Donoso Cortés - Obras - v03
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OBRAS
DE
OBRAS
DE
RIOGRFICA
TOMO T E R C E R O
MADRID:
I M P R E N T A DE T E J A D O ,
1854.
EDITOR*
CURSO DE HISTORIA
DE
LA CIVILIZACIN D E E S P A A ,
POR 1). FERMN GONZALO MORN.
(JUICIO CRTICO, PUBLICADO EN LA REVISTA DE M A D R I D ,
DE
1843).
LA vida y la civilizacin, hablndose de los pueblos, son una misma cosa; por esta razn, civilizarse y vivir son palabras sinnimas , cuando se aplican la humanidad, en el lenguaje de la filosofa. Los escritores antiguos, al escribir la relacin de las batallas
y de las acoiones de los prncipes, recomendaban la posteridad
sus relaciones con el solo nombre de Historia;
ttulo bello por su
sencillez, y magnfico por la idea de lo universal y de lo absoluto
que ofrece la imaginacin, y que despierta en el entendimiento.
Los escritores de nuestros dias, al abarcar en sus investigaciones
la vida entera de las sociedades , han dado sus obras el nombre
de Historia de la civilizacin ; ttulo despojado de aquel carcter
augusto de universalidad, tan propio del genio artstico de los an-
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recorrido todos los grandes historiadores del mundo; antes de escribir sobre la civilizacin de Espaa, objeto especial de sus tareas,
ha pasado revista todos los historiadores espaoles. No le seguir
yo en esta segunda parte de su leccin preliminar como le he
seguido en la primera, ya por no ser prolijo , ya tambin porque me
duele en el alma presentar frente frente nuestros escritores propios, y los que oscureceran su, gloria con sus resplandores inmortales. Bastar, para mi propsito, afirmar que el seor Morn ha bebido la erudicin en sus propias fuentes; y que considerada su obra
bajo este punto de vista, es superior todo elogio y todo encarecimiento.
Para el seor Morn la civilizacin c o m p r e n d e , por una parte,
la actividad fsica, moral intelectual del h o m b r e ; y por otra , la
actividad material, moral intelectual del gnero, humano. Entendida de esta manera comprensiva y vasta la civilizacin, es claro
todas luces que la historia de la civilizacin de la humanidad
solo podra ser dictada por Dios, y escrita por sus profetas. La
historia de la civilizacin de un pueblo particular, si bien no es
una de aquellas empresas que exceden las fuerzas del h o m b r e , es
sin duda ninguna una de las que exigen su entera aplicacin para
ser llevada buen trmino y remate. No ha desconocido esta v e r dad el seor Morn; y por e s o , consagra con un celo admirable
todas sus potencias la construccin del gran edificio de la civiln
zacion espaola.
Esta civilizacin tiene algo que la es exclusivamente propio , y
algo que la es comn con las otras civilizaciones nacidas del Cristianismo. Considerada bajo el punto de vista de sus propiedades
especiales , es espaola : considerada bajo el aspecto de las propiedades que tiene en comn con las otras civilizaciones contemporneas , es europea. Cuanto se dice de Espaa, tiene su aplicacin la Europa. La Europa en su civilizacin tiene tambin algo
que la es exclusivamente propio; y algo que tiene en comn con
las civilizaciones antiguas. Considerada bajo el primer punto de
vista, es europea ; considerada bajo el segundo aspecto , es humana. As, todos los fenmenos del mundo intelectual y moral van
II
encadenados los unos con los otros, desde que comenzaron los tiempos hasta la consumacin de los siglos. La humanidad entera es una
por su origen, una por su naturaleza , una por su fin. Vase por qu
el alemn Schlgel comienza su filosofa de la historia en el Paraso,
contando como el primero de los hechos histricos la desobediencia
del primer h o m b r e ; y por qu San Agustn entre los padres de la
Iglesia, y el barn Guirod entre los filsofos cristianos, subiendo
ms arriba todava, procuran explicar la naturaleza humana por
la anglica, la prevaricacin del primer hombre por la del ngel
el drama de la humanidad por el del Paraso , el del Paraiso por el
del Cielo. De la misma manera q u e , para explicar la humanidad,
es necesario remontarse hasta el primer hombre , y de este hasta
el primer n g e l , y de este hasta Dios; para explicar completamente una civilizacin particular, es necesario remontarse de civilizacin en civilizacin hasta llegar la civilizacin primitiva del
gnero humano. Todo lo que es primitivo, es oriental: as lo dicen
la geologa, la filosofa, y la voz de las tradiciones. Las altsimas
cumbres de los montes asiticos fueron el asilo de los pocos que
se salvaron de aquel cataclismo universal con que Dios castig los
crmenes y los desrdenes del mundo , cuando abri , para anegar
la tierra, las cataratas del Cielo. Este gran cataclismo revel aquellas tristes reliquias de la humanidad la grandeza de Dios y la pequenez del gnero humano, sumergido en las olas : por esta razn
para el hombre del Oriente, el hombre no fu n a d a ; Dios lo fu
todo. El espanto fu causa de que creyera ver Dios en el horror
de la tempestad , sentado en un trono de nubes ; de que creyera oir
su voz en el mugido de los mares : desde entonces, confundiendo
la divinidad con las fuerzas de la naturaleza , Dios no fu otra cosa
para l sino la tempestad que brama , la mar que muge , el torbellino que arrebata los rboles corpulentos , el huracn que va estremeciendo los montes : y de aqu el Pantesmo , que es el carcter
fundamental de todas las religiones del Oriente. No siendo Dios otra
cosa sino la naturaleza, ni la naturaleza otra cosa sino Dios , nada
de lo que existe, est sujeto la ley de la perfectibilidad ni la
de la renovacin; porque todo lo que existe, es Dios ; y Dios es
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siempre u n o , siempre idntico s mismo , siempre perfecto, siempre inmutable : y de este principio , dos consecuencias, saber :
que la ley del mundo es la inmovilidad, y la del hombre la c o n templacin y el reposo. La materializacin de la divinidad, la apoteosis de la materia, la inmovilidad de las instituciones, el reposo
como el estado natural del alma , el xtasis como el estado natural
del espritu : estas son las propiedades esenciales de la civilizacin
del Oriente, y sobre t o d o , de la civilizacin indostnica. En su
paso desde la India la Persia , la civilizacin comienza transformarse ^ la unidad terrible de Dios se rompe : el Dios, principio del
b i e n , y el Dios, principio del m a l , vienen las manos; la lucha y
el movimiento comienzan : el principio del bien no es todava un
espritu puro ; pero es ya una materia sutil, ennoblecida , espiritualizada : es la luz cuasi incorprea , opuesta al principio del mal, representado por todo lo que es corporal, grosero inmundo : el
hombre en la Persia no renuncia el combate, porque aguarda la
victoria : si un Dios pelea contra l , otro Dios combate su lado.
El indio es esclavo : el persa es ya libre. La libertad , hija del Cielo,
entra en lucha con el fatalismo , obra del h o m b r e ; en la Persia, en
nombre del principio del b i e n ; en el Egipto, en nombre del dogma
de la inmortalidad del alma; en la India, en nombre de un Dios
que es un espritu puro , seor de todas las cosas , y criador de t o das las criaturas sin confundirse con ellas. Esta lucha en que toman parte , unos despus de otros, todos los pueblos, y unas d e s pus de otras, todas las generaciones, comienza en el Oriente, y
se termina en el Occidente: nace en el Asia, y acaba en la Europa.
La Europa , representante del principio de la libertad, est r e presentada su vez por dos grandes pueblos : el griego y el r o mano. La Grecia comenz civilizarse cuando la humanidad haba
ya vuelto en s de aquel profundo estupor que sobrecogi las gentes cuando sobrevino la inundacin de las aguas. Hombres fueron
los que la ensearon el arte de cultivar la tierra y de descifrar la
escritura : la humanidad pertenecan Hrcules , el vencedor de las
serpientes; Aquiles , el domador de Ilion; Edipo, el triunfador de
la esfinge; Teseo, el perseguidor de los monstruos. El Oriente no
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madero ,
iris de paz,
que se puso
Cielo
III.
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mejor senda, ha reformado la sociedad, reformando antes al h o m b r e . El Oriente fu idlatra de la autoridad; y la idolatra de la autoridad es el despotismo : la Grecia fu idlatra de la libertad; y la
idolatra de la libertad es el desenfreno de las pasiones populares:
Roma padeci sucesivamente la enfermedad de estas dos funestas
idolatras; y fu esclava de los tumultos del foro y cela extravagancia de los Csares. En todas las instituciones polticas de la antigedad, hay un no s qu de artificioso y de efmero; en las del Cristianismo, un no s qu de natural y de estable : como que las primeras
tienen por fundamento la razn, y las segundas la naturaleza humana.; es decir, que estas se fundan en lo que hay de permanente y eterno, y aquellas en lo que hay de variable y transitorio en el hombre : por eso una sociedad cristiana, cualquiera que sea la forma de
su gobierno, ni es idlatra de la libertad hasta confundirla con la licencia, ni de la autoridad pblica hasta confundirla con el Estado..
El Cristianismo ha dado en tierra con todas las idolatras, as con la
domstica como con la poltica y con la religiosa : de esta manera
ha destruido , un tiempo mismo , la esclavitud en la familia y en
la sociedad; y la ha desterrado del comercio entre la divinidad y
los hombres : el cristiano es libre en presencia de otro h o m b r e , libre en presencia del prncipe, libre en presencia de Dios. Nadie es
libre y sumiso un tiempo mismo sino el cristiano perfecto. Cosa
singular! la Europa no ha sido estragada por el despotismo y por
las revoluciones, esas consecuencias inevitables de aquellas dos
graneles idolatras, sino cuando el protestantismo vino torcer el
curso de la civilizacin catlica, y restaurar en sus propiedades
esenciales la civilizacin pagana.
El seor Morn ha comprendido perfectamente el Cristianismo,
considerado bajo el punto de vista de su influjo en las civilizaciones
europeas. No ha comprendido menos bien la parte que pueden r e clamar en esas civilizaciones los brbaros del N o r t e , depositarios
de la civilizacin germnica, tan poderosa y fecunda. Ellos nos trajeron el amor de la libertad individual y el de la poltica, y levantaron
los nimos enervados la contemplacin de la dignidad humana.
Despus de haber procurado descubrir los principios constitutivos
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inmensas ventajas todos los cdigos de los pueblos septentrionales : las mismas que lleva en punto civilizacin el pueblo godo
todos los que invadieron el imperio , por su mayor comercio y trato
con la civilizacin romana.
Y qu diremos vista de aquellos graves concilios tan mesurados y prudentes , y de aquella pompa y magestad que circundaba
los prncipes, y de aquellos ttulos cesreos con que los apellidaban los pueblos, cuando el resto de la Europa dormia el sueo de la
barbarie, sino que la civilizacin de Espaa era la sazn la ms
adelantada entre todas las civilizaciones del mundo cristiano?
Entonces sucedi lo que debia de suceder ; que un n desastroso
se sigui luego esta civilizacin prematura , en obedecimiento de
aquella ley suprema , segn la c u l , lo que rpidamente crece, r pidamente decae ; como si el tiempo se negara consagrar todo
lo que, siendo obra de la improvisacin, no es obra suya. A poco
de este esplendor de la monarqua goda, comenzaron advertirse
anuncios ciertos de gravsimos desastres. La discordia se introdujo
la callada en el aposento de los reyes : la ambicin puso las armas
en las manos de los nobles : la doctrina del Evangelio cay en p r o fundo olvido, aun entre los prelados de la Iglesia: las virtudes militares se perdieron con el ocio; las costumbres austeras, con el
fausto. Entre tanto, los judos, parte considerable de la nacin,
atesoraban contra sus implacables verdugos, insaciables venganzas
y encendidos rencores. Por este tiempo , en fin, la parte septentrional del frica se estremeci con aquella famosa inundacin de las
tribus indomables que, abrindose paso con la espada por el mundo,
iban predicando las gentes la supersticin de Mahoma. De esta m a nera, al tiempo mismo que la monarqua goda declinaba, otro pueblo
encendido con el ardor de las conquistas se divisaba al otro lado
del estrecho, como aguardando en ademan impaciente que llegase su dia, y que sonase su hora. Todas estas cosas reunidas, y
la que para m es de peso ms g r a v e , saber, que la sociedad espaola era esencialmente democrtica , y que todas las de su e s p e cie crecen y declinan sin que baya ms que los trminos de un dia
entre su declinacin y su crecimiento, sirven para explicar cum1
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Esto en cuanto los rabes : en cuanto los cristianos , ignoraban de todo punt las artes de la civilizacin, aventajndose solo
en las artes de la guerra : p o b r e s , desposedos hasta de sus propios
hogares, peregrinos en su patria , sus nicos tesoros eran la f que
levanta los llanos y abaja los montes, y la constancia que fatiga
la fortuna. Sobrios, esforzados y robustos, luchaban un tiempo
mismo con sus enemigos y con sus speras montaas : con los primeros , para desposeerlos de sus campos; con las segundas, para
obligarlas producir entre las rocas bravias el necesario sustento.
Esta pobreza y esta ignorancia e r a n , sin embargo, fecundas; as
como la cultura refinada y el maravilloso explendor del imperio
rabe eran de todo punto estriles. Ni podia ser de otra manera, si
se advierte que los cristianos guardaban en su pobreza dos inmensos tesoros : la verdadera noticia de Dios, y la doctrina del Evangelio ; mientras que los rabes llevaban en s mismos los dos estorbos mayores para adelantarse en el camino de la civilizacin; una
noticia falsa de la divinidad, y una doctrina absurda : el fatalismo.
Por eso, los primeros alcanzaron la victoria, y se solazaron ocho
siglos despus en- los crmenes de Granada : por e s o , los ltimos
fueron relegados al fin al otro lado del estrecho : su falsa civilizacin
no era. en realidad sino la barbarie..
El seor Morn ha acertado poner de bulto estas cosas y otras
muchas que es necesario omitir para no prolongar demasiado este
artculo : su erudicin es muy g r a n d e : su juicio, casi siempre acertado , siempre atendible : entre las lecciones que han llamado ms
mi atencin, no pasar en silencio la que se refiere al establecimiento del feudalismo en Espaa, en los tiempos que siguieron i n mediatamente la invasin sarracnica, y la que tiene por objeto
tejer la historia de las rdenes monsticas. Una y otra son dignas de
la ms seria meditacin por parte de los eruditos y de los filsofos
versados en estas graves materias. Afean el estilo algunas incorrecciones : le falta color algunas v e c e s , y otras n e r v i o ; imperfecciones ligersimas y fciles de quitar , sobre las que llamo la a t e n cin ilustrada del seor Morn, porque es digno de la crtica, y
porque estoy seguro de que no consentir que su o b r a , hecha para
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]a posteridad , lleve al tribunal que la aguarda , esos pequeos lunares. Entre tanto, no puedo menos de recomendar encarecidamente la lectura de una obra que merece un alto lugar entre la
pocas graves publicadas en lo que \ta corriendo de este siglo.
APUNTES
SOBRE
DISCURSO.
SEORES:
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potestas.
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III.
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algunas
de sus amigos,
y le digeron
algunas
palabras.) Este fu el gobierno del general Espartero ; no quiero decir m s ; aunque mucho pudiera aadir : esto basta. Alwra bien,
seores; vista de estos escndalos , que no esceden, pero igualan
los que ha habido en otras ocasiones , no ser ya tiempo de aplicar el remedio ya probado en nuestra historia?
Y aqu, seores , vuelvo el pensamiento hacia un agero felicsimo para Espaa y para Doa Isabel II. Por una casualidad muy
singular, cuasi todos los reyes que han empezado reinar antes
de la edad que la ley tenia sealada , han dejado un sulco luminoso
en la historia. D. Alfonso VIII fu aquel varn insigne , aquel esforzado guerrero que, en la siempre celebrada batalla de las Navas
de Tolosa, humill la altivez de las huestes agarenas. Fernando III
de Castilla es aquel rey privilegiado de Dios, delicia de sus vasallos,
terror de sus enemigos, prudentsimo en ios consejos, santo en su
vida y santo en su muerte , que ech los cimientos de esta sociedad
catlica, y clav el estandarte de la Cruz en las almenas de Sevilla.
A vista de estos ejemplos, aceptemos los ageros que la historia
nos ofrece, y declaremos la mayor edad de Doa Isabel I I : quesea
este el smbolo de esa unin proclamada en nombre de la Reina y
de la patria , de osos dos nombres los ms bollos en todos los idio-
APUNTES
SOBRF.
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hay un tio por parte de padre, que reclama para s la tutela del rey
nio : en uno y en otro, los parciales del tutor testamentario (Cristinos y Castros) vienen las manos con los parciales del detentador
de la tutela (Esparteristas y Laras), llenando de luto y sangre
Castilla. En uno y en otro, en fin, el usurpador sale de la escena
trgicamente. El condeD. Manrique, muriendo como caballero en
el campo de batalla; el conde de Luchana , huyendo como cobarde
del territorio espaol.
Sucedi en el reino D. Alonso el de las Navas su hijo D. Enrique el I , cuando rayaba apenas en los once aos de edad : y como
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prudencia. Venci los unos con promesas, cautiv los otros con
halagos, algunos rindi con amenazas, y todos, sembrando
la callada en sus campamentos el frtilsimo grano de las discordias. Muri el rey D. Fernando en la flor de su edad, habiendo
debido la corona con que ci su frente la tierna solicitud y la
sabidura de su madre.
Vino despus el reinado de D. Alonso el X I , llamado el del Salado y de las Algeciras, que naci , corriendo el ao 1 3 1 1 . Fu hijo
de D. Fernando el Emplazado, de quien acabamos de hablar, y de
la reina Doa Costanza. El primer ao de su reinado fu el segundo
de su vida. Su padre habia manifestado su voluntad de que su crianza corriese cargo de Doa Mara, su abuela : mas su madre se la
habia confiado su tio el infante D. Pedro : con lo cual se levantaron luego sobre su tutora y crianza grandes turbaciones. A la muerte del rey su padre se hallaban, su abuela Doa Mara en Valladolid,
y su madre Doa Costanza en Martos. D. Pedro hizo por su parte
proclamar al rey D. Alonso, y levant en su nombre el pendn
real en Jan. D Pedro y Doa Costanza se ligaron entre s , h a ciendo causa comn; pero entre tanto, el infante D. Juan tio del
rey, y hermano de D. Sancho, su abuelo , que estaba en Valencia,
y D. Juan Nuez de Lara, que estaba en Portugal, arrojados a m bos de Castilla causa de los pasados disturbios, despus de h a berse concertado, se presentaron en Valladolid para ponerse al servicio de la reina Doa Mara. A estos se agregaron despus el
infante D. Felipe, tio tambin del rey, hermano de su p a d r e , y
D. Juan Manuel, hijo del infante D. Manuel, hombre poderoso en
el reino de Murcia. Los pretendientes pensaron, antes que en todo
lo dems, apoderarse del rey, que estaba la sazn debajo de la
guarda del obispo electo de Avila D. Sancho Blazquez, y custodiado
por la lealtad tradicional de los naturales de aquella ciudad insigne.
Avila, como lo tenia de costumbre , resisti todos los pretendientes. Para dar todas estas cosas asiento , se convocaron cortes para
Palencia en nombre de la reina Doa Costanza. Entre t a n t o , todo
era confusin, desorden y anarqua. El Estado ni tenia rey ni r e gente que le gobernase : la justicia haba.perdido su fuerza , y su
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vigor todas las leyes. Las ciudades y las villas estaban merced de
los soldados. Los hidalgos y nobles caballeros se veian precisados
seguir una parcialidad; porque la muerte segua de cerca los
neutrales. Los infantes y prncipes ya dichos talaban toda la tierra, y
tomaban lo de sus vasallos y lo del rey para mantener sus ejrcitos.
Reunironse, por fin, las cortes convocadas; y dieron al mundo
un espectculo no visto antes en la historia : divididos entre s los
procuradores de las ciudades y villas , los que seguan la voz del
infante D P e d r o , se congregaron en el convento de San Pablo de
la orden de Santo Domingo, y los partidarios del infante D. Juan en
el de San Francisco; y sin llegarse ver de consuno , ni consentir
en la formacin d una asamblea general, eligieron los unos por
tutor al infante D. Juan, y los otros al infante D. P e d r o , j u n t a mente con la reina Doa Mara. Lo nico en que se concertaron,
fu en que cada ciudad villa quedase por el tutor que habia elegido , y en que para cada tutora hubiese sellos del r e y ; lo cual fu
romper de todo punto la unidad poltica del Estado, y repartir los
trozos del cuerpo de la nacin entre los desapoderados tutores.
Este concierto dur poco , como quiera que lo que es absurdo, dura
poqusimo. Habiendo corrido las cosas de D. Pedro con alta , y las
de D. Juan con baja fortuna, se mostr el ltimo ms dispuesto
darse partido; y se convino, primero, en el convento de Palazuelos, y se asent , despus , por cortes en Burgos, que el gobierno del reino estuviese cargo del consejo real, de la cnancillera, como se llamaba entonces, la cual debia seguir siempre al
rey y guardar los sellos reales, rompindose por consecuencia de
este acuerdo los que se haban hecho para los tutores. Acordse
tambin que la tutora fuese una, y que la ejerciesen los clos infantes , juzgando cada uno los pleitos menores en las ciudades y villas
que le haban elegido, sin enagenar tierras, ni rentas, ni hacer
gracia de los dineros del rey ; y que la reina Doa Mara fuese t u tora tambin y se encargase de la crianza del rey su nieto; y por
ltimo, que en falta de cualquiera de los tutores, no se nombrase
otro , sino que, por el contrario , la tutela toda se conservase en el
que quedase vivo.
49
III.
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54
;>j
reyes.
DICTAMEN Y DISCURSO
OBRE EL PROYECTO DE
REFORMA
D E L A CONSTITUCIN D E 1837
ADVERTENCIA D E L EDITOR.
DICTAMEN
D E L A COMISIN S O B R E L A R E F O R M A
D E L A CONSTITUCIN D E 1837.
(5 de Noviembre de 1844).
I.
63
el Constitutione
Regs:
esta
C4
gida con grandes miserias y castigada con imponderables tribulaciones. Sobre ella haban venido de mpetu y la vez todas las calamidades. Guerras civiles sobre la sucesin de estos reinos; contiendas sobre la manera y forma en que la nacin habia de ser
constituida y gobernada; tomas y saqueos de ciudades populosas;
afrentas hechas la Magestad; levantamientos populares.
En aquellos das, sin embargo, cuyo recuerdo ser para Espaa
perpetua materia de dolor, fue cuando las Cortes pusieron sus manos y su entendimiento en aquella empresa gloriosa, que pesar
de los rugidos del motin y del clamor de la guerra llevaron v e n turoso remate. La Constitucin de 1837 parece hecha de propio intento para contrastar con el estado de la nacin, cuando la anarqua
se habia dilatado ya por todos sus mbitos. Las Cortes consagraron
los grandes principios del orden social al tiempo mismo en que todo
era en la sociedad desmanes y desafueros : levantaron el trono
una regin altsima al tiempo mismo en que manos torpes irreverentes le bajaban de su altura ; y por ltimo , cuando la nacin, con
ultraje de su magestad, doblaba su cuello ante las insurrecciones,
ellas abrieron las zanjas y echaron los cimientos de la libertad espaola.
A vista de esto no parecer extrao el jbilo universal con que
aquella Constitucin fu recibida por todos los partidos. Aficionse
ella el vencedor porque era s u y a , y el vencido porque vio con
asombro consignados en aquel cdigo fundamental algunos de los
grandes principios en cuyo nombre y por cuya gloria habia peleado
y perdido tan grandes batallas. No significaba esto que la Constitucin no tuviese aqu y all lunares que afeaban su hermosura : h a llbanse en ella principios quo no haban sido hechos para estar
juntos, y que, ms bien que parles ajustadas entre s de un compuesto regular, eran piezas perdidas de diversas constituciones,
puestas all por el legislador caprichosamente y al acaso. Ni podia
ser de otra manera, si se atiende la grande aunque insensible i n fluencia que tiene siempre el estado poltico y social de una nacin
en el nimo de sus legisladores. No hay entendimiento tan levantado, ni voluntad tan firme, ni alma tan resguardada y duea de s,
(;.") -
que no deje libre alguna puerta por donde se abran paso las cosas
que estn en otros entendimientos, en otras voluntades y en todas
las almas. Cmo, pues, habian de resplandecer en la Constitucin
de \ 837 los principios de la libertad y del orden con toda su limpieza , cuando la sociedad estaba entregada la anarqua ? Lo que
habian antevisto los ingenios ms eminentes, lo echaron de ver, acabada la obra, tos hombres ms entendidos , y despus de planteada
la Constitucin, hasta los ingenios ms rudos.
Aun as y todo, la miraron con religiosa reverencia tos hombres
de buena voluntad todo el tiempo que dur el estrpito de las a r mas, que fue largo , y el incendio de nuestras discordias , que lejos
de aplacarse y extinguirse, iba embravecindose por instantes. Los
escndalos se siguieron unos otros con una rapidez pavorosa,
hasta que despus de todos vino aquel gran levantamiento q u e ,
dando al traste con el desvanecido dictador, mostr las gentes
cuan limitados son los trminos de la fortuna.
Siguise despus la declaracin de la mayor edad de nuestra
Reina, y con esto se deshicieron aquellos nublados y se apag lentamente el fuego de aquellas discordias : hoy dia el cielo est limpio, y la sociedad hasta cierto punto en reposo; y sin embargo, este
estado de cosas no puede durar largo tiempo , como quiera que es
de todo punto incompatible con la dominacin de ciertos principios
consagrados en nuestra ley.poltica la tranquilidad permanente del
Estado. La sociedad no puede estar bien regida y gobernada cuando
los pueblos estn gobernados y regidos por corporaciones populares ; y all donde un ejrcito numerossimo est debajo de la mano
de los que obedecen , no pueden cumplir su encargo los que m a n dan.
Yerran grandemente los que creen que la inobservancia de la
Constitucin ha sido debida por una parte la falta de aquellas leyes
queson su indispensable complemento, y por otra, nuestras grandes discordias y nuestras ruidosas alteraciones; los que son de
este sentir, caen en el error de confundir los efectos con las causas.
Si la nacin no ha sido gobernada dignamente, consiste esto en que
no pueden serlo las naciones en donde la insurreccin es un d e rogo ni.
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recho y est acreditada la mxima de que la Milicia nacional insurreccionada es el pueblo mismo, que lleva en las puntas de las b a y o netas el memorial de sus agravios. Si la nacin carece todava de
leyes orgnicas, esto consiste en que la buena organizacin del
Estado no se compadece con la constitucional de los ayuntamientos.
Por lo que hace nuestras alteraciones y disturbios , lejos de haber
contribuido poner como de bulto y en relieve los"graves defectos de la Constitucin, han contribuido poderosamente oscurecerlos. Los desventurados espaoles no podan clavar en ellos su vista,
cuando estaban llorando con entrambos ojos la suerte de Espaa.
En vista de estas razones., la comisin entiende : lo primero,
que solo reformando la Constitucin en aquellos puntos que ofrecen
un obstculo invencible al alianzamiento del orden y la completa
organizacin de la administracin pblica, ser cosa-hacedera plantear de una vez todas las leyes orgnicas, que son el complemento
de nuestras instituciones, y afianzar para lo futuro la tranquilidad
del Estado; lo segundo, que ninguna ocasin es ms favorable para
corregir las faltas de una Constitucin hecha en tiempos turbados y
de minoras , que aquella en que los tiempos comienzan despejarse , y en que el R e y , llegado su mayor edad, toma en sus manos
el cetro de sus mayoreSi
La comisin entiende ademas que la reforma sera cosa imposible en adelante bajo el imperio de las mximas condenadas en este
escrito; el orden no puede existir sino como excepcin de la a n a r qua. Si hoy existe, merced al concurso de circunstancias prodigiosas y un favor especial de la divina Providencia , mostremos
la nacin que somos acreedores aquellos favores especiales, aprovechando estos instantes fugitivos en levantar un edificio tan firme,
que pueda hacerse fuerte en l contra el empuje de las revoluciones. Solo as obraremos como hombres entendidos., y tendremos la
aprobacin de los prudentes. El tiempo puesto nuestra disposicin
es muy b r e v e ; es el intervalo imperceptible que hay entre las mximas anrquicas y la anarqua; entre un principio y sus consecuencias naturales. Maana tal vez ese intervalo habr pasado; y la
mano de la revolucin vendr llamar nuestras puertas. En vano
67
I.
La comisin se cree obligada hacer aqu algunas observaciones generales, que servirn para que el Congreso se forme una idea
cabal, no solamente de los lmites que la comisin se ha puesto s
misma, sino tambin de los principios que ha seguido, sacados de
la naturaleza de su encargo.
La comisin se ha abstenido, como de cosa vedada, de poner la
mano en aquellos artculos de la Constitucin que h respetado el
Gobierno , temerosa de traspasar sus facultades y de hacer ms variaciones en la ley fundamental de las que al Estado conviene. La
comisin, por otra parte, ha credo que caera en un gravsimo y e r ro, indigno de perdn, si ensanchara desmesuradamente el campo
de estas discusiones, que no dejan de ser peligrosas, porque sean
inevitables.
En las enmiendas que propone los artculos por el Gobierno
reformados, no se ha llevado generalmente otro fin sino el de poner
ms de bulto la propia idea del Gobierno : si alguna "vez se ha atrevido retocar esa idea, su atrevimiento > hijo de su conviccin , no
ha estado exento de cierta timidez aconsejada por la prudencia en
estos negocios mayores. Aun as y todo, no ha credo conveniente
llevar cabo estas enmiendas, sino cuando el Gobierno mismo las
ha hecho suyas, por decirlo a s , despus de un examen detenido y
de una deliberacin reposada
Entre las reformas propuestas por el Gobierno hay algunas de
G8
fiO
70
'
~ . 72
des desventuras tienen'el indisputable derecho de que los gobiernos pongan en ellas sus ojos para mitigar sus dolencias , no le tienen para alzarse con el gobierno de las sociedades humanas. Solo
entendida de esta manera la idea de la fraternidad de todos los hombres , puede ser benfica , civilizadora y fecunda. Los grandes es-,
tremecimientos que de vez en cuando padece la Inglaterra, las dos
revoluciones de Francia , nuestros grandes alzamientos y nuestros
vergonzosos motines, no significan otra cosa sino aquel estado permanente de lucha en que estn los que ponen el Gobierno en las
clases acomodadas con la condicin de tender una mano llena de
socorro los menesterosos, y los que entienden que la idea de
la fraternidad exige que vaya parar manos de una d e m o cracia turbulenta el gobierno de las naciones. Al propio tiempo que
estas grandes ideas de igualdad, de fraternidad y de derecho c o mn van ganando terreno en todas partes, las instituciones aristocrticas van desapareciendo de la tierra. En Francia no existen,
en Austria no son otra cosa sino un 'glorioso recuerdo , y en Inglaterra no batallan por la victoria, sino por la vida. Para encontrar
una aristocracia vigorosa, es menester tocar con la mano al polo.
Por lo que hace nuestra Espaa, aqui los ilustres descendientes de aquellos varones insignes que llevaron la fama del p u e blo espaol.hasta los ltimos remates del m u n d o , nada piden de
su riqusima herencia, sino la gloria y la obligacin en que estn
de dejar bien puesto el nombre d sus mayores.
Guiada por estos principios, entr de lleno la comisin en el
examen de las cuestiones relativas la constitucin del Senado.
Propusironse por algunos de sus individuos varias combinaciones
ms menos ingeniosas: la comisin empero , ntimamente persuadida de que en negocios de tan grave trascendencia no hay novedad que no'ofrezca su peligro, resolvi cerrar la puerta todas las
novedades.
En esto no hizo otra cosa sino seguir los instintos poderosos
puestos por Dios en las sociedades humanas para que se sirvan de
ellos como de un fortsimo escudo contra avenidas de opiniones extravagantes y nuevas. Merced estos instintos salvadores , la v e r -
?a
dad no es para las sociedades sino lo que purifica la discusin y lo
que sanciona el tiempo.Entre los sistemas ensayados hasta ahora con diferentes sucesos
en la organizacin de los Senados conservadores, hay dos principalsimos, cada uno dlos cuales lleva envueltos grandes inconvenientes con grandes ventajas. El Congreso conocer que se trata
del sistema electivo y del hereditario; el ltimo da por resultado la
independencia, la estabilidad, la grandeza en las concepciones, la
perseverancia en los designios. A vuelta de estas ventajas tiene muy
graves inconvenientes : la inflexibilidad, cosa contraria al oficio
para que los Senados conservadores han sido inventados; el e x c e sivo apego las tradiciones, causa de grandes rompimientos con las
opiniones reinantes; y por ltimo , el egosmo familiar y de casta,
que da en rostro los pueblos.
Esto considerado en s misino, considerndole en su relacin
con el principio fundamental del gobierno , es de todo punto imposible all donde el principio democrtico , tomada esta palabra en su
significacin verdadera, es el que vivifica las instituciones; y ms
imposible todava donde este principio aade la legitimidad que
recibe de la ley la que le viene derechamente de la historia. Esto
cabalmente sucede en nuestra Espaa, donde las clases acomodadas tienen en su mano el gobierno de la nacin por beneficio de
la ley, y donde el pueblo fu siempre el ms monrquico de la tierra, porque la monarqua ha sido en toda la prolongacin de los tiempos la ms democrtica del mundo. Estas consideraciones han m o vido el nimo de los individuos de la comisin desechar de todo
punto el principio hereditario en cualquiera institucin que no sea
la monarqua.
Desechado definitivamente el hereditario, era forzoso venir
parar al electivo. Considerado este sistema en general, tiene la v e n taja de ser consonante con el principio que es el cimiento sobre que
se funda y levanta en las sociedades modernas todo el edificio constitucional de los pueblos libres. No ignora la comisin cuan divididos andan los pareceres sobre la bondad intrnseca de este sistema
de eleccin , aplicado como un remedio universal todas las cosas;
71
y si su encargo fuera decir lo que sobre l entiende, no estara lejos de ponerse del lado de los que creen que lejos de mitigar,
agrava muchas veces las dolencias del Estado. La comisin empero,
respondiendo solamente aquello sobre que ha sido preguntada,
prescinde de todo punto del principio considerado en s, y se limita
consignar como un hecho evidente, que aplicado la organizacin de la asamblea conservadora , la pone en consonancia con las
otras instituciones.
El Senado puede ser electivo de dos diferentes maneras, segn
que la eleccin, viene del pueblo procede del rey. La comisin no
podia vacilar un solo instante entre estas dos elecciones, como
quiera que la real saca la popular grandes y conocidas ventajas,
por cuanto con la. unidad que dimana, del principio establece entre
el Senado y el Congreso la diversidad que procede de su origen.
Proponiendo, como el Gobierno de S. M , , que sea ilimitado el n mero de Senadores, la comisin d al Senado la flexibilidad que
necesita en el curso vario de los sucesos; exigiendo ciertas cualidades y circunstancias en el que ha de ser nombrado Senador , y
que el cargo que se le confiara sea de por vida, ha procurado que.
alcance esta institucin la conveniente independencia. A pesar de
todo, la comisin recela que un Senado electivo ha de carecer siempre de aquella independencia absoluta que es tan de desear en esas
intituciones, que.son como las medianeras entre los reyes y los pueblos.
Este inconveniente 'grave de suyo es sin embargo menos grave
en Espaa que en otras naciones. La teora de la independencia de
las tres grandes instituciones en cuyo consensus reside la soberana,
y que juntas son la potestad suprema del Estado, descansa en la suposicin de que cada una de ellas est dotada de una fuerza interior
igual la dlas otras, que la vivifica y mantiene. Esta suposicin no
es valedera en nuestra Espaa, en donde acabamos de salir de un
reinado de minora, entre los turbulentos turbulentsimo y desastroso aun entre los que nos sealan las historias como llenos de desventuras y desastres. En estos casos el trono no puede ser independiente sin una institucin que le sirva como de arrimo, y que est
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Constitucin.)
DISCURSO
PRONUNCIADO E N E L CONGRESO
EL 16 D NOVIEMBRE DE
1844.
SEORES:
tenia un propsito firmsimo de no tomar parte ninguna, de
tomarla muy escasa en las discusiones del Congreso en la presente
legislatura, siendo la causa de esta determinacin razones que me
son personalsimas.' Si hoy falto mi propsito , es por la gravedad
del asunto, asunto que ha comenzado ser grave desde que el
Seor Tejada le p u s o , digmoslo as, discusin con su discurso :
asunto cuya gravedad se aumenta todos los dias, y asunto que debe
ser definitivamente resuelto por el Congreso. Yo c r e o , seores,
que debe ser resuelto en contra del principio hereditario, porque
el principio hereditario no es hoy dia un principio espaol, ni un
principio europeo. Por consiguiente, es un principio que con n i n gn ttulo puede tener entrada en las constituciones de los pueblos
libres, y principalmente en ciertas naciones.
SU
Espaa, seores, ha sido siempre una monarqua; esa monarqua en toda la prolongacin de los tiempos ha sido una monarqua
religiosa; esa monarqua en toda la prolongacin de los siglos ha
sido una monarqua democrtica. La monarqua ! Ved ah para nosotros la verdad poltica. El catolicismo! Ved ah para nosotros,
para todos, pero para nosotros especialmente, la verdad religiosa.
I La democracia! H ah para nosotros la verdad social. El catolicismo , la monarqua , la democracia , ved ah por completo la verdad
espaola. Explicar lo que entiendo por monarqua democrtica.
Claro est, seores, que en cuanto la monarqua y la religin,
como elementos constitutivos de la civilizacin espaola, no necesito explicarme, porque mis ideas'no son impugnadas por nadie y
son. conocidas de todos. Cuando yo hablo de la monarqua democrtica, de gobierno democrtico, no hablo de la monarqua de las turbas. La monarqua democrtica es aquella en que prevalecen los
intereses comunes sobre los intereses privilegiados, los intereses
generales sobre los intereses aristocrticos. Esta es la monarqua
democrtica.
Yo no necesito demostrar, seores, que Espaa ha sido siempre
una monarqua, siempre una monarqua religiosa. Nada, pues,
tengo que decir acerca de la verdad poltica ; nada acerca de la verdad religiosa; tengo que decir algo sobre la verdad social, porque
es lo que se pone en duda.
La monarqua espaola naci en Asturias. Yo no veo all, seores, ni un rastro de aristocracia. Yo veo all un rey que representa
la monarqua, veo sacerdotes que representan la Iglesia, veo soldados que representan el pueblo. La aristocracia vino despus; vino
cundo debia v e n i r , vino con la guerra y por la g u e r r a , porque
donde hay guerreros hay aristcratas. Entonces, seores, s e . l e vant el castillo feudal, smbolo de la aristocracia, y no se puso al
lado del trono, se puso en frente. De modo que el trono, para d e fenderse contra sus enemigos, acudi sus aliados, y al lado del
castillo feudal levant un monasterio, smbolo de la Iglesia, y un municipio , smbolo del pueblo. Asi, seores, hubo dos guerras al mismo tiempo en Espaa, una guerra extrangera y una guerra civil.
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La guerra extrangera era entre espaoles y rabes , entre el catolicismo y el mahometismo ; la guerra civil era entre la aristocracia
por una parte, y la democracia, la monarqua y la Iglesia por otra.
Lo ms singular, seores, de estas dos guerras, lo ms singular, y
este es un espectculo singularsimo en nuestra historia, es que estas
dos guerras empezadas al mismo tiempo acabaron, puede decirse ,
casi en un mismo dia, en tiempo de los Reyes Catlicos, Reyes gloriosos , felicsimos, que en un mismo dia acabaron con la guerra
civil allanando por tierra los castillos feudales, y la guerra extrangera clavando el estandarte de la Cruz en los muros de Granada.
No es extrao, seores, que siendo este el espritu, el v e r d a dero espritu de nuestra historia antigua, se haya obrado en Espaa
un fenmeno singularsimo tambin , que es, que el amor del p u e blo hacia sus reyes ha llegado hasta el frenes, y el amor de los r e yes hacia sus pueblos hasta la locura.
Tres grandes naufragios ha corrido la monarqua, uno en tiempo
de los godos, cuando la irrupcin sarracena; otro en tiempo de Napolen, cuando la invasin quiso acabar con la dinasta de los Borbones, y otro finalmente en nuestros dias, cuando quiso alzarse con
el poder soberano un soldado de fortuna. Pues b i e n : en estos tres
naufragios, despus de Dios, quien ha salvado la monarqua es el
pueblo. En Guadalete se perdi una monarqua , y el pueblo levant dos en los montes de Cantabria; la de Iigo Arista , y la de P e layo. La invasin Napolenica , para acabar con nuestra dinasta ,
redujo al rey prisiones; y el pueblo dijo : el rey est preso?
Viva el rey, y clav el estandarte nacional en las murallas de
Cdiz. Qu ha sucedido en la ltima poca? Ha sucedido que Dios
abandon al que se quera alzar con el poder soberano , y le entreg la justicia del pueblo, y el pueblo ha hecho inexorable
justicia.
Hay m s , seores : el pueblo se ha hecho viajero para viajar
con nuestros reyes ; se ha hecho conquistador para darles sus conquistas. Con nuestros reyes y por nuestros reyes entramos en Portugal y nos hicimos seores de Lisboa: pasamos el Estrecho , y nos
derramamos por las playas africanas : visitamos la Italia , la F r a n TOMO
III.
f,
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cia, los Paises-Bajos y la Alemania; y no teniendo el pueblo espaol nuevos florones con que coronar sus reyes, fu en seguimiento
de Colon para poner sus plantas un nuevo imperio y un nuevo
mundo.
Esto en cuanto al pueblo. Por lo que hace los r e y e s , he d i cho que su amor hacia el pueblo habia rayado hasta la locura. Y
he dicho b i e n , porque he dicho una verdad comprobada por la
historia. Vanse si no esos fueros, esas cartas pueblas, cuyas concesiones fueron tan extraordinarias fueron tan gigantescas, que
llegaron ser absurdas ; y si los reyes no hubieran mirado por s
tiempo , hubieran concluido por amor al pueblo con toda la m o narqua. As e s , que desde el siglo xi al siglo xiv, el municipio en
Espaa es una cosa independiente del Estado; es una persona civil
que contrata y tiene propiedades; es una persona religiosa que
tiene una Iglesia donde celebra el nacimiento , el matrimonio y la
muerte : es una persona hasta cierto punto independiente, porque
ajusta tratos de p a z , porque declara la guerra, porque combate
con sus capitanes, con sus pendones, con sus soldados; y en fin,
seores, lo ms absurdo y extravagante , pero que no por eso deja
de ser cierto, es que el municipio era una persona nobilsima, p o r que tenia su escudo de armas. Es decir, que nuestros reyes llevaron tal punto su amor hacia el pueblo , que hicieron noble la
plebe.
No se crea por esto , seores , que yo soy enemigo de la aristocracia. Lo contrario me sucede y debo confesarlo. El espectculo
de esa decadencia general, de esa decadencia simultnea de todas
las aristocracias, me entristece profundamente, como me entristece
la desaparicin de todas las grandes instituciones que han dejado
una huella profunda en la historia. Yo admiro al senado romano,
esa aristocracia dominadora y soberbia que tuvo sujeto al mundo.
Admiro al Patriciado ingls , esa aristocracia pujante que en donde
pone la vista funda un imperio. Dir m s : debo confesar mi flaqueza : me he sorprendido m mismo con las lgrimas en los ojos
al ver la desaparicin de todas esas aristocracias, porque yo lloro
cien veces de admiracin por una vez que llore de ternura. Pero
S:
hay una cosa que quiero ms, que admiro ms que la aristocracia i y es la humanidad; y la humanidad est ms bien representada por la democracia que por la aristocracia.
As es , seores, que yo creo que aceptando el principio h e r e ditario, es decir, el principio aristocrtico, edificamos sobre arena.
Creo ms, y es que por aceptar, no el principio sino los instintos
aristocrticos, se ha perdido el partido moderado. Seores, yo
creo que no hay ms que un medio de gobierno para las naciones; y ese medio es reunir en un solo punto todos los elementos
constitutivos de la nacin que se trata de gobernar. En Espaa para
gobernar se necesita reunir en un solo centro todos los elementos
constitutivos de la nacin espaola. Y cules son estos elementos?
La religin , la monarqua y la democracia; un partido que no sea
l mismo tiempo monrquico, religioso y democrtico, no puede
gobernar bien. Un partido que no reconociera ningunos de estos
principios, no podra existir siquiera: y los partidos que renan
alguno algunos de estos principios, pero no todos, sern unas veces gobernados, y otras gobernantes: unas vencidos, y otras vencedores.
Sabis por qu existe el partido carlista ? Porque rinde vasaHage algunos de estos principios. Sabis por qu existe el partido exaltado? Por lo mismo. Sabis por qu existe el partido m o derado? Por igual razn. Y por qu no dominan exclusivamente?
Porque ninguno los ha reunido completamente. El arte, p u e s , de
gobernar es el arte de r e u n i d o s : y este es el verdadero gobierno
de las naciones. Examinar esta cuestin, puesto que el Congreso
parece que no lo oye con desagrado.
A la muerte del rey se parti Espaa en dos bandos poderossimos. El uno sigui las banderas del pretendiente : el otro el estan^
darte de la reina de Espaa. Considerados en general, uno y otro
partido reconocan la democracia; uno y otro profesaban la misma
religin; uno y otro defendan la monarqua. En general, h a b l o ;
pero la defendan de distinta manera. El partido absolutista era el
representante de la monarqua, es v e r d a d ; pero la monarqua que
representaba; era la monarqua austraca, que es un parntesis en
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36
DISCURSO
SOBRE
DOTACIN D E L CULTO Y C L E R O ,
PRONUNCIADO EN EL CONGRESO EL 15 DE ENERO DE 1845.
que
gobierno
"de S. M. presentar las Cortes, antes de transcurrido este plazo, un proy>yecto de ley definitivo sobre este asunto, en el cual se atender, un tiempo
mismo, la manutencin del clero, y la justa independencia
de la Iglc-
DISCURSO
SOBRE
SEORES:
92
93
es el hombre una contradiccin permanente? La misma razn tendra , hablando del hombre, quien dijera que era el ms dbil, que
quien dijera que era el ms grande de todos los seres creados. Y si
n o , seores, ved un nio que n a c e , y un animal que nace t a m b i n : ponedlos j u n t o s ; si el uno es devorado, el devorado es el
nio; ved aqu por qu es verdad que el hombre es el ms dbil de
todos los seres creados ; pero dejad crecer ese nio , tal vez se llama Platn, tal vez se llama Newton, y con su memoria abarca todo
los tiempos pasados, y con su esperanza todos los futuros , y con su
inteligencia comprende Dios y mide el curso de los astros; h
aqu cmo el h o m b r e , al mismo tiempo que el ms dbil, es el ms
grande de todos los seres creados. Todo lo que puede decirse de las
revoluciones, puede decirse tambin del h o m b r e ; no nos apresuremos ni condenarlas, ni santificarlas de una manera a b s o luta ; nada de esto absolutamente es verdad ; en la tierra todo est
confundido; las revoluciones son, como el hombre, una mezcla de
bien y de m a l , de grandeza y de pequenez, de debilidad y de
pujanza, de luz y de tinieblas.
Voy ahora la cuestin principal. Decia , seores, que en esta
cuestin habia complicada una cuestin econmica con una cuestin
poltica y con una cuestin religiosa ; complicacin que no existira
si no se tratara del clero espaol y del gobierno de Espaa. En efecto , seores : supongamos que no se tratara sino de mantener una
clase cualquiera de funcionarios pblicos: la cuestin, aunque grave
por ser de hacienda, seria relativamente sencilla, estara reducida
establecer segn los buenos principios econmicos una contribucin nueva, aumentar la cuota de las existentes. Supongamos
tambin que se tratase del clero en una nacin donde los gobiernos
son indiferentes todas las religiones : la cuestin seria tambin
sencilla, porque se consideraran los ministros del altar como funcionarios pblicos. Pero no se trata de e s o , seores; se trata del
clero y del gobierno catlico de Espaa; y esta situacin es gravsima ; ella es el origen de grandes derechos para el clero , as como
para el gobierno lo es de grandes obligaciones.
S , seores , que hay quien sostenga , y es necesario creer que
91
95
Quin se r i a , se
rie de Cicern.
El Estado , p u e s , seores, siendo religioso, y la sociedad de la
Iglesia siendo independiente,- el Estado debe respetar ante todo la
independencia absoluta en lo espiritual de la Iglesia, y debe r e s p e tarla del mismo modo , en los mismos grados, hasta el mismo punto
que la Iglesia debe respetar la independencia del Estado; porque
)G
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III.
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las acusaciones ms terribles: unos ramos absolutistas, otros carlistas , y todos ramos reaccionarios. Y qu sucedi ? Que nosotros
nos lavamos, en las aguas vivas de aquella discusin, dlas manchas
de esa calumnia. La discusin en los gobiernos de discusin es siempre buena.
Cmo seremos, seores, populares democrticos, en el buen
sentido de esta palabra? Cmo? Confiriendo el derecho electoral,
abriendo las puertas de este Parlamento los que tienen y los
que saben : para qu ? para que hagan prevalecer en los consejos
del prncipe y en la opinin pblica los intereses comunes. No les
daremos m s , porque darles ms seria darles el gobierno, y el gobierno en una monarqua es cosa del rey. No les daremos tampoco
menos, porque dejaramos sin garanta los intereses comunes.
Cmo seremos democrticos, en el buen sentido de la palabra?
Seremos democrticos, dando al pueblo aquella educacin religiosa
que tienen derecho lodos los seres morales, aquella educacin,
aquella instruccin que tienen derecho todos los seres inteligentes, dndoles el pan que tienen derecho los seres que viven y
trabajan; lo seremos, en fin , seores, dndoles una participacin
completa , no escatimada , en todo lo que tenga relacin con los
intereses materiales y locales. No daremos ms al pueblo porque
seria abrirle las puertas de la poltica y abrir las puertas de las
revoluciones; pero no le daremos m e n o s , porque sera faltar
aquella suprema equidad que debe presidir al repartimiento de todos los beneficios sociales.
Cmo seremos , en fin , religiosos? Lo seremos, adoptando el
pensamiento de mi enmienda. Seremos religiosos, procurando al
mismo tiempo la subsistencia del clero y la independencia de la
Iglesia. Tampoco daremos menos al clero , porque darle menos s e ria echar por el camino de la impiedad ; no le daremos ms tampoco, porque darle ms seria echar por el camino de las reacciones.
Tales son, seores, las concesiones que yo creo que deben hacerse todos los partidos para fundar un partido verdaderamente
nacional, para fundar impartido que est seguro de sostener las
instituciones del pais, porque est seguro de vencer todos los part-
104
dos. Yo bien s , seores, que cada uno de los partidos que nos
dividen, dir : eso es poco. A m no me importa nada eso : lo que
me importa es que la nacin diga : eso es bastante, porque lo
que mata, es el silencio, es la indiferencia de las naciones.
Solo me resta pedir al Congreso su perdn por haberme quiz
excedido hablando de cosas que no pertenecen la cuestin; pero
habiendo visto que el seor E g a a , el seor Canga Arguelles y el
seor Ministro de Hacienda habian hablado de estas cosas, he querido dar alguna extensin ms de la conveniente mis ideas.
DISCURSO
SOBRE
LOS
PRONUNCIADO
REGIOS
EN EL CONGRESO
ENLAZES,
EL
17 D E S E T I E M B R E
DE
1846;
Sea cual fuere la importancia que el lector atribuya los hechos y cuestiones sobre que versa el siguiente discurso de D O N O S O , como quiera que su
contexto es una polmica suscitada por el que en la misma sesin pronunci
el Sr. D . N I C O M E D E S P A S T O R D A Z , hemos credo necesario insertar aqu una y
otra peroracin, como partes integrantes y en cierto modo inseparables de un
mismo debate.
Por lo dems, no sin placer satisfacemos esta necesidad de reunir
pro-
DISCURSO D E L S E O R P A S T O R
DAZ.
SEORES:
del
Editor).
.110
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112
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III.
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un precipicio. Presiento para mi patria la prdida de nuestra nacionalidad ; presiento para mi patria una suerte tan funesta como la de
la Polonia. No bastar ser valientes, seores; que valientes eran
Sobieski y Kociusko, y se perdi la nacionalidad polaca; se p e r di , seores, por faltas de su Gobierno : porque cuestan ms lgrimas las fallas de los Gobiernos, que la sangre vertida en las b a tallas. Seores , ay de nuestra memoria el dia que se dijera la Polonia del Mediodia!
Ay de nuestro nombre, el dia que nuestros
hijos, aunque fuera dentro de un siglo , tuvieran que ir buscar
Varsovia y Wilna representar el papel que los desgraciados polacos en Londres y en Pars !
Seores, estos sentimientos podrn parecer exagerados; todos
los sentimientos lo son, todos lo parecen; sin embargo, son hijos a l gunos de una meditacin profunda , de una fria y larga meditacin;
y as como otras veces he profetizado males, que por desgracia se
han realizado , no querra, seores , que en esta se cumplieran los
que vaticino. Al dirigir desde estos bancos acaso las ltimas palabras , porque las ltimas palabras dicen los hombres que se inutilizan , no lo hago por temor; hago de ellas el nico homenaje que
puedo hacer mi reina, mi patria y mis colegas de representacin nacional; solo les ruego que recuerden una cosa, saber:
que en esta agitacin , en esta sucesin de los partidos todo lo h e mos olvidado , lodos nosotros hemos echado un velo sobre todas las
opiniones; unas veces nos hemos reconciliado con os carlistas,
otras con los progresistas , otras hemos sido todos moderados; solo
una cosa no ha perdonado todava la nacin, que es un partido
que ha quedado proscrito para siempre por anti-nacional. Yo , s e ores, s que no se reproducen las cosas de una misma manera;
pero no puedo consentir sin protestar contra ello, que en las tribunas extrangeras al hablar de nuestros partidos se denomine uno
con el ttulo de francs. Es necesario que se sepa que no hay partido
francs ni ingls: podr haber individuos; pero grandes masas,
asociaciones en la nacin, no : no las habia en tiempo de Napolen,
durante el apogeo de sus glorias, puede haberlas cuando dominan
hombres que son pigmeos al lado de aquel gigante?
122
DISCURSO D E L S E O R DONOSO.
SEORES:
E L seor Pastor Diaz, al comenzar su elocuentsimo discurso, ha i n dicado una cosa contra la cual debo protestar. S. S. ha supuesto que
en estos bancos podia haber diputados que esquivaran esta discusin : y o , seores , creo que en estos bancos no hay ningn diputado que no quiera que esta discusin sea tan amplia y tan extensa
como conviene los intereses del pais y los de la corona. De m
s decir que la deseo amplia , que la deseo extenssima, y que puesto que el seor Pastor Diaz quiere discutir, estoy dispuesto discutir : discutamos.
Ante todas cosas, seores, porque conviene siempre hablar
primero de aquello en que estamos de acuerdo que de aquello en
(pie nos diferenciamos algn tanto, permtame el Congreso que
121
me felicite con el mismo y con el seor Pastor Diaz de que lo m e nos en punto al enlace de S. M. estamos todos unnimes. En este
enlace , seores, S. M. la augusta Reina Doa Isabel II ha manifestado la alta sabidura y la consumada prudencia de que est adornada. Entre mil causas , seores, que fuera ocioso indicar, la principal es por haber elegido para esposo un prncipe que est bajo
los auspicios de la nacin y no bajo los auspicios de ningn partido;
ni vencido, ni victorioso. S. M. ha comprendido en su alta sabidura que lo que es indisoluble no se puede poner bajo los auspicios
de lo que es efmero, y que lo que es perpetuo no se puede poner
bajo los auspicios de lo que es pasagero , y nada hay ms pasagero
ni ms instable que la victoria y la fortuna.
Una cosa, seores, ha extraado el seor Pastor Diaz fundndose
en unas palabras pronunciadas por el seor Presidente del Consejo
de Ministros. Manifest el seor Pastor Diaz que no podia concebir
cmo vienen en un mismo documento los casamientos de dos augustas personas, tan diferentes y tan distantes entre s ; y yo no
puedo menos de hacer observar S. S. que si la Infanta de Espaa
es la que contrae matrimonio, la Reina de Espaa es la que lo
aprueba y la que lo consiente ; de consiguiente, la Reina de Espaa
le hace suyo. Se lamenta el seor Pastor Diaz de que en este s e gundo punto del dictamen no haya en el Congreso y en la nacin la
misma unanimidad que en el primero : sin duda S. S. no ha q u e rido aludir esa unanimidad absoluta que indica la unin de todos
los pareceres en uno solo. Eso es imposible ; individuos ha habido
siempre, y los habr, que se opongan todos los ma rimonios posibles. Sin duda ha querido aludir esta oposicin colectiva que ahora
se levanta : yo tambin hubiera deseado que esta oposicin colectiva no se hubiera levantado; y ya que de esto se trata, dir, seores, que no s ni de dnde ha nacido, ni de dnde viene. Yo conozco
individuos , y uno de ellos el seor Pastor Diaz, que ha estado siempre opuesto este enlace; pero oposicin colectiva no se ha formado
hasta ahora. Ahora bien : esta cuestin no existe ya hace ms de
tres aos? Las razones en que se fundan los que este matrimonio
se oponen no existan antes como existen ahora? Pues si las razo-
125
126
con l por desgracia la monarqua espaola, llam por su testamento la herencia de estos reinos al duque de Anjou, despus
Felipe V : le llam pesar de. la renuncia de su madre y de su
abuela, renuncia que hicieron por s y sus descendientes la corona
de Espaa : y cmo interpret la renuncia ? crey que el objeto
fundamental, el espritu de la renuncia era que las dos coronas no se
unieran , y que por lo tanto la renuncia significaba un derecho de
opcin, pudiendo el duque de Anjou preferir la eventualidad de
la sucesin francesa la corona de Espaa. Esta fu la interpretacin
que se dio la renuncia por el rey, y esta fu la interpretacin que
se dio tambin por la nacin espaola; porque en ningunapoca
de nuestra historia, sin haber entonces representacin nacional, se
manifest la voluntad de la nacin tan unnime con la voluntad del
rey, pudiendo afirmarse, sin temor de ser desmentido por la historia,
que la nacin hizo suya la voluntad del monarca. Se verific d e s pus el tratado de Utrech : y qu es ese tratado? Un tratado en
virtud del cual se reconoce la monarqua de Felipe V; la monarqua
de aquel cuya madre y abuela haban renunciado el trono de Espaa. Es decir, que la Europa dio esa renuncia la misma interpretacin que Carlos II y que la nacin espaola: es decir, que la
renuncia, no era ms que el derecho de optar, para que no se r e u nieran las dos coronas. Hay, pues, la interpretacin del rey, la interpretacin de la nacin y la interpretacin de la Europa; y estas
interpretaciones forman parte del tratado que se cita : de consiguiente, ese tratado no se puede citar sin citar la interpretacin de
que forma parte. Ahora bien : siendo la renuncia de la casa de Orleans igual la otra de las infantas de Espaa, y habiendo sido esta
ltima interpretada por Europa de la manera que acaba de oir el
Congreso , desde que el tratado de Utrech se hizo, se le dio para lo
futuro una interpretacin igual respecto la renuncia hecha por la
casa de Orleans. As pues, el tratado de Utrech, que se invoca contra la legalidad de este matrimonio, debe invocarse para probar su
legalidad.
En cuestiones tan graves como la en que nos ocupamos, es necesario hacerse cargo de todos los argumentos que se presentan, a u n -
127
que no se hagan en este sitio. Se han fundado algunos , para oponerse esta boda, en un artculo constitucional, y han dicho : no
puede ser marido de la reina el que est excluido del trono; la familia de Orleans est excluida, luego este matrimonio no puede
hacerse. El artculo que me refiero , que es el 47 de la Constitucin, dice as: El rey, antes de contraer matrimonio, lo pondr en
conocimiento de las Cortes, cuya aprobacin se sometern las
estipulaciones y contratos matrimoniales que deban ser objeto de
una ley. Lo mismo se observar respecto del matrimonio del inmediato sucesor la corona.
Ni el rey ni el inmediato sucesor pueden contraer matrimonio
con personas que por la ley estn excluidas de la sucesin de la
corona.
Aqu advertir, seores , una cosa, y es. que la exclusin s u pone forzosamente llamamiento; y que no puede ser excluido quien
no es llamado. Esto supuesto, para saber quines pueden ser e x cluidos, veamos quines son los llamados ; y esto en ninguna parte
lo sabremos mejor que en la Constitucin , porque con ella se han
abolido todas las leyes que tienen relacin con esto. La Constitucin
en su articulo 5 1 , dice lo siguiente ; y suplico los seores taqugrafos pongan ntegros en mi discurso los artculos que lea, porque
esta cuestin es sumamente g r a v e , es de inters nacional, es de inters europeo , y bueno y justo es que se sepa la verdad en tan importante materia. Artculo 51 de la Constitucin : Extinguidas las
lneas de los descendientes legtimos de Doa Isabel II de Borbon,
sucedern por el orden que queda establecido su hermana y los
tios hermanos de su padre , as varones como hembras, y sus l e gtimos descendientes si no estuviesen excluidos.
Ahora bien : si no pueden ser excluidos los que no han sido llamados; si no han sido llamados sino los que la Constitucin llama,
y estos son los que acaba de oir el Congreso , estos solos y no
otros ningunos puede aplicarse la ley de la exclusin. Cmo se
dice que est excluida la casa de Orleans ? Seores , no solamente
en el espritu de la Constitucin , sino en su letra est quines son
los llamados y quines son los excluidos. Ms adelante nos dice la
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129
III.
130
mensas y de territorio extenssimo, pens el mundo en la necesidad de acudir otro principio que el de la fuerza, y este principio
fu el del equilibrio; el del equilibrio, seores, al cual es debido
el tratado de Utrech. Pero ese principio de equilibrio , considerado
en s , no es otra cosa sino la fuerza misma : porque qu se r e duce el principio de equilibrio sino organizar ciertas fuerzas r e sistentes contra ciertas fuerzas invasoras? Qu otra cosa viene
ser sino la fuerza? Yo preguntar en virtud de qu principio sino
el de la fuerza se hicieron las renuncias de Utrech; en virtud de qu
principio sino el de la fuerza se nos despoj de los Pases-Bajos, de
aples, de Miln, de parte de la Toscana para el emperador de Alemania, de Gibraltar para los ingleses, deCerdea para el elector de
Baviera, de Sicilia para el duque deSavoya. En virtud de qu principio sino el de la fuerza, que habia reinado en el periodo anterior?
Arreglados en Utrech los asuntos de Europa, establecido ese equilibrio artificial, que consiste en la voluntad de los diplomticos congregados, y no en el repartimiento espontneo de las fuerzas vivas
de las sociedades, por medio del ajuste de ciertos matrimonios , de
ciertas renuncias forzadas, por medio de segregaciones y agregaciones
arbitrarias de algunos territorios, crey la Europa que habia asegurado la paz del mundo y el equilibrio de todas las fuerzas sociales,
y volvi entrar en su reposo. Pero la obra de la fuerza es siempre
estril y de corta duracin. Aun no habia pasado un siglo desde el
arreglo de Utrech, cuando la armona de la Europa se destempla,
el equilibrio se rompe, y el estrpito de las armas suena por todas
partes. Qu es lo que ha sucedido? Ha vuelto la vida el gran
emperador Carlos V? Ha resucitado Francisco I? Ha vuelto v i vir Luis XIV? El tratado de Utrech ha sido quebrantado? Las renuncias han sido rotas ? Se han vuelto unir las coronas de Francia y Espaa? Todo lo contrario , seores. Hubo un pueblo que en
vez de querer dos coronas ech al lodo la nica que tenia; ese pueblo fu la Francia; la Francia que levant un estandarte y le llev
en procesin por el mundo. H aqu lo que habia destemplado la
armona, y destruido ese equilibrio artificial en que se creia fundada la tranquilidad de Europa.
131
132
o Congreso de Viena ? Yo observo los mismos fenmenos y el mismo principio. La repblica dice: La Europa debe ser una ; para que
sea una es necesario que haya una voluntad con poder constituyente,
y yo soy esa voluntad. Napolen dice: La Europa debe ser u n a ;
para que lo sea debe haber una voluntad constituyente , y esa voluntad soy y o , emperador de los franceses. El Congreso de Yiena
dice : La Europa debe ser una ; para ello es menester que haya una
voluntad que la constituya, y yo soy su voluntad constituyente.
Hay, p u e s , el mismo principio"; el de una voluntad con un derecho constituyente sobre la Europa; hay el empleo de los mismos
medios que en los tres casos; es el empleo de una fuerza irresistible : hay en la repblica, en el emperador y en el Congreso el
mismo fin, la dominacin absoluta.
Seores, esta ha sido la historia de los principios constitutivos
del derecho pblico de Europa, desde que empieza su historia hasta
la revolucin de julio : en el primer periodo est gobernada por el
principio catlico y feudal, que no tendia al equilibrio porque no le
necesitaba , porque la variedad necesita del equilibrio , la unidad
no necesita de l ; la segunda poca comienza en el siglo x v i , en
que la unidad religiosa se rompe, en que la unidad del imperio se
rompe tambin, y en que no habiendo pauta de derecho, prevalece
otro principio, que es el de la fuerza, cuya expresin es la conquista ; la tercera poca comienza despus del siglo xvi, en que asustada Europa la vista de la fuerza brutal, ante la cual retrocede
siempre el entendimiento humano, quiso inventar un principio que
fuera un derecho, invent el de equilibrio, que no es otro que el
de la fuerza disfrazada; fuerza que no es la germnica, es decir, la
brbara, sino la culta; es decir, la griega.
He llegado, seores, hasta el tratado de Viena. Parece que la
Providencia envia los escarmientos y las experiencias cada vez con
una rapidez ms asombrosa : veinte aos haban pasado apenas desde que el tratado de Viena habia sido firmado, cuando una nueva
usurpacin y dos nuevas revoluciones dieron al traste con el Congreso de Viena : la revolucin de julio ech una dinasta de r e yes que la Europa habia patrocinado y por cuyos esfuerzos habia
13-J
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vnculos matrimoniales para ponerse su sueldo, para ser sus pensionistas , para vender la Inglaterra su codicia ?
Contra todos estos ejemplos numerosos se cita uno, que es el
pacto de familia. Este pacto, seores, fu hecho por un prncipe
que ya era espaol, porque habia nacido en Espaa; pues un p r n cipe francs , que era el mismo duque de Anjou , declar la guerra
la Francia en la minora de Luis XV. As el pacto de familia lo
hace un prncipe espaol, mientras que la guerra la declara un
prncipe que era francs absolutamente. Vase lo que prueban los
matrimonios y los vnculos matrimoniales.
Yo digo que el pacto de familia se hubiera hecho de todas m a neras, y se hubiera firmado por el que le firm, falta de parientes,
con los amigos, y falta de amigos con los extraos ; es decir, que
siempre hubiramos tenido el pacto , menos el nombre.
Seores , aqu hay una preocupacin radical que explica todas
las contradiciones, y consiste en la idea vulgar de creer que con
un matrimonio las influencias se aumentan; que se estrechan ms
los vnculos; que se estrechan ms las relaciones: y es todo lo contrario. Lo que yo temo cuando veo un matrimonio de prncipes, es
la explosin de nuevos odios: y esto consiste en que yo tengo por
evidentes dos cosas, y quiero decirlas aqu porque quiero hablar
con entera libertad y con entera franqueza. Yo creo que los vnculos de parentesco no son tan robustos entre los prncipes como entre los particulares , y que al querer explicar lo que sucede en los
contratos de los prncipes por lo que sucede con los de los particulares , se cometen gravsimos errores. Yo creo que esto prueba un
alto y oculto designio de la Providencia en el gobierno del mundo.
La Providencia no ha permitido que los vnculos de parentesco entre
los prncipes sean tan robustos , porque ha querido dejar en su c o razn un largo espacio para un amor que ellos solos pueden conocer
y tener, el amor de sus subditos. Yo creo que los vnculos de familia son menos estrechos en los prncipes que en los particulares por
un secreto designio de la Providencia que q u i e r e , aflojando los de
familia, estrechar los de las naciones.
Sin embargo, seores, yo que me he propuesto hablar con toda
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140
niendo que exista, qu habramos ganado con cambiar de amistades? qu habramos ganado con cambiar de enemistades? Ha
pensado el seor Pastor Diaz que una resolucin como la que algunos desean nos traera tal vez un prncipe que no nombro del pais
Vasco-navarro, y que se pondran tal vez fbricas de insurreccin
en Perpian y en Bayona? Habramos ganado mucho! Yo hago
esta pregunta : que se me conteste : Qu queda, pues? Destruidos los argumentos que se han hecho en esta cuestin, qu es lo
que queda, seores? Queda un prncipe ilustre por la s a n g r e , un
prncipe esclarecido por la educacin, un prncipe amamantado
los fecundsimos pechos de la libertad de su patria : queda un prncipe hijo de un padre gloriossimo, rey pacfico y clemente, que
salvando las instituciones, ha asegurado el reposo de la 'Francia, y
con el reposo de la Francia el progreso de la Europa, y con el p r o greso de la Europa la civilizacin del mundo; que sabe como se
contienen en sus justos lmites las revoluciones, cmo se afirma la
libertad, y cmo se asientan los imperios. Esto es lo que queda, y
esto que queda, basta para hacer la ventura de la augusta hija de
nuestros r e y e s , y para que lo voten sin ningn escrpulo, seores,
sino con jbilo grande las cortes de la nacin espaola.
DISCURSO
ACERCA
1847.
ADVERTENCIA D E L EDITOR.
Discutase el prrafo
siguiente:y
t>confia en que el gobierno de V. M. procurar con esquisita incansable solicitud sacar salvo de todos los conflictos los intereses permanentes de Esypaa.
El disciu'so, que continuacin insertamos, fu pronunciado en defensa
de esta adicin.Las
parte del D u i u o
DE LAS SESIONES DE C O R T E S ,
DISCURSO
SOBRE
SEORES:
general
de curiosidad:
pro-
10
14(3
147
US
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151
en su ltimo punto de perfeccin, ciertas ideas econmicas y ciertas ideas de la industria. Esos dos son los nicos pueblos civilizadores por esencia; esas dos son las nicas civilizaciones posibles.
Tales son , seores, las dos naciones con quienes la Providencia
nos ha puesto en contacto. Como he dicho antes , la gran ventaja
de est contacto consiste en la civilizacin ms completa posible;
porque no hay ninguna civilizacin ms completa posible, que aquella que haya de resultar de la confluencia de las dos nicas civilizaciones. Pero , seores, para un pueblo civilizarse lo es todo : engrandecerse es tanto como civilizarse ; y aqu entra lo que tenemos
que temer, lo que podemos temer de esas dos naciones poderosas,
de esas dos naciones que son necesarias para nuestra civilizacin, y
que son incompatibles hasta cierto punto con nuestro engrandecimiento. Nosotros no podemos ser una gran nacin continental, porque la Francia tiene guardadas las puertas del continente. Nosotros
no podemos ser una gran nacin martima, porque los buques britnicos estn tiro de can de nuestros puertos. Esto es en general
loque tenemos que esperar, y esto es en general loque tenemos que
temer de estas dos naciones poderosas. Ahora, seores, descendiendo de estas generalidades , profundizemos ms en el asunto , y
ver el Congreso cuan grande y desmesuradamente crece esta cuestin en importancia.
He dicho antes que estas dos naciones poderosas impedan hasta
cierto punto nuestro engrandecimiento. Dije hasta cierto punto y
nada ms , porque no le impide absolutamente : y no le impide absolutamente , porque si la Francia guarda las puertas del continente
europeo, no hay quien guarde, seores, el continente africano,
que tambin est nuestras puertas. Nuestra poltica consiste en
extender por all nuestra dominacin : esa ha sido la poltica histrica de Espaa; esa ha sido la poltica nacional; esa ha sido la
poltica abonada por la tradicin y por la historia; esa ha sido la
poltica de los reyes catlicos ; esa ha sido la poltica del cardenal
Cisneros, y esa ha sido hasta'cierto punto la poltica de Carlos Y.
Esa es la poltica espaola.
Ahora bien, seores, y aqu llamo la atencin del Congreso:
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153
ahora el hecho de la dominacin francesa en frica no se ha conseguido todava , no se lo debemos los h o m b r e s , se lo debemos
la Providencia, amiga en esta , como en otras muchas cosas, de la
Espaa: se lo debemos la Providencia, que ha cegado la Francia
hasta el punto de no ver que acometa una empresa de todo punto
imposible, como voy demostrar al Congreso.
Es la primera vez que esta cuestin se ventila en un Congreso
nacional; y el Congreso me permitir que insista algo sobre ella,
porque es de grande inters para el pais. Seores, qu se r e duce la empresa de la conquista del frica por los franceses? Se r e duce esto : la asimilacin de la barbarie ms extrema hecha
por la civilizacin ms adelantada. Pues solo con formularla de esta
manera, se ve que es imposible ; porque, seores, las asimilaciones
de todo punto contrarias resisten perpetuamente toda clase de asimilacin : no hay asimilacin posible sino en las civilizaciones que
estn en contacto, en las civilizaciones confines. El gran modelo
que hay que citar en este punto es el ejemplo de la Rusia, porque
cabalmente la Rusia es la nacin que en el mundo se ha asimilado
ms civilizaciones diversas. Ahora bien : de qu manera lia p r o cedido la Rusia la asimilacin de estas civilizaciones? La primera
asimilacin es la de la raza cosaca, es decir, la de la raza ms s u s ceptible de civilizacin entre todas las razas brbaras, por la raza
moscovita, es decir, por la raza que entre las civilizadas conservaba mayores restos de barbarie; es decir, que esta asimilacin se
verific entre dos civilizaciones confines , entre civilizaciones p u e s tas en contacto. La segunda asimilacin es la d e la raza trtara por
la raza cosaca, otras dos civilizaciones puestas tambin en contacto.
Hoy dia, seores, siguiendo este mismo sistema , la Rusia aspira
asimilarse por medio de los trtaros, la China y la raza caucasiana:
por medio de la Georgia la Persia ; por medio de la Persia el Asia
central; por medio del Asia central todo el Oliente. Este modo de
proceder prueba que ni en la naturaleza ni en la historia se conocen asimilaciones saltuarias.
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154
hay punto de contacto ninguno , y hay todas las soluciones de c o n tinuidad posibles. Hay la solucin de continuidad geogrfica, porque
entre la Francia y el frica est Espaa; hay la fsica, porque el Sol
espaol brilla entre el Sol francs, y el Sol africano: hay la moral,
porque entre las costumbres refinadas y cultas de la Francia y las
costumbres brbaras y primitivas del africano, estn las costumbres
del espaol un mismo tiempo primitivas y cultas; hay la solucin
de continuidad militar, porque entre el general francs y el caudillo
africano, est la especie que sirve entre uno y otro d transicin,
est el guerrillero de Espaa: hay la solucin de continuidad religiosa , porque entre el mahometismo fatalista del africano y el catolicismo filosfico francs est el catolicismo espaol con sus tendencias fatalistas, con sus reflejos orientales. / Bien, muy bien.)
Y v e d , seores , la causa porque la Francia no puede asimilarse nunca al frica. La Francia no puede nada sin nosotros : nosotros somos la civilizacin que con la africana est puesta en contacto. Permtaseme, seores, observar aqu una cosa. En esta lucha
entre la civilizacin europea representada por la Francia, y la civilizacin africana representada por los beduinos, se realiza el mismo
fenmeno que en la lucha entre la civilizacin del Occidente representada por los griegos, y la del Oriente representada por los asiticos. En una y otra se observa que hay un personage necesario sin
el cual todo puede* empezarse, pero nada puede concluirse. Ese personage fu para los griegos Aquiles; para los franceses nosotros.
Sin nosotros ha podido empezarse la guerra de frica, sin nosotros
no puede seguirse, no puede acabarse. Qu le resta, p u e s , seores , la Francia? La Francia no puede acudir la asimilacin qu
le resta ? Acudir al exterminio; pero el exterminio, prescindiendo
de que no es arma puesta al servicio de las naciones civilizadas,
prescindiendo de que no civiliza los exterminados y barbariza
los exterminadores , prescindiendo de esto , seores , para el exterminio es necesario contar con la alianza del tiempo.
Ahora b i e n : la Francia necesita para una obra de exterminacin
cuando menos cincuenta aos de p a z , y esa , seores, profunda :
el dia en que empieze nublarse el Oriente , y ya se va anublando;
155
156 .
157
era el instinto que discierne las cuestiones en que pueda haber transaccin, las cuestiones en que es posible ceder, y las cuestiones que
ni pueden ser transigidas, ni pueden ser abandonadas. Pues b i e n :
yo digo que la cuestin de Portugal y la cuestin de frica son de
aquellas que ni pueden ser transigidas, ni pueden ser abandonadas.
Yo demostr antes, y creo que lo demostr cumplidamente,
que la solucin de la cuestin de frica estaba de todo punto en
nuestra m a n o ; pero ahora se me preguntar : la solucin portuguesa est tambin en nuestra mano? Qu podemos oponer la
omnipotencia martima de la Gran Bretaa? A esto respondo que
podemos oponer una omnipotencia mayor; la omnipotencia geogrfica ; y que es mayor, nos lo prob el otro dia el Sr. Martnez de la
Rosa en su magnfico discurso con los dos ejemplos siguientes.
El Sr. Martnez de la Rosa nos dijo que en tiempo del Sr. Don
Fernando Vil, teniendo la Inglaterra ardiente deseo de proteger decididamente la causa de D. Pedro contra la de D. Miguel, D. F e r n a n do Vil opuso el veto espaol, y la Inglaterra retrocedi ante ese
veto. El Sr. Martnez de la Rosa nos dijo despus que cuandoS. S. dirigi las riendas del gobierno, con gloria propia y gloria tambin
del Estado, que cuando S. S. dirigi las riendas del gobierno, h a bindose negado la Inglaterra una intervencin comn en las cosas
de Portugal; habindose negado tambin una intervencin n u e s tra con subsidios suyos; habindose negado por ltimo una intervencin nuestra de cualquiera especie que fuera, sin embargo S. S.
acord la intervencin, y la intervencin se llev cabo. Vanse
a h , pues, dos ejemplos insignes de que la omnipotencia geogrfica es superior la omnipotencia martima.
Mustrese, seores , una voluntad enrgica , una voluntad firme , una voluntad incansable de no consentir la dominacin exclusiva en el frica por la Francia, y esa dominacin exclusiva no so
verificar nunca. Mustrese una voluntad firme, enrgica, de ne
consentir en Lisboa la influencia exclusiva de la Gran Bretaa , y
esa influencia no ser mucho tiempo nuestra afrenta.
No creis, seores , por lo que acabo de decir que yo soy optimista , n o ; yo s que sacar salvo estos dos grandes intereses, sin
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los cuales ser eu vano que disputemos, en vano ser tambin esforzarnos por sacar este pais del Estado en que se encuentra; porque sin la solucin de estas cuestiones no hay prosperidad ni e n grandecimiento para Espaa. Yo bien s , seores, que para sacar
adelante estos dos grandes intereses ser necesario ceder mucho,
ser necesario transigir mucho sin duda ; sin duda , seores, esto
no lo podia dudar como no fuera insensato; pero no importa; transigid , ceded cuanto sea necesario , ceded cuanto sea posible, y yo
os aseguro, seores, que por mucho que cedis, por mucho que
transijis, la balanza se inclinar vuestro favor; conseguiris no
tratar con los franceses en frica, sino en Pars; no tratar con los
ingleses en Lisboa , sino en Londres. (Muchos seores diputados: e,v
verdad, es verdad.) Seores, creer la Inglaterra, creer la Francia, creer la Europa que es mucho pedir lo que nosotros pedimos? Creern que es mucho pedir, pedir una influencia en unas
costas brbaras que tocamos con las manos, y en una nacin que
forma , digmoslo as, parte de nuestro territorio? Seria esto mucho pedir para los descendientes de aquellos que tocaron los dos polos con su espada, y humillaron con sus pies las coronas de los dos
mundos? Ah, seores, cuan menguadas son nuestras pretensiones
de hoy comparadas con las de ayer, cuando el sol mismo caminaba
asombrado al ver en la espaola una influencia tan dilatada como la
suya!!!
Seores, nosotros al pedir la influencia que nos corresponde en
Portugal y en el frica, no pedimos sino lo menos que se puede pedir, no pedimos sino la existencia ; suponed , seores , Portugal
en manos de la Inglaterra; suponed en manos de la Francia el frica , qu suceder entonces, seores ? Voy poner de bulto , como
en relieve, lo que suceder entonces necesariamente. Suceder
que tendremos un mismo tiempo dos concurrencias insoportables ; la concurrencia de los cultivadores franceses, que arruinarn
nuestra agricultura, y la concurrencia de los fabricantes ingleses,
que destruirn nuestra industria; suceder que tendremos un mismo tiempo la intervencin de estas dos naciones poderosas ,. que
acabarn con las reliquias de nuestra independencia; que tendr-
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mos la revolucin que nos vendr del Occidente; que tendremos las
reacciones que nos vendrn del Mediodia; que tendremos la miseria
que nos vendr de todas partes.
No se diga-, pues, seores, que seguir esa poltica que he p r o clamado aqu como poltica de intereses permanentes, y por consiguiente como poltica eminentemente nacional, costar sacrificios
enormes , quin le ha ocurrido decir que por no hacer sacrificios
enormes conviene morirse? Quin ha imaginado que conviene morirse , por no causar desplacer dos grandes naciones? Esto sera,
y permtame el Congreso la expresin , lo sublime de lo absurdo.
He probado que estas dos cuestiones profundizadas, ahondadas , no son para nosotros cuestiones de engrandecimiento, sino
cuestiones de porvenir, de existencia. La cuestin de Portugal alcanza ms gigantescas proporciones en vista de lo que en aquel desgraciado pais vemos que est pasando : all, seores , la revolucin
ha enarbolado los colores de un tirano, y hace bien; porque esos son
sus propios colores. El trono d e Doa Mara de la Gloria corre riesgo , y como el Seor Martnez d e la Rosa nos dijo muy bien el otro
dia , nada que concierna ese trono augusto, puede ser indiferente
para otro trono augusto, que no nombro por respeto. La mancomunidad de los intereses portugueses y espaoles es un hecho notorio que no necesita pruebas; es un hecho pblico en Europa; un
hecho que nadie puede contradecir ni rechazar. Pues b i e n , esa
mancomunidad de intereses entre dos naciones, ambas independientes, ambas soberanas, puede ponernos en el caso de hacer convenciones que terminen en una intervencin, y si esa intervencin
fuese pedida , ademas de ser legtima , seria necesaria, seria c o n veniente los intereses espaoles. Este asunto, seores, es tan grave
y sobre todo tan delicado, que no me atrevo tratarle ms despacio,
y darle mayor extensin. Sin embargo , dir una cosa , y es que
el ministerio est en el caso de pronunciar aqu una palabra que
nos arranque de ese sobresalto y de esa alarma en que estamos; es
necesario que el gobierno pronuncie esa palabra, y diga que en n i n gn caso caer el trono de Doa Mara de la Gloria. No pregunto
los medios , pero quiero los fines; quiero que esa palabra se pro-
160
101
11
102
diputados
exclaman
(Nuevos
rumores.]
163
E L SEOR MARQUS DE VALDEGAMAS : En el prrafo 3." no estn los
164
iio se ha levantado una sola voz para hablar del tratado de Utrech,
como condenatorio de las bodas-espaolas : quede consignado este
hecho. Esto prueba el patriotismo , el tacto delicado y exquisito dlos seores que se sientan en aquellos bancos; esto prueba q u e s a ben lo que es el tratado de Utrech , un tratado vergonzoso, que fue
la desmembracin de la nacin espaola: tratado, seores , que
apenas estaba concluido, apenas estaba ratificado, cuando, gobernando la monarqua el seor rey D. Felipe V, y siendo el ministro
que gobernaba en su nombre el gran cardenal Alberoni, ese hombre clebre de Estado quiso encender la guerra otra vez en la Europa, prefiriendo los azares d l a guerra una paz y .un tratado
vergonzoso. Entonces, seores, se proclam por Alberoni y por
todos los jurisconsultos de Espaa el principio de que los reyes d e ben ser considerados, como menores siempre que daan los intereses de sus naciones; y que los tratados que ellos firman en perjuicio de esos intereses, no deben ser reconocidos por las naciones, ni
declarados vlidos nunca.
Esto se decia por Alberoni y los jurisconsultos espaoles. Yo
respecto los tratados no voy tan all; pero digo que si pecado
hubo a q u i , fue pecado de patriotismo (Sensacin) : los seores que
se sientan en aquellos bancos, no han querido , y han hecho bien,
que se estableciera aqu una comparacin que les seria muy desfavorable si hubieran hablado, de esto; se hubiera dicho que eran
menos batalladores que un cardenal, y menos espaoles que un italiano. (Fuertes
y prolongados
aplausos
en el Congreso y en las
ga-
leras).
165
del cual no alcanzo cmo pueda salir; porque , no ha habido d e recho para efectuar el matrimonio, y no hay derechos en los hijos
para heredar el trono en su caso , no hay esos derechos , repito,
por el tratado de Utrech, y en este caso no se necesita la renuncia;
hay derechos , y entonces la renuncia no puede apoyarse en este
tratado. Este es un dilema, vuelvo decir, al cual no s como
pueda contestarse; pero prescindiendo de esto , digo que la renuncia seria intil, y ademas de intil, imposible. La renuncia de ta
seora infanta no podra nunca tener ms valor que la que hizo la
infanta de Espaa que cas con Luis XIV : pues esa renuncia no impidi que por los derechos de esa Infanta misma viniera reinar en
Espaa el rey D. Felipe V, reconocido despus por la Inglaterra:
luego si aquella no fue trascendental sus herederos, tampoco esta
podria serlo.
Ademas de intil, seores, seria de todo punto imposible. El
trono es un mayorazgo; no se recibe de manos del testador; se
recibe por beneficio de la l e y ; y la seora Infanta renunciando no
puede renunciar por sus herederos y sucesores; eso no puede h a cerse sino excluyendo quien la Constitucin llama, y esto "no
puede hacerse por ningn extrangero; es menester que se haga
por un Parlamento espaol; y eso no se har, seores, no se har :
nosotros no desheredaremos la hija de nuestros reyes, mientras
haya caballeros en las Cortes, castellanos en Castilla, y espaoles
en Espaa. (Aplausos
estrepitosos).
1G6
Diputa-
167
(Aplausos estrepitosos, y confuso rumor de voces : bien , muy bien i los Diputados rodean y abrazan al orador : muchos espectadores de las tribunas le saludan ,
agitando pauelos y sombreros : la sesin queda largo rato interrumpida.
Seguidamente toma la palabra el seor Martinez de la Rosa, y pronuncia en
respuesta al anterior un discurso notable, terminado el cual, rectifica el seor DONOSO en los trminos siguientes) :
168
169
PI I X .
1847.
PI IX.
I.
ITALIANOS Y ESPAOLES.
EL FARO se propone publicar algunos artculos sobre las gravsimas cuestiones que se agitan en Italia, y que hoy llaman poderosamente la atencin de todas las naciones; pero antes de entrar
en materia, ser bueno explicar el singular privilegio de que la
Italia goza, juntamente con Espaa, de atraer hacia s las miradas
del mundo civilizado.- Este gran privilegio, en nuestro sentir, no
tiene exclusivamente su origen en la gravedad y trascendencia de
las cuestiones. que se agitan en los dos pueblos peninsulares; sino
que nace tambin , y aun principalmente, de la grandeza de esos
dos pueblos, que no consienten en los otros ni la indiferencia ni el
olvido.
Y no se estraen nuestros lectores, que llamemos grande la
174
Italia, y grande l a nacin espaola; como quiera que hay pueblos en quienes la servidumbre no puede borrar la majestad , y que
aun siendo esclavos, son reyes.
Raras son en verdad estas razas poderossimas de hombres, que
en toda la prolongacin de los siglos, y as en los tiempos m e n guados como en los bonancibles, llevan impresas indelebles las
seales del imperio. Nosotros, sin embargo, sabemos de dos : la
raza italiana, y la raza espaola. De ellas, y de ellas solas, puede
decirse con v e r d a d , y sin temor de que vengan desmentirlo los
hechos, que su servidumbre ha sido siempre el castigo de sus discordias; y que cuando no han estado divididas, han sido siempre
razas reinantes.
Vase sino la historia de Roma: si hay algo que explique la
contradiccin que hay entre sus bajos principios y sus portentosos
crecimientos , esa explicacin est en que lleg ser cabeza y vnculo de la Italia. Cuando la Italia fu una , cuando fu una sola su
voluntad y uno su patriciado, la Italia, seora de s misma, lo fu
tambin de la tierra: ella sola fu el mundo de la civilizacin : sus
aledaos e r a n , por unos lados, el m a r ; y por otros, los desiertos :
y ms all de esos desiertos , y ms all de ese mar, no habia sino
otro mundo nebuloso , solo de Dios conocido : el mundo de la b a r barie.
Por lo que hace nuestra Espaa, ningn resplandor iguala al
resplandor de su historia : una provincia bast para conquistar el
Oriente; Catalua. Una para conquistar aples; Aragn. Una
para conquistar Amrica; Castilla. Cuando esas varias provincias,
en su dichosa conjuncin, y bajo, el cetro de los reyes catlicos,
dieron luz Espaa, el mundo presenci un espectculo que aun
no habian presenciado las gentes; el espectculo de tres grandes
epopeyas, llevadas por unos mismos hroes y un mismo tiempo
felicsimo remate : la expulsin de los agarenos, la conquista de
Amrica y la sujecin de la Italia. Entonces sucedi, que el pueblo
espaol, no cabiendo dentro de sus lmites naturales, se derram
como conquistador por el mundo; como se habia derramado por el
mundo, como conquistador, el pueblo romano. Todas las naciones
175
civilizadas nos rindieron vasallage : la Italia fu vencida: la F r a n cia humillada : la Alemania cay bajo nuestro imperio : la Inglaterr a , protegida por las tempestades, si no sujeta, qued lmenos
turbada y temerosa. Los espaoles pusieron sus fronteras en donde
la civilizacin habia levantado sus columnas.
Esto, en los tiempos antiguos: por lo que hace los modernos,
vivos estn todava los hroes de aquella gloriosa lucha que sostuvimos con la Francia , cuando la voz de la independencia hicimos
cejar al hombre portentoso, que legislador y guerrero * habia r o deado su frente, un tiempo mismo, de todos los laureles militares
y de todas las palmas civiles ; que era Soln por la sabidura, Mitridates por los arranques violentos y por los grandes propsitos,
Anbal por las concepciones atrevidas y por los mpetus sublimes,
por la majestad Augusto, y por la grandeza Csar.
Nuestro nombre entonces fu glorioso entre las gentes , y temido de las naciones. Consisti esto, en que el sentimiento de la i n dependencia habia dado unidad la raza espaola: y en que esta
esforzadsima raza no puede mirar todos sus hijos en un mismo
campo juntos, sin hacer su tributaria la gloria : si se nos permitiera un smil, diramos que la gloria es tan familiar los espaoles
imidos, como la luz la pupila del ojo.
Si ponemos los ojos en la Italia moderna, en la Italia pontifical , observaremos el mismo fenmeno que en la Italia cesrea. El
mundo no aparta los ojos de los Csares, sino para ponerlos en los
Pontfices romanos. Ellos son el escudo de la Italia contra los b r baros del Norte. La Ctedra de San Pedro comienza hablar cuando el Capitolio est mudo. De Roma brotan los orculos evanglicos, cuando enmudecen los orculos sibilinos. Roma no deja de ser
legisladora del m u n d o , sino para ser maestra .de las gentes. Todos
los pueblos brbaros, unos despus de otros, desfilan por la Italia;
como si no hubiera en el mundo otra dispensadora ele la gloria sino
aquella tierra gloriosa. Los vencedores rinden homenaje los vencidos : sus reyes visten las vestiduras consulares. El torrente de la
invasin vuelve entrar en su cauce : sus aguas impetuosas c o mienzan correr tranquilas y serenas. La Italia es la primera que
176
177
n .
CARCTER DE SUS REFORMAS.
III.
12
178
179
.
El libre albedro del hombre.
3.* La distincin independencia recproca de la potestad civil y de la potestad religiosa.
El conjunto de las consecuencias que proceden de estas v e r d a des y de aquellas negaciones, constituyen todos los rasgos distintivos de las sociedades modernas y de las sociedades antiguas.
De la negacin de la unidad del gnero humano procedi, e n tre los antiguos, la de la fraternidad de los hombres : de esta, la de
su igualdad ante los ojos de Dios y ante los ojos de los legisladores:
y de todas ellas, la divisin de la sociedad en castas; divisin que
fue el fundamento de las constituciones polticas del Oriente y de la
divisin de los hombres en libres y esclavos; divisin que vemos
establecida en todas partes , en el Oriente como en el Occidente, en
el Septentrin como en el Medioda; porque dimanaba de principios que eran comunes la sazn todas las gentes y naciones.
De la negacin del libre albedro de Dios y del hombre , procedi la de la libertad divina y h u m a n a ; y de ambas, la concepcin
aterradora y fatalista de un Dios destino , anterior y superior todos
los hombres y todas las divinidades, quien obedecan en medio
del temblor los reyes y los pueblos, los dioses y los hombres, los
cielos y la tierra : Dios inmvil, silencioso, tremendo, que enviaba
las furias los palacios de los prncipes para precipitarlos al abismo
ms hondo desde su escollo eminente; que condenaba unos ser
adlteros, otros ser incestuosos , otros ser fratricidas; que
inspiraba en los reyes pasiones infernales, en las familias de los r e yes odios inextinguibles , y en las mujeres de los reyes amores corrosivos ; Dios que solo pensaba en las razas reinantes, olvidado
de las razas sirvientes, es decir, del gnero humano, indigno de
elevarse hasta la grandeza del crimen.
En los dramas antiguos, el pueblo es espectador siempre y no
es autor nunca , al revs de lo que sucede en el dia, en que el pueblo llena la escena, como el ms grande y el primero de todos los
actores : consiste esto, en que los antiguos , no teniendo idea de la
libertad del h o m b r e , no la tenan tampoco de la dignidad humana:
y en que en las modernas edades, en 1-as edades catlicas , la idea
1
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bres. Esa democracia es tan gigantesca, tan universal, que se e x tiende hasta los ltimos remates del mundo. Los pobres y los ricos,
los nobles y los plebeyos, los venturosos y los tristes, todos son
ciudadanos. Supngase por un momento, que esta revelacin est
aislada, que esa inmensa democracia se halla constituida : pues
bien; en esa suposicin, toda especie de gobierno es de todo punto
imposible, porque fundndose los gobiernos en la nocin del m a n do , por una p a r t e , y por otra, en la nocin de la obediencia, esas
dos nociones son incompatibles con las de igualdad y fraternidad
absolutas : ni se acuda , para vencer esta dificultad, los contratos
sociales : los contratos sociales son contratos absurdos : como quiera
que contratar que unos hombres han de mandar y otros han de
obedecer, equivale contratar que han de dejar de ser iguales y
hermanos , que han de dejar de ser lo que son , que han de c a m biar de naturaleza, que han de destruir con una creacin humana
una creacin divina, que han de dejar de ser hombres para ser otra
cosa; y claro est que un contrato de esa naturaleza no es contrato,
sino el suicidio de la especie.
Esa revelacin, empero , no nos vino sola y aislada : antes de
revelar al hombre la unidad del gnero humano, es decir, la democracia, le revel Dios su propia unidad, esdecir, la monarqua : estas
dos revelaciones juntas son los elementos constitutivos de las nociones de la obediencia y del m a n d o , de la libertad y del orden,
de la fuerza y del limite, del movimiento y de la regla. Si el derecho de mandar y la obligacin de obedecer no pueden existir en
la especie humana, porque todos los hombres son iguales y hermanos, aquel derecho puede concebirse en el Criador, sin caer en
absurdo; y aquel deber puede concebirse en la criatura, sin caer
en el delirio; como quiera que entre la criatura y su Criador no
hay igualdad ni fraternidad posible.
Y vase por qu, en las sociedades catlicas, el hombre obedece siempre Dios, y nunca obedece al hombre. Si en las sociedades
catlicas el hijo obedece al p a d r e , consiste esto solo en que Dios
ha querido que el padre le represente en la familia , y en que ha
hecho de la paternidad una cosa venerable y santa. Si en las socie-
1S3
dades catlicas, el pueblo obedece la autoridad suprema, obedecindola, solo obedece Dios, que ha querido que esa autoridad
le represente en el Estado, y que sea una cosa santa y augusta.
Omnis poteslas
Deo.
humana.
el im-
perio del mundo: al dar el ser esa libertad el rey de los reyes
Ja hizo reina. Tan alta, tan augusta, tan inviolable es los ojos del
Catolicismo la libertad del hombre.
Cuando lleg aquel dia, grande entre todos los dias, anunciado
en el tiempo por la voz de los profetas, en que el Salvador de los
cadenas;
yo os har
libres.
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1S6
todo lo concerniente la salvacin de vuestra a l m a : ni podis d e jar de reconocer que, lejos de tener jurisdiccin sobre ellos, les d e bis obediencia en todo lo relativo la recepcin y la administracin de los santos sacramentos. Bien sabis que en todas estas cosas
la suya, y no vuestra voluntad, es la verdaderamente soberana. Y
en efecto: si los ministros
todo lo concerniente
al orden temporal,
leyes en
po-
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188
189
de as repblicas
italia-
sobre la Historia
del Cristianismo
del protestante
190
de este Pontfice,
la independencia
de la Iglesia,
y para la reforma
era
de la
in-
socie-
191
dad; y que para alcanzar este fin, era necesario romper todas las
ligaduras que tenan encadenada la Iglesia al Estado con gran detrimento de la religin catlica
Cosa dificilsima es rayar en la
exageracin cuando se elogia Gregorio VII; como quiera que en
todas sus acciones supo echar los fundamentos de una gloria slida,
y que todos estamos igualmente interesados en que cada uno se le
d lo que se le debe de justicia. Abstnganse, p u e s , los malvolos
de arrojar la piedra al que est inocente , y reverenciemos y honremos al hombre que puso al servicio de su siglo ideas tan grandes y
generales.
I Cosa singular! La religin catlica est puesta entre dos enemigos implacables, el protestantismo y el judaismo ; y ambos estn
condenados por un designio providencial pronunciar eternamente
sus eternas alabanzas. El pueblo judo, enemigo personal del Seor,
conserva cuidadosamente el depsito de las profecas que le anuncian al gnero humano. La comunin protestante, enemigo personal de los Pontfices, les teje coronas en los libros de sus historiadores. Queris saber lo que es la religin catlica? Pues cerrad con
siete sellos los libros de los Santos Padres, y preguntdselo, que
ellos os respondern , al pueblo apstata y al pueblo deicida.
192
in.
gis diligit
en esa ciudad santa, depositara augusta de las tradiciones catlicas : el mismo espritu de libertad independencia, que hablaba
al mundo por boca de los Gregorios y de los Inocencios , habla hoy
al mundo por boca de su sucesor en el Pontificado. Los mismos partidos que dividan antes en bandos y en parcialidades la Italia, la
conmueven hoy hondamente, la afligen con sus discordias , y la
abrasan con sus incendios. La misma cuestin que se plante por s
misma desde que hubo en Occidente un sacerdocio constituido, y
desde que se constituy un imperio en Occidente, entre este imperio y aquel sacerdocio vuelve plantearse hoy por s misma otra
vez, con el privilegio que siempre tuvo , tanta es su grandeza , de
embargar la atencin de las naciones. Nihil sub sol- novum.
Encargado Pi IX de dar una resolucin ese inmenso problema , se encuentra en presencia de obstculos que al parecer son insuperables , y de dificultades que al parecer son invencibles. De
esos obstculos, unos son interiores, y otros son exteriores. En
este artculo, nos proponemos hablar de los primeros, dejando para
ms adelante hablar de los segundos.
Calificamos de interiores, aquellos obstculos que se levantan
contra el Pontfice en el mundo catlico; y aquellos otros que oponen al prncipe temporal los pueblos italianos. Calificamos de e x t e riores, los que nacen de los.encontrados intereses de las grandes
potencias de la Europa.
Dos grandes sistemas hay en el mundo catlico acerca de las
relaciones que conviene establecer entre las dos potestades : consiste el primero en fundar entre ellas una estrecha alianza , por m e dio de mutuas concesiones , reducidas , por parte del sacerdocio ,
permitir la potestad temporal cierta intervencin en sus cosas;
por parte del imperio, ofrecer la Iglesia su protectorado : consiste el segundo en no consentir ninguna especie de intervencin
de la potestad temporal en lo que concierne la Iglesia , y en r e nunciar toda especie de protectorado y todo gnero de alianza.
En este ltimo sistema, las relaciones entre las dos potestades se reducen al mutuo respeto de su libertad y de su independencia r e s pectivas.
TOMO III.
J.3
194
195
un mismo comps crecan los unos y menguaban las otras, vinindose ms andar el dia que los pupilos habian de dar al traste con
la autoridad de sus tutores. Firmar pactos de alianza y de amistad
eterna con una potestad que iba dar consigo en el suelo, y que
cumplido su encargo, habia dejado ya de ser el agente universal
y necesario de la civilizacin en el mundo, era meter la barca del
Pontificado en un mar sembrado de escollos, ponindola al capricho
de los vientos y la merced de los azares.
No era cosa difcil de presumir, que siguiendo la Europa por
estos caminos, iba salir definitivamente de la edad aristocrtica y
de la monrquica, para entrar en la democrtica, llena de t e m pestades y tumultos. Veanse venir estos tiempos, no solo por los
rumores sordos, intermitentes, amenazadores, errticos, que anunciaban los entendidos las grandes tormentas populares, sino tambin , y ms principalmente, por los signos de perdicin que c o menzaban descubrirse en todas las monarquas europeas; las
cuales habiendo perdido no solo los instintos de sus crecimientos,
sino hasta los de su conservacin, metan ciegamente la nave que
llevaba su fortuna por esos mares tumultuosos , vagando entre sus
vagos con la misma estpida indiferencia que si fueran cortando
con naves vestidas de oro y de prpura los cristales de lagos serenos. Unas desvanecidas y locas, se proclamaban absolutas y eternas
en la vspera del dia tremendo en que hasta habian de dejar de ser
monarquas : otras se metan ridiculamente filosofar, ignorando
(pie detras de esas filosofas venan las revoluciones , las cuales no
perdonan ni los reyes metidos filsofos, en los dias de sus v e n ganzas : algunas hubo q u e , instrumentos providenciales de su propia perdicin, se encararon con la Iglesia para sacudir lo que llamaban su yugo , y lo que hubiera sido en realidad su nico apoyo, en
los dias que habian de ser para ellas de nieve y fortuna. Otras, en
fin , la manera de aquellos hombres degradados de aquellas m u geres perdidas, que para no mirar el esqueleto de la muerte que
tienen delante del ojo, piden una hora de olvido los placeres
enervantes, y una hora de aturdimiento los licores corrosivos,
armaban zambras, y estruendos bquicos, y locos festines; y se
19(5
untaban las caras arrugadas y marchitas , ms bien por los excesos
que por los aos , con ungentos olorosos; hasta que se soltaron todas las cataratas de la democracia; y vino su diluvio; y con su d i luvio, su inundacin, que se llev los abismos esas monarquas
corrompidas y decrpitas , y derrib por tierra los alczares consagrados sus zambras y festines, y se llev sus afeites y sus u n gentos. No andan errados los que creen que la revolucin fu h e chura de los espritus infernales desencadenados por el mundo; pero
tampoco erraron los que creyeron que no salieron de sus prisiones
para conturbar la tierra sino con permiso muy alto. La revolucin
fu una obra del infierno , permitida por Dios; una obra un mismo
tiempo, infernal y divina. Infernales fueron los medios y sus agentes ; divinos, sus resultados y sus unes.
Las revoluciones fueron como los estampidos estruendosos del
can , que anunciaron la tierra el advenimiento de la democracia triunfante. La Iglesia, que habia firmado pactos de amistad y
de alianza con las monarquas en tiempos para ellas mas bonancibles , no las abandon en el dia de sus desventuras, y arrastr
lutos en el de sus funerales. De aqu se siguieron para la Iglesia
consecuencias gravsimas, que no debe olvidar el mundo catlico,
y que deben estar presentes siempre en la memoria de sus Pontfices. La democracia victoriosa la acus de absolutista; ella , que
habia lanzado sus anatemas invencibles contra todos los tiranos. La
democracia victoriosa la acus de aristocrtica ; ella , que habia
predicado la igualdad y la fraternidad de los hombres. La democracia victoriosa la acus de retrgada; ella , que habia amamantado la libertad con sus fecundsimos pechos. La Iglesia entonces
padeci grandes adversidades y gloriosas persecuciones. Sus ministros anduvieron pobres y errantes por el mundo : sus altares fueron
derribados en el polvo: sus dogmas fueron el ludibrio de las gentes,
y hasta su mismo Dios perdi el derecho de ciudadana en el Estado,
y fu arrojado d sus templos.
Este gran naufragio de todos los principios religiosos y sociales
dej una huella honda indeleble en la imaginacin aterrada de
los hombres. Varones eminentsimos comenzaron sospechar que
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producir una confusin peligrossima entre dos especies de libertades tan opuestas entre s como la verdadera libertad y la verdadera servidumbre; confusin que es fuerza desvanecer, y que no
desvanecida prontamente, daara de una manera grave al xito
de la santa empresa acometida por el Pontfice santo. Ya se alcanzar nuestros lectores que aludimos aqu la libertad que hizo su
entrada en Italia con la propaganda francesa; libertad que vino al
mundo en un dia nefasto ; que naci de la conjuncin punible y del
daado ayuntamiento del filosofismo y la revolucin; que no recibi
su nombre en las fuentes bautismales de la Iglesia; cuyo dia natalicio fu celebrado con lgubres y sangrientas hecatombes. Aludidirnos, en una palabra , y para decirlo todo de una v e z , la libertad revolucionaria, con la cual ni puede entrar en tratos ni ajustar
paces la libertad catlica.
Y no se entienda que el que estos artculos escribe, cree que
aquella libertad tiene en la pennsula ardientes y numerosos partidarios : cree al revs , que hoy dia la libertad catlica alcanza all
crecimientos que nunca pudo alcanzar la revolucin : esto no o b s tante, las conflagraciones de Luca, de Toscana , de Miln y de las
Dos Sicilias han venido contristar hasta cierto punto al mundo catlico, no acostumbrado reconocer la libertad en las facciones
descompuestas por el terror por la ira, que suelen mostrar las
insurrecciones vencidas y las insurrecciones triunfantes. Que una
gran parte de la responsabilidad de aquellos acontecimientos debe
pesar sobre los gobernadores de los pueblos italianos, menos p r e surosos de lo que debieran en seguir las pisadas del Santo Pontfice,
es para nosotros una cosa puesta fuera de toda duda : que aquellos
movimientos insurreccionales deben atribuirse ms bien los nobles
instintos de independencia, que las bastardas pasiones que las
ideas revolucionarias suelen remover en las muchedumbres, es
para nosotros una cosa evidente. Y sin embargo , nuestros ojos se
apartan con amargura de esos espectculos turbulentos , que al fin
y al cabo van parar siempre una revolucin de mala ley, y
una libertad que de seguro no es la libertad catlica.
La libertad catlica es el resultado de la santa confianza que
[ t o n e el pueblo en su prncipe, y del santo amor que pone el prncipe en su pueblo. La libertad catlica es la que hoy resplandece en
la primera capital del mundo con suaves y benignos resplandores.
La libertad catlica y la religin catlica son hermanas : ambas
han nacido en el Cielo, y ambas han bajado de las alturas para
consuelo de los prncipes amorosos y de los pueblos mansos.
Por lo que hace la libertad revolucionaria , los que la proclaman, no quieren la libertad como fin , sino como medio de r e m o n tarse la regin altsima donde est la potestad suprema, instra-
meritum regni.
2uu
ciones son esclavas; llevemos el hierro y el fuego todas las n a ciones ; y para dar paso todos sus ejrcitos, se abrieron por
todas partes todas sus fronteras. La Francia pase entonces por la
Europa su brbara libertad, que no era otra cosa sino un tremendo
y aterrador egosmo.
Los pueblos catlicos pusieron cerco la nacin pagana, hasta
que se fueron apagando uno por uno sus encendidos volcanes. Si la
Francia hubiera salido victoriosa de aquel inmenso cataclismo , las
tinieblas de la barbarie hubieran vuelto tenderse por la Europa,
y el sol de la civilizacin hubiera desaparecido del mundo.
Para nosotros es una cosa puesta fuera de toda duda , que todo
movimiento poltico y social que sale de las vias catlicas, conduce
las naciones fuera de las vias de la civilizacin, hasta volver
dar con ellas en las edades brbaras. Esto mismo que nos ensea la
razn, nos lo atestigua la historia. Los reyes se salieron de las vias
catlicas, cuando ensanchando su potestad desmesuradamente, o l vidaron que la libertad humana es de derecho divino. Los pueblos
su vez se salieron fuera de las vias catlicas, cuando olvidaron
que Dios ha puesto bajo su santa proteccin las potestades legtimas, y que las ha encomendado el cuidado de la tierra. Y qu fu
lo que sucedi los reyes ? Les sucedi , que por donde pensaban
ir parar la omnipotencia, por all fueron parar la guillotina.
Y qu fu lo que sucedi los pueblos? Les sucedi, que por
donde pensaban ir parar una emancipacin completa , por all
fueron a p a r a r una servidumbre absoluta. Y qu otra cosa es sino
una edad brbara, aquella tristsima edad en que las naciones son
siervas, y en que los reyes son guillotinados ? Tan cierto e s , que
donde no est el Catolicismo, all est la barbarie.
Antes de poner trmino este artculo, nos ha parecido oportuno declarar aqu solemnemente q u e , en nuestro sentir, de los
grandes obstculos interiores que se oponen las santas reformas de
Pi I X , el que acabamos de exponer , es sin ningn gnero de duda
el ms grave, y tambin el ms peligroso. Nuestra conviccin ntima y profunda es , que la libertad revolucionaria no ha llegado aun
al perodo de su declinacin; y que la libertad catlica habr de
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202
. iv.
203
implacable; sin que sea fcil calcular hasta donde hubieran llegado
los desmanes de la insolencia austraca, si Dios, apiadado de la e s clavitud de la Italia y de la servidumbre de su Iglesia, no las hubiera enviado un libertador en el gran Pontfice que hoy ocupa con
gloria la silla de San Pedro.
Gobernador de pueblos que pertenecen diferentes razas, vnculo artificial de cohesin entre razas separadas unas de otras por
rencores histricos , el emperador de Austria , temeroso de la disolucin de un imperio en cuya formacin no ha tenido parte la naturaleza sino solo el artificio, e s , por la fuerza misma de las circunstancias, el mantenedor en Europa de la unidad indivisible de
la potestad suprema. La libertad que vigoriza y robustece las s o ciedades compuestas de miembros fuertemente adheridos entre s,
disuelve instantneamente aquellas otras en cuyos miembros ni hay
trabazn ni adherencia. Su facticia unidad no puede conservarse
sino en virtud de la accin resistible de una potestad avasalladora;
y si por ventura , la fuerza de presin llega faltar, luego al punto
el edificio se cuartea y cae. El absolutismo e s , para el Austria, compuesta de razas enemigas , la frmula de su conservacin ; puesla
en aquella zona del inundo en donde soplan constantes , ya las apacibles brisas de la libertad , ya los recios vendbales de las revoluciones , para resistir su empuje tiene que acudir al despotismo,
que viene ser de esta manera la forma necesaria de su potestad
absoluta. De aqu procede aquel hondo terror que hiela y paraliza
sus miembros, cuando se levantan aquellos revueltos torbellinos
que suelen llevar consigo en su carrera polvorosa las naciones
europeas : de aqu, aquel insensato furor con que se precipita sobre
el pueblo que con sus movimientos d seales de vida , si est solo
y si es flaco. As cay sus pies Polonia la heroica, la cristiana,
tan rica de gloria como exhausta de sangre , exenta de amparo y
esca?a de ventura.
Pero como quiera que ese imperio facticio no puede durar largo
tiempo, las seales de su declinacin son cada dia ms profundas, y
cada dia ms visibles. Por un lado , tiene la Rusia que la abruma
con su peso : por olro, la Prusia que la ha arrebatado ya de sus
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20S
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abismos que el cisma y la hrega pusieron entre la Iglesia anglicana y la catlica : por eso y para eso , el Pontificado ingls envia
embajadores y saludos al Pontificado romano. Ay de aquellos
quienes la Inglaterra honra con embajadores y agasaja con saludos!
Y Roma tambin enviaba saludos y embajadores la liga Aquea, ltimo refugio de la independencia y de la libertad de los griegos; y
la santa federacin, y la noble independencia , y la libertad santa,
todo acab en un dia, solo para Roma fausto, para la Grecia lloroso,
triste para el mundo.
Volvamos los ojos la Francia. La Francia y la Inglaterra han
venido al mundo, y estn en el mundo para hacerse perpetuamente
contraste. La Inglaterra se representa s misma, la Francia r e presenta la humanidad en la lucha que mantiene con aquella raza
invasora; por e s o , mientras que todo es soberbio egosmo en la
primera, todo es simptica expansin en la segunda. Volved los
ojos todas parles, al Oriente, al Occidente, al Norte, al Medioda:
buscad el punto del espacio en donde se acumulan las ms grandes
catstrofes y los ms santos infortunios. Si ese punto no es Inglaterra,
el pueblo ingls permanecer tranquilo en su magostad indolente:
pero aunque ese punto no sea la Francia, y aunque est en las regiones polares, veris establecida, como por encanto y de sbito , una
corriente magntica y simptica entre el punto dolorido del globo y
el pueblo francs , que se levantar convulso por el dolor a g e n o ,
movindose automticamente al golpe elctrico de sacudimientos
nerviosos. No hay pueblo ninguno en la tierra, de quien la Francia
no tenga una faccin en su fisonoma : y como la variedad es alegre
de suyo, la fisonoma francesa es la ms alegre de todas. Entrad, por
el contrario, en una galera de retratos ingleses, y observareis que
todos son unos, todos austeros , todos grandiosos y todos tristes-; lo
cual debe consistir en que la unidad que es lo grande, sin la variedad
que es lo bello , es siempre tristemente austera y tristemente g r a n diosa. Un ingls es grave hasta en los festines; un francs, risueo
hasta en los combates. Cualquiera dira q u e , para el segundo, la
muerte es un episodio, y nada ms , de la vida ; y que, para el primero, la vida es el camino, y nada ms que el camino de la muerte.
TOMO III.
14
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En vista de lo que acabamos de decir, nadie podr causar extraeza que la Francia haya hecho suyas como por instinto a q u e llas grandes causas , de donde han estado pendientes la civilizacin
y los destinos del gnero humano. Ella ha conquistado el renombre
glorioso de hija primognita del Catolicismo. La Italia y la Iglesia,
como sus Santos Pontfices, conservaron su independencia, y guardaron el tesoro de su libertad, amparadas con el potentsimo escudo
de Carlo-Magno. Carlos Martel derroca entre Tours y Poitiers al
musulmn prepotente; y aquel gran emperador, magnfico y d i choso entre cuantos llevaron el cetro de estas regiones occidentales, levanta diques contraa avenida del septentrin^ salvando
la Francia y la Europa del yugo de los brbaros sajones.
Y qu es lo que hace ese gran pueblo en Italia? Qu es lo que
va hacer en aquella gloriosa pennsula ? Va combatir por su
libertad santa y por su nobilsima independencia, siguiendo las tradiciones Cari vingias? Va descolgarse de los Alpes para caer s o bre el insolent alemn, como cay en otro tiempo sobre los insolentes lombardos? Va preguntar, por ventura, qu es lo que hace
all el ingls, y como es que tiene l, que reneg de la f , la insolencia de aspirar la gloria de proteger la ciudad santa y al padre comn de todos los creyentes ?
Seremos francos, y sobre todo , imparciales con la Francia : y
por lo tanto , diremos sin empacho y sin rebozo que su poltica en
Italia es la poltica propia de los pueblos que van declinando, que
han declinado ya , y que con los infortunios y los aos han perdido
hasta la memoria de sus -gloriosas tradiciones : diremos sin rebozo
que esa misma poltica , propia de los pueblos decadentes, es la seguida en Espaa , en la Grecia, en Constantiuopla , en el .Lbano ,
en el Egipto, en la Argelia y en Marruecos. La Francia , ostentosa
de suyo, hace alarde de su decadencia , como lo hizo de su gloria:
sus retiradas y sus victorias le sirven igualmente de materia para
sus vanos triunfos.
:
los patriciados heroicos, y llaman insensatez y locura las aspiraciones inmensas que suelen tener las democracias en sus sublimes
arrebatos: se debe, en segundo lugar, esa trasformacion laboriosa,
en que desde la revolucin de julio est ocupada, de todos sus
elementos sociales ; como quiera que no es pequea hazaa la que
consiste en ajustar una sociedad un nuevo molde, y en asentar
sobre la lava ardiente de los volcanes una nueva dinasta : se debe
por ltimo y sobre todo , ese estril escepticismo que la tiene c o mo rendida y postrada ; como quiera que ni los hombres escpticos
han dejado nunca en pos de s ningn rastro luminoso, ni las sociedades escpticas han dejado huella en la historia. La f que mueve
las montaas, mueve tambin las naciones: los imperios sin creencias viven y pasan ignorados.
Esto sirve para explicar, por qu la Francia va cejando en Italia
y en el mundo : y para hablar solo de Italia, quin no ve que la
Francia es la nica, entre todas las naciones que all se observan
mutuamente , que est sin f y sin creencias ? El Austria tiene f en
el absolutismo , como forma esencialmente conservadora de los imperios ; y se lleva en pos de s todos los que recelan de la libertad y de sus torpes desmanes. La Inglaterra habla en nombre de
una independencia gloriosa y de una libertad turbulenta; y a r r a s trar en pos de s todos los hombres inflamables y todos los e s pritus soberbios y varoniles. Pi IX muestra la Italia y al mundo
el semblante manso y apacible de la libertad catlica, inflamado
con los rayos de la caridad divina; y est seguro de ver rendidos
sus pies todos los hombres de buena voluntad y de limpios p e n samientos. Por lo que hace la Francia no conoce la libertad catlica , recela de la revolucionaria , teme al gobierno absoluto, y predica una libertad enferma y quebrada de color; que ni es g r a n diosa como la revolucionaria, ni como la catlica, virginalmente
apacible.
Tales son los graves obstculos, las gravsimas complicaciones
con que lucha heroica , y hasta ahora dichosamente , el hombre augusto y el Pontfice Santo , que hoy gobierna la cristiandad , y
quien rinden humilde culto de admiracin los prncipes y las gentes.
212
DISCURSO DE RECEPCIN
PRONUNCIADO
EN LA ACADEMIA ESPAOLA,
E L 16
DE ABRIL DE
1848.
DISCURSO ACADMICO
SOBRE
LA
BIBLIA.
SEORES:
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adonde han ido beber su divina inspiracin todos los grandes poetas de las regiones occidentales del mundo, y en el cual han aprendido el secreto de levantar los corazones , y de arrebatar las almas
con sobrehumanas y misteriosas armonas. Ese libro es la Biblia, el
libro por excelencia.
En l aprendi Petrarca modular sus gemidos: en l vio Dante
sus terrficas visiones: de aquella fragua encendida sac el poeta
de Sorrento los esplndidos resplandores de sus cantos. Sin l, Mil
ton no hubiera sorprendido la muger en su primera flaqueza, al
hombre en su primera culpa , Luzbel en su primera conquista,
Dios en su primer ceo; ni hubiera podido decir las gentes la tragedia del Paraso , ni cantar con canto de dolor la mala ventura y
triste hado del humano linaje. Y para hablar de nuestra Espaa,
quin ense al maestro Fr. Luis de Len ser sencillamente sublime ? De quin aprendi Herrera su entonacin alta , imperiosa
y robusta? Quin inspiraba Rioja aquellas lgubres lamentaciones, llenas de pompa y magestad, y henchidas de tristeza, que d e jaba caer sobre los campos marchitos y sobre los mustios collados,
y sobre las ruinas de los imperios , como un pao de luto ? En cul
escuela aprendi Caldern remontarse las eternas moradas sobre
las plumas de los vientos ? Quin puso delante de los ojos de nues_
tros grandes escritores msticos los oscuros abismos del corazn humano? Quin puso en sus labios aquellas santas armonas, y aquella
vigorosa elocuencia , y aquellas tremendas imprecaciones, y a q u e llas fatdicas amenazas, y aquellos arranques sublimes, y aquellos
suavsimos acentos de encendida caridad y de castsimo amor, con
que unas veces ponan espanto en la conciencia de los pecadores, y
otras levantaban hasta el arrobamiento las limpias almas de los j u s tos ? Suprimid la Biblia con la imaginacin y habris suprimido la
bella, la grande literatura espaola, la habris despojado al
menos de sus destellos ms sublimes , de sus ms esplndidos a t a vos, de sus soberbias pompas y de sus santas magnificencias.
Y qu mucho, seores , que las literaturas se deslustren , si
con la supresin de la Biblia quedaran todos los pueblos asentados en tinieblas y en sombra de muerte ? Porque en la Biblia estn
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sencia son vanos simulacros las batallas de los hombres : por eso, la
Biblia, que contiene los modelos de todas las tragedias , de todas
las elegas , y de todas las lamentaciones, contiene tambin el modelo inimitable de todos los cantos de victoria. Quin cantar como
Moiss, del otro lado del mar Rojo, cuando cantaba la victoria de Jehov, el vencimiento de Faran, y la libertad de su pueblo? Quin
volver cantar un himno de victoria como el que cantaba Dbora ,
la Sibila de Israel, la Amazona de los hebreos, la muger fuerte de la
Biblia? Y si de los himnos de victoria pasamos los himnos de alabanza, en cul templo resonaron jams como en el de Israel,
cuando suban al cielo aquellas voces suaves, armoniosas, concertadas , con el delgado perfume de las rosas de Jericd y con el aroma
del incienso del Oriente? Si buscis modelos de la poesa lrica, qu
lira habr comparable con el arpa d e David , el amigo de Dios, el
que ponia el oido las suavsimasconsonancias y a los dulcsimos
cantos de las arpas anglicas; con el arpa de Salomn , el Rey sabio y felicsimo , que puso la sabidura en sentencias y en proverbios, y acab por llamar vanidad la sabidura; que cant el amor
y sus regalados dejos, y su dulcsima embriaguez , y sus sabrosos
trasportes y sus elocuentes delirios? Si buscis modelos de la poesa
buclica , en dnde los hallareis tan frescos y tan puros como en
la poca bblica del patriarcado; cuando la muger, la fuente y la
flor eran amigas, porque todas juntas y cada una de por s eran el
smbolo de la primitiva sencillez y de la candida inocencia? Dnde
hallareis sino all los sentimientos limpios y castos, y el encendido
pudor de los esposos , y la misteriosa fragancia de las familias p a triarcales?
Y v e d , seores, por qu todos los grandes poetas, todos los
que han sentido sus pechos devorados por la llama inspiradora de
un Dios, han corrido aplacar su sed en las fuentes bblicas de
aguas inextinguibles, que ahora forman impetuosos torrentes,
ahora rios anchurosos y hondables, ya estrepitosas cascadas y b u lliciosos arroyos, tranquilos estanques y apacibles remansos.
Libro prodigioso a q u e l , seores, en que el gnero humano comenz l e e r , treinta y tres siglos h ; y con leer en l todos los
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sudor y con la sangre de naciones vencidas y sujetas', y que publican con elocuencia muda y aterradora que aquellas vastas soledades
fueron asiento un dia de generaciones esclavas. Y si apartando los
ojos de las regiones orientales, los volvis las partes de Occidente, qu veis en las repblicas griegas, sino aristocracias orgullosas y tirnicas oligarquas ? Qu otra cosa viene ser Esparta,
silla del imperio de la raza drica , sino una ciudad oriental, dominada por sus conquistadores ? Y qu viene ser Atenas, la heroica , la democrtica, la culta, patria de los dioses y de los hroes,
sino una ciudad habitada por un pueblo eselavo y por una aristocracia fiera y desvanecida, que no se llam s propia pueblo, sino
porque el pueblo no era nada ?
(Vengamos ahora la nacin hebrea ; y antes de todo hablemos
de su Dios, porque su nombre est escrito con caracteres imperecederos en todas las pginas de su historia. Su nombre es Jehov; su
naturaleza, espiritual; su inteligencia , infinita; su libertad, completa; su independencia, absoluta; su voluntad , omnipotente. La
creacin fue un acto de esa voluntad independiente y soberana.
Cuanto cre con su poder, se mantiene con su providencia. Jehov
mantiene los astros en sus rbitas, la tierra en su eje, al mar en
su cauce. Las gentes se olvidaron de su n o m b r e ; y l retir su
mano de las gentes; y la inteligencia humana se vio envuelta de sbito en una eterna noche; y entonces eligi un pueblo entre todos
y le llam hacia s, y le abri el entendimiento para que entendiera ; y entendi, y le ador puesto de hinojos, y camin por sus
vias, y obedeci sus mandamientos, y se puso debajo de su mano
llena de venganzas y de misericordias, y ejecut el encargo de ser el
instrumento de sus inescrutables designios; y fue la luz de la tierra!)
nico entre todos los pueblos , escogido y gobernado por Dios,
el pueblo hebreo es tambin el nico cuy historia es un himno sin
fin en alabanza del Dios que le conduce y le gobierna. Apartado de
todas las sociedades humanas , est solo , solo con Jehov , que le
habla con la voz de sus profetas y con la de sus sacerdotes, y quien
responde con cnticos de adoracin , que estn resonando siempre
en las cuerdas de su lira.
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Moiss declara que su pueblo solo est sujeto su Dios. Su Dios gobierna las familias por el ministerio de la paternidad ; las tribus,
por el ministerio de los ancianos ; las cosas sagradas, por el ministerio de los sacerdotes ; los ejrcitos , por el ministerio de sus capitanes; y la repblica toda, por su omnipotente palabra , que los ngeles del cielo ponen en el oido de Moiss en las humeantes cimas
de los montes, que, turbndose con la presencia del que los puso all,
tiemblan en sus anchsimos fundamentos, y se coronan de rayos.
Con los patriarcas tuvo fin la poca de la promesa, y en Moiss
tiene principio la poca de la amenaza. Con la palabra de Dios,
cambia de sbito el semblante de su pueblo; y la poesa hebrea se
conforma de suyo ese nuevo semblante y aquella nueva palabra.
Dios se ha convertido , de Padre que era , en Seor : el pueblo , de
hijo que e r a , en esclavo : Dios le quita la libertad, en castigo de
sus prevaricaciones , y en premio de su rescate. Yo soy vuestro
Dios, y vosotros sois mi pueblo,- habia dicho Jehov los santos
patriarcas : ya soy tu Seor y tu propietario ; el que te libr de
la servidumbre de los Faraones : esto dice Jehov por la boca
de Moiss su pueblo prevaricador y rebelde : Dios deja de hablar
dulce y secretamente los hombres : los ngeles no visitan ya sus
tiendas hospitalarias : la blanca y pura flor de'la inocencia no abre
su casto cliz en los campos de Israel, que resuenan lgubremente
con amenazas, fatdicas y con sordas imprecaciones. Todo es all
sombro : el. desierto con su inmensa soledad , el monte con sus pavorosos misterios, el cielo con sus aterradores prodigios. La musa
de Israel amenaza como Dios, y gime como el pueblo. Su pecho,
que hierve como un volcan, est henchido hoy de bendiciones,
maana de anatemas : sus cantos imitan hoy la apacible serenidad
de un cielo sin n u b e s ; maana el sordo estruendo de un mar en tumulto : hoy compone su rostro con la magestad pica, maana se
descomponen sus facciones con el terror dramtico : poco despus,
parece una bacante en su desorden lrico : ya se cie de palmas y
canta la victoria : ya se inunda de llanto , y deja que se escapen de
su pecho tristes y dolorosas elegas.
/Moiss; que es el ms grande de todos los filsofos, el. ms
TOMO Jll.
1>
;
Y no extrais, seores, que inmediatamente despus de h a beros hablado de Dios, os hable de la muger. Cuando Dios, enamorado del h o m b r e , su ms perfecta criatura, determin hacerle el
primer d o n , le dio en su amor infinito la muger, para*que. esparciera flores por Sus sendas y luz por sus horizontes. El hombre
fu el seor, y la muger el ngel del Paraso.
Cuando la muger cometi la primera de sus flaquezas, Dios
permiti que el hombre cometiera el primero de sus pecados, para
que vivieran juntos : juntos salieron de aquellas moradas esplndidas , con el pie lleno de temblor, el corazn de tristeza, y con los
ojos oscurecidos con lgrimas. Juntos han ido atravesando las edades, su mano puesta en su mano, ahora resistiendo graneles torbellinos y tempestades procelosas, ahora dejndose llevar mansa y
regaladamente por pacficos temporales, surcando el mar de la vida
con grande bonanza y con sosegada fortuna.Al herir Dios con la
vara de su justicia al-hombre prevaricador, cerrndole las puertas
del delicioso jardin que para l habia dispuesto con sus propias manos, tocado de misericordia quiso dejarle algo ife le recordara el
suave perfume ele aquellas moradas anglicas; y le dej la m u ger, para que al poner en ella sus ojos, pensara en el Paraiso.'
Antes que saliera del Edn, Dios prometi la m u g e r , . q u e de
sus entraas nacera, andando el tiempo, el que habia de quebrantar a cabeza ele la serpiente. De esta manera, el Padre de todas las
justicias y de todas las misericordias junt el castigo con la p r o mesa, y el dolor con la esperanza. Conservse completa esta tradicin primitiva, segn la cual la muger era dos veces santa, con la
santidad d la promesa y con la santidad del infortunio , entre los
descendientes de Seth, que merecieron ser llamados hijos de Dios:
alterse empero notablemente entre los descendientes de Cain^ que
por su mala vida y entregadas costumbres fueron llamados hijos ele
los hombres: los primeros respetaron la muger, unindose con
ella en la tierra con el vnculo santo , uno indisoluble que el mismo Dios habia formado en el cielo : los segundos la envilecieron y
degradaron, instituyendo la poligamia, mancha del lecho nupcial;
siendo Lamec el primero de quien se cuenta que tom por suyas dos
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con estas solemnidades y estos ritos, se celebraron las bodas de Rebeca con Isaac, de Ruth con Booz, y de Sara con Tobas. El gran
legislador del pueblo hebreo habia permitido la poligamia y el divorcio, desrdenes difciles de ser arrancados de cuajo, cuando tan
hondas raices habian echado en el m u n d o , y sobre todo, en sus
zonas orientales. Esto no obstante, ni el divorcio ni la poligamia fueron tan comunes entre la gente hebrea como entre los pueblos gentiles, ni produgern all la disolucin de la sociedad domstica; neutralizadas como estaban aquellas instituciones con saludables y
santas doctrinas : por lo que hace la esclavitud de la muger, fu
cosa desconocida en el pueblo de Dios : como quiera que la esclavitud no se compadece con aquella alta prerogativa de ser madre
del Redentor, otorgada la muger desde los tiempos admicos.
Las tradiciones bblicas, que fueron causa de la libertad de la
muger, fueron al mismo tiempo ocasin de la libertad de los hijos :
los de los gentiles caian en el poder de sus p a d r e s , los cuales t e nan sobre ellos el mismo derecho que sobre sus cosas : los de los
hebreos eran hijos de Dios, y uno de ellos habia de ser el Salvador
de los hombres. De a q u , el santo respeto y tiernsimo amor de los
hebreos sus hijos , igual al que tenan sus mugeres : ele aqu, el
exquisito cuidado de las matronas en amamantar sus propios p e chos los que habian llevado en sus entraas: siendo tan universal esta costumbre, que solo se sabe de Joas, Rey de J u d , de
Mifiboseth y de Rebeca, que no hayan sido amamantados los
pechos de sus madres. De aqu, las bendiciones que descendan de
lo alto sobre los progenitores ele una numerosa familia y sobre las
madres fecundas : sus nietos son la corona de los ancianos, dice la
sagrada Escritura. Dios habia prometido Abraham una posteridad
numerosa; y esa promesa era considerada por los hebreos como
una de las ms insignes mercedes : de a q u , la esmerada solicitud
d e s s legisladores por IQS crecimientos de la poblacin; cosa a d vertida ya por Tcito , que hablando del pueblo hebreo, observa lo
siguiente : Augendae
lamen
(uem([uam ex agnatis
nefas,
midtudini
consulilur
: nam et
necare
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la familia gentlica y la hebrea, echareis luego de ver que estn separadas entre s por un abismo profundo : la familia gentlica se
compone de un seor y de sus esclavos : la hebrea , del padre , de
la muger y de sus hijos : entran , como elementos constitutivos de la
primera, deberes yderechos absolutos : entran constituir la segunda deberes y derechos limitados. La familia gentlica descansa
en la servidumbre; la hebrea se funda en la libertad. La primera
es el resultado de un olvido : la segunda, de un recuerdo; el olvido
y el recuerdo de. las divinas tradiciones : prueba clara de que
el hombre no ignora sino porque olvida, y no sabe sino porque
aprende. l
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tro de los hogares, sino que pusieron muchas veces en su mano
fortsima y victoriosa el'pendon de las batallas y el gobierno del
Estado. La ilustre Dbora gobern la repblica en calidad de juez
supremo de la nacin ; como general de los ejrcitos, pele y g a n batallas sangrientas; como poeta, celebr los triunfos de Israel
y enton himnos de victoria, manejando un tiempo mismo con
igual soltura y maestra la lira, el cetro y la espada.
En tiempo de los reyes, la viuda de Alejandro Janneo tuvo el
cetro diez aos: la madre del rey Asa le gobern, en nombre de su
hijo, y la muger de Hircano Macabeo fu designada por este prn^
cipe para gobernar el Estado despus de sus clias. Hasta el espritu
de Dios , que se comunicaba pocos, descendi tambin sobre la
muger, abrindola los ojos y el entendimiento para que pudiese ver
y entender las cosas futuras. Huida fu alumbrada con espritu de
profeca; y los reyes se acercaban ella, sobresaltados de un gran
temor, contritos y recelosos, para saber de sus labios lo que en el
libro de la Providencia estaba escrito de su imperio. La muger, e n tre los hebreos, ahora gobernase la familia, ahora dirigiera el Estado , ahora hablara en nombre de Dios , ahora por ltimo avasallara los corazones, cautivos de sus encantos, era un ser benfico,
que ya participaba tanto de la naturaleza anglica como de la naturaleza humana. Leed sino el cantar de los cantares; y decidme si
aquel amor suavsimo y delicado, si aquella esposa vestida de olorosas y candidas azucenas, si aquella msica acordada , si aquellos
deliquios inocentes y aquellos subidos arrobamientos y aquellos
deleitosos jardines no son mas bien que cosas vistas, oidas y s e n tidas en la tierra , cosas que se nos han representado como en sueos en una visin del Paraso.
Y sin embargo, seores, para conocer la muger por- excelencia ; para tener noticia cierta del encargo que ha recibido de
Dios; para considerarla en toda su belleza inmaculada y altsima;'
para formarse alguna idea de su influencia santificadora, no basta
poner la vista en aquellos bellsimos tipos de la poesa hebraica,
que hasta ahora han deslumhrado nuestros ojos y han embargado
nuestros sentidos dulcemente. El verdadero tipo, el ejemplar v e r -
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(.ladero de la muger no es Rebeca, ni Dbora, ni la esposa del c a n tar de los cantares, llena de fragancias como una taza de perfumes.
Es necesario ir ms all, y subir ms alto; es necesario llegar la
plenitud de los tiempos, al cumplimiento de"la primitiva promesa:
para sorprender Dios formando el tipo perfecto de la muger, es
necesario subir hasta el trono resplandeciente de Mara. Mara es
una criatura aparte, ms bella por s sola que toda la creacin : el
hombre no es digno de tocar sus blancas vestiduras: la tierra no es
digna de servirla de peana , ni de alfombra los paos de brocado :
su blancura excede la nieve que se cuaja en las montaas, su
rosicler al rosicler de los cielos: su explendor al explendor de las
estrellas. Mara es amada de Dios, adorada de los hombres, servida de los ngeles. El hombre es una criatura nobilsima, porque
es seor de la tierra, ciudadano del cielo, hijo de Dios; pero la
muger se le adelanta y le deslustra y le vence, porque Mara tiene
nombres mas dulces y atributos ms altos. El Padre la llama hija, y
la envia embajadores : el Espritu Santo la llama esposa , y la hace
sombra con sus alas.- el hijo la llama madre, y hace su morada de
su sacratsimo v i e n t r e : los serafines componen su corte: los cielos
la llaman Reina ; los hombres la llaman Seora: naci sin mancha,
salv al mundo, muri sin dolor, vivi sin pecado.
Ved ah la muger, seores , ved ah la muger : porque Dios en
Mara las ha santificado todas : las vrgenes, porque ella fu
Virgen : las esposas, porque ella fu esposa : las viudas, poique ella fu viuda : las hijas, porque ella fu hija : las madres,
porque ella fu madre. Grandes y portentosas maravillas ha obrado
el cristianismo en el mundo : l ha hecho pazes entre el cielo y la
tierra : ha destruido la esclavitud : ha proclamado la libertad h u mana y la fraternidad de los hombres; pero con todo eso , la mas
portentosa de todas sus maravillas, la que mas hondamente ha influido en la constitucin de la sociedad domstica y de la civil, es
la santificacin de la muger, proclamada desde las alturas evanglicas. Y cuenta, seores , que desde que Jesucristo habit entre nosotros, ni sobre las pecadoras es lcito arrojar los baldones y el insulto; porque hasta sus pecados pueden ser borrados por sus lgrimas.
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El Salvador de los hombres puso la Magdalena debajo de- su a m paro ; y cuando hubo llegado el dia tremendo en cpie se anubl el
sol y se estremecieron y dislocaron dolorosamente los huesos de la
tierra, al pi de su cruz estaban juntas su inocentsima Madre y la
arrepentida pecadora , para darnos as entender, que sus amorosos brazos estaban abiertos igualmente la inocencia y al a r r e p e n timiento.
Ya hemos visto de qu manera el sentimiento religioso y el del
amor, y la noticia completa desfigurada de la divinidad y de .la
muger sirven hasta cierto punto para ponernos de manifiesto las
diferencias esenciales que se advierten entre la poesa bblica y la
de los pueblos gentiles. Solo nos falta ahora , para dar fin este
discurso, que va creciendo demasiado , poner vuestra vista , como de relieve, la inconmensurable distancia que hay entre las
constituciones polticas de los pueblos ms cultos entre los antiguos
y la del pueblo hebreo, depositario de la palabra revelada; y el diverso influjo que esas distintas constituciones ejercieron en la d i ferente ndole de la poesa gentlica y de la hebraica.
\Ya he manifestado a n t e s , y confirmo ahora mi primera manifestacin , que las fuentes de toda poesa grande y elevada son el
amor Dios, el amor la muger, y el amor al pueblo : de tal m a nera , que la poesa pierde las alas con que vuela alli donde los poetas no pueden beber la inspiracin en esos manantiales fecundos,
en esas clarsimas fuentes. Para que existan esos fecundsimos amores , una cosa es necesaria ; que sea conocida la divinidad con toda
su pompa, la muger con todos sus encantos, el pueblo con todas
sus libertades y todas sus magnificencias; por esta razn, alli donde
se d el n o m b r e de Dios la criatura , de muger una esclava, de
pueblo una aristocracia opresora , puede afirmarse , sin temor de
ser desmentido por los hechos, que la .poesa con toda su pompa
y magestad no existe , porque no existen esos fecundsimos amores.
Ahora bien : la nocin del pueblo es el resultado de estas dos
nociones : la de la asociacin, y la de la fraternidad. Sabis lo que
es el pueblo ? El pueblo es una asociacin de hermanos; y ved poiqu la nocin del pueblo no puede coexistir en el entendimiento
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los oradores, proponan lo que juzgaban conforme las conveniencias del Estado. Un profeta era mas que Homero, ms que Demstenes , ms que Graco ; era Graco, Plomero y Demstenes un
mismo tiempo. El profeta era el hombre que daba de mano todo
regalo de la carne y todo amor de la vida, y que mensajero de
Dios, tenia el encargo de poner su palabra en el oido del pueblo,
en el oido de los sacerdotes y en el oido de los reyes. Por eso, los
profetas amenazaban, imprecaban, raaldecian; por eso, dejaban
escaparse de sus pechos, poderosas, tremendas aquellas voces de
temor y de espanto , que se oian en Jerusalen cuando venia sobre
ella con ejrcito fortsimo y numerossimo el rey de Babilonia, ministro de las venganzas de Jehov y de sus iras celestiales. Los poetas cesreos miraban siempre , antes de hablar, los semblantes de
los prncipes.
Los oradores y los tribunos de Atenas y de Roma tenian puestos
los ojos, antes de soltar los torrentes de su elocuencia , en los semblantes del pueblo : los profetas de Israel cerraban los ojos para no
lisonjear ni los gustos de los pueblos ni los antojos de los reyes,
atentos solo lo que Dios les decia interiormente en sus almas: por
eso hicieron frente los odios implacables de los prncipes, que
habiendo puesto su sacrilega mano en el templo de Dios, no teman
ponerla en el rostro augusto de sus profetas : por eso resistieron
con constantsimo semblante la grande indignacin y bramido popular , creciendo su constancia al comps de la persecucin y al
comps de las olas de aquellas furiosas tempestades , sin que se doblegasen sus almas sublimes al miedo de los tormentos : por eso,
en fin , casi todos, entregarou sus gargantas al cuchillo, buscaron en tierras extraas un triste sepulcro.
Yo no s, seores, si hay en la historia un espectculo ms
bello que el de los profetas del pueblo de Dios luchando armados
con el solo ministerio de la palabra contra todas las potestades de
la tierra. Yo no s si ha habido en el mundo poetas ms altos,
oradores ms elocuentes, hombres ms grandes, ms santos y ms
libres; nada falt su gloria, ni la santidad de la vida, ni la santidad de la causa que sustentaron , ni la corona del martirio.
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pueblo.
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Ya lo veis, seores: unos mismos son los orculos, y una misma la catstrofe : ahora veris cmo una misma ceguedad hace inevitable esa catstrofe, y hace buenos aquellos tremendos orculos.
Edipo sabe que mat aquel hombre en aquella senda; pero
su conciencia est tranquila, porque su padre era Polibio : Polibio
estaba muy lejos de all, y el que muri sus manos, era desconocido y extrangero. Los judos saben que mataron al hombre de
Nazareth : saben que le pusieron en una cruz en el Monte Calvario, y que le pusieron entre dos ladrones para ms escarnecerle;
pero su conciencia est tranquila: su Dios habia de venir, pero aun
estaba lejos: su Dios haba de ser conquistador y rey, y habia de
rugir como el len de Jud; mientras que el hombre de la cruz habia
nacido en pobre lugar, de padres pobres, y no habia encontrado
una piedra en donde 'reclinar su frente. .Si eres hijo de Dios,
por qu no bajas de la c r u z ? d i j o el pueblo judo: s i el
que muri mis manos me habia dado el ser, cmo al darle la
muerte no salt el corazn en mi pecho ? Cmo es que no me habl la voz de la sangre? -esto dijo el rey parricida. Y el p u e blo matador de su Dios , y el hombre matador de su padre se complacieron en su sagacidad, y escarnecieron los orculos, y se
mofaron de los profetas.
Pero la divinidad implacable, que calladamente est en ellos y
obra en ellos, los empuja para que caigan, y qutala luz de sus ojos
para que no vean los abismos. Ambos se hallan posedos de. sbito
de una curiosidad inmensa , sobrehumana. Edipo pregunta Y o casta, pregunta Tiresias, pregunta al anciano que sabe su secreto :Quin es el hombre de la senda ? Quin es mi padre ?
Quin soy y o ? E l pueblo judo pregunta J e s s : Quin
eres? Eres por ventura nuestro Dios y nuestro rey? E l drama
aqu comienza ser terribilsimo: no hay pecho que no sienta una
opresin dolorosa, inexplicable, increble; ni frente que no est baada con sudores; ni alma que no desfallezca con angustias.
Entretanto, la clera de los dioses cae sobre Tebas : la peste
diezma las familias y envenena las aguas y los aires. El cielo se
deslustra, las flores pierden su fragancia, los campos su alegra. En
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la populosa ciudad reina el silencio y el espanto, la desolacin y la
muerte. Las matronas tebanas discurren por los templos, y con votos y plegarias cansan los dioses. Sobre Jerusalen la mstica, la
gloriosa, cae un velo fnebre : por aqu van santas mugeres que
se lamentan'; por all discurren en tumulto muchedumbres que se
enfurecen. Todas las trompetas profticas resuenan a la vez en la
ciudad sorda, ciega y maldita, que lleva al Calvario al Justo.Una
generacin no pasar sin que vengan sobre vosotras, matronas de
Sion , tan grandes desventuras , que seris asombro de las gentes:
ya , ya asoman por esos repechos las romanas legiones : ya cruzan
por los aires, trayendo el rayo de Dios, las guilas capitolinas J e rusalen! Jerusalen! Ay de tus hijos! porque tienen hambre y no
encuentran p a n , tienen sed y no encuentran agua; quieren hacer
plegarias y votos en el templo de Dios, y estn sin Dios y sin templo ; quieren vivir, y cada paso tropiezan con la muerte; quieren
una sepultura para sus cuerpos, y sus cuerpos yacen en los campos
sin sepultura, y son pasto de las aves.
Edipo sale de su alczar para consolar su pueblo moribundo,
y gobernando los dioses su lengua, los toma por testigos de que el
culpable ser puesto tormento y echado de la tierra : lanza sobre l anticipadamente la excomunin sacerdotal; le maldice en
nombre de la tierra y del cielo , de los dioses y de los hombres, y
carga su cabeza con las execraciones pblicas. El pueblo judo , tomado de un vrtigo caliginoso, posedo de un frenes delirante,
puesto debajo de la mano soberana qu le anubla los ojos y le oscurece la razn, y ardiendo en la fragua de sus furores, exclama d i ciendo : Que su sangre
y sobre nuestros
hijos.
III.
16
212
DISCURSO
PRONUNCIADO EN EL CONGRESO EL 4 DE ENERO DE 1849;
PRECEDIDO
D E U N A R T C U L O I N S E R T O E N EL HERALDO D E L 3 0 D E
NOVIEMBRE
DE 1848 ,
seguido de la Correspondencia con el seor Conde de Montalembert, y de la Polmica con algunos peridicos.
MICA periodstica que siguen al D I S C U R S O , son evidentemente no solo una segueta del mismo, sino un luminoso comentario y eplogo de las grandes idea*
en l contenidas.
Las dos cartas que publicamos del conde de M O N T A L E M B E R T , las traducimos fielmente de sus propios originales. Las de D O N O S O fueron publicadas
por algunos peridicos espaoles, traducidas del francs; y nosotros ahora
las reproducimos conform e los propios borradores en castellano, escrito-i
por su autor. La primera de estas cartas suscit protestas y refutaciones do
varia ndole en algunos peridicos espaoles de la poca, que fueron la ocasin del comunicado de D O N O S O , inserto aqu en ltimo lugar con el nombre de P O L M I C A , y cuyo testo mismo nos parece espresar con sobrada estensiou
los cargos que responde para juzgarnos dispensados de exponerlos ms detalladamente.
Por lo dems, no terminaremos esta advertencia sin llamar de nuevo y
muy eficazmente la atencin del lector sobre todas estas producciones,
que
verdadera.
ARTCULO
SOBRE
EL
HERALDO
DEL
50
D E NOVIEMBRE D E
1848.
2JS .
21!)
demagogia acabe, que la demagogia acabe con las sociedades humanas: una reaccin, ola muerte. Dios nos dar en su justicia la
primera, para librarnos en su misericordia de la segunda.
DISCURSO
PRONUNCIADO EN EL CONGRESO EL 4 DE ENERO DE 1849.
SEORES:
\'A. largo discurso que pronunci ayer el Sr. Cortina, y que voy
contestar, considerndole bajo un punto de vista restringido,
pesar de sus largas dimensiones, no fu ms que un eplogo; el
eplogo d l o s errores del partido progresista, los cuales su vez
no son ms que otro eplogo; el eplogo de lodos los errores que se
han inventado de tres siglos esta parte, y que traen conturbadas
ms menos hoy dia todas las sociedades humanas.
El Sr. Cortina, al comenzar su discurso, manifest con la buena
le q u e S. S. distingue, y que tanto realza su talento, que l mismo
algunas veces habia llegado sospechar si sus principios serian
falsos, si sus ideas serian desastrosas, al ver que nunca estaban en
el poder y siempre en la oposicin. Yo dir S. S. que, por poco
. 254
mayora.)
El Sr. Cortina, siguiendo las tradiciones del partido quien capitanea y representa; siguiendo, digo, las tradiciones de este p a r tido desde la revolucin de febrero , ha pronunciado un discurso
dividido en tres partes , que yo llamar inevitables. Primera , un
elogio del partido, fundado en una relacin de sus mritos pasados.
Segunda, el memorial de sus agravios presentes. Tercera, un p r o grama , sea una relacin de sus mritos futuros.
Seores de la mayora : yo vengo aqu defender vuestros
principios; pero no esperis de m ni un solo elogio : sois los v e n cedores , y nada sienta tan bien en la frente del vencedor como
una corona de modestia. (Bien bien.)
No esperis de m, seores, que hable de vuestros agravios: no
tenis agravios personales que vengar, sino los agravios hechos la
sociedad y al Trono por los traidores su Reina y su patria. No
hablar de vuestra relacin de mritos. Para qu fin hablara de
ellos? Para que la nacin los sepa? La nacin se los sabe de m e moria
(Risas.)
El Sr. Cortina dividi su discurso en dos partes, que desde luego
se presentan al alcance de todos los seores diputados. S. S. trat
d la poltica exterior del Gobierno, y llam poltica exterior importante para Espaa los acontecimientos ocurridos en P a r s , ei^
Londres y en Roma. Yo tocar tambin estas cuestiones.
Despus descendi S. S. la poltica interior; y la poltica interior, tal como la ha tratado el Sr. Cortina, se divide en dos p a r tes : una, cuestin de principios ; y otra, cuestin de hechos : i j n a ,
cuestin de sistema: y otra, cuestin de conducta. A la cuestin de
hechos, la cuestin de conducta ya ha contestado el Ministerio,
que es quien corresponda contestar, que es quien tiene los datos
para ello, por el rgano de los seores Ministros de Estado y Gobernacin , que han desempeado este encargo con la elocuencia
que acostumbran. Me queda para m casi intacta la cuestin de
principios: esta cuestin solamente abordar; pero la abordar,
si el Congreso me lo permite, de lleno.
(Atencin.)
Seores : cul es el principio del Sr. Cortina? El principio
de S. S., bien analizado su discurso, es el siguiente : en la poltica
interior, la legalidad : todo por la legalidad, todo para la legalidad,
la legalidad siempre, la legalidad en todas circunstancias, la legalidad en todas ocasiones : y yo , seores, que creo que las leyes se
han hecho para las sociedades , y no las sociedades para las leyes,
(Muy bien, muy bien), d i g o : la sociedad, todo para la sociedad,
todo por la sociedad, la sociedad siempre, la sociedad en todas circunstancias, la sociedad en todas ocasiones. (Bravo,
bravo.)
Cuando la legalidad basta para salvar la sociedad, la legalidad;
cuando no basta, la dictadura. Seores, esta palabra tremenda,
(que tremenda es, aunque no tanto como la palabra revolucin, que
es la ms tremenda de todas) (Sensacin);
digo que esta palabra
tremenda lia sido pronunciada aqu por un hombre que todos c o nocen : este hombre no ha sido hecho por cierto de la madera de
los dictadores. Yo he nacido para comprenderlos, no he nacido
para imitarlos. Dos cosas rae son imposibles : condenar la dictadura
y ejercerla. Por eso (lo declaro aqu alia, noble y francamente) estoy incapacitado de gobernar : no puedo aceptar el Gobierno en
conciencia : yo no podria aceptarle sin poner la mitad de m mismo
en guerra con la otra mitad , sin poner en guerra mi instinto contra mi razn, sin poner en guerra mi razn contra mi instinto.
(Muy
bien, muy
bien.)
256
257
se llamaba ostracismo ; en Roma ese poder omnipotente estaba en
manos del Senado, que le delegaba en un varn consular; y se llamaba como entre nosotros, dictadura (Bien, bien.) Ved las sociedades modernas, seores; ved la Francia en todas sus vicisitudes.
No hablar de la primera repblica, que fu una dictadura gigantesca, sin fin, llena de sangre y de horrores. Hablo de poca posterior. En la Carta de la Restauracin, la dictadura se habia refugiado buscado un asilo en el artculo 1 i : en la Carta de '1830 se
encontr en el prembulo. Y en la Repblica actual? De esta no
digamos nada: Qu es sino la dictadura con el mote de Repblica?
(Estrepitosos
aplausos.)
He probado que la dictadura es una verdad en el orden terico; que es un hecho en el orden histrico. Pues ahora voy decir
m a s : la dictadura pudiera decirse, si el respeto lo consintiera , que
es otro hecho en el orden divino.
Seores: Dios ha dejado hasta cierto punto los hombres el
gobierno de las sociedades humanas, y se ha reservado para s e x clusivamente el gobierno del universo. El universo est gobernado
por Dios, si pudiera decirse as, y si en cosas tan altas pudieran
TOMO III.
17
258
aplicarse las expresiones del lenguaje parlamentario , constitucionalmente. (Grande?, risas en los bancos de la izquierda.)
Y , seo-
r e s , la csame parece de la mayor claridad, y de la mayor evidencia. Est gobernado por ciertas leyes precisas, indispensables,
que se llama causas secundarias. Qu son estas leyes, sino leyes
anlogas las que se llaman fundamentales respecto de las sociedades humanas?
Pues bien , seores : si con respecto al mundo fsico, Dios es el
legislador, como respecto las sociedades humanas lo son los legisladores, si bien de diferente m a n e r a , gobierna Dios siempre
con esas mismas leyes que l s mismo se impuso en su eterna sabidura y las que nos sujet todos? No, seores: pues algunas
veces, directa, clara y explcitamente manifiesta su voluntad soberana , quebrantando esas leyes que l mismo se impuso , y torciendo el curso natural de las cosas. Y bien, seores : cuando obra as,
no podra decirse, si el lenguaje humano pudiera aplicarse las
cosas divinas, que obra dictatorialmente? (Vuelven
reproducirse
las risas en los bancos de la
izquierda.)
profunda.)
259
aplausos.)
aplausos
260
bravo).
Viniendo ahora las causas de esta revolucin , el partido progresista tiene unas mismas causas para todo. El seor Cortina nos
dijo ayer que hay revoluciones, porque hay ilegalidades, y porque
el instinto de los pueblos los levanta uniforme y espontneamente
contra los tiranos. Antes nos habia dicho el seor Ordax Avecilla :
queris evitar las revoluciones? dad de comer los hambrientos.
Vase, pues, aqu la teora del partido progresista en toda su e x tensin : las causas de la revolucin son, por una parte, la miseria ;
por otra, la tirana. Seores , esa teora es contraria, totalmente
261
ved ah la frmula d l a primera rebelin del primer hombre contra Dios. Desde Adn, el primer rebelde , hasta Proudhon, el ltimo impo, esa es la frmula de todas las revoluciones. (Muy bien,
muy
bien).
El Gobierno espaol, como era su deber, no quiso que esa frmula tuviese su aplicacin en Espaa; tanto menos lo quiso, cuanto
que la situacin interior no era la ms lisonjera ; y era menester
prevenirse, as contra las eventualidades del interior como contra
las eventualidades exteriores. Para no haberlo hecho asi, era necesario haber desconocido de todo punto el podero de esas corrientes
magnticas, que se desprenden de los focos de infeccin revolucionaria , y que van inficionndolo todo por el mundo. (Muy bien,
muy
bien.)
2(52
suelta : no se resuelven as tan fcilmente cuestiones polticas en
sociedades tan soliviantadas por las pasiones. La cuestin dinstica
no estaba concluida; porque aunque es verdad que en ella somos
nosotros los vencedores, no tenamos la resignacin del vencido,
que es el complemento de la victoria. (BravoJ. La cuestin religiosa estaba en muy mal estado. La cuestin de las bodas, todos lo
sabis, estaba exacerbada. Yo pregunto, seores: supuesto, como
he probado ya , que la dictadura sea en circunstancias dadas legtima , en circunstancias dadas provechosa, estbamos no estbamos en esas circuustancias? Si no habian llegado, decidme cules
otras ms graves han aparecido en el mundo. La experiencia vino
demostrar que los clculos del gobierno y la previsin de esta
Cmara no habian sido infundados. Todos lo sabis, seores : yo en
esto hablar muy de paso , porque todo lo que es alimentar pasiones, lo detesto; no he nacido para eso : todos sabis que se proclam
la repblica trabucazos por las calles de Madrid ; todos sabis
que se gan parte de la guarnicin de Madrid y de Sevilla; todos
sabis que sin la resistencia enrgica, activa del gobierno, toda Espaa , desde las columnas de Hrcules al Pirineo, de un mar otro
mar, hubiera sido un lago de sangre. Y no solo Espaa : sabis
qu males, si hubiera triunfado la revolucin, se habrian propagado
por el mundo ? Ah, seores ! Cuando se piensa en estas cosas ,
fuerza es exclamar que el ministerio que supo resistir y supo v e n cer, mereci bien de su patria. (May bien, muy bien.)
Esta cuestin vino complicarse con la cuestin inglesa : antes
de entrar en ella ( y desde ahora anuncio que no entrar sino para
salir inmediatamente , porque asi lo concepto conveniente y oportuno) antes de entrar en ella me permitir el Congreso que exponga
algunas ideas generales, que me parecen convenientes.
Seores: yo he creido siempre que la ceguedad es una seal,
as en los hombres , como en los gobiernos , como en las naciones,
ele perdicin. Yo he creido que Dios comienza por cegar siempre
los que quiere perder : yo he creido q u e , para que no vean el abismo que pone sus pies, comienza por turbarles la cabeza. Aplicando
estas ideas la poltica general, seguida de algunos aos esla
- 2(5:5
parte por la Inglaterra y por la Francia , seores , lo dir aqu, hace
mucho que yo he predicho grandes desventuras y catstrofes. Un
hecho histrico, un hecho averiguado, un hecho incontrovertible
e s , que el encargo providencial de la Francia es ser el instrumento
de la Providencia en la propagacin de las ideas nuevas, as polticas como religiosas y sociales.
En los tiempos modernos, tres grandes ideas han invadido la
Europa : la idea catlica, la idea filosfica, la idea revolucionaria.
Pues bien , seores; en esos tres periodos , la Francia se ha hecho
siempre hombre para propagar esas ideas. Carlo-Magno fue la Francia hecha hombre para propagar la idea catlica: Voltaire fu la
Francia hecha hombre para propagar la idea filosfica: Napolen
ha sido la Francia hecha hombre para propagar la idea revolucionaria. (Aplausos generales.) Del mismo modo, creo que el encargo
providencial de la Inglaterra es mantener el justo equilibrio moral
del mundo, haciendo contraste perpetuo con la Francia. La Francia
es lo que el flujo, la Inglaterra lo que el reflujo del mar. (Muy bien,
muy
bien.)
Suponed por un momento el flujo sin el reflujo, los mares se extenderan por todos los continentes : suponed el reflujo sin el flujo,
los mares desapareceran de la tierra. Suponed la Francia sin la I n glaterra; el mundo no se movera sino en medio de convulsiones ;
cada dia tendra una nueva Constitucin, cada hora una nueva
forma de gobierno. Suponed la Inglaterra sin la Francia ; el mundo
vegetara siempre bajo la carta del venerable Juan sin Tierra, que
es el tipo permanente de todas las constituciones britnicas. Qu
significa, pues , seores, la coexistencia de estas dos naciones p o derosas ? Significa, seores, el progreso limitado por la estabilidad , la estabilidad vivificada por el progreso. (Bien , bien.)
Pues bien , seores : de algunos aos esta parte, y apelo la
historia contempornea y vuestros recuerdos , esas dos grandes
naciones han perdido la memoria de sus hechos, han perdido la m e moria de su encargo providencial en el mundo. La Francia , en vez
de derramar por la tierra ideas nuevas, predic por todas partes el
stalu quo : el stalu quo en Francia , el statu quo en Espaa , el stalu
acompaadas
bancos.)
Esta es , seores, la historia contempornea; pero hablando solamente de la Inglaterra , porque es de la que me propongo hablar
muy brevemente, dir que yo pido al cielo , seores, que no v e n gan sobre ella, como han venido cobre la Francia, las catstrofes
que ha merecido por sus errores; porque nada es comparable al
error de la Inglaterra de apoyar en todas partes los partidos revolucionarios. Desgraciada! no sabe que el dia del peligro esos partidos, con mas instinto que ella , la habrn de volver las espaldas?
No ha sucedido esto ya? Y ha debido suceder, seores : porque
todos los revolucionarios del mundo saben que cuando las revoluciones van de veras, que cuando las nubes se agrupan, que cuando
los horizontes se oscurecen , que cuando las olas suben lo alto, el
navio de la revolucin no tiene mas piloto que la Francia. (Grandes
y vivos
aplausos.)
fui amigo, ms amigo que el seor Cortina; pero yo no puedo ayudarle hasta el punto que el seor Cortina le ayudaba; la honra no
me permite ms ayuda que el silencio. (El nombre de Bulvoer se repite por los bancos de la
mayora.)
Y q u , seores ! es ese
bravo.)
S,
s.)
Se acord afirmativamente.
El Sr. MARQUS DE VALDEGAMAS: Pero, seores , ni las circunstancias interiores , que eran tan graves ; ni las circunstancias e x t e riores, que eran tan complicadas y peligrosas, son bastantes para
disminuir la oposicin en los seores que se sientan en aquellos
bancos.Y la libertad ? nos dicen. Pues qu ! La libertad no es
sobre todo? Y la libertad , lo menos la individual, no ha sido sacrificada? La libertad, seores ! Saben el principio que proclaman y el nombre que pronuncian los que pronuncian esa palabia
sagrada? Saben los tiempos en que viven? No ha llegado hasta
vosotros, seores , el ruido de las ltimas catstrofes? Qu! No
266
atencin.)
267
Y sino, seores, ved lo que era el mundo, ved lo que era la sociedad
que cae al olro lado de la Cruz : decid lo que era cuando no habia represin interior, cuando no habia represin religiosa. Entonces aquella era una sociedad de tiranas y de esclavos. Citadme un
solo pueblo de aquella poca, donde no hubiera esclavos y donde
no hubiera tirana. Este es un hecho incontrovertible, este es un
hecho incontrovertido, este es un hecho evidente. La libertad, la
libertad verdadera, la libertad de todos y para todos no vino al
mundo sino con el Salvador del mundo. (Muy bien, muy bien.)
Este tambin es un hecho incontrovertido , es un hecho reconocido
hasta por los mismos socialistas, que lo confiesan. Los socialistas
llaman Jess un hombre divino; y los socialistas hacen ms, se
llaman sus continuadores. Sus continuadores, Santo Dios! Ellos,
los hombres de sangre y do venganzas, continuadores del que no
vivi sino para hacer bien ; del que no abri la boca sino para bendecir; del que no hizo prodigios sino para librar los pecadores
del pecado, los muertos de la m u e r t e ; del que en el espacio de
tres aos hizo la revolucin mas grande que han presenciado los
siglos, y la llev cabo sin haber derramado ms sangre que la
suya! (Vivos
y generales
aplausos.)
Seores, os ruego me prestis atencin ; voy poneros en presencia del paralelismo mas maravilloso que ofrece la historia. Vosotros habis visto que en el mundo antiguo , cuando la represin
religiosa no podia bajar ms, porque no existia ninguna, la r e p r e sin poltica subi hasta no poder ms, porque subi hasta la tirana. Pues bien : con Jesucristo , donde nace la represin religiosa,
desaparece completamente la represin poltica. Es esto tan cierto,
que habiendo fundado Jesucristo una sociedad con sus discpulos,
fu aquella la nica sociedad que ha existido sin gobierno. Entre
Jess y sus discpulos no habia ms gobierno que el amor del maestro los discpulos, y el amor de los discpulos al maestro. Es d e cir, que cuando la represin interior era completa, la libertad era
absoluta.
Sigamos el paralelismo. Llegan los tiempos apostlicos , que los
extender, porque as conviene ahora mi propsito, desde los tiem-
208
pos apostlicos, propiamente dichos, hasta la subida del cristianismo al Capitolio en tiempo de Constantino el Grande. En este tiempo,
seores, la religin cristiana, es decir, la represin religiosa interior, estaba en todo su apogeo; pero aunque estaba en todo su apogeo, sucedi lo que sucede en todas las sociedades compuestas de
hombres: que comenz desarrollarse un germen, nada ms que
un germen de licencia y de libertad religiosa. Pues bien, seores,
observad el paralelismo: este principio de descenso en el t e r m metro religioso corresponde un principio de subida en el termmetro poltico. No hay todava gobierno, no es necesario el gobierno;
pero es necesario ya un germen de gobierno. As, en la sociedad
cristiana entonces no habia de hecho verdaderos magistrados, sino
jueces arbitros y amigables componedores , que son el embrin del
gobierno. Realmente no habia ms que eso; los cristianos de los
tiempos apostlicos no tuvieron pleitos, no iban los tribunales;
decidan sus contiendas por medio de arbitros. Obsrvese, seores,
cmo con la corrupcin va creciendo el gobierno.
Llegan los tiempos feudales , y eu estos la religin se encuentra
todava en su apogeo, pero hasta cierto punto viciada por las pasiones humanas. Qu es lo que sucede, seores, en este tiempo
en el mundo poltico? Que ya es necesario un gobierno real y efectivo ; pero que basta el ms dbil de todos; y as se establece la
monarqua feudal, la ms dbil de todas las monarquas.
Seguid observando el paralelismo. Llega, seores, el siglo xvi.
En este siglo, con la gran reforma luterana, con ese gran escndalo poltico y social, tanto como religioso ; con ese acto de emancipacin intelectual y moral de los pueblos, coinciden las siguientes
instituciones: En primer lugar, en el instante las monarquas , de
feudales se hacen absolutas. Vosotros creeris, seores, que ms
que absoluta no puede ser una monarqua : un gobierno, qu puede
ser ms que absoluto? Pero era necesario, seores, que el termmetro de la represin poltica subiera ms, porque el termmetro religioso segua bajando: y con efecto subi ms. Y qu nueva
institucin se cre? La de los ejrcitos permanentes. Y sabis,
seores, loque son los ejrcitos permanentes? Para saberlo basta
saber lo que es un soldado: un soldado es un esclavo con uniforme. As, pues, veis que en el momento en que la represin r e l i giosa baja, la represin poltica sube al absolutismo, y pasa ms
all. No bastaba los gobiernos ser absolutos; pidieron y obtuvieron el privilegio de ser absolutos, y tener un milln de brazos.
A pesar de esto, seores, era necesario que el termmetro p o ltico subiera ms, porque el termmetro religioso seguia bajando:
y subi ms. Qu nueva institucin , seores , se cre entonces ?
Los gobiernos dijeron: tenemos un milln de brazos, y no nos bastan ; necesitamos m s ; necesitamos un milln de ojos; y tuvieron
la polica; y con la polica un milln de ojos. Apesar de esto, s e ores, todava el termmetro poltico y la represin poltica deban
subir; porque pesar de todo, el termmetro religioso seguia b a jando : y subieron.
A los gobiernos, seores, no les bast tener un milln de b r a zos ; no les bast tener un milln de ojos; quisieron tener un milln de oidos; y los tuvieron con la centralizacin administrativa,
por la cual vienen parar al gobierno todas las reclamaciones y
todas las quejas.
Y b i e n , seores; no bast esto, porque el termmetro religioso sigui bajando, y era necesario que. el termmetro poltico subiera ms
Seores hasta dnde!... Pues subi ms.
Los gobiernos dijeron: no me bastan, para reprimir, un milln
de brazos ; no me bastan, para reprimir, un milln de ojos; no me
bastan , para reprimir, un milln de oidos ; necesitamos ms : necesitamos tener el privilegio de hallarnos un mismo tiempo en t o das partes. Y lo tuvieron : y se invent el telgrafo. ( Grandes
aplausos.)
la
atencin.]
270
sensacin.)
271
272
aplausos).
27:5
1S
274
muy
bien).
Pues esos son, seores, en casi toda Europa los gobiernos constitucionales ; sin pensarlo, sin saberlo el seor Cortina nos lo d e mostr el otro dia. No nos decia S. S. que prefiere, y con razn,
lo que dice la historia lo que dicen las teoras ? A la historia apelo.
Qu son, seor Cortina, esos gobiernos con sus mayoras legtimas,
vencidas siempre por las minoras turbulentas; con sus ministros
responsables, que de nada responden ; con sus reyes inviolables,
siempre violados? As, seores, la cuestin , como he dicho antes,
no est entre la libertad y la dictadura; si estuviera entre la libertad y la dictadura, yo votara por la libertad, como todos los que
nos sentamos aqu. Pero la cuestin es esta , y concluyo : se trata
de escoger entre la dictadura de la insurreccin y la dictadura del
gobierno : puesto en este caso, yo escojo la dictadura del gobierno,
como menos pesada y menos afrentosa. (Aplausos en los bancos de la
mayora).
del
El orador recibe
Congreso).
las
CORRESPONDENCIA
CON E L SEOR CONDE D E MONTALEMBERT.
SEOR MARQUS
276
mi carta remit V. algunos discursos y escritos mos con el fin
de mostrarle nuestra conformidad en muchos puntos. Cuando
vuelva V. deBerlin Madrid , espero que su paso por Pars, tendr el honor de conocerle personalmente, y entonces le manifestar de viva voz la alta y respetuosa consideracin que le profeso;
repitindome entretanto su afectsimo y atento servidor.
EL CONDE DE MONTALEMBERT.
278
El destino de la humanidad es un misterio profundo, que ha recibido dos explicaciones contrarias : la del catolicismo y la de la filosofa : el conjunto de cada una de esas explicaciones constituye una
civilizacin completa : entre esas dos civilizaciones hay un abismo insondable , un antagonismo absoluto : las tentativas dirigidas
una transaccin entre ellas han sido, son y sern perpetuamente
vanas. La una es el error, la otra es la verdad : la una es el mal, la
otra es el bien : entre ellas es necesario elegir con una suprema
eleccin, y proclamar en todas sus partes la u n a , y condenar en
todas sus partes la otra , despus de haber elegido : los que fluctan
entre ambas, los que de la una aceptan los principios y de la otra
las consecuencias, los eclcticos, en fin, estn todos fuera de la categora de las grandes inteligencias , y estn condenados irremisiblemente al absurdo.
Yo creo que la civilizacin catlica contiene el bien sin mezcla
de mal; y que la filosofa contiene el mal sin mezcla de bien alguno.
La civilizacin catlica ensea que la naturaleza del hombre est
enferma y caida; caida y enferma, de una manera radical, en esencia y en todos los elementos*que la constituyen. Estando enfermo
el entendimiento humano , no puede inventar la verdad ni descubrirla , sino verla cuando se la ponen por delante : estando enferma
la voluntad , no puede querer el bien ni obrarle sino ayudada , y no
lo ser sino estando sujeta y reprimida. Siendo esto as, es cosa
clara que la libertad de discusin conduce necesariamente al error,
como la libertad de accin conduce-necesariamente al mal. La r a zn humana no puede ver la verdad, si no se la muestra una autoridad infalible y enseante : la voluntad humana no puede querer
el bien ni obrarle, si no est reprimida por el temor de Dios. Cuando
la voluntad se emancipa de Dios , y la razn de la Iglesia , el error
y el mal reinan sin contrapeso en el mundo.
La civilizacin filosfica ensea que la naturaleza del hombre es
una naturaleza entera y sana ; sana y entera de una manera radical,
en su esencia y en los elementos que la constituyen. Estando sano el
entendimiento del hombre, puede ver la verdad , descubrirla i n -
279
ventarla : estando sana la voluntad, quiere el bien, y obra el bien
naturalmente. Esto supuesto, es cosa clara que la razn llegar conocer la verdad, toda la verdad, abandonada s misma; y xjue la
voluntad, abandonada s propia, realizar forzosamente el bien absoluto. Siendo esto as, es cosa clara que la solucin del gran problema social est en romper todas las ligaduras que comprimen y sujetan la razn humana y el libre albedro del hombre : el mal no est
en este libre albedro ni en esa razn, sino en aquellas ligaduras. Si
el mal consiste en tener ligaduras, y el bien en no tenerlas, la perfeccin consistir en no tener ninguna de ninguna especie. Si esto
es as, la humanidad ser perfecta cuando niegue Dios , que es
su ligadura divina; y cuando niegue el gobierno, que es su ligadura poltica; y cuando niegue la propiedad, que es su ligadura social; y cuando niegue la familia, que es su ligadura domstica.
Todo el que no acepte todas y cada una de estas conclusiones, se
pone fuera de la civilizacin filosfica : y todo el que, ponindose
fuera de esta civilizacin, no entre en el gremio catlico , anda pollos desiertos del vaco.
Del problema terico pasemos al prctico. A cul de estas dos
civilizaciones est prometida, en el tiempo, la victoria? Yo respondo
esta pregunta, sin que mi pluma vacile, sin que se oprima mi
corazn, y sin que mi razn se turbe, que el triunfo, en el tiempo,
ser irremisiblemente de la civilizacin filosfica. Ha querido e!
hombre ser libre ? Lo ser. Aborrece las ligaduras? Todas c a e rn sus pies hechas pedazos. Un dia hubo en que, para tomar el
pulso su libertad , quiso malar su Dios, no lo hizo? no le
puso en una cruz y entre dos ladrones?bajaron por ventura los
ngeles del cielo para defender al justo que agonizaba en la tierra?
pues porqu bajaran ahora, cuando no se trata de la crucifixin
de Dios, sino de la crucifixin del hombre por el hombre? poiqu descenderan ahora, cuando nuestra conciencia nos est diciendo voces, que en esta gran tragedia ningunos merecen su
intervencin, ni los que han de ser las vctimas, ni los que han de
ser los verdugos ?
Aqu se trata de una cuestin muy grave : se trata de averiguar
280
personal y
soberana.
Empapados todava los hombres en las aguas del Diluvio, la misma lucha comienza otra vez : las tinieblas se van aglomerando en
todos los horizontes; la venida del Seor, todos estaban negros;
las nieblas eran nieblas palpables : el Seor sube la cruz, y vuelve
el dia para el mundo. Qu significa esa gran catstrofe? Significa
dos-cosas : significa el triunfo natural del mal sobre el bien, y el
triunfo sobrenatural de Dios sobre el m a l , por medio de una accin
directa,
personal y
soberana.
281
cusada : porque , en primer lugar, la lucha puede aplazar la catstrofe ; y, en segundo lugar, la lucha es un deber y no una especulacin para los que nos preciamos de catlicos. Demos gracias
Dios de habernos otorgado el combate; y no pidamos sobre la gracia del combate la gracia del triunfo aquel que en su bondad infinita reserva los que combaten bien por su causa una recompensa
mayor que la victoria.
En cuanto la manera de combatir, no encuentro ms que una
que pueda dar hoy dia provechosos resultados : el combate por medio de la imprenta peridica. Hoy dia es menester que la verdad
d en l tmpano del oido, y que resuene en l montona y perpetuamente, si sus ecos han de llegar hasta el recndito santuario en
donde las almas yacen enervadas y dormidas. Los combates de tribuna sirven poco : los discursos, siendo frecuentes , no cautivan;
siendo raros, no dejan huella en la memoria; los aplausos que a r rancan, no son triunfos , porque se dirigen al artista , no se dirigen
al cristiano.
Entre todos los peridicos que hoy ven la luz pblica en F r a n cia, el Univers es el que me parece que ha ejercido , sobre todo en
estos ltimos tiempos , la influencia ms saludable y provechosa
En esta especie de confesin general que hago en presencia
de V., debo declarar aqu ingenuamente que mis ideas polticas y
religiosas de hoy no se parecen mis ideas polticas y religiosas de
otros tiempos. Mi conversin los buenos principios se d e b e , en
primer lugar, la misericordia divina ; y despus, a estudio profundo de las revoluciones. Las revoluciones son los fanales de la
Providencia y de la historia : los que han tenido la fortuna la desgracia de vivir y morir en tiempos sosegados y apacibles, puede
decirse que han atravesado la vida, y que han llegado la muerte,
sin salir de la infancia. Solo los q u e , como nosotros, viven en m e dio de las tormentas , pueden vestirse la toga de la virilidad, y decir
de s propios , que son hombres.
Las revoluciones son , bajo cierto aspecto y hasta cierto punto,
buenas como las heregas, porque confirman en la f, y la esclarecen. Yo no habia comprendido nunca la rebelda gigantesca de
Luzbel, hasta que he visto con mis propios ojos el orgullo insensato
de Proudhon : la ceguedad humana casi ha dejado de ser un misterio , vista de la ceguedad incurable y sobrenatural de las clases
acomodadas. En cuanto al dogma de la perversin ingnita de la
naturaleza humana y de su inclinacin hacia el mal, quin la pondr hoy en duda , si pone los ojos en las falanges socialistas? .
Tiempo es ya de poner trmino esta carta , que no exige contestacin , no siendo , como no es , sino el desahogo de un hombre
ocioso, dirigido un hombre ocupado. Cuando tenga el gusto de
ver V . , nos ocuparemos ms detenidamente de estos grandes p r o blemas : entonces tendr el placer de recoger de manos de V . , la
coleccin de sus elocuentsimos discursos , don precioso para quien
como yo estima el noble carcter de V . y admira la elevacin de su
esclarecido talento.
Entretanto, queda de V . su atento , seguro servidor Q. B. S. M.
EL MARQUES DE VALDEGAMAS.
SEOR MARQUS :
234
mocrtico. La Francia de San Luis no se parece por cierto la Francia de Luis XIV, sin embargo de ser ambas catlicas; as como la
Espaa de San Fernando no ha sido ciertamente idntica la Espaa
de Felipe"V.
Pero ya discutiremos estos puntos secundarios, cuando tengamos el gusto de vernos. Entretanto, permtame V. pedirle en n o m bre de los redactores del Univers, quienes he comunicado su carta,
la autorizacin para publicarla en aquel peridico, ya sea con la
firma de V. (que es lo que ms estimaran aquellos) ya como un
remitido annimo. Mientras de su amabilidad obtengo este favor,
con el mayor placer me repito su atento, respetuoso y seguro servidor.
EL CONDE E MONTALEMBERT.
t i e r l i n , -4 do junio do
SEOU CONDE :
1S-I9.
286
287
los redactores del Univers, de que se publique mi carta, debo d e cir V . , que en otros tiempos hubiera tenido en ello un gran i n conveniente ; pero que hoy dia no tengo inconveniente ninguno. Yo
he tenido el fanatismo literario, el fanatismo de la espresion, el fanatismo de la belleza en las formas; y las formas de una carta p a r ticular no son ni literarias ni bellas : pero este fanatismo pas : hoy
dia ms bien desprecio que admiro ese talento, que es una enfermedad nerviosa, ms bien que un talento del alma.
Cuando tenga el gusto de ver V . , hablaremos ms largamente
de todos estos asuntos : para una carta bastan estas ligeras indicaciones.
Entretanto queda de V . su atento S . S . Q . B . S . M .
EL MARQEFS DE VALDEGAMAS.
POLMICA.
S E O R E S R E D A C T O R E S D E EL P A I S Y D E EL HERALDO.
19
290
y EL HERALDO.
Uno de ustedes me ha acusado de maniqueismo, y de p e r t e necer la escuela neo-catlica. Por lo que hace al ltimo miembro
de la acusacin , debo declarar aqu : lo primero , que no s si esa
escuela existe : lo segundo , que si existe, ignoro lo que quiere : lo
tercero , que en todo caso yo no pertenezco ella. Yo soy catlico
puro : Creo y profeso lo que profesa y cree la Iglesia catlica, apostlica, romana. Para saber lo que he de creer y lo que he de pensar,
no miro los filsofos: miro sus doctores : no pregunto los sabios , porque no podrian responderme : pregunto ms bien las
mugeres piadosas y los nios, vasos ambos de bendicin, porque el uno est purificado con las lgrimas, y el otro est embalsamado todava con el perfume de la inocencia.
Yo he visto dos edificios gigantescos, dos torres babilnicas,
dos civilizaciones esplndidas , levantadas lo alto por la sabidura
humana : la primera cay al ruido de las trompetas apostlicas, y
la segunda va caer al ruido de las trompetas socialistas. Y en p r e sencia de este espectculo tremendo, me pregunto m mismo con
terror, si la sabidura humana es otra cosa sino vanidad y afliccin
de espritu. No se me oculta que hay hombres de un optimismo i n vencible , para quienes es una cosa evidente que la sociedad no ha
de caer, porque no ha caido ya ; y cuyos ojos el nublado , lejos
291
de crecer , se va deshaciendo por los aires. Para ellos, la revolucin de febrero fu el casligo, y lo que viene es la misericordia. Los
que vivan, vern ; y los que vean, se asombrarn al ver que la r e volucin de febrero no fu ms que una amenaza, y que ahora viene
el castigo.
Por lo que hace la acusacin de maniqueo, ser fundada,
sera de una gravedad altsima. Los maniqueos, en los tiempos m o dernos como en los antiguos, han afligido la Iglesia con escndalos, y han henchido su corazn de amargas tribulaciones. La acusacin , sin embargo , carece de todo fundamento.
Si la coexistencia del mal y del bien bastara para constituir el
maniqueismo, la Iglesia sera maniquea; porque la Iglesia, como
los libros bblicos, proclaman una v o z , con todos los doctores,
que el mal y el bien andan mezclados por el mundo. Si la lucha e n tre el bien y el mal bastara para constituir el maniqueismo, la Iglesia
seria maniquea ; porque la Iglesia, como los libros bblicos, proclaman una voz , con todos los doctores, que esa lucha existe desde
que comenz la gran tragedia paradisaica, y que se dilatar por
toda la prolongacin de los tiempos. Si la victoria natural del mal
sobre el bien bastar para constituir el maniqueismo, la Iglesia sera
maniquea ; porque la Iglesia, como los libros bblicos , proclaman
una voz, con todos los doctores , que el bien no puede triunfar del
mal sino por un milagro. El diluvio , por el cual el bien sali triunfante del mal, fu un milagro. La venida al mundo de Nuestro Seor
Jesucristo, por la cual el bien triunf del m a l , fu un milagro : y el
juicio final, en el cual el bien triunfar del mal para siempre, es
como la coronacin de todos los milagros (1).
Esto, por lo que hace las sociedades humanas, por lo que
hace los individuos, estn sujetos la misma l e y , si bien obra
en ellos de diferente manera. El mal triunfa del hombre, comotriun(1)
Debo advertir aqu, que solo L A ESPAA tradujo el prrafo de mi carta, re-
encuentra, sin duda por distraccin del traductor : sin embargo , ese prrafo es importantsimo, porque completa mi pensamiento.
Sota
drl
Autor.
292
293
viri,
ex sanguinibus
Quotquot
fieri,
auiem
, eque ex volntate
recepe-
earnis,
in
e-
(San J u a n , c. 1 . ,
u
v. 11 , 1 2 , 13.)
En una palabra, y para que esta doctrina quede tan clara como
el sol que nos alumbra, el misterio de nuestra redencin se reduce
delictum,
ibi gratia
surabundavit.
Con la gra-
cia recobr su entera libertad : y con su entera libertad, la potestad de escoger entre perderse y salvarse.
El hombre puede echar por cualquiera de estos dos caminos; y
puede echar por el de la perdicin , sin que en su perdicin definitiva tenga derecho para levantarse contra Dios, como Adn no le
tuvo para levantarse contra l en la perdicin primera. El hombre
es libre , soberanamente libre en presencia de su Dios, que reverencia la libertad humana, como encerrando el mas profundo de sus
designios , y como siendo la ms sublime de sus obras. El libre a l bedro es una cosa tan inviolable, tan santa, que ni Dios ni el
hombre pueden impedir al hombre los dos actos ms grandiosos y
al propio tiempo ms terribles de esa libertad tremenda : el acto
por medio del cual el hombre mata su cuerpo, y-el acto por medio
del cual pierde su alma : el suicidio y el pecado. No hay ninguna
libertad que no haya sido que no pueda ser confiscada por alguna
tirana; salvo la libertad por escelencia, la cual est puesta fuera
de la jurisdiccin de los tiranos. Todo lo pueden contra m , todo,
menos obligarme vivir si aborrezco la vida, y llevarme por fuerza
puerto de salvacin si no quiero salvarme.
Y vase cmo la cuestin del porvenir de las sociedades h u manas puede tratarse anchamente, sin que sea contraria al catolicismo ninguna de las soluciones posibles. La cuestin es una cuestin de libertad. Se trata de averiguar solamente, si las sociedades
humanas, por el camino que libremente llevan , van parar la
perfeccin, van parar la muerte. Veis, tienen la dicha de e s tar convencidos de lo primero : yo tengo la desgracia de estar persuadido de lo segundo.
Digo ms todava : digo que mi solucin, sin estar aceptada
y definida por la Iglesia , sin estar formalmente articulada en las
divinas Escrituras, y sin haber sido espresamente sustentada por
los doctores, e s , sin embargo, la que guarda ms grande consonancia con el espritu difundido interiormente en la religin ca
tlica.
Sigan Vds. conmigo los pasos del Salvador hasta que muere en
la cruz, desde que nace en el pesebre. Qu significa esa nube de
tristeza que cubre perpetuamente su sacratsimo rostro ? Las gentes
de Galilea le vieron llorar : la familia de Lzaro le vio llorar : sus
discpulos le vieron llorar : Jerusalen le vio inundado de lgrimas.
Todos, todos vieron las lgrimas en sus ojos. Qui vio la risa en
sus labios? Y qu era lo que veian tan turbados aquellos ojos, en
cuya presencia estaban todas las cosas, las presentes como las pasadas, las pasadas como las venideras? Veian por ventura al gnero
humano navegando por un mar sin vajos y en plcida bonanza?
l\ o, no. Veian Jerusalen cayendo sobre su Dios; los romanos
cayendo sobre Jerusalen; los brbaros cayendo s o b r e los romanos ; al protestantismo cayendo sobre la Iglesia: las revoluciones,
amamantadas los pechos del protestantismo, cayendo sobre las sociedades ; los socialistas cayendo sobre las civilizaciones; y al
Dios terrible y justiciero cayendo sobre lodos.
T
Esto veian, y por eso sus ojos estuvieron llorosos hasta que se
cerraron , y su alma triste hasta la muerte.
Veamos ahora lo que decia. Qu decia sus discpulos, y en
sus discpulos su Iglesia , y en su Iglesia todos los cristianos , y
, en todos los cristianos todos los que representaban el bien en la
296
cvete autem ab
et in sinagogis
suis
flage-
me in
testi-
et
pater
fratrem
eritis
in mortem,
et vincere
in
desceudentem
draconem,
antiquum,
eumper
seducat amplis
et clausit,
gentes.-(Apoc.
et ligavit
et signavit
vi-
c. 1 3 , v. 7, 8.)
eam om-
Et vidi angelum
omnem
serpentem
annos
super illum,
abyssi
mille,
ut non
c. 20 , v. 1, 2, 3.)
De estos testos resulta , que las olas del mar inundarn la tierra
y subirn lo alto : que sern pocos los que se salven de aquella
tremenda avenida : que los santos sern vencidos: que todo ser,
en la grey del Seor, tribulacin y llanto, tentacin y batalla ; y
por ltimo, que todos sucumbiran, si el brazo del Dios fuerte no
encadenara los monstruos.
Toda mi doctrina est aqu : el triunfo natural del mal sobre el
b i e n , y el triunfo sobrenatural de Dios sobre el mal. Aqu est la
condenacin de todos los sistemas progresistas y perfeccionistas con
que los modernos filsofos, embaucadores de profesin, han intentado adormecer los pueblos , esos nios inmortales.
Y no se me diga que estamos lejos del fin : porque esto quin
lo podr decir, y quin lo sabe ? Lo que yo s , es que esos grandes
299
300
vir de enseanza la sociedad y al h o m b r e , acato y venero la filosofa, como una cosa que honra y enaltece al gnero humano. Esto
fue la filosofa en manos de los doctores catlicos: eso fue en manos
de San Agustn , quien nadie excede, ni quizs iguala, en lo a g u do , en lo sagaz , en lo penetrante del ingenio : eso fue en manos de
Santo Toms, que en ingenio slido, vasto y profundo no tiene
competidores. No era por cierto esta clase de filosofa la que yo t e nia en mi mente cuando condenaba la filosofa en mis cartas. Pero
si por filosofa se entiende la ciencia que consiste en conocer Dios
sin el auxilio de Dios , al hombre sin el auxilio del que le ha formado , y la sociedad sin el auxilio del que calladamente la gobierna;
s por filosofa se entiende la ciencia que consiste en una triple creacin, la creacin divina, la creacin social y la creacin humana,
yo niego resueltamente esa creacin, esa ciencia y esa filosofa. Eso
y no otra cosa es lo que niego : lo cual quiere decir que niego todos
los sistemas racionalistas, los cuales descansan en este principio
absurdo, saber : que la razn es independiente de Dios, y es competente para todo.
Si se me preguntase mi opinin particular sobre el eclecticismo,
dira que el eclecticismo no existe. No existe : lo primero , porque
si consiste en escoger ciegamente ciertos principios solitarios entre
los varios sistemas filosficos, el eclecticismo es lo que seria el i n o cente recreo del q u e , deshojando los poemas homricos, echase las
hojas sueltas volar para ver el caprichoso sentido de las que se
juntaban en el aire : lo segundo, porque si consiste en escoger con
criterio , la filosofa no est en la eleccin , sino en el principio que
sirve de conductor al que escoge ; en cuyo caso la unidad del criterio , la unidad del principio , la unidad del conductor en el laberinto
eclctico, convierten al eclecticismo en un sistema absoluto. Hay
mas todava : la tal eleccin no existe nunca : en el primero de estos
casos, porque el que se abandona la casualidad, no escoge : en el
segundo , porque el que comienza por asentar un criterio de eleccin , no tiene libertad de escoger, siendo esclavo de su criterio.
Sea de esto , empero, lo que quiera , el eclecticismo no podra
ser considerado en ningn caso sino como una rama plida y desho-
, el volterianismo,
el
kantismo,
\,tM
302
DISCURSO
SOBRE
LA
SITUACIN
GENERAL
DE
EUROPA,
DISCURSO
SOBRE
L A SITUACIN G E N E R A L D E E U R O P A .
SEORES:
RETIRADO de
20
306
en los bancos
progresistas.)
rdHor.)
;O7
308
Pero se ha dicho : aun cuando las autorizaciones fuesen permitidas en otras cosas, no pueden serlo ni deben serlo en la cuestin
de presupuestos. Y por qu seores? Yo concibo este argumento
en una escuela : le concibo en una escuela que crea que las asambleas no se han hecho sino para discutir los presupuestos, y que los
presupuestos solo se hacen para discutirlos en las asambleas. Pero
los que adoptan la monarqua constitucional, tal como se halla e n tre nosotros y en el resto de Europa, tienen que reconocer que los
diputados de la nacin , que vienen aqu discutir y votar, tienen
el mismo derecho para discutir todas las leyes que aqu se les presenten , sean de presupuestos , sean polticas, sean econmicas,
ya s e a n , hasta cierto punto, religiosas. Por consiguiente, siendo
uno mismo el derecho y una misma la obligacin , unos mismos
pincipios deben aplicarse la discusin de todas. Uno de los s e o res que se sientan en esos bancos , hizo una pregunta que no se
ha contestado todava de la manera que yo quisiera se hiciese. Dijo:
si esas autorizaciones no cesan , los presupuestos no se discutirn
jams : Hay aqu algn diputado que se atreva decir que no deben discutirse? Yo me hago cargo de esta pregunta, y voy dar la
respuesta; pero necesito decir antes una cosa. El seor diputado
quien aludo , nos dice , con la estadstica en la m a n o , que aqu la
discusin de presupuestos habra durado ordinariamente cinco
seis meses.
Pues bien , esto supuesto , hago yo la pregunta siguiente : las
cortes tienen no derecho para discutir otras leyes, que no sean
309
- 310
ataco el error all donde le encuentro, le atacar donde le he e n contrado. Ved aqu los tres que caracterizo de errores , y que combato.-Primeramente : las cuestiones econmicas son de suyo las ms
importantes. Segundo error : ha llegado el tiempo de que en Espaa se d esas cuestiones la importancia que en s tienen. Tercer
error : las reformas econmicas son cosas no solamente posibles,
sino fciles. En estos tres errores han incurrido todos; yo me he l e vantado aqui nicamente para combatir todos en este terreno,
para combatir contra estos errores.
En apoyo de la primera de estas tres proposiciones, se ha acudido aqu la autoridad de los hombres de Estado. Si se habla de los
hombres de Estado que ahora se estilan , no lo niego ; pero si se habla de aquellos hombres de colosal estatura que , con el nombre de
fundadores de imperios , de civilizadores de monarquas, de civilizadores de pueblos , han recibido un encargo providencial con d i versos ttulos, en diversas pocas y con diversos fines; si se trata
de esos hombres inmortales , que son como el patrimonio y la gloria
de las generaciones humanas; si se trata, por decirlo de una vez,
de esa dinasta magnfica , cuya lnea arranca en Moiss y acaba en
Napolen, pasando,por Carlo-Magno; si se trata de esos hombres
inmortales, yo lo niego absolutamente; yo lo niego. Ningn hombre que ha alcanzado la inmortalidad , ha fundado su gloria en la
verdad econmica; todos han fundado las naciones sobre la base de
la verdad social, sobre la base de la verdad religiosa. Y esto no es
decir (pues yo preveo los argumentos y salgo delante de ellos) no
es decir que yo crea que los gobiernos hayan de descuidar la c u e s tin econmica; que yo creo que los pueblos hayan de ser mal a d ministrados. Seores tan falto estoy de razn , tan falto de c o r a zn, que pueda dejarme llevar de semejante estravo? No digo
eso; pero digo que cada cuestin debe estar en su lugar, y el lugar de estas cuestiones es el tercero cuarto , no el primero : eso
digo.
Se ha dicho que traer aqui esas cuestiones, era el medio de
vencer al socialismo. A h , seores, el medio de vencer al socialismo! Pues qu es el socialismo, sino una secta econmica? El
; bien,
bien.)
312
313
Y aqu, seores, porque esto tiene una aplicacin mas inmediata nosotros, llamo vuestra atencin. En donde la salvacin de
la sociedad consiste en la disolucin de todos los partidos antiguos
y en la formacin ele uno nuevo, compuesto de todos los dems,
all, seores, los partidos se empean en no disolverse, y no se
disuelven. Eso es lo que sucede en Francia : la salvacin de la Francia , seores, seria la disolucin del partido bonapartista, la disolucin del partido legitimista, la disolucin del partido orleanista,
y la formacin de un solo partido monrquico. Pues bien, all, donde la disolucin de los partidos produce la salvacin de la sociedad,
los bonapartistas piensan en Bonaparte , los orleanistas en el conde
3U
nida , como lo est , por la fuerza misma de las cosas. Esta es la esplicacion de la duracin de la repblica francesa.
Al oirme hablar, un tiempo mismo , de la autoridad divina y
de la autoridad humana, se me dir acaso : qu tienen que ver
las cuestiones polticas con las cuestiones religiosas?
Seores, yo no s si hay aqu algn seor diputado que no crea
que hay relacin entre las cosas religiosas y las polticas; pero si
hay alguno, voy demostrar su relacin necesaria , de una manera
tal, que la vea por sus propios ojos, y que la toque con sus propias
manos. (Movimiento
de
atencin.)
EL
EL
La mayora
indignada
reclama
el
orden.)
316
den poltico: hay un rey que est en todas partes por medio de sus
agentes: ese rey, que est en todas partes, reina sobre sus subditos; y ese rey, que reina sobre sus subditos , gobierna sus s u b ditos. De modo que la afirmacin poltica no es ms que la consecuencia de la afirmacin religiosa. Las instituciones polticas en que
se simbolizan estas tres afirmaciones, son dos: las monarquas a b solutas ; y las monarquas constitucionales, como las entienden los
moderados de todos los pases, porque ningn partido moderado ha
negado nunca al rey ni la existencia, ni el reinado, ni la gobernacin. Por consiguiente, la monarqua constitucional entra con los
mismos ttulos que" la monarqua absoluta simbolizar esas tres afirmaciones polticas, que son el eco, digmoslo as, de las tres afirmaciones religiosas.
Seores, en estas tres afirmaciones concluye el periodo de la
civilizacin, que yo he llamado afirmativo, que yo he llamado deprogreso, que yo he llamado catlico. Ahora entramos, seores, en
el segundo periodo, que yo he llamado negativo, que yo he llamado
revolucionario. En ese segundo periodo hay tres negaciones, c o r respondientes las tres afirmaciones primeras. Primera negacin;
como yo la llamar, negacin de primer grado , en el orden r e ligioso : Dios existe, Dios reina ; pero Dios est tan alto, que no
puede gobernar las cosas humanas. Esta es la primera negacin, la
negacin de primer grado, en este periodo negativo de la civilizacin; y esta negacin de la providencia de Dios, qu corresponde
en el orden poltico? En el orden poltico, sale el partido progresista
respondiendo al desta, que niega la Providencia , y dice : el rey
existe, el rey reina; pero no gobierna. As, seores, la monarqua
constitucional progresiva pertenece la civilizacin negativa en
primer grado.
Segunda negacin : el desta niega la Providencia; los partidarios de la monarqua constitucional, segn los progresistas la e n tienden, niegan la gobernacin; pues ahora viene, en el orden religioso, el panteista y dice : Dios existe; pero Dios no tiene existencia
personal; Dios no es persona, y como no es persona, ni gobierna
ni reina ; Dios es todo lo que vemos; ni es todo lo que vive, es todo
317
lo que se mueve : Dios es la h u m a n i d a d . Esto dice el panteista; de
manera que el panteista niega la existencia personal, aunque no la
existencia absoluta ; niega el reinado y la Providencia.
En seguida, seores, viene el republicano y dice: el poder existe;
pero el poder no es persona, ni reina ni gobierna; el poder es
todo lo que vive , todo lo que existe , todo lo que se mueve; luego
es la m u c h e d u m b r e , luego no hay ms medio de gobierno que el
sufragio universal, ni ms gobierno que la repblica.
As, seores, al pantesmo en el orden religioso corresponde el
republicanismo en el orden poltico. Despus viene otra negacin,
que es la ltima : en punto negaciones no hay ms all. Detrs
del deista, detrs del panteista viene el ateo y dice : Dios ni reina
ni gobierna , ni es persona, ni es m u c h e d u m b r e ; no existe. Y sale
Proudhon , seores, y dice : no hay gobierno. (Risas y aplausos.)
As, seores , una negacin llama otra negacin, como un abismo
llama otro abismo. Mas all de esa negacin, que es el abismo , no hay n a d a , no hay nada sino tinieblas, y tinieblas palpables.
Ahora bien , seores; sabis cul es el estado de Europa? Toda
Europa va entrando en la segunda negacin, y camina hacia la tercera, que es la ltima : no lo olvidis. Si se quiere que concrete, algo
ms esta cuestin de los peligros que corren las sociedades, la concretar, aunque con cierta prudencia. Todos saben cul es mi posicin oficial; yo no puedo hablar de la Europa sin hablar de la Alemania : no puedo hablar de la Alemania sin hablar de la Prusia,
que la representa ; no puedo hablar de la Prusia sin hablar de su
rey, quien, seores, sea dicho de p a s o , puede llamarse por sus
cualidades eminentes el augusto germnico. El Congreso me perdonar que al entrar en esta cuestin, por lo que toca Europa, guarde cierta reserva, y por lo que toca Prusia guarde una reserva
casi absoluta ; pero dir, sin embargo, lo bastante para manifestar
cules son mis ideas concretas sobre los peligros concretos tambin
que amenazan la Europa.
Seores, aqu se ha hablado del peligro que corre la Europa por
parte de la Rusia; y yo que creo por ahora y por mucho tiempo puedo
318
- 319
dispuesto la Rusia para las guerras ofensivas ? Nunca lia llegado
300,000 hombres. Y sabe el Congreso con quines tienen que
luchar esos 300,000 hombres? Tienen que luchar con todas las ra,zas alemanas, representadas por la Prusia; tienen que luchar con
todas las razas latinas, representadas por la Francia; tienen que luchar con la nobilsima y poderossima raza anglo-sajona, representada por la Inglaterra. Esa lucha, seores, seria insensata; seria
absurda por parte de la Rusia ; en el caso de una guerra general,
el resultado cierto, infalible seria que la Rusia dejase de ser una
potencia europea, para no ser mas que una potencia asitica. Y vase aqu por qu la Rusia rehuye la guerra ; y vase aqu por qu la
Inglaterra quiere la guerra ; y la guerra , seores , hubiera estallado si no hubiera sido por la debilidad crnica de la Francia, que
no quiso seguir en esto la Inglaterra; si no hubiese sido por la
prudencia auslriaca; y si no hubiese sido por la sagacsima p r u dencia de la diplomacia rusa. Por esto , seores; porque la Rusia no
ha querido, porque no ha podido querer la guerra, es por lo que la
guerra no ha estallado con motivo de la cuestin de los refugiados
en Turqua.
No se crea por esto , sin embargo, que yo soy de opinin que
nada tiene que temer la Europa de la Rusia; creo todo lo contrario; pero creo que, para que la Rusia acepte una guerra general;
que, para que la Rusia se apodere de la Europa, son necesarios antes
estos tres acontecimientos que voy decir, todos los cuales, advirtase esto, seores, son no solo posibles, sino tambin probables.
Se necesita : primero , que la revolucin , despus de haber disuelto la sociedad, disuelva los ejrcitos permanentes: segundo,
que el socialismo , despojando los propietarios , eslinga el patriotismo ; porque un propietario despojado no es patriota, no puede
serlo; cuando la cuestin viene planteada de esa manera suprema y
congojosa, no hay patriotismo en el hombre: tercero, el acabamiento de la empresa de la confederacin poderosa de todos los pueblos
esclawones bajla influencia y el protectorado de la Rusia. Las n a ciones esclawonas cuentan, seores, 8 0 . 0 0 0 , 0 0 0 de habitantes.
Ahora bien, cuando en la Europa no haya ejrcitos permanentes, lia-
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321
21
322
323
vilizacion, tocio es barbarie; y es esto tan cierto, que antes del
Cristianismo no ha habido pueblos civilizados en el m u n d o , ni uno
siquiera.
Ninguno , seores : digo que no ha habido pueblos civilizados,
porque el pueblo romano y el pueblo griego no fueron pueblos civilizados; fueron pueblos cultos, que es cosa muy diferente. La
cultura es el barniz, y nada ms que el barniz de las civilizaciones.
El Cristianismo civiliza al mundo, haciendo estas tres cosas : ha civilizado al mundo haciendo, de la autoridad una cosa inviolable; haciendo de la obediencia una cosa santa ; haciendo de la abnegacin
y del sacrificio, por mejor decir, de la caridad, una cosa divina.
De esa manera el Cristianismo ha civilizado las naciones. Ahora
bien (y aqu est la solucin de ese gran problema) ahora bien; las
ideas de la inviolabilidad de la autoridad , ele la santidad de la obediencia y de la divinidad del sacrificio , esas ideas no estn hoy en
la sociedad civil; estn en los templos donde se adora al Dios justiciero y misericordioso, y en los campamentos donde se adora al
Dios fuerte, al Dios de las batallas, bajo los smbolos de la gloria.
Por eso , porque la Iglesia y la milicia son las nicas que conservan
ntegras las nociones de la inviolabilidad de la autoridad, de la santidad de la obediencia y de la divinidad de la caridad ; por eso son
hoy los dos representantes de la civilizacin europea.
No s , seores , si habr llamado vuestra atencin, como ha
llamado la mia , la semejanza , cuasi la identidad entre las dos p e r sonas que parecen ms distintas y ms contrarias ; la semejanza entre el sacerdote y el soldado : ni el uno ni el otro viven para s : ni
el uno ni el otro viven para su familia : para el uno y para el otro,
en el sacrificio , en la abnegacin est la gloria. El encargo del soldado es velar por la independencia de la sociedad civil. El encargo
del sacerdote es velar por la independencia de la sociedad religiosa.
El deber del sacerdote es morir, dar la vida como el buen pastor
por sus ovejas. El deber del soldado, como buen hermano, es dar la
vida por sus hermanos. Si consideris la aspereza de la vida sacerdotal , el sacerdocio os parecer, y lo es en efecto una verdadera
milicia. Si consideris la santidad del ministerio militar, la milicia
Esa, seores , es la historia de las asambleas alemanas. Y sabis porqu murieron as? Yo os lo dir. Murieron as, porque ni
dejaron gobernar ni gobernaron ; murieron as, porque despus de
ms de un ao de discusin nada sali, sali humo solo de sus
interminables discusiones.
Seores, ellas aspiraron la dignidad de reinas : Dios las hizo
estriles, y las quit hasta la dignidad de madres. Diputados de la
nacin, mirad por la vida de las asambleas espaolas! Y vosotros,
seores de la oposicin conservadora , yo os lo pido, mirad t a m bin por vuestro porvenir : m i r a d , seores, por el porvenir de
vuestro partido. Juntos hemos combalido siempre; combatamos junios todava. Vuestro divorcio es sacrilego; la patria os pedir cuenta
de l en el dia de sus grandes infortunios. Ese dia quiz no est lej o s ; el que no lo vea posible, padece una ceguedad incurable. Si
sois belicosos, si queris combatir aqu, guardad para ese dia vuestras armas. No precipitis, no precipitis los conflictos. Seores,
no le basta cada hora su pena , cada dia su congoja y cada
mes su trabajo? Cuando llegue ese dia de la tribulacin, la congoja
ser tanta, que llamaremos hermanos aun aquellos que son nuestros adversarios polticos : entonces os arrepentiris , aunque tarde
tal vez, de haber llamado enemigos los que son vuestros h e r manos.
(El orador se sienta en medio de prolongados
sos y de numerosas
felicitaciones).
y repelidos
aplau-
DISCURSO
SOBIU:
LA
SITUACIN
DE
ESPAA,
ADVERTENCIA D E L EDITOR.
Entre tus apuntes de DO.NOSU se hallan bajo una sola carpeta nada menos (pie tres diferentes proyectos de este ltimo de los discursos que
ci en el Congreso. nico manuscrito de su especie que hemos
pronun-
encontrado
entre los papeles de nuestro amigo, desde luego que lleg nuestras manos,
formamos intencin de publicarlo ntegro : pero bien pronto nos ocurrieron
consideraciones harto poderosas para hacernos cambiar de idea; y entonces
resolvimos hacer lo que ahora hacemos; esto es: publicar ntegro el discurso,
tul como su autor le pronunci,
pero interpolando,
dos,
para la debida
menciona-
distincin.
DISCURSO
SOJSRE
LA
SITUACIN
DE
ESPAA.
SEORES :
332
334
335
Queris
ver cmo concluyen las razas y las dinastas, cuando ponen en olvido los intereses materiales ? Poned la vista en el ltimo vastago
de esa dinasta generosa; poned la vista en Carlos II, el rey m e n digo, el Augstulo de su raza.
Volved ahora la vista la raza borbnica. Enrique IV comienza
por ser protestante y por halagar los catlicos , y acaba por ser
catlico y halagar los protestantes. Es decir, seores , que la religin era para l un instrumento de dominacin,
instrumentumregni;
ved ah el modelo de un rey espritu fuerte. Seguidle despus en
su vida y en su historia, y le veris siempre entregado la idea
exclusiva de hacer prosperar materialmente la Francia , de establecer una buena y sabia administracin , de acallar las diferencias
de los partidos por medio de transacciones; ocuparse, en una p a labra , solamente de la organizacin administrativa y de los intereses materiales. Pues b i e n , seores, Enrique IV no es un hombre
solo, es la personificacin de toda su r a z a , es la raza borbnica;
raza que ha venido al mundo para dos cosas , para hacer los pueblos industriosos y ricos , y para morir manos de las revoluciones.
Quien no admira , seores, estas grandes , estas magnficas
consonancias de la historia ? Ved ah dos razas ms enemigas todava en el campo de las ideas , que en los campos de batalla : la raza
austraca pone en olvido los intereses materiales; y muere de hambre : la raza borbnica, los ms de sus prncipes por lo menos,
aflojan en la conservacin intacta y pura de los principios religiosos
sociales y polticos, para convertirse en reformistas industriales;
y tropiezan con el espectro de la revolucin , que los aguarda para
devorarlos unos despus de otros, puesto en el lmite de sus industrias y de sus reformas.
Pues bien , ministros de Isabel I I , yo vengo pediros que apartis de vuestra reina y mi reina la especie de maldicin que pesa
sobre su raza.
El tiempo u r g e , seores; el tiempo urge , porque tiempos ms
calamitosos de los que pensis se acercan. Por de pronto ahora mis-
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sealadamente de aquellas que han sido corrompidas por las revol u c i o n e s : en Espaa lo han sido tanto, seores, yo apelo v u e s t r a s conciencias, que la corrupcin est en todas partes; nos
entra por todos los poros; est en la atmsfera que nos envuelve;
est en el aire que respiramos. Los agentes ms poderosos de la
corrupcin han sido siempre los agentes primeros del gobierno : en
las provincias estos han sido los agentes ms activos de la corrupcin , los compradores y vendedores de las conciencias. Quin no
ha visto lo que ha pasado en Espaa, desde que estall la revolucin
hasta hoy? Cuando los gobiernos han sido dbiles, sus principales
agentes se han pasado en tropel hasta los reales de la insurreccin
victoriosa; cuando los gobiernos son fuertes, cuando se cree que lo
son , entonces para sacar airoso al gobierno atropellan todo cuanto
se les pone por delante.
Recordad sino, seores, los pasados pronunciamientos. Todava
me figuro ver pasar delante de mis ojos aquella procesin de generales y gefes polticos con las manos llenas de incienso para quemarlo en los altares de las juntas revolucionarias. Pues volved los
ojos hacia lo que pasa ahora. Pensad en algunos de los escndalos,
que son pblicos y notorios, ocurridos en las ltimas elecciones. No
los creis unos ni otros cuando se llamen enemigos: no son enemigos , son hermanos los de las elecciones y los de los pronunciamientos : Dios ha puesto en todos las mismas inclinaciones y hasta
la misma fisonoma : todos han hecho el juramento heroico de sacrificarse por el vencedor : todos han hecho pacto con la fortuna:
todos son amigos de la victoria: todos son adoradores del sol: todos
miran al Oriente.
Tantriste e s , seores, y tan vasto el cuadro de esta corrupacion universal. Si queris subir conmigo hasta el origen misterioso
d*e este sntoma de muerte, le hallareis, por una parte, en la decad e n c i a del principio religioso ; y por otra, en el desarrollo del princ i p i o electivo. El principio electivo es cosa de suyo tan corruptora,
que todas las sociedades civiles, as antiguas como modernas, en
que ha prevalecido, han muerto gangrenadas; el principio religiosoes por el contrario un antiptrido tan escelente, que no hay
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ministerio tenga un poder prudente, y nada ms que prudente; limitado , y nada mas que limitado ? Pues no declaris los ministros responsables : pues qu no han sido siempre responsables por
las leyes del reino todos los ministros, sin necesidad de vuestras solemnes declaraciones? Queris ms? Queris que los ministros,
esos gigantes que os asustan,no sean ms que pigmeos? P u e s , seores ; el remedio est en lamano; declaradlos Inviolables. Desde
el momento en que los declaris inviolables, no son nada, sino unas
nulidades magnficas, sentadas en ese magnfico banco.
Vengamos al segundo ejemplo : el segundo ejemplo, le tomar
del periodismo. La libertad de imprenta.ha sido proclamada , s e ores , para asegurar tres grandes principios; de los cuales el uno
interesa los individuos , y los otros dos la sociedad : el que int e r e s a los individuos, consiste en el derecho que todo hombre
tiene de comunicar los otros lo que piensa : los otros dos consisten en el derecho que tiene la sociedad que entren en liza y en
discusin todos los pensamientos, todas las teoras, todos los siseternas ; y en el derecho que esa misma sociedad tiene de que se d
publicidad todo lo que interesa los pueblos. El periodismo es
la institucin consagrada ser la garanta y la realizacin de aquel
derecho individual y de estos derechos sociales. Pues bien, yo
voy demostraros, que esa institucin destruye todo lo que tiene
encargo de conservar ; que es un medio contradictorio con su fin;
y que, para ser lgicos, habis de renunciar vuestros fines,
habis de renunciar vuestros medios.
En primer lugar, el periodismo ha hecho imposible en la prct i c a el derecho que todo espaol tiene de publicar sus pensamient o s por medio de la prensa; y esto, seores, por medio de una com_
binacion verdaderamente diablica: porua parte, matando los
libros; y por otra, sustrayendo los peridicos la fortuna individual de todos los espaoles , que no sean muy ricos. Hoy d i a , s e ores, un espaol que no sea millonario , no puede escribir un peridico, ni publicar un libro : para el peridico no tiene dinero;
y para el libro no encuentra lectores. Resulta de aqu que hoy
dia, para publicar su pensamiento, los espaoles necesitan tras-
* formarle de individual en colectivo : solo los partidos tienen libert a d ; los espaoles no la tienen. Ahora bien , seores, considerad
una cosa : que eso ser bueno malo; pero malo bueno , no es
lo que habis querido vosotros, no es lo que ha querido el legislad o r , no es lo que ha querido la ley : ni la ley, ni el legislador ni
vosotros conocis los partidos, sino los espaoles, consider a d o s individualmente : la libertad que la Constitucin apetece, no
es la de los partidos, quienes no conoce , sino la de los ciudad a n o s : pues esta precisamente es la que el periodismo ha hecho
de todo punto imposible.
J> Vengamos al principio de la publicidad : en este punto , seor e s , la institucin del periodismo es tan absurda, considerada como el medio de alcanzar aquel fin, que su absurdidad salta los
ojos. Lejos de ser el periodismo un medio de revelar todos lo
que deben saber, es el medio ms eficaz que han podido inventar
slos hombres para ocultar lo que todo el mundo debe saber, y lo
squetodo el mundo sabe. Esta, seores, es una cuestin de buen
sentido y de buena f : yo apelo vuestra buena f y vuestro
buen sentido, y os conjuro que me digis si no es cierto que el
nico medio que tenis de saber la verdad , es echaros la calle
para preguntarla vuestros amigos y conocidos; y si el nico
medio que tenis de ignorarla, no es leer los peridicos.Hay
ms, seores : existe en la sociedad una gran institucin consagrada trasmitir de un lugar otro lugar, de una persona otra
persona un secreto inviolable : esta institucin es la de la correspondencia privada. Pues bien, seores : admirad conmigo un contraste sorprendente : la institucin que han inventado los hombres
en el inters de la publicidad para hablar de las cosas pblicas,
es cabalmente la que sirve para revelar todos los secretos domsticos; y la que han inventado para trasmitirlos secretos domsticos, es la nica que sirve para ponernos al corriente de las c o rsas pblicas, Queris saber lo que pasa en Pars ? Pues tenis que
leer las cartas particulares que de lli vienen. Quieren , en cambio , saber en las provincias lo que pasa en lo ntimo de nuestros
hogares ? Pues que cojan uno de nuestros peridicos, que lean la
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ta responsabilidad ta poder. Pero yo vengo ahora medir tu r e s ponsabilidad por tu omnipotencia. Puesto que lo puedes todo, r e s pndeme de todo. La reina oye tus consejos y los sigue; los electores acogen tus candidatos y te los envan; las Cortes acogen tus
proyectos y los aprueban; en Espaa nadie ensea una idea si no
tiene el ttulo 4e maestro ; y nadie tiene ese ttulo si no se le das t.
Respndeme de los malos sentimientos, respndeme de las ideas
corruptoras: que nada hay mas puesto en razn, sino que tu r e s ponsabilidad iguale tu omnipotencia.
Dos palabras sobre el sistema financiero de los ministros. Seores : en estas cuestiones nadie pone sino lo que tiene; nadie tiene
sino lo que Dios le d : otros Dios les ha dado ciencia, y han p u e s to aqu su ciencia: yo lo que puedo poner, es una sola palabra , un
poco de claridad, y un grano de buen sentido. Yo concibo, vistas
las esplicaciones que han mediado, dos grandes sistemas financieros. Hay hombres que, puestos los ojos en nuestras antiguas glorias, en nuestro antiguo podero , y viendo con vergenza y h a s ta con indignacin el estado postrado y abatido que presentamos,
esclaman: Es necesario volver esa gloria , ese poder ; y para
eso es necesario gastar mucho, y debemos gastar mucho: que cuando gastemos mucho, seremos ricos; porque la riqueza se va tambin por el camino de la gloria. Hay otros q u e , poniendo los ojos
en el sufrimiento del pueblo, y yendo de casa en casa presenciar
la miseria de los desgraciados contribuyentes, olvidando todo lo
dems, dicen: Somos pobres, muy pobres: son necesarias economas. Estos son los dos puntos de partida dedos dos grandes sistemas que han combatido aqu el uno contra el otro. Cul de estos
dos sistemas es el sistema del ministerio? Los dos y ninguno. -Se
levantan aqu los amigos de las economas, pidindolas para el pueblo ? Pues bien : luego al punto el gobierno se levanta contestando:
Pues quin hace mas economas que yo? Ah tenis 40 millones
de economas.
Se levantan los que solo miran las glorias nacionales y al
poder nacional; los que creen que se debe gastar mucho? Luego al punto el ministerio se levanta su vez, y dice: Pues si
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su Dios, era un paso que daba hacia la boca del abismo. Dios la
alcanz cuando llegaba su boca; Dios la alcanz el 24 de febrero,
el dia de la grande liquidacin, el dia de los grandes anatemas.
Qu sucedi entonces, seores? Qu sucedi? Que ese pueblo
desvanecido con su poder, embriagado con su riqueza , loco con su
industria, vio abismarse juntamente su industria, su poder, y su
riqueza en el gran diluvio republicano. Todo , seores, todo acab
all; el gran pueblo y el gran rey : el obrero y su obra.
Vea el Congreso donde van parar las cosas cuando tan solo
se mira los intereses materiales; los pueblos que les rinden culto,
se quedan, seores , en la indigencia ; se quedan sin nada ; sin los
morales, porque los rechazaron; sin los materiales, porque la r e volucin se los quit.
Pues bien, seores, volved los ojos esta nacin sin ventura,
ved los trances por donde ha pasado, el trance en que est y el
trance que la aguarda.
La Reina legtima de Espaa (y cuenta , seores, con esta p a labra , porque esta palabra v servir de acusacin al ministerio)
la reina de Espaa fu declarada mayor de edad , despus de un
gran levantamiento que habia sucedido grandes trastornos y
grandes revueltas : desde entonces ac , casi unos mismos hombres
han gobernado esta nacin; estos se creyeron flacos, pesar de
que obraban en nombre de la legalidad, se creyeron flacos para atacar de frente la corrupcin y la perversin de las ideas, fruto amargo
de las revoluciones. Qu se propusieron los ministros de la reina
legtima de Espaa ? Desconfiaron de s, como si no obraran en
nombre del alto y poderoso prestijio de una reina legtima ; desconfiaron de s , y no se propusieron otra cosa, sino sacar salvo del
naufragio universal el orden material y los intereses materiales.
Y fuerza es confesar que en esto fueron tambin dichosos su m a nera : en poco tiempo vencieron cuatro insurrecciones formidables:
la de Galicia, la de Madrid, la de Sevilla , y la de Catalua.
Vencida la insurreccin aqu como all , una fiebre industrial y
mercantil incendi nuestra sangre q u e , tanto como espaola, es
sangre africana ; el ministerio, en vez de combatir este ataque de
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naleros tenian con que dar pan a sus hijos con los jornales que g a naban en los gloriosos y esplndidos monumentos de que est llena
la Espaa. 'Qu mendigo no tenia un pedazo de pan, estando abier-.
to un convento?
Pues bien, seores: la revolucin ha venido trastornar todas
las cosas: con el despojo de la Iglesia subi la renta de la tierra; con
la supresin del diezmo hubo una nueva y ms alarmante subida.
De esta manera, el movimiento de ascensin que imprimi el catolicismo las clases menesterosas, ha sido convertido por la revolucin en un movimiento contrario, en un movimiento descendente:
los colonos oprimidos por la renta enorme que p a g a n , pasan en
tropel, de la clase que pertenecen , la clase media de los obreros. Los obreros su vez, con el gran aluvin de colonos que les
viene, van pasando continuamente la plebe, compuesta de mendigos : los mendigos, por ltimo, acaban sus dias de miseria y de
hambre. Ved ah, seores, por un lado, la obra de la revolucin;
por otro , la obra de la Iglesia!
Las cosas entre nosotros han venido hoy punto, que la socied a d , antes unida en unin santa y dichosa, est dividida en dos
clases, d l a s cuales la una puede llamarse vencida, y la otra vencedora ; aquella que ha sido favorecida por la suerte , tiene por divisa y por lema: Todo para los ricos. Cmo queris, seores,
que esta tesis no engendre su anttesis, y que la clase vencida no
esclame su vez en son de guerra; Todo para los pobres! Hay,
pues, seores , entre las clases de la sociedad (y el gobierno ni lo
sospecha siquiera, ni lo ha estudiado siquiera, aunque tiene obligacin de estudiarlo y saberlo) hay, digo, entre todas las clases de la
sociedad una guerra latente, que en el estado contagioso que tienen
ciertas ideas de Europa, llegar ser la primera ocasin una
guerra declarada.
Y o , seores , pesar de mi amistad , que es ntima , hacia los
ministros de S. M., no he podido menos de declararme en disidencia con ellos; porque , seores, al punto de exageracin que estn
llevando su sistema de orden material y de intereses materiales,
tengo para m que se ha hecho inevitable una catstrofe, que ha de
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- m
que entiende; pero, sobre todo, es un hombre que obra qu digo,
que obra? es un hombre que no deja de obrar en ningn tiempo,
ni cuando v e l a , ni cuando duerme : por un fenmeno menos e s traordinario de lo que primera vista pudiera pareceres, esa actividad, que es la que acelera su m u e r t e , es la que le conserva la
vida. Teniendo que andar su entendimiento al comps de su a c t i v i d a d , el duque le tiene prohibido que se pare, es decir , que r e flexione; y le tiene mandado que improvise: el duque e s , por
consiguiente, un improvisador universal; y todo el que le interrumpe y le hace perder el hilo de su improvisacin, es su enemigo. Por esto , su mayor enemigo es el tiempo . que resiste de una
manera persistente y tenaz todas sus improvisaciones. El duque
dice, por ejemplo: que haya Marina; y el tiempo dice: para eso
necesitas de m ; porque necesitas que haya Hacienda: para que
haya Hacienda, es menester que la riqueza se aumente; y para
que esto se verifique, es menester dejarme obrar m , que soy
ministro de Dios, servido por otros ministros mas poderosos que
los de los Reyes , que llevan por nombre los aos. El duque r e plica ; ahora lo veremos y manda la Marina que sea: y la Maria es. Pero la cuestin consiste en averiguar con qu se ha de m a n tener esa Marina, siendo evidente que nos hemos de quedar sin
duque, sin Marina y sin Hacienda. En otra ocasin , poniendo los
ojos en un sujeto que nadie conoce, pero que le sirve admirablemente por clculo por celo, se dice s propio: Porqu no
hara yo de este sujeto un gran personage ?el tiempo le respondepor una razn muy sencilla: porque para eso, como para todo,
necesitas de m; porque del que t quieres hacer un personage,
no he hecho yo mas que un sujeto , sin haberme atrevido todava
hacer de l una persona. El duque , sin embargo, no refrocede; toma su sujeto, y le h a c e , digo- m a l , le viste de personage. La cuestin, sin embargo, lejos de estar con esto resuelta, no
est ni siquiera iniciada , porque entonces sucede, que los que son
personages por obra de Dios , y no por obra del duque, se quejan
deque les ha robado sus ropas para vestir su sujeto; mientras
que todos los sujetos de la nacin acuden l dicindole : si s o -
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ADVERTENCIA
Bajo el nombre
DEL
EDITOR.
de B O S Q U E J O S H I S T R I C O - F I L O S F I C O S , reunimos
en este cua-
con el ttulo de E S T U D I O S
espHcaciones.
liaata prrafos
riores,
Hllame
enteros,
y especialmente
rarse
preparacin,
lamentario,
ya como escritor
apologtico
de la Religin,
morales.
sino
las ciencias
ideas,
al-
en el E X S A Y O S O B R E E L C A T O L I C I S M O , E L L I B E R A L I S M O Y
como la inmediata
proemio
SOBRE
noticia biogrfica
en estos E S T U D I O S no solamente
E L S O C I A L I S M O . JXosotrosles
intrnseco,
al tra-
de parecemos
que deben
importantes
aument D O N O S O , desde 1 8 4 9 ,
derramando
conside-
como el natural
tan abundante
el riqusimo
partesoro
luz en el dominio
de
1
NOCIONES
PRELIMINARES
TARA
SERVIR D E INTRODUCCIN
TODOS los
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razn suficiente, sgnese de aqu, que todo lo que sucede, viene a l c a lizar alguno de aquellos inescrutables designios que estuvieron siempre presentes en el divino entendimiento y en la razn soberana.
Dios es el principio, el medio y el fin de la historia : La creacin
del hombre fu un milagro de su amor: la conservacin del gnero
humano es un milagro de su Providencia ; y en el fin de los tiempos,
obrar sobre todos los hombres los milagros de su gracia y los de su
justicia. El objeto de la historia es la esplicacion de esos tres milagros.
A la historia toca averiguar por qu causa y para cul fin cri Dios al
hombre: cules son las leyes con que mantiene y conserva el h u mano linaje: y en virtud de cules estatutos anteriormente promulgados ha de juzgar las gentes. Y como quiera que todas estas son
cosas al entendimiento humano naturalmente escondidas ,. la historia universal sera de todo punto imposible, si en la densa noche de
los tiempos no brillara perpetuamente los ojos del historiador ,
manera de un faro encendido , la luz de la religin revelada. Esto
sirve para esplicar, porqu los historiadores antiguos, cuyos ojos
estaban cerrados esa luz, no acertaron tejer la maravillosa trama de esa historia. Ignorantes de la unidad de Dios , y de su poder
infinito, de su sabia providencia, y de la unidad del gnero h u m a no, conocieron los sucesos de Grecia , de Roma y del Asia; ignoraron empero de todo punto la historia del hombre.
La primera historia universal de que hay noticia en el mundo,
es la Ciudad de Dios de San Agustn , libro prodigioso que viene
ser un comentario sublime de la Biblia, el libro de los prodigiosAndando el tiempo , y en el siglo de oro de la literatura francesa,
el gran Bossuet, siguiendo las pisadas del Platn cristiano, traz
con mano firme y con pincel robusto el cuadro de la humanidad hecha hombre y caminando, ora por las vias del Seor , ora por sendas estraviadas, hacia donde Dios la lleva , ya con el azote de su justicia, ya con el impulso de su misericordia.
Salieron al encuentro de esos eminentes doctores, para hacerles
guerra y contraste, hombres que poniendo al servicio del error un
ingenio clarsimo, fueron poderosos para convertir en .fbula la
historia. Ellos sacaron de su propio entendimiento las leyes con que
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antigua,
la cual comprende
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La Historia
sagrada com-
de los tiempos
primitivos,
que comprende el conjunto de los sucesos que manifiestSln los d e signios de la Providencia sobre el gnero humano en .los tiempos
que corrieron desde la C R E A C I N hasta el D I L U V I O ; y en Historia de
los tiempos posl-diluvianos,
que comprende el conjunto de los s u cesos que manifiestan los designios de la Providencia sobre el g nero humano, desde el Diluvio hasta el advenimiento de nuestro
Seor Jesucristo.
Los principales sucesos de la Historia
de los tiempos
primitivos
son:
La Creacin.
La institucin del matrimonio y de la sociedad domstica.
La toma de posesin del Paraso por el hombre y por la muger.
La primer culpa, la desobediencia.
El primer castigo, la corrupcin de la naturaleza h u m a n a , y
el destierro.
La primera promesa del Salvador.
La institucin de la sociedad civil y del culto.
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de los tiempos
post-dilu-
son :
y profana.
La eclesistica
sucesos que manifiestan los designios de Dios en la'institucin, conservacin y dilatacin de su Iglesia. Lapi'ofana comprende el conjunto de los sucesos que manifiestan los designios de Dios sobre los
307
imperios y las naciones, atentas todas la enseanza del cristianismo, promulgada por la Iglesia catlica. Por razn de los tiempos,
se subdtvide en : Historia
del Imperio
Romano
y de los primeros
si-
glos de la Iglesia, que comprende el conjunto de los sucesos que manifiestan los designios de la Providencia en la declinacin y lamentable ruina del imperio de los Csares, en la milagrosa propagacin
del cristianismo, y en su ascensin al Capitolio : en Historia de la
edad media, que comprende el conjunto de los sucesos que manifiestan los designios de la Providencia sobre los brbaros del Norte, que
el cristianismo se incorpora , sobre la antigua sociedad hecha p e d a zos, que el cristianismo regenera; sobre los nuevos estados que su
voz se constituyen y se levantan ; y sobre la Iglesia Catlica, que
tocando sus ltimos crecimientos, derrama por el mundo la frtilsima semilla de todas las verdades: y por ltimo, en Historia de
hi descomposicin
y del fraccionamiento
de la repblica
Cristiana,
que comprende el conjunto de los sucesos que manifiestan los d e signios de la Providencia en la grande Apostasa provocada por la
reforma de Lutero , y en las grandes catstrofes que han venido
despus sobre los pueblos,y los reyes.
Los principales sucesos de La historia
los primeros
siglos de la Iglesia,
del imperio
Romano
y de
son :
de la edad media,
son :
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de la repiiUica
Cristiana
son :
i, A CHE ACIN.
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La eternidad es suya, y l es la eternidad : la existencia es suya, y l es la existencia : la justicia es suya , y l es la justicia : la
clemencia es suya, y l es la clemencia : la luz es suya, y l es la
luz : la verdad es suya, y l es la v e r d a d : el principio, el medio y
el fin de todas las cosas estn en l, y l es el principio, el medio
y el fin de todas las cosas : l es el gran contenido y el gran continente. l es el que es , y lo que e s ; y es porque es.
En el principio cri el cielo de los cielos con todos los espritus
puros , y la tierra con todas las sustancias corpreas , y aquel principio mismo que es el tiempo, el cual su vez tuvo principio y
tendr fin cuando todas las cosas creadas.
Y no sac las cosas de s mismo , porque solo procede de l el
V E R B O , que es procedencia del Padre; ni de la materia preexistente , porque nada prexiste la creacin sino el Padre que existe
eternamente por s mismo, y el Hijo que es engendrado eternamente
del P a d r e , y el Espritu santo que procede eternamente de los
dos, y que compone con ambos el Dios verdadero, uno en la sustancia y trino en las personas. Las sac de la nada por un acto de
su infinita sabidura , de su amor infinito , y de su voluntad omnipotente.
Y la tierra que sac de la n a d a , estuvo informe y desnuda
finanis et vacua) siendo asi manera de un medio entre la nada de
donde sali, y la existencia del que la dio el ser; por cuanto tenia,
de la nada,
exis-
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progreso.
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de la inteligencia humana : que todos los esfuerzos del entendimiento y toda la grandeza de la razn no son bastantes para penetrar en el recndito insondable misterio de la formacin de las cosas | El acto general de la creacin comprende tres grandes creaciones , la del mundo , la del hombre y la de la mujer : ninguna
de ellas asisti el hombre : no asisti la del m u n d o , porque fu
anterior la suya : no asisti la suya, porque antes de acabada,
l no exista; y cuando existi, se habia acabado : no asisti la de
la mujer, porque durante su creacin , estuvo su inteligencia aprisionada en las prinsiones del sueo).
Por lo dems, no es cosa dificil encontrar la razn de lo que
ese acto tiene en s de recndito y de inaccesible : penetrar en l
sera penetrar en la naturaleza ntima del principio de las cosas :
siendo el principio de las cosas y Dios una cosa misma, sera p e n e trar en la esencia de Dios: penetrar en la esencia de Dios es ser
Dios hasta cierto punto; y el hombre no puede ser Dios en cierta
manera y hasta cierto punto, sino cuando haya sido deificado en su
vida ultra-mundana. Solo entonces ser manera de Dios; y en
su visin beatfica tendr la de los principios de las cosas.
Ni se content Dios con constituir al hombre seor de la tierra;
sino que, pasando ms adelante en su munificencia y en sus dones,
otorgndole la libertad, le otorg el seoro de s propio , y le dijo:
No comers del rbol de la ciencia del bien y del m a l ; y si de l
gustares, te sujetars la muerte. En esta sentencia admirable se
declara cul sea la naturaleza de la soberana de Dios; cul la de
la soberana del hombre ; cul la ndole propia de la libertad h u m a na; y cules las leyes de la familia.
La soberana de Dios es la nica en que se juntan y combinan
armoniosamente el derecho absoluto y la fuerza suma. Lo cual q u i e re decir que contra Dios y fuera de Dios no hay derecho; que contra Dios y fuera de Dios no hay resistencia. Llmase verdad al o b jeto perpetuo de su inteligencia, justicia al objeto perpetuo de su
voluntad, belleza la realizacin perpetua de sus mandatos: y su
inteligencia y la verdad, y su voluntad y la justicia, y su mandato
y la belleza; y la belleza, la justicia y la v e r d a d , por una parte,
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et caro decarne'mea
et erunt do in carne una. De esta manera , la diversidad fu confundirse con la unidad de donde habia procedido.
La sujecin en el orden fsico, la pena en el m o r a l , el matrimonio en el domstico, son todos medios diferentes de alcanzar
un mismo resultado: la vuelta de la diversidad al seno de la unidad,
de donde toda diversidad n a c e , y donde toda diversidad vuelve.
Entre la creacin y el criador no hay unidad, sino porque la
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creacin est sugeta leyes fijas inmutables , manifestacin perpetua de la voluntad soberana.
Entre Dios y el hombre no hay unidad, sino porque el hombre
apartado de Dios por su delito, vuelve Dios, purificado por la
pena.
Entre el hombre y la muger no hay unidad, sino porque los
junta en uno el matrimonio.
Por esta razn, el matrimonio , la pena y las leyes todas del
mundo fsico fueron instituidas por Dios desde el principio de los
tiempos. Al sacar el mundo de la n a d a , al formar al hombre del
barro de la tierra , al sacar la mujer de su.costado , al constituir
la primera familia, quiso Dios declarar* de una vez para siempre
las condiciones de su existencia, sustrayendo todas estas cosas de
la jurisdiccin del hombre, y ponindolas fuera del alcance de los
vanos antojos de su voluntad , y de las locas especulaciones de su
entendimiento.
La sociedad, la civilizacin, la cultura , el hombre mismo cae
bajo la jurisdiccin del h o m b r e : solo la familia est exenta de la
jurisdiccin humana. Cuando la revolucin francesa vino al mundo,
todo lo arrastr consigo en sus recios huracanes. La magestad h u mana dej su cabeza en un patbulo afrentoso: la divina fu desterrada de la Francia y de sus templos: el sol de la civilizacin se
escondi en el seno de una nube roja ; la ley cubri su faz con una
toca sangrienta : la sociedad cay hecha pedazos : pero se salv la
familia; porque la familia no est sugeta la muerte. Cuando el
imperio Romano vino abajo con estruendo, siendo ludibrio de las
gentes las gigantescas y pavorosas ruinas de aquella fbrica ciclpea
que habia agoviado al mundo con su inmensa pesadumbre, todo
acab en aquel naufragio comn y en aquel comn estrago: el
gran pueblo con su altiva magestad y con sus turbulentos tribunos;
el prudentsimo senado con sus egregias familias consulares; su
ejrcito famoso con sus legiones invencibles, pasmo y azote de las
gentes; sus excelsas magistraturas con sus augustos Magistrados;
su refinada cultura con sus laureados poetas y sus inspirados artist a s ; su civilizacin varonil con sus omniscientes jurisconsultos y
sus graves historiadores; su imperio con sus potentsimos Emperadores vestidos con sus resplandecientes prpuras; su altsimo Capitolio con su Jpiter tonante. Todo lo que habia constituido la insolente grandeza de aquel pueblo, acab all, de tal manera y hasta
tal punto que algunos aos adelante pareca fbula su historia: todo,
todo acab , menos la familia ; porque la familia no est sujeta la
muerte. Y s i , tomando de ms atrs la corriente d l o s siglos, l e vantamos los ojos lo alto, y los ponemos en aquella primera catstrofe universal que envolvi todo el cerco de la tierra, cuando
abiertas las cataratas del Cielo, vino de mpetu aquella tremenda
inundacin del diluvio, que creci sobre el nivel altsimo de los
montes y escondi en sus abismos todas las gentes, all tambin
acab todo, menos la familia, instituida por Dios en el paraso, y
mantenida por Dios milagrosamente sobre la espuma de las olas.
De esta manera el Supremo Hacedor de las cosas, al partir con
el hombre en su infinita bondad el imperio de todo lo criado, se
reserv para s la suprema guarda de las leyes fsicas, que son
como otras tantas.condiciones puestas la existencia del mundo;
de las leyes morales, que son como otras tantas condiciones puestas la existencia del h o m b r e ; y de la familia, que es el fundamento inmortal de todas las asociaciones humanas. Sin esta sabia
precaucin y sin esta admirable Providencia , el mundo fsico y el
moral y el social y el hombre mismo hubieran acabado manos
del hombre (1).
(1)
dos ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIA, se halla en pos de este articulo otro que trata Del
Pecado y el Mal, y cuyo texto casi ntegra y literalmente est contenido en el captulo 6 . del libro 2 . del ENSAYO SOBRE E L CATOLICISMO, E L LIBERALISMO Y E L S O CIALISMO, que trata De la Prevaricacin
anglica,
y la humana
grandeza
enormi-
dad del pecado.Por esta razn, dejamos de insertarle aqu, si bien nos parece necesario advertirlo, no tanto en obsequio la exactitud, como para que debidamente
se perciba la trabazn de este artculo con el inmediato siguiente.
Sota
del
Editor.
PECADO.
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dicitur
peccali.
malum,
quod
( S . Agustn.)
- 387 la busca all donde no reside; y que el que de Dios huye , huye de
la ciencia. Si fuera posible que la verdad existiera en alguna parte
fuera de Dios, Dios no existira; porque habra dejado de ser lo que
ha sido, lo que e s , y lo que ser eternamente; la verdad absoluta.
Por esta razn, no hay verdad ninguna que no sea una revelacin
actual, que no descienda derechamente de una revelacin primitiva. El entendimiento del hombre no es otra cosa sino la facultad
de recibir, retener y aplicar las verdades que le han sido reveladas.
Es esto tan cierto, que si Adam hubiera sido condenado perder
de todo punto la memoria de lo que se le revel en el estado de inocencia ; y si Dios en su justicia hubiera suspendido el curso de sus
revelaciones , el hombre hubiera dejado de ser inteligente. Lo que
la pupila del ojo es sin la luz, eso mismo sera sin Dios el entendimiento humano.
Qu mucho, pues , si apartando los ojos de Dios, en donde
est la razn de todas las cosas creadas, el hombre sinti ponerse
de sbito las tinieblas entre l y todas las cosas ?
Dios cri al hombre inteligente y sabio: cuando el hombre se
revel contra Dios, desvanecido por el orgullo, i n i l i u m omnis
peccati superbia Dios en su justicia le quit la sabidura, y en su
misericordia le conserv la inteligencia : siendo de notar que no es
la justicia, sino por el contrario la misericordia, la que mas r e s plandece en esta sentencia divina : como quiera que, para dejar al
hombre de una vez sin sabidura y sin inteligencia, le bastaba
Dios permanecer en su tranquilo reposo, dejndole entregado las
consecuencias naturales de su voluntaria desunin y de su voluntario apartamiento : mientras que, para conservarle la inteligencia,
es decir, la facultad de entender sus revelaciones pasadas y futuras,
necesit acercarse l , volvindosele unir , aunque imperfectamente , con misericordiosa lazada.
La pena fu ei nuevo vnculo de unin entre el Criador y su
criatura; y en ella se juntaron misteriosamente la misericordia y la
justicia: la misericordia porque es vnculo ; la justicia porque es
pena.
Con esto se esclarece algn tanto el misterio de la ceguedad y
3SS
la ignorancia que condena Dios los orgullosos , y de la sabidura que promete los humildes i n i t i u m sapientice est timor Domini.
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tianismo guarda para los suyos un galardn que es sobre todos los
galardones posibles, y para sus enemigos una pena que es sobre
todas las penas imaginables : el infierno , mansin de los reprobos;
y el cielo, mansin de los justos: pues b i e n : el infierno est a p a r e jado para recibir los orgullosos ; y el cielo para recibir los humildes : Bienaventurados
el Reino de los
porque
de ellos es
Cielos.
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Sali Adam de las manos de Dios lleno de gracia. Sali Eva dei
costado de Adam llena de inocencia:*otorgles Dios vida dichosa;
diles imperio sobre todas las criaturas ; les visti las ropas candidas de la inmortalidad; puso en sus corazones amores limpios, y
los uni estrechamente con vnculos castos. Pero Adam y Eva, enamorados de s mismos, aspiraron remontarse ms en sus propias
alas, confiados en su propia grandeza, y quisieron ser manera de
dioses, con potestad soberana y con soberana independiente: y
Dios apart de ellos su mano, y fueron lo que sus hijos somos, p e regrinos cansados, penitentes que penan sus delitos, y lloran sus
desventuras. Y los pueblos todos y todas las razas, y todos los ecos
de las gentes estn llenos con el ruido de la tradicin que va c o n tando aquella gran catstrofe y lamentable tragedia.
Cuando, abiertas las zanjas y puestos los fundamentos de las
asociaciones polticas, subieron lo alto aquellos pujantsimos i m perios del Asia, de cuya grandeza estn llenas las historias, hubo
entre ellos uno que, aventajndose los dems en nobleza y podero, fu como cabeza de todos, y dilat su nombre y su fama por el
orbe de la tierra. Fu este el imperio babilnico, por siempre m e morable. Gobern por algn tiempo esta vasta monarqua Nabucodonosor, rey potentsimo y soberbio; el cual, como contemplase al
Asia que le estaba sujeta, corona del mundo; y despus Babilonia, maravilla del Asia; y luego su palacio, prodigio de Babilonia ; y por ltimo s propio, seor de lo que era prodigio de
Babilonia, de la que era maravilla del Asia, y de la que era c o rona del mundo; desvanecido y loco, quiso ser manera de Dios,
y que le levantaran jigantescas estatuas , y que le quemaran a r o mas, y que le rindieran adoracin y culto las muchedumbres de las
gentes. Y sucedi que un dia, estando en adoracin muda y esttica de s mismo , Dios le sorprendi en el ms alto paroxismo de
su soberbia; y poniendo sobre l su mano irritada y vengadora,
luego al punto sinti el msero despertarse dentro de s y en lo que
en l habia de ms recndito y secreto, unos como instintos de
bestia, que iban creciendo, creciendo por instantes, y transformando rapidsima y completamente todo su ser. El mismo potentsimo
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PECADO.
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mas penetrantes y sutiles. Y aunque las cuestiones puramente teolgicas, consideradas en s mismas, son sobre nuestras fuerzas, y
agenas de nuestro propsito , pero la grande luz que derraman sobre la naturaleza recndita del h o m b r e , principalsimo objeto de la
historia, no nos permite , aunque lo intentramos, guardar acerca
de ellas un silencio absoluto. Persuadidos, sin embargo , que en
materias tan escabrosas debemos ser cuidadosamente sobrios, e n traremos en esta cuestin muy de corrida, diciendo algo solamente,
y solo lo que baste , de lo mucho que sobre ella pudiera decirse,
y penetrando en el recinto de este grave misterio con pasos temerosos y atentados.
Y ante todas cosas , nos parece que as los que fuerza de e x a gerar la gracia niegan el libre albedro, como los que fuerza de
ensanchar los lmites del libre albedro niegan la gracia, no solo
destruyen lo que niegan , sino tambin lo que afirman: siendo tal
la fuerza y la ndole de este argumento, que una vez demostrado,
habr de seguirse de l la consecuencia rigorosa, de que es forzoso
elegir entre la afirmacin simultnea del libre albedro y de la gracia, y la simultnea negacin de la gracia y del libre albedro. Puesta la cuestin en este punto de vista, la eleccin no puede ser d u dosa , si se atiende que son muchos los que aceptan simultneamente las dos afirmaciones; pocos los que aceptan una y niegan
otra: y que no hay ninguno que acepte como suyas las dos negaciones simultneas : cosa, sin embargo, que, si nuestro argumento
procede , seria necesaria de todo punto , para que una de las dos
negaciones fuese valedera.
Y en primer lugar , cuando afirmis la gracia , y negis el libre
albedro, negis tambin la gracia virtualmente : porque sin el libre albedro , cul seria el objeto , cul la razn de existencia de
la gracia ? Si el hombre no es ni responsable ni libre, no podis
sustraerle, sin una inconsecuencia monstruosa, de la jurisdiccin
de aquellas leyes infl exibles que la creacin fsica vive sujeta: si
el hombre no es libre , luego al punto cae por su propia gravitacin
en el crculo inmenso de las causas permanentes y de los efectos
inevitables. Si cae en ese crculo, debajo de la jurisdiccin de esas
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plcitamente la gracia divina, es afirmar implcitamente el libre albedro del hombre: y negar esplcitamente el libre albedro del
h o m b r e , es negar implcitamente la gracia divina; como quiera
que el libre albedro es el supuesto de la gracia.
En segundo lugar, cuando afirmis el libre albedrio, y negis la
gracia, negis tambin virtualmente el libre albedro del hombre.
En efecto : negada la gracia, que no es otra cosa sino la solicitacin divina cuando obra en la voluntad humana, habis de suponer en la voluntad del hombre otra solicitacin que no venga de lo
alto, habis de afirmar que la voluntad humana se determina la
accin y se mueve sin solicitacin ninguna : en uno y en otro caso,
dais al traste necesariamente con aquello mismo que afirmis, h a ciendo de todo punto imposible el libre albedro del hombre.
En la primera suposicin , siendo Dios el autor de todo bien, y
no habiendo ninguno que est fuera de Dios; cuando afirmis solicitaciones que todas ellas vienen la voluntad del hombre de otra
parte que de la voluntad divina, vuestra afirmacin se reduce, pollina parle, suprimir de todo punto lo que nos solicita lo bueno;
y por otra, no afirmar sino solicitaciones que todas nos inclinan
lo malo : de donde se sigue, lo primero, que no habiendo solicitacin sino en sentido del mal, el libre albedro, tal como ha sido dado
al hombre, es decir, con la imper feccion que consiste en la facultad de escojer entre el mal y el b i e n , es radicalmente imposible: lo
segundo, que no estando neutralizada la solicitacin hacia el mal por
la solicitacin hacia el b i e n , el mal lo domina todo con una dominacin necesaria: y lo tercero, que habiendo de ser el bien vencido forzosamente, y no pudiendo serlo Dios, Dios no es el bien: de
donde se sigue, que os ponis entre dos blasfemias y entre dos a b surdos ; como quiera que tenis que caer en el absurdo y la blasfemia de confesar un Dios vencido, en la blasfemia y en el a b surdo de afirmar que Dios existe, pero que es el diablo, porque es
el mal.
En la segunda suposicin, el libre albedro del hombre es ms
imposible todava : lo cual se ver claro si se considera q u e , suprimidas de una vez todas las solicitaciones, as las que nos incli-
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nan al bien, como las que nos inclinan al mal; as las que vienen
de Dios, como las que vienen de otra parte, toda determinacin de
la voluntad es inconcebible y absurda. En primer lugar, esa supresin no podra verificarse sin el aniquilamiento preliminar de todo
lo que nos rodea, sin el aniquilamiento dlos sentidos, por donde
se comunican con el alma las solicitaciones que los cuerpos esteriores nos envan : en segundo lugar, seria necesario suprimir el entendimiento, como quiera que estamos solicitados por l continuamente. Y cuando despus de haber aniquilado al mundo, y nuestro
entendimiento y nuestros sentidos, furamos palpar esa esfinge
con libertad sin entendimiento, y con existencia fsica sin sentidos,
todava se nos resbalara de las manos , como una sombra impalpab l e ; porque suponer libertad sin solicitacin que la mueva, es s u poner movimiento sin motor, accin sin a g e n t e , determinacin sin
motivo determinante, efecto sin causa ; lo cual es radical y soberanamente absurdo. Luego, afirmar el libre albedro y negar la gracia es afirmar lo que no puede existir sin lo que se niega, y negar
lo que forzosamente existe, si existe lo que se afirma. Luego, .el libre albedro y la gracia son trminos necesarios de una misma p r o posicin, de la cual nada puede afirmarse negarse, que no se niegue se afirme de los trminos que en ella se juntan de una manera
indisoluble.
Sgnese de todo lo dicho, que aquellos que estaran dispuestos
afirmar el libre albedro, si no les saliera al encuentro como un
obstculo la gracia; y aquellos otros que afirmaran la gracia si no
se interpusiera el libre albedro entre su afirmacin y su entendimiento , proceden al revs en su discurso, y caen en contradiccin
manifiesta, dando lo indisoluble los atributos de lo inconciliable,
y poniendo una contradiccin entre dos trminos reductibles entre
s hasta el punto de significar ambos una cosa misma.
Por lo que hace aquellos otros que negando un tiempo mismo la gracia y el libre albedro , niegan Dios y niegan al hombre,
no hay para qu ocuparnos de ellos aqu, escribindose esta obra
como se escribe , para los que no han perdido toda noticia de aquel
altsimo Seor, que con su infinito poder cri todas las criaturas,
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Cuando cado el hombre en la tentacin , perdi con su inocencia la plenitud de la gracia, luego al punto sinti alterarse profunda
y radicalmente aquella omnmoda soberana que habia ejercido sin
resistencia sobre s propio y sobre todas las cosas creadas.
Levantado su espritu contra Dios, su carne se levant contra
su espritu.
Soberana la carne de su espritu, fu esclava de la muerte.
La muerte fu seora del hombre.
Antes del pecado , el espritu y la c a r n e , el hombre y la naturaleza eran unos en Dios : des-unido el espritu de Dios, se d e s unieron del espritu todas estas cosas: des-unidas, se hicieron independientes : siendo independientes, el espritu dej de ser soberano:
dejando de ser soberano , dej de ser obedecido : dejando de ser
obedecido de todas las cosas , y no queriendo obedecer ninguna,
cay en un estado de guerra permanente :
Guerra con Dios para sustraerse de sus iras.
Guerra con sus pasiones para ponerlas un freno.
Guerra con la carne para sustraerse sus antojos.
Guerra con los animales para sujetarlos su yugo.
Guerra con la naturaleza para ponerla su servicio.
Guerra con la muerte para no caer en su mano.
Esta alteracin profunda en su soberana llev necesariamente
consigo otra anloga en su libertad. No perdi su libre albedro del
todo, como quiera que conserv la potestad de escoger entre las
inspiraciones diablicas y las inspiraciones divinas : pero su libertad
dej de ser perfecta en el instante mismo en que su voluntad dej
de ser de todo punto soberana : y esto por una razn muy sencilla:
porque no le bastaba ya , como en su estado de inocencia , escojer
el bien para hacerle, sino que, por el contrario, se le amengu de
sbito su potestad de ejecutar lo escogido , viendo levantada contra
la ley de su espritu la ley de su carne : siendo permisin divina
que el que quiso vivir suelto de toda l e y , viviese sujeto d o s , y
esas contrarias; y que aquel que tuvo en poco obedecer su Dios,
fuese esclavo de sus pasiones.
Sali el hombre sano de las manos de Dios, si bien con la fa-
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i*
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das sus pasiones, seor de tan vastos dominios , que era rey de los
continentes , rey de los m a r e s , rey de las islas y rey de las criaturas 1
Y quin ser tan ciego tan loco , que buscando la causa de
lo que e s , la encuentre en Dios; y que indagando la razn de lo que
fu, la halle en el hombre ?
6."
DE L A CARIDAD.
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Domine
miserationis,
Deus,
ac verax,
aufers iniquitatem,
misericors
qui custodis
et scelera,
et clemens,
misericordiam
atque peccata.
patiens
el
in milita:
multae
qui
(Exod. C. 3 4 . )
Domino
qui miseretur
pauperis
: et
vicissitudnem
servus est
foenerantis, por cuyas palabras el mismo Dios se declara como cautivo del hombre misericordioso.
Por eso, en el Salmo 1 7 se llama Dios por David, Padre de hurfanos y juez de
viudas.
-10-j
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DE L A SOCIEDAD Y DEL
LENGUAJE.
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De aqu se infiere que los que proponen la cuestin que consiste en averiguar cul es el origen de la sociedad y del lenguaje,
la plantean absurdamente, resolvindola ya de mala manera en el
acto mismo de plantearla. De este primer estravo han resultado
otros mayores y de altsima trascendencia : porque , caminando en
la suposicin de que las sociedades se rigen por las mismas leyes
que las invenciones humanas , han concluido de aqu, que despus
de haber sido bosquejadas groseramente por los primeros hombres,
van creciendo en belleza y perfeccin con el trascurso de los aos.
Segn esta l e y , que llaman de perfectibilidad
y de progreso, los
hombres han comenzado por vivir vida spera y salvaje; han v i vido luego vida trabajada y cazadora ; despus vida errante y pastoril ; ms adelante vida asentada y quieta, hasta llegar al estado y
punto en que hoy los vemos, el cual ir pulimentndose y perfeccionndose hasta realizar en este bajo suelo el bello ideal de una
perfeccin absoluta.
Aqu tienen su origen todas esas aspiraciones voraces insensatas de los hombres turbulentos , y todas esas deslumbradoras utopias que ensordecen al mundo como cmbalos huecos y resonantes.
La escuela liberal, compuesta de trabajadores flojos, ha tomado
para s , en la obra comn, el encargo de pulimentar los gobiernos.
Las escuelas socialistas , compuestas de obreros intrpidos infatigables, sabiendo que el reino de Dios padece fuerza , han resuello
hacer irrupcin en l , lomndolo por asalto. Cuando ese gran dia
se levante, todo se transfigurar en la tierra, y en el cielo, y en los
infiernos; el Dios catlico, que en esta gran tragedia del muudo
representa el papel del tirano, ser reducido prisiones: el antiguo dragn, aherrojado hoy con cadenas , subir lo a l t o , iluminando los nuevos horizontes con los resplandores y cambiantes de
sus sonoras escamas: el primero es el m a l , vencedor del bien en
los tiempos paradisicos; el segundo' es el bien, que prevalecer
sobre el mal en las'edades socialistas. Por lo que hace la tierra,
ser transfigurada en aquella nueya Jerusalen, de que han tenido
una vaga noticia todas las gentes, cuyos muros esplndidos estarn
asentados en piedras preciosas.
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Can,
fralrem
vero
cognovit
dicens:
ejus Abel.
Possedi
ueeorem suam
hominem
Fuit aidem
Hevam,
quee
per Deum.
Rur-
et
Can agrcola. (Gnesis, cap. iv , v. \ , 2.) De donde se infiere claramente que todas aquellas maneras de vivir que nuestros filsofos
conciben como el resultado de invenciones sucesivas , coexisten en
el tiempo , como coexistieron en la creacin, que , siendo una , es
completa y simultnea.
De lo dicho se infiere que entre la escuela catlica y las racionalistas hay una contradiccin absoluta. La primera supone que,
cuando se afirma el h o m b r e , se afirma un tiempo mismo la s o ciedad y el lenguaje : las segundas , que cada una de estas cosas es
objeto de una afirmacin diferente. La primera supone que el h o m bre criado por Dios, fu criado digno de Dios: las segundas sostienen que el hombre nace imperfecto, es decir , indigno de Dios;
y que siendo indigno de Dios imperfecto, se diviniza y se perfecciona s propio. La escuela catlica, al afirmar que no hay mas
que una creacin , y que esa fu perfectsima, asegura que el hombre fu hecho viril, sapientsimo y santo; perfectsimo el lenguaje,
y la sociedad civilizada y perfecta : las escuelas racionalistas, al
afirmar que hay una serie infinita de creaciones, y que de esas las
mas perfectas son las ltimas, aseguran que el hombre criado por
Dios, lo fu de mala manera; que fu hecho torpe y flaco : y en
cuanto al lenguaje y la sociedad , que son cosas fuera de toda proporcin con el alcance divino y con la divina potencia, de suyo rudimentaria.
Como se v e , todo el artificio inventor de las escuelas racionalistas se resuelve en poner una negacin al lado de cada una d l a s
afirmaciones catlicas , y en contradecir perpetuamente las c r e e n cias universales del gnero hnmano. Dios ha afirmado de s , que l
es Dios, y que Dios es la perfeccin infinita: el racionalismo le niega la sustancia y los atributos , y afirma que Dios, ni es Dios , ni es
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perfecto. Dios lia afirmado del hombre que cshombre; y ei racionalismo afirma qiie es Dios , y va contando una por una sus creaciones maravillosas. El gnero humano, por su parte, ha creido con
robustsima fe que la criatura es menos que su Criador: y el socialismo le contradice , afirmando que el Criador es menos que su criatura. Vanamente se les responde que todos esos son trminos contradictorios; porque luego al punto replican, que no hay verdad donde
no hay contradiccin en los trminos.
El racionalismo es una demencia monomanaca : los que adolecen de esta tremenda enfermedad, han dado en llamarse racionalistas, a l a manera de aquellos desventurados q u e , vindose en'los
palacios (pie la caridad catlica levant para ellos con el nombre de
hospitales , dan en llamarse emperadores.
Los unos se llaman creadores, porque estn en la creacin; como se llaman emperadores
los otros , porque estn en un palacio. La semejanza que tienen e n tre s, llega resolverse en identidad, si se considera que todos convienen en dar por cosa asentada la soberana de la razn que han
perdido. Ningn loco ha reconocido jams el imperio de las verdades matemticas y metafsicas: ninguno se le ha visto retroceder
en el intento de conciliar cosas contradictorias. Yo no s si mis lectores habrn observado que todos los locos son racionalistas: esta
observacin es tan cierta , que, en el momento mismo que comienzan dudar de lo que dicen y sospechar la falibilidad de su razn;
es decir, desde que comienzan dejar de ser racionalistas, ya pueden salir del hospital, porque estn convalecientes sanos.
Cosa singular y verdaderamente admirable! No hay gnero
de locura que no se resuelva en una rebelda ; ni rebelda que, exaltada , no se resuelva en locura : y al revs ; el hombre mas razonable es el ms humilde: solo l tiene el incomunicable y santo p r i vilegio de pronunciar esta palabra : creo ; y estas otras: me equivoco.
las cuales no estuvieron jams en los labios de ningn loco ni de
ningn espritu rebelde. Qu es esto? Qu misterio hay aqu?
Cmo puede concebirse, en materia de razn, que no hay ninguno que la tenga sin que la humille, y ninguno que la pierda sin
que ia levante? Y qu capricho inconcebible es ese de la razn.
TOMO
III.
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que coquetea con los hombres hasta el punto de rendirse ante los
que la desprecian y la humillan , y de volver la espalda los que la
adoran? Si yo no viera Dios en todos los fenmenos de la creacin,
todava le alcanzara ver en el fenmeno de la locura.
ERROR
FUNDAMENTA!.
PRO-
GRESO.
M E propongo demostrar que la sociedad y el hombre son inseparables, y que obedecen ciertas leyes generales, reveladas por
Dios desde el principio de los tiempos.
Si la creacin del mundo es un acto nico y simplicsimo, considerado en Dios, y una obra completa y per feotsima, considerada
en el hombre, se sigue de aqu necesariamente que el hombre, d e s de el punto en que fu, tuvo noticia cierta del fin para que habia
sido criado, del camino por donde habia de alcanzar aquel fin, y de
las leyes inmutables que habia de vivir sujeto durante su breve
peregrinacin y su escabroso camino. Y porque el hombre fu
estas dos cosas la vez, individuo y sociedad; por eso tuvo noticia,
un mismo tiempo, de las leyes por las que habian de gobernarse
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los individuos, y de aquellas que^debian vivir sujetas en sus varias evoluciones las sociedades humanas. La noticia que se le dio
de esas leyes, es lo que se Mama revelacin; y la revelacin de todas
esas cosas constituye al hombre de un golpe en un estado de civilizacin perfectsimo incomparable.
De todos los medios propuestos para desatar los nudos de esta
gravsima cuestin, y para disipar las sombras del gran misterio de
nuestra naturaleza y de nuestro origen, este que el catolicismo propone dogmticamente, es no solo el nico verdadero, sino tambin
el nico puesto en razn, y el nico esplndidamente luminoso. La
naturaleza divina ha de ser negada de todo punto, concedida
en calidad de armnica y sinttica: siendo sinttica y armnica, la
obra que salga de sus manos , ha de ser forzosamente una sntesis
y-sindolo, ha de ser una armona : y como lo uno y lo otro excluyen lo particular y lo rudimentario y lo imperfecto, se sigue de
aqu que Dios al crear todas las cosas, las cre por grupos inmensos
y grandiosos, juntando en uno todas las cosas afines, y dominndolo
todo con su sntesis suprema. Suponer que Dios hizo las cosas, y
que las dej sin leyes; que estableci sus leyes por separado
para que las cosas anduvieran sin ley ni regla ninguna en pos d sus
leyes, y las leyes en pos de las cosas, es una extravagancia sobre
toda extravagancia, la cual ni los racionalistas con toda su ciencia pueden poner un nombre. Suponer al hombre ocupado en inventar la ley de sus acciones y las leyes de las asociaciones humanas,
y en escribir el cdigo de sus deberes sociales, viene ser lo mismo
que suponer las cosas temporales buscando los tiempos, y las
corpreas buscando sus espacios; al revs, los espacios buscando las cosas corpreas, y los tiempos buscando las temporales.
Y no se diga que no procede la comparacin entre esas cosas
y el hombre; porque esto responder que de tal manera procede,
que, bajo nuestro punto de vista, entre los objetos de la comparacin la semejanza llega confundirse con la identidad por lo p e r fecta. El hombre, considerado como un ser inteligente y libre, se
. diferencia de los que no lo son en lo que l tiene, y ellos les falta;
se asemeja empero todos, en que ni hay en ellos ni hay en l nada'
-121
que no se sujete una ley, de suyo fija invariable. Como ser libre,
est sujeto las leyes del mundo moral, y las de la inteligencia
como ser inteligente : y as como se-viene caer en el absurdo, s u poniendo los cuerpos buscando los espacios, y las cosas temporales buscando los tiempos ; del mismo modo y por la misma razn
se va dar en un crculo vicioso, cuando se supone un ser libre
buscando las leyes del mundo moral, y un ser inteligente b u s cando las leyes de las inteligencias.
Con este sistema vienen al suelo todas esas teoras frivolas y vanas de los modernos racionalistas , segn las cuales la sociedad y el
hombre van pasando juntamente de una perfeccin otra perfeccin, y de un progreso otro.progreso; siendo la humanidad la que
obra exclusivamente su propia Irasformacion, por medio de todos
estos progresos y de todas estas perfecciones.
Las leyes generales del mundo moral, que el hombre vive sujeto en calidad de inteligente y libre, ahora se le considere como individuo, ahora como sociedad, existen con una existencia independiente de la voluntad humana : puestas fuera de la jurisdiccin de
los vanos antojos de los hombres, estn exentas tambin de las injurias de los tiempos, siendo como son divinas, eternas inmutables. Esas leyes han sido objeto de revelaciones sucesivas, que t o das juntas forman la revelacin catlica. Es el catolicismo depsito
de toda verdad, luz de lodos los misterios, archivo de todos los arcanos ; para el que le ignora, todo es ignorancia; y para el que le
sabe, todo es sabidura. El catolicismo tiene palabras de vida para
todos : l es salud para los dolientes, refrigerio para los fatigados,
manantial perenne de aguas claras para los que tienen sed , hartura
para los que padecen h a m b r e , ciencia para los que ignoran , luz
para los ciegos, puerto para los que navegan, esfuerzo de los que
combaten, corona de los que triunfan. Y afirmar de l que es todas
esas cosas para el hombre, es afirmar de l que es todas esas cosas
para la sociedad igualmente; porque la sociedad es el hombre, y
nada ms que el hombre, considerado bajo cierto punto de vista especial y de cierta manera.
Cuando nuestro Seor dijo de su reino q u e j ^ f e r ^ l e este m u n -
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del mundo ; pasad de una regin otra regin, de una edad otra
edad , de una zona otra zona ; formad un interrogatorio que vayan respondiendo sucesivamente todos los Gobiernos en la infinita
variedad de sus formas, todos los pueblos en la variedad infuta de
sus civilizaciones, todas las razas de las gentes, as cuando estn
postradas y caidas, como cuando resplandecen en las cumbres de
su grandeza : y el mundo todo dar una sola respuesta todas vuestras preguntas; y esa respuesta resonar la vez en todas las p a r tes, en el Oriente y en el Occidente , en el Septentrin y en el Medioda. En efecto , la historia *io hace mencin de ninguna sociedad
(pie no haya sido penada siendo culpable, y en la que la pena no
se proporcione convenientemente la culpa; asi como no hace
mencin de ninguna en quien la virtud no haya sido la medida de
la grandeza. En el anchsimo campo d l a historia no hay ninguna
semilla que no fructifique ; todas estn al abrigo de los vientos y de
los huracanes : en este campo frtilsimo nadie recoge sino lo que
siembra ; pero todo lo que se siembra , se recoge. Todos los p u e blos de la tierra han sembrado el error, y por eso han recogido
todos la muerte. Solo el pueblo judo y el pueblo cristiano han sembrado la verdad , y por eso son inmortales: solos estos dos pueblos
prodigiosos, depositarios de las divinas revelaciones, describen una
lnea esplndida y un sulco luminoso, en cuya continuidad no hay
solucin : salidos de Dios , vuelven Dios ; salidos de la eternidad,
vuelven la eternidad : y en su vuelta presurosa, y en su carrera
invencible , van iluminando los espacios , y echando atrs magestuosamente las olas de los tiempos.
La dificultad que resulta de estos hechos coexislentes y contradictorios, no se salva sino por una de estas soluciones : por la m a niquea, por la catlica. Por la maniquea , la contradiccin quedara suficientemente esplicada, pues para esplicarla suficientemente no era menester mas sino acudir al dualismo maniqueo, que
poniendo la contradiccin en Dios, esplica por la contradiccin d i vina todas las contradicciones humanas. Siendo empero insostenible
y absurdo este sistema, considerado en s mismo, es de todo punto
necesario aceptar la solucin catlica, dejar la dificultad sin solu-
426
NDICE
DEL TOMO
TERCERO.
Pagina
CURSO
DE
HISTORIA
D E L A CIVILIZACIN
DE ESPAA,
P O R DON
APUNTES SOBRE
LOS REINADOS
D E MENOR E D A D ,
PRECEDIDOS D E L
27
E L PROYECTO
DE REFORMA
C O N S T I T U C I N D E 1837
DISCURSO SOBRE
DOTACIN D E L CULTO
E L CONGRESO E L 15 D E E N E R O D E 1845.
DE LA
. . . . . .
. .
CLERO,
57
PRONUNCIADO E N
S7
PROSNCIADO
E N E L .CONGRESO
DISCURSO A C E R C A
D E L A S RELACIONES D E ESPAA
10
CON OTRAS
141
PI IX,
ARTCULOS PUBLICADOS E N E L FARO E X E L AO D E 1847.
J.
173
ITALIANOS Y ESPAOLES
II.
CARCTER
177
D ESUSREFORMAS
III.
IV.
D EL O SOBSTCULOS
EXTERIORES
192
. . .
Q U ES E OPONEN S U S R E .
FORMAS
202
E L 16
D E A B R I L D E 1842..
213
D I S C U R S O P R O N U N C I A D O E N E L C O N G R E S O E L 4: D E E N E R O D E 1849;
D E U N ARTCULO INSERT E N . E L Heraldo D E L 3 0 D E N O V I E M B R E
PRECEDIDO
DISCURSO
SOBRE
L A SITUACIN
GENERAL
DE EUROPA,
PRONUN-
. . . .
. . . . '
303
GOBIERNO
PAI'.A
PLANTEAR
DISCUTIRSE'
DE
AUTO-
SIGUIENTE A O . 3 2 7
LA CREACIN
3.
ADAM:
4."
DEL PECADO
361
369
EVA : L AFAMILIA
DE ADAM,
.
CAUSA
377
D E L A IGNORANCIA : DEL O R -
G U L L O , OR G E N D E L P E C A D O
S.
355
DEL
PECADO
393
6."
DE LA CARIDAD
403
7.
D E LA" S O C I E D A D Y D E L L E N G U A J E
409
8."
ERROR FUNDAMENTAL
D E L A TEORA D E L A PERFECTIBILIDAD
Y DEL PROGRESO
419
FIN D E , N'nrr.E.
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