La Construcción de Una Cultura Democrática en La Escuela
La Construcción de Una Cultura Democrática en La Escuela
La Construcción de Una Cultura Democrática en La Escuela
inducido o como influencias que ejercer sobre las generaciones ms jvenes. Lo que
debiera distinguir a la educacin de un simple proceso de socializacin (entendida
como asimilacin acrtica de determinados valores, ideas y prcticas o hbitos) es la
capacidad de distanciamiento, esto es, la capacidad de convertir el proceso de
incorporacin social en un proceso de reflexin y crtica (Prez Gmez, 1993). Lo que
supone una perspectiva educativa no es pues la mera organizacin de contenidos y
aprendizajes desde una seleccin cultural. La cuestin no es slo la adquisicin de una
serie de conocimientos, estrategias y actitudes, sino que los procesos de aprendizaje
de nuestro capital cultural sean procesos reflexivos.
No es slo aprender la cultura, sino reflexionar sobre nuestra cultura mientras
la aprendemos. Es la oportunidad de reflexionar sobre quines somos, en qu mundo
vivimos y qu queremos para nuestras vidas, mientras adquirimos aquellas tradiciones
pblicas que no slo suponen una respuesta a estas cuestiones, sino tambin una
manera de mantener vivas las preguntas. Como plantea Stenhouse (1967; 1984), la
escuela debe poner a disposicin del alumnado el capital cultural de la sociedad, pero
para que sirva como un recurso, no como un determinante; y como tal recurso, debe
proporcionar estructuras para el juicio y para el pensamiento creativo.
La funcin educativa de la escuela desborda la funcin reproductora del
proceso de socializacin por cuanto se apoya en el conocimiento pblico (la ciencia, la
filosofa, la cultura, el arte...) para provocar el desarrollo del conocimiento privado en
cada uno de los alumnos y alumnas... Los inevitables y legtimos influjos que la
comunidad, en virtud de sus exigencias y sus necesidades econmicas, polticas y
sociales, ejerce sobre la escuela y sobre el proceso de socializacin sistemtica de las
nuevas generaciones deben sufrir la mediacin crtica de la utilizacin del
conocimiento. La escuela debe utilizar a ste para comprender los orgenes de aquellos
influjos, sus mecanismos, intenciones y consecuencias, y ofrecer a debate pblico y
abierto las caractersticas y efectos para el individuo y la sociedad de ese tipo de
procesos de reproduccin (Prez Gmez, 1992a, p. 27)
Podramos resumir, por consiguiente, esta posicin diciendo que la funcin clave
de la prctica educativa es desarrollar en la infancia y la juventud la reflexin y la
crtica sobre el mundo natural y social en el que vivimos, mientras se adquieren los
recursos bsicos que les permiten incorporarse con ms posibilidades a la vida pblica
y privada en nuestra sociedad.
Pero la cuestin sigue siendo qu significa incorporarse a la vida pblica y
privada. O si, como deca Langford, educarse es integrarse en la sociedad, qu
sociedad estamos intentando perpetuar? Si la educacin es un proceso social, esto es,
una forma de vida social que prepara para la incorporacin a la vida social, qu
sociedad tenemos en mente? (Parker, en prensa).
Necesitamos, por tanto, ideales sociales desde los que interpretar lo que pueda
significar el propsito educativo de aprender a ser personas integrantes de la sociedad,
ideales que nos iluminen tanto el significado de ser miembros de una sociedad como la
forma reflexiva y crtica de realizar este aprendizaje. Pero slo el ideal de vida
democrtica puede dar cuenta de lo que supone la educacin como incorporacin
reflexiva a la sociedad.
De una parte, lo que debe considerarse como formas de comprensin y de vida
en nuestra sociedad es un asunto socialmente conflictivo y siempre discutible. De otra,
la educacin debera favorecer la vida reflexiva de las personas, para que puedan,
autnomamente, pensar y decidir sobre lo que quieren que sean sus vidas. Dadas
estas dos premisas, no hay ms modo de entender la combinacin de ambas -esto es,
la pluralidad de significados acerca de lo que se considera lo relevante socialmente y el
reconocimiento del derecho de las personas a decidir reflexivamente sobre sus vidas
pblicas y privadas que la democracia como forma de vida (Dewey, 1967; Carr, 1991;
Pealver y Gonzlez, 1993/94). Slo la democracia permite entender lo social de modo
reflexivo y colaborativo, y la incorporacin personal a lo social de modo constructivo y
no slo reproductivo.
2. Una cultura democrtica para la escuela
Segn lo ha resumido Carr (1991), la democracia supone aquella forma de vida
que pasa por la posibilidad de tomar parte en la definicin y construccin del tipo de
vida que queremos para nosotros, una participacin que no se limita a intervenciones
puntuales o a la eleccin de quienes tomarn las decisiones por nosotros. No es un
estado de cosas o un reglamento poltico, sino un modo de vivir con los otros, y el
modo en que las personas pueden realizar sus capacidades humanas participando
activamente en la vida de su sociedad y en las deliberaciones sobre el bien comn. En
cuanto que ideal, supone la continua expansin de las oportunidades para la
participacin directa de toda la ciudadana en la toma pblica de decisiones en todos
los rdenes de la vida poltica, social y econmica. Esto significa que las personas
debieran disponer de los recursos y de la informacin necesaria para poder participar
en el debate pblico y en las decisiones de la comunidad en iguales condiciones.
Una educacin democrtica slo es posible en la medida en que la escuela se
convierte en una cultura democrtica, esto es, en una experiencia permanente de
debate y dilogo abierto donde el aprendizaje de nuestra cultura y de nuestras
tradiciones pblicas pasa a ser una experiencia reflexiva sobre nuestra construccin
como personas autnomas en nuestra sociedad. Una escuela que se vale del
conocimiento no como el ritual de aprendizaje de lo que ya viene sancionado como
verdadero y legtimo, sino como un recurso para la reflexin crtica que conduce tanto
a la elaboracin de perspectivas individuales como a la construccin de experiencias
compartidas de aprendizaje y de colaboracin al bien comn?
Una educacin que se pretenda democrtica significa plantearse tanto una
educacin en democracia como una educacin para la democracia. Debe plantearse la
forma en que constituye en s misma una experiencia de vida democrtica. Pero tambin, la forma en que proporciona oportunidades para una vida democrtica, esto es,
elementos de anlisis y reflexin sobre las experiencias y oportunidades democrticas
que ofrece nuestra sociedad, y recursos para una mayor implicacin y participacin en
la vida pblica a la luz de los valores democrticos (Beyer yWood, 1986; Wood, 1984).
La construccin de una cultura democrtica en la escuela implica la posibilidad
del alumnado de participar en la construccin de la vida escolar. Esto significa, por lo
menos, la oportunidad de intervenir en la deliberacin de cmo se organiza la
experiencia de aprendizaje, qu se convierte en materia de trabajo, cmo y por qu.
Es evidente que slo desde esta participacin se puede construir una experiencia
democrtica en las aulas. Pero es que, adems, slo desde el compromiso del
alumnado con lo que debe ser su propia educacin, contando con sus experiencias y
sus intereses, puede desencadenarse un autntico proceso de reflexin que ponga en
relacin las tradiciones pblicas de conocimiento, el mundo social y natural y la
construccin de un sentido personal para sus vidas. No es, pues, slo una experiencia
de relaciones democrticas, sino la construccin de un conocimiento que permite poner
en relacin y contraste el saber pblico con la comprensin subjetiva, la vida social con
la historia personal y los intereses, deseos y necesidades individuales con los
colectivos.
Es evidente que en este contexto de una cultura democrtica para la escuela, es
fundamental la forma en que se entiende el conocimiento y su construccin
cooperativa. Desde esta perspectiva, como seala Barnes (1994), lo que se busca no
es la asimilacin de ideas y conclusiones ya establecidas respecto al conocimiento
pblico, sino su valor para pensar sobre nuestro conocimiento cotidiano y
para problematizar nuestra experiencia.
El conocimiento pblico tiene pues un valor de mediacin entre, por un lado, la
experiencia y las representaciones que tenemos de las cosas y, por otro, las nuevas
formas en que podemos captar el mundo y su significado cuando nos preocupa
entendernos mejor y definir las formas de vida que desearamos. As, la importancia
del conocimiento no es que pueda ser reproducido o reconstruido, aunque sea
significativamente, sino que pueda ayudarnos a lo que es la aspiracin educativa:
reformular nuestras comprensiones subjetivas de nuestra vida y nuestras pretensiones
para ella. Este propsito va ms all del actual tpico de partir de las ideas previas,
porque de lo que se trata es de contar con las preocupaciones, intereses y necesidades
de los alumnos, contar con sus puntos de vista y construir propsitos de aprendizaje y
nuevas comprensiones desde la colaboracin conjunta entre enseantes y alumnos
(Prez Gmez, 1992b)
El conocimiento pblico, al ser utilizado con este propsito, se convierte tanto
en algo de lo que se aprende como algo con lo que se aprende; pero tambin en algo
que discute nuestra experiencia y algo que se discute desde nuestra experiencia;
modos
de
comprensin
que
pueden
ser
usados
para problematizar las
representaciones de la realidad y para experimentar con nuestro propio pensamiento
cuando nos dirigimos por intereses democrticos: la construccin del sentido individual
y colectivo de nuestras vidas y la deliberacin sobre las formas de intervencin en la
sociedad guiados por una idea del bien comn.
3. Los problemas de una prctica educativa democrtica
Pero como todos sabemos, una cosa es formular un ideal respecto a la vida
escolar y otra, nuestras prcticas cotidianas y concretas, nuestras posibilidades reales
de actuacin y nuestras habilidades y recursos para llevar a cabo una enseanza que
est dirigida por ideales de este tipo. Esto es especialmente problemtico cuando nos
encontramos que muchas de estas limitaciones y dificultades no proceden de nosotros,
sino de la manera en que institucionalmente se organiza la enseanza. Un problema
evidente nos lo podemos encontrar en la distancia entre una enseanza democrtica
que busca la participacin del alumnado en la definicin de lo que deba ser el
contenido de su educacin, y un programa oficial que delimita lo que debe ser objeto
de aprendizaje en la escuela, que clasifica los conocimientos en reas y bloques y que
distribuye el tiempo de trabajo escolar que hay que dedicarle a cada uno de ellos. Ms
grave aun si adems ello ocurre bajo una exigencia institucional que demanda
continuas respuestas a la burocracia administrativa de lo que ocurrir en los centros,
de manera que los enseantes se ven obligados a responder a las necesidades de la
Administracin antes que a las de sus alumnos.
Igualmente podemos hablar de la contradiccin entre una enseanza que,
dirigida a la reflexin crtica; se abre a lo impredecible respecto a los aprendizajes, as
como a la variedad de los mismos entre los diferentes alumnos y alumnas, y un
sistema de enseanza que estipula los resultados que deben obtenerse como producto
del aprendizaje escolar. La institucin escolar es una institucin evaluadora, lo cual ya
dificulta de por s las posibilidades de una cultura autnticamente democrtica en la
escuela. Si, adems, lo que debe evaluarse tiene un referente fijo y externo a la
intervencin del alumnado, esta dificultad crece enormemente. Como es lgico, una
enseanza que defina a priori los resultados que deben obtenerse difcilmente puede
ser compatible con un sistema que cuenta con el conocimiento y los intereses de los
alumnos: en algn momento deben abandonarse stos para dirigirse, de forma sutil o
bien evidente, a los aprendizajes que le interesan a la institucin, aunque no sean los
que le interesan al alumnado. Y como ha sealado Barnes (1994), cuando esto ocurre,
no slo afecta a los mtodos o actividades para el aprendizaje que se siguen, sino en
general a todo el sistema de relaciones y de comunicacin que funciona en el aula. Si
lo que debe obtenerse del aprendizaje queda fuera del control del alumnado,
igualmente quedarn fuera de su control las actividades. Adems, cuanto ms definidos y homogneos sean los resultados que deben obtenerse, menos oportunidades hay
para que las actividades escolares puedan abrirse a la experimentacin y a la
bsqueda creativa y cooperativa de nuevas experiencias y soluciones a sus problemas.
Estas situaciones, que no siempre responden a decisiones nuestras, sino a
tradiciones o imposiciones institucionales (si bien muchas veces las asumimos como
posturas propias), no slo reflejan limitaciones o mentalidades contra una enseanza
democrtica. Adems, sealan un conflicto de la prctica docente de difcil solucin: de
una parte, la institucin escolar obliga al enseante a actuar bajo los parmetros del
control (ya que es responsable de lo que le pase al alumnado y de lo que ste aprenda
mientras se encuentra en la institucin), y de otra parte, la educacin y el aprendizaje
real slo son posibles en la medida en que se atiendan a las necesidades de los
alumnos y en que stos se impliquen en lo que les interesa. Como lo
plantea Barnes(1994, pg. 171), mientras que la preocupacin por el control obliga a
tratar a los alumnos como receptores, la preocupacin por su educacin requiere
tratarlos como constructores.
Por otra parte, entender la vida escolar como la construccin de una cultura
democrtica (en la que el alumnado toma parte responsable en la decisin de la
enseanza, y en la que incorporan sus perspectivas y preocupaciones para reflexionar
sobre nuestro mundo natural y social mientras aprendemos de l) trata de ser una
manera de abordar el conflicto que supone poner a su disposicin el conocimiento
pblico para que pueda valerse de l, no para que se sienta aprisionado por l (Barnes,
1994; Prez Gmez, 1992b).
Pero esta perspectiva no soluciona en s los problemas prcticos de su
realizacin. Aceptar que es sta la manera en que habra que entender la enseanza,
supone aceptar tambin que no tenemos exactamente una manera de resolver la
enseanza, sino ms bien una manera de ir realizndola reflexivamente conforme se
va sucediendo. Ms an, si adems entendemos que ni nosotros como educadores
sabemos siempre cmo resolver los conflictos y dilemas antes indicados, ni en
ocasiones, ni siquiera los propios alumnos -socializados normalmente en una prctica
escolar que no cuenta con sus preocupaciones ni desarrolla sus intereses- se prestan al
desarrollo de una enseanza que aspire a vivirse como experiencia de construccin
democrtica.
Todos estos problemas y dificultades nos llevan a plantear las cosas de una
manera ms realista: contra lo que muchas veces parecen las formulaciones
pedaggicas, la cuestin no consiste en disponer de una perspectiva educativa
idealizada y aplicarla directamente. Ms que ideales educativos, lo que solemos tener
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