Mañara de Machado
Mañara de Machado
Mañara de Machado
MARIANO DE PACO
Universidad de Murcia
Hace ya casi diez aos que nos planteamos (-El teatro de los Machado y Juan de Mairena-, y Homenaje
alProj. Muoz Corts, pp. 463-477. Universidad de Murcia, 1976) la relacin entre la teora y la prctica teatral
de los hermanos Machado, advertamos su divergencia y ponamos especial atencin en mostrar cmo
coincida aqulla con los puntos de vista sustentados por Antonio en Juan de Mairena, al tiempo que veamos en El hombre que muri en la guerra -una obra por su contenido y estruaura, del todo diferente y superior
a las seis anteriores-, bsicamente atribuible a Antonio Machado (p. 477).
Casi simultneo es un trabajo de Luciano Garca Lorenzo (-El teatro de los Machado o la imposibilidad de
ser-, Cuadernos Hispanoamericanos, n. 304 307, pp. 1095 1110) en el que se sealaba que -la teora y la
praxis de los Machado no marchan juntas; la prctica dramtica de Manuel y de Antonio est, evidentemente,
lejos de las exigencias expuestas en sus trabajos tericos- (p. 1100).
Tambin en 1976 (y prescindimos de otras citas que, por referirse a estudios anteriores, ya mencionamos
en nuestro artculo) apareci un extenso libro de Miguel ngel Baamonde, La vocacin teatral de Antonio
Machado (Madrid, Gredos), que se propone precisar qu parte corresponde a Antonio dentro de lo quejse
Monlen (El teatro del 98 frente a la sociedad espaola, Madrid. Ctedra, 1975) denomin -una colaboracin
equvoca-. En la primera parte estudia Baamonde los -lmites- de esa escritura comn y en la segunda quiere
demostrar, con citas, razonamientos y especulaciones, que El hombre que muri en la guerra es
exclusivamente de Antonio, aunque admite una participacin de Manuel que califica de -pasiva- (p. 222).
Respecto a las diferencias entre teora y prctica afirma la discrepancia entre el -quehacer teatral escnico- y
su -labor terica-, pero, admitida la primaca de Antonio en sta, concluye inexplicablemente que para esto
-la nica explicacin que encuentro viable es la que puede ampararse en su carcter, en su humildad de
pensador y en su timidez de creador...- (p. 288).
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la que se siente responsable (escena octava del primer acto y acto segundo). Las
palabras de Esteban:
Digo que a ste
no ha sido una calavera
quien lo convirti; acuciado
de inquietudes ms modernas,
fue la conquista de un alma
quien lo apart de la tierra. (A.III. E.II.)
indican que ese cambio no es motivado por una reaccin meramente personal12, sino
por la ntima necesidad de salvar a Elvira13.
Juan de Manara tiene una actitud de hasto y vaciedad (maestro en el arte de
pasar / la vida y matar el tiempo A.I. E.III) hasta que se inicia su conversin. Hay
una escena, la sexta del primer acto, en la que se advierten en l los caracteres clsicos de donjun. En ella quiere (y consigue) cautivar a Beatriz y pone todo su empeo en
engaarla cnicamente con un amor que no existe. Juan manifiesta en unos bellos
versos una honda angustia que proviene de su misma condicin: por ser donjun no
ama y, al darse cuenta de ello, y de la fugacidad de sus conquistas, siente un intenso
dolor:
Beatriz. Dnde hay tormento mayor
que en querer sin ser querido?
Juan. Dnde? En no poder amar.
Dnde? En no saber sentir;
en no ciarse, en no adorar,
en ver sufrir y gozar
sin gozar y sin sufrir.
En que se vaya el momento
que eterno ha podido ser,
dejando el labio sediento...
Y peor es no tener
sed. Ese s que es tormento. (A.I. E.VI.)
Pero pronto se descubre que todo era una aagaza, una tctica para la seduccin. Y
es cierto que la logra, pero (y me parece de primordial importancia) Beatriz ya se haba
12
La -calavera- quiz alude a la tradicin del -convite macabro- (que comienza a veces con el hallazgo de
una calavera), pero puede referirse, dentro de la leyenda de Manara, al episodio de la calle del Atad (vid.
F. Martn Hernndez, o.c, pp. 51 ss. y L Tassara Sangran, o.c, pp. 53 ss.).
13
En la escena de la seduccin de Beatriz (A.I. E.VI) Manara pide a sta, en un claro recuerdo de Don
Juan Tenorio de Zorrilla, que lo salve con su amor. Poco despus, sin embargo, encuentra esa salvacin cuya
solicitud haba sido utilizada mentirosamente como arma de conquista, en otra persona (Elvira) y por otra
causa (la maldad que en ella ve). Y Manara logra con su conversin lo que no consigui don Juan Tenorio
al suplicar a don Gonzalo que le diese a Ins por esposa (P.I. A.IV. E.LX). Cuando Manara, ante la negativa de
Elvira a permanecer a su lado, renuncia a la propia voluntad y decide unir su destino al de ella (A.II. E.IV),
hay de nuevo una evidente memoria de Donjun Tenorio, donde la suerte de doa Ins est unida a la de
don Juan (P.II. A.I. E.IV).
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enamorado de l en silencio, como lo hizo ver en la escena anterior el brillo de sus ojos
que, muy a su pesar, advirti Esteban.
Manara se comporta hasta este momento como quien se encuentra en permanente acecho ante la presa (se presenta con traje de cazador y su escopeta y en repetidas
ocasiones se alude a ello); est caracterizado como un brbaro para el amor que
emplea arteras palabras para vencer la ingenua y aparente resistencia de su prima
Beatriz. Sin embargo, una vez que Elvira ha aparecido, oscila entre una y otra sin
gallarda ni grandeza alguna. Slo al final de la obra se muda de raz su indecisin y
elige a ambas con la capacidad de quien est por encima de este mundo y a punto de
abandonarlo (en una escena que trae a la memoria la final de Desdichas de la fortuna
ofulianillo Valcrcet).
Juan. Elvira, Beatriz, os veo
juntas; las dos en la ola
de esta luz sois una sola.
Odme, creedme...
Elvira.
Creo.
Juan, bendice a tu criatura.
Beatriz.No me dejes, no; contigo
llvame.
Juan.
Yo te bendigo,
Elvira. Cuanta hermosura
en el camino de Dios!
Beatriz, ven, para que veas...
Tu mano, venid tas dos. (A.III. E.VI)14.
Quin hizo
de ti esa mujer que no
conozco y me aterra? Dilo.
He sido yo?
14
Entonces cumple Manara el deseo y la bsqueda de autenticidad que, como L Garca Lorenzo ha
notado (art. cit., p. 1102), es un elemento fundamental en el universo dramtico de los Machado.
La transformacin de Juan de Manara nos hace pensar en la de don Diego en otra de las obras
machadianas, La Lola se va a los puertos (1929) Y guarda tambin relacin con la que sufre el protagonista
de la novela de Azorn, Donjun (de 1922).
15
O.C., p. 336.
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Elvira.
No, la vida,
t me pusiste en camino. (A.I. E.VIII.)
Tal actitud deja del todo inerme a Juan y hace que se vaya tras ella abandonando a
su prima antes de la primera cita. Beatriz, que contempla su marcha con desolacin, dejar desde ese instante de ser la tmida y dulce nia que ha elegido el claustro, para
conseguir al hombre que quiere y es capaz de intentar ciarle (y darse) muerte porque
antes muerto que de ella16. Una y otra se mueven y actan por amor, por lo que don
Juan es aqu, como deca Mairena, el hombre que aman y se disputan las mujeres.
Respecto a esta lucha es particularmente significativa la escena sptima del segundo
acto. En ella Beatriz, que ha ido a Pars en busca de Juan, y Elvira, en pos de quien l
se fue, rivalizan, con alusiones primero y despus directamente, por el amor de Juan:
Elvira. Hablaba usted de fatales
mujeres.
Beatriz.
S, que envenenan
la vida.
Elvira.
16
Creemos, con todo, extremada la opinin de Manuel H. Guerra {El teatro de Manuel y Antonio
Machado, Madrid, Mediterrneo, 1966, p. 104): -Al paso que Donjun iba perdiendo sus rasgos de libertino,
Beatriz se iba transformando cada vez ms en Doa Juana, su duplicado femenino-.
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Entre las frecuentes alusiones al -sueo- que hay en la obra y que hacen de inmediato recordar a
Antonio, una de Beatriz muestra aqu especialmente su valor -creativo-:
Yo no s lo que te ha dado
esa mujer; pero hay modo
de ciarte ms. Lo s todo,
porque todo lo he soado (A.II. E.IX).
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mientras que en realidad es Manara quien, a pesar de su desdn, fue conquistado por
la mujer que un da sedujo y hacia su conquista sali tambin Beatriz. Juan reconoce
una diferencia absoluta entre lo que l hizo y lo que el personaje mtico exiga:
No fui
el don Juan de mi leyenda,
ni ha sido justa la fama
para m, sino benvola.
Es en este momento cuando se marca con total claridad el paso de la tragedia de
don Juan al drama religioso de Manara. Y la misma disposicin de ste nos lleva a
recordar aquellos versos de Zorrilla en La Don-Juana de Madariaga:
No es Don Juan todo el que quiere,
sino el que en verdad lo es18.
Hemos expuesto los que consideramos aspectos ms destacables de la concepcin que de lafigurade donjun tienen los hermanos Machado en la libre actualizacin de
la leyenda sevillana de Miguel Manara. Antes de concluir queremos, sin embargo, dejar
constancia de que no nos parece sta una ocasin indicada para detenernos en el
anlisis particular de los valores dramticos o poticos de Juan de Manara. No hay
tiempo para ello, pero hemos de sealar, al menos, para que la falta de oportunidad no
se interprete como excusa de indefinicin, que es a nuestro juicio una obra que ocupa
un lugar medio dentro de la produccin de sus autores, con evidentes defectos de
construccin19 y una versificacin de desigual valor20 pero de digna factura y, desde
luego, estimable dentro del conjunto de piezas que, cuando sta se represent, llegaban
a los escenarios.
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