Vicisitudes de Lo Estetico Entre Modernidad y Posmodernidad - Marcelo Córdoba
Vicisitudes de Lo Estetico Entre Modernidad y Posmodernidad - Marcelo Córdoba
Vicisitudes de Lo Estetico Entre Modernidad y Posmodernidad - Marcelo Córdoba
modernidad y posmodernidad
Por Marcelo Crdoba
Docente de la Universidad Catlica de Crdoba, Doctorando en Semitica del Centro de Estudios Avanzados de
la Universidad Nacional de Crdoba.
Sumario:
Summary:
This article deals with the condition of art in the light of the
modernity-postmodernity debate. It consists in a theoretical
reflection led by the question about the present possibilities
of a critical or resistance art. The first section outlines both
modernisms esthetical distinctive traits and the historical
context in which it emerged. It immediately presents postmodernism as a new artistic paradigm (Huyssen), defined
by a new frame of mutual relationships between modernism,
avant-garde and mass culture. The essential ambivalence of
artistic postmodernism is pointed out through reference to
the views of Lyotard and Hal Foster. The next section analyzes the consequences in arts of what has been called the
field undifferentiation process, as a result of which process the economy has become juxtaposed to culture itself
(Jameson). The final section nuances the thesis which states
the total commoditization of art, being the latters dialectical
nature underscored at the reception instance. To this effect,
Habermas interpretation of Benjamins theory of postauratic
art is brought in in order to pose art reception as a potentially
life-world enriching experience.
Descriptores:
Describers:
simbolismo en poesa, y, de manera ms amplia y radical, del esteticismo programtico de lart pour lart.
No obstante, Jay argumenta que el nfasis excluyente
en la abstraccin de la forma pura, propio de crticos
como Clement Greenberg, adolece de unilateralidad y
relega, en consecuencia, lo que podra llamarse un
potente impulso antiformalista del arte moderno. Al
poner de relieve este contraimpulso, al cual asocia
directamente con la nocin de lo informe de Bataille,
Jay define el modernismo esttico como un campo de
fuerzas en tensin. Por cuanto de aqu se deriva una
visin ms diferenciada, la operacin de Jay contribuye a una comprensin ms precisa de la diversidad
de las prcticas artsticas modernas. En particular,
permite dar cuenta de la distincin entre un alto modernismo contrado a la exploracin de los lmites de
la autorreferencialidad esttica y una vanguardia cuyo
principal propsito, por el contrario, era la reunificacin del arte y la vida.
En su clebre artculo Modernidad y revolucin,
Perry Anderson constat la necesidad de una periodizacin ms precisa del modernismo3. En este sentido, procur definir la coyuntura sociopoltica en cuyo
seno aqul se gest y desarroll, a horcajadas entre
las ltimas dcadas del siglo XIX y las primeras del
XX. Anderson presenta, pues, el modernismo como
un campo cultural de fuerzas triangulado por tres coordenadas decisivas: 1) un academicismo altamente
formalizado, cuyo peso se derivaba de la persistencia
del dominio poltico de clases aristocrticas o terratenientes, las cuales no obstante, en el terreno econmico, haban sido ya desplazadas por la burguesa
urbana; 2) la conmocin del imaginario cultural producida por la incipiente aparicin de las innovaciones
tecnolgicas de la segunda revolucin industrialel
telfono, la radio, el automvil, la aviacin, etc.; 3)
un horizonte poltico caracterizado por la posibilidad
concreta de la revolucin social.
La tradicin del arte acadmico representaba, para
tes, haba pasado a formar parte del arsenal propagandstico concitado por la Guerra Fra. As las cosas,
ha de recordarse que, si bien atacaron la autonoma
esteticista y la autorreferencialidad del alto modernismo, las vanguardias histricas no constituyen sino un
nuevo estadio en el desarrollo de lo moderno. Desde
esta perspectiva, el posmodernismo de este perodo,
caracterizado por su expreso anhelo de zanjar el hiato
entre arte elevado y cultura de masas, debe ser visto
como el momento final de la vanguardia y no como la
ruptura que pretendi ser. Los exponentes de esta
nueva sensibilidadapunta Huyssense rebelaron
contra el intrincamiento y ambigedad del modernismo, volcndose en cambio al camp y a la cultura pop,
mientras que los crticos literarios impugnaban el canon cristalizado y las prcticas interpretativas de la
nueva crtica y reclamaban para su propia escritura
la creatividad, autonoma y presencia de la creacin
original6.
Frente a los desarrollos cannicos del modernismo
estticoAdorno, Greenberg, cuyo propsito fuera
salvar la autonoma y la dignidad del arte elevado,
Huyssen considera que desde la dcada del sesenta
hemos asistido a la conformacin de un nuevo paradigmael posmodernismo, concebido ya no como
un corte o ruptura total con el estadio precedente, sino
ms bien como un nuevo marco de relaciones mutuas
y configuraciones discursivas entre el modernismo,
la vanguardia y la cultura de masas. Con todo, este
nuevo paradigma se halla lejos de presentar un aspecto homogneo o unvoco. Si el arte norteamericano de
los sesenta, en su ataque a un modernismo cristalizado y convertido en dogma por la cultura oficial, puede
legtimamente describirse como una manifestacin
del mpetu vanguardista, resulta sin embargo evidente
que esta disposicin antagonista y crtica fue incapaz
de sobrevivir a su impulso inicial. La primera vanguardiadistingue Huyssenenfrent a la industria cultural en su estadio inicial mientras que el posmodernis-
lo que respecta al campo esttico, Lyotard ya no define lo posmoderno por oposicin a lo moderno, sino
antes bien conectndolo a ste. Segn Brger10, esto
obedecera a una estrategia intelectual de Lyotard,
enderezada a diferenciar su propia posicin esttica
del eclecticismo de consumo que en el curso de la
dcada del setenta avanz en la hegemonizacin del
posmodernismo artstico.
Estas tendencias se asocian estrechamente a los
nombres de Charles Jencks y Robert Venturi en arquitectura, y al programa de la transvanguardia italiana
en pintura. stas no seran sino manifestaciones de
una nueva prctica artstica de carcter afirmativo,
cuyo xito como estrategia de mercado se comprende a la luz del propsito de amoldar el arte al estado
dado de la cultura. Aunque su temprano abandono
de categoras centrales al pensamiento de izquierdas
(crtica, moralidad, etc.) hubiera hecho previsible su
asociacin con esta corriente afirmativa de posmodernismo, Lyotard opt, en cambio, por inscribir lo posmoderno dentro del impulso experimental e innovador
del propio modernismo esttico. Brger aventura la
hiptesis de que esta operacinengorrosa y problemtica, por cuanto tiende a desdibujar las distinciones
entre moderno y posmoderno y entre modernidad y
vanguardiaobedecera a la circunstancia de que la
formacin esttica de Lyotard proceda de la experiencia del modernismo clsico.
Como quiera que sea, lo cierto es que Lyotard pretende resolver estas dificultades estableciendo una
distincin entre un posmodernismo verdadero y otro
falso, concibiendo a partir de ello el modernismo
esttico como un momento dentro del (verdadero)
posmodernismo. En este sentido, postula que la nica
manera genuina de resistir el embate del eclecticismo cnico y del populismo kitsch del universo massmeditico, consiste en un intransigente rechazo
del realismo. El realismo artstico se define por su
capacidad de fijar un referente, de lo que se sigue la
produccin de un efecto de realidad que facilita el reconocimiento de la identidad y el sentido por parte del
pblico consumidorde aqu su efecto teraputico.
Asimismo, desde el punto de vista de la produccin
artstica, las convenciones del realismo no hacen sino
bloquear la cuestin en torno de la naturaleza del arte
y de la realidad implicada en ste. El realismo, pues,
situado siempre en una posicin intermedia entre el
academicismo y el kitsch, promueve el conformismo
generalizado de aquellos que se niegan a reexaminar
las reglas del arte.
La alternativa al realismo propuesta por Lyotard
consiste en una revitalizacin del impulso experimental e innovador que caracteriz al modernismo. Esto
se asocia por su parte con la puesta en juego de la
categora de lo sublime. En Kant, lo sublime se diferencia de lo bello por cuanto provoca en el sujeto un
placer que procede de la pena, derivada a su vez del
conflicto entre la facultad de concebir una cosa y la
facultad de presentar esta cosa. El sentimiento de lo
sublime surgira ante el empeo de presentar qu hay
de impresentable, uno de cuyos posibles ndicesen
la interpretacin que Lyotard hace de Kantsera lo
informe, la ausencia de forma. La magnitud inconmensurable de ciertos fenmenos naturales (en Kant) o la
pintura no figurativa moderna (en Lyotard) constituyen
presentaciones negativas del infinito. Ante ellas, la
imaginacin del sujeto experimentar su propia incapacidad para representar el Absoluto, como una abstraccin vaca, una evocacin alusiva de aquello que
es impresentable.
En este esfuerzo por presentar negativamente
aquello que resiste toda representacin, Lyotard reconoce los axiomas de la vanguardia. Animadas por
un afn de subversin constante del sentido de las
formas, su prctica artstica bloqueara el libre acuerdo de las facultades que produce el sentimiento de lo
bello, impidiendo as la formacin y estabilizacin
del gusto. Esta es precisamente una fuerza de signo
opuesto a la del realismo: La modernidad, cualquiera sea la poca de su origen, no se da jams sin la
ruptura de la creencia y sin el descubrimiento de lo
poco de realidad que llena la realidad, descubrimiento
asociado a la invencin de otras realidades11. Por lo
dems, este rechazo radical de las reglas y determinaciones aceptadasrechazo comnmente asociado
a las vanguardiasdeviene, en Lyotard, el rasgo distintivo del verdadero posmodernismo, esto es, aqul
que pone el acento sobre el acrecentamiento del ser
y el regocij o que resultan de la invencin de nuevas
reglas de juego. Como consecuencia de ello, tal como
lo destaca Anderson 12, en esta lgica la posmodernidad artstica deja de ser una categora peridica para
convertirse en un principio perenne: Una obra no
puede convertirse en moderna si, en principio, no es
ya posmoderna. El posmodernismo as entendido no
es el fin del modernismo sino su estado naciente, y
este estado es constante13.
El destino de la autonoma del arte.
Como es sabido, Habermas suscribe y desarrolla la
teora de la modernidad de Max Weber. Segn esta
lnea de pensamiento, la modernidad se caracteriza
por la racionalizacin y el descentramiento de las
visiones del mundo, proceso en cuyo despliegue histrico la razn sustantiva plasmada en concepciones
religiosas o metafsicas se escinde en tres esferas culturales de valoracin, a saber, la ciencia, la moralidad
y el arte. Conforme institucionalizan sus respectivas
lgicas internas de validacin, cada uno de estos dominios culturales deviene autnomo, dando lugar a la
formacin en su seno de categoras de expertos que
parecen ser ms proclives a estas lgicas particulares
que el resto de los hombres. Con todo, el proyecto
filosfico de la Ilustracinal cual Habermas conecta
indisociablemente la modernidadproyect la integracin de las producciones culturales especializadas
en beneficio de una organizacin racional de la vida
social cotidiana.
En lo concerniente al arte, Habermas apunta que la
categora de Belleza y la esfera de objetos bellos se
constituyeron en el Renacimiento, aunque no es sino
en el curso del siglo XVIII que la literatura, las bellas
artes y la msica fueron institucionalizadas como actividades independientes de lo sagrado y de la corte14.
Peter Brger, por su parte, hace hincapi en que al
sustraer la literatura del mbito del divertissement cortesano y la cultura de la representacin, la Ilustracin
adopt la nocin de utilidad prctica como principio
rector de la produccin y recepcin literarias15. Hacia
fines del siglo XVIII, no obstante, el progresivo avance
de un mercado del libro orientado hacia el logro de
beneficios rpidos suscit modificaciones relevantes
en la autocomprensin de artistas y literatos.
Sandor Radnoti analiza estos cambios en funcin
de una transformacin radical de la estructura de la
recepcin artstica16. En este sentido, la formacin de
un pblico como entidad abstracta, cuyo principio de
organizacin es idntico al del mercado, estara en el
origen de la concepcin moderna de un artista emancipado de todo precepto ajeno a la esfera esttica y
de un concepto universal del arte. Esta circunstancia
se explicara a partir de la interdependencia dialctica entre una industria cultural de masas y una esfera
artstica autnoma, cuyos integrantes definiran sus
prcticas a partir, precisamente, del rechazo intransigente de los mecanismos de mercado. La articulacin filosfica de aquel concepto universal del arte
constituy una de las principales lneas directrices
del idealismo alemn. As, Kant reivindica el schner
Schein (bella apariencia) y la interesseloses Wohlgefallen (complacencia desinteresada) como rasgos distintivos del arte, mientras Schiller afirma que la independencia de cualquier objetivo externo es la fuente
de la santidad y la pureza del arte.
De aqu que, como sostiene Brger, en la sociedad
burguesa desarrollada los conceptos de autonoma
en efecto, del rechazo heroico a una realidad negativa: Un abismo, creado por el no radical pronunciado
por el arte, separa el arte de la realidad, aunque esta
ltima sea interpretada21. Si la aspiracin del arte
a la autonoma, su desvinculacin de la Iglesia y del
Estado, slo fue posible cuando la literatura, la pintura
y la msica se organizaron segn los principios de la
economa de mercado22, irnicamente esta vinculacin dialctica entre la autonoma del arte y la forma
mercanca estableci el terreno donde surgi un arte
resistente a la reificacin capitalista.
Esto se hace patente en la teora esttica de Adorno,
en la que, como seala Brger, el arte es eso otro
que no puede consumarse en el mundo. Adorno, por
cierto, haba asimilado las crticas de las vanguardias
histricas contra las proposiciones del esteticismo;
as y todo, su conviccin de que el presupuesto de
todo arte genuinamente crtico radicaba en su estatus autnomo, siempre se mantuvo inconmovible. Las
producciones del arte modernista, segn l, se encontraban por encima de la controversia entre arte polticamente comprometido y lart pour lart. Al entronizar
el principio de lo nuevo, el arte modernista niega la
tradicin en cuanto tal, impidiendo de este modo su
integracin en una totalidad social reificada.
En esta frrea resistencia a ser subsumido por el creciente proceso de mercantilizacin de la cultura, ha de
descifrarse su verdadero elemento de crtica social.
El modernismo surge, pues, como reaccin y defensa
contra la mercanca de arte reproducida tcnicamente. Esta posicin defensiva se hace ostensible en la
propia forma artstica: el abandono de la representacin equivale en pintura a lo que fuera el desplazamiento hacia la atonalidad en la nueva msica. De aqu
que, en su Teora esttica, Adorno postula: El doble
carcter del arte, como autnomo y fait social, penetra
inexorablemente la zona de su autonoma23.
Como es sabido, desde la perspectiva de Adorno,
la gran amenaza que se cerna sobre el horizonte del
arte moderno era su colonizacin por parte de la lgica totalizadora del capitalismo monopolista, cuyas
manifestaciones paradigmticas eran tanto la propaganda fascista cuanto la industria cultural hollywoodense. La relacin del arte con lo social deviene, pues,
en buena medida problemtica, por cuanto se define
por su oposicin y su negacin determinada de una
sociedad determinada. Por ello, para Adorno: La
cultura burguesa slo puede ser fiel al hombre escindindose de la praxis (por lo que es a la vez menos
y ms que la praxis)24. As las cosas, el virulento
rechazo de Adorno al esfuerzo de las vanguardias por
reconciliar arte y praxis vital, resulta tanto ms lcido
cuanto, en retrospectiva, se constata que no fueron
aqullas las que consiguieron transformar la vida cotidiana, sino ms bien la industria cultural.
Independientemente de los propsitos de deslindar
las prcticas de un posmodernismo de resistencia,
as como del nfasis en el potencial democratizador
de la disolucin de la cannica dicotoma cultural alto/
bajo, lo cierto es que estos aspectos del anlisis de
Adorno siguen vigentes, tanto ms cuanto que el despliegue de la industria cultural parece haber entrado
en una etapa ms avanzada merced a la nueva revolucin en las tecnologas de la reproduccin. Varios
autores han procurado captar estas transformaciones
cualitativas de la cultura, invocando a estos efectos
categoras como la de sociedad del espectculo o
de la imagen. En esta lnea, resulta paradigmtica
la tesis de Fredric Jameson, segn la cual esta nueva
lgica culturalesto es, el posmodernismorespondera a modificaciones objetivas en las pautas de
funcionamiento del modo de produccin capitalista,
determinadas a su vez por la colonizacin definitiva
de los enclaves precapitalistas que an subsistan en
etapas anteriores. Con bastante coherenciaalega
Jameson, la cultura del simulacro se ha materializado en una sociedad que ha generalizado el valor de
cambio hasta el punto de desvanecer todo recuerdo
y la mercantilizacin hacia mbitos de los que previamente se haban mantenido excluidas. El rasgo distintivo de la actual coyuntura constituye, en efecto, esta
indiferenciacin de campos, en funcin de la cual la
economa lleg a superponerse con la cultura, de tal
modo que todo, incluidas la produccin de mercancas y las altas finanzas especulativas, se ha vuelto
cultural; y la cultura tambin pas a ser profundamente
econmica u orientada hacia las mercancas29. Segn Jameson, esto explicara los ataques crticos de
los posmodernistas contra las anticuadas nociones
de la autonoma de la obra de arte y la autonoma de
lo esttico; en la actual situacin, el espacio cerrado
de lo esttico tambin queda abierto a su contexto,
de ahora en ms totalmente culturizado. Asistimos,
pues, a la saturacin del espacio social por una cultura
de la imagen, cuyos parmetros estticosreproduccin de prcticas modestas y decorativas en que la
belleza sensorial es el centro del asuntorevelaran
el vnculo dialctico entre este proceso y la estructura
de alta tecnologa del capitalismo tardo.
Mike Featherstone30 apunta que este nfasis en la
desdiferenciacin de las esferasentre cuyas manifestaciones particulares se halla la disolucin de la
frontera entre arte y vida cotidiana y el colapso de la
dicotoma alto/bajoes una constante en casi todas
las definiciones del posmodernismo. A este propsito,
menciona las nociones de prdida de la historicidad
y nostalgia del presente (Jameson) e implosin
del sentido en una hiperrealidad de simulacros
(Baudrillard). Featherstone alega que estas caracterizaciones dan cuenta de una notable tendencia a la
estetizacin de la vida cotidiana en las sociedades
capitalistas avanzadas. Ahora bien, su argumentacin
se orienta a demostrar que este proceso, antes que
ser especfico del posmodernismo, hundira sus races en la propia etapa de apogeo de la modernidad.
El autor evoca, en este sentido, tanto el anhelo vanguardista de reconciliacin entre arte y vida, cuanto el
esteticismo aristocratizante de personajes como Wilde, Moore o el grupo de Bloomsbury, cuya aspiracin
a hacer de la propia vida una obra de arte se inspiraba
directamente en la caracterizacin del dandy de Baudelaire.
Con todo, Featherstone analiza un tercer sentido
en el que puede comprenderse la estetizacin de la
vida cotidiana. ste referira al rpido flujo de signos
e imgenes que saturan la trama de la vida cotidiana en las sociedades contemporneas. De aqu se
sigue la centralidad de la cultura en la sociedad de
consumo, sociedad cuyo dinamismo est en estrecha
dependencia de un paisaje meditico y una industria
publicitaria omnipresentes. Esta es, por cierto, la premisa a partir de la cual se han desarrollado los anlisis de la sociedad del espectculo, en cuyo seno
se verificaran una desrealizacin de la realidad y
una constante fascinacin esttica provocadas por el
flujo ininterrumpido de imgenes desprovistas de todo
referente tangible. Featherstone cita al Baudrillard de
Simulations: Y as el arte est por doquier, desde que
el artificio est en el mismo corazn de la realidad. Y
as el arte est muerto, no slo porque su trascendencia crtica ha desaparecido, sino porque la propia
realidad, completamente impregnada por una esttica
que es inseparable de su propia estructura, ha sido
confundida con su propia imagen31.
En su afn por destacar las continuidades entre posmodernidad y modernidad, Featherstone afirma que
este predominio de la cultura de la imagen y de los
regmenes figurales de significacin (Lash), representa ya un elemento central en los anlisis de la experiencia urbana de fines del siglo XIX realizados por
Benjamin y Simmel. La fantasmagrica experiencia
del flneur, errando annimamente por los flamantes
templos consagrados al culto de la mercanca, prefigurara nuestra actual inmersin en un universo enrarecido de simulacros e imgenes. Dejando de lado
posibles polmicas en torno a continuidades y discon-
na, proponga una recuperacin del impulso modernista hacia lo Sublime como la nica estrategia viable de
resistencia a la reificacin mercantil. La imagen es
la mercanca del presente, y por eso es vano esperar
de ella una negacin de la lgica de la produccin de
mercancas38. En este contexto, toda belleza es engaosa puesto que, como nos advierte Huyssen: En
la era de la esttica de la mercanca, el propio esteticismo se ha vuelto cuestionable en cuanto estrategia
de resistencia o hibernacin39.
En este punto resultara pertinente, pues, remitirnos
a las reflexiones de Adorno en torno al proceso de
desestetizacin de las obras, proceso operado por
el arte moderno como respuesta al carcter constitutivamente afirmativo de los productos de la industria
cultural. Lo modernoafirma Adornoes arte por
la imitacin de lo endurecido y de lo extrao, y as se
hace elocuente; no por la negacin de lo que ha quedado mudo40. El rasgo distintivo de la obra de arte
moderna es la disonancia, su carcter intransigentemente refractario a reconciliar las contradicciones. Lo
que aqu, sin embargo, planteara otro interrogante es
la entronizacin adorniana de lo nuevo como principio
esttico.
Este interrogante ha de situarse en el marco de una
de las antinomias de la posmodernidad desarrolladas por Jameson, a saber, la de la persistencia de lo
Mismo a travs de la Diferencia absolutade donde
se seguira, por lo dems, el descrdito de una genuina
concepcin del cambio y de la imaginacin utpica. En
un sistema cuya lgica temporal se ha hecho a todas
luces idntica a la de la moda, el valor supremo de
lo Nuevo y la innovacin, tal como la comprendieron
tanto el modernismo como la modernizacin, se desvanece frente a una corriente constante de mpetu y
variacin que en algn lmite exterior parece estable
e inmvil41. De aqu que elaborar una relacin creativa con lo moderno (una relacin que no equivalga
a un llamado nostlgico a volver a l ni una denuncia
el materialismo histricoal cual no se le puede encasquetar cual cogulla monacal una concepcin antievolucionista de la historia46.
Habermas argumenta, en efecto, que la crtica desarrollada por Benjamin se apresta a saltar sobre los
ahora pasados con la finalidad de salvar potenciales
semnticos sedimentados en la tradicin. En este
sentido, la teora del arte de Benjamin es una teora
de la experiencia: las iluminaciones profanas son
experiencias de un arte que ha hecho saltar su envoltura aurtica y se ha vuelto exotrico, posibilitando
la readopcin de una energa semntica liberada del
seno del mito, energa de la cual depende la capacidad
humana de investir al mundo de sentido. Se observa
que esta teora de la experiencia depende a su vez
de una teora mimtica del lenguaje, segn la cual
la capa semntica ms arcaica del lenguaje humano
es la de lo expresivo. Esta capacidad expresivadirectamente heredada del lenguaje animales lo que
permite percibir y producir semejanzas no sensibles,
y constituira adems un potencial no acrecentable
de significados, con los que los hombres interpretan
el mundo a la luz de sus necesidades generando as
una red de correspondencias. A lo largo de la historia
de la humanidad, este capital semntico se ha depositado en los productos que han logrado ser arrebatados al mitodocumentos de los actos pretritos de
liberacin, pero que no obstante siempre corren el
riesgo de volver al seno de ste.
Toda vez que esta teora de la experiencia sea
puesta al servicio del materialismo histricoy no a
la inversa, no podemos dejar de reconocer sus mritos. En definitiva, Habermas acaba reivindicando la
crtica salvadora de Benjamin, en tanto sta permite
articular un concepto comprensivo de emancipacin,
determinado no slo por las nociones de bienestar y
de libertad, sino tambin por el resguardo de una tradicin de la que dependera la experiencia de la felicidad.
La demanda de felicidad slo puede ser satisfecha si
no se seca la fuente de aquellos potenciales semnticos que necesitamos para interpretar el mundo a la
luz de nuestras necesidades. Los bienes de la cultura
son el botn que los dominadores llevan consigo en su
marcha triunfal; de ah que el proceso de la tradicin
deba ser arrancado de las manos del mito47.
Segn Huyssen, la prioridad de toda poltica cultural crtica ha de ser la transformacin de la vida
cotidiana. En este sentido, resulta vital recuperar
la tentativa de la vanguardia de interpelar y redirigir
aquellas experiencias humanas que no han sido todava subsumidas en el capital o que han sido estimuladas pero no consumadas por ste48. La experiencia
esttica en particularen virtud de su competencia
nica para organizar la fantasa, las emociones y la
sensualidadha de desempear un papel fundamental en pos de este cometido. En esta lnea podra
inscribirse la propuesta de Wellmer y Habermas de
orientar una recepcin exotrica del arte hacia el enriquecimiento del mundo de la vida. El carcter profano
de esta experiencia esttica alentara su relacin con
los problemas de una situacin de vida concreta, la
cual resultara iluminada bajo una nueva luz. As, la
experiencia estticaseala Habermasno slo
renueva la interpretacin de las necesidades a cuya
luz percibimos el mundo, sino que penetra todas nuestras significaciones cognitivas y nuestras esperanzas
normativas, cambiando el modo en que todos estos
momentos se refieren entre s49.
Con todo, tal como se advierte en la precedente
cita de Huyssen, las esperanzas depositadas en el
potencial transformador de la experiencia esttica
dependen en cualquier caso de que la mercantilizacin del arteo en otros trminos, su desublimacin
represivano sea total. Es decir, se presupone la
persistencia de un enclave de autonoma donde arraigue la produccin y el consumo estticos. Y sta es,
por cierto, la posicin de Huyssen, quien advierte:
All donde el arte no es considerado sino como mer-
Notas
1. Citado en CALLINICOS, A. Captulo 1, Contra el posmodernismo, versin extrada de [www.elmundoalreves.org/
Book.do?id=18189].
2. JAY, M. El modernismo y el abandono de la forma en Campos de fuerza. Entre la historia intelectual y la crtica cultural,
Paids, Buenos Aires, 2003, p. 273.
3. Este artculo constituye un comentario crtico del libro de
Marshall Berman All that is Solid Melts into the Air, publicado
en 1984.
44. HABERMAS, J. Crtica conscienciadora o crtica salvadora en Perfiles filosfico-polticos, Taurus, Madrid, 2000, p.
304.
45. Ibidem., p. 313.
46. Ibidem, p. 321.
47. Ibidem, p. 329.
48. HUYSSEN, A. Despus de la gran divisin. Modernismo,
cultura de masas, posmodernismo, Op. Cit., p.40.
49. HABERMAS, J. Modernidad: un proyecto incompleto en
Nicols Casullo (comp), El debate modernidad-posmodernidad, Op. Cit., p. 61.
50. HUYSSEN, A. Despus de la gran divisin. Modernismo,
cultura de masas, posmodernismo, Op. Cit., p 263.
51. Ibidem, p. 264.
52. Citado en ANDERSON, P., Los orgenes de la posmodernidad, Op. Cit., p. 180.
53. RADNOTI, S. Cultura de masas en Dialctica de las formas, Op. Cit., pp. 102-103.
54. HUYSSEN, A. Despus de la gran divisin. Modernismo,
cultura de masas, posmodernismo, Op. Cit., p. 51.
55. FEHR, F. La condicin de la postmodernidad en Agnes
Heller y Ferenc Fehr, Polticas de la postmodernidad. Ensayos de crtica cultural, Pennsula, Barcelona, 1998.
56. ANDERSON, P. Los orgenes de la posmodernidad, Op.
Cit.
57. FOSTER, H. Introduccin al posmodernismo en Hal Foster (ed.), La posmodernidad, Op. Cit., p. 17.
Registro Bibliogrfico
Crdoba, Marcelo
Vicisitudes de lo esttico entre modernidad y posmodernidad en La Trama de la Comunicacin, Volumen 13, Anuario del
Departamento de Comunicacin. Facultad de Ciencia Poltica
y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario. Rosario, Argentina. UNR Editora, 2008.