Violencia Social-Marcia Muñoz

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 149

MARCIA MUOZ DE ALBA MEDRANO

Violencia social
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO
Coordinadora
VIOLENCIA SOCIAL
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURDICAS
Serie ESTUDIOS JURDICOS, Nm. 31
Coordinador editorial: Ral Mrquez Romero
Edicin y formacin en computadora al cuidado de Isidro Saucedo
VIOLENCIA SOCIAL
MARCIA MUOZ DE ALBA MEDRANO
Coordinadora
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO
MXICO, 2002
Primera edicin: 2002
DR 2002. Universidad Nacional Autnoma de Mxico
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURDICAS
Circuito Maestro Mario de la Cueva, s/n
Ciudad de la Investigacin en Humanidades
Ciudad Universitaria, 04510, Mxico, D. F.
Impreso y hecho en Mxico
ISBN 970-32-0170-9
CONTENIDO
Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
Marcia MUOZ DE ALBA MEDRANO
Psicologa y constructivismo jurdico: apuntes para una
transicin paradigmtica interdisciplinaria . . . . . . . 7
Enrique CCERES NIETO
El control social formal . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
Ignacio CARRILLO PRIETO
La violencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
Bruno ESTAOL VIDAL
La dimensin demogrfica en la causalidad de la vio-
lencia social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55
Ren A. JIMNEZ ORNELAS
Violencia social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
Graciela RODRGUEZ ORTEGA
Bases psicolgicas de la violencia social . . . . . . . . . 97
Jorge SILVA GARCA
El modelo Comunidad segura, una propuesta para
combatir la inseguridad . . . . . . . . . . . . . . . . . 107
Nelia TELLO PEN
Carlos GARZA FALLA
VII
Violencia social, editado por el Instituto
de Investigaciones Jurdicas de la
UNAM, se termin de imprimir en
ENACH, Impresin de Libros y Revis-
tas, el 6 de septiembre de 2002. En
su edicin se utiliz papel cultural de
57 x 87 de 37 kgs. para las pginas in-
teriores y cartulina couch de 162 kgs.
para los forros; consta de 1,000 ejem-
plares.
INTRODUCCIN
Dentro del binomio salud y derecho, el tema de la violencia
social presenta importantes aristas, mismas que fueron abordadas
por expertos dentro de los trabajos del Ncleo de Estudios In-
terdisciplinarios en Salud y Derecho del Instituto de Investiga-
ciones Jurdicas de la UNAM.
Efectivamente, contando con la brillante participacin de una
distinguida universitaria, la doctora Graciela Rodrguez, psic-
loga de amplia trayectoria, un conjunto de destacados especia-
listas imprimieron a la problemtica de la violencia social un
giro importante. Dentro de la dinmica social, los caracteres de
la convivencia humana dan a los excesos una categora valorativa,
que en algunos momentos llega a estar incluso vetado por la norma
jurdica. Sin embargo, las aportaciones de los expertos reunidos en
este debate nos muestran puntos de vista que en la mayora de los
casos, nos hacen tomar una segunda opinin al respecto.
En esta forma, el profesor Bruno Estaol Vidal, en su ponen-
cia La violencia, manifest que las causas de la violencia entre
los seres humanos son mltiples, ya que se trata de seres com-
plejos, biolgica y culturalmente hablando.
En su opinin, existen elementos biolgicos que predisponen
al individuo a la agresin, as como existen factores o elementos
culturales que lo orillan a situaciones de violencia, o bien, que
le evitan caer en ella. Pero el factor determinante es de naturaleza
bioqumica.
Sin embargo, para Estaol la evolucin cultural del ser hu-
mano ha hecho que ste tenga nuevas necesidades, como la ener-
gtica o la simblica, que se constituyen en una causa inequvoca
para que el individuo ejerza la violencia en contra de sus seme-
jantes.
1
Por otro lado, dentro de la dinmica social, el trabajo expuesto
por los licenciados Nelia Tello Pen y Carlos Garza Falla, El
modelo Comunidad Segura una propuesta para combatir la in-
seguridad, constituye el producto de las experiencias de un gru-
po de trabajo originado en la Escuela Nacional de Trabajo Social,
que ha sido aplicado en la zona de Los Pedregales de la de-
legacin Coyoacn de esta ciudad.
Estos especialistas afirman, gracias al trabajo de campo de-
sarrollado con su modelo, que el problema de la violencia cre-
ciente en la sociedad y la insuficiencia de las instituciones en-
cargadas de prevenirla, investigarla y sancionarla, atenta contra
uno de los principios bsicos de la vida en sociedad: proveer a
sus miembros de seguridad en todos los rdenes de su existencia.
Efectivamente, en los ltimos aos, el tema de la inseguridad
se ha vuelto una de las principales preocupaciones de la sociedad
mexicana, sin tener soluciones claras para prevenirla.
El modelo de Comunidad segura es una construccin abs-
tracta con base en la cual es posible orientar acciones y dar
seguimiento a resultados; se compone de dos fases, la primera
que consiste en un diagnstico, con el cual se busca la percepcin
del problema en el mbito comunal e individual y de las posibles
soluciones, as como medir la participacin y la relacin de los
diversos factores causantes de la inseguridad; y la segunda fase,
denominada de estudio, donde se forman equipos de trabajo con
los diversos grupos que conforman a la comunidad (maestros,
padres de familia, adolescentes, policas) para el anlisis y dis-
cusin de determinados temas (inseguridad, violencia, corrup-
cin, legalidad).
En estos equipos de trabajo creados se busc pasar de una
primera etapa de responsabilizar a otros de la situacin, hacia
la aceptacin y la responsabilidad de su propia participacin,
para as acceder, entonces, a la bsqueda de soluciones conjuntas,
en las que trabajara toda la comunidad en su conjunto.
El proyecto todava sigue en aplicacin y se siguen evaluando
sus resultados.
2 INTRODUCCIN
Dentro de las reflexiones El control social formal, expuesto
por el licenciado Ignacio Carrillo Prieto, ste afirma que el delito
es una enfermedad social, lo cual se manifiesta da tras da, por
los medios masivos de comunicacin. Para el autor, este formato
pareciera acercarse ms a una apologa de la violencia, ale-
jndose del derecho a ser informados objetiva y racionalmente.
El debate sobre la reforma penal en su opinin debe ser in-
tegral, sin perder de vista el paradigma penal clsico de estricta
legalidad, certeza y garantismo, obteniendo un derecho penal,
que encargado de tutelar los bienes y derechos fundamentales, se
conjugue con un derecho procesal que minimice la discrecionalidad
aumentando as la certeza jurdica. Se debe pretender la eficacia,
independencia, la legitimidad y la legalidad del Poder Judicial.
Por su parte, el licenciado Ren A. Jimnez Ornelas, en su
trabajo La dimensin demogrfica en la causalidad de la vio-
lencia social, afirma:
La violencia social es multidimensional, ya que sus efectos y sus
consecuencias, tanto objetivas como subjetivas, tienen relacin con
hechos naturales y son asociados con el resultado del proceso basado
en la aplicacin de la fuerza por el ejercicio del poder de una persona
contra otra.
En esta lgica, para el autor, el estudio y anlisis de la vio-
lencia deben ser multidisciplinario. De ah que la demografa
social contribuya al anlisis creando sistemas de encuestas sobre
la victimizacin y la percepcin de la seguridad pblica, las cua-
les ayudan a conocer causas, efectos y consecuencias para en-
contrar soluciones completas y lograr la prevencin.
Ahora bien, dentro del enfoque psicolgico, la Violencia so-
cial, segn la doctora Graciela Rodrguez Ortega, la violencia
es un objeto de preocupacin social, debido a que afecta la ca-
lidad de vida, as como el nivel de salud de los individuos que
la integran, y en un conjunto ms amplio, afecta la situacin
econmica, poltica y social de los pases. Es un problema que
debe ser ubicado en multiniveles y a nivel multidisciplinario.
INTRODUCCIN 3
En este respecto, la ONU ha sugerido que se compatibilicen
los mtodos de medicin de los ndices de criminalidad (proce-
dimientos epidemiolgicos de la violencia) en todos los pases,
clasificando la violencia por los factores motivacionales subya-
centes (polticos, econmicos, sociales).
Las medidas para combatir la violencia deben ser apropiadas
tanto en el mbito regional como en el subrregional, tomando
en cuenta las caractersticas, necesidades, nivel de desarrollo y
tradiciones de cada Estado en lo concerniente a las interrelacio-
nes de criminalidad; con aspectos como la estructura de la po-
blacin, el crecimiento, la urbanizacin, las oportunidades de em-
pleo, etctera.
En este sentido es que la doctora Rodrguez estima que tanto
la violencia como la criminalidad son fenmenos multifacticos
y multicausales (estructural, institucional, interpersonal, indivi-
dual).
La realizacin de encuestas de victimizacin, la formacin de
grupos focales sobre temas y soluciones prioritarias para la co-
munidad se han de practicar evaluando la convivencia rural y
urbana, formando rutas crticas, diagramas de flujo que agrupan
los elementos del proceso para as conocer el fenmeno y lograr
su prevencin.
En la misma lnea, el doctor Jorge Silva Garca, en su trabajo,
Bases psicolgicas de la violencia social, identifica a la vio-
lencia como una agresin destructiva, en pocas palabras, son ac-
tos o acciones de los hombres contra los hombres. La violencia
slo existe afirma entre seres humanos porque tenemos con-
ciencia y podemos distinguir el bien del mal.
Por otro lado, comenta que la violencia se forma por las tres
perversiones humanas, sealadas por Fromm: sadismo, crueldad
y destructividad, que junto con la decadencia de los seres hu-
manos (narcisismo, necrofilia, fijacin a la madre) y junto con
el aburrimiento, la depresin, la desesperanza y el egosmo, dan
lugar al surgimiento de la violencia social, que tambin tiene
como causas: la autoridad irracional (impunidad, corrupcin), el
4 INTRODUCCIN
modelo de destructividad imperante en la sociedad y en los me-
dios de comunicacin masiva; que forman un crculo vicioso, el
cual slo se puede romper con la prevalencia de un Estado de
derecho racional y objetivo y con la educacin de las nuevas
generaciones en valores positivos.
En las reflexiones vertidas por el doctor Enrique Cceres Nie-
to, Psicologa y constructivismo jurdico: apuntes para una tran-
sicin interdisciplinaria, se afirma que en la construccin de la
realidad participan mltiples variables, dentro de las cuales des-
taca el derecho, mismo que incide cuando completa un ciclo
que inicia con la existencia del texto jurdico positivo, conti-
nuando con el procesamiento de este insumo cognitivo por parte
del sujeto cognoscente.
En su opinin, el mencionado proceso da lugar a determinados
estados psicolgicos que culminan con la conducta social llevada
a cabo sobre la base de los estados referidos, en los trminos
prescritos por la norma. Esta conducta social es, segn el autor,
la conducta jurdica.
Pero la existencia de la norma jurdica no es suficiente para
que la conducta jurdica tenga lugar, ya que puede suceder que
en el trayecto de la norma a la accin no ocurran determinados
fenmenos psicosociales.
La conjuncin de sicologa y derecho nos puede ayudar a que
se d efectivamente la conducta jurdica, producto de la con-
frontacin de los enunciados prescriptivos del derecho y los
enunciados descriptivos de la sicologa, modificando as el ca-
rcter ideolgico del derecho.
La recopilacin de materiales y la revisin de los originales
de autor fueron realizados por la maestra Eugenia Maldonado de
Lizalde.
Marcia MUOZ DE ALBA MEDRANO
Coordinadora del Ncleo de Estudios Interdisciplinarios
en Salud y Derecho del Instituto de Investigaciones
Jurdicas de la UNAM
INTRODUCCIN 5
PSICOLOGA Y CONSTRUCTIVISMO JURDICO: APUNTES
PARA UNA TRANSICIN PARADIGMTICA
INTERDISCIPLINARIA
Enrique CCERES NIETO
1
A Jorge Carpizo, cuyas cualida-
des como jurista slo pueden ser
superadas por su calidad humana
SUMARIO: I. Cuestiones metodolgicas. II. Anlisis diacrni-
co-sincrnico de la interdisciplinariedad. III. Consideracio-
nes epistemolgicas acerca de la relacin entre psicologa
y derecho. IV. Las limitaciones epistemolgicas del para-
digma normativista. V. Constructivismo jurdico: un esbo-
zo. VI. El discurso jurdico como insumo cognitivo genera-
dor de praxemas type, token de praxema y conductas
jurdicas. VII. El discurso jurdico como insumo cognitivo
generador de esquemas de percepcin y conductas jurdi-
cas. VIII. Constructivismo jurdico y realidad. IX. Ideologa
jurdica e investigacin emprica. X. A manera de conclusin.
I. CUESTIONES METODOLGICAS
1. Argumento central
Las restricciones epistemolgicas impuestas por el normativismo
positivista, paradigma en el que somos socializados los juristas,
impiden que podamos percibir, identificar, explicar, comprender
7
1 Investigador del Instituto de Investigaciones Jurdicas de la UNAM.
y manipular los procesos mediante los cuales el derecho incide
en la realidad social.
La realidad social no es necesaria, sino contingente: es un
constructo, resultante de los fenmenos psicosociales que estn
en la base de las interacciones que tienen lugar entre los miem-
bros de toda sociedad.
En la construccin social de la realidad participan mltiples
variables, una de las cuales es el derecho.
El derecho incide en la construccin social de la realidad cuan-
do completa un ciclo que inicia con la existencia del texto ju-
rdico positivo, contina con el procesamiento de este insumo
cognitivo por parte del sujeto cognoscente, da lugar a determi-
nados estados psicolgicos (que incluyen estados mentales) y
culmina con la conducta social llevada a cabo sobre la base de
los estados referidos, en los trminos prescritos por la norma.
Esta conducta social es la conducta jurdica.
De lo anterior se sigue que la norma jurdica, entendida como
proposicin lingstica, es simplemente un inicio, una condicin
necesaria, pero no suficiente para que la conducta jurdica tenga
lugar.
Puede acontecer que las normas jurdicas no tengan impacto
en los procesos de construccin social de la realidad debido a
que en el trayecto que va de la norma a la accin no ocurran
determinados fenmenos psicosociales (por ejemplo, el conoci-
miento del derecho). Esto puede ser el resultado de la no satis-
faccin de condiciones necesarias para la verificacin de dichos
fenmenos (verbigracia, que no haya forma de conocer los textos
legales).
Tambin puede ocurrir que en el trayecto referido surjan fe-
nmenos adicionales a los requeridos para que opere la eficacia
normativa, as como que incidan en la construccin de una re-
alidad social contraria a la prescrita (por ejemplo, que el derecho
se conozca y, no obstante, se incumpla porque la interaccin
social eficaz en un trmite administrativo requiera del soborno).
En ciertos casos, la conducta contraria al derecho se construye
8 ENRIQUE CCERES NIETO
mediante un ejercicio deliberado en el que se manipulan las
normas jurdicas para producir la conducta ilcita; es decir, pa-
radjicamente, la norma jurdica es condicin de la conducta con-
traria a la que prescribe (un caso: para que la corrupcin admi-
nistrativa tenga lugar debe ser realizada por un funcionario con
determinadas facultades definidas en la ley).
De todo lo anterior se concluye que para comprender el papel
del derecho en la construccin social de la realidad, es necesario
complementar al enfoque normativista con un enfoque psicolo-
gista, i.e., realizar una investigacin interdisciplinaria. La meto-
dologa resultante de dicha interaccin constituira la base de un
paradigma alternativo que proponemos denominar constructi-
vismo jurdico.
2. Definiciones
La familiarizacin con el significado de algunas expresiones
es requerida durante el resto del trabajo. A continuacin, pro-
porciono una definicin informal de las mismas.
a) Diacrona y sincrona. Son trminos que denotan dos
enfoques metodolgicos desde los que puede ser estudiado un
mismo fenmeno.
Desde la perspectiva diacrnica, el objeto de estudio es con-
siderado de manera dinmica y evolutiva.
Desde la perspectiva sincrnica, el objeto de estudio es con-
siderado de manera esttica.
El origen de ambos conceptos se encuentra en el Curso de
lingstica general de Ferdinand de Saussure,
2
donde se refiere
a los enfoques desde los que puede ser estudiado el lenguaje;
PSICOLOGA Y CONSTRUCTIVISMO JURDICO 9
2 Cfr. Saussure, Ferdinand de, Curso de lingstica general, Mxico, Ed.
Nuevomar, publicado por Bally Charles, Sechehaye, Albertt y Riedlinger, Al-
bert, tr., Mario Armio, 1982.
sin embargo, pronto trascendieron las fronteras de esta disciplina
y su uso se expandi a otras reas del conocimiento, como la
antropologa estructuralista de Levi-Strauss.
De forma metafrica, suele ejemplificarse a la perspectiva dia-
crnica con el anlisis de una cinta cinematogrfica, integrada
por diversos cuadros cuya sucesin da lugar a la accin, mientras
que la perspectiva sincrnica, al estudio de un cuadro particular.
Un ejemplo de anlisis diacrnico en el terreno del arte podra
ser el estudio evolutivo de la pintura de Picasso, pasando por
sus periodos azul, rosa, cubismo analtico y cubismo sinttico;
mientras que un enfoque sincrnico se centrara en el estudio
de un periodo e incluso de una obra determinada, por ejemplo
Guernica.
b) Estado de cosas. Por estipulacin lingstica, realizada
mediante el uso de la tcnica de definicin por designacin, di-
remos que estado de cosas significa: el producto resultante
de observar un fenmeno desde una perspectiva sincrnica.
Un ejemplo sencillo consistira en suponer que en un tiempo
1 alguien toma una fotografa de un grupo de estudiantes en un
saln de clases e inmediatamente, en un tiempo 2, toma otra
fotografa del mismo lugar. Al comparar ambas fotografas, se
pone de relieve que son prcticamente iguales, con la nica di-
ferencia de que en la segunda alguien aparece con los ojos ce-
rrados debido a que ha parpadeado.
La fotografa 1 correspondera a un estado de cosas 1 y la
fotografa 2 a un estado de cosas 2.
La sucesin de las fotografas correspondera a la perspectiva
diacrnica y el proceso evolutivo podra determinarse mediante
la frmula: la evolucin es el resultado de sustraer al estado
de cosas 2, la diferencia con respecto al estado de cosas 1 y
que, en el ejemplo concreto, sera la accin consistente en el
parpadeo.
c) Type-texto-token; praxema type-texto-token de praxema.
El trmino texto designa a todo aquello que es susceptible de
10 ENRIQUE CCERES NIETO
ser interpretado; type al esquema a partir del cual se interpreta
un texto y token al producto resultante de percibir cierto texto
desde cierto type.
Una forma simple de ejemplificar lo anterior sera la siguiente:
imagnese una habitacin con paredes blancas a la que se entra
llevando puestas unas gafas cuyos vidrios son de color verde:
el resultado sera ver la pared verde. Metafricamente hablando,
los vidrios de las gafas vendran a representar un type, la pared
el texto y el hecho de ver las paredes de color verde el token
correspondiente al type.
Desde luego, si en un estado de cosas 2, un par de personas
entrramos a la misma habitacin despus de habernos cambiado
las gafas con vidrios de color verde por otras de color rojo, el
mismo texto sera interpretado de manera diferente, es decir, es-
taramos ante un token distinto como resultado del cambio de
type.
El significado de type y token, hasta el momento referidos a
la interpretacin de textos estticos, puede ser extendido para
cubrir casos en los que el texto lo constituyen procesos. En estos
supuestos, praxema type designa el esquema desde el que se
interpreta y token de praxema al producto de la interpretacin.
Dentro de los procesos denotados por estas dos expresiones se
encuentran las interacciones sociales.
Un ejemplo de praxema type correspondera a las reglas del
ajedrez a partir de las cuales adquieren sentido los movimientos
realizados en una partida, mismos que vendran a ser el token
de praxema.
Un mismo proceso de interaccin social es susceptible de ser
decodificado de manera distinta en funcin del praxema type
activo. Por ejemplo, la misma secuencia de hechos puede ser
interpretada como una pelea o como un combate de boxeo tai-
lands, es decir, un encuentro deportivo.
Tanto type, como praxema type tienen en comn constituir
condiciones no nicamente de interpretacin del texto, sino de
PSICOLOGA Y CONSTRUCTIVISMO JURDICO 11
pensabilidad del token y token de praxema, respectivamente. Cla-
ro est, no se podra pensar en un jaque mate, si se desconocieran
las condiciones en que ste puede tener lugar de conformidad
con las reglas del juego.
d) Esquema de percepcin (desechando la escalera). El ob-
jeto de introducir los conceptos expuestos en el punto anterior
ha sido contar con un recurso provisional que nos permitiera
llegar a un concepto ms complejo. Dicho en otros trminos, su
funcin ha sido la de la escalera wittgensteiniana que nos sirve
para subir a un segundo nivel que, una vez alcanzado, permite
arrojarla por haber cumplido su objetivo.
En este segundo nivel, podemos prescindir del texto entendido
como algo estructurado con independencia de los procesos cog-
nitivos del sujeto cognoscente. Como sucede en los experimentos
de gestalt o cuando contemplamos un cuadro puntillista, la es-
tructura significativa es el resultado de la forma en que estruc-
turamos constelaciones de inputs. Usando la terminologa an-
terior, diramos que en muchas ocasiones el type (o praxema
type) emerge de la forma en que estructuramos dichas conste-
laciones y produce un token (o praxema token) sin que podamos
sealar un referente preestructurado como texto. A los types (y
praxemas type) que emergen sin texto los denominaremos con
la expresin esquemas de percepcin.
e) Paradigma. Siguiendo de cerca las ideas expuestas por
Kuhn en su Estructura de las revoluciones cientficas,
3
es posible
sostener lo siguiente: designa los esquemas de percepcin que
caracterizan a una tradicin cientfica y determinan lo que pue-
den ver los cientficos, los problemas considerados relevantes,
as como las reglas adecuadas para resolverlos.
Una parte importante de los paradigmas son las teoras cien-
tficas, de las que se puede decir, parafraseando a Einstein: de-
terminan lo que podemos percibir como realidad, contrariamente
12 ENRIQUE CCERES NIETO
3 Cfr. Kuhn, Thomas, La estructura de las revoluciones cientficas, M-
xico, Fondo de Cultura Econmica, 1985.
a la suposicin de que es la realidad la que determina nuestras
teoras.
En un mismo estado de cosas puede haber varios paradigmas
en competencia, pero suele predominar aquel que tenga ms
xito en la explicacin de los problemas considerados impor-
tantes por la comunidad cientfica.
Un paradigma entra en crisis cuando no permite percibir y/o
resolver los nuevos problemas que han surgido en la comunidad
cientfica.
El paradigma en crisis suele ser remplazado por otro que per-
mita responder a los problemas insolubles por aqul. Desde luego
puede haber coexistencia de paradigmas, sobre todo cuando la
crisis ha recin iniciado.
f) Explanans y explanandum. El trmino explanans de-
signa al objeto de una explicacin, mientras que explanandum
designa a la explicacin que se da acerca del explanans.
g) Insumo cognitivo e insumo cognitivo jurdico. Insumo
cognitivo designa a todo dato o informacin proveniente del
exterior, susceptible de ser procesado, transformado en el interior
de un agente psicolgico (sujeto cognoscente).
El procesamiento de los insumos cognitivos implica la acti-
vacin de reglas cognitivas de procesamiento, su integracin con
informacin existente en el interior del sujeto, as como la ge-
neracin de estados mentales y psicolgicos emergentes suscep-
tibles de funcionar como disparadores de conducta.
Ejemplos de insumos cognitivos seran: un libro de filosofa,
un manual tcnico de reparaciones mecnicas, una partitura mu-
sical, un enunciado lingstico prohibitivo.
Cada uno de estos insumos, al ser interiorizado por un sujeto
cognoscente, es incorporado a su acervo de conocimientos y da
lugar a una modificacin de sus estados mentales con base en
los cuales pueden tener lugar modificaciones conductuales. As,
en el caso del libro de filosofa, los cambios ocurren en la con-
ducta verbal del sujeto, cuyo discurso se ve modificado a partir
de la asimilacin de la nueva obra; en el caso del manual tcnico,
PSICOLOGA Y CONSTRUCTIVISMO JURDICO 13
ocurre un cambio en las conductas fsicas con las que se mani-
pulan objetos fsicos; en el caso de la partitura, las modifica-
ciones conductuales son tambin fsicas, pero no se traducen en
una modificacin de objetos fsicos sino en el despliegue de cier-
ta habilidad; en el caso de la prohibicin, el enunciado es sufi-
ciente para disparar una conducta omisiva, contraria a nuestras
tendencias naturales.
A partir de la definicin de insumo cognitivo y mediante
una definicin por gnero prximo y diferencia especfica, es
posible decir que: insumo cognitivo jurdico designa aquellos
insumos cognitivos pertenecientes al discurso jurdico de derecho
positivo, de dogmtica jurdica o teora general del derecho.
II. ANLISIS DIACRNICO-SINCRNICO
DE LA INTERDISCIPLINARIEDAD
Considerada desde un enfoque diacrnico, la interdisciplina-
riedad corresponde a un estado de cosas 3, cuyo estado de cosas
1 se caracteriza porque los paradigmas de dos o ms reas de
conocimiento son concebidas como compartimentos estancos. En
el estado de cosas 3, paradigmas de las distintas disciplinas del
estado de cosas 1, han constituido una zona de interseccin en
la que ha tenido lugar una integracin metodolgica (no sincr-
tica) con caractersticas propias y adecuada para resolver la nue-
va clase de problemas. El estado de cosas 2 corresponde al pro-
ceso de formacin de la zona de interseccin y se asemeja al
intento de dilogo en una Torre de Babel cientfica donde poco
a poco se va conformando el nuevo lenguaje correspondiente al
estado de cosas 3.
De la totalidad de paradigmas de una disciplina en un estado
de cosas 1, algunos pueden ser no aptos para lograr una inte-
gracin interdisciplinaria que culmine exitosamente en un estado
de cosas 3. Ello ocurre con el paradigma normativista positivista
en el que somos socializados los juristas.
14 ENRIQUE CCERES NIETO
III. CONSIDERACIONES EPISTEMOLGICAS ACERCA
DE LA RELACIN ENTRE PSICOLOGA Y DERECHO
No obstante que la psicologa presta importantes servicios al
derecho en tanto ciencia auxiliar (por ejemplo en la criminologa,
la victimologa, etctera), lo cierto es que respecto a una posible
interdisciplinariedad, se encuentran en un estado de cosas 1, i.e.,
ambas reas de conocimiento se conciben como disciplinas in-
dependientes.
Para constatar esta situacin es suficiente recordar las consi-
deraciones epistemolgicas sobre ambas disciplinas por parte de
algunos de sus expositores ms representativos:
1. Consideraciones epistemolgicas sobre psicologa y derecho
desde el lado jurdico. La postura de Hans Kelsen
Para el autor de La teora pura del derecho,
4
obra con la que
se inicia el paradigma predominante contemporneo:
En la evidente afirmacin de que el objeto de la ciencia del derecho
es el derecho, se encuentra menos evidentemente incluida la
afirmacin de que el objeto de la ciencia del derecho lo constituyen
las normas jurdicas, y tambin la conducta humana, pero slo en la
medida en que est determinada en las normas jurdicas como con-
dicin o efecto; en otras palabras, en cuanto la conducta humana es
contenido de las normas jurdicas.
5
Ms adelante y en relacin con la diferencia entre ciencias
normativas y ciencias causales agrega:
En cuanto se determina al derecho como norma (o, ms precisamen-
te, como un sistema de normas, como un orden normativo), y se
PSICOLOGA Y CONSTRUCTIVISMO JURDICO 15
4 Cfr. Kelsen, Hans, La teora pura del derecho, Mxico, Instituto de
Investigaciones Jurdicas, UNAM, 1983.
5 Ibidem, p. 83.
limita la ciencia del derecho al conocimiento y descripcin de las
normas jurdicas y de las relaciones que ellas constituyen entre los
hechos por ellas determinados, se acota al derecho frente a la natu-
raleza, y a la ciencia del derecho, como ciencia normativa, frente a
todas las dems ciencias que aspiran a un conocimiento por leyes
causales de los acontecimientos fcticos. As se logra por fin un
criterio seguro, para separar unvocamente la sociedad de la natura-
leza y la ciencia social de la ciencia natural.
6
En alusin especfica a la psicologa, Kelsen dice:
La psicologa, la etnologa, la historia, la sociologa, son ciencias
cuyo objeto es el comportamiento humano en tanto est causalmente
determinado; es decir, en cuanto se desarrolla en el dominio de la
naturaleza o de la realidad natural... La diferencia esencial slo se
da entre las ciencias naturales y aquellas ciencias sociales que inter-
pretan la interaccin humana, no causalmente, sino conforme al prin-
cipio de imputacin, ciencias que no describen cmo se va desarro-
llando el comportamiento humano, determinado por leyes naturales
en el dominio de la realidad natural, sino cmo debe producirse,
determinado por normas positivas, esto es, por normas establecidas
mediante actos humanos... Por consiguiente, el objeto de las ciencias
sociales no es irreal, puesto que le corresponde cierta realidad, sino
que se trata de una realidad distinta de la natural, a saber: una reali-
dad social. Ciencias sociales de este tipo son la tica, o sea: la ciencia
moral, y la jurisprudencia: la ciencia del derecho.
7
2. Consideraciones epistemolgicas sobre psicologa y derecho
desde el lado de la psicologa. La postura de Piaget.
Para este autor:
Las ciencias jurdicas ocupan una posicin muy diferente debido a
que el derecho constituye un sistema de normas y una norma se
16 ENRIQUE CCERES NIETO
6 Ibidem, p. 89.
7 Ibidem, p. 100.
distingue, por su misma obligatoriedad, de las relaciones ms o me-
nos generales buscadas por las ciencias nomotticas, de la simple
constatacin de relaciones existentes: es una categora aparte, que es
la del deber ser. Lo propio de una norma es, pues, prescribir un cierto
nmero de atribuciones y de obligaciones que siguen siendo vlidas
aun en el caso de que el sujeto las viole o no haga uso de ellas,
mientras que una ley natural se apoya en un determinismo causal o
en una distribucin estocstica y su valor de verdad depende exclu-
sivamente de su adecuacin a los hechos.
8
3. Convergencia en las consideraciones epistemolgicas
de psicologa y derecho
Como puede observarse, para ambos autores la ciencia del
derecho constituye un metadiscurso de carcter descriptivo cuyo
discurso objeto es el derecho positivo, i.e., no es una reflexin
sobre hechos sociales, sino sobre cierta clase de normas, que
son entidades lingsticas.
9
Por tanto, la jurisprudencia no es con-
siderada una ciencia que pertenezca al mundo del ser, sino al
del deber ser, a diferencia de la psicologa que no es un meta-
discurso, sino un discurso terico que habla acerca de cierta rea-
lidad: la conducta. En sntesis, mientras una se ocupa de enun-
ciados normativos, la otra lo hace de hechos sociales.
PSICOLOGA Y CONSTRUCTIVISMO JURDICO 17
8 Cfr. Piaget, Jean, Tendencias de la investigacin en ciencias sociales,
Madrid, Alianza Universidad, p. 50.
9 No entrar a la discusin acerca de si las normas quedan denotadas o
no por el trmino hecho social; en todo caso, me parece incontrovertible
que, aun en este supuesto, su naturaleza es distinta a la de las interacciones
sociales.
IV. LAS LIMITACIONES EPISTEMOLGICAS
DEL PARADIGMA NORMATIVISTA
Tal como qued establecido precedentemente, un paradigma
constituye un esquema de percepcin que determina lo que pue-
den ver los miembros de una comunidad cientfica, los pro-
blemas que discriminan como relevantes, as como las teoras y
reglas de investigacin que conforman las posibles formas de
solucin de sus problemas.
Como tambin se indic, un paradigma puede ser fuente ge-
neradora de modelos o explanandums aptos para representar una
porcin de explanans ms complejos cuya parte complementaria
no puede ser vista debido a los alcances limitados del propio
paradigma. Esto se puede ilustrar de modo metafrico suponien-
do que un paradigma est constituido por las tcnicas topogr-
ficas que permiten elaborar mapas para representar sistemas hi-
drogrficos, pero que resultan insuficientes para representar a
otros elementos configurantes de un territorio como son el sis-
tema montaoso, sus divisiones polticas, corrientes marinas, et-
ctera.
La parte complementaria del explanans plantea problemas di-
ferentes a los que pueden ser discriminados y considerados re-
levantes desde el paradigma restrictivo y requieren de mtodos,
teoras y, en general, reglas de investigacin propias.
Sostengo que el normativismo constituye un paradigma res-
trictivo que impide percibir, explicar y comprender una parte
importante del explanans complejo que consiste en dar cuenta
de las formas en que el derecho incide en los procesos de cons-
truccin de la realidad social.
Ello se muestra mediante el siguiente argumento: una ciencia
que se ocupa de enunciados lingsticos y pertenece al mundo
del deber ser no es apta para explicar fenmenos sociales per-
tenecientes al mundo del ser.
Como conclusin de lo anterior se sigue que al pertenecer a
un mundo diferente al de las explicaciones causales, el paradigma
18 ENRIQUE CCERES NIETO
normativista tampoco permite pasar del estado de cosas 1 al es-
tado de cosas 3 de la interdisciplinariedad entre psicologa y
derecho, que es, precisamente, la zona de interseccin que per-
mite percibir la parte complementaria del explanans y buscar
nuevas formas de responder al problema consistente en la des-
cripcin de la forma en que el derecho incide en los procesos
de construccin de la realidad social.
Al paradigma alternativo lo denominaremos con la expresin
constructivismo jurdico.
V. CONSTRUCTIVISMO JURDICO: UN ESBOZO
Con el trmino constructivismo jurdico designo el enfoque
terico cuyo objeto de estudio son el discurso jurdico positivo
y sus metadiscursos, en tanto parte de los insumos cognitivos
que contribuyen a la generacin de los estados psicolgicos (in-
cluyendo estados mentales y esquemas representacionales) de-
terminantes de la forma en que se percibe jurdicamente la vida
social y con base en los cuales tienen lugar las conductas jur-
dicas mediante cuya realizacin los agentes jurdicos inciden en
los procesos de construccin de la realidad social. Estas con-
ductas pueden ser fundamentalmente de dos clases: acciones co-
municativas (por ejemplo, dictar una sentencia) o alterando el
mundo fsico (verbigracia, privando de la vida a otro sujeto).
Como se pone de relieve en la estipulacin anterior, el cons-
tructivismo jurdico presupone el paradigma normativista. Su di-
ferencia fundamental es que mientras el segundo concibe a las
normas como proposiciones lingsticas, el primero, asumiendo
dicho estatus, las concibe como insumos cognitivos.
Una segunda diferencia radica en que mientras el normativis-
mo caracteriza a la ciencia jurdica en tanto metadiscurso, el
constructivismo jurdico la considera dentro de la misma cate-
gora conceptual que al derecho positivo, i.e., como insumo cog-
nitivo jurdico.
PSICOLOGA Y CONSTRUCTIVISMO JURDICO 19
Una tercera diferencia estriba en que el normativismo jurdico,
fiel a la idea de pureza metdica, concibe a las normas como
entidades autnomas y abstractas, mientras que el constructivis-
mo jurdico las pone en contacto con los sujetos cognoscentes,
la forma en que las procesan, los estados psicolgicos que emer-
gen a partir de dicho procesamiento, las conductas sociales que
tienen lugar con base en esos estados y la forma en que estas
conductas se transforman en interaccin social que influya en
la generacin de estados de cosas mediante los cuales se modi-
fica la realidad social.
Como se puede constatar, el enfoque constructivista produce
una ampliacin del explanans con respecto al paradigma norma-
tivista: permite percibir otras cosas que desde el normativismo
no es posible percibir y da lugar a nuevos problemas que re-
quieren del desarrollo de una metodologa y reglas de investi-
gacin propias cuyo carcter principal radica en su interdiscipli-
nariedad.
Algunos de los problemas sugeridos por el constructivismo
jurdico que no tendran lugar dentro del paradigma normativista
son los siguientes:
1. La descripcin de los procesos psicolgicos involucrados
en la discriminacin de ciertos insumos cognitivos como
relevantes para resolver un conflicto jurdico. Por ejemplo,
como se determinan los enunciados de derecho positivo y
dogmtica jurdica a partir de los cuales se realizan recons-
trucciones normativas utilizadas para fundamentar una de-
cisin judicial, o qu variables inciden en la construccin
de argumentos cuya fundamentacin no se construye con
base en material identificable como parte del sistema nor-
mativo, sino con base en otros insumos (principios ticos,
polticas, definiciones, etctera).
2. La determinacin del sistema de motivaciones a partir del
cual se configura el conocimiento heurstico caracterstico
20 ENRIQUE CCERES NIETO
de cierta comunidad de profesionales (por ejemplo, de los
jueces de distrito)
3. La descripcin y prediccin de la forma en que dicho co-
nocimiento heurstico es activado cuando en el sujeto cog-
noscente ocurre el input de datos provenientes del exterior
(demanda, contestacin de demanda, prueba testimonial,
pruebas periciales, etctera), la manera en que sistematiza
cognitivamente dichos datos integrndolos a estructuras
cognitivas preexistentes y el tipo de outputs comportamen-
tales (incluyendo la conducta verbal) que tendrn lugar a
partir de las mismas
4. La determinacin de las condiciones psicolgicas cognitivas
y/o motivacionales de cuya presencia o ausencia depende
que los sujetos de derecho se comporten o no segn lo
prescrito por las normas jurdicas conducentes (realizacin
de conductas jurdicas).
5. La determinacin de los factores cognitivos y/o motivacio-
nales que estn en la base de la institucionalizacin de con-
ductas contrarias a las prescritas por las normas jurdicas
aplicables (por ejemplo, la corrupcin administrativa).
VI. EL DISCURSO JURDICO COMO INSUMO COGNITIVO
GENERADOR DE PRAXEMAS TYPE, TOKEN
DE PRAXEMA Y CONDUCTAS JURDICAS
Un ejemplo simple de la manera en que el discurso jurdico
participa en la generacin de estados psicolgicos determinantes
de la forma en que se percibe el mundo y de las conductas ju-
rdicas que de ellos se derivan, sera el siguiente:
Imagine el lector que, en calidad de observador imparcial, presencia
parte de la rutina cotidiana de Nacho, un siniestro personaje al que
encuentra durante la maana en una habitacin contigua a otra en la
que se encuentra un sujeto sentado en una silla elctrica. Ante una
inclinacin de cabeza de otro individuo, Nacho acciona la palanca
PSICOLOGA Y CONSTRUCTIVISMO JURDICO 21
que activa la descarga elctrica que despiadadamente quita la vida al
pobre infeliz atado a ella. Tras haberse cerciorado del fallecimiento
de su vctima, Nacho se quita la bata blanca y se retira del lugar
despidindose amigablemente de los policas que resguardan la en-
trada del recinto.
Suponga que durante la noche, encuentra a Nacho en la misma
habitacin, quien repite exactamente el mismo rito produciendo la
muerte de otro individuo; sin embargo, a diferencia de lo que ocurri
en la maana, los policas irrumpen en la habitacin, esposan a Na-
cho y se lo llevan detenido.
Habiendo acontecido exactamente los mismos hechos, qu ha
producido la diferente reaccin por parte de los policas? De los
elementos a la vista no parece desprenderse ninguna explicacin.
Si preguntramos a uno de los policas qu es lo que ha ocasio-
nado tan diferente reaccin, su respuesta podra ser la siguiente:
En la maana Nacho priv de la vida a un sujeto que haba sido
sentenciado a la pena de muerte, desempeando su papel de verdugo,
i.e., en calidad de funcionario del Estado, lo que determin que su
accin fuera absolutamente legtima e incluso obligatoria, pues si no
hubiera ejecutado al reo se hubiera hecho acreedor a una sancin por
falta de cumplimiento a sus obligaciones como funcionario pblico,
en trminos de lo establecido por la Ley de Responsabilidad de Ser-
vidores Pblicos.
Sin embargo, durante la noche, Nacho priv de la vida a un in-
dividuo como miembro de una secta asesina, aprovechando el acceso
que tena a las instalaciones del lugar de ejecucin. En este supuesto,
el mismo acto constituy el delito de homicidio, de conformidad con
lo establecido en el Cdigo Penal y lo detuvimos in fraganti, segn lo
establecido en el Cdigo de Procedimientos Penales.
10
Los siguientes comentarios sobre el pasaje anterior son sig-
nificativos para una descripcin constructivista:
1. Como puede observarse, el mismo texto (hechos brutos)
da lugar a dos token de praxema diferentes como resultado
22 ENRIQUE CCERES NIETO
10 Cfr. Cceres Nieto, Enrique, Lenguaje y derecho. Las normas jurdicas
como sistemas de enunciados, Mxico, Cmara de Diputados. LVII Legisla-
tura-Instituto de Investigaciones Jurdicas, UNAM, 2000, pp. 9 y 10.
de los diferentes praxema type desde los que se les con-
templa.
2. La diferencia no est en los hechos sino en la forma en
que son percibidos.
3. La fuente generadora de los praxemas type son insumos
cognitivos diferentes (en un caso la Ley de Responsabilidad
de Servidores Pblicos y en el otro el Cdigo Penal), y
ambos corresponden al discurso del derecho positivo.
4. Dado que las normas de una ley son proposiciones lings-
ticas, los praxema type son generados a partir de lenguaje.
5. Cada uno de los token de praxema activan reacciones con-
ductuales diferentes entre los mismos sujetos.
6. As como el lenguaje activa los praxemas type, los token
de praxema activan reacciones conductuales.
7. En conclusin: la conducta jurdica es el resultado de un
proceso que inicia con el lenguaje, pasa por el pensamiento
y concluye con la accin.
VII. EL DISCURSO JURDICO COMO INSUMO COGNITIVO
GENERADOR DE ESQUEMAS DE PERCEPCIN
Y CONDUCTAS JURDICAS
A pesar de las virtudes didcticas de las consideraciones an-
teriores, no dejan de constituir una simplificacin de procesos
mucho ms complejos. Una vez ms, las nociones de praxema
type y token de praxema han servido para ascender a un segundo
nivel y estamos en condiciones de desecharlas.
El aspecto ms llamativo de la simplificacin estriba en con-
siderar que las fuentes de los praxema type son enunciados sim-
ples del tipo Los servidores pblicos que ostenten el cargo de
verdugo sern los responsables de ejecutar las sanciones impues-
tas por juez competente (caso matutino) y A quien prive de
la vida a otro se le sancionar con una pena de 10 a 40 aos
de prisin (caso nocturno). De igual manera se considera que
PSICOLOGA Y CONSTRUCTIVISMO JURDICO 23
desde los praxema type respectivos se contempla un texto con-
sistente en el momento en que los sujetos son privados de la
vida en los contextos referidos. Sin embargo, en las prcticas
jurdicas los jueces y abogados casi nunca estn ante ningn tex-
to, i.e., no han presenciado directamente los hechos brutos que
podran constituirlo, sino que juzgan con base en sus repre-
sentaciones sobre los hechos, las cuales son construidas por me-
dio de la sistematizacin cognitiva de diversos inputs, como son:
pruebas testimoniales, dictmenes periciales, declaraciones de los
presuntos responsables, pruebas documentales, la demanda, la
contestacin de demanda, etctera.
El procesamiento de esa informacin culmina en una siste-
matizacin cognoscitiva que integra el nuevo caso con los esque-
mas preexistentes en la memoria del jurista, que a su vez cons-
tituyen parte de su conocimiento heurstico. Este proceso de
sistematizacin frecuentemente implica la organizacin coheren-
te de informacin contradictoria: Las afirmaciones de la contes-
tacin de la demanda evidentemente son contradictorias con las
de la demanda, los testimonios de algunos testigos pueden con-
tradecir lo dicho por otros, un dictamen pericial puede convalidar
lo dicho en una testimonial y refutar lo que se dice en una de-
claracin, etctera. Por si fuera poco, la sistematizacin de estos
insumos cognitivos (que podramos calificar de fcticos) debe
ser integrada con la informacin proveniente de otro tipo de in-
sumos correspondientes al derecho positivo (legislacin y juris-
prudencia), la dogmtica jurdica y la teora general del derecho.
En este caso, el procesamiento implica la identificacin de dichos
insumos cognitivos jurdicos de entre la totalidad de las propo-
siciones constitutivas de dichos discursos y, frecuentemente, la
organizacin de enunciados contradictorios en estructuras cohe-
rentes (interpretacin sistemtica sobre normas contradictorias).
Desde luego, la sistematizacin que integra tanto los insumos
cognitivos fcticos como a los jurdicos, no se realiza en un solo
momento, sino que se va construyendo a lo largo de un proceso,
i.e., en un eje diacrnico. El resultado final es la generacin de
24 ENRIQUE CCERES NIETO
un esquema de percepcin que acta como disparador de con-
ducta jurdica que puede ser meramente comunicativa (por ejem-
plo, la determinacin del ejercicio de la accin penal) o de una
conducta jurdica que modifica estados de cosas fsicos (verbi-
gracia, la aprehensin de un presunto responsable como resultado
de un acto lingstico consistente en librar una orden de bsqueda
y captura).
La inexistencia de textos correspondientes a hechos brutos
en el derecho se pone de relieve en muchos de los problemas
cotidianos del ejercicio profesional, como acontece en los casos
de calificacin jurdica en los que propiedades del lenguaje na-
tural como la vaguedad de los enunciados que constituyen in-
sumos cognitivos jurdicos desempean un papel importante. Por
ejemplo, la determinacin de si la conducta ilcita de un sujeto
fue o no dolosa.
Otro ejemplo de las mltiples codificaciones de los mismos
insumos cognitivos fcticos se pone de manifiesto en las distintas
vas que se pueden seguir para activar diferentes conductas y
consecuencias jurdicas. Por ejemplo, en algunos lugares, el adul-
terio puede ser considerado una causal de divorcio (va civil),
pero tambin un delito (va penal). En este ejemplo debe des-
tacarse que el adulterio no existe como hecho bruto, ya que
no todo acto biolgico consistente en tener relaciones sexuales
constituye un adulterio. Lo mismo sucede en casos como el in-
fanticidio, parricidio u homicidio calificado, ninguno de los cua-
les existe como hecho bruto ya que no todo acto consistente en
privar de la vida a otro se identifica con cada una de dichas
categoras.
Con lo anterior se pone de manifiesto que as como la realidad
de los fsicos est poblada de electrones, protones, neutrones,
partculas cunticas, etctera, la realidad de los juristas lo est
de derechos subjetivos, obligaciones, tcitas reconducciones, pre-
terintencionalidades, etctera.
PSICOLOGA Y CONSTRUCTIVISMO JURDICO 25
VIII. CONSTRUCTIVISMO JURDICO Y REALIDAD
A lo largo de este trabajo se ha hablado, en repetidas oca-
siones, de la construccin social de la realidad. Con ello se quiere
decir que la realidad no constituye una categora necesaria, sino
contingente, integrada por sistemas de creencias, esquemas de
percepcin, secuencias de pensamientos, actitudes y conductas
socialmente compartidas.
Un modelo de la forma en que la realidad social es construida
puede expresarse de la manera siguiente:
Decimos que una realidad social ha tenido lugar cuando se
satisfacen las siguientes condiciones:
a) Existe un grupo G de individuos histricamente determinado;
b) Los miembros de G han llegado a un mundo cultural prefa-
bricado M, que constituye la matriz que da sentido a los procesos
de interaccin comunicativa C que entre ellos tiene lugar;
c) Los miembros de G tienen en comn un sistema cognitivo
S, integrado por diversos subsistemas representacionales tales
como el visual, auditivo, olfativo-gustativo y kinestsico.
d) Al ocurrir C entre los miembros de G, significan y estruc-
turan su experiencia de modo semejante por el funcionamiento de
S y el hecho de compartir M.
11
El derecho incide en el proceso de construccin de la realidad
social cuando completa el siguiente ciclo:
1. Existe un texto o sistema de textos de derecho positivo
(D);
2. Los elementos de D constituyen insumos congnitivos
I que son procesados por los sujetos cognoscentes miem-
bros de G mediante la activacin de ciertas reglas o prin-
cipios psicolgicos R, incorporados a su S;
26 ENRIQUE CCERES NIETO
11 Id., Institucionalismo jurdico y constructivismo social, Boletn Mexi-
cano de Derecho Comparado, Mxico, nueva serie, ao XXXIV, nm. 100,
enero-abril de 2001, p. 15.
3. Como resultado de la activacin de R, en el interior del
sujeto cognoscente emergen estados psicolgicos P que
incluyen la generacin o reforzamiento de estados mentales,
creencias, secuencias de pensamiento, sentimientos, actitu-
des y esquemas de percepcin;
4. Los estados P actan como disparadores de conductas
sociales A, acordes con lo prescrito por las normas con-
tenidas en D;
5. Las conductas sociales A constituyen insumos cogniti-
vos I, recibidos y procesados por otro u otros sujetos
cognoscentes miembros de G;
6. Del intercambio descrito emergen estados de cosas socia-
les E que modifican el M de G (por ejemplo, la ce-
lebracin de un contrato).
De lo anterior se concluye que la norma jurdica, entendida
como proposicin lingstica, es simplemente un inicio, una con-
dicin necesaria, pero no suficiente para que la conducta jurdica
tenga lugar, lo cual queda oscurecido por el paradigma norma-
tivista que enfrenta a los problemas sociales con modificaciones
discursivas en D. Un razonamiento tpicamente jurdico sera
el siguiente: Si encuentro un problema social, lo resuelvo mo-
dificando las leyes; como si de su modificacin se siguiera di-
rectamente un cambio social. La ineficacia de las reformas le-
gislativas da cuenta de lo inadecuada de esta suposicin.
A pesar de la existencia de normas vlidas en D, puede
acontecer que las normas jurdicas no tengan impacto en los pro-
cesos de construccin social de la realidad debido a que en el
trayecto que va de la norma a la accin no ocurran determinados
fenmenos psicosociales (por ejemplo, el conocimiento del de-
recho), lo a su vez puede ser el resultado de la no satisfaccin
de condiciones necesarias para la verificacin de dichos fen-
menos (por ejemplo, que no haya forma de conocer los textos
legales).
PSICOLOGA Y CONSTRUCTIVISMO JURDICO 27
Tambin puede ocurrir que en dicho trayecto surjan fenme-
nos adicionales a los requeridos para que opere la eficacia nor-
mativa y que incidan en la construccin de una realidad social
contraria a la prescrita (por ejemplo, que el derecho se conozca
y, no obstante, se incumpla porque la interaccin social eficaz
en un trmite administrativo requiera del soborno).
En ciertos casos, la conducta contraria al derecho se construye
mediante un ejercicio deliberado en el que se manipulan las
normas jurdicas para producir una conducta ilcita; es decir, pa-
radjicamente, la norma jurdica es condicin de la conducta con-
traria a la que prescribe (por ejemplo, para que la corrupcin
administrativa tenga lugar debe ser realizada por un funcionario
con determinadas facultades definidas en la ley).
Para describir este tipo de situaciones, y de manera un tanto meta-
frica propongo adoptar la expresin psicopatologa jurdica cuya
estipulacin por definicin designativa sera: todo comportamiento
considerado una mala ejecucin de la partitura de un derecho posi-
tivo especfico (incluyendo la no accin), resultante de la deficien-
cia o carencia de variables cognitivas y/o motivacionales necesarias
para que se produzcan conductas correspondientes a las definidas por
el derecho en un contexto determinado. Dicho en otros trminos,
psicopatologa jurdica se refiere a aquellas conductas consideradas
jurdicamente anormales por no corresponder a lo establecido nor-
mativamente (metafricamente patolgicas) y cuya rea-lizacin es el
resultado de condicionamientos psicolgicos no adecuados.
12
Las conductas contrarias al derecho pueden estar perfectamen-
te institucionalizadas. Por ejemplo, a ningn abogado litigante
de nuestro medio le sorprende tener que dar dinero a los actuarios
para agilizar las notificaciones. La interaccin est completamen-
te estandarizada, de tal suerte que el abogado sabe perfectamente
cunto dinero tiene que darle al funcionario por realizar la di-
ligencia y, a su vez, ste sabe a cunto puede aspirar. Ambas
28 ENRIQUE CCERES NIETO
12 Idem.
partes conocen tambin las consecuencias de ir en contra del
patrn de conducta establecido.
Buena parte de la ineficacia del derecho para generar realidad
social es consecuencia de las limitaciones epistemolgicas del
paradigma normativista, que no permite percibir las variables que
entran en juego en el proceso de construccin de dicha realidad.
Un ejemplo puede ilustrar lo anterior.
Supngase el siguiente estado de cosas: un agente de trnsito
hace una seal a un automovilista para que se detenga, ste obe-
dece, y despus de un breve intercambio de palabras, el segundo
entrega al primero una suma de dinero para que no le levante
la infraccin.
Desde el paradigma normativista (simplificando la explica-
cin) la fuente del praxema type jurdico desde el que el texto
(la situacin descrita) es interpretado como un token de praxema
equivalente a la comisin del delito de cohecho, radica en un
conjunto de enunciados lingsticos contenidos en el cdigo pe-
nal. Como resultado del ilcito, se supone, debern aplicarse las
sanciones previstas en la ley. A partir de una teora ingenua de
la disuasin, los juristas asumen que la consagracin de las penas
en el discurso del derecho positivo es suficiente para inhibir con-
ductas sociales consideradas inadecuadas. Con base en ese su-
puesto, juristas preocupados por erradicar al cohecho recurriran
a una reforma legislativa en la que incrementaran la sancin
i.e., aplicaran ms de lo mismo, obteniendo el mismo resultado.
Desde un praxema type constructivista, el mismo texto ofrece
un token de praxema completamente distinto, en el que se ponen
de relieve aspectos no atendibles desde el paradigma normati-
vista.
Si se considera que una decisin racional es aquella en la que
se opta por la alternativa que procura ms beneficios que costos,
las conductas vistas como ilcitas desde el normativismo, desde
el constructivismo son consideradas decisiones racionales, lo que
explica su subsistencia a pesar de la amenaza de las sanciones
legales. Efectivamente, en nuestro medio M, un conductor que
PSICOLOGA Y CONSTRUCTIVISMO JURDICO 29
se encuentre en la situacin descrita (texto), sabe que no dar al
agente de trnsito la consabida mordida significar un mayor
costo econmico, de tiempo y de molestias. Por su parte, el agen-
te de trnsito sabe que de aplicar el derecho no podr entregar
el entre exigido por sus superiores, lo que le har objeto de
estmulos aversivos y tampoco podr quedarse con parte del di-
nero recibido. Como es evidente, la convergencia de las con-
ductas racionales de ambos partcipes es la causa de la inefi-
ciencia del derecho. Si se desea modificar este aspecto de la
realidad social, lejos de promover un incremento en las sanciones
se debe procurar una alteracin del contexto motivacional que
define el balance costo-beneficio que da sustento a las conductas
no deseadas, de tal suerte que sea la conducta prescrita por la
norma la que procure un mayor beneficio por encima de los
costos. Desde luego, esto puede implicar cosas bastante ms
complejas que una simple reforma legislativa, como son: un in-
cremento en el sueldo de los policas, capacitacin, la definicin
de procedimientos administrativos claros, campaas de concien-
tizacin dirigidas a la comunidad jurdica, etctera.
IX. IDEOLOGA JURDICA E INVESTIGACIN EMPRICA
A lo largo del tiempo, los juristas han generado una ideologa
conformada por creencias expresadas en enunciados descriptivos
no susceptibles de falsacin debido a la falta de investigacin
emprica que los refute.
Dicha ideologa ha desempeado un papel importante en la
conformacin de la actual concepcin del derecho y de las ac-
titudes sociales que se tienen frente a su funcin social.
No se puede imputar al paradigma normativista la creacin
de la ideologa jurdica ya que con frecuencia su fuente se en-
cuentra en concepciones anteriores. Por ejemplo, la creencia de
que los jueces aplican el derecho de forma silogstica parece
provenir de la jurisprudencia de conceptos, as como la creencia
30 ENRIQUE CCERES NIETO
en que en los enunciados integrantes de D se encuentra la
solucin a cualquier conflicto social tienen su origen en la es-
cuela de la exgesis. De todos modos y a pesar de no crearlos,
los supuestos de dicha ideologa subsisten paralelamente al nor-
mativismo y en ocasiones se han fusionado con l. As, por ejemplo,
se ha llegado a sostener que los jueces realizan una aplicacin
mecnica, ya no de conceptos sino de enunciados normativos
que constituyen la premisa mayor de un argumento cuya premisa
menor son los hechos y cuya conclusin es la decisin judicial.
Contrariamente a lo que pudiera suponerse, los presupuestos
de la ideologa jurdica han estado a salvo de la refutacin em-
prica incluso durante el predominio de las concepciones posi-
tivistas del derecho, debido a la ubicacin epistemolgica de la
ciencia jurdica en el mundo del deber ser.
A continuacin, tratar de mostrar que la investigacin em-
prica que tiene lugar cuando la psicologa acta como ciencia
auxiliar del derecho permite refutar al menos parte de esos pre-
supuestos, para lo cual eligir dos casos: la supuesta funcin del
derecho como medio para lograr la justicia igualitaria y la ve-
rificabilidad de los enunciados sobre hechos mediante pruebas.
1. Las decisiones judiciales y la justicia igualitaria
Con frecuencia se suele asumir que cuando los jueces aplican
el derecho actan como impartidores de justicia, que dan un trato
igual a los iguales y ante casos de la misma clase identifican el
mismo material normativo como relevante y a partir de l rea-
lizan una operacin lgica que permite concluir la solucin co-
rrecta de alguna manera ya contenida en las premisas del silo-
gismo. No entrar en detalles acerca de esta tesis que considero
simplista y me concreto a dejar apuntado que una investigacin
constructivista sumamente interesante consistira, precisamente, en
determinar cules son los procesos cognitivos que tienen lugar
en la mente de un juez. Atacar este presupuesto ideolgico me-
PSICOLOGA Y CONSTRUCTIVISMO JURDICO 31
diante la exposicin de contraejemplos provenientes del mbito
experimental:
Diversos estudios han confirmado algo que siempre se intuy en
medios judiciales y en la sociedad en general: ante casos semejantes,
las sentencias de diferentes jueces pueden ser muy dispares. Ya en
1974, Patridge y Eldridge presentaron los mismos 20 casos a una
serie de jueces con el fin de que stos recomendaran la sentencia que
les pareciera ms oportuna. Sintticamente, podemos resumir sus
resultados, diciendo que en 16 de los casos hubo desacuerdo respecto
a una cuestin bsica: si el presunto delincuente deba ser encarce-
lado o no.
13
En otra investigacin, Diamond y Zeisel, en 1975, mediante
una estrategia de archivo consistente en dar a diversos jueces
un caso real concreto: encontraron una importante evidencia de
disparidad: al comparar las sentencias de triadas de jueces se
comprob que exista, en el 30% de los casos, desacuerdo res-
pecto a algo tan grave como el encarcelamiento o no del acu-
sado.
14
Posteriormente a esta investigacin y con el objeto de deter-
minar las causas de disparidad, realizaron un estudio documental
sobre 510 casos reales en Chicago y 471 en Nueva York. Entre
las causas de la disparidad aparecieron:
1. Conflicto entre factores agravantes y atenuantes: en la me-
dida que existiera un conjunto de factores agravantes y ate-
nuantes ms equilibrado, mayor era la disparidad.
2. El sexo del acusado: mayor acuerdo entre los jueces, con ten-
dencia al no encarcelamiento cuando el acusado era mujer.
3. La severidad del delito: mientras menos grave fuera el de-
lito, ms se incrementaba la disparidad.
32 ENRIQUE CCERES NIETO
13 Cfr. Sobral, Jorge y Bernal, Mar, Lo extrajurdico en las decisiones
judiciales: el asunto de la disparidad, Manual de psicologa jurdica, Sobral,
Jorge, Arce, Ramn y Prieto, ngel (eds.), Barcelona, Paids, 1994, p. 76.
14 Idem.
4. Relaciones personales, educacin, edad: mientras ms es-
tables fueran las relaciones personales del presunto delin-
cuente, buena educacin y mayor edad, ms se incremen-
taba la discrepancia.
15
En otra investigacin, la realizada por Palys y Divorski se ha
puesto de relieve que los jueces no siempre discriminan de la
misma manera los hechos relevantes:
En el estudio canadiense los jueces fueron ms all de otorgar un
peso diferencial a hechos y caractersticas del caso: simplemente
tendieron a tomar en consideracin hechos y caractersticas diferen-
tes. Ello nos alerta ante una disparidad cualitativamente diferente y,
potencialmente, ms grave. Adems hubo una gran discrepancia en-
tre los objetivos sociolegales que los jueces quisieron maximizar con
sus sentencias.
16
Por ltimo, cabe mencionar que uno de los supuestos injus-
tamente atribuido al normativismo jurdico, pero que desempea
un papel importante en la ideologa jurdica, sostiene que los
jueces, al aplicar derecho, nicamente toman en consideracin
normas reconocidas como parte del sistema jurdico. Al respecto,
Hogart ha encontrado que: el conjunto de percepciones y acti-
tudes morales, legales y sociopolticas de los jueces est deter-
minando de modo fundamental el output de sentencia emitido.
17
Respecto a la influencia de las actitudes morales y sociopolticas
de los jueces en las decisiones, nos ha alertado Ronald Dworkin,
considerado por muchos el promotor de un nuevo paradigma en
la filosofa del derecho contempornea.
Como puede verse, la investigacin psicolgica muestra que
aun en un mismo caso, diferentes jueces pueden llegar a solu-
ciones diferentes e incluso contradictorias en funcin de factores
PSICOLOGA Y CONSTRUCTIVISMO JURDICO 33
15 Ibidem, p. 78.
16 Ibidem, p. 82.
17 Idem.
no estrictamente jurdicos sino vinculados con los prejuicios per-
sonales de los jueces, algo que el realismo jurdico norteameri-
cano (aunque a mi juicio, de manera exagerada) haba destacado
hace tiempo.
2. La verificabilidad de los hechos: el caso
de la prueba testimonial
Durante miles de aos, la decisin sobre la credibilidad se dej a
instancias de carcter divino. As, hace 3,000 aos, los chinos deci-
dan sobre la honestidad del testigo hacindole masticar polvos de
arroz, para posteriormente escupirlos. Si el polvo de arroz expulsado
estaba seco, quedaba probado que el testigo haba mentido; si, por
el contrario, lo escupa hmedo, se entenda que haba dicho la ver-
dad. Los antiguos bretones empleaban un procedimiento similar. En
este pueblo se haca masticar al testigo sospechoso una rebanada de
pan seco y queso. Si el testigo lo poda tragar sin problemas era
prueba de que deca la verdad; los problemas de deglucin eran signo
de que menta. Por su parte, los israelitas sometan a sus sospechosos
al llamado juicio de Dios. El testigo deba tocar una barra de hierro
al rojo vivo con la punta de la lengua. Si se quemaba era prueba de
que estaba mintiendo; si, por el contrario, su lengua apareca sin
dao probaba su sinceridad.
18
Como seala Larry Laudan, durante la Edad Media estuvieron
vigentes las ordalas, juicios caracterizados por la supuesta in-
tervencin de Dios en la demostracin de la culpabilidad o ino-
cencia de los presuntos responsables de delitos. A pesar de que
podan asumir diversas formas, su rasgo comn consista en la
creencia en que Dios protega a los inocentes mediante la ope-
racin de un milagro por el que se suspenda momentneamente
leyes naturales para probar su inocencia. Por ejemplo, hara que
su cuerpo flotara en el agua a pesar de haber sido atado y su-
34 ENRIQUE CCERES NIETO
18 Cfr. Alonso-Quecuty, Mara L., Psicologa forense experimental: el tes-
tigo deshonesto, Manual de psicologa..., cit. supra nota 11, p. 139.
mergido en un ro, o que su piel no sufriera quemaduras despus
de haber tocado con las manos o los pies carbones o hierros
candentes.
Pero fuera cual fuese su naturaleza especfica, las ordalas eran conce-
bidas como procesos infalibles. Su veredicto, que era posible presen-
ciar pblicamente, no podra ser objetado de manera plausible, ya que
dudar era hertico.
19
A pesar de su carcter incontrovertible durante un periodo de
la historia:
En 1215, el Cuarto Concilio de Letrn prohibira oficialmente la
ordala, apoyado tanto en argumentos teolgicos como epistemolgi-
cos. El argumento teolgico deca que el juicio de ordalas, que era una
creacin humana, requera de la intervencin divina para determinar la
culpabilidad o la inocencia. Empero, aducan los telogos, qu podra
hacernos suponer que Dios debe sujetarse a los deseos humanos? Lo
cierto es que l no ejecuta milagros sobre pedido... Desde luego, este
argumento acarreaba un corolario epistemolgico crucial, a saber, que
nos es imposible establecer, cuando alguien sobrelleva exitosamente
un juicio de ordalas, si el resultado significa una intervencin divina
directa, o ms bien representa una simple casualidad natural... Fue este
conjunto de preocupaciones el que llev al concilio de obispos catli-
cos a insistir, en 1220, que no se permitiran las ordalas bajo ninguna
circunstancia, a menos de que sea imposible conocer la verdad de otra
manera.
20
Afortunadamente en la mayor parte del mundo este tipo de
procedimientos ha desaparecido, lo que muestra el relativismo
PSICOLOGA Y CONSTRUCTIVISMO JURDICO 35
19 Los argumentos sobre las ordalas fueron expuestos por el profesor Larry
Laudan en una conferencia titulada El desarrollo y la resolucin de las crisis
epistemolgicas: estudios de caso en la ciencia y el derecho durante el siglo
XVII, impartida en la Universidad Autnoma Metropolitana, en abril de 2000.
Agradezco al doctor Ambrosio Velasco del Instituto de Investigaciones Filo-
sficas de la UNAM, el haberme proporcionado una copia de la versin escrita
de la conferencia, de donde se toman las citas. El trabajo aparecer bajo el
sello del mismo instituto coordinado por el propio profesor Velasco.
20 Idem.
de los medios mediante los cuales verificamos la verdad o fal-
sedad de enunciados sobre hechos en el mbito jurdico. En algn
sentido, podemos decir que a lo largo de la historia el derecho
probatorio se ha manejado con determinadas teoras de la ver-
dad y bajo ciertos presupuestos epistemolgicos que evolucio-
nan y cambian con el transcurso del tiempo.
Algo semejante est ocurriendo actualmente gracias a la psi-
cologa que, mediante experimentos de carcter cientfico, nos
lleva a cuestionar el papel asignado a determinados medios pro-
batorios, entre ellos, las testimoniales, objeto de una especialidad
conocida como memoria de testigos.
Gracias al desarrollo de la psicologa de la memoria, se ha
podido determinar que los juristas realizan una sobrevaluacin
de esta prueba como medio para verificar los enunciados sobre
hechos vertidos por los litigantes en un juicio.
As, por ejemplo, se ha puesto de relieve que los no expertos
en memoria no toman en cuenta factores como la manera en
que la informacin contextual puede impactar en el recuerdo del
testigo; o el acuerdo intra e intersubjetivo del testigo:
el evaluador no experto de la memoria de un testigo suele interpretar
la falta de acuerdo entre varias declaraciones del testigo, o entre
distintas partes de su declaracin (me sujet con las dos manos, y
luego, con la mano derecha, me amenaz con una navaja) como
fallos en la memoria del testigo sobre ese detalle... Claramente, el
evaluador puede equivocarse al interpretar el acuerdo como exacti-
tud, ya que dos testigos pueden cometer el mismo error...
21

Algo semejante puede acontecer si el evaluador considera
que la seguridad con la que se brinda la declaracin es indi-
cativo de la credibilidad del testimonio; o no toma en cuenta
que la memoria tiende a llenar sus huecos con las propias
percepciones del sujeto quien puede no llegar a distinguir entre
36 ENRIQUE CCERES NIETO
21 Cfr. Diges, Margarita, El psiclogo forense experimental y el testigo
honrado, Manual de psicologa..., cit. supra nota 11, p. 130.
lo que efectivamente aconteci y la variante en cuya construccin
ha participado sin darse cuenta.
22
Esto lleva a una necesidad de replantearse el valor que puede
darse a este medio probatorio como mecanismo para verificar
enunciados sobre hechos y a cuestionar la supuesta objetividad
de los medios conforme a los cuales, se supone, los juristas efec-
tan reconstrucciones de hechos sobre cuya base se realizan las
operaciones cognitivas que llevan a dictar sentencias justas.
X. A MANERA DE CONCLUSIN
La interrelacin entre psicologa y derecho constituye un pro-
metedor campo que apenas se encuentra en un estado de cosas1.
El objetivo de este trabajo es motivar la reflexin que pueda
llevarnos rpidamente a un estado de cosas 2 y en un tiempo
no muy lejano a un estado de cosas 3: a aquel en el que la
interseccin entre ambas disciplinas permita confrontar enuncia-
dos prescriptivos del tipo: La ignorancia de la ley no exime el
cumplimiento de la misma, con otros de carcter descriptivo
que desenmascaren su carcter ideolgico como el que evidencia
que: La ignorancia de la ley es causa del incumplimiento de
la misma.
PSICOLOGA Y CONSTRUCTIVISMO JURDICO 37
22 Idem.
EL CONTROL SOCIAL FORMAL
Ignacio CARRILLO PRIETO*
Nadie ignora que violencia e inseguridad acompaan ominosa-
mente a estos das de normalidad democrtica, y es comprensible
que se preste atencin a esas enfermedades sociales que son los
delitos. Lo que no resulta justificable es convertir la imagen y
la realidad mexicanas de nuestros das en la guerra de todos
contra todos (el hombre, lobo del hombre, dijera el clsico) que
aparece cotidianamente en los televisores, empobreciendo y en-
rareciendo nuestra vida colectiva y desviando la atencin ciuda-
dana de los problemas mayores que reclaman su voz y su voto.
Una suerte de apologa de la desintegracin social parece
apropiarse del discurso pblico conformado en esos mecanismos
de creacin de opinin, los que sin duda estn urgidos de dictarse
autnomamente las normas ticas profesionales que los pongan
al abrigo de tentaciones sensacionalistas, que convierten el ser-
vicio pblico y el derecho a la informacin en una retahla de
ancdotas insustanciales aunque disolventes y paralizantes. La
opinin publica es una suerte de orientacin general poltica pre-
dominante en la comunidad y, como ya se dijo hace muchos
aos, no cabe gobierno sin tener en cuenta las imgenes en la
cabeza de los hombres (Hume).
Los medios que contribuyen a la formacin de la opinin p-
blica son, tambin, medios de gobierno, instrumenta regni, y no
cabe desentenderse de esa responsabilidad.
Uno de los rasgos definitorios del Estado y del derecho (y
del Estado de derecho) es el monopolio legtimo de la violencia.
En la pedagoga de la democracia es indispensable ensear con
* Fiscal especial para Movimientos Sociales y Polticos del Pasado.
39
el discurso del saber los lmites y consecuencias legales de la
violencia, comenzando con el aprendizaje del gobierno, que ha
de tener presente, en todo momento, que no se puede pisar sobre
cadveres para beneficio del Estado. El discurso de los poderes
(gubernamentales, econmicos, mediticos, religiosos) debe ser
contrastado (controlado) con el discurso de los saberes (ticos,
normativos) cuya articulacin y textura abierta los democratiza
y corrige. Su interaccin es necesaria en la construccin de las
nuevas instituciones de la transicin mexicana.
Los comunicadores del sensacionalismo requieren de crimi-
nlogos, penalistas, socilogos, psiclogos y mdicos, pues la
sociedad tiene derecho a ser informada objetiva y racionalmente,
ya que es ella la que ha ido edificando la nueva casa de nuestra
vida poltica que impone a todos un derecho pragmticamente
condicionado, a medio camino entre lo justo y lo provechoso
(Vzquez Montalbn).
La opinin pblica, se sabe, es un elemento constitutivo de
la democracia: no lo son, en cambio las imgenes que inundan
de golpes y sangre, noche a noche, los hogares de los mexicanos.
La captacin de la relevancia de los medios en el debate de la
opinin pblica exige tener en cuenta que los medios no son
transmisores inocentes de la realidad.
No pueden serlo en la medida en que la informacin y la
opinin no son comunicables sino a travs de una intervencin,
de ordenacin y filtro, cuasi constitutiva y no simplemente me-
dial (Solozbal). Al parejo de las sanguinarias ondas, se trans-
mite la otra cara del asunto: las imgenes y los juicios sobre
los cuerpos de seguridad simplificando sus ineficiencias como
si slo se tratara de desviaciones individuales y no de deficien-
cias estructurales que impiden organizarlos como la administra-
cin policial del Estado, administracin profesionalizada que pre-
serva la seguridad y la eficacia de asuntos que nos afectan a
todos. Administracin autnoma frente a la poltica que se pre-
serva no slo mediante un estatuto de la funcin pblica que
garantice la profesionalidad de los agentes sino tambin mediante
40 IGNACIO CARRILLO PRIETO
un sistema de controles de su actividad, basado en la objetividad
y sobre todo en el que deriva del principio de legalidad .
El delito, dato permanente desde siempre, hoy se ha visto pro-
pulsado al centro de nuestras preocupaciones sociales. Los me-
dios de comunicacin de masas constituyen su escenografa y
provocan reacciones colectivas pero tambin inducen a las ins-
tituciones de la justicia a conducirse de modo distinto al que le
asignaba su tradicional sitio en la sociedad: ahora el juez hace
poltica, el poltico la hace de moralista y lo pblico y lo privado
se interpenetran (Garapon). Peor aun: el discurso poltico no
tiende ya a articularse alrededor de ideas sino de emociones y
la prctica del escndalo del delito procesado en los medios es,
sin duda, recurrente y monopolizadora. El delito se convierte en
una experiencia moral central cuando las emociones del mesia-
nismo poltico entran en hibernacin.
Hay que tener presente, frente al fenmeno de movilizacin
social alrededor del delito por obra de los medios, que el poltico
debe convertir la emocin en adhesin a principios y transformar
las pulsiones racionalizndolas, transmutndolas en instituciones.
Entre los recursos jurdicos de los que se echa mano hoy en
da, el penal es el favorecido. Se utiliza ste, el ms poderoso
y significativo, para hacer frente a mltiples situaciones, preten-
diendo resolver problemas que no se satisfacen con tratamientos
penales que, se sabe, constituyen expedientes de ultima ratio.
Es la peligrosa penalizacin de la vida colectiva, auspiciada por
los medios de comunicacin. Se dibuja una tendencia a crimi-
nalizar los problemas sociales que no se logran resolver de otra
manera. Se pretende que el Estado de derecho abandone su neu-
tralidad para erigirse en legislador de una cierta moralidad (cam-
biante y emocional).
La democracia se asegura en la medida en que los individuos
gozan de mbitos de libertad en los que se despliega el desarrollo
de la personalidad humana. Pretender regular toda actividad por
la va jurdica y pugnar, para todo movimiento e iniciativa, por
el reconocimiento del Estado equivale a poner en riesgo el sen-
CONTROL SOCIAL FORMAL 41
tido y alcance del Estado de derecho, uno de cuyos mayores
enemigos es la tentacin actual de resolver nuestros problemas
en la sede del derecho penal y la no menos ominosa codificacin
de lo polticamente correcto, uniformidad puritana inversamen-
te proporcional a la pluralidad (poltica, jurdica y moral) de la
democracia.
El binomio polica y delito, entendido rectamente, dice de la
facultad de un cuerpo de funcionarios estatales para prevenir,
investigar y perseguir los actos antisociales. Pero aqu y ahora,
el binomio ha sido perversamente trastocado de modo tal que
esa funcin pblica se ha puesto por obra de algunos al
servicio del mal que debiera combatir sin excepcin. Tal amal-
gama execrable es justificado motivo de alarma social que hace
aos ha quedado activada permanentemente respecto de la ine-
ficacia e ilegalidad de las tareas policiales a lo largo y a lo ancho
de la Repblica. Puede decirse, sin exageracin, que el servicio
publico de seguridad constituye ya no un rezago, sino un bal-
dn que nos afrenta a todos.
Pareciera que, sumado al descuido y desaprensin de antao
sobre este tema central para toda sociedad y gobierno, ahora
aparecen buenos propsitos de enmienda y plausibles iniciativas
gubernamentales que no acaban por significarse en la reforma
tcnica, jurdica y poltica, exigente y lcida, que reclaman y
aguardan los mexicanos. Exitosos en otros mbitos (electoral,
financiero) los promotores del cambio, cuando se trata de los
asuntos de la seguridad pblica se estrellan, una y otra vez, en
un muro infranqueable de corrupcin, ineficacia y crimen, que
abriga los peores excesos de poder; de ah que su saneamiento
deba ser entendido y procesado como asunto poltico. De otro
modo, una y otra vez, como lo ensea la historia de esas pato-
logas, no podr ni siquiera ser analizado y mucho menos ser
proscrito este proteico engendro albergado y alimentado en los
stanos del Estado, por complicidad o por incuria.
Se ha dicho, y con razn, que el tema polical est signado
por una contradiccin inicial: la polica, guardin irremplazable
42 IGNACIO CARRILLO PRIETO
del orden que condiciona el ejercicio de la libertad es, al mismo
tiempo, histricamente, una amenaza para dicho ejercicio. La
contradiccin no puede resolverse sino buscando el equilibrio
entre las facultades policiales estrictamente circunscritas y las
garantas efectivas que permitan a los ciudadanos prevalecerse
del abuso de dichas potestades pblicas (Jean Rivero, Droits del
lindividu et police). Nunca se insistir lo suficiente al privilegiar,
en la definicin de las tareas policiales, la proteccin del libre
ejercicio de los derechos y libertades de los ciudadanos, sean o
no transgresores de la ley. En el difcil aprendizaje democrtico,
este principio debe ser motivo de intensa pedagoga, sin conce-
sin alguna. Y tampoco puede ya soslayarse que, sin la parti-
cipacin ciudadana, no habr remedio capaz de invertir el sentido
de la ominosa ruta por la que han circulado y circulan, en con-
tubernio hipcrita, numerosos agentes de la justicia y delincuen-
tes de toda laya.
Asimismo, la legitimidad y la legalidad del Poder Judicial es
imprescindible sobre todo en las horas aciagas del surgimiento
de aberraciones policiales disfrazadas de requerimientos penales
preventivos. El resultado ha sido un vaciamiento de casi todas
las garantas penales y procesales y una creciente administrati-
vizacin del derecho penal, transformando el sistema estricta-
mente retributivo, dirigido a prevenir los delitos futuros slo me-
diante la punicin de los ya cometidos y probados, en un sistema
tendencialmente preventivo, dirigido a hacer frente a la mera
sospecha de delitos pasados o al mero peligro de delitos futuros.
En la lgica del Estado de derecho, las funciones policiales
deberan quedar limitadas a tres nicas actividades: la investi-
gacin de los delitos e ilcitos administrativos, la prevencin de
unos y otros, as como la ejecucin y colaboracin con la juris-
diccin y la administracin (Ferrajoli). El Poder Judicial y el
cuerpo legislativo, de consuno, son el mejor valladar a las pa-
tologas policiales cuya erradicacin es insoslayable. La justicia
es, hoy en da, aqu y en todas partes, el nuevo escenario de
la democracia y su pulcritud es tambin, tarea de todos. De ah la
CONTROL SOCIAL FORMAL 43
obligada transparencia de sus sedes y de la conducta de sus ac-
tores.
Postulemos, rigor penal, que no rigorismo, que equivale a dis-
tinguir lo indispensable del exceso de severidad. Cuando Zedillo
convoc a enriquecer sus iniciativas legales en la materia y
reiter el rigor con el que, a su entender plausible, haban de
enfrentarse las conductas delictivas, era preciso traer al debate
los principios centrales del derecho penal moderno, racionalista,
democrtico, a fin de impedir ese peligroso salto del rigor al
rigorismo, ese deslizamiento de la necesaria adecuacin perma-
nente de las normas al apresuramiento febril e ilusorio que, sin
criterios slo dos de poltica criminolgica pretendan, con meros
golpes coyunturales, enderezar los torcidos caminos y renglones
de la justicia penal. No valen aqu plebiscitos ni consultas po-
pulares que seran inadecuadas tambin en otros asuntos tras-
cendentales que requieren de reflexin, de conocimiento terico,
de pericia profesional, de probada experiencia. Nada ms peli-
groso que acogerse a soluciones de dureza injusta revestidas de
legalidad.
La recordacin de nuestra tradicin jurdica humanitaria, que
arranca con Lardizbal, es referencia obligada en la tarea a la
que convoca el presidente Zedillo. Tambin las formulaciones
ms actuales sobre el problema de la normacin penal de la con-
ducta. Ferrajoli (razn y derecho) ha sintetizado stas y merecen
reflexin y debate:
1. La pena, cualquiera que sea la forma en que se la justifique
y circunscriba, es una segunda violencia que se aade al
delito; es el ms terrible de los poderes (Montesquieu); ella
manifiesta, de la forma ms conflictiva, la relacin entre el
Estado y el ciudadano, entre autoridad y libertad, entre se-
guridad y derechos individuales.
2. Fue la crtica de los sistemas penales y procesales el origen
de la definicin de los valores de la cultura jurdica mo-
derna: el respeto a la persona humana, los principios fun-
44 IGNACIO CARRILLO PRIETO
damentales de la vida y de la libertad personal, el nexo
entre legalidad y libertad, la separacin entre derecho y
moral, la tolerancia, la libertad de conciencia y de palabra,
los lmites a la actividad del Estado y la funcin de tutela
de los derechos ciudadanos como su fuente primaria de le-
gitimacin.
3. En el debate penal actual hay los interrogantes fundamen-
tales de siempre: si, por qu, cundo y cmo castigar; si,
por qu, cundo y cmo prohibir; si, por qu, cundo y
cmo juzgar.
4. En toda indagacin sobre un sistema penal deben identifi-
carse los peligrosos perfiles de irracionalidad, injusticia e
invalidez que aparecen siempre, en mayor o menor medida.
El caso mexicano no es, por cierto, excepcin en esas pa-
tologas. Ellas discurren por diversas vas: la formulacin
vaga e indeterminada de las figuras delictivas; la previsin
de delitos de sospecha; la prisin provisional; los diversos
ataques a la presuncin de inocencia; las medidas de limi-
tacin cautelar de la libertad personal atribuidas a la Polica
Judicial. Las prcticas policiales, y aun las judiciales, estn,
frecuentemente, un escaln por debajo de las leyes, aunque
slo sea porque stas reflejan modelos de deber ser, mien-
tras aqullas estn sujetas, adems, a imperativos de efi-
ciencia contingentes que, inevitablemente, chocan con los
primeros, percibidos a menudo como embarazosos obstculos
antifuncionales.
5. Es indispensable tener presente, en todo momento y sobre
todo, a la hora de las reformas, el paradigma penal clsico
de estricta legalidad, igualdad y certeza y encontrar las con-
cesiones indebidas al autoritarismo en detrimento del ga-
rantismo.
Para, en verdad, enriquecer el debate sobre la reforma penal,
han de repasarse, integralmente, principios y valoraciones; fun-
damentos y legitimaciones, conocimiento tcnico y experiencia
CONTROL SOCIAL FORMAL 45
a fin de no perder de vista que la complejidad del problema a
resolver no admite simplismos rigoristas cuando exige rigor sa-
piente y prudente tal y como lo producen facultades e institutos
jurdicos de nuestra Repblica, cuya voz es indispensable en este
nuevo momento del debate.
Herida por graves afrentas, pero no exnime, la Repblica ve
multiplicada la hidra de la violencia, en uno y otro lugar, una
y otra vez, contra unos y otros.
En el fondo se enfrentan dos maneras de entenderla: algunos
quieren mirarla como el legtimo recurso en la reivindicacin
de derechos que se sitan en el orden jurdico que no se reconoce
como nico medio para adquirirlos. Se la justifica en aras del
perfeccionamiento del orden jurdico y, por ende, como pa-
lanca del cambio justiciero. Es, en el fondo, la milenaria tesis
de la rebelin contra el tirano, derecho natural inderogable. El
levantamiento zapatista es su expresin ms visible entre noso-
tros.
Otros la esgrimen en virtud del monopolio estatal del uso de
la fuerza: el derecho como motivacin indirecta de la conducta,
motivacin que estriba en la amenaza del uso de la fuerza como
reaccin a las conductas contrarias al orden jurdico. No debe
olvidarse, empero, que tal monopolio, para ser legal ha de ser,
al propio tiempo, legtimo. No lo es cuando su operacin no
viene precedida de la confeccin democrtica de la norma que
la autoriza.
Hay, sobre todo, la violencia cotidiana del secuestro, viola-
cin, lesiones y robo, multiplicada sin necesidad de justificacin
alguna, expresin desnuda y consecuencia de una grave descom-
posicin social, cuyo anlisis y remedios no acaban de imponerse
y que quiere ser reducida con simples medidas policiales, cuando
no policiacas, infructuosas siempre que se recetan aisladas. Es
entonces violencia sobre violencia, la espiral diablica que qui-
siera aduearse de nuestras vidas.
La reformulacin de las medidas legales de fuerza y la erra-
dicacin de las ilegales es la urgencia de estos das.
46 IGNACIO CARRILLO PRIETO
De nueva cuenta se manifiesta entre nosotros la necesidad de
entender que la vida democrtica no se agota en elecciones y
partidos: pasa crecientemente por las sedes de la justicia que
requieren de mximo reforzamiento y vigilancia. Es preciso re-
cordar la leccin de la ilustracin: en poltica, como en medicina,
los remedios violentos son siempre riesgosos; no debe empler-
seles sino cuando el exceso de males los convierte en absoluta-
mente necesarios (Holbach). Pero tambin debe tenerse presente
la sentencia de Sartre: la violencia aparece siempre como una
contraviolencia, como una respuesta a la violencia de otro.
Las voces de la sociedad y sus afanes son impulso inicial y
destino final de la tarea por convertir el Leviatn al credo del
Estado democrtico de derecho.
Entre las mltiples demandas que hoy se erigen inequvoca-
mente importa recoger primeramente la de la justicia, instrumen-
tal y axiolgica. De las numerosas desgracias que hemos pade-
cido y padecemos, naturales y humanas, quiz ninguna es ms
dolorosa que la de la injusticia y sus secuelas. El quebranto de
la justicia institucional y el menosprecio de la justicia como valor
superior de todo empeo digno de recibir el sello del hombre,
es la mayor tragedia que puede arrostrar un pueblo. Mxico sabe,
histricamente, que si algo puede doblegarlo, lo sera el hundi-
miento de las instituciones y normas que presiden la convivencia
nacional.
De ah que no admita ya dilacin alguna encarar, con obje-
tividad y prudencia, sin estridencias ni meros propsitos de en-
mienda, los graves asuntos de la reforma de los sistemas, sedes
y momentos de la justicia mexicana. Con la mayor energa des-
terremos un infra-Estado clandestino, que tiene cdigos y di-
neros, armas y sbditos propios, ajenos a los principios de la
democracia: legalidad, publicidad, transparencia, representativi-
dad, responsabilidad poltica y control popular del funcionamien-
to del poder.
Admitamos, por otra parte,
CONTROL SOCIAL FORMAL 47
la crisis del derecho, y el desarrollo de un derecho penal de emer-
gencia mediante el cual se ha tratado de hacer frente a diversas
formas de criminalidad organizada. La inflacin legislativa, coinci-
dente con la inflacin penal se encuentra en el origen de una cre-
ciente falta de certeza, oscuridad y dificultad de conocimiento del
derecho, que favorece una adiccin al ilegalismo difuso, resta credi-
bilidad y eficacia a la accin penal y ofrece el mejor caldo de cultivo
a la corrupcin y al arbitrio.
Derecho penal mnimo, y refundacin garantista de la jurisdiccin
penal pueden ser respuestas a la crisis que sacude, al mismo tiempo, al
Estado de derecho y a la razn jurdica... slo un derecho penal
reconducido nicamente a las funciones de tutela de bienes y derecho
fundamentales pueden conjugar garantismo, eficiencia y certeza jur-
dica. Y slo un derecho procesal que, en garanta de los derechos del
imputado, minimice los espacios impropios de la discrecionalidad
puede ofrecer un slido fundamento a la independencia de la magistra-
tura y a su papel de control a las ilegalidades del poder.
En fin, slo un efectivo pluralismo institucional y una efectiva
separacin de poderes puede garantizar la rehabilitacin de la lega-
lidad en la esfera pblica segn el paradigma del Estado democrtico
de derecho (Ferrajoli).
48 IGNACIO CARRILLO PRIETO
LA VIOLENCIA
Bruno ESTAOL VIDAL*
Aunque Blas Pascal declar que el ser humano se encuentra entre
el ngel y la bestia, la historia ha demostrado que se encuentra
ms cerca de la bestia.
El siglo XX, que se encuentra en sus postrimeras, ha mos-
trado cmo el hombre ha utilizado la tecnologa y la ciencia
para ejercer la violencia en gran escala, desde la cima del poder.
As han surgido todas las armas modernas incluyendo la bomba
atmica. Albert Einstein y Robert Oppenheimer han lamentado,
a posteriori, su participacin en la creacin de esta arma mor-
tfera porque se dieron cuenta que pusieron la ciencia al servicio
del poder. De tal suerte que aunque el ser humano ha seguido
una carrera ascendente en la evolucin cientfica y tecnolgica
desde el punto de vista moral y tal vez emocional no ha
mostrado grandes adelantos. El mandamiento fundamental, desde
el punto de vista tico, no matars, permanece sin ser cumplido.
El hombre ejerce la violencia entre sus semejantes por la dife-
rencia de nacionalidad, econmica, religin, color, o ideolgica
sobre todo, por la bsqueda de poder poltico y econmico. Du-
rante el siglo XX han habido dos guerras entre mltiples naciones
llamadas guerras mundiales y un sinnmero de guerras entre na-
ciones grandes y pequeas. El genocidio entre las naciones, por
cuestiones tnicas, religiosas o ideolgicas, persiste. Durante el
largo periodo de rivalidad entre las naciones ms grandes del
orbe, llamada la guerra fra, hubo inclusive dilatadas dudas sobre
* Jefe del departamento de neurologa del Instituto Nacional de Ciencias
Mdicas y de la Nutricin Salvador Zubirn.
49
la supervivencia del hombre como especie. No hay duda que se
requiere un nuevo contrato social que nos permita vivir en la
pluralidad y convivir entre nosotros mismos.
Estas reflexiones nos pueden llevar al pesimismo y a la idea
fundamental de que el ser humano no tiene remedio si no fuera
porque muchas naciones e individuos han mostrado con pasin
que se puede lograr una convivencia en la pluralidad no violenta.
Importa mucho, pues, reflexionar sobre los orgenes de la vio-
lencia y educar a las nuevas generaciones en una tica que nos
permita sobrevivir como especie y como individuos.
Las causas de la violencia intra-especie, en los seres humanos,
son, sin duda mltiples, ya que los seres humanos somos entes
biolgicos y culturales. (Hay sin duda elementos biolgicos que
nos predisponen a la agresin pero existen tambin, por otro
lado, elementos culturales.) El hombre, como ser vivo, tiene una
largusima historia que se remonta al inicio de la vida en nuestro
planeta, hace quizs unos tres mil millones de aos. Comparte
la misma molcula bsica que transmite la informacin de la
especie, que es el cido desoxirribonucleico, con las amibas y
los protozoarios y no se diga con los grandes mamferos. La
diferencia gentica entre el ser humano y el chimpanc es de
slo el 1.5%. Tiene, junto con los animales y con las plantas,
el mismo mecanismo para la produccin y almacenamiento de
energa que es adenosin-rifosfato, resto de los seres vivos, nace,
crece, se diferencia, se reproduce y muere. Est sujeto como los
dems seres vivos a una flecha de tiempo vital. Est, como el
resto de los seres vivos, encadenado a la muerte. Como cualquier
ente biolgico tiene que obtener energa libre para los procesos
de mantenimiento, crecimiento, reproduccin y diferenciacin.
Esta energa la obtiene ingiriendo otros seres vivos. Las plantas
tienen un mecanismo llamado autotrfico que permite captar di-
rectamente el nitrgeno de la tierra y el bixido de carbono del
aire y con estos recursos elaborar carbohidratos complejos. El
resto de los animales, entre los que se incluye el hombre, tienen
que obtener esta energa libre comiendo plantas y otros animales.
50 BRUNO ESTAOL VIDAL
Hay animales herbvoros que sobreviven ingiriendo vegetales y
plantas, y hay animales carnvoros que slo comen carne. Los
depredadores, como el hombre, pueden comer todo tipo de ser
vivo. Los seres vivos se comen y se nutren entre s y ello cons-
tituye la gran cadena ecolgica y la gran cadena del ser. El hom-
bre no se puede liberar de esta condena energtica. La biologa
es destino, tanto para las especies como para los individuos. Sin
embargo, no queremos reconocer nuestra condicin de depreda-
dores biolgicos. Preferimos simular que somos ngeles y no
aceptar simplemente que formamos parte de la naturaleza y que
la naturaleza est constituida por una dependencia energtica.
Sentimos la naturaleza como ajena a nosotros y nos sentimos
con derecho a utilizarla a nuestro arbitrio y no pensamos que
al destruirla nos situamos nosotros mismos en una frgil posi-
cin.
El ser humano tiene, pues, una larga evolucin biolgica.
Como especie, su evolucin biolgica no tiene quizs tanto tiem-
po porque se considera que el homo sapiens vag sobre la tierra
buscando alimento, en su etapa de cazador y recolector hace
apenas cien mil aos. Sin embargo, mucho antes de esa poca
los homnidos homo habilis y homo erectus habitaron la tierra
por lo menos un milln de aos. No hay que subestimar a los
primates homnidos porque se sabe que el homo erectus en las
cuevas de Chou Ku Tien en China ya haba descubierto el fuego.
Este descubrimiento quiz dio inicio a la primera evolucin cul-
tural del hombre al permitirle estar despierto durante parte de
la noche, cocinar los alimentos y protegerse de otros depreda-
dores. El descubrimiento del fuego es un hecho fundamental en
la evolucin cultural y le permite, quizs por vez primera, un poco
de tiempo libre y as plasmar su actividad con pinturas en las
paredes de las cuevas. No en vano Prometeo es un smbolo del
hombre en su capacidad de manejar a la naturaleza por medio
del fuego. Los dioses griegos, que eran muy sabios, lo castigaron
porque consideraron que el uso del fuego no deba ser usurpado
por los hombres.
LA VIOLENCIA 51
El homo sapiens realiza otros descubrimientos fundamentales
antes del descubrimiento de la agricultura y ste incluye el des-
cubrimiento o la invencin del arco y la flecha alrededor de
hace cincuenta mil aos. El ser humano, nace pues, con un ce-
rebro que le permita sobrevivir en su vagancia sobre las praderas
buscando alimento. No tiene quizs tiempo para ninguna otra
actividad. Alimentarse consume la mayora del tiempo de todos
los animales.
Hace diez mil aos el hombre inicia la llamada evolucin cul-
tural con el descubrimiento o la invencin de la agricultura. Este
descubrimiento le permite, por primera vez, tener un alimento
seguro. Deja la vida nomdica y se puede asentar en lugares
fijos. El descubrimiento de la agricultura permite la creacin de
pueblos y pequeas ciudades. Ya no vive en pequeos grupos
sino que los grupos se hacen mayores. Se puede diferenciar la
actividad y no todos se dedican ya a la obtencin del alimento.
Aparecen los artesanos que hacen casas, que construyen arcos
y flechas, que hacen vestidos, telas, zapatos, etctera. Surgen
individuos dedicados a actividades como la preparacin de ali-
mentos, la medicina, la elaboracin de edificios, etctera. El len-
guaje oral se diversifica para designar a las nuevas actividades
que se relacionan con la agricultura y las artesanas. El vocabu-
lario se expande as como se expanden las actividades y los ob-
jetos. En la poca de nmadas el vocabulario probablemente es-
taba restringido a las actividades de caza y recoleccin y no
poda existir un lenguaje comn para grandes grupos de indivi-
duos ya que los grupos eran pequeos, la as llamada horda pri-
mitiva. Esta convivencia entre grandes grupos de individuos tam-
bin debe haber conllevado a un nuevo cdigo de convivencia
social.
Hace apenas cinco mil aos que el ser humano inventa la
escritura. Con la invencin de un lenguaje, el hombre se huma-
niza. Por un lado, puede acumular conocimientos y transmitirlos
a sus descendientes. El lenguaje verbal era muy frgil y slo
permita la transmisin de los conocimientos entre grupos pe-
52 BRUNO ESTAOL VIDAL
queos de individuos. Se inicia as el desarrollo de la ciencia,
el arte, la tecnologa, la religin, la filosofa. Por otro lado, el
hombre se convierte, como lo ha declarado Ernest Cassirer, en
un animal simblico. El ser humano no slo vive con objetos
fsicos sino tambin simblicos. Los cdigos de convivencia so-
cial surgieron como una necesidad de supervivencia. Aparecen
as los cdigos escritos. El Cdigo de Hammurabi entre los an-
tiguos habitantes de Mesopotamia es ya muy elaborado y refleja
la organizacin de una sociedad compleja. Es un compendio de
leyes o indicaciones de tipo econmico, laboral, administrativo
y penal que comprende 282 prrafos. El cdigo mosaico es re-
lativamente reciente y muestra una visin compleja del hombre.
Estos cdigos aparecen, sin duda, para promover una convivencia
pacfica entre los seres humanos. Por qu aparecen estos cdi-
gos? Sin duda para limitar la violencia. Llama la atencin que
el cdigo mosaico exige respetar a los padres lo que refleja la
idea freudiana de la agresin del hijo contra el padre. Ahora
tenemos cdigos completos en todas las reas humanas y sin
embargo, la violencia persiste. El ser humano, a pesar de haberse
convertido en un animal simblico, no ha podido erradicar la
violencia.
Si el hombre tiene una historia biolgica y otra cultural, sera
un reduccionismo absurdo limitar los orgenes de la violencia a
elementos puramente culturales o biolgicos. Es muy difcil, so-
bre todo en casos individuales, deslindar estos elementos. La
violencia entre los animales ocurre fundamentalmente para la
supervivencia. Mata a otros animales para obtener alimento.
Ahora el hombre no slo necesita alimento real, sino tambin
alimento simblico. Esto aparece expresado en la Biblia con la
frase no slo de pan vive el hombre. Sin embargo la lucha
por el alimento persiste. Algunos hombres se apoderan de las
tierras y de los animales domsticos. Can ofrece a Dios los fru-
tos de la tierra mientras que Abel le ofrece sacrificios de ani-
males. La domesticacin de los animales no es una actividad
altruista. Se genera para tener alimentos a la mano. Posterior a
LA VIOLENCIA 53
esto hay una lucha por apoderarse no slo del alimento sino de
la energa. Con el cambio de la economa del trueque a una
economa simblica de las monedas, la lucha se establece entre
los que han podido acumular el dinero y los que no lo tienen.
Se ha llegado as a una distribucin muy desigual, entre los in-
dividuos y los pueblos, del alimento, de la energa, del dinero,
del poder y de la informacin. La lucha para obtener estos bienes
es quiz, al mismo tiempo, uno de los generadores ms impor-
tantes de la violencia. Esta lucha tiene una base biolgica que
es la lucha, de todos los animales, por obtener alimento, y al
mismo tiempo, tiene una base cultural, ya que el ser humano,
como animal simblico, desea ahora obtener mayor dinero e in-
formacin. Es evidente que la distribucin asimtrica de la ri-
queza seguir generando violencia y que es urgente que vivamos
en un mundo ms equitativo desde el punto de vista econmico
y tambin desde el punto de vista educativo. Esto se debe aplicar
tanto a las naciones como los individuos. Este anhelo de igualdad
y de justicia social es quizs una utopa, pero sin duda debemos
luchar por ella con todas nuestras fuerzas.
Nunca llegaremos a estar cerca del ngel como quera Pascal,
pero es un deber moral alejarnos lo ms posible de la bestia.
54 BRUNO ESTAOL VIDAL
LA DIMENSIN DEMOGRFICA EN LA CAUSALIDAD
DE LA VIOLENCIA SOCIAL
1
Ren A. JIMNEZ ORNELAS
2
SUMARIO: I. Presentacin. II. Objetivos. III. Propuesta na-
cional de un sistema de encuestas sobre victimizacin y
percepcin de la seguridad pblica. IV. Algunos resultados
relevantes. V. Conclusiones. VI. Bibliografa.
I. PRESENTACIN
La sociodemografa de la violencia es uno de los caminos para
profundizar en el conocimiento de la causalidad de las diversas
manifestaciones de este fenmeno social. La pertinencia de su
herramienta metodolgica y sus diversos instrumentos de anli-
sis, permiten transitar de lo individual a lo colectivo y viceversa;
principalmente cuando se trata de desentraar redes complejas
de distintos hechos econmicos, sociales, histricos, demogrfi-
cos, psicolgicos, etctera, que han rechazado la exclusividad
del espacio de la reflexin acadmica, pblica y privada, para
convertirse en un verdadero problema de salud y seguridad p-
blicas.
55
1 Esta ponencia se present en la VI Reunin Nacional de Investigacin
Demogrfica en Mxico: Balance y Perspectivas de la Demografa Nacional
ante el Nuevo Milenio. Asimismo, se cont con la colaboracin de Marypaola
Janett Maya Lpez y Andrea Flores Amador, ambas investigadoras Asociadas
al PIIVIOS/UNAM.
2 Coordinador del Proyecto de Investigacin Interinstitucional sobre Vio-
lencia Social en Mxico (PIIVIOS/UNAM) e investigador del IIS-UNAM.
Con la finalidad de profundizar en el conocimiento de esta
temtica en la Universidad Nacional Autnoma de Mxico, se
cre en junio de 1996 el Proyecto de Investigacin Interinstitu-
cional Sobre Violencia Social en Mxico (PIIVIOS-UNAM),
para atender la necesidad manifiesta en la sociedad mexicana
de lograr un mejor entendimiento de los procesos que dan origen
a la violencia social y generar propuestas de solucin dado que
la violencia es un problema que no slo debe ser controlado
sino tambin satisfactoriamente resuelto.
Dentro de los estudios que se han desarrollado en el PIIVIOS-
UNAM, destacan los relacionados con la mortalidad en el pas
y sus principales causas, en especial los que tienen origen en
hechos violentos que van desde los trabajos especficos de la
violencia intrafamiliar, violencia institucional, violencia tnica,
etctera. Sin embargo, dada la amplitud y complejidad del pro-
blema de la violencia, fue necesario desarrollar un importante
esfuerzo interdisciplinario que permitiera ampliar los marcos te-
ricos, redefinir metodologas y seleccionar nuevos objetos de es-
tudio. As, se lograron avances significativos en el estudio de
temas relacionados con los factores sociodemogrficos de la vio-
lencia, especficamente en el campo de la mortalidad y la desi-
gualdad social; tambin, se avanz en la identificacin de la nue-
va estructura de las causas de muerte, que dependen en buena
medida, de los procesos y condiciones de bienestar regional; se
ha detectado el incremento de la violencia urbana en sus ml-
tiples manifestaciones: robo, homicidio, lesiones, secuestro, ame-
nazas, violaciones, etctera, asociadas con otros factores socioe-
conmicos que repercuten dentro de la estructura familiar, y que
en muchos casos desembocan en hechos de violencia intrafami-
liar.
En la actualidad, las causas violentas aparecen como un pro-
blema de seguridad pblica si se considera la dimensin que ha
adquirido la muerte por dichas causas. En nuestro pas se pre-
sentan algunas conductas delictivas como son: la impunidad, el
soborno, el crimen organizado y el vandalismo, que amenazan
56 REN A. JIMNEZ ORNELAS
la integridad individual y colectiva; es decir, la victimizacin
de la violencia como producto de incertidumbre en la poblacin,
que es en lo cualitativo el resultado de la crisis econmica, social,
poltica y cultural del Mxico de fin de milenio.
El concepto de violencia adquiere distintas interpretaciones
segn el rea de conocimiento que se trate, desde la perspectiva
jurdica la violencia se relaciona con transgresiones a la ley y
los acontecimientos violentos se enmarcan dentro de hechos cri-
minales. Para la salud pblica, la violencia se define en relacin
con la agresin fsica que provocan intencionalmente daos ca-
paces de producir secuelas temporales o permanentes e incluso
llegar a la muerte.
3
Lo cierto es que la violencia se registra desde el nacimiento
de la humanidad (aparece en todo tipo de leyendas y mitologas
que tratan de explicar el origen del mundo). Sin embargo, durante
siglos no fue considerado un objeto de reflexin por los grandes
filsofos occidentales; slo hasta la segunda mitad del siglo XIX,
el terico y poltico social francs Georges Sorel se dedic a
estudiarla de manera especfica.
4
En las distintas concepciones, la violencia se asocia con agre-
siones fsicas objetivas y tambin con acciones subjetivas, pero
cualquiera que sea la manifestacin de la violencia sta no puede
estar al margen del contexto social, de la causalidad, medios y
fines en que se desarrolla. En este sentido, la definicin que el
derecho penal hace de la violencia sirve para ubicar este tipo
de construcciones conceptuales, dentro de la diversidad de as-
pectos de la violencia.
Violencia es la fuerza que se usa en contra de alguno para obligarle a
hacer lo que no quiere por medios a los que no puede resistir. No hay
consentimiento en donde hay violencia y as es que la violencia ejercida
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 57
3 Arellano Alegra, Roco, Aid, Indicadores sociodemogrficos para el
anlisis de la delincuencia en seis ciudades de la Repblica mexicana, Mxico,
Facultad de Ciencias, UNAM, tesis, junio de 2000, p. 5.
4 Hjar, Martha, Lozano, Rafael e Hjar, Beatriz, Violencia y salud p-
blica, Cmo Ves?, Mxico, ao 2, nm. 17, 2000, p. 26.
en contra del que en su virtud contrae una obligacin, es causa de
nulidad o de rescisin de contrato, aunque se haya ejercido por un
tercero que no ha tenido parte alguna en la utilidad. Puede ser cierto que
a pesar de la violencia haya voluntad, pero no elige sino entre dos cosas
igualmente contrarias a su voluntad y, por consiguiente, no presta un
consentimiento que pueda producir una obligacin. Hay verdadera vio-
lencia cuando es capaz de hacer impresin a una persona razonable
inspirndole temor de exponer su persona o su fortuna, o las personas
a quienes ama, a un mal grave y presente: bajo el concepto de que, para
graduar el efecto de la violencia se ha de tomar en consideracin la edad,
el sexo y la condicin de las personas, pues un anciano y una mujer se
sobrecogen ms fcilmente que el hombre que se halla en la fuerza de
la edad; y el mal ha de ser presente, pues la amenaza de un mal futuro
no causa violencia. Adems de la nulidad del acto en que interviene la
fuerza, incurre el forzador en varias penas segn circunstancias.
Se debe destacar que las preocupaciones no paran en los as-
pectos jurdicos, sociales o psquicos, sino que van desde ins-
cribir a la violencia en sus aspectos naturales biolgicos, hasta
en sus representaciones institucionales. En el primer caso, se dice
que un humano responde con los patrones tpicos de agresividad
de su especie frente a episodios agresivos de otros humanos,
segn algunos autores, debido a la capacidad de respuesta con-
gnita agresiva en situaciones de conflicto, sin olvidar las causas
de la conducta agresiva.
5
Dentro de los trastornos del sistema nervioso o causantes de la agresi-
vidad se cuentan tambin los de tipo gentico. El doctor Nicolini seala
que se ha encontrado que individuos con ciertas alteraciones en los
genes que regulan la accin en el cerebro de dos sustancias llamadas
serotonina y dopamina presentan una acentuada agresividad, de esto se
desprende la existencia de sujetos genticamente predispuestos a ob-
servar comportamientos agresivos (sin olvidar las circunstancias y
estmulos que propician este tipo de conductas), as pues para que se
d un brote de agresividad incontrolable suelen intervenir tres factores,
58 REN A. JIMNEZ ORNELAS
5 Macas Garca, Constantino, Somos agresivos por naturaleza?, Cmo
Ves?, Mxico, ao 2, nm. 17, 2000, p. 20.
una patologa mental, como la epilepsia, una alteracin en los sistemas
de neurotransmisin y un estmulo capaz de generar exaltamiento, y
por ende desencadenando paroxismos que lleven a observar dicha
agresividad.
6
En un segundo grupo de reflexiones desde la psicologa, por
ejemplo, Janine Puget y Rene Kaes sealan que
la violencia es un mecanismo inherente al aparato psquico al procurar
deshacerse de aquello que lo perturba... la expulsin, la proyeccin y
automutilacin son mecanismos reconocidos en diferentes teoras psi-
coanalticas en tanto modalidades primarias empleadas con el fin de una
vivencia insoportable... pero ante todo se debe entender el fenmeno
de la violencia como la violencia ejercida por el Estado como paradig-
ma de la violencia social, puesto que aquellos encargados de proteger
e imponer la ley son justamente quienes detentan un poder mortfero.
7
Otras construcciones tericas definen a la violencia como la
manifestacin de la agresin, del instinto de muerte, de la pulsin
de una entidad diferente y la revisten tanto de Eros como de
Tanatos.
8
Algunos ms la conceptualizan en trminos de narci-
sismo o de mecanismos inherentes a la inermidad del infante y
la consiguiente necesidad de recibir significantes de un Yo pro-
tsico (parental).
9
Estos diversos campos de reflexin dimensionan las enormes
dificultades que tiene el estudio de la violencia. Lo que podemos
establecer es que la violencia social actual se nutre de factores
histricos, demogrficos, psicolgicos, econmicos, genticos,
sociales, entre otros, lo que lleva a considerar que el anlisis de
esta manifestacin social debe profundizarse y delimitar los cam-
pos de estudio que se aborden.
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 59
6 Briseo, L. F. (comp.), Salud y equidad: una mirada desde las ciencias
sociales, Ro de Janeiro, Ed. Briseo-Len, 2000, p. 14.
7 Janine Puget y Rene Kaes, La institucin y las instituciones, Buenos
Aires, Paids, 1989.
8 Hacker, F., Agresin, Barcelona, Grijalbo, 1973.
9 May, R., Fuentes de la violencia, Mxico, EMECE, 1974.
En resumen, es claro que la violencia social requiere de di-
versas investigaciones sobre su origen y su causalidad, no es
terreno exclusivo de una sola disciplina, y no debe de circuns-
cribirse a posiciones tericas nicas y definidas, como teoras
sociales o del rea mdica, de la gentica, teora de la transicin
demogrfica, la epidemiolgica, o a la aplicacin de mtodos
con alto riesgo estadstico terico, es decir, lejos de adecuar la
realidad a las necesidades metodolgicas de teoras y modelos
con limitaciones histricas, culturales y de construccin concep-
tual, el anlisis de los factores causales de la violencia debe con-
siderar el carcter multidimensional de esta problemtica, que
involucre un trabajo conjunto a los especialistas de diversas reas
del conocimiento desde las ciencias sociales como la demografa,
la geografa, la economa, la sociologa, la criminologa, la his-
toria y la antropologa, hasta las relacionadas con la salud como
la medicina, la psicologa y la psiquiatra, sin olvidar la incor-
poracin de las nuevas metodologas e instrumentos de anlisis
cuantitativo y cualitativo, que ofrecen la aplicacin de modelos
matemticos, la propia estadstica, e inclusive la gentica.
El estudio de la violencia actual tambin debe incorporar nue-
vos factores que van apareciendo o redescubrindose. Entre estos
factores, podemos referirnos a la problemtica que genera la glo-
balizacin econmica a las sociedades, y que en lo inmediato
ha fomentado el desarrollo del crimen organizado, caracterizado
actualmente por la presencia de las bandas criminales nacionales
e internacionales. En cuanto a la reaparicin aguda de factores
acumulados destaca en especial la impunidad y la corrupcin en
todas las capas sociales, que no es exclusiva de los pases en vas
de desarrollo o del Tercer Mundo, pues la droga o los autos
robados en Mxico, llegan sin grandes dificultades al mercado
de los Estados Unidos, Europa, Rusia, Asia, frica, etctera. La
corrupcin forma parte indisoluble de las estrategias globales del
crimen organizado y en muchos casos de las mismas estructuras
financieras de un gran nmero de pases del primer mundo, es
decir, de los beneficiarios de los esfuerzos mundiales.
60 REN A. JIMNEZ ORNELAS
El tema de la violencia social y de algunas de sus manifes-
taciones como la delincuencia, la violencia intrafamiliar, la in-
seguridad, y otras problemticas, han adquirido un alto grado de
inters entre los diversos sectores de la sociedad. Sin embargo,
la inexistencia de investigaciones que sustenten las caractersticas
del fenmeno delictivo, su tendencia, as como sus anlisis com-
parativos, imposibilitan las afirmaciones de carcter cientfico
respecto al comportamiento del fenmeno, objeto de nuestro es-
tudio. Adems, a diferencia de otras pocas, los diversos me-
dios de comunicacin juegan un papel clave en la difusin de
los eventos asociados con la violencia, y en la mayor parte de los
casos pueden influir en la percepcin del pblico receptor. Lo
anterior muestra la prioridad que posee la realizacin de inves-
tigaciones sobre el tema, pues la investigacin cientfica garan-
tiza en mayor grado la objetividad de los resultados y el sustento
de soluciones de largo plazo.
El estudio de la violencia en Mxico posee un elemento co-
mn, la gran dificultad para desarrollar anlisis de tipo cuanti-
tativo y cualitativo. Uno de los principales impedimentos es la
carencia de informacin confiable, pues es perfectamente cono-
cido que este tipo de informacin presenta un gran subregistro
o, en caso contrario, el acceso a ella es muy limitado. As, la
existencia de la fuente de informacin con base en la cual se
desarrolla este trabajo, generar una perspectiva para la futura
realizacin de instrumentos similares y optimizados, pues se trata
de una alternativa viable para generar conocimientos imprescin-
dibles que permitirn la planeacin de estrategias tendentes a la
transformacin de la situacin actual y propiciar as, un entorno
favorable para el desarrollo fsico, emocional e intelectual de
nuestra sociedad. Para entender de manera integral este hecho
social, es necesario avanzar no slo en su cuantificacin sino
en su conceptualizacin a nivel regional y nacional.
Mucho se ha escrito sobre la mala calidad de la informacin,
de la incapacidad o inconveniencia para las autoridades respon-
sables de ello; pero poco se habla de las formas de explotacin
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 61
de la informacin existente, de las aportaciones de los datos ofi-
ciales y de las herramientas que pueden ser implementadas para
resarcir la carencia de informacin. Esta investigacin presentar
aportaciones sobre estos temas; quiz la perspectiva pueda pa-
recer fra desde otros puntos de vista; sin embargo, en muchas
ocasiones el anlisis de los datos y su comparacin entre ciu-
dades o regiones pueden concientizar sobre la gravedad real que
est adquiriendo la delincuencia, principalmente cuando cada uno
de los datos analizados representarn no slo prdidas econmi-
cas o materiales, sino adems la violacin a uno de los derechos
ms importantes como puede ser la vida, o la libertad.
Para esta investigacin, circunscribimos la violencia a los
efectos y consecuencias objetivas y subjetivas del acto mismo
que tiene relacin con hechos naturales y asociados con el re-
sultado de procesos basados en la aplicacin de la fuerza por el
ejercicio del poder de alguien contra algn individuo, un colec-
tivo o contra el mismo, dentro de procesos histricos, sociales,
originados y ejecutados bajo condicionamientos individuales y
sociales que la constituyen tambin como un problema de salud
pblica.
10
II. OBJETIVOS
En Mxico en los ltimos aos, se registran en diversos cam-
pos del conocimiento hechos socioeconmicos y poblacionales,
el ejercicio institucional de manejo de las cifras y la creacin
de mayor desconfianza de la ciudadana. En febrero de 2000
ramos 97.36 millones de habitantes (INEGI), cuando cifras ofi-
ciales ubican para junio del 2000 en 99.6 millones (Conapo);
Francisco Labastida mencion que somos 100 millones, y segn
acadmicos nacionales e internacionales no ligados a las deci-
siones de poltica gubernamental, consideran que ya llegamos a
62 REN A. JIMNEZ ORNELAS
10 Hjar, M., Lozano, R. e Hjar, B., op. cit., p. 27.
106 millones, con base en tendencias demogrficas registradas.
Lo mismo ocurre cuando sistemticamente se reitera que los n-
dices delictivos disminuyen mientras que la poblacin siente o
experimenta que cada da es ms cercana en amigos, familiares
o en uno mismo, el padecer de alguno de los innumerables delitos
que a diario y durante las 24 horas ocurren en el pas, lo que
manifiesta que en los diversos hechos se manipula la informacin
en funcin de los objetivos de quien la posee, lo que ha produ-
cido investigaciones limitadas y resultados raquticos de solu-
ciones inmediatistas, que se llevan a cabo sin el sustento cuan-
titativo y cualitativo de la investigacin terico metodolgica.
Un primer paso necesario ser profundizar en el anlisis de
la informacin disponible y generar los datos necesarios para su
estudio, que permitan formular propuestas para lograr la dismi-
nucin de la violencia y la concertacin de acciones de polticas
y programas para enfrentar eficientemente la alta incidencia del
fenmeno delictivo.
Uno de los caminos que desarrolla el PIIVIOS es la creacin
de proyectos de investigacin que utilicen la informacin de cau-
sas de muerte violenta ya existente en las procuraduras y el
INEGI, al mismo tiempo la creacin de un sistema de encuestas
sobre victimizacin y percepcin de la seguridad pblica, que
permita complementar la informacin existente pero, sobre todo,
que genere nueva informacin acerca de las caractersticas que
asume el problema en los diferentes sectores de la poblacin y
en los mbitos regional y nacional.
Dicha informacin es fundamental para observar el compor-
tamiento del fenmeno delictivo en cada una de las zonas ana-
lizadas, verificar los factores que incrementan el riesgo para cier-
tos tipos de delitos (demogrficos: edad, sexo, ocupacin, grado
de escolaridad; temporales: hora, da de la semana, mes; sitio de
ocurrencia.); desarrollar anlisis de tipo comparativo entre las
diversas poblaciones y posteriormente proponer explicaciones de
la incidencia delictiva de acuerdo con las caractersticas regio-
nales que presenta el fenmeno violento en las reas estudiadas.
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 63
La generacin de esta informacin en un momento oportuno pue-
de propiciar el perfeccionamiento en la planeacin de acciones
de seguridad pblica.
Dentro de esta propuesta, se plantea la creacin de medidas
resumen, como los ndices de riesgo y la aplicacin de modelos
de significacin estadstica, para la cuantificacin de la crimi-
nalidad y su anlisis mediante la seleccin de diversas variables
socioeconmicas y demogrficas de mayor relacin con el fe-
nmeno. Sin dejar de considerar la percepcin de la poblacin
sobre las acciones de seguridad pblica en el pas. Todo lo an-
terior deber analizarse dentro del entorno histrico social, cul-
tural y psicolgico donde ocurre, es decir, las condiciones y de-
sigualdades sociales donde se genera y a su vez lo reproduce.
En esta direccin, la ponencia que aqu se presenta constituye
un primer avance en el anlisis estadstico, y de mayor profun-
didad, que estamos realizando en el PIIVIOS, y que en los pro-
ximos meses dar origen a diversas publicaciones, donde con
mayor amplitud se describen instrumentos y metodologas abor-
dadas.
III. PROPUESTA NACIONAL DE UN SISTEMA DE ENCUESTAS
SOBRE VICTIMIZACIN Y PERCEPCIN
DE LA SEGURIDAD PBLICA
La propuesta de un sistema de encuestas sobre victimizacin
y percepcin de la seguridad pblica a nivel nacional y estatal,
tiene como estrategia la generacin de informacin sobre la ocu-
rrencia real de la delincuencia y los factores causales que se
asocian a los hechos delictivos. La importancia de este tipo de
encuestas es que al entrevistar a la poblacin acerca de sus ex-
periencias como vctimas de un delito, se obtiene informacin
que permite planear el combate a la delincuencia sobre bases
ms firmes. La informacin recopilada es sobre los delitos que
han sido cometidos en contra de las personas o sus propiedades,
64 REN A. JIMNEZ ORNELAS
(el lugar y la hora del incidente, el dao ocasionado, y si ste
fue denunciado o no a las autoridades); sobre las vctimas (su
edad, sexo, situacin socioeconmica, sus actitudes y conductas
respecto al hecho delictivo); as como la percepcin que tiene
la poblacin sobre las polticas de seguridad pblica; tambin
se incluyen preguntas acerca del comportamiento de las autori-
dades con las vctimas, con el fin de crear una base de datos
que pueda ser utilizada para evaluar el desempeo del sistema
de seguridad y justicia, as como desarrollar polticas de accin de
seguridad con carcter integral.
El PIIVIOS ha luchado durante dos aos en diversos espacios,
acadmicos, gubernamentales, civiles y privados para que el sis-
tema de encuesta, como primer paso, constituya un quehacer in-
terinstitucional con la participacin de diferentes sectores socia-
les, y de aplicacin cuando menos cada dos aos, es decir, que
la sociedad, la academia, la iniciativa privada y las organizacio-
nes no gubernamentales, cuenten con cifras crebles y metodo-
lgicamente sustentadas, para la creacin de acciones de poltica
de seguridad pblica, que ataquen con prevencin y no slo con
represin a la violencia en sus diversas manifestaciones. El Ya
Basta est integrado de conocimiento y acciones reales.
El PIIVIOS en coparticipacin con el Centro Regional de In-
vestigaciones Multidisciplinarias de la UNAM inici en octubre
de 1997 el diseo de la primera encuesta de victimizacin en
el estado de Morelos; y con la delegacin Gustavo A. Madero
la Primera Encuesta de Conducta Antisocial y Percepcin de la
Seguridad Pblica en dicha delegacin, en junio de 1999.
La Encuesta que se levant en Morelos correspondi a las
zonas metropolitanas de Cuautla y Cuernavaca. Para fines de
este estudio, la primera zona qued integrada por los municipios
de Cuautla y Yautepec, y la segunda por los municipios de Cuer-
navaca, Emiliano Zapata, Jiutepec, Temixco y Xochitepec. El
periodo sobre del cual se registr informacin fue de doce meses,
de octubre de 1997 a octubre de 1998.
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 65
Para el clculo del tamao de muestra se consider que la
diferencia entre los ndices de criminalidad de Cuautla (4.6) y
Cuernavaca (5.4) era mnima, por lo que se determin una mues-
tra de 1,320 viviendas por zona, es decir un total de 2,640 vi-
viendas. La muestra fue de tipo probabilstico con un nivel de
confianza del 95%.
En cada vivienda seleccionada, se entrevist a las personas
de 15 o ms aos y se les aplicaron dos cuestionarios. Uno ge-
neral para conocer la percepcin de la ciudadana sobre la se-
guridad pblica y uno individual para conocer las caractersticas
de la victimizacin en las dos zonas metropolitanas.
La Encuesta en la delegacin Gustavo A. Madero tambin se
aplic en los hogares. El periodo sobre del cual se registr in-
formacin fue de doce meses, de junio de 1998 a junio de 1999.
El tamao de muestra fue de 800 cuestionarios en vivienda (ho-
gar) con un 3.5% de error, el muestreo se realiz de tipo polie-
tpico probabilstico con un nivel de confianza de 95%.
Al interior de las viviendas seleccionadas, se entrevist a las
personas de 15 aos o ms, y tambin se les aplicaron dos cues-
tionarios, uno general y otro de victimizacin individual.
IV. ALGUNOS RESULTADOS RELEVANTES
En 1976 se realiz una de las primeras encuestas sobre vic-
timizacin en Mxico que report que Tres son los delitos de
mayor frecuencia, el robo con 31.3%, las lesiones con 14.5% y
las injurias con 13%, entre estos tres se rene el 58.8% de todas
las ofensas.
11
Se registr la incidencia del delito con mayor ries-
go en las personas que ya lo sufrieron (36.75%). Una de cada
tres personas ha sido robada ms de una vez, una de cada cuatro
lesionada y una de cada dos injuriada. Por lo contrario, los delitos
66 REN A. JIMNEZ ORNELAS
11 Rodrguez Manzanera, L., Victimologa, 5a. ed., Mxico, Porra, 1999.
de menor ocurrencia y repeticin son la violacin (10.3%), el
estupro (7.6%) y el abandono de hogar (2.9%).
Los lugares de ocurrencia son transporte pblico y va pblica,
que alcanzan el 51% de los hechos victimales.
Para las mujeres el lugar de mayor victimizacin es la casa-habita-
cin, pues el 36% de las victimizaciones sucedieron ah (frente al
17% de los hombres). Contra lo que pudiera suponerse el lugar ms
inseguro es la propia casa, seguido de la calle lejos de casa. Para los
hombres es ms peligrosa la calle, lejos o cerca de casa.
12
Rodrguez Manzanera encontr que en Xalapa la reaccin de
la vctima despus del hecho delictivo fue coraje o rabia,
seguido por el temor, la huida, la lstima y los deseos de ven-
ganza. Solamente el 22.24% de las vctimas denunci el delito,
los motivos de la no denuncia es porque Es intil notificar,
nada se hace (34.7%), porque no era de mucha importancia,
(22.2,%), porque se pierde mucho tiempo (10.7%) y por miedo
a la venganza (10.7%).
En 1993 se levant otra encuesta de victimizacin (EID93)
que abarc seis ciudades de la Repblica mexicana, zona me-
tropolitana de la ciudad de Mxico (ZMCM), Monterrey, Oaxa-
ca, Veracruz, Ciudad Jurez y Cuernavaca, que junto con la en-
cuesta que se realiz en Xalapa, constituyen los antecedentes, a
nivel del pas, de las encuestas que el PIIVIOS levant en 1998
y 1999.
La mayor proporcin de delitos
tuvo lugar en el Distrito Federal y su zona conurbada, asimismo, el
delito que report mayor frecuencia para todas las poblaciones ana-
lizadas es el robo, entre 66% y 85.7%, y el peso de cada uno de los
delitos restantes vara de manera diversa, el tamao y desarrollo de
una zona urbana no determina el nivel de incidencia de los delitos
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 67
12 Rodrguez Manzanera, L., Criminologa. Criminalidad femenina (teoras
y reaccin social, 3a. ed., Mxico, Porra, 1998, p. 113.
patrimoniales, el porcentaje de lesin es mayor al 5% en algunas
ciudades como Oaxaca, Veracruz, Ciudad Jurez y Monterrey.
13
Uno de los resultados sobresalientes es que la distribucin de
los delitos result similar en todas las ciudades, con una ten-
dencia mensual de disminucin durante los meses de marzo y
abril, para cuatro de las seis zonas, situacin diferente de incre-
mento en ZMCM y Veracruz. Con respecto al sitio de ocurrencia,
la va pblica es donde ocurren el mayor nmero de los hechos
delictivos, esto se relaciona con la elevada frecuencia que pre-
senta el robo, en las otras ciudades, la casa habitacin es el de
mayor ocurrencia en Veracruz y Ciudad Jurez y la va pblica
y el transporte pblico en la ZMCM (55.6% y 16.2%), Oaxaca
(47.1% y 8.1%), Monterrey (49% y 4.2%) y Cuernavaca (43%
y 13%); las ltimas tres ciudades se caracterizan por un alto
porcentaje en lesiones y la ZMCM por delitos cometidos por
servidores pblicos.
En cuanto al registro del hecho delictivo, se tiene que las
denuncias que presentaron mayor porcentaje fue el delito de robo
en Ciudad Jurez, cerca del 40%. La baja denuncia captada por
la EID93 para la Zona Metropolitana de la Ciudad de Mxico
(20%), hace evidente que, necesariamente la disponibilidad de
infraestructura y servicios son insuficientes para motivar a la
vctima a tomar alguna accin legal contra el delincuente, el
27% de denuncias que se da en la zona de Veracruz debe con-
siderar a la elevada proporcin de robos en casa-habitacin y
mujeres victimizadas.
14
Los hechos sealados en Jalapa y en
las seis ciudades mantienen en la actualidad situaciones simila-
res, como se ver a continuacin
En esta perspectiva, ya histrica de las encuestas de victimi-
zacin, el pas experimenta uno de los picos en los ciclos que
ocurren en la delincuencia (en 1996 y 1997 se registraron los
68 REN A. JIMNEZ ORNELAS
13 Arellano, R. A., op. cit., p. 72.
14 Ibidem, p. 81.
mayores ndices, en particular en marzo de 1997). Los dos aos
siguientes, el nmero de delitos denunciados mostr tmidas re-
ducciones de alrededor del 6% en 1998 y de poco menos del
3% en 1999; sin embargo, la disminucin en el nmero de de-
nuncias slo toca a los delitos menores, pero los graves y los
violentos no muestran indicios de frenar su crecimiento. Y no
lo hay porque se ignora si el descenso en el nmero de crmenes
denunciados corresponde a una disminucin en el nmero de
crmenes cometidos o, como sucede en el Distrito Federal, aun-
que la delincuencia sigue en aumento, la ciudadana, decepcio-
nada de las autoridades cada vez denuncia menos. Una de las
formas de saberlo es a travs de (que ha sido sugerida hasta el
cansancio): una encuesta victimolgica con muestras repre-
sentativas por estado, la que permitira un diagnstico objetivo.
15
Dentro de este periodo, se levant la encuesta en dos zonas
metropolitanas de Morelos (octubre 1998) y la encuesta en la
delegacin Gustavo A. Madero GAM (junio 1999). En la primera
se registra el Robo como principal delito, con 59%, el Asalto
con 29%, en tercer lugar las Lesiones con 4%; en la encuesta
realizada en la GAM, el Robo y Asalto registran un 88%
DIAGNSTICO DE INCIDENCIA DELICTIVA EN EL D.F. (1997-marzo de 2000)
MES 1997 1998 1999 2000
Enero 630 689 605 508
Febrero 687 698 672 515
Marzo 658 658 665 523
Abril 709 620 640 0
Mayo 704 644 654 0
Junio 734 669 659 0
Julio 714 660 621 0
Agosto 701 627 612 0
Septiembre 712 642 603 0
Octubre 736 654 609 --
Noviembre 722 658 589 --
Diciembre 696 603 546 --
Fuente: PGJDF
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 69
15 Ruiz Harrel, Rafael, ndice delictivo PGDF, Reforma, abril de 2000.
Distribucin de delitos ocurridos en Morelos
Abigeato 1%
Fraude 1%
Asalto 29%
Robo 59%
Otros 2%
Hostigamiento 1%
Abuso Sexual 1%
Lesiones 4%
Violacin 1%
Secuestro 1%
Distribucin de delitos ocurridos en la GAM
Otros*
3%
Dao
en propiedad ajena
1%
Abuso de autoridad
1%
Lesiones
4%
Amenaza
3%
Robo o asalto
88%
70 REN A. JIMNEZ ORNELAS
y Lesiones 4%. Estas cifras confirman homogeneidad entre
las dos encuestas, en cuanto a los principales delitos cometidos,
hay diferencias en cuanto al Abigeato en la primera y el Abu-
so de autoridad en la segunda.
Por ejemplo, destacan los datos obtenidos de la encuesta de-
lictiva aplicada en la delegacin Gustavo A. Madero por el pre-
sente proyecto: tan slo el 28% de los encuestados s denunciaron
y un 71% no denunciaron el delito, las principales razones fueron
prdida de tiempo, no detuvieron a los culpables y trmites lar-
gos, estos resultados son bsicos para un buen manejo de las
estrategias y acciones de una efectiva poltica de seguridad p-
blica.
Del total de delitos, los morelenses de Cuernavaca denuncian
menos que los de Cuautla (59% y 67%, respectivamente). Debido
4
3
3
5
7
8
10
21
39
Prdida de tiempo
No detienen a los culpables
Trmites largos
El dao no fue relevante
Por miedo a alguna represalia
No tena pruebas
Por miedo a que lo extorsionaran
Otro
No contest
Razn de no denuncia GAM
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 71
principalmente por prdida de tiempo (30%), no tena pruebas
(13%), o no crey que se detuvieran a los culpables (13%). En
ambos casos el miedo est presente como quinta y cuarta causa
respectivamente. El panorama nos habla de una situacin que
refleja los mecanismos que tradicionalmente se usan para generar
72 REN A. JIMNEZ ORNELAS
desconfianza y posibilidades de corrupcin y consecuencias pos-
teriores a la denuncia.
La mayor proporcin de no denuncia en ambas encuestas es
cuando el delito ocurre en transporte pblico, mercado o camino
y en la calle, esto principalmente porque el tipo de delito es el
robo y si recordamos las causas de no denuncia, estara indicando
que perder tantas horas frente a las autoridades por el monto
del hecho delictivo, no vale la pena. La denuncia tambin se
encuentra asociada al robo en el hogar (40% GAM). En esta
ltima el miedo, el coraje y la impotencia est relacionada al
tipo de delito, robo o asalto. En la grfica, el lugar de ocurrencia,
clarifica el porqu no se denuncia el robo o asalto en la calle,
por no tener pruebas, y en el transporte pblico la mayor pro-
porcin es porque no detienen a los culpables y no tenan prue-
bas. En el hogar el miedo es la razn principal de la no denuncia.
Estara dispuesto a participar en programas
de prevencin de delitos en su colonia?
GAM
7
36
57
S
No
No sabe
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 73
En ambas encuestas se registra una mayor incidencia de delitos
en la poblacin masculina con una diferencia de 35 puntos por-
centuales ms en robo con respecto a las mujeres y 18 puntos
en lesiones para los morelenses, diferencias que aumentan en
10 y 5 puntos en la delegacin Gustavo A. Madero. Situacin
que confirma los resultados observados en las seis ciudades de
la encuesta (EID93) y lo registrado en estudios estadounidenses
y holandeses, donde se comprueba que en asaltos con violencia
el sexo masculino tiene mayor probabilidad de ser vctimas.
16
Un dato de mayor importancia es la disponibilidad de ambas
poblaciones en participar en programas de prevencin del delito
(86% en Morelos y 57% en Gustavo A. Madero).
Conoce alguno de los siguientes programas contra
la delincuencia? Cmo calificara dicho(s) programa(s)
en cuanto a su efectividad para combatir la delincuencia?
41
37
41
35
22
20
49
42
48
50
56
56
10
21
11
15
22
24
3
4
9
9
12
14
P oli c a de barri o
Comits vecinales de
promocin
chale un ojo a la
es cuela
P revencin del delit o
R edes ciudadanas
S endero s eguro
74 REN A. JIMNEZ ORNELAS
16 Rodrguez Manzanera, op cit.
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 75
Aqu cabra preguntarse el porqu no se instrumentan progra-
mas de participacin de la ciudadana como formas de preven-
cin cuando existe la disponibilidad, o no ser que en realidad
la preocupacin de las autoridades est en la represin del delito,
ya que esto ltimo est relacionado en el mundo del negocio,
las compras de armas, patrullas, chalecos antibalas, etctera,
mantienen una cadena de utilidad, y la prevencin rompe y es-
tructura formas de vigilancia y exigencia de cumplimiento.
La encuesta permite un diagnstico sobre los programas de-
legacionales y estatales, en la GAM el ms conocido fue el de
polica de barrio, donde tan solo un 14% de los encuestados
lo conoce y de ste, slo el 20% lo califica como eficiente, el
56% ineficiente y el 24% no sabe del programa. Como se ve,
realmente poca gente conoce los programas, y sta los considera
deficientes, o simplemente los ha escuchado pero no saben de
su aplicacin y efectividad. Es claro que el costo y beneficios
de dichos programas dejan grandes vacos entre la accin del
gobierno y el beneficio del ciudadano.
Aqu valdra la pena observar el tiempo en que ocurren los
principales delitos: el robo o el asalto en la Gustavo A. Madero
ocurre entre las 10:00 y las 15:00 horas; el abuso de autoridad
entre las 15:00 y las 19:00 horas, y la violacin entre las 15:00
y las 19:00 horas. Es interesante observar que tanto el robo como
el abuso de autoridad registra incidencia similar fuera de estas
horas pico; en cambio, en las zonas metropolitanas de Cuerna-
vaca y Morelos, el robo y el asalto se distribuyen a lo largo de
todo el da, y la violacin antes de las 10 de la maana. Cabe
mencionar que en el caso de violacin, slo se registraron dos
casos en Morelos y uno en la Gustavo A. Madero; de ah que
sea riesgoso llegar a alguna conclusin sobre el horario de mayor
ocurrencia de los delitos, por ello es necesario una mayor pro-
fundizacin y controles de la colinealidad de las variables.
La escolaridad, que hipotticamente hablara de una relacin
directa con la percepcin de seguridad en el Distrito Federal y
en Morelos, no se registra claramente, ya que mientras en GAM
76 REN A. JIMNEZ ORNELAS
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 77
la menor escolaridad (no tiene escolaridad, primaria y secunda-
ria), est asociada con mayor seguridad; la poca seguridad e in-
seguridad se registra en los de secundaria y primaria con mayor
claridad en Morelos. Para este ltimo, el muy inseguro y total-
mente inseguro aparecen en primaria y profesional, es decir la
escolaridad no registra una relacin directa con la percepcin
de seguridad. Para poder encontrar la relacin de variables sera
necesario aplicar otro tipo de inferencias estadsticas como prue-
bas de hiptesis, tablas de contingencia, etctera.
Los anteriores resultados que aqu se presentan dan cuenta de
la calidad cuantitativa y cualitativa que se tiene con esta infor-
macin que al complementarla con otras fuentes de informacin
y anlisis de la delincuencia, permiten generar un mejor diag-
nstico y acercamiento del panorama de la delincuencia actual,
lo que invita a esperar el contenido completo de esta investiga-
cin.
V. CONCLUSIONES
La propuesta metodolgica e instrumentos que ha aportado la
sociodemografa, constituyen una herramienta fundamental para
el estudio de hechos sociales, como es la violencia, y se convierte
en una va para la conjugacin de elementos cuantitativos y cua-
litativos en su explicacin.
El anlisis de la edad, escolaridad, ndices de riesgo, lugar y
hora de ocurrencia, etctera, son elementos esclarecedores de los
principales impactos y sus implicaciones en cuanto a constituir
el conocimiento cientfico como elemento sustantivo en la pla-
neacin, realizacin y evaluacin de las polticas de seguridad
pblica.
A pesar de que los resultados aqu presentados corresponden
a la primera etapa de anlisis de las dos encuestas, su contenido
descriptivo y su riqueza analtica dan justificacin a la creacin
78 REN A. JIMNEZ ORNELAS
de un sistema de encuestas sobre victimizacin y percepcin de
la seguridad pblica.
Algunos hallazgos que no aparecen y los que contienen este
documento podemos resumirlos en la siguiente propuesta.
La aparicin del robo en la calle y en el transporte pblico
con mayor preponderancia en la delegacin Gustavo A. Madero,
debe reorientar los programas preventivos que se proponen como
prioritarios. En tanto que los robos a casa-habitacin constituyen
un elemento de preocupacin. Ante la percepcin ciudadana de
situaciones de miedo, impunidad y corrupcin, tambin habr
que reorientar las ocasiones al respecto.
La cifra mayoritaria de los delitos no denunciados en ambas
encuestas enfrenta las tesis de las autoridades de bajas en los
ndices de delincuencia, e induce a nuevas acciones para recu-
perar la confianza y credibilidad ciudadana.
La mayor presencia masculina en la victimizacin de ninguna
manera satisface a la tranquilidad femenina, dado que en estas
dos encuestas, su participacin se acenta y permite establecer,
para anlisis futuros, la constitucin y participacin de stas en
la dupla vctima y victimario.
Las caractersticas socioeconmicas y sociodemogrficas en
ambas zonas, dan elementos adicionales a la explicacin, y queda
claro que no es un solo elemento el que se relaciona directa o
indirectamente con el mayor riesgo de ser vctima, sino que es
la conjugacin de diversas caractersticas. En s, esto se convierte
en una lnea que actualmente estamos trabajando.
Un resultado que queda claro es que la percepcin de la po-
blacin, as como las relaciones entre situaciones de desigualdad,
pobreza, marginacin y bienestar de vida, proporcionan un mo-
saico de significaciones estadsticas y elementos cualitativos fun-
damentales, para la elaboracin de polticas de seguridad pblica
reales en el combate contra la delincuencia, es decir, combatir
la prctica dinosurica de que la criminalidad nicamente se ter-
mina con el incremento de policas, balas, patrullas; en una pa-
labra, con represin.
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 79
Finalmente, la academia, en especial la dedicada al estudio
de la poblacin, debe contribuir con su conocimiento a la erra-
dicacin de la violencia, ya que bien lo sabe, el hombre es mucho
ms que slo su genoma, y su tranquilidad actual ser la tran-
quilidad futura de los hijos de sus hijos.
VI. BIBLIOGRAFA
ARELLANO ALEGRA, Roco Aid, Indicadores sociodemogrfi-
cos para el anlisis de la delincuencia en seis ciudades de
la Repblica mexicana, Mxico, Facultad de Ciencias, UNAM,
tesis, junio de 2000.
Fundacin Mexicana para la Salud, Centro de Economa y Salud,
La violencia en la ciudad de Mxico: anlisis de la magnitud
y su repercusin econmica, Mxico, Fundacin Mexicana
para la Salud, Centro de Economa y Salud, agosto de 1997.
GIODPPINGER, H., Criminologa, Madrid, Reus, 1975.
HERNNDEZ BRINGAS, Las muertes violentas en Mxico, M-
xico, UNAM-CRIM, 1989.
HJAR, Martha, LOZANO, Rafael e HJAR, Beatriz, Violencia y
salud pblica, Cmo Ves?, Mxico, ao 2, nm. 17, 2000.
HULSMAN, L. y BERNAT, J., Sistema penal y seguridad ciuda-
dana: hacia una alternativa, Barcelona, Ariel, 1989.
ISLAS, Olga, Anlisis lgico de los delitos contra la vida, M-
xico, Trillas, 1991.
JIMNEZ ORNELAS, Ren, Deviance and Crime: Social Cons-
tructions and Social Realities (Risign Violence and the Cri-
minal Justice. Response in Latin America: Towards on Agenda
for Collaborative Research in the 21
st
Century, Final Synthe-
sis. Memoria.
y ROJN GONZLEZ, Berenice, La cifra negra de la
delincuencia, Cmo Ves?, Mxico, ao 2, nm. 17, 2000.
LIMA MALVIDO, Mara de la Luz, Criminalidad femenina, M-
xico, Porra, 1998.
80 REN A. JIMNEZ ORNELAS
LOMBROSO, C., El delito, sus causas y remedios, Madrid, Li-
brera Victoriano Surez, 1902.
LOZANO, Rafael, El crimen en la ciudad de Mxico: una apro-
ximacin epidemiolgica, reunin sobre El desafo de la
violencia criminal urbana, Estado de Ro de Janeiro-Banco
Interamericano de Desarrollo, Ro de Janeiro, 2-4 de marzo
de 1997.
MANZANERA RODRGUEZ, Luis, Victimologa. Estudios de la
vctima, 3a. ed., Mxico, Porra, 1996.
, Criminologa. Criminalidad femenina (teoras y reaccin
social), 3a. ed., Mxico, Porra, 1998.
QUIROZ CUARN, A., GMEZ-ROBLEDO y ARGELLES, B., Ten-
dencia y ritmo de la criminalidad en Mxico, Distrito Federal,
Mxico, Instituto de Investigaciones Estadsticas, 1939.
RICO, Jos Mara, Crimen y justicia en Amrica Latina, Mxico,
Siglo XXI Editores, 1987.
RUIZ HARREL, Rafael, Criminalidad y mal gobierno, Mxico,
Ed. Sansores y Aljure, 1998.
, ndice delictivo PGDF, Reforma, abril de 2000.
SILVER, Isidore, Introduccin a la criminologa, Mxico, CEC-
SA, 1985.
TAYLOR WALTON, P. y YOUNG, J., Criminologa crtica, M-
xico, Siglo XXI, 1981.
CAUSALIDAD DE LA VIOLENCIA SOCIAL 81
VIOLENCIA SOCIAL
Graciela RODRGUEZ ORTEGA
1
La violencia se define jurdicamente desde dos ngulos distintos;
en la teora de las obligaciones, consiste en la coaccin fsica o
moral que una persona ejerce sobre otra, con el objeto de que
sta le otorgue su consentimiento para la celebracin de un acto
jurdico que, por su libre voluntad, no hubiera otorgado. Por otro
lado, la violencia se entiende como la conducta de una persona
(agresor), que atenta o ataca a otra u otras, en su integridad fsica,
psquica o ambas.
2
En los aos recientes, la violencia ha llegado a ser reconocida
como un objeto de preocupacin, tanto dentro de la esfera na-
cional como de la internacional. En nuestros das, los crmenes
violentos afectan varios aspectos de la vida moderna, por ejem-
plo, la calidad de vida y los niveles de salud de los individuos,
as como la situacin econmica, poltica y social de los pases.
De acuerdo con los diferentes organismos internacionales, vivi-
mos en una de las regiones ms violentas del mundo
3
en una
poca particularmente peligrosa.
4
83
1 Facultad de Psicologa de la UNAM.
2 Chvez, M. F. y Hernndez, J. A., La violencia familiar en la legislacin
mexicana, Mxico, Porra, 2000.
3 OPS7 1994, World Bank, 1993, en Zurita, B. y Ramrez, T., Trends
and empirical causes of violent crime in Mxico, 1999 (http://www.world-
bank.org).
4 Organizacin de las Naciones Unidas, Compendium of United Nations
Standards and Norms in Crime Prevention and Criminal Justice, 1998 (http:
//www.un.org); y Global Report on Crime and Justice, 1999 (http://www. un.org).
Existen, sin embargo, tericos que afirman que la variabilidad
interregional en los ndices de criminalidad se deben en gran
medida a defectos en la colecta de los datos.
5
Este fenmeno se
ejemplifica con los altos ndices de ataques sexuales reportados
en Canad, que triplican las tasas de Estados Unidos, quintupli-
can las de Suecia y son cien veces mayores que las de Japn.
Canad, hace unos aos, emprendi una reforma metodolgica
en la colecta de datos sobre violencia sexual, que no ha tenido
par en otros pases, para resolver muchos de los problemas de
subreporte.
Gracias las crticas a los procedimientos epidemiolgicos en
violencia, se han emprendido esfuerzos por hacer compatibles
los ndices de criminalidad de todos los pases.
6
Shrader propone
un esquema de clasificacin de la violencia basado en los fac-
tores motivacionales subyacentes a la misma. Las tres dimen-
siones sugeridas no son necesariamente excluyentes entre s, sino
que representan un continuo a travs del cual los actos violentos
son perpetrados por razones mltiples, usualmente complejas.
Violencia poltica. Es la comisin de actos violentos mo-
tivados por la obtencin o mantenimiento de poder poltico.
Violencia econmica. Es la comisin de actos violentos mo-
tivados por la obtencin o mantenimiento de poder econ-
mico.
Violencia social. Es la comisin de actos violentos moti-
vados por la obtencin o mantenimiento de poder social.
La primera se manifiesta por fenmenos como la guerrilla y
asesinatos polticos, la segunda por crmenes callejeros, robos
de autos y trfico de drogas, y la tercera por violencia domstica,
ataques sexuales y racismo. Sin embargo, es menester prestar
atencin a los mviles de cada accin, pues mientras que un
84 GRACIELA RODRGUEZ ORTEGA
5 Shrader, 2000, Methodologies to measure the gender dimensions of
crime and violence, World Bank Group (http://www.worldbank.org).
6 ONU, 1999, cit., supra nota 4; Sharer, op. cit.
grupo guerrillero puede secuestrar a un funcionario pblico como
manifestacin ideolgica (violencia poltica), puede asimismo se-
cuestrar a un empresario para financiar sus acciones con las ga-
nancias econmicas del rescate (violencia econmica). De la misma
manera en que un miembro de una pandilla puede atacar a una
vctima como rito de iniciacin en el grupo (violencia social), as
como atacarla para robar sus pertenencias (violencia econmica).
Los datos de epidemiologa conductual, a travs de indicado-
res como las tasas de homicidio, victimizacin y ataque doms-
tico, revelan que los niveles de violencia fluctan ampliamente
a travs de las localidades, las regiones y los pases. Los Estados
latinoamericanos y del Caribe muestran las tasas ms altas de
homicidio y crmenes violentos en el mundo. Para esta regin,
un estimado del 3% de los aos de vida ajustados a la discapa-
cidad (DALY)
7
se pierden debido a la violencia; sin embargo,
esta figura flucta ampliamente dentro de la regin, con las tasas
de homicidio y ataque en pases extremadamente violentos, como
Colombia, provocando hasta el 25% de los DALY.
8
En Mxico, uno de los problemas ms graves es la violencia
a grupos vulnerables, como las mujeres y los nios. La violencia
intrafamiliar est presente en todas las edades, sexos, niveles
culturales, creencias y posiciones econmicas. Sin embargo, hay
diferencias: del total de vctimas de la violencia, el 89.5% son
mujeres, y en 75% de los casos, el responsable suele ser un
familiar. El DIF reporta como las cuatro primeras causas de de-
nuncia el maltrato fsico, el maltrato emocional, el maltrato se-
xual, y las omisiones del cuidado, siendo los agresores princi-
pales la madre (48.1%) y el padre (26.2%).
9
Las grandes divergencias entre los niveles de criminalidad y
violencia en distintas regiones reflejan que la conducta violenta
VIOLENCIA SOCIAL 85
7 Disability Adjusted Life Expectancy Years, por sus siglas en ingles: aos
de vida perdidos por discapacidad.
8 Shrader, E., Methodologies to measure the gender dimensions of crime
and violence, 2000 (http://www.worldbank.org).
9 Chvez y Hernndez, op. cit.
es modificable y, por tanto, sujeta a acciones preventivas. Las
medidas que se tomen para atacar a la violencia no deben in-
terpretarla meramente como un problema de comportamiento ile-
gal y fortalecimiento de las leyes, sino tambin como un fen-
meno ntimamente asociado con el desarrollo econmico, social
y cultural de los pueblos. Es por esto que la Organizacin de
las Naciones Unidas
10
exhorta a sus miembros a implementar
medidas apropiadas, especialmente en los niveles regional y su-
bregional, tomando en cuenta las caractersticas, necesidades, ni-
vel de desarrollo y tradiciones culturales propias de cada Estado,
particularmente en lo concerniente a las interrelaciones de la cri-
minalidad con aspectos como la estructura poblacional, el cre-
cimiento, la urbanizacin, la industrializacin, las oportunidades
de empleo, la equidad en el reparto de la riqueza y la migracin.
En tanto que la tecnologa y los nuevos esquemas de participa-
cin global han visto emerger nuevos esquemas transnacionales
de violencia y crimen, estas medidas debern ser apoyadas por
los dems miembros, a travs de su conocimiento y pericia en
el campo, as como por medio de tratados bi y multilaterales de
combate al crimen, respetando siempre la soberana de los pases
y vigilando constantemente la observancia de los derechos hu-
manos de los individuos.
En las exhortaciones de la ONU se trasluce que la violencia
y la criminalidad son fenmenos multifacticos, no slo por las
diferentes categoras que estn presentes en ella, sino tambin
por su multicausalidad. La evidencia emprica indica que no to-
dos los individuos son igualmente violentos, que las comunida-
des varan en la intensidad de sus conflictos, y que en distintas
sociedades, los niveles de tolerancia a la violencia son diferentes.
Las circunstancias relativas a los contextos individual, familiar,
de la comunidad y nacional se combinan para matizar la perpe-
tracin de cada crimen. Es por tanto til referirnos a un marco
conceptual que integre los distintos niveles de causalidad de la
86 GRACIELA RODRGUEZ ORTEGA
10 ONU, 1998, cit., supra nota 4.
violencia: A saber, los niveles estructural, institucional, inter-
personal e individual.
11
Este marco reconoce los papeles mutua-
mente reforzantes desplegados por los factores en distintos ni-
veles de causalidad y que ningn nivel es individualmente capaz
de explicar al fenmeno del crimen aisladamente; empero, cuan-
do se les combina, pueden arrojar luz sobre los factores asociados
a la comisin de un acto violento.
El nivel estructural se refiere a la estructura poltica, econ-
mica y social de alto nivel de una regin, as como a las polticas
ambientales; y tambin incorpora las opiniones, creencias y nor-
mas culturales que permean a la sociedad. Como ejemplo, en
Mxico, durante el sexenio en curso, la tasa de modificacin al
cdigo penal alcanza un promedio de ms de tres reformas se-
manales, lo que dificulta a los servidores pblicos actuar con la
actualizacin adecuada. El nivel institucional comprende a las
instituciones y asociaciones sociales formales e informales; y a
las redes sociales y grupos de identidad en que las relaciones
interpersonales se desarrollan cotidianamente. El nivel interper-
sonal est integrado por los contextos inmediatos en que la vio-
lencia sucede; las interacciones sociales entre los individuos; los
factores situacionales que implican a la familia, el mantenimiento
del hogar, y las relaciones de intimidad o casualidad. Finalmente,
en el nivel individual, se contemplan a la historia personal y la
estructura biofsica; as como la personalidad que moldea las
respuestas ante el estrs interpersonal e institucional.
Los instrumentos con los que contamos actualmente para
medir la violencia, como las tasas de homicidio y violacin, ca-
recen de la sensibilidad adecuada a toda esta dimensin, amn
de las deficiencias metodolgicas y el bajo reporte a las autori-
dades de que adolecen. Por lo tanto, es urgente que desarrollemos
medidas comprehensivas de la violencia, adecuadas a las particu-
laridades de cada regin y que guen apropiadamente los esfuer-
zos para combatir los distintos tipos de violencia.
VIOLENCIA SOCIAL 87
11 Shrader, op. cit.
Las encuestas de victimizacin son instrumentos desarrollados
explcitamente para salvar las deficiencias en que incurren los
reportes oficiales de violencia, que investigan la cantidad y gra-
vedad percibida de los ataques criminales, reportados o no a las
autoridades. Uno de los ndices ms valiosos arrojados por estas
tcnicas son los niveles de subreporte a las autoridades. Con
base en uno de estos instrumentos, el CATTI,
12
se determin
que, globalmente, dos de cada tres vctimas de robo con allana-
miento de morada lo reportan a las autoridades, y entre las mu-
jeres, menos de una de cada tres lo hace. En Latinoamrica y
Asia, slo uno de cada cinco casos de violencia severa son re-
portados a las autoridades. De entre las personas que reportan
la victimizacin, dos terceras partes no encontraron satisfecha
su necesidad de auxilio, y menos de la mitad de las vctimas
que reportaron su caso a la polica se sintieron satisfechos con
la respuesta, especialmente en Latinoamrica, Europa Central y
del Este y frica.
13
Los psiclogos contamos con otros instrumentos para evaluar
violencia que pueden coadyuvar a la solucin este problema glo-
bal. Las metodologas cualitativas y las aproximaciones partici-
pativas para medir la violencia pueden ser usadas para probar
la confiabilidad y robustez de los ndices criminales clsicos,
evaluando si stos efectivamente reflejan la realidad experimen-
tada por estratos marginados de la poblacin. Las metodologas
cualitativas tambin pueden iluminar a los investigadores acerca
de las causas de las variaciones en la violencia a lo largo del
tiempo. Finalmente, este estilo de investigacin permite el diseo
de polticas y programas que incorporen la participacin de la
poblacin, las comunidades y las instituciones afectadas.
Para la identificacin de temas y soluciones prioritarias para
las vctimas, existen entrevistas a profundidad asociados a ge-
88 GRACIELA RODRGUEZ ORTEGA
12 United Nationd Crime and Justice Information Networt, The Interna-
tional Crime Victims Surey, 1996 (http://www.un.org).
13 ONU, 1999, cit., supra nota 4.
nogramas, que pueden ser tiles para documentar visualmente
grandes cantidades de informacin acerca de las estructuras fa-
miliares e incluir informacin acerca de cada uno de sus miem-
bros. Tambin se cuenta con autopsias verbales, una serie de
entrevistas a profundidad conducidas con personas cercanas a
las vctimas de homicidio, que determinan los detalles del ase-
sinato y proveen del contexto del estilo de vida y las circuns-
tancias relacionadas con la muerte de la vctima.
En la identificacin de temas y soluciones prioritarias a la
comunidad, los grupos focales son una herramienta poderosa y
relativamente econmica para provocar la manifestacin de con-
sensos acerca de las normas y percepciones colectivas, as como
para descubrir las opiniones divergentes. Esta tcnica es un ex-
celente foro para determinar las normas, actitudes y percepciones
culturales relacionadas con la violencia y la victimizacin, y los
factores causales asociados, asimismo, generan el nicho adecua-
do para las evaluaciones cualitativas individuales discutidas an-
teriormente.
Los mtodos de evaluacin participativa rural y urbana, en-
fatizan el conocimiento local y permiten a los miembros de la
comunidad elaborar sus propias evaluaciones, anlisis y planes
de accin. En este estilo de intervencin se subrayan las inves-
tigaciones a fondo en una pequea cantidad de comunidades y
se utilizan muestreos propositivos para identificar comunidades de
estudio consideradas representativas del tema de investigacin.
Las rutas crticas son particularmente tiles para investigar la
demanda, el acceso y la calidad de los servicios ofrecidos por
instituciones formales e informales. Con esta modalidad, se pue-
de describir el proceso de toma de decisiones que las personas
emprenden tras ser victimizadas o para prevenir la violencia. Con
base en estos estudios, las comunidades usualmente disean pro-
gramas para abatir la criminalidad. La manifestacin visual de
las rutas crticas son los diagramas de unin o de flujo, que
agrupan los diferentes elementos de un proceso social lineal. El
flujo indica los pasos en el proceso de toma de decisiones, una
VIOLENCIA SOCIAL 89
secuencia cronolgica o una jerarqua de actividades que uno o
ms individuos llevan a cabo. Estas tcnicas pueden ser afinadas
con el uso de diagramas de Venn, en los que se utilizan formas
y smbolos para representar actores particulares o instituciones
dentro de la comunidad. Los participantes del grupo seleccionan
el tamao o la forma para indicar la importancia relativa de cada
actor en el medio, y con las distancias relativas entre los ele-
mentos, se representa el acceso a cada uno de ellos.
Otra modalidad de aportaciones de la psicologa al campo de
la prevencin de la violencia es el uso de los recursos psicol-
gicos aplicados en los criminales y los procesos de administra-
cin de justicia. El instrumento de evaluacin psicolgica ms
extensamente usado en los ambientes clnicos, y una de las he-
rramientas con mayor auge para aplicaciones forenses, es el In-
ventario Multifsico de la Personalidad Minnesota (MMPI) en
sus versiones II y para adolescentes (A), debido a que es un
instrumento que cuenta con varias medidas sobre el nivel de
credibilidad del respondente, porque: a) puede ser interpretado
de manera objetiva, b) las mediciones que ofrece son consistentes
a lo largo del tiempo, c) los resultados que arroja son descriptivos
de diversos aspectos de la personalidad, y d) es relativamente
fcil comunicar los descubrimientos a personas no instruidas en
psicologa.
14
Con base en esta prueba de la personalidad, se desarroll una
tipologa de los criminales que describe 10 diferentes tipos de
prisioneros de acuerdo con sus respuestas al MMPI, asociados
cada uno a una serie de estilos conductuales y pronstico.
15
Un paso adelante en las intervenciones psicolgicas relacio-
nadas con los ambientes forenses es la prediccin del riesgo de
cometer un crimen. En este campo, existe una lnea de investi-
gacin extensa en Ontario, Canad, que fructific en un instru-
90 GRACIELA RODRGUEZ ORTEGA
14 Pope, H. S., Butcher, J. N. y Steelen, J., The M.MPI, MMPI2 and
MMP-A in court. A practical guide for exert witnesses and attorneys, Ame-
rican Psychological Association, Washington, 1993.
15 Idem.
mento para evaluar los factores en la historia personal de un
sujeto relacionados con la probabilidad de volver a cometer actos
violentos.
16
Los factores ms salientes son: haber vivido con am-
bos padres hasta los 16 aos, ajuste escolar, historia de problemas
con el alcohol, estado civil, historia de crmenes no violentos,
edad del mayor ndice delictivo, lesiones infligidas a las vctimas,
gnero de las vctimas, cubrir los criterios de algn desorden de
la personalidad, ser diagnosticado con esquizofrenia y tener ras-
gos de psicopata.
An ms adelante, la psicologa ha identificado ya algunos
factores asociados con la violencia para todas las personas, no
solamente para quienes ya han delinquido,
17
que se clasifican en:
1. Factores bioconductuales.
2. De socializacin.
3. Cognoscitivos.
4. Situacionales.
De acuerdo con el tipo 1, la conducta agresiva se asocia con
algunos tipos de dao cerebral, resultado de traumas durante el
nacimiento, tumores o lesiones traumticas en la cabeza. Asi-
mismo, niveles menos severos de violencia se relacionan con
variaciones naturales en la cantidad de neurotransmisores, como
la serotonina; o el funcionamiento hormonal, como el de la tes-
tosterona. Por otro lado, algunos sndromes, como el dficit de
atencin e hiperactividad en la infancia, tambin correlacionan
con riesgo de conducta agresiva en la adolescencia. Finalmente,
algunas caractersticas generales del funcionamiento corporal,
como el ritmo cardiaco lento, y la baja excitabilidad fisiolgica,
se ligan a mayores niveles de violencia.
VIOLENCIA SOCIAL 91
16 Quinsey, V. L., Harris, G. T., Rice, M. E. y Cormier, C. A., Violent
Offenders Appraising and Managing Risk, American Psicological Association,
Washington, 1998.
17 American Psychological 80, Reducing Megaviolence. A Research Agen-
da, APA, Washington, 1996.
Segn el tipo 2, se han documentado conductas violentas
aprendidas por ensayo y error, o vicariamente, en la infancia,
desarrolladas como respuesta a situaciones particulares, por
ejemplo, la frustracin. La falta de atencin de los padres a la
conducta de los hijos, e inconsistencias en la disciplinas son
grandes contribuyentes a la violencia futura. En la adolescencia
y la preadolescencia, la pertenencia a un grupo de padres vio-
lentos predice el comportamiento legislativo del menor. A su
vez, algunas condiciones socioculturales, como la pobreza, estn
fuertemente asociadas con patrones conductuales agresivos. El
riesgo de morir asesinado para los varones adolescentes de gru-
pos minoritarios en Estados Unidos es tan alto como 1 por 333.
18
En cuanto a los medios masivos de comunicacin, est clara-
mente establecido que la propensin a la agresividad est robus-
tamente correlacionada con la exposicin a la violencia en la
televisin.
Con relacin al tipo 3, la socializacin impacta a largo plazo
en los procesos mentales de los individuos. Las personas ms
violentas procesan la informacin de manera distinta al resto de
la poblacin: perciben hostilidad en situaciones en que los dems
no lo hacen, son menos eficientes para pensar en vas no vio-
lentas para la solucin de conflictos, son ms tolerantes con las
agresiones y las consideran un estilo aceptable de comporta-
miento.
Por ltimo, para el tipo 4, las situaciones aversivas (ruido
intenso y continuo, la hacinacin, las privaciones crnicas, los
fracasos laborales o los eventos estresantes de la vida-divorcio,
muerte de personas cercanas o problemas familiares) pueden pro-
vocar agresividad en cualquiera durante un periodo especfico.
El alcohol y otras sustancias txicas tienen el mismo efecto.
Claves ambientales que sugieren violencia, como armas o rias
callejeras, tambin disparan comportamientos agresivos. Y, final-
92 GRACIELA RODRGUEZ ORTEGA
18 Idem.
mente, el estar inserto en una multitud, debilita los mecanismos
que frenan la agresin individual.
Debido a que la conducta criminal se asemeja mucho a lo
que en la actualidad llamamos padecimientos psicolgicos, al-
gunos autores sugieren que el crimen debe ser visto como una
patologa, ms que como una desviacin del comportamiento ju-
rdico.
19
Esta es una afirmacin extremista que, sin embargo, ha
dado lugar a la aparicin de diversas intervenciones psicolgicas
dirigidas a tratar a los criminales esperando disminuir su peli-
grosidad. Pero sobre todo, ha permitido la evaluacin de las in-
tervenciones preventivas en el campo de la violencia.
A la fecha, se sabe que no hay programas basados en la co-
munidad con suficiente respaldo emprico para demostrar su uti-
lidad, pero que en los ambientes familiares, las visitas frecuentes
por enfermeras y maestras reducen el abuso de menores; asi-
mismo, el entrenamiento de los padres de menores en riesgo de
delinquir, tambin disminuye la probabilidad de que stos incu-
rran en conductas delictivas.
20
En las escuelas, las actividades extra acadmicas, la clarifi-
cacin y comunicacin de normas de comportamiento y los cur-
sos sobre competencia social y habilidades de pensamiento, han
demostrado abatir los ndices de agresin.
21
En los mercados de trabajo, el entrenamiento laboral de ex
criminales disminuye su probabilidad de reincidencia. Y en la ciu-
dad, penalizar a los dueos de inmuebles por no reportar pro-
blemas asociados a drogas, patrullar intensivamente zonas peligrosas,
vigilar cercanamente a ex convictos en riesgo de reincidir y arres-
tar con prontitud a quienes comentan violencia intrafamiliar, son
medidas que han demostrado cientficamente su utilidad.
22
VIOLENCIA SOCIAL 93
19 Raine, A., The psychopathology of crime. Criminal behavior as a clinical
disorder, San Diego, Ca., Academic Press, 1993.
20 Sherman, L. W. et al., Preventing Crime: what Works, what doesnt,
whats Promising, NlJResearch in brief, 1998.
21 Idem.
22 Idem.
Finalmente, los psiclogos contamos con intervenciones diri-
gidas a las vctimas de la violencia. Un padecimiento asociado
a la victimizacin es el sndrome de estrs postraumtico (SEP),
que implica el desarrollo de sntomas caractersticos (como irrup-
cin de sueos y recuerdos del evento traumtico, retraimiento
de mundo exterior y sentimientos exacerbados relacionados con
l) que siguen a un evento psicolgicamente traumtico, gene-
ralmente mayor a las experiencias humanas esperables.
23
La violencia, un problema prioritario en nuestros das, parti-
cularmente en las grandes ciudades de Latinoamrica y el Caribe,
para ser mejor entendido, debe ser abordado por profesionistas
de diversas formaciones. Las mediciones clsicas de la violencia
y las intervenciones segmentarias al problema no han demostrado
gran efectividad hasta el momento.
24
Hoy se present una mues-
tra de las intervenciones psicolgicas que coayuvan a la evalua-
cin ms comprehensiva de la violencia, que derivan en trata-
mientos especialmente diseados para la rehabilitacin de
agresores y para la atencin a vctimas.
El modelo multinivel recin presentado, justifica que estemos
en esta mesa de trabajo reunidos un grupo de cientficos y miem-
bros de la sociedad interesados en el fenmeno de ia violencia,
problema muy serio en nuestros das. Espero que las brillantes
personalidades que tuvieron la amabilidad de aceptar colaborar
con esta empresa sean la avanzada de una serie de esfuerzos
acadmicos inter, multi y transdisciplinarios para atacar a este
gran mal de nuestro tiempo, la violencia.
94 GRACIELA RODRGUEZ ORTEGA
23 Saigh, P. A., Posttraumatic Stress Disorder. A Behavioral Approach to
Assessntent and Treatment, Massachusets, Alln and Bacon, 1992.
24 ONU, 1998, cit., supra nota 4.
BIBLIOGRAFA
American Psychological 80, Reducing Megaviolence. A Research
Agenda, Washington, APA, 1996.
CHVEZ, M. F. y HERNNDEZ, J. A., La violencia familiar en
la legislacion mexicana, Mxico, Porra, 2000.
MATHEW, P. y DIJIK, J. J. M. van, Criminal Victimisation in
Eleven Industrialised Countries. Key Findings From the 1996,
International Crime Victims Survey, Washington, The Hague:
Ministry of Justice, 2000.
Organizacin de las Naciones Unidas, Compendium of United
Nations Standards and Norms in Crime Prevention and Cri-
minal Justice, 1998 (http:www.un.org).
Organizacin de las Naciones Unidas, Global Report on Crime
and Justice, 1999 (http:www.un.org).
POPE, H. S., BUTCHER, J. N. y STEELEN, J., The M.MPI, MMPI2
and MMP-A in Court. A Practical Guide for Exert Witnesses
and Attorneys, American Psychological Association, Was-
hington, 1993.
QUINSEY, V. L., HARRIS, G. T., Rice, M. E. y CORMIER, C. A.,
Violent Offenders Appraising and Managing Risk, Ameri-
can Psicological Association, Washington, 1998.
RAINE, A., The Psychopathology of Crime. Criminal Behavior
as a Clinical Disorder, San Diego, Ca., Academic Press, 1993.
SHERMAN, L. W. et al., Preventing Crime: what Works, what
doesnt, whats Promising, NlJResearch in brief, 1998.
SHRADER, E., 2000, Methodologies to Measure the Gender Di-
mensions of Crime and Violence, World Ba Group (http//:
www.worldbank.org).
SAIGH, P. A., Posttraumatic Stress Disorder. A Behavioral Ap-
proach to Assessntent and Treatment, Massachusets, Allan
and Bacon, 1992.
United Nationd Crime and Justice Information Networt, The
International Crime Victims Surey, 1996 (http://www.un.org).
VIOLENCIA SOCIAL 95
ZURITA, B. y RAMREZ, T., Trends and Empirical Causes of
Violent Crime in Mxico, 1999 (http://www.worldbank.org).
ZVEKIC, U., Criminal Victimisation in Countries in Transition,
UNICRI Publication nm. 61, Rome, 1998.
y ALVAZZI DEL FRATE, A., Crimina Victimisation in
the Developing World, UNICRI Publication nm. 55, Rome,
1995.
96 GRACIELA RODRGUEZ ORTEGA
BASES PSICOLGICAS DE LA VIOLENCIA SOCIAL
Jorge SILVA GARCA
Violencia viene del latn violentia= accin violenta o contra el
natural modo de ser. Accin de violar a una mujer. Violento=
que est fuera de su natural estado. Que obra con mpetu y fuer-
za. Aplcase al genio arrebatado, impetuoso.
1
La violencia como la define el Diccionario de la Lengua Es-
paola, siempre se refiere a actos o acciones de los seres hu-
manos. Toda violencia implica la propensin a la agresin des-
tructiva, por lo que debemos sealar que en el ser humano existen
dos tipos de agresin enteramente diferentes entre s:
El primero lo comparte con todos los animales; es un impulso filo-
genticamente programado para luchar o para huir cuando estn
amenazados intereses que le son vitales; esta agresin benigna,
defensiva, est al servicio de la sobrevivencia, es biolgicamente
adaptativa y cesa cuando cesa la amenaza. El otro tipo es la agresin
maligna, la crueldad y la destructividad, son exclusivas de la especie
humana; no estn programadas filogenticamente, ni son biolgica-
mente adaptativas y su gratificacin puede resultar un excitante las-
civo.
2
De hecho Fromm, precisa que el sadismo, la crueldad y la
destructividad son las nicas perversiones humanas.
97
1 Diccionario de la Lengua Espaola, Real Academia Espaola, 19a. ed.,
1970. Slo en ingls se habla de la fuerza destructiva, violenta, injuriosa de
los elementos naturales, as: a violent wind, a violent sea...
2 From, Erich, Anatoma de la destructividad humana, Mxico, Siglo XXI
Editores, 1975, pp. 15 y ss.
La idea de que la crueldad y la destructividad son determi-
nadas por un instinto todopoderoso que proviene de nuestros an-
tepasados animales, no deja de ser un intento desesperado para
justificar tanto sadismo, crueldad y destructividad humanos. Pero
un hecho es que el ser humano intente justificar su agresin
maligna con el supuesto origen animal de la agresin, como lo
hace Conrad Lorenz,
3
y otro muy diferente es justificar lo in-
justificable, por lo cual nos vemos obligados a buscar las races
de la agresin maligna y, en consecuencia, los medios para hu-
manizar a nuestra sociedad.
La violencia es un trmino que slo se puede aplicar a actos
de un ser humano, porque es el nico dotado de conciencia,
4
de
la capacidad de distinguir el bien del mal y, consecuentemente,
es el nico capaz de maldad, de malevolencia, de hacer el mal
por el mal mismo, a la vez que es el nico capaz de crear belleza,
armona, amor, lo ms bello y lo ms excelso.
El mito del paraso perdido, aunque se vea la expulsin de
Adn y Eva bajo una perspectiva autoritaria o humanista, refleja
con claridad que el nacimiento del ser humano es un acto ne-
gativo, puesto que se ven obligados a dejar de ser uno con la
naturaleza, y al hecho de que no podrn regresar jams al Paraso
de donde nacieron. Este hecho existencial marca dos tendencias
en conflicto, en el ser humano: una, de emerger del tero, del
modo animal de existencia, a una modalidad que debiera ser
cada vez ms humanizada; la segunda es la tentacin de regresar
al tero, al regazo materno, a la naturaleza, a la certitud y a
la seguridad del paraso.
5
En la vida del ser humano se percibe la
impronta de esta dicotoma ineludible de regresin; entre el retorno
98 JORGE SILVA GARCA
3 Lorenz, Conrad, On Aggression, London, Methuen & Co. Ltd., 1963.
4 Conciencia con c es la cualidad humana de distinguir entre el bien y
el mal; en tanto que consciencia, es funcin del conocimiento: sabemos o no
sabemos algo, somos conscientes o no somos conscientes de algo (por lo tanto,
no son inconscientes).
5 Fromm, Erich, Psicoanlisis de la sociedad contempornea, 8a. ed., M-
xico, Fondo de Cultura Econmica, 1967.
a un tipo de existencia que bien podemos llamar animal, por la
notable disminucin de la capacidad para razonar, porque es un
negar la individualidad propia, en un proceso siempre doloroso,
causal de enfermedad mental, pues se deja de ser quien se puede
ser; fomenta a la inclinacin necrfila por lo muerto, por las
cosas, por todo lo carente de vida. En cambio, el proceso de
progresin aunque lento y tambin doloroso, es un esfuerzo hacia
la individuacin y el desarrollo posible de las potencialidades
humanas creativas; es la inclinacin a la biofilia, a la vida y a
lo vivo, es proteger y cuidar de la biosfera y todo lo que sta
abriga; es la toma de consciencia del amor y de la libertad.
La alternativa a la regresin inclina hacia lo ms negativo del
ser humano, no slo a una dependencia creciente que anula an
ms al yo propio, al irlo paralizando, sino incluso a la emergencia
de lo ms mezquino y malvolo, a la crueldad y a la destructi-
vidad. Resulta difcil encontrar malevolencia en quien en verdad
busca su individualidad y maduracin en su progresin.
En El corazn del hombre Fromm
6
seala un sndrome de
decadencia, caracterizado por la triada siguiente: por una intensa
fijacin a la madre, un narcisismo acentuado y rasgos marcados
de inclinacin a la necrofilia.
Podemos decir que el proceso de maduracin del ser humano,
ese ir del gatear al correr como ejemplo posible de vida inde-
pendiente, consiste en un proceso gradual de liberarse de las
intensas ataduras emocionales a la madre (est ausente, muerta
o presente), a la tierra y a la sangre. No se debe confundir el
amor, con la dependencia, ya que todo amor, como lo seala
Platn, slo es posible entre seres libres, independientes, es ser
dos y al mismo tiempo ser uno. Entre mayor sea la fijacin a
la madre, se es menos objetivo en las reas afectivas, aunque
el desarrollo ocupacional o intelectual sean arriba de lo normal,
porque la demanda de trabajar es un imperativo social, en ge-
BASES PSICOLGICAS DE LA VIOLENCIA 99
6 Fromm, Erich, El corazn del hombre: su potencia para el bien y para
el mal, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1966.
neral, hoy en da. A la sociedad no le importa la felicidad o la
desdicha de los seres humanos.
La fijacin a la madre ayuda a no percibir la otredad, ni
de mujeres ni de hombres y perpeta tanto la guerra implcita
entre los gneros, como la violencia explcita entre ellos. Resulta
innecesario abundar en el hecho que son las madres de los cn-
yuges las causales directas o indirectas de rias en el hogar,
como pueden ser las madres quienes recomiendan prudencia y
logran que impere el compartir y la armona.
Resulta evidente la tica autoritaria de las normas sociales
que exigen obediencia a la madre (y/o al padre), como requisito
para ser juzgados buena hija o buen hijo, autoritarismo muy le-
jano a toda crtica objetiva. La sumisin a la madre puede llegar
hasta la abyeccin humillante, levadura de grandes violencias
inclusive en contra de las misma madre.
No nos extenderemos en la explicacin freudiana del narci-
sismo;
7
nos limitaremos a sealar que al recin nacido, aprisio-
nado en su ser, no expresa un mayor inters por el mundo ex-
terior salvo cuando le otorga satisfactores o le causa malestares.
Su mundo es su yo y los dems son una extensin de ste;
tardar unos meses en descubrir que hay un yo y un no-yo;
vale agregar que para la persona demente, el mundo exterior
dej de ser real, por lo que podemos decir que a mayor narci-
sismo, menor capacidad de raciocinio. Agrega Fromm:
Un ejemplo particular de narcisismo, en la frontera entre la cordura
y la locura puede verse en personas quienes alcanzaron un grado
extraordinario de poder: Calgula y otros csares romanos, Alejandro
Borgia, Hitler, Stalin, Trujillo... con su poder absoluto, sin lmite
alguno para hacer lo que quieran por lo que no son considerados
dementes; son dioses con tan slo las limitantes de la enfermedad,
la vejez y la muerte.
8
100 JORGE SILVA GARCA
7 Ibidem, pp. 68 y ss.
8 Ibidem, p. 72.
Otro ejemplo de narcisismo patolgico lo observamos en la
violencia fantica, destructiva que presentan hordas embraveci-
das por la derrota de su equipo de futbol (o la victoria, para el
caso da lo mismo); o aquellos grupos fanticos violentos hacia
todo aquel que no concuerde con sus ideas y hasta arremeten
en su locura, con quienes s concuerdan. En verdad, el fanatismo
resulta ser una nueva forma de idolatra. El xenocidio es otro
ejemplo de nuestros das. Todos estos casos estn investidos de
una carga excesiva de narcisismo que, como hemos visto, ex-
cluye toda capacidad de raciocinio. Es probable que en muchos
de estos sujetos violentos encontremosm, adems, evidencias de
fijacin a la madre y necrofilia.
Hay un narcisismo que es normal y necesario para valorar
nuestra vida y cuidar de ella; sin este narcisismo normal, sera-
mos presa fcil del gran riesgo que para la vida tiene el salir a
la calle. El narcisismo normal funciona siempre en defensa de
nuestra vida, salvo en aquellos numerosos ejemplos de altruismo,
como cuando las propias convicciones nos llevan a dar nuestro
nico y ltimo pedazo de pan o a ofrendar nuestra vida por una
causa en la que creemos.
La necrofilia es otro elemento en el sndrome de decadencia;
la idea surgi cuando el general franquista Milln Astray, mu-
tilado de guerra, apoy el grito de sus falangistas de Viva
la Muerte, y Miguel de Unamuno se vio obligado a acuar la
palabra necrfilo para calificar a este hombre desarbolado por
la guerra, en medio de una pieza de oratoria notable por su
depurada sencillez literaria, la firmeza y la valenta moral del
maestro.
9
Los necrfilos prefieren la cosas, los objetos, lo muerto, a
todo lo que es vida y est vivo, lo cual puede ser desastrozo en
su momento, por ejemplo: los mandos norteamericanos que se
basaron en el valor de las cosas y en lo conmensurable durante
la guerra de Vietnam, razn primordial por la que fueron derro-
BASES PSICOLGICAS DE LA VIOLENCIA 101
9 Unamuno, Miguel, Pensamiento poltico, selec. de textos y estudio pre-
liminar por Elas Daz, Madrid, Tecnos, 1965.
tados; nunca entendieron el significado de valenta moral, de li-
bertad y del amor a la patria de los vietnamitas... porque estos
afectos son datos blandos, no computarizables.
10
En la clnica se ven con cierta frecuencia a mujeres y hombres
que prefieren permanecer en una vida conflictiva, desagradable,
inhumana cuando no violenta, por aferrarse a las cosas, que sim-
bolizan el poder, como lo son la casa, dinero, joyas... y aban-
donan sus opciones a una mejor calidad de vida. Claro que con
la independencia vienen responsabilidades, los temidos riesgos
posibles y/o eludidos... y no pocas veces, la tan temida soledad.
Un disparador frecuente de la ira, del coraje, de la furia, es
el miedo y/o la sensacin de impotencia que tambin tras de s
oculta el miedo... miedo a dejar de ser, a ya no ser capaz de
defender la propia integridad. Otro disparador es la depresin
crnica y el aburrimiento inducidos por una sociedad enajenada
basada en el mercantilismo, en el consumo y el desperdicio, po-
tencializados por una sobrepoblacin excesiva, que tan slo por
las necesidades de sus nmeros, destruye la biodiversidad y los
ecosistemas tan indispensables para el bien-vivir. Agrguese a
la depresin crnica y al aburrimiento, la desesperanza y la in-
seguridad, adems de que contamos con detonadores potenciales
fuertes, de violencia.
Si cada uno de los tres factores del sndrome de decadencia
puede provocar la violencia, la unin de los tres resulta terrible
y los podemos ver en accin en el sndrome de destruccin y
saqueo donde todo indica que el ncleo psicodinmico radica,
no en una pasin sexual frustrada, sino en tener un poder ilimi-
tado sobre las personas y las cosas. La finalidad de todo empeo
sdico es el dominio absoluto, la omnipotencia.
11
En este sndrome, lo que no se puede llevar se aplasta, se
destroza y se ensucia, para que nadie ms lo pueda utilizar.
102 JORGE SILVA GARCA
10 Chomsky, Noam, Vietnam y Espaa: los intelectuales liberales ante la
revolucin, Mxico, Siglo XXI Editores, 1974.
11 Fromm, Erich, Lo inconsciente social, obra pstuma 2, Barcelona, Paids
Ibrica, 1990, pp. 124 y ss.
Un gran provocador de la violencia social es la autoridad y
aqu nos referimos, de modo exclusivo, a una autoridad irracional
(autoritaria, dictatorial), sea sta impositiva o bien, permisiva.
Un factor causal que favorece el autoritarismo irracional, es la
pugna por el poder y el dinero, y el abandono de toda nocin
racional de buen gobierno. Un ejemplo clsico de violencia social
instigada por la autoridad lo fue La Noche de San Bartolom
del 24 de agosto de 1572, cuando, instigado el rey Carlos IX
de Francia, por su madre Catalina de Medici, fueron masacrados
varios cientos de hugonotes protestantes. Ejemplos recientes nos
muestran la capacidad de la permisividad como estimulante a la
violencia. No debemos olvidar que la impunidad y la corrupcin
son dos estimulantes a la violencia que la autoridad permite; de
estos dos, el ms fcil de combatir es la impunidad porque resulta
del todo evidente que el desmn no est recibiendo el castigo
legal que se impone. Sin duda alguna, el antdoto en todos estos
casos de violencia social, es la prevalencia de un Estado de de-
recho racional y objetivo.
La sociedad misma se puede constituir en un modelo de des-
tructividad y violencia, como es el caso de los chulua mexica
(aztecas), educados en y para la guerra, la expansin imperialista,
el derramamiento de sangre y la muerte. Como ellos, los dobes
de la Isla Dobu
12
eran educados para la violencia, pero a dife-
rencia de los aztecas, no haba trampa, transa, ni engao, que
no les fuese enseado al igual que la duplicidad, la hipocresa
y la mentira; es consecuente que la desconfianza prevaleciera
entre ellos, hasta entre cnyuges y agrguese a todo ello, que
para los dobes era muy importante la riqueza y los bienes ma-
teriales, muebles e inmuebles.
13
No dejan de ser la codicia y la
envidia, por s solas, estmulos para la violencia.
BASES PSICOLGICAS DE LA VIOLENCIA 103
12 La Isla Dobu se encuentra en el Pacfico Sur en el rea comprendida
entre Nueva Guinea al poniente y las islas Tobrian al este-noreste.
13 From, Erich, Anatoma de la destructividad humana, Mxico, Siglo XXI
Editores, 1975.
Hay una constante accin y reaccin entre los grupos sociales
y los medios de comunicacin masiva, tanto escritos como au-
diovisuales en que unos influyen sobre los otros y viceversa;
nuestra impresin es que los medios masivos de comunicacin
son los que ms influyen, en este caso, sobre la sociedad. Se
perciben estos cambios interactivos si observamos pelculas ci-
nematogrficas de las dcadas de los treinta y los cuarenta y las
comparamos con las hechas a partir de la dcada de los cin-
cuenta: hay un aumento decidido en la violencia, cada vez mayor
entre hombres y mujeres, hecho prohibido en la cinematografa
de las dcadas anteriores, si acaso se permita alguna escena en
que se implicaba que un hombre golpeaba a una mujer o a un
nio. A partir de los cincuenta y sobretodo de los sesenta, los
golpes son explcitos y cada vez ms y ms sangrientos; aumenta
la violencia destructiva con que se mata y las torturas abundan.
Es cierto que se dio fin al tab del amor entre blancos y negras,
negros y blancas, poniendo fin a una discriminacin vergonzante
e indigna. Si antes el beso indiscreto era mostrado con sensibi-
lidad artstica y la intimidad sexual se insinuaba, ahora los besos
son voraces y el sexo, explcito en todas sus variantes. Lewis
Mumford
14
escribi un artculo revelador del influjo social sobre
los medios, al describir en La moralidad de exterminio, la cau-
salidad del aumento de la violencia y la brutalidad con la Se-
gunda Guerra Mundial. Expone nuestro autor, con su lucidez
acostumbrada, el desastrozo contagio que sufrieron las fuerzas
armadas aliadas, ante la vesania destructiva y xenocida de Hitler,
las tropas alemanas y de las fuerzas armadas del Japn. El contagio
fue tal, que sin pudor alguno fueron bombardeadas las ciudades
alemanas abiertas de Dresden y Hamburgo con tempestades de
fuego, sin contar el incendio de Tokio y los bombardeos at-
micos de Hiroshima y Nagasaki... locura que los norteamericanos
prosiguieron implacablemente en Vietnam del Norte y del Sur...
104 JORGE SILVA GARCA
14 Mumford, Lewis, The Morals of Extermination, en Seymour Melman
(ed.), No place to Hide: fallout shelters-fact and fiction, Nueva York, Grove
Press Inc., 1962, pp. 193-206.
y que decir de Panam! Los ejemplos continuados que los me-
dios masivos de comunicacin y sobre todo la televisin exhiben
de las lacras sociales, aduciendo que su pblico lo pide (lo cual
es cierto en su sentido negativo de la decadencia de los valores
humanos), no estn al servicio del bien-vivir ni de la familia ni
de la sociedad, cuando tales medios masivos de comunicacin
debieran fomentar, estimular, los rasgos sociales y los valores
humanos positivos.
Es cierto que se educa con el ejemplo y las criaturas aprenden
a vivir en la violencia y a ejercerla. Freud deca que si la criatura
vive la violencia pasivamente, la ejercer en forma activa en
cuanto pueda, sobre quien est a su cuidado y as sucesivamente
en un vis-a-tergo trgico. Es hasta pocas recientes, que se co-
mienza a ensear, tambin por el ejemplo, a erradicar la violencia
de los hogares y poco a poco se educa a hombres y mujeres a
vivir en armona; se les ensea el debido respeto a la dignidad
humana y el amor. Se necesita educar para acabar con los re-
manentes del machismo ancestral y habr que ensear a todos
y especialmente al varn, que no es cierto que l ha sido creado
a hechura y semejanza de Dios.
15
Resulta increble que se ha privilegiado tanto la vida del ser
humano y se ha olvidado que es una de tantas formas en que
ha evolucionado la vida y es el nico ser consciente de que hay
bien y mal; y por ser el nico ser consciente, capaz por lo tanto
de ser testigo del macro y del microcosmos, est obligado de
ser el guardin de la naturaleza, no su dueo, y debe propiciar
el vivir armnico de todas las manifestaciones de vida que hay
en ella, as como cuidar de los ecosistemas que las propician.
BASES PSICOLGICAS DE LA VIOLENCIA 105
15 Gnesis, Orgenes. 1. 26: Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra
imagen y semejanza; que ellos dominen los peces del mar, las aves del cielo,
los animales domsticos y todos los reptiles.
EL MODELO COMUNIDAD SEGURA,
UNA PROPUESTA PARA COMBATIR
LA INSEGURIDAD
Nelia TELLO PEN
1
Carlos GARZA FALLA
2
SUMARIO: I. Introduccin. II. El modelo Comunidad segu-
ra. III. La experiencia en la zona de Los Pedregales, Co-
yoacn. IV. Algunas reflexiones.
I. INTRODUCCIN
No es exagerado afirmar que un consenso amplio, que se puede
constatar hoy en da en los diversos diagnsticos sobre la so-
ciedad mexicana, se refiere al hecho de que sta atraviesa por
un agudo proceso de descomposicin, expresado en una creciente
violencia y en una insuficiencia de las instituciones para aco-
tarla.
Se trata sin lugar a dudas de un fenmeno de mltiples causas,
y que es, a la vez, factor bsico en mltiples situaciones a la
que como miembros de la sociedad nos enfrentamos cotidiana-
mente.
107
1 Profesora de carrera de la Escuela Nacional de Trabajo Social y coor-
dinadora general del Proyecto Comunidad Segura.
2 Asesor de la Coordinacin de la Reforma Universitaria y coordinador
acadmico del Proyecto Comunidad Segura.
Octavio Paz, en ese magistral poema que es Piedra del Sol,
afirma:
Para que pueda ser he de ser otro
salir de m, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros.
3
Afirmacin que pone en el centro el drama qu significa ha-
blar de descomposicin social en lo que nos recuerda que la
nica posibilidad de ser, es precisamente ser en la sociedad y
nos deja en claro que asistir impasibles a la desintegracin social,
es en cierto sentido, cancelar nuestra propia posibilidad de ser.
La dinmica de violencia creciente en la sociedad y de insu-
ficiencia de las instituciones para acotarla, trastoca de raz uno
de los principios bsicos de lo que es y significa la vida en
sociedad: proveer a sus miembros de seguridad en todos los r-
denes de su existencia.
Cuando se constata, en nuestro pas, que la preocupacin ms
importante de los individuos es su seguridad, lo que se est cons-
tatando es una profunda insatisfaccin con la manera en la que
una sociedad concreta est organizada y se aboca a materializar
el pacto social elemental que la constituye.
En otras palabras, esa sociedad ha dejado de ser funcional
para los individuos que la conforman por lo que resulta indis-
pensable y urgente un nuevo pacto social que permita a dicha
sociedad su restructuracin.
Hoy en da, y frente a lo anterior, uno de los problemas a
los que nos enfrentamos en los diagnsticos que se formulan
respecto de la inseguridad tiene que ver con el hecho de que se
no se le reconoce su dimensin social, as como con el hecho
de que para enfrentarla suelen proponer estrategias fragmentadas,
108 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
3 Paz, Octavio, Piedra del Sol, Obra potica (1935-1988), Mxico, Seix
Barral, 2000, p. 275.
que, o bien slo atienden algn factor, o que cuando atienden
ms de uno, se hace de manera aislada.
Ejemplos de diagnstico que se resisten a reconocer la di-
mensin social del problema de la inseguridad son todos aquellos
que suelen privilegiar un factor como su causa principal; por
ejemplo, los que se centran en la dinmica de desigualdad eco-
nmica que se considera inherente el neoliberalismo econmico
y ven en el combate a la pobreza la pieza central;
4
o bien los
que sealan que con una reorganizacin administrativa de las
reas de procuracin de justicia y la adopcin de modelos de
calidad total, se avanzar notablemente.
5
MODELO COMUNIDAD SEGURA 109
4 La plataforma electoral del PRD para el Distrito Federal que present
en su campaa poltica para acceder a la jefatura de gobierno Andrs Manuel
Lpez Obrador, sostiene en el captulo V referido a Seguridad pblica, pro-
curacin e imparticipacin de justicia, la siguiente tesis: la solucin de fondo
al problema de la delincuencia pasa por combatir la pobreza que socaba la
cohesin de la familia e induce a la delincuencia.
Se trata a todas luces de una tesis muy discutible sobre todo cuando asocia
pobreza y delincuencia, ya que como bien lo sealan Pedro Jos Pealoza y
Felipe Espinoza Torres no resiste el menor anlisis y confrontacin con la
realidad al no poder explicar por qu no todos los pobres son delincuentes y,
en cambio, por qu se genera la delincuencia entre los estratos econmicos
altos; o por qu el delito ha aumentado en los pases desarrollados en las
pocas de mayor prosperidad y mejor seguridad social; o por qu no se esta-
blece una relacin directa de los ndices delincuenciales con los niveles de
empleo o por qu en algunos pases de Amrica Latina los mayores ndices
de violencia se encuentran en las ciudades de mayores ingresos. Cfr. Pealoza,
Pedro Jos, Espinoza Torres, Felipe, Los desafos de la prevencin del delito
en Amrica Latina, Este Pas, Mxico, nm. 116, noviembre de 2000, p. 4.
El sealamiento anterior no quiere decir por supuesto que no valoremos la
prioridad que debe tener el combate a la pobreza; al contrario, es evidente
que cualquier propuesta de un nuevo pacto social lo tiene que poner en el
centro, lo que queremos sealar es que para hacer frente al problema de la
inseguridad no es suficiente y probablemente resulta irrelevante disminuir el
nmero de pobres.
5 En entrevistas publicadas por el peridico La Jornada, a los coordina-
dores del equipo del presidente electo Vicente Fox en el rea de justicia y
seguridad aparecen ideas de este tenor. Cfr. La Jornada, 31 de octubre de
2000, p. 8.
En lo que se refiere a estrategias fragmentadas, se pueden
citar aquellas que privilegian la profesionalizacin de los cuerpos
policiacos y su desarrollo tecnolgico, o las que lo hacen con
las modificaciones en el marco jurdico, por ejemplo.
Desde el punto de vista de los resultados, la manera en la
que se plantea un problema, como la inseguridad, no ha condu-
cido a un avance en su solucin; al contrario, todo parece sugerir
que la celeridad de la dinmica en la que crece y afecta la vida
de los individuos es tal, que resulta imposible imaginarse siquiera
las probabilidades de solucin.
Ha llegado el momento de romper con las viejas visiones e
internarse en la exploracin de nuevas alternativas que, aunque
puedan parecer utpicas, indiscutiblemente nos ubicarn frente
a nuevos horizontes.
El modelo Comunidad segura que hemos venido constru-
yendo un grupo de acadmicos de la UNAM de unos aos a la
fecha, y que gracias a la confluencia afortunada de diversos fac-
tores hemos podido poner en prctica de manera integral en una
zona popular de la ciudad de Mxico durante el presente ao,
se ubica precisamente en el contexto de la exploracin de nuevas
alternativas.
En los siguientes apartados describiremos en primer lugar en
qu consiste el modelo Comunidad segura, cules son sus fun-
damentos, qu objetivos persigue y cul es la estrategia usada.
A continuacin, presentamos lo que ha sido su puesta en prctica
en la subdelegacin de Los Pedregales, en la delegacin Coyoa-
cn, para concluir con algunas reflexiones.
II. EL MODELO COMUNIDAD SEGURA
En el contexto del desarrollo creciente de las ciencias sociales,
la idea de modelo ha cobrado carta de ciudadana. Sin em-
bargo, como suele ser frecuente en ellas, es factible encontrar
tantas y diversas acepciones como autores la emplean, de ah
110 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
que consideramos pertinente iniciar este apartado con una breve
referencia al sentido en el que la empleamos.
Un modelo es, en lo fundamental, una construccin abstracta
con base en la cual es posible orientar acciones y dar seguimiento
a sus resultados.
Se trata por lo general de construcciones que, al estar vincu-
ladas a la accin y ser retroalimentadas por sta, se encuentran
en procesos de permanente elaboracin por lo que su carcter
es siempre dinmico.
Son tambin construcciones abstractas que tienen, entre otras,
las siguientes caractersticas:
No constituyen una entidad abstracta en s misma, sino una
ayuda para llegar a conseguir y/o hacer algo en el futuro.
Sirven de ayuda a la imaginacin para tratar de comprender
lo que est sucediendo y los modos de accin para plani-
ficar y crear el futuro.
Resulta til para criticar la realidad actual y no planificar
acerca del futuro ms de lo mismo, que ya existe y es cla-
ramente insatisfactorio.
No se queda en ideas abstractas, sino que hace nfasis en
la exploracin intelectual que conduce a la experimenta-
cin, destacando cmo deberan ser las cosas y lo que se
debera hacer.
6
En consecuencia, es claro que hablamos de modelo en un sen-
tido instrumental, un medio para alcanzar un determinado fin.
Cuando hablamos del modelo Comunidad segura, lo que es-
tamos queriendo subrayar es que se trata de una propuesta orien-
MODELO COMUNIDAD SEGURA 111
6 Un desarrollo ms amplio de estas ideas se pueden encontrar en War-
tofsky, Max, Representation and the Scientific Understanding, Publishing Com-
pany Holland, y en Tello, Nelia, Modelos de trabajo social: notas para su
discusin, Anales de Trabajo Social, Escuela Universitaria de Trabajo Social
Universidad de Murcia, Espaa, Escuela Nacional de Trabajo Social, Univer-
sidad Nacional Autnoma de Mxico, nm. 1, 1999.
tadora de acciones que pretenden construir espacios sociales (co-
munidades) en donde quienes los ocupan se reconozcan, tanto
objetiva como subjetivamente seguros.
1. La gnesis del modelo Comunidad segura
El modelo Comunidad segura, tal y como se expresa, ha
tenido un largo proceso de gestacin en el que es posible iden-
tificar por lo menos dos vertientes fundamentales, producto de
experiencias que se dieron en la Escuela Nacional de Trabajo
Social en aos recientes.
La primera de dichas experiencias fue constatar a partir de
los reportes de los grupos de prctica, en los primeros aos de la
dcada de los noventa, el problema que la inseguridad despla-
zaba, en el universo de preocupaciones de los grupos sociales
con los que se trabajaba, a otros que, como el econmico, tra-
dicionalmente se reconoca como el principal, y de manera muy
acelerada se converta en la preocupacin ms aguda y signifi-
cativa.
La segunda experiencia consisti en la prestacin, en 1995,
de un servicio a las autoridades de esa poca, en los procesos de
seleccin de candidatos a ingresar en los cuerpos policiacos, lo
cual nos permiti introducirnos en ese mundo y conocer, en cier-
ta medida y desde dentro, algunas de las dificultades estructurales
a las que el gobierno se enfrenta para configurar una institucin
de prevencin y proteccin a la altura del reto que la sociedad
plantea.
Al vincular ambas experiencias, se vio la pertinencia de pro-
ponerse el tema como objeto de trabajo.
Una de las primeras tareas a las que nos avocamos fue el
anlisis de las estrategias que se seguan para hacer frente al
problema, y pronto constatamos su carcter fragmentario. Todas
ellas contemplaban acciones que, o bien se centraban en algn
aspecto del problema, o bien slo consideraban alguno de los
actores y ah se concret la hiptesis de que slo una estrategia
112 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
integral, que visualizara al problema como un todo e involucrara
de manera simultnea a todos los actores, podra ser eficaz.
El paso siguiente fue precisamente darnos a la tarea de ela-
borar esa estrategia integral; el resultado es el modelo Comu-
nidad segura.
2. El modelo
Para a la construccin del modelo Comunidad segura esta-
blecimos como punto de partida los siguientes principios bsicos:
Plantear el problema de la inseguridad desde lo social, esto
es, desde el sistema de interacciones y la orientacin rec-
proca que conllevan, constitutivos de una sociedad.
Hablar de sociedad, poniendo el nfasis en lo que la co-
hesiona.
Reconocer la posibilidad de cambio de los individuos y los
grupos sociales.
Ubicar a todos los actores sociales desde la funcin que
desempean.
A. Finalidad
Contribuir a mejorar las condiciones de seguridad en una so-
ciedad concreta.
B. Objetivo general
Favorecer el surgimiento y desarrollo de una cultura de lega-
lidad y de la seguridad que permee el todo social.
MODELO COMUNIDAD SEGURA 113
C. Objetivo especfico
Resignificar la interaccin de los principales actores involu-
crados en la problemtica de la inseguridad: autoridades, policas
y sociedad.
D. Metas
1. Modificar la percepcin que los principales actores invo-
lucrados en la problemtica de la inseguridad tienen de la
violencia, la corrupcin, la legalidad y la inseguridad, as
como del papel que desempean en ella.
2. Crear especios de interrelacin entre los principales actores
involucrados en la problemtica de la inseguridad que den
pie a nuevas relaciones y permitan la formulacin de ac-
ciones conjuntas.
E. Lneas estratgicas
Anlisis y reflexin colectiva a partir del reconocimiento
de la inseguridad como problema.
Participacin conjunta de los diversos actores sociales in-
volucrados en la problemtica de la inseguridad asumin-
dolos como sujetos sociales.
Conciencia y decisin de cambio.
Descubrir potencialidades.
Transformaciones que se expresen en la cotidianidad.
F. Fases del modelo
a. Diagnstico integral
Percepcin del problema visto por los actores.
Sobre cmo perciben las soluciones al problema.
Sobre cmo perciben su propia participacin.
Sobre la relacin entre los diversos actores involucrados.
114 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
b. Estudio sobre la percepcin que los principales actores
en la problemtica tienen de:
inseguridad
violencia
corrupcin
legalidad
policas
Este estudio de la percepcin est concebido en dos fases; la
primera de ellas, previa a la puesta en prctica de las acciones
propias del modelo, y la segunda, pasado un tiempo de su rea-
lizacin; Se trata con ello de contar con elementos cuantitativos
en relacin con la eficacia del modelo.
Talleres
Los talleres estn concebidos como sesiones de reflexin y
anlisis con una duracin de 20 horas y un promedio de 20 par-
ticipantes. Tiene dos momentos diferentes; en el primero, que
abarca 16 horas, se renen actores de un mismo tipo (policas
con policas; miembros de la comunidad con miembros de la
comunidad; estudiantes con estudiantes) en sesiones de reflexin
y anlisis sobre:
inseguridad,
violencia,
corrupcin,
legalidad.
El segundo momento es una sesin denominada un nuevo
equipo de trabajo en la que interactan policas, autoridades y
comunidad, y en ella se busca se contraigan compromisos con-
cretos a la luz de una nueva interaccin.
MODELO COMUNIDAD SEGURA 115
El proceso de trabajo en los talleres contempla la siguiente
dinmica:
Conceptualizacin: que los participantes hagan explcita la
manera en que la definen y entienden cada uno de los temas
planteados.
Autodiagnstico: que los participantes expresen y sociali-
zen como vivir la problemtica en el mbito individual,
familiar, comunitario y social.
Responsabilidad individual y social: que los participantes
reconozcan y verbalicen el papel que juegan en la proble-
mtica sealada y asuman su responsabilidad individual y
como parte de una comunidad.
Posibilidades de cambio: que los participantes identifiquen
que las cosas pueden ser diferentes y asuman sus poten-
cialidades de cambio.
Soluciones y compromisos: que los participantes expresen
alternativas de solucin y asuman compromisos de reali-
zacin en el orden individual y en el grupal.
Esta ltima etapa que se contempla es la denominada, se-
gundo momento de los talleres: Un nuevo equipo de tra-
bajo, pues lo que se pretende es que las soluciones y
los compromisos partan de una nueva relacin de y entre los
actores.
7
Los talleres son conducidos por dos facilitadores previamente
capacitados para ello. Si bien es cierto que no existe una gua
rigida que se deba cumplir en cada sesin del taller, toda vez
que el modelo pone nfasis en un proceso de reflexin grupal
en el que sea la dinmica del grupo la que marque el ritmo, las
116 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
7 Este proceso de trabajo est desarrollado en los manuales para facilita-
dores de los cuales hablaremos ms adelante. Tambin se puede ver una des-
cripcin en Cid del Prado, Sally, Seguridad vecinal y participacin ciudadana,
ponencia presentada en la Magna Convencin de Trabajo Social, ENTS, M-
xico, octubre de 2000.
orientaciones generales de lo que se deben abordar son las si-
guientes:
Legalidad
Por qu vivimos en sociedad?
Costumbres, reglas, normas, leyes: nuestra responsabilidad.
Violencia
Concepto social, grupal e individual.
Delincuencia.
La ilegalidad como alternativa de supervivencia.
Origen, generacin y reproduccin de la violencia.
Formas de combatir la violencia.
Corrupcin
Conceptualizacin: de la autoridad, de la sociedad. Son
posibles formas de interrelacin sin corrupcin?
Seguridad
Concepto.
Cmo se generaliza la inseguridad.
Cmo se combate la inseguridad.
Qu papel tiene la sociedad?
Es posible una sociedad segura?
Un nuevo equipo de trabajo
Es posible una relacin distinta?
Qu papel nos corresponde a cada actor en una nueva re-
lacin?
Qu acciones podemos impulsar juntos?
MODELO COMUNIDAD SEGURA 117
III. LA EXPERIENCIA EN LA ZONA DE LOS PEDREGALES,
COYOACN
La eleccin de Los Pedregales, Coyoacn, como espacio geo-
grfico para poner en prctica el modelo Comunidad Segura,
obedeci entre otras a las siguientes razones.
Se trata de una zona de la que ya tenamos conocimiento pre-
vio y respecto de la cual disponamos de mucha informacin
reunida a travs del tiempo.
En particular, sabamos que la forma en la que la zona surgi
en el panorama urbano de la ciudad a finales de la dcada de
los sesenta y en los primeros de la dcada de los setenta, le
imprima un sello caracterstico de organizacin y lucha. Se trat
de una invasin de terrenos que en su momento fue calificada
como la ms importante, por el nmero de personas que moviliz
y por el grado de organizacin que mostraron, de todas aquellas
que en esas pocas proliferaron en toda Amrica Latina.
8
Sabamos tambin que en ella se expresa ahora un mosaico
sociocultural muy similar al de las denominadas zonas urbano-
populares de la ciudad de Mxico, por lo que sin forzar las cosas,
se le poda considerar un espacio urbano representativo.
En segundo lugar, exista el hecho de que en los primeros
meses de 1999, Nelia Tello, entonces directora de la Escuela
Nacional de Trabajo Social, y Laura Itzel Castillo, delegada po-
ltica en Coyoacn, haban suscrito un convenio de colaboracin
para la creacin del Centro de Investigacin y Desarrollo Co-
munitario, que se ubic precisamente en Los Pedregales.
118 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
8 Jorge Montao en su libro Los pobres de la ciudad y los asentamientos
espontneos (Mxico, Siglo XXI), analiza este fenmeno y llega a la conclusin
de que se trat de una invasin promovida y dirigida por profesionales. Ahora
bien, el alto nivel de organizacin y lucha no slo se hizo patente en el mo-
mento de la invasin, sino que se prolong durante varios aos exigiendo la do-
tacin de servicios bsicos, hasta alcanzar una urbanizacin aceptable de lo
que eran unos terrenos totalmente inhspitos.
Cabe sealar aqu aunque ello no tiene que ver con la zona
de trabajo pero s con la posibilidad real de poner en prctica de
manera integral el modelo Comunidad segura que se cont
con el apoyo econmico de la Fundacin Bradley de la Univer-
sidad de Georgetown, Estados Unidos, lo cual signific tener la
autonoma necesaria para avanzar de manera expedita en la rea-
lizacin de las diversas etapas.
1. El diagnstico
Tal como qued sealado en la descripcin del modelo Co-
munidad segura, el primer paso que contempla su puesta en
prctica es la realizacin de un diagnstico acotado en tres as-
pectos centrales, inseguridad, instituciones orientadas a atender
la problemtica vecinal y la organizacin social.
Las conclusiones a las que llegamos son las siguientes:
9
1. Si bien es cierto que en trminos generales Coyoacn com-
parte con el conjunto de las delegaciones que constituyen
la ciudad de Mxico, rasgos y caractersticas similares, tam-
bin es cierto que su proceso histrico, y en particular la
forma en la que se incorpor a la dinmica urbana en las
ltimas dcadas, le conceden caractersticas particulares.
2. La manera tan explosiva en la que la delegacin Coyoacn
se incorpor a la dinmica de la expansin urbana, sobre
todo en lo que corresponde a la zona de Los Pedregales,
gener un desfase significativo entre necesidades y capa-
cidad de las autoridades para satisfacerlas. Desfase que an
subsiste en muchos aspectos y que est en la base de ml-
tiples conflictos.
3. La gnesis de la actual zona de Los Pedregales por la va
de la invasin de terrenos requiri de quienes invadan, una
MODELO COMUNIDAD SEGURA 119
9 Evidentemente el diagnstico es ms amplio de lo que aqu se presenta,
existe una publicacin titulada Algunos aspectos de la problemtica social en
Los Pedregales. Delegacin Coyoacn, Ciudad de Mxico, de la cual somos
autores y que da cuenta del diagnstico en toda su extensin.
capacidad de organizacin y lucha que hoy forma parte de
su tradicin y de la cual se sienten orgullosos.
4. Los habitantes de la zona de Los Pedregales reconocen en
la inseguridad el problema que ms les preocupa.
5. Los habitantes de la zona de Los Pedregales tienden a res-
ponsabilizar a las autoridades del problema de la insegu-
ridad y a esperar de ellas su solucin.
6. En el cuadro que se presenta a continuacin se muestra
esquemticamente, con base en los resultados del estudio,
la interrelacin de los fenmenos que estn en la base del
problema de la inseguridad en Los Pedregales.
Red de inseguridad pblica
Deterioro fsico Desarrollo econmico Deterioro social Incidencia delictiva
Falta de drenaje Comercio en va Drogadiccin Robo a transente
pblica
Falta de poda de Desempleo Alcoholismo Robo de autopartes
rboles
Falta de manteni- Indigencia Robo a negocio
miento de reas
recreativas
Desazolve Pandillerismo y
vandalismo
Recoleccin de basura
Falta de luz
Bacheos y banquetas
Falta de agua
Grafiti
120 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
7. El 44.3% de personas entrevistadas de una muestra repre-
sentativa,
10
dijo que ha sido vctima de algn delito.
De ese 44.3%, el 63.5 dijo que el delito del cual haba
sido vctima era el robo en la calle.
De ese 44.3%, slo el 23.5% dijo haberlo denunciado.
8. Los datos oficiales de incidencia delictiva reportan como
el de mayor frecuencia el robo a transentes, seguido por el
robo de vehculos y autopartes y, por ltimo, el robo a
casa habitacin.
Estos datos coinciden con el punto de vista de los entre-
vistados, quienes sealaron tambin en ese orden los ilcitos
ms frecuentes en la zona.
9. Tanto las autoridades como los entrevistados expresaron
una particular preocupacin en cuestiones de seguridad,
principalmente en materia de trfico de drogas, por las es-
cuelas secundarias.
10. En la zona de Los Pedregales la participacin comunitaria
se encuentra en estado latente; su principal expresin (hoy)
se da en el mbito religioso.
11. Dado que la zona de Los Pedregales es un espacio urbano
amplio y heterogneo, la aplicacin del modelo Comuni-
dad segura en esta etapa se realiz en cuatro colonias: la
colonia Ajusco, la Adolfo Ruiz Cortines, el Pedregal de
Santa rsula y el Pedregal de Santo Domingo, las cuales
renen un total de 169,287 habitantes, esto es el 72.58%
de la zona y presentan, tanto desde el punto de vista de
su conformacin histrica como desde el nivel socioeco-
nmico, caractersticas similares.
MODELO COMUNIDAD SEGURA 121
10 La muestra a la que nos referimos fue de 384 personas, habitantes de
las trece colonias que comprende la zona de Los Pedregales, con un nivel
de confianza del 95% y un margen de error +/- 5%.
2. Estudio de la percepcin sobre la inseguridad
y temas afines
Dado que el modelo Comunidad segura centra su estrategia
en la modificacin de la percepcin que se tiene del problema
de la inseguridad y de cuestiones como la corrupcin, la lega-
lidad, la violencia y los policas, adems del papel que se juega
en l, el segundo paso que se contempla es la realizacin de un
estudio orientado precisamente a conocer esa percepcin.
Dicho estudio tiene dos objetivos, en primer lugar servir como
material de apoyo en el trabajo que se realiza en los talleres y
en segundo, cumplir la funcin de pre-test con objeto de servir
de punto de referencia en una segunda aplicacin del mismo
instrumento, una vez que hayan concluido las acciones del mo-
delo.
A continuacin presentamos los resultados ms relevantes de
la primera aplicacin, Aqu, como en el caso del diagnstico,
slo presentamos un resumen de la informacin. Existe eviden-
temente el banco de datos y un documento de trabajo amplio,
en los que se puede consultar la informacin completa.
A. Perfil de la poblacin entrevistada
11
Se trata de una poblacin que en cuanto a la variable sexo
qued distribuida en un 52% del sexo femenino y 48 del masculino.
Su distribucin por edades refleja una pirmide acorde con
la correspondiente a nivel nacional en la que el 56% de la po-
blacin entrevistada se ubic en el rango de 16 a 30 aos.
Un porcentaje alto, el 55.2%, se percibe como perteneciente
a la clase media; es insignificante el dato de los que dicen per-
tenecer a la clase alta (0.9).
122 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
11 En este caso la muestra fue de 542 personas habitantes de las cuatro
colonias elegidas para poner en prctica el modelo. El margen de error se
estima de +/- 2.5% con un nivel de confianza de 95%.
Una poblacin en la que el 29.7% es propietaria de un auto-
mvil.
En cuanto a la ocupacin principal, destaca que es insignifi-
cante el porcentaje (1.7) de los entrevistados que se reconocen
en situacin de desempleo; el que el 36.7% se ubica en categoras
de dependencia econmica (amas de casa y estudiantes) y que
el 49.7% de los entrevistados se ubiquen en el sector servicios.
Los entrevistados son tambin, en un porcentaje significativo
(71.8), personas con ms de 10 aos de residencia en la zona.
Por ltimo, se trata de una poblacin en la que un porcentaje
significativo (43.5) ha sido vctima de un delito, dato muy si-
miliar al que arroj el estudio diagnstico, el cual como ya se
seal fue de 44.3%.
B. Percepcin sobre la violencia
El 62% de los entrevistados dio por sentado la presencia om-
niabarcante de la violencia en la vida cotidiana, al pronunciarse
de manera afirmativa respecto a que los los nios y los jvenes
estn acostumbrados a vivir en medio de la violencia.
Se detecta una tendencia en los entrevistados a sustraerse de
la responsabilidad como individuos y como sociedad, de la pre-
sencia de la violencia y responsabilizar de ella al gobierno.
Un 62.4% le concede al ambiente familiar en el que se vive
un importante papel en el comportamiento violento de los indi-
viduos y un 50.5% de los entrevistados estuvo de acuerdo con
la afirmacin las personas que crecen en un ambiente violento,
de grandes son criminales.
En cierta contradiccin con los resultados anteriores, el estu-
dio arroja tambin que, frente al planteamiento que los adultos
se peleen influye poco en los nios, 29.7% se manifest de
acuerdo en contraposicin a un 51.7% de los entrevistados que
se dijo en desacuerdo.
En cuanto al tema violencia-nios, los resultados sealan una
tendencia por parte de los entrevistados a manifestarse por el
MODELO COMUNIDAD SEGURA 123
deber ser, ello es contundente en el caso en el que el 89.1% de
los entrevistados se manifest de acuerdo con la afirmacin la
mejor manera de frenar la violencia es ensearles a los nios el
valor de la paz.
La misma tendencia anterior se observa al hablar de la manera
de resolver el problema de la violencia.
En cuanto a calificar distintas situaciones de violencia que
estn presentes en la sociedad, los entrevistados subrayaron dos:
unos padres que educan a golpes a sus hijos y unos policas
que golpean a unos estudiantes.
C. Percepcin sobre la corrupcin
El 85.8% de los entrevistados est de acuerdo con la afirma-
cin En Mxico el problema de la corrupcin es muy grave;
El 46.3% de los entrevistados est en desacuerdo con la afir-
macin Los que hablan de corrupcin en Mxico siempre exa-
geran; en contraposicin a 30.5% de entrevistados que s estn
de acuerdo con la afirmacin.
El 82.5% de los entrevistados se manifest de acuerdo con
la afirmacin Darle un regalito a un funcionario para que le
agilice un trmite es corrupcin.
Con relacin a la afirmacin En Mxico todos somos co-
rruptos, las opciones se polarizan: 38% se dijo en desacuerdo;
47% se dijo de acuerdo.
Con relacin a la afirmacin En Mxico los nicos corruptos
son las autoridades las opiniones de los entrevistados tambin
se polarizan: 38.8% se dijo de acuerdo; 42.3% se dijo en desa-
cuerdo.
El 73.6% de los entrevistados reconocen a las autoridades
(39.7%) y a los polticos (33.9%) como los ms corruptos.
El 42.5 de los entrevistados piensa que para resolver el pro-
blema de la corrupcin se requiere castigo (26.8%) y vigilancia
(15.7%), aunque el 36.9% se inclin por que la gente sea ms
responsable.
124 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
D. Percepcin sobre la legalidad
Para el 82.7% de los entrevistados en Mxico, o bien la ley
no sirve para nada (21.2%), o slo sirve a los intereses de las
autoridades (29.2%) o de los polticos y los ricos (32.3%).
El 80.8% de los entrevistados identifican a las autoridades
(53.7%) y a los polticos (27.1%) como el principal obstculo
para que Mxico sea un pas de leyes.
El 74.5% de los entrevistados seala a las autoridades (57.2%)
y a los polticos (17.3%) como los principales responsables que
las leyes no se cumplan.
Slo el 14.6% de los entrevistados estuvo de acuerdo con la
frase: En Mxico la gente s respeta la ley.
El 65.8% de los entrevistados estuvo de acuerdo con la frase:
Las leyes slo se deben cumplir y respetar cuando son justas.
Asimismo, 65.8% de los entrevistados se manifest de acuerdo
con la frase: Si el gobierno no hace que se cumplan las leyes,
uno tiene derecho de hacerse justicia por su propia mano.
E. Percepcin sobre la inseguridad
Son mltiples los indicios que muestran que el concepto de
seguridad que poseen los entrevistados est referido a aspectos
bsicos de la mnima y elemental convivencia social. As, tene-
mos, por ejemplo, que a la pregunta directa sobre lo que quiere
decir para ellos seguridad, el 44.1% eligi la opcin que puedo
andar por la calle tranquilo, y el 22.6% se refiri a que si
pasa algo, siempre habr a quien pedirle ayuda.
Es de destacar el hecho de que en dos de las preguntas con-
sideradas (qu es lo ms importante para que me sienta seguro
en la calle? y Cuando usted tiene que dejar la casa por varios
das: (vacaciones, viaje familiar, etctera) qu hace?, se refle-
jan diferencias significativas al relacionarlas con el sexo de los
entrevistados, lo cual significa que en ciertos aspectos relativos
MODELO COMUNIDAD SEGURA 125
a la manera de conceptualizar la inseguridad, la variable sexo
explica comportamientos diferentes.
F. Percepcin sobre los policas
El 62.2% de los entrevistados han tenido relaciones personales
con la polica, de ellos el 26.7% las califica de malas y slo el
10.4% las reconoce como buenas.
Del 43.5% de los entrevistados que han sido vctimas de un
delito, 75.8% seala que ha tenido experiencias personales con
la polica y de ellos, el 30.2% expresa que stas siempre han
sido malas.
Al introducir la variable sexo resulta que es significativamente
mayor (47.9%) en las mujeres entrevistadas que dicen no haber
tenido experiencias personales con la polica, con relacin a los
hombres (26.9%) que se reconoce en esta situacin.
El 54.6% de los entrevistados se refiere a que los policas
son como todas las personas, unos buenos y otros malos.
En el mbito especfico de las relaciones polica-comunidad,
slo el 25.6% de los entrevistados afirma que s hay problemas,
siendo stos principalmente los que se refieren al desempeo de
sus funciones.
El 36.1% de los entrevistados se pronunci, por otra parte,
de acuerdo con la afirmacin Aqu en Los Pedregales los po-
licas y la comunidad no se llevan bien.
El 58.7% de los entrevistados afirma que nunca hay un po-
lica a quien pedirle ayuda cuando pasa algo.
De una lista de cinco opciones, el 26.6% de los entrevistados
seal que los problemas de inseguridad en Los Pedregales se
deben a que faltan policas y un 21.6% expres que los proble-
mas de inseguridad se resolveran con ms vigilancia policiaca.
Del 43.5% de los entrevistados que han sido vctima de un
delito, 28.8% de ellos seal que En una zona como la de Los
Pedregales el problema de la inseguridad se resuelve con au-
mentar la vigilancia policiaca, mientras que slo el 16.6% de
126 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
los entrevistados que no han sido vctimas de un delito, eligieron
esta opcin.
El 62.7% de los entrevistados se pronunci de acuerdo con
la idea de que Los nios y los policas deben ser amigos. Al
relacionar este dato con el sexo de los entrevistados aparece que
es mayor el nmero de hombres (70.7%) que se expresan de
acuerdo con ella, que el de mujeres (55.4%), en la misma si-
tuacin.
A la pregunta Qu hara usted si un hijo suyo le dijera que
quiere ser polica?, 39.9% de los entrevistados respondi que lo
desalentara; asimismo, encontramos diferencias en este mismo
indicador al relacionar los datos con las variables sexo y si se
ha sido o no vctima de un delito. El 42.7% de los entrevistados
hombres hablaron de tratar de convencerlos de que no, con
relacin al 37.2% de las mujeres. Y el 44.1% de los entrevistados
que s haban sido vctimas de un delito se pronunci en este
sentido; por su parte, el 36.6% de los que no fueron vctimas
de un delito eligieron esta opcin.
El 59.4% de los entrevistados est de acuerdo con la frase
En Mxico, los policas no respetan la ley.
El 58.5% de los entrevistados est de acuerdo con la frase
Los policas se llevan mejor con los delincuentes que con la
gente.
En las opciones vertidas por los entrevistados con relacin a
los aspectos de legalidad, corrupcin y violencia se expresa una
tendencia a reconocer que el desempeo de los policas est aco-
tado por otros factores.
El 58.5% de los entrevistados considera en trminos de deber
ser, que para ser polica es necesario querer a la gente.
El 46% de los entrevistados se expresan en desacuerdo con
la idea de que para que los policas cumplan mejor su funcin
deberan estar mejor armados.
El 57.2% de los entrevistados opinan que el principal proble-
ma de los policas es que les falta formacin.
MODELO COMUNIDAD SEGURA 127
Un porcentaje bajo de entrevistados, 10.5%, asocia su idea
de seguridad con presencia de policas.
Un 22% de los entrevistados asocia la idea de sentirse seguros
en la calle, con el que haya policas.
3. Los talleres
De manera simultnea a la realizacin del estudio de la per-
cepcin, se abord lo que es desde el punto de vista estratgico
el punto nodal del modelo, los talleres.
En esta etapa son dos los momentos diferenciables: la prepa-
racin y organizacin de los talleres, por una parte, y la reali-
zacin, por la otra.
A. Preparacin y organizacin de los talleres
En esta fase del modelo el trabajo se centr en tres aspectos:
a) elaboracin de manuales para impartir los talleres Comu-
nidad segura.
b) Capacitacin de los facilitadores de los talleres.
c) Entrevista con autoridades, policas, grupos organizados de
la comunidad y directivos de escuelas secundarias para presen-
tarles el proyecto y convenir los detalles operativos para la rea-
lizacin de los talleres.
Los manuales a los que se hace referencia estn orientados a
los facilitadores; son guas generales y material de apoyo auxi-
liares en las tareas que stos deben realizar.
Es interesante comentar que la gran tentacin a la hora de
elaborar los manuales fue siempre construir documentos acaba-
dos que detallaran paso a paso las actividades a desarrollar y el
contenido que se deba abordar en cada sesin del taller. Hubo
que vencer dicha tentacin, no haberlo hecho era atentar contra
la filosofa misma de los talleres. Es decir, al ser concebidos
los talleres como espacios de encuentro para tener en ellos una
experiencia vivencial sobre los temas en cuestin, resulta fun-
128 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
damental que sea la dinmica del grupo la que marque la pauta
y no que exista una pauta a la que el grupo se deba plegar.
La capacitacin de facilitadores de los talleres abarc a un
grupo de 120 estudiantes universitarios, en su mayora de la Es-
cuela Nacional de Trabajo Social. Aqu, al igual que con la ela-
boracin de los manuales, el punto ms sensible fue que se en-
tendiera en su verdadera acepcin el rol de facilitador, ya que
la tendencia natural era pensar asumirse como maestro o con-
ductor del taller. Con frecuencia se requiri en las sesiones de
capacitacin que se dieran recetas o contenidos especficos res-
pecto, por ejemplo, a cmo se resuelve el problema de la co-
rrupcin, o bien, que se les dijera qu era lo que la gente deba
de aprender en el taller sobre la violencia, frente a lo cual hubo
que insistir una y otra vez que no era eso de lo que se trataba,
sino de detonar un proceso de reflexin y anlisis en el que la
materia prima la deban suministrar los participantes.
Es importante sealar que una figura clave en la puesta en
prctica del modelo es precisamente el facilitador, ya que al fin
de cuentas es quien, como su nombre lo indica, facilita u obs-
taculiza el proceso.
La entrevista con autoridades, policas, grupos organizados de
la comunidad y directivos de las escuelas est en fase de apli-
cacin del modelo, ya que podemos afirmar que aqu se inicia
su puesta en prctica al invitarles a sumarse a la experiencia.
No cabe duda que en muchos casos depende de esta entrevista
la suerte que corra el desarrollo posterior del proceso.
A este respecto, y en trminos generales, la experiencia que
se tuvo fue muy positiva en funcin del inters y deseo de par-
ticipar. Sin embargo, cabe sealar tambin que se detectaba una
gran expectativa para que en esos talleres se brindaran frmulas
para resolver problemas de seguridad. Me van a ensear cmo
defenderme? fue una pregunta que se repiti con frecuencia.
El caso de los directivos de escuelas secundarias merece men-
cin aparte, toda vez que fue el grupo al que cost ms trabajo
convencer que su comunidad educativa participara en la expe-
MODELO COMUNIDAD SEGURA 129
riencia. Entre las explicaciones posibles, dos son las que nos
parecen ms plausibles: el control que existe por parte de auto-
ridades centrales respecto a la distribucin de actividades en las
escuelas; y los mecanismos de defensa frente a la intervencin
de actores externos a la comunidad educativa que pudieran de
alguna manera alterar sus equilibrios bsicos. En general, nos
encontramos con resistencias a reconocer por parte de los direc-
tivos problemas de violencia, drogadiccin, indisciplina e inse-
guridad en las escuelas a su cargo, en contra evidencias al res-
pecto, o bien de opiniones calificadas. Pese a lo anterior, hay
que subrayar que finalmente fue posible trabajar en algunas es-
cuelas, y aunque las resistencias se mantuvieron, se nos dieron
las facilidades.
B. La realizacin de los talleres
a. Datos cuantitativos
En mayo, junio y julio de 2000, se efectuaron en total 78
talleres, en los que participaron 2,456 personas; de ellos, cuatro
fueron con policas y participaron 86 elementos asignados a la
zona; ocho con comunidad abierta, en los que participaron 95
personas; 66, con comunidad educativa; dos con padres de fa-
milia en los que participaron 11 personas; dos con maestros de
secundaria con una participacin de 16 maestros y 62 con es-
tudiantes de secundaria con una participacin de 2,248 estudian-
tes de este nivel.
Es interesante sealar que posteriormente a las fechas sea-
ladas se han continuado realizando talleres con comunidad abier-
ta, a solicitud de grupos que se enteraron de su existencia y han
querido participar. Este hecho tiene un gran significado para no-
sotros, ya que da sustento a una de las hiptesis que nos plan-
teamos al inicio de la puesta en prctica del modelo y que con-
sista en la idea de que en la medida en que se corriera la voz
de la existencia de los talleres, se ira despertando el inters por
130 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
participar en ellos. Es evidente que es muy pronto para poder
confirmar de dicha hiptesis; sin embargo, el hecho ah est y
cabe registrarlo.
b. Aspectos cualitativos
De los talleres con policas
Un primer rasgo que se hizo evidente en los talleres con los
policas fue un alto grado de participacin; en general, el tiempo
de las sesiones result siempre insuficiente para que los parti-
cipantes externaran sus puntos de vista.
Quienes actuaron como facilitadores en estos talleres, coinci-
den en sealar que se trata de personas con una gran necesidad
de ser escuchados y de confrontar la problemtica que los rodea.
Un segundo rasgo que tambin se puso de manifiesto fue el
reconocimiento de la distancia entre su actuar y el deber ser,
as como la expresin de una voluntad de cambio.
Los facilitadores reportan que no tuvieron dificultades para
que los participantes se involucraran en la dinmica del taller y
pasaran de una primera fase en la que atribuan a sus jefes y a
las autoridades la responsabilidad del estado existentes de las
cosas, a una segunda fase en la que reconocan su propia res-
ponsabilidad y una tercera, en la que se manifiestan dispuestos
a colaborar para que las cosas cambiaran.
Se inform tambin que no se encontraron con dificultades
para que los participantes conceptualizaran la temtica de las
sesiones y pudieran vincularla con su propia experiencia.
Algo notable, de los cuales hablaremos ms adelante, fue su
disposicin para participar en las sesiones Un nuevo equipo de
trabajo, as como su desempeo en ellas.
Al consultarlos sobre qu les haba parecido el taller, todos
coincidieron en sealar que se deba continuar con la experiencia
y fueron enfticos en sugerir que se hicieran extensivos a otros
MODELO COMUNIDAD SEGURA 131
actores, como sus jefes, los agentes del Ministerio Pblico, los
policas judiciales, etctera.
Es interesante subrayar que los policas que participaron en
los talleres manifestaron gran claridad respecto de lo que po-
dramos denominar la problemtica estructural que afecta el de-
sempeo de sus funciones, a la vez que reconocieron que esa
problemtica slo se resolvera con el concurso de todos.
El ejemplo ms claro de esto lo expresaban en relacin con
la corrupcin, en donde subrayaban que si no se da un cambio
en la conducta de los ciudadanos, aunque se den cambios en
sus corporaciones que a ellos los beneficien, como seran mejores
condiciones de trabajo, el problema difcilmente se erradicara.
Otro caso que planteaban con frecuencia es la poca disposicin
de los ciudadanos a colaborar para realizar las diligencias nece-
sarias ante el Ministerio Pblico; en su decir, los ciudadanos se
resisten a ello, con lo que ellos se quedan sin elementos para
actuar.
Por ltimo, cabe sealar que aunque ello no era tema de los
talleres, se expuso mucha informacin sobre sus condiciones la-
borales, lo cual sin lugar a dudas es fundamental que se revise
pues es a todas luces inadmisible y es un factor que influye en
su ineficiente desempeo. Nos referimos a sueldos, turnos, do-
tacin de uniformes, dotacin de equipos, seguridad social, pres-
taciones, etctera.
De los talleres con comunidad abierta
El perfil de los grupos de comunidad abierta con los que se
trabaj fue altamente heterogneo, tanto en cuanto el tipo de
grupos como a la conformacin de cada uno de ellos, con va-
riables del tipo edad, sexo, nivel socioeconmico, nivel socio-
cultural, por ejemplo.
El rasgo ms relevante que se puede sealar es su participa-
cin por inters propio; en la mayora de los casos, los talleres
se realizan despus de la jornada laboral, lo que si bien implica
132 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
que se les note cansados, denota tambin el inters que tienen
por participar.
En las primeras sesiones son muy notorias dos actitudes; la
primera de ellas responsabilizar a las autoridades de la situacin,
y la segunda, exigir soluciones. Sin embargo, es tambin fre-
cuente que sean miembros del mismo grupo los que van intro-
duciendo elementos que ayudan a desvelar las propias respon-
sabilidades y que van dejando en claro que no existen soluciones
preconstruidas.
En general, se da un nivel bastante aceptable de anlisis sobre
la situacin, en particular sobre la brecha que separa el deber
ser de la realidad y suele hablarse de la educacin como la varita
mgica que en el futuro todo lo puede resolver.
Hay dificultades en temas como el de la violencia para esta-
blecer relaciones entre las vivencias propias y las expresiones
sociales, es decir, no es frecuente que se reconozca que en el
propio mbito familiar existe un ambiente de violencia y menos
an que se puede proyectar al mbito social.
En el terreno de la legalidad, se manifiesta ms una conciencia
de los derechos que de las obligaciones. En cierto sentido, las
obligaciones se visualizan como imposicin arbitraria de la au-
toridad y suele ser difcil acceder a una visin equilibrada, en
trminos de garanta de la convivencia social, de derechos y obli-
gaciones.
Se involucran en la dinmica y suelen arribar al final del taller
con entusiasmo y nimos de intentar cambiar las cosas. Un dato
significativo es que se dieron pocas deserciones, y si bien algunas
personas faltaron a alguna sesin, en la siguiente se reincorpo-
raron.
En la medida en la que se aproximaba la sesin Un nuevo
equipo de trabajo, la expectativa creca y era frecuente que se
planteara la idea de que haba que prepararla, en algunos casos
queriendo decir con ello que haba que elaborar algo as como
el pliego petitorio, pero otros tenan la idea de que entre todos
haba que encontrar algunas soluciones y que para ello era im-
MODELO COMUNIDAD SEGURA 133
portante conocer el punto de vista de autoridades, policas, co-
munidad.
De los talleres con comunidad educativa
En este grupo de talleres, los correspondientes a padres de
familia tuvieron una dinmica similar a los de comunidad abierta,
por lo que poco se puede aadir a lo ya dicho.
Dentro de ese poco, lo ms relevante es la preocupacin por
el entorno escolar, como un entorno de riesgo, principalmente
en cuanto a venta de droga.
a) Talleres con maestros. La participacin de maestros fue,
al igual que en el caso de los de comunidad abierta, por propio
inters. El argumento que empleaban para explicar dicho inters
era su compromiso social.
A diferencia de los grupos de talleres de comunidad abierta,
en este caso los grupos fueron ms homogneos, lo que les per-
mita procesar con ms facilidad identidades grupales y com-
promisos personales y sociales.
Reconocieron que muchos de los asuntos planteados en el ta-
ller estn contemplados en los planes de estudio, sobre todo en
la materia Formacin ciudadana y tica. Subrayaron que ca-
recen de un enfoque vivencial.
Su principal requerimiento fue contar con auxiliares didcticos
que les permitieran ir ms all de los contenidos formales.
Expresan una gran conciencia de su papel a la vez que se
reconocen muy limitados para poderlo desempear. Entre los l-
mites que mencionan se encuentran, por una parte, la rigidez
del sistema educativo, y por la otra el poco apoyo de los padres
de familia a su labor; se refieren mucho a la televisin como
deseducadora.
b) Talleres con estudiantes. Dentro del conjunto de talleres
realizados, stos resultaron los ms difciles debido, entre otros
factores, al tamao de los grupos (40 en promedio) y la poca
disciplina a la que estn sujetos.
134 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
Los facilitadores coincidieron en reportar el predominio de
un ambiente violento (empujones, gritos, insultos, amenazas),
poco o nulo aprecio por las normas y una exagerada inquietud.
Se dieron casos de acciones inauditas como el que algunos
se acostaron a mitad del saln, el que se enfrascaran en una
gritera ensordecedora y el caso de un estudiante que previo al
inicio de la sesin, estaba haciendo strip.
Sin embargo, tambin resaltan aspectos que conviene sealar.
En primer lugar es un hecho que el tema interesa y s est en
el universo de preocupacin de los jvenes. Ello se manifest
en dos situaciones; casi en la totalidad de los grupos se dio una
dinmica en la que se pas del desinters, indiferencia y poca
participacin en la primera sesin, a un involucramiento total al
final del proceso. Algunos grupos, por ejemplo, tuvieron la ini-
ciativa de desarrollar peridicos murales en los que se continuaba
explorando la temtica de los talleres.
Un 70% de los grupos solicit que se les diera continuidad
a los talleres. Un segundo aspecto que se hizo manifiesto fue
detectar que no existen en los estudiantes de secundaria expe-
riencias previas de reflexin en las que se busque identificar la
problemtica en el mbito personal.
Una constante reportada por los facilitadores fue la dificultad
con la que se encontraron para lograr que los participantes en
el taller hablaran de sus propias experiencias y ello fuera la ma-
teria prima de la reflexin. Cabe sealar as lo establecen los
reportes de los facilitadores que esta situacin es ms aguda
en la medida en la que el tema es ms abstracto. As, por ejem-
plo, sealan que al hablar de violencia, s se logra despus de
un rato y de no quitar el dedo del rengln, que se haga referencia
al mbito personal. Mencionan que al abordar el tema de la le-
galidad, no se logra.
En este rubro, algo que aflor en varios grupos fue la pro-
puesta de abordar el tema de la sexualidad en una dinmica de
taller como la que se estaba realizando.
MODELO COMUNIDAD SEGURA 135
Un tercer aspecto que se hizo evidente fue el dominio de un
discurso de doble moral. Se detect que a nivel de discurso los
estudiantes de secundaria saben y reconocen cmo deberan de
ser las cosas. Se manifiestan en contra de la violencia por con-
siderar que sta es negativa y afecta la convivencia. Pero, tam-
bin a nivel de discurso, desarrollan mltiples argumentos para
justificarla, llegando incluso a considerarla necesaria e indispen-
sable para obtener ciertos fines.
Algo similar ocurre con la corrupcin. En cuarto lugar los
reportes de los facilitadores coinciden en sealar que de los temas
abordados, el de la legalidad fue el que mayores dificultades
present.
A este respecto el comentario que se hace es que si bien es
cierto que existe un conocimiento formal de lo que es la ley y
para qu sirve, todo pareciera indicar que dicho conocimiento
es totalmente ajeno a la vida cotidiana. En muchos de los in-
formes se refleja la idea de que los participantes no se imaginan
una sociedad en la que sus miembros cumplan con las leyes.
En quinto lugar y ltimo retomamos el asunto de un ambiente
generalizado de violencia. Aqu cabe sealar que la mayor parte
de los reportes de los facilitadores que hacen referencia a este
hecho, lo registran principalmente en el mbito verbal, aunque
tambin sealan haber presenciado conatos de bronca.
Algunos reportes registran el hecho de que ante la ausencia
de algunos cabecillas, en algunas de las sesiones cambiaba la
dinmica, principalmente incrementndose la participacin.
Los facilitadores coinciden en advertir que no percibieron di-
ferencias de sexo en cuanto a involucramiento en el ambiente
de violencia sealado y se dan casos en los que explcitamente
registran cabecillas y bandas femeninas.
De las sesiones Un nuevo equipo de trabajo
Hemos dejado para un apartado especial este punto por la
importancia que tiene para la lgica del modelo.
136 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
El modelo afirma, como uno de sus elementos claves, la re-
construccin del tejido social a partir de una nueva articulacin,
de los actores sociales, en este caso autoridades, policas y co-
munidad.
Para nosotros es evidente que esa nueva articulacin pasa ne-
cesariamente por la construccin de espacios de interaccin en
donde las acciones de los actores sociales, orientadas recproca-
mente, puedan ser confrontadas y a partir de ello resignificadas.
La sesin de los talleres que denominamos Un nuevo equipo
de trabajo es precisamente uno de tales espacios.
Se trata, por una parte, de la conclusin del ciclo en el que
lo que ha estado en discusin es la percepcin que los diversos
actores ubicados en su grupo de referencia tienen de ellos mis-
mos y de los otros actores y, por otra parte, se trata del inicio
de un nuevo ciclo en el que se busca una nueva articulacin
entre ellos.
Ya hemos mencionado cmo, en general, se trata de una se-
sin en la que previamente a su realizacin, se generan muchas
expectativas, que van desde el enunciado de agravios (pensar en
ella como una oportunidad de externar agravios), pasando por
la presentacin de un pliego petitorio, hasta la ms modesta del
A ver qu se puede hacer.
La experiencia en estas sesiones ha sido de una gran riqueza
y en general se ha contado con la disposicin de los participantes
por aprovecharlas al mximo; de hecho, salvo las de los grupos
de estudiantes acotadas por los horarios escolares, las dems se
han extendido en tiempo y en varias se han citado para un nuevo
encuentro.
Se trata de sesiones que han tenido una dinmica similar en
todos los casos.
Un primer momento de tensin normalmente aligerado por
alguna dinmica introducida por el facilitador; un segundo mo-
mento en el que algunos de los participantes, estudiantes o miem-
bros de la comunidad ponen en el tapete el tema de la corrupcin
policiaca, o bien, el de su ineficiencia, generndose un primer
MODELO COMUNIDAD SEGURA 137
espacio de comunicacin en el que los policas externan sus con-
sideraciones.
La mayora de las veces se trata de consideraciones en las
que el polica se presenta como vctima de un sistema que no le
permite actuar de otra manera. Se recurre a expresiones como que
el polica tiene un pie en el panten y otro en la crcel,
que est en la mira de los derechos humanos, que el Minis-
terio Pblico y los delincuentes los hacen sndwich, que la
gente siempre los deja solos, etctera.
Sin lugar a duda, son consideraciones que forman parte de
una discurso aprendido y que pueden ser rebatidas una a una.
Es interesante subrayar que de hecho logran el objetivo de ge-
nerar comprensin y hasta cierto punto compasin por parte de
los dems participantes.
A partir de lo anterior, se da un tercer momento en la dinmica
en el que se ampla el horizonte de la comunicacin y empiezan
a plantearse cuestiones como qu habra que hacer para cam-
biar? qu tenemos que hacer para contar con mejores policas?
cmo nos podemos ayudar?, etctera.
En este tercer momento, sobre todo en los talleres con los
estudiantes, los policas adoptan un discurso moralista de ex-
hortacin a la buena conducta, dejando en claro que en caso
de no ser as, pueden ser castigados.
El cuarto momento es algo as como una lluvia de ideas sobre
lo que se podra hacer para transformar la relacin y asumir el
problema de la inseguridad como un problema de todos. Evi-
dentemente aqu aparecen, desde ideas que apuntan a cambios
culturales de fondo, por ejemplo afirmar que hay que compro-
meterse y no dar ya nunca ms una mordida y negarse a re-
cibirla; hasta ideas verdaderamente sencillas y prximas como
la de comprometerse a saludarse.
Esta ltima idea el comprometerse a saludarse que se
estableci en todos los talleres, se trata, como decamos antes,
de un compromiso muy simple; sin embargo, consideramos que
bien analizado es un compromiso trascendente. En primer lugar,
138 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
porque se trata de un compromiso que est al alcance de todos
y en consecuencia las posibilidades de cumplirlo son muy altas.
En segundo lugar, porque expresa y materializa el deseo de no
considerarse ajenos el uno del otro. En tercero, porque tiene un
canal de comunicacin que puede ser enriquecido y ampliado,
lo cual, a su vez, como todos sabemos, puede generar un entra-
mado de relaciones (tejido social) que hoy por hoy est erosio-
nado.
No se trata de sobrevaluar el asunto ni minusvaluarlo; lo que
queremos es ubicarlo en su justa dimensin, tanto simblica-
mente (voluntad de cambio) como en su dimensin real (nueva
forma de relacionarse).
Otro ejemplo de compromiso concreto anotado en este mo-
mento del taller es el establecer mecanismos fluidos de comu-
nicacin que favorezcan la accin conjunta de comunidad, po-
licas y autoridades.
Para concluir con este apartado es pertinente recordar que lo
que se pretende con el modelo Comunidad segura es detonar
un proceso que propicie el surgimiento y desarrollo de una cul-
tura de la seguridad y de la legalidad. En este sentido, nos parece
que en lo expuesto hasta aqu hay indicios suficientes para
pensar que el camino que hemos recorrido en su puesta en prc-
tica es adecuado; somos conscientes que no basta con ello, que
se requiere entre muchas otras cosas, darle continuidad a lo avan-
zado y sobre todo continuar fortaleciendo la conciencia de res-
ponsabilidad y cambio de los individuos como individuos y como
parte de un grupo social.
A. La campaa
Una vez concluida la etapa intensiva de realizacin de talleres,
se lanz la campaa de comunicacin orientada a reforzar lo
abordado en los talleres.
Dicha campaa, que incluy la pinta de 10 bardas ubicadas
en la zona con mensajes, cambiados en dos ocasiones: El pro-
MODELO COMUNIDAD SEGURA 139
blema de la inseguridad es de todos, todos debemos resolverlo;
En Los Pedregales todos somos responsables de que la ley se
cumpla; la pega de 10,000 psteres en diversos puntos y la
instalacin de una carpa informativa durante cuatro fines de se-
mana en un punto de alta afluencia de personas.
La campaa, adems del objetivo explcito de reforzar lo abor-
dado en los talleres, pretende crear un ambiente que contrarreste
el dominante de inseguridad. Su impacto est por medirse. Sin
embargo, es pertinente comentar dos detalles. El primero es el
respeto, tanto a las bardas como a los psteres, y el segundo,
que varios de los grupos que se han acercado a solicitar que se
organice un taller con ellos lo han hecho motivados por esa in-
formacin.
B. Los resultados
A lo largo de la exposicin de La experiencia en Los Pe-
dregales, Coyoacn hemos ido enunciando muchos elementos
que podrn ser considerados como resultados; no est de ms
advertir que en sentido estricto son slo indicios, ya que es an
prematuro hablar de resultados.
Y es prematuro hablar de resultados porque en los trminos
mismos del diseo del modelo se requiere dejar pasar cierto tiem-
po para realizar la segunda medicin de la percepcin, ya que
de acuerdo con nuestra hiptesis, ah se debe manifestar alguna
modificacin. Ahora bien, esa medicin dar un referente em-
prico importante y ah radica su valor, pero no lo es todo.
Esa medicin no dar cuenta, por ejemplo, del inters con el
que fueron acogidos los talleres, as como del entusiasmo y res-
ponsabilidad con el que se particip en ellos. Este dato es en s
un resultado que cabra calibrar en todo su significado. Para no-
sotros significa entre otras cosas expresin de una doble volun-
tad; voluntad de cambio y voluntad de participacin. Voluntad
de cambio en cuanto a insatisfaccin con el estado de cosas exis-
tentes y conviccin de que las cosas pueden ser mejores; volun-
140 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
tad de participacin en cuanto disposicin de explorar alterna-
tivas aun cuando ellas impliquen asumir nuevas responsabili-
dades.
Una de las cosas que mayor impacto nos produjeron los ta-
lleres, fue constatar el trnsito desde posiciones en las que el
principal y nico responsable de la inseguridad es el gobierno,
hacia posiciones en las que se reconoce que todos tenemos que
ver y que no basta slo exigirle a los otros que cumplan con
sus responsabilidades si antes, cada uno de nosotros, desde el
lugar que ocupamos en la sociedad, no asumimos las propias.
Otro elemento tambin significativo fue el hecho del encuen-
tro entre los diversos actores. Previo a l, el ambiente que se
perciba en los distintos grupos era de actores ajenos unos a
otros, lo nico que los vinculaba era un listado enorme de agra-
vios. Sentarse cara a cara e intercambiar puntos de vista propici
reconocer al otro y por ello reconocerse como parte de un todo.
Tenemos el dato, por ejemplo, de que en el caso de los es-
tudiantes de secundaria muchos de ellos nunca haban intercam-
biado palabras con un polica y, sin embargo, tenan un juicio
descalificante de ellos, o bien que la nica relacin haba sido
problemtica y ello los distanciaba necesariamente.
Nos parece tambin importante registrar como indicio de que
en algo es significativa la dinmica como la de los talleres, el
hecho de que en la mayora de ellos, del orden del 70%, se
formul explcitamente la peticin de que hubiera continuidad.
En otro orden de ideas, pero tambin producto de la reflexin
suscitada a partir de la puesta en prctica del modelo, nos parece
importante sealar la ausencia de una cultura de la legalidad.
12
Dicha ausencia se manifiesta de diversas formas, pero quiz
las ms tpicas seran el reconocerse sujeto de derecho, mas no
de obligaciones, y la otra, la de asumir como algo dado, ina-
movible y hasta cierto punto natural, que el derecho, las leyes,
MODELO COMUNIDAD SEGURA 141
12 Este tema lo hemos desarrollado en el artculo La cultura de la lega-
lidad, antdoto de la inseguridad, Este Pas, nm. 116, noviembre de 2000.
las normas, corresponden al mundo del deber ser que poco o
nada tiene que ver con el mundo real en el que se desenvuelven.
Una expresin muy clara entre policas era, por ejemplo,
reconocer que su conducta estaba muy distante del deber ser,
para inmediatamente sealar que no les quedaba de otra, ya
que no asumir la cultura real del gremio implicara ser ex-
cluidos del mismo; o en el caso de los estudiantes era fre-
cuente escuchar el argumento de por qu respetar la ley,
sin nadie lo hace?
Por ltimo cabe comentar que la metodologa misma de los
talleres en la que uno de los facilitadores actuaba como obser-
vador participante hace que contemos con una riqueza de infor-
macin que en este momento est siendo organizada para ser
analizada. Se trata de un resultado importante pues estamos se-
guros que aportar conocimientos relevantes sobre la dinmica
comunitaria, la participacin y los procesos de cambio.
C. Las perspectivas
La primera y ms importante se refiere al cierre del ciclo de
la puesta en prctica del modelo, ya que como se ha sealado
en distinto momentos a lo largo de esta exposicin, son todava
varios los asuntos que quedan por concluir.
Una segunda perspectiva tiene que ver con la idea de poner
en prctica el modelo en otras zonas, tanto de la ciudad de M-
xico como en otras ciudades del pas; en particular, nos interesa
poderlo probar en algunos espacios con caractersticas diferentes,
sobre todo en lo que se refiere a niveles socioeconmicos y cul-
turales, a las de los habitantes de Los Pedregales, ya que ello
significara contar con ms elementos para su validacin.
Una tercera y ltima perspectiva se refiere a la difusin del
modelo, tanto en los mbitos acadmicos como en la toma de
decisiones, con la intencin muy clara de incorporar a l nuevos
elementos que lo enriquezcan y amplen su horizonte de inci-
dencia.
142 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
En este sentido y dado que la experiencia nos lo ha arrojado
como un asunto central, nos parece fundamental interactuar con
los expertos en materia de derecho para profundizar el tema de
la cultura de la legalidad.
Evidentemente no son ellos los nicos que tienen una palabra
que decir al respecto; la de los antroplogos, los psiclogos, los
socilogos, los pedagogos, etctera; es fundamental, lo que les
concede un lugar particular es el hecho de que sea la ley su
objeto de trabajo.
Con ello no queremos decir que su participacin se limite a
la difusin de las leyes, aspecto que con frecuencia se considera
indispensable, sino a una participacin ms amplia en la que
podra ser interesante empezar por preguntarse: en qu medida
es la propia prctica del derecho un obstculo importante para
la emergencia de una verdadera cultura de legalidad?; y a partir
de ese cuestionamiento, explorar cules podran ser algunas es-
trategias para que esa prctica se reoriente y sea ella misma una
expresin de dicha cultura.
Hemos ejemplificado esta tercera y ltima perspectiva con re-
ferencia al derecho. Se trata de crear en el mbito acadmico
espacios inter y multidisciplinarios, que generen los conocimien-
tos transdisciplinarios que se requieren para hacer frente a pro-
blemas de gran complejidad como el de la inseguridad.
IV. ALGUNAS REFLEXIONES
En el universo de la problemtica social cada da son mayores
las evidencias de que nos enfrentamos a situaciones con un alto
grado de complejidad, sin embargo y pese a ello, tambin son
muchas las evidencias de que continan dominando en los he-
chos perspectivas que se aproximan a ellos de manera parcial y
fragmentada.
As, continuamos escuchando planes y programas de gobierno
que repiten una y otra vez; frmulas que han demostrado una
MODELO COMUNIDAD SEGURA 143
total ineficacia para conseguir las metas que se dice se proponen
alcanzar y, peor an, suman a los rezagos existentes nuevos
saldos.
El caso ms obvio y crtico, por su contundencia en trminos
de resultados no deseados, es el de los programas econmicos
que, etiquetados como neoliberales, se han ido adoptando siste-
mticamente en todos los pases del mundo.
Se trata de programas que se imponen desde el poder con el
espejismo de que ordenada la macroeconoma por el conjuro cua-
si mgico del imperio del mercado, los beneficios se sentirn
tarde que temprano en los bolsillos de la poblacin. Dos hechos
irrebatibles contradicen da con da tan extraordinarios augurios:
el incremento cotidiano del nmero absoluto de personas que
viven en la pobreza y la agudizacin de las desigualdades so-
ciales.
Frente a lo anterior son cada vez ms las voces que se vuelven
hacia las ciencias sociales, o desde las mismas ciencias sociales,
y que reclaman la formulacin de nuevos paradigmas que renan
lo que una vez separaron, que integren lo que en su momento
fragmentaron.
Dichas voces han puesto en el centro del debate acadmico
los temas de la interdisciplina, la multidisciplina y la transdis-
ciplina como mtodos viables para dar cuenta de la complejidad.
Se trata an de un debate que se encuentra en fases prelimi-
nares y al que an le falta un largo camino por recorrer. Sin
embargo, lo que va quedando ya como aprendizaje y conclusin,
es que se requieren nuevas formas de aproximarse a la proble-
mtica social, as como de nuevas estrategias para hacerle
frente.
En un contexto as, a nosotros nos parece que un problema
como el de la inseguridad en el Mxico contemporneo tiene
que ser visualizado en tanto sntoma de una problemtica aguda
y profunda de descomposicin social, y que es precisamente di-
cha problemtica la que debe de ser atacada si en verdad lo que
se busca es que el sntoma desaparezca.
144 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA
Por ello insistimos en la idea de ubicar la inseguridad como
un problema en la esfera de lo social y sugerimos que sea en
esa esfera en la que debe ser atendido.
Atender la inseguridad en la esfera de lo social significa, entre
otras cosas, poner en el centro aquello que cohesiona a una so-
ciedad y que se expresa en un pacto social.
El pacto social como elemento cohesionador de una sociedad
es una figura que sintetiza mltiples y diversos elementos, entre
los cuales el cultural es quiz el ms relevante. De ah que no
nos debe parecer extrao que sea precisamente en el orden cul-
tural donde se expresan hoy las ms profundas grietas y rupturas
de la sociedad mexicana, pero tambin donde se presentan las
ms alentadoras oportunidades.
Se presentan las ms profundas grietas y rupturas simple y
sencillamente porque la cultura entendida como el significado
y los valores de un modo determinado de vida,
13
que durante
buena parte del siglo XX fue funcional para la sociedad mexi-
cana, ya no lo es ahora.
Por otra parte, se presentan las ms alentadoras oportunidades
porque hay evidencias de que lo que la sociedad mexicana quiere
y anhela es un cambio, una nueva edicin de sus valores cultu-
rales.
En esa nueva edicin de los valores culturales, los mexicanos
tendremos que plantearnos de manera radical el tema de la le-
galidad, el cual, como hemos sealado, est ntimamente vincu-
lado con el de la seguridad. Queremos una sociedad segura, en
la que la violencia y la delincuencia estn acotadas a mrgenes
manejables por la sociedad y sus instituciones? Si la respuesta
es afirmativa, tendremos que extirpar de raz la corrupcin y la
impunidad, de otra manera difcilmente alcanzaremos metas sig-
nificativas en estos asuntos.
MODELO COMUNIDAD SEGURA 145
13 Centro Tata Vasco. Por un cambio con proyecto nuevo. Anlisis de
la realidad Nacional, Mxico, Edicin del Centro Tata Vasco, primer semestre
de 1996, p. 97.
Ahora bien, cabe sealar que no todo es ni puede ser plan-
teamiento abstracto; se requiere explorar caminos de accin con-
cretos que, desde la cotidianidad de los individuos, se orienten
a resignificar sus relaciones y crear nuevos espacios de interac-
cin que den pie a nuevas acciones se materialicen un tejido
social renovado. El modelo Comunidad segura se ubica en ese
horizonte, esa es su apuesta.
146 NELIA TELLO PEN / CARLOS GARZA FALLA

También podría gustarte