Borges. Arte Poética. 1960
Borges. Arte Poética. 1960
Borges. Arte Poética. 1960
1960
Ivn Almeida
Primera lectura
uien comienza a leer el poema Arte potica1 de Borges, se encuentra con una seguidilla de verbos en infinitivo que, hasta llegar a la
segunda parte del verso catorce (tal es la poesa), no permiten decidir si
se trata de los pasos de una receta, o de los elementos de una definicin.
Y an despus de alcanzada esta cadencia, subsisten en la memoria del
lector, como una oscilacin inestable, las dos hiptesis de lectura: la tcnica (Para hacer una poesa se debe) y la que pomposamente podramos
llamar ontolgica (La poesa es).
Por otro lado, este poema parece construido para poder deshojar cada
estrofa, salvo la ltima, como una unidad independiente, pero al mismo
tiempo, como veremos, hay un sistema de correspondencias internas que
lo hacen indisoluble.
Paradjicamente, la semntica de los verbos que definen aqu la poesa, o que fijan su metodologa, no apunta directamente al arte de escribir,
1 Arte potica aparece oficialmente en 1960 como ltimo poema del El hacedor. Sin
embargo, haba aparecido por primera vez en Lmites (edicin privada; cf. Berns 2: 1178).
Ars poetica
Como Borges y McLeish, como Verlaine y Boileau, muchos son los poetas
que forjaron, a lo largo de la historia, su propio poema Arte potica. El
primero de todos, que se erige en paradigma, es el de Horacio.
Hacia el final del primer siglo de la era cristiana, en el octavo libro de su
Institutio Oratoria (8.3.60), Quintiliano consigna por primera vez el ttulo
que por entonces se daba a la Epistula ad Pisones, del poeta Horacio: Ars
poetica.5 El breve texto que Quintiliano llama libro combina el gnero
tradicional del poema didctico, con la primicia de una epstola en verso. Horacio lo escribi al final de su vida, mientras pergeaba sus ltimas
odas. El contenido responde a lo que hoy llamaramos un breve tratado de
preceptiva literaria,6 que el experimentado poeta enviara al cnsul Lucio
Calpurnio Pisn y a sus dos hijos, uno de los cuales proyectaba consagrar
su vida a la escritura.7
Por el hecho de tratarse de una carta, el tono es relajado, contrastando
en la forma con la severidad de sus preceptos. Eso hace difcil percibir una
estructura subyacente. Sin embargo, convencionalmente se propone una
divisin entre una primera parte, referida al poema, y una segunda, referida al poeta. La misma divisin parece imponerse en el poema de Borges.
El valor paradigmtico de la epstola de Horacio es incalculable, porque sobre l se fundan todos los clasicismos y neo-clasicismos de las po4 Contemporneo de Borges, Archibald McLeish (1892-1982) pas tambin su juventud en Europa y fue considerado como el ms importante director de la Biblioteca
Nacional de Estados Unidos.
5 quale Horatius in prima parte libro de arte potica fingit [como escribe
Horacio en la primera parte del libro Del arte potica].
2 (1459 a6-8).
6 El trmino ars en el latn clsico tiene ms que ver con la nocin de tcnica que con
la de creacin.
3 El nombre de la isla tiene dos grafas en castellano, con o sin tilde. A pesar de que
la versin esdrjula es la ms usual, en el presente ensayo se respetara la versin grave
adoptada por Borges, no slo por escrito, sino tambin en su grabacin oral.
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sino que se sita en lo que los semiticos llaman una isotopa cognitiva:
mirar, recordar, saber, sentir, ver, y hasta la nica excepcin aparente, convertir, puede resolverse en un mirar como. El objeto de estos
verbos tampoco tiene directamente que ver con el arte literario, sino con
objetos primordiales del mundo natural internos o exteriores al sujeto humano: el ro, el agua, la vigilia, el sueo, la muerte, el da, el ao, el ocaso
En todo ese contexto, hay un solo sustantivo abstracto y literario que pone
las cosas en otra perspectiva: las dos ocurrencias del trmino smbolo.
As expuesta, la poesa es ante todo un mirar como, y en eso la definicin
de Borges correspondera a las instrucciones que daba Aristteles para
construir buenas metforas: bien metaforizar es percibir lo smil.2
Los versos catorce y quince constituyen como una meseta atributiva
en la que finalmente se reposa el ser de la poesa: tal es la poesa / que
es inmortal y pobre. La poesa es declarada pobre. Curiosamente esta
pobreza viene plasmada en esas dos mitades de verso, en las que el verbo
ser, el ms pobre e inmortal de los verbos, necesita ser repetido: tal es,
es inmortal. Borges avanza en su arte potica ofrecindonos la pobreza
de recursos como el humus esencial de la poesa. All se integra adems el
fenmeno de las rimas idnticas, que ser tratado ms adelante. La poesa
es declarada inmortal, inmortal como la pobreza, inmortal como la aurora
y el ocaso.
De ese clmax se desciende a travs de las tres ltimas estrofas. Continan, narrativizadas, las comparaciones (el espejo, Itaca,3 Herclito y, de
nuevo, el ro), pero esta vez el objeto primario de la analoga no es la
poesa, sino el arte.
La lectura se concluye con una impresin de que, fuera de la sentencia
es inmortal y pobre, todo el resto del arte potica tiene que ver con el ser
como, con la analoga y la comparacin. Es casi predicar que la poesa no
puede concebirse en s misma, sino por aproximaciones concntricas de
metaforizacin.
Lo interesante es que en esa metaforizacin coinciden la esencia de
la poesa como operacin (por ejemplo recordar que el tiempo es otro
De verde eternidad
La cadenza narrativa del poema de Borges acude dos veces al adjetivo verde, atribuido una vez a Itaca y otra vez a la eternidad de Itaca, mostrando
algo as como la deconstruccin de una hiplage.10 Itaca es verde, humilde
y eterna; y tambin su eternidad es verde. Verde sirve de pivote entre la
humildad y la eternidad.
El lector se encuentra all con un problema no tan frecuente: qu hacer con la semntica de los nombres de color? Si descartamos las gratuitas
elucubraciones sobre semitica de los colores y las asimilaciones ldicas
de Rimbaud entre colores y vocales, es imposible configurar un diccionario de colores sobre la base de una semntica estable. Borges mismo observa que la literatura occidental, desde los griegos, se muestra fluctuante
en el uso de los nombres de colores.11
El problema no es simple, y grandes espritus occidentales como
Aristteles, Goethe y Schopenhauer han consagrado escritos a la teora
de los colores. Sin embargo, el ms lcido, desde nuestro punto de vista,
es sin duda el de Wittgenstein, que parte de la simple experiencia cotidiana:
Ante la pregunta qu significan las palabras rojo, azul, negro, blanco? podemos, por supuesto, mostrar cosas de esos colores, pero nuestra
capacidad para explicar las significaciones de esas palabras no va ms all.
10 El prlogo de El hacedor, libro al que pertenece Arte potica, se abre con una
dedicatoria a Leopoldo Lugones, cuyo uso de la hiplage se celebra (el rido camello)
asocindola a la de Milton (lmparas estudiosas) y a la ms compleja Ibant obscuri
de Virgilio. La hiplage es una figura tan tpica de Borges, que en cierto modo lo define
(cf. el magistral estudio de Rastier). Por coincidencia, el desplazamiento del adjetivo
verde, que aqu nos ocupa, forma parte de los ejemplos de hiplage que Borges estudia
(La poesa, OC 3: 256). Se trata de la expresin silencio verde en el soneto Il bue, de
Carducci: il divino del pian silenzio verde.
11 En una resea sobre Silvina Ocampo, Borges escribe: Goethe (Materialien zur Geschichte der Farbenlehre) hace notar la incertidumbre de griegos y romanos en el manejo
de los nombres de los colores; Ruskin (Modern painters, IV, 14) anlogamente recuerda
los vinosos o purpreos mares homricos y la verde arena de Sfocles. Homero ha sido
acusado de daltonismo; un ciego pudo haber redactado el Quijote (Borges en Sur 256)
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12 Auf die Frage was bedeuten die Wrter rot, blau, schwarz, wei?, knnen
wir freilich gleich auf Dinge zeigen, die so gefrbt sind, aber weiter geht unsre Fhigkeit
die Bedeutungen dieser Worte zu erklren nicht! Im brigen machen wir uns von ihrer
Verwendung keine, oder eine ganz rohe, zum Teil falsche Vorstellung (Bemerkungen
11: 68).
13 Borges usa la misma expresin para Melville, quien conoci la felicidad de ser
valiente / y el gusto, al fin, de divisar a Itaca (Herman Melville, OC 3: 136).
Al intercalar en la soledad sonora del Cntico espiritual sus propios adjetivos humilde y verde, Quevedo est construyendo magistralmente
una doble hiplage. En primer lugar, desplaza hacia los troncos de los rboles el atributo de soledad propio de los amantes que all escriben sus
endechas. En segundo lugar, contamina recprocamente esta soledad con
el adjetivo cromtico propio del rbol. As, los atributos de verde y humilde que Borges aplica a la Itaca de su Arte potica, son tcnicamente una
mencin indicial de los versos de Quevedo, y, por rebote, del Cntico de
San Juan de la Cruz.
De la consideracin de esas correspondencias se desprenden las siguientes observaciones:
Primera. Al injertar su Arte potica en la savia del clasicismo horaciano,
Borges comienza por aludir, mediante el recurso de la cita oculta, al proto-
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14 Su admiracin por el clasicismo de Quevedo es tan temprano, que ya a los veintitrs aos, en Casa Elena, usa de una inversin referencial para describir el deleite frente
a las curvas de una moza, esencial y esculpida como una frase de Quevedo (TR: 113).
15 Todava en 1980 declaraba: [] empezar refirindome a mi modesta ceguera
personal. Modesta, en primer trmino, porque es ceguera total de un ojo, parcial del
otro. Todava puedo descifrar algunos colores, todava puedo descifrar el verde y el azul
(La ceguera, OC 3: 276).
16 Para que yo pueda soar al otro / cuya verde memoria ser parte / de los das del
hombre, te suplico: / mi Dios, mi soador, sigue sondome (Ni siquiera soy polvo,
OC 3: 177). No a la manera de otras que una vaga / Sombra insinan en la vaga historia,
/ An est verde y viva la memoria / De Jud Len, que era rabino en Praga (El Golem,
OC 2: 263).
17 Una vez destruida la tierra, la ven surgir del mar, verde y lcida (Los cuatro
ciclos, OC 2: 504)
18 Copla nueva, copla nueva: / Hoy eres verde y jugosa, / maana, qu triste y seca!
(Soleares, Luna de enfrente 36)
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aquellos que entran en los mismos ros fluyen siempre otras y distintas
aguas (D 12).23
El ir y venir de las expresiones sobre los contrarios ms los atributos
fluctuantes de la imagen del ro, que pasa y queda, se condensan en una
figura de permanencia y de inconstancia (un mismo Herclito inconstante), atribuida metonmicamente al autor de los aforismos. Y el agua que,
aun pasando, permanece, puede crear el espejo que nos revela nuestra
propia cara. De all, la mencin del cristal (cristal de un mismo Herclito inconstante). Tenemos as, reunidas en la ltima estrofa, todas las
caractersticas del arte que se han ido desarrollando y actualizando a lo
largo del poema. El arte es como el ro porque est hecho de tiempo. El
arte pasa y queda y es el mismo y es otro. 24 El arte fluye y al mismo
tiempo, como el ro, es un reflejo de nuestra propia cara. Extraamente, a
medida que han ido fluyendo las estrofas, la nocin de poema difiere cada
vez menos de la que Borges tiene del propio destino humano.
El arte de la rima
En la larga cadena de poetas que, a partir de Horacio, han pergeado su
propia Arte Potica, hay dos nombres franceses, Boileau en el siglo XVIII, a
quien Borges respeta ms como poeta que como preceptista, y Verlaine en
el XIX, a quien veneraba y por cuya existencia da gracias a la divinidad en
Otro poema de los dones (OC 2: 315).
El Art potique (Jadis et nagure, 1884) de Verlaine es un difano credo
simbolista, en el que promueve la musicalidad sobre el sentido, el matiz sobre
el color, la aproximacin sobre lo literal, lo impreciso y lo impar sobre lo preciso y lo par. Por eso, a pesar de su lema De la musique avant toute chose
De la musique encore et toujours, desconfa terriblemente de la rima:
Prends lloquence et tords-lui son cou!
Tu feras bien, en train dnergie,
De rendre un peu la Rime assagie.
Si lon ny veille, elle ira jusquo?
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24 La clsica paradoja concluye, para Borges, en que resulta lo mismo afirmar el tiempo que negarlo: Si no hubo un principio ni habr un trmino, / si nos aguarda una
infinita suma / de blancos das y de negras noches, / ya somos el pasado que seremos. /
Somos el tiempo, el ro indivisible (Elega de un parque, OC 3: 469).
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Herclito inconstante
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26 Hay excepciones, sin embargo, sobre todo en las iteraciones casi letnicas de las
canciones infantiles, en que una rima idntica a lo largo del poema acaba en una ruptura altamente significante. Un ejemplo elocuente es la cancin de la Sirenita, en La
Gioconda de DAnnunzio (184), donde siete hermosas hermanas que se espejan en el
agua ofrecen un oficio a cambio de objetos de oro (doro ser la obstinada rima idntica) hasta que la ltima y aqu el poema rompe la rima se ofrece slo para cantar y no
pide nada (niente) :Ci specchiammo alle fontane: / eravamo tutte belle. / La prima
per filare / e voleva i fusi doro; / la seconda per tramare / e voleva le spole doro; / la
terza por cucire / e voleva gli aghi doro; / la quarta per imbandire / e voleva le coppe
doro; / la quinta per dormir / e voleva le coltri doro; / la sesta per sognare / e voleva
i sogni doro; / lultima per cantare, / per cantare solamente, / e non voleva niente.
27 Jean-Pierre Berns (1: 1120) cuenta que Borges, al releer en 1986 la traduccin francesa de El hacedor, sugiri que los sonetos presentes en el libro fueran presentados sin
separacin en estrofas, entre otras razones, para no privilegiar la rima.
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Primera estrofa
Mirar el ro hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro ro,
saber que nos perdemos como el ro
y que los rostros pasan como el agua.
Qu es lo que permite que, aun haciendo una pausa al final de cada verso,
como lo hace Borges en su recitado, el lector no se sienta defraudado por la
fcil y tediosa rima que surge de la redundancia de palabras idnticas? Tal
vez sea porque como lo vimos con respecto a la macro estructura algo
cambia entre una y otra instancia, entre A y A1 y entre B y B1 por la mediacin los trminos internos. As, agua y ro son, en los dos primeros
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Para ahondar en estas observaciones, ser necesario replantear una pequea filosofa de la rima. Como la metfora, la rima tiene una definicin
estricta, que pertenece a la retrica, y una definicin genrica, que pertenece a la filosofa.
Esencialmente la rima es una de las formas del ritmo, y hasta hay etimologas (dudosas) que hacen derivar de all su nombre. El ritmo es toda
repeticin peridica de un fenmeno de naturaleza fsica, auditiva o visual.
En cuanto tal, incluye la rima e introduce el poder regulador de la msica
sobre todas las artes. Desde el punto de vista filosfico, el ritmo es un elemento de periodizacin del tiempo, un recorte dentro de su flujo infinito
e inabarcable. Es lo que determina el ordenamiento de la vida en aos y
estaciones, en das y noches. Es casi una introduccin de la espacialidad
dentro del tiempo. Sin ritmo, segn Bachelard (12, 35, 52), ni siquiera
sera posible la memoria, que nunca est hecha de una duracin, sino de
instantes. Si el tiempo como ro interminable desespera, el tiempo como
ritmo recursivo serena, porque siempre se puede calcular que detrs del
invierno vendr la verde primavera y que detrs de cada noche despuntar la alborada. Borges trabaja con esta doble temporalidad en su poema,
cuando despus de enunciar, en la primera estrofa, el ineludible paso del
tiempo, como un ro en que nos perdemos y en el que nuestros rostros
tambin pasan, en las dos estrofas siguientes se introduce el ritmo, que
circunscribe momentos temporales homologables, como el sueo (o el
ocaso) y la muerte o el da y el ao. Eso permite convertir en msica el ultraje de los aos. As, toda la primera parte del poema es una fluctuacin
entre la desesperacin y el sosiego, entre lo que pasa (el tiempo-ro) y lo
que vuelve (el tiempo-ritmo).
Aplicado al lenguaje, el ritmo crea la poesa. La rima, entonces, es una
de las actualizaciones del ritmo, relativa a la periodizacin sonora. Pero
generalizando algo ms la nocin, se podra imaginar que el ritmo dispone adems, en el discurso, rimas que no son necesariamente sonoras.
Puede decirse que un buen ensayo en prosa posee rimas conceptuales, es
decir pautas de organizacin rtmica que le dan la suficiente msica como
para convertirse en arte.
El poema que nos ocupa est estructurado en siete cuartetos con rimas idnticas abrazadas (ABBA). Es decir que el sistema sonoro se consti-
Segunda estrofa
Un nuevo caso de abismacin se da ya, en forma indirecta, en la segunda
estrofa que ahora abordamos.
Sentir que la vigilia es otro sueo
que suea no soar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueo
El sistema sonoro de esta estrofa se abre y se cierra con la figura del sueo; en el medio aparecen otras instancias de la misma figura, en suea
y soar del segundo verso. Tal redundancia, reforzada por la quntuple
presencia de la partcula que, delata la preocupacin por construir un
discurso rico a partir un inventario lexical sobrio.
La estrofa evoluciona desde el sueo como acto de soar al sueo
como acto de dormir. El primer sueo es el que permite la abismacin:
se suea que se suea, se suea que no se suea, soamos dentro de los
sueos y no sabemos nunca si algn da no despertaremos de lo que sentimos estar viviendo.30 La poesa toma su partido, reconoce la incesante
abismacin del sueo, siente que la vigilia es soar que no se suea, un
sueo que suea no soar.31
Del sueo que suea al sueo que duerme se llega a travs de la mediacin de la figura muerte. La ecuacin muerte-sueo, que Borges suele relacionar con Schopenhauer32, es como la de tiempo-ro otra de las
metforas consideradas fundacionales. Lo interesante en este caso es que
la poesa aparece aqu como un sentir rebelde, al invertir la flecha de las
30 Cf. Borges en La escritura del Dios: Comprend que estaba soando; con un
vasto esfuerzo me despert. El despertar fue intil; la innumerable arena me sofocaba.
Alguien me dijo: No has despertado a la vigilia, sino a un sueo anterior. Ese sueo est
dentro de otro, y as hasta lo infinito, que es el nmero de los granos de arena. El camino
que habrs de desandar es interminable y morirs antes de haber despertado realmente
(OC 1: 598).
31 Cf. Borges en La pesadilla: Tenemos esas dos imaginaciones: la de considerar
que los sueos son parte de la vigilia, y la otra, la esplndida, la de los poetas, la de considerar que toda la vigilia es un sueo (OC 3: 224).
32 Schopenhauer, en su obra, repite la ecuacin muerte-sueo; bsteme copiar estas
lneas: Lo que el sueo es para el individuo, es para la especie la muerte (Welt als Wille, II, 41). El
lector ya habr recordado las palabras de Hamlet: Morir, dormir, tal vez soar, y su temor
de que sean atroces los sueos del sueo de la muerte (La metfora, OC 1: 383).
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Tercera estrofa
Ver en el da o en el ao un smbolo
de los das del hombre y de sus aos,
convertir el ultraje de los aos
en una msica, un rumor y un smbolo,
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Cuarta estrofa
ver en la muerte el sueo, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesa
que es inmortal y pobre. La poesa
vuelve como la aurora y el ocaso.
En la cuarta estrofa aparece nombrada, por primera vez, la poesa, configurando la rima de los versos mediantes. La primera instancia del trmino
funciona como sujeto de verbo copulativo, que compendia todo el contenido de tres estrofas: tal es la poesa. La segunda instancia da comienzo
a una nueva frase, corta, en que poesa es sujeto del verbo volver. En los
extremos aparece la doble instancia de la expresin el ocaso. De la observacin externa del tiempo-ro de la primera estrofa, el poema pas a
la valoracin interna de la muerte-noche (con el dormir y el soar) para
avanzar, en la tercera, hacia la transformacin simblica del ultraje de los
aos en msica, es decir, hacia la creacin potica. Aqu la mirada se afina y
se concentra slo en dos momentos del da: la aurora y el ocaso. El primer
ocaso es llamado un triste oro. Esta figura que constituye a la vez una
hiplage (no es el oro el que est triste), una metfora (oro por sol) y un
36 A pesar de la interpretacin simbolista que se da aqu de esta estrofa, sera un grave
error catalogar a Borges de simbolista. Lo ha sido, sin embargo, por momentos. Ms importa ver cmo la definicin, al menos programtica, de la poesa, lo lleva aqu a repasar
los cnones del simbolismo francs. Advirtase que la obra de Rmy de Gourmont, el
gran bigrafo y defensor del simbolismo, fue parte de las lecturas que acompaaron a
Borges desde su bachillerato en Ginebra hasta su muerte en esa misma ciudad. Roberto
Manguel refiere que una de las ltimas actividades de Borges antes de morir fue encargar a H. Bianciotti la compra de obras de Molire, Lamartine y Gourmont. Entonces
Bianciotti comprendi: eran los libros que, segn el mismo le haba contado, Borges
haba ledo durante su adolescencia en Ginebra (68).
Quinta estrofa
En las dos estrofas que siguen se observa una clara narrativizacin del discurso, con la desaparicin de los infinitivos y el ingreso de protocolos de
enunciacin ms tpicamente diegticos: A veces en las tardes, Cuentan
que.
A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.
37 Borges tiene una reflexin anloga a propsito del trmino oriente: Creo que no
debemos renunciar a la palabra Oriente, una palabra tan hermosa, ya que en ella est, por
una feliz casualidad, el oro. En la palabra Oriente sentimos la palabra oro, ya que cuando
amanece se ve el cielo de oro (Las mil y una noches, OC 3: 235).
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38 No es tal vez puro azar que pocas pginas despus de este poema, el eplogo a El
hacedor, concluya con aquel sublime texto tantas veces citado: Un hombre se propone
la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los aos puebla un espacio con imgenes de
provincias, de reinos, de montaas, de bahas, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre
que ese paciente laberinto de lneas traza la imagen de su cara (OC 2: 32).
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Il faut aussi que tu nailles point|Choisir tes mots sans quelque mprise.
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En la quinta estrofa, que trueca la poesa por el arte, y el ser por el deber ser,
despunta el tema tan borgesiano de la cara y el espejo, ambos trminos
en posicin de rima doble. Este cuarteto es en cierto modo paradigmtico,
porque describe e ilustra a la vez la estructura especular de cada una de
las otras estrofas y del poema entero. En su primera instancia, cara es un
sujeto activo que mira, annimamente, desde el fondo de un espejo. En la
segunda, se trata de nuestra propia cara,38 que es revelada por el espejo.
Entre ambas, est el trabajo del arte-espejo. Las funciones de espejo
invierten simtricamente (especularmente) las mismas relaciones. En la
primera instancia espejo es un lugar pasivo, en la segunda, ya devenido
arte, es un sujeto revelador. El infaltable elemento temporal est indicado en trminos de una narratividad sosegada: a veces retorna al tiempo
de lo cotidiano e iterativo, y en las tardes recupera una hora del da no
extrema y desprovista de pathos. Finalmente, desde el punto de vista
del sistema global de rimas, las dos instancias de cara estn en situacin
de asonancia con las dos instancias de agua en la primera estrofa y de
Itaca, en la sexta. En los tres casos, esos sustantivos estn emparentados
tambin por la accin de la mirada (mirar, divisar). Esta triple correspondencia sonora devela tmidamente una importante progresin en el
plano de las figuras: el agua-ro del tiempo que nos arrastra (estrofa 1),
una vez domesticada por el arte, deviene agua-espejo, agua-cara (estrofa
5), y se proyecta hacia el agua-lgrima frente al amor divisado (estrofa 6).
Esa identificacin final entre el arte y el hombre, ese ser el poema, constituye quiz el aporte ms sustancial de este texto a la historia de las artes
poticas.
Rallentando
La lectura de un poema conlleva siempre un efecto de resonancia. Quedan
vibrando en el aire ecos de otras lecturas, de otros poemas. Dejo aqu los
ltimos versos de Itaca, que Cavafis escriba en 1919:
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Pomponio Porfirio. Pomponii Porphyrionis comentarii in Q. Horatium Flacum. Ed. Maier. Leipzig: Teubneri, 1874.
Berns, Jean-Pierre, ed. uvres compltes de Borges. 2 vols. Paris: Gallimard, 1999.
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Borges, Jorge Luis. Borges en Sur. 1931-1980. Buenos Aires: Emec, 1999.
. Luna de enfrente. Buenos Aires: Proa, 1923.
. Lmites. Buenos Aires: Colombo, 1958.
. Obras completas. 4 vols. Barcelona: Emec, 1996.
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Alianza, 1991.
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DAnnunzio, Gabriele. La Gioconda. Milano: Treves, 1910.
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Stephen Harrison. Cambridge: CUP, 2007.
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1907.
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Ed. G.E.M. Anscombe. Oxford: Blackwell, 1977.
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Obras citadas