El Huracán. Cap. 10, 11 y 12 PDF

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CAPIT'ULO X

SIA4BOLOS DEL TERREMOTO Y DEL HURACAN


Sumario: El terrernoto y los in<lios antillanos.-El dios del terremoto.-El
cfalosigmoide indocubano en los hipogeos de Oriente.-El simbolismo
del terremoto.-Cabracn, "el dios de dos piernas".-Sincretismo del
l.ruracn y el terremoto eR las mitologas, ert el P. Du Tertre y otros.-
Otros
su.rbolos indocubanos del huracn?-Las "picdras de tempes-
tad".-Las "piedras de rayo" y las
"esferolitias".-Las "cabezas llo-
ronas".-Las "trombas rasales".-Las
"cabezas caretudas".-El hura'
crn esculpido en la bandeja de La Patana.
Despus de nuestra excursin por la mitologa de los dioses unpe-
des como pcrsonificaciones teriomorfas del Huracn, hemos de
preguntarnos:
Por
qu, si el remolino de viento, la tromba, el
tornado, el tifn o el huracn han sido representados en todos los
contincntes por mticos seres dotados de una sola extremidad, los in-
dios cubanos, al antroponrorfizar el viento, adoptaron el smbolo
de una cabez con dos extremidades?
No hay serio obstculo para ello. El indio cubano pudo abs-
traer de su cmprico anlisis del remolino del cicln y de sus carac-
tersticas rotatorias, los elementos simbolizadores que integran el
ideograma que ahora estudiamos. Tales elementos son suficiente-
mentc expresivos y el genio inventivo del indocubano pudo llegar
l t-rl sencillo simbolismo ciel huracn sin dificultades. Sin embar-
go, no cleja de ser curiosarnente original esa simbolizacin del hrr-
racn, y liay que responder a la pregunta qlle esPontneamente
surge:
seria
realmente una alegora del cicln esa cabeza con dos
cxtrcmidacles; no con una pierna sola sino con dos brazos?
Adelantemos otra hiptesis interpretativa del smbolo, apar-
tando ahora la de que significa el Dios Huracn. Pensemos si el
idcograrrra en cuestin poda representar el Dios Terremoto.
L:r figura cfalosigmoidca,. cavernaria c icnicamente ventral
prrdiera scr ciertrmente el Dios del Tenemoto en la entraira dc la
'498
EL TERREMOTO Y EL HURACAN 499
DiosaNladreTierra. No consta ciertamente quc los indios cnbanos
tuvieran una deidad especfica de los terremotos; pero no es posible
dudar de que por experiencia o por tradicin sabran de esc tcrrible
fenmeno. Lo siempre inopinado de su ocurrencia, lo desconocido
dc sus causas, Io profundo de su'origen, lo misterioso de su desarro-
llo y sobre todo lo terrfico de sus efectos debieron de imprcsionar
a los indios tapto como seguramente afectaban a los pueblos con-
quistadorcs. Lo raro del fenmeno hizo que muchas mitologas no
tuvicscu uu dios especialmente consagrado a las concusiones ssmi-
cas; pero cuando as ocurra, stas se atribuan a las deidas ctnicas
o subterrneas o a los mismos espritus malignos que as sacudan
las tierras como los mares, los aires y los cielos. En las islas anti-
llanas, de origen volcnico y conrnovidas con bastante frecuencia
por.las fuerzas de Io profundo, los terremotos
jams
fueron desco-
nocidos de sus habitantes.
Para la liiptesis del smbolo del Terremoto parece ser de sin-
gular importancia el hecho de haberse hallado todos los especme-
nes aqu coleccionados en cavernas de la provincia cubana de
Oriente o uruy cerca de ellas, en proximidad a Santiago de Cuba,
o sea al borde de su costa martima, en las laderas de la inmensa
formacin orogrfica que sobre el nivel del mar se eleva hasta el
Pico de Turquino (1,950 metros) y por baio del mar desciende
a la abismal profundidad de la Hoya de Barlett (ms de 6,000 me-
tros), que es una hondura submarina de las mayores del mundo.
Esa regin es la de mayor sismicidad de Cuba, Ia irnica de frecuen-
tes convulsiones subterrneas que tiene la isla, que es una de las
urs tranquilas del archipilago en ese aspecto. En un mapa sis-
molgico de Cuba su punto concusivo coincide exactamente con
\a zona cavernosa donde fueron encontradas las siete imgenes
sigmoideas objeto cle nuestra investigacin. Era, pues, muy lgico
c incvitable que el Tenemoto en ese pas tan conmovido fuese un
pcrsonaje muy tenedero, y que en sus hondas espeluncas, o setr
cn sn l-risma morada, se le recordara y se le reverenciara para pro-
piciarlo.
I{ay quc advertir, sin embargo, que los obietos de cermica
siboncy y tana, rnicos el las culturas indocubans,l se han hallado
I
lcnranclo Ortiz,. Lrts Cuatro Cultutas lndias de Cb. I-Iabana. l9-t2.
500
EL HURACAN
solamente en la mitad oriental de Cuba,2 pues en la parte occiden-
tal no tuvieron asientos de poblacin esos indios agricultores
que
fueron los ceramists. Esto basta para explicar que slo en las re-
giones orientales de Cuba se puedan hallar ceramios, con o sin
figuras sigmoideas. Tampoco fueia de aquellas provincias se sabe
de petroglifos ni de "muecos" esculpidos en las cuevas. De todos
modos, no deja de ser interesante observar que todas las piezas
arqueolgicas objeto de nuestro estudio, as las lticas como las
cermicas, proceden del borde costero de la isla entre Santiago y
Guantnamo y ninguna ha sido hallada todava por Banes y la
costa nortea, a pesar de los ricos yacirnientos arqueolgicos que
por all nos dejaron los indios. Esta circunstancias geogrfica pu-
diera tener un sentido restrictivo, limitando o por lo menos hacien-
do ms frecuentes las sigmoides en la zona cubana ms castigada
por los terremotos y a la vez la menos frecuentada por los huraca-
nes. Pero parece que habrn de esperarse otras averiguaciones antes
de lograr alguna conclusin ms segura en este aspecto
Ya hemos dicho que la situacin originaria de los ejemplares
indocubanos que estamos estudiando, hallados en profundas cue-
vas, no impide que stos puedan ser comprendidos como smbolos
del Huracn. Pero, indudablemente, las cavernas son el lugar ms
propicio para los cultos ctnicos y particularmente para los consa-
grados a Ia deidad de los terremotos, sea sta un nmen plutnico
o la misma Madre Tierra, o el dios todopoderoso de la tierra y
cielo que as desata como refrena todos los males que afligen a
los humanos. Dicho con metfora catlica, para rezarle al santo
abogado contra los terremotos, una caverna o una simblica cripta
parece ser su mejor capilla; aparte de que en toda cueva profunda
hay siempre un hlito de misterio que sobrecoge el nimo y acerca
a lo sobrenatural.
Adenrs, ocurre una pregunta:
Ser
que en esas cavernas los
indios buscaban refugio seguro contra los ciclones, a manera de un
religioso hipogeo o adoratorio del dios que los enviaba? Hoy da en
El ms occidental asiento indio con cermica de los hallados hasta ahora
en Cuba est cerca de Cienfuegos, en la regin central de la isla.
2
Ya advertimos la imprecisin de la pieza de Ia figura 6 y hasta la duda
de su autenticidad india.
EL TERREMOTO Y EL HURACAN
pueblos americanos muy castigados por terremotos se tienen refu-
gios subterrneos.3 Pero hay muchos otros factores para explicar la
subterraneidad de los principales conos cfalosigmoideos de Cuba.
Para simbolizar al terremoto ocurra lo mismo que para el
huracn. Ambos eran invisibles, prcticamente infigurables; los
smbolos realistas no podan usarse con sentido directo, sino como
nretforas; requeran un sutil proceso razonabilizador de analogas
y abstracciones hasta llegar al tropo grfico. No deja de ser intere-
sante la observacin de que as los huracanes como los terremotos
fueron atribudos en varias mitologas a serpientes o dragones.
Cuando estos se mueven en los antros ms profundos de la tierra,
agitan y rompen su corteza.a En China, Li es el dragn de la tiena
que causa los terremotos cuando se agita en sus abismos. Los hue-
sos fsiles de los grandes reptiles antediluvianos que en ocasiones se
han exhumado en China, son huesos de Li. Los
japoneses
en su
sismognica mitologa vean que los terremotos eran causados por
los movimientos de una gran tortuga que sostena la Tierra, como
el Atlas de Ia mitologa grecorromana. Los indios del suroeste de
Ios Estados Unidos atribuyen los terremotos a las sacudidas de una
gran serpiente o dragn subterrneo. Bajo el volcn Etna est apre-
sado el convulsivo Tifn.
Acaso una de las conceptuaciones mitolgicas ms interesan-
tes a nuestro estudio sea la del dios D de los dahomeyanos. Para
estos negros de Guinea, Da es la gran serpiente que existi antes
ue la tierra. D es todo 1o que se mueve sin pies, lo sinuoso, lo
dinmico; es el movimiento, la fierza, la vida misma. La Gran
Serpiente fue la que di forma a la Tierra, haciendo sus sinuosi-
dades al ser creada. A veces aparece como dualidad. La primera
serpiente en su cola lleva las piedras, es como la portadora de los
rayos y los vientos; la segunda est enroscada bajo tierra, teniendo
sobre s el peso del mundo, y al moverse para cambiar de postura
ocasiona los terremotos. Ntense los varios aspectos de este mito:
la serpiente, es decir, el ser unpede y espiraloideo, como creador
u originador de Ia vrda y del cosmos; tambin como portador de
tcmpestades y como causante de los terremotos. Aun ms, hay un
3
Frank W. Lane, The Elements Rage. Londres, 1945.
n
I.A.Mac
Culloch, en Hastings, vol. xr, p. 408.
50I
5OZ
EL HURACAN
Da en cada individuo. Un espritu-serpiente,
es decir, un hlito
de vida, que se separa del cuerpo al morir, saliendo de la cabeza
como una emanacin gaseosa
"en espiral". En este mito del Da-
hourey parecen, pues, sintetizarse los principales elementos, as
rnorfolgicos como conceptuales,
que se han ido integrando en la
rnitologa del huracn: la invisibilidad, la espiritualidad, la dina-
micidad, la creatividad, la espiralidad, la tempestuosidad, la aeroi-
dad y la subterraneidad.
Los elementos caractersticos que hemos analizado del sm-
bolo antroposigmoideo de los indios cubanos son tambin inter-
pretables como aluivos al terremoto tanto como aI cicln; su
significacin simblica es ambivalente. La cabeza con el smbolo
consabido slo tiene por obieto animificar, antropomorfzat el
snrbolo. El terremoto puede ser imaginado como un ser antropo-
norfo, tal cual el huracn.
La posibilidad, en algunos casos la probabilidad, de que la
figuracin de la cabeza sea la de una monda calavera, propicia
su interpretacin como emblema de un mtico personaie espec-
ficanrente subterrneo, como son los muertos. AI ente de las ener-
gas ssmicas se le caracterizaba como a los antepasados,
Por
sus
crneos. Es frecuente entre los primitivos atribuir los terremotos a
potencias misteriosas que viven bajo tierra o a los espritus de los
muertos. En algunas mitologas primitivas son los ruuertos los que
rrotivan los terremotos con sus movimientos cn el mundo interno
o subterrneo para llegar al mundo superior.i' As pens tambin
Pitgoras. Relacionada con esta idea del mundo de los ntuertos,
est el infierno del Dante, el mundo subterrneo cle los muertos
malditos; el cual, segn observa Mackenzie, tiene forma espiral,
como la concha de un caracol, como Ia "clleva de los vientos".
Para los indios
jbaros, que dicho sea de pasq son de tronca-
lidad tnica arrlaca, "los terremotos o urkai sott causados por pode-
tosos iguanch o espritus que sacuden sus cuerpos".6 Frazer hace
referencia a De la Borde, quien dice que los caribes antillanos
consideraban el terremoto como una seiral de la tierra para que
s
Vasc Sir
|ames
G. li'razer, The
few
of the Dead, pp. l3Z y 166.
6
Rafael Karsten, "The Religion of the
fibaro
Indians of Eastein Ecua-
dor", Bo/. de la Acad. Nac. de Hist.
Quito,
1922, vol. rtt, n. 6, p. 134.
EL TERREMOTO Y EL HURACAN 50]
aqullos bailaran por su propia salud, y que los indios danzaban
entonces cuatro das y otras tantas noches, en forma litrgica con
grandes ornameirtos y atavos, llevando collares, brazaletes, cin-
turones y tobilleras llenas de pequeas conchas que entrechocaban
con los rnovimientos del baile, mientras las indias sonaban nara-
cas y hacan un rnontono acompaamiento.T Esta referencia es
confusa, pero parece indicar que la emocin religiosa despertada
por el terremoto se relacionaba con las expresiones generales del
culto de la Madre Tierra.
Acaso el ttrremoto fuera la incomodidad e iracundia de la
Made Tiena, quejndose del abandono y reclamando ofrendas

servicios, tal corno el Huracn era expresin anloga del Misterio


Celestial. Criterio parecido es el de los lusheis, cierta tribu de la
Melanesia, los cuales dicen que los habitantes del mundo subte-
rrneo hacen temblar el mundo exterior a fin de saber si todava
ha1, s, l algn ser vivo. As, cuando ocurre un terremoto, los
habitantes de algunos pueblos lushei gritan: "Vivimos, vivimos!",
para conocirniento de los seres subterrneos, a fin de que interrum-
pan el terremoto, y proceden a hacerles sacrificios. Aunque Ias
interpretaciones mitolgicas de los terremotos son muy varias, es
tunnime la creencia de que los terremotos son producidos por
entes subterrneos, dioses buenos o malos, muertos o eutes mons-
truosos.
Entre los indios cubanos los espritus de los antepasados te-
nan gran importancia. A los muertos se les enterraba con signifi
cativas liturgias, se les evocaba y se les representaba en estatuas y
figurillas con los atributos de la muerte. No era, pues, absurdo que
ellos atribuyeran los terremotos a los espritus de los nuertos, a los
que, antepasados o no, vivan en las entraas de la tierra, cuyas
entradas eran las cavernas, esas mismas cavernas de donde haban
surgido los seres humanos segn ciertos relatos cosmognicos.
Un gran nmero de conos indios antillanos que se conservan
en los museos son figuras escultricas de morfologa esqueletzada.
7
De la Borde, Relation de l'origine, moeuts, coutumes, religion, guu-
res et toyages des Caribes sauydges des Isles Antilles de I'Am&ique, p.
j8.
(Recueil de diyers Yoyages
faits
en Afrique et en Amrique, Pars, 1864.)
Cita de Sir
|ames
G. Frazer, The-Worchip of Nature, vol. r, Nueva York,'
1926, p.
4)2.
'04
EL HURACAN
No significaba esto que fuesen seres de actividades extinguidas; los
muertos seguan activos en otra forma. En las figuras que estudia-
mos, sus brazos y sus dedos, esquelticos o no, son signos de ac-
cin, e igualmente aplicables al terremoto y al huracn, terribles
ambos por sus actividades desoladoras.
La postura de los brazos como inequvoco movimiento gira-
torio, aun cuando es ms propia del huracn, no contradice su
aplicabilidad emblemtica al terremoto, cuyas sacudidas a veces
se sienten como ondulantes y acompaadas de ruidos subterrneo.s
que asemejan al rodar de los truenos. La posicin de Jos brazos pue-
de traducir la idea del ente que produce los terremotos al revolverse
en las profundidades de la tierra por sus iras,
Por
sus bailes o por
simple consecuencia de sus inusitados movimientos. Las estras en
los brazos, as representasen movimiento, vitalidad o ruido, conve-
nan tambin con una alegora del ente subterrneo y convulsivo.
Esas estras longitudinales que dividen cada brazo en dos par-
tes, aunque prolongadas a todo 1o largo, parecen tlar un carcter
esqueltico al brazo, como ocurre cuando en el esgueleto se ven
separados entre s los huesos hmero y radio, o en las piernas la
tibia y el peron. Esta interpretacin intensificara el sentido
cadavrico de Ia cabeza si sta se aceptara como un crneo mondo.
Sin embargo, el emblemismo esqueltico no significara precisa-
mente inmovilidad ni muerte, sino simplemente subterraneidad.
ultramundanidad, vitalidad en otro mundo.
En ese aspecto hay otra importante consideracin que hacer.
La misma simplicidad morfolgica del cono cfalosigmoide de los
indios cubanos, reducida a una cabeza y a los dos brazos, favorece
su interpretacin como la alegora de un espritu desencarnado
y daino. Como cuenta el P. Du Tertre, los indios caribes crean'
que cada ser humano tena tres almas, dos de las cuales en vida
residan precisamente en la cabeza y en los brazos, y despus de Ia
muerte se convertan en maboyas o espritus malignos. Si esta
creencia psicolgica era compartida por los indios tanos, lo que
no es inverosmil dadas las relaciones de estirpe entre caribes y
aruacas, la emblemtica imagen cfalosigmoide era la representa-
cin plstica ms adecuada de un mdboyd o espritu maligno, ex-
presada por la conjuncin
post
mortem de las dos almas desencar-
EL TERREMOTO Y EL HURACAN 50'
nadas y ya en la vida activa e invisible de los espritus. Sea o no
cabeza de muerto la figura labrada por el escultor o el ceramista
indocubano en las imgenes androsigmoides que nos ocupan, de
todos modos armoniza perfectamente con ei concepto del espritu
maligno de un antepasado. Si calavera, porque as, con morfologa
esqueltica, solari representar los tanos a los espritus de sus ante-
pasados; si testa animada, porque sus signos de vitalidad eran los
ms propios para simbolizar la vivsima caracterstica del espritu
malo del Huracn.
Tratndose de un terremoto, no puede darse valor significativo
alguno a la direccin diestra o siniestra de la versatilidad del smbo-
lo. As se podra explicar mejor la excepcin del ejemplar de la
figura 6.
Que
las figuras sigmoideas tornaran sus brazos a 7a iz-
quierda o la derecha nada significaba y bien podan representar
a la vez al dios Huracn y al dios Terremoto.
La posicin de la figurilla en estudio, situada en el vientre
de otra, favorece la idea de que sea Ia del Terremoto, que se agita
en las entraas de la Madre Tierra.
La misma raeza de Ia figurilla simblica parece convenrr con
la rateza del terremoto; tan terrible que no puede ser olvidado, pe-
ro tan inslito que no parezca necesario apaciguarlo todos los das.
Dice un refrn de los catlicos castellanos que "nadie
se acuerda
de Santa Brbara hasta que trllena". Y si as ocurre con la santa pa-
trona contra los rayos, as debi de ocurrir con el nmen de los
terremotos. Su culto intenso a seguida de sus cataclismos; despus,
la tranquilidad volvera a los nimos y con ella la friardad dL hs
devociones. El huracn era tambin raro, pero no tanto y estaban
para evocarlo con frecuencia las turbonadas equinoccialei que tan
a menudo azotan las tierras y aguas del Caribe.
La presencia de figurillas revolucionarias o convursionarias
en las asas decorativas de la cermica indocubana no obsta a su
interpretacin como smbolos a la vez del nmen de los huracanes
y de los terremotos. Est todava por definir con seguridad el
sentido que el simbolismo religioso de los indios atribua a dichas
cazuelas de barro. Pero no parece muy aventurado
suponer que
esas vasijas_ planas, circulares, oblongas o naviculares, y siempre
ornamentadas con tradicionales estilos, tenan por s un sentido
i06 EL HURACAN
alegrico concordante con los variadsimos diseos y figuras pls-
ticas que en cada caso las acomparan. Ni es inverosmil pensar
quc tales vasijas eran por s emblemas de la ferninidad de la natu-
raleza, cle la NIadre T'ierra, como ocurri en otros nurnerosos
Pue-
blos y es presumible que aconteciera entre los indios alfareros
de Cuba. Con ese emblemismo, que converta Is cazuelas en ad
minculos de los ritos lararios, no disentan los smbolos del Hura'
cn ni del Terremoo, uno y otro comprendidos en el corplejo
rnitoigico del T odopodercso de la N aturaleza.
No obstante lo expuesto, aun queda pendiente explicarnos
si los dos brazos significaran algo distinto del ente unpede o
Huracn de los indios continentales. Esta hiptesis es tanto ms sig-
nificativa cuanto que efectivanente los indios kich tenan un dios
caractcrizado por sus dos piernas. Si de los kich vino el dios Hur
cn, el
"de
una pierna", de ellos pudo proceder tambin el carac-
terstico dios "de las dos pietnas".
Junto
a Huracn los kich situaban al dios Cabracn, crtya
etimologa segn Schuller es la siguiente:
Etimologa: cab= "dos"
ra
=
)a pers: sing. pron. posesivo; "suyo, su de 1".
cn- "perra".
Significado:
"el
de dos piernas".
Y bajo esta misma acepcin aParece Cabracn tambin en el
Popol Vuh. All leemos:
"en cambio, Cabracn se ocupaba en
menear y tener en desasosiego a los pequeos y grandes montes y
volcanes, slo por su voluntad".
Es decir, q:ue Cabracn es el dios kich de los terremotos y vol-
canes, el de las conmociones ssmicas. Segn Schuller, "aun hoy
da Cabracn significa
'terretnoto' en ei kakchiquel-popoloca, que
es un codialecto del kich. De modo qtse Cabracn debe. ser un
antiqusimo ente relacionado con los temblores de tierra, mientras
Huracan entre los antiguos indios kich era considerado como
"Corazn del Cielo y de la Tierra".
Caprakny Zipakn eran los dioses de los montes y volcanes.
Este los formaba, aquel los mova. Tal parece, pues, que pudira-
nros dar por fallada la controversia en el sentido de que la figurrr
EL TEITREMOTO Y EL HURACAN
a.ndrosigmoidea de los indocubanos era una representacin del te-
rremoto o de la deidad que lo gobierna.
Se debe advertir todava que acaso, ms que a dos
"piernas",
ese ttulo de Caprakn serefiera a dos
"extremidades".
Un ser
antropomorfo de "dos piernas" nada tendra de singul;rr; pero s
cuando fuera de slo "dos extremidades", o sean dos brazos sin
piernas o dos piernas sin brazos. En ambos casos habra Llna ex-
cepcionalidad promovedora del mito. Un Caprakn de una cabezu
con slo dos brazos equivaldra seguramente al cfalosigmoide
cubano.
Para la teora de que el cono androsigmoideo de los indocu-
banos representa el Huracn, aun cabe una cuarta hiptesis, la clc
que se funclicran en l las representaciones del huracn
y
del terre-
moto como constitutivas de un solo smbolo, por ser aqullos con-
rderaclos como expresiones cle una misma entidad initoleica.
El huracn y el terremoto fucron fenmenos cataclsmicos
estrechamente relacionados por la mitologa. Sin irnpedirnento de
su individuacin fenomnica y uritolgica, el terremoto vino a ser
una manifcstacin rnis. Ia subterrnea y quizs la n'rs terrible,
del complejo de potencias sobrehumanas (acaso sera impropio
ilamarlas
"sobrcnaturales"
con referencia a los indios) quc integra-
ban el Todopoderoso Nlisterio Csmico.
El rayo, el trucno, la lluvia, Ia inundacin, el vendaval, Ia
tronrba, el olcajc. .. cran personificados como cntes sobrehuma-
nos, crpaccs dcl mal, a vcces como "mensajeros"
de entidades
supcriorcs. lil tcrren'roto, el ente de las profundidades cavernarias,
bien puclo ser uno de los "mensajeros" ms terribles.
Lln lrs islas Fidgi, el indio Ndengei habita er Ltna gruta y
desde all influye como deidad urania en la vida celestial, en Ias
peripecias metericas, en las cosechas, etc. Cuando se enfurece
clcsata el temporal, cuando cierra sus ojos anochece, alborea cuan-
do los abre; y cuando durmiendo en su caverna se agita y revuelve,
tiembla la tierra ocasionando los terremotos.8 Refiere Karsten que
"uno de los estupendos fenmenos de la naturaleza que particular-
mente atrajo la atencin de los
ibaros
fue el violento huracn o
s
\Vaitz-Cerland, Antlropologie der Naturyolker, vol. vr, p. 664; Th.
W.
f.
Calvcrt, Fiii and the Fiians, Nueva York, 1859, p. 170.
507
EL HURACAN
rrdssi, que aparece con frecuencia en las vrgenes selvas de Sur-
amrica pasando por un rea comparativamente pequea pero
dejanclo a su paso una terrible destruccin de rboles y arbustos.
Los
jbaros
atribuycn el huracn a uno de sus peores iguonchi (es'
pritus o demonios), el cual figura tambin entre los drutaurct
(antcpasados)".e Pero ya hemos anotado que entre los mismos
jbaros
eran tambin los iguanchi los causantes de los terremotos.
Entre los kichs, Caprakn y Zipakn fueron hijos de Guiu-
Kakix, el dios
"Sicte Plurnas de Fuego", que algunos simbolizan
por cl tyc ddnwrco o gudcdmayo; "el que todo lo alumbra", as
el sol como la luna, las estrellas y los volcanes. Por ah parece
visiblc la relacin de Caprakn, dios de los terremotos, con el dios
unpcdc de la Serpiente Emplumada o sea Kukulkn.
Cabracn, "el de las dos piern:Is", estaba ntimamente rela-
cionaclo cot Huracrt,
"el
de una sola picrna". La correlacin fon-
tica, scmntica y simblica reflejaba una conexin de carcter
nritolgico. Cabracn y Huracn eran quienes sacudan a cielo y
tierra v sc asociaban cn la obra cataclsmica. [)e esta interaccin
parecc lraber scalcs cn el mismo Popol Yuh. "Yo soy quien
ir-rquicto al Cielo, movienclo y removiendo la Tierra", dice con
jactanciir Cabracn. El clragn nitolgico de los indios andinos,
qtrc cstucli Tcllo cn su arqttcologa, era dios del ciclo, del mar
v clc la tierra, y se le deban todos los fenmenos destructivos que
ocurrrn por todo el cosmos.
No era ciertamente muy difcil pensar que ambos pavorosos
fenmcnos convulsivos eran diversas manifestaciones dc una mis-
ma deidad, omnipotente y enfurecida. El terremoto es corno una
teurpcstad bajo, la tierra, tronante y trcnrantc, que a veces hast
hace vomitar fuego de las entraas clel mundo. Viceversa, el hura-
cn es como una convulsin que hace temblar los cielos, los inun-
da, los enciende y los precipita rugiente sobre los mares y las
tierras. Terremoto y huracn son sismos por igual, uno abajo y
otro arriba. Como si un mismo monstruo corl sus invisibles brazos
v r)lnos sacncliese el cosmos y trastornase su orden para provocar
cl fin cataclismico de una era, el fin de uno de los sols, como ell
la nritologa clc los nlayas, aztecas y otros indios arncricruos. "Los
tt
Ob. cit., p. l14.
EL TERREMOTO Y EL HURACAN
temblores de tierra no eran una cualidad peculiar del espritu que
se adoraba en el subterrneo de Tehuantepec, sino de todos los
dioses sostenedores del cielo".to Es decir, de los cuatro dioses de
los cuatro vientos.
"Los temblores y terremotos que en la tierra
haba,los atribuan a que los dioses que tenan en peso el mundo,
se cansaban y entonces se mudaban y que aquella era la caitsa de
los temblores" (N,Iuoz Camargo, 131). La dosa Tierd, uno
d.e ellos, tena el ttulo de
"Corazn de la Tierra" en su advoca-
cin de Toci, y se lo daban "porque cuando quera
haca temblar la ticrra" (Durn, u, 187)".'1
"Las cua-
tro aspas del signo Naui Ollin de los nahuas represen-
taban los cuatro soles anuales combinados con las cua-
tro estaciones del ao, pero sobre todo con los cuatro
elementos asimilados al sol. EI Naui Ollin represen-
taba el movimiento de los cuatro soles combinados
con los cuatro elementos, y con el signo Naui Ollin,
los indios expresaban los temblores y terremotos; no
es un movimiento de traslacin del sol. . ., sino un
simblico de trepidacin y vaivn"12 (figura 294).
Esta significacin que da Plancarte al signo Naui Ollin y su
afirmacin de que los terremotos eran atribudos por igual a todos
los dioses sostenedores del cielo, o sea a los cuatro dioses de los
cuatro vientos, nos lleva a una'breve disquicisin acerca de Ia vero-
smil relacin que para los indios aruacas insulares o tanos pudo
Iraber entre el signo aspado y srls simbolismos con el mayohuacn
o ba\,ohabao, su gran tantbor del Huracn.
Sera
este tambor, al
propio tiempo, el evocador de los terremotos? O lo que es igual,
el ente sobrenatural en cuyo culto se empleaba el mayohuacn
sera
a la vez el dios del huracn y del terremoto, una sola deidad
terrible causante del uno y del otro? Ya hemos sealado que el
gran tambor de los aruacas, el de "la pierna de la serpiente", era
el del huracn. Los smbolos espiroideos que ostenta el diseo del
P. Gumilla Darecen evidenciarlo. Sin embargo, en el dibujo del gran
10
Plancarte, Prehistoria de Mxico. Mxico, 1923. p. 558.
11
Citas de Pl:urcarte.
12
Plancarte, Prehistora de Mxico. Mxico, 1923, p.591.
Frc. 294
movimiento
510 EL IIURACAN
tambor de los indios aruacas insulares o tanos que trae Oviedo
se nota que las aberturas que tiene la caia del tambor son de
forma diversa, como la de una letra H.
Oviedo describe dicho tambor de la siguiente manera: "La fot'
ma quel atambor suele tener es la que est pintada en esta figura
(lmina I?, fig. )+ y 4+) el qual es un tronco de un rbol redondo,
tan grande como 1o quieren hacer, y por toclas partes est cerrado,
salvo por donde le taen, dando encima con un palo como en
atabal, que es sobre aquellas dos lenguas que quedan del misrno
entre aquesta seal semejante. La otra seal, que es como aqusta,
es por donde vagian o vacuan elleo o atambor
cuando lo labran; y esta postrera seal ha de
estar
junto
con la tierra, e la otra que dixe
primero de suso, sobre la qual dan con el
palo; y este atambor ha de esta echado en
el suelo, porque tenindole en el ayre no srIC-
na".t3 Con anterioridad a este prrafo, Oviedo
haba dado estos otros datos: "Algunas veges
junto
con el canto mezclan un atambor, que es hecho en un madero
redondo, hueco, concavado, tan grueso como un hombre ms
menos, como le queran hacer; suena como los atambores sordos
que haccn los negros; pero no le ponen cuero, sino unos agujeros
rayos que trascienden a 1o hueco, por do rebomba de mala gracia".r4
Como se advierte, Oviedo se refiere a "agujeros y rayos", lo cual
no corresponde al esquema en forma de H que trae dicho dibujo
(figrra 295).
Por otra parte, Fernando Coln
15
dice en una traduccin
"tenazas de herrador" y e, otra "tenazas de albeitat"l al igual que
dice tambin Antonio de Herrera. Tampoco se ajusta el diseo de
Oviedo a estas comparaciones de Coln y de I lerrera. De estas
incongruencias ha podido inferir el
ioven
musiclogo cubano Ar-
13
Oviedo, Historia Ceneral y natural de los Indias. Madrid, 1851, t. ,
Iib. v, cap. r, p. 130.
t4
0b. cit., p. 127.
r5
Yida del Nmirante, p. 193.
Fc.295
EL TERREMOTO Y EL HTJRACT\N
geliers l-en
16
que el dibujo de Oviedo, o mejor dicho, de la edicin
acadmica de la gran obra de Oviedo, es inexacto.
No hay por qu sorprenderse de la inexactitud de los dibujos
que acorrpaan Ia obra de Oviedo. Ya hemos advertido en varias
ocasiones que son errneos por no corresponder a Ia realiclad sino
como mcros croquis de aproximacin, que rirs confunclen que
aclaran la intcligencia de los respectivos textos descriptivos, Ios
dibujos referentes al boho, al caney, a la hamacd, a lt canod, a\
tpico aparato bifurco de fumar y otros. Casi todos parccen haber
sido dibujados cn Espaa por grabador cluc tuvo quc dibujar los
susodichos objetos exticos de los inclios antillanos sin haberlos
visto
jarns
ni cntcndido bien los textos de Oviedo.
Argclicrs Lcn cree que Ia figurer quc dcbieron presentar Ias
aberturas clcl nruyolruacn era aproxirnaclamcnte Ia de cuatro "ra-
Frc. 296
yos", formando como un aspa con un "agujcro"
en el centro (fi-
grra 296). Siendo as, la figura, adcn-rs de respondcr a las serales
de Ol,iedo, se asemcjara en verdad a la de una "tenaza de herrero".
Por otra parte, Ia figura aspada relacionara inmediatamente el
tambor de los tanos con el simbolismo cruciforme en aspa que los
espaoles hallaron en Ia vecina Yucatn, consagrado al dios del
viento.
Adems, Ia susodicha figura en aspa en las aberturas del gran
tambor monxilo ofreca desde un punto de vista musicai el im-
portantsimo valor de que siendo los brazos de Ia tenaza de diver-
sa longitud, ms largos los dos de un lado que los dos del otro, se
daran en el instrumento percusivo dos lengetas de longitud y so-
16
En un trabajo indito efcctuado en Ia ctedra de "Formacin
t-
nica y social dcl pueblo cubano", dcl Instituto univcrsitario de Investiga-
cioncs Cicntficas r, Ampliacin de Estudios de la Habarra.
5ll
512 EL HURACAN
noridad distintas, las dos "lengetas" a que aluda Oviedo. As, el
mayohuacn tendia dos calidades diferentes en su timbre o sea dos
notas y ya con ellas podra "hablarse", hacerse taido de sonori-
dades combinadas para ser inteligibles como un lenguaje de carc'
ter sagrado.
La tesis de Argeliers Len es sugestiva; no obstante est contra-
dicha, probablemente de modo decisivo, por el hecho de no haberse
hallado ningn tambor indio de esa clase con las incisiones aspadas.
Todos los teponaztli de Mxico tienen las incisiones en la misma
forma de H del dibufo de Oviedo, aun cuando esto no irnpide que
en elmayohuacn antillano, o en algunos de sus posibles tipos, ocu-
rriera diversamente; como sucede con los tamboles reseados por el
P. Gumilla, con el llamado tunkul de los mayas, etc. Aceptando la
hiptesis de Argeliers Len llegaramos sin dificultad a convencer-
nos de que esos rayos aspados, con un agujero central en el tambor,
constituyen un smbolo que grficamente puede equipararse al co-
nocidsimo signo Naui Ollin de los aztecas, que para stos signifi-
caba a la vez, como ya dijimos, las cuatro estaciones del ao, los
cuatro vientos y los terremotos.
Poniendo el signo aspado en el mtyohuacn tendremos que
el tambor de los aruacas ala vez Io era del huracn y del terremoto.
O lo que es igual, el nmen del mayohuacn es quien rige la ate-
rradora potencia que produce indistintamente tetremotos, mare'
motos y aeromotos.
Es probable que los indios antillanos creyeran que cl hracn
y el terremoto eran expresiones diversas de uu mismo fenmeno
catastrfico. No son escasos los pueblos donde el huracn y el te-
rremoto han sido considerados como fenmenos mitolgicamente
conexos. El dios asfuio Abad era dios de los vientos y tan'rbin dios
del terremoto, pues este meteoro no eta separado del huracn.t?
Enlil era a la vez seor de la tierra y del viento, y surga de una
cavefna, "la cueva de los vientos".l8
17
Furlani, ob. cit., p.2)1.
1e
S. Langdon, "Tlie derivation of the name of the earth god Enlil
and the origin of the cave of the winds",lourn. of the Ann. Oriental Loc., v,.
p. I 00.
EL TERREMOTO Y EL HURACAN
EI mismo Tifn, que en los pueblos antiguos del Vieio lVlundo
era el huracn, fue tambin quien, enterrado bafo el Monte Etna,
lanzaba las llamas del volcn y produca los tenrblores de sus tie-
rras comarcanas. Aun en el siglo xvrrr, el catlico Bedc crea que
los terremotos eran debidos a los sacudimicntos de Leviatn en su
prisin subterrnea. La rnitologa cristiana del terremoto lleg a
los das de Cristbal Coln, a travs de los telogos medicvales,
como puede verse en el cardenal D'Ailly.1e
Ya descubierta y conquistada Amrica por los europeos, Fray
Bartolom de las Casas2o aun tena que combatir la idea de que
el fuego de los volcanes no era sino el de los infiernos y la
de que el Monte E,tna o Mongibel arrojaba llamas por la boca de
Tifn, como deco Ovidio en sus Metamrfosls. El P. Du Tertre,
al hablar de los huracanes de las Antillas Francesas, dice tcxturl-
mente: "La tierra ticmbla en muchos lugares y el viento sopla
con tal irnpetuosidad que desarraiga los rboles ms grandes y
hermosos dc los bosques..." Y luego aade: "lJna vez pasada esta
borrasca sc corrtcmpla el rrs triste espectculo que se pueda ima-
ginar. Las laclcras y los pcascos de las nrontaas, agrietados v
hundidos por los temblores de tierra Du Tertre, al afirmar
esta coincidencia del terremoto con ei huracn, debi de inspirarse,
ms que en sus terriblemente impresionantes experiencias, en las
icleras y tradiciones de ]os indios de aquellas Antillas volcnicas,
tan propicias a los huracanes y tan castigadas por los terremotos.
Ms frecuentes que los huracanes son los terremotos, dice
Fray Iigo Abad, y refiere las seales que los preceden, seme-
jantes
a las que anticipan el arribo de aqullos, sin exclur las
rfagas de viento fuerte, 1o cual indica que haba confusin cie
anrbos fenmenos. Inigo Abad obsen un cicln en Puerto Rico,
el de 1792, y escribi: "fJn
trueno sordo y continuo que ocupaba
toda Ia esfera, el ruido de las aguas semejante al que sc oye cuando
se aproxima algn aguacero grande, la vista espantosa de conti-
nuos relmpagos y urr temblor lento de la tierra acompaaban al
7e
Concodia astronomicae veritatis cum theologia, Paris, 1481. Cita
de W. D. Wallis, cn Hastings, Enc. of Rel. and Ethics, t. x, p. 368.
20
Hisf. Apologtica, p. 299.
!1
Ob. cit., t. l, p.72.
514 EL I{URACAN
fuioso viento".'2 El huracn, dice, "es un torbellino de viento
acompaado de lluvia, relmpago, truenos y algunas veces de tem-
blores de tierra y siempre de las circunstancias ms terribles y
devastadoras que pueden reunirse para destrozar un pas en pocas
horas". Y Abad concluye pensando que "durante la estacin de las
lluvias o hacia el fin de ellas suelen ocurrir huracanes y terremo-
tos. . . " y que "estos fenmenos pueden provenir de dos causas o
ms bien de una sola combinada de varios modos".'3
No han faltado meteorlogos y sismlogos que relacionen los
huracanes con los terremotos, y piensan que si los fenmenos ss-
micos dependen de los corrimientos de grandes masas de tierras
en la corteza terrestre y a lo largo de las fallas, diversas causls
pueden romper el equilibrio de las masas y actuar como desenca-
denantes de los mismos, tales como las mareas, las manchas sola-
res, las atracciones lunares y tambin los huracanes.za Ya en 1855,
un hombre de ciencia cubano, Andrs Poey, public un estudio
acerca de la Force ascensionelle qu'exercent les ourdgdns la sur'
face
du sol comme
.pouvdnt
donner lieu temblements de terre.
Hoy da ciertos sismlogos
japoneses
opinan que al gran de-
sastre del terremoto de 19 de septiembre de 1920, en Tokio, con-
tribuy un desatado tifn, el cual se hizo sentir en Yokohamzt
precisamente poco antes de comenzar la conmocin subterrlinea.
La coincidencia de terremotos y ciclones tropicales ha sido regis-
trada con frecuencia y Brooks la atribuye a las diferencias de presin
ejercida sobre la corteza terrestre por las oscilaciones baromtricas.
Dos pulgadas menos de presin aligeran de un peso de dos millones
de toneladas cada milla cuadrada de superficie, mientras que Lrnos
diez pies de agua aumentaran el peso de dicha rea en nueve milla-
res de toneladas. De ah que el resultante peso diferencial, de
9.000,000 de toneladas de agua menos 2.000,000 de presin at-
mosfrica, puede bastar para provocar un accidental desequili-
brio de las masas terrqueas en un lugar dado y desatar el terre-
22
Ob. cit., p. 100.
2s
Ob. cit., p. 296.
2a
N. Hunter Heck, Earthqua.kes, 1930.
EL TERREMOTO Y EL I{URACAN
moto,25 si ]as condiciones geolgicas del suelo son favorables a la
convulsin.
Esto aparte, los huracanes desarraigan los rboles, destruyen
terraplenes, malecones y caminos, hasta carreteras y ferrocarriles,
y agrietan, derrumban y arrastran las tierras y las casas con las
inundaciones y los vientos, como si las hubiese conmovido una
fueiza subterrnea. Con tales antecedentes, cabe pensar siu dema-
siado atrevimiento que Ios indios antillanos creyeron que junto
con el huracn y sus rugidos vena el terremoto con sus retumbos.
Ya dijimos, con el testimonio de Anglera, que los indios aruacas
de la Espaola atribuan a los huracanes la formacin de las islas
Yucayas mediante grandes movimientos de tierras, lo cual equi-
va]c a clecir que por terremotos. "Decan los caribes de lrucn, q:ue
hrba arrancado las islas del contincnte, l-raba amontonaclo los
rnrllnos y dunas y sembrado los escollos cerca de lrs costas".zo
La imaginacin es propicia a aproximar los huaracanes a los
terrenrotos por su misterio, su invisibilidad, sus rugidos, sus tremc-
bundos e incontenibles efectos y lo inusitado e inexplicable de su
contingencia. E,n ambos hay algo de terriblemente "sobrenaturrl".
No
es el terremoto conlo un huracn subterrneo?
Ou
es el
huracn sino un terremoto que se lia salido de madre, de la en-
traa de la Madre Tierra, y que contina por los aires sus con.
mociones?
Acaso
no pensaran los indios) como los antiguos eu-
ropcos, que los huracanes se originaban en las cavernas y que de
ah salan?
As era la doctrina corriente entre los conquistadores, segrn se
lee en Gonzalo F-ernndez de Oviedo, quien invoca la opinin
de Plinio, como sigue: "Yo estimo no ser dudoso que los vientos
son causa de los terremotos. . . Ni
jams
hay terremotos sino cuan-
do el viento es rincluso en las venas de la tierra; porque as es
el terremoto de Ia tierra, conro el tronido en Ia nube, y otra cosa el
abertura de la tierra de lo ques la nube, quando al salir del rayo se
abre, porque el viento encerrado quiere salir a lugar libre".2?
25
C. F. Brooks, "Some Excessive Rainfalls" Month. Weatlrcr Rev.,
1915, p. 13.
28
De la Borde, Relation de l'Origine des Coibes, p. 17.
zz
Plinio, hb, u, cap.8l. Cita de Oviedo, Hist.Gral., lib. vr, cap. xxrx.
515
516 EL HURACAN
El dios de las convulsiones areas bien pudo ser el mismo dios
de las convulsiones subterrneas. L debi de ser, al menos entre
los indios caribes, entre los cuales maboya se deca a ciertos rnalig-
nos espritus de los muertos, que ocasionaban los huracanes, las
enfermedades y todo lo que produca dao y pavor. Esto no obstan-
te, algunas observaciones ros salen al paso.
Si este smbolo sigmoideo entre los indios cubanos represen-
taba solamente cl clios de los terremotos,
cul
sera el emblerna
del dios de los huracanes? Porque no es de presumir que aqullos
tuvieran una figuracin especfica del terremoto, fenmeno insli
to, y no hubiesen cuiclado de representar con igual o mejor celo
el dios de los huracanes, quc era menos raro que aqul en sus furio-
sas cleas y sobre todo en las diversas manifestaciones que se in-
cluan en el complejo conccpto clel huracn, o sea las frecuentes
tempestades y sus rnrltiples meteoros.
Podemos ofrecer varias hiptesis que respondcn a ese reparo.
La primera es que el Huracn estaba representado por las numero-
sas "piedras de tempestad"" f)e ellas hemos tratado ampliamente
en nuestro libro Ls Cuatro Culturas lndias de Cuba y a lo dicho
en l nos referimos. Sin embargo, hagamos aqu zrlguna referencia
de ellas en sntesis.
En la categora dc "piedras de tempestad" podemos inclur
tres clases de objetos arqueolticos, tpicos de la arqueologa anti
llana, en alguna o varias de sus diversas culturas: las lrachas, Ios
gladiolitos y las esferolitias.
Las hachas son de varias formas, pero nos referimos princi
palmente a las amigdalitoides o conocidas vulgarmente como
"pie-
dras de raya". Todo induce a creer que los indios tanos concedan
a sus tpicas hachas petaloides el mismo concepto de
"piedras
de
rayo" que hoy da les sigue dando el vulgo. Tales hachas eran las
astrapopelekins de los tanos, como diran los griegos clsicos, o
sts tecpatles, como diran los aztecas.
Con mucha ruzn observ Herrera-Fritot que a las bellas y
perfectas hachas petaloides tanas, sobre todo a las de pequeo
tamao que se tienen por inrtiles como instrumentos, hay que con-
siderarlas corno objetos religiosos, acaso como ex-votos. No creemos
que haya hachas petaloides intiles, aun cuando sean de tamao
EL TERREMOTO Y EL IIURACAN 5I?
diminuto, pues hasta la ms pequea serva para ser engastada
en las n-)acanas, como hoy se ve todava entre los indios de las
Guayanas. Pero esto no obsta a que fueran siempre religiosas y
a que, precisamente por su simblica significain mgica de "pie-
dras del rayo", tuvieren una dedicacin como instrumento efica-
csimo. Las hachas amigdaliformes del indio tano, que siempre
han sido consideradas en Cuba como "piedras
de tayo", fueron
tenidas por los mismos indios como proyectiles celestiales, y as
dicha calificacin folklrica de los cubanos de hoy da, adems dc
ser coincidente con la de muchos pueblos de Europa, Asia y Africa,
sera la continuacin de un concepto mtico de los cubanos pre-
colombinos. Hry datos que inducen a suponerlo as. Aun no te-
niendo los indios cubanos hierro con qu hacer eslabones ni herir
al pedernal, es lo cierto que con el choque cle aquellos artefactos
se podan sacar chispas. Y este fenmeno, precisamente por scr
excepcional y no muy haccdero ni practicado por ellos cotidiana-
mente para hacer fuego, debi de llamar mucho la atencin de los
indios por su maravilla, hasta elevarlo por su misterio a la categora
cle fenmeno religioso. Silex contra silex sacan chispas, as como eI
silex contras piedras duras; entre stas el
jaspe
de las hachas peta-
loides y Ia diorita con que se hacan ciertas hachas, si el golpe del
silcx contra stas coincide con alguna parte de cuarzo en la diorita.
Un choquc, el trueno; una chispa, el rayo.
Como ha observado Sven Lovn, en todas partes del mundo
las hachas de piedra nefrtica o de anloga dureza tienden a ser
petaloides; pero en las Antillas Mayores se da el caso nico de que
todas esas hachas tienen punta. Es decir, las hachas hieren por
cl corte curvo y aqu adems por la punta, como flechas, lo cual
acrecienta la posibilidad de la hiptesis de ser "piedras
de rayo,,,
ya que de tal forma es ms penetrante el proycctil, pues cae desde
lo alto y hiere con su extremo incisivo al producirse el impacto. Ad-
virtase, adems, cmo en las hachas y en los amigdaritoides
con
cfigies antropomorfas o
"de
caritas", stas son esculpidas de tal
,ranera que la porcin puntiaguda del artefacto o del smbolo que-
ch hacia la parte inferior, como para significar un arrna, prou.itil
rr objcto penctrante que desciende del cielo como ra trornba, quc
<'rcicrra la tcmpcstad o el huracn; como cl ravo, quc rompc los
5I8 EL HURACAN
rboles y abre la tierra; como la lluvia que fecunda y como el falo
que engendra. En estas hachas amigdalitoides se advierte, pues, que
su parte percuciente ms importante no es la ancha y curva sino Ia
puntiaguda. No vale, pues, tanto como
"hacha" sino como
"pico";
rns que la contundencia cortante del hacha, tiene la penetracin
incisiva de la flecha, el dardo o la azagaya. Carcter de ste n-ruy
compatible, y hasta ms verosmil que el de simple hacha, con el
concepto imaginativo que se les diera de "picdra de rayo". As,
por puntiagudas, al caer de las nubes eran ms pcnetrantes en la
tierra, donde las encontraban tiempo despus. Puntiaguda era
tambin la varita de madera con la cual se sacabr fuego, introdu-
cindola ente leas blandas y hacindola girar con rapiclez.
Tales amigdalitoidcs puntiagudos, scgn Sven Lovn," sor
peculiares de los tanos de estas islas doncle tanta importancia tu-
vieron para el indio los ra,vos fulgurantes y pavorosos, las tcrrficas
tronadas, los aguaceros torrenciales, las trombas marinas y los hu-
racanes, meteoros que debieron ser comprendidos todos ellos en
un solo mito tocante a Ia furia de un dios, cuya arma personal v
nrortfera era la piedra lanzada con el ryo que preceda y acom-
paaba Jas tormentas. En la cosmogona de los indios quich,
segirn la bella narracin del Popol Yuh, se dice: "El relmpago
es el primcr signo de Hurakn, el segundo es su estallido (el true-
no), cl terccro es la piedra que hiere; esos tres son el Corazn del
Cielo". Es clecir, el tremcbundo dios tropical, porquc scgrn cl nris-
mo Popol Yuh: "El Corazn del Cielo es Hurakan".
No
sern,
pues, las hachas amigdalitoides de los tanos, sobre todo las que
tienen figuras faciales o corpreas, persoriificaciones del dios de
Ias tempestades, de Hurakn o de Llabuy?
2c
Verdacl es, dice Sl'en
Lovn,30 que, segrn sus noticias, en las Grandes Antillas no ha
surgido ningn dato que permita dar a las piedras pulidas
,v
hachas
lticas una dedicacin a las deidades metericas y pluviosas. Pcro
esta opinin negativa es infundada, ya que liewkes,sl refirindose
28
The Ogin of the Tainian Culture, p. 116.
20
Fernando Ortiz, Las Cuatro Culturas lndias de Cuba. La Habana,
1913. p. 72..
3o
Ob. cit., p. 165.
'zt 'l'he
aborigins of P. Rico, p. 86.
EL TERREMOTO Y EL HURACAN
'19
a Puerto Rico, crey que las piedras redondas, no precisamente
esfricas sino guijarros redondeados por el roce de las aguas en
los ros, podan represetar en los recintos llamados "juegos de
pelota o de bolas" a dolos o entes mgicos favorecedores de la
lluvia. No cabe dudar de que los indios cubanos tuvieron pequeos
dolos esferoides de piedra guijca, que simbolizaron la lluvia y
acaso fueron a la vez "piedras de rayo".32
La accin mgica de las llamadas "piedras del rayo" se deriva
no solamente de su mtica oriundez celestial, sino de su efecto
cortante, como consecuencia del filo hiriente o del extremo punti-
agudo que tena esa arma sobrenatural. Entre los actuales campe-
sinos cubauos cuando ven una tromba area y temen las furias de
su torbellino, as en la tierra como en el mar, se usa corta la nube.
Lo mismo que los cubanos de hogao con sus cortantes cuchillos y
tijeras de acero, debieron de hacer los cubanos de antao con sus
hachas de piedra: "cortar las nubes" malignas. Esta costumbre
folklrica cubana est compartida por toda la poblacin campe-
sina, as negra como blanca, refleiando una procedencia ancestral
muy variada y remota. EIla obedece a un concepto de magia ope-
rante por va mecnica; pero puede relacionarse con otro concepto
meramente religioso, por el cual no se trata de
"cortar
la nube"
sino de asustar a los entes sobrenaturales que provocan las tempes-
tades. Ya hemos dicho cun extendida estuvo esta creencia entre
los pueblos primiiivos y los antiguos.
Dadas la frecuencia, la retumbancia, Ia horrsona espectacula-
ridad y la mortfera trascendencia de las tempestades en el am-
biente antillano, no es de extraar que los indios, llevados por sus
poderosas emociones, tuvieran del rayo como del huracn los di-
chos temores reverenciales, y simbolismos aproximados e iguales
a los que adoptaron otros pueblos en anlogos niveles de c,ultura.
Mxime cuando el rayo, que ya era sublimemente terrible al matar
seres humanos y animales y partir en dos los rboles ms corpulen-
tos y tronchar las palmas ms altivas, todava era ms tremebundo
cuando se le relacionaba en el mito con los denscs nubarrones que
llenaban los cielos de montaas, cavernas y figuras monstruosas,
entre los cuales salan los relmpagos como luminosas culebras de
32
Oriiz, Las Cuatro Culturas, p. 73.
520
EL HURACAN
fuego, las trombas marinas colro negras sierpes de agua, y hasta
el Huracn o Mabuya,la invisible y
$an
serpiente de viento, que
toclo lo arrollaba en el mar v cn la tierra. As, segn Fewkes, los
carnpesinos de Puerto Rico colocan las hachas pctaloides en los
techos de los bohos como pararrayos para protegerlos no slo con-
tra esos meteoros sino contra las dems inclemencias de los cielos
tropicales. Adems de ser las "piedras del rayo" armqs- plot-ectoras
co, tr.gl*r4yo y las tem pesta dt, lu"etrt tam bin n tla-
-!qda-"-1bosa
-::= -
--.-._-
--. ii,la", contra loa enemlgs- vis-ibles c
-iniSiHAt-
"
- -
-C a s'a-Ef a m tffiAiaAGI nl-es r o I i t i as, c i e rta s p i e-
clras esfricas tpicas de las cultuas indoantillanrs. Generalmente
los pueblos han dado el carcter de "piedras de rayo" a las que
tienen forma de hacha, de flecha o de moharra, tal colno ocurre
hoy da en pases europeos y africanos y en la misma Cuba- Pero
las pieclras esfricas tambin fueron en varios pueblos consideradas
con-ro proyectiles fulminados desde los cielos. En las regiones mon-
tunas de Noruega los campesinos hasta fines del siglo xvnl rendan
culto a ciertas piedras redondas el da de
'Ihor,
el dios del trueno,
untando las esferas lticas con manteca y ponindolas en el sitio
de honor de la mesa de comer." Los insulares de L-niskes (Irlanda)
a r-nediados del siglo xrx posean unas piedras con poderes sobre-
naturales que imploraban cuando se desataba una tempestad, pi-
dindole que hicieran naufragar un barco y lo lanzara a la costa
para poder saquearlo.3a
Otros muchos fenmenos semejantes de magia y religin se
han observado en diversos pases y pocas.t5 Las p'isas globulares
eran los proyectiles fulminados por los dioses, a mano o por medio
del rayo, que era como una honda de fuego, en Escandinavia, Li-
tuania, Bohemia, Suabia, Gales, Francia, sur y centro de Italia.
En Bohemia esas piedras son brillantes por su pulimento. Plino
en su Hisoria Natural,36 citando a Sotacus y otros, dice que se
distinguen dos clases de ceraunia; unas en forma de hachas y otras,
33
Finn Magnus, cita de O'Neill, The Night of the Gods, vol. y p. l2).
3a
M. Hoernes, Prehistoria. Edad de Piedra. Trad. espaola. Barcelona,
1928, p. 30.
35
Segn puede leerse en Chr. Blikenberg. The Thunderweapon in Re-
ligion and r"olklore. Can'rbridge, I9I1.
3e
xxxvr, I35.
EL TERREMOTO Y EL HURACAN
"tambin negras y brillantes",
eue
son rotundas. Todava en el
siglo xvu, ciertas piedras naturalmente muy redondas que usaban
los
joyeros
eran tenidas por cerdunid, o "piedras de rayo", igno-
rndose que eran realmente ciertos fsiles, tal como ocurra asi-
mismo con las piedras llamadas brontia ("de trueno"), gue tam-
bin se decan huevos petrificados de serpientes y dotadas de
virtudcs mgicas.37
Refirindose a los indios de Suramrica, dice Karsten: "Es
sabido que los pueblos salvajes generalmente suponen a los meteo-
ros dotados de una fnerza. sobrenatural. Igual puede decirse de
esos misteriosos objetos conocidos con el nombre de 'piedras de ra-
yo' que gencralmente forman parte de las pertenencias privadas
del hechicero. A las hachas de piedra y otras armas antiguas y uten-
silios de piedra, que por su forma peculiar y por el extico material
de que estn hechos hieren la imaginacin del salvaje, se les etri-
buye generalmente un origen parecido. Supersticiones de esa natu-
raleza las hallamos en diferentes partes de Suramrica. Los
jbaros
por 'piedras de rayo' entienden pequeas piedras negras y redon-
das quc dicen son arrojadas desde el cielo por el rayo, o mejor dicho,
por los guerreros
ibaros
muertos, cuyos espritus suponen que se
muestran activos por medio del trueno celestial. El poder sobre-
natural de que estn dotados es debido a su conexin con dichos
espritus. Puesto que proceden de guerreros muertos, creen que
especialmente traen buena suerte en Ia guerra- Adems, cuando
se guardan por largo tiempo, facilitan el aumento de los puercos
y de las aves domsticas".08 Tambin hay una interesante relacin
de la Guayana holandesa acerca de las hachas de piedra mgica,
"piedras de rayo" (o "piedras
de trueno"), y similares obietos anti
guos de piedra. Los indios los han encontrado excavando la tierra,
pero es creencia general que han sido arroiados por el rayo. "Tales
objetos consisten en pedazos de dura piedra, pulimentados por su
constante rodar entre Ios bloques de granito en forma tal que
muchos de ellos parecen verdaderas obras de arte. Debido a su
37
Anselmo Van Boot, Historia Cemmaun. Lyon, 1644. Cita de
O'Neill, rr, p.690.
,38
R. Karsten, The Religon of the
lbaro
lndians of Eostem Ecuador,
p. 20.
521
522 EL HURACAN
supuesto origen sobrenatural, se nos dice, se les considera como
excelentes amuletos, que protegen contra las enfermedades, peli-
gros y dems contingencias fatales." El Dr. Nordenskild tambin
menciona las "piedras de rayo" con referencia a Bolivia, donde las
encontr tanto entre los chiriguanos como entre los indios monta-
eses que hablan el lenguaie quicha, donde esas piedras forman
parte del equipo del hechicero.se
Es probable que las est'erolitis tuvieran relacin con ciertos
ritos agrarios, como ocurra con las pelotas y los juegos
de batey;
pero esto no empece a sus aproximaciones simblicas a los meteo-
ros tempestuosos, como luego veremos. Es posible tambin que las
esferolitias intervinieran en ritos agonsticos, relacionados con los
morrimientos astrales y fenmenos metericos de inters agrario.
Si en los ritos mgico-agrarios de los
juegos de pelota las esferolitias
no tenan cabida, era debido a que no podan ser consideradas
realmente como pelotas por su falta de elasticidad y en algunos
casos por su mucho peso; esto no olstante, aun sin ser realmente
pelotas elsticas, las piedras esfricas pueden haber servido para
otias liturgias parecidas. Por estas razones, Fewkes admite que las
esferolitias o bolas ptreas acaso se usaban en otros
juegos que
nosotros desconocemos. Ultimamente han sugerido la misma hi-
ptesis Osgood'0 para las esferolitias imperfectas de Cayo-Redon-
do, en Cuba, y Rouse
aL
para las halladas por l en Fort Libert, en
Hait.
En un sentido de "juego" podran emplearse las esferolitias
para hacerlas rodar por tierra como hacen los nios hoy da o como
en las boleras an hacen los hombres. Estos usos son muy veros-
miles y convienen con el frecuente hallazgo de esas pelotas ptreas
junto
a los bateyes. Vanse como tpicas las grandes bolas de pi-
dra halladas
iunto
a un bate o "juego de bola" de Puerto Rico por
Mason.a2 Es posible que en estos bateys no solamente tuvieran
3e
Nordenskild, Indianer ach hyita i norilestre Bolivia. Estocr:lmo,
I911, p. 43.
40
Ob. cit., p.4).
41
Ob. cit., pp. 44 y 55.
rz
.
Alden Mason, Scientific Sumey of Porto Rico and the Yirgin
lslanils, vol. xvIIt, parte 2, Pl. 8, fig. 3.
EL
'TERREMOTO
Y EL HURACAN 521
lugar los
juegos
con pelotas ligeras y saltarinas, como las que des-
cribe Oviedo, siro tambir con bolas de piedra, que se lanzaban
de rnano a mano o se irnpulsaba a que rodaran por el suelo, pero
siempre con una finalidad mgico-religiosa. "Entre los romanos la
mera ceremonia de tirar una piedra implicaba una invocacin a
|piter
y de ah que se haya supuesto errneamente que
]piter
mismo fue originariarnente una piedra".n' Cabe peDsar tambin
qlre esas piedras redondas de los indios cubanos podran ser an-
logas a las que se ernpleaban en la antigua Grecia, particularmente
en Epidauro, en las litobolias o "lanzamientos de piedras" tpicos de
los cultos de Auxezia,la Virgen Diosa de la Fecundidad, en los cuales
dos coros, micntras cantaban y se apostrofaban mutuamente, se
tiraban piedras uro a otro en pugna simblica. Los famosos
Juegos
Olmpicos del antiguo mundo helnico, con sus rivalidades atl-
ticas, en su origen no fueron sino ritos mgicos para cooperar a los
nrovimientos astrales y al orden de la Naturaleza.nn
Muchas pginas podran llenarse con datos acerca de esos
juegos antagonsticos. Bstenos decir que en toda Europa hay to-
dava supervivencias de ellos en forma de combates, a veces muy
realistas, a palos, pedradas y
juegos de ivalidad, particularmente
por las regiones montaosas, donde se conservan los viejos cultos del
paganismo ms o menos transculturados al cristianismo. Ellos no
son sino recuerdos vivos de esa lucha simblica entre el verano y el
invierno que di su origen a los complicados ritos resurreccionales
de los tiempos anteriores al cristianismo romanizado, el cual en sus
dogmas centrales evoca tambin las milenarias conceptuaciones con
simbolismos similares a los que le precedieron en Egipto, Asia
Menor, Europa y Africa del Norte. Recordamos ahora las fiestas
ituales que de nios presencibamos cada ao en Menorca con
ocasin del solsticio de verano, cristianizado como Natividad de
San
fuan
mientras el solsticio de invierno lo fue como Natividad
de
fesucristo.
Aquellas fiestas consisten en carreras de caballos, en
los torneos ficticios que en la Edad Media se decan correr caas,
en apasionantes combates con huecas lladriolas de barro que imi-
43
E. W. Hopkins, Origin and Evolution of Religion, p. 17.
44
F. M. Cornford, The Origin of the Olympic Came* En
f.
Harrison,
Themis, p.2)8.
{
'24
EL HURACAN
taban las piedras, y con defensas de adargas rornpibles, y sobre todo
con repetidsimos y prolongados ritos procesionales circulatorios,
llamados "caracoles"; todo ello acompaado del taRido del primi-
tivo tamboril (el trueno) y del caramlllo o
flcviol
(el silbido del
viento). En todos los pueblos europeos de la Edad Media se da-
ban los ritos sociales antagonsticos, que etan suPervivencias del
paganismo.
Si las esferolitias, pues, no servan como pelotas por ser de
piedra, podan servir para pedreas rituales. Mxime cuando esos
ritos de las pedreas y peloteos de dos bandos tiene tambin un
carcter apotropaico, de purificacin o de "limpicza". Es decir,
que al lanzat las piedras o pelotas, cada bando imagina lanzar con
ellas las impurezas o la "cosa mala". As era en las litobolids hel'
nicas, segn Cook; as se entenda en 7os peloteos rituales que ha-
can los mexicanos en homenaje a la Madre de los Dioses, segn
Fray Bernardino de Sahagn; as es tambin en los juegos de pe-
lota marroques, segn Westermark.
Si las asferolitas fuercn "piedras de rayo", tambin pudieron
serlo los gladiolitcts o dagas de piedra y aun toda forma de hachas,
como rsticos proyectiles divinos lanzados desde el cielo. En va-
rios pueblos, inclusive en los de la antigedad mediterrnea, esas
"piedras de rayos" fueron srnbolos de la accin divina y se em-
pleaban como armas dotadas de sacripotencia y como emblema de
los mismos dioses. Los griegos y dems pueblos del Mediterrneo
distinguieron esas piedras, que primitivamente fueron los punzo-
nes, cuchillos, puntas de flecha y coups de poing de las culturas
arqueolgicas, con los nombres de astropolkia, "hacha astral" o
meior dicho, astrapopelkia o "hachas del relmpago", astrap-
bouLa, "obietos lanzados por el relmpago", y tambin como k-
rouna o "rayo". Usener descubri tres fases de la consideracin
merecida por el rayo en Ia religin griega: l9 los rayos se adoraban
en cada caso particular, separadamente, como sendos dioses que
haban descendido del cielo a la tierra; 2Q el rayo, en general, era
un dios especial que se manifestaba por el truerro, la centella y el
relmpago; 39 el rayo era simplemente una de tantas manifestacio.
nes de Zeus, el dios de los cielos.as Zeus ea el que lanzaba esas
45
[Jsener, Kerauns. Rhein. Mus., 1905, pp. l-30.
EL 'TERREMOTO Y EL HURACAN 52'
piedras con el rayo, que le serva a ese efecto como una honda;
por eso el dios se le llam Keraunbolos y Kerauns, y en sus cultos
aquellas "piedras de rayo" eran portadas solemnemente por unos
sacerdotes o aclitos llamados Keraunophroi. Zeus, el dios del
cielo, se manifestaba por "signos"
o diosemfu, tales como tempes-
tades, rayos, truenos, relmpagos, lluvias, etc., por Io cual el dios
recibi el nombre de Kataibatos, "91 que desciende", porgue del
cielo trajaba por medio de esos signos suyos, los cuales se tomaban
como presagios en las guerras y asambleas pblicas.aG
Recorclernos ahora, con Sven Lovn, la equivalencia simblica
de
lurakht
y la "piedra
de rayo" en la mitologa de la gran cul-
tura continental de los indios kich; y asimismo la relacin directa
y emblenrtica de las hachas de piedra con los dioses de las tem-
pestades entre los mayas y los aztecas. El dios Chac de los mayas
y el dios Tloc de los aztecas dominan las lluvias y llevan corno
emblemas las hachas y "piedras de trueno", como sus homlogos
del Viejr Mundo. En Mxico las hachas con efigie son enseas del
dios Tescatlipoca, el cual arroja desde los cielos flechas de rayos y
piedras de lluvia sobre la terra.aZ Dichas hachas de los dioses me-
tericos aparecen en Mxico ya en las culturas arcaicas.ns Todava
hoy en Mxico a los dioses de las montaas y de las aguas se dedi
can dolos de piedra verde en forma de hachas.ae Los indios anti-
llanos debieron de considerar dentro de la categora de "piedras
de tenrpestad" no solamente a las amigdalitoides sino tambin a las
esferclitias y los gladiolitos; bien como "piedras de lluvia" o como
"piedras
de rayo", o genricamente unas y otras pezas como "pie-
dras de la tempestad" o "piedras
delurakn". Todas eran armas lan-
zadizas de la misma deidad y, acaso, smbolo de la deidad misma.
Sin duda, todos esos conceptos pueden refundirse en el de "piedra
de tempestad", ya que dichos meteoros atmosfricos, aun cuando
pueden ser analizados separadamente, suelen presentarse y operar
40
A. B. Cook, Zeus. Cambridge, 1925, t. r, pp. 9 y l).
rz
Saville, Votive Axes
ftom
Ancient Mexico. Nueya York, 1929,
p.29).
a!
linden,
Ancient Civilization of Mexico and Central Ameca, p. 55,
ao
Segn Seler, cita de S. Lovn.
526 EL HURACAN
en coniunto, viribus unitis, para producir
Ieste que es la tormenta o el huracn.
Sin embargo, es cierto que todos esos
la gran conmocin ce-
simblicos arqueolitos,
por la gran peli-
grosidad de sus
meteoros, pare-
cen merecer pol
s una represer-
tacih propia,
como ha ocurri-
do en las varias
mitologas. Cier.
to es tambin
que un concepto
genrico puede
ser simbolizado
por una idea par-
cial o sea ur
todo por una parte, a rlanera de sincdoque; pero dada ra tremebun-
da importancia del Huracn como personaje climtico, mtico y eco-
nmico entre ]os antillanos, parece lgico que stos tuvieran ,tg,i"
smbolo exclusivo pa-
ra 1.
Una segunda hi-
ptesis es la de que
el Huracn cstaba
representado en la
cermica por ciertos
smbolos peculiares
gu, como motivos
Cecorativos, aparecen
en el arte indocu-
bano. En Ia alfare-
ra arqueolgica de
Cuba y las dems Grandes Antillas hay varias piezas tpicas que qui-
zs no puedan atribuirse directamente al huracn; pero s, inequvo-
Ftc. 297
Frc. 298
EL TERREMOTO Y EL HURACAN 927
camente, al dios de Ias lluvias, que bien pudiera ser el Huracn mis.
mo, en uno de sus
"caminos",
como dicen en Cuba los santeros afro-
cubanos de sus orishas, o en una de
sus advocaciones o "misterios",
como dicen los catlicos en sus cul-
tos de latria e hiperdulia. Tales son
en primer lugar las
"cabezas
lloro-
nas", o sea ciertas figuras cfalo-
morfas que estn especialmente
caracterizadas por sendas rayas para-
lelas que salen de sus ojos y se ex-
tienden haca abajo por anbas meji-
llas, como hilos de lgrimas o de
lluvra. Algunas de estas caras lacri-
mosas estn orladas en Ia frente por
un arco como el que se halla con
frecuencia en las artes plsticas indoantillanas representando la b-
veda celeste, lisa o llena de escalonadas
nubes. La interpretacin de estas figuras,
como entes mitolgicos, productores de
la lluvia o dioses pluvferos, parece inevi-
table (figuras 297 y 298).
Son como imgenes de un Tlloc an
tillano; pero bien podan representar el
aspecto benfico del dios Huracn. Y la
figuracin mitolgica de las lluvias como
lgrimas de un gran dios celeste nada tie-
ne de extravagante. En Cuba la tienen
los negros congos, quienes dicen cuando
llueve que dios Nsambi est llorando. Se-
grin Niblack, Tkul, el espritu del viento
segn los aborgenes de Alaska, es tambin
el productor de las lluvias y stas se tepre-
sentan por las lgrimas, que salen de sus
oios.60 Aadamos que, por esta razn, en dicha mitologa los vien-
o
Cita de Stephen D. Pett, Prehistoric Ameico Myths and Symbols
or Aboriginal religorc n America. Chicago, A5, p. 279.
Fc. 299
Fc. 300
,28 EL HURACAN
tos estn figurados por sendos "oios". Esto nos llevara a inves-
tigar si el "Ojo de la Providencia" y los emblemas de los ojos
de los dioses egipcios y otros varios, aparte de su simbolismo de
omnividencia, no pueden ser referidos a un mito anterior como
"ojos del rlniverso", como "ojos de la tempestad", como vientos plu-
vferos que al llorar Jlo-
van lgrimas, etc. Y por
esta alegora la deidad llo-
rona, o sea el viento pluv-
fero, bien puede relacio-
narse con la idea del gran
torbellino del Dios de la
Creacin, como veremos
en un captulo siguiente.
Acaso estas "caras llo-
ronas" fueran las del <iiol
Huracn en sus carninos
benvolos cuando daban
lluvia a los sembrados;
mientras el cono cfalosigmoide era el Hurocn en el paroxismo
inclemente de sus rfagas que traan los inundaciones.
Otras figuras relacionadas con el huracn son las que aparecen
en ciertas asas de vasijas, de tipo lazado
o anular, cuya morfologa se aprovecha
para producir una forma proboscdea o
como tromba. Los tipos son varios. EI asa
o tromba est siempre en posicin verti-
cal, unida en lo alto al reborde exterior de
la vasija y en lo bajo a la barriga de la mis-
ma. Generalmente la tromba emerge de
una figura facial con dos ojos, entre los
cuales la nariz, separndose del costado
de la cazuela y encurvndose, llega a unir-
se de nuevo por su extremidad inferior a
la pared de la vasiia. A veces el cuerpo
Fc.301
Fc. 302
(figuras 299, 700 y
de la tromba tiene lineamientos espiroideos
EL TERREMOTO Y EL HURACAN 529
301). Otras veces los smbolos espiroideos se desarrollan de manera
que disean la nariz trompuda. Vase la figura 302. Es llna ca-
beza, la nariz en espiral y una corona que pudiera ser de nubes o
de plumas.
lJna
Serpiente Emplumada?
En otros especmenes dos
grandes lneas espirales en di-
recciones opuestas forman los
ojos y luego se extienden por
las mejillas a ambos lados de la
tromba nasal (figura 303).
A veces la tromba va acom-
paada de incisiones puntifor-
mes, que nos recuerdan las oca-
sionales protuberancias del xo-
necuill; pero cuyo simbolismo
es enigmtico (figuras 304 y
305). Acaso esos puntos representan gotas de lluvia. Un smbolo muy
semejante a estas figuras indocubanas hemos hallado en rrna peque-
a vasija de bano de Kaminaljuy. En el fondo de ese polcromo pla-
Fc. 30,f Fc. 305
tillo maya hay la figura de una cara con una inmensanariz, como una
tromba que emerge entre dos ojos bajo una orla frontal de lneas on-
dulantes que parecen follaje o emblemas de vientos. Tratndose de
Frc. 303
5]O EL HURACAN
una pieza arqueolgica maya, en cuya cultura tanta irnportancia tu-
vieron los dioses del viento y sus alegoras, esa figura y su semejanza
con otras de Cuba es de
positivo intes.51
Con gran frecuencia la
tromba lleva a todo su lar-
go una o varias estras lon-
gitudinales, y en ciertos
casos algunas transversa-
les. Varse varios tipos en
las ya citadas figuras 299,
300, 301, )03, )04 y 305
y en las figuras 306, )07,
308,309, 310 y 3ll.
En no pocos ejemplares
Ias trombas terminan en
un relieve casi siempre ho-
rizontal y, en todo caso, marcado a cada lado de su punto de contacto
con la tromba con sendas
incisiones transversales,
todo lo cual bien puede re-
presentar la masa de agua
marina en agitacin. don-
de, segn se dice, la trom-
ba absorbe su contenido.
As se advierte en las ya ci-
tadas figs. 307 y 306 a 3Ll.
En dichas figuras 308,
309 y Jll tenemos tres
eiemplares de figuras fa-
ciales con careta o imdge-
nes caretudas, abundantes
en la tiestera indoanti-
51
Se hallaba en agosto de 1946 en el Museo de Arqueologa de Gua-
temala entre otras piezas halladas en Kaminaljuy, algunas con svsticas,
sigmas, etc. EI extravo accidental de nuestros datos personales nos impide
dar ahora su reproduccin y ms detalles.
Fc. 307
Frc. 306
EL
'I!]I{REN{OTO
Y EL HURACAN
llana, que nos recuerdan las negruzcas caretas de
Quetzalcodtl
y de
otros dioses mexicanos, las cuales parecen haber simbolizado los den-
sos nubarrones de la tem-
pestad.
Las citadas figuras 310 y
311 son los dos tipos ms
complejos. En la 110 y en Ia
311 se observa que la faz an-
tropomorfa termina en una
de esas tpicas orlas semi-
circulares o "fajas astron-
micas" que dan idea de la
bveda celeste, y as en esa
figura como en Ia 308 se ven
con todo su esplendor esas no
menos tpicas cenefas lobula-
res que evocan la idea de
una corona de plunras o un
Fc. 30E
longitudinales como las transver-
de las figuras antroposigmoideas
cielo de nubes. As las estras
sales recuerdan las anlogas
de que venimos tratando
Estas figuras de la cer-
mica indocubana, tan pa-
recidas a las citadas de
Chiriqu, parecen simboli-
zar las trombas marinas y
pudieran extenderse al hu-
racn, que no es sino una
tromba inmensa.
Tambin se cuentan en
Ia cermica arqueolgica
de Cuba algunos otros ti-
pos simblicos que pudie-
ran tener conexin con
Ios meteoros que venimos
considerando. As la figu-
531
532 EL HURACAN
ra 712 parece ser una serpiente de dos cabezas y ese motivo abun-
da en varias formas sinuosas. Alguna composicin antropocfala
con dos brazos estriados se aproxima mucho a la imagen antro-
posigmoidea que es el tema de este Iibro (figura 313). Acaso
este ejen-rplar sea en realidad otro tipo que pudiera unirse a los
ocho referidos; pero sus rasgos no son irtequvocos.
Asirnismo se ofrecen casos frecuentes de diseos sigmoideos
en los adornos de las tpicas
cazuelas, corno en otros ties-
tos. Dos ejemplos curiosos
son el de la figura 314 y so-
bre todo el de la elegante
efigie de la figura 315, en
cuya composicin facial in-
tervienen dos arcos que se
juntan
en la nariz; los cuales
pudieran representar dos ser-
pientes, enlzadas sus cabe-
zas por dos bellas lneas
sigmoideas que recorren y
perfilan 7a faz.
La presencia de esos sm-
bolos metericos en la tpi-
ca cermica de los indios
antillanos es fcilmente ex-
plicable. Si dichos indios
tuVieran de sus tpicas "ca-
zuelas" un concepto simbo-
lista anlogo al de los in-
dios zuis y de otros pueblos, y ello nos es desconocido pero
tal inferencia nada tendria de inveosmil, es indudable que to-
das esas figuras plsticas representaran seres y fenmenos celes-
tiales. Los znis tienen vasijas redondas destinadas exclusivamente
a servir de instrurrerrtos mgicos o de plegaria para impetrar los
alimentos. La taza o vasija sagrada es el emblema de Ia tierra "nues-
tra madre", de la cual extraemos la comida y la bebida. Por eso,
Fc.310
EL TERREMOTO Y EL HURACAN 5))
segn Peet,s2 sus bordes tienen "terrazas" o "perfiles
escalerados"
como el horizonte, cercado de montaas y de nubes; y la decora-
cin de tales recipientes cere-
moniales consiste en smbolos
de los vientos, de los truenos, de
los rayos, de las lluvias, o sea
de los personajes metericos
que cooperan a que la tierra se
Ilene de agua y alimentos. Has-
ta el arcoiris suele figurar en las
arqueadas asas de tales vasijas
dc los zuis. Aplicando esta
interpretacin a las "cazuelas"
siboneyes o tanas de las Anti-
llas, tal como pudiera hacerse
con las anlogas piezas cermi-
cas de muchos otros pueblos
anrericanos y eurasiticos, ten-
dramos una convincente expli
clcin de los smbolos que ca-
rrrctcrizan dichas vasiias. No
sirnplemente como elementos
lccorativos sino como factores
rn/rgico-religiosos de la funcin utilitaria y social Ce dichas cazuelas
Ec. ll2
i2
Ob. cit., p.285.
de proporcionar el alimento y
la bebida por medio de ritos
de magia o liturgias de plega-
ria que obligaron o propicia-
ron a las potencias sobrena-
turales del cosmos. En esa va-
sija se coloca el agua mgica,
"el agua de lluvia", donde se
rnoia Ia zumbadera, pintada
con lneas que figuran los ra-
Frc.3ll
5)4 EL HURACAN
yos y que al ser rpidamente girada ha de imitar el viento y produ-
cir la tempestad.
Es posible tambin que el huracn fuera representado en Cuba
Fc.313
y dems Antillas por parejas de espirales sencillas o complejas, uni-
das a otros emblemas metericos concordautes; formando grupos
simblicos como escenas o episodios de la naturaleza. En este as-
Fc. 3l,l
pecto algunos ejemplares son muy expresivos. La figura 316 es la
de una llamada "bandeja" de madera hallada en la cueva de La Pa-
tana, Mais, y de carcter tano segn Harrington. Su decoracin
EL f'ERRENIOTO Y EL HURACAJV
"'
representa un episodio mitolgico. Es un cuadro simbolista de "La
Tempestad". O quizs es la composicin de un cuadro dramtico
cosmognico:
"La Creacin". La escena est cerrada en 1o alto
por un cielo abovedado, compuesto de dos partes de doble con-
textura cada una. Diramos que representado por lneas duplicadas.
Cada mitad de la dual arcada termina en una figura que representa
un gran crneo de muerto, o sea, dentro de los simbolismos in-
dios, un gran espritu de antepasados. Acaso son los espritus de
los vientos. Este conjunto evoca la gran bveda csmica del mundo
invisible constituda por una dualidad de elementos estructurales
superpuestos. En el centro de Ia bveda, una abertura que la atra-
viesa parece recordar las claraboyas de las cuevas sagradas de los
indocubanos. Y tambin el agujero por d<lnde bai del cielo el "pri-
mer hombre", a quien los aruacas llamaban Lukko, es decir, "el
primer aruaca". Este mito, que tambin es de los caribes, es en lo
fundamental el mismo de los indios kich, para los cuales, segn
el Gnesis descrito en el libro Popol Yuh, el primer ser humano
bai de Ios cielos trado por Hurakn Y se sabe que Hurakn, el dios
de las tempestades, el Zeus de los indios kichs, se manifestaba,
como el gran dios helnico, por medio de las "piedras de rayo".
Frc. 3l 5
5)6 EL HURACAN
"En
el cuadro de La Patana, bajo la bveda del mundo est
otra bveda, el arco celestial que cierra el escenario visible, y de
all, de lo alto y de su centro, baja el proyectil triangular con su
binariedad raigal y se precipita (exactarnente como en otras esce-
nas mitomorfas semejantes de la arqueologa antillana
)
por entre
olas que se alzan de las aguas horizontales heridas al golpe fulmi-
nante y se extienden en ondas de progresiva amplitud y bellarncnte
estilizadas.
A
dnde ir el proyectil celeste? A 1o mis profundo,
pues la tierra, aqu tambin representada por una doble contextura
de estratos paralelos, se abre ante su paso, apartndose a un lado y
otro sendas espirales que pueden ser el retumbante rodar de los
truenos o encaracoladas olas marinas, o mejor, torbellinos de vien-
Frc. 316
tos aciclonados. Advirtase cmo en la llamada Bandeja de la
Patana las lneas espiraliformes son todas sinistroversas, no slo
las del lado izquierdo sino las del derecho, lo cual prece indicar
qu esa direccin siniestra tiene un simbolismo preciso y no es un
mero diseflo decorativo. De serlo, las espirales del lado derecho se
habran desarrollado hacia la diestra por motivo de simple sime-
tria. "Qu significa esa direccin siniestra? Sencillamente, ella
es la que siempre tienen los ciclones o huracanes en el hemisferio
norte. Por lo tanto, esto confirma la interpretacin que hemos
propuesto de este smbolo: el rayo cayendo del cielo, entre vientos
arremolinados o de huracn".58 Si no olvidamos ila aproximacin
simblica del rayo y el huracn y, meior an, que estos fenmenos
63
Fernando Ortiz, Las Cuatro Culturas Indias de Cuba, p. 719.
EL TERREMO'I'O
Y EL HURACAN
Y7
metericos, junto
con los relmpagos, los truenos, Ias lluvias, Ios
oleaies y Ias trombas, no so., poi, os indios sino os coautores de
las grandes
y a veces cataclsmicas
conmociones
atmosfricas,
fcir
ser pensar quc Ia escna rlel grabado simbrico
de La
patana
pueda
ser una estilizaci,
de La creacin del Hombr4
segn el G,esis
de los aruacos,
hecha por un Gustavo Dor de l;s .7no;, o de La
Tentpestad,
que era un concepto
cosmognico
,"afogo. i.nir, ..r.
stos.,ruy
arropiados para rio y nrgict adorno de utensilios
cere-
moniilcs
o de uso azaroso muy dadJa peligros.
F,rrl;;;;;;;;;;
mos de s.s canoas ros indocubanos
fijaban esos smbolos de dobres
espirales
como figuras sagradas propciatorias
de Ios nmenes
me.
tericos,
como hacan los egipcior,lo, gricgos y, cn fin, o, to,
pueblos
na'eeantes;
co,r',o Ii catlicos
'porrcn
irnhgenes
tarismni
cas dc san cristbal en sus caraberas y hoy .n ,., automJvites
y
acroplancls.5l
En estos simbolismos
dc Ia arqueoroga
indocubana
se advier-
tcn alguros elementos. de ros que inlegran .r ,-bo]o ms comprejo
de la figura antroposigmoidea.
Aun
"cuando
su interp..tr.iO,
,ro
puede darse por defi,iti'a, parcce verosmil la que a tares ate-
goras
un carctcr mcterico
relacionado
con Ia mitologa
de las
potencias
de Ia naturaleza y de ra produccin
en general.-p".o
,rn
suponiendo
que a esas imge,cs plsticas
se Ias cnsicrere como re-
presentativas
del h.racn,
su significacin
cs muy insegura;
Do pa-
recc cspecficrrentc
cxprcsiva
dcl smbolo giratoiio
err"crestir;
ni
sera.bstante
para privar ai antroposignroid
de su simborismu
pro-
pio clel lruracn.
Esto aparte, de Ia misma manera q,.e a
euetzarcoatr
se le re-
prcsentaba
por Ia Serpiente Emplumad y, ,lir.,ir-o
tiempo, se le
asigraban
otros atributos
comprementarios,
as Huracn
iuo
t.-
ner cn las A.tillas varios emblemas anxiliares,
segn sus runaiona,
propicias
o advcrsas, sus conexiones
con los ,ryol, Ios t.reros, Ias
Iluvias, el arcoiris, las pelotas,
ras consteracron.r
y ror ofiitur.
As,_pues,
en la hiptesis de que ra tempestad
tuviera en ra n iiotogia
antillana varios smbolos, eilo no emDece a que er huracn tuviera
!l
t"ro especfico y que ste fuese LI antroposigmoide
que
estu-
dramos.
5a
Vanse diseos de este tipo eu F. Ortiz, ob. cit.
CAPITULO XI
EL HURACAN
y
TrjJy??ifrr
DEL CARACOL
Sumario: Los guamos 1, 165 e|65.-Las culturas conclrcras.-Los caracoles
cn los bohos y caneyes.-El caracol y cl viento.-El caracol como
tromp:r sonora.-El clracol
),
las agurs.-Iil cancol
I'
la ur:rgia.-El
caracol como genital.-El caracol corno vivificativo.-El tabaco y el
huracn.-Dioses que fuman.-El tabaco corno signo fr'rlico y su fun-
cin gcntica.-El cen Cororoto.-El vicnto
y la cspiral dc la orcja.-
El vicrrto v la espiral del ombligo.-La Serpiere Em.plunud como
zrnclrgir-ra v analgenital.-La espirai dcl cxcrcmcnto huurano, segrn
los psicoanalistrs.-El caracol y la serpicntc por Suramrica.-Lr es-
piral y la fccundacin.-La Serpiente en el Edn.-Hurakn es el
Yerbo, el Soplo de la Creacin.
Una tercera hiptesis consiste en suponer que el Lluracn esta-
ba represcntado entre los indios por los gdnlos o cobos, o sea los
Strombus gigas, los grandcs caracoles marinos tan abunclantcs cn
las costas clrbnrs; todos ellos dc morfologa en espir:rl y por n"rs
de un motivo relacionados con el viento. Sin duda, los caracolcs
nrarinos dc varias formas, dcsdc los cauris o Cyprea ntonetd, Ttasta
los StronrbrB gigds y dcms conivalvos, han tenido una significacin
rcliqiosa tan antigua como cxtensa por todos los tiempos y todos los
continentes.
Sostnvo G. Elliot Smith que "la ms antigua conccpcin de
una deidad srlrgi de las creencias inspiradas cn los cauris. Las pri-
nlcras dcidades, dice, fueron personificaciones clel principio y poder
fcmenino de reproduccin. Tales ideas hallaron expresin en las
ms primitivas teologas de Egipto y Babilonia, lucgo eu la India
dravidiana y en el N{editerrneo".1 Inspirado en csa hiptesis difu-
sionista, se escribi un libro para fijar la import:rncia prehistrica e
histrica dc las conchas marinas y su transmigracin por todas ltrs
1
Introduccin a
|ackson,
p. xvr.
t38
EL CARACOL Y EL TABACO 539
partes del globo, corno una prueba de la difusin de las culturas.2
La universalidad de la significacin emblemtica de las conchas ma-
rinas se deber a un proceso de transmisin desde un foco cultural
originario o ser debida a que en diversos pueblos se lleg a con-
ceptos anlogos en cuanto a dichos curiosos seres de la naturaleza;
pero, sin duda, en todas partes el caracol, sobre todo el de configu-
racin epiroidea, figur en los complejos sistemas de conceptos
elaborados por los pueblos primitivos y por las clsrcas culturas
euroasiticas, y aun hoy abundan sus milenarias supervivencias.
Las Antillas prehispnicas no fueron una excepcin. Mucho
pudiera decirse tocante al caracol marino en las culturas indocuba-
nas. Se necesitara una extensa monografa; pero algunas observa-
ciones bastarn a nuestro especial propsito.
Parece ser indudable esta otra conexin mitolgica indoame-
ricana entre el huracn y los esquemas helicoideos. Los grandes ca-
racoles marinos (el guamo y el cobo) fueron para los indocubanos
seres muy importantes en su vida. Todos los indios cubanos hicie-
ron de los grandes caracoles un alimento, abundantsimo en estas
costas. Los indios ms arcaicos los utilizaron como elementos ar-
quitectnicos para malecones en las costas arenosas de Cuba y de
los cayeros adyacentes. Esas construcciones sirvieron quizs, aqu
como en otras partes, para saladeros de las rnasas alimenticias de
los mariscos, los cuales mediante su salazn se libraban de Ia pron-
ta putrefaccin y se conservaban para comerlos tierra adentro o en
poca posterior a su extraccin del mar; acaso esos malecones
de conchas tuvieron otros destinos.
Las conchas fueron utilizadas por los indios para la construc-
cin de herramientas y adornos. Todava se hallan en grandes can-
tidades, por los enterrorios, residuarios y conchales arcaicos; unas
herramientas hechas de un muy duro trozo de la espira y valva del
guamo, preparado en forma triangular con un ngulo formado en
la parte de voluta y el otro lado arqueado y cortado en forma de
bisel para darle eficacia de instrumento cortante. Han solido lla-
rrrarse cucharas estos instrumentos, pero rara vez es posible su em-
plco como recipientes manuales y porttiles. Esas conchas bisela-
,
I.
W.
fackson,
Shells as eyidence of the Migrations of Early Culture.
Manchester, 1917.
540 EL HURACAN
das se usaban como raspadores de la cscara de la yuca o de las
pielcs para tundirlas; tambin se emplearan en la fabricacin de
canoas, extrayendo con ellas, como con pequeas azuelas, la parte
de Ia madera qlre ellos ablandaban primero quemndola y redu-
cindola a carbn. Por eso estas herramientas eran como las gubias
del carpintero. Acaso algunos tipos serviran> enmangadas en sendos
palos, como hachas o como pequerias azadts, aunque ello no consta.
Tambin empleaban las conchas para hacer placas decorativas y
cuentas de collares con ellas, y pinjantes con trozos de sus espinas
o columelas. Hasta en sus objetos de madera incrustaban nacaro-
nes para imitar los ojos y los dientes, sin duda con propsitos de
magia. Es de creerse que los polvos calizos de los caracoles llamados
cobos se mezclaban con el tabaco para producir los xtasis y visio-
ncs qlre los behiques obtenan mediante las cohobas o inhalacioncs
mgicas.
Scguramente los indios de Cuba los usaron tambin eonro va-
siias, mirs durrderas que lars
jcaras. Ha}, ejemplares arqueolgicrs
que lo atestiguan. Los caracoles eran vasijas de una porcelana
sacra. Todava en las casas rurales de Cuba es corriente utilizar un
caracol marino, adecuadamente preparado mediante el corte y dcs-
alojo de su espira interior, para vasija con la cual se saca de la
tinaja refrescadora el agua bcbedera.
Tambin los grandes caracoles sirvieron como trompetas o
fotutos
para las alarmas y comunicaciones lejanas. Acaso hubo un
lenguaje de fotutos, comp de tambores o de silbidos. En las gue-
rras del siglo xx por la libertad nacional de Cuba, los mambises
usaban trompas de guamo para sus toques y llamadas. Fue una
realidad el augurio metafrico de Mart cuando ste dijo que lucha-
ran contra la tirana colonial hasta los caracoles de las playas
cubanas.
La abundancia de grandes caracoles en los mates antillanos
origin su extenso aprovechamiento y que ste fuese una caracte-
rstica bsica de las arcaicas culturas aqu establecidas. Otis T.
Mason observ que muchas de las islas Antillas no tenan otro ma-
terial duro para hacer utensilios que las conchas de los Strombus
gigds.
Si los antroplogos de Yale, Rouse y Rainey, denominaron
EL CARACOL Y EL TABACO 511
shell culture a na de las arqueolgicas de Puerto Rico, igual po-
dra haerse con alguna de las culturas indocubanas. Las denomi-
nadas guanaiatabey y auarwby son culturas "concheras".
Dada la importancia del caracol marino en la alimentacin, la-
tcnica, los trabajos y las costumbres de los indios antillanos, era
"inevitable"
que aqul tuviese carcter religioso en estas islas, como
en otros pueblos. Hay datos que parecen confirmarlo as, ya desde
los cronistas. Los indios antillanos situaban sendos conivalvos en
sus bohos colgndolos del techo, o atndolos por fuera a la curn-
brera. Cuenta Cristbal Coln que el 3 de diciembre de 1492,
hallndose en un gran puerto de la costa oriental de Cuba, que lla-
m Puerto Santo, vi una casa hermosa, muy grande y de dos puer-
tas, con cierta "obra maravillosa", como unas cmaras hechas por
una cierta manera que no lo sabra referir. El, dice, pens que
fuese templo. Era un gran cdney. All "estaban
colgados al cielo
della caracoles y otras cosas".3
Refirindose a ciertos indios costeros de Tierra Firme, dice
Lpez de Gmara que stos
/'cuelgan
en las puntas de las camas o
hamacas sartas de caracoles marinos para que suenen. Los caraco-
les son de muchas maneras y gentiles, rnuy grandes y ms resplan-
decientes y finos que ncar".a
Pedro Mrtir de Anglera aludi a ese uso de los caracoles col-
gantes en las puertas de los bohos.5 Sin duda, la colocacin de
csos caracoles en los techos y puertas tenan un propsito mgico-
rcligioso.
Proteccin
contra los malos espritus?
Conunicacin
<lc las fuerzas vitalizadoras que se crean nsitas en los caracoles?
Propiciacin
de los entes sobrenaturales que regan las fuerzas
ructericas Acaso todo ello de consuno, si nos es permitido atri-
lruir a los indios antillanos conceptos similares a los de otras
culturas.
Numerosos pueblos han tenido prcticas semejantes con tales
sentidos. La situacin de un guamo en el techo del boho equivala
ru la colocacin de cuernos de animales sobre las puertas de las
:r
lir. Bartolom de las Casas, Historia de las Indias. Madrid, 1927,
r, p. 248.
a
Ii-rarrcisco Lpez de Gmaa, Histora General de las lndias, p. 201.
t,
l)e Orbe Novo, terccra dcada.
542
EL }IURACAN
casas, prictica qtic fu nruy seguiclir en los pucblos printitivos y
hasta n Ia antigtiedad europea.
Es costumbrc clc los primitivos
colocar cn los tpcos cuernos,
piedras sacras y oiras cspecies de amu-
letos a [ranera de pararrayos parl proteccin contra los meteoros.
Igual se daba e. muchos iemplos mexicanos, en el pretil de cuyas
aToteas se pona, figuras cle giandes caracoles tnarinos. trl del dios
Huitzitopichtli, segn Dttrn,o tcna
"unas almenas muy galanas'
labradas a manera-cle caracoles". Lo mismo ocurra en los tem-
plos aztecas consagrad os a
Quetzalcoatl,
dios del viento' En las
iigu.r, de los cdies se observan los caracoles
marinos en lo alto
d sus techos.
La misma forma cnica del techo de esos adorato-
rios pudiera evocar tambin la del caracol conivalvo,
que era Lln
emblema de dicho dios. un guamo en 1o alto de un templo de
Quetzalcoal
significaba lo que una cruz en la espira de una ca-
tedral.
Es muy interesante en este sentido la noticia que tomamos de
Barbot, en iu iibro Coast of Cuinea,T relativa a los negros de Costa
de Oro. Cuando truena, dice, es segrn creen qlle su dios cst bu-
fando en SL,S grandes caracoles o bocinas, y usaban stos como
prevencin .o.rtm las tempestades. Tanto que por el ao i480, o
iea antes del descubrimiento de Amrica, los espaoles que co-
merciaban por dicha Costa de Oro hallaron a los indgenas tan
codiciosos de poseer ejemplares de tales trompas marinas como pre-
servativos contra las tormentas,
que daban cualquier cosa por con-
seguirlos.
"Por
lo cual tantos caracoles nrarinos se sacaron entonces
rie Espaa que llegaron a escasear tanto en este pas que ni aun por
dinero podan encontrarse." Esta creencia de los negros guineos
coincide con 1 de los indios aztecas, de los cubanos y de otros
pueblos.
Los negros de Guinea atn conservan la creencia de que las
"piedras de tempestad" los defienden contra las iras metericas de
los dioses. En el techo de las cabaas los inclgenas de Achanti
colocan una pequea piedra, generalmente un majador de piedra ya
desgastado y en desuso, como lugar consagrado a los sacrificios al
o
Durn, ob. cit., t. u, p. 83.
7
P.306.
EL CARACOL Y EL TABACO 54)
dios celeste.s Idolos antropomorfos ponen los negros del Gabn
sobre sus casas con igual propsito.e En las casas del Senegal, los
negros colocan cuernos en sus techos.lo Igual hacen los bataks de
Sumatra.ll
Todava en la actualidad, a las "piedras de rayo" en ciertos
pueblos de Europa se las guarda bajo la viga ms alta de la casa
como proteccin contra el meteoro gneo.12 Cada casa de los ain
del
)apn
ticne en su techo.su guardin especial, el Turen Kamui.ls
En los templos de Samoa se coloca un caracol marino en el techo;
para qlre el dios pueda sonarlo cuando quiera llamar al pueblo.la
En Nueva Caledonia, el caracol tritn se nsa como talismn, colo-
cado en lo alto de un poste junto a la casa.lr'
En el Egipto prehistrico se colgaban del techo de las casas
largos discos que tcnan grabadas la figura de una serpiente enros-
cada, de cuyo simbolismo areo ya hemos tratado.
Los griegos en
su arquitectura colocaban en lo alto de sus capiteles y cornisamentos
los srnbolos de los elementos atmosfricos, heredados en parte
dc los asirios y los egipcios, para evitar las iras de las tempestades
que podran derruirlos. Los llevaron primero a sus casas de ma-
dera y luego a las suntuosidades marmreas de sus templos.I6
s
|anres
G. Frazer, The Worship of Nature. Nuo,a York, 1926, vo7.
4
p. 95.
e
Hay ejemplares en el Museo Etnogrfico Pccorini, de Roma.
10
Elworthy, ob. cit., p. 217.
11
f.
Chaine, en su report publcado en lll. London News, 12 de sep
tiembre de 1891, p. 3)5. Cita dc Elworthy.
12
l\f . Hoernes y F. Gehn, Prehistoria y la edod de la piedra. Barcelo-
na-Buenos Aires, 1928, p. 30.
t3
Nteses de paso la gran aproxin.racin fontica y semntica entre Tu-
rn, turei
=
cielo y Kamui, gudmo :
objeto sacro.
1a
G. Turner, Samoa. Londres, 1884, p. 19.
15
Ratzel, Los Rozas Humands, vol. r, p. 260.
16
La antigua costumbe de coloca cuernos u otros amuletos como
medida de proteccin sobre varios edificios, particularmente en las casas
de vivienda, o en las habitaciones, estaba tan extendida en la antigua Gre-
cia que, aun cuando ninguno de esos amuletos protectores ha sobrevivido
in situ, porque Ia madera a Ia cual estaban adheridos se destruy, tenemos
abundantes pruebas de ella en el gran nmero de amuletos de terracota,
dc una cl:rse especial, todava existentes. Son tan numerosos que se les ha
dndo un nombre tcnico propio, bien conocido por todos los arquelogos,
cl <\c pre-afiio. Estos tenan un hueco redondo <letrs por medio del cual po-
544
iil- HURACAN
ciertos elenrentos arquitectnicos
de tipo espiroideal, carac'
tersticos dc los capiteles de orden
jnico, acaso obcdecicron origi"
nalmente a ese propsito sacro-mgico'
Los griegos
)/
romanos acos-
turnbraban poner en sus pucrtas los cucrnos y aun el crnco entero
de los animales sacrificados,
para ahuyentar los malos espritus;
tanto que elbucraniumlleg
a ser Lln nrotivo muy corrientc de or-
nameniacin arquitectnica.
Todava el novsin"ro eclificio del Ca-
pitolio,en cuba, ostenta entre una de las columnatas de su fastuosa
tputa'scndos bucranios con sus tarros, no sabemos si por trn in-
g"rrro y clsico refinamiento decorativo o por subconsc-ientes-deseos
fiatriticos,
simblicalrente
expresados, de ahuyentar dcl Par]amen-
to nacional
"la cosa trala".
Esos guamos en Ia cumbrera de los bohos indios son tam-
bin anlogos a las grgoias clemonacas de Ios ternplos gticos, y
a las figus cruda-errte obscenas esculpidas en 191 capitcles y
silleras
"cle
ciertas iglesias ronnicas de la alta Edad N4edia. Eran
para ahuyentar los espritus malignos y sus tcntaciones'
-
En el guamo y en el cobo concurran muchas cor-rdiciones espe-
cficas que etan propicias a deterrninar su carcter sacro, particu-
larmente en relaJirrcon el huracn. Por sus ruidos, por su forma,
pof su procedencia natural, por las complementarias
evocaciones
meteorlgicas
que sugeran,
por sus aplicaciones mgicas y por su
simbolismo
gentico.
Ante tJdo, las grandes conchas dc los conivalvos evocan el
viento
por los ruidos que producen' Ruidos internos y externos'
Si en ctralquier
momento se aplica el odo a la concha vaca de un
guamo o d un cobo se escuchar sicmpre un ruido misterioso, como
el eco de ttn remoto oleaje marino o de una tempestad bufante y
tronante en la lejana. Ese ruido, misterioso
Porque
no se apre-
ciaban sus causs, no pas desapercibido
por los pueblos primitivos
y l. bur..ron explicaiones
mitolgicas. En la entraa del caracol
dlan fiiarse a los extremos de las vigas o maderos que sop-ortaban los
;;i;";-;lrr"s
de las casas griegas' Estas vigas descansaban en los muros y
;;';;;;r soresal., cle-tal-manera
q.c cl pre afiio fornraba ttrta cspecie
;r;.1;.
Casi todos los afiios griegos tienen la cara de alguna deidad en
i.ll.u. ,obr" ellos, que remotamente
nos recuerdan las caras esculpidas so-
r"-l*
-extremidadei
d. lor "marbetes" de las ventanas gticas del siglo
*r. tn.T.
Elworthy, Horns of Honour, pp' 59-60')
EL CARACOL Y EL TABACO 515
oyeron la voz del mar, la del viento, las de los espritus, Ias de los
dioses. Un gran poeta cubano del siglo xrx,
fos
Mara de Here-
dia, deca en sus versos:
sin cesar suspira y llora
dentro clel caracol del ocano. . .
Desolado
en ti siempre del mar gime el lamento.
Tambin Rubn Daro, gran poeta de la Amrica de hurac-
nes, en su poesa Ante el Mar acerca a sus odos
"el
caracol sonoro"
que le haca exclamar en este terceto:
y oigo un rumor de olas y un incgnito acento,
y un latido profundo, y un misterioso viento. . .
(El caracol la forma tiene de corazn).
trn el Mediterrneo los caracoles fueron smbolo de los Trito-
nes, dioses marinos, y de los vientos. Boreds, el dios del viento
norte o de tramontana, era representado sonando una concha de
caracol, cuyo ruido recordaba los rugidos del furioso vendaval. As
se simbolizaron tambin los vientos por los imagineros del cristia-
nismo y el cuerno marino fue emblema del viento en la iconografa
cristiana.lT
Ya hemos sealado que los vientos tenan categora de daimo-
nes, espritus de los antepasados o relacionados con ellos y con los
dioses ctnicos. Por eso las resonancias del caracol marino pudie-
ron ser interpretadas como las voces de los espritus. Uno de los
procedimientos alucinatorios usados por los pueblos prirnitivos es
el de provocar ilusiones auditivas aproximando al odo una concha
marina conivalva, cuya resonancia induce a falsas interpretaciones.
Tambin se usa para adivinar, tomndose las voces que parecen
orse como respuestas oraculares de seres misteriosos.ls Cuando
adviene el cristianismo aun sigue viva la personificacin espiritual
de los vientos; pero los dioses y demonios se truecan en ngeles.
En el Apocalipsis cuatro ngeles estn sobre los cuatrd ngulos cle
la tierra, "tenentes quatuor
yentos
terrae" (vu, I
).
1?
Barbier de Montault, ob. cit., p. 119.
rs
A. lVlair, enla Enc. of Religion and Ethics de Hasting, art. "Halluci-
nation", vol. vr, p. 484.
'16
EL HURACAN
El gran caracol urarino fue productor de otro ruido que im-
presion a los humanos. Acaso fue la primera trompeta del hom-
bre. Este, para facilitar la extraccin de su molusco interior con
objeto de comrselo, rompa la punta de su concha helicoidea, pro-
duciendo as la entrada del aire en ella e imposibilitando al animal
para mantener el relativo vaco que lo retena sin salir, pese a las
agresiones externas que tambin defenda con su oprculo. Una
vez extrado el molusco, al soplar el indio por el orificio de la rota
espira produjo un sonido ronco y grave y tuvo una trompa. Trompa
o
fotuto,
voces ambas de resonancia onomatopyica.
El caracol como trompa de sonido imponente tuvo gran im-
portancia en los pueblos antiguos. Los egipcios ponan grandes
caracoles en las proas de sus barcos. La ms antigua
joya
de oro
que se conoce, dice G. Elliot Smith, es un egipcio collar de peque-
os caracoles hechos de oro. Segn Plutarco, los egipcios se horri-
pilaban al sonido de ese instrumento, consagrado a Tifn.Le Ciertos
univalvos marinos del Mar Rojo, de forma espiral y puntiaguda.
fueron tambin emblemas de Min, el egipcio dios unpede del vien-
to y de la fecundacin.eo En ciertas antiguas monedas del Egeo
figura el Tritn, como en otras se estamp la triskeles. Se dice
que esta tronrpeta marina se invent en Creta y que all se usaba
en su culto minoico. Los griegos emplearon Ia caracola del Triton
nodiferus, Lam., como trompa de guera, para los centinelas y para
llamar al pueblo. Los latinos denominaron a esa trompa buccina
obuccinum, vocablo que arn es corriente en castellano.2r Neptuno,
el dios del nrar, tena a Tritn como trompetero que llamaba a los
otros dioses.
Los dioses Yishn y Siva del brahamanismo tienen como atri-
buto el caracol o sea el saqo Chank, y con l en su diestra hacen ple-
garias los brahamanes. En la India la caracola es smbolo sagrado. El
dioslndra, el dios de los cielos y los vientos, el de los mil ojos que
son las estrellas, aparece en la vida de Buda precediendo a ste y
r0
Andre Schaeffner, Origine des lnstruments de Musique. Pars, 1976,
p.269.
20
Hornblower, loc. cit. p. 118.
zt
Bocina se dice en Espaa a la caracola y a la Osa Menor.
]1I- CAR,\COL Y EL TABACO 517
sonando una gran caracola de 2,000 brazas de longitud; es decir,
el trenebundo huracn de aquellos mares." Por toda la India eI
sorrido de Ia caracola, del sagrado Chank, forma parte de las litur-
gias desde los tiempos prebrahamnicos. Sirve para llarnar a los fie-
les y evocar a los dioses en ritos matrimoniales, funerales y agrarios y
para espantar a los espritus malos. Lo mismo ocurre por Siam,
Malabar, Ceiln y nlurerosas islas del Pacfico.z'l
Es curioso advertir que entre los indios cubanos se distinguen
los caracoles sagrados cuyo desarrollo helicoideo es sinistroverso de
aquellos otros, rarsimos, que son detroversos. Todos son sacros;
pero stos aun ms, por razn de su portcntosa excepcionalidad.2a
Los lamas del Tber aun ahuycntan los clemonios durante las
noches en lo alto de sus monasterios, soplando en conchas mari-
nas v produciendo con ellas horrsonos midos. En Bengala se
Itacen resonrr constanternente las caracolas durante los eclipses y
los terremotos hasta (ue
cesan esos fenmenos.'5
En las iglesias de ciertas regiones de ltalia, como Piamonte,
Liguria y otras, se suenan tritones en los oficios llamados "de tinie-
blas" que sc rezan en ciertos das de la Semana Santa para recordar
cl terrible desquiciamiento del mundo que ocurri a la muerte de
|csncristo.
Para ello se usan matracas y se golpean los suelos con
palos y con tallos de hoias de palmas para imitar el ruido de los
tcrremotos, y se soplan "cuer[os marinos" que simulan el rugido
dc los vientos desatados.26
En los mares tropicales el sonido grave del cobo o del guamo
cvocaba. el rugido del huracn. En Puerto Rico aun hoy suenan el
4udnto
los
"jbaros"
o campesinos para anunciar los "golpes
de
rrgua". El
fotuto
continira todava en las cerenonias de los cultos
22
O'Neill, ob. cit., vol. rr, p.677.
33
Vase un extenso resumen de datos de todos los continentes en
f.
W.
Jackson,
Shells as eyidence of the Migrations of Early Cultur. Mar
clrcstcr, 1917, pp. 33 ss.
,{
O'Neill, ob. cit., u, p. 677.
!5
Hornell, cita de
fackson,
p. 36.
rG
As lo presenciamos hace una cincuentcna de aos en la catedral de
l\lcrr<lrca, islr clondc cl "cucrno marino" se usa en las eras de trigo para guar-
rlr rlc lrs coscchas v rccuerclo de viejos ritos agrarios.
548 EL HURACAN
practicados por los indios aruacas de las Guayanas,2? o sea pr los
pueblos que fueron originarios de estos antillanos. El
f
otuto es ve-
nerado por los indios de los ros Orinoco, el Atabapo y el Inirida y
es taido como rito propiciatorio de la abundancia. Tarnbin tiene
aplicaciones religiosas en varios otros pueblos de las Guayanas.zs
"En el Alto Orinoco ha estado ms arraigado el carcter sa-
grado del botuto. Aquellos de los indios, dice Humboldt, que pu-
diramos llamar doctores de la ley tenan a su cargo la trompeta
sagrada, que tocada solemnemente por los piaches al pie de la
palma seje, aseguraba una abundante cosecha del rbol al ao si-
guiente. No haba sino un pequeo nmero de esas trompetas.
La ms clebre era la que exista en una colina cerca de Ia boca de
Tomo, que aseguraban se oa al mismo tiempo en las riberas del Ta-
mini y en la misin de San Miguel de Davipe, er una distancia
de 10 leguas, para lo cual comprese lo que dice Rivero del fotu-
to de los
jiajara. El pueblo contribua con sus ofrendas para la
festividad del botuto, alrededor del cual colocaban frutos y bebi-
das embriagantes y Cachimana lo haca entonces sonar por s mis-
mo, o bien haca nanifestar su voluntad por medio del encargado
de custodiarlo".2e
El botuto fue en esa parte (e Suramrica objeto de culto espe-
cial en sociedades secretas, anlogas a otras de Norteamrica, de
Africa y de Oceana. EI botuto era el ser terrfico y misterioso que
significa el Gran Espritu y con sus rugidos el Yiento Todopode-
roso, como la bramadera y los tambores de friccin usados en
dichas sociedades crpticas y todava supervivientes en los varios
cultos trados a Cuba por los negros de Africa.
"Para ser iniciado en los misterios del botuto es preciso ser de
costumbres puras y profesar el celibato. Los iniciados se someten a
flagelaciones, ayunos y otros ejercicios de penitencia. Est prohi-
bido a las mujeres, bajo pena de muerte, ver el instrumento sagra-
do. Hoy da es tan sagrado como antes el botuto ritual entre Benibas
y Curripacos, y ha de morir por el veneno la mujer que tenga la
zz
Roth, ob. cit., p. l)7.
28
lbid., l)9.
2e
Lisandro Alvarado, Datos Etnogrficos deYeneruela. Caracas, 1945.
p. l4Z.
EL CARACOL Y EI,
'TABACO
'49
mala suerte de verlo. Matos Arvelo refiere .n caso ocurrido en
victoriano que prueba la severidad de semejante rey. Mencionare-
mos, bajo la autoridad del P. Bueno, la procesin del Cachim, que
es en todo senejante, como objeto de veneracin, al botuto, as
como su nombre recuerda el de Cachim(tnd, el Espritu Bueno de
los ribcreros del Orinoco".no
Tambin se hall la trompeta rnarina por otros pases del con-
tinente americano.''1 Tnvo mncha importancia e, Mxico. Eu ras
liturgias ceremoniales de los aztecas era frecuente el sonar de los
caracoles. "A los grandes caracoles marinos llamaban los aztecas
tecciztli; eran sntbolos de la lun:r y los usaban como trclmpeta, sobre
todo los del gnero strontbus, que son abundantsimos en er Gorfo
de NIxico"."' Y ia Iiasciolaria Gigantea, qlle es el mayor caracol c1e
Anrrica y frecuente en el Golfo. En una pintura del cdice Borgia,
14, arrte un templo de Otrctzalcoatl, dios del viento, est el dios
soplanclo el caracol marino, que es uno de sus atributos funda-
mentales. vase la ya citada figura 285. Leemos en Ia descripcin
del dios
Quetzalcoatl
por el P. Sahagn que "en su collar de oro
"colgaban
L1\os cdrdcolifos, mariscos preciosos. Llevaba a cuesta
por divisa un plurnaje a manera de llamas de fuego; tena a ms
unas calzadas desde la rodilla abajo de cuero de tigre, de las cuales
colgaban unos caracolitos, mariscos. En el culto de Tezcatlipoca
dios de Ia lluvia sonaban los caracoles a las doce del da. La proce-
sin de xochipilli, el dios de las flores y de los alimentos, era inicia-
cla por un sacerdote sonando un caracol. Los indios hopi de Arizona
cn sus ritos agrarios soplan en un gran caracol marino para imitar
cl mgido de la Gran Serpiente.s3
En Ia antigiiedad con el sonido del caracol se llamaba la aten-
cin de los dioses, segn dice G. Elliot Smith.3a Probablemcnte este
acto comprenda tambin un proceso mgico, el de imitar los bufi-
dos del viento para producir los soplos que mor,an las naves. So-
nando las caracolas se tronaba y sE bufaba para crear l:r tempestad
:ro
Lisandro Alvarado, ob. cit., p. 14).
rr1
Vanse muchos datos en
fackson,
ob. cit.
:r!
Plancarte, ob. cit. p. )7.
"
I.
\V. Fervkcs, cita de
fackson,
p. 48.
3t
Ob. cit., p. 157.
550 EL HURACAN
que traa las aguas del cielo para los camPos, as como por todo el
mundo se han agitado las maracas para imitar.el ruido de la lluvia
y golpeado los tambores para atraer las tronadas tempestuosas. En
l Esirecho de Torres }ios isleos usan un gigantesco univalvo como
trompa
"con ms frecuencia cuando los marineros indgenas van
navegardo, y especialmente cuando van veloces o regateando"'35
En tales ocasiones el soplo del caracol es un estmulo mgico que
provoca el viento favorable, En china suenan los caracoles en las
pagodas para aquietar los oleaies del mar y asegufar viajes felices.
Loi nrarineror e muchos pases soplan en sus tritones durante las
hieblas. Su sonido previene a las naves cercanas en peligro; pero a
la vez llama a los vientos para ahuyentar las neblinas'
Por su forma, el caracol es una oquedad de la cual surge un ser
vivo y es tambin caractersticamente espiroide. Bien pudo imagi-
narse que su interior era una concavidad profunda y oscura como
hs cavrnas de donde salan los vientos, las sierpes y a veces ]os
seres humanos recin creados.
El caracol no slo es visiblemente espiral por fuera, lo es tam-
bin por dentro. Si se corta transversalmente se descubre enseguida
su inierno desarrollo en revolucin helicoidea. Por eso Maclenzie
cree que la aparicin y difusiln del signo espiral en los tiempos
paleoiticos debise al uso mgico-religioso de los grandes caracoles
marinos o caracolas. La misma raiz greco-lalina helix, fue aplicada
al caracol, al pabelln del odo, al alambre arrollado y a ciertas
especies de hiedra que crece en espiral y, en fin, a la constelacin
de la os Mayor pof su movimiento giratorio. Adems de estas pri-
meras asociaciones del signo espiraliforme del caracol, otras surgie-
ron con la serpiente, con el pulpo y con los animales corngeros.
Entre las primeras debi de estar la analoga del espiral con los
vientos. Ls remolinos, el torbellino, el tornado, las trombas y
los huracanes no son sino vientos, aguas o polvaredas qtle Se encara-
colan.
lJn Strombus
gigas pudo con facilidad ser comparado prctica-
mente con una tromba marina. Los caracoles conivalvos y punti-
agudos eran acaso como trombas marinas que, al bajar de las nubes
y penetrar en el mar, se plasmaron y quedaron en 1. Tal como las
sr
Haddon, cita de
]ackson,
p. 40.
:_
'i
EL CARACOL Y EL TABACO 55I
"piedras
de.rayo" b "de
tempestad", que aparecen bajo tierra, no
eran sino proyectiles de los rayos que salieron dc las uubes tro-
nantes. El caracol era un ente marino de estructura cspiroidea, er el
interior de cuya concha estaba siempre el vierrto y por estmulo
mgico clel hombre poda salir afuera como cl bufido dcl huracn.
El molusco de los grandes caracoles marinos cuando sale de su
concha es tambin unpede. En rigor, los gasterpodos uo tienen
sino un pie carnoso en el estmago; pero en la aparicncia todo su
cuerpo, cuya estructura es helicoidea corlo sll corresporrdiente con-
cha, es tambin de un solo pie como el ente sidreo o constelacin
circumpolar que se resuelve como una hlice en el cielo.
En las pinturas de los cdices nrqxicanos, el gran caracol sagra-
do deQuetzalcoatl es generahnente figurado con una gralde y grue-
sa lnea roja, en forma de cayado, como urt lirus helnico o como
el tpico xonecuilli de los dioses del viento. Vanse dos ejemplos
en el Cd. Borgiano, 42, y en el Cd. Yaticano B, 8. Esa figura re-
presenta la del molusco que anima su interior. Acaso pudo haberse
credo que esos anirnales unpedes, como culebras marinas, eran
convertibles en grandes trombas que llevaban consigo los remolinos
de los vientos, esos mismos vientos que no abandonan del todo la
espiroidea casa y qlle rugen furiosos en el caracol cuando el soplo
humano los alebresta.
Tambin el gran caracol conivalvo pudo ser courparado mor-
folgicamente con el rayo, considerado ste en algunai nritologas
como helicoideo y puntiagudo. Deban de contribuir a este carcter
sacro de ciertos caracoles las misteriosas piedrecitas rojas, de color
de fuego, que se hallaban en ellos. Precisamente el Srombus gigas
produce ciertas "perlas
roias", como seirala G. Elliot Surith.so Ya
lo saban los indios antillanos y luego los esparioles. De ciertos cara-
coles sacaban los cobisi, piedrezuelas rojizas que algunos estimaron
entonces de tanto valor como el rub, segrn Pedro i\{rtir de An-
gleria.'ri
Y, adems, por su procedencia martima, cobos y guamos fue-
ron entes acuticos v considerados, por tanto, como "portadores
3
En lntroduction a
|ackson,
ob. cit. p. xu.
tri
De Orbe }lol,o, dcacla v. libro L Ntcsc la rtz cobo clcl r,ocrblo
cobis.
''Z
EL HURACAN
de agua". As, pues, aparte de sus aproxinaciones alegricas al
huracn, el gran caracol marino poda sugerir otras en relacin a
los dems fenmenos meteicos de la tempestad. Tales como los
rayos, los truenos y, sobre todo, las lluvias, que son creadas para la
agricultura.
El caracoi marino, por su oriundez acutica, fue smbolo de
las lluvias. Karsten da importantes detalles de ello con referencia a
Ios indios peruanos. "Ofrendas mgicas de particular inters son las
frecuentes ofrendas de conchas marinas, que al parecer van erclusi-
vamente dirigidas a los espritus de los manantiales. Un gran nr-
mero de las huacas mencionadas por el Padre Cobo son manantiales
naturales y en la adoracin de que se les haca objeto. les ofrenda-
ban conchas. A veces las tiraban enteras al manantial, otras las par-
tan o las reducan a polvo; en una ocasin tenan que ser de un
color, en otra de otro. La peculiar forma de la ofrenda, as como
Ia distincin en el color de las conchas y modos de ofrecerlas en
diferentes ocasiones, parece indicar que especiales ideas mgicas es-
taban relacionadas con este rito".38 El padre Cobo, que inspira a
Karsten, no slo enumera varios manantiales y los ofrecimientos
que se les hacan, sino que menciona la razn del por qu de tales
ofrendas. "Dicen que ste era un sacrificio muy apropiado (a los
manantiales) porque los manantiales son las hijas del mar, que es
la madre de las aguas; y, de acuerdo con el color de las conchas,
las ofrendaban para diversos propsitos, a veces enteras, otras re-
ducidas a fino polvo o simplemente rotas; igualmente acostumbra-
ban formar ciertas figuras con su polvo y masa." El P. Cobo aade
que los peruanos ofrecan estos sacrificios a los manantiales cuan-
do terminaban de senbrar, "a fin de que los manantiales no se se-
caran durante aquel ao, sino que afluyeran abundantes y regaran
sus plantos, como haban hecho otros aos". Segn Karsten, se tra-
ta de un claro ejemplo de magia simptica. "Las conchas, siendo
'hijas del mar', contienen algo del poder acuoso del gran ocano, y
este poder ser transmitido por medio de las ofrendas de conchas a
los manantiales, que as siempre estarn en condiciones de llevar
agua."
38
R. Karsten, The Civilzaton of the South Amecan lndians. Nueva
York, 1926, pp.383 y 384.
EL CARACOL Y EL TA"BACO
553
Karsten cree difcil explicar por qu unas veces los indios rom.
pen las conchas y otras ]as reducen a polvo. "Muy
probablemen-
te rompan las conchas, dice este autor, por las miimas razones
que rompan las vasiias en los funerales: as se pona
en libertad el
poder mgico que contenan.
eue
se atribuan misteriosas virtudes
a las conchas est bien claro puesto de manifiesto en la otra prc-
tica mencionada por Cobo: esto es, Ia de reducirlas a polvo y formar
con este polvo figuras que ofrendaban a los manantiaies."
caso esa
funcin misteriosa de Ios polvos de concha sea Ia de hacer en el sue-
1o figuras y trazos mgic6s
de carcter operatorio, como los que son
tpicos de varios pueblos
de indios norteamericanos
en ,u,
""..- monias evocadoras de los vientos y las lluvias. De todos modos, la
conexin mgica entre el caracor de mar y las aguas terrestres, plu-
viales o fluviales
est manifiesta.
Curt Sachs, estudiando la caracola como una trompeta o un
instrumento musical primitivo, indca que ste tuvo Ia uirtud *-
gica de atraer las Iluvias con su sonido ((ue no era sino el del vien-
to); y seala cmo todava en los tiemis presentes Ia trompa ma-
rina se emplea en ese mismo sentido poi urrior pueblos
de la uropa
central, donde suele sonarse insistentemente
durante ras grrndes
tronadas para que Ias nubes descarguen sus aguas.Be
. Y"
ser tan pecuriar como el caracor *aiino deba de tener un
singular espritu que Io animara. sin duda debi de contiibui.
a
este c-oncepto el empleo que se haca de los polvos
de caracol para,
mezclado
con tabaco, producir
los humos sagrados que se .reurba,
a los cielos en volutas, que er behique ranzba
* rrg* y-iorb.-
Ilinos como para provocar
homeopticamente
t, ,prriZiO
Je lo,
vientos y de los espritus que se aparecan
, ,u'-.nta-
* ,u,
trances visionarios,
cuando hacan cohoba.
Hemos sealado en otro rugar ra coincidencia
fontica
y vero_
smilmente
semntica, entre el caiacor que en cuba an se deriomina
colo y los polvos
calizos de esos caracores,
con los cuares se mez-
claba el tabaco que se fumaba en ras ceremonias
-gicrs
e colro-
ba, como aun acontece entre ciertos indios suramericanos.
El cobo
cra una sustancia arcaica para los tanos y de sentido mitolgico
so
curt sachs, Te History of Musical Instruments.
Nueva
york,
1940,
p. 50.
EL HURACAN
muy pronunciado.
Es
inverosmil que los indios emplearan el cobo
molido eu polvos para ser absorbidos con el propsito de asimilar
su potenoia sobrenatural?
No
seran polvos de cobo o cooobo ("la
media slaba ltrenga" como dira La-s Casas) los polvos calizos que,
segn los autores bitados, solan unirse a los de tabaco, intensifi-
cndoles sus efectos excitantes? Pinsese que el cobo pudo ser vasija
antigua pafa Ios ritos de la cohoba, donde se depositaban los pol-
vos misteriosos para aspirarlos y las hojas balsmicas para quemar-
Ias; y que el cobo, siendo de tamao pequeo, pudo servir tambin
como pipa, o sea un recipiente lleno de yerbas en lenta combustin,
cuyo humo se absorbiera por un orificio abierto en el extremo pun-
tiagudo de la espira o eje de la concha. Hemos visto hace algunos
aos, pero no recordamos dnde, un viejo dibujo figurando un
msero negro esclavo que fuma un tabaco en una pipa as constru-
da, de una pequea concha univalva; prueba de que no es mera-
mente imaginativa o hipottica la idea de una tal pipa concoidea.ao
La confusin que tuvieron los cronistas entre Ios polvos de la
cohoba y los polvos del tabaco debi provenir de que unos y otros
ern aspirados por las narices, bien
juntos
o separadamente; y de
que siendo en los casos vulgares y semiprofanos absorbidos sin ce-
remonia y a pulgaradas, en cambio Io eran mediante el tubo fiburco
denofninado tabaco en las liturgias de sus sagrarios o solemnida-
des ibales, por sus caciques y behiques, que eran sus autoridades
civiles y eclesisticas. Naturalmente, los polvos de tabaco producan
diferentes efectos segn fuesen aspirados solos, como se hizo con el
rp, o mezclados con otras sustancias molidas y alcaloideas. Y
esto
(rltimo
es lo ms verosmil que ocurriera en las ocasiones solem-
nes y rituales
para poder unir en una funcin de magia operante
las virtudes estimuladoras e imitativas del tabaco, expresadas sim-
blicamente por las volutas de humo que como nubes pluvferas
se elevaban a los dioses, con las misteriosas potencias de otras sus-
tancias que producan visiones evocadoras de seres sobrenaturales.
Tomar polvo, y mejor, humos de tabaco y polvos de cobo era como
una comunin con el dios Huracn, transustanciado en las dos es-
pecies del polvo cle las profundidades marinas y del humo con ca-
a0
Fenando Oiz, Conhapunteo Cubana del Tabdco y el Azcar. Ha-
bana, 1940, p. 198.
EL CARACOL Y EL TABACO
555
racteres
de nube. una de tantas "comuniones"
o ritos teofgicos
que fueron frecuentes
ente ros indios antillanos y ro, .r .oniir"r-
te, como es bien sabi.do. En ros puebros
americants
donde re sorrn
unir al tabaco los calizos porvoi
der caracor
"ono
o-
"iioioj
p^r^
fumarlo y aumentar
sus efectos intoxicantes
y visionarios (hacer
???"!.
o coioba),la importancia
mitolgica
dei ;;;;;ill
.-
bi de ser acrecentada por
esa eficiencia-mgica
d.;;;;;h;;.
rf
I
t
f
t,
*t
,'1:-i
\
.
-'-
't
=
:'l;i'
r'
Fc.317
_No
se requiere m-ucha imaginacin
para suponer que en los ri_
tos del tabaco acaso los
-indioi
pedan
iropiciar
ra rgada ae ros
vientos que traen ros chubascor.
EI tabao que se fuma
est forma-
do o torcido en espiral, como una tromba_. or el fuego
;;;1"
qr"
maba, coniuntamente
con las raspaduras
de cobo, ;;;"';
].r,ir-
pas como rayos y espirales de humo que iban ar ciero
/aI
formaban
las nubes. Las salivaciones-estimuraas
por er humJ
I
i",
"J*i,*
de las grandes
cantidades
de lquidos ingeridos
en ras beod.eras,
de
que tanto hablaron los cronistas, podan
sugerirres
to, ,gur"..or.
I
1
l
1
i
i
\
I
556 EL HURACAN
Como apuntbamos en nuestro citado libro, "parece posible
conectar en un mismo complejo de cultura reiigiosa al Huraen,
dios del aire, a la concha marina o cobo que, amn de ctras peculia-
ridades, parece evocar el ruido del viento, y al tabaco, sobre todo
mezclado con polvos de cobo, que se eleva por los aires con el hu-
mo, como foma visible de la fuerza mtica, rnnd o cem, sutil e
intocable, y penetra en el mundo del dios Huracn como una nube.
Varios datos y concordancias permiten inferirlo as. En Mxico,
.
#
.QID
are
Fc. 318
entre los aztecas, el tabaco era empleado prsr Tloc, el dios de las
aguas, quien al fumarlo y lanzar el humo a lo alto creaba las nubes
productoras de la lluvia que fecundaba la tierra; y entre los indios
del moderno Mxico se conserva esta ntima conexin entre el hu-
mo del tabaco y las lluvias. Aqullos envan bocanadas de humo
a los cuatro puntos cardinales en sus prcticas mgicas para hacer
llover,'1 repitiendo as los mismos ritos que eiecutaban sus ante-
pasados.
rr
f.
A. Mason, ob. cit., p. 8.
HffiBq
EL CARACOL Y EL TABACO 55 t'
Interesantes figuras mayas de dioses o sacerdotes fumando
pueden estudiarse en el llamado Cdice Troano. En la escena de
la figura 317 (Lm. R. xxxrv) se ven tres sacerdotes tendidos que
envan hacia lo alto el humo y las chispas que se desprenden del
cigarro, soplando en 1. En las tres escenas de las figuras )I8, 719
y 320 (Lms. R. xxv, R. xxvr y R. xxvrr) se advierte una serie de ac-
tos litrgicos. El texto del primer cuadro dice, segn Werner
Wolf:a2 "Lahoia (de) maz (es) necesaria". Representaba al hom-
lrrc sentado sobre el
ieroglfico
del ma2, fumando un cigarro de maiz
y
lrnzando
chispas de fuego. A su lado est la mujer con el
ieroglfico
rlcl agua cerrada con el nudo que ata la vida. El segundo cuadro
t'n su text dice: "El hilo (se ha) desatado (del) lugar cerrado,
,lcl agu". El nudo, que ahora lleva el hombre, ya est abrindose
a2
Werner
'Wolf,
Dechiffrement de l'ctiture Maya. Pars, 1938, p. 138.
l'lsle autor explica cmo en lengua maya holoche es "un cigarro hecho-de ho-
,rs
dc malz" y cmo cocom es "una especie de gran cigarro que los sacerdotes
lrrrr:rban en cietas festividades" (Brasseur).
.C
rl
Frc. i19
'58
EL HURACAN
y suben las nubes. En fin, en el tercer cuadro se ven el conjuro del
tigrrro y la chispa que como estrella fugaz sube al firmamento; a lo
.r1,
".,
cuadroi sucesivos, siguen los efectos de la lluvia, etc. En
estas figuras parece que de los cigarros fundibuliformes, que los
sacercloies llevan en la boca, se desprenden lneas de chispas gneas
ms que ondas de humo, o sea rayos ms que nubes' Sin embargo,
en alguna otra figura de cigarro fundibuliforrne se advierte que no
Fc. 320
salen de l varias hileras de puntos simuladores de chispas, sino
lneas curvas que replesentan
volutas de humo' As puede verse en
cierta
personificacin de} dios maya de la lluvia y del trueno,
_quien
lleva uno de esos cigarros en su mano izquierda
y otro en lo alto de
la cabeza.nB
El tabaco era un elemento esencial de la magra y de la religin
entre los indios de la Amrica tropical. Enrollar un tabaco, en'
cenderlo, fumarlo
y enviar las bocanadas de su humo hacia los
.i.to, y ios espritus invisibles eran procedimientos usuales de sus
a3
Segn figura, copia del MS. de Drcsde, que trae T' A'
loyce'
Mex'
ican Archeologi. Nuev York, 1914, p' 222'
EL CARACOL Y EL TABACO
behiques, piayes, magos o sacerdotes. Corno dice Alfred Mtraux,
"el
cigarro de tabaco torcido es el atributo de los chamanes indo-
americanos".44 Estos dicen hoy da que los hombres no podan
comunicarse con los espritus hasta que tuvieron el tabaco. Sin
duda que por los tranges visionarios que el tabaco les proporciona y
por la accin del humo, que se eleva en volutas a los cielos o es
dirigido en un soplo con propsitos mgicos como una sustancia
sutil intangible, evanescente y activa como un viento que se hace
visible, o corno un espritu que sale del fuego y se deja ver por un
instante. Por eso los sacerdotes de los indios caraja soplan hacia las
nubes las humaradas de su tabaco para disipar las tempestades,
como hacen contra los hechizos y los espritus de las enfermedades.
Refiere Bartolom de Las Casas
a5
que en las fiestas del Corpus
Christi que se celebraban en Tlaxcala, despus de ser los indios con.
quistados y un tanto cristianizados por los frailes, participaban en
las ceremonias con mucho lucimiento, increible abundancia de flo-
res y simulacros. Y que entre stos se admiraban del dominio que
tenan los indios de las culebras, as de las mansas, que llevaban
"en las manos como a los piaros", como de las ponzoosas, que
algunas de ellas "eran de una braza y tan gordas cuasi como la
rnueca", para las cuales los indios empleaban "una yerba llamada
picietl que las adormece o entomece". Esta yerba picietl no es sino
la planta que hoy se llama tabaco, de Ia cual hacan gran uso en
Nueva Espaa en medicamentos, ritos, ahumadas y fumando a
manera de cigarro y pipas. Hasta algunos dioses fumaban. Esto nos
lleva a pensar si el tabaco que se fumaba para enviat sus volutadas
columnas de humo al cielo no significarla un rito mgico de com-
plicado simbolismo, a rranera de una tromba que fuera a "ento-
necer" en las nubes a las Serpientes Emplumadas y a desatar eI
nudo de stas para que se soltaran las lluvias. Los cigarros fumados
por los sacerdotes servan ala vez pam proyocar los rayos y las nu-
bes, con fines de magia sitnptica, en ritos agrarios para la provoca-
cin de las tempestades, las lluvias y la fructificacin de la tierra.
Los actuales sacerdotes indios de Chichicastenango, de ascendencia
44
"L shamanisme chez les indignes de l'Amrique du ud tropicale',,
Acta Americana, 1944, p. )20.
a6
Hist. apologlica, p. 163.
519
560 EL HURACAN
quiclr, queman pom en las cimas de ias rnontaas o frente a las
iglesias para que sus negras y densas volutas suban al cielo y eleven
consigo las plegarias; de igual manera, que, por una curiossima
transculturacin, han adoptado los cohetes de plvora de los blan-
cos y los disparan hacia el cielo con igual propsito mstico.ao El
humo delpom opera como el del tabaco, Ios cohetes son como las
chispas de su fuego. No pretendemos que los ritos del tabaco tu-
vieran siempre y necesariamente estos procesos de magia imitativa
y creemos que aqullos tienen adems otras explicaciones; pero es-
ta hipottica interpretacin no es contradictoria.
Como ha observado Alfred Metraux, "la fierza del brujo es
con frecuencia asimilada a su soplo y el humo del tabaco materia-
liza este soplo aadindole virtudes cornplementarias. Aliento y
humo tienen uno y otro un poder purificador y vivificante". En
cierta ceremonia mgica de los tupinambas, antiguos caribes, los
sacerdotes por medio de una caa lanzaban humo de tabaco sobre
los dems indios dicindoles en tanto: "Recibid
el espritu de la
f\erza". Esta teora concuerda con el concepto de potencia crea-
dora que tiene el viento en Ias mitologas, segn irernos viendo con
ms detalles. El soplo y el aliento no son sino el viento, el animus
de Ia persona. El humo del tabaco Ie suma las virtudes mgicas de
la planta y le da visibilidad. Dirase que al unir el humo al soplo,
ste se convierte en tromba o rfaga que se visibiliza y manifiesta
en formas volutadas o espiroideas.
No deia de ser interesante el hecho de que en algunos ritos ini-
ciatorios de ciertos hechiceros caribes de Sudamrica, Ios novicios
son sometidos a procedimientos de rotacin que les hacen perder
Ia conciencia y caer en delirios visionarios. Son colocados en una
plataforma suspendida del techo del boho por medio de numerosas
cuerdas que se tuercen
juntamente,
de manera que al ser soltadas
comienzan a dar vueltas con velocidad creciente
y
esta rotacin
vertiginosa prol,oca en el candidato a brujo, ya embriagado por el
jugo
de tabaco, una exaltacin que lo lleva a mundos de fantasa.a7
as
Flavio y Ovidio Rodas, Simbolismos maya-quich de Guatemal.
Guatemala, 1938.
ls
Alfred N{traux, "Le chamanisme chez les Indiens de I'Amrique du
Sud tropicale", Actd Arrericana,'1944, vol. u, p. 209.
EL CARACOL Y EL TABACO
56I
Esta ritualidad giratoria aproxima de nuevo ]os ritos del tabaco y
de sus humos a Ia mitologa
der huracn, Ia gran potencia que da
vueltas con sus soplidos arrolladores.
Por otro lado, tambin el caracol ha tenido en todas partes,
y de manera ms o menos aparente, un sentido gentico
como el
viento. Primeramente por su forma, luego por su rcter acutico
y, en fin, por su relacin con los vientos.
En todos los continentes ciertas conchas marinas univalvas
o bivalvas
han sido relacionadas
con la fecurrdidad por su morfo-
loga comparable a la de Ios rganos genitales fe-en]nos o mascu-
linos, segn los cas,s,
,v
a la del ombligo. La concha deno,rinada
hoy cyprea moneta se ]lam en griego chderon, de doncre se dice
que viene "concha";
y en latn se dijo mcrtriculus, porcum
y por-
nilum,
de donde "porcelana"
,
a similitudine puclendis
muliebris...
Como ocurri con la llamada Conchayenerd, o de Venus;.,quid
?d:t:em
femineant
quodam modo reprdesentdt; externe quidem per
labiorum
fissuram
interne vero propter
catitatetn uter:tm men-
tientem. . ."
a8
Esa concha cypreo moneta (generalmente
conocida por couri),
tan extendida por su uso como moneda en la India y en la costa
occidental de Africa y hoy sobrevi,iente en cuba con motivo de
las prcticas mgico-religiosas
de los negros cle Guinea, fue ante-
riormente un snrbolo de Afrodita, Ia diosa der amor en Grecia y en
chipre, de donde Ie vino su nombre zoolgico. Afrod.ita era tam-
bin una personificacin
del agaa y del ocano y asociada, como
diosa de la generacin, a los cerdos, vacas, chivos, carneros, palo-
mas, pulpos y otros animales.
No solo fu dedicada a Afroditala cyprea moneta; otras con-
chas tuvieron Ia misma suete por anlogas razones.
Alguna concha bivalva, de ciertos moluscos, por su color car_
noso y oscuro y por la morfologa de una de sus valvas, suavemente
convexa y izada de estras radiales, que asemejaba en tamao y
curvatura la anatmica forma del monte prbico, fue smbolo del
sexo femenino y por ende de Yenus. Esta diosa sora ser figuracla
naciendo de una de tales conchas marinas. De las que an son
_,48
Adanson, Histoire Naturelle du Sengal.
pars,
1762. Coquillages,
p. 65, cita en
fackson,
p. xrrr.
562 EL HURACAN
llamadas 'vener4s, por sus evocaciones de los venustos perfiles; de
las mismas que popularizaron por Europa, puestas en sus sombre-
ros y esclavinas, Ios medievales peregrinos de Santiago de Composte-
la, en cuyo santuario, antiguo Campus SteU4 debieron servir en la
prehistoria para ciertos ritos de fertilidad. Los naturalistas llaman
Yenus a sendos tipos de moluscos bivalvos por su simbolismo e&
tico. Ciertos grandes caracoles conivalvos por su forma eran dedi-
cados en la antigedad mediterrnea a los Tritones, entes semihu-
manos y semipeces, dioses masculinos del mar. Alguno, como la
Pteocera del Mar Roio, era estimado como emblema de feminidad
por la susodicha semejanza obscena.
En Cuba, con voz oriunda del Africa bant, decimos mrtco o
rpgromoco a un caracol marino, univalvo, de la familia de los c7-
praedae. Esa misma palabra lo era desde antiguo de la coprolalia
verncula para significar el rgano sexual de la muier; segn dice
el vocabularista cubano Esteban
|.
Pichardo, por la semeianza vul-
gar entre este y el univalvo.ae
Tales antecedentes prueban que la semejanza de ciertas con-
chas con la figura del sexo femenino inspir las primeras aplicacio-
nes de aqullas a Ias artes mgicas. Aun hoy da, las negras congas
tienen un procedimiento de magia homeoptica para facilitar los
partos. Para esto la muier embarazada ha de lamer todos los das,
maana y noche, una conchita cauri, "cargada" interiormente por
el hechicero con ciertas sustancias secretas.
Pero otros factores imaginativos y alegricos, aparte de los
morfolgicos, debieron de contribuir a esa relacin de los sexos con
los caracoles del mar. Los caracoles marinos eran de oriundez acu-
tica. Mitolgicamente eran "portadores de agua". En sus conchas,
por ser stas marinas y tambin en algunas por ser espiroideas como
Ias trombas. Y bien conocida es la primordialidad del agua en todas
las cosmogonas y en sus explicaciones mitolgicas. El poder del
agua como fuerza vitalizadora debi de reconocerse fcilmente por
la mera observacin de los fenrnenos angustiosos y aniquilantes
producidos por la sed y su prodigioso alivio por medio del agua.
Esta tena "fuerza misteriosa", trutnd, sacripotencia dadora de vida.
Igual debi de pensarse al observar Ios efectos de las lluvias tras Ia
ae
Fernando Ortiz, Glosario de Aftonegrismos, pp. 100 y 301.
EL CARACOL Y EL TABACO
'61
sequa y, con mayor conviccin, apenas se estableci la agricultura.
No es, pues, de extraar que pasara a las rnitologas el concepto del
agua como origen y fuerza de vida.
Era, pues, muy lgico que los caracoles marinos tuviesen en
la mitologa un emblemismo gentico. En la antigedad clsica,
segrn Mackenzie, el caracol fue smbolo del nacimiento y usado
como amuleto favorable para propiciar la fecundidad de las mu-
ieres
y la felicidad de sus partos y puerperios. Cuando ciertos in-
dios de Amrica cubran sus rganos genitales con labradas con-
chas de grandes caracoles, practicaban una operacin protectora
de carcter mgico. El caracol marino tena mana o sacripoten-
cia gentica.
El caracol fue considerado como Ia fuente de la vida, el crea-
dor del gnero humano, el habitculo de la deidad que propor-
ciona la fecundidad a los seres humanos, a los animales y a Ias
plantas.so
Quizs
debise a ese sentido gentico del caracol cierta
costumbre folklrica vigente en pases del Mediterrneo, donde
se usa el sonido de los cuernos marinos con otros desapacibles en
las cencerradas populares con que se obsequia a las viudas en la
noche de su segunda boda, y a los vieios decrpitos en sus nupcias.
Aun cuando probablemente con cierta irona, el continuo reso-
plar de las trompas marinas significa una estimulacin afrodisaca
para la generacin.
A las novias de la antigedad, segn G. E. Smith, se les re-
galaban grandes cantidades de conchas marinas, como ahora se
les echan en la boda sendos puados de granos de arroz, para
buen augurio de su fertilidad. De ah provino, segn dicho antro-
plogo, el empleo de los couris como moneda. Acaso entre los
indios antillanos pudo ocurrir algo anIogo. Ellos en sus cere-
ntonias nupciales entregaban a la familia de la novia sendos colla-
rcs de cuentas hechas de rodaiitas de conchas marinas, las cuales
clenominaban cobis y tenan un valor social embrionario de
nroneda.
Los aztecas tambin relacionaban el caracol marino con la
gcneiacin, la preez y el parto. La traduccin espaola de un
tcxto jeroglfico
indio dice: "As
como sale del hueso el caracol,
60
G. Elliot Smith, "Introduction" a
fackson,
ob. cit.
564 EL HURACAN
as sale el hombre del vientre de su madre". Forstemann
51
iden-
tifica el caracol marino con el solsticio hiemal. Esto quiere decir
que aqul era signo del
"nacimiento
del sol", porque sta es la
interpretacin de dicho episodio astronmico en ei hemisferio
boreal, segn las religiones de los pases donde son muy marcadas
las estaciones y los pasos del "astro rey" por las lneas de los tr-
picos.
Los egipcios,
junto
a las estatuas, halladas cn Kopton, de Min,
su dios sexual, flico y unpede, del cual nos hemos ocupado ya en
este libro, colocaban varios moluscos univalvos o caracoles de los
denominados Pteroceras bryonia (Gruelin).52 El caracol era all un
emblema de masculinidad como cietas conchas lo eran, y lo son to-
dava, de feminidad.
Para G. Elliot Smith fue ese sentido geutico y vivificante
el que extendi el uso de los caracoles. Estos eran "dadores de
vida" y por eso con su sonido se despertaba a los muertos en
Egipto. As como en el Nuevo Testamento el toque de una trom-
peta es seal para la resurreccin.
G. Elliot Smith seala que los caracoles se colocaban en
los sepulcros como emblemas de resurreccin o revitalizadores
de los muertos. El ms antiguo empleo humano que se conoce de
los cauris es el de los hallados en las tumbas paleolticas.53 Acaso
la profusin de caracoles que se colocaban en los enterrorios de los
indios arcaicos de Cuba significaba un estmulo para el renaci-
miento o revivificacin de los muertos. Los indios caribes de las
Pequeas Antillas adornaban sus tumbas con caracoles. Aun hoy
da subsiste en la Martinica esa costumbre,sa acaso por supervi-
vencia mitolgica o quizs meramente esttica y consuetudinaria.
Entre los aztecas el caracol es smbolo de vida y de muerte. Lo
mismo ocurra entre los mayas.55 Relacionado, sin duda, con la
significacin gentica del caracol y de la espiral que es caracte-
rstica de su morfologa, debi de estar uno de los ms interesan-
5r
Commentar zur Madrider Mayahandschrift. Codex Tro-Cartesiantu.
Danzig, 1902, p. 27. Cita de Allen y Tozzer, p.267.
62
|ackson,
ob. cit., p. 207.
' 5B
En lntroduction a
/ackson,
ob. cit., xxr.
'
54
W'. Dufougre, Madinna. Reine des Antilles. Pars, 1929, p. I83.
6
Tozzer
1'Allen,
ob. cit., p.237.
EL CARACOL Y EL TABACO 56'
tes simbolismos de la concha helicoidea. El caracol marino era
el signo del cero en los glifos numricos que usaban los mayas
para los clculos aritmticos y las estelas conmemorativas de sus
fechas calendricas.5o La relacin de ideas entre el cero, que es
la nada de donde van naciendo los valores numricos y cronom-
tricos, y la generacin implica un grande y sutil pensamiento.
Tcdo esto nos lleva a suponer que en los ritos del tabaco que
fumaban los indios antillanos con polvos de caracol, acaso poda
haber tambin algn simbolismo flico y gentico que reforzaba
el de su significacin como elemento operante de la fecunda-
cin de la naturaleza por medio de la magia mimtica meterica
que ya hemos indicado; tal como parece evidente que ocurra
entre los indios continentales fronteros de las Antillas. Un mito
de los maya-kich ensea gue los dioses de los cuatro vientos
son grandes fumadores y que las estrellas fugaces que a veces alum-
bran el firmamento son desprendidas de los grandes cigarros que
aqullos fuman y que arrojan de lo alto, produciendo los rayos.
Plegados sobre s mismos, segn el Popol Yuh, los dioses en su
meditacin de fumadores conjuran al maiz, dndole vida. Y en
el maz est el grmen humano y en el agua, la lluvia, el ro y el
mar est la resurreccin. Werner Wolf explica, al menos hipo-
tticamente, esos episodios mitolgicos y en las figuras ya copia-
das descubre el conjuro fecundante del cigarro mgico y de las
chispas vitales que de l se desprenden. Segn el Popol Vuh
(t, 2) cuando Hunahpu descenda al reino de los muertos les
daba a stos cigarros, cuyas chispas simbolizaban el conjuro vivi-
ficante. En los mitos mayas el dios del rayo interviene en el naci-
miento del nio. El es quien Io trae del cielo, donde fue formado
en la estrella que all se elev encendida por el fuego terrestre del
amor del padre penetrando en la entraa materna; tal como de
un palo que frota en una madera brota la chispa que da la candela.
As, del cigarro, smbolo flico, se desprendern las gotas germi-
nales, las masas de nubes y las chispas de fuego que iran a lo
aa
Cdice de Dresde, 64. Cita de A. M.
'lozzer
y Glover M. Allen,
Animal Figures in the Moya Codices. Cambridge, 1910, lmina r,7, y
pp.224 y 298.
566 EL HURACAN
alto de los cielos para engendrar all, mediante el abrazo tem-
pestuoso, la lluvia que ha de baiar a la fecundacin de la tierra.
Tambin entre los aztecas se relacionaba con el tabaco el
dios TWloa que fumando haca nubes que traeran las lluvias fer-
tilizantes. . . De hoia de tabaco era el vestido de Ciacouatl, lt
"diosa de la tiera", o la "culebra que es mujer", segn Fray B. de
Sahagn, y de la cual refiere Fray Mendieta "que unas veces se
tornaba culebra y otras veces se transfiguraba en moza muy her-
mosa y andaba por los mercados enamorndose de los mancebos
y provocbalos a su ayuntamiento, y despus de cumplido los ma-
taba". Es decir, era diosa del amor, Aftodita azteca, que se vesta
o transustanciaba con el tabaco, la fuerza fecundante emanada
del dios Tlloc. Todo ello es un mito agrosexual. Bien pudie-
ron, pues, los indios tanos, corno los mexicnos, fumar el tabaco
encendido con el fuego dentro de la boca y exhalando el humo
con fuerza hacia lo alto. Como si fuese un chorro de lava en ebu-
llicin, salido de la entraa incandescente del volcn por el erecto
cono de la montaa y llevando hacia los cielos en su penacho de
humo la esencia de la lluvia que dara fecundidad de madre a la
tierra. Un completo ciclo mtico: la tierra, serpiente hembra y lu-
iuriosa,
que se viste de vegetacin y se impregna de tabaco; tabaco
que luego se quema por el dios de los engendros, qhe lo frrma y
con su humo hace nubes en loo altos montes y desata los "nudos
de los vientos"; y iluvias que penetrarn en Ia tierra y fertiliza-
rn su entraa y crearn los frutos
para
el mantenimiento de los
seres humanos.
Una de las maneras peculiares de fumar que tenan los in-
dios, expeliendo el hurno como un chorro que sala con fuerza de
la punta del mismo cigarro, puede ser imaginada como una sacri-
potente eyaculacin fludica de un cilindro flico, a la cual era
fcil atribuir una eficacia fecundante. Para esto, los indios, una
vez con fuego el tabaco por uno de sus extremos, se metan ste
en la boca y lanzaban el soplo hacia afuera, con lo cual de la pun-
ta no encendida y fuera de la boca del tabaco sala con fuerza un
chorro de humo. Esta manera de humear, hoy tan extraa, ya la
registr el cronista Fernndez de Oviedo, refirindose a los indios
caquetos. "Para ver si caminarn o irn a pescar y sembrarn, y
EL CARACOL Y EL TABACO 56?
para saber si matarn caza o si su muier los quiere bien, cada uno
es borotio; porque con esta hierba (que llaman tabaco) revueltas
las hojas de ellas a la redonda de la mazorca de ma2, encindelas
por un cabo poca cosa, y aquello que arde mtenlo en la boca y
soplan hacia afuera, y cuando est la mitad quemada, arrebuian
lo que est revuelto a la redonda. Y si Io quemado del tabaco
queda hecho a manera de hoz encorvado, es seal que lo que quie-
ren saber suceder bien: y si queda quemado derecho, es seal
que al revs de lo que desea le ha de intervenir, y que es malo
lo que haba de ser bueno. Y tienen tan credo esto, que no basta
nadie ni razn alguna a hacerles creer otra cosa, ni que es burla o
vanidad los tabacos: antes les pesa mucho con quien los desengaa,
si se lo reprenden."
Este rito lo conservan todava los negros nganguleros de Cuba
o sea los continuadores de los hechiceros bant' Ellos fuman
el tabaco con la candela dentro de la boca y cerrando sta soplan el
aliento hacia afuera de modo que del erecto tabaco sale por su
punta como un chorro de humo que dirigen hacia los objetos sa-
grados, imgenes o residencias de los dioses, con el objeto de co-
municar vida a sus energas pasivas.
Esa operacin del humeo, como suelen decir los nganguleros
de Cuba con voz espaola arcaica, forma parte de una opera-
cin ritual de magia cuya explicacin ayuda a comprender el com-
plejo aparato de simbolismos correlacionados con el huracn. Di-
gamos ante todo que el mito del espritu de los torbellinos perdura
tambin en Cuba. Entre los nganguleros y dems gentes dediba-
das a las artes mgicas, algunos especialistas suelen ir en busca de
remolinos callejeros en la poca de los llamados "vientos de Cua-
resma", o sea por el equinoccio de primavera, para apoderarse de
ellos y hacedos
"trabaiar" en sus hechiceras como espritus es-
clavizados a su antojo. Remolino es el nombre de una de las
"prendas" con que suelen los brujos hacer sus bruieras. Ellos con-
servan tambin un rito para deshacer las "mangas de viento". En
una soga tendedera se cuelgan cuatro muecas de trapo llenas de
ail. Ante ellas se pone una palangana "cargada" con agua ben-
dita y otras sustancias mgicas y mientras se entona un coniuro o
"cntico", se cortan la tenderera y las muecas y se vierte el agua
568 EL HURACAN
de la vasija y la manga se rompe en agua. El todo no es sino un
rito pluvfero. Contra el "rabo de nube" que encierra las lluvias
se le opone la barrera mgica de la soga que anuda los cuatro
vientos y en cada uno de stos se cuelga un trapito lleno de ail,
smbolo azul de las aguas en los cultos afrocubanos. As queda
preparada la operacin mgica. Al cortarse la soga se desatan los
cuatro vientos, se derrama el ail de las lluvias y se produce la inun-
dacin del agua de la
jofaina. La tromba se deshace en aguaceros.
Los nganguleros y los igos afrocubanos usan constante-
mente un signo en sigma que para ellos simboliza a la vez la ser-
piente, el remolino y el espritu o la fuerza sobrenatural que opera
la magia. Sin ese signo el proceso mgico no se produce. Ade-
ms, en toda operacin mgica de los nganguleros es indispensa-
ble el simulacro de la tempestad. No basta el signo del viento,
hay que animarlo con sacripotencia. Despus de verificar el hu-
meo en la forma susodicha, rocan los dolos con una fina llovizna
de chamba o sea el lquido mgico, esparcindolo con el soplo de
su boca y luego, golpeando en tierra con el mismo tabaco, des-
prenden de su candela unas chispas que encienden un reguerito
de plvora, el cual corre e ilumina con su fugaz llamarada la fi-
gura
jeroglfica del dios cuya actividad se invoca.
Del anlisis de los ritos de los nganguleros paru lograr la pre-
sencia y actividad del espritu o ente sobrenatural, puede infe-
rirse que uno de sus factores indispensables consiste en la provo-
cadora simulacin de una tempestad. La cual se ejecuta por medio
del humeo del tabaco que forma la nube, de la rociada del lquido
mgico soplado por la boca y esparcido a manera de rfaga que
expande la lluvia, y de la llamarada de la plvora que hace de
rayo. Una vez desencadenada la tempestad alegrica, el espritu
comienza a actuar con todo su poder. Todo ello implica un rito
mgico que transmuta una fierua activa de la naturaleza en ener-
ga espiritual al servicio del ngangulero. Lo aqu apuntado sirve
para comprender el proceso de la conceptuacin de la tempestad,
el tornado y el huracn como entes de potencia sobrenatural. Este
rito afrocr-lbano, cuyo anlisis ms pormenorizado no es de este
lugar, no procede totalmente de los indios de Cuba ni de los ne-
gros bant de Africa. Es un curiossimo fenmeno de transcultu-
EL CARACOL Y EL TABACO 569
racin y sincretismo mgico-religioso de diversas culturas; pero
en cuanto a los usos rituales del tabaco, responde, sin duda, a esas
funciones vitalizante y meterica a que nos venimos refiriendo.
Ntese que entre los indios antillanos probablemente el ta-
baco era usado solamente por los hombres; para las mujeres era
tab. As ocurre hoy da entre los indios napo y los
ibaros.5?
Igual
acontece en otros pueblos indios, y aun fuera de Amrica, con el
opo, la coca, el haschish, el opio y otros intoxicantes y narcti-
cos. En algunos casos, las sustancias estupefacientes son monopo-
lio de los sacerdotes o hechiceros, porque a ellos corresponde reali
zar las liturgias mgicas de la fertilizacin masculina, y por que
sus efectos, as como las posesiones de los espritus y diablos,
cuando no son controlados por la clase sacerdotal pueden ser muy
peligrosos para el orden social establecido. El xtasis mstico, en
el cual habla un ser sobrehumano, ha sido siempre un fenmeno
temible y muy vigilado por los sacerdocios.
Ese simbolismo flico, gentico y vivificativo del tabaco de-
ba de acrecentarse cuando en las magias litrgicas iba unido con
los polvos de los caracoles marinos, o sea cuando los indocubanos
practicaban la cohoba o cooba, por los motivos que ya hemos ex-
puesto. Pero, aun sin esa cooperacin de los caracoles, bastaba
que el tabaco al ser fumado pudiera ser tenido por s como una
directa estimulacin mgica a la produccin de benficas tem
pestaCes ventosas y lluviosas, para que su funcin sobrenatural se
extendiera a los episodios de Ia procreacin.
Indudablemente, el sentido gentico del caracol marino lo
relacionaba aun ms con el viento, ya que este meteoro fue con-
siderado como elemento fecundante en numerosos pueblos. El
proceso de encadenamientos analgicos en las mitologas fue el si-
guiente: viento-fuerza invisible con voluntad-espritu-espritu.de
antepasado-entidad de oriundez subterrnea-genio fecundante de la
tierra como portador de aguas y como actor subterrneo-genio
de la fecundacin en general por su poder penetrante. Estos as-
pectos no fueron precisamente sucesivos en todos los casos; pero
todos ellos contribuyeron a que los vientos fuesen considerados
fl
Wabris, ob. cit., p. 59I.
570 EL HURACAN
como fecundadores y a que sus smbolos participaran tambin de
tal carcter gentico.
En los pueblos creyentes en la reencarnacin, los vientos, equi-
parados a los espritus de los antepasados o portadores de ellos,
son temidos o buscados como causa de la generacin humana.
As ocurre entre los indgenas australianos y lo mismo en ciertos
pueblos indios de Amrica
As sucede con los vientos como con las lluvias y con el arco
iris que las sigue en el cielo. Refiere Malinowski que cierto pue-
blo de Ia Papua, ignorante del hecho de que las muieres sorr
fecundadas mediante la penetracin sexual, creen que la preez
puede ser causada por la lluvia que les caiga encima. Igualmcnte
pasa con el arcoiris. Segn Karsten, "los indios canelos, empa-
rentados con los
jbaros,
tienen cierta supersticin acerca del arco
iris, de la que en parte participan
los indios de las montaas, y en
parte es peculiar a las tribus primitivas al este de los Andes. El
arcoiris es un espritu malvolo, particularmente peligroso para
las mujeres jvenes porque las puede prear sobrenaturalmente.
Para los indios peruanos el arcoiris (kurmi.) era una achanchila
('antbcesor'); los indios canelos y algunas otras tribus del Ecua-
dor oriental imaginan que es una gran serpiente de agua o dnd-
conda en el aire, o, como generalmente dicen, el arco iris es la
'sombra de la serpiente anacondo amarum'. . Cuando el arco
iris aparece, la mujer que est en su perodo menstrual no debe
salir, pues el cuichi wpai (el demonio del arco iris) la puede fe-
cundar, en cuvo caso dara a luz a un nio dernonaco (supai hua-
hua). Parece probable que los indios canelos han tomado esta
supersticin de los indios de las montaas".58
Alguna relacin parece tener con estas creencias lo que se re-
fiere por Fray Ramn Pan de Cocoroto, rn cem situado sobre
el boho del cacique Guamoreto de los indios de la isla Espaola.
Se cuenta que aqul hua a donde estaba el agua y que baiaba a
divertirse con las muieres. Muri Guamoreto y el cem pas al
poder de otro cacique y sigui
iugando
con las muieres. El
juego
no deba de ser completamente inocuo porque todos los nios
58
R. Karsten, ob. cit.
EL CARACOL Y EL TABACO
que nacan con dos coronas en la cabeza, o sea con dos remolinos
de pelo en la coronilla, eran considerados como hiios de Cacoroto.se
Este cem Cocoroto siempre en lo alto del boho, cercano a
las aguas y "jugador"
con las mujeres, no era sino un dios del
viento y de las lluvias que "jugando" fecundaba a las mujeres.
Puede inferirse esto de su relacin con los dobles remolinos de
pelo que distinguan a sus mticos descendientds. Los pueblos han
buscado siempre una interpretacin a la extraeza de esas dos co-
ronas. En el maldiciente folklore espaol se dice que los que
tienen dos coronas son hijos de cura, acaso porque heredan en
su cabeza dos coronas, la natural y la de la paterna tonsura ecle-
sistica. Entre los indios mexicanos era indudable esa relacin
entre los nios con dos corons y los dioses pluvferos y de la fe-
cundacin. A los dioses del agua o Tlaloques les sacrificaban en
"los montes altos" nios de teta que tuviesen "dos remolinos"
en el pelo de su cabeza, pues "eran nrs agradables sacrificios a
estos dioses, para que dieran agua en su tiempo" .60 Cacototo era,
pues, como tn Tlloc de los indios antillanos.
En la mitologa de los indios de la Espaola figuraban cua-
tro hermanos gemelos, como refiri F'ray Ramn Pan. Este
mito es propio de los aruacos de Suramrica. Esos cuatro geme-
Ios, echando por tierra una calabaza llena de agua, producen el
diluvio y luego se dispersan en diferentes direcciones. Parecen
representar los cuatro vientos.ol Son tambin ellos los que bus-
cando el casab, o pan de yuca, hallaron una mujer nacida sobre-
naturalmente con Ia cual se uuieron uno tras otro y tuvieron mu,
chos hijos; es decir, son tambin personaies areos de la fecundidad
agraria y humana.
Tambin los antiguos crean en la potencia fecundante de
los vientos. En Asiria el ideograma IM significaba a Enlil, al cual
ya nos hemos referido, como seor del viento impetuosb. A
5e
De paso digamos que en Cuba es un vulgarismo muy difundido,
sobre todo entre la chiquillera, denominar cocorotna a la cabeza.
2'l'cn-
drn relacin la cocorotina del actual vernculo cubano y el pcaro Coco-
rofo que engendraba, como un ncubo, hijos con dos remolinos.. . en la
cocorotina?
0o
Beinarclino de Sahagrn, ob. cit., t. r, p. I19.
61
A. H. Keane,
"Air Gods", en Hastings, Encyclopedy. vol. xr, p.Zfi.
57r
s.z
t
EL HURA.AN
Enlil se le deca tambin "dios del cuerno". Pues bien, lM o En-
lil era tambin el dios del falo, a la vez que el dios de la hume-
dad fructificante, de la lluvia fecundadora y, en fin, de la tempestad
que trae el agua.62
Plinio en su Histora Natural6s relaciona los vientos con la
concepcin, el nacimiento y el desarrollo de los seres, as de las
plantas como de ls animales. Recordemos las yeguas vento gra-
vidae del poeta Virgilio, creencia que aun se nota en San Agustn.
No hay por qu extendernos acerca de la gran difusin de la idea
de la impregnacin generadora por el viento.6a
En las mitologas a veces los vientos no fecundan pirr s sino
como portadores de espritus susceptibles de encarnar. El abad
Pedro Mrtir de Anglera afirmaba que los rboles del clavo se
fecundaban por el espritu de una nube enviada del cielo, que
cubre las cimas de los montes donde aquellos se cran.65 Los
vientos pueden hacer pasar los espritus al cuerpo femenino por
la boca, por los odos, por las narices, por el ombligo, por la vulva
y por el ano, segn Ios pueblos. Por eso se hallan signos mgicos
protectores junto
a esas entradas del cuerpo humano. As se ex-
plica que la svstica figurara en el pubis de una estatua femenina
de la antigua Troya. Y que tambin en el tringulo pbico de
una neoltica figura femenina de Rumania aparezca incisa osten-
tosamcnte una gran sigma extendida horizontalmente de lado a
lado, junto
al lado superior del pubis. EI propsito simbolizador
de esa sigma
"salta a la vista"; parece indudable que as puede
referirse al sentido fecundante del viento como a los movimientos
de la dinmica gensica (figura 321).o6
La sr,stica aparece tambin en ciertas imgenes de diosas
como Artemiso, Herd, Demter, Astart y Narva; lo cual di mo
tivo a que fuese relacionada con Ia fecundidad. La svstica fue
62
Furlani, ob. cit., p. 228.
63
Libro xvlrr, cap. 76.
6a
Vanse efemplos clsicos en Hartland, The Legend of Perseus,
vol. r, p. 179. Adems, consltese toda la seccin w del libro de Donald
A. Mackenzie, The Migration of Symbols, Nueva York, 1926.
s
Dcada rn, libo vII, cap. Iv.
66
Eckart von Sydow, Die Kuut der Natumlker und der Vorzeit.
Berln, 1925, p. 432.
EL CARACOL Y EL TABACO 57)
amuleto de fertilidad por su emblemismo del viento, porque de
ste se crea que preaba y por su carcter rotatorio que recordaba
ciertos movimientos coitivos. Segn Artley, "es el principio de
la vida -vida misteriosa, inexplicable en su origen, continuidad
-v
aparente cesacin, la solucin del problema de la significacin de
la svstica." La svstica es como elankh egipcio, smbolo de "Vida
eterna como punto del Amor Inntortal".07
Otros smbolos del viento lo
fueron tambin de la fecundidad
y de la reproduccin. Las con-
chas, como hemos visto, fueron
srnbolos de la generacin feme-
nina; Ios crracoles conivalvos lo
fueron de la n-rasculina y de la fe-
nrenina alavez. Eu la India como
smbolos del nacimiento se pin-
tan espirales
1r
62.r.oJes en el
ornbligo de las mujeres.Gs En al-
gunas estatuas del dios egipcio
Min, halladas en su templo de
Koptos, figuran dibujos de gran.
<les caracoles mariuos (Pteroceras
by onia, br oncelin) procedentes del
N'far Rojo.
)ackson
clice que el
simbolismo de los caracoles en
la religin de los egipcios no est
todava explicado;Ge sin embargo,
no puede dejar de ser sorprenden-
te esta conexin del gran caracol marino con aquel dios flico v
unpede de la generacin y del viento impetuoso.
Por otra parte, recordemos cmo en diversas cosmogonas el
viento ejercc su funcin creadora del munclo. Nos hemos referido
al mito de Ocoyeto de los indios yuki, al de R de los egipcios y al
de
lehov
de los hebreos. Citamos tambin el de Rudra, el dios de
6i
Astley, Biblical Anthropology, p. lZ7.
08
Frazer, Magic Art, l, 182.
as
1.
W.
Jackson,
Shells, p. 207.
Fc. 321
'71
EL HURACAN
los indostnicos
que aParece en el Rigve da (x' 92, 5) com-o dando
el primer movimfunto a las aguas del universo y creando los seres
sobrenaturales o espritus con su soplo, "como los herreros echan
su aliento en el fuego de su fragua"'?o En el comentario
del
Cdice TellerianoRnensis,
de ti57, se dice qt:e
Quetralcoatl
fue el creador del mundo y que se reput como dios del viento por-
qtse Tonacatecotli cuando lo tuvo a bien respir y con su aliento
surgi aquel dios.?l Para los mayas fue Kukulkn el dios creador.
Ya aludimos tambin al mito de Hurakn.
Tambin los vientos, por su figuracin espiraliforme,
unida
a otras curiosas circunstancias
simblicas, fueron relacionados con
la hlice de lab oreias u odos humanos y con los ombligo-s' Slo
de paso recordemos las espirales que en los odos llevaban los
icnicos tikl de los maor y las que se hallan en ciertas imgenes
de chiriqu que hernos citado y en otras de indios de Amrica.
Elliot Sniith ha recogido varios casos notables de espirales situa-
das en las orejas de ios dioses, feyes y monstruos portadores de
lluvias.?2 El aire de la vida entraba
por la oreja derecha, decan
los antiguos egipcios. Mackenzie ha observado las relaciones mi-
tolgicas entre Ia oreja o el oldo y el caracol. Uno y otro
Por
su
forrr-a hlica y por el ruido misterioso que se oye en los caracoles.
De ahf que el odo se relacionara tambin con el nacimiento y
la fecunacin, trada por el
"aire de vida" que resonaba en el
interior deJ caracol."
Es tan-rbin muy significativa la relacin que algunos pne-
blos encontraron entre el ombligo,
Por
su posicin ventral y su
figura helicoidea, el viento y la energa vital. se crea que sta
eitraba en el cuerpo humano a travs de la espiral del ombligo,
como un torbellino
que penetra hasta las entraas. Por eso cuan-
do las arpas y las brujas de Europa privaban de la vida a las
criaturas iecin nacidas 1o hacan "chupndoles el ombligo"; es
decir, sacndoles la energa vital que al nacer les entr por esa en-
caracolada cicatriz que se les form al serles cortado el cordn que
to
Cita de Mackenzie, ob. eit.,
P.70.
zr
Cita de Pallock, ob. cit., p. 5.
72
Elefhants and Ethnologists,
pp. 83 ss.
73
Mackenzie, ob. cit., cap. IIr,
passint.
EL CARACOL Y EL TABACO 575
los una a la placenta. Segn la mitologa azteca, en el episodio
de la segunda creacin del cielo y de los seres humanos, el dios
Tezcatlipoca penetra por la boca de la diosa Tlaltekutli y su com-
paero el dios del viento Ehcatl entra en la diosa por su om-
bligo.?{ Frazer ha recogido numerosas noticias referentes al cui-
dado religioso que recibe Ia placenta en numerosos pueblos,y su
relacin con la svstica.?5
Un eiemplo muy curioso de la importancia del ombligo en
relacin con la simbolizacin de los fenmenos metericos de la
tempestad puede presentarse en la indumentaria de ciertos indios
de Guatemala. Los de Chichicastenango conservan en los tpicos
vestidos de sus sacerdotes Ai Rii o astrlogos y astrnomos, ador-
nos con atributos de carcter simblico que representan al
/uro-
kn o Corazn del Cielo con otros entes celestiales. As en sus
chaquetas ostentan, bordadas a cada lado, sobre los pechos y en
las extremidades de las mangas, sendas espirales de color rojo y
anaraniado. Tambin las usan los Ai Bix u oradores, los Ai Tzi-
binay o escritores y los Chuch Caian o sacerdotes. En estos casos
simbolizan "la palabra", es decir, la misma Palabra creadora, que
es tanrbin el nombre de Hutakn Se dice que las espirales del
pecho son la "palabra hablada" y las de las mangas la "palabra
mmica" de las manos. Las chaquetas emblernticas Ilevan tam-
bin bordados soles y flecos que simbolizan las lluvias. A su vez
los vestidos tradicionales de las mujeres chichicastecas estn de-
corados por una cruz de cuatro grandes brazos o xucut de los qui-
chs, en el centro de los cuales hay un aguiero por donde aqu-
llas pasan la cabeza y se visten esa blusa que llaman pot
en quich
y generalmente gipil. Ese aguiero evoca el "Corazn del Cielo",
o el "Ojo de Ia Tempestad". La cruz es Ia de "los
cuatro vien-
tos"; dos de sus brazos caen respectivamente sobre el pecho y Ia
cspalda y los otros dos sobre los hombros. Es sobre todo curioso
cmo los chichicastecas conservan en sus ceremonias el uso de
una "banda" de color roio, con flecos terminales y bordada de se-
clas polcromas con dibuios zigzagteantes que significan "comple-
74
M. E. de
fonge,
"Histoyre du Mexique. Manuscrit indit du xvr
sidcle", et el
lournal
de ld Soc. des Americanistes de Paris, t. lr, 1905.
z;
Cita de Mackenzie, ob. cit., p. ll2.
EL HURACAN
mentos de las deidades cle
Jurakn
el Dios de la Tempestad"'
Esta banda ha de anudarse precisamente sobre el plexo solar de
manera que entre el calzn y chaquetn susodicho
quede siempre
descubierto el ombligo,
por 1o .rl lot apodan
"ombligo ftio"
'76
El todo parece ser un simulacro csmico. En el centro el ombligo,
o re.rrolo vital por donde le entra la vida al ser humano, y alre-
dedor toda una iepresentacin de la energa csmica, los asttos,
los vientos, los rayos, las lluvias y el cinturn o "nudo de los
vientos".
No es, pues, aventurado
pensar que el gran caracol- del Mar
caribe y dei Golfo de Mxico estuvo relacionado simblicamente
con ei ruracn. Otros datos parecen asegurarlo. Todas esas co-
nexiones del caracol marino con los conceptos
genticos y los
metericos se encuentran tambin en la mitologa de los indios
de Amrica.
Recordemos aqu que las tpicas figuras de tetraskeles y tris-
keles halladas en orteamrica estaban
grabadas en placas de
concha, de los mismos conivalvos
de los mares floridanos y anti'
llanos. La arqueologa
mexicana ha encontraclo numerosos ca-
racoles del Caribe y del Pacfico que fueron usados como trompas.
En las imgenes d dioses halladas en los templos de chichn Itz
y otras ciJdades arqueolgicas con frecucncia se han observado
taracoles entre sus aiributos. En la mitologa y el arte de los ma-
yas no es rara la figura dela Serpiente Emplumd saliendo de un
r*acol (figura 7221. nsrc bello ejemplar procede del Salvador.T?
Entre loi *ryas los dioses del nacimiento y de la luna estaban aso-
ciados el caracol.?s Igual sentido vivificativo
Parece,
pues, que tu-
vieron los caracoles
marinos por estos mares de Amrica'
Tanrbin el azteca
Quetzalcoatl
est relacionado con ]os ca-
racoles marinos. Sin dua, porque el caracol fue smbolo del
viento y ese'dios lo es del viento y de la fecundidad. Los caracG
les eran smbolos que acomPaaban
a
Quetzalcoatl.
Corno un
?6
Flavio
y ovidio
Rodas, simbolismos maya-quichs de Guatemala.
Guatemala, 1938'
-
?7
Spnden, Ancient Civilizttons, fig' 21'
?8
Esta y otras citas correspondientes a este tema del caracol en la
mitologa de *ayas y aztecas estn tomadas de
|ackson,
ob' cit',
Pp'
5l ss'
EL CARACOL Y EL TABACO
signo pectoral se pona el helicoide del Strombus gigas en algu-
nas esculturas de aquel dios. Adems de esta insignia, ehecaila-
cacozcatl o "pectoral del viento", qre
Quetznlcotl
ostentaba pen-
diente de su cuello, de su orejera colgaba otra insignia llamada
epcololli o
"concha torcida", segn Alfonso Caso.Te Es un ob-
jeto
en forma curva, hecho de concha. Por su forma recuerda cier-
tos enigmticos obietos arqueolgicos de los indios antillanos, los
cuales hasta ahora no han tenido explicacin satisfactoria.so En
una torre releiada de Teotihuacn, templo de
Quetzalcoatl,
nu-
merosos caracoles marinos de los tpicos del Mar Caribe "llenan
los espacios" qre deia la Serpiente Emplunwda entre sus curvas.
Tambin ese dios
se relacionaba con
la fecundidad.
"El
joyel que llevaba en
el pecho y en el es-
cudo
Quetzalcoatl
era la seccin de
un caracol y
las
muieres estriles le
hacan votos y pro-
mesas
Pafa
conse.
guir de l suce-
sin".81 En una ya
citada pintura del
C d. Borgia, 42
(figura 281), del gran caracol sale un dios unpede armado
con el tpico xonecuilli. En otra del Cod. Nuttall, 16, del cara-
col se produce un parto. Segn E. Seler,
Quetzalcoal
engendr
a los seres humanos con sangre sacada de su miembro viril
y
echada sobre polvos de huesos de muertos. Dice Veytia que los
aztecas "fingan otra fbula de este dios, diciendo que estando
zs
Lo Religin de los Aztecas, p. 24. Ed. de la Bibl. Enc. Popular.
80
Acaso esta semeianza con el epcolilli de las orejeras de
QuetzaLcoatl
autorice la hiptesis de que esos objetos indoborinqueos sean tambin
atributos auxiliares del dios antillano de la tempestad.
81
Torguemada, Monarqua lndiand, libro xr, cap. xxrv.
Fc. 322
578 EL HURACAN
un da bandose lleg a tocarse las parte genitales y semin so-
bre una pea y de all naci el murcilago, y vindole los dio-
ses le mandaron que fuese y de un bocado le arrancase a la ninfa
Xachuiquetznl lo que tena dentro de sus partes genitales". "En
los ritos matrimoniales colocaban los nahuas en los cuatro ngulos
de la estera que deba servir de tlamo nupcial, cuatro manojos
de caas y en esa ponan algunas plumas y rn chalchihuitl", segn
Clavijero
$,
293). Eran los emblemas de la fecundidad, cuadru-
plicados por ruzr de los cuatro elementos que intervenan, y
de los hijos qtie pedan a
Quetzalcoatl.
Por esto, cuando algu-
na criatura vena a este mundo, se le diriga la palabra diciendo al
neonato como si lo pudiera entender: "Cuando fuiste criado y
enviado a este mundo, limpio y bueno fuiste criado y enviado a
este mundo, y tu padre y madre
Quetzalcoafl
te form como una
piedra preciosa y como una cuenta de oro muy resplandeciente y
pulida" (Sahagn, u, 60) . A
Quetzalcoatl
se llama padre y ma-
clre por representar los dos elementos fecundantes includos en
los cuatro elementos.s2
Segn Veytia, a Ouetzalcoatl
"le ofrecan en sacrificio unas
pequeas partes que se cortaban de1 prepucio, que llamaban mo-
tep6lrr, para que les diese sucesin. Tambin en esta fiesta los
macehuales o trabajadores del campo, adornaban con hojas de
maz sus palas, coas y dems instrumentos de labranza, y las arri-
maban a las paredes del templo para impetrar la abundancia en
sus cosechas. En esta fiesta haba tambin la ceremonia de poner
nombres a los nios recin nacidos, y se llamaba tehutzo." Todos
eslos detalles nos revelan el carcter gentico de
Quetzalcoatl,
dios del viento, del caracol y de la Serpiente Emplumado.
En relacin con el carcter gentico de la Serpiente Em-
plumada hemos de referirnos tambin a la reciente explicacin
que ha sido hecha del mito y figura de
Quetzalcoatl,
bajo la inspi
racin de las ideas psicoanalistas, por Celes Ernesto Crcamo.
Segn este escritor, "en el mundo pagano antiguo, Ia serpiente
no simboliza el monstruo temible del pecado que hicieron de l
las religiones hebraica y cristiana. Para los antiguos que venera-
82
Plancarte, Prehistoria de Mxico. Mxico, 1927, p. 517.
EL CARACOL Y EL TABACO 5'19
ban las fuerzas creadoras, segn una religin naturalista, la ser-
piente significaba Ia fuerza mgica de la vida bajo sus dos aspec-
tos, til y nocivo, creador y destructor que ella tena".t' "En
general, dice Crcamo, se considera a la serpiente como un smbo-
1o de valor nicamente o casi nicamente flico.Sa Un estudio
comparativo me parece demostar que esta opinin clsica para
ser mundial es demasiado absoluta, pudiendo testimoniar que so-
bre el continente americano al menos y colocndose desde el
punto de vista de la mitologa arqueolgica, se encuentra una
serpiente paradojal, la serpiente pjaro, o Serpiente Emplumoda,
cuya parte propiamente serpentina es una representacin ante
todo hembra."
"Segn la opinin de los especialistas, el verdadero sentido,
el secreto de la Serpiente con Plumas, no ha sido aun revelado.
En general y esto es lo nico que nos interesa, que ella sea con-
siderada como un smbolo de la luz, de la lluvia, del vientq o del
movimiento ondulatorio de las aguas, es siempre asimilada a una
divinidad representativa de las fuerzas creadoras de Ia vida. Yo
creo que
Quetzalcoofl
si
representa todo esto que se ha dicho de
1 y que las diversas interpretaciones que se han hecho no son
urs que vistas parciales de sus diversos y mltiples aspectos."
s3
Celcs Ernesto Crcamo, "La
Serpiente Emplumada. Psicoanlisis
de la rcligin ma1,-o71.., y del sacrificio humano", Reyista de Pscoani
lisis, l, Bucnos Aires,
iulio
de 1943, p. 18.
8a
E.
|ones,
Papers onPsychoanalysis (4q ed.), Londres, 1938, p. 170
1,
cn nota; R. Reed,
"Serpent as Phallic Symbol", Psychoanalvtic Reew,
vol. xr, p. 9l; G. Roheim (The riddle of the Sphinx, 1934) ha estu-
diado profundanente el tema en sus diferentes aspectos, as como C. G.
lrng,
Metantorphoses et symboles de la libide, Pars. P. Federn, en unl
comunicacin hecha a la Sociedacl Psicoanaltica de Viena, hizo notar la
relacin entre la serpiente como smbolo flico y los sueos de angustia.
La serpiente aparece en los sueos de las mujeres frgidas con un carcter
contradictorio de helada hipocresa y de quemante agresividad erctil, cluc
hacen de ella el smbolo del miembro viril, rgano desconcertante, cuya
ruproximacin temen. Citas de Crcamo.
85
Seler (Codex Borgia, p. 82, ya citado) establece las relaciones
cntre esta divinidad y los fenmcnos de fecundacin y creacin de vida.
Dice que una escuela de sacerdotes d.e
Quetzdlcoatl
lo proclamaba como
tl dios originario engendrador del munclo y de toda la humanidad. Cita
<lc Crcamo.
580
EL HURACAN
"Seg,
el a,lisis quc rrosotros hemos hccho de los elementos
constitutivos de la serpiente con Plumas, podemos concluir que
es una reunin de dos elementos generadores, masculino y feme-
nino, padre y madre, padre-sol y madre-tierra en coniunin ge-
neratriz."
A esto llega crcamo as por la interpretacin del elemento
serpiente como por la de las plumas. "Entre los mayas y los az-
tecas Ia serpiente estaba en relacin con la fuerza generatriz de la
vida y en consecuencia con los fenmenos sexuales, pero es dif-
cil saber si para ellos fue un smbolo sexual exclusivamente feme-
nino o masculino. soustelle, subdirector del Museo der Hombre,
de Pars, especialista en estos estudios, me deca a este respecto
que Ios aztecas no se preocupaban de dar a sus smbolos un ca-
rcter sexual estrechamente determinado. Yo creo que esta indi-
ferencia no es ms que aparente, porque mayas y artecrs hacan
derivar todas sus concepciones cosmognicas del principio de du-
plicidad encerrado en cada elemento. As, por .*plo, el ele-
mento agua era sometido a un dios macho que tena una esposa.
La tierra misma era descrita ya como una fantstica rana mcho,
ya como una diosa. Esta mitologa estaba compuesta de elemen-
tos secundarios muy compleios." Tocante al elemento caracte-
rstico del smbolo de las plumas, dice Crcamo que
,,los
mayas
y los aztecas, como todos los indios de Amrica y muchos otros
primitivos,
consideraron las plumas como un signo de dignidad
divina. Las plumas ornaban la cabeza de los grandes
seors ma-
yas en los das de fiesta y las de los sacerdotes y los cascos de los
guerreros".86 Este detalle puede interpretarse
como un smbolo
solar, puesto que el sol, slmbolo de toda potencia, era represen-
tado en muchos primitivos baio Ia forma de un paro.
.,ios
az-
tecas vean en el sol un guila que se elevaba a la maana y des_
cenda a la noche. El colibr era para ellos un piaro divino que
llamaban 'rayo de sol' o 'cabello
de sol'. La pluma y el rayo cle
sol fecundante son en este sentido un s*rbolo flico que pode-
mos comproba en un mito azteca, aqul del nacimiento de Huit-
zilopochtli, el dios masculino, el dios del sol y de la guerra.
Esta
_
t:
Ed. seler, "coutumes
et attributes des divinits du Mexique selon
le P. Sahagrn",lournes Americanistes de Paris, tomos v y vr.
EL CARACOL Y EL TABACO
'8I
fbula nos cuenta cnmo Coatlian,la'Tierra Madre', Ia 'Muier
Serpiente', un da que se diriga al altar del sol para cumplir sus
devociones, vi caer a sus pies una pequea bola de plumas de
color brillante. Ella la recogi y la guard en su seno, pero cuan-
do quiso sacarla haba desaparecido. Algn tiempo despus ad-
virti que estaba encinta. La concepcin fue de carcter rnilagroso
y el Sol era el autor." "Para
Jung
la pluma es un smbolo de
potencia, la corona de plumas una corona de rayos, la aureola y
la coronacin significan la identificacin con el Sol."
Para Crcamo, en sntesis, "Quetzalcoatl es la concepcin
simblica de la divinidad creadora, de la fecundidad dadora de
vida, que reune en s los valores separados de los sexos, adquirien-
do forma germinativa. Ella es la representacin mgico-religiosa de
los dos principios generadores fundamentales masculino y femeni-
no, los que al unirse constituyen una divinidad simblicamente
andrgina forma'ndo un todo orgnico". El P. Sahagn dice que
los indios al dios
Quetzalcmlll
lo llamaban "Padre y Madre" en
sus plegarias.8?
Crcamo se adentra ms todava en sus interpretaciones psico-
analticas, encontrando una significacin anal de la serpiente y
de la espiral. "Basndonos, dice, en la comparacin de diversos
hechos mitolgicos, creemos que la espiral es la representacin
estilizada de las energas vitales de las fuerzas generatrices del uni-
verso. La espiral tiene un valor excrementicial tal vez porque las
deyecciones humanas y las de ciertos animales poseen esa forma;
|ones
reconoce a veces en la serpiente un valor excrementicio. Se-
alaremos la similitud con el cordn umbilical." "Mitos
aztecas
diversos ponen, por una parte, en relacin la espiral con la in-
mundicia fecal, y por otra parte, establecen el origen de los seres
a partir de esta materia. Una de las erpresentaciones de la diosa
de la tierra, de la 'mujer serpiente', es Tlazolteol, diosa a la
vez del amor, del acoplamiento, del pecado y de las inmundicias.
Otro aspecto de esta diosa de la tierra es la diosa simbolizada por
las almas de las mujeres muertas en alumbramiento, diosa que
apareca baio la forma de una serpiente o de una mujer muy bella
87
Ob. cit., t. l, p. 70.
EL HURACAN
que sola estar al acecho de los jvenes para matarlos." "La ser-
piente espiral-ada, productora de la inmundicia y generadora del
tnundo, est aqu expresada en una mitologa precisa que se rela-
ciona con los fantasmas infantiles del todopoderoso excremento,
que el psicoanlisis nos ha hecho conocer y que la leyenda de di-
versos pases primitivos nos confirma. Para los egipcios, el hombre
haba salido del barro del Nilo y en su origen tena la uritad de
su cuerpo forma de rana; por ello, algo de barro, de grosero ma-
terial, le haba quedado eternamente adherido. Los australianos
del sur creen que una diosa madre engendr la raza humana utili-
zando sus excrementos." "En las escrituras hierticas del antiguo
Mxico existe un detalle an ms interesante, porque indica expre-
sivamente las relaciones entre las funciones excrementicias y las
pulsiones agresivas inconscientes. Un
jeroglfico
azteca, Atl Tla-
chinolli, est compuesto con los elementos Atl :
agLra, orina, y
Tlachinolli : excremento y fuego, o excremento ardiente. Tiene
la forma de espiral con Ia doble indicacin del excremento y de la
corriente de agua, los dos en relacin recproca con la lluvia y
el rayo. La Serpiente con Plumas aparece ahora como un equi-
valente simblico en el inconsciente humano de los conflictos
anmicos, que crea en la niez el problema del nacimiento. La
teora anal del nacimiento se repite en el mito junto
con )a super-
valoracin de las heces y con las ideas de potencia mgica."
En conclusin, segn Crcamo: "La
Serpiente Emplumada
de las civilizaciones maya y azteca, aparece asociada, fundamen-
talmente, con las preocupaciones analgenitales primitivas del nio.
Es un smbolo bisexuado de fecundidad, que aparece como una
hipertrofia o supervaloracin del instinto de vida en oposicin al
instinto de muerte." Cualquiera que sea la estima que conceda-
mos a estos criterios psicoanalistas, no son despreciabies en cuanto
ayudan a comprobar la amalgama de los smbolos de las espirales
y las sigmas con las serpientes, que no son sino sinuosidades bio-
morfizadas, y con los conceptos de fuerza mgica, fnerza creadora
o fuerza vital.
Volviendo ahora al simbolismo del gran caracol marino, tan
ligado a la Serpiente Emplumada de la mitologa de Mesoamrica,
recordemos que tambir Tlloc, el dios fumador de Ia lluvia, era
EL CARACOL Y EL TABACO 583
representado saliendo de la boca de un gran caracol espiroide (fi-
gla 323).
En la fig.'327-5 el caracol lleva en su pice una cabeza de
serpiente como sincretismo simblico de ambos elementos zoomor-
fos.st Los perfiles de la abertura en todos los ejemplares de esta
figura evocan el esquema del xonecuilli. En la fig. 323-2, el dios
sale de su conivalvo armado de rayos y nubes.se En la fig. 323-3, del
I
Frc. 32)
caracol salen rayos y agua, y su prrnta evoca el chapitel de los tem-
plos de
Quetz.alcoaleo
(vase la fig. 285). Otros muchos ejem-
plares anlogos pudieran aducirse.
Tepeyollotli, dios de las cavernas, sopla el cuerno marino. El
dios lunar Tecciztecatl quera decir "el que tiene concha de cara-
coles". La luna se representaba siempre con caracoles porque la
83
Cdce Yaticano B, 66.
8s
Cdice Borgia, 8.
so
Cdice Bologna, 4. Estos ejemplares de caracoles mitolgicos son
tomados de Tozzer y Allen, ob. cit., pl. l.
w
,
W
%M
wpD
0
581 EL HURACAN
luna se retira y sale otra vez como un caracol de su concha. Al
parecer ocurra lo mismo con cierto simbolismo de las estrellas, se-
gn Kunike, porque tambin stas entraban y falan como l'os
caracoles de sus conchas.
En la cermica india de Costa Rica y Nicoya se halla tambin
el gran caracol marino unido a la serpiente. En algunos casos
pudiera decirse que en vez de Serpiente Emplumad se trata de
Caracol Emplumado. Vase, por eiemplo, la figura 324, tomada
de un bellsimo vaso polcron-ro de Nicoya en el cual este emblema
helicoideo se repite, entre espirales, circulitos punteados, lazadillas,
crculos festonados, puntas de flecha y otros conocidos signos me-
tericos. Esta figura personificadora del simblico caracol marino
es tambin interesante
Porque
sus dos
brazos tienen una posicin esquem-
ticamerrte sigmoidea.el
Ya dijimos cmo los indios
Perira-
nos practicaban ciertos ritos mgicos
con conchas marinas, sus trozos y pol-
vos molidos, para mantener la cons-
tante fluencia de los manantiales. Segn opinin del arquelogo
peruano
fulio
C. Tello, la figuracin del dios
Quetzalcoatl
empezb
siendo en el Per un monstruo salido de un conivalvo, del Srom-
bus. EI smbolo del ente helicoide fue convirtindose en la Setpien'
te Emplumada a medida que pas hacia Mxico. Esto prueba la
extensin del emblema de los vientos como entes que se enroscan
o giran en espiral, por toda la acaica Indoamrica.
La singular importancia mitolgica del gran caracol marino
en las prehistricas culturas incaicas la ha puesto de relieve
]ulio
C. Tello, en sus teoras acerca de la mitologia y las artes simbolis'
tas de los pueblos andinos anteriores a la invasin hispnica. Para
estos pueblos los grandes caracoles del mar tuvieron mucha signifi-
cacin. "Todava hoy, dice Tello, los indios de la Sierra conservan
la arcaica costumbre de arrojar, en ciertos das del ao, a los panta-
nos y arroyos, como ofrendas propiciatorias para provocar las lluvias
or
Lothrop, lm. :oorr.
Fc. 124
EL CARACOL Y EL TABACO 585
y enriquecer la fertilizacin de las tierras, conchas molidas o mullo
mezcladas con sangre de cuy o llama".e2
Para Tello, del arcaico y mtico caracol marino se derivan una
porcin de figuras convencionales. Primeramente la concha del
gran univalvo conoide con su boca abierta se relaciona con Ia figu-
ra de una cabeza humana cadavrica, con sus grandes mandbulas
descarnadas y dotada de ciertos apndices vermiformes o cule-
broideos.
Tal parece que ah estn la concha y su molusco interno,
como la matriz y el ente que sale de ella. De este embrionario
ser procede una familia de entes monstruosos, que Tello denomi-
na "dragones conchados", los cuales "se derivan, a la manera de
hiios o atributos, de la cabeza cadavrica identificada con la con-
cha de un molusco". Es, sin duda, un "curioso fenmeno Ce
creacin imaginativa". Esos "dragones conchados" piensa Tellcl
que "son acaso smbolos o agentes de los poderes de la Natu-
raleza que controlan el mundo animal y humano". El Dragn
conchado tiene formas proteicas. Son ondulados, serpentiformes,
bicfalos; "Do son sino manifestaciones diversas de Ia misma idea
del molusco fundamental. Todos son derivaciones o transforma-
ciones en seres fantsticos del modesto molusco, mediante su pro-
ceso de simple idealizacin". Tello llega a establecer la proceden-
cia precisa de ciertos tipos de dragones conchados; as los de
Chimuz derivan de una concha Spondylus, los de Muchik del
Strombus Galeatus y del Scuralus Proteus, etc.
De esos "dragones conchados" se llga luego a las representa-
ciones de seres humanizados que se derivan igualmente de estos
primitivos arquetipos; tal como una figura humana, que tiene una
extensa distribucin en las culturas de adoratorios, acrpolis y tum-
bas, "cuya cabeza es Ia misma que aquella que
se ha considerado
como radical e identificada a Ia concha del molusco". Tambin
son derivaciones del tratam.iento o convencionalizacin de estas
primeras figuras y pertenecen a la misma familia de representa-
ciones las bandas, grecas formadas por repeticiones de ganchos,
discos, y toda la rica variedad de ornamentaciones geomtricas que
clan carcter a la cermica de casi todo el norte andino.
sz
Tello,24.
586 EL HURACAN
Toda la importancia mitolgica del gran caracol marino en di-
chas culturas es an ms notable si se considera que en la fauna
ocenica de las costas peruanas no existan tales caracoles y stos
se encontraban slo a grandes distancias. Dice
]ulio
C. Tello:
"Otras conchas tropicales, como el Spondylus y el Strombus, se
hallan igualmente en las races mismas del arte y de la religin
de dichos pueblos. El Strombus y el S.pon:dylus son moluscos
exticos en la fauna de los mares incaicos. Esta clase de moluscos
se encuentran al norte del Istmo de Panam o mar adentro, hacia
el Occidente, en las lejanas Islas Galpagos. Desde estos lugares,
si es que el rea de distribucin de dichos animales no ha cambia-
do en la era histrica de la humanidad, los han trado e importado
nuestros antecesores indios. Debe ser muy antiguo el arte de la
navegacin en los mares del Pacfico, porque en todas las culturas
hasta hoy reconocidas en el vasto territorio andino, desde las ms
remotas y adelantadas hasta la ltiuia de los incas eclipsada por
el conquistador espaol, se encuentran en ntima asociacin con
las prcticas funerarias y los ritos religiosos, el uso del Strombus
y del Spondylus".
Todos estos antecedentes demuestran cmo fueron en un
complejo simbolismo relacionados los vientos, las lluvias, los
rayos, las serpientes, los caracoles y otros animales, las oreias,
los ombligos, las estrellas y la fecundacin, y todo derivado del
fenmeno primario que fue el remolino de agua y de viento,
imbolizado por la espiral.
El torbellino fue reconocido como el origen gentico. Ya
nos referimos a la mitologa cosmognica de los indios de Norte-
amrica, basada en el torbellino, primero de vientos y despus de
agua. Segn la Teogona de Hesodo, en la profunda comba de la
tierra estn las aguas del Ocano en torbellino. Afrodita naci6
de un remolino de agua, segm Hesodo. El antiguo concepto de
la espiral, como smbolo de la energa vital, inspir la cosmologa
de Demcrito con su "vrtice de tomos". El remolino de agua
y los caracoles fueron tenidos por smbolos de "embriones de
vida", o de "fuerzas generadoras de vida", as en la mitologa
EL CARACOL Y EL TABACO
'87
vdica como en la galesa y en la escandinava, y simbolizados por
las espirales.eB
En el Rigveda, el dios Rudra, de la tempestad, que va sobre
un torbellino y lleva sus cabellos como la espiral de un caracol, es
el que en eI origen del mundo pone las aguas en movimiento
giratorio creando el "embrin".?1 En la India, la espiral era sm-
bolo "portador
o dador de vida" y a la vez representaba al trueno
y al torbellino de viento. Para la India, en el remolino del agua
estaba el embrin de la vida. La "Energa Divina y Csmica" de
los hinds est simbolizada por una espiral, generalmente en for-
ma de una serpiente enroscada. En sntesis, dice Mackenzie:
e5
"El primer torbellino de viento fue Ia causa del primer remolino
de agua. Fu el 'aire de vida', el aliento o el soplo de 'la palabra'
creadora. El odo o helix del Caos oy la palabra o el soplo crea-
dor." "Los egipcios crean que el 'aire de la vida' entraba por el
odo derecho." En trgipto elYerbo divino es el Creador. El crea
los dioses y sus respectivos Ka, l crea todos los seres y las cosas,
todo cuanto existe, profiriendo sus nombres con su boca. Y la
vida universal est constantemente alimentada por una creacin
continua, cuyo agente es elYerbo.s6
Segn El Gnesis de la cosmogona bblica, "el Espritu de
Dios se mova sobre la haz de las aguas". "Y diio Dios: Sea la
Luz y la Luz fue hecha." "Y dijo
|ehov:
Haya expansin en
medio de las aguas y separe las aguas de las aguas." "Y
)ehov
dijo:
]ntense
las aguas que estn debafo de los cielos en un lugar y
descbrase Ia seca; y fue as." El Yerbo,la Palbra o el Soplo de
Dios, es decir, el remolino divino, crea la vida en la inmensidad
de las aguas. La Palabra o el Soplo de
lehov
dice el
fiat
de la
Creacin. "En
el Principio era elYerbo, y elYerbo era acerca de
Dios y Dios era elYerbo", dice exegticamente elEvangelio de San
[uan.
"Todas las cosas fueron por el Verbo creddcts, y sin el Yetbo
cstaba la vida..." Despus elVerbo cre el primer hombre del
e3
Mackenzie, ob. cit., p. 71.
sa
Rigvda, rv, 400; cita de Mackenzie, ob. cit., p:71.
s5
Ob. ct., p. xv.
e6
A. Moret, El Niln y la civilizacin egipcia, p. 4)9.
588 EL HURACAN
polvo de la tierra "y alent en su nariz soplo de vida y fue el hom-
bre en alma viviente".
Pero no interviene slo el Yerbo divino en la antropogona
bblica.
fehov
ha creado a Adn y en seguida le ha sealado lo
que debe de comer y cules son sus tabs; mas la creacin an no
est acabada. Hay solamente un. ser humano en el mundo, pero
falta en ste la humanidad.
|ehov
extrae una costilla del costado
de Adn anestesiado y se la da por compaera, despus de darle
figura antrpica. Despus que el Yerbo de
lehott
ha ceado los
seres y, al fin, a Adn y a su compaera, viene la Serpiente a in-
fundir en stos la fuerza vivificadora y humanizadora. Tal como,
en las mitologas de los indios antillanos y otros de Amrica, es el
av picus o "carpintero" u otro animal cualquiera quien verifica
la sexualizacin de la hembra humana para hacer posible la cpula
gentica de la pareja aborgen. La creacin de
leho
ha de ser
completada. Ni Adn al salir del barro ni su hueso antropomor-
foseado estn an creados del todo. Esos primeros genearcas to-
dava no son seres mundanamente humanos: son ednicos, son
limbales, metafsicos, en realidad son todava prehumanos; les
"falta mundo" o, por decirlo de otra manera, les "falta sociedad".
Adn ya tiene aliento y palabra, pero no con quien hablar, Adn
todava no es "todo un hombre" ni u compaa "es mujer", ni
sta tiene siquiera el nombre de tal. Ni el mundo haba conocido
amores ni en ste haba madre. Es la Serpiente, astuta y soberbia,
dirase que emplumada con el airn de su altivez, la que determina
en Adn su hombra plena, mediante el
fiat
humanizador de la
palabra tentadora en el odo de la hembra parejela. Adn queda
unido a sta por el pecado, y entonces le pondr el nombre de
Eva, que quiere decir "madre de los vivientes". Y as Ia sociedad
ha nacido. Tras el Yerbo de
lehov,
elYerbo de la Serpiente. El
uno crea el mundo y sus habitantes; pero el otro crea la humani-
dad, dndole a los seres humanos su definitiva y especfica capaci
tacin individual y social. O sean la inconformidad, la curiosidad.
Ia experiencia,la razn, el reajustamiento y la creatividad. Anta-
o diieron que esto era la sabidura, hogao dicen que es la cultura.
La vida de los seres humanos, que es vida social o de cultura, es
nacida al silbo de la Serpiente. Esta, por oreia de muier, les di
EL CARACOL Y EL TABACO 589
su Pohbra, y por la tentacin que les infundi a entrambos los
hizo humanos de verdad, separndolos del resto de los animales,
que no saben, ni pueden, ni quieren pecar. En la mitologa el
pecado serpea, es sinuoso, es espiral o sigmoidal. Es soplo de ese
mismo culebrn que amedrantaba a Ios castellanos, en el Vieio
Mundo como Stnds y en el Nuevo como
Quetzalcoatl,
Maboya
o Huracn.e1
El mito del hlito divino, que del caos lo crea todo y le da
vida, tendr sus expresiones en las cosrnogonas del Nuevo Mundo
como en Ias del Vieio. Ya diiimos de los dioses de los varios pue-
blos indios que con su Soplo y srYerbo creaban el mundo. Como
ellos, Huracan, podercso dios del viento, a La vez que destruye es
dador de vida, es un dios creador. Tambin los afroamericanos
tendrn ese mito del neuma de la creacin. Olorun, el "supremo
seor del cielo" para los negros yoruba, se denomina tambin
Elemi, que quiere decir "Seor del Aliento", porque en su lengua
emi significa "aliento", "espritu" y "vida". Y el mito milenario
no muere; ser repetido por los grandes poetas americanos. He-
redia recordar en su poesa La Desesperacin:
Cuando el Creador. . .
Con soplo enrgico, fecundo,
Sac del caos este mundo.
"La
tromba, como el remolino, era mirada como una expre-
sin de la energa natural. Los vientos, el 'aire vital', poda ema-
nar de todos los puntos del horizonte, pero la tromba los com-
prenda a todos. Era la energa emanando de su centro, como el
nacimiento u origen de la fuerza".e8 A estos criterios se adhiere
s7
Ahora se est diciendo que en los signos del dlar y de la libra
esterlina, los predominantes en el presente simbolismo numismtico del
mundo, est, asimismo, la sinuosa sierpe del pecado.
Imaginacin
de
poetas descontentadizos! Antao diieron con D'Alviella que esas sierpes
eran signos solares, del Astro-Rey del Oro, o emblemas de los esplritus
animadores del progreso humano. Por mucho que se abomine del dolaris-
mo, de las huracanadas crisis, convulsiones revolucionarias y otras desven-
turas que de ste se derivan, no parece que pueda relacionarse el origen de
esas grficas alegoras monetarias con las figuras sigmoideas que aqu nos
vienen inteesando. Salvo que ellas se deban a un diablico artilugio de
Satans. para nosotros inefable. Ydde reto!
e8
Mackenzie, ob. cit.
590
EL HURACAN
el psicoanalista: "En la poca del animismo todo posea una fuer-
za-vilal autnoma porque el hombre primitivo tuvo de la causali-
dad una concepcin esencialmente dinmica y los torbellinos di-
versos no son ms que los aspectos mltiples de un nico principio
causal que fue sirnbolizado, estilizndolo en la espiral, y exten-
dido en seguida a todos aquellos seres y cosas dotados de forma
espiralada o qoe fuesen capaces de tomarla, como la concha, los
brzos del puipo, la serpiente, las plantas verticiladas, etc'"ee Las
razones de Crcamo son que "la similitud del inconsciente hu-
mano de los diferentes pueblos, en contraste con su diferenciacin
intelectual, es un concepto establecido por Freud,loo desarrollado
luego por
Iorgtot
y que hoy est ampliamente aceptado y demos-
trado."
"Para Freud los mitos son productos imaginativos, restos
deformados de deseos colectivos, sntesis de sueos ancestrales de
la humanidad y expresin de profundos conflictos anmicos. Su
lenguaje alegrico, de naturaleza inconsciente, resulta vago, nebu-
los y hasta infantil e incomprensible a nuestro espritu moderno,
substanciado en la experiencia; pero aqul est lleno de un ntimo
y desconocido valor objetivo' El estudio sociolgico y psicoana-
ltico de los mitos nos permite considerarlos como un producto
social extremadamente compleio, que significa ya un recuerdo
guerrero o poltico de importancia fundamental en la historia de
una sociedad, ya un fenmeno csmico o cataclsmico." En este
ltimo caso estar el mito universal del remolino, del viento gira-
torio cuya expresin tremebunda es el huracn.
En resumen, las cosmogonas encontraron en los profundos,
potentes y misteriosos remolinos de agua y de viento unos fen-
menos fsicos que les sirvieron para fundar un concepto del em-
brin, del origen de la fuerza vital. Y la espiral que los simbolizaba
devino un emblema de la energa de la vida, de la creacin'
Hemos hallado en una terracota tarasca sendas espirales mar-
cadas en los pechos de una femenina figura que da de lactar a un
ee
C. E. Crcamo, loc. cit.,
P.
16.
1oo
S. Freud, "Traumdeutugn", en los Gesammelte Schriften, t' u,
Viena.
' ----ir
C. G.
|ung,
Mtonot'phoses et Symboles de lalibido' Pal
EL CARACOL Y EL TABACO 591
nio.102 Las espirales, acaso imitacin de pinturas y tatuajes pare-
cidos usados en las costumbres de Ias madres tarasqueas, respon-
dan en todo acaso a su funcin emblemtica de "portadoras de
vida". As, pues, quienes han visto en los antroposigmoides de los
indios cubanos unos smbolos de Ia fecundacin, basndose en
la posicin subordinada de tales figurillas, en el vientre o pecho
de otra antropomorfa mayor, tal ccmo aparecen en los conos p-
treos de las cavernas de Oriente, pueden reafirmar su tesis con ms
argumentos; pero slo combinndolos con los ms directos, deri-
vados del fundamental sentido rotatorio del consabido smbolo y
referentes a su significacin como Huracn.
Tratando de establecer el carcter esotrico de la espiral entre
los indios mexicanos, ha podido decirse que ella representa el fue-
go, la nube, el humo, el viento y hasta la lluvia; y luego el aliento,
la palabra y el sonido. "Simboliza siempre una funcin generativa,
dinmica...." "El principio activo, el germen en movimiento, La
Vida, er su unidad y en su equilibrio perpetuamente mvil: la fe-
cundacin, ya provenga del sol, de Ia lluvia, de Ia tierra o del aire,
tal es la significacin esotrica de la espiral en todos los casos".103
Es ahora cuando podemos aceptar la ya citada teora de Astley
referente al simbolismo de la svstica, que no es sino una deriva-
cin de la espiral y de la sigma.
"Cul
es Ia idea universal sim-
bolizada por la svstica, a la cual se debe su importancia mgica
por todos los continentes?" As pregunta Astley y l mismo
responde: "La respuesta es la nica palabra 'vida'... Yo creo
tlue esta teora que yo propongo es original y concluyente. El
trincipio
de ln vida, misterioso e inexplicable en sus orgenes, su
continuidad y su aparente terminacin, o por lo menos su traspaso
a otra esfera desconocida, es la solucin de ese enigma clel simbo-
lis6".ron Pero esto no significa, como supone Astley, que la svs-
lica y su sentido tengan que derivar de un anterior emblemismo
srlar. Pinsese en que la svstica procede de la sigma doble y
cruzada, alegrica de los cuatro vientos en movimiento en rota-
102
Basler y Brumer, ob. cit,, p. 29 A.
roa
ftisds Gmez Robelo, El significado esotrico de algunos smbo-
It,s 7oo^. Mxico, 1925, p. 12.
ro4
H.
I.
D. Astley, Biblical Anthropology. Londres, 1979, p. 127.
592 EL HURACAN
cin, y se llegar ms fcilmente a la idea de la fuerza vital. Mucho
antes de salir el Sol como
jerarca
en la mitologa, ya el pesto
primordial estaba ocupado por el Gran Remolino, cuyo soplo crea-
ba todo el cosmos y al mismo Sol lo impulsaba da y noche para
que hiciera su camino sidreo.
Y tambin por esos motivos, si la svstica significaba
"buena
suerte", era un portaventura o amuleto. Sin embargo, los creyen-
tes en talismanes y "resguardos" deben ir en eso muy cautelosos.
Dcese que la ltima emperatriz de Rusia, sumamente ignorante
y supersticiosa, cubri las paredes de su ltima prisin en Ekaterin-
burg con svsticas para que stas la protegieran; pero la rnagia no
oper esta vez. Fue que hubo fuerzas de una magia superior o
quizs fue porque la emDeratriz pint las svsticas en forma sinis-
troversa. Lo mismo ocurri con las svsticas del nazismo.
Fueron
siniestras!
En conclusin, el cono indocubano fue smbolo del Hutacn
y, por lo mismo, Io fue de la revolucin como fenmeno csmico'
Revolucin que destruye y reconstruye, que deshace y rehace, quc
a.s desarraiga como resiembra y hace germinar. El smbolo de la
"revolucin",
e
as,aniquila como crea, en la fenomenologa cs-
mica como en la social. La rueda del alfarero con sus revoluciones
forma las vasijas de barro y as fue como, en la mitologa egipcia,
se crearon los seres humanos; pero tambin esa misma rueda re-
volucionaria transfonna las sociedades, segn la metfora milena-
ria de esos mismos pensadores de Egipto. "El pas da vueltas
como el torno del alfarero", se deca varios milenios hace en las
Adyertencias de un vieio sabio, escritas en un papiro cle las dinas-
tas heracleopolitas, relatando la disforia,.la corrupcin y la crisis
desintegrativa que en su poca padecieron los pueblos nilticos.lor
Si un da hubiese de desatarse en Cuba una revolucin que
destruyera como un huracn y creara de nuevo como un soplo de
gnesis, quizs su ms genuino y expresivo emblema sera el Que
muchas centurias atrs lo fue de los indios cubanos, nacido de su
mentalidad y reverenciado en sus itos.
105
A. Moret, El Nilo y la Civilizacin Egipcia. Trad. esp' Barcelo'
na,1927, p.263.
CAPITULO XII
LA DAI:,TZA DEL HURACAN
Sumario: El anCrosigmoide cubano en "actitud de baile".-Las danzas m-
gicas y metericas.-Sus detalles simblicos.-El
luego
comelagatoazte.
-El
iuego
de los voladores.-El
itego
patolli.-El juego
de tlachtli o de
batey.-Las danzas giratorias unpedes.-El "baile flamenco" de la gi
tanera espaola.-S u Danza de la Tempestad.-Ritualidades sigmoideas
de los egipcios y de los etruscos.-El areyto de Maboya, segn el P. Du
Tertre.-Los espritus de los maboyas slo tenan cabeza y brazos.-La
figura cfalosigmoidea como smbolo de Cuabancex, Maboya a
lura-
kn._-Conclusin.
Una de las interpretaciones dadas a la tpica imagen androsigmoi-
dea de los indios cubanos es Ia de una "actitud de baile". Es lgica,
como ocurre con todo movimiento humano de carcter giratorio.
Pero lo importante est en saber cul es el baile que quisieron
representar los artistas cubanos en las cavernas costeras de Oriente
y en las asas ornamentales de sus cazuelas. Puede inferirse que era
una danza ritual de magia, \a "danza de la tempestad". Con cierto
simplismo, basado en las aportaciones de este estudio, pudiramos
denominarla la "danza del huracn".
Ha sido observado que "el salvaje es hombre de accin. En
vez de pedirle a un dios que haga lo que l desea que sea hecho,.l
lo hace o trata de hacerlo por s mismo; en vez de oraciones l pre-
fiere conjuros. En una palabra, l practica la magia, y sobre todo
enrgica y frecuentemente eiecuta danzas mgicas. Cuando un sal-
vaje quiere sol o viento o lluvia, no va a la iglesia a postrarse ante
un dios; l reune a su tribu y baila la danza del sol o la danza del
viento o la de la lluvia".r El sacerdote de los negros bailas coloca
en un cacharro agua con ciertas races y las revuelve con un palo
en horqucta que hace girar entre sus manos como si fuera a sacar
fuego por friccin. Asl levanta cierta espuma, que significa "nube",
r
fane
E. Elarrison, Ancient Art ond Ritudl. Londres, 1927, p. )0.
597
EL HURACAN
cin, y se llegar ms fcilmente a la idea de la fuerza vital. Mucho
antes de salir el Sol como
ierarca
en la mitologa, ya el pesto
primordial estaba ocupado por el Cran Retnolino, cnyo soplo crea-
ba todo el cosmos y al mismo Sol lo impulsaba da y noche para
que hiciera su camino sidreo.
Y tambin por esos motivos, si la svstica significaba
"buena
suerte", era un portaventura o amuleto. Sin embargo, los creyen-
tes en talismanes y "resguardos" deben ir en eso muy cautelosos.
Dicese que la ltima emperatriz de Rusia, sumamente ignorante
y supersticiosa, cubri las paredes de su ltima prisin en Ekaterin-
burg con svsticas para que stas Ia protegieran; pero Ia magia no
oper esta vez. Fue que hubo fuerzas de una magia superior o
quizs fue porque la emperatriz pint las svsticas en forma sinis-
tioversa. Lo mismo o.utii con las svsticas d'el nazismo'
Fueron
siniestras!
En conclusin, el cono indocubano fue smbolo del Huracn
y, por lo mismo, lo fue de la revolucin como fenmeno csmico.
Revolucin que destruye v reconstruye, que deshace y rehace, quc
as desarraiga como resien-rbra y hace germinar. El smbolo de la
"revolucin", gue as.aniquila como ctea, en la fenomenologa cs-
nica como en Ia social. La rueda del alfarero con sus revoluciones
forma las vasijas de barro y as fue como, en la mitologa egipcia,
se crearon los seres humanos; pero tambin esa misma rueda re-
volucionaria transforma las sociedades, segn la rnetfora milena-
ria de esos mismos pensadores de Egipto. "El pas da vueltas
como el torno del alfarero", se deca varios milenios hace en las
Adyertencias de un eio sabio, escritas en un papiro de las dinas-
tas heracleopolitas, relatando la disforia,.la corrupcin y la crisis
desintegrativa que en su poca padecieron los pueblos nilticos.lo5
Si un da hubiese de desatarse en Cuba una revolucin que
destruyera como un huracn y creara de nuevo como un soplo de
gnesis, quizs su ms genuino y expresivo ernblema sera el oue
muchas centurias atrs lo fue de los indios cubanos, nacido de su
mentalidad y reverenciado en sus ritos.
10
A. Moret, El Nilo y la Civilizacin Egipcia. Trad. esp. Barcelo-
oa, 1927, p. 263.
CAPITULO XII
LA DAI,IZA DEL HURACAN
Sumario: El anCrosigmoide cubano en "actitud de baile".-Las danzas m-
gicas y metericas.-Sus detalles simblicos.-El
juego
comelagatoazte.
-El
juego
de los voladores.-El
ircgo
patolli.-El juego
de tfachtli o de
bate,.--^t danzas giratorias unpedes.-El "baile flamenco" de la gi-
tanera espaola.-S u Danza de la Tempesad.-Ritualidades sigmoideas
de los egipcios y de los etruscos.-El areyto de Maboya, segn el P. Du
Tertre.-Los espritus de los maboys slo tenan cabeza y brazos.-La
figura cfalosigmoidea como smbolo de Cuabancex, Maboya o
lura-
k<n.-Conclusin.
Una de las interpretaciones dadas a la tpica imagen androsigmoi-
dea de los indios cubanos es la de una "actitud de baile". Es lgica,
como ocurre con todo movimiento humano de carcter giratorio.
Pero lo importante est en saber cul es el baile que quisieron
representar los artistas cubanos en las cavernas costeras de Oriente
y en las asas ornamentales de sus cazuelas. Puede inferirse que era
una danza ritual de magia, la "danza de la tempestad". Con cierto
simplismo, basado en las aportaciones de este estudio, pudiramos
denominarla la "danza del huracn".
Ha sido observado que "el salvaje es hombre de accin. En
vez de pedirle a un dios que haga lo que l clesea que sea hecho,.l
lo hace o trata de hacerlo por s mismo; en vez de oraciones l pre-
fiere conjuros. En una palabra, l practica la magia, y sobre todo
enrgica y frecuentemente ejecuta danzas mgicas. Cuando un sal-
vaje quiere sol o viento o lluvia, no va a la iglesia a postrarse ante
un dios; l reune a su tribu y baila la danza del sol o la danza del
viento o la de la lluvia".r El sacerdote de los negros bailas coloca
cn un cacharro agua con ciertas races y las revuelve con un palo
cn horqueta que hace girar entre sus manos como si fuera a sacar
fuego por friccin. Asl levanta cierta espuma, que significa "nube",
r
fane
E. Iarrison, Ancient Art and Ritual. Londres, 1927, p. 30.
59?
'94
HURACAN
y con ella salpica en todas direcciones. Luego quema otras yerbas y
produce humo oscursimo, y sus cenizas, echadas en el agua suso-
dicha, la oscurecen mucho; as Ias nubes blancuzcas se ennegrecen
por la tempestad. Y sigue haciendo rotar el palito mgico, que es el
remolino de viento
que convertir las nubes en lluvias.2
El negro "hacedor de lluvias" creaba as el remolino de nubes
que traera las aguas. El haca la tempestad con esos movimientos
rotatorios. Lo mismo hacan luego sus compareros de tribu por me-
dio de los bailes colectivos de catcter giratorio; formaban un remo-
lino de vintos, creaban la tempestad pluvfera. Como fcilmente
se comprende, este rito es contrario al de "cortar la nube" peligro-
sa, que aun se practica en Cuba y en todos los continentes. Por ste
se procura destruir la nube temida, por aqul se trata de crearla para
tener luego sus benficas aguas; pero el concepto de la tcnica m'
gica es el mismo en los dos.
Son numerosos los ejemplos anlogos que pudieran aducirse.
Citemos slo algunos de ellos. Entre los negros wahuma del Lago
Alberto Nyanza, el hechicero
"hacedor de lluvias", diramos el "llo-
vedor" o el
"pluvfero" o "pluvfice", echa agua en una vasija y en
ella una piedra negruzca, y luego sobre sta derrama el
jugo de
ciertos yerbajos machacados y la sangre de un cabro negro. Despus
de un conjuro, esparce el lquido mgico a todos los vientos con un
hisopo de yerbas. El negror de la piedra y de la sangre son smbolos
de nubarrones y la aspersin del agua produce las lluvias.3
Entre los indios omaha de Nortearnrica, cuando quieren llu-
vias para sus maizales los sacerdotes llenan un gran recipiente con
agua y bailan alrededor cuatro veces. Uno de ellos toma un buche
del agua y lo esparce en el aire, soplando en forma de finsima llo-
vizna, y despus derrama por tierra toda el agua de la vasija y los
aclitos se echan a tomarla en buches y lanzarla al aire, una
1
otra
vez, enf.angndose los rostros. Los cielos envan los aguaceros uece-
sitados y la cosecha del maz es abundante.a
2
E. W. Smith y A. M. Deale, The lla Speaking Peoples in Northern
Rhodesid,1920, t. u, p. 208.
s
Fr. Stuhlmann, Mit Emin Pasha ins Herz von Afrika. Berln, 1894,
p. 588. Cita de
f
. G. Frazer, The Magic Arf, Londres, 1913, vol r, p. 250.
a
f.
Owen Dorsey, "Omaha Sociology", Third. Am. Rep. of the Bur.
of Ethnology. Wshington, 1884, p. 347.
LA DANZA DEL HURACAN 595
En tiempo de seca los indios tarahumaras de Mxico arrojan
agua hacia Ios cielos para que su dios haga llover. Y en el mes de
mayo queman las yerbas produciendo grandes masas de humo que
al ascender se transfoman en nubes y luego en aguas llovedizas.s
Pudieran multiplicarse los eiemplos de estos ritos mimticos de los
hacedores de lluvias. Probablemente en el sistema agrcola primitivo
de la tumba y foguereo del monte para hacer un claro y en l plantar
el sembrado, debi entenderse que las enormes masas de humo que
se elevaban al cielo servan para que lloviera. Los agricultores, diri-
gidos por sus tcnicos especialistas en la magia pluvfera, "hacan
llover".
As como el muy entusiasta espectador de una regata de reme-
ros o carrera de caballos hace a veces inconscientemente movimien-
tos que parecen impulsar al bote o al caballo favorito, el fantico
de Ia pelota o del billar hace ademanes para que corra la bola, y el
marino fastidiado por la calma sopla o silva para que venga el viento;
as hace el salvaje impaciente cuando quiere que algo suceda. No es
precisamente por ilusin intelectual, ni siquiera por un instinto de
imitacin, sino por manera de un lenguaje de gestos y ademanes; es
por una especie de anticipacin psicolgica, por la descarga de la
gran emocin que ha ido condensndose en la contenida fuerza de
un impetuoso deseo.
fane
E. Harrison ha fijado bien el sentido de tales rituales mgi-
cos en forma mimtica. El salvaje baila, dice ella, no slo despus
de la batalla, de Ia cacea o de la lluvia, para expresar su alegra,
conmemorando el suceso, sino antes. La tribu que va de guerra se
prepara con una pantomima del combate. La danza es entonces
como Ia precipitacin emocional de un anhelo, para que la emocin
se trueque en accin. Hay en ello, sin duda; una imitacin, lo que
Ios griegos decan mimesis; pero no una "representacin"
conmemo-
rativa, sino "presentacin" reactivadora. Se imita lo que se desea
cue suceda, no lo que ya pas. No es una evocacin de lo pasado
sino una provocacin de lo venidero.
El elemento emocional que se manifiesta por el placer de la
rcpeticin en la danza conmemoradora de la guerra pasada y la vic-
toria obtenida, despus, en la danza preparatoria de la prxima
6
C. Lumholtz,UnknownMexico. Londres, 1903, r, pp. i80 y 330.
596 Et HURACAN
guerra, se encamina a la anticipada renovacin del mismo placer.
La nueva victoria es un intenssimo deseo de la tribu; pero la an-
siadsima batalla no puede efectuarse todava. El deseo no puede
satisfacerse y por su inhibicin ste crece ms y ms y se va acu-
mulando hasta que la exasperacin de nervios y msculos no puede
resistir y estalla en una accin mimtica precursora de la realidad
que se espera. No se trata de ejercicios preparatorios y de adiestra-
mientos sino de dar salida al caudal emotivo, aquietando la impa-
ciencia con un simulacro blico. Por eso no se efecta por unos mi-
mos disfrazados la copia de una batalla que la tribu contempla, sino
la reproduccin de un hecho emotivo que la tribu ejecuta por s,
en que ella misma es actora. Los danzantes no imitaban la guerra,
hacan la guerra; no imitaban la tempestad, la actuaban. As aquie-
taban la impaciencia y crean provocar el movimiento del importan-
te y ansiado suceso. Y todos se sentan en la excitacin y el bullicio
del combate; como si ste fuere verdadero, tal como los prvulos se
creen soldados en sus
juegos
blicos.
No
habis visto y odo a un
grupo de nios de hoy da
iugar
a la guerra area? Ellos "despegan",
se elevan, con los brazos abiertos como alas y con la boca rugiendo
como motores fogosos, voltean y vigilan hasta que descubren al
enemigo y entonces van contra l a ganarse la victoria. Se oye el ono-
matopyico chiflido de Ia bomba que cae y el tableteo de las ame-
tralladoras; a veces el guerrero, todo avin, se trueca como l en p-
racaidista, que desciende con calma sobre la tierra. En ocasiones,
el aviador triunfante se cree herido y hroe, se pone una mano en el
pecho y con la otra en ala va cayendo en espiral ms y ms cerrada
hasta que da en tierra, sonriente y "de cara al sol", en la euforia
del sacrificio. Los pequeos han hecho la guerra como la hacen sus
padres y sienten que un da vencern a los otros nios grandes que
sean sus enemigos. No os riis de los nios que
iuegan
a guerra;
ellos lo tomarn a ml como una irreverencia. Ellos saben que su
mimesis no es realidad, pero la viven "como si lo fuera" (os if,
como pensaran los filsofos ficcionistas); ellos ponen en su
juego
toda su exuberante emotividad anhelosa de realidades, de lucha y
de gloria.
Ellos y aun las gentes mayores saben que las mscaras de los
habaneros diablitos rtnigos son pura ficcin; pero, no obstante,
LA DANZA DEL HURACAN 597
se asustarn con ellas y sentirn el placer de asustarse. No importa
que el nio sepa que la impresionante careta se la puso su mismo
padre. No, aqul ente con careta ya no es su padre, ste desaparece
absorbido por el ente misterioso. Y, a su vez, el sujeto que vista el
disfraz del
"diablito"
tambin se sentir algo posedo en su espritu
y actuar en los ritos segn ste le inspire. Todos participarn en
la celebracin del drama litrgico.
Esquilo se refiere a ciertos ritos que celebraban la llegada de
la primavera dedicados a la Nladre Moraa en Tracia, y, despus
de aludir a los instrumentos ensordecedores que aquellos taan, ci-
ta los bramidos de toro que surgen de lo invisible, los espantosos
mimos y la voz del trueno que nace de un tambor y llena el aire de
amenazas. Para Harrison esos ritos primaverales no eran sino una
ceremonia de "hacer viento y tr-uenos" como las que ejecutan los
indgenas australianos. Los mimos no imitaban el trueno por curio-
sidad, ellos "hacan el trueno", lo efectuaban y lo descargaban de s
por mgicos propsitos. Cuando un marino velero quiere que sople
el viento, l "lo hace", o, como luego se vino en decir, "lo silba";
cuando quiere el trueno que le ha de traer la lluvia, "lo hace": l
mismo deviene trueno y pone en ello toda su emocin.
Observa
fane
E. Harrison que la voz griega para significar "ri-
to" es dromenon, que quiere decir "una
cosa hecha". Y que Ia re-
presentacin teatral es drdmd, y drama tambin significa "cosa
hecha".6
Hoy da este sentido tergico del rito y del drama no se ve tan
claro, porque la magia ha perdido su prestigio y va siendo sustitucla
por la ciencia. Cuando se pierde la fe en la magia, todo ello resulta
una simple y frvola imitacin, como un juego
de nios, visto por
los adultos; de la misma manera que sin la fe religiosa son pueriles
las procesiones y rogativas para que llueva en las pocas angustiosas
de la sequa.
Cuando las antroplogos estudian los pueblos primitivos, dice
fane
E. Harrison, "buscan los templos de los dolos paganos y en-
cuentran Iugares para los bailes colectivos y danzas rituales". As
podemos explicarnos cmo Fray Bartolom de las Casas no encon-
6
fane
E. Harrison, ob. cit., p. 35.
598 EL HURACAN
traba en Cuba templos y casi ni religin, y, sin embargo, hallaba
bateyes, para las ceremonias, peioteos, areytos y bailes tribales de
indubitable carcter religioso. Cuando el indio cubano quera viento
que le trajera las aguas, ejocutaba la danza del viento, personificando
l mismo el ente meterico y mitolgico; es decir, girando vertigino-
samente como las trombas y adornndose con pinturas, plumas y
caracoles, que le representaran las corrientes del aire, las nubes cirro-
sas, las aguas llovedizas y los rugidos de la tempestad.
Aun cuando en las Antillas no se reconocen las clsicas cuatro
estaciones del ao como en los pases templados, no deja de haber
periodicidad en los fenmenos estacionales del calendario y se es-
peran los equinoccios que traen las lluvias y los ciclones. En Grecia
y Roma el ao originariamente comenzaba con los ritos primave-
rales. Fueron stos ritos los que dieron a Grecia un dios Dionisos
y en parte su drama. As en Cuba los ritos mgicos del equinoccio
primaveral debieron de iniciar su calendario del ao. Y en esa poca
de tormentas hasta el equinoccio otoal, que cerraba con los hura-
canes, las funciones de los behiques y sus ritos mgicos y las de las
rituales danzas que dirigan los tekinos debieron de ser muy afano-
sas y socialmente trascendentales, para atraer las turbonadas porta-
doras de las lluvias y de la fecundacin de la naturaleza y prevenir
los desenfrenos de los huracanes. La danza de la tempestad, por
su vital inters econmico, debi de ser el ms cuidadoso areyto
y
el de ms emocin social.
Esas danzas de los fenmenos metericos han sido comunes
en los pueblos de cultura iletrada y en los antiguos; aun hay vesti-
gios de ella en los pueblos rsticos de Europa. En unos casos predo-
min la apetencia de las aguas, en otros el temor de rayos y truenos,
o el concepto del viento a la vez terrible y deseado portador de las
Iluvias, o, en fin, todo se comprendi en una sntesis, que puede
expresarse por "la tempestad"; en Cuba por "el huracn" gue era
su protagonista. Las danzas han sido procedimientos rituales de la
religin y de Ia magia para propiciar y dominar la voluntad de las
potencias misteriosas. Y con ese propsito se bailaba, reproduciendo
Ios movimientos de los astros y los fenmenos atmosfricos que se
deseaba provocar o las actitudes tpicas de los dioses que Ios gober-
naban. "La danza fue el primero y principal medio adoptado por Ia
LA DANZA DEL }IURACAN 599
humanidad prehistrica para entrar en activa unin con la deidad
adorada. La primera idea fue la de imitar los acompasados movi-
mientos del dios o los gue se suponan como tales. Despus este
motivo fundamental fue ms y ms olvidado, pero el rito se mantu-
vo vigente, como ocurri con tantas otras formalidades religiosas a
las cuales sostuvieron la tradicin y el hbito aun despus de haber
Cesaparecido su espritu."
7
Por eso todos los movirnientos de las
danzas primaverales fueron simblicos y llenos de sentido mgico-
religioso. No importa que hoy da no los comprendamos ni sepamos
traducirlos; ellos indudablemente tuvieron su sentido ahora yacente,
como esos objetos arqueolgicos que fueron de costosa produccin
y llenos de figuras esotricas que duermen en los museos sin que
nadie les entienda su lenguaie.
No pocos rle esos movimientos coreogrficos sobreviven tam-
bin en numerosos gestos, ademanes, pasos, mudanzas y figuras
coreogrficas de los tiempos actuales; sobre todo en los bailes folk-
lricos. Los motivos coreogrficos que aparecerr en la cermica
arqueolgica, tambin se mantienen en las danzas del da, unos y
otros tan slo como motivos plsticos, meras supervivencias de
motivos ideolgicos que ya murieron. Cuando ahora fijamos nues-
tra atencin en los bailes populares, no es difcil descubrir los que
en las pocas vetustas y en las culturas primitivas debieron de ser
significativos de la tempestad y de sus varios y complejos fen-
menos.
Los remolinos de viento eran danzas de entes invisibles. El
folklore europeo conserva la tradicin de que en los tobellinos de
polvo y de aire estn bailando las ninfas o nereidas. El viento dan-
zaba. Los egipcios solan representar a Tifn, uno de sus dioses del
viento, con la figura del dios Bs o con slo la cabeza de ste con
dos culebras. Bs era deidad que se supona oriunda del Mar Ar-
bigo, que es tan combatido por los tifones, de facciones exticas y
negroides con corona emplumada.Y Bes era el "dios del baile".8 En
los torbellinos de viento bailaban las diosas. Del baile de Herodas
se ha dicho que fue el baile de cierto ente sobrenatural en un remo-
?
A. Reville, Hibbeft Lectures, 1884, p. 224.
e
Wilkinson, ob. cit., vol. rr, p. 6.
600 EL HURACAN
l.ino.o Pero si los dioses del viento bailaban en vueltas, para propi-
ciarlos o vencerlos haba que bailar como ellos, en volteretas y ron-
das. De ah los ritualismos mgico-religiosos de carcter rotatorio, es
decir, de mmica homeoptica. Simila similibus.
Esos ritos rotatorios comprenden formas numerossimas, des-
de las vueltas "en sentido ortodoxo" que da el sacerdote oficiante
hasta las danzas colectivas en grandes crculos. O'Neill hall un
antecedente de las danzas giratorias en textos clsicos referentes a
los movimientos, siempre dextroversos, que eiecutaban los sacerdo-
tes de la pagana romana.ro
Las grandes danzas colectivas de propsito propiciatorio de las
deidades agrarias suelen ser de tipo rotativo, como vamos a ver. Curt
Sachs
u
ha recogido mltiples referencias de las danzas del viento,
con las cuales pueden relacionarse y por lo comn confundirse, aun
cuando l no lo seale, otras danzas llamadas "de la lluvia", "ser-
pentinas", "mendricas", astrales",
"de fertilidad", etc. Todas ellas
integran el compleio coreogrfico de la "danza de la tempestad".
No tenemos espacio para recoger aqu Ias descripciones de esas
danzas antiguas y primitivas, hechas por poetas e historiadores cl-
sicos y por etngrafos contemporneos. Slo daremos algunas refe-
rencias atinentes a nuestro especial propsito.
Recorriendo esas descripciones coreogrficas, se pueden fcil-
mente entresacar los simbolismos de su conjunto y de algunos de
sus detalles . Para imitar al viento en sus danzas de fertilidad, los
aranda de Australia Central se ayudaban con ramas de rbol que agi-
taban rtmicamente. Era como una danza de abanicos creadores del
viento. Sachs cree hallar en ciertos
iuegos
de banderas, que acom-
paan frecuentemente las danzas populares en Suiza y en Holan-
r, uras reminiscencias de los primitivos sortilegios atractivos del
viento.
e
Iacob Grimm, Teutonic Mythotogy- Londres, 1883, vol' tt, p' 632'
tO'gn
plinio
(ixvur. 2): "In adorando dextram ad osculum referimus,
totunrque corpus ciicumagimus"; en Plauto (Curc.ulio, t, i, 70): ''Si deos sa-
lutas, extrovlrsottt
"ott.";
y Solinus (45 Med
):
"Tarpeium
fovem
terna
<Ie*tlatione lustravit". (John'O'Neill, The Night of the Gods. Londres,
1897, vol. Ir, p. 700.)
rr
Histoite de la Datse. Pars, 19J8.
LA DANZA DEL HURACAN 60I
Los indgenas de Tasmania eiecutaban una danza de la tem-
pestad muy materialista, dice Sachs: se arrojaban al suelo y ro-
daban por l mientras golpeaban la tierra con pies y manos. As
creaban el rayo y el trueno, imitndolos con sus cuerpos. Danza
primitiva que aun sobrevive en Alemania y Suiza, segn Sachs.
En el Alto Egipto una pintura de unos 1900 aos A. c. re-
presenta la pantomima "del viento", segn dicen los mismos
ie-
roglficos que lleva al pie. Es danzada por tres mujeres; una pasa
sus brazos sobre las ramas de los rboles como para agitarlas, otra
se encurva de lado como hara una palmera abatida por una rfaga,
Ia ltima se dobla como un
iunco.
4000 mil aos despus, Gustave
Flaubert observaba en cierta danza de Egipto movimientos que evo-
caban los de un rbol que se alza cuando ya la faga pas.l'
Anlogas a estas danzas metericas y entrelazadas con ellas son
las que suelen denominarse "danzas astronmicas" o "danzas estra-
les", n las cuales se imitaba el curso de los astros y el advenimiento
de las estaciones. Se practicaron en las liturgias de los templos egip-
cios y tambin en Ia antigua Grecia, segn Luciano. En las actua-
les danzas de la lluvia de los pases balcnicos, una multitud de
muchachas va en procesin por el pueblo. Una de ellas, vestida
slo con hierbas, hoias y flores, baila en torbellino sin cesar, en
medio de la ronda que forman sus compaeras, que la rocan con
agua. Vestigios de esta danza se hallan en Transilvania, Moldavia,
Alemania e Inglaterra. En la danza de la lluvia del noroeste de Aus-
tralia, el sacerdote que "hace llover" baila horas enteras alrededor
de cierto montn de piedras y de arena, cantando un mgico gori-
gori hasta que cae exhausto y Io sustituye un aclito.
En las danzas hula de Hawaii las muieres visten sayas de verdes
hoias y collares de flores. En cierta vieia danza propiciatoria de
la naturaleza,las danzantes Ilevan maracas para hacer el ruido de la
lluvia y tambores de gira para el de los tuenos. Sus agitados dedos
imitan los chorros de Ia lluvia, sus ondulantes brazos las olas y las
ramas sacudidas por eI vendaval.rs Mientras, su cuerpo gira sobre
12
Sachs, ob. cit., p.
52.
13
C. Gessler, "Hawaiian Hula Dance", Dscotery. Londres, agosto
de 1938, p.239.
602 EL HURACAN
s en rpidas volteretas y ruedan las caderas en signo de giracin y
de erotismo.
El vocablo hebreo mahol, empleado siempre para expresar las
danzas femeninas, viene del verbo hul, "girar", el cual se emplea
igualmente para designar los torbellinos del viento y la espada blan-
dida en remolino. En la antigedad todo el mundo mediterrneo
conoci las danzas tourbillonans. Sachs dice que la danza de los
derviches es una antigua "danza astral".
Las danzas circulares eran sortilegios para la lluvia y la fecun-
didad de los campos. Eran como las procesiones que hacan los
sacerdotes arvales de la antigua Roma alrededor de los campos
agostados por la sequa. De esos ritos deambulatorios y danzas
circunvalatorias, Sachs encuentra supervivencias en ciertas regiones
catlicas de hoy da, donde cuando no llueve sacan en procesin
por los campos a los santos milagrosos y a veces alguno especial-
mente dedicado a esa funcin de "hacedor de lluvias", como el
labrador San lsidro. Sachs tambin relaciona con estas danzas de
fertilidad las numerosas que an se practican en Europa alrededor
del "rbol de mayo" o de un poste, que la danza en ronda va
forrando con cintas multicolores. Son las "danzas de cintas" o "de
trenzado", mantenidas por el folklore europeo.
En relacin con esta danza de fertilidad estn las danzas sola-
res. Segn Sachs, son poco interesantes porque el sol no tiene una
marcha episdica y varia. El sol inspira solamente una danza circu-
Iar tal como l hace, dice Sachs, como las manillas del reloj en el
hemisferio boreal, esto es: este, sur, oeste, norte, y a la inversa
en el hemisferio austral. Estas dos formas de giracin, digamos
nosotros, son precisamente las contrarias a las seguidas por los
huracanes. En Europa an se prctican, en los solsticios de verano
(San
luon)
y de. inviemo (Nattidad), las llamadas "danzas de las
hogueras" en las cuales la gente moza formada en rueda va saltando
sucesivamente sobre ]as candeladas.
La serpiente, smbolo de los vientos, de las aguas, de la gene-
racin y de los muertos, figura con frecuencia en tales danzas. A
veces los danzantes llevan las culebras en sus bocas como para
personificarlas e identificarse con ellas. En varios pueblos de las
Guayanas se conocan las danzas de serpientes. Los bailadores, di
LA DANZA DEL HURACAN 603
vldidos en dos bandos, cargaban sendas culebras artificiales y con
ellas al hombro danzan imitando los sinuosos movimientos de los
ofidios.la Entre los primitivos y en buen nmero de danzas popu-
lares europeas la ronda se desarrolla con frecuencia en espiral y
acaba a veces en serpentina. En esas danzas colectivas desarrolladas
en crculos o espirales se imitan los movimientos de la serpiente y en
definitiva se refieren a las potencias sobrenaturales que el ofidio
representa. Aqu no parece inoportuno repetir que la voz cicln
fue adoptada por Piddington porque significa en griego "serpiente
enroscada". Sahagn se refiere a una antigua datza de los indios
de Mxico; los danzantes no siguen direccin determinada. . .
toda la danza no es sino una gran serpiente. . . mientras en todas
partes se cantan los himnos de la diosa del maz o "serpiente de
Siete Cabezas" y tambn los del dios del viento. La danza solem-
ne dedicada a
Quetzalcootl,
el dios de la Serpiente Emplumada,
se compona de numerosas rondas concntricas. En Cuba el afro-
cubano baile llama do La Conga, de procedencia bant, es una
supervivencia de esas danzas procesionales, serpentinas y erticas.
Y en los templos habaneros donde perduran los cultos yorubas
bailan en ronda sinistroversa a las diosas de las aguas.
En los simulacros danzarios de la tempestad no faltaban los
ruidos, que constituan la m(rsica de la magia provocadora. El
retumbo y el tableteo de los truenos se imitaban con el toque de
tambores y panderos, con el estrpito de las armas al entrechocar
unas con otras, con el golpeteo de los bordones rtmicos, el taco-
neo de los pies sobre el suelo y el repique de crtalos y castaue-
]as. A veces se usaron c'ruzmcttct, como castauelas hechas no de
madera de castao sino de bivalvas conchas marinas, Ias cuales
aadan otro simbolismo al conjunto y su sonido se aproximaba
al de Ia lluvia. Y como aqullas, eran las nacheroe o crtalos de
ncar. El sonido de la lluvia se asemejaba con el de maracas, carras-
cas e instrumentos parecidos y con el tintineo de sistros, sonajas y
cascabeles. El rugido de los vientos se reproduca resoplando los
caracoles, bocinas o fotutos y sobre todo con las vibraciones de
los tambores de friccin y de las bramaderas, cuyas lgubres voces
eran las de los muertos.
la
Holmes, ob. cit., p. 139.
604 E,L HURACAN
La mimesis coreogrfica trataba de evocar los movimientos
astrales y rnetericos. Igual ocurra si las danzas eran colectivas o
individuales. En este caso, el genio de la bailadora tena que sin-
crctizar en s misma el tema de la tempestad con todos sus ruidos
y movimientos. Dando vueltas una y otra vez en el mismo sentido
se in-ritrban los obitados y recurrentes pasos de los astros; o si
cn otros sentidos, Ias esp.irales de los huracanes y los serpenteos
de las rfagas de aire. El cuerpo con los brazos en alto se cimbrea
a un lado y a otro y hacia atrs y aclelante, como una palmera
sacudida por el vendaval, o bien ondula y se retuerce como una
serpiente, va volteando repetidamente hasta acabat en un vertigi-
noso molinete o "girada" sobre la punta de un solo pie, con la
mmica simblica de un enfurecido unpede huracn. Los brazos
se elevan a las nubes, donde toman la lluvia con las manos, y
luego, los dedos, movindose finamente, van bajando como cho-
rros por la cabeza y por sus costados y a todo lo largo del cuerpo
que culebrea. Los brazos acentan los movimientos curvilneos
e impulsan los giratorios del cuerpo, acloptando una y otra vez err
momentos culminantes, y sobre todo en su final, la postura sig-
moide simbolizadora de la giracin dcl viento: un brazo en alto,
alzando la mano por sobre la cabeza erguida, y el otro en lo bajo,
con la mano por la cadera. Agitando los brazos en lo alto, y ms si
con ramas, follajes o abanicos en las manos, se creaba el viento;
si stas sc nroj:rban para podcr rociar a la multitud, al ventear se
aada Ia lluvia.
Las manos con frecuencia acompaan los ritmos con el ruido
del sistro y de los tintinbulos, con el retronante de los crtalos
y castairuclas y sobre todo resonando panderetas, qtre son a la vez
figura de crculo astral, trueuo en las membranas, lluvia en las
sonaj:rs y rayos y agllas en las colgantes cintas de rojo y aztl.
L,as picrntrs no slo ejecutan los pasos giratorios; con sus pies
desnudos golpean el suelo a ritmo colno
Para
transmitir a Ia tierra
la encrga vital y despertarla a la accin. Se ha dicho que antigua-
nrente los tacones, sacudiendo a la Madre Tierra, eran ritos de
fertilidad.l5 Acaso los zapateos, taconeos y chancleteos recuerdan
los truenos y los chicheos de los aguaceros. Ya los danzantes re
15
P. Nettc, p. i08
LA DANZA DEL HURACAN 60'
manos conocieron las escobillns o escobilleo, luego tan populares
en Andaluca, e4 Cuba y otros pases de la Amrica latina, que
recordaban el chipichipi de la llovizna.
No est ajeno el cuerpo a su evocacin gensica: la danza de
la tempestad no es slo cimbreo por las rfagas ni volteo por el
torbellino; es tambin provocacin ertica, propsito de fecunda-
cin. No olvidemos que es una danza de la fertilidad. Muchos
Fc. 325
de los bailes colectivos de los pueblos primitivos, dedicados a los
astros, a las estaciones, a las lluvias, a las siembras y a las cosechas,
suelen ser acompaados de mmicas y episodios obscenos; a veces
terminando en orgas estimuladoras de la naturaleza.
Entre las "danzas de tempestad" no citadas por Sachs y ms
bien conocidas por "juegos", porque la espectacularidad atltica
de sus episodios rituales ms caractersticos se aparta de los pasos
comunes, estn algunas propias de los indios de Amrica en la
606 EL HURACAN
poca de la conquista por los blancos. Acaso la ms interesante
danza indoamericana de ese tipo es la de los nicaraos y chorote-
gas. Este
juego llamado comelagatoazte, al cual se refiere Oviedo,
quien adems trae una figura descriptiva del mismo (fig. 325),
era un
juego
de carcter giratorio. Sobre dos horcones daba vuel-
tas un palo en cuyo centro, atravesada en cruz, haba una larga
vara de cuyos extremos se sujetaban un hombre en cada uno y en
posiciones contrapuestas, los cuales fcilmente hacan voltear la
vara.
Otro "juego" giratorio anlogo era el de volndores por el cual
dos
jvenes mimos, atados a una estructura de madera que penda
de un alto poste coronado por un dolo, volteaban a su alrededor
rpidamente como si volaran. De este espectculo trae una deta-
llada y entusiasta versin Oviedolo (fig. 326). Uno de los nios
lanzaba flechas con un arco mientras el otro agitaba en una de
sus manos un "moscador lindo de plumas"
"
y et la otra un
espejo.
El nio con un espejo y un abanico acaso fuera precisamente
la figura de }a deidad que los mexicanos llamaban Tezcatlipoca;
pues stos lo representaban con un "espejo reluciente" en su dies-
tra y en su mano izquierda "un abanico de oro y rle hermosas
plumas, tan brillante que pareca un espejo", segn dice el
jesuta
veracruzano P. Clavijero.ls Este rito gimnstico, que unos llama-
ron "baile" y otros "juego", no era sino una ceremonia religiosa.
Segn Brinton, era una fiesta al dios de la fecundidad que estaba
en lo alto y "los dos nio eran sus mensajeros que aqul enviaba
a la tierra; las flechas representaban los rayos que el os haca
disparar; las plumas del abanico figuraban los vientos y las aves;
el espeio, Ias aguas y lluvias".le Durante la ceremonia unas sesenta
personas coparticipantes bailaban en silencio a su alrededor, mien-
tras otras cantaban al rtmico son de "atambores e atabales", los
16
Lib. xLrI, cap. xI.
t7
Moscador, hoy "mosqueador", es una especie de abanico que se
mueve para producir aire y espantar Ias moscas.
rB
Claviiero, Historia Antigua de Mxico. Mxico, 1917, t. r, pp- 256-7.
10
G. Brinton, The Gegence, d com.edy ballet in the Nahuatl-Spanish
dialeot of Nicaragua. En Library of Aboriginal Am. Literature. Filadelfia,
1883, nm. rrl, pp. )o(Ir.
LA DANZA DEL HURACAN
607
cuales eran sonados por "taedores
de mala gracia,,, o sea ms
1>or
ruido que por gusto musical. Era, sin duda, un rito coreogrfico
anual por el que se imitaba el remolino tempestuoso que tra los
rayos, los truenos, Ios vientos y con ellos la estacin e las aguas
fecundadoras.
Era un proceso de magia para "hacer
tempestad".
Fc. 326
si el rito conclua sin tropiezos era de buen augurio para las cose-
chas, como dice Brinton.
As en estc rito giratorio como en el anterior, los dos ejecu-
tantes voltean uno tras otro sin alcanzarse arrededor de un eje
central. si expresamos ambos ritos por su ms simple esquema
podremos hacerlo mediante una lnea sigmoidea girando alredor
de su propio centro, donde se juntan
las dos contrapuestas
lneas
cspiroideas.
608
EI, TIURACAN
Girolamo Benzoni, qLre escribi despus dc
(
)viedo, refirin-
dose a los bailes de los indios de Nicaragua, trae uu grabado donde
se ve un tamboi como el mayohuacan de los indios antillanos y
clice que "unos llevan en sus manos un abanico, otros una calabaza
cm piedrezuelas
dentro (maraca), algunos ostentar plurnas en la
cabeza, otros sartas de conchas mainas en sus brazos y piernas. . .,,;
detalles son todos stos que parecen confirmar so rict., de ri-
tualismo agrario: el abanico para el viento, la maraca para Ia lluvia,
las plumas para las nubes, las conchitas para la fcundidad ei
tambor para la tronada y el ventorreo.
An se practica un rito similar a ste por los indios tle Mxico,
donde cuatro personajes disfrazados de piaros rearizan ese baile
circular alrededor del poste axial. El mismo oviedo se refiri a
esc juego
de los voladores y claviiero hizo una descripcin deta-
llada.2o El
iuego
o danza difera de la de los nicaraos en que eran
cuatro los "voladores"
en vez de dos; pero esta duplicacin no
alteraba el simbolismo fundamental de toda la funcin y de su
ritmo. Segn Claviiero las 52 vueltas que daban en suma los cua-
tro voladoes eran los 52 aos del ciclo mexicano.
puede
decirse
que stos son
juegos
y danzas de tipo axial, o sea de arte coro-
grfico alrededor de un eje mtico, poste o centro focal, real o
imaginario. En este sentido se relacionan con las danzas unpedes
en cuanto al personaie central, y con las danzas anemogrficas
en
cuanto a la pareia o doble pareja giratoria.
Una muy interesante figura sigmoidea de carcter meterico
y astronmico, base de un rito religioso, es la del
juego
mexicano
del patolli, hoy conocido por petol. Este
iuego
se conserya todava
en la serranla del Estado de Puebla; pero ha desaparecido casi
totalmente. El
juego
se desarrolla por dos personas o bandos que
por medio de suertes van colocando unas piedrecitas
o friioles ne-
gros en las casillas de una figura dispuestas en serie. Las reglas
son sencillas y gana quien, pese a las peripecias del juego,
Iga
primero al fin de su ruta, desde la casilla primera a la quincuag-
sima segunda.
La figura del potolli
es la de una cruz aspada, que indica los
cuatro puntos cardinales, o la de una cruz rectangular con dos de
20
Ob. ct., t. t, p. 407.
I,A DANZA DEL HURACAN 609
sus brazos complementados por dos apndices en ngulo recto,
como los de una semisvstica. Ambas formas se equivalen y son
de sentido meterico; pero esta ltima es la anloga a la imagen
indocubana. Segn Alfonso Caso, parece ser un tipo peculiar de
la regin poblana y de sus aledaos, las cuales, oportuno es recor-
darlo, son tierras muy afectadas por los ciclones que les llegan del
Golfo."
La figura plana, o pintada sobre una estera o una tabla, est
compuesta de una barra axial que cruza perpendicularmente por
su centro otra barra con dos apndices en sus extrenridades; o
sea, un eje y una sigma rectilnea y rectangular (fig.327). En
esta figura el elemento sigmoideo es el
esencial, pues sobre las lneas y casillas
del brazo acodado que le corresponde
a cada partido es por donde ste hace
sus peculiares movimientos, siendo las
lneas y casillas de Ia barra central
una va comrn. Es de advertirse la
direccin sinistroversa de la sigma, en-
tendiendo sta como un ncleo mo-
nohelicoide, o sea con el movimiento
centrpeto; es decir, en la misma dispo-
JUECO OE PATOLLI
Frc. 727
sicin y estructura del sigmoide indocubano, cuyo esgueur es
idntico.
Segn Caso, el antiguo
juego
del
patolli tena indudablemen-
te una significacin astronmica relacionada con el sol, y el patrono
especial de este
iuego
era Macuilxochitl, un "dios del verano". El
Patolli del Pedregal est orientado exactamente hacia los cuatro
puntos cardinales; o lo que es igual, el dios pakocinador del.batolli
era el dios de la estacin de las lluvias. La figura de las dos barras
atravesadas era tambin un smbolo cle fuego, como sostuvo Ger-
mn Beyer en su teora acerca del simbolismo de la cifra diez
entre los mayas.22
z1
Alfonso Caso, "Un antiguo
juego
mexicano: el patolli", El Mxico
Antiguo, Mxico, 1925, t. rr, p. 210.
22
Germn Beyer, "La cifra diez en el simbolismo maya", Rey. Mex.
de Estudios Histricos, Mxico, 1927, t. r, pp. 3 ss.
610
EL HURACAN
Pero el patolli,
en la figura ms complicada de una barra axial
y otra en sigma giratorio sinistroverso, era tambin alegora del
cicln. Los dos brazos en cruz indicarn fuego, sol y calor, segn
Beyer; pero los ngulos en sentido helicoideo expresan la giracin
del viento arremolinado que trae las lluvias. Calor, vientos y aguas,
igual a verano. El
iuego
del patolli
debi de ser un rito mgico y
adivinatorio relacionado con la agricultura y la fecundidad, segn
stas eran influenciadas por los fenmenos csmicos.
El
juego
del patolli debi de estar muy extendido por el
Anhuac y quizs por Yucatn y Centroamrica; pero ',fue prohi-
bido y perseguido por los conquistadores porque los indios se
entregaban a prcticas supersticiosas, pidiendo favor y fortuna
a Macuilxochitl, pan de este juego".23
La persecucin fue tan
efectiva que el patolli haba desaparecido a fines del siglo xvr en
los lugares cercanos a los centros de influencia espaora. Esto
prueba claramente que el patolli era un
juego
de significacin reli-
giosa y mgica. Y sta era la razn de que fuera perseguido,
como
en las Antillas y particularmcnte
en Cuba lo fueron por igual
causa los areytos y los juegos
de batey o de pelota.
El juego
de batey o tlachtli era una nrgica representacin o
"prepresentacin"
mimtica del drama meterico, propiciatoria
de la llegada de las lluvias. Lo jugaban
en los cielos
euitzalcoatl,
"dios
de los vientos y de los remolinos", como dice Sahagn, con-
tra Tescatlipoca, su rival. Los vientos de las cuatro partes del
mundo, los cuatro vientos, se mueven por mandat o de
euetzalcoatl
y es este dios quien barre Ia tierra con los vientos, para que vengan
las aguas, fenmeno muy conocido entre los trpicos, donde a los
grandes aguaceros preceden siempre las rfagas del viento, como si
stas "le abrieran el camino a las lluvias", al decir de los aztecas.
El recinto sagrado donde se jugaba
al batey tena tambin su sim-
bolismo relacionado con el espacio celestial o, mejor dicho, con
el aire. As se puede inferir no solarnente de la funcin mitorgica
delbatey, sino tambin de la figura de su permetro arquitect,ico.
El batey ms sencillo tena Ia forma de T en su "campo
de
juego,,.
Alfonso Caso, ob. cit., p. 210. Se dice que el patolti
es el pochise
de los hinds.
LA DANZA DEL I]URACAN
61I
Dice Federico Lunardi2a que mientras los
iuegos
de pelota mexi-
canos tienen la forma de una doble T, los
iuegos
que l ha visto
en varios lugares de Honduras tienen la forma de una soia T.
Recurdense entre otros el
juego de pelota de Copn' Pero la T en-
tre los mayas era el signo de II(, que representaba el viento.25 El
terreno del batey tena, pues, la figura esquemtica del viento, o
sea dei aire, equivalente al espacio celestial. Entre los aztecas el
tlaphtli se compona de una doble T, unidas ambas tes por sus
vstagos verticales, que se confundan en uno solo. As aparece
inequlvocamente el
juego de pelota en una
joya de Monte AIbn,
en la cual la figura de Ia doble T con dos dioses
iugando
en su
mbito est situada en la parte superior, por sobre los smbolos
del sol, de la luna y de la tierra.26 Puede
Pensarse
que el sencillo
juego
de pelota de los mayas o
pok'ta{ok era smbolo del IK o aire
en general y que el tlochtli de los aztecas, con su recinto en forma
de doble T o de doble IK, representaba ms bien el espacio de los
dos vientos.
Norte
y sur?
O
marero y terral?
O,
meior an, de
levante y de poniente?
Juego
representativo de las estaciones
anuales o slo de "los seores del da y de la noche", como dicen
algunos? Todava puede advertirse que esa figura de doble T, ca-
racterstica del tlachtli mexicano, o sea la de una lnea vertical o
axial con sendas lneas horizontales perpendiculares a sus dos ex-
tremos, y en ngulos rectos, es la misma caractersticamente que
aparece en la configuracin de las dos lengetas vibrtiles donde
se hace la percusin en los tambores sagrados o teponaztli' que se
taan en el gran templo de
Quetzalcoatl
de la ciudad capital de
Tenochtitln, y aun en el tambor m.oyohuacn de los indios an-
tillanos, segn lo describe y pinta Gonzalo Fernndez de Oviedo'
La incisin de las lengetas de sus tambores reproduce el esquema
del terreno de tlachtli. Los numerosos teponazfli precortesianos de
Mxico, reseados por Castaeda y Mendoza,2T son de dos lenge-
2a
En resta Honduras Moya. Tegtcigalpa, 1946, p. 36, nota.
25
En lengua maye es ik, en tzendal es gh, y en kich ig, todas esas
races similares-significan
"viento". segn Plancarte, tambin quieren de-
cir "fuego".
zo
Vase su fotografa et Arte Prehis-pnico ile Mxico, fig. l-86-
2
Daniel Castaeda
y Vicente T. Mendoza, lwtrumentdl Pecorte'
siano. Mxico, 1933.
612 EL I{URACAN
tas y sus incisiones correspondientes en todos los casos son preci-
samente en forma de T.
Los "jugadores"
de tlnchtli rivalizaban en dos bandos, y re-
presentaban un rito agonstico, imitando los conflictos episdicos,
metericos y siderales, de los ciclos calendricos. Y una de sus
habiliclades consista, amn de otras difciles que sorprendan mu-
cho a los espaoles, en pasar las pelotas por las dos argollas o aros
que estaban situados uno a cada lado del batey. Esas argollas
Fc. 328
ptreas o piedras horadadas eran llamadas tlachtemalcatl o "pie-
dras del Sol". Los aros, uno a cada lado, representaban el sol en
sus dos puntos contrapuestos y las serpientes esculpidas en ellos
eran las portadoras del astro a travs de los cielos. Por esto el cruce
de la pelota por uno de esos aros pudo significar el pasp por uno de
los dos puntos zodiacales que marcan los equinoccios.
De todos modos, las pelotas de ulli, hule o goma, tan salta-
rinas que parecan moverse por fuerza propia al violento bote que
daban, eran figuraciones de los vientos. Vanse las pelotas en los
cdices, en las figuras de los tlachtli donde juegan
Quetzalcoatl
y
LA DANZA DEL HURACAN
'I'ezcatlipoca,
los dioses de las estaciones. Llevan pintadas lneas
espirales como los srrbolos de los vientos y las serpientes (fig. 328).
Una rcferencia folklrica de Sahagn nos da la explicacin de esas
pelotas del tlachtli. "FIay una culebra, dice, que se llama culebra
redondo, y es como una pelota redonda, y negra como ulii; y
tiene cola de culehra y cabeza de culebra, en el medio de lo redon-
do".'* As aparece en las pelotas de ulli del tlachtli, las cuales
eran, pues, figuras de serpientes, representativas de los vientos y
portadoras de las aguas, como eru la Serpiente Emplumada. Danclo
a las pelotas con el cuerpo sin sujetarlas y sin que cayeran al suclo
v perdieran as su vuelo, era como transferirles la vital fuerza hu-
mana por contacto, acaso su viento o aliento, y hacer que pudicratr
ir voladeras y violentas de un lado a otro como las rfagas de aire,
hasta pasarlas por los dos aros del zodiaco, o sea lievarlas a los
puntos por donde la naturaleza mudaba de una estacin a otra,
merced a los vientos equinocciales tan conocidos en todos estos
pases bajo el trpico de Cncer. Esos dos aros solan estar ador-
nados con smbolos serpentneos, en algunos casos sendas serpien-
tes encurvadas en crculo, que recuerdan el simblico "nudo de
los vientos o de las lluvias", que las serpientes mticas forr-nan con
sus cuerpos para encerrar las aguas de los cielos, las curles no
puedcn caer a tierra hasta que i;c1ul es desatado.
En resumen
,
el
patolli, el conrclagatoazte, el volador, el tlachtli
o batey y no pocos areytos fueron ceremonias,
juegos
o clanzas cic
carcter giratorio y significacin astronnica y metcrica.20
Sachs ha registrado tambin las
"danzas giratorias de titr solt
picrna". La danza del viento colno una danza unpcclc. Atl hoy
da, los derviches conten-rporneos son conocidsimos por sus clan-
zas vertiginosas, girando cn contra del sol a razn clc una vr.tclta
por segundo (sic), sobre el pie izquierdo (es decir, danza unpede),
28
Bernardino cle Sahagr n, l:Iistoria General de las Cosas de Nueva
Espaa. Mxico, 1938, t. rrr, p. 210.
2e
Tiene elacin analgica con estos "juegos" astronmicos y mctco-
rolgicos la lucha de cometas o papalotes, muy comtn en las costttmlrrcs
de Corea. La conetr parece rcprcsentar a la Osa N4ayor. En la lucha tlc
dos conretas, una cle stas pretendc impedir a la otra su rumbo regular. I'is
la periclica peripccia agonstica dc las coustelaciones zocliacalcs rcpr(:s('lt-
tada en los mismos cielos por los cometas.
6ll
614
EL HURACAN
.:T ty brazo izqerdo
cado y su derecho alzado sealando
al
cielo (o sea, en forma
aproximada
a la sigmoid., q;;;;u
nos
interesa
)'30
sus liturgias
so,, supervivenci
de ros
'ui.os
mitos
unpedes.
o'Neill seah
er efecto de nubes arremoadas,
de
{o"9.,
sale la "pierna
nica,,,
en las breves ,r^
;;;--ulr,
lo,
derviches en sus danzas
tourbiilonantes.sl
Tar'como ras rigeras
crinolinas de las bailarinas
de los bailetscortesanos
en el sigro pa-
saclo' Lo-s japoneses
tambin
usan danzas giratorias
conrrrtmente
con las danzas de zancos, que
tienen un ientido de riios mgicos
para Ia vegetacin. ya
ciiamos el rito de danza girrtori, pr*
atraer los aguaceros,
referido
por Confucio.
Bi.;
;;J;-,.r.rr.
:o:o
dTrl unpede-la practicada
por los bosquimano"
.t ,,r, a.
Africa' El bailador fiia un pie en er suero y .o, dos brazos pro-
vistos de largos bastones apoyados
en tierra frma como un trpod.,
en medio del cual la otra pierna
se arza y emprende un incesante
v rtmico bailoteo, que dura horas enter* hrri, qr. .i
";r*"a.
cae exhausto y otro lo sustituye.az
Este baile .*trr"r*"il
slo
pr.rede explicarse
como una funcin
de finaridad rgi.iipli,
*
recemos de ms datos acerca de 1.
probablemerrt.
_"u.t* figur*
coreogrficas como bailes unpedes han pasado
desapercibidas
en
su significacin;
pero ras giradas,
vortetas, piruetas y'morinetes
de
los coregrafos
conservan esos pasos de lai arcaicas danzas pruv-
feras y agrarias.
Tambin
estn reracionadas
con er viento ras "danzas
de ca-
dena", que son populares
en Europa.
Hasta en las etimologas,
como ocurre con la Ariwander
de ros suizos, 7a Reer de ros escoce_
ses y Ia Motodvile
de los checos,
como indica Sachs,33
nr, *r.ra,
ste no da valor a este detalre. [Jna "danza
de cadena,, se desarro-
Ila sobre un diagrama de espirales trenzadas
o conyugrdrr.
Los
mismos smbolos grficos
o grpticos,
que se reproducen
en frisos,
30
O'Neill, p.729.
.
,,
J.
O'Neill, ob. cit;,-vol.
4
p. Zl7. O,Neill se refiere
tambin a
ciertas figuras de
pIz-osiris,
vestids con simples trrr, .- t",'ir,
".url.,
cn las danzas religiosas
deban arzarse., toi.liino
""a"a"
.i"Ji'"r?^nrru"
girand-osobre
si. Ta] como es frecuente .rr-1.
"or.og.afa
actual.
32
Burcheil,
Reisen in das rnneru vo" "a-i-r7ii.;r#;;
1825, u. 33
Ob. cit., ed,. inglesa, p. 163.
I,A DANZA DEL HURACAN 15
cenefas, edificios y vasijas, tambin se repiten en la plstica coreo-
grfica.
Las ms expresivas supervivencias de la "danza de la tempes-
tad" pueden observarse en algunos bailes llamados
"flamencos",
los ms tpicos de la gitanera que vive por las costas del Medite-
rrneo desde Andaluca, por Marruecos y Berbera, hasta el Egipto.
En el baile "flamenco" los motivos coreogrficos de las danzas
metericas se entrelazan y unen sincrticamente y su interpreta-
cin simblica parece fcilmente hacedera. Recordamos un bello
y expresivo dibujo de W. Russell Flnt3a titulado Clattsr and
W hirl, Cranada. Representa una escena de baile gitano en esa
bella ciudad de Espaa.35 En las figuras de ese grabado ingls
(fig. 329) pueden observarse las principales caractersticas plsti-
cas y alegricas de ese "baile de la tempestad" de los gitanos
espaoles. (Vanse tambin las figs. 330 y ))1.)
En ese detallado cuadro las bailadoras son cuatro, como para
ocasin de expresar ademanes y smbolos distintos y
'complejos.
A la derecha, una mujer tae el pandero, mueve las sonajas y cas-
cabelillos que dan ruido de lluvia y, resbalando sus dedos sobre
la piel o golpendola con f'terza, remeda con sus trmolos, glisan-
dos y percusiones los bufidos del viento y el resonar de la tronada.
Al lado opuesto de la panderetera, una bailadora est haciendo
una mudanza descendente hasta arrodillar una pierna en el suelo.
Mientras, sus dos brazos en alto aproximan las manos, sin casta-
uelas, y con sus diez dedos, rpidamente ondulantes y bajando
por los lados de la cabeza y luego a Io largo del busto, del talle y
de las caderas, simular la lluvia a comps de los tintineos de las
sonajas, de los cascabeles y de las numerosas manillas metlicas
que se agitan en sus muecas como las varillas de un sistro.
La segunda bailadora de la izquierda, vestida de oscuro, est
poco destacada en el cuadro; pero parece realizar un paso del baile,
taendo los palillos e inclinndose un tanto, bien para juguetear
3a
Publicado en Fine Prints of the Year 1932. Londres.
aa
Cifuno es vocablo equivalente a Egiptano. Por toda Europa los
gitanos sou reputados como procedentes de Egipto, eun cuando se cree que
son oriundos de la India. Y en Granada est el ms puro y estable ncleo
de la gitanera andaluza.
o\
N
d
h
LA DAIZA DEL HURACAn. 617
con los pies en las orillas de la playa o del ro, tal como en cierto
baile mirntico de las olas los realizan las bailadoras de Yemay
y de Ochn en las liturgias sagradas de los negros yoruba,36
o bien
para efectuar un "paseo"
circular taconeando como el retumbo de
una tronada, mientras dura el contoneo.
Las bailadoras tercera y cuarta de la escena ejecutan en pareja
la ms significativa figura del "fandango flamenco". Ambas van
girando sobre s mismas en creciente vrtigo; ora de frente una de
otra, ora tornndose las espaldas, pero siempre en pasos simtricos y
acordados. La cabeza, tan pronto erguida como agachada, inicia
y dirige las vueltas y revueltas que hace el cuerpo, cimbrendose
fuertemente a un lado y a otro y hacia atrs como adelante, como
palma doblegada por las rachas del viento. Mientras, sus brazos,
acodillados y contrapuestos en posicin sigmoidea, realizan el sig-
no del torbellino. Aqu est, con la nrisma morfologa emble-
mtica, la figura icnica que los indios cubanos dejaron en los
santuarios de sus grutas y en sus vasos sagrados.
Pero la semblanza mimtica es arn ms compleja. Es una
imitacin dinmica, rtmica y plstica, en tiempo y cspacio, de un
ritualismo mgico, funcional y creador, en el cual participa todo
el cuerpo con una admirable sinergia de movimientos alegricos.
necesaria para evocar todo el drama atmosfrico de Ia tempestad-
El movimiento fundamental de tal mimodrama danzario es Ia
rotacin, el remolineo. Con la pelvis, con el vientre, con los
brazos, con todo el cuerpo. Lo movimientos rotatorios en Ia re-
gin del ombligo y los del pubis sealan el torbellino generador,
todo uno, smbolo de viento, agua, sexo y ansia de maternidacl;
o sea el "remolino de Ia vida". Las costumbres morigeradas han
reducido mucho en los bailes de Andaluca el uso de los rnovi-
rnientos de molinete con los msculos ventrales y pelvianos; pero
no puede decirse que estos meneos erognicos hayan desapareci-
do de los bailes castizos de Ia errabunda gitanera. Su erotismo
grosero ha menguado en vigencia, pero sobrevive en las intimi_
dades y sin recato. La milenaria "danza
del viento,, no ha cesado
_
sB
No parece inoportuno recordar aqu que se dan como ciertas Ias
rc:laciones directas entre los cultos del viejo Egipto y
los de dichos negros
de Guinea.
618
EL HURACAN
por eI norte de Africa, desde Marruecos al Cairo, ni por los cen-
tros de esparcimiento desenfrenado, ricos y pobres, de las grandes
capitales.
Estos simbolismos mgicos de las danzas se aumentan con
los que se derivan de las vestimentas de las danzantes y de sus
adornos y detalles. Ya las danzarinas no van desnudas, ni siquiera
de la cintrrra arriba, y con amplias sayas como en las primitivas
Frc. 130 Frc.3Jl
danzas metericas y agrarias, en las neolticas que se pintaron en
la cueva pirenaica de Cogul, o en las clsicas que se descubrieron
en el palacio cretense de Knossos. Ni tampoco visten las telas
transparentes, brillantes y tornasoladas, como las aguas, que han
usado las antiguas bailadoras egipcias y ahora las almeas orientales.
Pero, airn hoy da, los tpicos vestidos y tocados de las bailadoras
gitanas coadyuvan a la mimesis alegrica. Las faldas y enaguas
ligeras y de aurplio vuelo y con cascadas sucesivas de ondeados
faralaes de la cintura a los pies, se alzan y arremolinan con las rpi-
LA DANZA DEL HURACAN
das vueltas del baile,
.como
las olas espumosas del mar que el
viento riza y encrespa con la tromba.37 A menudo los faralaes de
las faldas de las bailadoras no estn prendidos al vestido en crcu-
los seriados sino en forma de espiral, que va en curvas crecientes
desde el talle de la saya a su borde; y esta moda, acaso la ms
arcaica y evocativa, da impresin de mayor vertiginosidad al revo-
Frcs. J3l-A, B
loteo de la danza. Sobre el torbellino de las faldas volantes emerge
una diosa: su vientre
,su
cintura, su tronco, sus brazos, su cabeza,
37
Donde la trornba marina toca en el agua, se ensancha, puede tener
unos 500 pies de dimetro, y esa manga de viento produce gran cantidad
de oleaie y espumas en la superficie del mar, la cual fuera de dicha rea
apenas se perturba. En relacin con este movimiento, el sigmoide indo-
cubano pudiera evocar la figura de un ente "en natacin", como fue suge-
rido; pero no creemos que Ia interpretacin integral del simbolismo de las
consabidas figuras en sigma pueda ser basada en tan secundario fenmeno.
Por otra parte, ese movido oleaje parece estar simbolizado en ciertas figu-
ras de Ia cermica indocubana, como ya hemos dicho.
619
620
EL HURACAN
como la imagen de Afrodita al nacer del espumaie dei mar' Y
por eso y por su gracia se dice en el habla de1 "trono" gitanesco'
'qra
t" aU^ ar""rrlerosa",
llena de "salero" y "derramando la
sal a puaos".
Lacabezavapeinadaderodetes,buclesytirabuzones'como
las sacerdotisas
halladas en ciertas pinturas parietales del arte cr-
tico-micnico;
con encaracolados
rizos sobre la frente, con]o esos
que en cuba clicen
"buscanovios" y eD Andaluca
"caracolillos",
y .on sendas guedejas terurinadas
en- espiral' En el n-too' una
gran peirra que en aos remotos fue de concha venera del mar y
i.,.go'fue d pulido carey antillano,
generalmente con finas cala-
dus de flores
y revesados
y sinuosos arabescos. Con frecuencia
la cabeza se toca con airosa mantilla de blondas, finas y blancas.
queenloaltosenrejanolasyespumas.Ycasisiemprellevapren-
idr,., el pelo y a veces
junto a la oreja, para que la diosa,oiga su
rnensaje, unas rosas y claveles,
que evocan la floracin de la natu-
ruleza fecundada y significan
el anhelo inspirador de esa danza
ritual. Toda la danza-es
para la flor; toda para el amor de la fe-
cundacin
universal.
Antao debi de danzar con Su medio cuerpo desnudo; ho.
gao se cubre Ia bailadsra con ropajes diversos, casi siempre con
forpiRos bien ceidos que le marcan slls curvas bellas. A veces la
arral.,ra que baila flamenco cubre la parte alta de su cuerpo con
slo un mantn o chal de seda o burato, muy aiustado al cuerpo
para que ]as formas cle su carne nrorena no se priven de su len-
g,rrje.'El paoln es siempre muy floreado como la prinravera y
for' ,u*.-sos,
finos y largos caireies o flecos, que serneian hili-
llos de lluvia o algas marinas, si cados, y espirales airosas, si elr
Ios revuelos de la danza. Rizados faralaes en las faldas y largos
flecos en los
justillos y mangas, tal como han sido descubiertos en
las bailadoras
micnicas. Por Espaa y
Por
la Morera las baila-
doras gustan de vestir almillas, que suelen llamarse
"boleros" y son
como dos conchas de almeja entre las cuales surge la divina testa.
Asimismo, como usaban tambin las sacerdotisas de creta. De
todos modos, las ropas cubridoras de la parte superior del cuerpo
contrastan con las de cintura abajo; stas muy sueltas y aqullas
I,A DANZA DEL HURACAN 621
siemprc muy ajustadas, para que en ningn caso se oculten en ellas
las curvas de los contornos indispensables al simbolismo.
Todas las formas quedarn libres. Abajo, las piernas para
mostrarse en los molinetes como trombas gigantes en el hirviente
oleaje de los faralaes. Arriba, las del vientre para rolar en redor
del ornbligo, las de los turgentes pechos para la provocacin feme-
nina en busca de maternidad, los brazos y manos para su compleja
funcin de lluvias, de truenos, de relmpagos, de rfagas y de
turbin. Los brazos, con la percusiva retronancia de las castaue-
las que, adornadas de cintas generalmente rojas y movidas veloz-
mente de un lado a otro, relarnpaguean como los rayos; y con sus
tintinantes manillas, son como dos serpientes y ayudan a la evoca-
cin del episodio meterico.38 Los brazos se alzariin,
juntando
las
manos para un castaeteo furioso, nientras las piernas taconean
con igual energa y la bailadora gira sobre s. La torment va arre-
ciando. Una y otra vez los brazos se pondrn, uno en lo alto hasta
Ia cabeza y otro en lo bajo hasta el pecho, como dos espirales con-
iugadas
en sigrna; ora encurvndosc en un sentido, ora en otro,
como un culebreo rtmico. La figura sigmoidea se lrar y deshar
cien vcces; es un signo dinmico. As baila tambin en cierta
mudanza mimtica la bailadora yoruba en el aro de Yemay, \a
diosa del mar, cuando ste se alborota.
La tempestad se ha desatado. Las bailadoras giran cada vez
rns rpidas, sus retorcinientos se hacen ms y ms expresivos
y
se aproxima el final. El baile concluye con un paroxisrno gira-
torio. Bien sobre las puntas de los pies juntos, y entonces se tiene
la in'rpresin de un remolino de nubes sobre una tronba, un re!
vuelo de faldas y rizados alrededor <le una sola pierna: es la
"girada", el torbellino
"unpede", llammosle as. O bien, con
38
Las castauela son hechas de maclera dura, como bano, granadillo,
boj, etc. En Sevilla se hacan de las sobras de las dursimas maderas de
Cuba con que en Ia Maestranza de Artillera se hacan las cureas. Por
eso su sonido opaco puede remedar los tableteos del trueno. Se cree que
las castauei"lglson de origen espaol, de la antigua Btica o Andaluca,
donde se hacan en forma de conchas marinas o acaso fueron realmente
tales. Entonces simbolizaran las veneras del mar que en lo alto vertan
las aguas para la lluvia, imitada por el chischisgueo de las conchas, tal como
en Africa y Amrica hacen las maracas. Por eso Sara Hernndez-Cat ha
dicho del ruido de las castauelas que es "voz de espuma salada".
EL HURACAN
ms frecuencia, el baile ternina con una exaltacin ertica, ro-
lando los msculos de la pelvis, del vientre y de las caderas, con
ms o menos lubricidad, segn las circunstancias permitan.
De todos modos, el baile flamenco concluye de repente, sin
aviso ni cadencia, en pleno arrebato de su energa operante e
imperativamente sugestiva. No es rito de religin sino de magia;
no es una rogacin sino un mandato. En un instante callan los
panderos, las castauelas, los taconeos, las guitarras y las voces;
los remolineos mimticos cesan, ya han ultimado sus frmulas de
sugestin. Y Ia bailadora queda imvil en esotrioa actitud. En
pie y con las faldas cadas o hincada a media rodilla en tierra.
En todo caso, erguida y solemne, con la cabeza altiva y mirando
a los cielos como la sacerdotisa de un rito sacramental; y con sus
brazos, ahora quietos y contrapuestos precisamente en sigma, mar-
cando as milenarios diskeles, la seal sinttica de todo el rito
mgico.
Esta sbita terminacin de Ia danza es "el bien parado", ge
dicen los conocedores de los misterios de Ia coreografa andal:uza.
"Es una de las repentinas transiciones y sorprendentes actitudes
de la danza espaola", dice Gilbert Chase. "En el bien parado
la bailadora hace un improviso remate, correspondiendo a la ter-
minacin de una frase musical, y asume una postura inmvil,
poniendo una pierna ligeramente adelante, doblada a la rodilla, e
inclinada hacia atrs, con el cuerpo algo torcido y vuelto sobre el
apoyo de su otra pierna. En tanto, un brazo queda arqueado
sobre la cabeza y el otro cruzado sobre el pecho. Cuando esta
figura es ejecutada con maestra, los espectadores gritan
bien
parodo!"
3'
"Cuando la bailadora termina en posicin arrodillada,
dice Gilbert Chase, la actitud de bien parado es tambin imitada,
con un brazo extendido sobre la cabeza y el otro cruzado frente
al cuerpo."
to
El ademn hiertico es siempre el mismo. Todo
el valor funcional y el mgico mimodramatismo de la danza cul-
mina en ese imperativo bien
parado con lbs brazos en.sigma.
Los espectadores intervienen durante todo el hiile, con sus
palmeos rtmicos y
jaleando
a la bailadora; adhirindose as a la
30
Gilbert Chase, The Music of Spain. Nueva York, 1941, p. 248.
40
Ob. cit., p.252.''
LA DANZA DEL HURACAN
ceremonia con expresiones de estmulo, generalmeute con voca-.
blos de sentido perdido y acaso crptico. Al final, cuando el ritmo
da su ltima nota, irrumpen todos en un cerrado palmoteo, que
une a todo el grupo humaflo en la realizacin de un rito colectivo
de liturgia pantomrnica y propiciadora del dios fecundante.
La sacerdotisa ha personificado la tempestad. Se han arre-
molinado Ios vientos, se han agitado las olas, ban resonado los
truenos, han flameado los relmpagos, han cado los hilos de
lluvia, se ha excitado el sexo, se han mostrado las flores primavera-
les. De srbito toda la fiserua creadora se para y condensa en una
figura que mira a los cielos. La liturgia ha terminado, el rito est
cumplido, el signo est hecho y dicha la palabra. "Hganse
los
vientos,las lluvias, las flores y los frutos!" Liturgia de amor pnico.
Se
resistir el dios a mandar los vientos y con ellos las lluvias y
tras ellas la fecundacin de la naturaleza?
al
En ocasiones, sobre los tabladillos de los bailes andaluces los
espectadores, entusiastas y cooperantes, tiran flores, dineros y som-
breros, acaso por rnaneras supervivientes de los olvidados ritos.
En esa tpica danza gitana es inevitable la evocacin del remo-
Iino, de Ia serpiente, de la fnerza arrebatadora, indmita e incoer-
cible. De un recientsimo libroa2 tomamos estas aiustadsimas
metforas. En el baile de la espaola, dice su paisano autor, "ella
nunca est fuera de s". "Ese
arte no es
juego
en modo alguno;
es furia desencadenada, pataleo furioso e intil, prisionero. . .
La danzarin espaola, en cambio, diramos que baila para aden-
tro, que se baila a s misma, quemndose en su propio fuege,
enroscndose en su propio cuerpo, movindose siempre alrededor
del mismo eie... Su baile es el verdadero baile de Ia serpiente
encantada. . . A veces un decidido arranque parece romper el
embrujo: la pierna, el seno, el cuerpo todo parece Iibrarse de
la serpiente, pero es slo libertad fingida. . . Siempre en el cen-
tro, cerrada, envuelta en s... fuerte tensin dentro de un crcu-
lo de radic.. corto. . . al revs de otros bailes, de libertad plena,
al
Posturas anlogas pueden observarse en el movidsimo baile de Ia
iota,
qre
es tambin uno de los ms antiguos y tlpicos de Espaa.
a2
Antonib Snchez Barbudo, Una pregunta
sobre Espaa. Mxico,
1945, pp. 45 a 47.
621
EL HURACAN
de vuelo, de albedro. Una excelente bailarina de baile espa-
ol. . . rne asegur que al bailar senta su baile aqu, y me sealaba
el vientre y parte del estmago."
Antiloga idea es la que expresaba Putiya,la salerosa bailadora,
protagonista de la novela ElEmbruio de seyilla, de carlos Reyles:
i'Cuando
bailo, lo hago con deleite y mucha conciencia, como si
estuviese diciendo misa o quisiera revelarle al pblico un secreto
muy gord." A otro personaje del mismo Reyles, los desmavos,
ftrrias y retorcimientos de la bailadora gitana en el tablao andaluz
le evocan la transfiguracin de "una pitonisa delirante"'
"Los
quiebros de cintura, los golpes de cadera,'los desplantes provoca-
dores, los trenzados arabescos de los pies, el aleteo de las manos. . .
era una agona rabiosa, un frenes dionisaco. . . "
Figuras
hier-
ticas de los milenios mediterrneos que reviven en las liturgias
inefables de los bailes gitanos!
Pueden ser dos las bailadoras que ejecutan el rito hasta su
ruomento culminante;
pero puede realizarlo igualmente una sola.
La pareja no aade en este caso una. nueva significacin' Alg(rn
paso ,ueuo, como el rodeo que hace una de ellas dndole vuelta a
la otra, slo intensifica el sentido giratorio del baile. Pero antigua-
nrente \a "danza de la tempestad" tambin debi de ejecutarse
por lo comn en parejas. Haba en ello otro simbolismo comple-
mentario, el de ia giracin de los vientos en torno del polo axial
del cosmos. Eran los vientos lluviosos y fecundantes del fro nor-
te, no los secanos y pestilentes del trrido mar. O'Neill y otros
mitlogos interpretaran esta dualidad de figuras rolando en la
danza como si fueran las dos Ursas, Ias dos Atpas,las dos Sierpes,
que giran en los cielos alrededor de la Estella Polaris.
No creemos aventurado pensar que esa postura danzaria con
los brazos en sigma, la culminante de la susodicha danza andaluza,
es la misma que ya se empleaba hace algunos millares de aos en
los templos de Egipto. Veamos la fig. 332.03 Dos bailarinas frente
a frente ejecutan una danza de pasos simtricos y paralelos, al son
de los crtalos que entrechocan en sus manos. Lo m interesante
en ellas es la postura de sus brazos, idntica a la del signo funda-
mental del baile gitano, igual al de Ia efigie cfalosigmoidea de
a3
Curt Sachs, ob. ct., Im.7 de Ia ed. francesa, 9 de la inglesa.
LA DANZA DEL HURACAI-r 625
los indios de Cuba. Estas figuras egipcias son funerarias, tomadas
de una tumba de la poca del Nuevo Reino. As deha de bailrse
en las liturgias de resurreccin consagradas a Osirs, el dios que
luchaba con Tifn, para revivirlo despus de su muerte anual.
Ftc. 372
Hallamos tambin la postura sigmoidea, con sentido seirala-
damente litrgico, en ciertos templos del dios tebano Amen o
Amon. Al iniciarse en el predominio de Tebas la poca egipcia
conocida por el Reino Medio (de 2212 a 1700 a. c.), ese nuevo
dios Amo fue sincretizado con Ra, por ese proceso que se conoce
por "solarizacin" de los dioses. Amon era un dios del aire y del
viento, de los ms antiguos del Egipto. Fue el "elemento csmicc"
626 EL HURACAN
que del caos cre la vida. Por eso fue denominado
"el Soplo Vital",
"el Dios del Viento" pot excelencia,
"El de las Altas Plumas".
Amon fue tambin sincretizad.o con el dios Menu o Min, el dios
de la ternpestad y de la fecundacin, y asumi los atributos de
ste, conocindoselc por sus altas plumas de avestruz, por su brazo
derecho alzado y por su miebro genital erecto como signo de sus
poderes creadores.nn Vase una imagen de Nlenu, "el dios del bra-
zo alzado", como figura unpede y con sus brazos en sigma hie-
rtica (fig. 333).n5
El culto de Amen fue establecido en el osis de Khargah en
el siglo v (,l'. c.) por Daro; y en los das de Alejandro el Grande,
a quien los sacerdotes declararon hiio del dios, fue famoso el tem-
plo de Amen o de Zeus-Ammon,
el dios de cuerpo de sierpe, o
sea el unpede ofdico. De las sa-
gradas pictografas de Khargah
son las imgenes que reproduci-
mos (fig. 334), representando es-
cenas de adoracin a multitud de
imgenes de Amon-Min.a6 Los
ademanes rituales de las imge-
nes y de lc-,s creyentes son varios,
pero el ms frecuente de ellos es
el de los dos brazos puestos en
sigma angulosa. Todas las figuras
en tal postura llevan "las altas
plumas", con Ia corona atet si son dioses, y sin el disco solar si son
simples sacerdotes. El brazo derecho va siempre acodado hacia lo
alto, hasta un objeto en forma de ngulo con el vrtice hacia
arriba y de sentido desconocido; y el brazo izquierdo, doblado
hacia abajo, en posicin casi siempre marcadamente contrapuesta
aa
,AIan W, Shorter, An lntroduction to Egyptian Religon. Londres,
1931, p. 8.
a5
De un bajorrelieve de Fil. E. A. Wallis Budge, Osirs dnd the
Egyptian Resurrection Londes, 1911, ovl.
4
p.21. Una imagen de Min
o Menu como dios flico puede verse en la lmina I de la citada obrita
de Shorter.
ao
Wallis Budge, From Fetish to Cod, p. 169.
Frc. 333
LA DANZA DEL HURACAN 627
a la del derecho. Dos dc tales figuras con los brazos sigmoidales
son unpedes. Sin duda, ah tenemos un ademn hiertico de las
liturgias sacerdotales de Ios templos de Anrcn, "el
Dios-Viento"
por excelencia. Algunas veces Anzon, como Nl.in, con su brazo
izquierdo sujeta su falo, quedando acodado solamente el brazo
diestro. Esta postura equivaldra en una imagen femenina a la
de considerar el brazo derecho en alto y el izquierdo sobrc los
pechos nutricios o sobre el vientre creador.
Esa postura sigmoidea no fue exclusiva cle la iconografa reli-
giosa de Egipto. Se conoci tambin en la India. Vase si no la
Frc. 334
figura que de una bailadora indostnica trae en su artculo sobre
"Baile" la Enciclopedia Universal Ilustrada Espasa.
Una derivacin de dicho ademn religioso pudo ser quizs
el llamado "gesto
de adoracin" de los pueblos del Egeo. "(Jno
de los gestos de bendicin de los sacerdotes del pueblo egeo con-
sisti en colocar una de sus manos a la altura de la frentc, a menu-
do sobre los ojos, como para evitar un resplandor irresistible, y la
otra mano situada sobre el pecho para imitar o provocar cl gesto
divino de la fecundacin."
a7
Pero la interpretacin que cla Glotz a
esa postura ritual puede ser incierta y acaso el aden-rn tratara de
z
G. Glotz, LaCivilizationEgenne. Pars, p.309.
628
EL IIURACAN
figurar
la signra
de los dioses areos
o cerestiares.
De todos modos,
no es imposible que
"el
gesto
divino
. L fecundacin,,
e, el
Egeo prove.ga
de ,r.
orilirn.io
,mlotirmo
del viento
creador
atribudo
a dicha postura
en-sigma,
qr;
.r esqueuticamente
anro-
ga a la del cono indocubanol
Este ademn
hiertico
se encontr
tambin
en Grecia.
ya
Io hemos
visto v ar,dido
arterior*r,i.l
e". haracro
tambin
en
Ias pinturas
etruscas'
ofrecemos
"r'*rag.rcs
con cricho smboro
sacerdctal.
reforzado
por las picrnas
",,
ri.*r,,
.r. ;;.;;;; ( t'ii. lls
y )36).as Corresponden
L r._
produccin
de unas ceremonias
religiosas.
Todava
tenemos
otro im-
portante
dato acerca
del em-
pleo
de esa sigmoide
como ade-
mn de simbolismo
ritual
en
danzas religiosas
y precisamen_
te entre los indios antillanos
de
Ia poca de Ia conquista
por los
europeos.
Lo encontramos
en
la obra del P. Du Tertre. Refie-
re este historiador,
con relacin
a los indios de las Antillas fran_
cesas, que stos hacan fiestas
ceremoniales
en ocasin
de
de su vida,
como er nacimiento
u. ,Til,::':,
;;r1"rr:1rj$11trT;
vez el pelo,
el tatuaje
con dientes
d.
utr,
Ia construc"i,
d.
una casa, Ia plantacin
de un sembrado,
etc., es decir, eran ritos
"de
pasage",
ritos inaugurales
d. prffiaciOr.
n, .ffor-.r,
Ori mordiales
los baires
en crcuro,
"r'ror'.urr.r
r. airtingiirl'io,
"
Ias mujeres.ae
ll Ifov
en el Metropolitan
Museum
de Nueva
york.
ro
Anglera,
al descibir
.i"rtrr-".r.*i'ri",
qu. ros indios
descubiertos
por coln eiecutaban
oara impetrai
r-p.t...in
contra Ios huracanes,
dice que aqullos
en cietoi
dr^r J-;;;;",#il
ante un cemr, sentados
..en
crculo
a modo de teatro, como las *"rii.r'a"
un laberinio,,.
Esta for- malidad
ritual ea signifiailva.
Fc. ll5
LA DANZA DEL HURACAN 629
I)e estas danzas religiosas que contra los ciclones ejecutaban
los indios de Cuba deban ser las msicas que oy Alvar Nez
cabeza de Vaca una terrible noche de octubre del ao 1527, ,ric,-
tras en Ia villa de Trinidad se desataba un espantoso huracn.
"En
estas partes nunca otra cosa tan medrosa se vi", dice el
infortunado cabeza de vaca en su crnica. Por eso se sinti obli-
gado a narrar el suceso; "porque lo que all nos sucedi fue cosa
muy sealada",so y hasta hizo "una probanza de ello", tuyo testi-
monio envi a Su Majestad: "A
esta hora el agua y la tempestad
comenz a crecer tanto,
que no menos tormenta ha-
ba en el pueblo que en el
mar, porque todas las casas
y iglcsias se cayeron, y era
necesario que anduvise-
mos siete ocho hombrcs
abrazados unos con otros,
para podernos amparar que
el vicnto no nos llevase; y
andando entre los rboles,
no nlcnos temor tenamos
de ellos que de las casas,
porquc conro ellos tambin
caan, no nos matasen de-
bajo. En esta tempestad y
peligro anduvimos toda la
iroche, sin hallar parte ni lugar donde media hora pudisemos estar
seguros." Los dos navos de la expedicin se perdieron con toda su
gente. Andando despus por los montes, a un cuarto de legua del
mar hallaron "la barquilla de un navo puesta sobre unos rboles".
En Trinidad estuvieron "algunos das con mucho trabaio y necesi-
dad porque la provisin y mantenimiento que el pueblo tena se
perdieron y algunos ganados. La tierra qued tal que era gran lsti-
ma verla; cados los rboles, quemados los montes, todos sin hojas
to
Naufragios de Alvar Nez Cabeza de Yaca y Relacin de la
lor-
nada que hizo a la Florida con el Adelantado Pnfilo de Nanaez. Bibl.
de Aut. Espaoles. Madrid, 1877, vd. xxr, p.
518.
F rc. 336
630
EL HURACAN
ni yerba". Sin duda, esa pavorosa tempestad de la que fue testigo
aquel conquistador sin fortuna fu un tpico huracn de Cuba.
y
mientras el viento bufaa y sus ramalazos empavorecan a los
humanos, dice Alvar Nrez, "andando
esto omos toda la noche
especialmente desde el medio de ella, mucho estruendo y grande
ruido de voces, y gran sonido de cascabeles, y de flautas y tambo-
rines y otros instrumentos, que duraron hasta la maana, que la
tormenta ces". Los indios de Trinidad imploraban a su dios
airado, taiendo, cantando y bailndole en rueda tal como l haca
en los cielos.
Segn Du Tertre,
''las
mujeres danzan tambin en ronda, te-
niendo una mano sobre su cabeza y la otra sobre la nalga; y, sin
saltar ni marchar, remueven los pies de manera tan trabajosa que
hacen muy poco camino".5r
Este baile de carcter ritual debi de tener importancia rela-
cionada con el dios de las tempestades, el poderoso dios de los
cielos, pues Du Tertre en otro lugar alude a l cuando describe el
baile contra los eclipses.sz "Cuando
ocurre un eclipse de luna es-
tos salvajes imaginan q:ue Maboya se la est tragando; por lo cual
todos se pasan la noche bailando as los jvenes
como los viejos,
las muieres y los hombres, saltando los dos pies
iuntos,
una mano
sobre la cabeza y otra sobre Ia nalga; sin cantar, pero lanzando de
cuando en cuando gritos lgubres y espantosos."
"Los que cornienzan a bailar tienen que seguir hacindolo
hasta que rompe el da, sin que puedan cesar por causa alguna.
Sin embargo, una
joven
lleva en su mano una calabaza con pie-
drezuelas en su interior y agitndola trata de acordar su grosero
sonido con aquella algaraba. Esta danza es diferente de lai otras
que hacen cuando se emborrachan, puesto que sta procede de la
supersticin y las otras para divertirse."
De Ia somera descripcin de esos bailes pueden entresacarse
estos elementos caractersticos: se bailaba en crculo, como en las
colectivas danzas de la tempestad; se Jlevaba "una mano sobre la
cabeza y la otra sobre la nalga", o sea se adoptaba con los brazos
la posicin tpicamente sigmoidea, emblema llamativo del rerno-
51
Ob. ct., rt, pp. 388.
52
Ob. cit., rr, pp. )71.
LA DANZA DEL HURACAN 6'I
lino; se movan los pies "de manera trabajosa, sin saltar ni mar-
char" o tambin "saltando los dos pies juntos",
es decir, pisoteando
la tierra o frotndola a manera de un "escobilleo"
cono es comn
en los ritos de fertilidad agraria; se ponan los pies juntos y su
marcha era muy trabajosa, Io que indica que su postura era equi
valente a la unpede; y una joven sacudiendo una maraca imitaba
el sonido de Ia lluvia. Esto aparte, el rito no poda cesar por causa
alguna hasta que rompa el da; es decir, el canto y baile constituan
un encantamiento mgico que no deba interrumpirse hasta su
conclusin para que no perdiera su eficacia operante. Tal como
en Cuba se hace hoy da entre los negros brujos de procedencia
conga, los cuales entonan los montonos y reiterados estribillos
de strs encantamienos, hasta por horas seguidas, mieltras el "perro"
o ngueye est ejccutando su misin, a veces lejos del lugar dondc
resuena el canturreo.
En sntesis, era un rito de mgica mimesis operatoria para que
maboya o "la gran serpiente" de los vientos dejara a la luna y se
desahogara en aguaceros. Cada danzante personificaba al huracn
o al maboyd, con sus brazos en sigma simblico, con sus piernas
err una, con sus pies
juntos percutiendo la tierra y con sus gritos
lgubres y espantosos como rugidos del viento; mientras una
joven
acaso una virgen, sonaba su ritmo pluvfero para la fecundacin,
que era el ansiado desenlace de toda episdica presencia de Maboya.
La relacin de esta antillana danza litrgica de Mabuyo con eI
simbolismo del cono cubano nos parece sorprendente. Por est4s
conexiones alegricas, la imagen en sigma de los indocubanos sc
relaciona claramente con la Serpiente Emplumada y con e\ Un
pede de los indios continentales; es decir, con las figuraciones del
mito de lfuracn o del Dios de losYientos y de la Tempestad.
Acaso pueda pensarse gue esos indios conocidos por Du Ter-
tre tan'rbin relacionaban a Maboya con el Sgambato Ursco, que
dira Lehmann, o sea con la figura astronmica de la Osa Mat,or.
Indudablcmente, aqullos conocan esta constelacin, que figura
en la mitologa de todo el hemisferio boreal. Y segn Muller,53
"en la mitologa caribe la serpiente est unida a la estrella. Esta
13
Muller, pp. 210 y 221.
EI- IIURACAN
seala la poca de la vegetacin fuctfera, aqulla es signo de llu-
via y fecundacin."
Pero arn hailamos en cl mismo P. Du Tertre otro detalle de
la religin dc dichos indios que vieue a corroborar nuestras infe-
rencias, dando un nuevo rnotivo alegrico a la caracterstica acti-
ttrd signroidca de la personificacin de Huracn. Segrn Du Tertre,
los susodicl'ros indios "creen en Ia inmortalidad de las almas, pero
piensan que cada ser humano tiene tres: una en el corazn, otra
en la cabeza y otra en los brazos. La del corazn, que se mani-
fiesta en los latidos, va al cielo despus de la muerte,y all es feliz;
pero las de los brazos y de la cabeza, que se manifiestan por el pulso
y los nrovinientos de las arterias, se convierten en maboyas; es
decir, cn espritus malignos a los cuales ellos imputan todo lo que
les ocurre de siniestros y deshonesto".u' "Creen que hay maboyas
de uno y otro sexo, que se multiplican y que fueron seres humanos
como nosotros."
55
As, pues, los maboyas, los dioses malignos,
los dioses-serpientes que producen los huracanes, no son sino los
espritus de los muertos en sus expresiones de la cabeza y de los bra-
zos. Reduzcamos ahora estos elementos significativos del maboya
a una simple, a la ms sir-r'rple sntesis simblica y tendremos una
figura antropornorfa compuesta slo dela cabeza y los brazos, asien-
to de los espritrrs humancs quc tras de la muerte se convierten en
maboya. Si recordamos la posibilidad de que en alguna de las con-
sabidas inrgenes androcfalas pueda ser figurada una cabeza
cadavrica en vez de una cabeza viva, en ello tendremos otra con-
firmacin de la hiptesis propuesta. Pero este extremo no es nece-
sario. Sin duda, Ios indios cubanos con frecuencia representaban
los espritus de sus antepasados por medio de calaveras y figuras
esqueletizadas; pero no desdearon para las representaciones plsti
cas de sus entes mticos las imgenes biomorfas. Y una alegora de
Maboya o de Hurakn, a,tn cuando puede ser hecha por medio
de una calavera, representante de un muerto o sea de su espritu,
es, sin,duda, ms expresiva utilizando una cabeza "viva" que, unida
a la "vivacidad" dinn-rica de los brazos y las manos, puede sig-
54
Ob. cit., t. u, p. )72.
55
Ob. cit., tt, p. )69.
LA DANZA DEL HIIRACAN
nificar mejor toda la vitalidad csmica que segn los indios era la
esencia del grandioso meteoro.
Parece, pues, que podemos tener por asegurada la interpreta-
cin de las imgenes androsigmoideas de los indios cubanos como
una "actitud de baile"; pero no de un baile cualquiera e insigni
ficativo, sino precisamente de la danza del huracn.
Podr decirse que toda esta interpretacin es fantasa.
Claro
que s! Toda la danza y todos sus simbolismos eran mera fantasa
nritolgica, traducida en mera fantasa de conceptos alegricos y
en una mera fantasa de ademanes y pasos plsticos.
Qu
otra
cosa son los mitos sino las fantasas con las cuales la mente hu-
mana quiere llenar los espacios entre las realidades que le son
conocidas? Se dir que esta fantasa aqu expuesta no es la certera.
Venga, pues, otra ms segura a desplazarla, propuesta con ms
verdad y mejor forturra.
6\3

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