Julia London - El Seductor Seducido
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Julia London
El seductor seducido
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EL SEDUCTOR...
El apuesto Julian Dane, conde de Kettering, ha causado sensacin
tanto en los mejores salones de baile y tocadores privados como en los
campos de duelo de la capital. Pero la muerte de su amigo Phillip y
su terrible sentimiento de culpa le han llevado lejos de la sociedad
londinense. En los bulliciosos salones parisienses y las divertidas
fiestas de los castillos franceses, Julian cree haber olvidado su inters
por la ntima amiga de sus hermanas menores, Claudia Whitney.
Pero si ha olvidado a la ingeniosa y atractiva joven, por qu cree
desfallecer cuando la descubre acercndose hacia l mientras aguarda
el barco que ha de devolverle a Inglaterra? Hasta all ha de verse
perseguido por su ya innegable enamoramiento?
SEDUCIDO
Siempre le haba amado, primero como al hermano mayor que nunca
tuvo; ms tarde con el apasionamiento de una adolescente que saba
que l era simplemente un amor imposible. Sin embargo, cuando la
haba abandonado en un saln de baile y ms tarde se haba atrevido
a aconsejarle sobre su relacin con Phillip, haba jurado no volver a
amarle jams. Por eso era tan terrible haberle encontrado en su
camino de regreso a Inglaterra, sonrindole, tan apuesto y arrogante
como siempre, un seductor imposible. Pero esa manera de mirarla...
Sera posible que el seductor pudiera llegar a ser seducido?
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Argumento
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Para Matt.
Y Jimmy, Duane, Raymond y David...
Para todos los que contribuyeron a dar forma a mi vida
pero no vivieron lo suficiente para dar forma a la suya.
Amar, horas perdidas, si no son correspondidas.
Y en otro tiempo fuimos los mortales ms felices.
George Granville, Baron de Lansdowne
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Prlogo
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Captulo 1
Paris Francia , 1836
-Aj! -un par de pechos le cubran.
Aquello explicaba al menos la fuerte fragancia de mujer. Julian
se cambi de posicin bajo los dos exuberantes senos y busc
aire mientras la ms deliciosa de las criaturas femeninas
murmuraba frases ininteligibles a su odo. Por desgracia, ni
siquiera el contacto con la pequea diosa francesa poda hacerle
subir ms all de la media asta. Ni una gra podra llevarle ms
all de esa media asta; aquel maldito apndice slo le daba
problemas en los ltimos tiempos.
Julian suspir al percatarse de que an sostena una botella de
whisky y se las apa para dar un buen trago antes de enterrar
su rostro otra vez entre los dos pechos. Una gota de
transpiracin cay por su sien y no pudo evitar sonrer; tal vez
no se esforzaba lo suficiente. Como si siguiera alguna
indicacin, la dulce Lisette empez a suspirar con ansia,
encendiendo todos sus sentidos masculinos: excepto se, qu
carajo. Intent cambiar de posicin para probar otra vez. Roz
con las puntas de los dedos un terso pezn y con la palma de la
mano abarc la firme turgencia del pecho...
Las fras manos que le cogieron por los hombros le sorprendieron tanto que ni siquiera pudo gritar. De repente, sinti que lo
levantaban y oy el chillido ahogado de Lisette mientras la
botella de whisky sala volando desde su mano y era propulsada
sobre la cama. Alcanz a ver un momento las elaboradas
molduras con frisos del techo antes de darse contra el duro
suelo de madera con un resonante golpe seco.
Eso s que haba dolido. Con un doloroso respingo, Julian alz la
vista a su asaltante.
-Por qu diablos has hecho eso? -La respuesta lleg en forma de
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consigui.
Por lo visto, esto iba a requerir ciertas habilidades de
navegacin.
-Mon Dieu! Me veo obligado a sacarte de aqu! -exclam Louis
cogiendo a Julian por el brazo, con bastante presin, enderezndole para que pudiera ponerse los pantalones-. Te advert
muy bien de los problemas que estabas causando, o no? LeBeau
es un hombre odioso. Te lo dije, te lo repet ms de una vez, pero
estabas dispuesto a escucharme? No! Y ahora te pregunto:
madame LeBeau, es en realidad tan atractiva como para
justificar todos los problemas que ests creando?
Julian se detuvo a considerar aquello, con una pierna dentro y
otra fuera del pantaln. Apenas poda recordar haber visto a
Gisele LeBeau. Haba llegado ella a devolverle el beso? Era
probable. El descaro de la mujer no tena lmites.
-Qu? Te crees que l va a pasar esto por alto? -continu Louis
indignado-. Algunos de los nombres ms importantes de Pars
asisten a esos bailes del boulevard St Michel. Cmo has podido
humillarle as? Coqueteando con su propia esposa!
De hecho, Gisele le haba arrinconado cuando l no miraba, y no
lo contrario. Y qu poda hacer si una linda mujer apretaba sus
pechos contra l? l era humano.
Ja! -agreg entonces, empujando su segunda pierna dentro del
pantaln con tal fuerza que se precipit con brusquedad contra
el pecho de Louis-. LeBeau es un... -tuvo que pensar en esto- un
enano... con orejas -aadi con firmeza mientras intentaba
abrocharse con torpeza los botones.
Tras estirarle del brazo con fuerza, Louis estuvo de pronto tan
cerca que Julian tuvo problemas para enfocar aquellas narices
que resoplaban.
-Haras bien en seguir mis consejos, mon ami. En Francia, una
aventura discreta es algo que cualquier hombre puede esperar y
tolerar, pero coquetear pblicamente con su esposa en el saln
ms concurrido de todo Pars es otra cosa diferente por
completo. Cuando lo que est en juego es el honor de un
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Milagrosamente, consigui despegar un ojo y se esforz por incorporarse hasta quedar sentado, sostenindose contra... Dios,
quin saba? Le dola todo. Le vino a la cabeza un vago
recuerdo de Lisette y Louis, pero la nica explicacin que su
doliente cerebro poda concebir era que le haban golpeado casi
hasta dejarle sin vida: aporreado, pateado y pisoteado.
Explor con cautela su nariz, su rostro e incluso sus ojos
esperando encontrarse hecho papilla. Era extrao, nada pareca
estar muy daado. Pero se estaba asfixiando y, por consiguiente,
el primer procedimiento a seguir sera sacarse el maldito lazo
del cuello. La cosa estaba tan apretada que era asombroso que
pudiera respirar lo ms mnimo.
Intent buscar la cuerda con sus manos, palpndolo todo, desde
sus orejas hasta sus hombros, pero no haba tal soga. No haba
nada inusual, slo un cuello y un pauelo... atado muy
apretadamente. Santo cielo, se estaba muriendo de asfixia con
su propio pauelo! Y no slo eso, mientras trataba de agarrar
aquella insoportable pieza de lino, advirti tambin que su
chaleco estaba abrochado de un modo extrao... levantado por
los sitios equivocados y abotonado de mariera peculiar.
Una vez que fue capaz de volver a respirar, Julian entrecerr los
ojos y escudri la oscuridad que le rodeaba hasta que
reconoci el interior de un carruaje. De pronto desvi la mirada
a una ventana con el rostro crispado de dolor. En el exterior
estaba negro como boca de lobo, no haba luz de lmparas de gas
ni ventanas de habitaciones con las cortinas corridas.
Maldicin! El carruaje atravesaba volando la noche, muy lejos
de Pars, sin duda de camino al Chteau la Claire, donde estara
ella esperando para atormentarle...
Un abrupto y sonoro resoplido atrajo la atencin de Julian.
Volvi la cabeza con lentitud y, con ojos empaados, escudri
en medio de la oscuridad una figura dormida enfrente de l.
Louis, ah, esta vez iba a matar a aquel sinvergenza!
Aferrndose a los cojines que tena a ambos lados de las piernas,
levant una pierna enfundada en una bota y la arroj contra el
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tono impasible.
Julian se oblig a abrir un ojo. Su cuado se estaba estudiando
distradamente una cutcula, con las piernas cmodamente
cruzadas... por su talante pareca bastante inflexible al respecto.
-En los diecisiete aos que hace que te conozco, nunca te haba
visto tan... desorientado. Sin rumbo, para entendernos. Sin
objetivo. Un barco sin...
-De acuerdo, de acuerdo! -gru Julian y tuvo que contenerse
para no comentar que en los diecisiete aos que conoca a Louis,
nunca se haba percatado de que fuera tan maternal como en las
ltimas dos semanas.
-Supongo que sufres un poco de hasto y quin puede culparte?
-continu Louis con aire risueo.
Julian parpade.
-Perdn?
-Has tenido que criar a tus hermanas desde que tenas diecisis
aos y ya han crecido y se han ido de casa. Tu finca y tus
negocios parecen marchar solos, y Dios sabe que los Libertinos
ya no constituyen la misma fuerza que en otros tiempos. Parece
que la nica actividad que te merece la pena es alguna
conferencia ocasional en la universidad, pero no puede decirse
que eso sea suficiente para llenar los das de alguien, n'estcepas?
Julian solt un gruido de impaciencia y quit importancia a
aquello con un ademn. Louis tena toda la razn del mundo al
decir que estaba aburrido, pero no confiaba en que el franchute
pudiera entender hasta qu punto. Porque no era tan slo
aburrimiento, era todo y nada, se trataba de una lucha por
revitalizar su propia piel, la sensacin cada vez ms incmoda
de haberse quedado atrapado para siempre en un traje que no le
quedaba bien. Por desgracia, nada poda acabar con aquel
estado. Ni la bebida -aunque Dios saba que haba intentado con
empeo ahogar aquella sensacin en alcohol-, ni los viajes, ni el
estudio, ni el juego, ni las fulanas. Nada.
Louis entrecerr los ojos y murmur algo en voz baja. Julian ceDigitalizado y corregido por Sopegoiti
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Julian levant un poco el brazo para escudriar mejor a Louis. De acuerdo, es posible que las haya mimado un poco... Mimado? -Louis entorn los ojos-. Eran incorregibles... -No
eran tan incorregibles...
-Y sus gritos! Nunca olvidar aquellos gritos. El bal de Londres... mon Dieu, me doli la cabeza durante das!
A Julian se le escap una risita involuntaria. Se acordaba como
si fuera ayer. La modista a la que tan bien haba pagado para
vestir adecuadamente a sus hermanas con los tejidos de mejor
calidad, haba hecho un trabajo esplndido. Cada vez que un
vestido sala del bal, las muchachas manifestaban a gritos su
aprobacin.
-Me alegro de que te hayas recuperado lo suficiente del pavor
que te produca pedirme la mano de Eugenie.
-Sobre mis dos rodillas -le record Louis, peleando por no poner
una mueca-. Me obligaste a arrastrarme. Entonces estabas bastante orgulloso de ti, mmm? Durante la comida del da de
nuestra boda te pavoneabas como un gallo de pelea... como si t
hubieras dado vida a esas cuatro muchachas!
No haba dado vida a Valerie. Se la haba quitado. De pronto un
peso se instal sobre el pecho de Julian, y con un
estremecimiento cerr otra vez los ojos.
-He hecho lo que he podido por ellas.
-Oui, eso resulta obvio. A Ann le has buscado una pareja estupenda: el vizconde Boxworth la adora, es cierto. Y Sophie ha
sacado gran partido a los estudios que ya ha acabado en
Ginebra. Pero ahora ya son mayores, y tu desasosiego responde
sin duda a tus intentos de llenar el espacio que en otro momento
ellas ocupaban.
-Eso es absurdo -replic Julian con brusquedad-. Ahora que ya
son mayores, disfruto del lujo de tener tiempo para dedicarme a
mis propios intereses. Doy conferencias en Cambridge y en Oxford...
-Perdname, ya s que tienes cierto prestigio como experto en
lenguas medievales, pero una conferencia ocasional sobre
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-Ha sido un anfitrin gentil en extremo, monsieur Renault. Espero con ansia corresponderle de igual manera algn da -se
burl. Louis se ri.
-No lo pongo en duda. Hasta entonces, au revoir!
-Con una abierta sonrisa, hizo una indicacin al chfer y cerr la
puerta de golpe, dejando all a Julian con una talega a sus pies,
un chaleco mal abotonado y la espesa sombra de una barba
marcando su rostro.
-Maldito franchute -musit con irritacin mientras el carruaje
desapareca por una esquina. Se ajust la ropa lo mejor que
pudo y se at en un santiamn el pauelo formando algo
parecido a un nudo; se sacudi el polvo de las perneras y se pas
ambas manos por el pelo en un intento de peinarlo. Se
imaginaba que su aspecto era ms bien horrendo, pero no le
importaba demasiado. No poda hacer nada al respecto, de
modo que recogi la bolsa y camin como pudo hasta el Htel la
Diligence.
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Captulo 2
Mientras avanzaban con dificultad por una carretera francesa
llena de baches y en un carruaje que haba conocido das
mejores, Claudia Whitney mir frunciendo el ceo al hombre
que iba sentado a su lado.
-Intent advertirle, Herbert, sabe que lo hice. Le dije que no me
haca ninguna falta un chfer, recuerdo con claridad haber
dicho que no, y aun as ech a correr detrs de m.
Herbert la mir con tal detenimiento que Claudia casi pudo ver
las ruedas oxidadas girando dentro del dbil cerebro del lacayo.
-z Qu'est-ce que ca veut dire?
-Oh, Seor... -gimote Claudia sacudiendo con impaciencia las
riendas contra la grupa de la desventurada yegua, instndola a
ir a un trote ms rpido que aquel paseo. Este viaje se estaba
transformando por momentos en el ms largo de su vida. Por
desgracia saba muy poco francs; de acuerdo, nunca haba sido
especialmente estudiosa, y en estos momentos pagara una
fortuna por haber aprendido. Cuando arroll por accidente a
aquel lacayo y le lesion el pie, se vio obligada a trarselo con
ella; desde luego no poda dejarlo cojeando en la carretera. Y l
haba fingido saber ingls por amabilidad. Para llenar el espacio
y el tiempo, Claudia se haba dedicado a hablar de cualquier
cosa hasta que, durante ms o menos las ltimas quince millas,
Herbert haba empezado a gesticular de forma atropellada,
sealando sin parar su tobillo, el caballo y las riendas.
Claudia lanz una rpida mirada al tobillo hinchado. Para
empezar, aquel maldito lacayo no tena que haber intentado
detenerla!
-Si no fui lo bastante clara al decir que no quera un chfer y que
por favor no me siguiera, lo fui sin duda cuando le ped que se
apartara -le record-. Hablando con sinceridad, qu clase de
hombre se planta en medio de la carretera cuando un carruaje
se dirige directo hacia l?
-Madame, parlez un peu plus lentement, s'il vous plait!
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Captulo 3
Claudia poda beberse un tonel entero de vino si quera, a l le
traa sin cuidado... cualquier cosa con tal de que se quedara
justo donde estaba. El mesonero sonri radiante de placer
cuando Julian le pidi la mejor botella de vino, y se apresur a
sugerir una racin de queso y pan para acompaarla. Julian
asinti distrado a aquello ya que su atencin estaba centrada
con embeleso en la mujer que tena a su lado. Entretanto ella
lanzaba miradas a otros clientes de la taberna, tamborileaba sus
largos y ahusados dedos sobre la mesa rayada, luego toqueteaba
la cruz de oro que rodeaba su cuello...
Otra vez Phillip. La sensacin confusa y demencial de que estaba
mirando.
Estaba tambin ella pensando en l? Recordando lo que
podra haber sucedido? Slo haban pasado dieciocho meses...
tal vez an le lloraba.
Qu increble! La grave desgracia de Julian era y haba sido
quererla, sin tener ningn derecho. Ms de lo que el sentido
comn poda justificar, ni siquiera ahora. No obstante la
deseaba completamente, pese a su abatimiento, y aunque saba
que ella nunca podra haber sido suya si Phillip viviera, no poda
soportar verla cometer el horroroso e irrevocable error de
encadenarse a su amigo, ya que, pese a toda la sofisticacin de
Claudia, era una inocente. No haba manera de que supiera que,
al aceptar la peticin de Phillip, se habra unido a un borracho
que se enfrentaba a una deuda pasmosa y a la ruina.
De modo que Julian se haba visto obligado a ir a verla y
explicarle que Phillip no era el tipo de hombre para ella. Lo
haba hecho por su bien... estaba seguro de que lo haba hecho
por su bien. No obstante, no se poda decir que Claudia le
hubiera agradecido sus consejos. De hecho, haba estado
peligrosamente a un tris de pegarle, y Julian no tena ganas de
resucitar aquel recuerdo.
Esper a que trajeran el vino y, mientras le llenaba la copa, coDigitalizado y corregido por Sopegoiti
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-Tuve ocasin de visitar el jardn de Luxemburgo mientras estaba en Pars y por casualidad pude ver una de las mejores
exposiciones de rosas que he contemplado en mi vida.
De inmediato, Claudia le lanz una mirada recelosa. -Rosas?
-Me vino a la cabeza un jardn que en otros tiempos daba las mejores rosas de Inglaterra. Tal vez no tan esplndidas, pero aun
as bastante agradables a la vista y bien consideradas por los
residentes de aquel distrito en concreto. -Sonri y le tendi la
copa de vino.
Ella entorn los ojos.
-Y?
Con parsimonia, Julian sirvi una copa para l.
-Y me record su desgraciada desaparicin. -Alz su vino y toc
el borde de la copa de Claudia-. Todo por la creacin de un castillo imaginario. Eras incorregible, Claudia.
El recuerdo danz en los ojos de ella.
-Te ruego me perdones, pero te equivocas -dijo con educacin-.
No fue por la creacin de un castillo imaginario sino por el patio
interior imaginario del castillo, donde los caballeros
imaginarios dejaban sus corceles. Y, a propsito, no era
incorregible, era creativa. T, por otro lado, eras de lo ms
inflexible.
-Inflexible? Yo? -Solt una risita, alz la copa y dio un sorbo
con parsimonia-. No confundas la disciplina con la austeridad.
Te lo aseguro, inculcar un poco de disciplina en cinco nias no
era una tarea fcil. Estoy convencido de que recuerdas el
incidente del arco iris. Sin duda me tomaste por demasiado
rgido, pero debera haber aplicado la vara a vuestros cinco
traseros, o como poco al tuyo, por escaparos de ese modo.
Claudia casi expulsa el vino de la boca.
-Crees que yo fui responsable? Ya te inform de que haba sido
idea de Genie encontrar el final del arco iris. Yo nada ms
alegu que era mi deber protegerla de tu ira, como a menudo me
vea obligada a hacer.
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parte interior de su rodilla -el contacto prohibido de un hombreprovocaron una corriente de deseo en toda ella que culmin en
un calor hmedo y puro entre sus piernas. Aquel ardor azotaba
sin control su pecho y, con dificultad para respirar, jade contra
la boca de l. Julian retir los labios y enterr la cara en su
clavcula.
-Djame ensearte el placer, Claudia -murmur-. Djame ensearte un placer con el que nunca has soado.
La pasin en su voz le provoc un estremecimiento. Pero
aunque su cuerpo anhelaba con ansia algo ms -lo suplicaba-, su
conciencia chillo un a debil protesta. Era Julian Dane, un
hombre que en otro tiempo habia pisoteado su pobre corazn y
luego haba matado a su pretendiente por mucho que ahora ella
no quisiera pensar en eso. Julian tena razn tal vez fuera
inocente, pero no era ingenua.
_Su habilidad para la seduccin sobrepasaba con creces la de
cualquier hombre que hubiera conocido y le daba miedo darse
cuenta de rpida y fcilmente que ella se haba rendido. Pero l
segua siendo un granuja consumado en el arte de seducir a las
mujeres, y las sensuales palabras susurradas a su odo eran
firmes evidencias.
-Bjame -murmur Claudia.
Tras un momento de vacilacin, la levant de la baranda y la
sujet contra l mientras deslizaba su cuerpo entre sus brazos
hasta quedarse de pie en el suelo. No la solt de inmediato, sino
que la bes en la frente. Su mejilla sinti el roce de la barba
crecida.
-Dnde est tu camarote?
Claudia le empuj el pecho, lo cual le sorprendi.
-No ser una de tus conquistas. No me voy a dejar dominar por
tus encantos! Guarda tus besos para alguien que los quiera,
Julian.
Y con eso, se libr de l y se alej andando, castigndose en
silencio por ser tan dbil y casi haberse rendido a sus encantos.
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Captulo 4
Berkely Street, Londres
Marshall Whitney, conde de Redbourne, acababa de regresar de
St. James Palace y estaba rodeado de su corte particular en el
estudio sur de su impresionante residencia en la capital, situada
en Berkeley Street. Los hombres del comit asesor del monarca
se reunan aqu cada tarde, a las seis en punto, y Randall, el
mayordomo del conde, serva copas de brandy entre los
presentes.
All es donde Claudia encontr a su padre al llegar de Newhaven,
donde el Maiden's Heart haba anclado por la maana bajo un
aguacero constante. Tanto su padre como sus invitados se
pusieron de pie nada ms verla.
-No te esperaba hoy, angelito -dijo mientras ella obviaba su
mano extendida y le abrazaba-. Tena entendido que ibas a
quedarte en casa de madame Renault otra quincena ms.
-La ta de Renault tiene problemas de salud y me daba la impresin de estar molestando -explic y apoy la mejilla en el
hombro de su padre.
-Ah, qu lstima. Tienes que contarme todo sobre tu pequea
aventura en Francia durante la cena. -Dio un paso atrs para
soltarse de su abrazo y sonri-. Conoces a mis invitados?
Claudia hizo una amable reverencia.
-Buenas tardes, Excelencia -dijo al duque de Dartmoor.
-Lady Claudia -balbuce l con una rpida inclinacin de cabeza.
-Milord Hatcliffe, me alegra ver que su tobillo est muy recuperado.
El ms bajo de los dos hombres, lord Hatcliffe, sonri con aire
avergonzado y mene el tobillo.
-Muy recuperado, milady, cierto. Fue un mal gesto.
-Querida ma, ahora querrs descansar -intervino su padre,
Cogindola por el codo la acompa hacia la puerta y llam con
sua, vidad. De inmediato, un lacayo la abri de par en par y se
mostr dis, puesto a atenderles-. Descansa un rato y te veo a la
hora de la cena -dijo mientras le soltaba el codo y se volva hacia
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Al diablo con l.
Oh, de acuerdo. Haba visto un Julian diferente cuando muri
Valerie. El Julian que velaba el atad de Valerie en el estudio
con cortinas negras mientras los amigos y familiares acudan a
presentar sus respetos. No comi ni bebi en dos das. Cuando
Louis Renault intent convencerle de que descansara un poco,
al menos para recuperar las fuerzas, l les respondi
beligerante, lleno de dolor, suplicando a todos que le dejaran en
paz.
Cuando el carruaje de la mansin Redbourne se alej de
Kettering Hall dos das despus con Claudia en su interior, le vio
en el cementerio de la capilla de rodillas junto a un montculo
reciente de tierra, y su corazn se rompi en pedazos. No dej
de sollozar durante todo el recorrido de regreso a Londres por
un hombre que sufra ms all de lo que ella poda entender.
Pero no haba vuelto a ver a ese Julian.
Lo peor era que desde la distancia con que el tiempo permita
mirar las cosas, poda darse cuenta de que Phillip en realidad no
era muy diferente de Julian. Al final, ella no era para l ms de
lo que las mujeres eran para los hombres en general: meros
objetos de placer, insignificantes en lo fundamental para el
mundo.
Una vez pasado el golpe de la muerte de Phillip, haba empezado
a mirar a su alrededor y a percatarse de veras la desigualdad
entre gneros. Con independencia de su posicin las mujeres
eran meras pertenencias en la sociedad inglesa:casi por sistema
, no recibian educacion , vivian bajo la tirana de un hombre y
eran sometidas por completo a sus caprichos, Por lo tanto si
algo habia aprendido era que deseaba mas en la vida que ser la
mera anfitriona , la esposa o la amante de alguien. No
obstante,Como romper las cadenas de las restricciones de la
sociedad o las costumbres convencionales que nunca antes
habia cuestionado?
Habia reflexionado sobre aquello durante un tiempo
sintiendose inepta para tal tarea, carente de la imaginacin
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trabajaban.
Y en eso era en lo que concentrara su atencin de inmediato. Se
olvidara de aquel Seductor, olvidara el beso y olvidara todo lo
de Francia tambin.
De modo que, despus de un bao caliente, cuando descendi a
los pisos inferiores para la cena aquella noche, se senta mucho
mejor, con energas renovadas y la atencin centrada en la tarea
tan importante que tena ante ella. En la puerta del comedor se
le acerc un lacayo que llevaba un gran ramo de narcisos, lirios
y rosas: una combinacin inusual pero agradable de las mejores
flores de invernadero.
-Qu preciosas, Jason. Las ha hecho enviar pap? -pregunt
con una sonrisa radiante mientras el lacayo colocaba el
gigantesco ramo en una pequea consola.
-No, milady -dijo l y le tendi una carta. Abri el sobre, ech un
vistazo a la firma y sinti de inmediato una oleada de
nerviosismo en su estmago.
Recuerdo con una sonrisa de placer nuestro encuentro en
Dieppe, pero an rememoro con mayor estima el cruce del Canal. Por favor, acepta esta pequea prueba de mi agradecimiento por tu encantadora compaa durante lo que bien poda
haber sido una espera intolerable,
Tuyo, Kettering
A fin de cuentas, el Seductor haba encontrado el camino a casa.
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Captulo 5
Kettering House , St James Square
Walter Tinley, mayordomo de la residencia Kettering durante
ms de cuarenta aos, abri la puerta de la mansin que daba a
St. James Square y de inmediato arrug su nariz marcada por
los lunares propios de la edad.
-Le ruego me perdone, milord, pero da la impresin de que un
olor bastante acre le ha acompaado a casa.
Julian fulmin con la mirada al anciano mayordomo; cuanto
mayor se haca Tinley, ms irreverente se volva. Cada ao por
Navidad,Julian le ofreca una pensin generosa y una preciosa
casita en Kettering Hall en Northamptonshire. Y cada ao, el
viejo burro declinaba
la oferta, decidido a servir hasta el da de su muerte.
-Vas a dejarme entrar? -gru.
Tinley se apart, soltando una sonora exhalacin cuando pas.
Irritable y agotado, el ruido de unos pies corriendo asalt los
nervios crispados de Julian mientras entraba en la casa. Con un
chillido,su hermana pequea, Sophie, baj volando la escalera
de mrmol y entr en el vestbulo.
-Ya ests en casa! -grit mientras se echaba a sus brazos. l la
cogi por la cintura y encontr el equilibrio justo antes de que
ambos acabaran en el suelo.
-Te he echado tanto de menos, Julian! La ta Violet dijo que pasaras otra quincena o ms fuera... oh, vaya -dijo de pronto y se
apart con cautela arrugando la nariz-. Oh, cielos -repiti y
retrocedi varios pasos.
Con un suspiro de impaciencia, Julian arroj los guantes al
lacayo que se mantena a la espera.
-Ha sido un viaje bastante duro refunfuTinley me gustara
tomar un bao. Que preparen uno hazme favor.
-Enseguida, cmo no -replic el hombre y se apresur todo lo
que le permitieron sus vieas piernas Julian miro con el ceo
funcido la espalda del mayordomo mientras se retiraba. Por
suerte, Rosie propietaria del invernadero de Park Lane no se
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simplemente no es cierto!
-Y tanto que s! -insisti con obstinacin el viejo necio-.
Querida ma, incluso t te quedaste por completo atnita con su
sugerencia de que las mujeres deberan ocupar escaos en el
Parlamento! -le record. De pronto un recuerdo invadi la
mente de Julian:
Valerie sentada en el extremo de una silla con los pies
colgndoles bre la alfombra. Claudia dice que en el Parlamento
deberan sentar slo mujeres, porque los hombres discuten
demasiado.
-Por qu las mujeres no iban a ocupar escaos? -pregunt.
Claudia con una sonrisa encantadora a los dos petimetres-. Por
qu; los hombres tienen que pensar que son los nicos que
saben qu es lo, mejor para todos?
-Porque as es -respondi Dillbey en un tono sorprendente
mente cortante-. Las mujeres desconocen temas como los
asuntos de estado, lady Claudia, y los hombres no quieren que
sus esposas e hi jas se vean abrumadas indebidamente por las
decisiones difciles que deben tomarse para resolver los asuntos
de la nacin. Adems, no es que sean el tipo de cosas que se
puedan hacer basndose slo en las emociones.
Al hombre no le caa bien Claudia, Julian se percat de ello y
sinti una punzada de rabia.
-Le ruego me disculpe, milord, no es que quiera provocarle,
pero tengo que discrepar, con todos mis respetos -dijo Claudia
con suma cautela-. Las mujeres no somos tan simples como para
no poder aprender, ni tan frgiles como para no poder tomar
decisiones difciles.
Aquello hizo que el rostro de Dillbey se pusiera como la grana.
Al percibir la inminente explosin, Julian se apresur a
intervenir.
-Tiene usted toda la razn, lady Claudia. De hecho, espero poder
convencerla para que me ayude a tomar una decisin difcil esta
misma noche. -Aquello consigui atraer la atencin de todo el
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Captulo 6
Dos das despus, Claudia se haba recuperado por completo de
la aparicin inusitada de Kettering en casa de Ann y haba
atribuido sus atenciones a su vocacin de Seductor. Con la
seguridad de que aquel tonto encaprichamiento se le pasara
pronto, si no haba sucedido ya, acudi a los oficios religiosos
con su padre.
Mientras permaneca a la espera en el atrio -su padre estaba hablando con el prroco, aguardando el momento apropiado para
hacer la entrada adecuada a su rango social-, se puso a admirar
en silencio un gran ramo de rosas. Mientras tocaba con el dedo
un capullo rojo, dio la puetera casualidad de que se le parti en
la mano. Consternada, mir a su alrededor de forma encubierta
con la esperanza de que su padre no lo hubiera visto, ya que era
ese tipo de cosas que le provocaban un ataque de nervios. Por
descontado, no haba ningn sitio para deshacerse de la
evidencia, de modo que lo meti apresuradamente en su
cartera.
-Chist, chist. -Claudia se qued petrificada en cuanto reconoci
la socarronera de aquella voz. Lentamente se volvi y lanz una
mirada feroz al Seductor. Pero, maldicin, vestido con una
levita azul de tejido extrafino y con aquella sonrisa malvola,
estaba especialmente guapo aquella maana. Al instante, el
pulso de Claudia adquiri un ritmo acelerado.
Julian, mirando su pequea cartera bordada con cuentas,
sacudi la cabeza con aire triste.
-Me pregunto para qu se molesta en venir a la iglesia.
Era la ltima persona del mundo que poda decirle eso!
-Le ruego me perdone pero...
-Cielito, ya estoy listo -dijo su padre a su lado-. Buenos d
Kettering. Me alegra mucho que se una a nosotros al menos de
vez en cuando.
El muy libertino le sonri con generosidad.
-Lord Redbourne, es un placer para m asistir de tanto en tanto
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trabajar an a su edad.
Doreen haba venido a Londres desde Irlanda haca tantos aos
que ya no saba cuntos, antes de la emancipacin catlica y
antes de que su padre descubriera que llevaba un hijo de Billy
Conner. Ella y Billy haban viajado. hasta tenan problemas
para trabajar la tierra como sus padres,para poner un plato de
comida cada da encima de la mesa. Se casaron en una pequea
iglesia cerca del mercado de pescado de Billingsgate y con las
monedas que
haban reunido -a las que sumaron las pocas que les dio el
amable prroco- alquilaron una habitacin encima del local de
un zapatero en St. Giles.
Billy sala cada maana en busca de trabajo y regresaba cada
da, a veces bebido, y otras totalmente deprimido. Doreen
arreglaba su pequea habitacin, lavaba la ropa y la llevaba a la
fuente comunitaria para aclararla, traa su porcin diaria de
pan e intentaba preparar algo de comer. A veces, cuando el
panadero se senta generoso, le daba una patata para hacer
sopa. Para cuando naci el pequeo Neddie, Doreen ya haba
llegado a la conclusin de que Billy nunca encontrara trabajo.
Se haba juntado con unos paisanos irlandeses resentidos, pero
a Billy le pona como loco que ella dijera aquello y, cuando
llevaba encima una o dos copas de su whisky irlands favorito, le
pegaba slo por pensarlo.
Hicieran lo que hicieran aquellos intiles durante el da, no era
suficiente para alimentarles, por n.o hablar del mantenimiento
de Neddie. De modo que Doreen empez a coger trabajo a
destajo de las fbricas textiles. Apenas pagaban lo suficiente
para alimentarles, de modo que cuando abrieron una nueva
fbrica, se fue a pedir trabajo all como tejedora. Traa a casa
unos pocos chelines cada semana y esconda lo que Billy no se
beba, pero al final pareca que slo trabajaba desde el amanecer
a la noche para que Billy pudiera tomarse su whisky irlands.
Una noche, Billy no regres a casa. Doreen se puso histrica
cuando uno de sus compadres le dijo que la haba palmado a
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la llev.
Por supuesto, saba que no era un ngel de verdad. Era una de
esas damas caritativas, con bonitos ojos grisceos, oscuro pelo
caoba y un vestido confeccionado con un tejido tan bueno que
ella nunca haba visto nada igual. Apoy su mano en la suya.
Ninguna de las damas benefactoras la haba tocado cuando
venan a inspeccionar el lugar. Pero aquel ngel s que lo hizo, la
ayud a levantarse, y sali de la fbrica por ltima vez.
El ngel la llev a una pequea y ordenada casa de la ciudad, en
Upper Moreland Street, muy lejos de las fbricas. Eso sucedi
un ao antes, y desde entonces Doreen permaneca en la
pequea casa unifamiliar, ya que la seorita Claudia le haba
pedido que se encargara del cuidado del lugar. En el transcurso
de aquel ao, varias mujeres ms haban venido y se haban ido,
todas ellas con muy mala suerte, algunas magulladas, otras
necesitadas tan slo de un lugar donde tener a sus hijos a salvo
durante un tiempo hasta que pudieran idear cmo alimentarles.
El lugar era en buena parte secreto ya que la seorita Claudia
deca que en ocasiones una mujer necesitaba encontrar su
rumbo sin que interfiriera su hombre o el magistrado o el
supervisor. Esa era la regla que tena para la casa: cualquier
mujer que se quedara tena que prometer que no contara nada
sobre ese lugar a nadie, a no ser que se tratara de una mujer
necesitada.
Doreen mantena la casita limpia, se. aseguraba de que todo el
mundo tuviera comida suficiente y una cama limpia donde
dormir, y a cambio de aquello la seorita Claudia le daba una
paga mensual. Pero era demasiado generosa segn la manera de
pensar de Doreen, de modo que pasaba las veladas haciendo
trabajo a destajo, con la esperanza de que algn da pudiera
pagar a la seorita Claudia por toda su amabilidad. Dudaba que
hubiera dinero suficiente en todo Londres para hacerlo, pero de
todos modos ella trabajaba.
Y estaba trabajando aquella tarde en la que vio que el carruaje
de la seorita Claudia se detena junto al bordillo :hizo un
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Captulo 7
Este juego persecutorio se haba vuelto algo serio.
Un Julian con lentes se subi a un carruaje blasonado con el
escudo de armas de Kettering y se acomod contra los
suntuosos cojines de terciopelo. Ataviado con un chaqu azul
medianoche y chaleco y pantalones color gris perla, se sinti un
poco como un dandi a media tarde; pero, por otro lado, en raras
ocasiones asista a este tipo de meriendas, a quin se le ocurra!
La invitacin a este acto para recaudar fondos en realidad haba
sido cursada a Ann, pero haba decidido con toda frescura
hacerla extensiva a l tambin. En estos momentos se
preguntaba por qu, concretamente, estaba haciendo eso.
Era sencillo, o no? Por el momento, la cautivadora Claudia
Whitney le daba algo en que pensar en vez de la deprimida
Sophie. Por desgracia, en cuanto a su bobita hermana, Julian se
haba enterado por ta Violet que durante su ausencia Stanwood
haba hecho no una sino tres visitas, la ltima de ms de una
hora de duracin. Aquella noticia haba provocado una nueva
ria con Sophie que haba acabado con su negativa de bajar a
cenar o cruzar con l una sola palabra.
De acuerdo, era eso, pero lo cierto es que aquel juego le tena del
todo intrigado.
Y cmo no iba a estarlo? Claudia era un enigma tan desconcertante! Le devolva los obsequios con breves notas tan mordaces
que le provocaban risas durante varios das. Una tarde que la
encontr saliendo de casa de Ann, ella fingi no verle y tuvo que
hacer talmente una pirueta de acrbata circense para subir al
carruaje de la mansin Redbourne, mientras l permaneca
justo delante de ella dndole los buenos das. Y se haba
sonrojado con un rubor encantador cuando l le bes la mueca
en Regent Street antes de replicarle con brusquedad Estaba
claro que aquella mujer se negaba a sucumbir a sus encantos.
Y eso era algo inaudito en esta ciudad.
QJulian cambi de postura entre los cojines, sintiendo cierta
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nuestros nios.
-Habla como si fueran sus nios, milord -se burl Dillbey y dio
un sorbo a la taza con delicadeza.
-Sin duda admitirn que la ocupacin de uno debe ser una cuestin de eleccin personal -se apresur a aadir Claudia-. Pero
para muchas jvenes las fbricas son la nica opcin viable.
Tienen, en mejor de los casos, pocas opciones, pero sin
formacin ni educacin an son menos.
-Yo no estoy de acuerdo -dijo Dillbey tajante, llevando su ate
cin otra vez a Claudia y dejando el t sobre la mesa delante de
l Las jvenes no necesitan tener opciones. Su funcin est
predestina y es la de ser madres. Si hay que reunir dinero para
construir escuel sin duda tales escuelas deben construirse para
nuestros muchach Hay igual nmero de chicos en las fbricas y
un da tendrn que m tener una familia.
Claudia se agarr las manos con fuerza sobre su regazo en un e
fuerzo por controlar su creciente indignacin.
-Eso tambin es cierto, pero muchas de las muchachas, algn
da tambin...
-se es precisamente el problema -interrumpi Dillbey-. No es la
falta de educacin la que mantiene a esas muchachas en la
fbrie toda su vida. Es la falta de moral. Las chicas decentes se
casarn alg da y dejarn las fbricas para criar a sus hijos
legtimos.
Era lo que le faltaba a Claudia para arremeter contra el ignorant
cretino.
-Le ruego me perdone -dijo con suavidad-, pero eso parec una
condena bastante dura.
El hombre se encogi de hombros con indiferencia.
-Es la constatacin de un hecho, nada ms.
-Puede ser que tenga razones en contra de que las nias
aprendan a leer?
-No, por supuesto que no!
-Entonces evidentemente debemos tener escuelas para ensearles.
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No poda explicarlo. Pero se preguntaba si, tal vez, slo tal vez,
ella estara equivocada con l. Sera posible que hubiera
cambiado? Ella s haba cambiado. De pronto aquella idea la
consumi. No dej de darle vueltas durante el resto de la
reunin, mientras le dedicaba miradas furtivas a travs de la
gente, sintiendo un rayo que sacuda su columna vertebral cada
vez que l la pillaba mirando. Continu preguntndose aquello
durante el do de la seorita Reed y lord Cheevers al pianoforte.
Segua dndole vueltas cuando Randall le inform en voz baja
que lord Christian se encontraba en el recibidor.
Claudia sali disimuladamente del saln en medio del solo de
lady Cheevers, agradeciendo en silencio al Seor que estaba en
los cielos por indultarla de aquel espantoso alarido.
-Qu mala suerte que no haya podido venir un poco antes -salud a Arthur sonrindole con afecto mientras le tenda las
manos-. Hemos tenido una reunin entretenida de verdad.
l se ri mientras se llevaba la mano a sus labios.
-Ah, para mi desgracia! Lstima, tena un compromiso ineludible. Le ruego que me perdone, pero acced a recoger a Kettering
despus de que l satisfaciera su nueva faceta benefactora. No
tuve tiempo ni para preguntar qu la haba suscitado. Justo lo
que ella pensaba.
-Milord Christian, tan puntual como siempre. -Julian entr
dando despacio en el recibidor con esa perezosa sonrisa suya.
-Naturalmente. No queremos hacer esperar a nadie, verda pregunt Arthur y gui un ojo a Claudia con picarda-. No
quiero alarmarla con los detalles srdidos, pero parece que
tenemos que atender unos asuntos pendientes.
La imagen de Phillip de repente centelle en su imaginaci
Cuntas veces le haba visto marcharse de un acto de este tipo,
pa que mucho ms tarde le vieran en alguna juerga, bastante
bebido, con la cartera vaca? Tengo unos asuntos que atender,
querida Vendr a visitarte dentro de un da o dos, si quieres. Un
da o dos que a menudo se convertan en una semana o ms. De
pronto un escalo fro recorri la espalda de Claudia.
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Julian, rindose entre dientes, acept el sombrero del lacayo. No lo negar... me temo que no hagamos nada bueno esta noche
O, s, sin duda poda creerlo. De pronto se sinti un poco
mareada, como si hubiera comido algo que no le hubiera
sentado bien. -Bien, entonces -dijo con fra formalidad,
negndose a encontrar su mirada-. Le agradezco muchsimo su
donativo, milord. -Ha sido un placer, seora.
-S, imagino que as ha sido -dijo Arthur arrastrando las palabras, a lo cual Julian se limit a responder con una risita-. Si me
permite,milady, le librar de este sinvergenza.
Claro que se lo permita, y tanto que s. Que Christian se llevara
al Seductor lejos de su vista.
-S, por favor -dijo de manera cortante y se alej, sintindose
como una tonta de tomo y lomo.
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Captulo 8
Los asuntos pendientes a los que Arthur se haba referido en
tono ocoso eran una cena en el club White's con Adrian Spence.
Adrian, ahora padre de una niita, algo que llevaba con
increble orgullo, se encontraba en Londres tan slo durante
aquel da y tena previsto regresar a su finca de Longbridge a la
maana siguiente.
Mientras daban cuenta a un asado de venado, los tres Libertinos
se pusieron al da de antiguas noticias y comentaron los ltimos
cuchicheos que corran por los ambientes ms selectos. Ya con
el oporto, discutieron sobre cul era el crimen exacto que haba
cometido lord Turlington para justificar que Julian le metiera la
cabeza en el orinal hace veinte aos, y tuvieron que admitir que
ninguno de ellos lo recordaba. Avanzada la madrugada, Adrian
sugiri que era hora de regresar a casa, ya que planeaba partir
temprano a la maana siguiente. Pero Julian fue el primero en
levantarse y retirarse.
Mientras le observaban salir tranquilamente de la sala, Adrian
mir a Arthur.
-Bien, quin es ella? -pregunt sin rodeos.
Arthur dio un resoplido.
-No te lo vas a creer si te lo cuento.
Eso se gan toda la atencin de Adrian.
-Ah, no? Venga, hombre, sultalo. Qu debutante ha conquistado finalmente al apuesto y joven conde?
Arthur volvi la mirada haciaAdrian y sonri con gesto taimado.
-Claudia Whitney.
Durante un momento de silencio de asombro los dos hombres se
contemplaron el uno a el otro; luego estallaron al unsono en
dentes carcajadas.
-Se lo tiene bien merecido el muy pilln.
Montado en un carruaje de alquiler que ola a rayos, Julian no
se No poda dejar de pensar en esa pcara imposible, descarada
has inconcebible. En un momento estaba rindose con l... o de
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corazn de Julian.
-Lo quiere porque ha perdido su patrimonio en garitos de juego
-continu con obstinacin l-. Su reputacin es censurable...
-Me advirti que diras eso!
Julian se pregunt si Stanwood le haba contado todo lo que l
podra decir de aquel hijo de perra. Porque haba mucho ms,
pero no tena intencin de ofenderla con los peores detalles de
su reputacin, que inclua cierta propensin a infligir dolor en
sus parejas de cama.
-Por favor, intenta escucharme, cielo. Existen rumores sobre la
crueldad de sir William... no te tratar con la estima que te
mereces, entiendes? No es el tipo de hombre que venera a su
esposa...
-Todava no me ha propuesto en matrimonio, Julian, y me
atrevo a decir que nunca lo har, conociendo tus prejuicios
contra l como los conoce -dijo alzando la barbilla con gesto
desafiante.
A Julian le estaba costando contener su mal genio.
-Tienes otros pretendientes. Ta Violet dice que el joven Henry
Dillon ha venido a visitarte...
-Es un nio! -chill-. Todos ellos! Sir William ya me lo advirtio.
ido que me casaras con el pretendiente con la cartera ms
llena, pese a mis sentimientos sobre el tema!
El muy hijo de perra le estaba inspirando lstima para predisponerla en contra de l. Se esforz por mantener la compostura.
-Te est manipulando, Sophie -respondi sin que su voz se alterara-. Te prohibo verle, y no pienso debatir ms este tema.
A ella le temblaba la mano sobre el regazo, tambin intentaba
con denuedo mantener la compostura.
-Nunca debatimos nada, Julian. Tu dispones y ordenas, y se su
pone que yo tengo que obedecer.
Julian hizo caso omiso a aquel comentario.
-Ten en cuenta lo que te he dicho, Sophie: Ser la ltima vez qu
te lo repita.
Ella se levant con torpeza y atraves a su hermano con una
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mirada sombra.
-Como quieras -dijo con amargura y sali tambalendose de la
biblioteca, dejando a Julian con la extraa sensacin de que las
cosas no iran como l deseaba.
Como Sophie no baj a cenar, l envi una bandeja a su habita
cin. Cuando Tinley regres y le inform de que lady Sophie
haba rechazado la bandeja, Julian arroj a un lado la servilleta
de lino y se apart de la mesa, dejando tambin el plato lleno de
comida.
Conoca la desdicha de su hermana. Dios... cunto deseaba qu
todo fuera diferente para ella. Cunto deseaba que Stanwood
fuera una persona honrada. Por desgracia para ambos, no poda
cambia nada, y an menos el carcter corrompido de ese
hombre. Por lo tanto, no poda cambiar su opinin sobre el
tema.
Haba jurado a su padre moribundo que cuidara de sus
hermanas. Haba fallado de un modo miserable con Valerie.
Pero no fallara con Sophie.
Dios, tena que salir de esta casa. Lo que en otro tiempo era una
mansin espaciosa ahora estaba empezando a parecerle un
armario donde l y Sophie se vean obligados a coexistir.
Harrison Green haba organizado otra de sus juergas subidas de
tono con ocasin de la vspera de Difuntos, o eso le haba
contado Arthur la noche anterior. Harrison, sobrino de un
influyente conde, tena ms dinero que cerebro y su nico
objetivo en la vida era ofrecer diversin a toda la ciudad. Una
fiesta en su casa tena garantizada la asistencia multitudinaria
de la elite de Londres, sin las restricciones del decoro o los
convencionalismos... exactamente el tipo de disparatada
diversin sin sentido que Julian necesitaba en aquel momento.
Julian no se llev ninguna decepcin. Al llegar a casa de Green,
tuvo problemas para hacerse un hueco junto a un lacayo
agobiado, con la peluca torcida, para conseguir entrar. Una vez
dentro del vestbulo, se le aproxim de inmediato lady Phillipot,
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Claudia? -dijo l arrastrando las palabras-. Cunto champ~$lla bobo a rerse y dedic una sonrisa radiante al sol y a la
luna
pinta Harrison su n eun champn tan bueno, verdad que s?
S, y por lo visto tiene bastante. Claudia volvi a l su sonrisa
Un hormigueo en su columna, que descendi hasta aterrizar con
firmeza
en su entrepierna.
-S, bastante -admiti moviendo la cabeza categricamente.
Adems era una sonrisa contagiosa que estir sus propios labios
cuando Julian se acerc a ella.
-Ests un poco achispada, querida, me temo que slo puedo hacer una cosa por ti.
De inmediato, Claudia dio un paso atrs, y rindose, l la tom
del codo.
-No te inquietes, no tengo intencin de acosarte. -Por mucho que
pueda apetecerme hacerlo-. Tengo en mente un baile o dos...
hasta que te recuperes y vuelvas a ser el mismo diablillo de
siempre.
Claudia se ri mientras l tiraba lentamente de ella.
-T me enseaste a bailar el vals, recuerdas?
-Lo recuerdo.
La sonrisa de ella se desvaneci. Le mir con detenimiento,
como si viera algo en la distancia.
-Tambin entonces era un diablillo. Y t... oh, t eras terriblemente apuesto.
Si Claudia no hubiera estado tan borracha, Julian tal vez
hubiera entendido algn otro mensaje en aquel susurro gutural.
Pero se limit a rerse entre dientes.
-En comparacin con ahora?
Ella mostr otra sonrisa terriblemente seductora. Con la punta
del dedo le toc el nudo del pauelo en su cuello.
-Ahora, creo que ests de un guapo irresistible. -Aquellas palabras desterraron cualquier instinto caballeroso de su cabeza.
Pero incluso antes de que pudiera reaccionar, ella aadi
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Captulo 9
Claudia quera bailar bajo la luna y las estrellas, aunque en este
caso fueran versiones un poco burdas, igual que haban hecho
aos atrs en Kettering Hall. A Julian no le pareci una idea
demasiado buena y dijo entre dientes algo sobre estrellas,
demonios y problemas. Pero cuando los sones del cuarteto de
cuerda llegaron por el aire hasta la terraza, l hizo una
inclinacin galante y sonri cuando ella le respondi con una
torpe reverencia. Claudia desliz una mano en la de l y Julian le
coloc la otra en el hombro.
-Minm... parece que voy a tener que contar los pasos por ti.
Ella solt un resoplido.
-Baila, quieres?
Con una sonrisita, apret su mano contra su cintura y la gui
con suma facilidad al ritmo del vals. l se mova con la gracia
que ella recordaba, la diriga sin esfuerzo y la haca girar a un
lado y luego al otro con tal facilidad que tuvo la sensacin de
estar flotando. Sonri a la luna y al sol y a las estrellas pintadas
sobre su cabeza, observando los colores brillantes que se
desdibujaban formando un caleidoscopio. El champn haba
dejado su cabeza hecha un lo, estaba grogui, deslumbrada, y se
deca que quiz l, despus de todo, no fuera un mujeriego tan
irremediable como ella pensaba. Le encantaba bailar con Julian,
le gustaba la manera en que senta la solidez de sus brazos bajo
sus dedos, la forma en que su mano la llevaba por la cintura. No
estaba del todo segura de por qu aquello la haca rer.
-Creo que nunca te haba visto tan relajada -coment l.
Oh, estaba relajada, cierto. Casi no pesaba.
-Crea que nunca volveras a dignarte sonrerme.
Todo aquello era ridculo y la hizo rer mientras bajaba la
mirada del techo para observarle. Los ojos oscuros de Julian
estaban clavados en los labios de ella. Un fuerte escalofro le
recorri la espalda.
-Vaya, pero si sonro todo el tiempo, seor... Prcticamente desde que sale el sol hasta que se pone, y sobre todo por la maana
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Captulo 10
El conde de Redbourne oy el primer rumor desagradable
relativo a su hija apenas dos das despus de suceder el supuesto
incidente. Estaba sentado en una silla de cara hacia la gran
chimenea de su club, sorbiendo su oporto habitual y dando
lnguidas chupadas a un puro cuando tuvo la seria desgracia de
alcanzar a or un fragmento de lo que sir Robert Clyde contaba a
viva voz y en tono jactancioso. Puesto que ya se haba permitido
media docena de copas de brandy de ms, por lo visto sir Clyde
no saba que Redbourne estaba sentado donde estaba, ya que en
ese caso no habra dicho lo que dijo: que l tambin haba
saboreado los labios de lady Claudia, y que la habra saboreado
por entero si hubieran tenido un momento ms en el carruaje.
Conmocionado, Redbourne ni siquiera se percat de que haba
dejado caer el oporto y se haba puesto en pie. Su nico
pensamiento era que sir Clyde acababa de buscarse su propia
condena de muerte. Y Redbourne le habra retado all en aquel
mismo instante de no ser por su viejo amigo lord Hatfield, quien
le detuvo y, apartndole, le explic con calma la historia que
circulaba entre la elite aristocrtica.
Las noticias de que haban pillado a Claudia en fragante delito
en una fiesta de Harrison Green dejaron a Redbourne sin habla.
Con la mirada fija en Hatfield, se hundi poco a poco en el silln
de cuero, temblando como una flan.
Era inconcebible, su hija nunca hara algo as! Se record con
frenes que Claudia haba sido educada en los mejores centros,
la haban formado perfectamente para su papel de esposa y
anfitriona de un par del reino. Simplemente no era posible que
se hubiera dejado manosear
Era incomprensible.
Y se repiti esto mismo una y otra vez mientras regresaba
apresuradamente a casa con la intencion de oir que habia
ocurrido , luego pensara que se poda hacer para impedir que
aquellos rumores se propagaran demasiado lejos Hasta el rey
por dios! Llego a casa al mismo tiempo que se marchaba el
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marcha...
mi madre est en la cocina con el seor Randall. -La nia se baj
del sof mirando con atencin a Redbourne como si nunca antes
hubiera visto a un hombre mayor, se fue despacio hasta la
puerta y luego sali de mala gana.
Redbourne esper hasta que la puerta se cerrara tras ella antes
de volverse para mirar a Claudia. Su precioso rostro se alz
levemente hacia su padre, sobresaltado por la nocin de la
belleza que se estaba desaprovechando.
-Entiendo que pasaste un buen rato en la ltima velada en casa
de Green.
Al instante, el rostro de ella se qued plido por completo.
-Qu-qu?
Nigalo. Dime que es una mentira abominable. Redbourne
continu andando por la habitacin, estrujando la nota de
Montfort.
-Por lo visto corren abundantes rumores apuntando que te descubrieron a solas con un hombre en una postura bastante...
comprometida. Es verdad?
Durante un momento, Redbourne temi que tal vez su hija estuviera de hecho enferma. No daba crdito a que hubiera hecho
esto, su reaccin a que contaran cosas tan horribles de ella era
de consternacin y conmocin. Cuando recuperara el aliento, le
rogara que utilizara todo su poder para actuar contra aqul que
hubiera iniciado una mentira tan despreciable.
-Es cierto -murmur ella-. Lo siento tanto, pap.
El mundo de Marshall Whitney se tambale. Mientras miraba fijamente a su propia sangre, se negaba a aceptar que esa nia
suya pudiera haber deshonrado su nombre con una depravacin
tan despreocupada. No poda ser cierto!
-Con Kettering? -se oy a s mismo preguntar con gran incredulidad-. Sobre un banco y debajo de l, con los pechos al aire?
Con un gesto de gran dolor, Claudia apart la mirada de l.
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de Doreen -que iban de los veinte a casi los sesenta y cincoestaban reunidas en la cocina del stano, horneando las ltimas
pastas de t. Dos mujeres ms estaban sentadas en torno a las
canastas de costura en el saln y charlaban despreocupadas
mientras zurcan, al tiempo que tres nias pequeas jugaban a
sus pies. Doreen estaba en la parte delantera de la casa, sentada
en la ventana, mecindose mientras trabajaba en una pieza que
tena en su regazo. Levantaba la vista al exterior por donde de
vez en cuando pasaba un carruaje o un peatn.
Claudia permaneca de pie en el saliente de la ventana, con la
mirada perdida en el espacio igual que en la ltima hora desde
que haba venido a traer fruta fresca para los nios. Esta casa
era el nico lugar en que ahora se senta ella misma. Su vida
estaba patas arriba y todo lo que crea que saba hasta ahora de
pronto era discutible; y Dios saba que ya haba discutido
suficiente. Los rumores sobre su experiencia carnal se haban
propagado como el fuego entre la elite aristocrtica gracias a la
seora Frankton, y la historia se volva ms escandalosa cada
vez que alguien volva a contarla. Fue indignante enterarse por
Brenda, su doncella, de que algunos hombres sin escrpulos,
hombres que conoca desde haca aos y que haban estado
invitados a su casa alimentaban las llamas afirmando conocer la
persona que era Claudi Whitney, ya que haban estado
relacionados con esa faceta de ella.
An era ms humillante enterarse de que, al parecer, no haba
sido la nica conquista del Seductor aquella noche. Brenda
tambin le haba hablado de un beso bastante escabroso que
haban compartido Ju, lan y lady Prather en el saln de baile.
Claudia cruz los brazos sobre el abdomen, viendo otra vez el
rostro oscuro de Julian encima de ella, sus ojos negros
brillantes... Haces bien en tenerme miedo...
Sacudi la cabeza, intent aclararse la vista, pero segua
empaada por un fino lustre de lgrimas que no poda contener.
Finalmente haba acabado por darse cuenta... o admitir... que su
locura le haba costado muy cara. No importaba que ciertas
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_Qu?
Doreen hizo un ligero encogimiento de hombros. -Csese con l.
Santo Cristo!
-No -contest tajante Claudia. Doreen no levant la vista.
-No ser fcil, para usted. S que ese tipo le ha dado ms de un
disgusto y la ha puesto nerviosa en los ltimos tiempos, pero
tambin la ha hecho suspirar...
-Yo nunca he suspirado! -protest Claudia mientras se desplomaba sobre un taburete al lado de Doreen.
La mujer alz un momento la vista de su labor, pero el
escepticismo era muy evidente.
-Sabe que no es verdad. Suspiraba como una colegiala, aqu mismo en este saln. Csese con l. No le perjudicar demasiado. Doreen! -exclam Claudia-. T misma juraste no permitir
que un hombre volviera a manejar tu vida! Por qu iba a
hacerlo yo? Doreen dej la labor y fij una mirada severa en
Claudia.
-Hay diferencias entre usted y yo, seorita. Es una de ellos, de la
aristocracia. Tiene que casarse si quiere vivir. Aunque estuviera
dispuesta a trabajar no podra hacerlo, y de todos modos, no
durara ni un da en una fbrica. Es demasiado delicada para
eso. Qu otra cosa
puede hacer? Ese padre suyo no la va a aguantar siempre. A m
me parece que no tiene otra eleccin aceptable, no una mujer
como usted. Claudia abri la boca para protestar, pero Doreen
sacudi la cabeza.
-No malgaste las fuerzas discutiendo. Aparte, no debe tener miedo a los hombres, no como nosotras -continu haciendo un
gesto en direccin a las dems mujeres en la habitacin-. Una
vez el dandi se case con usted y la tenga, la dejar en paz. No la
necesita a usted para que le d de comer o le vista o le traiga
dinero a casa. Dios bendito, le aseguro que no le necesitar para
nada excepto para ir de su brazo cuando la ocasin lo merezca.
Una mujer no podra pedir un arreglo mejor en este mundo, y
adems parece que de todos modos no tiene otra eleccin, eh
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-Qu quieres?
-Lord Redbourne quiere verle, milord. Fabuloso.
-Entonces supongo que ser mejor que le hagas pasar balbuci
y se puso en pie, con un intento poco convincente de alisarse la
ropa. -Sirvo brandy?
Julian solt una risita sin pretenderlo. Londres era as: las
formas por encima de todo, incluso cuando lo ms probable era
que el visitante quisiera matarte.
-Por supuesto, sirve brandy. Pregntale si quiere quedarse a cenar, quieres?
Tinley ni respondi ni sonri mientras sala arrastrando los pies
de la habitacin.
Julian estaba junto a la chimenea cuando Redbourne irrumpi,
hecho, haca muchos meses que no vea al conde y le sorprendi
cu to se pareca Claudia a l. Tena un porte majestuoso, ms
que ser al Su pelo canoso estaba perfectamente peinado al estilo
griego y r que seguan los hombres a la moda. Su rostro apuesto
mostraba sign de tensin: signos reveladores en torno a los ojos,
entre las cejas. S ojos grises azulados -los ojos de Claudiarecorrieron a Julian arriba a abajo.
Los labios de Redbourne formaron un gesto despectivo.
-Bien, Kettering, no tiene aspecto de ser un hijo de puta. Pe eso
es lo que es, y mucho ms, canalla. Tengo derecho a exigirle u
satisfaccin por lo que ha hecho!
De acuerdo, entonces, dejaran aun lado la cortesa.
-Pues hgalo, Redbourne -respondi Julian sin alterarse-. No
tengo intencin de perder el tiempo con esta cuestin.
Con un risa de desprecio, Redbourne avanz decidido por la
habitacin.
-Su arrogancia es espantosa! Me ha deshonrado! Crame,
atravesara con una bala ese corazn podrido suyo, nadie en
Londr me culpara!
-Yo no le he deshonrado, Redbourne -dijo Julian con calma Ha
sido su hija.
El rostro del conde se qued plido.
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-Lo estara si se tratara de Sophie -replic al instante Redbourne-. Si esta... cosa abominable le hubiera sucedido a su
hermana, recurrira a cualquier medio para evitar el escndalo.
Le conozco lo suficiente como para decir esto.
Cierto. Hara lo necesario para proteger a cualquiera de sus hermanas, era un instinto en l, tan natural como respirar. Se
encogi de hombros.
-Aunque yo aceptara, Claudia no lo hara.
Redbourne refunfu con desdn.
-Qu opcin le queda? Su locura la ha convertido prcticamente en una prisionera encerrada en mi casa. Casi no sale, sus
amigos la desdean, no la invitan a ningn lugar... No tiene
ninguna opcin, a menos que le guste acabar su vida como una
solterona.
Julian intent imaginarse a Claudia en la ceremoniosa casa de
Redbourne, sola... su chispa extinguida por el escndalo.
-No es que deba cohabitar con ella, ya me entiende.
Aquello hizo que Julian alzara la cabeza. Ech una mirada de curiosidad a Redbourne.
-Perdn?
Redbourne se encogi un poco de hombros.
-El suyo desde luego no sera el primer matrimonio entre la aristocracia en el que la feliz pareja opta por llevar vidas
separadas... en todos los sentidos.
Julian pestae con sorpresa. Antes de aquella noche en casa de
Harrison Green nunca se le haba ocurrido casarse. Pero desde
luego nunca se le haba ocurrido hacerlo slo nominalmente.
Pero, claro, estas circunstancias eran de verdad atroces. Haba
puesto a Claudia en una situacin comprometida e irrevocable y
se haba enterado de precio que ella senta por l: no se
imaginaba casado y mucho m con una mujer que le despreciaba.
De cualquier modo, era muy c ciente de su responsabilidad en
todo este embrollo. Tal vez lord bourne tuviera razn. Tal vez
pudieran coexistir en la misma cas una forma bastante pacfica.
Tanto la casa de St. James como Kette Hall eran lo bastante
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grandes como para pasar varios das, incluso.., manas, sin tener
que verse o hablar el uno con el otro. Poda funeio
Volvi la cabeza y mir a Redbourne.
-Si yo aceptara, usted podra obtener una licencia especial? El
alivio se reflej en todo el rostro de Redbourne.
-Por supuesto -se apresur a contestar-. Entonces, lo haras
Tragndose un nudo de incertidumbre alojado en su garganta,
Julan asinti.
Redbourne se dio media vuelta y avanz en direccin a la pue Est haciendo lo ms honorable, Kettering. Nadie puede rep
charle algo por esto.
Tal vez... pero Julian tena la inquietante sensacin de que haba
persona que podra reprochrselo. Y no dudaba de que lo hara.
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Captulo 11
Al parecer, la obligaran a casarse con el Seductor.
A travs de sus pestaas, Claudia mir al hombre que sera su
esposo mientras ste hablaba informalmente con Louis Renault,
como si este tipo de encuentros familiares se celebraran todos
los das.
Todo haba sucedido porque su padre haba insistido despus de
coaccionarla para que se casara con Kettering. Oh, de verdad lo
haba hecho a la perfeccin: primero intentando camelarla,
luego amenazndola y finalmente jurando sobre la tumba de su
madre que convertira su vida en un infierno si no aceptaba la
proposicin de Kettering. Le ech en cara todo lo que se le pas
por la mente, pero ella haba resistido con valenta, segura de
capear el temporal y decidida a no perderlo todo por el
Seductor. Probablemente, el conde no tena ni idea de qu
amenaza era la que a la postre haba podido con ella. Y no era la
amenaza de la soltera o el juramento de encerrarla para
siempre. Fue el momento en que declar que la dejaba sumida
en la pobreza, que le retiraba su asignacin y su anualidad, y por
lo tanto quedaba privada de todo medio para mantener la casa
en Upper Moreland Street.
Claudia se vino entonces abajo y accedi entre lgrimas. Nada
ms surgieron las palabras de sus labios, la oblig a sentarse en
el escritorio para redactar una nota a Kettering. Bajo su mirada
vigilante -tena a su padre literalmente colgado sobre su
espalda- y cegada por las lgrimas, Claudia haba escrito una
escueta nota en la que aceptaba su supuesto ofrecimiento.
Al da siguiente, Kettering se haba presentado para verla, pero
haba hecho que Brenda diera una excusa en su nombre, incapaz
d rarle todava. Envi sus disculpas con Brenda y no haba
vuelto ner noticias de l.
Hasta que su padre la oblig a acudir a esa denominada cena
familiar.
Julian se haba mostrado educadamente reservado desde su
llegada. La salud con talante distante, rozando apenas sus
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__ S? -pregunt cortante.
-Me conceders... me conceders una asignacin?
Julian refunfu.
-No. Tambin tengo la intencin de que ests sin blanca. -La
sarcstica respuesta pareci confundirla de nuevo, y Julian hizo
un ademn impaciente indicando la puerta-. Por supuesto que
tendrs una asignacin, Claudia. Te dar todo lo que desee tu
corazn y no te negar nada. Dios Santo, no recuerdas los
veranos que pasabas en Kettering? Fija tu misma la cantidad...
-Treinta libras? -agreg rpidamente.
-Al ao? -pregunt l con brusquedad.
-Al mes? -pregunt ella con docilidad.
Era una cifra exagerada, pero qu le importaba a l? Sin duda
poda permitrselo. Si con aquello la tena ocupada, separada de
l...
-Hecho. Y acordemos tambin una coexistencia pacfica, de
acuerdo? T podrs ocuparte de tus asuntos y yo de los mos. No
hay motivos para que ninguno de los dos sufra indebidamente
por nuestra locura -manifest, y se detuvo de forma abrupta
ante ella-. No tengo intencin de castigarme toda la eternidad
por este error colosal. -Claudia pestae y alz una mirada de
incertidumbre hacia l, le estudi el rostro preguntndose en
silencio por este repentino cambio, y Julian la maldijo por el
brinco que dio su corazn-. Eres capaz de eso, verdad, Claudia?
-le pregunt con malicia-. Pasar por alto la presencia de otra
persona? S que yo sin duda puedo hacerlo.
Aquellas crudas palabras parecieron llenar la habitacin hasta
que ella respondi con calma.
-Mejor que usted, milord, se lo aseguro.
-Maravilloso -dijo Julian arrastrando las palabras. Se dio la
vuelta sobre los talones y se movi veloz en direccin a la puerta
antes de cometer algn disparate, como suplicarle que le amara. Regresamos con nuestros invitados? Sin duda se estarn
preguntando si te he vuelto a tumbar encima de un banco -dijo
negndose a reconocer la quemadura que sinti en sus entraas
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Su estmago se revolvi de forma violenta. De pie, al lado de Arthur Christian, vesta con chaqu y pantalones grises oscuros y
un chaleco azul marino con intrincado bordado de hilo de plata.
Ms alto que el resto de asistentes, su pelo negro -an
demasiado largo, pens alocadamente- relumbraba bajo la luz
de docenas de velas situadas en el altar, en marcado contraste
con el blanco del cuello. Aunque los lentes redondos le daban un
aspecto menos predador de lo normal, no ocultaban el destello
de sus ojos azabache o el hecho de que tena la mirada clavada
en ella.
Por todos los cielos, estaba magnfico.
Su corazn lata con fuerza ahora, coga impulso con cada paso
que la acercaba ms a l. Claudia no poda apartar la mirada.
Hipnotizada, no oy al vicario que preguntaba quin la
entregaba, ni a su padre responder mientras dejaba su mano
sobre la de Julian. La rode con sus dedos y, cuando el conde se
apart, no qued nada ms entre ellos, nada aparte de la cruda
verdad. Pero, de cualquier modo, ella alz los ojos para mirarle
an incrdula, atrapada despierta en una pesadilla. Julian le
sonri con nimo tranquilizador y se inclin sobre ella mientras
se volvan hacia el prroco.
-No pasa nada -le susurr tan suavemente que por un momento
pens que lo haba imaginado, pero el delicado apretn de sus
dedos le asegur que no era as.
Y all estaba ella a su lado, murmurando respuestas automticas
al prroco, mirando desesperanzada los vitrales de la Virgen
Mara. Estaba tiritando. Haca tanto fro en la cavernosa
catedral que el nico punto de calor era la mano de Julian,
rodeando con firmeza la suya. Mientras l le pona una alianza
de oro en el dedo, como si estuviera soando, pens lo extrao
que resultaba que una simple mano pudiera sostenerla, la
mantuviera a flote durante el momento ms extraordinario de
su vida. La mano de un hombre que haba arruinado su vida, y
no una vez sino dos.
-Y yo os declaro marido y mujer...
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Captulo 12
Durante el convite nupcial, la gravedad de la realidad comenz a
filtrarse hasta lo ms profundo de su ser. No era slo la alianza
de oro, que tan extraa y poco natural quedaba en su dedo.
Tampoco eran los invitados que reconocan corteses su nuevo
estado, dirigindose a ella como lady Kettering.
Era l.
Y lo cierto era que Julian no haba pronunciado palabra, aparte
de apuntar que Sophie pasara un par de semanas con Ann y
Victor. Le coment esto durante el recorrido en carruaje para la
comida en casa del padre de Claudia, en Berkeley Street. l
aguard paciente su respuesta, pero ella an no se senta capaz
de hablar, y finalmente l dirigi su atencin a la ventana.
Desde entonces apenas le haba hablado, pero no importaba. Su
mera presencia era abrumadora. Conversaba desenvuelto y
alegre con las muchas personas que le felicitaban y se
comportaba como si se tratara de un acontecimiento deseado
por l. Relajado e ingenioso, perfectamente encantador con todo
el mundo, haba tocado a Claudia con toda libertad: su mano, su
codo, la cintura. No era algo a lo que estuviera acostumbrada; su
padre nunca le haba dado muestras de afecto, las pocas que
haba recibido las haba forzado ella misma. Pero el contacto de
los dedos de Julian en su codo, su mano guiando su cintura, era
demasiado... reconfortante. La asustaba. Si permita que
infundiera en ella aquella falsa sensacin de seguridad, acabara
hacindole dao, estaba segura. Finalmente se cansara de ella,
finalmente buscara placer en otro lugar, como siempre haca.
Y tambin haba palabras. A la salud y felicidad de mi joven
posa -haba brindado- con la promesa de mi eterno respeto y
nor. Una mujer suspir. Arthur Christian aplaudi al conde
poe Julian sonri a Claudia, mirndola a los ojos mientras
tocaba el bor de su copa de champn con la de ella. Claudia hubo
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exploracin deliberada.
Ella empez a retorcerse debajo, se arqueaba contra, su mano y
g ma contra su cuello. Casi era ms de lo que l poda soportar,
pero s gui as, explorndola con delicada insistencia,
preparndola para e hasta que sinti la fina membrana que
sellaba su castidad.
Se retir, la bes con pasin antes de tumbarse de espaldas par
quitarse los pantalones y enseguida regres sobre ella,
deleitndos con el contacto de la piel sedosa del vientre de
Claudia contra su erec cin. Ella reaccion como si la hubieran
quemado. Gimiendo con sua vidad, se estremeci donde la haba
tocado y se agarr como pudo co las manos al pelo de Julian. El
sonido de su respiracin, advirti l, er tan profundo y
desesperado como el suyo.
Meti una rodilla entre sus muslos y con su ereccin roz la sua
ve franja de rizos. Con un fuerte jadeo, Claudia busc con su
mano 1 mueca de Julian y se aferr a ella, y le clav las uas en
la piel cuan do l se desplaz hacia su entrada y empuj con
delicadeza. Apreto los dientes en un acto supremo de
autocontrol.
-Sss... -susurr l, ms para s que para ella, y empuj un poco
ms, deslizndose dentro del calor hmedo y tupido. Baj la
cabeza, toc la frente de Claudia con la suya y empuj un poco
ms, apretan- 1 do con fuerza la mandbula mientras el cuerpo
de ella se cea a su alrededor, le atraa an ms adentro,
exprimiendo toda la pasin que habia en l. Julian empuj otra
vez con sus caderas, un poco esta vez, abrindola poco a poco,
hasta que sinti la barrera de su virginidad.
Se detuvo, se baj sobre ella. Claudia jadeaba ahora con los ojos
muy abiertos de aprensin y un leve lustre de transpiracin
cubriendo su piel. l lami el hueco salado de su cuello.
-Agrrate a m, cielo -murmur. Claudia le rode obediente el
cuello con los brazos y Julian baj la cabeza para besarla,
empujando lengua hasta el fondo de su boca justo en el
momento en que levantaba las caderas y se impulsaba para
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Captulo 13
Tres das despus, Julian se sinti bastante aliviado cuando
Arthur Christian le visit de improviso, ofreciendo un montn
de disculpas por molestarle tan pocos das despus de la boda.
Necesitaba con urgencia su firma en algunos documentos
relacionados con la fbrica de hierro de la que eran socios los
Libertinos. La llegada de Arthur no poda ser ms oportuna, ya
que Julian estaba empezando a sentir pnico. Y no era un
hombre dado a sentirlo. Y mucho menos alguien que supiera
qu hacer cuando el pnico le invada.
Era aquella experiencia explosiva y mentalmente demoledora de
su noche de bodas en la cama con Claudia lo que le haba
desarmado. Desarmado de verdad. Se haba convertido en un
tonto locamente enamorado, y adems desdichado, ya que
estaba intentando dejar respirar un poco a Claudia hasta que
estuviera preparada para aceptar la realidad: estaban casados
sin vuelta atrs, para lo bueno y lo malo.
Pero por desgracia -al menos suya-, todas las buenas intenciones del mundo no haban evitado que se introdujera con sigilo
en la cama de ella en medio de la noche el da anterior, que
apretara su palpitante ereccin contra sus caderas o que le
acariciara los senos mientras ella estaba tumbada a su lado.
Claudia no haba pronunciado palabra, tan slo un suspiro
nostlgico cuando l se hizo un sitio bajo lar opa de cama y
encontr su calor. Ella se haba retorcido, moviendo las caderas
de manera atrayente contra su ereccin hasta que l ya no pudo
aguantar ms. En silencio, se adentr en su calor desde detrs Y
la penetr hasta que solt un grito de placer y eyacul en ella.
Despus, jadeantes, permanecieron as, echados, acaramelados,
Julian con el brazo sobre su vientre. Se haba quedado profund
confortablemente dormido en algn momento. Pero algo le ha
despertado y se haba encontrado solo en la cama. Otra vez.
Ella estaba en la habitacin contigua al dormitorio contemplan
las brasas del hogar, envuelta en una sbana ajustada a su
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-S, eso haba odo -continu ella y se recost en su silla, balanceando un pie debajo de la mesa y levantndose un poco las
faldas hacia arriba. Un destello malicioso apareci en sus ojos-.
Conoce el juego del comercio, milord?
-Por descontado -respondi l, aunque jugar a cartas no era
exactamente lo que tena en mente.
-Tal vez le apetezca animar la partida con alguna apuesta? -pregunt con dulzura.
Oh, ahora s que iba a divertirse. Solt una risita, bastante
seguro de que ella no sabra nada de apuestas, no era
exactamente el tipo de cosas que enseaban los tutores a las
hijas de los condes.
Me encantar sobremanera, seora. Tiene alguna moneda?
Y usted? -le replic al instante y, sonriendo con picarda, juncartas. Reparti la primera mano, que Julian gan con facilidad,
lgufa lidad que se sinti un pocos culpable.tEra tan mezquino
como tal robarle a un ciego. Despus de la quinta mano, Claudia
se levant y se fue hasta el escritorio situado al otro lado de la
habitacin, y regres con una hoja de papel en la que garabate
un pagar por valor de dos libras. Julian tuvo que morderse la
lengua para no echarse a rer, y se dej ganar para que ella no
perdiera sus mseras libras. La pobre muchacha no saba nada
de apuestas, pero pareca estar divirtindose, y l lo estaba
pasando de lo lindo slo con verla, de modo que sigui jugando,
y de vez en cuando le dejaba ganar alguna partida cuando acumulaba demasiados pagars.
Haban pasado as la noche y era ya entrada la madrugada
cuando Claudia cogi las cartas y baraj, mirando los vales
apilados de forma ordenada junto al codo de Julian.
-Tengo una nueva apuesta -dijo estudindole a travs de sus espesas pestaas marrones.
- S?
-Mi asignacin del mes que viene. Si gano me llevo el doble.
Estaba imaginando cosas o no haba dos diminutas llamaradas
de pronto en sus ojos? Intrigado, pregunt.
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Captulo 14
En apariencia, Claudia disfrutaba torturando a Julian.
No haba otra explicacin al hecho de que su conducta hubiera
dado un giro completo en las pocas semanas posteriores a la
boda. Haba pasado de ser una joven aturdida y entristecida a
otra que de pronto rebosaba vida de un modo asombroso.
Pareca disfrutar cada momento de cada uno de sus ajetreados
das -y Dios santo, eran de veras ajetreados-, de una actividad
bulliciosa que llenaba sus das y difunda luz de un extremo a
otro de la mansin en St. James.
Y ah resida la tortura: esa luz no le inclua a l. No se poda
decir que Claudia le excluyera, pero haba cierta distancia entre
ellos, un abismo que por lo visto l no era capaz de salvar.
Cuando se acercaba demasiado, algo se cerraba en su esposa, se
tapiaba, negndole la entrada. En ocasiones tena la impresin
que de ella casi estaba ciega a todo lo referente a l, concentrada
por completo en algo que slo ella poda ver.
Julian se senta cada vez ms incmodo con aquel trato. Un
sarpullido haba brotado en su interior, le volva loco como un
picor que no poda rascarse. No tard en comprender que no
poda vivir con su esPosa de esta manera, no con paredes entre
ellos que no poda ver y mucho menos escalar.
Las extraordinarias relaciones sexuales que haban mantenido
tras la boda ahora eran slo un recuerdo. No se trataba de que
Claudia le hubiera rechazado alguna vez; poda decirse que era
una esposa consciente de sus deberes. Pero con la excepcin de
la primera semana en la que haba traslucido su afecto y deseo
natural, ahora simplemente
pareca tolerar su presencia en la cama, conteniendo en todo
momento su respuesta, decidida a no encontrar placer en su
contacto. y cu do Julian ya no poda ms de pasin, ella se daba
media vuelta o contraba una excusa para levantarse de la cama.
De manera previsible, con la luz del da siguiente se volvan a 1
vantar los muros alrededor de Claudia, que, actuando como si
nad sucediera, se volcaba en la nueva jornada, retirndose tras
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estaban tramando.
Claudia y Eugenie estaban enredadas en una discusin bastante
animada. Nada nuevo, al parecer, pero cuando las damas se
apartaron del espantapjaros y empezaron a abrirse en abanico
para formar algo parecido a un semicrculo, Julian se percat
con consternacin de que llevaban pistolas. Pistolas de verdad.
A unos veinte pasos ms o menos del espantapjaros, tomaron
la precaucin de guardar cierta distancia entre ellas. Atnito,
Julian observ aterrorizado cmo Claudia levantaba de repente
la pistola, disparaba al espantapjaros y fallaba completamente,
por supuesto, mandando la bala Dios saba dnde. El pnico y el
miedo se apoderaron de l al instante.
-Claudia! -rugi y, arrojando el puro, baj a todo correr los
escalones de la terraza. Eugenie fue la primera que le vio.
Sonriente, le salud mientras dejaba con cuidado su pistola en
el extremo de la mesa del refrigerio. Para horror de Julian, el
arma se descarg. Un chillido colectivo surgi de las mujeres y,
en medio de un trajn de faldas y enaguas, las seis se arrojaron
sobre la hierba.
Lo mismo que hicieron los lacayos.
Claudia fue la primera en apoyarse en los codos y mirar a su
alrededor a las dems mujeres que alzaban lentamente las
cabezas.
-No pasa nada! Parece que nadie est herido -anunci con tono
bastante alegre.
Julian se planto en medio con los brazos en jarras.
-Es un milagro que nadie est herido! -reprendi enfadado-.
Seoras, pnganse en pie si pueden, pero no se les ocurra tocar
las pistolas!-orden y dedic una fiera mirada a Claudia. El
diablillo sonri. Una sonrisa radiante y ufana.
Y continu sonriendo mientras se aseguraba de que nadie
estaba herido ni haba sufrido ningn dao, a excepcin de una
vieja pila para pjaros. El corazn an le lata sin piedad y, con
ayuda de los dos lacayos aturdidos, se apresur a recoger las
pistolas mientras las mujeres se alisaban las ropas, charlando
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-Entonces qu?
-Claudia! -grit exasperado-. Las mujeres tienen padres y
hermanos para protegerlas y, por consiguiente, no es en
absoluto necesario que...
-Eso es ridculo -interrumpi, moviendo la mueca con gesto de
desdn.
-No, no es ridculo -insisti-. Las diferencias fsicas entre sexos
responden a un motivo, querida ma. Los hombres cuidan y protegen a sus familias, las mujeres nutren a los pequeos y
mantienen encendidos los fuegos de los hogares, y eso es todo.
Pero bien, si quieres aprender a disparar, yo te ensear. Pero
no permitir que pongas en peligro las vidas de otros por un
concepto equivocado de los derechos de las mujeres!
Aquello fue recibido con un silencio sepulcral. Claudia mir por
el rabillo del ojo a sus invitadas que permanecan de pie, con la
boca abierta, fascinadas ante la discusin. Murmur algo en voz
baja que son muy parecido a burro y alz la vista para
mirarle con ojos encendidos de furia.
l respondi dedicndole la mirada ms fiera de su arsenal.
-Que no se te ocurra, bajo ninguna circunstancia, ensear a
estas mujeres a disparar si no estoy yo aqu contigo, o Louis o
Victor. Me he explicado bien, seora?
Sus ojos grises se oscurecieron.
-Perfectamente bien -musit, y Julian de hecho sinti miedo de
lo que aquel tono de voz pudiera significar. Sinti tal miedo que
se dio media vuelta y se march de un modo abrupto del jardn
con su alijo de pistolas, obligndose con cada paso a recordar
que su esposa era bastante poco convencional, y que de hecho
adoraba eso en ella, pero en momentos de ms calma.
Das despus del accidente de tiro, Claudia an se esforzaba
doblemente por expulsar de su cabeza cualquier pensamiento
sobre su arrogante esposo. De hecho, no se permita pensar en
nada que no fueran las actividades que planeaba para cada da
con sumo cuidado, ya que sa era la nica manera de no perder
el juicio. Cada momento de cada da estaba lleno de visitas a sus
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yo...
Julian levant enseguida una mano con gesto de splica.
-Mis disculpas.
-No hay por qu. -Sophie lanz una mirada elocuente a Claudia-.
Si me disculpis, entonces -musit y se apresur a salir de la
habitacin, casi sin dedicarle una mirada a su hermano al pasar.
Julian suspir cansinamente mientras observaba cmo
desapareca por el pasillo, pero cuando se volvi a mirar a
Claudia, sonri con afecto.
-Siento haber interrumpido.
-Ah, no. No! -Claudia intent tranquilizarle y, pensando que su
rostro delatara el engao, se apresur hacia el escritorio sobre
el cual tena abierto su libro de contabilidad.
Julian la sigui con aire despreocupado y desliz un brazo en
torno a su cintura.
-La tarde est demasiado tranquila -dijo rozando su cuello cod.
los labios. Le provoc un estremecimiento con aquel extrao
calor fro que slo l poda provocar.
-La verdad es que pensaba que habras organizado un t o
alguna cosa de ese tipo -murmur contra su piel. Le roz el
lbulo de la oreja con los labios; un millar de cosquilleos
candentes descendieron por su espalda y brazo.
-Ah... los, ah, los ts... son los jueves -tartamude. Julian le bes
la oreja. Claudia volvi la cabeza un poco, de tal manera que su
siguiente beso le alcanz la comisura de la boca, despertando
todos sus sentidos. Sinti que entraba en terreno peligroso. Un
beso ms, un momento ms en sus brazos, y sucumbira a su
contacto. Cuando l alz la mano hasta su rostro, ella agach la
cabeza con brusquedad para escapar a su abrazo, se dirigi con
paso vacilante al otro lado del escritorio y se sent pesadamente
en la silla.
Julian la mir con recelo. Claudia fingi no darse cuenta y se inclin sobre su libro como si lo estudiara con mucha atencin. l
se acerc a la esquina del escritorio y toc distrado los capullos
de violeta que haba en una pequea maceta.
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meillas.
-Por... por el escndalo -balbuce.
Julian la mir, aparentemente confuso durante un instante,
luego volvi a echar una ojeada al libro.
-Y Monfort, lo mismo? -pregunt, sin que en realidad hiciera
falta una respuesta-. Nada de Belton, tampoco?
-No he llegado a recibir muchas de las cantidades que me prometieron.
Julian no dijo nada mientras continuaba mirando el libro. Tras
un largo momento, se movi de pronto, se fue al otro lado del
escritorio para coger una silla y la acerc para colocarla junto a
la de Claudia con un golpe contundente. Se sent, se ajust las
gafas y cogi la pluma.
-Julian, por favor -implor Claudia-, puedo cuadrar...
l le cubri de pronto la mano con la suya.
-Claudia. Ya s que puedes cuadrar las cuentas de tus libros y me
imagino que incluso haciendo el pino lo lograras. Lo nico que
quiero es una lista de nombres.
-Pero por qu? Qu ests haciendo? -pregunt ella confundida.
Julian sonri un poco.
-Creo que tal vez lord Cheevers haya olvidado una pequea
deuda que contrajo con el duque de Sutherland durante un
debate parlamentario particularmente desagradable. Me
imagino que no me costar que Alex convenza a Cheevers para
que reconsidere su donativo. En cuanto a Monfort, bien, te
ahorrar los detalles desagradables de su deuda, pero puedes
estar tranquila, har un donativo muy generoso una vez que
haya hablado con l.
-Quieres decir que vas a hablar con ellos a favor de la escuela? pregunt incrdula.
Julian alz una ceja con perplejidad pero divertido.
-Por supuesto que voy a hablar con ellos! Claudia, si esta escue_
la es lo que quieres, entonces estar encantado de aplicar toda
mi influencia para sacarla adelante. Slo tienes que pedrmelo.
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Captulo 15
Por fortuna, Claudia no tuvo que mentir cuando Sophie se
escabull para reunirse con sir William al da siguiente, ya que
descubri que Julian se haba ido temprano a Cambridge.
Tampoco tuvo que mentir el da despus, cuando Sophie vino a
casa ms enamorada que nunca y la acribill con cientos de
preguntas sobre los hombres, el amor y el universo. Como el
tiempo haba empezado a cambiar, aprovech eso como excusa
para escapar del delirio de Sophie y hacer una visita a la casa de
Upper Moreland Street antes de que llegara la lluvia.
Y mientras se encontraba de pie en la pequea sala de Upper
Moreland, sinti que el fro impregnaba sus huesos hasta el
mismsimo tutano. Doreen Conner se hallaba delante de la
pequea chimenea, con las manos en las caderas, mirndola
impasible tras darle una horrible noticia.
Ellie haba muerto, estrangulada por su amante.
Claudia haba coincidido con Ellie tan slo un puado de veces.
La joven haba trabajado como mujer de la limpieza hasta haca
pocas semanas, cuando un incidente relacionado con su actual
pretendiente provoc que la despidieran, dejndola en una
situacin bastante precaria. Sin dinero y sin familia a la que
recurrir, una mujer que haba estado en otro tiempo en Upper
Moreland Sreet la trajo a la casa. All se qued slo unos das
hasta que su pretendiente descubri dnde estaba y empez a
molestar. Doreen dijo que Nigel Mansfield vena a menudo
bastante tarde, ya por la noche, y despus de su ronda por los
bares, muy borracho. En una ocasin estaba tan embriagado y
enojado con Ellie por algn desaire, que intent tirar la puerta
abajo. Pero el can de la pistola empuada por Doreen, un
arma bastante gran que Claudia tom tiempo atrs de la vitrina
de armas de su padre, intimid convenientemente.
Ellie era un problema, todo el mundo lo saba, pero pese a tod
Claudia le haba cado bien desde un principio. Rolliza, alegre y
gu pa, estaba tan agradecida de que le hubieran hecho un sitio
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dormitorio.
Estaba enferma? Un miedo antiguo recorri sus venas. Julian
olvid su torpeza, se encamin deprisa al dormitorio y cerr la
puerta tras l.
Una dbil luz gris se filtraba desde la ventana y llenaba la habitacin de sombras. Claudia, vestida, estaba tumbada de costado,
de espaldas a l mirando a las ventanas, con las rodillas
dobladas contra el pecho. El vestido, de un intenso azul oscuro
se cea a su cuerpo, y sus pies enfundados en medias asomaban
por debajo del dobladillo. Se acerc con cautela a la cama.
-Julian?
Su voz suave envolvi su corazn, sorprendindole como la fuerza de un abrazo.
-S -respondi en voz baja y se sent con cuidado en el extremo
de la cama-. No ests bien, cielo?
Claudia no se dio la vuelta sino que encogi sus delgados
hombros.
-Estoy bien. Slo es un poco de dolor de estmago -murmur.
Dolor de estmago? Vivir con cuatro mujeres le haba
enseado una cosa o dos sobre el origen de aquellos males:
Claudia tena el perodo. Aliviado, solt un respiro sosegado
mientras le acariciaba el pelo con suavidad.
-Deja que te frote la espalda -murmur, y sostenindose sobre
un brazo por encima de ella, empez a aplicar un masaje en la
parte inferior de la espalda-. Quieres que vaya a buscar un poco
de ludano? -pregunt al cabo de un momento-. Ayudar a
aliviar el dolor.
Claudia se puso en tensin.
-Yo, ah... Brenda ya me ha trado un poco.
-No te ha sentado bien?
-No demasiado -admiti con timidez.
La luz que llegaba de detrs de un rbol alargado en el exteri
proyectaba sombras sobre el rostro de Claudia; estaba plida,
sus oj irritados como si hubiera estado llorando. Julian sinti
una presin e el pecho y despreci su poca habilidad para hacer
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persiguiendo mariposas.
La dbil sonrisa de Claudia se agrand.
y qu hacen los estudiantes mientras el sacerdote ejecuta su
ballet?
Ah, los estudiantes -murmur-. Casi siempre se quedan consternados, ya sabes, porque el ballet retrasa su almuerzo
campestre-. Sonri, pero una sombra se cruz en su rostro, y la
sonrisa se desvaneci. Julian empez a apartarse, pero de
pronto Claudia se dio media vuelta ,y le arroj los brazos al
cuello, hundiendo el rostro en su hombro. l, asombrado, la
rode deprisa con sus brazos y la abraz. Ella no dijo nada, slo
se aferr a l, ocultando el rostro en su hombro... llorando?
Julian, con la barbilla apoyada en lo alto de su cabeza, alis los
rizos sueltos de su pelo, mientras se estremeca con el sonido de
cada jadeo apagado.
-Qu te pasa, amor? Qu sucede?
Claudia sacudi la cabeza y le rode el cuello con ms fuerza.
-Nada... lo siento. No s qu me pasa. No es habitual que llore solt entre resuellos. Se le escap otro sollozo.
-Est bien -dijo acaricindole el pelo.
-Estaba pensando en lo valiossima que es la vida -continu con
voz entrecortada- y con qu rapidez y facilidad puede acabar. En
un momento alguien est aqu y al siguiente se ha ido, as de
fcil.
Todo se retorci dentro de Julian. Una sensacin de malestar le
invadi con tal rapidez que de hecho sinti debilidad por un
momento. Cmo era posible que Phillip pudiera presentarse
incluso ahora, en este momento preciso con Claudia?
-Por qu ibas a pensar algo as? -inquiri con voz un poco ms
ronca de lo que le hubiera gustado.
-Me... me he enterado de que alguien ha muerto, una mujer, una
joven... ha muerto de forma tan inesperada y es tan injusto! No
dejo de preguntarme, por qu ella y no yo? Por qu alguien iba
a matarla en la flor de la vida? Qu sentido tena su vida,
entonces, si iba a morir tan joven? Me... me asusta.
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ramera!
A Julian se le hel el corazn, de pronto la habitacin pareci
cogerse. Sus manos formaron dos puos, y lo nico que vio
fueron rbitas de los ojos de Stanwood mientras arremeta
contra l. El aullido de la camarera se perdi con el topetazo de
su puo contra el rostro de Stanwood. Los dos hombres cayeron
al suelo y el puo de lan alcanz algo dos veces antes de
empujar la cabeza de Stanwo contra el suelo y levantarse dando
un traspis.
-T, hijo de perra -gru- aprtate de mi hermana, me oyes
Stanwood, tocndose con cuidado el labio roto, mir la sangre
en sus manos y puso una sonrisita. Luego se volvi a Julian.
-Y cmo va a detenerme? -le pregunt con gesto burlnSophie
cumplir veintin aos en menos de un mes. No puede en
rrarla.
Julian necesit toda su fuerza para no lanzarse a matar a aquel
hombre con sus propias manos, all mismo en medio de aquel
concurrido local.
-Si te acercas a ella, emplear toda mi influencia para hundirte?
Stanwood. No habr banco en Europa que te deje un solo cheln.
Te exigirn el pago inmediato de tus deudas. No podrs
encontrar traba jo en ninguna empresa seria. No puedes
ocultarte de m -dijo con tono categrico-. De modo que mejor
me haces caso.
Y con eso, se dio media vuelta y sali de la sala con la risa
custica de Stanwood resonando en sus odos.
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Capitulo 16
El corazn de Sophie no paraba de latir con fuerza desde el
encuentro con Julian que casi acaba en desastre. Slo con
pensar en lo que habra hecho su hermano si hubiera visto el
carruaje de William delante de la casa, se horrorizaba.
En el sof de sus habitaciones, evaluaba su situacin como
imposible y completamente desesperada. Hasta cuando podra
continuar escabullndose de la casa para reunirse con William
en lugares oscuros con la esperanza perdida de que nadie les
viera? Tendra que evitar a su propio hermano durante el resto
de su vida? Quera contarle la verdad, pero William deca que si
acuda a l a estas alturas, se enfurecera por haberle
desobedecido. Necesitaban dejar pasar un tiempo, le deca, para
que Julian acabara por entender que l la adoraba de verdad y
no le importaba su fortuna.
Pero ella no sera capaz de soportar la espera!
La puerta se abri de golpe. Con un sobresalto Sophie se volvi
con brusquedad; en cuanto vio el rostro de Julian supo lo que
suceda. Estaba al corriente de todo! El corazn le cay a los
pies. Se sinti como si acabaran de estrellarla contra la pared, el
aliento sali de golpe de sus pulmones. La sala pareca dar
vueltas mientras un milln de ideas cruzaban con estruendo por
su cabeza, y enseguida se centr en una: William. Quera
apartarla de William, relegarla como haban relegado a Sarah
Cafferty de Londres, negarle el nico hombre que poda hacerla
feliz.
Incapaz de hablar, incapaz de respirar, se agarr al brazo del
sof e intent recuperar el aliento.
-Quiero hablar un momento contigo, Sophie. -Su voz llen
habitacin y reverber contra las paredes, los muebles, el techo.
Ella mantuvo los ojos cerrados y un fro miedo le escoci en
cada fibra de su cuerpo. Desesperada, volvi la espalda a la
puerta y a su hermano intentando de un modo frentico volver a
juntar las piezas de su com' postura ahora desmoronada.
-A dnde has ido esta tarde?
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Capitulo 17
A Claudia le estaba resultando imposible comer o dormir
despus de que Julian se hubiera llevado a Sophie. Mientras
cenaba so-la en el comedor al da siguiente, mir con el ceo
fruncido el grueso pedazo de pastel que le haba servido el
lacayo Robert, al que haba quitado todas las pasas para formar
con ellas una cara ceuda -con gafas- en el extremo del plato.
Dio vueltas a la idea de convocar a Ann y Eugenie para contarles
lo que haba hecho Julian, pero luego cambi de idea. Esas
noticias, mejor que se las comunicara en persona su esposo, el
Seductor. Pero, confinar a Sophie? Era tan primitivo! Sarah
Cafferty haba sido confinada en Cornualles en medio de un
escndalo muy divulgado; era una prctica abominable y
degradante para cualquier mujer. Y por mucho que lo intentara,
no poda conciliar la imagen del hombre que con tal frialdad
haba obligado a Sophie a montar en el carruaje y la del hombre
cuyos ojos haban dejado ver los estragos de una prdida tan
profunda que an le dola.
La discusin del da anterior le haba descubierto una faceta de
Julian que no conoca, y que se lo tragara el infierno si aqulla
no era una faceta vulnerable. Claudia jams hubiera credo que
Julian Dane tuViera un hueso vulnerable en todo su cuerpo, no
lo habra credo en su vida.
De pronto solt el tenedor y hundi el rostro en sus manos,
sumida en una confusin lamentable. All estaba ella, a punto de
sentir compasin una vez ms por un tirano. En qu cambiaba
las cosas que una de sus muchas conquistas le hubiera hecho
dao? Estaba claro que aquello no le daba derecho a llevarse a
Sophie como si fuera piedad suya. Tampoco justificaba el hecho
de que antepusiera los convencionalismos a la felicidad de su
hermana. Qu arrogante por parte creer que algunas personas
eran mejores que otras en virtud su nacimiento o gnero!
Claudia alz la cabeza, apart el plato a un lado y fij la mirada
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apenas te,
na edad para saber lo que estaba haciendo. De todos modos me
hicis
te saber que yo era inferior en cierto sentido, no estaba a la
altura, v an sigues hacindolo! Te parece absolutamente
correcto seguir tus propias conquistas, pero no tienes ni idea de
lo doloroso que es --dilo con voz rota-, tan doloroso como
enterarme por Sophie que recha zabas a Stanwood por su
posicin social. Por eso la alent a seguir e dictado de su corazn
a toda costa, y desafiar tus malditas convenio, nes...
La furia estall con violencia dentro de l.
-Qu hiciste qu? -bram, sin advertir que los lacayos se escabullan de la habitacin.
El sonido de su voz oblig a interrumpir la diatriba de Claudia,;
que abri mucho los ojos.
-Le... le dije que siguiera su corazn, y no una norma tonta so
bre quin es bueno para quin -dijo con menos seguridad.
La iba a estrangular. Por la maana, las autoridades
encontraran el' cuerpo de su esposa con esas palabras ahogadas
en sus labios. Se incli n hacia delante, agarr el borde de la
mesa con fuerza mientras in tentaba contener la rabia. Aquella
muchacha ignorante no tena ni idea de lo que haba hecho, del
peligro en que haba puesto a Sophie!
-William Stanwood -dijo tratando de mantener la voz firmeno
quiere a Sophie. Es un depravado. No quiere otra cosa que su
maldita fortuna. Sus deudas son enormes, es un milagro que
an no haya; acabado en la prisin. Su abogado ha investigado
cada una de mis cuentas en un intento de verificar la cantidad
exacta de la dote de Sophie y la renta anual que le dej su padre.
-Alz la vista y la fulmin con la mirada-. Es ms, querida
esposa, entre los hombres de la aristocracia es de sobras sabido
que Stanwood disfruta pegando a las fulanas con las que se
acuesta, por lo visto halla alguna satisfaccin degenerada en
ello..
El rostro de Claudia perdi en un instante todo el color. Se adeDigitalizado y corregido por Sopegoiti
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-Mmm... qu?
De pronto William la oblig a volverse para que le mirara a la
cara.
-Te he echado tanto de menos -le dijo y la cogi por las caderas
para atraerla hacia l. Sophie solt un jadeo de sorpresa y
excitacin. William le tom la cabeza por detrs y le cubri la
boca para devorarla con ansia. Ella sinti que se derreta en un
charco de deseo.
Sin previo aviso, William retir su boca con brusquedad,
dejndola aturdida.
-No puedo vivir sin ti, cielo mo, te juro que morir. Slo nos
queda una salida -murmur en una lluvia de besos sobre el
rostro de Sophie-. Ya sabes lo que es. -Al ver que ella no
responda, torci los dedos, clavndolos en su hombro,
hacindole dao-. No me defraudes, Sophie, no despus de
haber cabalgado como un loco para buscarte. Sabes lo que
tenemos que hacer!
-Pero... no lo s -susurr ella con voz ronca.
De pronto William la solt.
-Piensa, Sophie! Kettering nunca dar su consentimiento...
Pero t s.
Yo? -dijo con un gritito.
Pronto tendrs veintin aos...
Sophie sinti el corazn en la garganta. -William, no puedo, no
sin...
-Pensaba que me queras -replic tajante y se dio la vuelta
sacudiendo la cabeza-. Me has mentido.
-No! No, William, te quiero! -dijo desesperada-.puedo desafiar
a Julian de esta forma!
-Ya veo. Me desafiars a m y a l no. No significo nada para Por favor, no digas eso -dijo llorosa, senta que la confusin
frustracin la debilitaba-. Te quiero, William! Pero no s qu
ha l se volvi en redondo.
-Ven a Gretna Green conmigo. Ahora. En este instante. No
cesitamos su permiso! Ya tienes edad, si firmas esto -dijo al tic
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Captulo 19
Julian fue en busca de Sophie sin atender a los esfuerzos
disuasorios de Victor y Louis por advertirle que era demasiado
tarde. Regres a Londres ms de una semana despus, lleg con
la puesta de sol. La familia le estaba esperando, reunidos en el
saln dorado como hacan cada noche desde que recibieron las
noticias de la fuga de Sophie. Claudia apenas era consciente de
su presencia; haba estado demasiado consumida por la culpa,
frentica de preocupacin por Julian. Nunca haba visto a un
hombre tan angustiado o abatido como l cuando se march.
Cuando el lacayo abri la puerta del saln para dar entrada a Julian, todo el mundo se puso de pie con gran ansiedad. Slo
Tinley pareca no darse cuenta y continu haciendo algo en el
aparador, que obviamente le fascinaba ms que la llegada de su
seor. Detrs de todos ellos, Claudia se levant pausadamente
de su asiento ante el escritorio.
Julian entr despacio en la estancia y se afloj el pauelo del
cuello. Les recorri a todos con la mirada, pero pas por Claudia
como si no existiera. Sus sobrinas, inconscientes de la tensin
en la habitacin, saltaron del sof y corretearon para saludarle.
-Jeannine, cario mo, qu vestido ms bonito! -exclam l y se
levant para darle un beso en la mejilla.
-El mo tambin es nuevo! -se quej Dierdre.
--Y qu elegante que ests! -le dijo como si acabara de venir a
Cenar. Tambin levant a Dierdre para darle un beso. Baj a la
nia y pas la mano sobre la cabeza de sus sobrinas-. No la he
encontrado
anunci categrico y mir a sus hermanas. A Claudia el corazn
se le cay a los pies; sin habla, se hundi an ms en su asiento y
por la ventana. Dios, cmo le remorda la conciencia.
-Julian -dijo Louis con calma-. Sophie est en Londres wood ha
mandado un recado, ha pedido ser recibido maana.
Un atisbo de esperanza cruz los rasgos duros de Julian.
-Estn en Londres? Se han...
-S -respondi de inmediato Louis, pues saba a la perfece qu
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Escocia, creo.
Oh, Julian -dijo Eugenie- no debes culparte por esto. Ha sido
cosa de Sophie.
Dirigi una mirada de impaciencia a su hermana antes de
desplazar la vista a Claudia.
No me culpo -dijo de manera significativa.
Oh, no, la culpaba a ella, y se mereca su desdn.
No tenamos ni idea de que fuera tan obstinada... siempre ha
sido tan tmida! -exclam Ann con impotencia.
-No es obstinada, le falta seguridad. Cuando a una persona le
falta seguridad, es fcil aprovecharse de ella -le corrigi Julian.
-Qu piensas hacer? -le pregunt Louis.
Julian solt un resoplido y se frot la nuca.
-Qu diantres puedo hacer? Una vez que ha pronunciado los
votos nupciales y ha firmado los documentos matrimoniales,
Sophie le pertenece. Dudo bastante que ahora pueda obtenerse
una anulacin. -Hizo una pausa para obsequiar a Eugenie con
un ceo al percibir su jadeo ofendido-. No se me ocurre ninguna
otra va.
-Divorcio -musit Claudia y luego palideci, conmocionada por
haber dicho aquello en voz alta.
Eugenie cerr los ojos. Ann tom aire de forma entrecortada y
se volvi en redondo a su hermana.
-En absoluto! -exclam con indignacin-. Ya ha perdido el buen
nombre con este escndalo, y no podemos permitir que la reputacin de todos nosotros se pierda con la de ella! El divorcio
es totalmente imposible!
-S, es imposible -repiti Eugenie frotndose las sienes con los
dedos-. Sera un escndalo para el nombre Kettering en toda
Gran Bretaa! Aparte, Sophie no tiene argumentos para
solicitar un divorcio. Debe demostrar crueldad o demencia o
algo as de ridculo.
Claudia, frustrada, mir a Julian. l le devolvi una mirada iracunda mientras tomaba el segundo whisky que Tinley le trajo.
Hizo un ademn al mayordomo para indicarle que poda
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apartarse.
-Puedes negarle la dote.
Julian asinti.
-No le conceder la dote. Pero como bien sabis tanto t Louis
como t Victor, el testamento de mi padre concede a mis
hermanas una renta anual. La anualidad de Sophie empieza con
su vigesimoprimer cumpleaos. En cuestin de das, Stanwood
la tendr. Y me resisto a oponerme, aunque pudiera. El muy
miserable no tiene un penique; esa anualidad es el nico medio
con que cuenta para man a nuestra hermana.
Se hizo un silencio . la habitacin, aparte de las dos nias 9u
paraban en el sof. Louis se levant.
-Entonces no hay ms que decir por hoy. Vamos, chrie, no mos
ya -dijo e hizo un gesto a Eugenie-. Conoceremos a este c lla
maana.
Eugenie se levant obediente y condujo a sus hijas por delant
ella. Ann y Victor siguieron su ejemplo. Julian no hizo nada para
tenerles. Eugenie se detuvo para poner la mano en el hombro de
su hermano.
-Lo siento, Julian, pero tienes que saber que no podas haber
he= cho nada para evitar que esto sucediera.
Se encogi de hombros con indiferencia y dio un sorbo al
whisky, El corazn de Claudia se conmovi por l; pareca tan
cansado, tal enfermo... Casi poda sentir la agona que emanaba
de l. Ann se in clin para besarle la mejilla con barba de varios
das, y Victor mur mur algo que Claudia no pudo or.
-Acompales, Tinley -dijo con cansancio, y se meti el resto del
whisky mientras la puerta se cerraba tras ellos.
Estaban a solas.
Julian se neg a mirarla, y ella se sinti ms despreciable que
nun= ca en toda su vida. Tras un momento, l se puso en pie y
cruz la ha bitacin para llenarse hasta arriba otro vaso de
whisky. Regres con calma a su asiento, dio un largo trago al
lquido y, con un profundo suspiro, apoy la cabeza contra la
silla y cerr los ojos.
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aspecto tenis.
Julian abri la boca, pero pensara lo que pensara decir a aquel
de perra se qued en la punta de su lengua cuando Sophie entr
lentitud en la sala y con la cabeza baja. Entrecerr '-)Os mirand
su hermana pequea mientras el milln de cosas que iba a decir
Au naban por encontrar un lugar en su boca. Pero antes de que
pudhablar, Sophie levant la cabeza y le perfor con una mirada
tan samparada que al instante se sinti sumergido, como si
flotara en gn lugar por debajo de la superficie: de pronto las
voces se apagar en sus odos, su visin de todo lo que le rodeaba
se emborron. barbilla de Sophie empez a temblar sin dejar de
mirarle, y Julian la desesperacin fluctuando en sus ojos
marrones. Ni siquiera consciente de moverse, slo supo que de
pronto haba cruzado me habitacin y le tenda los brazos.
A Sophie le saltaron las lgrimas como el agua de una presa que
acaba de reventar; se arroj a sus brazos y enterr el rostro en la
ley-'. ta de Julian, sollozando de forma descontrolada. Julian la
estrech coi} fuerza contra l y acarici su espalda.
--Sss... -le susurr al odo-, no llores, pequea. Todo saldr bien;
-Oh, vamos! -se mof Stanwood y cogi a Sophie de la mano;;
separndola del abrazo de Julian. Le rode los hombros con el
brazo y la estruj contra l-. Esto no es necesario, cario. Le
has hecho pensar que lamentas lo que has hecho!
-No, por supuesto que no -balbuci y se sec temblorosa las.
lgrimas de sus mejillas sonrosadas.
-Bien, entonces, Kettering -continu Stanwood con una sonrisita-. Ya la ha odo... no puede seguir sin hacerle caso, no cree?
Estara bien que me presentara a la familia.
-Ya les conoce -respondi Julian con voz grave, luchando contra
la profunda necesidad de borrar la sonrisita de los labios de
Stanwood
.-Por supuesto que s. -Rindose entre dientes, Stanwood se
volvi a todos los dems con una mueca de puro desprecio en los
labios-. Pero ellos a m no, no es cierto? Como la venerable
madame Renault, por ejemplo y su renombrado esposo francs.
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otro.
-Puedes pensar lo que quieras, Renault, pero ella es
responsabilidad ma, y har todo lo que est en mis manos para
que no sufra ningn dao. Por el momento, creo que una casa
cerca del parque es.,el precio que nos piden por eso.
-Ser un dineral al final -aadi Victor con obstinacin, a lo cual
Julian respondi encogindose de hombros con indiferencia antes de vaciar el resto de la copa.
Despus de eso, qued poco que deliberar, a excepcin de las su
gerencias de Eugenie y Ann sobre dnde deba encontrar Julian
una casa para Sophie. Eugenie tena la firme opinin de que
debera estar todo lo cerca de St. James Square que fuera
posible. Julian guard si lencio, no le gustaba demasiado cmo
sonaba aquella idea tan terrible. Ms bien, lo que pona en duda
era que fuera capaz de soportar ver a Sophie, ni tan slo de
forma ocasional. Ni tan slo al otro lado de la plaza.
Mientras continuaba el debate, las entraas se le revolvieron de
angustia, cruz con inquietud la distancia entre las ventanas y la
chimenea una y otra vez, se movi sin objetivo, detenindose de
vez en cuando para mirar el retrato de su padre.
Sinti un gran alivio cuando Louis se levant por fin y ayud a
Eugenie a ponerse en pie, como seal del final de una aciaga
reunin. Aturdido, observ cmo se despeda Claudia de todos y
les acompaaba hasta la puerta del saln.
Segua apoyado contra el marco de la ventana, sosteniendo la
botella de oporto con una mano, cuando Claudia volvi por fin
con l. Sus ojos grises azulados estaban llenos de tristeza; se
llev la botella a los labios y bebi un trago. No quera verla
aqu, en este momento no, estaba demasiado extenuado como
para soportar a una esposa traidora
.Sin duda estars fatigada despus del encuentro con sir
William. Tal vez te apetezca descansar un rato antes de la cena dijo con indiferencia y dio otro trago al oporto.
No quieres un poco de compaa?
Julian se sonri sin prestar atencin a la mirada dolida en los
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ojos
de su mujer.
-No, Claudia. Y aunque quisiera, creo que preferira estar con
Tinley antes que contigo.
Era obvio que aquello la hiri en lo ms profundo. Claudia mir
con desasosiego la alfombra.
-S que ests dolido...
-Estoy ms que harto de tus impresiones -solt con agresividad y
se enderez de repente. Cruz con rapidez hasta el aparador y
dej all la botella de oporto, con tal fuerza que los frascos de
cristal vibraron unos contra otros.
-S, por lo que parece -pronunci ella en voz baja-, no encuentro
la manera de disculparme de forma conveniente...
-En eso s que tiene razn, seora -replic y, dndose media
vuelta, se apoy en el aparador con las dos manos mientras le
clavaba una fra mirada de odio-. No hay nada que puedas hacer
que resulte conveniente, ni ahora ni nunca. De modo que, por
favor, hazme el simple favor de... marcharte.
Julian, quiero ayudarte.
l no saba qu locura se haba apoderado de aquella mujer,
pero ella se negaba a rendirse, hasta el punto de provocarle casi
un ataque de ira.
-Ya me has ayudado bastante, no crees, Claudia? No podra
soportar nada ms! De modo que, si eres tan amable... buenas
tardes -solt con brusquedad al tiempo que le indicaba con
enfado la Puerta.
Claudia hundi los hombros, por lo visto le faltaba el coraje. Con
aspecto totalmente abatido, si no confundido, se volvi hacia la
Puerta.
Pero Julian an no haba acabado con ella.
-Antes de que te vayas...
Ella se volvi con gran rapidez, su encantador rostro radiante de
esperanza, y Julian se dio cuenta de que no senta nada. Lo que
senta Por ella, lo que haba sentido por ella durante dos largos
aos, se haba esfumado. Destrozado, vapuleado, destruido por
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Captulo 20
Julian, con gesto impaciente, intentaba darle al mechn de pelo
que le caa sobre la frente y le haca cosquillas, recordndole
que estaba bien vivo, desde luego que s, y que no viva ningn
sueo horrible. Lanz una mirada al pequeo tiesto de violetas
que tena junto al codo y frunci el ceo. Aquellas pueteras
cosas estaban por todas partes, estaba cansado de mirarlas, qu
diablos. Con esfuerzo, consigui que sus brazos y piernas se
movieran a la vez para levantarse del silln de cuero en el que se
haba hundido y luego fue tambalendose por la alfombra hasta
el aparador.
Haba varias botellas ah, algunas de las cuales ya haba probado
antes. Entrecerrando los ojos, seleccion una de color azul
intenso y sonri al ver que estaba llena.
-Qu tenemos aqu? -balbuci y, echando la cabeza hacia atrs,
dej que un chorro de ginebra le quemara el fondo de la garganta y el gaznate-. Ah -murmur y se sec la boca con el dorso
de la mano-. Una ginebra buena de verdad.
-Julian?
Su voz retumb como unos tambores en sus odos e hizo que el
corazn le diera vueltas con una sensacin de confusin
extraa, y al mismo tiempo familiar. Se volvi con torpeza y
mir por encima del hombro.
Se le escap la botella, que cay con un estrpito sobre la
cristalera del aparador.
Maldita. Maldita fuera! La muy bruja, con ese vestido de reluciente satn lila, tena el mismsimo aspecto de un ngel. Su
belleza era extraordinaria y se enfad al comprobar que una vez
ms, se h quedado pasmado por completo ante su esplndida
perfeccin.
La odiaba, la odiaba por hacerle sentir tan dbil y por
esclavizarle de aquel modo.
-Vete -solt con brusquedad, y se gir en redondo. Cogi la
botella de ginebra y se dio la vuelta en direccin al silln de
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Captulo 21
Julian alquil para Sophie una casa adosada pequea pero bien
equipada en South Audley Street, a muy corta distancia de Hyde
Park. Stanwood se instal all una fra maana, pero se fue
temprano por la tarde para visitar una lujosa tienda de
accesorios para caballero. Por lo visto, su vestuario no era
apropiado para su nueva residencia. Insisti en que le
acompaara Sophie, aunque en opinin de Julian lo hizo ms
por mantenerla a suficiente distancia de su familia que por
precisar su ayuda.
Stanwood se esforzaba con empeo en aquello. Julian fue a visitarles religiosamente tres veces por semana; ir con ms
frecuencia dara la impresin de que estaba desesperado, pens.
Y menos de esas tres visitas le hara sentirse por completo
desesperado. Se preocupaba todo el tiempo por ella; haba
perdido bastante peso desde su fuga, quiz hasta siete kilos.
Unas oscuras ojeras ensombrecan sus ojos marrones y, aunque
sonrea y hablaba con jovialidad cuando l iba a verla, Julian
pensaba que forzaba aquella alegra, pona una sonrisa por el.
Sophie era desgraciada.
Y tambin Julian. No poda emprender accin alguna dentro de
lo que permita la ley. No poda hacer nada, ni una sola cosa
para cambiar esta tragedia. La prdida de la inocencia de su
hermana pesaba como una losa en su corazn: nada podra
devolverle eso a Sophie. Lo nico que pareca capaz de hacer l
era contener su odio hacia Stanwood, algo que requera todas su
fuerzas.
Ni siquiera sus intentos para que aquel hijo de perra aceptara
un empleo respetable haban prosperado. Despus de convencer
a Arthur para que le contratara como administrativo en el
bufete de abogad de la familia Christian -una labor nada fcil,
por cierto- Stanw haba declinado con un gesto despectivo,
aduciendo que no le gustaba el horario de maana. Aquello
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desde luego era cierto: lo ms habi, tual era que aquel detestable
ser recibiera a Julian por las tardes toda_ va con su bata de
casa. Beba mucho, y eso tambin era cierto, el oler a licor
impregnaba toda la casa.
Pero lo que ms enfureca a Julian era la manera en que
Stanwood hablaba con Sophie, como si fuera una nia o una
sirvienta a la que ordenaba sentarse, levantarse o ir a buscar
algo. Aparentemente todo: lo que ella deca le pareca ridculo,
se rea de ese modo condescendiente caracterstico de l. Julian
tena que contenerse para no retorcerle el cuello, y cuando
Stanwood perciba que l estaba a punto de perder los nervios,
rodeaba a Sophie con el brazo con sorna y comentaba los
privilegios de la vida conyugal. El muy sinvergenza saba con
exactitud lo impotente que se senta l ante aquella situacin eso
le encantaba.
Y lo que era peor todava, el muy malnacido empez a pedir
mucho dinero prestado de la anualidad que Sophie iba a recibir
en un plazo inminente. Julian ya lo haba previsto y por eso les
haba anticipado un millar de libras poco despus de que
regresaron a Londres, pero la suma ahora haba subido a dos
mil quinientas libras y aumentaba cada semana. A l le
desconcertaba todo aquello: l mismo haba', alquilado la casa, o
sea que saba lo que costaba. Conoca tambin el coste
aproximado de la gran cantidad de ropa nueva que Stanwood',
haba adquirido, en comparacin con la poca ropa de la que
disfrutaba Sophie. Juntando todos los gastos, saba que no
sumaban quinientas libras. Por eso, cada vez sospechaba ms de
que haba empezado a jugarse la fortuna de Sophie, pero al no
disponer de evidencias de sus visitas a alguna de las salas de
juego conocidas, se preguntaba adnde iba a jugar l con tan
mala suerte. Le costara descubrirlo.
Stanwood no poda soportar que las hermanas de Sophie se reunieran a solas con ella y dej claro que le costaba tolerar la
presencia de Julian. Por desgracia, ste era su nica fuente de
ingresos y resultaba complicado que pudiera permitirse
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Captulo 22
Una de las cosas ms difciles que haba hecho Claudia en su
vida -tan difcil como enfrentarse a Julian despus de la fuga de
Sophieera ocultarle a l las ltimas novedades sobre su
hermana. A lo largo de la cena y hasta bien adelantada la velada,
su mente pugnaba con aquello. Cada vez que le miraba, senta el
embate de la culpabilidad y la incertidumbre. En el saln
permaneci sentada con la mirada perdida en las pginas de un
libro sobre su regazo, preocupada de tal modo que hasta Julian
lleg a preguntarle si algo iba mal. Aquello la sorprendi y
volvi su mirada hacia su marido, insegura sobre si le haba
preguntado eso a ella.
-Perdn? -dijo.
Como si fuera un milagro, una dbil sonrisa levant las
comisuras de sus labios.
-Te he preguntado si ests bien. En este momento de la noche es
cuando intentas convencerme de lo contenta que ests de
haberme conocido. Puesto que esta noche no me has dado
pruebas de ello, no Puedo evitar preguntarme si tal vez te
encuentras mal.
Virgen santa, estaba bromeando con ella! Claudia, asombrada,
sacudi la cabeza.
-Perdneme, seor, por favor. Nunca quise dar a entender que
estaba tan contenta de haberle conocido.
Julian solt una suave risita al or aquella ocurrencia. La mir
rpidamente de arriba abajo antes de devolver la atencin al
manuscrito que estaba revisando. Un dbil anhelo inund a
Claudia cuando desPlaz la mirada otra vez al libro, pero lo
apart y pas los siguientes
momentos repasando el plan de escapada que ella y Sophie
haba di ado. Stanwood planeaba marcharse maana al
medioda. Claudia se reunira con Sophie y con su donce lla,
Stella, en la esquina de Park Lane y Oxford Street, donde podra
introducirse con facilidad en un vehculo de alquiler, sin llamar
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la atencin.
-Est bien qu ests pensando? Tienes un aspecto espeluznante
de verdad, con la cara arrugada de esa manera.
Sorprendida otra vez, la mirada de Claudia vol hasta Julian.
-Arrugada?
l sonri.
-Pareces perdida en tus pensamientos.
-Ah -dijo confundida por su comportamiento sociable-. Bien, s.
S, estaba pensando, en Sophie. La he visitado hoy. -La
atmsfera agradable creada entre ellos de pronto se disip y
Claudia lament al instante sus palabras.
Julian frunci el ceo y mir el manuscrito. -Oh. Y cmo la has
encontrado?
Puesto que ya haban entrado en territorio prohibido, ya no
tena nada que perder.
-Tremendamente desdichada -dijo en voz baja.
El ceo de Julian se marc an ms. Se quit las gafas y, con los
ojos
cerrados, se pellizc el caballete de la nariz con el ndice y el
pulgar. -S, bien, por desgracia, es cosa suya.
-Tiene que haber algo que podamos hacer -continu Claudia con
cautela-. Sin duda tiene que haber argumentos para una separacin de algn tipo.
Julian le dedic una mirada penetrante.
-Sabes tan bien como yo que su unin es imposible de disolver si
Stanwood se opone a ello.
-Pero l es cruel con ella. La corrige constantemente y la tiene
encerrada en casa.
-Esos son los derechos que le concede la ley! -respondi Julian
con brusquedad. Se estaba empezando a enfadar. Respira
hondo, se record.
-Podra solicitar el divorcio. Ya se ha hecho con anterioridad.
-Alegando qu? Se levant con brusquedad de su asiento y se
fue hacia la chimenea-. Locura? Impotencia? Sodoma? Claudia jade, pero Julian continu-: De verdad piensas que no
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Captulo 23
Julian forzaba la vista para distinguir las letras de la meticulosa
caligrafa del antiguo manuscrito. Dos horas de trabajo haban
servido para traducir un prrafo. Slo un prrafo de cuatro
lneas. Se quit las gafas e, inquieto, apoy la base de sus manos
en los ojos. Cunto tiempo podra seguir as?
Traslad las manos a la nuca y, dejando caer la cabeza, se frot
los msculos tensos. Sinti una aguda tensin que le sacudi la
columna vertebral hasta las piernas. Esta ansiedad constante le
estaba matando, este malestar descontrolado por todo y todos a
su alrededor. Era culpa de ella, pens con amargura, era culpa
suya porque no poda dejar de quererla, por mucho que lo
intentara. Por mucho que intentara encerrar su corazn en una
jaula de acero, ella consegua introducirse en su interior.
Baj las manos y subi despacio la cabeza, y su mirada fue a
parar, no poda ser de otro modo, sobre la pequea maceta de
violetas que descansaba en una esquina del escritorio. Se
recost hacia atrs y form un tringulo con los dedos mientras
estudiaba aquella cosa tan tonta. Alguien cuidaba de la maceta
cada da y podaba los capullos marchitos. Cada da aparecan
nuevos capullos en tal cantidad que ahora casi rebasaban los
confines del pequeo tiesto de porcelana, que tambin era
diferente a los dems: estaba pintado con un sol, rboles y
flores, y si no estaba equivocado, con una espantosa imagen de
la fachada principal de la mansin Kettering.
Pareca milagroso, pero las races de esas violetas se haban
enroscado en torno a su corazn le inyectaban un poco de vida
cada da y le recordaban que la quera, que pese a todas sus
peculiaridades y crmenes de pasin, era a ella a quien quera en
esta vida. Estos malditos capullos azules y prpuras atrapaban
su atencin cada maana, encandilaban su mirada, se senta
atrado por su belleza... igual como le atraa Claudia. Estos
toscos dibujos sobre el tiesto de porcelana, ms clidos y
brillantes que cualquier otra cosa, frescos e indiferentes, eran
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igual de bellos.
Igual que Claudia.
Julian apart con brusquedad el viejo manuscrito y se levant,
se alej tambalendose del escritorio y las violetas. La quera.
Estaba claro que se haba enfadado con ella por haber influido
en Sophie con tal inconsciencia, con la consiguiente fuga de su
hermana. No obstante saba que aquel mal consejo no lo haba
dado de forma malvola; Claudia lo haba hecho con la creencia
vehemente de que tena razn. No, ya no la haca responsable de
la desgracia de Sophie.
Entonces, exactamente contra qu continuaba luchando? Qu
le haca evitarla con tal empeo, insistir en mantenerla fuera de
todos sus pensamientos mientras estaba despierto? Julian se
detuvo delante de las ventanas, perdi la mirada en la nieve que
cubra St. James Square.
Tal vez si fuera sincero consigo mismo -un esfuerzo por s solopodra reconocer que haba una parte de l que simplemente no
poda aceptar el que ella no le correspondiera en su profundo
afecto. Sospechaba que sus recientes y repentinas declaraciones
de amor eran producto de sus sentimientos de culpa. Se culpaba
de la tragedia de So. , phie, y su repentina atencin era la
manera de expiar su culpa. Al final se cansara de su penitencia
autoimpuesta y, cuando as fuera, estaba seguro de que las cosas
volveran a ser como antes. Claudia volvera a despreciar su
situacin, pensara en Phillip con frecuencia y atravesa ra
revoloteando su corazn y su vida como si fuera una mariposa
hostigndole con su encanto mientras eluda la captura. Estaba
con vencido de que, cuando eso sucediera, se desintegrara
como la tier entre los dedos, desaparecera entre la hierba
infestada de zarzas en que se haba convertido su vida.
De modo que se aferraba a su instinto de supervivencia y man
na las distancias con ella.
Claro que aquello pareca conveniente, pues haba otra parte de
igualmente desesperada, que continuaba segura de que a la larg
tambin la destruira a ella. Las fuerzas siniestras de la
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bandeja de plata. Con una dulce sonrisa, cogi una copa de vino
y esper a que Julian se sirviera antes de dar un sorbo con
delicadeza. El no bebi sino que continu mirndola por encima
del borde de la copa de cristal, sintiendo aquella familiar
sensacin de desasosiego, el viejo temor a no poder coger nunca
entre sus brazos tal belleza.
Claudia baj la copa de -vino y juguete con el collar de piedras
preciosas que reposaba contra su garganta. Tras un momento, le
mir a travs de sus oscuras pestaas.
-Hace casi un ao que te vi en el baile de Navidad de los Farnsworth -dijo ella y pos la vista un momento a la copa-. Lo recuerdo porque en aquella ocasin tambin ibas todo de negro. Levita
y pantalones negros. Chaleco y pantaln negro. Parecas un
peligroso bandolero. -Hizo una pausa. Como l no deca nada, se
aclar la garganta con nerviosismo_ Con un dedo sigui el borde
de la copa, una vuelta y otra y otra.
Julian recordaba aquel baile con mucha claridad. Haba llegado
all en la recta final de a iguna excursin demente, una ms que
le habia llevado a pasar por Dunwoody, donde Phillip estaba
enterrado.
desconoca por completo qu era lo que le haba posedo para
detenerse ante la tumba de su amigo pero lo haba hecho y haba
llevado , un puado de flores de invernadero. Cuando dej la
tumba de Phillip, le dola la cabeza hasta el punto de estallar,
resultado, se haba dicho, de la falta de sueo y el exceso de
alcohol. No de la culpa.
-Y an llevabas las espuelas -aadi-.
Julian sinti la primera grieta en el hielo que rodeaba su
corazn. Con mucha calma, dej el vino a un lado y pregunt: Por qu me halagas tanto?
-No te halago, Julian. Te admiro, me parece que no puedo evitarlo -contest ella y bebi presurosa de la copa de vino-. Me has
recordado aquella noche, nada ms. Lo siento.
-Yo tambin te recuerdo -se oy responder-. Llevabas unacinta
de bayas secas de acebo en el pelo.
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Una sonrisa de genuina sorpresa tom sus labios, una de las muchas sonrisas que podan iluminar el alma de Julian en un abrir
y cerrar de ojos.
-Recuerdas eso? -pregunt, estaba claro que complacida. -Igual
que el acebo en tus zapatos.
Entonces Claudia sonri abiertamente, y Julian pudo sentir el
calor y el brillo de la sonrisa en su corazn, fundiendo el hielo.
Se ri con alegra, un sonido melodioso que no haba odo
durante semanas.
-Pap estaba bastante contrariado, quiero que lo sepas. Jur
que haba echado a perder un par de zapatillas perfectas.
-A m me parecieron bastante festivas -dijo, y se percat de que
l tambin sonrea.
-No s cmo conseguiste verlas -continu risuea-. Estabas en el
otro extremo del saln de baile, rodeado de tus muchas admiradoras femeninas. Creo que eran cuatro o cinco. Y por lo que
recuer do, la seorita Chatham se encontraba entre las ms
ardientes.
Lo recordaba, claro que s. Incluso recordaba haber dado un
beso a la anhelante seorita Chatham en el vestbulo y desear
que fuera Claudia.
-Una pena que no te encontraras entre ellas -dijo.
La sonrisa de Claudia se desvaneci despacio, sus ojos grises
azu` lados se encontraron con los de l durante un largo
momento. Julis tuvo la sensacin de que ella poda ver ms all
de su coraza de prr teccin, ms all del hielo.
-Estaba entre ellas -dijo por fin-. Siempre he estado en a ellas...
slo que no podas verme. Y siempre estar entre ellas, peSe lo
que pueda pasar.
Julian no encontraba las palabras. De repente se adelant, p
quera tocarla, quera exigir la verdad... Estir el brazo a travs
hueco que les separaba y le pas una mano con ternura por el co
hasta su mueca, que rode con firmeza con los dedos.
-Claudia -dijo en voz baja- nunca me digas algo as slo aplacar
tu conciencia preocupada. Nunca me digas eso a menos que lo
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Captulo 24
Claudia no fue invitada a la reunin familiar que se convoc
para la siguiente tarde, algo que le dejaron bien claro.
Desalentada, confundida y bastante insegura, despidi a Brenda
y pas el da en soledad. Empez a preparar sus maletas con
movimientos rgidos, pues saba que todo haba acabado. Aquel
desagradable embrollo era ya demasiado complicado como para
entenderlo, y por mucho que lo intentara, no poda indicar con
exactitud qu era lo que haba destruido en ltima instancia el
amor que Julian senta por ella.
La falta de confianza entre ellos era tan enorme... dudas que se
extendan a lo largo de aos, demasiadas falsedades a travs de
las cuales no pareca posible abrirse camino. Slo haba una
cosa de la que tena total certeza.
Amaba a Julian.
Muchsimo, con todo su corazn, de la misma manera intensa,
intil y fatal que cuando era una nia, tal vez incluso ms. Le
quera, pero tambin quera a Sophie y no poda lamentar del
todo lo que haba hecho.
De cualquier modo, Claudia entenda que aunque no hubiera pasado nunca lo de Sophie, de igual manera habra estado
haciendo hoy las maletas. Ella y Julian estaban condenados
desde el momento en que coincidieron en Dieppe, y si no
hubiera sido as, alguna otra cosa finalmente la habra llevado a
ser una mera espectadora. Era demasiado independiente para
este inundo, estaba demasiado implicada en causas sociales, era
demasiado irreverente con las convenciones de la sociedad
como para soportar un matrimonio dentro de la elite aristo
crtica. En definitiva, algo como la escuela o la casa en Upper
Moreland Street, algo, se habra interpuesto entre ellos.
Por desgracia, por mucho que quisiera, no poda cambiar quin
era.
A ltima hora de la tarde alguien llam por fin a su puerta. Al
abrirla, encontr a Tinley apoyado contra la jamba. Le hizo un
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amargura. -Claudia...
No iba a dejarla marchar, no de esta manera! Su corazn
levant el vuelo en un dbil intento de resucitar.
-Hay alguna cosa que debera saber sobre este lugar? Encontrar algn obstculo si quiero verla? -pregunt.
Las alas se rompieron y el corazn empez a caer en picado
sobre la tierra.
-No, por supuesto que no -consigui decir-. Est a salvo. Slo
tienes que llamar a la puerta, el resto depende de Sophie.
l asinti, se dio media vuelta y sali por la puerta.
Y Claudia se desplom en un sof, doblada por el sufrimiento
mientras las lgrimas de su desesperacin salan profusamente
de su corazn.
Julian slo tuvo un pensamiento al ver Upper Moreland Street.
Se alegr de que Claudia no estuviera con l, de otro modo
hubiera tenido la tentacin de cortarle la cabeza por someter a
Sophie a este lugar. Upper Moreland Street estaba sin duda muy
por debajo del nivel de vida al que Sophie estaba acostumbrada,
y Julian se molest muchsimo al verlo.
El carruaje se detuvo delante del nmero treinta y uno. Se ape
y observ con atencin a la mujer que apareci en la entrada.
Pequea y delgada, llevaba un vestido demasiado grande para
ella, con ms de un remiendo. Su pelo marrn canoso estaba
peinado hacia atrs y recogido en un moo tirante en la nuca, lo
cual le daba un semblante bastante severo. Frunci el ceo
mientras Julian se acercaba a ella y cruz los brazos con gesto
defensivo debajo del pecho.
-Buenas tardes -salud a viva voz.
-Quin es usted? -inquiri.
-El conde de Kettering -le inform con aire aristocrtico.
La mujer sin embargo no pareci demasiado impresionada.
-Ah -coment como si se hubieran conocido antes-. As que es
usted, vaya.
Prefiri pasar por alto aquel comentario.
-Puedo preguntar con quin tengo el placer de hablar?
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-Seora Conner.
-Seora Conner, tengo entendido que mi hermana, lady Stanwood...
-Est aqu, claro. Entremos, entonces -dijo y se adentr en la
pequea casa.
Julian vacil por un breve instante pero subi los escalones de la
pequea entrada, se meti en el diminuto vestbulo y recorri el
pasillo principal. Al instante se encontr con dos nios que
daban volteretas con poco cuidado en el estrecho pasillo ya que
uno de ellos fue rodando como una pelota hasta sus pies. Se
aclar la garganta y consigui atraer la atencin de los
muchachos. Ambos se volvieron a mirarle con expresin de
sorpresa y ladearon la cabeza hacia atrs todo lo que pudieron
para poder verle.
-Caray! -susurr uno, con ojos como platos.
-Eso digo yo -dijo Julian arrastrando las palabras y pas con
cuidado por encima de los dos rufianes, apartando su sobretodo
de aquellas manitas pringosas. Haba perdido de vista a la
seora Conner, por supuesto, y se detuvo mientras los dos nios
reanudaban su ruidoso juego para atisbar en una habitacin a
su izquierda.
Dos mujeres estaban sentadas dentro del saloncito, zurciendo
una montaa de calcetines. Una de ellas le ech una ojeada y le
dedic una amplia sonrisa.
-Buenos das, milord -salud en voz alta con marcado acento del
este de Londres.
Julian hizo un seco ademn y se apresur a continuar. Nios
bruscos y mujeres cockneys, a qu ms haban sometido a
Sophie?, Cmo poda Claudia pensar tan slo en traerla a un
sitio as? Frus trado, se detuvo ante la puerta que tena a la
derecha y mir dentro,. Era una especie de comedor, excepto
por los rollos de tela esparcidos' por todo el lugar. Dos chicas
jvenes trabajaban con un par de tijeras, sobre uno de los rollos
extendidos sobre la mesa y cortaban con cuidado la tela en
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lugar!
Julian, asombrado, se la qued mirando. Cmo era posible que
aquello fuera cierto? Nunca haba odo hablar de este lugar, ni
siquiera sospechaba de su existencia. Sin duda saba que donaba
dinero a varias causas, pero ni en el sueo ms disparatado...
-Hace ms de un ao que lo puso en marcha. Lo paga con su
asignacin y la seora Conner se encarga del lugar por ella. La
seora Conner cuenta las historias ms asombrosas, de verdad,
sobre cmo Claudia la rescat de una de las fbricas textiles. Y
hay mucho ms, creo. Son muchas las mujeres que han llegado
hasta aqu. Janet dijo que ahora todas saben de este lugar, ya me
entiendes, las mujeres de las fbricas, quiero decir. Pero lo
guardan en secreto entre ellas. Si una mujer necesita un refugio
seaa cual sea la razn, saben que hay un lugar donde pueden ir
para ponerse a salvo cuando no pueden acudir a ningn otro
lado. Vamos -dijo y le cogi de la mano para tirar de l.
Julian la sigui, enmudecido de asombro, e intent asimilar
todas
zni
las cosas que Sophie le mostraba con orgullo. En el cuarto piso,
don_ de el tejado descenda bruscamente, haba seis camas a lo
largo de una pared en una habitacin alargada. Aqu dorman
los nios, le inform Sophie. A veces la habitacin estaba llena,
a veces estaba vaca. Todas las camas estaban hechas con
pulcritud, y en el extremo de cada una de ellas haba una
bufanda de lana y un par de mitones. A las mujeres que
permanecan aqu se les peda, a cambio de su manutencin, que
contribuyeran si no estaban demasiado maltratadas por la vida.
No con dinero, le inform enseguida, eso nunca, porque Claudia
crea que deban guardar cada penique que ganaran. Una mujer
haba estado tan agradecida por el cobijo que le haban ofrecido
que, con la lana que Claudia le facilit, haba tejido varios pares
de mitones y bufandas para los nios que vinieran aqu.
Por lo visto, Claudia provea de todo, se enter Julian, con sus
propios fondos o juntando donativos.
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salvado la vida!
Como si le hiciera falta que le recordaran eso.
-No podemos perder a Claudia! Sea cual sea el problema entre
vosotros, lo puedes arreglar, verdad que s? -pregunt con
ansiedad.
-No lo s -le contest sincero, y evit ahondar en la conversacin, incapaz de comentar qu haba sucedido; como si supiera
de verdad qu haba sucedido entre ellos... Ya era bastante
esfuerzo contener su abrumadora consternacin enterrada en la
esquina ms oscura de su alma.
En los muelles, su familia al completo estaba esperando. Cuando
l y Sophie se acercaron por el paseo entarimado hacia donde
ellos estaban, Ann y Eugenie se separaron de los dems y
salieron corriendo al encuentro de su hermana. Las tres se
abrazaron con fuerza cogindose por los hombros, apretando
sus rostros una contra otra mientras se susurraban entre s. Al
observarlas, Julian record cmo de nias se abrazaban entre
ellas de ese modo... slo que entonces eran cinco.
El estruendo de la inquietud en la boca de su estmago casi le
dobla por la mitad.
Dieron vueltas mientras esperaban a embarcar en el buque que
les llevara a Francia. Nadie estaba demasiado seguro de qu
decir, todo el mundo miraba a hurtadillas a Sophie, buscando
ms contusiones, algn indicio de que estuviera deshecha. Pero
su semblante era sereno, no daba muestras de desesperacin,
nada que sugiriera que el viaje que estaba a punto de emprender
la asustara. Cuando el sobrecargo del barco dio la seal de
embarcar, las chicas se abrazaron y besaron, prometindose
escribirse a menudo.
Julian intercambi unas pocas palabras finales con Louis antes
de levantar a cada sobrina para besar sus caritas mofletudas.
Rode a Eugenie con sus brazos y la bes en lo alto de la cabeza.
Le sonsac la promesa de que escribira al menos una vez a la
semana para que l pudiera saber cmo le iba a Sophie. Luego se
volvi a su hermana pequea, horrorizado por completo al
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-Todo... todo esto es culpa ma, y no sabes cunto lo lamento espet de pronto y se tap el rostro con las manos, mortificada
por el hecho de que l la viera as, como una mendicante-. He
sido tan estpida con tantas cosas! Desde el principio, incluso, y
la verdad es que tienes mucha razn, sabes, porque siempre he
sabido que estaba cerca... pero yo... yo te quera con tal
desespero que no pensaba con claridad por entonces, y cuando
las damas hacan comentarios sobre tus manos y tus labios y tu
belleza... te detestaba por preferirlas a ellas en vez de a m.
-Ah, Claudia -murmur l. Con cautela, dio un paso hacia ella.
Ella era consciente de que estaba a punto de empezar a decir
tonteras en un ataque de histeria, pero no poda controlarse,
una fuerza invisible la impulsaba a extraer de su corazn las
palabras y sacarlas a la luz. Continu imparable:
-Y luego... luego siempre estabas con Phillip, siempre tonteando
por ah, y no era ningn secreto lo que hacan los Libertinos, en
particular Phillip, y la noche en casa de Harrison Green estaba
lady Prather, ya sabes. De modo que cuando vine aqu, y vi que
t y Arthur salais de noche, supuse que volvais a lo mismo, y
nunca debera haber escuchado a Tinley, pero se supone que las
mujeres lo aceptan, y se suPona que a m no tena que
importarme tanto... pero, oh, Dios, me importaba! -llor y se
cubri los ojos otra vez con las manos.
-Claudia...
-Te quera tanto que no poda soportar que me tocaras, porque
cuando me tocabas, tena la impresin de que era la nica mujer
para ti, pero no lo era! Siempre haba alguna otra a quien t
tocabas de la misma manera...
-Nunca tocaba a ninguna otra mujer, Claudia... no digas ms! le suplico y dio otro paso hacia ella.
Pero Claudia retrocedi tambaleante, escap a su alcance,
incapaz de detenerse ahora hasta soltar el ltimo de sus secretos
ms oscuros,
-Y yo te ment! No slo sobre Sophie, no slo eso, sino tambin
sobre Phillip -solloz y entonces alz la cabeza para mirarle-. Me
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dulzura.
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Captulo 26
Mientras su mente empezaba a retirar lentamente el velo del
sueo, Julian busc a Claudia con el brazo, pero encontr la
cama vaca. Se oblig a abrir los ojos, se incorpor sobre los
codos con un bostezo amodorrado y mir a su alrededor.
Claudia estaba agachada delante de la chimenea envuelta con la
bata de l, con el pelo revuelto y cado sobre su espalda,
mientras atizaba las brasas moribundas del fuego que l haba
dejado ardiendo pocas horas antes.
-Vuelve a la cama, amor mo. Yo te calentar -le dijo abriendo la
boca somnoliento.
Ella le lanz una rpida sonrisa por encima del hombro.
-El sol ya ha salido -le inform y continu atizando las brasas.
Maldicin.
An sonriendo, se levant y se limpi cuidadosamente las
manos en los pliegues exteriores de la bata. Julian le hizo una
seal para que se acercara a l.
-Ven aqu -dijo con voz spera. Ella obedeci, movindose graciosamente por el suelo sobre el que se esparcan ropas, botellas
de vino y una bandeja con pan seco y queso duro, y se sent
sobre el borde de la cama. Julian se incorpor sobre el codo
para recorrer su cuello con los labios.
Claudia solt una risita y, retorcindose, se apart de l.
-Eso hace cosquillas -suplic.
A su pesar, Julian se ech hacia atrs contra los almohadones,
pero dej que su mano se deslizara dentro de la voluminosa
manga de su propia bata y se perdiera por la parte interior del
brazo de Claudia sobre una piel que pareca seda. Pareca
demasiado meditabunda, sobre todo si se tena en cuenta la
noche de sexo extraordinario que haban compartido. l, por el
contrario, se senta bastante excitado otra vez en aquel preciso
momento.
-Qu pasa, Claudia?
-Nada! -declar un poco con demasiada firmeza. Se ruboriz de
inmediato y baj la vista sobre su regazo-. De acuerdo -dijo desDigitalizado y corregido por Sopegoiti
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Lo dijo con tal calma y con una creencia tan inocente que a
Julian se le desgarr el corazn.
-Encontrar la manera de que todo se arregle. -Se apresur a
besarla antes de que pudiera darse cuenta, por su mirada, de
que no tena ni idea de cmo arreglar aquello, ni la menor idea.
Volvieron a hacer el amor y alcanzaron otra cspide de dicha
juntos. Pero cuando Julian oy cierta agitacin en el pasillo, se
levant a pesar suyo, pues saba que no podra posponer lo
inevitable y que, finalmente, se vera obligado a hacer frente a la
realidad de su vida, tal y como ella haba dicho, y todo lo que
haba sucedido entre ellos.
Los das que se sucedieron a continuacin confirmaron que no
haba retorno al momento vivido en la habitacin a oscuras de
Claudia, en el que ella se haba rendido finalmente a l. Oh,
hacan el amor con el mismo ardor y bastante frecuencia, como
si hubiera una necesidad ntima entre ellos de recuperar el
tiempo perdido. Claudia floreca en sus brazos, se permita
experimentar la magia del amor, le devolva el deseo con una
ferviente pasin que de pronto no conoca lmites. Se deleitaba
en el cuerpo de Julian, le torturaba con ligeras caricias, dejando
un rastro provocador con sus labios sobre cada parte concebible
de l. Los clmax que compartan estaban marcados por una
intensidad furiosa que a l le dejaba tambalendose.
Pero no poda, por ms que lo intentara, recrear la misma
libertad o sentimiento de euforia libre de trabas que haba
habido aquella noche. No ahora que todo tiraba de ellos hacia
abajo.
Para Julian, por supuesto, estaba la tarea abominable de
conseguir el divorcio de Sophie, y durante aquel proceso,
aprendi de primera mano lo muy despreciable que poda ser la
elite aristocracia como grupo. Hombres que conocan a su padre
actuaban como si nunca hubieran coincidido con l. Madres que
en otro tiempo haban ofrecido dinero, tierras y cualquier cosa
que consideraran un aliciente para l, ahora haca caminar a sus
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Navidad.
Alz la vista al cielo gris y luego cerr los ojos. No permitira que
la melancola le arruinara esta fecha a Julian. Al menos, l se
mereca su presencia de nimo durante las fechas ms festivas
del ao. Si al menos pudiera conseguir eso! Julian haba sido
muy paciente con ella y haba aceptado cada una de las excusas
que ella haba aducido en los ltimos tiempos por su falta de
nimo. Se mereca mucho ms de lo que era capaz de darle.
Ech una ojeada al paquete que descansaba sobre la mesita
situada al lado del silln favorito de Julian. Era su regalo de
Navidad para l, lo nico que haba conseguido hacer en los ltimos tiempos, e incluso aquello haba requerido la ayuda de su
padre.
-Ah, aqu ests -la voz de Julian la envolvi como una clida
manta y le arranc una sonrisa. Se volvi hacia la puerta donde
l se encontraba. Apoyado en el marco, con una pierna cruzada
sobre la otra y los brazos doblados encima del pecho. Estaba
sonriendo ampliamente; desde el otro lado de la habitacin ella
alcanzaba a ver el destello en sus ojos negros.
-Hermosa como siempre -coment.
Claudia baj la vista a su vestido de brocado verde y oro.
-Soy el hombre ms afortunado de la tierra, creo -dijo apartndose de la puerta y pasendose hasta ella-. Mi corazn casi no
puede soportarlo.
-Seor, usted es un seductor cruel -dijo ella, rindose con suavidad mientras l le rodeaba la cintura con el brazo. Acall su
risa con un beso ardoroso que la dej casi ingrvida. Cuando l
por fin alz la cabeza, se ri entre dientes de la mirada extasiada
de Claudia.
-Tengo un regalo para ti -murmur ella con ojos soadores.
-T, cario, eres el perfecto regalo de Navidad.
Sonrojada, se libr un poco del abrazo.
-Es muy fcil de complacer, milord, demasiado fcil. Ven. -Le
cogi de la mano y Claudia le llev a sentarse en el silln de
cuero gastado, luego le tendi la caja envuelta con cintas
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doradas y plateadas.
-Feliz Navidad.
Con una mueca casi infantil, Julian acept la caja lleno de entusiasmo.
-Tengo que adivinar? -pregunt mientras levantaba el paquete
para sacudir el contenido.
-Es demasiado pesado para ser un chaleco, verdad? Ah, lo tengo. Puros de autntico tabaco americano. No ando muy errado,
verdad? -dijo y baj la caja sobre su regazo-. Me pregunto ms
bien si alguien no los habr catado ya mientras yo no miraba aadi con un ceo juguetn.
-En realidad, Tinley se ha quedado fascinado.
Julian se ri y solt la cinta.
-Lo juro, el hombre se retirar este ao a su casita aunque yo lo
tenga que llevar ah si hace falta -dijo alegremente y levant la
tapa de la caja. Estudi con curiosidad el contenido, hurg en el
interior y sac otra caja ms pequea-. Qu tenemos aqu? murmur y retir la tapa. La sonrisa se desvaneci de su rostro
mientras miraba fijamente los gemelos de rub. Del tamao de
un cuarto de penique, estaban tallados con perfeccin,
incrustados en oro-. Son extraordinarios -musit y los sostuvo a
la luz.
-Te gustan? -pregunt Claudia con ansia.
Sus ojos la miraron brevemente, luego volvieron a los gemelos,
mientras una sonrisa arrugaba su rostro.
-Qu si me gustan? Cario, son maravillosos!
Una pequea oleada de jbilo la inund. Se sent con aire entusiasta en el extremo de la otomana.
-Tambin hay un alfiler de corbata.
Julian revolvi el interior de la caja y sac otra cajita ms
pequea, que abri. Un alfiler, sobre el que descansaba un rub
tallado de menor tamao pero igual de brillante que los de los
gemelos, le hizo un guio.
-Oh, vaya -dijo, estaba claro que complacido-. Colcamelo,
quieres?
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habitacin abarrotada.
eca que todas las personas que le importaban estaban all: Ann
r, ta Violet, Doreen... Doreen?... y varias mujeres ms y niUpper Moreland Street, incluida la seorita Collier. Su padre, y
rgido al lado de la familia de Christian, Mary Whitehurst y >so,
Adrian y Lilliana Spence y su hijita. Tinley, Brenda y un > de
criados de la residencia Kettering. Mientras miraba a su alr y
observaba sus rostros radiantes, su mirada aterriz sobre :ro
grande de mampostera que se hallaba en medio de la habi
pronto comprendi. Su mente lo entendi, pero su corazn no
asimilarlo. Era demasiado, demasiado precioso. Sin habla, se de
golpe para mirar a Julian.Le sonrea radiante, demasiado
satisfecho de s mismo.
-Lo admito, exigir una cantidad atroz de trabajo. Pero me pareci que te dara otras cosas a las que dedicarte aparte de limpiar,
y puesto que en Upper Moreland Street por lo visto no faltan
alegres voluntarios dispuestos a trabajar, supuse que
conseguiras suficiente ayuda. No obstante, tengo que advertirte
que se han organizado en algo parecido a un sindicato y no
tolerarn condiciones de trabajo inseguras...
-T ... t has hecho esto. -No era una pregunta; lo manifestaba
totalmente admirada.
Julian se ri.
-No cielo, t lo has hecho, mediante tu trabajo incansable y desinteresado en estos dos ltimos aos. Yo slo he ayudado un
poco. Y ahora escchame. Yo no puedo perder el tiempo con tu
nueva escuela -dijo buscando en el bolsillo de su abrigo-, tengo
cosas demasiado importantes de las que ocuparme, como
partidas de cartas y las carreras anuales en Ascot. De modo que
te transfiero su direccin. -Le puso un grueso paquete en la
mano-. Si me lo pides con amabilidad, te ayudar, pero sospecho
que no me vas a necesitar.
Claudia se qued mirando el paquete de papel que le haba
puesto en la mano. No poda entender cmo este hombre poda
haber intuido lo que necesitaba antes de que ella misma fuera
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Captulo 27
Adrian y Arthur se hallaban junto a una fra pared de ladrillo,
cada uno de ellos con una copa de ponche en vez de las
libaciones habituales a las que estaban acostumbrados.
Observaban con gran estoicismo las celebraciones, que a Arthur
le parecan un poco descontroladas. Julian haba trado regalos
de Navidad para todos los nios -un indicio ms de que haba
perdido la cabeza por completo- que correteaban de un lado a
otro entre las piernas de los adultos como si fueran ratas. Un
chico de mejillas rubicundas perdi por tercera vez el control de
su caballo sobre ruedas que cruz veloz el suelo de piedra
resbalando hasta el tobillo de Arthur. Con toda tranquilidad,
ste lo empuj suavemente con la bota y lo mand de vuelta
hasta el nio.
Al otro lado de la estancia, Claudia, Lilliana y una mujer de aspecto demacrado se hallaban junto al gran letrero de
mampostera hablando con gran animacin, sealando diversos
lugares de la habitacin como si tramaran alguna decoracin.
Las otras mujeres, a las que Julian haba trado desde alguna
casita en algn lugar de la ciudad -Arthur an no estaba muy
seguro de los detalles- se ocupaban de la cuadrilla de pequeos
monstruos. En medio de todo estaba Tinley, quien se haba
comido dos grandes pedazos de pastel y por lo tanto no haba
tardado en quedarse dormido en la silla.
Y Julian andaba entre el gento como un rey, rindose con los
criados, guiando alegremente el ojo a las mujeres de la casa; en
pocas palabras, pasendose ufano como un pavo real. Muy
satisfecho consigo mismo, eso seguro, pero por lo visto ms
satisfecho con su esposa, a la cual dedicaba alguna mirada
furtiva a cada ocasin que tena. A todo
el mundo le resultaba obvio que Julian Dane estaba locamente
enamorado del diablillo de Claudia Whitney, algo que Arthur,
por supuesto, ya haba pronosticado con anterioridad. Pero no
haba adivinado la medida del enamoramiento; Julian Dane
estaba loco por su mujer, perdidamente enamorado de ella, pese
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