Rousseau, Discurso
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DISCURSO
Tengo que hablar del hombre, y el tema que examino me dice que
voy a hablarles a hombres, pues no se proponen cuestiones semejantes
cuando se teme honrar la verdad. Defender, pues, con confianza la
causa de la humanidad ante los sabios que a ello me invitan y me considerar satisfecho de m mismo si me hago digno del tema y de mis
jueces.
Concibo en la especie humana dos clases de desigualdades: la una
que considero natural o fsica, porque es establecida por la naturaleza
y que consiste en la diferencia de edades, de salud, de fuerzas corporales y de las cualidades del espritu o del alma, y la otra que puede
llamarse desigualdad moral o poltica, porque depende de una especie
de convencin y porque est establecida o al menos autorizada, por el
consentimiento de los hombres. sta consiste en los diferentes privilegios de que gozan unos en perjuicio de otros, como el de ser ms ricos,
ms respetados, ms poderosos o de hacerse obedecer.
No puede preguntarse cul es el origen de la desigualdad natural,
porque la respuesta se encontrara enunciada en la simple definicin
de la palabra. Menos an buscar si existe alguna relacin esencial entre las dos desigualdades, pues ello equivaldra a preguntar en otros
trminos si los que mandan valen necesariamente ms que los que
obedecen, y si la fuerza corporal o del espritu, la sabidura o la virtud,
residen siempre en los mismos individuos en proporcin igual a su
podero o riqueza, cuestin tal vez a propsito para ser debatida entre
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ni mal que temer ni bien que esperar de nadie, que estando sometidos
a una dependencia universal y obligados a recibirlo todo de los que no
se comprometen a dar nada.
No concluyamos sobre todo con Hobbes, que dice, que por no tener ninguna idea de la bondad, es el hombre naturalmente malo; que
es vicioso porque desconoce la virtud; que rehsa siempre a sus semejantes los servicios que no se cree en el deber de prestarles, ni que
en virtud del derecho que se atribuye con razn sobre las cosas de que
tiene necesidad, imagnase locamente ser el nico propietario de todo
el universo. Hobbes ha visto perfectamente el defecto de todas las definiciones modernas del derecho natural, pero las consecuencias que
saca de la suya demuestran que no es sta menos falsa. De acuerdo
con los principios por l establecidos, este autor ha debido decir que,
siendo el estado natural el en que el cuidado de nuestra conservacin
es menos perjudicial a la de otros, era por consiguiente el ms propio
para la paz y el ms conveniente al gnero humano. Pero l dice precisamente lo contrario a causa de haber comprendido, intempestivamente, en el cuidado de la conservacin del hombre salvaje, la
necesidad de satisfacer una multitud de pasiones que son obra de la
sociedad y que han hecho necesarias las leyes. El hombre malo, dice,
es un nio robusto. Falta saber si el salvaje lo es tambin.
Y aun cuando as se admitiese, qu conclusin se sacara? Que si
cuando es robusto es tan dependiente de los otros, como cuando es dbil, no habra excesos a los cuales no se entregase; pegara a su madre
cuando tardara demasiado en darle de mamar; estrangulara a algunos
de sus hermanos menores cuando lo incomodasen; mordera la pierna
a otro al ser contrariado. Pero ser robusto y a la vez depender de otro,
son dos suposiciones contradictorias. El hombre es dbil cuando depende de otro y se emancipa antes de convertirse en un ser fuerte.
Hobbes no ha visto que la misma causa que impide a los salvajes usar
de su razn, como lo pretenden nuestros jurisconsultos, les impide
asimismo abusar de sus facultades, segn lo pretende l mismo; de
suerte que podra decirse que los salvajes no son malos precisamente
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En el libro VIII de sus Confesiones, dice Rousseau que el retrato del filsofo
que se argumenta tapndose los odos, es Diderot. (EE.)
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furores, parece destinado a destruir al gnero humano en vez de conservarlo. Qu seran los hombres vctimas de esta rabia desenfrenada
y brutal, sin pudor, sin moderacin y disputndose diariamente sus
amores a costa de su sangre?
Es preciso convenir ante todo en que, cuanto ms violentas son las
pasiones ms necesarias son las leyes para contenerlas. Pero adems
de los desrdenes y crmenes que estas pasiones causan diariamente,
demuestran suficientemente la insuficiencia de ellas al respeto, por lo
cual sera conveniente examinar si tales desrdenes no han nacido con
ellas, porque entonces, aun cuando fuesen eficaces para reprimirlos, lo
menos que podra exigrseles sera que impidiesen un mal que no existira sin ellas.
Principiemos por distinguir lo moral de lo fsico en el sentimiento
del amor. Lo fsico es ese deseo general que impulsa un sexo a unirse
a otro. Lo moral determina este deseo, fijndolo en un objeto exclusivo, o al menos, haciendo sentir por tal objeto preferido un mayor
grado de energa. Ahora, es fcil ver que lo moral en el amor es un
sentimiento ficticio, nacido de la vida social y celebrado por las mujeres con mucha habilidad y esmero para establecer su imperio y dominar los hombres. Estando este sentimiento fundado sobre ciertas nociones de mrito o de belleza que un salvaje no est en estado de concebir, y sobre ciertas comparaciones que no puede establecer, debe ser
casi nulo para l, pues como su espritu no ha podido formarse ideas
abstractas de regularidad y de proporcin, su corazn no es ms susceptible a los sentimientos de admiracin y de amor que, aun sin percibirse, nacen de la aplicacin de estas ideas; djase guiar nicamente
por el temperamento que ha recibido de la naturaleza y no por el gusto
que no ha podido adquirir y toda mujer satisface sus deseos.
Limitados al solo amor material, y bastante dichosos para ignorar
esas preferencias que irritan el sentimiento aumentando las dificultades, los hombres deben sentir con menos frecuencia y menos vivacidad los ardores del temperamento, y por consecuencia, ser entre ellos
las disputas ms raras y menos crueles. La imaginacin que tantos es51
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riodos de exclusin. Adems, entre muchos de estos animales, entrando toda la especie a la vez en estado de efervescencia, viene un momento terrible de ardor comn, de tumulto, de desorden y de combate,
momento que no existe para la especie humana, en la cual el amor no
es jams peridico. No puede, por lo tanto, deducirse de los combates
de ciertos animales por la posesin de las hembras, que la misma cosa
ocurriera al hombre en el estado natural, y aun cuando pudiese sacarse
esta conclusin, como estas disensiones no destruyen las dems especies, debe creerse al menos que no seran tampoco ms funestas a la
nuestra, siendo hasta muy factible que causasen menos estragos en
ella que los que ocasionan en la vida social, sobre todo en los pases
donde, respetndose en algo las costumbres, los celos de los amantes y
la venganzade los maridos originan a diario duelos, asesinatos y aun
cosas peores; en donde el deber de una eterna fidelidad, slo sirve para
cometer adulterios, y en donde las leyes mismas de la continencia y
del honor aumentan necesariamente el libertinaje y multiplican los
abortos.
Digamos, pues, para concluir que, errantes en las selvas, sin industria, sin palabra, sin domicilio, sin guerras y sin alianzas, sin ninguna necesidad de sus semejantes como sin ningn deseo de hacerles
mal y an hasta sin conocer tal vez a ninguno individualmente, el
hombre salvaje, sujeto a pocas pasiones y bastndose a s mismo, no
tena ms que los sentimientos y las luces propias a su estado; no senta ms que sus verdaderas necesidades, no observaba ms que lo que
crea de inters ver y su inteligencia no haca mayores progresos que
su vanidad. Si por casualidad haca algn descubrimiento, poda con
tanta menos facilidad comunicarlo cuanto que desconoca hasta sus
propios hijos. El arte pereca con el inventor. No haba ni educacin ni
progreso; las generaciones se multiplicaban intilmente partiendo
todas del mismo punto, los siglos transcurran en toda la rudeza de las
primeras edades, la especie haba ya envejecido y el hombre permaneca siendo un nio.
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PARTE SEGUNDA
El primero que, habiendo cercado un terreno, descubri la manera
de decir: Esto me pertenece, y hall gentes bastante sencillas para
creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil.5 Qu de crmenes, de guerras, de asesinatos, de miserias y de horrores no hubiese
ahorrado al gnero humano el que, arrancando las estacas o llenando
la zanja, hubiese gritado a sus semejantes: "Guardaos de escuchar a
este impostor; estis perdidos si olvidis que los frutos pertenecen a
todos y que la tierra no es de nadie!" Pero hay grandes motivos para
suponer que las cosas haban ya llegado al punto de no poder continuar existiendo como hasta entonces, pues dependiendo la idea de
propiedad de muchas otras ideas anteriores que nicamente han podido nacer sucesivamente, no ha podido engendrarse repentinamente en
el espritu humano. Han sido precisos largos progresos, conocer la
industria, adquirir conocimientos, transmitirlos y aumentarlos de generacin en generacin, antes de llegar a este ltimo trmino del estado natural. Tomemos, pues, de nuevo las cosas desde su ms remoto
origen y tratemos de reunir, para abarcarlos desde un solo punto de
vista, la lenta sucesin de hechos y conocimientos en su orden ms
natural.
El primer sentimiento del hombre fue el de su existencia; su primer cuidado el de su conservacin. Los productos de la tierra le provean de todos los recursos necesarios, y su instinto lo llev a servirse
de ellos. El hambre, y otros apetitos, hicironle experimentar alternativamente diversas maneras de vivir, entre las cuales hubo una que
lo condujo a perpetuar su especie; mas esta ciega inclinacin, desprovista de todo sentimiento digno, no constitua en l ms que un acto
puramente animal, pues satisfecha la necesidad, los dos sexos no se
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"Este perro es mo, decan esos pobres nios; aqul es mi puesto al sol. He
aqu el origen y la imagen de la usurpacin de toda la tierra." (Pascal, Pensamientos, Primera parte, art. 9, pr. 53.) (EE.)
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tiempo desocupado, lo emplearon en procurarse muchas suertes de comodidades desconocidas a sus antecesores, siendo ste el primer yugo
que se impusieron sin darse cuenta de ello, y el principio u origen de
los males que prepararon a sus descendientes, porque adems de que
continuaron debilitndose el cuerpo y el espritu, habiendo sus comodidades perdido casi por la costumbre el goce o atractivo que antes
tenan, y habiendo a la vez degenerado en verdaderas necesidades, su
privacin hzose mucho ms cruel que dulce y agradable haba sido su
adquisicin; constituyendo, en consecuencia, una desdicha perderlas
sin ser felices poseyndolas.
Puede entreverse algo mejor cmo en tales condiciones el uso de
la palabra se estableci o se perfeccion insensiblemente en el seno de
cada familia, y aun conjeturarse cmo diversas causas particulares
pudieron extenderla y acelerar su progreso hacindola ms necesaria.
Grandes inundaciones o temblores de tierra debieron rodear de agua o
de precipicios, comarcas habitadas, y otras revoluciones del globo descender y convertir en islas porciones del continente. Concbese que
entre hombres as unidos y obligados a vivir juntos, debi formarse un
idioma comn primero que entre aquellos que andaban errantes por
las selvas de la tierra firme. As, pues, es muy posible que despus de
sus primeros ensayos de navegacin, hayan sido los insulares, los que
introdujeran entre nosotros el uso de la palabra, siendo al menos muy
verosmil que tanto la sociedad como las lenguas hayan nacido y perfecciondose en las islas, antes de ser conocidas en el continente.
Todo comienza a cambiar de aspecto. Los hombres que hasta entonces andaban errantes en los bosques, habiendo fijado una residencia, se acercan unos a otros lentamente, se renen en grupos diversos
y forman al fin en cada comarca una nacin particular ligada por los
lazos de las costumbres y el carcter, no por reglamentos ni leyes, sino
por el mismo gnero de vida y de alimentacin y por la influencia
comn del clima.
Una vecindad permanente no puede dejar de engendrar con el
tiempo alguna relacin entre diversas familias. Jvenes de ambos se62
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xos habitan cabaas vecinas; el contacto pasajero impuesto por la naturaleza, los lleva bien pronto a otro no menos dulce y ms duradero
originado por la mutua frecuentacin. Acostmbranse a observar diferentes objetos y a hacer comparaciones, adquiriendo insensiblemente
ideas respecto al mrito y a la belleza que producen el sentimiento de
la preferencia. A fuerza de verse, llegan a no poder prescindir de hacerlo. Un sentimiento tierno y dulce insinase en el alma, el cual, a la
menor oposicin convirtese en furor impetuoso. Con el amor despirtanse los celos, la discordia triunfa y la ms dulce de las pasiones
recibe sacrificios de sangre humana.
A medida que las ideas y los sentimientos se suceden, que el espritu y el corazn se ejercitan, el gnero humano contina hacindose
ms dcil, las relaciones se extienden y los lazos se estrechan cada vez
ms. Establcese la costumbre de reunirse delante de las cabaas o
alrededor de un gran rbol y el canto y el baile, verdaderos hijos del
amor y de la ociosidad, convirtense en la diversin, o mejor dicho, en
la ocupacin de hombres y mujeres reunidos. Cada cual comienza a
mirar a los dems y a querer a su vez ser mirado, consagrndose as
un estmulo y una recompensa a la estimacin pblica. El que cantaba
o el que bailaba mejor, el ms bello, el ms fuerte, el ms sagaz o el
ms elocuente fue el ms considerado, siendo ste el primer paso dado
hacia la desigualdad y hacia el vicio al mismo tiempo, pues de esas
preferencias nacieron la vanidad y el desprecio por una parte y la vergenza y la envidia por otra, y la fermentacin causada por estas nuevas levaduras, produjo, al fin, compuestos funestos a la felicidad y a la
inocencia.
Tan pronto como los hombres comenzaron a apreciarse mutuamente, tomando forma en su espritu la idea de la consideracin, cada
uno pretendi tener derecho a ella, sin que fuese posible faltar a nadie
impunemente. De all surgieron los primeros deberes impuestos por la
civilizacin, aun entre los mismos salvajes y de all toda falta voluntaria convirtise en ultraje, pues con el mal que resultaba de la injuria,
el ofendido vea el desprecio a su persona, a menudo ms insoportable
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algo para ganar mucho despus, precaucin muy difcil de ser adoptada por el hombre salvaje que, como ya he dicho, tiene bastante trabajo con pensar por la maana en las necesidades le la noche.
La invencin de las dems artes fue, pues, necesaria para impulsar
al gnero humano a dedicarse al de la agricultura. Desde que fue preciso el concurso de hombres para fundir y forjar el hierro, hubo necesidad de otros para que proporcionasen el sustento a los primeros.
Mientras ms se multiplic el nmero de obreros, menos brazos hubo
empleados para subvenir a la subsistencia comn, sin que por ello
fuese menos el de los consumidores, y como los unos necesitaban gneros en cambio de su hierro, los otros descubrieron al fin el secreto
de emplear ste en la multiplicacin de aqullos. De all nacieron, de
un lado, el cultivo y la agricultura, y del otro, el arte de trabajar los
metales y de multiplicar sus usos.
Del cultivo de las tierras provino necesariamente su reparticin, y
de la propiedad, una vez reconocida, el establecimiento de las primeras reglas de justicia, pues para dar a cada uno lo suyo era preciso que
cada cual tuviese algo. Adems, comenzando los hombres a dirigir sus
miradas hacia el porvenir, y vindose todos con algunos bienes que
perder, no hubo ninguno que dejase de temer a la represalia por los
males que pudiera causar a otro. Este origen es tanto ms natural,
cuanto que es imposible concebir la idea de la propiedad recin instituida de otra suerte que por medio de la obra de mano, pues no se ve
qu otra cosa puede el hombre poner de s, para apropiarse de lo que
no ha hecho, si no es su trabajo. Slo el trabajo es el que, dando al
cultivador el derecho sobre los productos de la tierra que ha labrado,
le concede tambin, por consecuencia, el derecho de propiedad de la
misma, por lo menos hasta la poca de la cosecha, y as sucesivamente
de ao en ao, lo cual constituyendo una posesin continua, termina
por transformarse fcilmente en propiedad. Cuando los antiguos, dice
Grotius, han dado a Cres el epteto de legisladora y a una fiesta celebrada en su honor, el nombre de Tesmoforia, han hecho comprender
que la reparticin de tierras produjo una nueva especie de derecho, es
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en realidad se era. Ser y parecer fueron dos cosas completamente diferentes, naciendo de esta distincin el fausto imponente, la engaosa
astucia y todos los vicios que constituyen su cortejo Por otra parte, de
libre e independiente que era antes el hombre, qued, debido a una
multitud de nuevas necesidades, sujeto, por decirlo as, a toda la naturaleza y ms an a sus semejantes, de quienes se hizo esclavo en un
sentido, aun convirtindose en amo; pues si rico, tena necesidad de
sus servicios; si pobre, de sus auxilios, sin que en un estado medio
pudiese tampoco prescindir de ellos. Fue preciso, pues, que buscara
sin cesar los medios de interesarlos en su favor hacindoles ver, real o
aparentemente, el provecho que podran obtener trabajando para l, lo
cual dio por resultado que se volviese trapacero artificioso con unos e
imperioso y duro con otros, ponindolo en el caso de abusar de todos
los que tena necesidad cuando no poda hacerse temer y cuando no e
redundaba en inters propio servirles con utilidad. En fin, la ambicin
devoradora, el deseo ardiente de aumentar su relativa fortuna, no tanto
por verdadera necesidad cuanto por colocarse encima de los otros, inspira a todos una perversa inclinacin a perjudicarse mutuamente, una
secreta envidia tanto ms daina, cuanto que para herir con mayor
seguridad, disfrzase a menudo con la mscara de la benevolencia. En
una palabra; competencia y rivalidad de un lado, oposicin de intereses del otro, y siempre el oculto deseo de aprovecharse a costa de los
dems; he all los primeros efectos de la propiedad y el cortejo de los
males inseparables de la desigualdad naciente.
Antes de que hubiesen sido inventados los signos representativos
de la riqueza, sta no poda consistir sino en tierras y en animales,
nicos bienes reales que los hombres podan poseer. Pero cuando los
patrimonios hubieron aumentado en nmero y extensin hasta el
punto de cubrir toda la tierra, los unos no pudieron acrecentarlos sino
a expensas de los otros, y los supernumerarios, que la debilidad o la
indolencia haban impedido adquirir a su vez, convertidos en pobres
sin haber perdido nada, pues aun cambiando todo en torno suyo slo
ellos no haban cambiado, vironse obligados a recibir o a arrebatar su
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subsistencia de manos de los ricos, naciendo de aqu, segn los distintos caracteres de unos y otros, la dominacin y la servidumbre o la
violencia y la rapia. Los ricos, de su parte, apenas conocieron el placer de la dominacin, desdearon los dems, y, sirvindose de sus
antiguos esclavos para someter otros nuevos, no pensaron ms que en
subyugar y envilecer a sus vecinos, a semejanza de esos lobos hambrientos que, habiendo probado una vez carne humana, rehsan toda
otra clase de comida, no queriendo ms que devorar a los hombres.
As result que, los ms poderosos o los ms miserables, hicieron
de sus fuerzas o de sus necesidades una especie de derecho en beneficio de los dems, equivalente, segn ellos, al derecho de propiedad, y
que rota la igualdad, se sigui el ms espantoso desorden, pues las
usurpaciones de los ricos, los latrocinios de los pobres y las pasiones
desenfrenadas de todos, ahogando el sentimiento de piedad natural y
la voz dbil an de la justicia, convirtieron a los hombres en avaros,
ambiciosos y malvados. Surga entre el derecho del ms fuerte y el del
primer ocupante un conflicto perpetuo que slo terminaba por medio
de combates y matanzas (q). La sociedad naciente dio lugar al ms
horrible estado de guerra, y el gnero humano, envilecido y desolado,
no pudiendo volver sobre sus pasos, ni renunciar a las desgraciadas
adquisiciones hechas, y trabajando solamente en vergenza suya, a
causa del abuso de las facultades que le honran, se coloc al borde de
su propia ruina.
Attonitus novitate mali, divesque
(miserque,
Effugere optat opes, et quae modo
(voverat, odit.
OVID, Metam., lib, XI, v. 127.
No es posible que los hombres dejasen al fin de reflexionar acerca
de una situacin tan miserable y sobre las calamidades que les abru70
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maban. Los ricos sobre todo debieron pronto darse cuenta de cun
desventajosa les era una guerra perpetua cuyos gastos eran ellos solos
los que los hacan y en la cual el peligro de la vida era comn y el de
los bienes, particular. Adems, cualquiera que fuese el carcter que
dieran a sus usurpaciones, comprendan suficientemente que estaban
basadas sobre un derecho precario y abusivo, y que no habiendo sido
adquiridas ms que por la fuerza, la fuerza misma poda quitrselas
sin que tuviesen razn para quejarse.
Los mismos que se haban enriquecido slo por medio de la industria, no podan casi fundar sus derechos de propiedad sobre ttulos
mejores. Podan decir en todos los tonos: yo he construido este muro;
he ganado este terreno con mi trabajo; pero quien os ha dado la alineacin, podan responderle, y en virtud de qu derecho pretendis
cobraros a expensas nuestras un trabajo que no os hemos impuesto?
Ignoris por ventura que una multitud de vuestros hermanos perecen
o sufren faltos de lo que a vosotros sobra, y que os era preciso un consentimiento expreso y unnime del gnero humano ara que pudieseis
apropiaros, de la subsistencia comn, todo lo que no tenais necesidad
para la vuestra? Careciendo de razones vlidas para justificarse y de
fuerzas suficientes para defenderse, aniquilando fcilmente un particular, pero aniquilado l mismo por las tropas de bandidos, solo contra todos, y no pudiendo, a causa de las rivalidades mutuas que
existan, unirse con sus iguales para contrarrestar los enemigos asociados por la esperanza del pillaje; el rico, constreido por la necesidad, concibi al fin el proyecto ms arduo que haya jams realizado el
espritu humano: el de emplear en su favor las mismas fuerzas de los
que lo atacaban, de hacer de sus adversarios sus defensores, de inspirarles otras mximas y de darles otras instituciones que le fuesen tan
favorables a l como contrario le era el derecho natural.
Con estas miras, despus de haber expuesto a sus vecinos el horror
de una situacin que les obligaba a armarse y a luchar los unos contra
los otros, que converta sus posesiones en cargas onerosas como sus
necesidades, y en la que nadie encontraba seguridad ya estuviese en la
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natural, por las razones siguientes: l) Que, en el primer caso, no siendo la conquista un derecho, no ha podido fundarse sobre l ninguno
otro, permaneciendo siempre el conquistador y los pueblos conquistados en estado de guerra, a menos que la nacin en libertad escogiese
voluntariamente por jefe su vencedor. Hasta aqu, algunas capitulaciones que hayan hecho, como slo han sido efectuadas por la violencia, y por consiguiente resultan nulas por el hecho mismo, no puede
existir, en esta hiptesis, ni verdadera sociedad, ni cuerpo poltico, ni
otra ley que la del ms fuerte. 2) Que la palabra fuerte y dbil son
equvocos en el segundo caso, pues en el intervalo que media entre el
establecimiento el derecho de propiedad o del primer ocupante y el de
los gobiernos polticos, el sentido de estos trminos queda mejor expresado con los de pobre y rico, puesto que en efecto, un hombre no
tena antes que las leyes hubieran sido establecidas, otro medio de
sujetar a sus iguales que el de atacar sus bienes o cederle parte de los
suyos. 3) Que los pobres, no teniendo otra cosa que perder ms que su
libertad, habran cometido una gran locura privndose voluntariamente del nico bien que les quedaba para no ganar nada en cambio;
que por el contrario, siendo los ricos, por decirlo as, sensibles en todos sus bienes, era mucho ms fcil hacerles mal; que tenan, por consiguiente, necesidad de tomar mayores precauciones para
garantizarlos, y que, en fin, es ms razonable creer que una cosa ha
sido inventada por los que utilizaran de ella, que por quienes recibieran perjuicio.
El nuevo gobierno no tuvo en lo absoluto una forma constante y
regular. La falta de filosofa y de experiencia no dejaba percibir ms
que los inconvenientes del momento, sin pensarse en poner remedio a
los otros sino a medida que se presentaban. A pesar de todos los trabajos de los ms sabios legisladores, el estado poltico permaneci
siempre imperfecto, porque haba sido casi obra del azar y porque mal
comenzado, el tiempo no pudo jams, no obstante haber descubierto
sus defectos y aun sugerido los remedios, reparar los vicios de su
constitucin. Modificbase sin cesar, en vez de comenzar, como debi
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