Poderyfuerza - Lectura - Mary Kaldor
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EL PODER Y LA FUERZA
La seguridad de la poblacin civil
en un mundo global
Traduccin de Alberto E. lvarez
y Araceli Maira Bentez
Coleccin dirigida por Josep Ramoneda
con la colaboracin de Judith Carrera
83
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ndice
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Abreviaturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
1. Una dcada de intervencin humanitaria
(1991-2000) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
2. El poder estadounidense: de la compelencia
al cosmopolitismo? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
3. Nacionalismo y globalizacin . . . . . . . . . . . . . . 157
4. La intervencin en los Balcanes: un proceso
de aprendizaje inconcluso . . . . . . . . . . . . . . . . . 189
5. La idea de una sociedad civil global . . . . . . . . . 207
6. Guerra justa y paz justa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 237
7. Seguridad humana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 279
Apndices
Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 305
ndice onomstico y de materias . . . . . . . . . . . . . . . . 329
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Introduccin
La guerra ya no existe. Hay, sin duda, confron-
taciones, conflictos y combates en todo el mun-
do [...] y los estados an tienen fuerzas armadas
que utilizan como smbolos de poder. Sin em-
bargo, la guerra tal y como la entienden la ma-
yora de los combatientes, la guerra como con-
tienda en un campo de batalla entre hombres y
maquinaria, la guerra como gran acontecimien-
to decisivo en una disputa de asuntos interna-
cionales, esa guerra ya no existe.
Rupert Smith, The Utility of Force
La guerra de Irak de 2003 puede considerarse un
buen ejemplo que ilustra por qu necesitamos abordar
la seguridad desde una perspectiva nueva. El presiden-
te George W. Bush y su secretario de Defensa, Donald
Rumsfeld, aseguraban que estaban librando un nuevo
tipo de guerra basado en la aplicacin de tecnologas de
la informacin y de la comunicacin. Sin embargo, el
planteamiento era de hecho bastante tradicional; repro-
duca los mtodos que, segn el general Rupert Smith,
entendemos como guerra, en la medida en que se em-
pleaban fuerzas militares convencionales para invadir
Irak y para intentar vencer posteriormente a los insur-
gentes. Lo que Rumsfeld denominaba transformacin
de la defensa tan slo significa incorporar nuevas tec-
nologas a estructuras y estrategias tradicionales.
La transformacin de la seguridad va mucho ms
all del cambio tecnolgico; implica un cambio en las re-
laciones entre las comunidades durante la guerra y en el
carcter de las amenazas a las que nos enfrentamos. La
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incapacidad para comprender la transformacin de esas
relaciones sociales explica por qu los estadounidenses
(y los britnicos) se han visto progresivamente inmersos
en una combinacin de insurgencia y confrontacin,
conflicto y combate sectarios que han atrado como un
imn al terrorismo global.
Este libro es una recopilacin de ensayos en torno a
este asunto, escritos durante los primeros cinco aos del
presente siglo. Defiende una nueva aproximacin a la
seguridad basada en un dilogo global, un debate pbli-
co entre grupos de la sociedad civil e individuos, as co-
mo entre estados e instituciones internacionales. Los ca-
ptulos constituyen una continuacin lgica del trabajo
que desarroll en la dcada de 1990, centrado en las ca-
ractersticas de las nuevas guerras en lugares como los
Balcanes o frica, o lo que Rupert Smith denomina
guerras entre personas.
1
En la presente introduccin
presentar mi concepcin de las guerras viejas y nuevas,
la Guerra Fra y la sociedad civil global, puesto que pro-
vee de un marco conceptual e histrico a los captulos
del libro. A continuacin, plantear unas breves puntua-
lizaciones metodolgicas y normativas, y en la seccin
final resumir cada uno de los ensayos.
Consideraciones previas
Comenc a utilizar la expresin nuevas guerras a
mediados de los aos noventa, cuando era copresidenta
de la Asamblea de Ciudadanos de Helsinki y visitaba de-
legaciones locales en lugares como Bosnia-Herzegovina
o Nagorno Karabaj. Me percat de que esos conflictos
eran muy diferentes de mis ideas preconcebidas sobre la
guerra, unas ideas en su mayor parte fundadas en lo que
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haba aprendido en mis investigaciones, y en los medios
de comunicacin, sobre las guerras mundiales del si-
glo XX. Tambin advert que la mayora de las personas,
incluidos los responsables polticos que ocupaban pues-
tos clave, compartan esas mismas ideas preconcebidas,
y que ello les impeda adoptar polticas apropiadas. En
consecuencia, eleg la expresin nuevas guerras con el
propsito de subrayar que tales conflictos son muy dife-
rentes de las viejas guerras sobre las que se asientan
nuestras ideas preconcebidas.
Mediante la expresin viejas guerras me refiero a
los conflictos que se desarrollaron en Europa desde fi-
nales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XX (la ver-
sin idealizada de este tipo de guerra es la que ha llega-
do a representar lo que entendemos por guerra). La
vieja guerra es la guerra entre estados librada por fuer-
zas armadas uniformadas, en la que el enfrentamiento
decisivo es la batalla. Las viejas guerras, como con-
vincentemente ha argumentado Charles Tilly, estaban li-
gadas al ascenso del estado-nacin moderno y consti-
tuyeron los estados.
2
La guerra hizo a los estados, y
viceversa, afirma Tilly.
3
En las guerras, los estados fue-
ron alcanzando la capacidad de monopolizar la violen-
cia organizada y de eliminar los ejrcitos privados, los
bandoleros, las levas feudales, etctera, y establecer fuer-
zas profesionales al servicio del estado. Los impuestos y
los prstamos aumentaron, al igual que la eficacia ad-
ministrativa y los servicios pblicos y, sobre todo, se for-
j el concepto de comunidad poltica. Las comunidades
imaginadas, basadas en el desarrollo de peridicos y no-
velas en lenguas vernculas, gracias al cual los que ha-
blaban el mismo idioma llegaron a verse a s mismos
como integrantes de una comunidad, se consolidaron en
la guerra. Carl Schmitt analiza el concepto de lo poltico
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que subyace al estado moderno. Para l, al concepto de
lo poltico le es intrnseca la distincin amigo-enemi-
go, la cual, afirma, est vinculada a la posibilidad fsi-
ca y real de matar.
4
La tarea del estado era defender el
territorio contra otros, y tal quehacer dotaba de legiti-
midad al estado. Protego ergo obligo (Protejo, luego soy
obedecido), segn Schmitt, es el cogito ergo sum del
estado.
5
Las viejas guerras se libraban siguiendo, al menos
en teora, ciertas reglas, normas codificadas entre fina-
les del siglo XIX y principios del XX en las Convenciones
de Ginebra y de La Haya disposiciones relativas, entre
otras cosas, a la reduccin al mnimo de las bajas civiles
y al trato correcto de los prisioneros. Hay una delgada
lnea entre los hroes y los criminales, entre matar leg-
timamente y asesinar.
Las que denomino nuevas guerras son exactamen-
te lo contrario. Se trata de enfrentamientos que tienen lu-
gar en el contexto de la desintegracin de los estados (en
general, de estados autoritarios bajo el impacto de la glo-
balizacin). En ellas contienden redes de actores esta-
tales y no estatales, a menudo sin uniforme, en ocasiones
con seales distintivas tales como cruces, o gafas Ray-
Ban, como la milicia croata en Bosnia-Herzegovina. Son
guerras en las que no abundan las batallas y la violencia
se dirige en su mayor parte contra los civiles debido a las
tcticas de contrainsurgencia o de limpieza tnica. En
ellas los impuestos disminuyen y la guerra se financia
mediante el botn y el saqueo, el comercio ilegal y otros
ingresos generados por las hostilidades. En estos conflic-
tos, las distinciones entre combatiente y no combatiente,
violencia legtima y criminalidad se estn difuminan-
do. Exacerban la desintegracin del estado: descenso del
PIB, reduccin de la recaudacin de impuestos, prdida
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de legitimidad, etctera. Sobre todo, construyen nuevas
identidades sectarias (religiosas, tnicas o tribales) que
socavan el sentido de comunidad poltica compartida. De
hecho, cabra considerar que tal es el propsito de es-
tas guerras. Redefinen el sentido de comunidad poltica
siguiendo nuevas lneas de divisin, y lo hacen creando
miedo y odio. Establecen nuevas distinciones amigo-ene-
migo. Adems, estas identidades polticas sectarias a me-
nudo estn inextricablemente ligadas a redes criminali-
zadas que proporcionan los cimientos de una economa
sumergida global.
A diferencia de lo que ocurre en las viejas guerras,
que acababan con la victoria o la derrota, es muy difcil
poner fin a las nuevas guerras. A las partes en con-
flicto les interesa que la violencia contine, por motivos
tanto polticos como econmicos. Es ms, tienden a pro-
pagarse a travs de refugiados y desplazados, de redes
criminalizadas y de las ideologas sectarias que elaboran.
Por supuesto, estas guerras no son completamente
nuevas. Tienen mucho en comn con los enfrenta-
mientos del periodo premoderno en Europa y con los
conflictos desencadenados fuera de Europa a lo largo del
periodo de las viejas guerras. Es posible incluso iden-
tificar algunos elementos de lo que he denominado nue-
vas guerras en las viejas guerras por ejemplo, en el
efecto de la Primera Guerra Mundial sobre el Imperio
otomano. Subrayo la distincin porque nos ayuda a
comprender lo que sucede hoy en da y lo que debemos
hacer al respecto. En buena parte de la bibliografa ac-
tual, las nuevas guerras se describen como guerras ci-
viles. Se argumenta con frecuencia que han disminuido
los conflictos interestatales y que los enfrentamientos ci-
viles han aumentado. Me he opuesto a esa terminologa
porque las nuevas guerras desdibujan la distincin en-
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tre lo interno y lo externo, y debido a las implicaciones
que esa expresin tiene en la poltica. La guerra de Bos-
nia, fue un enfrentamiento civil yugoslavo o internacio-
nal? La guerra en la Repblica Democrtica del Congo,
en la que se involucraron varios estados vecinos, fue in-
terestatal o civil? En trminos polticos, la expresin
guerra civil implica no intervencin. La idea de inter-
vencin internacional para proteger a las personas de las
violaciones de los derechos humanos a gran escala es
mucho ms controvertida, pese a la reciente aprobacin
del concepto de responsabilidad de proteger. Hay ra-
zones en pro de la intervencin internacional para de-
fender un estado contra una agresin en un escenario de
guerras interestatales. Pero es relevante que las viola-
ciones de los derechos humanos las cometan extranje-
ros y, por lo tanto, se consideren agresin, o que las
cometan compatriotas y entonces se denominen repre-
sin? En Bosnia, era relevante que la limpieza tnica
la perpetraran serbobosnios o serbios de Serbia? Por
otro lado, el empleo de la expresin guerra civil impli-
ca que los esfuerzos realizados desde el exterior, se con-
sideren o no una intervencin, tienden a converger en
los estados-nacin individuales, cuando en realidad toda
nueva guerra desborda fronteras y ha de tratarse en un
contexto zonal. Cabe alegar un argumento similar en re-
lacin con la expresin guerra privatizada, utilizada por
algunos autores. Es cierto que en las nuevas guerras se
hallan implicados grupos armados no estatales, pero ge-
neralmente vinculados a ejrcitos regulares o a lo que
queda de ellos. Lo relevante, ms bien, es que en las
nuevas guerras la distincin entre lo pblico y lo pri-
vado tambin se torna borrosa.
Las viejas guerras alcanzaron su apogeo a media-
dos del siglo XX. La aplicacin de la ciencia y la tecnolo-
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ga para matar, junto con el aumento de la capacidad de
movilizacin de los estados, condujeron a la destruccin
a una escala inconcebible. Cerca de treinta y cinco mi-
llones de personas murieron en la Primera Guerra Mun-
dial y alrededor de setenta millones en la Segunda Guerra
Mundial. Moran tantas personas en unas semanas en
Auschwitz como durante el tsunami en el ndico o en toda
la guerra de Bosnia-Herzegovina. Parecido nmero de
personas perdi la vida en una sola noche en los bombar-
deos de Tokio, Dresde, Hamburgo, Hiroshima o Nagasaki.
Por otro lado, ms de la mitad de las vctimas en la Se-
gunda Guerra Mundial eran civiles. De la experiencia de
esos conflictos surgi el estado totalitario centralizado
y los bloques de estados, el punto culminante de la cons-
truccin del estado. Cuando George Orwell escribi 1984,
su visin de la pesadilla de unos bloques totalitarios en-
frentados, pensaba no slo en la Unin Sovitica sino en
la Gran Bretaa de la posguerra: 1984 es una trasposi-
cin de 1948. En particular, estas guerras totales dieron
origen a un nuevo concepto de lo poltico que se exten-
da ms all del estado y llegaba hasta los bloques de na-
ciones: la idea de la democracia contra el totalitarismo o
del socialismo contra el fascismo. La Guerra Fra puede
concebirse como un modo de mantener viva esta idea de
la vieja guerra, ligada a una nocin amplia de la comu-
nidad poltica. En el discurso de los polticos se hallan
profundamente arraigadas las formas de ver el mundo
vinculadas a la vieja guerra. Y eso, cabe alegar, les im-
pide ver la realidad de las nuevas guerras.
Durante la Guerra Fra sola afirmarse que Europa, o
incluso el mundo, disfrutaban de paz. Aparte del he-
cho de que haba autnticas guerras en Hungra, Che-
coslovaquia y en gran parte del entonces llamado Tercer
Mundo, en Europa vivamos como si estuvisemos en
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guerra, con millones de hombres en las fuerzas arma-
das, ejercicios militares frecuentes, tramas de espas,
propaganda hostil, etctera. Y vivamos experimentan-
do gran parte de la angustia y el miedo asociados a la
guerra as como a ciertas organizaciones las industrias
de la defensa, el estado centralizado, y, desde luego, te-
niendo presente la distincin entre amigo y enemigo que
defina al mundo dividindolo en dos campos ideolgi-
cos y que proporcionaba un mecanismo para desacredi-
tar a la oposicin. Por ello, yo prefiero calificar la Guerra
Fra como una guerra imaginaria.
6
Durante ese periodo, la Guerra Fra se consideraba
un intenso enfrentamiento ideolgico, una Gran Con-
tienda, en palabras de Deutscher, entre la democracia y
el totalitarismo, o entre el capitalismo y el socialismo.
7
Y yo sostendra que esta idea, este choque global, era
un modo de definir la comunidad poltica dentro de cada
bloque. La Guerra Fra convena a ambos bandos. La Se-
gunda Guerra Mundial haba resuelto los problemas del
desempleo masivo y del destructivo nacionalismo eco-
nmico de la dcada de 1930 en Occidente, y de la inefi-
cacia y la falta de legitimidad en el Este. La Guerra Fra
reprodujo esas soluciones. En cierta manera, tanto la
derecha como la izquierda coincidan en apoyar esta idea.
La derecha describa el conflicto como un enfrentamien-
to entre libertad y totalitarismo. La izquierda se desa-
creditaba considerndolo un conflicto entre capitalismo
y socialismo.
Nada de ello fue consecuencia de decisiones tomadas
conscientemente por las respectivas elites. Fue, ms bien,
el resultado de sus propias experiencias en la Segunda
Guerra Mundial, de las estructuras estatales que se esta-
blecieron durante ese conflicto. Por ejemplo, la evolu-
cin de la carrera armamentstica durante la Guerra Fra
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se explica mucho mejor si imaginamos que ambos ban-
dos estaban armndose para combatir no entre ellos, sino
contra un enemigo alemn fantasma. As, los estadouni-
denses continuaron poniendo el acento en el bombardeo
estratgico; con la aparicin de los misiles, las armas nu-
cleares se consideraron una continuacin de los bombar-
deos a larga distancia y colocadas bajo el Mando Areo
Estratgico. Estados Unidos prevea una guerra relm-
pago convencional en las llanuras del norte de Alemania
y se imaginaba a s mismo acudiendo raudamente en ayu-
da de los europeos valindose de una pericia superior.
Los rusos, por su parte, nunca efectuaron bombardeos
estratgicos; al contrario, consideraban el bombardeo una
tctica fascista. Crean que no haba alternativa al ejr-
cito de tierra convencional. La aviacin se contempla-
ba como un apoyo de las fuerzas terrestres, la sierva de
la artillera, como Stalin la denominaba, por lo que
cuando se desarrollaron los misiles se los consider arti-
llera y fueron colocados bajo el mando de la Academia
de Artillera.
Tampoco haba simetra en los dos lados. Muchas
personas en Occidente apoyaban la Guerra Fra y sen-
tan que las beneficiaba. Pero la imposicin del estali-
nismo fue una tragedia para los pueblos de Europa cen-
tral y, cabe argumentar, el dominio sovitico en dicha
zona se sustent en la Guerra Fra.
Durante ese periodo, al menos en el campo occiden-
tal, estuvo siempre en cuestin la credibilidad. Si la
guerra era puramente imaginaria, durante cunto tiem-
po seguiran los enemigos y los amigos creyendo en el
poder estadounidense? En las dcadas de 1950 y 1960 se
acumul una cantidad asombrosa de armas nucleares,
suficiente para destruir el mundo varias veces. La estra-
tegia, segn Clausewitz, es la utilizacin de la fuerza mi-
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litar para fines polticos. Pero, se preguntaban los es-
trategas como Schelling, qu significa la estrategia, si
las armas son demasiado peligrosas para ser usadas?
Qu sucedera si no se disuada a los insurgentes en La-
tinoamrica o en el Sudeste Asitico? Cmo emplear la
fuerza de manera limitada? De hecho, la compleja dife-
renciacin de tipos y funciones de armas nucleares (tc-
ticas, de teatro y estratgicas) en un contexto en que el
uso de cualquier arma sera devastador resultaba, como
mnimo, profundamente problemtica.
En este rompecabezas, mi opinin es que la estrate-
gia termin por convertirse en la cuestin de cmo utili-
zar la fuerza en una guerra imaginaria en la que todos
saban las reglas. Los crpticos debates occidentales so-
bre, por ejemplo, los dilemas entre la destruccin mutua
asegurada o la respuesta flexible, deben explicarse en es-
tos trminos. El complejo argumento esotrico a favor
de adquirir armas nucleares defendido por Richard Per-
le, uno de los estrategas nucleares ms conocidos, ayu-
dante del secretario de Defensa durante el gobierno de
Reagan e integrante del equipo neoconservador del en-
torno del presidente George W. Bush, ilustra la naturale-
za imaginaria de la estrategia nuclear: Siempre me ha
preocupado menos lo que ocurrira en un intercambio
nuclear real que el efecto que el equilibrio nuclear tiene
sobre nuestra disposicin a correr riesgos en situaciones
concretas. No es que est preocupado por que los so-
viticos vayan a atacar Estados Unidos con armas nu-
cleares confiando en ganar esa guerra nuclear. Lo que
me preocupa es que un presidente estadounidense sien-
ta que no puede actuar en una crisis porque las fuerzas
nucleares soviticas son tales que, si tuviese lugar una
escalada, ellos estaran mejor situados que nosotros para
subir esa escalera,
8
deca Perle. La Iniciativa de Defen-
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sa Estratgica, conocida popularmente como Star Wars,
o la actual Defensa Nacional Antimisiles, pretendan pro-
teger imaginariamente a Estados Unidos para que se pu-
diese emplear de nuevo la fuerza.
Cabe entender la Guerra Global contra el Terrorismo
como un intento de reproducir el relato de la Guerra
Fra por parte de una generacin educada en la mentali-
dad de la guerra imaginaria permanente (idea que de-
sarrollo en el captulo 2 de este libro). Crean que Estados
Unidos haba ganado la Guerra Fra porque la Unin
Sovitica ya no poda competir en la carrera armamen-
tstica. La receta de la vieja guerra, por lo tanto, fue
recuperada tras el 11 de Septiembre; era intrnseca a la
constitucin psicolgica de los hombres del entorno del
presidente Bush. Pero a diferencia de la Guerra Fra, la
Guerra Global contra el Terrorismo ha llevado a dos
conflictos reales. En Irak, Estados Unidos se est viendo
arrastrado a una verdadera nueva guerra global. De-
bido a la insuficiente cantidad de tropas, ms empre-
sas privadas contratadas se implican en el conflicto, que
enfrenta as a una red de actores estatales y no estatales.
Dado que resulta tan difcil distinguir entre insurgen-
tes y combatientes, las principales vctimas son civiles.
Como los insurgentes son en su mayora sunes, la guerra
ha adoptado progresivamente un carcter sectario, cons-
truyendo identidades sectarias en entornos urbanos mix-
tos. Adems, la guerra se est extendiendo a los vecinos
de Irak y de Afganistn, as como al este de frica.
Desde luego, hubo verdaderas guerras durante la
Guerra Fra, entre las que destacan las de Corea, Viet-
nam y Afganistn. Aunque murieron millones de perso-
nas muchas ms que hoy en da en Irak y Afganistn,
se las calific de limitadas porque no supusieron una
confrontacin directa en Europa entre Estados Unidos
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y la Unin Sovitica. Pero a pesar de su naturaleza limi-
tada, tanto Vietnam como Afganistn pusieron en duda
la credibilidad de la fuerza militar convencional a gran
escala y empezaron a cuestionar el relato de la Guerra
Fra. En los veinte aos que siguieron a Vietnam, comen-
z a gestarse un discurso que vinculaba los conceptos de
paz y derechos humanos (la nueva paz, si se desea o,
aun mejor, la seguridad humana). En el periodo de las
viejas guerras, la paz estaba vinculada a las relaciones
entre estados,
9
mientras que la ley y los derechos se vin-
culaban a los asuntos nacionales, algo que los tericos
de las Relaciones Internacionales denominan la Gran
Divisin.
10
El desarrollo de lo que se ha dado en llamar
rgimen de los derechos humanos consecuencia tan-
to de los avances en la legislacin de los derechos hu-
manos, las Convenciones y los Acuerdos de Helsinki de
1975, como de la proliferacin de activistas preocupados
por los abusos de los derechos humanos, especialmen-
te en Latinoamrica y Europa del Este, result funda-
mental para empezar a superar la Gran Divisin. Los
movimientos pacifistas, hasta ese momento centrados
en oponerse a la guerra y a la carrera armamentstica,
comenzaron a ocuparse de asuntos relacionados con los
derechos humanos tras la firma de los Acuerdos de Hel-
sinki. Yo estuve implicada en el dilogo entre el movi-
miento pacifista de Europa occidental y la oposicin en
Europa oriental durante la dcada de 1980. Gracias a ese
dilogo se debatieron y elaboraron conceptos tales como
sociedad civil paneuropea o global, o seguridad cvica o
humana. Mi versin del final de la Guerra Fra es que el
relato de la misma, la idea de un dilogo permanente
Este-Oeste, perdi su atractivo en el imaginario, de ma-
nera particular pero no exclusiva, del Este.
Al analizar las nuevas guerras en trminos de las
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relaciones sociales en la guerra, llegamos a un plantea-
miento muy diferente sobre el modo de enfrentarse a los
conflictos de este tipo y, de hecho, sobre el modo de
enfrentarse al terrorismo en general. La nueva guerra
global que quiz se desarrolle como consecuencia de
las guerras en Irak y Afganistn (y del modo en que estas
guerras estn extendindose) puede considerarse una
manera de construir un choque de civilizaciones, y qui-
zs est ya contribuyendo al aumento del islamismo ra-
dical. El riesgo del terrorismo es demasiado serio como
para que lo secuestren fantasas de la vieja guerra.
Yo alegara que, de modo muy similar, la Guerra Fra y
las armas nucleares nos impidieron adoptar una estra-
tegia seria para socavar el comunismo; ello slo era po-
sible en un contexto de distensin. La Segunda Guerra
Mundial marc verdaderamente el final de las viejas
guerras. Las confrontaciones de esa ndole son impo-
sibles; sencillamente son demasiado destructivas para
llevarse a cabo y se han tornado inaceptables y, de he-
cho, ilegtimas. La guerra de ocho aos entre Irn e Irak
fue, con toda probabilidad, la excepcin que confirma
la regla. Result inmensamente destructiva y condujo
a un punto muerto militar; adems, al menos en el la-
do iraqu, lejos de consolidar el estado, fue el comienzo
de la desintegracin del mismo, la cada hacia un nue-
vo conflicto.
Las nuevas guerras violan deliberadamente todas
las convenciones de la vieja guerra, as como el nuevo
corpus de legislacin sobre derechos humanos, un cor-
pus introducido a partir de la Segunda Guerra Mundial.
La clave para afrontar las nuevas guerras es la recons-
truccin de la legitimidad poltica en torno a las ideas
sobre derechos humanos y sociedad civil global que fue-
ron reinventadas en las ltimas dcadas de la Guerra
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Fra. Si las viejas guerras establecan la nocin de le-
gitimidad poltica en trminos de la distincin amigo-
enemigo, en las nuevas guerras tal distincin destruye
la legitimidad poltica. Por ello dicha legitimidad slo
puede reconstruirse sobre la base de un acuerdo cosmo-
polita y en el marco del derecho internacional. Supone
apoyar los esfuerzos de democratizacin en situaciones
difciles o emplear diversos instrumentos y leyes inter-
nacionales para apoyar y reforzar tales procesos. Uno de
esos instrumentos es la utilizacin de la fuerza militar,
pero entre los temas importantes que aborda este libro se
encuentra la necesidad de emplear las fuerzas militares,
junto con las capacidades civiles, de modos totalmente
nuevos que se asemejan ms a asegurar el cumplimien-
to de la ley que al conflicto blico.
Los captulos de este libro desarrollan esta aproxi-
macin. Carl Schmitt sostendra que no puede haber co-
munidad poltica sin enemigos, y que cuando la fuerza
se usa en nombre de la humanidad, el adversario deja de
ser un enemigo para convertirse en un delincuente, al-
guien que altera el orden pblico, por lo que la comuni-
dad poltica deja de existir. Si est en lo cierto, el futuro
es muy sombro; podemos prever una nueva guerra
global generalizada. Pero si creemos que las comunida-
des polticas pueden cohesionarse mediante la razn en
vez de mediante el miedo, entonces hay una posibili-
dad alternativa, una transformacin de la naturaleza
del estado, en la que los estados ya no estn ligados in-
trnsecamente a la guerra y operen dentro de un marco
multilateral. Y en cuanto al argumento relativo a la hu-
manidad, podramos darle la vuelta. Si denominamos
enemigos a los terroristas, les conferimos estatus polti-
co; de hecho, quiz persigan eso. Tal vez lo ms apro-
piado sea considerarlos delincuentes, alteradores del or-
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den, y utilizar mtodos ms cercanos a los que se utili-
zan para asegurar el cumplimiento de la ley, y no los m-
todos de las viejas guerras.
Consideraciones metodolgicas y normativas
Mi punto de partida es la asuncin de que, en el mun-
do de hoy, hay un vaco real de seguridad. En reas tales
como Oriente Medio, frica oriental o central o Asia
central, donde se estn librando nuevas guerras, mi-
llones de personas viven diariamente con miedo a la vio-
lencia. Por otra parte, las nuevas guerras se entrelazan
de modo progresivo con otros peligros globales, como la
propagacin de enfermedades, la vulnerabilidad a los
desastres naturales, la pobreza y la falta de vivienda. Sin
embargo, nuestras concepciones de la seguridad, pro-
venientes de la experiencia dominante de la Segunda
Guerra Mundial, no reducen esta inseguridad, sino que
la agravan. El propsito de la mayora de estos ensayos
es desarrollar propuestas nuevas para abordar este vaco
de seguridad.
Pero se necesita un lenguaje nuevo. El modo como
percibimos actualmente la seguridad, el lenguaje de la
vieja guerra de que nos servimos, es lo que nos impi-
de encontrar soluciones novedosas. La mayora de estos
ensayos analiza las distintas posturas y los argumentos
que se emplean para legitimar decisiones polticas. La
base de las ciencias sociales son los relatos. Algunos de
ellos se ajustan a las pruebas mejor que otros. No puede
darse un ajuste perfecto, porque el relato sera tan mo-
roso como la propia vida. Sera un espejo de la vida en
vez de una abstraccin que separa ciertos aspectos de la
vida que nos ayudan a guiar nuestros actos.
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El poder y la fuerza.qxp:- 20/10/10 10:21 Pgina 27