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ciudadano marcado por las convicciones revolucionarias expresadas abiertamente en cantidad de ocasiones, por su incondicional
solidaridad con la Revolucin Cubana, por sus escritos no slo de
carcter poltico, social o cultural aparecidos en peridicos (el semanario Marcha, por ejemplo)1, en revistas, en sus libros de ensayos e
incluso en sus obras de ficcin y de poesa; y fundamentalmente por
su militancia al frente del Movimiento 26 de Marzo, que los
militares consideraban parte del grupo subversivo, se ve obligado a
dejar el pas antes de que las fuerzas del Esmaco (Estado Mayor
Conjunto) consigan atraparlo y someterlo a la tortura, a la prisin y
quizs a la muerte, tal como fue el caso de Julio Castro, redactor
responsable del semanario Marcha, y de otros escritores e intelectuales que corrieron suerte semejante, Juan Carlos Onetti, entre
otros. All comienza la larga peregrinacin de Mario Benedetti a
travs de cuatro o ms pases que lo mantendr en el exilio hasta su
retorno al Uruguay, ya reinstalado el nuevo gobierno democrtico,
en el ao 1985.
El periodo de exilio y desexilio en el conjunto de la obra de
Mario Benedetti
Existen suficientes razones, al margen de los parmetros exclusivamente cronolgicos, para considerar el periodo del exilio de
Mario Benedetti y su prolongacin en lo que l acertadamente
diagnostic con el neologismo desexilio, como un segmento perfectamente caracterizado tanto desde el punto de vista de su trayectoria personal y vital como en funcin de su quehacer cultural y su
produccin literaria. Respecto a esto ltimo, la duracin del exilio,
sobre todo las dos fases finales del mismo, transcurridas en Cuba y
en Espaa, resultaron lo suficientemente prolficas (en cantidad y en
calidad) como para justificar esta demarcacin del periodo comprendido entre los aos 1973 y 1985 como una unidad, una etapa
indivisa dentro del conjunto de su obra (opera omnia). No es menos
1
Es imprescindible mencionar el conjunto de crnicas y otros artculos escritos por Benedetti aparecidos semana tras semana en la pginas de Marcha en
los aos y meses previos a la dictadura, reunidos posteriormente en el volumen
Terremoto y despus.
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Reorganizarse en el exilio no es, como tantas veces se dice, empezar a contar desde cero, sino desde menos cuatro o menos veinte o menos cien. Los
implacables, los que ganaron sus galones en la crueldad militante, esos que
empezaron siendo puritanos y acabaron en corruptos, sos abrieron un
enorme parntesis en aquella sociedad, parntesis que seguramente se cerrar algn da, cuando ya nadie ser capaz de retomar el hilo de la antigua
oracin (Benedetti, Primavera con una esquina rota 75)3.
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ocasiones tener que pagar con la vida ese obstinado silencio. Pero es
cierto tambin, y sin que esto conlleve ninguna vergenza, deshonor
o condena, porque nadie puede juzgar ni predecir cmo puede
reaccionar el ser humano a la tortura, que hubo un cierto nmero de
casos que sucumbieron a la misma y, conscientes de ello o no, dijeron todo lo que eran capaces de decir bajo esas circunstancias a sus
torturadores.
Aunque la versin que da Benedetti en los cuentos que de alguna
manera tienen que ver con la tortura se inclina por lo general al
herosmo, hay uno, por lo menos, que admite el comportamiento
mencionado antes, el del prisionero que habla cediendo a la tortura. Se trata del personaje de Verde y sin Paula, incluido en Geografas, en el que un narrador extradiegtico cuenta la historia de un
prisionero annimo que despus de cuatro das y sus noches de
torturas y sacudimientos accede a dar una direccin donde crea que
ya no haba nadie; el hecho, sin embargo, es que all todava estaba
Omar, su amigo y el compaero de Paula, quien muere acribillado
cuando intenta resistirse. Al protagonista del cuento slo le queda el
remordimiento y el compasivo perdn de Paula, pero cuando quiere
dar fin a su vida a causa de esto, un casi milagroso accidente le
devuelve la esperanza y las ganas de seguir viviendo. Sin embargo,
como ha sido sugerido, la vasta mayora de los presos o ex presos
polticos de los relatos que escribe Benedetti en este periodo
sobreviven inclumes a su personal ordala.
El desexilio
El tema del desexilio es el asunto central de la novela Andamios
(1996), y reaparece en otros cuentos y textos anteriores o posteriores a esa fecha que haban empezado a sucederse a partir del retorno
(por lo menos por largas temporadas) de Mario Benedetti a su pas.
Los otros ttulos que tratan este tema y corresponden al mismo
periodo, ya mencionados previamente, son, en su orden cronolgico: Recuerdos olvidados (1988), Despistes y franquezas (1989) y Buzn del
tiempo (1999).
En el prlogo de una seleccin de sus artculos publicados en el
diario El Pas de Madrid durante el periodo de su exilio espaol,
Benedetti explica el origen del trmino desexilio:
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ninguna de mis palabras inventadas ha tenido tan buena fortuna como Desexilio. La us por primera vez en mi novela Primavera con una esquina rota,
publicada en junio de 1982, y luego como ttulo, en un artculo publicado al
ao siguiente en El Pas []. Al parecer, la palabra responda a una necesidad: de alguna manera haba que designar al posible y arduo proceso de
los exiliados que comenzaba a vislumbrarse en los pases del Cono Sur.
Cuando escrib aquel artculo, semejante operacin era apenas una conjetura; hoy, a fines de 1984, es un mero dato de la realidad (El desexilio y otras
conjeturas 9).
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idea, con todo lo arriesgada y audaz que pueda parecer, con lo dicho
antes sobre el concepto de desterritorializacin, podra sugerirse que el
acto de ser arrancado del territorio, un acto sin duda que implica
el uso de la fuerza y de la violencia, equivale hasta cierto punto a un
desmembramiento del cuerpo (por ejemplo, las figuras tantas veces
empleadas en las que se dice mis pies, o mis manos, o, con ms
frecuencia, mi corazn quedaron all, es decir en el territorio del
que uno ha sido separado), y que ese desmembramiento o desarticulacin corporal conlleva tambin una desarticulacin o fragmentacin del lenguaje en que los tropos de significado como la metonimia, la metfora, la sincdoque y dems, se atomizan no en
palabras, slabas y letras, como propone Paul de Man, pero s en
figuras e imgenes carentes del sentido original que se les adjudicaba
cuando an se estaba integrado o vinculado de manera corprea,
material, con el territorio propio (Hicjs 23).
Esta hiptesis, por atrevida que pueda parecer, se relaciona
estrechamente con la nocin de literatura menor que Deleuze y
Guattari introdujeron para analizar la obra de Franz Kafka, y, a su
vez, es lgico pensar que sta es perfectamente aplicable al anlisis
de la narrativa de Mario Benedetti que trata de los temas del exilio y
desexilio. Recurdese, ante todo, que para Deleuze y Guattari el
concepto de literatura menor no tiene un sentido jerrquico, valorativo, ni mucho menos peyorativo. Por literatura menor se entiende
una literatura cuyas condiciones de produccin estn subordinadas
o, si se quiere, empleando un trmino del terico francs Louis
Althusser, sobredeterminadas por otra literatura y otra lengua que la
contienen, y es por esa capacidad contenedora que sta se constituye en mayor.
La primera caracterstica de una literatura menor es estar afectada
por un alto coeficiente de desterritorializacin, es decir, por la conciencia de estar alienada, separada del territorio propio; o, para citar
de nuevo a Deleuze y Guattari en su trabajo sobre Kafka, la
imposibilidad de escribir en otra lengua que en alemn es para los
judos de Praga el sentimiento de una irreductible distancia de su
primitiva territorialidad checa (16-17). La segunda caracterstica es
que todo en ella conlleva una significacin poltica; en las literaturas
mayores, el inters individual (psicolgico, emocional, la peripecia
personal) adquiere prioridad sobre los otros, y el medio social sirve
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la dictadura nos dej una herencia de mezquindad [] un legado de resentimientos, envidias, frustraciones, pequeos rencores. Hoy, hasta la solidaridad se nos empieza a escurrir entre los dedos. Y eso por qu?
pregunta Montse. A lo que Jorge responde con este largo prrafo bilioso:
Bueno, venamos de aletargados desengaos, de derrotas injustas pero irreversibles, y estbamos convencidos de que en nosotros ya no haba lugar
para la expectativa sino tan slo para la expiacin. Y, sin embargo, cuando
sobrevino el borroso amanecer poltico, todava con espesos nubarrones y
sin fantasas, comprobamos que, pese a todo, en nosotros quedaban expectativas (todava no s cmo habamos podido conservarlas) y as, poquito a
poco, la costra del desnimo se nos fue cayendo, recuperamos la vocacin
de hacer proyectos, de imaginar un despus y no limitarnos a las veinticuatro horas de la palpable jornada, de hacer creble una alternativa (quizs distinta para cada uno), de figurarnos otra convivencia, de despojarnos de una
ansiedad casi profesional y divagar acerca de un futuro que no se pareciera
demasiado a un pasado entrevisto y entreodo en el mbito clandestino y
familiar, o semiolvidado en la competitiva faena por el sustento []. Tens
que situarte en esa franja oscura para entender por qu la primera claridad
nos desacomod, nos tom de sorpresa, nos llen de infundadas ilusiones
(Despistes y franquezas 172-174).
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vias razones cosmognicas o cosmogrficas, tan ausente en el cielo europeo
(Benedetti, Andamios 21).
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