicin y el apoyo de sus superiores y de los obispos que le
conocieron. Su figura humilde y pobre desarmaba a cualquiera.
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Tuvo otras relaciones difciles con gente pudiente. Pero, en no pocas ocasiones, algunas de
ellas no slo le facilitaron ayuda sino que intentaron captar a aquel hombre diferente y
radical, y hallaron en l a un consejero espiritual.
Pedro tena una disposicin abierta y saba situarse en el punto de inflexin entre atender a
las personas y mantener su libertad interior y exterior. Siempre con palabras y signos,
dejaba clara su opcin como gitano de adopcin y la preferencia por su pueblo. Algunas
veces en pequeos smbolos manifest esta libertad, sin ser del todo entendido por algunas
personas importantes, segn los criterios de la sociedad.

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4. EL ARTISTA

Pedro era un hombre vital, original, persona de accin y con buena capacidad artstica.
Los que le conocimos durante los aos de estudios, sabamos que tocaba bien el piano, con
estilo propio, apasionado y dulce a la vez. Ello corresponda a su forma de ser. Pedro
tocaba el piano en alguna celebracin, en especial durante las fiestas comunitarias de
Navidad o en homenaje a algn santo de la Compaa, en actos acadmicos. Tambin
sabamos que desde el magisterio en Valencia haba desarrollado el dibujo y la pintura.
Situado ya en el ambiente gitano andaluz, le hemos visto en todo tipo de trabajos:
recoleccin de la oliva, la vendimia, la fragua de cija, etc., pero en Andaluca acenta
su vena artstica, sobre todo cuando, para ganarse la vida al modo gitano, se dedica a la
venta ambulante. Granada era una ciudad muy visitada y vender pequeos recuerdos era
una fuente de ingresos a tener en cuenta. Una buena parte de la produccin artstica de
Pedro estar, la que quede, esparcida sin fecha ni firma, en manos de turistas desconocidos,
pues el pasar desapercibido tambin lo proyect a sus obras.
Adems de la venta ambulante, Pedro pintaba para sus amigos. En algunas de sus casas
estn todava colgados sus cuadros, generalmente hechos en sencillas tablas aprovechadas.
Algunos intentan reproducir imgenes romnicas, sobre todo de la Virgen Mara. Otros son
ms creativos del autor y hay incluso paisajes y estilos abstractos. Nos comentaba una
familia que guarda algunos de ellos como si se tratara de una reliquia, que no entendan
cmo era que no los terminaba. En realidad, se trata de pinturas casi abstractas. Como
trabajaba tambin en la forja, no pocas veces los cuadros estn rodeados de ornamentos
metlicos, a modo de marcos. A veces estos marcos forjados son de gran belleza y
muestran un espritu creativo en los caprichos de sus retorcidos modos y figuras. Los
guardan con gran cario y veneracin en las cabeceras de las camas o presidiendo en el
comedor. Hemos visto tambin en Sevilla, en la casa de Rafael Reyes, unas imgenes en
mosaicos. Tambin hizo algunos iconos al estilo oriental, que trabajaba en oracin, y eran
expresin de la misma. En conjunto, pues, una paciencia enorme, atino artstico y una
constante referencia a motivos religiosos.
A los amigos, los cuadros se los regalaba. A Luis Juanet, en el viaje que hizo a Granada para
verle, tambin le quera regalar uno, pero logr comprrselo. Es un cuadro sobre madera,
inspirado en las cuevas de Altamira. Le contaba que una vez estuvo all, y se qued horas
entusiasmado contemplando las pinturas rupestres. El cuadro, como tantos otros, tiene su
marco de estilo cordobs, de hierro forjado, hecho por l. Tambin lo guarda como la obra de
un amigo y un santo.
Pero no es tanto la calidad artstica lo que cabe destacar, cuanto el hecho mismo de la
expresin que Pedro daba a este quehacer. De hecho, pasados los aos, estas obras hablan
por s mismas de la profundidad y de los valores sensibles del autor. Expresan su
sensibilidad, su devocin, su amistad y cmo empleaba un tiempo, que a otros parecera
mal aprovechado, y que para l era a la vez trabajo, oracin y plasmacin material de su
alma. Como los pintores orientales de iconos, tambin Pedro juntaba el arte y la
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contemplacin humana y religiosa.


Como buen gitano pronto se aficion al flamenco. Le gustaba cantar y le recuerdan
bailando, los pies descalzos, cuando se iba a la aceituna o a la vendimia. Cuentan que
conoci a algunos de los cantaores flamencos de aquella poca. Alguien nos dijo que fue
amigo del mismo Marchena. No lo hemos podido comprobar.

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5. UN HOMBRE DE DIOS, UN MSTICO

Todos los que le conocieron coinciden en afirmar que era un hombre de Dios, una persona
de oracin, con una caridad exquisita, notable devoto de Mara, con una gran libertad
interior y exterior, y con la conviccin de que lo ms fundamental de la fe cristiana es la
opcin real y concreta por los ltimos y los ms pobres de la sociedad.
El que durante aquellos aos fuera su confesor, el P. Jos Mara Castillo S.I., afirma que
Pedro era de las personas de ms vida interior y de oracin que haya conocido. El caso de
Pedro es nico. Sola hacer dos horas de oracin diarias. Su oracin era confiada, afectiva
y desde la realidad de la insercin en el mundo gitano.
La relacin personal con el Seor siempre queda en el secreto del corazn. Nos gustara
tener los escritos de Pedro, sus anotaciones despus de pasarse horas ante el sagrario, para
conocer ms en concreto cmo formulaba l su oracin y su amistad con Cristo. Nos
queda, al menos, su vida, que es como un signo que nos muestra algo de su aventura interior.
Por ella podemos colegir cul era la fuente que le animaba a vivir como viva.
Mltiples testimonios creen que Pedro era un hombre que haba recibido de Dios una vida
de gracia y unos dones que le fueron configurando como un mstico de la insercin, del
realismo, del servicio, de la alegra, y todo ello dentro de una gran naturalidad, libertad,
sencillez y confianza.
Un primer rasgo de su vida espiritual es la dimensin eucarstica, tanto en las misas que
celebraba en cualquier lugar, como en la adoracin al Seor sacramentado, que sola
llevar consigo a todas partes.
Ya hemos recordado las largas horas de oracin a poca distancia del sagrario cuando, en
cija, se retiraba en el monasterio de las Marroquinas; y cmo, pasados tantos aos, la
antigua sacristana nos lo contaba todava con emocin.
En las salidas que sola hacer para la recogida de la aceituna o la vendimia llevaba el
Santsimo. En medio del duro trabajo, por la noche, en la cena junto al fuego, esta
compaa del Seor era para l no slo referencia para su fe, sino consuelo y fortaleza para
su corazn. Tambin lo tena en el taller. Cuando estuvo enfermo de muerte, le pidi a
Mara Armada que retirara el Santsimo que guardaba en su lugar de trabajo. Oraba
sentado al estilo yoga, con el Santsimo cerca, frente a aquel famoso tablero en el que tena
imgenes, libros abiertos, etc. As le sorprendi con mucha frecuencia Mara Armada y
muchos otros compaeros y conocidos.
As recordaba Rafael Reyes una misa campera que vivi al lado de Pedro: bamos a
dormir con los gitanos en el campo. Dormamos como los gitanos duermen: los hombres a
una parte y las mujeres a otra. l dorma acurrucado. En su macuto tena su cliz y las
cosas para decir misa. Me levanto por la maana, me lavo la cara. Veo a Pedro muy lejos.
Y me voy para all. Le digo: Qu haces aqu Pedro? Digo misa. Me sent all,
cruzadas las piernas y me estaba al lado suyo. Dice su misa con pan. No tena all las
formas. Antes de ir a comulgar vena un gitanillo por ah. Se le sent el nio al lado. Se
sentaba all. Se sentaron all unos ocho. Se acerca una gitana y le dice: Usted es cura,
Padre, no?. S, responde Pedro. Por qu no dice la misa por mi marido, que lo
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han matado?. Dijo la misa, se despidi de la gente y nos fuimos.


Dicen que sta fue la primera misa gitana. Hubo varias parecidas. Y cuentan los gitanos
que de ellas naci la idea de las famosas misas cantadas a lo gitano. Con su buen sentido
musical, no fue difcil incorporar a la Eucarista el cante hondo. Sea lo que sea de ello,
all le tenemos en la madrugada andaluza, bajo los rboles, celebrando la memoria y la
presencia de Jess entre su gente.
Pedro tena mucha admiracin por Carlos de Foucauld, que tambin era un apasionado por
la Eucarista. La forma de ser de Pedro se adaptaba al fundador de los hermanitos y
hermanitas de Jess, que vivi entre los tuaregs del desierto del Shara, en suma pobreza,
con una alegra enorme. La contemplacin y el silencio tambin les hermanaban.
Una segunda caracterstica fue su devocin a Santa Mara durante toda su vida. Al ir a
vivir a Andaluca y entrando de lleno en el mundo gitano, esta devocin se concretaba
hacia las imgenes ms veneradas en su nueva tierra de adopcin: el Roco y La Macarena.
Iba a las procesiones y se pona cerca de la imagen de Nuestra Seora. Rezaba, cantaba, se
olvidaba de comer y de dormir, exteriorizaba su alegra, sus sentimientos y su devocin.
Nos han narrado que en una ocasin estuvo ms de doce horas participando en la procesin
sevillana de La Macarena, como si las horas no pasaran, sin ningn sntoma de cansancio.
En una carta, escrita en cija el 8 de Octubre de 1968, posiblemente cuando estaba en casa
de Rafael Reyes, dirigida a Mara Armada, expresa su devocin a la Virgen Mara con
estas palabras:
Mara es dulce, Mara es la solucin de todas nuestras dificultades; lo que t sola no
puedes, con Mara lo podrs. Mara es Dios con nosotros, pues Ella lleva siempre a
Cristo. Siempre que Mara est presente all est Jess. Es camino seguro, fcil y dulce
para encontrar a Jess. No son cosas de cura esto que te pongo, son experiencias. Te
enteras? Si no fuese as, no te las pondra. Sin Mara no podrs nada, ni t, ni Fernando,
ni Adolfo, ni Javi, ni Paco ni yo, y casi iba a decir, ni Dios, porque cierto que Dios no quiso
pasarse sin Ella. Vamos a ser tan idiotas que no imitemos a Dios en lo ms dulce...?.
Para qu ir por caminos escabrosos y que nunca llegan al fin, si tenemos un camino ms
corto, dulce y suave? Yo no s por qu nos complicamos la vida y discutimos y perdemos
el tiempo y cavilamos y nos rompemos las narices. Mara es la solucin. Ella tiene a
Jess. Por qu buscarlo en otro sitio?
Ay, Mara, que hermoso nombre tienes...!. Dale gracias a Ella, y dile que tiene obligacin
de echarte no una mano, sino sus dos brazos, y abrazarte y ayudarte, iluminndote, y
dejndote sentir sus dulzuras de Madre.
Mara, Mara, Mara!!! no seas tonta Mara Armada, por honor de tu nombre, y
rmate de Mara. Experiencias marianas que sirvan para algo, por los menos para
comunicarse con Mara que nunca abandona.
Podra contarte miles de casos mos en que Mara se ha interpuesto (como buena mujer
que es); pero lo que yo te digo es que desde ahora voy a pedirle por ti. No para que vayas
a Misiones y te quedes en Santa Juliana, ni payos, ni cals, ni na, sino que Ella sea tu
centro, y as pasars a Cristo plenamente. Yo deseo tu santidad, o mejor, deseo que ames
plenamente a Jess por Mara.
Que te parezco escribiendo? Qu malicioso y cmo tiro el agua a mi molino..!. Por
algo soy jesuita!... y GITANO!
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Mara, necesitamos consuelo divino (no lo rechaces cuando venga), necesitamos paz,
sencillez, paciencia, amor.
En esta carta Pedro muestra seales muy claras de su experiencia espiritual interior. l
mismo le dice a Mara Armada que sus expresiones no son sino manifestacin de
experiencias, y no frases de cura, ni citas rutinarias que toca decir desde una profesin de
religiosidad. De qu experiencias se trata? Ante todo de la funcin mediadora de Mara
con relacin a Jesucristo. Pedro la concibe como un camino rpido, fcil, dulce y eficaz.
Esta mediacin supone un abandonarse en Mara confiadamente y tener un trato sencillo y
filial con Ella. No hay duda de que estas vivencias estaban en el da a da de Pedro: en su
oracin, en las procesiones de La Macarena y en el Roco, en el rezo del rosario, cuando
pintaba imgenes de la Virgen en tableros casi de deshecho, o cuando haca mosaicos
marianos juntando piedras pequeas talladas con una paciencia infinita. Mara era, sin
duda, una parte importante y apasionada de la experiencia interior de Pedro.
Llama tambin la atencin el uso frecuente que hace de la palabra dulce. Se trata de una
vivencia del corazn, que cuadra con los testimonios de sus compaeros. Qu dulzura es
sta, en medio de tanta precariedad? Es la dulzura que produce la relacin confiada, la
suavidad amable de sentirse querido y protegido, el agradecimiento para con lo que ms se
ama.
En el caso de Pedro, Jess nos llega por la mano maternal de su Madre, no como una teora
libresca sino como una realidad sentida a fondo. Dulce sera su camino, como su vocacin
de entrega y su inculturacin gitana.
El mismo estilo de la carta es directo, muy amical, bromista, apasionado, con aquel valor
literario que siempre ofrecen los escritos autnticos. Hay en la carta una gran verdad sobre
el mundo y el carisma de Pedro, y sobre la relacin que tena, en este caso, con Mara
Armada, que ha ido guardando este escrito como una verdadera reliquia. l, a s mismo, se
llama gitano, ponindolo en maysculas. Jesuita y gitano!
Un ltimo rasgo que le define podra ser ese acercarse continua y llanamente a Jess, a
travs de la Palabra de Dios, de la Biblia, y desde su vida, desde la realidad. Aquello de
que uno aprende a amar a Dios desde el amor que recibe de los hombres y del que da a los
otros; y a la vez, aprende a amar a los hombres, gracias al amor recibido de Dios, Pedro lo
fue aprendiendo desde el amor de aquella gente y desde su identificacin con Jess de
Nazaret. Le hemos visto, en la vendimia con su Biblia, en la capilla de las monjas de cija
con su Biblia, y siempre cercano a las personas, a sus vidas, a su sufrimiento, a su realidad.
Su vida exterior como signo de su mundo interior. Intuye, desde Jess, que lo pequeo se
hace grande, que el grano de mostaza acaba en un rbol donde anidan las aves del cielo.
Pocos meses antes de morir escriba a uno de sus compaeros de equipo: Yo creo que
nosotros podemos y debemos cambiar el futuro. Somos semilla chica, casi imperceptible,
que puede llegar a ser rbol grande. Descubro el cristianismo. Es como una semilla de
eternidad. La felicidad est en esta gran realidad: Jess. Yo deseo vivir a lo cristiano.

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6. LAS LUCHAS SOCIALES

Durante aquellos aos en Granada, como en muchas otras partes de Espaa, hubo
conflictos sociales importantes. Los aos 60 representaron un cambio en la economa,
debido, en gran parte, a la llegada de capital extranjero, que se senta protegido por la
dureza represiva de no pocas leyes del llamado Fuero del Trabajo. Se trata de un xodo de
capitales que desde hace aos ha emigrado a zonas del mundo en los que est restringida la
libertad sindical y recibe el apoyo de gobiernos dictatoriales. Por otra parte, entraban en el
pas ingentes cantidades de dinero de los centenares de miles de trabajadores y
trabajadoras que haban emigrado a pases europeos. El nivel de vida iba subiendo, las
diferencias sociales tambin, las leyes no respondan a la situacin y pronto las libertades
democrticas eran un objetivo que se deseaba alcanzar. Los conflictos eran frecuentes
sobre todo en el mundo obrero y en el estudiantil.
Muchos jvenes seminaristas y estudiantes religiosos que haban vivido los cambios del
Concilio Vaticano II con entusiasmo y como una gran esperanza, se vinculaban primero de
forma un tanto simblica y, despus, ms radicalmente, a las luchas sociales del momento.
Los Superiores de la Compaa de Jess en general iban evolucionando tambin en
contacto con los jvenes y con la Compaa europea, con la que mantenan muy frecuentes
contactos tanto para los estudios como para el buen gobierno de la orden. En este marco
facilitaban experiencias sociales, que desembocaron en la creacin de grupos de misin
obrera. No faltaban jesuitas mayores que pidieron formar parte de esta misin y que le
dieron la solidez y el equilibrio suficientes para una poca de tantos cambios vertiginosos.
La mentalidad, los ideales y el modo de ser de Pedro coincidan en parte con todo este
movimiento social y reivindicativo. l, como el que ms, estaba al lado de los ltimos.
Eran sus amigos, era su nueva familia. Formaba parte de un grupo de jesuitas, sacerdotes y
laicos que viva intensamente estas situaciones y las analizaba constantemente. El grupo se
relacionaba con los movimientos clandestinos, que luchaban por las libertades y a favor de
la causa justa del mundo del trabajo.
Pedro participaba a su modo en estas situaciones conflictivas de la poca. Daba ms
importancia a la relacin personal, a la vinculacin con las personas y sus urgencias, que a
la transformacin de las estructuras mediante las luchas sociales. En algunas ocasiones esta
diferencia apareca en las largas discusiones dialcticas, en las que Pedro no sola hablar
mucho. Con todo, a la hora de la verdad, all estaba l, junto a los compaeros, con su
presencia y su solidaridad, defendiendo en concreto a la clase obrera, con especial atencin
a los gitanos.
Le encontramos con el grupo en la famosa huelga de la construccin de Granada del 1970.
Pedro estaba en cija trabajando de temporero cuando se enter de que varios obreros de la
construccin haban sido encarcelados. Como en el grupo haba algunos que trabajaban en
la construccin, Pedro se traslada inmediatamente a Granada y toma parte en las
manifestaciones.
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Fueron das de fuerte represin. Hubo varios muertos por la accin de la polica del
rgimen. Los trabajadores se encerraron en la catedral. Haba varios del grupo, y Pedro
entre ellos. Segn se cuenta, se las agenci para hacer de enlace entre los de dentro y los de
fuera. En los mensajes que enviaba, firmaba: Pedro Amaya.
No consta que fuera directamente golpeado por la polica, aunque entre los gitanos de
aquel tiempo se dice que lo fue y que la paliza que recibi fue una de las causas de su rara
enfermedad. Con todo, no hemos podido confirmar esta versin gitana por los testimonios
de los que le trataron ms directamente durante el tiempo de su ltima dolencia.

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7. PASIN Y MUERTE

Pedro era una persona sufrida. Saba disimular sus enfermedades o cualquier malestar. La
vida que llevaba en 1971 era muy dura y no sola tener precisamente orden en las comidas
y descansos. No pocas veces, como ya se ha explicado, venda su sangre para poder ayudar
a los dems. Al hablar sobre esto con su hermano Isidro, nos deca: Pedro estaba
anmico, no tena defensas, no se cuidaba, y cuando cay enfermo de verdad no pudo
atajar la dolencia; se derrumb fatalmente.
A principios de noviembre de 1971 se empez a encontrar mal, pero no dej ninguno de
sus trabajos. Cuentan que unos meses antes, durante una excursin a Sierra Nevada, se
ahogaba. l mismo no le dio ninguna importancia y lo atribuy a ciertas alergias. Sin
embargo, pudo ser un aviso de que algo negativo se estaba fraguando.
Todava le recuerdan por noviembre vendiendo ensaladas en Granada con toda naturalidad.
Pero un domingo se queda en cama y, cuando Mara Armada le va a visitar, le produce una
impresin fatal. Ve a Pedro deshecho, sudando y con el rostro completamente plido.
Mara se sorprende cuando le dice: No te vayas, Mara, que no me encuentro bien. Estas
palabras son para ella una voz de alarma. Se moviliza al instante y lo llevan al hospital.
Pedro est muy mal. En urgencias le diagnostican un resfriado y, de entrada, no le dan
excesiva importancia. Mara y el Cabra, que ha acudido rpidamente con otros amigos y
compaeros, no se contentan con dicho diagnstico, y llaman a un mdico conocido del
grupo. Parece que se trata del doctor Juan Segura Clemente. Acude enseguida, se da cuenta
de la gravedad de la situacin y a las tres de la madrugada le hacen la traqueotoma, ya que se
les iba por falta de respiracin.
Comentando las incidencias de aquella noche, nos dicen algunos de los que estuvieron
junto a Pedro desde el primer momento que, hasta que vino el mdico amigo, fue tratado
como a un pobre gitano. Ya sabe usted lo que les pasa a los pobres, y ms si son gitanos.
Esta era su condicin de vida, el status al que Pedro haba llegado. Situacin penosa, dura e
injusta; pero muy generalizada, sobre todo en aquellos aos.
El mes de enfermedad fue terrible. Pedro se fue hinchando y sufra mucho. Result
complicado y difcil hacer un diagnstico. Con abundantes dudas se le atribuy una rara
enfermedad, llamada sndrome de Landry. Un virus gripal que ataca la mdula y deja
paralizado todo el organismo. Hay que recordar que en aquel mes murieron en el barrio
unos 10 nios, casi todos de forma muy rpida. Se deca que algunos haban sido mordidos
por las ratas de cloaca. No es ninguna hiptesis descabellada pensar que Pedro sufriera el
contagio de una epidemia localizada en un espacio de miseria y abandono como aquel.
Dadas sus escasas defensas, Pedro corri la misma suerte de sus vecinos gitanos. Una
dimensin ms de la total insercin en aquel mundo degradado y marginal.
Durante el mes de la enfermedad nunca le falt atencin y compaa por parte de los
miembros de su grupo, de los vecinos y de los jesuitas de La Cartuja. No todos podan
entrar en la habitacin donde se encontraba. Tanto a las puertas del hospital, como en los
pasillos y antesalas se vean numerosos grupos de gitanos, segn su costumbre y tradicin,
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esperando y acompandose los unos a los otros. Las entradas en la habitacin eran breves,
pues el sufrimiento y el deterioro de Pedro no permitan largos encuentros. Muchos salan
llorando. Poco a poco fue cundiendo la certeza de que la vida de Pedro se acababa. Todo
su organismo se desmoronaba da a da. Pusieron en la habitacin una imagen de la Virgen
Macarena.
Los que estuvieron presentes en las ltimas horas dicen que la muerte de Pedro fue muy
dolorosa. Segn parece, no poda respirar. Todas las ayudas se hicieron intiles. Era el 16
de diciembre de 1971. La noticia corri como la plvora desde Granada a toda Espaa. La
sociedad gitana haba perdido a un hombre entregado, a un padre, un amigo y un cura.
Muri a los 39 aos.
Recin fallecido en el hospital, los gitanos se lo llevaron como algo propio a su barrio, a su
casita, la de l, la del grupo, la de todos. Y all le velaron, le lloraron, durante toda la noche
y la maana del da siguiente.
El funeral de Pedro fue de enorme emocin. Los gitanos llevaron a hombros su cadver
desde el barrio de La Virgencita al cementerio de La Cartuja. En vez de amortajarlo con
sotana y los ornamentos sacerdotales, segn la costumbre de la poca para los clrigos, le
vistieron de gitano. Uno de los asistentes, Curro Torres, escriba en la revista de
divulgacin gitana Pomezia, en el nmero de enero-febrero de 1972:
No quiero recordar lo largo que se hicieron los 4 kilmetros y pico que separan el barrio
de la Virgencita de Granada y la Cartuja. All la pena negra lo inund todo, todo era
desesperacin, llanto, angustia. En los sollozos desgarrados que brotaban de las
gargantas de aquellos gitanos granadinos, poda adivinarse que ellos saban lo que
perdan: su apstol, su amigo, que lo dio todo por ellos, hasta la misma vida. Lo llevamos
en hombros como le corresponda a un gitano, y el camino se hizo interminable hasta La
Cartuja, entre el llanto, la angustia y la desesperacin de los hombres, el grito de las
mujeres, y el deseo incontenible de los nios, a quien l tanto amaba, que intentaban
llegar con sus manitas hasta el fretro e incesantemente se hacan esta pregunta: Pedro,
porqu te vas?.
La Misa fue concelebrada por gran nmero de sacerdotes, presididos por el Arzobispo de
Granada. Le enterraron all mismo en el cementerio que est en una loma junto a la
Facultad de Teologa. All descansaron sus restos mortales en la paz de un recinto lleno de
flores en la colina de La Cartuja.
Actualmente estn ya en la capilla del cementerio, situada en el punto ms alto del
montculo. Una sencilla lpida reza:

P. PEDRO CLOSA FARRES.+ 16.12.1971. R.I.P.

A los pies de la capilla est Granada, con sus barrios, su gente, su cultura, su historia, su
belleza y sus gitanos.

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8. PEDRO VIVE

Cuentan numerosas familias gitanas que conocieron y trataron a Pedro que tena una forma
muy particular de entrar en ellos. Pero que cuando ya estaba, nunca ms se iba. Formaba
parte de sus sentimientos, de su corazn y de su vida. Por esto, a pesar de morir, esta
presencia honda permanece. Le quieren, le rezan, est con ellos, dicen que ha hecho
milagros. En definitiva, le han cobrado una muy profunda devocin.
Nosotros le tenemos mucha fe. Le rezamos, hablamos con l. Y nos ayuda. Nuestro hijo
Pedro (le pusimos el nombre por l) naci el da antes de su muerte, el 15 de diciembre de
1971. Estuvo muy enfermo. En el verano de 1972 estaba ya para morir, deshidratado,
tena ya un color verdoso. Le dijimos a Pedro o que se lo llevase o que lo salvase. Aquel
mismo da empez a sanar y se salv. Para nosotros, aquello fue un milagro. Nos protege
y est con nosotros. Otro hijo nuestro sali de la droga, gracias a Pedro y, cuando tuvo un
accidente mortal, no le pas nada, dejando el coche absolutamente destrozado. Pedro est
con nosotros.
Otro testimonio habla de la fe: Yo nunca cre en los curas, por mala experiencia y por
tradicin familiar. Pero gracias a este grupo de vecinos, gracias a Pedro, volv a creer en
Dios. Pedro era muy especial, siempre se sala con la suya.
Son historias largas, a veces interminables, explicadas con enorme cario y una gran
conviccin. Para los que las cuentan, son autnticos milagros. Hay coincidencias muy
notables, como aquellos padres que fueron a buscar a un hijo a Barcelona, sin saber nada
de l. Era la primera vez que iban a la Ciudad Condal. Su hijo se haba marchado de casa
haca meses. Despus de dar vueltas y vueltas por la ciudad, paran su furgoneta en un
semforo e invocaron a Pedro. Al ponerse en marcha, encuentran a su hijo en un bar del
Paralelo. Quin les podr convencer de que es pura casualidad? Ellos viven como si Pedro
no hubiera muerto. Est con ellos, dicen.
La cultura gitana desde siempre ha tenido una profunda veneracin y respeto por sus muertos.
No los olvida. Convive con sus recuerdos y con su presencia. Pedro es uno de ellos, est en
el corazn y en la memoria de muchos, no slo como una vida que pas, sino como una
vida que sigue, una verdadera bendicin.
La gente que estableci una relacin tan honda y autntica con una persona como Pedro Closa no duda
que sigue viviendo en Dios y que en l les sea actualmente una ayuda, un soporte, un fundamento para
su fe y una proteccin continuada.

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9. A MODO DE CONCLUSIN

Han pasado 32 aos desde la muerte de Pedro. Impresiona constatar que su recuerdo sea
tan vivo en todas partes. Un recuerdo agradecido y profundo. Estuvo solamente seis aos
en Andaluca y llen un tiempo enorme, un tiempo que sigue, pues fue y es un gitano
andaluz. Forma parte del patrimonio de este pueblo, particip de sus avatares, viviendo y
muriendo como uno ms. Fue alguien muy especial, nico, que intent evangelizar el
mundo gitano, y como suelen recordar sus amigos, fue tambin evangelizado por ellos.
Lleg a su alma y la encontr dispuesta y sencilla, alegre y comunitaria.
Jess Gutirrez, un jesuita castellano, compaero de Pedro y agitanado como l, en un
breve artculo publicado en la ya citada revista Pomezia transcribe algunos prrafos de un
escrito testimonial de Pedro:
Yo viva con los primos. He hecho amistades hondas, sin pretender ms, todo va viniendo
poco a poco. Mi ideal es vivir con ellos, compartir su vida y ponerme a su servicio como
ellos se ponen al mo... Intento nicamente convivir sin hacer ruido, pero CONVIVIR, no
tericamente sino prcticamente. Yo no estoy con ellos para hacer una barriada nueva, para
proporcionarles casas, colchones, ni mantas. Slo vivir y, si a alguno le hace falta una
manta, y yo tengo, parto lo mo con l. Y si es l el que tiene y yo no, tambin acepto que l
me d a m.
Yo soy como soy, y esto es lo que les doy, mi persona tal como es. Y a la larga surgen
cosas muy hermosas, y yo me extaso con las cosas hermosas, me dan nimo. Son
chiquititas todas estas cosas, pero van creciendo como las plantas. Algunas son rboles y
dan sombra y fruto. No hay muchos rboles, pero como yo no intento formar un bosque,
estoy contento. Si algn da veo que detrs de m hay un bosque, sonreir, pero sin
engrerme, y si al girar la cabeza, slo veo al cabo de mucho tiempo una hierbecilla,
mirar a ver si tiene flor y si sta es gitana, sonreir con una risa tan ancha y quizs ms
que si viera el bosque. Una flor es algo muy original y muy bonito, y cuando es cal, sube de
valor.
Estas emotivas y hondas palabras de Pedro encierran su carisma, su vida y sus proyectos.
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Con ellas ponemos punto y final a este escrito con la conviccin de que han quedado fuera
muchas realidades importantes. Animamos a tantos que han conocido y que han querido a
Pedro Closa que amplen estas breves pginas. Ha sido una vida de enorme valor, una vida
entregada, una vida que ha dejado una huella profunda en cantidad de personas.
Terminamos con estas palabras de Jess Gutirrez. Son las ltimas de su escrito de
despedida: Vete contento, Pedro, y no te olvides de los que nos quedamos y del jardn que
plantaste en la tierra.

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