Mujeres de La Edad Moderna
Mujeres de La Edad Moderna
Mujeres de La Edad Moderna
La casa
Ya se ha dicho anteriormente cmo fueron los padres los encargados de formar a las
mujeres no slo en los rudimentos de lectura y escritura, sino en las tareas propias del
sexo. Las madres se erigan aqu como monopolizadoras de las enseanzas que haban
de transmitir y hacer cumplir a sus hijas para que, a su vez, ellas las transmitieran a sus
descendientes femeninas.
La casa era un espacio femenino completamente acotado y encomendado en su
funcionamiento general casi exclusivamente a mujeres. En ella vertan sus normas, su
saber prctico y su conservadurismo no slo la madre, sino, con frecuencia, la abuela,
alguna ta soltera que conviva con la familia, adems de las criadas, nieras, etctera, si
se trataba de familias burguesas o nobles. En la educacin de la nia o de la adolescente,
junto a la lectura o escritura -condicionada a los previos conocimientos de la familia
sobresala el entrenamiento en los trabajos del hogar y en la educacin en valores
morales encaminados a formar un conjunto de virtudes que permitiesen a la futura
mujer encarar su propia vida matrimonial con amor, entrega, pasividad..., as como el
convencimiento y desarrollo de que la maternidad era el elemento capital de la razn del
ser femenino.
En ambos casos se impona una vida cerrada entre las paredes de la casa y las visitas
piadosas a la iglesia; escondida de la mirada de extraos, al modo rabe, que haba
dejado huellas y maneras que fueron bien acogidas por el cerrado mundo catlico de los
Austrias, poblado de brujas, herejes o pcaros.
Los escasos libros que completaban esta estrecha educacin no permitan ampliar el
horizonte femenino. Biografas de santos, libros piadosos o cuentos clsicos como los
de Perrault -Historias del tiempo pasado, de 1697o los Cuentos de la infancia y del
hogar, de los hermanos Grimm, de 1812, repetidos por va oral por ayas y madres,
tipificaban en Caperucita Roja, Cenicienta, la Bella durmiente y tantos otros todo el
conjunto de virtudes domsticas -paciencia, humildad, masoquismo que la ideologa
patriarcal requera para su completo asentamiento. Una cuidadosa censura se desplegaba
-tanto por la familia como por el confesor sobre aquellos libros que contravenan este
orden y podan introducir elementos distorsionantes sobre la educacin de la mujer. Las
posibilidades de modificar el sentido de su vida eran, consecuentemente, muy escasas.
Esa cultura patriarcal manifestaba todo su poder en el momento clave de escoger un
destino para la adolescente que ya haba llegado a la edad propicia para contraer
matrimonio. A las sugerencias iniciales sobre la persona idnea como pareja -donde
ocupaba un lugar primordial el respeto y la prosecucin del sistema estamental vigente
en la sociedad del antiguo rgimen segua la formalizacin de una boda segn el criterio
paterno; incluso contra la voluntad de la mujer. Y desde ese preciso momento la
autoridad del marido prosegua el imperium que hasta ese momento haba ejercido el
padre.
Las consideraciones de clase impusieron siempre un elemento a considerar, ya que
dentro de esa sumisin al marido las mujeres de la aristocracia gozaron de una mayor
libertad de accin que las campesinas o las de las clases medias ms atadas a la rutina
cotidiana y con menos medios para subvertir el estatismo estructural en el que estaban
sumidas. Se mostraban tambin ms libres las mujeres de las clases ms bajas de la
sociedad: la dificultad de sobrevivir en una sociedad hostil a sus intereses y a su sexo las
obligaba a generar unos sistemas de comportamiento ms espontneos, sin la carga
moralizante que la buena sociedad desplegaba sobre el resto de las mujeres.
La maternidad era la centralidad del ser femenino. Tanto desde el plpito como desde la
familia o desde la sociedad se exaltaba como prioritaria y fundamental la funcin
reproductora de la mujer. Reproductora en una doble y fundamental faceta, tanto
biolgica como social. Evidentemente, la funcin encomendada a la mujer como
educadora de sus hijos -hijos e hijas no haca sino reproducir fielmente la cultura oficial
patriarcal a la que estaba sometida desde su nacimiento.
Ser madre en el la edad moderna
La mayora de las mujeres en el Renacimiento acababan siendo madre, y la maternidad
era su profesin y su identidad. Sus vidas como adultas (desde aproximadamente los
veinticinco aos en casi todos los grupos sociales y desde la adolescencia entre las
familias ms ricas) eran un ciclo continuo de embarazo, crianza y embarazo.
Las mujeres pobres daban a luz cada 24 30 meses. Las mujeres ricas tenan ms hijos
que las pobres. La necesidad de asegurar la descendencia, para garantizar una
transmisin efectiva de la riqueza, las forzaba a ser frtiles.
Tener hijos constituye una carga y un privilegio de las mujeres. El parto era un
momento temible, fruto del castigo especial de Dios a Eva por su falsedad en el Paraso.
Las madres que sobrevivan se enfrentaban a menudo a la muerte de la criatura que
haban trado a este mundo con tanto sufrimiento. La mortalidad infantil era muy alta.
Los recin nacidos tenan unas posibilidades de supervivencia que oscilaban, en Europa
occidental, entre el 20 y el 50 por ciento. Eran presas fciles de las plagas, la diarrea, la
gripe, los catarros, la tuberculosis y el hambre.
Los nios que sobrevivan eran amamantados entre 18 y 21 meses. En los pueblos y
ciudades de toda Europa lo mayora de las mujeres tenan que dar pecho a uno o ms
lactantes durante casi toda su vida adulta.
Algo ms que una simple falta de inclinacin se esconde tras la negativa amamantar
generalizada entre las mujeres ricas. A sus maridos frecuentemente no les gustaba la
apariencia de una madre dando pecho a su hijo. Sea cual fuere la razn ltima, casi
todas las mujeres ricas rechazaban amamantar a sus hijos. Los nios de los ricos
mamaban de los pechos de los pobres. Las familias ms ricas tenan sus propias amas de
cra.
Con ms frecuencia, los recin nacidos de las ciudades de Italia, Francia, Alemania e
Inglaterra, eran enviados al campo al tiempo del parto para que los amamantaran las
mujeres campesinas. Algunas amas de cra tenan una abundancia de leche tal que
podan hacer frente sin problemas a las nuevas bocas. Otras acababan de enterrar a sus
propios nios, o los haban destetado ya, o seducidas por salarios que llegaban a ser
dos veces mayores que los del servicio domstico se los traspasaban a su vez a otras
amas.
Las madres que no podan hacerse cargo de sus hijos, fueran stos legtimos o
ilegtimos, podan abandonarlos, con la esperanza de que el abandono fuera menos
grave que el asesinato, y de que algn extrao caritativo hara posible la su pervivencia
del nio.
Mujeres viudas en la espaa moderna
Oh, cun triste!, Oh, cun enojoso!, Oh, cun peligroso es el estado de las viudas!: en
que si una viuda sale de su casa, la juzgan por deshonesta; si no quiere salir de casa,
pirdesele su hacienda; si se re un poco, ntanla de liviana; si nunca se re, dicen que es
hipcrita; si va a la iglesia, ntanla de andariega; si no va a la iglesia, dicen que es a su
marido ingrata; si anda mal vestida, ntanla de extremada; si tiene la ropa limpia, dicen
que se cansa ya de ser viuda; si es esquiva, ntanla de presumptuosa; si es conversable,
luego es la sospecha en casa; finalmente digo que las desdichadas viudas hallan a mil
que juzguen sus vidas y no hallan a uno que remedie sus penas. Guevara, Reloj de
Prncipes. En su tratado Antonio de Guevara presentaba a las viudas como a mujeres
constantemente vigiladas, sospechosas por el simple hecho de carecer de una figura
masculina que las controlase. Aunque el tratadista tena motivos para lamentarse, no es
menos cierto que la sociedad y las instituciones, conscientes de la frgil situacin en la
que quedaba una mujer que perda a su marido en la Edad Moderna, otorgaron a las
viudas una serie de prerrogativas en virtud de su condicin. Al fin y al cabo, el estado de
viudedad, como cualquier otro estado, era complejo y presentaba diferentes matices en
funcin de cada circunstancia.
El claustro
Una parte no pequea de mujeres se form en los claustros. Las malas condiciones
econmicas de la sociedad del barroco, las dificultades de dotar convenientemente a las
hijas para un matrimonio ventajoso y las numerosas vocaciones que se despertaron a
tenor de los movimientos religiosos de los siglos XVI y XVII incrementaron la
demanda de mujeres para entrar en los conventos espaoles. Sobre todo a tenor de la
extraordinaria influencia que tuvo la reforma de las rdenes monsticas propiciadas por
Cisneros y que tuvo en Santa Teresa a una adalid excepcional. Santa Teresa de Jess,
como otras msticas espaolas, fueron las mujeres ms innovadoras de la poca,
desarrollaron una creatividad inusitada y tuvieron una profunda influencia social.
Como consecuencia de todo ello, los claustros espaoles fueron unos lugares muy
visitados y muy vividos por las mujeres. Una parte de ellas slo acuda temporalmente,
mientras duraba su educacin. Frecuentemente esas nias eran familiares de religiosas
ejemplo de, adems de mujeres con esa vocacin religiosa especfica, hijas de buenas
familias pero sin dote, viudas respetables, mujeres que haban pasado por situaciones
sentimentales difciles, entre ellas amigas ntimas de reyes o nobles que haban perdido
sus favores, que al final llegaban recluirse en los conventos; La figura de la mujer desde
tiempos inmemoriales, ha estado ligada al desenvolvimiento de la Humanidad. Muchas
de estas mujeres que por los distintos motivos - ya vistos - tomaron la vida monacal
como su forma de vida, llegaron a ocupar cargos de jerarqua, de responsabilidad y de
verdaderas conductoras de la vida espiritual
Las mujeres conversas en Espaa
La Inquisicin en Espaa tuvo gran predicamento a partir de 1478, ao en que los Reyes
Catlicos consiguieron del Papa Sixto IV mediante la Bula Exigit sincerae devotionis, la
refundacin del tribunal en Castilla, ampliado a la Corona de Aragn en 1481 . Desde
el siglo XIII hasta finales del XV, el Santo Oficio dependi de los obispos y actu con
moderacin. Pero la expulsin de los judos (1492) y de los moriscos (1609) plante
nuevos problemas. La alternativa era conversin o exilio. La mayor parte de estas
minoras tnicas salieron de Espaa permaneciendo fieles a sus creencias; el problema
se recrudeci con la aparicin de falsos conversos que haban sido bautizados, pero
mantenan sus ritos y costumbres en el mbito privado. Las mujeres, transmisoras
principales de los hbitos familiares, jugaron un importante papel .
Respecto a los judos que vivan en Sefarad (Espaa en el idioma ladino) hubo una
habitual enemistad con la mayora de la poblacin, que culmin en una ola de asesinatos
en las aljamas en .
Tras la expulsin de 1492, la mayor parte de los juzgados por la Inquisicin eran
judeoconversos. Concretamente entre 1481 y 1530 fueron procesadas unas 45.000
personas; el 90% de ellos eran cristianos nuevos con antecesores judos, acusados de
mantener sus antiguas costumbres religiosas .
Estudiando la informacin aportada por los tribunales de la pennsula ibrica, R. Garca
Crcel ha podido determinar la proporcin de mujeres judeoconversas en los siguientes
tramos cronolgicos:
1481-1530
1531-1560
1561-1620
1621-1700
47,1%
39,1%
41,8%
40,5%.
16,7%
41,2%
35,3%
36,4% .
Segn B. Vincent, estudioso del problema de los falsos conversos procedentes del
Islam, las mujeres eran elementos de resistencia pasiva ante la cultura e idiosincrasia
cristianas y mantuvieron la llama encendida de la fe de sus padres en la clandestinidad
hermano de Teresa quera ser cura en el Monasterio de Santo Toms. Finalmente Don
Alonso dio permiso a Teresa. El da 3 de noviembre de 1536 Teresa recibi el hbito de
la Orden del Carmelo, a los 22 aos. Poco tiempo despus Teresa enferm de nuevo en
el Monasterio de la Encarnacin. Padeci desmayos, una cardiopata no definida y otras
molestias. Su padre, Don Alonso, consult a varios mdicos sin obtener un resultado
claro. Por este motivo Don Alonso decidi llevar a Teresa al pueblo de Becedas. La
gente deca que all haba una curandera muy buena. Sin embargo, las medicinas
tampoco sirvieron. Teresa pas bastante tiempo fuera del Monasterio y, cuando volvi,
enferm de nuevo. sufri un paroxismo de cuatro das en casa de su padre, la dieron por
muerta y la amortajaron pero sali del coma antes de que la enterrasen pero qued
paraltica por ms de dos aos. Antes y despus del parasismo, sus padecimientos
fsicos fueron horribles. Slo mejor segn dice la tradicin despus de pedir proteccin
a San Jos.
La vida de Teresa sigui en el Monasterio de la Encarnacin.
Ella quera mejorar su oracin y lee el libro llamado Confesiones de San Agustn.
Entonces lleg una escultura de Cristo herido al Monasterio. Teresa medita delante
de ella y descubre la necesidad de cambiar su vida para drsela a Cristo de una forma
ms intensa.
Empez entonces a ser favorecida con visiones imaginarias e intelectuales,
visiones que habran de sucederse a lo largo de su vida y que determinaron sus crisis
para averiguar si aquello era espritu de Dios o del demonio.
Teresa debe abandonar de nuevo el Monasterio. En esta ocasin vive un tiempo en casa
de su amiga Doa Guiomar de Ulloa, viuda de mucha virtud, mujer muy conocida en la
ciudad, que era muy galana y amiga de componerse, cosa que se prestaba mucho a
murmuraciones aunque sin motivos.
Teresa conoce all nuevas personas que influirn en su vida; por ejemplo, Teresa conoce
al franciscano Pedro de Alcntara, que piensa y siente lo mismo que ella.
Despus de este encuentro ella siente ganas de hacer cambios en la Orden del Carmen.
Teresa no estaba de acuerdo con la forma de vida de las monjas en ese momento. Por
esta razn decide crear un nuevo convento bajo el voto de pobreza. As, el convento es
otra vez igual que al principio. El camino para crear este nuevo convento no fue fcil.
Teresa encontr importantes ayudas. Sin embargo algunas personas estaban en contra de
ella, por ejemplo la mayora de las monjas de la Encarnacin y varios vecinos de vila.
A pesar de todo, la campana del nuevo Convento de San Jos son por primera vez el 24
de agosto de 1562.
Teresa cambia despus de crear el Convento de San Jos y vivir con las nuevas normas:
Teresa tiene entonces ms ganas de crear nuevos conventos. Ella y un pequeo grupo de
monjas viajan por Espaa y crean 17 nuevos conventos.
Aunque siempre fue perseguida por funcionarios eclesisticos envidiosos por la propia
Inquisicin, persisti en sus propsitos, fundando 16 casas religiosas y 14 conventos
para hombres.
Fue perseguida por la Inquisicin Espaola, a quien se le acus de remedar el
sacramento de la confesin, estableciendo en las casas de su orden, la costumbre de
confesar pblicamente las faltas, para que las culpables recibieran el castigo
reglamentario.
El cuaderno donde apuntaba los hechos ms relevantes de su vida permaneci ms de
10 aos en poder de la Inquisicin. Hoy ese cuaderno es, tal vez, una de las piezas
bibliogrficas ms valiosas de la biblioteca del mismo Rey que, a travs del Tribunal del
Santo Oficio, tanto persigui a la Santa.
Los Inquisidores no se atrevieron, sin embargo, a ponerla en prisin tal era su fama de
mujer Santa y religiosa, pero la sometieron a frecuentes interrogatorios y a la
humillacin de abrir sus conventos a los hombres del San Oficio, para que interrogaran
a las monjas de claustro.
El 15 de diciembre de 1577, Santa Teresa dirige una carta al Rey Felipe II donde le
escribe si no me protegis con mis pobres carmelitas qu ser de nosotras sin otro
apoyo en el mundo?
Sor Teresa era una mujer de buena estatura, de tez blanca, cabello negro rizado, ojos
redondos y negros y nariz pequea. Tena suavidad, nobleza y alegra en la condicin y
trato.
La Compaa de Jess le prest todo su apoyo, y con bastante razn, fresca estaba en el
recuerdo de los Jesuitas la persecucin que la Inquisicin haba desatado contra su
fundador Ignacio de Loyola.
Finalmente todas las acusaciones contra Sor Teresa de Jess fueron desestimadas.
Teresa muri en Alba de Tormes el 15 de octubre de 1582, a los 67 aos. Teresa es
importante por su labor religiosa y tambin por fundar muchos conventos nuevos.
Adems, Teresa es una gran escritora del siglo 16. A pesar de su poca formacin
escribi libros muy importantes: El Libro de la Vida, Camino de Perfeccin, Las
Moradas y Las Fundaciones. Teresa pas a la historia como Santa Teresa de Jess, ya
que fue nombrada Santa en el ao 1622. Tambin fue la primera mujer elegida
Doctora de la Iglesia en 1970.
La obra de Santa Teresa de Jess refleja, simultnea o consecutivamente, las vivencias
de un misticismo ardiente, como el que recorre el Castillo interior o las Moradas, y la
dura actividad cotidiana que muestra el Libro de la vida; los xtasis o arrobamientos
del Camino de perfeccin o los Conceptos del amor de Dios, y la concrecin de los
asuntos mundanos del Libro de las constituciones, que tambin se trasluce en el cerrado
organigrama de los nuevos conventos, recogido en el Libro de las fundaciones.
Su vida marc una poca, porque, en un mundo dominado por los hombres, defendi el
derecho de la mujeres a desarrollar su propia personalidad; de ese empeo convenci a
sus mejores contemporneos: fray Luis de Len, San Juan de la Cruz, San Francisco de
Borja, fray Juan de vila, el padre y profesor Domingo Bez, el inquisidor Quiroga...,
incluso a Felipe II. Y a pesar de los desprecios e insultos, viaj por toda Espaa con
idntico espritu que al principio y renovada ilusin.
La creadora de Castillo interior o las Moradas, fue una rareza en su tiempo. Una monja
que escribi su vida y su obra y pele para que no dispusieran los patriarcas, los
hombres, de su destino. Mstica y rebelde , la iglesia de su poca tuvo que tolerarla tal
vez por el genio de sus escritos y la popularidad de sus acciones.