196 Noviembre 1984
196 Noviembre 1984
196 Noviembre 1984
CONCILIUM
Revista internacional de Teologa
Ao XX
Seis nmeros al ao, dedicados cada uno de ellos a un tema teolgico
estudiado en forma interdisciplinar. Se publica en forma bimensual
desde enero de 1984.
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LA IGLESIA POPULAR,
ENTRE EL TEMOR Y LA ESPERANZA
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EDICIONES CRISTIANDAD
Huesca, 30-32 - 23020 Madrid
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EDICIONES CRISTIANDAD
Madrid 1984
2.
Enero
Marzo
3.
Mayo
4.
Julio
5.
6.
ESPERANZA
Noviembre
Concilium se publica en nueve idiomas: espaol, francs, alemn, ingls, italiano, holands,
portugus, polaco (parcial) y japons (parcial).
Bolonia-Italia
Toronto/Ont.-Canad
Petrpolis-Brasil
Nimega-Holanda
Ankeveen-Holanda
Pars-Francia
Berkeley/Cal.-EE. UU.
Washington D. C.-EE. UU.
Pars-Francia
Roma-Italia
Lyon-Francia
San Antonio/Texas-EE. UU.
Madrid-Espaa
Pars-Francia
Tubinga-Alemania Occ.
Lima-Per
Nimega-Holanda
Nimega-Holanda
Pars-Francia
Tubinga-Alemania Occ.
Cambridge-Gran Bretaa
Pars-Francia
Mnster-Alemania Occ.
Tubinga-Alemania Occ.
Tubinga-Alemania Occ.
Durham/N. C.-EE. UU.
Pars-Francia
Washington D. C.-EE. UU.
Innsbruck-Austria
Padua-Italia
Nimega-Holanda
Notre Dame/Ind.-EE. UU.
Chicago/Ill.-EE. UU.
Nimega-Holanda
Nimega-Holanda
Glasgow-Gran Bretaa
SECRETARIA GENERAL
Ellen de Waal-Wijgers
Nimega-Holanda
PRESENTACIN
Directores:
Leonardo Boff OFM
Virgil Elizondo
Petrpolis/RJ-Brasil
San Antonio/Texas-EE. UU.
Miembros:
K. C. Abraham
Duraisamy Amalorpavadass
Hugo ssmann
Georges Casalis
F. Chikane
Enrique Dussel
Gustavo Gutirrez
Juan Hernndez Pico sj
Francois Houtart
Joao Batista Libanio
Beatriz Melano Couch
Jos Mguez Bonino
Uriel Molina
Zwinglio Mota Dias
Ronaldo Muoz
John Mutiso Mbinda
Alphonse Ngindu Mushete
M. A. Oduyoye
Soon-Kyung Park
Aloysius Pieris sj
Samuel Rayan sj
Pablo Richard
J. Russel Chandran
Jon Sobrino
Anselme Titanma Sanon
Sergio Torres
Bangalore-India
Bangalore-India
Piracicaba-Brasil
Noyon-Francia
Pretoria-Sudfrica
Mxico DF-Mxico
Lima-Per
Mxico DF-Mxico
Louvain-la-Neuve-Blgica
Belo Horizonte-Brasil
Buenos Aires-Argentina
Buenos Aires-Argentina
Managua-Nicaragua
Ro de Janeiro-Brasil
Santiago-Chile
Nairobi-Kenia
Kinshasa-Zare
Ibadn-Nigeria
Sel-Corea
Gonawala-Kelaniya-Sri Lanka
Delhi-India
San Jos-Costa Rica
Bangalore-India
San Salvador-El Salvador
Alto Volta
Santiago-Chile
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Presentacin
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Presentacin
DEZ]
V. ELIZONDO
L. B O F F
ESTRUCTURA Y
DE UNA COMUNIDAD
I.
FUNCIONAMIENTO
CRISTIANA
POPULAR
SU ORIGEN
U. Molina Oli
Medelln (1968) ayud a las comunidades de Nicaragua a comprender el concilio desde la propia realidad. Y fue as: el Concilio
Vaticano II se inaugur oficialmente en el ao 1962, un ao despus de haberse fundado el Frente Sandinista de Liberacin Nacional. Desde entonces se da en Nicaragua un doble movimiento paralelo de renovacin. Por un lado, el Frente Sandinista, como un
incipiente esfuerzo de liberacin a travs de la lucha armada, y, por
el otro, el tmido impulso de renovacin conciliar en el interior de
la Iglesia. El Frente Sandinista representa en Nicaragua una autntica fuerza social y poltica nueva, frente a los partidos polticos
tradicionales. Pretenda retomar la gesta de Sandino para reconquistar la identidad nacional, hipotecada tantas veces por las intervenciones norteamericanas, con el beneplcito de los partidos oligrquicos. Ambos movimientos continuaron sin conocerse, hasta
que Medelln pudo unirlos a manera de puente. Los cristianos comenzaron a renovarse organizndose en comunidades eclesiales de
base. Citemos algunas: la comunidad de San Pablo Apstol, fundada en el barrio 14 de Septiembre, que se fue configurando cada
vez ms sobre el modelo de la comunidad de San Miguelito, en
Panam, que produjo la Misa Nicaragense; la comunidad de Solentiname de Ernesto Cardenal, en donde se logr hacer una relectura bblica de los salmos y del evangelio; las comunidades campesinas del Pacfico, que fueron alimentadas y asistidas por el padre
Gaspar Garca Laviana, junto con un equipo de sacerdotes y laicos.
Existan tambin movimientos estudiantiles, a niveles de secundaria
y de universidad, que manifestaban un anhelo creciente por conjugar las exigencias del cristianismo con la lucha revolucionaria.
En el Riguero bien pronto se formaron diversas comunidades
eclesiales de base. La caracterstica principal de estas comunidades
es el haber acogido en su seno a un grupo de estudiantes universitarios durante dos aos, los cuales pretendan vivir su fe en medio
del pueblo pobre y sencillo. Uno de los jvenes universitarios se
expresaba as: ... All nos dbamos cuenta que tenamos que tener
una proyeccin ms directa en los sectores populares. Y por otro
lado haba un desgaste, en ese momento, de lo que era nuestra
experiencia religiosa. En el sentido de que muy tericamente se
planteaba la necesidad de ver la fe no como una cuestin individual, sino como una cuestin colectiva. De tratar de proyectarnos
ul pueblo, de estar con los oprimidos, de lucha por la justicia. Todas estas cuestiones nos parecan tambin agotarse dentro del ambiente familiar y universitario en que nosotros nos movamos. Esto
nos hizo a nosotros, por lo menos a m, comenzar a plantear la
dea: 1) que la fe no se poda vivir de manera individual, sino
colectiva; 2) que la fe no poda ser autntica si no era alrededor de
los pobres y de los explotados. En ese momento probablemente no
tenamos una concepcin de clase de la sociedad nicaragense, pero
s, genricamente, de los pobres. Entonces, bajo estas dos ideas
bsicas, nosotros comenzamos a inquietarnos por la idea de hacer
una comunidad de vida, una comunidad de trabajo. Estos cristianos, agrupados en comunidades, dieron un aporte muy significativo a la lucha del Frente Sandinista. Porque hicieron posible que
se ampliara la base social del movimiento sandinista. En efecto, el
Frente estaba sufriendo golpes muy duros en las montaas y necesitaba trasladar su lucha del campo a la ciudad. Surgi as la necesidad de un contacto entre los cristianos y los revolucionarios. El
terreno estaba abonado prcticamente, y as fue que los cristianos
entraron a militar en el Frente, pasando por la clandestinidad y
comprometindose en la lucha de liberacin.
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II.
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La comunidad eclesial de base no se pareca en nada a los tradicionales movimientos apostlicos, como la legin de Mara, congregaciones marianas, apostolado de la oracin, etc. Ni tena nada
que ver con los movimientos de cursillos de cristiandad. Estos se
desplazaban en medio de la clase alta y media. No planteaban claramente la relacin fe-poltica. Pero lograron ser numerosos, y muchos de sus participantes entraron posteriormente en el Frente y
colaboraron en la insurreccin popular.
En las comunidades de base, sus miembros eran pobres, a veces sin empleo, a ratos subempleados. Pronto el mtodo de Medelln, ver, juzgar y actuar, les despert su conciencia. Un da, por
ejemplo, result que la leche haba subido considerablemente de
precio. Este hecho, que afectaba a los pobres, fue sometido a la
consideracin de la comunidad. Los universitarios, pertrechados
U. Molina Ol
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1.
2.
325
Oracin y comunidad
La oracin fue siempre un elemento importantsimo de la comunidad. Casi siempre oramos en forma comunitaria. La oracin
vena a ser la puesta en comn de una necesidad social que luego
se presentaba al Seor. Se celebraban retiros espirituales para dirigentes, pero el pueblo sencillo se expresaba mejor en las grandes
fiestas del ciclo litrgico. En las celebraciones de Semana Santa se
trataba de expresar en el Cristo paciente el dolor del pueblo sufriente. La cruz de madera que cargaba el Nazareno era cubierta
de recortes de peridico en que se lean las denuncias de los muertos y desaparecidos o la protesta por la violacin de los derechos
humanos. Los jvenes predicaban el viacrucis por las calles denunciando los atropellos de la dictadura.
La vigilia del Sbado Santo era tambin muy participada. No
U. Molina Oli
de solidaridad y apoyo al Frente Sandinista. Las formas ms comunes de movilizacin popular eran las tomas de templos para
denunciar las injusticias y para capitalizar el apoyo popular y las
procesiones organizadas desde las gradas del templo. Una vez se
reuni la comunidad, como de costumbre, en las gradas del templo.
La cocinera de la parroquia, una anciana llamada doa Julia, tom
la Biblia, abri el segundo libro de los Macabeos y comenz a leer
el captulo 7, donde se narra la famosa exhortacin de una madre
hebrea a sus siete hijos para que sufrieran el martirio antes que
traicionar la fe de sus padres. La lectura se transform en una verdadera arenga intercalada con consignas y cantos: pueblo, nete.
Comenzaba as la procesin por las calles del barrio. En una de
ellas, doa Julia, la cocinera de la parroquia, areng una vez al
pueblo leyendo el captulo 7 del primer libro de los Macabeos, y
con la Biblia en la mano organiz la marcha por las calles del
barrio. Muchas de estas procesiones terminaron violentamente, con
bombas lacrimgenas, descargas de metralla, golpes y culatazos. As
aconteci cuando Somoza prohibi a las emisoras de radio transmitir noticias. Muchos sacerdotes prestaron los micrfonos de sus
templos a los periodistas y el pueblo acuda en masa para or lo que
estaba pasando en el pas. Este tipo de concentraciones es conocido
en Nicaragua como periodismo de catacumbas. A mcnutlo se
comenzaba y se terminaba la reunin con un canto y una reflexin
bblica. Los obispos condenaron a los periodistas como profanadores; pero en el pueblo se abra paso, cada vez ms, la conviccin de
que el templo tena que cumplir, sobre todo en ese momento, una
funcin de denuncia proftica.
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3.
4.
327
III.
6.
Testimonios de fe en la comunidad
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JJU
U. Molina Oli
1.
P. Richard
)2
Se trata de sacerdotes, religiosas o laicos encargados de la pastoral de la Iglesia. Algunos de estos agentes se incorporan directamente a las organizaciones polticas del pueblo, despus de un largo
trabajo pastoral, cuando el mismo pueblo con quien trabajan pastoralmente se moviliza y organiza por su liberacin. Pero la mayor
parte de los agentes de pastoral contina en su parroquia o comunidad, acompaando pastoralmente al pueblo en su maduracin
poltica. El trabajo pastoral mismo, con su propia identidad eclesial, se incorpora como una dimensin del movimiento popular. El
pueblo encuentra en este trabajo pastoral una fuerza espiritual que
le permite participar en el proceso revolucionario con mayor conciencia, autonoma e identidad.
c)
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P. Richard
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II.
336
P. Richard
trar que Dios existe, sino demostrar que Dios est con los pobres
y sus luchas de liberacin. Para evangelizar, la IP debe, por un
lado, enfrentarse con las races idoltricas de la opresin: desenmascarar la falsa dimensin trascendente y sobrenatural del
sistema de dominacin; por otro lado, la evangelizacin, al descubrir al Dios de los pobres en el movimiento de liberacin, crea en
su interior un espacio, una fuerza, una corriente de espiritualidad,
gratuidad, trascendencia y utopa, que constituye lo que Puebla
(n. 1147) llama el potencial evangelizador de los pobres.
En la prctica de las CEB se ha desarrollado una metodologa
de evangelizacin que tiene tres momentos: se inicia como espiritualidad, contina como discernimiento bblico y termina como
reflexin teolgica. No son tres etapas sucesivas y cronolgicas,
sino tres momentos lgicos que nos muestran la racionalidad de la
evangelizacin o el camino concreto que sta sigue en nuestras comunidades. Veamos sus diversos momentos.
de una prctica militante en el movimiento popular. Este conocimiento es una exigencia poltica compartida con todos los que
luchan por la justicia; pero, asumido como parte de un proceso de
evangelizacin, adquiere, adems de su dimensin poltica, una
dimensin espiritual. La historia de los pobres es el lugar del encuentro con Dios, y el que no est en ese lugar no puede descubrir
y anunciar al Dios de los pobres. El conocimiento de la realidad no
nos lleva mecnica y necesariamente a la experiencia de Dios, pero
es la condicin de posibilidad por parte nuestra para acoger el don
y la gracia de dicha experiencia. Por eso, la prctica de evangelizacin de nuestras comunidades siempre arranca del compromiso
poltico y del anlisis de la realidad como exigencia de una espiritualidad que nos abre a la revelacin de Dios en la historia. El desconocimiento de la realidad, por razones polticas o ideolgicas, no
slo nos aparta del mundo de los oprimidos, sino que tambin nos
incapacita espiritualmente para poder anunciar el Dios de Jess.
a)
Espiritualidad.
La raz o experiencia original y originante de toda evangelizacin es la experiencia de Dios en la historia de los oprimidos. Los
pobres nos evangelizan cuando en sus luchas de liberacin nos comunican su experiencia de Dios y los secretos del reino que slo
a ellos les han sido revelados (cf. Mt 11,25). La evangelizacin no
es tanto un largo y complicado discurso sobre Dios como una larga
prctica de silencio, que crea en nosotros el hbito de escuchar, ver
y tocar esa presencia de Dios en la historia de liberacin de los
oprimidos. Esta espiritualidad no se reduce a un sentimiento individual, sino que encuentra expresin corprea y comunitaria en
mltiples signos, fiestas, cantos y oraciones donde el pueblo celebra su fe y anuncia en qu Dios cree. Una expresin de esta fe,
especialmente importante en Amrica Central, es la celebracin de
los mrtires. Aqu tenemos la ms densa y dramtica expresin corporal de la dimensin trascendente y espiritual de las luchas de
liberacin. En esta celebracin no hay slo un recuerdo del pasado,
sino que se expresa el sentido absoluto de Dios en la prctica de la
justicia por la que el mrtir entreg su vida. Esta espiritualidad,
como primer momento de la evangelizacin, tiene como condicin
de posibilidad el conocimiento de la realidad histrica que emerge
b)
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Discernimiento bblico.
Reflexin teolgica.
P. Richard
338
3.
La experiencia de Dios en la historia no slo debe ser vivida, celebrada, comunicada, sino tambin reflexionada desde la racionalidad
de la prctica de liberacin. Esta teologa, como parte y prolongacin de un proceso de evangelizacin realizado por las CEB en el
movimiento popular, es la que nos permite dar razn (logos)
de nuestra esperanza (1 Pe 3,21). Esta teologa vivida en la prctica de liberacin permite a la evangelizacin llegar a fondo en la
conciencia popular. La IP vive su fe en aquella racionalidad que
los pobres asumen, entienden y difunden en sus luchas de liberacin. Por su teologa, la IP reafirma as su identidad y misin protica en el movimiento popular.
2.
La IP es fundamentalmente un movimiento carismtico dentro del movimiento popular; la IP prolonga hoy da entre los pobres y oprimidos la prctica y el movimiento de Jess; como tal,
la IP tiene muchas de las caractersticas radicales, evanglicas,
utpicas y apocalpticas de las primeras comunidades cristianas. Sin
embargo, la II' no excluye una institucionalizacin eclesial de la
fe. Su estrategia institucional no es la ruptura con la Iglesia institucional realmente existente, sino la radical renovacin de esta
institucionalidad. Para la IP, la referencia fundamental de la renovacin institucional no es la conservacin del reino o poder de la
Iglesia, sino la afirmacin del reino o poder de Dios que irrumpe
en el movimiento de los pobres y oprimidos. La IP quiere ser
signo o sacramento del reino de Dios en el corazn del movimiento
popular, y en funcin de esto busca renovar la institucionalidad de
la Iglesia. La IP quiere as realizar institucionalmente la dimensin
sacerdotal o sacramental del pueblo como pueblo de Dios. Es el
reino de Dios, que emerge en la historia, el que discierne y juzga
continuamente toda institucionalizacin eclesial del movimiento de
Jess en la historia. Esto exige tambin una conversin interior de
la Iglesia: el paso de estructuras eclesiales internas de poder y de
dominacin a otras de servicio fraternal (cf. Me 10,41-45).
J4U
P. Richard
pastoral de Jess, que lo llev a la cruz, pero tambin a la resurreccin. Esta renuncia por parte de la IP a utilizar el poder poltico para su proyecto pastoral es una debilidad, pero en esa debilidad justamente est su fuerza: la fuerza del evangelio, que crece
desde el potencial evangelizador de los pobres.
c) Si bien la IP debe crecer desde la fe del pueblo, donde ella
tiene su fuerza principal, y no debe utilizar el poder poltico del
pueblo en beneficio de su proyecto pastoral como IP, tambin es
cierto que el proyecto pastoral de la IP debe seguir el ritmo de
los procesos histricos. En situaciones de extrema opresin, la IP
normalmente acenta su trabajo pastoral de base y asume en cierto
sentido, en sus comunidades, el dinamismo poltico del pueblo. Es
diferente el proyecto pastoral de la IP en situaciones revolucionarias o de revolucin triunfante. En tales casos la IP debe llegar al
conjunto del pueblo creando signos eficaces y masivos de un cristianismo evanglico y revolucionario. Las CEB tienen tambin otra
dinmica: pueden eventualmente disminuir, pero ser ms eficientes
en la expresin del dinamismo evanglico y espiritual que surge
del mismo proceso revolucionario. En situaciones de opresin,
la IP es la voz de los que no tienen voz, pero en situaciones
revolucionarias la misin de la IP es simplemente dar nombre y
expresin eclesial a ese Dios escondido en el corazn de los movimientos populares y sus fuerzas espirituales de liberacin.
d) El ltimo elemento del proyecto pastoral de la IP que
quisiramos solamente mencionar es el ecumensmo. Nada daa
ms la identidad y la misin de la IP que el sectarismo religioso
y el proselitismo. El ecumenismo afirma que el pueblo no es propiedad privada de ninguna Iglesia, sino que el pueblo es de Dios.
El ecumenismo exige a las Iglesias ponerse al servicio del pueblo
como pueblo de Dios. El escndalo no es tanto que los cristianos
estemos divididos, sino el que estemos pelendonos unos contra
otros en vez de servir, desde mltiples tradiciones religiosas y confesiones cristianas, al nico pueblo de Dios. El ecumenismo nos
exige conversin al pueblo, y desde el pueblo, conversin a Dios.
P. RICHARD
BBLICA
Pueblo de Dios es a la vez una doctrina, con mltiples variantes en los mismos libros bblicos, y una referencia a una realidad histrica, tambin con sus variantes a lo largo de los ms de
mil aos durante los que se fueron formando los libros de la Biblia. Esta complejidad abre las puertas a varias maneras de abordar
el tema que nos ocupa. Sin embargo, no es arbitrario cmo decidamos hacerlo.
En primer lugar, reconocemos una prioridad lgica al hecho
histrico del pueblo de Israel, que es el referente primario de la
expresin pueblo de Dios en la Biblia: de no haber existido un
pueblo de Israel nunca hubiera surgido esta reflexin. Pueblo de
Dios es una confesin que hace Israel acerca de su naturaleza, su
peculiaridad entre las naciones de la tierra. Como no es posible en
los fenmenos humanos separar la pura realidad de su interpretacin, es vlido decir que no existe Israel aparte de su confesin
como pueblo de Dios, pero a pesar de ello la confesin hace referencia a la existencia emprica e histrica del pueblo.
En segundo lugar, daremos un privilegio a los inicios del pueblo de Israel. Israel surgi como un movimiento revolucionario
entre los pueblos que habitaban la tierra que ellos llamaban Canan y que luego se ha venido a conocer como Palestina. Decir
que Israel se inici como una revolucin es decir que sus forjadores tuvieron la conciencia de estar creando algo nuevo en la historia, con todas las salvedades que son necesarias por la relativa
falta de conciencia histrica de los humanos en el siglo xin a. C.
comparada con los del siglo xx d. C. Un pueblo que debe su existencia a una gesta revolucionaria tendr que justificar todas sus
nuevas iniciativas en el futuro por referencia a los inicios que lo
identificaron como un pueblo particular. Tendr que hacer relecturas de la gesta revolucionaria que legitimen las nuevas direcciones que vaya tomando la vida nacional. Siempre el momento fundante tendr un lugar privilegiado en su imagen de s mismo. Por
ello creemos correcto que nosotros, adems de privilegiar la realidad histrica sobre las lecturas de ella, privilegiemos tambin el
momento inicial sobre los desarrollos histricos posteriores.
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J. Pixley
luego ser la tribu importante de Jud. Pero ya en este poema antiguo se deja ver que son tribus de Israel aquellas que confiesan
tener por rey y dios a Yahv, el Dios del xodo.
En un principio, pues, el pueblo de Yahv es el conjunto de
tribus campesinas que habitan las montaas de Canan y que rehusan dar tributo a los reyes de las ciudades. Todo indica que las
insurrecciones son anteriores tanto a la cohesin del movimiento
como un solo Israel como a la confesin de Yahv como su dios.
Evidencia de esto segundo es que se designaran Israel, nombre teofrico compuesto con el nombre del dios El, dios importante conocido por los mitos contenidos en las tablillas ugarticas. Deriva de
una etapa anterior a la adhesin del movimiento al dios Yahv.
Cmo llegaron, entonces, las tribus campesinas de Canan a aceptar a Yahv como su Dios y a reconocerse a s mismas como el
pueblo de Yahv? La respuesta oficial la encontramos en el relato del xodo: Israel confesaba a Yahv como su nico Dios porque
Yahv los haba liberado de la servidumbre al rey de Egipto.
El xodo es el relato oficial de los orgenes de Israel y de la
revelacin originaria de su Dios, Yahv. Israel confiesa a Yahv
como su Dios porque Yahv es el dios de los campesinos, el dios
que libr batalla contra el rey ms fuerte de ese tiempo para que
los campesinos salieran de Egipto y buscaran una tierra que fluye
leche y miel. La religin cananea, con dioses como El, Baal, Aser
y Anat, se practicaba bajo el patronato de los reyes en los santuarios de las ciudades de Canan. Era parte del aparato opresor, pero
en cualquier tiempo es difcil que una insurreccin campesina sea
atea. No hay evidencia de que Israel jams lo fuera. Antes de conocer a Yahv rendan culto a los mismos dioses cananeos que haban
conocido sus padres, con preferencia, Baal, quien, segn suponan,
les mandaba la lluvia a su tiempo. Pero los lugares ms sagrados
del culto de Baal estaban en manos de los sacerdotes, que formaban parte de los funcionarios reales de las ciudades. La experiencia
de los campesinos rebeldes de Egipto fue distinta. Ellos hicieron
su revolucin inspirados por Yahv, un dios desconocido para el
rey y sus oficiales, y conducidos por Moiss, el profeta de Yahv.
Tenan, pues, una religin exclusiva de campesinos, con un dios
que no tena nada que ver con las religiones oficiales de los opresores.
34J
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/. Pixley
^"fO
II.
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]. Pixley
Pueblo de Dios en la tradicin bblica
Los grandes profetas de Israel llevan ms adelante esta conciencia de que Yahv es ms que el Dios de Israel. Para Amos,
Yahv es un dios de los pobres, que defiende la justicia, y as como
sac a Israel de Egipto, tambin sac a los filisteos de Kaftor y a
los rameos de Quir (Am 9,7). Una profeca en Is 19,25 anuncia
la llegada del da en que Yahv dir: Bendito sea mi pueblo de
Egipto; la obra de mis manos, Asira, y mi heredad, Israel. Isaas
anuncia el da cuando las naciones vendrn a Sin para inquirir sobre la ley de Yahv, y convertirn sus espadas en azadones y sus
lanzas en podaderas (Is 2,1-5). En Is 10,5-15 el profeta interpreta
las conquistas de Asira como resultado de un mandato que Yahv
le ha dado para dominar sobre las naciones. Amos tambin entiende
que Yahv es el Seor de todas las naciones (Am 1-2). En la misma lnea, Jeremas entiende que en su generacin Yahv est sometiendo todas las naciones al rey de Babilonia (Jr 27). De estas y
otras maneras, los profetas de Israel entienden que Yahv es el
nico Dios de toda la historia. Esto significa una relativizacin del
lugar de Israel en la historia, una conciencia de que no pasa de
ser un pueblo entre tantos, si bien ha tenido el privilegio de ser
objeto de la gracia liberadora y reveladora de Yahv en el xodo
y en el monte Sina. Si Yahv es el Dios de todo el mundo, cobra
un sentido misionero llamarse Israel el pueblo de Yahv.
Es el Deuteroisaas quien saca las consecuencias del reconocimiento de que Yahv es el nico Dios verdadero. Estas son de
varios tipos: los otros dioses no son ms que vanidad, y quienes
los adoran son necios (Is 40,18-20; 41,6-7; 45,14-19). Yahv dirige toda la historia, y puede perfectamente tomar al gran rey persa
Ciro para someter ante l las naciones de la tierra (Is 41,1-5;
45,1-7). E Israel, el siervo de Yahv, tiene la misin de dar a conocer la justicia y el derecho en toda la tierra (Is 42,1-4). Sin hacer
demostraciones de podero, Israel ser una luz para las naciones.
Hemos repasado varios pasos en la conciencia israelita de ser
pueblo de Dios: 1) En su primer momento Israel es el pueblo de
Yahv porque es el pueblo que se constituy de aquellos a quienes
Yahv haba resfalado de la servidumbre en Egipto (y en Canan).
2) Desde la forte de David y Salomn, Israel se convierte en el
pueblo bendecido por Yahv para favorecer con su dominio a las
naciones. 3) La tradicin elohsta del Pentateuco reflexiona sobre
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J. Pixley
Pueblo de Dios en la tradicin bblica
}5i
EL PUEBLO DE DIOS
EN LA EXPERIENCIA DE FE
354
G. Alberigo
tipologas sociales, cuyo influjo e importancia va aumentando a medida que las comunidades cristianas se van consolidando histrica y
socialmente. En la actualidad, la perspectiva histrica nos permite
caer en la cuenta de que, sobre todo en los ambientes cristianos, en
los que ha sido ms directo el influjo judo, ha adquirido gran
relieve el legado religioso de este pueblo que se caracteriz por la
separacin de la clase sacerdotal. Tal separacin se fundaba bien
en el carcter sagrado del culto, es decir, en una concepcin
precisa de la creacin con respecto a Dios, bien en el concepto
teolgico del resto de Israel, identificado con la propia clase
sacerdotal. Por contagio de esta situacin surgi en algunas comunidades cristianas la tendencia a reintroducir en la Iglesia (el nuevo
Israel) una separacin de los sacerdotes, atenuando as la unidad
fundamental del pueblo de Dios.
Sin embargo, la distincin que muy pronto se introduce en el
lenguaje cristiano entre clrigos y laicos no adquiere en este perodo unos caracteres rgidos y sistemticos ni llega a tener efectos
decisivos, como se evidencia en las funciones eclesiales que se reconocen al emperador, aun en los casos en que ste es una mujer,
o en el magisterio teolgico ejercitado por un laico como Orgenes \ Y no se trata de casos excepcionales, sino de ejemplos de una
situacin. En los primeros siglos, el pueblo cristiano participaba
de diversas formas en el ejercicio de la actividad sacramental de la
Iglesia, particularmente en lo que concierne a los sacramentos de
la penitencia y la eucarista 2 . La exclusin de los simples fieles de
esta participacin slo tuvo lugar a partir del siglo iv, al mismo
tiempo que, desde el punto de vista arquitectnico, se daba una
separacin entre la zona del altar y el espacio del templo reservado
a los fieles3.
En el aspecto ms propiamente magisterial y jerrquico del gobierno de la comunidad tampoco tiene lugar una neta separacin
entre fieles y clrigos. En particular, las ordenaciones no expresan
nunca una insercin del nuevo clrigo en un orden aparte (el conCf. E. Lanne, Le licat dans l'glise ancienne: Verbum Caro 71-72
(1965) 105-126.
B. Renaud, L'glise comme assemble liturgique selon S. Cyprien: Recherches de thologie ancienne et mdivale 38 (1971) 5-68.
Cf. Hiplito, In Danielem 1,17; Sources Chrtiennes 14, p. 85.
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C. Alberigo
i!7
ya
G. Alberigo
Do sunt genera christianorum. Est autem genus unutn, quod mancipatum divino officio, et deditum contemplationi et orationi, ab omni strepitu
temporalium cessare convenit, ut sunt clerici, et Deo devoti, videlicet conversi.
Kleros enim grece latine sors. Inde huiusmodi nomines vocantur clerici, id
est sorte electi. Omnes enim Deus in suos elegit. Hi namque sunt reges, id
est se et alios regentes in virtutibus, et ita in Deo regnum habent. Et hoc
designat corona in capite. Hanc coronam habent ab institutione Romanae
ecclesiae in signo regni, quod in Christo expectatur. Rasio vero captis est
temporalium omnum depositio. lili enim victu et vestitu contenti nullam
inter se proprietatem habentes, debent habere omnia communia. Aliud vero
est genus Christianorum, ut sunt laici. Las enim est populus. His licet temporalia possidere, sed non nisi ad usum. Nihil enim miserius est quam propter
nummun Deum contemnere. His concessum est uxorem ducere, terram colere,
inter virum et virum iudicare, causas agere, oblationes super altara poner,
decimas reddere, et ita salvari poterunt, si vicia tamen benefaciendo evitaverint (c. 7 C. XII q. 1; ed. Friedberg, p. 678).
39
rgida, sino como acorde con la que existe entre el cielo y la tierrn,
ms todava, entre lo carnal y lo espiritual, con una clara c inmediata implicacin moral sin duda ms estoica que paulina. Como
dice, significativamente, el prlogo de la Summa de Esteban de
Tournai (f 1203): Civitas Ecclesia, civitatis rex Christus, do
populi in Ecclesia, do ordines, clericorum et laicorum; do vitae,
spiritualis et carnalis... Todo est, pues, preparado para atribuir
a los diversos ordines un diverso valor cristiano 8 . La realidad bblica del pueblo de Dios ya no parece adecuada para expresar una
Iglesia tan celosa de sus estructuras y tan satisfactoriamente integrada en la sociedad, que empieza a perseguir el espejismo de una
sociedad cristiana, la Christianitas 9 .
Con todo, se dieron varios intentos de cambiar las cosas e incluso de emprender una direccin totalmente nueva. Por un lado,
las herejas populares medievales oponan al principio de derecho
clrigo igual a cristiano de primera clase la constatacin de hecho clrigo igual a mal cristiano, invocando una ecclesia spiritualis en la que fueran radicalmente eliminados la estructura
jurdica y el ministerio sacerdotal, o al menos reducidos a su justa
proporcin. Por otro lado hay que recordar el fenmeno de grandes organizaciones de simples fieles en las confraternidades y las
terceras rdenes. Estos intentos aceptaban sustancialmente la situacin existente y trataban de obtener mediante la participacin
en los privilegios espirituales concedidos sobre todo a los mendicantes una asimilacin a la condicin ventajosa en que se hallaban los clrigos. Se estaba asistiendo a los primeros brotes de lo
que con el tiempo se llegar a llamar promocin del laicado,
esencialmente orientada a vivir algunos aspectos de la vida clerical,
hacindose as acreedores a algunos de sus privilegios (recurdese
la legislacin cannica a favor de los oratorios y de la exencin
de las confraternidades).
Entre los siglos x m y xiv se dieron tambin algunos intentos
8
Cf. I laici nella societas christiana dei secoli XI e XII (Miln 1969),
especialmente las colaboraciones de Y.-M. Congar, L. Prosdocimi y G.-G.
Meersseman.
9
Forme e problemi attuali della Cristianit: Cristianesimo nella storia 5
(1984) 30-180.
360
G. Alberigo
361
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363
364
G. Alberigo
radores indispensables desde el momento en que la escasez de vocaciones hace inviable la autosuficiencia del clero, al mismo tiempo
que la sociedad parece cada vez ms reluctante a depositar su confianza y prestar acatamiento a cuanto tenga sabor clerical13.
El laicado se convierte en una especie de batalln de asalto, de
tropa especializada. Sin embargo, esta dependencia sigue manteniendo al laico apartado de toda funcin teolgica y cultural. La
Accin Catlica no tiene una funcin directora en el orden terico,
sino que se limita a ser ejecutora en el orden prctico u. As, la
accin viene a ser el nico modo en que el laico puede expresar
el propio compromiso cristiano: se justificaba sin dificultad cualquier exageracin activista u organizativa '5.
El laicado constituye, pues, una categora de cristianos que se
va deslizando desde el anonimato hasta la clericalizacin (espiritualidad parasacerdotal: consagraciones, votos, entendidos no como
expresin de earismas especiales, sino de la simple vocacin cristiana). La dimensin doctrinal de esta situacin es la teologa del
laicado. Una teologa para laicos indica que en el fondo permanece
intacto el dualismo de cristianos de primera y de segunda clase.
En sentido paralelo hallamos la fase de la consecrado mundi
como vocacin propia del laico. De hecho, obedece a una visin
pesimista de la relacin del cristianismo con el mundo, segn la
cual las realidades terrenas necesitaran de una aplicacin actual
de la redencin, como si toda la creacin no estuviera ya bajo el
signo del Hijo del hombre. En esta perspectiva asistimos a la ma13
365
nifestacin de grandes energas alimentadas por un impulso misionero, pero orientadas hacia una problemtica de tipo social y externo que contina considerando las res sacrae, la Iglesia, como legtimo monopolio de los clrigos. Por consiguiente, se perfila una
especie de acuerdo que establece las diversas zonas de influencia,
cosa que ya se haba intentado en el siglo precedente.
El inters suscitado por estos dos filones, particularmente a causa de la inercia en la que tan largo tiempo haban permanecido no
pocas energas, coincidi con una modificacin general y cada vez
ms rpida del contexto histrico que dio lugar al resurgimiento
de los grupos tradicionalmente pasivos, a una reactivacin del espritu asociativo y comunitario y a una nivelacin terica y prctica
de los derechos reconocidos a todos. Caa definitivamente el orden
jerrquico de la sociedad humana, basado sobre condiciones privilegiadas e independientes del mrito de cada uno, a favor de un
acentuado igualitarismo, fundado nicamente en las capacidades
personales o en las funciones sociales. En este contexto, el Espritu
Santo suscitaba en un creciente nmero de cristianos la conciencia
de la inminencia de un tiempo de la Iglesia en que se hiciera
real el esfuerzo por reestructurar toda la realidad eclesial a partir
de los datos ms autnticos del Nuevo Testamento y de las instancias histricas ms urgentes, los signos de los tiempos.
Esta exigencia apareci al mismo tiempo en diversos ambientes
y situaciones, dando lugar, a principios de nuestro siglo y particularmente en el perodo entre las dos guerras, a un fermento de iniciativas doctrinales, espirituales y prcticas a las que hoy no dudaramos en dar el nombre de movimientos. Se dio el movimiento
bblico, el movimiento litrgico, el movimiento de retorno a las
fuentes (sobre todo patrsticas), el movimiento misionero, el movimiento ecumnico. Una caracterstica constante de estas experiencias fue que, en torno a convicciones y compromisos comunes, se
reunieron en un plano de igualdad cristianos de diversas procedencias, vocaciones y estados de vida. Este encuentro haba sido facilitado por los mltiples contactos que en los decenios anteriores
haban tenido lugar entre miembros del clero y simples fieles en
el seno de la Accin Catlica y de otras organizaciones. Las consecuencias de esta situacin se iran haciendo cada vez ms vastas
y profundas, a pesar de que con frecuencia la fluidez de los con-
366
G. Alberigo
367
que en los debates conciliares se dieron cita dos orientaciones doctrinales distintas:
1) La teologa del laicado, cuya formulacin ms autorizada
haba tenido lugar en Jalons pour une thologie du Idicat, del padre Congar, en el ao 1952, y en el volumen de monseor G. Philips Le role du la'ic dans l'glise, en 1954, fue llevada a la prctica
en los mejores momentos de la Accin Catlica. Esta teologa inspir, sobre todo, el captulo IV de la Lumen gentium y el decreto
Apostolicam actuositatem, como momento cumbre de tal orientacin. Sin embargo, de este modo, lejos de superarse el planteamiento esencialmente negativo de la divisin clero-laicado, se
contribuy a aumentarla superponindola a la de sagrado-profano y sumndose a la teologa de las realidades terrenas. Los
intentos de una definicin positiva del laico 16 sirvieron sobre
todo para poner en evidencia los lmites de este planteamiento, que
tuvo el mrito de desarrollar la conciencia de los laicos, si bien no
tiene rango de teologa, debido a que carece de apoyo en la revelacin y en la tradicin teolgica catlica. Adems, la problemtica
de la secularizacin ha puesto en crisis hasta los mismos trminos
de la consecratio mundi. Hoy ya no cabe duda de que la teologa del laicado, por su origen de suplencia y superacin con respecto a la situacin privilegiada del clero, no fue ni poda ser teologa, sino nicamente ideologa. Los mltiples elementos teolgicos
en ella contenidos slo adquieren su necesaria coherencia en una
verdadera teologa de la Iglesia ".
16
Particularmente significativos a este respecto han sido los artculos de
K. Rahner, L'apostolat des lates: Nouvelle Revue Thologique (1966) 3-33,
y de Ch. Baumgartner, Formes diverses de l'apostolat des lates: Christus
(1957) 9-33, retomados en 1957 por Congar en Esquisse d'une thologie de
l'Action Catholique (actualmente en Sacerdoce et Idicat devant leurs taches
d'vanglisation et de civilisation [Pars 1962] 328-356) y, nuevamente, en
algunas pginas de la tercera edicin de Jalons (648-651). La sntesis ms
reciente ha sido publicada por el P. Congar suh verbo Lfc et Laicat, en
DS 9 (1976) 79-108.
17
Un interesante testimonio de la ambivalencia de esta orientacin es el
confuso ttulo que en un primer momento se daba al futuro cap. II de la
Lumen gentium: De populo Dei et speciatim de laicis (cf. Constitutionis
dogmaticae Lumen gentium synopsis histrica, en G. Alberigo y F. Magistretti [eds.] [Bolonia 1975] 43 y 163).
368
G. Alberigo
2) Una eclesiologa sacramental es significativamente la segunda orientacin doctrinal puesta de relieve en el concilio, sobre
todo en los captulos I, II y V de la constitucin Lumen gentium
y tambin en muchos pasajes de las constituciones sobre la liturgia
y la revelacin y del decreto sobre el ecumenismo. Como es sabido,
se trata de una teologa basada en la Escritura y en la tradicin
apostlica. En el ltimo siglo, y en particular en los ltimos decenios, ha conocido una nueva primavera en el mundo catlico y tambin en las otras reas cristianas. Esta orientacin ha ido adquiriendo cada vez ms fuerza y conquistando nuevos horizontes gracias al
potente impulso del Espritu, de modo que una etapa de este desarrollo tan fundamental como la Mystici corporis de Po XII, publicada en el ao 1943, aparece como superada en muchos aspectos
por el magisterio conciliar. Es muy significativo que esta teologa
de la Iglesia sea fruto de los movimientos de renovacin que florecieron en los decenios pasados y que se caracterizaban en general
por una colaboracin fraterna de clrigos y laicos, movidos por el
nico deseo de ser fieles a su condicin cristiana y a su ser Iglesia,
pueblo de Dios en marcha18.
No conviene perder de vista la presencia conjunta de estas dos
orientaciones distintas en el corpus doctrinal del Vaticano II. Una
de ellas se presenta en su fase conclusiva, al trmino de un largo,
fatigoso y meritorio esfuerzo por reconquistar un estatuto eclesial
activo, y no slo pasivo y minoritario, al menos en los grupos y
ambientes ms sensibles del comn de los fieles. La otra se halla
en una fase predominantemente dinmica, que tiende a movilizar
energas y suscitar experiencias de vida eclesial de comunin plena,
activa y visible de todos los bautizados. Histricamente podemos
decir que estas dos orientaciones pueden ser consideradas como
dos segmentos sucesivos de una lnea interrumpida, a travs de la
cual el cristianismo moderno se mueve hacia un conocimiento cada
vez ms pleno del misterio pascual. Sin embargo, desde un punto
de vista doctrinal no sera correcto ignorar la profunda diversidad,
18
Cf. el ptimo comentario de O. Semmelroth, La Iglesia, nuevo pueblo
de Dios, en G. Barana (ed.), La Iglesia del Vaticano II (Barcelona 1968)
451-465; Y. Congar, La Iglesia como pueblo de Dios: Concilium 1 (1965)
9-33, y R. Schnackenburg-J. Dupont, La Iglesia como pueblo de Dios, ibd.,
105-113.
369
propiamente teolgica, que separa estas dos orientaciones. Tampoco se puede ignorar que, desde un punto de vista prctico y
operativo, mientras hasta el fin de la segunda guerra mundial las
modernas organizaciones laicales, sobre todo la Accin Catlica,
han sido frecuentemente un vehculo de formacin de la conciencia
eclesial, en los dos ltimos decenios, y particularmente en nuestros
das, constituyen en general una remora y un obstculo para que
la conciencia eclesial alcance el esplendor sugerido por el Espritu
y programado por el concilio. Actualmente esta problemtica puede ser vista en una nueva perspectiva. Teniendo en cuenta la enorme herencia histrica acumulada en torno a este problema, es
posible recuperar una sustancial libertad gracias a un mejor conocimiento del misterio de la Iglesia en cuanto pueblo de Dios. La
comunidad cristiana reconoce cada vez mejor la urgencia y la necesidad de sentirse unida en el comn bautismo, en la escucha de la
palabra y en la comunin eucarstica. Tambin advierte que la participacin de los cristianos y del obispo (con sus ministros) en el
nico sacerdocio de Cristo es diversa, si bien ambos sacerdocios se
hallan en una continua y fecunda tensin dialctica. Esta tensin
es anloga a la que existe entre los datos definitivos del ser cristiano (destinados a continuar, despus de la Iglesia, en el reino)
y los elementos histricos de la condicin eclesial (destinados a
cesar con el fin de la Iglesia, como el sacerdocio ministerial). Cada
vez es ms fuerte la necesidad de recuperar en cada comunidad
eclesial un espacio para los carismas y servicios que el Espritu
quiera suscitar, de modo que, mediante ellos (desde el dicono padre de familia hasta el telogo padre de familia, etc.), se realice
una adecuacin ms rica y multiforme de cada Iglesia y de la comunin de todas las Iglesias al multiforme misterio de Cristo.
Para moverse en esta direccin, todos los bautizados, tanto
simples fieles como miembros del colegio episcopal, deben disponerse a un compromiso de investigacin y experimentacin, a un
esfuerzo de comprensin del verdadero estado de las cosas, y tambin a la invencin, para terminar por la renuncia a una uniformidad impuesta y al consuelo de esa falsa seguridad de lograr la
unidad; por el contrario, debern entregarse a una bsqueda humilde, comprometida, dinmica y confiada de los caminos que el
Espritu dicta a las Iglesias.
370
G. Alberigo
ALBERIGO
[Traduccin: G. CANAL]
19
El nuevo Cdigo de Derecho Cannico titula el libro II De populo
Dei, pero, de hecho, los cnones de carcter general dedicados a todos los
fieles sin distincin son muy pocos y bastante vagos (ce. 204-223).
20
Cf. M.-D. Chenu, Vox populi vox Dei. L'opinione pubblica nall'ambito del poplo di Dio, en La fine della Chiesa come societa perfetta (Miln
1968) 209-226, y, sobre todo, J.-M. R. Tillard, Le sensus fidelium. Reflexin
thologique, en Foi populaire-Foi savante (Pars 1976) 9-40, y los ensayos de
J.-L. d'Aragn, F. Dumond, E. R. Fairweather y E. Lamirande, en el mismo
volumen.
21
Cf. Concilium 77 (1972), especialmente los artculos de Congar y
Legrand.
PAUPERUM
I.
Viendo la cuestin con perspectiva histrica, nadie habra pensado en 1965 que hoy discutiramos el captulo segundo de la cons-
372
E. Dussel
Cf. Acta Synodalia S. Conc. Oec. Vaticani Secundi 1/1 (Vaticano 1970)
y 1/4 (1971) Congregacin 21.
2
Ibd., 1/4, p. 127.
3
4
Ibd., p. 126.
Ibd., p. 133.
5
6
Ibd., p. 250.
Ibd., p. 254.
7
Le Monde (Pars, mayo 1983).
8
En la Congregacin 3, en el mensaje a todos los hombres, el concilio
expresa: Caritas Christ urget nos... super turbam fame, miseria, ignorantia
laborantem... (1/1, p. 225).
9
Ibd., p. 256. Monseor Enrique Rau refiere, en la cuestin de la len-
373
Con todo, en el nuevo esquema, despus del misterio de la Iglesia 10, se trataba del episcopado, dejando para el captulo tercero
el tema del pueblo de Dios y, especialmente, los laicos ". De
inmediato comenz un debate importante. Si el pueblo de Dios
son los laicos y toda la Iglesia, este tema debera tratarse en el
captulo segundo, pasando al tercero el del episcopado. El cardenal
Frings, en nombre de los alemanes, propuso que el captulo segundo se dedicara al pueblo de Dios n. Se produca, pues, un giro
total: en lugar de limitarse a los laicos, el pueblo de Dios se transformaba en un sinnimo de Iglesia. Algunos latinoamericanos ya
vinculaban la cuestin del pueblo de Dios con una mayor dedicacin apostlica a la evangelizacin de los pobres 13.
En la congregacin 54. a , del 23 de octubre, monseor Manuel
Larran habl sobre el pueblo de Dios en un sentido proftico y
martirial (testimonial), como destinado no a una recepcin pasiva, sino activa M.
Por fin, en la congregacin 80. a , del 15 de noviembre de 1964,
se propuso el texto corregido del captulo segundo De populo
Dei15, que, con modificaciones, pasar como texto definitivo a la
Lumen gentium. Desde la primera afirmacin, luz de los gentiles
es Cristo (LG 1), ya entramos en tema: gentium no es populorum, aunque ambos trminos se refieren a grupos, comunidades,
sociedades: El Seor quiso, sin embargo, santificar y salvar a los
hombres, no individualmente y aislados entre s, sino constituir un
pueblo ... Eligi como pueblo suyo el pueblo de Israel... (para
que) constituyera el nuevo pueblo de Dios (LG 9). Se establece
as una dialctica entre un pueblo primero o antiguo y un pueblo
nuevo o segundo (nuevo pacto).
Una cuestin fundamental que nos interesa esencialmente para
el desarrollo posterior es la siguiente: Llama o convoca Dios a
gua de la liturgia, que es una expresin de Amrica Latina que la misa
est destinada al pueblo, y cmo puede intervenir si no entiende (la lengua)? (ibd., p. 480ss).
10
Ibd., I I / l , p. 216. " Ibd., pp. 256ss.
12
Ibd., p. 344.
" Ibd., p. 798.
14
Ibd., II/2, pp. 223-226. El cardenal De Barros Cmara habl igualmente (Congregacin 51, del 18 de octubre de 1963; pp. 55ss) sobre De
populo Dei in genere.
15
Ibd., I I I / l (1973) 181ss.
374
E. Dussel
375
nuevo, y no entre un individuo (Cristo) que convocara exclusivamente individuos abstractos, ahistricos, sin comunidad, ni historia, ni memoria, ni luchas, ni mrtires.
En el Vaticano II, por estar precedida la cuestin del episcopado (cap. III) por la del pueblo de Dios en general (cap. II), se
indic explcitamente que el papado, el episcopado, el sacerdocio
ministerial, etc., son partes o momentos internos del pueblo de
Dios.
I I . EL PUEBLO DE DIOS
Y LA PASTORAL POPULAR EN MEDELLIN ( 1 9 6 8 )
En Medelln se retoma del Vaticano II el doble sentido de pueblo: As como antes Israel, el primer pueblo, experimentaba la
presencia salvfica de Dios cuando lo liberaba de la opresin de
Egipto..., as tambin nosotros, nuevo pueblo de Dios, no podemos dejar de sentir su paso que salva... (Introduccin, 6). Esta
segunda Conferencia... en la esperanza de que todo el pueblo de
Dios, alentado por el Espritu, comprometa sus fuerzas para su
plena realizacin... (ibd., fin). Pero, de inmediato, surge una
diferencia, aunque no contradiccin, con el Vaticano I I ; se trata
de algo ms concreto, ms explicativo, ms latinoamericano: En
la gran masa de bautizados de Amrica Latina, las condiciones de
fe, creencias y prcticas cristianas... (6. Pastoral Popular, I, 1).
Al enjuiciar la religiosidad popular no podemos partir de una
interpretacin cultural del Occidente... (ibd., 4). La fe y, por
consiguiente, la Iglesia se siembran y crecen en la religiosidad culturalmente diversificada de los pueblos (ibd., II, 5). La Iglesia
de Amrica Latina, lejos de quedar tranquila con la idea de que el
pueblo en su conjunto posee ya la fe, y de estar satisfecha con la
tarea de conservar la fe del pueblo..., se propone... una seria reevangelizacin..., una reconversin de nuestro pueblo... que impulse al pueblo creyente hacia la doble dimensin personalizante
y comunitaria..., (ya que) los hombres deben santificarse y salvarse
no individualmente, sino constituidos en comunidad termina
el texto (ibd., 8-9). Y an se dice despus: Que se impregnen
las manifestaciones populares, como romeras, peregrinaciones, devociones diversas, de la palabra evanglica (ibd., III, 12).
376
E.
Dussel
377
25
J/O
E. Dussel
Populus Dei in populo pauperum
III.
PUEBLO DE DIOS Y COMUNIDADES
ECLESIALES DE BASE EN PUEBLA ( 1 9 7 9 )
La conferencia de Puebla se prepar en un ambiente de confusin, a veces provocado. Textos como el que citamos a continuacin son un indicio de ello: Sin admitir la simplista identificacin
del pueblo con el pobre, y entendiendo la expresin pueblo de Dios
como la propone el Concilio Vaticano II (...), sera tambin perfectamente correcto afirmar que el pueblo de Dios es el portador
del evangelio, el sujeto de la Iglesia... w . Aqu se mezclan varios
planos. Pueblo en la primera lnea es ms bien un concepto social
(como bloque social de los oprimidos), y el autor se opone a que
pueda ser identificado con pobre (sociolgicamente pueden identificarse sin que ello implique una valoracin teolgica). Claro que
pretender identificar la categora sociolgica de pueblo con el pueblo de Dios de la Lumen gentium es una ingenuidad en la que nin18
19
379
380
E. Dussel
381
procura una vida ms evanglica en el seno del pueblo... Las comunidades eclesiales de base son expresin del amor preferente de
la Iglesia por el pueblo sencillo (Puebla, nn. 641-643).
Las comunidades eclesiales de base son, sin duda, el lugar orgnico del cristiano, pueblo oprimido y pueblo de Dios, parte de los
pobres y parte de la Iglesia. No todos los miembros de la Iglesia
optan por los pobres ni son pobres. La comunidad de base es el
lugar propio de la participacin de los pobres, del pueblo de los
pobres, en la Iglesia pueblo de Dios, y tambin de los que optan
por ellos. Esos pobres y los que optan por ellos, miembros del
pueblo de Dios, podran perfectamente ser denominados Iglesia popular. Lo sustantivo es Iglesia (pueblo de Dios, segn la Lumen gentium); lo adjetivo, popular (compromiso con los pobres,
explotados, con el pueblo histrico: bloque social de los oprimidos). Iglesia popular, en el seno de la nica Iglesia oficial e institucional, seran aquellos cristianos que tienen otro modelo, otra
visin y actitud acerca del tipo de evangelizacin que la Iglesia
debe cumplir en el mundo y entre los pobres, y acerca de la Iglesia
misma a la que pertenecen con toda legitimidad.
IV.
CONCLUSIONES
382
E. Dussel
nuestra nacin... La libertad es como un espacio en el que podemos movernos con seguridad n. En Amrica Latina, en cambio,
nosotros percibimos las cosas de otra manera. Ms que la patria
o la nacin, el sujeto de nuestra historia presente es el pueblo, y>
ms que la libertad, nuestro pueblo aspira a la justicia. No es cuestin de poder comer con libertad, sino de tener algo que comer.
Del mismo modo que algunos pueden hablar de Iglesia nacional
o de una Iglesia que encarna la identidad nacional, en Amrica
Latina nos sentimos autorizados a ver reflejada nuestra identidad
en una Iglesia popular. La devocin a Mara es popular (por ejemplo, con la Virgen de Guadalupe por bandera, el cura Hidalgo
luch contra los espaoles en el siglo xrx para liberar a Mxico,
y el campesino Emiliano Zapata ocupaba Cuernavaca teniendo tambin por bandera a una imagen de la Guadalupana sacada de una
iglesia), y como lo seala Juan Pablo II, pertenece a la ntima
identidad propia de estos pueblos (Puebla, n. 283). Mara fue
tambin la voz que impuls a la unin entre los hombres y los
pueblos (ibd., n. 282) latinoamericanos. Hay personas, tambin
de Iglesia, que tienden a confundir todas estas cosas. Es necesario,
de todas maneras, conocer la experiencia de una Iglesia particular,
como la latinoamericana, para no juzgarla simplistamente desde
otros parmetros, desde otras culturas, desde otras naciones o pueblos. Nuestro pueblo creyente merece el respeto de ser escuchado,
de ser incorporado al pueblo de Dios como un pueblo histrico,
con memoria, con lengua, con cultura, con hroes, mrtires y santos. Monseor Osear A. Romero muri por ese pueblo y con
conciencia explcita de ser parte de la Iglesia popular. No habra
inconveniente en abandonar la palabra popular si existieran verdaderas razones para ello. Pero el sentido de la cuestin fue claramente enunciado por el papa Juan XXIII cuando emple la expresin Iglesia de los pobres. Personalmente, junto con Paul
Gauthier, tmn la suerte de vivir en Nazaret desde 1959 a 1962;
solamos hablar sobre Jess, la Iglesia y los pobres, trabajando
como carpinteros en el Shikum arab, en el mismo pueblo donde
Jess dijo: El Espritu del Seor me ha ungido para evangeliza
a los pobres.
E. DUSSEL
21
384
A.
Lorscheider
historia y cultura, y a veces incluso de la lengua, me vi obligado a escuchar para tener una idea de lo que realmente estaba sucediendo. Pero
esta escucha, nacida por la urgencia de lo nuevo, lleg despus ms
lejos. Se convirti en un hbito, en un descubrimiento que fue creando
una transformacin en m y en mi ministerio.
Al pueblo le resultaba difcil hablar y ms an reflexionar, pero
era muy concreto en la aplicacin de la palabra de Dios a la realidad
vivida de forma hondamente evangelizadora. No era un conocimiento
que se comunicara, sino una vivencia, una vida que desbordaba, una
vida de fe con races profundas en la realidad. Y no slo eso. Observ,
incluso, la franqueza fraterna con que, comunitariamente y en un ambiente de gran paz, se abordaban problemas delicados, con conclusiones
muy prcticas para la vida.
En una comunidad, durante una fiesta folklrica (un baile), un muchacho no se comport correctamente con una joven. Se expuso el caso
a la comunidad durante una reunin nocturna, estando presentes los
jvenes y sus padres y los miembros de la comunidad, incluidos los nios. Con la mayor naturalidad, y siempre con cierta lentitud, se abord
el caso, se esclareci y finalmente se resolvi. Fue para m una gran
experiencia aquella noche.
Casos similares tuvieron lugar en distintas ocasiones, siempre con
el mismo resultado. Eran los ms hermosos ejemplos de correccin fraterna que haba visto en mi vida. Y lo ms interesante era ver el celo
de la comunidad para que tales casos no se repitiesen.
Y yo, como obispo? Me limitaba a estar presente y escuchar. Ni
se solicit mi juicio ni cre deber intervenir. Ellos mismos, como comunidad, llevaron a feliz trmino el necesario dictamen. Mi presencia ni
siquiera les produjo embarazo. Parecan estar tratando sobre la vida
ordinaria de la comunidad. Y entonces era la primera vez que estaba yo
all como parte de la comunidad.
5. Al poco tiempo vi claramente que mi ministerio episcopal deba
adoptar otras formas. Yo iba a estar cada vez ms dentro de la comunidad, con mi propia responsabilidad, pero sin considerarme ni dejarme
considerar como jefe de la comunidad, como su superior, sino como un
miembro de la misma que, revestido de la exousia de Cristo mediante
el sacramento del orden, deba estar all solamente para servir cuando
ellos tuviesen necesidad de mi servicio o cuando yo mismo comprendiese, con espritu de fraterna caridad, que poda orientarlos en su
camino. Haba dejado de ser profesor o instructor para ser animador
con los animadores. Me convertira, igualmente, en discpulo antes de
pensar en ser maestro. Ni siquiera pienso en ser maestro, porque uno
385
386
A.
Lorscheider
EL
I.
PRESBTERO
INTRODUCCIN
Mi testimonio se sita en un contexto especfico: en el Tercer Mundo, en frica y, particularmente, en Kena, pas en el que durante los
ltimos quince aos he ejercido mi ministerio sacerdotal. Soy muy consciente de la situacin sociocultural en que nac, crec y me form, educado en un sistema extranjero que me llev a una alienacin cultural.
Soy tambin consciente de que el contexto histrico en que nac surgi
en el seno de la explotacin de unos seres humanos por un gobierno
extranjero y de la lucha que condujo a mi pueblo a su liberacin en
1963. Aquel mismo ao decid iniciar mi formacin en el seminario.
Tuve la fortuna de seguir el desarrollo y las consecuencias del Concilio
Vaticano I I (1962-1965).
Mi pas alcanz polticamente la independencia, pero econmicamente continu dependiendo de los mecanismos y sistemas extranjeros de
dominacin. Este pas, donde ejerzo mi sacerdocio, se halla dividido.
Existen dos grupos de personas: los propietarios y los trabajadores.
Est apareciendo gradualmente una clase media debido a que se ofrecen salarios ms altos a los tcnicos, profesionales y ejecutivos. El xodo
hacia los centros urbanos ha dado lugar a un nuevo fenmeno: el creciente nmero de marginados, sin tierras, sin empleo, sin nada. En el
plano rural se mantiene un intenso sentido comunitario que constituye
una slida base para la nueva imagen de la Iglesia: la Iglesia popular,
una Iglesia de los pobres, en la que stos son de hecho ricos por el
modo de celebrar su fe, utilizando smbolos, formas artsticas y expresiones tomadas de su propia cultura.
II.
TESTIMONIO
388
J. Mutiso
Mbinda
El
presbtero
389
de la poblacin total saba leer y escribir. El 95 por 100 de los habitantes se dedicaba a una agricultura y a una ganadera de pura subsistencia, mientras que el 5 por 100 trabajaba en ciudades.
De esta encuesta parroquial emerga muy claramente la necesidad de
formar dirigentes. En consecuencia, se organiz un cursillo de formacin
al que asistan tres personas por cada uno de los centros en donde se
deca misa. Este cursillo inicial alcanz tanto xito que desencaden
el desarrollo de todo un programa de renovacin parroquial y provoc
ciertos cambios de actitud con respecto a la estructura parroquial y al
papel del sacerdote en este modelo renovado de parroquia.
El desarrollo de las comunidades de base de mbito popular comenz tras un cursillo sobre cmo utilizar la Biblia en las reuniones de
oracin o en las celebraciones en ausencia del sacerdote. Surgieron espontneamente en torno a la parroquia diversas comunidades populares
de base para la oracin y meditacin bblica, y yo era invitado a la oracin con cada una de ellas. Hube de tomar una decisin para consolidar
estas comunidades populares y de barrio, que estaban convirtindose en
comunidades de fe viva, de oracin y reflexin. Pronto comprend que
las comunidades se iban consolidando. Constituyen grupos naturales
populares o de barrio, donde todos se conocen y mantienen entre s
relaciones informales y directas.
Debido a su natural sentido comunitario, los miembros de cada comunidad de base reaccionan espontneamente ante las necesidades de
algunos de ellos y ante infortunios como la enfermedad o la muerte.
Esto pronto se fue convirtiendo en una respuesta de fe que flua de la
vida de oracin de las comunidades. Se puede apreciar una autntica
solidaridad en acontecimientos comunitarios como matrimonios, nacimientos, funerales y especialmente en la contribucin tanto econmica
como fsica de cada miembro a los preparativos para tales celebraciones.
Gradualmente se ha ido creando un nuevo modo de ser Iglesia en este
mbito de la comunidad popular de base, una Iglesia con un rostro humano. Estas comunidades cristianas de base se tornaron autosuficientes
poco a poco, en cuanto que se reunan semanalmente en casa de alguno de sus miembros, perseverando en la oracin y en la alabanza a
Dios 1. Tal evolucin suscit en mi mente numerosos interrogantes en
relacin con mi misin como ministro consagrado dentro de una comunidad cristiana de base. Pronto empec a comprender que sta era la
imagen de la Iglesia presentada por el Vaticano I I respecto del sacerdocio comn de los fieles y del sacerdocio ministerial, por lo que todos,
Cf. Hch 2,42-47.
390
J. Mutiso
El
Mbinda
presbtero
yn
mujeres, que colaboraran conmigo en los ministerios especficos surgidos en las comunidades cristianas de base. Unidos hemos dedicado mucho tiempo a la formacin de responsables de la oracin comunitaria,
capaces de dirigir las reuniones de reflexin bblica y las plegarias de
esas comunidades, de consejeros familiares y matrimoniales, para guiar
y ayudar a las parejas antes, durante y despus de la celebracin del
matrimonio. Hemos formado promotores del espritu comunitario capacitados para intervenir y facilitar una reconciliacin cuando surgen dificultades o conflictos en la comunidad. Contamos con un coordinador
del desarrollo de base para promover la toma de conciencia y la realizacin de proyectos comunitarios. En cada comunidad de base disponemos de un coordinador general que gua constantemente el ejercicio de
los diversos ministerios. Aunque yo siga siendo un coordinador indispensable para toda la parroquia, mi ministerio se ha adaptado ms a
este nuevo modelo de Iglesia, la Iglesia popular. Sigo desempeando mi
especfico papel sacerdotal como ministro litrgico y sacramental y asumo la responsabilidad de formar eficaces coordinadores generales en el
nivel de las comunidades de base. Una de mis funciones vitales consiste
en seguir siendo el nexo vivo entre las comunidades cristianas de base
y el conjunto de la parroquia, entre la comunidad parroquial y mi obispo y, a travs de l, con la Iglesia universal 6 .
La proclamacin de la palabra se ha convertido en una gozosa responsabilidad, pues ahora la proclamo a unas personas cuya situacin
vital y cuya historia he llegado a conocer, amar y apreciar. Ellos me
evangelizan cuando les proclamo la palabra de Dios. Ahora comprendo
la importancia de escuchar y mi propia pobreza al respecto. Como discpulo fiel, he de aprender a escuchar orando y meditando a los pies
de mi nico Maestro, Cristo, para as poder transmitir su mensaje a
otros. No me ha sido fcil escuchar a mis compaeros de equipo y
aprender de ellos. Tengo que estar continuamente atento a los diferentes dones del Espritu en la comunidad. Como humilde servidor, he de
aceptar ser un hermano entre los hermanos, aunque se me llame padre y maestro 7 .
Esta nueva imagen y papel del presbtero ha hecho que mis feligreses esperen ahora que yo sea un animador ms que un dirigente solitario, un oyente ms que un orador, un mediador ms que alguien que
toma partido. El mismo pueblo ha conseguido ensearme que el gobier6
J. Mutiso
392
Mbinda
III.
CONCLUSIN
El
presbtero
393
sefo en tswana) dio la siguiente respuesta: Cuando copiosos aguaceros han cado durante la noche y todas las tierras y las hojas y el ganado han quedado limpios y el sol al alzarse revela una gota de roco en
cada brizna de hierba, eso es santidad 9 . En esta descripcin no hay
trminos abstractos. La santidad y la espiritualidad autnticas han de
ser integrales. Esta es mi experiencia en la comunidad cristiana de base
cuando el da de Ao Nuevo participamos en una celebracin eucarstica en la que son bendecidos el ganado, las semillas, los aperos, las
gallinas y cualquier smbolo del trabajo.
2. Irrupcin del reino. Poco a poco he podido constatar la irrupcin del reino en la comunidad cristiana de base cuando, a travs de la
educacin para lograr una toma de conciencia, van siendo eliminadas
muchas de las barreras que dividen a los seres humanos. Los marginados de la sociedad (los despreciados, los olvidados, las personas con
incapacidades de todo gnero) son paulatinamente puestos en el centro;
los oprimidos (por obra de la ignorancia y de su falta de concienciacin)
son liberados; los que no tienen poder recobran gradualmente el control
de sus propios destinos y vidas; los sin voz (reducidos a eso cuando se
prima la administracin en perjuicio de las relaciones humanas) empiezan a hablar por s mismos; los desarraigados arraigan de nuevo en su
propia cultura a travs de un proceso de inculturacin a diferentes
niveles; los alejados vuelven de su exilio al hallar ms significado en
la comunidad cristiana de base, y quienes al principio no haban sido
invitados comienzan a deleitarse en el banquete eucarstico. Cada comunidad de base se halla conscientemente implicada, de un modo muy
prctico, en el programa del advenimiento del reino. Pienso que la creacin no ha concluido, y esa creencia me ha permitido impulsar a mi
pueblo hacia la decisiva tarea de edificacin y consumacin del mundo, en expresin de la Gaudium et spes, 93.
3. Planificacin. Este programa del reino es demasiado importante
para dejarlo en manos de la suerte. He llegado a considerar la planificacin como un proceso de orientacin, en el cual la comunidad cristiana
de base, que constituye en la parroquia una comunin de comuniones,
se compromete y participa activamente en la conformacin de su futuro.
A travs del intercambio y la complementariedad de dones y carismas
hemos discernido muchas veces los signos de los tiempos. Hemos
alcanzado una experiencia del cuerpo de Cristo en que todos los miembros tienen su papel que desempear. Hemos descubierto que ello slo
es posible en el seno de una atenta comunidad de base. Me he llegado
Ib'ti.
26
394
J. Mutiso
Mbinda
PERFIL DE LA VIDA
RELIGIOSA
EN LOS MBITOS
POPULARES
I.
396
397
II.
1. Origen
Las pequeas comunidades religiosas surgieron de una doble instancia: en primer lugar, del deseo de la Iglesia local por encontrar un
camino nuevo para la vida religiosa, de suerte que, al aproximarse sta
398
Dos testimonios
de Brasil
2.
Pasos y organizacin
399
comunidades
Dificultades y desafos
400
QUEHACER TEOLGICO
Y EXPERIENCIA ECLESIAL
402
G.
Gutirrez
eclesial
403
tut
G.
Gutirrez
eclesial
405
GUTIRREZ
EL MINISTERIO DE LOS
COORDINADORES
EN LA COMUNIDAD CRISTIANA
POPULAR
I
LA VOCACIN Y LA MISIN
DEL ANIMADOR EN LA COMUNIDAD
1.
408
C. Zarco Mera
40')
410
C. Zarco Mera
II
EL HUMILDE SERVICIO DE COORDINADORA
Doy mi testimonio como miembro de una comunidad cristiana
en la que he caminado por varios aos sin interrupcin.
Comenzar relatando brevemente mi inicio en una comunidad
cristiana hacia el ao 1970. Una vecina me invita a ir a una reunin con un sacerdote espaol recin llegado a la parroquia San
Pablo Apstol, de la cual forma parte el barrio Ducual, al que yo
pertenezco. Voy a la reunin y me encuentro con un sacerdote
joven, bien parecido y que nos trata de igual a igual; dialogamos
asuntos de inters general y quedamos muy bien impresionados y
deseosos de estar ya en la prxima reunin. Al poco tiempo empezamos el estudio de un cursillo de iniciacin a la vida cristiana y,
al final del cursillo, un encuentro en una casa de retiro. Maravilloso encuentro, que dej en m recuerdos imborrables y algo muy
especial, quizs lo que se grab en mi vida para siempre: el recibimiento que nos hicieron en una pequea iglesia. Al parar el bus
que nos llevaba, en la puerta de la iglesia todo fue alegra, felicitaciones, saludos cariosos. Una humilde seora me abraza con
alegra y me dice felicidades. Nos vean como si viniramos del
cielo, y en realidad ahora pienso que venamos de dialogar con
Dios. Y all se cerr mi compromiso. Haba que demostrarle a toda
esa gente que venamos dispuestos a trabajar, que la semilla haba
cado en buena tierra y que la fuerza de apoyo moral que nos estaban dando producira buenos frutos.
Mi testimonio como coordinadora o animadora de la comunidad? Pues creo que no he servido mucho. Mi animacin ha sido
grande cuando me ha tocado dar alguna charla; por ejemplo, cuando di una charla sobre el matrimonio y otra sobre la Iglesia. Mi
mayor animacin para la comunidad es mi constancia y el deseo de
ser como una ms en la comunidad, de preocuparme por los problemas de todos y olvidarme de los mos. En eso de coordinar no
he tenido mucho xito, no me gusta imponerme, prefiero que todos
hagan lo que les parece mejor. Acepto cualquier indicacin que me
hagan y no me molesto por ello. Siento que no le doy el tiempo
necesario a mi comunidad, debido a las mltiples ocupaciones de
412
L. Tellera
hogar; stas son tantas que casi siempre llego tarde a las reuniones, y quizs sea eso motivo de mis fallos en la coordinacin o animacin en el grupo.
Me gusta escuchar atentamente las opiniones de los dems.
Cuando me toca dar la ma, la hago corta, pues por experiencia
propia conozco que es aburrido estar oyendo hablar mucho a los
dems.
Las reuniones que hacemos las vivimos con mucha unidad.
Tratamos toda clase de temas: polticos, econmicos, culturales,
sociales y, por supuesto, religiosos. Siempre hacemos una lectura
bblica con su consiguiente comentario. Vivimos horas de verdadera fraternidad en la reunin.
Tenemos la suerte de tener a nuestro lado a una religiosa muy
capaz y muy dispuesta a ayudarnos en todo lo que necesitemos.
Cuando ella, por algn motivo de urgencia, no puede estar con
nosotros, me pide a m que llegue algo temprano para que dirija
la reunin. Y all est mi papel en la comunidad: no faltar para
que la reunin se pueda efectuar.
Mi relacin con los sacerdotes y religiosas es magnfica. Cuando ha habido algo especial en la parroquia, por ejemplo, la llegada
del arzobispo en visita pastoral, me han encomendado dar la bienvenida, y lo he hecho con mucho gusto y he estado a la par del
sacerdote de mi parroquia en todo lo necesario. Las religiosas del
Sagrado Corazn de Jess, cuya comunidad religiosa est en mi
barrio, han solicitado mi participacin en algn acontecimiento que
ellas celebran, por ejemplo, en el centenario de la fundacin del
Instituto, y yo con mucho gusto he tomado parte en esa celebracin hablando algo sobre su fundadora, Santa Francisca Javier Cabrini. Me han invitado a oraciones especiales, a las que he asistido
agradecida con mucho gusto.
Mi vivencia de fe es muy positiva. Creo en todo y en todos.
Mi fe me dice que para demostrarla debo servir desinteresadamente. Por fortalecer mi fe estuve visitando por mucho tiempo otros
barrios que necesitaban ayuda religiosa. Iba acompaada por otros
de la comunidad a hacer la celebracin de la palabra, a darles algo
de lo que nosotros podamos, a convivir por unas horas recibiendo
la fe de ellos para juntarla con la nuestra. Mi fe me dice que debo
ser constante en impartir las charlas prebautismales cada mes.
413
III
COMUNIDADES COMPROMETIDAS CON LA LIBERACIN
Tengo veintisis aos y desde hace siete pertenezco a la comunidad. Anteriormente estuve integrado en una comunidad catecumenal. Toda mi familia perteneca a esa comunidad. Yo senta que
era muy importante participar en esa comunidad para practicar el
camino de ser cristiano. Todo iba bien, hasta que se agudizaron los
problemas polticos y comenzaron ms fuertes los asesinatos que
cometa la dictadura somocista. Se hizo ms fuerte la persecucin.
Entonces nosotros, como cristianos, no podamos quedar indiferentes al sufrimiento que en ese tiempo vivan muchos de nuestros
hermanos. Y as fue como nosotros comenzamos, por medio del
evangelio, a aclarar los atropellos que se le hacan al pueblo. Nos
reunamos con lecturas escogidas y reflexionbamos en los acontecimientos de ese tiempo. Nos iluminaba, por ejemplo, el xodo.
Pero muchos decan que eso era demasiado poltico. No se daban
cuenta que eso era beneficioso para todo el pueblo y para una mejor aclaracin de los problemas que vivamos.
El prroco de ese tiempo era el que tena a cargo las comunidades catecumenales. Al ver lo que estbamos reflexionando me
dijo que yo no poda seguir con la comunidad catecumenal, y que
podamos pasar a ser comunidades eclesiales de base (CEB), o sea,
comunidades ms abiertas, y que nos podan asistir otros sacerdotes jesutas que vivan en los Brasiles (poblacin vecina).
Ya en las CEB, el trabajo era ms difcil, pues ramos vigilados.
Este trabajo cristiano era perseguido por la denuncia que hacamos
de los atropellos que se cometan contra el pueblo.
<U4
C. M. Snchez
En plena insurreccin realizbamos oraciones en las casas particulares. No lo hacamos en las iglesias, pues no nos lo permitan.
Tratbamos tambin de estar informados e informar a los dems
de las noticias que logrbamos captar. As, aun en medio de la
guerra, siempre realizbamos nuestro papel de cristianos. Participamos en la asistencia mdica en los tiempos ms duros y dimos
refugio en la iglesia, en el templo, a gente damnificada.
Con el triunfo revolucionario nuestro trabajo es muy diferente,
y hasta cierto punto es ms fcil por la libertad que tenemos. Personalmente siento el gran compromiso de construir el reino del
que Jesucristo tanto nos habla en el evangelio. Por esto mismo me
he integrado a las CEB. Las comunidades estn ms organizadas.
Estamos unidas todas las comunidades de Managua, y yo represento a una de ellas. Y como cristianos, los miembros de las comunidades nos comprometemos a trabajar en las organizaciones del
pueblo. Participo en las organizaciones de masas porque, como cristiano, creo que nuestra participacin cristiana es muy importante
para que nuestra revolucin siga por un camino que contine beneficiando a nuestro pueblo. Tambin participamos porque creemos
que en la Nueva Nicaragua podemos llegar a construir el hombre
nuevo. Sabemos que es duro, pero estamos dispuestos hasta a dar
la vida, como la dio nuestro Seor Jesucristo y como la han dado
muchos hermanos, tanto cristianos como otros que dicen no creer
en Dios, pero que nos han dado el ejemplo.
A nivel cristiano tambin estoy trabajando en la comisin de
promocin juvenil. Aqu se incluyen las comunidades de base de
los jvenes cristianos. Tengo la responsabilidad de visitar las comunidades de la parte sur del pas. En este trabajo pastoral juvenil
tenemos muchas dificultades, ya que todo es nuevo; tenemos que
ir creando caminos para llevarlo a cabo. Nuestro trabajo tiene, por
ejemplo, estas dificultades: nos enfrentamos a la corriente de ideologa imperialista que se refleja en un sinnmero de sectas que
han invadido nuestro territorio (me refiero a las sectas pro-norteamericanas; no me refiero a las denominaciones protestantes en
general). Otro problema que tenemos es el modo como una parte
de nuestra Iglesia catlica manipula los smbolos religiosos para
confundir a nuestros jvenes a fin de que no se organicen en nuestra revolucin ni participen en sus tareas. El objetivo de esta parte
413
416
C. M. Snchez
M.
SNCHEZ
MODELOS DE IGLESIA
SUBYACENTES A LA ACCIN
PASTORAL
La relacin entre un determinado modelo eclesial y su correspondiente accin pastoral ha sido siempre estrecha'. Es lgico, ya que el
sujeto de la accin pastoral es la ekklesia, y con frecuencia se ha entendido la finalidad de la pastoral como edificacin de la Iglesia en el presente del mundo. Los dos factores que influyen en la accin pastoral,
a saber: la realidad en que actan los creyentes y la teologa como inteligencia de la fe, son decisivos, a su vez, en la comprensin teolgica
y conciencia teologal de la Iglesia.
I.
418
C.
Floristn
Modelos
419
1.
420
C.
Floristn
Modelos
421
Evangelizacin-sacramentalizacin
La tensin entre lo evanglico y lo sacramental ha surgido constantemente en la historia de la accin pastoral a consecuencia, asimismo,
de distintas visiones de Iglesia 21 . La dialctica entre la palabra y el
sacramento se formula al acabar la segunda guerra mundial mediante
el binomio evangelizacin-sacramentos, puesto de relieve por los conflictos entre evangelizadores y sacramentalistas.
15
Cf. A. L. Orensanz, Religiosidad popular espaola: 1940-1965 (Madrid
1974).
16
Cf. F. Urbina, en Informe FOESSA 1975 (Madrid 1976) cap. V.
17
Cf. J. C. Garca, en Fe y poltica (Madrid 1977) 11-35.
18
Cf. J. Chao, La Iglesia en el franquismo (Madrid 1976).
" Cf. J. M. Castillo, Diversos modelos de pastoral y el problema de la
pastoral de la Iglesia: Sal Terrae 66 (1978) 667-677.
20
Cf. Puebla 78: Ecclesia, nm. 1.147 (1978) 1898. Para conocer el
fenmeno de la Iglesia popular en Espaa cf. J. Rey y J. J. Tamayo, Por una
Iglesia del pueblo (Madrid 1976); J. M. Castillo, La alternativa cristiana. Hacia una Iglesia del pueblo (Salamanca 1978).
21
Cf. C. Floristn y L. Maldonado, Los sacramentos, signos de liberacin
(Madrid 1977); C. Floristn, Sakramente und Befreiung, en Prophetische
Diakonie (Viena 1977) 292-310.
422
C.
Modelos
Floristn
L , C f ' /?? S , C ? ado francs > La Iglesia, signo de salvacin en medio de los
hombres (Madrid 1976) (glise, signe de salut au milieu des hommes, Pars
w ) y Una Iglesia que celebra y que ora (Santander 1976) (Une glise qui
celebre et qui prie Pars 1974). Cf. adems Evangelizacin y sacramentos,
ctS\r\
Td ^ a C n a l d e L i t u r 2 i a < M a d r i d 1 9 7 3 ) ; Conferencia EpismstL/ TT'lvan&d^one,
Sacramenti, Promozwne urnana. Le scelte
pastoral! della Chiesa in Italia (Roma 1979),
42}
ment, ejerce el mbito de lo social y poltico. Si todo tiene una dimensin poltica, no es menos cierto que todo se sita en un horizonte
simblico o sacramental 28 .
3.
A partir del Vaticano II surgen en el cono sur de Amrica las comunidades eclesiales de base como nuevo modelo de Iglesia, potenciado
en sus orgenes por el Plan Pastoral de Conjunto del episcopado brasileo a fines de 1965, correspondiente al quinquenio 1965-1970 29 . En
Medelln obtienen carta de ciudadana. Es extraordinaria su extensin
por la Iglesia latinoamericana, en conjuncin con el desarrollo de la
teologa de la liberacin. Innumerables escritos describen su experiencia, rasgos bsicos y alcance evangelizador. Por su importancia conviene
recordar los Encuentros Nacionales de Comunidades Eclesiales de Base
de Brasil: 1) en 1975 (Una Iglesia que nace del pueblo por el Espritu
Santo); 2) en 1976 (La Iglesia, pueblo que camina); 3) en 1978
(La Iglesia, pueblo que se libera); 4) en 1981 (La Iglesia, pueblo
oprimido que se organiza para la liberacin), y 5) en 1983 (La comunidad eclesial de base, semilla de una nueva sociedad). Sin olvidar,
asimismo, los encuentros, entre 1976 y 1983, de la Asociacin Ecumnica de Telogos del Tercer Mundo 30 .
El modelo eclesial de base parte de la opcin por el pueblo, los
pobres y la liberacin. L. Boff lo describe con estos rasgos: 1) Es Iglesia del pueblo, no para el pueblo, sino con el pueblo, a saber: pueblo
de Dios, con responsabilidad compartida frente a un modelo de Iglesia
clerical. 2) Es Iglesia-comunin, comunidad de fe y de caridad, con
signos sacramentales liberadores, dialogante, con relaciones fraternas,
frente a una Iglesia impositiva, centrada en el binomio autoridad-obediencia. 3) Es, por ltimo, Iglesia proftica y liberadora, que se compromete en lo social, toma conciencia de los derechos humanos, detecta
injusticias y defiende a los explotados, frente a una Iglesia aliada con
los ricos, desencarnada, con slo ritos y sacramentos 31 .
La eclesialidad de las comunidades de base ha sido acentuada constantemente por sus representantes y reconocida oficialmente por la jerar28
424
C.
Vloristn
qua. La comunidad eclesial de base es la clula inicial de la estructuracin eclesial (Mcdelln), esperanza de la Iglesia (EN), foco de
evangelizacin y motor de liberacin (Puebla) y la nueva forma de
ser Iglesia (Conferencia Episcopal de Brasil, 1983). En definitiva, es
el pueblo de los pobres transformado en pueblo de Dios.
De hecho, en la realidad actual, afirma R. Muoz, estn operando
dos modelos distintos de Iglesia: dos modelos que implican distinta
ubicacin, distinta mentalidad, distintos medios de accin. No se trata,
ciertamente, de modelos que existan puros ni separados el uno del otro,
pero, dentro de la Iglesia nica, constituyen dos polos bastante claros
de su dinmica interna y de su influencia en la sociedad 32 . Son los
modelos que R. Muoz denomina de Iglesia gran institucin y red
de comunidades.
La Iglesia comunitaria y popular, escribe E. Dussel, no es otra
Iglesia, no es una nueva Iglesia, es simplemente un modelo de la Iglesia de siempre 33.
4.
El fenmeno de las comunidades cristianas no es uniforme ni unitario. De hecho, se dan diversos modelos, ya que sus rasgos y objetivos
son distintos. Hay coincidencias bsicas, pero los modos de realizacin
e incluso de concepcin son diferentes.
La misma expresin comunidad de base (cristianas o eclesiales son
o intentan serlo todas) une dos trminos de compleja y profunda significacin. Cuando se insiste ms en la nocin de comunidad afirma
E. Dussel es porque necesariamente se pone un enfoque ms ad intra
eclesial y cuando se insiste, en cambio, en la nocin de base es porque se tiende a dar ms importancia a la funcin ad extra de la Iglesia 34. Esta diferenciacin de acentos ha sido puesta de relieve por el
canadiense G. Paiement cuando distingue las comunidades clidas, en
las que prevalecen las relaciones interpersonales (fraternidad, llevarse
bien, palabra de Dios, oracin, apoyo ocasional, entusiasmo), de las
comunidades crticas (otros las llaman profticas), en las que se advierte un cierto tipo de compromiso temporal o poltico (preocupacin por las estructuras, acciones, manifestaciones externas, fe libera32
Modelos
425
La denominada pastoral popular surge en Amrica Latina en correspondencia con el modelo representado por las comunidades de base,
denominadas pronto comunidades eclesiales de base (para evitar crticas) y ms tarde comunidades cristianas populares (para evitar
ambigedades). Responde, segn J. Marins, a la Iglesia de base en un
modelo comunitario, proftico, liberador y misionero 39. El acento est
puesto en la base, entendida como pueblo pobre y oprimido, no como
35
Cf. G. Paiement, Groupes libres et foi chrtienne. La signification
actuelle de certains modeles de communaut (Tournai 1972).
36
R. J. Kleiner, Basisgemeinden in der Kirche. Was sie arbeiten - wie sie
wirken (Graz 1976) 190-191.
37
Cf. C. Floristn, Modelos de comunidades cristianas: Sal Terrae 67
(1979) 61-72 y 145-154; Secretariado Diocesano de Catequesis de Madrid,
Comunidades plurales en la Iglesia (Madrid 1981).
38
Cf. Servicio pastoral de las pequeas comunidades cristianas (MadricJ
1982).
35
Cf. J. Marins, Modelos de Iglesia: CEB en Amrica Latina. Hacia un
modelo liberador (Bogot 1976).
28
426
C.
Floristn
FLORISTN
40
Cf. L. Gera, Pueblo, religin del pueblo e Iglesia, en Iglesia y religiosidad popular en Amrica Latina (Bogot 1977) 258-283; J. C. Scannone,
Culture populaire, pastorale et thologie: Lumen Vitae 32 (1977) 21-38.
41
J. C. Scannone, Sabidura popular y teologa inculturada: Stromata 35
(1979) 5.
La categora pueblo dista mucho de ser semnticamente unvoca. Al analizarla aqu desde una perspectiva sociolgica, tendremos siempre a la vista su aplicacin a la realidad de la Iglesia como
pueblo de Dios, ya que dicho anlisis solamente tiene sentido en la
medida en que nos ayuda a comprender la realidad de la Iglesia
y, en especial, de la Iglesia popular latinoamericana. Nuestro
mtodo seguir los pasos siguientes: despus de un rpido examen
de la categora pueblo en su sentido jurdico, analizaremos su
utilizacin como categora sociolgica en los regmenes populistas y en los movimientos populares, con el fin de detectar los
fundamentos sociolgicos de su ambivalencia semntica. Partiendo
de dicho anlisis, veremos en qu sentido puede hablarse sociolgicamente de Iglesia popular.
Para la antropologa cultural, pueblo significa lo mismo que
nacin o etnia, es decir, una poblacin definida por su pertenencia
a una misma cultura \ Evidentemente, en este sentido la categora
pueblo no interesa a la teologa, ya que carecera de sentido
definir a la Iglesia como un pueblo culturalmente distinto de los
dems.
Para la filosofa social, pueblo no es una reunin indiscriminada de seres humanos congregados de cualquier manera, sino la
reunin de una muchedumbre asociada de acuerdo con un derecho
y unos intereses comunes, segn la clsica definicin de Cicern,
recogida despus por san Agustn y santo Toms de Aquino 2. Tal
definicin implica una referencia al Estado como instancia del
derecho y del cuidado por los intereses comunes, hasta el punto de
que llegamos a encontrarla desarrollada en la teora jurdica del
Estado, segn la cual pueblo es el conjunto de subditos o ciuda1
Cf. E. E. Evans-Pritchard, Anthropologie sociale (Pars, Payot) 10-12
(Social Anthropology, Londres, sin fecha).
2
Cicern, De repblica, 25 (citado por Ramiro Borja y Borja, Teora general del Derecho y del Estado, Buenos Aires 1977, 63).
429
P. Ribeiro de Oliveira
Qu significa pueblo?
danos de un mismo Estado 3 . Bajo este aspecto, la categora pueblo, aplicada a la Iglesia, lleva a definir a sta como societas perfecta, con poder legislativo, judicial y coactivo sobre sus subditos 4.
Pero sta no es la lnea teolgica en que se habla hoy de Iglesia
que nace del pueblo o Iglesia popular. Pueblo no se toma
aqu como conjunto de subditos de la misma Iglesia, en un sentido
jurdico, sino como categora sociolgica; desde esta perspectiva
intentamos ahora realizar nuestro anlisis.
428
I.
6
Cf. O. Ianni, A formacao do Estado populista na Amrica Latina (Ro
de Janeiro 1975) 14.
' Cf. C. Mendes, Nacionalismo e desenvolvimento (Ro de Janeiro 1963)
15-16.
431
P. Ribeiro de Oliveira
Qu significa pueblo?
tnados en el polo opuesto al de la lite dirigente, y que se distingue de la masa en la medida en que aglutina distintas fuerzas y
clases sociales en torno a un proyecto histrico comn. Sirve esta
definicin para delimitar un campo terico de investigacin, por lo
que solamente resuelve el aspecto terico del problema, sin solucionar el problema prctico de saber quin y no simplemente
qu es el pueblo. Si es posible un consenso en torno a esa definicin elemental de pueblo, no se puede negar el hecho de una
controversia en lo relativo a definir quin est o no incluido en
esa categora de enorme potencial legitimador.
Dicha controversia tiene en Amrica Latina dos grandes puntos
de referencia: los regmenes populistas de los aos cincuenta y
sesenta y los actuales movimientos populares. Para el populismo,
la categora pueblo se vincula a la categora nacin, siendo el
proyecto histrico popular un proyecto de desarrollo nacionalista.
Sus traducciones, aun conservando matices diferentes desde la
formulacin marxista leninista hasta las interpretaciones de un
nacionalismo juridicista, todas venan a coincidir en lo fundamental: el desarrollo como principal tarea histrica, que ha de realizarse mediante la unin conjugada de todas las fuerzas y clases
sociales progresistas, articuladas por el Estado nacionalista, en oposicin a las estructuras econmicas, polticas y sociales de la colonizacin s . El proyecto populista englobaba, pues, todas las fuerzas nacionales, excluyendo tan slo la antigua lite dirigente comprometida con la estructura colonial y los sectores sociales que la
apoyaban.
En el proyecto populista corresponda al Estado la misin
histrica de aunar las clases sociales progresistas en torno al proyecto de desarrollo nacional; y, por tanto, incluso bajo un efectivo
control de la burguesa nacional, deba adoptar una frmula aceptable por las masas populares. Esta es la razn por la que se denominan populistas los gobiernos de Pern en Argentina, de Vargas en Brasil, de Crdenas en Mxico, de Ibarras en Ecuador, amn
./ H)
8
Adems de las obras anteriormente citadas en las notas 5, 6 y 7, cf. tambin H. Jaguaribe, O nacionalismo na actualidade brasilea (Ro de Janeiro
1958) primera parte; O. Ianni, O colapso do populismo no Brasil (Ro de
Janeiro 1968).
II.
432
P. Ribeiro de Oliveira
seleccionados solamente por catlicos, pueden considerarse como representativos del pensamiento popular, ya que recogen contribuciones de comunidades
urbanas y rurales de todo Brasil, con un total de veintids relatos, ocho de
los cuales se refieren a distintas comunidades. Leyndolos, registramos todas
las veces que apareca la palabra pueblo o popular, analizando el sentido
en que se empleaba. Los resultados se publicaron en SEDOC, vol. XI, 115,
octubre de 1978.
Qu significa pueblo?
433
P. Ribeiro de Olivara
434
fluir en su destino. Es ste, por consiguiente, un proceso de autoeducacin poltica popular ".
Finalmente, la categora pueblo adquiere una dimensin axiolgica: el pueblo descubre sus valores y elabora su proyecto histrico como algo propio, sin necesidad de mendigarlos como prstamo
de las lites cultas y dirigentes. Algunos ejemplos sobre el uso de
esta dimensin axiolgica: la gente debe partir siempre de nuestros intereses de pueblo y no de los intereses de quienes se hallan
hoy en el poder; cuando la gente reconozca la sabidura popular,
o cuando tenga fe en el de abajo, est ya cortando de raz la opresin; el ambiente del pueblo es distinto, como es distinta su
forma de relacin, por contraposicin a los de la clase alta; el
pueblo no ser juguete del poder, sino que habr de conducir su
historia. En este aprendizaje de la conciencia popular, el pueblo
no slo se siente pueblo, porque est sacando partido de ser pueblo. Sus valores, su cultura, su arte, sus expresiones religiosas
dejan de ser calificados como inferiores a los de la lite y se convierten en motivo de orgullo para el pueblo. Ser pueblo y comportarse como tal, tener el sentido esttico popular, practicar la religin del pueblo, no es deshonor alguno ni vergenza; es, por el
contrario, motivo de orgullo de un pueblo que se identifica como
distinto de la lite y que descubre su propia vala. Estamos, pues,
bien distantes de la idea de pueblo como globalidad nacional. Es
lo que vamos a analizar a continuacin.
III.
Qu significa pueblo?
43}
Qu significa pueblo?
IV.
4)7
13
4)8
P. Ribeiro de Oliveira
Cf. Cristianismo y burguesa: Concilium 145 (1979/5), particularmente los artculos de Castillo y de J.-B. Metz, citado el primero en la nota 12
y titulado el segundo Religin mesinica o religin burguesa?
Qu significa pueblo?
439
15
SIGNIFICADO
TEOLGICO
DE PUEBLO DE DIOS E IGLESIA
POPULAR
29
442
L. Boff
I.
443
4
Clsicos en este sentido son los estudios de N. A. Dahl, Das Volk Gottes
(Darmstad 1963); A. Oepke, Das neue Gottesvolk in Schriftum, bildender
Kunt und Weltgestaltung (Gtersloh 1950); H. H. Rowley, The Biblical
Doctrine of Election (Londres 1950).
5
Para este punto son importantes: A. Causse, Du groupe thnique a la
communaut religieuse. Le problme sociologique de la religin d'Israel (Pars
1937); J. Pirenne, La socit hbrique (Pars 1965); M. Weber, Le juda'isme
antique (Pars 1970).
6
Cf. C. Boff, La formation du peuple d'Israel (Lovaina 1973).
444
L. Boff
Jos 24,21-24). La unin de ambos factores genera tal fuerza religioso-poltica que hace al pueblo de Israel prevalecer sobre todos
sus vecinos. De esta manera se constituy el pueblo de Israel, con
una clara conciencia, un proyecto poltico-religioso bien definido y
una organizacin adecuada. Este hecho sirvi de soporte material
para el nacimiento del pueblo de Dios. El pueblo, que haba escogido a Dios, ahora, en su experiencia religiosa, se siente escogido
gratuitamente por l: al igual que haba surgido una alianza en
Siqun (Jos 24,25) entre todos los all presentes, el pueblo experimenta que tambin Dios ha hecho una alianza con l. La frmula
se hace clsica y resuena en todo el AT: y ser vuestro Dios y
vosotros seris mi pueblo (Ex 6,7; Lv 26,12; Dt 26,17; 2 Sm 7,
24; Jr 7,23; 31,33; Ez 11,20).
El pueblo se transforma en pueblo de Dios, tanto porque escogi a Dios como porque fue escogido por l. Cronolgicamente, el
pueblo aparece como anterior al pueblo de Dios. Teolgicamente,
el pueblo de Dios es lo primero en la intencin de Dios, y en funcin de esta excelencia se constituye el soporte histrico del pueblo. El pueblo llega a ser plenamente pueblo cuando explcita su
dinmica interior en direccin a Dios, y es entonces cuando se
transforma en pueblo de Dios. Israel aparece como sacramento de
lo que puede y debe ocurrir con todos los pueblos: ser pueblos de
Dios (Ap 21,3).
No es de extraar que en los Padres apostlicos se llegue a negar la continuidad entre este nuevo pueblo de Dios y el pueblo de
Dios del AT 8 . Este es considerado como prototipo de infidelidad
y pecado. La continuidad no se concibe ya en trminos histricosalvficos, sino metafsicos. Desde el momento en que el soporte
bsico (las comunidades) fue desapareciendo y ocup su lugar
una Iglesia de masas cristianas, sin participacin efectiva, el concepto de pueblo de Dios se fue vaciando hasta terminar en una
comprensin metafrica, deshistorizada o con contenidos teolgicos
formales: el conjunto de los bautizados, insertos en la visibilidad
eclesial. No ser necesaria ya, como condicin para salvaguardar
el contenido mnimo del concepto, la participacin efectiva del fiel
en la produccin de la Iglesia y de sus bienes.
' Cf. J. Jocz, A Theology of Election, Israel and the Church (Londres
1958); W. Trilling, Das wahre Israel. Studien zur Theologie des Matthausevangeliums (Leipzig 1959).
44}
447
ejecutar sus rdenes y rendirles honores n. Analticamente considerado, el pueblo de Dios equivale aqu a la masa de los fieles
excluidos de cualquier poder decisorio en la institucionalidad de la
Iglesia. Ello supone una constitucin desigual de la Iglesia, lo que
obliga a entender de forma espiritualista las tradicionales categoras de interrelacin eclesial como fraternidad y comunin.
5. Toda la Iglesia, clrigos y laicos,
forma el pueblo de Dios mesinico
El Concilio Vaticano II procur superar la visin de dos clases
de cristianos. Tras resaltar el carcter de misterio/sacramento de
la Iglesia, quiso introducir un concepto que englobase a todos los
fieles, previo a cualquier diferencia interna a. Para ello escogi la
categora de pueblo de Dios, con lo cual recuperaba las dimensiones bblicas de historia, alianza, eleccin, consagracin/misin y
peregrinacin hacia el reino escatolgico. Subraya la mutua relacin del sacerdocio ministerial con el comn, encontrndose los dos
en el nico sacerdocio de Cristo (LG 10). Este pueblo mesinico
es enviado al mundo entero, pues de alguna manera todos los
hombres estn ordenados a l (LG 9 y 13). La realidad de la Iglesia como pueblo de Dios mesinico conoce una presencia menos
densa, pero real, en los no catlicos, los no cristianos, las religiones
del mundo y hasta en los ateos de buena voluntad que llevan una
vida recta (LG 16) 14 . Se puede entender por pueblo de Dios el
conjunto de todos los justificados, si bien con distintos grados de
insercin en la realidad de la Iglesia (LG 14-16). Se podra pensar
que la humanidad redimida y que acoge la gracia por una vida
justa constituye el gran pueblo de Dios, creado y amado para un
destino feliz en el reino escatolgico 15. Dentro de l, con una fun12
Decreto de Graciano, C. 7, c. XII, q. 1 (Friedberg I, 679); otros textos
en esta lnea: Y. Congar, Os leigos na Igreja (Sao Paulo 1966) 14-41.
13
Cf. A. Acerbi, Due ecclesiologie (Bolonia 1975) 345-361; 508-526;
H. Hostein, Hirarchie et Peuple de Dieu d'aprs Lumen gentium (Pars
1970).
14
Cf. L. Boff, Die Kirche ais Sakrament im Horizont der Welterfahrung
(Paderborn 1972) 399-441.
15
Cf. K. Rahner, Pueblo de Dios, en Sacramentum Mundi (Barcelona
1974) 700-704.
L. Boff
448
II.
449
450
L. Boff
451
III.
LA IGLESIA POPULAR,
CONCRECIN HISTRICA DEL PUEBLO DE DIOS
2.
3.
5.
Entre los diferentes sentidos de la palabra base, aqu sealaremos dos: base como pueblo organizado; no solamente algunos
miembros de ese pueblo (los laicos) componen la Iglesia popular,
sino que en ella estn las diferentes instancias eclesiales, como
obispos, sacerdotes, religiosos y agentes de pastoral: todos ellos
valoran la base y entran en el camino. Base es tambin, un concepto poltico-eclesistico; se distingue entre la fuente humana del
poder (la base: el pueblo organizado) y el ejercicio del poder (la
cspide: los ministros sagrados). El ejercicio del poder en la Iglesia
popular se ejerce en estrecha articulacin con las bases; las cuestiones se discuten y maduran en las bases, en las que participan
siempre los que ejercen el poder. A partir de la base se construye
el consenso y la comunin, impidiendo las cristalizaciones autoritarias del poder.
6.
IV.
Como se desprende de lo dicho, la Iglesia popular no slo realiza el concepto teolgico de pueblo de Dios elaborado principalmente por el Vaticano II, sino que lo enriquece en la medida en
que ayuda al pueblo, sociolgicamente considerado, pueblo pobre
y cristiano, a asumir la hegemona en la constitucin de la comunidad eclesial. La jerarqua no es negada, sino querida; inserta y
transformada en su estilo, pertenece tambin a la Iglesia popular.
Por eso queda claro que no hay, en principio, una oposicin entre
jerarqua e Iglesia popular. S hay una tensin, y a veces una oposicin, entre un tipo de Iglesia que prolonga su encarnacin en la
cultura dominante burguesa, con los intereses que ello implica, y
este nuevo tipo de Iglesia que se encarna en la cultura popular,
se modifica, asume la causa del pueblo y, por tanto, se denomina
Iglesia popular 19.
Los intereses del pueblo organizado no siempre coinciden a
veces se oponen con los de quienes no quieren participar en la
causa del pueblo y viven a costa de l. Como de un lado y de otro
hay cristianos, se comprenden las eventuales oposiciones, de carcter primariamente social y derivadamente eclesial.
El nacimiento de la Iglesia popular del seno de una Iglesia en
rgimen de cristiandad, en la que se daba una separacin excesiva
entre clero y fieles, cristianos ricos y pobres, reunidos ahora en
una comunidad de participacin en todos los niveles, construida
desde abajo, pero abierta a todas las direcciones, buscando la justicia y la libertad para todos, plasma la permanente voluntad fundadora de Cristo y de su Espritu de querer una Iglesia, reunin
de los pueblos que peregrinan hacia un reino defintivo.
L. B O F F
I.
456
E. Schillebeeckx
nido positivo. Se olvidaba con frecuencia que ese contenido positivo se incluye ya en la palabra christifidelis (fiel cristiano). Se
puso lo caracterstico del laico en su relacin con el mundo, mientras que el clrigo se caracterizaba por su relacin con la Iglesia.
De este modo se desvirtuaba tanto la dimensin eclesiai de todo
fiel como su relacin con el mundo. El clrigo era el hombre de
Iglesia, apoltico; el laico, el hombre del mundo, apenas comprometido eclesialmente y comprometido en la poltica. En esta
visin, la condicin ontolgica del hombre nuevo, renacido por
el bautismo en el Espritu, no era reconocida en su autntico valor,
sino considerada desde el punto de vista de la condicin de los
clrigos. Pero sta no es propiamente una condicin o status, sino
un servicio funcional en la Iglesia. La condicin ontolgica recibida con el bautismo se ignoraba en la prctica, mientras que el
ministerio era elevado a la categora de estado con ciertas connotaciones ontolgicas.
La idea medieval del laico como no clrigo ha influido en
todo esto. El laico fue equiparado al idiota (en latn), es decir, al
hombre iletrado, pobre y sensual, y al vir saecularis u hombre del
mundo (entonces no se pensaba de hecho en las mujeres ni eclesiai
ni socialmente). Prescindiendo de los laicos poderosos (emperadores y prncipes, que apenas si eran considerados como laicos,
puesto que reciban una uncin sagrada), el laico era el subdito
obediente e ignorante, sometido a los entendidos y maiores. Esta
situacin social fue apoyada desde la teologa. Los juristas y tambin los telogos de la poca dividan la comunidad eclesiai en dos
estados (do genera o do ordines): el ordo clericorum, al que se
asimil hasta cierto punto el ordo monachorum, y el ordo laicorum. Esta divisin tena adems una carga social e incluso tica:
do ordines, clericorum et laicorum; duae vitae, spiritualis et carnolis 2. O, como tambin se deca, la base de la Iglesia est formada por hombres carnales y casados y la cumbre por clrigos
y religiosos consagrados (clibes) 3.
Ya s que esto hay que entenderlo cum mica salis. Pero en
aquella estructura jerrquico-piramidal de la Iglesia, inspirada en
2
3
457
parte por los smbolos tpicos del declinante Imperio greco-romano, influyeron notablemente, a partir del siglo vi, las obras neoplatnicas del Pseudo-Dionisio4. Las diferencias pastorales y sociales dentro de la Iglesia fueron apoyadas teolgicamente por la
visin neoplatnica del mundo. Los diversos servicios eclesiales
fueron jerarquizados siguiendo una escala de dignidades. El grado superior posee en forma eminente lo que corresponde al inferior en medida limitada y pobre. Las competencias ministeriales de
todos los puestos inferiores se encuentran con absoluta plenitud
en el grado supremo: tal fue desde antiguo el episcopado. As, segn una visin autnticamente neoplatnica, toda autoridad vena
de arriba. Este principio de sustitucin del Pseudo-Dionisio desvaloriz los mltiples servicios especializados que en la Iglesia eran
considerados pastoralmente necesarios por responder a otras tantas necesidades eclesiales. Las llamadas rdenes menores se convirtieron en un paso hacia las rdenes mayores. Tal jerarquizacin en la cumbre de la Iglesia desvaloriz a los laicos, situados
en la base de la pirmide, reducindolos a simple objeto de la
pastoral sacerdotal. En principio, el clero (dentro del cual corresponda al episcopado el supremo status perfectionis) constitua de
manera perfecta un patrn de vida religiosa y unidad con Dios que
los fieles corrientes slo podan realizar de manera indirecta e imperfecta: obedeciendo a los maiores.
Esa visin jerrquica de la Iglesia marcadamente neoplatnica no se puede seguir manteniendo en la actualidad; adems
no est de acuerdo con la visin que el Nuevo Testamento tiene
de la misma Iglesia.
II.
458
E. Schillebeeckx
459
prepaulina: es una declaracin solemne acerca de los recin bautizados. En el campo de la exgesis, esta explicacin cuenta actualmente con un consenso bastante general, lo cual nos evita entrar
en ulteriores justificaciones5. Tal tradicin se remonta a la primitiva cristologa y eclesiologa del Pneuma. La expresin lingsticamente curiosa no existe lo masculino ni lo femenino (en
vez de no existe hombre ni mujer) es una alusin implcita a la
traduccin de Gn 1,27 en los LXX (masculino y femenino cre
l al hombre).
En este contexto, el bautismo en el Espritu es la restauracin
escatolgica de un orden creacional de igualdad y solidaridad que
entonces (y tambin hoy) aparece destruido histrica y socialmente: una nueva creacin (Gal 6,15). Por el bautismo en el Espritu se suprimen discriminaciones e injusticias histricas y sociales.
Las categoras de discriminacin que se mencionan en el texto
son: los paganos (discriminados en beneficio de los judos), los
esclavos (discriminados en beneficio de los hombres libres: los estratos medios y superiores de la sociedad) y las mujeres (discriminadas en beneficio de los hombres). (Actualmente podramos nosotros aumentar bastante esa lista judeocristiana).
En principio, el bautismo cristiano anula sencillamente toda
diferencia histrica y social, comenzando por el seno de las comunidades cristianas. El lenguaje bautismal no es descriptivo, sino
performativo; se trata de un lenguaje que expresa la esperanza de
la comunidad cristiana: una esperanza que ha de realizarse en esa
comunidad en beneficio de la sociedad. Al menos dentro de la
Iglesia, no pueden imperar relaciones de dominio entre seores
y subditos; no cabe ningn tipo de discriminacin. Por mucho
que eso acontezca de hecho en el mundo, no ser as entre vosotros, dicen los tres sinpticos con gran nfasis (Me 10,42s;
Mt 20,24-28; Le 22,24-27).
Tal principio afectar sensiblemente a la visin neotestamentaria de los ministerios en la Iglesia. Pero esta primitiva eclesiologa del Pneuma, con su carcter igualitario, no excluye la autori5
G. Dautzenberg, Zur Stellung der Frauen in den paulinischen Gemeinden, en T>ie Frau im Urchristentum (Quaest. Disp. 95; Friburgo 1983) 182224, espec. 214-221; E. Schssler Fiorenza, In Memory of Her. A Feminist
Theological Reconstruction of Christian Origins (Nueva York 1983) 205-218.
460
E. Schillebeeckx
4(> I
peligro de que el carisma particularizado en los ministerios avasalle al Espritu, que tambin acta en otros puntos del conjunto
eclesial (e incluso fuera de l), y el mismo Espritu se extinga en
la comunidad (cf. 1 Tes 5,19). La dimensin pneumtica y carismtica de la ecclesia no se puede derivar de la Iglesia ministerial
(a veces denominada oficial); sta debe entenderse como enraizada en el bautismo de todos los que se adhieren a la comunidad
apostlica: los christifideles. De lo contrario, los fieles no son
ya sujeto de la fe y de su expresin, es decir, de la eclesialidad.
En este contexto debemos hablar de la apostolicidad, la cual
incluye al menos cuatro aspectos: a) la apostolicidad fundamental
de las comunidades locales edificadas sobre los apstoles y profetas, fundadores o animadores de las primeras comunidades;
b) la apostolicidad de id quod traditum est, de la paratheke del
patrimonio confiado (la tradicin apostlica), del cual forma parte
el Nuevo Testamento como documento ori inario); c) la apostolicidad de las ecclesiae o comunidades de fe,) .amadas directa o indirectamente a la vida por apstoles y profetas y basadas en la norma
de lo transmitido; aqu interviene la docilidad de las comunidades al evangelio y la consiguiente praxis del reino de Dios: el seguimiento de Jess; d) la apostolicidad de los ministerios eclesiales
en las Iglesias ya establecidas: lo que se llama sucesin apostlica.
La apostolicidad es, pues, un concepto muy matizado que no
se puede reducir a la sucesin apostlica. De hecho, el crecimiento
y mantenimiento de la tradicin de la Catholica incluye varios factores. Las comunidades cristianas nacieron como una comunin de
destino formada por hombres que permanecieron en la tradicin de
Israel y, sobre todo, de Jess de Nazaret, confesado como Cristo,
Hijo de Dios y Seor; comunidades que profesaban as (en trminos diferentes) una misma fe y ce'ebraban esa comunin de destino
y ajustaban su conducta a la praxis del reino de Dios, un reino de
justicia y amor en cuyo camino haba precedido Jess. Son, pues,
varios los factores tradicionales que mantienen a la Iglesia en su
rumbo correcto: la fundacin de las comunidades por apstoles y
profetas, el acervo de fe transmitido, la confesin de fe sobre
todo, la regula fidei, la praxis de los creyentes es decir, toda
462
E. Schillebeeckx
463
Cf. en especial P. J. Cordes, Sendung zum Dienst: Exegetisch-systematische Studien zum Konzilsdebat Vom Dienst und Leben der Priester
(Francfort 1972) 202 y 291-301.
164
E. Schillebeeckx
El ministerio, en cambio, es una funcin (sacramental); una funcin ministerial, dice pleonsticamente, aunque no sin cierta vacilacin, el Vaticano II en su Decreto sobre el ministerio y la vida
de los presbteros (n. 2). Es una especializacin ministerial, una
representacin tipolgica del mismo triple servicio de Cristo y de
toda la Iglesia. A menudo se han concebido los tres sacramentos
de bautismo, confirmacin y orden como una participacin jerrquicamente ascendente, cada vez ms intensa, plena y elevada en
el triple servicio de Jess. Sin embargo, eso no lo dijo la teologa
medieval, sino la barroca. Con ello se olvidaba que el bautismo
(junto con la confirmacin) se sita en un nivel totalmente distinto
al del ministerio y que, por tanto, la realidad bautismal es la matriz en que se apoya todo lo dems; es, en consecuencia, tambin
la base de lo que la Iglesia llama (en un sentido ms bien jurdico
o como una especie de Deus ex machina) el supplet Ecclesia.
Esa realidad es asimismo la base del servicio extraordinario en circunstancias excepcionales.
La tosca mistificacin del ministerio y los ministros fue subrayada an ms por ciertas expresiones de la escuela francesa de
espiritualidad. Junto a hermosas frases sobre el ministerio, Juan
Eudes, por ejemplo, dice: El Hijo de Dios os ha hecho (a los
sacerdotes) partcipes de su condicin de mediador entre Dios y
los hombres, de su dignidad de juez soberano del mundo, de su
nombre y ministerio de redentor del mundo y de otras muchas
excelencias con que l est adornado 8 . El motivo de esa ponderacin, marcadamente mistificadora, del ministerio y los ministros (desconocida para Agustn y Toms de Aquino) reside en el
hecho de que esta escuela, a diferencia de toda la tradicin, estima
que el sacerdocio de Jess se funda directamente no en su humanidad, sino en su divinidad. Contra tal concepcin haba protestado, ya en el siglo anterior, J. H. Newman a propsito de las opiniones, menos mistificadoras por cierto, vertidas en las obras del
cardenal Manning 9 . En cambio, si el sacerdocio de Jess se funda
como vemos en santo Toms, por ejemplo en su humanidad
8
465
III.
E. Schlebeeckx
466
IV.
1.
Contexto sociohistrico
Las formas de la teologa y la praxis del ministerio nunca surgen en el vaco: las Iglesias viven y despliegan sus ministerios en
el mbito de la ecclesia y en el espacio sociocultural, e incluso
sociopoltico, de la sociedad. A veces surge una pluralidad de
ministerios en una lucha de competencias, en un complicado proceso de estructuracin de funciones dentro de un grupo y, por
tanto, como subdivisin de una diferenciacin en el sistema; en
ltimo trmino, tambin como justificacin teolgica a posteriori
de posiciones de autoridad adquiridas a lo largo de la historia.
As, en los primeros siglos, en medio de una pacfica coexistencia, hubo una lucha entre profetas y presbteros y entre ministerios de hombres y de mujeres, y ms tarde (hasta el siglo iv)
entre presbteros y diconos. En la Edad Media se produjo una
controversia por sus respectivas competencias entre los encargados
de la pastoral diocesana y parroquial y la pastoral abacial. Lo mismo sucedi despus entre los monjes sacerdotes y los cannigos
regulares y, finalmente, entre la pastoral supradocesana de los
mendicantes y la tradicional de dicesis y parroquias. La teologa
del ministerio sigui de hecho las mismas oscilaciones. Y la teologa dominante del ministerio fue la de los vencedores. (Aqu no
podemos entrar en detalles) 10 .
El proceso contina. En la actualidad vemos en la Iglesia con10
Cf. ana exposicin de esta historia en mi nuevo libro Christelijke identiteit en ambten in de Kerk. Een pleidooi voor mensen in de Kerk (Baarn
1984).
467
Iglesia popular
Este trmino, tal como lo entienden los telogos latinoamericanos, tiene un significado peculiar, a menudo no bien comprendido.
Por otra parte, el trmino mismo puede dar lugar a comprensiones
errneas. Especialmente en el mundo occidental, despus de la
experiencia del nazismo y del fascismo, todo lo que huele a Volksempfinden es al menos sospechoso. Esto es ciertamente ajeno a la
teologa latinoamericana de la liberacin; pero, dado el alcance
mundial de la teologa, convendra evitar ciertos trminos que
evocan de algn modo (sin querer) connotaciones desfavorables. S
por experiencia que el lenguaje provoca tambin reacciones emocionales en el plano teolgico. Quiz sea un consejo pedante de un
telogo occidental a los telogos latinoamericanos, pero creo que,
en beneficio de la causa, convendra revisar el lenguaje.
El vocablo espaol pueblo tiene al menos dos matices peculiares que no se dan de por s en los vocablos correspondientes de
otras lenguas vivas: a) se aplica al pueblo formalmente considerado como realidad colectiva que acta en la historia, y b) se refiere de hecho, formal y concretamente, a una mayora del pueblo
formado por los que viven en la pobreza. Este sentido est relacionado con una nocin veterotestamentaria: los anawim, los pobres de la tierra. El vocablo tiene, pues, resonancias bblicas. El
pueblo son los pobres, los que no tienen voz o, ms exactamente,
aquellos cuya voz no es escuchada ni se quiere escuchar, porque
esa voz constituye para otros un clamor del pueblo que se eleva
al cielo para acusarlos, y Dios la oye, un Dios que, tarde o temprano, suscitar un nuevo Moiss para liberar a su pueblo.
La Iglesia popular es, segn esto, una Iglesia que mira por
los pobres y, al mismo tiempo, constituye la colectividad de los
pobres, los cuales son, en cuanto pobres, sujeto de eclesialidad,
reunidos en el universo de los que sufren, situados en torno al
Seor. En el discurso latinoamericano sobre la Iglesia popular hay
una dimensin performativa, una denuncia en el sentido de que
la Iglesia oficial no es (y debera serlo) una Iglesia de pobres.
468
E. Schillebeeckx
469
En este punto se plantea la cuestin de ordenacin o no ordenacin. A diferencia de lo que ocurre en los pases meridionales,
los telogos del norte de Europa se preocupan bastante por establecer una teologa rigurosa del ministerio. Los pases meridionales solucionan la cuestin de un modo ms bien pragmtico: lo
que sucede es necesario para la vitalidad evanglica de las comunidades de fe. A mi juicio, ambos puntos de vista obedecen, a pesar de sus divergencias, a una misma preocupacin teolgica. Los
pragmticos suponen que (dada la actitud de la jerarqua eclesistica) no hay por qu cambiar nada en la actual divisin tripartita
del ministerio eclesial (episcopado, presbiterado, diaconado); no
estn interesados, por tanto, en una ordinatio sacramental. A mi
modo de ver, sera un error eclesiolgico identificar, como se hace
a veces en Europa, ordenacin y clericalizacin y, en consecuencia, mostrar una actitud vacilante ante toda ordenacin.
Frente a esta concepcin pragmtica, los tericos suponen que
la antigua triparticin del ministerio no se opone al nacimiento de
nuevas formas ministeriales. Naturalmente, nadie tiene dificultad
en que el mayor nmero posible de cristianos colabore a la edificacin de la Iglesia. Eso es misin de todos los fieles. As no se
anula la especificidad sacramental del ministerio.
Personalmente soy partidario de una oportuna ordenacin (imposicin de manos con una epiclesis particular, especfica del ministerio) para los animadores efectivos de esas comunidades eclesiales de pobres.
E.
[Traduccin: A. DE LA
FUENTE]
SCHILLEBEECKX
EPILOGO
V. Elizondo/L. Boff
Eplogo
El verdadero objetivo de las luchas de las comunidades cristianas de base, como queda patente a lo largo de todo este nmero,
es hacer cada vez ms presente entre los pobres el reino de Dios
y sus promesas. La teologa que surge de estas comunidades cristianas se caracteriza por una fuerte insercin eclesial, por un deseo
profundo de ser Iglesia y por ser una parte responsable en la Iglesia universal.
La situacin de estas nuevas experiencias es como la de un nio
que empieza a dar sus primeros pasos. Sin embargo, las personas
mayores, en lugar de mostrar entusiasmo ante sus esfuerzos por caminar, parecen avanzar sobre el nio y aplastarlo. Pero los esfuerzos destructivos no conseguirn su propsito. La nueva vida de las
comunidades no nace de la fuerza humana, sino de Dios mismo,
que saca a los hombres de la muerte para introducirlos en una nueva existencia. Los comienzos han sido difciles, pero gozosos, llenos
de una alegra pascual que nos garantiza una cosa: aunque nos maten, no seremos destruidos, porque el Dios de la vida nos proteger
y llevar a la plenitud.
472
473
V. ELIZONDO
L. B O F F
[Traduccin: G. CANAL]
!f
COLABORADORES DE ESTE NUMERO
URIEL MOLINA OLIU OFM
Hijo de misioneros bautistas norteamericanos, pas sus primeros dieciocho aos en Managua, donde curs los estudios primarios y secundarios.
Posteriormente estudi teologa en la Universidad de Chicago. Durante veinte
aos ha sido profesor de Sagrada Escritura en tres instituciones: el Seminario
Evanglico de Puerto Rico, la Facultad Luterana de Teologa en Argentina y
el Seminario Bautista de Mxico. Entre sus libros figuran Reino de Dios
(Buenos Aires 1977), El libro de Job: Comentario bblico latinoamericano
(San Jos 1982) y xodo. Una lectura evanglica y popular (Mxico 1983).
(Direccin: Seminario Bautista de Mxico, San Jernimo 111, Mxico 20,
D. F., Mxico).
GIUSEPPE ALBERIGO
ENRIQUE DUSSEL
Naci en Lima en 1928. Es licenciado en psicologa (Lovaina) y en teologa (Lyon). Actualmente es asesor nacional de la UNEC (Unin Nacional
de Estudiantes Catlicos) y profesor en los Departamentos de Teologa y de
Ciencias Sociales de la Universidad Catlica de Lima. Ha publicado, entre
otras obras, La pastoral de la Iglesia latinoamericana (Montevideo 1968) y
Apuntes para una teologa de la liberacin (Lima 1971).
(Direccin: Apartado 3090, Lima, Per).
CARLOS ZARCO MERA
ALOISIO LORSCHEIDER
478
Naci en 1943 en Minas Gerais (Brasil). Doctor en sociologa por la Universidad Catlica de Lovaina, es profesor de sociologa de la religin en la
Pontificia Universidad Catlica de Ro de Janeiro y coordinador del programa
de asesoras del Instituto Superior de Estudios de Religin. Ha publicado
Autoridade e participacao (en colaboracin, 1973) y Renovacao carismtica
catlica (1977), as como diversos artculos sobre catolicismo popular y comunidades de base.
(Direccin: Ra Paulo Barreto, 46/1208, 22280 Ro de Janeiro RJ, Brasil).
CONCILIUM 1985
Cambios en la estructura - Fidelidad en la doctrina
Con este lema lanzbamos el primer nmero de 1984. Con l se
iniciaban cambios notorios en la revista: sus diez nmeros quedaban reducidos a seis, y se incorporaban dos nuevas secciones, sobre
la teologa en el Tercer Mundo y la que podramos denominar
feminista, incorporando los movimientos femeninos y sus anhelos
teolgicos a la teologa universal. Pero tales cambios en nada afectan a la doctrina. Seguir siendo fiel a su carcter de revista teolgico-pastoral y ecumnica, vinculada sin titubeos al Vaticano I I .
Nmeros de 1985
197.
198.
199.
200.
201.
202.
EDWAUD SCIIII.LEBEECKX OP
Naci en 1914 en Amberes (Blgica) y se orden sacerdote en 1941. Estudi en Lovaina, en la Facultad de Teologa de Le Saulchoir, en la Escuela
de Estudios Superiores y en la Sorbona. Es doctor en teologa dogmtica y
hermenutica en la Universidad de Nimega (Holanda). Es redactor jefe de
Tijdschrift voor Theologie. Entre sus publicaciones sobresalen: Cristo, sacramento del encuentro con Dios (San Sebastin 1964), Revelacin y teologa
(Salamanca 1968), Interpretacin de la fe (Salamanca 1973), Jess, ha historia
de un viviente (Madrid, Ed. Cristiandad, 1981), Cristo y los cristianos. Gracia
y liberacin (Madrid, Ed. Cristiandad, 1982), El ministerio eclesial. Responsables en la comunidad cristiana (Madrid, Ed. Cristiandad, 1983), En torno al
problema de Jess. Claves de una cristologa (Madrid, Ed. Cristiandad, 1983).
(Direccin: Albertinum, Heyendaalseweg 121, Postbus 9009, 6500 GK
Nijmegen, Holanda).
2.300 ptas.
28 US$
40 US$
Nmero atrasado