Francisco Pineda, La Muerte El Hombre Ante Dios, Exegese de Romanos

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LA MUERTE: EL HOMBRE ANTE DIOS

(Estudio exegtico en la Epstola de San Pablo


a los Romanos)

FRANCISCO VARO PINEDA

El hombre, de suyo, es un ser mortal. En la Sagrada Escritura


hay textos bien expresivos: est establecido que los hombres mueran
una sola vez (Heb 9,27); tambin se constata lo que es un hecho de
experiencia: que los hombres mueren (cfr. Ioh 6,49.58; 8,52-53; ... ).
Sin embargo, en este tema, no resulta imprescindible argumentar con
los textos inspirados, pues la experiencia universal del ser humano
basta para mostrar que la muerte es algo natural en el destino del
hombre, lo mismo que en el de todos los seres vivos.
El trance angustioso de la muerte no estaba previsto para el hombre en el plan originario de la creacin (cfr. Gen 2,17; 3,3; Ez
18,23.32)1. Nuestros primeros padres fueron creados en el estado de
justicia original; junto con la gracia santificante, gozaban de la inmortalidad y dems dones sobrenaturales y preternaturales. Sin embargo,
como consecuencia de su pecado, recibieron el castigo establecido por
el Creador: Con el sudor de tu rostro comers el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de l fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo
tornars (Gen 3,19).
El hombre conoce el hecho de la muerte por experiencia, pero por
una experiencia ajena y vista desde el exterior, pues el ejercicio perso-

l. Cfr. A FEUILLET, Mort du Christ et mort du chrtien d'apres les pitres pauliniennes, en Revue Biblique 66 (1959), p. 484.

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nal de esta experiencia es, por su propia naturaleza, incomunicable.


El intento de comprensin de la muerte desde un punto de vista antropolgico es un reto para el hombre. Pero, en la situacin actual de la
humanidad, la muerte no es tanto algo meramente natural cuanto la
prdida del don de inmortalidad en castigo por el pecado. Por tanto,
ese intento slo puede encarrilarse en vas de uml solucin satisfactoria desde la perspectiva de las relaciones entre el hombre y Dios, que
se establecen mediante la gracia y se rompen por el pecado.
En la Epstola a los Romanos, San Pablo habla con profusin de
la muerte. Pero no pretende entretenerse en reflexiones sobre la
muerte como hecho o proceso fisiolgico, sino que va ms al fondo: a
sus causas y repercusiones en el hombre. El recurso a los textos
sagrados de esta Carta nos ha parecido necesario para ilustrar, desde
un punto de vista teolgico, la antropologa de la muerte.
1. LA MUERTE, RETRIBUCION DEL PECADO

Si la ley y la carne aparecen en numerosas ocasiones como instrumentos al servicio del pecado, en estrecha relacin con l, la muerte
parece tener an mayor intimidad, es su compaera inseparable: Por
un hombre entr el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y
as la muerte pas a todos ... (Rom 5,1); por la transgresin de uno
slo rein la muerte (Rom 5,17); Las pasiones de los pecados ...
daban frutos de muerte (Rom 7,5). Incluso el cuerpo del hombre
acosado por los asaltos de la concupiscencia desordenada es denominado indistintamente cuerpo de pecado (Rom 6,6) o cuerpo de
muerte (Rom 7,24).
San Pablo hace una personificacin literaria de estas realidades:
presenta al pecado y a la muerte como dos verdaderas potencias de
perdicin cuyos reinados se complementan. En el perodo que precede a Cristo el pecado reinaba como soberano absoluto (cfr. Rom
5,21); su maldad se manifiesta en la prdida de la vida eterna y en la
instauracin del reino de la muerte (cfr. Rom 5,17). La muerte, la perdicin eterna, es el verdadero mal que el hombre ha de temer; y, precisamente, el pecado lo arrastra inexorablemente hacia esa perdicin
(cfr. Rom 6,16)>>2.

2. R. SCHNACKENBURG, El testimonio moral del Nuevo Testamento (Ed. Rialp.


Madrid, 1965), p. 214.

LA MUERTE: EL HOMBRE ANTE DIOS

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La muerte al igual que el pecado, extiende su dominio sobre toda


la humanidad; su alcance es universal. La causa de la entrada de la
muerte es la entrada del pecado (cfr. Rom 5,12) en el mundo a travs
de la prevaricacin de Adn; as como cada uno de sus descendientes
heredamos de nuestros primeros padres el pecado, del mismo modo la
muerte pasa a todos, pues juntamente con l contraemos la necesidad
de morir 3
Las relaciones entre el pecado y la muerte vienen explicadas por
San Pablo con una metfora del mbito guerrero que ya haba utilizado antes para hablar del pecado 4 A la luz de esta imagen dice el
Apstol que el salario ('\jJwv(a) del pecado es la muerte (Rom
6,23). El sustantivo '\jJwv(a significa salario debido y en el lenguaje militar sueldo, paga, aprovisionamiento 5 Los pecadores militan en las filas del pecado y ofrecen sus miembros como armas de
iniquidad; en ese contexto dice el autor de la Epstola que la muerte
es la paga del pecado, esto es, el sueldo con el que ste retribuye a sus
servidores.
En Rom 6,23 San Pablo presenta el salario ('\jJOOva) del
pecado en clara oposicin con el don (XQLOf..l.a) de Dios que es la
vida eterna. Se puede ilustrar la anttesis por la costumbre imperial
de conceder a las tropas recompensas excepcionales (XaQtJ0Ila1:a)
para celebrar un suceso feliz o un aniversario dichoso, etc.; donativos
que se aadan al peculio ('\jJOOvCa) fijo, como un acto gracioso que
levantaba aclamaciones de jbilo por la bondad de emperador 6. San
Juan Crisstomo se fija en el cambio entre '\jJwv(a y xQLolla para
sealar que la redencin proviene de la gracia 7
Sin embargo la metfora del salario no presenta aqu un sentido
exclusivamente jurdico de una mera retribucin, quiere ensear ms:

3. Cfr. SANTO TOMAS, In Rom, c.5, lect.3, n.417: pertransiit in omnes, quia
scilicet per origine m vitiatam contrahunt homines necessitatem moriendi.
4. Cfr. S. JUAN CRISOSTOMO, In Rom hom XI; en PG 60, col 496.
5. Cfr. M LAUNEY, Recherches sur les armes he/lnistiques, (Paris, 1950) p.
726-775.
6. C. SPICQ, Teologa moral del Nuevo Testamento (Ed. Universidad de Navarra. Pamplona, 1970), p. 469.
7. Cfr. K. LIMBURG, Las homilas de San Juan Crisstomo sobre la Epstola a
los Romanos (cap. 1-11) (Tesis doctoral de la Facultad de Teologa, Universidad de
Navarra, pro manuscripto. Pamplona, 1978), p. 133.

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la muerte es el fin al que el pecado tiende necesariamente 8 Es el final


al que conduce el pecado; no el fin que persiguen los pecadores, sino
aqul con el que se les retribuye 9.

2.QUE ES LA MUERTE')

La muerte (8VaTo<;) es una palabra que designa en la Sagrada


Escritura diversas realidades, ntimamente relacionadas, pero distintas entre s. Como mostraremos, puede hacer referencia a la separacin fsica del alma y del cuerpo, a la privacin de la gracia
santificante, o a la condenacin eterna 10. Estas tres realidades se
encuentran unidas por un lazo de estrecha dependencia; si el alma
est muerta, esto es, si ha perdido la gracia por el pecado, a la muerte
fsica seguir indefectiblemente la muerte eterna I l.
Pero qu muerte es la que va unida al pecado? Podramos decir
que en primer lugar se trata de la muerte corporal; sin embargo no es
la nica 12. En el captulo quinto, San Pablo establece un paralelismo
entre Adn y Cristo; por el primero vinieron a todos los hombres el
pecado y la muerte, por el segundo la justicia y la vida. En varios versculos se puede apreciar una superposicin de planos semnticos en
el uso de la palabra muerte.
As, por ejemplo, en Rom 5,15 se dice: Por la transgresin de
uno mueren muchos ... la gracia de Dios y el don gratuito por la gracia
de un solo hombre, Jesucristo, ha abundado en beneficio de muchos.
Son dos frases paralelas, en cada una de las cuales se establece una
relacin causa-efecto:

8. Cfr. S. LVONNET, La soteriologa paulina, en A. ROBERT-A. FEUILLET,


Introduccin a la Bi/bia 11 (Ed. Herder. Barcelona, 1965), p. 778.
9. Cfr. SANTO TOMAS, In Rom, c.6, lect.4, n.516: Et ex hoc manifestum est,
quod mors sit finis peccatorum, non quem peccantes quaerunt, sed quem eis retribuitur.
10. Cfr. T. BARROSE, Death and Sin in Saint Paul's Epistle to the Romans, en
The Catholic Biblical Quartely 15 (1953), p. 439.
11. Cfr. F. PRAT, La teologa de San Pablo 1, (Ed. Jus. Mxico, 1947),
p. 250.
12. R. BULTMANN, arto 8<;UTOV en Kittel, GLNT IV, col. 159-166, se centra, a
nuestro juicio, de modo excesivo en el sentido de muerte fsica, perdiendo en su
anlisis el gran valor teolgico que proporcionan los dems sentidos. La propia
estructura literaria del texto paulino manifiesta una riqueza expresiva que supera
ampliamente los horizontes de esta concepcin, excesivamente simplista.

LA MUERTE: EL HOMBRE ANTE DIOS

Causa
Efecto

transgresin de uno
mueren muchos

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gracia de un solo hombre


la gracia de Dios y el don
gratuito en beneficio de
muchos

Atendiendo al contexto inmediato (v. 14) no cabe duda de que


est hablando de la muerte fsica; pero al oponer en paralelo
muerte y gracia de Dios hace saber que, esa muerte fsica es signd 3 de otra muerte peor 4 , la privacin de la gracia, o muerte espiritual. Precisamente de esta muerte, y no de la primera, nos libr con su
gracia el Hijo de Dios hecho hombre.
Poco ms adelante (Rom 5,17), al seguir desarrollando el paralelismo entre Adn y Cristo, se insiste de nuevo en lo mismo. La confrontacin entre los principales elementos sintcticos de las dos frases
de ese versculo es ilustrativa:
Sujeto

la muerte

Verbo
Complemento

rein
por obra de uno solo

los que reciben la abundancia de la gracia y el don de


la justicia.
reinarn
por medio de uno solo

Se pone en contraste la muerte, efecto del pecado de un solo hombre, con la vida justa15 de quienes reciben la gracia de uno solo, Jesucristo. En este caso el contexto prximo no impone tan taxativamente
como antes la necesidad de referir el texto a la muerte fsica, mientras
que la frase paralela resalta otra vez la oposicin entre la abundancia de la gracia y el don de la justicia con esa muerte, que es el
pecado, que priva al alma de la vida sobrenatural.
En el versculo 21 se aadir un nuevo matiz:
Sujeto
Verbo
Complementos

el pecado
rein
en la muerte

la gracia
reine
en virtud de la justicia
. para la vida eterna

13. Cfr. A FEUILLET, Mort du Christ... arto cit., p. 485.


14. Cfr. Mt 10,28: No tengas miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden
matar el alma; temed ante todo al que puede hacer perder el alma y cuerpo en
el infierno.
15. Cfr. J. FrrZMYER, Carta a los Romanos, en Comentario Bblico San Jernimo IV (Ed. Cristianidad. Madrid, 1972), p. 144.

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Se contina manteniendo la anttesis muerte - (~usticia, pero


al sealarse que la justicia lleva a la vida eterna, se seala a la
muerte como camino a la muerte eterna o condenacin (cfr. Rom 5,
16).
Por tanto, en la Epstola a los Romanos, la palabra muerte
ana en su contenido semntico la muerte fsica y la muerte espiritual,
separacin de Dios, con la muerte escatolgica, o privacin de la salvacin, la que se llama segunda muerte en el Apocalipsis (Apc
2,11; 20,14; 21,18)16.
Los tres tipos de muerte se encuentran relacionados de una u otra
forma con el pecado. Estudiaremos estas relaciones con mayor
detenimiento.

3. LA MUERTE CORPORAL ES CONSECUENCIA DEL PECADO

En el captulo cinco de la Epstola a los Romanos San Pablo nos


ensea que la muerte toma posesin de la humanidad en el mismo
momento que el pecado: entr el pecado en el mundo y con el
pecado la muerte (Rom 5,12). El pecado estableci su reino y junto
a l rein la muerte (Rom 5,14). Santo Toms explica que este reinado de la muerte empieza por la induccin de algunas pasiones como
el hambre, la sed o la enfermedad, y termina destruyendo totalmente
la vida corporalI7
Este dominio de la muerte tiene lugar desde el primer momento en
que la humanidad se hizo pecadora, antes, por supuesto, de la promulgacin de la ley mosaica; la muerte rein desde Adn hasta Moiss
an sobre aquellos que no haban pecado a semejanza de la transgresin de Adn (Rom 5,14). San Pablo nos est indicando en este
texto que la muerte fsica es consecuencia directa del pecado original,
no de los pecados personales18 Esta afirmacin proporciona adems
una prueba de la existencia del pecado original: Mueren personas que

16.

Crf. F. AMIOT, L'enseignement de Saint Paul (2< ed.; Desc1e. Paris, 1968),

p. 73.

17. Cfr. SANTO TOMAS, In Rom, e.5, leet4, n. 425: quia regnavit mors, scilicet
eorporalis, primo quidem aliquas passiones indueendo, puta famen, et sitim et aegritudinem, et tandem totaliter dissolvendo.
18. Cfr. G. RICCIOTTI, Las Epstolas de San Pablo (Ed. Conmar. Madrid, 1953),
p. 229.

lA MUERTE: EL HOMBRE ANTE

Olas

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no cometen sino pecados materiales, pues no conocen la ley dada por


Dios a Moiss. Sin embargo, en virtud del principio de retribucin19, la muerte y la enfermedad han de ser consecuencia de faltas
propias. Ahora bien, como no ha habido transgresiones formales de la
ley -porque no haba ley-, esos hombres no tendran pecados personales propios; sin embargo, puesto que murieron, deban tener un
pecado propio, pero no cometido personalmente: es el pecado original
que constituy pecadores a todos los descendientes de Adn. El
cuerpo del hombre, en la actual situacin, no es mortal a causa de sus
pecados personales, sino en castigo por el pecado de Adrt.
La enseanza del Apstol versa acerca del la universalidad de la
muerte en conexin con el pecado, y su carcter de sancin, pero de
este texto se pueden deducir otras consecuencias interesantes: no
slo dice que todos los hombres pecan y mueren como consecuencia
de que Adn pec, sino tambin que la falta de Adn ha sido heredada por cada uno de sus descendientes21, o lo que es lo mismo, el
pecado original no se trasmite por imitacin de un simple mal ejemplo, sino por generacin, al recibir la naturaleza humana2 2.
Santo Toms en sus comentarios sobre la Epstola a los Romanos
insiste en que la muerte es efecto principalmente del pecado original.
y para que ninguno diga que los hombres moran como consecuencia
de sus pecados actuales, aade San Pablo que la muerte rein tambin en aquellos que no pecaron con un acto propio, aunque, como
todos los hombres, haban pecado en Adrt 3 Si la muerte fuese efecto

19. San Pablo ha tenido presente el principio de retribucin, tan propio del
judasmo. Cfr. J. BoNSIRVEN, Thologie du Nouveau Testament (Aubier. Paris, 1951),
p. 281. Algunos exegetas recurren a este principio para decir que si todos murieron es
porque todos pecaron personalmente: Cfr. W.G. KMMEL, La teologia del Nuovo Testamento. Ges, Paolo, Giovanni (Ed. Paideia. Brescia, 1976), p. 228. Cfr. W. DA VIES,
Aproximacin al Nuevo Testamento (Ed. Cristiandad. Madrid, 1979), pp. 253. 258259. Cfr. K. ScHELKLE, Teologa del Nuevo Testamento IV (Ed. Herder. Barcelona,
1978), p. 91. Sin embargo esa interpretacin contradice abiertamente a las propias
palabras del Apstol, que se refiere a aquellos que no haban pecado a semejanza de
la transgresin de Adn (Rom 5,14), esto es, con una trasgresin personal.
Hay autores que, an manteniendo la cIara relacin de este texto con la doctrina del
pecado original, advierten que no puede buscarse ah una doctrina completa sobre ese
tema; se tratada simplemente de una afinnacin hecha como punto de partida de una
argumentacin destinada a probar el valor universal de la reparacin obrada por Jesucristo. Cfr. A. VIARD, Epitre aux Romains en SBPC XIb, p. 74.
20. Cfr. R GUNDRY, Soma in Biblical Theology (Cambridge University Press.
Cambridge, 1976), p. 45.
21. C. SPICQ Teologa moral del Nuevo Testamento, p. 183-184.
22. Cfr. CONCILIO DE TRENTO, sess. 5, c.3; Dz 790.
23. Cfr. SANTO TOMAS, In Rom c.5, lect 4, n. 428: Et ne aliquis dicat quod

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del pecado de los hombres, en aquellos que no haban pecado personalmente no debera aparecer la muerte; seal evidente de que no es
efecto del pecado personal de cada individuo, sino de una culpa
comn a todos los hombres, esto es, del pecado originaf4.
La muerte extiende su reinado sobre todos los hombres en castigo
del pecado de nuestros primeros padres. La muerte biolgica, la separacin del alma y el cuerpo, forma parte de la 'condicin natural' del
hombre; sin embargo, despus de la elevacin sobrenatural de que fue
objeto la humanidad, la prdida del don de la inmortalidad forma
parte de la pena infligida por el pecadd5 El hombre, segn los principios intrnsecos de su naturaleza es un ser corruptible, mortal. Sin
embargo fue dotado por la divina providencia de la justicia original,
que era cierta rectitud por la que la mente del hombre estaba sometida a Dios, y sus fuerzas inferiores a la mente, y el cuerpo al alma, y
todas las cosas exteriores al hombre; de modo que mientras el hombre
estuviese sujeto a Dios las fuerzas inferiores estaran sujetas a la
razn y el cuerpo al alma recibiendo indeficientemente la vida de
ella 26 . Segn los primitivos planes del Creador sobre el hombre, ste
no tendra que someterse a la dolorosa experiencia de la muert7.
La doctrina de la Epstola a los Romanos acerca del pecado y la
muerte est en perfecta concordancia con las verdades reveladas
sobre este tema en otros libros de la Sagrada Escritura. En el libro de
la Sabidura se dice con una expresin similar a la de San Pablo:
Dios cre al hombre para la inmortalidad, y lo hizo imagen de su
propia eternidad; ms, por envidia del diablo, la muerte entr en el
mundo (Sap 2,23-24). En efecto, la tentacin diablica incit a
nuestros primeros padres a desobedecer el precepto divino. La falta

moriebantur propter pece ata actualia, ad hoc excludendum dicit quod regnavit etiam in
eos qui non peccaverunt proprio actu, scilicet pueros, et etiam in iustos qui non peccaverunt mortaliter, qui tamen peccaverunt in primo homine, ut supra dictum est}).
24. Cfr. A PIOLANTI, Il peccato originale, en P. PALAZZINI, Il peccato (Ed. Ares.
Roma, 1959), p. 157.
25. CONCILIO VATICANO 11, Gaudium et spes n. 18: Mors corporis, a qua horno
si non peccasset subtractus fuisset. Cfr. S. LYONNET, La soteriologia paulina, en A.
ROBERT-A. FEUILLET,Introduccin a la Biblia 11, p. 778.
26. SANTO TOMAS, In Rom c.5, lect.3, n.416: Quae quidem iustitia erat quaedam
rectitudo, ut mens hominis esset sub Deo, et inferiores vires essent sub mente, et corpus
sub anima, et omnia exteriora sub homine: ita scilicet, quod quamdiu mens hominis
Deo subderetur, vires inferiores subderentur rationi, et corpus animae, indeficienter ah
ea vitam recipiens}).
27. Cfr. B. ENGLEZAKIS, Rom 5,12-15 and the Pauline Teaching on the Lord's
Death, en Biblica}) 58 (1977), p. 234.

LA MUERTE: EL HOMBRE ANTE DIOS

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de Adn, jefe de toda la humanidad, hace que tanto l como sus descendientes queden fuera del orden de la justicia establecida por Dios
para ellos 28. Renunciaban a la amistad divina para aliarse con el diablo y hacerse pecadores, pues la ofensa inferida a Dios por esa transgresin signific la ruptura del sometimiento del hombre a Dios; en
justo castigo el alma perdi su dominio sobre el cuerpo de modo que
la muerte inici su reinado sobre la humanidad, y las potencias inferiores se sublevaron contra las superiores de modo que acosan continuamente al hombre inducindolo a cometer pecados personales.

4. EL PECADO PRODUCE LA MUERTE DEL ALMA Y CONDUCE A LA


MUERTE ETERNA

Como hemos visto, el Apstol deja claro que la muerte fsica no


es consecuencia de las faltas personales sino del pecado original. Sin
embargo hay textos en los que se habla de la muerte como castigo
merecido por pecados concretos cometidos por los hombres; as por
ejemplo, despus de la larga enumeracin de vicios extendidos entre
los gentiles, consecuencia de sus pecados y que los llevan a inferir
nuevas ofensas al Creador, dice que quienes tales cosas hacen son
dignos de muerte (a~LoL 8avLO'U)>> (Rom 1,32). Este y otros textos
nos dan pie para afirmar que San Pablo no tiene presente de modo
exclusivo el pecado original sino que hay otra muerte que aparece
ligada a los pecados personales. La separacin del alma y el cuerpo,
al igual que el pecado original, alcanza a todos los hombres; sin
embargo esta otra muerte la padecen aquellos que personalmente han
ofendido a Dios 29. Veamos que caractersticas tiene.
En primer lugar ya hemos sealado que la muerte no se manifiesta slo en relacin con hechos de orden fsico sino tambin espiritual. As, en Rom 5,17, dice: Si por la transgresin de uno solo,
rein la muerte, mucho ms los que reciban la abundancia de la gracia
y el don de la justicia reinarn en la vida por obra de uno solo, J esu-

. 28. Cfr. A. VIARD, Eptre aux Romains en SBPC XIb, p. 76.


29. No pretendemos entrar aqu, ya que San Pablo tampoco lo hace, en toda la
problemtica de la retribucin eterna de aquellos que mueran slo con el pecado original pero sin haber cometido pecados personales. Recordemos simplemente que el
Magisterio de la Iglesia ensea que para conseguir la vida eterna es necesario morir en
estado de gracia. (Cfr. CONCILIO DE TRENTO, sess.6, canon 32; Dz 842).

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cristo. Obsrvese que el Espritu Santo, por medio de las palabras de


San Pablo nos est presentando esta muerte como lo opuesto a la
abundancia de gracia; esta muerte trae consigo la privacin de la
gracia santificantel.
Hay otros textos bien expresivos, como aquel en que San Pablo
dice: y yo qued muerto, y hall que el precepto, que era para vida,
fue para muerte (Rom 7,10). El sentido comn hace pensar que ah
no se habla de la muerte fsica, porque esta es una experiencia irreversible que no ofrece la oportunidad de darla a conocer posteriormente
por escrito. Se trata, sin duda, de una muerte de tipo espiritual: el
pecado, que es muerte del alma a la vida de la gracia. Esta muerte
resulta especialmente temible para el hombre, pues ni la muerte
(fsica) ni la vida, ... , podr separamos del amor de Dios (Rom
8,38-39). En cambio, la muerte del alma interrumpe voluntariamente
esa corriente amorosa.
La amistad con Dios trae consigo la gracia habitual, que es una
participacin de la vida divina; por ella amamos y deseamos las cosas
que quiere y apetece Dios; el apetito del espritu es vida (Rom 8,6),
la gracia es la vida del alma. En cambio, el apetito de la carne es
muerte (Rom 8,6), y, como se repite en construccin paralela: el
apetito de la carne es enemistad con Dios (Rom 8,7). En este texto
son, pues, equivalentes muerte y enemistad con Dios. Los pecadores son, por tanto, indignos de participar en la vida ntima divina:
por el pecado se pierde la gracia.
Esta es la fe cristiana de siempre. Ya los Apstoles consideraban
a los pecadores como muertos espirituale~l. El efecto directo del
pecado personal es, sin lugar a dudas, la muerte del alma. As parece
claramente reflejado en la Epstola a los Romanos: Revivi el
pecado y yo qued muerto (Rom 7,9-10); cuando se deja cobrar vida
al pecado consintiendo a sus asechanzas, la consecuencia que se sigue
es la muerte del alma por la prdida de la gracia.
Si encontrndose un hombre en esa triste situacin llegara el

30. Lo mismo ocurre en 1 Cor 15, 21-22. Puesto que el contraste se establece en
la resureccin para la vida (eterna), es claro que tambin en este caso San Pablo est
pensando en la muerte espiritual, no fsica. Cfr. J. FrrZMYER, Teologa de San Pablo
(Ed. Cristiandad. Madrid, 1975), p. 141.
31. Cfr. C. SPICQ, Teologa moral..., op. cit., p.I92: Desde que Jess present al
hijo perdonado como un muerto que ha regresado a la vida (Le 15,32), los Apstoles
consideran a los pecadores como muertos espirituales, es decir, 'seres animados', pero
no por la nica vida digna de este nombre: hombres privados de Dios.

LA MUERTE: EL HOMBRE ANTE DIOS

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momento de la muerte fsica el pecado habra alcanzado un nuevo


triunfo: llevar a ese hombre a la condenacin eterna (xatxQqw;
Rom 5, 16.18). La magnitud de la ofensa a Dios que supone el
pecado aparece crudamente expuesta por el Apstol cuando dice que
de un slo pecado (O; VO;;) se sigue la condenacin (d;; xatxQL..ta)
(cfr. Rom 5,16); de la magnitud del castigo se sigue la gravedad de su
causa.
Precisamente cuando San Pablo dice que el salario del pecado es
la muerte se est refiriendo a la muerte eterna 32 como puede deducirse
con facilidad del hecho de que la est oponiendo a la vida eterna:
pues el salario del pecado es la muerte, pero el don de Dios es la
vida eterna (Rom 6,23). Esto quiere decir que el pecado nos conduce a la muerte: que nos precipita a la condenacin eterna 33, es
decir, al suplicio eterno que tienen que sufrir necesariamente quienes
no obedecen a Dios 34 De este modo se puede decir que el fin de las
obras malas es la muerte (cfr. Rom 6,21) 35, no porque sea el fin del
pecador sino porque a l conduce el pecado, pues cuando alguien
quiere separarse por un tiempo de Dios a causa de la concupiscencia
del pecado, merece ser eternamente separado de El, esto es, sufrir la
muerte eterna 36

CONCLUSION

En la presente comunicacin pensamos que se ha puesto suficientemente de manifiesto que la palabra muerte (8vato;;) tiene en la
Epstola a los Romanos tres niveles semnticos, cada uno de ellos
rico en consecuencias teolgicas:
l. Muerte fsica. En la actual situacin de la humanidad es castigo del pecado original. Alcanza, lo mismo que ese pecado, a todos
los hombres.

32. Cfr. T. BARROSE, Death and Sin ... , arto cit., p. 441-442.
33. Cfr. SANTO TOMAS, In Rom c.6, lect.3, n.501: in mortem, id est aetemam
damnationem praecipitandi.
34. Cfr. S. JUAN CRlSOSTOMO, In Rom hom XI, en PG 60, col. 488.
35. Cfr. G. SEGALLA, La estructura circolare di Romani 5,12-21 e il suo significato teologico, en Studia Patavina 28 (1981), p. 379.
36. Cfr. SANTO TOMAS, In Rom c.6, lect.4, !l.51!: cum aliquis ad tempus vult
separari a Deo, propter concupiscentiam peccati, dignum est ut ab eo aetemaliter separetur, quod est mors aetema.

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2. Muerte a la vida de la gracia. Es consecuencia del pecado,


tanto original como personal. Consiste en la carencia de gracia, lo que
supone la muerte del alma, El hombre puede suplir esa indigencia
aprovechndose de los frutos de la Redencin: la gracia abundantsima que obtuvo Jesucristo.
3. Muerte eterna. Es la situacin irreparable en que terminar el
hombre a quien sorprenda la muerte fsica, teniendo su alma muerta
por el pecado.
En consecuencia, el hombre, mientras viva en este mundo, ha de
cuidarse ante todo de vencer la muerte del alma manteniendo la vida
de la gracia. Pues si fuera derrotado y terminara sus das como
esclavo del pecado, le aguardara la eterna condenacin. Pero la vida
de la gracia lo lleva a la vida interminable; en esta situacin nada
tiene que temer a la muerte fsica, ya que ni la muerte ni la vida, ... ,
podr separamos del amor de Dios (Rom 8,38-39).

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