Melucci, Alberto - Acción Colectiva, Vida Cotidiana y Democracia

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ACCIN COLECTIVA, VIDA COTIDIANA Y DEMOCRACIA

Alberto Melucci.
El Colegio de Mxico, 1999.

















CAPITULO I
Teora de la Accin Colectica
Las teoras de los movimientos sociales
La reflexin terica sobre los movimientos sociales es mucho ms pobre que la de los actores polticos. En las sociedades
contemporneas la multiplicacin de nuevas formas de accin colectiva ha propuesto dramticamente estas carencias de
la teora, haciendo necesario un balance crtico y la bsqueda de nuevos instrumentos de anlisis.
El impasse de la teora puede ser ejemplificado refirindose a dos tradiciones tericas que se han ocupado de manera
diversa de la accin colectiva: el marxismo y la sociologa estadounidense de inspiracin funcionalista. El sistema
capitalista, ha buscado definir las condiciones para una transformacin revolucionaria. Sin embargo, lo ha hecho ignorando
los procesos de formacin de las acciones colectivas, la completa articulacin interna de los movimientos y la multiplicidad
de posibles transformaciones de una protesta inmediata a un movimiento de clase. Esta tendencia ha sido acentuada por la
elevacin del leninismo a un canon general para cada accin de clase. El partido, como organizacin rgida de
revolucionarios de profesin, ha sido el instrumento privilegiado, y la conquista del aparato estatal su objetivo prioritario.
Cuando ms tarde el partido se convierte en Estado, es fcil considerar, por definicin, el nuevo poder como intrprete
directo y transparente de todas las demandas colectivas.
Las condiciones para un orden total estn ya listas. El xito estalinista no es necesariamente la consecuencia del leninismo
aunque desarrolla algunas premisas. La ambigedad epistemolgica del marxismo clsico pone hoy en primer plano la
necesidad de una reflexin propiamente sociolgica sobre la accin colectiva. Esta ambigedad se puede sintetizar de la
siguiente manera. Cuando el marxismo se presenta como anlisis cientfico del modo de produccin capitalista y adelanta
previsiones sobre su desarrollo, exhibe, cuando mucho, una teora de la crisis y del tendencial agotamiento de la economa
capitalista, pero no propone una teora poltica de la revolucin. Cuando, por el contrario, el marxismo quiere ser una
teora de la revolucin proletaria, se encuentra sin instrumentos analticos para sealar al sujeto y los instrumentos
polticos de la accin revolucionaria. El marxismo clsico no va mucho ms all de una connotacin econmica (no poltica


ni sociolgica) de una clase explotada, productora de plusvala como potencial agente colectivo de la revolucin. Ni va
mucho ms all de la indicacin de la dictadura del proletariado como forma poltica de poder revolucionario, un poder
destinado, por otra parte, a agotarse rpidamente, gracias a la prevista extincin del Estado (Zolo, 1974 y Colletti, 1974).
Por otro lado, en la sociologa estadounidense que, al menos hasta el inicio de los aos sesenta, haba sido hegemnica en
las ciencias sociales, el anlisis de los movimientos pas por medio de los estudios del comportamiento colectivo, esto es,
de fenmenos que van del pnico a las modas; del comportamiento de las multitudes hasta los movimientos
revolucionarios. En el contenido de esta tradicin el anlisis se enriqueci con numerosas investigaciones sobre
movimientos sociales concretos de diferentes episodios de comportamiento colectivo, y sobre generalidades empricas de
varias formas de accin. Este abundante material, junto con el trabajo de los historiadores, constituye la nica base
emprica consistente a la cual nos podemos referir hasta los aos sesenta para un anlisis de los movimientos. Los estudios
sobre el comportamiento colectivo son pues, por una parte, un punto de referencia obligado y, por otra, una desilusin.
Esta aproximacin, en efecto, asume las creencias de los actores como clave de explicacin de las conductas colectivas y
acomoda, en el interior de la mnima categora de comportamiento colectivo, los comportamientos ocasionales de una
multitud y de una revolucin poltica. La diferencia est solamente en el nivel y la amplitud de las creencias colectivas que
se encuentran en la base de las acciones. La accin colectiva es siempre el fruto de una tensin que disturba el equilibrio
del sistema social. La tensin produce creencias generalizadas que movilizan a la accin y buscan restablecer el equilibrio
del sistema. En la accin colectiva no hay ningn significado que haga referencia al modo en el cual los recursos son
producidos y apropiados. Esta accin es slo una reaccin de asentamiento de los mecanismos funcionales de un sistema, y
las conductas colectivas se vuelven fenmenos emocionales debidos al mal funcionamiento de la integracin social. Hoy en
da el problema fundamental de una sociologa de la accin colectiva es el de ligar las conductas conflictivas a la estructura
de la sociedad sin renunciar, al mismo tiempo, a explicar cmo se forman y cmo se manifiestan en concreto nuevas
creencias y nuevas identidades colectivas.




Los aportes sociolgicos clsicos
La referencia de Weber y de Durkheim a los movimientos sociales es slo indirecta, a pesar de que estos autores plantean
problemas tericos de gran importancia. Es prioritario sealar en Weber la distincin entre carisma y estructura
burocrtica en la contraposicin entre relaciones sociales con una estructura regulada por un sistema racional de normas, y
relaciones donde prevalece el impulso emocional, la ruptura de las reglas cotidianas y la identificacin afectiva con la
accin. Durkheim nos habla de estados de gran densidad moral, de momentos de entusiasmo colectivo en los cuales el
individuo se identifica con la sociedad y se eleva a un nivel superior de vida adhirindose a ideales generales. Es en estos
momentos cuando se dan las grandes transformaciones sociales (Weber, 1968 y Durkheim, 1963).
Los autores que se ocupan ms directamente del comportamiento colectivo, en el sentido retomado ms tarde por la
sociologa estadounidense, pertenecen a aquel filn del pensamiento conservador europeo que, hacia finales del siglo XIX,
se ocup de la multitud. En el momento en el cual el empuje del movimiento obrero y de sus primeras organizaciones de
masa se vuelve ms amenazante para el orden burgus, los anlisis de Le Bon y de Tarde proponen una imagen irracional y
catica de la multitud. En ellos la capacidad individual y la racionalidad de los individuos son sojuzgadas por la sugestin
colectiva: las caractersticas de la psicologa de la multitud son la credulidad, la exasperacin de las emociones y la
tendencia a la imitacin. Las multitudes son, pues, manipuladas por minoras de agitadores y se manifiestan en forma
irracional y violenta bajo la influencia de la sugestin (Le Bon 1895 y 1912 y Tarde 1890 y 1901). Esta veta negativa del
pensamiento burgus encuentra, en los aos inmediatamente sucesivos, una confirmacin en la obra de Freud, que le da
una interpretacin en clave de psicologa del profundo. La accin colectiva responde a las necesidades primarias
inconscientes y la identificacin con el lder es lo que le permite existir a un grupo: la relacin madura y real de los objetos
se sustituye en las masas con el proceso regresivo de identificacin, en el cual el lder se convierte en super-yo y atomiza la
dinmica colectiva (Freud, 1921).
En la misma lnea reductiva se puede situar igualmente la obra de Ortega y Gasset quien, en el momento en el que se
afirmaban los grandes aparatos totalitarios, habla de la irrupcin histrica de las masas privadas de identidad, incapaces de
responsabilidad colectiva y disponibles a la manipulacin por parte de los jefes (Ortega y Gasset, 1979).


Respecto a esta tradicin, la sociologa estadounidense del comportamiento colectivo contiene elementos de conformidad,
pero tambin de ruptura. La escuela de Chicago, en los aos veinte, puso las bases de una serie de estudios e
investigaciones que delineaban, progresivamente, un campo especfico del anlisis sociolgico. La obra de Robert Park
puso la base de apoyo a una reflexin sobre el comportamiento colectivo, la cual tiene una continuidad en la sociologa
estadounidense que llega hasta los autores contemporneos. Para Park el comportamiento colectivo no es una realidad
patolgica, sino un componente fundamental del normal funcionamiento de la sociedad, adems de un factor decisivo
para el cambio. De aqu que exista una continuidad entre comportamiento colectivo y las formas normales,
institucionalizadas, de la accin social. El comportamiento colectivo representa una situacin no estructurada, esto es, no
plenamente controlada, de las normas que rigen el orden social. Pero precisamente por esto es importante, porque es un
factor de transformacin y est en grado de crear nuevas normas.
La tradicin sociolgica individualiza as, un rea de conductas caracterizadas por connotaciones especficas no reducibles
al funcionamiento institucionalizado de la sociedad. La identificacin de estas conductas con la irracionalidad de la
sugestin, cede progresivamente el puesto a un reconocimiento de la continuidad entre integracin y conflicto, entre
orden e innovacin. Las conductas colectivas son analizadas tambin por una teora de la estructura social que da razn,
con los mismos instrumentos, a los comportamientos cotidianos e institucionalizados.


La aproximacin funcionalista
La teora funcionalista, en sus autores clsicos, no se ocupa explcitamente del tema de los movimientos sociales; es slo
con Smelser en los aos sesenta, que se propone una teora general del comportamiento colectivo. En la obra de Parsons
no existe un tratamiento especfico y sistemtico de la accin colectiva, aunque se pueden obtener algunas implicaciones
importantes de su teora. Parsons no distingue entre comportamientos desviados, como la criminalidad, las acciones
conflictivas, y la protesta poltica de un movimiento revolucionario. Las conductas desviadas son todas aquellas que
infringen las normas institucionalizadas y testimonian un desequilibrio en los procesos de integracin. La desviacin es el
sntoma de una patologa en la institucionalizacin de las normas, la seal de que las normas no han sido interiorizadas


adecuadamente. Es verdad que los modelos normativos de una sociedad no estn jams plenamente integrados, que un
sistema social contiene tambin valores incoherentes y contradictorios: esta situacin puede incluso estar en la base de
una desviacin legitimada e institucionalizada. Pero aquello que importa es que las conductas colectivas derivan siempre
de una situacin de desequilibrio y de escasa funcionalidad en los procesos de integracin del sistema social. (Parsons,
1951, cap. 7).
Merton, el otro gran terico funcionalista, a pesar de moverse en el mbito de una definicin funcional del sistema social,
est ms atento a todos los procesos mediante los cuales una sociedad no logra realizar una plena integracin. Su anlisis
de la anoma es un ejemplo clsico de los procesos en que ha faltado la interiorizacin de las normas. Merton distingue
entre el comportamiento desviado y el inconforme. El primero opera contra las normas en vista de desventajas personales,
pero no pone en discusin su legitimidad, acepta los fines, pero no rechaza los medios institucionales para alcanzarlos. El
inconforme quiere, en vez de ello, cambiar las normas del grupo, sustituir valores y normas que considera ilegtimas por
unas nuevas fundadas sobre una legitimacin alternativa. As pues, el comportamiento inconforme ataca la estructura
misma de los fines, pero no rechaza los medios institucionales para alcanzarlos (Merton, 1966).
La distincin de Merton supero, aun quedando en una perspectiva funcionalista, las implicaciones ideolgicas de la obra de
Parsons. Sin retomar necesariamente la terminologa mertoniana se debe subrayar la importancia del problema sealado.
La accin colectiva no puede ser reducida a pura disfuncin del sistema social (como hace siempre la ideologa de la clase
dominante). Es necesario distinguir entre los procesos colectivos que son el resultado de la disgregacin del sistema, y los
procesos que tienden a una transformacin de las bases estructurales del sistema mismo.
Con Smelser (1963) los fundamentos de la teora funcionalista encuentran una aplicacin sistemtica al tema del
comportamiento colectivo. Este es una movilizacin sobre la base de una creencia que no define la accin social
(Smelser, 1963:72). Para Smelser esa es la respuesta a algunos factores de disturbio (strain: tensin) en uno de los
componentes de la accin social que forman una jerarqua de rangos. Tales componentes son los valores, las normas, es
decir, el sistema de reglas que traduce los valores en comportamientos: la movilizacin de las motivaciones, esto es, la
capacidad de motivar a los individuos a asumir conductas reguladas normativamente; los recursos, o sea, el sistema de
medios que permiten u obstaculizan el logro de los objetivos de la accin. Cada componente a su vez se estructura al


interior segn siete sectores, que no viene al caso especificar aqu, que indican el modo mediante el cual los componentes
de la accin social pasan de los contenidos ms generales hasta la organizacin concreta de la vida de los individuos. De
esta forma, se pasa de los valores globales de una sociedad hasta los que legitiman los roles dentro de una organizacin; de
los criterios generales de conformidad y de deformidad respecto a los valores, se llega hasta las normas que regulan la
coordinacin en una organizacin y hasta los programas concretos de actividad singular; de las motivaciones ms amplias
de la accin social se llega hasta la capacidad de asumir papeles y tareas especficas dentro de una organizacin; en fin, de
los presupuestos del conocimiento cientfico se llega hasta las tcnicas y los recursos utilizados por una organizacin
concreta.
La tensin es una disfuncin, un desequilibrio que interviene en un componente de la accin (y en un rango especfico de
este componente). Cada tensin desorganiza todos los componentes jerrquicamente inferiores. La tensin crea una
situacin de confusin y de incertidumbre en el punto en que se verifica y en todos aquellos que dependen de l. En el
caso de los recursos, la tensin manifiesta como una incertidumbre sobre los medios por utilizar respecto a ciertos
objetivos. Ya no se sabe si los medios disponibles son eficaces respecto a los objetivos. En el caso de las motivaciones se
verifican tensiones que atacan la capacidad de asumir un papel; por ejemplo, los desequilibrios entre prestaciones y
recompensas, o una injusta distribucin de las ltimas, ponen en crisis los procesos acostumbrados de movilizacin de las
motivaciones. Cuando se refieren a las normas, las tensiones se manifiestan en los conflictos entre los papeles:
discrepancia en las reglas ejecutivas, contradicciones en las normas generales de la organizacin entre los diversos sectores
de la sociedad. Por lo que respecta a los valores, se pueden verificar conflictos entre los personales, los del grupo o los de
sectores enteros de la sociedad.
El comportamiento colectivo tiende a reestructuras el componente perturbado por la tensin, eliminando la incertidumbre
que la caracteriza. Esto se produce mediante una creencia generalizada que moviliza la accin hacia componentes ms
generales, que aquella sometida a la tensin, y en tal modo tiende a restablecer el equilibrio. La creencia generalizada
dirige la atencin colectiva hacia lo alto y pone atencin en la energa sobre los componentes de las acciones ms elevadas
que aquella directamente afectada. La solucin del problema no se deja a los procesos sociales normales del nivel en
cuestionamiento, que estn ya institucionalizados; en vez de ello se verifica un corto circuito, casi mgico, que ve la


solucin en un nexo instantneo y resolutivo entre los componentes ms generales de la accin y el rango especfico en
tensin.
Las creencias generalizadas son de cinto tipos y se refieren a los diversos componentes de la accin. Para el componente
de recursos existe una creencia histrica, que permite salir de la incertidumbre mediante la atribucin de un poder
destructivo a un elemento de por s ambiguo. La creencia histrica es la base del pnico. Se trata, en efecto, de un
comportamiento colectivo que responde a una tensin en el sector instrumental de la accin, mediante la identificacin de
fuerzas oscuras dotadas de poder destructivo. Una falla en las tcnicas y los procesos instrumentales, crea una
incertidumbre sobre la eficacia de los medios. El pnico es una forma de salida de la incertidumbre por medio del fantasma
de un poder destructivo generalizado. Otra creencia, ligara siempre al componente de los recursos, es la creencia de la
satisfaccin que, al contrario de la precedente, identifica poderes generales positivos capaces de anular la amenaza y la
incertidumbre. Los boom, las modas, los crazes (manas colectivas), son formas de comportamiento colectivo de este tipo.
La creencia hostil es aquella que reestructura el componente de movilizacin de las motivaciones. En este caso, se cree
que se pueden eliminar la incertidumbre y la tensin mediante la agresin y la bsqueda de un chivo expiatorio. Esta
creencia se encuentra en la base de tumultos y movimientos violentos de carcter agresivo. El componente de las normas
est reestructurado por una creencia orientada a la norma: el desequilibrio experimentado da lugar a un comportamiento
colectivo que tiende a modificar las normas y que se encuentra en el fondo de todos los movimientos reformistas.
Finalmente, la creencia orientada a los valores tiende a reestructurar este componente mediante un cambio de valores. Los
movimientos revolucionarios se fundamentan sobre una creencia de este tipo.
Smelser indica despus una serie de determinantes del comportamiento colectivo que operan segn el esquema del valor
agregado. Cada determinante opera en un campo delimitado agregando su propio valor especfico. Cada determinante
es por lo tanto una condicin necesaria, aunque no suficiente para que se verifique un episodio de comportamiento
colectivo. La primera condicin es la propensin estructural, es decir, la existencia de los recursos y de las condiciones
estructurales para que cierta accin pueda verificarse. Se genera despus la tensin, es decir la disfuncin o desequilibrio
de un componente de la accin. La tercera condicin implica la afirmacin de una creencia generalizada, que tiende a ver la
amenaza como algo inminente debido a la obra de fuerzas extraordinarias. La creencia generalizada implica tambin una


representacin de las consecuencias excepcionales que resultan de la accin colectiva. La cuarta condicin es la
movilizacin de los individuos para la accin en nombre de la creencia generalizada. Una ltima determinante est
constituida por el control social que opera en realidad como una contra determinante: sta puede actuar de manera
preventiva o bien intervenir despus de que el episodio de comportamiento colectivo se ha verificado. El comportamiento
colectivo es pues, el resultado de este conjunto de determinantes, cada una de las cuales agrega sus propias condiciones
a aquellas fijadas por las precedentes.
En sntesis, podemos decir que la propuesta de Smelser individualiza las siguientes caractersticas del comportamiento
colectivo: a) capacidad de reestructuracin de la accin social; b) presencia de una creencia generalizada con
caractersticas afines a las creencias mgicas, que se refiere a la existencia de fuerzas extraordinarias que operan en la
situacin y a la posibilidad de resultados extraordinarios de la accin colectiva; c) carcter no institucionalizado de las
conductas, y d) necesidad de una serie articulada de determinantes para su activacin. Con Smelser el comportamiento
colectivo se convierte en una categora definida en el plano analtico y no simplemente en una nocin tomada del sentido
comn referida, en modo alusivo, a fenmenos contiguos sobre el plano emprico. Este autor define el comportamiento
colectivo como un rango analtico general de la accin social y explica, mediante las mismas categoras, fenmenos que van
del pnico a las revoluciones. Aquello que cambia es solamente el rango de generalidad de los componentes atacados por
la tensin y por la reestructuracin del comportamiento colectivo. La investigacin de Smelser hace por primera vez
explcita la intencin de establecer un rango analtico comn para las diversas formas de comportamiento colectivo. La
exigencia confusa e implcita en la cual se movan los autores de la psicologa de multitudes, buscando en la
irracionalidad y en las pulsiones profundas la categora comn a muchas conductas, encuentra en Smelser una respuesta
sistemtica. La creencia generalizada es la categora analtica, a la luz de la cual es necesaria leer los diferentes
comportamientos colectivos.
Sin embargo, esta intencin general no parece estar ausente de contradicciones ni siquiera en el propio Smelser. El
comportamiento colectivo queda, a pesar de su construccin sistemtica, como una categora nica que mezcla y confunde
criterios analticos y generalizaciones empricas. Queda como un instrumento descriptivo que sirve para clasificar
diferentes conductas empricas que slo tienen en comn la genrica de colectivas. A pesar de admitir que el concepto


de creencia generalizada identifica a un nivel analtico significativo, me parece difcil, ms all de una perspectiva
fuertemente ideolgica, justificar tericamente la eleccin de tratar con los mismos instrumentos, fenmenos que van de
las modas a las revoluciones. El hecho de que haya dimensiones colectivas en ciertas conductas slo pone de relieve una
homogeneidad emprica que cae rpidamente cuando apenas se comienza a indagar sobre el significado colectivo de
diferentes fenmenos. Analticamente un movimiento revolucionario tiene poco en comn con un tumulto. Todo ello sin
contar que el modelo de Smelser atribuye todos los fenmenos de comportamiento colectivo, a una disfuncin en los
procesos institucionalizados de la vida social (siguiendo en esto los sealamientos de Parsons). De esta forma, la respuesta
adecuada a un desequilibrio del sistema adquiere el mismo significado que un conflicto que ataca, por ejemplo, el modo de
produccin y de apropiacin de los recursos. No hay continuidad cualitativa entre estos fenmenos, pero s diferente
amplitud de la disfuncin que los provoca. La disfuncin o tensin, a su vez, no puede originarse dentro del sistema y por
ello los enva, en ltima instancia, a una causa externa. Son los estmulos externos los que producen los desequilibrios en
un sistema social, la necesidad de restablecer el equilibrio provoca, a su vez, adems de las conductas institucionalizadas,
comportamientos anmalos que tienden a acelerar los procesos de reestructuracin. En esta lgica no hay espacio para
una capacidad conflictual que surja del interior del sistema, para una accin social que no sea una simple respuesta
respectiva a las disfunciones del sistema. El conflicto se eleva siempre al rango de efecto secundario de los procesos de
adaptacin. De estos presupuestos tericos deriva tambin la imposibilidad de introducir distinciones significativas entre
las varias formas de accin colectiva.

Las aproximaciones ms recientes.
Desde los aos sesenta, las reflexiones sobre la accin colectiva se han enriquecido de numerosos apuntes que han
contribuido a aclarar la naturaleza y las determinantes de los movimientos sociales.
Un primer acercamiento de investigacin tiene un fundamento psicosocial, y las numerosas teoras propuestas pueden
reducirse a la hiptesis de la frustracin-agresin (Davies, 1962, 1969 y 1971 y Gurr 1973). Una frustracin de las
expectativas colectivas se encontrara en la base de las formas de expresin de los movimientos sociales. Los modelos que
se refieren a esta hiptesis pueden ser sintetizados de la siguiente forma: a) hiptesis ascenso-cada: a un prolongado


perodo de desarrollo sigue una inversin de tendencia. La expectativas de mejoramiento continan creciendo y se
encuentran con una imprevista frustracin que d lugar a una respuesta colectiva de tipo agresivo; b) hiptesis de las
expectativas crecientes: la capacidad de satisfaccin de las necesidades crece menos que sus expectativas. La diferencia
entre las dos curvas aumenta hasta llegar a ser intolerable, dando lugar a episodios de revuelta y de violencia colectiva; c)
hiptesis de la privacin relativa: la expectativa de satisfaccin de las necesidades est conmesurada por el nivel logrado
por un grupo de referencia. Cuando la realizacin de las expectativas es inferior a la satisfaccin, es sobre la base de un
grupo de referencia que tiene una privacin y por ello una disponibilidad a la accin conflictual; d) hiptesis de la movilidad
descendente; un grupo experimenta una cada de estatus cuando constata que otro grupo, que antes se encontraba en una
posicin inferior, ha reducido la diferencia. Esta situacin provoca frustracin y crea las condiciones para una movilizacin
colectiva que a menudo puede asumir contenidos reaccionarios y e) hiptesis de la incongruencia de estatus: entre los
componentes del estatus (renta, prestigio, poder) existe un divorcio, y en el proceso de movilidad una dimensin queda
atrs respecto a las otras. Aun en este caso se verifica una situacin de frustracin que se encuentra en los orgenes de
formas de rebelin colectiva.
Todas estas teoras nos conducen nuevamente, como se ha dicho, en ltima instancia, al nexo frustracin-agresin; pero
ello resulta en un presupuesto no verificado, en el caso de los movimientos sociales, si no se precisan las condiciones que
hacen posible la accin colectiva. Discutir en el segundo captulo la relacin frustracin-agresin (Melucci, 1976:34-38)
mostrando cmo, slo dentro de una teora de la accin, las aproximaciones psicosociales pueden recibir fundamento. Sin
la existencia de una identidad, sin la identificacin de un adversario o de un campo del conflicto, no se puede sostener que
la agresin sea la respuesta necesaria a la frustracin experimentada.
Otra veta de investigacin se puede definir sintticamente como la de la movilizacin de recursos (Coleman, 1966; Gamson
1968; Stinchcombe, 1968 y Oberschall, 1973). Se trata, en trminos generales, de un anlisis de la accin social como
creacin, consumo, intercambio, transferencia o redistribucin de recursos entre grupos y sectores de una sociedad. La
idea fundamental de recursos entre grupos y sectores de una sociedad. La idea fundamental de recurso es entendida como
cualquier bien o valor (material o no), reconocido como tal por uno o ms grupos de la sociedad. Los conflictos colectivos
vienen analizados, en esta perspectiva, como formas de lucha por el control de los recursos: la movilizacin de un grupo es


un modo de recoger y de invertir recursos con vista a ciertos fines. Cada grupo calcula costos y beneficios ligados a diversas
opciones de accin. La participacin o el liderazgo en un movimiento social pueden ser analizados como formas de
distribucin de los recursos, mediante los cuales los diferentes actores calculan costos y beneficios, buscando obtener la
mxima ventaja en el cambio. Las mismas formas de control social pueden ser analizadas en trminos de distribucin de
los recursos (por ejemplo, la eleccin entre reforma o represin implica un clculo de prdidas y ventajas) Esta perspectiva
de anlisis permite una desagregacin puntual de la estructura interna de un movimiento social, mucho ms all de la
imagen unificadora de la ideologa. Los procesos de cambio internos y las relaciones con el ambiente hacen del movimiento
una realidad articulada y compuesta, tejida de mltiples redes de pertenencia. Un movimiento no es una estructura
homognea guiada por la voluntad de un jefe o por el rigor de una disciplina ideolgica; el cambio de recursos, el clculo
de las recompensas o de las sanciones, dividen y reagrupan la realidad colectiva de acuerdo con lneas complejas.
Reflexionar sobre la movilizacin de los recursos en el siguiente captulo.
Las aproximaciones que tienden a ligar la accin colectiva con el sistema poltico estn relacionadas con la teora de la
movilizacin, pero se diferencian parcialmente de sta. En sus primeras obras Tilly (1969, 1970 y 1975) afirma que la
violencia colectiva es un fenmeno que se verifica cuando los grupos sociales entran o salen del sistema poltico, cuando
estn adquiriendo o perdiendo posiciones en una lucha por el poder. Cada sistema poltico tiende a mantener sus lmites y
a fijar criterios de pertenencia para sus miembros. De aqu la necesidad de someterse continuamente a verificaciones de
pertenencia y de resistencia, sea de aceptar la presencia de nuevos miembros, sea de ceder las posiciones conquistadas.
De este modo, la violencia colectiva se manifiesta cada vez que existe un empuje de grupos excluidos que intentan entrar
en el sistema poltico o bien cuando grupos ya representados no quieren perder los privilegios que gozan. En el anlisis Tilly
hace referencia al sistema poltico, pero no aclara que en los procesos tomados en consideracin, las relaciones sociales
dominantes marcan los lmites de la participacin poltica que controlan el rango de las variaciones dentro del sistema
poltico. Discutir este punto con ms detalle en la siguiente seccin de este captulo dedicado a la relacin entre
movimiento y cambio.



EL FIN DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES?
Despus de los aos setenta: una revaluacin terica
En los ltimos treinta aos surgieron nuevas formas de accin colectiva en reas que anteriormente no haban sido tocadas
por los conflictos sociales. En la dcada de los setenta, la crisis de las estructuras polticas y conceptuales frente a estos
nuevos fenmenos fue evidente, impulsando una ampliacin del conocimiento emprico y una redefinicin de las
categoras analticas. La observacin de las sociedades complejas contemporneas sugiere que:
1. Las nuevas formas de agregacin social poseen una naturaleza permanente y no coyuntural. Ellas coexisten con otras
categoras ms consolidadas (como las clases, los grupos de inters y las asociaciones) y, aunque varen en sus formas
empricas, son un componente estable e irreversible de los sistemas sociales contemporneos.
2. Una funcin de socializacin y de participacin inmersa se llena de estas nuevas formas de solidaridad conflictual,
que abren novedosos canales para el agrupamiento y la seleccin de lites. Los medios tradicionales de socializacin
poltica, de innovacin cultural y de modernizacin institucional, en consecuencia, se redefinieron.
3. El control de la complejidad, tiene que ver cada vez ms con la relacin entre sistemas institucionales de representacin,
de toma de decisiones y de nuevas formas de accin. Estas no son fcilmente adaptables a los canales existentes de
participacin y a las formas tradicionales de organizacin poltica. Adems de eso, sus resultados son difciles de prever y
eso aumenta el ya de por s alto grado de incertidumbre en estos sistemas.
As, una discusin de la estructura terica de anlisis no es slo un ejercicio preliminar, sino una condicin para un
entendimiento satisfactorio de los movimientos contemporneos.
Hoy, el momento parece adecuado para una revaluacin de la contribucin terica de los aos setenta en el rea de los
movimientos sociales. El legado de la filosofa de la historia fue reconocido, durante muchos aos, en cierto dualismo. La
accin colectiva se trataba como un efecto de crisis estructurales, como contra contradicciones, o como una expresin de
creencias y orientaciones compartidas. Estos puntos de vista impidieron la consideracin de la accin como un sistema de
relaciones. Los aos setenta volvieron posible una resolucin de este dilema terico.
Una primera dualidad fue formulada en trminos de aislamiento/solidaridad (Tilly, 1975 y Usee, 1980): La primera
aproximacin (representada por teoras del comportamiento colectivo y de la sociedad de masas ) (Smelser, 1963 y


Kornhauser, 1959) considera la accin colectiva como un resultado de la crisis econmica y de la desintegracin social,
particularmente entre los desamparados. La ltima considera los movimientos sociales como una expresin de intereses
compartidos dentro de una situacin estructural comn (especialmente una condicin de clase, como en todas las
aproximaciones derivadas del marxismo). Las teoras del aislamiento descuidaron la dimensin del conflicto dentro de la
accin colectiva y la redujeron a la reaccin patolgica y a la marginalidad. Los modelos de solidaridad fueron incapaces de
explicar la transicin de las condiciones sociales hacia la accin colectiva. La dificultad terica del marxismo clsico (la
transicin de la condicin de clase a la conciencia de clase) todava existe y no se puede resolver sin tomar en
consideracin cmo se forma y mantiene un actor colectivo.
Otra realidad puede observarse en trminos de estructura/motivacin (Webb, 1983), esto es, la accin colectiva vista como
producto de la lgica del sistema, o como resultado de creencias personales. El nfasis estaba, por un lado, en el contexto
socioeconmico y, por el otro, en el papel de la ideologa y de los valores.
Durante los aos setenta algunas teoras rebasaron las alternativas aislamiento/solidaridad o estructura/motivacin. En
Europa autores como Touraine (1973, 1978) o Habermas (1976) basaron sus anlisis en un acercamiento estructural
sistmico que atribua a las nuevas formas de conflicto y a la formacin de nuevos actores (ms all de las luchas
tradicionales en la fuerza de trabajo) los cambios en el capitalismo posindustrial. Algunos tericos estadounidenses
intentaron explicar cmo se constituye un movimiento, cmo sobrevive en el tiempo y en relacin con sus contextos, esto
es, en trminos de movilizacin de recursos (McCarthy y Zald, 1973, 1977; Gamson, 1975; Oberschall, 1973, y Tilly, 1978).
En mi opinin, siguiendo de cerca las teoras de los aos setenta, los movimientos deben examinarse, no a la luz de las
apariencias o de la retrica, sino como sistemas de accin. Una herencia de los aos setenta es lo que llamara un
paradigma escptico de los movimientos sociales, es decir, que no se comprende la accin colectiva como una cosa y
no se valoriza enteramente lo que los movimientos dicen de s mismos; se trata de descubrir el sistema de relaciones
internas y externas que constituye la accin.
Asimismo, las teoras de los aos setenta dejan dos problemas sin resolver. Por un lado, las teoras estructurales basadas
en el anlisis de sistemas explican por qu pero no cmo un movimiento se establece y mantiene su estructura, es decir,
apenas proponen hiptesis acerca del conflicto potencial sin considerar la accin colectiva concreta y los actores. Por otro


lado, aquellos investigadores que trabajan con un modelo de movilizacin de recursos ven esta accin como mero dato y
no pueden examinar su significado y orientacin. En ese caso explican el cmo pero no el por qu. Los dos puntos de vista
no son irreconciliables. Cada uno de ellos es legtimo en sus lmites, pero ambos, desgraciadamente, con frecuencia y tal
vez implcitamente, se toman como una explicacin global. Por lo tanto, el anlisis se concentrara ms en las relaciones
sistmicas que en la simple lgica de los actores. Pero al mismo tiempo, la accin no puede analizarse solamente dentro de
las contradicciones estructurales. La accin tiene que considerarse como una interaccin de objetivos, recursos y
obstculos; como una orientacin intencional que se establece dentro de un sistema de oportunidades y coerciones. Los
movimientos son sistemas de accin que operan en un campo sistmico de posibilidades y lmites. Esta es el motivo por el
que la organizacin se convierte en un punto clave de observacin, un nivel analtico a menudo subestimado o reducido a
estructuras formales. El modo en que los movimientos definen su accin es el nexo concreto entre orientaciones y
oportunidades/constricciones sistmicas.
Los movimientos son construcciones sociales. Ms que una consecuencia de crisis o disfunciones, ms que una expresin
de creencias, la accin colectiva es construida gracias a una inversin organizativa. Aqu la organizacin no es una
caracterstica emprica, sino un nivel analtico. Mantener organizados a los individuos y movilizar recursos para la accin
significa distribuir valores, y fronteras establecidas por las relaciones sociales condicionan la accin, pero ni los recursos ni
las constricciones pueden ser activados al margen de la accin en s.
De tal manera, los movimientos sociales son sistemas de accin en el sentido de que cuentan con estructuras: la unidad y
continuidad de la accin no seran posibles sin la integracin e interdependencia de individuos y grupos, a pesar de la
desestructuracin aparente de estos fenmenos sociales. Pero los movimientos son sistemas de accin en el sentido de
que sus estructuras son construidas por objetivos, creencias, decisiones e intercambios, todos ellos operando en un campo
sistmico. Una identidad colectiva no es sino una definicin compartida del campo de oportunidades y constricciones
ofrecidas a la accin colectiva. compartida quiere decir construida y negociada mediante procesos continuos de
activacin de relaciones sociales que conectan a los actores (Pizzorno, 1977, 1983 y 1991 y Reynaud, 1982).
Considerar los movimientos como sistemas de accin, significa dejar de tratarlos como si fuesen simples fenmenos
empricos. Las formas empricas de accin colectiva son objetos de anlisis no significativos en s mismos. En la actualidad


se habla de un movimiento como una unidad a la que se le atribuyen objetivos, elecciones, intereses y decisiones. Pero
esta pretendida unidad es un resultado ms que un punto de partida; de lo contrario se debe asumir que existe al go as
como una voluntad profunda del movimiento, en lugar de considerarlo como un sistema de relaciones sociales. Una
accin colectiva no puede ser explicada sin tomar en cuenta cmo son movilizados los recursos internos y externos, cmo
las estructuras organizativas son erigidas y mantenidas, cmo las funciones de liderazgo son garantizadas. Lo que
empricamente se denomina un movimientos social es un sistema de accin que conecta orientaciones y propsitos
plurales. Una sola accin colectiva, adems, contiene diferentes tipos de comportamiento y, por tanto, el que convergen
en ella y que posiblemente tienen diferentes consecuencias. Slo separando los diferentes niveles analticos se puede
entender cmo se mantienen unido por una estructura organizativa; cmo una identidad colectiva es establecida
mediante un complejo sistema de negociaciones, intercambios y decisiones; cmo puede ocurrir la accin como resultado
de determinaciones sistmicas y de orientaciones de individuos y grupos.
La teora de los movimientos sociales necesita de un desplazamiento desde las generalizaciones empricas a las definiciones
analticas. El modo en que los actores constituyen su accin es la conexin concreta entre orientaciones y oportunidades y
coerciones sistmicas. Mi opinin personal es que en esa direccin el legado de dos dcadas se puede consolidar
creativamente mediante una concentracin en el anlisis del cmo, sin descuidar el porqu.

Sobrecarga poltica
Muchas contribuciones hoy asumen una aproximacin sistmica, orientada por la relacin, hacia la accin colectiva,
enfatizando ms las oportunidades y las coerciones que las orientaciones subjetivas o los factores meramente objetivos.
Este es el caso de los desarrollos en la aproximacin de la movilizacin de recursos (Garner y Zald, 1981) y de algunos
anlisis sobre protestas (Marsh, 1977; Tarrow, 1982 y 1983, y Webb, 1983). La protesta forma parte de un sistema de
relaciones que incluye respuestas del sistema poltico y la interaccin entre grupos de protesta y lites. El concepto de
estructura de oportunidad poltica (Tarrow) es relevante para el anlisis de la accin colectiva como un sistema y no slo
como una creencia o un conjunto de intereses objetivos. Kriesberg (1981 y 1982) se refiere a un paradigma de
interaccin mltiple que surge de los estudios recientes sobre los movimientos sociales. Estas contribuciones, como parte


de un rea intelectual ms amplia, son innovaciones importantes, particularmente cuando se comparan con los estudios
estadounidenses tradicionales, en donde los movimientos sociales son, con bastante frecuencia, reducidos a las creencias o
al comportamiento de masas.
Asimismo, abrieron el campo a las investigaciones posteriores. Por ejemplo, cuando Tarrow propone la hiptesis de una
conexin entre ciclos de protesta y ciclos de reforma, el autor sugiere que la protesta es una funcin fisiolgica estable
en sociedades complejas, ms que una manifestacin de patologa social (como en los puntos de vista ms tradicionales).
En segundo lugar, el anlisis de esta conexin puede proporcionar una base emprica para el punto de vista tradicional, que
es marxista en el origen, asociando al conflicto social con el cambio.
No obstante, las contribuciones antes mencionadas concentran en anlisis, ms en el mbito poltico que en la sociedad
civil. Los conflictos sociales se reducen a la protesta poltica y a ser vistos como parte de un sistema poltico. La
confrontacin con el sistema poltico y con el Estado es apenas un factor ms o menos importante en la accin colectiva. El
conflicto frecuentemente puede afectar el mismo modo de produccin o la vida cotidiana de las personas. Los
participantes en una accin colectiva no son motivados slo por lo que llamaramos una orientacin econmica,
calculando costos y beneficios. Ellos tambin estn buscando solidaridad e identidad (Pizzorno, 1983 y Melucci, 1982) que,
a diferencia de otros bienes, no son mensurables y no pueden calcularse. Esto es particularmente verdadero para los
movimientos de los aos ochenta. Ellos se concentran en las necesidades de autorrealizacin, pero no en una orientacin
poltica, porque responden a la lgica del sistema en el campo cultural y en la vida cotidiana de las personas.
En ambos lados del Atlntico, el inters en el acercamiento de la movilizacin de recursos y en las teoras de trueque
poltico (Pizzorno, 1977 y 1978) parece indicar un alejamiento de los paradigmas anteriores basados en los intereses de
clase o en los valores compartidos que han sido preponderantes hasta ahora. Se refleja tambin en el clima cultural
cambiante el problema de administrar la incertidumbre en sistemas complejos otorgan un papel central a las dimensiones
polticas de la accin. Pero este punto de vista exagera la funcin de la poltica, exactamente en un momento en que los
movimientos se desvan hacia un terreno no poltico. Aunque la relacin entre sistemas polticos y movimientos sociales
sea una perspectiva analtica difcil de evitar en sociedades complejas, es una perspectiva limitada. Los conflictos sociales
contemporneos no son slo polticos, ya que ellos afectan al sistema como un todo. La accin colectiva no se realiza slo


con el fin de intercambiar bienes en un mercado poltico, y tampoco todo objetivo puede calcularse. Los movimientos
contemporneos tambin poseen una orientacin antagnica que surge y altera la lgica de las sociedades complejas.
Pero estos diferentes puntos de vista no pueden compararse sin tener en claro a qu concepto de movimiento social se
est refiriendo uno.

Qu es un movimiento?
Como Tarrow apunt (Tarrow, 1983), el campo de los movimientos sociales es uno de los ms indefinibles que existen. Los
movimientos son difciles de definir conceptualmente y hay varias aproximaciones que son difciles de comparar. Los
diferentes autores tratan de aislar algunos aspectos empricos de los fenmenos colectivos, pero como cada quien acenta
distintos elementos, la comparacin de definiciones se complica. Desgraciadamente stas son ms definiciones empricas
que conceptos analticos.
Tarrow, mientras tanto, ayuda a esclarecer una distincin entre movimientos (como formas de opinin de masa),
organizaciones de protesta (como formas de organizaciones sociales) y actos de protesta (como formas de accin). Aunque
no es meramente descriptiva, evita la confusin entre los diferentes factores, pero no es suficiente. En lo que respecto a
los movimientos, Tarrow sigue la definicin de Tilly (1978) que es un buen ejemplo de una generalizacin emprica: un
movimiento social es un fenmeno de opinin de masa perjudicada, movilizada en contacto con las autoridades.
Semejante movimiento, admite Tarrow tambin, raramente acta de manera concertada y su existencia debe inferirse de
las actividades de organizaciones que lo reivindican (Tarrow, 1983 y 1985).
Pero cmo saber que existe un movimiento atrs de la protesta activa? Aparentemente es una presencia metafsica atrs
de la escena, que es ocupada por las organizaciones de protesta y por las protestas mismas. El acercamiento de la
movilizacin de recursos, asumiendo una definicin emprica, parece llamar movimiento social a toda accin poltica no
institucional. La palabra movimiento trae consigo el peligro de volverse sinnimo de todo lo que cambia en la sociedad.
El mismo concepto de protesta tiene dbiles bases analticas. Podra la protesta definirse como cualquier forma de
denuncia de un grupo perjudicado?, cmo una reaccin que transgrede las reglas establecidas?, cmo un
enfrentamiento con las autoridades?, o cmo todo lo anterior?


Estas proposiciones hacen evidente la misma falta de distincin entre una generalizacin emprica y una definicin
analtica. Cmo se distingue entre un tumulto antigubernamental de borrachos, una huelga sindical y una amplia
movilizacin contra la poltica nuclear? Todos pueden ser empricamente considerados como protestas, pero cada uno de
ellos tiene un significado y una orientacin significativamente diferente. La definicin de protesta como un
comportamiento de oposicin muestra los problemas de las generalizaciones empricas. Dicha definicin implica un
sistema de referencia, un conjunto de lmites o fronteras que se rompen. De hecho, aquellos que escriben sobre la protesta
implcitamente hacen referencia al sistema poltico. El nico sistema posible de referencia del enfrentamiento con las
autoridades y la accin colectiva simplemente se reduce a la accin poltica. Esta sobrecarga poltica, como ha se ha
destacado, es analticamente infundada, particularmente cuando se refiere a los movimientos contemporneos.
Es necesario cambiar las definiciones empricas a las analticas. Las lneas siguientes indicarn, sino una solucin
satisfactoria a este problema una direccin en que la investigacin podra avanzar (Melucci, 1980, 1982 y 1983).
La aproximacin actual a los movimientos sociales se basa en la suposicin de que los fenmenos empricos de accin
colectiva son un objeto de anlisis que es unificado y significativo en s mismo y que puede dar, casi directamente,
explicaciones satisfactorias sobre los orgenes y la orientacin de un movimiento, que es visto como un personaje que
acta en la escena histrica, como una unidad de conciencia y accin que est lejos de apartarse de la fragmentacin
actual y de la pluralidad de un movimiento social emprico. Los movimientos gastan gran parte de sus recursos tratando de
mantener su unidad y conseguir cierta homogeneidad en un campo social compuesto de varios elementos.
Al considerar un movimiento como un personaje, el anlisis ignora que la unidad es ms un resultado que un punto de
partida; por lo tanto, se debe asumir que hay una especie de espritu oculto del movimiento, en lugar de considerarlo
como un sistema de relaciones sociales. Una accin colectiva no puede explicarse sin tomar en cuenta cmo se movilizan
los recursos internos y externos, cmo se constituyen y se mantienen las estructuras organizacionales y cmo se garantizan
las funciones de liderazgo. Lo que se llama empricamente movimiento social es un sistema de accin que asocia
orientaciones y significados plurales. Una accin colectiva singular o un evento de protesta, adems de eso, contienen tipos
diferentes de comportamiento y los anlisis se ven obligados a romper su aparente unidad y a descubrir los diferentes
elementos que en ella convergen, teniendo en cuenta las diferentes consecuencias.



LA ACCION COLECTIVA COMO CONSTRUCCIN SOCIAL

Mi posicin cuestiona el ingenuo supuesto de que la accin colectiva es un dato y una unidad. El entendimiento ms
difundido sobre los movimientos sociales los considera como actores empricos unificados, dando por sentados sus valores,
intenciones y fines; as, la ideologa de los lderes o los atributos que les pone el observador se convierten en la verdadera
realidad del movimiento. La tarea del anlisis sociolgico debera ser cuestionar este dato, con el fin de indagar la unidad
emprica para descubrir la pluralidad de elementos analticos orientaciones, significados y relaciones- que convergen en el
mismo fenmeno.
Cualquier investigacin sobre la formacin del actor colectivo debera tener en cuenta su naturaleza diversa y compleja
como criterio fundamental. Lo que es empricamente referido como movimiento, y tratado por conveniencia para la
observacin y descripcin como una unidad, en realidad contiene una amplia gama de procesos sociales, actores y formas
de accin. El problema entonces, tanto para la poltica como para la teora, es comprender cmo y por qu se logran
conjuntar estos procesos. Para el resultado de la investigacin: saber qu yace detrs del movimiento emprico significa
identificar en su interior la gama de componentes y significados, e indagar los cambios con sus diversas posiciones y
orientaciones.

La accin colectiva como producto
En el enfoque que estoy proponiendo, la accin colectiva es considerada resultado de intenciones, recursos y lmites, con
una orientacin construida por medio de relaciones sociales dentro de un sistema de oportunidades y restricciones. Por lo
tanto, no puede ser entendida como el simple efecto de precondiciones estructurales, o de expresiones de valores y
creencias. Los individuos, actuando conjuntamente, construyen su accin mediante inversiones organizadas; esto es,
definen en trminos cognoscitivos, afectivos y relacionales para darle sentido al estar juntos y a los fines que persiguen.


Cada vez que observamos a un nmero de individuos actuando colectivamente nos confrontamos con lo que llamo un
sistema de accin multipolar. La accin colectiva no es un fenmeno emprico unitario, y la unidad, si existe, debera ser
abordada como un resultado, no como punto de partida, no como evidencia sino como hecho que debe ser explicado. Los
eventos en los que actan colectivamente los individuos combinan diferentes orientaciones, involucran mltiples actores e
implican un sistema de oportunidades y restricciones que moldean sus relaciones.
Los actores colectivos producen entonces la accin colectiva porque son capaces de definirse a s mismos y al campo de
su accin (relaciones con otros actores, disponibilidad de recursos, oportunidades y limitaciones). La definicin que
construye el actor no es lineal sino que es producida por interaccin y negociaciones, y algunas veces por diferentes
orientaciones opuestas. Los individuos crean un nosotros colectivo (ms o menos estable e integrado de acuerdo con el
tipo de accin), compartiendo y laboriosamente ajustando por lo menos tres calases de orientaciones: aquellas
relacionadas con los fines de la accin (el sentido que tiene la accin para el actor); aquellas vinculadas con los medios (las
posibilidades y lmites de la accin) y, finalmente aquellas referidas a las relaciones con el ambiente (el campo en el que
tiene lugar la accin).
As, el sistema de accin multipolar se organiza a lo largo de tres ejes (fines, medios y ambiente), a los cuales se puede ver
como un conjunto de vectores interdependientes en estado de mutua tensin. La forma organizada de la accin es la
manera mediante la cual el actor colectivo busca darle una aceptable y duradera unidad a ese sistema, que est
continuamente sujeto a tensiones. De hecho, la accin colectiva tiene que enfrentar mltiples y exigentes requisitos.
Nunca es la simple expresin de una intencin de propsito que se persigue, sino que se construye por medio de los
recursos disponibles a los actores y de acuerdo con las posibilidades y obstculos que provienen de determinado ambiente.
Fines, medios y ambiente continuamente generan posibilidades de tensin: los objetivos no se adecuan a los medios o
viceversa; el ambiente es pobre o rico en recursos importantes; los medios son ms o menos congruentes con el campo de
accin, etc. Continuamente existen tensiones aun dentro de cada eje, por ejemplo, en la definicin de los fines; entre los
objetivos de corto y largo plazos; en la seleccin de los medios, entre el uso de los recursos para tener eficacia y su uso
para consolidar; en las relaciones con el ambiente, entre equilibrio interno e intercambios externos etctera.


Los actores colectivos negocian y renegocian a lo largo del tiempo estos diferentes aspectos de su accin. Las funciones de
liderazgo y las formas organizativas representan intentos de dar un orden ms duradero y predecible a esas definiciones.
Cuando se observan fenmenos colectivos, generalmente la atencin se enfoca sobre los aspectos ms visibles de la accin
(acontecimientos, movilizaciones y actos de violencia); sin embargo, estos aspectos visibles son manifestaciones de un
proceso que opera en el campo analtico que acabo de delinear, y que normalmente es ignorado. Los eventos, las
movilizaciones, las expresiones de descontento o entusiasmo pueden ocurrir, y seguir ocurriendo, porque el actor colectivo
logra realizar cierta integracin entre esas orientaciones que he sealado. Estos factores de tipo coyuntural (por ejemplo,
oportunidades polticas, la presencia de agentes animadores, el grado de integracin, o la crisis del ambiente, etc.)
ciertamente contribuyen a la emergencia de fenmenos colectivos. Pero estos factores no podran operar sin la capacidad
del actor de percibirlos e integrarlos en un sistema de interaccin y negociacin de las orientaciones, respecto a los fines,
medios y ambiente de su accin.
Esta construccin social de lo colectivo est continuamente trabajando cuando se da una forma de accin colectiva; un
fracaso o ruptura de ese proceso hace imposible la accin. Me refiero al desenvolvimiento del proceso de construccin y
negociacin del significado de la accin colectiva, como identidad colectiva. El trmino identidad no da cuenta del
aspecto dinmico de este proceso, pero seala la necesidad de un grado de identificacin, que es precondicin para
cualquier clculo de ganancia y prdida. Sin la capacidad de identificacin, la injusticia no se podra percibir como tal, o no
se podran calcular los intercambios en la arena poltica. La accin colectiva como pluralidad
Si la accin es un producto, el mismo fenmeno emprico consiste en una pluralidad de dimensiones analticas.
Exclusivamente con fines metodolgicos voy a indicar a continuacin las lneas esenciales de mi propio recorrido terico.
En trminos fenomenolgicos, el carcter colectivo de un suceso se podra describir por la simple presencia de varios
individuos, quienes, en una continuidad de espacio y tiempo, muestran un comportamiento comn. Pero si se quiere ir
ms all de esta indiferenciada connotacin emprica, se deben introducir por lo menos tres distinciones analticas. Algunos
fenmenos colectivos implican solidaridad, esto es, la capacidad de los actores de reconocerse a s mismos y de ser
reconocidos como parte de una unidad social. Otros tienen el carcter de simple agregacin, esto es, se les puede reducir
al nivel del individuo sin que pierdan sus caractersticas morfolgicas, y estn orientados exclusivamente hacia el exterior,


ms que hacia el interior del grupo. En una huelga probablemente uno encuentre que prevalece la solidaridad, mientras
que el pnico est ms cerca del polo del comportamiento agregativo.
Algunos fenmenos colectivos implican la presencia de un conflicto, es decir, la oposicin entre dos (o ms) actores que
compiten por los mismos recursos a los que se les atribuye un valor. Otros, en cambio, emergen mediante el consenso de
los actores sobre las reglas y procedimientos para controlar y usar los recursos que se valoran. Probablemente una
demostracin antinuclear implique una orientacin conflictual, y ser diferente, en este sentido, de una entusiasta marcha
de aficionados al ftbol despus de un partido.
Algunos fenmenos colectivos transgreden los lmites de compatibilidad del sistema de relaciones sociales en el cual tiene
lugar la accin. Llamo lmites de compatibilidad al rango de variacin que puede tolerar un sistema sin que se modifique su
propia estructura. Otros son formas de adaptacin del orden en el que se sitan, dentro de los lmites de variacin
estructural del sistema de relaciones sociales. Ejemplos de esto ltimo son las disconformidades dentro de las empresas
por la distribucin de recompensas. Pero cuando una lucha se dirige a cambiar la estructura de la toma de decisiones, la
accin colectiva implica la redefinicin de las fronteras existentes en esa organizacin.
Ese conjunto de dimensiones analticas permite separar las diferentes orientaciones de la accin colectiva que se
encuentran en una variedad de combinaciones en el fenmeno emprico. En un mismo caso emprico es posible hallar
competencia regulada de intereses respetando los lmites de determinado orden social; orientaciones de la accin que
exti4enden el conflicto ms all de los lmites de compatibilidad del sistema; comportamientos colectivos que son la suma
de fines individuales atomizados (como en algunos comportamientos de masa); comportamientos desviados que
transgreden las reglas compartidas aunque sin implicar un conflicto.
De los objetos empricos a las construcciones analticas
Un movimiento emprico es siempre un sistema integrado de accin en el que convergen, de manera ms o menos estable,
muy diferentes significados, fines, formas de solidaridad y organizacin. El trmino movimientos en s mismo muestra un
vaco de significado que remite a su temprana desaparicin. Su origen est relacionado con la tradicin mecanicista del
moderno pensamiento occidental, y fue exitosamente incorporado en el siglo XIX a las filosofas historicistas del progreso y
la revolucin. Hoy en da est en decadencia junto con el paradigma al que perteneca. No obstante, todava continuamos


usando el trmino movimiento en un sentido descriptivo, para referirnos a un fenmeno emprico observado (como
cuando hablamos del movimiento obrero, del movimiento juvenil, o del movimiento ecologista, etc.) Parece que no
hay solucin al problema, a no ser que atravesemos nuevas fronteras semnticas (lo que implica, como siempre, redefinir
el universo entero de los conceptos que usamos).
Este proceso se est dando en la sociologa de la accin colectiva y, como frecuentemente sucede en la evolucin de los
conceptos cientficos, notamos los cambios cuando stos ya han ocurrido. Hasta entonces, un alto en el camino que se ha
avanzado parece ineludible, es decir la necesidad de pasar de las generalizaciones empricas a conceptos analticos en el
estudio de la accin colectiva y los movimientos sociales.
El significado de una accin colectiva depende de su sistema de referencia y de sus dimensiones analticas. En primer lugar,
el mismo comportamiento emprico puede verse de maneras diferentes, si se refiere o no a la vida cotidiana, a un sistema
organizaciones, a un sistema poltico, a un modo de produccin (Melucci, 1977 y 1980); y diferentes tipos de accin
pueden evaluarse de acuerdo con el sistema de referencia de la accin misma (Melucci, 1980, 1982 y 1983). Adems de
eso, al usar la solidaridad, el conflicto y el rompimiento de los lmites del sistema como dimensiones analticas bsicas
(Melucci, 1980, 1982 y 1983), hice diferencias entre los varios tipos de accin colectiva. La solidaridad es la capacidad de
los actores para compartir una identidad colectiva (esto es, la capacidad de reconocer y ser reconocido como parte de la
misma unidad social). Defino conflicto como una relacin entre actores opuestos, luchando por los mismos recursos a los
cuales ambos dan valor. Los lmites de un sistema indican el espectro de variaciones tolerado dentro de su estructura
existente. un rompimiento de estos lmites empuja a un sistema ms all del espectro aceptable de variaciones.
La definicin analtica que propongo de movimiento social como forma de accin colectiva abarca las siguientes
dimensiones: a) basada en la solidaridad, b) que desarrolla un conflicto y c) que rompe los lmites del sistema en que
ocurre la accin. Antes que todo, la accin colectiva debe contener solidaridad, es decir, la capacidad de los actores de
reconocerse a s mismos y de ser reconocidos como miembros del mismo sistema de relaciones sociales. La segunda
caracterstica es la presencia del conflicto, es decir, una situacin en la cual dos adversarios se encuentran en oposicin
sobre un objeto comn, en un campo disputado por ambos. Esta definicin clsica de conflicto es analticamente distinta
de la idea de la contradiccin utilizada, por ejemplo, en la tradicin marxista. El conflicto, en realidad, presupone


adversarios que luchan por algo que reconocen, que est de por medio entre ellos, y que es por lo que precisamente se
convierten en adversarios. La tercera dimensin es la ruptura de los lmites de compatibilidad de un sistema al que los
actores involucrados se refieren. Romper los lmites significa la accin que sobrepasa el rango de variacin que un sistema
puede tolerar, sin cambiar su estructura (entendida como la suma de elementos y relaciones que la conforman). Los
sistemas de relaciones sociales pueden ser muchos y muy variados, pero lo importante aqu es la existencia de un
comportamiento que traspasa las fronteras de compatibilidad, forzando al sistema a ir ms all del rango de variaciones
que su estructura puede tolerar.
Estas son las dimensiones analticas que definen un movimiento social; la presencia de las tras nos permite aislar una
clase especfica de fenmenos colectivo. Por el contrario, si se presentan slo uno o dos de estos rasgos, nos enfrentamos
a un tipo diferente de actividad colectiva. Podemos tener conflictos sin ruptura; esto es, un conflicto que se sita dentro de
los lmites de determinado sistema (por ejemplo, un sistema compartido de reglas, de papeleos organizativos, etc.): puede
haber oposicin entre actores, pero ambos estn dispuestos a sentarse alrededor de la mesa y aceptar las reglas del juego.
Varias disputas en el sistema poltico son de este tipo: son formas de competencia que incluyen intereses opuestos, pero
en las que existe un reconocimiento mutuo, aceptacin del campo y de las reglas del juego.
Tambin puede darse un comportamiento que exceda los lmites de compatibilidad del sistema pero sin conflicto: se
rompen las reglas, por ejemplo, en la bsqueda de objetivos particularistas, o en un acto de frontal rechazo. Esta clase de
fenmeno se puede describir como desviacin en el clsico sentido funcionalista; en la prctica, el concepto de desviacin
tiende a un uso ideolgico. Frecuentemente se emplea para referirse a comportamientos con connotaciones conflictuales
y, con el tiempo, etiquetar un comportamiento como desviado sirve para negar la presencia del conflicto o para exaltar
un rechazo salvaje al orden social. Sin embargo, esto no debilita la interpretacin analtica de la desviacin como simple
ruptura de los lmites que cohesionan un sistema, y que puede ocurrir por las razones que destaca la teora funcionalista:
porque los valores o normas no han sido suficientemente interiorizados, o por el mal funcionamiento o incoherencia entre
sistemas normativos.
Queda todava un rea de la accin colectiva referida al comportamiento de agregacin, particularmente examinada por
las teoras sobre este tipo de accin: el comportamiento que se manifiesta en una multitud, una moda o el pnico. Aqu


estamos tratando comportamientos donde lo colectivo es el resultado de la suma de acciones individuales atomizadas, que
siguen el mismo patrn slo por la relacin con un evento especfico. El fenmeno se puede descomponer en cada
individuo sin que pierda sus caractersticas inherentes; ocurre una agregacin en el espacio y el tiempo, pero sin
solidaridad.
As, el campo emprico de la accin colectiva se parece ms a una serie de sistemas de accin que a la expresin de un
sujeto. Los actores juegan muy diferentes juegos al mismo tiempo, y la teora del anlisis es revelar su pluralidad. El
comportamiento colectivo no se puede tomar como un dato y debe ser descompuesto mediante el anlisis; de esta manera
podr emerger su naturaleza como producto, resultado de sistemas de relaciones, orientaciones y significados diversos.
Por supuesto que en un campo emprico, a los actores colectivos se les ve indudablemente movindose con cierta unidad y
continuidad a lo largo del tiempo; pero lo que uno debe evitar es la ingenua identificacin del movimiento como un dato
emprico.
Cualquier forma emprica de accin colectiva (el movimiento juvenil, el movimiento de mujeres, el movimiento
economista, etc.) involucra numerosas dimensiones: elementos de desviacin, competencia controlada, comportamientos
agregativos, etc. Algunas veces est presente un conflicto que desborda los lmites de compatibilidad de un sistema;
obviamente el problema es descubrir dnde yacen esos lmites, qu sistema de relaciones sociales incluye el significado
de la accin puede ser completamente distinto dependiendo del sistema de referencia, por ejemplo dependiendo de si el
conflicto tiene que ver con el funcionamiento de una organizacin, o con las reglas del juego de un sistema poltico.
La cuestin de cmo se forma un actor colectivo en este momento tiene una importancia decisiva: lo que antes se
consideraba un dato (la existencia del movimiento), es precisamente lo que necesita ser explicado. Los anlisis se tienen
que dirigir a la pluralidad de aspectos presentes en la accin colectiva, y explicar cmo se combinan y sostienen a lo largo
del tiempo. No deben decir a qu clase de construccin nos enfrentamos dentro de la accin observada y cmo el propio
actor es construido.
Las tres dimensiones utilizadas permiten que una forma especfica de accin colectiva (definida analticamente como
movi8miento social) sea separada de otros fenmenos colectivos (delincuencia, reivindicaciones organizadas,
comportamiento agregado de masas) que con mucha frecuencia se asocian empricamente con movimientos y


protestas. Lo que nosotros acostumbramos llamar empricamente movimiento social, muchas veces contiene una
pluralidad de estos elementos y debemos ser capaces de distinguirlos si queremos entender el resultado de una accin
colectiva dada.
La delincuencia puede tratarse, las reivindicaciones pueden negociarse., pero un comportamiento antagnico no puede ser
enteramente integrado. Las luchas pueden producir algunos cambios en la poltica, pero con mucha frecuencia el conflicto
reaparece en otras reas de la estructura social. Distinguiendo los diferentes significados de la accin colectiva se pueden
evitar dos limitaciones ideolgicas comunes en la actualidad. Por un lado, que los movimientos tienden a hacer hincapi en
el significado ms alto de su accin y declaran tener una unidad y una radicalidad que a menudo no existen. Esta es la
versin de los lderes, y no refleja la real complejidad de los movimientos, Por el otro, los que estn en el poder tienden a
remarcar el significado ms abajo de la accin colectiva, y la reducen a la patologa social o al comportamiento
agregativo. Reconocer cada vez ms la complejidad de la accin colectiva ayuda a evitar estas limitaciones ideolgicas y
puede aumentar la capacidad de los movimientos sociales para desempear un papel creativo en la sociedad
contempornea.
Ms all del contenido actual de las definiciones (que con siempre un instrumento operativo y no una verdad metafsica),
lo que me interesa destacar es el planteamiento metodolgico. Dado que un movimiento no es un objeto sino un sistema
de accin, debemos mejorar nuestra capacidad de trascender la unidad emprica por medio de instrumentos analticos tan
elaborados como nos sea posible. Cuanto he perfilado hasta ahora es un modo, an rudimentario, de que nuestros
instrumentos sean ms efectivos.

MOVIMIENTOS Y CAMBIO
La dimensin antagnica
Saliendo del campo indiferenciado del comportamiento colectivo, es posible distinguir conductas que implican estructuras
analticas muy diferentes. Aquellas que podemos llamar conductas agregadas o tambin conductas de crisis son
comportamientos colectivos en los cuales faltan vnculos de solidaridad entre los actores implicados, en los que el


fenmeno puede ser dividido hasta el lmite del individuo mismo, sin que por ello resulten alteradas las propiedades
generales del sistema, fenmenos, en fin, en que la orientacin de las conductas puede ser exclusivamente externa sin que
por ello el grupo tenga la capacidad de centrarse en s mismo. Este tipo de fenmenos colectivos es una respuesta a la
disgregacin del sistema social en algunos de sus puntos y se produce por una simple agregacin de individuos, sobre la
base de una creencia generalizada (en el sentido en que Smelser la ha definido), sin que por ello se constituya un nuevo
tipo de solidaridad. No debemos olvidar que esta definicin es enteramente analtica. Los comportamientos empricos que
ms fcilmente caen en esta categora son aquellos que la sociologa del comportamiento colectivo ha analizado con ms
atencin; las conductas de multitud, el pnico, los boom, etc. Pero se trata siempre de objetos empricos cuyo significado
analtico no se reduce necesariamente a la dimensin de respuesta a la crisis. Estos pueden tener contenidos de
movimientos que son descifrados ms all de los conatos empricos de las conductas. De la misma manera, en cada
movimiento concreto estn presentes dimensiones del comportamiento colectivo, que pueden conducirse a la definicin
analtica que apenas he propuesto.
La accin conflictual manifiesta la presencia de un conflicto dentro de los lmites del sistema considerado. Si retomamos la
distincin de los niveles analticos de la estructura social, se podra hablar por ejemplo de accin conflictiva reivindicati va y
de accin conflictiva poltica. En el primer caso se trata de conflictos colectivos que atacan los mecanismos de
funcionamiento de una organizacin, la distribucin de los recursos a lo largo de una escala de estratificacin, la divisin y
coordinacin entre los papeles, sin que todava sean puestas en discusin las normas de la organizacin misma. En el
segundo caso, la competencia entre grupos con intereses opuestos se refiere a la utilizacin de los procesos decisionales
del sistema poltico, dentro de las reglas del juego.
La presencia de un conflicto no basta como tal para calificar un movimiento social en el sentido analtico y menos an un
movimiento antagnico. Este es el equvoco de la propuesta terica de Dahrendorf (1963), quien reduce el conflicto de
clase a la oposicin de grupos, dentro de asociaciones reguladas normativamente, por el control de las posiciones de
autoridad. El conflicto en las sociedades avanzadas no contrapone, segn Dahrendorf, a clases fundamentadas en el
terreno econmico, sino a grupos sociales que ocupan posiciones de autoridad y grupos subordinados dentro de las
diversas organizaciones. La diferenciacin de las organizaciones multiplica los conflictos, pero disminuye su propia


intensidad global y hace ms fcil su regulacin. Esta proposicin es correcta a condicin de que no se haga, como
pretende Dahrendordf, una teora de las relaciones de clase, sino un anlisis de la accin conflictiva dentro de las
organizaciones.
Por otro lado, la simple ruptura de las reglas en ausencia de un conflicto define propiamente las conductas desviadas. Falta
en ellas el encuentro entre dos actores por un lugar comn. El actor est definido por su marginalidad respecto a un
sistema de normas y reacciona al control que stas ejercen, sin identificar a un adversario social ni un lugar de su lucha.
Hay que subrayar de nuevo que todas estas definiciones tienen un carcter analtico. Ninguna conducta emprica puede ser
reducida completamente a una sola de estas categoras. Por ejemplo, aquella que normalmente viene catalogada por la
ideologa dominante como desviacin es, en realidad, frecuentemente un fenmeno portador de contenidos conflictivos
que atacan el orden de las relaciones sociales dominantes.
Los movimientos sociales implican, como hemos dicho, conflicto y ruptura en los lmites de un sistema dado. Segn el
sistema de referencia se pueden distinguir, por ejemplo en movimientos reivindicativos, movimientos polticos,
movimientos antagnicos. Un movimiento reivindicativo se sita en el mbito de la organizacin social y lucha contra el
poder que garantiza las normas y los papeles; un movimiento de este tipo tiende a una redistribucin de los recursos y a
una reestructuracin de dichos papeles. La lucha ataca, sin embargo, las reglas mismas de la organizacin saliendo de los
procedimientos institucionalizados.
La accin colectiva tiende frecuentemente a remontarse hacia el sistema poltico del cual depende la fijacin de las reglas y
de los procedimientos. Un movimiento poltico acta para transformar los canales de la participacin poltica o para
desplazar las relaciones de fuerza en los procesos decisionales. Su accin tiende a romper las reglas del juego y los lmites
institucionalizados del sistema, impulsando la participacin ms all de los lmites previstos. Tambin en este caso, la
accin tiende a desplazarse hacia el nivel superior y ataca las relaciones sociales dominantes.
Un movimiento antagnico es una accin colectiva dirigida contra un adversario social, para la apropiacin, el control y la
orientacin de los medios de la produccin social. Un movimiento antagnico no se presenta jams en estado puro, porque
la accin colectiva se sita siempre en el espacio y en el tiempo de una sociedad concreta, es decir, de un cierto sistema
poltico y de una forma determinada de organizacin social. Por consiguiente, los objetos histricos con los causales el


anlisis tiene que enfrentarse son siempre movimientos reivindicativos o movimientos polticos con la posibilidad de un
mayor o menor componente antagnico. El ataque a las relaciones sociales dominantes y a la estructura de dominacin,
pasa en el primer caso, mediante el ataque contra el poder que detenta una organizacin. El poder no es slo la expresin
funcional de la lgica organizativa sino que traduce igualmente los intereses de las clases o grupos dominantes. Un
movimiento reivindicativo tiene contenido antagnico cuando pone en cuestionamiento el nexo existente entre la neutra
funcionalidad de la organizacin y los intereses de los grupos sociales dominantes. De esta forma, un movimiento poltico
de contenido antagnico ataca el control hegemnico ejercido sobre el sistema poltico por parte de las fuerzas que
traducen los intereses dominantes. La ruptura de las reglas del juego poltico no mira a la simple extensin de la
participacin o a la admisin en el sistema de intereses no representados, sino que representa un ataque directo a la
estructura de relaciones sociales dominantes y al modo en que stas se transcriben en los lmites institucionalizados del
sistema poltico.
Los elementos que he indicado en sucesin pueden combinarse de diversa forma en la realidad emprica de las conductas.
El trabajo del anlisis consiste, propiamente, en la descomposicin de la unidad emprica de un movimiento y en el
sealamiento de sus componentes analticos simples. Por lo que respecta en particular a la dimensin antagnica, el
problema principal que se presenta en la investigacin emprica es identificar los indicadores que permiten hablar de esta
dimensin en las conductas observadas. Se trata de un problema metodolgico complejo que se va enfrentando a travs
de una intensificacin en la investigacin sobre movimientos concretos y sobre las diversas manifestaciones empricas de la
accin colectiva. Me limitar, en una primera aproximacin, a indicar algunos criterios que me parecen esenciales:
a) La colocacin de los actores respecto del modo de produccin. Tienen los actores una relacin directa con el modo de
produccin y de apropiacin de los recursos?, o bien, stas estn definidas exclusivamente por su pertenencia a un
sistema poltico y organizativo?
b) Los contenidos y las formas de accin. Existe una imposibilidad de negociacin de los objetivos y una incompatibilidad
de las formas de accin respecto a los lmites del sistema considerado?
c) La respuesta del adversario. Las clases y grupos dominantes estn muy atentos a salvaguardar el orden existente. Si un
movimiento ataca las bases de la dominacin, la respuesta del adversario se traslada normalmente a un rango superior de


aquel en el cual se sita la accin. Se tendr as una respuesta poltica para un movimiento con contenido antagnico que
surge como reivindicativo , (por ejemplo, mediante la represin estatal) y una respuesta directa de las clases dominantes
para un movimiento que ha surgido como poltico (por ejemplo, mediante la crisis econmica, el bloqueo de las
inversiones, o la va autoritaria).
d) La definicin que los actores hacen de s mismos. La referencia a las representaciones y a la ideologa no puede ser
significativa en s misma ya que va comparada con los otros indicadores. En particular es necesario analizar el modo en el
cual el movimiento define su propia identidad al adversario y el lugar del conflicto. Un movimiento antagnico tiende
siempre, en el lenguaje del sistema sociocultural en el cual se sita, a definir su propia accin como lucha entre quien
produce y quien se apropia de los recursos sociales centrales, por el control y el destino de estos recursos.
Se puede formular la hiptesis de que en el pasaje de un movimiento reivindicativo a un movimiento poltico, a uno
antagnico, las dimensiones del conflicto cambian en la siguiente direccin: a) contenido simblico creciente; b)
divisibilidad y negociabilidad decreciente del puesto en juego; c) reversibilidad decreciente; d) calculabilidad decreciente
de los resultados de la accin, y e) tendencia creciente hacia conflictos de suma cero (en la cual las ventajas para uno de los
adversarios representa prdidas netas para el otro). Estas dimensiones pueden ser otros tantos indicadores empricos de la
presencia de conflictos de natura antagnica en la accin de un movimiento.

Conflictos y cambios
Luego de elaborar una definicin estructural, podemos interrogarnos acerca de las causas de los movimientos sociales. La
lgica explicativa de gran parte de las teoras en boga supone el cambio como un dato, y atribuye la accin colectiva a
diversos efectos de ste. Las distintas aproximaciones que he examinado se ubican directamente en el cambio y hacen
derivar los movimientos sociales de la verificacin de determinadas condiciones ((tensiones, desequilibrios, diferencia
expectativa-realizaciones, ascenso o cada de grupos sociales). Se trata, en realidad, de teoras sobre la activacin de los
factores de la accin colectiva, que no dicen nada acerca de sus causas estructurales. Nos dicen cmo se manifiesta la
accin colectiva, no el porqu. El cambio es un presupuesto del cual se derivan ciertos efectos, pero no se explica en s. En
definitiva las causas del cambio son externas respecto al sistema de explicacin adoptado. De esta manera, se puede


suponer que el cambio tiene orgenes exclusivamente externos al sistema, y esto es difcilmente sostenible al menos para
los sistemas complejos, o bien hay causas endgenas y entonces la teora debe explicar, con las mismas categoras, tanto el
cambio como la accin colectiva. En realidad, el equvoco sobre el que se fundan gran parte de las teoras de los
movimientos sociales es la falta de distincin entre el anlisis estructural del sistema y el anlisis del cambio. De la misma
forma, muchos acercamientos marxistas al problema sufren estas limitaciones. El vicio historicista de pensar las relaciones
sociales exclusivamente en trminos de evolucin de la sociedad: este proceso se encuentra, en resumidas cuentas, en
determinados puntos de las contradicciones (por ejemplo, entre fuerzas productivas y relaciones de produccin) depende
la explosin de los conflictos. El cambio aparece as como un movimiento natural y no como el fruto de relaciones sociales.
Para salir de esta dificultad es necesario distinguir claramente el anlisis de la estructura del anlisis de los procesos y luego
establecer su relacin. La definicin de los movimientos sociales, propuesta antes, es de tipo estructural. Las formas
antagnicas de accin colectiva son la expresin de un conflicto por la apropiacin y la destinacin de la produccin social
dentro de un sistema definido en trminos sincrnicos. El cambio nace de la necesidad de controlar este antagonismo. La
causa interna, el motor del cambio, es la necesidad que tiene un sistema de mantenerse controlando la oposicin
estructural que lo atraviesa. Tambin las causas externas pueden influir sobre los procesos de transformacin (como por
ejemplo el aumento de los cambios, los cambios en el ambiente natural, etc.). Sin embargo, la eficacia de estas causas,
jams es directa. Sus efectos son mediados por las necesidades internas del sistema. El hecho de que un si stema deba
mantenerse controlando sus propios antagonismos internos hace que reaccione de cierta manera a los estmulos externos.
Para controlas las fracturas que lo atraviesan, un sistema tiene que intervenir continuamente en los diversos niveles de su
propia estructura provocando as ciertas modificaciones. Estas pueden crear desequilibrios e incompatibilidad
(contradicciones) entre los elementos y los sectores de un sistema. Sobre estas contradicciones se insertan conductas
colectivas que aceleran los procesos de transformacin y crean posteriores contradicciones. Si el sistema es capaz de
reabsorber estos desequilibrios se producen limitadas transformaciones y el proceso concluye con una modernizacin del
sistema poltico o de la organizacin, y el orden queda firme. Si por el contrario no existe esta capacidad de reabsorcin se
puede verificar una transformacin de las relaciones sociales dominantes, es decir, el cambio discontinuo a otra estructura
analticamente diversa de la precedente.


Este modelo sinttico supone la existencia de relaciones de dominacin y hace del conflicto la divisin estructural de un
sistema. He intentado en otro trabajo (Melucci, 1976:28-29) mostrar que la existencia de este tipo de conflictos no es un
presupuesto, pero es explicable a su vez en trminos de relaciones sociales. Las oposiciones estructurales se forman a
partir de condiciones determinadas de la produccin social, cuando se rompe la relacin entre produccin, apropiacin y
reconocimiento, cuando se hace difcil la posibilidad de control directo sobre el destino de los recursos producidos. De la
necesidad de controlar el conflicto, surgen ciertas contradicciones, es decir, ciertos desequilibrios, ciertas tensiones y
ciertas incompatibilidades. La activacin de movimientos sociales concretos es siempre el encuentro entre la existencia
estructural de un conflicto y las condiciones coyunturales en las que se encuentra un sistema. Los movimientos, a su vez,
provocan nuevos cambios, que acentan o reducen las contradicciones.
La relacin entre movimientos y cambio pasa a travs de tres momentos lgicamente distintos. Los movimientos, en su
definicin estructural y sincrnica, preceden al cambio: un sistema cambia porque debe controlar el conflicto que lo
atraviesa y se relaciona con la produccin y distribucin de los recursos sociales. Los movimientos son as, efectos del
cambio, en el sentido de que los ajustes del sistema crean desequilibrios y contradicciones que se encuentran en el origen
de conductas colectivas de transformacin. En fin, estas conductas provocan cambios posteriores, pues respondiendo a su
propio empuje, el sistema se moderniza o se transforma.









CAPITULO II
IDENTIDAD Y MOVILIZACIN EN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES
La accin colectiva como sistema multipolar
En los anlisis tradicionales de los fenmenos colectivos encontramos dos orientaciones principales y recurrentes. Unas
veces se hace hincapi en la misma accin colectiva que aparece, de esta forma, como accin sin actor, una suma
accidental de acontecimientos individuales. La psicologa de masas, siguiendo esta caracterstica, pone el acento en los
factores de imitacin, irracionalidad, contagio o sugestin. En la sociologa del comportamiento colectivo, la accin
colectiva se ve representada como la respuesta reactiva a la crisis o desorden del sistema social. Otro punto de vista
tradicional busca los fundamentos objetivos del fenmeno observado en la estructura social y deduce la accin del anlisis
de las condiciones sociales que los actores parecen tener en comn. Aqu nos encontramos con un actor sin accin, ya que
se prueba que el espacio entre las condiciones objetivas y las conductas colectivas empricamente observadas siempre es
imposible de salvar. El viejo problema de Marx (cmo pasar de la clase en s a la clase para s, de las condiciones de clase a
la accin de clase) permanece sin resolver, como trasfondo.
Estas orientaciones que forman parte de los tradicionales estudios sobre los fenmenos colectivos que continan en la
actualidad influyendo en este mbito de estudio, comparten dos enunciados epistemolgicos. Primero se trata del
fenmeno colectivo ya sea una reaccin de pnico, un movimiento social o un proceso revolucionario- como un dato
emprico unitario como ya se ha visto en el captulo anterior. Esto es, se asume de entrada, la unidad emprica del
fenmeno, segn es existente. La ocurrencia de ciertos comportamientos individuales concomitantes forma una gestalt
unitaria que se transfiere desde lo fenomenolgico al nivel conceptual y adquiere consistencia ontolgica: la realidad
colectiva existe como objeto. Al mismo tiempo, se insina el segundo enunciado en el proceso de cosificacin del objeto: la
idea de que la dimensin colectiva de la accin social es un hecho incontrovertible, lo dado, que no merece mayor
investigacin.
Ya hemos visto que, en los aos recientes, la reflexin crtica ha empezado a reconocer el carcter cuestionable de estos
enunciados. Tanto los cambios en las condiciones histricas como al evolucin en el debate terico han contribuido a este


reconocimiento. Los conflictos que dieron lugar a la teora y anlisis de la accin colectiva, estn vinculados histricamente
con formas de accin en las que juegan un importante papel tanto la crisis del viejo orden (las luchas sociales en sentido
estricto), como las luchas por ciudadana.
La accin de la clase obrera en la fase del capitalismo industrial sirvi como modelo, unas veces temido, otras favorecido,
para el estudio de los fenmenos colectivos. Esta accin combinada la resistencia a la decadencia de las formas de
produccin o protoindustriales (las luchas directamente relacionadas con el desarrollo del sistema empresarial capitalista)
con las demandas de acceso al Estado y de expansin de la ciudadana. El conflicto industrial se encontraba as ligado al
problema nacional y a la extensin de los derechos polticos a los grupos sociales excluidos. En este contexto histrico se
desarrolla la idea del movimiento social como el agente histrico que marcha hacia un destino de liberacin o como la
masa sugestionada y bajo el control de unos pocos agitadores.
Hoy nos encontramos al final de este ciclo, no porque se hayan acabado las luchas por la ciudadana o porque no queden
espacios democrticos que conquistar, sino porque los diferentes aspectos de los conflictos sociales se han separado
progresivamente. Los conflictos vinculados con las relaciones sociales constituyendo un sistema, por un lado, y las luchas
encaminadas a la extensin de la ciudadana (para la concesin de derechos a grupos excluidos o marginados y para su
iniciacin en las reglas del juego), por otro, tienden a diferenciarse y a involucrar a distintos actores. De nuevo son
diferentes las formas de accin mediante las cuales se expresa la resistencia a los procesos de modernizacin y a su
extensin mundial. La diferenciacin de campos, actores y formas de accin no permite seguir con la imagen estereotipada
de los actores colectivos movindose en el escenario histrico como los personajes de un drama pico. Igualmente
desacreditada se encuentra la imagen opuesta de una masa amorfa guiada exclusivamente por sus instintos gregarios.
Los cambios en la estructura histrica de referencia vienen acompaados de una nueva conciencia terica, vinculada a la
evolucin en el debate mantenido en el seno de las ciencias sociales. La percepcin de los fenmenos colectivos como
datos empricos unitarios se revela como fundamento analtico muy frgil e, incluso, inexistente. El progreso en la reflexin
e investigacin dentro de los mbitos sociolgicos y psicolgicos nos lleva a considerar los fenmenos colectivos como
resultado de mltiples procesos que favorecen o impiden la formacin y el mantenimiento de las estructuras
congnoscitivas y los sistemas de relaciones necesarios para la accin. Lo que se da por sentado en muchos anlisis de la


accin colectiva, esto es, la existencia de un actor relativamente unificado, es, en esta perspectiva, un problema que tiene
que ser explicado. El fenmeno colectivo es, de hecho, producto de procesos sociales diferenciados, de orientaciones de
accin, de elementos de estructura y motivacin que pueden ser combinados de maneras distintas. El problema del anlisis
se centra, de esta forma, en la explicacin de cmo esos elementos se combinan y unen, de cmo se forma y se mantiene
un actor colectivo. Uno de los corolarios ms importantes de esta evolucin de las orientaciones tericas es la posibilidad
de aumentar la comprensin de los fenmenos colectivos en trminos de accin. Los avances en las teoras congnoscitivas
y constructivas de la accin humana nos ayudan a considerar los fenmenos colectivos como procesos en los cuales los
actores producen significados, comunican, negocian y toman decisiones. En otras palabras, los actores son capaces de ir
ms all de la lgica lineal de estmulo-respuesta. De este modo, la accin colectiva tampoco puede ser explicada mediante
puras determinantes estructurales (por ejemplo, en trminos de sugestin, imitacin o manipulacin).
Podemos ahora regresar a los enunciados implcitos comunes en la tradicin y examinar sus consecuencias en el anlisis de
los fenmenos colectivos. Al considerar la accin colectiva como un dato y una unidad emprica, las aproximaciones
tradicionales impiden la formulacin de las interrogantes cruciales sealadas en el captulo anterior, que slo hoy en da se
incluyen explcitamente en el debate cientfico y adquieren gran significacin para cualquier teora de la accin colectiva:
- Mediante qu procesos construyen los actores una accin comn?
- Cmo se produce la unidad entre las distintas partes, niveles y orientaciones presentes en un fenmeno emprico de
accin colectiva?
- Cules son los procesos y relaciones por medio de los cuales los individuos y los grupos se implican en la accin
colectiva?
Si volvemos a la tradicin buscando respuestas a estas preguntas (necesariamente respuestas implcitas, ya que tales
preguntas nunca se formularon como tales), nos encontramos con dos mbitos recurrentes de explicacin; las
contradicciones estructurales o las disfunciones del sistema social, por un lado, y las diferencias psicolgicas o las
motivaciones individuales, por el otro. En cualquier caso, ninguno de estos factores es, en s mismo, capaz de responder
satisfactoriamente a estas preguntas.


En realidad, tanto los factores macroestructurales como las variables individuales implican la existencia de un espacio
insalvable entre el nivel de explicacin propuesto y los procesos concretos que permiten a cierto nmero de individuos
actuar juntos. La explicacin basada en la existencia de condiciones estructurales comunes para los actores da por sentada
su capacidad para percibir, evaluar y decidir lo que tienen en comn; en otras palabras, ignora los procesos que permiten
(o impiden) a los acores definir la situacin como susceptible de una accin comn. Por otro lado, las diferencias
individuales y las motivaciones no explican satisfactoriamente la cuestin de cmo ciertos individuos llegan a reconocerse y
a formar parte de un nosotros ms o menos integrado.
Como ya establecimos en el captulo anterior, esta situacin de callejn sin salida slo se resuelve con una llamada al
enunciado de la accin colectiva como dato y como unidad. Sin embargo, es necesario cuestionar el dado para averiguar
cmo se produce y disecciona la unidad emprica para descubrir la pluralidad de elementos analticos (de orientaciones,
significaciones y relaciones) que contenga en el mismo fenmeno.
Una equivocacin epistemolgica: El caso de los nuevos movimientos sociales
Un buen ejemplo de las ambigedades a las que est sujeto el anlisis de los fenmenos colectivos en la ausencia de una
clarificacin de los problemas conceptuales, a los que me he referido, lo constituye el debate sobre los nuevos
movimientos sociales. A partir de la dcada de los sesenta hasta nuestros das, sabemos que se han desarrollado formas de
accin colectiva en reas que, previamente, quedaban fuera de los conflictos sociales; hay emergido nuevos actores con
modelos organizativos y repertorios de accin distintos de los anteriores movimientos sociales.
La importancia sociolgica de estos fenmenos colectivos inspir, especialmente desde la segunda mitad de la dcada de
los setenta, un nmero considerable de estudios, tericos y empricos, relativos a la mayor parte de los pases occidentales.
El debate sobre la novedad de los nuevos movimientos sociales constituye una reveladora estructura de referencia
po9rque expone las ambigedades epistemolgicas y las importantes consecuencias que tienen en la comprensin
sustancial de un fenmeno que juega un importante papel en los sistemas sociales contemporneos. Se observa la
progresiva ontologizacin de esta expresin que, en el curso del debate, lleg a caracterizarse como un verdadero
paradigma, ya sea en trminos de la investigacin emprica o como uno de los polos de comparacin entre los enfoques
europeos y estadounidenses. Si el anlisis es incapaz de ir ms all de esta definicin convencional y no puede determinar


las caractersticas especficas y distintivas del nuevo fenmeno, el acento en la novedad acaba siendo la envoltura de
una subyacente debilidad conceptual. Si no se percibe la naturaleza transitoria y relativa del concepto nuevo movimiento
social, tanto crticos como defensores corren el riesgo de verse atrapados en un debate interminable.
La crtica al paradigma de los nuevos movimientos sociales se basa en el hecho de que muchas caractersticas de las
formas de accin contemporneas aparecan tambin en anteriores perodos histricos. En su versin ms radical, esta
crtica, sin embargo, est basada en un historicismo ingenuo que asume la continuidad sustancial del flujo histrico, por lo
tanto, es incapaz de percibir las diferentes localizaciones sistmicas esto es, la diferente significacin- de los sucesos y
conductas que, en el plano de los hechos, pueden aparentar innegables analogas y semejanzas. La versin ms suave de
esta crtica (algunos aspectos del fenmeno actual ya se encontraban presentes en movimientos pasados) est
empricamente justificada, pero en mi opinin, esta justificacin no la hace ms vlida. Los que critican la novedad
comparten con los defensores de los nuevos movimientos la misma limitacin epistemolgica: ambos se refieren a la
accin colectiva contempornea en su unidad emprica y no consideran que el fenmeno emprico combina diferentes
orientaciones y significados. A menos que se distingan e identifiquen tales componentes, es imposible comparad diferentes
formas de accin. Se puede acabar considerando los movimientos como personajes que se mueven en el escenario
histrico y que afirman algn tipo de esencia.
Sobrepasando las intenciones de los participantes en el debate el resultado favorable es, desde mi punto de vista, que la
discusin abre una va para el reconocimiento de la pluralidad de significados y de formas de accin presentes en los
fenmenos colectivos concretos. Traspasando la consideracin ingenua de un objeto emprico global, podemos quizs
reconocer que los movimientos contemporneos, como otros fenmenos colectivos, combinan formas de accin que: a)
conciernen a diferentes niveles o sistemas de la estructura social; b) implican diferentes orientaciones, y c) pertenecen a
diferentes fases de desarrollo de un sistema o a diferentes sistemas histricos.
De este modo, el problema radica en si hay niveles o dimensiones de las nuevas formas de accin que pertenecen a un
contexto sistmico cualitativamente diferente al de la sociedad moderna (capitalista y/o industrial). Los crticos del
paradigma de los nuevos movimientos sociales dejan de lado esta cuestin con demasiada rapidez. El reduccionismo
poltico que ya mencion en el captulo anterior y que retomar brevemente- es el resultado previsible de tal crtica. Si los


movimientos contemporneos no son nuevos, el principal fundamento para la comparacin con formas previas de accin
se encontrar en su impacto en el sistema poltico. Sern relevantes para el analista slo en tanto acten como actores
polticos. El reduccionismo poltico elimina de este modo el problema relacionado con el cambio sistmico en las
sociedades contemporneas, sin ofrecer una repuesta (Melucci, 1984a, 1984b y 1985).
A menudo los observadores describen la accin de los movimientos contemporneos genricamente como protesta,
aplicando de esta forma la simplificacin emprica, que he criticado, a gran variedad de formas de accin. El anlisis, sin
embrago, est reducido al nivel poltico. En este punto de vista no diferenciado, el concepto de protesta es el tpico
ejemplo de lo que he llamado reduccionismo poltico. Tal reduccionismo puede tener un aspecto negativo, pero puede
tambin representar una eleccin metodolgica consciente. Si el concepto de protesta se limita explcitamente al nivel
poltico, es decir, a las formas de accin colectiva que implican un enfrentamiento directo con la autoridad, entonces,
necesariamente, otros niveles de la accin colectiva no son incluidos en este concepto. Sin embargo, si el reduccionismo es
aplicado implcitamente, tiende a eliminar o negar todas las dimensiones de la accin colectiva que no son reducibles a lo
poltico (se dejan de lado por ser consideradas como no interesantes, no mensurables, expresivas, folklricas, etctera).
El reduccionismo poltico tambin afecta los niveles de observacin considerados significativos por los investigadores. Por
ejemplo, la investigacin cuantitativa sobre accin colectiva (Tilly, 1975, 1978; Tarrow, 1988) utiliza sucesos como unidades
de anlisis. Esta eleccin metodolgica resulta una estrategia de investigacin muy efectiva y contribuye sensiblemente a la
renovacin de este campo ofreciendo gran evidencia emprica al estudio de la accin colectiva y de los movimientos
sociales. Este enfoque privilegia el concepto objetivo de accin como comportamiento, incluso cuando lo que se observa
es, de hecho, el producto de relaciones y orientaciones que constituyen la estructura subyacente de la accin. Los sucesos
son el resultado objetivizado (especialmente cuando las fuentes son informes de prensa y grabaciones pblicas) de una
fbrica de relaciones y significados, de un proceso interactivo que es la base de la accin visible.
Una visin constructivista no puede limitarse a considerar la accin como un suceso. Los estudios cuantitativos basados en
sucesos estn relacionados con el efecto final de la accin no con la forma en que la accin se produce. Tal enfoque ofrece
importante informacin, pero se requiere que el investigados sea plenamente consciente de las limitaciones de su punto
de vista: se concentra en la accin colectiva como un hecho y no como un proceso; por esta razn, tiende


necesariamente a privilegiar la escena pblica y el enfrentamiento con las autoridades polticas (el rea en el cual las
relaciones sociales estn ya cristalizadas como un sistema de orden). Adems, excluye de su campo de anlisis la red de
relaciones que constituye la realidad sumergida del movimiento antes, durante y despus de los sucesos.
Este punto de vista puede representar una delimitacin consciente y legtima del campo, una eleccin selectiva de un
rango especfico de anlisis. Puede llegar a ser una forma negativa de reduccionismo en la medida en que se niega el
proceso de produccin de la accin colectiva. Cuando niega estos procesos, ignora algunas dimensiones muy
significativas de los nuevos movimientos: las que se relacionan con la creacin de modelos culturales y los retos
simblicos. Estas dimensiones no pueden percibirse en el mbito poltico y para ser detectadas necesitan un enfoque
metodolgico diferente.
De esta forma, el debate sobre los nuevos movimientos confirma la necesidad de centrar la especulacin epistemolgica
y metodolgica en las interrogantes que he formulado. La posibilidad de determinar especficamente lo que es nuevo en
los movimientos contemporneos depende, en gran medida, de la capacidad del anlisis para traspasar la globalidad del
fenmeno observado y para explicar cmo se produce una realidad colectiva mediante la convergencia e integracin de los
distintos elementos que la componen.
Asumir un compromiso: expectativas, identidad y accin
Ni los modelos macroestructurales, ni los basados en las motivaciones individuales tienen capacidad para explicar las
formas concretas de accin colectiva o la implicacin de los individuos y de los grupos en tales acciones. Entre el anlisis de
los determinantes estructurales y el de las preferencias individuales falta el anlisis del nivel intermedio relacionado con los
procesos mediante los cuales los individuos evalan y reconocen lo que tienen en comn y deciden actuar conjuntamente.
En los aos recientes, el trabajo crtico se concentra en este nivel intermedio, en un esfuerzo por hacer comparables los
enfoques europeos y estadounidenses. La primera distincin que resulta til para la delimitacin de este nivel identifica el
potencial de movilizacin, las redes de reclutamiento y la motivacin para la participacin (Klandermans, 1986).
El concepto de potencial de movilizacin se refiere normalmente al sector de la poblacin que, a causa de su situacin,
mantiene actitudes favorables hacia cierto movimiento o hacia ciertos temas. Segn el sentido en el que se utiliza aqu el
trmino, sin embargo, el potencial de movilizacin no puede considerarse como una actitud subjetiva basada en las


precondiciones objetivas: en tal caso, nos enfrentaramos al problema insalvable de la relacin entre condicin de clase y
conciencia de clase que ya he mencionado. Si se parte de un enunciado dualista, se debe recurrir a deus ex machina (los
intelectuales, el partido, la organizacin) para poner en relacin las precondiciones objetivas y las actitudes subjetivas y
para transformar las segundas en accin. Si la unidad no existe como concepto desde el principio del proceso, no puede
encontrarse en el final. Por lo tanto, el potencial de movilizacin debe concebirse desde el principio como la percepcin
interactiva y negociada de las oportunidades y las restricciones de accin comunes a cierto nmero de individuos.
Las redes de reclutamiento juegan un papel fundamental en el proceso de implicacin individual. Ningn proceso de
movilizacin comienza en el vaco y, contrariamente a lo que se formula desde la teora de la sociedad de masas
(Kornhauser, 1959), quienes se movilizan nunca son individuos aislados y desarraigados. Las redes de relaciones ya
presentes en la fbrica social facilitan los procesos de implicacin y reducen los costos de la inversin individual en la
accin colectiva.
El ya clsico argumento de Olson sobre el free rider es un trmino de comparacin til en este contexto. Como es sabido,
Olson mantiene que el inters por obtener un bien colectivo es insuficiente para inducir a los individuos a pagar los costos
de su logro (ya que el individuo disfrutar igualmente de los frutos de la accin llevada a cabo por los otros). Este
argumento representa un pero crtico innegable frente al ingenuo presupuesto de que la accin colectiva se deriva de los
intereses objetivos comunes de varios individuos. Sin embargo, esta importante contribucin no va ms all de su
funcin crtica.
En el debate sobre el argumento de Olson se han formulado numerosas objeciones. Fireman y Gamson (1979), por
ejemplo, sealaron que los individuos participan en la accin para obtener un beneficio colectivo porque son conscientes
de que el beneficio no se conseguir si cada uno espera que los dems acten. Otros autores dirigen su atencin al papel
jugado por la percepcin individual de las oportunidades de xito de la accin, lo que est frecuentemente relacionado con
el nmero de participantes y con la importancia de la propia contribucin (Oberschall, 1980 y Oliver, 1984). Se ha sealado
tambin que la existencia de una identidad colectiva es la condicin para el clculo de los costos y beneficios de la accin
(Pizzorno, 1983a). Como conclusin podemos afirmar que las redes constituyen un nivel intermedio fundamental para la
comprensin de los procesos de compromiso individual. Los individuos interactan, se influyen recprocamente, negocian


en el marco de estas redes y producen las estructuras de referencia cognoscitivas y motivacionales necesarias para la
accin.
De este modo, la motivacin para la participacin no puede considerarse exclusivamente como una variable individual, aun
cuando opera en el nivel del individuo. La motivacin est ciertamente enraizada en las diferencias psicolgicas
individuales y en los rasgos de la personalidad, pero se construye y consolida en interaccin. Una influencia determinante
en la motivacin es ejercida por la estructura de incentivos, cuyo valor se origina en el nivel de las redes de relaciones
entre los individuos. La efectividad de los incentivos sobre la motivacin individual proviene del reconocimiento de su
valor; pero los criterios de evaluacin son siempre interactivos y se establecen mediante el intercambio activo en el seno
de las redes a las que pertenecen los individuos.
A la luz de estas consideraciones est clara la debilidad de los modelos de la tradicin poltica occidental que explican el
compromiso y la participacin de los individuos. Simplificando, me referir a ellos como leninistas y luxemburguianos
Al primer modelo pertenecen, paradjicamente, el propio leninismo, la psicologa de masas y la teora de la sociedad de
masas; el presupuesto comn es que el compromiso es el resultado del trabajo de una minora que arrastra a una masa
indiferenciada de individuos en la direccin de sus intereses reales (en la versin leninista) o en la direccin de los
propsitos de los agitadores por medio de la sugestin y la manipulacin (en el caso de la psicologa de masas). El modelo
luxemburguiano, contrariamente al leninista, atribuye al individuo la capacidad espontnea para movilizarse
colectivamente ante situaciones de descontento, injusticia o privacin. Lo que ambos modelos dejan de lado es que los
individuos interactan, se influyen recprocamente, y negocian, para definirse como actor colectivo y para delimitar el
mbito de su accin.
Observemos ms de cerca cmo tiene lugar el proceso. Los individuos construyen sus orientaciones y hacen elecciones y
adoptan decisiones en el ambiente que perciben. En este contexto, el concepto de expectativa es fundamental para
analizar la conexin entre un actor y su ambiente. La expectativa es una construccin de la realidad social que permite al
actor relacionarse con el mundo externo. Pero sobre qu base se construyen las expectativas y cmo pueden ser
comparadas con la realidad?


Sostengo que slo si un actor puede percibir su consistencia y su continuidad tendr capacidad para construir su propio
guin de la realidad social y para comparar expectativas y realizaciones. De este modo, cualquier teora de la accin que
introduzca el concepto de expectativa implica una subyacente teora de la identidad. Esta dimensin, sin embargo,
raramente se elabora de manera explcita. Un rpido repaso de los modelos que, en el mbito de la accin colectiva,
implican una teora de expectativas, revela la debilidad de sus fundamentos y al enunciado implcito de una teora de la
identidad. Los modelos ms comunes pueden ser reducidos a las siguientes descripciones ya tomadas en cuenta en el
captulo anterior, las cuales conviene recordar aqu: 1) Auge y decadencia (rise and drop): los ciclos de agitacin y protesta
colectiva ocurren cuando un periodo de aumento en los grados de bienestar es seguido por una brusca cada en la
capacidad del sistema para satisfacer las necesidades de su poblacin.
2) Expectativas crecientes (rising expectations): despus de un perodo de crecimiento ininterrumpido, durante el cual se
produce una multiplicacin de las expectativas comunes, aparece inevitablemente un desajuste entre la curva de
expectativas y la de satisfaccin real de necesidades. Este desajuste es la causa de la agitacin social.
3) Privacin relativa (relative deprivation): un actor compara su posicin y las recompensas adquiridas desde esa posicin
con las de un grupo de referencia considerado similar en la escala de estratificacin. Esta comparacin da lugar a la
aparicin de malestar y motivaciones.
4) Movilidad descendente (downward mobility): cuando un actor est perdiendo su posicin en la escala social y se
compara con su posicin anterior y con la posicin relativa de otros grupos de referencia tiene lugar una forma particular
de privacin relativa.
5) Inconsistencia de posicin (status inconsistency): un actor social percibe las diferencias entre los distintos elementos de
su posicin (ingresos, prestigio y poder) y se moviliza para eliminar las discrepancias.
Todos estos modelos implican una teora de expectativas (basada en la experiencia previa o en la comparacin con los
grupos de referencia) y formulan la existencia de un desajuste entre expectativas y realizaciones como base para la accin.
Como tales, son una ampliacin del paradigma frustracin/agresin: una diferencia percibida entre las graficaciones
esperadas y las realizaciones (frustracin) produce una respuesta agresiva (en trminos colectivos, protesta, violencia,
etctera).


La simplificacin excesiva de este modelo ya ha sido criticada por los autores de la teora de la movilizacin de recursos. La
crtica explcita se refiere a la teora de la privacin relativa, pero se aplica implcitamente tambin a los otros casos. Los
autores de la teora de movilizacin de recursos sealan que el descontento est siempre presente en un sistema y que,
como tal, es insuficiente para justificar los procesos de movilizacin. Estos autores resaltan la importancia de los recursos
discrecionales disponibles y de la estructura de oportunidades que hace posible la accin. La crtica revela lo
inapropiado de la ecuacin descontento (frustracin) = movilizacin (agregacin) y subraya la importancia de ciertas
condiciones presentes en el ambiente. Sin embargo, esta crtica ni se enfrenta a la debilidad fundamental del modelo ni
formula una alternativa propia.
En realidad, el paradigma frustracin/agresin y, en general, todas las teoras basadas en expectativas, asumen la
capacidad del actor para: a) mantener la unidad y la consistencia que le permiten comparar expectativas y recompensas en
diferentes tiempos; b) relacionar su situacin de privacin con un agente identificable del ambiente, contra el que dirige la
movilizacin o la protesta, y c) reconocer los beneficios esperados no slo como deseables, sino como debidos.
En ausencia de estas condiciones (y, por lo tanto, si no se admite que el actor intervenga en un proceso de construccin de
una identidad) es difcil afirmar que la simple privacin de una gratificacin esperada producir una respuesta del tipo de la
voz, en otras palabras, una respuesta con connotaciones conflictivas. De hecho, son posibles muchas otras respuestas en
trminos de salida, sublimacin, huida simblica, bsqueda de una va de escape, etctera.
La crtica realizada por los autores de la movilizacin de recursos indica que las expectativas se construyen sobre la
evaluacin de las posibilidades y restricciones del ambiente. De este modo, la teora de la movilizacin de recursos revela la
importancia de un nivel intermedio completamente ignorado por los modelos que asumen una relacin directa entre
descontento y movilizacin. Sin embargo, en lo que concierne a la identidad, la movilizacin de recursos tiene las mismas
limitaciones que las teoras que critica. De hecho, conceptos tales como recursos discrecionales y estructura de
oportunidades no se refieren a realidades objetivas, sino a la capacidad del actor para percibir, evaluar y determinar las
posibilidades y lmites de su ambiente. La teora de la movilizacin de recursos formula, por lo tanto, cierto proceso de
construccin de una identidad por parte del actor, aunque no examina este grado de anlisis. Esta teora y los modelos
basados en expectativas, presupone una teora de la identidad que d fundamento a sus enunciados. Las expectativas se


construyen y comparan con una realidad (con la realizacin, pero tambin con la estructura de oportunidad) slo sobre la
base de una definicin negociada de la constitucin interna del actor y del mbito de su accin. Que un actor elabore
expectativas y evale las posibilidades y lmites de su accin implica una capacidad para definirse a s mismo y a su
ambiente. A este proceso de construccin de un sistema de accin lo llama identidad colectiva.
Esta es una definicin interactiva y compartida, producida por varios individuos y que concierte a las orientaciones de
accin y al mbito de oportunidades y restricciones en el que tiene lugar la accin: por interactiva y compartida entiendo
una definicin que debe concebirse como un proceso, porque se construye y negocia mediante la activacin repetida de las
relaciones que unen a los individuos.
El proceso de construccin, adaptacin y mantenimiento de una identidad colectiva refleja siempre dos aspectos: la
complejidad interna del actor (la pluralidad de orientaciones que le caracterizan) y las relaciones del actor con el ambiente
(otros actores, las oportunidades y restricciones). La identidad colectiva proporciona la base para la definicin de
expectativas y para el clculo de los costos de la accin. La construccin de una identidad colectiva se refiere a una
inversin continua y ocurre como proceso. Conforme se aproxima a formas ms institucionalizadas de accin social, la
identidad puede cristalizar en formas organizaciones, sistemas de reglas y relaciones de liderazgo. En las formas menos
institucionalizadas de accin, su caracterizacin es la de un proceso que debe ser activado continuamente para hacer
posible la accin.
La identidad colectiva como proceso enlaza tres dimensiones fundamentales que distingo analticamente, aunque en la
realidad se entretejen: 1) Formulacin de las estructuras cognoscitivas relativas a los fines, medios y mbito de la accin; 2)
activacin de las relaciones entre los actores, quienes interactan, se comunican, negocian y adoptan decisiones, y 3)
realizacin de inversiones emocionales que permiten a los individuos reconocerse.
La identidad colectiva es, por lo tanto, un proceso mediante el cual los actores producen las estructuras cognoscitivas
comunes que les permiten valorar el ambiente y calcular los costos y beneficios de la accin; las definiciones que formulan
son, por un lado, el resultado de las interacciones negociadas y de las relaciones de influencia y, por el otro, el fruto del
reconocimiento emocional. En este sentido, la accin colectiva nunca se base exclusivamente en el clculo de costos y
beneficios, y una identidad colectiva nunca es enteramente negociable. Algunos elementos de la participacin en accin


colectiva estn dotados de significado, pero no pueden ser reducidos a la racionalidad instrumental (ni son irracionales, ni
estn basados en una lgica de clculo).
La identidad colectiva as definida propone la exploracin de una dimensin analtica clave en el caso del anlisis
sociolgico de los fenmenos colectivos. La estabilidad o variabilidad, la concentracin o difusin, la integracin o
fragmentacin de tal dimensin variar considerablemente, dependiendo de grado de estructuracin del fenmeno
colectivo (segn una escala ideal continua que se moviese desde la pura agregacin a la organizacin formal).
La propensin de un individuo a implicarse en la accin colectiva est as ligada a la capacidad diferencial para definir una
identidad, esto es, al acceso diferencial a los recursos que le permiten participar en el proceso de construccin de una
identidad. Estas diferencias tambin influyen en la calidad de las expectativas representadas por los individuos o los
subgrupos que participan en los fenmenos colectivos. El grado de exposicin de un individuo a ciertos recursos
(cognoscitivos y relacionales) influye en su posibilidad o no, de entrada en el proceso interactivo de construccin de una
identidad colectiva. De este grado de exposicin dependen las oportunidades individuales de participacin en la
negociacin de esa identidad y, en particular: a) la intensidad y calidad de la participacin de un individuo y b) el punto de
inicio y la duracin de su compromiso. Los factores circunstanciales pueden influir en la estructura de oportunidades y en
sus variaciones, pero la forma en que estas oportunidades son percibidas y usadas depende del acceso diferencial de los
individuos a los recursos de identidad.
Los estudios de militancia y participacin muestran que los militantes y activistas de los movimientos son siempre
reclutados entre los que estn altamente integrados en la estructura social, juegan un papel central en las redes a las que
pertenecen y tienen a su disposicin recursos cognoscitivos y relacionales sustanciales. Estos estudios tambin clarifican las
diferencias entre los militantes y los individuos pertenecientes a grupos sociales marginales, privados o decadentes. El
segundo grupo se implica en momentos avanzados, durante cortos perodos y en los grados de participacin que tienen
costos ms bajos.
Para los grupos centrales o los individuos marginales, la probabilidad del compromiso est relacionada, por un lado,
con su grado de centralidad y de exposicin a la informacin y conocimiento esenciales en el sistema moderno y, por
otro lado, con el impacto de los requisitos coyunturales y contradictorios a los que estn sometidos. Para los marginales o


los grupos desfavorecidos, por el contrario, el grado de exclusin y el ritmo de los procesos de crisis se constituyen como
las dimensiones diferenciales.
Tambin es importante considerar en qu nivel de la accin se implican los diferentes individuos. Los pertenecientes al
primer grupo tienden a implicarse en las primeras fases de la movilizacin porque pueden contar con sus recursos de
identidad. Los individuos pertenecientes al segundo grupo aprovecharn la ola existente de movilizacin como canal para
su reaccin y tienden a abandonarla antes.
Incluso en los mbitos estructurados de la accin colectiva, los actores organizan, negocian su comportamiento,
producen significados y establecen relaciones. La implicacin o el compromiso individual necesitan, por lo tanto,
explicaciones que atiendan de maneras distintas la capacidad de los actores para su accin colectiva.
Los procesos que caracterizan la construccin de una identidad colectiva varan considerablemente, tanto en la intensidad
como en la complejidad de las dimensiones involucradas, de acuerdo con el tipo de fenmeno colectivo en cuestin. Los
investigadores, cuando se enfrentan a las dimensiones colectivas de la accin social, no pueden seguir evitando
preguntarse sobre las inversiones emocionales y cognoscitivas de los actores en esta construccin interactiva y
comunicativa.













CAPITULO III
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN LA SOCIEDAD CONTEMPORNEA
Una accin diferente
La esfera de accin de los movimientos contemporneos
Actualmente podemos observar la formacin de una esfera de conflictos que pertenecen especficamente a las sociedades
capitalistas posindustriales, complejas o avanzadas. Cmo llamar a nuestras sociedades? Este es un sntoma interesante
del impasse actual del cual hablar ms adelante.
El desarrollo capitalista no puede seguir asegurndose por medio de simples controles de la fuerza de trabajo y por la
transformacin de los recursos naturales para el mercado. Se requiere de una intervencin creciente en las relaciones
sociales, en los sistemas simblicos, en la identidad individual y en las necesidades. Las sociedades complejas no tienen ya
una base econmica, se producen por una integracin creciente de las estructuras econmicas, polticas y culturales. Los
bienes materiales se producen y consumen por la mediacin de los gigantescos sistemas de informacin y simblicos.
Los conflictos sociales se salen del tradicional sistema econmico-industrial hacia las reas culturales: afectan la identidad
personal, el tiempo y el espacio en la vida cotidiana; la motivacin y los patrones culturales de la accin individual. Los
conflictos revelan un cambio mayor en la estructura de los sistemas complejos y nuevas contradicciones afectan su lgica
fundamental. Por un lado, los sistemas altamente diferenciados producen cada vez ms recursos y los distribuyen para la
individualizacin, para la autorrealizacin, para una construccin autnoma de las identidades personales y colectivas. Y
esto es porque los sistemas complejos son de informacin y no pueden sobrevivir sin asumir cierta capacidad autnoma en
los elementos individuales, que tienen que ser capaces de producir y recibir informacin. En consecuencia, el sistema debe
perfeccionar la autonoma de los individuos y los grupos y su capacidad para volverse terminales efectivas de redes
informativas complejas.
Por otro lado, estos sistemas necesitan cada vez ms de la integracin. Tienen que extender su control sobre los mismos
recursos fundamentales que permiten su funcionamiento, si quieren sobrevivir. El poder debe afectar la vida cotidiana, la
motivacin profunda de la accin individual debe ser manipulada, el proceso por el cual las personas dan significado a las


cosas y a sus acciones debe estar bajo control. Se puede hablar de poder microfsico (Foucault, 1977) o de un cambio en
la accin social, de una nueva naturaleza externa hacia una interna(Habermas, 1976).
Los conflictos, desde los aos sesenta, revelan estas nuevas contradicciones e implican una intensa redefinicin de la
situacin de los movimientos sociales y de sus formas de accin. Involucran a grupos sociales ms directamente afectados
por los procesos esbozados anteriormente. Surgen en aquellas reas del sistema asociadas con las inversiones
informacionales y simblicas ms intensivas y expuestas a las mayores presiones por la conformidad. Los actores en estos
conflictos no son ms distintos para la clase social, como grupos estables definidos por una condicin social y una cultura
especfica (como la clase trabajadora lo era durante la industrializacin capitalista).
Los actores en los conflictos son cada vez ms temporales y su funcin es revelar los problemas, anunciar a la sociedad que
existe un problema fundamental en un rea dada. Tienen una creciente funcin simblica, tal vez podra incluso hablarse
de una funcin proftica. Son una especie de nuevos medios de comunicacin social (Marx y Holzner, 1977 y Sazn, 1984).
No luchan meramente por bienes materiales o para aumentar su participacin en el sistema. Luchan por proyectos
simblicos y culturales, por un significado y una orientacin diferentes de accin social. Tratan de cambiar la vida de las
persona, creen que la gente puede cambiar nuestra vida cotidiana cuando luchamos por cambios ms generales en la
sociedad.
La teora de la movilizacin de recursos es incapaz de explicar el significado de estas formas contemporneas de accin
dado que entiende un movimiento slo con cierto actor emprico. La esfera de accin de los conflictos sociales emergentes
se crea por el sistema y sus exigencias contradictorias. La activacin de resultados especficos depende ms de factores
histricos y coyunturales. Los conflictos empricos especficos son desarrollados por diferentes grupos que convergen en la
esfera de accin proporcionada por el sistema. La esfera de accin y los proyectos de los conflictos antagnicos deben, por
lo tanto, definirse en el mbito sincrnico del sistema. Los actores, por el contrario, pueden definirse slo tomando en
cuenta factores diacrnicos y coyunturales, particularmente en el funcionamiento del sistema poltico. La teora de la
movilizacin de recursos puede ayudar al entendimiento de cmo diferentes elementos convergen para activar acciones
colectivas especficas, pero no puede explicar por qu la accin surge y hacia dnde va.
Dos conjuntos de interrogantes parecen, por lo tanto, ser relevante:


a) Cmo administran sus recursos los actores colectivos a fin de mantener y desarrollar la accin?. cmo interactan con
su ambiente, particularmente con los sistemas polticos?
b) Cul es la situacin sistmica y la orientacin de un movimiento?
Con mucha frecuencia los anlisis de los movimientos contemporneos, principalmente aquellos en trminos de
movilizacin de recursos, responden a la primera pregunta pero hacen afirmaciones implcitas sobre la segunda. Ellos
evitan el nivel macro (que es el dominio tpico de los tericos europeos) pero de hecho tienden a reducir toda accin
colectiva al mbito poltico. Por esta razn omiten la novedad y el contenido especfico de los movimientos sociales
emergentes.
El enfoque de la movilizacin de recursos evita el grado macro (que es el principal inters de teoras como las de Tourraine
o Habermas), y de hecho tiende a reducir toda accin colectiva a su dimensin poltica. Pero de este modo ignora la
orientacin cultural de los conflictos sociales emergentes. En otro lugar me he referido a la sobrecarga poltica de
numerosos anlisis de los movimientos sociales (Melucci, 1984). En ocasiones implcitamente, muy a menudo
explcitamente, la relacin entre los movimientos y el sistema poltico se convierte en el centro de atencin y debate. Sin
duda, este punto de vista es legtimo, siempre y cuando no impida la consideracin de otras dimensiones. Los conflictos
sociales contemporneos no son slo polticos, pues afectan la produccin cultural del sistema. La accin colectiva no se
lleva a cabo simplemente para intercambiar bienes en el mercado poltico o para incrementar la participacin en el
sistema: tambin altera la lgica dominante en la produccin y apropiacin de recursos.

Los actores
La evidencia emprica comparativa contenida en las investigaciones sobre nuevos movimientos contemporneos,
confirma la naturaleza plural de los actores implicados. Slo como un ejemplo me voy a referir a los diversos movimientos
surgidos en los aos ochenta. Dichos movimientos representan un modelo de una nueva generacin de accin colectiva, el
cual tambin puede ser usado como punto de referencia en el anlisis de las movilizaciones siguientes. Su base social est
localizada en tres sectores de la estructura social: 1) La nueva clase media o clase de capital humano, es decir, quienes
trabajan en sectores tecnolgicos avanzados basados en la informacin, las profesiones de servicios humanos y/o el sector


pblico (en especial, educacin y asistencia), y quienes mantienen altos grados educativos y disfrutan de una relativa
seguridad econmica; 2) quienes ocupan una posicin marginal respecto al mercado de trabajo (por ejemplo, estudiantes,
juventud desempleada o perifrica, personas jubiladas, amas de casa de clase media), y 3) elementos independientes de
la vieja clase media (artesanos y granjeros, especialmente en las movilizaciones regionales y ambientales). El peso
relativo de cada categora es distinto, pero el grupo central de activistas y seguidores se encuentra en el primer grupo
(Offe, 1985).
Cada uno de estos tres grupos mantiene diferentes posiciones estructurales y participa por distintas razones. La nueva
clase media, se compone, al menos de dos grupos distintos: nuevas lites que estn emergiendo y desafan a las ya
establecidas, y los profesionales de servicios sociales y educativos de capital humano, que experimental tanto el
excedente de potencialidades ofrecido por el sistema como sus restricciones. La investigacin emprica ha mostrado que
estas personas estn integradas en actividades e instituciones sociales, han participado en formas polticas y redes sociales,
tradicionales, son relativamente jvenes y tienen niveles altos de educacin. Todas estas caractersticas nos hablan de la
posicin central de estos individuos, su adhesin a los valores ms modernos y su relacin con las estructuras centrales de
la sociedad. Su capacidad para la construccin de una identidad est arraigada en el conjunto de recursos disponibles, que
pueden percibir porque estn expuestos al conocimiento y la informacin disponibles en la sociedad. El giro desde una
posicin de conflicto al papel de contra-lite es fcil para este grupo de individuos, ya que los procesos de
institucionalizacin ocurren frecuente y rpidamente. Por ejemplo, los grupos de medio ambiente con altas habilidades
profesionales pueden convertirse fcilmente en consultoras que trabajan en problemas de medio ambiente.
El grupo perifrico est tambin compuesto por una variedad de actores. Algunos son marginales prsperos, por
ejemplo, estudiantes o mujeres de clase media que experimental el desajuste mencionado entre el excedente de
posibilidades ofrecido por el sistema y las restricciones reales de su condicin social. Otros son marginales en sentido
estricto (viejos o desempleados); su accin debe explicarse en distintos trminos, es decir, estos grupos respondern a las
condiciones de crisis slo cuando se dispone de un contexto de movilizacin ya existente.
Los grupos de la vieja clase media reaccionan ante movimientos sociales que amenazan su posicin social previa. Aqu
domina la orientacin populista o reaccionaria.


Estos tres grupos mantienen distintas capacidades para la construccin y negociacin de una identidad colectiva en el
tiempo; desarrollan, por lo tanto, diferentes expectativas y diferentes formas de movilizacin.

El patrn organizacional
Podemos hablar de movimientos cuando nos referimos a los fenmenos sociales recientes? Yo preferira hablar de
redes de movimiento o de reas de movimiento, esto es, una red de grupos compartiendo una cultura de movimiento y
una identidad colectiva (Reynaud, 1982). Este concepto no se aparta mucho del de industria de movimiento social de Zald
(McCarthy y Zald, 1977) como el conjunto de organizaciones orientado hacia la misma especie de cambio social- y de su
ms reciente sector de movimiento social (Garner y Zald, 1981) que incluye todo tipo de acciones orientadas hacia los
objetivos de los movimientos. Mi definicin incluye no slo las organizaciones formales, sino tambin la red de relaciones
informales que conectan individuos y grupos clave a un rea ms extensa de participantes y usuarios de servicios y
bienes culturales producidos por el movimiento.
El carcter inadecuado del concepto de movimiento social es un sntoma de un problema epistemolgico ms general. El
concepto de movimiento pertenece al mismo marco conceptual y semntico en el que otras nociones, tales como progreso
o revolucin, fueron establecidas. En un mundo donde el cambio significa crisis de gestin y de mantenimiento del
equilibrio sistmico, donde el lema no hay fruto significa el reconocimiento de que el sistema es al mismo tiempo
planetario y dramticamente vulnerable, en ese mundo el paradigma historicista desaparece gradualmente y revela la
necesidad de nuevos marcos conceptuales.
En el campo de la accin colectiva la falta de conceptos ms adecuados hace difcil librarse de una nocin como la de
movimiento social, pero estoy consciente de que el concepto de red de movimiento es un reajusta provisional para
cubrir la ausencia de definiciones ms satisfactorias y, tal vez, para facilitar la transicin a otro paradigma.
El surgimiento de estos conceptos indica que los movimientos sociales estn cambiando sus formas organizacionales, que
estn volvindose completamente diferentes de las organizaciones polticas tradicionales. Adems de eso, estn
adquiriendo autonoma creciente en relacin con los sistemas polticos; se cre un espacio propio para la accin colectiva
en las sociedades complejas como un subsistema especfico. Esto se vuelve un punto de convergencia de formas de


comportamiento diferentes que el sistema no puede integrar (incluyendo no slo orientaciones conflictivas, sino tambin
comportamiento desviante, innovacin cultural, etctera).
Hoy la situacin normal del movimiento es ser una red de pequeos grupos inmersos en la vida cotidiana que exige que
las personas se involucren en la experimentacin y en la prctica de la innovacin cultural. Estos movimientos surgen slo
para fines especficos como, por ejemplo, las grandes movilizaciones por la paz, por el aborto, contra la poltica nuclear,
contra la pobreza, etc. La red inmersa, aunque compuesta de pequeos grupos separados, es un sistema de trueque
(personas e informaciones circulando a lo largo de la red, algunas agencias como radios libres locales, libreras, revistas que
proporcionan determinado unidad).
Estas redes (Gerlach y Hine, 1970) tienen las siguientes caractersticas: a) propician la asociacin mltiple, b) la militancia
es slo parcial y de corta duracin y c) el desarrollo personal y la solidaridad afectiva se requieren como una condicin para
la participacin en muchos grupos. Esta no es un fenmeno temporal, sino una alteracin morfolgica en la estructura de
la accin colectiva.
Puede hablarse de un modelo bipolar, ya que latencia y visibilidad tienen dos funciones diferentes. La latencia permite que
las personas experimenten directamente con nuevos modelos culturales un cambio en el sistema de significados- que,
con mucha frecuencia, se opone a las presiones sociales dominantes: el significado de las diferencias sexuales, del tiempo y
del espacio, de la relacin con la naturaleza, con el cuerpo, y as sucesivamente. La latencia crea nuevos cdigos culturales
y hace que los individuos los practiquen. Cuando surgen pequeos grupos para enfrentar a una autoridad poltica con una
decisin especfica, la visibilidad muestra la oposicin a la lgica que lleva a la toma de decisiones en la poltica pblica. Al
mismo tiempo, la movilizacin pblica indica al resto de la sociedad que el problema especfico se asocia a la lgica general
del sistema y que son posibles los modelos culturales alternativos.
Estos dos polos, visibilidad y latencia, se correlacionan recprocamente. La latencia alimenta la visibilidad con recursos de
solidaridad y con una estructura cultural para la movilizacin. La visibilidad refuerza las redes inmersas. Proporciona
energa para renovar la solidaridad, facilita la creacin de nuevos grupos y el reclutamiento de nuevos militantes atrados
por la movilizacin pblica que ya fluye en la red inmersa.


La nueva forma organizacin de los movimientos contemporneos no es exactamente instrumental hacia sus objetivos.
Es un objetivo en s misma. Como la accin est centralizada en los cdigos culturales, la forma del movimiento es un
mensaje, un desafo simblico a los patrones dominantes. Son las bases para la identidad colectiva interna del sistema,
pero tambin para un enfrentamiento simblico con el sistema, el compromiso de corta duracin y el reversible, el
liderazgo mltiple, abierto al desafo, las estructura organizacionales, la temporales y ad hoc. A las personas se les ofrece la
posibilidad de otra experiencia de tiempo, espacio, relaciones interpersonales, que se opone a la racionalidad operacional
de los aparatos. Una manera diferente de nombrar el mundo repentinamente revierte los cdigos dominantes.
El medio, el mismo movimiento en s como un nuevo medio, es el mensaje. Como los profetas sin el don para evocar a sus
seguidores, los movimientos contemporneos practican el presente el cambio por el cual estn luchando: redefinen el
significado de la accin social para el conjunto de la sociedad.

El resultado y los sistemas polticos
Cmo puede ser medido el resultado de los movimientos contemporneos? Se puede hablar de su xito o de su fracaso?
El modelo esbozado sugiere que, paradjicamente, los movimientos son tanto vencedores como vencidos: porque el
desafo afecta a los cdigos culturales, la mera existencia de un movimiento es un retroceso en los sistemas simblicos
dominantes. Para estos movimientos, el xito o el fracaso son, estrictamente hablando, conceptos sin significado. Pero no
es as desde un punto de vista poltico.
Los movimientos producen la modernizacin, estimulan la innovacin e impulsan la reforma. Aqu su resultado puede ser
medido. Pero no se debe olvidar que esto es slo una parte y no siempre la ms importante de la accin colectiva
contempornea.
El movimiento de las mujeres proporciona un buen ejemplo de esta situacin. Una revisin de la literatura reciente,
muestra el excesivo nfasis dado por los analistas a los aspectos organizacionales y a lo que llamara resultado de
igualdad. El objetivo del movimiento no es slo la igualdad de derechos, sino el derecho a ser diferente. La lucha contra la
discriminacin, por una distribucin igualitaria en el mercado econmico y poltico y, an ms, la lucha por la ciudadana. El


derecho de ser reconocido como diferente es una de las ms profundas necesidades en la sociedad posindustrial o pos
material.
Ser reconocida como mujer es afirmar una experiencia diferente, una percepcin diferente de la realidad, enraizada en
otro cuerpo, una manera especfica de relacionarse con la persona. El movimiento de las mujeres cuando habla de
diferencia, habla al conjunto de la sociedad y no slo a las mujeres. Pero las sociedades que desarrollan una presin
creciente por la conformidad, esta reivindicacin tiene efectos de oposicin, desafa la lgica del sistema y tiene una
orientacin antagonista.
El resultado poltico del movimiento de mujeres en trminos de igualdad permite que la diferencia sea reconocida. Pero el
xito en el campo poltico lo debilita, aumenta su segmentacin, lleva a algunos grupos a la profesionalizacin y a la
burocratizacin, y a otros a un sectarismo de oposicin. El mensaje de la diferencia, mientras tanto, no mueres, se vuelve
un objetivo cultural y poltico que moviliza a muchos otros grupos.
Este ejemplo apunta hacia otro problema crtico de las sociedades complejas: la relacin entre organizaciones polticas,
particularmente aquellas con una tradicin marxista, y los patrones emergentes de accin colectiva. Qu especie de
representacin podra ofrecer efectividad poltica a los movimientos sin reducirlos al papel de cables de transmisin
leninista?
Las movilizaciones contemporneas muestran que en la transicin de la latencia a la visibilidad se desarrolla una funcin de
las organizaciones de redes, que suministran recursos financieros y organizacionales para campaas pblicas sobre
decisiones especficas, aunque reconociendo la autonoma de las redes inmersas. Tal vez un nuevo espacio poltico est
designado ms all de la distincin tradicional entre Estado y sociedad Civil: un espacio, pblico intermediario, cuya
funcin no es institucionalizar los movimientos, ni transformarlos en partidos, sino hacer que la sociedad oiga sus mensajes
y traduzca sus reivindicaciones en la toma de decisiones polticas, mientras los movimientos mantienen su autonoma.
La utopa leninista era transformar un movimiento en poder. La evidencia de lo que eufemsticamente llamamos
socialismo real demuestra las trgicas consecuencias de esta utopa. Las reivindicaciones conflictuales y el poder no
pueden sostenerse por los mismos actores. Una sociedad abierta, aun una sociedad socialista, es una sociedad que
puede aceptar la coexistencia de un poder creativo y de conflictos sociales activos sin derrumbarse.


Cambios sin precedentes
Los movimientos sociales que surgen en las sociedades contemporneas da lugar a interpretaciones que se pueden reducir
a dos tipos fundamentales. Uno en trminos de marginalidad o de desviacin, es decir, en trminos de crisi s econmica o
de la crisis tout court. En esta clave se pueden leer ciertos fenmenos juveniles, la relacin entre paro y protesta, el nexo
entre movilizacin y puesto de la mujer en el mercado de trabajo. La otra interpretacin, atribuye la protesta a la falta de
legitimidad poltica por parte de grupos que rechazan la cerrazn de las instituciones de las que estn excluidos y se
movilizan para exigir acceso, participacin y reconocimiento de derechos. En esta perspectiva se analizan las luchas contra
el arcasmo y el autoritarismo de distintas instituciones; estas luchas se realizan para que se ample la participacin
mediante la redefinicin de las reglas del juego, de los mecanismos de acceso y de las formas de autoridad. Ambas
interpretaciones tienen un fundamento y explican una parte importante de los fenmenos a los que se aplican.
Deduzco que los movimientos que surgen en las sociedades complejas no se pueden considerar como simples reacciones a
la crisis o a los problemas de exclusin del mercado poltico. Es necesario reconocer que los fenmenos colectivos que
atraviesan las sociedades contemporneas son los sntomas de nuevas luchas antagnicas, aunque ste no sea su nico
significado. Mi anlisis se basa en la hiptesis de que en las sociedades donde tiene lugar un capitalismo tardo (o
posindustriales?, o complejas?, o posmaterialistas?: nunca, como hoy, ha habido vergenza en definir la calidad de la
gran transformacin en curso en esta sociedad a la que todos nos referimos sin saber cmo llamarla) se plantean
demandas antagnicas que emplean la lgica del sistema, su modo de producir el desarrollo y de definir identidad y
necesidades. Estas demandas enfocan los conflictos sobre procesos sociales que se vuelven fundamentales en los sistemas
complejos.
Ante nuestra mirada tienen lugar cambios sin procedentes. Hoy, producir no significa simplemente transformar los
recursos naturales y humanos en valores de cambio, organizando las formas de produccin, dividiendo el trabajo e
integrndolo en el complejo tcnico-humano de la fbrica. Significa, por el contrario, controlar sistemas cada vez ms
complejos de informacin, de smbolos y de relaciones sociales. El funcionamiento y la eficiencia de los mecanismos
puramente econmicos y de los aparatos tcnicos se confa a la gestin y al control de sistemas en los que las dimensiones
culturales, simblicas y de relacin se convierten en preponderantes frente a las variables tcnicas. Tampoco el mercado


funciona simplemente como un lugar en el que circulan las mercancas, sino como un sistema en el que se intercambian
smbolos.
Los conflictos se desplazan ahora hacia la defensa y la reivindicacin de la identidad contra aparatos distantes e
impersonales que hacen de la racionalidad instrumental su razn y, sobre esta base, exigen una identificacin. Las
demandas antagnicas no se limitan a atacar el proceso de produccin, sino que consideran el tiempo, el espacio, las
relaciones y a los individuos. Plantean demandas relacionadas con el nacimiento y con la muerte, con la salud y con la
enfermedad que ponen en primer plano la relacin con la naturaleza, la identidad sexual, los recursos de comunicacin, la
estructura biolgica y afectiva del comportamiento individual. En estas reas aumenta la intervencin de los aparatos de
control y de manipulacin, pero tambin se manifiesta una reaccin difusa a las definiciones de identidad externas,
aparecen demandas de reapropiacin que reivindican el derecho de los individuos a ser ellos mismos.
La dificultad de hoy reside en el hecho de que nos encontramos en una fase de transicin; el nuevo embrin est naciendo
dentro del viejo seno, como sucede siempre en la historia de los movimientos, los nuevos actores se expresan con el viejo
lenguaje porque todava no tienen uno propio. Mientras se forma, utilizamos el que heredamos de los movimientos que le
preceden, y que tiene sus races en la memoria y en los smbolos del pasado. Es por eso que la tradicin marxista y la
herencia del movimiento obrero constituyen la forma mediante la cual los nuevos actores intentan definir la especificidad
de los contenidos que incluyen. Esta situacin crea toda la ambigedad y la dificultad de un momento de transicin.
Plantea tambin el problema de las formas polticas de representacin de las nuevas demandas. Pero no debemos olvidar
que estamos en presencia de fenmenos que no tienen mucho que ver con la tradicin de los movimientos de lucha a los
que a veces se remiten.
Cuando afirmo que es necesario analizar los movimientos que surgen como expresin de conflictos antagnicos, intento
subrayar el significado general de las luchas que asumen la lgica del dominio en las sociedades avanzadas, a pesar de la
parcialidad y de la fragmentacin aparentes de los terrenos de lucha. La direccin de bsqueda que me parece fecunda, es
la de pensar en los conflictos como en una red de oposiciones para el control del desarrollo, ms que como el
enfrentamiento entre dos grupos sociales estables, entre dos lenguajes, dos modos de vida, como suceda en la fase de la
industrializacin capitalista. Las clases, as entendidas, se disuelven siendo sustituidas por una multiplicidad de grupos


estratificados y entrelazados segn lneas variables; no por eso es menor la importancia de las relaciones antagnicas que
tienen por objeto la apropiacin y el destino de los recursos sociales.
La produccin social permanece bajo el control de grupos particulares y de intereses privados, incluso cuando se
identifican con aparatos pblicos o con el Estado, mientras que otros grupos luchan por imponer una direccin distinta al
desarrollo. Ciertamente, cada vez es ms difcil identificar a los actores en conflicto. El poder se hace impersonal, se hace
pblico mediante los grandes aparatos de planificacin y de decisin, mediante la gestin administrativa de toda la vida
social. Las luchas antagnicas se fragmentan y se dispersan en la accin de los grandes grupos sociales que, poco a poco,
asumen ms directamente la racionalizacin que proviene de arriba.
Es el campo de las oposiciones el que permanece constante, no los actores. El anlisis, por lo tanto, debe partir de lo que
est en juego en los conflictos y, slo as, se puede identificar a los actores. Los conflictos del capitalismo tardo continan
movindose alrededor de la produccin, de la apropiacin del destino de los recursos sociales. Pero los actores que ocupan
este campo pueden cambiar y corresponde al anlisis emprico identificarlos. Esta perspectiva supone un cambio de
mtodos en el anlisis de los conflictos. Se trata de partir del sistema, de su lgica de funcionamiento, de los procesos que
permiten la reproduccin y el cambio. Es en este grado de generalidad que se individualizan los problemas cruciales y los
recursos fundamentales, para cuyo control se aceleran los conflictos. La individualizacin de los actores se convierte en un
problema que hay que resolver mediante el anlisis emprico, que debe explicar por qu hay que resolver mediante el
anlisis emprico, que debe explicar por qu en cierta fase se movilizan en conflictos antagnicos. Ninguna teora asegura a
priori, desde este punto de vista, la presencia de un sujeto histrico.
La variabilidad y la provisionalidad de los actores que ocupan la escena de los conflictos antagnicos valen sobre todo para
los movimientos de contestacin, aunque en cierta medida se aplique tambin a los grupos dominantes. Para estos ltimos
existe ciertamente mayor estabilidad, mayor integracin, una mayor coincidencia de los actores empricos con los
mecanismos del sistema. Pero incluso teniendo en cuenta el declive del poder, creo que es necesario, cada vez ms a
menudo, medirse con su variabilidad e inconstancia emprica. Esto es cierto, naturalmente, en el nivel de sistema y no es
verdad en una formacin social concreta, donde tanto la cristalizacin de las lites como la continuidad histrica de los
movimientos de lucha pueden ser muy fuertes.


Hay tres consecuencias que, me parece, se derivan de esta perspectiva de anlisis:
1) Los actores sociales conflictivos no limitan su figura social a las pugnas en las que participan. No importa que esto se
mida respecto al tiempo de vida o respecto a la multiplicidad de papales desarrollados en distintos subsistemas, el
compromiso en un conflicto antagnico no cubre toda la gama de posibilidades de accin de un actor dado. Ningn actor
est definido nica ni principalmente por su implicacin en un movimiento de carcter antagnico (y de aqu la inutilidad
de comparar a los actores de los movimientos contemporneos con las caractersticas de la clase obrera).
2) Los conflictos que surgen con limitados en sus caractersticas empricas. Manifiestan sus issues, sus cuestiones
determinadas y movilizan distintos actores. Todava estn destinados a reproducirse con cierta facilidad y una vez
institucionalizados tienden a desplazarse y a difundirse en otras reas sociales.
3) Los actores de los conflictos antagnicos refuerzan de tal manera contradicciones especficas del sistema que,
coyunturalmente, activan las movilizaciones. Se podra decir que determinados elementos de la condicin social o de la
posicin de un grupo, entran en colisin con la lgica dominante en el nivel de sistema y la hacen evidente. Slo el anlisis
emprico puede proporcionar respuestas satisfactorias sobre este tema (y decir, por ejemplo, por qu los jvenes o las
mujeres, a partir de su condicin, se convierten en cierta fase en actores de conflictos antagnicos; y por qu ciertos
grupos y no otros se movilizan en luchas ecolgicas.
Algunos movimientos se refieren, ms o menos directamente a grupos ligados a cierta condicin social (jvenes, mujeres).
Ms difcil es hablar de movimientos como sujetos relativamente estables de accin colectiva, en el caso de formas de
movilizacin bastante ms fugaces o definidas principalmente por el objetivo. Este es el caso de la movilizacin ecolgica o
pacifista, que cubre un problema bastante amplio y diferenciado: desde la ecologa poltica, cuyas luchas antinucleares
estn teniendo ahora un momento de mximo auge, hasta la ecologa de lo cotidiano, en la que se pone en primer plano la
relacin hombre-ambiente en su dimensin molecular, ligada a la experiencia individual (alimentacin, medicina natural y
espacio-tiempo de vida). Este es tambin el caso de las movilizaciones antirracistas, contra la pobreza, y a favor de los
derechos humanos. Es posible reducir a una unidad estos fenmenos? Creo que sera un esfuerzo intil. Tolo lo que he
dicho hasta aqu debera dejar claro que nos encontramos frente a un autntico cambio de forma de la accin colectiva.


Se plantean dos problemas para el futuro de lo movimientos. El primero est relacionado con el riesgo permanente de
fragmentacin y de integracin al que estn expuestos. Inmersos como estn en la vida cotidiana y en las necesidades
individuales de sus miembros, pueden quedar fcilmente reducidos a sectas marginales dedicadas a la pura expresividad o
ser integrados en los circuitos de un mercado. El segundo problema estrechamente ligado con el anterior, est relacionado
con las formas de representacin que eliminan estos riesgos de las exigencias conflictivas y las transforman en fuerzas que
propician el cambio. La ilusin de encuadras las nuevas demandas dentro de las viejas formas de organizacin poltica (el
partido) est apagndose en todas las sociedades avanzadas. El problema que se plantea es el de inventar formas de
representacin y de organizacin adecuadas a la naturaleza de los conflictos que surgen y hacen posibles formas de
comunicacin con los actores institucionales ms estables.

Movimientos sociales y sociedad compleja
Vamos a volver atrs a un punto terico fundamental que seal en el primer captulo. Cuando hablamos de movimientos
sociales, en particular hoy, es necesario estar de acuerdo acerca de la naturaleza del objeto y sobre nuestro modo de
observarlo. Somos herederos de la cultura moderna y el concepto de movimientos sociales pertenece a una constelacin
semntica e histrica, al igual que otros conceptos como clase y revolucin que suponen un marco de referencia, un teln
de fondo epistemolgico de tipo lineal y mecanicista. No es por casualidad que el concepto de revolucin, por ejemplo, sea
el que proviene de la astronoma y del movimiento de los cuerpos celestes. El concepto de movimiento tiene esta
caracterstica de referencia a una epistemologa mecanicista: algo que se mueve en la sociedad y que se reconoce por el
hecho de que se diferencia de lo esttico, del orden de la sociedad y que es reconocible mientras se mueve. Ya con esa
simple referencia, estamos frente a un concepto que es extremadamente aproximativo y burdo, desde el punto de vista de
una epistemologa un poco ms refinada como la que podemos pensar hoy. No es por azar que el concepto de
movimientos sociales est actualmente sometido a una discusin bastante amplia que pone en evidencia el hecho, ms all
de nuestro consenso discursivo, de que no todos nosotros entendemos lo mismo cuando hablamos de movimientos
sociales. Cuando revisamos las definiciones en los manuales, en los textos que se ocupan de movimientos sociales, las
definiciones casi nunca son comparables entre s. La razn de esta dificultad al equiparar es que aprendemos muchas


definiciones estandarizadas y se asocia tambin al hecho de que probablemente los movimientos son un asunto
espinoso, un objeto que envuelve intereses y pasiones. El dato fenomenolgico ms evidente es que en este campo existe
gran confusin entre las lenguas. La razn sustancial que ya mencion es que cuando se define el trmino de movimientos
sociales, normalmente lo que hacemos es tomar algunas caractersticas empricas de los fenmenos, las generalizamos y
decimos: los movimientos sociales son eso, o esto, o aquello. Como diversos autores toman en consideracin diferentes
caractersticas empricas, por esa razn estas generalizaciones empricas son poco comparables.
Por lo tanto, el primer problema con el cual nos enfrentamos cuando consideramos los movimientos contemporneos es
siempre de orden epistemolgico y metodolgico, y consiste en la necesidad de pasar de una consideracin de objeto
emprico a un anlisis propiamente analtico, en el cual, sustancialmente, no tomamos el objeto emprico como
significativo en s mismo, sino que aplicamos al objeto emprico cualquier tipo de aparato analtico para descomponer la
unidad. Porque la unidad emprica est siempre hecha de muchos componentes. Es como si tomramos una piedra y
pretendiramos aplicarle una definicin: por ejemplo, sta es una piedra redonda, en lugar de analizar su composicin
qumica, geolgica, etc. Con los movimientos sociales, nos comportamos un poco de esa manera. Tomamos piedras y
rboles y los consideramos en su totalidad, como si fueran objetos homogneos, significativos en s mismos, mientras que
el verdadero problema es descomponer esa unidad, esta homogeneidad aparente.
Este cambio de perspectiva analtica es extremadamente importante, porque nos lleva a considerar el objeto de forma
diferente de un realismo ingenuo, que ve al sujeto colectivo como si tuviera un alma que lo caracteriza por s mismo.
Hablamos de movimiento social como si fuera un sujeto, dotado de una unidad propia, al cual atribuimos una serie de
caractersticas. Esto es claramente un uso discursivo de la nocin de movimientos sociales cuya utilidad prctica podemos
aceptar pero no es un uso cientfico. Desde el punto de vista analtico, debemos movernos hacia una perspectiva que nos
lleve a descomponer y analizar la unidad: sta es siempre el resultado de procesos sociales diversificados que finalmente
vuelven posible la formacin de un sujeto colectivo y la manifestacin de una accin.
Voy a dar un ejemplo simple: si estando en una reunin con un grupo de personas sonara la alarma de incendio, todos
correramos hasta la puerta para huir. Todos juntos haramos alguna cosa que constituira desde el punto de vista de un
observador un fenmeno colectivo: porque todos nosotros nos moveramos en direccin a la puerta. Pero es muy claro,


desde el punto de vista analtico, que ese proceso colectivo es una suma de comportamientos individuales absolutamente
independientes. Cada uno de nosotros corre hacia la puerta por sus propios motivos para salvarse del incendio. Por otro
lado, si ocurriera una manifestacin y nos adhiriramos a ella, nos levantaramos de la sala para participar en la
manifestacin porque compartimos sus objetivos, y nos moveramos juntos por razones distintas y con un significado muy
diferente de la situacin precedente. Desde el punto de vista fenomenolgico, el fenmeno se presenta exactamente del
mismo modo: tantas personas se mueven contemporneamente para salir por la puerta. Por eso debemos siempre pasar
de la consideracin emprica del fenmeno que se presenta como un fenmeno colectivo, a una consideracin analtica
que nos permita comprender cules son las relaciones, los significados, las orientaciones de la accin que explican aquel
fenmeno colectivo. En el primer caso, la orientacin fundamental es de tipo individualista, de tipo atomizado, porque
cada uno quiere salir por la puerta por razones propias, diferentes de las de los otros y el hecho de que el acontecimiento
sea colectivo depende slo de simultaneidad de tiempo y de espacio de una serie de comportamientos individuales. En el
segundo caso, al contrario, el hecho de que nosotros nos movamos juntos para caminar en una manifestacin supone que
compartimos los objetivos e intereses de motivaciones comunes que nos llevan a adherirnos a aquella manifestacin.
Ms an, es muy claro que sociedades histricas, como Brasil en 1996, Italia en 1953 e Inglaterra en 1727, contienen una
pluralidad de sectores de la estructura social que son estratos histricos coexistentes. Ninguna sociedad es puramente
identificada como un solo modo de produccin o un solo sistema estratificado. El Brasil de hoy, por ejemplo, como otras
sociedades latinoamericanas, es simultneamente capitalista y precapitalista, poscapitalista. Entonces, la accin social se
coloca siempre contemporneamente en esos mltiples niveles. Pero desde el punto de vista analtico, la orientacin, la
motivacin, las formas de relaciones por las cuales los actores se involucran en los procesos colectivos, son diversas segn
los rangos de la sociedad existentes.
Estas son solamente indicaciones generales del mtodo: diversidad de orientacin de la accin y diversos campos de
referencia de accin (que significa diversas estructuras de relaciones que permiten la accin colectiva) nos dejan reconocer
que, en cada fenmeno concreto, como el de una piedra que recogemos de la montaa, coexiste una multiplicidad de
estos elementos. El verdadero problema en el enfoque sociolgico es el de captar cmo es que esta multiplicidad de
elementos forma un sujeto colectivo o una unidad de accin. Por lo tanto, la accin no es un punto de partida, sino un


fenmeno para ser explicado. Teniendo como teln de fondo esta advertencia de tipo epistemolgico/metodolgico
podemos preguntar cules son las caractersticas de la sociedad que pueden explicar alguna caracterstica del movimiento
contemporneo, que no puedan ser convertidas a la forma misma del movimiento de la sociedad capitalista del tipo
industrial. Esta interrogante no se dirige a una accin colectiva contempornea en su totalidad emprica; ms bien
hablamos de aspectos, dimensiones, niveles de los fenmenos colectivos contemporneos que no pueden ser explicados a
la luz del cuadro conceptual de la sociedad moderna, industrial.
De esta visin surge una indagacin tericamente significativa que en el debate entre nuevos y viejos movimientos fue
simplemente eliminada. Esto es, en los fenmenos contemporneos existen elementos de tensin, aspectos de la accin
colectiva, que no pueden explicarse en el contexto de la sociedad moderna capitalista del tipo industrial, por lo que los
fenmenos y las dimensiones de accin requieren de un aparato conceptual y de categoras que no podemos simplemente
extraer del anlisis de fenmenos de accin colectiva de la sociedad industrial. Esta pregunta se vuelve tericamente muy
importante, porque nos anima, si la tomamos seriamente, a avanzar ms all del contexto de la sociedad moderna
industrial y nos obliga a poner a prueba, de modo sistemtico, las categoras conceptuales de que disponemos.
Mi reflexin sobre los movimientos va en esa direccin, en el intento de construir un aparato conceptual que nos permita
explicar cules dimensiones de los movimientos contemporneos no son reductibles a las caractersticas que llamo
tradicionales de accin colectiva de la sociedad moderna. La accin colectiva de la sociedad moderna avanza en dos
direcciones: una que podemos llamar de accin social, como los conflictos sociales, y otra que podemos llamar de
ciudadana. El movimiento obrero, fenmeno colectivo por excelencia de la sociedad moderna, combin siempre esas dos
dimensiones fundamentales: el conflicto social de clase, que opona actores sociales colocados en la estructura productiva
y definidos por su posicin en las relaciones de produccin y en las luchas sociales; y las categoras sociales que haban sido
hasta aquel momento excluidas, que luchan por la inclusin en la esfera de la ciudadana. Todas las luchas sociales en la
sociedad moderna son luchas que combinan esos dos aspectos: el aspecto de lucha social, del conflicto social en la esfera
de produccin y el aspecto de la lucha de los excluidos por la inclusin en la esfera de la ciudadana. Todas las luchas
sociales en la sociedad moderna son luchas que combinan esos dos aspectos: el aspecto de lucha social, del conflicto social
en la esfera de produccin y el aspecto de la lucha de los excluidos por la inclusin en la esfera de la ciudadana. El


movimiento moderno y el movimiento de los trabajadores, por excelencia, siempre combinaron de modo diferentes esas
dos dimensiones.
Al hablar de la situacin contempornea, nos colocamos en una situacin paradjica, porque nos vemos obligados a definir
a la sociedad con una serie de definiciones alusivas, que son normalmente variantes de categoras fundamentales, de
explicaciones aplicables a la sociedad moderna. Usamos adjetivos para especificar caractersticas fundamentales de la
sociedad moderna. Al hablar de sociedad contempornea usamos los trminos posindustrial, capitalista tardo, sociedad
posmoderna, sociedad de informacin, sociedad compleja, etc. Esto es, utilizamos definiciones de tipo alusivo, que no son
conceptualmente significativas. Analticamente, esas definiciones no significan casi nada, ms que las categoras que se
estn utilizando para designar a la sociedad moderna ya no son suficientes. Tenemos que especificar de cualquier modo
con adjetivos, que estamos hablando de una sociedad diferente de aquella moderna, pero que no sabemos definirla en
trminos analticos apropiados y tericamente significativos. Estamos viviendo una situacin de impasse grave desde el
punto de vista terico y creo que es importante aclarar a qu nos referimos: la constatacin de nuestra dificultad terica al
hablar de la sociedad contempornea de modo terico y conceptualmente adecuado. Hablamos de la sociedad
contempornea de modo fundamentalmente alusivo, usando imgenes, metforas y no conceptos. Debemos subrayar este
muy claramente, porque reconocer ese impasse significa ponerse frente a los problemas y preguntas nuevas que nacen de
su constatacin y que por el contrario, no seran planteadas si el impasse no se reconociera, es extremadamente
importante reconocer la fragilidad de las teoras para plantearse nuevas preguntas.
En este sentido, pienso que no estamos en condiciones de producir una teora general de la sociedad contempornea, pero
seguramente es necesario producir hiptesis interpretativas de esa sociedad que vayan ms all de estas terminologas
alusivas y que les den sustancia analtica. Esto es, qu es lo que queremos decir cuando hablamos de sociedad
posindustrial o sociedad compleja?, cules son los procesos sociales?, cules son las dinmicas?, cules son los tipos de
relaciones indicadas como significativas de la sociedad contempornea y que, por lo tanto apuntan a la discontinuidad en
relacin con la realidad y las caractersticas de la sociedad moderna industrial?
Este es el problema: saber si hay variaciones del modelo industrial capitalista o si podemos tranquilamente aplicar el
aparato conceptual de categoras de la tradicin moderna industrial. Pero el hecho de que hablemos acerca de una


sociedad posindustrial, posmoderna, compleja, y cosas as, quiere decir que las categoras ya no funcionan, ya no son
suficientes para explicar el fenmeno contemporneo. Se trata por lo tanto de un proceso importante que parte del
reconocimiento del impasse terico en el cual nos encontramos. Lo que digo nace de esta constatacin y entiendo que se
debe dar cualquier paso al frente, aunque sea limitado, en la direccin que ha indicado, buscando llenar cualquier pequeo
espacio de un gran vaci para el cual disponemos de una que otro pieza, siendo importante comenzar a colocarlas en su
lugar, en la medida de lo posible.
Nocin de sociedad compleja
Entre las definiciones ms frecuentes para la sociedad contempornea aparece la nocin de sociedad compleja. Vamos a
ver lo que significa sociedad compleja. Vamos a ver lo que significa sociedad compleja. Es un esquema analtico qu
implica la nocin de complejidad? y cules efectos tiene esta nocin?
La complejidad apunta hacia tres procesos sociales fundamentales: diferenciacin, variabilidad y exceso cultural.
Proceso de diferenciacin. Decir que una sociedad es un sistema social diferenciado, significa afirmar que los mbitos de
las experiencias individuales y sociales se multiplican y que cada uno de estos mbitos se organiza conforme a lgicas,
formas de relaciones, culturas, reglas diferentes unas de otras. El sistema es simple cuando sus subsistemas, su mbito de
experiencias, funcionan con una lgica similar o comparable. El sistema se considera diferenciado cuando una
multiplicacin de los mbitos de vidas, de experiencias de relaciones, se caracteriza cada vez ms por la diversidad de las
reglas, lgicas y lenguajes que caracterizan a cada uno de estos mbitos. Desde el punto de vista de la experiencia de los
actores sociales, esto significa que cada vez que en la vida cotidiana, como miembros de la sociedad, pasamos de un
mbito al otro, de una regin a otra de este sistema social, debemos asumir lenguajes, aceptar reglas, participar de formas
de relaciones que son diferentes del mbito precedente. Esto significa que no podemos transferir de un mbito a otro esos
modelos de accin, las mismas pautas de acciones. No es posible una transferencia automtica y cada vez que entramos en
un nuevo mbito, en un campo diferente del sistema, debemos adoptar un modelo de accin, de reglas de lenguaje que
son propias de este sistema.




Variabilidad de los sistemas.
La variabilidad, se refiere a la velocidad y a la frecuencia del cambio. Un sistema es complejo porque cambio
frecuentemente y se transforma velozmente. O sea, los cambios son frecuentes y rpidos. Ahora bien qu significa en
trminos de experiencias sociales la variabilidad? Esto quiere decir que en la transicin de un tiempo a otro tiempo nos
encontramos con la imposibilidad de transferir el modelo de accin que vale para un tiempo pero no vale para otro,
porque el sistema tambin se modifica. Existe la necesidad de modificar continuamente en el tiempo el modelo de accin
para que pueda adecuarse al sistema que se est modificando.
Podemos decir, por lo tanto, que la primera nocin se refiere a la diferenciacin de espacio del mbito de la experiencia, y
la segunda se refiere a la diferenciacin de los tiempos de experiencia.
Exceso cultural. Es la ampliacin de las posibilidades de accin, que rebasan ampliamente la capacidad efectiva de accin
de los sujetos. Esto es, un sistema es complejo porque pone una cantidad de posibilidades a disposicin de los actores, un
potencial de acciones posibles, que es siempre ms amplio que la capacidad efectiva de accin de dichos actores. Este
aspecto es ciertamente lo ms caracterstico de la complejidad, del cual todos nosotros tenemos una experiencia cotidiana:
diariamente enfrentamos decisiones, alternativas de consumo y opciones de vida en las cuales las posibilidades exceden
continuamente la capacidad efectiva de accin de los actores.
Qu significa esto, desde el punto de vista de la experiencia social de los sujetos/actores de un sistema complejo? Los tres
procesos que indiqu brevemente establecen una permanente condicin de incertidumbre, porque cada vez que pasamos
de un mbito a otro de la experiencia y no podemos aplicar las reglas que valan para el otro lugar, tenemos que asumir
nuevas reglas, nuevos lenguajes. Cada vez que nos apartamos en el tiempo no podemos transferir los mismos modelos de
accin, tenemos que producir, adaptar nuestros modelos. Y cada vez que ejecutamos acciones, nos encontramos en la
condicin de reducir el campo de las posibilidades para volverlo compatible con nuestras capacidades. Eso significa, en
trminos muy generales, que la incertidumbre es la condicin permanente de los actores en un sistema complejo. Porque
los actores en un sistema complejo se topan inesperada y continuamente con este tipo de interrogantes: cules son las
reglas de lenguaje que valen para determinado tiempo o momento? Cules son los criterios de decisin para poder
actuar?


La incertidumbre nos coloca continuamente frente a la necesidad de hacer una eleccin. Podemos reducir la
incertidumbre, normalmente, tomando decisiones, escogiendo entre las diversas alternativas. Por lo tanto, en los sistemas
complejos las relaciones entre incertidumbres, preferencias y decisiones sern relaciones permanentes, casi circulares.
Sabemos que cada nueva decisin crea una nueva incertidumbre, exactamente porque modifica el propio campo existente
y precedente. Introdujimos la decisin para reducir la incertidumbre, pero introduciendo una decisin en nuestra accin
creamos un nuevo campo, un nuevo productos de incertidumbre.
Esta situacin crea una paradoja con referencia a la accin social: la eleccin y la decisin que comnmente se asocian a la
idea de libertad y de autonoma acaban siendo como un destino, una necesidad a la cual se nos somete porque sabemos
que no escoger, no decidir es una eleccin. Entonces continuamente somos orillados a decidir. La eleccin y la decisin se
vuelven un destino y una necesidad social permanente.
Esta situacin que describ en trminos muy generales tiende a aumentar el carcter reflexivo y artificial de la vida social.
La vida social se presente siempre ms como un producto de relaciones, de acciones, de decisiones, antes que como un
dato. Esto sucede porque continuamente se nos llama a producir, mediante nuestras elecciones y decisiones, las relaciones
y el campo de nuestra propia accin social. Lo cual significa que la vida social pierde siempre su carcter natural, su
carcter de dato objetivo y se vuelve siempre ms un producto de acciones y relaciones.
En este campo as definido, el recurso fundamental que circula en este sistema es el de la informacin. Reducimos la
incertidumbre produciendo informaciones y nuestras decisiones modifican continuamente aquellas informaciones
disponibles. Ahora bien, la descripcin muy breve de este tipo de sistema social tiende a identificar los aspectos de
discontinuidad con la sociedad y la cultura moderna industrial. Los conflictos de clase, esto es, los conflictos que oponen al
productor de los recursos de una sociedad industrial, al poseedor de los medios de produccin y los conflictos por la
inclusin de categoras excluidas de la ciudadana, no desaparecen de la vida social. Lo que estoy indicando aqu, es que en
la sociedad contempornea, coexisten conflictos preindustriales y conflictos propiamente caractersticos de la sociedad
industrial, as como conflictos que son discontinuos, diferentes cualitativamente de aquellos precedentes, pero que hacen
referencia a aquel campo de relaciones antes descrito.



Poder y conflicto
Ahora veamos cules son esos conflictos. Son conflictos que tienen que ver con la capacidad o la posibilidad de los actores
de definir el sentido de sus acciones. En un sistema complejo, caracterizado por el tipo de relaciones que describ, para que
los actores, puedan moverse en este sistema, para que puedan decidir, escoger pasar de un sistema a otro, transferir en el
tiempo sus capacidades, reducir el campo de posibilidades, deben disponer de recursos que les permitan moverse como
sujetos autnomos de la accin. Esto es, en los sistemas complejos, los actores lo son mientras posean recursos para
decidir autnomamente cul es el sentido de su accin. Son actores aquellos a quienes el sistema distribuye recursos que
les permiten actuar de modo autnomo. Nos referimos a recursos de educacin, conocimiento e informacin. Son recursos
de tipo cognoscitivo, relacional y comunicativo que permiten a esos sujetos tanto individuales como colectivos, actuar
como sujetos autnomos, como sujetos capaces, de producir, recibir e intercambiar informacin autnomamente.
As, por un lado el sistema complejo distribuye recursos para la automatizacin de sus componentes. Los sistemas
complejos necesitan para vivir de miembros que sean suficientemente autnomos como para poder funcionar como
productores y receptores de informacin. Esos sujetos son autoreflexivos, con capacidad de decidir, de controlar
autnomamente la informacin que circula en el sistema, de manera que puedan escoger, decidir, actuar, reducir la
incertidumbre, en forma autnoma, en la medida en que sta se presente en el sistema. Ese tipo de actor es el que
permite que el sistema complejo funcione. El requisito sistmico es que los actores sean autnomos para hacer funcionar
el sistema complejo. Imaginemos una red de computadoras en donde los operadores manejan sus mquinas; al no
disponer de la capacidad ni de los requisitos necesarios para interpretar el mensaje que ven en la mquina, el sistema se
bloquea; el operador de una red, de un sistema computarizado, debe ser relativamente autnomo y es el sistema complejo
el que debe distribuir el recurso de autonoma.
Por otro lado, el sistema complejo es muy diferenciado, cambia rpidamente y puede mantenerse solamente con una
medida elevada de control. Un sistema entre ms diferenciado sea ms integracin necesita, pues de otra forma se
fragmenta, se descompone, de desarticula; un sistema, entre ms complejo y ms diferenciado sea, ms rpidamente
cambiar, ms ampliar su campo de accin, ms necesitar de control.


El control que nos e puede ejercer solamente por el aspecto externo de la accin, por el aspecto manifiesto de la accin,
sobre la accin expresada, debe de ser ejercido en precondiciones de accin. El sistema complejo no puede funcionar al
intervenir despus de haberse manifestado la accin, porque cuando la accin se manifiesta produce la cada del sistema
su catstrofe-. Entonces, debe intervenir en las precondiciones de accin: en la estructura motivacional-cognoscitiva-
afectiva, que permite que los sujetos actan. Slo controlando ese nivel ser posible garantizar la integracin de un
sistema complejo.
Un sistema complejo requiere de una forma de control que penetre e intervenga en la procesos de formacin del sentido
de la actuacin. El fundamento de la accin humana est ms en las estructuras motivacionales del tipo relacional, as
como en la estructura biolgica. Los sistemas complejos, por un lado distribuyen recursos para la autonoma, para la
individualizacin del proceso social, esto es, tienden a crear actores capaces de decidir y de construir autnomamente el
sentido de su accin como sujetos. Por el otro, producen y ejercen una forma de control que alcanza una dimensin ms
profunda, ntima de la formacin del sentido de actuacin. El poder que se ejerce en un sistema complejo, es un poder que
se ejerce en los cdigos y en el lenguaje que organiza al sistema. No basta controlar los contenidos y las formas expresadas
de la accin, sino que uno tiene que mejorar la capacidad de manejar su cerebro.
Esto es el campo de los conflictos sociales emergentes en la sociedad compleja, que son conflictos sociales discontinuos, en
relacin con la tradicin de la sociedad capitalista industrial. Se trata de conflictos cuyo ncleo se centra en los recursos de
informacin, en la manera en que los recursos se producen, se distribuyen para los sujetos y en cmo el poder y el control
se ejercen en la sociedad. En esos conflictos, se oponen, por un lado, grupos sociales que reivindican la autonoma de su
capacidad de producir el sentido para su actuacin, para su identidad, para su proyecto de vida, para sus decisiones, y por
el otro, aparatos siempre ms neutros, siempre ms impersonales, que distribuyen cdigos de lenguaje, cdigos de la
forma de organizacin del conocimiento que son impuestos a los individuos y a los grupos, que organizan su
comportamiento, sus preferencias y su modo de pensar.
Entonces esos conflictos son los que por su naturaleza tienen caractersticas poco comparables con la tradicin de los
conflictos caractersticos de la sociedad industrial, por una razn muy evidente: los conflictos de la sociedad industrial son
los que se desarrollan en el mbito de categoras sociales que son categoras definidas por su colocacin en la estructura


productiva. El conflicto de clase se define por su colocacin en la estructura productiva. El conflicto de clase se define
segn la posicin de los actores en la estructura productiva. En los casos de conflictos de ciudadana, los actores se definen
a partir de categoras sociales por su relacin con el Estado y con un sistema poltico, y se miden en un grado de
inclusin/exclusin respecto a este sistema de referencia. En primer lugar, los actores son categoras sociales. En segundo
lugar, la accin tiene siempre como contrapartida un sujeto histricamente bien identificado, ya sea que se trata de la clase
dominante, contrapuesta, o del Estado con el cual el actor interacta para obtener la inclusin. Las formas de accin
tambin tienden a modificar las relaciones de fuerza de estos sujetos contrapuestos, pues al disminuirse el poder de la otra
clase, se conquista un control mayor sobre los medios de produccin. Cuando se adquiere ciudadana se ampla el espacio
que el Estado pone a disposicin de ciertas categoras sociales. Las formas de accin son de masas que tienden a modificar
la correlacin de fuerzas de cierto sistema social.
Los conflictos de los cuales estamos hablando, en cambio, presentan caractersticas muy diversas- Primero, los actores son
individuos o grupos que se caracterizan por disponer de cierta cantidad de recursos de autonoma. Son aquellos actores
investidos con la informacin intensa de la sociedad, porque poseen esa capacidad de autonoma. Al mismo tiempo, son
quienes estn sometidos ms indirectamente a los procesos de manipulacin de las motivaciones del sentido. En primer
lugar, esos sujetos no se identifican slo porque pertenecen a una categora social, sino tambin por su oposicin al
sistema, en cuanto red informativa. Al hacer un anlisis emprico se establecen vnculos y se pueden reintroducir categoras
sociolgicas de reconocimiento y de identificacin. Pero desde el punto de vista de los actores, son potencialmente
individuos, porque cada uno dentro de un sistema complejo debe funcionar de este modo. Potencialmente los actores son
individuos, entonces nos encontramos en una situacin paradjica, en la que el conflicto social tiene como actores a los
individuos. En segundo lugar, al contrario, aquellos a quienes se oponen son siempre ms bien aparatos neutros,
impersonales, legitimados comnmente por la racionalidad cientfica, la racionalidad tcnica. Las categoras sociales en
juego son ms difciles de reconocer de modo sistemtico y estable porque todos, en cierto sentido y, en algunas de
nuestras funciones sociales, somos detentores de un poder y modelamos los cdigos con los cuales el conocimiento se
distribuye. Los interlocutores, en contrapartida, no son estables, no son categoras identificables sociolgicamente de
modo muy permanente pues es mucho ms difcil simbolizar a los interlocutores del conflicto. En fin, las formas de accin


que vuelven explcitos estos conflictos son formas de accin diferentes de aquellas de la sociedad industrial, porq8e el
conflicto se manifiesta cada vez que un cdigo dominante es cuestionado. La eficacia de la accin consiste en el
cuestionamiento del cdigo en su naturaleza de instrumento de manipulacin. En una situacin donde el poder se ejerce
sobre los cdigos es suficiente que stos se vuelvan pblicos: como en la famosa fbula del Rey, cuando el nio dice que
el rey est desnudo, esto es suficiente para hacer caer al poder. Cuando el cdigo que estaba implcito se vuelve pblico,
puede ser modificado, apropiado por otros, redistribuido de otras formas. Tomando un ejem0lo ms clsico, el hecho de
que la diferencia de gnero contenga una relacin de poder hizo que surgiera un conflicto importantsimo. El conflicto se
volvi manifiesto en el momento en el cual esa diferencia se declar como una diferencia que posee poder. Eso no
modific inmediatamente la relacin entre el hombre y la mujer. Sin embargo, a partir del momento en que el conflicto
social se volvi explcito, se hizo negociable, y por eso transformable en polticas relativas a la diferencia de gnero. El
conflicto social se invirti, y la relacin hombre-mujer se modific en el momento en que se hizo manifiesto el cdigo
dominante que estaba implcito, el cdigo masculino que hasta aquel momento haba ejercitado la funcin de organizar el
mundo como si fuera el nico posible.
Entonces podemos aplicar este ejemplo a muchas situaciones: la esfera de la sexualidad, de las decisiones de la vida, de las
enfermedades, de la salud, de las relaciones educativas con los nios, de la construccin de las relaciones afectivas. Estas
esferas hoy estn entrando en la sociedad compleja, cada vez ms en funcin de cdigos y lenguaje que organizan la vida y
la mente de las personas, que se aceptan como reglas normales del juego. En realidad, mediante las reglas normales del
juego, de las cuales nosotros muchas veces ni nos damos cuenta, se afirman tambin formas de poder, de control, de
dominio que reeducan la autonoma de los sujetos y vinculan sus decisiones, etctera.
El problema que hoy se plantea es naturalmente muy delicado, porque si esta caracterstica de discontinuidad de los
conflictos contemporneos se tomara seriamente como hiptesis de lectura de algunos conflictos que han surgido en
nuestra sociedad, el problema que se vuelve inmediatamente importante es: cmo se articulan esos conflictos con el
resto de la sociedad social, en la cual continan existiendo conflictos con el resto de la realidad social, en la cual continan
existiendo conflictos de tipo ms tradicional, en donde permanecen continuos los procesos de exclusin de categoras
sociales y de grupos, los procesos de acceso a los recursos mnimos de supervivencia, no favoreciendo el acceso al derecho


fundamental de la ciudadana? Esta es una dificultad que se presenta en todo el mundo: en los pases centrales, en los de
Amrica Latina, en el Este europeo, en los de Asia Oriental, son problemas centrales de la vida concreta en la sociedad. Yo
no desvalorizo la existencia de estos problemas, creo que es el modo en que podemos hacernos la pregunta de hacia
dnde se dirigen los movimientos sociales y de cul es el futuro posible de la accin colectiva frente a este discontinuidad.
Porque se otro modo el riesgo que veo es que la tendencia a reducir esta discontinuidad dentro del cuatro de las categoras
tradicionales, nos lleva a disminuir la importancia del fenmeno emergente: por el contrario, es importante reconocer el
hecho de que se afirmen nuevas visiones y nuevas prcticas, que surjan nuevas exigencias, nuevas necesidades de los
sujetos y nuevas formas de poder, que se articulan y se combinan con aquel precedente. Sabemos que cuando una forma
se vuelve dominante, incluye todas las precedentes. Y cuando el capitalismo se volvi la forma social dominante, incorpor
toda la estructura tradicional. No la elimin, sino que la yuxtapuso a la lgica capitalista. Las formas tradicionales pre
capitalistas siguieron existiendo dentro del sistema capitalista, pero quedaron colocadas para consolidar la forma
dominante del capitalismo. Lo mismo, pienso, est sucediendo en la sociedad contempornea que lleg al grado de una
sociedad planetaria, una sociedad global, donde nuevas formas de poder, nuevas formas de dominio estn
incorporndose, usando de modo instrumental tambin aquellas precedentes en la estructura social de tipo capitalista y
del tipo pre capitalista.
Desde el punto de vista de este anlisis, es muy importante no cometer el error de perspectiva no ser miopes-, no ver
solamente aquello que est cerca, olvidando que aquello que est bajo nuestra mirada ya est organizado en la realidad en
forma de un proceso ms general que da sentido tambin a aquellas formas especficas de accin, formas de una
pertenencia social, El problema de la pobreza y el modo de exclusin es un tema central en Amrica Latina y en otras
partes del mundo. Sera un error de perspectiva pensar que ese proceso en los pases latinoamericanos contemporneos,
pertenece simplemente a la lgica capitalista o pre capitalista. Hoy ese proceso, ese apartheid, se refiere por completo a
la lgica del sistema planetario, gobernado mediante una nueva forma de poder, mediante una central de informaciones.
Esto no disminuye la importancia relativa de esos fenmenos. Pero el sentido de ese fenmeno y su direccin cambian
completamente en el primer caso mientras que, en el segundo caso, son simplemente interpretados como una
continuacin de las formas tradicionales de dominacin.


La visibilidad de los conflictos en torno a los cdigos que organizan la vida, el pensamiento y afecto de las personas,
depende del espacio pblico disponible. Como el terreno sociolgico en el cual el conflicto se forma es aquel de la
experiencia cotidiana de las personas, su visibilidad social depende de la disponibilidad de un espacio pblico, en el cual
esos procesos pueden volverse visibles para todos. La democracia es la presencia de un espacio pblico garantizado por
reglas y por derechos. Es una condicin fundamental para que estos conflictos puedan surgir. Y como ya afirm la eficacia
de estos conflictos, est en el hecho de que surjan y, en el momento en que aparecen, ya lograron su objetivo. Cuando se
vuelven visibles, est realizada su funcin.
De aqu en adelante se plantea un problema de institucionalizacin, un problema de transformacin de estas cuestiones en
polticas sociales, polticas de gnero, polticas ambientales, polticas de salud, de igualdad, esferas en las que se traducen
las cuestiones conflictivas en s mismas en la forma de decisiones polticas. Estas naturalmente no agotan nunca los
conflictos sino que los organizan en formas tratables, pues el conflicto est destinado a reaparecer en cualquier otra parte,
porque la cuestin de gnero o la cuestin ambiental no se resuelven con polticas de igualdad o de cuotas, o con la poltica
ambiental. Asimismo, no se eliminan por definicin, porque el problema que est en juego es sistmico y seguir
manifestndose en un sistema complejo de otra manera. Las relaciones entre hombres y mujeres o las diferencias
culturales son problemas permanentes en un sistema complejo. Cualquiera que sea la poltica que podamos crear, como
ciudadanos, como miembros del Estado, como miembros de la comunidad planetaria, resolver el problema
temporalmente. Debemos esperar que el problema se vuelva a presentar en cualquier otro momento y en cualquier otra
parte.
Concluyendo la perspectiva que introduje con este esquema de anlisis, renuncio a la idea de una solucin final de los
conflictos, de llegar a una especie de punto en el cual la sociedad se vuelve completamente transparente a s misma,
reflejndose perfectamente en sus relaciones. Ese ha sido un gran mito de la sociedad industrial. Lo que debemos esperar
son sociedades plagadas de conflictos, en las cuales stos se volvern parte vital del tejido social en condiciones que les
permitan moverse dentro de sistemas que garanticen las reglas del juego, que les impidan transformarse en violencia y en
disolucin del sistema social.



Captulo IV
EL DESAFIO SIMBLICO DE LOS MOVIMIENTOS CONTEMPORNEOS
Movilizaciones polticas o simblicas?
A continuacin voy a aplicar el marco conceptual esbozado antes, a la ola sbita de movilizaciones a favor de la paz que ha
convulsionado a los pases occidentales desde el comienzo de los aos ochenta, con gigantescas manifestaciones
desfilando por las principales capitales del mundo occidental. Esto es tambin un buen ejemplo de la nueva ola de acciones
colectivas, cuyas caractersticas pueden aplicarse a muchas otras formas de movilizaciones contemporneas (anti-
apartheid, antirracistas, antipobreza, por los derechos humanos). Me referir a los movimientos pacifistas slo como un
ejemplo de una lgica que puede ser extendida a otras formas de accin. Se pueden plantear dos cuestiones generales:
qu es lo que produce estas formas de movilizacin?, y cul es el significado de la accin individual y colectiva?
Para ambas cuestiones las respuestas pueden parecer obvias: la movilizacin es una reaccin al cambio en las escenarios
poltico y militar tras las decisiones relativas al despliegue de misiles nucleares en Europa, la paz es el objetivo, en cuanto
bien universal amenazado por la carrera nuclear y por el riesgo de guerra total.
Las respuestas son tan obvias como incompletas y parciales, contienen la misma simplificacin sobre el movimiento
pacifista que la ya aplicada a otras formas de movilizacin reciente en las sociedades complejas. Hasta el momento he
hablado de movilizaciones pacifistas y no de movimiento pacifista porque, tal y como he explicado anteriormente, no creo
que el concepto de movimiento pacifista tenga ninguna unidad analtica. Los fenmenos empricos de aos recientes son
realidades multidimensionales que convergen, slo gracias a una coyuntura especfica, en el campo ofrecido por las
movilizaciones pacifistas.
Los cambios en poltica militar proporcionan la oportunidad coyuntural para la emergencia y consolidacin de diferentes
elementos:
1) En primer lugar, se produce una reaccin a los cambios en poltica militar que tiene dos aspectos: a) la movilizacin de
actores polticos (en el sentido amplio de partidos, sindicatos, grupos de presin, asociaciones), y b) miedo colectivo a una
catstrofe irreversible. En el primer caso, la lgica de la accin puede ser explicada casi en su totalidad en el marco de los


sistemas polticos nacionales. Las dinmicas interiores, ya operativas en estos sistemas, son activadas por una coyuntura
internacional: la nueva izquierda residual de los aos setenta en la entonces Repblica Federal de Alemania, o el Partido
Comunista en Italia, encuentran en el tema de la paz una oportunidad para la accin poltica. El segundo elemento de la
reaccin es el miedo colectivo, que puede ser analizado como una suma de comportamientos atomizados, siguiendo los
anlisis clsicos del comportamiento de masas o comportamiento agregado (Smelser, 1963 y Alberoni, 1981).
2) Un segundo componente de las movilizaciones pacifistas es lo que denominara un utopismo moral, que no es
nicamente un fenmeno contemporneo. Todo sistema social contiene cierta dosis de expectativas de tipo moral y
totalizador en relacin con la felicidad, la justicia, la verdad, etc. Estas demandas no tienen atribuciones sociales, no traen
consigo intereses sociales especficos o proyectos histrico-prcticos. Se mantienen en las fronteras de las grandes
religiones o grandes olas culturales y polticas, adoptando la forma de pequeas sectas, de cultos herticos, o de crculos
teolgicos. Los grandes procesos colectivos ofrecen un canal para expresar este utopismo moral, que de otro modo
sobrevivira en enclaves marginales.
El tema de la paz es un campo de expresin para estas aspiraciones totalizadoras, que se hace visible mediante olas cclicas
ascendentes y descendentes. La coyuntura contempornea internacional ofrece una oportunidad social y cultural para un
fenmeno que slo tiene un vnculo ocasional con la situacin detonante.
3) Las movilizaciones pacifistas no se limitan a ser una reaccin a la poltica militar reciente. Los actores polticos
desempean un papel menor en la movilizacin. El miedo a las bombas no explica las pautas de solidaridad, organizacin e
identidad del comportamiento colectivo reciente, que es muy diferente de un comportamiento agregado como el pnico.
El utopismo moral no podra desprenderse de su marginalidad si no fuese impulsado por procesos colectivos que tienen
sus races en otro lugar.
Mi hiptesis es que las movilizaciones pacifistas son expresin de conflictos en las sociedades complejas. Hay un salto
cualitativo entre las movilizaciones recientes y el pacifismo de la dcada de los cincuenta. Pero, por otro lado, hay una
continuidad con otras movilizaciones de la dcada de los setenta y principios de los ochenta (movilizaciones juveniles,
feministas y ecologistas).


Por lo tanto, una comprensin adecuada de las movilizaciones pacifistas de los aos ochenta precisa una consideracin no
slo de la amenaza de guerra nuclear, sino del conjunto del sistema que la hace posible. Hoy en da la informacin se ha
convertido en un recursos clave del que dependen los sistemas contemporneos para su supervivencia y desarrollo. La
capacidad de acumular, procesar y transferir informacin ha alcanzado en los ltimos 20 aos niveles desconocidos en toda
la historia de la humanidad.
Esto incrementa las caractersticas artificiales, construidas. Gran parte de nuestras experiencias cotidianas tiene lugar en
un entorno socialmente producido. Los medios de comunicacin representan y son reflejo de nuestras acciones; los
individuos incorporan y reproducen los mensajes en una especie de espiral autopropulsada. De dnde proceden las
imgenes y representaciones culturales ajenas a la naturaleza y a la realidad que recibimos y que producimos para
nuestro mundo social?
El sistema social adquiere una dimensin planetaria, y los acontecimientos no son importantes en s mismos por el lugar o
el mbito de la estructura social en el que tienen lugar, sino por su impacto simblico en el sistema mundial.
Las sociedades basadas en la informacin desarrollan una produccin cultural no directamente conectada a las
necesidades de supervivencia o de reproduccin. En este sentido son sociedades posmaterialistas que producen un
excedente cultural. Dado que la informacin no puede ser separada de la capacidad humana para percibirla, la
intervencin social afecta de manera creciente al ser humano. Sobre todo en los pases ms desarrollados, grandes
inversiones en investigaciones en biologa, en estudios sobre la motivacin y sobre el cerebro, o los avances recientes en
las neurociencias, hacen patente que las bases ms profundas del comportamiento humano se convierten en campo de
exploracin e intervencin, es decir, la estructura biolgica y de la motivacin del ser humano se convierte en un recurso
valioso.
Una sociedad basada en la informacin redefine los conceptos de espacio y tiempo. El espacio pierde sus lmites fsicos y
puede expandirse o contraerse en niveles difcilmente imaginables slo hace unos aos. Se puede almacenar toda una
biblioteca en un volumen inferior al de un libro pero, al mismo tiempo, el espacio simblico con el que todos podemos
estar en contacto alcanza a todo el planeta e incluso al espacio extraterrestre.


El tiempo necesario para generar y procesar informacin se ha reducido con tal rapidez en los aos recientes que todava
podemos experimentar la diferencia tremenda en comparacin con otras experiencias humanas del tiempo. La diferencia
existente entre el tiempo que precisa un ordenador para procesar informacin y el tiempo necesario para el anlisis
humano es an enorme. Sin embargo, la investigacin en inteligencia artificial ha avanzado en la direccin de reducir dicha
diferente. Pero la brecha ms terrible, es la que concierne a otros tiempos de nuestra experiencia cotidiana, los tiempos
interiores, tiempos de sentimientos y emociones, tiempos de preguntas sin respuestas, tiempos para unificar los
fragmentos de la identidad personal.
El control sobre la produccin, acumulacin y circulacin de la informacin depende de cdigos que organizan y hacen
inteligible esa informacin. En las sociedades complejas, el poder depende cada vez ms de cdigos operativos, de reglas
formales y de organizadores del conocimiento. En la lgica operacional, la informacin no es un recurso compartido
accesible a todo el mundo, sino una seal vaca, cuya llave est bajo el control de unos pocos. El acceso al conocimiento se
convierte en el terreno de un nuevo tipo de poder y de conflictos. Adems, la posibilidad de unificar la experiencia
individual ms all de la racionalidad operacional se hace cada vez ms difcil: no hay lugar para preguntar relativas al
destino individual, las opciones personales, la vida, el nacimiento, la muerte o el amor.
La situacin nuclear, en cuanto posibilidad de destruccin total, debe ser considerada en el marco que acabo de perfilar.
1) La situacin nuclear es el ejemplo paradjico y extremo de la capacidad social para intervenir en la misma sociedad. Es la
mxima expresin de una vida social artificial y autoreflexiva. Las sociedades contemporneas se producen a s mismas
hasta un punto que incluye la posibilidad de destruccin final.
2) Esta situacin, por vez primera en la historia de la humanidad, transforma la guerra y la paz en un problema global. La
misma sociedad se ve afectada por una cuestin que afecta la supervivencia de la humanidad y que, por lo tanto, no puede
ser restringida al rea de la decisin tcnica, militar o poltica. Mientras que la guerra, desde el punto de vista de la
tecnologa, es cada vez ms el terreno de los especialistas, paradjicamente su significado es invertido y se transforma en
una cuestin social general que nos afecta a todos.
3) Por primera vez en la historia, la guerra y la paz adquieren una dimensin planetaria y rompen los lmites de las
relaciones entre los Estados que han mantenido un monopolio sobre ellas en la historia moderna. El complejo sistema de


relaciones que denominamos sociedad adquiere el poder de autodestruccin, pero al mismo tiempo dispone de las
posibilidades de supervivencia y desarrollo. Lo social se convierte en el mbito del poder, el riesgo y la responsabilidad.
4) La situacin nuclear conduce la amenaza de guerra al campo de la informacin, en particular a un rea simblica. La
guerra actual podra llegar a ser el final de toda guerra, trayendo consigo la desaparicin de la humanidad. Entonces, la
confrontacin dentro de esos lmites es necesariamente una lucha simblica y una batalla por el control de la informacin.
El concepto de disuasin, clave en las relaciones polticas y militares internacionales contemporneas, opera
preferentemente en un campo simblico. Interviene en la informacin y representacin de los oponentes, dando lugar a
un juego de espejos en el que cada jugador trata de influir en el otro y de cobrar ventaja de la falta de agudeza del
enemigo.
La situacin militar contiene dos paradojas. Primera: si la sociedad genera el poder de autodestruccin, muestra tanto el
ms alto grado de autorreflexin, de capacidad de actuar sobre s misma, como el potencial y fin ltimo de su capacidad.
Segunda: la situacin es el producto de una sociedad de la informacin y, como tal, irreversible. Es virtualmente imposible
que desaparezcan la informacin y la capacidad de produccin referente a la bomba atmica y, por lo tanto, regresar a una
sociedad prenuclear. Uno tendra que imaginarse una situacin en la cual existiera un control total sobre la informacin,
sobre la eliminacin de datos y sobre la reescritura de la historia, en trminos orwelianos. De otro modo, la bomba es una
posibilidad inminente e irreversible para la humanidad; tanto un resultado de la ampliacin de elecciones y oportunidades
jams producidas por la evolucin material y cultura, como un riesgo irreversible. La nica solucin es ir ms all y
afrontarlo.
La situacin nuclear muestra analogas sustnciales con otras formas contemporneas de intervencin de la sociedad
sobre s misma. En especial la ingeniera gentica, y todas las formas de accin voluntaria sobre las bases biolgicas del
comportamiento, la reproduccin, el pensamiento y la vida misma, son formas de intervencin sobre el destino humano
como lo es la amenaza nuclear. La diferencia no es la irreversibilidad (que tambin podra ser aplicable a la manipulacin
genrica o a los desastres ecolgicos) sino las caractersticas especficas de la amenaza nuclear: el tiempo (la destruccin
sera casi instantnea) y el espacio (la destruccin podra ser global), particularidades que convierten la guerra nuclear en
incomparable con cualquier otra intervencin en el futuro de la humanidad.


Por lo tanto, lo que est en juego en los movimientos contemporneos, y en particular en las movilizaciones pacifistas, es la
produccin de la especie humana, en los mbitos individual y colectivo: la posibilidad para el ser humano, en cuando
individuo y en cuanto especie, de controlar no slo sus productos, sino tambin su formacin, cultural y socialmente (y
cada vez ms, biolgicamente). Lo que est en juego es la produccin y la calidad de la existencia humana.
En la accin colectiva a favor de la paz se pueden encontrar varias dimensiones de este campo de conflictos emergente:
1) La lucha en contra de la poltica militar revela el carcter transnacional de los problemas y conflictos contemporneos
(Hegedus, 1983) y la interdependencia global del sistema planetario. La accin colectiva no slo altera la configuracin
actual de las relaciones internacionales, sino tambin la lgica que las gobierna. El sistema mundial es formalmente un
conjunto de relaciones entre estados soberanos, pero en realidad est dominado por la lgica de los bloques y por las
ambivalencias entre el norte y el sur. En el interior de los imperios, los aparatos militares y tecnocrticos controlan los
recursos de informacin y de toma de decisiones y son, asimismo, responsables del intercambio desigual entre las
diferentes reas del planeta. Lo caduco del sistema del estado-nacin es tal vez el mensaje fundamental del pacifismo
contemporneo, incluso cuando an hay gran cantidad de cuestiones nacionales sin resolver (Melucci y Diani, 1983). El
tema de la paz es expresin de la reivindicacin de que le sea concedido a la sociedad el poder de decidir y controlar su
propia existencia, dentro de un nuevo conjunto de relaciones entre sus elementos (grupos, intereses, culturas y
naciones). Un nuevo orden intersocietal no es una utopa sino una gran aspiracin de nuestra situacin planetaria, donde
las naciones-Estado estn en extincin, no debido al socialismo (el mito del fin del Estado), sino porque pierden su
autoridad: desde arriba, una interdependencia poltica y econmica multinacional y planetaria desplaza el actual centro de
toma de decisiones a otros lugares; desde abajo, la multiplicacin de centros autnomos de decisin concede a la
sociedad civil un poder que nunca tuvo durante el desarrollo de los Estados modernos.
El problema de la gestin poltica de esta nueva situacin no es nada sencillo; pero el sistema planetario debe comenzar
por la transformacin social de su naturaleza, si es que pretende encontrar nuevos medios polticos para su supervivencia.
Las movilizaciones pacifistas apuntan a la creciente dimensin decisional de la situacin actual. La sociedad y su destino
son construidos como resultado de sus decisiones y opiniones, productos de las relaciones sociales y de la aparente lgica
fatal de los aparatos, pretendiendo poseer el derecho al monopolio de la racionalidad.


3) La accin colectiva a favor de la paz pone de manifiesto, por ltimo, la naturaleza contractual de la vida social en los
sistemas complejos: la supervivencia de la humanidad depende de la capacidad de negociar objetivos. La discusin sobre
los objetivos ha desaparecido de la escena de los debates colectivos, anulados stos por los criterios operativos deben ser
visibles, negociables, y estar bajo control.
La aceptacin de la naturaleza contractual de las sociedades contemporneas significa: a) reconocer que las diferencias de
intereses y cierto grado de conflicto no pueden ser eliminadas en los sistemas complejos; b) reconocer la necesidad de
lmites, es decir, de reglas del juego, que pueden ser establecidos y alterados por medio de la negociacin; c) el poder es
uno de estos lmites y su negociacin depende de su visibilidad; y d) reconocer el riesgo, es decir, el carcter abierto y
temporal de cada proceso de toma de decisiones para reducir la incertidumbre. El riesgo, que en trminos ticos significa
responsabilidad y libertad, es un componente irreversible de la situacin contempornea. No es mayor en la situacin
nuclear que en otras posibilidades de destruccin (biolgica, qumica y ecolgica) vinculada a la creciente intervencin de
la sociedad sobre s misma. El riesgo apunta a que el destino de los seres humanos ha sido puesto en sus manos.
Una relectura del mundo
La forma de los movimientos contemporneos, y entre ellos las movilizaciones pacifistas, es la expresin ms directa del
mensaje que la accin colectiva anuncia a la sociedad. El significado de la accin se encuentra en la accin en s, ms que
en los objetivos pretendidos. Es decir, lo que caracteriza a los movimientos no es lo que hacen, sino lo que son.
La sociedad industrial nos ha legado una imagen de los movimientos sociales dibujada con rasgos trgicos. Actan en la
escena histrica, en el papel de hroes o villanos segn el punto de vista adoptado, pero siempre orientados hacia grandes
ideales o hacia un destino dramtico. La historia de los siglos XIX y XX est repleta de estas imgenes, no simplemente
retricas. Han conservado su fuerza hasta hace pocos aos. Los movimientos de los sesenta tambin la primera ola
feminista de los aos setenta, todava pertenecen a esta representacin pica, ergo, en la lucha del progreso contra la
barbarie, todo el mundo puede elegir su bando y estar seguro del fracaso del enemigo.
A comienzos de los aos ochenta casi nada de estas representaciones picas parece haber sobrevivido. Los movimientos
estn perdidos, sin alternativa que ocupen su lugar. Pero an perdura gran cantidad de redes sumergidas, de grupos y
experiencias que insisten en considerarse a s mismos en contra. Pero quin se preocupa de ellos? Parecen ms


interesados en s mismos que en el mundo exterior, aparentemente ignoran la poltica, no luchan en contra del poder.
Carecen de lderes prominentes, la organizacin parece ineficiente, el desencanto ha reemplazado los grandes ideales.
Numerosos observadores consideran estas realidades, que no cambian el sistema poltico ni estn interesadas en los
efectos institucionales de su accin, como fenmenos residuales y folklricos en el gran escenario de la poltica.
Por el contrario, estoy convencido de que estas formas de acciones pobres y desencantadas, son la semilla de un cambio
cualitativo en la accin colectiva contempornea. Sin duda, los movimientos contemporneos ejercen cierta influencia
sobre las instituciones polticas, a pesar de que no estn exclusivamente orientados hacia el cambio poltico. Modernizan
las instituciones, las nutren de nuevas lites que renuevan la cultura y la organizacin; pero el conflicto va ms all de la
renovacin institucional, hasta afectar el significado de la accin individual y los cdigos que condicionan los
comportamientos. Por lo tanto, los movimientos contemporneos deben ser interpretados en rangos diferentes.
Hay en su accin un componente que influye en las instituciones, gobiernos y polticas; hay estmulos a favor de la
renovacin de culturas, lenguajes y hbitos.
Todos estos efectos facilitan la adaptacin de los sistemas complejos a las transformaciones del ambiente y a los ritmos
acelerados de cambios internos a los que estn expuestos.
Pero ms all de la modernizacin, ms all de la innovacin cultural, los movimientos cuestionan a la sociedad en algo
ms. Se preguntan: quin tiene la potestad de decidir sobre los cdigos?; quin dicta las reglas de normalidad?; cul
es el espacio para la diferencia?; cmo puede ser reconocido, no por estar incluido, sino por ser aceptado como diferente,
no por incrementar la cantidad de intercambios sino por afirmar otro tipo de intercambio?
Este es el mensaje ms profundo y al mismo tiempo oculto de los movimientos. Los movimientos plantean a los aparatos
racionalizadores cuestiones no admitidas. En tanto que el problema se convierte en hacer operativo lo decidido por un
poder annimo, los movimientos se preguntan hacia dnde nos dirigimos y por qu. Su voz es difcil de or porque es
particularista en su origen, es decir, parte de una condicin o localizacin especfica (en cuanto jvenes, mujeres, etc.). No
obstante, se dirigen hacia el conjunto de la sociedad. El problema que plantea afecta la lgica global de los sistemas
contemporneos.


Partiendo de una condicin biolgica y social temporal, el movimiento juvenil ha anunciado a la sociedad el problema del
tiempo. Ser joven no se limita a una simple definicin biolgica; se ha transformado en una definicin simblica. No se es
joven simplemente por la edad; tambin se asumen caractersticas culturales de variabilidad y temporalidad propias de la
juventud. La condicin juvenil es el espejo mediante el cual se plantea una apelacin ms general, es decir, el derecho a
invertir el tiempo de la vida, a tomar decisiones existenciales y profesionales de carcter temporal, a disponer de un
tiempo no solamente medido por el ritmo de la eficacia operativa.
Enraizado en el particularismo de una condicin marcada por la biologa y la historia, el movimiento feminista ha planteado
una cuestin fundamental que nos afecta a todos quienes habitamos en sistemas complejos: cmo es posible la
comunicacin, cmo comunicarnos con el otro sin negar la diferencia emanada de las relaciones de poder? Por encima
de la demanda de igualdad y de inclusin en el mbito de los derechos masculinos, las mujeres estn hablando del derecho
a la diferencias y a la otredad. Esta es la razn por la que en ocasiones eligen el silencio, pues es complicado encontrar
palabras distintas a las empleadas por el lenguaje dominante.
La nebulosa ecologista surgida en la ltima dcada incluye diversos elementos: modernizacin del sistema, nuevas lites en
formacin, pero tambin orientaciones conflictivas que alteran la lgica de las relaciones entre el ser humano y la
naturaleza y entre el hombre y su naturaleza. Esta cultura ecologista plantea la cuestin de cmo enfrentarnos con la
naturaleza tanto dentro como fuera de nosotros. El cuerpo, la estructura biolgica y el medio ambiente son los lmites para
la creacin destructiva de las sociedades tecnolgicas. Dnde se va a detener la intervencin humana? Cul es el lugar
para la naturaleza que an integra y rodea la vida humana?
Las sociedades contemporneas han eliminado del campo de la experiencia humana lo que no era mensurable y
controlable, lo que en el mundo tradicional perteneca a la dimensin de lo sagrado. El significado final de la existencia, las
cuestiones acerca de lo que escapa a la experiencia humana, alimentan una nueva prospeccin religiosa o simplemente
una necesidad de vincular el cambio externo a una plenitud interna. Emerge un rea heterognea en busca de una nueva
conci8encia. Parece muy alejada de las formas tradicionales de los movimientos conflictivos. Sin embargo, cuando no
estamos enfrentados con corporaciones multinacionales vendiendo seguridad, podemos constatar un modo de resistencia


a los cdigos operacionales, una llamada a las tinieblas, una bsqueda de la unidad interior frente a los imperativos de la
eficacia.
Todas estas formas de accin colectiva, alteran la lgica dominante en un terreno simblico. Cuestionan la definicin de los
cdigos, la lectura de la realidad. No exigen, sino que ofrecen. Lo que ofrecen por medio de su propia existencia son otros
modos de definir el significado de la accin individual y colectiva. No separan el cambio individual de la accin colectiva,
sino que proclaman una llamada general al aqu y al ahora de la experiencia individual. Actan como nuevos medios de
comunicacin, es decir, alumbran a lo que todo sistema oculta de s mismo, el grado de silencio, violencia e irracionalidad
siempre velado en los cdigos dominantes.
Simultneamente, por medio de lo que hacen o, mejor, por el modo en que lo hacen, los movimientos anuncian a la
sociedad que algo ms es posible. Al igual que otras formas de movilizacin, las pacifistas coagulan y hacen visible esta
nebulosa sumergida. Ofrecen un terreno para la accin externa a redes de solidaridad que habitan en diferentes reas de
la sociedad y comparten el deseo de inversin cultural y de cambio simblico del sistema. Los compromisos breves y
contractuales, a la coincidencia entre objetivos colectivos y experiencia individual de cambio, el carcter global del llamado
y el particularismo de la localizacin social de los actores, todos ellos son aspectos de las movilizaciones colectivas. En el
tema de la paz, como en otras formas de movilizaciones contemporneas, podemos presenciar el final de la distincin
entre las dimensiones expresiva e instrumental de la accin. El medio es el mensaje, y la accin devuelve al sistema sus
propias paradojas.

Retomando la poltica
Aparentemente el impacto de las formas contemporneas de accin colectiva no puede ser medido. Los movimientos
estn conscientes de la paradoja de ser al mismo tiempo vencedores y vencidos. Desde el momento en que alteran los
cdigos culturales dominantes, su mera existencia supone una inversin de los sistemas simblicos incorporados a las
relaciones de poder. Los conceptos de xito y fracaso carecen de sentido si nos referimos al cambio simblico.
Pero los movimientos no son slo portadores de un mensaje cultural: tambin son organizaciones que se enfrentan a los
sistemas polticos al elegir la movilizacin popular. Segn este punto de vista, son agentes de modernizacin, estimulan la


innovacin, e impulsan medidas de reforma. Proporcionan nuevas lites, garantizan la renovacin de personal en las
instituciones polticas, crean nuevas pautas de comportamiento y nuevos modelos de organizacin. En consecuencia, su
impacto puede ser medido, pero no se debe olvidar que slo es una dimensin, y no siempre la ms importante, de la
accin colectiva contempornea.
Aquellos que enfatizan la falta de eficacia de estas formas de accin, no slo no captan el antagonismo simblico sino que
subestiman el impacto poltico de las movilizaciones.
Por ejemplo, las movilizaciones pacifistas tienen efectos transnacionales: por vez primera la accin, incluso localizada en un
contexto nacional especfico, tiene efectos en el nivel planetario y sobre el sistema de relaciones internacionales.
Paradjicamente, la ausencia de movilizaciones en el este de Europa es parte del mismo escenario: revela y evidencia la
estructura autoritaria de estas sociedades y el nivel de represin que el poder tiene que emplear para controlarlas.
La accin colectiva acta tambin como un multiplicador simblico: puesto que no est guiada por criterios de la eficacia,
cambia la lgica operacional de los aparatos tecnocrtico-militares y cuestiona las bases de su poder. Obliga a los aparatos
a justificarse, los empuja a hacer pblica su lgica y la debilidad de sus razones. Hace visible el poder. En sistemas en los
que el poder se convierte cada vez ms en annimo y neutral, en los que es incorporado en procedimientos formales,
hacerlo visible es un logro poltico fundamental: es la nica condicin para negociar las reglas y para hacer las decisiones
sociales ms transparentes.
Lo que las movilizaciones pacifistas plantean a la conciencia colectiva es que la supervivencia de las sociedades, del mismo
modo que la vida individual, ya no est asegurada por un orden metafsico o por una ley histrica (progreso o revolucin).
Por primera vez las sociedades se hacen radicalmente conscientes de su contingencia, se dan cuenta de que son arrojadas
al mundo, descubren que no son necesarias y que de este modo son irreversiblemente responsables de sus destinos. La
catstrofe, el sufrimiento, la libertad, todo forma parte del futuro posible, y no hay acontecimientos fatales. Adems, no
hay bienestar colectivo que pueda ser asegurado como una solucin final, sino que tiene que ser renovado mediante
decisiones, negociaciones y acciones. Es decir, mediante una actividad del tipo polis.
Pero, de ser as, en las sociedades complejas un problema crtico es la relacin entre las instituciones polticas y los
protagonistas de la accin colectiva emergente. Qu tipo de representacin podra dotar de eficacia poltica a los


movimientos, sin que ello significase una merma de su autonoma?, de qu modo los movimientos pueden transformar
sus mensajes en cambios polticos efectivos? Desde luego, estas interrogantes no tienen fcil respuesta. Pero si asumimos
que la estructura y orientaciones de los movimientos contemporneos se desplazan en la direccin apuntada, se pueden
extraer dos conclusiones:
Primero, las formas organizativas de las instituciones polticas tradicionales, incluidas las procedentes de una tradicin de
izquierda, son en s mismas inadecuadas para representar las nuevas demandas colectivas. Las organizaciones polticas se
caracterizan por representar intereses relativamente estables; por perseguir intereses a largo plazo mediante la
acumulacin de resultados a corto plazo; por mediar entre diferentes demandas por medio de la accin profesional de
representantes. Esta estructura, aunque sometida a sucesivos ajustes, todava cumple importantes funciones en los
sistemas polticos occidentales, pero ni siquiera puede escuchar la voz de los movimientos y, cuando lo hace, se muestra
incapaz de adaptarse a la pluralidad de actores y temas que la accin colectiva incorpora.
Segundo, debido a la fragmentacin de la accin colectiva, los movimientos sociales no pueden sobrevivir en las sociedades
complejas sin alguna forma de representacin poltica. La existencia de canales de representacin y de actores
institucionales capaces de traducir a decisiones el mensaje de la accin colectiva, es la nica condicin que preservara a
los movimientos de la atomizacin o de la violencia marginal. La apertura del sistema poltico, y su capacidad de repuesta,
despejan el camino y posibilitan la existencia de la accin colectiva. Pero los movimientos no se agotan en la
representacin; la accin colectiva sobrevive por encima de la mediacin institucional; reaparece en nuevas reas del
sistema social y alimenta nuevos conflictos.
Las movilizaciones de los aos ochenta son ilustrativas de que, en la transicin de la latencia a la visibilidad hay una funcin
desempeada por las organizaciones transitorias al proporcionar recursos financieros y tcnicos para campaas pblicas en
temas especficos, al tiempo que se reconoce la autonoma de las redes sumergidas. Es un modo de redefinir e inventar
formas de representacin poltica, y tambin una oportunidad para los actores polticos tradicionales para incorporar
nuevas demandas.
Un nuevo espacio poltico es proyectado ms all de la tradicional distincin entre Estado y sociedad civil; un espacio
pblico intermedio, cuya funcin no es ni institucionalizar los movimientos ni transformarlos en partidos, sino hacer que la


sociedad escuche sus mensajes y los convierta en decisiones polticas, mientras que los movimientos mantienen su
autonoma (Cohen, 1982 y 1983).
Los conflictos y el poder no pueden tener los mismos protagonistas. El mito de los movimientos transformndose en un
poder transparente, ya ha dado lugar a dramticas consecuencias. La distancia entre los procesos por los que se forman las
demandas y los conflictos, por un lado, y las estructuras cumpliendo con objetivos e integrando el sistema, por el otro, es
una condicin para hacer visible el poder, esto es, negociable. El ensanchamiento del espacio pblico, entre movimientos e
instituciones, es la tarea de una democracia postindustrial verdadera, una tarea en la que tanto movimientos como
actores polticos estn comprometidos.

Qu hay de nuevo en los nuevos movimientos sociales?
Nuevos movimientos?
En los sistemas de alta densidad de informacin, los individuos y los grupos deben poseer cierto grado de autonoma y
capacidades formales de aprendizaje y accin, que les permitan funcionar de forma fiable y con un considerable grado de
autorregulacin. Simultneamente, los sistemas muy diferenciados tienen serias necesidades de integracin y transfieren
el centro del control social desde el contenido de la accin a sus lenguajes, desde la regulacin externa de las conductas a
la intervencin en sus precondiciones cognoscitivas y motivacionales. Los conflictos tienden a producirse en las reas del
sistema ms directamente involucradas en la produccin de recursos de informacin y comunicacin, que al mismo tiempo
estn sometidas a intensas presiones de integracin. Mediante la produccin y procesamiento de informacin se
construyen las dimensiones cruciales de la vida diaria (el tiempo y el espacio, las relaciones interpersonales, el nacimiento y
la muerte), la satisfaccin de las necesidades individuales en los sistemas que se rigen por los principios del estado de
bienestar, la formacin de la identidad social e individual en los sistemas educativos. Individuos y grupos reciben un
volumen creciente de informacin con la que se autodefinen y construyen sus espacios de vida.
Al mismo tiempo, estos procesos son regulados por un amplio sistema de control social que trasciende la esfera individual
para invadir el propio mbito donde se configura el sentido de la accin individual. En la actualidad, son objeto de control


social y de manipulacin, dimensiones de la vida que eran tradicionalmente consideradas como privadas (el cuerpo, la
sexualidad, las relaciones afectivas), o subjetivas (procesos cognoscitivos y emocionales, motivos, deseos), e incluso
biolgicas (la estructura del cerebro, el cdigo gentico y la capacidad reproductora). Sobre estos campos detentan el
poder, el aparato tecno cientfico, las agencias de informacin y comunicacin y los centros de decisin poltica. Y es
precisamente en relacin con esos aspectos de la vida donde surgen las demandas de autonoma que impulsan la accin de
individuos y grupos, donde stos plantean su bsqueda de identidad al transformarlos en espacios reapropiados, donde se
autor realizan y construyen el significado de lo que son y lo que hacen. Por consiguiente, los conflictos son protagonizados
por actores temporales que operan como reveladores, haciendo surgir los dilemas cruciales de la sociedad. Los que
describo aqu sin pretender atribuir a esta exposicin un carcter exhaustivo respecto a la variedad de conflictos sociales-
se plantean en el terreno de la apropiacin y reapropiacin de unos recursos que son cruciales para una sociedad basada
en la informacin. Estos mismos procesos generan nuevas formas de poder y oposicin: el conflicto slo surge en la
medida en que sus protagonistas luchan por el control del potencial para la accin colectiva que produce una sociedad.
Este potencial ya no est exclusivamente basado en recursos materiales o en ciertas formas de organizacin, sino que
progresivamente radica en la capacidad de producir informacin. Los conflictos no se expresan principalmente, mediante
una accin dirigida a obtener resultados en el sistema poltico, sino que representan un desafo a los lenguajes y cdigos
culturales que permiten organizar la informacin. El incesante flujo de mensajes slo adquiere significado por medio de los
cdigos que lo ordenan y hacen posible interpretar sus significados. Las formas de poder que estn surgiendo en las
sociedades contemporneas se fundan en la capacidad de informar (dar forma). La accin de los movimientos ocupa el
mismo terreno y es en s misma un mensaje que se difunde por la sociedad y transmite formas simblicas y pautas de
relacin que iluminan el lado oscuro de la luna un sistema de significados que impugna el que los aparatos tecno-
burocrticos intenten imponerse sobre los acontecimientos individuales y colectivos-. Este tipo de accin tiene efectos
sobre las instituciones porque selecciona nuevas lites, moderniza las formas organizativas, crea nuevos objetivos y nuevos
lenguajes. Pero al mismo tiempo, cuestiona la racionalidad instrumental que gua los aparatos que gobiernan la produccin
de informacin, e impide que los canales de representacin y decisin, propios de una sociedad pluralista, adopten la
racionalidad instrumental como la nica lgica desde la cual se gobiernan sistemas complejos. Esa racionalidad se aplica


solamente a los procedimientos e impone el criterio de eficiencia y efectividad como el nico vlido para medir el sentido
de las cosas. La accin del movimiento revela que esa neutral racionalidad de los medios enmascara determinados
intereses y formas de poder; muestra que es imposible enfrentarse al enorme desafo de vivir juntos en un planeta que se
convierte en una sociedad global sin discutir abiertamente sobre los fines y valores que hacen posible la coexistencia
de las personas. Ese debate ilumina los dilemas insuperables con que se enfrentan las sociedades complejas, y al hacerlo
nos fuerza a asumir de lleno la responsabilidad por nuestras decisiones sobre dichos fines y valores, y por los conflictos que
producen.
En lo que se refiere a las formas de accin que conciernen a la vida cotidiana y a la identidad individual, los movimientos
contemporneos se distancian del modelo tradicional de la organizacin poltica y asumen una creciente autonoma de los
sistemas polticos. Esos movimientos van a ocupar un espacio intermedio de la vida social, en el cual se entrelazan
necesidades individuales e impulsos de innovacin poltica. Las caractersticas de estos movimientos hacen que la eficacia
de los conflictos sociales pueda ser garantizada slo por la mediacin de los actores polticos, pero sin reducirse nunca a
ella. El impulso innovador de los movimientos no se agota en una transformacin del sistema poltico por obra de los
actores institucionales; sin embargo, la posibilidad de que las demandas colectivas se expandan y encuentren espacio
depende del modo en que los actores polticos logren traducir en garantas democrticas las demandas procedentes de la
accin colectiva.
En el desarrollo de mi reflexin en este campo he abandonado el concepto de relaciones de clase que estaba presente
todava en mis primeros trabajos. Ese concepto est inseparablemente vinculado a la sociedad industrial de tipo capitalista
y era utilizado para definir un sistema de relaciones conceptuales dentro de las cuales tiene lugar la produccin y la
apropiacin de los recursos sociales. La referencia a las relaciones de clase, expresaba el intento de mantener abierta la
reflexin sobre los conflictos sistmicos y las formas de dominio en las sociedades complejas. Con este fin se empleaba una
categora tradicional que pona el acento sobre la dimensin relacional y conflictual que caracteriza la produccin de las
orientaciones fundamentales de una sociedad. Sin embargo, en sistemas como los contemporneos, donde pierden
consistencia las clases como grupos sociales reales, hacen falta conceptos ms adecuados sin anular el problema terico
que nos hereda la categora de relaciones de clase: saber dentro de qu relaciones y con qu conflictos tiene lugar la


produccin y la apropiacin de los recursos cruciales en un sistema determinado-. Plantearse esta pregunta es esencial
para comprender la doble articulacin de autonoma y dependencia que caracterizan al sistema poltico, y la relacin entre
movimientos y procesos de representacin y de decisin.
Por lo tanto, el problema terico planteado es si existen formas de conflicto que chocan con la lgica constitutiva de un
sistema. La referencia al modo de produccin se encuentra demasiado ligada al reduccionismo economicista que est en el
origen del concepto. La produccin no puede ser restringida a la esfera econmico-material, sino que abarca el conjunto de
las relaciones sociales y las orientaciones culturales. El problema consiste en si todava se puede hablar de conflictos
antagonistas: aquellos que chocan con las relaciones sociales, las cuales producen el recurso constitutivo de los sistemas
complejos, es decir, la informacin. Las teoras del mercado poltico o del comportamiento estratgico nos ensean que
muchos conflictos contemporneos, a veces incluso violentos, son expresin de categoras sociales excluidas, que reclaman
acceso a las formas de representacin social. La demanda de inclusin en un sistema institucionalizado de beneficios puede
aun ser radical, pero no implica antagonismo hacia la lgica del sistema sino ms bien un impulso redistributivo.
Sin embargo, si no existe un espacio analtico para mantener abierta la pregunta acerca de los conflictos antagonistas, sta
deja de plantearse sin que se haya dado respuesta al problema que plantea, pero tambin sin haber demostrado su
inutilidad. En este sentido, la izquierda europea parece estar sustituyendo el modelo marxista por otro de intercambio o de
racionalidad en las decisiones. Personalmente, en el pasado me he ocupado de conflictos de clase, lo hice en un cuadro
constructivista y sistmico ya muy alejado del modelo marxista; el intento de explicar los conflictos contemporneos
nicamente en trminos de intercambio, me parece muy poco correcto. Creo que se debe mantener abierta la pregunta
sobre el carcter sistmico de los conflictos: Qu significa el trmino lgica de sistema, en sistemas muy diferenciados?,
es posible identificar conflictos antagonistas sin que los actores se caractericen por una condicin social estable?, los
lugares de conflicto pueden ser variables? Estas preguntas se vuelven hiptesis estimulantes de trabajo si se mantiene
abierto el espacio analtico para formularlas, y son las que pueden orientar la interpretacin de los movimientos
contemporneos.
Los crticos de los nuevos movimientos como Tilly y Tarrow, sitan esos fenmenos en un plano exclusivamente poltico.
Un reduccionismo de este tipo elimina la cuestin de la aparicin de un nuevo paradigma de la accin colectiva: Puede


decirse que los movimientos contemporneos revelan conflictos sistmicos que no estn relacionados con los del
capitalismo industrial? Esa pregunta simplemente desaparece del discurso analtico sin una argumentacin detallada o bien
articulada de la respuesta negativa implcita. Por otra parte, se ignoran aquellas dimensiones especficamente sociales de la
accin que son tan importantes para los nuevos movimientos. De ah, resulta una miopa de lo visible, propia de un
enfoque que se concentra exclusivamente en los aspectos mensurables de la accin colectiva, es decir, en la relacin con
los sistemas polticos y los efectos sobre las directrices polticas, mientras que descuida o menosprecia todos aquellos
aspectos de esa accin que consisten en la produccin de cdigos culturales; y todo ello, a pesar de que la elaboracin de
significados alternativos sobre el comportamiento individual y colectivo constituye la actividad principal de las redes
sumergidas del movimiento, adems de la condicin para su accin visible. De hecho, cuando un movimiento se enfrenta
pblicamente con los aparatos polticos en cuestiones concretas, lo hace en nombre de los nuevos cdigos culturales
creados en un plano de accin oculta que es bastante menos ruidoso y ms difcil de medir.
Hay conflictos antagnicos de naturaleza sistmica en los fenmenos colectivos contemporneos? O, por el contrario,
hay fenmenos de marginalidad social, de comportamiento colectivo, o simples reajustes del mercado poltico? A
preguntas tan generales slo se puede responder con la condicin de agotar antes otros niveles de explicacin de la accin
colectiva, por ejemplo: en trminos de disfunciones o de crisis (Alberoni, 1977 y 1981 y Turner y Killian, 1987), o en
trminos de cambio poltico (Pizzorno, 1978, 1985 y 1987): Muchos de los conflictos contemporneos pueden explicarse a
partir del funcionamiento del mercado poltico, como expresiones de categoras o grupos sociales excluidos que intentan
obtener representacin poltica (Tilly, 1978 y 1986 y Tarrow, 1989). En esos casos, no existe una dimensin antagnica del
conflicto, sino slo una demanda de participacin en un sistema de beneficios y normas del cual se est excluido. Si los
lmites en un sistema de beneficios y normas del cual se est excluido (Gamson, 1990 y 1982), pero no implica
necesariamente antagonismo hacia la lgica del sistema; manifiesta ms bien la exigencia de una distribucin diferente de
los recursos o de nuevas reglas (McCarthy y Zald, 1977); Jenkins, 1983, y McCarthy, 1981). Del mismo modo, en una
organizacin poco funcional se pueden producir serios conflictos cuyo objetivo, sin embargo, es restablecer el
funcionamiento de la organizacin misma. Los movimientos estudiantiles de los aos sesenta y otros ms recientes en


varios pases europeos (Espaa, 1987, Francia e Italia, 1990) fueron impulsados pr el rechazo del comportamiento
autoritario del sistema educativo y por una demanda comn de mayor eficacia y relevancia respecto a este ltimo.
Una vez agotada la capacidad explicativa de estas dimensiones es necesario preguntarse si queda algo por explicar, y
mantener abierto un espacio terico en el que todava pueda formularse la pregunta sobre la existencia de conflictos de
carcter sistmico. De otro modo, esta pregunta es cancelada sin habrsele dado respuesta o sin haber demostrado su
inutilidad.
Los cientficos sociales todava son herederos de una tradicin que sita en las estructuras, las lgicas de interpretacin y
explicacin de los hechos, al margen de las relaciones cotidianas que los actores establecen en el proceso de construir el
sentido de su accin. La lgica de un sistema no necesariamente debe buscarse en los intereses a gran escala o en
otras formas ms visibles de poder; tambin se encuentra en niveles ms simples de la vida social, en los que tiene lugar la
interaccin de los actores, donde se definen las oportunidades y los lmites de su accin. En la actualidad, conforme
empiezan a ser excluidas las explicaciones que intentaban abarcarlo todo (como aquellas tan generales que aludan a la
lgica del capitalismo), su lugar est siendo ocupado por una especie de retirada terica hacia una explicacin de las
relaciones sociales que se plantea solamente en trminos de intercambio, o hacia una reordenacin de las teoras
anteriores que es puramente terminolgica. De este modo, la transformacin que est teniendo lugar en los sistemas
contemporneos es designada con trminos alusivos (sociedad compleja, posindustrial y de capitalismo tardo), desde el
supuesto de que estos tipos de sociedad presentan una lgica significativamente distinta a la del capitalismo industrial.
Pero ello conduce a descuidar o suprimir los problemas tericos que ese supuesto plantea. La pregunta sobre los conflictos
antagonistas de carcter sistmico, mantiene abierta una serie de interrogantes con las que debe enfrentarse la reflexin
terica actualmente. Por ejemplo, una cuestin de singular importancia terica es si se puede pensar en una lgica
dominante que necesariamente se manifiesta en una forma global y omniabarcante, pero que se distribuye por medio de
diversas reas del sistema y produce gran variabilidad de lugares y actores del conflicto. Esta clase de lgicas difcilmente
puede identificarse en el comportamiento funcional de los grandes aparatos de poder, sino en la interaccin diaria, como
nos han enseado los etnometodlogos.


Enfrentarse a este tipo de cuestiones, demanda ir ms all del legado dualista del siglo XIX, que opona estructuras a
representaciones, o sistemas a actores sociales (Giddens, 1984 y Crozier y Friedberg, 1977). Es necesario volver a
plantearse la accin social a partir del proceso por el cual su significado se construye en la interaccin social (Neisser, 1976;
Von Foerster, 1973; Watzalawick, 1984; Von Glaserfeld, 1985). Son los actores sociales quienes producen el sentido de sus
actos mediante las relaciones que entablan entre ellos. Pero la interaccin nunca es un proceso completamente
manifiesto, sino que depende del campo de oportunidades y constricciones que los actores observan y utilizan. La
dominacin y el poder no son realidades metafsicas que existan fuera de los juegos de los actores; son la expresin ms
slida, permanente y desequilibrada de esos juegos. Por tanto, los conflictos actan como seales que nos indican el
carcter construido de la accin social y su tendencia a cristalizar en estructuras y sistemas.
Sociedad de la informacin
Dnde se sita entonces la accin de los movimientos contemporneos?, cul es su campo de accin? Las sociedades
complejas producen en virtud de una integracin creciente de las estructuras econmicas, los aparatos de gestin poltica y
las agencias culturales. Los bienes materiales son producidos a travs de la mediacin de sistemas informativos y de
universos simblicos controlados por las grandes organizaciones. Esos bienes incorporan informacin y se convierten en
signos que circulan por mercados de mbito mundial (Touraine, 1974, 1978 y 1984 y Habermas, 1984). Los conflictos se
desplazan del sistema econmico-industrial hacia el mbito cultural: se centran en la identidad personal, el tiempo y el
espacio de vida, la motivacin y los cdigos del actuar cotidiano. Los conflictos ponen al desnudo la lgica que se est
imponiendo en sistemas muy diferenciados. Estos ltimos asignan un creciente nmero de recursos a los individuos, con
los que se convierten en centros autnomos de accin; pero los sistemas precisan cada vez ms de integracin social. Para
mantenerse deben ampliar su capacidad de control hasta la motivacin profunda de la accin y mediante la intervencin
en los procesos de construccin del sentido. Los conflictos contemporneos revelan estas contradicciones al situar, en
primera lnea, a actores y formas de accin que no corresponden a las categoras convencionales del conflicto industri al o
de la competencia entre grupos de inters. La pugna por la produccin y reapropiacin del significado parece constituir el
ncleo central de estos conflictos contemporneos; y ello implica una cuidadosa redefinicin de lo que es un movimiento
social y sus formas de accin.


A lo largo de la historia, las sociedades se articularon en torno al ciclo entero de los recursos que alimentan cada sistema
viviente (materia, energa e informacin). Hubo sociedades que se estructuraron principalmente sobre recursos materiales,
otras que hicieron de la energa la llave de su desarrollo (el vapor y la energa elctrica como motores de la
industrializacin) y, hoy en da, sistemas que dependen de la informacin para subsistir, controlar su entorno, proyectarse
hacia el espacio y mantener el delicado equilibrio que las preserva de la amenaza de la guerra total.
La revolucin electrnica, permite concentrar enormes cantidades de circuitos en espacios que eran impensables hasta
hace veinticinco aos, transformando no slo el tamao del ordenador sino aumentando vertiginosamente la velocidad de
tratamiento de las informaciones, y ampliando enormemente la cantidad de datos que pueden ser almacenados.
Paralelamente, el progreso en las tecnologas de la comunicacin hace posible que las informaciones puedan ser recogidas,
procesadas y transmitidas en tiempos brevsimos, sin lmites de espacio.
Cules son las caractersticas de una sociedad de la informacin? De las transformaciones que he recordado destacan, en
primer lugar, el carcter reflexivo, artificial y construido de la vida social. Gran parte de las experiencias de vida en las
sociedades complejas est formada por experiencias de grado n, es decir, tienen lugar en contextos producidos por la
accin social, representados y retransmitidos por los medios de comunicacin, interiorizados y regulados en una especie de
espiral que crece sobre s misma y que hace de la realidad un recuerdo o un sueo. La mayor parte de las actividades
banales de la vida cotidiana, ya est fijada y depende del impacto de las transformaciones en el campo de la informacin.
Las nuevas tecnologas incorporan una cantidad creciente de informacin y contribuyen, a su vez, a la expansin masiva de
la que se produce. Tambin aqu, un movimiento en espiral parece multiplicar la reflexividad de la accin social.
Otro aspecto de este proceso es la proletarizacin del sistema. La forma en que hoy circula la informacin, unifica
potencialmente el sistema mundial y plantea nuevos problemas de carcter transnacional respecto al control, circulacin e
intercambio de esa informacin. Al mismo tiempo, se est produciendo la mundializacin de los problemas y los terrenos
en los que nacen los conflictos. De la localizacin territorial de un problema deviene un aspecto secundario respecto a su
impacto simblico sobre el sistema planetario. Ese proceso de globalizacin reactiva aquellas formas de accin colectiva
basadas en la etnia y la nacin, que intentan conferir una base estable y reconocida a la identidad. Los viejos litigios sobre
la nacin, los procesos que fueron interrumpidos o histricamente reprimidos por el surgimiento del Estado-nacin, son


paradjicamente revitalizados por el desarrollo de un espacio global y transnacional. Los smbolos tnicos y las referencias
concretas a la Madre patria constituyen una base real por sus races en la lengua y la cultura- para la identidad de
individuos y grupos en un contexto que ha perdido sus fronteras tradicionales. Los movimientos tnico-nacionalistas son, al
mismo tiempo, los ltimos vestigios del proceso de modernizacin y la seal de que el modernismo ha quedado atrs.
En un sistema que en sus sectores ms avanzados ocupa 50% de la poblacin para actividades relacionadas con la
produccin, tratamiento y circulacin de la informacin, forzosamente este recurso fundamental estructura la vida social.
La informacin es un recurso de naturaleza simblica, es decir, reflexiva. No es una cosa, sino un bien que para ser
producido e intercambiado requiere de capacidad de simbolizacin y decodificacin. Es por lo tanto un recurso que llega a
serlo para la sociedad en su conjunto slo cuando otras necesidades ya estn satisfechas, y cuando la capacidad de
produccin simblica se vuelve suficientemente autnoma de las constricciones de la reproduccin. El concepto sociedad
pos material destaca, al menos, un aspecto de las transformaciones en curso, a saber, que los sistemas que se apoyan
cada vez ms sobre los recursos informativos, presuponen la adquisicin de una base material, y la capacidad de construir
universos simblicos dotados de autonoma (que deviene a su vez en condiciones para la reproduccin o ampliacin de esa
misma base material).
La informacin no existe con independencia de la capacidad humana para percibirla. La posibilidad de utilizar un recurso
reflexivo como ste, depende de las estructuras biolgicas y motivacionales del ser humano, como emisor y receptor de
informacin. La inversin masiva que hacen las sociedades ms avanzadas en investigacin biolgica sobre el cerebro y los
mecanismos motivacionales y relacionales del comportamiento muestra que el papel de la informacin, como recurso
decisivo, ocupa una extensin de la intervencin humana sobre la naturaleza interna, un aumento de la capacidad de
autorreflexin que alcanza hasta la produccin de reproduccin hasta la intervencin sobre la estructura biolgica
profunda de la especie.
Si la informacin se caracteriza por la velocidad de circulacin y por su rpida obsolescencia, resulta crucial controlar los
cdigos que permiten organizar y decodificar informaciones mutables. El conocimiento es entonces cada vez menos un
saber de contenidos y deviene en la capacidad de codificar y decodificar mensajes. La informacin es lineal, acumulativa y
constituye la base cuantitativa del proceso cognoscitivo. El conocimiento estructura, establece relaciones, vnculos y


jerarquas. En la actualidad, crece de forma terrorfica el vaco existente entre estos dos niveles de la experiencia y lo que
tradicionalmente se ha llamado sabidura. La sabidura tiene que ver con la percepcin del sentido y con la capacidad de
integrarlo en la existencia individual. La sabidura es la capacidad de mantener un ncleo ntegro de la experiencia en las
relaciones consigo mismo, con el otro, con el mundo.
A medida que la informacin se convierte en el recurso fundamental para los sistemas complejos, estos tres niveles
tienden a separarse. El control de la produccin, acumulacin y circulacin de informacin depende del control de los
cdigos que permiten procesarla. Ese control no est uniformemente distribuido y por ello el acceso al conocimiento
deviene el terreno donde surgen nuevas formas de poder, nuevas discriminaciones y nuevos conflictos. Al mismo tiempo,
cada vez es ms frgil el sentido de la experiencia individual, la capacidad de ordenar la cantidad creciente de informacin
de la cual cada uno es emisor y receptor. Se produce una fisura entre el mbito del conocimiento instrumental, vinculado a
la manipulacin eficaz de los cdigos simblicos que seleccionan, ordenan y dirigen la informacin, y la bsqueda de la
sabidura como integracin del sentido en la experiencia personal.
De ah la importancia que adquiere la bsqueda de identidad, la exploracin del s mismo (self) que llega a los mbitos
ms intrincados de la accin humana, a saber, el cuerpo, las emociones, las dimensiones de la experiencia no reductibles a
la racionalidad instrumental. De ah tambin, el redescubrimiento de una alteridad incurable (el otro, lo otro y lo sagrado),
de un espacio de silencio que se sustrae al flujo incesante de comunicaciones codificadas, que busca en lo ms privado
para recomponer los fragmentos dispersos de una experiencia humana constantemente suspendida en el lmite entre el
nacimiento y la muerte. Esta forma de conciencia, puede presentarse como un retorno a la religin organizada en el
resurgimiento de sectas y grupos fundamentalistas, pero tambin puede dejar paso a formas secularizadas de
experimentar con lo sagrado y a una nueva bsqueda de identidad.
La informacin es un recurso difcil de controlar. En primer lugar, porque se difunde a travs de muchos canales diferentes,
como lo son el lenguaje o la comunicacin interpersonal, los objetos que procesan informacin, o un corpus ms elaborado
de tipo simblico. Asimismo y a diferencia de otros bienes fsicos, la informacin puede ser dividida sin perder calidad,
puede ser multiplicada y dividida entre varios actores sin que por eso, sufra, su contenido especfico. Si el poder en las


sociedades complejas se basa cada vez ms en el control privilegiado de informacin, es potencialmente un poder muy
frgil porque la simple adquisicin de informacin sita a los actores en el mismo plano.
El poder no puede ejercerse slo sobre el contenido de la comunicacin ni sobre las manifestaciones explcitas de la accin.
Para ser efectivo, necesariamente tiene que dedicarse al control de los cdigos. Los nuevos fundamentos del poder son los
cdigos, un conjunto de reglas formales para organizar el conocimiento. La sabidura pasa a un plano secundario y la
exploracin del sentido de las cosas parece carecer de sentido. Su lugar es ocupado por el saber operativo y auto
justificador de los expertos. Los cdigos en los que se fundan las nuevas formas de poder no son visibles y estn
estrictamente regulados. No hay ms posibilidad de discurso que aquel controlado por ciertos grupos a travs de su poder
para definir los conceptos y del monopolio que intentan imponer sobre el lenguaje. De este modo, la informacin deja de
ser un recurso que circula entre todos los actores, que pueden intercambiar entre ellos y con el que pueden ir
construyendo su potencial de conocimiento. Por el contrario, ese recurso se convierte en un sistema de signos vacos de los
cuales se ha perdido o, mejor, se esconde la llave. Las personas que consumen esos signos no necesitan ocuparse de su
significado.
Sin embargo, la extensin potencialmente sin lmites de la informacin aumenta simultneamente los mrgenes de
incertidumbre para el sistema entero. La incertidumbre deriva, en primer lugar, de la dificultad de establecer relaciones
entre la cantidad de informacin que transmitimos y recibimos que, sin embargo no garantiza su conversin en
conocimiento; de hecho, a veces el verdadero efecto de ese diluvio de informacin, consiste en impedir que se produzca el
segundo. La incertidumbre afecta entonces el significado de la accin individual porque el crecimiento desproporcionado
de la informacin aumenta el nmero de posibles opciones pero tambin hace ms difcil la decisin. La respuesta del
individuo a la pregunta de Quin soy yo?, se hace progresivamente problemtica.
Todo ello est relacionado con la creciente necesidad que tienen los sistemas complejos de producir decisiones con el fin
de reducir la incertidumbre. Un sistema de informacin expande su capacidad de decisin para responder a la necesidad de
enfrentarse a la incertidumbre, y progresivamente asume los rasgos de un sistema de decisiones y de carcter contractual.
De decisiones porque reducir la incertidumbre significa asumir el riesgo de la resolucin. Contractual porque para decidir
es necesario ponerse de acuerdo sobre alguna regla del juego.


No existe otra posibilidad de reducir la incertidumbre ms que por medio de las decisiones y de acuerdos sobre los marcos
con base en los cuales se toman stas. El nivel de incertidumbre se renueva y se expande continuamente (tambin a causa
de las propias decisiones, que resuelven unos problemas pero crean otros nuevos). Estos aspectos contractuales y de
decisin adquieren importancia central para la vida social en los sistemas complejos. En otras palabras, las sociedades
contemporneas deben establecer y renovar continuamente los pactos que las mantienen unidas y orientan su accin.
Este anlisis es aplicable tanto al sistema en su conjunto como a la experiencia de los individuos y los grupos. La identidad
individual y social se enfrenta continuamente con la incertidumbre generada por el flujo permanente de informacin, con
el hecho de que los individuos pertenecen de forma simultnea a una pluralidad de sistemas y con la proliferacin de
distintos marcos de referencias espaciales y temporales. En consecuencia, la identidad debe ser restablecida y renegociada
continuamente. Su bsqueda se vuelve as un remedio contra la opacidad del sistema, contra la incertidumbre que
constrie continuamente la accin. Producir identidad significa reforzar los flujos de informacin procedentes del sistema,
Hacerlos ms estables, coherentes, en definitiva, contribuir a la estabilizacin o a la modernizacin del propio sistema. Pero
esta bsqueda de identidad no slo responde a exigencias de seguridad y continuidad; tambin constituye una fuente de
recursos para la individualizacin y permite a los individuos verse como tales, como personas diferentes de los dems y,
precisamente por eso, descubrir en lo ms profundo de dicha condicin la capacidad para rechazar los cdigos dominantes
y revelar su arbitrariedad. En sntesis, la bsqueda de identidad permite que los individuos se reconozcan como los
productores del sentido que atribuyen a los hechos y desafen su manipulacin por los aparatos de poder.
Se puede todava hablar de una lgica dominante en sistemas de esta naturaleza? Las metforas espaciales que han
caracterizado la cultura industrial (base/supraestructura, centralidad/marginalidad) son cada vez ms inadecuadas para
describir el funcionamiento de las sociedades complejas donde no existe un centro simblico. La descentralizacin de los
lugares del poder y del conflicto hace cada vez ms difcil caracterizar procesos y actores centrales. Pero significa esto
que es preciso renunciar a caracterizar toda lgica dominante?, implica que en la complejidad todo deviene igual a todo,
en una circularidad intercambiable que est tan claramente expuesta en las teoras del intercambio?
Una lgica de dominacin no est en contradiccin con la idea de la complejidad como caracterstica distintiva de los
sistemas contemporneos. Estos tienen una lgica dominante, pero su lugar cambia continuamente. Las reas y los niveles


de ese sistema que aseguran su mantenimiento, pueden varias, al igual que los lugares del conflicto. El poder no radica en
determinadas estructuras ni es definitiva su encarnacin en determinados actores y relaciones sociales. No obstante, ello
no implica que todas las formas del descontento sean equivalentes, ni que toda forma de agitacin social exprese
conflictos de carcter sistmico. Existen conflictos que afectan al sistema en su propia lgica y, aunque se circunscriben en
un rea determinada, hacen surgir los dilemas fundamentales asociados a la complejidad y las formas de poder que sta
produce, convirtindolas en visibles para el conjunto de la sociedad.

Desafos simblicos
Los movimientos contemporneos han pasado de la secuencia a la coexistencia. Fragmentos de experiencia, de historia
pasada, de memoria coexisten dentro del mismo fenmeno emprico y se convierten en elementos activadores de la accin
colectiva. Las huellas del pasado que persisten en los fenmenos contemporneos no son simples legados histricos ni
vestigios sobre los que se construyen nuevos desarrollos, sino que contribuyen a configurar nuevas pautas de accin
colectiva donde coexisten o se combinan los elementos histricos y culturales. Por ejemplo, en lo que se suele llamar
movimientos ecologista, encontramos formas muy tradicionales de resistencia al impacto de la modernizacin mezcladas
con un fundamentalismo religioso que extrae su energa del llamad de la naturaleza, la demanda de un cdigo tico que
regule las relaciones del hombre con ella y demandas polticas para que se articulen mecanismos de control democrtico
sobre la poltica energtica. Todos esos elementos se funden, tal vez temporalmente, en ese actor protagonista de la
movilizacin que llamamos movimiento.
Tal vez debido a este carcter compuesto que es resultado de la influencia de diferentes pocas y estadios del desarrollo
social, los movimientos representan un espejo del sistema en su conjunto. De hecho, en el gran escenario de los medios
todo deviene simultneo, las ltimas huellas de una arqueologa de las sociedades se integran con las anticipaciones ms
clamorosas de su futuro. Los indios del Amazonas expulsados de sus territorios por las mquinas excavadoras forman parte
del espectculo contemporneo, tanto como los reportajes filmados sobre vuelos espaciales. Desde la comodidad de
nuestros salones, las pantallas de televisin nos transportan a travs del tiempo y el espacio, desde la prehistoria a la


ciencia ficcin. Su yuxtaponen as experiencias remotas que no tienen relacin entre s, en un torrente de signos
intercambiables que no se ajustan a los pasos de espacio y tiempo de que toda realidad requiere.
En segundo lugar, los movimientos no constituyen situaciones de emergencia que se presentan de forma ocasional en la
vida social, ni elementos residuales del orden social. En las sociedades complejas, los movimientos son una realidad
permanente. Pueden ser ms o menos visibles, pueden surgir como una movilizacin poltica y de forma cclica (como
seala correctamente Tarrow), pero su existencia y sus efectos en las relaciones sociales no son espordicos ni transitorios.
En las sociedades contemporneas, su subsistema o sector especfico de la accin colectiva se est convirtiendo en un
componente estable del funcionamiento del sistema. El proceso de diferenciacin de sistemas complejos es tan extenso
que la propia accin colectiva puede adquirir un estatus autnomo y sus formas no institucionalizadas se separan de otras
con las que sola confundirse en el pasado (en particular, con la accin poltica). En la era industrial los conflictos sociales
estaban unidos a las luchas por el reconocimiento de los derechos civiles y de la ciudadana, al igual que coincidan, la lucha
del movimiento obrero contra el capitalismo y contra el Estado burgus. Cuando se separan esos dos niveles, como sucede
en las sociedades contemporneas, los movimientos pierden su carcter de personajes comprometidos en una dura
confrontacin con el Estado para conseguir la garanta de los derechos de ciudadanos. En lugar de ello, surgen en reas,
en redes sociales donde se negocia y configura una identidad colectiva. Las reas de movimiento son: a) un campo en el
cual se estructura mediante la negociacin una identidad colectiva, en la cual orientaciones y vnculos de la accin son
definidos y redefinidos dentro de unas redes de solidaridad que muestran la relacin entre las personas y su vida cotidiana;
b) un terreno donde la identidad se recompone y unifica, es decir, redes sociales que confieren cierta continuidad y
estabilidad a las identidades de individuos y grupos en sistemas sociales donde stas se hallan en un proceso de constante
fragmentacin o desestructuracin. De este modo, el movimiento proporciona a individuos y grupos un punto de
referencia para reconstruir identidades divididas entre distintas afiliaciones, distintas funciones y tiempos de la experiencia
social.
El cuestionamiento terico inevitable en este punto es si los movimientos sociales tienen carcter conflictivo. Existen
elementos del conflicto antagnico en fenmenos tan distantes de la imagen del actor colectivo revolucionario que
heredamos del pasado en unos fenmenos que estaran fragmentados, dispersos, entremezclados y que, antes que actores


polticos, son subculturas que se orientan hacia la accin expresiva ms que hacia la instrumental? La respuesta se plantea
en un doble nivel. El primero est dado por las orientaciones de la accin de un movimiento, que son la base sobre la que
se negocia su identidad colectiva. Por las razones antes indicadas, un movimiento combina distintas orientaciones de
accin y se trata de analizar si alguna de ellas es de carcter antagonista. Si es as, tambin por las razones expuestas, esta
caracterstica no agota el resto de las que presentan el movimiento, sino que indica simplemente la presencia de un
elemento antagnico que no puede reducirse al intercambio poltico o a la adaptacin funcional. El segundo nivel es el de
las actividades concretas que tienen lugar en las redes del movimiento, en el que se estructuran las relaciones sociales y
donde la organizacin y la accin del primero expresan su mensaje de conflicto social.
A continuacin, para examinar el primer aspecto basndome en mi trabajo emprico, analizar las orientaciones de la
accin en varias reas o redes del movimiento, las cuales nuevamente son slo el ejemplo de una lgica y de una forma de
la accin colectiva contemporneas. Esas orientaciones son al mismo tiempo generales y especficas; de hecho, constituyen
el lugar de encuentro entre un actor particular y el campo de oportunidades-limitaciones sobre el que acta. Una condicin
social particular refuerza la posibilidad de conflicto al brindar acceso a recursos centrales del sistema a ciertos grupos de
personas, y al mismo tiempo los expone a presiones sociales que inciden en la formacin de la identidad y el significado. Un
ejemplo de este ltimo caso, est dado por los grupos de jvenes y mujeres; en otros, los factores que impulsan el conflicto
no estn asociados con una condicin estable y sin embargo delimitan un espacio social (el emplazamiento geogrfico de
determinados grupos del movimiento ambientalista, o la historia poltica y cultural de algunos captulos del ecologista y del
feminista). Estas condiciones particulares son las que provocan el conflicto, pero al mismo tiempo ste plantea problemas
que conciernen a la lgica general del sistema y sus dilemas. El actor es una entidad especfica, pero el mbito social al que
se dirige el movimiento y los problemas que plantea afectan al sistema en su conjunto. La paradoja de los movimientos
contemporneos es que se dirigen a toda la sociedad en nombre de una categora o un grupo social, o por el hecho de
ocupar un lugar particular en la estructura social.
Ser joven en la sociedad contempornea deja de ser una condicin biolgica y pasa a ser progresivamente definida en
trminos culturales. Los jvenes lo son no por tener una edad determinada, sino, principalmente, porque participan de una
cultura o de un estilo de vida especfico; porque viven en un estadio en el que no son efectivas las obligaciones, horarios y


normas de la vida adulta. La juventud como condicin simblica, adelanta la posibilidad y el derecho a la redefinicin, a la
variabilidad, a la reversibilidad de las opciones de vida. Se trata de un problema que no es slo de los jvenes, sino de la
sociedad en su conjunto.
Para los sistemas que hacen del cambio la condicin de su existencia, la previsibilidad es un requisito esencial. As el
sistema promete e induce la transformacin, pero al mismo tiempo lucha por medirla y, por lo tanto, por controlarla.
Debido al hecho de que viven en un mundo al margen de las limitaciones de la vida social, en el limbo simblico que la
sociedad les asigna, los jvenes se oponen a esta lgica en aras de una diversidad que se manifiesta como reversibilidad de
las opciones, en un llamado que se presenta como ausencia de planificacin, experiencia del presente y derecho a
pertenecer por eleccin, no por asignacin. La juventud la edad por excelencia de la indeterminacin, de la actitud abierta
y la discontinuidad- se convierte en metfora de un derecho al cambio y a la autodeterminacin que desafa las reglas de la
sociedad que exigen continuidad, conformidad y predictibilidad. Al intentar apropiarse del presente y del derecho a poder
cambiar algunas cosas, los jvenes encarnan una extendida necesidad cultural y cuestionan los fundamentos de la
racionalidad instrumental.
Para LAS mujeres, la memoria profunda de subordinacin y de hallarse encerradas en un sector diferente al de la cultura
dominante, hace de las luchas por la emancipacin una parte importante de la accin del movimiento que quiz sea la ms
significativa cuantitativamente. No obstante, aquello sobre lo cual se estructura la accin colectiva de las mujeres no es
slo la igualdad de los derechos, sino el derecho a la diferencia. La lucha contra la discriminacin para la participacin de
las mujeres en el mercado econmico y poltico est imbricada en la lucha por la diferencia, pero es distinta de ella. Ser
reconocidos como distintos es quiz uno de los derechos fundamentales que van emergiendo en los sistemas
posindustriales. Ser reconocidas como mujeres significa afirmar una mirada distinta sobre la realidad, una experiencia
vivida en un cuerpo diferente, un modo especfico de ponerse en relacin con el otro y con el mundo.
En sociedades que desarrollan fuertes presiones hacia la conformidad, la apelacin a la diferencia tiene un significado
explosivo para la lgica dominante. Cuando se apela a la diferencia, ese movimiento no se dirige solamente a las mujeres
sino a la sociedad entera. Al mismo tiempo, mediante su accin colectiva la cultura feminista entra en el mercado poltico y
cultural y contribuye a innovarlo. El xito en el mercado transforma al movimiento en grupo de presin, segmenta sus


reas, burocratiza a algunos grupos y dispersa a otros. La profesionalizacin del movimiento no anula, sin embargo, su
ncleo antagonista, sino que lo hace ms difcil de identificar.
El movimiento de las mujeres se desplaza hacia la comunicacin. La forma auto reflexiva del grupo pequeo que fue su
ncleo organizativo y precedi e impuls su movilizacin pblica- expresa, ya en s, la intencin de no separar el hacer del
sentido; la accin de conocer de su significado, y la carga emocional de su contenido. El trabajo realizado por las mujeres
en este movimiento habla por todos nosotros, muestra que no se puede actuar pblica y eficazmente sin que medie un
componente estable de reflexividad que cuestione constantemente el significado de lo que se hace, y sin la comunicacin
que encuentra espacio, no slo como lgica instrumental de la eficiencia, sino tambin para los sentimientos,
incertidumbres y conflictos emocionales que siempre alimentan la accin humana. Pero, qu es lo que expresa esta
comunicacin privilegiada, que se produce desde hace tanto tiempo y con tanta dificultad? El poder y la diferencia. La
confrontacin con el poder masculino ha enseado a las mujeres a conocer cmo la diferencia se transforma en poder. La
comunicacin femenina contiene una pregunta y un reto: es posible una diferencia sin poder y una comunicacin que
conserve la diferencia?
Basndose en las formas femeninas de comunicar que las mujeres saben que son distintas de las de los hombres, pero
que hoy en da descubren que son distintas tambin en su interior-, las mujeres interrogan a la sociedad entera sobre las
races de la comunicacin. Al hacerlo, replantean la cuestin sobre cmo se puede recomponer la diversidad y si es posible
una unidad en la separacin, en definitiva, si las personas pueden comunicarse entre s al margen de la opresin. En qu
sentido este mensaje tiene contenido antagonista? En el hecho de que el sistema, que multiplica las comunicaciones y vive
de ellas, conoce slo dos modos de comunicar: la identificacin, es decir, la integracin en os cdigos dominantes, la fusin
con un poder que niega la diversidad, o la separacin, la diferencia como exclusin de toda comunicacin.
Otros aspectos de la comunicacin femenina ponen de manifiesto lo que acabo de exponer sobre su orientacin
antagonista. La exigencia de no perder de vista lo particular, el valor de los detalles de la experiencia, la memoria de lo
cotidiano, de los gestos pequeos y de los tiempos sin historia; todos esos aspectos, que han sido superficialmente
interpretados como narcisismo femenino, tienen en realidad un significado profundamente subversivo. Suponen un


desafo a la estandarizacin de la experiencia y a la nivelacin del tiempo que exige la sociedad de la informacin para
aplicar sus procedimientos de forma generalizada.
Sin embargo, no todas las mujeres se movilizan. Las protagonistas de este movimiento son aquellas que viven la
contradiccin existente entre las promesas de ser incluidas en el orden social y los costos sociales de existir como mujer y
hallarse destinadas a los papeles inmutables de madre, esposa y amante. Por lo tanto, las mujeres que se movilizan, son
aquellas que han experimentado en sus vidas un excedente de recursos constreido dentro de los lmites de la condicin
femenina. Las que se movilizan son aquellas con niveles ms altos de educacin, las que estn expuestas a las
contradicciones del estado del bienestar, de cuyas prestaciones con frecuencia son agentes y receptoras. Su respuesta es
una superproduccin cultural, un derroche simblico que contiene una profunda ambivalencia. Las actividades
femeninas dentro del movimiento consisten en reuniones que parecen no tener sentido, escritos que constituyen un fin
en s mismos y no se orientan hacia el mercado, un tipo de comunicacin que carece de objetivos y un empleo del tiempo
que no se atiende a criterios de utilidad y eficiencia. Hay una serie de actividades de este movimiento que la cultura
masculina dominante slo puede considerar como carentes de sentido, como el cultivo de la memoria, la bsqueda de los
lmites y matices de las experiencias personales, la duplicacin de actividades realizadas por distintos grupos con total
ausencia de respeto por las economas de escala.
En realidad todo ello es una de las formas mediante las cuales el sistema controla la incertidumbre, una especie de enclave
donde se realizan experimentos de innovacin social. El sistema absorber sus resultados cuando una especie de seleccin
natural haya decantado lo esencial. Pero este derroche simblico es, al mismo tiempo, la expresin de una diferencia
irreductible, de lo que no tiene valor porque es demasiado pequeo o parcial para entrar en los circuitos estandarizados
del mercado cultural de masas. Esa extravagancia simblica de la produccin femenina introduce el valor de lo intil en el
sistema, el derecho inalienable de lo particular a existir, el significado irreductible de tiempos interiores que ninguna
historia puede registrar, pero que hacen de la experiencia individual el ncleo ltimo del sentido de la existencia.
El movimiento de las mujeres est, as, en desequilibrio entre una funcin de modernizacin que no puede evitar, pero que
lo transforma en grupo de presin, y una llamada simblica que va ms all de las condiciones de vida de las mujeres. En
relacin con lo primero, el movimiento contribuye a difundir los contenidos polticos y culturales del feminismo que hoy


han sido profesionalizados. Hay grupos pequeos fundamentales y residuales que sobreviven a la institucionalizacin,
mientras que otros grupos intelectuales cultivan la memoria del movimiento. En lo que se refiere a su propuesta simblica,
el movimiento de las mujeres parece destinado a negarse como actor particular. Al brindar a cada una la oportunidad de
ser diferente, anula as su separacin del resto de la sociedad. La dicotoma entre ser una misma y ser para otros parece
constituir el drama y el smbolo de la condicin femenina que se manifiesta tambin en la accin colectiva de las mujeres.
Las movilizaciones ambientalistas son cauces para la formacin de nuevas lites, ms que el resto de las aqu tratadas.
Debido a la falta de una condicin comn, estos grupos presentan formas de solidaridad que no estn basadas
enteramente en dimensiones simblicas. Tambin aqu es difcil de identificar el ncleo antagonista porque la identidad del
movimiento es en buena parte estructurada por nuevas lites en potencia. Este es el movimiento que ms directamente se
enfrenta con polticas y decisiones pblicas. Al hacerlo cumple una funcin fundamental de presin, que no slo influye en
las polticas sobre el medio ambiente, sino que modifica los criterios por los que se rige la innovacin, redefine el orden de
prioridades y replantea los parmetros con los que se miden las alternativas posibles.
Sin embargo, en la estructuracin del movimiento hay tambin una dimensin estrictamente cultural. En un mundo
artificial que es fruto de la proliferacin de instrumental para la intervencin social, todava quedan zonas de sombra.
Aquello que escapa al artificio y a la construccin social enuncia algo diferente, alude a oportunidades perdidas y a sueos
realizables. La naturaleza a la que se invoca simboliza este lmite, recuerda a las sociedades basadas en el credo
instrumental, los lmites de su omnipotencia. En la prctica ecolgica de los grupos de base que integran este movimiento,
la naturaleza es vivida, actuada y experimentada a travs de una subversin de los cdigos operativos de la produccin
destructiva que han prevalecido en la sociedad industrial.
Esta accin menuda y casi invisible recuerda a la sociedad, sin embargo, que el poder que le permite reproducirse es
tambin aquel que puede destruirla; que el respeto por la sombra, por el lmite, por los ritmos secretos del cosmos dentro
y fuera de nosotros forma parte inseparable del impulso del hombre hacia el descubrimiento y la creacin (Bateson, 1972).
En esta apelacin a la sombra, a lo que no est dicho y no puede decirse, se sita tal vez el significado ms profundo de la
nueva bsqueda espiritual que impulsa la accin colectiva de muchos grupos. Donde esta dinmica no representa una
renovacin del mensaje religioso tradicional ni a un sector especializado en el mercado de las emociones, la experiencia


espiritual en la sociedad de la informacin constituye una invocacin a la sabidura, una llamada al encuentro de cada uno
consigo mismo que nunca se puede expresar del todo mediante los cdigos operativos existentes. Quiz la orientacin ms
significativa de estos fenmenos colectivos consiste en reintegrar la experiencia humana, en recomponer la alteridad y el
lmite con arreglo a un principio de unidad. Si actuar como emisores y receptores de informacin, con arreglo a
procedimientos codificados y criterios de eficiencia deviene en regla en las sociedades de informacin, el cierre, el silencio,
el retraimiento hacia un espacio interior donde las nicas palabras slo son aquellas que cada uno se dice a s mismo, son
orientaciones que tienen una extraordinaria fuerza de subversin simblica.
En las orientaciones de la accin de los movimientos contemporneos emerge, por lo tanto, un ncleo antagonista. Si en
las sociedades de informacin el poder se ejerce mediante el control de los cdigos, de los sistemas organizadores del flujo
informativo, el conflicto antagonista radica en la capacidad de resistencia, pero todava ms, en la capacidad de subvertir
los cdigos dominantes. Nombrar de modos distintos el espacio y el tiempo mediante la construccin de nuevos lenguajes
que cambian las palabras empleadas por el orden social para organizar nuestra vida diaria, hacer lugar a la sabidura ms
all del conocimiento, ejercitar una reflexividad afectiva y no instrumental, son formas de organizar e interpretar de otra
manera el flujo de informacin, de designar al mundo de otro modo en la prctica de los movimientos.
Este conflicto antagonista se expresa en la estructuracin del actor colectivo, es decir, en su modo de organizar la propia
solidaridad. En ese proceso organizativo, la accin de los movimientos constituye una prctica del cambio y un reto al
sistema.
A continuacin me ocupar del segundo aspecto al que me he referido: las formas de organizacin y de accin como
modalidades de un conflicto que se expresa en la forma y el proceso de la accin colectiva, no en su contenido. La
estructura de la movilizacin presenta las siguientes caractersticas: es provisional y est sujeta a cambios importantes;
est basada en el principio de participacin directa, que se considera adecuado con independencia de los resultados que
permite obtener; dicha estructura es diseada para satisfacer las necesidades de individuos que no separan los tiempos de
ocio y trabajo. Tiene un significado simblico que consiste en anunciar al sistema que, ms all del contenido especfico de
la movilizacin, existen otros cdigos para definir el tiempo y el espacio del individuo en la colectividad. La concepcin del
tiempo, basada en su carcter predecible, se enfrenta con otra fundada en su naturaleza reversible que respeta los ritmos


individuales y responde a la pluralidad de afiliaciones grupales, en la necesidad de experimentar los cambios de forma
directa. Otros ndices de esta dinmica de subversin de los cdigos dominantes son, la concepcin de la participacin
como un compromiso provisional y no como un deber, el carcter sectorial y no global de la implicacin en el movimiento,
si bien ese compromiso conserva una dimensin de carcter general y la circulacin de los actores por distintas
experiencias.
Los aspectos que vuelven ms visible el desafo al sistema que contienen los movimientos contemporneos son su
estructura organizativa y sus relaciones de poder. Los movimientos funcionan como espacios abiertos donde se hacen
contratos continuamente renegociables. La organizacin del movimiento debe asegurar esta negociacin, debe permitir
que la accin colectiva sea el resultado de un proceso contractual y reflexivo. La atencin a la calidad de las relaciones
internas implica el reconocimiento de las relaciones de poder, es decir, de las diferencias y de riesgos que contienen. El
intento por mantener bajo control esta dimensin mediante una intensificacin de la actividad autoreflexiva dentro del
movimiento, contiene a su vez un riesgo permanente de que los grupos se encierren en s mismos; pero al mismo tiempo,
ello evidencia el carcter contractual y reflexivo de la relacin. La gente no es lo que es, sino lo que elige ser. Las personas
no forman parte de un grupo o se adscriben a una causa porque compartan una condicin objetiva, o porque hayan
tomado una decisin definitiva o irreversible, sino porque continan eligiendo entre distintas opciones y asumen la
responsabilidad que ello implica.
Esta contractualidad implcita fundamenta incluso la relacin entre los ncleos ms profesionalizados y el resto del
movimiento. Si los primeros contribuyen a estructurar y potenciar la identidad colectiva, tambin saben que slo podrn
mantener su papel si producen determinada clase de bienes simblicos y respetan el modelo de relacin que he descrito.
La estructura organizativa de las reas y las relaciones de poder que se entablan en el movimiento tienen un significado de
oposicin frente a los cdigos dominantes. Muestran que hacer visible al poder no significa anularlo, sino someterlo a
control. Asimismo, nos recuerda que los pactos con un poder invisible son siempre falsos y rechazan la lgica de
intercambio en la cual no se hace explcita la asimetra existente. En los sistemas sociales, donde los lugares del poder no
son visibles y parecen neutrales, este desafo es profundamente significativo.


El ncleo antagonista que he descrito, se apoya en otros significados que provienen de aplicar el criterio metodolgico que
gua mi anlisis. La bsqueda de significados antagonistas de la accin colectiva es fruto de un anlisis al que se llega
despus de emplear otros criterios de explicacin. Est destinado a explicar aquellos aspectos de los comportamientos que
no pueden interpretarse en trminos de relaciones basadas en el intercambio o en estrategias de clculo racional. Se trata
de dimensiones especficas de la accin de los movimientos contemporneos que no pueden explicarse desde esos
modelos tericos. En especial, resulta imposible reducir el carcter cada vez ms formal y autorreflexivo de la accin de
esos grupos que parece volverse autnoma de los contenidos reivindicativos que puede asumir en cada momento-, a una
explicacin en trminos de relaciones de intercambio. Es difcil reducir las implicaciones profundas que tiene la forma de la
accin, con su carcter de cdigo y de proceso, a un anlisis en trminos de clculo de costos y beneficios. El anlisis de los
movimientos contemporneos exige emplear otros criterios explicativos; un enfoque adecuado puede centrarse en los
significados antagonistas de la accin y en la hiptesis segn la cual el conflicto surge de los propios criterios que confieren
sentido a la accin. La interrogante que plantea estos conflictos, no es sobre los trminos del intercambio sino sobre el
propio significado de ese intercambio.
Al mismo tiempo, el ncleo antagonista del movimiento no constituye una entidad separada de los contenidos concretos
que asume su accin. Cuando ms coincide la accin con sus contenidos, ms coincide el grupo con lo que hace y no con
cmo lo hace, y mayores son la prdida de la fuerza que impulsa su desafo y la tendencia a institucionalizarse. La
bsqueda espiritual se convierte en una iglesia, la cultura juvenil en una moda que el mercado de los medios de
comunicacin integra y consume rpidamente, las reivindicaciones feministas en una renovacin de las costumbres y la
moral, la ecologa en un bien circulante en el mercado poltico. La institucionalizacin desplaza el mbito de los conflictos
hacia otros problemas y actores. Aquellas cuestiones y grupos sociales que antes estaban en el centro del conflicto, pocos
aos ms tarde se convierten en plataformas de nuevas lites, factores de modernizacin del mercado y de la reforma del
sistema poltico. Mientras tanto, en otras reas del sistema otros focos de conflicto adquieren relevancia y, por otros
caminos y con la movilizacin de nuevos actores, restablecen los dilemas fundamentales de la complejidad asociados a los
conflictos caractersticos de los sistemas con alta densidad de informacin. De hecho, el rea del conflicto social abarca una
serie de cuestiones centrales que tienen cierta estabilidad y permanencia, mientras que los actores que actan como


portavoces de los primeros cambian con bastante rapidez. Se puede asumir que un alto grado de variabilidad de la accin
del grupo favorece la autonoma de las formas respecto a los contenidos de la accin, as como una mayor capacidad de
utilizar el impulso antagonista de los cdigos.
El antagonismo de los movimientos tiene un carcter eminentemente comunicativo: frecen al resto de la sociedad otros
cdigos simblicos que subvierten la lgica de aquellos que dominan en ella. Se pueden individualizar tres modelos de
accin comunicativa:
1) La profeca. Su mensaje es que lo posible es ya real en la experiencia directa de aquellos que lo envan. La lucha por el
cambio ya est encarnada en la vida y en las formas de estructuracin del grupo. El profeta habla siempre en nombre de
otro, pero no puede evitar presentarse a s mismo como modelo del mensaje que anuncia. De este modo, mientras los
movimientos luchan para subvertir los cdigos, difunden culturas y estilos de vida que entran en el circuito del mercado o
son institucionalizados.
2) La paradoja. En ella la arbitrariedad del cdigo dominante aparece por medio de su exageracin o de su impugnacin.
3) La representacin. Aqu la respuesta consiste en una reproduccin simblica que separa los cdigos de los contenidos
que habitualmente los ocultan. Esta forma se puede combinar con las anteriores. Los movimientos contemporneos
recurren mucho a formas de representacin, como el teatro, el video, los medios de comunicacin.
En estos tres casos los movimientos funcionan, ante el resto de la sociedad, como una clase especial de medium cuya
funcin principal es la de sacar a la luz lo que el sistema no dice por s mismo, la cuota de silencio, de violencia, de
arbitrariedad que siempre subyace en los cdigos dominantes. Los movimientos son medios que nos hablan por medio de
la accin. No se trata de que no empleen palabras y slogans o mensajes, sino que su papel como intermediarios, entre los
dilemas del sistema y la vida diaria de las personas, se manifiesta principalmente en lo que hacen: su mensaje central
consiste en el hecho de que existen y actan. Con ello indican a la sociedad que hay un problema que concierne a todos sus
miembros, en torno al cual estn surgiendo nuevas formas de poder. Del mismo modo, los movimientos declaran que
aquello que la estructura de poder presenta como solucin al problema no slo no es la nica posible sino que oculta una
serie de intereses, el ncleo de un poder arbitrario y la opresin. Por medio de lo que hacen y de su forma de hacerlo, los
movimientos anuncian que existen otros caminos, que siempre habr otra forma de enfocar un asunto, y que las


necesidades de los individuos o de los grupos no pueden reducirse a la definicin que de ellos hace el poder. Por
consiguiente, la accin de los movimientos se plantea en el mbito de los smbolos y de la comunicacin. Todo ello anula la
vieja distincin entre los significados instrumental y expresivo de la accin, porque en la experiencia de los movimientos
contemporneos, los resultados de su accin y la experiencia individual de nuevos cdigos tienden a coincidir. Y tambin
porque esa accin, en primer lugar, tiende a modificar las reglas de la comunicacin, adems de producir resultados
calculables.

Redes sumergidas y acciones visibles
Permtaseme regresar a lo dicho en el segundo captulo y hacer hincapi nuevamente en la importancia de las formas
organizacionales de las movilizaciones contemporneas. Como ya se ha mencionado, en los movimientos contemporneos
emerge un modelo de funcionamiento en dos polos. El ms habitual parte de una red de pequeos grupos sumergidos en
la vida cotidiana, que exigen una implicacin personal en la creacin y experimentacin de modelos culturales. Estas redes
emergen solamente en relacin con problemas especficos (por ejemplo, movilizaciones por la paz) y, aunque estn
integrados por pequeos grupos separados, constituyen un circuito de intercambios sociales. Individuos y mensajes
circulan a lo largo de la red, y algunas agencias (los ncleos profesionalizados) le proporcionan cierta unidad. La red
sumergida cumple diversas funciones: a) permite la pertenencia a varios grupos; b) slo ocupa parte del tiempo del actor,
tanto respecto del curso de su vida como respecto del tiempo que absorbe, y c) exige la involucracin personal y la
solidaridad afectiva de los que pertenecen a ella.
Este modelo en dos polos pone en evidencia que las fases de latencia y de visibilidad de los movimientos tienen funciones
diferentes y recprocamente relacionadas: 1) la fase de latencia permite experimentar directamente nuevos modelos
culturales, favorece el cambio social mediante la construccin de significados y la produccin de cdigos diferentes a los
que prevalecen en una sociedad. Esta clase de produccin cultural con frecuencia implica un desafo a las presiones
sociales dominantes. La latencia representa una especie de laboratorio sumergido para el antagonismo y de la innovacin,
2) cuando los grupos pequeos emergen, lo hacen para enfrentarse a una autoridad poltica sobre determinados asuntos.
La movilizacin tiene una funcin simblica que se plantea en diversos planos, por una parte, proclaman su oposicin a la


lgica que gua la toma de decisiones respecto a una poltica pblica especfica; al mismo tiempo, la movilizacin opera
como mdium, es decir, indica al resto de la sociedad la relacin existente entre un problema especfico y la lgica
dominante en el sistema; finalmente, muestra que son posibles modelos culturales alternativos, que la accin colectiva
practica y difunde. La movilizacin tambin potencia la coordinacin de los impulsos de innovacin cultura, las demandas
de carcter conflictivo y el resto de los componentes que se integran en la accin del movimiento.
Estos dos polos estn recprocamente conectados. La latencia hace posible la accin visible porque proporciona los
recursos de solidaridad que necesita y produce el marco cultural dentro del cual surge la movilizacin. Esta ltima, a su vez,
refuerza las redes sumergidas y la solidaridad entre sus miembros, crea nuevos grupos y recluta nuevos militantes atrados
por la accin pblica del movimiento, que pasan a formar parte de dichas redes. Asimismo, la movilizacin favorece
tambin la institucionalizacin de elementos marginales del movimiento y de nuevas lites que han sido formadas en sus
reas.
Para la persistencia y la eficacia de este modelo es necesario que se den las siguientes condiciones: 1) alto grado de
diversidad en el entorno del movimiento, que impide a los grupos de esas redes encerrarse en s mismos; 2) elevada
elasticidad del sistema poltico, para que ste no interfiera con las delicadas fases que atraviesan esos grupos al pasar de la
latencia a la visibilidad pblica; 3) la existencia de instancias y organizaciones transitorias en cada red del movimiento, con
capacidad para garantizar las comunicaciones internas, especialmente durante la fase de latencia, y externas,
principalmente en la fase de movilizacin. Estas formas de liderazgo son compatibles con una organizacin descentralizada
de los grupos y no obstaculizan la que es caracterstica de las reas. Este modelo bipolar parece indicar que el movimiento
entra en contacto directo con los sistemas polticos cuando inicia su movilizacin pblica. En las fases de latencia slo los
grupos profesionalizados del movimiento mantienen contactos de carcter principalmente instrumental con algunas
instituciones polticas. Pero si en la naturaleza de los objetivos de la movilizacin prevalecen las dimensiones simblicas, lo
que hay que preguntarse es cul es el inters de los movimientos en iniciar relaciones de intercambio que siempre lleven
consigo una lgica de representacin. El motivo principal parece residir en la necesidad que tienen los actores colectivos de
preservar sus espacios de autonoma frente al sistema, de mantener la independencia de reas en las que sea posible
practicar y anticipar los cambios que persiguen. Esas rea son laboratorios donde se producen modelos formales en esa


direccin, los cuales el movimiento llena de contenido mediante sus objetivos especficos. Por consiguiente, la existencia
de relaciones entre el movimiento y los sistemas polticos, por medio de alguna forma de intercambio, representa una
condicin para salvaguardar o extender la autonoma del primero.
Una relacin de este tipo slo puede darse mediante un pacto, que no es el fundamento del intercambio sino solamente
una condicin para su desarrollo. Esta lgica comienza a delinearse en la accin desarrollada por las organizaciones-
paraguas en el curso de la movilizacin. El pacto consiste en un intercambio limitado y reversible con las instituciones, una
de cuyas implicaciones radica en hacer visible al poder. Un poder que suele parecer neutral en el ejercicio de sus rutinas,
sale al descubierto y asume su responsabilidad, es decir, ejercita su autoridad al suscribir un pacto con los movimientos.
Ello les permite a stos medir la distancia que les separa del poder; pero tambin los empuja a plantear, desencantados, la
confrontacin con l.

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