HITOS DEL BOLERO DOMINICANO 3 - Pedro Delgado Malagon
HITOS DEL BOLERO DOMINICANO 3 - Pedro Delgado Malagon
HITOS DEL BOLERO DOMINICANO 3 - Pedro Delgado Malagon
Luis Alberti con Hablar del bolero es trasladar el recuerdo a los días antiguos de mi moce- Actuación de Lope
acordeón piano. Balaguer junto con
dad. Las voces lejanas de Lucho Gatica, Alfredo Sadel, José Antonio Mén- Marco Antonio Muñiz
en México acompañados
dez, Daniel Riolobos y Antonio Prieto son rumores que todavía palpitan en
del pianista Mario Ruiz
la memoria remota. La música ha sido parte entrañable de mi vida y cono- Armengol, arreglista
mexicano.
cer el bolero fue, en aquellos años, un descubrimiento capital. En los inefa-
bles años 50 me acerqué a los músicos y cantantes dominicanos. Intimé, así,
con las canciones de Salvador Sturla, de Manuel Sánchez Acosta, de Juan
Lockward, de Moisés Zouain, de Bullumba Landestoy. Escuché a Lope Bala-
guer, a Gerónimo Pellerano, a Guarionex Aquino, a Arístides Incháustegui,
a Armando Recio. Llegué, muy escaso de edad, a esa fiesta perpetua que se
difundía a través de la emisora de radio y televisión La Voz Dominicana.
En esos días descubrí la noche y me sorprendió que una guitarra pudie-
se despejar las oscuridades del sueño. Entonces, de repente, comprendí la
serenata. Poco a poco, de esta suerte, fui entrando en la totalidad de un
universo lleno de palabras y acordes que me revelaban la vida, que expli-
caban unos ardores que mi adolescencia aún no anticipaba.
Hube de esperar a los abrasadores años 60 para conocer los boleros de
HITOS DEL BOLERO DOMINICANO. UNA VISION APASIONADA HITOS DEL BOLERO DOMINICANO. UNA VISION APASIONADA
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Manuel Troncoso, de Rafael Solano, de Nelson Lugo. Era, sin duda, una mú- Víctor y Luis Díaz nos arrojara un puñado de afables canciones que la gen-
sica nueva, de melodía palpitante, con un montaje armónico de gran aliento, te común bailotea hoy día con ademanes de áspera fruición.
de poesía crecida y preñada de tropos. Me emocionaban esas canciones que El recorrido es, no cabe duda, largo y sugestivo. El bolero ha transitado
levantaban el vuelo en las voces de Luchy Vicioso, Ivette Pereyra, Fernando de las tonadas sentimentales de Salvador Sturla y Moisés Zouain a las ca-
Casado, Horacio Pichardo, Niní Cáffaro, Julio César Defilló. Esa nueva poé- briolas de Juan Luis Guerra y la rudeza de Luis Díaz. Ahora toma sentido el
tica musical cerraba el círculo inconcluso. El bolero criollo se establecía en- título de estas páginas: «Hitos del bolero dominicano: Una visión apasiona-
tonces, con legitimidad absoluta, en el espacio que ocupaban los mejores mú- da». En el trayecto que sigue me referiré solamente a mis pasiones, a mis vie-
sicos de América. Ya en Troncoso, Solano y Lugo podíamos encontrar los se- jas y vehementes pasiones. Destacaré los autores y compositores que me
cretos melódicos y armónicos descubiertos por Marta Valdés, César Portillo de emocionaron ayer y que me conmueven todavía. No pretendo examinar la
la Luz, Vicente Garrido, Arturo Castro y Armando Manzanero. historia bíblica del bolero dominicano, tarea de anticuarios. Hubo, y hay
Más tarde, ya en los 80, accedo a las inéditas emociones que proponen las aún, muchos artistas cuya obra respeto, aunque no sea de mi preferencia. Le-
melodías y los versos de Víctor Víctor y Cheo Zorrilla. También la magia radi- jos de mí está el emitir juicios de mérito con relación a ellos. Acato la in-
cal de Juan Luis Guerra coquetea en aquellos días con el bolero, en viñetas co- clinación de los demás, tanto como espero que se tolere la mía.
loreadas de inocente surrealismo. Después, durante los dos últimos decenios, el Aristóles dijo que las cosas se diferencian en lo que se parecen. Pienso
bolero dominicano languidece. Los tres grandes maestros del bolero moderno que los hombres, así, se separan por lo mismo que quieren. Amar la música,
–Troncoso, Solano, Lugo– escriben muy poco, o ya no escriben. La canción ro- amar el bolero, debe bastar para reconciliar todas nuestras diferencias.
mántica dominicana desaparece de la radio y la televisión. Salvo Cecilia Gar-
cía, como lo demuestran sus dos recientes y espléndidas producciones discográ-
ficas, prácticamente nadie canta hoy con la dignidad que el género merece.
Ahora son los días de la bachata. Esta suerte de música –que una vez ca-
lifiqué como «un tango escrito por un analfabeto»– se trasladó desde los ex-
trarradios, desde los suburbios, hasta irrumpir en los centros urbanos y alte-
rar el sentido estético de la gran población, masificada por la ingenuidad y
la ignorancia. La bachata, denominada hoy día por algunos críticos extran-
jeros como el «bolero dominicano», evolucionó desde la canción de «amar-
gue», de paupérrima factura literaria y musical, hasta lograr el máximo de
dignidad que este género –limitado por la estrechez del patrón rítmico y ar-
mónico, y condicionado por una cierta penuria literaria– podría haber alcan-
zado. De ahí que la perspicacia de músicos como Juan Luis Guerra, Víctor
DEFINICIÓN Y ORÍGENES DEL GÉNERO
Agustín Lara. El bolero viene de muy hondo y de muy lejos. José (Pepe) Sánchez (n. Cecilia García.
En un intento de definir el bolero, Clara Román-Odio dice: «Siguiendo y Perdón. Esta es la generación instauradora, la generación fundadora del
la tradición del discurso amoroso de Occidente –que entronca, primero, con bolero americano.
la lírica provenzal, luego con el romanticismo y, más tarde, con el modernis- Ya después de las jornadas iniciales, afectadas por la romanza y la canción
mo hispanoamericano–, el bolero pone en escena al individuo en su búsque- italiana, el bolero se transforma drásticamente. Las influencias son diversas:
da de la «alteridad», es decir, de «el otro», de «la otra». Igual que la canti- el jazz, el blues, la ranchera mexicana, el flamenco, el rock, el beguin (in-
ga y la canción medieval se destina al canto, a la comunicación oral a tra- troducido por el insuperable Cole Porter y considerado por algunos como la
vés de un intérprete. Y también al baile, mediante el cual la pareja, abraza- versión norteamericana del bolero), el tango, el son, el mambo, el cha-cha-
da y moviéndose a un ritmo lento, actualiza como suyo el drama que la can- cha, el merengue.
ción representa». Una generación de músicos nacidos entre los primeros decenios del siglo
En el 1906, Alberto Villalón presenta una revista musical («El triunfo del XX revoluciona el bolero cubano de los años 40 y 50. Me refiero al grupo
bolero») en el Teatro Alhambra de La Habana. Después, durante cien años que componen Mario Fernández Porta, Juan Bruno Tarraza, Julio Gutiérrez,
germinan los boleros en Cuba, en México, en Puerto Rico, en Colombia, en Sergio de Karlo, Orlando de la Rosa, René Touset, Pedro Junco, César Por-
Venezuela, en la República Dominicana. Más que un género, el bolero es tillo de la Luz, Frank Domínguez, José Antonio Méndez. En Cuba aparecen,
una atmósfera, un clima, una tensión. Hasta Brasil, Argentina y Chile se ex- así, emblemáticas canciones: Qué me importa, Llanto de luna, Inolvidable,
tiende esta melodía concisa, con letra sentimental, nacida del danzón cuba- Flores negras, Nosotros, Toda una vida, Tres palabras, Contigo a la distancia,
no y de la contradanza en 2x4. Las letras aluden, generalmente, a los afec- Delirio, La gloria eres tú, Imágenes.
tos sencillos y espontáneos, a los amores imposibles, a las pasiones extravia- En México, asimismo, surge una numerosa y egregia hornada de escrito-
das. El bolero nace con expresiones propias y, al mismo tiempo, se apropia res de textos y músicas de boleros. Hablo, entre otros, de Gonzalo Curiel,
de los versos de Luis Urbina, de Amado Nervo, de Pedro Mata. autor de Vereda Tropical; de Alberto Domínguez, compositor de Perfidia; de
Manuel Ponce, el Tata Nacho, Guty Cárdenas, Agustín Lara, Alfonso Consuelo Velásquez, creadora de Bésame mucho y Que seas feliz; de Vicente
Esparza Oteo, Joaquín Pardavé y María Grever escriben los primeros bo- Garrido, escritor de No me platiques ya, Todo y nada y Una semana sin ti; de
leros mexicanos del siglo XX. (Lara, al principio, se apropia del instru- José Sabre Marroquín, autor de Nocturnal; de Wello Rivas, padre del bolero
mental léxico de Darío) Nacen, así, temas como Estrellita, Borrachita, Cenizas; de Álvaro Carrillo, productor de boleros insuperables como Amor
Ojos tristes, Concha nácar, Un viejo amor, Cuando vuelva a tu lado. En Cu- mío y Sabrá Dios; de Roberto Cantoral, inspirado creador de La barca, El re-
ba, Miguel Matamoros, Gonzalo Roig, Ernesto Lecuona, Eliseo Grenet, loj y Regálame esta noche.
Julio Brito y Osvaldo Farrés crean, en los primeros decenios de la pasada Con escasa distancia en el tiempo, surgen a la vida en Puerto Rico Ro-
centuria, canciones célebres como Flores negras, Quiéreme mucho, Estás berto Cole (autor del bolero Olvídame), Mirta Silva (compositora de Qué sa-
en mi corazón, Toda una vida. La iluminación de Rafael Hernández y Pedro bes tú y Tengo que acostumbrarme), Bobby Capó (brillante creador de Piel ca-
Flores produce, en Puerto Rico, joyas musicales como Perfume de gardenias nela y Poquita fe) y Silvia Rexac (intuitiva creadora de canciones como Olas
HITOS DEL BOLERO DOMINICANO. UNA VISION APASIONADA
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vocales los sentimientos del cantante-ejecutante. El público no sólo escucha- Cubana. Aunque no era éste su principal bosquejo poético y musical, cabe
ba, sino que sentía las mismas emociones que el cantante le proyectaba. Es destacar el valioso aporte realizado al género bolerístico por Pablo Milanés
una creación musical que no está hecha para el cine ni la televisión, sino pa- (Para vivir), Noel Nicola (Te perdono), Amaury Pérez (Acuérdate de abril) y
ra ambientes íntimos como una casa privada, un night-club o pequeñas boi- Miriam Ramos (Para tu piel).
tes, donde se crea una atmósfera apropiada y se puede ‘descargar’ a sus an- Después de 1990, el bolero (ahora influido por la balada) trata de recu-
chas». El punto más alto de la canción romántica latinoamericana, a mi jui- perar el espacio perdido. En la voz del cantante mexicano Luis Miguel, y con
cio, se alcanza con las obras de los artistas que integraron el «filin». producciones de Armando Manzanero y orquestaciones de Bebu Silvetti, el
Los años 60 son un tiempo de protesta y rebelión. El fenómeno hippie, género reconquista el favor de la juventud hispanoamericana. El mocerío,
las drogas, el rock, los Beatles, las manifestaciones de mayo del 68 en París, en un rapto de romanticismo entumecido y anacrónico, se arroba ahora al
Woodstock, la revolución cubana, la guerra de Vietnam, entre otras claves, escuchar las viejas canciones de Agustín Lara y Vicente Garrido.
expresan los nuevos valores de una juventud que deja de escuchar boleros, El bolero, así parece, no morirá. Confiemos, pues, en la vigencia de ese
que rechaza la música que escuchaban sus padres, en un espacio estremeci- trozo de melodía, de esa minúscula hazaña poética, que escuchamos y baila-
do por las convulsiones de una virulenta contracultura. mos con los ojos cerrados, en tanto nos deslizamos a lo más hondo, a lo más
Sin embargo, pese a todo, el bolero sobrevive a tales avatares. Armando profundo de nosotros mismos.
Manzanero se establece como el más destacado compositor de boleros de los
años 60. En las voces de Marco Antonio Muñiz y José José, su música le abre
nuevas dimensiones a los reclamos pasionales del ser latinoamericano. En
los temas de sus canciones, Manzanero accede a un inédito inventario de si-
tuaciones, de anécdotas, lejanas como nunca de los lugares comunes del bo-
lero tradicional de los años 40 y 50. El bolero Esta tarde vi llover expresa la
simultaneidad, la concurrencia de acontecimientos externos (la lluvia, el
mar, la gente, el vuelo del ave) con otros de repercusión íntima (la soledad,
la ausencia), para materializar en una de las más insólitas y hermosas expre-
siones del repertorio bolerístico de cualquier época. Cabe destacar que la
melodía tanto como el entramado armónico empleado por Manzanero reco-
gen, pareja e inteligentemente, las mejores influencias de la música cubana,
mexicana, brasileña y norteamericana de la época.
Una importante contribución al bolero moderno –probablemente nun-
ca bien comprendida– la realizó el grupo de cantautores de la Nueva Trova
EL BOLERO DOMINICANO DE 1930 A 1960
Salvador Sturla y En la República Dominicana el bolero nace con algún retraso. Los músi- Nimbos de plata.
Ángela Carrasco.
cos populares dominicanos de los años primeros del siglo XX –José Dolores
Cerón, Julio Alberto Hernández, Rafael Ignacio, Machilo Guzmán, Danda
Lockward– incursionan más que nada en lo que podría entenderse como
una versión nativa del bolero caribeño, esto es, la criolla. De tal modo, na-
cen canciones como La gaviota, Como me besabas tú, Lucía. Las criollas prác-
ticamente llenaron el espacio de la música romántica dominicana hasta
bien entrada la pasada centuria.
Cabría señalar que, en su gran mayoría, los boleros dominicanos escritos en-
tre 1930 y 1960 tuvieron muy poca repercusión internacional. La música de es-
te período, que una vez denominé como de «bolero tradicional» o «bolero pre-
urbano», expresa una temática parroquial, provinciana, orientada a la exalta-
ción de costumbres, paisajes y valores sencillos y bucólicos. Era arte simple, sin
mayores pretensiones. Salvo aisladas canciones de Luis Kalaff, Bienvenido
Brens, Juan Lockward, Bullumba Landestoy, Luis Chabebe, Armando Cabrera
y Manuel Sánchez Acosta, el bolero dominicano estuvo ausente de la fiesta
que se escenificaba en los centros artísticos de Cuba, México y Puerto Rico.
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Mario de Jesús y Billo Frómeta serían quizás la excepción. Pero sucede Sturla, Luis Alberti, Juan Lockward, Manuel Sánchez Acosta, Bullumba
que ambos, si bien oriundos del país, llegaron a la culminación de sus carre- Landestoy, Moisés Zouain, Tony Vicioso, Papa Molina, Luis Kalaff y Bien-
ras fuera del espacio nacional: Mario de Jesús madura y se desarrolla musi- venido Brens fueron dignos de mejor suerte. Su obra es pareja, en calidad, a
calmente en México; Billo Frómeta, en Venezuela. El descollante itinerario la de aquellos autores que masivamente llenaron la radio del continente a
de estos dos artistas podrá suscitarnos un legítimo orgullo nacionalista, aun- mediados del pasado siglo.
que debamos admitir que su relación con la música dominicana es no me- A ellos, que constituyen mis hitos del bolero dominicano, les dedico es-
nos que alegórica y remota. ta visión apasionada.
Cabrían diferentes explicaciones respecto al retraimiento, a la orfan-
dad en que vivió la música popular dominicana de aquellos años. En pri- SALVADOR STURLA (1891-1975)
mer lugar podría señalarse la dictadura trujillista. El país se mantuvo ais- Salvador Sturla acaso sea nuestro primer autor de boleros. Sturla to-
lado de la comunidad internacional, y muy pocos artistas podían viajar caba empíricamente guitarra, piano, ukelele, violín, armónica. Era can-
al exterior y, mucho menos, grabar o colocar sus discos fuera del país. tante, autor, compositor, además de bailarín, fotógrafo y pirotécnico. A
Otra razón, dolorosa aunque objetiva, es que la obra de los compositores él debemos temas únicos como Amorosa y Azul (grabado por Rafael Co- Página siguiente:
Salvador Sturla.
dominicanos de aquellos años era escasa en los aspectos musicales y, por lón, con la orquesta de Luis Alberti). En el año 1927, Antonio Mesa gra-
igual, en el desarrollo literario. En la mayoría de los casos se trataba de ba dos composiciones suyas con el Trío Quisqueya, a dúo con Salvador
melodías llanas, con inflexiones predecibles y desganadas que transcu- Ithier y la guitarra de Rafael Hernández: La muñeca y No puedo vivir sin
rrían en una anchura de uniformidad y simpleza. Hebras melódicas deri- tus palabras. Suyas son canciones como Quimera (grabada por el Trío
vadas de la romanza, o acaso de la danza puertorriqueña, que se resolvían Quisqueya, formado por Armando Cabrera, Emilio Carbuccia y Luis Fró-
en volatines de una tristeza inelegante y cursi. La base armónica de ca- meta), Navidad (grabada por el Trío Ensueño en los inicios de los años
si todos los boleros dominicanos de esa época es trivial y poco ingenio- 50, y luego por Arístides Incháustegui), y Vuelan mis canciones (grabada,
sa. Se trata, tan sólo, de oscilaciones, vaivenes, ir y venir de cadencias entre otros, por Fernando Casado). En la primorosa creación de Salva-
mayores y menores que se resuelven en un estrecho círculo de monoto- dor Sturla está presente la influencia de la vieja trova dominicana, tan-
nía sin asomo de perspicacia, que nada novedoso aportaban. Ésta, más to como la poética de Agustín Lara, Guty Cárdenas y el Tata Nacho. No
que cualquier otra, es la explicación que se me ocurre para justificar la exagero al decir que el Azul de Sturla rivaliza en belleza con el Azul de
reducida trascendencia de los boleros tradicionales nuestros en todo el Agustín Lara:
ámbito americano. «Azul» de Sturla: Azul es el mar de mis sueños / Azul la esperanza de amar
Aún así, pienso que los méritos de algunos de nuestros autores y compo- / Azul, horizonte sin dueño / Azul es mi dulce canción.
sitores pudo haber rebasado, bajo otras circunstancias, con mayor ventura, «Azul» de Lara: Cuando yo sentí de cerca tu mirar / De color de cielo, de co-
los límites exiguos de la frontera geográfica del país. Artistas como Salvador lor de mar, / Mi paisaje triste se vistió de azul / Con ese azul que tienes tú.
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ñor, qué debo hacer / Ella dice que mía solamente quiere ser.
Lockward es un músico y un poeta natural, a quien le suenan gratamente las
melodías y las palabras, y en cuyo estro la nación subyugada encontró motivos
y satisfacciones abundantes. Intuitivo, autodidacta, sus influencias musicales y
literarias son claras. Guty Cárdenas, Sindo Garay, Agustín Lara, su padre Dan-
da, el decimero, los poetas románticos. A nuestro juicio, Juan Lockward resu-
me, sintetiza, expresa, todas las virtudes y limitaciones de nuestra producción
de canciones populares románticas hasta el colofón de la dictadura trujillista.
Las canciones de Juan Lockward fueron grabadas por prácticamente to-
dos los cantantes y agrupaciones musicales del país (Guarionex Aquino, Lope
Balaguer, el Trío Los Juglares, Luis Vásquez, Rafael Martínez, Niní Cáffaro,
Rafael Colón, Fausto Rey, Rafael Solano). Su canción Dilema fue grabada
en el decenio de los 50 por el Trío Los Panchos.
En una hipérbole que dice mucho, tanto del autor como del objeto de la
lisonja, el poeta Héctor J. Díaz, aparcero de Lockward en numerosas criollas
y canciones, dice de él lo siguiente:
HITOS DEL BOLERO DOMINICANO. UNA VISION APASIONADA
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ca sin par, influida por los giros del blues y el fox-trot, y con una valiosísima
aportación lírica.
Su canción Hiéreme otra vez es una hazaña, todavía no superada, en el pa-
norama de la música popular dominicana (el pianista y compositor Nelson
Lugo la armonizó de forma inusitada, con acordes de cuartas que fluian en
movimiento cromático descendente):
Hiéreme otra vez / con tu cruel indiferencia, / vuélveme a decir / que es men-
tira mi cariño; / vuélveme a olvidar / me hacen falta tus desdenes, / yo te quiero
así / mentirosa de mi amor. / No te importe ya / que yo sufra por tu ausencia, /
ni quieras saber / si me matan los desvelos; / gózate en herir / a mi corazón, / qué
te importa a ti / todo este dolor / hazlo de maldad: / hiéreme otra vez.
De Tony Vicioso se registran, entre otros temas, La canción que tú inspi-
raste, Mi pena, Crucigrama, La canción de la espera, Nuestra canción, Presagio
y Díme cuánto cuesta tu corazón.
La obra de este brillante compositor y poeta, quien falleciera a los 38 años
en un accidente de aviación, permanece como un patrimonio inexplorado
HITOS DEL BOLERO DOMINICANO. UNA VISION APASIONADA
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–y, por qué no decirlo, en toda hispanoamérica– de los años 50. De ahí su
relativo éxito y la trascendencia de sus canciones en las voces de tríos e in-
térpretes de indiscutible arraigo popular.
No dejo de advertir que el lenguaje lírico y musical de Bienvenido Brens
y Luis Kalaff –por coincidencia, compueblanos– es parejo, similar. Habida
cuenta de diferencias formales, ambos interpretaron la manera de sentir y de
entender de una población campechana que, ávida de claridades, reclama-
ba de trovadores que explicaran, que tradujeran el amor en francas y pudo-
rosas canciones.
vincia Espaillat. Realizó sus primeros estudios de solfeo y teoría musical con
el profesor Tilo Rojas. Muy tempranamente fue considerado un «niño pro-
digio» en la ejecución de la trompeta. Durante corto tiempo formó parte de
Luchy Vicioso, Fernando Casado, Francis Santana, Tony Curiel, Joseíto las agrupaciones musicales de Enriquillo Sánchez, Tatán Minaya y Luis Al-
Mateo, entre muchos. berti. En 1942 se integró como primera trompeta de la orquesta San José,
La relación de las palabras en la obra de Bienvenido Brens es espontánea, vinculada a La Voz del Yuna, en Bonao. En 1949, y hasta 1961, se desempe-
sencilla y, no cabe duda, de una candorosa eficacia: ñó como director de dicho grupo, entonces llamado Super Orquesta San Jo-
Cuando no haya remedio para curar tu herida / cuando ya estés vencida por la sé. Casado con la bailarina Josefina Miniño, es el padre del renombrado mú-
cruz del dolor / entonces hallarás en mi jardín las flores del ensueño / y con alegre sico sinfónico José Antonio Molina, antiguo director de la filarmónica de
trino el ruiseñor me anunciará tu dueño. Palm Beach, Florida.
Su música es abiertamente lineal, vaporosa, tenue, con melodías elemen- Su bolero más divulgado es Evocación, que fuera grabado por Alcy Sán-
tales que se articulan en torno a movimientos lógicos entre acordes mayo- chez, Alberto Beltrán y la orquesta de Billo Frómeta, Rafael Colón y Betty
res y menores, sin sobresaltos ni giros insólitos. Misiego: Cuando suelo evocar / con marcada inquietud / tu boca sin igual que
Quizás más que ningún otro autor de aquella época, Brens refleja en sus me roba la vida, / no hago más que anhelar / la historia de tus besos / y entregarte
estrofas la humilde franqueza con que se expresaba el pueblo llano en el país mi corazón.
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Otros boleros suyos grabados por artistas locales son: Sufro por ti, interpre-
tado por Alberto Beltrán y la Super Orquesta San José; Nunca te lo he dicho,
en la voz de Lope Balaguer; y Cuando volveré a besarte, con versiones de Ele-
nita Santos y Rafael Colón.
Aunque los boleros de Molina constituyeron típicas canciones de la épo-
ca, ajustadas a los patrones de estilo prevalecientes en el ámbito de la músi-
ca caribeña, las mismas no recibieron la merecida difusión internacional.
Esta eventualidad, cabe destacarlo, no impide que reconozcamos los altos
méritos de su obra.
ces me cansaré de ti, El sonido de tu voz, El diez de abril. Grandes artistas in-
ternacionales, como Plácido Domingo y Marco Antonio Muñiz, han graba-
do sus canciones. Asimismo, su repertorio musical aparece en los discos de
los principales intérpretes dominicanos: Lope Balaguer, Cecilia García (se
destaca su primorosa versión del bolero Aquel romance, en el disco Para to-
da la vida), Niní Cáffaro, Fernando Casado, Horacio Pichardo, Los Solme-
ños, Francis Santana, Expedy Pou.
Los lineamientos musicales de Rafael Solano se equiparan, en calidad y
en influencias, a los bosquejos desarrollados por Manuel Troncoso. Es cono-
cida la gran vinculación existente entre estos dos compositores, así como su
recíproca concurrencia, durante muchos años, en la concepción y el desa-
rrollo de sus obras respectivas. Los influjos musicales que acogen Troncoso
y Solano son básicamente los mismos: la música dominicana de los 50 (Bu- Página siguiente:
Nelson Lugo.
llumba, Vicioso), la música norteamericana (Porter, Gershwin, Rogers, Car-
michael), el «filin» (Portillo, Méndez, Vicente Garrido, Ruiz Armengol), la
música brasileña (Barroso, Jobim, Gilberto).
En algunas de las composiciones populares de Solano, anotación aparte,
se advierte una acentuada tendencia pianística en el desarrollo melódico y
la armonía, marcada acaso por sus estudios y conocimientos, básicamente,
de Chopin y Debussy.
Explícitamente, considero que Rafael Solano y Manuel Troncoso repre-
sentan la cota más alta, la cima que alcanzó el bolero dominicano durante
la segunda mitad del siglo XX.
Quizás un tanto más que Troncoso y Solano, Nelson Lugo estuvo signa-
do por el peso de la música norteamericana de mediados de siglo XX. Él sen-
tía una devota admiración por Gershwin, Jerome Kern y Richard Rogers.
Era admirable su gran agudeza y capacidad como ejecutante del piano y arre-
glista. La obra de Nelson Lugo, igual que la de otro «extraño» como Tony
Vicioso, aguarda por el estudio y la divulgación de los músicos de nuevas ge-
neraciones.
para tocar mi nariz en tu pecera / y hacer burbujas de amor / por donde quiera / polo sobre el tango, no es «un pensamiento triste que se baila» sino, más
¡oh! pasar la noche en vela / mojado en ti / Un pez / para bordar de corales tu bien, un deseo jubiloso que se baila con el pensamiento instalado en el cuer-
cintura / y hacer siluetas de amor / bajo la luna / ¡oh! saciar esta locura / moja- po. Mejor dicho: en el bolero, el pensamiento es el cuerpo.
do en ti / Una noche para unirnos / hasta el fin / cara a cara, beso a beso / y vi- Hace ya mucho tiempo que Julio Cortázar soñó el siguiente bolero:
vir / por siempre mojado en ti. Qué vanidad imaginar / que puedo darte todo, / el amor y la dicha, / itinera-
Su Bachata rosa está inspirada en el Libro de las preguntas del extraordi- rios, música, juguetes. / Es cierto que es así: todo lo mío te lo doy, es cierto, / pe-
nario poeta chileno Pablo Neruda: ro todo lo mío no te basta / como a mí no me basta que me des / todo lo tuyo... /
Te regalo mis manos / mis párpados caídos / el beso más profundo / el que se aho- Siempre fuiste mi espejo, / quiero decir que para verme / tenía que mirarte…. /
ga en un gemido, oh / Te regalo un otoño / un día entre Abril y Junio / un rayo La lenta máquina del desamor / los engranajes del reflujo / los cuerpos que aban-
de ilusiones / un corazón al desnudo / Ay, ayayay, amor / eres la rosa que me da donan / las almohadas / las sábanas los besos / y de pie ante el espejo interrogán-
calor / eres el sueño de mi soledad / un letargo de azul / un eclipse de mar, vida... dose / cada uno a sí mismo / ya no mirándose entre ellos / ya no desnudos para el
/ Ay, ayayay, amor / yo soy satélite y tú eres mi sol / un universo de agua mine- otro / ya no te amo, / mi amor.
ral / un espacio de luz / que sólo llenas tú, ay amor. Está claro: en la escueta dimensión del bolero está la ilusión de lo que
La magia de Guerra transforma la «bachata» en un espacio cuajado de in- existe y no existe, el vuelo y el descenso, el temblor y la fuga, el trepidar de
teligencia poética y de agradable y novedosa expresión musical. Con su in- fuegos primordiales, el amor y el desamor, el abrazo y la deserción, el pleni-
geniosa versatilidad, Juan Luis Guerra se manifiesta, así, como uno de los lunio y el eclipse.
grandes músicos populares de la historia dominicana, y, sin ninguna duda, Por último, admito que hablar de mi pasión por el bolero –ya lo dije al
como el más trascendente de su generación. principio– es volver a los días lejanos de mi juventud; reencontrarme con lo
que fui y, quizá, todavia soy. Será, quién sabe, regresar a los orígenes de una
EPÍLOGO añeja emoción. O, tal vez, comenzar a reconocer que la memoria no es más
Muchas veces he señalado estas frases del musicólogo norteamericano que un cañamazo tejido con vetustos hilos de fervor. O, acaso más: que mis
Andrew Fletcher: «Si me dejan escribir todas las baladas de una nación, no recuerdos ya son viejos, muy viejos, aunque todavía no lo entienda y, por
me importa quién escriba las leyes». Cierto. Hay un apresto antropológico igual, que poco me importe.
en los versos del bolero hispanoamericano y, precisamente, del caribeño.
Más que un sentimiento y un ritmo, el bolero expresa nuestro carácter,
nuestra forma de ser. Al crear una espacialidad y un tiempo resueltos en en-
sueños de palmeras, olas y lunas, el bolero narra las congojas del amor, pero
también nos conjura y nos redime.
Alguien dijo que el bolero, contrario al juicio de Enrique Santos Discé-