Jacques Maritain y El Misterio Del Mal
Jacques Maritain y El Misterio Del Mal
Jacques Maritain y El Misterio Del Mal
La realidad del mal es un hecho que nadie se atrevera a negar. En el albor de la era
cristiana, S. Agustn se haca ya eco de ella con una dura y lacnica sentencia: "la vida humana,
que est llena de tantos y tantos males de este siglo, se caracteriza por la miseria" 2. Desde
entonces, el problema del mal ha ido extendiendo su oscuro velo sobre la conciencia humana,
cada vez ms sensibilizada.
Jacques Maritain ha resumido las lneas generales de este proceso al comienzo de su
opsculo Dieu et la permission du mal: "a medida -dice- que, bajo la influencia misma del
cristianismo, la conciencia de los hombres se haca ms sensible a la dignidad de la persona
humana y a los ultrajes que le son infligidos por el mal, y por otra parte las dimensiones del mal,
de la injusticia, de la crueldad, de todas las clases de crmenes le eran cada vez mejor reveladas
tanto en profundidad como en extensin (hoy, no hay ms que abrir el peridico para ver las
iniquidades que el orgullo o la estupidez, aadidos a la dureza de corazn, hacen cometer en
todos los rincones de la tierra)- a medida pues que se desarrollaba tal proceso, el problema del
mal ha tomado una importancia ms trgica para la conciencia humana" (DPM, OEC XII 17).
Para nuestro autor, ha sido una constante de su bsqueda filosfica.
Pero, en qu consiste el escndalo del mal, capaz de generar las ms diversas formas
de atesmo y hasta de ofuscar las conciencias cristianas? La relacin de la libertad creada con la
libertad divina y su plan eterno constituye, sin duda, uno de los problemas fundamentales; de
hecho, la manera en que el hombre -en el uso de su libertad- modela su vida y forja la historia es
esencial al anlisis del mal moral. Con todo, como dice Fr. Marie-Joseph Nicolas, en la reflexin
tomista sobre el mal "el problema no es el del libre albedro, sino el de la inocencia de Dios en
nuestros pecados. Cmo hacer el mal inteligible en un sistema metafsico en el que todo lo que
existe y obra depende de Dios en sus fibras ms recnditas y profundas? 3.
1
Las reseas de las citas de Maritain se expresarn en abreviatura y siguiendo la edicin de sus Oeuvres
Completes, ds. Universitairres, Fribourg.
La correspondencia de las siglas es la siguiente:
-OEC I (d. 1986): PhB (La Philosophie Bergsoinenne: tudes critiques).
-OEC III (d. 1984): RI (Rflexions sur lintelligence et sur sa vie propre).
-OEC IV (d. 1983): DS (Les Degrs du savoir).
-OEC V (d. 1983): SL (Sept leons sur ltre et les premiers principes de la raison spculative) y
DPhChr (De la philosohie chrtienne).
-OEC VI (d. 1984): HI (Humanisme intgral).
-OEC VIII (d. 1989): DBTh (De Bergson Thomas dAquin).
-OEC IX (d. 1990): CT (Court trait de lexistence et de lexistant) y NL (Neuf leons sur les notiones
premires de la philosophie morale).
-OEC X (d. 1985): PhH (Pour une philosophie de lhistoire) y PA (Le Pch de lange).
-OEC XI (d. 1991): PhM (La Philosophie morale. Examen historique et critique des grands systmes).
-OEC XII (d. 1992): DPM (Die et la permission du mal) y PG (Le paysan de la Garonne).
-OEC XIII (d. 1992): AppSE (Approches sans entraves).
2
De civitate Dei, XIX, 4.
3
La libertad humana y el problema del mal, en Jacques Maritain, Rvue thomiste, 1948 (48), pg. 245
de la traduccin espaola de Descle de Brouwer, Buenos Aires, 1950.
Juan J. lvarez
L. I, c. I, 1.
Introduccin a la simblica del mal, Ediciones Megpolis, Buenos Aires 1976, pg. 199.
6
Ibidem, pp. 51-52.
5
"La libertad humana y el problema del mal", art. cit. pg. 245.
Juan J. lvarez
El hecho de que este punto se haya asumido como patrimonio intocable de la respuesta clsica al misterio
del mal, explica la escasa atencin a l por parte de Maritain. Es una doctrina muy comn y nuestro autor slo ha hecho
mencin a ella para corregir posibles equvocos (Cfr. DBTh -OEC VIII- VII, I) o, de manera, dispersa, en otras
muchas obras.
En Dieu et la permission du mal (pg. 10), remite, para una ampliacin sobre este tema, a la obra de Charles
Journet, Le mal, Descle de Brouwer, Bruges 1961. Efectivamente, el captulo II de este estudio teolgico (del que hay
traduccin espaola en Ed. Rialp, Madrid 1965) est dedicado a una consideracin general del mal. Adems de una
pormenorizadsima explicacin histrica, esta obra pretende responder tambin a algunas formas concretas del mal
fsico -como el "sufrimiento de los animales" (Cfr. V, 3) o "el caso excepcional de los nios" (Cfr. V, 4)-. Maritain
no ha atendido este tipo de cuestiones; los objetivos de sus reflexiones no van en esta direccin, sino ms bien en la de
un tratamiento metafsico del mal moral.
9
Cfr. por ejemplo, De natura boni, c. XVII; De libero arbitrio, L. I, c. XVI, 34; Confesiones, L. II, c. 5.
Juan J. lvarez
laguna en una esencia, sino una privacin en un sujeto que ejerce el acto de existir, una llaga en
la existencia; y no obrando por s mismo sino por el bien, en el que anonada, es tanto ms activo
y tanto ms fuerte cuanto este sujeto existente al cual corroe con el no-ser est ms
profundamente daado y ejercita una existencia ms activa y elevada" (CT, OEC IX 46-47).
2. Siguiendo a Santo Toms 10, nuestro autor distingue entre el mal que afecta a la
operacin de los seres -"mal de la accin"- y el que afecta al ser mismo del agente -"mal del
ser"-. De forma general, -dice-, el mal de la accin procede siempre de algn mal del ser. As, en
el universo de la naturaleza material, una operacin defectuosa tendra su origen en algn
defecto de las potencias operativas del agente o de su ser mismo. A su vez, este mal del ser
resultara de las contrariedades y oposiciones a que dan lugar los fines diversos de las distintas
naturalezas -buenas en s mismas- que presiden el universo. En este orden particular e
instrumental, el bien propio est ligado a alguna privacin o mal ajeno, a algn "mal fsico" o
"mal de naturaleza".
En el universo de la libertad, en cambio, el defecto del que procede el mal de la accin,
aun siendo tambin un mal del ser, un decaimiento de una potencia operativa del agente en este
caso, la voluntad-, es un "defecto voluntario y libre", un defecto no de la naturaleza misma, ni de
la propia voluntad en su actividad libre: radica, de acuerdo con Santo Toms, en que "la
voluntad no use la regla de la razn y de la ley divina" 11. Este defecto preexistente es la raz del
mal de la accin en el universo de la libertad, del mal moral. En este universo, el orden
particular, autnomo e irreductible de los valores morales, no podr ser ya instrumentalizado por
el orden universal -como haca Leibniz-; ser, sin embargo, en cierto sentido, reconquistado por
l 12.
Teniendo en cuenta estas precisiones, Maritain se pregunta qu sentido puede tener la
existencia del mal en el mundo. Ha tratado esta cuestin siguiendo tambin al pie de la letra a su
maestro: "la perfeccin del universo, dice el Aquinate, exige que haya desigualdad en las cosas,
para que todos los grados de ser o de bondad sean llenados. Ahora bien, hay un grado de bondad
que tiene de propio que lo que est en l colocado sea bueno hasta el punto de que no pueda
jams decaer del bien. Y hay otro grado de bondad que tiene de propio que lo que est colocado
en l sea bueno de tal suerte que pueda decaer del bien" 13. En el primer grado slo se incluyen
Dios y los bienaventurados; en el segundo, el resto de la naturaleza entera.
Parece, a primera vista, que el texto citado no hace sino anticipar las consignas del
optimismo racionalista de Leibniz. Unas lneas despus, Santo Toms insistir en otras dos
conocidas tesis agustinianas, tambin presentes en el filsofo alemn: Dios no puede crear seres
impecables; si hay seres que pueden decaer del bien, se sigue que esa cada se producir a veces;
y adems, Dios no permitira que el mal existiera si de l no pudiera extraer bienes mayores.
Dnde estn las diferencias con el autor de la Teodicea? La doctrina leibniciana de la libertad,
aadida a una concepcin que trata la finitud ontolgica como mal metafsico, parece imponer
10
Cfr. Sum. theol., I, q. 49, a. 1; De malo., 3; Sum. cont. gent., II, c. 46; III, c. 10 y 13.
De malo, q. 1, a. 3. (Citado por Maritain en DBTh, OEC VIII 140).
12
Abordaremos la manera en que esto se produce ms adelante (Vase 4.3).
13
Sum. theol., I, q. 48, a. 2.
11
el mal como una necesidad, reductible eso s al orden del cosmos garantizado por la divinidad.
La filosofa del Aquinate, por su parte, defiende ante todo la irreductibilidad del orden moral al
universal. Como bien apunta Maritain, en el texto citado Santo Toms se coloca en un punto de
vista concreto, el del orden de la naturaleza como obra de arte de Dios. Pero para hacerse cargo
de la respuesta tomista en su integridad, hay que considerar un aspecto no valorado
suficientemente por el racionalismo leibniciano: los agentes libres que sufren son seres
personales. Desde esta perspectiva, ya no pueden enfocarse como una mera parte del universo;
son un todo, un "universo por s mismo". Esta condicin es la que convierte, precisamente, su
dolor en inconsolable y su mal en incomprensible.
Cul es el sentido, si lo hay, de la admisin divina de esta situacin? Segn Maritain,
la persona posee aspiraciones transnaturales, condicionales e ineficaces en su estado actual: a la
inmortalidad, a ser libre sin poder pecar, a ser plenamente feliz sin sufrimiento; en definitiva, a
ver a Dios en su esencia. El hombre lucha aqu por una conquista plena de la libertad en el orden
de la vida espiritual, que slo alcanzar en la vida eterna. Si el ser humano, advierte el filsofo
francs, hubiese sido creado en el estado de naturaleza pura, sus aspiraciones connaturales no
sufriran la amenaza constante a la que se exponen en las actuales circunstancias; para su
satisfaccin no precisara de la lucha continua que se ve obligado a emprender para conquistar la
libertad en el orden social, pero eso no implica que se viese libre de las enfermedades debidas a
su ser de "animal racional" y adems, se le habran cerrado definitivamente las puertas a sus
aspiraciones ltimas. Creado, en cambio, segn la Revelacin, en el estado de gracia y en orden
a l, el hombre vive en un nivel distinto, el de las "relaciones morales y espirituales de las
personas creadas entre s y con Dios" (DBTh, OEC VIII 132), y est llamado a la beatitud. Por
eso, dir nuestro autor, si desde el punto de vista de la naturaleza "est en el orden de las cosas
que el hombre sea comprometido en el dolor, en el sufrimiento y la muerte porque, por su
esencia, est comprometido en la naturaleza corporal, generable y corruptible" (DBTh, OEC
VIII 133), desde el punto de vista de la libertad, y en cuanto persona -falible tambin, pero libre-,
est llamado al amor de caridad con los dems y con el Creador, a la entrada en la gloria y a la
satisfaccin de sus aspiraciones ltimas. En una frmula que puede parecer escandalosa si se la
malinterpreta, concluir: "el pecado -el mal- es el precio de la gloria" (DBTh, OEC VIII 137).
3. El mal de naturaleza
De acuerdo con la doctrina clsica, Maritain ha distinguido entre mal de naturaleza o
sufrimiento (por otros llamado "mal fsico") y mal moral o de la voluntad libre.
Qu decir del primero? En realidad, no ha sido objetivo primordial de las reflexiones
maritainianas, pero s podemos entresacar algunas de sus conclusiones apoyndonos sobre lo ya
dicho. Nuestro autor lo explica en relacin al orden universal de la naturaleza o a un orden
particular instrumental respecto de aqul: as, un hecho que lesiona un orden particular
instrumental como, por ejemplo, la conducta de un animal depredador, no puede considerarse
malo en relacin al orden universal. No ocurre lo mismo, en cambio, con el mal moral,
perteneciente a un orden autnomo e irreductible: la falta moral nunca podr ser considerada un
bien, aun cuando fuera reordenada hacia otro bien mayor.
Juan J. lvarez
Gn. 3, 16-19.
15
Esta parece ser tambin la opinin de Santo Toms. En el Comentario sobre las Sentencias, dice: "Dios,
cuando hizo al hombre al comienzo, habra podido formar del barro otro hombre y dejarlo en la condicin de su
naturaleza, de manera que fuese mortal y pasible y sintiera el combate de la concupiscencia contra la razn: lo que
no habra rebajado en nada a la naturaleza humana, puesto que estas cosas se siguen de los principios de la
naturaleza" (II, d. 31, q. 1, a. 2, ad. 3; Cfr. tambin Sum. cont. gent., IV, c. 52).
16
La teologa catlica (y Maritain con ella) afirma, sin embargo, que el estado de naturaleza pura no ha
existido nunca y que, desde el punto de vista racional, es una pura posibilidad: el hombre ha sido creado, de hecho, en
un "estado de inocencia" que inclua el estado de integridad y en el que gozaba, adems, de privilegios sobrenaturales
y preternaturales; estado del que decay a la condicin de "naturaleza herida" por el pecado original y del que ha sido
"rescatado" por la Redencin. (Sobre las heridas infligidas al bonum naturae por este pecado, vase en Santo Toms,
Sum. theol., I-II, q. 85, a. 1 y 3. Maritain ha tratado este tema, sucintamente, en AppSE, OEC XIII, c. 11, a la vez que,
por prolongacin de las lneas generales tomistas -que se refieren al orden moral- en el plano especulativo, ha intentado
discernir las heridas sufridas por la inteligencia).
Juan J. lvarez
inalcanzables 17. El pecado original contribuye as a desenredar el misterio humano: "sin este
misterio, dice Pascal, el ms incomprensible de todos, somos incomprensibles para nosotros
mismos. El nudo de nuestra condicin toma sus repliegues y sus curvas en este abismo; de
manera que el hombre es ms inconcebible sin este misterio que lo que le es ste a aqul" 18.
En la misma lnea, Balmes ha credo ver en el pecado original la llave explicativa de la
historia universal: "atreveos a desecharle, y el mundo se os convierte en un caos, y la historia en
una serie de catstrofes sin razn ni objeto, y la vida del individuo en una cadena de miserias; y
no encontris por doquiera sino el mal, y el mal sin contrapeso, sin compensacin; todas las
ideas de orden, de justicia, se confunden en vuestra mente, y, renegando de la Creacin, acabis
por negar a Dios. Sentad al contrario, este dogma como piedra fundamental: el edificio se
levanta por s mismo, vivsima luz esclarece la historia, divisis razones profundas, adorables
designios, all donde no vierais sino injusticia o acaso, y la serie de los acontecimientos desde la
creacin hasta nuestros das se desarrolla a vuestros ojos como un magnfico lienzo donde
encontris las obras de una justicia inflexible y de una misericordia inagotable, combinadas y
hermanadas bajo el inefable plan trazado por la sabidura infinita" 19.
Maritain es mucho ms prudente en este aspecto: no cree posible una verdadera
demostracin del pecado original. Pertenece ste a un orden distinto al metafsico y depende
esencialmente de la Revelacin. Lo ms a lo que se podra llegar analizando las "heridas"
(vulnera naturae) supuestamente dejadas por una catstrofe original en nuestra naturaleza es a
concluir de una manera probable, no a ninguna inferencia demostrativa (Cfr. PhH, OEC X
679-680; RI, OEC III 377). Por eso, en ninguna etapa de su discurso aparece como fundamento
explicativo: lo que Maritain ha pretendido es dejarle un hueco para que su inclusin en el orden
teolgico no repugne a la razn sino que la complete. Sus conclusiones en el orden metafsico
son, por lo dems, claras: ni Dios es causa propia del sufrimiento en su omnipotencia creadora,
ni lo es en su justicia retirando a la criatura los dones gratuitos del estado de inocencia, ni lo ser
(lo veremos) condenando y reprobando.
3. Hay, ciertamente, una conexin general entre sufrimiento y pecado, entre mal
ontolgico y mal moral, conexin entre sombras porque desborda toda experiencia y en la que
Dios y el sufriente se encuentran en planos diversos.
a) Gabriel Marcel ha advertido, respecto a ella, de la tentacin errnea y aberrante de
responder a alguien que sufre, en el plano de la retribucin: "lo que yo pretendo, dir en tre et
avoir, es que esta conexin es, hablando con propiedad, inexperimentable, es decir, que no
puede ser traspuesta sobre el plano de una experiencia especificable ... Estamos aqu en lo
insondable y hay algo que sera preciso alcanzar a dilucidar filosficamente. Cosa extraa, el
sufrimiento no es, en efecto, susceptible de revestir un significado metafsico o espiritual ms
que en la medida en que implica un misterio insondable. Pero, por otra parte, -y aqu est la
paradoja-, todo sufrimiento es, por esencia incluso, <ste>; de aqu la tentacin casi irresistible
de encontrarle una explicacin o una justificacin que sea tambin determinada, especfica. Esto
17
18
19
Cfr. Penses, 2 parte, art. V, III, Firmin Didot Ed. Paris 1844, pg. 180.
Juan J. lvarez
escapar al <orden de la expansin del ser> tanto como al orden de las intenciones y
regulaciones divinas, pero slo para recaer en el <orden de la revancha del ser>, que se resarce
del mal y de sus fructificaciones. La deficiencia y la privacin que el hombre ha producido
libremente en s mismo producirn, a la vez, en el universo, una fructificacin directa del mal -ya
que todo mal engendra otros males y sufrimientos- y una fructificacin indirecta (pienso en los
sufrimientos, dificultades y angustias envueltos en todo proceso de autorregulacin) y
finalmente, esta fructificacin del mal refluir sobre el agente mismo puesto que es un todo en
el todo y tiene la iniciativa autntica de este anonadamiento que constituye el mal" (NL, OEC IX
815-816).
Esta ley maritainiana de "reequilibrio del ser", fundada en la filosofa india y su teora
del "karma", no pretende sustituir la nocin de justicia por un puro mecanicismo fsico: intenta
dar razn de la relacin entre el agente libre y el ser creado desde consideraciones estrictamente
metafsicas, y contribuir a la reconquista del orden moral por el orden universal , sin reducir
aquel. De alguna manera, pone tambin las bases filosficas de conceptos utilizados ms tarde
por el telogo. Para un conocedor de la obra maritainiana, por lo dems, una teora tan peculiar
como sta no tiene por qu resultar extraa: es de sobra sabido el inters de nuestro autor por el
pensamiento oriental. Ciertamente, la idea de una especie de autorregulacin universal puede
chocar con nuestra mentalidad occidental aunque se adorne de tecnicismos filosficos o se
inserte en una filosofa general del ser, pero, en el contexto del pensamiento maritainiano y de su
flexibilidad intelectual, insisto, no debe ser malinterpretada: ni conduce a una especie de alma
del mundo, ni debe concebirse -como ya hemos dicho- en el marco de un mecanicismo fsico.
Dios es cabeza tanto del orden universal como del orden moral y, en ltimo trmino, a l hay que
retrotraerse para dar razn de ellos.
Del mismo modo, puede sorprender la consideracin de tres tipos distintos de pecado.
Lo que se ha venido en llamar, posteriormente, "pecado social" no est tan lejos de nuestra
realidad cotidiana. Tampoco lo est, de hecho es el sentido tradicional del trmino, el pecado
contra el Todo trascendente. Pero, y el pecado contra el universo del ser? Es concebible que
ese pecado pueda dar origen a una especie de resarcimiento por parte del universo, que engendre
como frutos males ontolgicos, y que stos reviertan sobre el agente?
Maritain denomina pecado a todo acto que, cumplido por un agente libre, se oriente en
la lnea del mal. En ltima instancia, todo pecado es un pecado contra Dios, su ley o su obra,
pero en el caso del orden universal y desde una perspectiva puramente metafsica, lo que
produce, viene a decir el filsofo francs, es un anonadamiento que desequilibra el dinamismo
del ser. Se pueden apuntar casos concretos de esta fructificacin indirecta del mal moral en
el orden fsico? Creo que s. Intuyo, por ejemplo, que si consideramos problemas tan actuales
como el ecolgico o la capa de ozono, nos daremos cuenta de que las reflexiones maritainianas,
no por ser estrictamente metafsicas estn alejadas de la realidad. He ah, me parece, dos casos
de pecados contra el orden universal, males morales pues proceden de la voluntad libre del
hombre dirigida habitualmente por la ambicin, que fructifican revertiendo sobre l mismo en
forma de males fsicos u ontolgicos cada vez menos desconocidos y ms temidos.
4. El mal moral
La reflexin maritainiana sobre el misterio del mal ha orientado la mayor parte de sus
esfuerzos a dar razn del mal moral. Lo que para ciertas mentalidades puede parecer un
pseudoproblema comparado con el "escndalo" del mal de naturaleza, aparece ante nuestro
autor no slo como el aspecto ms controvertido y polmico del mal, sino tambin como el ms
grave y de mayor trascendencia 21.
El pasaje que yo juzgo como sntesis mejor acabada del pensamiento maritainiano acerca del mal y la
inocencia divina se halla en La Philosophie morale. Resume aqu, en el marco de otras cuestiones, lo que ha llamado
"a, b, c, del cristianismo" en relacin al misterio del mal, y que sera ms ajustado llamar "a, b, c, de la tesis
maritainiana". Lo voy a citar ntegramente pues en l se recoge de forma esquemtica todo lo que habremos de decir a
partir de ahora:
"La inocencia de Dios en la perspectiva autntica del cristianismo, dice nuestro autor, es un corolario de su
trascendencia. Dios est absolutamente exento del mal, es inocente. Mucho ms, se ha comprometido en la guerra
contra el mal y contra su compaera, la muerte; y los ha tomado, a ambos, sobre s, cuando se ha encarnado para
sufrir, como si buscase consolar a su gloria de haber creado un mundo donde est permitido el mal, porque pertenece
a la naturaleza de todo lo que no es Dios el poder equivocarse. Una filosofa de la trascendencia sabe que Dios es
inocente del mal: porque el primer origen del mal est en un universo -el universo de la libertad creada- otro y distinto
del de la Unidad increada, que puede aislarse (hacer la nada).
Siendo Dios el Ser mismo subsistente por s, y existiendo las cosas (entre las que se hallan los agentes libres
o personas) en su naturaleza propia, absolutamente distintas del esse divino, producen ellas solas o sin Dios la
hendidura o anonadamiento origen del acto malo; slo ellas tienen la iniciativa del mal, son la causa primera del mal.
El mal es la nica cosa (mas no es una cosa, sino una privacin) que conoce Dios sin haberla causado.
En cierto modo, nada ocurre si l no lo ha querido o permitido. Pero permitir no es querer. El permiso para
que la criatura se sustraiga al influjo de Dios, si quiere, es una sola cosa con el hecho de que el influjo que recibe en
el curso ordinario de las cosas es un influjo rompible, segn conviene a la pecabilidad natural, a los agentes creados.
En cuanto al permiso del acto mismo, infectado por esta nada (anonadamiento), si la Libertad increada soporta que
se abra en el ser la herida del mal que ella misma no ha querido, es porque, en el combate singular empeado con las
libertades creadas que le hacen frente, y en la aventura en la que su amor ha apostado todo, obtendr del mal que no
quiere, un bien mayor, que ser su rplica; slo ella es capaz de ganar con habilidad infalible un combate as,
conducido a tumba abierta, donde las prdidas son aterradoras porque el beneficio es propiamente divino: la entrada
final de la criatura (libre, en cada momento del drama, ante las atenciones de la gracia) en la alegra misma del Ser
subsistente por s, y logrando ser l por participacin, en virtud de la visin de la esencia divina.
Cualquier cosa que pudiese hacer la libertad creada, tan lejos como vaya en el mal, Dios har salir de sus
tesoros sobrecompensaciones mejores que todo el bien que hubiese sido sin ella. El fair play de Dios es la primera ley
de la filosofa de la historia. Hace juego franco con los agentes libres. Desde el instante en que decidi crear el mundo
decidi dejarles hacer, aunque deshiciesen su obra y dijeran no, a la manera del ngel o a la manera del hombre,
levantando la nada contra su amor, como dioses de abajo. Nos embarca con l en este asunto. Se requiere nuestra
colaboracin" (PhM, OEC XI 561-563).
Juan J. lvarez
antinmicas de las que queremos entender algo; esto no ser nunca sacrificar una por otra,
pretendiendo salvarla y disimulando nuestra desventura en la oscuridad del misterio divino. Por
oscuro que sea este misterio, la aseidad o absoluta independencia de Dios, por un lado; la
absoluta inocencia divina, por el otro, brillan all con una claridad soberana, y es este destello el
que nuestro ojo tiene dificultades en sostener. Ms que sacrificar o conmover, por poco que sea,
una de estas verdades a expensas de la otra, ms valdra despus de todo, confesar que nuestra
razn es demasiado dbil para conciliarlas" (DPM, OEC XII 22).
Los dos axiomas en que esta certeza se expresa, ya fueron claramente explicitados por
Santo Toms:
(a) "Deus nullo modo est causa peccati, neque directe, neque indirecte" 22.
(b) "Defectus gratiae prima causa est ex nobis" 23.
Sin embargo, lo verdaderamente paradjico en ellos es que parecen ir en contra de toda
la metafsica tomista y, por ende, de la maritainiana. No es acaso la metafsica del acto de ser
una filosofa en la que nada se sustrae al Influjo activador del Ser por excelencia? Efectivamente
esto es as, pero nuestro autor no dejar de recordar que la naturaleza del mal es privacin, un
no-ser que no tiene, por tanto, causa eficiente propia sino deficiente y que, en definitiva, no
puede ser atribuido a Dios.
El principio que se extrae de estos dos axiomas no es otro que la "irreductible disimetra
entre la lnea del bien y la lnea del mal". En la primera, se establece que: (1) "Dios es la causa
primera absolutamente universal de la mocin de la cual depende la accin de la criatura hasta la
menor <iota>, incluso y, sobre todo, la accin del libre albedro"; y que (2) "La ciencia de Dios
es causa de las cosas. Dios conoce las cosas porque las hace, las conoce en la ciencia de visin
por la idea creadora misma que las hace venir a la existencia" (DPM, OEC XII 26).
Consecuentemente, en la lnea del bien -dice Maritain-, "la existencia creada tiene toda la
iniciativa, aunque segunda; la Libertad creadora tiene toda la primera" (CT, OEC IX 90). En la
lnea del mal, en cambio, (1) la anonadacin depender, por entero, del agente libre, mientras
que (2) por parte de Dios slo hay un decreto permisivo; aunque conoce el mal, adems, lo
conoce sin causarlo.
Ahora se comprenden las condiciones de la conciliacin pedida por nuestro autor en el
texto arriba citado: negar los axiomas que rigen la lnea del bien, atenta contra la aseidad divina;
negar o no atender suficientemente los que dominan la del mal, atenta contra su inocencia 24. Por
22
23
Sum. theol., I-II, q. 79, a. 1. (Citado por Maritain en DPM, OEC XII 19).
Sum. theol., I-II, q. 112, a. 3, ad. 2. (Citado por Maritain en DPM, OEC XII 20); y Com. Sent., I, dist. 40,
q. 4, a. 2.
24
Esta desatencin explica, segn el filsofo francs, las confusiones en que se vio sumida lo que ha
denominado "Buena Escuela" (discpulos y comentadores de Santo Toms) ...
... Divididos entre los que la tradicin filosfica ha llamado "tomistas rgidos" -cuyos mximos
representantes son Bez, Juan de Santo Toms, los Carmelitas de Salamanca y, en nuestros das, en opinin de
Maritain, el P. Jean Herv Nicolas- y "tomistas moderados" -seguidores de Lemos como el P. Garrigou Lagrange-, no
acertaron a salvar definitivamente la inocencia divina sino con "puros artificios lgicos", empeados como estaban en
contemplarlo todo desde la lnea del bien.
extrao que parezca, si se quiere entender algo de este misterio, habr que "estacionarse", por
tanto, "cerca del no ser", en el lugar donde entidades auxiliares de razn como "anonadamiento",
"iniciativa de nada", "fisura del ser" o incluso "mal", se conforman sin referirse por ello a cosas
menos reales que el mismo ser.
Juan J. lvarez
sobrenaturales, cualquiera que sea la perfeccin de su voluntad, que ningn atractivo sensible o
pasional puede turbar y que en el orden natural no se dirige sino a las cosas buenas en s mismas
que la inteligencia le presenta sin ignorancia ni errores posibles, esta pura ausencia voluntaria
que es la no-consideracin de la regla y que es la precondicin del pecado, y que puede
producirse (en relacin con el modo o la medida segn la cual una cosa buena en s misma es
querida) sin presuponer en el espritu la sombra de menor error e ignorancia, podra haber tenido
lugar en l respecto al orden natural, si no hubiese sido creado ms que en este orden, y tener
como resultado que, en este mismo orden, peque queriendo de una manera mala una cosa buena
en s misma" (NL, OEC IX 877. Cfr. PA, OEC X 998-1017).
De este modo, el ngel sigue tambin la ley metafsica que exige que todo ser cuya
operacin no sea la regla misma de su accin, todo ser cuya naturaleza no sea su propio fin
ltimo, sea pecable. Slo Dios, -el ejemplo es de Santo Toms-, artesano que, por as decir,
"tiene en su mano la regla misma de la incisin", es capaz de cortar con una justeza y eficacia
infalibles. En el resto de los casos, la falibilidad es inherente a la naturaleza del agente libre; ms
an, desde el momento en que Dios decide crear, le es tan metafsicamente imposible crear un
ser inteligente y libre que sea impecable, como hacer un crculo cuadrado.
Ahora bien, siendo la pecabilidad de las personas creadas inevitable si slo la naturaleza
entra en juego, sin duda habr quienes, de hecho, pecarn. Maritain se atreve a afirmar, por ello,
que "Dios no habra creado la naturaleza si no la hubiese ordenado a la gracia y a la caridad por
la cual el hombre llega a ser, libremente, su amigo" (DPM, OEC XII 48). Y aadir: "la
pecabilidad de la criatura es el precio de la efusin misma de la Bondad creadora, quien para
darse personalmente al punto de transformar en ella un ser distinto de ella misma, debe ser
libremente amada de amistad, y para ser libremente amada de amistad debe hacer criaturas
libres, y para hacerlas libres, debe hacerlas faliblemente libres. Sin libertad falible, nada de
libertad creada; sin libertad creada, nada de amor de amistad entre Dios y la criatura; sin amor
de amistad entre Dios y la criatura, nada de transformacin sobrenatural de la criatura en Dios,
nada de entrada de la criatura en el goce del Seor" (DBTh, OEC VIII 136-137).
De forma similar, la aspiracin transnatural de la persona humana que demanda ser libre
sin poder pecar y que, como vimos, corresponde a una conquista plena de la libertad de
independencia en el orden espiritual, slo podr ser alcanzada en la vida eterna, cuando obremos
no en la luz de la nocin comn de bien, sino en la de la visin beatfica. Una vez ms, para
Maritain, "el pecado es el precio de la gloria".
que nos encontramos, es el pecado concerniente a la ltima categora el que interesa ahora
analizar: en qu consiste eso que el pensamiento cristiano ha venido denominando, en sentido
clsico, pecado, ofensa a Dios, y que, de forma general, prefiere llamar Maritain mal moral?
Sabemos que el mal ha sido metafsicamente definido por nuestro autor como
"privacin de un bien que debera estar ah"; parece pues que, desde el punto de vista del trmino
al que se dirige, la nocin de ofensa a Dios debe incluir alguna nota de "privacin que afecte a
Dios", pero esto choca frontalmente con la trascendencia e invulnerabilidad divinas. Maritain va
a zanjar, por este lado, la cuestin en dos aproximaciones: (a) "el pecado es deicida en el sentido
de que, si pudiera, destruira a Dios"; (b) pero adems, -esta respuesta es ms importante-, "priva
a la voluntad divina, antecedente y condicional, de alguna cosa querida por ella realmente" (NL,
OEC IX 921-922). El mal moral alcanza, por tanto, al Todo increado, en los efectos y las cosas
que El ama 27.
Y ahora desde la otra perspectiva, desde el lado en que se juega realmente el misterio
del mal, en qu consiste el mal de la accin en el universo de la libertad?, cul es su fuente?,
cmo atiende o desatiende el agente libre la regla y las mociones recibidas del Ser primero?,
cmo responde ste al anonadamiento introducido en el ser por aqul? Para aclarar estas
cuestiones, es preciso profundizar detenidamente en todas y cada una de las claves
fundamentales de la respuesta maritainiana.
4.3.1. La teora tomista de la no consideracin de la regla 28
Ya hicimos notar que el "mal del ser", el defecto "causa" del mal de la accin en el
orden moral, voluntario y libre pero sin ser todava un mal, radica en que la voluntad "no use de
la regla de la razn y la ley divinas". Este "no use", que es una mera negacin, una pura ausencia
voluntaria que no afecta todava a un bien debido y no constituye, por tanto, un mal, se
transforma -segn Maritain- en "privatio" de un bien debido, en anonadamiento y fisura del ser,
en el momento mismo de la aplicacin del acto, en el momento de la operacin.
Nuestro autor ha hablado de dos "instantes de naturaleza" realmente distintos, en los
que el primero tiene prioridad, al menos ontolgica, sobre el segundo, le "precede" y es "causa"
de l sin ser l mismo malo 29: "En un primer instante, dice, hay ausencia de la consideracin de
27
Segn Maritain, Dios tambin "sufre", en la profundidad de su ser, por la traicin a su amor que el pecado
representa. Un detenido anlisis de este "dolor divino", en una perspectiva ya teolgica pero muy sugerente, se halla en
AppSE, OEC XIII 840-854.
(Sobre este asunto, pueden consultarse los artculos de Pietro Coda, "Croce e ontologia. A proposito di uno
scritto di J. Maritain", en Nuova Umanit, n. 15, 1981; Enrico Di Rovasenda, "La fonzione teologica del filosofo
Maritain", en Vita e Pensiero, 1983, 3, marzo, pp. 67-68 y Charles Journet, "Jacques Maritain <thologien>", en Nova
et vetera, 1973, n. 3, pg. 231).
28
En Santo Toms, Cfr. Sum. theol., I, q. 49, a. 1, ad. 3; I-II, q. 75, a. 1, ad. 3; Sum. cont. gent., III, c. 10 y
De Malo., q. 1, a. 3.
29
La oscura y compleja nocin de "instante de naturaleza" o "instante virtual", ha sido definida por el P.
Marie-Joseph Nicolas de la siguiente manera: "llmase as a una separacin que hace nuestro espritu en un fenmeno
complejo y simultneo, para concebir a modo del orden de sucesin temporal, lo que en este orden manifiesta, que es
el orden de dependencia causal. Las palabras <prioridad> y <anterioridad> estn tomadas del lenguaje de la
Juan J. lvarez
la regla, y esto, por la pura iniciativa de la voluntad creada, a ttulo de causa primera deficiente
-no digo de la accin de la voluntad creada, puesto que en ese momento no hay nada an de
positivo, no hay an accin-, digo por la iniciativa y la libertad deficiente de la voluntad creada
(no hay que buscar, por lo dems, una causa de esta iniciativa; la libertad misma de la voluntad
basta para dar razn de ella). Considerado en s, ese instante no constituye an la falta, porque
es una pura ausencia de un bien (y no de un bien debido).
En un segundo instante, hay una accin producida con esa ausencia, accin que habra
debido ser regulada y que no lo ha sido, porque no se ha tenido actualmente en consideracin la
regla (Santo Toms dir que no se pide que se tenga siempre "la regla en la mano"; se exige, en
cambio, que en el momento de la accin se use de ella); en el primer instante, la voluntad ha
introducido una ausencia -la no consideracin de la regla-, y en el segundo, el acto que cumple
resulta conforme a esa ausencia, es decir, no conforme a la regla, no regulado; entonces hay
falta" (DBTh, OEC VIII 143).
En un artculo publicado en la Rvue thomiste, el P. Jean-Herv Nicolas 30 objet que la
tesis de Maritain haca un uso incorrecto del trmino "defectus" al designar una mera "negacin"
y utilizaba, adems, ambiguamente, conceptos como "no consideracin de la regla" o
"anonadamiento", refirindolos unas veces a la negacin "causa" del pecado y otras al pecado
mismo. En Dieu et la permission du mal (OEC XII 56-59), nuestro autor ha defendido, no
obstante, esta especie de ambigedad como "esencial a la gnesis del mal moral". La
no-consideracin de la regla -dice- cubre, en efecto, los casos definidos en cada uno de los
instantes de naturaleza: en el primero, es una mera negacin que merece ser llamada "defectus"
porque es "causa" del pecado y toda causa contiene virtualmente su efecto, sin serlo; en el
segundo instante, devendr propiamente "privacin", mal moral.
Aprovecha tambin para delimitar con mayor claridad su postura respecto a la
"prioridad" de la "negatio" sobre la "privatio". En las observaciones aparecidas, al respecto,
tanto en el Court trait (OEC IX 91-93) como en De Bergson Thomas d'Aquin (OEC VIII
139-149), la prioridad era puramente ontolgica, no temporal. Prefiere ahora (Cfr. DPM, OEC
XII 59-63) hablar tambin de una cierta anterioridad en el tiempo, utilizando complejas
consideraciones lgicas: "El primer instante de no-consideracin de la regla sobreviene, en lo
que concierne al tiempo, en el ltimo lapsus, por breve que sea, en el curso del <ultimum
tempus> de la deliberacin, <ultimum tempus> que se termina en un primer instante de no-ser
de la deliberacin, que es el primer instante del ser del acto de eleccin pecaminosa ... Es en este
instante de tiempo ulterior, en el que hay que distinguir los dos instantes de naturaleza indicados
...
En nuestro caso, el primer instante de naturaleza es aquel en el que el <fiat> mismo de
la causacin efectiva, la no-consideracin de la regla (que haba comenzado ya antes) causa
duracin para expresar lo que muchas veces crea la sucesin: la relacin de origen, de <principiacin>, de
dependencia. Por este motivo se habla tanto de prioridad de naturaleza como de prioridad lgica, significando la
segunda el proceder artificioso del espritu, y la primera el objeto que as puede captar y que es el orden interior y ms
profundo del ser. Tanta realidad se contiene en este <orden lgico de nuestros conceptos> como en estos mismos
conceptos cuyo objeto no existe, sin embargo, aparte" ("La libertad humana y el problema del mal", art. cit. pp.
243-244).
30
"La permission du pch", LX, 2, abril/junio 1960.
(negativamente), en cuanto mera <negatio>, el mal del acto de eleccin (por el slo hecho de que
la voluntad pasa a la accin sin considerar la regla); y el segundo es aqul en el que el efecto en
cuestin se produce y en el que la no-consideracin de la regla se convierte en privacin; estos
dos instantes de naturaleza coinciden con el instante de tiempo que es el primer instante del ser
del acto de eleccin pecaminosa.
Queda pues, concluye Maritain, que hay una cierta anterioridad-en-el-tiempo de la
no-consideracin de la regla como mera <negatio> sobre el instante en el que esta misma
no-consideracin de la regla deviene <privatio>, -dicho de otra manera-, una cierta
anterioridad-en-el-tiempo del <ultimum tempus> de la deliberacin y del primer instante de no
ser de la consideracin de la regla, sobre el primer instante de no ser de la deliberacin y del ser
del acto de eleccin pecaminosa" (DPM, OEC XII 60-62).
Segn el filsofo francs, conviene precisar, por fin, que el mal moral de la voluntad no
presupone, en modo alguno, ni error ni ignorancia como condicin previa a la realizacin del
acto. El nico error que aqu se da es el que constituye propiamente la falta y que slo presupone
la no-consideracin de la regla: el seoro del libre albedro, que decanta su deliberacin hacia
el juicio prctico-prctico "tal conducta (mala en s, o buena, pero desordenadamente querida)
es simplemente mala". De forma general, mientras considero la regla -dice nuestro autor-, veo el
acto moralmente prohibido como "pura y simplemente malo en s", aunque bueno, en cierto
modo, para m ("secundum quid"). A m mismo me veo, si desfallezco, como "pura y
simplemente malo" (he cometido un acto prohibido) en un sentido, y como "bueno" en otro
(gozo ahora de un "bien" que no tena). Al contrario, cuando dejo de considerarla, el acto malo
me aparece "como pura y simplemente bueno (para m)", aunque malo "secundum quid"
(moralmente malo), y si decaigo, me veo como "pura y simplemente bueno" y en posesin de un
bien que me faltaba, pero malo bajo otro aspecto, el moral. (Cfr. "PA", OEC X 979-980. Nota 7;
982, Nota 10). En todo caso, se observa que es el libre albedro de la voluntad el que juega aqu
el papel determinante y moralmente responsable.
Juan J. lvarez
existencia, de la misma manera que acta hacia su acto existencial a todas las cosas segn su
modo peculiar de operacin" (CT, OEC IX 48. Cfr. SL, OEC V 668/ a).
Un segundo gnero de mociones se diferencia del primero por su finalidad moral y
puede incluir desde las simples incitaciones que el existente creado encuentra en el mundo, hasta
las activaciones directas de su inteligencia y su voluntad, pasando por la constante irradiacin
divina que empuja su libertad al bien.
Por su carcter "incondicionado y decisivo", entre las mociones divinas que actan
inmediatamente al acto libre nuestro autor distingue especficamente las "mociones
irrechazables" de lo que ha llamado "mociones rechazables, trascendentes y tendenciales". En el
dinamismo fsico de la voluntad, la "mocin rechazable" tiene prioridad, de naturaleza al menos,
sobre la irrechazable y est ordenada a ella, pero propiamente nada puede producir el hombre de
bueno si no es por el influjo de una mocin irrechazable: se mantiene as que en la lnea del bien,
Dios es siempre causa primera.
Considerando el acto libre en s mismo, Maritain denomina "mocin rechazable" a todo
lo que le prepara y hay de bueno en la deliberacin; reserva, entonces, el nombre de "mocin
irrechazable" a lo que hace producir la buena eleccin cuando la "mocin rechazable" no ha sido
anonadada y ha fructificado. Pero, puede uno preguntarse: tiene sentido, para un tomista, la
idea de una mocin divina rechazable? La Teologa clsica admite corrientemente que una
"gracia simplemente suficiente", contemplada en la perspectiva de un trmino ulterior, es
siempre eficaz respecto a su fin inmediato, y "origen" de otras gracias siempre que el agente
libre no la obstruya. Respecto a este trmino ulterior, por tanto, podra decirse que es
"rechazable": por ejemplo, una "gracia eficaz" a la atricin sera "simplemente suficiente" a la
conversin. Desde un punto de vista puramente filosfico, la posicin maritainiana, sin
embargo, no se limita a este sentido. El concepto de "mocin rechazable" conviene y se ajusta
perfectamente, segn nuestro autor, a la naturaleza falible de la libertad creada: da el "poder
hacer" el acto bueno -no el "hacer", que slo corresponde a la "mocin irrechazable"-, pero su
activacin puede ser quebrada por un acto de no consideracin de la regla. El efecto inmediato
y absolutamente eficaz que la "mocin rechazable" alcanza no ser, por tanto, el acto
moralmente bueno, sino la tendencia que, hacia l, atraviesa la voluntad creada.
Con la complejidad que entraa, Maritain ha aplicado esta tesis a los dos instantes de
naturaleza del acto libre "malo" y ha explicado en qu sentido se salva aqu la eficacia divina:
"La mocin rechazable tiende por s a un trmino final que se har presente en el segundo
momento (con el cual entramos en el orden del bien y del mal moral) y que ser el acto
moralmente bueno que se produzca bajo la consideracin de la regla; y tiende de suyo a un
trmino directo y prximo, que tendr lugar en el primer momento (en el que an no se ha
pasado del orden puramente fsico) y que ser la aplicacin libre de la inteligencia a la
consideracin de la regla (sin que el acto de eleccin se haya producido todava) ...
... Si la mocin rechazable queda rechazada por la anonadacin libre, se produce en este
primer momento, la no consideracin de la regla: la mocin rechazable queda as frustrada de su
trmino directo o prximo, en el orden de especificacin. En el orden de ejercicio alcanza, no
obstante, un trmino, el nico trmino al cual llega es la aplicacin -por la voluntad- de la
inteligencia a considerar no la regla, en razn de la anonadacin, sino algn bien aparente que
seduce el deseo.
Juan J. lvarez
hay una permisin indiferenciada, por parte de Dios, incluida en la "mocin rechazable", no es
slo porque sta convenga a la falibilidad de la naturaleza humana, sino porque de ella extraer
un bien mayor que el mal que la criatura pueda cometer: "Dios no permite el mal sino en vistas
de un bien ms grande...; la consideracin del <por qu> (con vistas a) y la de <a consecuencia
de>, lejos de excluirse, dir, se complementan mutuamente". El filsofo puede concluir as con
absoluta fidelidad a sus axiomas primeros: "si hago el bien es porque Dios ha movido mi querer
de un extremo a otro, sin que yo haya tomado iniciativa alguna de <nada> que quebrara su
mocin en el estadio en el que ella era rechazable. Todo el bien que hago viene de Dios. Si hago
el mal, es porque yo mismo he tomado una iniciativa primera de quebrar, anonadndola, la
mocin rechazable por la cual Dios me llevaba al bien, y de introducir en mis actos el
anonadamiento que los vicia. Todo el mal que hago viene de m" (DPM, OEC XII 51).
por una "mocin irrechazable" al acto bueno. En modo alguno la permisin divina sigue
necesariamente a la no consideracin de la regla; es libre. Pero tal "intromisin" carecera de
razn de ser e ira en contra de la natural falibilidad de la criatura: por qu no haber dado,
entonces, una "mocin irrechazable" desde el principio? Maritain piensa que, "en lo
concerniente al acto interior de eleccin", Dios juega limpio y deja discurrir los acontecimientos
segn su curso normal. Hay permisin divina, en segundo lugar, respecto a la ejecucin del acto
libre. Es aqu donde se pone de manifiesto en mayor medida la libertad divina del decreto
permisivo consecuente.
Segn el filsofo francs, uno y otro aspecto son permitidos (determinadamente) por
Dios "en consecuencia" con su respeto por la libertad de la criatura y "en vista" de bienes
mayores que su omnipotencia y su bondad van a extraer del mal cometido. El decreto lo nico
que hace, por otra parte, es "no impedir" el acto libre pecaminoso y su ejecucin. Maritain lo
denomina "formador" pues est en el origen de su ordenacin hacia bienes mayores, pero
propiamente slo puede hablarse de "decretos causativos" en la efectuacin de esa ordenacin
y en el concurso o premocin a lo que en el acto en cuestin hay de ontolgicamente bueno.
Se culmina as una larga ascensin en la que las dos vertientes del misterio del mal (su
razn originadora y su finalidad) se han ido siempre complementando: el origen del mal fsico
era la propia naturaleza material y creada, el del mal moral su falibilidad natural, pero si Dios ha
creado a la criatura, conociendo todo esto, es en vista de bienes mayores; en ltimo trmino, su
propia beatitud. La respuesta del Evangelio no har sino desarrollar la lnea de la finalidad en el
orden sobrenatural y a travs de la experiencia del amor pascual.
Juan J. lvarez
Redencin.
Aceptar esta condicin humana, romper con lo que en ella hay de pecado, en una
palabra, trascenderla por la gracia de Dios, es la recomendacin evanglica del sermn de la
montaa que el mismo Cristo puso en prctica, ejemplarmente, en su obra redentora. "En la
condicin humana as trascendida y aceptada a la vez, dir Maritain, todo, verdaderamente,
sigue siendo lo mismo y todo est transfigurado ... Al tomar sobre S todos los pecados del
mundo, Aquel que estaba sin pecado llev tambin sobre S todas las debilidades del mundo, y
todo el sufrimiento que hace estragos en la especie humana, y toda la humillacin de su
dependencia de lo contingente y lo fortuito. Qu nos importa en adelante la contingencia y la
futilidad metafsica a que est sometida nuestra existencia, ya que el ms insignificante de
nuestros actos, si est vivificado por la caridad, tiene un valor eterno, y si el Hijo de Dios ha
aceptado sufrir por s mismo las servidumbres de nuestra condicin? ... Desde entonces, la
condicin humana adquiere para el cristiano un sentido enteramente nuevo, se convierte en un
entrar en la obra redentora de la cruz y participar en los anonadamientos de Aquel que l ama"
(PhM, OEC XI 1036-1037), completando en su carne lo que falta a la Pasin de Cristo (Cfr. PG,
OEC XII 991-1001).
El mal seguir siendo lo que es, el sufrimiento seguir siendo un mal; habr que seguir
luchando por extirparlo del mundo y poner todo el empeo en esta labor, pero en la prctica y
por una ltima reordenacin, habr sido realmente transvaluado. El testimonio de los santos est
ah para certificarlo (Cfr. PhM, OEC XI 1037-1038; DS, OEC IV 921-924). "Si los hombres,
concluye Maritain, supieran que Dios <sufre> con nosotros, y mucho ms que nosotros, de
todo el mal que asola la tierra, muchas cosas cambiaran sin duda, y muchas almas seran
liberadas ... Al misterio del mal, tomado en todas sus dimensiones (natural y sobrenatural,
especulativa y prctica), no hay ms que una nica respuesta, la de la fe en su integridad"
(AppSE, OEC XIII 855-856).