Fascistas de Izquierda Años Sesenta PDF
Fascistas de Izquierda Años Sesenta PDF
Fascistas de Izquierda Años Sesenta PDF
71
72
As, tras 1945 el partido fascista espaol, FET y de las JONS, y los falangistas
como colectivo ms especfico y a la vez ms amplio, queda reducido a una gran
estructura paraestatal, que parasita al Estado y a la vez proporciona savia a sus
estructuras y ramificaciones, pero a la vez est debilitada en la raz, pues tras la derrota
del Eje es la tradicin militarista, catlica y reaccionaria la ms fuerte y la que toma las
decisiones de gobierno. Pero para el rgimen es imprescindible la retrica de las
elaboraciones doctrinales falangistas, ms como aspiracin que como realidad concreta
(que ser mediocre, como mediocre era su personal poltico, salvo las conocidas
excepciones que protagonizaron personas con trayectorias independientes en el devenir
del rgimen) y sobre todo su mayor capacidad de influencia en las distintas
generaciones de jvenes espaoles a travs de sus medios de encuadramiento que
vehiculaban doctrina, iconos y un proyecto, el fascista, identificado con las ideas
movimentistas de los aos treinta a diferencia del resto de sectores del rgimen. Y
cuando se transmita ese proyecto se har de forma que estas expectativas conservarn el
aliento de que una transformacin relevante era an posible y que slo las
circunstancias frenaban su implementacin, a modo de segunda revolucin o revolucin
pendiente. La falta de capacidad del rgimen para institucionalizarse abundar en esta
sensacin en determinados sectores: siempre era posible intervenir, presionar, luchar por
un diseo del rgimen ms acorde con intereses concretos o con cosmovisiones
especficas. En ese sentido, los falangistas siempre estarn ah, pidiendo todo el poder
para la implementacin de un proyecto que si bien se identificaba con la Revolucin
Nacional del 18 de julio y con la figura de Franco como ejes inamovibles, participaba
del impulso de realizar esa segunda revolucin al estilo de la izquierda del fascismo en
Italia2, lo que no significaba dejar de lado el catolicismo ni el tradicionalismo carlista,
sino reclamar la realizacin de un programa que ir mutando en el tiempo y que
entendan era la nica posibilidad de continuidad de la clase poltica del franquismo y
del ideario unitario y social del alzamiento.
De hecho, igual que se puede hacer una historia del rgimen a partir de sus
fracasos o momentos de crisis, se puede estructurar tambin en torno a sus proyectos de
futuro, que siempre son de pugna entre las distintas visiones de los franquistas, pero que
muestran cmo habr una bsqueda de institucionalizacin permanente. Creo que se
puede hablar de cuatro momentos de futuro del rgimen, siempre protagonizados de una
forma u otra por la sensibilidad falangista, y siempre en un conglomerado que la
superaba y haca muy difcil el diferenciar una opcin catlica y otra opcin falangista o
fascista como dos proyectos coherentes y ntidamente diferenciados que pugnan por el
poder como ha argumentado Ismael Saz3, aunque sea innegable que existe un polo
catlico (ACNdP, Tercera Fuerza, Opus Dei) y un polo en torno a Falange y el legado
joseantoniano. Estos seran dichos momentos:
1) El proyecto integrado en el Nuevo Orden Continental nazi-fascista, en el que
participan la mayora de sectores del 18 de julio con distinto grado de
entusiasmo.
2) Pasada la travesa del desierto de la derrota europea y ante la falta de otras
alternativas de futuro, el proyecto integrador de los comprensivos en los aos
cincuenta, confeccionado al alimn por los falangistas ms conscientes de las
debilidades del rgimen y con mayor bagaje intelectual, unido a los sectores
propagandistas catlicos personificados en el Ministro Ruiz-Gimnez.
3) El tercer momento, unilateral, ya no cultural ni difuso sino estrictamente
poltico, nace del fracaso del intento anterior, de la crisis de 1956 y de
reafirmacin del proyecto totalitario por parte de Arrese, aunque sus
posibilidades sean cercenadas con celeridad.
4) Un cuarto momento sera el periodo 1966-1969, en el que converge la
institucionalizacin del rgimen que supone la aprobacin en referndum de la
Ley Orgnica del Estado, con otros importantes proyectos de manos azules y en
donde la pugna con los sectores tecncratas alcanzar su plenitud. El fracaso de
los falangistas cierra la ltima posibilidad de reforma o de un cierto proyecto de
futuro del rgimen a la desaparicin del dictador.
Este ltimo proyecto de los sectores falangistas parte del fracaso de Arrese a la
hora de implementar unas leyes que, de imponerse, hubieran supuesto la preeminencia
de los falangistas y el reforzamiento de su posicin cara a la definicin del futuro del
rgimen. Sin embargo, el cese de Arrese en la Secretara General no supone la
desaparicin de los falangistas ni del propio Arrese, que pasa a Vivienda. De hecho, tras
1957 los falangistas mudan sus leyes, crean plataformas pseudorrepresentativas como la
Delegacin Nacional de Asociaciones y el sucesor de Arrese, Sols Ruiz, intentar
promover desde el sindicalismo oficial que controlaba una mayor presencia de los
falangistas en el plano nacional e internacional, pero de una forma pausada y
relativamente discreta, buscando la opcin de ser cada vez ms el sector social de la
dictadura, la encarnacin de una suerte de oposicin interna que se deca obrerista y
social y que miraba desde lejos al sindicalismo no marxista europeo y al modelo
tradeunionista britnico4. En este contexto, hay que hablar del cincopuntismo con
elementos de la CNT y el coqueteo aperturista con las primeras comisiones obreras.
Estas experiencias, en las que no nos detenemos ahora, se saldan tambin con el fracaso,
pero son muestra de la necesidad de buscar la complicidad con sectores al margen del
3. Ismael SAZ, Mucho ms que crisis polticas: el agotamiento de dos proyectos enfrentados en Las
caras del franquismo, Granada, Comares, 2013.
4. Sols va a iniciar una ofensiva desde principios de la dcada en este sentido, caracterizada por un
aumento de la presencia en los medios de comunicacin del trabajo de la Organizacin Sindical, la
elaboracin de libritos y folletos en varios idiomas y donde se va a utilizar un lenguaje en el que la
palabra democracia va a tener cada vez ms papel. Vid. como muestra Jos SOLS RUIZ, Nuestro
pensamiento y nuestras preocupaciones polticas actuales, Madrid, Servicio de Informacin y
Publicaciones de la Organizacin Sindical, 1962; tambin Nueva democracia, Madrid, Servicio de
Informacin y Publicaciones de la Organizacin Sindical, 1963.
73
rgimen para adquirir una nueva legitimidad en torno a un ideario social en el que la
Falange en la lgica de este discurso siempre habra estado.
En todo caso, los falangistas ms dinmicos dentro y fuera de las instituciones
no cejan en su empeo de intentar influir en la evolucin del rgimen. Una muestra de
ello es su distanciamiento hacia la nueva poltica econmica del Gobierno encarnada en
el plan de estabilizacin, de la mano de los sectores opusdestas del Gobierno. Sols
eligi la estrategia de ganar peso en el funcionamiento interno del rgimen, en la
proyeccin y propaganda exterior y en la forja de un movimiento de carcter
pseudolaborista que se apoyara en la estructura sindical. Es un proyecto de reconversin
del fascismo en un sindicalismo nacional de Estado, un intento de supervivencia de
personal y de las estructuras, pero tambin la bsqueda de una salida en una Europa y
en un mundo de tecncratas, de desideologizacin y de ruptura con el pasado lejano ya
del fascismo de los aos treinta.
74
salvar a la clase poltica franquista5. Por otro lado, el propio desarrollo econmico de
aos precedentes, propiciado por la apertura al capital extranjero y las medidas
econmicas que dotan de estabilidad aparente al rgimen, precisa un marco legal y
poltico que contemple todas las contingencias. Aqu converge la coyuntura de la
aprobacin de la Ley Orgnica del Estado en enero de 1967, pero elaborada en 1966,
con la Ley de Prensa de Fraga, el proyecto de nueva ley sindical y la pugna entre los
sectores del rgimen que buscan dotar finalmente de un sentido de futuro al 18 de julio.
Eso supuso, hasta cierto punto, abrir la posibilidad ms bien la necesidad de pasos
polticos para dotar continuidad al rgimen ante una realidad cambiante.
El hecho de que se abriera el panorama poltico era una novedad despus de
aos de bloqueo porque, precisamente, la aprobacin de la Ley Orgnica supona el
cierre del diseo del Estado del 18 de julio en previsin de la desaparicin fsica de
Franco, pero sin concretar la persona que le sucedera. Franco cerraba la forma del
Estado, pero sin nombrar an sucesor. Y ese periodo hasta la designacin de Juan
Carlos promovi por tanto una movilizacin poltica importante. Ah entran en plena
sazn los movimientos de personalidades falangistas independientes y poco implicadas
en el da a da del falangismo oficial y de la Secretara General del Movimiento, que
tienen un proyecto de activacin del ideario renovado y social de los falangistas. Ellos
no son ni los reformistas del rgimen plenamente integrados en sus cargos ni los
sectores ultras que luego se convertirn en la extrema derecha violenta de los ltimos
aos de la dictadura. La Revista SP y luego el Diario SP sern plataforma de esta
actitud durante este tiempo a los que se puede sumar ndice y otras revistas
universitarias, proyectando a personajes como Rodrigo Royo, antiguo director de Arriba
ahora responsable del grupo SP o Manuel Cantarero del Castillo como exponentes de
esa Falange que quiere ser izquierda nacional6 y que se apoya en los intentos previos
de Sols de ganar peso, acentuando los aspectos sindicalistas y en el nuevo contexto
antes referido. Hay otros ncleos y otras personas, por supuesto, pero no tuvieron la
proyeccin o la continuidad necesaria, como es el caso de Adolfo Rincn de Arellano,
alcalde de Valencia entre 1958 y 1969, ao ste ltimo en el que presenta la dimisin en
desacuerdo con el gobierno monocolor que entonces se constituy y alabado como un
referente tico y poltico para los falangistas por su actitud tan inusual en la dictadura de
dimitir del cargo7.
5. Carrero Blanco va a ser uno de los que ms insista en la necesidad de dar esos pasos de
institucionalizacin. As lo narra entre otros Javier TUSELL, Carrero. La eminencia gris del rgimen de
Franco, Madrid, Temas de Hoy, 1993, p. 249 y ss.
6. Esta denominacin va a ser usada en bastantes ocasiones en esos aos, siempre matizando el trmino al
construirse en contraposicin a los sectores de derechas que habran hecho suyo al rgimen, pero
insistiendo en la superacin de la vieja dialctica entre derechas e izquierdas. As se expresa Luis ngel
DE LA VIUDA, La izquierda nacional, Revista SP n 325 (18-12-1966), p. 2. En uno de sus artculos de la
seccin Buenos das de SP, Rodrigo Royo se refiere a la necesidad de que se pronunciaran sobre la
persona del sucesor, adems de Franco, la Falange, el Ejrcito y la izquierda nacional en Un BandWagon llamado deseo, Diario SP, 9-3-1968. El tono siempre ser confrontar el proyecto falangista con
los sectores de derecha ligados al Opus Dei y con el capitalismo de los grandes bancos. De hecho, cuando
desaparezca el Diario SP, se dir que lo hace vctima del gran capitalismo y de grupos de presin que lo
integran (Diario SP, 29-8-1969, p. 1). Sobre la izquierda nacional, ver Jos Luis RODRGUEZ JIMNEZ,
Historia de Falange Espaola de las JONS, Madrid, Alianza Editorial, 2000, p. 531 y ss.
7. Vid. Juan Carlos COLOMER RUBIO, La construccin de una alternativa falangista al rgimen de
Franco: el proyecto poltico de Adolfo Rincn de Arellano, contribucin al Seminario sobre Identidades
fascistas organizado por el GERD, Bellaterra, abril 2013.
75
76
Es cierto que estos movimientos no son los nicos crticos dentro del mundo del
falangismo, como lo demuestra el activismo continuado de figuras como Narciso
Perales o las iniciativas puristas que se desarrollan sin tregua hasta el final del rgimen 8.
Todo ello es consecuencia de la insatisfaccin con el protagonismo en el rgimen de
sectores derechistas que haban conseguido un enriquecimiento y reforzamiento de las
clases ms altas y del modelo capitalista, llegando a su clmax con el triunfo del modelo
del desarrollismo; por lo tanto, la aorada revolucin pendiente, tanto tiempo
congelada9, se reformula como un proyecto poltico ms participativo y social, que
deba representar a quienes no se sentan incluidos en el desarrollo econmico basado
en el modelo empresarial y bancario de los aos sesenta. Pero en el caso de este grupo
de falangistas independientes, no son outsiders ni hedillistas testimoniales, sino que
buscan incidir en la marcha real del rgimen y en su diseo futuro. No se trata slo de
enarbolar viejas banderas, sino de buscar nuevas bases entre los insatisfechos (jvenes
sobre todo, henchidos an muchos del discurso joseantoniano como se vislumbra en las
secciones de Cartas al director de medios como la Revista SP y Diario SP y sectores
obreros y profesionales liberales) ante una evolucin econmica que haba promovido el
crecimiento econmico pero haba olvidado a su parecer las injusticias sociales. Era una
va de conectar ideas y personas forjadas en la tradicin falangista con una apelacin
directa a un cambio social y poltico ya no slo en Espaa, sino en el mundo. En ese
sentido, el 18 de julio habra sido una revolucin frustrada o incompleta, pero con todo
la nica pulsin an viva de justicia social frente a los sectores que frenaban desde
dentro esa esperanza revolucionaria o los que, desde fuera y en posiciones minoritarias,
queran volver a un mundo decadente y liberal (el de la monarqua cortesana) o
engaado y puesto al servicio de la disolucin nacional y espiritual (el comunismo)
aunque se justificaba la existencia de esta segunda posicin y su mrito como reaccin
ante la injusticia y el conformismo.
En todo caso, este proyecto necesitaba actores, una base popular dispuesta a
seguir esa va, algo difcil de organizar para una Falange cuyas expectativas de servir de
bandern de enganche para la nueva clase poltica del rgimen haba mostrado su
debilidad desde el principio y con claridad desde mediados de los cincuenta. En los
medios que contemplamos encontramos que esa gente existe, que hay una cierta
expectativa en esa direccin es verdad que muy difcil de medir y se comprueba en el
nmero de lectores de SP, de ndice, en las cartas al pueblo espaol del Diario SP, en
la asistencia a las conferencias de Cantarero del Castillo como cabeza de la influyente
Asociacin de Antiguos Miembros del Frente de Juventudes, la asociacin con ms
8. Sobre estos movimientos, son siempre tiles las obras de Sheelagh ELLWOOD, Prietas las filas.
Historia de Falange Espaola, 1933-1983, Barcelona, Crtica, 1984, y de RODRGUEZ JIMNEZ, Historia
de Falange Espaola de las JONS.
9. As lo expresan artculos como Lo que la juventud siente. Lo que la juventud calla. Lo que ha de
conquistar la juventud, Marzo n 23 (marzo 1963), contraportada, en donde se habla de que es necesario
completar la obra del 18 de julio, en un sentido econmico y social. Marzo es la revista de las llamadas
Falanges Universitarias, un sector falangista crtico al SEU. Sobre esta revista, vid. Miguel ngel RUIZ
CARNICER, Jvenes, intelectuales y falangistas: Apuntes sobre el proceso de ruptura con la dictadura en
los aos sesenta, en Cercles, Revista dhistria Cultural, 16 (2013), pp. 103-122.
10. Julio GIL PECHARROMN, El Movimiento Nacional (1937-1977), Barcelona, Planeta, 2013, p.109. GIL
PECHARROMN recoge que Cantarero habla de unos 50.000 miembros. Es verdad que dicha asociacin,
acogida al manto protector del Movimiento, tena delegaciones en todas las provincias y una periodicidad
en sus reuniones recogidas en las actas a lo largo de la dcada de los sesenta. A pesar de la dificultad de
reconstruir sus actividades, parece que esta asociacin jugar un papel importante a la hora de iniciativas
polticas ulteriores, como la puesta en marcha de la asociacin, luego derivada en partido por Cantarero,
Reforma Social Espaola, pero tambin para la puesta en marcha de la Unin de Centro Democrtico o
partidos regionalistas en donde encontrarn acomodo las posiciones evolucionistas provenientes del
rgimen. Documentacin sobre dicha asociacin se puede ver en Archivo General de la Administracin ,
Seccin 9 17.21. 44 -9268.
11. Carta de Jos Antonio Girn a Rodrigo Royo Diario SP, 12-7-1968. Hay referencias a este tema y
publicacin de cartas y testimonios durante las semanas siguientes de forma continua.
12. lvaro de Diego Los falangistas liberales: del totalitarismo comprensivo al aperturismo
tardofranquista, en Antonio CAELLAS (coord.), Conservadores y tradicionalistas en la Espaa del siglo
XX, Gijn, Trea, 2013, p. 206 y ss. Un buen resumen de estas iniciativas en GIL PECHARROMN, El
Movimiento Nacional En este plano, son tambin interesantes las memorias de Jos Miguel ORT
BORDS, La transicin desde dentro, Barcelona, Planeta, 2009.
77
mismos como los sucesores de los grandes peridicos del pasado como El Sol o El
Debate o yendo un paso ms all de lo que quiso ser la prensa del Movimiento13.
Este diario, como los otros medios aludidos, se confesarn falangistas
joseantonianos y como fervorosos seguidores de Franco, al que como hombre
providencial se le presenta una y otra vez al margen de todo partidismo y como una
suerte de padre de la patria, de salvador de la nacin cuando estaba en las horas ms
bajas, autor de la reconstruccin y el progreso social. Nunca aparece como el autor de
un golpe de Estado de parte que instaura un rgimen basado en la divisin de los
espaoles. Franco es siempre el punto de partida del futuro, nunca un parntesis. Franco
hace posible el futuro14. Por ello, el juego de estos grupos y sensibilidades que hacen de
conciencia crtica y estn en unas posiciones sociales y reivindicativas slo se entiende
dentro de un rgimen cerrado en s mismo y que por ello rechaza como extraas las
pretensiones de reconciliacin o de asuncin del credo de los derrotados del exilio:
siempre hay un rechazo inmediato e instintivo ante cualquier accin auspiciada por los
partidos y grupos del exilio o ante movilizaciones como la estudiantil, ya en estos aos
guiadas por la oposicin a la dictadura.
78
Estos sectores persiguen un objetivo fundamental dentro del juego del rgimen:
ser el pilar de la articulacin del futuro poltico del rgimen ante la futura e indeseable
desaparicin fsica del padre de la patria, Franco, frente a los sectores confesionales
ligados al Opus Dei y la monarqua. Heredaban as, en un formato aggiornato, la
pretensin falangista de momentos anteriores de intervenir en la conformacin y diseo
definitivo del rgimen. Para articular ese proyecto, no se vuelve al viejo lenguaje de los
aos cuarenta, identificado con los fascismos de entreguerras, ya que sus impulsores
provienen en buena medida de una nueva generacin y son otros problemas polticos y
sociales los que les mueven. Al contrario, van a fijar la atencin en el mbito
internacional, en el impulso nacionalista y alternativo del movimiento de los no
alineados y la oposicin a la dinmica de divisin del mundo en dos superpotencias,
defendiendo un discurso claramente antinorteamericano y antiimperialista que, si bien
mantiene el anticomunismo visceral del rgimen, est abierto a experimentos polticos
como el de la guerrilla guevarista, la revolucin cubana o los liderazgos nacionalistas en
el mundo rabe, como la expresin de una nueva dinmica que entronca con las
preocupaciones sociales de estos grupos. Eso hace posible un discurso diferenciado y
una capacidad de conectar con sectores juveniles y crticos del pas que le dan un nuevo
tono al consabido discurso de los falangistas en el pasado.
13. Rodrigo ROYO, La prensa en la vida nacional. Filosofa periodstica del Diario SP, Diario SP, n 0,
junio de 1967, p. 15.
14. Los ejemplos podran ser muchos, claro est. Como muestra, vid. Buenos das. El abuelo Franco,
Diario SP 1-10 -1967, p. 1, en donde se describe la conexin entre Franco y la generacin de sus nietos
en cuanto a alcance revolucionario y metas renovadoras, frente a una generacin fallida de los padres,
que no haban alcanzado a valorar el potencial del 18 de julio; o Julio AYESTA, Franco nos va a dar de
alta, Diario SP 7-2-1968, en donde Espaa sera el enfermo salido de la guerra y Franco el sanador, el
mdico que tras una larga cura va a permitir normalizar polticamente al pas. En ese sentido, la guerra
civil queda muy atrs, como el recuerdo de un horror que supuso volver a la casilla de salida al pas.
Pero eso sirve tambin para rechazar al mundo del exilio y de los partidos de la oposicin. No considero
que sea una mera servidumbre esta mencin continua a Franco en un pas sin libertad de expresin, sino
el genuino convencimiento por parte de los sectores ms jvenes e independientes de sensibilidad
joseantoniana del papel providencial del General Franco el cual, al fin y al cabo, era su mximo seguro de
existencia.
15. Segn el testimonio del entonces redactor-jefe de Revista SP, Miguel ngel Gozalo, y entre palabras
de admiracin, se nos dice que Rodrigo Royo sostena que no haba habido campos de concentracin en
Alemania, lo que era compatible con que hubiera periodistas e de izquierda e incluso comunistas como
Antonio Ivorra en la redaccin (<www.periodistadigital.com -periodismo prensa/2012/03/09/miguelangel-gozalo-diego-carcedo-solana-tve-.shtml>, consultada 17-2-2014).
16. J. C. GARCA (comp.), La Falange imposible. La palabra de la generacin perdida (1950-1975),
Barcelona, Ediciones Nueva Repblica, 2007, p. 339 y ss.
17. Julio AYESTA, El discurso ms importante de Franco, Diario SP, 15-12 -1967, p. 10.
79
80
81
82
25. Hay un amplio despliegue en Diario SP sobre el tema de las elecciones, centrndose en los candidatos
por Madrid. Se publican varios especiales con sus biografas y programas y unos cuestionarios que han de
rellenar. Vid. como muestra Procuradores de representacin familiar. Historial y programas de los
candidatos por la provincia de Madrid, Diario SP, 28-9-1967, pp. 10-11 y Elecciones por
representacin familiar. Los candidatos manifiestan su poltica, Diario SP, 7-10-1967, p. 3.
26. Los procuradores familiares, sin un perfil poltico especfico en bastantes casos promovieron una serie
de reuniones para hacer valer su peso electivo en comparacin con el resto de procuradores y establecer
una coordinacin de su iniciativas, pero irn perdiendo fuerza con el tiempo hasta que el gobierno decidi
abortar este tipo de comportamientos que asemejaron un remedo de juego poltico pluralista. As lo
cuenta GIL PECHARROMN, El Movimiento Nacional, pp. 88-91.
27. Carta del director. El futuro poltico, Revista SP, 1-5-1966, p. 15 y ss. En este nmero hay un gran
espacio dedicado a este tema.
83
84
La batalla por el futuro del rgimen es palaciega, grupal, pero tambin meditica
y participativa. Al menos, as lo quieren hacer los sectores falangistas de los que
hablamos frente a los monrquicos y a la propia figura de Juan Carlos, presentados
como los exponentes de una monarqua cortesana, carente de bases y con la sola
apoyatura del diario ABC. La dura pugna en algunos momentos entre la Revista SP y
luego el Diario SP y ABC van a ser patentes, as como los choques dialcticos entre
Rodrigo Royo, el adalid de estas posiciones del falangismo independiente, y Jos Mara
Pemn, smbolo irredento del monarquismo juanista. Esta pugna periodstica esconde
una lucha ms amplia entre dos proyectos de continuidad; en este caso, desde la ptica
de quienes se consideraban la izquierda del rgimen, entre la vuelta a un pasado casi
decimonnico que haba fracasado en la historia reciente al desembocar la monarqua en
la repblica y subsiguientemente en la guerra civil. Frente a ello, el 18 de julio
planteado como fecha revolucionaria y refundadora de la nacin.
Esta situacin hace que cuestiones que estos sectores de los falangistas
manejaban habitualmente en estos medios, como la necesidad de hacer frente al poder
de la banca, la necesidad de apoyo a sectores excluidos, la preocupacin por la prdida
de poder adquisitivo de los trabajadores o el recelo ante la excesiva presencia de la
Iglesia en el sector educativo, se vean blandidos pblicamente como elementos que
pueden identificar y estructurar una posicin poltica interna frente a quienes
encarnaran el modelo derechista28. Era el momento de ver de primera mano los
efectos desiguales del desarrollo econmico y su posible traduccin poltica, que estos
grupos quieren aprovechar.
Se insiste en la necesidad para cualquier opcin de futuro de contar con unas
bases sociales para garantizar el futuro del rgimen. Y mientras se permiten hablar de
28. Sern habituales en Diario SP las denuncias por el caciquismo existente, la necesidad de hacer
frente al chabolismo en las afueras de las ciudades, el omnmodo poder de la banca y las grandes
empresas frente al individuoes decir problemas que corresponden a un desarrollo del capitalismo
mayor. Un ejemplo: Cultura y poltica en la Espaa de hoy. Al habla con Antonio Izquierdo, Hay que
poner freno a las aspiraciones del capitalismo, Diario SP, 10-7-1968.
las bases populares del carlismo tradicionalista haciendo seguimiento de las reuniones
de Montejurra29 o recuerdan la existencia de D. Alfonso de Borbn, se hacen encuestas
amplias a espaoles lectores de estos medios, como Revista SP, en donde se les
pregunta por el tipo de rgimen futuro en Espaa. Lgicamente, las respuestas, dado el
medio, son mayoritariamente crticas hacia una monarqua borbnica. As lo declara un
entrevistado que dice desear para el futuro de Espaa
Una Repblica presidencialista basada en los postulados joseantonianos. Creo que el
fascismo y el socialismo son las dos grandes ideologas de nuestro siglo y que todo lo
dems son meras formas de defensa de la vieja sociedad burguesa. Todo Gobierno debe
tener una oposicin legal y a nosotros concretamente nos vendra bien el bipartidismo
[]. Si no es odo el deseo general, tendremos la monarqua del ABC, con un montn
de personalidades nacidas a la sombra de minus tocados en USA.30
85
previsiblemente cercana muerte del dictador. Sern aos ya sin el espejismo del futuro
que los que an decan encarnar la peculiar variante del fascismo tan mal entendida
fuera alentaron.
El escndalo MATESA, la constatacin del inicio de la perdida del dinamismo
econmico, el desgaste fsico ya imparable de Franco y el embarrancamiento de
cualquier propuesta de una mnima reforma sealan un camino de abierta agona del
rgimen. Con todo, entre 1969 y la muerte del dictador nos encontramos con
movimientos de los reformistas azules, buscando ganar posiciones polticas cara a una
hipottica reforma del rgimen a la muerte de Franco, con posturas ms o menos
aperturistas, pero siempre lastradas por los sectores inmovilistas. Es la poca de la carta
de los 39, del Grupo Parlamentario Independiente, de sectores de la Organizacin
Sindical y algunos de los que sern llamados jvenes azules, que son procuradores o
accedieron a las Cortes con las elecciones al tercio familiar de 1967 o 1971, que
representan una cierta renovacin del personal poltico del mximo rgano
representativo de la dictadura y que intentan mantener su presencia en el contexto
agnico del final del rgimen33. Tambin Cantarero del Castillo desarroll una
importante actividad esos aos, predicando su frmula de socialismo falangista.
86
Era muy difcil que hubiera ms margen realista para los proyectos de los
falangistas. Slo quedaba el bnker o la apuesta por otras vas: la monarqua encarnada
en el prncipe Juan Carlos o la aceptacin del acuerdo con la oposicin. En ese sentido,
el triunfo de los sectores tecncratas u opusdestas es una victoria prrica, como ya se ha
dicho. Se constata que no hay proyecto de futuro, sino luchas por el poder a corto y
medio plazo. Todos los proyectos estn agotados, la sociedad va por su lado y slo se
mantiene en pie el rgimen por la inercia, la supervivencia fsica de Franco, el miedo y
la falta de salidas claras. Pero la sociedad est a aos luz del rgimen, sobre todo sus
sectores estudiantiles, obreros y profesionales urbanos ms desarrollados y las ltimas
ilusiones de los falangistas independientes conformadores de esa izquierda nacional
desaparecen como movimiento que aspire a tener una mnima repercusin. La
descomposicin final es lo que explica la divisin de la clase poltica del franquismo. El
rgimen, que haba empezado a mostrar su agotamiento a la altura de 1956, cuando
pareca ms estable, terminara en este momento su andadura.
Pero eso no quiere decir que desaparezcan completamente esas posiciones en
torno a un ideario falangista, como se ver en la transicin, dejando de lado el bnker y
los ltimos bastiones de la vieja guardia. De hecho, son los sectores falangistas
posibilistas los que pilotarn la transicin desde el gobierno con Surez primero y luego
desde la Unin de Centro Democrtico, unindose en parte a sectores crticos
moderados de democratacristianos. Pero hay tambin un sector, encabezado por el
propio Cantarero, que funda Reforma Social Espaola34 y que es la continuidad de estas
posturas de izquierda nacional, no marxista, pero tambin desligada formalmente del
discurso falangista. En este caso, cosechando un rotundo fracaso al no obtener
representacin parlamentaria en 1977.
33. Sobre estos temas apunta buena informacin el reciente trabajo de lvaro DE DIEGO, Los falangistas
liberales, en CAELLAS, Conservadores y tradicionalistas en la Espaa del siglo XX, pp. 193-226,
especialmente desde p. 206. RODRGUEZ JIMNEZ, Historia de Falange Espaola de las JONS, pp. 534535.
34. Sobre Reforma Social espaola, vid. F. MORENO SEZ, Partidos, sindicatos y organizaciones
ciudadanas en la provincia de Alicante durante la transicin (1974-1982), Universidad de Alicante Archivo de la democracia (<www.archivodemocracia.ua.es -db -articulos -19.pdf>).
35. SAZ, Las caras del franquismo. Vid. los captulos Mucho ms que crisis polticas: el agotamiento de
dos proyectos enfrentados y Y la sociedad marc el camino, O sobre el triunfo de la democracia en
Espaa.
36. Pablo HISPN IGLESIAS DE USSEL, La poltica en el rgimen de Franco entre 1957 y 1969. Proyectos,
conflictos y luchas por el poder, Madrid, Centro de Estudios Polticos y Constitucionales, 2006.
87