Pensar Al Otro Sin Condiciones Carlos Skliar
Pensar Al Otro Sin Condiciones Carlos Skliar
Pensar Al Otro Sin Condiciones Carlos Skliar
hospitalidad y la educacin).
Carlos Skliar
FLACSO / CONICET
Para comenzar, digamos que aquello que nos interesa ahora es insistir en una
relacin muchas veces tensa y otras ms bien catica, desordenada: la
relacin, o bien las relaciones que podemos plantear, que podemos discutir
entre la herencia, la deconstruccin y el acontecimiento.
Seguramente podra hacerse una primera y rpida lectura de la relacin
mencionada, en el sentido de pensar los trminos de una suerte de frmula
donde la herencia refleja y define un tiempo pasado, la desconstruccin una
accin presente que ocurre ahora, y el acontecimiento como un desenlace,
como una respuesta (siempre inesperada) que se abre hacia el porvenir. Como
veremos, enseguida, no se trata de ello, no debera tratarse de ello.
Tambin
podramos,
mediante
otra
frmula
presurosa,
decir
que
el
Vase, en ese sentido, la clara y potente distincin que realiza Giorgio Agambm entre
archivo y testimonio en su libro Lo que queda de Auswitchz. El archivo y el testigo. Valencia:
Pre-textos, (2000).
idea simple y literal de una generacin (que nos es) anterior? E inclusive:
cmo hacer para pensar en una herencia que se supone, por definicin, fija,
inexorable, inamovible, si a la vez pensar, como veremos, no puede ser el
resultado ni la marca de una sencilla mirada hacia atrs, sino la consecuencia
misma del acontecimiento, de aquello que ocurre, de aquello que acontece
ahora, de aquello que, por su misma definicin, se mueve?
Antes de intentar respondernos esas y otras cuestiones, quiz la pregunta que
aqu se torna central sobre la cual se sostiene y que provoca esta
discusin, es aquella que nos hace pensar el porqu de la pregunta por la
herencia o, mejor an, porqu la herencia puede resultar(nos) un problema.
Sin querer agotar todas las posibilidades, podramos decir que la herencia nos
parece un problema cuando, por ejemplo, remite a una cuestin nica e
indisoluble de archivo o bien cuando se trata de un entendimiento de archivo
como siendo a la vez y nicamente comienzo y comando; o quiz cuando
esa herencia se instala en nosotros en trminos de un programa cuyo
cumplimiento se nos vuelve inexorable e inevitable; o bien cuando ese
programa nos quita toda posibilidad de individuacin (de resignificacin y de
reinterpretacin nuestra de la herencia, esto es, cuando no tenemos la
posibilidad de escoger la herencia). Podramos decir, adems, que la
herencia puede que sea un problema cuando, por ejemplo, se significa siempre
como una regresin infinita al origen de la autoridad; o tal vez puede ser un
problema cuando la herencia se erige en trminos de prohibiciones hacia
aquellas cosas que, se supone, estn fuera de la herencia y no pueden ser
incorporadas y/o comprendidas como propias, es decir como apropiadas
para ella; inclusive puede que sea un problema cuando esa herencia no hace
otra cosa que trazar una frontera, una separacin, una distincin digamos
que casi definitiva, casi insoluble entre nosotros y ellos, atribuyendo
generalmente a ellos el origen de todos los problemas pensados bajo la
ptica interpretativa de lo histrico.
Y tambin puede que la herencia sea un problema cuando, desde una
perspectiva totalmente diferente, sentimos que ya no hay herencia, cuando
todo se ha disuelto en una suerte de banalizacin de la historia, de nuestra
historia, cuando todo se esfuma con la intencin y la imposicin de la
novedad, de lo nuevo. Puede que la herencia sea un problema, incluso,
Apenas
es
posible
confrontarla
desconocerla?
Sentir
Idea de la deconstruccin que, por otro lado, no puede organizarse en torno de un sistema, o
de una teora, o de un mtodo, o de un dogma, es decir, que no puede limitarse al efecto
discursivo e institucional que ha provocado. Adems, deconstruir supone tambin un deshacer
la propia palabra, la palabra deconstruccin. Como bien afirma Derrida: As, pues, la
verdadera deconstruccin no necesita de la deconstruccin, no necesita una teora o un
nombre (en: Papel mquina. La cinta de mquina de escribir y otras respuestas, 2003: 183). Y
en otro pasaje, Derrida dice: no es una filosofa, ni una ciencia, ni un mtodo, ni una doctrina,
sino, como digo con frecuencia, lo imposible y lo imposible como lo que acontece (Ibdem,
pg. 322).
4
Por ejemplo en Notas sobre a experincia e o saber de experincia. Revista Brasileira de
Educao, 2002, n. 19, pp. 20-28.
podramos
pensar,
entonces,
los
sentidos
presentes
en
la
desconstruccin?
Por una parte, cabe decir que la deconstruccin no es un mtodo del
pensamiento ni un mtodo, ni un pensamiento, sino un acontecimiento,
aquello que ocurre, un cierto ahora. Y en cuanto la deconstruccin no es una
crtica y s un acto de justicia, la pregunta ahora bien podra ser: qu es lo que
provoca la deconstruccin de las cosas? Qu es aquello que conduce a la
deconstruccin? Derrida no elude una posible respuesta y sugiere que:
Aparece aqu una idea de deconstruccin que nos ser muy significativa para
una discusin que realizaremos posteriormente: la idea de responsabilidad
frente a la singularidad y la alteridad del otro. Lo que Derrida quiere decir con
eso, nos parece, es que es el otro quien inicia el proceso de deconstruccin; es
el otro quien provoca la llamada; es el otro quien nos induce a realizar un
gesto; es a partir del otro que nos hacemos responsables, obligndonos a
dialogar con l. Y esta idea se encarna con mucha precisin en otro texto de
Derrida:
Jacques Derrida. A democracia uma promessa. Entrevista com Elena Fernandes, Jornal de
Letras, Artes e Ideias, 12 de outubro, 1994, pp. 9-10.
Si la herencia asoma como pregunta pues esa pregunta se deja al otro y, as,
ya es del otro, la pregunta sobre la herencia y su respuesta corresponden a
ese orden catico que es el de la alteridad, y no al orden regulador y
sistemtico de la mismidad.
Por ello, la idea de la obligacin de dialogar con el otro puede suponer, entre
otras posibilidades, una suerte de violencia inesperada de un pensamiento que
desde ya no estaba dentro de nosotros, no era de nosotros, sino que se
impone fuertemente desde fuera, desde la exterioridad, desde la alteridad; una
sacudida que nos fuerza, justamente, a pensar aquello que era impensable
hasta ahora.
Una lectura superficial, tal vez desleal, o quiz temerosa de la idea misma de
deconstruccin, puede hacernos pensar que se trata slo de un proceso
terminante de disociacin, de destruccin, de desarticulacin y no, como lo
menciona reiteradamente Derrida, de una condicin para la construccin, de
una condicin para una invencin que es verdadera de un s, de una
afirmacin. Diferente, por tanto, de una negacin, de una actitud negativa, la
deconstruccin es definida como una afirmacin, como algo que es afirmativo. 9
Diramos que, al mismo tiempo que deconstruccin se refiere a afirmacin,
tambin se trata de una llamada que no se sabe de quin o de qu proviene;
de una llamada que est mucho ms cerca de la ignorancia que del saber o,
por lo menos, que est alejada y es ajena al conocimiento tradicional, de ese
logos ordenado y ficcional:
La llamada tiene lugar en relacin con el no-conocimiento. Luego yo
no tengo respuesta. No puedo decir es sta. De verdad que no lo
s, pero este no lo s, no es resultado de la ignorancia o del
escepticismo, ni de nihilismo ni de oscurantismo alguno. Este noconocimiento es la condicin necesaria para que algo ocurra, para
Jacques Derrida. No escribo sin luz artificial. Valladolid: Cuatro Ediciones, 1999, pg. 46.
Algo afirmativo que, para Derrida, no supone algo positivo: "para algunos, al reducirse la
afirmacin a la posicin de lo positivo, la deconstruccin se ve abocada a re-construir despus
de una fase de demolicin. No, no hay demolicin como tampoco hay reconstruccin positiva y
no hay fases" (1999: 339).
que sea asumida una responsabilidad, para que una decisin sea
tomada [...] 10
10
11
Jacques Derrida. No escribo sin luz artificial. Ob. Cit., pg. 176.
Michel Foucault. Verdad y poder. Obras Esenciales. Barcelona: Paids, 1999, Vol. II, pg.
45.
11
Y tal vez sea necesario decir en ese sentido que, a diferencia de aquello que
llamamos crticas o hipercrticas, y de la (supuesta) noble rigurosidad con que
se ha de leer aquello que se lee, Jacques Derrida pone en juego una suerte de
mecanismo que es, a la vez, fielmente infiel en relacin con la herencia en
cuestin. La expresin paradojal que acabamos de presentar (fielmente infiel)
revela, creemos, una suerte de tensin que ya no nos abandonar jams o,
dicho de otro modo, de la cual no podremos desembarazarnos jams.
Podramos exponerlo del siguiente modo: si, por un lado, existe la necesidad
de una fidelidad con la herencia (pues por eso es herencia y por eso, tambin,
nosotros somos herederos), existira, por otro, la necesidad de una infidelidad
con la herencia (pues por eso un heredero no es nunca una rplica de la
herencia). La paradoja consiste en que resultara imposible, al menos para
Derrida, poder separar esas dos cuestiones (fidelidad-infidelidad); es imposible
poder distinguir esas dos cuestiones, hacer de ellas momentos, etapas o fases
diferenciadas de un mismo proceso de descontruccin. Nos parece, entonces,
que la paradoja no se resuelve, que no debera ser resuelta, que hay que
dejarla en tensin, confirindole un carcter singular a esa expresin: ser
fielmente infiel con la herencia.
Aun as, un cierto tipo de preguntas reverberan fuertemente en nosotros bajo
esas condiciones de pensamiento: si se es fielmente infiel con la herencia, si
somos fielmente infieles con nuestra herencia, y si ello caracteriza, como nica
propiedad o como propiedad esencial y crucial, el estatuto del heredero: cmo
podramos pensar en la deconstruccin de la herencia? E inclusive: quin
piensa en la deconstruccin de la herencia?
Derrida nos dira que deconstruir es, en cierto modo, un gesto, un ser llamado
por algo por una obra, por un autor, un libro, un pasaje textual, una palabra,
un concepto, una idea, algo no dicho, etc.. Y se trata de un llamado que slo
puede ser recibido desde la posicin de quien es heredero, de quien piensa y
siente que ha heredado aquello que pretende deconstruir y no de alguien que,
a su vez, slo desconfa, apenas niega, dice que no a la obra al autor, al
libro, a la palabra, etc. en cuestin, y se torna su crtico desde el lugar del
desheredado:
Es
indudable
escribe
Derrida
que
un
gesto
de
12
12
13
Jacques Derrida. Palabra! Instantneas filosficas. Madrid: Editorial Trotta, 2001, pg. 66.
Ibdem, pg. 47.
A partir de esa frase que acabamos de verter existen varios planos a ser
debatidos. Por ejemplo: hay all la idea de una recepcin obligada, obligatoria,
de aquello que nos precede, pues siempre lo que nos precede es, en los
trminos de Derrida, ms poderoso. Suponemos, entonces, que ser herederos
resulta en una accin primordial e inevitable, que es aquella de dar paso, de
dejar pasar en nosotros, con nosotros, lo anterior a nosotros mismos, lo que
en cierto modo nos ha dado vida. Tambin hay all la nocin de que aquello a lo
que damos paso, aquello que dejamos pasar, no es exactamente igual a lo
que fue; nos da a pensar que a la obligacin primera se suma una obligacin
segunda, igualmente decisiva, que es la de escoger la herencia, no dejarla tal
como fue y tal como es, sino provocar en nosotros una suerte de eleccin
acerca de aquello que nos pasa con la herencia.
Por tanto, podramos ahora preguntarnos: la herencia es algo que,
simplemente, se acepta? O podramos decir que la herencia es algo que al
elegirse se acepta? Que se elige conservar, mantenerla en vida? As lo
piensa Derrida:
[...] el heredero siempre deba responder a una suerte de doble
exhortacin, a una asignacin contradictoria: primero hay que saber y
saber reafirmar lo que viene "antes de nosotros", y que por tanto
recibimos antes incluso de elegirlo, y comportarnos al respecto como
sujetos libres. S, es preciso [...] es preciso hacerlo todo para
14
Del texto anterior tal vez pueda desprenderse otra paradoja (o apora, si
furamos ms fieles a la nomenclatura del propio Derrida): la de tener que
apropiarnos de un pasado que nos resulta inapropiable; y en cierta forma nos
resulta inapropiable por ello mismo, es decir, porque justamente es pasado,
se trata del pasado. Y hay un modo de relacionar esta cuestin con aquello
que Derrida mencionaba un poco antes como la conciencia de la finitud, el
conocimiento de la incompletud: sabemos, esto es, hace parte de nuestra
experiencia, que no tenemos cmo volver hacia atrs todo lo que queremos.
Pero ms interesante an nos parece discernir entre dos expresiones que
resuenan muy semejantes, pero que, en verdad, en el pensamiento de Derrida,
comportan una diferencia, son diferencia, difieren una de la otra: se trata de
aquello de no escoger la herencia y de escoger conservar la herencia en
vida. Parece, en principio, un contrasentido, pero, creemos, no lo es. Se trata,
ms bien, de una fuerza de expresin que se inicia, en apariencia,
negativamente, pero que se contina de modo afirmativo. Dicho de otra
manera: es una misma frase que slo adquiere sentido si la leemos hasta el
final. De otra forma pareciera una contradiccin, porque no escoger la
herencia nos hace pensar en una imposibilidad, en una negacin; pero si
concluimos esa misma lectura en escoger conservar la herencia en vida,
surge la afirmacin, aparece la posibilidad. Esa cuestin de la posibilidad de la
imposibilidad la retomaremos hacia el final de este texto, cuando nos
planteemos (desde el propio Derrida) la emergencia del acontecimiento.
Heredera de la destructio luterana 16 y de la nocin heideggeriana de
Destruktion, la deconstruccin constituye un tipo de exigencia de anlisis, que
se aleja de una destruccin pura, de una destruccin por la destruccin misma,
de una destruccin desaforada, destruccin que va en pos de un vano
encubrimiento; deconstruccin que, como sugiere Gabilondo:
15
Ibdem.
Dice Derrida a este respecto que: Lutero [...] hablaba ya de destructio para designar la
necesidad de una resedimentacin de los estratos teolgicos que disimulaban la desnudez
original del mensaje evanglico que haba que restaurar (2003: 322-323)
16
18
19
Angel Gabilondo. La vuelta del otro. Madrid: Editorial Trotta, 2001, pgs. 171-172.
Ibdem, pg. 172.
19
Jacques Derrida. Entrevista con Christian Descamps, en Jacques Derrida. Una teora de la
escritura, la estrategia de la deconstruccin. Barcelona: Anthropos, 93, 1989, pg. 28.
18
Tal vez haya que desmenuzar un poco este texto, un texto que, en s mismo,
por s mismo, no slo plantea una condicin de posibilidad acerca del lugar
efectivo que toma el acontecimiento, sino que, adems, introduce la cuestin
paradojal de cmo algo se torna posible, cmo algo se convierte en una
promesa, promovido por aquello que es, justamente, definitivamente, su propia
imposibilidad.
De lo que se trata es de entender el acontecimiento como una posibilidad que
se torna, de hecho, posible, siempre y cuando su origen sea la imposibilidad, lo
imposible. Recordemos que para Derrida no hay acontecimiento si, al mismo
tiempo, hay alguna forma de posibilidad de que el acontecimiento tenga lugar,
esto es, que ste se recubra de algn tipo de previsibilidad y proveniencia. As,
lo que est en juego no es tanto la idea tradicional, habitual de posibilidad, sino
ms bien la inversin estratgica del pensamiento filosfico y poltico,
educativo, cultural, etc..: la imposibilidad, no ya como negacin o destitucin,
sino como su llegada, su venida, la venida de lo imposible.
figura bien ntida: la del guardin, la de aquel que trabaja para la herencia,
resguardndola de toda posible vicisitud, de toda potencial zozobra, de todo
desorden.
En esta lnea de pensamiento: podramos llegar a afirmar, acaso, que somos
herederos fieles de una serie de argumentos educativos, en la educacin?
Argumentos que estn all como herencia y que no slo estn all para ser
aceptados, afirmados, sino tambin, y sobre todo, que estn all para ser
reactivados, reinterpretados bajo otra forma, en otra condicin, a partir de un
cierto tipo de elecciones del todo diferentes?
Esas preguntas se subordinan, o bien dependen, en nuestra opinin, de otro
conjunto diferente de cuestiones, como por ejemplo: qu relacin guardamos
con lo que hemos heredado como discurso de la educacin? Nuestra
condicin de herederos se limita al papel de recibidores y habilitadores de un
testamento que habra que cuidar y mantener en su continuidad? A qu
apostamos cuando la relacin con el testamento educativo nos obliga a ser
guardianes de una poltica de verdad precintada, custodiada y, tal vez,
amurallada?
La educacin parece ser, as, una fortaleza mayor que se erige como si fuera
una suerte de dinasta, un reinado inmemorial, donde no hay lugar para la
experiencia, para la experimentacin; donde no hay lugar para el otro y lo otro;
donde no hay lugar para los contra-sentidos ni para los sin-sentidos; donde no
hay lugar para el acontecimiento. La herencia educativa parece prohibir el
nacimiento del desierto y posibilita, como nica opcin, la administracin y el
control de formas de pensamiento que reorganizan modos prescritos en el
testamento y protegen, con celo, las verdades heredadas.
Dice en ese sentido Lrez que:
21
22
hay una
Gilles Deleuze. Diferencia y Repeticin. Buenos Aires: Amorrortu, 2002, pg. 243.
Anibal Lrez. Ob. Cit., pg. 201.
Digamos que para Janklvitch hay tres aspectos cruciales, tres dimensiones
esenciales que se derivan de lo que podramos llamar el aprendizaje del
acontecimiento: la efectividad, su inminencia y, como ya se ha dicho, su
carcter de concernimiento personal. Todo acontecimiento es algo que tiene
lugar, es efectivo, y lo que de hecho tiene, ocurre en un aqu, en un ahora y a
alguien. Y dado que el acontecimiento ocurre de repente, dado que llega sin
avisar, ese aprendizaje se da en su inminencia, es decir, en el instante en que
ocurre; ni antes ni despus. La forma del acontecimiento es la forma del
instante, y por eso no admite simulacros, ni copias, ni reproducciones.
Como sorpresa, el acontecimiento resulta ser lo inconcebible, lo que situado
ms all del concepto y del conocimiento en su formato lgico tradicional,
mantiene una relacin de alteridad con el conocimiento terico.
Ms all de las caractersticas que acabamos de mencionar, tal vez sea
necesario enfatizar que el acontecimiento refleja una sensacin de violencia, de
ruptura del sentido establecido, un cuestionamiento absoluto que, como dice
24
25
Fernando Brcena. El delirio de las palabras. Barcelona: Herder, 2003, pg. 78.
V. Janklvitch. La aventura, el aburrimiento, lo serio. Madrid: Taurus, 1989, pg. 161.
Mlich, supone el abrirse de una grieta que impide, que imposibilita, toda suerte
de sutura: y an en el supuesto de que uno pudiera suturar esta fisura,
siempre le quedar una marca. De una forma u otra invariablemente aparece
tras la experiencia del acontecimiento una huella, una cicatriz que es imposible
de borrar
26
En ese mismo sentido Brcena nos habla del acontecimiento como una
fractura, como un quiebre, como una herida en el tiempo
27
transformacin
en
nosotros?
Qu
nos
pasa
cuando,
entonces,
26
Joan-Carles Mlich. La imposible sutura (ideas para una pedagoga literaria). En Jorge
Larrosa & Carlos Skliar (Compiladores): Entre pedagoga y literatura. Buenos Aires: Mio y
Dvila, 2005, pg. 225.
27
Fernando Brcena. Ob. Cit., pg. 80.
28
Jos Garca Molina. Tiempo, don y relacin educativa. En Carlos Skliar & Graciela Frigerio
(Compiladores). Huellas de Derrida. Ensayos pedaggicos no solicitados. Buenos Aires: Del
estante Editorial, 2005, pg. 122.
29
30
Por ello y de eso se tratan las precauciones que habra que tomar, es
impensable definir estrictamente algo que pueda ser llamado una educacin del
acontecimiento. De hecho, si hemos entendido el acontecimiento como lo
inesperado, lo sorpresivo, lo imprevisible, etc., toda intencionalidad, toda
planificacin, todo apriorismo relacionado con el acontecimiento es intil y
acaba por hacerse aicos. Tal es la condicin de imposibilidad posible del
acontecimiento: no hay una intencin de acontecimiento y, a la vez: El
acontecimiento sucede, quermoslo o no, y nunca estamos del todo formados
para recibirlo, precisamente porque por su naturaleza implanificable, nos
transforma (o deforma)
31
Habr, entonces, una educacin que podamos pensar sin planificar? Una
educacin implanificable? Que nos transforme (o deforme)? Y, en ese caso,
cmo sera soportar la transformacin y la deformacin que ese acontecimiento
nos provoca?
30
31