Mujeres de La Edad Moderna

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MUJERES DE LA EDAD MODERNA

LA EDUCACIN EN LA EDAD MODERNA Y CONTEMPORNEA


Una mezcla de fines sociales, religiosos, caritativos y personales llev a las autoridades
municipales espaolas del siglo XVI a considerar fundamental el apoyo pblico a las
instituciones educativas que impartan enseanzas de primeras letras en diversas
ciudades y municipios. Este esfuerzo permiti una expansin notable de la
alfabetizacin de los nios y adolescentes de las reas urbanas, que desde los siete aos
comenzaban su aprendizaje de la lengua verncula, realizaban clculos aritmticos
simples o recitaban el catecismo y algunas oraciones sencillas. En ambientes ms
distinguidos el ayo ocupaba lugar preferente en la educacin de los hijos de la
aristocracia. Viva en la casa y serva como profesor, compaero y director social del
nio.
Sin embargo, esta prctica educacional slo era utilizada por la nobleza. El resto de los
hijos de las clases medias urbanas espaolas haban de acudir a los maestros de primeras
letras, que impartan sus lecciones con carcter privado y cuyo costo no era accesible a
las capas ms humildes de la poblacin. Una sociedad tan reglamentista como la
castellana del siglo XVI haba de conferir especial importancia a la educacin de los
ms jvenes; consecuentemente, un continuo flujo de normas fue minando la
independencia de los maestros de primeras letras.
La Iglesia adopt las medidas pertinentes para llegar a controlar la enseanza bsica.
Diversas dicesis nombraron visitadores que examinaban en su ortodoxia religiosa a los
maestros, excluyendo a conversos y a individuos cuyos antepasados haban sido
condenados por la Inquisicin.
Por contraposicin, la situacin en las zonas rurales era bien diferente. Las escuelas
organizadas en los pueblos eran muy escasas a comienzos de la poca moderna. Incluso
en aquellos lugares donde un maestro o un prroco daban clases, la calidad era
sensiblemente baja. En consecuencia, el analfabetismo, sobre todo en los municipios
pequeos, era la regla general. Adems, los campesinos no tenan una actitud demasiado
proclive hacia los libros; la poblacin rural nunca demostr mucho inters por la
alfabetizacin, al considerarlo un artculo de lujo que confera pocos beneficios
tangibles a aquellos que lo adquiran. Las horas pasadas en la escuela significaban horas
perdidas para el trabajo en el campo. Debido a estas causas, la poblacin campesina
permaneci analfabeta de generacin en generacin y no vari sustancialmente su
situacin hasta comienzos del siglo XX. El campesino se mantuvo como una figura
aislada, apartada por su pobreza e ignorancia del mundo urbano y culto.
Pero este marco apuntado slo es vlido para escasamente el 50 por 1 00 de la poblacin
del antiguo rgimen peninsular, aquel que corresponda a la educacin de los varones
espaoles. Las mujeres de todas las clases sociales seguan patrones de comportamiento
bien distintos. Su formacin se limitaba al estricto marco familiar y no se consideraba
oportuno ni necesario acudir a sistemas de educacin externa a la familia.
Los padres -sobre todo las madres eran los encargados de educarlas en los rudimentos
de lectura, escritura, religin y en las llamadas tareas propias de su sexo: costura,
bordado, encaje, cocina, etctera. La educacin que se transmita de generacin en
generacin se centr en una serie de valores que se consideraban tiles para la cultura
patriarcal que encarnaba primero el padre, luego el marido, ms tarde el hijo... y que,

como denominador comn. Por eso en la educacin de la mujer no se consideraba tan


necesario transmitirle conocimientos de matemticas, geografa o latn cuanto propiciar
los valores del corazn: sensibilidad, espontaneidad, paciencia, amor, sentimiento...
Privada la mujer de una instruccin pblica que hiciese variar sus posibilidades
educacionales, la casa y el convento, con la ayuda de los libros, fueron el medio donde
se desarrollaron las mentes femeninas hasta que la escuela pblica, obligatoria y
gratuita, fue una realidad ya en la Espaa contempornea.

La casa
Ya se ha dicho anteriormente cmo fueron los padres los encargados de formar a las
mujeres no slo en los rudimentos de lectura y escritura, sino en las tareas propias del
sexo. Las madres se erigan aqu como monopolizadoras de las enseanzas que haban
de transmitir y hacer cumplir a sus hijas para que, a su vez, ellas las transmitieran a sus
descendientes femeninas.
La casa era un espacio femenino completamente acotado y encomendado en su
funcionamiento general casi exclusivamente a mujeres. En ella vertan sus normas, su
saber prctico y su conservadurismo no slo la madre, sino, con frecuencia, la abuela,
alguna ta soltera que conviva con la familia, adems de las criadas, nieras, etctera, si
se trataba de familias burguesas o nobles. En la educacin de la nia o de la adolescente,
junto a la lectura o escritura -condicionada a los previos conocimientos de la familia
sobresala el entrenamiento en los trabajos del hogar y en la educacin en valores
morales encaminados a formar un conjunto de virtudes que permitiesen a la futura
mujer encarar su propia vida matrimonial con amor, entrega, pasividad..., as como el
convencimiento y desarrollo de que la maternidad era el elemento capital de la razn del
ser femenino.
En ambos casos se impona una vida cerrada entre las paredes de la casa y las visitas
piadosas a la iglesia; escondida de la mirada de extraos, al modo rabe, que haba
dejado huellas y maneras que fueron bien acogidas por el cerrado mundo catlico de los
Austrias, poblado de brujas, herejes o pcaros.
Los escasos libros que completaban esta estrecha educacin no permitan ampliar el
horizonte femenino. Biografas de santos, libros piadosos o cuentos clsicos como los
de Perrault -Historias del tiempo pasado, de 1697o los Cuentos de la infancia y del
hogar, de los hermanos Grimm, de 1812, repetidos por va oral por ayas y madres,
tipificaban en Caperucita Roja, Cenicienta, la Bella durmiente y tantos otros todo el
conjunto de virtudes domsticas -paciencia, humildad, masoquismo que la ideologa
patriarcal requera para su completo asentamiento. Una cuidadosa censura se desplegaba
-tanto por la familia como por el confesor sobre aquellos libros que contravenan este
orden y podan introducir elementos distorsionantes sobre la educacin de la mujer. Las
posibilidades de modificar el sentido de su vida eran, consecuentemente, muy escasas.
Esa cultura patriarcal manifestaba todo su poder en el momento clave de escoger un
destino para la adolescente que ya haba llegado a la edad propicia para contraer

matrimonio. A las sugerencias iniciales sobre la persona idnea como pareja -donde
ocupaba un lugar primordial el respeto y la prosecucin del sistema estamental vigente
en la sociedad del antiguo rgimen segua la formalizacin de una boda segn el criterio
paterno; incluso contra la voluntad de la mujer. Y desde ese preciso momento la
autoridad del marido prosegua el imperium que hasta ese momento haba ejercido el
padre.
Las consideraciones de clase impusieron siempre un elemento a considerar, ya que
dentro de esa sumisin al marido las mujeres de la aristocracia gozaron de una mayor
libertad de accin que las campesinas o las de las clases medias ms atadas a la rutina
cotidiana y con menos medios para subvertir el estatismo estructural en el que estaban
sumidas. Se mostraban tambin ms libres las mujeres de las clases ms bajas de la
sociedad: la dificultad de sobrevivir en una sociedad hostil a sus intereses y a su sexo las
obligaba a generar unos sistemas de comportamiento ms espontneos, sin la carga
moralizante que la buena sociedad desplegaba sobre el resto de las mujeres.
La maternidad era la centralidad del ser femenino. Tanto desde el plpito como desde la
familia o desde la sociedad se exaltaba como prioritaria y fundamental la funcin
reproductora de la mujer. Reproductora en una doble y fundamental faceta, tanto
biolgica como social. Evidentemente, la funcin encomendada a la mujer como
educadora de sus hijos -hijos e hijas no haca sino reproducir fielmente la cultura oficial
patriarcal a la que estaba sometida desde su nacimiento.
Ser madre en el la edad moderna
La mayora de las mujeres en el Renacimiento acababan siendo madre, y la maternidad
era su profesin y su identidad. Sus vidas como adultas (desde aproximadamente los
veinticinco aos en casi todos los grupos sociales y desde la adolescencia entre las
familias ms ricas) eran un ciclo continuo de embarazo, crianza y embarazo.
Las mujeres pobres daban a luz cada 24 30 meses. Las mujeres ricas tenan ms hijos
que las pobres. La necesidad de asegurar la descendencia, para garantizar una
transmisin efectiva de la riqueza, las forzaba a ser frtiles.
Tener hijos constituye una carga y un privilegio de las mujeres. El parto era un
momento temible, fruto del castigo especial de Dios a Eva por su falsedad en el Paraso.
Las madres que sobrevivan se enfrentaban a menudo a la muerte de la criatura que
haban trado a este mundo con tanto sufrimiento. La mortalidad infantil era muy alta.
Los recin nacidos tenan unas posibilidades de supervivencia que oscilaban, en Europa
occidental, entre el 20 y el 50 por ciento. Eran presas fciles de las plagas, la diarrea, la
gripe, los catarros, la tuberculosis y el hambre.
Los nios que sobrevivan eran amamantados entre 18 y 21 meses. En los pueblos y
ciudades de toda Europa lo mayora de las mujeres tenan que dar pecho a uno o ms
lactantes durante casi toda su vida adulta.
Algo ms que una simple falta de inclinacin se esconde tras la negativa amamantar
generalizada entre las mujeres ricas. A sus maridos frecuentemente no les gustaba la
apariencia de una madre dando pecho a su hijo. Sea cual fuere la razn ltima, casi
todas las mujeres ricas rechazaban amamantar a sus hijos. Los nios de los ricos

mamaban de los pechos de los pobres. Las familias ms ricas tenan sus propias amas de
cra.
Con ms frecuencia, los recin nacidos de las ciudades de Italia, Francia, Alemania e
Inglaterra, eran enviados al campo al tiempo del parto para que los amamantaran las
mujeres campesinas. Algunas amas de cra tenan una abundancia de leche tal que
podan hacer frente sin problemas a las nuevas bocas. Otras acababan de enterrar a sus
propios nios, o los haban destetado ya, o seducidas por salarios que llegaban a ser
dos veces mayores que los del servicio domstico se los traspasaban a su vez a otras
amas.
Las madres que no podan hacerse cargo de sus hijos, fueran stos legtimos o
ilegtimos, podan abandonarlos, con la esperanza de que el abandono fuera menos
grave que el asesinato, y de que algn extrao caritativo hara posible la su pervivencia
del nio.
Mujeres viudas en la espaa moderna
Oh, cun triste!, Oh, cun enojoso!, Oh, cun peligroso es el estado de las viudas!: en
que si una viuda sale de su casa, la juzgan por deshonesta; si no quiere salir de casa,
pirdesele su hacienda; si se re un poco, ntanla de liviana; si nunca se re, dicen que es
hipcrita; si va a la iglesia, ntanla de andariega; si no va a la iglesia, dicen que es a su
marido ingrata; si anda mal vestida, ntanla de extremada; si tiene la ropa limpia, dicen
que se cansa ya de ser viuda; si es esquiva, ntanla de presumptuosa; si es conversable,
luego es la sospecha en casa; finalmente digo que las desdichadas viudas hallan a mil
que juzguen sus vidas y no hallan a uno que remedie sus penas. Guevara, Reloj de
Prncipes. En su tratado Antonio de Guevara presentaba a las viudas como a mujeres
constantemente vigiladas, sospechosas por el simple hecho de carecer de una figura
masculina que las controlase. Aunque el tratadista tena motivos para lamentarse, no es
menos cierto que la sociedad y las instituciones, conscientes de la frgil situacin en la
que quedaba una mujer que perda a su marido en la Edad Moderna, otorgaron a las
viudas una serie de prerrogativas en virtud de su condicin. Al fin y al cabo, el estado de
viudedad, como cualquier otro estado, era complejo y presentaba diferentes matices en
funcin de cada circunstancia.
El claustro
Una parte no pequea de mujeres se form en los claustros. Las malas condiciones
econmicas de la sociedad del barroco, las dificultades de dotar convenientemente a las
hijas para un matrimonio ventajoso y las numerosas vocaciones que se despertaron a
tenor de los movimientos religiosos de los siglos XVI y XVII incrementaron la
demanda de mujeres para entrar en los conventos espaoles. Sobre todo a tenor de la
extraordinaria influencia que tuvo la reforma de las rdenes monsticas propiciadas por
Cisneros y que tuvo en Santa Teresa a una adalid excepcional. Santa Teresa de Jess,
como otras msticas espaolas, fueron las mujeres ms innovadoras de la poca,
desarrollaron una creatividad inusitada y tuvieron una profunda influencia social.
Como consecuencia de todo ello, los claustros espaoles fueron unos lugares muy
visitados y muy vividos por las mujeres. Una parte de ellas slo acuda temporalmente,
mientras duraba su educacin. Frecuentemente esas nias eran familiares de religiosas

residentes que pagaban el costo de su alimentacin y de su enseanza y que, cuando


terminaban, retornaban a su hogar para casarse; otras, en cambio, permanecan en el
convento despus de terminada la enseanza tradicional -lectura, rezos, bordados,
costura...formando un grupo de personas seglares, que sin entrar en religin, convivan
con las personas de la clausura. Las ms ingresaban como novicias en la orden y se
sometan a la disciplina del claustro. En estos casos se reduplicaba la formacin
religiosa de la aspirante a monja con estudios de la regla y de la filosofa de la orden
religiosa escogida, as como la prctica de una vida de piedad en comunidad y en
solitario, a las rdenes de la abadesa y del captulo del convento.
El estricto sometimiento a la regla escogida -que sola combinar la educacin religiosa
con el trabajo manual dejaba tambin poco margen para una instruccin superior,
aunque no fue infrecuente encontrar a algunas religiosas que incrementaron el nivel de
sus conocimientos convirtindose en buenas latinistas, traductoras de libros extranjeros,
pintoras, msticas o mujeres que trabajaron en los diversos campos de la creacin
literaria. Obviamente, el claustro, pese a sus frenos, permita una mayor potenciacin de
la vida personal de la religiosa que la de la mujer seglar, inmersa en las prcticas de la
filosofa patriarcal.
Sin embargo, a menudo, las monjas tuvieron unas actitudes poco acordes con la regla
escogida. Muchas de ellas haban entrado all contra su voluntad, por disposicin
paterna. Las causas eran variadas, pero habitualmente se trataba as de salvar las leyes
del honor o de solucionar las dificultades econmicas de una familia que no poda dotar
para el matrimonio a todas sus hijas. No obstante, las religiosas haban de poner a
disposicin del convento una dote no pequea, en bienes muebles o inmuebles, aunque
tambin exista en cada convento un cupo de monjas sin dote
El claustro se nos presenta como un mundo complicado y con tensiones, no slo
referentes a la convivencia de estamentos sociales que all se conjugaban -aristcratas,
campesinas, mujeres de las clases medias , sino al clima de confusin generado por la
reforma y la contrarreforma. Este clima de confusin cristaliz en algunas religiosas
falsamente msticas que desarrollaban una vida, mezcla de libertinaje y de beatera,
que trascenda con frecuencia al exterior del claustro.
Reflexiones en torno a la figura de la abadesa
El espacio de las mujeres y en concreto el de las religiosas, fue particularmente
complejo antao y el ingreso de la mujer en estos centros de espiritualidad, presentaba
variadas facetas de ndole material, psicolgico, social y espiritual. Remontndonos
especialmente a la Edad Media se pueden analizar infinidad de detalles, que
conformaron los procesos de creacin de los conventos femeninos configurndose estos
desde una perspectiva, como un espacio de excepcional libertad para las mujeres ya que
se convirtieron en una alternativa real al matrimonio, pero desde otro punto de vista y a
la par con lo anteriormente dicho, fueron un espacio de mayor control puesto que
permanecieron siempre subordinados a una supervisin masculina. Ahora analizando la
clase de personas o grupos sociales que abrazaron la vida religiosa y que a su vez
engrosaron las filas del clero o de las Ordenes conventuales, encuentro que influy en
ello y en gran medida, el factor econmico y las motivaciones fueron de toda ndole: por
ejemplo, el hijo de un modesto labrador que deseaba llegar a ser el prroco de su
pueblo, respetado y/o aceptado en alguna poderosa comunidad. Situaciones de orden
social que llevaban a personas a hacerse religiosas fueron muy variables; tenemos el

ejemplo de, adems de mujeres con esa vocacin religiosa especfica, hijas de buenas
familias pero sin dote, viudas respetables, mujeres que haban pasado por situaciones
sentimentales difciles, entre ellas amigas ntimas de reyes o nobles que haban perdido
sus favores, que al final llegaban recluirse en los conventos; La figura de la mujer desde
tiempos inmemoriales, ha estado ligada al desenvolvimiento de la Humanidad. Muchas
de estas mujeres que por los distintos motivos - ya vistos - tomaron la vida monacal
como su forma de vida, llegaron a ocupar cargos de jerarqua, de responsabilidad y de
verdaderas conductoras de la vida espiritual
Las mujeres conversas en Espaa
La Inquisicin en Espaa tuvo gran predicamento a partir de 1478, ao en que los Reyes
Catlicos consiguieron del Papa Sixto IV mediante la Bula Exigit sincerae devotionis, la
refundacin del tribunal en Castilla, ampliado a la Corona de Aragn en 1481 . Desde
el siglo XIII hasta finales del XV, el Santo Oficio dependi de los obispos y actu con
moderacin. Pero la expulsin de los judos (1492) y de los moriscos (1609) plante
nuevos problemas. La alternativa era conversin o exilio. La mayor parte de estas
minoras tnicas salieron de Espaa permaneciendo fieles a sus creencias; el problema
se recrudeci con la aparicin de falsos conversos que haban sido bautizados, pero
mantenan sus ritos y costumbres en el mbito privado. Las mujeres, transmisoras
principales de los hbitos familiares, jugaron un importante papel .
Respecto a los judos que vivan en Sefarad (Espaa en el idioma ladino) hubo una
habitual enemistad con la mayora de la poblacin, que culmin en una ola de asesinatos
en las aljamas en .
Tras la expulsin de 1492, la mayor parte de los juzgados por la Inquisicin eran
judeoconversos. Concretamente entre 1481 y 1530 fueron procesadas unas 45.000
personas; el 90% de ellos eran cristianos nuevos con antecesores judos, acusados de
mantener sus antiguas costumbres religiosas .
Estudiando la informacin aportada por los tribunales de la pennsula ibrica, R. Garca
Crcel ha podido determinar la proporcin de mujeres judeoconversas en los siguientes
tramos cronolgicos:
1481-1530
1531-1560
1561-1620
1621-1700

47,1%
39,1%
41,8%
40,5%.

El mismo autor ha sealado el porcentaje de mujeres moriscas acusadas de mantener su


fe islmica despus del bautismo:
1481-1530
1531-1560
1561-1620
1621-1700

16,7%
41,2%
35,3%
36,4% .

Segn B. Vincent, estudioso del problema de los falsos conversos procedentes del
Islam, las mujeres eran elementos de resistencia pasiva ante la cultura e idiosincrasia
cristianas y mantuvieron la llama encendida de la fe de sus padres en la clandestinidad

ya que "la mujeres moriscas desempearon un papel fundamental en la supervivencia


del Islam" .
Segn este autor, entre 1561 y 1620, el 35,3% de los acusados de islamismo son
mujeres.
Existen tambin algunos datos parciales sobre las mujeres moriscas condenadas por el
Santo Oficio en algunos tribunales concretos:
Tribunal de Valencia 27%
Tribunal de Zaragoza 30,8%
Tribunal de Cuenca 35% .
En definitiva, las mujeres conversas tuvieron gran peso especfico en la permanencia
religiosa de las minoras juda e islmica.
La mujer en la vida social y econmica
En cuanto a las mujeres nobles interesa el estudio de sus ocupaciones, bienes, herencia,
moda y joyas. Hubo tambin mujeres comerciantes y empresarias y mujeres abadesas.
Una abadesa era una autoridad espiritual, organizativa y poltica y desempeaba
funciones intelectuales importantes en la sociedad del Antiguo Rgimen.
Asimismo, se ha desarrollado especialmente el estudio sobre las mujeres marginadas,
as como aquellas perseguidas por la Inquisicin.
Mujeres escritoras y editoras
El dominio de la lectura empuj a muchas mujeres a tomar parte en la creacin de
nuevas obras, siempre de manera no profesional en la inmensa mayora de los casos,
puesto que ni mucho menos todos los autores masculinos se podan permitir vivir de su
puo y letra en la Edad Moderna.
Hay que recordar adems, que muchas escritoras no llegaron a publicar su obra pero
llevaron a cabo esa labor. Las razones fueron de diversa ndole, puesto que hubo algunas
cuyas letras no salieron a la luz por falta de financiacin, otras condicionadas por la
censura o por el miedo a lo que poda pensar su entorno ms cercano. En algunos casos,
como el de la poetisa del barroco Mara Egual, poetisa barroca, o Mara Francisca de
Navia (1726- 1786) destruyeron antes de morir todos sus escritos, hacindolos
desaparecer para siempre. El resto de los que no se han estudiado an, han sido
condenados a la desaparicin o descansan en archivos privados.
Adems, el fin nico de la escritura femenina no era su publicacin, puesto que muchas
escriban para crculos concretos (familia, amigos, compaeras de convento u orden) o
para la representacin de sus obras en teatros privados, de la aristocracia o de la iglesia.
Este es el caso de muchas autobiografas espirituales y otros escritos religiosos que no
llegaron a la imprenta, as como de piezas teatrales.
De manera ms habitual en el resto de Europa que en Espaa, muchas de ellas eran
partcipes del negocio librero como propietarias de imprentas o de libreras, ms como
herencia de maridos o padres dueos del negocio que como editoras en s.

Muchas mujeres no escribieron solamente libros, sino tambin cartas, ya fuesen de


propio puo y letra o dictadas -algo muy comn tanto en mujeres de clase baja
analfabetas como en damas de alta cuna-. No hay que olvidar, la importancia de la
escritura "semiprivada", como la correspondencia o los consejos de carcter familiar,
muchas veces manuscritos, cuya conservacin, por su propia naturaleza, ha sido con
frecuencia precaria, de modo que en muchas ocasiones han resultado destruidos con el
tiempo e incluso se ha llegado a perder la noticia de su existencia. En general, su mayor
produccin fue escrita en hojas de papel, tambin alumbraron escritos autobiogrficos
de muchos tipos diferentes, como memorias, autobiografas -sobre todo de religiosas,
cuyo modelo fij Teresa de Jess-.
TERESA DE JESS
Teresa naci el da 28 de marzo de 1515 en vila. Su nombre verdadero era Teresa de
Cepeda y Ahumada
El padre de Teresa se llamaba Don Alonso Snchez de Cepeda y fue un caballero
castellano de origen judeoconverso (de ah el seguimiento que le tena la inquisicin a
Teresa de Jess). Don Alonso vino con su familia desde Toledo hasta vila. La madre
de Teresa se llamaba Doa Beatriz de Ahumada de las Cuevas. Doa Beatriz era una
cristiana de la nobleza y vena de Olmedo. Don Alonso era viudo antes de casarse con
Doa Beatriz y ya tena 3 hijos. Doa Beatriz y Don Alonso tuvieron 9 hijos ms, as
que Teresa creci en una familia numerosa: 9 chicos y 3 chicas. Teresa fue bautizada el
4 de abril de 1515 en la parroquia de San Juan, en vila.
Teresa prefera jugar con su hermano Rodrigo. Juntos lean libros de caballeras, vidas
de santos y construan en el jardn pequeas iglesias con piedras. Teresa y Rodrigo
llamaban a estas iglesias Palomares de la Virgen. Los dos nios hacan algunas
travesuras; por ejemplo, un da Teresa propone a Rodrigo escaparse juntos de casa para
huir a tierra de moros y sufrir martirio juntos. Para Teresa esta era la forma ms segura
de ganar el cielo. La aventura termin cuando su to Francisco les encontr
cerca de un lugar llamado Los Cuatro Postes. Francisco llev a los nios de nuevo a
casa.
Cuando Teresa tena 13 aos muri Doa Beatriz, su madre. Teresa senta un gran vaco
por esta prdida; por eso pidi proteccin a la Virgen.
Tambin pidi a la Virgen que fuera su madre y maestra.
El trato con una prima La relacin con una prima de costumbres ligeras enfra su
espritu y hace que los entretenimientos de la niez queden cada vez ms lejos y se
cambien por coqueteos y conversaciones vanas as comenz a coquetear con un primo
suyo, esto parece ser que decide a su padre a meter a Teresa interna con las monjas
agustinas en el Convento de Nuestra Seora de Gracia con 16 aos. All conoci a su
maestra, Doa Mara Briceo. Teresa admiraba mucho a Doa Mara.
Teresa estuvo en este convento un ao y medio y volvi a casa por que estaba enferma.
El padre de Teresa la llev para curarse a casa de su hermana Mara, en Castellanos de
la Caada. Antes de llegar a su destino, Teresa pas unos das en casa de su to Pedro,
hermano de su padre. Este encuentro fue muy importante para Teresa porque Pedro le
mostr unos libros. Esos libros y la experiencia vivida con las monjas llevaron a Teresa
hacia la vocacin religiosa. Teresa regres a vila y all visitaba con frecuencia a una
amiga, Juana Jurez. Juana viva en el Monasterio de la Encarnacin.
Teresa quera ser monja pero no tena el permiso de su padre. Por este motivo Teresa se
escap de nuevo de casa el 2 de noviembre de 1535, esta vez con otro hermano suyo. El

hermano de Teresa quera ser cura en el Monasterio de Santo Toms. Finalmente Don
Alonso dio permiso a Teresa. El da 3 de noviembre de 1536 Teresa recibi el hbito de
la Orden del Carmelo, a los 22 aos. Poco tiempo despus Teresa enferm de nuevo en
el Monasterio de la Encarnacin. Padeci desmayos, una cardiopata no definida y otras
molestias. Su padre, Don Alonso, consult a varios mdicos sin obtener un resultado
claro. Por este motivo Don Alonso decidi llevar a Teresa al pueblo de Becedas. La
gente deca que all haba una curandera muy buena. Sin embargo, las medicinas
tampoco sirvieron. Teresa pas bastante tiempo fuera del Monasterio y, cuando volvi,
enferm de nuevo. sufri un paroxismo de cuatro das en casa de su padre, la dieron por
muerta y la amortajaron pero sali del coma antes de que la enterrasen pero qued
paraltica por ms de dos aos. Antes y despus del parasismo, sus padecimientos
fsicos fueron horribles. Slo mejor segn dice la tradicin despus de pedir proteccin
a San Jos.
La vida de Teresa sigui en el Monasterio de la Encarnacin.
Ella quera mejorar su oracin y lee el libro llamado Confesiones de San Agustn.
Entonces lleg una escultura de Cristo herido al Monasterio. Teresa medita delante
de ella y descubre la necesidad de cambiar su vida para drsela a Cristo de una forma
ms intensa.
Empez entonces a ser favorecida con visiones imaginarias e intelectuales,
visiones que habran de sucederse a lo largo de su vida y que determinaron sus crisis
para averiguar si aquello era espritu de Dios o del demonio.
Teresa debe abandonar de nuevo el Monasterio. En esta ocasin vive un tiempo en casa
de su amiga Doa Guiomar de Ulloa, viuda de mucha virtud, mujer muy conocida en la
ciudad, que era muy galana y amiga de componerse, cosa que se prestaba mucho a
murmuraciones aunque sin motivos.
Teresa conoce all nuevas personas que influirn en su vida; por ejemplo, Teresa conoce
al franciscano Pedro de Alcntara, que piensa y siente lo mismo que ella.
Despus de este encuentro ella siente ganas de hacer cambios en la Orden del Carmen.
Teresa no estaba de acuerdo con la forma de vida de las monjas en ese momento. Por
esta razn decide crear un nuevo convento bajo el voto de pobreza. As, el convento es
otra vez igual que al principio. El camino para crear este nuevo convento no fue fcil.
Teresa encontr importantes ayudas. Sin embargo algunas personas estaban en contra de
ella, por ejemplo la mayora de las monjas de la Encarnacin y varios vecinos de vila.
A pesar de todo, la campana del nuevo Convento de San Jos son por primera vez el 24
de agosto de 1562.
Teresa cambia despus de crear el Convento de San Jos y vivir con las nuevas normas:
Teresa tiene entonces ms ganas de crear nuevos conventos. Ella y un pequeo grupo de
monjas viajan por Espaa y crean 17 nuevos conventos.
Aunque siempre fue perseguida por funcionarios eclesisticos envidiosos por la propia
Inquisicin, persisti en sus propsitos, fundando 16 casas religiosas y 14 conventos
para hombres.
Fue perseguida por la Inquisicin Espaola, a quien se le acus de remedar el
sacramento de la confesin, estableciendo en las casas de su orden, la costumbre de
confesar pblicamente las faltas, para que las culpables recibieran el castigo
reglamentario.
El cuaderno donde apuntaba los hechos ms relevantes de su vida permaneci ms de
10 aos en poder de la Inquisicin. Hoy ese cuaderno es, tal vez, una de las piezas

bibliogrficas ms valiosas de la biblioteca del mismo Rey que, a travs del Tribunal del
Santo Oficio, tanto persigui a la Santa.
Los Inquisidores no se atrevieron, sin embargo, a ponerla en prisin tal era su fama de
mujer Santa y religiosa, pero la sometieron a frecuentes interrogatorios y a la
humillacin de abrir sus conventos a los hombres del San Oficio, para que interrogaran
a las monjas de claustro.
El 15 de diciembre de 1577, Santa Teresa dirige una carta al Rey Felipe II donde le
escribe si no me protegis con mis pobres carmelitas qu ser de nosotras sin otro
apoyo en el mundo?
Sor Teresa era una mujer de buena estatura, de tez blanca, cabello negro rizado, ojos
redondos y negros y nariz pequea. Tena suavidad, nobleza y alegra en la condicin y
trato.
La Compaa de Jess le prest todo su apoyo, y con bastante razn, fresca estaba en el
recuerdo de los Jesuitas la persecucin que la Inquisicin haba desatado contra su
fundador Ignacio de Loyola.
Finalmente todas las acusaciones contra Sor Teresa de Jess fueron desestimadas.
Teresa muri en Alba de Tormes el 15 de octubre de 1582, a los 67 aos. Teresa es
importante por su labor religiosa y tambin por fundar muchos conventos nuevos.
Adems, Teresa es una gran escritora del siglo 16. A pesar de su poca formacin
escribi libros muy importantes: El Libro de la Vida, Camino de Perfeccin, Las
Moradas y Las Fundaciones. Teresa pas a la historia como Santa Teresa de Jess, ya
que fue nombrada Santa en el ao 1622. Tambin fue la primera mujer elegida
Doctora de la Iglesia en 1970.
La obra de Santa Teresa de Jess refleja, simultnea o consecutivamente, las vivencias
de un misticismo ardiente, como el que recorre el Castillo interior o las Moradas, y la
dura actividad cotidiana que muestra el Libro de la vida; los xtasis o arrobamientos
del Camino de perfeccin o los Conceptos del amor de Dios, y la concrecin de los
asuntos mundanos del Libro de las constituciones, que tambin se trasluce en el cerrado
organigrama de los nuevos conventos, recogido en el Libro de las fundaciones.
Su vida marc una poca, porque, en un mundo dominado por los hombres, defendi el
derecho de la mujeres a desarrollar su propia personalidad; de ese empeo convenci a
sus mejores contemporneos: fray Luis de Len, San Juan de la Cruz, San Francisco de
Borja, fray Juan de vila, el padre y profesor Domingo Bez, el inquisidor Quiroga...,
incluso a Felipe II. Y a pesar de los desprecios e insultos, viaj por toda Espaa con
idntico espritu que al principio y renovada ilusin.
La creadora de Castillo interior o las Moradas, fue una rareza en su tiempo. Una monja
que escribi su vida y su obra y pele para que no dispusieran los patriarcas, los
hombres, de su destino. Mstica y rebelde , la iglesia de su poca tuvo que tolerarla tal
vez por el genio de sus escritos y la popularidad de sus acciones.

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