Artigo La Infância - Philippe Ariès - Originalmente Publicado Na Enciclopedia Italiana Einaudi

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R E V I S T A D E

E D U C A C I O N
281
HISTORIA DE LA INFANCIA
Y DE LA JUVENTUD
PHILIPPE ARIES La Infancia.
BARBARA FINKELSTEIN La incorporacin
de la infancia a la historia de la educa-
cin.
SIMONETTA ULIVIERI Historiadores y so-
cilogos en busca de la infancia. Apun-
tes para una bibliografa razonada.
REYNA PASTOR
Papel e imagen de la
juyentus en la Espaa Medieval.
TERESA-MARIA VINYOLES I VIDAL Apro-
ximacin a la infancia y la juventud de
los marginados. Los expsitos barcelo-
neses del siglo XV.
ANN TAYLOR ALLEN: Jardines de nios.
Jardines de Dios: kindergartens y guar-
deras en Alemania en el siglo diecinueve.
JULIA VARELA Aproximacin geneal-
gica a la moderna percepcin social de
los nios.
CAROLYN STEEDMAN La madre con-
cienciada: El desarrollo histrico de una
pedagoga para la escuela primaria.
BLAS CABRERA MONTOYA Limitaciones
del anlisis de Marx sobre la legislacin
fabril en El Capital. Discusin a prop-
sito de su valoracin sobre las clusulas
educacionales.
ANN L SCHNEIDER La historia de la in-
fancia y la juventud en Europa Occiden-
tal y en los Estados Unidos, 1630-1680:
Un currculo de historia social para la
enseanza secundaria
SEPTIEMBRE-DICIEMBRE
1986
CONSEJO DE DIRECCON CONS DE REDACC:10
PRESIDENTE:,
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VOCALES:
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en los trabajos firmados
Nmero 281Septiembre-Diciembre 1986
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un": Aalcia
ARBARA FINEIN: icorporacin de la infancia a la h

toria de la educacin1 9
IMONETEA ULIVIERE: Historiadores y socilogos en busca de la
infancia. Apuntes para una bibliografa razonada
FYNA PAsToR: Papel e imagen de la juventus en la Espaa
medieval
ERESA-MARIA VINYOLES I VIDAL Aproximacin a la infancia y
la juventud de los marginados. Los expsitos barceloneses
el siglo XV
NN TAYLOR ALLEN: Jardines de nios. Jardines de Dios: Kin-
dergartens y guarderas en Alemania en el siglo XIX
VARELA: Aproximacin genealgica a la moderna percep-
("in social de los nios
NAS
ROLYN STEEDMAN: La madre condenciada: El desarrollo
histrico de una pedagoga para la escuela primaria
LAS CABRERA MONTOYA: Limitaciones del anlisis de Marx
sobre la legislacin fabril en El Capital. Discusin a pro-
psito de su valoracin sobre las clusulas educacionales2 1 '
VESTIGACIONES Y EXPERIENCIAS
L. SCHNEIDER: La historia de la infancia y la juventud en
uropa Occidental y en los Estados Unidos. 1 630-1 680: Un
nimio de historia social para la enseanza secundaria ...
Pgs.
MAMA DE WS ANGELES GIL ESTALLO:
Estudio sobre integracin,
comportamiento, participacin, grupos y liderazgo de los
universitarios de los dos primeros cursos de la Facultad de
Ciencias Econmicas y Empresariales de la Universidad de
Barcelona
243
INFORMES Y DOCUMENTOS
HANS GLCKEL:
La formacin del profesorado en una sociedad
moderna
265
HANNELORE FAHISTICH-WIELAND:
a_.a
formacin en inform-
tica corno formacin general para el siglo XXI?

277
GUZMN ALONSO MORENO:
La formacin del profesorado en
Honduras. Algunas reflexiones al respecto

287
JEMIS PAZ
FERNNDEZ: La alfabetizacin por radio: El caso de
Radio ECCA
293
BIBLIOGRAFIA
INES CHAMORRO FERNNDEZ y CRISTINA RODRGUEZ VELA:
Bibliografa sobre educacin preescolar 307
RESEAS DE INVESTIGAGION 315
RESEAS DE LIBROS
337
En 1960 apareci publicada e Paris L'Enfant ei familiale sous l'Ancin Rglale de Phi-
lippe Aries. a la sazn jefe del departamento cle dm cimentacin del Instituto de investigacin
aplicada de hutas tropicales y sulatopicales, instinu HM fundada por importantes hombres de
negocios, grandes terratenientes en las colonias hanc esas del I.ejano Oriente. En los pi inicios
aos cuarenta, el joven Aries descubri en la Biblioteca Nacional de Pars los escritos de Mitre
Bloch y de Lucien Febyre, los fundadores de los An p iales. Descubri la sociologa que sus amigos
n compaeros de la Action franaise muy ligada a su familia de vieja tradicin catlica y conser-
vadora y en la que el milit activamente haban calificado de falsa y de juda. Aries termin
rompiendo con la Action Franaise y con su mentor, Charle Mataras, antes de que acabara la
guerra y se refugi en la investigacin histrica, en la entonces novedosa histoire des mentalits.
Lo cierto es que, en los primeros aos sesenta, la que fue su cuarta obra. L'Enfant et la vie
familiale sous 'Anejen Rgime, apenas despert ningn inters en los medios intelectuales fran-
ceses e internacionales. Aunque muy pronto fue traducida al ingls, en 1962, ninguna de las
grandes y prestigiosas revistas histricas y pedaggicas del mundo la recensionaron. Sin embar-
go, dos dcadas despus de su primera publicacin termin convirtindose en un estudio citado
muy profusamente no slo en revistas y libros de historia y sociologa, sino tambin en estudios
de antropologia, educacin, geografa, psicologa, derecho, poltica... En el mundo anglosajn
ha tenido ms de 12 reimpresiones y en 1975 fue traducida al alemn y al italiano, entre otras
lenguas. Nunca lo fue al castellano.
En el prlogo de la segunda edicin francesa, aparecida en 1973, Aries puntualiza que su
trabajo se parangona con la historia social que se haca en su pas y que el uso que otros haban
hecho de su libro le mostr con mayor claridad las tesis que animaban su trabajo. Termina
afirmand que cuando lo escribi no lleg a comprender claramente el libro, y de ah que el
metodo que utiliz fuera cuestionable. La tesis fundamental de L'Enfant... sostiene que durante
la Edad Media no lleg a existir un periodo especial de edad llamado niez al que se le recono-
ca unos propios y nicos valores, privilegios y restricciones. Al contrario, una vez que los nios
comenzaban a demostrar las caractersticas propias de la vida adulta (i. e. la razn interpretada a
naves del dominio del lenguaje, fuerza suficiente, etc.), se les incorporaba rpidamente a sta
e incluso se les ixmalizaba como adultos hasta con la muerte. Aries bas principalmente sus
Mita lactaciones de la historia del concepto de infancia en el uso, realmente sugestivo, de la ico-
nografa de los siglos XV y XVI, prestando gran atencin a descifrar ropas, expresiones faciales,
objetos, y slo en algunos casos, pocos, a textos de la epoca. Sus evidencias histricas las extrajo
bsicamente de la iconografa y de una forma ms bien impresionista, como lleg finalmente
a reconocer. Para el, el arte era fiel reflejo de las formas de vida de cada poca, y el arte de
aquellos siglos mostraba en sus escenas de multitudes cmo la vida se haca en pblico y cmo
los nios se mezclaban con los adultos formando parte de las multitudes. Sin embargo, como han
puesto en evidencia algunos de los crticos ms agudos de su obra, en el arte del Renacimiento, el
descubrimiento de la niez no procedi de un estudio directo del nio, sino ms bien de una
imitacin de obras de pintura y escultura de los griegos y, fundamentalmente, de los romanos.
Tambin se le han hecho otras crticas de mayor o menor consistencia a esta obra seminal
(en general relacionadas con el presentismo de sus hallazgos, con su afn de buscar en materiales
medievales y de comienzos en la modernidad la existencia de actitudes modernas o contempor-
neas hacia el nio en unos momentos, final de los aos cincuenta e inicio de los revisionistas
sesenta, en los que se cuestionaba el estado de la familia moderna). Pero L'Enfant et la tic fami-
hale sous l'Anrien Rgime que no es su opus maius, tal vez lo sea L'Homme devant la mort
(Pars, 1977; El hombre ante la muerte, Madrid, I983), a pesar de sus limitaciones y de las
visiones melanclicas y hasta esencialmente conservadoras de su autor, es sin duda una de las obras
detonantes del estudio de las instituc iones socializadoras, principalmente la familia y la escuela,
campo de investigacin hoy muy diversificado despus de ms de una dcada de copiosa produc-
cin que aparece reseada en este monogrfico aunque, forzosamente, de forma incompleta.
As, en la propia Francia, por no alejarme de aquel contexto, surgieron en la pasada dcada
otras historias sociales de la infancia con interpretaciones y orientaciones diferentes de las de
Aries, historias en las que la economa y la poltica estaban muy presentes. C01110, por citar un
ejemplo, las aparecidas en la extinta revista de orientacin foucaultiana Les rvoltes loguiques,
preocupada no slo por mostrarnos la otra infancia que Aries no nos describi-la proletaria,
Li de la revolucin industrial, y no la suya, la acomodada y burguesa-sino tambin los procesos
de socializacin de las funciones familiares, ligados a las condiciones ideolgico-morales de
la fabrica y relacionados, al mismo tiempo, con la extensin de los jardines de infancia y de la
est uela primaria. Consideraciones que Aries casi no abord en sus ltimos trabajos sobre la in-
bitte ca corno en el que aparece a continuacin.
Apenas cuatro aos antes de la muerte de Aries, apareci publicada una especie de autobio-
grafa suya con el titulo de Un Historien du Dimanche (Pars, 1980), en realidad un conjunto
de entrevistas elaboradas por Michel Winock. Hacia slo unos meses que la cole des Hautes
gtudes en Sciences Sociales haba admitido en su seno, como muestra del ms alto reconoci-
miento a su produccin histrica, a este historiador de fin de semana que suspendi dos veces
el examen de agrgation para ser catedrtico de liceo y que tambin dijo ser, sin ambages, un
n'accionario maurrasiano casi al final de dicha autobiografa. Poco antes haba lanzado varias
chau ibas contra el Vaticano II y mostrado sus simpatas por los revoltosos del mayo de 1968 que,
segn el , compartan su incredulidad en los beneficios automticos del progreso tecnolgico al
tiempo que, muy sintomatico, reconoca en ellos una actitud muy cercana a la suya de rechazo
a la poltica y-de retorno a un mundo de races colectivas que haba sido reprimido. El mundo
que, precisamente, Aries crey alcanzar a travs de la Historia.
Miguel A. Pereyra
PHILIPPE ARIES
(1914-1984)
La actitud de los adultos frente al nio ha cambiado mucho en el curso
de la Historia y, ciertamente, sigue cambiando hoy da ante nuestros ojos.
Sin embargo, esos cambios han sido tan lentos e imperceptibles que nuestros
contemporneos no se han dado cuenta de ellos (en la actualidad, ya que
todo se mueve apresuradamente, se notan mejor). En otros tiempos, esas
mutaciones no se distinguan de los datos constantes de la naturaleza; las
etapas de la vida humana se identificaban, de hecho, con las estaciones. No
es que el hombre estuviese completamente inerme en su enfrentamiento con
la naturaleza, pero no estaba en condiciones de influir en ella excepto con
intervenciones mnimas, modestas y annimas, que resultaban eficaces slo
porque se repetan durante mucho tiempo: el observador slo poda descu-
brirlas en el momento en que se acumulaban tanto que su densidad las haca
evidentes. Con el nio, pues, ha sucedido lo mismo que con la agricultura:
no se puede hablar de revolucin de la infancia, como no se puede hablar de
revolucin agrcola..., aunque tambin se haya intentado hacerlo.
Parece que la historia del nio, como la de la familia, en la antigedad
romana, se vio complicada durante mucho tiempo por una problemtica
nociva: el llamado trnsito de la familia gentilicia a la familia nuclear (los
historiadores de la Edad Media y de la era moderna han sealado el mismo
contrasentido). Para verlo con mayor claridad es preferible esperar los resul-
tados de las investigaciones de Veyne y de Manson. No obstante ya se pueden
formular algunas observaciones. Se sabe que al nio romano recin nacido se
le posaba en el suelo. Corresponda entonces al padre reconocerlo cogindolo
en brazos; es decir, elevarlo (elevare) del suelo: elevacin fsica que, en sen-
tido figurado, se ha convertido en criarlo. Si el padre no elevaba al nio
ste era abandonado, expuesto ante la puerta, al igual que suceda con los
hijos de los esclavos cuando el amo no saba qu hacer con ellos.
Se debe, pues, interpretar aquel gesto como una especie de procedimiento
de adopcin, segn el cual no se aceptaba al nio como un crecimiento
kirvida d. Etliatat itn n. . 2 81 (1986 1. p.igs. 5 -17 .
5
natural, independiente de la voluntad consciente de los hombres, para los
cuales constitua un nada, un nihil destinado a desaparecer, a no ser que se
le reconociese mediante una decisin reflexiva del padre? La vida le era dada
dos veces: la primera cuando sala del vientre de la madre y la segunda
cuando el padre lo elevaba. Es tentador relacionar este hecho con la fre-
cuencia con la que se producan las adopciones en Roma. Segn Veyne, en
realidad los lazos sanguneos contaban mucho menos que los vnculos electi-
vos, y cuando un romano se senta movido a la funcin de padre prefera
adoptar el hijo de otro o criar el hijo de un esclavo, o un nio abandonado,
antes que ocuparse automticamente del hijo por l procreado.
En ltimo caso, los nios elevados habran sido favorecidos por una
eleccin, mientras que a los otros se les abandonaba: se mataba a los hijos no
deseados de los esclavos, o a los nios libres no deseados por las ms diversas
razones, no slo a los hijos de la miseria y del adulterio. As, Augusto hizo
abandonar recin nacidos a las puertas del palacio imperial. Y Veyne seala
que el abandono de los nios desempeaba entre los romanos la funcin que
entre nosotros tiene el aborto.
Por otra parte, a la vista de cuanto se sabe sobre la historia de la familia,
del nio y de la anticoncepcin, se puede advertir una correlacin entre los
tres factores siguientes: la elevatio del nio en el momento del nacimiento; la
prctica, muy difundida, de la adopcin, y la extensin del infanticidio. La
sexualidad se encuentra, pues, separada de la procreacin. La eleccin de un
heredero es voluntaria. Los subproductos del amor, sea conyugal o no lo sea,
quedan suprimidos.
Esa situacin cambi a lo largo de los siglos II y III, pero no por mritos
al cristianismo: los cristianos slo se apropiaron de la nueva moral. Aparece
entonces un modelo distinto de la familia y del nio. Se le reconoce fcil-
mente en las lpidas funerarias italianas y galo-romanas, en las que se repre-
senta a los cnyuges junto con sus hijos: los esposos repiten exactamente el
gesto ritual de las nupcias, la dextrarum junctio, cogindose de la mano
derecha.
A partir de ese momento, el matrimonio asume una dimensin psicol-
gica y moral que no tena en la Roma ms antigua; se extiende ms all de
la vida, a la muerte, como demuestra el hecho de que se reproduzca la simbo-
logia sobre la tumba. La unin de los dos cuerpos se hace sagrada, al igual
que los hijos que son el fruto de ella. Los vnculos naturales carnales y san-
guneos son ms importantes que las decisiones de la voluntad. El matrimo-
nio es ms importante que el concubinato, el nacimiento que la adopcin.
Se inicia entonces un largo perodo que termina en nuestra poca, en la
que el concubinato y la adopcin recuperan una funcin que haban perdido
tras la gran transformacin psicolgica del siglo III.
Se haba superado una etapa notable. Pero el matrimonio, que prevaleca
sobre otras formas de unin libre, era un matrimonio monogmico en el que
6
el marido conservaba el derecho de repudiar a la mujer. A no ser por la poli-
gamia ciertamente heredada de usos semticos tales como los describen los
primeros libros de la Biblia, este tipo de unin estable y respetada se
parece a la situacin vigente actualmente en los pases musulmanes.
Para que se convierta en la familia occidental de hoy (como se presenta
actualmente, a pesar de las contestaciones) es necesario aadirle la indisolu-
bilidad, que s se impuso bajo el influjo de la Iglesia, pero tambin, proba-
blemente, gracias al consenso de la propia comunidad, sobre la que la Iglesia
y el Estado, hasta el siglo XI aproximadamente, tenan poco poder en lo
referente a la vida privada (y el matrimonio ha sido durante mucho tiempo
un hecho de la vida privada).
La indisolubilidad consagraba una evolucin antigua, precristiana, del
matrimonio, en el sentido del reforzamiento de los elementos biolgicos,
naturales, en perjuicio de las intervenciones de la voluntad consciente y de la
mente lcida. Se sustraa la procreacin a la eleccin y se la dejaba a la natu-
raleza, a una naturaleza creada por Dios. No es de sorprender que el matri-
monio se convierta entonces en un sacramento, aunque siga siendo un hecho
de la vida privada. En esas condiciones, la procreacin ya no estaba separada,
como en tiempos de los antiguos romanos, de la sexualidad: el coito se haba
convertido en acto de placer, pero tambin de fecundacin.
Como ha demostrado Duly, en un castillo del siglo x, o del xi, la cama
del seor y de su dama era el lugar ms importante del domus. Sin duda slo
haba un solo lecho, el de los seores, el nico no desmontable; las camas de
los dems ocupantes de la casa eran simples camastros. De esto quedan trazas
en el hogar burgus contemporneo, donde impera la cama de matrimonio.
El da de la boda, el squito acompaaba a los esposos hasta la cama. La
bendicin del lecho para que fuese fecundo fue seguramente la primera
intervencin del sacerdote en la ceremonia nupcial. En aquellos remotos
tiempos, los nacimientos suponan verdadera riqueza, esa que permita
dominar sobre los dems. Es necesario que esto se entienda claramente, por
que la importancia entonces reconocida a la fecundidad va a ser determi-
nante para las culturas occidentales y va a preparar a muy largo plazo la
funcin que desempear el nio.
El nasciturus ya no era el fruto del amor que se podra evitar con alguna
atencin y sustituir con ventaja mediante una eleccin, con la adopcin,
como suceda en la poca de los antiguos romanos. El hijo se convierte en un
producto indispensable, en cuanto que es insustituible. En el siglo vi empie-
zan, y durarn mucho, tiempos duros, en los que las ciudades se contraen y
se fortifican, se erigen castillos, y en los que diversos vnculos de dependencia
sustituyen a las relaciones de derecho pblico existentes en la polis antigua y
en los estados griegos: vnculos de lealtad personal, compromisos de hombre
a hombre. El poder de un individuo ya no depende de su rango, del cargo
que ocupa, sino del nmero y de la lealtad de su clientela, la cual se con-
7
funde con la familia, y de las alianzas que se puedan establecer con otras
redes de clientelas.
Estos vnculos personales se sancionan con un simbolismo fastuoso (la
ceremonia del homenaje) que hace presa en los nimos. A pesar de todo, la
fidelidad ms segura es la de la sangre, la del nacimiento. Eso vale para los
varones: el primognito garantiza la continuidad del apellido; los hijos
menores colaboran con todos sus medios (cuando no salen huyendo). Eso
vale tambin para las hembras, que, en aquella sociedad aparentemente viril,
constituyen una importante moneda de intercambio en las estrategias para
extender y reforzar las alianzas.
De ese modo, los lazos sanguneos tanto legtimos como ilegtimos
adquieren un valor extraordinario. Hacen falta hijos, muchos hijos, ms de
lo que parecera necesario, porque hay que constituir una reserva a la cual
recurrir en el caso, frecuente, de incidentes y de mortalidad.
Esta actitud tendr como consecuencia la revalorizacin de la fecundidad,
as como la indirecta y ambigua revalorizacin del nio.
La revalorizacin de la fecundidad: una familia poderosa era necesaria-
mente una familia numerosa, por supuesto en los castillos, pero tambin sin
duda en las cabaas, para garantizar la seguridad y la mano de obra. Este
culto a la fecundidad se explica fcilmente en un mundo lleno de incerti-
dumbre y an poco poblado, pero sorprende que se haya perpetuado en un
mundo superpoblado y seguro. Las clases populares, que tuvieron que sufrir
sus consecuencias, fueron las ltimas en abandonarlo.
Y viceversa, a medida que se revalorizaba la fecundidad legtima e
ilegitima se recurra cada vez menos a la adopcin. Ese fenmeno es tanto
ms significativo cuanto que la sociedad medieval y la moderna se han visto
agobiadas por la obsesin de la impotencia y de la esterilidad. El peor male-
ficio que le poda tocar a uno era quedarse impotente. Incluso hoy, que la fe
en las virtudes de la carne y de la sangre estn en baja, las parejas que quie-
ren adoptar nios (por lo menos en Francia) se enfrentan a grandes dificul-
tades; a esas dificultades se las disfraza de exigencias cautelares, pero son
probablemente la consecuencia de antiguas aversiones profundamente enrai-
zadas.
Revalorizacin (ambigua) del nio: El infanticidio se convirti en delito.
Est prohibido abandonar a los recin nacidos, los cuales estn rigurosa-
mente tutelados por la ley (la de la Iglesia y la del Estado). Los infanticidios
y los abortos estn severamente condenados y perseguidos judicialmente. Lo
que asombra no es tanto la criminalizacin del infanticidio, asimilado a
un homicidio, como la falsa resistencia que opone la mentalidad popular a
esta innovadora asimilacin. En realidad, el infanticidio ha existido mucho
tiempo bajo formas vergonzosas en las que se pueden constatar superviven-
cias de tiempos en los que se admita el abandono. El nio desapareca vc-
8
tima de una desgracia que no era posible evitar: caa dentro de la chimenea
encendida o dentro de una tinaja y nadie haba podido sacarlo a tiempo.
Mora asfixiado en el lecho donde dorma con sus padres sin que stos se
hubiesen dado cuenta. Los obispos de la Contrarreforma sospechaban que ni
el padre ni la madre estaban libres de culpa, e hicieron cuanto estuvo en sus
manos para que los hijos durmiesen en un lecho separado de los padres (el
uso de la cuna se instaur tarde y estaba limitado a las clases superiores: se
generaliz gracias a estas presiones, que al principio tuvieron una finalidad
moral y, ms tarde, higinica).
Todava en el siglo XVIII fueron acusados de brujera individuos que
penetraban en las habitaciones (pero, cmo podra suceder eso sin el consen-
timiento de los amos de la casa?), exponan a los pequeos a las llamas del
hogar, y volvan a ponerlos en el lecho, donde a poco moran con los pul-
mones abrasados. Este era el destino reservado a los nios deformes o invli-
dos, pero quiz tambin a los no deseados. Si bien la fecundidad es bienve-
nida y venerada, no todo nacimiento es un fausto acontecimiento. La Iglesia
debe intervenir para obligar a los padres a hacer bautizar oportunamente a
los recin nacidos y, ciertamente, es mucho despus de lo que consideran los
estudiosos del folklore cuando el bautismo se convierte en ocasin de verda-
dera fiesta. En los comienzos parece ms importante la purificacin de la
parturienta.
Es de creer que en el siglo la mentalidad popular hubiese asi-
milado la condena del infanticidio, considerado como delito. La revaloriza-
cin moral de la fecundidad (la admirable familia numerosa) se haba difun-
dido entre las clases ms bajas precisamente cuando las clases acomodadas
tendan% reducir los nacimientos y estimaban, en cambio, una familia cada
vez menos numerosa.
Ntese el carcter ambiguo del antiguo infanticidio popular: era diferente
del aborto o del acto con el que la joven madre se desembarazaba del nio
tras el parto, hecho igualmente frecuente, y se pareca en cambio al aban-
dono que se practicaba entre los romanos: en ambos casos, al nio le que-
daba una probabilidad de salvarse.
Desde el momento en que en la costumbre y entre los grupos privilegia-
dos, la vida del nio se convierte en un valor, el propio nio se convierte en
una forma interesante y agradable, seal de la atencin que se le presta. El
mundo griego, y el romano, se extasiaba ante el cuerpo de los nios desnu-
dos: los efebos. Los colocaba por todas partes, como Luis XIV en Versalles.
Los efebos reaparecern en la iconografa del Renacimiento. Es interesante, y
ejemplar, la evolucin del conocimiento del nio y de su carcter particular
en la antigedad romana. Menos conocida que la que luego tendr lugar en
la era moderna y contempornea, merece hoy una mayor atencin.
Es probable que el romano tuviese a su inmediata disposicin ms trmi-
nos para designar al nio que el francs antiguo, empezando por
infans, el
9
que no habla (distincin que, recordando lo que ya se ha dicho, no obra
necesariamente a su favor: es el que puede ser abandonado); adems, la pala-
bra se ha utilizado durante mucho tiempo como adjetivo (segn Manson,
puer infans). Usada como sustantivo aparece ms tarde; se la encuentra en
Cicern, e indica probablemente el nio que no va a la escuela. El lenguaje
popular utilizaba el trmino parvus con connotaciones, ora afectivas ora
negativas: lenguaje de nodrizas que demuestra, en conjunto, el hbito de
jugar con el nio, actitud hoy llamada de mimo, la indiferencia en sus
relaciones como si fuese un objeto y, por ltimo, la tendencia a extender la
designacin ms all de la verdadera infancia.
Las conclusiones (provisionales) a las que llega Manson demuestran que
ha habido una evolucin del sentimiento, un descubrimiento de la infancia.
Segn Manson, de hecho, la presencia del lactante es muy importante en
Plautd (en el crculo de las nodrizas), un poco menos en Terencio (quien
describe un padre que sostiene en brazos al hijo pequeo: puerum tantillum)
y casi inexistente a continuacin, hasta mediados del siglo I: Catulo cambia
por completo la imagen de la infancia: a la imagen negativa (estpido
como un nio) sustituye la ternura que expresa la deliciosa escena del nio
(puer bimulus, nio de dos aos) acunado por su padre. Nace una nueva
sensibilidad, sa que en la poca imperial va a inspirar numerosos epitafios
en los que los padres narran su tristeza por la muerte de un hijo, cuya edad
se indica con precisin: tantos meses y tantos das. Se vuelve as a la leyenda
de las tumbas anteriormente citadas a propsito del matrimonio.
La mayor sensibilidad hacia la infancia en Roma no puede separarse del
modo que se valora el matrimonio. Lo que se sabe de la Historia moderna
puede inducir a un estudioso, no especialista, de la antigedad a afirmar que
ese fenmeno tambin se deriva del desarrollo de la educacin, a la manera
griega, de la escuela.
Se llega entonces al concepto de que la sensibilidad hacia la infancia, sus
particularidades, su importancia en el pensamiento y en los afectos de los
adultos, est ligada a una teora de la educacin y al desarrollo de las estruc-
turas educativas, al nfasis en la formacin separada del nio, e incluso del
adolescente (la pandeia).
La infancia perder, a lo largo de la alta Edad Media y durante bastantes
siglos, la acentuada peculiaridad que haba adquirido en Roma en la poca
imperial, de la cual es testigo el puesto que ocup en el arte y en la decora-
cin. Se dispersar, mientras que, en cambio, la tendencia a revalorizar y
sacralizar el matrimonio no slo se mantendr sino que incluso se ver refor-
zada. Es como si, ms all de un cierto lmite, los lazos sanguneos, que
haban creado un espacio aparte para el nio, actuasen en sentido contrario y
redujesen ese espacio. Parece como si el hombre de principios de la Edad
Media slo viese en el nio un hombre pequeo o, mejor dicho, un hombre
an pequeo que pronto se hara o debera hacerse un hombre com-
pleto: un perodo de transicin bastante breve. En aquel duro ambiente de
guerreros, la debilidad que simboliza el nio ya no pareca agradable y gen-
til. Volva a ser sin duda lo que haba sido en la Roma republicana, stultis-
sima. Fue necesario el atributo de divino para que el nio Jess se librase de
ella, atributo que resplandeca en el gesto soberano de la bendicin. El Dios
majestuoso no era un nio, a pesar de sus dimensiones.
La edad ya no es la de la infancia: el trmino enlant, en francs antiguo,
ha perdido el significado de inf ans y tiene ms bien el de muchachos de
constitucin atltica, como el enfant Vivien, el enfant Garnier, el enfant
Guillaume, capaces de realizar, desde la ms tierna edad, gestas extraordinarias.
La infancia no ya la del puer bimulus sino una edad un poco mayor
se confunde con la juventud: no la de la adolescencia sino la de los hombres
jvenes y fuertes. Los ms pequeos quedan sometidos a los mayores de
acuerdo con el modelo de la solidaridad homrica, de la solidaridad de
grupo. El nico lugar en el que el nio ha conservado en parte su antigua
peculiaridad es el monasterio. Al monasterio se le confan nios de tierna
edad para que los eduque y la regla de san Benedicto prev para estos mins-
culos novicios atenciones y precauciones que parecen casi anacrnicas para
aquella poca. Cuntos aos tena el chiquillo, el futuro arzobispo de Char-
tres, cuando apacentaba en un prado y pas por all un maestro? El nio se
hizo escribir las letras del alfabeto en su cinturn.
Como se ve, no se recorren todas las etapas de la infancia (al menos,
segn la representen los adultos) cuando el aprendizaje ha sustituido a la
escuela. Y a la inversa, esas etapas se han conservado aunque muy prxi-
mas unas de otras cuando se ha conservado la escuela, en la comunidad de
monjes o de religiosos.
Este diverso modo de tratar a los nios confirma la correlacin, anterior-
mente apuntada a propsito de la antigedad, entre el concepto de infancia y
la escuela.
La infancia ha permanecido en la sombra durante bastantes siglos. No es,
pues, sorprendente verla reaparecer en la poca en la que la cultura escrita, y
por consiguiente la escuela, reconquista sus derechos y se difunde a partir del
siglo xii. Ciertamente, en la escultura gtica los ngeles, como el de Reims, y
los obispos son casi siempre jvenes adultos; la vejez parece reservada a los
santos del Antiguo y del Nuevo Testamento, a los personajes del otro
mundo. En cuanto a la infancia, queda reservada para Jess nio, pero ste
ya es un autntico nio, a veces envuelto en paales, y su madre, reciente el
parto, se inclina sobre l y lo acaricia con afecto: el Jess nio del arte gtico
desempea el papel del buer bimulus de Catulo. Indica que se ha superado
la etapa, que se redescubre la infancia. La forma pequea incapaz de crecer
se ha convertido en una especie de monstruo que en breve ser objeto de
diversin en las cortes principescas, al igual que los animales exticos y
raros: el enano.
1 1
En el inmenso esfuerzo para evangelizar las zonas rurales emprendido por
las abadas benedictinas y por sus prioratos, con la fundacin de parroquias
capitulares, continuado luego por la predicacin de las rdenes mendicantes,
el bautismo de los recin nacidos se convierte en una de las funciones impor-
tantes del sacerdote, una razn para situarlo en la vecindad para que pueda
llegar a tiempo en caso de urgencia, ya que los seglares eran reacios a sumi-
nistrar ellos mismos el sacramento. El bautismo deja de ser colectivo por
inmersin y pasa a ser individual y por aspersin; adems deba tener lugar
lo antes posible tras el nacimiento.
La insistencia de la Iglesia en este punto al igual que su lucha contra
el infanticidio demostraba la importancia que daba al nio. Tambin se
advierte sta en las severas reglas de los manuales del confesor respecto a la
proteccin a prestar al hijo, a su derecho a mamar la leche materna que un
nuevo. embarazo podra poner en peligro de agotamiento... Con el tiempo, el
hombre comn descubra el alma, es decir, la personalidad del nio aun
antes que su cuerpo.
Los eclesisticos ya no eran los nicos que se indignaban por el asesinato
de los nios, ya que el pueblo haba seguido sus huellas. Es de notar que las
llamadas vctimas de los homicidios rituales de los hebreos eran nios, nios
pequeos, pero tambin seal de cun difcil era distinguir las diversas
etapas de la infancia y de la adolescencia nios mayores, jvenes aprendi-
ces. En los Miracles de Notre-Dame del siglo XVI, los protagonistas, los
hroes, son los nios, pero algunos de ellos tienen quince aos. Aparecen ah
trminos que, no obstante una continua ambigedad, evocan la naturaleza
plopia
de la infancia y el afecto de los adultos hacia ella. Un pequen
quiere compartir su pan con el Jess nio de una imagen y llora porque no
lo consigue. No llores, chiquitn le dice Jess, porque t comers con-
migo dentro de tres das. En aquel mismo siglo xiv, entre las clases nobilia-
rias, los nios fallecidos tienen a veces derecho a un sepulcro sobre el cual se
les representa envueltos en paales. El hecho es an muy raro, pero se gene-
ralizar en el siglo XVI.
Ahora ya se ha superado el lmite, ha sido descubierta la infancia; y
mucho antes que el Emile de Rousseau o del Versalles de Luis XIV. Hubo
un tiempo en que los historiadores tendan a creer que la sensibilidad hacia
la infanc ia no haba cambiado nunca, que era un elemento permanente de la
naturaleza humana, o que se remontaba al siglo XVIII, al siglo de las luces.
Hoy se sabe que ha tenido una gestacin larga y gradual, que ha surgido
lentamente en la segunda parte de la Edad Media, a partir del siglo xn-xm, y
que se ha impuesto desde el siglo xiv con un movimiento en constante pro-
gresin.
Esa dinmica est evidentemente ligada al proceder de la familia hacia
una mayor intimidad (privacy), a la mejora de la escuela y al hecho de que
sta ha sustituido al aprendizaje tradicional.
12
Interesa bastante notar cmo desde el siglo y al XVIII se ha reproducido,
mutatis mutandis y con enormes diferencias de orden cultural, y an ms de
orden social (por ejemplo, la esclavitud), la situacin psicolgica de la Roma
de los primeros siglos de la era cristiana. En ambos casos, el impulso parece
ser el mismo, la escolarizacin de la educacin, cualesquiera que hayan sido
las formas, muy variables, que haya adoptado. Los signos distintivos de la
infancia aparecen, por tanto, en la vestimenta de las clases que estn en con-
diciones de frecuentar la escuela, o que estn parcialmente instruidas
(nobleza de toga y burguesa profesional y mercantil). Se trata de indicios
que vale la pena observar porque es sabido lo que eso significa y los cambios
que supone.
Durante mucho tiempo no existi en ningn sector de la sociedad, alta o
baja, una vestimenta infantil, excepto las fajas, una banda de tela que se
enrollaba alrededor del cuerpo, incluidos los brazos, y que inmovilizaba
completamente al lactante de modo que haca de l una especie de envoltorio
que se poda colgar de la pared o llevar a la espalda.
Liberado de las fajas, pero an no destetado (el destete tena lugar muy
tarde), al Pequeo se le vesta como a un adulto: en las clases pobres vesta
los mismos andrajos; en las clases acomodadas llevaba trajes de adulto
hechos a medida.
A partir del siglo xvi y ste es un hecho muy importante precisa-
mente en las clases acomodadas, el nio va a tener un modo propio de vestir;
esto se refiere sobre todo a los varones, ya que a las hembras, excepto en
determinados detalles, se las segua engalanando como a las seoras. Hay
que recordar que a finales de la Edad Media los hombres ya han abandonado
la vestidura por los trajes cortos, y a veces bastante indecentes, dejando aqu-
lla para los magistrados (llamados precisamente hombres de toga) y para los
sacerdotes (al menos en la Iglesia y en el coro).
A partir del siglo XVI, los jovencitos (as como los ancianos) llevarn un
vestido: primero, la vestidura de hombre de otros tiempos, es decir, una
especie de tnica abotonada por delante, y despus, a finales del siglo XVII,
un vestido que cada vez se parece ms al de las mujeres, a tal punto que llega
a ser idntico. Este uso se conservar en la burguesa francesa hasta la guerra
de 1914-1918. Todo esto, evidentemente, es un hecho bastante curioso. Al
hacerse ms intensa y ms ntima, la sensibilidad hacia la infancia ha aca-
bado (como en el mundo griego de la antigedad) por poner de relieve los
elementos ya positivos de ternura y de debilidad; Cmo mostrar
entonces, en nuestra cultura, esta ternura si no es con una asimilacin a lo
femenino? Se ven, pues, en retratos del siglo xvii, muchachos con rasgos
marcados, sin asomo de afeminamiento, vestidos del mismo modo que las
nias.
Hay que preguntarse qu piensan los
psiconanalistas con sentido de la
historia. Posiblemente esta moda de la vestidura responde a una ms fuerte
oposicin a la homosexualidad masculina de la poca.
13
En compensacin, esa transformacin de la vestimenta infantil no ha
afectado a las clases populares. Estas no han cambiado el modo de vestir a
los nios y han conservado seguramente casi todas las antiguas actitudes
mentales respecto a ellos, sobre todo lo que se ha definido como mimar. Se
jugaba con el nio, incluso con su sexo, como se juguetea con un animal
que vive con la familia, un cachorro o un gato. Ese sentimiento poda llegar
hasta ese afecto profundo que desgarra la muerte de modo cruel. O poda
detenerse en la superficie e ir acompaado de la mayor indiferencia por la
muerte infantil, suceso muy probable en los primeros aos (como, quiz,
entre las nodrizas de Plauto).
Tambin en las clases superiores se mimaba a los pequeos, sobre todo
las madres, las abuelas, e incluso los padres, pero cada vez menos a partir de
mediados del siglo xvil (en Francia). Y ello se debe al nacimiento de otro
tipo de sensibilidad hacia la infancia, destinado a perturbar la actitud de los
adultos frente al nio hasta el siglo xx. Un sentimiento bifronte: de un lado,
solicitud y ternura, una especie de forma moderna de mimar, y del otro,
tambin solicitud, pero con severidad: la educacin. Ya haba nios mal-
criados en el siglo xvii, mientras que dos siglos antes no se encontraba ni
uno solo. Para malcriar a un nio hay que tener hacia l un sentimiento
de ternura extremadamente fuerte, y tambin es necesario que la sociedad
haya tomado conciencia de los lmites que, en bien del muchacho, debe
observar la ternura. Toda la historia de la infancia, desde el siglo xvIii hasta
nuestros das, est constituida por una diversa dosificacin de ternura y de
severidad.
En el siglo xvill, bajo la influencia de
Rousseau y del optimismo del
siglo de las luces, parece haber prevalecido la ternura (al menos en Francia).
En realidad, tras esta apariencia exterior haba una gran rigidez: los alumnos
de Madame de Genlis no disponan de un minuto para ellos y sus juegos no
eran sino un pretexto para impartir lecciones de gramtica o de moral. Los
muchachos tenan que sufrir este condicionamiento, afable pero implacable.
En el siglo xix prevaleci la severidad (sobre todo en Inglaterra): tiene lugar
entonces el complicado juego de la pedagoga, de la moral y del amor. Par-
tiendo de estas variables, un matemtico podra construir modelos. El recin
nacido, aun antes de hacerse nio, queda liberado de las vendas que lo
tenan prisionero y embadurnado de orina y heces. En las clases superiores se
le representa completamente desnudo, como el Jess nio de otros tiempos o
el chiquitn de los lbumes de fotografas de finales del siglo xix.
Liberado? As se crea entonces, aunque hoy ya no se est tan seguro;
Louise Tilly, estudiosa de la historia americana nos informa que se vuelve a
las fajas (con una forma de compromiso que deja fuera los brazos). En todo
caso liberado, admitmoslo, pero no por mucho tiempo, ya que los hombres
y las mujeres progresistas haban empezado a prohibirle orinarse en la cama
en nombre de la limpieza y de la higiene. Una vez que haba superado esta
etapa los ms testarudos reciban azotes y castigos de educadores
exaspe-
14
rados se le someta a otro control el de su incipiente sexualidad. Se inven-
taban ingeniosos mecanismos ortopdicos para hacer impracticable la mas-
turbacin. Por ltimo, tena que sufrir en la Inglaterra de las public schools,
en los convites y en los colegios, una disciplina an ms rigurosa que la
impuesta por las pedagogas del siglo xvil. Esto, evidentemente, se apli-
caba a los hijos ms privilegiados de las clases superiores, y muy ilustra-
das, en las grandes ciudades.
En cambio, a la burguesa de provincias, y ms an a las clases populares
y a los medios rurales, esos refinamientos slo llegan en parte, o no llegan en
absoluto. Los padres oscilaban entre el tradicional exceso de carantoas y las
palizas. Existe una vastsima coleccin de dibujos y caricaturas del siglo xix
donde se ve a un muchacho que pone el grito en el cielo, a un padre o a un
maestro fuera de s que lo azota severamente ante una madre en lgrimas y
un grupo de compaeros horrorizados. Las revistas literarias actuales (sobre
todo las americanas) han puesto de moda los artculos.., sobre la familia
feliz. Pero esta explotacin de la iconografa del garrote explica ms la acti-
tud de hoy que la de ayer.
Se podra dibujar una geografa de los pases del ltigo y del garrote
(especialmente ingleses) y de los pases en los que domin el solideo. No es
trmino fcilmente traducible a otros idiomas, pero todos los nios franceses
lo conocen bien, incluso hoy da. Es interesante la historia de este trmino.
El solideo era originariamente el gorro de los sacerdotes cuya tonsura cubra
y que protega del fro la cabeza rapada al cero. En francs antiguo llevar el
solideo significa recibir las rdenes. Es probable que los golpes en la cabeza
fuesen privilegio de los novicios, de los escolares confiados a maestros tonsu-
rados, que sustituan los golpes de frula (el trozo de madera o de cuero con
el que se azotaba la mano del alumno rebelde o distrado) o de fusta (la dis-
ciplina monstica). El trmino solideo es un juego de palabras habitual
entre los clrigos. Eso mismo se difundi pronto en las familias, sobre todo
entre las mujeres. El solideo, convertido en pescozn, es un golpe suminis-
trado a los nios; tuvo una gran aplicacin y se introdujo incluso en las
aldeas francesas ms retrgradas de finales del siglo xlx; de l se tienen
muchos testimonios, tanto de parte de aquellos que lo han recibido como de
parte de los psiclogos, psiquiatras, pedagogos y dems especialistas actuales
de la infancia, salidos de las facultades ciencias humanas, que se sienten
ante l conmovidos e indignados.
Es que no ha sido el conocimiento del nio, junto al contemporneo del
salvaje, la primera de las ciencias del hombre? Es as como se estudi a
principios del siglo XIX el muchacho salvaje descubierto en la zona desrtica
de Aveyron y recogido por uno de los primeros psiclogos. Ese mismo sis-
tema de amaestramiento dio luego lugar a la reeducacin sistemtica de los
ciegos y de los sordomudos. Los estudiosos de la infancia (no los mdicos,
que eran ms bien valedores del trato severo y del castigo) descubrieron en el
siglo XIX que las amenazas, los castigos corporales, eran intiles y ensearon,
15
de acuerdo con el Ernzle de Jean-Jacques Rousseau, a seguir las indicaciones
de la naturaleza infantil, a no oponerse a ella sino ms bien a utilizarla.
Durante mucho tiempo no ejercieron ninguna influencia sobre los educado-
res ni sobre los padres, quienes estaban convencidos de las virtudes del ejerci-
cio y del esfuerzo. Pero triunfaron ms tarde, gracias al psicoanlisis y a su
rpida divulgacin en los treinta primeros aos del siglo xx.
Nios malcriados, nios golpeados, tanto unos como otros dominaron el
siglo XIX y los comienzos del siglo xx. Hemos visto, pues, cmo el nio sala
del anonimato y de la indiferencia de las pocas remotas y se converta en la
criatura ms preciosa, la ms rica en promesas y en futuro.
Durante siglos, el fallecimiento de un muchacho fue una cosa sin impor-
tancia, algo que enseguida se olvidaba; aunque la madre se desgarraba de
dolor, la sociedad no se hca eco de su lamento y esperaba a que se calmase.
Existen tumbas de nios en los siglos XVI y xvn, pero son pocas y, salvo
algunas excepciones (en Westminster), no son fastuosas. En cambio, en el
siglo xlx, y en especial a finales de ese siglo, sobre todo en los cementerios de
la Europa meridional, las tumbas ms lujosas, las ms patticas, las ms
adornadas con figuras, son las de nios.
La muerte infantil, que durante mucho tiempo fue provocada, y ms
tarde aceptada, ha llegado a ser absolutamente intolerable. Quiz no nos
damos cuenta hasta qu punto es reciente esta actitud. Seala una fase defini-
tiva de la sensibilidad, o al menos para mucho tiempo, y no se puede conce-
bir cmo podra retrocederse: las ms horribles imgenes de los exterminios
nazis son aqullas de los cadveres de nios, de aquellos cuerpecillos esquel-
ticos y, al mismo tiempo, hinchados. El hombre occidental ha experimentado
en el siglo xvm y en el XIX una revolucin en la afectividad que, cierta-
mente, no lo hace mejor, sino diferente. Sus sentimientos se subdividen de
otro modo, y, en particular, se concentran ms en el hijo. En la pelcula
belga Au nom du Fhrer,
entre las imgenes de matanzas de nios hebreos,
rusos, polacos, etc., se intercalan otras conmovedoras de muchachos alema-
nes: un pueblo que ama a los nios.
Sin embargo, dentro de esta nueva sensibilidad, se comprueba entre 1960
y 1970 un cambio en la actitud de los occidentales hacia la infancia, cambio
que podra ser profundo. El pequeo rey del siglo XIX, al que las familias
erigan fastuosos sepulcros, era un raro muchacho, de una rareza fruto de
una contraconcepcin eficaz, aunque tctica. Pero la natalidad, incrementada
en los aos del baby -boom
(1940-1950), disminuye desde 1960-70, y el fen-
meno es general en Occidente. Entre el
baby -boom y la disminucin de la
natalidad de 1930 a 1940 haba una diferencia de medios, pero no de motiva-
ciones. A veces disminua la natalidad, a veces aumentaba, pero en ambos
casos la finalidad consista en conseguir una familia feliz y el futuro bie-
nestar de los hijos.
A partir de 1960, la disminucin demogrfica ya no responde a las mis-
16
mas motivaciones. Ya no es child-oriented,
como despus de 1930 o como el
incremento de los aos de 1940 a 1950:
la imagen del nio ya no es positiva,
como en el siglo xix.
En Estados Unidos, donde principalmente se le ha ren-
dido culto, es donde ms evidente es el reflujo. En las urbanizaciones para
ancianos en Florida no se permite que residan jvenes. En otros lugares, las
viviendas slo se alquilaban a condicin de que los inquilinos no tuviesen
ms de dos hijos (actualmente eso es poco probable, pero es una cuestin de
principio). En ciertos establecimientos se prohibe la entrada a los nios no
acompaados. Sin duda alguna, estas medidas se explican como consecuencia
de veinte aos de absoluta permisividad; sin embargo, no se toleraran en
otros tiempos.
Estos indicios y existen otros no significan que se est volviendo a
pocas de indiferencia. Hay un lmite de la sensibilidad que se ha superado
demasiado recientemente y demasiado a fondo para que sea posible una
vuelta atrs. Pero existe el riesgo de que, en la sociedad de maana, el puesto
del nio no sea el que ocupaba en el siglo
XIX: es posible que se destrone al
rey y
que el nio no siga concentrando en l, como ha sucedido durante un
siglo o dos, todo el amor y la esperanza del
mundo.
Este estudio apareci originalmente en el Vol. VI de la Enciclopedia Einaudi en 1979. Se
publica con autorizacin de Einaudi y Editions du Seuil.
17
LA INCORPORACIONi LA INFANCIA A LA HISTORIA
D
LA EDUCACION
difr3-41.1.11k
BARBARA FINKELSTEIN ()
En 1962, cuando apareci la traduccin del libro de Phillipe Aries,
Cen-
turies of Childhood,
y de nuevo en 1974, al ser publicado el ensayo de
Lloyd
deMause
sobre la evolucin de la infancia, la historia de la infancia y la
historia de la educacin constituan dos esferas de investigacin diferentes e
inconexas (1). Por entonces, los historiadores de la educacin se encontraban
en el proceso de reconstruir la definicin precisa de su campo. Alguno, como
Lawrence
A. Cremin, expuso la opinin de que la historia de la educacin se
comprendera mejor si los historiadores ampliasen su interpretacin de la
educacin incluyendo el anlisis de la transmisin cultural tal como se efec-
tuaba en las familias, iglesias, instituciones de enseanza superior, medios de
comunicacin de masas, museos, bibliotecas y colegios (2).
Michael B. Katz,
Marvin Lazerson y Stanley Schultz,
entre otros, pensaban que la historia
educacional se divulgara incompleta e inadecuadamente si los historiadores
no estaban dispuestos a investigar tanto las debilidades como los logros, as
como los propsitos econmicos y polticos que se desprenderan del com-
promiso con la educacin pblica (3). Otros Jill Conway, Maxine
Seller,
Vincent Franklin, James Anderson,
Geraldine Clifford, Joan Burstyn
fue-
(*)
Centro para el Estudio de Poltica Educativa y Valores Humanos, Universidad de Mary-
land. (Gentes for the Study
of Education Policy and Human Values, University of Maryland.)
(1) Phillipe Aris, Centuries of Childhood: A Social History of Family Li/e, traduccin de
Robert Baldick (Alfred A.
Knopf, 1962); Lloyd deMause, The Evolution of Childhood,
The
History of Childhood, ed. L. deMause (Psycohistory Press,
Nueva York, 1974).
(2)
Su posicin historiogrfica se describe en dos monografas diferentes.
Lawrence A. Cre-
min,
The Wonderful World of Ellwood Patterson Cubberley:
An Essay on he Historiography of
American Education
(Bureau of Publications, Teachers College,
Columbia University, Nueva
York, 1965); Traditions of American Education
(Basic Books, Nueva York, 1977).
(3) Vanse, como ejemplos, Stanley K. Schultz, The Cu/ture Factory: Boston Public Schools,
1789- 1860 (Oxford University Press, Nueva York, 1973); Michael B. Katz, The Irony of Early
School Reform: Educational Innovation in Mid- Nineteenth Century Massachusetts (Harvard
UniverSity Press, Cambridge,
Massachusetts, 1968) y Hardcore Educational Historiography,
Reviews in American History, VIII. 1980, pp. 504-10.
Revista de Educacin, nm. 281 (1986). pgs. 19-46,
19
ron intensamente sensibles a las caractersticas
Whiggish de gran parte de
la historia educativa y, a travs del estudio de grupos poco estudiados ante-
riormente las mujeres, los negros, las minoras
tnicas, intentaron reco-
brar 1,11
pasado educacional que responda a las aspiraciones de la totalidad
del pueblo americano (4). Slo muy pocos historiadores de la educacin
haban manifestado algn inters por la infancia o haban intentado explo-
rar la evolucin del aprendizaje (5).
Segn conceptuaron Phillipe Aris y Lloyd deMause,
la historia de la
infancia y la historia de la educacin estaban conectadas de modo inextrica-
ble, y en varios niveles. En primer lugar, estaban conectadas conceptual y
psicolgicamente. En segundo lugar, estaban relacionadas en el tiempo. En
tercer y ltimo lugar, estaban unidas social e institucionalmente. Tanto Aries
como deMause
enfatizaron la simultaneidad en el tiempo del descubrimiento
o reconocimiento de la infancia moderna y de la aparicin de instituciones
protectoras donde cuidar y formar a la generacin ms joven. Ambos han
estado de acuerdo en que estos dos hechos coincidentes, si no casualmente
relacionados, confirieron una nueva caracterstica y posibilidad en la educa-
cin del nio, la de un rgimen de proteccin y supervisin de control
total cuidadosamente planificado. Se trataba de un rgimen que iba a entre-
lazar ntimamente la suerte de los nios y la de sus padres y que definira el
colegio como un agente fundamental en la educacin de la generacin
menor. DeMause
enfatiz el surgimiento de formas de educacin del nio
que inc
luan a los padres en la regulacin de las vidas de sus hijos y reque-
ran de ellos la prestacin de una atencin constante y minuciosa a sus des-
cendientes. Aris
identific el descubrimiento de la infancia con el descubri-
miento de una instruccin fuera de la casa sistemtica, deliberada, continuada
(4)
Jill Kerr Conway, Perspectives on the History of Woman's Educat ion in the United Sta-
tes, History of Education Quarterly,
14 (primavera 1974). pp. 1-30; Joan N. Burstyn, Catharine
Beecher and the Education of American Women,
New England Quarterly, XL, 1974, pp. 386-
'103;
James D. Anderson, Education as a Vehicle for "he Manipulation
of Black Workers, ed.
W. Feinberg y El. Rosemont Jr.,
Work, Technology and Education (t T niversity of Illinois Press,
Urbana, 1975); Vincent P. Franklin, Historical Revisionism and Black Education,
School
Review, 82, 1973,
pp. 477-86; Gerardine Clifford, Saints, Sinners and People: A Position Paper
un the Historiography of American Education,
History of Education Quarterly,
15, 1975, p-
ginas 257-68.
(5)
Los siguientes ensayos hisiotiograficos se centran en la disposicin de los aprendices
mmo una necesidad importante en la historia de la educacin como campo de estudio. N. Ray
Hinner, T he.
Child in American ilistography: Accomplishments and Prospect.
The Psycohis-
tory Review, 7, 1. 1978.
pp. 13-23; Domestic Cycles: History of Childhood and the Family, ed.
J. H. Best, Historical Inquiry in Education: A Research Agenda
(American Educational Research
Association, Washington, D.C., 1983), pp. 265-82; Barbara Finkelstein, Choose Your Own Bias:
Non-Downtentary T extlx)oks in the History of American Education, Educational Studies, 5
(invierno 1974-75), pp. 10-16; T he T wain Shall Mece T he History
of Childhood atol (he His-
ion of Education in Dm uments,
Journal of Psycohistory,
4 (1977), pp. 553-81; y R. L. Schnell.
Childhmxl as Ideolgy: A Reinterpretation
of the Common School, British Journal of Educa-
tional Studies,
27, 1, 1979, pp. 7-28.
20
y
graduada por edades. Como ambos historiadores sugirieron implcitamente,
el descubrimiento de la infancia iba a coincidir, si no a poner en marcha,
una especie de revolucin educativa.
Lo que la historia de la infancia pareca sugerir era que los historiadores
de la educacin haran bien en prestar una atencin sistemtica a la evolu-
cin de los nios y la juventud, no slo porque las vidas de los jvenes fue-
ran importantes por s mismas, sino porque el estudio sistemtico de los
nios y jvenes prometa aadir nuevas dimensiones a nuestra comprensin
de la historia educativa. En opinin de al menos tres historiadores, exista
incluso la posibilidad de iluminar aspectos totales de nuestro pasado educa-
tivo que haban sido virtualmente irrecuperables para los historiadores tradi-
cionales de la educacin (6).
A continuacin se expone un anlisis de las maneras en que los historia-
dores de la educacin han introducido a los nios y jvenes en sus publica-
ciones durante la pasada dcada. Se entiende adecuadamente que la historia
de la educacin, un campo de estudio dinmico y complejo, abarca mltiples
pareceres hasta ahora sin sintetizar sobre la evolucin y el carcter de ideas,
medidas y prcticas educativas. Por tanto, no resulta sorprendente descubrir
que los historiadores de la educacin parezcan haberse interesado por los
nios y jvenes de modo diverso y selectivo ampliando y profundizando en
el contenido de lo que han estudiado y de cmo lo han estudiado sin trans-
formar necesariamente de manera fundamental sus esquemas interpretativos
o sus mtodos analticos. Slo muy pocos historiadores han sido sistemticos
en una tentativa de conectar la historia de la infancia y la formacin de los
nios con la historia de la educacin (7), centrndose en los aprendices y el
aprendizaje como aspectos fundamentales en el estudio de la historia edu-
cativa (8).
LOS NIOS COMO OBJETOS DE REGULACION: LA EDUCACION
COMO UNA ACTIVIDAD REGULADORA
Un grupo de historiadores educativos ha centrado su anlisis en las ma-
neras en que la historia educativa refleja y revela lo que Clifford Geertz deno-
mina las duras superficies de la vida, realidades polticas, econmicas,
estratificadoras dentro de las que la gente nace y vive (9). Ms interesados en
(6) N. Ra y Hiner, ibid., Barbara Finkelstein, ibid.
(7) Vanse Sol Cohen, In the Name of the Prevention of Neurosis..., pp. 159-184; Sterling
Fishman, The Double-Vision of Education in ihr Nineteenth Century.., pp. 96-113, en Regu-
lated Children, Liberated Children, Barbara Finkelstein (ed.) (Psycohistory Press, Nueva York,
1979). Vase tambin Alison L. Prentice y Susan E. Houston (eds.), Family, School and Society
in Nineteenth Century Ganada (Oxford University Press, Toronto, 1975).
(8) Los trabajos de N. Ray Hiner y Barbara Finkelstein se citarn ms tarde.
(9) Clifford Geertz, The Interpretation of Culture
(Basic Books, Nueva York, 1973).
21
la evolucin de las estructuras educativas que en las ideas, procesos o sensibi-
lidades, han introducido los nios y jvenes instrumentalmente, como modo
de profundizar en su concepcin de la educacin como una forma de control
social y regulacin poltica.
Los historiadores ms sofisticados que examinan la educacin como regu-
lacin, se centran sistemticamente en la evolucin de la educacin como la
evolucin de estructuras de autoridad que circundan
a los jvenes. En sus
escritos enfatizan la institucionalizacin de los nios y jvenes, considern-
dola como un aspecto significante de la modernizacin. Siguiendo un
mtodo interpretativo articulado por Phillipe
Aris, definen la expansin de
la educacin como el efecto de una disposicin en desarrollo para ejercer
control sobre las vidas de los jvenes y regularlas.
LOS NIOS COMO TRABAJADORES: LA EDUCACION COMO
PREPARACION DE LA MANO DE OBRA
Algunos historiadores que creen en la fuerza irresistible de las circuns-
tancias econmicas y las condiciones materiales sitan el motivo del con-
trol en las tentativas de las lites industriales, comerciales, intelectuales y
profesionales de mantener y/o asegurar el poder, la autoridad y el nivel
social. Interpretan la masificacin e institucionalizacin de la educacin en
los siglos XIX y XX como poco ms que una estrategia elaborada para crear,
disciplinar y preparar una mano de obra dcil para un orden industrial
recin surgido. Al definir implcitamente las instituciones de los nios como
nada ms que estructuras de dominio y control, radican la aparicin de insti-
wciones especializadas en la base de la estructura econmica, considerando
las ideas e instituciones como armas utilizadas por las lites en una lucha sin
fin por el poder. Para los historiadores de esta escuela, el surgimiento de
complejos tutelares est impulsado por clculos racionales de consciente o
implcitamente reconocido provecho econmico y profesional (10).
Menos propensos que otros historiadores sociales Jacques Donzelot,
Christopher Lasch
y Elizabeth Badinter a centrarse en la aparicin de la
familia como institucin educativa, los historiadores materialistas de la edu-
cacin se han concentrado caractersticamente en la aparicin de centros
docentes (11). Entre ellos se encuentran
Michael Katz,
que explora la reforma
(10) Partiendo
del supuesto de que el estudio de la educacin es fundamentalmente el estudio
del poder, abrigan una teora implcita de lo que motiva a los reformadores de la educacin: lo
que C:lifford Geetz
ha descrito adecuadamente como una forma de astucia ms elevada.
(11)
Para un anlisis del trabajo de
Badinter, Lasch y Donzelot, vase Barbara Finkelstein y
Remi Clignet, The Family
as Inferno: The Dour
Vision of Four Family Historians,
The
Journal of Psycohistory, 9 (1981), pp. 135-41. 0 mejor, vanse Elizabeth Badinter,
L'Amour en
Plus: Historie de
l'Amour Maternelle
(Fammarion, Pars, 1980);
Jacques Donzelot, The Policing
of the Family (Pantheon Books,
Nueva York, 1979);
Christopher Lasch, The Culture of Narcis-
sism: American Lije in an
Age of Diminishing Expectation
(W. W.
Norton and Company,
Nueva York, 1979) y Haven in a
Heartless World: The Family Besieged
(Basic Books, Nueva
York, 1979).
22
educativa del siglo XIX; David Nasaw, que examina el surgimiento de las
escuelas pblicas y parroquiales, las escuelas de segunda enseanza y los
colleges (colegios)*;
Robert Carlson,
que investiga la americanizacin; Ste-
ven Schlossman, que estudia la evolucin del tribunal de menores; Patricia
Rooke, que analiza la educacin institucionalizada; Clarence
Karier y Joel
Spring.
Al estudiar las reformas progresistas, todos ellos han documentali-
zado la aparicin de lites comerciales, defensores de las escuelas pblicas
y profesionales de la educacin y el bienestar social que pretendan controlar
el carcter del potencial de mano de obra que surga en una Amrica
en reciente proceso de urbanizacin e industrializacin en los siglos XIX
y XX (12). Para estos historiadores, la aparicin de escuelas pblicas, escuelas
parroquiales, escuelas industriales y escuelas de prvulos en el siglo XIX y de
escuelas de segunda enseanza y colleges (colegios) en el siglo XX repre-
sentaba la construccin de complejos socioeconmicos mediante los cuales
las lites comerciales y profesionales podan transformar la adaptacin al
medio social de los nios de clase trabajadora u obrera.
Otros historiadores, menos dispuestos a definir la evolucin educativa
como un producto de la lucha de clases, pero tambin apegados a la nocin
de que las condiciones materiales guan y definen las medidas y posibilidades
educativas, han definido la educacin como preparacin para el papel econ-
mico futuro a desempear, y han analizado las relaciones entre la estructura
econmica y las medidas y prcticas educativas. Para estos historiadores, las
ideas de los reformadores morales, los defensores de las escuelas pblicas y
N. de T.:
El college en Estados Unidos representa la institucin a la que se pasa una vez
finalizados los estudios de la escuela de segunda enseanza. Aunque los colleges sean el reflejo
de los colegios ingleses de Oxford y
Cambridge,
se han desarrollado de forma completamente
propia, aumentando extraordinariamente desde 1870. El grado tradicional conferido es el de
bachiller de artes, confirindose tambin los de bachiller en ciencias y en filosofa y letras. El
ttulo de universidad se usa en Estados Unidos para verdaderas universidades, para colegios y
aun para universidades que no llegan a escuelas de segunda enseanza. Se confieren en las uni-
versidades dos ttulos: el de doctor y el de maestro de artes. Para entrar en la universidad es
necesario haber pasado por el colegio. y muchas universidades son tambin colegios, siendo tal
vez esta combinacin el distintivo de la enseanza superior norteamericana.
(12) Michael B. Katz, dass,
Bureaucracy and the Schools: The
Illusion of Educational
Change in America,
ed. ampliada (Praeger, Nueva York, 1975);
The lrony of Early School Re-
f orm: Educational Innovation in Mid-Nineteenth Century (Harvard University Press, Cambrid-
ge,
Massachusetts, 1968); David Nasaw, Schooled to Order: A Social History of Public Schooling
in the United States (Oxford University Press,
Nueva York, 1979); Steven Schlossman,
Love and
the American Deliquent: The Theory and Practice of
Progressive Juvenile Justice, 1825-1920
(University of Chicago Press, 1977);
Patricia Rooke, The Child 1nstitucionalized Perspectivo.,
Journal of Educational Thought, 2 (1977), pp. 156-7; Clarence Karier (ed.), Shaping the Ameri-
can Educational State: 1900 to the Present (Free Press, Nueva York, 1975); Clarence J. Karier,
Paul Viloas y Joel Spring, Roots of Crisis: American Education in the Twentieth Century (Rand
McNalley, Chicago, 1973); Jodl Spring,
The Sorting Machine: National Education Policy Since
1945 (David MacKay, Nueva York, 1976); Paul C. Violas, The Training of the Urban W ork ing
Class: A History of Twentieth Century American Education (Rand McNally, Nueva York, 1978).
23
los expertos en educacin complementaban la demanda de los propietarios
de las factoras y los industrialistas corporativos de determinadas clases de
trabajadores. En opinin de David Tyack, Harvey
Kantor, Morris Stambler y
Eugene Provenzo, los intereses de los industrialistas y los de los reformadores
coincidan en las tentativas de restringir el trabajo de los nios e imponer la
asistencia a la escuela (13). Los nios estaban en el trabajo cuando los refor-
madores descubrieron la ausencia injustificada de la escuela y facultaron a
haraganes funcionarios para poner en vigor estatutos de asistencia a la
escuela y, entre otras cosas, para separar a los jvenes de la mano de obra (14).
La influencia de los reformadores de la educacin y de las lites comercia-
les se manifest evidentemente en la popularizacin y expansin de las escue-
las de segunda enseanza durante la poca progresista, cuando los arquitec-
tos de la adolescencia, como a
Joseph Kett
le gusta llamarles, proporcio-
naron justificaciones psicolgicas para ampliar y regularizar el perodo de
dependencia, de modo que incluyese a los adolescentes (jvenes de 13 a 19
aos) (15). Y como Marvin Lazerson y
Norton Grubb, Joseph Kett, Chris-
topher Lasch, Clarence Karier
y Joel Spring
han indicado, las alianzas
comercial-profesionales se revelaron cuando las escuelas se hicieron vocacio-
nales, se alinearon y masificaron, convirtindose en mquinas de distribucin
que capacitaban a
los nios para el trabajo (16).
El inters mutuo de las lites comerciales y profesionales fue bien satisfe-
cho, lo que se manifest segn Dominick Cavallo en los intentos por parte
de los tericos del kindergarten progresista de resocializar a los nios trans-
formando el carcter de la pedagoga del kindergarten durante la poca pro-
gresista (17). Tambin se hizo patente, en opinin de Cavallo y David Glass-
berg, en los esfuerzos de los trabajadores sociales y los educadores de los
campos de juegos de organizar, regular y transformar el juego de los nios
en una actividad educativa estructurada (18). Y como David Rothman, Mi-
(13) David Tyack, Ways of Seeing: An
Essay on the History of
Compulsory Schooling,
Harvard Educationa/ Review, 46 (1976), pp.
355-89; Morris Stambler, The Effect
of Compulsory
Education and Child
Labor Laws on High School Attendance in New York City, 1898-1917,
History of Education Quarterly, 8 (verano 1968), pp. 189-214; Eugene F. Provenzo, Jr., The
Photographer as Educator: The Child Labor Photo-stories of Lewis Hine, Teachers College
Record, 83 (verano 1982), pp. 593-612.
(14) Harvey Kantor y David B. Tyack, eds.,
Work, Youth, and Schooling: Historical Perspec-
tives on Vocationalism in American Education
(Stanford University Press, Stanford, 1982).
(15) Joseph F. Kett, Rates of Passage: Adolescence
in America, 1790 to
the Present (Basic
Books, Nueva York, 1977).
(16) Marvin Lazerson y W. Norton Grubb,
Broken Promises: How Americans Fail Their
Children (Basic Books, Nueva York, 1982); Kett,
Christopher Lasch, Culture of Narcissism,
op. cit.; Clarence Karier, op. cit.; Jod Spring, op. cit.
(17)
Dominick Cavallo, The Discovery of Latency: Kindergarten Pedagogy, 1860-1930,
Regulated Children/Liberated Children.
(18) Dominick Cavallo,
Muscles and Morals: Organized Playgrounds and
Urban Reform,
1880-1920 (University of Pensylvania Press, Filadelfia, 1981); David Glassberg, Restoring a
"Forgotten Childhood": American
Play and ihr Progressive Eras Elizabethan Past, American
Quarter/y, 32 (otoo 1980), p. 351.
24
chael Zuckei man, Steven Schlossmann y Christopher Lauch han sugerido, se
evidenci en los sucesivos intentos de los reformadores domsticos clri-
gos en los siglos XVII, XVIII y principios del XIX, mdicos durante los si-
glos XIX y XX de racionalizar y justificar mtodos de formacin del nio
que complementaran y reflejaran los requerimientos econmicos (19).
En general, los historiadores materialistas de la educacin definen sta
estrechamente como preparacin para un papel (20). Con raras excepciones,
encontradas en el trabajo de
Bowies y Gintis, que estn interesados adems
de en la estructura en la evolucin de la conciencia, este grupo de historia-
dores presenta a los nios efectivamente invisibles en sus historias, pasivos
receptores del nivel econmico y social, futuros trabajadores inmaduros y
manipulados (21).
LOS NIOS COMO SERES EXPUESTOS AL PELIGRO: LA EDUCACION
COMO PROTECCION Y OPORTUNIDAD
Otro grupo de historiadores representa a los nios como objetos de bene-
volencia y filantropa, en lugar de objetos de regulacin y manipulacin.
Describen la expansin educativa como reflejo de nuevas y ms instruidas
disposiciones hacia los jvenes que no son simples productos de la circuns-
tancia econmica, el anhelo de mantenimiento del nivel social y la pura
codicia. Radican la aparicin de las escuelas y la extensin de la educacin
formal en la historia de la proteccin del nio, en lugar de en la regulacin
opresiva. De hecho, celebran los sucesivos intentos de regular las condiciones
de la infancia. Ampliando la opinin de deMause, segn la cual la infancia
era, de hecho, una pesadilla de la que los nios slo salan lentamente, ven
en los intentos de los reformadores de transformar el carcter de la infancia y
extender el alcance de la educacin formal, motivos ms all del apego al
nivel social, la artimaa y la disposicin imperial en el trabajo. Enfatizando
los perniciosos efectos de la pobreza, la inmundicia, el trabajo en la fbrica,
(19)
David Rothman, The Child, the Family and the State. Past Realities and
Future Pros-
pects, Working Paper = 1, Center for the Study
of Education Policy and Human Values, Uni-
versity of Maryland, College Park, Maryland; Michael Zuckerman, Children's Rights: The Fai-
lure of Reform, Policy Analisis,
2 (verano 1976), pp. 371-85; y Doctor Spock: The Confidence
Man, Charles S. Rosenberg (ed.), The Family in History (University of Pennsylvania Press,
Filadelfia, 1975), pp. 179-209; Steven Schlossman, The Parent Education
Garne: The Politics of
Child Psychology in the 1970's, Teachers College Records, 79 (mayo 1978); Before Home Start:
Notes toward a History of Parent Education in America, 1897-1927,
Harvard Educational
Review, 46 (agosto de 1976), pp. 436-68; Patricia T. Booke y R. L. Schnell, The Institutional
Society: Childhood Family and Schooling, pp. 113-130, 158-163, en Approaches to Educational
History, eds. David Jones et al. (Faculty of Education, University of Manitoba. Winnipeg, 1981).
(20)
Han derivado sus categoras de teoras sociolgicas y econmicas.
(21) Samuel Bowles y Herbert Gintis, Schooling in Capitahst America: Educational Reform
and the Con tradictions of Economic Lije (Basic Books, Nueva York, 1976).
25
el hacinamiento de personas y el exceso de trabajo en el carcter y las posibi-
lidades de la infancia, se muestran extremadamente sensibles a las alternati-
vas que la educacin podra haber proporcionado a los nios de familias tra-
bajadoras. Para estos historiadores, la difusin de la educacin formal
signific tina sustitucin del trabajo excesivo por la formacin educativa, de
la ignorancia por el conocimiento, o de las palizas y el abandono por una
cuidadosa supervisin (22).
Estos historiadores, independientemente de que sus estudios se centren en
la educacin de nios muy pequeos, en la aparicin de la educacin
pblica en los siglos XIX y XX, o en la educacin de los esclavos o de nios
de clase alta, describen la evolucin educativa corno un captulo en la histo-
ria de la proteccin del nio. Para este grupo de historiadores, la aparicin
de expertos mdicos, reformadores domsticos, reformadores de escuelas y
defensores del nio trabajando para promover la participacin pblica en las
vidas de los nios, marc y signific el triunfo del sentimiento humanitario,
las disposiciones benvolas, la preocupacin por el bienestar del nio y el
deseo de proteger y asegurar sus derechos.
Bremmer
y sus colaboradores, en la eleccin y anlisis de documentos en
su obra clsica,
Children and Youth in America: A Documentary History,
remarcan el carcter humanitario de la reforma educativa y la naturaleza
progresista de la prctica, el parecer y el apoyo mdico, psicolgico y educa-
tivo. Bremmer, considerando la educacin como un importante aspecto de la
historia de los nios y jvenes, ha organizado documentos para reflejar la
gama creciente de servicios que agencias gubernamentales o cuasi guberna-
mentales han proporcionado a los nios ya sea directamente, como en el
caso de escuelas, hospitales, hospicios y facilidades recreativas, o indirecta-
mente, como en los progresivos intentos de regular el trabajo infantil, de
proteger la salud y el bienestar del nio y de controlar las condiciones
ambientales de los centros educativos. La educacin pblica es definida como
una alternativa al trabajo del nio, no como un intento de desintegracin
tribal. Las casas de asilo se describen como refugios de la pestilencia, la
enfermedad, el abandono y el abuso, ms que como vehculos que promue-
van una intrusin pblica en la vida familiar. La expansin de las funciones
del colegio durante la poca progresista se considera como una medida para
proteger la salud del nio, antes que para incrementar el poder del Estado.
Los documentos que se presentan no describen los colegios del siglo XX
como instrumento de control social al servicio de los intereses de lites profe-
(22)
Este punto de vista ha inspirado continuamente el trabajo de historiadores de la educa-
cin como R. Freeman Butts
y Diane Ravitch, que todava no se han centrado en las familias y
nios, excepto para afirmar que se necesitan ms estudios para comprender cmo utilizan los
colegios pblicos.
26
sionales
y corporativas, sino como medios del progreso social en los que se
protege el inters y el crecimiento de los nios (23).
Robert Bremner
ha ampliado su exposicin, de modo similar, en dos art-
culos ms recientes que examinan las relaciones entre el nio, la familia y el
Estado (24). Todos los autores que se citan a continuacin Ellen Ryerson,
Joseph Hawes
y Jack Hall, que estudian la delincuencia en el siglo XIX;
Walter Trattner,
que examina el trabajo infantil y la asistencia a la escuela;
Joseph Duffy,
que investiga la aparicin de la sanidad en el colegio a prin-
cipios del siglo XX; Mark A. Kakzielski, que analiza el trabajo de directores
de patios de recreo; N. Ray Hiner, que trata del abuso de los nios y el cas-
tigo corporal; Nanette Whitbread, que traza la evolucin de las guarderas
para infantes y nios desde principios del siglo XIX hasta 1970, y Denison
Deasy, que se centra en la evolucin de la educacin de los nios menores de
seis arios en Gran Bretaa, Francia y Estados Unidos han ensalzado, no
condenado, la aparicin de la intervencin pblica en los colegios y las
familias (25).
El conjunto del trabajo de estos historiadores, al igual que el de los histo-
riadores materialistas, revela una estrecha definicin de la educacin y una
visin parcial de los nios. Para ellos, la regulacin no refleja una disposi-
cin para controlar, sino para proteger. La masificacin de la educacin
representa la difusin de la oportunidad, ms que la elaboracin de la ali-
neacin. No ms interesados que los historiadores materialistas de la educa-
cin en los procesos mentales y en la elaboracin de la conciencia, estos his-
toriadores tambin incorporan los nios instrumentalmente a sus historias,
pero como vulnerabilidades, no como trabajadores.
(23) Robert H. Bremner et al.. Children and Youth in America: A Documentary Hystory, 4
vols. (Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1970).
(24) Robert
H. Bremner, Families, Children and the State, Robert Bremner, ed., Reshaping
America: Society and Institutions, 1845-1960
(Ohio Suite University Press, Ohio, Columbus,
1982); Other People's Children, Journal of Social History, 16 (primavera 1983), pp. 83-104.
(25) Charles Strickland, Paths Not Taken: Seminal Models of Early Childhood Education
in Jacksonian America, B. Spodek (ed.), Handbook of Research in Early Childhood Education
(Free Press, Nueva York, 1982), pp. 321-40; Joseph Hawes, Children in Urban Society: Juvenile
Delinquency in Nineteenth Century America (Oxford University Press, Nueva York, 1971); Jack
M. Holl, Juvenile Reform
in the Progressive Era: William R. George and the Junior Republic
(Cornell University Press, l'haca, 1971); Walter Trattner,
Crusade for Children: A History of the
National Child Labor Committee and Child Labor Reform in America
(Quadrangle, Chicago,
1970); John Duffy, School Buildings and the Health of American School Children in the Nine-
teenth Century, en Charles E. Rosenberg (ed.), Flealing and History (Basic Books, Nueva York,
1979); Mark A. Kadzielski, As a Flower Needs Sunshine: The Origins
of Organized Children's
Recreation in Philadelphia, 1886-1911, Journal of Sport History, 16 (verano 1977), pp. 169-88;
N. Ray Hiner, Children's Rigths,
Corporal Punishment, and Child Abuse: Changing American
Attitudes, 1870-1920, Bulletin of the Menninger Clinic, 53 (mayo 1979), pp. 233-48; Nanette
Withbred, The Evolution of the Nursery-Infant School: A History of Infant and Nursery Educa-
ion in Britain, 1800-1970 (Routledge and Kegan Paul, Londres, 1972); Denison Deasey, Educa-
ion Under Six (St. Martin's Press, Nueva York, 1978).
27
LOS NIOS COMO ELEMENTOS DE DESORDEN: LA EDUCACION
COMO SISTEMA DE GOBIERNO
Existe an otro grupo de historiadores que examina la historia educativa
como tina forma de regulacin y control social, pero que enfatiza los cam-
bios en el carcter y la evolucin de las autoridades gobernantes, en lugar de
las formas econmicas o el sentimiento de reforma, en su anlisis de la histo-
ria educativa. Siguiendo una lnea de razonamiento articulada en 1962 por
Bernard Bailyn y David Rothman al estudiar el perodo colonial, estos histo-
riadores analizan la historia educativa como tentativas por parte de diversos
actores de controlar el carcter de la autoridad educacional de la mejor
manera posible para mantener el orden social y transmitir cultura en un
mundo incierto (26).
Albergando complejas visiones de la motivacin humana y, en cualquier
caso, ms interesados en explorar el ejercicio de la autoridad que en determi-
nar el motivo, estos historiadores han enfatizado dos acontecimientos en su
tratamiento de la historia educativa: la aparicin de las escuelas como impor-
tantes agencias de la educacin y la evolucin de la participacin del gobierno
en la construccin de espacios educativos para la generacin menor.
Los investigadores del perodo colonial, como por ejemplo
Bernard Bai-
lyn, David Rothman y Michael Zuckerman, ligan la aparicin de colegios a
transformaciones en la funcin de las familias como instituciones educativas
y garanta del orden social (27). Los lderes coloniales, ante lo que perci-
bieron como una incapacidad creciente por parte de las familias para contro-
lar efectivamente a los nios, recurrieron a los colegios para complementar,
si no fortalecer, la autoridad educativa de las familias de origen ingls. En
un intento de mantener el orden y la estabilidad social, dotaron a las escuelas
de misiones educativas que anteriormente fueron patrimonio casi exclusivo
de la familia ensear a los nios a leer y escribir, prepararles para el tra-
bajo, formar su moral y buenos modales, asegurar su lealtad, imponer la
obediencia. El surgimiento de los colegios represent la aparicin de nuevas
estructuras de autoridad para los jvenes y, como estos historiadores sugirie-
ron, vincule) intrincadamente el destino de la educacin y el de la juventud.
Ms interesados en analizar la escuela como una estructura de regulacin
social que como un ambiente para los nios, estos historiadores tambin
incorporaron los nios instrumentalmente a sus historias como amenazas
para el orden social y la armona cvica.
De manera similar, Carl
F. Kaestle y Maris Vinovskis explican la apari-
cin de escuelas de prvulos en la primera mitad del siglo XIX como la crea-
(26) Bernard Bailyn, Education inthe Formtng of American Society: A Re-interpretation
(University of North Carolina Press, Chapel Hill, 1962); David Rothman, A Note on the Study
of the Colonian Family, William and Afary Quarterly, ser. 3., 23 (1966), pp. 627-34.
(27)Ibid.
28
cin de reformadores humanitarios y propietarios de factoras que pretendan
mejorar el ambiente moral de los hijos de los trabajadores de las factoras.
Con el propsito de alfabetizar y proporcionar direccin y formacin moral,
los directores de las escuelas de prvulos esperaban suplir el trabajo de las
familias de forma que confiriera a los nios dicha direccin moral y dotase a
la comunidad de una generacin venidera disciplinada y ordenada. Segn los
mencionados historiadores, la desaparicin de las escuelas de prvulos fue
obra de reformadores escolares que pensaron que las causas del orden moral
no fueron bien servidas por los directores de las escuelas, que trataban a los
nios como prodigios en mero intelecto. Al no servir el inters de nadie
ni de los reformadores morales, ni de los propietarios de las factoras, ni de
los trabajadores de stas, ni de los defensores de la educacin, las escuelas
de prvulos murieron, segn Kaestle y Vinovskis, porque las mat el fracaso
a la hora de cultivar las disposiciones morales en los jvenes, porporcionar
un ambiente educativo familiar y dirigir a los nios de acuerdo a sus mejores
intereses propios o a los intereses del orden social (28).
Similares interpretaciones acompaan las tentativas de examinar la fusin
del compromiso pblico en las vidas de los nios y jvenes. Un notable
conjunto de historiadores, que estudia una serie de esfuerzos educativos, se
centra en el tema de la transformacin de la familia como explicacin de la
aparicin del esfuerzo educativo pblico, proporcionando algunas de las ms
creativas y sofisticadas conexiones entre la historia de la infancia y la historia
de la educacin.
Los historiadores, ya traten la expansin de la participacin del gobierno
estudiando los orgenes y desarrollo de instituciones enteras patrocinadas y
mantenidas pblicamente escuelas industriales mixtas, internados para
nios americanos nativos o examinando la evolucin de la provisin
pblica de servicios educativos, vinculan dicha expansin a una disminucin
de la capacidad de las autoridades tradicionales para controlar la educacin
de los nios. Se estudia la evolucin de la poltica educativa, ya que sta
refleja y revela transformaciones en las estructuras de autoridad que circun-
dan a los jvenes y en la capacidad de las familias de dominar los trminos
por los que sus hijos entran en la vida adulta.
Algunos historiadores Harvey Graff y Michael B. Katz, que estudian
transformaciones en el carcter de dependencia en el siglo XIX; Margaret
Connel Szasz y Robert Trannert, que examinan la participacin federal en
la educacin de los chicos y chicas americanos nativos; Robert Carlson, que
explora la Americanizacin a travs de los colegios, y David Tyack, que ana-
liza el descubrimiento de la ausencia injustificada de la escuela y la imposi-
(28) Carl F. Kaestle y Maris A. Vinovskis, From Apron Strings ABC's: Parents, Children,
and Schooling in Nineteenth Century Massachusetts, J. Demos y S. S. Boocock (eds.), Turning
Points: Sociological Essays on the Family (University of Chicago Press, Chicago, 1978), pgi-
nas 39-80.
29
cin de los estatutos de asistencia al colegio interpretan la participacin
del gobierno como intervencin injustificada (29). Aspirando a apartar a los
nios de sus padres y a sustituir la autoridad de las familias por la del Es-
tado, el aparato de regulacin incluyendo el arrebatamiento del nio,
transferencias legales de autoridad, la asistencia obligatoria a la escuela
represent una forma de imperialismo cultural. En todos estos sentidos, el
envolvimiento del gobierno se entiende como una estrategia de genocidio
cultural, un intento de transferir la autoridad sobre los nios de familias per-
tenecientes a minoras tnicas al Estado mediante el encierro de los nios y
su posterior sometimiento a una especie de guerra relmpago de cultura de la
clase media. Estos historiadores representan a los nios como objetos de
regulacin y a las agencias pblicas que les sirven como instrumentos de
readaptacin al medio social (30).
Otros historiadores explican la evolucin del envolvimiento pblico en la
educacin no como un intento de minar la influencia familiar, sino de susti-
tuir la proteccin de las familias cuando stas no podan o no deseaban
hacerse cargo de las responsabilidades educativas. Para estos historiadores, la
participacin gubernamental reflej la accin de reformadores morales, fun-
cionarios pblicos, defensores de la escuela pblica y padres desesperados
(incluso los de nios inmigrantes) que, al promover la causa de la educacin
pblica o encomendar voluntariamente sus hijos al Estado, estaban de hecho
reaccionando a los devastadores efectos de la urbanizacin y la industrializa-
cin en las capacidades educativas de las familias. Brbara Brenzel explica la
aparicin del Lancaster) de dos maneras: por una parte, como la creacin de
fundadores protestantes pertenecientes a una ansiosa clase media intentaron
controlar a chicas catlicas de clase inferior socialmente indigentes, abando-
nadas o incorregibles y, por otra, como un servicio para madres y padres
empobrecidos, desesperados, que trataban de encontrar estructuras de gobier-
no efectivas adecuadas para sus hijos (31). Ruby Takanishi sigue la misma
lnea de argumentacin en un estudio sobre las races histricas del amparo
del nio (32). Tambin lo hacen Patricia Clement, Rebecca Scott y D'Ann
Campbell en sus respectivos anlisis de las disposiciones educativas para los
nios adoptivos en Filadelfia a finales del siglo XIX, la labor del Feedman's
(29) Margaret Connell Szasz, Federal Boarding Schools and the Indian Child, South
Dakota History (otoilo 1977), pp. 371-83; Robert A. Trennen, Educating Indian Girls at Non-
Reservation Boarding Schools, 1878-1920, W estern Historical Quarter/y, 13 (julio 1982), pp. 271-
290; Robert Carlson, op. cit.; David Tyack y Elisabeth B. Ansot, Managers of Virtue: Public
School Leadership in America, 1820-1980 (Basic Books, Nueva York, 1982).
(30) Richard J. Altenbaugh, Our Children are Being Trained Like Dogs and Ponies: School-
ing, Social Control and the Working Class, History of Education Quartedy, 21 (primavera 1981).
(31) Barbara Brenzel, Domestication as Reform: A Study of the Socialization of Wayward
Girls, 1856-1905, Harvard Educational Review, 50, 2 (mayo 1980), pp. 196-213. Vase tambin
Neil Sutherland, Children in English-Canadian Society (University of Toronto, 1976), especial-
mente la Parte III.
(32) Ruby Takanishi, Childhood as Social Issue: Historical Roots of Contemporary Child-
Advocacy Movements, Journal of Social Issues, 35 (1978), pp. 8-28.
30
Bureau
(Agencia del Gobierno de Liberto) en la prevencin del entrenamien-
to del nio para el trabajo y la obra de Ben Lindsay, fundador del tribunal
de menores a finales del siglo XIX (33).
Queda an otro grupo de historiadores que explica la evolucin de la
poltica de educacin pblica como parte de un intento de difundir e institu-
cionalizar las normas de la educacin del nio. Definiendo implcitamente la
poltica educativa como la puesta en prctica de expertos representan la par-
ticipacin pblica como una especie de canal para la difusin de prescrip-
ciones sobre la educacin del nio de clrigos, mdicos, reformadores
escolares y escritores sobre educacin en el siglo XIX, as como de psi-
clogos, trabajadores sociales, psiquiatras y jvenes trabajadores de ambos
sexos, en el siglo XX. Al examinar pautas de abandono y asistencia a la
escuela en Massachusetts a principios del siglo XIX,
Carl A. Kaestle y Maris
Vinovskis ven la influencia de expertos en educacin infantil y reformadores
escolares en las leyes que expulsaban a los nios pequeos de la escuela,
prohibindoles su asistencia a sta hasta que no tuvieran cinco aos (34). Las
leyes se promulgaron como reflejo de los intentos de persuadir a los padres,
en particular a las madres, de que supervisaran la educacin de los nios en
sus primeros aos de vida, implicando de esta manera al gobierno en el tra-
bajo de institucionalizacin de las nuevas normas de educacin del nio.
Como sugiere el trabajo de David Tyack y Morris Stambler, fueron institu-
cionalizndose nuevas normas sobre la educacin del nio a medida que las
mujeres se adentraban en el universo en expansin de las escuelas elementa-
les pblicas, que se descubra la ausencia injustificada de la escuela y los
gobiernos se comprometan en el tratamiento de apartar a los nios de eda-
des comprendidas entre los seis y los diecisis aos del trabajo e introducirles
en las escuelas (35).
La institucionalizacin de las normas de educacin del nio tambin se
refleja negativamente en servicios rehusados, apoyos que no aparecan.
Conceptuando la familia como un refugio, un lugar aparte, un crculo pro-
tector para las mujeres y los nios en un mundo peligroso, cuadros de exper-
tos a lo largo de los siglos XIX y XX desaprobaron la expansin de los servi-
cios del gobierno para los nios menores de seis arios, a menos, por
(33)
Patricia Ferguson Clement, Families and Foster Care: Philadelphia in the Late Nine-
teenth Century, Social Serv ice Rev iew (marzo 1979), pp. 406-20; Rebeca Scott, The Battle Over
the Child: Child Apprenticeship and the Freedman's Bureau in North Carolina, Prologue: The
Journal of the National Archiv es (verano 1978), pp. 101-13; D'Ann Campbell, Judge Ben Lind-
sey and the Juvenile Court Movement, I901-1904, Arizona and the West, 18 (1976), p. 5. Para
una interpretacin canadiense, vanse Patricia T. Rooke y R. L. Schnell, Discarding the Asylum:
From Child Rescue to the Welfare Statt in English-Canada 1800-1950 (University Press of Ame-
rica. Washington, D.C., 1983) y Neil Sutherland, op. cit.
(34) Carl F. Kaestle y Maris A. Vinovskis, From Fireside to Factory: School Entry and
School Leaving in Nineteenth Century Massachusetts, T. Hareven (ed.), Family and the Lije
Course in Historical Perspectiv e (Academic Press, Nueva York, 1978), pp. 135-38.
(35) Morris Stambler, loc. cit.; David Tyack, loc. cit.
31
supuesto, que el removimiento de los nios se justificara en aras de su bene-
ficio. La renuencia del gobierno a intervenir en las vidas de los nios meno-
res de seis aos es examinada sistemticamente por Amy Steinfels en un
estudio que explora la suerte de la poltica de day care* (36). Esta cuestin
constituye un tema implcito en un reciente trabajo de Norton Grubb y Mar-
vi Lazerson, que, al intentar interpretar el carcter de la poltica pblica
hacia las familias y los nios, ligan la aparicin de la Participacin pblica
al descubrimiento de la familia privada (37).
Hasta ahora slo existe un pequeo grupo de historiadores de la educa-
cin que estudia sinniltneamente los mltiples esfuerzos del gobierno,
intentando examinar sistemticamente la evolucin de la poltica educativa
segn se desarrolla a lo largo de grandes perodos de tiempo, en la manera
en que afecta a todos los grupos sociales y en cmo vincula la historia educa-
tiva a la historia de la familia y de los nios. Que yo sepa, hay cuatro estu-
dios que abarcan estos puntos: una monografa de Norton Grubb y Marvin
Lazerson, una crtica de Ronald Cohen, un ensayo de Michael Zuckerman y
otro de Barbara Fin kelstein.
Lazerson y Grubb han sugerido que la poltica del gobierno hacia la
juventud ha incorporado dos concepciones potencialmente contradictorias de
la responsabilidad hacia los nios. Una enfatiz la familia privada inclu-
yendo la responsabilidad de los padres hacia sus hijos, el papel fundamen-
tal de las madres y la separacin de la familia centrada en el nio del duro
mundo exterior. La otra subray la responsabilidad del Estado all donde las
familias dejaban de hacer frente a sus responsabilidades, un papel desempe-
ado a travs de las instituciones para los nios como las escuelas primarias
y el reformatorio para jvenes (38). Reflejando una ambivalencia fundamen-
tal en la buena voluntad del gobierno de igualar las oportunidades de vida
de los jvenes, una poltica dual ha aliado efectivamente al gobierno a la
causa del respaldo de la desigualdad, incluso mientras ha parecido que la
superaba. Este fracaso constituye el tema y el ttulo del libro The Broken
Protnise (La Promesa Rota).
En una excelente crtica que examina el trabajo de los historiadores que
estudian la proteccin del nio durante la poca progresista, Ronald Cohen
ha ligado firmemente la historia de la educacin a la historia de la protec-
cin del nio (39). Al igual que Lazerson y Grubb, identifica la contradic-
N. de T.: day care: concerniente al cuidado de nios en edad pre-escolar (cuyas madres
normalmenlv trabajan) fuera de sus hogares.
(36) Margaret O'Brien Steinfels, Who's Minding the Children?: The History and Politics of
Day Care in America (Simon and Schuster, Nueva York, 1973).
(37) Grubb y Luerson, Broken Promises.
(38) ?bid.
(39) Ronald Cohen, Child Saving ami Progressivism, I885-1915, N. Ray Hiner y Joseph
Hawes (eds.), Growing up in America: Children in Historical Perspective (University of Illinois
Press, Champaign-Urbana, 1984, de prxima aparicin).
32
cin y la irona, considerando ambigua la actitud de los reformadores escola-
res. En los esfuerzos para crear guarderas infantiles, kindergartens, ampliar
los objetivos de los colegios para la inclusin de la higiene mental, la educa-
cin sobre la salud y la educacin cvica, proporcionar ayuda a las madres y
apoyar la libertad condicional en lugar de la encarcelacin para delicuentes
juveniles, los reformadores crearon ambientes educativos para mantener la
familia intacta. Al mismo tiempo, construyeron la clase de instituciones que
debilit paulatinamente la autoridad de las familias por la autoridad del
Estado. De manera menos intrincada, Michael Zuckerman sigue una lnea de
argumentacin similar (40).
El artculo de Barbara Finkelstein examinando la evolucin de la legisla-
cin del Congreso referente a los nios menores de seis aos, documenta
tambin la existencia de estrategias contradictorias (41). Esta autora descubri
la existencia de al menos tres clases diferentes de disposiciones que implica-
ban tres estrategias distintas, organizando tres relaciones diversas entre la
autoridad del gobierno y la autoridad de la familia.
En conjunto, los tres trabajos documentan la existencia de ciertas clases
de continuidad en el carcter del compromiso pblico con los nios y
jvenes. Al menos los autores parecen coincidir en que la expansin de la
autoridad pblica no ha sido ni se pretendi que fuera uniforme. Todos ellos
documentan la aparicin de una doble prctica una para los nios de
mediana y alta alcurnia y otra para los nios de americanos nativos, inmi-
grantes y negros, as como pobres pertenecientes a minoras tnicas residen-
tes en las ciudades. Asimismo, todos ellos caracterizan las intervenciones del
gobierno de modo similar. Cuando el gobierno ha intervenido a favor del
nio, entonces ha sustituido la autoridad de la familia por la suya propia.
La poltica para los pobres y diferentes se manifiesta tpicamente dirigida a
los hijos de los americanos nativos y los inmigrantes urbanos en el siglo XIX
y a los nios de los pobres de las ciudades, de los negros y de otras minoras
tnicas. De otro tipo es la poltica enfocada a hacer asequible el consejo
experto que aparece en forma de servicios proporcionados a las familias, de
profesores enviados al sur para ensear a los hijos de los esclavos en el siglo
XIX o para establecer programas Head Start (de Ventaja Inicial)* en los aos
(40) Michael Zuckerman, Children's Rights: The Failure of Reform, Policy Analysis, 2
(verano 1976), pp. 371-85.
(41) Barbara Finkelstein, Linde Sam and the Children: Congressional Involvements in the
Lives of Young Children, N. Ray Hiner y Joseph Hawes (eds.), Child Rearing in America
(University of Illinois Press, Champaign-Urbana, de prxima aparicin).
N. de T.:
El llamado programa Head Start en Estados Unidos fue introducido por el
gobierno en 1965 y est dirigido a nios en edades comprendidas entre los tres y los cinco aos.
Est subvencionado por el gobierno federal y fuentes locales. Los nios pertenecientes a familias
de nivel econmico bajo tienen la opcin de tomar parte en el programa, aunque ms del 10
por 100 de las plazas se destinen a familias de nivel econmico superior. Las metas perseguidas
son diversas: fomentar el desarrollo intelectual, social y emocional de los nios para mejorar su
33
setenta de este siglo, de escuelas de prvulos para madres que trabajan en
industrias relacionadas con la guerra, de la aparicin de kindergartens, ayu-
das a las madres y centros de programas de asistencia social en las comuni-
dades locales (42). Esta poltica, supliendo antes que usurpando la autoridad
de las familias, tiene algunas de las cualidades de la educacin pblica, pero
sin la coaccin. Por ltimo, existe apoyo pblico a la educacin del nio sin
Participacin ni control pblico. Tpicamente relacionado con la guerra, ha
llegado a ser una forma de compensacin a las mujeres de las que dependen
nios y cuyos maridos han muerto en la guerra. Se ha dicho sistemtica-
mente que todava es contradictorio, discriminatorio y de gran complejidad,
el estudio de la historia de la educacin como una fase en la aparicin del
Estado patriarcal.
Ya sea que hayan incorporado los nios y jvenes a la historia de la edu-
cacin vinculando la evolucin educativa a la historia del desarrollo indus-
trial, de la proteccin del nio, de la transformacin de la familia, o del
miedo y temor social, todos estos historiadores han considerado las trans-
formaciones en el carcter de la infancia y de la educacin como un signifi-
cativo aspecto de la modernizacin, parte de un esfuerzo para controlar la
ndole y direccin del cambio social mediante la organizacin y regulacin
de las vidas de los nios y jvenes.
LOS NIOS COMO ESTUDIANTES: LA EDUCACION COMO
TRANSMISION DE IDEAS
Hay un segundo enfoque principal en el estudio de la historia educativa,
que refleja y recobra un aspecto diferente de nuestro pasado educacional.
Abarca el estudio de la evolucin de las ideas e ideologas educativas en res-
puesta al inters poltico, y/o la circunstancia econmica, de su elaboracin
y presentacin en tratados doctos, de su transmisin en la prensa popular y
de su deliberado encauzamiento a travs de diferentes instituciones educati-
vas. Al examinar la historia educativa, los llamados historiadores intelectua-
les de la educacin enfatizan el poder del trabajo escrito y hablado, antes
que la fuerza de las circunstancias materiales, en la descripcin de la evolu-
cin de la educacin. Al igual que los historiadores que enfocan la educacin
como regulacin, los historiadores intelectuales de la educacin incorpo-
ran los nios a sus estudios selectivamente, de una manera que ha profundi-
posterior rendimiento en el colegio, proporcionar cuidados mdicos y odontolgicos, eliminar
una alimentacin poco apropiada mediante el suministro de comidas y de informacin a los
padres sobre diettica, proporcionar consejo a los padres a travs de trabajadores sociales cualifi-
cados, promover el ascenso social mediante entrenamiento y oportunidades laborales y alentar la
participacin de-los padres en el proyecto y la comunidad.
(42) David Rothman y Michael Grossberg of Cas han iniciado prometedores trabajos sobre
este tema.
34
zado e intensificado su anlisis de la historia educativa sin alterar necesaria-
mente su enfoque y direccin. Ms interesados en la difusin de las ideas que
en la exploracin de la conciencia o de los procesos educacionales, conside-
ran las iglesias, familias y colegios como conductos educativos, filtros para la
transmicin de ideas. Tratan a los nios instrumentalmente como un
asunto de los filsofos sociales, los tericos polticos y los educadores, un
punto central para el debate filosfico, la controversia ideolgica y la especu-
lacin educativa. Como receptores pasivos de ideas, sensibilidades y expe-
riencias, los nios, en manos de estos historiadores, se convierten en meros
reflejos del movimiento de ideas.
Aunque este enfoque del estudio de la historia educativa puede resultar
limitado para quienes desean centrarse sistemticamente en las relaciones
entre la historia de la infancia y la historia de la educacin, se encuentran
conexiones tiles, implcitamente hechas, en los anlisis que enfocan la edu-
cacin como la transmisin de cultura. Una de tales conexiones ha dado
como resultado una rica pltora de estudios que incorpora, si no trata especi-
ficamente, la evolucin de la Familia como una institucin educativa.
EL CONSEJO A LOS PADRES
Uno de los reflejos ms creativos del inters por la familia es la atencin
que ha despertado la literatura de consejos a los padres. Tradicionalmente,
historiadores como Bernard Wishy y Anne Kuhn estudiaron una abundante y
fascinante literatura sobre consejos para comprender la evolucin de las tra-
diciones culturales segn se reflejaban en este tipo de manuales (43). Ms recien-
temente, Philip Greven, Lawrence A. Cremin y James Axtell estudiando los
siglos XVII y XVIII, Cremin estudiando el siglo XIX, y Sol Cohen y Steven
Schlossman estudiando el siglo XX, han analizado la evolucin de los
manuales de consejos sobre la educacin del nio como canales de difusin
para las teoras sobre la educacin infantil de diferentes expertos. En los si-
glos XVII y XVIII, el consejo a los padres fue caractersticamente emitido
por misioneros cristianos que trataban de catequizar a los americanos nativos
o a los inmigrantes del oeste de Africa y a sus vstagos. En otros casos el
consejo iba dirigido a padres que parecan dejar de asumir en su familia sus
responsabilidades en el desarrollo moral de sus hijos. En el siglo XIX, el
consejo a los padres reflejaba las teoras sobre la educacin del nio de hom-
bres de estado republicanos como Benjamn Rush y Noah Webster, de cris-
tianos evanglicos como Horace Bushnell, de clrigos sectarios como John
(43) Anne L. Kuhn, The Mother's Role in Childhood Education: New England Concepts,
1830-1860 (Yale Lni yersity Press, New Haven, Connecticut, 1947), y Bernard Wishy, The Child
and the Republic: The Dawn of Modern American Child Nurture (University of Pennsylvania
Press, Filadelfia, 1968).
35
Finney, reformadores morales como Catharine Beecher, y reformadores edu-
cativos como Jacob Abbott y William Andrus Alcott. Prescribieron a los
padres los principios de la educacin domstica, guindoles hacia ellos, y
dirigieron sus prescripciones a las mujeres, con la esperanza de alentarlas a
permanecer en la rbita domstica y de ensearlas a preparar industriosos
ciudadanos para una nacin en aparicin. En el siglo XX, la literatura de
prescripcin domstica proporcion un canal para la difusin de las ideas
de psicoanalistas, psiclogos, pediatras y trabajadores sociales que, al servi-
cio de la ciencia y de la educacin del nio, entraron a formar parte de la
lista de autoridades educativas que aconsejaban a los padres cmo criar
jovencitos felices, sanos y capaces de alcanzar grandes xitos (44).
Hay otro grupo de historiadores que a lo largo de la pasada dcada ha
explorado la literatura sobre consejos para la educacin del nio como un
arma ideolgica, un poderoso instrumento de persuasin mediante el cual
un grupo trata de dominar a otro y asegurar su nivel social inferior. Exami-
nando la literatura sobre educacin dinmica y funcionalmente, la conside-
ran implic itamente como un persuasor educacional negativo una fuente de
mitos y mistificaciones. Algunos historiadores detectan en la literatura
de consejos procedente de la clase teolgica y republicana de los siglos XVII,
XVIII y XIX, y del circulo mdico, profesional, en el XX, tentativas de esta-
blecer un mito del instinto maternal. Utilizando la admirable formulacin de
Nancy Weiss, las madres eran las invenciones de la necesidad (45).
Estudiando los ideales femeninos americanos en la Amrica postrevolu-
cionaria, tanto Buth Block como Jacqueline Reinier identifican el ascenso
del apego a la nocin de que el bienestar de la repblica descansaba en el
surgimiento de la madre moral (46). Ambas sugieren que la aparicin del
concepto de madre como profesora representaba una respuesta a la transfor-
macin social y poltica en los voltiles aos comprendidos entre 1785 y
1815, ms que un reflejo de la condicin natural de las mujeres.
(44) Wilson Smith, Theories of Education in Early America, 1655-1819 (Bobbs-Merrill,
Nueva York. 1973); Lawrence A. Cremin, American Education: The Colonial Experience, 1607-
1783 (Harper and Row, Nueva York, 1970); Steven Schlossman, Philanthropy and the Gospel of
Child Development, Histoty of Education Quarterly, 21 (1981), pp. 257-87; Lawrence A. Cre-
min, American Education: The National Experience, 1783-1786 (Harper and Row, Nueva York,
1980); y Katharine K. Sklar, Catharine Beecher: A Study in American Domesticity (Yale Univer-
sity Press, New Haven, Connecticut, 1973); Sol Cohen, The Mental Hygiene Movement, The
Commonwealth Fund, and Public Education, 1921-1933, Gerald Benjamin (ed.), Private Philan-
trhopy and l'ublic Elementary and Secondary Education (Rockefeller Archive Cerner, Nueva
York, 1980).
(45) Nancy P. Weiss, Mother, the Invention of Necesity: Dr. Benjamin Spock's Baby and
Chad Care, American Quarterly, 29 (1973). p. 519.
(46) Ruth Bloc:k, American Feminine Ideals in Transition: The Rise of (he Moral Mother,
1785-1815 , Feminist Studies, 111 (otoo 1975), pp. 159-75; Jacqueline S. Reinier, Rearing the
Republican C:hild: Attitudes and Practices in Post-Revolutionary America, William and Mary
Quarterly, 35 (julio 1977), pp. 426-55.
36
Asimismo, a travs de estudios de consejos sobre la educacin del nio en
la literatura popular, los historiadores se han referido a un culto a la domes-
ticidad, que se elabor y propag en el siglo XIX. En los trabajos de todos
los historiadores que mencionamos a continuacin Katherine Sklar explo-
rando la vida y obra de Catharine Beecher, Brbara Welter descubriendo el
culto a la verdadera feminidad en la literatura peridica, Carol Mulligan
examinando las imgenes de madres y nios en el arte, la literatura y la pol-
tica, William G. McLoughlin investigando las teoras sobre la educacin del
nio de Francis Wayland, y Brbara Finkelstein estudiando la reconstruccin
de la infancia en el siglo XIX se alude a la construccin de una imagen
sobre las mujeres elaborada para persuadir (47). Los reformadores articularon
una norma de perfeccin maternal proyectando las mujeres como las guar-
dianas de la casa, las custodias de una familia educativa, las moldeadoras de
la mente y la imaginacin de los nios pequeos. En virtud de su
inherente bondad y superioridad moral frente a los hombres, se sostuvo que
las mujeres eran las nicas vigilantes idneas de los nios pequeos. El pro-
yecto de casa ideal requera el aislamiento social de la madre y el nio y una
intensificacin de sus relaciones. Segn esta concepcin, las madres prote-
gan a los nios de contagios de influencia insana. Finalmente se aconsejaba
a las madres que desistieran de buscar poder en el mundo mercantil o en las
urnas electorales o incluso, como Barbara Welter ha sugerido, de cultivar sus
mentes.
Estudiando numerosos consejos sobre la educacin del nio procedente del
Children's Bureau en los arios veinte, treinta y cuarenta de este siglo, escritos
por los prominentes consejeros mdico/psiclogos John Watson y Benjamin
Spock, Nancy Weiss ha hecho alusin a similitudes en sus respectivas visiones
del papel de las madres como educadoras de los jvenes. Sin importar lo dife-
rentes que sus tcnicas sobre la educacin del nio pudieran haber sido ni cmo
aconsejaban a las madres, expertos en educacin de ideas tan dispares como
John Watson y Benjamin Spock coincidan en ... que la vida del nio puede
ser daada por un inadecuado amor materno (48). En nombre del progreso
cientfico ms que en el favor patritico, de la paternidad o maternidad
instruida antes que de la necesidad divina, el consejo de los educadores de los
padres del siglo XX, al igual que el de sus iguales del siglo XIX,
car-
(47) Katharine Skalar, Catharine Beecher; Caro! Mulligan, The Madonna and Chad in
American Culture, (Ph. D. dissertation, University of California at Los Angeles, 1975); Barbara
Welter, The Cult of True Womanhood, 1820-1860, American Quarterly (1966), p. 18, pp. 151-
174: Barbara Finkelstein, Casting Networks of Good Influence: The Reconstruction of Child-
hood in the Nineteenth Century, Joseph Hawes y N. Ray Hiner (eds.), History of American
Childhood: A Reference and Handbook (Greenwood Press, Nueva Jersey, 1984, de prxima apa-
ricin); William G. McLoughlin, Evangelical Childrearing in the Age of Jackson: Francis
Wayland's Views on When and How
to Subdue the Wilfullness of Chilndren, Journal of Social
History (otoo 1975), pp. 9-20.
(48) Nancy P. Weiss, Mother: Tire Invention of Necessity.
37
gaba a las madres con casi la entera responsabilidad de la educacin del
nio. Nancy Weiss, sensible como pocos otros historiadores han sido al
efecto de esta clase de consejo mdico y moral sobre la sensibilidad femenina,
abriga un cierto escepticismo respecto a la autoridad cientfica de los conseje-
ros domsticos. Sin embargo, otros historiadores Sheila Rothman, que ex-
plora los conceptos de la feminidad tal como se reflejaban en la literatura
sobre consejos (as como en otros lugares); Michael Zuckerman, que analiza
los consejos de Benjamin Spock, y Christopher Lasch, que examina las for-
mulaciones de psicoanalistas, pediatras, psiclogos y otros grupos del crculo
cientfico interpretan el consejo como una ficcin elaborada, que justifi-
caba y racionalizaba las transformaciones materiales que se estaban produ-
ciendo en el siglo XX. Los educadores de los padres de este siglo interpretan
el consejo de los consejeros del nio y, proporcionando una justificacin y
mistificacin del hecho de que las familias hayan pasado de ser instituciones
relativamente poderosas de produccin econmica y transmisin cultural a
unidades de consumo relativamente importantes, mediante el consejo pres-
cribiendo a las mujeres que fueran atentas a los deseos de sus nios y que
atendieran conscientemente sus necesidades en nombre del desarrollo de una
personalidad sana, describieron engaosamente a las madres como moldeado-
ras omnipotentes de la personalidad, responsables de asegurar la armona y
el orden en la casa. De hecho, lo que los reformadores estaban haciendo era
preparar a las madres para que a su vez preparasen a sus hijos para ser bue-
nos consumidores y manejables jugadores del equipo corporativo (49).
REGIMEN EDUCATIVO PARA LOS NIOS
El trabajo destinado a la educacin de los nios antes que a la de los
padres tambin ha suscitado un inters en los historiadores, que les ha indu-
cido a examinar la transmisin deliberada y sistemtica de cultura. James
Axtell y Lawrence Cremin estudian el rgimen educativo creado por los lde-
res coloniales para efectuar la conversin de los nios de origen ingls, ame-
ricanos nativos o procedentes del oeste de Africa, examinndolo, al igual que
analizan la literatura educativa, como un reflejo de la cultura y tendencia
educativa de origen ingls (50).
De modo similar, Ann Scott MacLeod, Gordon Kelly y Gillian Avery, que
estudian la literatura novelesca para nios durante el perodo jacksoniano;
(49) Sht ila Rothman, Woman's Proper Place: A History of Changing Ideals and Practices,
1870 to the Present (Basic Books, Nueva York, 1978); Michael Zuckerman, Dr. Spock: The Con-
fidence Man, Charles 5. Rosenberg (ed.), The Family in History (Basic Books, Nueva York,
1971); Christopher Lasch, Haven and the Culture of Narcissism.
(50) Cremin, American Education: The Colonial Experience; James Axtell, The School
Upon the Hill: Education and Society in Colonial New England (Yale University Press, New
Haven, Connecticut, 1974).
38
Gregory Nestiel, que examina las obras completas de Jacob Abbot, y Barbara
Kaye Greenlaf, que analiza la iconografa, conectan la evolucin de la educa-
in con la aparicin de ideas, antes que de procesos, sobre la educacin del
nio (51).
LAS ESCUELAS COMO INSTRUMENTOS DE LA EDUCACION
DEL NIO
Por ltimo, hay un nmero muy pequeo de trabajos que intentan siste-
mticamente analizar la propagacin de teoras sobre la educacin del nio
mediante el estudio de las tentativas de participacin en la reforma escolar.
Estos estudios representan un pequeo comienzo de lo que podra convertirse
en un importante enfoque de la historia intelectualista de la educacin: la
difusin sistemtica de teoras sobre la educacin del nio en la labor de los
colegios pblicos. El ensayo de Joseph Kett sobre el descenso de la precoci-
dad como ideal educativo en el siglo XIX, los estudios de Schlossmann sobre
las tentativas de difusin del credo del desarrollo del nio en las primeras
dcadas del siglo XX, el trabajo de Michael Imber sobre la higiene mental en
los colegios y la coleccin de escritos de Sol Cohen analizando la aparicin,
elaboracin de la diseminacin de ideales psicoanalticos, representan los
primeros intentos de conectar la historia de la infancia y la historia de la
educacin (52).
Ya sea que hayan analizado la historia de la educacin centrndose en la
regulacin o en la transmisin cultural, los historiadores, como hemos visto,
han incorporado caractersticamente los nios y jvenes a sus historias de
modo poco sistemtico. Como corolario, el campo de la historia de la educa-
cin, tal y como se ha conceptuado tradicionalmente, ha ofrecido un perjui-
cio notable: si los historiadores de la educacin estudian lo que la gente
ensea y escribe, de alguna manera descubrirn lo que se aprende. Tanto en
el caso de que hayan definido la historia de la educacin como la historia
(51) Anne S. MacLeod, A. Moral Tale: Children's Literature and American Culture, 1820-
1860 (Archon Books, Hampden, C.T., 1975); R. Gordon Kelly, Mother Was a Lady: Shell and
Society in Selected American Children's Periodicals, 1865-1890 (Greenwood Press. Westport C.T.,
1974); Gillian Avery, Nineteenth-Century Children: Heroes and Heroines in English Children's
Stories, 1780-1900 (Hodder and Stoughton, Londres, 1965); Gregory Nenstiel, Jacob Abbot: The
Evolution of a Nineteenth Century Educator, (Ph. D. dissertation, University of Maryland,
1979); Barbara Kaye Greenlaf, Children Through the Ages: A History of Childhood (McGraw-
Hill (ompany, Nueva York. 1978).
(52) Joseph Kett, Curing the Disease of Precocity, Demos and Boocock (eds.), Turing
Points, pp. 183-212; Steven Schlossman, Philanthropy and ihr Gospel of Child Development;
Michael Imber, The Genealogy of an Educational Campaign: The Social and Intellectual
gins of Sex Education; Sol Cohen. The Mental Hygiene Movement y Parent Blaming, Sex
Repression. and the Schools: Reflections on the Mental Hygiene Movement, articulo presentado
en History of Education Society Annual Meeting (Reunin Anual de la Sociedad de Historia de
la Educacin), septiembre de 1981.
39
de la enseanza, o de manera ms amplia como una gama ms extensa de
esfuerzos para transmitir conocimiento, actitudes o sensibilidades, como en el
caso de que definan la historia de la educacin como preparacin para un
papel un proceso de socializacin poltica, econmica y social, los histo-
riadores de la educacin han concebido tpicamente a los estudiantes de
manera esencialmente pasiva. Los han tratado como si fueran indefensos
beneficiarios del nivel social, recibidores de cultura compartida, creaciones
inconscientes de disposicin poltica y econmica; en definitiva, como recep-
tores absorbentes sin capacidad de discriminacin de papeles, responsabilida-
des, obligaciones y experiencias. Sus historias proceden como si los nios
fueran agujeros cavernosos donde se vierten status, experiencias, libros y pla-
nes de estudios y de los que emergen seres humanos formados. Afirmando
inconscientemente que los seres humanos se convierten slo en lo que otros
se proponen que lleguen a ser, y en sucesin predecible, han tratado a los
aprendices y al aprendizaje como meros reflejos.
LOS NIOS COMO APRENDICES: LA EDUCACION COMO
APRENDIZAJE Y TRANSFORMACIN
Un pequeo nmero de historiadores se ha dedicado a la tarea de incor-
porar los nios sistemticamente al estudio de la historia educativa. Par-
tiendo de la suposicin de que el proceso de transmisin cultural ser
entendido incompleto e innecesariamente limitado por una preocupacin
exclusiva por la enseanza, pretenden, a travs del estudio sistemtico de la
infancia y la educacin del nio, centrar la atencin en dos de los aspectos
ms descuidados de la historia de la educacin: los aprendices y el aprendi-
zaje en s mismo.
Los historiadores, al abordar esta tarea, han introducido profundamente
una dimensin inter-generacional en sus estudios de la historia educacional.
De hecho, el carcter de las relaciones entre el adulto y el nio es un impor-
tante enfoque de los estudios que combinan el inters por la infancia con el
inters por la educacin. Una coleccin de ensayos titulada Regulated Chil-
dren / Liberated Chidren: Education in Psychohistorical Perspective (Nios
Regulados / Nios Liberados: La Educacin en Perspectiva Psicohistrica)
abarca diferentes enfoques: Nueve ensayos proporcionan ejemplos de historia
educacional en los que se enfatiza explcitamente el aprendizaje y en los que
es fundamental un enfoque intergeneracional. Algunos de estos ensayos el
de N. Ray Hiner, que trata del desarrollo de Cotton Mather como padre y
como educador de padres; el de Ross Beales, que examina la poesa de Anne
Bradstreet; el de Judith Plotz, que analiza la poesa romntica; el de Sterling
Fishman, que presenta transformaciones en las representaciones visuales de
profesores y estudiantes, y el de Sol Cohen, que investiga la suerte de la
pedagoga psicoanaltica en Europa entre 1908 y 1938 se centran en la
40
naturaleza de las relaciones adulto-nio segn han sido representadas visual
y filosficamente e imaginadas cientficamente. Otros historiadores Phyllis
Vine investigando los empleos del honor y la vergenza como instrumentos
educativos en las escuelas coloniales, Barbara Finkelstein comparando las
experiencias de los nios al aprender a leer y a escribir entre una muestra
representativa de un conjunto de grupos, Debora Fitts examinando los orge-
nes y efectos del movimiento para feminizar la enseanza en el colegio, y
Dominick Cavallo analizando transformaciones en la naturaleza de la peda-
goga del kindergarten en la poca progresista se centran en el carcter
educativo de las relaciones entre profesores y estudiantes al ser institucional-
mente circundadas y fomentadas (53).
En un enfoque centrado en el aprendizaje est implcita una disposicin
de concentrarse no slo en las relaciones entre los adultos y los nios, sino de
estudiar la educacin como un ciclo completo, ampliando una aproximacin
intergeneracional de modo que incluya tanto los resultados como las posibi-
lidades de transmisin cultural. Algunos historiadores reflejan esta tendencia
en estudios que examinan cmo las personas han convertido lo que han
aprendido en una generacin de nuevas formas sociales, construcciones cul-
turales, visiones de posibilidades educativas, polticas, sociales y econmicas
en la generacin siguiente. Estudiando los orgenes del inters de Cotton
Mather por la educacin familiar como un producto de su experiencia como
hijo y despus como padre, Ray Hiner ofrece una explicacin psicolgica del
carcter de las prescripciones puritanas sobre la educacin del nio (54). En
un tratamiento menos implacablemente psicolgico, James Axtell propor-
ciona lo que denomina una visin de la educacin hasta la cintura de la
educacin de procedencia inglesa durante el perodo colonial. Examina la
evolucin de la cultura de origen ingls, prestando una minuciosa atencin
a los procesos educativos reflejados en los intentos diarios de efectuar conver-
siones, proporcionar las bases de la alfabetizacin, enseriar un oficio y, por
otra parte, preparar a los jvenes para la vida de adultos. Documenta la apa-
ricin de pequeos cambios en el modo de educacin, que, argumenta, repre-
sentaban intentos de adaptar las formas educativas de procedencia inglesa
para combatir el efecto de transformaciones y presiones econmicas y polti-
cas (55). De hecho, estas transformaciones y presiones contribuyeron a la des-
integracin de dichas formas educativas. Y, progresivamente, los jvenes iban
desertando de la comunidad, rompiendo contratos de aprendizaje, buscando
vidas nuevas e independientes en las ciudades y, como Axtell ha remarcado,
viviendo entre familias americanas nativas. La conclusin de que las formas
y procesos educativos de origen ingls no consiguieron fomentar en las futu-
ras generaciones una lealtad a dicha educacin y que, como consecuencia,
(53) Finkelstein, Regulated Children.
(54) Hiner, loc. dt.
(55) Axtell, The School Upon the Hill.
41
prepararon a las genct ;I( iones ms jvenes de procedencia inglesa para lleva]
a cabo una revolucin, resulta marginal en cuanto a su apreciacin pero
consistente en su presentacin. Phillip Greven, yendo ms lejos, investiga las
races de la conciencia revolucionaria americana en los estilos educativos de
la familia o en las prcticas formativas del nio. Ampliando argumentos
avanzados y articulados por los psico-historiadores,
Gerald Plattz, Fred
Weinstein y Lloyd de Mause, Greven, en un monumental estudio titulado
The Protestant Temperament
(El Temperamento Protestante), identific al
menos tres modos caractersticos de transmisin cultural operantes entre los
protestantes de origen ingls, que anticipaban tres estilos y sensibilidades
diferentes entre los fundadores de la revolucin americana (56). Asimismo,
Phyllis Vine sugiere que el estilo poltico republicano se form y dirigi en
gran medida en los procesos educativos de las escuelas del siglo XVIII (57).
De modo similar, otros historiadores buscan las races de la conciencia
revolucionaria en temas educativos. En un estudio sobre las prcticas educa-
cionales del nio entre los cuqueros clticos asentados en el valle Delaware
en el siglo XVIII, Barry Levy ha sugerido que la prctica de una formacin
condescendiente, de medidas suaves en la crianza y educacin de los jvenes
no fue una estructura postindustrial, ni necesariamente un arma ideolgica,
sino una expresin intrincada y original de la conciencia y sensibilidad cu-
quera. Los cuqueros no estaban apartados de la corriente principal de la
vida americana, sino que, por el contrario, puede que hayan iniciado algu-
nos de sus ideales educativos ms caractersticos (58). Judith Plotz, citando
a Shelley, llama a los poetas los legisladores ignorados del mundo, los
arquitectos sin reconocer de las medidas y prcticas de la educacin moderna
(59). Entre los tratamientos ms creativos hasta el momento de las relaciones
entre la enseanza, el aprendizaje y la expresin cultural, se encuentra el
estudio de Daniel Calhoun sobre la naturaleza de la inteligencia tal y como
ha sido conceptuada, debatida y expresada en empresas como la instauracin
de cursos puentes . Aunque el libro no preste atencin a las situaciones y
vidas reales, sugiere que la verdadera caracterstica y carcter de la cultura
americana se encuentra en la manera en que ha sido moldeada en sus proce-
sos educativos (60).
(56) Philip Greven, The Protestant Temperament: Patterns of Child-Rearing, Religious
Experience and Sei! in Early America (Alfred A. Knopf, Nueva York, 1977).
(57) Phyllis Vine, Honor and Shame and the Eighteenth-Century College, Finkelstein (ed.),
Regulated Children1Liberated Children.
(58) Barry Levy, Tender Plants: Quaker Farmers and Children in the Delaware Valley, 1681-
I735., Journal of Family History, 3 (junio 1978), pp. 116-133.
(59) Judith Plotz, The Perpetual Messiah, Finkelstein, Regulated Children.
(60) Daniel Calhoun, The Intelligence of a People (Princenton University Press, Princenton,
Nueva Jersey, 1973).
N. de T.:
Cursos deliberadamente planeados para que comiencen en una institucin y
continen y terminen en otra.
42
La disposicin a conceptuar la educacin como un ciclo completo de
enseanza y aprendizaje ha conducido a algunos historiadores a redefinir el
significado de la institucionalizacin en los siglos XIX y XX, uniendo esto
a intentos de mayor envergadura de reconstruir el carcter de la infancia.
Han identificado un elemento dinmico la presencia de los nios en
quienes y a travs de los cuales la cultura, si ha de persistir, tendr que trans-
mitirse. Asimismo han redefinido implcitamente la educacin, considerando
a las familias y colegios como estructuras de persuasin recipientes din-
micos dentro de los que los adultos combaten por las mentes y corazones de
los nios. En un ensayo que investiga la reconstruccin de la infancia de
1790 a 1890, Barbarar Finkelstein ha definido la educacin como un intento
de persuadir. Ampliando conceptos utilizados en el trabajo de Jacques Don-
zelot, Lloyd deMause, Phillipe Aries, David Rothman, Clifford Geertz, Mi-
chael Zuckerman, Michel Foucault y Burkart Holzner, parte de la suposicin
de que los contornos de la educacin y los contornos de la infancia estn
invariablemente unidos (61). Presta una gran atencin a los sistemas de aso-
ciacin, las estructuras de autoridad y el carcter de las actividades que forma-
ron las mentes y los corazones, impusieron el comportamiento y por lo dems
moldearon la conciencia de los nios a lo largo del siglo XIX. La educacin
present un intento de controlar las experiencias infantiles, y despus de
1830, restringido el campo de asociacin de los jvenes, se crearon ambientes
preceptorales con adultos ejemplares que se comptometeran en intentos de
predefinir los trminos por los que la generacin menor entrara en el
mundo exterior a sus familias inmediatas. Constituy una estrategia delibe-
rada, si bien slo implcitamente comprendida, para administrar, pastorear,
controlar y, en definitiva, organizar el carcter del cambio social (62).
An puede verse otro reflejo de la tendencia a explorar la historia educa-
tiva como un ciclo completo en estudios biogrficos que examinan las rela-
ciones entre la transmisin cultural y la adquisicin de identidad. Charles
Strickland, investigando las prcticas de formacin infantil de Bronson All-
cott, intenta comprender las fuentes y orgenes de la produccin literaria de
Louisa May (63). Ellen Lagerman, en un estudio biogrfico sobre los proce-
sos educativos en la vida de cinco formadoras progresistas, vincula sus come-
tidos profesionales de adultas al carcter y calidad de sus relaciones con men-
(61) Jacques Donzelot, The Policing of Families (Pantheon Books, Nueva York, 1979); The
Evolution of Childhood, Aries, Centuries of Childhood; David Rothman, The Discovery of the
Asylum: Social Order and Disorder in the New Republic (Little, Brown and Company, Boston,
1971); Clifford Geertz, Ideology as a Cultural System, en Interpretation of Cultures (Basic
Books, Nueva York, 1973); Michael Zuckerman, William Byrd's Family, Perspectives in Ame-
rican History, 12 (1979), p. 253; Buckart Holzner, Identity and Authority: Explorations in the
Theory of Society (Alfred A. Knopf, Nueva York, 1979); Michel Foucault, Power/ knowledge:
Selected Interviews and Other Writings, 1972-1977 (Basic Books, Nueva York, 1980).
(62) Barbara Finkelstein, Casting Networks.
(63) Charles A. Strickland, A Trascendentalist Father: The Childrearing Practices of Amos
Bronson Alcott, History of Childhood Quarterly (1973). 1, pp. 4-51.
43
Lores mayores que ellas durante la poca de su crecimiento y desarrollo (64).
Por ltimo, Louis Perry liga de modo inextricable el estudio de la infancia,
de la crianza del nio y de la educacin en una investigacin de los diarios
de Henry Clarke Wright abolicionista, escritor sobre la crianza, educador y
reformador social a todos los efectos del siglo XIX (65).
Los historiadores que se centran en los aprendices y el aprendizaje se
encuentran en una posicin privilegiada para examinar las mltiples mane-
ras en que los seres humanos se adaptan, controlan, modifican o sucumben a
la fuerza de las circunstancias econmicas, polticas, culturales, psicolgicas
y sociales. Hay un cuerpo en desarrollo de literatura histrica que sugiere
que las familias podran ser resistentes y flexibles capaces mediante sus
procesos educativos de transformar, resistir la imposicin exterior. Este punto
de vista ha guiado la interpretacin de varios historiadores que examinan los
procesos por los que diversos grupos han adaptado, resistido y/o transfor-
mado la intrnseca maquinaria de la imposicin cultural, ya proviniera de
esfuerzos de misioneros en los siglos XVII y XVIII y principios del XIX, de
intentos por parte de los arquitectos de la escuela pblica de utilizar los
colegios como instrumentos deliberados de educacin cvica y desarrollo del
carcter en el siglo XIX, o de americanizar a los inmigrantes mediante cole-
gios americanizadores en el siglo XX.
En un extraordinario estudio titulado Deep Like the Rivers (Profundo
Como los Ros), Thomas Weber examina la educacin entre comunidades de
barracones de esclavos en el sur agrcola del siglo XIX. Centrndose en el
mundo tal y como los mismos esclavos lo vean y hacan, Weber ha revelado
el extraordinario poder y vitalidad de las formas y expresiones culturales
africanas. Al igual que cuando Anthony Wallace estudi a los iroqueses en
1970, Weber descubri que la conciencia de los esclavos, y especialmente la
de los nios esclavos, se fue formando, moldeando y expresando dentro de
una comunidd que mantuvo la solidaridad y la integridad mediante la crea-
cin de lo que Levine ha llamado un mundo sagrado. Era un mundo que
permita a los esclavos trascender el medio en que estaban forzados a vivir,
creando simultneamente una realidad psicolgica y moral significativa y
ricamente expresiva. En el mundo que construyeron los esclavos, la cultura
se transmita oralmente y se reflejaba en las canciones, danzas y ceremonias
religiosas. Se promova mediante una serie de relaciones informales en
estructuras y configuraciones familiares nicas en su gnero. La persuasin
de esta cultura en su poder de motivacin venci a una intrincada misin de
(69) Ellen C. Lagerman, A Generation of Women: Education in the Lwes of Progresswe
Reformers (Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1979).
(65) Lewis Perry, Childhoud, Marriage and Reform: Henry Ciarke Wright, 1797-1870 (Uni-
versity of Chicago Press, Chicago, 1980).
44
imposicin cultural que avanzaba desde los escalones de las puertas de las
casas principales de la plantacin (66).
El persuasivo poder de diferentes formas educativas constituye tambin
un importante punto del trabajo de John Hosteteler sobre la Old
Order
Amish Community
(Comunidad Amish de Antiguo Rgimen) y en su evolu-
cin durante el curso de dos siglos de implacable hostigamiento cultural,
poltico y econmico. Al examinar las relaciones entre los adultos y los nios
segn se reflejaba en procesos de crianza, ceremonias de onomstica, tcnicas
disciplinarias, ejercicio de catequesis formal y en cientos de transacciones
diarias, Hosteteler ha documentado implcitamente la existencia de una capa-
cidad y sensibilidad educativa exquisita. Tan sofisticadas son las formas y
estructuras educativas Amish y su capacidad para persuadir, es decir, para
inspirar la lealtad de afiliacin de sus generaciones ms jvenes que han
provisto a los nios de los requisitos e inclinaciones culturales y psicolgicas
para mantener unida la comunidad Amish (67).
El estudio de los procesos educativos y las prcticas de formacin del nio
entre otros diversos grupos tnicos acaba de comenzar. Con excepcin del
prometedor trabajo de John Bodnar sobre la educacin domstica de los
nios de grupos inmigrantes americano-eslavos, los estudios sobre comuni-
dades se han centrado en el papel de la familia como mediadora del trabajo
de los nios (68). Apenas se ha comenzado el estudio de los estilos educativos
tnicos, el anlisis de cmo se llevan a cabo los procesos educacionales dia-
rios entre los grupos inmigrantes o la investigacin de la capacidad de dife-
rentes grupos tnicos de sofocar la fuerza de la imposicin econmica y cul-
tural. Una investigacin de la historia educativa que se centrara en el
aprendizaje corregira la tendencia a ignorar las disposiciones, inclinaciones,
capacidades y poder educativo de tradicin tnica.
En mi opinin, la historia educativa se ha beneficiado de la progresiva
disposicin de los historiadores dedicados a su estudio a prestar ms atencin
a la infancia y a la formacin del nio. Dichos historiadores van siendo
menos reduccionistas, extendiendo el campo de la historia educativa para
abarcar la totalidad de las ordenaciones educacionales, incluyendo los apren-
dices y profesores, as como el aprendizaje y la enseanza. Han aadido una
nueva dimensin a la comprensin de la educacin como un proceso de
transmisin cultural y de supervisin de familias y nios. Debido quizs al
rea de estudio, los historiadores de la educacin podran definir tambin la
historia educativa como un importante aspecto de los captulos de la historia
(66) Thomas J. Webber, Deep Lake he Rivers: Education in he Slave Quarter Community,
1831 to 1865 (Norton, Nueva York, 1978); Anthony F. C. Wallace, The Death and Rebirth of he
Seneca (Alfred A. Knopf, Nueva York, 1970).
(67) John Hosteteler, Amish Society ( John Hopkins University Press, Baltimore, 1980).
(68) John Bodnar, Materialism and Morality: Slavic-American Inmigrants and Education,
1890-1940, Journal of Ethnic Studies (1976), 3, pp. 1-16.
45
de las transformaciones de la capacidad humana de pensar, sentir, amar, tra-
bajar, sobrevivir y aspirar al poder, aunque todava no han comenzado real-
mente a hacerlo.
Quiz la mayor contribucin que pueden hacer los estudiosos de la histo-
ria a la historiografa en general y a la historiografa de la educacin en par-
ticular es aumentar nuestra comprensin general del cambio social y, par-
ticularmente, de los procesos que lo inician u obstaculizan*.
Traduccin: Beln Trabuccheli
Este estudio apareci originalmente en Journal of Educational Thought, vol. 18, nm. 1.
y se publica con la autorizacin del Editor.
46
HISTORIADORES Y SOCIOLOGOS
EN BUSCA
DE LA INFANCIA.
APUNTES PARA UNA BIBLIOGRAFIA
RAZONADA
SIMONETTA ULIVIERI
Ce 16 novembre 1717, a t ramass un garion
nouvellement n, trouv expos et abandonn dans
une boite de sapin blanc sur le parvis de Notre-
Dame, sur les marches de L'Eglise de Samt-Jean le
Rond, que nous avons fait a l'instant poner a la
Couche des Enfants Trouvs pour y eire nourri et
allan en la maniere accoutume.
Ce bb, baptis le lendemain sous le nom de Jean
le Rond, fut envoy en nourrice en Picardie. II con-
naitra la clbrit sous le nom de d'Alembert, diteur
avec Diderot de la Grande Encyclopdie.
(SANDRIN, J., 1982)
INTRODUCCION:
LA HISTORIA DE LA ESFERA PRIVADA
En los ltimos
aos, el campohistoriogrficoha registradouna notable
ampliacin de horizonte; una vez superadas las rgidas barreras de la investi-
gacin histrico-poltica e histrico-institucional tradicional, los sectores de
investigacin abordan, cada vez ms, la historia social; de este modo, los
hechos de la esfera privada, de la familia y de las mujeres (en particular las
de la infancia) han pasadoa ser un objetoposible y, en algunos casos, privi-
legiadodel estudiohistrico. Perosi en otros pases la importancia y el valor
atribuidos a la historia social (1)
han ayudadoconsiderablemente a la difu-
sin de tales estudios (basados en el usode mtodos cuantitativos y demogr-
ficos, entre otros), en Italia este enfoque se ha producidocon retraso; slo
desde hace pocotiempola historia social comienza a dar los primeros pasos
y los temas que aborda se consideran a veces de menor relevancia y siempre
(1) Cf. Le Goff, J., voz Storia, Enciclopedia Einaudi, vol. XIII, Turn, 1981, p. 570.
Re, iNtade Educacin. nm. 281 (19861. pgs. 47 86.
47
marginales. Muchas veces se relega la historia de la familia al sector de
estudios sociolgicos; la historia de la cuestin femenina, la iniciativa indi-
vidual de alguna historiadora (baste recordar la obra pionera desarrollada en
este campo por Franca Pieroni Bortolotti) o a la aportacin de alguna revista
de orientacin prevalentemente femenina (por ejemplo, Nuova Donna,
Woman, Femme y Memoria); la historia de la infancia, en fin, an no se han
abordado directamente y a fondo, sino tan slo en artculos o estudios crono-
lgicamente sectoriales.
Se comprueba as algo que a primera vista parece inexplicable: ese nio
que ha sido materia de amplios estudios de tipo sociolgico, pedaggico y
psicolgico, no se toma como objeto de examen histrico en sus condiciones
reales de vida, que en muchos casos son condiciones de supervivencia.
El historiador ingls
Peter Laslett (1979)
ha hablado de masas de nios
pequeos que en la sociedad preindustrial jugaban en los campos o en la
calle, acompaando y a veces perturbando con su parloteo y sus gritos el tra-
bajo de las personas mayores. Estos nios aparecen poco en los documentos
escritos, pero estn presentes con sus diversas reacciones, desde el juego al
llanto, en la iconografa cortesana o privada. Su historia, sin embargo, no
est escrita; es, como dijo recientemente en una interesante intervencin Egle
Becchi (1983a, p. 9), una historia difcil; y la misma autora, en otra publi-
cacin (Becchi, 19831) ,
p. 4), haca notar cmo la mujer, el nio y el cuerpo
son siempre temas que permanecen al margen del trabajo del historiador.
La falta de una historia de la infancia y su registro historiogrfico tardo
son un indicio, como sealaba hace algunos aos Leonardo Trisciuzzi (1976,
p. 4), de la incapacidad por parte del adulto de ver al nio en una perspec-
tiva histrica. En otros trminos, mientras el adulto consideraba a sus hijos
pequeos como cachorros, stos vivan al margen de la sociedad (lgica-
mente confiados a las mujeres, cuya funcin educadora era estrictamente bio-
lgica, sin otras competencias); y cuando los hijos adquiran la autonoma,
pertenecan al mundo de los adultos, comenzaban a formar parte de la histo-
ria; cabe decir que, al no existir el nio con todas sus caractersticas infanti-
les, tampoco exista su historia.
Si el socilogo ha estudiado al nio como elemento social, el pedagogo ha
solido teorizar sobre la educacin y sobre los modos de impartirla y el psic-
logo, desde que naci su disciplina, ha abordado principalmente sus aspectos
fisiolgicos y psicolgicos en evolucin. Cuando apareca alguna referencia
histrica en obras de este tipo, era necesariamente incidental, sola tener un
carcter esquemtico y muchas veces serva para reforzar las tesis defendidas.
En definitiva, el concepto de infancia (y ya la misma expresin explica el
distanciamiento del nio vivo y real) era una categora general e histrica-
mente imprecisa.
La historia social, en cambio, ha subrayado los aspectos peculiares liga-
48
dos a la historia de la infancia, incluyendo en la investigacin las condicio-
nes de la mujer y de la futura madre, el parto, los cuidados y la crianza del
nio, la alimentacin, el estilo educativo, las instituciones escolares y los sis-
temas disciplinarios y punitivos.
En este nuevo enfoque de la historia han destacado, como se sabe, los his-
toriadores franceses y anglosajones, mientras que en Italia tales estudios han
alcanzado escaso desarrollo por la preferencia que se ha otorgado siempre a
la historia poltico-industrial y de las ideas; todava hoy sigue la polmica y
resulta difcil abandonar una tradicin historiogrfica superada, donde pre-
domina an la influencia idealista.
En Francia tiene gran resonancia la revista
Annales, paralelamente a la
accin desacralizadora de la produccin foucaultiana, que ha orientado la
investigacin histrica hacia temas nuevos: la historia de la locura, de las
instituciones segregantes, de la sexualidad. Esta nueva tendencia se ha mani-
festado tambin en Inglaterra con la revista Past and Present, y en Italia a
partir de 1966 con la revista Quaderni storici.
Parece til, pues, trazar una panormica de la produccin ms reciente en
torno a la historia de la infancia, para contribuir a su difusin y desarrollo (2).
No puede faltar en la resea la produccin extranjera, que supone en algu-
nos casos una aportacin fundamental y que no cabe soslayar; pero aplica-
remos especialmente nuestro anlisis a la contribucin italiana, porque es
indicio de una nueva actitud y de un cambio de tendencia que se est produ-
ciendo.
Hay que investigar, en todo caso, para el que desee orientar su investiga-
cin hacia la historia de la infancia, que deber situar tal estudio dentro de
un inters ms general por la esfera privada y lo cotidiano; el conocimiento
de la historia de la familia y de la condicin femenina y juvenil, de los vn-
culos parentales, de la conducta sexual, de las variaciones demogrficas liga-
das a los problemas econmicos, de la evolucin de la sanidad y de los ini-
cios de la pediatra es indispensable para entender ciertas dinmicas y
circunstancias que han influido grandemente en el mundo infantil. Por eso
conviene extender nuestra resea a aquellos que en los diversos campos o en
investigaciones interdisciplinares abordan, junto con otros temas o colate-
ralmente a ellos, al nio y su existencia dentro de la pareja, de la familia y
de las diversas estructuras sociales.
(2)Pala una resea de bibliografa crtica sobre la infancia en italiano, cf. Flores M., lnfan-
zia e societa borghese nella recente storiografia, en Movimento operaio e socialista, nm. 4, 1980,
p. 497-506; adems Pancera C., Critica della storiografia USA: su famiglia e infancia nei sec.
XVI-XVIII, en Societa e storia, nm. 14, 1981, p. 927-942.
Hay otras indicaciones bibliogrficas en la segunda parte del ensayo de Ragazzini, D.: Storia
della scuola italiana, Le Monnier, Florencia, 1983, p. 122-124.
49
LA FAMILIA
La historia de la familia tiene en cuenta tambin, obviamente, la menta-
lidad de sus componentes. En efecto, si la historia de la familia es, por una
parte, historia del agregado domstico (relaciones econmicas y divisin
del trabajo), es tambin, por otra, historia de la sexualidad y de las actitudes
ante la contracepcin y la procreacin; al mismo tiempo, la historia de la
mujer es historia de su posicin econmico-social dentro de la familia y de la
sociedad, pero es tambin historia de su cuerpo y de todo lo que a travs de
ste la afecta directamente: parto, maternidad, lactancia. La historia de la
infancia, pues, est unida estrechamente a la historia de la familia y de la
mujer.
Las actitudes de los padres ante los hijos no pueden abordarse desde un
supuesto e histricamente problemtico amor de los progenitores, sino que
dependen, aparte dinmicas econmicas y demogrficas, de condicionamien-
tos atvicos y de esquemas culturales. Del mismo modo que la sociedad se
imagina y vive a s misma y sus problemas, imagina tambin en proyeccin
futura al nio, condicionando su desarrollo y conducta en previsin de su
papel social como adulto. Por otra parte, el valor de los nios ha ido
subiendo a medida que aumentaba la probabilidad de su supervivencia (=
reduccin de la tasa de mortalidad), aunque haya subido tambin el coste de
su mantenimiento, instruccin o preparacin para el trabajo; en cualquier
caso resultaba til invertir en un bien que sera con el tiempo una nueva
fuente de sustento familiar.
Lawrence Stone (1977) parte, al parecer, de este enfoque en su extensa
obra dedicada a la familia, el sexo y el matrimonio en Inglaterra, donde da
cabida a problemas concernientes directamente al nio: el nacimiento, las
relaciones afectivas dentro del grupo familiar, las reas de permisividad, de
control y de presin en las relaciones entre padres e hijos. El autor dedica
todo un captulo a las 'estrechas conexiones existentes entre las diversas cate-
goras sociales y las modalidades educativas; considerando los estratos de la
escala social (aristocracia, alta burguesa, n 'o conformistas-devotos, artesanos
y pobres), examina los diversos modelos pedaggicos: el negligente; el atento
a las exigencias del nio, con afecto y permisividad, o el atento, pero repre-
sivo; el egocntrico-invasivo; el atento, pero brutal; el indiferente explotador.
Stone se interesa tambin por los cambios de la medicina y, en particular, de
la puericultura, y por las diversas actitudes que la familia y la sociedad adop-
taban ante la sexualidad infantil y adolescente. Adems, el autor examina el
uso del castigo corporal en las escuelas inglesas, el uso y abuso de caas y
varas, conforme al principio de que el mejor estmulo para la mente es el
dolor (p. 490).
Como se desprende de estos temas relativos a la infancia, junto a otros
muchos, el historiador ingls ha analizado, para redactar su extensa obra,
una enorme cantidad de documentos tanto escritos como iconogrficos,
50
expresin de diversas clases sociales, pero siempre dentro de la categora de
los alfabetizados. Los propios relatos biogrficos de tantos y tan diversos per-
sonajes que utiliza Stone demuestran que su obra es una historia de personas
que poseen una cultura, capaces de expresar en forma escrita sus percepcio-
nes subjetivas; un ejemplo muy sabroso (para el lector) es el anlisis de la
conducta sexual de la nobleza a travs de diarios y memorias, entre los que
destaca por su desenvoltura e inmediatez la prosa de Samuel Pepys.
A diferencia de Stone, Edward Shorter (1975) define su obra dedicada al
destino de la familia en la sociedad occidental como el intento de relatar la
historia de los muchos hombres y mujeres que han poblado el mundo coti-
diano, la historia de los que carecieron de voz. La nueva historia social
intenta, pues, ilustrar la vida privada de la gente comn, analfabeta o apenas
capaz de estampar su firma, que nunca escribi memorias ni obras que glo-
saran sus acciones o sentimientos. En el mbito ms general de la familia,
Shorter se propone reencontrar y describir la historia de la mujer tpica, del
recin nacido tpico y no la de los nios reales. Busca sus fuentes entre
quienes podan conocer de cerca la vida y las experiencias del pueblo: mdi-
cos municipales, funcionarios y burcratas menores, eruditos locales. De las
descripciones, informes y relatos salidos de las plumas de estos personajes
emergen muchas noticias y datos relativos a la infancia: prcticas populares
de puericultura, embarazo e hijos ilegtimos, organizacin de nodrizas profe-
sionales. El anlisis de lo cotidiano en el pasado le sirve al estudioso cana-
diense para intentar la reconquista de realidades poco analizadas, vidas
annimas sobre las que han callado los historiadores.
Tambin Jean-Louis Flandrin (1976),
en sus investigaciones sobre los
problemas de la familia, de los parientes, de la casa y de la sexualidad,
aborda la misma dimensin social que Shorter, centrndose en el tema de las
actitudes de la familia y de su origen y desarrollo histrico e interesndose
por la historia de las innumerables familias del pueblo. Escribe el historiador
francs en la introduccin a su ensayo: Plus que les affaires de famille des
grands... ce sont les structures de la vie prive des masses qui veillent notre
curiosit (p. 12).
Autor de numerosos ensayos y artculos, algunos traducidos al italiano,
dedicados a la evolucin de la conducta amorosa, Flandrin no olvida la lec-
cin de Aries (3); su anlisis de la historia social, como clserva
Guido
Verucci en el Prlogo a la traduccin italiana de
La familia, se especifica
esencialmente como historia de la psicologa y de la mentalidad (p. 16). De
este modo, en el mbito de sus estudios sobre la moral sexual en relacin con
la dinmica conyugal, Flandrin no slo no relega sino que dedica un amplio
(3) Flandrin dedicaba ya en 1964, en Annales, una larga recesin a la obra de Ph. Aries
(1960);
esta recensin ha sido traducida ahora al italiano y aparece, junto con otros ensayos del
autor francs, en el volumen 11 sesso e 'Occidente. L'evoluzione del comportamento e degli alte-
giamenti, Mondadori, Miln, 1983.
51
espacio a las relaciones entre padres e hijos, intentando describir e interpretar
el sistema de la reproduccin biolgica en su devenir histrico. A las fuentes
ya usadas por otros autores, Flandrin aade el estudio de materiales de pro-
cedencia eclesistica (manuales para sacerdotes y confesores, textos de teolo-
ga moral, actas de procesos concernientes a las relaciones matrimoniales);
tales documentos resultan especialmente valiosos porque dan a conocer
aspectos de la vida privada difcilmente deteciables de otro modo. El autor
puede abordar as temas importantes para la historia de la infancia, como la
relacin entre concubinato y abandono de los hijos, entre fecundidad y mor-
talidad infantil, entre deberes conyugales y uso de la contracepcin.
Los conocimientos adquiridos mediante el uso de estas fuentes inexplora-
das, donde la historia de la moral eclesistica se mezcla con la historia de las
costumbres y de la educacin, permiten a Flandrin formular ciertas hiptesis
que algunos han considerado excesivas, pero que a nosotros nos parecen en
extremo interesantes. Por ejemplo, segn el estudioso francs, la lucha
librada por la Iglesia contra toda forma de vida sexual extraconyugal infe-
unda
ocasion un alto grado de fecundidad en el matrimonio, pero favore-
ci al mismo tiempo un surp/us infantil, causa del abandono de nios recin
nacidos o de la falta de cuidados y, en consecuencia, de una mayor mortali-
dad infantil. Al mismo tiempo, el control de la natalidad y el rechazo cada
vez ms frontal
del binomio sexo-procreacin por parte de las parejas deriva-
ra de los graves daos y numerosas muertes provocadas en las mujeres por la
multiplicacin de los partos, como tambin de la constatacin de que la
prole numerosa llevaba consigo una mortalidad elevada, sobre todo con el
uso indiscriminado por casi todas las clases sociales de la institucin de la
nodriza. Flandrin presenta a la mujer como protagonista de estas transforma-
ciones, y no nos parece aventurada la tesis, que adoptara posteriormente Eli-
sabeth Badinter (1980) en su historia del amor materno, donde hace coincidir
la afirmacin del imor materno, no como instinto sino como acto cons-
ciente, con la disminucin voluntaria de la natalidad y con un mayor esmero
en la crianza de los nios; pero sobre este problema volveremos ms adelante.
Hace alrededor de diez aos, en una introduccin a algunos ensayos de
diversos autores, Charles E.
Rosenberg (1975,
p. 3) haca notar que uno de
los aspectos implicados en la historia social es el inters creciente por reali-
dades fundamentales de la humanidad, como la socializacin de los nios,
las enfermedades, la muerte y la vejez, el matrimonio y las estructuras fami-
liares. En suma, para comprender la naturaleza de las opciones sociales, las
posibilidades reales ofrecidas a los individuos en el mbito de su existencia,
el historiador no puede prescindir del conocimiento pleno del individuo,
desde las condiciones que llevaron a su concepcin y nacimiento, hasta la
relacin con la madre o con la nodriza, la socializacin y la adopcin del
papel econmico de adulto en la familia y fuera de ella.
Partiendo de tales presupuestos, Rosenberg analizaba la metodologa mi-
litada por los partidarios de la psicohistoria, entre los cuales y en primer
52
lugar hay que contar a Lloyd de
Mause (1974),
que propuso una teora del
desarrollo histrico que llam psicogentica, donde el parmetro de la infan-
cia se especifica o bien mediante la descripcin de las situaciones y senti-
mientos particulares que han rodeado histricamente al nio, o mediante la
definicin del papel asumido por ste... dentro de la psicologa de los adul-
tos (p. 6).
Junto a otros estudios sobre la dimensin histrica de la familia apareci-
dos en traduccin italiana, recordemos el dirigido por P. Laslett,
J. Robin y
R. Wall (1983).
Hay que destacar en particular el ensayo de P. Czap; en pri-
mer lugar, porque analiza las condiciones de la familia rusa ms all de los
lmites geogrficos de la investigacin tradicional, que ha solido ceirse a la
cultura de la Europa occidental; en segundo lugar, porque analiza la familia
campesina antes de la abolicin de la servidumbre de la gleba, cuando la
prolificidad era an sinnimo de riqueza en cuanto que cada nio constitua
un nuevo trabajador potencial.
Hay que hacer tambin una referencia a la obra del antroplogo Jack
Goody (1983), que ha publicado su escrito en la nueva coleccin de historia
de la editorial Mondadori (4). Conviene recordar el inters de Goody por las
ms diversas formas de parentesco y de relaciones. Dedica un esmerado estu-
dio al levirato (5) y a la adopcin. Estas formas de procurarse un heredero
dentro o fuera de la familia, presentes en las sociedades precristianas (son
numerosos, por ejemplo, los casos de adopcin en la antigua Roma), decaye-
ron posteriormente debido a las reticencias de la Iglesia, que pona lmites
morales a tal prctica y prefera los parentescos puramente espirituales (los
padrinos). Segn Goody, el inters econmico por los patrimonios que se
extinguan sin heredero favoreca la condena de la adopcin por parte ecle-
sistica; lo cierto es que, en este caso, la costumbre religiosa influy mucho
en el derecho familiar, ya que, por ejemplo en Inglaterra, las primeras leyes
sobre la adopcin se dictaron en 1926.
Hay que recordar tambin el simposio celebrado en Pars, en el ao 1974,
sobre Familia y parentesco en el Occidente medieval. Los trabajos relativos
a Italia fueron recogidos posteriormente en volumen (Duby y Le Goff, 1981);
la participacin de historiadores italianos, entre ellos C. Violante y G.
Tabacco, indica que existe tambin en dicho pas una tendencia a ocuparse
de estudios histricos sobre la familia. Este inters creciente se observa an
ms entre los socilogos; me refiero concretamente a la coleccin de ensayos
sobre la familia dirigida por Agopik Manoukian (1983) y a la ltima obra de
Marzio Barbagli (1984), que traza un amplio panorama sobre la evolucin de
(4) En la misma coleccin ha aparecido una interesante
Storia soctale degli odori (XVIII e
XIX secolo), de Alain Corbin, con Introduzione de Piero Camporesi.
(5)
El levirato es la obligacin de tomar por esposa a la viuda del hermano fallecido y de
engendrar hijos a nombre del difunto.
53
la familia y de las situaciones dentro de ella en nuestro pas, basndose en
una documentacin muy rica.
Las relaciones entre padres e hijos y todo lo concerniente a los lazos fami-
liares se estudian detenidamente en estos dos volmenes.. En el volumen
preparado por Manoukian reviste especial inters, a nuestro juicio, la sexta
seccin dedicada a Los lazos familiares en pblico y en privado, con ensa-
yos de Franco della Peruta, Gian Albino Testa y Chiara Saraceno. En l se
describe y analiza aquel vasto movimiento de ideas, pero tambin de iniciati-
vas concretas, primero privadas y despus pblicas, que llev en el siglo XIX
italiano a las lites ms progresistas y a la clase dirigente del nuevo Estado
unitario, a tomar conciencia del valor social de la infancia y de la necesidad
de un modo diferente y mejor de criar, cuidar e instruir a los hijos del pue-
blo.
Como en el tema de los sistemas hospitalario y penitenciario, se consi-
dera que el proceso educativo no puede ser incumbencia exclusiva de cada
familia, que la nueva responsabilidad social del Estado se despliega a travs
de la gestin del desarrollo educativo, en la creencia, impregnada de opti-
mismo ilustrado, de que las escuelas, los internados y los colegios funciona-
rn produciendo buenos ciudadanos y buenas madres cuando falla la familia
por incapacidad, ignorancia o negativa a hacerse cargo de los hijos. En todo
caso, el nio y sus necesidades constituyen un problema mucho ms compar-
tido que en los siglos precedentes por intelectuales y educadores como seala
Della Peruta en su trabajo.
Las estructuras y las relaciones familiares constituyen los dos grandes
polos temticos que articulan el ensayo de Barbagli. A nosotros nos interesa
sobre todo ilustrar la segunda parte, la dedicada a las relaciones familiares,
incluyendo el comportamiento afectivo de padres, cnyuges e hijos. Barbagli
utiliza diversas fuentes: libros de preceptiva familiar (o econmica), tratados
sobre los deberes conyugales y sobre la educacin de los hijos, relatos de via-
jeros extranjeros, libros de familia, autobiografas, correspondencia. Esta
ltima documentacin privada ofrece datos muy interesantes sobre la cuali-
dad de las relaciones familiares, que Barbagli analiza conforme a los criterios
de desapego, deferencia e intimidad.
En cuanto al perodo ms reciente (1880-1940)
examinado por el autor,
ste utiliza tambin una serie de entrevistas hechas a mujeres nacidas entre
1890 y 1910
en el rea geogrfica centro-septentrional de Italia sobre los roles
familiares y las formas de tratamiento verbal vigentes. Son interesantes tanto
las relaciones de poder que situaban a la mujer joven en una posicin subal-
terna dentro del sistema familiar, una posicin tpica de la infancia, como
los modos de comunicacin verbal, de dirigirse la palabra, el uso del usted,
sinnimo de deferencia y distancia; al mismo tiempo, la ausencia total de
expresiones de afecto en la relacin entre padres e hijos denota una sociedad
ruda y autoritaria, muy marcada por el miedo y la falta de formas de ternura
(si bien esta dureza exterior no puede significar sin ms falta de amor, sino
que es ms bien una repeticin de conductas de los padres aprendidas a tra-
54
vs
de una educacin asimismo rgida, severa y muy controlada). Afirma una
entrevistada: Yo no recuerdo haber recibido nunca un beso de mi padre
(Barbagli, p. 469). El afecto se manifestaba, si acaso, con servicios materiales
(alimentacin, vestido, etc.). Barbagli observa, sin embargo, que las primeras
familias en evolucionar hacia una mejora en las relaciones afectivas fueron
las familias burguesas, que precedieron en ello a las familias campesinas, por
ejemplo; esto obedece, segn l, tanto a una mayor posibilidad de intimidad
dentro de la familia nuclear, a diferencia de la familia numerosa, con varios
ncleos familiares ms favorables, que permita un margen de tiempo y sere-
nidad mayor del que podan disponer los estratos inferiores, agobiados por la
satisfaccin de necesidades primarias, ante las cuales el afecto y sus formas
constituan un lujo.
LAS MUJERES
Las relaciones entre la mujer y los nios basadas en la naturaleza
, es
decir, en la maternidad, son tan estrechas que no cabe abordar los problemas
de la primera sin considerar las condiciones de los segundos en su ser biol-
gico, emotivo y social. No est demasiado claro lo que se ha entendido hist-
ricamente por amor materno; algunos lo definen como un sentimiento
inmutable, ligado directamente al vnculo carnal entre madre e hijo, mien-
tras que otros, en forma menos absoluta, lo hacen
. depender o lo ven fuerte-
mente influido por los problemas de geografa econmica, de historia cultu-
ral y de poltica social, en cuyo mbito nace, pero puede tambin no nacer,
esa relacin de amor.
En lneas generales, los resultados de los trabajos histricos en tal sector
coinciden en sealar que el amor materno, si se consideran especialmente los
ltimos siglos (cuya investigacin es ms fcil), es un concepto histrica-
mente evolutivo, como tambin lo es el valor atribuido por parte de la socie-
dad a la existencia infantil. Todo esto constituye el hilo conductor del ensayo
de E. Badinter (1980), segn el cual el amor materno no puede darse por des-
contado, sino que slo existe realmente cuando, ms all del apego animal o
del sentido de propiedad, se convierte en una toma de conciencia, en un acto
de responsabilidad. De igual modo que ser mujer no significa necesariamente
ser madre, el amor materno es real o no segn que el hijo, su existencia, sea
deseada y querida o inesperada e involuntaria. Esta actitud aparece con bas-
tante claridad en los testimonios histricos de mujeres que, aun amando a
sus hijos, se sentan agobiadas por la maternidad. Declara una campesina del
Cneo nacida en 1898: ... Yo tuve diez hijos. Los curas hablaban siempre de
la necesidad de tener hijos... y decan que era pecado mortal no tenerlos.
Pero no eran los sermones de los curas los que a m me atemorizaban... Mi
miedo era traer al mundo otro hijo a pasar penalidades... Al primer hijo lo
dese y lo quera. El segundo... ay, yo hubiera preferido morir. Luego lleg
55
el tercero, y as me acostumbr de nuevo a vivir. S, luego deseaba morir por
el pesar de haber trado tantos hijos al mundo (6).
Los recuerdos de estas mujeres recogidos por
Nuto Revelli, tan vivos y
reales, rezumando rabia y resignacin al mismo tiempo, son excelentes para
comprender el sentido que tuvieron en su existencia la maternidad y los
hijos.
Ya a principios de siglo,
Margaret L. Davies (1915),
de la Liga Coopera-
tiva Femenina (7), recoga, durante la campaa por la asistencia a la mater-
nidad, cartas de trabajadoras en las que stas hablaban de su condicin y de
la
circunstancias de su familia, del trabajo, del salario y de la amenaza de
desempleo, de la relacin con los hijos, primero deseados y luego vistos como
una maldicin. Mujeres que muchas veces carecan de toda educacin sexual
y que afrontaban con angustia e ignorancia el parto, sin saber lo que sera de
ellas y de su criatura, mujeres que pasaban de un embarazo a otro sin des-
canso y sin alimentacin suficiente. La ignorancia y la miseria, pues, fueron
el teln de fondo de estas vidas y condicionaron en buena parte las de sus
hijos, al menos las de los que sobrevivieron.
As pues, si el fenmeno ms importante que caracteriza en general las
relaciones entre la mujer y los hijos es, como parece, la maternidad, hay que
sealar, sin embargo, que esas relaciones pueden tener histricamente varias
lecturas y es preciso conocer sus antecedentes y sus consecuencias. El control
social de la reproduccin est siempre ligado al honor femenino
(Cavallo y
Ceruti, 1980)
y tal honor depende de la evolucin del control de la natali-
dad, puesto que la tasa alta de hijos ilegtimos implica sin duda una liberali-
zacin de las costumbres, pero no siempre revela una toma de conciencia de
la mujer sobre su cuerpo y su capacidad reproductiva
(Lottin, 1970; Pomata,
1980).
La realidad de las madres ilegtimas implica adems, en virtud de la
moral sexfoba
familiar, el infanticidio como el remedio-anulacin ms des-
esperado a la maternidad involuntaria, para evitar el ostracismo social y la
marginacin. No hay muchos estudios sobre el infanticidio y, en particular,
sobre el anlisis de la mujer que elimina a su hijo
(Coleman, 1974; Langer,
1979);
es posible que exista una repulsa colectiva que influye tambin en los
(6) Revelli, N.,
L'anello forte. La donna: storie di cita contadina,
Turn, Einaudi, 1985, p.
124-126. Del mismo autor, cf. vols. I y II. Estos largos trabajos de escucha y transcripcin atenta
muestran cmo la memoria oral resulta, ms que otras fuentes histricas, una autntica expre-
sin de realidades subordinadas y excluidas de la historia, como las de las mujeres y la infancia.
A este propsito, cf. tambin Vigne Th., Genitori e figli 1890-1918: distanza e dipendenza, en
Passerini, L. (director),
Storia orale. ['j'a quotidiana e cultura materiale
delle classi subalterne,
Rosenberg 8c Sellier,
Turn, 1978. p. 295-258; adems Bravo, A., Scaraffia, L.: Ruolo femminile
e identita nene contadint . siehe Langhe: un'ipotesi di storia orate, en
Rivista di storia contem-
poranea, nm. 1, 1979, pp. 21-56.
(7) Pettenecian
tambin a la I.iga las autoras de Lije as we hazle known it,
Londres, 1931;
trad. it.,
1,a cita come noi l'abbiamo conosciuta. Autobiografie di donne proletarie inglesi
(con
Carta introductoria de V. Woolf), Savelli, Roma, 1980.
56
estudiosos e investigadores; lo cierto es que los pocos testimonios que se han
encontrado en Italia (Povolo, 1978-1979; id. 1979-1980) (a menudo extractos
de declaraciones en procesos de mujeres acusadas de infanticidio) presentan a
mujeres marginadas sobre las que pesa ya, antes an que esa acusacin, una
grave situacin social que las predestina a ser vctimas (Depauw, 1972, p.
1.165-1.172): o son hurfanas o les falta una figura paterna que haga mante-
ner las promesas de matrimonio del compaero, o son personas desarraiga-
das, enviadas desde muy jvenes a trabajar bajo un amo (del que sern presa
fcil) o a la ciudad, donde los encuentros son ms fciles y no se ejerce ya el
control de la comunidad campesina sobre las costumbres y las relaciones
entre los jvenes (8).
Es evidente que en estos contextos de privacin y abandono resulta difcil
para la mujer asumir la responsabilidad y el honor de una maternidad.
Muchas veces el nacimiento del hijo se interpone entre la mujer y sus expec-
tativas de realizarse individual y socialmente segn las rgidas normas tradi-
cionales (primero mujer, despus madre); a veces la mujer justifica el infanti-
cidio por estas razones (Palaja, 1981). Tal acto no supone, pues, un rechazo
de la maternidad, sino que la sita dentro de las reglas sociales. Adems,
como seala tambin M.
Pia Casarini (1983),
esta no aceptacin del nio por
parte de la mujer va unida a otra actitud igualmente aberrante de los magis-
trados llamados a juzgar estos casos, segn la cual la mujer infanticida
merece la pena mxima, incluso la muerte si no bautiz al nio antes de
liquidarlo, mientras que se le otorgan fuertes atenuantes si antes de matarlo
lo ha bautizado, puesto que as asegura al menos la salvacin eterna del
nirio.
Pasando al examen de los problemas ligados al parto, se comprueba que
en este terreno los estudios son ms numerosos y se puede considerar que el
tema ha ingresado en la historiografa francesa contempornea (Glis, Laget
y Moret, 1978), gracias a la estimable aportacin de Mireille Laget (1982).
En Italia, adems del volumen dirigido por Pizzini (1981), la revista Qua-
derni storici dedic un nmero al tema Parlo e maternita: momenti della bio-
grafia femminile,
que incluye valiosos ensayos de Sandra Cavallo, Simona
Cerutti y. Gianna Pomata (1980). Asimismo son interesantes los nmeros
dedicados a Matern ita e imperialismo (9) y a II corpo della donna: ideologia
(8) Sobre el valor de la fama de la mujer en el mercado matrimonial, cf. Mariano,
R.: 1 1
paese stretto. Strategie matrimoniali nella diocesi di Como, secoli X V I-X V III, Einaudi, Turin.
1981. Sobre el papel femenino en la sociedad patriarcal, cf. tambin Thompson, E.P.: Sociela
patrizia cultura plebea, Einaudi, Turn, 1981, en particular el ensayo sobre el charivari ingls.
publicado en A nnales el 1972.
Sobre la relacin entre honor femenino e infanticidio, cf. el reciente ensayo de Margherita
Pelaja, Scandali. Onore e trame di rivalita in una comunita di fine '800, en Subalterni in
tempo di modernizzazione. Nove studi sulla societa romana nell'Ottocento, Annali della Fonda-
zione L. e L. Basso-lssoco, vol. VII, Angeli, Miln. 1983-1984.
(9) Sobre el tema, cf. tambin el estudio antropolgico de Meil-Lassoux, C., Femmes, gre-
niers et capitaux, Pars, 1975; trad. it., Donne, granai e capitali, Zanichelli, Bolonia, 1978.
57
e realita,
por Nuova D.W.F., que ofrece tambin trabajos de estudiosas
extranjeras, entre ellas
Anna Davin (1978).
Un articulo de
Claudia Pancino (1978),
en particular, se centra en el
embarazo y en el miedo y la ignorancia que lo acompaaban. La enfermedad
y la muerte eran consideradas como sancin de culpa; en el caso particular
del parto, si ocurra alguna complicacin se atribua sin ms a comporta-
mientos errneos de la madre, segn el prejuicio corriente de que el hijo
pagaba las culpas mortales cometidas antes de su nacimiento. El remedio no
se buscaba en la adopcin de medidas higinico-sanitarias, sino en oraciones
y en peregrinaciones a santuarios de la Virgen o de santos dotados de poderes
teraputicos sobre los nios, como Santa Margarita y San Rafael, o invo-
cando a Santa Ana, protectora de las parturientas.
Pancino
ha reanudado recientemente este tema (1984), amplindolo y
abordando en particular la historia de la asistencia al parto, con las parteras,
comadronas y matronas, en un perodo que va del siglo xvi al XIX.. En tal
reconstruccin hay que insertar la intervencin de los mdicos, la consi-
guiente medicalizacin del parto y el inicio de la pediatra en Italia. La
autora presenta tal proceso y tales innovaciones, pero no siempre se consi-
dera stas como elementos de progreso. Reconoce, por ejemplo, que la cul-
tura popular del parto era conservadora y que la reforma de la obstetricia en
el siglo xvill estaba motivada por un proyecto reformador (poi el bien
pblico, para salvar y tutelar la vida de las mujeres y de sus hijos); sin
embargo, estos mrgenes cada vez mayores de seguridad tuvieron que pagar-
los las mujeres, segn la tutora, en trminos de prdida de los tiempos y los
ritmos naturales, que hizo de un suceso que antes era privado y familiar algo
semejante a un caso patolgico, controlado por el mdico y que ya no es
patrimonio de la mujer, su protagonista. Pancino escribe sobre la solidari-
dad femenina entre parturienta y comadronas en la introduccin a su
ensayo:
La autonoma de aquel mundo femenino qued destruida cuando se
impuso el control masculino sobre el parto, que desnaturaliz los principios
que sostenan hasta entonces la asistencia; baste recordar a modo de ejemplo
que en la tradicin obsttrica slo la que haba padecido los dolores del
parto poda comprender y, por tanto, socorrer a la que pasaba por ese
trance. En definitiva, a su juicio, la hospitalizacin del parto, incluso la
actual, propone y simboliza la absurda alternativa entre garantas de seguri-
dad y esfera afectiva (p. 19, p. 22).
Una de las aportaciones ms relevantes al anlisis de la relacin mujer-
maternidad-hijos es la del canadiense Edward Shorter. Este autor expuso el
tema en el volumen Familia y civilizacin (1975), como hemos visto, pero lo
haba analizado tambin en un ensayo (1973), publicado despus en italiano,
donde intentaba con datos demogrficos, en particular los cambios en las
tasas de fecundidad, explicar las modificaciones en las actitudes femeninas y
58
en la posicin de la mujer dentro de la pareja y de la familia, vinculando en
definitiva la fecundidad y el control de la natalidad a la emancipacin feme-
nina y acusando, de paso, a los estudiosos de la historia de la mujer de
haberse basado elegantemente en fuentes literarias, sin utilizar datos demo-
grficos seguros ni asumir hiptesis y tcnicas de investigacin de las cien-
cias sociales en general (p. 318). Pero la investigacin ms amplia acerca de
la experiencia fsica de la condicin femenina, el modo como han vivido las
mujeres la relacin con su propio cuerpo, la ha ofrecido Shorter (1982) con
su reciente obra dedicada a la historia del cuerpo femenino. El historiador de
Toronto parte de la consideracin, aparentemente simple, de la subordina-
cin secular de la mujer y del inicio, en el siglo xlx, del feminismo. Intenta
explicar cmo ocurri esto, por qu transcurrieron tantos siglos de subordi-
nacin y se produjo al fin la toma de conciencia de esa sujecin y la lucha
por la igualdad. Si la subordinacin de la mujer obedeci a su inferioridad
fsica, tambin su emancipacin depende primordialmente de una condicin,
de una base fsica que permitir a la mujer luchar por la paridad de derechos
y por la igualdad. Recorriendo la historia de la condicin de la mujer, el
autor seala diversos factores que ayudan a explicar histricamente la infe-
rioridad femenina: en primer lugar las mujeres estaban sometidas a los hom-
bres, que con el ejercicio indiscriminado de los derechos sexuales hacan de
su existencia una serie interminable de embarazos; las mujeres, en segundo
lugar, eran vctimas de los hijos, que por su nmero constituan una cons-
tante y angustiosa preocupacin en todo lo concerniente a la supervivencia y
la crianza; las mujeres, en fin, eran fsicamente presa de enfermedades natura-
les a las que no estaban sujetos los hombres por su diferente conformacin
fsica. Segn Shorter, la afirmacin del matrimonio como opcin romn-
tica y no como arreglo o necesidad econmica, la prevencin de la natalidad
y, por tanto, el nmero menor de personas a que atender y, en fin, un mayor
cuidado del propio cuerpo merced al progreso de la medicina, proporcionan
a la mujer esa base fsica y, diramos nosotros, esa fuerza y energa que se
precisan para pensar y, por tanto, reivindicar sus derechos. Quiz estas obser-
vaciones parezcan demasiado categricas, pero la lectura de la obra, amplia-
mente documentada con datos histricos, resulta convincente, sobre todo
porque, como en sus estudios precedentes, el autor no toma como objeto de
examen a las mujeres de clase media alta, que dentro de su estamento goza-
ban de algunos privilegios, sino que intenta reconstruir la vida de las muje-
res del pueblo.
La eliminacin de la subordinacin fsica es, pues, la premisa para el ini-
cio del feminismo, al que est ligado tambin el acceso de la mujer al trabajo
industrial extradomstico y la afirmacin de los derechos individuales, de
origen burgus, en las sociedades occidentales. Esto nos remite al problema de
las relaciones que mantienen las mujeres con la familia y los hijos, por una
parte, y con su trabajo, por otra. Un bello ensayo donde se demuestra cmo
durante mucho tiempo (y aun hoy) han coincidido la organizacin de la
59
produccin, de la reproduccin y de la vida de las mujeres es el de
Louise A.
Tilly y Joan W. Scott (1978).
Ambas historiadoras americanas (10) describen las transformaciones de la
economa familiar desde el comienzo de la era moderna hasta hoy y el papel
de las mujeres en los diversos perodos histricos.
Geogrficamente la investigacin se centra en Inglterra y en Francia, y
por eso es de escasa utilidad para estudios sobre Italia; sin embargo, el enfo-
que de ciertos problemas, como las transformaciones demogrficas y el papel
atribuido o asumido por las hijas, por las solteras, por las casadas, por las
viudas, en el mbito de las actividades laborales familiares y extrafamiliares,
suministra signos precisos para una interpretacin de situaciones anlogas
existentes en la sociedad italiana.
Sobre la relacin entre natalidad y mortalidad infantil no hay acuerdo
entre los demgrafos historiadores; no obstante, segn las dos autoras, es
seguro que la tasa de natalidad comenz a decrecer a principios del siglo
XIX
paralelamente a la disminucin de la mortalidad infantil. Parece existir,
pues, una estrecha conexin entre estos dos aspectos de la vida y la muerte de
la infancia. Mientras la mortalidad se mantiene alta y no hay grandes pers-
pectivas de vida para el futuro del nio, la natalidad es ilimitada; cuando,
por diversas causas (un mayor cuidado fsico y diettico de la madre, partos
menos inseguros merced a la intervencin mdica, mejora de la higiene
unida a los descubrimientos pasteurianos, introduccin de la vacuna para
ciertas enfermedades exantemticas, como la viruela), disminuye la mortali-
dad infantil, se produce una reduccin de la natalidad (incluso mediante el
uso deliberado de la contracepcin) y un incremento en los cuidados y el
afecto dedicados al nio, en cuya supervivencia se confa ms (11). Esto no
impide que el nmero de componentes de las familias permanezca casi cons-
tante, ya que el menor nmero de nacimientos va acompaado por un menor
nmero de defunciones. Y esto, segn las dos autoras, ocurre tanto en Gran
Bretaa, ya en fase de despegue industrial, como en Francia, an con econo-
ma agrcola en buena parte. La reciente obra de Massimo Livi Bacci (1977)
es muy til para abordar la dinmica de los cambios en los niveles de fecun-
didad en Italia en relacin con la condicin femenina y con el devenir social.
El autor seala cmo el proceso de la fecundidad ha sufrido profundos cam-
bios en los ltimos doscientos aos; por ejemplo, la fecundidad comienza a
declinar a nivel nacional a finales del siglo XIX; sin embargo, ese declive ya
haba aparecido en algunas zonas (Piamonte, Liguria, Toscana) antes de la
(10) De las mismas autoras,
cf. Lavoro femminile e famiglia nell'Europa del XIX secolo,
Rosenberg, 1975, pp. 185-227. La obra de E. Sullerot,
Histoire et sociologie du travail feminin,
Paris, 1968; trad. it., /.a donna e il lavoro, Etas Kompass, Miln, 1969, es de enfoque sociolgico.
(11)
Sobre las resistencias encontradas a la vacunacin contra la viruela, cf. Fadda B.,
L'in-
nesto del vaiolo. Un dibattito scientifico e culturale nellitalia del Settecento,
Angeli, Miln,
1983. Ms en general, cf. Cherubini, A.,
Medicina e Lotte sociali, II Pensiero Sc., Roma, 1980.
60
unin italiana, ajustndose evidentemente a patrones europeos anlogos. El
ndice de natalidad baj en el conjunto del pas del 37,4 por mil en el dece-
nio de 1862-1871, y la mortalidad se redujo an ms a nivel general. Estos
grandes cambios obedecen, segn Livi Bacci, a muchas causas; una de las
principales, a su juicio, es que las mujeres, antes destinadas inexorable-
mente al matrimonio, a los partos frecuentes y a una vejez prematura, esta-
ban ya bastante menos vinculadas a la tirana de las leyes biolgicas (p. 5).
En definitiva, la muerte (incluida la muerte infantil) es menos frecuente,
las graves epidemias han desaparecido y la duracin media de la vida se ha
duplicado. Esto lleva a una conciencia social (y familiar) que atribuye ms
valor a la vida individual y, en particular, a la del nio.
LA INFANCIA
Si bien la infancia es un tema reciente y difcil en el paisaje de la inves-
tigacin histrica (Becchi, 1983a, p. 9), hay que sealar tambin, como indi-
cbamos al comienzo de estos apuntes, que las principales aportaciones a la
historia de la infancia nos llegan de otros pases. Conviene recordar en pri-
mer lugar el estudio ya clsico de Philippe Aries (1961), que representa un
punto de referencia constante para esta temtica.
Partiendo de algunos datos evidentes, por ejemplo, el hecho de que en la
iconografa alto-medieval se representase al nio como un hombre de minia-
tura, mientras que es tpico de la familia del siglo XIX organizarse con el
nio en el centro (p. 486), el estdioso francs se propona explicar histri-
camente este trnsito del olvido a la centralidad de la infancia.
La novedad de la obra de Aries consiste, pues, en desarrollar, no una his-
toria de los usos o del derecho, sino una historia de la evolucin de las diver-
sas actitudes mentales tanto en la familia como ante los nios. Lo que Aries
examina es la historia tcita de los sentimientos presentes en la cotidianei-
dad del pasado, mediante una investigacin que utiliza las aportaciones de la
biologa y la sociologa. Segn el estudioso francs, se pasa de una sociedad
amplificada en la que el nio, cuando apenas era capaz de valerse por s
mismo, viva ya como adulto en medio de los adultos, libre, en cuanto ser
autnomo y productivo, a una sociedad que se encierra en ncleos familiares,
privatizando a la infancia y segregndola mediante los diversos sistemas
educativos que implican autoritarismos y rgimen disciplinario.
Parece, pues, que se pas progresiva y paradjicamente de una edad
infantil feliz o, cuando menos vivida en formas no constrictivas y no diferen-
tes a las de los adultos, a travs de una mayor consideracin y valoracin de
la infancia, a reducir la libertad primitiva mediante vnculos, esquemas edu-
cativos, formas de instruccin y largos perodos de preparacin para la vida
adulta.
61
Esta tesis aparece un ierto sentido confirmada por la relacin, muchas
veces negativa, entre el nio y la institucin educativa. Quien tenga presente
la bella obra de Marie-JosChombart de I,auwe (1971) recordar cmo en el
amplio muestrario, tomado de la literatura y del cine francs, que la autora
utiliza, el proceso de integracin social se produce en medio del contraste
entre un mundo del adulto un mundo infantil. Baste sealar las imgenes
negativas ligadas a la escuela o, ms exactamente, a los colegios-prisin
donde el nio, cuanto ms autntico y natural sea, tanto ms vivir con dis-
gusto y rebelin las normas sociales que se le imponen. Es significativa la
frase que la autora toma de una novela de
Anatole France, Le petit Pierre, de
1918:
El colegio era feo, sucio, maloliente; mis compaeros eran brutales;
mis maestros, tristes (p. 401).
Estas imgenes estn tomadas de fuentes literarias de finales del siglo XIX
Y
principios del xx;
ilustran, pues, la realidad de la pasada centuria. Como
observa Chombart de Lauwe, slo en la ltima posguerra desaparecieron en
los escritos literarios las descripciones de los colegios-prisin, seal de su
eclipse histrico y tambin de una transformacin interna de la sociedad.
Una obra significativa que enlaza estrechamente la historia de la infancia
con la historia de las violencias (12) ejercidas sobre sta es la dirigida por L.
DeMause (1974)
y que hemos citado anteriormente. Adiferencia de Aries,
DeMause no acepta la hiptesis de la felicidad inicial de la infancia y,
basndose en una periodizacin que l especifica en la transformacin gra-
dual en sentido positivo de la relacin entre el adulto y el nio, esboza una
historia de la infancia desde la Antigedad hasta hoy, donde la evolucin de
los modelos de crianza sigue, como veremos, este proceso: 1) infanticidio;
2) abandono; 3) ambivalencia; 4) intrusin; 5) socializacin; 6) ayuda (p. 68-71).
En definitiva, segn
DeMause, los padres y adultos del pasado no care-
can de amor a los hijos, pero les faltaba la madurez emocional necesaria
para ver al hijo como persona (p.
28). Frente al nio, el adulto puede adop-
tar diversas formas de reaccin: puede usarlo para satisfacer su inconsciente
(reaccin de proyeccin), puede verlo como sustitutivo de un personaje que
l echa de menos (reaccin de reversin) y puede sintonizar con las necesida-
(12) De enftique general, Chesnais, J.-C., Histoire de la violence en Occident de 1800 a nos
jours, Pars, 1981; tad. it., Storia della violenza in Occidente da! 1880 a oggi, Longanesi, Miln,
1982. Es posible que el problema de la violencia ejercida sobre la infancia haya experimentado
un remitir( itniento en Italia, o bien que ciertos sucesos que antes se callaban salen ahora a la
luz debido a una mayor sensibilidad social de la colectividad.
Ile
aqu algunas indicaciones bibliogrficas extranjeras e italianas, no exhaustivas, sobre esta
temtica escalofriante: 1.eulliette, P.: Des enfants rnartyr.s, Seuil, Pars, 1978; Sebbar, L., On tue
les peines filies,
Paris, 1978; trad. it., Si uccidono le bambine (Prefazione di N. Aspesi), Emme,
Miln, 1979; Keinix-, CH., Child Abuse, Londres, 1978; trad. it., Le violenze sul bambino,
Armando, Roma, 1980; Luzzatto Izzi, F.:
lngiustizia e falta. Cento storie di violenza sui bambini,
Emule, Miln, 1979; Ammanniti, M.: II bambino maltrattato, Pensiero Sc., Roma, 1981; Caffo, E.
(director), Abusi e violenze .sull'infanzia, Ed. Unicopli, Miln, 1982. Cf. tambin los voltnenes
publicados por la Associatione Italiana per la Prevenzione dell'Abuso all'Infanzia.
62
des del nio (reaccin de regresin
por empata); dado que esta
U 1 1 1 1 1 1 2 1 forma
de reaccin se ha alcanzado recientemente y slo en determinados segmentos
de la poblacin est claro que la variacin de los modelos de crianza no es
igual en todos los pases y en todos los medios sociales; as, la relacin con la
infancia es susceptible aun hoy de una amplia gama de actitudes que van
desde el infanticidio a la relacin
emptica. Escribe DeMause: Cualquier
intento de periodizar
la historia de la educacin infantil debe tener en cuenta
que la evolucin psicogentica
procede con diverso ritmo en las diversas
lneas familiares y que muchos padres quedan bloqueados al
nivel de mode-
los histricos anteriores (p. 68).
La violencia que se sigue ejerciendo an sobre los nios deriva de la vio-
lencia que el adulto sufri de nio, y as sucesivamente, en una cadena
determinista
que hunde sus races en el pasado, de generacin en generacin,
y que deja pocas esperanzas de que pueda llegarse a la superacin.
Como todo esquema interpretativo, ste de la aplicacin de principios
psicolgicos a la historia de la infancia corre el peligro de ser
reductivo,
esquemtico; pero leyendo el volumen entero cuidado por
DeMause (1974)
y los ensayos que siguen al introductorio,
trabajos todos ellos bien documen-
tados (de especial inters el de
Priscilla Robertson),
se advierte hasta qu
punto ha intervenido la violencia en la vida infantil y, lo que es mucho
ms desolador, se constata que la violencia constituye la norma de compor-
tamiento y ni siquiera ha sido puesta en cuestin.
As pues, si la obra de Aries marc el momento del descubrimiento histo-
riogrfico de la historia de la infancia, la de
DeMause intenta recorrer y fun-
damentar cientficamente tal historia.
Un estudio que resulta valioso para el conocimiento de la historia de la
infancia en Inglaterra es el de Ivy Pinchbeck y Margaret Hewitt (1969).
Este estudio de sociologa histrica, articulado en dos volmenes, se
extiende cronolgicamente desde mediados del siglo
xvit hasta mediados del
nuestro. Su intento es ilustrar la mentalidad y la atencin social dedicada a
los young of the [human] species (vol. I, p. VII); su radio de accin y divul-
gacin alcanza, pues, ms all del mbito acadmico de los historiadores de
profesin, en el intento metodolgico
y pedaggico de evidenciar el lento
proceso de responsabilizacin
que se produjo en la sociedad inglesa ante el
destino de la infancia, desde el paternalismo Tudor hasta la ltima posgue-
rra. La obra estudia la infancia abandonada, los nios ilegtimos, el adiestra-
miento para el trabajo y el aprendizaje infantil, el castigo y la reeducacin
del nio vagabundo y delincuente, las prcticas religiosas. Adems, enla-
zando con los procesos sociales derivados de la industrializacin, como la
urbanizacin y el aumento demogrfico, la obra relata la historia de una
infancia sin derechos y, luego, del lento proceso de su liberacin de una vida
de explotacin y desidia (desde la Infants Custody Act de 1839 hasta la Pre-
vention of Cruelty Act de 1889).
63
Resulta interesantes. en el captulo dedicado al escolar las motivaciones
que sustentan la crea( in, en la segunda mitad del siglo xvil, de escuelas
para nios pobres (Charity Schools),
donde la institucin escolar aparece
como una forma de control (y no de movilidad) social, y donde se subrayan
los efectos positivos que la disciplina impartida puede tener en la sociedad.
La instruccin y las ayudas econmicas que sta implica deben promover la
humility en los nios y la thankf ulness en sus padres (vol. I, p. 288). En
definitiva, segn las dos autoras, si la escuela de los siglos
XVII y xvin (tanto
la de los ricos corno la de los pobres) se distingue por las muchas horas de
trabajo, las escasas vacaciones y la dura disciplina, su misma existencia es la
prueba de la diferencia ya establecida in
the natures of (he child and the
man, en cuanto que inproviding a separate institution for children, it gives
to childhood and independent and recognisable
status (vol. 1, p. 297).
Un tema que ha suscitado y sigue suscitando el inters de los estudiosos
de la historia de la infancia es el del abandono del nio por la madre o por
los dos progenitores en los primeros das, meses o aos de vida, y los intentos
de la sociedad a lo largo de los siglos para paliar, racionalizar y, en su caso,
prevenir tal problema (13).
El medio ms expeditivo para desembarazarse de la presencia indeseada y
deshonrosa del nio es, como se ha visto, su eliminacin, el infanticidio, pre-
sentado a veces por los
f amiliares como un accidente casual (asfixia, ahoga-
miento quemaduras, etc.). La exposicin del nio obedece a la Misma din-
mica de rechazo; pero si en las madres de hijos ilegtimos el
desencadenante
es el miedo al juicio social, en las parejas que abandonan a sus hijos legti-
mos desempean un papel primario las dificultades econmicas y el elevado
nmero de hijos tenidos anteriormente. En este segundo caso, pues, el aban-
dono no significa rechazo del hijo, e incluso los mensajes del abandono
(Doriguzzi, 1983)
que acompaan muchas veces a los nios para un eventual
reconocimiento posterior
.(fragmentos de imgenes sagradas, monedas, meda-
llas o collares), denotan la voluntad de recuperar al hijo una vez el perodo
crtico (caresta, guerra, epidemia).
M. Elisabeth Bianchi Tonizzi (1983)
ha establecido, mediante una investi-
gacin sobre las variaciones en el precio del trigo durante una serie de aos y
el nmero de nios expsitos en el mismo perodo, una correlacin positiva
entre los dos fenmenos. Tambin J. Pierre Gutton observaba en su ensayo
( I 3) Sobre la infancia abandonada y los nios expsitos se han preparado tambin muestras
o secciones de ellas: indicamos algunos catlogos: Retri, R., Gli "esposti" a Milano:
1700-1968. en Esposo e abbandonati, documenti e immagini sull'assistenza all'infanzia abban-
donata a Milano r in Lombardia, Assesorati Assistenza e Cultura della Prov. di Milano, 1980;
Trisciuzzi e De Rosa (1986); De Fort (1985); ms en general sobre los diversos aspectos de la vida
infantil: Dalle Nogare 1...-Finocchi, I .. (directores), Nasceres, soprauttivere e crescere nella Lom-
bardia delrottocento 1815-1915, Silvana Ed., Miln. 1981.
64
sobre el pauperismo (1 I) que la cronologa de los nios expsitos y la de las
carestas arrojan un notable paralelismo.
La exposicin de nios recin nacidos es una plaga social que se remonta
a la Antigedad y est presente en muchas poblaciones y reas geogrficas.
Segn Himes (1963, p. 11), no slo las guerras, sino tambin los sacrificios
humanos, las venganzas familiares, la matanza deliberada o el abandono de
los ancianos han actuado de frenos al desarrollo demogrfico, al igual que la
mortalidad infantil, el infanticidio y la exposicin; incluso en un gran
nmero de sociedades primitivas al infanticidio era la regla. La leyenda de
Rmulo y Remo puede servir de ejemplo de lo que ocurra en la realidad
(Liberti, 1969).
Los primeros intentos de asistencia a la infancia abandonada estn liga-
dos al mensaje cristiano de amor y de caridad hacia otros, ya sean pobres,
enfermos o nios abandonados. Ya en los primeros siglos despus de Cristo
hay personas que se ocupan, siquiera en forma espontnea y no regular-
mente, de la recogida y el cuidado de los nios expuestos en los ms diversos
lugares (en las encrucijadas, en las escalinatas de casas nobles, en los atrios
de las iglesias, etc.). En torno a los palacios episcopales de las ciudades y
alrededor de los conventos en el campo surgen hospicios para los nios
abandonados, entre ellos expsitos y hurfanos, lugares de asilo que antici-
pan ya en los siglos vi y viii ciertas formas de beneficencia institucionalizada
que se difundirn desde el siglo xl.
Segn los hospitales para ayudar a los peregrinos y a los enfermos; una
parte de estas construcciones estaba destinada a la acogida y cuidado de la
infancia abandonada; fundados y administrados por rdenes religiosas o por
las nacientes autoridades municipales, los hospitales responden a las necesi-
dades de ayuda y asistencia de la poblacin; al tiempo que se reconoce al
pobre el derecho a ser reconocido, se impone al rico la obligacin de hacer
beneficencia (Bruttini, 1984).
El trmino brefotrofio (inclusa) ligado a la funcin de alimentar a los
recin nacidos recogidos, es de origen griego y se atribuye a Justiniano
(Liberti, 1969).
El mapa sociogeogrfico de los centros de recogida de los nios, de su
aparicin y difusin, no se ha trazado an; un primer estudio, dirigido a des-
tacar los aspectos demogrficos, es el de Giuliana Da Mohn (1981), que se
refiere a Italia a partir de 1600; los estudios de carcter local, en cambio, aun
circunscritos a una sola institucin y su territorio, nos ayuda quiz a com-
prender mejor el problema en sus dinmicas sociales y en sus puntos geogr-
ficos. Claude Delasselle (1975) seala, por ejemplo, que el Hopita/ des
(14) Gutton 1.P., La socit et les pauvres enEurope siecles), Pars, 1974; trad.
it. . La societa e i poveri,Mondadori, Miln, 1977. p. 71; vase tambin Punjan B., Poveri,
mendicami c vagabondi, en Storia d'Italia,Annali I, Turn, 1978, p. 981-1047.
65
Enf ants-trouv s fue ctvado en Pars el ao 1670; en realidad, el fenmeno de
la recogida de nios abandonados y de la creacin de hospitales se remonta
en Francia a los siglos vi y vil d. C. En el siglo xil, a ejemplo de Cuy de
Montpellier, que funda la orden hospitalaria de los Hermanos del Espritu
Santo para la asistencia a los enfermos, a los expsitos y a los hurfanos, la
iniciativa se difunde por toda Europa (Bruttini, 1984).
En Italia, la primera casa de recogida, llamada de San Salvatore Xenodo-
chio, surgi por iniciativa del arcipreste Dateo en 787 d.C. (Gorni e Pelle-
grini, 1974). En Siena se construy el Spedale hacia 1090, pero slo en 1298
se abrieron locales destinados expresamente a la asistencia de la infancia
abandonada, que alojaron pronto a trescientos nios (Bruttini, 1984). En
otras ciudades, como Verona, una misma institucin, la Santa Casa, se ocu-
paba de socorrer a los pobres, enfermos y expsitos, y slo a finales del siglo
m'In, en un ( lima de racionalizacin y estatalizacin de la asistencia, algunas
instituciones se hicieron cargo de diversos tipos de asistencia (Vivani, 1969).
En Novara, el hospital llamado Cada Della Carita di San Michele surgi en
el siglo xl, pero slo en documentos del siglo xvi aparecen los nios expsi-
tos como destinatarios y usufructuarios de la asistencia (Martinengo, 1978).
Institucionalizando el problema y creando asilos para el cuidado y la
crianza de los nios expsitos (denominados tambin inv enti, trov ati o trov a-
telli, projeciti o proietti, reietti, jettatelli o gettatelli, innocenti, incerti, bas-
tardelli, apelativos que suenan ms o menos como un estigma infamante), la
sociedad intent poner remedio a la prctica del abandono. La elevada tasa
de mortalidad infantil que se registraba en aquellas instituciones y tambin
entre los expsitos de nodriza en el campo, hace comprender, sin embargo,
que el remedio (la recogida) no era mucho mejor que el mal (el abandono).
A este propsito, Claude Delasselle (1975) ha sealado que el hospicio de los
abandonados era un gouf f re sin fondo donde desapareca rpidamente la
mayor parte de los nios recogidos (p. 187); incluso algunos estudiosos
suponen que, al aceptar el abandono, al hacer normal esa prctica, los
hospicios para nios abandonados servan en realidad de agencias para el
infanticidio, tolerando, convirtiendo casi en un infanticidio legal un
fenmeno que llevaba con frecuencia a la muerte del nio expsito (Dodi
Osnaglii, 1982). En una investigacin de tipo demogrfico, Carlo A. Corsini
(1976, p. 1040) ha indicado cmo los fallecimientos entre los expsitos del
hospital florentino de S. Maria degli Innocenti fueron el 77,2 por 100 de los
acogidos en los aos 1700-1702, el 89,7 por 100 de los acogidos en 1792-1794
y el 53,1 por 100 de los acogidos en 1841.
Para racionalizar ms la expulsin social de los nios, apareci a finales
del siglo XVla ruota o torno (otros nombres italianos: curio, buca, scaf f a).
l'or qu motivos se adopta este sistema de recogida y en qu consiste? Los
nios abandonados en la calle, a la puerta de las iglesias o del mismo hospi-
tal noctis ternpore, por temor de los responsables a ser reconocidos, moran
CH ocasiones de modo fortuito (o por los rigores del clima o por ser presa de
66
animales vagabundos) (Gorni e Pellegrini, 1974, p. 114-116); por eso se
difundi la prctica de abrir una ventanita en una pared del hospital que
giraba sobre s misma, capaz, como dicen en 1801 las Istruz ioni generali
per gli esposti en el sur de Italia, de contener a un nio recin nacido (De
Rosa, 1978, p. 26). En ese vano se depositaba al nio; una campanilla avi-
saba a las mujeres que velaban en la habitacin contigua de la presencia de
un nio abandonado; entonces se haca girar la caja hacia dentro y el nio
entraba a formar parte de los expsitos (15).
Generalmente, los nios as expuestos estaban ya bautizados y una
cdula colgada del cuello indicaba el nombre que se le haba impuesto. No
era raro que el nio, antes de ser abandonado, fuese dormido con opio para
evitar que sus vagidos llamasen la atencin. Dada la elevada mortalidad
infantil en general y de los nios expsitos en particular (Della Peruta,
1980), sus esperanzas de vida eran mnimas, pero el que lo abandonaba
estaba convencido de que en el brefetrofio recibira mejores cuidados y edu-
cacin de los que l poda darle. Escribe G. Da Mohn (1981, p. 87): La men-
talidad popular considera legtimo recurrir al bref etorio para planificar la
composicin familiar y limitar el nmero de bocas. La contracepcin y el
abandono eran los medios para limitar el nmero de hijos, no slo con
objeto de evitar una miseria excesiva, mais pour assumer a une famille
moins nombreuse un certain mieux-etre (Lebrun, 1972, p. 1188).
Durante el siglo xix fue cada vez ms frecuente la acusacin de que el
torno, por las garantas de anonimato que ofreca al que abandonaba a sus
hijos, favoreca la exposicin y fomentaba la disolucin de los vnculos fami-
liares. El aumento de los expsitos legtimos hace pensar que la exposicin
no la practicaban ya las madres ilegtimas como salvaguarda del honor, sino
que se utilizaba como un medio para limitar el nmero de hijos en las fami-
lias ms humildes. Se popusieron otras formas de asistencia, como la asigna-
cin de subsidios a las madres, y se lleg as a la abolicin del torno en
Miln el ario 1875 y posteriormente en toda la pennsula.
La produccin historiogrfica actual sobre los expsitos analiza sobre
todo el perodo histrico que corre del siglo xV11 al XIX, mientras que los
estudios sobre las pocas anteriores son bastante limitados. Por este motivo
resulta ms valiosa una obra de Lucia Sandri (1982) que reconstruye las for-
mas en que se prestaba asistencia a la infancia abandonada en una pequea
(15) Segn algunos, la introduccin del torno de tamao pequeo. hecho slo para acoger a
recin nacidos, serva para disuadir de abandonar a los nios de algunos meses o ya destetados
por las familias legtimas. En algunos casos, los nios eran introducidos a viva fuerza en el
torno, causndoles luxaciones en las articulaciones. En Npoles se actuaba as por la creencia
popular de que el que pasaba por el torno gozara de una especial proteccin de la Virgen
(Gorni e Pellegrini, 1974, p. 97); para limitar el abandono a s mismos de los recin nacidos en
Florencia, en lugar del torno se utilizaba para la exposicin una ventanita con barrotes de hierro
que slo permitan la introduccin, a travs de sus rejas, de nios muy pequeos. Para nios
ms crecidos era preciso recurrir a la of ui iria de acogida.
67
ciudad toscana a finales de la Edad Media. Utilizando abundante material
indito, L. Sandri ofrece una imagen cuantitativa de los problemas (nmero
de nios abandonados, tasas de mortalidad, relacin numrica de nios y
nias entre los expsitos, salarios de las nodrizas), y un cuadro de los sectores
sociales que vivan en torno al hospital determinando en parte el abandono y
obteniendo en parte un pequeo lucro de l, favoreciendo a veces, en los
casos de nios supervivientes, el reingreso bajo diversos ttulos en tal socie-
dad. La autora intenta la reconstruccin de las biografas de los padres que
realizaban el acto del abandono, de los expsitos y de sus nodrizas. Como
escribe Giovanni Cherubini en la introduccin a la obra: Sin intiles sen-
timentalismos y anacrnicas transposiciones, reivindica... para las gentes
humildes el derecho a tener una historia individual adems de la historia
colectiva, una historia de sentimientos adems de la historia de las condicio-
nes materiales de vida, de igual modo que para los pertenecientes a los esta-
mentos superiores (p. VIII).
Un nmero de Quaderni storici est dedicado a la historia de la infancia
abandonada en los siglos xvil y XVIII: Sistemi di carita Esposti e internati
nella societa di antico regime, que tiene el mrito de abordar el tema desde
diversos puntos de vista, sobre todo el planteando el problema de la interven-
cin benfica como prctica ya obsoleta que fue sustituida histricamente
por el derecho al socorro, si bien esto creaba, con las relaciones impersona-
les que lo caracterizaban, un elemento de alienacin.
El prlogo (Premessa), preciso y sutil, de Edoardo Grendi (1983) presenta
varios aspectos ligados a la prctica de la caridad: la consideracin del
mrito espiritual que se adquiere recibindola (el pobre debe expresar su
reconocimiento y gratitud) y practicndola (el rico acumula mritos, renun-
ciando en parte a su dinero); la catalogacin de los pobres, partiendo de
una taxonoma previa de las necesidades, en la que los nios abandonados
comenzaban a conquistar, junto con las mujeres, un puesto importante; por
ltimo, un aspecto no menos significativo, la evolucin del nexo entre las
necesidades del internamiento y los edificios adecuados, entre la afirmacin
de la idea de segregacin y la estructura segregante.
Las estrategias polticas y familiares, los roles de mediacin social rela-
cionados con la infancia abandonada y motivados por ella constituyen la
base de los ensayos de Sandra Cavallo (1983) y Giovanna Cappelletto (1983).
Ambos son fruto de investigaciones realizadas a nivel local; el primero ana-
liza las relaciones entre la institucin (Ospedale S. Giovanni de Turn) y la
tendencia al recurso a la nodriza en una determinada rea geogrfica (Cana-
vese); el segundo estudia la acogida de nios abandonados en la Santa Casa
di Pieta de Verona. El nio abandonado sola ser hijo de desconocidos, a
menudo era el hijo ilegitimo que la madre dejaba al no poder hacerse cargo
de l. En la Santa Casa veronesa, adems de las dependencias para las partu-
rientas haba un pabelln para las madres solteras, denominadas veladas
68
o, como en Toscana (Bruttini, 1984),
grficas ocultas, donde podan dar a
luz y abandonar al hijo sin desvelar su identidad.
Otros aspectos del abandono aparentemente marginales, pero en realidad
muy ligados a la dinmica de las costumbres, a la economa del trabajo y a
la estructura social, estn constituidos por la diferencia de sexo en la exposi-
cin, por las pocas (estaciones) del abandono y por la denominacin de los
expsitos. Nos limitamos aqu a presentar algunos problemas que se han
planteado los estudiosos del abandono como una prueba de la importancia
que revestira su profundizacin. Por ejemplo, mientras que el sexo no era
importante en la exposicin de los ilegtimos (la voluntad de abandono pre-
cede al parto y es determinante al margen de sexo del recin nacido), la dife-
rencia sexual adquiere un papel relevante en la exposicin de nios legtimos
por la importancia social atribuida a una descendencia masculina, dada la
mayor capacidad laboral de los varones y las dificultades para una familia
pobre de dotar docorosamente a una hija (Brutini, 1982). De los datos
aportados por Da Mohn (1981) se desprende la tendencia a una mayor expo-
sicin femenina, especialmentge en los hospicios de las ciudades; ese predo-
minio de las expsitas debe atribuirse a la fuerza-trabajo potencial represen-
tada por los varones y, en sentido contrario, a la carga que representaba la
mujer dentro de la economa familiar (p. 115-128).
Conviene abrir aqu un parntesis acerca del infanticidio y de la sobre-
mortalidad femenina. A propsito del infanticidio, Christiane Klapisch
(1973) y Emily R. Coleman (1974) han planteado el problema de una tenden-
cia ms marcada a la eliminacin de las nias su crianza era costosa y el
gasto no era compensado, como en el caso de los nios, por la prestacin
laboral; incluso, al casarse, las chicas mermaban la herencia de los hermanos
y su posibilidad de formar un hogar).
El historiador francs Grard Delille (1974) ha observado en el curso de
sus investigaciones una sobremortalidad femenina a partir del primero o
segundo ao de vida y la explica por la diferencia de alimentacin entre
nios y nias. De hecho el destete de las nias se produca antes que el de los
nios; adems, se reservaban los mayores cuidados dietticos (alimentos ms
ricos) al primer hijo varn. Todo esto, segn Delille, debe considerarse, de
modo global, como una inferioridad general de la mujer en todos los cam-
pos de la vida cotidiana y de la vida social, uno de cuyos aspectos era la
soledad y la marginacin de la mujer, incluso adulta; no es un azar que las
mujeres fuesen mayora entre los mendigos (p. 275-279).
Un dato que afectaba negativamente a las expsitas aparece tambin
subrayado por Corsini (1976, p. 1003): se trata del fenmeno de la restitucin
de los expsitos a las familias de origen que las reclamaban: en el momento
de entregarlos a los padres, la edad era inferior para los nios y superior para
las nias, seal de que los primeros eran buscados antes que las segundas.
Otro aspecto especial del abandono es que no se produca en todos los
69
periodos del ao, sino segn ritmos bastante recurrentes que correspondan a
los ciclos estacionales del trabajo agrcola y a la capacidad de subsistencia
material. La mayor afluencia de expsitos se registraba en primavera, en el
trimestre marzo-mayo,
y corresponda a la penuria anterior a la cosecha y a
las migraciones estacionales de la mano de obra campesina. Pero si esta
mayor proporcin de nios abandonados parece proceder, en el sector de los
hijos legtimos, de las mayores dificultades econmicas de las familias en ese
perodo del ao, cabe aventurar la hiptesis de que los abandonados prima-
verales correspondiesen al fruto ilegtimo de amores estivales favorecidos por
el trato y la promiscuidad durante los trabajos del campo (Bianchi Tonizzi,
1983).
Otra peculiaridad del abandono consiste en la denominacin de los exp-
sitos, denominacin que vara en las diversas zonas geogrficas y en los dis-
tintos perodos histricos. Los apellidos impuestos de oficio a los nios
abandonados variaban de una institucin a otra, pero muchas veces represen-
taban un estigma infamante para su portador: en Miln se los denomina
Coloraba en Florencia, Degli Innocenti, lnnocenti, Nocenti, Nocentini; en
Siena, Della Scala; en Roma, Proietti; en Npoles y en el Mezzogiorno Espo-
sito, Degli Espositi, Del Frate, Del Prete; en ciertos apellidos se subraya la
paternidad pblica de los expsitos: Dio, Casadei, Di Pieta, Casa Grande.
A nivel popular se les aplicaban apelativos curiosos; por ejemplo, en la zona
meridional se los llama figli della Madonna (hijos de la Virgen); en Trieste,
figli di Sua Maesta, y, ms francamente, figli dei soldati (Militarkinder) (Tri-
sciutti e De Rosa, 1986).
La costumbre de dar idntico apellido a los expsitos de una misma insti-
tucin produca en definitiva confusin y creaba prejuicios. En Toscana se
prohibi ya en 1817 dar a los expsitos un apellido que recordase su origen
vicioso (Bruttini, 1984, p. 23); la gente, por su parte, sola llamarlos con
trminos deshonrosos (Viviani, 1969, p. 24). Al nio expuesto haba que
darle un apellido que no indicase su condicin de tal, que no evocase la idea
de indecencia o ridculo y que no se confundiera con los apellidos de fami-
lias ilustres.
Rocco Liberti (1969), en un artculo dedicado a los hijos de nadie en
Calabria, recogi un gran nmero de apellidos dados a nios abandonados,
fruto de frtiles fantasas y tomados de la historia patria en diversos momen-
tos histricos. Abarcan desde Eugenia Orsini (1860) hasta Santo Quintino
(1885), Giovanna Libia (1912), Pasqualino Piave (1919), etc. Algunos apelli-
dos se refieren a nombres de santos, de personajes de la historia de la litera-
tura y del arte, a pases y ciudades.
Las causas principales del abandono se conocen suficientemente (igno-
rancia y desconocimiento del nio como ser humano digno de respeto, infe-
rioridad familiar y social de la mujer, situacin de grave miseria econmica
de la poblacin); sobre los perodos y las modalidades hemos hecho ya algu-
70
tesptinsables
traslado
causas sociales:
deshoniu
nas indicaciones; interesa tambin considerar, aparte el dato del abandono, el
papel desempeado por las instituciones y por la red de mediadores en el
vomplejo proceso de la asignacin, situacin en la que el nio est en el cen-
tro, pero como objeto de cambio, como elemento econmico de cuya gestin
las mujeres estn excluidas, salvo en la aportacin biolgica; como veremos,
en efecto, la mujer es madre, comadrona y nodriza, pero su destino y el de la
infancia dependen de las decisiones masculinas.
Si se ha hablado de degollacin de los inocentes a propsito del aban-
dono y de la mayor mortalidad recurso de los expsitos para referirse a la
entrega a la nodriza, s es cierto, como recuerda S. Cavallo (1983, p. 402), que
en una humilde economa local de tipo agrcola la crianza de la nodriza
constitua una fuente de ingresos importante (tres o cuatro aos del salario
de una nodriza equivalan a la dote pagada comnmente por las clases ms
pobres para casar a una hija). Tambin Carlo Gatti (1983, p. 24) seala cmo
en zonas agrcolas donde rega una economa de autoconsumo, la institucin
de la nodriza era frecuente porque las familias se interesaban por una activi-
dad que equilibraba la balanza familiar.
Desde las comadronas hasta los amigos de la familia que llevaban al nio
al prroco o a los notables para que fuera acogido en la institucin de asis-
tencia, desde la enfermera que lo presentaba hasta los dirigentes de la institu-
cin, y desde los sacerdotes de zonas elegidas para la crianza hasta quienes
trasladaban al nio a su destino y hasta los maridos de las nodrizas, que ser-
van de enlace con el hospicio, el nio pasaba por varias manos (cf. tabla 1);
Tabla 1. Generalizacin del proceso de abandono y tutela.
Fuente: Tabla resultante de diversas lecturas; en particular: Peyronnet (1976), Sandrin (1982).
C:appelletto (1983), Cavallo (1983).
71
entraba en la institucin procedente de zonas perifricas o urbanas y sala de
ella para ser remitido a zonas salubres y, sobre todo, lejanas de los lugares
donde era recogido (aflora siempre la preocupacin del incesto para los hijos
de padres desconocidos).
A propsito del destino geogrfico de los nios confiados a nodrizas
directamente por las familias (segn un uso social que se practic amplia-
mente erute los estamentos urbanos durante el siglo XVIII), se ha hecho notar
( ( H il o
la distancia entre la residencia de los padres y la de la nodriza sola ser
inversamente
proporcional al grado de riqueza familiar. De hecho, el que
poda pagar ms, poda contar con nodrizas ms prximas (incluso en casa),
y el que pagaba poco tena que enviar el nio ms lejos; como la casa de la
nodriza era a menudo fuente de mortalidad (falta de higiene, de alimenta-
cin, variaciones (limticas), el nio que era llevado a menor distancia tena
mayores probabilidades de sobrevivir; adems, la proximidad permita a la
familia de origen visitarlo ms a menudo y ejercer un mnimo de vigilancia
sobre la labor de la nodriza (cf. tabla
2).
Una obra de Maria Grazia Gorni y Laura Pellegrini (1974), dedicada a la
historia de la infancia abandonada en Italia durante el siglo pasado presenta
los
criterios de seleccin adoptados por el hospicio milans de S. Caterina.
Los distritos que absorban el mayor nmero de expsitos eran los de eco-
noma principalmente agrcola y donde la fuerza-trabajo de los expsitos
poda utilizarse ms fcilmente desde la ms tierna edad.
La entrega de los expsitos a la nodriza no era, pues, un hecho que se
agotase con la muerte o con la devolucin del nio ya destetado a la institu-
cin. Interfieren otros problemas; en primer lugar, la formacin, en algunos
casos, de lazos afectivos entre la nodriza y el nio, con la acogida
consi-
Tabla 2. Nodriza.
Fuente:
Tabla resultante de diversas lecturas; en particular: Daleselle (1975), Badinter (1980, )
Gatti (1983).
72
guiente de ste en el ititbi
lo familiar. Un aspecto importante y recurrente en
la entrega del expsito, ya fuese desde un principio o cuando se hallase en
edad laboral, a cualquier familia de agricultores o de artesanos era el relativo
a la garanta y salvaguarda de la moral en el seno de esta ltima. La familia
que se haca cargo de los expsitos tena la obligacin de educarles y prepa-
rarles para el trabajo supliendo a los padres. Por eso los hospicios preferan
colocar a los nios en el campo, donde se supona que la moral era menos
depravada y no haba ocios ni lujo, y, en caso de colocarlos en ciudades,
elegan casas de artesanos que pudieran ensearles un oficio. Por otra parte,
la vida de los expsitos que empezaban a trabajar de adolescentes en un taller
o en el campo no difera de la de otros muchachos y muchachas que las
familias respectivas confiasen o cediesen por motivos anlogos. Aunque se
insistiera en la enseanza de la moral cristiana y en la preservacin de las
costumbres, la realidad era la de un trabajo duro y una explotacin de meno-
res que constitua la norma en los cdigos del orden social.
Los intelectuales italianos de finales del siglo
xix no dejaron de sealar,
como observa Angelo Semerato (1980) en un original ensayo sobre Infanzia e
Ist ituzion in Terra d'Otranto,
cmo el expsito quedaba indefenso frente a
la codicia y la brutalidad de las personas extraas con las que conviva (p.
43); pero, al mismo tiempo, los Regolamenti que disciplinaban la labor de la
nodriza (Semeraro cita uno en vigor en Lecce el ao 1888) insisten siempre
en que se prepare a los nios a una vida honesta y laboriosa como
medida preventiva de defensa social (p. 17). Partiendo de una amplia
documentacin de archivo, el autor traza un cuadro dramtico de la exposi-
cin y de la asistencia a la infancia abandonada en
Lecce y en Taranto. Ana-
liza tambin el debate en favor de la institucionalizacin de los expsitos
despus del primer perodo de vida, ya que, abandonados a s mismos y
vagando por los caminos a su antojo, acababan llevando una vida depra-
vada (p. 7).
En lugar de las nodrizas pagadas y de una vida de miseria y
de explotacin, se propone como alternativa la acogida de los expsitos en
brefotrofi y orfanatos,
donde la educacin e instruccin preparen a los nios
para el reclutamiento militar y para el trabajo de la tierra, y la preservacin
de la pureza de las nias, hijas de la desgracia, custodindolas hasta los
dieciocho aos. De hecho, como observa el autor, mientras que se indica la
necesidad de instruir a los muchachos en las artes, en los oficios y en la agri-
cultura, a las muchachas slo se ofrece como aportacin positiva su segrega-
cin de una sociedad que pronto las hubiera corrompido (p.
12-13). En reali-
dad sola considerarse a los expsitos como sujetos en riesgo, vctimas o
propensos (por una ambigedad que se atribua en parte a sus orgenes) al
virus de la delincuencia o de la prostitucin, vicios de los que slo el tra-
bajo pareca capaz de salvarlos.
En un estudio sobre la condicin infantil en la sociedad de
Parma
durante el siglo XVIII, que aborda entre otras cosas los aspectos sociales cuan-
titativos del fenmeno de la infancia, el grado de conciencia existente al res-
73
pecto,
la presencia de organismos asistenciales, las instituciones escolares y el
t'abajo de los menores, Roberto Lasagni (1979) muestra cmo, cualquiera
t i tic fuese la edad de los muchachos (en general oscilaba entre los
7 y los 11
arios) y su tipo de trabajo (los nios de ciudad ejercan, sobre todo, el oficio
de peluquero, sastre, zapatero, hilador o tejedor, herrero o calderero, carpin-
tero), los horarios establecidos prevean que trabajasen tanto como los otros
operarios (doce horas al da) y con un salario obviamente ms bajo (p. 147).
Este sistema coercitivo y agobiante quedaba mitigado en las pequeas empre-
sas artesanales de explotacin familiar, donde la relacin entre el patrn y el
muchacho trabajador era de tipo paternalista, y donde aqul enseriaba a los
jvenes las reglas de trabajo, pero tambin las reglas de vida. Un edicto de
1780 contra la explotacin indiscriminada urga a cada patrn de taller pro-
curar el progreso de sus aprendices haciendo de ellos tiles para la profesin
y para su mantenimiento futuro, a tratarlos con humanidad afectuosa y ani-
marlos pacientemente, dada su impericia en el arte que estn aprendiendo; a
guiarse, en fin, en el trato con los principiantes por las mximas y los senti-
mientos de un buen padre de familia (p. 147).
Se insista, pues, en un tratamiento ms humano de los muchachos por
parte de los patronos; pero la figura del jefe de taller estaba fuertemente car-
gada de autoridad profesional, moral y social, y al joven incumba aceptar
una relacin subalterna para no verse marginado de una organizacin
socioeconmica que constitua el sistema de vida reconocido. El aprendizaje
se produca mediante la identificacin del joven con su patrn, que era para
l un punto de referencia; no se trataba de una simple conducta imitativa,
sino de la interiorizacin de valores y modelos existenciales, vividos como
positivos, en proyeccin, para su propio futuro.
Carlo Pancera (1979)
escribe en un breve pero interesante ensayo: En el
caso especfico del trabajo de los menores durante el siglo )(vil (...), el pro-
ceso de socializacin representaba para el joven el paso lento de una primera
fase "pre-laboral"
a un ingreso pleno en un arte u oficio especfico; esto sig-
nifica que, mientras por un lado haba una presin
condicionante,
incluso
represiva, por parte del maestro, por otro lado el aprendiz se identificaba con
los valores que se le proponan, aceptando gradualmente su propia condi-
cin actual y las perspectivas implcitas en ella (p. 79).
El maure de metier es mucho ms que un instructeur, escribe Juan de
Viquerie (1978); posee, como los mismos padres, le droit de correction (que
permite pegar a los hijos, expulsarlos de casa e incluso hacerles encarcelar)
(p. 22-25).
El patrn poda, pues, castigar, y esta facultad le vena directa-
mente del derecho paterno; l deba, en efecto, gouverner l'apprenti et l'le-
ver en la religin catholique; el joven, en compensacin, formaba parte de
su familia y deba ser un servidor fiel de ella, defender sus intereses y no
divulgar sus secretos (p. 303).
En cambio, la no aceptacin de las reglas sociales, la falta de integracin,
74
IhR an saltar automticamente los mecanismos de castigo y de marginacin.
Para los expsitos de uno u otro sexo, las medidas de represin eran inme-
diatas: en la Toscana granducal las muchachas, para tener una dote y
casarse, deban presentar un certificado de buena conducta, y los muchachos
que no se mostrasen inclinados a dedicarse al ejercicio de algn arte u ofi-
cio eran reclutados coercitivamente en la milicia (Bruttini, 1984); en la Italia
septentrional, bajo el dominio napolenico, se dispuso que los expsitos que
despus de cumplir los 11 aos no hubieran encontrado una colocacin defi-
nitiva, quedasen asignados al mando militar para ser tambores o pfanos
(Martinengo, 1978, p. 41).
Los que escapaban a las mallas de este control social o quedaban margi-
nados por la sociedad iban a engrosar el ejrcito de los vagabundos, mendi-
gos, desarraigados de la tierra, incapaces de seguir las reglas (aprendizaje y de
productividad) que regan el orden social. De hecho, las acusaciones habitua-
les que los tribunales hacan a los vagabundos eran las de no trabajar de
modo continuo, ejercer diversas actividades o ser molestos, intemperantes;
slo en casos ms graves se les acusaba de ser violentos o viciosos, de vivir o
sobrevivir del hurto. En Venecia, durante el siglo m'in, se condenaba a los
vagabundos al reclutamiento forzoso en la milicia; con este objeto se cre a
finales de siglo un cuerpo de travagliatori para ser utilizados en las obras
pblicas de Dalmacia y en Levante. Las penas impuestas a los vagabundos
solan ser graves, como seala Francesca Maneghetti Casarin (1984, p. 229),
para que sirvieran de aviso a la juventud, demasiado inclinada al ocio y al
vicio. En Toscana, para combatir la caresta y el consiguiente desplaza-
miento de las poblaciones montaosas y rurales a la ciudad, el gran duque
Pietro Leopoldo autoriz en 1767 la realizacin de obras viales y fluviales
donde pudiera emplearse la poblacin indigente, y esto, como escribe Luigi
Cajani, para ligar a los pobres a las comunidades de residencia y facilitar su
control (1982, p. 191-192); entre la mano de obra local haba que reclutar
tambin a los menos fuertes, a braceros dbiles por la vejez y la tierna edad
(p. 192), que reciban un salario en proporcin al trabajo realizado.
El trabajo era, pues, fuente de normalizacin social y modelo tico-
pedaggico que influa tanto en la sociedad como en las instituciones reedu-
cativas. Por algo los cultivadores decimonnicos de la scienza paupertaria,
como Genovese y Romagnosi, proponan la construccin de casas de tra-
bajo, es decir, centros pblicos para el trabajo forzado de los indigentes
(Cerarni, 1979) y, en particular, de chiquillos miserables y ociosos, reacios a
todo trabajo honesto, cuya existencia se consuma en las tabernas, en las
calles y en las plazas, y a los que era preciso reeducar aficionndoles al tra-
bajo (Rossi, 1983, p. 45).
En el panorama protoindustrial italiano, sobre todo en Lombarda, en el
perodo histrico que transcurre desde 1750 a 1860, durante una etapa de
acumulacin denominada primitiva (Ballestrero e Levrero, 1979, p. 8), exis-
75
ta una situacin de cuasi vagabundeo de la clase obrera textil desarraigada
de la ll ena; por entonces el uso intensivo de nios y nias de dedos giles
empez a denominarse trata de nios blancos (p. 21). El vagabundeo
endmico fue una respuesta en negativo a la normalizacin operada con la
explotacin de la vida fabril, y represent una rebelin contra el trabajo
como integracin social, en parte por una dificultad real de insercin en los
nuevos procesos productivos, regulados por necesidades distintas y en los que
el criterio del tiempo era diferente al utilizado en el campo, donde los traba-
jos estaban ligados al ritmo lento de los ciclos estacionales (16). Con la lle-
gada de la revolucin industrial se emple cada vez ms al nio o al mucha-
cho en trabajos fabriles; se le acostumbraba a obedecer para hacer de l un
trabajador dcil y sometido y para sustraerle, como escriba el conde C. Ila-
rione Petitti di Roreto en 1841, a una vida trashumante y ociosa (17). Pero
quiz no siempre fuera su vida as: en unas pginas todava hoy sugestivas,
John Dewey (18) subrayaba, a finales del siglo pasado, los efectos educativos
de la distribucin del trabajo en el mbito domstico, la creacin de hbi-
tos de orden y destreza, el sentido de responsabilidad que el muchacho
adquira al realizar una tarea precisa que era necesaria en la economa fami-
liar, mucho ms que el trabajo despersonalizante de las industrias.
La modernizacin, la ruptura de un sistema de vida patriarcal, desgarr
adems el tejido de las relaciones jerrquicas dentro de la familia y genere) lo
que John R. Gillis (1974, p. 51) ha llamado juventud inquieta.
Haciendo referencia al obrero mercader de esclavos, es decir, vendedor
de las prestaciones laborales de la esposa y los hijos, segn Marx (19), Jean
Sandrin (1982) habla de la preparacin precoz de los nios para el trabajo en
la fbrica y se pregunta si les parents sont-ils des ngriers? (1982, p. 107); la
explotacin del trabajo de los menores no era slo una prctica de los indus-
triales, sino tambin de las familias, en cuya economa el salario de los hijos
resultaba muchas veces insustiittible.
El grave problema de la inestabilidad del ncleo familiar como conse-
cuencia del duro trabajo de fbrica, del empleo en l de mujeres y nios, y de
(16) Cf. Le Ro)' Ladurie, E., II clima: la storia della pioggia e del lx. 1 tempo, en Le Goff J.
y Nora P. (director), Faire de l'histoire, Pars, 1974; trad. it., Fare Storia, Einaudi, Turn, 1981.
(17) Petitti di Roreto C.I., Su/ lavoro dei fanciulli nelle manifatture, Turn. 1841, recogido
en id., Opere si-elle (director (; .M. Bravo), Einaudi, Turn, 1969.
(18) Cf. Dewey, J., The School and Society, Chicago, 1899; trad. it., Scuola e Societa, La
Nuova Italia, Florencia, 1949, p. 4-6.
(19) Cf. Marx, 11 Capitale, libro 1, trad. it., di D. (antimori, Ed. Rimini, Roma, 1964, cap.
XIII, p. 439). Segn Marx, la demanda de trabajo infantil suele asemejarse, aun en la forma, a la
demanda de esclavos negros. En las mismas pginas seala la alta mortalidad infantil existente
durante los primeros aos de vida entre los hijos de los obreros, debida en buena parte a las
malas condiciones de vida y de trabajo de las madres; a este propsito habla tambin de alo-
jamiento materno, de muerte por inanicin y de envenenamiento intencionado de los recin
nacidos con sustancias opiceas (p. 441)..
76
la deso tipacin masculina consiguiente lo haba analizado ya en tono
reivindicativo Engels (20) en su ensayo La situacin de la clase obrera en
Inglaterra. Viviendo en establos y en medio de una suciedad impresionante,
enviados a trabajar desde la ms tierna edad (Engels habla incluso de nios
de dos a tres aos empleados en las minas), los nios crecan faltos de todo
cuidado, y los que lograban sobrevivir alcanzaban muy pronto la autonoma;
frecuentemente se sentan explotados por sus padres, que, por falta de tra-
bajo, vivan a veces a sus expensas. Escribe Engels: Los nios no se sentan
unidos a sus padres por ningn vnculo de deber o de afecto; sin horarios,
fuera de todo control familiar, una vez terminado el extenuante trabajo, en
lugar de volver a su casa-tugurio, permanecan juntos en pequeas bancas y
merodeaban como vagabundos.
Tales descripciones, que subrayan la miseria, el desorden y la explota-
cin, dan a conocer el arduo proceso que sigui la dignificacin de la infan-
cia en los diversos perodos histricos y en los diversos estratos sociales.
Dina Bertoni Jovine (1963), que tuvo el mrito de figurar entre los prime-
ros especialistas interesados por estos problemas en Italia, sealaba en su
libro L'alienazione dell'infanzia cmo debido al retraso en el inicio y el des-
arrollo del proceso industrial, el trabajo de los menores y la explotacin de
stos se centraron en el mundo rural, si excluimos los nios empleados en las
minas de azufre de Sicilia y en la industria textil del Norte. La autora subra-
yaba, en cambio, el vagabundeo infantil y la explotacin de la mendicidad
(trata de nios).
Con la unidad italiana, el Parlamento hubo de pronunciarse sobre el
fenmeno generalizado del vagabundeo de menores; el fenmeno era imputa-
ble en parte a personas sin escrpulos, trashumantes profesionales, que
compraban o alquilaban a las familias, en la provincia de Caserta o en Basi-
licata, nios y nias que luego utilizaban en Francia, Inglaterra o Estados
Unidos en oficios ambulantes que servan de tapujo a la mendicidad para
provocar la compasin (Ferrari, 1985). Tambin en esta ocasin se insisti en
la necesidad de prevenir el vergonzoso trfico creando asilos de infancia y
escuelas de trabajo para nios abandonados (p. 92); es evidente, sin
embargo, que muchas veces eran las tristes condiciones de vida las que pro-
vocaban la indiferencia de los padres hacia sus hijos.
Si el cuento de Pulgarcito y sus hermanos abandonados, extraviados en
el bosque por sus padres, que no tienen para darles de comer, representa un
abandono de los hijos cruel, pero motivado por la miseria, ciertas novelas
infantiles del siglo xix, que describen a vagabundos, organilleros y nios en
busca de su familia, presentan un final feliz (el reencuentro de la madre, por
ejemplo) que da seguridad y felicidad al pequeo lector, pero que no refleja
(20) cf. Engels, F., La situazione della classe operaia in Inghilterra; trad. it. di R. Panzieri,
Ed. Riuniti, Roma, 1978, pp. 266, 268-69, 276.
77
la realidad, mucho ms dura y brutal. Con todo, aparte de su compasin
hacia el explotado, la sociedad quera redimir al nio pobre: para la menta-
lidad burguesa, basada en el carcter sagrado de la propiedad, el muchacho
marginado se converta en el rapaz abandonado, el ladronzuelo, el asocial
al que era preciso castigar, neutralizar, encerrar (Rossi, 1983).
Las desigualdades sociales llevan consigo un inevitable destino de inferio-
ridad; lo hemos visto en el caso de los expsitos, pero es aplicable a los hijos
de las clases ms pobres y explotadas: la diversidad significaba a menudo
marginacin y sta provocaba a su vez la desviacin social; en estos jvenes,
los mecanismos de autodefensa derivaban a veces en abierta rebelda y luego
en un incremento de la delincuencia, lo que vena a confirmar las teoras
positivistas basadas en las frreas leyes biolgicas de la herencia (Chevalier,
1958). No nos parece un azar que en Trieste, por ejemplo, el ao 1871, junto
a la institucin que prestaba los servicios de asilo para los abandonados se
construyera un reformatorio (Fabi, 1980, p. 37).
Escribe Roberto Audisio (1985, p. 197), a propsito de la Casa di educa-
zione correzionale pei giovani discoli di Torio: Ocho horas diarias de tra-
bajo en comn, en silencio absoluto, instruccin elemental, servicios religio-
sos, aislamientos nocturno y un mecanismo sabiamente dosificado de
premios y castigos deban transformar a aquellos muchachos dscolos en tra-
bajadores avezados a la dureza, a la sobriedad, a la obediencia, a la paciencia
y al esfuerzo metdico y peridico. Tambin en Francia, a mediados del
siglo xix, comienza la organizacin de colonias agrcolas para el
re d re s s e -
me nt d e s e nf ants ;
los medios usuales para alcanzar este fin eran las recom-
pensas y los castigos y la creacin de condiciones de emulacin entre los
muchachos (Ostenc, 1985).
Esto es lo que respecta a la infancia peligrosa (De Fort, 1985). Para la
infancia normal, en cambio, se pone en marcha la institucin escolar y,
antes de ella, todos los centros (asilos, parvularios) dedicados al cuidado
fsico y moral del nio pequeo y menos pequeo (Catarsi e Genovesi, 1985).
A mediados del siglo pasado se produjo en Italia, segn Marcella Rossi
(1983), el esbozo de un plan de "educacin" de las clases populares para su
insercin en los esquemas del desarrollo capitalista mediante la asistencia a
la infancia y la escolarizacin /...). Dentro del espritu de la nueva ciencia
social, que considera la "ignorancia" como la causa principal de la delin-
cuencia, la institucin educativa pasa a ser un aparato bsico de la ingeniera
social. Se han realizado importantes estudios sobre los procesos de alfabeti-
zacin en los Estados modernos y sobre el inicio en Europa de los diversos
sistemas escolares nacionales (21), y en ellos se subrayan los aspectos filan-
(21)
Damos a continuacin algunas referencias, no exhaustivas, sobre tan amplia temtica.
Sobre los pux: esos de alfabetizacin de Europa, cf.: Cipolla, C.M. (1969), Literacy ared Develop-
ment in the West, Harnumdsworth Midd.; trad. it., Istruzione e sviluppo. 11 d e clino dell'analla-
betismo nel mond o occid e ntal, Utet, Turn, 1971; en Francia: Furet, F.-Ozouf, J., Lire et crire.
78
trpicos e ilustrados propios de las distintas fases de desarrollo (desde el aso-
ciacionismo
privado hasta la legislacin pblica); sin embargo, creemos que
suele infravalorarse uno de los factores principales que determinaron la insti-
tucionalizacin de la infancia mediante la escuela, a saber, la necesidad de
separar a los nios del contexto social de procedencia para transformarles y
hacer de ellos el soporte integrado de un nuevo sistema poltico-econmico.
Inicialmente, pues, los fines de tal operacin no eran nicamente
culturales
o profesionales, sino formativos, de orden social, al considerar la infancia
como una categora incmoda, libre, salvaje, anrquica, que era preciso
disciplinar, orientar hacia el aprendizaje, la salvaguardia y la difusin de los
valores burgueses de produccin, ahorro y progreso
(Foucault, 1976). El con-
trol del cuerpo se convirti en obsesin; era creencia comn que cada
momento del da (y de la noche) del nio deba ser objeto de control, de edu-
cacin, para proteger su inocencia y preservarlo del mal.
Refirindose a la ambivalencia existente en la concepcin que los ilustra-
tos tenan de la educacin, observa este propsito D. De
Vigili (1982, p. 51):
Decir que la infancia es la edad de la inocencia no ha significado nunca la
aceptacin de la conducta infantil en todas sus manifestaciones por su ino-
cencia, sino que los adultos que se ocupaban legalmente de la infancia esta-
ban dispuestos a reconocer como expresiones legtimas del nio nicamente
aquellos comportamientos que ellos considerasen como inocentes.
Si la creacin de las guarderas infantiles, si bien como instrumentos de
custodia ms que pedaggicos (Tomasi, 1978), ha constituido una ayuda
para las madres trabajadoras y, ms en general, para las familias indigentes,
en la medida en que ha representado de hecho una prevencin del abandono,
que se haba convertido en prctica comn, la escuela, junto con el ejrcito,
los hospitales y las crceles, integra el proceso moderno ms general de
ren-
fermement de los pobres y o, ms exactamente, de las clases subalternas. La
creacin de una institucin escolar generalizada y obligatoria para todos es,
pues, la expresin real, para bien y para mal, del descubrimiento de la
infancia, de su valoracin, pero tambin de la necesidad para la incipiente
sociedad industrial de conformar a sus miembros ms jvenes para servir a
sus propias necesidades y fines.
Un estudioso francs, Maurice Crubellier (1979), ha dado especial relieve a
estos aspectos de la institucionalizacin infantil mediante la escuela y su dis-
ciplina. Il est sur escribe que l'cole a t historiquement autre chose
que la norme de l'ducation et qu'elle a plutt t le moyen choisi par la
socit bourgeoise ou industrielle ou capitaliste... pour former, c'est-a-dire a
L'alphabtisation des francais de Calzan a Jules Ferry, Les ditions de Minuii, Pars, 1977, 2
vols.; en Italia: Vigo, G., lstruzione e aviluppo economico in Italia ne! secolo X/X, ILTE,
Turn, 1971. Sobre el inicio de los sistemas educativos nacionales en Inglaterra, Francia e Italia
remitidos a las obras de Musgrave (1967), Lawson y Silver (1973). Frost (1968), Tomasi y otros
(1978) y Santonio Rugiu (1979).
79
la fois pour informer et pour conformer une jeuneusse qu'elle voulait adap-
ter a son fonctionnement, intgrer a ses mecanismes (p. 6).
En la Italia liberal, el destino de la infancia est caracterizado por la pri-
vatizacin y la explotacin (Becchi, 1979, p. 42; Cambi, 1985, p. 9); por un
lado, en efecto, la familia burguesa protege cuidadosamente a sus hijos y, por
otro, la familia proletaria contribuye a la explotacin de los suyos; como
escribe Egle Becchi, en la familia obrera, los hijos son alienados precoz-
mente en el proceso productivo; en la familia burguesa... se exaspera el auto-
ritarismo del padre hacia la prole y hacia la madre (1979, p. 46). Pero el
nio burgus y el nio proletario, pese a los diversos estilos de vida inheren-
tes a su crianza y su desarrollo, el primero con una formacin (escuelas,
maestros, libros, juguetes) hecha a medida para l, el segundo compartiendo
con los mayores, en la familia o fuera de ella, una existencia de miseria,
esfuerzo y violencia, estn unidos por un destino social comn: en ambos
casos las normas existenciales aparecen trazadas, a travs de los estudios o de
la preparacin laboral, por la intervencin directa, cada vez ms estrecha y
personal, de los adultos.
Es innegable que en este acercamiento de los adultos a la infancia, en esta
voluntad de mejorar sus condiciones, de insertarla en la vida comunitaria, de
formarla como futura clase dirigente o como clase trabajadora capacitada, se
observa una atencin nueva y un inters diferente y, en ciertos casos, una
mayor ayuda, pero tambin un aumento del control y de la inhibicin. Es
cierto que se empieza a condenar la violencia fsica aplicada a la infancia,
pero al mismo tiempo se ejerce aqulla de un modo ms sutil y no menos
peligroso por la va psicolgica.
El supervisor de la conducta era el maestro, que adems y quiz por
encima de la instruccin deba ensear la moral, la buena educacin, el
respeto, el orden y extenda su control ms all de los muros escolares, vigi-
lando la conducta cotidiana de los nios. Tanto el maestro ignorante y tosco
de la ms apartada aldea como el que posea una cierta preparacin
pedaggico-didczica y enseaba en los barrios distinguidos de la ciudad,
tenan la obligacin de vigilar, censurar o castigar el comportamiento de sus
alumnos; al evaluar a un muchacho, se tenan en cuenta, ms que su apli-
cacin en el estudio o su rendimiento, su conducta moral, sus hbitos
buenos o malos (22).
La infancia, normalizada en el complejo dispositivo de vigilancia
representado por la familia, la escuela y el trabajo, busca lgicamente una
existencia alternativa en la fuga o en los sueos (Becchi, 1984, p. 717), una
existencia que el personaje de Collodi (tan querido por los nios) resume
ejemplarmente as:
(22) Sobre la funcin de control social desempeada por los enseantes, cf. mi obra Gorila-
lonieri, maestri e scolari in Val di Coria, Angeli, Miln, 1985.
80
... Yo s que maana, al amanecer, me ir de aqu, porque si me
quedo me ocurrir lo mismo que a todos los otros chicos: me manda-
rn a la escuela y, quiera o no, tendr que estudiar; y yo, francamente,
no tengo ganas de estudiar y me divierte ms correr detrs de las
mariposas y subirme a los rboles a coger las cras del nido...
Y si no te gusta ir a la escuela, azor qu no aprendes al menos
un oficio para ganarte honradamente un pedazo de pan?
quieres
que te lo diga? replic Pinocho, que empezaba a per-
der la paciencia. Entre todos los oficios del mundo no hay ms que
uno que realmente me guste.
dY ese oficio sera...?

El de comer, beber, dormir, divertirme y hacer el vago de la


maana a la noche (23).
Como sealbamos al principio, es difcil narrar la historia de la infan-
cia, tanto por el peligro de relatar slo la historia de las condiciones materia-
les de vida como por la impalpabilidad, la dispersin histrica de la relacin
adultos-nio en que se basa; sin embargo, como hemos visto, se han hecho
diversos intentos y desde diferentes perspectivas (24).
An ms problemtico es, sin duda, el acceder a las zonas ocultas de nues-
tra no historia de la infancia (Becchi, 1984), aquellos lugares del mundo
infantil alternativos y diferentes que el adulto, o bien recuerda en forma
muchas veces, adulcorada (para el uso de los aficionados a los productos lite-
rarios) o bien rechaza por miedo a la propia infancia o simplemente no
recuerda, porque la infancia es un periodo de la vida irrelevante, que pasa
sin dejar aparentemente ninguna huella*.
(23) Cf. Collodi, C., Las aventuras de Pinocho, cap. IV.
(24)
Entre las muchas publicaciones existentes, sealo los catlogos de ferias del libro dedi-
cadas a:
Infancia espacios habituales: 11 bambino e la sua cultura neun Padova dell'Ottocento,
Introduzzione de Bernardinis, A.M., Ayuntamiento de Padua, 1981;
juegos y juguetes: 11 trascorso presente: Bambole, Giocattoli, Automi, Marsilio Ed., Ayun-
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poesa: 11 gioco delta rima: poesa e poeti per l'infanzia da! 1700 ad oggi, Ayuntamiento
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Este artculo apareci originalmente en Scuola e Cata. Se publica con autorizacin del Editor.
81
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Los ttulos indicados en la bibliografa se limitan a publicaciones o traducciones en lengua
italiana y, en algunos casos, en francs e ingls. Siempre se reproducen al principio los ttulos,
los lugares y las fechas de ediciones originales. Las referencias bibliogrficas no concernientes
especficamente al tema se ofrecen en las notas.
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PAPEL E IMA
NTUS EN LA
ES
REYNA PASTOR ( *)
La sociedad feudal hispano-medieval, al igual que las otras que fueron
sus contemporneos en el occidente europeo, estuvo organizada bsicamente a
partir de lazos personales ( de hombre a hombre, como dijo
Marc Bloch) ,
jerrquicos y verticales. Sistema de lazos
vasalltico-beneficiarios
entre los
miembros de la clase de poder y sistema de relaciones de dependencia entre
stos y el campesinado productor.
A diferencia de sus contemporneos, la sociedad hispano-cristiana fue
mucho ms mvil debido a la existencia de una frontera y de una guerra casi
continua contra Al-Andalus ( la zona sur de la Pennsula) perteneciente a la
formacin musulmana. Sociedad organizada para la guerra contra el infiel,
con una ideologa de cruzada profundamente impregnada de la idea de
guerra santa musulmana ( sobre todo a partir del siglo XI) , en la que la
funcin militar de la nobleza cristiana tiene una justificacin directa y evi-
dente. Funcin y justificacin en la que participa directamente la Iglesia.
Esta guerra define la fortuna de los hombres ( no slo la de los nobles,
tambin la de muchos villanos que consiguen incorporarse a los ejrcitos) ,
les da fama,
es decir, la verdadera gloria feudal, pero tambin y esto est
muy presente en la mentalidad de todos los estamentos les proporciona el
botn,
la ganancia inmediata, en oro, monedas, caballos, prisioneros, que
tambin les abre las puertas a la recompensa otorgada por el rey, en tierras,
bajo la forma de beneficio feudal.
En este marco la edad social que importa, la verdaderamente funcional,
es la edad de las armas. Edad que se identifica con la juventud, con la
juventus,
que no queda cortada, como en la Francia de la
cortesa, por el
matrimonio. Edad que queda encuadrada entre la infancia, en cuya segunda
parte se aprende sobre todo el manejo de las armas, que culmina entre los
( *)
Universidad Complutense de Madrid.
Revista de Educacin, nm. 281 ( 1986) , pgs. 87-97.
87
14 y los 18 tilos, n
la vejez o senectud, edad en la que ya no se puede com-
batir.
El acceso a la juventud
se hace a travs de un ritual que se va compli-
cando con los siglos, cumplido ste, el caballero como tal entra en la
edad
perfecta,
la viril. Tiene, desde ah, posibilidades de acceso al poder, por la
hazaa, por el matrimonio, por su capacidad poltica.
La vida del joven est inserta en una notable red de relaciones de vasa-
llaje, de parentesco y de crianza. El joven caballero pertenece a un linaje
(mayor o menor) y al mismo tiempo forma parte de una
mesnada o hueste de
un seor. Puede estar ligado a ste por lazos de parentesco natural o por
parentesco artificial, puede ser pariente y vasallo al mismo tierno y en distin-
tos grados. Su vida se desarrolla en el seno de una solidaridad de grupo, la
hueste
(a la que pudo pertenecer desde su segunda infancia), grupo jerr-
quico que responde a un caudillo o que tiene intereses e ideales comunes.
Esta compleja situacin da lugar a que exista un gran paralelismo entre
la funcin y la representacin
de esta juventud noble que queda reflejada en
la literatura y la historiografa de los siglos XI al XIII especialmente (1).
Veamos primero los aspectos ms importantes del vnculo familiar en el
que se va a desenvolver la vida del joven.
La familia tiene una organizacin cognaticia, padre y madre son recono-
cidos por igual en los lazos de parentesco. Hijos e hijas heredan por igual.
Existe, por tanto, una transmisin divergente (diverging devolution), pero las
mujeres reciben una parte de la herencia pre
mortem,
la dote, otorgada por
sus padres, reciben tambin una donacin del marido cuando la celebracin
de los esponsales, en el momento del matrimonio,
las arras.
Paralelo a este derecho femenino se introduce, sobre todo a partir del si-
glo XII, la prctica de la mejora por la cual s favorece al hijo mayor de
una manera cada vez ms importante. Lentamente, y como siempre primero
en la prctica y luego en la norma, se va pasando de esta
mejora al
primognito al mayorazgo. Esta prctica y el control de las alianzas
matrimoniales, as como el control del celibato, por parte de los padres y
otros miembros del grupo de parentesco, permiti afianzar el poder de los
linajes seoriales, linajes sobre los cuales se apoya, como es sabido, la
estructuracin de la sociedad feudal a partir del siglo X o del XI.
(1)
Las fuentes que permiten reconstruir la historia social y la de las mentalidades, entre los
siglos XI y XIII son, predominantemente, los poemas picos o cantares de gesta. Especialmente
el de Fernn
Gonzlez y el Poema del Cid, destinados a exaltar las hazaas de dos caudillos
arquetipos de la comunidad. Otros poemas estigmatizan a aquellos que colaboran con los
musulmanes y permiten contraponer los valores heroicos de los primeros con las figuras de
antihroes que muestran estos segundos. En el siglo XIII se desarrolla una lrica, el
Mester de
Clereca,
con fuerte contenido popular, que permite estudiar otras facetas de nuestro tema. El
material que proporcionan las crnicas, la
historiografia
es tambin abundante. Contamos sobre
todo con la Primera Crnica General,
en la que estn prosificados
poemas picos perdidos y
otros materiales de enorme valor histrico. Son abundantes tambin las fuentes documentales.
88
Este sistema de relaciones familiares, junto a las necesidades de hacer la
guerra casi permanentemente, ir conformando una organizacin piramidal
del grupo, en el que estarn mezcladas las relaciones propias del parentesco y
las del vasallaje. As, los hijos o los hermanos pasarn a formar parte de la
hueste del padre o del hermano primognito. Junto a ellos estarn los siem-
pre frecuentes hijos bastardos, tambin los tos y sobrinos de las ramas
secundarias. Con ellos estarn en la hueste otros jvenes unidos al seor por
lazos de crianza (en el sentido de haber sido educado en las armas por el
seor). De esta manera, la mesnada o hueste fue una prolongacin del crculo
familiar. Padres de familias de menor jerarqua entregaban a sus hijos a
seores ms ricos y con mayores posibilidades de acudir a la guerra.
De esta manera al parentesco natural o biolgico que una a parte del
grupo se adosaban variadas formas de parentesco artificial. Se establecan fre-
cuentemente lazos de parentesco artificial como los de fraternidad germani-
tates o confraternidad, los de padrinazgo, los de adopcin de hijos o prof
liacin, etc. (2).
En todos ellos los parientes actuaban como consanguneos y tomaban y
reciban los mismos derechos y obligaciones que los parientes naturales.
Hijos, parientes y criados colaboran con el padre o seor, comparten vida
cotidiana, reciben parte proporcional del botn cuando la guerra, y estn
sujetos a otra serie de compromisos de carcter muy mezclado, unos de ori-
gen muy arcaico, otros nuevos.
Entre los de carcter arcaico est aquel por el cual todos los miembros
emparentados estn comprometidos en la fa ida o venganza de sangre, ven-
ganza que debe ejercerse por una ofensa recibida. La ofensa afecta a todos los
miembros del grupo y debe ser vengada por el conjunto o por un miembro
del mismo designado para tal fin. As, el conjunto de parientes y vasallos
que forman lo que se denominaba un bando vengan las ofensas segn
normas consuetudinarias o segn las normas del viejo derecho visigodo.
La ms importante ofensa en que poda incurrir un noble era la de airar
al rey y provocar la ira regia (3). Cuando se incurra en este tipo de ofensa, el
vasallo traidor era generalmente desterrado del mundo de la cristiandad. Si el
vasallo era un seor de muy acendrada fama militar, como lo era el gran
hroe, el Cid, su mesnada, su hueste, elega voluntariamente desterrarse con
l y compartir su suerte. As, parientes y hombres de su criazn partieron con
l al destierro, a tierras de frontera a fines del siglo XI, y comenzaron a hacer
guerrillas, primero como mercenarios y luego independientemente. Gue-
rrillas que los llevaron pronto a la fama y a recuperar el amor del rey y su
perdn.
(2) E. de Hinojosa. La fraternidad artificial en Espaa. Obras, Madrid, 1955.
(3) Hilda Grassotti, La ira regia en Len y Castilla, en Cuadernos de Historia de Es-
paa, XLI-XLII.
89
El (:id recuper el amor del rey, es decir, fue reincorporado a su rango
social y a su lugar en la nobleza luego de haber triunfado frente a los musul-
manes y de haber enviado sustanciales partes del botn al rey.
Pero otros nobles no tuvieron la misma suerte, permanecieron como trai-
dores el resto de su vida, sobre todo cuando haban sido acusados de'conspi-
rar contra la cristiandad. Sus hijos heredaban esa condicin de traidores, no
podan retar a duelo, recibir orden de caballera, dignidad ni oficio, segn
reza en las grandes recopilaciones del derecho que son las Partidas y el Fuero
Real.
As como los jvenes heredaban las condiciones negativas de sus padres,
tambin heredaban las virtudes de otros nobles padres, sobre todo los jvenes
prncipes: la valenta, la destreza en el manejo de las armas y la generosidad
en el momento de retribuir a los vasallos. Hay en todo esto una idea de
transmisin por la sangre de la personalidad, pero tambin un evidente
juego poltico que sirvi para encumbrar a unos linajes y sostenerlos en el
poder y para hundir a otros en el deshonor y la infamia.
La hueste, los parientes y los jvenes caballeros y escuderos de la criazn
comparten tambin las alegras del seor.
El Poema del Cid describe el gozo que tuvo don Rodrigo al abrazar a su
esposa Ximena y a sus hijas, todas lloraban y la mesnada gran deleite tena,
alzaban sus armas y golpeaban en los tablados (4).
Llanto, gritos, ruidos producidos por armas, expresaban la alegra de
todos. El afecto daba marco a la ternura del padre y esposo. Es la expresin
fundamentalmente gestual del hombre medieval de la que nos ha hablado
Jacques Le Goff.
LA FUNCION PATERNA Y EL JOVEN. AYOS Y PUPILOS
Resulta difcil establecer los lmites y el alcance de la patria potestad
sobre los hijos. De manera general puede decirse que exista una potestad
parental: el padre y la madre representan la potestad de sus respectivas fa-
milias (5).
Los padres tenan el derecho, absoluto hasta el siglo XII, de practicar el
oblatio puerorum, es decir, ofrecer su hijo a la iglesia desde su nacimiento,
sin que el ofrecido, llegado a joven, pudiera quebrantar esa disposicin. El
padre tambin poda entregar a sus hijos como rehenes, en su lugar, a los
musulmanes por el trmino de tres aos, etc. (6).
(4) Cantar del Mio Cid, vs. i599 y ss.
(5) Otero Alonso, La patria potestad en el derecho histrico espaol, en Anuario de His-
toria del Derecho Espaol, XXVI, pp. 50 y ss.
(6) J. dandis, Notas sobre la "oblatio puerorum" en los siglos XI y XII, en Anuario de
Historia del Derecho Espaol, 1961. pp. 163 y ss.
90
Los padres podan ofrecer los hijos para que otros los criaran siempre
que pagasen un sueldo por ao hasta que el nio cumpliera diez aos, luego
ya no deban pagar porque los trabajos que el nio poda hacer valan por
su sustento. De esta manera rezan las disposiciones para los habitantes de
villas y aldeas.
Pero entre los nobles el padre que entrega los hijos para que formen
parte, como vasallos, de la mesnada de un seor suele proporcionarles armas
y caballos y pagarles la comida por diez aos. Es evidente que desde el
momento de la entrega la funcin paterna queda enormemente reducida
frente a la del seor de vasallos.
Los linajes de muy alta nobleza, y sobre todo los reales, entregaban a sus
hijos, una vez salidos de la primera infancia y del entorno materno-
femenino, a un ayo, quien sola ser otro noble titular de un condado y de
alta casa. En caso en que el infante est destinado a la iglesia su ayo ser una
alta autoridad eclesistica, como por ejemplo el arzobispo de
Toledo o el de
Santiago de Compostela.
La funcin del ayo es educar al nio, en trminos de la poca nutrire a
su criado, es decir, criarlo.
El ayo debe instruir al noble infante en el manejo y uso de las armas,
hacerlo esforzado y valiente. Tambin debe ensearle el arte de la caza, sobre
todo con el azor, pero tambin en la de venados, osos y jabales. Vigila su
educacin en las disciplinas liberales y en religin.
El ayo ocupaba, por tanto, en la etapa de la segunda infancia y adoles-
cencia, la funcin total de educador del futuro caballero. Pero an ms, el
ayo era su protector y lo acompaaba en las primeras batallas. Esta protec-
cin poda llegar a costarle la vida como sucedi con Garca Ordez, ayo
del nico varn del rey Alfonso VI, quien muri protegiendo con su escudo
al joven infante, sacrificio que no impidi la muerte de ste.
Entre el joven pupilo y el ayo solieron trabarse lazos afectivos profundos.
Son muchos los testimonios que al respecto recogen los poemas y las crni-
cas. El poema de Almera (versos 228 y ss.) dice:
Alvare te plorant iuvenes, lacrimisque decorant,
quos bene nutristi, quibus et pius arma dedisti.
En la partida II, el rey Alfonso X explica cumplidamente las funciones
del ayo del Infante real y seala lo que de ellos deben aprender los mozos.
Dice que primeramente los nios deben ser guardados por sus padres, pero:
...despus que lleguen a mozos conviene que les den ayos que los guar-
den y que los refinen en su comer y en su beber y en su hablar y en su conti-
nente, de manera que lo hagan bien y apuestamente segn les conviene. Ayo
quiere decir en lenguaje de Espaa, hombre a quien se le da a (nodrir) educar
91
mozo, ha de tener gran entendimiento para mostrarles cmo se hace bien...
porque dijeron los sabios que son los mozos quienes aprenden las cosas mien-
tras son pequeos como la cera blanda cuando le ponen el sello... Y por ende
los ayos deben educar a los mozos mientras que son pequeos que aprenden
entonces las cosas que convienen... Mas si se las quisieren mostrar cuando
fueren mayores, y comenzasen ya a entrar en la manceba no se podr hacer
tan ligero...
Los reyes que quieren bien guardar a sus hijos, deben escoger tales ayos,
que sean hombres de buen linaje, de buenas costumbres, sanos y de buen seso
y sobre todo que sean leales, que amen al rey y al reino (7).
Estos lazos entre el. pupilo y el ayo dieron lugar a rivalidades entre los
grandes linajes condales ansiosos por tener influencia directa sobre los pbe-
res infantes. Estas rivalidades se convirtieron repetidas veces en francas hosti-
lidades, y aun en guerra feudal, sobre todo durante las frecuentes minorida-
des reales. La historia de los reinos cristianos peninsulares est jalonada por
los problemas engendrados por las minoridades reales, por los conflictos sus-
citados entre los grandes linajes, las reinas tutoras y los influyentes ayos.
Este sistema de ayos y pupilos se extiende a las princesas reales, a veces.
Varias de ellas tuvieron como ayos a altos caballeros especialmente distin-
guidos por los reyes al otorgarles la educacin y tutora de su hija. Los hijos
de los grandes de la nobleza tambin tenan ayos, quienes los acompaaban
aun despus de sus casamientos en calidad de consejeros.y de compaeros en
la lid.
A veces la relacin ayo-discpulo se fortaleca al trabarse lazos familiares
de primera importancia como lo demuestran los frecuentes matrimonios de
los antiguos discpulos, ahora transformados en reyes, con las hijas de sus
antiguos ayos.
Los jvenes prncipes no crecan solos, junto a l y a su ayo se criaban
otros jvenes de la alta nobleza, varones y mujeres. Esta convivencia generaba
vnculos de dependencia mutua, sentimientos de fraternidad, de amor, de
fidelidad. Crnicas y poemas permiten ver que en esas relaciones aparente-
mente horizontales y parejas, estaban siempre presentes el profundo sentido
de la jerarqua y del rango que cada uno ocupaba en el estamento nobiliario.
En estos grupos se generaban tambin odios, envidias, amores frustrados,
rencores. Tambin los poemas y las crnicas hablan de los envidiosos, los
mestureros (aquellos que murmuraban encendiendo malas pasiones), y de
aquellos otros jvenes que no pudieron distinguirse por su valor y su fuerza
en el uso de las armas conseguan un lugar junto a los poderosos a travs de
sus intrigas (8).
(7) Las Siete Partidas. Partida II, ley IV.
(8) Reyna Pastor de Togneri, Las primeras rebeliones burguesas en Castilla y Len, si-
glo XII, en Conf lictos sociales y estancamiento econmico en la Espaa Medieval. Barcelona,
1973, pp. 51 y ss.
92
Todo este sistema de delegacin de funciones propias de la paternidad,
como las de educacin y proteccin y la convivencia estrecha entre nios y
pberes de la alta nobleza, contribuye a profundizar ese complicado sistema
de relaciones mltiples, a la vez de parentesco, de servicio feudal y de lazos
afectivos que caracteriza las relaciones interpersonales de la clase de poder
feudal.
DE LA NIEZ A LA JUVENTUD
Es difcil precisar el momento en que se pasa de la niez a la juventud o
manceba, aunque hay etapas de crecimiento reconocidas socialmente que
van acercando el nio a la madurez.
Crecer es crecer por escalones, es ir alcanzando madurez biolgica, para
poder procrear, es ir alcanzando capacidad de eleccin como para prometerse
en matrimonio, es ir alcanzando la comprensin necesaria como para alejarse
del diablo y practicar rectamente la religin.
Los siete aos, los diez, los doce-catorce, los dieciocho y los veinticinco,
son los grandes escalones por los que los nios/jvenes se van acercando a la
madurez que culmina en la mayora de edad.
El nio o la nia slo forman parte de la sociedad con el bautismo, pero
aun entonces quedan a merced del diablo. Crecer es, entre otras cosas, poder
apartarse del diablo. Slo a los siete aos es posible confesarse, es posible
tener conciencia de la falta y al mismo tiempo liberarse de ella. Los siete
aos sealan el primer jaln en el camino hacia la adultez. En las Partidas
se permite a los varones y a las mujeres desposarse a esa edad porque enton-
ces comienzan a haber entendimiento et son de edat que les placen las despo-
sajas (9). Si antes de esa edad ellos (o sus parientes) se desposaran no val-
dra. Agregan luego esas Partidas: Mas para casamiento facer ha menester
que el varn sea de edat de catorce et la mujer de doce, antes de esa edad no
ser vlido salvo que acercados a esa edad fueren ya guisados para poderse
ayuntar carnalmente; ca la sabiduria o el poder que han para esto facer,
cumple la mengua de la edad (10).
Dejando de lado todo el peso que los adultos ejercan sobre la concerta-
cin de los desposorios, no cabe duda que se reconoce a nios y nias de
siete aos para arriba, una responsabilidad, la del compromiso, otorgado por
palabra de presente. Tambin se le reconoce un inters, que se estima
comienza a desarrollarse a partir de los siete arios, por desposarse, por entrar
en una especie de juego amoroso de iniciacin y acercamiento. Estos juegos
amorosos facilitan la consumacin del matrimonio cuando los nios moran
(9) Las Siete Partidas. Partida IV, Tit. I, ley VI.
(10)ldem., ley III.
93
juntos, o cuando reciben regalos uno de otro, o se visitan en sus casas o se
unen carnalmente.
La barrera ms importante son los doce aos para la mujer y los catorce
para el hombre, edades en las que (desde el Imperio Bizantino a la Espaa
Cristiana) se producan los cambios biolgicos que permiten la consumacin
del matrimonio y la procreacin.
Cabe destacar que en los escritos se une la idea de sabidura diramos
nosotros madurez mental con la de capacidad sexual.
Los catorce aos representan tambin el reconocimiento de otras faculta-
des. Puede el hurfano de catorce aos jurar por su cuanta; cuando es menor
de esa edad, lo harn por l quienes lo guardan (1 1 ). Tambin pueden ser
acusados de pecado de incesto los mozos mayores de catorce aos y las mozas
mayores de doce (1 2). Responsabilidad, consiguientemente, por sus bienes y
ante los delitos sexuales.
La vida en los campamentos, la proximidad de las fronteras, la exaltacin
de las virtudes guerreras y la hazaa individual, el fasto de los torneos y la
misma educacin que reciban, debi alentar en los jvenes (nobles) el deseo
de saltar etapas y alcanzar cuanto antes la edad de tomar las armas (1 3).
La precocidad en participar en las batallas parece haber sido privilegio de
los infantes reales. As, el nico hijo varn del rey Alfonso VI particip en la
batalla de Ucls, en 1109, antes de haber cumplido los diez aos. Perdi en
ella la vida y junto l su ayo. Accin temeraria e irracional desde el punto de
vista poltico, ya que la desaparicin del heredero masculino trajo largas
consecuencias polticas al reino de Castilla y Len. Otros jvenes prncipes
participaron en batallas contra los musulmanes entre los nueve y-los catorce
aos. Los cronistas se preocupan por poner de relieve esta capacidad guerrera
precoz slo atribuida a prncipes y grandes hroes como el conde de Castilla,
Fernn
Gonzlez. Tambin se atribuye a estos nios, en el umbral de la
manceba, capacidades de gobierno, claro juicio poltico, etc. Son las opinio-
nes de sus partidarios y linajes favorecidos.
En crnicas latinas del siglo XIII en adelante se ajustan ms a la divisin
social/funcional de las edades del hombre. Hablan de nios, de mozos, de
mancebos y de viejos. Pero en su ubicacin espacial, en las ceremonias, se
dividen en tres edades jerrquicas. Se sentaban junto al rey los ancianos, los
de las barbas largas y los cabellos canos, estaban ms alejados los nios ms
pequeos, y los de media edad ocupaban el medio (glosa del Poema de Ale-
xandre, v. 181 y ss.).
(11) Idern., Partida III, Tit. XI, ley III.
(12) Idern., Partida VII, Tit. XVIII, ley II.
(13) Susana Belmartino, Estructura de la familia y "edades sociales" en la aristocracia de
Len y Castilla segn fuentes literarias e historiogrficas, en Cuadernos de Historia de Espaa,
XLVII-XLVIII, pp. 256-328.
94
La palabra adolescens se utiliza en las fuentes latinas para indica) la ex-
trema juventud de un caballero, en los romances suele emplearse como la
etapa inmediatamente anterior a la juventud, como sinnimo de mozo, o
como edad de haber mujer, edad en la que se puede contraer matrimonio.
LA JUVENTUD
Como lo ha demostrado G. Duby, apoyndose en las fuentes narrativas
del siglo XII del N.O. de Francia, la juventud es la edad que transcurre desde
que se arma caballero el adoubement hasta la paternidad. Pero dado que
muchos jvenes varones no lograban contraer matrimonio por ser segundo-
nes de familias nobles, porque as convena a la poltica familiar, cuyo pri-
mer objetivo era mantener el patrimonio concentrado en manos del hijo
mayor, la juventud
poda prolongarse muchos aos. Estos jvenes solteros
empleaban su tiempo en la guerra, en la bsqueda de aventuras, a veces fan-
tsticas, en vagar de corte en corte seorial. En stas se desarrolla la cor-
tesa y el amor corts, amor por la seora castellana, por tanto amor
extramatrimonial, exaltado por la lrica (14).
En Espaa, como ha demostrado Susana Belmartino (15), la iuventus
o manceba existi como una poca de la vida que se identific sobre todo
con la edad de las armas, la de ejercer la guerra, esa permanente guerra.
que caracteriza a la historia medieval peninsular.
Se denomina iuventus o manceba al conjunto de caballeros que forma-
ban la hueste. Se exalta esa edad-funcin llamndola edad viril, edad per-
fecta. A diferencia de la juventus francesa, la juventus caballeresca hispana
tena la permanente posibilidad de salirse del marco de la hueste seorial y
labrarse su propia fortuna, por el hecho de armas. Poda tambin saltar jerar-
quas en el seno de la hueste, sin separarse de ella necesariamente. Esto ocu-
rri, por ejemplo, a quienes acompaaron al Cid en sus empresas. Poda
tambin lograr el favor del rey, de un rey que necesitaba continuamente mul-
titud de caballeros a su servicio.
Por tanto, en estos reinos no qued mucho tiempo, al menos hasta fines
del siglo XIII, para la vida cortesana, ni para los amores corteses. Los ideales,
los arquetipos humanos, la idea de nobleza, estaban puestos, unidos profun-
damente a la imagen del conquistador, a la del batallador contra el infiel y a
la de la ganancia que esa lucha poda traer consigo.
Los segundones no se resignaban fcilmente al papel secundario, margi-
(14) G. Duby, Au X11,rne siede: Les "jeunes" dans la societe aristocratique, en Anuales
ESC, n. 5, 1964.
(15) Ver nota 13, especialmente p. 302.
95
nal, tto asuman un papel de desclasados (papel que atribuye E. Kohler a sus
similau. s franceses) (16).
Pudieron eludir ese papel mientras hubo cominuas guerras, mientras a
l'aVi'S del servicio de armas pudieron acceder a la infanzona, estamento
nobiliario que daba acceso a los afortunados mejores guerreros. El espalda-
razo, ritual en el que el seor golpeaba con su espalda el hombro o la
espalda del novel caballero, legitimaba el trnsito de un mozo escudero a
mancebo caballero. Ya dijimos que a veces era el padre el que provea al
joven de armas y caballos, otras era su propio seor. Resulta difcil determi-
nar la edad en que esto poda ocurrir, por lo general se armaba caballero
entre los diecisiete y dieciocho arios, pero los prncipes solan ser armados a
edad ms temprana, cerca de los catorce aos, sobre todo en caso de minori-
dades.
La ceremonia de armarse caballero fue sacralizndose entre los siglos XII
y XIII. En el siglo XI el rito era simplemente militar, se daba el espaldarazo y
se cea la espada al nuevo caballero. En el siglo XII las armas estaban colo-
cadas sobre el altar y de all las coga el caballero o el seor que lo armaba.
En el siglo XIII y en los posteriores se practicaba la vela de armas, su ben-
dicin, juramento ante Dios, espaldarazo, etc. En el siglo XIII comienza, al
mismo tiempo, a limitarse el derecho a ser armado caballero. Slo podrn
serlo aquellos que vengan de linaje de hidalgos, de padre, abuelo y bis-
abuelo, hasta el cuarto grado (Partidas II, XXII, 2).
Cul ser el caballero ideal, su imagen, su representacin? Las crnicas,
los poemas, la poca permiten trazar su perfil: Blanco de rostro, aventajado
de cuerpo y miembros, bello, fuerte, seguro, de nimo valiente; ejercitado en
las armas, desenvuelto en la pelea y no menos apto para la caza, no teme
apurar la copa de la muerte. Muy soberbio, est engrandecido por sus rique-
zas, nunca ser vencido en la guerra y nadie resiste en la silla el golpe de su
lanza.... Adems, es elocuente, de claro ingenio, hbil, atrevido y de corazn
lozano. Tal conjunto de virtudes hace que las dueas no hablen de otro caba-
llero tanto como de el (17).
Su contraimagen es la del caballero envidioso, malediciente, falto de cor-
dura. Hubo caballeros falaces y solapados, y lo que es peor, traidores y ale-
vosos.
Hasta finales del siglo XIII esa era la imagen ideal. Sociedad de hombres,
de guerreros en mesnadas, sociedad en la que las mujeres, con excepcin de
las reinas, cuentan poco. Se es fiel al seor, no a la dama. El amor es un
(16) E. kolder, Sens et lonction du terme "jeunesse" dans la poesir des trobadours. en
Melanges of f eas a Ren Crozet, t. I. pp. 569 y ss.
(17) S. BelmaLli110, op. cit., p. 309.
Para este trabajo me he basado en el trabajo anteriormente citado de mi antigua alumna
S. Belmartino y en mis nabajos sobre la familia castellana en la Edad Media.
96
sentimiento que se tiene para con el seor, el rey, el amigo. La literatura
parca y austera, trasunta sin embargo un fuerte contenido homofilia' y hasta
una homosexualidad no explicitada, quiz no practicada en estricto sensu,
pero patente en todas las relaciones masculinas.
El amor para con la mujer ocupa un lugar secundario, es el afecto y el
respeto por la esposa, como lo muestra el Poema del Cid. Tambin es el
encendido amor sensual y sexual que por sus concubinas sienten los reyes
(amor a veces impregnado de los contenidos de la sensualidad musulmana).
Es incluso un amor incestuoso entre hermanos, fuerte y duro amor que lleva
a la sangre. Pero la relacin con la mujer es algo poco presente, siempre dis-
tante. Lo que el caballero busca en la vida, su ideal, es, como dijimos al
principio, la fama, la honra en el hecho de armas y la riqueza material, la
que se gana a los musulmanes. La eterna ilusin de El Dorado que se conti-
nuar en los conquistadores de Amrica.
En el siglo XIV frente a las virtudes guerreras empiezan a aparecer las
cortesanas, se habla de los vestidos, de la riqueza de las telas, de los colores.
Y tambin de las virtudes del caballero en las lides frente a las dueas y don-
cellas, sobre su buen decir y su agudeza. Sin embargo, al menos hasta el si-
glo XV no se pierden las virtudes atribuidas a los bravos guerreros de la
Reconquista.
97
APROXIMACION A LA INFANCIA Y LA JUVENTUD
DE LOS MARGINADOS. LOS EXPOSITOS BARCELONESES
DEL SIGLO XV
TERESA-MARIA VINYOLES I VIDAL ()
1. LA INFANCIA EN EL PASADO, ESA DESCONOCIDA
Los nios son los grandes ausentes de la historia.Salvo la niez de ciertos
personajes importantes, sabemos muy poco de la infancia de los hombres y
de las mujeres que nos han precedido en el tiempo.La vida de los nios, los
cuidados y atenciones que reciban o no reciban, la batalla por sobrevivir a
la gran mortalidad infantil, las fases del aprendizaje, la manera de superar la
adolescencia, su integracin en el mundo de los adultos, no quedan en abso-
luto reflejados en la historia.
La Edad Media no es una excepcin, la mayora de documentos medieva-
les no hablan para nada de los nios, ni tan siquiera de un nio concreto.
Tras la lectura de las fuentes histricas usadas tradicionalmente, da la impre-
sin de una sociedad sin apenas nios, parece que los adultos medievales no
hubiesen sido nios jams.
Si bien es cierto que durante los ltimos siglos de la Edad Media no hay
una total indiferencia hacia temas infantiles (1), aparecen trabajos de mora-
listas y telogos que hacen referencia especialmente a la educacin de los
nios, valga como ejemplo la Doctrina pueril de Ramn Llull (2).De todos
(*) Escola Universitaria J.Rubio i Balaguer (Barcelona).
(1) Sobre la infancia medieval entre otros trabajos se encuentra los siguientes: Albini, G.: 1
bambini nella societa Lombarda del quattrocento: una realta ignorata o protetta?, Nuova rivista
storica, Roma, 1984, ano LXVII1, fasc.V-VI, pgs.611-638; Aries, Ph.: L'enJant et la vie Jami-
hale dans l'ancien regime, Pars, 1973; L'enfant.en Recueils de la socit Jean Bodin, XXXVI,
Bruxelles, 1976; Enfants et societes, en Anisales de demographie historique, 1973; Herliny, D.:
Medieval children, en Essays on Medieval civilisation, London, 1978; Nagel, S.; Vecchio, S.:
II bambino, la parola, il silenzio nella cultura medievales., Quaderni storici, 57, a.XIX, nm.
3, 1984.
(2) Ramn Llull, Doctrina pueril, en Obras de Ramn Llull, editadas por M.Obrador,
vol.I, Mallorca, 1906.
Revista de Educacin.nm.28109861.pgs.99-129.
99
modos, la informacin que nos ofrecen estos autores es de tipo terico; con-
iinuamos sabiendo muy poco sobre cmo vivan en realidad los nios.
Hay que leer entre lneas, manejar pequeos datos que aparecen aqu y
all, observar atentamente los retablos, rebuscar entre la documentacin
notarial, las cartas privadas, los procesos, los sermones,... para poder saber
algunas cosas inconexas sobre la infancia. Estas fuentes son posibles sola-
mente por lo que respecta a la Baja Edad Media urbana, de los nios de la
Alta Edad Media y de las zonas rurales, sabemos mucho menos.
2. UN PAR DE CUESTIONES PREVIAS
Lo primero que podramos afirmar en esta introduccin es que la vida de
los hombres medievales era normalmente corta, y que tambin era muy corta
su infancia; la inmensa mayora moran durante los primeros aos de vida,
calculamos la mortandad anterior a los dieciocho aos en un 80 por 100
entre las capas populares, sin tener noticias de los que moran durante las
primeras horas de vida, momento en que segn parece se produca ms de un
3 por 100 de mortandad (3).
Las malas cosechas y las epidemias, desde la gran peste de 1348, reapare-
cieron a menudo, durante todo el siglo XV. Algunas de las citadas plagas se
ensaaron con la poblacin infantil y juvenil, por lo que durante aquel siglo
sobrevivir a las epidemias y al hambre era un verdadero milagro.
Por otra parte, el nio que sobreviva se incorporaba rpidamente al
mundo del trabajo, es decir al mundo de los adultos, especialmente los nios
de condicin humilde y las nias de todas las capas sociales, las pobres dedi-
cadas al trabajo domstico desde la ms tierna infancia, y las chicas de esta-
mentos ms acomodados eran llevadas al matrimonio muchas veces antes de
los quince aos.
Queremos insistir en el trato distinto que reciban nios y nias, pode-
mos afirmar categricamente que la inmensa mayora de nias no tenan
infancia ni juventud. Algunos nios aprendan a leer y escribir, iban a la
escuela si eran hijos de mercaderes o de ciudadanos ricos, incluso entre los
desheredados se les ofrece a algunos muchachos la posibilidad de una forma-
cin intelectual; pero la mayora de hijos de artesanos y campesinos que
venan a la ciudad aprendan un oficio. En cambio las nias se preparaban
para el matrimonio o eran contratadas como sirvientas, a veces entre los cinco
y los siete aos; solamente una pequea minora aprendan a leer en un
monasterio o en la propia casa, sin asistir a ninguna escuela; la escuela de
las nias era el hogar, el propio si los padres podan mantenerla y dotarla, o
(3) Albuni, G.: L'infanzia a Milano nel quattrocento, note sulle registrazioni delle naceite e
sugli esposti all Ospedale Maggiore, Nuova rivista storica, LXVII, fas. 1 -II, 1983, pgs. 144-159.
100
el hogar ajeno, donde serva a los dueos durante gran parte de su infancia y
de su juventud, a cambio del alimento y de una ayuda para la dote.
Tenemos algn testimonio que nos demuestra un cierto pesar por parte
de la mujer que recuerda que no ha tenido infancia, especialmente nos con-
firman con acritud que desde nias se han visto atadas al marido. Por ejem-
plo, una mujer de la burguesa procedente de Perpignan y casada en Barce-
lona, afirma en un documento que siendo an una nia haba sido
entregada al marido (4). Otra mujer, esta vez de las capas populares, cuya
hija de diez aos haba sido violada por un caballero, afirma que no era ella
mucho mayor cuando fue pasada, pero que la pas su marido (5).
La infancia de no pocas muchachas medievales se ve truncada por un
temprano matrimonio que para los moralistas de la poca deba llevarse a
cabo cuando la chica fuese joven, para no darle tiempo a enamorarse y evitar
fornicaciones. Un buen ejemplo lo tenemos en las obras de Eiximenis, quien,
si bien por un lado, siguiendo la tradicin latina, afirma que la edad de
casarse para la mujer es entre los dieciocho y los veinte aos; en otra obra
aconseja a los padres que, debido a los malos tiempos que corran por aquel
entonces (finales del siglo XIV), si tenan una hija la casasen a los catorce
aos (6).
De hecho, la mayora de matrimonios los documentamos cuando la mujer
tiene entre doce y dieciocho aos, con algunas excepciones de muchachas
algo mayores. Insistimos que entre las clases acomodadas, si se encuentra un
partido conveniente, no se tiene reparo en casar una hija de doce aos o
esperar casarla a los veinticinco, si no se ha encontrado el partido ideal. La
mayora de artesanos casan a las hijas entre los catorce y los dieciocho aos;
entre el pueblo ms humilde es normal la edad de dieciocho o veinte aos
para casar a las muchachas.
El hombre tiene una juventud ms larga. En primer lugar, durante algu-
nos arios se dedica al aprendizaje, largos aos si se trata de un profesional o
de un mercader, menos si se prepara para un oficio. Es normal que un arte-
sano termine el aprendizaje y se case entre los veinte y los veinticinco aos y
que un mercader rebase esta edad y llegue soltero a los treinta.
Otra cosa a tener en cuenta en este sentido es que sobre el nio y el
muchacho no hay un control tan estricto por parte de la sociedad como sobre
la nia. Vemos cmo los jvenes aprendices cambian a veces de amo, incluso
de oficio, por iniciativa propia; constatamos tambin que muchos jvenes
(4) Arxiu Historie de Protocols de Barcelona (AHPB), Pere Granyana man. 1417-1419, fol.
184 v.
(5) Riera, J.: El cavaller i l'alcavota. Un proces medieval. Club Editor, Barcelona, 1973, pg.
146.
(6) Eiximenis, F.: Lo libre de les dones, I, Curial, Barcelona, 1981, pg. 16; Lo Crestia, III,
cap. 576, respectivamente. La ltima cita viene transcrita por J. Webster, en Francesc Eiximenis,
la societat catalana al segle X IV , Edicions 62, Barcelona, 1967, pg. 83.
101
Nio
aprendiendo a andar.
Detalle del retablo
de la Virgen de la
Catedral de Barcelona.
conviven con concubinas o esclavas antes de casarse sin que este hecho
escandalice a nadie.
En cambio se establece un control ms estricto sobre las nias y las don-
cellas; Eiximenis recordaba a los padres que tenan hijas, que pesaba sobre
ellos una gran responsabilidad con respecto a la educacin y a la virtud de
las mismas. Tambin afirmaba el franciscano que en la sociedad de su
tiempo era mejor acogido el nacimiento de un nio que el de una nia: tos-
temps que fembra nasca, que tota la casa sia trista e plor... dona que infan-
tar fernbra doblar lo servey e la pena d'aquella que infantar infant mascle
(7). Podemos concluir, pues, este punto, afirmando que hay una infancia y
una juventud distinta para ambos sexos, y tambin distinta segn los esta-
mentos sociales.
Otro hecho a tener en cuenta en esta introduccin es que se dejaban los
nios al cuidado exclusivo de la mujer. Nuestros retablos gticos nos presen-
tan bellas estampas de nacimientos de santos con la madre rodeada de muje-
res cuidndola a ella y al pequeo (8). Vemos tambin mujeres de las clases
ms diversas llevando nios en brazos o de la mano, no aparecen jams
hombres con nios en brazos o en actitud cariosa ante un nio, el propio
San Cristbal lleva en brazos un Cristo adulto, no un Nio Jess.
(7) Eiximenis, F.: Lo libre de les dones, cap. 11 y 13, respectivamente.
(8) Usandizaga, M. Cuidados a la madre y al recin nacido segn el arte cataln. Acta obste-
tricia y ginecolgica hispano-lusitana, suplemento 4, Barcelona, 1970.
102
A veces parece que la presencia infantil enoja a los hombres medievales.
Volviendo a palabras de Eiximenis, este pensador recomendaba que a la hora
de comer no estuviesen los nios en el comedor, porque acostumbran a no
estar limpios y porque lloran a menudo, e donen desplaer a aquels qui u oen
(9). Del mismo modo recomendaba al padre de familia que no compartiese el
plato con los hijos para infundirles ms respeto.
La primera infancia del nio, el trato con la madre, nodriza u otras muje-
res que cuidaban de l, como las cosas normales de la vida, quedan escasa-
mente reflejadas en los documentos; ms an porque los protagonistas de
estos hechos, mujeres y nios, eran normalmente iletrados y hemos recibido
de ellos escasas fuentes directas. Tampoco los escritores del momento nos
ofrecen obras en las que se hable sobre la vida de los nios; de todos modos
de cuando en cuando aparece algn detalle, como en un sermn de Vicent
Ferrer en el que podemos ver una estampa tan universal como la de una
madre acunando a su hijito: A v egades alguna dona que tindr hun inf ant
petit, e aquell v ol dormir, no diu la mare: 'Vine, mon f ill en la mia f alda,
e dorm, e ell se adorm all? (10).
Los moralistas ven a la mujer inclinada desde pequea al cuidado de los
nios, sin analizar lo que puede haber de cultural y de mimtico, achacan el
jugar a muecos a disposicin divina. Eiximenis nos describe como algo
natural e innato en la mujer el cuidado de los hijos, y por esta razn las
nias se hacen, de trapos o de madera, hijos, y hacen ver que les dan de
mamar y les cuidan (11).
Las nias medievales jugaban a muecas, es decir, a cuidar nios, que es
lo que vean hacer a todas las mujeres de su entorno, y la nica tarea impor-
tante que la sociedad les tena reservada en futuro. Queremos insistir aqu en
la idea de que los nios jugaban: las nias a muecas, los nios con armas
en miniatura, jugaban a ser mayores y tambin a ser nios, es decir a aislarse
en un mundo infantil a parte del de los adultos. Tenemos un testimonio en
este sentido; se trata de una nia de diez arios que, encontrndose de visita le
preguntaron sobre la conversacin que all se mantena. La respuesta fue que
ella no estaba atenta, ya que mientras los mayores hablaban ella jugaba por
la sala (12).
Volviendo al cuidado de los nios, ya hemos dicho que era la nica tarea
considerada importante que se reservaba a la mujer; de todos modos esto no
implicaba que se respetasen siempre los lazos afectivos que unan madre e
hijo, ya que algunas veces las madres eran separadas de ellos an muy
(9) Eiximenis, F.: Lo Crestia, III, cap. CCCLXXIX, editado por Edicions 62, La Caixa, Bar-
celona, 1983.
(10) Vicent Ferrer, Sermons, I, Editorial Barcino, 1971, pg. 68.
(11) Eiximenis, F.: Lo libre de les dones, cap. 6.
(12) Riera, J.: Ob. cit., pg. 76.
103
Madre con un
nio en brazos.
Detalle del retablo de
Sarri, conservado en
el Museo de Arte de
Catalunya.
pequeos. Algunos hombres al testar nombraban tutores de sus hijos no a las
esposas sino a otros familiares o a personas ajenas a la familia. Algunas
mujeres de condicin humilde dejaban a sus nios pequeos al cuidado de
otra mujer, para hacer ellas a su vez de nodrizas en una casa que les ofreciese
un salario interesante con el que poder sacar adelante su familia. En el
campo, las mujeres de los siervos de la gleba podan ser obligadas por el
seor a amamantar a sus hijos, debiendo dejar por ello la campesina de ali-
mentar a los suyos propios.
Las libertas o ex-concubinas, que haban tenido hijos con el dueo o
amante, vean a menudo reclamados los hijos habidos de esta unin. Una
liberta de un mercader florentino, con el que haba tenido una nia, viva en
Barcelona, donde se haba casado con un sastre; muerto el joven mercader,
que haba sido su dueo, sin hijos legtimos, el abuelo de la criatura desde
Italia reclama varias veces que le sea enviada la nieta para hacerse cargo de
ella. La madre y su esposo demoran la entrega de la nia en diversas
ocasiones y con excusas diversas (13). Otro testimonio lo tenemos en el con-
trato de aprendizaje de una nia, por un perodo de cuatro aos; el padre
hace constar en el contrato que si los dueos dejan que la madre, su ex-
amante, la visite, inmediatamente el contrato quedar sin efecto (14).
(13) AHPB, Toms Bellmunt, libro de 1399-1400, fol. 41v.-42v.
(14) AHPB, Arnau Piquer, man. 1393-1394, fol. 7r. Publicado por Vinyoles, T.M.: Les barce-
lonines a les darreries de l'Edat Mitjana, Vives Casajuana, Barcelona. 1976, pg. 173-174.
104
Encontramos nias de cinco o seis aos trabajando como sirvientas lejos
de sus padres; nios de ocho o diez aos aprendiendo un oficio en casa de un
maestro, donde viven y a quien sirven, fuera del hogar paterno. Estas criatu-
ras han roto los lazos con la madre a edad muy temprana y en general no
saldrn de casa del dueo hasta que no se incorporen a la vida plenamente
adulta, es decir hasta que no trabajen por s mismos los chicos, y hasta que
no se casen las chicas. Con esto vemos que el mundo afectivo del nio queda
daado desde pequeo, por lo menos entre los menos dotados econmica y
socialmente; el efecto negativo que poda tener sobre la criatura el romper los
lazos de su entorno infantil no se tenan en cuenta en absoluto.
3. LA DOCUMENTACION HOSPITALARIA, FUENTE PARA
ESTUDIAR LA HISTORIA DE LA INFANCIA
Todo lo dicho hasta ahora nos ha introducido en una visin general sobre
la infancia y la juventud de los ltimos aos de la Edad Media, a base de
datos bastante dispersos, nunca podemos cuantificar, todo se deduce de los
pocos datos de que disponemos sobre la niez de la mayora de los hombres
y de las mujeres del siglo XV. En cambio de los nios acogidos en las insti-
tuciones benficas disponemos de ms datos, debido a que estas instituciones
generaron una documentacin especfica, en parte conservada en los archi-
vos, que nos permite en algunos casos valorar los hechos de manera ms
global, ya que disponemos de ejemplos diversos y de series documentales ms
o menos seguidas.
Las fuentes histricas que vamos a utilizar prioritariamente en este tra-
bajo son los documentos procedentes del archivo del antiguo Hospital de la
Santa Creu de Barcelona (15). Este hospital fue construido en poca del rey
Martn el Humano, unificando los dems hospitales que haba en la ciudad,
y empez su existencia con el siglo XV, el ario 1401. El impresionante edifi-
cio fue construido cerca del ya existente Hospital d'en Colom, en el Raval de
la ciudad, dentro del recinto que ocupaba el ensanche de la muralla man-
dada construir por Pedro el Ceremonioso, entre las Ramblas y las Rondas.
Era una zona bastante despoblada, donde haba huertos y campos vallados
por tapias, algunas casas bajas y monasterios, y pocas calles estaban urbani-
zadas. Se destin un espacio amplio al recinto del nuevo hospital, y tambin
se le dieron amplias funciones: deba hacerse cargo de los enfermos, los locos,
los peregrinos y los nios abandonados (16).
(15)
Actualmente los documentos procedentes del antiguo hospital se encuentran en gran
parte en el Arxiu General de l'Hospital de
Sant Pau de Barcelona
(AGHSPB), si bien en parte
estan en la Biblioteca de Catalunya,
algunos en archivos privados y el resto se ha perdido.
(16) Danon, J.: 'lisi historica de l'Hospital de la Santa Creu
de Barcelona, Vives Casajuana,
Barcelona, 1978.
105
Una de las funciones sociales que deba cumplir el hospital de Barcelona,
como muchos hospitales europeos medievales, era la de hacerse cargo de los
expsitos, nios no queridos, que desde muy pequeos eran dejados a las
puertas del hospital, que deba tener una estancia especial, un personal y una
estructura suficienre para hacerse cargo de los mismos. Por lo menos durante
la segunda mitad del siglo XV los nios estaban instalados en la parte de
occidente del claustro, hacia las Egipcacas (17).
Esta funcin generaba una serie de documentos, que si bien en parte no
se han conservado, los que quedan en el archivo pueden ayudarnos a recons-
truir la vida de estos nios, los ms marginados de la sociedad, y a travs de
esta visin acercarnos a la vida de todos los nios de las capas populares de
su tiempo.
Los documentos concretos que hemos utilizado para nuestra historia son:
en primer lugar, los libros de Exposits i dides, especialmente los dos prime-
ros volmenes conservados, que van entre 1426-1429 y entre 1435-1439. Se ha
perdido el resto de la serie del siglo XV, no quedando ms que el libro
correspondiente a los ltimos aos del siglo. En estos libros encontramos
diversos datos sobre los nios, a modo de expedientes personales de la poca
de lactancia, incluidas minuciosas descripciones del momento en que el nio
es recogido. En los dos primeros libros disponemos de datos sobre un total de
259 nios: las circunstancias en que fueron abandonados, la descripcin de la
ropa, la copia del papel redactado por los padres, si lo haba, incluso a veces
se incluyen pequeos objetos que llevaba la criatura para ser identificada.
Hay tambin la filiacin de las nodrizas al salario, y a menudo la defuncin
del nio aparece apuntada al margen, muy a menudo, ya que pocos sobrevi-
ven.
Otra serie interesante que hemos consultado es la de manuales notariales
correspondientes a los notarios del hospital, en concreto los libros de los
notarios Joan Torr y Francesc Bofill (18). All podemos encontrar bsica-
mente contratos de trabajo o aprendizaje de estos nios y de manera muy
espordica algn instrumento dotal.
Finalmente disponemos de un curioso registro llamado: Memorial dels
infants que son exits del spital de Santa Creu de Barchinona e mesos ab sen-
yors... que procede del antiguo hospital y no sabemos porqu hoy est en un
archivo privado, donde muy amablemente se nos ha permito fotocopiarlo y
trabajar con l. Se trata de un libro nico, en el que figura el seguimiento
que hace un funcionario de la institucin de los nios que han sido puestos
a trabajar, informando sobre el estado de los ms antiguos; resumiendo el
(17) Dietari del Antich Consell Barceloni. Colecci de documents histrichs inedits, Ajunta-
ment de Barcelona, 1892. La cita corresponde al dietario con fecha 25 de octubre de 1511.
(18) Corresponden a contratos entre 1401 y 1460.
106
contrato laboral de los ltimos aos; con un total de 227 referencias a nios
y nias del hospital que estn en casa de un dueo. Aporta noticias desde
1401 hasta 1447.
4. POR QUE SE ABANDONAN LOS NIOS?
Es difcil saber con exactitud el por qu cada una de las criaturas que
encontramos acogidas en el hospital ha sido abandonada por sus progenito-
res y dejada de un modo tan srdido y precario en la institucin benfica.
Cada caso podra esconder un drama personal distinto, del que era protago-
nista especialmente la madre de la criatura, y a menudo tambin el padre. De
todos modos hay una circunstancia, entre todas, que est normalmente pre-
sente en este total abandono del pequeo, la miseria, a veces tambin la ilegi-
timidad.
La mayora de los nios visten muy pobremente, con ropa vieja y a veces
rota o remendada, pero son escasos los que vienen desnudos o simplemente
envueltos en harapos, la mayora, y queremos insistir en ello, vienen cuida-
dosamente vestidos, con ropa muy sencilla, pero con todos los elementos
necesarios en la indumentaria infantil de la poca (19), a veces hasta nos
atreveramos a decir que haban sido vestidos cariosamente. Otro hecho a
tener en cuenta es que tambin la inmensa mayora haban sido bautizados
antes de ser abandonados, aunque en alguna ocasin se hace constar que han
sido bautizados en casa, con prisas, no en la iglesia. Ante estas dos constata-
ciones podramos decir que quienes abandonan a los nios, en su inmensa
mayora, han cumplido antes con dos necesidades del pequeo: la primera
material, protegerle del fro y fajarle; la segunda espiritual, evitar que muera
sin bautismo. Es decir no se abandona normalmente de forma irresponsable
al hijo, sino que se hace por alguna circunstancia lo suficiente grave, en
casos desesperados.
Vamos a analizar primero las posibles causas econmicas del abandono de
los pequeos. De hecho, gran parte de la poblacin viva sumida en la
pobreza, tanto en la ciudad, donde el hambre y el inicio de la crisis econ-
mica se haban hecho sentir ya desde finales del siglo XIV, como en el
campo, sumamente deprimido. Muchas familias de las capas populares
vivan en una economa de subsistencia, y cualquier causa extraordinaria les
poda dejar en la miseria: la muerte o incapacidad para el trabajo del cabeza
de familia o la larga ausencia del mismo; la muerte o incapacidad de la
madre para amamantar al pequeo, son causas normalmente esgrimidas en
el abandono de los hijos legtimos.
(19) Sobre la indumentaria infantil de esta poca se present una tesis de licenciatura en la
Universidad de Barcelona realizada por Margarida Gonzlez Betlinski.
107
No sabemos cuntos de los nios documentados eran abandonados por
circunstancias de extrema pobreza, pero s tenemos ejemplos concretos
extrados de las notas que llevaban los nios al ser recogidos (20), que son lo
suficientemente grficas para detectar la miseria que envuelve estos abando-
nos. Veamos algunos casos. Una nia llamada Eufrasina consta que es hija
de matrimoni e son tan miserables que no s en dir.. , tienen varios hijos,
desconocemos el por qu el marido no trabaja y la madre abandona la
pequea para hacer de nodriza y poder as sacar la familia adelante. En el
papel de un nio llamado Gens se hace constar que los padres son pobres
como Job, tienen muchos hijos, la madre est a punto de dar a luz, por lo
que no tiene leche para amamantar al pequeo, que tiene un ario y medio.
En otra ocasin, el hecho de tener gemelos obliga a un matrimonio humilde
a abandonar a uno de los nios, ya que eran muy pobres y la madre no
poda alimentar a los dos (21). La pobreza, pues, se agrava en todos estos
casos por la circunstancia de ser familia numerosa y por el problema con-
creto de que un nio no poda sobrevivir sin leche de mujer, si era imposible
disponer de la de la propia madre, era necesario pagar una nodriza, esto se
hacia totalmente imposible para una familia sin recursos econmicos.
Otra causa frecuente de problemas econmicos era la ausencia del padre
de familia, hecho normal entre marineros, galeotes, barqueros y algunos arte-
sanos que trabajaban a veces largas temporadas fuera de la ciudad. En oca-
siones embarcaban para ultramar, los riesgos de un naufragio o de caer pri-
sioneros eran relativamente altos. La familia quedaba en Barcelona, a veces
con escasos recursos, en espera del regreso del hombre que aportara unas
ganancias; a menudo quedaba la esposa sola, con hijos pequeos o en cinta,
a veces muy joven. La mujer no tena posibilidades laborales si no haca de
sirvienta en casa de un seor, por tanto la muerte del marido o su ausencia
prolongada le dejaba en una completa falta de recursos materiales, y a veces
tambin morales, para sacar adelante a los hijos pequeos.
Entre los casos de mujeres solas que no saben cmo sustentarse, tenemos
el de una viuda que vende todo lo que tiene en casa para poder sobrevivir, y
deja al nio de madrugada a las puertas del hospital. A los dos meses la
madre volvi a recogerlo y pag parte de los gastos que haba ocasionado el
hijo habra encontrado trabajo, volvi a casarse? No lo sabemos. De todos
modos un labrador que viva cerca del hospital le hizo de fiador (22).
(20) Publicamos estas notas en un trabajo realizado por Vinyoles, T.M.; Gonzlez, M. titu-
lado Els infants abandonats a les portes de l'hospital de Barcelona, en La pobreza y la asisten-
cia a los pobres en la Catalua medieval, C.S.I.C., Barcelona, 1981, vol. 2, pgs. 191-285 .
Tambin se habla de notas dejadas con los nios abandonados en el trabajo de Agustn Rubio
titulado La asistencia hospitalaria infantil en Valencia del siglo XIV, Dynamis, Universidad
de Granada, vol. 2, 1982, pgs. 16 0-191.
(21) AGHSPB, Llibre d'infants i dides, 2, nia encontrada el 9 de julio de 1435 , muerta a los
veinte das; nio encontrado el 6 de noviembre de 1428, documentado en el hospital a la edad de
2 aos; nia abandonada el 17 de mayo de 1437 , muerta a la edad de 4 aos.
(22) AGHSPB, Llibre d'infants i dides, 2, nio abandonado el 4 de febrero de 1437 .
108
Tenemos un elevado nmero de ejemplos, trece en total, que nos hablan
de un viaje o de una ausencia temporal del padre. Entre ellos hemos escogido
como ejemplo el de una madre realmente angustiada, el marido est fuera,
ella cae enferma con fiebre y no tiene con qu alimentarse ella ni la hija de
nueve meses, afirma que per co que la dita infanta no muyra per mal
recapte, ella vol passar aquesta vergonya, destaquemos que siente vergenza
de lo que se ve obligada a hacer (23). Su mensaje sera realmente sincero, ya
que a los ocho meses volvi a recoger a su pequea. En los dems casos de
ausencia temporal del padre siempre se afirma que se volver a buscar al
nio cuando regrese, o en cuanto las circunstancias de la propia madre cam-
bien; de todos modos, en ms de la mitad de los casos nadie vuelve a recoger
al nio, que quedar durante toda su infancia y su juventud bajo la tutela
del hospital.
Tambin entre los casos de pobreza podemos incluir el de dos hijos de
vagabundos, uno es un nio maltratado, el nico nio que documentamos
maltratado fsicamente, recogido por dos mujeres que vieron cmo su padre
le haba colgado de un naranjo, cerca del monasterio de San Pedro, y le
haba azotado, el nio tena ya cinco aos y confirm el hecho. La otra es
hija de una vagabunda aragonesa que merodeaba por los alrededores de la
poblacin de Sant Boi de Llobregat, con una hijita de nueve meses, llamada
Aldona; la madre fue hallada muerta, y la nia, recogida medio desnuda,
fue llevada por una mujer de Sant Joan Desp al hospital de Barcelona,
donde fue acogida y sobrevivi a las epidemias; la encontramos trabajando
como sirvienta en casa de un herrero barcelons (24).
Asimismo documentamos dos nios hurfanos de padre y madre, y siete
nios cuya madre est hospitalizada, dos de ellos nacen all y los dems son
lactantes que entran con su madre enferma, alguno de ellos queda all al
morir la madre, otros salen de la institucin con ella.
Otra causa frecuente del abandono de un nio es la ilegitimidad. En esca-
sas ocasiones las notas que acompaan a los nios dicen que stos son hijos
ilegtimos, ya que este hecho les haca ms marginados an en la sociedad
(25). Pensemos, por ejemplo, que los hijos ilegtimos no podan entrar en
religin, ni ser ordenados sacerdotes sin licencias especiales. De ah que a
menudo hemos de deducir la ilegitimidad a travs de ciertos detalles, por
ejemplo la prisa en abandonar a un nio, el hecho de que ni siquiera fuese
bautizado; los vestidos ms ricos de lo normal podran sealar hijos ilegti-
(23) Idem, abandonado el 17 de agosto de 1437, restituido a la madre el 18 de mayo de 1438.
(24) AGHSPB, Llibre d'infants i dides, 1, nio abandonado el 9 de abril de 1428, muerto en
el hospital a los dos meses; Llibre d'infants i dides, 2, nia abandonada el 26 de agosto de 1437,
contratada como sirvienta en 1441.
(25) Los bastardos estaban mal considerados en la sociedad medieval, Eiximenis, por ejem-
plo, dedica un capitulo de su obra Regiment de la cosa pblica, a demostrar que los bords son
comunimeni mals (cap. 25).
109
mos de personas de condicin ms elevada.., notas en que consta que el nio
se mantenga secreto; quiz tambin los nios abandonados antes de nacer, es
decir, los que al ser redactada la nota no se sabe an si la criatura ser nio
o nia; tambin seran hijos naturales los que llevaban el nombre o sobre-
nombre de Ventura... documentamos concretamente los hijos de dos sacerdo-
tes y el de una religiosa.
Comentaremos brevemente este ltimo caso por el gran inters que tiene
la nota redactada por la monja que ha sido madre, y que por su condicin
decide abandonar a la nia, de pocos das, llamada Eleonor; fue dejada con
vestidos ms ricos de los encontrados normalmente y con un mensaje que
reproducimos a continuacin: Mossen prior. Pregam-vos que doneu recapte a
aquesta infanta, car madona sa mare vos en suplica tan corn pot, sino perque
son d'orda e son monga, jo diguera mon nom a vos; la infanta s cristiana e
ha nom Alionor. Avisam-vos que la tingau a prop de draps calents car la
infanta s molt febla.
La nia fue abandonada en febrero de 1428, de ah la
recomendacin de que le pongan trapos calientes, recomendacin que encon-
tramos llena de ternura (26).
Otro caso digno de ser comentado es el de un nio llevado al hospital por
las vecinas para evitar que su padre le matase, ya que ste no le reconoca
como hijo suyo, sino que estaba convencido del adulterio de su mujer (27).
Asimismo encontramos hijos de esclavas, algunos de ellos mulatos, acogidos
en el hospital junto a los dems expsitos, sin que podamos detectar nin-
guna discriminacin con respecto a los dems nios por su condicin de
esclavitud, que no se menciona jams en los documentos que hacen referen-
cia al nio. Todos los nios del hospital son pobres, abandonados, y en
principio son hijos de padres desconocidos, pero son libres.
Resumiendo, hemos destacado solamente algunos hechos circunstanciales,
sin que podamos en absoluto establecer una estadstica de causas y circuns-
tancias que rodean el abandono de estos nios. Quiz la constante ms fre-
cuente es la manera callada, annima y escondida en que eran dejadas estas
criaturas. Este modo furtivo de dejar un expsito queda demostrado en ms
de un 90% de casos. Un testimonio interesante nos lo ofrece un hombre que
pasaba por la calle del Hospital un atardecer de febrero de 1427, y pudo ver
cmo una mujer dejaba a una criatura en un cesto en la puerta principal del
recinto hospitalario y echaba a correr; el hombre la increp diciendo que
aguardara para ver si la recogan; la mujer se limit a decir que la nia era
cristiana y ech a correr de nuevo; el buen hombre llam al hospital para
que se hiciesen cargo de la nia, a quien dieron el nombre de Cristiana. La
nia iba pobremente vestida y llevaba un tarrito de miel (28).
(26) AGHSB, Llibre d'infants i dides, I, nia abandonada el 22 de febrero de 1428, la docu-
mentamos en el hospital en octubre de 143 0 .
(27) Idem. Llibre..., 2, nio abandonado el 5 de junio de 143 7, muerto en 1442.
(28) Idem. Llibre..., 1, nia abandonada el 15 de febrero de 1427, la documentamos en el
hospital en noviembre de 1429 .
110
La sociedad de la poca permita la esclavitud, la miseria extrema de las
masas populares, el concubinato; pero vea con malos ojos los hijos ilegti-
mos y el abandono de los nios. Ya hemos visto cmo en algunas de las
notas los padres se avergenzan de haber tenido que dejar a los nios en el
hospital. Tengamos en cuenta que unos siglos antes los hijos no queridos
eran asesinados, en Roma por ejemplo eran echados al Tber (29), el infanti-
cidio femenino era una prctica habitual de control de natalidad en algunos
pueblos altomedievales. A finales de la Edad Media estas costumbres haban
cambiado y no solamente estaba prohibido el infanticidio, sino tambin el
abandono de los nios, considerado por los moralistas como completamente
intolerable. Eiximenis deca: s homicida aquell qui infant petit posa en loch
publich, as con aquells qui. ls posen en qualque porta con
sn nats,. . . (30).
Solamente un 10 por 100 de estos nios eran reclamados luego por sus
padres, a pesar de que en bastantes ocasiones podemos ver la intencin de
volver a recogerlos, ya que les ponen seales claras de identificacin:
medallas, monedas, collares, etc., alguna vez incluso notas partidas por a.b.c.
Normalmente los nios eran recogidos pocos meses despus de su abandono,
cuando las circunstancias puntuales que lo haban ocasionado desaparecan:
enfermedad, ausencia del padre, etc. En un caso concreto una madre fue a
buscar a su hijo ilegtimo unos das despus de haber ingresado en el hospi-
tal, ya que haba sido puesto all sin saberlo ella por los amigos del padre de
la criatura (31). Unos pocos iban a buscar a su hijo cuando ya era mayorcito;
en este sentido hemos documentado a dos clrigos que recogieron a sus hijos
respectivos cuando eran ya adolescentes, habran evitado as la presencia
infantil en su casa, motivo seguro de escndalo.
5. FUNCIONES DEL HOSPITAL INFANTIL
La funcin que cumpla el Hospital de la Santa Creu, como la mayora
de los hospicios de la poca, era solamente una funcin tutelar de los nios;
de hecho, los expsitos pasaban muy poco tiempo de su infancia en el
recinto hospitalario, jams residan en el hospital durante su juventud, a no
ser que fuesen llevados all enfermos. El hogar de la nodriza y el del dueo
eran de hecho los lugares donde transcurra la vida de estos chicos y chicas.
Los nios, cuando haban sido recogidos y se les haba abierto un expe-
diente, pasaban del archivo del hospital a la mujer encargada de los peque-
os, dama honesta y de buenas costumbres, segn rezan las ordenanzas de la
(29) Rivel, M.: Le royonnement a Rome et en Italie du Saint-Esprit de Montpellier, en
Assistance et chant. Cahiers de Fanjeaux, 13; Mollat, M.: Les pauvres au Moyen Age, Hachette,
Pars, 1978.
(30) Eiximenis, F.: Llibre de les dones, vol. 2, pg. 306.
(31) AGHSPB: Llibre d'infants i dides, 2, nio abandonado el 14 de julio de 1436.
propia institucin (32). Esta dama tena como primera misin buscar una
nodriza para el nio, ya que en su inmensa mayora eran an lactantes. No
sabemos cmo funcionaba el sistema de contratacin de nodrizas, pero siem-
pre se encontraba una mujer dispuesta a amamantar a un nio abandonado,
por dinero, a veces no en la ciudad pero en todo caso se poda recurrir a una
campesina. Suponemos, por la eficacia del servicio de nodrizas, que la encar-
gada del hospital tendra una lista de las mujeres que se habran ofrecido
para este menester.
Poco despus de ser encontrados los nios pasaban a vivir con la nodriza,
en su casa, normalmente en un pueblo, a veces en un hogar ciudadano de
condicin humilde, donde la mujer, a cambio del salario que le ofreca el
hospital, amamantaba a la criatura durante dos aos y medio o tres, y luego
pasaba, con un salario inferior, a suministrarles una alimentacin mixta.
Durante este tiempo, el hospital se pona en contacto peridicamente, no
con la nodriza sino casi siempre con el marido de sta, quien acuda a cobrar
el salario que se deba pagar a su esposa; a veces reciba alguna prenda de
vestir para el pequeo e instrucciones de cundo deba ser desmamada la
criatura o devuelta al hospital. Normalmente las nodrizas o sus maridos
deban acudir al Hospital por lo menos una vez al ario, el da de Jueves
Santo, en que eran recibidos por el prior, da en el que normalmente se
aprovechaba para presentarle a los nios de ms de dos o tres aos, para que
ste decidiese si deban continuar en casa de una nodriza o deban quedarse
en el hospital.
Las etapas de la infancia de estos nios vienen marcadas por el rgimen
alimentario. Aunque los moralistas, los mdicos y los pensadores medievales
hablan de la denticin y del aprendizaje de la palabra como pocas decisivas
en la periodizacin de la infancia (33), nosotros podramos decir que para los
responsables del hospital, y seguramente para la inmensa mayora de las
madres, el cambio se produca esencialmente con el paso de la alimentacin
nicamente lctea, a la alimentacin igual a la de los adultos, con sus etapas
intermedias. En estas etapas intermedias el nio se alimentaba a
media leche,
es decir en parte con leche y en parte con alimentos pastosos, ya que lenta-
mente se le incorporaba al rgimen alimentario de los adultos, a base de
purs y cosas trituradas o picadas.
Finalmente, la criatura sala de la casa de la nodriza cuando poda comer
como todo el mundo. A la vez habra aprendido a hacer sus necesidades en
la
banca f oradada,
habra aprendido a hablar, a vestirse..., todo ello transmitido
(32) Roca, J.: Ordinacions del Hospital General de la Santa Creu de Barcelona (any 1414),
Barcelona, 1920.
(33)
Sobre la periodizacin de la infancia puede verse, entre otros, el trabajo de Nagel, S.;
Vecchio, S.
II bambino, la parola, il silenzio nella cultura medievale, Quaderni storici, 57a,
XIX, 1984, pgs. 716-763.
112
por la nodriza en el seno de unas familias campesinas o artesanas, que segn
se deduce de la documentacin estudiada, trataban bien a los hijos del hospi-
tal que les eran encomendados, a pesar del alto ndice de mortalidad entre
los lactantes, que aumenta de manera alarmante en momentos de epidemia.
Algunos de los nios viven durante tres o cuatro arios en el mismo hogar,
cuidados por la misma mujer y su familia; la mayora de ellos pasan la
infancia en dos o tres casas distintas, ya que por circunstancias diversas se
ven obligados a cambiar de nodriza; o pasan en hogares distintos la fase de
lactancia y la etapa en que aprendan a comer.
Si los nios caen enfermos es habitualmente la propia nodriza quien pro-
cura su curacin. Encontramos por ejemplo que una nia llamada Caterina,
que se encontraba en un hogar campesino de Sant Sadurn d'Anoia, se vio
afectada por una enfermedad grave en la poca, cuyos sntomas eran una
especie de tumores, llamados y erto les, de los que murieron varios de los
nios del hospital; esta nia fue llevada por la nodriza a la cercana ciudad de
Vilafranca del Peneds para que un barbero le curase los tumores; durante la
convalecencia compraron pollos para darle caldo, medicina milagrosa medie-
val para curar todo tipo de dolencias (34). La nia cur y el hospital pag
los gastos que la enfermedad de la pequea haba ocasionado a la familia de
la nodriza. En otras ocasiones es el propio hospital quien pone a nios
enfermos en casa de cirujanos o curanderas, prometiendo que les servirn en
la casa a cambio de cuidados mdicos; evidentemente se trata en estos casos
de criaturas ya mayorcitas, de ms de tres aos.
Cuando los pequeos mueren encontrndose bajo los cuidados de la
nodriza, son enterrados en el cementerio de la parroquia, donde les sobre-
viene la muerte, y se manda la noticia del hecho al hospital, acompaada a
menudo por un certificado del prroco de la parroquia. Cuando los lactantes
se encuentran en Barcelona, si padecen una enfermedad grave, son normal-
mente devueltos al hospital, donde en la mayora de los casos mueren y son
enterrados en el cementerio de la propia institucin.
De los 259 nios, normalmente de pocos das o pocos meses, que docu-
mentamos abandonados en el hospital, mueren antes de los tres aos 137
nios, un 53 por 100 del total.
Los lazos que podan unir al nio con su nodriza y la familia de sta son
difciles de establecer, ya que a menudo el nio no pasaba todo el tiempo en
la misma casa, y adems la mayora eran alimentados por familias humildes
de poblaciones algo alejadas de la ciudad, que posiblemente no volveran a
ver al pequeo. De todos modos encontramos dos ejemplos interesantes que
nos permiten analizar los vnculos que a menudo uniran a las familias de
las nodrizas con el nio que haban cuidado. Se trata de un matrimonio de
(34) AGHSPB, Llibre d'infants t duies, 1, fols. 31r.-32 v .
113
Sant Cugat
del Valles, cuya esposa haba amamantado a una nia del hospi-
tal, llamada Joana; volvi a tomar a la nia, a la edad de cinco aos, para
que trabajase en su casa a cambio de una ayuda para dotarla; la nia muri
all al cabo de un ao en una pestilencia que asol nuestras comarcas en
1430 (35). El otro ejemplo de que disponemos nos lleva a la ciudad de Man-
resa, donde en casa de un tejedor haba sido alimentado y cuidado un exp-
sito llamado Joan de la Boqueria durante cuarenta meses; al cabo de un ario
de haber sido reintegrado al hospital, el marido de la ex nodriza le contrat
como aprendiz de tejedor; si bien al mismo nio lo encontramos trabajando
en Barcelona a la edad de diez aos en casa de un panadero, concretamente
en 1437 (36).
La primera etapa de la vida del nio acababa, pues, cuando dejaba la casa
de la nodriza, donde, insistimos, habra recibido algo ms que una lactancia
natural, y era devuelto al hospital. All pasaba a integrarse en el nmero
relativamente pequeo de nios y nias, de entre tres y seis arios, que estaban
bajo el cuidado de la dama encargada de los nios. Esta mujer tena la
misin especifica de que fuesen alimentados, estuviesen limpios, aprendiesen
una cierta disciplina, a cuidar de s mismos, las primeras oraciones.., all se
preparaban para el trabajo, es decir, se les enseaba a obedecer y no a leer ni
a escribir.
6.
COMO SE PREPARABAN PARA LA VIDA LOS CHICOS
DEL HOSPITAL
Los nios no pasaban mucho tiempo en le hospital; tampoco en esta oca-
sin. Algunos, al cabo de unos meses o un ao, iban a vivir a casa del dueo
como aprendices o sirvientas; otros pasaban un par de aos en el recinto de
la institucin. Cuando salan de all cambiaba la manera de vivir de los chi-
cos, podemos decir que la mayora haba acabado la primera infancia, o sea
la poca en que no se tiene otra responsabilidad que comer y dormir, para
empezar lo que podramos llamar la juventud, poca en que se aprende a
trabajar y se prepara uno para la vida. El problema reside en que a menudo
ocurra esto cuando el chico no contaba ms que cuatro o cinco aos, excep-
cionalmente incluso antes.
Mientras en la primera etapa de la vida, es decir los aos que pasaban

con la nodriza y en el hospital, nios y nias reciban un mismo trato; a


partir de aquel momento tendran unas oportunidades muy distintas, ya que
la vida les pedira tambin funciones diferentes. Mientras los muchachos
deban aprender un oficio que les permitiese ganarse la vida honradamente
(35) AGHSPB, Joan Torr, Ilibre 6, Contrato de trabajo firmado el 25 de julio de 1429.
(36) AGHSPB, Llibre d'infants i dides, 1, fols. 65 r.-v.
114
cuando fuesen mayores; las nias del hospicio, al igual que las dems nias
de condicin humilde, no tenan otra salida profesional que el servicio
domstico, ni tenan otra misin que prepararse para el matrimonio y ganar
algn dinero para la dote. Por tanto, la misin del hospital consista en bus-
car un dueo para el chico que le garantizase un aprendizaje, y con respecto
a las chicas terminaba su misin cuando las casaba. De ah que se haga un
seguimiento ms minucioso y prolongado de las muchachas. En este sentido
tena el hospital la misma responsabilidad que cualquier padre de familia
con respecto a sus hijos.
La primera infancia sera distinta para los nios del hospicio y los dems
nios de la ciudad, que vivan en casa de sus padres, pero cuando se incorpo-
raban al mundo del trabajo, estos chicos que estamos estudiando, se diferen-
ciaran muy poco de los hijos del bajo pueblo barcelons. Estos ltimos tam-
bin dejaban muy pronto el hogar paterno para aprender un oficio o servir a
un seor. Comparando edad, salario y condiciones de trabajo, podemos afir-
mar que son parecidos los contratos de los expsitos y de los dems chicos de
la poca, que hemos podido documentar (37). A veces, no siempre, nuestros
nios van a vivir a casa del dueo algo ms jvenes, pero no podemos gene-
ralizar.
Vamos a analizar los contratos de trabajo y aprendizaje procedentes del
hospital. En principio, desde 1401, es el prior quien se encarga de contratar,
ante notario, a los nios y nias con un seor. Despus, hacia el ao
1415,
tenemos informaciones diversas que abundan en la idea de que la mujer
encargada de los nios, colocaba a unos cuantos, an muy pequeos, en
casas de familias acomodadas, a menudo amigos, parientes o conocidos
suyos, o vecinos del hospital, sin contrato, para que les cuidasen, a cambio
de que los nios prestasen ciertos servicios domsticos o en el taller; a veces,
a la larga, esto desembocaba en contratos de trabajo. Ms adelante, encon-
tramos de nuevo todos los contratos hechos ante notario, sin que quede nin-
guna noticia de que hubiese contratos orales previos. Podemos constatar, una
vez analizados 84 informes sobre nios que estaban con un dueo, que son
los 27
nios colocados por la mujer del hospital sin firmar protocolo alguno,
los que con un promedio ms elevado estn bien tratados y se integran mejor
en su lugar de trabajo (38).
Por lo que respecta a las posibilidades de formacin intelectual que se les
ofrecen a estos nios, podemos decir lo siguiente: un
18 por 100 de los nios
varones tiene posibilidades de aprender a leer y a escribir, adems de los que
adquiriran estos conocimientos por necesitarlos para su profesin. Los con-
(37)
Sobre contratos de aprendizaje y servicio en la Barcelona del siglo XV:
Bonnassie, P.: La
organizacin del trabajo en Barcelona a finales del siglo XV,
Universidad de Barcelona, 1975.
(38) Los.datos
de este capitulo estn extrados mayoritariamente del registro del hospital que
lleva el nombre de Memorial dels infants qui son exits del Spital de Sancta Creu de Barchinona
e mesos ab senyors..., que como hemos sealado est en un archivo particular.
115
tratos especficos para aprender a leer y a escribir se hacen con notarios,
caballeros, ciudadanos honrados, sacerdotes, maestros..., que se comprome-
tan a tener los nios en sus hogares, alimentarles, vestirles y ensearles las
letras, a cambio de los servicios del chico. Adems, tres de los nios estudia-
dos son colocados por el prior del hospital en un convento.
Eran estos nios los que tenan ms posibiiidades de progreso social; de
todos modos algunos de ellos tenan dificultades. Por ejemplo, un nio lla-
mado Antoni Trobat, despus de pasar varios aos en el convento de los
Franciscanos, no pudo tomar el hbito porque no se saba quines eran sus
padres; el chico sali del convento y viva errante por la ciudad. Otros dos
muchachos fueron puestos como novicios en el monasterio del Carmen; tras
algunos aos dejaron el hbito y ambos vivan como gentileshombres.
Uno de los mejores informes de que disponemos, es el de un nio lla-
mado Bernat, que fue contratado en 1411, a la edad de 10 aos, en casa del
maestro de la escuela, a quien deba servir a cambio de que le
ensease de
letra.
Sabemos que el chico gozaba de buena salud, aprenda bien y era buen
muchacho; segn opinaba el propio administrador del hospital, era normal
que el chico aprendiese bien y se comportase debidamente, ya que
tena el
maestro en casa
y le trataban como a un hijo. Creemos que conviene subra-
yar este comentario; se da como causa de la respuesta positiva del nio, el
buen trato que reciba y la oportunidad que se le haba brindado.
Con respecto a las nias, slo dos (1,4 por 100 del total de contratos)
tuvieron la oportunidad de aprender a leer y a escribir, ambas en el monaste-
rio de Santa Margarita, donde haban sido colocadas sin contrato, y donde
murieron poco despus. No hay ninguna otra nia, de los 137 contratos
femeninos estudiados, que tenga acceso a la cultura escrita. A pesar de que
algunos moralistas creen que es necesario que la mujer aprenda a leer y a
escribir, la realidad, especialmente para la poblacin femenina menos dotada,
era la de una ignorancia total (39).
Podemos ver esta discriminacin en dos contratos fechados el mismo da y
por la misma duea, una dama de la alta burguesa barcelonesa que tom a
su servicio a un nio y a una nia del hospital, ambos de ocho aos'. La
seora se compromete a ensear a leer y a escribir al nio, mientras que a la
nia le ofrece una pequea cantidad como ayuda total, despus de diez aos
de servicios. El contrato est previsto que finalice cuando el nio tenga
veinte aos y la chica dieciocho (40).
La inmensa mayora de los chicos, nos referimos de nuevo a los varones,
casi el 75 por 100 de los contratos firmados por el hospital, tienen como fin
el aprendizaje de un oficio. Estos chicos normalmente tienen el primer con-
(39) Sobre la educacin de la mujer: Vinyoles, T.M.: Les barcelonines a les darreries de l'Edat
Mitjana, Fundaci Vives Casajuana, Barcelona, 1976, pgs. 26-30.
(40)AGHSPB, Joan Torr, Ilibre 6, contratados el 21 de mayo de 1428.
116
trato entre los tres y los siete aos, si bien no acostumbra a ser el primero.
Termina su estancia en casa del dueo a los diecinueve o veinte aos, a veces
antes. No acostumbran a recibir salario en metlico, sino que trabajan en
casa del maestro a cambio de la manutencin y de las enseanzas que ste les
ofrece, alguna vez, al finalizar, se les da un traje nuevo o las herramientas del
oficio.
Las profesiones a las que tienen acceso son las siguientes: nueve aprendi-
ces de tejedores de lana, ocho de plateros, siete de
pelaires, seis de sastres,
cinco de vaineros,
tres de alfareros, boteros y herreros; dos de albailes,
espa-
deros,
boticarios y panaderos. En una ocasin encontramos contratos para
que un expsito aprenda los oficios siguientes: ballestero, barbero,
batedor,
brocadero,
cofrero, colchonero, coracero,
cortinero, chapinero, espartero,
jubonero,
pintor, ropavejero, tejedor de lino,
vanovero.
El panorama laboral quedaba mucho ms reducido para las chicas, a
stas solamente en ocho ocasiones las encontramos aprendiendo un oficio, es
decir tan slo el 4,4 por 100
de contratos de nias lo son aprendizas. Las pro-
fesiones a que tienen acceso estn siempre relacionadas con la industria del
vestir: una aprende a hilar, otra a tejer, dos a bordar en seda y cuatro a coser.
Las nias entraban siendo muy pequeas al servicio de la maestra, una profe-
sional normalmente casada o viuda de un artesano o de un funcionario, que
se comprometa a alimentar a la pequea, ensearle el oficio y a darle un
pequeo salario cuando finalizasen los doce o catorce aos que deba estar en
casa de la maestra.
Veamos las posibilidades reales de aprender el oficio, siguiendo los cita-
dos contratos. Tres de las nias mueren siendo an jovencitas. Una de ellas,
llamada Caterina Llorena,
fue devuelta al hospital porque no aprenda el
oficio de costurera, cuado
an no haba cumplido los seis aos; su prxima
ocupacin fue la de sirvienta de un tabernero. La aprendiza de hilandera
sabemos que a los once aos aprende bien el oficio en casa de su maestra.
Las dos nias a las que se les ofreci una mejor profesin fueron sin duda las
aprendizas de bordadoras de seda; una de ellas fue reclamada por su padre,
un sacerdote beneficiado de la catedral de Barcelona, cuando contaba ya
quince aos, de la segunda no tenemos ms datos tras su contrato, firmado
en 1425 (41).
Volviendo a los chicos que eran contratados como aprendices, la mayora
no terminaban los largos arios de aprendizaje con el mismo dueo; normal-
mente ni tan siquiera aprendan el oficio para el que haban sido contratados
por los responsables del hospital, siendo an muy nios. Vamos a analizar a
(41)
Es interesante constatar que el aprendizaje de un oficio se da en escasas ocasiones entre
las muchachas barcelonesas del siglo XV; contrariamente encontramos un nmero mayor de chi-
cas trabajando en los telares en el siglo XIV.
117
continuacin los datos concretos de que disponemos sobre la integracin de
los muchachos al mundo laboral.
Terminan aprendiendo el primer oficio al que tienen acceso: dos.

Antonio, contratado por siete aos como aprendiz de alfarero, acaba


siendo un buen profesional y un buen hombre; lo documentamos
casado y con hijos.
Bernat,
colocado con un platero, luego con otro; despus dej el tra-
bajo para vivir en casa de un hombre de quien deca ser hermano.
Huy de all y se instal en Zaragoza donde hace de platero y es un
buen profesional.
Trabajan en un quehacer distinto al del primer contrato: cinco.

Antonio, contratado a los diez aos como aprendiz de sastre; no quiso


quedarse en casa del dueo, fue a correr mundo. A la edad de
25 aos
vive en Barcelona trabajando como colchonero en casa de un artesano;
consta que es un buen mozo y un buen profesional.
Jaumet, contratado en 1402
como aprendiz de platero; al cabo de
veinte aos est en Zaragoza como escudero de un caballero.
Joan, contratado en 1410
tambin como aprendiz de platero; luego
trabaja con un panadero, finalmente con un ropavejero.

Salvador, aprendiz de albail con un maestro de casas; se hizo a la mar


y a la edad de 18
arios es marinero y navega en una galera.
Antonello, contratado en 1416
como aprendiz de platero; al cabo de
tres meses fue devuelto por el dueo porque los vecinos haban dicho
a su esposa que el muchacho se pareca a l, por lo cual la mujer no
quera tener al nio por que crea que era hijo bastardo del marido.
Despus, el mismo chico est trabajando por su cuenta en casa de un
especiero.
Huyen de casa del dueo y estn por la ciudad sin oficio ni beneficio:
siete.

Uno de ellos porque estaba maltratado en casa del pintor que era su
dueo; otro porque fue devuelto enfermo al hospital y huy; los
dems desconocemos por qu huyeron de casa del dueo, uno tras
ocho aos de estar all.
Se ignora su paradero por no poder localizarse ni al chico ni al dueo:
cuatro.
Tratados como hijos en casa del dueo: uno.
Sanos y buenos chicos, aprendiendo el oficio: tres.
Mueren en casa del dueo: ocho.
Total de nios contratados de los que se hace un seguimiento:
27.
118
Vistas ya las posibilidades de formacin intelectual y profesional que
tenan los nios y nias del hospital, pasamos a analizar el ltimo tipo de
contratos: los contratos de trabajo de sirvientes domsticos. En este sentido
slo tres nios tienen contratos de este tipo; nos referimos evidentemente a
varones, y an dos de ellos son nios enfermos que son contratados por un
cirujano para que les cure, a cambio de los servicios del pequeo, en caso de
salir con vida de la enfermedad (42). Todos los dems contratos de servicio
domstico son los de las chicas del hospital, en un nmero que representa el
94,2 por 100 de los contratos femeninos estudiados, de un total de 137.
Vemos que tambin en esta ocasin las chicas cambian a menudo de
lugar de trabajo, segn parece siguiendo una especie de sistema de premios y
castigos establecidos por el hospital, ya que podemos comprobar que a
menudo, si la nia es devuelta por el dueo porque no le sirve bien, es con-
tratada en una casa de condicin relativamente inferior. Por ejemplo, una
chica llamada Margarida, devuelta por el dueo, un notario, porque est des-
contento, es contratada en casa de un vinatero. Una muchacha llamada Isa-
bel, de la que hay muy buenos informes en la casa de un hortelano, es lle-
vada como sirvienta a la casa de un rico burgus.
De todos modos, la finalidad de las chicas no era trabajar, sino casarse; de
ah que dispongamos de algunos datos sobre el matrimonio de las nias del
hospital. Todos los contratos laborales se firman con la visin final del matri
monio de la chica, ya que el salario se le ha de pagar siempre en el momento
de casarse y en concepto de aportacin dotal, que va desde las 15 libras hasta
las 40, cantidades muy pequeas comparadas con los dotes ms pobres que
documentamos en Barcelona durante el siglo XV (43).
Por tanto, la posibilidad real de encontrar marido no siempre exista. Los
propios administradores del hospital, en los informes que realizan en las visi-
tas a las chicas que estn en casa de los seores, se hacen eco de la dificultad
de casar sin dote a una muchacha, ya que de cuando en cuando afirman que
una muchacha podr encontrar marido, ya que no le pondrn precio; esta
apreciacin se hace teniendo en cuenta su aspecto fsico. Por ejemplo, se dice
de una chica llamada
Gabriela que tiene un bell cos de nina o donzella, si
encuentra marido no mirar la dote. Suponemos que para las muchachas de
condicin humilde que no disponan de atractivo natural, encontrar marido
no sera nada fcil.
De hecho constatamos que entre la documentacin hospitalaria, que
como hemos visto es sumamente rica, en escasas ocasiones llegamos a encon-
trar noticias concretas de contratos matrimoniales, a pesar de que en princi-
pio la intencin de los administradores del hospital es casar a las muchachas
all acogidas, cuando lleguen a la edad de dieciocho arios.
(42) AGHSPB, Joan Torr, lib. 6 contratos del 12 y 18 de abril de 1426.
(43) Vinyoles, T.M.: Obra citada, nota39, pgs. 69-105.
119
Veamos los datos de que disponemos sobre la integracin de las nias del
hospital en la sociedad:
Se casan con la intervencin del hospital: siete.

Los novios son siempre hombres pobres: campesinos, marineros, arte-


sanos (un picapedrero, un leador, un curtidor...).

Dos de estas chicas, tras casarse, se separan del marido:


Margarida,
sirvienta de un notario en 1401, devuelta al hospital por el
dueo; contratada despus por un vinatero. Se casa con un funciona-
rio de la prisin y consta que, viviendo con el marido, huy con otro
hombre, y nunca ms la han visto.
Eleonor,
sirvienta en 1404 de la viuda de un jurista; muerta la duea,
trabaja en casa de un notario. Se cas con un
buen hombre
que cor-
taba piedra en la cantera de Montjuic, huy, y ms tarde vive en Cas-
tell d'Empuries, donde se ha casado de nuevo, y consta que vive
como una buena mujer.
Son ya casaderas y el administrador cree que se les puede buscar marido: dos.
Gabriela,
sirvienta de una monja de Jonqueres. Consta que es muy
hermosa, que la tiene muy bien vestida, no quiere que se sepa que es
del hospital y le ha buscado padres simulados.
Agnes
fue contratada oralmente por la dama del hospital, como sir-
vienta en casa de un caballero. Consta que a los dieciocho aos es
muy graciosa y que est muy
peligrosa;
debera buscrsele marido.
Devueltas a sus padres que van a recogerlas o las sacan de los dueos:
cinco.
Tratadas como hijas, tienen entre siete y doce aos: siete.
Sanas y buenas chicas, tienen entre siete y doce aos: ocho.
Se ignora su paradero por no poder localizarse ni a la chica ni al dueo:
cinco.
Devueltas al hospital con problemas: cinco.

Una enferma de tia que acaba curando.

Una chica de veinte aos que tras varios aos de servicio no quieren
tenerla ms en la casa ciudadana donde se encuentra.

Una nia cae de una tapia y queda jorobada, vive con su abuela y su
madre, que fueron a recogerla.

Huye y lleva mala vida.

Devuelta al hospital porque hace sus necesidades en la cama.


Mueren en casa del dueo o devueltas enfermas al hospital: 23.
Total de nias contratadas de las que se hace un seguimiento: 62.
120
Vemos que la integracin de estas muchachas es positiva durante los pri-
meros arios, por lo menos en lneas generales. En muchos hogares las tratan
bien, consta que las tienen bien alimentadas y bien vestidas, que es lo que se
exiga de los dueos en cualquier contrato de trabajo. A cambio de esta
manutencin y algn dinero en el momento de casarse, la muchacha deba
ser obediente y leal a los dueos y deba realizar cualquier mandato de los
mismos, de da y de noche, siempre que lo que se le mandase fuese lcito y
honesto. Algunas son devueltas al hospital porque no sirven bien, pero insis-
timos que la mayora estn bastantes arios en la misma casa, cambiando a
veces por muerte del dueo o porque el propio hospital les ofrece otro tra-
bajo.
Parece que los problemas de integracin vienen cuando son ya mayorci-
tas, por ejemplo en el momento de casarse. Insistimos en que nos da la
impresin que pocas llegaran a contraer matrimonio y no sabemos qu sera
de ellas una vez terminado su contrato laboral. Vemos tambin que de los
siete matrimonios que hemos podido documentar, dos de ellos son un fra-
caso, mientras de los dems no tenemos otra noticia que los propios instru-
mentos dotales.
Estando con el dueo huye una sola muchacha, hecho que contrasta con
los datos que tenemos de los chicos del hospital, la mayora de los cuales
huyen del dueo, no terminan el contrato, van errantes por la ciudad, se bus-
can la vida por su cuenta y muchas veces vemos que salen adelante. Eviden-
temente es ms fcil salir adelante siendo hombre que siendo mujer. Se les ve
con ms posibilidades de iniciativa, ms libertad de movimiento, el propio
hospital no hace un seguimiento tan rgido de los chicos; la sociedad admite
perfectamente el errar del muchacho; en cambio la nica chica que encon-
tramos que marcha de la casa donde trabaja consta que lleva mala vida, y es
que la nica posibilidad que tena una chica pobre era vivir honradamente
como sirvienta o llevar mala vida.
7.
CONSIDERACIONES FINALES
Volviendo a las reflexiones
que
nos hacamos al iniciar el presente estu-
dio, intentaremos sintetizar algunos datos concretos que nos acerquen a la
vida de los nios de las capas populares, en general, y a los ms marginados
en particular. Nos preguntbamos, en primer lugar, sobre las atenciones que
reciban o no reciban los nios; podemos constatar en este sentido que los
nios que hemos estudiado han sido abandonados, pero no maltratados,
incluso podemos ver cmo han sido cuidadosamente vestidos y en la mayora
de los casos se les ha bautizado y se ha redactado una nota para el hospital.
El promedio de nios abandonados es de unos
40 al ao en una poblacin de
unos 35.000 habitantes.
121
La preocupacin tanto de la institucin hospitalaria como de los padres
era la alimentacin y la salud de los pequeos; alguna nota de nios ya
medio destetados insiste en qu tipo de alimentacin deben suministrarle. La
niez viene periodizada
por los cambios alimentarios: lactancia, alimentacin
mixta entre leche y otros productos, y alimentos no lcteos triturados, para
pasar seguidamente a la alimentacin normal. Debemos insistir en que no
hay sustituto para la leche de mujer durante los dos o tres primeros aos de
vida; por tanto, todo nio, incluso los ms marginados, reciben el calor de
una mujer, madre o nodriza, que en principio debemos considerar como
hecho positivo.
Si los nios estn enfermos se les procura una curacin por medio de un
mdico, un barbero, una curandera; los nios enfermos reciben no solamente
atenciones mdicas sino que se les da una alimentacin especial a base de
caldo de pollo. A parte de estas atenciones se insiste en que los nios del
hospital se mantengan limpios. Cuando estn en casa del dueo se tiene en
cuenta especialmente que vaya bien arreglado vestido y calzado y que se le
alimente debidamente; stas eran las obligaciones de cualquier dueo o maes-
tro, no solamente para con los nios del hospital sino para cualquier apren-
diz o sirvienta.
La segunda pregunta que nos hacamos era sobre las posibilidades de
sobrevivir, de aprender, de integrarse en la sociedad, que tenan los mucha-
chos de los grupos menos dotados econmicamente. Insistimos en que sola-
mente veinte de cada cien llegaran a los dieciocho aos. Detectamos un
ndice elevado de mortandad infantil y juvenil en los aos
1410, 1430 y 1441;
la tia, la disentera, la fiebre, la peste, los tumores, el hambre, terminan con
gran parte de la poblacin, que en Barcelona pasa de
7.651 hogares en 1380 a
6.393 en el ao 1.553 (44),
teniendo en cuenta que hay un cierto ndice de
inmigracin.
El aprendizaje y la integracin en la sociedad para estos nios se hacen
difciles, debemos insistir, y los propios administradores del hospital insisten
en ello, que la respuesta positiva del nio depende a menudo del trato que
recibe y de las oportunidades que se le dan. Algunos, los menos, tendran
posibilidades de progresar socialmente por medio de una formacin adecuada
en la lectura y la escritura. Otros llegaran a ser buenos profesionales, algu-
nos llevaran una vida errante sin oficio ni beneficio. Las muchachas
podran aspirar solamente a casarse con un hombre pobre que las sacase del
servicio domstico en casa ajena, para realizar los mismos trabajos en su
propia casa.
Las dificultades que tendran para integrarse debidamente las vemos en
algunos detalles, como en el hecho de que a menudo en los hogares donde
estn trabajando no quieren que se sepa que son hijas del hospital; el
inten-
(44) Arxiu Historic de la Ciutad de Barcelona. Fogat ges.
122
tat
escapar de muchos de los muchachos aprendices para buscarse por ellos
mismos la vida; o el caso de la muchacha casada con un buen picapedrero,
pero que huye y se casa de nuevo fuera de la ciudad, nadie recrimina su con-
ducta, se insiste en que vive como una buena mujer, seguramente es todo lo
que la sociedad poda pedirle.
Algunos datos concretos
I. NIOS ABANDONADOS
Entre agosto de 1426 y febrero de 1429 113 media anual 45
Entre junio de 1435 y junio de 1439 146 media anual 36
Nios documentados en total 259 media anual 40
Repartidos por sexos: nios, 54,4%.
nias, 45,6%.
II. ESPERANZA DE VIDA
Nios muertos antes de los tres arios137 53% del total
Nios muertos despus de los tres aos
20 7,7 % del total
Nios restituidos a los padres (10%)26
Nios de los que no disponemos de
noticias
36
Si aplicamos un ndice medio de mortan-
dad a estos dos grupos de nios, de los
que elhospitalnonosofrecems
informacin, aumentara elindice de
mortandad en un:
18,6 %
Indice total de mortandad antes de los
18 aos
79,3 %
III. POSIBILIDADES DE APRENDIZAJE
Contratos de
nios (%)
Contratos de
nias (%)
Para aprender a leer
17,8
1,4
Para aprender un oficio74,4
4,4
Para hacer de sirvientes 2,2 94,2
Total de contratos documentados 90 137
123
ARDINES
DE NIOS. JARDINES DE DIOS: KINDERGARTENS
Y C.A.JARDERIAS* EN ALEMANIA EN EL SIGLO XIX
ANN TAYLOR ALLEN(")
El desarrollo de la educacin preescolar en Alemania en el siglo XIX
estuvo marcado por una competencia continua entre las opiniones liberales y
las conservadoras sobre la formacin del nio. Los conservadores apoyaban
las instituciones preescolares slo en cuanto sustituidores inferiores de la
crianza centrada en la familia. En 1851 el socilogo conservador W. H. Riehl
se quej de que los valores del hogar estaban amenazados por la moderna
tendencia de poner a los nios fuera del hogar cuanto antes... El extremo
moderno, por el que el colegio absorbe el hogar y lo hace superfluo, est
completamente pervertido. Por el contrario, la fundadora del kindergarten,
baronesa Bertha von Marenholtz-Biilow, desafi el dominio exclusivo de la
familia biolgica sobre la crianza del nio, e inst al envolvimiento del
ciudadano desde su ms temprana edad en una familia institucional
ms extensa que enseara no las virtudes conservadoras del acatamiento, sino
las cualidades liberales de la independencia y el espritu comunitario. En el
kindergarten, remarc, se crea un espacio educativo que representa un Es-
tado en miniatura para los nios, en el que el joven ciudadano puede apren-
der a moverse libremente, pero respetando a sus compaeros. Esto no puede
hacerse en la familia; es necesario un crculo social ms amplio. Por tanto,
el debate sobre el propsito y contenido de la temprana educacin del nio
rebas las cuestiones pedaggicas, incluyendo concepciones fundamentales
sobre la familia en s y el Estado. El objeto de este ensayo no consiste en
examinar el desarrollo sumamente complejo de las instituciones preescolares
durante este perodo, sino en mostrar cmo dos tipos de institucin el
Bewahranstalt, o guardera, y el kindergarten exhibieron posturas contras-
tantes conservadoras y liberales ante la modernizacin de la familia. El movi-
miento del kindergarten, como campaa que foment enfoques caractersti-
(*) En ingl!s day-care centers: lugares donde se cuida a los nios mientras sus madres estn
trabajando. La traducciim literal seria centro para el cuidado de los nios durante el da.
(")Universidad de Louisville, Estados ['indos de Nolieamlica.
Revista dc Educacin. niim. 281 (1986), pgs. 125-154.
125
(.iniente liberales hacia las estructuras familiares y polticas, ser examinado
como reflejo del desarrollo del pensamiento liberal del siglo XIX en ge-
neral ( 1 ) .
Como marco de anlisis del kindergarten y el Bewahranstalt se utilizar la
teora del socilogo contemporneo Ralf Dahrendorf, segn la cual el con-
flicto entre ideologas liberales y conservadoras depende, en el nivel ms pro-
fundo, de actitudes contrastantes hacia la importancia relativa de la esfera
pblica y la privada de la vida. Dahrendorf especula que los conservadores y
las culturas conservadoras, entre las que incluye a Alemania, dan prioridad a
la esfera privada de la familia y a los valores de la profundidad, la piedad
y la contemplacin que gira en torno a lo ntimo. Afirma que los liberales y
las sociedades con una fuerte tradicin liberal enfatizan las virtudes que
denomina pblicas pensamiento independiente, espritu pblico y
ciudadana y persiguen a travs del colegio la apertura del mundo privado
de la familia hacia compromisos ms amplios sociales y polticos (2) .
La formacin de los nios en edad preescolar siempre ha sido confiada
principalmente a la familia; la percepcin de la necesidad de reforzar la fami-
lia mediante el cuidado institucional de los nios durante el da fue, por
tanto, una respuesta a la crisis experimentada por la familia durante los
primeros aos de la revolucin industrial. La cada en desuso de los mtodos
preindustriales de fabricacin centrados en la casa haba socavado la estruc-
tura patriarcal de la familia y la incipiente urbanizacin haba roto sus lazos
con la comunidad. Esa parte de la clase trabajadora que se haba trasladado a
las ciudades experiment la penuria causada por srdidas condiciones de
vida, la separacin de la casa del lugar de trabajo y la falta de servicios socia-
les adecuados. Todava de mayor preocupacin para los filntropos fue el
decaimiento de la creencia religiosa y la deferencia social en palabras de
Rielsl autoridad y piedad entre los trabajadores. No slo estaban los
nios de los trabajadores sucios y harapientos, escribi un defensor de la
Sociedad de Berln para el Apoyo de las Guarderas (Verein fr die Beforde-
rung der Klein-Kinder-Bewahranstalten) , sino que estaban inclinados a ver a
las personas de clase alta como sus enemigos de nacimiento, de las que con-
siguen lo que pueden mediante la violencia y la artimaa. Para la clase
(I) Willielm Heinrich Riel', Die Familie (Stuttgart, 1 855, 1 882) , p. 349; Berthe von Maren-
holtz-Biilow, Flecollections of Friedrich Froebel, traduccin de Mary Mann (Boston, 1 895) , p. 1 31 .
A continuacin se citan historias narrativas sobre la educacin preescolar en Alemania: Monika
Galdikaite, Die innere und dussere Entwicklung der Kindergartens in Deutschland (Munich,
1 927) ; Wilma Grossman, V orschulerz iehung: historische Entwicklung und alternative Modelle
(Colonia, 1 974) ; Gunnar Heinsohn, V orschulerz iehung in der bgerlichen Gesellschaf t (Frank-
furt, 1 974) , y Brigitte Zwerger, Bewahranstalt, Kleinkinderschule, Kindergarten: Aspekte nicht-
f amilirer Kleinkindererz iehung in Deutschland (Weinheim y Basel, 1 981 ) . Una til antologa de
material de fuentes es Margot Krecker, Aus der Geschichte der Kleinkindererz iehung: Quellen-
tex te (Berln, 1 959) .
(2) Ralf Dahrendorf, Society and Democrary in Germany (edicin inglesa. Nueva York, 1 967) ,
pginas 285-31 4.
1 26
media, el declive de la funcin econmica de la familia tambin haba
minado los lazos con la comunidad, especialmente para las mujeres, cuyas
actividades estaban ahora confinadas principalmente a la esfera domstica.
En la atmsfera privada e ntima del hogar de la clase media, la crianza y el
desarrollo individual del nio alcanzaron un nuevo significado. Lo que
Lawrence Stone
ha denominado el individualismo afectivo de la familia
reforz el liberalismo individual que alent la mejora del cuidado y la educa-
cin del nio como medios para el desarrollo de una nueva generacin de
ciudadanos responsables e instruidos. Pero este nuevo nfasis en la importan-
cia de la formacin del nio seal la insuficiencia de los mtodos tradicio-
nales y la importancia de un nuevo conocimiento y aprendizaje. Por consi-
guiente, tanto los educadores liberales como los conservadores creyeron que
(segn las palabras del fundador del kindergarten,
Friedrich Froebel) la
educacin de los nios en la familia tal y como se lleva a cabo generalmente
ya no est en consecuencia con las demandas de nuestro tiempo. El prop-
sito de la educacin preescolar no era simplemente proporcionar cuidado
fsico a los nios pequeos, sino crear estructuras de autoridad alternativas
para llenar el vaco causado por la transicin de formas tradicionales de la
familia a formas modernas (3).
Aunque haban existido guarderas para nios de madres trabajadoras, a
menudo bajo los auspicios de viudas de profesores, durante muchos aos, las
primeras iniciativas principales por parte de organizaciones caritativas y reli-
giosas se llevaron a cabo en Alemania a finales de los aos veinte y princi-
pios de los treinta del siglo XIX, despus que en Inglaterra, donde los expe-
rimentos de David Owen con la temprana educacin del nio se haban
propagado desde 1809. La aparicin de la traduccin del libro del profesor
ingls Samuel Wilderspin, Infant Schools (Escuelas de Prvulos), que fue
recomendado a las organizaciones caritativas por una circular de 1829 del
gobierno de Prusia, proporcion un gran estmulo para el establecimiento de
instituciones preescolares en Alemania. Los primeros pasos para la funda-
cin y apoyo de guarderas, o Bewahranstalten como se las llamaba a me-
nudo, los dieron frecuentemente organizaciones de mujeres. Por ejemplo, la
Sociedad de Berln para el Apoyo de Guarderas en principio fue simple-
mente la Sociedad de Mujeres, fundada en 1829 por
Wilhelmine Gemberg, la
mujer de un hombre de negocios que aspiraba a visitar a los pobres en sus
humildes cuchitriles y llevarles la palabra de Dios y sustento fsico. Inspira-
(3) Friedrich Freiebel, Entwurf eines Planes zur Begrndung und Ausfhrung eines Kinder-
gartens, den deustchen Frauen und Jungfrauen als em Werk zu wrdiger Alitfeier der vierhunder-
jhrigen Jubelfestes der Erfindung der Buchdruckerkunst, zur Prfung und Wrdigung vorgelegt
(Leipzig, 1844), p. 2. Sobre la modernizacin de la familia alemana y el impacto de la industria-
lizacin, vanse Ingeborg Weber-Kellermann, Die Kindheit: Kleidung und Wohnen, Arbeit und
Spiel (Frankfurt, 1979); Barbara Beuys, Familienleben in Deutschland: neue Bilder aus der
deutschen Vergangenheit (Hamburgo, 1980), pp. 320-1; y Helmut Mller, Die kleinbrgerliche
Familie in 1 . 8. Jahrhundert: Verhalten und Gruppenkultur (Berln. 1969), pp. 270-321.
127
das por el libro de Vilderspin, ella y sus socias reunieron el dinero para la
primera de las guarderas de la Sociedad, que se abri en
1831. Habiendo pla-
neado admitir a 36
nios, a cuyas madres haban distribuido previamente
material para la ropa del colegio, se sorprendieron al encontrarse con
75
nios el primer da, nmero que en el tercero se haba elevado a
104. La
Sociedad, temporalmente desorganizada por una epidemia de clera, prosi-
gui su trabajo al ao siguiente, utilizando contribuciones de la esposa del
prncipe heredero, Isabel, que continu siendo su principal benefactora
(Imante el resto de su vida, y del rey Guillermo
III para fundar un segundo
centro. Habiendo reclutado algunos importantes patrocinadores, la Sociedad
cambi su nombre por el de Sociedad para el Apoyo de Guarderas en Ber-
ln. El rpido aumento tanto de nios registrados como del nmero de cen-
tros puso de relieve la magnitud de la demanda; hacia
1841 la Sociedad con-
trolaba trece centros, y hacia 1846, diecisis, con un registro total de 1.656
nios. De este modo, en cada centro haba por trmino medio ms de
100
nios. La expansin de la Sociedad de Berln fue equiparable a la de organi-
zaciones similares en otras ciudades importantes; por ejemplo, la Sociedad
para la Educacin Preescolar en Breslau
haba abierto su primer centro en
1828 con 16 nios, y hacia 1846
abri tres centros adicionales con un registro
total de 519 nios. La historiadora Brigitte Zwerger
estima que cerca del
73 por 100
de todas las guarderas abiertas durante la primera mitad del si-
glo XIX
fueron fundadas por sociedades similares que, aunque en su mayo-
ra no estaban afiliadas a congregaciones religiosas particulares, contaban
con muchos ministros (en el caso de organizaciones protestantes) entre sus
miembros contribuyentes, e hicieron de la enseanza de los principios y tra-
diciones religiosas su primer objetivo educativo. El nmero de miembros de
las organizaciones de Berln y Breslau inclua principalmente a hombres de
diversas profesiones de clase media y a algunos artesanos, as como a muchas
mujeres cuyas ocupaciones no se enumeraban. Los centros mantenidos con
sus contribuciones estaban por lo general abiertos desde por la maana tem-
prano hasta el anochecer, con un descanso al' medioda, cobraban muy poco
o nada por los derechos de matrcula y admitan a nios de todas las proce-
dencias religiosas (4).
(4) Descripciones generales sobre la temprana historia del
Bewahranstalt pueden encontrarse
en Hoffmann. Vorschulerziehung, pp. 20-30; Heinsohn, Vorschulerziehung, pp. 42-50; y Zwer-
ber, Bewahranstah, pp. 51-60. Otros materiales de fuentes sobre los Bewahranstalten se citan en
Krecker, Kleinkindererziehung, pp. 120-141. Sobre la apertura del Bewahranstalt de Berln, vase
Zur Feier des 60-Jahrigen Bestehens des Vereins zur Befrderung der Klein-kinder-Bewahran-
stalten zu Berlin (17 de noviembre de 1983). Este y otros materiales sobre las guarderas de Berln
se encuentran en los Zentrales Staatarchiv de Merseburg (a partir de ahora ZStA), Ministerium
fr Volkswohlfahrt, Rep. 191, n. 17, Erziehungsanstalten und Vereine, Berln. Sobre los centros
de Breslau, vase ZStA, Ministerium fr Volkswohlfahrt, Rep. 191, n. 70, Erziehungsanstalten
und Vereine, Breslau.
Existen registros pblicos para otras ciudades prusianas; sin embargo,
stos son los dos nicos que proporcionan una extensa informacin. Al no formar las institu-
ciones preescolares parte del sistema educativo pblico, el gobierno no guard registros o esta-
dsticas oficiales sistemticas.
128
La creencia de los filntropos conservadores en la primaca cit la esfera
privada se expres claramente en la poltica de admisin de las guarderas.
Al restringir explcitamente su servicio a nios cuyos propios padres no
podan cuidarles o no les cuidaran, las sociedades para el cuidado diurno de
los nios evitaban cualquier crtica a la familia como institucin. Ante la
acusacin de que la educacin de la infancia rompa los lazos entre padres e
hijos, un defensor de los Bewahranstalten de Berln argument que las
guarderas se hacen cargo nicamente de las obligaciones que los padres no
pueden desempear... la madre que deja a sus hijos al cuidado del Bewalt-
ranstall y los recoge a ltimas horas de la tarde para poder ganarse la vida
no es negligente. Pero la desintegracin de la familia no slo se atribua a
dichas premisas causadas por circunstancias exteriores, sino tambin al
abandono de las obligaciones paternales y maternales por los padres de
clase trabajadora. Si una madre o un padre es tan irresponsable como para
dejar un nio al cuidado de extraos sin la suficiente necesidad, manifes-
taba un folleto de la Sociedad de Berln, entonces el Bewahranstall propor-
ciona un beneficio incluso mayor al nio. Las sociedades para el cuidado
diurno de los nios intentaban restituir el respeto por los modelos tradicio-
nales de la familia rotos por las nuevas condiciones sociales (5).
La insistencia en las opiniones cristianas tradicionales sobre la naturaleza
del nio era fundamental para la restauracin de la tradicin. Rechazando
las creencias populares en la inocencia infantil, las guarderas orientadas
religiosamente se mantenan fieles a la doctrina del pecado original. En un
sermn que celebraba el veintin aniversario de la Sociedad de Berln, el pas-
tor oficiante se manifest en contra de la creencia en la inocencia de los
nios, de la que la gente sin instruccin siempre est hablando. Sabemos que
es cierto para todos ellos concebidos en pecado y por lo tanto nacidos en
pecado... Cmo emerge el pecado incluso en los nios ms pequeos es un
tema sobre el que estoy seguro de que los empleados en las guarderas ten-
dran mucho que decir. El remedio para tales tendencias congnitas turbu-
lentas e incluso criminales era la inculcacin de un sentimiento de culpa
mediante la enseanza religiosa; as, un profesor castigaba a un nio culpa-
ble de robo a recitar los Diez Mandamientos, y ste se echaba a llorar en el
cuarto. Tales sanciones psicolgicas, as como pequeos castigos [tales]
como la exclusin del patio de recreo, sentarse en un banco, etc. se utiliza-
ban mucho ms frecuentemente que el castigo corporal (al menos si se cree la
propia literatura de las sociedades de cuidado diurno del nio). Ofensas
mayores que requieren un castigo ms severo, manifestaban las reglas de la
Sociedad de Berln, deben ser comunicadas a la junta directiva. Segn los
defensores de las sociedades para el cuidado diurno del nio, incluso los
nios ms indisciplinados respondan a estos mtodos; el fracaso se explicaba
(5) Otto Schulz, ber Warteschulen oder Kinder-Bewahranstalten (Berln, 1873), ZStA, Rep.
191, n. 17.
129
por la influencia continua del hogar. Un nio que persisti en su mal com-
portamiento, declaraba un informe anual, haba asistido al centro irregu-
larmente y en su casa deambulaba sin ninguna supervisin, con el resultado
de que se volvi ms y ms indisciplinado (6).
El marco institucional en el que la reforma moral de la generacin ms
joven se iba a llevar a cabo reproduca lo ms fielmente posible la estructura
patriarcal del hogar preindustrial. A pesar del papel fundamental de las
mujeres en la fundacin y manejo diario de estas instituciones, los papeles
dirigentes en las juntas directivas, una vez establecidas, fueron ocupados por
hombres que se reunan mensual o trimestralmente para tomar decisiones
financieras o administrativas de otro tipo. Las mujeres miembros de las jun-
tas directivas eran responsables de inspeccionar diariamente el local de modo
rotatorio y a menudo se hacan cargo de otras tareas relativas a la crianza de
los nios como la provisin de una comida al medioda a nios necesitados
o la distribucin de ropa de segunda mano a sus familias. Los padres de los
nios, cuya insuficiencia e ignorancia era deplorable, no estaban incluidos
en las juntas directivas (7).
La misma estructura patriarcal se mostraba de forma patente en el cuerpo
del profesorado. El papel principal en la supervisin de un grupo compuesto
por trmino medio de 80 a 100 nios se encomendaba a un profesor que
estaba normalmente auxiliado por el trabajo sin remunerar de su mujer o
por una asistente que perciba un salario menor. La divisin de la responsa-
bilidad entre estas dos figuras de autoridad adultas el papel disciplinario y
de enseanza asignado al hombre y las tareas ms humildes como la limpieza
del * aula, la preparacin de la comida y el remiendo de la ropa de los nios
encomendados a la mujer era paralela a la organizacin de la familia pre-
industrial, en la que el padre asuma la responsabilidad primordial de las
tareas morales y educativas de la formacin el nio. Las obligaciones del
profesor (denominado por la Sociedad de Berln padre adoptivo cristiano)
eran concebidas de modo ms paternal que pedaggico; no se requera pre-
paracin acadmica, se desalentaba o a veces se prohiba expresamente la
enseanza de materia acadmica ms all del alfabeto y el nfasis principal se
pona en el orden, la limpieza y la moralidad y, sobre todo, en el despertar
del sentimiento religioso... Esto slo es posible cuando ellos (los profesores)
(6) E. Steffan, Des Herren Gaben fr die Grossen durch die Kleinen: Prodigt zur Jahresfeier
zur Forderung der Kleinkinder-Bewahr-Anstalten, 13 de noviembre, 1854; Zehnter Jahresbericht
des Veteins fr die Beforderung der Klein-Kinder-Bewahranstalten, Berln, 1844, ambos en ZStA,
Rep. 191. n.17; Statut des Privat-Vereins fur Kleinkinderschulen zu Breslau, 1828, en ZStA,
Rep. 191, n.70. Sobre mtodos de disciplina a comienzos del siglo XIX vase Bogna W. Lo-
unce. Patentsand Children in Eighteenth-Century Europe, History of Childhood Quarterly,
2 (1974), pp. 13-15; y sobre la segunda mitad del siglo vase Aurel Ende, Battering and Neglect:
(Mitren in Germany, 1860-1878, Journal of Psichohistory, 7(1979). pp. 250-79.
(7) Status des Vereins fr die Befrderung der Klein-Kinder-Bewahranstalten, 1848, ZStA,
Rep. 191, n.17; Statut des Privat-Vereins fiir die Klein-Kinderschulen zu Breslau, Rep. 191,
11.
0
70. Para otros ejemplos vase Krecker, Kleinkindererziehung, pp. 20-41.
130
hablan a menudo y seriamente de Dios. La rutina prescrita para los nios,
aunque normalmente especificaba ratos de juego al aire libre, por la maana
y por la tarde, se centraba principalmente en la lectura de historias de la Bi-
blia, ejercicios simples sobre el alfabeto y los nmeros y el canto de himnos
(aunque un manual escrito para la Sociedad de Berln prevena especfica-
mente contra la memorizacin sin sentido). El grado de regimentacin
impuesto es sugerido en una observacin hecha en uno de los informes anua-
les de la Sociedad de Berln, segn la cual aquellos que dudaran que un pro-
fesor pudiera supervisar con xito a 100 nios deberan visitar los Bewahran-
stalten (8).
Las implicaciones polticas de estas tcnicas pedaggicas, especficamente
elaboradas en los informes anuales, indicaban claramente la relacin entre el
conservadurismo en las esferas familiar y pblica. La mayora de las socieda-
des tenan un protector perteneciente a la realeza o a la aristocracia, cuya
asistencia a las festividades navideas, normalmente para entregar premios a
los nios que mejor se haban comportado, constitua el principal aconteci-
miento del ao. La literatura de los Bewahranstalten insista constantemente
en que las enseanzas morales no se dirigan nicamente a los nios, sino
tambin a los adultos. A los nios se les exhortaba a que ocuparan su lugar
en la lucha contra la impiedad y la mundanalidad actuando como misione-
ros ante sus padres, y los informes anuales estaban repletos de edificadores
relatos de nios que reprendieron a sus padres por beber o por cantar can-
ciones profanas, o que les consolaron en la desdicha citando pasajes bblicos
apropiados. As, no slo se instaba a los nios, sino tambin a los padres a
que trataran los problemas sociales, econmicos y personales engastndolos
con una conducta piadosa, volcada hacia lo interior, resignada y apoltica.
La ltima prueba de tales virtudes cristianas era la piedad e incluso el rego-
cijo ante la muerte, lo que a menudo se ensalzaba como la prueba ms
patente del buen efecto de las enseanzas del Bewahranstalt. Al elogiar el
valor de la muerte piadosa, las sociedades para el cuidado de la infancia pre-
tendan mitigar el nfasis moderno en la individualidad de los nios peque-
os, que en el siglo XIX haban inspirado una afliccin incluso ms intensa
ante su muerte. Descansar dulcemente en los brazos del Seor, pap,
deca un alumno modelo citado en un Informe Anual, "Qu cmodo ser!"
El hombre natural siente tristeza ante la muerte de los nios, pero la muerte
de los nios piadosos es la leccin ms importante para el verdadero cris-
tiano (9).
(8) Sobre la divisin de responsabilidades entre los profesores y las profesoras vanse los
Estatutos de las organizaciones de Berln y Breslau. Las obligaciones del profesorado se descri-
bieron en Elfter Jahresbericht des Vereins fr die Befrderung der Klein-Kinder-Bewahr Anstal-
ten, Berln, 1845, ZStA, Rep. 191, n. 17. Los horarios diarios estn descritos en Schulz, Warte-
schulen, pp. '13-15; para otros ejemplos vanse Krecker. Kleinkindererziehung, pp. 124-26.
(9) Zwangister Jahresbericht des Vereins fr die Befrderung der Klein-Kinder-Bewahran-
stalten, 1846, ZStA, Rep. 191, n. 17; Dreissigster Jahresbericht des Vereins fr die Befrderung
131
Friedrich Frbel (1782-1852).
(Friedrich Unger.)
Mientras que el Bewahranstalt estaba concebido para compensar los ale-
gados defectos de la familia de clase trabajadora, el kindergarten se basaba en
la critica de sus fundadores al hogar de clase media. El kindergarten, fundado
originalmente por Friedrich Friiebel en la ciudad turingia de Blankenburg,
en 1839, se inspir en un principio en las teoras educativas de Rousseau y
su discpulo suizo, Pestalozzi; Friiebel haba trabajado con este ltimo en su
colegio de Yverdon. Freiebel, un veterano de las Guerras de Liberacin, pro-
fesaba un liberalismo apasionado, aunque vago y emocional, y aspiraba
mediante sus nuevas tcnicas educativas a liberar a la nueva generacin de la
carga de la cultura supuestamente artificial y extranjera y a ensear las virtudes
del patriotismo y la responsabilidad poltica. Aunque alabando sentimental-
mente la familia nuclear esa trinidad sagrada de padre, madre y nio,
Frochel hizo eco a Fichte, cuy os Speeches to the German Nation (Discursos a
la Nacin Alemana) haba popularizado Pestalozzi en Alemania, y declar las
formas existentes de la familia totalmente inadecuadas para esta elevada
der Klein-Kinder-Bewahranstalten, 1863, ZStA, Rep. 191. n.17. Un interesante paralelo de la
organizacin patriarcal de los Bewahranstalten es la estructura de la Diakonissenwerk de Theo-
dor Fliedner en Kaiserwerth, establecida para preparar a profesoras y enfermeras. Sobre esta
institucin vase Catherine M. Prelinger, The Nineteenth - Century Deaconessate in Germany:
The Efficacy of a Family Model. en Ruth-Ellen Joeres y Marylo Maynes, eds., German Women
in the Eighteenth and Nineteenth Century (Bloomington, Indiana, 1986), pp. 215-229.
132
misin. Rechazando el enfoque filantrpico condescendiente (k . las socieda-
des para el cuidado diurno de los nios, Frebel dirigi una llamada a sus
lectores, que pertenecan predominantemente a la clase media, para cambiar
la sociedad mediante la reforma no de otros, sino de ellos mismos. Por tanto,
centr su atencin no en el abandono fsico atribuido al pobre, sino en el
abandono emocional que observ en los cmodos y complacientes hogares de
la clase media: En lugar de ser estimulados, los nios son inhibidos y repri-
midos... en lugar de viveza, vemos apata... en lugar de salud, languidez. Al
igual que el Bewahranstalt, el kindergarten, nombre escogido para remarcar
una atencin cuidadosa y un crecimiento espontneo*, fue planeado para
remediar los defectos de la familia. Pero a diferencia del Bewahranstalt, el
kindergarten, que normalmente slo estaba abierto cuatro horas al da, estaba
claramente destinado a no ser un sustituto inferior, sino un deseable suple-
mento de la formacin centrada en la familia. Para el apoyo de la nueva ins-
titucin Frebel no apel a la caridad del piadoso, sino a la dedicacin
patritica de esposas y doncellas alemanas, instndolas a apoyar el kinder-
garten para el bienestar del alemn, pero en ltima instancia de todo el
mundo; para su propio beneficio, pero en Ultimo lugar para el de todos lo
nios; como una bendicin para esta nacin, y en ltimo trmino para todas
las naciones (10).
Rechazando la creencia cristiana en el pecado original, Frebel desarroll
una teora sobre la naturaleza del nio basada en la psicologa lockeana y el
individualismo Ilustrado de Rousseau y Pestalozzi. A diferencia de las socie-
dades para el cuidado diurno de los nios que expresaban su generalmente
baja estima de la capacidad de sus pupilos amonestando contra cualquier
desafo a su inteligencia, Frebel plane un complejo sistema de juego diri-
gido, diseado para desarrollar una confianza basada en el completo desarro-
llo de la capacidad fsica y mental. Desde el mismo da de su nacimiento,
'escribi, se debe dar a los nios el uso libre, multifactico de todas sus apti-
tudes. Deben aprender a una edad temprana cmo encontrar en ellos mismos
el centro y punto de apoyo de todas sus capacidades... moverse libremente y
ser activos, ponerse de pie y andar con sus propios pies, encontrar y observar
con sus propios ojos. Al enfatizar el desarrollo de una capacidad de razo-
namiento independiente y verstil. Froebel apel a una ambiciosa clase
media que, rechazando el orden tradicional basado en un status heredado,
N. de T.: En alemn, kindergarten es un nombre compuesto de dos palabras: kinder =
nifieria, y gluten = jardn, significando jardn de infancia.
(10) Friielx4, Entwurf eines Planes, pp. 2 y 6. Sobre los antecedentes del kindergarten vanse
Hofmann, Kleinkindererziehung, pp. 33-35; y Heinsohn. Kleinkinderziehung, pp. 50-62. El pro-
pio relato de Froebel sobre sus metas educativas se encuentra en Friedrich Froebel, Autobio-
graphy, traduccin de E. Michaelis y 11. K. Moss (edicin inglesa; Londres, 1908). Sobre la con-
tribucin de Pestalozzi al pensamiento educacional alemn en el Vorrnrz vase Kenneth Barkin,
Social Control and the Volksschule in Viirmarz Prussia, Central European History, 16 (1983),
pgina 43.
133
a( lame, los conceptos modernos de la mobilidad social y las carreras abiertas
al talento. Sin embargo, la creacin de un nuevo tipo humano no poda
dejarse en manos de los padres, equipados slo con mtodos tradicionales.
Froebel insisti en que el cuidado del nio era un arte importante y com-
plejo que requera una gran preparacin y estableci colegios para profesores
contiguos a los primeros kindergartens en Keilhan, Blakenburg y Lieben-
stein (II).
Frebel, que haba dirigido primero su mensaje al cuerpo del profesorado
masculino, pronto encontr una audiencia ms receptiva entre las mujeres.
Dios ha situado la preocupacin por el bienestar espiritual y la continuidad
fsica de la raza humana, declar solemnemente, en los corazones e inte-
lectos de las mujeres, en el verdadero espritu femenino. El xito de esta
apelacin a las mujeres reflej un importante y extendido cambio en la
estructura de la familia y consecuentemente en los roles paternales y mater-
nales. Mientras que la familia preindustrial haba otorgado al padre la auto-
ridad sobre la crianza del nio y la actividad econmica, las condiciones
industriales haban creado una nueva forma de patriarcado en la que el
padre se convirti en el sostn ausente de la familia y las madres ganaron
una creciente autoridad sobre la crianza del nio en la casa, ahora colyside-
rada su caracterstica y propia esfera. Tanto la Escuela para Madres de
Pestalozzi como la escuela de preparacin de diaconisas del pastor protestante
Theodor Fliedner, fundadas en Kaiserwerth en 1836, haban preparado a las
mujeres para la enseanza preescolar. Pero Frebel y sus seguidores, muchos
de los cuales eran mujeres, fueron los primeros en ver las implicaciones para
los conceptos de autoridad y disciplina reforzados en el aula de lo que el his-
toriador social Edward Shorter ha denominado la revolucin maternal.
Aunque los kindergartens de Frebel, como los Bewahranstalten, estaban a
menudo regidos por juntas directivas compuestas predominantemente por
hombres, el profesorado, desde el principio, estuvo formado por mujeres. La
disciplina practicada en el kindergarten era conscientemente maternal, basada
en la empata antes que en la autoridad y en la persuasin antes que en la
coaccin. A la profesora se le instaba a que supervisara y dirigiera el juego
de los nios, pero no a que lo controlara. Doris Lckens, que fund el pri-
mer kindergarten de Hamburgo en 1848, respondi a un crtico que conside-
raba los mtodos de Frebel demasiado rgidos y exigentes para nios pe-
queos: Donde no hay compulsin, la libertad no est amenazada; los nios
siguen alegremente al bondadoso gua y responden gozosamente... no hay
regimentacin cuando el corazn y el alma del profesor estn en armona con
el mundo del nio, dando y tomando con alegra mutua. Los defensores del
(II) hirdrich Frebel. Die Menschenerziehung: Die Erziehungs-Unierrichts-und Lehrkunst,
angestrebt in der allgemeinen deutschen Erziehungsanstalt zu Keilhau (Leipzig, 1826), p. 49.
Para una discusin general de la teoria educativa a comienzos del siglo XIX vase Hans-Georg
Herrlitz, Wulf Ropf, Hartmut Titze, Deutsche Schulgeschichte von 1800 bis zur Gegenwart: eine
Einfhrung (Knigstein, 1981), pp. 30-58.
134
kindergarten propugnaban un planteamiento de la disciplina basado en la
razn y la empata. Lina Morgenstern, directora de la Sociedad de Berln
para la Educacin Popular, interpret la propia negativa de Frebel a especi-
ficar castigos para nios indciles como signo de su confianza en el buen
juicio materno. Instando a las madres y profesoras a averiguar el motivo de
la falta del nio antes de utilizar el castigo, declar confiadamente: La
madre o profesora inteligente siempre encontrar el camino adecuado (12).
El programa del kindergarten no slo subray la independencia, sino
tambin la ciudadana, alentando a los nios y a sus padres a alzar la vista
del mundo privado de la familia para contemplar el mundo ms amplio de
la comunidad y la nacin. Criticando a Rousseau y a Pestalozzi por lo que
consideraba su excesivo individualismo, Frebel torn a la herencia de la
tica kantiana y hegeliana para sostener que la ms elevada realizacin de la
libertad individual se encontraba en la obediencia voluntaria a las leyes gene-
rales. Los juguetes que Frebel dise para que fuesen utilizados en el kin-
dergarten y en casa un baln, representando la unidad indivisa y una caja
de cubos, que demostraba la relacin del todo con sus partes proporciona-
ron smbolos de la relacin del individuo con la unidad de la raza humana y
de toda la creacin. En su famoso libro, Mot her and Nursery Songs (Cancio-
nes de Madre y de Cuna), una serie de canciones y juegos concebidos para
estimular los sentidos de los nios desde los primeros meses de vida, Froebel
present la relacin primaria de la madre y el nio no como un fin en s
misma, sino como la base para un compromiso todava ms apremiante con
la comunidad. Para Frebel, cuyos primeros kindergartens se fundaron en
ciudades pequeas como Blakenburg y Rudolstadt, la comunidad era el pue-
blo preindustrial de granjeros y artesanos. El libro inclua juegos simples
que familiarizaban al nio con el trabajo del granjero, el panadero, el car-
pintero, el herrero y de otros oficios, todos ellos presentados por el ilustrador
en un ambiente medieval romantizado. Al intentar quebrar la resistencia de
las barreras de clases y ensear a los nios de abrigada clase media a respetar
el trabajo manual, incluso este libro sentimental y apoltico criticaba el
(12) A Friiebel se le cita en Henriette Goldschmidt. Berthe von Marenholtz-Blow: Ihr Leben
und l'irken im Dienst der Erziehungslehre Friedrich Frebels (Hamburgo, 1896), p. 9; tina
Morgenstern. Uber Strafmittel bei Kinder nach Froebelschen Geisichtspunkten: Betrachtung
einer Mutter, Kindergarten und Elementarklasse, 1 (1860), p. 134. El papel de las mujeres en el
movimiento del kindergarten se discute en muchas fuentes, entre ellas se encuentran Maria
Mller, Frauen im Dienste Froebels (Leipzig, 1928); Monika Simmel, Erziehung zum W eibe:
Mdchenbildung im 19. Jahrhundert (Frankfurt, 1980), pp. 115-129, y en mi propio articulo:
Ann Taylor Allen, Spiritual Motherhodd: German Feminists and the Kindergarten Movement,
History of Education Quarterly, 22 (1982), pp. 313-340. Como he discutido especficamente la
preparacin de las mujeres para ser profesoras de kindergarten en este articulo, no har hincapi
en este punto aqu. Sobre el planteamiento de Fliedner acerca de la preparacin de las profesoras
vase Prelinger, The Nineteenth-Century Deaconessate in Germany. Sobre la revolucin
maternal, vase Edward Shorter. The Making of the Modern Family (Nueva York, 1977), p-
ginas 191-199.
135
Pgina de la
edicin japonesa de Mol her and
Nursery Songs (El niito y la luna).
complaciente aislamiento del hogar de clase media. Aunque los horarios de
los kindergartens incluan con frecuencia una oracin o himno al comienzo
de la jornada, hacan hincapi en juegos seculares que imitaban a diferentes
trabajadores y demostraban sus contribuciones a la comunidad. Una nia
ha construido un modelo del Rathaus (Ayuntamiento), escribi Wilhelm
Middendorff, discpulo de Frdebel, sobre un aula de un kindergarten que
observ en 1848. Su padre va all todos los das y le ha hablado de cmo
otros hombres tambin van all para discutir asuntos polticos. De este modo,
ella se pone contenta al or la cancin:
Aqu los concejales de la ciudad,
Representan al ciudadano.
Cuidan de ti y de m,
Y tambin de nuestra propiedad.
Despus de las cuatro horas en el kindergarten, declar Middendorff, los
nios regresaban a casa con una conciencia fortalecida sobre el significado
de la familia y de la mayor familia humana... y descubren que stas son
comunidades... De este modo adquieren un sentido de la totalidad de un
pueblo, de la vida del Estado y de la raza humana en conjunto (13).
(13) Friedrich Fraelx-1, Mtter-und Koselieder (Blankenburg, 1844); Wilhelm Middendorf, Die
Kindergarten: Bedrfnis der Zeit, Grundlage einigender Volksbildung: Der deutschen National-
versammlung zur Wrdigung vorgelegt (Blakenburg, 1848), pp. 8-9.
136
Aunque al principio recibieron poca publicidad, las ideas de Frebel
adquirieron un sbito relieve durante la revolucin de 1848, cuando la
reforma educativa y el feminismo se convirtieron en temas principales. Mien-
tras que en 1847 slo existan siete kindergartens, todos en Turingia, la
regin nativa de Frebel, ahora se abrieron 44 ms. En una convencin en
Rudolstadt, convocada por Frebel en agosto de 1848 para dar a conocer a
los profesores la idea del kindergarten, sus partidarios argumentaron que los
kindergartens complementaran a la familia y vendran en ayuda del
hogar. En respuesta a una resolucin pronunciada en esta reunin, segn la
cual los gobiernos alemanes tanto locales como federales deban ser exhor-
tados a considerar seriamente la idea del kindergarten, Middendorff present
un informe a la Asamblea de Frankfurt. Middendorff critic las limitaciones
de la crianza del nio por madres atareadas e ignorantes nieras y ensalz el
kindergarten como campo de preparacin de futuros ciudadanos de una
nueva Gemeinschaft (comunidad) nacional. Con frecuencia nos quejamos
de que los alemanes tendemos a encerrarnos en nosotros mismos, a cortar la
comunicacin con otra gente, no deberamos cortar en flor este problema
educando a nuestros hijos en una comunidad? Bajo la direccin no coerci-
tiva y razonable del profesor, el kindergarten fue representado como un mi-
crocosmos del Estado liberal donde el orden no se basaba en el miedo o la
deferencia, sino en la responsabilidad libremente asumida. Middendorff con-
fiaba en que en una comunidad en la que los nios de ricos y pobres, de
clases altas y bajas, de judos y cristianos juegan juntos, las anticuadas
barreras religiosas y de clase caeran. El idealismo democrtico de este folleto
reflej la conviccin de muchos liberales del Vormarz (antes de marzo) de
que en la lucha contra la tirana, el prejuicio y el oscurantismo no represen-
taban los intereses de una clase social particular, sino de la nacin en su con-
junto (14).
La peticin presentada por la convencin de profesores de Rudolstadt a la
Asamblea de Frankfurt, aunque todava democrtica en espritu, tambin
expresaba la intensificada conciencia de la polarizacin de clase que influy
en el desarrollo del liberalismo despus de 1848. Aunque la peticin critic
especficamente a los Bewahranstalten calificndoles de sustitutos sin ima-
ginacin de los kindergartens, establecidos nicamente para prevenir la
negligencia y el perjuicio, ella misma se haca eco de alguna de la retrica
de las sociedades para el cuidado diurno de los nios, defendiendo el kinder-
garten de Frebel como un remedio para la inadecuada vida familiar de los
nios de clase trabajadora que ahora entran en el colegio abandonados
fsica y mentalmente, estpidos y alicados, convertidos ya en pequeos men-
digos, mentirosos y ladrones. Pero a diferencia de las sociedades para el cui-
(14) Middendorff, Kindergarten, p. 32. Para un relato general del pensamiento liberal en
el periodo Vrmarz vase James J. Sheehan, German Liberalism in the Ninettenth Century
(Chicago, 1978), pp. 14-17. Sobre el impacto del liberalismo en el pensamiento educativo vase
Herrlitz et al., Deutsche Schulgeschichte, pp. 57-58.
137
El jardn de los ni;los, en Blankenburg.
dado diurno de los nios, que vean la solucin al conflicto de clases slo en
la restauracin de los valores tradicionales de la familia, los profesores de
Rudolstadt enfatizaron la educacin para la ciudadana. Dicha educacin,
illistieron, debe comenzar en los primeros aos de vida. El nuevo orden
poltico, que concede derechos a todos los ciudadanos, demanda una pobla-
cin uniformemente educada; de otra manera la libertad degenerar en anar-
qua. La primera convencin de la Asociacin Alemana de Profesores (All-
gemeiner Deutscher Lehrerverein) reconoci la importancia de los arios
preescolares del futuro ciudadano en su programa de septiembre de 1848, que
demand un sistema educativo alemn unificado, desde el kindergarten a la
universidad, basado en principios humansticos y democrticos. Dichas
declaraciones expresaron la creencia tpicamente liberal en la eficacia de la
educacin como una solucin a los problemas sociales y polticos en pala-
bras de un popular lema entre los profesores de este perodo, Volksbildung
ist Volksbefreiung (educacin es liberacin)que continu siendo un prin-
cipio bsico del movimiento del kindergarten (15).
Los aos comprendidos entre 1848 y 1851 presenciaron una explosin de
entusiasmo por la idea del kindergarten. Tanto la procedencia social como
(15) Bitte an die deutschen Regierungen und den Reichstag zu Frankfurt, texto recogido en
Krecker, Kleinkindererziehung, pp. 156-158; el programa de la Asociacin de Profesores Alema-
nes est citado en Herrlitz el al., Deutsche Schulgeschichte, p. 58.
138
las creencias filosficas de los fundadores de kindergartens de este perodo
indican las estrecha identificacin del movimiento con el liberalismo. Por
citar slo unos pocos ejemplos,
Johanna Goldschmidt,
de Hamburgo, una
tenaz defensora de la tolerancia religiosa y del dilogo judo-cristiano, fund
la Sociedad Educativa de Mujeres (Frauen-Bildungsverein), que invit a Frie-
drich Frebel y a su sobrino
Karl
a ensear los mtodos del kindergarten a la
recientemente fundada Universidad para Mujeres
(Hochschule fr Frauen) de
Hamburgo en 1849.
Henriette Breymann,
sobrina de Frebel, fue atrada por
las ideas de su to, en parte porque ofrecan una alternativa progresista a los
mtodos conservadores de crianza del nio practicados en su estricto hogar
protestante. El director de colegio
Adolf Diesterweg,
discpulo durante
mucho tiempo de Pestalozzi y crtico destacado del crculo de educadores,
rechaz en principio el kindergarten, considerndolo una tontera para
despus proclamarse totalmente apresado por el nuevo mtodo tras una
visita a la escuela de preparacin para la enseanza en el kindergarten de
Liebenstein efectuada en 1849. La baronesa
Bertha von Marenholtz-Biilow,
una aristcrata que escandaliz a su familia por su poco femenina indepen-
dencia y su afinidad por las causas liberales, viaj a Liebenstein en 1849,
donde le divirti or la descripcin que hacan los residentes locales de Froe-
bel: el viejo tonto que juega con nios. Veo que est ocupado con la edu-
cacin de la gente, observ cuando le vio por primera vez sentado debajo de
un rbol rodeado por los andrajosos nios del pueblo. A menos que la
gente cambie, todas las maravillosas ideas con las que soamos.., nunca se
harn realidad (16).
En la voltil atmsfera del perodo revolucionario, la idea del kindergar-
ten atrajo a algunos de sus ms radicales seguidores, incluyendo a
Karl Fre-
bel y a su esposa, Johanna.
La Universidad de Hamburgo para Mujeres, que
enseaba pedagoga del kindergarten como parte de un ambicioso programa
para elevar el status social y profesional de las mujeres, remarcando su papel
de madres no slo de sus propias familias, sino de la sociedad en conjunto,
estuvo tambin fuertemente influenciada por ideas socialistas utpicas. Desa-
fiando el nfasis unilateral de los liberales en la educacin como panacea
para todas las enfermedades sociales,
Karl y Johanna Frebel argumentaron
que slo la reforma social y econmica podra mejorar la vida de los nios
de clase trabajadora. Cuando en 1851 un edicto del ministro de Cultura,
von
Raumer,
prohibi los kindergartens de Frebel, Marenholtz supuso en prin-
cipio que von Raumer haba confundido a Friedrich Frebel
con su sobrino,
Karl,
cuyas ideas desaprobaba enrgicamente. Posteriormente descubri que
la circunstancia de que en muchas cartas confiscadas de personas poltica-
(16) Se encuentra informacin biogrfica sobre Johanna Goldschmidt en Johanna Gold-
schmidt, Frauen Zeitung, 7 de diciembre de 1894; sobre Henriette Schrader-Breymann en Mary
Lyschinska, Henriette Schrader-Breymann: Ihr Leben aus Briefen und Tagebchern zusammen-
gestellt, 2 vols. (Berln, 1922). La reunin de Diesterweg con Froebel se describe en Marenholtz-
Billow, Reminiscences, pp. 22-32 y en su propio encuentro en Reminiscences, pp. 1-4.
139
mente comprometidas se mencionaba la importancia del kindergarten como
una nueva base para la educacin de la gente, se utiliz en crculos oficiales
para justificar la decisin. De hecho, la prohibicin del kindergarten en
Prusia fue un primer paso de la campaa ms amplia contra las tendencias
educativas progresistas iniciada en 1854 por Federico Guillermo IV, que de-
clar a una delegacin de profesores que todos los problemas que han
abrumado a Prusia durante los ltimos aos se deban a una educacin de
masas irreligiosa, que haba destruido la piedad y lealtad en los corazones
de mis sbditos y les haba alejado de m (17).
En el mismo ao el rey y la reina demostraron su aprobacin a la educa-
cin preescolar de forma tradicional al atender un servicio que celebraba
simultneamente el veintin aniversario de la Sociedad de Berln para el
apoyo de Guarderas y el cumpleaos de la reina, su benefactora desde haca
mucho tiempo. El sermn pronunciado ante la pareja real y los miembros de
la Sociedad seal una clara conexin entre la estructura familiar conserva-
dora y los mtodos de crianza del nio y la preservacin del sistema monr-
quico. Alabando las contribuciones anuales del rey y la reina a la Sociedad,
el pastor exhort a sus sbditos a emular su generosidad porque el rey y la
reina son, en el sent
ido ms profundo, padre y madre de todos los nios y es
un honor para los nios apoyar a sus padres. En la naturaleza de los nios,
penetrada por el pecado original, se instaba a los adultos a percibir su propia
importancia y dependencia de la autoridad. La misma leccin se desprendi
de otro sermn predicado en 1868; Vulvanse pequeos, vulvanse nios,
se deca a los miembros de la Sociedad. Ellos no son independientes, o ma-
duros, o autosuficientes;
ellos permiten que se les instruya, se les cuide y se
les gobierne con simplicidad y humildad (18).
A pesar de la prohibicin prusiana, un golpe rotundo para Frebel, que
muri en el mismo ario, los defensores de los
kindergartens continuaron su
trabajo en otros estados alemanes. Como era de esperar, el movimiento
alcanz su mayor xito en las reas donde la influencia liberal era ms fuerte,
es decir, en las grandes ciudades con poblacin predominantemente protes-
tante. En un discurso dirigido a los padres con motivo de la apertura
del primer kindergarten de los ciudadanos en Hamburgo en 1850, Adolf
Diesterweg
aadi a la usual denuncia de la crianza del nio centrada en la
familia una discusin especfica sobre los problemas de los nios que vivan
(17) Sobre la Hochsr hule de Frankfurt vanse Eduard Spranger, Die Idee einer Hochschule
fr Frauen und die Frauenbewegung (Leipzig, 1916), pp. 22-40, y Catherine Prelinger, Reli-
gious Dissent, Women's Rightsand the Hamburger Hochschule fr
das weibliche Geschlecht,
Church History, 45 (1976), pp. 43-52. Marenholtz, Reminiscences, p. 198.
(18) Predigt zur Jahresfeier des Vereins fr die Befrderung der Klein-Kinder-Bewahranstal-
ten, 13 de noviembre de 1854; Zwei-und-dreissingster Jahresbericht des Vereins fr die Beford-
erung de! Klein-Kinder-Bewahranstalten, 1869, Festpredigt (ambos en ZStA. Rep. 191, n. 17).
Sobre el impacto de las Regulaciones de Stiehl sobre la educacin elemental y la preparacin del
profesor vase Herrlitz et al., Deutsche Schulgeschichte, pp. 58-59.
140
Esta tabla se refiere a un
juguete-prenda de Frbel y procede
de uno de los libros de instrucciones
elaborados para el uso de los juguetes.
en las ciudades, en un ambiente apiado y sucio que perjudicaba su creci-
miento y desarrollo fsico. En el ambiente ms espacioso y estimulante del
kindergarten, explic Eriesterweg, los nios aprendan no slo juicios inte-
lectuales, sino el arte de vivir en una noble comunidad intelectual. Despus
de tres o cuatro horas de tan beneficiosa actividad, continu, los nios vol-
van a casa reavivados: de este modo los nios no son alienados de la casa
paterna, sino que se complementa al hogar. En un informe publicado en
1853 sobre el tercer Brgerkindergarten (kindergarten de los ciudadanos) de
Hamburgo, la junta de directores inform confiadamente que el anterior
recelo hacia la institucin, considerada como una especie de invernadero al
que los nios son transplantados desde su ambiente natural y... apartados de
los corazones de sus padres, haba cedido ante una aceptacin en constante
aumento por parte tanto de los padres como de los profesores de colegio. Las
regulaciones de los kindergartens de Hamburgo afirmaban que stos estaban
abiertos a nios de todas las religiones y clases; sin embargo, ante la
ausencia de cualquier estipulacin para la exencin o disminucin de los
derechos de matrcula, puede asumirse que los pobres, de hecho, estaban
excluidos. A diferencia de las sociedades para el cuidado diurno de los nios,
141
los directores de los kindergartens de Hamburgo expresaron su confianza en
los padres invitndoles a participar como miembros electorales de la junta
consultiva. El apoyo que obtuvo el kindergarten en Hamburgo, demostrado
por el continuo aumento del nmero de programas y de la cifra total de
matrculas, dio fe de las tradiciones libres y progresistas de la ciudad. Los
profesores de un kindergarten fundado en otra ciudad libre, Bremen, afirma-
ron que las costumbres prevalecientes igualitarias e independientes causaban
problemas disciplinarios en el aula (19).
Cuando, en gran parte debido a la intervencin de la influyente baronesa
von Marenholtz-Bidow,
se revoc la prohibicin que pesaba sobre los kin-
dergartens en Prusia en 1860, Berln y Breslau se convirtieron en centros de
actividad. En Berln, Marenholtz fund la Sociedad para la Educacin Popu-
lar, que abri siete kindergartens para alumnos que pagasen derechos de
matricula, utilizando los fondos recaudados de esta manera para fundar una
escuela de preparacin para profesores de kindergartens y el primer
Volkskin-
dergarten
(kindergarten popular) de la ciudad para los pobres. En
Breslau,
entre 1861 y 1873
se fundaron 12 kindergartens de Frebel y una escuela de
preparacin; en Stuttgart, Munich, Leipzig y otras grandes ciudades tambin
se fundaron sociedades de kindergarten. Conjuntamente con el rpido
ascenso de la demanda de la educacin ofrecida en el kindergarten se produjo
un cambio en la teora educativa, que reflejaba en parte las cambiantes acti-
tudes de los liberales, que desde 1848 se haban identificado ms estrecha-
mente con una determinada clase social. Aunque en principio estaba de
acuerdo con la defensa de Frebel de la admisin de todas las clases en el
kindergarten, Marenholtz concluy que circunstancias tales como los prejui-
cios de los padres de clase media y el desarrollo frecuentemente deteriorado de
los nios de clase trabajadora hacan desaconsejable dicha poltica, y abog
por la creacin de Volkskindergrtens exentos del pago de derechos de matr-
cula orientados especficamente a las necesidades de los nios de clase traba-
jadora. Manteniendo una postura crtica respecto a los existentes
Bewahran-
stalten,
que en su opinin obstaculizaban el desarrollo fsico de los nios al
obligarles a permanecer sentados durante mucho tiempo y el crecimiento
mental al someterles a entumecedores ejercicios de memorizacin, Marenholtz
tambin trabaj para introducir los mtodos de Frebel en estas instituciones.
Para la tarea de educar a los pobres con una versin del programa de estu-
dios del kindergarten que enfatizaba la enseanza de el orden y la limpieza
y de las habilidades manuales necesarias para el futuro trabajo industrial,
propugn la preparacin de hijas de clase media con inclinaciones filantrpi-
(19) Adolf Diesterweg, Ein Wort an Eltern bei Gelegenheit der Grndug des ersten Brger-
Kindergarten in Hamburg; Statuten der vereingten Brger-Kindergarten, 1854; Erster Jahres-
Bereicht ber den dritten
Brger-Kindergarten, 1853. Todos ellos se encuentran en el Hamburg
Staatsarchiv (de aqui en adelante HStA), A 862. Sobre el kindergarten de Bremen vase K inder-
garten und Elementarklasse, 2 (1861),
p. 114. La expansin de los kindergartens se describe en
Galdikait, K indergarten, p. 179.
142
Ilustracin de la Cancin del Palomar,
que muestra el fuego de los nios indi-
Ido en la cancin. Procede de una
obra francesa titulada Manual prctico
de los Jardines de Infancia de Friedrich
fiad. 1859.
cas,
que ahora afluan a los cursos de entrenamiento de Frebel y a otros
programas como el instituto de Fliedner en Kaiserswerth (20).
Durante el mismo perodo la experiencia del kindergarten comenz a tener
alguna influencia en el movimiento del cuidado diurno del nio, pero los
lmites de interaccin permanecieron claramente delimitados. Quiz por
renuencia a sustituir una figura de autoridad paterna por una materna, las
juntas de las sociedades para el cuidado diurno de los nios se resistieron en
principio a contratar mujeres; la Sociedad de Berln inform en 1866 que por
primera vez se haba colocado a una mujer, una graduada en el instituto de
Fliedner, al cargo de una de sus instituciones pero nuestra medida estatu-
taria de que un matrimonio debe supervisar a nuestros alumnos ha demos-
trado su eficacia. Hacia 1869 la Sociedad anunci la contratacin de dos
nuevas profesoras, que haban trabajado en los llamados kindergartens y
haban sido instruidas en los mtodos de Frebel. As, creemos que son per-
sonas que pueden preservar la base cristiana de nuestra institucin y tomar
del sistema de Frebel, en general tan ajeno a nosotros, slo aquellos elemen-
(20) Bertha von Marenholtz-Blow, Die Arbeit und die neue Erziehung (Berln, 1864), pgi-
nas 58-59; Bertha von Marenholtz-Blow, Women's Educational Mission: Being an Explanation
of Froebel's System of Infant Gardens (Londres, 1855). Se encuentra informacin sobre la funda-
cin de kindergartens en Lina Morgenstern, Frauenarbeit in Deutschland (Berlin, 1893), pgi-
nas 206-230.
143
tos que agudicen la inteligencia y aumenten la sensibilidad esttica de nues-
tros nios sin poner en peligro sus inmortales almas. En
1884 la Sociedad
de Berln cambi sus reglas para permitir el empleo de profesoras y parejas
adecuadamente preparadas. Por entonces, 11 de las 17 guarderas de la
Sociedad estaban dotadas de personal femenino, y de all en adelante los
hombres, al jubilarse, fueron reemplazados por mujeres, de manera que para
1900
la totalidad de la plantilla del profesorado estaba constituida por mu-
jeres. La expectacin de que una sola profesora realizara todo el trabajo pre-
viamente asignado a una pareja supuso una dura experiencia para mujeres
que por regla general eran responsables de clases de
100 o ms nios. Cuando
el instituto Kaiserwerth
se neg a enviar a ninguna ms de sus graduadas
a trabajar bajo condiciones tan arduas, la Sociedad de Berln acept a rega-
adientes contratar una asistente para cada profesora, lamentando el gasto
extra requerido para reemplazar el trabajo sin remunerar de las mujeres de
los profesores. Los esferzos
de las profesoras que haban sido instruidas en
los mtodos de Freiebel
para modificar el ambiente autoritario y la rgida
rutina de estas instituciones se vieron frustrados probablemente por el gran
nmero de nios y la insuficiencia de medios. Una
profesora,de kindergar-
ten tiene, por lo general, bajo su cargo un nmero excesivo de nios, de
modo que le es imposible cultivar el desarrollo individual de cada uno, es-
cribi la reformadora del kindergarten,
Henriette Schrader-Breymann, sobre
las condiciones de los Bewahranstalten y de los V olk sk indergrten caritativos.
En la atestada aula del V olk sk indergrten,
lament una joven profesora en
1912, los juegos de Frebel
slo se usaban para mantener a los nios tran-
quilos (21).
A pesar de tales concesiones limitadas a los mtodos modernos, la hostili-
dad de las sociedades para el cuidado diurno de los nios continu siendo
profunda. Durante los aos del Kindergartenv erbot (decreto prohibiendo los
kindergartens), organizaciones protestantes como la Misin Interior y la igle-
sia catlica emprendieron una gran campaa para fundar nuevos programas.
El nmero de instituciones catlicas en los territorios que fueron posterior-
mente unificados para formar el imperio alemn creci de
177 en 1860 a 144
en 1870, disminuy un poco durante los aos del Kulturkampf y aument
a 494 hacia 1900. La expansin de los Bewahranstalten dirigidos por la
Sociedad de Berln fue moderada entre 1858 y 1870 el nmero de centros
aumento de 17 a 18, y el total de matrculas desde 1843 a cerca de 2.300,
pero la Sociedad argument que slo la falta de fondos impidi la apertura
de nuevos centros para hacer frente a la creciente demanda. Los Bewahran-
stalten defendieron enrgicamente su carcter tradicional y religioso. No son
(21) Drei-und: sechzigstger Jahresbericht des Vereins fr die Befrderung der Klein-Kinder-
Bewahranstalten, 1869-70, ZStA, Rep. 191, n. 17; Kthe Heintze, Beitrge zur Geschichte
des
deutschen Kindergartens, texto escrito a mquina sin publicar, n.d., guardado en el archivo de
Pestalozzi-Friiebel Haus, Berln Oeste.
144
jardines de nios, sino jardines de Dios, afirmaba un folleto de la Sociedad
de Berln en 1866,
porque pretendemos plantar la semilla por la que los
nios pueden crecer en la fe y la virtud hasta que entren en el jardn del
Paraso (22).
El fracaso de los intentos de incorporacin de las clases del kindergarten
al sistema educativo pblico de la Alemania imperial se debi, en parte, al
apego continuado de influyentes grupos a la familia tradicional y los valores
religiosos enseriados en los Bewahranstalten.
En 1839 el gobierno de Prusia
haba situado las instituciones preescolares bajo la supervisin de las autori-
dades escolares locales, pero no las haba regulado de otro modo. Las so-
ciedades de Frebel locales formadas en los aos cincuenta y sesenta del si-
glo XIX presentaron una solicitud a los gobiernos estatales para que
incluyeran las clases del kindergarten sobre una base no obligatoria en el
nivel inferior de la escuela elemental. Como de costumbre, los defensores del
kindergarten se sintieron obligados a responder a acusaciones de que preten-
dan demoler la familia. Una instancia remitida por la Sociedad de Frelebel
de Turingia a varios gobiernos estatales en
1865 argumentaba que los kin-
dergartens y guarderas establecidos de acuerdo a los principios de Frebel no
son... de ninguna manera dainos o peligrosos. Por el contrario, son muy
beneficiosos en parte como un sustituto y en parte como un complemento de
la familia. Tras la formacin de la Sociedad de Frebel Alemana en
1874,
se envi una solicitud al ministro prusiano de Cultura, en
1876, demandando
regulacin estatal de la formacin del profesorado del kindergarten, la incor-
poracin de las teoras de Frebel a los planes de estudios de los colegios de
chicas y la incorporacin de las clases del kindergarten a los colegios pbli-
cos y privados. El ministro, aunque no puso ninguna objecin al estableci-
miento de kindergartens por las autoridades escolares locales, sostuvo la opi-
nin de que sera muy imprudente conceder apoyo estatal a cualquier
sistema de educacin preescolar, y sobre todo muy poco deseable, porque
tenemos muy poca evidencia de las ventajas y desventajas de cualquier sis-
tema (23).
Esta respuesta, que efectivamente protega las instituciones religiosas, re-
flejaba probablemente la oposicin al movimiento del kindergarten no slo
(22) Drei-und-sechzigster Jahresbericht des Vereins fr die Befrderung der Klein-Kinder-
Bewahranstalten, 1886.
La campaa para la fundacin de escuelas preescolares catlicas se des-
cribe en Zwerger, Bewahranstalt, y en Leo Henmauntz, Vorschulische Erziehung in katolischer
Trgerschaft: Studie ber Enststehung und Entwicklung des katholischen Kindergartenwesens in
Deutschland (Bamberg, 1977).
(23) Sobre la ley prusiana de 1839 vanse Hofmann. Vorschulerziehung, p. 26; Frebel-
denkschrift, 1865, citado en Adalbert Weber, Die Geschichte der Volkschulpdagogik und der
Kleinkindererziehung (Eisenach, 1878), pp. 319-320; Denkschrift an das hohe Reichskanzleramt,
berreicht vom leitenden Ausschuss des deutschen Frebelvereins, 1876, citado en Weber, Klein-
kindererziehung, p. 325; Ministerium der geistlichen, Unterrichts-und Medicinalangelegenhei-
ten, 31 de marzo de 1876, est citado en Weber, Kleinkindererziehung, p. 325.
145
del clero, sino tambin de la aristocracia. Los terratenientes patrozinaban
antes a los Bewahranstalten que a los kindergartens en las reas rurales que
controlaban, y se encontraban entre los partidarios ms prominentes de la
Ober lin-Verein, una organizacin establecida especficamente para promover
guarderas confesionales. La mayora de estos centros lamentaba el lder
socialista Wilhem Liebknecht, un antiguo discpulo de Karl Frebel no
estaban supervisados por profesoras preparadas, sino por alguna vieja viuda
que est demasiado dbil incluso para cuidar pollos... y con sueldos de
hambre, adems!. Muchos miembros de otro influyente grupo, los profeso-
res de colegio, criticaron los kindergartens de Frebel por inculcar un impor-
tuno espritu de independencia y de curiosidad en sus futuros alumnos.
Por qu los
profesores protestan todava de que los alumnos que llegan del
kindergarten no estn debidamente callados, sino que molestan a la clase con
preguntas?, preguntaba un editorial de la revista Kindergarten. Otra peti-
cin para la inclusin de las clases del kindergarten en los colegios pblicos,
remitida en 1899 por Henriette Goldschmidt, de Leipzig, se encontr con la
apasionada oposicin de los profesores conservadores. El kindergarten es
una casa de baos! No se puede acelerar el perodo de desarrollo normal!,
objet el director de colegio Otto Reetz en un folleto titulado Kindergartens
Obligatorios: Una Advertencia a Padres y Profesores. Como funcionarios
pblicos, debemos continuar oponindonos a los kindergartens de Frebel
con todas nuestras fuerzas y trabajo, con toda nuestra intensidad, para el
ennoblecimiento de la vida familiar. Los kindergartens en la Alemania
imperial ocuparon de este modo una posicin muy ambigua; aunque some-
tidos a la inspeccin de las autoridades escolares, no estaban incluidos en los
sistemas de colegios pblicos y les estaba prohibido ensear materias esco-
lares (24).
Mientras tanto el kindergarten estaba amenazado no slo por la oposicin
de grupos tradicionalmente conservadores como el clero, sino por las reservas
de algunos segmentos de su grupo de votantes de clase media. La Sociedad de
Frebel Alemana, fundada en 1874 como centro de operaciones para las
muchas sociedades locales, intent expandir los kindergartens por medio de
la ampliacin de su base social. La composicin social de los kindergartens
privados (al menos de acuerdo con los datos admitidamente limitados), no
obstante, permaneci siendo predominantemente de clase media; la sociedad
de Frebel de Munich se vanagloriaba en 1886 de que tres cuartas partes de
sus alumnos eran nios de alto rango o de clase media, y la sociedad de
Breslau manifest que los padres de sus alumnos eran principalmente hom-
bres de negocios y comerciantes, contando slo con una minora de trabaja-
dores. Pero las familias acomodadas que se resistieron incluso a este grado de
(24) Was frdert die geistige Entwicklung unserer Kindergarten?. Kindergarten und Ele-
mentarklasse, 2 (1861), p. 140; Otto Beetz, Kindergartenzwang; eine Mahnung an Deustchlands
Eltern und Lehrer (Wiesbaden, 1900), citado en Hofmann, Vorschulerziehung, p. 50.
146
diversidad social establecieron kindergartens familiares en los que enseaba
una institutriz en casas privadas y a los que asistan grupos de nios cuida-
dosamente seleccionados. El motivo de los fundadores, escribi August
Khler, presidente de la Sociedad de Frebel de Turingia en 1872, es la pre-
cupacin de que sus hijos no adquieran formas de comportamiento inade-
cuadas o vocabulario grosero de los nios de otros padres. En el trasfondo
siempre hay una familia que no puede tolerar el contacto con familias de
rango social inferior. El seminario de preparacin fundado por Johanna
Goldschmidt, de Hamburgo, se especializ en la instruccin de tales Fami-
lienkindergiirtennerinnen (profesoras de kindergarten familiar). Goldschmidt
se quej de que aunque haba mucha demanda, a menudo los advenedizos
empleadores trataban a estas mujeres jvenes muy instruidas como si fueran
criadas en vez de profesionales. El egotismo familiar criticado por Khler y
Goldschmidt puede haber sido un sntoma del creciente conservadurismo de
la alta burguesa, que ahora pretenda imitar el esnobismo de la exclusividad
de la aristocracia. La bajada en el nmero de matrculas de los nueve Brger-
kindergrten de Hamburgo desde 629 por trimestre en 1859 a 474 en 1881
puede ser atribuida quizs al declive de las convicciones progresistas entre sus
anteriores partidarios (25).
Hacer un llamamiento a la complaciente burguesa alemana en pro de un
renovado sentido de responsabilidad pblica constituy la meta de Henriette
Breymann, que se cas con el poltico liberal Karl Schrader en 1872, trasla-
dndose a Berln. En 1874 fund un kindergarten y un programa de entre-
namiento para el profesorado bajo los auspicios de la Sociedad para la Edu-
cacin Popular, originalmente fundada por Marenholtz. Ganndose el apoyo
de ricos e influyentes patrocinadores, Henriette Schrader continu su labor y
fund una extensiva institucin conocida como Pestalozzi-Frebel Haus
(Casa Pestalozzi-Frebel), para la que se compr un edificio permanente en
1880. Adoptando el precepto de Frebel de practicar la maternidad espiri-
tual, reclut a las esposas e hijas de las clases medias y altas para la escuela
de entrenamiento para la enseanza en el kindergarten y para los otros pro-
gramas de la institucin. En la Pestalozzi-Frebel Haus, un folleto declaraba,
las mujeres y chicas encuentran la oportunidad de una asociacin afectuosa y
natural con los pobres. Schrader y sus colaboradoras proporcionaron una
gama ms amplia de servicios sociales para los padres y sus hijos, que inclua
un Volkskindergrten abierto durante todo el da donde se suministraban
baos y la comida, y programas de aprendizaje sobre supervisin de la guar-
dera, crianza, cuidado del beb y cocina. En el Volkskindergrten, Schrader
intent modificar los mtodos de Frebel, que al adaptarse a las condiciones
(25) Sobre la historia de las sociedades nacionales y locales de Froebel vase Jo Voss, Ges-
chichee der Berliner Froebelbewegung (Weimer, 1937); sobre la composicin social de los kin-
dergarten 'vase Zwerger, Bewahranstalt, pp. 96-99; sobre los kindergartens familiares vase
August Kohler, Winke fr angehende Froebelv ereine (Weimar, 1872).
147
Parodia de una escuela alemana de enseanza primaria del siglo XIX por Adolf Oberlnder (1892).
de los Bewahranstalten y de los Volkskindergrten caritativos se haban
hecho rgidos y restrictivos, para crear un ambiente ms espontneo y afec-
tuoso. La creacin de pequeas clases que se parecan a grupos de parientes,
el envolvimiento de los nios en actividades como la cocina y la jardinera
en lugar de juegos formalizados y el nfasis en el estudio de la naturaleza
mostraba la determinacin de Schrader de retornar al objetivo original de
Frebel, la educacin del pueblo (26).
(26) Henriette Schrader-Breymann, Der Volkskindergarten im Pestalozzi-Fraebel-Haus, vase
Lyschinska. Henriette Schrader-Breymann, p. 2, pp. 1-5.
148
El trabajo de la Pestalozzi-Frebel Haus fue la ejecucin prctica de los
ideales sociales del ala izquierda del movimiento liberal de los aos ochenta
del siglo XIX. Tanto Karl Schrader como su ntimo amigo y socio, Theodor
Barth, fueron prominentes miembros de la secesin que rompi con el Par-
tido Liberal Nacional en 1881 y que en 1884 se uni al Partido Progresista
para formar un nuevo partido, el Partido del Pensamiento Libre Alemn
(Deutsche Freisinnige Partei, der Freisinin). El Freisinin defenda el indivi-
dualismo, la poltica de no interferir y la propia confianza de una ciudada-
na libre contra el rgimen auditorio y paternalista de Bismarck. Trabaj
con la ms profunda conviccin, y tan efectivamente como pude, escribi la
colaboradora de Henriette Schrader, Hedwig Heyl, para alentar la fuerza y
la autosuficiencia en todo alemn... A menudo pens en el epigrama de
149
Renan, Bismarck
ha hecho a Alemania ms grande y los alemanes ms
pequea. Henriette Schrader
critic la retirada de la burguesa alemana a la
esfera privada como un importante sntoma del declive del individualismo
liberal. En una sociedad en la que el egotismo del individuo se ha conver-
tido en el egotismo de la familia, crea que el kindergarten debe fomentar
el espritu comunitario. Pestalozzi no ve fronteras entre la tica privada y la
tica pblica, ni separacin entre los intereses familiares y los intereses p-
blicos, escribi: Si los compromisos ticos de nuestros nios tienen que ser
lo suficientemente fuertes para la lucha poltica, los valores pblicos deben
ensearse en el hogar (27).
Pero los Schrader
afirmaron las virtudes pblicas con mucho menos entu-
siasmo de lo que lo hicieron sus predecesores en el movimiento. Adiferencia
de una generacin anterior de defensores del kindergarten que haba deplo-
rado la estrechez de la vida familiar, los Schrader instaron a la preservacin
de la esfera privada como el ltimo refugio del individuo en un Estado auto-
ritario en el que (en palabras de Karl Schrader) la presin de la sociedad
sobre el individuo es extraordinariamente fuerte y en el que el individuo
necesita toda su energa para
preservarse contra ella. Para Henriette
Schrader el existente
Volkskindergarten,
donde el individuo era oprimido
por la educacin para las masas, se convirti no en una metfora del Estado
liberal ideal, sino en una metfora del Estado de bienestar conservador en el
que se haba tornado la Alemania de
Bismarck. As, para ella la crianza ideal
era la que estaba centrada en la familia y recomend el kindergarten no para
todos los nios, sino slo para aquellos cuyas familias no podan propor-
cionar las condiciones fsicas y espirituales necesarias para su desarrollo.
Abrigando una profunda desconfianza hacia el intruso poder del Estado, los
Schrader
consideraron la meta de las sociedades de Frebel, la incorporacin
del kindergarten en los sistemas escolares pblicos, con gran escepticismo.
Karl Schrader admiti que los kindergartens
eran necesarios en situaciones
especiales o de transicin, pero sostuvo que no slo sera desacertado, sino
sumamente peligroso hacerlos universales, como el colegio... la familia per-
dera su funcin y, en ltimo lugar, sera destruida (28).
En sus planes para el futuro del kindergarten, los
Schrader, a diferencia
de sus predecesores en el movimiento, no contaron con el apoyo del Volk
(pueblo), sino con el de una monarqua ilustrada. El prncipe heredero Fede-
rico y su consorte inglesa, Victoria, ntimos amigos de los
Schrader, fueron
los benefactores ms importantes de la Pestalozzi-Frebel-Haus e invitados
frecuentes en sus festividades navideas. Victoria escribi Henriette triun-
falmente en su diariohaba declarado que el Estado debe proporcionar
(27) liedwig Heyl, Aus metnem Leben (Berln, 1925), p. 22; Lyschinska, Henriette S chrader-
Breymann, pp. 2 y 345.
(28) Karl Schrader, Zur Frauenfrage, Die Nation (1889), p. 629; Henriette Schrader-
Breymann, Pdagogische Freisinn, en Kleine Pdogogische Texte, 5 (Berln, 1930), p. 28.
150
apoyo a los kindergartens, no que el Estado debe controlarlos (deben perma-
necer en manos de las mujeres), sino que el Estado debe proporcionar los
recursos. El Estado en miniatura para los nios estaba ahora presidido
por dos bondadosos monarcas. La similitud cada vez mayor entre las estruc-
turas y filosofas del kindergarten y el
Bewahranstalt
daba fe de la debilita-
cin de los valores liberales en el movimiento del kindergarten. La prema-
tura muerte de Federico slo tres meses despus de haber -subido al trono
frustr las esperanzas de los Schrader de la expansin de los kindergartens
de Frebel bajo el patrocinio real. En 1889 la augusta emperatriz Victoria
asumi el patrocinio de la Sociedad de Berln para el Estmulo de las Guar-
deras, un puesto que haba estado vacante desde la muerte de la reina
Isabel (29).
Los originales ideales democrticos del movimiento del kindergarten,
cada vez ms diluidos por liberales como los Schrader, se mantuvieron vivos
gracias a educadores socialistas. Afirmando la dedicacin de Frebel a la edu-
cacin de individuos libres en lugar de el rebao humano de sbditos y
mercenarios, esclavos a sueldo y seres humanos fabricados en serie formado
por los existentes sistemas escolares, el profesor socialista
Adolf Douai abog
por kindergartens mantenidos pblicamente y abiertos a nios de todas las
clases. Wilhelm Liebknecht
apoy el sistema de Frebel en principio y slo
lament que los kindergartens de Frebel fueron nicamente accesibles para
los ricos y las clases ms ricas. Asimismo la Conferencia de Mujeres en la
Reunin del Partido de 1906 en
Mannheim apoy una sugerencia para que
los gobiernos locales fuesen alentados a fundar guarderas y kindergartens
basados en las enseanzas de Frebel. Quizs en respuesta a tales demandas,
que reflejaban la participacin cada vez mayor de las mujeres en el destaca-
mento de trabajadores, algunos gobiernos municipales proporcionaron sub-
sidios parciales a instituciones preescolares, en su mayor parte del tipo del
kindergarten. En 1890 el gobierno de Berln suministr algunos fondos a los
Volkskindergrten
de esa ciudad bajo la condicin de que ampliasen su
horario para adaptarse a las necesidades de las madres trabajadoras. El
gobierno de Munich, que haba proporcionado ayuda financiera a los kin-
dergartens locales a lo largo de una dcada o ms, asumi su control en 1907.
Con o sin tal apoyo pblico que fue concedido nicamente a aproximada-
mente un 10 por 100 del total de las instituciones preescolares se haban
fundado kindergartens gratuitos o con un bajo coste de derechos de matrcula
en 1893 en Berln, Breslau, Danzing, Dresden, Leipzig y otras ciudades, aun-
que en Hamburgo no se abri el primer
Volkskindergrten hasta 1910. En
general, sin embargo, los Bewahranstalten tradicionales continuaron siendo
mucho ms numerosos que los kindergartens de Frebel. En 1890 Prusia con-
. (29) Mar) Lyschinska, Henriette Schrader-Breymann,
pp. 2 y 237. Sobre la relacin de los
miembros crel Freisinn con el prncipe heredero, vase Peter Gilg, Die Erneuerung des demo-
kratischen Denkes im wilhelminischen Deutschland (Wiesbaden, 1959), pp. 88-137.
151
taba wn 518 Bewahranstalten y 165 kindergartens, Baviera con
300 Bewah-
ranstante y 75 kindergartens, y Baden con 406 Bewahranstalten y slo dos
kindergartms (30).
La afirmacin de Ralf Dahrendorf de que el fracaso de la creacin de sis-
temas de educacin preescolar en Alemania muestra una inclinacin cultural
hacia el mundo privado de la familia sobre los valores pblicos del colegio
puede evaluarse por medio de una breve comparacin con una sociedad a la
que califica de fuertemente liberal, los Estados Unidos. En Amrica, donde las
ideas de Frbebel fueron importadas por los refugiados de
1848, los kindergar-
tens, fundados en principio por sociedades caritativas, empezaron a ser
absorbidos por los sistemas escolares pblicos en
1873, cuando se abri el
primer kindergarten pblico en San Luis; hacia 1914 casi todas las ciudades
principales americanas tenan un sistema de kindergarten gratuito. En los
estados donde existan kindergartens pblicos, la asistencia comprenda con
frecuencia hasta el 30
por 100 de todos los nios en edad preescolar. Una
cifra comparable fue alcanzada en Alemania slo en las ciudades alsacianas
como Estrasburgo y Metz, que preservaron el sistema francs de
coles m ater-
nenes
fundado pblicamente. Slo el 3 por 100 de todos los nios en edad
preescolar en Berln estaban inscritos en algn programa en 1901, y la cifra
para el conjunto del imperio alemn en 1914 se ha estimado en un
4 por 100
aproximadamente. La retrica de los defensores del kindergarten americano
en el siglo XIX, que consideraban la institucin como un remedio para el
pauperismo y el crimen crnico, apenas fue ms democrtica que la de sus
colegas alemanes. As, el xito mayor del movimiento del kindergarten en
Amrica no se debi probablemente a diferentes actitudes pblicas hacia los
problemas sociales en s, sino hacia el papel del colegio como remedio de
dichos problemas. Mientras que los educadores alemanes y los artfices de la
poltica teman la disolucin de la familia, los americanos a menudo consi-
deraron neceseria y deseable la temprana exposicin del futuro ciudadano a
los valores pblicos enseados por el colegio (31).
El desarrollo del kindergarten como alternativa al
Bewahranstalt consti-
tuy un importante pliso hacia la modernizacin tanto de la educacin como
(30) Adolf Dotat, Kindergarten und Volkschule als sozialdemokratische Anstalten (Leipzig,
1876), p. 14; Wilhelm Liebknecht, Wissen ist Macht, Macht is Wissen, und andere bildungspoli-
tische Aufstze, ed. H. Brumme (Berln, 1968), p. 172. Para un recuento minucioso de los subsi-
dios municipales a los kindergartens y de las estadsticas de diferentes tipos de instituciones pre-
escolares vase Zwerger, Bewahranstalt, pp. 60-64.
(31) Sobre el movimiento del kindergarten americano vanse Michael Shapiro, Child's Gar-
dens: ihr Kindergarten Movement from Friiebel to Dewey (University Park, Pennsylvania, 1983),
y Elizabeth Dale Ross, The Kindergarten Crusade: The Establishment of Pre-School Education
in ihr United States (Athens, Ohio, 1976), pp. 83-103. Sobre el sistema del kindergarten pblico
en San Luis vase Selwyn K. Troen, The Public and ihr Schools: Shaping ihr Si. Louis System
(Colombia, MO, 1975), pp. 99-103. Para informacin sobre otro sistema pblico de educacin
preescolar, las Ecoles Maternelles francesas, vase Maternal Schools in France (Washington,
1882). pp. 7-11
152
de la familia. Seguramente, la estructura patriarcal de la institucin de
Fre-
bel mostr la persistencia de algunos valores tradicionales en formas moder-
nas. No obstante, la manera religiosa, pedaggica y poltica del kindergarten
de enfocar la formacin del nio fue genuinamente innovadora, reflejando la
influencia de los ideales democrticos de la educacin general
(A llgem ein-
bildung)
desarrollados por los educadores liberales durante la primera mitad
del siglo XIX. Por otra parte, al abogar por el kindergarten como un agente
correctivo necesario de la atmsfera conservadora del hogar,
los activistas del
kindergarten intentaron debilitar el tradicional respeto de sus compatriotas
por la autoridad y la piedad, asestando un golpe a sus races en la estruc-
tura familiar y las prcticas de crianza del nio una importante e insufi-
cientemente apreciada contribucin al movimiento liberal en conjunto. El
extendido (aunque no universal) apoyo al kindergarten entre los profesores
liberales proporciona una evidencia ms amplia sobre cmo, lejos de repre-
sentar la esterotpica
tierra de la regimentacin y la reaccin, la Prusia del
Vormrz
fue, como ha sugerido un reciente artculo sobre la educacin ele-
mental en Prusia, un centro de ideas y experimentacin progresistas en el
campo educativo (32).
Sin embargo, si la modernizacin de la educacin preescolar se define
(como lo hicieron muchos defensores del kindergarten en el siglo XIX) como
la ampliacin de su accesibilidad mediante su incorporacin a los sistemas
educativos pblicos, entonces sta es un rea en la que Alemania, despus de
1848,
mostr una mayor resistencia a la modernizacin que otras sociedades
occidentales. Historias recientes sobre colegios alemanes han investigado
muchos obstculos polticos, sociales y culturales para la modernizacin de
la educacin alemana en la segunda mitad del siglo XIX. Entre stos se men-
cionan normalmente el deseo de las lites de proteger sus privilegios limi-
tando las oportunidades de grupos menos afortunados, la resistencia de un
cuerpo docente conservador a nuevas ideas y mtodos y la inseguridad de
un gobierno determinado a combatir el desorden social mediante la creacin
(en palabras de un reciente trabajo) de una dictadura de la mente. Todos
estos obstculos se interpusieron ante el movimiento del kindergarten, que a
pesar de su diversidad y conflictos internos continu siendo identificado en
los crculos eclesisticos conservadores y oficiales con tendencias liberales,
reformistas y de carcter secular. La historia especifica de la educacin pre-
escolar (apenas mencionada en la mayora de las historias generales) sugiere
la importancia de otro obstculo para las tendencias educativas progresistas:
la actitud cultural subyacente identificada por Dahrendorf como la prefe-
rencia institucionalizada por la familia ante el colegio como agente de
(32) Hartmut Tizte, Die Politisierung der Erziehung (Frankfurt, 1973), p. 82, citado en Bar-
kin, Social Control and the Volksschule, p. 35; Dahrendorf, Society and Democracy, p. 288.
Varios anlisis sobre el sistema escolar prusiano en conjunto se encuentran resumidos en Herr.
luz et al., Deutsche Schulgeschichte, pp. 63-103.
153
socializacin. El apoyo de estas mismas autoridades al Bewahranstalt, que
desaprobaba cualquier propsito educativo y persegua principalmente
reproducir la estructura de la familia preindustrial, muestra claramente cmo
(segn las propias palabras de Dahrendorf) el predominio de las virtudes
privadas puede convertirse en un instrumento de dominio autoritario. La
transformacin del movimiento del kindergarten, desde sus comienzos demo-
crticos en el Vormrz hasta su desarrollo elitista y filantrpico bajo el Im-
perio, revela la renuncia cada vez mayor, incluso por parte de los mismos
partidarios del kindergarten, a criticar a la familia, ahora percibida como el
ltimo refugio del individuo de las presiones de la sociedad de masas. Por
consiguiente, al poner de manifiesto la estrecha relacin entre los valores
familiares y educativos, la historia del kindergarten y el Bewahranstalt pro-
porciona una importante perspectiva de la historia educativa alemana.*
Traduccin: Beln Trabuccheli
Este estudio apareci originalmente en Journal of Social History, Vol. IX, mito. 3, y se
publi( a con la ituorititcin (lel Editor.
154
APROXIMACION GENEALOGICA A LA MODERNA
PERCEQ1ON SOCIALiKOS N iszos
JULIA VARELA()
Un anlisis de la infancia en tanto que institucin social permitir com-
prender las diferentes percepciones que de la misma han existido en Occi-
dente desde los tiempos modernos. Conviene, pues, aunque sea a travs de
rasgos an muy genricos, trazar la genealoga del campo infantil, sus reglas
de constitucin y sus transformaciones, con el objeto de captar mejor sus
significaciones actuales. Tratar de mostrar, en consecuencia, dos aproxima-
ciones fundamentales al mundo de los nios. Una, obra de humanistas y
moralistas, que se configura a partir del siglo XVI, y otra, cuyo agente social
ms reconocido fue Juan Jacobo Rousseau, y que data por tanto del siglo
XVIII. Ambas estn, como se ver, ntimamente conexionadas y constituyen,
particularmente la ltima, la antesala de las actuales representaciones de la
infancia. La primera definicin moderna de infancia emerge en el interior de
la formacin de los estados administrativos y est vinculada a procesos que
sealan el derrumbamiento del rgimen feudal y el paso a una nueva organi-
zacin social que comienza a estabilizarse en el siglo XVII. Reformadores
protestantes y contrarreformadores catlicos disean una amplia estrategia de
gobierno cuyas tcticas de intervencin abarcan desde la construccin del
Estado a la educacin de la primera edad. Los nuevos modos de socializacin
que comienzan a difundirse a partir de Trento constituyen uno de los mlti-
ples dispositivos encaminados a definir y a fijar las nuevas identidades sociales.
A partir del siglo XVI se perfila una estructura social que implica una
nueva dinmica entre los diferentes grupos sociales. La realeza y la nobleza
sufren notables transformaciones a la vez que irrumpe con fuerza en la escena
social un nuevo grupo, el estado medio, llamado a desempear el papel de fiel
de la balanza entre las distinguidas clases y el pueblo. Los nuevos modos de
educacin destinados a los nios e impulsados por los propagandistas catli-
cos son una pieza de los programas polticos dirigidos a lograr una sociedad
() Universidad Complutense de Madrid.
Revista de Educacin, nm. 281 (19861, pgs. 155-175.
155
pacilicada y estratificada. La institucin de la familia cristiana, paradigma del
buen gobierno poltico, va a constituir uno de sus principales puntos de
anclaje (1).
Humanistas de renombre como Erasmo y Vives, cuyo influjo en los mora-
listas catlicos as como en las prcticas es bien conocido, no consideraron
indigno dedicar una parte de su tiempo a escribir obras acerca de la educacin
de los pequeos. Entre sus innovaciones est la de plantearse la necesidad de
que la buena crianza e insti ficcin comience desde los tiernos aos. Ela-
borarn, en consecuencia, toda una serie de planes con el fin de que los nios
sean precozmente iniciados en la piedad y las buenas letras. Justificarn la
importancia que conceden a esta tarea por su vinculacin a la instauracin de
un nuevo orden social. Sus obras son de inestimable valor, no slo en la
medida en que permiten dar cuenta de la percepcin de la infancia moderna
sino tambin porque trazan los caminos por los que sta ha de discurrir
durante largo tiempo y posibilitan ulteriores redefiniciones de la misma, entre
las que destaca la figura definida por J.J. Rousseau en el Emilio.
Es preciso, pues, detenerse, con cierta calma, en las cualidades que huma-
nistas reformadores confieren a la infancia. Los muchachos son dctiles y
maleables se asemejan a cera blanda, arcilla hmeda, arbolillos tiernos...;
poseen una gran facilidad para el remedo, para la imitacin, a la vez que
estn dotados de una capacidad inmediata para retener lo que se les ensea;
nacen desnudos, dbiles y sin defensa; son rudos, flacos de juicio y en su natu-
raleza se asientan grmenes de vicios y de virtudes. De esta caracterizacin de
la primera edad se deriva la necesidad de su direccin y cuidado con el fin de
convertir a estos peculiares seres en sujetos racionales, buenos cristianos y
ejemplares sbditos. El jesuita espaol Juan Bonifacio expresa muy bien en
qu se funda el inters de los reformadores por la educacin: los nios son
muy fciles de gobernar. Yo no s cmo hay quien diga lo contrario. Por lo
mismo que son tan impresionables se puede hacer de ellos lo que se quiera (2).
La infancia se convierte as en un metal precioso, tan valioso como el oro
y las perlas que los galeones traen de Amrica. Su rentabilidad, tanto desde el
punto de vista religioso como poltico, depende, en un contexto de guerras
de religin y de bsqueda de una nueva configuracin social, de saber mol-
dearlo con mano firme y diestro buril. Esta primera visin de la infancia
implica ciertas dimensiones positivas en la medida en que se la convierte en
un material apto para ser adiestrado, pero al mismo tiempo se le atribuyen
determinadas propiedades negativas: carece de razn, es dbil e inclinada al
mal debido a los efectos de pecado original. Comienza as a gestarse un esta-
(1) Esios
procesos han sido analizados con ms detenimiento en mi libro
Modos de educa-
cidn en la Espata de la Contrarreforma, Ed. de la Piqueta. Madrid, 1981.
(2) Vase F.G. Olmedo, Juan Bonifacio (1538-1606) y la cultura literaria del Siglo de Oro, 2."
ed.. Madrid, 1939, pp. 102 y ss.
156
tut() de minora y de separacin de los nios respecto a los adultos que no
dejar de acrecentarse hasta nuestros das, es decir, se inicia la constitucin
de la especificidad infantil. Cuando examinemos la redefinicin realizada
siglos ms tarde por Rousseau comprobaremos que la infancia sigue siendo
todava en mayor grado desvalida, necesitada y dbil, pero ya se ha produ-
cido un importante cambio: carece de razn y es inocente por naturaleza.
Ambas propiedades son consideradas naturales por el ginebrino aunque en
realidad sean el resultado de su sometimiento por largo tiempo a prcticas de
ortopedia moral y de recogimiento en espacios especficos, los colegios, sepa-
rados de los peligros del mundo.
No todos los tratadistas de la poca tienen sin embargo la misma visin
de los nios. Berulio, por ejemplo, escribe que el estado de infancia es el
ms vil y abyecto de la naturaleza humana despus del de la muerte. Y el
mismo Descartes no deja de ofrecer una postura un tanto ambivalente, ya
que, por una parte, afirma que el nio por vivir bajo el imperio de los senti-
dos y de la imaginacin, es decir, del cuerpo, no puede acercarse a la verdad,
para luego aadir que es necesario conducir a este ser deficiente, vil y per-
verso a romper con el estado en el que se halla y liberarlo de las solicitudes
del mundo, ponindolo en contacto con las grandes obras del saber clsico.
Snyders relaciona esta ambigedad respecto al nio, que se trasluce en ml-
tiples autores del siglo XVII, con las estructuras de la sociedad nobiliaria. El
derecho de mayorazgo y el matrimonio negociado por las familias en
numerosos casos cuando los hijos son todava pequeos exigen de ellos
una gran docilidad y obediencia. Puede as producirse una cierta descon-
fianza hacia seres que, con razn, se teme puedan rebelarse contra esos debe-
res que se les imponen necesariamente en la sociedad del Antiguo Rgimen.
A nadie se le ocultan los efectos sociales que se derivan de una determi-
nada percepcin de la infancia ya que de ella dependen a la vez los resulta-
dos que se esperan obtener de su educacin y las propias estrategias educati-
vas a utilizar. Y as algunas sectas que subrayan los efectos negativos del
pecado original en la naturaleza infantil, entre las que figuran, por ejemplo,
los jansenistas, creen que conviene esperar a la edad de la razn para obtener
buenos frutos de su adoctrinamiento. Triunfar, no obstante, la tendencia
iniciada por los humanistas, la cual ejercer un fuerte impacto en el sistema
educativo de las rdenes religiosas y muy especialmente en el de los jesuitas.
Ph. Aries ha mostrado cmo desde el momento en que se dota a los nios
de especificidad, es decir, desde que se les atribuyen cualidades diferentes de
las de los adultos, surgen los colegios, instituciones destinadas a su educa-
cin y recogimiento. Esta moderna visin de la infancia que, como veremos,
no es homognea, aunque sea dominante en algunos grupos sociales, supone
una descalificacin y un rechazo de las formas medievales de socializacin e
impone su segregacin de la vida colectiva. La imagen graciosa y divertida
que alpinos miembros de las clases distinguidas atribuyen a los nios
pequeos en los albores de la Edad Moderna tender pronto a desaparecer
157
sofocada poi la concepcin moral que de la infancia tienen los reformadores.
Los reglamentos de los colegios impondrn a los nios una disciplina severa,
instituyendo su permanente vigilancia y cuidado. Comienza por tanto a des-
aparecer la antigua familiaridad que los adultos tenan con ellos y se ins-
taura una reserva, que ir en aumento, en el lenguaje, las maneras y las
acciones de la vida cotidiana (3). A esta transformacin y moralizacin con-
tribuyen, adems de la educacin institucional, los libros de urbanidad, los
catecismos, las nuevas devociones, entre las que destaca la del ngel de la
guarda, la imitacin de nios mrtires y santos, la confesin, la direccin
espiritual...
NATURALEZAS DE ORO, PLATA Y HIERRO
A partir de comienzos de la Edad Moderna, la infancia quedar prendida
en los hilos de una tupida red. No se trata ahora de proporcionar una rela-
cin de todas las modificaciones que tuvieron lugar entonces en relacin con
la educacin infantil sino de ver, en primer lugar, que la definicin que de
ella elaboran los humanistas del siglo XVI no es sino un paradigma, un
modelo a imitar. De hecho, tal como acontece en la actualidad, existieron
entonces diferentes infancias cuyas formas de socializacin variaron conside-
rablemente. Basta leer los tratados de educacin y los libros de cortesa diri-
gidos a prncipes y nobles y compararlos con la Ratio Studiorum de los
jesuitas para comprobar las diferencias. Las distancias se agrandan todava
ms si hacemos intervenir a los hijos del pueblo y si adems de la posicin
social se tiene en cuenta la variable sexo (4). En el presente trabajo me refe-
rir a la infancia masculina, la primera que se instituye como tal, la primera
destinataria de los colegios.
Como ya queda dicho la percepcin moderna de infancia reenva a impe-
rativos de carcter religioso y poltico, pero adems est tambin relacionada
con factores demogrficos y sociales. Algunos autores sealan no slo el
influjo que en el nuevo sentimiento de infancia tendr la disminucin de la
mortalidad infantil y la extensin de las prcticas contraceptivas, sobre todo
en las clases altas, sino tambin la afirmacin del estado medio la futura
burguesa, grupo que comienza a tener esperanza en el futuro y la deposita
en sus hijos que no dejan de ser sinnimo de esa fuerza del porvenir.
Las nuevas formas de distribucin del poder social exigirn modos espec-
licos de educacin de los nios quienes dejarn y esto es vlido slo para
los hijos de los grupos con recursos de ser socializados directamente por la
(3) Vase N. Elias, La riv ilisation des moeurs, Calmann-Lvy, Pars, 1973.
(4) Est todava sin hacer, por lo que a Espaa se refiere, un estudio preciso de los progra-
mas de educacin de nias en relacin con la redefinicin de los sexos que se fragua en la Edad
Moderna, y, respecto a la cual, tambin los humanistas desempearon un importante papel.
158
comunidad, de aprender el oficio de sus mayores, de pal ticipar con los adul-
tos en trabajos, fiestas, juegos y diversiones. Frente a un medio social denso y
clido donde abundan los intercambios afectivos y los encuentros entre fami-
liares, vecinos, amigos, sirvientes, adultos y nios, los colegios sustituirn al
aprendizaje como forma dominante de socializacin de las generaciones jve-
nes e impondrn, poco a poco, la separacin adultos/nios al tiempo que
contribuirn a hacer realidad la especificidad infantil. Esta importante muta-
cin se realizar en parte con la complicidad de la familia cristiana, espacio
afectivo que se cierra cada vez ms sobre s mismo, se aleja del ruido de la
calle y de una vida de comunidad ms amplia, comienza a preocuparse por
la educacin y el futuro de los hijos, a organizar su vida en torno a ellos y a
controlar su nmero.
a) El infante y el c aballerito
En funcin del presente interesa especialmente la institucin de la infan-
cia del mediano estado, ya que fue el modelo que triunf, pero para com-
prender mejor sus rasgos definitorios tendremos que dar un rodeo y mostrar
tambin los modos de socializacin de los hijos de la nobleza y del pueblo.
La nobleza cortesana es una nobleza reconvertida que poco tiene que ver con
la nobleza guerrera medieval, cuyos hijos primognitos eran los nicos vsta-
gos considerados de especial importancia en cuanto depositarios del nombre
y del patrimonio familiar, por lo que eran dedicados al ejercicio de las armas
desde sus tiernos arios, oficio, que a semejanza de los otros oficios, se adqui-
ra en la prctica, es decir, desempeando las funciones de la caballera. Los
delfines de la aristocracia cortesana, grupo social heterogneo sometido al
poder de los monarcas absolutos, recibirn en muchos casos, por el contrario,
una educacin refinada y amplia de manos de preceptores o maestros doms-
ticos que siguen las preceptivas sealadas por los humanistas. Su nueva
educacin est en consonancia con las nuevas funciones sociales que se le
asignan a la nobleza, por lo que resulta lgico un mayor brillo y esplendor
que adquerir una relevancia especial si el destinatario es el infante o futuro
prncipe llamado a gobernar el reino.
En Espaa ser el infante Felipe, luego Felipe II, el primer infante en
recibir una educacin que adems de las armas incluye las buenas letras.
Vives, en sus Dilogos, dedicados al infante, nos lo presenta, precisamente en
el apartado titulado El prnc ipe nio, dedicado tambin al estudio y no
exclusivamente, como era tradicional, a montar a caballo, conversar con las
damas de la emperatriz, danzar, jugar a los naipes y a la pelota, correr y
saltar. Adems de ejercitarse en el noble arte de las armas sus maestros de
letras Juan de Ziga y particularmente Martnez Silceo cuidan de su educa-
cin religiosa, literaria y civil (5). Le ensean sus deberes de cristiano, as
(5) j.M. March, Niez y juventud de Felipe II. Documentos inditos sobre su educacin civil,
literaria y religiosa y su iniciacin al gobierno (1527-1547), 2. t., Madrid, 1941.
159
como a leer, hablar y es( tibir correctamente el latn, la lengua culta de la
poca, y le orientan en el aprendizaje de la gramtica latina y en la lectura de
obras clsicas que luego le sern de provecho. Parece que el pequeo Felipe
no senta mucha atraccin en sus primeros aos por el latn y que sus pasa-
tiempos favoritos eran participar en justas, simular caceras, aprender a mon-
tar distintas sillas, correr la sortija...
La infancia regia y noble aparece dotada para los tratadistas y proyectistas
de la poca, desde Saavedra Fajardo a Mariana, de una naturaleza superior
que exige una esmeradsima educacin (6). Los futuros gobernantes, con el
fin de aumentar su majestad y atraerse el respeto de sus sbditos, no slo han
de estar rodeados de lujo y aparato, sino que adems han de aadir a este
fausto el cultivo de la virtud y las letras con los cuales, segn Mariana, se
concilia tambin mucho la veneracin de los ciudadanos. Los primognitos
de las nuevas lites de poder no slo han de ser a partir de ahora diestros en
las armas sino que deben cultivar tambin las letras, el ingenio.
Norbert Elias muestra cmo a partir del siglo XVI se configura una
nueva sensibilidad que afecta a las formas de relacin. Esta sensibilidad tiene
como foco de irradiacin la Corte donde las personas de alto rango comien-
zan a imponerse en el trato con los dems toda una serie de reglas, de normas
que orientan sus formas de comer, de vestir, de hablar, de pensar, de actuar.
La etiqueta y el ceremonial pasan a convertirse en rasgos de identidad de la
nobleza cortesana siendo los criterios en que se fundan criterios sociales de
distincin y de dominio. Los hijos de prncipes y nobles han de interiorizar
desde muy pronto, como si se tratara de una segunda naturaleza, todo un
conjunto de normas y ritos que exigen un cierto autocontrol en sus acciones
si desean convertirse en espejo de caballeros. El Cortesano de Castiglione o el
Galateo
de Della Casa que tanta resonancia y seguidores tuvieron en Espaa,
muestran cmo los grandes del reino han de recibir una cuidada educacin
que les permita cumplir las normas del protocolo, adquirir seguridad, distin-
cin, gracia y elegancia en todas sus acciones, medir sus menores gestos y
palabras, en fin, representar con propiedad las funciones que su posicin
social exige. Por ello, con el mismo afn que han de apartarse de la plebe en
la manera de comer y de vestir, han de esforzarse por adquirir las buenas
letras y doctrinas que les alejen de las srdidas opiniones y pasiones del
vulgo.
Los segundones de la aristocracia, despus de pasar los primeros aos
dedicados en sus nobles casas al aprendizaje de buenas maneras, buenas letras
y buenas costumbres, estn abocados a ir a la Universidad a estudiar cnones
y leyes, las dos carreras prestigiosas del momento. La instruccin que el
Conde de Olivares da a su hijo, futuro valido del Rey Felipe IV, ofrece
(6) 1 ms tratadistas polticos, siguiendo el ejemplo de los humanistas, retomarn y reinterpre-
tarn la filosofa platnica y, al igual que Platn en la Repblica, utilizarn la educacin para
legitimar y naturalizar desigualdades sociales.
160
expresivos datos no slo para conocer cules son las vas por las que puede
discurrir la futura formacin de un hombre pblico sino tambin para com-
probar que todava la percepcin de la infancia, especialmente la de la noble
infancia, se aleja bastante de la nuestra. Con slo doce aos, el futuro Conde
Duque se dirige a Salamanca para estudiar cnones y leyes, carreras que
abren las puertas a los codiciados puestos de la alta administracin de bienes
reales y eclesisticos. El squito y boato que acompaan al joven, rector de
Salamanca a los 14 aos, dan cuenta de su posicin social: ayos, pasantes,
pajes, mozos de cmara, cocineros, reposteros, caballerizos... En dicho texto,
su padre no slo le seala los contactos que debe y no debe establecer en
Salamanca, sino que adems le da normas para que acte como buen cris-
tiano, que sea cauto y prudente a fin de ganar amigos y evitarse enemigos.
Le seala asimismo una minuciosa distribucin del tiempo y de las activida-
des escolares conducente a lograr xito en los estudios al tiempo que honra y
fama. Se supone que el pequeo Conde Duque debi seguir bien las instruc-
ciones de su padre, hbil poltico, ya que cuando su hermano primognito
muere l le sustituye sin dificultades cerca del Rey del que se convierte en su
mano izquierda (7).
b) El colegial
Los hijos de las familias con recursos, es decir los hijos del mediano
estado y de la aristocracia provinciana, se educarn la mayor parte de las
veces en colegios de rdenes religiosas, especialmente en colegios de jesuitas.
Los jesuitas jugarn un papel predominante respecto a las modernas orienta-
ciones educativas, ya que la Ratio Studiorum, que puede considerarse el
primer tratado de pedagoga moderna, ser imitada por otras rdenes religio-
sas. Los jesuitas son adems los principales propagandistas de la educacin y
de la devocin nueva n dirigen la vida de los colegiales mediante una vigi-
lancia amorosa y un cuidado constante. Las directrices de los humanistas, en
particular las de Erasmo y Vives, estarn presentes, no slo en el orden que
establecen en sus escuelas, sino tambin en la progresin de las enseanzas y
en los procedimientos que utilizan para estimular a sus colegiales, as como
en los variados ejercicios y tcnicas empleadas para desarrollar sus facultades
para acostumbrarlos a pensar, a comprender, a razonar, pues no en vano la
razn es la facultad ms elevada del hombre.
Ribadeneira, en su Vida de S. Ignacio, explica de dnde procede el
enorme xito alcanzado por la educacin de los jesuitas, quienes a principios
del siglo XVII contaban ya en Espaa con 62 colegios por los que pasaban
anualmente cerca de 40.000 colegiales. En otras escuelas un mismo maestro
(7) Vase Instruccin que dio D. Henrique de Guzmn de Olivares, Embajador de Roma, a
D. Laureano de Guzmn, ayo de D. Gaspar de Guzmn, su hijo, cuando le envi a estudiar a
Salamanca, donde f ue rector, a 7 de enero de 1601. B.N. mss. 11262,15.6.
161
tiene diferentes rdenes de discpulos: menores, medianos y mayores; y que-
riendo acudir a todos no puede cumplir con lo que cada orden ha menester.
Mas la Compaa tiene sus discpulos separados y apartados en sus clases, y
para cada una de ellas su particular y sealado maestro. Se buscan con dili-
gencia variados modos de despertar y animar a los colegiales al estudio, y se
usan nuevos ejercicios de letras y nuevas maneras de conferencias y disputas,
y
de premios que se dan a los que ms aventajan y hacen raya entre los
dems. Los cuales y el piquillo de la honra y la competencia que se ponen
entre los iguales, y las preeminencias de asientos y ttulos que se les dan
cuando los merecen son grande espuela y motivo para incitar e inflamar a
los estudiantes (8). Y Juan Bonifacio refiere todava con ms detalle cules
son esos numerosos ejercicios que los colegiales han de realizar: El ingenio
se lo ejercitamos ponindoles dificultades cuya solucin requiere claridad y
viveza de ingenio, o refutando lo que dice el autor que se est traduciendo, o
poniendo una cuestin para que disputen sobre ella dos de los alumnos.
Para ejercitarles la memoria se valen los nuestros de varias industrias. Unas
veces les hacen aprender a la letra trozos latinos, principalmente de Cicern;
otras hacen que reciten o declamen en pblico lo que ellos mismos han
escrito; otras les cuentan alguna historia apacible y hacen que ellos la repi-
tan, o repitan la explicacin que se les ha hecho, o aprendan muchas pala-
bras distintas como nombres de aves, de hierbas, de peces, de colores, de mili-
cia, de nutica, etc., para que vayan aprendiendo la riqueza de lenguaje;
otras finalmente, los ejercitan hacindoles aprender algn trozo del Brutus de
Cicern, o de las luchas de La Eneida, donde hay tantos nombres propios (9).
Los jesuitas van a enfrentarse exitosamente con el gran problema de la ense-
anza institucional que implica, frente al preceptor domstico, que un slo
maestro ha de encargarse de muchos discpulos. De ah que su sistema de
enseanza se caracterice sobre todo por ser muy activo, estimulante y disci-
plinado. Los jesuitas son los constructores de un modo de educacin donde
los
variadsimos ejercicios, los exmenes, la competitividad, la emulacin, la
conquista del xito, se complementan con la atencin individualizada y la
direccin espiritual.
Andrade en El estudiante perfecto seala, por su parte, la importancia
que adquiere en su sistema educativo la aplicacin de toda una preceptiva
puntillosa que pretende abarcar las menores manifestaciones de la vida de los
colegiales. Su finalidad ser forjar el estudiante modelo: modesto, corts, bien
hablado, obediente y estudioso. Esta nueva figura de infancia se distingue
pues tanto de la acuada para los hijos de la nobleza cortesana como del
modelo en que se han de forjar los hijos del pueblo. La virtud y las buenas
letras son sus principales atributos ya que no ser instruida en el noble arte
(8) 1'. de Ribadeneira, Vida de San Ignacio de Loyola, BAE, t. LX, Madrid, 1952.
(9) J. Rondado, De sapiente fructuoso, citado por F.G. Olmedo, op. c., p. 139.
162
de las armas. Su educacin no supone la adquisicin de las habilidades caba-
llerescas, no tendr que aprender a montar a caballo, danzar, taer instru-
mentos, cazar... En razn de la nueva reorganizacin social a los colegiales
les corresponder una posicin de mediana, de ah que todas sus acciones
deban ser medidas y moderadas, sin excesos ni agasajos, pues slo as llega-
rn a ser medianos en riqueza, en nobleza, en letras y en virtud, pues no por
.1/.1t para este nuevo grupo social en ascenso se reserva la posicin de fiel de
Lt balania. En el trmino medio radica la virtud.
Los colegiales han de ser cuidadosos en su forma de hablar, de andar, de
vestir, de mirar, de comportarse, puesto que sus movimientos corporales son
voces que reflejan el interior del alma. Con sus acciones van pregonando si
son buenos, recogidos y estudiosos, o por el contrario si son inmodestos,
livianos, descuidados, de pocas letras y malas costumbres. Deben, en
consecuencia, comportarse de un modo ejemplar y evitar cualquier situacin
de peligro moral, por lo que tienen prohibido asistir a espectculos pblicos,
comedias, bailes, fiestas, carnavales, tabernas y garitos, pues han de evitar
con esmero el contacto contaminante del grosero vulgo y cualquier relacin
con mujeres sea cual sea su condicin. Para evitar, y sobre todo encauzar, las
resistencias que esta normativa produjo al principio entre los colegiales, los
jesuitas introducen en los colegios representaciones, sobre todo de obras cl-
sicas, contribuyendo as al florecimiento del teatro moralizante del siglo de
Oro.
Norbert Elias explica efectivamente cmo las normas de urbanidad que en
un principio eran consideradas el secreto distintivo de los crculos aristocrti-
cos de la Corte, se introducen y generalizan progresivamente a las capas
medias a travs fundamentalmente de la accin de los eclesisticos. Este pro-
ceso va a suponer, por una parte, su adaptacin y reinterpretacin para res-
ponder a las necesidades del nuevo grupo y, por otra, su devaluacin, lo que
llevar a la aristocracia a buscar nuevas formas de distincin. Numerosos
eclesisticos, entre los que figuran los jesuitas Andrade y Astete, forman parte
de este movimiento de expansin de las reglas de buena educacin en el que
sobresale de modo especial el fundador de las Escuelas Pas Juan Bautista de
La Salle con sus Reglas de decoro y de civilidad cristiana. La iglesia ser
pues uno de los agentes ms eficaces de transmisin y readaptacin de las
reglas de urbanidad para los miembros del mediano estado a las que propor-
cionan una infraestructura cristiano-religiosa. La disciplina moderada, el
control de los afectos, la normalizacin de las acciones, han de ser cualidades
del hombre honesto, del hombre del estado medio. Estas cualidades o virtu-
des no slo son acordes con la posicin que le corresponde en la estructura
social a este cristiano reformado, sino tambin con el ethos de la futura
burguesa y con los papeles asignados al hombre y a la mujer en la familia
cristiana. El sentimiento de pudor, la intimidad, la privaticidad de numero-
sos comportamientos, que encuentran su expresin material y simblica en
la nueva organizacin que adopta el espacio de la casa, son procesos nti-
163
mamente relacionados con la formacin de una identidad social del mediano
estado, con la prdida por parte de la familia de sus poderes polticos y, en
fin, con la preocupacin creciente por la educacin de los hijos. El nuevo
estilo de vida supone la aparicin de nuevas formas de relacin, la emergen-
cia de nuevas formas de sociabilidad, pero esta nueva sociabilidad que se est
fraguando nos acerca ya a la Edad Contempornea.
El sistema de enseanza de los jesuitas se manifiesta por tanto como uno
de los dispositivos claves para la constitucin de una nueva nobleza interior
fundada no ya en la sangre sino en los propios mritos. Los colegios de
jesuitas contribuyeron a la formacin de los modernos funcionarios quie-
nes, si realizaban una carrera universitaria tendran acceso a la diplomacia y
a los negocios de Estado, pero que en su mayora estaban destinados a des-
empear puestos de segunda categora en la naciente administracin estatal
para lo cual deban conocer el latn, saber escribir y dominar los rudimentos
del clculo. Las prcticas educativas aplicadas en los colegios consiguieron
paso a paso instituir la infancia en tanto que una de las etapas de la vida
con caractersticas propias. En el momento de su despegue en la segunda
mitad del siglo XVI, los agrupamientos de los colegiales se hacan en fun-
cin de su mayor o menor grado de conocimiento del latn, lo que permita
la mezcla en una misma clase de grandes y chicos. Slo con el paso del
tiempo la edad va a introducirse como criterio de agrupamiento, y as, a par-
tit del siglo XVIII, se intenta hacer corresponder nivel de enseanza y una
edad determinada. Este cambio traduce ya de algn modo una conciencia de
que las diferentes edades exigen tratamientos especficos a la vez que muestra
que estn puestas las bases para que se traduzcan en pautas reguladas los
programas que contribuyen a definir la moderna percepcin de infancia.
b) El pcaro
La reorganizacin social moderna, la ausencia de lazos familiares en las
clases populares, la fijacin en los colegios de una parte de la poblacin
infantil, los programas de amparo de pobres, contribuyeron a una indexa-
cin negativa de los hijos de las clases populares y a su sometimiento a un
tipo de socializacin especfica y empobrecida en relacin a la recibida por
los descendientes de otros grupos sociales. Por otra parte, y en conexin con
estos factores, la moderna percepcin de infancia slo roza tangencialmente-a
las clases populares cuya descendencia seguir socializndose en la comuni-
dad y en el aprendizaje de oficios. Incluso en aquellas ocasiones, poco fre-
cuentes, en que los nios pobres asisten a escuelas parroquiales o municipa-
les, siguen formando grupos heterogneos en los que estn mezclados edades
y niveles de instruccin. Ser preciso esperar a la imposicin de la obligato-
riedad escolar para que comience a emerger con nitidez una peculiar figura
de nio popular.
164
Para los hijos de los grupos situados en la base de la pirmide social los
tratadistas polticos y los moralistas disearn instituciones destinadas fun-
damentalmente a su recogimiento y en las que se les ensear la doctrina
cristiana y el aprendizaje de oficios. Los sin familia, los nios vagabundos,
sern, por tanto, recogidos en albergues, hospitales, casas de expsitos, casas
de doctrina, hospicios, seminarios de pobres...
Los pequeos miserables recibirn una instruccin religiosa eminente-
mente catequtica, la inculcacin de las verdades religiosas se basa ahora
fundamentalmente en la memorizacin de los dogmas, de los preceptos y de
las oraciones de la Iglesia, ya que la comprensin de las verdades divinas no
les parece a los reformadores catlicos asunto de mentes rudas e ignorantes.
Los descendientes de gente indomable, corruptora de costumbres, levantisca
y destructora del bien pblico deben por tanto ser fundamentalmente mora-
lizados. Y si bien en el siglo XVI, poca de crisis y de movilidad social, auto-
res como Vives o Giginta opinan que algunos muchachos de albergues y
hospitales que destaquen por su aplicacin pueden ser instruidos para ser
maestros de otros o ir al seminario de clrigos y por tanto conviene ensear-
les adems de la doctrina a leer, escribir y contar, los poderes de la sociedad
estamentaria del siglo XVII tratarn de obstaculizarles estas vas de promo-
cin.
Autores polticos de la talla de Sancho de Moncada o Navarrete, preocu-
pados por poner remedio a la decadencia espaola, se manifiestan contrarios
al estudio de los nios pobres. La razn de Estado, que habla por boca de
estos autores, exige que se los instruya en los oficios ms bajos y abatidos de
la repblica que son rechazados por quienes poseen mayor caudal. A la
accin de los hombres polticos se suma la de los moralistas. G. de Astete,
por ejemplo, es tambin partidario de ponerlos a buen recaudo en algn
lugar donde se les ensee a ser buenos cristianos y se les de oficios de prove-
cho para la Repblica. Las condiciones se vuelven, pues, ms duras a partir
del siglo XVII para los nios vagamundos, hurfanos, expsitos y desampa-
rados, una de cuyas figuras, el pcaro, ha sido el centro de un nuevo gnero
literario. Y as como la iglesia con la intensificacin del latn en tanto que
lengua culta puso freno al vulgo para acceder a las verdades divinas, as el
nuevo Estado al cerrarle las puertas de los estudios lo excluye de participar
en los puestos de gobierno. En este sentido resulta reveladora una pragmtica
real de Felipe IV que suprime los estudios de gramtica en las instituciones
de recogida de los nios menesterosos. Los nios pobres se vern pues con-
denados a la inferioridad lgica, puesto que no podrn acceder a la cultura
legtima. Los efectos de estas medidas cobran pleno sentido si se considera la
importancia que el latn, el buen manejo del lenguaje, adquiere en los
modos de educacin destinados a los hijos de otros grupos sociales: se mues-
tra como una barrera infranqueable destinada a prohibir la entrada en el
sagrado templo del saber a los sbditos de baja condicin.
165
El nuevo orden social, que coincide con el despertar del capitalismo pri-
mitivo, se ver asegurado, entre otras cosas, por el adoctrinamiento religioso-
moral de los muchachos miserables destinados por su baja condicin a los
oficios ms duros y viles del Reino. El Amparo de pobres de Prez de Herrera
es ya un paradigma de esta programacin estratgica de las funciones de las
poblaciones subalternas. En sus pginas el mdico del rey perfila todo un
programa de distribucin de los nios pobres en funcin de sus edades a dis-
tintos lugares y tareas. Y as para los mayorcitos dispone que sean entregados
a gente rica, prelados y corregidores para que se conviertan en servidores
suyos. Propone tambin que una parte de ellos se dedique a la marina y
aprenda a fabricar armas, hacer tapices, paos o telas, as como a confeccio-
na' muchas mercaderas que se traen de fuera del reino.
En definitiva, la educacin de los hijos de la escoria y hez de la Rep-
blica, no est dirigida a que aprendan lenguas, se ejerciten en nobles habi-
lidades ni destaquen por la gracia, elegancia y distincin de sus acciones
como suceda con las naturalezas de oro del infante y los caballeritos; tam-
poco sus estudios, maneras y vestimenta han de asemejarse a las del estu-
diante perfecto jesutico. Se trata ms bien de inculcarles hbitos de subordi-
nacin, as como una nueva tica del trabajo en consonancia con las
exigencias del nuevo orden econmico y poltico de los Estados Administra-
tivos modernos. Las naturalezas de hierro, destinadas al trabajo manual,
carecen de un natural gentil y generoso y sus formas de vida estarn ligadas
por largo tiempo, como ponen de relieve toda una serie de registros discursi-
vos entre los que destaca la novela picaresca, a la suciedad, la fealdad, la
ociosidad, la promiscuidad, el desorden y el libertinaje.
CUADROS DE INFANCIA
Puede tener cierta utilidad ilustrar estas figuras de infancia utilizando
para ello algunos cuadros que en su mayora se encuentran en el Museo del
Prado. Ph. Aries, que se sirvi muy inteligentemente de estas fuentes docu-
mentales, seala que una primera representacin realista y sentimental de la
infancia en la pintura comenz a manifestarse durante la segunda mitad del
siglo XII. En esa poca las composiciones se refieren nicamente a la infan-
cia religiosa centrada en los cuadros de la Virgen y su hijo. A partir de
entonces comienzan a generalizarse no slo sta sino otras escenas familiares
de carcter religioso. En el siglo XIV los nios santos (el nio Jess, S. Juan,
etc.) muestran rasgos de una infancia graciosa y juguetona en la que adems
predomina el desnudo. En paralelo con esta infancia religiosa se desarrolla
otra infancia, si as puede denominarse, mitolgica. Se trata de los lienzos
sobre el nio-Eros o Cupido, que alcanzarn su apoteosis ms tarde, como
puede comprobarse, en El triunfo de Venus de Tiziano. En los siglos XV y
166
XVI se desarrolla, en contacto sobre todo con la iconografa religiosa de la
infancia, una iconografa laica. En esta poca pocas veces aparece el nio
retratado solo, ms bien predomina su inclusin en escenas colectivas, se lo
representa como un personaje ms que junto con los adultos asiste a ritos,
predicaciones, fiestas, juegos o aprende oficios.
En el siglo XVI, e incluso con anterioridad, existen no obstante algunos
retratos de nios solos, vestidos a modo de adultos, y cuya representacin est
an muy distante de nuestra percepcin de la infancia. Me referir a algunos
de ellos slo a modo de muestra. Existe un retrato ejemplar de don Garca de
Mdicis, hijo del gran Cosimo I, realizado posiblemente hacia 1550 cuando
don Garca contaba con dos o tres aos de edad. Destaca en el cuadro no slo
su rostro sino tambin los detalles del rico vestido en seda roja con bordados
de oro, en consonancia ron su origen social, as como un precioso sonajero
dc
plata que lleva colgando de un cordn (lm. 1, p. 179). Otro retrato significativo
para conocer la percepcin que entonces se tena de la infancia noble es el
del infante Enrique, futuro Enrique VIII de Inglaterra, tambin en sus pri-
meros arios, en el que destaca la suntuosidad del traje a la moda italiana con telas
acuchilladas de gran riqueza y una amplia pluma en el sombrero (lm. 2, p. 180).
Ambos cuadros nos muestran una infancia cuyos caracteres no nos son fami-
liares. No solamente nos sorprende que un nio de tan corta edad se llame
don Garca sino que adems sus rasgos, al igual que los del infante Enrique,
;iwmejen a los de hombrecitos y, de hecho, nos parecen dos adultos en
miniatura. Otro soberbio retrato, tambin del siglo XVI, es el de las hijas de
Felipe II, Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela, cuando tenan entre los
cinco y seis aos de edad. Estn pintadas con riqusimas ropas por Claudio
Coello segn la moda espaola de la poca de Felipe II. Sobre la austera
majestuosidad del traje resplandecen las joyas que forman tambin parte del
tocado; los escotes han desaparecido y las faldas ruedan sobre el verdugado
que les da forma de campana; la garganta est cubierta por fa gorguera
poniendo de relieve la importancia que a partir de ahora cobrar la lencera
fina que tambin decora el pauelo o paizuelo que lleva en la mano una de las
infantas y que es entonces sobre todo un objeto ms de distincin (lm. 3, p. 181).
Prez Snchez, al comentar el cuadro, dice que estas delicadsimas figurillas
que parecen prisioneras en la rgida compostura del traje, expresan una
melanclica dignidad que apenas responde a su condicin infantil (10).
Efectivamente, lo que no percibe el comentarista es que la condicin infantil
se perciba entonces de forma diferente a la nuestra, que las infantas en su
vestimenta, en su porte, en todas sus manifestaciones corporales, deban ase-
mejarse ms a verdaderas damas que a nias.
En el siglo XVII, por el contrario, los retratos de nios en solitario son ya
habituales, lo cual puede considerarse como uno de los indicadores de la
(10) Vase, El nio en el Museo del Prado, Catlogo del Museo del Prado, Ministerio de Cul-
tura, 198. 1, p. 173.
167
importancia que en el interior de algunos grupos sociales, especialmente en
los ms elevados, ha adquirido la infancia, y muchos retratos de familia se
organizan alrededor del nio que ocupa el centro de la composicin como
puede verse en cuadros de pintores tan concidos como Rubens, Van Dick,
Frans Hals, Rembrandt o Velzquez. En estas pinturas, los nios y nias
siguen prcticamente vistiendo y ofreciendo el porte de los adultos de su
clase y condicin. Retratos expresivos de esta poca son los mltiples cuadros
que Velzquez dedica a la infanta Margarita y al prncipe Baltasar Carlos.
Basten como ejemplo uno de la princesa Margarita cuando tena alrededor de
nueve aos, vestida con un solemne traje cortesano en el que el cors y el guar-
dainfante le imponen una peculiar dignidad y rigidez (lm. 4, p. 182), y otro
del prncipe Baltasar Carlos cuando contaba aproximadamente seis arios de
edad, vestido con los arreos de cazador y con una escopeta en la mano atri-
buido a un discpulo de Velzquez (lm. 5, p. 183). Otro expresivo retrato de la
misma poca es el de Mara Teresa de Borbn, hija de Luis XIV, que falleci
liando tena cinco aos (lm. 6, p. 184). Se cree que el cuadro estaba destinado a
tratar sus esponsales con algn prncipe extranjero, ya que el limn era el
smbolo de la fidelidad matrimonial. Recurdese que las alianzas matrimo-
niales se establecen en muchas ocasiones, por lo que a la nobleza se refiere,
cuando los futuros cnyuges eran todava muy pequeos. La edad tampoco
era impedimento para que recibiesen nombramientos y dignidades. Existen
numerosos cuadros de pintores famosos que nos muestran a infantes o a
hijos de nobles revistiendo en sus primeros aos el atuendo de cardenales o
de maestres de las rdenes militares y luciendo aparatosas condecoraciones.
En el siglo XVII es tambin cuando comienza a diferenciarse de los
adultos de las clases altas la pequea infancia. Nios y nias nobles menores
de cuatro aos aparecen representados, una vez que han sido desenfajados,
vistiendo un traje especial compuesto fundamentalmente de faldones largos.
Aries afirma que esta vestimenta infantil refleja una tendencia arcaizante, ya
que imita el hbito de las personas relevantes de la Edad Media
magisuados, eclesisticos, maestros al tiempo que acenta el aspecto afe-
minado del nio. En efecto, mltiples retratos hacen difcil distinguir los
sexos en estos primeros aos de la vida. Vase el que representa a los archi-
duques Fernando y Mara Ana de Austria del pintor Mengs (lm. 7, p. 185), el de
Carlos Manuel Vctor, duque de Aosta, obra de un arWmimo francs (lm. 8,
p. 186) o el de Doa Antonia de Iperiarrieta y Galds y su hijo Luis, pintado por
Velzquez (lm. 9, p. 187). Es tambin a partir del siglo XVII cuando los trajes de
los nios de las distinguidas clases empiezan a diferenciarse de los adultos a
travs de una serie de piezas aadidas y adminculos, si bien las diferencias
son apenas perceptibles. Por el contrario, las nias seguiran vistiendo como
las damas de su poca hasta bien entrado el siglo XVIII.
Muy poco parecido tienen con estos retratos las representaciones pictri-
cas de la infancia popular, mucho menos abundantes y sobre todo siempre
formando parte de escenas colectivas. No existen cuadros familiares ni de
168
nios individualizados de esta figura de infancia. Como muestra pueden ser-
vir, sin necesidad de mayores comentarios, los dos cuadros siguientes: uno, de
Nez de Villavicencio, denominado Juegos de nios (lm. 10, p. 188), y otro, de
Luca Giordano, titulado Ria de muchachos (lm. 11, p. 189), ambos pintados
en el siglo XVII. Nos muestran el tipo de vestimenta que utilizaban los nios de
la calle, vestimenta indiferenciada respecto a los mayores de su condicin, as
como su aficin al juego de dados y naipes, a las cabriolas y juegos colectivos.
Finalmente sern los cuadros dedicados a los nios del estado medio, de la
burguesa, los que reflejen un mayor peso de la particularidad infantil; los
nios ya se diferencian en muchos casos por la vestimenta y la forma de
posar que tiende a una mayor sencillez que la de los adultos. Destacan en
esta perspectiva sobre todo los cuadros de los pintores flamencos y ello no se
debe al azar ya que responde a la formacin en los Pases Bajos, adelantn-
dose a otros pases, de una pujante y activa burguesa. En Holanda sern
sobre todo las instituciones municipales, los comerciantes, los militares, es
decir una acaudalada clase media quienes ejerzan el mecenazgo de las artes.
De ah que encarguen a los artistas locales no slo cuadros mitolgicos y
retratos destinados a lugares oficiales sino tambin escenas de la vida coti-
diana, entre las que destacan las de familia y los retratos. Vanse, por ejem-
plo, La familia del pintor, de Jordaens (lni. 12, p. 190), y
Un hombre fuman-
do y una mujer bebiendo en un patio,
de Pieter de Hoogh (lm. 13, p. 191).
EL BUEN SALVAJE
El programa educativo construido por J. J. Rousseau, as como su redefi-
nicin del campo de la infancia son difciles de comprender si no se sitan
en los albores de la Ilustracin. Epoca de amplias transformaciones en el
interior de las cuales una clase social, la burguesa, que se ha enriquecido y
accedido a un nivel social elevado, se consolida como grupo social alterna-
tivo a la nobleza. Para este nuevo grupo social en ascenso, que rechaza el
contacto con las clases populares, la familia se ha convertido en un lugar
necesario de afectos entre sus miembros, cuya preocupacin mxima es la
educacin de los hijos. El nuevo estilo de vida burgus implica un fuerte
control de los sentimientos y de las acciones pese a que no es tan visible
como el que reinaba en la nobleza cortesana. Los constantes intercambios
sociales, la progresiva divisin del trabajo, la creciente urbanizacin, la com-
petitividad en la lucha por la vida imponen nuevas normas de relacin, exi-
gen comportamientos estrictamente regulados. Emergen con fuerza dos esfe-
ras diferentes: una, la vida privada, ntima y secreta, y, otra, la vida pblica.
Este proceso supondr la privatizacin de numerosas funciones corporales y
sexuales. La monogamia, aceptada cada vez ms como una institucin social
obligatoria para los dos sexos, canalizar y regular la sexualidad. Y si bien
el mayor poder social del hombre en la nueva organizacin social favorecer
169
una mayor indulgencia hacia sus devaneos extraconyugales, oficialmente le
estarn prohibidos al igual que a la mujer.
El Emilio
se inscribe en esta perspectiva de disciplina interior, de interio-
rizacin de las normas, y su aparicin no habra sido posible sin la existencia
previa de las teoras educativas de los humanistas y moralistas y muy espe-
cialmente sin las prcticas educativas que se aplicaron y afinaron progresi-
vamente en los colegios de jesuitas que condujeron, como ya se ha sealado,
a la institucin de la infancia como clase de edad especfica. Rousseau
publica en 1762 no slo el
Emilio sino tambin el Contrato social; ambas
obras constituyen las dos caras de una misma moneda: el nuevo orden social
del contrato exige un nuevo tipo de sbdito, el ciudadano, producto en gran
parte de la nueva educacin.
El Emilio
ha sido uno de los tratados educativos que ms ha influido en
las corrientes pedaggicas contemporneas especialmente en la denominada
educacin nueva, en las diferentes manifestaciones de la escuela activa, y ha
sido, en consecuencia, objeto de ataques y de defensas mltiples y apasiona-
das. Desde su publicacin, rodeada de escndalos y condenas por el Arzo-
bispo de Pars y por el Parlamento, han existido anti-emilios, emilios cris-
tianos, emilios corregidos y nuevos emilios. Su importancia ha sido tal que
habr que esperar prcticamente a finales del siglo XIX para que la figura de
infancia que instituye, el buen salvaje, empiece a ser puesta en cuestin.
El Emilio
sigue estando, aunque nos parezca sorprendente en la actuali-
dad, dedicado fundamentalmente a la educacin de la infancia masculina, ya
que Rousseau
concede a Sofa tan slo un pequeo espacio. Infancia mascu-
lina de la nueva clase social en auge, ya que en boca de su autor el pobre no
necesita recibir educacin pues tiene la que corresponde a su estado (11).
Pero, adems, segn su concepcin, la sociedad justa es aquella en la que
cada cual ocupa el puesto que le corresponde segn sus facultades; sociedad
que permite alcanzar la felicidad a los ciudadanos en la medida en que sta
radica precisamente en saber ajustar los deseos a las capacidades. De ah que
aparezca como uno de los portavoces ms destacados de la burguesa.
No se trata aqu de comentar esta vasta obra sino de subrayar algunas de
sus dimensiones con la nica finalidad de mostrar cmo se ha modificado la
percepcin de la infancia y de describir sus nuevos rasgos ya que esta nueva
redefinicin de la misma marcar muy de cerca nuestras actuales percepcio-
nes de los nios. De hecho, la visin rousseauniana del nio constituir la
base en la que se asientan numerosas teoras y prcticas tanto psicolgicas
como pedaggicas. Rousseau escribe por vez primera de forma explcita que
el nio no es un hombre en pequeo, que la infancia tiene sus formas de ver,
de pensar y de sentir y que nada es ms insensato que querer sustituirlas por
las nuestras (12). Elabora, en consecuencia, un programa educativo que
(11) J.J. Rousseau, Emile ou de rducation, Garnier-Flammarion. Pars, 1966, p. 56.
(12) J.J. Rousseau, op. cit., p. 108.
170
abarca desde el nacimiento hasta el casamiento de Emilio, programa que ha
de desarrollarse lejos de las nocivas influencias de la sociedad, en plena natu-
raleza y siguiendo sus leyes. La educacin de Emilio comienza, pues, desde
sus primeros das, y se organiza en diferentes y sucesivos estadios, ya que el
espritu infantil est en continua transformacin:
La edad de la naturaleza: el nio de pecho (de cero a dos aos).
La edad de la naturaleza: el nio (de dos a doce aos).
La edad de la fuerza: (de 12 a 15 aos).
La edad de la razn y de las pasiones (de 15 a 20 aos).

La edad de la cordura y del matrimonio (de 20 a 25 arios).


No voy a explicar todo este recorrido sino que me centrar en el perodo
que abarca de los dos a los doce aos referido especficamente al nio, es
decir, a la infancia propiamente dicha, si bien en un sentido menos estricto
la infancia abarca para Rousseau desde el nacimiento hasta los 15 aos.
Conviene tambin sealar que el verdadero ciudadano ser el resultado del
paso exitoso por todos los estadios. Emilio, durante este perodo de tiempo,
recibir una educacin dirigida a desarrollar sus sentidos, su cuerpo, su sen-
sibilidad. La educacin intelectual partir siempre, por tanto, de lo sensible
por lo que no conviene que utilice libros ni se aficione a historias o fbulas.
La educacin intelectual y moral estn reservadas para ms tarde la edad
de la razn y de las pasiones ya que el nio carece de razn y, consecuen-
temente, de criterios morales. Esta falta de razn, considerada negativa por
los humanistas y reformadores hasta tal punto que sus programas educativos
tenan como objetivo principal hacer de los nios seres razonables, aparece
en Rousseau como algo natural, de ah que su plan de actuacin parta de
este hecho como de algo fundado en la naturaleza. Esta naturalizacin tendr
efectos sociales profundos y de largo alcance, ya que a partir de ahora no
solamente no hay que razonar con los nios, ni ejercitar su razn sino que
adems la infancia aparece dotada de otra propiedad tambin natural, la ino-
cencia. Inocencia y sinrazn que combaten el pesimismo de los que vean en
el nio un ser vil sometido a la corrupcin del pecado original; pero que al
mismo tiempo ocultan, enmascaran que la adquisicin de estas cualidades
fue producto de prcticas sociales concretas.
(2,u otras propiedades asigna Rousseau al nio adems de la sinrazn y
de la inocencia? Escuchmoslo a l mismo: Existe en el mundo un ser ms
dbil, ms miserable, ms a merced de todo lo que le rodea, que tenga una
necesidad tan grande de piedad, cuidado y proteccin? (13). La educacin
adquiere en este marco un carcter de urgente necesidad. La redefinicin
rousseauniana del nio ser sin razn, inocente, dbil, estpido, ignorante
refuerza el estatuto de minora que para l haban fijado los reformadores
(13)
J.J.
Rousseau, op. cit., p. 105.
171
que le precedieron. Estatuto que sigue vigente en la actualidad en gran
medida, y que ha supuesto, en contrapartida, una dependencia cada vez
inawl lespet to al adulto.
A partir de estas premisas quiz pueda entenderse con mayor exactitud
qu significa una educacin fundada en las necesidades naturales del nio,
una educacin activa y orientada por criterios de utilidad. Los moralistas,
siguiendo a Platn, recurran a la naturaleza para legitimar modos diferentes
y diferenciadores de educacin; Rousseau recurre de nuevo a la naturaleza
para justificar el carcter dirigista con rasgos totalitarios de la nueva educa-
cin de los ciudadanos libres. La irresponsabilidad y la debilidad infantiles
aparecern, a partir de ahora, ntimamente ligadas a una desorbitante autori-
dad moral del maestro a la vez que fundan una disciplina interior, poco visi-
ble, sin precedentes.
Estos rasgos totalitarios de la nueva educacin se revelan con nitidez en
distintos lugares del Emilio: Escoged un camino opuesto al de vuestro
alumno: que l crea siempre que es el maestro y sedlo siempre vosotros. No
hay nivel de sometimiento ms perfecto que aquel que conserva la apariencia
de la libertad; as se somete la voluntad misma. El pobre nio que no sabe
nada, que no puede nada, que no conoce nada, no est a merced vuestra?
no disponis respecto a l de todo lo que le rodea?, no sois dueos de
influenciarle como os place? Sus trabajos, sus juegos, sus placeres, sus penas,
todo, no estn en vuestras manos sin que l lo sepa? Sin duda no debe hacer
lo que l quiera sino que debe hacer aquello que vosotros queris que haga;
no debe dar un paso sin que vosotros lo hayis previsto, cuando abra la
boca vosotros debis saber lo que va a decir... (14). Muchos otros prrafos
insisten en esta necesidad de tutela externa que, siguiendo las enseanzas de
los jesuitas, no debe aparecer como manifestacin de fuerza sino inserta en
las naturales
exigencias de la enseanza. Claro que ahora parece ir ms all:
las artes de la simulacin han de lograr presentar la sumisin bajo la apa-
riencia de la libertad. He aqu otro expresivo texto en la misma perspectiva:
Tratad a vuestro alumno segn su edad. Antes que nada colocadlo en su
lugar y mantenedlo de tal forma que nunca intente salir de l... No le man-
dis jams nada, sea lo que sea, absolutamente nada. No le dejis siquiera
imaginar que pretendis tener autoridad sobre l; que sepa solamente que el
es dbil y que vosotros sois fuertes, que por su estado y el vuestro se encuen-
tra necesariamente a vuestra disposicin, que lo sepa, que lo aprenda, que lo
sienta, que sienta en buena hora sobre su altiva cabeza el yugo que la natura-
leza impone al hombre, el pesado yugo de la necesidad... (15).
Qu debe hacer el todopoderoso maestro para mantener al alumno en su
sitio, para que no de un paso sin que l lo haya previsto, para que no pro-
(14) J.J. Rousseau, op. cit., p. 150.
(15) J.J. Rousseau, op. cit., p. 109.
172
nuncie
una palabra que el no adivine? El preceptor ha de programar minu-
ciosamente todas las actividades que debe realizar el alumno, disponer de
todo lo que le rodea, organizarlo todo, mantener una solicitud imaginativa
constante de tal forma que se consigan los efectos deseados como si fuesen un
natural
producto de la situacin. Todo premio y todo castigo deben sucederle
como una consecuencia natural de sus propias acciones. No debe prohibrsele
hacer el mal, basta crear las condiciones que le impidan realizarlo. Esta
exhaustiva programacin del mundo en que vive el nio tan cercana a la
concepcin benthamiana de la libertad supera en amplitud e intensidad los
programas conductistas de modificacin de conducta. Toda la obra est sal-
picada de trucos y de artificios para conducir al alumno a realizar determi-
nados actos. Por ejemplo, cmo lograr que un alumno indolente y perezoso
haga ejercicio fsico? El preceptor, que conoce sus debilidades y sabe lo que
le gustan ciertos pastelillos, se mete unos cuantos en el bolsillo cuando sale
con l a dar un paseo y se hace el encontradizo con un grupo de muchachos
que estn jugando en el campo. Como por azar les propone realizar una
carrera en la que resultar premiado con pastelillos el que llegue primero
a la meta. El alumno al principio se contenta con mirar, pero, al fin, termi-
nar participando para poder comerse el pastel. De nuevo el preceptor tendr
que valerse de sus artes para que obtenga el premio, para que gane la carrera
la primera vez que participa en ella. Y as, poco a poco, se aficionar al ejer-
cicio al mismo tiempo que aprender a ganar unas veces y a perder otras. O
tambin, cmo inducir a un nio que no siente atractivo por la lectura a
que aprenda a leer? El tal muchacho comienza a recibir invitaciones para
meriendas y fiestas que naturalmente nadie le lee hasta que el festivo aconte-
cimiento ya ha pasado. Al comprender lo que se est perdiendo por no cono-
cer las letras, y viendo su utilidad, pedir al maestro que le enserie la lectura.
La educacin rousseauniana, adems de responder a las supuestas necesi-
dades naturales del nio y de su evolucin, ha de ser individualizada, tener
en cuenta la edad, el sexo y el carcter del alumno, ya que cada espritu
tiene su propia forma segn la cual debe ser gobernado. Es pues una educa-
cin que se opone en gran medida a la educacin tradicional, memorstica y
libresca, basada fundamentalmente en las buenas letras y en una disciplina
predominantemente exterior. Ha de ser, adems, como su propio autor la
define, una educacin negativa ya que no consiste en ensear la virtud o la
verdad, sino en mantener alejado el corazn del vicio y del error. Ha de ser,
por ltimo, una educacin activa vertida ahora a desarrollar el cuerpo, los
rganos, los sentidos y fuerzas del nio para hacerlo sano y fuerte. El nio
ha de saltar, correr, gritar, moverse, tocar y manipular lo que est a su
al( anee. mientras que su alma ha de permanecer ociosa el mayor tiempo
posible ya que la ms grande, til e importante regla de toda educacin no
es ganar tiempo sino perderlo. Educacin negativa como contra-imagen de
la mala educacin tradicional, segn
Rousseau, pero que de hecho, como ya
hemos visto, no permite ni ociosidad ni tiempo perdido, sino que su utilidad
se sita desde ahora a otro nivel.
173
LA INFANCIA, CATEGORIA SOCIOPOLITICA
Las figuras de infancia no son, como se ha mostrado, ni naturales, ni
unvocas, ni eternas. Las variaciones que han sufrido en el espacio y en el
tiempo son una prueba de su carcter sociohistrico. Las transformaciones
que han afectado a la percepcin de la infancia moderna estn ntimamente
ligadas a los cambios en los modos de socializacin. En este sentido se puede
afirmar que la categora de infancia es una representacin colectiva producto
de formas de cooperacin entre los grupos sociales y tambin de pugnas, de
relaciones de fuerza, de estrategias de dominio destinadas a hacer triunfar,
como si se tratara de las nicas legtimas, las formas de clasificacin de los
grupos sociales que aspiran a la hegemona social. Si la categora de infan-
cia, que, como se ha sealado, incluye diferentes figuras encubiertas bajo una
aparente uniformidad, no se hubiese construido resultaran ininteligibles los
proyectos educativos elaborados en funcin de grupos de edad y de prestigio,
as como habran sido inviables cdigos cientficos tales como los discursos
pedaggicos, la medicina infantil y la psicologa evolutiva. Todos estos sabe-
res son inseparables de instituciones, organizaciones y reglamentos elabora-
dos en torno a la categora de infancia que a su vez se ve instituida y remode-
lada por ellos.
A partir de la Revolucin francesa, las ideas de libertad, igualdad y fra-
ternidad conmovieron las conciencias y contribuyeron al derrumbamiento de
las sociedades cortesanas. En el marco de las relaciones contractuales privile-
giadas por el Estado liberal, la categora de infancia sigui desempeando
una funcin de discriminacin entre las clases sociales y los sexos, ya que
nicamente en el pasado siglo las clases medias y altas tuvieron infancia y,
en consecuencia, formas especficas de socializacin. Adultos y nios de las
clases populares, mujeres y hombres, pasaron a engrosar el ejrcito del tra-
bajo. Convertidos en fuerza de trabajo de un mercado laboral, los trabajado-
res de distinto sexo y edad se vieron convertidos en mercancas, en cosas, que
podan ser objeto de compraventa. Los pequeos trabajadores sufrieron tam-
bin las penurias y la dureza de las interminables jornadas de trabajo como si
se tratase de adultos en miniatura. Fue precisamente la dureza devastadora
del trabajo fabril lo que permiti crear el espejismo de la escuela liberadora
para los nios del pueblo. La promulgacin de la obligatoriedad escolar tuvo
lugar con la implantacin del Estado interventor y tutelar que decret las
leyes que prohiban el trabajo infantil sin las cuales no habra sido viable la
implantacin de la escuela. En el interior de la escuela pblica, en tanto que
espacio civilizador de los nios obreros, especialmente acondicionado para
los hijos del pueblo, surgen nuevas figuras de infancia. He mostrado en otro
lugar cmo la infancia salvaje y peligrosa nace a la vez que la infancia delin-
cuente y anormal (16). Un dispositivo de esta naturaleza, que arraiga en
(16) Cf. Julia Varela, La escuela obligatoria, espacio de civilizacin del nio obrero. 1900-
1901., en la obra colectiva Perspectivas actuales en sociologa de la educacin. I Congreso Inter-
nacional de Sociologa de la Educacin. ICE de la UAM, Madrid, 1983.
174
nuestro pas desde principios del presente siglo cuando las cotas de analfa-
betismo superaban el 65 por 100 produjo efectos de muy amplio alcance
que llegan hasta la actualidad. Socilogos de la educacin han mostrado con
claridad que bajo la apariencia de un sistema educativo nico coexisten
modos diferentes de educacin y diferentes figuras de infancia: poco tienen
que ver entre s los colegios de lites con las academias de barrio, los centros
pblicos y las instituciones de correccin y castigo.
Las figuras de infancia se ven cada vez ms atravesadas en la actualidad
por cdigos psicolgicos y pedaggicos herederos en gran medida del jesui-
tismo y de Rousseau. El ilustre ginebrino no slo naturaliz cualidades
infantiles y estadios sino que adems elabor programas que pretendan res-
ponder a supuestos intereses y necesidades naturales del nio. De algn
modo, esta concepcin subyacente a toda la psicologa evolutiva, con sus
estadios, capacidades lgicas y psicolgicas y, lo que es ms grave, todo
ello encarnado en una especie de nio universal que planea por encima de
las condiciones sociales y culturales tiende a imponerse como la nica leg-
tima en cuyo nombre se orquestan reglamentos, programas, didcticas y con-
troles.
Emile Durkheim
fue uno de los primeros en afirmar que para saber de
qu estn hechas las categoras que nosotros mismos no hemos fabricado no
basta con interrogar a nuestra conciencia, es preciso mirar fuera de nosotros,
observar la historia, construir de arriba abajo una ciencia. La genealoga de
la categora de infancia no debe, por tanto, detenerse en las reglas de consti-
tucin que aqu se han intentado establecer reglas que tienen una gran
importancia puesto que definen el subsuelo de nuestra actualidad, sino
mostrar tambin las transformaciones que se sucedieron desde entonces y que
configuran el presente. Los historiadores de la educacin y los socilogos
tenemos ante nosotros un largo camino que recorrer para comprender, con
todas sus derivaciones, el carcter socio-poltico y los intereses que subyacen
a tantos cdigos y prcticas que giran en torno a las figuras de infancia. Hoy
se despliega ante nuestros ojos una amplia panoplia de saberes y poderes que
con funciones diferentes parecen sin embargo dispuestos a seguir justificando
de forma natural
el gobierno de los nios. Dicho gobierno, en la poca de la
posmodernidad, la robtica y las nuevas tecnologas, sigue presentando, en
funcin de las definiciones de infancia, una estrecha analoga con el despo-
tismo ilustrado: todo para el pueblo pero sin el pueblo.
175
MIN AS
Agradecemos al Museo del Prado las facilidades concedidas a la
Revista de Educacin para reproducir los cuadros que figuran en
este articulo.
177
LAMINAI
Don Garca de Mdicis.
1.AMINA2. Enrique VIII.
LAMINA3. Las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela.
LAMINA1.
La infanta doa Margarita de Austria.
LAMINA5.
El prncipe don Baltasar Carlos.
rAmiNA 6. Mara Teresa de Borbn.
iAmiNA 7. Los archiduques Fernando y Mara Ana de Austria.
I.AMINA8
Retrato de una nia reina.
1 AMINA9.
Doa Antonia de Ipefiarrieta y Galds y su hijo
don Luis.
LAMINA10. Juegos de nios.
LAMINAI Ria de muchachos.
LAMINA12.
Familia del pintor.
LAMINA13.
Un hombre fumando y una mujer bebiendo
en un patio.
178
LAMINA
AGNOLO BRONZINO
[1503-1572]
Don Garcia de Mdicis
179
LAMINA 2
Enrique VIII
180
LAMINA 3
ALONSO SANCHEZ COELLO
[1531-1588]
Las Infantas Isabel Clara Eugenia
y Catalina Micaela
181
LAMINA 4
DIEGO VELAZQUEZ
[1599-1660]
La infanta doa Margarita de Austria
182
LAMINA 5
DISCIPULO DE VELZQUEZ
[Hacia 1635]
El prncipe don Baltasar Carlos
183
LAMINA 6
JEAN NOCRET
[1615-1672]
Mara Teresa de B orbn
184
I.AMINA 7
ANTON RAFAEL MENGS
11728-1779]
Los archiduques Fernando
y Mara Ana
de Austria
185
LAMINA 8
ANONIMO NAPOLITANO
[Mediados del siglo XVIII)
Retrato de una nia reina
186
LAMINA 9
DIEGO VELAZQUEZ
[1599-1660]
Doa Antonia de
lpe f iarrieta y Galds
y
su hijo don Luis
187
LAMINA 10
PEDRO NUEZ DE VILLAVICENCIO
[1640-ames de 1698]
Juegos de nios
188
LAMINA II
LUCA GIORDAN()
[1634-1705)
Ria de muchachos
189
I.AMINA 12
JORDAENS
La familia del pintor
190
LANIIN 1 13
PIETER DE HOOGH
Un hombre fumando y una mujer bebiendo
en un patio
191
LA MADRE CONCI
IC() DE UNA PEDAGS Ik PARA
lkr,
SCUEI ,A RIM
CAROLYN STEEDMAN()
El aforismo que la profesora ideal de nios pequeos es como una
madre concienciada pertenece a Friedrich Frebel (1782-1852), el filsofo
de la educacin y fundador del sistema del kindergarten, que lo enunci en
los aos 40 del siglo XIX. Pero como ejemplo de prescripcin educativa tiene
ecos mucho ms recientes, particularmente en el consejo educativo ofrecido a
los profesores a partir de la ltima guerra por David Winnicott y otros
miembros del movimiento psicoanaltico britnico. Este artculo est conce-
bido para tratar del desarrollo dentro de la enseanza primaria de ciertos
conjuntos de ideas que han ligado la enseanza de los nios pequeos a una
interpretacin de la maternidad y de las contradicciones que se derivan de
esta nocin sumamente ambigua y carente de anlisis para las mujeres y
nios en las aulas, en especial para los nios de clase trabajlora y sus pro-
fesoras.
El punto de partida de este trabajo lo constituy mi propia experiencia
como profesora en una escuela primaria. Entr en este lugar cerrado, el aula,
por casualidad, en 1973, bastante poco familiarizada con el mundo del profe-
sor. Pienso que si hubiera recibido formacin para convertirme en profesora
habra tenido acceso a ideas sobre privacin y desventaja que habran expli-
cado de manera particular los nios con los que me encontr all. Me llev
muy poco tiempo descubrir, mediante lecturas y conversaciones con el resto
del profesorado, que los nios de clase trabajadora semi-calificada y sin cali-
ficar a los que ensebamos no eran como deberan ser los nios, no eran
verdaderos nios, aunque representaban una mayora de los nios en esta
sociedad. Siempre me ha parecido que es una cuestin bastante urgente trazar
la historia que hasta cierto punto ha convertido a los nios de clase trabaja-
dora en una especie de patologa.
El campo para este desarrollo ha sido obviamente el colegio; pero el cole-
gio de enseanza primaria, y su historia, pueden utilizarse para explicar algo
ms que a s mismos. Todos los que tienen algo que ver con los nios dis-
' Universidad de Warwick.
itc%ima de Educa( kilt. nm. 281 119146 ). pgs. 193.211.
193
frutan de un bajo status dentro de nuestra cultura. Las madres y los profeso-
res son ocupantes obvios de esta posicin, pero tambin lo son las personas
que trabajan sobre la infancia en los campos de la sociologa, la psicologa y
la historia. La indiferencia de los historiadores hacia los interrogantes susci-
tados por un estudio de la infancia puede atribuirse quiz a una renuencia
ms general dentro de la disciplina a comprometerse con la idea del ciclo de
la vida, del desarrollo y el cambio en la esfera de las experiencias individua-
les y de su interseccin con el tiempo histrico (1), y la infancia est a punto
de cambiar y desarrollarse: es un estado esencialmente transitorio. Lo que
esta renuencia significa en realidad es que hay pocas maneras de utilizar la
infancia como un dispositivo interpretativo, como algo que informe sobre
desarrollos histricos y polticos. Pero es de hecho posible entrar en el aula y
ver en funcionamiento un proceso por el que, a lo largo de siglo y medio, la
relacin entre las mujeres y los nios se ha establecido como una relacin
cultural y social, que se entiende que existe por encima y aparte de la rela-
cin de la biologa, es decir, la utilizacin de la infancia en el modo en que
transcurre por las aulas y es experimentada por las mujeres que se encuen-
tran all como profesoras, como un instrumento de explicacin histrica.
* * *
La mayora de los nios que han sido los sujetos de la escolarizacin
desde mediados del pasado siglo han sido nios de clase trabajadora. Sin
embargo, tales nios estn ausentes de la evidencia psicolgica, psicoanal-
tica y lingstica que, a lo largo de los dos siglos pasados, ha ido susten-
tando nuestra nocin de mediados del siglo veinte de lo que es un nio. La
interpretacin de la infancia con la que operamos actualmente est basada en
la experiencia de un nmero limitado de nios de clase media y alta que han
sido interrogados y observados por adultos durante los dos ltimos siglos; y
es la comprensin psicolgica y lingstica de la infancia establecida de esta
manera la que inspira estudios longitudinales sobre la infancia moderna (2).
Los nios de clase trabajadora estn presentes en estos estudios, pero la idea
del nio por la que son cuestionados y valorados hace fcil definir su infan-
cia como una falta de adecuacin, una limitacin de infancia verdadera.
Esta dolorosa disyuncin entre cmo deberan ser los nios y cmo son
en realidad los nios de clase trabajadora ha sido advertida en numerosas
ocasiones desde los aos 80 del siglo XIX (3). Un reciente fragmento de evi-
dencia sobre la perdurabilidad de esta dividida visin se encuentra en All
(I) Tamara K. Hareven, Family Time and Industrial Time, Nueva York, 1982, pp. 355-382.
(2) Carolyn Steedman, The Tidy House: Little Girls Writing, 1982, pp. 85-88.
(3) Steedman, Tidy House, p. 115 y 118. Carolyn Steedman, Listen, How the Caged Bird
Sings: Amarjit's Song, en (eds.) Valerie Walkerdine, Cathy Urwin y Carolyn Steedman, Lan-
guage, Gender and Childhood (de prxima aparicin).
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Things Bright and Beautiful? (eTodas las cosas brillantes y bonitas?) de
Ronald King, donde observa que las profesoras de nios a mediados de los
aos 70 definan a una minora estadstica, los nios de clase media alta profe-
sional, como nios simplemente normales, mientras que la inmensa mayora,
los nios de clase trabajadora, no se consideraba normal, no se vea a estos
nios como verdaderos nios (4). Esta clase de evidencia proviene de dis-
gresiones, de manifestaciones espontneas de creencias y actitudes reveladas
al hablar al entrevistador sobre otras cosas. Pero algunas profesoras, cuando
han sido preguntadas directamente, han revelado el mismo conjunto de acti-
tudes. En 1975, por ejemplo, un estudio a pequea escala sobre las escuelas
primarias de Alemania Occidental e Inglaterra concluy que en ambos pases
ms del 90 por 100 de las profesoras comprendidas en el estudio observaban
que el lenguaje de los nios procedentes de hogares de clase trabajadora era
de alguna manera deficiente (5). A la vista de nios como stos, se ha
pedido a las profesoras de escuelas primarias en diferentes pocas que se
identifiquen con el modelo de buenas madres.
La nocin de la enseanza como una especie de maternidad y la creencia
en los beneficios que reportan a los nios en las aulas las actitudes materna-
les parecen derivarse de dos fuentes: de la esfera educativa de la madre de
clase media en el aula domstica del siglo XIX y de una traduccin, para el
mercado educativo, de la educacin natural, espontnea que los observadores
del siglo XIX vieron que impartan las madres pobres (preferentemente cam-
pesinas) a sus hijos.
El papel educativo de la mujer de clase media en el hogar est bien
documentado, aunque todava hay mucha evidencia dispersa en autobiogra-
fas y diarios de desarrollo sin publicar (6). Estos diarios, que parecen haber
sido llevados por muchas madres de clase media, detallaban cmo aprendan
a hablar sus hijos, su educacin en la moralidad y los mtodos por los que
aprendan a leer y escribir, como parte de la observacin naturalista de la
vida del nio (7). A veces los propios diarios de los nios, como los de Mar-
jory Fleming y las hermanas Coleridge, revelan el proceso de esta educacin
domstica (7).
Mujeres de clase media como stas fueron las directoras de la educacin
de sus hijos y abordaron su tarea con un alto grado de concienciacin propia
(4) Ronald King, All Things Bright and Beautiful? The Sociology of Infant's Classrooms,
Chichester, 1978, p. 102, 110-126 y 89-95. Vase tambin Rachel Sharp y Anthony Creen, Educo-
ion and Social Control: A Study in Progressive Primar Education, 1975, pp. 137-165.
(5) Robert E. Shafer y Suzanne M. Shafer, Teacher Attitudes Towards Children's Language
in West Germany and England, Comparative Education, vol. 11, nm. I (marzo de 1975), pp.
43-61.
(6) Steedinan, Tidy House, pp. 85-88.
(7) Steedman, Tidy House, pp. 69-84.
195
e intelectual. Citando a Read, el filsofo de finales del siglo XVIII, Catherine
Stanley, de Alderley, Cheshire, que llev un diario del desarrollo de cuatro de
sus hijos entre 1812 y 1820, afirm que:
Si pudiramos obtener una historia precisa y completa de todo lo
que ha pasado por la mente de un nio desde el comienzo de la vida
hasta que crece... esto sera un tesoro de historia natural que proba-
blemente arrojara ms luz sobre las facultades humanas que todos los
sistemas filosficos sobre ellas desde el comienzo del mundo... (8).
Para Elizabeth Cleghorn Gaskell, la maternidad era una responsabilidad
tanto moral como intelectual y el diario que llev sobre el desarrollo de su
primer hijo reflej su creencia de que toda la vida de una mujer debera
tener referencia al perodo en el que est cumpliendo con una de sus mayores
y ms elevadas obligaciones, las de una madre (9).
Los diarios de esta clase, que han proporcionado la base no reconocida de
la psicologa del desarrollo moderna (10), indicaron una dualidad de respon-
sabilidad dentro del cuidado domstico del nio: madres como Anna Alcott
en Estados Unidos y Elizabeth Gaskell en Inglaterra criaron y educaron a sus
hijos. Interesadas en ellos como seres emocionales y psicolgicos, la tarea de
una madre consista tambin en encargarse de su progreso intelectual. La
combinacin del papel de madre y educadora de nios pequeos ha dejado
un significativo legado para el cuidado del nio en Occidente. La presin
cada vez mayor sobre las profesoras en las guarderas, centros pre-escolares y
clases de primera enseanza para que respondan a las necesidades aparentes
de los nios que se asume que no han sido satisfechas por sus ocupadas...
madres, que observ Lilian Katz en los Estados Unidos en 1982, conjunta-
mente con un creciente entusiasmo por la preparacin de los padres y su
envolvimiento en la enseanza (11), no es un desarrollo reciente en este pas,
donde el papel de la madre fue unido al del educador por las muchas muje-
res que en sus diarios y libros diarios proporcionaron el banco de datos del
siglo XIX por el que han sido valoradas las supuestas necesidades de los
nios modernos.
(8) Catherine Stanley, Journal of Her Five Children, 1811-1819, Cheshire Record Office,
DSA 75.
(9) Elizabeth Cleghorn Gaskell, My Diary, (ed. Clement Shorter), impresin privada, 1923.
(10) El llevar un diario de desarrollo no estaba restringido a las familias literarias. A media-
dos del siglo XIX la prctica recibi apoyo comercial: en los aos 50 de este siglo Isabella Ste-
venson pudo poner por escrito la infancia de Louis en uno de los Baby Books (Libros de
Nios) en blanco asequibles por entonces. Margaret Isabella Stevenson, Stevenson's Baby Book,
impreso por John Howell para John Henry Nash, San Francisco, 1922. Vase Steedman, Tidy
House, p. 87, pp. 256-257.
(II) Lilian G. Katz, C.ontenq)orary Perspectives on the Roles of Mothers and Teachers,
Australian Journal of Early Childhood Education, vol. 7, nm. 1 (marzo de 1982), pp. 4-15.
196
Posteriormente, en el siglo XIX, el movimiento de estudio del nio y las
nacientes disciplinas de la psicologa infantil y la lingstica del desarrollo se
dirigieron especficamente a los padres, y se publicaron cada vez con mayor
frecuencia relatos de hombres sobre aspectos del desarrollo de sus hijos (12).
Muchos de estos estudios de nios se concentraban en aspectos especficos del
desarrollo, como el breve _relato de Darwin del crecimiento del sentido de
identidad propia en su hijo y la descripcin de Ronjat del bilingismo de
su hijo (13). Por otra parte, la caracterstica del diario informal, sin publicar
de la madre, era su reconocimiento del intensivo envolvimiento en el desarro-
llo moral e intelectual de sus hijos y su identificacin con sus necesidades y
deseos. La identificacin y el envolvimiento profundos, unidos al distancia-
miento cientfico demandado a la madre como observadora, produjeron
muchos documentos de extremada tensin (14).
Lo que estas mujeres de clase media estaban haciendo era utilizar la
curiosidad intelectual y ejercer la actividad educativa en una esfera domstica
aceptada. Al ampliarse el terreno de la educacin pblica en la Inglaterra del
siglo XIX, se hicieron muchos intentos para que el papel educativo de la
mujer de clase media se extendiese desde el aula domstica al aula pblica
(15). Cuando Bertha Maria von Marenholtz-Buelow explic el sistema del
kindergarten de Frebel ante una audiencia britnica en 1855, habl de una
misin educativa de la mujer que combinaba el papel educativo con el
moral:
A una mujer debe permitrsele asumir aquellas responsabilidades
de las que los hombres no siempre pueden encargarse con verdadera
idoneidad y cuidar de aquellos intereses que la naturaleza destin
expresamente a su direccin. La posicin de la mujer, como madre,
nodriza e institutriz de la infancia, abraza la excelsa idea de que el
sexo femenino ha sido nombrado por la Providencia para ser el
soporte legtimo de la indefensa humanidad... (16).
(12) Hippolyte Taine, The Acquisition of Language in Children, Mind, vol. 2, nm. 7
(julio de 1877), pp. 285-294; James Mark Baldwin, Mental Development in the Chad and the
Race, Nueva York, 1894; James Sully, Studies of Childhood, 1896.
(13) Charles Darwin, A Biographical Sketch of an Infant, Mind, vol. 2, nm. 7 (julio de
1877), pp. 285-294; Jules Ronjat, Le Diveloppement du Langage Observ Chez un Enf ant Bilin-
gue, Pars, 1913.
(14) Steedman, Tidy House, pp. 86-87.
(15) Asiles Tropp, The School Teachers, 1957, pp. 23-24; Frances Widdowson, Going up
Into the Next Class: Women and Elementary Teacher Training, 1983. Francesca M. Wilson,
Rebel Daughter of aCountry House: The Lif e of Eglantine Jebb, 1967, pp. 80-96.
(16) Bertha Maria von Marenholtz-Buelow,
Women's Educational Mission Being an Expla-
nation of Friedrich Frebel's System of Inf ant
Gardens, 1855, p. 22. Para un examen de la pro-
fesionalizacin del papel maternal entre las mujeres de clase media alemana y mediante el kin-
dergarten,. vase Ann Taylor Allen, Spiritual Motherhood: German Feminists and the
Kindergarten Movement, 1848-1911,
History of Education Quarterly, vol. 22, nm. 3 (otoo de
1982), pp. 319-339.
197
Al propagar la filosofa educativa de Frebel, Marenholtz-Buelow espe-
raba impulsar una prctica que llevaba mucho tiempo establecida en las
familias de clase media. Pero la nocin de profesora-como-madre que pre-
sent al pblico derivaba de hecho de una fuente muy diferente.
***
Frebel observ en los aos 40 del siglo XIX que las buenas madres
hacan naturalmente lo que la buena profesora debe extrapolar de su prc-
tica, debe descifrar y utilizar. Debe
...
despertar y desarrollar en el Ser Humano toda capacidad, toda
disposicin... Sin ninguna Enseanza, Recordatorio o Aprendizaje, la
buena madre hace esto por s misma. Pero esto no es suficiente: ade-
ms se necesita que siendo Consciente y actuando sobre una Criatura
que se est haciendo Consciente, cumpla con su obligacin Cons-
ciente y Firmemente, como Obligacin destinada a guiar al Ser
Humano en su constante desarrollo (17).
La madre concienzada de Frebel tena un precedente. Johann Pestalozzi,
el filsofo suizo y pionero de la educacin para los pobres public
Lienhard
y Gertrude en 1870 y la educacin que Gertrude dio a sus hijos se utiliz
para trazar una pedagoga (18). Tanto Pestalozzi como Frebel utilizaron la
observacin naturalista de las madres en la interaccin con sus hijos para
esbozar la prctica materna como la base para un nuevo orden educativo.
Frebel conoca el trabajo de Pestalozzi, pas un tiempo en su escuela de
Yverclun y utiliz la penetrante observacin de ste de que las madres son
las educadoras de sus hijos y (que) podemos aprender de sus mtodos (19).
Este tipo de observaciones de tericos educadores sobre el comportamiento de
las madres con sus hijos (particularmente, en el caso de Frebel, en las
cabaas de la clase trabajadora) establecieron las tendencias de los instintos
maternales e infantiles como la base de una pedagoga (20).
Esta pedagoga, obtenida del comportamiento de las madres campesinas
que Pestalozzi y Frebel observaron, giraba en torno a las cualidades del ins-
tinto, el sentimiento y la naturalidad. Presenta un llamativo contraste res-
pecto al envolvimiento intelectual
en el desarrollo del nio expresado en los
estudios sobre nios de la clase media mencionados anteriormente. No fue
idea de Frelebel, coment uno de sus partidarios de fines del siglo XIX,
(17) W.H. Herford, The Studenes Froebel, 1899, pp. 34-35.
(18) Jane Roland Martin, Excluding Women [rom the Educational Realm, Harvard Edu-
cazonal Review, vol. 52, nm. 2 (mayo de 1982), p. 135. John Heinrich Pestalozzi, How Gel-
trude Teaches Her Children, 1900.
(19) Friedrich Fraehel, Autobiography of Friedrich Friiebel, 1906; Roland Martin, Excluding
Warnen.
(20) Marenholti-Buelow, Women's Mission, pp. 6-7.
198
Johann Heinrich Pestalozzi
(1746-1827) (F. G. A. Schoner, 1808).
sustituir la filosofa por los instintos maternales, sino mostrar que en
el tratamiento que otorgan a los nios madres de xito, est impli-
cado un principio que podra ser comprendido y aplicado por todos
los que tienen que instruir a los jvenes, ya sean nieras o profeso-
ras... (21).
El principio implcito era la idea del crecimiento como un desarrollo
natural, una especie de lgica emocional del desarrollo y lo que se peda a la
madre, la niera y la profesora era una empata, una identificacin con el
nio. El movimiento romntico y su particular manifestacin a mediados del
siglo XIX en Inglaterra en la figura del nio sentimental, wordsworthiano y
en el culto a este nio en la literatura, as como en el aparato publicitario
froebeliano aseguraron una considerable audiencia de clase media para la
filosofa de la educacin de Frebel (22). A este nivel de la transmisin de
(21) T.G. Ropper, School and Home Lije, sin fecha, pp. 336-337.
(22) Peter Coveney, Poor Monkey: The Child in Literature, 1957; Nanette Whitbread, The
Evolution of the Nursery-1nfant School: A History of 1nfant and Nursery Education in Britain,
1800-1970, 1972, p. 34; Henry Morley, Infant Gardens, Household Words, 21 de julio de 1855,
pp. 577-582.
199
ideas revistas familiares, libros de consejos para las madres, traducciones de
finales del siglo XIX de Frebel para el mercado educativo Frebel no
sufri el olvido que, segn la informacin, sufri Pestalozzi por parte de los
filsofos de la educacin (23), y sus ideas influyeron enormemente en el esta-
blecimiento de una escuela britnica centrada en la educacin del nio. El
romanticismo social y literario que un comentador considera como el con-
junto dominante de valores y aspiraciones en la educacin del profesor en
este siglo se ha nutrido de estas races froebelianas (24).
La filosofa educativa de Frebel tambin se aplic a los nios de clase
trabajadora. Los kindergartens privados, caritativos, establecidos en los distri-
tos pobres de las ciudades industriales en los aos 60 y 70 del siglo XIX (25)
realizaron un trabajo que posteriormente fue adoptado como la poltica de la
Junta de Educacin oficial a partir de los aos 90 de dicho siglo (26). La
naturalidad que enfatiz el froebelismo, la necesidad del nio de tocar,
manipular y construir, de estar en contacto con la naturaleza en aulas airea-
das, luminosas (27) proporcionaron un punto de contraste con respecto a las
vidas reales de los nios pequeos en las secciones centrales superpobladas de
las ciudades al trmino del siglo XIX. El contraste entre la artificialidad y
corrupcin de la ciudad y el ambiente natural que ofrece el campo ha sido
un tema constante en la educacin progresista inglesa, reflejando la persis-
tencia de un ideal cultural mucho ms amplio, lo rural como representante
de un modo de vida natural: de paz, inocencia y simple virtud; el lugar
adecuado para que un nio florezca (28). Al producir estas imgenes contras-
tantes y describir las diferencias entre la escuela y la vida en el hogar resul-
taba imposible evitar la condena de esta ltima:
Dermis vive en una calle peor que la de Jerry. Es una barahnda de
casas con oscuros vestbulos grasientos y horribles escaleras negras
que conducen a los stanos. La madre de Dennis vive en uno de los
stanos. Est tan oscuro que cuando uno entra no ve nada durante
unos instantes. Despus aparecen una pared rota y unos pocos mue-
bles, y una joven mujer sombra con el cabello revuelto y ojos brillan-
tes nos mira despreciativamente. Dennis es uno de los grandes mima-
dos de la guardera. Con sus pequeos pies firmes corre por todo el
refugio y por el jardn descubriendo todo y disfrutando de todo... pro-
(23) Roland Martin. Excluding Women, p. 135.
(24) William Taylor, Society and the Education of Teachers, 1969, p. 12.
(25) P. Woodhatn-Stnith, History of the Froebel Movement in England, en (ed.) Evelyn
Lawrence, Friedrich Froebel and English Education, 1952, pp. 34-94.
(26) Mantice Galio!), Rujan Simon. Paul (,oll, Inside the Primary Classroom, 1980, pp. 33-34.
(27) Friedrich Ftelwl, The Eclucation of Man, Nueva York, 1855, p. 81.
(28) Raymond Villiams. The Country ami the City, 1979, p. 9; Elmon Holmes, What Is and
What Might Be, 1911, p. 154.
200
rrumpe en una especie de canto en las luminosas maanas de junio,
mientras sopla el viento.., sus ojos brillan de alegra. Por la tarde
viene su hermana mayor y le lleva de vuelta al stano (29).
Fue para Dennis, para el nio de la calle oscura y del barrio pobre para
el que (Frebel) so su sueo de los jardines de infancia, escribi Margaret
McMillan en 1926 (30). Margaret McMillan, una convencida e influyente
froebeliana, y su hermana fundaron en el sureste de Londres en los aos
anteriores a la primera guerra mundial jardines de infancia y campos de jue-
gos, que se mantuvieron como un punto de referencia de veinte aos para la
diferencia entre lo que fue y lo que podra ser.
Para la plantilla de sus escuelas las hermanas McMillan recurrieron a la
misma fuente de profesorado que la seora Von Marenholtz-Buelow medio
siglo antes, argumentando que en la guardera de la barriada pobre la chica
de clase media podra satisfacer su deseo de ser til, aprender, encontrarse a
s misma (31). Sin embargo, cualquier mujer, ya fuese o no de clase media, a
la que se pidiese efectuar la accin prescrita de identificarse con los nios
pobres, proporcionarles una maternidad consciente, se la situaba en una
posicin de conflicto y ambivalencia profundos. Esta ambivalencia hacia los
nios de la clase trabajadora dentro de la educacin primaria es uno de los
legados ms significativos del desarrollo histrico de la concentracin en el
nio romntica.
La propagacin de las ideas de Frebel, desde la temprana publicidad de
los aos 50 del siglo XIX hasta el reconocimiento de ste como una figura
clave en el desarrollo de la educacin centrada en el nio en muchos libros
de texto modernos sobre pensamiento educativo, demuestra una manera en
que lo femenino en particular la descripcin de la enseanza como una
versin consciente y articulada de la maternidad se ha introducido en el
pensamiento educativo. Pocos profesores britnicos de enseanza primaria
completarn un perodo de instruccin sin or nombrar a Frebel o acceder
en algn grado a las ideas que se han desarrollado a partir de su pantesmo
romntico (32). Pero la idea de la enseanza como una versin de la mater-
nidad tiene races sociales y polticas ms complejas de lo que implica esta
descripcin de la transmisin y adopcin de ideas. La combinacin de los
dos papeles tiene su origen en percepciones sociales generalizadas sobre lo
que es un trabajo adecuado para las mujeres y existe una literatura moderna
de prescripcin educativa que pide a las mujeres que recurran a los princi-
(29) Margatet McMillan, The Nursery School, 1919, p. 182.
(30) Margaret McMillan, 1901-1926: Twenty-Fifth Anniversary Celebrations. Bradford
Frilebel and Child Study Association, Bradford, 1926, p. 2.
(31) Mrgaret McMillan, What he Nursery School 1s, The Labour Party, 1923, p. 5.
(32) Allen, Spiritual Motherhood, pp. 321-322.
201
Grabado de D. Chodowieckis para el libro
Lienhard y Gertrud ( 1 7 8 3 ) .
pios del buen gobierno de la casa al organizar el da domstico del aula. A
ninguna mujer razonablemente inteligente, escribi Lesley Webb en 1976:
le parece imposible hacer un hogar entre incluso las cuatro paredes
ms inverosmiles. Para las profesoras, la tarea de convertir un aula
en un hogar y sala de trabajo temporal... rara vez.., es una tarea que
supere sus facultades de construir un hogar... (33).
Queda por descubrir en qu medida este aspecto prctico de la materni-
dad es una funcin de las aulas que se establecen para fomentar la actividad
auto-dirigida de los nios a lo largo del da escolar. Necesit el aula Stan-
dard II de 1910, pupitres fijos en hileras, enseanza desde delante y la piza-
rra? Quiz la organizacin del material y el equipo elabore el papel prctico
de madre/profesora en el aula. El aparato didctico de Friiebel requera
mucha organizacin (34) y las descripciones de kindergartens de los siglos
(33) Lesley Webb, Modern Practice in the Inf ant School, 1976, p. 10. Vase tambin Lorna
Ridgeway, The Task of the Teacher in the Primary School, 1976, y King, Bright and Beautiful,
p. 72.
(34) Para una descripcin del trabajo que conllev vase Johann y Bertha Ronge, A Practical
Guide to the English Kindergarten: For the Use of Mothers, Gov erness and Inf ant Teachers, 1884.
202
XIX y XX dedican gran cantidad de espacio a las utilidades prcticas de
manejar la casa en el aula escolar (35).
Las ideas sobre las profesoras como madres concienciadas comenzaron a
introducirse en el sistema educativo estatal en los aos precedentes a la Pri-
mera Guerra Mundial Tratad a cada nio como si fuera vuestro acon-
sejaron las hermanas McMillan a las profesoras en muchas ocasiones entre
1890 y 1914 (36), y durante los ltimos veinte aos los influyentes trabajos de
D. W. Winnicott han dicho a las profesoras que se comporten segn el
modelo de las buenas o suficientemente buenas madres (37). La joven
profesora necesita aprender sobre la matenidad mediante conversaciones con
las madres y observando cmo cuidan stas a sus hijos. Al no tener orienta-
cin biolgica hacia los nios excepto indirectamente mediante la identi-
ficacin con la figura de la madre debe ser conducida gradualmente para
que vea que all existe una compleja psicologa del crecimiento y adapta-
cin del nio (38). Ya concienciada, debe empezar a construir el delicado
equilibrio entre el deseo de ensear, de influir, de llenar al nio de conoci-
miento y el reconocimiento de que debe retroceder ante cada momento de
deseo dar independencia al nio y dejar que se mueva libremente: si las
profesoras y los nios viven de modo sano, estn comprometidos en su sacri-
ficio mutuo de espontaneidad e independencia (39).
La base metafrica de esta relacin, esta tensin entre el deseo de influir y
el reconocimiento de que la madre responsable debe contener la influencia
para sostener el crecimiento del nio, est localizada en los primeros procesos
de la vida humana, en la alimentacin, la ingestin, la retencin y la elimi-
nacin. Es el vaco dentro de estos procesos lo que produce tanto en el profe-
sora como en el nio la necesidad de influir y de ser influido (40). Pero
Winnicott abord algo ms que relaciones metafricas. El proceso psicol-
gico que describe y la prctica educacional prescrita que surge de ste estn
enraizados en la comprensin de la sociedad. Al igual que la familia, a lo
largo de nuestra historia reciente, ha sido asociada con los procesos natura-
les de la comida, el sueo, la sexualidad y la limpieza de uno mismo, y las
mujeres, a travs de su papel del cuidado de los nios dentro de ella, han
sido ntimamente conectadas con estos procesos, cualquier profesora cuando
se serena tras una clase de pintura con los nios en un aula podra estar de
acuerdo en que su bajo status est localizado en su conexin con estos "pro-
(35) Vase, por ejemplo, Lileen Hardy, The Diary of a Free Kindergarten, Edimburgo, 1912.
(36) Margaret McMillan, Life of Rache! McMillan, 1927, pp. 170-201.
(37) D.W. Winnicott, The Child, The Family and ehe Outside World, 1964. Para una des-
cripcin de la madre normal dedicada de Winnicott vase Madeleine Davis y David Wall-
bridge, Boundary and Space: An Introduction Co the Work of D.W. Winnicott, 1983, pp. 129-133.
(38) Winnicott, The Child, pp. 189-190.
(39) Winnicott, The Child, p. 203.
(40) Winnicott, The Child, pp. 201-202.
203
I. II. Pestalozzi en clase. En la pared cuelgan la tabla de unidades (izquierda)
y la tabla de
f ,b., e ne ci n desarrolladas por l. Dibujo de Gotthold C. W. Busolt, 1809.
cesos materiales" ms primarios y apremiantes (41). La enseanza en la
escuela primaria ha permitido a las mujeres a lo largo de un siglo elaborar
esta funcin dentro de un sistema de trabajo remunerado. El desarrollo de la
educacin masiva obligatoria permiti a un elevado nmero de mujeres que
no eran madres introducir las experiencias y atributos de stas en el mundo
mercantil.
En muchos trabajos recientes se ha tratado la posicin de las mujeres y
chicas en la educacin en trminos de su invisibilidad. La cantidad de
tiempo que la profesora dedica a la interaccin con chicos preferentemente
que con chicas (42), y el pequeo y descendente nmero de mujeres que
alcanza la cima en la jerarqua del sindicato escolar o de la enseanza (43)
son temas que han adquirido una gran notoriedad y recientemente un anli-
sis de los textos bsicos en la filosofa de la educacin se ha basado en el
argumento de que en la filosofa educativa, al igual que en la teora poltica
las mujeres, los nios y la familia residen en el "basamento ontolgico", en
el exterior y por debajo de la estructura poltica. Jane Roland Martin pide
(41) Eh Zaretsky, Capitalism, the Family and Personal Lite, 1976, pp. 54-55, pp. 2 7-2 8 .
(42 ) Dale Spencer, Invisible Women, 198 2 , pp. 56-57.
(43) Dale Spencer y Elizabeth Sarah (eds.), Learning to Lose, 198 0, pp. 69-8 9.
204
aqu que se reconstituya el reino educativo y que la filosofa de la educa-
cin analtica moderna investigue cuestiones sobre la crianza del nio y la
transmisin de valores... (para) explorar las formas de pensamiento, senti-
miento y actuacin relacionadas con la crianza del nio, el matrimonio y la
familia, convirtiendo de esta manera conceptos como la maternidad y la
crianza.., en materias para el anlisis filosfico... (44).
Sin embargo, la madre concienciada, lejos de residir en el basamento del
pensamiento educativo britnico, es capital en su ideologa y diferentes voces,
hablando en distintas ocasiones a lo largo del ltimo siglo y medio, han ins-
tado a las profesoras a asumir las estructuras del pensamiento materno. De
hecho, dada la consistencia de este consejo a las profesoras, puede ser prove-
choso considerar el mismo pensamiento educativo como uno de los stanos
ontolgicos de la sociedad, el lugar donde puede que se encuentren los secre-
tos, haciendo ms comprensibles las operaciones de la casa situada encima.
El consejo que ha prevenido a las profesoras sobre los peligros para los
nios al asumir el papel maternal en el aula (45) conserva una nota de lejana
prescripcin. Cuenta a las mujeres en las aulas cul no es o no debe ser su
funcin, pero no tiene nada que decir respecto a la compleja historia social y
psicolgica que las mujeres traen consigo a las relaciones en el aula. La dife-
rencia entre las advertencias en contra de la relacin maternal y el consejo
como el de Donald Winnicott consiste en que Winnicott confirm una visin
de la feminidad que contaba con una aceptacin general fuera del colegio
era fcilmente admisible social y psicolgicamente.
El consejo de Winnicott a las profesoras se difundi en emisoras de radio
y libros en el contexto de teoras sobre carencia maternal posterior a la
Segunda Guerra Mundial (46). Surgi, por consiguiente, de diferentes races
sociales procedentes de anteriores consejos a las profesoras ejemplificados en
la escuela froebeliana, que ya han sido esbozados en este ensayo. An as, la
metodologa que yace bajo las prescripciones pedaggicas permanece, sor-
prendentemente, similar a lo largo de todo el siglo. El informe recientemente
publicado en Boundary and Space (Frontera y Espacio) sobre el trabajo de
Winnicott pone de manifiesto que su descripcin de la madre normal dedi-
cada y la madre suficientemente buena estaba basada en su trabajo con
sus pacientes y sus madres en el Hospital Infantil Paddington Green entre
1923 y principios de los aos 60 (47). Es prcticamente seguro que la mayora
(44) Ronald Martin, Excluding Women, p. 137.
(45) Lilian Katz, Contemporary Perspectives; Anna Freud, The Role of the Teacher,
Harvard Educational Review, vol. 22, nm. 4 (otoo de 1952), pp. 229-234; Talcott Parsons,
The School Class as a Social System: Some of lis Functions in American Society, en A. H.
Halsey, Jean Floud y C. Arold Anderson (eds.), Education, Economy and Society,
Nueva York,
1961, pp. 443-445.
(46) Donald Riley, War in the Nursery, 1983, pp. 80-108.
(47) Davis y Wallbridge, Boundary and Space, pp. 19-39.
205
de las familias de sus pacientes pertenecan a la clase trabajadora; como
Frebel, encontr un modelo de la buena maternidad en el comportamiento
natural de los pobres, aunque el escenario ya no era el campo, sino la ciu-
dad.
Todava no se sabe lo que Winnicott y otros miembros del movimiento
psicoanaltico britnico conocan acerca de Frebel ni sobre la historia del
consejo a las profesoras en las que su prescripcin se encuadraba. Frebel fue
uno de los primeros en formular una teora de la psicologa del nio indivi-
dual y en describir la infancia en trminos de fases de desarrollo (48), y el
anlisis del nio hered esta psicologa, no tanto como psicologa en s
misma, sino como una percepcin generalizada de la infancia.
* e *
El contexto social para la prolongacin de la idea de la enseanza como
una versin de la maternidad lo constituy la feminizacin de una profesin.
A principios del siglo XIX la mayora del profesorado de nios estaba for-
mado por hombres (49) y Samuel Wilderspin, por ejemplo, recomend su
empleo sobre la base de que su posicin como cabeza de familia les habra
proporcionado el inteligente ejercicio de una sensibilidad juiciosa (50). La
escuela de prvulos de
Robert Owen en New Lanark estaba dirigida por pro-
fesores, a uno de los cuales, Robert Dunn, Owen consider como el mejor
maestro de nios que he visto en el mundo (51). Las mujeres esposas,
hijas, hermanas ayudaban a estos pedagogos, pero hasta el ltimo cuarto
del siglo no constituyeron la mayora del profesorado de las escuelas prima-
rias (52). Hacia el comienzo de la Primera Guerra Mundial las mujeres inte-
graban mas del 70 por 100 de la plantilla en las escuelas primarias inglesas (53).
En teora, poda verse la enseanza escolar como prctica para el papel
verdadero de la mujer, el de madre (54), y se hicieron intentos en diversas
ocasiones del siglo XIX para fomentar la participacin de mujeres de clase
(48) Lawrence, Friedrich Frebel, pp. 126-127, 190-193.
(49) Philip McCann y Francis A. Young, Samuel Wilderspin and the Infant School...?
(50) McCann y Young, Winderspin, p. 175.
(51) McCann y Young, Wilderspin, p. 42.
(52) Widdowson, The Next Class, p. 58.
(53) El mismo cambio dramtico se puede observar en Escocia, donde en 1851 las mujeres
componan el 35 por 100 del cuerpo del profesorado, porcentaje que hacia 1911 se haba elevado
a un 70 por 100. Helen Con, The Sexual Division of labour in Scottisch Teaching Profession,
1872-1914. en (eds.) Walter M. Humes y Hamish M. Paterson, Scottish Culture and Scottish
Eduiation, 1900-1980, Edimburgo, 1983, p. 137.
(54) Widdowson, The Next Class, p. 8; Miriam E. David, The State, the Family and Educa-
tion, 1990, pp. 125-6.
206
rrjer 11.11ara
Gimnasia destinada a conseguir belleza y gracia de los movimientos en la escuela de New
Lanark de Robert Owen, una novedad inaudita en la poca para los hijos de los pobres traba-
jadores. Las planchas de la pared aluden a la clase de Ciencias Naturales, inusual para los hijos
de los proletarios de aquel tiempo.
media (55). Pero la educacin de los pobres sigui siendo un campo poco
popular para los esfuerzos filantrpicos de los ricos (56), y la mayora del
profesorado reclutado, tanto femenino como masculino, perteneca a la clase
trabajadora cualificada y semi-cualificada (57). A finales de los aos 80 del
siglo XIX, un profesor afirm que las escuelas elementales del pas... esta-
ban dotadas de profesores procedentes casi en su totalidad de las mismas
posiciones que los nios... (58).
Las tensiones entre los orgenes de las mujeres ascendiendo a la siguiente
clase de este modo y las inseguridades de su posicin social a finales del
siglo XIX y principios del veinte se han descrito frecuentemente: los hijos e
hijas de familias de la clase trabajadora alta sentan la necesidad de amol-
darse lo ms posible a lo que conocan de las normas de la clase media... Los
padres vean como pasaba por las calles la profesora de sus hijos con un
caracterstico temor reverente un tributo que sin duda halagaba a quien lo
(55) Vase la nota nm. 15.
(56) Clara E. Grant, Farthing Bundles, impresin privada, 1931, pp. 34-35.
(57) Tropo, Schoolteachers, pp. 10-11; Widdowson, The Next Class.
(58) Grant, Fan hing Bundles, p. 33.
207
reciba y a sus parientes de clase
trabajadora (59). Es posible que el perso-
nal reclutado de clase trabajadora trajese consigo actitudes hacia los nios e
ideas sobre la crianza del nio que les proporcionase una fuerte resistencia a
la ideologa oficial concerniente al nio. Porque de lo que se ha tratado aqu
es de una ideologa
oficial, transmitida en libros de texto, en preparacin ini-
cial y prcticas de enseanza y mediante las actividades de un cuerpo de ins-
pectores local y central (60). El lugar donde esta ideologa se encuentra con
otras teoras medio articuladas, de sentido comn es impreciso. Slo es
posible por el momento especular sobre lo que esas otras teoras podran ser,
pero es importante hacerlo, ya que tienen alguna conexin con la elabora-
cin de ideas sobre la imagen central de la profesora como madre. De hecho,
aunque rara vez se reconoce, existen alusiones en la literatura indicando que
las dos visiones de la maternidad estn en claro conflicto en muchos colegios.
Los textos oficiales hablan de una contenida liberalidad, la libertad de los
nios para moverse y descubrir al igual que podran hacerlo en un buen
hogar burgus. Pero muchos profesores, como muchos padres de clase traba-
jadora, saben que es mucho mejor si estn todos sentados, entretenindose
con algo (61).
Los difusores de la ideologa oficial parecen haber sido casi siempre cons-
cientes de que la realidad nunca podra esperar equiparar a la imagen, y la
profesora ideal de escuela primaria ha flotado durante un siglo ahora en el
infinito tiempo presente:
Tienen el encanto de grandes actrices. Se mueven con admirable gra-
cia. Sus voces son bajas, penetrantes, musicales... Su vestido es bonito
y sencillo, y nada es tan notable como su influencia excepto su dul-
zura (62).
Margaret McMillan llam a esta obra de 1908 Schools of Tomorrow
(Escuelas de Maana; pero incluso la sociologa descriptiva de la poca situ
a las profesoras en el mismo lugar etreo. Describiendo a las profesoras de
prvulos y nios de enseanza primaria en Bermondsey en 1911, Alexander
Paterson not que sus
caras... no reflejan descontento, ni hasto de espritu o la monotona
del trabajo. Parecen haber nacido para la tarea... Su instinto maternal
dota de fuerza personal a su enseanza... La relacin entre la profe-
sora y el nio es feliz y natural porque la profesora est enfrascada en
(59) Robert Roberts, The Classic Slum, Manchester, 1971, pp. 104-105; Taylor, Education of
Teachers, pp. 185-188.
(60) Galton et al., Primary Ciassroom, p. 35.
(61) Brian y Sonia Jackson, Cluldminder, 1979, pp. 22-23.
(62) Margaret McMillan, Schools of Tomorrow, Stoke on Trent, 1908, pp. 15-16.
208
Zona de recreo de un jardn de infancia ingls de la primera mitad del siglo XIX.
el inters humano de su trabajo... La enseanza est en consonancia
mucho ms natural con la naturaleza de la mujer... (63).
La realidad no puede equiparar la prescripcin porque es imposible para
las mujeres como profesoras hacer de madres de nios de clase trabajadora.
El acto prescrito de identificacin con los nios implica un acto ulterior y
ms difcil de identificacin con la madre de los nios, esa sombra mujer
joven con el cabello revuelto y ojos brillantes, representando una parodia de
maternidad en su vivienda del stano (64).
La ideologa esbozada anteriormente se desarroll dentro de un conjunto
de teoras sociales que, ya a finales del siglo XIX, consideraba a los colegios
como lugares donde los nios de clase trabajadora podran ser compensados
por pertenecer a familias de clase trabajadora (65). La fuerza innovadora de
la enseanza preescolar a principios y mediados de este siglo se centraba en
la creencia de que un nio de clase trabajadora podra ser compensado fsica
y emocionalmente por su incapacidad (66), mientras que los primeros arios
de la educacin estatal contemplaron el papel del colegio como una compen-
sacin por la ausencia de moralidad y disciplina en los hogares de clase tra-
(63) Alexander Paterson, Across the Bridges, 1911, p. 58.
(64) lbd., p. 180.
(65) Audrey Curtis y Peter Blatchford, Meeting the Needs of the Socially Handicapped Chad,
Windsor, 1981, p. 16.
(66) Whitbread, Nursery-Infant School.
209
bajadora (67). El jardn de infancia/escuela de prvulos britnico vio la
compensacin en trminos de limpieza y amor, mientras que desarrollos ms
recientes en la nocin de educacin como compensacin han funcionado en
trminos de dficits cognoscitivos y lingsticos. Al llenar a los nios de clase
trabajadora con ricas experiencias, las escuelas pueden esperar llenar el vaco,
compensar por el ruido, apiamiento e incomodidad fsica del hogar del
nio, en el que el normal (es decir, de clase media) papel paternal de tutor y
gua se echa enormemente en falta (68). Esta ltima parte de la historia es
bien conocida.
Es posible, entonces, que este entendimiento de la infancia de clase traba-
jadora como una falta de adecuacin, una limitacin de alguna medida de
infancia verdadera y normal, haya proporcionado un medio de resistencia
especfico para las profesoras a las que se haba pedido implcitamente que
se conviertieran en madres de los nios de clase trabajadora. Especficamente,
las madres reales de los nios a los que enseaban no podan proporcionar
modelos para su prctica. La historia de la Pedagoga en una sociedad de
clases, en la que las madres de los nios en las aulas no pueden proporcionar
un modelo para la prctica educativa y donde es igualmente difcil realizar
un acto de identificacin con sus hijos, puede que conduzca de alguna
manera a la explicacin de la posicin de los nios de clase trabajadora en la
escuela y de las teoras que se han desarrollado para explicar su falta de ade-
cuacin.
*e *
En la pedagoga britnica centrada en los nios las mujeres no han sido
excluidas del reino educativo, conceptos como la maternidad y la crianza se
han establecido como la prescripcin oficial y lo femenino se ha recomen-
dado como un consejo educativo. Como historiadoras y profesoras y espe-
cialmente como mujeres debemos observar muy cuidadosamente qu es
exactamente lo que ha sido establecido, ya que se habr escapado a la obser-
vacin de pocos lectores que la precisa virtud de la madre concienciada es
que no tiene que ser muy lista: sentimiento, intuicin, simpata y empata es
todo lo que se requiere. En uno de los pocos estudios de la enseanza prima-
ria que reconoce la materializacin de lo femenino en la Pedagoga (el relato)
de Elena Giannini Belotti sobre la enseanza primaria en Italia a partir de
los aos 70), lo femenino est caracterizado por las virtudes femeninas exigi-
das y socialmente aprobadas de la trivialidad, la timidez, el conservadurismo
(67) Report of the Commissioners Appointed to Inquiere into Popular Education (Informe
de los Comisionados Nombrados para Indagar la Educacin Popular), PP 1866, XXI (parte 1),
pp. 28, 114, y 539.
(68) John R. Edwards, Language and Disadvantage, 1979, p. 19.
210
y el ami-intelectualismo (69). Todava tenemos que determinar cules son las
implicaciones para los nios escolarizados
dentro de la estructura de estas
virtudes.
La reposicin de las mujeres en la historia de la educacin y el pensa-
miento educativo no slo cuenta con el obstculo de una primera dificultad,
la elaboracin y formalizacin de lo femenino dentro de la teora y prctica
de la enseanza primaria, sino tambin de una segunda dificultad, la posibi-
lidad de que tal resurreccin y reescritura pueda servir efectivamente para
pretextar una realidad histrica y cultural.
La crianza femenina de los primeros aos y la eventual aparicin del
nio en la escolarizacin secundaria podran considerarse como una analoga
educativa de la clase de historia que registra el escape del hombre y su
triunfo sobre los sumergidos reclamos de la domesticidad y la naturaleza
(estrechamente identificadas con la absorcin femenina) otra versin de la
fuga de la naturaleza a la cultura (70). Mientras las virtudes femeninas se
confirmen dentro de la prctica de la enseanza primaria, el cuidado y la
formacin de los nios deben constituirse en oposicin a su crecimiento inte-
lectual y la realizacin acadmica debe presentrseles como algo por lo que
pueden esforzarse, pero que muy pocos pueden en realidad esperar alcanzar.
Al encontrar a las mujeres excluidas de las descripciones oficiales de prc-
ticas sociales como la educacin, existe una fuerte tentacin de rechazar toda
la experiencia oficial como irrelevante para la experiencia femenina (71).
Pero dentro de la literatura prescriptiva de la enseanza primaria en este
pas, lo femenino se ha hecho oficial. Negar esta presencia, considerar la
experiencia femenina slo como experiencia rechazada, situada en el exterior
del reino pblico, significa no conseguir los dispositivos analticos que pue-
den ayudarnos a recuperar la experiencia histrica de mujeres reales y nios
reales en las aulas de nuestro reciente pasado. En otras palabras, nos encon-
tramos ya en ese lugar, dentro del reino educativo. No tiene mucho sentido
intentar recuperar un territorio que ya ocupamos de muchas maneras pro-
blemticas y confusas. La tarea a la que nos enfrentamos es descubrir cmo y
de qu manera hemos sido hechas para encajar all*.
Traduccin: B eln Trabuccheli
(69) Elena Giannini Belotti, Little Girls, 1975, pp. 106-158. Vase tambin Winnicott, The
Child,
pp. 189-190, afortunadamente (la profesora) no necesita saberlo todo.... Vase tambin
Tropp, Schoolteachers,
para las ideas de mediados del siglo XIX sobre mantener a las profesoras
en su puesto intelectual.
(70) Elizabeth Fox-Genovese, Placing Women in History, New Let Review, nm. 133
(mayo-junio de 1982), p. 14.
(71) Fox-Genovese, Placing-Women, p. 29, y para la metodologa de la reposicin vase
Spender, Invisible Women, pp. 1-7.
Originalmente publicado en History Workshop Journal (Gran Bretaa) (Autum), 1985. Se
traduce con la autorizacin de la autora.
211
LIMITACIONES DEI. ANALISIS DE MARX SO RE
LA LEGISLACION FABRIL EN EL CAPITAL.
DISCUSION A PROPOSITO DE SU VALORACION
SOBRE LAS Ifil~,S EeCACIONALES
BLAS CABRERA MONTOYA(')
INTRODUCCION
Marx, que intenta en El Capital evidenciar y desentraar aquellos pilares
econmico-sociales sobre los que se apoya el Modo de Produccin Capitalista
(M.P.C.) y, por consiguiente, los aspectos que sustentan cualquier formacin
social capitalista, no trata adecuadamente, sin embargo, desde nuestro punto
de vista, las relaciones y correspondencias (no siempre lineales) entre la base
econmica y la superestructura jurdico-poltica en el contexto de la legisla-
cin fabril inglesa del siglo XIX, que le sirve de base a su anlisis del final
de la Seccin IV de El Capital (I). Debido a ello queremos llamar la aten-
cin sobre algunas lagunas existentes en este trabajo de Marx que, no obs-
tante, no han sido bice para que se acepten sin discusin sus referencias
descriptivas por gran parte de la teora marxista posterior:
1. Marx no diferencia en El Capital, aunque s lo haga en algunos de
sus trabajos histrico-polticos, entre clase econmicamente dominante (que
consideraremos como nica y sin distinciones ni problemas internos a efectos
analticos) y administradores del Estado en sentido amplio (por extraccin
social, relaciones econmicas...). Sin embargo parece claro que estos dos gru-
pos de agentes tienen actuaciones sociales diferentes, que emanan de su posi-
cin estructural en cuanto agentes sociales: como empresarios unos, como
situados al frente de los aparatos jurdico-polticos e ideolgicos, otros.
Como decamos, Marx no detiene su anlisis en estos extremos que resulta-
ran tremendamente clarificadores.
2. Igualmente, Marx no estudia el carcter propulsor que la legisla-
cin fabril tiene para el desarrollo y consolidacin del capitalismo.
* Universidad de La Laguna.
(1) Nos referimos especialmente al apartado 9de esta Seccin IV: Legislacin fabril
(Clusulas sanitarias y educacionales)... Su generalizacin en Inglaterra. Marx, K., El Capital,
vol. II, Siglo XXI, Madrid, 1978 (sexta edicin en espaol). pp. 585 y SS.
Revista dr Educacin, nm. 281 (1986). pgs. 213-224.
213
3.
En tanto que las escasas reformas de la legislacin fabril se pueden
considerar positivas histricamente (como avanzadilla y consciencia del poder
poltico) y como mejoramiento parcial de la situacin obrera, Marx parece
dejarse cegar por esta realidad prrica y su actitud se mueve en una dinmica
que podra parecer ms que revolucionaria, posibilista. El anlisis de las
clusulas educacionales constituyen buena muestra de lo que decimos.
Pasemos a abordar en detalle cada uno de los aspectos enumerados hasta
ahora:
I. Asomo de instrumentalismo
En definitiva, queremos llamar la atencin sobre la inclinacin a conside-
rar la relacin entre clase econmicamente dominante y poder poltico
en trminos instrumentales y demostrar, por el contrario, que aun en los
albores del capitalismo desarrollado, esta relacin instrumental es esencial-
mente falsa. Con ello no pretendemos desarrollar aqu una discusin pro-
funda sobre la relacin entre clase econmicamente dominante y los agen-
tes sociales de la superestructura jurdico-poltica (2), pero s nos parece
necesario descubrir en qu medida ya existen ciertos niveles de conciencia
diferencial en funcin de la posicin ocupada por unos y otros agentes en el
siglo XIX
en Gran Bretafia (3). Advertir que Marx analiza brillantemente
estas diferencias en otras obras (4), pero no lo hace, sin embargo, en la situa-
cin propicia que le brinda El Capital.
El problema sustancial no es que los agentes de la superestructura
jurdico-poltica sean o no representantes tpicos de la clase burguesa, sino
(2)
Son numerosos los trabajos sobre esta temtica. Sin embargo remitimos al lector a dos
que nos parecen extremadamente importantes:
Fred Bloch:
La clase dominante no gobierna: notas sobre la teora marxista del Estado, en
En Teora, nm. 6, abril-junio 1981.
D.A. Gold-E. Olin Wright:
Aportaciones recientes a la teora marxista sobre el Estado capi-
talista, en Monthly Review, vol. 27, ns. 5 y 6, octubre-noviembre 1975.
Por otro lado, hay autores que han querido ver en esta distincin una ruptura con las tesis
de Marx sobre el Estado, a .nuestro modo de ver de forma equivocada. Cfr.: C. Pierson: New
theories of the State and Civil Society. Recent developments in post-marxist analysis of the
State, en Sociology, vol. 18, nm. 4, nov. 84.
(3) Frecuentemente subyace la idea en los trabajos sobre el tema de que esta relacin discon-
tinua es una situacin novedosa del capitalismo avanzado y que, por tanto, slo se da reciente-
mente. Este ejemplo viene a demostrar lo contrario.
(4)
Parece clara la conciencia de Marx sobre el problema en algunos de sus trabajos de inter-
pretacin de hechos histricos. As, por ejemplo, en el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte
est presente la idea de la representacin atpica en el poder poltico. Cfr. igualmente La guerra
civil en Francia. Bloch trata de descubrir una realidad similar en La ideologa alemana. Cfr.:
F. Bloch: La clase dominante..., op. dt., p. 8.
214
que aun en ese caso tienen una conciencia diferencial sobre la realidad social
y su reproduccin en funcin de la posicin que ocupan. La cuestin fun-
damental sera tener una duda ms que razonable sobre la omnipotente
consciencia de clase burguesa (5) y considerar, en el sentido apuntado por F.
Bloch (6),
que en unas condiciones cambiantes y contradictorias (y no pode-
mos pensar el desarrollo del capitalismo de un modo lineal sino como pro-
ceso profundamente contradictorio) los capitalistas slo son mayoritaria-
mente conscientes de sus intereses inmediatos como empresarios, intereses
que coinciden con los de acumulacin y reproduccin del capital. Al contra-
rio, son los administradores del Estado los que tienen consciencia en sen-
tido amplio, que se traduce, por una parte, en la bsqueda de un cierto con-
senso y en tratar de evitar el conflicto an en una sociedad civil tan poco
desarrollada como la del siglo XIX y, por otra parte, esa consciencia se dirige
a tomar medidas para garantizar la estabilidad social y reproducir a la for-
macin social en su conjunto en funcin de los ritmos y manifestaciones que
adopte la lucha de clases. Se tratara en definitiva de salvar los intereses de
acumulacin y reproduccin del capital a largo plazo, aun en situaciones de
crisis sociales agudas.
Pensamos que es en esta lnea como se puede entender adecuadamente la
legislacin fabril inglesa: como producto de la consciencia de la superes-
tructura jurdico-poltica para paliar unas condiciones de produccin infra-
humanas (en tanto que destruccin sistemtica de la clase obrera, pero tam-
bin como respuesta al descontento de la propia clase obrera ante esta
evidencia). Se recorta as la acumulacin inmediata de plusvalor por parte de
los capitalistas, pero a cambio se gana en estabilidad, se renueva el consenso
y se sanea el proceso a largo plazo (lo que no siempre fue capaz de descubrir
la estrechez de miras de los propios capitalistas). De esta manera, la funcin
de direccin poltico-social, como plena funcin intelectual, es con frecuen-
cia consciente (aunque no de modo necesario, si bien es verdad que est
situada mucho mejor que los capitalistas individuales para serlo) de las
medidas a tomar para garantizar la totalidad y, en este sentido, perjudicar
intereses inmediatos de los capitalistas. Esta situacin, sin embargo, no se
produce gracias al voluntarismo de los agentes de la superestructura
jurdico-poltica, sino que es la situacin estructural de estos agentes la que
(5) En esta lnea son interesantes las ideas esbozadas por Sohn Rethel, Trabajo manual y
trabajo intelectual (Una revolucin en el mbito de la filosofa marxista. Un
primer esbozo para
una teora materialista del conocimiento),
Viejo Topo, Barcelona, 1979; cfr. capitulo 40: Con-
ciencia falsa necesaria, pp. 195 y ss.
En sentido similar cfr. tambin a Lukcs sobre consciencia verdadera (histrica) o cons-
ciencia falsa. Lukcs, G.: Historia y consciencia de clase, Grijalbo, Barcelona, 1975; en especial
pp. 49 y ss.
(6)
No se niega en absoluto que los capitalistas tengan consciencia de sus intereses inmedia-
tos como capitalistas, lo que se discute es que esta consciencia sea, en el mismo sentido, hist-
rica, ideolgica y poltica. Cfr.: F. Bloch: La clase dominante..., op. cit.
215
favorece y hasta obliga a adoptar decisiones de este tipo (7), a evidenciar la
autonoma relativa del Estado.
2. Consecuencias econmico-sociales de la legislacin fabril
La legislacin fabril (clusulas educacionales, sanitarias, laborales)
sobre todo en lo referente a la regulacin del trabajo femenino e infantil
incide directamente por otra parte, como ya apuntbamos, en una mejora de
las condiciones de produccin y reproduccin del capital a largo plazo. Pero
no slo desde el punto de vista de contar con una clase obrera sana, menos
depauperada..., como apuntaba Marx, sino tambin por dos consecuencias,
fundamentales a nuestro juicio, que actan como dinamizadoras del propio
proceso de produccin y de la industria capitalista:
a)
La legislacin fabril favorece la concentracin del capital, o lo que es
lo mismo, la quiebra masiva de las pequeas y medianas empresas de
la transicin en favor de las grandes empresas, que son las que pueden
aplicar, sin perder sustancialmente las cuotas de ganancia, lo referente
a la legislacin fabril.
b)
Por otro lado, en tanto que desaparecen por va legal las condiciones
de explotacin extensiva de la clase obrera, el mantener los niveles
adecuados de extraccin de plusvalor obliga a los empresarios a una
revolucionarizacin constante de los medios y de las condiciones de
produccin de modo que aumenta la intensidad en la valorizacin
del capital empleando un nmero igual o menor de obreros en un
tiempo tambin menor de trabajo. Se van creando as las verdaderas
condiciones estructurales (a las que no son ajenas las iniciativas legisla-
tivas, como vamos viendo) para un desplazamiento a gran escala del
(7) La realidad es que desde las posiciones que se han dado en llamar instrumentalistas
hasta la de F. Bloch hay un abismo. Segn D. A. Gold y E. Olin Wright: El funcionamiento
del Estado sigue interpretndose fundamentalmente en trminos de ejercicio instrumental del
poder por parte de personas situadas en posiciones estratgicas, ya sea de manera directa, a travs
de la manipulacin de la poltica del Estado, o bien de una manera indirecta, a travs de una
presin ejercida sobre el Estado (Aportaciones recientes..., op. cit., p. 98). Los autores susten-
tan esta critica del instrumentalismo en R. Miliband (Miliband, R., Marxismo y poltica, Siglo
XXI, Madrid, 1 978).
Por su parte, F. Bloch, que critica por igual al instrumentalismo que al estructuralismo
(que habla de autonoma del Estado, pero sin establecer los lmites de esta autonoma), propone
un marco estructural ms amplio, pero al mismo tiempo ms preciso, sobre la base de una ade-
cuada interpretacin de la capacidad de racionalizacin del capitalismo: El marco alternativo
que aqu se propone sugiere que la capacidad de racionalizacin del capitalismo es el resultado
de un conflicto entre tres clases de agentes: la clase capitalista, los administradores del aparato
de Estado y la clase obrera. La racionalizacin tiene lugar a espaldas de las tres series de acto-
res, de forma que la racionalidad no puede ser considerada como funcin de la conciencia de un
grupo determinado. F. Bloch: La clase dominante..., op. cit., p. 5 .
216
plusvalor
absoluto en favor del plusvalor relativo, gracias a la
transformacin en la composicin orgnica del capital que va teniendo
lugar.
3. Crtica al modelo educativ o de Marx en este contex to
Como apuntbamos ms arriba, Marx destaca el carcter positivo general
de estas medidas en relacin no tanto a lo analizado anteriormente, como al
sentido de mejora de las condiciones de vida y de existencia que para la clase
obrera inglesa implicara su aplicacin.
Ahora bien, lo que parece ms cuestionable por parte de Marx no es tanto
esta posicin sino el hecho de considerar concretamente a las clasulas edu-
cacionales de la legislacin fabril como esencial y dialcticamente positi-
vas y germen idneo de lo que sera la educacin del futuro. An es ms
curioso, por otra parte, el hecho de que esta concepcin marxiana haya sido
uno de los slogans preferidos y ms repetidos por los marxistas posteriores, y
que llega sin cuestionarse en la forma, aunque carezca de contenido, hasta
nuestros das.
En esta lnea es, cuando menos, difcil de entender la defensa que realiza
Marx de la combinacin de la instruccin y la gimnasia con el trabajo
manual y productivo, en unas condiciones generales de explotacin de la
clase obrera y del trabajo infantil. Para ello, Marx se apoyar en una serie de
justificaciones psicobiolgicas, que tienen su base principal en los infor-
mes presentados por la Children's Employment Commission sobre todo del
ario 1865 (8). Ms concretamente, Marx transcribir el sentido de la Comisin
en este tema:
El sistema de mitad trabajo y mitad escuela convierte a cada una
de las dos ocupaciones en descanso y esparcimiento con respecto a la
otra; en consecuencia, ambas son mucho ms adecuadas para el nio
que la duracin ininterrumpida de una de las dos,
pero adems:
Un muchacho que desde temprano en la maana est sentado en
la escuela, especialmente cuando es tiempo caluroso, es imposible que
pueda rivalizar con otro que vuelve alegre y despejado de su trabajo (9).
(8) Toda la Seccin IV est salpicada de notas que remiten a informes elaborados por distin-
tas comisiones o particulares. Se comentan de forma extensa algunos datos de ellos. Marx, pues,
sustituye el conocimiento de la realidad por la visin que de ella dan estos informes. Destacan
por su frecttencia las citas a los de la Children's Employment Comission (1863-1866) y a los
del inspector Baker.
(9) Marx, K., El Capital, op. cit., p. 588.
217
Aparte de estas consideraciones sobre la bondad racional y pedaggica
del sistema, Marx afirmar tambin lo que es ms fundamental desde su
punto de vista, el carcter polticamente progresista que tales medidas con-
llevan. As, haciendo gala de la ambivalencia con que analiza el desarrollo
del M.P.C. (10), Marx escribe por estos mismos aos sobre el trabajo infantil:
Consideramos que es progresiva, sana y legtima la tendencia de
la industria moderna a incorporar a los nios y a los jvenes a coope-
rar en el gran trabajo de la produccin social, aunque, bajo el rgi-
men capitalista ha sido deformada hasta llegar a ser una abomina-
cin. En todo rgimen social razonable
cualquier nio de 9 arios de
edad debe ser un trabajador productivo, del mismo modo que todo
adulto apto para el trabajo debe obedecer la ley general de la natura-
leza, a saber: trabajar para comer y trabajar no slo con la cabeza sino
tambin con las manos (11).
En el contexto de estas concepciones, no es extrao que Marx apoye la
idea de las clusulas educacionales de mitad estudio-mitad trabajo en el
sistema fabril, considerndolo adems como un paso decisivo para una nece-
saria poltica de transformacin social. Marx citar como argumento de auto-
ridad a R. Owen:
Del sistema fabril, como podemos ver en detalle en la obra de
Robert Owen, basta el germen de la educacin del futuro, que combi-
nar para todos los nios a partir de cierta edad, el
trabajo productivo
con la educacin y la gimnasia, no slo como mtodo de acrecentar la
produccin social, sino como nico mtodo para la produccin de
hombres desarrollados de manera omnifactica (12).
Estos textos tomados al pie de la letra, y en el contexto histrico-social en
que se escriben, nos plantean numerosas dudas. En primer lugar, Marx es
necesariamente consciente de que esta combinacin en el capitalismo es
exclusivamente
para los hijos de los obreros (positivo porque reciben alguna
educacin, pero de dudoso contenido revolucionario). Marx deba estar per-
fectamente al corriente de que los hijos de los sectores sociales dirigentes no
salan de esas escuelas de fbrica, sino de escuelas especializadas y de forma-
cin, restringidas a los privilegiados.
(10) Marx pondr de manifiesto constantemente cierto carcter intrinsicamente positivo del
desarrollo capitalista. As, si bien concibe a las distintas fases del M.P.C. como adecuaciones
para mejorar la acumulacin y la explotacin del trabajo asalariado, tambin desde otro punto
de vista constituyen pasos hacia la revolucin socialista sobre la base de las contradicciones
insolubles que el propio capitalismo genera en su desarrollo.
(11) Marx, K.: Instruccin sobre diversos problemas a los delegados del Consejo Central
Provisional, en Marx, K.-Engels, F.: Obras escogidas, vol. II, Progreso, Mosc, 1976, p. 80.
(12) Marx, K. El Capital..., op. cit., p. 589.
218
En segundo lugar, como se afirma frecuentemente, si lo que pretenda
Marx era asegurar una formacin integral en los nios y los jvenes, ten-
dente a la recomposicin de la dicotoma trabajo manual/trabajo intelectual
como forma de alcanzar una concepcin global de la produccin o del con-
junto de la sociedad, esta intencin choca de forma rotunda con el proceso de
parcelacin, simplificacin y descualificacin-expropiacin del saber de las
tareas obreras consustancial a la propia historia del capitalismo que el pro-
pio Marx analiza brillantemente. La reproduccin del trabajo manual y del
trabajo intelectual siguen caminos paralelos, diferenciados y opuestos con
formas especficas internamente y que se manifiestan incluso en las formas y
contenidos de la escolarizacin. En este sentido, el concepto mismo de
omnifactico de Marx interpretado como aprehensin de la totalidad es
cuestionable desde que parte del trabajo simplificado, que implica acumula-
cin del saber en el trabajo complejo (con gradaciones especializadas) y
que se haya lejos del alcance y del control obrero.
Es del mismo modo discutible el valor per se que le asigna Marx al inicio
de las escuelas de enseanza profesional (politcnicas y agronmicas), toda
vez que se hayan destinadas a hijos de obreros con cierta cualificacin para
tareas subalternas, ms an si se tiene en cuenta como base revolucionaria de
la sociedad futura:
Si la legislacin fabril, esa primera concesin penosamente arran-
cada al capital, no va ms all de combinar la enseanza elemental
con el trabajo en las fbricas, no cabe duda alguna de que la inevita-
ble conquista el poder poltico por la clase obrera tambin conquis-
tar el debido lugar para la enseanza tecnolgica terica y
prctica en las escuelas obreras (13).
Algunos autores han defendido la postura de Marx como fruto de una
consciencia realista de las condiciones sociales del momento histrico en que
escribe, adems de esconder en su popuesta un marcado carcter futurista.
Segn Maignien, Marx considerara la reunificacin de dos elementos sepa-
rados, trabajo intelectual y trabajo manual, que se reproducen constante-
mente entre los hijos de la burguesa y los de la clase obrera:
sobre esta base era utpico exigir la supresin del trabajo productivo
a los hijos del proletariado y revolucionario pedir para todos la ense-
anza tecnolgica ligada al trabajo productivo (14).
Con la perspectiva que nos da el tiempo, est fuera de toda duda que la
utopa la ha constituido, precisamente, la concepcin marxista sobre el
particular. Histricamente se ha mostrado ms irrealizable la reivindicacin
(13) Ibdem, p. 594.
(14) Maignien, Yannick, La divisin del trabajo manual e intelectual, Anagrama, Barcelona,
1978, p. 99.
219
de Marx, entre otras cosas porque la tendencia coherente de la lucha de clases
se ha encargado, gracias a las presiones obreras fundamentalmente, de redu-
cir la extensin social de la explotacin, aunque sta gane en intensidad,
pero y por ello mismo en unas condiciones de trabajo mejoradas. As, ya
para 1880, el sistema de los half-timers fue condenado por las mismas
organizaciones socialistas ante la Comisin Cross, de igual modo que se
pueden registrar numerosas criticas en la revista The Schoolmaster (15).
Resumiendo, habra que recordar que la abolicin del trabajo infantil fue
desde finales del siglo XIX hasta la primera dcada del XX un aspecto cen-
tral de todos los programas del movimiento obrero internacionalmente, tanto
para los socialistas como para los anarquistas.
Por ello, para algunos marxistas es un contrasentido, aunque se han cui-
dado de manifestarlo expresamente, que Marx quisiera someter a los nios a
las condiciones de explotacin y alienacin del trabajo capitalista y, por
tanto, han interpretado que la educacin deba estar vinculada al trabajo a
secas, o a lo que Marx describe conceptualmente como trabajo til, tal
como ms tarde lo plantearon Makarenko o, en cierta medida, Gramsci.
Por otra parte, si bien es cierto que Marx no estudi directamente en la
realidad el sistema que defendi en
El Capital (16), tambin lo es que su
posicin respecto a la necesidad de combinar el trabajo productivo y la ense-
anza y de distribucin del tiempo til de la infancia y la juventud en mitad
estudio/mitad trabajo productivo, constituye, con diferencia, su principal
contribucin a la teora educativa. La relativa frecuencia con que se encuen-
tran referencias en su vasta obra sobre lo que venimos discutiendo, as pare-
cen demostrarlo (17).
4. Sin embargo, razones que nos ayudan a entender la propuesta de Marx
A estas alturas, y aunque nos salgamos un poco del tema, parece necesa-
rio hacer algunas consideraciones que ayuden a explicar la propuesta mar-
xiana que venimos discutiendo. Sin que pretendamos llevar a cabo un debate
pormenorizado sobre el tema, s parece esclarecedor intentar evidenciar las
motivaciones que llevan a Marx a defender el sistema fabril de combinacin
trabajo productivo/enseanza. En sntesis, estas motivaciones parecen ser de
tres tipos:
(15) Cfr. al respecto. Harold Silver: Ideology and the factory child. Attitudes to half-time
education, en McCann, P. (ed.): Popular education and socialization in the nineteenth century,
Methen, Londres, 1977.
(16) Cfr. al respecto nota 8 del presente trabajo.
(17) Aparte de las ya citadas, cfr.: K. Marx: Critica del Programa de Gotha, en Marx, K.-
Engels. F., Obras escogidas, v. III, op. cit., pp. 24 y ss.
220
Nios trabajando en una fbrica textil en 1858.
1. Marx concibe a la fbrica como lugar de explotacin, pero tambin de
resistencia y de liberacin para la clase obrera.
2. Marx ve a la combinacin trabajo productivo/formacin intelectual
en la fbrica como base de la revolucin total una de cuyas manifesta-
ciones ms altas se expresara en el principio de multilateralidad o
polivalencia.
3. Existe en Marx una concepcin del Estado y de la ideologa que, con
matices, los acerca a la nocin de armas en manos de la clase domi-
nante.
1. En el siglo XIX, ms que en la actualidad, el universo principal de
relaciones de los obreros se situaba al nivel de la produccin econmica. En
este marco se llevaba a cabo la explotacin y alienacin de la clase obrera,
pero por eso mismo es donde Marx situaba prioritatiamente la lucha por la
transformacin social, desde la base econmica, donde la clase obrera genera
riqueza y, por tanto, donde tiene que resistir al capital y luchar por su supe-
racin. Marx es consciente que en estas condiciones, a las que se une una
baja o nula escolarizacin de la clase obrera, el factor educador para los futu-
ros trabajadores no puede ser la escuela sino el trabajo productivo, verdadero
modificador de la naturaleza humana, sostn social y motor de transforma-
cin. Pero adems, la eliminacin del trabajo infantil se le aparece a Marx
como una imposibilidad histrica, por lo que su propuesta apunta a reunir
221
en la fbrica al trabajo manual y al trabajo intelectual en un nico proceso
de formacin. Junto a ello Marx trata de superar otro problema, la separa-
cin que se pretende mantener entre el mundo de los nios y el de los adul-
tos, especialmente grave para los nios obreros por cuanto la escuela los
forma falsamente en el trabajo intelectual para devolverlos a la fbrica en
una divisin del trabajo que se les manifiesta como ajena (18). La intencin
de Marx es, pues, reunificar en la produccin lo que la produccin capita-
lista ha separado.
2. En consecuencia, la propuesta de Marx se configura como base para
la polivalencia o multilateralidad real (19) de los individuos en la produc-
cin social del futuro (20). Es por ello por lo que trata de atacar la divisin
capitalista entre trabajo manual y trabajo intelectual desde la fbrica. Como
reivindicacin terica parece claro que las posibilidades de superacin de esta
antinomia son reales en el marco de la produccin econmica, por cuanto
constituye el mbito privilegiado de su reproduccin bsica. Como plantea-
miento poltico ntimamente ligado a la produccin, Marx ve escasas
posibilidades de que esta tarea pueda cumplirla un sistema educativo formal,
ya que, aparte de lo dicho ms arriba, es un lugar superestructural y de privi-
legio del trabajo improductivo, que no produce relaciones sociales funda-
mentales porque se ubica al nivel de la reproduccin social, cuya tendencia
es
cimentar, potenciar o sancionar ideolgicamente las relaciones sociales a
nivel econmico. Que en la prctica esta reproduccin no sea tan efectiva es
la afirmacin de que la lucha de clases no se puede encasillar de modo exclu-
sivo en el nivel econmico, sino que, por el contrario, tambin est presente
en la actividad ideolgica.
En el sentido previsto por Marx, la enseanza tcnico-cientfica, al mar-
gen de los procesos reales de trabajo productivo, constituye ms una situa-
cin de la afirmacin del trabajo intelectual y de su jerarquizacin que una
forma de superar la escisin trabajo manual/trabajo intelectual. Precisa-
(18) Cfr. en este sentido: Lerena, C.: Reprimir y liberar, Madrid, Akal, 1983, pp. 287-288.
(19)
Hablamos de multilateralidad real porque el propio Marx estudiar otro tipo de
multilateralidad en El Capital, slo para la clase obrera y sobre la base de la simplificacin de
tareas que la aplicacin de la maquinaria a gran escala lleva aparejada en la gran industria.
Para los obreros, la desaparicin de un aprendizaje complejo para el desempeo de las tareas
productivas, significa el trasvase de mano de obra de un sector de la produccin a otro, puesto
que la descualificacin absoluta en este sentido va aparejada a una terica capacidad general
para cualquier tarea no especializada. Sin embargo, en esta realidad, esto se lleva a cabo a costa
de una creciente especializacin cientfica y aplicada de unos pocos, que posibilita la mejora
permanente de la base tcnica de la produccin capitalista. Cfr. al respecto: Marx, K.: El Capi-
tal..., op. cit., pp. 592-593.
(20) Aparte de los ya citados, podemos ver la idea de Marx sobre la multilateralidad de la
sociedad comunista en C. Marx-F. Engels: La ideologa alemana, en Marx, K.-Engels, F.:
Obras, v. I, op. cit., pp. 32-33.
Ms abundantes y completas son las notas dedicadas por Engels al tema, por ejemplo:
Engels, F.: Anti-Dhrirtg, Grijalbo, Mxico, 1968, p. 319. Engels, F., Principios del comu-
nismo, en Marx, K.-Engels, F.: Obras..., vol. I, op. cit., pp. 94-95.
222
The Bourough Road School de Londres en 1839, una tpica escuela de la revolucin
industrial basada en el sistema de enseanza mutuo, tambin llamado lancasteriano.
mente, existe una relacin entre la reproduccin especfica del trabajo inte-
lectual en la educacin formal y la segregacin del trabajo manual. Esta
reproduccin del trabajo intelectual se desarrolla alrededor de la cultura, la
ideologa, la tcnica y la ciencia capitalistas (como producto histrico), que
son sancionadas socialmente como nicas, excluyentes, monolticas y bajo la
apariencia de neutralidad.
Si bien defendamos que como solucin terica parece acertada la propo-
sicin de Marx que concibe a la fbrica como lugar principal para la ruptura
de la antinomia trabajo manual/trabajo intelectual en el capitalismo, desde
un punto de vista histrico-prctico, sin embargo, parece ser sta la gran
hiptesis falsa de Marx. La produccin capitalista ciertamente ha variado
sustancialmente la divisin del trabajo desde Marx, pero no ha alterado la
esencia de esa divisin: entre concepcin y ejecucin, trabajo mental/trabajo
manual..., ms bien ha complejizado el trabajo intelectual y simplificado al
manual hasta niveles inimaginables. Por otro lado, menos de medio siglo des-
pues de que escribe Marx, Taylor demuestra la minuciosidad a que se puede
llevar la divisin del trabajo sobre la base de la tecnologa ms avanzada, que
Marx conceba como reunificacin moderna de las tareas parceladas. La
comprensin con que tanto Lenin
como Gramsci acogen al taylorismo
hacen suponer que el proceso es difcilmente combatible (21). Parece enton-
(21) Cfr. al respecto: T. Elger-B. Schwarz: Monopoly Capital and the impact of taylorism:
Notes on Lenin, Gramsci, Braverman and Sohn Rethel, en Nichols, T. (ed.), Capita/ and
Labour, Fontana, England, 1980, pp. 358-369.
Igualmente cfr. en Lenin: Las tareas inmediatas del poder sovitico, en Lenin, VI.: Obras
escogidas, vol. II, Progreso, Mosc, 1961, p. 695.
Seis tesis acerca de las tareas inmediatas del poder sovitico, en Lenin, VI., Obras... op.
cit., vol. II, pp. 712-715.
En Gramsci cfr. sus anlisis sobre Americanismo y Fordismo.
223
ces que la industria moderna si permite la polivalencia es slo sobre la base
de la simplificacin de tareas que caracteriza al trabajo manual, pero est
cada vez ms lejos la posibilidad de que pueda darse con la complejizacin
que caracteriza al trabajo intelectual en sus expresiones ms acabadas.
3. Finalmente, Marx defiende su modelo educativo como forma de evitar
la educacin de la clase obrera (22) y, ms concretamente, por la educacin
en manos del Estado (23). As Marx es consciente de que la educacin estatal
est destinada a fortalecer el consenso del propio Estado capitalista y a amor-
tiguar la crudeza de la realidad de las clases sociales. En este contexto habra
que entender su furibunda crtica al Programa de Gotha, por cuanto
defender un sistema estatal de educacin supone cierta creencia en la neutra-
lidad del Estado y en su posible utilizacin por cualquier clase social. Prof-
ticamente, Marx tambin ve claro que el desarrollo de la naturaleza ideol-
gica del Estado sirve para empaar su realidad. Defender un sistema estatal
de educacin sera aceptar la idea de hombre universal y la creencia en los
valores ideolgicos de la burguesa: igualdad, capacidad, promocin, etc.
Todo ello conduce a que el enemigo de clase se coloque como una abstrac-
cin mixtificada.
En resumen, hay que decir que a pesar de sus errores de interpretacin y
su desmesurado optimismo (junto a un marcado utilitarismo de los nios
que no se da exclusivamente en Marx) la propuesta de Marx conceba clara-
mente un fin emancipador para un futuro a medio y largo plazo. Contaba,
pues, con una base racional, criticable a veces, sobre las condiciones
econmico-sociales de su poca. Las circunstancias desde entonces han cam-
biado: la divisin del trabajo se ha perfeccionado, se extiende inusitadamente
el trabajo improductivo, el Estado constituye un elemento de primer orden,
los sistemas estatales de educacin constituyen un proceso irreversible...
Parece adecuado, entonces, no seguir repitiendo una frmula anquilosada y
que slo subsiste en la forma (la combinacin trabajo productivo-educacin
se ha quedado en combinacin trabajo-estudio) como panacea revoluciona-
ria, por ms que cueste utilizar correctamente a Marx en la actualidad. Pero,
por otro lado, tampoco parece que el camino sea exclusivamente destacar el
papel transformador que encierran en sus contradicciones los sistemas estata-
les de educacin. Ahora ms que nunca la tarea prioritaria es analizar, estu-
diar y proponer alternativas reales de transformacin tambin en educacin.
(22) Marx parece considerar que la educacin encierra en su mismo concepto la idea de
moralizacin, ideologizacin y adoctrinamiento. Es por este motivo que se pronuncia, bsica-
mente, por la enseanza en el capitalismo slo de aquellas materias que representan una
mayor objetividad. Cfr.: Dommanget, M.: Los grandes socialistas y /a educacin, Fragua,
Madrid, 1972, p. 340. Palacios, J.: La cuestin escolar, Laia, Barcelona, 1979, pp. 346-347.
Lerena, C.: Reprimir..., op. cit., pp. 264-265.
(23) En esta linea se puede interpretar algunos elementos de su discusin sobre el Programa
de Gotha. Cfr. nota 17 del presente trabajo. Cfr. tambin: K. Marx-F. Engels: Manifiesto del
Partido Comunista, en Marx, K.-Engels, F.: Obras..., op. cit., vol. 1, p. 126.
224
INVESTIGACIONES
* Y EXPERIENCIAS
INVESTIGACIONES
EXPERIEN IAS
t._ HI (li IA DE LAINFANCIAY LAJUVEN
EN EUROPAOCCIDENTAL Y EN LOS ESTADOS UNIDOS,
1630-1680: UN CURRICULO DE HISTORIASOCIAL PARA
LAENSEANZASECUNDARIA(*)
411~
ANN L. SCHNEIDER
INTRODUCCION
El estudio de la historia de la infancia y la juventud no slo es fascinante
sino revelador de las actitudes que dominaron en pocas precedentes ante los
nios y de la evolucin que ha experimentado el papel de stos en la
sociedad. La historia de la infancia, un campo relativamente nuevo de la his-
toria social, se considera un tema de investigacin diferenciado, incluso res-
pecto de la historia de la familia. Por otra parte, y de igual modo que de la
historia poltica y econmica se extraen lecciones para decisiones futuras,
tambin la historia de la infancia puede animar a considerar las conse-
cuencias de distintos mtodos de educacin. Un estudio detenido de las vicisi-
tudes de la infancia en pocas pasadas desvelar los orgenes histricos de
prcticas educativas actuales, adems de estimular la reflexin detenida de las
consecuencias de los cambios experimentados por la sociedad.
Apesar de las notables investigaciones realizadas sobre la historia de la
infancia y la juventud, los textos actualmente en uso en la enseanza secun-
daria no recogen los conceptos relacionados con este importante tema. La
historia de la infancia y la juventud sintetiza las investigaciones histricas
realizadas en este campo y las expone de forma comprensible para los alum-
nos de enseanza secundaria. Incluye adems tcnicas pedaggicas apropia-
das, encaminadas a fortalecer las destrezas cognitivas de stos.
En el curso, que consta de cuatro unidades, se distinguen los mismos
perodos en que suele dividirse la historia social, ya que son congruentes con
los grandes cambios que se han producido en la experiencia de la infancia,
en las actitudes ante los nios y en la interaccin entre nio y sociedad. Hay
() Este artculo corresponde al capitulo primero de la tesis doctoral de la autora defendida
en la Carnegie Melon University en 1981 bajo la direccin de Peter N. Stearns.
isca dc Edmacin, nm. 281 (1986). pgs. 227-242.
227
que destacar especialmente el cambio del papel de los nios en la sociedad,
que antes era econmico y hoy es emocional.
En la era preindustrial (1630-1770), los padres tenan gran nmero de
hijos, debido a la alta tasa de mortalidad y a que los nios, con su trabajo,
cumplan una funcin econmica decisiva en la familia. Las prcticas educa-
tivas diferan notablemente de las aceptadas en la sociedad contempornea.
Los padres europeos de clase obrera y media fajaban a sus hijos y muchos de
clase media los encomendaban a nodrizas. Los nios solan entrar como
aprendices de algn oficio a edad temprana. Regresaban al hogar cuando
podan heredar tierras o dinero, con lo que estaban en condiciones de con-
traer matrimonio y fundar su propio hogar.
En los albores de la era industrial (1780-1870), los padres tuvieron que
modificar sus costumbres educativas para adaptarse a las demandas de la
industrializacin y la urbanizacin. Las condiciones de vida de la infancia
cambiaron de forma radical, al sustituirse la prctica del aprendizaje por el
trabajo de los menores en las fbricas y aumentar las tasas de escolarizacin.
Los padres de clase media suavizaron las costumbres educativas y surgieron
distintas ventajas materiales, como los juguetes y la literatura, como smbo-
los de un nuevo estmulo intelectual para los nios. Los jvenes de la clase
obrera conservaron su funcin econmica mediante el trabajo en la industria.
Aunque vivan con sus padres solan ser ms independientes que en la etapa
del aprendizaje preindustrial.
Durante la etapa de madurez del perodo industrial (1880-1930), las tasas
de supervivencia en la infancia aumentaron notablemente, y los lactantes y
nios de la clase media recibieron una atencin materna mucho mayor. Pro-
liferaron los consejos sobre la educacin infantil. La psicologa conductista
despert el inters por los nuevos enfoques y prcticas educativas al insistir
en la formacin del carcter. Ciertas ideas asociadas con la psicologa, junto
con los cambios experimentados por la sociedad, como la expansin de la
escolarizacin graduada en funcin de la edad, llevaron a la invencin (o,
al menos, a la definicin) de la adolescencia como etapa diferenciada de la
vida, e influyeron en la percepcin de la juventud por los adultos.
En la sociedad industrial avanzada (a partir de 1930), los padres e hijos se
enfrentan a oportunidades y problemas nuevos. Los progenitores disponen de
un mayor bagage de conocimientos sobre la educacin de sus hijos, pero con
frecuencia parecen sumidos en un mar de interrogantes y de confusin, en el
marco de una sociedad compleja. Los nios disfrutan de mayor libertad y
capacidad, pero son muchos los que vacilan ante la abrumadora variedad de
opciones que se les ofrecen. Repetir esta generacin, y los futuros padres,
las actitudes y acciones pasadas o las modificar?
Aun cuando el contenido de la historia de la infancia y la juventud esti-
mula de por s la reflexin, hay que recordar que la estrategia pedaggica
tiene, como uno de sus fines, el de incitar el raciocinio abstracto. El curso
228
contiene preguntas de orden superior; incluye anlisis de grficos, encuestas,
ilustraciones y resmenes de fuentes primarias; ofrece las oportunidades para
situarse en la perspectiva adecuada y contiene debates sobre problemas his-
tricos no resueltos. Las estrategias docentes que se proponen, como el tra-
bajo o el debate en grupo, fomentan asimismo la relacin recproca de los
alumnos. Por consiguiente, el curso ofrece simultneamente los conocimien-
tos histricos actuales y las tcnicas pedaggicas apropiadas.
FUNDAMENTO DE LA HISTORIA SOCIAL
La historia social constituye la vanguardia de la investigacin histrica
actual, tanto en los crculos acadmicos europeos como en los de Estados
Unidos. Segn Carl Degler, la historia social ha pasado a ser la especialidad
ms destacada dentro de la disciplina, hasta el extremo de eclipsar (y remode-
lar) la historia poltica (1). En su afn de compensar el inters preferente
que antes se conceda a la historia poltica y econmica, los historiadores
sociales han examinado temas y cuestiones olvidadas con la experiencia dia-
ria de las personas normales.
En un principio, algunos historiadores sociales adoptaron una postura
descriptiva semejante a la de un anticuario, limitndose a recoger las cos-
tumbres, hbitos y artefactos del mortal comn; su enfoque careca de marco
conceptual o postura interpretativa. Tras esta fase, vino la de investigacin
de la historia social de grupos no pertenecientes a las clases privilegiadas. La
historia social desde abajo acopi conocimientos y conclusiones relativos a
segmentos de la sociedad olvidados con frecuencia por los historiadores: la
clase obrera, las mujeres y las minoras raciales y tnicas. Ms recientemente,
los historiadores sociales han centrado sus esfuerzos en integrar las ideas rela-
tivas a la totalidad de la experiencia humana en el marco ms amplio de los
cambios operados en la sociedad, fundamentalmente a consecuencia de la
industrializacin y la urbanizacin.
A pesar de la abundancia de investigaciones sobre la historia social, y de
la incorporacin de preguntas sobre esta materia en algunas pruebas de
acceso a la universidad en Estados Unidos, son pocos los textos de enseanza
secundaria que contienen informacin y conceptos relacionados con la histo-
ria social. Sin embargo, el conocimiento de la vida de las personas corrientes
(y no la mera percepcin de la situacin poltica y econmica) presenta un
inters evidente para los alumnos actuales. Adems, el examen de actitudes y
prcticas pasadas puede servir de contexto para ahondar en los problemas
actuales de la sociedad. Aunque la naturaleza sumamente conceptual de la
(1) Carl N. Degler, Remaking American History,
Journal of American History, 67, junio
1980, p. 10.
229
historia social supone un reto para los alumnos, y obliga a considerar la his-
toria en trminos de tendencias, y no de acontecimientos concretos, tanto el
contenido como el marco intelectual pueden resultar estimulantes e instructi-
vos para los alumnos de enseanza media.
FUNDAMENTO DE LA HISTORIA DE LA INFANCIA Y LA JUVENTUD
Sea o no el siglo XX el siglo de la infancia o la era del adolescente,
como algunos han sostenido, no cabe duda de que los adultos contempor-
neos de la sociedad occidental dedican a los nios una atencin persistente (2).
Abundan las reuniones sobre educacin infantil, y los padres se gastan
enormes sumas en juguetes y juegos para nios, y en servicios con ellos rela-
cionados. Los medios de comunicacin glosan y lamentan simultneamente
la utilizacin de los adolescentes como smbolos sexuales. Algunos padres se
regocijan ante la perspectiva de educar nios prodigio o a actores y actrices
infantiles, en tanto que otros manifiestan su temor de que los nios pierdan
la infancia. Hay tambin una preocupacin evidente ante los datos que reve-
lan un descenso del rendimiento acadmico y un aumento de problemas
juveniles como los relativos al consumo de droga y de alcohol, el suicidio y
la delincuencia (3). A juzgar por los medios de comunicacin, son muchos
los adultos y preadultos preocupados por cuestiones relacionadas con los
nios.
En fecha relativamente reciente, los historiadores profesionales han reco-
nocido la utilidad del estudio de la historia de la infancia y la juventud.
Muchos de ellos discrepan de los informes alarmistas segn los cuales los
problemas contemporneos relacionados con la infancia y la juventud son
reflejo de un declive de los valores en que se basa la sociedad. De la investi-
gacin de prcticas educativas de otras pocas, como el infanticidio, el enfa-
jado y los azotes diarios, algunos historiadores deducen que la situacin ha
mejorado en muchos aspectos. Cada vez es mayor la atencin que los adultos
dedican a los nios, manifestada en el afecto materno, los bienes materiales o
(2) Existe entre los padres, educadores y profesionales una extraordinaria avidez de informa-
cin sobre el desarrollo infantil, segn el Dr. Burton L. White, citado por Glenn Collins, en
The Childhood "Industry": C.onflicting Advice, New York Times, 16 de marzo de 1981, p. B8.
(3) Vase Lisa Rotundo, One Year Old Scholars, Newsweek, 2 de febrero de 1981, p. 13;
The Wisdom of Babies, Newsweek, 12 de enero de 1981, p. 71-72; e informes del Retter Baby
Institute de Filadelfia (en el que se ensea japons a los nios antes de cumplir el ao). Sobre la
preocupacin por la prdida de la infancia, vase Neil Postman, The Day Our Children Disap-
pear: Predictions of a Media Ecologist. Phi Delta Kappan, 62, enero 1981, p. 382-386, y Marie
Winn, What Became of Childhood Innocence?, New York Times Magazine, 25 de enero de
1981, seccin 6, pp. 14-17, 44-46, 54-55, 58, 68. Artculos semejantes sobre las drogas, el suicidio
(cuyo Indice es actualmente mximo en los adolescentes) y la delincuencia abundan en los
medios informativos.
230
la educacin masiva. Con todo, la investigacin indica tambin que las
mejoras han generado nuevos problemas, como el aumento de las expectati-
yas paternas y de la presin de los compaeros, lo que contradice la hiptesis
de que el cambio pueda equipararse a un progreso absoluto. Aunque no
exista acuerdo entre los historiadores de la infancia acerca de la evaluacin
de los cambios experimentados, admite sin reservas que las variaciones han
sido importantes.
A pesar del nmero creciente de trabajos de investigacin, y de la impor-
tancia que presenta la historia de la infancia, son pocos los cursos de ense-
anza secundaria en cuyo currculo figura esta faceta de la historia social. Al
presentar informacin y conceptos relacionados con los nios y los jvenes
que no ofrecen normalmente en los textos de historia empleados en ense-
anza secundaria, La historia de la infancia y la juventud en Europa occi-
dental y en los Estados Unidos: 1630-1980 ayudar, sin duda, a compensar el
abismo que existe entre la investigacin reciente y el inters que se concede
al tema en los libros de texto actuales. La inclusin de La historia de la
infancia y la juventud en el currculo de la enseanza secundaria puede justi-
ficarse aduciendo que los historiadores reconocen el valor del estudio de los
nios y los jvenes en la historia, que se trata de un tema que refleja una
preocupacin actual de la sociedad, y que plantea cuestiones importantes que
los propios alumnos han de tener en cuenta al tomar decisiones informadas
respecto al futuro.
La universalidad de la experiencia infantil y su proximidad cronolgica a
los alumnos de enseanza secundaria pueden animar a stos a estudiar la his-
toria de la infancia y la juventud. Los adolescentes, atormentados con fre-
cuencia por interrogantes sobre su propia identidad, podran afinar su per-
cepcin mediante el aprendizaje de aspectos relativos a los adolescentes de
pocas precedentes. La mayora de los adolescentes se sienten hondamente
preocupados por s mismos y por su posible destino (4). El inters que se
advierte ltimamente en los cursos de historia por los proyectos de genealo-
ga familiar y la popularidad que consigui, por ejemplo, la serie televisiva
Races
revelan que los alumnos sienten verdadera curiosidad por su pasado.
En consecuencia, es posible que respondan con ms entusiasmo a una des-
cripcin de la infancia de otra poca que a un debate sobre los impuestos,
por poner un ejemplo. Con todo,
La historia de la infancia y la juventud
est ms orientada al contenido y es ms estimulante desde el punto de vista
conceptual que otros enfoques, como el de la clarificacin de los valores, que
se afirma dan relevancia al currculo.
El estudio de la infancia y la juventud puede fomentar nuevas ideas y
mostrar a los alumnos la vitalidad de la historia. Cuando estudien, por
(4) Allan Kownslar, Is History Relevant?,
Teaching American History: The Quest for
Relevancy, NCCS Yearbook, Washington, 1975, p. 14.
231
ejemplo, que las ideas de la Ilustracin influyeron en la actitud de los padres
ante el castigo corporal de sus hijos, podrn darse cuenta de que la historia
es algo ms que una crnica de acontecimientos polticos trascendentales. Un
estudio de este tipo puede ilustrar asimismo la relacin entre la historia pol-
tica/econmica/intelectual y los cambios de actitud de las personas. Los
grandes hitos en la historia de la juventud han coincidido con las grandes
transformaciones econmicas y demogrficas de los ltimos 200 aos, que
han repercutido en todas las instituciones sociales, incluida la familia (5).
Por citar un ejemplo, el reconocimiento de la adolescencia como etapa inde-
pendiente del ciclo vital coincidi. con la expansin de la educacin obligato-
ria. Aunque se discute entre los historiadores hasta qu punto el nio es el
espejo o el creador de la sociedad, no cabe duda de que tanto nios como
jvenes han sido reflejo de las actitudes dominantes en la sociedad, adems
de contribuir a configurarlas. Gracias al estudio de tal relacin recproca, los
alumnos pueden formular ideas nuevas sobre su influencia en la sociedad y
sobre las fuerzas de sta que influyen en sus propias actitudes.
La historia de la infancia y la juventud tambin puede ampliar los hori-
zontes de los alumnos en el campo de la historia comparada. Los historiado-
res han dirigido ltimamente la atencin sobre la comparacin de distintas
culturas como medio de lograr un anlisis histrico ms penetrante (6).
Corno compilador de The Comparative Approach to American History (7),
C. Vann Woodward afirmaba que la historia de Norteamrica puede enten-
derse mejor si se compara con la de otras reas. Sin embargo, es raro que en
los libros de texto empleados en la enseanza secundaria se compare la expe-
riencia norteamericana y europea en relacin con cualquier tema determi-
nado. La historia de la infancia y la juventud acta como vehculo lgico
para imbuir a los estudiantes ideas relacionadas con la comparacin intercul-
tural, con lo que quiz se logre tambin mejorar las relaciones entre los pue-
blos. Por ejemplo, al advertir las caractersticas concretas de la educacin
infantil europea en la era preindustrial que no se daban en la vida familiar
colonial norteamericana, y tornar nota de observaciones de origen europeo
sobre los nios norteamericanos, los alumnos podrn formarse una idea del
carcter norteamericano. Anlogamente, la comparacin de informes sobre
las medidas de proteccin de la infancia en la Europa y la Norteamrica con-
temporneas les permitir hacerse una idea ms clara de las diferencias entre
los gobiernos. Aunque La historia de la infancia se limita a presentar com-
paraciones de las experiencias norteamericana y europea, sin hacer hincapi
en ellas, alentar a los alumnos a plantearse otras comparaciones intercultu-
rales.
(5) Joseph Kett, Rites of Passage: Adolescence in America, 1790-Present, Basic Books, Nueva
York, 1977, p. 3.
(6) Vanse los nmeros de octubre y diciembre de 1980 de American Historical Review.
(7) Basic Books, Inc., Nueva York, 1968.
232
Adems de animar a los alumnos a pensar en el pasado, el estudio de la
historia de la infancia puede ayudarles a aplicar lo que hayan aprendido (8).
Aunque es posible que Alfred North Whitehead exagerase al afirmar que la
nica utilidad del conocimiento del pasado es la de prepararnos para el pre-
sente (9), la utilidad es una justificacin importante de la enseanza de la
historia. El conocimiento del trasfondo histrico de las cuestiones actuales
podra ayudar a los adultos y preadultos a hacer frente a los problemas de la
infancia y la adolescencia en la sociedad occidental moderna. El estudio de
las variaciones sufridas por el papel del nio en la sociedad y de las vacila-
ciones en la actitud de los adultos ante l, debe situar al alumno en mejor
posicin de juzgar las decisiones contemporneas en relacin con la familia
(10). Tal como sealaba alan Brownsword.
La historia, al igual que toda la educacin, debe modificar (o al
menos ayudar a hacerlo) el modo en que una persona se considera a s
misma y al mundo que le rodea. Ha de facilitarle medios inagotables
para averiguar dnde est y dnde le gustara estar. Debe permitirle
un conocimiento ms completo de toda la gama de alternativas que se
le ofrecen, y ayudarle a determinar cules son las apropiadas en su
caso. Puede dotarle de destrezas intelectuales y emocionales tiles para
toda la existencia (11).
De hecho, muchos historiadores consideran que el conocimiento de los
nios y de la infancia es una clave importante para lograr un futuro ms
controlado y racional (12). Es posible que, al estudiar la historia de la
infancia, los alumnos empiecen a comprender que los historiadores no slo
disfrutan de su disciplina por la estimulacin intelectual a ella inherente,
sino que se sienten igualmente atrados por su aplicabilidad.
Si logramos hacer evidente la interpenetracin de pasado y pre-
sente, el norteamericano medio no slo tendr un concepto ms slido
(8) A pesar de los numerosos cambios experimentados por el currculo en Estados Unidos en
los ltimos veinte aos, todava en enero de 1981 una experta en educacin podia afirmar que,
hoy en da, los alumnos de enseanza secundaria ignoran que las escuelas podran ayudarles en
su intento de descubrir un sentido a la vida dedicando su mente a una reflexin crtica.... Bar-
bara Finklestein, Private Conflicts in Schools: The Sabotage of Educative Possibilities, Phi
Delta Kappan, 62, enero 1981, p. 328.
(9) Alfred North Whitehead, The Aims of Education and Other Essays, MacMillan Com-
pany, Nueva York, 1929, p. 3.
(10) Adems, es responsabilidad del educador cerciorarse de que las condiciones que se dan
en la experiencia presente se utilizan como fuentes de problemas... (y estimular al alumno) a
una bsqueda activa de informacin y de ideas nuevas. John Dewey,
Experience and Educa-
tion, MacMillan Company, Nueva York, 1938, p. 79.
(11) Alan W. Brownsword, Doing History: A Skills Approach, The History Teacher, VI,
febrero 1973, p. 266.
(12) Bernard Wishy, The Child and he Republic: The Dawn of Modern American Child
Nature, University of Pennsylvana Press,
Filadelfia, 1968, p. 8.
233
de nuestro trabajo como historiadores, sino una idea ms vvida, til
y compleja del pasado de Norteamrica..., ya que todos vivimos en el
pasado y el pasado vive en todos nosotros. La historia norteamericana
nos ensea a comprender de dnde procedemos y quines somos;
pero, adems, al interesarse por los valores nos ayuda tambin a
determinar a dnde queremos ir (13).
Eric Rothschild,
profesor de enseanza secundaria, sealaba que los
alumnos de este nivel responden por lo general muy positivamente a los cur-
sos de psicologa y sociologa; considera que la historia de la infancia tendra
un atractivo semejante y les animara a estudiar historia tanto en la ense-
anza secundaria como en la universitaria (14). Por ejemplo, los alumnos
preocupados por la crisis de identidad que sufren a menudo los adolescentes
en la sociedad contempornea podrn entender mejor tal confusin si se
sita en su contexto histrico. Un examen de la historia de la juventud
revela factores que originaron su aislamiento en la primera parte del siglo
XX y alteraron la actitud de los adultos ante ella, lo que hizo que se acen-
tuara la introspeccin. Adems, las opciones de que disponen los adolescen-
tes modernos reflejan y fomentan su papel moderno de consumidores, en
lugar del papel de productores que tradicionalmente tenan.
Por mucho que sea una motivacin til para la enseanza, la relevancia
no sirve como justificacin exclusiva de un desarrollo curricular responsable.
Del mismo modo que los textos de ciencias deben actualizarse para corregir
conceptos errneos y aportar conocimientos nuevos, los textos de estudios
sociales deben reflejar las investigaciones histricas actuales. Hace tan slo
diez aos, un experto comentaba: Los historiadores norteamericanos se han
olvidado prcticamente del nio norteamericano y de su familia. Este olvido
es tan grave como cualquier otro cometido al escribir la historia de Nortea-
mrica (15). La mayora de las investigaciones sobre la historia de la infan-
cia y la juventud se han realizado en la ltima dcada. Las monografas y
artculos en revistas que hoy se publican compensan la anterior falta de aten-
cin a este importante tema (16), y son una demostracin del xito y las
posibilidades del estudio histrico amplio de la experiencia de la infancia,
las actitudes de los adultos ante los nios y la interaccin entre nios y
(13) Carl Degler, Remaking American History, Journal of American History, 67, junio
1980, p. 24-25.
(14) Teaching Social History to High School Students.
Reunin de la American Historical
Association, diciembre 1980.
(15) Richard L. Rapson, The Culi of Youth in Middle-Class America, Heath and Company,
Lexington, Massachusetts, 1971, p. 7.
(16) El inters investigador indujo a la fundacin de
The History of Childhood Quarter/y,
hoy The Journal of Psychohistory; The Journal of Social History, The Journal of Interdiscipli-
nary History, The journal of Family History y The Journal of Marriage and Family tambin
aportan informacin e intuiciones tiles.
234
sociedades. En las primeras obras histricas slo se citaba a nios y jvenes
concretos al comentar los movimientos de reforma; sin embargo, los historia-
dores, a menudo, slo se interesaban por las instituciones, tales como las
escuelas u organismos asistenciales, que se ocupaban de ellos (17). Las inves-
tigaciones ms recientes que han contribuido a La historia de la infancia y la
juventud,
rectifican tal limitacin al examinar una variedad ms amplia de
facetas de la experiencia infantil, y analizar los efectos de las actitudes de los
adultos hacia los nios y los jvenes.
El estudio de la historia de la infancia es una empresa de envergadura, no
slo porque nios y jvenes supongan una proporcin bastante amplia de la
poblacin, cuantitativamente hablando (18), sino porque ocupan cualitati-
vamente una posicin importante como dirigentes de la prxima generacin.
Como ya se ha indicado, la juventud ha atrado la atencin y el inters de los
adultos. La posicin singular de la juventud en nuestra sociedad invita ine-
vitablemente a juicios y evaluaciones para los que se precisa cierta perspec-
tiva histrica (19). As pues, es lgico que se considere la historia de la
infancia un empeo importante, aunque en otra poca no se reconociera
como campo de estudio histrico. Un segmento tan amplio y decisivo de la
existencia humana no debe permanecer siempre arrinconado y olvidado por
quienes tienen la misin de recuperar el pasado de la humanidad (20).
Por consiguiente, el estudio de la historia de la infancia y la juventud
puede suscitar inters por la historia, ayudar a los alumnos a comprender su
herencia, potenciar la percepcin de los problemas actuales y animar a los
jvenes a meditar sobre un aspecto importante de su propio futuro, as como
sobre la infancia de sus hijos.
LA INFANCIA EN LOS TEXTOS DE ENSEANZA SECUNDARIA
Un ltimo argumento en favor de la elaboracin de un currculo sobre la
historia de la infancia y la juventud para enseanza secundaria es que los
libros de texto tradicionales hacen caso omiso de este tema, al igual que de
otros de la historia social. Un repaso a los textos de historia de uso actual en
la enseanza secundaria muestra que, en general, slo se habla de los nios
en unos cuantos prrafos dedicados a las tareas agrcolas de los antiguos
(17) John Gillis, Youth in History: Progress and Prospects. Journal of Social History, 7,
invierno 1974, p. 201.
(18)
El grupo de edad de 13 a 21 aos, a pesar de suponer Una parte cada vez menor de la
poblacin total, todava comprende unos 32 millones de personas en Estados Unidos.
Frank
Trippett, The Young: Adult Penchants and Problems, Time, 6 de abril de 1981, p. 84.
(19) Kett, p. 7.
(20) Lloy de Mause, director, The History of Childhood, Harper and Row, Nueva York,
1974, p. 7; trad. Historia de la Infancia, Alianza, Madrid, 1982.
285
colonos, en referencias espordicas a la escolarizacin y en descripciones
someras de las condiciones de trabajo de los menores y de la legislacin
resultante.
Es difcil obtener estadsticas sobre la utilizacin de libros de texto, por lo
que no podemos hacer un estudio detenido de los manuales que se emplean
actualmente. La encuesta oficial ms reciente (21) indica que Rise of the
American nation (Todd/Curti) y History of a Free People (Bragdon/McCut-
chen) son los textos de historia de Norteamrica de uso ms frecuente en los
niveles 10-12; en ninguno de los dos aparece informacin sobre la historia
de la infancia y la juventud (22). En los textos repasados, las nicas referen-
cias a la infancia se centraban en el trabajo infantil y la reforma educativa.
Viewpoints: The American Cities, de Joseph Lelyveld y Charlayne Hunter
(Minepolis: Winston, 1972), s contiene artculos sobre la juventud contem-
pornea, pero carece de referencias al trasfondo histrico. Aunque autores y
editores de libros de texto han incluido ms informacin relativa a otros
grupos, como negros y mujeres, los nios han quedado casi totalmente al
margen.
La sociologa y la psicologa han introducido tradicionalmente a los
alumnos de enseanza superior en cuestiones relacionadas con la infancia.
No obstante, los libros de psicologa actuales no contienen conceptos relati-
vos a la historia de la infancia. Los cursos de psicologa que se imparten en
la enseanza secundaria brindan informacin sobre desarrollo infantil, des-
arrollo de la personalidad, psicoanlisis y otras teoras psicolgicas, pero no
ofrecen una perspectiva histrica. El escritor de libros de texto Keith Melville
ha elaborado un texto de sociologa excelente que suscita amplias reflexiones
sobre los temas actuales relacionados con la infancia. Sin embargo, apenas
facilita informacin histrica pertinente, salvo por un esbozo de las tenden-
cias surgidas en la educacin de los nios desde 1990. Aunque comenta
aspectos relacionados con la decisin de si tener hijos o no y con la materni-
dad moderna, no hace referencia a los antecedentes histricos en materia de
educacin infantil para comprobarlos con las condiciones actuales (23).
La historia de la infancia y la juventud no pretende sustituir a los libros
(21) Vase Iris R. Weiss, Report of the 1977 National Survey of Science, Mathematics and
Social Studies Education, Center for Educational Research and Evaluation, Triangle Park, Caro-
lina del Norte. marzo 1978 (patrocinado por la National Science Foundation).
(22) Sin embargo, incluso este estudio era insuficiente. La muestra era pequea (490 clases) y
otro grfico del estudio mostraba que slo en el 7 por 100 de ellas se utilizaba la versin de
Todd/Curti. En resumen, es muy dificil determinar el uso. Entre los libros de texto existentes
que examinamos figuran: Henry W. Bragdon y Samuel P. McCutchen, The History of a Free
'copie, MacMillan Co., Londres, 1969; Melvin Schwartz y John R. O'Connor, The New Expio-
ring American History, Globe Book co., Nueva York, 1974; Sol Holt y John R. O'Connor, The
New Exploring World History, Globe Book Co., Nueva York, 1977, y Allen Weinstein y R.
Jackson Wilson, Freedom and Crisis: An American History, Random House, Nueva York, 1974.
(23) Keith Melville, Marriage and Family Today, Random House, Nueva York, 1980.
236
de texto convencionales, sino que debe considerarse fundamentalmente un
complemento til de los cursos de historia norteamericana y europea (o
ambas) existentes, as como de los de desarrollo infantil. De hecho, el conoci-
miento de otros tipos de historia potenciar una verdadera comprensin de la
historia social, aunque no sea imprescindible para lograrla. De modo
inverso, es posible potenciar la historia tradicional mediante la incorpora-
cin de conocimientos relacionados con la infancia y la juventud.
Dada la intencin de La historia de la infancia y la juventud de hacer
llegar a los alumnos de segunda enseanza las ltimas investigaciones,
expresadas en forma comprensible, el contenido lo determinaron en gran
medida las aportaciones de los principales especialistas de la disciplina.
Aspectos pertinentes de la experiencia vital del nio guiaron la bsqueda de
informacin relevante: se utiliz un enfoque que llevara desde la cuna hasta
la actuacin profesional. No obstante, La historia de la infancia y la juven-
tud, un currculo orientado conceptualmente, no se limita a una mera descrip-
cin del trabajo, los juegos y el aprendizaje de los nios a lo largo de la his-
toria, sino que explica adems las fuerzas que han influido en la experiencia
vital infantil, y el papel de nios y jvenes en la sociedad. Entre esas fuer-
zas destacan las actitudes de los adultos hacia los nios, las influencias ins-
titucionales y la repercusin de fenmenos ms amplios, como la industriali-
zacin.
El marco cronolgicamente utilizado en La historia de la infancia y la
juventud es igual al manejado por muchos historiadores sociales (24), por lo
que resulta apropiado para los fines de este currculo. La historia social
permite un enfoque menos rgido que la poltica, ya que su estructura surge
del estudio de las modificaciones en punto a las experiencias y actitudes. Esta
maleabilidad contribuye a una cierta vitalidad, que contrasta con la inflexibi-
lidad del enfoque caracterstico por perodos. El marco de La historia de la
infancia y la juventud no slo concuerda con las pautas marcadas por los
historiadores, sino que refleja los cambios operados en la experiencia infantil
(y sus responsables) en congruencia con la evolucin global de la sociedad.
De este modo, los alumnos averiguarn, por ejemplo, que la industrializa-
cin no slo foment la urbanizacin y la inmigracin, sino que supuso
oportunidades y limitaciones nuevas para nios y jvenes. Gracias a las lec-
ciones de historia social, los alumnos podrn apreciar las divergencias de
experiencia vital derivadas de las diferencias geogrficas y de clase. Por
ltimo, la organizacin adoptada facilita la incorporacin de conocimientos
de historia social a los cursos de historia de Europa y Norteamrica ya esta-
blecidos. La divisin en perodos es intencionadamente flexible, puesto que
no es posible aislar ni situar en fechas determinadas los cambios de actitud.
(24) Vase, por ejemplo, Peter N. Stearns, European Society in Upheaval: Social History
Since 1750, segunda edicin, MacMillan Company, Nueva York, 1975.
237
En consecuencia, los lmites cronolgicos que a continuacin se indican han
de considerarse meramente orientativos:
Perodo preindustrial: 1630-1780.
Periodo industrial precoz: 1780-1870.
Perodo industrial maduro: 1870-1930.
Perodo industrial avanzado: 1930-1980 (y el futuro).
La historia de la infancia y la juventud contiene cinco lecciones de cada
una de las cuatro unidades cronolgicas. En esas veinte lecciones se descri-
ben: (1) las condiciones pertinentes de la sociedad y las caractersticas y los
problemas ms importantes de la infancia durante ese perodo; (2) los cam-
bios demogrficos importantes, incluidas la mortalidad infantil y las mejoras
sanitarias; (3) las actitudes de los adultos ante los nios; (4) el enfoque de la
educacin infantil y la experiencia vital de los nios; (5) la educacin y sus
efectos; (6) la juventud, y (7) una sntesis de los temas de la unidad y proyec-
ciones al futuro. Los temas y materiales incluidos en el currculo se seleccio-
naron teniendo en cuenta su aportacin a la enseanza de los conceptos
esbozados en las tablas de las pginas siguientes.
238
UNIDAD I: PERIODO PREINDUSTRIAL
Leccin Tema
Conceptos
Uno. Primera infancia. Papel econmico de los hijos.
Mortalidad alta.
Falta de supervisin.
Trabajo en edad temprana.
Dos. Niez. Infanticidio no infrecuente.
Excesivo encariamiento de los
padres.
Nodrizas, enfajado.
Disciplina estricta: quiebra de la
voluntad del nio.
Falta de la ayuda de expertos.
Tres. Evolucin a la edad adulta. Ausencia deuna juventud de-
finida.
Aprendizaje a edad precoz:
formacin en destrezas,
hbitos, modales y educacin.
Matrimonio cerca de los 30 aos.
Expansiones juveniles escasas y
estructuradas.
El matrimonio simboliza el paso
a la edad adulta.
Cuatro. La infancia en Norteamrica y
Europa.
Norteamrica: ms relajada, me-
nos enfajado o empleo de nodri-
zas, menor alejamiento.
Cinco. El preludio a la era industrial. Ventajas e inconvenientes de la
infancia preindustrial.
239
UNIDAD II: PERIODO INDUSTRIAL PRECOZ
Leccin Tema Conceptos
Uno. Nios en transicin.
Nuevas oportunidades.
Influencia de la Ilustracin.
Se doblega la voluntad del nio
en vez de quebrarla.
Diferencias entre la clase media y
la obrera.
Dos. La moralidad de la clase media
configura las prcticas rela-
tivas a la infancia.
Insistenciaenlaatencinma-
terna.
Se dedica ms tiempo a los nios.
Mejor salud.
La clase media alienta la edu-
cacin moral.
Ms juguetes, educacin.
Tres. Trabajo de los menores en la
clase obrera,
Los nios de clase obrera traba-
jan a edad temprana.
Condiciones laborales y de vida
deficientes.
Menos control de la juventud por
los padres.
Funciones familiares de las em-
presas.
Ventajas e inconvenientes del tra-
bajo de los menores.
Cuatro. juventud. Aumento del nmero de jvenes.
Ms independencia.
Ms preocupacin adulta por los
jvenes.
Fricciones entre clases.
240
UNIDAD III:
PERIODO INDUSTRIAL MADURO
Leccin Tema
Conceptos
Uno. Siglo del nio.
Mejora de las condiciones sanita-
rias.

Aumento del papel emocional.

Ventajas e inconvenientes de los


cambios en la infancia.
Dos. Nio mecnico?
Mayor preocupacin por el cre-
cimiento fsico, intelectual y psico-
lgico.

Ms consejos educativos, aunque


fluctuantes entre el enfoque per-
sivo y el restrictivo.
Tres. Los nios y el Estado. Los apstoles delainfancia
intentan mejorar las condiciones
de la clase obrera.

La educacin obligatoria hasta la


escuela secundaria suprime el tra-
bajo de los menores.
Mayorintervencinestatalen-
campos antes competencia de la fa-
milia.
Cuatro. Adolescencia.
Reconocimiento de la adolescen-
cia como fase independiente.

Preocupacin extrema de los adul-


tos por los jvenes, sobre todo en
las ciudades.
La escuela separa a los jvenes de
los adultos.
Consideracin de la adolescencia
como poca de emociones turbu-
lentas.
Cinco. Cultura juvenil. Ms tiempo con los compaeros.

Consideracin de la escuela y el
tiempo libre como preparacin
para el trabajo.
Fomento de la competencia por
los adultos.
241
UNIDAD IV: SOCIEDAD INDUSTRIAL AVANZADA
Leccin
Tema
Conceptos
Uno.
Evolucin constante de la in-
fancia.
Explosin de la natalidad y sus
efectos.
Incertidumbre sobre el mejor en-
foque de la educacin infantil.
Dos.
Educacin de los nios.
Insistencia en la formacin inte-
lectual precoz.
Consejos contradictorios.
Ms madres trabajadoras, desaho-
go econmico, -mayor interven-
cin de los padres.
'Ires.
La juventud en el poder? Estu-
dio de un caso.
Contestacin juvenil de los aos
60.
Preocupacin juvenil por las me-
tas profesionales en los aos 70.
Efecto de la infancia en el com-
portamiento adulto.
Cuatro.
Los jvenes en la sociedad con-
tempornea.

Presin para un crecimiento so-


cial rpido.
Descenso aparente del rendimiento
acadmico.
Cinco.
La infancia en perspectiva: del
pasado al futuro.

Diferencias entre la infancia euro-


pea y la norteamericana.
Resumen y proyeccin hacia el fu-
turo.
242
INVESTIGACIONES
Y_
XPERIENCI.AS
ESTUDIO SOBRE INTEGRACION, COMPORTAMIENTO,
PARTICIPACION, GRUPOS Y LIDERAZGO DE LOS
UNIVERSITARIOS DE LOS DOS PRIMEROS CURSOS
DE LA FACULTAD DE CIENCIAS ECONOMICAS
RESARIAU,S DE I-/LUKIVERSIDAD DARCELONA
m.. DE LOS ANGELES GIL ESTALLO (*)
INTRODUCCION
Finalizado el curso 1982-83 un grupo de alumnos de la Facultad de Cien-
cias Econmicas y Empresariales de la Universidad de Barcelona decidi
seguir un seminario sobre las principales cuestiones que se haban tratado
en la asignatura Economa de la Empresa (Organizacin y Administracin),
correspondiente al segundo curso de dicha Facultad.
Iniciamos el seminario en octubre de 1983. En principio, estudiamos
algunas cuestiones tericas referidas a toma de decisiones, motivacin, lide-
razgo, relaciones entre grupos, etc. Cuestiones que nos condujeron a plan-
tearnos cmo se integran las personas en las organizaciones. Dada la
preocupacin de los alumnos que formaban el grupo respecto a su futuro
profesional, pensamos analizar la integracin de los universitarios recin
licenciados en el mundo profesional. Puesto que por el momento no cont-
bamos con los medios para realizar el estudio y vista la problemtica que
presentan los alumnos en los primeros cursos de facultad, iniciamos nuestras
investigaciones respecto a stos.
Es decir, nos preocup cmo se poda iniegrar al recin licenciado en el
mundo profesional, pero, realmente no nos acompaa siempre la problem-
tica de integracin? Desde que nacemos estamos inmersos en las organiza-
ciones mas cmo nos adaptamos a cada una de ellas?
Tenamos hace tiempo, desde que nos dedicamos a la docencia universi-
taria, una preocupacin: los alumnos de los primeros cursos, sobre todo los de
segundo, presentan desorientacin, dudas, inadaptacin, malos resultados...
cuando en primero la mayora de ellos haban hecho un curso satisfactorio e
incluso su ilusin se mantena al iniciar el segundo curso. Los primeros
() Profesora de Organizacin de Empresas de la Universidad de Barcelona.
is ta de Educa( itn. nm. 281 (1986). pgs. 243-292.
243
exmenes parciales empiezan a dar al traste con lo que pareca iniciarse como
una buena carrera.
La iniciacin (primer curso) en economa no es difcil, pero el segundo ao
supone como en toda formacin profesionalsaber subir poco a poco un
peldao que adentra en un conocimiento ms especializado y profundo Se
confa el alumno demasiado y cuando reacciona es tarde (final de curso)? Ha
perdido los hbitos de estudio anteriores a su entrada en la universidad? Todas
stas y ms preguntas nos las repetimos ao tras ao. (Compaeros de otras
facultades e incluso profesorado de segundo de
BUP
me hablan de la misma
problemtica y quiz... no se le presenta dicha problemtica a los mismos
adultos en su vida privada y en la profesional?).
Nuestro trabajo tiene como fin mostrar a partir de las entrevistas realizadas
cmo a pesar de que la persona elige sus estudios, manifiesta tener vocacin,
presenta unas
motivciones,
un deseo de participacin, no es dirigido, ni
sometido a liderazgos
en buena medida no logra integrarse. La muestra
300
alumnos, dado el nmero de los matriculados en los dos primeros
cursos (mil ochocientos en primero y mil doscientos en segundo, aproxima-
damente), no deja de recoger para todas las variables independientes todas las
posibilidades all establecidas.
Sera interesante tomar un grupo de alumnos y seguirlo a lo largo de la
carrera. Pensamos que los resultados no diferiran de los aqu alcanzados. La
problemtica se repite.
Nos preocupa la actitud del alumno frente a la organizacin-facultad.
Nuestro objetivo es, por tanto, estudiar muy en particular la integracin del
alumno en la misma.
Para ello se redact un cuestionario, que no slo consider aspectos de
integracin, sino tambin de comportamiento y participacin, para los cursos:
primero y segundo de la facultad. El de segundo se ampli con aspectos sobre
grupos formales e informales
y liderazgo (Vase anexo).
El grupo de trabajo estuvo formado por: Xavier
Buyse Mayench,
Xavier
Triado Ivern y Manuel Cadena Romero.
La encuesta y su misma realizacin pretenden analizar y describir las
variables consideradas, sin pretender una prediccin a partir de los datos
obtenidos.
En el presente artculo, presentamos un resumen de todo el estudio, que
adems de comprender un anlisis ms pormenorizado por grupos y por
edades recoge todas las tabulaciones realizadas.
Agradecemos a los profesores
Alfons Barcel, Anna Alabart y Francisco
Bosch
las observaciones y sugerencias que hicieron a nuestro primer
manuscrito.
244
METODOLOGIA
La encuesta se realiz a finales del mes de febrero y principios de marzo del
ao 1984
en cuatro grupos de la maana, de un total de seis, de primero, y en
cuatro de segundo, y en dos de la tarde, de tres, en primero y en dos de se-
gundo. Esto es, en seis grupos de primero, de los nueve, y en la totalidad de los
de segundo.
En cada uno de ellos se eligi
aleatoriamente a 25 alumnos; as pues, el n-
mero total de entrevistados fue de 150 en cada curso. Restricciones materiales y
humanas nos hicieron desechar el anlisis de todo el universo. Pese a las ges-
tiones realizadas nos fue imposible disponer de un ordenador.
Las encuestas se hicieron al inicio o al final de la clase de acuerdo con los
profesores del Departamento de Economa de la Empresa a los que se les soli-
cit y que amablemente nos cedieron parte de su tiempo.
La encuesta, como se ver en las pginas que siguen, se ha tratado por
partes.
La informacin de la primera parte preguntas 1 a 4 del cuestionariose
resume en el tercer punto del presente artculo bajo la rbrica Identificacin
de la muestra. Se recogen: el curso, el grupo, el sexo, la edad y la proceden-
cia: institucin en la que realizaron sus estudios previos a los universitarios,
estudios previos y procedencia geogrfica del total de la muestra entrevistada;
y se analizan las diferencias entre los dos cursos: primero y segundo.
La segunda parte corresponde a las cuestiones de integracin y
motivacin preguntas 5, 6 y 7A). A saber: Te integraste fcilmente en el
ambiente universitario? Te ayud tu procedencia a integrarte en la univer-
sidad? y Escogiste Econmicas y Empresariales por vocacin?
Otras motivaciones 7B)se ha considerado aparte de las tres anterio-
res por ser diversa su tabulacin.
Una tercera parte es la denominada perfil de integracin y comportamien-
to, esto es, de la pregunta
8 a la 14, a excepcin de la 14 b), cuyas respuestas se
recogen al finalizar las descripciones del perfil de los alumnos de primero y de
segundo.
Dentro del perfil de integracin y comportamiento se consideran las
preguntas relativas a conformidad, imagen, responsabilidad, normas, claridad
y apoyo, y participacin.
La ltima pregunta del cuestionario, sobre los criterios por los que te
mueves para asistir a clase se analiza globalmente en el punto 3.5.
La parte del cuestionario, que slo contestaron los alumnos de segundo, se
tabul por grupos: maana y noche. Se han considerado tres partes diferen-
ciadas, tal y como se propona en el propio cuestionario: grupo formal, grupo
informal y liderazgo.
Por ltimo, se recogen brevemente las conclusiones del estudio realizado.
245
ANALISIS DE LOS RESULTADOS GLOBALES
Los cuestionarios contestados correspondieron exctamente a 139 alumnos
de primer curso, es decir, el 92,7 por 100 de los elegidos como muestra. De los
139, 91 son alumnos de la maana y el resto -48- son alumnos que asisten a
clase por la tarde. En segundo, de los 150 cuestionarios distribuidos -al igual
que en primero- contestaron 141, el resto -46- corresponden a grupos de la
tarde.
1. Identificacin de la muestra.
-
De un total de 280 alumnos que respondieron el cuestionario, el 62,2
por 100 fueron hombres, el 37,1 por 100 mujeres y dos no contestaron
esta cuestin. Mientras que en los grupos de primero-maana la mues-
tra estaba repartida entre hombres y mujeres, con ligero predominio de
aqullos, en los grupos de noche los hombres representaban el 77,1 por
100; en
los grupos de segundo el 60 por 100 eran hombres por la maa-
na y el 69,6 por 100 por la noche.
-
Ms del 50 por 100 de los encuestados tena de 18 a 19 arios y casi un 35
por 100 de 20 a 21. El mayor nmero de alumnos superior a estas edades
asiste a segundo noche, un 50 por 100 de los encuestados. Las mujeres
son un poco ms jvenes.
-
La mayora de alumnos provienen de colegios, el 38,6 por 100, y de ins-
titutos el 36 por 100; en total 209 alumnos de los 280 encuestados; un 8,9
por academias, el 1,1 por 100 del Liceo Francs, el 0,4 no contesta y un
15 por 100 de lo que llamamos segunda procedencia: mayores de 25
aos, escuelas tcnicas, Esade, otras facultades y Escuela Universitaria
de Enfermera. Destaca la procedencia de colegios entre las mujeres, y
entre los hombres la segunda procedencia -el 16,7 por 100-;siendo pa-
ra las mujeres este porcentaje del 12,6 por 100.
Al igual que en primero (43 por 100), los alumnos de segundo-maana
provienen en su mayor parte de colegios, el 50,5 por 100, y los de noche de insti-
tutos -30,8 y 47,8 por 100, primero y segundo, respectivamente-. De segunda
procedencia, en segundo, haba un 5,2 por 100 por la maana y el 18,1 por la
noche, mientras que en primero estos porcentajes alcanzaban el 17,6 y el 33,3
por 100, respectivamente.
-
Previamente a su ingreso en la Facultad de Ciencias Econmicas y
Empresariales, han cursado ciencias el 70,3 por 100, el 19,3 por 100
mixto, el 5,3 por 100 letras, el 1,1 por 100 en el Liceo Francs la sec-
cin de Econmicas, el 0,4 por 100 letras y mixto y el 3,6 por 100 no
contesta. Por tanto, los alumnos han cursado, antes de su entrada en la
Facultad, ciencias, mixto y letras mayoritariamente y por este orden en
todas las tabulaciones efectuadas.
246

Proceden de Barcelona el
60,4 por 100, de su provincia el 18,9 por 100.
del resto de Catalua el
12,1 por 100, de otras el 3,6 por 100 y el resto no
contesta.
Se podra destacar que el
70 por 100 de las alumnas de primero-maana
provienen de Barcelona. De la provincia provienen ms del
20 por 100 de los
alumnos de primero, siendo ms alto este porcentaje en los hombres y estando
9 y 10
puntos por debajo para las alumnas de maana y noche, respectivamen-
te. Del resto de Catalua provienen el
14 por 100 de los alumnos de primero-
maana y el 10 por 100
de los de noche.
En segundo, proceden igualmente la mayora de Barcelona, si bien los alum-
nos de maana proceden en segundo lugar del resto de Catalua (pesan ms
las mujeres, un 21,1 por 100),
mientras que en segundo lugar los de noche pro-
ceden de la provincia de Barcelona, el
21,7 por 100.
2. Integracin y
m otiv acin.
Aclararemos, antes de exponer los resultados, algunos conceptos.
Entendemos por integracin el proceso de unin de dos o ms individuos en
un elemento totalizador, esto es, una situacin de consenso social que se pro-
duce por la adhesin generalizada de los miembros de una comunidad a los va-
lores bsicos de una sociedad (en nuestro caso y en concreto, la facultad), com-
portamientos mnimos que hacen viable que el sistema social funcione
correc-
tarnente.
La motivacin, por su parte, refleja el deseo de una persona de satisfacer
ciertas necesidades, causa o razn que mueve a algo.
Y, por ltimo, entendemos por vocacin, la inclinacin a elegir, en este ca-
so una carrera.
Veamos los resultados que se obtuvieron.
El 81,6 por 100 de los encuestados manifiestan haberse integrado fcil-
mente en el ambiente universitario; para las alumnas este porcentaje
alcanza el 78,8 por 100.
Los alumnos de primero-noche alcanzan, para
ambos sexos, ms del 90 por 100; mientras que los alumnos de segundo-
maana estn 6,2
puntos por debajo del porcentaje del total de alumnos
y las mujeres de segundo-noche estn
25 puntos porcentuales por deba-
jo del promedio global de las mujeres.
El 46 por 100
de los hombres afirma que su procedencia les ayud a
integrarse en la facultad y un
49,4 por 100 que no, mientras que para las
mujeres el porcentaje afirmativo alcanza el 58,7 por 100 y el negativo el
36,5.
No contestaron el 4,6 y el 4,8 por 100, respectivamente.
El s en primero alcanz el
39,6 y el 62,8 por 100 para los hombres y para
las mujeres de la maana, respectivamente; el no un 52 y un 32,6 por 100; y no
247
contestaron el 8,4 por 100 de los hombres y el 4,6 por 100 de las mujeres. Para
los de la noche, la contestacin difiere. Los hombres manifiestan que su proce-
dencia les ayud (59,5 por 100), mientras que el 70 por 100 de las mujeres se
decide por el no.
En segundo, las respuestas difieren por sexos. Mientras los hombres se ma-
nifiestan mayormente por el
no -50,8 por 100 para los de la maana y 56,3
por 100 para los de la noche-, las mujeres lo hacen por el s -65,8 por 100 las
de la maana y el 46,2 para las de la noche-. No constestan el 15,4 por 100 de
las mujeres que asisten a clase por la noche; el 6,2 por 100 de los hombres de
los grupos nocturnos y el 1,8 por 100 de los diurnos.
-
La vocacin en la eleccin de carrera no aparece con claridad, pues slo
se manifiestan afirmativamente el 63,8 por 100 de los hombres y el 52,9
por 100 de las mujeres. Algunos de estos alumnos nos contestarn que
otra motivacin es la salida profesional. El 31,0 por 100 de los hombres
y el 39,4 por 100 de las mujeres dice no y, por ltimo, no contestan el
5,2 y el 7,7 por 100, respectivamente.
En cuanto a la vocacin, sta es mayor para los alumnos de primero noche;
se manifiesta -en este caso- por el s el 70 por 100 de los alumnos y alumnas,
mientras que ese porcentaje ronda el 55 por 100 en los de maana. A esta cues-
tin responden no en la maana el 39,6 por 100 y el 34,9 por 100 de los hom-
bres y de las mujeres, respectivamente. No contestan por la maana el 6,2 y el
9,3 por 100 de los hombres y de las mujeres; y por la noche el 10,8 por 100 de
los hombres.
En segundo, manifiestan tener ms vocacin los alumnos de la noche
-78,1 por 100- y menor vocacin las alumnas de noche, 30,8 por 100. Entre
los alumnos de maana, el porcentaje de los que dicen tener vocacin asciende
al 61,4 por 100 y entre las mujeres al 52,6 por 100. Dicen no tener vocacin el
35,1 por 100 y el 39,5 por 100 de los hombres y mujeres de la maana.
3. Otras motivaciones.
Pese a que gran parte de los alumnos ha mostrado integrarse fcilmente,
que su procedencia les ha ayudado y que escogi Econmicas y Empresariales
por vocacin, a la mayora de ellos parece haberlos movido la salida profesio-
nal; en este sentido se manifiesta el 47,7 por 100 de los hombres y el 51,9 por
.100 de las mujeres. La segunda motivacin son las sugerencias de otra persona,
en este caso los porcentajes son del 21,8 por 100 y del 33,6 por 100, respectiva-
mente. La familia es la ms influyente. Por eliminacin elige Econmicas y
Empresariales un 14,9 por 100 de los hombres y el 17,3 por 100 de las mujeres.
El ranking es el mismo para los alumnos de primero y de segundo.
Dentro de otras motivaciones citan expresamente: relacin con estudios de
informtica, conciencia social y poltica, servicios y prestaciones, segunda vo-
248
cacin,
y en parte por vocacin y por gusto por las matemticas. No contesta-
ron el 4 por 100 de los hombres y el 9,6 por 100 de las mujeres.
Para los alumnos de primero, los porcentajes son para los hombres de
maana el 45,8, el 27,2 y el 18,8 por 100 para los conceptos apuntados: salida
profesional, sugerencias de otras personas y por eliminacin. Para las mujeres
son del orden del 51,2, 48,7 y 13,9 por 100. A los hombres de la noche los moti-
va en mayor medida la salida profesional 62,2 por 100 al igual que a las
mujeres 70 por 100; el 10,8 por 100 de los hombres respondieron,
asimismo, por sugerencias y por eliminacin. El 10,0 por 100 de las mujeres
contesta, en segundo lugar, por sugerencias.
Para los alumnos de segundo-maana los porcentajes respecto a la salida
profesional son del 42,1 y del 47,4 por 100 para hombres y mujeres, respectiva-
mente. Estos porcentajes son del
43,8 y del 53,8 por 100 para los alumnos de
noche. Como segundo concepto se mantiene las sugerencias de otras personas
para los alumnos de maana, siendo del 36,9 por 100 para los hombres y del
34,2 por 100 para las mujeres; la mayor incidencia proviene de la familia,
siendo los porcentajes del 22,8 y del 18,4 por 100 para hombres y mujeres,
respectivamente. El concepto por eliminacin alcanza para los alumnos de la
maana el 21,1 por 100; este porcentaje es del 30,8 por 100 para las alumnas de
noche. El mayor porcentaje de alumnos que no contesta pertenece a segundo-
noche (34,3 por 100).
4. Perfil de integracin y comportamiento.
Hablamos de perfil para referirnos a los aspectos considerados en las cues-
tiones 8, 9, 10, 11, 12, 13 y 14del cuestionario y que de alguna manera se refie-
ren a la organizacin-facultad. Es decir, tratamos de estudiar la apreciacin
que los alumnos tienen sobre la organizacin en la que se estn integrando en
estos dos primeros cursos de carrera e intentamos as evaluar el clima de la
organizacin.
Esta es la propiedad o cualidad del ambiente de la organizacin que
perciben o experimentan los miembros de la misma y que, adems influye so-
bre stos. En definitiva, se trata de aspectos objetivos e incluso subjetivos que
despiertan apetencias en el sujeto, esto es, que lo motivan o pueden llegar a
motivarlo.
El clima de la organizacin es el resumen del patrn total de expectativas y
valores de incentivo que existen en un medio organizacional dado, en
palabras de J.W. Atkinson.
A fin de simplificar la representacin del perfil, no hemos considerado a
aquellos alumnos que no contestan sobre su sexo. Es decir, distinguimos entre
los hombres y las mujeres.
El perfil de los hombres aparecer en lnea y el de las mujeres en puntos. Se
249
ha escogido para determinar cada punto
(1, 2, 3, 4, 5,
o no contesta) el
porcentaje mayor de respuestas en el mismo.
Las preguntas relativas a conf ormidad van de nada integrado (punto I) a
muy integrado (punto 5); la referida a imagen, de nada (punto
1) a mucha
(punto 5); las de responsabilidad, de ninguna (1)
a mucha (5); las de normas,
de ninguna ( 1) a muchas (5); la de claridad, de nada a mucha; la de cordiali-
dad y apoyo, de no (1) a si (5), y, por ltimo, las concernientes a participa-
cin, de nada ( 1) a mucha (5).
-En primer lugar, veamos el grado de
conf ormidad
de nuestros alumnos.
Los alumnos se consideran integrados, tanto hombres
(56,4 por 100) como
mujeres (58,6 por 100),
en cuanto a sus estudios. Muy integrados la minora, el
3,4 por 100 de los hombres y el 3,8 por 100
de las mujeres. Los nada integrados
ascienden, respectivamente, al 4,5 y al 1,9 por 100.
Los alumnos de primero muestran conformidad con sus estudios,
sintindose desde muy integrados a integrados el
72,9 por 100 de los hombres
de los grupos de maana, as como el 74,5 por 100 de las mujeres; en los gru-
pos de noche estos porcentajes alcanzan el
64,9 para los hombres y el 60 para
las mujeres. Mientras que los alumnos de segundo-maana se consideran
generalmente desde muy integrados a integrados, al mostrar su conformidad
en cuanto a estudios en un 85,9 por 100 de los hombres y un
89,5 de las muje-
res, los de noche alcanzan el 71,7 y el 61,5, respectivamente.
-Respecto al grupo con el que se relacionan en la clase, se sienten desde
integrados hasta muy integrados el 84 por 100
de los hombres y el
86,3
por 100 de las mujeres.
En los grupos de primero, estos porcentajes alcanzan las siguientes cifras:
para los grupos de maana, el 83,3 de los hombres y el 93 de las mujeres, y pa-
ra los de noche, el 81,1de los hombres y el 80
de las mujeres, que como hemos
dicho se sienten desde integrados a muy integrados.
Los de segundo se sienten desde integrados a muy integrados con el grupo
el 91,2 por 100 de los hombres y el 89,5
de las mujeres de los grupos de maa-
na, los de la noche tambin lo aprecian as, pero en
menores porcentajes: el 75
de los hombres y el 61,5 de las mujeres.
-Respecto a la clase el mayor porcentaje (43,6)
para los hombres se sita
en el punto 2, lo que podramos llamar poco integrados; para las muje-
res se da en el punto referente a integrado, con un
38,4 por 100, siguin-
dole a este porcentaje el de
poco integrado, con un 34,6 por 100.
Aprecian sentirse desde muy integrados a integrados con la clase el
37,7 por
100 de los hombres y el 51,1por 100
de las mujeres que asisten a las aulas por
la maana, en primero; y el 40,5 por 100 de los hombres y el 50 por 100 de las
mujeres de los grupos de noche.
Los alumnos de segundo-maana consideran estar poco integrados
(40,4
250
234

5No C.
- - - Mujeres
por 100) e integradas (47,4) con la clase; en este ltimo caso predominan los
integrados y los poco integrados, tanto en los que se refiere a hombres como a
mujeres (tngase en cuenta que en estos primeros cursos el nmero de alumnos
por aula est prximo a los doscientos, es bastante menor en los grupos de no-
che). Las alumnas de segundo-noche no estn conformes respecto a la clase y
contestan estar nada integradas el 38,5 por 100 de las encuestadas; el 53,1 por
100
de los hombres se siente poco integrado.
En definitiva, los alumnos se sienten integrados. Con el grupo que se
relacionan en la clase se sienten ms integrados, pero no es as con la clase.
La imagen que de la universidad se haban hecho los alumnos no difie-
re de la real para el 37,3 por 100 de los hombres y el 39,5 por 100 de las
mujeres. Mientras que la diferencia entre la imagen y la realidad es bas-
tante y mucha para el 48,2 por 100 de los hombres y el 44,2 por 100 de
las mujeres.
Como puede verse en los grficos adjuntos, mientras que para la mayora
no difiere la imagen, para las alumnas de primero-maana difiere bastante
(46,5 por 100),
as como para los alumnos de segundo-noche (31,3 por 100 de
los hombres y el 30,8 de las mujeres). En este ltimo caso si agregamos el
punto 5
(mucho), los porcentajes ascienden, respectivamente, al 53,2 y al 46,1.
PERFIL DE LA MUESTRA
Curso: Primero y Segundo Grupo: Maana y Noche
E
A) Estudios
B) Grupo
C) Clase
Imagen:
e 3 A) En la facultad
13:E B)
Fuera de la facultad
c4 5
A) Estudio
rl
B) Deportivas
o
C) Polticas
D) Otras
Claridad:
Cordialidad y apoyo:
a) Exmenes
' I:: b) Elecciones
2.
a e) Otras
Hombres
251
3
. 1 "
A) Estudios
B) Grupo
3 C) Clase
Imagen:
- o
. 9
A) En la facultad
t
B) Fuera de la facultad
t:4 5
Cordialidad y apoyo:
A) Estudio
B) Deportivas
C) Polticas
D) Otras
(lat idad:
No C.
a) Exmenes
b) Elecciones
c) Otras
Hombres
r.
2. a
Mujeres
5
No C.
23
2 3
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E
A) Estudios
B) Grupo
3 C) Clase
Imagen:

e 1 : 1 A) En la facultad
B) Fuera de la facultad
1 1 1
- - - - - - f i- - - - - - -
r:4
ra
B) Deportivas
C) Polticas
D) Otras
Claridad:
A) Estudio
Cordialidad y apoyo:
a) Exmenes
'E Z Z b) Elecciones
c) Otras
5 N ) C.
Hombres
Mujeres
PERFIL DE LA MUESTRA
Curso: Primero
Grupo: Maana
PERFIL DE LA MUESTRA
Curso: Primero
Grupo: Noche
252
Mujeres
PERFIL DE LA MUESTRA
Curso: SegundoGrupo: Maana
3

No C.
A) Estudios
E
B) Grupo
e
C) Clase
Imagen:
e "g A) En la facultad
8.2
1 1
B) Fuera de la facultad
cZ 9
A) Estudio
E
B) Deportivas
C) Polticas
D) Otras
Claridad:
Cordialidad y apoyo:
"
2. a
a) Exmenes
b) Elecciones
c) Otras
! .

C. No
HombresMujeres
PERFIL DE LA MUESTRA
Curso: SegundoGrupo: Noche
ra
-z3
E
A) Estudios
B) Grupo
o
C) Clase
Imagen:
e 1 1 A) En la facultad
8.72
Cordialidad y apoyo:
c a) Exmenes
.2 -o
r. rzb) Elecciones
a
c) Otras
Hombres
B) Fuera de la facultad
A) Estudio
E
B) Deportivas
C) Polticas
D) Otras
Claridad:
253
Responsabilidad. Respecto al grado de autonoma que considera tener el
alumno para desarrollar sus actividades de estudio en la facultad, creen que es
normal el 47,1 por 100 de los hombres y el 57,7 por 100
de las mujeres. Mien-
tras que el porcentaje en este punto disminuye para el concepto fuera de la fa-
cultad, pero se incremente hacia la derecha, es decir, para bastante y mucho,
que en total suman el 45,9 por 100 de los hombres y el 45,2 por 100 de las
mujeres. La mayor discrepancia respecto al punto central la presentan las
alumnas de segundo-noche que, en ambos casos, contestan sealando el punto
2 (poca responsabilidad).
Normas. Los alumnos consideran que las restricciones que impone la or-
ganizacin de la facultad a las actividades de estudio, deportivas, polticas y
otras se sitan entre ninguna y normal para los tres primeros aspectos, desta-
cando que para las actividades polticas alcanzan el mximo porcentaje de
todo el perfil en el punto ninguna para el
56,9 por 100
de los hombres y
para el 59,5 de las mujeres;
excepcin hecha del concepto otras para el pun-
to no contesta. Ha de destacarse que las alumnas de primero-noche opinan
que las restricciones en actividades deportivas son muchas en un
50 por 100 de
sus respuestas.
Respecto a las cuestiones consideradas en el punto otras, citan mucha res-
triccin, dos, respecto al trabajo, y uno, respecto a la familia.
Dos mujeres consideran que la restriccin es bastante respecto al servicio de
biblioteca, en cuanto a la dificultad de obtener libros, y cuatro, respecto a acti-
vidades culturales. Dos hombres consideran que hay bastantes restricciones hu-
manas. Otros citan que no se controla la calidad pedaggica del profesorado; y
una mujer menciona ninguna restriccin respecto al trabajo.
La cuestin 12 est dedicada al concepto de
claridad, esto es, a si creen
que la facultad est bien organizada y que tiene metas definidas
claramente. La mayora de las respuestas se sitan en
el punto 1 (nada) y
el 2 (poco); sumando ambas obtenemos para los hombres el
74,0 por 100
de las respuestas y para las mujeres el 69,2 por 100. El punto 5 (mucho)
no seala ningn hombre ni ninguna mujer.
Los alumnos de primero-maana responden en el mismo sentido el
56,3
por 100, situando su mayor nmero de respuestas
(33,3 por 100) en el punto
central, esto es, en algo. Los dems alumnos
encuestados se manifiestan en el
sentido de la mayora: poco. As, entre poco y nada contesta el
64,9 por 100 de
los alumnos de primero-noche y el 50 por 100
de las alumnas del mismo gru-
po; los alumnos de segundo-maana el 89,5, las alumnas el 81,6 por 100, y en
los grupos de noche: alumnos (84,4) y alumnas (84,7).
Cordialidad y apoyo. Ambas son caractersticas de la facultad (de normal
a mucho) para el 40,6 por 100 de los hombres y para el
39,3 por 100 de las mu-
jeres. No lo son para ms del 55 por 100 de alumnos y alumnas.
Estas son caractersticas calificadas de regulares por el
47,9 por 100 de los
254
alumnos de primero-maana. Las alumnas de primero-maana -el 46,5 por
100, los de primero-noche (35,1 por 100) y las alumnas de este mismo grupo
(50,0 por 100)
las consideran entre el no y el regular.
Los alumnos de segundo-maana (42,1 por 100) consideran que estas carac-
tersticas
son poco experimentadas en la facultad, as como para el 34,4 por
100
de los alumnos de noche. Las aprecian como regulares el 34,2 por 100 de
las alumnas de maana y el 46,1 por 100 de las de noche.
Ningn alumno ni alumna se pronuncia por el si.
Participacin.
A saber, cmo se consideran las opiniones de los alumnos
respecto a las siguientes decisiones: exmenes, elecciones y otras propuestas.
Respecto a los exmenes, el 41,9 por 100 de los hombres experimenta que
su opinin no se considera nada y el 40,4 por 100 de las mujeres aprecia que
algo; esto es, la mayora contesta nada y algo; en total, el 68,9 por 100 de los
hombres y el 70,2 por 100 de las mujeres.
Los alumnos de primero-maana se pronuncian por nada (43,7 y 32,6 por
100
de hombres y mujeres, respectivamente), al igual que los de primero-noche
(54,1 y 40,0);
mientras que los de segundo-maana se sita en algo (43,9 y 55,3)
y los de segundo-noche los hombres en nada (56,3 por 100) y las mujeres en al-
go (46,1 por 100).
En cuanto a las elecciones, el porcentaje de consideracin aumenta y los
dos sexos sitan el mayor nmero de respuestas en el punto 3 (partici-
pacin normal), siendo para los hombres del 48,2 por 100 y para las
mujeres el 44,3. Sus respuestas se colocan entre algo y nomal.
En otras propuestas, el mayor porcentaje de contestaciones se sita a la
derecha de las puntuaciones, es decir, en no contesta: el 44,6 por 100
de los hombres y el 32,9 por 100 de las mujeres.
La cuestin de en qu temas o decisiones te gustara influir la resumi-
mos, por orden de mayor a menor nmero de respuestas, de esta mane-
ra: exmenes, asignaturas, profesorado, facultad (organizacin, partici-
pacin,...), planes de estudio, pedagoga, actividades culturales y depor-
tivas, en las de la clase, en nada, en la poltica universitaria, en la salida
profesional, en los seminarios, en las relaciones profesor-alumno, en to-
do y la mayor parte no contesta.
5. Otras cuestiones.
En este apartado consideramos las contestaciones a la pregunta nmero
15: criterios por los que te mueves para asistir a clase.
Tanto los hombres como las mujeres se manifiestan mayoritariamente por
el inters por la materia: el 64,9 por 100 de los hombres y el 75 por 100 de las
255
mujeres. El segundo criterio es la dificultad de la asignatura, con un 37,4 por
100 de los hombres y un 34,6 por 100 de las mujeres; a ste le sigue el criterio
profesor, con un 33,3 por 100 y un 34,6 de los hombres y mujeres, respectiva-
mente. La hora es prcticamente no considerada; slo el 13,2 por 100 de los
hombres y el 7,7 de las mujeres se pronuncian por este motivo.
Otros criterios que se citan son: apuntes, para superar las asignaturas, res-
ponsabilidad, por inters del profesor, para mayor comprensin,
complemen-
tariedad, inercia, ayuda a estudiar...
ANALISIS DE LAS CUESTIONES SOBRE GRUPOS Y LIDERAZGO
Esta parte del cuestionario fue contestada solamente por los alumnos de se-
gundo. En ella se plantearon cuestiones sobre grupos formales e informales y
liderazgo.
Estos conceptos se explican en el curso de Economa de la Empresa (Orga-
nizacin y Administracin) de segundo ao de la facultad. No obstante, se
aclaran en la propia encuesta. Se defini como grupo formal al estructurado
por la organizacin facultad, esto es, grupos delimitados en funcin de los
apellidos de los alumnos ordenados alfabticamente; grupo informal formado
por iniciativa personal en base a distintas motivaciones; y liderazgo en el
sentido de conduccin del grupo.
Veamos los datos obtenidos. Hemos de advertir que fueron bastantes los
que no contestaron las ltimas preguntas de esta parte del cuestionario.
I. Grupo formal.
La mayora de los alumnos de segundo forman parte del grupo que les
corresponde por el apellido. El porcentaje es superior en los grupos de maa-
na, siendo as para el 73,7 por 100 de los hombres y el 86,8 por 100 de las
mujeres; en los de la tarde ascienden al 68,8 y al 61,5 por 100, respectivamente.
El motivo para cambiar de grupo en los alumnos de segundo-maana
son las amistades 17,5 por 100, siguen el horario 14,0 por 100,
el profesor 10,5 por 100 y la incompatibilidad
7,0 por 100; en
las mujeres predominan el horario y la incompatibilidad
7,9 por 100
para cada uno de estos motivos y, despus, por las amistades y el pro-
fesor 2,6 por 100, respectivamente.
En los grupos de noche predomina la incompatibilidad
(21,9 por 100), se-
guida del profesor (12,5), el horario (6,2) y las amistades (3,1); y los motivos de
las mujeres: por incompatibilidad con asignaturas de otro curso (23,1), por el
horario (15,4) y por el profesor y por sus amistades el 7,7 por 100, respecti-
vamente.
256
Para los alumnos de segundo-maana y para los alumnos y alumnas de
noche, el delegado la autoridad formal fue elegido por ser el nico
que se present para ms del 30 por 100 de los entrevistados; los porcen-
tajes de los grupos de maana estn por encima del 30 (49,5 para los
hombres y 39,5 para las mujeres). Para las mujeres de segundo-maana
predomina la contestacin surgi espontneamente (42,1 por 100) a la
que le sigue la respuesta citada por la mayora con un 39,5 por 100, co-
mo hemos mencionado.
Le gusta ser lder opina el 15,8 por 100 de los alumnos de maana y el 10,5
por 100 de las mujeres. Por la noche eligen esta respuesta el 6,3 por 100 de los
hombres.
Algunas respuestas concretas son: porque lo tuve el ario pasado con buenos
resultados; la mejor alternativa que se present; un delegado contesta: no se
present ninguno, me obligaron; elegido a dedo por el profesor; le obligaron;
ignoro quin es el delegado...
Las opiniones son muchas y variadas respecto a las compensaciones que
obtiene el delegado por serlo, desde ninguna a poder, a informacin, a
ser conocido por los profesores, ventajas personales, etc. Ejemplos de
respuestas de delegados: uno de la maana, perder horas de clase y pe-
learte o discutir con la gente; uno de la noche, ninguna, slo incomo-
didades.
La mayora, en porcentajes superiores al 50 por 100, considera que el
delegado representa al grupo, siendo del 53,1 por 100 de los hombres de
segundo-noche y superior al 65 por 100 en el resto de grupos.
Acta por su cuenta para ms del 15 por 100 de los alumnos entrevistados.
Otras respuestas son, por ejemplo: mitad y mitad, no tengo nocin, no hace
nada, hace lo que puede, hace poco...
2. Grupo inf orm al.
El 38,6 por 100 de los hombres de segundo-maana forma parte de uno
o varios grupos informales. Este porcentaje es del
92,1 por 100 para las
mujeres de segundo-maana, para los alumnos de noche es del
65,6 y
para las alumnas del 56,9 por 100. No forman parte de ninguno el 10,5
por 100 de los alumnos y el 2,6 por 100
de las alumnas de segundo-ma-
ana; estos porcentajes en segundo-noche son del 15,6 y del 15,4, respec-
tivamente.
Los hombres de los grupos de maana se integraron en grupos informa-
les por diversin, estudios, deportes, apuntes y cultura; las mujeres, por
estudio, diversin, apuntes, cultura y deportes.
Las motivaciones para integrarse en grupos informales, para los alumnos
de los grupos de noche, fueron: apuntes, estudio, cultura, deportes y por di-
257
versin. Las mujeres lo hicieron por apuntes, por cultura, por estudio, por
diversin y poi deportes. Amn de otros motivos para todos ellos, predomi-
nando los dc ubicacin en la clase.

Forman parte del mismo grupo informal que surgi en primero el 56,1
por 100 de los hombres y el 60,5 por 100 de las mujeres de los grupos de
maana y el 31,2 por 100 de los hombres y el 38,5 por 100 de las mujeres
de los grupos de noche.

Los grupos de maana consideran que el grupo informal influye en las


decisiones que se toman a nivel de clase en un 42 por 100; un 44,7 por
100 de las mujeres contesta no. Para los hombres de los grupos de no-
che el grupo informal no influye en las decisiones que se toman a nivel
de clase en un 65,6 por 100, as como para un 61,5 por 100 de las mu-
jeres.
Entre el 53 y el 66 por 100 de los alumnos y alumnas de los grupos de
maana y noche opinan que los grupos informales toman sus decisio-
nes democrticamente.
3. Liderazgo.
En los grupos informales no hay lder definido, responden el 71 por
100 de los alumnos de maana y de los hombres de los grupos de noche.
Las mujeres de los grupos de noche contestan en el mismo sentido en
un 61,5 por 100.
Son el lder o lderes por su manera de ser, por su autoridad, por su re-
lacin con el resto de los grupos de la clase, contestan entre otras res-
puestas, los alumnos de la maana en mayor porcentaje.
Los grupos de noche reconocen su liderazgo por su carcter abierto, porque
nadie quera ser coordinador del grupo, por su manera de ser y por la facilidad
de trato.

No se plantean alternativas de poder dentro del grupo informal ni para


el 40,4 por 100 de los alumnos y el 55,3 por 100 de las alumnas de los
grupos de maana; ni para el 56,3 por 100 de los hombres y el 46,2 por
100 de las mujeres de los grupos de noche.

El lder del grupo informal del que formaba parte en primero es el mis-
mo de segundo para el 10,5 por 100 de los hombres y para el 13,2 por
100
de las mujeres de los grupos de maana; en los grupos de noche es-
tos porcentajes son del 12,5 y del 23,1, respectivamente.
CONCLUSIONES
Hemos querido comprobar a lo largo de la encuesta que nuestros alumnos
manifiestan problemas de integracin en los dos primeros cursos de facultad.
258
Hemos considerado en el cuestionario el curso, la edad, el grupo, sus
estudios previos, su procedencia geogrfica y su procedencia institucional, co-
mo variables independientes.
Se observa que el nmero de entrevistados de edades superiores a los
veintin aos es pequeo; debido a que estos alumnos han iniciado en su
mayora su vida profesional, y han decidido completar su formacin con estu-
dios superiores. Suelen asistir a grupos de noche.
Los alumnos que proceden de otras faculiades, generalmente provienen de
ciencias, e incluso el resto de los alumnos que ingresan de lo que hemos lla-
mado segunda procedencia y eligen Econmicas y Empresariales para
obtener un ttulo universitrio, en busca de una salida laboral.
Pensamos que la procedencia anterior a la universidad no ha facilitado la
integracin en la misma, de tal manera que la integracin en la universidad
reside ms en la personalidad y deseo del alumno que no en las ayudas y faci-
lidades externas anteriores a la entrada en el ambiente universitario. Los ms
jvenes manifiestan, en mayor nmero, tener vocacin, estar integrados y
tener un perfil de integracin y comportamiento que se aproxima al de toda
la poblacin entrevistada. Se podra decir que a mayor edad y en segundo
curso hay ms dispersin respecto al conjunto de los entrevistados.
Se da una escasa coincidencia de los intereses con los que se llega a la
facultad y lo que se ofrece en ella. Adems, los objetivos finales de la facultad
no se manifiestan con claridad; as como, tampoco su organizacin. Hemos
visto cmo contestaban a preguntas sobre integracin, vocacin y motivacin,
y posteriormente, hemos trazado su perfil de integracin y comportamiento.
En primer curso, la ilusin y la novedad les mantienen y el que no
abandona suele superarlo; en segundo como hemos podido comprobar
no es as; se sienten menos integrados, ms dubitativos, ms escpticos y me-
nos claros en sus motivaciones.
259
ANEXO
ENCUESTA SOBRE INTEGRA(:I()N, COMPORTAMIENTO Y PARTICIPACION
Instrucciones para su contestacin: I) Subraya como mximo dos posibilidades, cuando se te
presenten varias alternativas, y, 2) Indica con un crculo el nmero que consideres expresa tu
tespuesta.
I. Edad aos.2. Sexo: H.M3. Curso y grupo
9. Procede de:
A) Instituto - Colegio - Academia - Otras facultades - Escuela de Comercio -
Formacin Profesional - Escuela Tcnica - Otras especificar:
B) Letras - Ciencias - Mixto - Otras especificar:
C) Barcelona - Provincia de Barcelona - Resto de Catalua - Otras.
5. Te integraste fcilmente en el ambiente universitario: SI NO
6. Te ayud tu procedencia a integrarte en la Universidad: SINO
7. A) Escogiste Econmicas y Empresariales por vocacin: SINO
B) Otras motivaciones: Sugerencias de otras personas: familia, amigos, otras -
por eliminacin - salida profesional - otras especificar:
8. Conformidad: Me siento integrado en la Facultad en cuanto a:
Nada integradoIntegradoMuy integrado
A) Estudios:
2 2 4
B) Grupo con el que me relaciono en
la clase:
2 3
C) Con la clase:
9. Difiere la Universidad real de la imagen que te habas hecho de ella:
Nada

NoMucho
5
10.
Responsabilidad: Qu grado de autonoma consideras que tienes para desarrollar tus activi-
dades de estudio?
Ninguna

NormalMucha
A) En la Facultad:
2 3
B) Fuera de la Facultad:
2 3
260
23 5
23 45
3 45
a) Exmenes:
b) Elecciones:
c) Otras propuestas:
II. Normas: La Organizacin de la Facultad impone demasiadas restricciones a tus actividades:
Ninguna Normal Mur ha
A) Estudio:
2 3 4 5
B) Deportivas:
2 3 4 5
C) Polticas:
2 5
D) Otras especificar:
2 3 4
12. Claridad: La Facultad crees que est bien organizada y que tiene metas definidas con claridad:
Nada

NormalMucho
23 45
13 . Cordialidad y apoyo: Estas son caractersticas de la Organizacin de la Facultad:
NORegular

SI
23 5
14. Participacin:
A) Cmo se consideran tus opiniones en las siguientes decisiones?
Nada

NormalMucho
B) En qu temas o decisiones te gustara influir?
15. Criterios por los que te mueves para asistir a clase: Profesor - Dificultad de la asignatura -
Inters por la materia - Por la hora - Otras especificar:
GRUPO FORMAL (grupo estructurado por la organizacin de la Facultad)
1. Formas parte del grupo que te corresponde por tu apellido?SINO
2. Si no fuera as, cules son el o los motivos del cambio?: Por tus amistades - por el horario -

por el profesor - por incompatibilidad con asignaturas de otro curso - otras especificar:
261
3.
La autoridad formal: el delegado
A) Por qu fue elegido?: Porque surgi espontneamente - por ser el lder del grupo infor-
mal ms influyente - porque le gusta
sei
el lder - porque fue el nico que se present -
otras especificar:
B) Qu compensaciones
crees que obtiene por el hecho de
serlo?
4. El delegado: a) acta por su cuenta -
b) representa al grupo.
GRUPO INFORMAL (grupo formado por iniciativa personal)
5.
Formas parte de: un grupo informal - de varios - de ninguno?
6.
Por qu te integraste en el grupo o grupos iniciales?: Estudio - deportes - diversin -
apuntes - cultura - otras especificar:
7.
Formas parte del mismo grupo informal que surgi en primero?
SINO
8.
El grupo informal influye en las decisiones que se toman a nivel de clase:

SI
NO
9.
El grupo o grupos informales toman sus decisiones democrticamente:
SINO
LIDERAZGO
10.
El lder del grupo surgi: espontneamente - no hay un lder definido - hay ms de un lder -

otras especificar:
II. Por qu son el lder o lderes?: Por sus conocimientos - por su manera de ser -
por su carcter abierto - facilidad de trato personal - por su autoridad - por su relacin con
el resto de grupos y de la clase - porque nadie quera ser coordinador del grupo -
otras especificar
12.
Se plantean alternativas de poder dentro de tu grupo informal?
SINO
A VECES
13.
El lder del grupo informal del que formabas parte en primero es el mismo que el de
segundo:SINO
262
INFORMES
'YDOCUMENTO
ACION DEL PROFESORADO EN UNA
SOCIEDAD MODERNA
INF ORMES
YDOCUMENTOS
HANS GLCKEL
Para comprensin del tema.
He reflexionado mucho sobre el modo
de abordar el tema que me corresponde.
No quisiera hacerlo en forma general,
sentando postulados programticos, por
ejemplo, sino informando sobre el cam-
bio en la formacin del profesorado ope-
rado en la Repblica Federal de Alema-
nia en los veinte ltimos aos. Lo har
con ms amplitud de lo previsto en el
programa, ya que la sociedad de la
Repblica Federal no es slo una socie-
dad tecnolgica, sino tambin una socie-
dad demeocrtica. Es sabido que una y
otra no coinciden necesariamente. No
intentar hacer aplicaciones al sistema
escolar espaol. Tomen ustedes de mi
informe aquello que pueda interesarles.
Esbozar primero el estado de la forma-
cin del profesorado alemn antes del
comienzo de las ltimas reformas y, a
continuacin, los esfuerzos de reforma
que se estn realizando en el sistema esco-
lar. Abordar despus la reforma de la
preparacin del profesorado. Expondr
los cambios efectuados en el perfeccio-
namiento del profesorado (in-service-trai-
ning, formation en course de service des
enseignants). Sealar cada vez los objeti-
vos y los motivos, las principales medidas
y las experiencias hechas. Intentar por
ltimo forrhular algunas conclusiones ge-
nerales.
Universidad de Erlangen-Nremberg.
Revista de Eduraciim. ndm. 281 (19861, pgs. 265-275.
Me permito recordar que la Repblica
Federal de Alemania es, como su nombre
indica, un Estado federal. Los distintos
Lnder gozan de una amplia autonoma
en el sistema escolar. Predominan, sin
embargo, los elementos comunes. Har
notar las diferencias cuando sean impor-
tantes. Elegir con preferencia ejemplos
tomados de mi propio Land, que es
Baviera.
I. LA ESCUELA Y LA FORMACION
DEL PROFESORADO EN
ALEMANIA AL COMIENZO DE LA
REFORMA EDUCATIVA
(alrededor de 1965)
Durante el siglo XIX y a principios del
XX, Alemania cre y fue mejorando
constantemente un sistema escolar, que
fue modlico en muchos aspectos. Las
dos grandes guerras frenaron su desarro-
llo e hicieron que el sistema educativo
alemn quedara desfasado. Despus de la
segunda guerra mundial, los esfuerzos se
centraron en la reconstruccin de las ciu-
dades y la recuperacin de la economa,
la incorporacin de doce millones de
alemanes expatriados y la afirmacin de
un Estado democrtico y social. El sis-
tema qued al margen, al principio, de
cualquier reforma en profunidad. Hasta
265
comienzos de los aos 60 no se produje-
ron avances. Surgieron, por supuesto,
diferencias entre los distintos Lnder por
razn de su tendencia progresista o
conservadora, pero en ningn caso fue-
ron importantes. Dentro de cada Land, el
Ministerio ejerca la direccin central de
las escuelas y por eso el rgimen era muy
unitario.
En cambio, existan diferencias en la
formacin del profesorado: los profesores
de enseanza secundaria haban estudiado
siempre en la universidad. Se considera-
ban sobre todo como enseantes de mate-
rias cientficas y su nivel era el de profe-
sores especializados. Los profesores de
Volkschule (escuela popular), de Grund-
schule (escuela secundaria) y de Haupt-
schule (escuela principal), despus de
una larga lucha, haban conseguido pasar
de la enseanza artesanal a la prepara-
cin en seminarios, luego a la escuela
superior de educacin. Se consideraban
ante todo como pedagogos, daban clases
de todas o, al menos, muchas asignaturas
y perciban un sueldo escaso. Por su parte,
los profesores de escuelas especiales y de
escuelas reales (Realschulen) tenan un
nivel ms alto que los de la escuela
popular, debido a una preparacin su-
plementaria. Finalmente, los profesores
de escuelas profesionales procedan en
parte de profesiones prcticas y en parte
de escuelas superiores tcnicas.
Finalizados los estudios, los profesores
sufran un primer examen de Estado y
efectuaban luego un servicio preparatorio
(Refrendariat) de dos a tres aos de dura-
cin en escuelas de seminario. El servicio
valla como introduccin a la prctica
escolar y como profundizacin terica.
Despus del segundo examen de Estado,
podan ejercer como funcionarios.., y casi
todos encontraban colocacin, ya que
haba demanda de profesores.
Tambin eran muchas las posibilidades
de perfeccionamiento para el profesorado,
debido a la actividad de crculos privados,
asociaciones de profesores, iglesias, agru-
paciones de todo tipo y la propia admi-
nistracin escolar estatal. La oferta era
abundante, pero poco sistemtica; no
exista la participacin obligatoria.
2. LA REFORMA DEL SISTEMA
ESCOLAR (de 1965 a 1980)
2.1. Motivos
En los aos 60 cundi el descontento
por el sistema educativo; se habl incluso
de un estado de penuria educativa.
Confluyeron diversos motivos:
La comparacin con otros pases indus-
trializados y culturalizados hizo temer un
retroceso nacional en materia de educa-
cin y, consiguientemente, en capacidad
competitiva internacional. Por eso se pro-
pugn una ampliacin del perodo esco-
lar a ser posible para todos los nios, y
un incremento del nmero de bachilleres
que optaban al acceso a la Universidad y
a los estudios superiores (Abiturienten),
as como del nmero de estudiantes de
escuelas superiores. Se consider la edu-
cacin principalmente como un factor
econmico.
No obstante, se aspir tambin a ofre-
cer a todos una formacin lo ms elevada
posible como va para el autodesarrollo
personal, y se afirm la conviccin gene-
ral de que todos podan y deban apren-
der mucho ms que en el pasado. Se
entenda la educacin como un derecho
ciudadano.
Se afirm la necesidad de superar las
desigualdades sociopolticas an existen-
tes en el campo de la educacin y de ofre-
cer posibilidades ms justas a los nios
de las clases sociales bajas.
Haba que promover tambin la inte-
gracin social, esto es, una mejor com-
prensin recproca de las capas sociales
mediante una convivencia ms larga en
la escuela.
Se trat de prestar ms atencin al
individuo, por la va de una mayor flexi-
bilidad en la carrera escolar, especial-
mente mediante la ampliacin de las
ofertas de formacin personal.
Pero la escuela deba cambiar tambin
por dentro: hubo, pues, que adaptar los
currculos a las exigencias de la poca
(modernizacin, ingls para todos, nueva
matemtica, enseanza laboral o educa-
266
cin politcnica, pedagoga, ciencias de
la educacin, enseanza de la poltica,
educacin para el trfico, educacin se-
xual).
Se asignaron a la escuela nuevas tareas
(incorporacin de los hijos de trabajado-
res extranjeros de diversas naciones, ase-
soramiento sobre carreras en un sistema
escolar cada vez ms complicado).
Se trat de elevar el rendimiento (mate-
rias ms numerosas y ms difciles, for-
macin cientfica para todos, medicin
objetiva del rendimiento, creencia en una
mayor capacidad de aprendizaje de todos
los nios).
Para ello haba que aplicar nuevos
mtodos (enseanza programada, creati-
vidad, autonoma, enseanza de proyec-
tos, enseanza de grupos, individualiza-
cin, diferenciacin, educacin compensa-
toria para nios con inferioridad y debili-
dad para el aprendizaje.
Era preciso utilizar asimismo nuevos
medios (programas didcticos, cine, radio,
televisin, ordenador, tecnificacin de la
enseanza).
Haba que lograr una nueva relacin
con los alumnos (estilo de direccin inte-
grados, menos autoridad, educacin no
represiva, autorregulacin del nio, com-
prensin y ayuda a nios problema).
Haba que democratizar las formas de
direccin y decisin (mayor autonoma de
los profesores, corresponsabilidad de los
alumnos, contacto con los padres).
Algunos aspiraban a objetivos polticos
ms avanzados: querran cambiar la so-
ciedad, superar el sistema capitalista,
realizar la emancipacin, unas veces en
sentido individualista y otras en sentido
colectivista.
No vamos a indagar aqu si el sistema
escolar estaba realmente tan desfasado
como entonces se afirmaba. Es lo que se
crey, en todo caso, y esta creencia es un
factor poltico poderoso. Haba discusin,
obviamente, , sobre la poltica educativa,
pero la voluntad de reforma era tan fuerte
que nadie poda oponerse a ella en serio.
2.2 Medidas
Las reformas afectaron en primer lugar
a la organizacin escolar: la escolaridad
obligatoria se prolong a nueve aos de
escuela a tiempo completo y tres aos a
tiempo parcial. Se potenci la escuela
principal y se le dio una mayor orienta-
cin hacia el mundo del trabajo. Se crea-
ron nuevas escuelas reales y gimna-
sios (institutos de segunda enseanza).
Se reform el nivel superior del gimna-
sio. Se hicieron cientos de ensayos con
escuelas polivalentes (Gesamtschulen).
Las pequeas escuelas rurales fueron di-
sueltas para unificarlas en escuelas centra-
les. Se remodel el sistema de escuelas
profesionales. Se abri una segunda va
educativa, que lleva gradualmente desde
la preparacin profesional hasta la escue-
la superior. Se incrementaron notable-
mente los gastos para educacin.
El resultado fue impresionante: el de-
partamento de educacin creci fuerte-
mente, se increment la afluencia a las
escuelas de grado superior, aument el
nmero de alumnos que terminaban los
estudios secundarios en sus dos ciclos, se
multiplic el nmero de estudiantes uni-
versitarios, aumentaron las plazas de pro-
fesores y disminuy la aglomeracin en
las aulas. Tambin las construcciones
escolares cambiaron en muchos aspectos.
Predominaba una disposicin general
favorable a la innovacin; fue una poca
movida, inquieta. Haba euforia, exage-
raciones, sucesin rpida de modas peda-
ggicas: se cometan algunas estupideces.
Pero se libraron muchas fuerzas, prolife-
raron las iniciativas positivas y cundi el
compromiso personal.
2.3. Experiencias
No se cumplieron todas las esperanzas;
hubo obstculos, efectos secundarios inde-
seados y nuevos problemas.
Los modernos planes de enseanza, las
nuevas asignaturas, una mayor exigencia
de rendimiento; todo esto origin quejas
de exceso de materias, de falta de concen-
tracin en lo esencial, de superficialidad,
267
de sobrecarga de los nios y descuido de
la tarea educativa; lleg a pedirse la
humanizacin de la escuela.
Un estilo de educacin permisiva mejo-
r el clima escolar, pero trajo consigo
problemas de disciplina.
La individualizacin y diferenciacin
llevaron a una mayor atencin a cada
alumno, pero complicaron la organiza-
cin, originaron frecuentes cambios de
los grupos, perjudicaron a la estabilidad
social y no produjeron mejores resultados
de aprendizaje.
Las grandes escuelas centrales mejora-
ron la oferta, pero sufrieron problemas de
organizacin, anonimato y falta de in-
fluencia educativa.
La cogestin democrtica activ la res-
ponsabilidad, pero ech sobre los hom-
bros de los profesores la carga de nume-
rosas reuniones y, a veces, de conflictos
internos. Una tendencia general a la
adopcin de normas burocrticas y jur-
dicas, cada vez ms minuciosas, de admi-
nistracin escolar redujo incluso la auto-
noma de las escuelas. Tambin esto se
justific con principios democrticos, co-
mo la seguridad jurdica, la igualdad de
oportunidades, etc.
La aspiracin general a una formacin
superior llev a la depauperacin de la
escuela principal y a un peligro de des-
empleo de los titulados universitarios.
Ciertas ideas polticas revolucionarias
provocaron la resistencia de los crculos
conservadores y frenaron as indirecta-
mente el progreso.
Actualmente hay una cierta fatiga ante
la reforma. A los cambios frenticos sigue
una poca de reposo, de elaboracin de
las experiencias. Se busca, sobre todo,
una escuela que establezca unos objetivos
realistas, se ajuste a las capacidades de los
alumnos y obtenga unos resultados sli-
dos. Pero la escuela, en conjunto, ha
cambiado en muchos aspectos; por fuera
y por dentro.
Una conclusin fundamental, confir-
mada por experiencias internacionales, es
sta: no hay que sobrevalorar los efectos
de los cambios organizativos. Lo decisivo,
en definitiva, es lo que ocurre en las
b.ulas, y esto depende sobre todo de los
profesores. La formacin del profesorado
es el problema clave de la reforma esco-
lar.
3. LA REFORMA DE LA FORMACION
DEL PROFESORADO
3.1. Motivos
El descontento por la formacin del
profesorado vena de antiguo. La volun-
tad general de reforma hizo que tambin
aqu los cambios se efectuaran rpida-
mente. Los motivos principales eran los
siguientes.
Ante todo, una organizacin escolar
unitaria exiga una formacin del profe-
sorado tambin unitaria.
Adems, todos los profesores son, ante
todo, profesores y por eso deben desarro-
llar una conciencia profesional comn.
Los profesores de gimnasio necesita-
ban, pues, una mayor preparacin peda-
ggica y los profesores de escuela popu-
lar unos estudios ms especializados.
Haba que facilitar el trnsito de una
docencia a la otra mediante la amplia-
cin de las cualificaciones.
Era preciso profesionalizar definiti-
vamente la profesin docente; es decir, los
profesores deban considerarse como un
estamento profesional caracterizado por
unas altas cualificaciones, el ejercicio
autnomo de la profesin, el autocontrol
y un etos profesional propio.
Slo la preparacin cientfica en la
Universidad poda crear las condiciones
de capacidad de juicio, nivel intelectual y
decisin autnoma que se exigan del
educador.
Pero tambin era preciso modernizar
los contenidos. Haba que considerar nue-
vos currculos y nuevas asignaturas. El
profesor deba dominar una serie de
268
mtodos y de nuevos medios. Deba pre-
pararse para la cooperacin y el trabajo
de equipo con sus colegas.
Todo esto exiga nuevos mtodos en la
carrera universitaria, como el trabajo en
grupo, el estudio de proyectos, etc.
Hubo pareceres muy diversos sobre la
tarea del profesor y, consiguientemente,
sobre las necesidades de su preparacin:
si el profesor es un especialista formado
cientficamente debe estudiar una materia
cientfica.
Si es un enseante especializado nece-
sita conocer la didctica de sus asignatu-
ras.
Si es un organizador de procesos de
aprendizaje debe estudiar sobre todo psi-
cologa del aprendizaje, diagnstico del
aprendizaje y mtodos de enseanza.
Si es un tcnico de la enseanza debe
familiarizarse con todo tipo de medios y
entrenarse para una conducta docente
adecuada.
Si es un asesor necesita estudiar
diagnstico del aprendizaje y de la perso-
nalidad y psicologa de los tests y debe
conocer las carreras escolares.
Si es un terapeuta le ayudarn espe-
cialmente el psicoanlisis, la dinmica de
grupo, etc.
Si es un abogado social de los desfa-
vorecidos, necesita sobre todo la ayuda de
la sociologa, la psicologa social y la
pedagoga social.
Si es un reformador social, debe
estudiar sobre todo sociologa poltica y
economa poltica y no dejarse desorien-
tar demasiado en sus convicciones por la
realidad.
Si es un educador, necesita la ayuda
de la filosofa pedaggica, la metodologa
pedaggica, la psicologa del desarrollo,
as como conocimientos del alma infan-
til, sobre todo comprensin humana y
dedicacin personal.
Tambin aqu hubo intentos de todo
tipo y discusiones polticas, que llevaron
sin embargo a unos resultados unitarios.
3.2. Medidas
En el plano poltico, el proceso ha lle-
gado a un cierto punto final. Las escuelas
superiores de educacin se han integrado
en las universidades o se han equiparado
a ellas en casi todas partes. Todos los
profesores estudian en la universidad de
siete a diez semestres.
En algunos Lnder hay diferentes pro-
fesores de grado (Stuf enlehrer), para la
escuela primaria (Grundschule), la secun-
daria de grado I y la secundaria de grado
II. En otros hay profesores de formacin
escolar (Schulf ormenlehrer), para la es-
cuela primaria, la escuela principal, la
escuela real, el gimnasio, la escuela
profesional y la escuela especial.
Todos los profesores estudian ciencias
de la educacin (pedagoga y psicologa,
algo de sociologa, politologa, filosofa).
Estudian las materias cientficas, al me-
nos, de dos asignaturas escolares y las
didcticas especiales correspondientes; y
deben realizar prcticas escolares. Despus
del primer examen de Estado han de
prestar un servicio preparatorio (R ef eren-
dariat) en un seminario de estudios, que
complementa a nivel terico sus comien-
zos prcticos en la escuela; y su prepara-
cin concluye con el segundo examen de
Estado. Los exmenes estn reconocidos
entre los distintos Lnder.
La realizacin de estos planes ha exi-
gido un esfuerzo extraordinario. En Ba-
viera, por ejemplo, trabajaron 35 comi-
siones tcnicas en el proyecto de regla-
mentacin de los exmenes, que luego
fue sometido a debate pblico para ser
reelaborado y finalmente promulgado por
el Ministerio. Sobre esta base, las univer-
sidades confeccionaron sus propios regla-
mentos de estudios. Hubo en ocasiones
fuertes polmicas en torno a los intereses
de las distintas asignaturas. Los proyectos
se concertaron en una labor minuciosa
con el Ministerio y por ltimo entraron
en vigor. El proceso fue similar en los
otros Lnder.
Se hicieron tambin algunos ensayos
con una preparacin monofsica que
deba alcanzar, en estrecha combinacin
269
entre la universidad y la escuela, una
mayor integracin de la teora y la prc-
tica. Pero esta idea, sin duda valiosa en
principio, tuvo poco xito por diversas
razones y se abandonaron los ensayos.
Tampoco tuvieron xito algunos intentos
de fundamentar todos los estudios de
universidad en el mtodo de proyectos.
3.3. Experiencias
La nueva formacin del profesorado
representa sin duda un avance, pero ha
originado algunos problemas.
Los reglamentos de exmenes y de
estudios son extremadamente detallados y
complicados, y el curso de los estudios
est regulado muy estrictamente. La anti-
gua libertad acadmica ha desaparecido
en buena parte.
La administracin estatal, en su pre-
ocupacin por la igualdad y la justicia,
ha dictado unas normas cada vez ms
severas que restringen progresivamente la
autonoma de las universidades.
En las nuevas formas se han impuesto
muchas ideas antiguas.
Las universidades han absorbido a las
escuelas superiores de educacin, pero
han asumido y aprendido poco de ellas;
las han adaptado, por el contrario, a sus
propias concepciones.
Las diferencias entre profesores de gim-
nasio y profesores de escuela popular
han disminuido, pero sin desaparecer del
todo. Los profesores de gimnasio, en
particular, an tratan de acentuar la dis-
tancia.
Las materias cientficas ostentan cla-
ramente la primaca, y las ciencias de la
educacin han quedado relegadas a un
segundo plano.
La preparacin cientfica en la univer-
sidad tiene un nivel alto. No obstante,
muchos dudan de que esa preparacin
sirva para afinar la sensibilidad hacia el
nio y sus problemas de aprendizaje, y la
responsabilidad hacia la tarea educativa.
Muchos opinan que la escuela superior
de educacin poda transmitir mejor el
sentido pedaggico, porque era ms sin-
ttica y sus docentes trabajaban dentro de
un mismo espritu.
El profesor especializado puede impar-
tir, sin duda, una mejor enseanza en sus
asignaturas, pero el encargado de clase
hace ms por la educacin, la asistencia
personal y la gua continuada. La ense-
anza en los centros no siempre se efec-
ta con arreglo a la preparacin. Muchos
profesores, especialmente de la escuela
popular, ensean materias para las que
no se han preparado.
La cientificidad no siempre se ha
entendido correctamente. Para muchos
era la transmisin de una serie de resul-
tados de investigacin arduos y abstrac-
tos, y no la iniciacin en una labor cr-
tica y autnoma en la materia, el esfuerzo
del concepto, la bsqueda sincera de la
verdad.
La combinacin de la teora y la prc-
tica tampoco se ha efectuado siempre de
modo satisfactorio.
La especializacin en determinados ni-
veles y materia reduce la movilidad y la
disponibilidad de los profesores dentro
del sistema escolar y en el mercado de
trabajo general.
Hoy se procedera sin duda con mayor
cautela, se evitara el recargar los regla-
mentos de estudios con excesivas materias
y se buscara una configuracin ms
libre; se apreciaran con ms realismo las
fuerzas de la tradicin, no se pondra uni-
lateralmente la base de todo en la univer-
sidad y en las ciencias; se aceptara la
integracin de las escuelas superiores de
educacin como facultades en la univer-
sidad, pero sin disolverlas. Se insistira
ms en la tarea educativa del profesor y
se atendera ms a su situacin laboral en
la escuela.
Sin embargo, las preocupaciones por el
desempleo de los jvenes profesores son
hoy tan grandes, que difuminan estos
problemas y los relegan a un segundo
plano.
270
4. EL PERFECCIONAMIENTO DEL
PROFESORADO
Tambin este captulo fue objeto de
ampliacin y elaboracin en los aos de
la reforma.
4.1. Motivos
El perfeccionamiento del profesorado
es necesario:
para mantener las cualificaciones
que en una poca de cambio social,
tcnico y cientfico acelerado se des-
fasan rpidamente;
para compensar las carencias y uni-
lateralidades de la formacin inicial;
porque la teora slo se entiende
plenamente despus de la experien-
cia prctica y entonces se inserta
ms en la prctica, se afronta con
un sentido ms crtico y aparece
como una ayuda en las necesidades
prcticas;
porque el perfeccionamiento del pro-
fesorado, si se realiza correctamente,
puede ser una forma muy racional
de preparacin que posibilita una
utilizacin rpida y hace rentables
los grandes gastos de la formacin
inicial;
porque el perfeccionamiento del pro-
fesorado y ste es un motivo ac-
tual puede ser un instrumento de
reforma educativa, capacitando a los
profesores y disponindolos para esta
reforma.
Estas son principalmente las aspiracio-
nes de la administracin escolar y de la
sociedad. Pero tambin de cada profesor
como persona tiene inters por su perfec-
cionamiento, ya que:
el aprendizaje mantiene al sujeto
joven y vivo, promueve el autodesa-
rrollo y protege de una deformacin
profesional que es un peligro preci-
samente en la profesin docente;
posibilita el distanciamiento tempo-
ral del trabajo cotidiano, ayuda a
superar la ceguera de la actividad,
permite la reflexin y el descanso
creativo.
En estos aos se aade una razn
totalmente nueva: si, debido a la falta de
puestos de trabajo, son pocos los jvenes
profesores que acceden a la docencia,
sern escasas las nuevas ideas, el aire
fresco que llegue a la escuela. Por eso los
profesores deben perfeccionarse en su
labor si no se quiere que la escuela se
anquilose.
4.2. Medidas
Cmo se puede llevar a cabo el perfec-
cionamiento del profesorado?
Es, sin duda, una tarea de cada profe-
sor. Cabe esperar de l, como persona
formada, que se perfeccione a s mismo,
lea regularmente libros y revistas especia-
lizadas, etc. Pero no todos los profesores
lo hacen. Tampoco es suficiente, ya que
se precisa la comunicacin, la coopera-
cin, el estmulo, la retroalimentacin y,
siempre, el contraste.
Al profesor alemn se le ofrecen una
serie de posibilidades.
Algunas grandes ciudades, como Nrem-
berg, mi lugar natal, mantienen su pro-
pio Instituto de Perfeccionamiento del
Profesorado, con una variada oferta de
conferencias, cursos, inspecciones, publi-
caciones, etc. Las organizaciones de pro-
fesores, las iglesias, las asociaciones eco-
nmicas, distintas empresas y centros de
trabajo, los sindicatos, los partidos, algu-
nos grupos profesionales, clubes deporti-
vos, asociaciones musicales, albergues juve-
niles y granjas escolares, clubes del auto-
mvil, ligas de proteccin de la naturaleza
y otros colectivos ofrecen abundantes posi-
bilidades, a veces en los propios institutos
o academias, a veces en reuniones locales,
incluso mediante edicin de escritos, mate-
riales de enseanza, etc.
Las escuelas superiores populares ofre-
cen un programa variado; la televisin
271
contribuye al perfeccionamiento del pro-
fesorado con emisiones multimedia y mate-
rial escrito correspondiente.
Las universidades actan en muchas de
las reas mencionadas a travs de distin-
tos profesores de escuela superior. Ofre-
cen a veces sus propios cursos, pero en
conjunto participan poco en el perfeccio-
namiento del profesorado. Son, no obs-
tante, el nico lugar donde el profesor
deseoso de ascenso puede adquirir una
cualificacin suplementaria o un grado
acadmico. El estudio a distancia se puede
realizar en pocas asignaturas.
El Estado ve con buenos ojos estas
actividades y las promueve con subven-
ciones cuando est especialmente intere-
sado en ellos. Pero hay plena libertad en
la oferta, en los contenidos y en la parti-
cipacin, como procede en una democracia.
Todo esto exista desde tiempo atrs.
Lo realmente nuevo es que los ministe-
rios de educacin de los
Lnder han
potenciado mucho el perfeccionamiento
estatal del profesorado, especialmente pa-
ra la promocin de las medidas de refor-
ma. El derecho del profesor, y tambin su
deber de perfeccionamiento, estn respal-
dados por la ley; pero en la prctica rige
una amplia libertad.
Se han efectuado muchos ensayos con
centros regionales y con actividades loca-
les, prximas a las escuelas, pero no
todos han tenido xito. Actualmente se
ha impuesto en todos los Lander un
modelo en el que se combinan el perfec-
cionamiento central y el local. Valga
como ilustracin el modelo de Baviera:
El Land de Baviera ha construido en
Dillingen, pequea ciudad cerca del Da-
nubio, un gran complejo de edificios des-
tinado a Academia de formacin del
profesorado. La Academia ofrece salas
de reuniones y de descanso, alojamiento y
manutencin, y todas las instalaciones
tcnicas para ms de doscientas personas;
cuenta con un cuerpo de docentes profe-
sionales y con el correspondiente perso-
nal administrativo. Publica anualmente
un programa con ms de cuatrocientos
cincuenta cursos que se distribuyen en
todas las escuelas. Una parte de los cursos
va destinada a determinados grupos obje-
tivo, como directores de colegios, conseje-
ros escolares, asesores tcnicos, profesores
de prcticas de la primera fase, directores
de seminarios de la segunda fase, conseje-
ros personales, etc. El que obtiene alguno
de estos cargos est obligado a participar
en uno o varios cursos como introduc-
cin a su nueva tarea.
Adems, un programa bsico anual
introduce a los profesores idneos, como
multiplicadores (Multiplikatoren), en
determinados esquemas de reforma que
ellos llevarn luego a las escuelas. Hay,
en fin, una oferta mltiple en todas las
asignaturas, donde puede inscribirse cada
profesor. Pero tambin se espera de l
que transmita lo odo a sus colegas y lo
aplique en su labor.
Los profesores interesados solicitan la
participacin. Sus centros les conceden el
permiso preciso, cuando es posible. El
desplazamiento y el alojamiento son gra-
tuitos, se les reconoce el tiempo de servi-
cio y se les concede proteccin mediante
un seguro.
Los cursos admiten entre
25 y 30 parti-
cipantes y por eso permiten aplicar mto-
dos como la conferencia, el informe, el
debate, el intercambio de experiencias, el
trabajo de grupo, las visitas didcticas, la
simulacin de enseanza, etc. Los parti-
cipantes encuentran un nivel alto, pero
tambin una ayuda directa para la prc-
tica escolar.
El inters es muy grande; la Academia
slo puede acoger a una parte de los soli-
citantes. Algunas dependencias exteriores
aumentan la capacidad, pero tambin
estn saturadas.
El programa se confecciona atendiendo
las necesidades de los profesores, a los
que se consulta oralmente o por escrito,
las recomendaciones de las autoridades
escolares y determinados proyectos de
reforma del Ministerio. De ese modo, la
Academia desempea un papel central en
el perfeccionamiento del profesorado.
Sin embargo, la Academia, con su
capacidad y en su situacin, no puede
272
satisfacer las exigencias por s sola. Ade-
ms de ella, se imparte un perfecciona-
miento del profesorado regional y local;
generalmente en rgimen de jornada com-
pleta (con liberacin del servicio) o de
media jornada por las tardes o en clases
nocturnas. Los directores son consejeros
escolares, profesores prestigiosos, expertos
de otras reas, profesores de escuelas
superiores, etc. El ltimo ario se celebra-
ron alrededor de 11.000 cursos de este
tipo. Si se suma a esto la oferta de la
Academia, resulta que cada profesor pue-
de participar en actividades de perfeccio-
namiento estatal dos o tres das al ario.
Hay, en fin, diversas iniciativas en las
distintas escuelas: conferencias comunes,
asistencia a otro tipo de escuelas, visitas,
invitacin a ponentes. Estas iniciativas
dependen mucho del inters de los direc-
tores y colegas respectivos. La actividad
escolar slo puede verse perturbada en
casos excepcionales.
4.3. Experiencias
Es difcil, obviamente, definir con exac-
titud los resultados. Pero todos estn de
acuerdo en que el perfeccionamiento del
profesorado supone una aportacin posi-
tiva; sin l, los profesores y la escuela
tendran menos calidad. Pero hay tam-
bin problemas:
Todas estas medidas cuestan mucho
dinero; muchas de ellas exigen una dele-
gacin en la escuela o producen un dete-
rioro en la enseanza. Parece que se ha
alcanzado en ambos sentidos un lmite
que ya no puede ampliarse ms.
Por la misma razn, actualmente es
irrealizable la idea del ao o semestre
sabtico, es decir, la plena exencin de
la docencia con fines de perfeccionamien-
to intensivo. Extraamente, en Alemania
se habla poco de esta posibilidad. Hay
aqu un verdadero desfase frente a otros
pases.
Muchos lamentan que el afn de per-
feccionamiento se vea poco recompen-
sado. No hay gratificaciones en forma de
un aumento de la remuneracin, una
ampliacin de las vacaciones, etc., y la
influencia sobre la promocin es muy
incierta. En este contexto se debate la
cuestin de si la elevada satisfaccin pro-
fesional que, como se sabe, muestran los
profesores, no podra ser un obstculo
para la actividad de perfeccionamiento.
Es difcil dar una respuesta, y no est
claro si la formacin universitaria ha
potenciado o reducido la disposicin al
perfeccionamiento del profesorado. A ve-
ces se dira que los profesores de las gene-
raciones anteriores, menos preparados,
mostraban ms afn de ciencia que los
jvenes, que a veces han tenido que
absorberla en dosis excesivas. Pero quede
la cuestin abierta.
Se presenta adems otro problema. A
medida que el Estado ha asumido el per-
feccionamiento como tarea propia, las
asociaciones de profesores pasan a segun-
do plano. Estas asociaciones temen, por
otra parte, una creciente influencia oficial
en los contenidos y en la seleccin de los
docentes, y aspiran a una mayor coges-
tin. Tal cogestin parece necesaria, por
diversas razones, en un pas democrtico.
Habr que esforzarse por buscar la mejor
forma de ejercerla.
Pero el tema capital del debate es
actualmente la cuestin de si conviene
promover ms el perfeccionamiento cen-
tralizado o el descentralizado. La oferta
insuficiente e incoordinada ha llevado,
como queda expuesto, a la creacin de
instituciones centrales. Hoy, estas institu-
ciones no satisfacen plenamente y se
piden organizaciones descentralizadas; en
otras palabras, un perfeccionamiento pr-
ximo a la escuela.
Ahora bien, esto ltimo no es necesa-
riamente mejor. Los numerosos ensayos
curriculares efectuados en los aos 70 die-
ron pocos resultados positivos, porque se
minimizaron las dificultades prcticas de
principio que presenta la tarea. Muchas
otras iniciativas en este sentido tampoco
tuvieron una continuacin. Es evidente
que tanto el perfeccionamiento centrali-
zado como el descentralizado tienen sus
ventajas e inconvenientes, sus aspectos
positivos y sus lmites.
273
El perfeccionamiento prximo a la
escuela supone una ayuda ms rpida en
los problemas de orden local, se puede
llevar a la prctica con ms agilidad,
puede configurar los claustros de profeso-
res como equipos de cooperacin, es
menos gravoso econmicamente y con-
viene sobre todo a las mujeres con fami-
lia y a los profesores a tiempo parcial.
Pero no todos los claustros de profesores
son idneos para esta colaboracin, ni
todos los directores para su direccin.
Falta a veces una mentalidad profesional
y amplitud de miras, y los resultados
varan mucho en calidad. Los profesores
estn sobrecargados por la labor diaria,
les falta calma y concentracin. La con-
dicin mnima es la dedicacin de la
hora de reunin establecida en el curr-
culo y reconocida como tiempo laboral.
El perfeccionamiento centralizado ofre-
ce varias ventajas: la institucin recoge
experiencias que pueden utilizarse. Cola-
boradores de jornada completa dirigen el
trabajo y aseguran la continuidad, y
especialistas en jornada parcial contribu-
yen a dar un nivel alto a la oferta. La
administracin escolar puede responder
con ms agilidad a las tareas nuevas. Hay
tambin una retroalimentacin ms rpi-
da por parte de los profesores. El partici-
pante se beneficia del distanciamiento de
la escuela, de la descongestin y la con-
centracin. No se ve obligado a dar cons-
tantemente, sino que puede tambin reci-
bir. Conoce a nuevos colegas, puede
expresarse, amplia su horizonte, presta
atencin de nuevo a las grandes lneas. Es
cierto que permanece ms pasivo, lejos de
la prctica, y la transferencia al propio
trabajo es ms dificil y puede fcilmente
fallar.
La tensin entre la teora y la prctica
es un problema constante del perfeccio-
namiento, pero puede ser superada en
buena medida. Los profesores desean con-
tar con una ayuda directa para su prc-
tica, apelan a su experiencia y se quejan
de la teora de altos vuelos, alejada de la
prctica. Pero no advierten a veces que
ellos mismos aportan constantemente a
su labor teoras subrepticias que necesi-
tan de un examen explcito. Todo apren-
dizaje desde la experiencia presupone una
teora. Nada puede haber ms prctico
que una buena teora (F.W. Drpfeld).
Debe ser una buena teora, tiene que
incluir las mltiples condiciones de la
realidad, y por ello ha de ser compleja y
gil y debe ayudar al prctico a relacio-
nar los principios generales con su tra-
bajo concreto. El resultado depende en
ltima instancia de los docentes y de los
multiplicadores. Ellos deben entender
tanto de prctica como de teora. Slo
entonces pueden convencer a los profeso-
res.
5. PANORAMICA DE LAS
EXPERIENCIAS
1. No hay dos hombres que sean
iguales; los mismos consejos no son vli-
dos para todos. Lo que en un lugar y en
un pas tiene xito puede fracasar en
otro. Las sociedades son sistemas comple-
jos donde juegan muchos factores eco-
nmicos, jurdicos, polticos, sociales e
ideales, la conciencia de los afectados, la
mentalidad general... El que quiere cam-
biar o mejorar algo ha de tener en cuenta
estas condiciones, tratar de entender su
conexin y calcular los efectos secunda-
rios indeseados, para evitar que estos efec-
tos pesen a veces ms que lo alcanzado
positivamente. Las reformas necesitan tan-
to de la voluntad decidida y del esfuerzo
enrgico y bien orientado como de una
visin imparcial de las realidades. La
poltica es una larga y tenaz perforacin
de duras tablas con pasin y clculo al
mismo tiempo (Max Weber).
2. En un Estado democrtico y social,
el gobierno legitimado por las elecciones
libres tiene que disear una lnea clara de
su poltica educativa, establecer objetivos
y prioridades y crear para ello un marco
legal y una base financiera segura. Ha de
saber lo que quiere y aportar todo lo que
puede. Pero no puede pretender ningn
monopolio, sino que debe dejar un mar-
gen a las diversas fuerzas, mientras acaten
los fundamentos de la Constitucin, y
debe despertar e impulsar iniciativas de
todo tipo, ya que en ellas se realiza en
274
buena medida la democracia. Pero tam-
poco ha de buscar en sus propias medidas
una uniformidad prematura, porque no
todas las ideas atractivas se acreditan en
la prctica. Es preferible probar primero
diversas posibilidades a nivel regional y
local, antes de someterlas a la regulacin
general. En la Repblica Federal hay un
gran peligro de que el empeo por la
perfeccin lleve a un exceso de normas
burocrticas y reduzca as las iniciativas
locales y la responsabilidad individual.
En lo que respecta al perfeccionamiento y
formacin del profesorado, es preciso
dejar alguna iniciativa a los profesores,
confiar en ellos y apelar a su pundonor
profesional y a su alta responsabilidad.
Pero es preciso tambin promover su
gusto por la profesin, comprender su
situacin laboral, ofrecerles facilidades y
gratificaciones. Deben saber que la for-
macin y el perfeccionamiento no son
nicamente un deber gravoso, sino que
significan una verdadera ayuda que les
beneficia.
3.
Hay que procurar que lo aprendido
en la formacin y en el perfecciona-
miento pueda aplicarse en la escuela, que
las circunstancias externas lo hagan posi-
ble, que la actitud de los colegas, directo-
res, administracin, padres, etc. lo permi-
tan. Para seguir con la metfora antes
utilizada, la formacin de los profesores
es ciertamente la llave de la reforma
escolar, pero no es la puerta ni la casa
4. La formacin y el perfeccionamien-
to pueden ensear, mostrar y fundamen-
tar lo que los profesores deben hacer. No
pueden garantizar que lo quieran hacer.
Decir no es or; or no es entender;
entender no es coincidir; coincidir no es
realizar; realizar no es continuar (K.
Lorenz). En ltima instancia, es cuestin
de actitud, de buena voluntad. Pero tra-
tndose de profesores que toman en serio
su profesin, se puede contar con esta
buena voluntad. Yo estoy seguro de que
ste es el caso tambin en el pas de us-
ludes*.

Ponencia presentada en el simposio Teora y prctica de la innovacin en la formacin


del profesorado, organizado por la Subdireccin
General de Perfeccionamiento del Profesorado
en Madrid, en febrero de 1984.
275
A FORMACION
ORMATICA COMO
FORMACION GENERAL PARA EL SIGLO XXI?
AL,
INF OR
MES
YDOCUMENTOS
HANNELORE FAULSTICH-WIELAND
1. ACLARACION
Y DELIMITACION
DEL TEMA
En las esferas polticas se atribuye una
gran importancia incluso para la for-
macin general a este nuevo objeto
que es la formacin bsica en la tecnolo-
ga de la informacin, tambin denomi-
nada enseanza de la informtica:
El Ministro de Educacin y Ciencia de
Renania-Palatinado,
Georg Clter, por
ejemplo, seal en su declaracin ante el
Parlamento Regional, el 24 de enero de
1985, que se trata de cualificaciones
complementarias que son irrenunciables
en nuestra sociedad de la informacin si
se quiere satisfacer las necesidades de la
vida laboral y aprovechar las posibilida-
des que se ofrecen de informacin, facili-
tacin y liberacin para una vida perso-
nal ms plena de modo racional, prudente
y soberano. La formacin bsica en las
tecnologas de la informacin es parte
integrante de una formacin general sli-
da y ms amplia (p. 17).
En Baviera, la formacin en las tecno-
logas de la informacin se concibe como
una tarea poltico-cultural importante
(Ministerio de Estado Bvaro 1985, p. 4).
En Renania del Norte-Westfalia, el tema
de las nuevas tecnologas de la informa-
cin y la comunicacin en la escuela se
aborda en estos trminos: La poltica
Resista de Educacin, nm. 281 (1986). pgs. 277-286.
formativa tiene que aceptar el reto de las
nuevas tecnologas y tomar en considera-
cin su campo de accin y sus objetivos...
La formacin para una sociedad cada vez
ms caracterizada por las nuevas tecnolo-
gas no exige conocimientos profundos
en microelectrnica y en informtica para
todos, sino un conocimiento bsico del
funcionamiento de las tecnologas de la
informacin y la comunicacin, de las
posibilidades y lmites de su utilizacin
(Ministro de Educacin y Ciencia de
Renania del Norte-Westfalia 1985, pp.
12-13).
En el esquema marco para la forma-
cin en las tecnologas de la informacin,
tanto en las escuelas como en los centros
de preparacin, elaborado por la Comi-
sin Federal y Regional de Planificacin
de la Formacin, tales perspectivas se
resumen as: Las nuevas tcnicas y me-
dios de difusin representan tambin un
desafo para el sistema formativo, ya que
la escuela y la preparacin profesional
deben iniciar al alumno en la vida y en
la profesin. Ahora bien, la formacin no
debe considerarse como simple funcin
de tal desafo. Es necesario armonizar las
nuevas ofertas con las tareas y contenidos
tradicionales de la escuela y de la prepa-
racin profesional. Todos los esfuerzos
han de ir dirigidos, por una parte, a ofre-
cer a los jvenes, mediante una forma-
277
cin en las tecnologas de la informacin,
la posibilidad de utilizar nuevas tcnicas
y medios, y por otra parte a preservarlos
de los riesgos del posible uso inadecuado.
En suma, la formacin en las tecnologas
de la informacin debe contribuir asi-
mismo a la educacin de los jvenes
(1984, p. 1) .
Tambin Dorothee Wilms,
ministro
de Educacin, es consciente de la relacin
que hay entre la necesaria renovacin del
debate sobre la formacin general y las
nuevas tecnologas cuando dice en su
comunicado Sobre la necesidad de la
formacin general: Los dos temas, la
fundamentacin
individual de la forma-
cin y la
fundamentacin
social ligada a
ella, adquieren un valor especial sobre el
trasfondo del desarrollo tecnolgico. El
desarrollo personal, el juicio indepen-
diente, la apreciacin responsable de la
utilidad y ls riesgos de las nuevas tecno-
logas, son exigencias necesarias para
configurar el progreso de la colectividad
y del individuo. El desarrollo acelerado
de las tecnologas de la comunicacin y
de la informacin hace que los ciudada-
nos puedan disponer, casi a voluntad, de
una serie de conocimientos concretos. De
ese modo se potencia notablemente su
capacidad para actuar y para orientarse
(Wilms, 1985, p. 3) .
Se perfila as un consenso entre las
diversas posiciones polticas: las tecnolo-
gas de la informacin han abierto una
nueva fase de objetivacin y. apropiacin
del saber humano y de las capacidades
humanas. Ante la imposibilidad de esbo-
zar aqu un cuadro de los correspondien-
tes condicionamientos
y repercusiones so-
ciales, destacar lo ms caracterstico:
Al modo de una nueva revolucin
industrial, el desarrollo tecnolgico, a
travs de la automatizacin de las activi-
dades mentales, acelera y amplia la
racionalizacin y la
flexibilizacin, tanto
en el mbito de la produccin como en el
campo del comercio, de la administracin
y de los servicios. La tecnologa favorece
un registro de las actividades productivas
que permite el control constante de stas.
Los peligros que implica tal perspectiva
son hoy objeto de debate, puesto que la
forma social actual favorece la destruc-
cin de puestos de trabajo, una renovada
taylorizacin y jerarquizacin y la adop-
cin de mtodos generales de control y
vigilancia. Ahora bien, estas secuelas ne-
gativas no son producto inmediato de las
tecnologas; la tecnologa de la informa-
cin presenta asimismo aspectos positi-
vos, cuya realizacin depende ms bien de
las posibilidades de formacin y de coges-
tin que se le ofrezcan.
Por eso, los desafos de la tecnologa de
la informacin significan tambin el co-
mienzo de una nueva fase para el sistema
educativo. Esta conclusin est implcita
en el debate actual sobre el concepto de
formacin general que debe ser vlido
para el futuro. Se ha llegado a un amplio
consenso sobre la importancia del
des-
arrollo
para la formacin general, pero
no existe tal consenso en cuanto al
modo
de incluir la tecnologa de la informacin
en la formacin.
Tratar de exponer brevemente el tema,
abordando los dos esquemas ms distan-
ciados entre s, que son, a mi juicio, el de
Renania-Palatinado y el de Renania del
Norte-Westfalia:
En Renania-Palatinado,
la formacin
general se efectuar en contacto inme-
diato con el ordenador, que los alumnos
han de aprender a manejar y aplicar. Las
repercusiones sociales, concretamente la
modificacin de los esquemas profesiona-
les y el problema de la proteccin de los
datos, se abordarn casi al final de la
formacin bsica. Se evita expresamente
la insistencia en la
problematizacin
social (Ministro de Educacin y Ciencia
de la
Renania-Palatinado, 1985, p. 15) .
En Renania del Norte-Westfalia, en
cambio, se parte de la necesidad de
adquirir un conocimiento global de las
tecnologas de la informacin y la comu-
nicacin como sistema estructurado, y de
la necesidad de analizar el conjunto de
las consecuencias sociales e individuales
de la difusin de estas tecnologas. Esto
implica conocer y valorar los
condicio-
namientos
y los intereses polticos y eco-
278
nmicos
que estn en juego (Ministro de
Educacin y Ciencia de
Renania del
Norte-Westfalia, 1985, p. 11) .
En otro pasaje se hace referencia a una
integracin de la transmisin de saber
tcnico y la educacin a travs de los
nuevos medios. Y se declara que la
escuela debe contrapesar este saber obte-
nido a travs de los medios con la pro-
mocin de la actividad autnoma y de la
creatividad ( ibicl., Prefacio) .
A pesar de estas posiciones indudable-
mente contrapuestas, hay en ambos esque-
mas un fallo comn, en cuanto que esta-
blecen una disociacin entre la tcnica y
el desarrollo social, entendido como des-
arrollo efectuado por sujetos activos. No
se concibe la tcnica como un producto
del trabajo humano, que es siempre
expresin de la razn humana en accin
(Lange, 1981, p. 24) , sino que se contra-
pone al mundo vital natural (Ministro
de Ciencia y Educacin de
Renania del
Norte-Westfalia, 1985, p. 13) .
Con este planteamiento no es posible
enlazar, desde la perspectiva terica, las
diversas competencias exigidas: la cualifi-
cacin prctica, por un lado, y la capaci-
dad para el juicio
sociopoltico, por otro,
por mencionar slo estos dos polos. En
lugar de la integracin en la forma-
cin, se facilitan slo las interdependen-
cias, como se advierte en las Recomen-
daciones y reflexiones para la elaboracin
de planes relativos al empleo de ordena-
dores en las escuelas de formacin gene-
ral de la Liga para la Promocin de la
Enseanza de las Matemticas y las Cien-
cias Naturales. Desde el punto de vista
temtico se distinguen el rea de las apli-
caciones, el rea tcnica, el rea algort-
mica y el rea social, y se indican las
relaciones mediante flechas que unen
cada rea con las otras. Ahora bien, este
procedimiento suele significar como
demuestra la experiencia de la enseanza
tcnicaque no es posible una integra-
cin de los conocimientos, que se sigue
considerando,
la tcnica primariamente
como herramienta o como mtodo, y
los aspectos sociales se tratan como mero
apndice. As se corre el peligro de que
los objetivos de conocimiento y de accin
crtica en la enseanza de la tcnica se
reduzcan a simples llamamientos de ndo-
le ms o menos moral; esta crtica puede
desembocar en un "distanciamiento cr-
tico", pero no en acciones constructivas y
modificadoras de la realidad
(Schtte,
1981, p. 35) .
Por esta va se anula la
posibilidad de elaborar un nuevo con-
cepto de formacin.
Mi tesis fundamental es que este nuevo
concepto podra elaborarse incluyendo en
el esquema de la formacin el tema de las
nuevas tecnologas y el modo de domi-
narlas. Intentar explicar la forma de
lograrlo, sin pretender alcanzar un esque-
ma elaborado, sino ofrecer algunas pro-
puestas que reflejen los diferentes inten-
tos de aproximacin que yo mismo he
realizado al respecto.
Creo que es importante hacer una
observacin para reducir, al menos, las
mltiples posibilidades de incurrir en
malentendidos: cuando hablo de forma-
cin en informtica no me refiero a una
enseanza apoyada en los ordenadores.
Las didcticas especiales deben decidir si
determinados procesos de aprendizaje pue-
den promoverse
mejor con el empleo de
ordenadores. Los intentos que se han
hecho hasta ahora por ejemplo, el an-
lisis de
Brgelmann (1985) sobre el soft-
ware en
la enseanza bsica y los anlisis
del software utilieado a escala ms amplia
en los Estados Unidosvienen a ser, en
buena parte, una aplicacin de la didc-
tica usual a menudo mala didctica
al ordenador, lo cual no supone una
mejora de esa didctica. Adems, segn
las estimaciones de Frey (1985) , slo el 20
por 100,
como mximo, de los contenidos
de las distintas asignaturas podra elabo-
rarse con ventaja mediante el ordenador.
Como ya ocurre con la estructura de las
asignaturas concretas, con el apoyo de los
procesos de aprendizaje mediante el em-
pleo de paneles, de hojas de trabajo, etc.,
la didctica especial podra incluir como
una de sus tareas la reflexin sobre las
nuevas posibilidades que se ofrecen a los
procesos de apropiacin. A este respecto,
ya ahora cabe afirmar que no es conve-
niente ni hay por qu buscar una
sustitu-
279
cin
de la comunicacin entre alumno y
profesor por programas de
autoaprendi-
zaje.
En el presente trabajo no se con-
templa, pues, esta modalidad de empleo
del ordenador, en la que ste resulta inca-
paz de transmitir conocimientos que va-
yan mas all de su tecnologa; me inte-
resa ms bien el tema de la inclusin de
la tecnologa de la informacin en un
nuevo esquema de formacin general. O
, .
dicho de otro modo: saber hasta qu
punto cabe utilizar el debate sobre la
formacin bsica en las tecnologas de la
informacin para obtener un nuevo con-
cepto de formacin general que d res-
puesta al problema de los contenidos y
los modos de la formacin.
Abordar dicho tema en tres fases:
1.
En una breve exposicin de la idea
de formacin general vigente hasta ahora,
se analizan, para su esclarecimiento, los
dos polos: la vertiente cannica obje-
tiva la vertiente subjetiva basada en el
discente.
2.
Para el total esclarecimiento de la
idea de formacin general, se busca un
acceso terico que sea vlido, hasta cierto
punto, para ambos polos, que sea pro-
ducto del mtodo de aproximacin hist-
rica y que adquiera contenido mediante
la categora de
trabajo.
3.
Se ilustra lo dicho con dos ejem-
plos referidos a las tecnologas de la
i nformacin.
2.
CONCEPTO TRADICIONAL DE
FORMACION
GENERAL
La primera dimensin esencial de la
formacin general consiste en su carcter,
vigente desde
Comenius,
de formacin
para todos. Este postulado implica ya la
'idea democrtica de una formacin huma-
na general.
La segunda dimensin de la formacin
general se refiere a su universalidad, a su
carcter de formacin en todo. Los
intentos tericos de realizar esta forma-
cin en todo se pueden dividir en dos
polos capitales:

En la concepcin objetivo-material,
el contenido y la estructura de la
formacin general dependen de una
esencia espiritual objetiva y
suprahu-
mana
(Hofmann, 1973, p. 82). Klafki
distingue dentro de estas teoras mate-
riales sobre la formacin el enfoque
del objetivismo o cientificismo y el
enfoque de las teoras del clasicismo.

En la concepcin subjetivo-formal,
el
alma del individuo ocupa el
punto central de la idea de formacin;
se trata de modelar todas las fuerzas
que constituyen la esencia humana
global
(Hofmann, 1973, p. 83). Klafki
califica como formacin funcional o
metodolgica
todo planteamiento
que est incluido dentro de las teo-
ras formales sobre la formacin.
El problema decisivo para los dos
enfoques principales consiste en seleccio-
nar el contenido de la formacin, y a
esto apuntan ya las divisiones de
Klafki.
Los esfuerzos se han centrado siempre en
lograr una combinacin de los dos polos:
la vertiente objetiva y la vertiente sub-
jetiva de la formacin general.
En su escrito
Konturen eines neuen
A
llgemeinbildungskonzeptes
(Contornos
de un nuevo concepto de formacin gene-
ral), Klafki
intenta agregar a la primera
dimensin
formacin para todos
otras dos dimensiones: la formacin
omni-
comprensiva y la formacin como medio
de la general. Yo utilizara aqu la refe-
rencia que hace el propio
Klafki a la
formacin politcnica como base de la
formacin general
(Klafki, 1985, p. 28),
ya que tiene en cuenta las tres dimensio-
nes de la formacin general y permite
una integracin de la formacin general
y la formacin profesional.
De este modo se
reintroduce la tradi-
cin de la formacin politcnica en el
debate sobre la formacin general y se
pone en conexin con las ideas de
Karl
Marx, que postul ya una preparacin
politcnica que proporcionase los prin-
cipios generales de todos los procesos de
produccin e iniciase al mismo tiempo
al nio y al joven en el uso prctico y en
el manejo de los instrumentos
elementa-
280
les de todas las ramas de trabajo (Marx,
1966, cit., en Marx/Engels, 1980, p. 164).
Abordar estas propuestas en mi pr-
ximo punto, donde analizo el mtodo de
la aproximacin histrica para determi-
nar el concepto de formacin general.
3. LA APROXIMACION HISTORICA
COMO METODO PARA
DETERMINAR EL CONCEPTO DE
FORMACION GENERAL
Es preciso adoptar un enfoque terico
que no teme decisiones voluntaristas en
favor de la idea cannica objetiva ni de
la idea funcional subjetiva ya expues-
tas, y que halle una va de acceso que sea
tan vlida para el desarrollo social, cien-
tfico y cultural como para el desarrollo
individual y formativo. Este enfoque te-
rico viene dado por el concepto de tra-
bajo entendido como categora central.
Tan slo ofrecer aqu un breve apunte
de este enfoque, sin nimo de hacer una
exposicin sistemtica de la nocin de
trabajo. Me apoyo sustancialmente en la
psicologa de la personalidad de Leon-
tiev.
La hominizacin y el desarrollo consi-
guiente de la sociedad se producen me-
diante actividades humanas que adoptan
la forma de trabajo. El uso y fabricacin
de herramientas, por un lado, y la comu-
nicacin conducente al ejercicio de acti-
vidades coordinadas en la divisin social
del trabajo, por otro, fueron las condi-
ciones bsicas para que la filognesis no
discurriera ya por el cauce de la adapta-
cin del hombre a la naturaleza, sino que
ste se capacitase para el control y, par-
cialmente, para el dominio de la natura-
leza. El desarrollo de las fuerzas producti-
vas fundamentalmente, el desarrollo de
la tcnica y de la ciencia viene deter-
minado, en este proceso histrico, por
cada cambio en el mundo natural y asi-
mismo en las capacidades y el saber del
hombre. El hombre se distingue precisa-
mente del animal en que su actividad
tiene carcter productivo, es decir, en que
su trabajo queda fijado, objetivado, en
sus productos como produccin material
y espiritual. Por eso la perspectiva hist-
rica revela el desarrollo del ser humano:
La historia de la cultura mental y mate-
rial aparece entonces como un proceso
que expresa en forma externa, materiali-
zada, la historia evolutiva de las capaci-
dades humanas (Leontiev, 1973, p. 280).
El anlisis de la tcnica desde esta con-
sideracin terica combina el desarrollo
objetivo y el desarrollo subjetivo.
La tcnica debe analizarse como resul-
tado y como parte integrante, a la vez, de
la actividad humana, que se presenta, por
una parte, como modificacin de la natu-
raleza y, por otra, como modificacin del
desarrollo de las fuerzas esenciales del ser
humano... Ella es, al nivel de su desarro-
llo histrico, expresin del autodesplie-
gue pasado del hombre y presupuesto del
autodespliegue futuro (Lange, 1981, p.
14 y s.).
De este proceso de hominizacin se
sigue, para cada individuo, que en la
ontognesis no se desarrollan ni se apli-
can las cualidades de la especie, sino que
es el hombre individual el que ha de
apropiarse, en su evolucin, de las con-
quistas humanas mediante el esfuerzo
activo y con el apoyo cooperativo y
comunicativo de los otros seres humanos
(cf. Leontiev, 1973, p. 286 s.).
Esta referencia a otros seres humanos y
al medio ambiente concreto explica tam-
bin las diferentes condiciones de apro-
piacin de las clases y grupos sociales y
de los sexos. Las sociedades actuales, en
todos sus aspectos materiales y sociales,
son, pues, objetivaciones de la accin y
del trabajo humano y se han desarro-
llado, por tanto, histricamente. Las per-
sonalidades son, asimismo, seres huma-
nos que se han desarrollado gracias a la
apropiacin activa del nivel social.
En el plano categorial, la eleccin del
contenido formativo debe buscarse, por
tanto, a travs de la reconstruccin hist-
rica del desarrollo social a travs del tra-
bajo humano, sin perder de vista que este
contenido formativo garantiza, con la
281
apropiacin individual, la subjetivacin
del ser humano en el itt oceso de forma-
cin.
4. LA FORMACION EN
INFORMATICA COMO
FORMAC1ON GENERAL
Si el concepto de formacin general se
infiere de la reconstruccin histrica del
trabajo social, ser preciso hacer uso del
nivel de desarrollo cientfico y tecnol-
gico alcanzado para reorganizar los con-
tenidos de la enseanza. En este sentido,
puede emplearse la tecnologa de la infor-
macin como instrumento para el des-
arrollo curricular, ya que:
Los ordenadores, en cuanto mquinas
universales, poseen un rango diferente
al de la tecnologa del pasado: en
efecto, en la perspectiva histrica apa-
recen, respecto a las distintas reas
tcnicas, unas lneas de fuerza que
conducen a la tecnologa de la infor-
macin. Desde el desarrollo de mqui-
nas que almacenan el programa en
forma de cdigo binario (estructura
Von Neumann),
todo proceso descri-
bible digitalmente, es decir, mediante
nmeros o letras y su elaboracin,
puede ser regulado o dirigido a travs
del proceso electrnico de los datos y
asumido a travs de la tcnica (cf.
Graf y otros, 1984).
Las tecnologas de la informacin,
tanto en su desarrollo como en sus
efectos, no se refieren ya a mbitos
concretos, sino que repercuten en todas
las reas de la sociedad. En este sen-
tido, no slo hay posibilidades de
una mayor colaboracin sino tambin
de un mayor control y dependencia,
como consecuencia de la combinacin
de distintos aparatos.
Los dos aspectos anteriores ofrecen posi-
bilidades de integrar, a travs de la apro-
ximacin histrica, los ms variados obje-
tos formativos y las diversas materias. La
formacin general implica -as un nuevo
enfoque frente al peligro de disgregacin
de las asignaturas tradicionales, cuyos
problemas se presentan en el mbito pre-
cisamente de la enseanza de las ciencias
naturales, en la medida en que sta se
presta a la comprensin de la tecnologa
de la informacin o de la tcnica. La
enseanza actual de las ciencias naturales
corre
el riesgo de contribuir a una credi-
bilidad cientfica acrtica que dificulte la
evaluacin racional de la tcnica. Esta
conclusin se desprende, al menos, de
una investigacin realizada en
Marburgo
sobre la experiencia de la enseanza de
las ciencias naturales, en la que se
entrevist a 180 personas (100 alumnos y
alumnas de escuela integrada, cursos
7 a
10; 40
estudiantes universitarios masculi-
nos y femeninos y 20 profesores y profe-
soras) sobre la enseanza de la fsica.
Los alumnos y alumnas no solan
recordar ya los contenidos, ni siquiera los
contenidos de los experimentos que con-
sideraban como elemento positivo en la
enseanza. Todo su saber se limitaba a
fragmentos de frmulas y a restos de
principios. La imagen de la enseanza
de las ciencias naturales que tenan los
profesores y profesoras era, en cambio,
muy diferente: Creen firmemente en su
quehacer profesional porque est presi-
dido por la exactitud, el rigor, la lgica,
la sistematicidad,
la objetividad y la ver-
dad de las ciencias naturales, y atribuyen
los xitos de la ciencia y de la tcnica a
su mtodo de investigacin superior
(Brmer, 1985, p. 52).
Esta discrepancia entre el mito cient-
fico de las ciencias naturales en la escuela
por parte de los adultos y la casi total
ausencia de recuerdos de contenido por
parte de los alumnos significa, segn
Brmer,
que las ciencias naturales, en su
forma tradicional, son
(co)responsables de
esa peligrosa mezcla de repulsa y respeto,
de temor y credulidad, que tanto dificulta
el necesario trato emancipador del indi-
viduo y de la sociedad con la ciencia y la
tcnica (o.c., p. 52).
Hasta ahora no ha sido corriente una
verdadera conexin entre la ciencia natu-
ral y la tcnica en la formacin escolar:
mientras que las ciencias naturales; como
282
la fsica, la biologa y la qumica eran
asignaturas establecidas, la tcnica slo se
impai ta complementariamente, en rela-
cin con la teora del trabajo, por lo cual
apenas estaba representada en la ense-
anza secundaria. La enseanza de la
tcnica se desarroll primariamente en el
mbito de la escuela superior, en relacin
con los estratos directivos, a los cuales se
contrapona la educacin artesanal para
quienes tenan que realizar trabajos ma-
nuales (cf. Mende/Quitzow, 1978).
Puede afirmarse que ninguna rama
escolar informa de modo adecuado sobre
la significacin y el condicionamiento
social de las ciencias naturales
(oc.,
241). Las dificultades de la didctica se
deben, sobre todo, a que las diversas ten-
tativas se basan excesivamente en el prin-
cipio de demostracin como criterio selec-
tivo, lo cual hace muy aleatoria la inclu-
sin de los problemas sociales. Hara
falta una intensificacin didctica a
travs de la integracin:
La integracin significa, por lo pronto,
la sistematizacin de las ciencias natura-
les y de la tcnica o tecnologa mediante
la reduccin a estructuras, directrices,
planteamientos o modos de trabajo didc-
ticos comunes... La activacin del alumno
mediante la enseanza experimental en
las ciencias naturales es fundamental co-
mo recurso didctico y como medio para
lograr la orientacin de la enseanza tc-
nica hacia problemas o tareas. Esta acti-
vacin es imprescindible para integrar los
conocimientos de las ciencias naturales
en los contextos tcnicos de estableci-
miento de fines y bsqueda de medios
(dentro del condicionamiento econmico
y, ms en general, social y, por tanto, his-
trico), que la enseanza ha de poner de
manifiesto (Mende/Quitzow, 1978, p.
243 y s.).
La tecnologa de la informacin no
permite tan slo combinar la tcnica, las
ciencias naturales y las ciencias sociales,
sino tambin ms en general el len-
guaje, que se convierte as en el elemento
integrador de la formacin general. Sera
preciso para ello partir de los aspectos
estructurales que ofrece la tecnologa de
la informacin y ligarlos en una forma
de aproxima( in histi ica.
En el caso de la escritura, por ejemplo,
se adivere cmo su desarrollo, al igual
que su modificacin, depende de la orga-
nizacin social y de las posibilidades de
realizacin tcnica (cf. Faulstich-Wieland,
1986). El paso de la escritura ideogTfica
a la escritura jeroglfica y, finalmente, al
alfabeto supuso una notable reduccin de
la complejidad, con la consiguiente posi-
bilidad de mejora de la capacidad expre-
siva (cf. Klix, 1985). A la luz de esta con-
sideracin cabe criticar, por ejemplo, la
idea de que el proceso electrnico de tex-
tos lleva a la reduccin del lenguaje
escrito. El ordenador permite una mayor
eficacia en la produccin de textos, debido
a la simplificacin respecto del alfabeto
que se consigue con el proceso tcnico
digital. Las preguntas sobre quin tra-
baja, cmo y por cuenta de quin, ayu-
dan a continuar el anlisis de las modifi-
caciones histricas de las condiciones
laborales en la produccin y proceso de
los textos, y plantean as el debate sobre
la utilidad social de las posibilidades tc-
nicas (sobre el tema de la impresin, cf.
Weckner, 1981). Del mismo modo se
puede abordar el desarrollo del clculo y
de su automatizacin.
Si la escritura, el lenguaje y el clculo
aparecen como desarrollos histricos y
sociales, se podr concebir el proceso de
formacin como proceso de apropiacin.
Esto no significa, obviamente, la repeti-
cin exacta de todas las fases del desarro-
llo histrico. Aprender significa justa-
mente apropiarse el saber de la humani-
dad por vas racionales y, por tanto, en
un tiempo sustancialmente ms corto del
que emple la humanidad para lograrlo
(cf. Pippig, 1985). Pero la escuela bsica,
que ha de impartir la enseanza de la
escritura, de la lectura y del clculo,
puede hacerlo, desde el punto de vista de
la sistemtica, por algn procedimiento
mejor que el del adiestramiento primario
de las destrezas, que es lo habitual actual-
mente. La comparacin entre la escritura
ideogrfica, la escritura jeroglfica y la
escritura actual (la diferente produccin
283
de doc untemos escritos) revela a los nios
las conquistas anteriores y les permite
reflexionar sobre futuros desarrollos.
Tainbiim
la exposicin de diversos sis-
temas numricos, el significado del sis-
tema aritmtico y los intentos tcnicos
dirigidos a facilitar las operaciones de
clculo ayudan a la comprensin de las
matemticas mejor que la repeticin ago-
biante de ciertos ejercicios que domina en
nuestras escuelas bsicas. El sistema bina-
rio y la conversin tcnica quedaran as
integrados en el proceso de aprendizaje
del clculo, y los fundamentos para la
comprensin de la tecnologa de la infor-
macin no es estudiaran slo en el
primer grado de la enseanza secundaria.
Antes de finalizar con estas consecuen-
cias para el cambio en los procesos de
formacin, debo examinar hasta qu pun-
to son necesarios los ordenadores para los
mencionados procesos de aprendizaje en
la escuela. Por lo pronto, puedo contestar
ya esta pregunta en un doble aspecto: los
ordenadores sern necesarios, sin duda,
en mucha menor medida de lo que
espera y cree la industria informtica o de
lo que suponen las extravagancias de la
informtica y sus partidarios, porque el
estudio de la tecnologa de la informa-
cin con aparatos llevar una pequea
fraccin del tiempo de aprendizaje total.
Con todo, los aparatos sern necesarios,
ya que la experiencia en el trato con la
tecnologa es necesaria, a su vez, para el
proceso de apropiacin.
La fundamentacin terica se encuen-
tra, de nuevo, en la psicologa de la per-
sonalidad ya referida. Los procesos de
apropiacin son procesos de interioriza-
cin: consisten en una transformacin
paulatina de acciones externas en accio-
nes internas, mentales. Este proceso se
realiza siempre, aunque muchas veces no
se advierta explcitamente debido a la
relevancia del lenguaje como forma trans-
misora de las significaciones sociales. Pre-
cisamente, las nuevas acciones mentales
como hacer notar Leontiev, siguiendo a
Galperin necesitan de la realizacin de
acciones externas. Para transmitir al
nio una nueva accin mental, por ejem-
plo, sumar, es preciso hacerle realizar una
accin externa correspondiente, es decir,
exteriorizar la accin interna (Leontiev,
1973, p. 299).
5. CONCLUSION
No voy a afirmar que as se resuelva
plenamente el problema de la inclusin
de los ordenadores en la enseanza. El
cambio en los conceptos de la enseanza
requiere, ante todo, una reflexin didc-
tica sobre lo que la aproximacin hist-
rica significa para los contenidos y for-
mas de la enseanza en las distintas
materias. Pero requiere adems un mtodo
coordinado en todas las materias, que
tenga en cuenta que tambin stas y los
sistemas cientficos reflejados en ellas
nacieron histricamente y son, por tanto,
modificables. La reflexin sobre la nueva
formacin general puede as ir acompa-
ada de una reflexin sobre la organiza-
cin de la formacin.
Antes de concluir con esta perspectiva,
conviene aadir unas palabras sobre el
debate actual. Las posibilidades de tomar
la formacin en informtica (para evi-
tar este trmino recargado y que se presta
a malentendidos) la tecnologa de la
informacin como punto de referencia
para una nueva versin del concepto de
formacin general ofrecen perspectivas, al
menos a medio plazo. Faltan catorce aos
para alcanzar el siglo XXI; pero la situa-
cin actual de cambio radical exige ya
respuestas a corto plazo, encuadradas en
unas concepciones tericas, pero que no
pueden aguardar a que se desarrolle una
nueva formacin a partir de la escuela
bsica. Los muchachos actuales, al igual
que los adultos, han dejado atrs la
escuela bsica, pero deben afrontar los
cambios que se estn produciendo y han
de estar capacitados para la crtica y la
accin.
La importancia de todo ello, especial-
mente para los jvenes, aparece expresada
con claridad en nuestro proyecto la for-
macin de las chicas y las nuevas tecno-
logas. Mientras que la mayora de los
284
chicos tienen acceso a los aparatos y, por
tanto, a los modos de apropiacin
aunque stos no siempre sean crticos,
este acceso est casi velado a las chicas.
Estas encuentran barreras en la escuela y
en el tiempo libre, unas barreras sutiles,
ms por eso mismo tanto ms eficaces.
Nuestros debates de grupo con distintas
alumnas han puesto tambin de mani-
fiesto una necesidadde informacin ele-
mental: quieren saber cmo funcionan
los ordenadores, cmo estn construidos,
qu es lo que pueden y lo que no pueden
hacer, quin los ha inventado y por qu
razones; quieren saber, en suma, en expre-
sin de muchas de ellas, todo sobre los
ordenadores. La satisfaccin de esta nece-
sidadde informacin debera ser tarea de
la formacin general, ya que slo en la
escuela puede realizarse de un modo
racional y crtico. En la realidadlaboral
posterior apenas ser posible una desmix-
tificacin. La mixtificacin actual, unida
al desamparo frente a los prepotentes
intereses sociales, no permite ningn per-
feccionamiento creativo de las posibilida-
des humanas, que podra realizarse preci-
samente mediante la tecnologa de la
informacin.
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Originalmente publicado en Zeitschrift fr Pdagogik (Berlin, R. F. Alemana), vol. 32, n. 4,
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286
INF OR
MES
YDOCUMENTOS
FORMACION
DEL PROFESORADO EN HONDURAS.
ALGUNAS REFLEXIONES AL RESPECTO
GUZMAN ALONSO MORENO
INTRODUCCION
A finales de 1984, auspiciado por el Ins-
tituto de Cooperacin Iberoamericana, co-
menzaba a materializarse el I Plan de
Cooperacin Integral con Centroamrica
con el envo de los primeros expertos a Ni-
caragua, Costa Rica y Honduras.
Tuve la fortuna de estar entre aquellos
expedicionarios por cuanto que iba a
encontrar una realidad que habra de pro-
porcionarme una experiencia sumamente
compleja y contradictoria que, tanto en el
orden personal como en el profesional,
significara una constante puesta a prue-
ba, un constante ejercicio de interroga-
cin, ruptura y reformulacin de esque-
mas, bsqueda permanente de hiptesis y
un lento, progresivo e inconsciente com-
promiso con unas gentes a las que poco
a poco ira comprendiendo, admirando y
reivindicando. A ellas, que seguramente
no leern estas pginas, las mismas estn
dedicadas.
Mi pas de destino fue Honduras y mi
rea de intervencin el de la educacin.
Una institucin centr mi trabajo: la Es-
cuela Superior del Profesorado Francisco
Morazn y, espordicamente, colabor
con el Departamento de Pedagoga de la
Universidad Autnoma de Honduras. Asi-
mismo tuve ocasin de supervisar un buen
I n I dm an Mn. nm. 281 (1988). p:igs. 287-292
nmero de Escuelas de Educacin Normal,
encargadas de preparar el profesorado de
enseanza primaria.
La exposicin que a continuacin lee-
rn constar de tres partes que, dadas las
caractersticas de este artculo y su exten-
sin, no son ms que meros apuntes de un
sistema de relaciones an insuficientemen-
te estudiado y necesitado, a mi juicio, de
una mayor profundizacin a la luz de tres
vectores que, en mi opinin, son: la teora
de la dependencia, los efectos del choque
de culturas, las consecuencias de los pro-
cesos de configuracin y afirmacin lati-
noamericanos.
Estas tres partes sern las siguientes:
1. Aproximacin descriptiva a las con-
diciones generales y educativas del
pas.
2. Interpretacin de los elementos que
constituyen el marco referencial del
profesorado y su formacin.
3. Relacin de las lneas argumentales
que guiaron mi trabajo all.
1.
Aproximacin descriptiva a las condi-
ciones generales y educativas del pas.
Situada entre Guatemala, El Salvador y
Nicaragua y con salidas al Pacfico y al
Caribe, Honduras tiene un territorio de
287
112.088 km2 , fundamentalmente montao-
so, que albergan alrededor de 4 millones
de personas, cuya poblacin infantil y jo-
ven se estima en un 47,4 por 100 en 1983.
La poblacin en 1981 se distribua en
64,4% en el rea rural, y en el rea urbana
el 35,6 por 100 (1).
Su economia est basada en la produc-
cin de bienes primarios para la exporta-
cin, de los que destacan, entre otros, el
caf, el banano o la madera. La tasa de cre-
cimiento en los ltimos aos ha seguido
una evolucin decreciente: de un 10,7 por
100 en 1977, a un 7 por 100 en 1978, un 6,1
por 100 en 1979, 2,6 por 100 en 1980 y
0,3 por 100 en 1981 (p. 2), para alcanzar el
1,2 por 100 en 1983 (2).
Se considera poblacin econmicamente
activa a la mayor de 10 aos de edad, y su
panorama laboral est ensombrecido tanto
por el desempleo abierto como por el sub-
empleo, caracterizado ste por la baja pro-
ductividad y por la obtencin de ingresos
a nivel de subsistencia; alcanza hasta un
30 por 100 de la poblacin activa (3).
Su distribucin en 1981 (pp. 4 y 5) era
sta:
Sector primario:
Agricultura, Selvicultura, Caza
y Pesca 54,8
Sector secundario:
Explotacin de Minas y Canteras

0,4
Industrias manufactureras 12,8
Construccin 4,2
(1) DIRECCION GENERAL DE PLANEA-
MIENTO Y REFORMA EDUCATIVA, Pol-
ticas y estrategias para el desarrollo educativo
nacional, p. I. (La mayora de los datos que
reflejo en este articulo estn tomados de esta
fuente; de ahi que slo seale el nmero de p-
gina cada vez que sea necesario indicar de dnde
los tomo.) Comayagiiela, 1982.
(2) E.S.P. FRANCISCO MORAZAN, Do-
cumento de discusin para el seminario-taller
sobre la problemtica de la Escuela Superior
del Profesorado Francisco Morazn, p. 3. Te-
gucigalpa, 1984.
(3) lbd., p. 3.
Sector terciarlo
Comercio 9,2
Electricidad, Gas y Agua 0,3
Transporte, Almacenamiento y
Comunicaciones 3,7
Establecimientos Financieros y
Seguros 0,9
Servicios Sociales, Comunales y
Personales 13,6
De esta poblacin econmicamente ac-
tiva, el 42,5 por 100 es analfabeta, aumen-
tando a un 78,6 por 100 en la rama de acti-
vidad agrcola (p. 6).
En el estado de salud y nutricin de la
fuerza de trabajo hondurea, influyen des-
favorablemente la desnutricin protenico-
calrica que afecta a la misma aun antes
de nacer y que tiene consecuencias tales
como el retardo en el crecimiento y en el
rendimiento fsico y mental del individuo,
as como alta vulnerabilidad a procesos
infecciosos, baja expectativa de vida, etc.
Segn estimaciones, un 75 por 100 de los
nios menores de cinco aos padecan al-
gn grado de desnutricin.
La desnutricin y las condiciones de
insalubridad del medio ambiente son fuen-
tes de enfermedad y de mortalidad. En
1976 (...) slo las enfermedades diarreicas
fueron causa del 12,2 por 100 de la morta-
lidad, todo ello debido a deficiencias del
medio ambiente, tales como contamina-
cin de aguas, falta de agua potable, de-
fectuosos sistemas de recoleccin de basura
y dficit en servicios sanitarios y letrinas
(P. 7).
En cuanto al Sistema Educativo Nacio-
nal, podemos decir que, del total de maes-
tros de educacin primaria, el 82 por 100
tienen ttulo docente, el 11 por 100 son
maestros en profesionalizacin, el 6,2% no
poseen ttulo docente y el 0,8 son maestros
diplomados (p. 10).
De 100 nios que ingresan en este nivel,
slo 24 finalizan el sexto grado (p. 10).
De los 128 supervisores departamenta-
les y auxiliares, 92 tienen formacin espe-
cializada, mientras 36 slo han recibido
capacitacin. En 1981 slo fueron supervi-
288
sadas el 56% del total de escuelas, situa-
cin que se redujo en 1982 por los recortes
presupuestarios (p. 11).
En el nivel medio, la matrcula de 1981
represent el 29,26% de la poblacin com-
prendida entre 14 y 19 aos.
Este nivel, dividido en ciclo comn y
diversificado, incluye en este ltimo la
Educacin Normal.
En el ciclo diversificado destaca el rea
de Educacin Comercial, que en 1981 re-
gistr una matrcula del 51,14 por 100 (p-
gina 13). Obsrvese la anacrona que sig-
nifica el alto porcentaje de alumnos que
se sirven de estos estudios dadas las carac-
tersticas socioeconmicas del pas que
hemos sealado anteriormente.
Asimismo, en el ciclo diversificado en-
contramos el rea de Educacin Indus-
trial, cuya poblacin estudiantil represen-
t el 1,71 por 100 de la matrcula de nivel
medio (p. 14).
De los profesores que atendieron este
nivel, slo el 24 por 100 tenan el ttulo de
profesor de educacin media (p. 14).
En el nivel superior encontramos las si-
guientes instituciones:
Universidad Nacional Autnoma de
Honduras (UNAH).
Absorbe el 4 por 100 de la poblacin
estimada de 18 a 25 aos, cuya distribu-
cin por reas es la siguiente:
Fsico-Matemtica: 22%
Biolgica y de Salud: 26%
Ciencias Sociales: 19%
Econmico-Administrativa: 33%
A cada alumno le corresponde 1 m2 de
aula, 0,13 m2 de biblioteca y 0,39 m2 de
laboratorios (pp. 18, 19 y 20).
Respecto a la formacin de los recursos
que el pas demanda, la UNAH contina
formando profesionales especialmente para
las carreras de Derecho, Economa y Ad-
ministracin Pblica, en detrimento de
reas prioritarias para el desarrollo del
pas (p. 20).
E.S.P. Francisco Morazn
Dependiente de la Secretara de Educa-
cin Pblica, tiene a su cargo la forma-
cin de personal docente, tcnico y admi-
nistrativo y especialistas requeridos por
todos los niveles del sistema educativo a
excepcin del universitario. Tambin tiene
la responsabilidad de la investigacin de
la realidad educativa del pas.
Escuela Nacional de Ciencias Forestales
Depende del Ministerio de Recursos Na-
turales.
Creada con el objetivo de formar perso-
nal de nivel intermedio para la conserva-
cin, restauracin y aprovechamiento de
los recursos forestales y vida silvestre, reci-
be estudiantes procedentes de la Educa-
cin Secundaria, de los cuales un 50 por
100 desertan (p. 27).
Escuela Nacional de Agricultura
Depende del Ministerio de Recursos
Naturales.
Tiene como propsito formar el perso-
nal tcnico requerido por el Sector Agro-
pecuario. Su ndice de desercin es de un
35 por 100 en el primer curso, un 7 por 100
en el segundo y un 3 por 100 en el tercero
(pp. 28 y 29).
2. Interpretacin de los elementos que
constituyen el marco ref erencial del pro-
f esorado y su f ormacin.
De lo dicho hasta aqu, una conclusin
destaca sobre cualquier otro tipo de plan-
teamiento: el impacto ambiental, caracte-
rizado por la pobreza, la economa depen-
diente y la reduccin constante de la tasa
de crecimiento, deteriora cualquier tipo de
relacin social y funcionamiento institu-
cional, girando las acciones, tanto indivi-
duales como colectivas, en un espacio en
que la falta de futuro percibida induce a
una toma de posiciones donde la preserva-
cin y la supervivencia son elementos coti-
dianos y donde la innovacin y la cons-
truccin se convierten en bonitos sueos,
cuentos de hadas para profesionales.
289
En este contexto, hablar de la formacin
inicial y permanente del profesorado, un
colectivo, por lo dems, que ha gozado de
las preferencias de la represin poltica,
sometido a salarios de hambre en su gran
mayora a menudo recurren a distintas
clases de pluriempleo con sobrecarga
acadmica y aislamiento profesional, pue-
de sonar a guasa si se hace slo desde una
perspectiva tcnico-administrativa como
ltimamente aqu acostumbramos y no
se la inscribe dentro de un enfoque en el
que cuenten lneas polticas de transfor-
macin social y construccin nacional.
No obstante, es precisamente por esto
ltimo que se hace necesario hablar de la
formacin del profesorado, pues todos sa-
bemos que de la transmisin y aprendi-
zaje de estructuras de pensamiento, de
observacin e interpretacin de la reali-
dad, se desprenden unas u otras concep-
ciones, se modelan unos u otros proyectos
y aquellos mtodos encaminados a mate-
rializarlos.
En general, la formacin del profesora-
do hondureo y ms tarde su prctica, os-
cila entre dos modelos, ambos impuestos y
deteriorados en su aplicacin: el modelo
escolstico, oral, academicista y libresco y
el modelo anglosajn, tecnocrtico y em-
pirista. Comentemos algo sobre sus resul-
tados:
Decamos que era el primero: a) oral,
por cuanto que el mtodo fundamental de
enseanza es el de la intervencin hablada
del profesor sobre sus alumnos, pero stos
no hacen uso de la palabra, de tal modo
que cuando llegan a profesores no saben
emplearla de forma transmisora, as que
memorizan lo que tienen que decir, nor-
malmente de autores de los cuales sus refe-
rencias ignoran y hacen a su vez que sus
alumnos memoricen lo que ellos han me-
morizado. b) Academicista, pero slo en la
forma, porque, apoyados en el que se
supone activista modelo anglosajn, re-
nuncian al trabajo sistemtico y a la eru-
dicin. c) Libresca, pero muy de ltimo
rango. La falta casi absoluta de bibliogra-
fa actualizada y diversificada, ms, otra
vez, la enseanza programada anglosajona,
reducen lo libresco al mbito del folleto,
el libro de texto y algn manual o mono-
grafa.
En cuanto al segundo modelo, su apli-
cacin se hace no pensada, sin los necesa-
rios ajustes que la realidad requiere; la no
comprensin de las bases en que se sus-
tenta, pues no hay formulacin terica de
l (4) evita el esfuerzo de seguir sus tareas
escalonadas y el uso del esquema estmulo-
respuesta como elemento de aprendizaje
queda reducido a la amenaza del examen.
Educarse en el espacio de estos dos mo-
delos de formacin, adulterados y de escasa
calidad, no slo conlleva posiciones esqui-
zoides (5) en el abordaje del saber, sino
que anula la valoracin positiva de l, dis-
minuyndolo a la obtencin de ttulos que
facilitarn en el mejor de los casos acceso
al trabajo y, segn este acceso, a cotas de
poder que no significan otra cosa que cier-
ta proteccin individual.
Pero hay un elemento ms a considerar
en esta situacin: el de la legitimacin de
las relaciones de poder basadas en el entre-
namiento de los alumnos en aceptar un
papel de sometimiento a la autoridad del
profesorado en los juicios que ste hace
sobre ellos, en las metodologas emplea-
(4) En realidad, una de las razones ms im-
portantes que intervienen en el subdesarrollo
intelectual es la intencionada ausencia de for-
mulacin terica.
(5) La educacin primaria hondurea no
puede asimilarse a ninguno de los tipos de edu-
cacin que comnmente conocemos. No es tra-
dicional, tampoco es pragmtica y menos libe-
radora. Nuestra educacin primaria parece
desarrollarse conforme a elementos, principios
y prcticas reunidos sin sentido integrador y
que han sido trados a nuestro medio por agen-
tes que, en la mayora de los casos, desconocen
realmente la realidad hondurea, sin que los
pedagogos y educadores nacionales hayan po-
dido participar en la determinacin de la orien-
tacin, organizacin y realizacin de la misma.
COMISION PREPARATORIA del foro sobre
Problemtica de la educacin en Honduras:
propuestas alternativas, p. 10. Tegucigalpa,
1983. Esta cita, extensible a los otros niveles
educativos, es suficientemente clara al respecto.
290
das, en los contenidos dirigidos. Legiti-
macin de una sumisin, que impresiona,
heredada de las prcticas colonialistas y
sancionada con un tipo de evaluacin
que, a pesar de contar con gran importan-
cia en los currcula, sigue estimndose en
trminos de medicin cuantitativa.
Esta situacin crea un vaco direccional
entre el profesorado ms responsable que
ve cmo su esfuerzo no crea escuela y se
pierde en un rosario de buenas intenciones.
3. Relacin de las lneas argumentales que
guiaron mi trabajo.
Dentro de la Escuela Superior del Profe-
sorado, me incorpor a su Departamento
de Ciencias de la Educacin. All bsica-
mente dos fueron las tareas que centraron
mi actividad: 1) Direccin y coordinacin
de las acciones encaminadas a la creacin
de un nuevo plan de estudios de Ciencias
de la Educacin. 2) Cursos de formacin
del profesorado.
Un doble planteamiento sostena mis
intenciones en el contexto que a grandes
rasgos ya he descrito: contribuir a la tarea
de construccin nacional y contribuir a
abrir un proceso de cultura a la contra.
El plan de estudios propugnado tena
constituido su armazn en torno a tres m-
bitos:
1. El de la institucin formadora, cu-
yas funcoines las establecamos en: a) di-
vulgacin de conocimiento cientfico; b)
produccin de conocimiento cientfico, y
c) promocin de profesionales aptos para
producir y divulgar el conocimiento cien-
tfico y diagnosticar, evaluar e intervenir
sobre la realidad.
2. El de la formacin del profesorado,
cuyo objetivo estaba en alcanzar: a) domi-
nio de conocimientos, metodologas y tc-
nicas adecuadas a la realidad en que vive;
b) capacidad de anlisis y diseo de mode-
los educativos; c) sentido de la responsa-
bilidad y el liderazgo que su tarea implica,
y d) disposicin a la investigacin y a la
actualizacin.
3. El del cuerpo curricular, desde el
que se potenciaban: a) aprendizaje instru-
mental, profundizacin didctica y prc-
tica profesional; b) reflexin, comprehen-
sin, investigacin de los procesos educa-
tivos, y c) produccin educativa: documen-
tacin y diseo de modelos.
Los cursos de formacin del profesorado
que impart fueron: psicologa de la edu-
cacin, filosofa de la educacin y educa-
cin y desarrollo. En estos cursos mis pro-
psitos tomaron dos direcciones:
a) Si los sistemas educativos por regla
general producen legiones de personas
cuya capacidad intelectual y relaciona] de
protagonismo es ms que lamentable, esta
lamentabilidad se eleva al lmite cuando
dichos sistemas son importados de manera
prefabricada por los pases dependientes.
Los alumnos de educacin superior que
yo tuve carecan en su gran mayora de
cualquier mtodo o hbito de estudio sig-
nificativo. En consecuencia, y en lo refe-
rente a la metodologa, centr mi trabajo
en que aproximaran su actividad a los
pasos elementales de estudio, como ya he
dicho, significativo: heurstica, hermenu-
tica, prescripcin.
b) Otro de los grandes problemas que
tienen los sistemas educativos, y los de los
pases dependientes ms, es que se admi-
nistran los saberes de manera que el pro-
fesorado admita y aplique de forma mec-
nica las verdades que se les transmiten. El
mundo de la educacin es tan sumamente
complejo y tan cambiante que perpetuar
esta relacin es caer en irresponsabilidad
social. Huyendo de esta posibilidad, me
propuse en los cursos de formacin del
profesorado que dirig, que el alumno
pensara lo que es educacin y sus reper-
cusiones como parcela terico-prctica
que es de los proyectos sociales, ya fuera
desde el cuestionario de la naturaleza de
los hechos educativos (Filosofa), ya desde
los supuestos que sustentan las teoras del
aprendizaje (Psicologa), ya desde el sig-
nificado de las situaciones socioculturales
y de los mtodos de dinamizacin social
(Educacin y Desarrollo).
291
Finalmente, como plataforma para la
materializacin del plan de estudios plan-
teado, quede) diseado un proyecto de ca-
pacitacin docente que habra de incidir
en los aspectos que ms arriba hemos des-
tacado y que en estos momentos, desde fe-
brero de 1986 mis compaeros que queda-
ron en Honduras estarn llevando a cabo.
CONCLUSION
Podra interpretarse de lo antedicho una
descalificacin por mi parte de lo hondu-
reo y, en concreto, de su profesorado.
Todo lo contrario. Muchas veces, cuando
descansaba junto al mar, o cuando jugaba
en el casino, me he preguntado cmo reac-
cionaria yo en su lugar. Ciertamente en-
contrarse todo ese nmero de profesiona-
les que desde su aislamiento y dependen-
cia se preguntan por su identidad y su
actuacin no provocan ms que admira-
cin.
Europa tiene una gran deuda adquirida
con los pueblos americanos y el trabajo de
cooperacin con ellos debera ir ms en
consonancia con el saldo de esta deuda
que con los procesos encubiertos de nueva
explotacin.
Ojal que mi trabajo all haya signifi-
cado algo de este saldo de deuda y que la
lectura de este trabajo le recuerde a alguno
que los latinoamericanos ven en nosotros
un continente para la paz y el progreso
y no un testaferro de la miseria y de la
guerra.
292
LA ALFABETIZACION POR RADIO:
EL CASO DE RADIO ECCA
INF OR
MES
YDOCUMENTOS
JESUS PAZ FERNANDEZ
INTRODUCCION
A estas alturas probablemente resulte
ocioso intentar poner de manifiesto la
importancia del problema del analfabe-
tismo; tanto por lo que significa de ele-
mento de marginacin en un mundo
dominado por la cultura letrada, como en
su aspecto social, relacionado con las
posibilidades de acceso de toda una colec-
tividad a mayores niveles de progreso.
La magnitud de la injusticia que repre-
senta este fenmeno viene determinada,
en primera medida, por los datos estadsti-
cos. Clculos de la UNESCO cifran la
cantidad de adultos analfabetos existentes
enel mundo en alrededor de los 800
millones (un 30 por 100 de la poblacin
correspondiente); cantidad que, en trmi-
nos absolutos, se prev ir aumentando
con el tiempo a causa del crecimiento
demogrfico, a pesar de que los porcenta-
jes pueden disminuir en los aos venideros.
La problemtica se deja sentir espe-
cialmente en las zonas ms deprimidas
del planeta, es decir, en los pases subde-
sarrollados y en vas de desarrollo; pero
no estn exentos de ella, ni mucho
menos, los pases ricos, en los cuales sub-
sisten cantidades enormes de analfabetos
adultos pertenecientes, sobre todo, a las
clases sociales ms desfavorecidas.
La IV Conferencia Internacional sobre
ieddnm. 281 (1986), pgs. 293-303.
Educacin de Adultos, celebrada en 1985
en Pars bajo el patrocinio de la UNES-
CO, se hizo eco del notable crecimiento
detectado en las sociedades industriales de
un nmero cada vez mayor de analfabetos
funcionales, sealndose en uno de sus
documentos que el hecho de que se haya
vuelto a descubrir que existen numerosos
analfabetos y semianalfabetos en muchos
pases ricos es uno de los principales des-
afos con los que se enfrenta la educacin
de adultos.
El caso de Espaa no es una excepcin;
antes bien, sus ndices de analfabetismo y
de dficits culturales bsicos son suficien-
temente elocuentes: segn el Ministerio
de Educacin y Ciencia, en 1981 existan
en Espaa ms de dos millones de anal-
fabetos absolutos entre las personas mayo-
res de 10 aos, cantidad que representa el
6,6 por 100 de la poblacin correspon-
diente. Si a los anteriores se aaden las
personas que no poseen ningn tipo de
estudio o que no han finalizado el primer
grado el nmero de afectados se acerca a
los once millones y medio, lo que repre-
senta un 36,4 por 100 de la poblacin
mayor de 10 aos (1).
1. MEC.: Grupo de trabajo para el Libro
Blanco de la Educacin de Adultos. Direccin
General de Promocin Educativa. Ministerio
de Educacin y Ciencia. Madrid, 1984.
293
Las cifras citadas ponen de manifiesto
una situacin que exige acciones decidi-
das por parte de los poderes pblicos y
no pocas dosis de innovacin metodol-
gica para complementar los tradicionales
sistemas basados en la enseanza presen-
cial. El relativo fracaso de stos para con-
seguir la eliminacin de la lacra social
que representa el analfabetismo, demanda,
en este campo quiz como en ningn
otro, la adopcin de sistemas abiertos que
potencien el empleo de medios didcticos
no convencionales, la combinacin del
estudio y el trabajo y la adaptacin del
aprendizaje al ritmo y posibilidades de
cada adulto.
En este sentido, el papel que la radio
puede jugar es fundamental, como lo
demuestra el hecho de que multitud de
paises lleven a cabo programas de alfabe-
tizacin a travs de las ondas. En nuestro
pas, el caso de Radio ECCA es suficien-
temente significativo. Se trata de una
emisora con una larga trayectoria de
dedicacin a la alfabetizacin y a la edu-
cacin de adultos, que ha extendido su
accin a buen nmero de provincias
espaolas y que ha inspirado experien-
cias similares en el mbito latinoameri-
cano.
A lo largo de las pginas siguientes se
intentara reflexionar sobre la aplicacin
de sistemas abiertos a la alfabetizacin y
las enormes posibilidades que la radio
ofrece en este campo. Para ello ofrecemos
una serie de consideraciones generales
sobre la problemtica del analfabetismo y
las ventajas y limitaciones de la utiliza-
cin de la radio y otros medios masivos
de informacin para combatirlo. El tra-
bajo incluye tambin utt estudio de la
actividad llevada a cabo por Radio ECCA,
ya que se trata de la nica institucin
que en Espaa se ha planteado luchar
contra el analfabetismo a travs de la
radio.
EL CONCEPTO DE ALFABETIZACION
Antes de referirnos a la aplicacin de la
radio a la alfabetizacin es importante
precisar algunos de los trminos que se
utilizarn en el trabajo.
El primero es el de la nocin misma de
alfabetizacin. La importancia de precisar
este concepto es primordial a la hora de
analizar cualquier estadstica, ya que, por
ejemplo, en Espaa los ndices de analfa-
betismo se refieren generalmente a aque-
llas personas que en los censos declaran
su condicin de iletrados. Por lo cual
cualquier persona capaz de dibujar su
nombre y, a lo sumo, de descifrar algunos
textos de mnima longitud y complejidad
queda fuera de esos ndices.
El nivel ms bsico de la alfabetizacin
reconocido por la UNESCO la alf abet i-
z acin simple o element al va encami-
nado a conseguir que el adulto sea capaz
de resumir por escrito y con palabras
propias un texto tambin escrito relativo
a su vida cotidiana y que sea capaz de
escribir mensajes sencillos y comprensi-
bles por otra persona sobre hechos acae-
cidos en su vida. Hasta hace poco, stos
eran los objetivos perseguidos por la
mayora de las experiencias de alfabetiza-
cin, que se vean reducidas a la ense-
anza de la lectura, la escritura y nocio-
nes bsicas de clculo, con independencia
del contexto socioeconmico y sin tener
en cuenta la proyeccin futura de los
conocimientos adquiridos.
A partir del Congreso de Ministros de
Educacin para la Liquidacin del Anal-
fabetismo celebrado en Tehern en 1965,
la UNESCO viene propiciando la alf abe-
t iz acin f uncional. En el informe final de
dicho congreso se afirma que la alfabeti-
zacin de adultos, elemento esencial del
desarrollo general, tiene que estar estre-
chamente ligada a las prioridades econ-
micas y sociales, as como a las necesida-
des presentes y futuras de mano de obra.
En consecuencia, todos los esfuerzos deben
dirigirse hacia una alfabetizacin funcio-
nal. Lejos de ser un fin en s misma, debe
estar concebida de manera que prepare al
hombre para el desempeo de un papel
social, cvico y econmico que sobrepase
ampliamente los lmites de una alfabeti-
zacin rudimentaria reducida a la ense-
aza de la lectura y la escritura. El
294
aprendizaje mismo de la lectura y de la
escritura debera ser ocasin para adqui-
rir nociones tiles para la elevacin inme-
d'iata del nivel de vida: lectura y escritura
deben servir no slo para la adquisicin
de conocimientos elementales de tipo
general, sino para la preparacin al tra-
bajo, al aumento de la productividad,
una participacin ms amplia en la vida
cvica, una mejor comprensin del mundo
circundante y, por ltimo, para facilitar
el acceso al fondo cultural humano.
La funcionalidad de la alfabetizacin se
vincul en un primer momento al des-
arrollo de la eficacia y la productividad
en el trabajo, siendo su finalidad funda-
mentalmente utilitaria y econmica. La
alfabetizacin funcional as entendida es-
tuvo en el centro de las experiencias
realizadas dentro del Programa Experi-
mental Mundial de Alfabetizacin con la
participacin de la UNESCO y del Pro-
grama de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PUND) durante los aos 60 y
principios de los 70. Estas acciones lleva-
das a cabo en pases en vas de desarrollo
estaban restringidas a zonas determina-
das. Para conseguir el desarrollo econ-
mico de dichas zonas se combinaba la
enseanza de los rudimentos de la lecto-
escritura y el clculo con el de una serie
de conocimientos directamente relaciona-
dos con las necesidades profesionales de
los participantes.
La nocin de funcionalidad encami-
nada exclusivamente al aumento de la
productividad en el trabajo fue pronto
criticada desde una perspectiva huma-
nista, por limitar el papel de la educa-
cin a una finalidad exclusiva y funda-
mentalmente utilitaria.
Ms radicales fueron las crticas de los
seguidores del mtodo psicosocial de Pau-
lo Freire. Segn stos, el objetivo ltimo
de la alfabetizacin no es otro que la
concientizacin, es decir, el proceso me-
diante el cual los educandos adquieren
conciencia crtica de su situacin existen-
(ial, lo cual les lleva a una toma de pos-
tura frente al mundo.
Desde esta perspectiva se formula que
la alfabetizacin funcional encaminada a
la preparacin de la mano de obra para
el crecimiento econmico con indepen-
dencia del sistema global en el que est
inserto el alfabetizando se convierte en
un instrumento para el mantenimiento
del status quo, que en muchos casos
est dominado por la injusticia social.
Por el contrario, los participantes en pro-
cesos de concientizacin adquieren a tra-
vs del dilogo y del estudio de situacio-
nes problemticas de su existencia, una
conciencia crtica que les lleva a analizar
la realidad que les rodea y que les
impulsa a la accin, esto es, a la eventual
transformacin de la sociedad, a fin de
conseguir la liberacin de los seres huma-
nos de la opresin en que se encuentran.
La influencia de la pedagoga de Paulo
Freire ha llevado a evolucionar el con-
cepto de alfabetizacin hasta las formula-
ciones ms recientes en las que se afirma
que el concepto de funcionalidad debe
extenderse a todas sus dimensiones: pol-
ticas, econmicas, sociales y culturales (2).
As pues, la alfabetizacin no puede
reducirse a la adquisicin de la lectoescri-
tura y el clculo, ni tampoco a la combi-
nacin de esos aprendizajes con nociones
de formacin profesional. En su concep-
cin ms evolucionada se plantea en dos
direcciones fundamentales: a) por un lado,
debe permitir que los participantes anali-
cen crticamente su entorno y se incorpo-
ren a las tareas de participacin democr-
tica y de transformacin de la sociedad;
b) al mismo tiempo, debe servir para que
los individuos encuentren una respuesta a
los desafos y problemas que les presenta
la vida cotidiana: debe facilitar el acceso
a un trabajo colectivo y ayudarles a com-
prender y dominar los problemas de
higiene, salud, economa domstica, edu-
cacin de los hijos, etc.
La generalizacin de la idea de educa-
cin permanente confiere nuevas perspec-
tivas al estudio de la alfabetizacin. Hoy
en da, el marco general en el que debe
inscribirse la lucha contra el analfabe-
2. UNESCO: Programa Experimental Mun-
dial de Alfabetizacin. Evaluacin crtica.
Unesco. Pars, 1977.
295
lismo es el de la educacin permanente,
es decir, la educacin extendida a toda la
vida de todos los ciudadanos.
El nivel de alfabetizacin es slo el
primer paso dentro de un proceso global
que debe afectar a todas las facetas del ser
humano, a fin de mejorar su calidad de
vida en el plano personal y en el social.
Este proceso de educacin permanente no
significa escolarizacin permanente, ni
tiene por qu estar fundamentada en los
tradicionales sistemas presenciales. No es
aventurado predecir que la educacin
permanente, y dentro de ella la alfabeti-
zacin, en su doble extensin a toda la
vida y a todos los individuos, deber apo-
yarse en un futuro en sistemas abiertos
que utilicen fundamentalmente los moder-
nos medios masivos de comunicacin.
ALFABETIZACION Y ENSEANZA A
DISTANCIA
Ya hemos sealado que el campo de la
alfabetizacin y ms generalmente el de
la educacin de adultos es uno de los
ms apropiados para el empleo de siste-
mas de educacin abierta. La enseanza a
distancia constituye una de las maneras
en que pueden materializarse dichos sis-
temas y goza de una serie de ventajas
para el mundo adulto, entre las cuales
destacamos las siguientes

Permiten la combinacin del estudio y
el tt abajo; esto es fundamental para el
adulto, que inmerso en una serie de
responsabilidades personales y fami-
liares, con frecuencia no puede asistir
regularmente a un centro escolar.
Eliminan un conjunto de temores y
angustias que los adultos sufren al
asistir a un centro convencional: miedo
al ridculo, temor al fracaso, inseguri-
dad de s mismos...
El adulto no necesita declarar ni mani-
festar su condicin de analfabeto, lo
cual puede crear sensaciones de ver-
genza en una sociedad en la que
domina la comunicacin letrada.
Bajo costo; asequibles, por tanto, a los
pases y sociedades ms necesitados en
el campo de la alfabetizacin, que son
,tambin los ms pobres.
Aparte de las consideraciones ms o
menos tcnicas sobre las ventajas de la
educacin abierta impartida a travs de
mtodos a distancia, destacamos lo que
A. Villarroel denomina la dimensin hu-
mana de este sistema y que es de vital
importancia a la hora de pensar en la
alfabetizacin: La educacin a distancia
es fundamentalmente una concepcin de
justicia social, que permite que personas
que por una razn u otra no recibieron
educacin la puedan obtener ahora, y no
se sientan frustradas por no haber podido
tener una nueva oportunidad (3).
En cuanto a la filosofa educativa de la
educacin abierta, basada en la concep-
cin humanista que considera al pupilo
como un ser pensante a quien el maestro
no tiene derecho de someter a camisas de
fuerza acadmicas que limiten su creati-
vidad y potencialidad (4), entronca direc-
tamente con la alfabetizacin encaminada
a la concientizacin, en la cual es el alfa-
betizando el verdadero sujeto del aprendi-
zaje, que siempre ir ligado a un objetivo
ltimo de liberacin. Otra cuestin que
abordaremos ms adelante es saber si la
concientizacin o el mtodo psicosocial
son factibles de llevar a trmino exclusi-
vamente por metodologas a distancia.
Lo que est fuera de toda duda es el
fracaso de la escolarizacin convencional
para eliminar o reducir drsticamente los
ndices de analfabetismo existentes en el
mundo. La ingente cantidad de potencia-
les alumnos y las especiales caractersticas
de stos hacen impensable afrontar el
problema a base de modelos escolares
rgidos y basados en la exclusiva relacin
presencial profesor-alumno.
De entre las modalidades de enseanza
a distancia, algunas tienen una aplica-
cin bastante limitada en la alfabetiza-
3. A. Villarroel: Tendencias actuales en la
educacin a distancia.
4. A. Villarroel: Artculo citado.
296
cin, sobre todo tomadas aisladamente.
Es el caso del texto impreso, que slo
puede ser militado en un sistema multi-
media de enseanza a distancia, ya que su
uso exclusivo requiere un nivel de habi-
lidad lectora que, obviamente, los alfabe-
tizandos no poseen.
La televisin podra, a primera vista,
parecer un medio ptimo para el come-
tido que nos ocupa, pero adolece de no
pocos problemas. No slo por el precio
del propio aparato receptor o el de la
produccin de los programas entre 5 y
8 veces ms caros que los de radio sino
porque sus peculiaridades especficas,
especialmente su concepcin gestaltica,
han hecho de la televisin un medio de
ms dificil aplicacin que la radio en
campaas masivas de alfabetizacin (...)
El fro mensaje televisivo requiere de una
cierta capacidad previa en el receptor
para descodificarlo correctamente, al tiem-
po que exige un gran dominio del medio
por parte del emisor (5).
Otros medios, como el computador o el
telfono, poco o nada pueden aportar a la
lucha contra el analfabetismo. Si acaso, el
segundo de ellos puede utilizarse como
complemento de la radio para, en algu-
nos casos, establecer un canal de doble
comunicacin.
Muy diferente es el caso de la radio
que, combinada con el texto impreso,
ofrece posibilidades que ningn otro me-
dio puede igualar. La prueba ms evi-
dente es que la mayora de experiencias
de alfabetizacin a distancia que se han
realizado, y que se continan realizando,
en el mundo utilizan la radio como ele-
mento fundamental.
Cualquiera que sea la modalidad em-
pleada hay que tener en cuenta que la
educacin a distancia posibilita la conse-
cucin de objetivos intelectuales y no
tanto los de tipo afectivo y social.
Si los objetivos de un programa de
5. J. Sarramona: Metodologa de los sis-
temas a distancia, en Revista de Tecnologa
Educativa, vol. 6, nms. 3-4. Secretara Gene-
ral de la OEA, 1980.
alfabetizacin se limitan a la alfabetiza-
cin simple o, incluso, a la alfabetizacin
funcional en su acepcin profesionaliza-
dora, no habra problema en emplear sis-
temas exclusivamente a distancia. Ahora
bien, si lo que se pretende es una alfabe-
tizacin en su concepcin ms evolucio-
nada tendente a la concientizacin y a la
participacin, es imprescindible el con-
tacto colectivo entre los participantes para
conseguir la motivacin e interaccin que
les lleven a la toma de conciencia. En
estos casos el seguimiento de la enseanza
a distancia deber hacerse por grupos y
ser precisa la accin de un coordinador
que complemente la accin del medio de
difusin y que, actuando como un catali-
zador, motive al grupo para que se haga
cargo de su propia formacin y concien-
tizacin.
De todas formas, no se puede negar la
validez de programas de alfabetizaccin
por el hecho de que no persigan objetivos
directamente concientizadores, siempre
que, naturalmente, su intencin no sea
alienadora. Sobre todo en zonas y cir-
cunstancias que permitan la toma de
conciencia crtica de la realidad circun-
dante a travs de otros canales ajenos a la
accin alfabetizadora. Es el caso, por
ejemplo, de los analfabetos de nuestro
entorno, los cuales podran perfectamente
seguir cursos de alfabetizacin y cultura
bsica a distancia orientados al dominio
de las tcnicas de lecto-escritura y clculo
y a la adquisicin de elementos que con-
tribuyan a solucionar los problemas que
plantea la vida cotidiana: salud, higiene,
consumo, educacin y cuidado de los
hijos, economa domstica, etc. La for-
macin orientada a la participacin, a la
aprehensin crtica del entorno, a la
transformacin del mismo y, en suma, a
la concientizacin se llevara a cabo a
travs de canales que brinda la sociedad
y en los cuales podra integrarse el alfa-
betizando. Nos estamos refiriendo, por
ejemplo, a la accin de las asociaciones
de vecinos, los sindicatos, los partidos
polticos, etc.
El papel que los medios de comunica-
cin juegan como elementos de motiva-
cin sera fundamental para que los
297
alfabetizandos, a la vez que realizan su
aprendizaje, se integraran y participaran
en aquellas instituciones que permitan
un contacto social encaminado a una
toma de conciencia frente al inundo.
EL USO DE LA RADIO
EN LA ALFABETIZACION
La radio ha sido tradicionalmente con-
siderada como un medio de informacin,
distraccin y educacin. Su importancia
contina siendo innegable a pesar de la
competencia de la televisin, el otro
gran medio de difusin. El empuje de
este ltimo no ha conseguido, ni mucho
menos, sustituir a la radio, y ello por
mltiples motivos. Razones econmicas
hacen de la radio, y no de la televisin,
el medio universal de comunicacin.
Millones de personas que viven en todo
el mundo alejadas de los centros urba-
nos, en comunidades carentes de vas de
comunicacin adecuadas, tienen en la
radio el principal, si no el nico, medio
de comunicacin de masas. El abarata-
miento de los receptores transistorizados
y su versatilidad han contribuido a una
extensin del medio hasta regiones depri-
midas con poblaciones dispersas y aisla-
das.
Por lo que respecta a las sociedades
desarrolladas, la radio contina jugando
un papel fundamental, como lo demues-
tra la masiva incorporacin de receptores
a los automviles.
Este factor de difusin de la radio, que
permite suprimir las distancias y atender
a comunidades alejadas e inaccesibles,
constituye la principal razn que justi-
fica el uso de la radio en la alfabetiza-
cin de adultos. Otra razn reside en el
hecho de que los analfabetos reciben una
gran parte de informacin por medios
orales, puesto que, obviamente, la comu-
nicacin escrita les est vedada. Esta pre-
disposicin auditiva puede y debe ser
aprovechada por la radio en sus acciones
educativas.
timiento de inmediatez puesto que el
oyente siente que se le habla directa-
mente a l y disminuye la sensacin de
soledad al crearse sentimientos colectivos
entre los oyentes (6).
La radio puede usarse directa o indi-
rectamente en la alfabetizacin de adultos.
Un uso indirecto estara encaminado a
la motivacin del pblico en general,
para convencerle de la importancia que
la alfabetizacin tiene para la sociedad, y
a la motivacin de cada analfabeto toma-
do individualmente, para que se anime a
participar en los programas de alfabetiza-
cin y se sienta apoyado en su esfuerzo de
aprendizaje.
El que esto suscribe tuvo oportunidad
de conocer de cerca la elaboracin y difu-
sin del programa Puo en Alto, emi-
tido diariamente durante dos horas por
toda la red de radiodifusin de Nicaragua
para apoyar la Campaa de Alfabetiza-
cin y la Educacin Bsica para Adultos.
Dicho programa ejemplo claro del uso
indirecto de la radio en la alfabetizacin
constituy uno de los pilares en que se
asent la Campaa; a la vez que serva
para enviar toda clase de mensajes a los
brigadistas distribuidos por todo el pas,
se utilizaba para orientar a aquellos en
sus tareas y para difundir noticias sobre
la marcha de la alfabetizacin en las
diversas regiones. Adems se dedicaba un
buen espacio de tiempo para leer y con-
testar cartas y mensajes que enviaban los
alfabetizadores y los recin alfabetizados
que iban aprendiendo a escribir. Hay que
decir que algunas de esas cartas se po-
dran contar entre los ms preciosos
documentos de aquella campaa de alfa-
betizacin por su valor expresivo de lo
que signific la misma.
El uso directo de la radio como medio
didctico para la alfabetizacin exige la
utilizacin del texto impreso, al cual
necesariamente han de hacer referencia
las emisiones radiadas.
Las emisiones pueden ser seguidas por
los participantes de dos maneras:
Por otra parte, la radio origina un sen-
6. J. Sarramona: Articulo citado, pg. 263.
298
a) a travs de grupos organizados que
cuentan con la presencia de un
coordinador o animador.
b) individualmente desde sus hogares.
La naturaleza de la emisin ser dife-
rente si va dirigida a una u otra clase de
destinatarios. Ni que decir tiene que
cuando un grupo estable se rene con
un coordinador para seguir las sesiones
radiadas las posibilidades de xito son
mayores, as como ms amplio el nmero
de objetivos a conseguir. En efecto, la
interaccin social de grupo permite plan-
tearse la alfabetizacin en sus objetivos
ms socioafectivos y concientizadores.
Este sistema exige, no obstante, una
mayor complejidad organizativa, por lo
que algunos sistemas han optado por una
solucin intermedia consistente en que
los participantes siguen las emisiones
regularmente desde sus domicilios y peri-
dicamente se renen con un profesor-
tutor. En esta entrevista se orienta a los
alfabetizandos en el seguimiento de las
audiciones, se aclaran las dudas que han
ido surgiendo a lo largo del trabajo indi-
vidual y se comenta la marcha del pro-
ceso alfabetizador. Mediante el intercam-
bio de comunicacin entre tutor y partici-
pantes y la recogida de los correspondien-
tes ejercicios de control se posibilita el
feed-back del sistema. Este es el caso,
por ejemplo, de Radio ECCA, del cual
nos ocuparemos ms adelante.
Cualquiera que sea la modalidad de
escucha, sta debe ser complementada con
los correspondientes textos impresos. Unas
veces se presentan bajo la forma de
manuales o cartillas y otras estn consti-
tuidos por hojas o fichas sueltas que el
participante recibe de una vez al princi-
pio del curso o distribuidos a lo largo del
mismo. Los materiales deben estar conce-
bidos para motivar y promover la partici-
pacin activa de los alfabetizandos, por lo
que son fundamentales la existencia de
espacios para practicar y las ilustaciones,
imprescindibles para que los oyentes pue-
dan situarsP en tanto no sean capaces de
leer.
Respecto a los objetivos y caractersti-
cas de la alfabetizacin por radio hay que
sealar que la mayora de experiencias
trascienden lo que denominamos alfabeti-
zacin simple enseanza de la lecto-
escritura y el clculo y tienden hacia
programas de alfabetizacin funcional
prientada hacia aspectos de inters prc-
tico e inmediato para el oyente analfa-
beto. Como ejemplo representativo pode-
mos sealar a Radio Sutatenza de Colom-
bia, que concibe la alfabetizacin por
radio como un proceso de educacin fun-
damental e integral; dedicada desde 1947
a la educacin no formal de familias
campesinas, relaciona en sus emisiones
los aprendizajes de la lectura y la escri-
tura con el desarrollo de actitudes y habi-
lidades convenientes en el campo de la
salud, alimentacin, produccin agrcola
y todos aquellos que aportan oportuni-
dades al hombre para convertirse en
agente de desarrollo.
Aunque las posibilidades que la radio
posee en orden a ser utilizada en la alfa-
betizacin de adultos son importantes, no
podemos concluir este apartado sin sea-
lar algunas de las limitaciones que, indu-
dablemente, posee.
A la primera ya nos hemos referido al
indicar que no es suficiente por s misma
sino que debe ser complementada por el
texto escrito. Por otra parte, la comuni-
cacin profesor-alumno a travs de la
radio es forzosamente unidireccional, de
un "tempo" determinado (7); la radio es
un medio que no permite interrupciones
para aclarar dudas, lo cual puede compli-
car la necesaria adaptacin a los ritmos
de cada individuo. La accin de los
monitores, cuando se disponga de ellos, y
una cuidadosa explicacin y planifica-
cin de los programas pueden eliminar
gran parte de estos inconvenientes.
RADIO ECCA
Caractersticas generales
La Emisora Cultural Canaria (ECCA),
7. J. Sarramona: Artculo citado, pg. 236.
299
institucin perteneciente a la Compaia
de jess, comenz a emitir en 1965 en las
islas Canarias.
El profesorado responsable de las emi-
siones educativas fue cedido desde un
primer !Tormento por el Ministerio de
Educacin y Ciencia. Un convenio sus-
( ti) entre la Compaa de Jess y el
MEC en 1975 y desarrollado en 1977 cla-
sifica a Radio ECCA como Centro Estatal
de Educacin Permanente de Adultos en
rgimen de administracin especial.
Aunque posteriormente la accin de
Radio ECCA se extendi, como veremos,
a campos muy diversos, sus objetivos ini-
ciales se centraron en la alfabetizacin de
adultos. Definida como un centro de edu-
cacin permanente nacido para ayudar a
promocionarse
a los ms necesitados de
cultura, su aliento fundacional fue ense-
ar a leer y escribir a los que, por su des-
gracia, eran ya adultos y an no haban
aprendido las primeras letras (8).
Actualmente la accin de Radio
ECCA
se extiende a 26 provincias espaolas, si
bien las emisiones destinadas a la alfabe-
tizacin se difunden exclusivamente en
las islas Canarias.
Cursos impartidos
Los programas de Radio
ECCA abar-
can cursos acadmicos de los tres ciclos
en que se ha dividido oficialmente la
EPA a nivel de EGB y de los tres cursos
de BIT y cursos no acadmicos.
a) Cursos acadmicos:
encaminados a
obtener un ttulo oficial y tendentes a
ofrecer una segunda oportunidad a los
adultos que no la tuvieron a su tiempo.
Cultura Popular (primer ciclo):
Cito o niveles con una duracin de
17
semanas cada uno; se imparten cinco
clases de una hora a la semana.
8. Ocho aos de enseanza E CCA .
de los resultados obtenidos en los cuatro pri-
meros niveles-. Radio ECCA. Las Palmas, 1973,
pg. 9.
Graduado Escolar (segundo y tercer
ciclos):
Tres niveles con una duracin de
32
semanas cada uno; se imparten cinco
clases de una hora a la semana.
BUP.
Se imparten los tres cursos de BUP.
b) Cursos no acadmicos: no pretenden
la obtencin de un ttulo oficial sino el
perfeccionamiento profesional en mate-
rias de especial inters. Estos cursos se
encuadran en la denominada educacin
no formal y entre ellos destacan los de
ingls, cataln, escuela de padres y un
buen nmero de cursos monogrficos.
La alfabetizacin
a travs de Radio ECCA
La accin alfabetizadora de Radio ECCA
est restringida, como ya hemos dicho, a
las islas Canarias. En el esquema organi-
zativo de la institucin se encuentra inte-
grada dentro de los cursos acadmicos del
Primer Ciclo de la Educacin Perma-
nente de Adultos, que son denominados
como Cultura Popular.
Segn la legislacin vigente (9), el
Primer Ciclo de la EPA viene a ser equi-
valente a los cursos primero y segundo de
EGB, trabajndose
en l fundamental-
mente las tcnicas instrumentales:
lecto-
escritura y nociones elementales de cl-
culo.
Entre los objetivos fundamentales de
Radio ECCA
se cuenta el mejorar y
actualizar los conocimientos que los adul-
tos adquirieron en otro tiempo, arran-
cando del nivel en el que cada cual se
qued, sin soslayar la segunda y paralela
misin de suplir y entregar por primera
vez a ciertos adultos los conocimientos
que nunca pudieron adquirir (10). As
pues, los analfabetos absolutos o parcia-
les se distribuyen en cuatro niveles esca-
lonados que van desde el cero absoluto
hasta el dominio de la
lecto-escritura y
las cuatro reglas aritmticas. El quinto
9. Orden de 14-2-79, BOE de 5-3-79.
10. Ocho aos..., ob. cit., pg. 3.
300
curso de Cultura Populai n el primero de
Graduado Es( olar (segundo ciclo de EPA)
estn encaminados a la obtencin del
Certificado de Escolaridad y son equiva-
lentes a quinto de EGB.
Primer Nivel.Corresponde
a los adul-
tos que desconocen por completo la lecto-
escritura. La emisora no emplea nunca la
palabra analfabeto, ya que al que no
sabe absolutamente nada no le gusta ser
nombrado de esa forma (11). Incluso en
un primer momento los cursos fueron
nombrados por letras para evitar que los
analfabetos totales tuvieran entonces que
reconocer pblicamente que estaban en
primero.
Las primeras sesiones de este nivel van
encaminadas a ensear el uso del lpiz y
a prcticas de pre-escritura, como la reali-
zacin de los tpicos palotes. El mtodo
utilizado para el aprendizaje de la lectura
y la escritura es bsicamente alfabtico: el
adulto va aprendiendo poco a poco la
grafa de las distintas letras del alfabeto y
comienza a unir vocales y consonantes, de
tal forma que al terminar el primer curso
puede interpretar sencillos textos escritos.
La letra que se utiliza es de tipo script.
Durante este curso se introduce tambin
la suma.
Segundo Nivel.Se encuentran en l
aquellos adultos que conocen las letras y
saben escribirlas separadamente, pero no
leen ni redactan con soltura. Durante el
segundo nivel se produce un perfeccio-
namiento de lo adquirido en el primero;
al finalizarlo, los adultos ya leen con faci-
lidad, escriben con letra personal y domi-
nan la suma y la resta.
Tercero y cuarto niveles.Entre los dos
niveles se logra un dominio de la lectura
fluida y el adulto puede redactar ya con
soltura. Por lo que respecta al clculo, se
aprende a multiplicar en tercero y a divi-
dir en cuarto. Durante este tiempo se
comienzan a introducir algunos conoci-
mientos paralelos a travs de las lecturas;
todos ellos orientados hacia cuestiones
tiles para la vida cotidiana de los alfabe-
tizandos.
II. Ocho aos..., ob. cit., pg. 19.
M etodologa
El sistema ECCA ha sido calificado
como tridimensional, puesto que se
apoya en tres pilares fundamentales:
1. El esquema
Es el material didctico impreso necesario
para seguir la clase radiofnica. Este
esquema lo tienen delante al mismo
tiempo el profesor que imparte la clase y
el alumno que la sigue. Se trata de un
material programado y editado por Radio
ECCA que se entrega semanalmente a los
alumnos. Su funcin es mltiple:
a) Ayudar a seguir las clases radiof-
nicas. En el material se incluyen
textos, dibujos, grficos, esquemas
y espacios en los cuales el alumno
debe ir escribiendo a lo largo del
desarrollo de la clase.
b) Ser utilizado como cuaderno de
ejercicios. El esquema incluye una
serie de ejercicios que el alumno
debe realizar. La finalidad de estos
ejercicios es triple: ayudar al
estudio, evaluar a los alumnos y
medir el nivel de eficacia de la
actuacin docente y permitir un
feed-back en el sistema.
2. La clase
La clase es impartida por dos profeso-
res hombre y mujer y se emite en
diferido. A lo largo de la misma se persi-
gue mantener la atencin del alumno que
en determinados momentos deber escri-
bir y dirigir su actividad mediante
indicaciones concretas. Las clases se cen-
tran en los esquemas, pretendiendo acla-
rar y explicar sus contenidos y despertar
el inters por lo tratado.
3. El profesor-orientador
Los alumnos participantes en los cur-
sos de Radio ECCA deben entrevistarse
con un profesor orientador. Este tercer
elemento del sistema centra su actividad
en conocer y seguir el trabajo de cada
alumno, motivndole, orientndole y so-
lucionndole las dudas y dificultades que
se le hayan presentado durante la semana.
301
Alum.
Cursoalfabetizacin Alum. total
81-82 6.223 45.081
82-83 6.213 45.570
83-84 4.808 52.201
84-85 2.941*
En el encuentro semanal que se realiza
en los llamados Centros Orientadores
el profesor orientador entrega al adulto el
material impreso de la semana siguiente
y recibe de ste los esquemas que ha
venido trabajando.
El profesor orientador posibilita el
feed-back del sistema trasladando infor-
macin acerca de los alumnos, una vez
corregidos los esquemas y realizadas las
entrevistas.
El proceso de enseanza segn el sis-
tema ECCA se lleva a cabo mediante la
interrelacin de los tres elementos ante-
riormente descritos. Los tres son impres-
cindibles, de tal forma que el sistema no
puede funcionar si falta alguno de ellos.
Extensin
La actividades alfabetizadoras ocupan
slo una parte del conjunto de cursos de
Radio ECCA. En el Cuadro 1 -ofrecemos
una idea de la evolucin del alumnado
total y el de Cultura Popular durante los
ltimos aos.
Aunque Radio ECCA no ha facilitado
el nmero total de alumnos de alfabetiza-
cin atendidos durante el presente curso,
ste ha aumentado considerablemente con
respecto a cursos anteriores, segn ha
declarado recientemente el Consejero de
Educacin de Canarias (12).
CUADRO I
Alumnado de Radio ECCA
No estn incluidos los alumnos matriculados
en el quinto nivel.
Fuente: Radio ECCA.
12. Entrevista concedida a
Cuadernos de
Pedagoga, nm. 122, Barcelona, febrero 1985.
El sistema ECCA ha sido adoptado por
diversas instituciones latinoamericanas pa-
ra llevar a cabo tareas de alfabetizacin.
Para ello se han establecido convenios
entre diversas entidades locales y Radio
ECCA. Los pases en los cuales se alfabe-
tiza por este Medio son los siguientes:
1. Bolivia: Instituto Radiofnico Fe y
Alegra (IRFA).
2. Costa Rica: Instituto Costarricense
de Enseanza Radiofnica (ICER).
3. Ecuador:
Institutos Radiofnicos Fe
y Alegra (IRFEYAL).
4. Guatemala:
Instituto Guatemalteco
de Enseanza Radiofnica (IGER).
5. Repblica Dominicana: Radio San-
ta Mara.
6. V enez uela: Instituto Radiofnico Fe
y Alegra (IRFA).
Consideraciones f inales
El hecho de que sea Radio ECCA la
nica institucin que en Espaa se ha
planteado la alfabetizacin por la meto-
dologa propia de la enseanza a distan-
cia sera suficiente para justificar su
accin durante los ltimos veinte aos.
Pero adems a Radio ECCA le cabe el
mrito de haber desarrollado un sistema
totalmente original que no slo ha demos-
trado su eficacia alfabetizando a miles de
hombres y mujeres de las islas Canarias,
sino que ha sido adaptado a realidades
tan diversas como las de los respectivos
pases americanos que hemos citado.
A pesar de que existen estudios relati-
vos al rendimiento educativo de Radio
ECCA durante los ltimos aos, la mayo-
ra se basan en el nmero de ttulos otor-
gados y estn centrados, por tanto, en el
s'
egundo y tercer ciclos de la EPA. El
nico anlisis directamente relacionado
con la alfabetizacin con todo y estar
ya desfasado, puesto que abarca los ocho
primeros aos de la emisora arroja
algunos resultados interesantes que, segu-
ramente, no seran muy diferentes en las
condiciones actuales, ya que el sistema
302
sigue siendo bsicamente el mismo. En
este estudio (Ocho aos de enseanza
ECCA. Las Palmas, 1973), realizado por
la propia emisora, se analizan los cuatro
primeros niveles. En l se concluye que
alrededor del 70 por 100 de los analfabe-
tos absolutos o parciales que han partici-
pado en los cursos han ascendido algn
escaln en su itinerario cultural, es decir,
han aprendido como mnimo a leer y
escribir.
Otra cuestin es la de las cifras absolu-
tas de adultos que siguen estos cursos.
Como se ve en el Cuadro 1, representan
una minora del total de participantes y
no se corresponden en absoluto con la
demanda potencial que representan los
313.899 analfabetos mayores de 10 aos
existentes en Canarias (13). Por otra
parte, se echa de menos la extensin de
estos cursos al resto de las provincias
espaolas con graves deficiencias en cuan-
to a alfabetizacin e insuficientemente
atendidas por los mtodos tradicionales.
Entre los aspectos menos positivos de
Radio ECCA destacaramos la baja cali-
dad del material impreso, con ilustracio-
nes propias de cartillas de nios y muy
poco sugeridores y motivadores para un
adulto, ya que no incluyen elementos de
la realidad problematizadora que le en-
vuelve. Esta crtica podra extenderse tam-
bin al contenido y al mismo enfoque o
metodologa del aprendizaje de la lecto-
escritura, que se hace a base de elementos
ajenos a la problemtica cotidiana.
13. MEC: Ob. cit., pg. 26.
Por otra parte, creemos que el mtodo
alfabtico no es el ms adecuado para
conseguir una educacin integral, libe-
radora y elevadora de las personas, lo
cual constituye uno de los objetivos de la
emisora. De todas formas, y a pesar de la
anterior declaracin de principios, la alfa-
betizacin que lleva a cabo Radio ECCA
estara ms encuadrada en la alfabetiza-
cin simple, con algunos elementos de
formacin en cuestiones de utilidad coti-
diana, que en una educacin liberadora o
concientizadora.
Como conclusin podemos afirmar que
el sistema ECCA, aunque mejorable, es
til para la alfabetizacin de adultos en
Espaa y que su uso debera extenderse a
otros lugares para hacer frente a las nece-
sidades educativas a este nivel.
Se ha demostrado que es un sistema
barato los costes por alumnos son seis
o siete veces ms bajos que los que se
producen en la enseanza convencional
atractivo y fcil de adaptar a realidades
diversas.
Por lo que respecta a su futuro en
Canarias, probablemente va a ser poten-
ciada por el Gobierno Autnomo, ya que
durante el curso 1984-85 se organiz un
proyecto piloto consistente en comparar
experiencias de alfabetizacin presencial
con las de Radio ECCA; los primeros
resultados han demostrado que Radio
ECCA aument considerablemente su n-
mero de alumnos y que los profesores de
las clases presenciales tuvieron problemas
para poder contar con alumnos que asis-
tieran.
303
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INTRODUCCION
Hemos planteado esta bibliografa de
una forma sumaria, sin distinguir los tra-
mos de edad en que se puede dividir la edu-
cacin preescolar, ya que en la actualidad,
las caractersticas que mejor puede definir
la situacin de la Educacin preescolar en
Espaa es la "diversidad" por la existencia
de Centros de diferentes tipos, segn el or-
ganismo de que dependen, la estructura
econmica que los mantiene y la pobla-
cin infantil que acogen (1).
La bibliografa est basada exclusiva-
mente en informaciones procedentes del
Gabinete de Documantacin del CIDE y
es, en gran parte, fruto del anlisis de pu-
blicaciones peridicas que hace este Gabi-
nete, aunque hemos recogido alguna pu-
blicacin unitaria por su especial inters y
oportunidad.
As pues, presentamos documentacin a
partir del ao 1980 (inevitablemente hemos
recogido un estudio de las guarderas en
Madrid, anterior a esta fecha) con preferen-
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Toda la documentacin reseada es con-
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de las Jornadas Tcnicas de Educacin
preescolar.
En Nuestra Escuela. Madrid, 1980, n. 26.
SEMINARIO EUROPEO E
INTERCAMBIO DE EXPERIENCIAS
EDUCATIVAS. OMEP, 1986, Barcelona
Los aprendizajes tempranos en la Escuela
multicultural.
En Magisterio Espaol. Madrid, 1986,
n. 10.850.
SEMINARIO DE LA ORGANIZACION
MUNDIAL PARA LA EDUCACION
PREESCOLAR (1985, Madrid)
El nio ante las tensiones familiares y so-
ciales de hoy. Madrid: OMEP, 1985.
312
RESEAS
DE
INVESTIGACION
RESEAS
DE
INVESTIGACION
EVALUACION DEL CURRICULUM
DE CIENCIAS EXPERIMENTALES
DEL BACHILLERATO: PROBLEMAS
DEL APRENDIZAJE DE LA
ESTRUCTURA CONCEPTUAL
INSTITUTO
ICE de la Universidad de Alcal de
Henares.
EQUIPO INVESTIGADOR
Jos Otero Gutirrez, Isabel Brincones
Calvo.
DURACION
1984-1985 (Ayudas a la investigacin).
OBJETIVOS Y PLANTEAMIENTO
DE LA INVESTIGACION
La investigacin est dividida en dos
fases:
la primera es un estudio terico cuyo
objetivo es elaborar un diseo curricu-
lar de las ciencias experimentales en
Bachillerato apoyndose en una estruc-
turacin lgica, donde se considera
la ciencia constituida por una pobla-
cin de conceptos que evolucionan
con el tiempo, con otra psicolgica
basada en la teora de la asimilacin
de Ausubel.

en la segunda fase, y siguiendo las orien-


taciones definidas en la primera, se
organiza el contenido conceptual de
una parte de un curso introductorio de
fsica en el nivel de ltimos aos de
Bachillerato, ex plorndose su efectivi-
dad.
METODOLOGIA
i) Para el estudio terico:
Se hace una revisin de algunos estu-
dios sobre la adquisicin de conceptos
que tienen relevancia relativamente directa
para la prctica educativa.
La seleccin est fundada en:

el carcter bsico desde el punto de


vista histrico (Bruner);
la aplicabilidad para organizacin de
la enseanza en los niveles medio y
superior (teoras de la asimilacin de
Ausubel) y de la instruccin de Gagn);
la importancia de las teoras de proce-
samiento de informacin como enfo-
que dominante en la investigacin
315
actii,11 en psicologa cognitiva (Lind
- s as Ni it man y Anders on).
ii) Para el estudio exploratorio
Se trata de tu) estudio donde se explora
la efectividad riel uso de una metodologa
en la que los principios y conceptos clave
que se introducen como respuesta a la
organizacin problema/solucin no apa-
recen determinadas slo por los datos
experimentales sino tambin por las ideas
pertene(ientes al marco conceptual gene-
ral de la comunidad cientfica de la
poca.
A) La variable independiente es la me-
todologa con posibles valores experimen-
tal y tradicional.
La variable dependiente es el rendi-
miento acadmico obtenido en la realiza-
cin de determinadas pruebas que medan
conocimientos y aplicacin de conoci-
mientos adquiridos.
B)
La muestra estuvo compuesta por
[res grupos de 3

Q de BLIP de dos institu-


tos de Madrid, dos de los cuales
(75
alumnos) usaron material experimental y
otro (35)
usaron materiales tradicionales.
C) Los instrumentos:
material experimental elaborado por
el equipo investigador, consistente en
un documento de 40 pginas relativo
a la Segunda Ley de la Termodinmica;
material escrito sobre la Primera Ley
de la Termodinmica utilizado por los
tres grupos con objeto de conseguir
uniformidad en los conocimientos pre-
vios de los alumnos;
pruebas de evaluacin para ser aplica-
das, unas inmediatamente despus del
aprendizaje y otras a las nueve sema-
nas, a fin de medir la fortaleza de las
conexiones a que dan lugar el nuevo
conocimiento y el antiguo.
Asimismo se celebraron cuatro reunio-
nes de tres horas con los profesores que
utililizaron el material experimental, para
que el equipo investigador unificara cri-
terios de at)li(acin.
D) Los estudios estadsticos se efectua-
ron en trminos de porcentajes de los
re !!dos de las pruebas.
CONCLUSIONES Y RESULTADOS
Como conclusiones del estudio terico:
El aprendizaje de un concepto cien-
tfico resulta de la interaccin entre
las ideas que ya posee y la informa-
cin cientfica que se le presenta.
La comprensin de los conceptos cien-
tficos depende de que el alumno
active esquemas que le permitan asi-
milar la informacin.
Ocasionalmente el alumno usa de
forma espontnea preconcepciones err-
neas para la comprensin de la infor-
macin.

La comprensin depende de la dispo-


sicin para conectar de manera no
arbitraria los conceptos presentados
con las ideas que ya posee el alumno.

Los conceptos cientficos son elemen-


tos que no ganan su significado de
una definicin, sino a partir de las
interrelaciones
dentro de un sistema
conceptual.
Como conclusiones del estudio explo-
ratorio:
Las concepciones errneas que inter-
fieren con el aprendizaje de los con-
ceptos cientficos afectan casi por igual
a todos los grupos.
Se encontraron pequeas diferencias
en la comprensin de la Segunda Ley
de la Termodinmica debido a la
estructura problema/solucin.

A los estudiantes les resulta difcil


captar la estructura conceptual gene-
ral de alto nivel de los materiales.
Se necesita una investigacin ms pro-
funda sobre la utilidad de incluir la
gnesis de los resultados finales de tal
forma que puedan ser aprendidos de
manera significativa por los estudian-
tes.
316
DESCRIPTORES
Enseanza secundaria, ciencias experi-
mentales, fsica, termodinmica, aprendi-
zaje, formacin del concepto.
DISENO DE UN CENTRO REGIONAL
DE RECURSOS EDUCATIVOS
INSTITUTO
ICE de la Universidad de Salamanca.
EQUIPO INVESTIGADOR
Director: Agustn Escolano Benito.
DURACION
Plan XIII 1984 (fecha de la Memoria
1986).
OBJETIVOS Y PLANTEAMIENTO
DE I.A INVESTIGACION
1. Objetiv os:

Detectar necesidades formativas del


profesorado de EGB de Castilla-Len.
Disear un Centro Regional de Recur-
sos Educativos.
Realizar un estudio comparativo de
Centros de Documentacin extranje-
os.
2. Planteam iento:
El trabajo comprende varios apartados:
Un anlisis terico acerca de los Cen-
tros de Recursos, conceptualizacin.
caractersticas, tipologa y funciones.
Estudio comparativo de Centros de
Recursos en los siguientes pases: Fran-
cia, Gran Bretaa, Estados Unidos,
Venezuela y Australia.
Estudio emprico exploratorio de las
necesidades fmmativas y de recursos
didcticos del profesorado de EGB de
Castilla-Len.
NIET()1)01.0GIA
I. Hiptesis:
La difusim del conocimiento cien
fico-tcnicopedaggico le llega al pro-
fesorado de forma anrquica y por distin-
tos canales. De otro lado, las realizaciones,
descubrimientos e innovaciones que el
profesor introduce en la prctica carecen
de difusin y no contrastan ni incorporan
al cuerpo terico. Es necesario sistemati-
zar estas fuentes para racionalizar su difu-
sin y permitir la intercomunicacin en-
tre los distintos subsistemas educativos.
2. T ipos de datos requeridos:
Informacin bibliogrfica para la pri-
mera parte del trabajo. El estudio emp-
rico se ha hecho en base a las respuestas
del profesorado a un cuestionario.
3. Poblacin y m uestras:
De un total de 9.261 profesores de EGB
de las nueve provincias de Castilla-Len
se opt por una muestra de 989 sujetos,
que fue distribuida de forma proporcio-
nal entre los profesores de las distintas
provincias. A su vez, el total de cada pro-
vincia se ha repartido, tambin de forma
proporcional, en tres categoras: profeso-
res pertenecientes a la capital de la pro-
vincia, profesores de ncleos de pobla-
cin de 5.000 o ms habitantes y profeso-
res de poblaciones de menos de 5.000
habitantes.
4. T cnicas de obtencin de datos:
El cuestionario se envi a los directores
de los 989 profesores de la muestra, a fin
de que ellos lo distribuyeran teniendo en
cuenta las variables sexo, edad, ao de
terminacin de carrera y ciclo de docencia
que imparten. Una dificultad seria fue
que slo se respondi al 1,62por 100 de
los cuestionarios enviados. Fue necesario
hacer una prueba de contraste aplicando
el mismo cuestionario a una pequea
muestra elegida ad hoc en la que se
controlaron todas las variables citadas,
obtenindose contestaciones que no dife-
ran sustancialmente de las recibidas por
aqullos. Esto permiti desarrollar la
317
investigacin en tase a aquel 1,62 por 100
d e . e uestionai ios
intestad os. El colectivo,
pues, (lt qut
su apoya la investigacin
est constituid o iior 160 profesores, d is-
tribuid os homogneamente en los tres
ncleos d e poblacin, ad virtind ose una
pequea concentracin en las capitales d e
provincia. Tambin es homognea la pre-
sencia d e ambos sexos, con un ligero pre-
d ominio a favor d e la mujer. Un
71 por
100 termin la carrera entre 1955 y 1974,
lo que les ad jud ica una ed ad compren-
d id a entre 40 y 50 aos.
RESULTADOS
1. El cuerpo terie o d el trabajo pone
d e manifiesto el amplio sentid o y alcance
ped aggico que se atribuye al Centro d e
Recursos en la prestacin d e servicios
d irigid os a la satisfaccin d e expectativas
y d emand as cad a vez ms heterogneas en
el captulo d e los recursos ed ucativos.
2. Se d etecta una lnea comn d entro
d e la aparente pluralid ad conceptual d e
los Centros d e Recursos extranjeros anali-
zad os. Se percibe tambin gran d iversid ad
entre ellos en cuanto a organizacin d e
sus servicios y a los aspectos formales e
institucionales.
3. Algunos resultad os d el estud io em-
prico exploratorio son los siguientes:
Los profesores d e EGB ms jvenes
son ms propensos a iniciar una
segund a licenciatura 'que a realizar
cursos d e perfeccionamiento. An ms
importantes que la ed ad son las faci-
lid ad es d e actualizacin d id ctica que
ofrece el ncleo d e poblacin.
Ms d el 68 por 100 d e los profesores
encuestad os que respond en manifies-
tan que poseen una d otacin d e equi-
pamiento insuficiente o inexistente.
Ms d el 75 por 100 respond e que la
d otacin d e material d e paso es insu-
ficiente o inexistente.
El profesorad o atribuye a los centros
d e recursos regionales las siguientes
misiones por ord en d e importancia:
1) Asesoramiento sobre Tecnologa Ed u-
cativa; 2) Servicio d e Documentacin
Reprografa; 3) Coord inacin d e ac-
tivid ad es d e perfeccionamiento (gro-
vis d e trabajo, seminarios, etc. ); 4) In-
tercambio y d ifusin d e material ped a-
ggico realizad o por profesores y alum-
nos d e d istintos centros.
DESC:RIPTORES
Centros d e Recursos. Tecnologa ed u-
cativa. Profesorad o d e EGB. Castilla-Len.
Francia, Gran Bretaa, Venezuela, Aus-
tralia. Estad os Unid os.
A. B.
DISEO, PRODUCCION
Y EXPERIMENTACION DE UN
CURSO
AUDIOVISUAL EN VIDEO
PARA LA ENSEANZA DE LA
INGENIERIA DE LOS VEHICULOS
AUTOMOVILES
INSTITUTO
ICE d e la Universid ad Politcnica d e
Mad rid .
EQUIPO INVESTIGADOR
Dirigid o por Francisco Aparicio Iz-
quierd o.
DURACION
Plan XII 82-83. Fecha d e la Memoria:
d ic. 1985.
OBJETIVOS Y PLANTEAMIENTO
DE LA INVESTIGAC:ION
I. Desarrollar un programa d e ord ena-
d or, operand o en tiempo real, para el
anlisis d e la composicin visual y sonora
d e d ocumentos en vd eo.
2. Analizar una muestra d e vd eos
d id cticos con la ayud a d el programa
elaborad o, con objeto d e orientar los cri-
318
terios a seguir en la produccin del mate-
rial de la expel itncia.
3. Producir cuatro vdeo-clases acerca
de la enseanza superior de los vehculos
automviles.
4. Comprobar la eficacia didctica de
las vdeo-clases, comparadas con meto-
dologas convencionales de uso generali-
zado en la enseanza de la Ingeniera.
5. Analizar la actitud de los alumnos
en relacin con este medio.
6. Extraer conclusiones acerca de las
posibilidades de produccin y utilizacin
de documentos en vdeo en el contexto
educativo de la Enseanza Superior Tc-
nica.
Planteamiento y desarrollo de la inv es-
tigacin: Se ha analizado un conjunto de
documentos en vdeo extranjeros de con-
tenido coincidente con los que se preten-
da desarrollar en la investigacin. El
objeto del anlisis era determinar su
estructura a travs del tipo, nmero y
duracin de elementos visuales y sonoros
empleados en su confeccin. Para este
propsito se realiz un programa de
ordenador en BASIC. A continuacin se
disearon y grabaron las guatro vdeo-
clases siguientes: Transmisin, Neu-
mticos, Banco dinamomtrico e In-
vestigacin de accidentes.
Las vdeo-clases producidas se han apli-
cado en situaciones didcticas, compa-
rndose luego con situaciones de referen-
cia en las que se utilizaron mtodos
convencionales (clase expositiva o clase
demostracin). A los alumnos se les ha
pasado pruebas de conocimiento y de
actitud y los resultados han sido analiza-
dos slo cualitativamente, debido a lo
reducido de la muestra.
METODOLOGIA
1. Hiptesis: Se plantean dos hipte-
sis:
Las vdeo-clases pueden ser utilizadas
con ventaja respecto a los mtodos
tradicionales de enseanza, para la
adquisicin de conocimientos de natu-
raleza tecnolgica en los que los aspec-
tos descriptiv os jueguen un papel im-
portante.
La adquisicin de conocimientos de
tipo conceptual con escasos recursos
simblicos (Matemticos u otros) pue-
de realizarse en forma simple mediante
grabacin en vdeo comparable a la
obtenida mediante la presencia fsica
en forma de conferencia.
2. T ipos de datos requeridos:
2.1. Fase de concepcin, diseo y pro-
duccin.
Documentos videogrficos (extranje-
ros) de contenido coincidente con los
que se intenta desarrollar.
Los propios contenidos a transmitir,
estructurados de acuerdo a los objeti-
vos de la enseanza y al medio vdeo.
2.2. Fase de experimentacin
Datos de aprendizaje y de la actitud de
los alumnos en situaciones compara-
tivas.
3. Poblaciones y muestras:
La muestra es reducida, se limita a un
grupo de alumnos de sexto curso de la
ETS de Ingeniera de la Universidad
Politcnica de Madrid (entre 30 y 40 suje-
tos, segn los perodos de experimenta-
cin). La muestra se fraccion en dos
subgrupos, uno de experimentacin y
otro de control.
4. T cnicas de obtencin de datos:
Anlisis de los documentos videogr-
ficos realizado con un programa de
ordenador elaborado al efecto (BASIC).
Pruebas de conocimiento para la eva-
luacin del aprendizaje de los alum-
nos.
Test de actitudes de los alumnos.
5. T cnicas de anlisis
Anlisis informtico del tipo, nmero
y duracin de los elementos visuales y
319
St noros de los videos para determinar
Sil 111111( MI a.
Debido al redil( ido niimero de sujetos
de las muestras, se wnsider innecesa-
rio aplicar tcnit as estadsticas com-
plejas para el illIAISS de los resulta-
dos de las pruebas. Pareci ms til el
anlisis cualitativo de todas las situa-
ciones didcticas, aplicando adems
estadsticas simples como resultados
globales de referencia.
RESUI .TADOS
I. El medio vdeo puede utilizarse
como sustitutivo de otros medios de ense-
anza aplicada en ingeniera para
tr ans-
misin
de informacin si los contenidos
son de ndole descriptivo de elementos
reales o si son de carcter conceptual que
no exijan lenguajes simblicos de alto
nivel (matemtico u otros).
2. La eficacia didctica del vdeo de-
pende de la adecuada explotacin de los
recursos expresivos de este medio y de la
calidad docente del profesor con cuya
enseanza se compare.
3. La eficacia del vdeo como soporte
de situaciones convencionales de ense-
anza (enlatado de lecciones) es inferior
aproximadamente en un 15 por 100, a la
eficacia del mismo profesor en directo,
pero puede presentar ventajas si se com-
para con la grabacin de la clase impar-
tida por un profesor excelente con la
clase en directo de un profesor medio.
4.
Teniendo en cuenta los resultados
obtenidos puede asegurarse que la ense-
anza mediante 'Ideo-clase en el mbito
de la Ingeniera, y bajo las condiciones
en que se realiz la experimentacin,
no
es menos eficaz
que la enseanza conven-
cional impartida con ayuda de elementos
visuales y reales.
5. Los alumnos muestran una buena
disposicin hacia el medio vdeo. Su
nivel medio de atencin queda afectado
no slo por la estructura adoptada en la
realizacin del vdeo, sino tambin por el
contenido del mismo y por su conexin
con los centros de inters de los alumnos.
Sin embargo, parece que la adecuada uti-
lizacin de los recursos expresivos del
medio vdeo hace aumentar dicho nivel
de atencin.
DESCRIPTORES
Tecnologa educativa. Medios audiovi-
suales.
Vdeo didctico. Ingeniera. Auto-
mocin.
A.B.
TECNICAS DE ENSEANZA DEL
INGLES COMO LENGUA
EXTRANJERA EN
FUNCION DEL
ESTILO COGNITIVO
INSTITUTO
ICE de la Universidad Autnoma de
Madrid.
EQUIPO INVESTIGADOR
Carmen Ceular Fuentes de la Rosa.
DURACION
Plan XIII. Dos cursos acadmicos.
OBJETIVOS Y PLANTEAMIENTO
DE LA INVESTIGACION
1. El objetivo es averiguar si el ren-
dimiento de los alumnos dependientes de
campo, que aprendan ingls como lengua
extranjera, aumenta en la aplicacin de
ciertas actividades correctivas. En caso de
confirmarse la hiptesis se diseara una
enseanza del ingls en funcin del estilo
de aprendizaje.
2. Planteamiento: Se eligi una mues-
tra de alumnos de 1. 0 de BUP deptiidien-
tes de campo, de nivel de conocimientos
de ingls y de factor de inteligencia pare-
cidos. Los alumnos fueron distribuidos al
azar en dos grupos paralelos, experimen-
tal y de control. Al grupo experimental se
le aplicaron ciertas tcnicas especiales
320
correctivas para mejorar las cuatro destre-
zas lingsticas bsicas: comprensin oral,
expresin oral, comprensin escrita y
expresin escrita. Durante dos cursos aca-
dmicos se realiz una evaluacin conti-
nua de ambos grupos y al final de la
experiencia se les aplic un post-test de
conocimientos.
METODOLOGIA
I. Hiptesis: En rgimen de escola-
ridad normal durante dos cursos, los suje-
tos dependientes de campo perceptivo
obtienen mayor rendimiento general en el
aprendizaje del ingls como lengua ex-
' tranjera, si en la enseanza de esta lengua
se usan tcnicas especiales concebidas
para este fin.
2. Tipos de datos requeridos: Resul-
tados de tests y de pruebas.
3. Poblacin y muestra: Se comenz
con 60 alumnos de I. Q de BUP, aunque el
nmero total de los que realizaron la
experiencia completa fue de 46. De ellos,
24 pertenecan al grupo experimental y
22 al de control.
Para seleccionar a los alumnos se les
aplic una prueba-diagnstico, a fin de
detectar su nivel de conocimiento del
ingls (inicial) y luego el GEFT de Wit-
king para detectar su estilo cognitivo. Se
eligi a los alumnos de nivel inicial de
ingls, dependientes de campo. Esta mues-
tra se distribuy aleatoriamente en dos
grupos paralelos, experimental y de con-
trol.
4. Tcnicas de obtencin de datos: Se
aplic una prueba factorial de inteligen-
cia (TIG-I ) para identificar el factor g.
Tambin se aplic el test de figuras
enmascaradas de Witking para detectar el
estilo de aprendizaje.
Los alumnos realizaron un pretest para
medir su conocimiento del ingls (ini-
cial), as como pruebas de evaluacin
continua y un post-test para detectar su
nivel de conocimiento al final de la expe-
riencia.
La variable independiente fue la apli-
cacin de 20 tcnicas correctiv as especia-
les para la enseanza del ingls a alum-
nos dependientes de ( aimx) (Birckbichler
y Omaggio).
5. Tcnicas de anlisis: Se obtuvo la
puntuacin media y la desviacin tpica
de los resultados obtenidos en el post-test
de conocimientos del ingls. Luego se
intent hallar el grado de significacin de
las diferencias entre las puntuaciones
medias de ambos grupos.
RESULTADOS
Las diferencias entre el nivel de cono-
cimiento del ingls de los dos grupos
paralelos despus de la experiencia no
son significativas en ninguna de las cua-
tro destrezas. Debe concluirse que el tra-
tamiento a que ha sido sometido el grupo
experimental no se ha mostrado efectivo.
Podra atribuirse al grado de inmadurez
detectado en el grupo experimental, que
ha podido anular el valor de las tcnicas
aplicadas. Los resultados quiz hubieran
sido otros con alumnos de nivel medio en
el conocimiento del ingls y reduciendo
el nmero de tcnicas correctivas, pues
las propias tcnicas requieren un perodo
de aprendizaje y su efecto no es inme-
diato.
DESCRIPTORES
Lengua extranjera. Ingls. Psicologa.
Estilo cognitivo. Bachillerato.
A.B.
ENSEANZA ASISTIDA POR
ORDENADOR EN BACHILLERATO
(INFORMATIZACION DE LA
ENSEANZA EAOBUP)
INSTITUTO
ICE de Murcia.
EQ UIPO INVESTIGADOR
Investigador principal: Alberto Requena
Rodrguez.
3 2 1
investigadores: Juan Abelhin Garca,
Eduardo Lpez Jimnez, Juan Gea Simn,
Jos L. Vidal de Labra.
DURACION
D) Instrumentos:
a) Programas de ordenador usando len-
guaje de programacin BASIC y lenguaje
de autor PILOT para el desarrollo de los
temas.
1982-1985 (XI Plan).
OBJETIVOS Y PLANTEAMIENTO
DE LA INVESTIGACION
El objetivo general es conocer la influen-
( ia sobre las calificaciones de los alumnos
de 131.11 3 de la metodologa EA0 tipo
lineal dirigida (principalmente ejercicio y
prctica).
No se define una lundamentacin ni
hay apoyo bibliogrfico explcito.
METODOLOGIA
A) La hiptesis sometida a prueba es
la hiptesis nula: no se hallarn diferen-
cias significativas en los resultados de las
pruebas post-test entre los alumnos que
siguen el mtodo tradicional y el de EAO.
B) La variable independiente es el m-
todo con valores: tradicional y EAO. La
variable dependiente es el resultado de las
pruebas post-test.
C) Muestras:
Se realizaron tres experiencias con dis-
tintas poblaciones y una semana de dura-
cin:
La primera experiencia const de una
muestra de 10 alumnos que siguieron
la unidad temtica de Matemticas
Combinatoria.
La segunda estaba compuesta por 30
alumnos divididos en tres grupos de
10. Uno recibi enseanza tradicional,
otro puramente EA0 y el tercero una
mezcla de los dos anteriores. La uni-
dad temtica era Consecutio tempo-
rum perteneciente a la asignatura
La tercera estuvo compuesta por 64
alumnos, de los cuales 20 siguieron el
mtodo EA0 y el resto enseanza tra-
(licional del tema de fsica y qumica
Disolu( iones.
b) Cuestionarios para los alumnos con
objeto de determinar la comprensin,
contenido, tiempo invertido ante el orde-
nador, dificultades y observaciones perso-
nales.
Fueron elaborados por el equipo inves-
tigador.
E) Anlisis estadsticos:
Anlisis de varianza en las experiencias
de Latn y Fsica y Qumica para validar
la hiptesis nula.
RESULTADOS
A) Comn a las tres experiencias: Los
alumnos que siguieron el mtodo basado
en la EAO invirtieron ms tiempo ante el
ordenador que los que siguieron el mtodo
convencional.
B) Discordante: La hiptesis nula resul-
ta vlida en Latn, falsa en Fsica y Qu-
mica y no est tratada en Matemticas.
DESCRIPTORES
Enseanza con ayuda de ordenador,
Bachillerato, ordenador, Matemticas, La-
tn, Fsica y Qumica.
L.Z.
SITUACION Y PROSPECTIVA DE LA
ENSEANZA BASICA EN ASTURIAS
INSTITUTO
ICE de la Universidad de Oviedo.
EQUIPO INVESTIGADOR
Director: M. De Miguel.
Tcnicos colaboradores: C. Garca, J.L.
San Fabin.
322
Moi- La implantacin de la LGE ha origi-
nado una serie de cambios importan-
tes en la regin asturiana a lo largo de
la dcada 1970-80, entre ellos se desta-
can:
OBJETIVOS Y PLANTEAMIENTO
DE LA INVESTIGACION
Objetivos:
1. Analizar la situacin educativa ac-
tual de la poblacin escolar de la regin
asturiana comprendida entre 4 y 14 aos
(niveles de Preescolar y EGB).
2. Efectuar un balance de los cambios
producidos en este sector educativo en los
ltimos diez aos (1970/71-1980/81) a
consecuencia de la implantacin de la
normativa de la Ley General de Educa-
cin.
3. Realizar estudios prospectivos que
faciliten criterios orientadores para la
planificacin escolar de este nivel bsico
de la enseanza en Asturias.
METODOLOGIA
Indicadores:
1. Anlisis de los efectivos escolares:
Preescolar, EGB, Educacin Especial.
2. Servicios Especiales de Escolariza-
cin: concentraciones escolares, transpor-
te escolar, escuelas hogar.
3. Distribucin espacio-temporal de los
efectivos: segn comarcas geogrficas.
Evolucin de los efectivos en la ltima
dcada.
4. Indicadores cualitativos: rendimiento
acadmico. Nivel de formacin del profe-
sorado, Sistema educativo global.
5. Estimaciones sobre poblacin esco-
lar: estructura demogrfica de la regin.
Previsiones demogrficas. Estimaciones se-
gn hiptesis de escolarizacin. Previsio-
nes de necesidades.
RESULTADOS
Principales conclusiones:
Un incremento considerable del
alumnado (41 por 100), muy superior
en preescolar (111 por 100), con rela-
cin a EGB (33 por 100).
La consolidacin de la poltica de
concentraciones escolares y la conti-
nuacin de la tendencia migratoria
hacia las zonas urbanas, ha supuesto la
desaparicin de, aproximadamente, las
3/4 partes de los centros incompletos.
La poltica de concentracin esco-
lar ha generado un aumento especta-
cular de los servicios complementa-
rios: incremento de alumnos transpor-
tados, de las plazas de comedores
escolares y del nmero de alumnos
escolarizados en escuelas-hogar.
A pesar de las concentraciones
escolares, el aumento de la poblacin
escolar ha originado durante esta dca-
da un crecimiento notable del nmero
de profesores en la regin.
El mapa escolar de Asturias ha
quedado marcado por desequilibrios
demogrficos que no presentan fcil
rectificacin. La tendencia estaciona-
ria del actual proceso concentrador no
se debe tanto a los cambios en la poltica
educativa como a la ausencia de varia-
ciones notables en el asentamiento de
la poblacin, a la falta de cambios
estructurales en el propio sistema edu-
cativo y al mantenimiento global de
la demanda educativa en su nivel
bsico.
La situacin de la poblacin escolar
asturiana (entre 4 y 14 aos) se confi-
gura, entre otras, por las caractersti-
cas siguientes:
La escolarizacin en EGB es prc-
ticamente total. Esta escolarizacin to-
tal est an lejana en el campo de la
Educacin Preescolar y Especial.
La distribucin de la escolariza-
cin en funcin del rgimen de ense-
Auxiliares investigacin: li. J.
rn, J. Riestra.
DURACION
(XI Plan) - 1982/85.
323
anza del centro se sita in torno a
un 70 por 100 de enseanza pblica y
un 30 por 100 de privada. Aunque
desde 1970,
el crecimiento del sector
privado ha sido significativo, en los
ltimos aos se percibe una ligera
inversin de esta tendencia, relacio-
nada quiz con una mayor potencia-
cin de la enseanza pblica.
Desde el punto de vista de la
realidad de la enseanza, los cambios
experimentados en la escolarizacin
bsica han influido positivamente en
aspectos como: el incremento en la
atencin educativa al sector preescolar
y de educacin especial; un mayor
ajuste/adecuacin edad-curso; mejora
de la cualificacin del profesorado;
incremento de servicios complementa-
rios en la escuela, etc.

Cuando se analizan las estimaciones


sobre la poblacin escolar y el profe-
sorado para los prximos quinque-
nios, se observa que:

Se prev una estabilizacin in-


cluso un pequeo descenso en el
nmero de escolares de la regin.
Las previsiones apuntan hacia un
descenso ligero en las necesidades de
profesorado. Cualquier variacin en
las decisiones polticas al respecto
puede influir sensiblemente en estas
estimaciones.
Con relacin a la atencin educa-
tiva especializada, e intentando ofrecer
una alternativa a los principales pro-
blemas de escolarizacin en la regin
tasa preocupante de desfase edad/-
curso; atencin educativa a sectores
marginados y zonas rurales; incremento
de tasas en preescolar y educacin
especial, etc... se han efectuado cier-
tas hiptesis de escolarizacin que
pueden constituir un indicador de las
necesidades futuras en materia de pro-
fesorado. Desde estos supuestos se esti-
ma un ligero crecimiento de las nece-
sidades docentes.
DESCRIPTORES
Educacin Preescolar, Educacin Gene-
ral
Bsica, Educacin Especial, Indicado-
res cuantitativos, Indicadores cualitativos,
Poblacin escolar.
G.C.
DESCRIPCION Y EVALUACION DEL
PLAN DE COORDINACION
DIDACTICA DEL DISTRITO
UNIVERSITARIO DE SANTANDER
INSTITUTO
ICE de la Universidad de Santander.
EQUIPO INVESTIGADOR
Francisco Susinos Ruiz, Antonio Len
Molina, Ramn Pimentel Sierra, Jess
Alberto Snchez, Juan Carlos Zubieta
Irn.
DURACION
1982-1984 (Plan XI).
OBJETIVOS Y PLANTEAMIENTO
DE LA INVESTIGACION
1) Descripcin y evaluacin del Plan
de Coordinacin didctica realizado en el
Distrito Universitario de Santander y de
los instrumentos producidos para esta
coordinacin y renovacin pedaggica;
2) Reestructuracin del Plan en funcin
de los resultados de la evaluacin; 3) Am-
pliacin del Plan en las reas y ciclos de
la Formacin Profesional; 4) Elaboracin
de los instrumentos didcticos originales
de apoyo.
METODOLOGIA
Desde 1976,
el ICE ha convocado 11
Jornadas de Distrito y 14 de zona; parti-
ciparon centenares de profesores de los
diversos niveles y reas. Tambin se cele-
braron seminarios permanentes de los
324
que salieron estudios crticos que han
hecho una adaptacin regional de los
programas oficiales. El ltimo encuentro
regional se celebr los das 15 y 16 de
abril de 1983, participando 400 profesores
en cuatro grupos de trabajo: 1) profesores
de Preescolar, 1. 0 y 2.de EGB y Educa-
cin Especial; 2) profesores del rea de
Lenguaje de 2." etapa de EGB, BUP,
COU, FP y Universidad; 3) profesores del
rea Social de 2." Etapa de EGB, BUP,
COU, FP y Universidad; 4) profesores del
rea Cientfico-Matemtica, Dibujo, Tec-
nologas y Educacin Fsica de 2." etapa
de EGB, BUP, COU, FP y Universidad.
Las estructuras bsicas de la coordina-
cin son:
Seminarios permanentes regionales
(por disciplinas).
Seminarios permanentes comarcales
(por reas).
Jornadas anuales regionales.
Encuentros trimestrales comarcales.
Junta Regional de Coordinacin Di-
dctica (Diputacin, Direccin Provin-
cial, ICE, coordinadores comarcales,
representaciones de ayuntamientos, ins-
pectores y profesorado.
Juntas comarcales de coordinacin (un
profesor por nivel de enseanza).
Un inspector por nivel y tres conceja-
les de educacin).
Coordinador regional.
Coordinadores comarcales.
Memoria anual.
Publicacin peridica.
Centros experimentales.
Comarcas experimentales.
Para evaluar el Plan se realizaron dos
encuestas entre profesores de distintos
niveles educativos y reas de conoci-
miento: una destinada al profesorado de
todos los niveles educativos y otra para
detectar los problemas relacionados con
el diseo de los programas vigentes en
EGB y BUP.
Se repartieron 350 cuestionarios entre
profesores de distintos niveles educativos
en 20 centros privados y 33 pblims,
seleccionados de forma que la muestra
fuese representativa del sistema educativo
de Cantabria.
El nmero de respuestas fue de 269
(76,8 por 100).
RESULTADOS
La primera encuesta dio como resul-
tado que el 64,3 por 100 del profesorado
se muestra dispuesto a implicarse en la
realizacin de actividades de coordinacin
didctica y en la mejora de la enseanza y
se constata la necesidad de potenciar y
continuar la coordinacin didctica, mejo-
rar la difusin de los trabajos realizados
por el equipo de coordinacin y del
material producido.
La encuesta de coordinacin didctica
EGB-BUP arroja unos resultados muy
detallados, imposibles de resumir, pues se
presentan distribuidos en los dos niveles
de EGB y BUP y por reas, detectando
los problemas relacionados con el diseo
de los programas vigentes.
En un captulo se contiene todo lo
referente a la coordinacin didctica de
reas y ciclos de Formacion Profesional:
rama de electricidad, metal, Administra-
tiva comercial. Su propsito es adecuar lo
ms posible los programas de FP a los
perfiles profesionales que demandan las
empresas, y a este fin los seminarios
realizan estudios exploratorios para cono-
cer la situacin del mercado laboral.
DESCRIPTORES
Didctica. Coordinacin.
R.D.
LA FORMACION PROFESIONAL EN
CANTABRIA: SITUACION
Y PERSPECTIVAS
INSTITUTO
ICE de la Universidad de Santander.
325
EQUIPO INVESTIGADOR
J. A. Snchez, J. ..\. .\ rroyo, E. Daz-
Campo, S. Hernndez Carrascosa, S. Gar-
ca Gonzlez, J. Irigoyen.
DI RACION
1982-1985 (Plan XI).
OBJETIVOS Y PLANTEAMIENTO
DE LA INVESTIGACION
Describir la historia, situacin actual y
perspectiva de la Formacin Profesional
en Cantabria, comenzando con un bos-
quejo histrico de la FP en la regin y
enmarcndolo en la realidad regional,
dibujando a grandes rasgos la estructura
econmica de Cantabria. En la parte
siguiente se analizan los datos estadsticos
de los cinco ltimos aos. A continua-
cin se ofrecen los resultados de encuestas
a profesores y alumnos; luego la opinin
de una muestra representativa de empre-
sarios y directivos de la regin y termina
con unas consideraciones finales sobre
posibles actuaciones para mejorar la For-
macin Profesional.
METODOLOGIA
Dada la naturaleza de este trabajo, la
metodologa seguida es la consulta biblio-
grfica, y en registros tales como censos,
estadsticas oficiales, conteniendo en su
bibliografa abundantes referencias a in-
vestigaciones realizadas por los institutos
de Ciencias de la Educacin, especial-
mente en materia de: Formacin Profesio-
nal,
RESULTADOS
Todo el cuerpo de la investigacin es
ya un resultado, pues se trata de una
investigacin de tipo descriptivo, pero
adems, en las conclusiones finales
contiene una panormica referida ai cur-
so 1982-83 en la que se cifran 51 centros
de Formacin Profesional, y de ellos el 63
por 100 es de titularidad privada, que
tienen carcter mixto en un 82 por 100,
que ofertan 15 ramas en primer grado y
siete en segundo, con una capacidad de
11.484 puestos escolares, y que existe
doble nmero de puestos escolares ms de
los necesarios en aulas tericas, lo cual
constituye una inframilizacin de las mis-
mas.
Hay una concentracin en la ciudad de
Santander de un 40 por 100 de los cen-
tros, entre ellos de propiedad privada en
su mayora. Tambin es mayora la dedi-
cacin a la rama administrativa y a ramas
de menor coste.
Procedentes de EGB accede a la FP de
primer grado un 39 por 100 y la mayora
elige centros privados. Al segundo grado
acceden en mayora los procedentes del
primero, si bien en los ltimos aos se
increment el nmero de los titulados de
BUP.
Ms de la mitad de la matrcula total es
en centros privados, al contrario que en
el resto de Espaa.
La rama administrativa y comercial
lleg al 44 pot 100 de la matrcula total,
impartindose en centros privados el 79,6
por 100. La rama electricidad-electrnica
representa el 20 por 100, experimentando
la ltima un aumento con respecto a la
primera.
La rama industrial decrece, as como la
agraria y martimo pesquera, y se des-
arrolla preferentemente la del sector ser-
vicios.
El fracaso escolar es ms elevado en los
centros pblicos que en los privados.
La mayora de las empresas desconocen
la FP, sobre todo las pequeas. Un 20
por 100 de empresarios manifiesta man-
tener algn tipo de relacin con centros
de FP y una abrumadora mayora tiene
escaso inters en dichas relaciones, aun-
que consideran positiva una posible rela-
cin en el reciclaje del profesorado y la
especializacin de los alumnos.
Se proponen medidas como reajustes de
las especialidades existentes en funcin de
las necesidades de empleo: apoyo y cola-
boracin de las empresas en la FP y For-
macin y perfeccionamiento del profeso-
rado.
Entre las primeras destaca la necesidad
de una rama martimo-pesquera con la
326
especializacin en c tiltivos marinos, en
la zona oriental y de la nansformac in de
una especialidad de maquinas cl( tricas
de Santoa en otra de mantenimiento
elctrico y electrnico industrial. Con-
vertir el centro de la rama del metal de
Ampuero en un centro donde se imparta
el segundo grado de automatismos neu-
mticos y oleohidrulicos.
Con respecto a la colaboracin de las
empresas en la FP propone: I) Realizar
una investigacin de mercado de trabajo,
para colaborar en la orientacin profe-
sional. Esto sera propio de instituciones
autonmicas de la regin, tomando como
modelo la Repblica Federal de Alema-
nia; 2) Combinar la experiencia laboral
con la formacin reglada; 3) Potenciar
cuantitativa y cualitativamente la FP ocu-
pacional, orientada hacia una capacita-
cin profesional concreta, que podra
hacerse a travs del INEM o en el mbito
de la empresa.
La formacin del profesorado de FP se
aborda con un plan de Formacin Inicial
cuyos contenidos detalla, y otro de per-
feccionamiento del profesorado en ejerci-
cio, mediante cursos de perfeccionamiento
pedaggico, cursos de tcnicas directivas
y, tutoriales; cursos de didcticas especia-
les, y cursos de formacin en la empresa,
aparte de charlas, seminarios permanen-
tes, encuentros, etc.
DESCRIPTORES
Formacin Profesional, Enseanzas Me-
dias, Formacin del Profesorado.
R.D.
EVALUACION DEL POTENCIAL DE
APRENDIZAJE DE LOS DEFICIENTES
MENTALES Y MEJORA DE SU
RENDIMIENTO
INSTITUTO
ICE de la Universidad de Santiago de
Compostela.
EQUIPO INVESTIC;ADOR
Director: A. Dosil.
Colaboradores: O. Daz, L. Fernndez
Ros, F. Daz Fernndez, J.C. Pardo, A.
Garca Villamisar, M.C. Daz Rodrguez,
A. Maceira, F. Cadaveira.
DURACION
1982-1983 (XI Plan).
OBJETIVOS Y PLANTEAMIENTO
DE LA INVESTIGACION
Comprobar la modificacin experimen-
tada por un grupo de sujetos deficientes,
culturales y orgnicos, sometidos a un
entrenamiento corto utilizando como ins-
trumento del programa de entrenamiengo
algunas escalas del WISC, y comprobar la
mejora en un conjunto de habilidades
cognitivas de un grupo de deprivados cul-
turales a lo largo de un ao acadmico
con el programa de entrenamiento
MAMM-2.
Para ello se realizan dos experimentos
con diseos pre-post con grupos experi-
mentales (deficientes culturales y orgni-
cos) y un grupo de control.
Asimismo se realiza una amplia revi-
sin del concepto y los tests de inteligen-
cia, as como su relacin con el aprendi-
zaje, haciendo especial hincapi en la
teora de R. Feuerstein y analizando los
distintos enfoques en el estudio de la
deficiencia mental.
METODOLOGIA
A) Variables:
VI.: Tipo de deficiencia (cultural/or-
gnica). Programas de entrenamiento.
V.D.: Resultados en diversos tests de
habilidades cognitivas.
B) Muestras:
39 nios deficientes (20 orgnicos, 19
culturales) de entre 50 y 70 de CI y entre
10 y 15 aos (19 grupo experimental, 20
327
grupo de control) para el primer experi-
mento.
Ocho nios deprivados culturales de
menos de 90 de CI de seis aos (cuatro,
grupo experimental; cuatro, grupo de
control) para el segundo experimento.
C) Instrumentos:
WISC, Test de Retencin Visual de
Benton, Test de Clasificacin tablero de
bolas, QNST (primer experimento).
WPPSI (Wechler para Preescolar y Pri-
maria), Reversal Test de Edfelt, Matrices
Progresivas de Rayen, Test de Aptitudes
Cognoscitivas, Factor G de Cattell, Esca-
las de McCarthy (segundo experimento).
D) Anlisis estadsticos:
U de Mann-Whitney, Anlisis de va-
rianza de Friedman, Anlisis de coya-
rianza.
RESULTADOS
Se observa que el entrenamiento pro-
duce una mejora en los sujetos deficientes
culturales y orgnicos, al da siguiente
del tratamiento, en todas las escuelas de
la prueba paralela del WISC, excepto en
cubos, dndose transferencia de semejan-
zas y cubos para los orgnicos y en histo-
rietas para los culturales. Al mes se
observa tambin una mejora general ex-
cepto, para los orgnicos, en cubos y se
advierte transferencia en semejanzas y
cubos tambin para los orgnicos. Por
otro lado, se encuentra una mayor per-
manencia del aprendizaje en los dbiles
culturales frente a los orgnicos.
Asimismo, los deprivados culturales me-
joran en razonamiento, discriminacin
perceptiva y aspectos manipulativos, obser-
vndose la existencia de transferencia del
aprendizaje. Sin embargo, no hay resul-
tados concluyentes respecto a su perdura-
bilidad.
DESC:R1PTORES
Mejora de la inteligencia, Deficiencia
mental, Habilidades cognitivas, Inteligen-
cia.
GG
VALORACION DE LA CALIDAD
FORMATIVA DE LOS PROGRAMAS
DE ESPECIALIZACION
Y PERFECCIONAMIENTO
PROFESIONAL DEL PROFESORADO
DE EDUCACION ESCOLAR
INSTITUTO
ICE de la Universidad de Santiago de
Compostela.
EQUIPO INVESTIGADOR
Director: L. M. Sobrado.
Investigadores: J. Cajide, L. Doval, J.
R. Lorenzo.
Colaborador: E. Patifio.
DURACION
(XI Plan) 1981/86.
OBJETIVOS Y PLANTEAMIENTO
DE LA INVESTIGACION
El presente trabajo pretende ofrecer
una panormica global de las necesidades
formativas del profesorado del nivel de
preescolar, as como de las lneas de
actuacin futuras a la hora de llevar a
cabo seminarios o cursos. Consta de dos
partes:
Introduccin de carcter terico acer-
ca de la Teora de la formacin del pro-
fesorado y del currculum en educacin
preescolar.
Recogida y tratamiento de informa-
cin emprica de carcter descriptivo-
comparativo, que abarca los mbitos per-
sonal, profesional y formativo de dos
muestras: una de profesores en ejercicio y
otra de alumnos de la especialidad de
preescolar. Asimismo se evalan las acti-
tudes de profesores y alumnos, las activi-
dades formativas y los distintos semina-
rios realizados.
METODOLOGIA
La muestra est compuesta por 504
profesores en ejercicio en el mbito geo-
328
grfico de las t uatro provincias gallegas.
A esta muestra se le aplic un cuestiona-
rio titulado Diagnstico de necesidades
formativas de educacin preescolar. Este
instrumento, elaborado por el equipo
investigador, consta de 36 preguntas refe-
ridas a los mbitos personal, profesional
y formativo.
Asimismo, a una muestra de profesores
participantes en cursos de especializacin
en preescolar les fue aplicado un cuestio-
nario de evaluacin de uno de los semi-
narios y un Cuestionario de Evaluacin
global del conjunto de los seminarios.
El mtodo de anlisis de datos es fun-
damentalmente descriptivo-comparativo.
RESULTADOS
Entre las principales ideas derivadas de
la investigacin se citan las siguientes:
Los profesores sienten la necesidad
de conocer los principios cientfico-didc-
ticos que abarquen los patrones de des-
arrollo evolutivo: biolgicos, psicolgicos
y sociales derivados de la urgencia de una
estimulacin adecuada y puntual de los
sistemas neuronales y vegetativos para un
despliegue armnico del nio pequeo
en las diversas dimensiones de su perso-
nalidad.
Reclaman la organizacin de semi-
narios preferentemente sobre: lenguaje en
preescolar, educacin fsica y psicomotriz,
psicologa del nio, expresin plstica y
las experiencias sociales y naturales. Todo
ello consecuencia de la necesidad de un
aprovechamiento de los momentos de
desarrollo considerados ptimos para la
adquisicin de determinados aprendiza-
jes, hbitos y destrezas, imprescindibles
en su vida posterior.
Aproximadamente un 16 por 100 de
este profesorado tendra problemas para
llevar a cabo una enseanza en gallego.
De ah la necesidad de organizar cursos
de iniciacin y perfeccionamiento.
Mayoritariamente se inclinan por el
uso alternativo de las dos lenguas (gallego
y castellano) en todas las reas de prees-
colar. Y el 82,74 por 100 del profesorado
tiene una actitud positiva hacia el uso del
gallego.
Los alumnos en formacin conside-
ran como un objetivo prioritario en la
formacin del profesorado de preescolar
la posibilidad de realizar prcticas en cen-
tros de preescolar, en los que se efectan
experiencias innovadoras.
El nivel de satisfaccin global del
profesorado que particip en los cursos
de especializacin, respecto a: objetos,
contenidos, metodologa, documentacin,
actitud de apertura, etc., fue muy consi-
derable. Los fallos se atribuyen a ciertas
deficiencias organizativas y a la distancia
en ocasiones entre las expectativas o
carencias que el profesor siente perso-
nalmente en el contacto real con el pr-
vulo y el escaso rigor cientfico y/o inex-
periencia que pudieron percibir en algu-
nos profesores.
Los seminarios susceptibles de un
mayor enfoque didctico-prctico fueron
los ms altamente evaluados, mientras
que los que exigen un mayor grado de
abstraccin o bien presentaban una ms
dificil aplicabilidad concreta e inmediata
o tienden a ser valorados ms bajo.
DESCRIPTORES
Perfeccionamiento del profesorado, Edu-
cacin preescolar.
A.F.
PREPARAC:ION DE UNA
MULTIMEDIA PARA LA ENSEANZA
A DISTANCIA DE LA
QUIMICA FISIC:A.
(EL POTENCIAL QUIMICO.)
INSTITUTO
ICE de la UNED.
EQUIPO INVESTIGADOR
Salvador Senent Prez, Manuel Criado
Sancho, Pedro Valle Torralbo.
329
DURACION
1982-1985 (Plan XII).
OBJETIVOS Y PLANTEAMIENTO
DE LA INVESTIGACION
Configurar las unidades didcticas que
viene utilizando la UNED, pero modifi-
carlas en la forma de desarrollo de su
contenido. Cada Unidad Didctica se divi-
de en temas y ahora se propone apoyar
cada tema con una parte audiovisual.
METODOLOGIA
Se redacta el tex to de inf ormacin que:
A) Aparte de ser autosuficientes, deben
incluir a veces mas informacin que la
que requerira un texto para enseanza
directa, pues conviene incluir datos y
comentarios que en una enseanza directa
se ofreceran normalmente en la exposi-
cin oral del profesor.
Por ello, con cada tema se definen
objetiv os especf icos hacia los que debe
orientarse el aprendizaje del terna.
B) Incorporados al texto figuran ejerci-
cios de autocomprobacin, como son:
Preguntas de respuesta mltiple.
Cuestiones concretas de respuesta breve.
Afirmaciones conceptuales que pue-
dan ser ciertas o falsas.
Ejercicios de interpretacin y comen-
tario basados en hechos conocidos.
Ejercicios de clculo numrico y des-
arrollos matemticos basados en los
contenidos del tema.
Con estos ejercicios se ofrecen las res-
puestas razonadas.
C) Otro elemento es el audiov isual,
preferentemente un diaporama con im-
genes y sonido conjuntados, que aclarar
los problemas que se suscitan y cules
son los resultados a que se llega, unido a
la explicacin de cual es la base experi-
mental que se ha de tener en cuenta.
I)) Tambin se incluye la simulacin de
alguno de los ejercicios numricos de
autocomprobacin, propuestos en la parte
B de la multimedia mediante la utiliza-
( in de una computadora electrnica.
Concretamente, en esta investigacin se
ha desarrollado el tema Potencial Qu-
mico, propio de la disciplina de Termo-
dinmica Qumica, que forma parte del
tercer curso de la licenciatura en Qu-
mica. Comprende el guin del audiovi-
sual y el montaje del diaporama com-
prensivo de 120 diapositivas ordenadas y
coordinadas con la parte sonora. El dia-
porama est grabado en videocassette que,
como el listado y diskette conteniendo el
programa en lenguaje Basic, figuran de-
positados en la UNED.
RESULTADOS
El citado diaporama y diskette, que
eran el objeto de la investigacin.
DESCRIPTORES
Didctica de la Qumica Fsica. Mto-
dos de enseanza. Enseanza superior.
Medios audiovisuales. Enseanza a dis-
tancia.
R.D.
EL PAPEL DE LA INTERACCION
ENTRE IGUALES EN LA
ADAPTACION ESCOLAR
Y EL DESARROLLO SOCIAL
INSTITI TTO
ICE de la Universidad Complutense de
Madrid.
EQUIPO INVESTIGADOR
M. J. Daz Aguado (investigadora prin-
cipal), P. Falcn, A. Gonzlez, M. A.
Garca, A. Nicols, E. Aguilar, P. Tor-
nero y M.J. Martnez.
330
DURACION
1983-1985 (XII Plan).
OBJETIVOS Y PLANTEAMIENTO
DE LA INVESTIGACION
A) El contexto terico de la investi-
gacin es un estudio del papel del grupo
de iguales en el desarrollo desde cinco
perspectivas distintas:
1." Cognitivo-evolutiva: el grupo de
iguales como fuente de conflictos y rees-
tructuraciones cognitivas.
Etolgica: el papel de la interaccin
con compaeros en el control de la agre-
sividad, la conducta prosocial y la inno-
vacin.
3.d Sociogrupal: influencia de los igua-
les en la transmisin de las normas cultu-
rales.
4.d De las teoras del aprendizaje: el
grupo de iguales como agente de refuer-
zos y modelos.
5.d De la psicologa sovitica: origen
social de los procesos superiores y papel
evolutivo de la interaccin entre compa-
eros.
B) El objetivo general de la investiga-
cin es crear las bases para un modelo de
interaccin educativa que favorezca la
adaptacin escolar y el desarrollo social
del alumno a travs de la interaccin con
sus compaeros.
Los objetivos especficos son obtener
informacin de los siguientes puntos:
l.Papel de la familia (actitudes de
los padres ante la educacin y clase
social) en el proceso de integracin social.
2 . Q Diferencias en el conocimiento de
estrategias sociales entre nios aceptados
y rechazados por sus compaeros.
3. Q Proceso interactivo por el que sur-
ge la aceptacin o el rechazo.
4. 0 Relacin entre aceptacin de los
compaeros y otros criterios de adapta-
cin a la escuela (evaluacin del profesor)
y papel de la comprensin del sistema
escolar en la adaptacin.
METODOLOGIA
A) Hiptesis: Se formulan cuatro gru-
pos de hiptesis que corresponden a los
cuatro objetivos especficos.
B) Muestra: 67 nios (33 de primero de
EGB y 34 de segundo de preescolar) de
un centro de Murcia mixto y heterogneo
en cuanto a clase social.
C) Instrumentos de medida y procedi-
mientos de recogida de datos:
Para conocer el status socioecon-
mico (medido a travs de la ocupacin y
nivel de estudios de los padres ) la posi-
cin ordinal entre los hermanos y la edad
de comienzo de asistencia al colegio, se
consultaron los datos disponibles en el
centro.
Para conocer las actitudes de los
padres hacia la educacin se les pas el
cuestionario de Schaefer y Bell con ciertas
modificaciones.
En entrevista individual se aplicaron
a los nios las siguientes pruebas: cues-
tionario sociomtrico, conocimiento de
estrategias sociales y comprensin del sis-
tema escolar.
Para evaluar la interaccin con los
compaeros se dividi la clase en grupos
de cuatro nios y se les film un vdeo
durante 2 0 minutos, mientras realizaban
una tarea en comn. Las conductas de
interaccin se recogen en una matriz con
18 categoras.
La opinin de los profesores respecto
a cada alumno se midi mediante un
cuestionario.
D) Anlisis de datos: Anlisis de varian-
za y correlaciones entre las variables de
tipo familiar, evaluacin del profesor,
medidas sociomtricas y conducta interac-
tiva (variables de la matriz de observa-
cin).
RESULTADOS
a) Se favorece la interaccin con los
331
compaeros y la adap1.1( it'm del nio a la
escuela a travs de tics . n n tinides educati-
vas de los padres (im ita( I(na la auto-
noma, aceptacin del hijo y democracia).
b) La experiencia anterior con otros
nios favorece tambin la interaccin con
compaeros en la escuela (no juega el
mismo papel la interaccin con herma-
nos).
c) El proceso que subyace al rechazo de
los compaeros parece explicarse por las
siguientes variables:
rechazo de los padres hacia el hijo;
mal concepto del profesor seguido de
mala conceptualizacin por los com-
paeros;
deficiencia cognitiva del nio;
necesidad de llamar la atencin por
parte del nio acentuada por el hecho
de no recibir conductas positivas.
d) En lineas generales las relaciones
obtenidas entre los resultados de todas las
pruebas apoyan la validez de constructo
de todas ellas, aunque debe ser modifi-
cada la calificacin de algunas categoras
de la matriz de observacin.
DESCRIPTORES
Socializacin, interaccin, grupo de igua-
les, medidas sociomtricas, actitudes de
los padres, educacin familiar.
M.M.R.
EL AREA DE MATEMATICAS
Y SU DIDACTICA EN LAS ESCUELAS
UNIVERSITARIAS DE FORMACION
DEL PROFESORADO DE EGB
INSTITUTO
ICE de la Universidad de Salamanca.
EQUIPO INVESTIGADOR
Modesto Sierra Vzquez.
DURACION
1983-1985 (Plan XII).
OBJETIVOS Y PLANTEAMIENTO
DE LA INVESTIGACION
Son tres los objetivos de este inf orm e,
todos ellos relativos a las Escuelas de
Formacin del Profesorado de EGB:
1. Estudio retrospectivo de la situa-
cin del profesorado desde la ley de 17 de
julio de 1945 hasta nuestros das.
2. Estudio objetivo de la situacin del
rea de Matemticas y su didctica refe-
rente a los planes de estudio.
3. Estimacin de los recursos materia-
les a disposicin de los seminarios de
m atem ticas.
METODOLOGIA
Tratndose de un estudio en parte te-
rico en parte exploratorio de la situacin
del rea de matemticas y su didctica en
las Escuelas de Formacin del Profeso-
rado de EGB se han seguido dos mtodos
de recogida de datos:
1. En lo relativo al proceso histrico
de acceso del profesorado y planes de
estudio se han buscado las disposiciones
oficiales referentes a cada tema (reflejadas
al final de la memoria), y para la historia
ms reciente se incluyen tambin los
documentos elaborados por los grupos de
trabajo o los resultantes de las reuniones
convocadas por el MEC.
2. Para obtener los datos sobre la
situacin actual se ha elaborado una
encuesta a cumplimentar por los semina-
rios de matemticas y su didctica de
todas las Escuelas Universitarias de For-
macin del Profesorado de EGB estatales.
Esta encuesta est dividida en tres aparta-
dos que se corresponden con los tres obje-
tivos del informe y ha tenido respuesta de
aproximadamente 1/3 de todas las escue-
las de toda Espaa.
El nico tratam iento estadstico de esta
encuesta ha sido referente a porcentajes.
332
CONCLUSIONES
Las conclusiones finales del informe
son:
1. Se debe tratar de evitar las interini-
dades de ms de un ao de tal modo que
las plazas vacantes sean cubiertas en este
plazo.
2. Se debe urgir una reforma global
del plan de estudios con participacin
activa del profesorado.
cuentan las Escuelas de Formacin del
Profesorado de EGB son escasos, resul-
tando, por tanto, dificil llevar a cabo una
labor digna tanto en la enseanza como
en la investigacin.
DESCRIPTORES
Escuelas de Formacin de Profesores,
Matemticas.
3. Los recursos materiales con queL.Z.
333
R ES EKI A S
DE 11BR OS
R ES EKIAS
DE
LIBR OS
BLAUG, M., y MORENO, J.-L.: Finan-
ciacin de la educacin superior en
Europa y en Espaa. IESA/Siglo XXI,
Madrid, 1984, 220 pgs.
Uno de los grandes problemas que ha
padecido y padece nuestra educacin su-
perior es el de su financiacin, tanto des-
de el punto de vista del monto global de
recursos econmicos destinados a la mis-
ma, como desde la perspectiva de cmo se
recaban esos recursos, cmo se distribu-
yen y cmo se gestionan. Toda esta pro-
blemtica est suponiendo un enorme
lastre para nuestra Universidad; ello im-
pide que sta adquiera una mnima cali-
dad docente e investigadora y que res-
ponda a imperativos de progreso y jus-
ticia social de una sociedad que quiere
ser moderna y desarrollada. Como se-
ala M. Blaug, cualesquiera que sean
los objetivos que se persiguen, la forma
en que se financie la educacin permitir
o no que se logren.
Todo ello hace necesario, pues, un es-
tudio profundo acerca de la financiacin
de la educacin superior en Espaa y de
la posible mejora y racionalizacin de
la misma. En este sentido el libro de
Blaug y Moreno Becerra tiene una gran
importancia en estos momentos por cuan-
to en el mismo se aborda, precisamente,
esta problemtica.
En la primera parte del libro escrita
por M. Blaug se desarrolla un anlisis
terico de la financiacin de la educacin
superior desde un punto de vista econ-
mico. El profesor Blaug expone diversos
modelos para la toma de decisiones en
torno a la financiacin de la educacin
superior burocrtico, colegial y de mer-
cado y analiza, a su vez, las cuestiones
de la eficiencia y la equidad como los dos
parmetros bsicos que deben guiar cual-
quier plan de financiacin.
Eficiencia y equidad forman parte del
debate central que en estos momentos se
est produciendo en torno a la financia-
cin de la educacin. Frecuentemente apa-
recen como dos elementos contrapuestos;
se intenta, normalmente, demostrar que a
mayor eficiencia, menor equidad y vice-
versa. El problema fundamental, a nues-
tro entender, est en que el concepto de
eficiencia en educacin no es puramente
tcnico combinar inputs que produz-
can el mayor outputs posible y ofrecer
los tipos y montos de educacin que la
sociedad demande. El problema de la
eficiencia en educacin no se puede en-
frentar desde una lgica estrictamente
empresarial porque es tambin, y sobre
todo, un problema poltico. Ello es as
porque la educacin aun la educacin
superior no tiene objetivos exclusiva-
337
mente econmicos, sino ms bien sociales
y polticos. Desde esta perspectiva, la efi-
ciencia de las inversiones en educacin
no pueden medirse exclusivamente por el
grado de rentabilidad econmica de las
mismas, sino y sobre todo por su ren-
tabilidad social. As, por ejemplo, las
inversiones en educacin superior podran
ser tanto ms rentables tanto ms efi-
cientes cuanta mayor equidad social se
consiguiera con las mismas, independien-
temente de que la combinacin de in-
puts y outputs no fuera ecoonmica-
mente la ms adecuada o de que los tipos
y montos de educacin que se ofreciesen
no fueran exactamente los que el aparato
productivo de la sociedad demandara.
Blaug,
sin embargo, se plantea el an-
lisis de estos dos conceptos desde un
punto de vista puramente tcnico, aunque
en algunos momentos vislumbra la natu-,
raleza poltica de los mismos. Pese a ello
y debido a ello mantiene una posi-
cin
aparentemente asptica
que elude el
compromiso de un pronunciamiento per-
sonal acerca de las cuestiones objeto de
anlisis. Su trabajo queda reducido de
esta forma a un simple catlogo de mode-
los colegial, burocrtico y de mercado
y sus posibles aplicaciones concretas: bo-
nos educativos, prstamos y becas.
A este captulo terico sigue uno de
anlisis de la financiacin de la educa-
cin superior en Europa Occidental. Del
mismo caben destacar dos aspecos: a) la
tendencia en todo el mundo occidental a
cargar una porcin creciente del costo de
la educacin superior sobre los propios
beneficiarios: estudiantes y sus familias;
y b) en aras de una mayor eficiencia y
calidad de la enseanza se est acentuan-
do la seleccin de los efectivos que llegan
a la misma. El objetivo de fondo de am-
bas tendencias es, naturalmente, reducir
volumen global de recursos que los
estados destinan a la enseanza. Las con-
secuencias negativas que ello tiene para
la equidad social son obvias.
Ms inters tiene, desde nuestro punto
de vista, la segunda parte del libro. En
ella, J. L. Moreno, junto a un anlisis
terico muy general de la financiacin de
la educacin superior, realiza un estudio
concreto de esta problemtica en Espaa
desde la Ley General de Educacin de
1970 hasta la Ley de Reforma Universi-
taria de 1983.
Moreno Becerra seala para Espaa la
misma tendencia que Blaug haba apun-
tado para toda Europa Occidental: el Es-
tado ha intentado ir aproximando el pre-
cio de las tasas acadmicas al coste real
del servicio. Al respecto, este autor seala
un hecho que nos parece fundamental:
este proceso no ha ido acompaado de
una mejora del presupuesto destinado a
las ayudas que permitan el acceso a la
enseanza superior de los menos capaci-
tados econmicamente.
Estamos absolutamente de acuerdo con
el profesor Moreno en la valoracin de
estos hechos. No es criticable que el
Estado aproxime el precio de las tasas
acadmicas a su coste real, porque no es
cierto que una educacin superior gratui-
ta, en una sociedad como la nuestra, con-
tribuya ms a la equidad social que una
que no lo sea. Si se quieren atenuar las
desigualdades sociales no se puede tratar
de forma igual a los desiguales, porque
entonces las desigualdades se perpetuaran
y agudizaran. Lo ideal sera que aquellos
que poseen recursos econmicos sean los
que financien la educacin superior, aun
la de aquellos que no posean esos recur-
sos. Slo as, para el caso concreto que
nos ocupa, se conseguiran verdaderos
efectos redistributivos de la renta en nues-
tra sociedad.
Como demuestra empricamente More-
no Becerra, la educacin superior en Es-
paa es clasista: a ella slo tienen acceso
individuos de clases media y alta y un
escaso nmero de individuos procedentes
de las clases subalternas. El acercar las
tasas acadmicas a su coste real, si no va
acompaado de un generoso programa de
ayudas a los econmicamente dbiles co-
mo ha ocurrido y ocurre en Espaa, lo
que hace es, precisamente, acentuar el
carcter clasista de este nivel de estudios.
Partiendo de estos hechos, J. L. Moreno
analiza a continuacin posibles mtodos
338
de financiacin de la educacin superior
teniendo como gua la necesidad de ate-
nuar las desigualdades existentes en nues-
tra sociedad y la consecucin de una dis-
tribucin ms justa de la renta en la
misma. En este sentido realiza un anli-
sis, a nuestro entender muy acertado, de
los denominados prstamos-renta. El
rechazo de los mismos como frmula de
financiacin de la educacin superior lo
fundamenta Moreno Becerra en el hecho
de que debido a la barrera del desincen-
tivo, la deuda contrada, el impuesto
proporcional que suponen y sus efectos
intergeneracionales contribuyen a man-
tener y reproducir las desigualdades ya
existentes entre los distintos grupos so-
ciales.
Como alternativa, este autor junto
con H. Levin propone un mtodo de
financiacin de la educacin superior al
que denomina Derechos para la Edu-
cacin Superior (DES). Segn la pro-
puesta formulada, cada persona, una vez
alcanzado el nivel de estudios exigido
para ello, se hara acreedora de un DES.
Estos estaran compuestos de prstamos
y/o becas, y el monto total y su compo-
sicin (porcentaje de beca y porcentaje de
prstamo) dependera de los recursos fa-
miliares y otras caractersticas de los
estudiantes, aunque, como norma general,
J. L. Moreno propone que las personas
procedentes de' familias de muy escasos
recursos recibiran todo el monto en be-
cas, y los de familias acaudaladas en prs-
tamos, siempre que los solicitaran.
Los DES variaran tambin segn el
tipo de estudios elegido, dndose ms
apoyo a ciertos estudios de alta prioridad
social; variaran, a su vez, con la zona de
procedencia con el fin de igualar las
oportunidades de los estudiantes geogr-
ficamente distantes de los centros de es-
tudio.
La financiacin, por ltimo, de un
plan de DES recaera sobre un impuesto
directo de amplia base que recaiga sobre
empleados y empleadores, aunque se
contempla tambin la posibilidad de que,
a largo plazo, los DES lleguen a autofi-
nanciarse.
Estas seran a grosso modo las carac-
tersticas fundamentales de los DES. La
valoracin rigurosa de una propuesta tan
interesante y compleja como sta escapa,
evidentemente, a las posibilidades que
ofrece la simple recensin de un libro.
No queremos dejar pasar, sin embargo, la
oportunidad de apuntar algunas ideas al
respecto.
La propuesta de los DES al rechazar
los prstamos-renta como solucin a la
financiacin de la educacin superior,
por cuanto supone un avance notable con
respecto al actual sistema de financiacin
estatal de la educacin superior en Es-
paa, nos parece muy positiva. El solo
hecho de que el planteamiento de partida
sea la necesidad de pasar de un sistema
de financiacin estatal a las instituciones
a un sistema de financiacin estatal a los
individuos ya nos parece un gran avance
en el tratamiento de esta problemtica.
Debemos resaltar, sin embargo, que esta
frmula de financiacin slo nos parece
aceptable para la educacin superior, no
as para la educacin obligatoria, donde
s nos parece fundamental una financia-
cin universal a las instituciones pblicas
de educacin, al margen de que a deter-
minados individuos, por sus caractersti-
cas socioeconmicas, se les proporcione
las ayudas que sean necesarias.
Tenemos, con ' todo, ciertos reparos con
respecto a los DES tal y como han sido
formulados en este libro.
En primer lugar, poca importancia ten-
dran para la igualdad de oportunidades
cuestin que el propio J. L. Moreno
reconoce si no tenemos en cuenta que
el verdadero proceso de seleccin escolar
y social se produce durante el pero-
do de escolarizacin obligatoria. Por tan-
to, si no buscamos un plan de financia-
cin de estos niveles de escolarizacin
(incluidas las enseanzas medias, natu-
ralmente) para los que no nos parecen
adecuados los DES que atenen (en esta
sociedad no se puede pretender otra cosa)
el proceso de seleccin econmica y social
que en ellos se produce, estaramos inten-
tando facilitar la igualdad de oportuni-
339
dades slo entre los elegidos. La contri-
bucin de la educacin superior a la
redistribucin de la tema en nuestra
sociedad seria prcticamente nula.
En segundo lugar, el hecho de que
mediante los DES se d ms apoyo a
estudios socialmente prioritarios puede
tener, por razones obvias, efectos positi-
vos, pero tambin pueden ser una carac-
terstica negativa de los mismos. Estamos
pensando en la acusadsima tendencia
existente en nuestra sociedad de poten-
ciar los estudios cientfico-tcnicos ti-
les en detrimento de los estudios hu-
mansticos intiles. El economi-
cismo imperante propende a la formacin
de productores
olvidando la necesidad de
formar ciudadanos conscientes y capaces
de participar critica y activamente en el
desarrollo de la sociedad y en el disfrute,
creacin y recreacin de la cultura acu-
mulada por la humanidad en su devenir
histrico. Los DES pueden servir para
acentuar an ms esta tendencia.
En tercer lugar, no se concretan en
ningn momento los criterios para el
monto y composicin de los DES. En
base a qu criterios se va a determinar el
monto de los diferentes DES? Est claro
que la composicin de cada DES depende
de las caractersticas econmicas del indi-
viduo acreedor del mismo, pero es necesa-
rio especificar el nivel de rentas que
determinar dicha composicin.
En otro orden de cosas, qu importan-
cia se le concede a las calificaciones aca-
dmicas cara a la obtencin y composi-
cin de los DES? Esta es una cuestin
que no se menciona en ningn momento
y que nos parece que tiene cierta impor-
tancia en el problema que nos ocupa.
Respecto a todo ello nos preguntamos si
los DES no aumentarn la complejidad
burocrtica de los ya complicados trmi-
tes para conseguir que el Estado conceda
ayudas financieras a los individuos. Si
ello fuera as, los DES podran actuar
'como elementos de desincentivacin, so-
bre todo para aquellos individuos de las
clases subalternas que quisieran acceder a
la educacin superior, con lo cual el
objetivo ltimo de los DES se anulara.
Por ltimo tenemos serias dudas res-
pecto a que las personas de renta alta
soliciten un DES que estara compuesto
de prstamos para estudiar. Si ello
fuera as los DES podran quedar reduci-
dos a un plan de becas de diferente cuan-
ta. Ello no estara mal, pero el plan de
DES al 'no autofinanciarse pocas o nin-
guna persona solicita los prstamos y
al estar financiados por trabajo y capital
(todos conocemos el desigual tratamiento
fiscal en la prctica que reciben estos
dos tipos de rentas) perdera buena parte
de sus efectos redistributivos. Por esta
razn consideramos ms justo socialmente
que los DES sean financiados por las ren-
tas de capital o rentas del trabajo ele-
vadas, ya que slo as se conseguira un
trasvase real de recursos desde los sectores
sociales acomodados a los de nulos recur-
sos econmicos.
Todo ello significa, naturalmente, un
rechazo de los DES. Insistimos en que
nos parece una idea muy interesante a
estudiar, madurar y profundizar, de tal
forma que se eliminen sus posibles efec-
tos perversos.
En suma, un libro muy interesante el
que aqu hemos comentado. Escrito en
un lenguaje sencillo y directo pese a la
complejidad y dificultad intrnseca de la
problemtica que plantea y que supone
un aporte esencial para el necesario de-
bate en torno a la financiacin de la edu-
cacin superior en Espaa.
JOSE RODRIGUEZ GUERRA
FERRAN FERRER: L'Educaci sexual a
preescolar i EGB. Ediciones CEAC, Bar-
celona, 1986.
No es extrao que a medida que la
educacin y formacin del ser humano
corre a cargo, cada vez de forma ms glo-
bal, de la institucin escolar, sta vaya
ampliando su preocupacin por atender a
340
las distintas facetas del desarrollo de la
personalidad de los individuos que tienen
encomendados y de cuyos resultados edu-
cativos es altamente responsable.
La generalizacin de la obligatoriedad
del paso por la escuela para todos los
ciudadanos en las sociedades democrti-
cas es un fenmeno bastante reciente.
Fruto de las revoluciones burguesas del
siglo pasado, la escuela es ahora la insti-
tucin imprescindible a la que debe acu-
dir todo ciudadano desde la ms tierna
infancia hasta su acceso a la vida adulta.
El paso por la escuela no solamente se
ha hecho obligatorio para todos, sino que
el tiempo de permanencia en ella se ha ido
ampliando de forma paulatina, hasta cu-
brir prcticamente toda la niez y la ado-
lescencia. Es por eso, que se ha ido am-
pliando tambin la intervencin del Es-
tado en las distintas facetas de la for-
macin de los individuos. La escuela es
responsable tanto de la formacin de la
personalidad como de la formacin profe-
sional y social de los futuros ciudadanos,
para que stos puedan participar activa-
menteen la sociedad adulta.
La educacin sexual no es ms que un
aspecto del desarrollo de la personalidad,
tanto individual como colectiva del ser
humano, en las diferentes etapas de su
desarrollo vital.
Como muestra el autor en el tercer ca-
ptulo del libro, el inters por la educa-
cin sexual no empez a debatirse, en los
distintos pases de Europa, hasta princi-
pios de este siglo, y no llega a plasmarse
en norma oficial o con carcter de inters
obligatorio para introducirlo en la escuela,
hasta la dcada de los setenta en la mayo-
ra de ellos. Llama la atencin que un
aspecto tan fundamental para la felicidad
del ser humano y su buena convivencia,
sea tan difcil de ser aceptado por la socie-
dad como elemento del que pueda encar-
garse la escuela, en tanto que formacin
de la personalidad de sus educandos. A la
escuela se le confa fcilmente la educa-
cin profesional, moral y cvica y, sin
embargo, se prefiere dejar este aspecto
relegado al mbito de lo privado, como
tema molesto e inquietante.
En lo que se refiere al tema de la edu-
cacin sexual, en nuestro pas, de acuerdo
con los datos aportados por el autor, no
difiere tanto de como pudiramos pensar
del resto de los pases europeos; simple-
mente se sita con unos aos de re-
traso debido a nuestra historia reciente.
As, por ejemplo, en Francia no fue hasta
1973 que se public una circular donde se
establecan las lneas generales de intro-
duccin de la informacin sexual en las
escuelas, pese a que el debate sobre el tema
haba empezado bastantes aos antes. En
Alemania, despus de varios intentos en
los distintos lands, no fue hasta 1968
que la Conferencia de Ministros de Edu-
cacin de todos los Lands aprob un do-
cumento unitario sobre
Recomendacio-
nes sobre la educacin sexual en las
escuelas.
En Dinamarca, fue en 1970 que
el Parlamento aprob una Ley para im-
plantar la educacin sexual...
En Catalua, zona que estudia el autor
del libro, la Generalitat, en 1980, tom la
iniciativa de estudiar el tema para intro-
ducir la educacin sanitaria en la escuela
y finaliz en 1981 un proyecto titulado
Proyecto de Programa de Educacin Sa-
nitaria en
la Escuela (Preescolar y EGB) ,
Edicin experimental,
donde uno de los
apartados es la educacin sexual. El autor
del libro analiza este programa y lo critica
por su aspecto de confusin, de enmasca-
ramiento con temas mdicos y profilcti-
cos y, especialmente, por su carencia de
enfoque pluridisciplinar.
La aportacin principal del libro es la
toma de posicin, por parte del autor, por
lo que debe ser la educacin sexual en la
escuela, aspectos que desarrolla muy bien
en los captulos IV y V. Despus de un
largo repaso por los distintos enfoques
que se le han dado a la educacin sexual
en la escuela, el autor se decanta por la
experiencia interdisciplinar gradual y c-
clica, como la mejor manera de introducir
este tema en ella; considera que es preciso
eliminar todo lo que suponga segregacin
y marginacin en su tratamiento, por
parte de quien lo imparte como por la
manera de impartirlo.
Su postura procede de una experiencia
341
realizada en un centro de la provincia de
Barcelona (Escuela de Sant Jordi, de Pine-
da de Mar) en 1980-81, que supuso la par-
ticipacin e implicacin de todo el profe-
sorado, contando con la actitud positiva
de los padres y de la direccin. Se inicia-
ron con el planteamiento de la introduc-
cin del uso correcto de vocabulario a
nivel de preescolar, introduciendo gradual-
mente el tema en las distintas asignaturas,
ampliando su complejidad segn los ci-
clos, abriendo siempre el debate de acuer-
do con una programacin establecida.
En el ciclo superior no se cieron sola-
mente al aspecto fisiolgico de la evolu-
cin de la sexualidad individual o aspectos
como embarazo, parto, sino que incluye-
ron tambin temas de cariz ms amplio y
social como son el divorcio, el aborto, la
prostitucin, etc., para debatirlos abierta-
mente en el mbito del aula.
Esta experiencia no ha podido ser eva-
luada como gusta a los experimentalistas
en educacin, que tratan ciertos efectos
educativos en los alumnos como si se tra-
tara de cobayas en laboratorio, con grupo
de control y grupo experimental, y cuan-
tificando sus efectos.
El autor, con muy buen talante, sabe
que no es posible medir los efectos de la
introduccin de la educacin sexual en la
escuela de esta manera, y se niega a caer
en esta trampa slo para contentar a los
cuantitativistas. El resultado y la infuen-
cia positiva de esta medida slo es posible
captarla a largo plazo, como muy bien in-
dica en el primer capitulo al hablar de las
implicaciones futuras en una correcta edu-
cacin sexual. Sus efectos se miden en re-
sultados de salud mental, bienestar y ma-
yor confianza entre generaciones y padres.
Sin embargo, el clima en la escuela donde
se llev a cabo la experiencia, el autor lo
define como positivo, sin concretar ms
los resultados del ao que dur la expe-
riencia.
Otro punto importante en su enfoque es
la conexin que hace del tema con la
cuela coeducativa, en tanto que la escuela
no segregada, que introducida en las lti-
mas dcadas de forma generalizada tiene
efectos sociales a largo plazo, en cuanto a
una mayor igualdad entre los sexos. Su vi-
sin de la educacin sexual, por tanto, est
muy relacionada con la distribucin de los
roles genricos. El respeto mutuo entre los
sexos surge como resultado del sano cono-
cimiento de la realidad de cada uno de
ellos, y de la posibilidad de comunicacin
y discusin de temas puestos en comn.
Creo que su planteamiento, de claro
inters, responde a una escuela ideal mo-
delo, donde la participacin del profeso-
rado y de la direccin sea mxima y donde
haya una buena predisposicin por la re-
novacin pedaggica. Puesto que no se
trata de introducir una asignatura ms,
sino de introducir el tema sexual en las
distintas materias impartidas. Otro aspecto
importante de su enfoque es que no se
plantea como una asignatura dada por
expertos, ni segregada del resto de las
materias, sino que partiendo de todas ellas
y con la participacin del propio profeso-
rado, es introducida como factor vital de
convivencia del que es preciso saber, o co-
nocer, poder hablar, y exponer cuntas
dudas e incgnitas se presenten a los
alumnos. Sabemos, no obstante, que esto
requiere un profesorado sano y equilibra-
do y no perturbado por el tema, a fin de
que el resultado sea la transmisin de una
mejor confianza y convivencia entre los
seres.
Pese a todo, lo que demuestra que no es
un tema fcil de introducir es la necesidad
de justificacin y ajuste de definiciones
que el autor hace al presentar el libro y
cada uno de los temas tratados.
El libro contiene, al final, un Anexo
donde se incluye el modelo de programa-
cin global de la educacin sexual en sus
diferentes etapas, desde Preescolar hasta el
Ciclo Superior de EGB, que puede servir
de referencia y modelo de consulta a quien
est interesado en ello.
NURIA GARRETA
342
FRANCISCO GARCIA NOVELL: men-
tar el peridico. La prensa en la escuela.
Grupo Cultural Zero, 1986, 150 pgs.
Con este libro se inicia un ambicioso
trabajo divulgativo
llamado Proyecto Di-
dctico Quirn,
que intenta ofrecer alter-
nativas para afrontar las nuevas situacio-
nes que plantea el aprendizaje. El mvil
del proyecto es que los sujetos que estn
implicados en el proceso educativo y que
entienden la educacin como
autoforma-
cin,
obtengan los medios para su logro.
El proyecto quiere facilitar mediante tex-
tos y aportaciones el desarrollo de esta
labor. Est destinado a los distintos nive-
les de Preescolar, Bsica, Enseanzas Me-
dias, COU
y Escuelas de Adultos, a los
alumnos con material didctico y a los en-
seantes, como gua de trabajo para el
aula.
El primer libro del proyecto es el del
periodista Francisco Garca
Novell, que
ha dedicado muchos aos al trabajo de in-
troducir el peridico en la dinmica de las
aulas, y a la relacin entre los medios de
comunicacin y los jvenes en su labor en
TVE con un interesante programa llama-
do Informativo Juvenil.
El libro es otro intento del autor de
acercarnos a los medios de comunicacin
social, y para ello va sealando lo impor-
tante que es que la escuela no olvide el
papel potencial que ejerce la informacin.
Muchos educadores intentan que la prensa
sea un elemento ms del material usado
en el aula, pero como dice Garca
Novell,
es fcil caer en un trabajo repetitivo
y
aburrido, y corre el peligro de que el
alumno lo entienda como una asignatura
ms y utilice los peridicos como libros de
texto.
De lo que se trata, dice, es de que el
peridico sea realmente una pasarela en-
tre la escuela y la vida, y para esto debe
de tratarse como de un juego, porque es
importante que los chicos se sientan (os
sintis) de verdad, integrados en la reali-
dad para que comprendan esa realidad,
para que la asuman con curiosidad.
Como tarea escolar propone inventar
un peridico, y para ello comienza ofre-
ciendo una completsima informacin de
cmo es el proceso de elaboracin de un
diario, sus secciones, talleres, las fuentes
de informacin, las agencias, las corres-
ponsalas,
los gneros periodsticos, etc.,
aumentado con un diccionario de trmi-
nos periodsticos.
Es un libro muy interesante y prctico
para alumnos y profesores, no slo para
saber llevar a cabo una actividad tan im-
portante como la invencin de un peri-
dico en la escuela, sino que es una buena
gua para conocer un peridico y saberlo
leer.
ISABEL DIEZ DEL POZO
HUMBERT BOADA:
El desarrollo de la
comunicacin en el nulo. Anthropos,
Barcelona, 1986. 140 pginas.
El desarrollo de la comunicacin en el
nio, de Humbert Boada, es el primero de
una coleccin de libros de la Editorial
Anthropos que bajo el nombre genrico
de Psicologa dirige Ignasi Vila, Doctor
por la Universidad de Barcelona. Tiene
como objetivo publicar obras desconoci-
das y trabajos inditos en lengua castella-
na que sean aportaciones innovadoras
para la actual Psicologa.
El autor proporciona una visin gene-
ral sobre el tema, y su trabajo parte de la
perspectiva de la comunicacin como un
desarrollo de habilidades lingsticas cog-
nitivas y sociales, donde destaca la impor-
tancia que tiene el contexto para el primer
lenguaje y hace evidente la necesaria pre-
sencia del adulto como vehculo de apren-
dizaje, ya que entre el nio y su cuidador
se establecen unas normas que regulan
una relacin social y que son la base para
la interaccin comunicativa. El nio, pro-
gresivamente, se va distanciando de este
entorno para adquirir formas culturales
de comportamiento similares a las adul-
tas. Boada se remite a las investigaciones
343
de autores como Dor, Mc. Sane, Vila, y
los trabajos de De Laguna, Hallyday,
entre otros.
Conclusin sintetizadora y una amplia
bibliografa, que marca las pautas bsicas
para posteriores investigaciones.
Otro punto importante aqu tratado, y
que recoge las hiptesis de Piaget, es el
concepto de egocentrismo como elemento
de relevancia a tener en cuenta frente al
estudio del desarrollo de la comunicacin.
Tambin considera como factor decisivo
una de las habilidades esenciales de la
competencia comunicativa: el lenguaje
hablado, que se manifestar mientras el
nio vaya adquiriendo su propia autono-
ma y ser a la postre un lenguaje pecu-
liar y no un lenguaje adulto deformado.
El libro contiene tambin una breve
exposicin de la teora de Vygotsky, que
aunque es escaso el conocimiento de su
trabajo en el mundo occidental, ltima-
mente est siendo muy considerado en las
investigaciones psicolgicas. El se interes
particularmente en el aspecto funcional
del lenguaje, y concibe el lenguaje como
un instrumento lingstico. Se dan cita en
este apartado del libro otras teoras a
favor y en contra, que son materia de
cierta polmica.
Un captulo a mencionar aparte es la
comunicacin de los bilinges, que el
autor lo desarrolla ampliamente, basn-
dolo en sus propias investigaciones, mate-
ria central de su competencia. Muchos
aspectos de su trabajo (realizados en cola-
boracin con otros) demuestran que los
bilinges toman conciencia lingstica
antes que los monolinges, y esto con-
cuerda con la idea original de Vygotsky de
la importancia del bilingismo en el es-
tudio del desarrollo del lenguaje. Por su
estudio obtuvo recientemente el doctorado
en la Universidad Ren Descartes, de Pars.
Es un libro, en general, rico en cuanto a
aportaciones, al recoger estudios de dife-
rentes autores que completan valiosos
puntos de vista sobre el tan variado tema
de la evolucin comunicativa en el nio.
Boada hace una exposicin de lo que
hasta ahora se ha investigado. Es bastante
plural, por lo que a interpretaciones se re-
fiere. El libro, en fin, se completa con una
ISABEL DIEZ DEL POZO
IGNASI VILA: Introduccin a la obra de
Henri Wallon.
Anthropos. Barcelona,
1986. 118 pginas.
Ignasi Vila
en este libro hace una expo-
sicin breve y sinttica de los trazos funda-
mentales de las investigaciones que sobre
la Psicologa Evolutiva hizo Henri Wallon
(1879-1962). Considera el autor esta apor-
tacin como fundamental en la actual Psi-
cologa. Una obra que, por supuesto, man-
tiene an su vigencia.
Toda la investigacin de Wallon parte
del estudio de la personalidad como uni-
dad que integra procesos biolgicos y so-
ciales, y de esta relacin, que l la explica
con un planteamiento dialctico, surge la
toma de conciencia. El estudio y desarrollo
de esta conciencia ser la clave de la obra
walloniana. El intento de explicacin de
la especie humana con un
planteamiento
interaccionista
lo sita en uno de los pri-
meros puestos de la Psicologa Infantil.
Wallon,
junto con Vygotsky, abogan
por la investigacin de la personalidad en
su conjunto, mientras que Piaget se centra
en el estudio de las estructuras. Por tanto,
la concepcin de estadio del desarrollo en
ambos es diferente. Para Wallon los esta-
dios no son compartimentos extraos que
se sucedan uno tras otro, sino que pueden
producirse anticipaciones. En cada estadio
las relaciones que se tienen con el medio
son de diferente intensidad, dando al com-
portamiento del nio un estilo particular.
La formacin de Wallon junto a figuras
como Janet, Caparede, etc., inducir en l
un inters por el origen y desarrollo de los
procesos psicolgicos. Con Piaget y Vygot-
sky coincide en que para poder explicar el
psiquismo humano habra que abordar su
estudio genticamente.
344
Vila seala unas nociones claves para
entender la teora de Wallon, como la
emocin, que sera la primera conducta
que va a organizar el comportamiento in-
fantil, el movimiento, la imitacin, el
socius, que es el compaero perpetuo del
yo en la vida psquica, o el alter, que es
producto del ambiente y que juega un
papel mediador entre el mundo interior y
el entorno.
La obra de Wallon, segn el autor, pue-
de tener ciertas complicaciones de com-
prensin en sus planteamientos, pero Vila
alcanza una buena sntesis asequible, y lo
ms principal del pensamiento wallonia-
no se pierde por ello.
ISABEL DIEZ DEL POZO
VARIOS:
Jornadas de Estudio sobre Uni-
versidad, Cooperativismo y Economa
Social. Edita: Ministerio de Trabajo y
Seguridad Social. Madrid, 1986.
En noviembre de 1984 el Ministerio de
Trabajo y Seguridad Social organiz en
Segovia unas Jornadas de Estudio sobre
Universidad, Cooperativismo y Economa
Social.
El presente libro, homnimo a las jor-
nadas que comentamos, recoge las diversas
ponencias, mesas redondas y comunica-
ciones sobre dicho encuentro.
El libro consta de cuatro partes: I. Estu-
dio y anlisis del concepto de Economa
Social. Se destaca el papel del Cooperati-
vismo como una respuesta histrica a este
tipo de Economa, centrndose en el papel
jugado en Espaa y Francia. II. Uni-
versidad y Cooperativismo, desarrolla las
actividades y experiencias universitarias
espaolas en la formacin e investigacin
cooperativa. III. Esta parte se centra en las
actividades, objetivos y posibilidades de
implantacin en Espaa del Centre Inter-
national de Recherches et d'Information
sur l'Economie Publique, Social et Coo-
perative (CIRIEC), organismo no guber-
namental fundado en 1947, con sede en
Lieja (Blgica). IV. Captulo que recoge
nueve comunicaciones centradas en los
temas anteriores. El libro finaliza con
una biografa monogrfica del tema.
Dejando a un lado los temas referidos a
la economa social o participativa, o re-
lativos al cooperativismo, cuya pretensin
es desarrollar la filosofa de los pioneros y
seguidores del cooperativismo y concor-
darlos a las realidades econmicas y socia-
les de la actualidad, nos centramos en los
captulos dedicados a la Educacin y Coo-
perativismo, mxime teniendo en cuenta
la especialidad y lectores de la Revista a la
que va dirigida la presente recensin.
La praxis del Cooperativismo en Espa-
a es una realidad: se calcula un censo
aproximado de 20.000 cooperativas, con
4.100.000 asociados, predominando los
8.000 de trabajo asociado, e incluso tenien-
do en cuenta la mortalidad de este tipo de
empresas. Este dato es un somero apunte
de la realidad para darnos cuenta del xito
de esta modalidad econmica. Pero se im-
pone una pregunta: la educacin, en los
diversos niveles, debe dar respuesta a la
realidad e intentar estar a la altura de las
circunstancias? Cmo responde sta? Qu
presencia tiene el cooperativismo en sus
diversas manifestaciones: histricas, filo-
sficas, econmicas, etc., dentro del curr-
culum escolar? Qu permeabilidad tiene
la Administracin educativa frente al Coo-
perativismo? La respuesta es poco opti-
mista, a saber: las ponencias y coloquios
sobre Cooperativismo y Universidad son
loables expresiones de ilusionados en el
tema, mas no presentan un marco curricu-
lar concreto sobre la integracin del Coo-
perativismo en la Enseanza, no basta con
sugerir tesis doctorales. El resumen de los
contenidos expresados en el libro, es una
sarta de lamentos en muchos momentos
de esperamos y de experiencias indivi-
duales. Por otra parte, si tenemos en cuen-
ta que la Universidad es la ms alta expre-
sin cientfica del proceso educativo, por
qu el cooperativismo est ausente de los
programas de EE.MM., mxime teniendo
en cuenta que desde el nivel preuniversi-
tario tambin se accede al mundo produc-
tivo?
345
Pues bien, recordando el punto de vista
(la cantidad de poblacin activa que acta
en este sector) debemos decir que el coope-
rativismo est tristemente ausente de los
planes de EE.MM
., y ms triste es que est
de los de FP.
Por otra parte, si recordamos la regla de
oro del cooperativismo, ya inspirada por
los pioneros de ROCHDALE: La Educa-
cin Cooperativa, es una razn ms que
est presente en los planes educacionales,
porque no slo es suficiente la formacin
de buenos tcnicos y especialistas, sino
tambin personas sensibles en el tema.
Adems, si hoy se pregona la participa-
cin, la cooperacin, el alumno como
protagonista de su propio proceso, etc., y
tantos otros tpicos-utpicos, qu mejor
que una simulacin didctica-cooperativa
como mtodo educacional?
Ciertamente, con este tipo de actos (las
jornadas) y tipo de publicaciones (el pre-
sente libro) algo se consigue, mxime si
hay representacin oficial (El Director Ge-
neral de Cooperativas y Sociedades Labo-
rales).
Pero ni el acto es suficiente frente a la
realidad, ni esta publicacin, abundante
en testimonios pero escasa en una oferta
programtica y pragmtica, capaz o de ser
introducida en los currculum, al menos
en los dos ltimos niveles educativos, o
presentar alternativas potencialmente asu-
mibles por los reformadores de los planes
de estudio, que en el actual momento hay
bastantes. Quedmonos, de momento, con
las esperantas, felicitaciones a la Adminis-
tracin por la convocatoria y organizacin
del acto, pero no pensemos que slo la
Administracin es capaz de fomentar la
educacin cooperativa, existen ms res-
ponsables que llevan ejerciendo cierto pro-
tagonismo desde hace tiempo con diversas
administraciones.
ROGELIO BLANCO MARTINEZ
346
Adjunto Taln .
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Giro Nacional DIC.


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REGLAS GENERALES
PARA LA PRESENTACION DE TRABAJOS
1. Los autores remitirn sus manuscritos (con direccin de contacto) al Direc-
tor. Este los enviar al Consejo de Redaccin para su seleccin de acuerdo con
los criterios formales (normas) y de contenido de la Revista de Educacin.
2. Todos los trabajos debern ser presentados a mquina, por duplicado, en
hojas tamao DIN-A-4 por una sola cara, a dos espacios.
3. La extensin de los trabajos no sobrepasar las treinta pginas.
4. Previo a cada artculo deber figurar un resumen en espaol que no exce-
da de 150 palabras.
5. Al final del trabajo se incluir la lista de referencias bibliogrficas, por
orden alfabtico, que debern adoptar la forma siguiente:
a) Libros: el apellido del autor, seguido de las iniciales de su nombre, ttulo
del libro subrayado, lugar de edicin, editorial y ao de edicin.
b) Revistas: el apellido del autor, seguido de las iniciales de su nombre, ttulo
del trabajo, nombre de la revista subrayado, nmero de volumen sub-
rayado, nmero de la revista cuando proceda, entre parntesis, ao de
publicacin y las pginas que comprende el trabajo dentro de la revista.
6. En las citas textuales ir entrecomillado y seguido por el apellido del autor
de dicho texto, ao de publicacin y la pgina o pginas de las que se ha
extrado dicho texto, todo ello entre parntesis.
7. Las tablas debern ir numeradas correlativamente y se enviarn en hojas
aparte, indicando en el texto el lugar y el nmero de la Tabla a insertar en cada
caso. Los ttulos y leyendas de las mismas irn en otras hojas, asimismo nume-
radas.
8. Los grficos se presentarn en papel vegetal o fotografa. (Nota: Una pre-
sentacin con poco contraste hace imposible su publciacin.)
9. El consejo de redaccin se reserva la facultad de introducir las modifica-
ciones que considere oportunas en la aplicacin de las normas publicadas. Los
originales enviados no sern devueltos.
10. La correccin de pruebas se hace cotejando con el original, sin corregir la
ortografa usada por los autores.
REVISTA DE
EDUCACION
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