Artigo La Infância - Philippe Ariès - Originalmente Publicado Na Enciclopedia Italiana Einaudi
Artigo La Infância - Philippe Ariès - Originalmente Publicado Na Enciclopedia Italiana Einaudi
Artigo La Infância - Philippe Ariès - Originalmente Publicado Na Enciclopedia Italiana Einaudi
E D U C A C I O N
281
HISTORIA DE LA INFANCIA
Y DE LA JUVENTUD
PHILIPPE ARIES La Infancia.
BARBARA FINKELSTEIN La incorporacin
de la infancia a la historia de la educa-
cin.
SIMONETTA ULIVIERI Historiadores y so-
cilogos en busca de la infancia. Apun-
tes para una bibliografa razonada.
REYNA PASTOR
Papel e imagen de la
juyentus en la Espaa Medieval.
TERESA-MARIA VINYOLES I VIDAL Apro-
ximacin a la infancia y la juventud de
los marginados. Los expsitos barcelo-
neses del siglo XV.
ANN TAYLOR ALLEN: Jardines de nios.
Jardines de Dios: kindergartens y guar-
deras en Alemania en el siglo diecinueve.
JULIA VARELA Aproximacin geneal-
gica a la moderna percepcin social de
los nios.
CAROLYN STEEDMAN La madre con-
cienciada: El desarrollo histrico de una
pedagoga para la escuela primaria.
BLAS CABRERA MONTOYA Limitaciones
del anlisis de Marx sobre la legislacin
fabril en El Capital. Discusin a prop-
sito de su valoracin sobre las clusulas
educacionales.
ANN L SCHNEIDER La historia de la in-
fancia y la juventud en Europa Occiden-
tal y en los Estados Unidos, 1630-1680:
Un currculo de historia social para la
enseanza secundaria
SEPTIEMBRE-DICIEMBRE
1986
CONSEJO DE DIRECCON CONS DE REDACC:10
PRESIDENTE:,
Alfredo Prez Rubalcaba
Secretario General de Educacin
VOCALES:
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Director General de Renovacin Pedaggica
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Director General de Centros Escolares
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Director General de Promocin Educativa
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Experimentales
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del Profesorado
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Sulxlirector General de Ordenacin
Acadmica
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CONSEJEROS:
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EQUIPO DE REDACCION:
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ASESORES:
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M. a Dolores Gonzlez Portal
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Revista cuatrzmestral
Publicaciones de la Secretaria General de Educacin
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Edita: Centro de Publicaciones del MEC
Ciudad Universitaria: 28040 Madrid (Espaa)
Depsito Legal: M. 57,1958
NIPO: 177-86-020-5
Imprime: Grficas Monterreina, S. A. Valentin Llaguno, 14. 28019 Madi id
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La revista no comparte necesariamente las opiniones y juicios expuestos
en los trabajos firmados
Nmero 281Septiembre-Diciembre 1986
SUSCRIPCIONES EN EL
CENTRO DE PUBLICACIONES
DEL MINISTERIO DE EDUCACION Y CIENCIA.
CIUDAD UNIVERSITARIA - 28040 MADRID (ESPAA) Telfono 449 67 22
un": Aalcia
ARBARA FINEIN: icorporacin de la infancia a la h
toria de la educacin1 9
IMONETEA ULIVIERE: Historiadores y socilogos en busca de la
infancia. Apuntes para una bibliografa razonada
FYNA PAsToR: Papel e imagen de la juventus en la Espaa
medieval
ERESA-MARIA VINYOLES I VIDAL Aproximacin a la infancia y
la juventud de los marginados. Los expsitos barceloneses
el siglo XV
NN TAYLOR ALLEN: Jardines de nios. Jardines de Dios: Kin-
dergartens y guarderas en Alemania en el siglo XIX
VARELA: Aproximacin genealgica a la moderna percep-
("in social de los nios
NAS
ROLYN STEEDMAN: La madre condenciada: El desarrollo
histrico de una pedagoga para la escuela primaria
LAS CABRERA MONTOYA: Limitaciones del anlisis de Marx
sobre la legislacin fabril en El Capital. Discusin a pro-
psito de su valoracin sobre las clusulas educacionales2 1 '
VESTIGACIONES Y EXPERIENCIAS
L. SCHNEIDER: La historia de la infancia y la juventud en
uropa Occidental y en los Estados Unidos. 1 630-1 680: Un
nimio de historia social para la enseanza secundaria ...
Pgs.
MAMA DE WS ANGELES GIL ESTALLO:
Estudio sobre integracin,
comportamiento, participacin, grupos y liderazgo de los
universitarios de los dos primeros cursos de la Facultad de
Ciencias Econmicas y Empresariales de la Universidad de
Barcelona
243
INFORMES Y DOCUMENTOS
HANS GLCKEL:
La formacin del profesorado en una sociedad
moderna
265
HANNELORE FAHISTICH-WIELAND:
a_.a
formacin en inform-
tica corno formacin general para el siglo XXI?
277
GUZMN ALONSO MORENO:
La formacin del profesorado en
Honduras. Algunas reflexiones al respecto
287
JEMIS PAZ
FERNNDEZ: La alfabetizacin por radio: El caso de
Radio ECCA
293
BIBLIOGRAFIA
INES CHAMORRO FERNNDEZ y CRISTINA RODRGUEZ VELA:
Bibliografa sobre educacin preescolar 307
RESEAS DE INVESTIGAGION 315
RESEAS DE LIBROS
337
En 1960 apareci publicada e Paris L'Enfant ei familiale sous l'Ancin Rglale de Phi-
lippe Aries. a la sazn jefe del departamento cle dm cimentacin del Instituto de investigacin
aplicada de hutas tropicales y sulatopicales, instinu HM fundada por importantes hombres de
negocios, grandes terratenientes en las colonias hanc esas del I.ejano Oriente. En los pi inicios
aos cuarenta, el joven Aries descubri en la Biblioteca Nacional de Pars los escritos de Mitre
Bloch y de Lucien Febyre, los fundadores de los An p iales. Descubri la sociologa que sus amigos
n compaeros de la Action franaise muy ligada a su familia de vieja tradicin catlica y conser-
vadora y en la que el milit activamente haban calificado de falsa y de juda. Aries termin
rompiendo con la Action Franaise y con su mentor, Charle Mataras, antes de que acabara la
guerra y se refugi en la investigacin histrica, en la entonces novedosa histoire des mentalits.
Lo cierto es que, en los primeros aos sesenta, la que fue su cuarta obra. L'Enfant et la vie
familiale sous 'Anejen Rgime, apenas despert ningn inters en los medios intelectuales fran-
ceses e internacionales. Aunque muy pronto fue traducida al ingls, en 1962, ninguna de las
grandes y prestigiosas revistas histricas y pedaggicas del mundo la recensionaron. Sin embar-
go, dos dcadas despus de su primera publicacin termin convirtindose en un estudio citado
muy profusamente no slo en revistas y libros de historia y sociologa, sino tambin en estudios
de antropologia, educacin, geografa, psicologa, derecho, poltica... En el mundo anglosajn
ha tenido ms de 12 reimpresiones y en 1975 fue traducida al alemn y al italiano, entre otras
lenguas. Nunca lo fue al castellano.
En el prlogo de la segunda edicin francesa, aparecida en 1973, Aries puntualiza que su
trabajo se parangona con la historia social que se haca en su pas y que el uso que otros haban
hecho de su libro le mostr con mayor claridad las tesis que animaban su trabajo. Termina
afirmand que cuando lo escribi no lleg a comprender claramente el libro, y de ah que el
metodo que utiliz fuera cuestionable. La tesis fundamental de L'Enfant... sostiene que durante
la Edad Media no lleg a existir un periodo especial de edad llamado niez al que se le recono-
ca unos propios y nicos valores, privilegios y restricciones. Al contrario, una vez que los nios
comenzaban a demostrar las caractersticas propias de la vida adulta (i. e. la razn interpretada a
naves del dominio del lenguaje, fuerza suficiente, etc.), se les incorporaba rpidamente a sta
e incluso se les ixmalizaba como adultos hasta con la muerte. Aries bas principalmente sus
Mita lactaciones de la historia del concepto de infancia en el uso, realmente sugestivo, de la ico-
nografa de los siglos XV y XVI, prestando gran atencin a descifrar ropas, expresiones faciales,
objetos, y slo en algunos casos, pocos, a textos de la epoca. Sus evidencias histricas las extrajo
bsicamente de la iconografa y de una forma ms bien impresionista, como lleg finalmente
a reconocer. Para el, el arte era fiel reflejo de las formas de vida de cada poca, y el arte de
aquellos siglos mostraba en sus escenas de multitudes cmo la vida se haca en pblico y cmo
los nios se mezclaban con los adultos formando parte de las multitudes. Sin embargo, como han
puesto en evidencia algunos de los crticos ms agudos de su obra, en el arte del Renacimiento, el
descubrimiento de la niez no procedi de un estudio directo del nio, sino ms bien de una
imitacin de obras de pintura y escultura de los griegos y, fundamentalmente, de los romanos.
Tambin se le han hecho otras crticas de mayor o menor consistencia a esta obra seminal
(en general relacionadas con el presentismo de sus hallazgos, con su afn de buscar en materiales
medievales y de comienzos en la modernidad la existencia de actitudes modernas o contempor-
neas hacia el nio en unos momentos, final de los aos cincuenta e inicio de los revisionistas
sesenta, en los que se cuestionaba el estado de la familia moderna). Pero L'Enfant et la tic fami-
hale sous l'Anrien Rgime que no es su opus maius, tal vez lo sea L'Homme devant la mort
(Pars, 1977; El hombre ante la muerte, Madrid, I983), a pesar de sus limitaciones y de las
visiones melanclicas y hasta esencialmente conservadoras de su autor, es sin duda una de las obras
detonantes del estudio de las instituc iones socializadoras, principalmente la familia y la escuela,
campo de investigacin hoy muy diversificado despus de ms de una dcada de copiosa produc-
cin que aparece reseada en este monogrfico aunque, forzosamente, de forma incompleta.
As, en la propia Francia, por no alejarme de aquel contexto, surgieron en la pasada dcada
otras historias sociales de la infancia con interpretaciones y orientaciones diferentes de las de
Aries, historias en las que la economa y la poltica estaban muy presentes. C01110, por citar un
ejemplo, las aparecidas en la extinta revista de orientacin foucaultiana Les rvoltes loguiques,
preocupada no slo por mostrarnos la otra infancia que Aries no nos describi-la proletaria,
Li de la revolucin industrial, y no la suya, la acomodada y burguesa-sino tambin los procesos
de socializacin de las funciones familiares, ligados a las condiciones ideolgico-morales de
la fabrica y relacionados, al mismo tiempo, con la extensin de los jardines de infancia y de la
est uela primaria. Consideraciones que Aries casi no abord en sus ltimos trabajos sobre la in-
bitte ca corno en el que aparece a continuacin.
Apenas cuatro aos antes de la muerte de Aries, apareci publicada una especie de autobio-
grafa suya con el titulo de Un Historien du Dimanche (Pars, 1980), en realidad un conjunto
de entrevistas elaboradas por Michel Winock. Hacia slo unos meses que la cole des Hautes
gtudes en Sciences Sociales haba admitido en su seno, como muestra del ms alto reconoci-
miento a su produccin histrica, a este historiador de fin de semana que suspendi dos veces
el examen de agrgation para ser catedrtico de liceo y que tambin dijo ser, sin ambages, un
n'accionario maurrasiano casi al final de dicha autobiografa. Poco antes haba lanzado varias
chau ibas contra el Vaticano II y mostrado sus simpatas por los revoltosos del mayo de 1968 que,
segn el , compartan su incredulidad en los beneficios automticos del progreso tecnolgico al
tiempo que, muy sintomatico, reconoca en ellos una actitud muy cercana a la suya de rechazo
a la poltica y-de retorno a un mundo de races colectivas que haba sido reprimido. El mundo
que, precisamente, Aries crey alcanzar a travs de la Historia.
Miguel A. Pereyra
PHILIPPE ARIES
(1914-1984)
La actitud de los adultos frente al nio ha cambiado mucho en el curso
de la Historia y, ciertamente, sigue cambiando hoy da ante nuestros ojos.
Sin embargo, esos cambios han sido tan lentos e imperceptibles que nuestros
contemporneos no se han dado cuenta de ellos (en la actualidad, ya que
todo se mueve apresuradamente, se notan mejor). En otros tiempos, esas
mutaciones no se distinguan de los datos constantes de la naturaleza; las
etapas de la vida humana se identificaban, de hecho, con las estaciones. No
es que el hombre estuviese completamente inerme en su enfrentamiento con
la naturaleza, pero no estaba en condiciones de influir en ella excepto con
intervenciones mnimas, modestas y annimas, que resultaban eficaces slo
porque se repetan durante mucho tiempo: el observador slo poda descu-
brirlas en el momento en que se acumulaban tanto que su densidad las haca
evidentes. Con el nio, pues, ha sucedido lo mismo que con la agricultura:
no se puede hablar de revolucin de la infancia, como no se puede hablar de
revolucin agrcola..., aunque tambin se haya intentado hacerlo.
Parece que la historia del nio, como la de la familia, en la antigedad
romana, se vio complicada durante mucho tiempo por una problemtica
nociva: el llamado trnsito de la familia gentilicia a la familia nuclear (los
historiadores de la Edad Media y de la era moderna han sealado el mismo
contrasentido). Para verlo con mayor claridad es preferible esperar los resul-
tados de las investigaciones de Veyne y de Manson. No obstante ya se pueden
formular algunas observaciones. Se sabe que al nio romano recin nacido se
le posaba en el suelo. Corresponda entonces al padre reconocerlo cogindolo
en brazos; es decir, elevarlo (elevare) del suelo: elevacin fsica que, en sen-
tido figurado, se ha convertido en criarlo. Si el padre no elevaba al nio
ste era abandonado, expuesto ante la puerta, al igual que suceda con los
hijos de los esclavos cuando el amo no saba qu hacer con ellos.
Se debe, pues, interpretar aquel gesto como una especie de procedimiento
de adopcin, segn el cual no se aceptaba al nio como un crecimiento
kirvida d. Etliatat itn n. . 2 81 (1986 1. p.igs. 5 -17 .
5
natural, independiente de la voluntad consciente de los hombres, para los
cuales constitua un nada, un nihil destinado a desaparecer, a no ser que se
le reconociese mediante una decisin reflexiva del padre? La vida le era dada
dos veces: la primera cuando sala del vientre de la madre y la segunda
cuando el padre lo elevaba. Es tentador relacionar este hecho con la fre-
cuencia con la que se producan las adopciones en Roma. Segn Veyne, en
realidad los lazos sanguneos contaban mucho menos que los vnculos electi-
vos, y cuando un romano se senta movido a la funcin de padre prefera
adoptar el hijo de otro o criar el hijo de un esclavo, o un nio abandonado,
antes que ocuparse automticamente del hijo por l procreado.
En ltimo caso, los nios elevados habran sido favorecidos por una
eleccin, mientras que a los otros se les abandonaba: se mataba a los hijos no
deseados de los esclavos, o a los nios libres no deseados por las ms diversas
razones, no slo a los hijos de la miseria y del adulterio. As, Augusto hizo
abandonar recin nacidos a las puertas del palacio imperial. Y Veyne seala
que el abandono de los nios desempeaba entre los romanos la funcin que
entre nosotros tiene el aborto.
Por otra parte, a la vista de cuanto se sabe sobre la historia de la familia,
del nio y de la anticoncepcin, se puede advertir una correlacin entre los
tres factores siguientes: la elevatio del nio en el momento del nacimiento; la
prctica, muy difundida, de la adopcin, y la extensin del infanticidio. La
sexualidad se encuentra, pues, separada de la procreacin. La eleccin de un
heredero es voluntaria. Los subproductos del amor, sea conyugal o no lo sea,
quedan suprimidos.
Esa situacin cambi a lo largo de los siglos II y III, pero no por mritos
al cristianismo: los cristianos slo se apropiaron de la nueva moral. Aparece
entonces un modelo distinto de la familia y del nio. Se le reconoce fcil-
mente en las lpidas funerarias italianas y galo-romanas, en las que se repre-
senta a los cnyuges junto con sus hijos: los esposos repiten exactamente el
gesto ritual de las nupcias, la dextrarum junctio, cogindose de la mano
derecha.
A partir de ese momento, el matrimonio asume una dimensin psicol-
gica y moral que no tena en la Roma ms antigua; se extiende ms all de
la vida, a la muerte, como demuestra el hecho de que se reproduzca la simbo-
logia sobre la tumba. La unin de los dos cuerpos se hace sagrada, al igual
que los hijos que son el fruto de ella. Los vnculos naturales carnales y san-
guneos son ms importantes que las decisiones de la voluntad. El matrimo-
nio es ms importante que el concubinato, el nacimiento que la adopcin.
Se inicia entonces un largo perodo que termina en nuestra poca, en la
que el concubinato y la adopcin recuperan una funcin que haban perdido
tras la gran transformacin psicolgica del siglo III.
Se haba superado una etapa notable. Pero el matrimonio, que prevaleca
sobre otras formas de unin libre, era un matrimonio monogmico en el que
6
el marido conservaba el derecho de repudiar a la mujer. A no ser por la poli-
gamia ciertamente heredada de usos semticos tales como los describen los
primeros libros de la Biblia, este tipo de unin estable y respetada se
parece a la situacin vigente actualmente en los pases musulmanes.
Para que se convierta en la familia occidental de hoy (como se presenta
actualmente, a pesar de las contestaciones) es necesario aadirle la indisolu-
bilidad, que s se impuso bajo el influjo de la Iglesia, pero tambin, proba-
blemente, gracias al consenso de la propia comunidad, sobre la que la Iglesia
y el Estado, hasta el siglo XI aproximadamente, tenan poco poder en lo
referente a la vida privada (y el matrimonio ha sido durante mucho tiempo
un hecho de la vida privada).
La indisolubilidad consagraba una evolucin antigua, precristiana, del
matrimonio, en el sentido del reforzamiento de los elementos biolgicos,
naturales, en perjuicio de las intervenciones de la voluntad consciente y de la
mente lcida. Se sustraa la procreacin a la eleccin y se la dejaba a la natu-
raleza, a una naturaleza creada por Dios. No es de sorprender que el matri-
monio se convierta entonces en un sacramento, aunque siga siendo un hecho
de la vida privada. En esas condiciones, la procreacin ya no estaba separada,
como en tiempos de los antiguos romanos, de la sexualidad: el coito se haba
convertido en acto de placer, pero tambin de fecundacin.
Como ha demostrado Duly, en un castillo del siglo x, o del xi, la cama
del seor y de su dama era el lugar ms importante del domus. Sin duda slo
haba un solo lecho, el de los seores, el nico no desmontable; las camas de
los dems ocupantes de la casa eran simples camastros. De esto quedan trazas
en el hogar burgus contemporneo, donde impera la cama de matrimonio.
El da de la boda, el squito acompaaba a los esposos hasta la cama. La
bendicin del lecho para que fuese fecundo fue seguramente la primera
intervencin del sacerdote en la ceremonia nupcial. En aquellos remotos
tiempos, los nacimientos suponan verdadera riqueza, esa que permita
dominar sobre los dems. Es necesario que esto se entienda claramente, por
que la importancia entonces reconocida a la fecundidad va a ser determi-
nante para las culturas occidentales y va a preparar a muy largo plazo la
funcin que desempear el nio.
El nasciturus ya no era el fruto del amor que se podra evitar con alguna
atencin y sustituir con ventaja mediante una eleccin, con la adopcin,
como suceda en la poca de los antiguos romanos. El hijo se convierte en un
producto indispensable, en cuanto que es insustituible. En el siglo vi empie-
zan, y durarn mucho, tiempos duros, en los que las ciudades se contraen y
se fortifican, se erigen castillos, y en los que diversos vnculos de dependencia
sustituyen a las relaciones de derecho pblico existentes en la polis antigua y
en los estados griegos: vnculos de lealtad personal, compromisos de hombre
a hombre. El poder de un individuo ya no depende de su rango, del cargo
que ocupa, sino del nmero y de la lealtad de su clientela, la cual se con-
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funde con la familia, y de las alianzas que se puedan establecer con otras
redes de clientelas.
Estos vnculos personales se sancionan con un simbolismo fastuoso (la
ceremonia del homenaje) que hace presa en los nimos. A pesar de todo, la
fidelidad ms segura es la de la sangre, la del nacimiento. Eso vale para los
varones: el primognito garantiza la continuidad del apellido; los hijos
menores colaboran con todos sus medios (cuando no salen huyendo). Eso
vale tambin para las hembras, que, en aquella sociedad aparentemente viril,
constituyen una importante moneda de intercambio en las estrategias para
extender y reforzar las alianzas.
De ese modo, los lazos sanguneos tanto legtimos como ilegtimos
adquieren un valor extraordinario. Hacen falta hijos, muchos hijos, ms de
lo que parecera necesario, porque hay que constituir una reserva a la cual
recurrir en el caso, frecuente, de incidentes y de mortalidad.
Esta actitud tendr como consecuencia la revalorizacin de la fecundidad,
as como la indirecta y ambigua revalorizacin del nio.
La revalorizacin de la fecundidad: una familia poderosa era necesaria-
mente una familia numerosa, por supuesto en los castillos, pero tambin sin
duda en las cabaas, para garantizar la seguridad y la mano de obra. Este
culto a la fecundidad se explica fcilmente en un mundo lleno de incerti-
dumbre y an poco poblado, pero sorprende que se haya perpetuado en un
mundo superpoblado y seguro. Las clases populares, que tuvieron que sufrir
sus consecuencias, fueron las ltimas en abandonarlo.
Y viceversa, a medida que se revalorizaba la fecundidad legtima e
ilegitima se recurra cada vez menos a la adopcin. Ese fenmeno es tanto
ms significativo cuanto que la sociedad medieval y la moderna se han visto
agobiadas por la obsesin de la impotencia y de la esterilidad. El peor male-
ficio que le poda tocar a uno era quedarse impotente. Incluso hoy, que la fe
en las virtudes de la carne y de la sangre estn en baja, las parejas que quie-
ren adoptar nios (por lo menos en Francia) se enfrentan a grandes dificul-
tades; a esas dificultades se las disfraza de exigencias cautelares, pero son
probablemente la consecuencia de antiguas aversiones profundamente enrai-
zadas.
Revalorizacin (ambigua) del nio: El infanticidio se convirti en delito.
Est prohibido abandonar a los recin nacidos, los cuales estn rigurosa-
mente tutelados por la ley (la de la Iglesia y la del Estado). Los infanticidios
y los abortos estn severamente condenados y perseguidos judicialmente. Lo
que asombra no es tanto la criminalizacin del infanticidio, asimilado a
un homicidio, como la falsa resistencia que opone la mentalidad popular a
esta innovadora asimilacin. En realidad, el infanticidio ha existido mucho
tiempo bajo formas vergonzosas en las que se pueden constatar superviven-
cias de tiempos en los que se admita el abandono. El nio desapareca vc-
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tima de una desgracia que no era posible evitar: caa dentro de la chimenea
encendida o dentro de una tinaja y nadie haba podido sacarlo a tiempo.
Mora asfixiado en el lecho donde dorma con sus padres sin que stos se
hubiesen dado cuenta. Los obispos de la Contrarreforma sospechaban que ni
el padre ni la madre estaban libres de culpa, e hicieron cuanto estuvo en sus
manos para que los hijos durmiesen en un lecho separado de los padres (el
uso de la cuna se instaur tarde y estaba limitado a las clases superiores: se
generaliz gracias a estas presiones, que al principio tuvieron una finalidad
moral y, ms tarde, higinica).
Todava en el siglo XVIII fueron acusados de brujera individuos que
penetraban en las habitaciones (pero, cmo podra suceder eso sin el consen-
timiento de los amos de la casa?), exponan a los pequeos a las llamas del
hogar, y volvan a ponerlos en el lecho, donde a poco moran con los pul-
mones abrasados. Este era el destino reservado a los nios deformes o invli-
dos, pero quiz tambin a los no deseados. Si bien la fecundidad es bienve-
nida y venerada, no todo nacimiento es un fausto acontecimiento. La Iglesia
debe intervenir para obligar a los padres a hacer bautizar oportunamente a
los recin nacidos y, ciertamente, es mucho despus de lo que consideran los
estudiosos del folklore cuando el bautismo se convierte en ocasin de verda-
dera fiesta. En los comienzos parece ms importante la purificacin de la
parturienta.
Es de creer que en el siglo la mentalidad popular hubiese asi-
milado la condena del infanticidio, considerado como delito. La revaloriza-
cin moral de la fecundidad (la admirable familia numerosa) se haba difun-
dido entre las clases ms bajas precisamente cuando las clases acomodadas
tendan% reducir los nacimientos y estimaban, en cambio, una familia cada
vez menos numerosa.
Ntese el carcter ambiguo del antiguo infanticidio popular: era diferente
del aborto o del acto con el que la joven madre se desembarazaba del nio
tras el parto, hecho igualmente frecuente, y se pareca en cambio al aban-
dono que se practicaba entre los romanos: en ambos casos, al nio le que-
daba una probabilidad de salvarse.
Desde el momento en que en la costumbre y entre los grupos privilegia-
dos, la vida del nio se convierte en un valor, el propio nio se convierte en
una forma interesante y agradable, seal de la atencin que se le presta. El
mundo griego, y el romano, se extasiaba ante el cuerpo de los nios desnu-
dos: los efebos. Los colocaba por todas partes, como Luis XIV en Versalles.
Los efebos reaparecern en la iconografa del Renacimiento. Es interesante, y
ejemplar, la evolucin del conocimiento del nio y de su carcter particular
en la antigedad romana. Menos conocida que la que luego tendr lugar en
la era moderna y contempornea, merece hoy una mayor atencin.
Es probable que el romano tuviese a su inmediata disposicin ms trmi-
nos para designar al nio que el francs antiguo, empezando por
infans, el
9
que no habla (distincin que, recordando lo que ya se ha dicho, no obra
necesariamente a su favor: es el que puede ser abandonado); adems, la pala-
bra se ha utilizado durante mucho tiempo como adjetivo (segn Manson,
puer infans). Usada como sustantivo aparece ms tarde; se la encuentra en
Cicern, e indica probablemente el nio que no va a la escuela. El lenguaje
popular utilizaba el trmino parvus con connotaciones, ora afectivas ora
negativas: lenguaje de nodrizas que demuestra, en conjunto, el hbito de
jugar con el nio, actitud hoy llamada de mimo, la indiferencia en sus
relaciones como si fuese un objeto y, por ltimo, la tendencia a extender la
designacin ms all de la verdadera infancia.
Las conclusiones (provisionales) a las que llega Manson demuestran que
ha habido una evolucin del sentimiento, un descubrimiento de la infancia.
Segn Manson, de hecho, la presencia del lactante es muy importante en
Plautd (en el crculo de las nodrizas), un poco menos en Terencio (quien
describe un padre que sostiene en brazos al hijo pequeo: puerum tantillum)
y casi inexistente a continuacin, hasta mediados del siglo I: Catulo cambia
por completo la imagen de la infancia: a la imagen negativa (estpido
como un nio) sustituye la ternura que expresa la deliciosa escena del nio
(puer bimulus, nio de dos aos) acunado por su padre. Nace una nueva
sensibilidad, sa que en la poca imperial va a inspirar numerosos epitafios
en los que los padres narran su tristeza por la muerte de un hijo, cuya edad
se indica con precisin: tantos meses y tantos das. Se vuelve as a la leyenda
de las tumbas anteriormente citadas a propsito del matrimonio.
La mayor sensibilidad hacia la infancia en Roma no puede separarse del
modo que se valora el matrimonio. Lo que se sabe de la Historia moderna
puede inducir a un estudioso, no especialista, de la antigedad a afirmar que
ese fenmeno tambin se deriva del desarrollo de la educacin, a la manera
griega, de la escuela.
Se llega entonces al concepto de que la sensibilidad hacia la infancia, sus
particularidades, su importancia en el pensamiento y en los afectos de los
adultos, est ligada a una teora de la educacin y al desarrollo de las estruc-
turas educativas, al nfasis en la formacin separada del nio, e incluso del
adolescente (la pandeia).
La infancia perder, a lo largo de la alta Edad Media y durante bastantes
siglos, la acentuada peculiaridad que haba adquirido en Roma en la poca
imperial, de la cual es testigo el puesto que ocup en el arte y en la decora-
cin. Se dispersar, mientras que, en cambio, la tendencia a revalorizar y
sacralizar el matrimonio no slo se mantendr sino que incluso se ver refor-
zada. Es como si, ms all de un cierto lmite, los lazos sanguneos, que
haban creado un espacio aparte para el nio, actuasen en sentido contrario y
redujesen ese espacio. Parece como si el hombre de principios de la Edad
Media slo viese en el nio un hombre pequeo o, mejor dicho, un hombre
an pequeo que pronto se hara o debera hacerse un hombre com-
pleto: un perodo de transicin bastante breve. En aquel duro ambiente de
guerreros, la debilidad que simboliza el nio ya no pareca agradable y gen-
til. Volva a ser sin duda lo que haba sido en la Roma republicana, stultis-
sima. Fue necesario el atributo de divino para que el nio Jess se librase de
ella, atributo que resplandeca en el gesto soberano de la bendicin. El Dios
majestuoso no era un nio, a pesar de sus dimensiones.
La edad ya no es la de la infancia: el trmino enlant, en francs antiguo,
ha perdido el significado de inf ans y tiene ms bien el de muchachos de
constitucin atltica, como el enfant Vivien, el enfant Garnier, el enfant
Guillaume, capaces de realizar, desde la ms tierna edad, gestas extraordinarias.
La infancia no ya la del puer bimulus sino una edad un poco mayor
se confunde con la juventud: no la de la adolescencia sino la de los hombres
jvenes y fuertes. Los ms pequeos quedan sometidos a los mayores de
acuerdo con el modelo de la solidaridad homrica, de la solidaridad de
grupo. El nico lugar en el que el nio ha conservado en parte su antigua
peculiaridad es el monasterio. Al monasterio se le confan nios de tierna
edad para que los eduque y la regla de san Benedicto prev para estos mins-
culos novicios atenciones y precauciones que parecen casi anacrnicas para
aquella poca. Cuntos aos tena el chiquillo, el futuro arzobispo de Char-
tres, cuando apacentaba en un prado y pas por all un maestro? El nio se
hizo escribir las letras del alfabeto en su cinturn.
Como se ve, no se recorren todas las etapas de la infancia (al menos,
segn la representen los adultos) cuando el aprendizaje ha sustituido a la
escuela. Y a la inversa, esas etapas se han conservado aunque muy prxi-
mas unas de otras cuando se ha conservado la escuela, en la comunidad de
monjes o de religiosos.
Este diverso modo de tratar a los nios confirma la correlacin, anterior-
mente apuntada a propsito de la antigedad, entre el concepto de infancia y
la escuela.
La infancia ha permanecido en la sombra durante bastantes siglos. No es,
pues, sorprendente verla reaparecer en la poca en la que la cultura escrita, y
por consiguiente la escuela, reconquista sus derechos y se difunde a partir del
siglo xii. Ciertamente, en la escultura gtica los ngeles, como el de Reims, y
los obispos son casi siempre jvenes adultos; la vejez parece reservada a los
santos del Antiguo y del Nuevo Testamento, a los personajes del otro
mundo. En cuanto a la infancia, queda reservada para Jess nio, pero ste
ya es un autntico nio, a veces envuelto en paales, y su madre, reciente el
parto, se inclina sobre l y lo acaricia con afecto: el Jess nio del arte gtico
desempea el papel del buer bimulus de Catulo. Indica que se ha superado
la etapa, que se redescubre la infancia. La forma pequea incapaz de crecer
se ha convertido en una especie de monstruo que en breve ser objeto de
diversin en las cortes principescas, al igual que los animales exticos y
raros: el enano.
1 1
En el inmenso esfuerzo para evangelizar las zonas rurales emprendido por
las abadas benedictinas y por sus prioratos, con la fundacin de parroquias
capitulares, continuado luego por la predicacin de las rdenes mendicantes,
el bautismo de los recin nacidos se convierte en una de las funciones impor-
tantes del sacerdote, una razn para situarlo en la vecindad para que pueda
llegar a tiempo en caso de urgencia, ya que los seglares eran reacios a sumi-
nistrar ellos mismos el sacramento. El bautismo deja de ser colectivo por
inmersin y pasa a ser individual y por aspersin; adems deba tener lugar
lo antes posible tras el nacimiento.
La insistencia de la Iglesia en este punto al igual que su lucha contra
el infanticidio demostraba la importancia que daba al nio. Tambin se
advierte sta en las severas reglas de los manuales del confesor respecto a la
proteccin a prestar al hijo, a su derecho a mamar la leche materna que un
nuevo. embarazo podra poner en peligro de agotamiento... Con el tiempo, el
hombre comn descubra el alma, es decir, la personalidad del nio aun
antes que su cuerpo.
Los eclesisticos ya no eran los nicos que se indignaban por el asesinato
de los nios, ya que el pueblo haba seguido sus huellas. Es de notar que las
llamadas vctimas de los homicidios rituales de los hebreos eran nios, nios
pequeos, pero tambin seal de cun difcil era distinguir las diversas
etapas de la infancia y de la adolescencia nios mayores, jvenes aprendi-
ces. En los Miracles de Notre-Dame del siglo XVI, los protagonistas, los
hroes, son los nios, pero algunos de ellos tienen quince aos. Aparecen ah
trminos que, no obstante una continua ambigedad, evocan la naturaleza
plopia
de la infancia y el afecto de los adultos hacia ella. Un pequen
quiere compartir su pan con el Jess nio de una imagen y llora porque no
lo consigue. No llores, chiquitn le dice Jess, porque t comers con-
migo dentro de tres das. En aquel mismo siglo xiv, entre las clases nobilia-
rias, los nios fallecidos tienen a veces derecho a un sepulcro sobre el cual se
les representa envueltos en paales. El hecho es an muy raro, pero se gene-
ralizar en el siglo XVI.
Ahora ya se ha superado el lmite, ha sido descubierta la infancia; y
mucho antes que el Emile de Rousseau o del Versalles de Luis XIV. Hubo
un tiempo en que los historiadores tendan a creer que la sensibilidad hacia
la infanc ia no haba cambiado nunca, que era un elemento permanente de la
naturaleza humana, o que se remontaba al siglo XVIII, al siglo de las luces.
Hoy se sabe que ha tenido una gestacin larga y gradual, que ha surgido
lentamente en la segunda parte de la Edad Media, a partir del siglo xn-xm, y
que se ha impuesto desde el siglo xiv con un movimiento en constante pro-
gresin.
Esa dinmica est evidentemente ligada al proceder de la familia hacia
una mayor intimidad (privacy), a la mejora de la escuela y al hecho de que
sta ha sustituido al aprendizaje tradicional.
12
Interesa bastante notar cmo desde el siglo y al XVIII se ha reproducido,
mutatis mutandis y con enormes diferencias de orden cultural, y an ms de
orden social (por ejemplo, la esclavitud), la situacin psicolgica de la Roma
de los primeros siglos de la era cristiana. En ambos casos, el impulso parece
ser el mismo, la escolarizacin de la educacin, cualesquiera que hayan sido
las formas, muy variables, que haya adoptado. Los signos distintivos de la
infancia aparecen, por tanto, en la vestimenta de las clases que estn en con-
diciones de frecuentar la escuela, o que estn parcialmente instruidas
(nobleza de toga y burguesa profesional y mercantil). Se trata de indicios
que vale la pena observar porque es sabido lo que eso significa y los cambios
que supone.
Durante mucho tiempo no existi en ningn sector de la sociedad, alta o
baja, una vestimenta infantil, excepto las fajas, una banda de tela que se
enrollaba alrededor del cuerpo, incluidos los brazos, y que inmovilizaba
completamente al lactante de modo que haca de l una especie de envoltorio
que se poda colgar de la pared o llevar a la espalda.
Liberado de las fajas, pero an no destetado (el destete tena lugar muy
tarde), al Pequeo se le vesta como a un adulto: en las clases pobres vesta
los mismos andrajos; en las clases acomodadas llevaba trajes de adulto
hechos a medida.
A partir del siglo xvi y ste es un hecho muy importante precisa-
mente en las clases acomodadas, el nio va a tener un modo propio de vestir;
esto se refiere sobre todo a los varones, ya que a las hembras, excepto en
determinados detalles, se las segua engalanando como a las seoras. Hay
que recordar que a finales de la Edad Media los hombres ya han abandonado
la vestidura por los trajes cortos, y a veces bastante indecentes, dejando aqu-
lla para los magistrados (llamados precisamente hombres de toga) y para los
sacerdotes (al menos en la Iglesia y en el coro).
A partir del siglo XVI, los jovencitos (as como los ancianos) llevarn un
vestido: primero, la vestidura de hombre de otros tiempos, es decir, una
especie de tnica abotonada por delante, y despus, a finales del siglo XVII,
un vestido que cada vez se parece ms al de las mujeres, a tal punto que llega
a ser idntico. Este uso se conservar en la burguesa francesa hasta la guerra
de 1914-1918. Todo esto, evidentemente, es un hecho bastante curioso. Al
hacerse ms intensa y ms ntima, la sensibilidad hacia la infancia ha aca-
bado (como en el mundo griego de la antigedad) por poner de relieve los
elementos ya positivos de ternura y de debilidad; Cmo mostrar
entonces, en nuestra cultura, esta ternura si no es con una asimilacin a lo
femenino? Se ven, pues, en retratos del siglo xvii, muchachos con rasgos
marcados, sin asomo de afeminamiento, vestidos del mismo modo que las
nias.
Hay que preguntarse qu piensan los
psiconanalistas con sentido de la
historia. Posiblemente esta moda de la vestidura responde a una ms fuerte
oposicin a la homosexualidad masculina de la poca.
13
En compensacin, esa transformacin de la vestimenta infantil no ha
afectado a las clases populares. Estas no han cambiado el modo de vestir a
los nios y han conservado seguramente casi todas las antiguas actitudes
mentales respecto a ellos, sobre todo lo que se ha definido como mimar. Se
jugaba con el nio, incluso con su sexo, como se juguetea con un animal
que vive con la familia, un cachorro o un gato. Ese sentimiento poda llegar
hasta ese afecto profundo que desgarra la muerte de modo cruel. O poda
detenerse en la superficie e ir acompaado de la mayor indiferencia por la
muerte infantil, suceso muy probable en los primeros aos (como, quiz,
entre las nodrizas de Plauto).
Tambin en las clases superiores se mimaba a los pequeos, sobre todo
las madres, las abuelas, e incluso los padres, pero cada vez menos a partir de
mediados del siglo xvil (en Francia). Y ello se debe al nacimiento de otro
tipo de sensibilidad hacia la infancia, destinado a perturbar la actitud de los
adultos frente al nio hasta el siglo xx. Un sentimiento bifronte: de un lado,
solicitud y ternura, una especie de forma moderna de mimar, y del otro,
tambin solicitud, pero con severidad: la educacin. Ya haba nios mal-
criados en el siglo xvii, mientras que dos siglos antes no se encontraba ni
uno solo. Para malcriar a un nio hay que tener hacia l un sentimiento
de ternura extremadamente fuerte, y tambin es necesario que la sociedad
haya tomado conciencia de los lmites que, en bien del muchacho, debe
observar la ternura. Toda la historia de la infancia, desde el siglo xvIii hasta
nuestros das, est constituida por una diversa dosificacin de ternura y de
severidad.
En el siglo xvill, bajo la influencia de
Rousseau y del optimismo del
siglo de las luces, parece haber prevalecido la ternura (al menos en Francia).
En realidad, tras esta apariencia exterior haba una gran rigidez: los alumnos
de Madame de Genlis no disponan de un minuto para ellos y sus juegos no
eran sino un pretexto para impartir lecciones de gramtica o de moral. Los
muchachos tenan que sufrir este condicionamiento, afable pero implacable.
En el siglo xix prevaleci la severidad (sobre todo en Inglaterra): tiene lugar
entonces el complicado juego de la pedagoga, de la moral y del amor. Par-
tiendo de estas variables, un matemtico podra construir modelos. El recin
nacido, aun antes de hacerse nio, queda liberado de las vendas que lo
tenan prisionero y embadurnado de orina y heces. En las clases superiores se
le representa completamente desnudo, como el Jess nio de otros tiempos o
el chiquitn de los lbumes de fotografas de finales del siglo xix.
Liberado? As se crea entonces, aunque hoy ya no se est tan seguro;
Louise Tilly, estudiosa de la historia americana nos informa que se vuelve a
las fajas (con una forma de compromiso que deja fuera los brazos). En todo
caso liberado, admitmoslo, pero no por mucho tiempo, ya que los hombres
y las mujeres progresistas haban empezado a prohibirle orinarse en la cama
en nombre de la limpieza y de la higiene. Una vez que haba superado esta
etapa los ms testarudos reciban azotes y castigos de educadores
exaspe-
14
rados se le someta a otro control el de su incipiente sexualidad. Se inven-
taban ingeniosos mecanismos ortopdicos para hacer impracticable la mas-
turbacin. Por ltimo, tena que sufrir en la Inglaterra de las public schools,
en los convites y en los colegios, una disciplina an ms rigurosa que la
impuesta por las pedagogas del siglo xvil. Esto, evidentemente, se apli-
caba a los hijos ms privilegiados de las clases superiores, y muy ilustra-
das, en las grandes ciudades.
En cambio, a la burguesa de provincias, y ms an a las clases populares
y a los medios rurales, esos refinamientos slo llegan en parte, o no llegan en
absoluto. Los padres oscilaban entre el tradicional exceso de carantoas y las
palizas. Existe una vastsima coleccin de dibujos y caricaturas del siglo xix
donde se ve a un muchacho que pone el grito en el cielo, a un padre o a un
maestro fuera de s que lo azota severamente ante una madre en lgrimas y
un grupo de compaeros horrorizados. Las revistas literarias actuales (sobre
todo las americanas) han puesto de moda los artculos.., sobre la familia
feliz. Pero esta explotacin de la iconografa del garrote explica ms la acti-
tud de hoy que la de ayer.
Se podra dibujar una geografa de los pases del ltigo y del garrote
(especialmente ingleses) y de los pases en los que domin el solideo. No es
trmino fcilmente traducible a otros idiomas, pero todos los nios franceses
lo conocen bien, incluso hoy da. Es interesante la historia de este trmino.
El solideo era originariamente el gorro de los sacerdotes cuya tonsura cubra
y que protega del fro la cabeza rapada al cero. En francs antiguo llevar el
solideo significa recibir las rdenes. Es probable que los golpes en la cabeza
fuesen privilegio de los novicios, de los escolares confiados a maestros tonsu-
rados, que sustituan los golpes de frula (el trozo de madera o de cuero con
el que se azotaba la mano del alumno rebelde o distrado) o de fusta (la dis-
ciplina monstica). El trmino solideo es un juego de palabras habitual
entre los clrigos. Eso mismo se difundi pronto en las familias, sobre todo
entre las mujeres. El solideo, convertido en pescozn, es un golpe suminis-
trado a los nios; tuvo una gran aplicacin y se introdujo incluso en las
aldeas francesas ms retrgradas de finales del siglo xlx; de l se tienen
muchos testimonios, tanto de parte de aquellos que lo han recibido como de
parte de los psiclogos, psiquiatras, pedagogos y dems especialistas actuales
de la infancia, salidos de las facultades ciencias humanas, que se sienten
ante l conmovidos e indignados.
Es que no ha sido el conocimiento del nio, junto al contemporneo del
salvaje, la primera de las ciencias del hombre? Es as como se estudi a
principios del siglo XIX el muchacho salvaje descubierto en la zona desrtica
de Aveyron y recogido por uno de los primeros psiclogos. Ese mismo sis-
tema de amaestramiento dio luego lugar a la reeducacin sistemtica de los
ciegos y de los sordomudos. Los estudiosos de la infancia (no los mdicos,
que eran ms bien valedores del trato severo y del castigo) descubrieron en el
siglo XIX que las amenazas, los castigos corporales, eran intiles y ensearon,
15
de acuerdo con el Ernzle de Jean-Jacques Rousseau, a seguir las indicaciones
de la naturaleza infantil, a no oponerse a ella sino ms bien a utilizarla.
Durante mucho tiempo no ejercieron ninguna influencia sobre los educado-
res ni sobre los padres, quienes estaban convencidos de las virtudes del ejerci-
cio y del esfuerzo. Pero triunfaron ms tarde, gracias al psicoanlisis y a su
rpida divulgacin en los treinta primeros aos del siglo xx.
Nios malcriados, nios golpeados, tanto unos como otros dominaron el
siglo XIX y los comienzos del siglo xx. Hemos visto, pues, cmo el nio sala
del anonimato y de la indiferencia de las pocas remotas y se converta en la
criatura ms preciosa, la ms rica en promesas y en futuro.
Durante siglos, el fallecimiento de un muchacho fue una cosa sin impor-
tancia, algo que enseguida se olvidaba; aunque la madre se desgarraba de
dolor, la sociedad no se hca eco de su lamento y esperaba a que se calmase.
Existen tumbas de nios en los siglos XVI y xvn, pero son pocas y, salvo
algunas excepciones (en Westminster), no son fastuosas. En cambio, en el
siglo xlx, y en especial a finales de ese siglo, sobre todo en los cementerios de
la Europa meridional, las tumbas ms lujosas, las ms patticas, las ms
adornadas con figuras, son las de nios.
La muerte infantil, que durante mucho tiempo fue provocada, y ms
tarde aceptada, ha llegado a ser absolutamente intolerable. Quiz no nos
damos cuenta hasta qu punto es reciente esta actitud. Seala una fase defini-
tiva de la sensibilidad, o al menos para mucho tiempo, y no se puede conce-
bir cmo podra retrocederse: las ms horribles imgenes de los exterminios
nazis son aqullas de los cadveres de nios, de aquellos cuerpecillos esquel-
ticos y, al mismo tiempo, hinchados. El hombre occidental ha experimentado
en el siglo xvm y en el XIX una revolucin en la afectividad que, cierta-
mente, no lo hace mejor, sino diferente. Sus sentimientos se subdividen de
otro modo, y, en particular, se concentran ms en el hijo. En la pelcula
belga Au nom du Fhrer,
entre las imgenes de matanzas de nios hebreos,
rusos, polacos, etc., se intercalan otras conmovedoras de muchachos alema-
nes: un pueblo que ama a los nios.
Sin embargo, dentro de esta nueva sensibilidad, se comprueba entre 1960
y 1970 un cambio en la actitud de los occidentales hacia la infancia, cambio
que podra ser profundo. El pequeo rey del siglo XIX, al que las familias
erigan fastuosos sepulcros, era un raro muchacho, de una rareza fruto de
una contraconcepcin eficaz, aunque tctica. Pero la natalidad, incrementada
en los aos del baby -boom
(1940-1950), disminuye desde 1960-70, y el fen-
meno es general en Occidente. Entre el
baby -boom y la disminucin de la
natalidad de 1930 a 1940 haba una diferencia de medios, pero no de motiva-
ciones. A veces disminua la natalidad, a veces aumentaba, pero en ambos
casos la finalidad consista en conseguir una familia feliz y el futuro bie-
nestar de los hijos.
A partir de 1960, la disminucin demogrfica ya no responde a las mis-
16
mas motivaciones. Ya no es child-oriented,
como despus de 1930 o como el
incremento de los aos de 1940 a 1950:
la imagen del nio ya no es positiva,
como en el siglo xix.
En Estados Unidos, donde principalmente se le ha ren-
dido culto, es donde ms evidente es el reflujo. En las urbanizaciones para
ancianos en Florida no se permite que residan jvenes. En otros lugares, las
viviendas slo se alquilaban a condicin de que los inquilinos no tuviesen
ms de dos hijos (actualmente eso es poco probable, pero es una cuestin de
principio). En ciertos establecimientos se prohibe la entrada a los nios no
acompaados. Sin duda alguna, estas medidas se explican como consecuencia
de veinte aos de absoluta permisividad; sin embargo, no se toleraran en
otros tiempos.
Estos indicios y existen otros no significan que se est volviendo a
pocas de indiferencia. Hay un lmite de la sensibilidad que se ha superado
demasiado recientemente y demasiado a fondo para que sea posible una
vuelta atrs. Pero existe el riesgo de que, en la sociedad de maana, el puesto
del nio no sea el que ocupaba en el siglo
XIX: es posible que se destrone al
rey y
que el nio no siga concentrando en l, como ha sucedido durante un
siglo o dos, todo el amor y la esperanza del
mundo.
Este estudio apareci originalmente en el Vol. VI de la Enciclopedia Einaudi en 1979. Se
publica con autorizacin de Einaudi y Editions du Seuil.
17
LA INCORPORACIONi LA INFANCIA A LA HISTORIA
D
LA EDUCACION
difr3-41.1.11k
BARBARA FINKELSTEIN ()
En 1962, cuando apareci la traduccin del libro de Phillipe Aries,
Cen-
turies of Childhood,
y de nuevo en 1974, al ser publicado el ensayo de
Lloyd
deMause
sobre la evolucin de la infancia, la historia de la infancia y la
historia de la educacin constituan dos esferas de investigacin diferentes e
inconexas (1). Por entonces, los historiadores de la educacin se encontraban
en el proceso de reconstruir la definicin precisa de su campo. Alguno, como
Lawrence
A. Cremin, expuso la opinin de que la historia de la educacin se
comprendera mejor si los historiadores ampliasen su interpretacin de la
educacin incluyendo el anlisis de la transmisin cultural tal como se efec-
tuaba en las familias, iglesias, instituciones de enseanza superior, medios de
comunicacin de masas, museos, bibliotecas y colegios (2).
Michael B. Katz,
Marvin Lazerson y Stanley Schultz,
entre otros, pensaban que la historia
educacional se divulgara incompleta e inadecuadamente si los historiadores
no estaban dispuestos a investigar tanto las debilidades como los logros, as
como los propsitos econmicos y polticos que se desprenderan del com-
promiso con la educacin pblica (3). Otros Jill Conway, Maxine
Seller,
Vincent Franklin, James Anderson,
Geraldine Clifford, Joan Burstyn
fue-
(*)
Centro para el Estudio de Poltica Educativa y Valores Humanos, Universidad de Mary-
land. (Gentes for the Study
of Education Policy and Human Values, University of Maryland.)
(1) Phillipe Aris, Centuries of Childhood: A Social History of Family Li/e, traduccin de
Robert Baldick (Alfred A.
Knopf, 1962); Lloyd deMause, The Evolution of Childhood,
The
History of Childhood, ed. L. deMause (Psycohistory Press,
Nueva York, 1974).
(2)
Su posicin historiogrfica se describe en dos monografas diferentes.
Lawrence A. Cre-
min,
The Wonderful World of Ellwood Patterson Cubberley:
An Essay on he Historiography of
American Education
(Bureau of Publications, Teachers College,
Columbia University, Nueva
York, 1965); Traditions of American Education
(Basic Books, Nueva York, 1977).
(3) Vanse, como ejemplos, Stanley K. Schultz, The Cu/ture Factory: Boston Public Schools,
1789- 1860 (Oxford University Press, Nueva York, 1973); Michael B. Katz, The Irony of Early
School Reform: Educational Innovation in Mid- Nineteenth Century Massachusetts (Harvard
UniverSity Press, Cambridge,
Massachusetts, 1968) y Hardcore Educational Historiography,
Reviews in American History, VIII. 1980, pp. 504-10.
Revista de Educacin, nm. 281 (1986). pgs. 19-46,
19
ron intensamente sensibles a las caractersticas
Whiggish de gran parte de
la historia educativa y, a travs del estudio de grupos poco estudiados ante-
riormente las mujeres, los negros, las minoras
tnicas, intentaron reco-
brar 1,11
pasado educacional que responda a las aspiraciones de la totalidad
del pueblo americano (4). Slo muy pocos historiadores de la educacin
haban manifestado algn inters por la infancia o haban intentado explo-
rar la evolucin del aprendizaje (5).
Segn conceptuaron Phillipe Aris y Lloyd deMause,
la historia de la
infancia y la historia de la educacin estaban conectadas de modo inextrica-
ble, y en varios niveles. En primer lugar, estaban conectadas conceptual y
psicolgicamente. En segundo lugar, estaban relacionadas en el tiempo. En
tercer y ltimo lugar, estaban unidas social e institucionalmente. Tanto Aries
como deMause
enfatizaron la simultaneidad en el tiempo del descubrimiento
o reconocimiento de la infancia moderna y de la aparicin de instituciones
protectoras donde cuidar y formar a la generacin ms joven. Ambos han
estado de acuerdo en que estos dos hechos coincidentes, si no casualmente
relacionados, confirieron una nueva caracterstica y posibilidad en la educa-
cin del nio, la de un rgimen de proteccin y supervisin de control
total cuidadosamente planificado. Se trataba de un rgimen que iba a entre-
lazar ntimamente la suerte de los nios y la de sus padres y que definira el
colegio como un agente fundamental en la educacin de la generacin
menor. DeMause
enfatiz el surgimiento de formas de educacin del nio
que inc
luan a los padres en la regulacin de las vidas de sus hijos y reque-
ran de ellos la prestacin de una atencin constante y minuciosa a sus des-
cendientes. Aris
identific el descubrimiento de la infancia con el descubri-
miento de una instruccin fuera de la casa sistemtica, deliberada, continuada
(4)
Jill Kerr Conway, Perspectives on the History of Woman's Educat ion in the United Sta-
tes, History of Education Quarterly,
14 (primavera 1974). pp. 1-30; Joan N. Burstyn, Catharine
Beecher and the Education of American Women,
New England Quarterly, XL, 1974, pp. 386-
'103;
James D. Anderson, Education as a Vehicle for "he Manipulation
of Black Workers, ed.
W. Feinberg y El. Rosemont Jr.,
Work, Technology and Education (t T niversity of Illinois Press,
Urbana, 1975); Vincent P. Franklin, Historical Revisionism and Black Education,
School
Review, 82, 1973,
pp. 477-86; Gerardine Clifford, Saints, Sinners and People: A Position Paper
un the Historiography of American Education,
History of Education Quarterly,
15, 1975, p-
ginas 257-68.
(5)
Los siguientes ensayos hisiotiograficos se centran en la disposicin de los aprendices
mmo una necesidad importante en la historia de la educacin como campo de estudio. N. Ray
Hinner, T he.
Child in American ilistography: Accomplishments and Prospect.
The Psycohis-
tory Review, 7, 1. 1978.
pp. 13-23; Domestic Cycles: History of Childhood and the Family, ed.
J. H. Best, Historical Inquiry in Education: A Research Agenda
(American Educational Research
Association, Washington, D.C., 1983), pp. 265-82; Barbara Finkelstein, Choose Your Own Bias:
Non-Downtentary T extlx)oks in the History of American Education, Educational Studies, 5
(invierno 1974-75), pp. 10-16; T he T wain Shall Mece T he History
of Childhood atol (he His-
ion of Education in Dm uments,
Journal of Psycohistory,
4 (1977), pp. 553-81; y R. L. Schnell.
Childhmxl as Ideolgy: A Reinterpretation
of the Common School, British Journal of Educa-
tional Studies,
27, 1, 1979, pp. 7-28.
20
y
graduada por edades. Como ambos historiadores sugirieron implcitamente,
el descubrimiento de la infancia iba a coincidir, si no a poner en marcha,
una especie de revolucin educativa.
Lo que la historia de la infancia pareca sugerir era que los historiadores
de la educacin haran bien en prestar una atencin sistemtica a la evolu-
cin de los nios y la juventud, no slo porque las vidas de los jvenes fue-
ran importantes por s mismas, sino porque el estudio sistemtico de los
nios y jvenes prometa aadir nuevas dimensiones a nuestra comprensin
de la historia educativa. En opinin de al menos tres historiadores, exista
incluso la posibilidad de iluminar aspectos totales de nuestro pasado educa-
tivo que haban sido virtualmente irrecuperables para los historiadores tradi-
cionales de la educacin (6).
A continuacin se expone un anlisis de las maneras en que los historia-
dores de la educacin han introducido a los nios y jvenes en sus publica-
ciones durante la pasada dcada. Se entiende adecuadamente que la historia
de la educacin, un campo de estudio dinmico y complejo, abarca mltiples
pareceres hasta ahora sin sintetizar sobre la evolucin y el carcter de ideas,
medidas y prcticas educativas. Por tanto, no resulta sorprendente descubrir
que los historiadores de la educacin parezcan haberse interesado por los
nios y jvenes de modo diverso y selectivo ampliando y profundizando en
el contenido de lo que han estudiado y de cmo lo han estudiado sin trans-
formar necesariamente de manera fundamental sus esquemas interpretativos
o sus mtodos analticos. Slo muy pocos historiadores han sido sistemticos
en una tentativa de conectar la historia de la infancia y la formacin de los
nios con la historia de la educacin (7), centrndose en los aprendices y el
aprendizaje como aspectos fundamentales en el estudio de la historia edu-
cativa (8).
LOS NIOS COMO OBJETOS DE REGULACION: LA EDUCACION
COMO UNA ACTIVIDAD REGULADORA
Un grupo de historiadores educativos ha centrado su anlisis en las ma-
neras en que la historia educativa refleja y revela lo que Clifford Geertz deno-
mina las duras superficies de la vida, realidades polticas, econmicas,
estratificadoras dentro de las que la gente nace y vive (9). Ms interesados en
(6) N. Ra y Hiner, ibid., Barbara Finkelstein, ibid.
(7) Vanse Sol Cohen, In the Name of the Prevention of Neurosis..., pp. 159-184; Sterling
Fishman, The Double-Vision of Education in ihr Nineteenth Century.., pp. 96-113, en Regu-
lated Children, Liberated Children, Barbara Finkelstein (ed.) (Psycohistory Press, Nueva York,
1979). Vase tambin Alison L. Prentice y Susan E. Houston (eds.), Family, School and Society
in Nineteenth Century Ganada (Oxford University Press, Toronto, 1975).
(8) Los trabajos de N. Ray Hiner y Barbara Finkelstein se citarn ms tarde.
(9) Clifford Geertz, The Interpretation of Culture
(Basic Books, Nueva York, 1973).
21
la evolucin de las estructuras educativas que en las ideas, procesos o sensibi-
lidades, han introducido los nios y jvenes instrumentalmente, como modo
de profundizar en su concepcin de la educacin como una forma de control
social y regulacin poltica.
Los historiadores ms sofisticados que examinan la educacin como regu-
lacin, se centran sistemticamente en la evolucin de la educacin como la
evolucin de estructuras de autoridad que circundan
a los jvenes. En sus
escritos enfatizan la institucionalizacin de los nios y jvenes, considern-
dola como un aspecto significante de la modernizacin. Siguiendo un
mtodo interpretativo articulado por Phillipe
Aris, definen la expansin de
la educacin como el efecto de una disposicin en desarrollo para ejercer
control sobre las vidas de los jvenes y regularlas.
LOS NIOS COMO TRABAJADORES: LA EDUCACION COMO
PREPARACION DE LA MANO DE OBRA
Algunos historiadores que creen en la fuerza irresistible de las circuns-
tancias econmicas y las condiciones materiales sitan el motivo del con-
trol en las tentativas de las lites industriales, comerciales, intelectuales y
profesionales de mantener y/o asegurar el poder, la autoridad y el nivel
social. Interpretan la masificacin e institucionalizacin de la educacin en
los siglos XIX y XX como poco ms que una estrategia elaborada para crear,
disciplinar y preparar una mano de obra dcil para un orden industrial
recin surgido. Al definir implcitamente las instituciones de los nios como
nada ms que estructuras de dominio y control, radican la aparicin de insti-
wciones especializadas en la base de la estructura econmica, considerando
las ideas e instituciones como armas utilizadas por las lites en una lucha sin
fin por el poder. Para los historiadores de esta escuela, el surgimiento de
complejos tutelares est impulsado por clculos racionales de consciente o
implcitamente reconocido provecho econmico y profesional (10).
Menos propensos que otros historiadores sociales Jacques Donzelot,
Christopher Lasch
y Elizabeth Badinter a centrarse en la aparicin de la
familia como institucin educativa, los historiadores materialistas de la edu-
cacin se han concentrado caractersticamente en la aparicin de centros
docentes (11). Entre ellos se encuentran
Michael Katz,
que explora la reforma
(10) Partiendo
del supuesto de que el estudio de la educacin es fundamentalmente el estudio
del poder, abrigan una teora implcita de lo que motiva a los reformadores de la educacin: lo
que C:lifford Geetz
ha descrito adecuadamente como una forma de astucia ms elevada.
(11)
Para un anlisis del trabajo de
Badinter, Lasch y Donzelot, vase Barbara Finkelstein y
Remi Clignet, The Family
as Inferno: The Dour
Vision of Four Family Historians,
The
Journal of Psycohistory, 9 (1981), pp. 135-41. 0 mejor, vanse Elizabeth Badinter,
L'Amour en
Plus: Historie de
l'Amour Maternelle
(Fammarion, Pars, 1980);
Jacques Donzelot, The Policing
of the Family (Pantheon Books,
Nueva York, 1979);
Christopher Lasch, The Culture of Narcis-
sism: American Lije in an
Age of Diminishing Expectation
(W. W.
Norton and Company,
Nueva York, 1979) y Haven in a
Heartless World: The Family Besieged
(Basic Books, Nueva
York, 1979).
22
educativa del siglo XIX; David Nasaw, que examina el surgimiento de las
escuelas pblicas y parroquiales, las escuelas de segunda enseanza y los
colleges (colegios)*;
Robert Carlson,
que investiga la americanizacin; Ste-
ven Schlossman, que estudia la evolucin del tribunal de menores; Patricia
Rooke, que analiza la educacin institucionalizada; Clarence
Karier y Joel
Spring.
Al estudiar las reformas progresistas, todos ellos han documentali-
zado la aparicin de lites comerciales, defensores de las escuelas pblicas
y profesionales de la educacin y el bienestar social que pretendan controlar
el carcter del potencial de mano de obra que surga en una Amrica
en reciente proceso de urbanizacin e industrializacin en los siglos XIX
y XX (12). Para estos historiadores, la aparicin de escuelas pblicas, escuelas
parroquiales, escuelas industriales y escuelas de prvulos en el siglo XIX y de
escuelas de segunda enseanza y colleges (colegios) en el siglo XX repre-
sentaba la construccin de complejos socioeconmicos mediante los cuales
las lites comerciales y profesionales podan transformar la adaptacin al
medio social de los nios de clase trabajadora u obrera.
Otros historiadores, menos dispuestos a definir la evolucin educativa
como un producto de la lucha de clases, pero tambin apegados a la nocin
de que las condiciones materiales guan y definen las medidas y posibilidades
educativas, han definido la educacin como preparacin para el papel econ-
mico futuro a desempear, y han analizado las relaciones entre la estructura
econmica y las medidas y prcticas educativas. Para estos historiadores, las
ideas de los reformadores morales, los defensores de las escuelas pblicas y
N. de T.:
El college en Estados Unidos representa la institucin a la que se pasa una vez
finalizados los estudios de la escuela de segunda enseanza. Aunque los colleges sean el reflejo
de los colegios ingleses de Oxford y
Cambridge,
se han desarrollado de forma completamente
propia, aumentando extraordinariamente desde 1870. El grado tradicional conferido es el de
bachiller de artes, confirindose tambin los de bachiller en ciencias y en filosofa y letras. El
ttulo de universidad se usa en Estados Unidos para verdaderas universidades, para colegios y
aun para universidades que no llegan a escuelas de segunda enseanza. Se confieren en las uni-
versidades dos ttulos: el de doctor y el de maestro de artes. Para entrar en la universidad es
necesario haber pasado por el colegio. y muchas universidades son tambin colegios, siendo tal
vez esta combinacin el distintivo de la enseanza superior norteamericana.
(12) Michael B. Katz, dass,
Bureaucracy and the Schools: The
Illusion of Educational
Change in America,
ed. ampliada (Praeger, Nueva York, 1975);
The lrony of Early School Re-
f orm: Educational Innovation in Mid-Nineteenth Century (Harvard University Press, Cambrid-
ge,
Massachusetts, 1968); David Nasaw, Schooled to Order: A Social History of Public Schooling
in the United States (Oxford University Press,
Nueva York, 1979); Steven Schlossman,
Love and
the American Deliquent: The Theory and Practice of
Progressive Juvenile Justice, 1825-1920
(University of Chicago Press, 1977);
Patricia Rooke, The Child 1nstitucionalized Perspectivo.,
Journal of Educational Thought, 2 (1977), pp. 156-7; Clarence Karier (ed.), Shaping the Ameri-
can Educational State: 1900 to the Present (Free Press, Nueva York, 1975); Clarence J. Karier,
Paul Viloas y Joel Spring, Roots of Crisis: American Education in the Twentieth Century (Rand
McNalley, Chicago, 1973); Jodl Spring,
The Sorting Machine: National Education Policy Since
1945 (David MacKay, Nueva York, 1976); Paul C. Violas, The Training of the Urban W ork ing
Class: A History of Twentieth Century American Education (Rand McNally, Nueva York, 1978).
23
los expertos en educacin complementaban la demanda de los propietarios
de las factoras y los industrialistas corporativos de determinadas clases de
trabajadores. En opinin de David Tyack, Harvey
Kantor, Morris Stambler y
Eugene Provenzo, los intereses de los industrialistas y los de los reformadores
coincidan en las tentativas de restringir el trabajo de los nios e imponer la
asistencia a la escuela (13). Los nios estaban en el trabajo cuando los refor-
madores descubrieron la ausencia injustificada de la escuela y facultaron a
haraganes funcionarios para poner en vigor estatutos de asistencia a la
escuela y, entre otras cosas, para separar a los jvenes de la mano de obra (14).
La influencia de los reformadores de la educacin y de las lites comercia-
les se manifest evidentemente en la popularizacin y expansin de las escue-
las de segunda enseanza durante la poca progresista, cuando los arquitec-
tos de la adolescencia, como a
Joseph Kett
le gusta llamarles, proporcio-
naron justificaciones psicolgicas para ampliar y regularizar el perodo de
dependencia, de modo que incluyese a los adolescentes (jvenes de 13 a 19
aos) (15). Y como Marvin Lazerson y
Norton Grubb, Joseph Kett, Chris-
topher Lasch, Clarence Karier
y Joel Spring
han indicado, las alianzas
comercial-profesionales se revelaron cuando las escuelas se hicieron vocacio-
nales, se alinearon y masificaron, convirtindose en mquinas de distribucin
que capacitaban a
los nios para el trabajo (16).
El inters mutuo de las lites comerciales y profesionales fue bien satisfe-
cho, lo que se manifest segn Dominick Cavallo en los intentos por parte
de los tericos del kindergarten progresista de resocializar a los nios trans-
formando el carcter de la pedagoga del kindergarten durante la poca pro-
gresista (17). Tambin se hizo patente, en opinin de Cavallo y David Glass-
berg, en los esfuerzos de los trabajadores sociales y los educadores de los
campos de juegos de organizar, regular y transformar el juego de los nios
en una actividad educativa estructurada (18). Y como David Rothman, Mi-
(13) David Tyack, Ways of Seeing: An
Essay on the History of
Compulsory Schooling,
Harvard Educationa/ Review, 46 (1976), pp.
355-89; Morris Stambler, The Effect
of Compulsory
Education and Child
Labor Laws on High School Attendance in New York City, 1898-1917,
History of Education Quarterly, 8 (verano 1968), pp. 189-214; Eugene F. Provenzo, Jr., The
Photographer as Educator: The Child Labor Photo-stories of Lewis Hine, Teachers College
Record, 83 (verano 1982), pp. 593-612.
(14) Harvey Kantor y David B. Tyack, eds.,
Work, Youth, and Schooling: Historical Perspec-
tives on Vocationalism in American Education
(Stanford University Press, Stanford, 1982).
(15) Joseph F. Kett, Rates of Passage: Adolescence
in America, 1790 to
the Present (Basic
Books, Nueva York, 1977).
(16) Marvin Lazerson y W. Norton Grubb,
Broken Promises: How Americans Fail Their
Children (Basic Books, Nueva York, 1982); Kett,
Christopher Lasch, Culture of Narcissism,
op. cit.; Clarence Karier, op. cit.; Jod Spring, op. cit.
(17)
Dominick Cavallo, The Discovery of Latency: Kindergarten Pedagogy, 1860-1930,
Regulated Children/Liberated Children.
(18) Dominick Cavallo,
Muscles and Morals: Organized Playgrounds and
Urban Reform,
1880-1920 (University of Pensylvania Press, Filadelfia, 1981); David Glassberg, Restoring a
"Forgotten Childhood": American
Play and ihr Progressive Eras Elizabethan Past, American
Quarter/y, 32 (otoo 1980), p. 351.
24
chael Zuckei man, Steven Schlossmann y Christopher Lauch han sugerido, se
evidenci en los sucesivos intentos de los reformadores domsticos clri-
gos en los siglos XVII, XVIII y principios del XIX, mdicos durante los si-
glos XIX y XX de racionalizar y justificar mtodos de formacin del nio
que complementaran y reflejaran los requerimientos econmicos (19).
En general, los historiadores materialistas de la educacin definen sta
estrechamente como preparacin para un papel (20). Con raras excepciones,
encontradas en el trabajo de
Bowies y Gintis, que estn interesados adems
de en la estructura en la evolucin de la conciencia, este grupo de historia-
dores presenta a los nios efectivamente invisibles en sus historias, pasivos
receptores del nivel econmico y social, futuros trabajadores inmaduros y
manipulados (21).
LOS NIOS COMO SERES EXPUESTOS AL PELIGRO: LA EDUCACION
COMO PROTECCION Y OPORTUNIDAD
Otro grupo de historiadores representa a los nios como objetos de bene-
volencia y filantropa, en lugar de objetos de regulacin y manipulacin.
Describen la expansin educativa como reflejo de nuevas y ms instruidas
disposiciones hacia los jvenes que no son simples productos de la circuns-
tancia econmica, el anhelo de mantenimiento del nivel social y la pura
codicia. Radican la aparicin de las escuelas y la extensin de la educacin
formal en la historia de la proteccin del nio, en lugar de en la regulacin
opresiva. De hecho, celebran los sucesivos intentos de regular las condiciones
de la infancia. Ampliando la opinin de deMause, segn la cual la infancia
era, de hecho, una pesadilla de la que los nios slo salan lentamente, ven
en los intentos de los reformadores de transformar el carcter de la infancia y
extender el alcance de la educacin formal, motivos ms all del apego al
nivel social, la artimaa y la disposicin imperial en el trabajo. Enfatizando
los perniciosos efectos de la pobreza, la inmundicia, el trabajo en la fbrica,
(19)
David Rothman, The Child, the Family and the State. Past Realities and
Future Pros-
pects, Working Paper = 1, Center for the Study
of Education Policy and Human Values, Uni-
versity of Maryland, College Park, Maryland; Michael Zuckerman, Children's Rights: The Fai-
lure of Reform, Policy Analisis,
2 (verano 1976), pp. 371-85; y Doctor Spock: The Confidence
Man, Charles S. Rosenberg (ed.), The Family in History (University of Pennsylvania Press,
Filadelfia, 1975), pp. 179-209; Steven Schlossman, The Parent Education
Garne: The Politics of
Child Psychology in the 1970's, Teachers College Records, 79 (mayo 1978); Before Home Start:
Notes toward a History of Parent Education in America, 1897-1927,
Harvard Educational
Review, 46 (agosto de 1976), pp. 436-68; Patricia T. Booke y R. L. Schnell, The Institutional
Society: Childhood Family and Schooling, pp. 113-130, 158-163, en Approaches to Educational
History, eds. David Jones et al. (Faculty of Education, University of Manitoba. Winnipeg, 1981).
(20)
Han derivado sus categoras de teoras sociolgicas y econmicas.
(21) Samuel Bowles y Herbert Gintis, Schooling in Capitahst America: Educational Reform
and the Con tradictions of Economic Lije (Basic Books, Nueva York, 1976).
25
el hacinamiento de personas y el exceso de trabajo en el carcter y las posibi-
lidades de la infancia, se muestran extremadamente sensibles a las alternati-
vas que la educacin podra haber proporcionado a los nios de familias tra-
bajadoras. Para estos historiadores, la difusin de la educacin formal
signific tina sustitucin del trabajo excesivo por la formacin educativa, de
la ignorancia por el conocimiento, o de las palizas y el abandono por una
cuidadosa supervisin (22).
Estos historiadores, independientemente de que sus estudios se centren en
la educacin de nios muy pequeos, en la aparicin de la educacin
pblica en los siglos XIX y XX, o en la educacin de los esclavos o de nios
de clase alta, describen la evolucin educativa corno un captulo en la histo-
ria de la proteccin del nio. Para este grupo de historiadores, la aparicin
de expertos mdicos, reformadores domsticos, reformadores de escuelas y
defensores del nio trabajando para promover la participacin pblica en las
vidas de los nios, marc y signific el triunfo del sentimiento humanitario,
las disposiciones benvolas, la preocupacin por el bienestar del nio y el
deseo de proteger y asegurar sus derechos.
Bremmer
y sus colaboradores, en la eleccin y anlisis de documentos en
su obra clsica,
Children and Youth in America: A Documentary History,
remarcan el carcter humanitario de la reforma educativa y la naturaleza
progresista de la prctica, el parecer y el apoyo mdico, psicolgico y educa-
tivo. Bremmer, considerando la educacin como un importante aspecto de la
historia de los nios y jvenes, ha organizado documentos para reflejar la
gama creciente de servicios que agencias gubernamentales o cuasi guberna-
mentales han proporcionado a los nios ya sea directamente, como en el
caso de escuelas, hospitales, hospicios y facilidades recreativas, o indirecta-
mente, como en los progresivos intentos de regular el trabajo infantil, de
proteger la salud y el bienestar del nio y de controlar las condiciones
ambientales de los centros educativos. La educacin pblica es definida como
una alternativa al trabajo del nio, no como un intento de desintegracin
tribal. Las casas de asilo se describen como refugios de la pestilencia, la
enfermedad, el abandono y el abuso, ms que como vehculos que promue-
van una intrusin pblica en la vida familiar. La expansin de las funciones
del colegio durante la poca progresista se considera como una medida para
proteger la salud del nio, antes que para incrementar el poder del Estado.
Los documentos que se presentan no describen los colegios del siglo XX
como instrumento de control social al servicio de los intereses de lites profe-
(22)
Este punto de vista ha inspirado continuamente el trabajo de historiadores de la educa-
cin como R. Freeman Butts
y Diane Ravitch, que todava no se han centrado en las familias y
nios, excepto para afirmar que se necesitan ms estudios para comprender cmo utilizan los
colegios pblicos.
26
sionales
y corporativas, sino como medios del progreso social en los que se
protege el inters y el crecimiento de los nios (23).
Robert Bremner
ha ampliado su exposicin, de modo similar, en dos art-
culos ms recientes que examinan las relaciones entre el nio, la familia y el
Estado (24). Todos los autores que se citan a continuacin Ellen Ryerson,
Joseph Hawes
y Jack Hall, que estudian la delincuencia en el siglo XIX;
Walter Trattner,
que examina el trabajo infantil y la asistencia a la escuela;
Joseph Duffy,
que investiga la aparicin de la sanidad en el colegio a prin-
cipios del siglo XX; Mark A. Kakzielski, que analiza el trabajo de directores
de patios de recreo; N. Ray Hiner, que trata del abuso de los nios y el cas-
tigo corporal; Nanette Whitbread, que traza la evolucin de las guarderas
para infantes y nios desde principios del siglo XIX hasta 1970, y Denison
Deasy, que se centra en la evolucin de la educacin de los nios menores de
seis arios en Gran Bretaa, Francia y Estados Unidos han ensalzado, no
condenado, la aparicin de la intervencin pblica en los colegios y las
familias (25).
El conjunto del trabajo de estos historiadores, al igual que el de los histo-
riadores materialistas, revela una estrecha definicin de la educacin y una
visin parcial de los nios. Para ellos, la regulacin no refleja una disposi-
cin para controlar, sino para proteger. La masificacin de la educacin
representa la difusin de la oportunidad, ms que la elaboracin de la ali-
neacin. No ms interesados que los historiadores materialistas de la educa-
cin en los procesos mentales y en la elaboracin de la conciencia, estos his-
toriadores tambin incorporan los nios instrumentalmente a sus historias,
pero como vulnerabilidades, no como trabajadores.
(23) Robert H. Bremner et al.. Children and Youth in America: A Documentary Hystory, 4
vols. (Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1970).
(24) Robert
H. Bremner, Families, Children and the State, Robert Bremner, ed., Reshaping
America: Society and Institutions, 1845-1960
(Ohio Suite University Press, Ohio, Columbus,
1982); Other People's Children, Journal of Social History, 16 (primavera 1983), pp. 83-104.
(25) Charles Strickland, Paths Not Taken: Seminal Models of Early Childhood Education
in Jacksonian America, B. Spodek (ed.), Handbook of Research in Early Childhood Education
(Free Press, Nueva York, 1982), pp. 321-40; Joseph Hawes, Children in Urban Society: Juvenile
Delinquency in Nineteenth Century America (Oxford University Press, Nueva York, 1971); Jack
M. Holl, Juvenile Reform
in the Progressive Era: William R. George and the Junior Republic
(Cornell University Press, l'haca, 1971); Walter Trattner,
Crusade for Children: A History of the
National Child Labor Committee and Child Labor Reform in America
(Quadrangle, Chicago,
1970); John Duffy, School Buildings and the Health of American School Children in the Nine-
teenth Century, en Charles E. Rosenberg (ed.), Flealing and History (Basic Books, Nueva York,
1979); Mark A. Kadzielski, As a Flower Needs Sunshine: The Origins
of Organized Children's
Recreation in Philadelphia, 1886-1911, Journal of Sport History, 16 (verano 1977), pp. 169-88;
N. Ray Hiner, Children's Rigths,
Corporal Punishment, and Child Abuse: Changing American
Attitudes, 1870-1920, Bulletin of the Menninger Clinic, 53 (mayo 1979), pp. 233-48; Nanette
Withbred, The Evolution of the Nursery-Infant School: A History of Infant and Nursery Educa-
ion in Britain, 1800-1970 (Routledge and Kegan Paul, Londres, 1972); Denison Deasey, Educa-
ion Under Six (St. Martin's Press, Nueva York, 1978).
27
LOS NIOS COMO ELEMENTOS DE DESORDEN: LA EDUCACION
COMO SISTEMA DE GOBIERNO
Existe an otro grupo de historiadores que examina la historia educativa
como tina forma de regulacin y control social, pero que enfatiza los cam-
bios en el carcter y la evolucin de las autoridades gobernantes, en lugar de
las formas econmicas o el sentimiento de reforma, en su anlisis de la histo-
ria educativa. Siguiendo una lnea de razonamiento articulada en 1962 por
Bernard Bailyn y David Rothman al estudiar el perodo colonial, estos histo-
riadores analizan la historia educativa como tentativas por parte de diversos
actores de controlar el carcter de la autoridad educacional de la mejor
manera posible para mantener el orden social y transmitir cultura en un
mundo incierto (26).
Albergando complejas visiones de la motivacin humana y, en cualquier
caso, ms interesados en explorar el ejercicio de la autoridad que en determi-
nar el motivo, estos historiadores han enfatizado dos acontecimientos en su
tratamiento de la historia educativa: la aparicin de las escuelas como impor-
tantes agencias de la educacin y la evolucin de la participacin del gobierno
en la construccin de espacios educativos para la generacin menor.
Los investigadores del perodo colonial, como por ejemplo
Bernard Bai-
lyn, David Rothman y Michael Zuckerman, ligan la aparicin de colegios a
transformaciones en la funcin de las familias como instituciones educativas
y garanta del orden social (27). Los lderes coloniales, ante lo que perci-
bieron como una incapacidad creciente por parte de las familias para contro-
lar efectivamente a los nios, recurrieron a los colegios para complementar,
si no fortalecer, la autoridad educativa de las familias de origen ingls. En
un intento de mantener el orden y la estabilidad social, dotaron a las escuelas
de misiones educativas que anteriormente fueron patrimonio casi exclusivo
de la familia ensear a los nios a leer y escribir, prepararles para el tra-
bajo, formar su moral y buenos modales, asegurar su lealtad, imponer la
obediencia. El surgimiento de los colegios represent la aparicin de nuevas
estructuras de autoridad para los jvenes y, como estos historiadores sugirie-
ron, vincule) intrincadamente el destino de la educacin y el de la juventud.
Ms interesados en analizar la escuela como una estructura de regulacin
social que como un ambiente para los nios, estos historiadores tambin
incorporaron los nios instrumentalmente a sus historias como amenazas
para el orden social y la armona cvica.
De manera similar, Carl
F. Kaestle y Maris Vinovskis explican la apari-
cin de escuelas de prvulos en la primera mitad del siglo XIX como la crea-
(26) Bernard Bailyn, Education inthe Formtng of American Society: A Re-interpretation
(University of North Carolina Press, Chapel Hill, 1962); David Rothman, A Note on the Study
of the Colonian Family, William and Afary Quarterly, ser. 3., 23 (1966), pp. 627-34.
(27)Ibid.
28
cin de reformadores humanitarios y propietarios de factoras que pretendan
mejorar el ambiente moral de los hijos de los trabajadores de las factoras.
Con el propsito de alfabetizar y proporcionar direccin y formacin moral,
los directores de las escuelas de prvulos esperaban suplir el trabajo de las
familias de forma que confiriera a los nios dicha direccin moral y dotase a
la comunidad de una generacin venidera disciplinada y ordenada. Segn los
mencionados historiadores, la desaparicin de las escuelas de prvulos fue
obra de reformadores escolares que pensaron que las causas del orden moral
no fueron bien servidas por los directores de las escuelas, que trataban a los
nios como prodigios en mero intelecto. Al no servir el inters de nadie
ni de los reformadores morales, ni de los propietarios de las factoras, ni de
los trabajadores de stas, ni de los defensores de la educacin, las escuelas
de prvulos murieron, segn Kaestle y Vinovskis, porque las mat el fracaso
a la hora de cultivar las disposiciones morales en los jvenes, porporcionar
un ambiente educativo familiar y dirigir a los nios de acuerdo a sus mejores
intereses propios o a los intereses del orden social (28).
Similares interpretaciones acompaan las tentativas de examinar la fusin
del compromiso pblico en las vidas de los nios y jvenes. Un notable
conjunto de historiadores, que estudia una serie de esfuerzos educativos, se
centra en el tema de la transformacin de la familia como explicacin de la
aparicin del esfuerzo educativo pblico, proporcionando algunas de las ms
creativas y sofisticadas conexiones entre la historia de la infancia y la historia
de la educacin.
Los historiadores, ya traten la expansin de la participacin del gobierno
estudiando los orgenes y desarrollo de instituciones enteras patrocinadas y
mantenidas pblicamente escuelas industriales mixtas, internados para
nios americanos nativos o examinando la evolucin de la provisin
pblica de servicios educativos, vinculan dicha expansin a una disminucin
de la capacidad de las autoridades tradicionales para controlar la educacin
de los nios. Se estudia la evolucin de la poltica educativa, ya que sta
refleja y revela transformaciones en las estructuras de autoridad que circun-
dan a los jvenes y en la capacidad de las familias de dominar los trminos
por los que sus hijos entran en la vida adulta.
Algunos historiadores Harvey Graff y Michael B. Katz, que estudian
transformaciones en el carcter de dependencia en el siglo XIX; Margaret
Connel Szasz y Robert Trannert, que examinan la participacin federal en
la educacin de los chicos y chicas americanos nativos; Robert Carlson, que
explora la Americanizacin a travs de los colegios, y David Tyack, que ana-
liza el descubrimiento de la ausencia injustificada de la escuela y la imposi-
(28) Carl F. Kaestle y Maris A. Vinovskis, From Apron Strings ABC's: Parents, Children,
and Schooling in Nineteenth Century Massachusetts, J. Demos y S. S. Boocock (eds.), Turning
Points: Sociological Essays on the Family (University of Chicago Press, Chicago, 1978), pgi-
nas 39-80.
29
cin de los estatutos de asistencia al colegio interpretan la participacin
del gobierno como intervencin injustificada (29). Aspirando a apartar a los
nios de sus padres y a sustituir la autoridad de las familias por la del Es-
tado, el aparato de regulacin incluyendo el arrebatamiento del nio,
transferencias legales de autoridad, la asistencia obligatoria a la escuela
represent una forma de imperialismo cultural. En todos estos sentidos, el
envolvimiento del gobierno se entiende como una estrategia de genocidio
cultural, un intento de transferir la autoridad sobre los nios de familias per-
tenecientes a minoras tnicas al Estado mediante el encierro de los nios y
su posterior sometimiento a una especie de guerra relmpago de cultura de la
clase media. Estos historiadores representan a los nios como objetos de
regulacin y a las agencias pblicas que les sirven como instrumentos de
readaptacin al medio social (30).
Otros historiadores explican la evolucin del envolvimiento pblico en la
educacin no como un intento de minar la influencia familiar, sino de susti-
tuir la proteccin de las familias cuando stas no podan o no deseaban
hacerse cargo de las responsabilidades educativas. Para estos historiadores, la
participacin gubernamental reflej la accin de reformadores morales, fun-
cionarios pblicos, defensores de la escuela pblica y padres desesperados
(incluso los de nios inmigrantes) que, al promover la causa de la educacin
pblica o encomendar voluntariamente sus hijos al Estado, estaban de hecho
reaccionando a los devastadores efectos de la urbanizacin y la industrializa-
cin en las capacidades educativas de las familias. Brbara Brenzel explica la
aparicin del Lancaster) de dos maneras: por una parte, como la creacin de
fundadores protestantes pertenecientes a una ansiosa clase media intentaron
controlar a chicas catlicas de clase inferior socialmente indigentes, abando-
nadas o incorregibles y, por otra, como un servicio para madres y padres
empobrecidos, desesperados, que trataban de encontrar estructuras de gobier-
no efectivas adecuadas para sus hijos (31). Ruby Takanishi sigue la misma
lnea de argumentacin en un estudio sobre las races histricas del amparo
del nio (32). Tambin lo hacen Patricia Clement, Rebecca Scott y D'Ann
Campbell en sus respectivos anlisis de las disposiciones educativas para los
nios adoptivos en Filadelfia a finales del siglo XIX, la labor del Feedman's
(29) Margaret Connell Szasz, Federal Boarding Schools and the Indian Child, South
Dakota History (otoilo 1977), pp. 371-83; Robert A. Trennen, Educating Indian Girls at Non-
Reservation Boarding Schools, 1878-1920, W estern Historical Quarter/y, 13 (julio 1982), pp. 271-
290; Robert Carlson, op. cit.; David Tyack y Elisabeth B. Ansot, Managers of Virtue: Public
School Leadership in America, 1820-1980 (Basic Books, Nueva York, 1982).
(30) Richard J. Altenbaugh, Our Children are Being Trained Like Dogs and Ponies: School-
ing, Social Control and the Working Class, History of Education Quartedy, 21 (primavera 1981).
(31) Barbara Brenzel, Domestication as Reform: A Study of the Socialization of Wayward
Girls, 1856-1905, Harvard Educational Review, 50, 2 (mayo 1980), pp. 196-213. Vase tambin
Neil Sutherland, Children in English-Canadian Society (University of Toronto, 1976), especial-
mente la Parte III.
(32) Ruby Takanishi, Childhood as Social Issue: Historical Roots of Contemporary Child-
Advocacy Movements, Journal of Social Issues, 35 (1978), pp. 8-28.
30
Bureau
(Agencia del Gobierno de Liberto) en la prevencin del entrenamien-
to del nio para el trabajo y la obra de Ben Lindsay, fundador del tribunal
de menores a finales del siglo XIX (33).
Queda an otro grupo de historiadores que explica la evolucin de la
poltica de educacin pblica como parte de un intento de difundir e institu-
cionalizar las normas de la educacin del nio. Definiendo implcitamente la
poltica educativa como la puesta en prctica de expertos representan la par-
ticipacin pblica como una especie de canal para la difusin de prescrip-
ciones sobre la educacin del nio de clrigos, mdicos, reformadores
escolares y escritores sobre educacin en el siglo XIX, as como de psi-
clogos, trabajadores sociales, psiquiatras y jvenes trabajadores de ambos
sexos, en el siglo XX. Al examinar pautas de abandono y asistencia a la
escuela en Massachusetts a principios del siglo XIX,
Carl A. Kaestle y Maris
Vinovskis ven la influencia de expertos en educacin infantil y reformadores
escolares en las leyes que expulsaban a los nios pequeos de la escuela,
prohibindoles su asistencia a sta hasta que no tuvieran cinco aos (34). Las
leyes se promulgaron como reflejo de los intentos de persuadir a los padres,
en particular a las madres, de que supervisaran la educacin de los nios en
sus primeros aos de vida, implicando de esta manera al gobierno en el tra-
bajo de institucionalizacin de las nuevas normas de educacin del nio.
Como sugiere el trabajo de David Tyack y Morris Stambler, fueron institu-
cionalizndose nuevas normas sobre la educacin del nio a medida que las
mujeres se adentraban en el universo en expansin de las escuelas elementa-
les pblicas, que se descubra la ausencia injustificada de la escuela y los
gobiernos se comprometan en el tratamiento de apartar a los nios de eda-
des comprendidas entre los seis y los diecisis aos del trabajo e introducirles
en las escuelas (35).
La institucionalizacin de las normas de educacin del nio tambin se
refleja negativamente en servicios rehusados, apoyos que no aparecan.
Conceptuando la familia como un refugio, un lugar aparte, un crculo pro-
tector para las mujeres y los nios en un mundo peligroso, cuadros de exper-
tos a lo largo de los siglos XIX y XX desaprobaron la expansin de los servi-
cios del gobierno para los nios menores de seis arios, a menos, por
(33)
Patricia Ferguson Clement, Families and Foster Care: Philadelphia in the Late Nine-
teenth Century, Social Serv ice Rev iew (marzo 1979), pp. 406-20; Rebeca Scott, The Battle Over
the Child: Child Apprenticeship and the Freedman's Bureau in North Carolina, Prologue: The
Journal of the National Archiv es (verano 1978), pp. 101-13; D'Ann Campbell, Judge Ben Lind-
sey and the Juvenile Court Movement, I901-1904, Arizona and the West, 18 (1976), p. 5. Para
una interpretacin canadiense, vanse Patricia T. Rooke y R. L. Schnell, Discarding the Asylum:
From Child Rescue to the Welfare Statt in English-Canada 1800-1950 (University Press of Ame-
rica. Washington, D.C., 1983) y Neil Sutherland, op. cit.
(34) Carl F. Kaestle y Maris A. Vinovskis, From Fireside to Factory: School Entry and
School Leaving in Nineteenth Century Massachusetts, T. Hareven (ed.), Family and the Lije
Course in Historical Perspectiv e (Academic Press, Nueva York, 1978), pp. 135-38.
(35) Morris Stambler, loc. cit.; David Tyack, loc. cit.
31
supuesto, que el removimiento de los nios se justificara en aras de su bene-
ficio. La renuencia del gobierno a intervenir en las vidas de los nios meno-
res de seis aos es examinada sistemticamente por Amy Steinfels en un
estudio que explora la suerte de la poltica de day care* (36). Esta cuestin
constituye un tema implcito en un reciente trabajo de Norton Grubb y Mar-
vi Lazerson, que, al intentar interpretar el carcter de la poltica pblica
hacia las familias y los nios, ligan la aparicin de la Participacin pblica
al descubrimiento de la familia privada (37).
Hasta ahora slo existe un pequeo grupo de historiadores de la educa-
cin que estudia sinniltneamente los mltiples esfuerzos del gobierno,
intentando examinar sistemticamente la evolucin de la poltica educativa
segn se desarrolla a lo largo de grandes perodos de tiempo, en la manera
en que afecta a todos los grupos sociales y en cmo vincula la historia educa-
tiva a la historia de la familia y de los nios. Que yo sepa, hay cuatro estu-
dios que abarcan estos puntos: una monografa de Norton Grubb y Marvin
Lazerson, una crtica de Ronald Cohen, un ensayo de Michael Zuckerman y
otro de Barbara Fin kelstein.
Lazerson y Grubb han sugerido que la poltica del gobierno hacia la
juventud ha incorporado dos concepciones potencialmente contradictorias de
la responsabilidad hacia los nios. Una enfatiz la familia privada inclu-
yendo la responsabilidad de los padres hacia sus hijos, el papel fundamen-
tal de las madres y la separacin de la familia centrada en el nio del duro
mundo exterior. La otra subray la responsabilidad del Estado all donde las
familias dejaban de hacer frente a sus responsabilidades, un papel desempe-
ado a travs de las instituciones para los nios como las escuelas primarias
y el reformatorio para jvenes (38). Reflejando una ambivalencia fundamen-
tal en la buena voluntad del gobierno de igualar las oportunidades de vida
de los jvenes, una poltica dual ha aliado efectivamente al gobierno a la
causa del respaldo de la desigualdad, incluso mientras ha parecido que la
superaba. Este fracaso constituye el tema y el ttulo del libro The Broken
Protnise (La Promesa Rota).
En una excelente crtica que examina el trabajo de los historiadores que
estudian la proteccin del nio durante la poca progresista, Ronald Cohen
ha ligado firmemente la historia de la educacin a la historia de la protec-
cin del nio (39). Al igual que Lazerson y Grubb, identifica la contradic-
N. de T.: day care: concerniente al cuidado de nios en edad pre-escolar (cuyas madres
normalmenlv trabajan) fuera de sus hogares.
(36) Margaret O'Brien Steinfels, Who's Minding the Children?: The History and Politics of
Day Care in America (Simon and Schuster, Nueva York, 1973).
(37) Grubb y Luerson, Broken Promises.
(38) ?bid.
(39) Ronald Cohen, Child Saving ami Progressivism, I885-1915, N. Ray Hiner y Joseph
Hawes (eds.), Growing up in America: Children in Historical Perspective (University of Illinois
Press, Champaign-Urbana, 1984, de prxima aparicin).
32
cin y la irona, considerando ambigua la actitud de los reformadores escola-
res. En los esfuerzos para crear guarderas infantiles, kindergartens, ampliar
los objetivos de los colegios para la inclusin de la higiene mental, la educa-
cin sobre la salud y la educacin cvica, proporcionar ayuda a las madres y
apoyar la libertad condicional en lugar de la encarcelacin para delicuentes
juveniles, los reformadores crearon ambientes educativos para mantener la
familia intacta. Al mismo tiempo, construyeron la clase de instituciones que
debilit paulatinamente la autoridad de las familias por la autoridad del
Estado. De manera menos intrincada, Michael Zuckerman sigue una lnea de
argumentacin similar (40).
El artculo de Barbara Finkelstein examinando la evolucin de la legisla-
cin del Congreso referente a los nios menores de seis aos, documenta
tambin la existencia de estrategias contradictorias (41). Esta autora descubri
la existencia de al menos tres clases diferentes de disposiciones que implica-
ban tres estrategias distintas, organizando tres relaciones diversas entre la
autoridad del gobierno y la autoridad de la familia.
En conjunto, los tres trabajos documentan la existencia de ciertas clases
de continuidad en el carcter del compromiso pblico con los nios y
jvenes. Al menos los autores parecen coincidir en que la expansin de la
autoridad pblica no ha sido ni se pretendi que fuera uniforme. Todos ellos
documentan la aparicin de una doble prctica una para los nios de
mediana y alta alcurnia y otra para los nios de americanos nativos, inmi-
grantes y negros, as como pobres pertenecientes a minoras tnicas residen-
tes en las ciudades. Asimismo, todos ellos caracterizan las intervenciones del
gobierno de modo similar. Cuando el gobierno ha intervenido a favor del
nio, entonces ha sustituido la autoridad de la familia por la suya propia.
La poltica para los pobres y diferentes se manifiesta tpicamente dirigida a
los hijos de los americanos nativos y los inmigrantes urbanos en el siglo XIX
y a los nios de los pobres de las ciudades, de los negros y de otras minoras
tnicas. De otro tipo es la poltica enfocada a hacer asequible el consejo
experto que aparece en forma de servicios proporcionados a las familias, de
profesores enviados al sur para ensear a los hijos de los esclavos en el siglo
XIX o para establecer programas Head Start (de Ventaja Inicial)* en los aos
(40) Michael Zuckerman, Children's Rights: The Failure of Reform, Policy Analysis, 2
(verano 1976), pp. 371-85.
(41) Barbara Finkelstein, Linde Sam and the Children: Congressional Involvements in the
Lives of Young Children, N. Ray Hiner y Joseph Hawes (eds.), Child Rearing in America
(University of Illinois Press, Champaign-Urbana, de prxima aparicin).
N. de T.:
El llamado programa Head Start en Estados Unidos fue introducido por el
gobierno en 1965 y est dirigido a nios en edades comprendidas entre los tres y los cinco aos.
Est subvencionado por el gobierno federal y fuentes locales. Los nios pertenecientes a familias
de nivel econmico bajo tienen la opcin de tomar parte en el programa, aunque ms del 10
por 100 de las plazas se destinen a familias de nivel econmico superior. Las metas perseguidas
son diversas: fomentar el desarrollo intelectual, social y emocional de los nios para mejorar su
33
setenta de este siglo, de escuelas de prvulos para madres que trabajan en
industrias relacionadas con la guerra, de la aparicin de kindergartens, ayu-
das a las madres y centros de programas de asistencia social en las comuni-
dades locales (42). Esta poltica, supliendo antes que usurpando la autoridad
de las familias, tiene algunas de las cualidades de la educacin pblica, pero
sin la coaccin. Por ltimo, existe apoyo pblico a la educacin del nio sin
Participacin ni control pblico. Tpicamente relacionado con la guerra, ha
llegado a ser una forma de compensacin a las mujeres de las que dependen
nios y cuyos maridos han muerto en la guerra. Se ha dicho sistemtica-
mente que todava es contradictorio, discriminatorio y de gran complejidad,
el estudio de la historia de la educacin como una fase en la aparicin del
Estado patriarcal.
Ya sea que hayan incorporado los nios y jvenes a la historia de la edu-
cacin vinculando la evolucin educativa a la historia del desarrollo indus-
trial, de la proteccin del nio, de la transformacin de la familia, o del
miedo y temor social, todos estos historiadores han considerado las trans-
formaciones en el carcter de la infancia y de la educacin como un signifi-
cativo aspecto de la modernizacin, parte de un esfuerzo para controlar la
ndole y direccin del cambio social mediante la organizacin y regulacin
de las vidas de los nios y jvenes.
LOS NIOS COMO ESTUDIANTES: LA EDUCACION COMO
TRANSMISION DE IDEAS
Hay un segundo enfoque principal en el estudio de la historia educativa,
que refleja y recobra un aspecto diferente de nuestro pasado educacional.
Abarca el estudio de la evolucin de las ideas e ideologas educativas en res-
puesta al inters poltico, y/o la circunstancia econmica, de su elaboracin
y presentacin en tratados doctos, de su transmisin en la prensa popular y
de su deliberado encauzamiento a travs de diferentes instituciones educati-
vas. Al examinar la historia educativa, los llamados historiadores intelectua-
les de la educacin enfatizan el poder del trabajo escrito y hablado, antes
que la fuerza de las circunstancias materiales, en la descripcin de la evolu-
cin de la educacin. Al igual que los historiadores que enfocan la educacin
como regulacin, los historiadores intelectuales de la educacin incorpo-
ran los nios a sus estudios selectivamente, de una manera que ha profundi-
posterior rendimiento en el colegio, proporcionar cuidados mdicos y odontolgicos, eliminar
una alimentacin poco apropiada mediante el suministro de comidas y de informacin a los
padres sobre diettica, proporcionar consejo a los padres a travs de trabajadores sociales cualifi-
cados, promover el ascenso social mediante entrenamiento y oportunidades laborales y alentar la
participacin de-los padres en el proyecto y la comunidad.
(42) David Rothman y Michael Grossberg of Cas han iniciado prometedores trabajos sobre
este tema.
34
zado e intensificado su anlisis de la historia educativa sin alterar necesaria-
mente su enfoque y direccin. Ms interesados en la difusin de las ideas que
en la exploracin de la conciencia o de los procesos educacionales, conside-
ran las iglesias, familias y colegios como conductos educativos, filtros para la
transmicin de ideas. Tratan a los nios instrumentalmente como un
asunto de los filsofos sociales, los tericos polticos y los educadores, un
punto central para el debate filosfico, la controversia ideolgica y la especu-
lacin educativa. Como receptores pasivos de ideas, sensibilidades y expe-
riencias, los nios, en manos de estos historiadores, se convierten en meros
reflejos del movimiento de ideas.
Aunque este enfoque del estudio de la historia educativa puede resultar
limitado para quienes desean centrarse sistemticamente en las relaciones
entre la historia de la infancia y la historia de la educacin, se encuentran
conexiones tiles, implcitamente hechas, en los anlisis que enfocan la edu-
cacin como la transmisin de cultura. Una de tales conexiones ha dado
como resultado una rica pltora de estudios que incorpora, si no trata especi-
ficamente, la evolucin de la Familia como una institucin educativa.
EL CONSEJO A LOS PADRES
Uno de los reflejos ms creativos del inters por la familia es la atencin
que ha despertado la literatura de consejos a los padres. Tradicionalmente,
historiadores como Bernard Wishy y Anne Kuhn estudiaron una abundante y
fascinante literatura sobre consejos para comprender la evolucin de las tra-
diciones culturales segn se reflejaban en este tipo de manuales (43). Ms recien-
temente, Philip Greven, Lawrence A. Cremin y James Axtell estudiando los
siglos XVII y XVIII, Cremin estudiando el siglo XIX, y Sol Cohen y Steven
Schlossman estudiando el siglo XX, han analizado la evolucin de los
manuales de consejos sobre la educacin del nio como canales de difusin
para las teoras sobre la educacin infantil de diferentes expertos. En los si-
glos XVII y XVIII, el consejo a los padres fue caractersticamente emitido
por misioneros cristianos que trataban de catequizar a los americanos nativos
o a los inmigrantes del oeste de Africa y a sus vstagos. En otros casos el
consejo iba dirigido a padres que parecan dejar de asumir en su familia sus
responsabilidades en el desarrollo moral de sus hijos. En el siglo XIX, el
consejo a los padres reflejaba las teoras sobre la educacin del nio de hom-
bres de estado republicanos como Benjamn Rush y Noah Webster, de cris-
tianos evanglicos como Horace Bushnell, de clrigos sectarios como John
(43) Anne L. Kuhn, The Mother's Role in Childhood Education: New England Concepts,
1830-1860 (Yale Lni yersity Press, New Haven, Connecticut, 1947), y Bernard Wishy, The Child
and the Republic: The Dawn of Modern American Child Nurture (University of Pennsylvania
Press, Filadelfia, 1968).
35
Finney, reformadores morales como Catharine Beecher, y reformadores edu-
cativos como Jacob Abbott y William Andrus Alcott. Prescribieron a los
padres los principios de la educacin domstica, guindoles hacia ellos, y
dirigieron sus prescripciones a las mujeres, con la esperanza de alentarlas a
permanecer en la rbita domstica y de ensearlas a preparar industriosos
ciudadanos para una nacin en aparicin. En el siglo XX, la literatura de
prescripcin domstica proporcion un canal para la difusin de las ideas
de psicoanalistas, psiclogos, pediatras y trabajadores sociales que, al servi-
cio de la ciencia y de la educacin del nio, entraron a formar parte de la
lista de autoridades educativas que aconsejaban a los padres cmo criar
jovencitos felices, sanos y capaces de alcanzar grandes xitos (44).
Hay otro grupo de historiadores que a lo largo de la pasada dcada ha
explorado la literatura sobre consejos para la educacin del nio como un
arma ideolgica, un poderoso instrumento de persuasin mediante el cual
un grupo trata de dominar a otro y asegurar su nivel social inferior. Exami-
nando la literatura sobre educacin dinmica y funcionalmente, la conside-
ran implic itamente como un persuasor educacional negativo una fuente de
mitos y mistificaciones. Algunos historiadores detectan en la literatura
de consejos procedente de la clase teolgica y republicana de los siglos XVII,
XVIII y XIX, y del circulo mdico, profesional, en el XX, tentativas de esta-
blecer un mito del instinto maternal. Utilizando la admirable formulacin de
Nancy Weiss, las madres eran las invenciones de la necesidad (45).
Estudiando los ideales femeninos americanos en la Amrica postrevolu-
cionaria, tanto Buth Block como Jacqueline Reinier identifican el ascenso
del apego a la nocin de que el bienestar de la repblica descansaba en el
surgimiento de la madre moral (46). Ambas sugieren que la aparicin del
concepto de madre como profesora representaba una respuesta a la transfor-
macin social y poltica en los voltiles aos comprendidos entre 1785 y
1815, ms que un reflejo de la condicin natural de las mujeres.
(44) Wilson Smith, Theories of Education in Early America, 1655-1819 (Bobbs-Merrill,
Nueva York. 1973); Lawrence A. Cremin, American Education: The Colonial Experience, 1607-
1783 (Harper and Row, Nueva York, 1970); Steven Schlossman, Philanthropy and the Gospel of
Child Development, Histoty of Education Quarterly, 21 (1981), pp. 257-87; Lawrence A. Cre-
min, American Education: The National Experience, 1783-1786 (Harper and Row, Nueva York,
1980); y Katharine K. Sklar, Catharine Beecher: A Study in American Domesticity (Yale Univer-
sity Press, New Haven, Connecticut, 1973); Sol Cohen, The Mental Hygiene Movement, The
Commonwealth Fund, and Public Education, 1921-1933, Gerald Benjamin (ed.), Private Philan-
trhopy and l'ublic Elementary and Secondary Education (Rockefeller Archive Cerner, Nueva
York, 1980).
(45) Nancy P. Weiss, Mother, the Invention of Necesity: Dr. Benjamin Spock's Baby and
Chad Care, American Quarterly, 29 (1973). p. 519.
(46) Ruth Bloc:k, American Feminine Ideals in Transition: The Rise of (he Moral Mother,
1785-1815 , Feminist Studies, 111 (otoo 1975), pp. 159-75; Jacqueline S. Reinier, Rearing the
Republican C:hild: Attitudes and Practices in Post-Revolutionary America, William and Mary
Quarterly, 35 (julio 1977), pp. 426-55.
36
Asimismo, a travs de estudios de consejos sobre la educacin del nio en
la literatura popular, los historiadores se han referido a un culto a la domes-
ticidad, que se elabor y propag en el siglo XIX. En los trabajos de todos
los historiadores que mencionamos a continuacin Katherine Sklar explo-
rando la vida y obra de Catharine Beecher, Brbara Welter descubriendo el
culto a la verdadera feminidad en la literatura peridica, Carol Mulligan
examinando las imgenes de madres y nios en el arte, la literatura y la pol-
tica, William G. McLoughlin investigando las teoras sobre la educacin del
nio de Francis Wayland, y Brbara Finkelstein estudiando la reconstruccin
de la infancia en el siglo XIX se alude a la construccin de una imagen
sobre las mujeres elaborada para persuadir (47). Los reformadores articularon
una norma de perfeccin maternal proyectando las mujeres como las guar-
dianas de la casa, las custodias de una familia educativa, las moldeadoras de
la mente y la imaginacin de los nios pequeos. En virtud de su
inherente bondad y superioridad moral frente a los hombres, se sostuvo que
las mujeres eran las nicas vigilantes idneas de los nios pequeos. El pro-
yecto de casa ideal requera el aislamiento social de la madre y el nio y una
intensificacin de sus relaciones. Segn esta concepcin, las madres prote-
gan a los nios de contagios de influencia insana. Finalmente se aconsejaba
a las madres que desistieran de buscar poder en el mundo mercantil o en las
urnas electorales o incluso, como Barbara Welter ha sugerido, de cultivar sus
mentes.
Estudiando numerosos consejos sobre la educacin del nio procedente del
Children's Bureau en los arios veinte, treinta y cuarenta de este siglo, escritos
por los prominentes consejeros mdico/psiclogos John Watson y Benjamin
Spock, Nancy Weiss ha hecho alusin a similitudes en sus respectivas visiones
del papel de las madres como educadoras de los jvenes. Sin importar lo dife-
rentes que sus tcnicas sobre la educacin del nio pudieran haber sido ni cmo
aconsejaban a las madres, expertos en educacin de ideas tan dispares como
John Watson y Benjamin Spock coincidan en ... que la vida del nio puede
ser daada por un inadecuado amor materno (48). En nombre del progreso
cientfico ms que en el favor patritico, de la paternidad o maternidad
instruida antes que de la necesidad divina, el consejo de los educadores de los
padres del siglo XX, al igual que el de sus iguales del siglo XIX,
car-
(47) Katharine Skalar, Catharine Beecher; Caro! Mulligan, The Madonna and Chad in
American Culture, (Ph. D. dissertation, University of California at Los Angeles, 1975); Barbara
Welter, The Cult of True Womanhood, 1820-1860, American Quarterly (1966), p. 18, pp. 151-
174: Barbara Finkelstein, Casting Networks of Good Influence: The Reconstruction of Child-
hood in the Nineteenth Century, Joseph Hawes y N. Ray Hiner (eds.), History of American
Childhood: A Reference and Handbook (Greenwood Press, Nueva Jersey, 1984, de prxima apa-
ricin); William G. McLoughlin, Evangelical Childrearing in the Age of Jackson: Francis
Wayland's Views on When and How
to Subdue the Wilfullness of Chilndren, Journal of Social
History (otoo 1975), pp. 9-20.
(48) Nancy P. Weiss, Mother: Tire Invention of Necessity.
37
gaba a las madres con casi la entera responsabilidad de la educacin del
nio. Nancy Weiss, sensible como pocos otros historiadores han sido al
efecto de esta clase de consejo mdico y moral sobre la sensibilidad femenina,
abriga un cierto escepticismo respecto a la autoridad cientfica de los conseje-
ros domsticos. Sin embargo, otros historiadores Sheila Rothman, que ex-
plora los conceptos de la feminidad tal como se reflejaban en la literatura
sobre consejos (as como en otros lugares); Michael Zuckerman, que analiza
los consejos de Benjamin Spock, y Christopher Lasch, que examina las for-
mulaciones de psicoanalistas, pediatras, psiclogos y otros grupos del crculo
cientfico interpretan el consejo como una ficcin elaborada, que justifi-
caba y racionalizaba las transformaciones materiales que se estaban produ-
ciendo en el siglo XX. Los educadores de los padres de este siglo interpretan
el consejo de los consejeros del nio y, proporcionando una justificacin y
mistificacin del hecho de que las familias hayan pasado de ser instituciones
relativamente poderosas de produccin econmica y transmisin cultural a
unidades de consumo relativamente importantes, mediante el consejo pres-
cribiendo a las mujeres que fueran atentas a los deseos de sus nios y que
atendieran conscientemente sus necesidades en nombre del desarrollo de una
personalidad sana, describieron engaosamente a las madres como moldeado-
ras omnipotentes de la personalidad, responsables de asegurar la armona y
el orden en la casa. De hecho, lo que los reformadores estaban haciendo era
preparar a las madres para que a su vez preparasen a sus hijos para ser bue-
nos consumidores y manejables jugadores del equipo corporativo (49).
REGIMEN EDUCATIVO PARA LOS NIOS
El trabajo destinado a la educacin de los nios antes que a la de los
padres tambin ha suscitado un inters en los historiadores, que les ha indu-
cido a examinar la transmisin deliberada y sistemtica de cultura. James
Axtell y Lawrence Cremin estudian el rgimen educativo creado por los lde-
res coloniales para efectuar la conversin de los nios de origen ingls, ame-
ricanos nativos o procedentes del oeste de Africa, examinndolo, al igual que
analizan la literatura educativa, como un reflejo de la cultura y tendencia
educativa de origen ingls (50).
De modo similar, Ann Scott MacLeod, Gordon Kelly y Gillian Avery, que
estudian la literatura novelesca para nios durante el perodo jacksoniano;
(49) Sht ila Rothman, Woman's Proper Place: A History of Changing Ideals and Practices,
1870 to the Present (Basic Books, Nueva York, 1978); Michael Zuckerman, Dr. Spock: The Con-
fidence Man, Charles 5. Rosenberg (ed.), The Family in History (Basic Books, Nueva York,
1971); Christopher Lasch, Haven and the Culture of Narcissism.
(50) Cremin, American Education: The Colonial Experience; James Axtell, The School
Upon the Hill: Education and Society in Colonial New England (Yale University Press, New
Haven, Connecticut, 1974).
38
Gregory Nestiel, que examina las obras completas de Jacob Abbot, y Barbara
Kaye Greenlaf, que analiza la iconografa, conectan la evolucin de la educa-
in con la aparicin de ideas, antes que de procesos, sobre la educacin del
nio (51).
LAS ESCUELAS COMO INSTRUMENTOS DE LA EDUCACION
DEL NIO
Por ltimo, hay un nmero muy pequeo de trabajos que intentan siste-
mticamente analizar la propagacin de teoras sobre la educacin del nio
mediante el estudio de las tentativas de participacin en la reforma escolar.
Estos estudios representan un pequeo comienzo de lo que podra convertirse
en un importante enfoque de la historia intelectualista de la educacin: la
difusin sistemtica de teoras sobre la educacin del nio en la labor de los
colegios pblicos. El ensayo de Joseph Kett sobre el descenso de la precoci-
dad como ideal educativo en el siglo XIX, los estudios de Schlossmann sobre
las tentativas de difusin del credo del desarrollo del nio en las primeras
dcadas del siglo XX, el trabajo de Michael Imber sobre la higiene mental en
los colegios y la coleccin de escritos de Sol Cohen analizando la aparicin,
elaboracin de la diseminacin de ideales psicoanalticos, representan los
primeros intentos de conectar la historia de la infancia y la historia de la
educacin (52).
Ya sea que hayan analizado la historia de la educacin centrndose en la
regulacin o en la transmisin cultural, los historiadores, como hemos visto,
han incorporado caractersticamente los nios y jvenes a sus historias de
modo poco sistemtico. Como corolario, el campo de la historia de la educa-
cin, tal y como se ha conceptuado tradicionalmente, ha ofrecido un perjui-
cio notable: si los historiadores de la educacin estudian lo que la gente
ensea y escribe, de alguna manera descubrirn lo que se aprende. Tanto en
el caso de que hayan definido la historia de la educacin como la historia
(51) Anne S. MacLeod, A. Moral Tale: Children's Literature and American Culture, 1820-
1860 (Archon Books, Hampden, C.T., 1975); R. Gordon Kelly, Mother Was a Lady: Shell and
Society in Selected American Children's Periodicals, 1865-1890 (Greenwood Press. Westport C.T.,
1974); Gillian Avery, Nineteenth-Century Children: Heroes and Heroines in English Children's
Stories, 1780-1900 (Hodder and Stoughton, Londres, 1965); Gregory Nenstiel, Jacob Abbot: The
Evolution of a Nineteenth Century Educator, (Ph. D. dissertation, University of Maryland,
1979); Barbara Kaye Greenlaf, Children Through the Ages: A History of Childhood (McGraw-
Hill (ompany, Nueva York. 1978).
(52) Joseph Kett, Curing the Disease of Precocity, Demos and Boocock (eds.), Turing
Points, pp. 183-212; Steven Schlossman, Philanthropy and ihr Gospel of Child Development;
Michael Imber, The Genealogy of an Educational Campaign: The Social and Intellectual
gins of Sex Education; Sol Cohen. The Mental Hygiene Movement y Parent Blaming, Sex
Repression. and the Schools: Reflections on the Mental Hygiene Movement, articulo presentado
en History of Education Society Annual Meeting (Reunin Anual de la Sociedad de Historia de
la Educacin), septiembre de 1981.
39
de la enseanza, o de manera ms amplia como una gama ms extensa de
esfuerzos para transmitir conocimiento, actitudes o sensibilidades, como en el
caso de que definan la historia de la educacin como preparacin para un
papel un proceso de socializacin poltica, econmica y social, los histo-
riadores de la educacin han concebido tpicamente a los estudiantes de
manera esencialmente pasiva. Los han tratado como si fueran indefensos
beneficiarios del nivel social, recibidores de cultura compartida, creaciones
inconscientes de disposicin poltica y econmica; en definitiva, como recep-
tores absorbentes sin capacidad de discriminacin de papeles, responsabilida-
des, obligaciones y experiencias. Sus historias proceden como si los nios
fueran agujeros cavernosos donde se vierten status, experiencias, libros y pla-
nes de estudios y de los que emergen seres humanos formados. Afirmando
inconscientemente que los seres humanos se convierten slo en lo que otros
se proponen que lleguen a ser, y en sucesin predecible, han tratado a los
aprendices y al aprendizaje como meros reflejos.
LOS NIOS COMO APRENDICES: LA EDUCACION COMO
APRENDIZAJE Y TRANSFORMACIN
Un pequeo nmero de historiadores se ha dedicado a la tarea de incor-
porar los nios sistemticamente al estudio de la historia educativa. Par-
tiendo de la suposicin de que el proceso de transmisin cultural ser
entendido incompleto e innecesariamente limitado por una preocupacin
exclusiva por la enseanza, pretenden, a travs del estudio sistemtico de la
infancia y la educacin del nio, centrar la atencin en dos de los aspectos
ms descuidados de la historia de la educacin: los aprendices y el aprendi-
zaje en s mismo.
Los historiadores, al abordar esta tarea, han introducido profundamente
una dimensin inter-generacional en sus estudios de la historia educacional.
De hecho, el carcter de las relaciones entre el adulto y el nio es un impor-
tante enfoque de los estudios que combinan el inters por la infancia con el
inters por la educacin. Una coleccin de ensayos titulada Regulated Chil-
dren / Liberated Chidren: Education in Psychohistorical Perspective (Nios
Regulados / Nios Liberados: La Educacin en Perspectiva Psicohistrica)
abarca diferentes enfoques: Nueve ensayos proporcionan ejemplos de historia
educacional en los que se enfatiza explcitamente el aprendizaje y en los que
es fundamental un enfoque intergeneracional. Algunos de estos ensayos el
de N. Ray Hiner, que trata del desarrollo de Cotton Mather como padre y
como educador de padres; el de Ross Beales, que examina la poesa de Anne
Bradstreet; el de Judith Plotz, que analiza la poesa romntica; el de Sterling
Fishman, que presenta transformaciones en las representaciones visuales de
profesores y estudiantes, y el de Sol Cohen, que investiga la suerte de la
pedagoga psicoanaltica en Europa entre 1908 y 1938 se centran en la
40
naturaleza de las relaciones adulto-nio segn han sido representadas visual
y filosficamente e imaginadas cientficamente. Otros historiadores Phyllis
Vine investigando los empleos del honor y la vergenza como instrumentos
educativos en las escuelas coloniales, Barbara Finkelstein comparando las
experiencias de los nios al aprender a leer y a escribir entre una muestra
representativa de un conjunto de grupos, Debora Fitts examinando los orge-
nes y efectos del movimiento para feminizar la enseanza en el colegio, y
Dominick Cavallo analizando transformaciones en la naturaleza de la peda-
goga del kindergarten en la poca progresista se centran en el carcter
educativo de las relaciones entre profesores y estudiantes al ser institucional-
mente circundadas y fomentadas (53).
En un enfoque centrado en el aprendizaje est implcita una disposicin
de concentrarse no slo en las relaciones entre los adultos y los nios, sino de
estudiar la educacin como un ciclo completo, ampliando una aproximacin
intergeneracional de modo que incluya tanto los resultados como las posibi-
lidades de transmisin cultural. Algunos historiadores reflejan esta tendencia
en estudios que examinan cmo las personas han convertido lo que han
aprendido en una generacin de nuevas formas sociales, construcciones cul-
turales, visiones de posibilidades educativas, polticas, sociales y econmicas
en la generacin siguiente. Estudiando los orgenes del inters de Cotton
Mather por la educacin familiar como un producto de su experiencia como
hijo y despus como padre, Ray Hiner ofrece una explicacin psicolgica del
carcter de las prescripciones puritanas sobre la educacin del nio (54). En
un tratamiento menos implacablemente psicolgico, James Axtell propor-
ciona lo que denomina una visin de la educacin hasta la cintura de la
educacin de procedencia inglesa durante el perodo colonial. Examina la
evolucin de la cultura de origen ingls, prestando una minuciosa atencin
a los procesos educativos reflejados en los intentos diarios de efectuar conver-
siones, proporcionar las bases de la alfabetizacin, enseriar un oficio y, por
otra parte, preparar a los jvenes para la vida de adultos. Documenta la apa-
ricin de pequeos cambios en el modo de educacin, que, argumenta, repre-
sentaban intentos de adaptar las formas educativas de procedencia inglesa
para combatir el efecto de transformaciones y presiones econmicas y polti-
cas (55). De hecho, estas transformaciones y presiones contribuyeron a la des-
integracin de dichas formas educativas. Y, progresivamente, los jvenes iban
desertando de la comunidad, rompiendo contratos de aprendizaje, buscando
vidas nuevas e independientes en las ciudades y, como Axtell ha remarcado,
viviendo entre familias americanas nativas. La conclusin de que las formas
y procesos educativos de origen ingls no consiguieron fomentar en las futu-
ras generaciones una lealtad a dicha educacin y que, como consecuencia,
(53) Finkelstein, Regulated Children.
(54) Hiner, loc. dt.
(55) Axtell, The School Upon the Hill.
41
prepararon a las genct ;I( iones ms jvenes de procedencia inglesa para lleva]
a cabo una revolucin, resulta marginal en cuanto a su apreciacin pero
consistente en su presentacin. Phillip Greven, yendo ms lejos, investiga las
races de la conciencia revolucionaria americana en los estilos educativos de
la familia o en las prcticas formativas del nio. Ampliando argumentos
avanzados y articulados por los psico-historiadores,
Gerald Plattz, Fred
Weinstein y Lloyd de Mause, Greven, en un monumental estudio titulado
The Protestant Temperament
(El Temperamento Protestante), identific al
menos tres modos caractersticos de transmisin cultural operantes entre los
protestantes de origen ingls, que anticipaban tres estilos y sensibilidades
diferentes entre los fundadores de la revolucin americana (56). Asimismo,
Phyllis Vine sugiere que el estilo poltico republicano se form y dirigi en
gran medida en los procesos educativos de las escuelas del siglo XVIII (57).
De modo similar, otros historiadores buscan las races de la conciencia
revolucionaria en temas educativos. En un estudio sobre las prcticas educa-
cionales del nio entre los cuqueros clticos asentados en el valle Delaware
en el siglo XVIII, Barry Levy ha sugerido que la prctica de una formacin
condescendiente, de medidas suaves en la crianza y educacin de los jvenes
no fue una estructura postindustrial, ni necesariamente un arma ideolgica,
sino una expresin intrincada y original de la conciencia y sensibilidad cu-
quera. Los cuqueros no estaban apartados de la corriente principal de la
vida americana, sino que, por el contrario, puede que hayan iniciado algu-
nos de sus ideales educativos ms caractersticos (58). Judith Plotz, citando
a Shelley, llama a los poetas los legisladores ignorados del mundo, los
arquitectos sin reconocer de las medidas y prcticas de la educacin moderna
(59). Entre los tratamientos ms creativos hasta el momento de las relaciones
entre la enseanza, el aprendizaje y la expresin cultural, se encuentra el
estudio de Daniel Calhoun sobre la naturaleza de la inteligencia tal y como
ha sido conceptuada, debatida y expresada en empresas como la instauracin
de cursos puentes . Aunque el libro no preste atencin a las situaciones y
vidas reales, sugiere que la verdadera caracterstica y carcter de la cultura
americana se encuentra en la manera en que ha sido moldeada en sus proce-
sos educativos (60).
(56) Philip Greven, The Protestant Temperament: Patterns of Child-Rearing, Religious
Experience and Sei! in Early America (Alfred A. Knopf, Nueva York, 1977).
(57) Phyllis Vine, Honor and Shame and the Eighteenth-Century College, Finkelstein (ed.),
Regulated Children1Liberated Children.
(58) Barry Levy, Tender Plants: Quaker Farmers and Children in the Delaware Valley, 1681-
I735., Journal of Family History, 3 (junio 1978), pp. 116-133.
(59) Judith Plotz, The Perpetual Messiah, Finkelstein, Regulated Children.
(60) Daniel Calhoun, The Intelligence of a People (Princenton University Press, Princenton,
Nueva Jersey, 1973).
N. de T.:
Cursos deliberadamente planeados para que comiencen en una institucin y
continen y terminen en otra.
42
La disposicin a conceptuar la educacin como un ciclo completo de
enseanza y aprendizaje ha conducido a algunos historiadores a redefinir el
significado de la institucionalizacin en los siglos XIX y XX, uniendo esto
a intentos de mayor envergadura de reconstruir el carcter de la infancia.
Han identificado un elemento dinmico la presencia de los nios en
quienes y a travs de los cuales la cultura, si ha de persistir, tendr que trans-
mitirse. Asimismo han redefinido implcitamente la educacin, considerando
a las familias y colegios como estructuras de persuasin recipientes din-
micos dentro de los que los adultos combaten por las mentes y corazones de
los nios. En un ensayo que investiga la reconstruccin de la infancia de
1790 a 1890, Barbarar Finkelstein ha definido la educacin como un intento
de persuadir. Ampliando conceptos utilizados en el trabajo de Jacques Don-
zelot, Lloyd deMause, Phillipe Aries, David Rothman, Clifford Geertz, Mi-
chael Zuckerman, Michel Foucault y Burkart Holzner, parte de la suposicin
de que los contornos de la educacin y los contornos de la infancia estn
invariablemente unidos (61). Presta una gran atencin a los sistemas de aso-
ciacin, las estructuras de autoridad y el carcter de las actividades que forma-
ron las mentes y los corazones, impusieron el comportamiento y por lo dems
moldearon la conciencia de los nios a lo largo del siglo XIX. La educacin
present un intento de controlar las experiencias infantiles, y despus de
1830, restringido el campo de asociacin de los jvenes, se crearon ambientes
preceptorales con adultos ejemplares que se comptometeran en intentos de
predefinir los trminos por los que la generacin menor entrara en el
mundo exterior a sus familias inmediatas. Constituy una estrategia delibe-
rada, si bien slo implcitamente comprendida, para administrar, pastorear,
controlar y, en definitiva, organizar el carcter del cambio social (62).
An puede verse otro reflejo de la tendencia a explorar la historia educa-
tiva como un ciclo completo en estudios biogrficos que examinan las rela-
ciones entre la transmisin cultural y la adquisicin de identidad. Charles
Strickland, investigando las prcticas de formacin infantil de Bronson All-
cott, intenta comprender las fuentes y orgenes de la produccin literaria de
Louisa May (63). Ellen Lagerman, en un estudio biogrfico sobre los proce-
sos educativos en la vida de cinco formadoras progresistas, vincula sus come-
tidos profesionales de adultas al carcter y calidad de sus relaciones con men-
(61) Jacques Donzelot, The Policing of Families (Pantheon Books, Nueva York, 1979); The
Evolution of Childhood, Aries, Centuries of Childhood; David Rothman, The Discovery of the
Asylum: Social Order and Disorder in the New Republic (Little, Brown and Company, Boston,
1971); Clifford Geertz, Ideology as a Cultural System, en Interpretation of Cultures (Basic
Books, Nueva York, 1973); Michael Zuckerman, William Byrd's Family, Perspectives in Ame-
rican History, 12 (1979), p. 253; Buckart Holzner, Identity and Authority: Explorations in the
Theory of Society (Alfred A. Knopf, Nueva York, 1979); Michel Foucault, Power/ knowledge:
Selected Interviews and Other Writings, 1972-1977 (Basic Books, Nueva York, 1980).
(62) Barbara Finkelstein, Casting Networks.
(63) Charles A. Strickland, A Trascendentalist Father: The Childrearing Practices of Amos
Bronson Alcott, History of Childhood Quarterly (1973). 1, pp. 4-51.
43
Lores mayores que ellas durante la poca de su crecimiento y desarrollo (64).
Por ltimo, Louis Perry liga de modo inextricable el estudio de la infancia,
de la crianza del nio y de la educacin en una investigacin de los diarios
de Henry Clarke Wright abolicionista, escritor sobre la crianza, educador y
reformador social a todos los efectos del siglo XIX (65).
Los historiadores que se centran en los aprendices y el aprendizaje se
encuentran en una posicin privilegiada para examinar las mltiples mane-
ras en que los seres humanos se adaptan, controlan, modifican o sucumben a
la fuerza de las circunstancias econmicas, polticas, culturales, psicolgicas
y sociales. Hay un cuerpo en desarrollo de literatura histrica que sugiere
que las familias podran ser resistentes y flexibles capaces mediante sus
procesos educativos de transformar, resistir la imposicin exterior. Este punto
de vista ha guiado la interpretacin de varios historiadores que examinan los
procesos por los que diversos grupos han adaptado, resistido y/o transfor-
mado la intrnseca maquinaria de la imposicin cultural, ya proviniera de
esfuerzos de misioneros en los siglos XVII y XVIII y principios del XIX, de
intentos por parte de los arquitectos de la escuela pblica de utilizar los
colegios como instrumentos deliberados de educacin cvica y desarrollo del
carcter en el siglo XIX, o de americanizar a los inmigrantes mediante cole-
gios americanizadores en el siglo XX.
En un extraordinario estudio titulado Deep Like the Rivers (Profundo
Como los Ros), Thomas Weber examina la educacin entre comunidades de
barracones de esclavos en el sur agrcola del siglo XIX. Centrndose en el
mundo tal y como los mismos esclavos lo vean y hacan, Weber ha revelado
el extraordinario poder y vitalidad de las formas y expresiones culturales
africanas. Al igual que cuando Anthony Wallace estudi a los iroqueses en
1970, Weber descubri que la conciencia de los esclavos, y especialmente la
de los nios esclavos, se fue formando, moldeando y expresando dentro de
una comunidd que mantuvo la solidaridad y la integridad mediante la crea-
cin de lo que Levine ha llamado un mundo sagrado. Era un mundo que
permita a los esclavos trascender el medio en que estaban forzados a vivir,
creando simultneamente una realidad psicolgica y moral significativa y
ricamente expresiva. En el mundo que construyeron los esclavos, la cultura
se transmita oralmente y se reflejaba en las canciones, danzas y ceremonias
religiosas. Se promova mediante una serie de relaciones informales en
estructuras y configuraciones familiares nicas en su gnero. La persuasin
de esta cultura en su poder de motivacin venci a una intrincada misin de
(69) Ellen C. Lagerman, A Generation of Women: Education in the Lwes of Progresswe
Reformers (Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, 1979).
(65) Lewis Perry, Childhoud, Marriage and Reform: Henry Ciarke Wright, 1797-1870 (Uni-
versity of Chicago Press, Chicago, 1980).
44
imposicin cultural que avanzaba desde los escalones de las puertas de las
casas principales de la plantacin (66).
El persuasivo poder de diferentes formas educativas constituye tambin
un importante punto del trabajo de John Hosteteler sobre la Old
Order
Amish Community
(Comunidad Amish de Antiguo Rgimen) y en su evolu-
cin durante el curso de dos siglos de implacable hostigamiento cultural,
poltico y econmico. Al examinar las relaciones entre los adultos y los nios
segn se reflejaba en procesos de crianza, ceremonias de onomstica, tcnicas
disciplinarias, ejercicio de catequesis formal y en cientos de transacciones
diarias, Hosteteler ha documentado implcitamente la existencia de una capa-
cidad y sensibilidad educativa exquisita. Tan sofisticadas son las formas y
estructuras educativas Amish y su capacidad para persuadir, es decir, para
inspirar la lealtad de afiliacin de sus generaciones ms jvenes que han
provisto a los nios de los requisitos e inclinaciones culturales y psicolgicas
para mantener unida la comunidad Amish (67).
El estudio de los procesos educativos y las prcticas de formacin del nio
entre otros diversos grupos tnicos acaba de comenzar. Con excepcin del
prometedor trabajo de John Bodnar sobre la educacin domstica de los
nios de grupos inmigrantes americano-eslavos, los estudios sobre comuni-
dades se han centrado en el papel de la familia como mediadora del trabajo
de los nios (68). Apenas se ha comenzado el estudio de los estilos educativos
tnicos, el anlisis de cmo se llevan a cabo los procesos educacionales dia-
rios entre los grupos inmigrantes o la investigacin de la capacidad de dife-
rentes grupos tnicos de sofocar la fuerza de la imposicin econmica y cul-
tural. Una investigacin de la historia educativa que se centrara en el
aprendizaje corregira la tendencia a ignorar las disposiciones, inclinaciones,
capacidades y poder educativo de tradicin tnica.
En mi opinin, la historia educativa se ha beneficiado de la progresiva
disposicin de los historiadores dedicados a su estudio a prestar ms atencin
a la infancia y a la formacin del nio. Dichos historiadores van siendo
menos reduccionistas, extendiendo el campo de la historia educativa para
abarcar la totalidad de las ordenaciones educacionales, incluyendo los apren-
dices y profesores, as como el aprendizaje y la enseanza. Han aadido una
nueva dimensin a la comprensin de la educacin como un proceso de
transmisin cultural y de supervisin de familias y nios. Debido quizs al
rea de estudio, los historiadores de la educacin podran definir tambin la
historia educativa como un importante aspecto de los captulos de la historia
(66) Thomas J. Webber, Deep Lake he Rivers: Education in he Slave Quarter Community,
1831 to 1865 (Norton, Nueva York, 1978); Anthony F. C. Wallace, The Death and Rebirth of he
Seneca (Alfred A. Knopf, Nueva York, 1970).
(67) John Hosteteler, Amish Society ( John Hopkins University Press, Baltimore, 1980).
(68) John Bodnar, Materialism and Morality: Slavic-American Inmigrants and Education,
1890-1940, Journal of Ethnic Studies (1976), 3, pp. 1-16.
45
de las transformaciones de la capacidad humana de pensar, sentir, amar, tra-
bajar, sobrevivir y aspirar al poder, aunque todava no han comenzado real-
mente a hacerlo.
Quiz la mayor contribucin que pueden hacer los estudiosos de la histo-
ria a la historiografa en general y a la historiografa de la educacin en par-
ticular es aumentar nuestra comprensin general del cambio social y, par-
ticularmente, de los procesos que lo inician u obstaculizan*.
Traduccin: Beln Trabuccheli
Este estudio apareci originalmente en Journal of Educational Thought, vol. 18, nm. 1.
y se publica con la autorizacin del Editor.
46
HISTORIADORES Y SOCIOLOGOS
EN BUSCA
DE LA INFANCIA.
APUNTES PARA UNA BIBLIOGRAFIA
RAZONADA
SIMONETTA ULIVIERI
Ce 16 novembre 1717, a t ramass un garion
nouvellement n, trouv expos et abandonn dans
une boite de sapin blanc sur le parvis de Notre-
Dame, sur les marches de L'Eglise de Samt-Jean le
Rond, que nous avons fait a l'instant poner a la
Couche des Enfants Trouvs pour y eire nourri et
allan en la maniere accoutume.
Ce bb, baptis le lendemain sous le nom de Jean
le Rond, fut envoy en nourrice en Picardie. II con-
naitra la clbrit sous le nom de d'Alembert, diteur
avec Diderot de la Grande Encyclopdie.
(SANDRIN, J., 1982)
INTRODUCCION:
LA HISTORIA DE LA ESFERA PRIVADA
En los ltimos
aos, el campohistoriogrficoha registradouna notable
ampliacin de horizonte; una vez superadas las rgidas barreras de la investi-
gacin histrico-poltica e histrico-institucional tradicional, los sectores de
investigacin abordan, cada vez ms, la historia social; de este modo, los
hechos de la esfera privada, de la familia y de las mujeres (en particular las
de la infancia) han pasadoa ser un objetoposible y, en algunos casos, privi-
legiadodel estudiohistrico. Perosi en otros pases la importancia y el valor
atribuidos a la historia social (1)
han ayudadoconsiderablemente a la difu-
sin de tales estudios (basados en el usode mtodos cuantitativos y demogr-
ficos, entre otros), en Italia este enfoque se ha producidocon retraso; slo
desde hace pocotiempola historia social comienza a dar los primeros pasos
y los temas que aborda se consideran a veces de menor relevancia y siempre
(1) Cf. Le Goff, J., voz Storia, Enciclopedia Einaudi, vol. XIII, Turn, 1981, p. 570.
Re, iNtade Educacin. nm. 281 (19861. pgs. 47 86.
47
marginales. Muchas veces se relega la historia de la familia al sector de
estudios sociolgicos; la historia de la cuestin femenina, la iniciativa indi-
vidual de alguna historiadora (baste recordar la obra pionera desarrollada en
este campo por Franca Pieroni Bortolotti) o a la aportacin de alguna revista
de orientacin prevalentemente femenina (por ejemplo, Nuova Donna,
Woman, Femme y Memoria); la historia de la infancia, en fin, an no se han
abordado directamente y a fondo, sino tan slo en artculos o estudios crono-
lgicamente sectoriales.
Se comprueba as algo que a primera vista parece inexplicable: ese nio
que ha sido materia de amplios estudios de tipo sociolgico, pedaggico y
psicolgico, no se toma como objeto de examen histrico en sus condiciones
reales de vida, que en muchos casos son condiciones de supervivencia.
El historiador ingls
Peter Laslett (1979)
ha hablado de masas de nios
pequeos que en la sociedad preindustrial jugaban en los campos o en la
calle, acompaando y a veces perturbando con su parloteo y sus gritos el tra-
bajo de las personas mayores. Estos nios aparecen poco en los documentos
escritos, pero estn presentes con sus diversas reacciones, desde el juego al
llanto, en la iconografa cortesana o privada. Su historia, sin embargo, no
est escrita; es, como dijo recientemente en una interesante intervencin Egle
Becchi (1983a, p. 9), una historia difcil; y la misma autora, en otra publi-
cacin (Becchi, 19831) ,
p. 4), haca notar cmo la mujer, el nio y el cuerpo
son siempre temas que permanecen al margen del trabajo del historiador.
La falta de una historia de la infancia y su registro historiogrfico tardo
son un indicio, como sealaba hace algunos aos Leonardo Trisciuzzi (1976,
p. 4), de la incapacidad por parte del adulto de ver al nio en una perspec-
tiva histrica. En otros trminos, mientras el adulto consideraba a sus hijos
pequeos como cachorros, stos vivan al margen de la sociedad (lgica-
mente confiados a las mujeres, cuya funcin educadora era estrictamente bio-
lgica, sin otras competencias); y cuando los hijos adquiran la autonoma,
pertenecan al mundo de los adultos, comenzaban a formar parte de la histo-
ria; cabe decir que, al no existir el nio con todas sus caractersticas infanti-
les, tampoco exista su historia.
Si el socilogo ha estudiado al nio como elemento social, el pedagogo ha
solido teorizar sobre la educacin y sobre los modos de impartirla y el psic-
logo, desde que naci su disciplina, ha abordado principalmente sus aspectos
fisiolgicos y psicolgicos en evolucin. Cuando apareca alguna referencia
histrica en obras de este tipo, era necesariamente incidental, sola tener un
carcter esquemtico y muchas veces serva para reforzar las tesis defendidas.
En definitiva, el concepto de infancia (y ya la misma expresin explica el
distanciamiento del nio vivo y real) era una categora general e histrica-
mente imprecisa.
La historia social, en cambio, ha subrayado los aspectos peculiares liga-
48
dos a la historia de la infancia, incluyendo en la investigacin las condicio-
nes de la mujer y de la futura madre, el parto, los cuidados y la crianza del
nio, la alimentacin, el estilo educativo, las instituciones escolares y los sis-
temas disciplinarios y punitivos.
En este nuevo enfoque de la historia han destacado, como se sabe, los his-
toriadores franceses y anglosajones, mientras que en Italia tales estudios han
alcanzado escaso desarrollo por la preferencia que se ha otorgado siempre a
la historia poltico-industrial y de las ideas; todava hoy sigue la polmica y
resulta difcil abandonar una tradicin historiogrfica superada, donde pre-
domina an la influencia idealista.
En Francia tiene gran resonancia la revista
Annales, paralelamente a la
accin desacralizadora de la produccin foucaultiana, que ha orientado la
investigacin histrica hacia temas nuevos: la historia de la locura, de las
instituciones segregantes, de la sexualidad. Esta nueva tendencia se ha mani-
festado tambin en Inglaterra con la revista Past and Present, y en Italia a
partir de 1966 con la revista Quaderni storici.
Parece til, pues, trazar una panormica de la produccin ms reciente en
torno a la historia de la infancia, para contribuir a su difusin y desarrollo (2).
No puede faltar en la resea la produccin extranjera, que supone en algu-
nos casos una aportacin fundamental y que no cabe soslayar; pero aplica-
remos especialmente nuestro anlisis a la contribucin italiana, porque es
indicio de una nueva actitud y de un cambio de tendencia que se est produ-
ciendo.
Hay que investigar, en todo caso, para el que desee orientar su investiga-
cin hacia la historia de la infancia, que deber situar tal estudio dentro de
un inters ms general por la esfera privada y lo cotidiano; el conocimiento
de la historia de la familia y de la condicin femenina y juvenil, de los vn-
culos parentales, de la conducta sexual, de las variaciones demogrficas liga-
das a los problemas econmicos, de la evolucin de la sanidad y de los ini-
cios de la pediatra es indispensable para entender ciertas dinmicas y
circunstancias que han influido grandemente en el mundo infantil. Por eso
conviene extender nuestra resea a aquellos que en los diversos campos o en
investigaciones interdisciplinares abordan, junto con otros temas o colate-
ralmente a ellos, al nio y su existencia dentro de la pareja, de la familia y
de las diversas estructuras sociales.
(2)Pala una resea de bibliografa crtica sobre la infancia en italiano, cf. Flores M., lnfan-
zia e societa borghese nella recente storiografia, en Movimento operaio e socialista, nm. 4, 1980,
p. 497-506; adems Pancera C., Critica della storiografia USA: su famiglia e infancia nei sec.
XVI-XVIII, en Societa e storia, nm. 14, 1981, p. 927-942.
Hay otras indicaciones bibliogrficas en la segunda parte del ensayo de Ragazzini, D.: Storia
della scuola italiana, Le Monnier, Florencia, 1983, p. 122-124.
49
LA FAMILIA
La historia de la familia tiene en cuenta tambin, obviamente, la menta-
lidad de sus componentes. En efecto, si la historia de la familia es, por una
parte, historia del agregado domstico (relaciones econmicas y divisin
del trabajo), es tambin, por otra, historia de la sexualidad y de las actitudes
ante la contracepcin y la procreacin; al mismo tiempo, la historia de la
mujer es historia de su posicin econmico-social dentro de la familia y de la
sociedad, pero es tambin historia de su cuerpo y de todo lo que a travs de
ste la afecta directamente: parto, maternidad, lactancia. La historia de la
infancia, pues, est unida estrechamente a la historia de la familia y de la
mujer.
Las actitudes de los padres ante los hijos no pueden abordarse desde un
supuesto e histricamente problemtico amor de los progenitores, sino que
dependen, aparte dinmicas econmicas y demogrficas, de condicionamien-
tos atvicos y de esquemas culturales. Del mismo modo que la sociedad se
imagina y vive a s misma y sus problemas, imagina tambin en proyeccin
futura al nio, condicionando su desarrollo y conducta en previsin de su
papel social como adulto. Por otra parte, el valor de los nios ha ido
subiendo a medida que aumentaba la probabilidad de su supervivencia (=
reduccin de la tasa de mortalidad), aunque haya subido tambin el coste de
su mantenimiento, instruccin o preparacin para el trabajo; en cualquier
caso resultaba til invertir en un bien que sera con el tiempo una nueva
fuente de sustento familiar.
Lawrence Stone (1977) parte, al parecer, de este enfoque en su extensa
obra dedicada a la familia, el sexo y el matrimonio en Inglaterra, donde da
cabida a problemas concernientes directamente al nio: el nacimiento, las
relaciones afectivas dentro del grupo familiar, las reas de permisividad, de
control y de presin en las relaciones entre padres e hijos. El autor dedica
todo un captulo a las 'estrechas conexiones existentes entre las diversas cate-
goras sociales y las modalidades educativas; considerando los estratos de la
escala social (aristocracia, alta burguesa, n 'o conformistas-devotos, artesanos
y pobres), examina los diversos modelos pedaggicos: el negligente; el atento
a las exigencias del nio, con afecto y permisividad, o el atento, pero repre-
sivo; el egocntrico-invasivo; el atento, pero brutal; el indiferente explotador.
Stone se interesa tambin por los cambios de la medicina y, en particular, de
la puericultura, y por las diversas actitudes que la familia y la sociedad adop-
taban ante la sexualidad infantil y adolescente. Adems, el autor examina el
uso del castigo corporal en las escuelas inglesas, el uso y abuso de caas y
varas, conforme al principio de que el mejor estmulo para la mente es el
dolor (p. 490).
Como se desprende de estos temas relativos a la infancia, junto a otros
muchos, el historiador ingls ha analizado, para redactar su extensa obra,
una enorme cantidad de documentos tanto escritos como iconogrficos,
50
expresin de diversas clases sociales, pero siempre dentro de la categora de
los alfabetizados. Los propios relatos biogrficos de tantos y tan diversos per-
sonajes que utiliza Stone demuestran que su obra es una historia de personas
que poseen una cultura, capaces de expresar en forma escrita sus percepcio-
nes subjetivas; un ejemplo muy sabroso (para el lector) es el anlisis de la
conducta sexual de la nobleza a travs de diarios y memorias, entre los que
destaca por su desenvoltura e inmediatez la prosa de Samuel Pepys.
A diferencia de Stone, Edward Shorter (1975) define su obra dedicada al
destino de la familia en la sociedad occidental como el intento de relatar la
historia de los muchos hombres y mujeres que han poblado el mundo coti-
diano, la historia de los que carecieron de voz. La nueva historia social
intenta, pues, ilustrar la vida privada de la gente comn, analfabeta o apenas
capaz de estampar su firma, que nunca escribi memorias ni obras que glo-
saran sus acciones o sentimientos. En el mbito ms general de la familia,
Shorter se propone reencontrar y describir la historia de la mujer tpica, del
recin nacido tpico y no la de los nios reales. Busca sus fuentes entre
quienes podan conocer de cerca la vida y las experiencias del pueblo: mdi-
cos municipales, funcionarios y burcratas menores, eruditos locales. De las
descripciones, informes y relatos salidos de las plumas de estos personajes
emergen muchas noticias y datos relativos a la infancia: prcticas populares
de puericultura, embarazo e hijos ilegtimos, organizacin de nodrizas profe-
sionales. El anlisis de lo cotidiano en el pasado le sirve al estudioso cana-
diense para intentar la reconquista de realidades poco analizadas, vidas
annimas sobre las que han callado los historiadores.
Tambin Jean-Louis Flandrin (1976),
en sus investigaciones sobre los
problemas de la familia, de los parientes, de la casa y de la sexualidad,
aborda la misma dimensin social que Shorter, centrndose en el tema de las
actitudes de la familia y de su origen y desarrollo histrico e interesndose
por la historia de las innumerables familias del pueblo. Escribe el historiador
francs en la introduccin a su ensayo: Plus que les affaires de famille des
grands... ce sont les structures de la vie prive des masses qui veillent notre
curiosit (p. 12).
Autor de numerosos ensayos y artculos, algunos traducidos al italiano,
dedicados a la evolucin de la conducta amorosa, Flandrin no olvida la lec-
cin de Aries (3); su anlisis de la historia social, como clserva
Guido
Verucci en el Prlogo a la traduccin italiana de
La familia, se especifica
esencialmente como historia de la psicologa y de la mentalidad (p. 16). De
este modo, en el mbito de sus estudios sobre la moral sexual en relacin con
la dinmica conyugal, Flandrin no slo no relega sino que dedica un amplio
(3) Flandrin dedicaba ya en 1964, en Annales, una larga recesin a la obra de Ph. Aries
(1960);
esta recensin ha sido traducida ahora al italiano y aparece, junto con otros ensayos del
autor francs, en el volumen 11 sesso e 'Occidente. L'evoluzione del comportamento e degli alte-
giamenti, Mondadori, Miln, 1983.
51
espacio a las relaciones entre padres e hijos, intentando describir e interpretar
el sistema de la reproduccin biolgica en su devenir histrico. A las fuentes
ya usadas por otros autores, Flandrin aade el estudio de materiales de pro-
cedencia eclesistica (manuales para sacerdotes y confesores, textos de teolo-
ga moral, actas de procesos concernientes a las relaciones matrimoniales);
tales documentos resultan especialmente valiosos porque dan a conocer
aspectos de la vida privada difcilmente deteciables de otro modo. El autor
puede abordar as temas importantes para la historia de la infancia, como la
relacin entre concubinato y abandono de los hijos, entre fecundidad y mor-
talidad infantil, entre deberes conyugales y uso de la contracepcin.
Los conocimientos adquiridos mediante el uso de estas fuentes inexplora-
das, donde la historia de la moral eclesistica se mezcla con la historia de las
costumbres y de la educacin, permiten a Flandrin formular ciertas hiptesis
que algunos han considerado excesivas, pero que a nosotros nos parecen en
extremo interesantes. Por ejemplo, segn el estudioso francs, la lucha
librada por la Iglesia contra toda forma de vida sexual extraconyugal infe-
unda
ocasion un alto grado de fecundidad en el matrimonio, pero favore-
ci al mismo tiempo un surp/us infantil, causa del abandono de nios recin
nacidos o de la falta de cuidados y, en consecuencia, de una mayor mortali-
dad infantil. Al mismo tiempo, el control de la natalidad y el rechazo cada
vez ms frontal
del binomio sexo-procreacin por parte de las parejas deriva-
ra de los graves daos y numerosas muertes provocadas en las mujeres por la
multiplicacin de los partos, como tambin de la constatacin de que la
prole numerosa llevaba consigo una mortalidad elevada, sobre todo con el
uso indiscriminado por casi todas las clases sociales de la institucin de la
nodriza. Flandrin presenta a la mujer como protagonista de estas transforma-
ciones, y no nos parece aventurada la tesis, que adoptara posteriormente Eli-
sabeth Badinter (1980) en su historia del amor materno, donde hace coincidir
la afirmacin del imor materno, no como instinto sino como acto cons-
ciente, con la disminucin voluntaria de la natalidad y con un mayor esmero
en la crianza de los nios; pero sobre este problema volveremos ms adelante.
Hace alrededor de diez aos, en una introduccin a algunos ensayos de
diversos autores, Charles E.
Rosenberg (1975,
p. 3) haca notar que uno de
los aspectos implicados en la historia social es el inters creciente por reali-
dades fundamentales de la humanidad, como la socializacin de los nios,
las enfermedades, la muerte y la vejez, el matrimonio y las estructuras fami-
liares. En suma, para comprender la naturaleza de las opciones sociales, las
posibilidades reales ofrecidas a los individuos en el mbito de su existencia,
el historiador no puede prescindir del conocimiento pleno del individuo,
desde las condiciones que llevaron a su concepcin y nacimiento, hasta la
relacin con la madre o con la nodriza, la socializacin y la adopcin del
papel econmico de adulto en la familia y fuera de ella.
Partiendo de tales presupuestos, Rosenberg analizaba la metodologa mi-
litada por los partidarios de la psicohistoria, entre los cuales y en primer
52
lugar hay que contar a Lloyd de
Mause (1974),
que propuso una teora del
desarrollo histrico que llam psicogentica, donde el parmetro de la infan-
cia se especifica o bien mediante la descripcin de las situaciones y senti-
mientos particulares que han rodeado histricamente al nio, o mediante la
definicin del papel asumido por ste... dentro de la psicologa de los adul-
tos (p. 6).
Junto a otros estudios sobre la dimensin histrica de la familia apareci-
dos en traduccin italiana, recordemos el dirigido por P. Laslett,
J. Robin y
R. Wall (1983).
Hay que destacar en particular el ensayo de P. Czap; en pri-
mer lugar, porque analiza las condiciones de la familia rusa ms all de los
lmites geogrficos de la investigacin tradicional, que ha solido ceirse a la
cultura de la Europa occidental; en segundo lugar, porque analiza la familia
campesina antes de la abolicin de la servidumbre de la gleba, cuando la
prolificidad era an sinnimo de riqueza en cuanto que cada nio constitua
un nuevo trabajador potencial.
Hay que hacer tambin una referencia a la obra del antroplogo Jack
Goody (1983), que ha publicado su escrito en la nueva coleccin de historia
de la editorial Mondadori (4). Conviene recordar el inters de Goody por las
ms diversas formas de parentesco y de relaciones. Dedica un esmerado estu-
dio al levirato (5) y a la adopcin. Estas formas de procurarse un heredero
dentro o fuera de la familia, presentes en las sociedades precristianas (son
numerosos, por ejemplo, los casos de adopcin en la antigua Roma), decaye-
ron posteriormente debido a las reticencias de la Iglesia, que pona lmites
morales a tal prctica y prefera los parentescos puramente espirituales (los
padrinos). Segn Goody, el inters econmico por los patrimonios que se
extinguan sin heredero favoreca la condena de la adopcin por parte ecle-
sistica; lo cierto es que, en este caso, la costumbre religiosa influy mucho
en el derecho familiar, ya que, por ejemplo en Inglaterra, las primeras leyes
sobre la adopcin se dictaron en 1926.
Hay que recordar tambin el simposio celebrado en Pars, en el ao 1974,
sobre Familia y parentesco en el Occidente medieval. Los trabajos relativos
a Italia fueron recogidos posteriormente en volumen (Duby y Le Goff, 1981);
la participacin de historiadores italianos, entre ellos C. Violante y G.
Tabacco, indica que existe tambin en dicho pas una tendencia a ocuparse
de estudios histricos sobre la familia. Este inters creciente se observa an
ms entre los socilogos; me refiero concretamente a la coleccin de ensayos
sobre la familia dirigida por Agopik Manoukian (1983) y a la ltima obra de
Marzio Barbagli (1984), que traza un amplio panorama sobre la evolucin de
(4) En la misma coleccin ha aparecido una interesante
Storia soctale degli odori (XVIII e
XIX secolo), de Alain Corbin, con Introduzione de Piero Camporesi.
(5)
El levirato es la obligacin de tomar por esposa a la viuda del hermano fallecido y de
engendrar hijos a nombre del difunto.
53
la familia y de las situaciones dentro de ella en nuestro pas, basndose en
una documentacin muy rica.
Las relaciones entre padres e hijos y todo lo concerniente a los lazos fami-
liares se estudian detenidamente en estos dos volmenes.. En el volumen
preparado por Manoukian reviste especial inters, a nuestro juicio, la sexta
seccin dedicada a Los lazos familiares en pblico y en privado, con ensa-
yos de Franco della Peruta, Gian Albino Testa y Chiara Saraceno. En l se
describe y analiza aquel vasto movimiento de ideas, pero tambin de iniciati-
vas concretas, primero privadas y despus pblicas, que llev en el siglo XIX
italiano a las lites ms progresistas y a la clase dirigente del nuevo Estado
unitario, a tomar conciencia del valor social de la infancia y de la necesidad
de un modo diferente y mejor de criar, cuidar e instruir a los hijos del pue-
blo.
Como en el tema de los sistemas hospitalario y penitenciario, se consi-
dera que el proceso educativo no puede ser incumbencia exclusiva de cada
familia, que la nueva responsabilidad social del Estado se despliega a travs
de la gestin del desarrollo educativo, en la creencia, impregnada de opti-
mismo ilustrado, de que las escuelas, los internados y los colegios funciona-
rn produciendo buenos ciudadanos y buenas madres cuando falla la familia
por incapacidad, ignorancia o negativa a hacerse cargo de los hijos. En todo
caso, el nio y sus necesidades constituyen un problema mucho ms compar-
tido que en los siglos precedentes por intelectuales y educadores como seala
Della Peruta en su trabajo.
Las estructuras y las relaciones familiares constituyen los dos grandes
polos temticos que articulan el ensayo de Barbagli. A nosotros nos interesa
sobre todo ilustrar la segunda parte, la dedicada a las relaciones familiares,
incluyendo el comportamiento afectivo de padres, cnyuges e hijos. Barbagli
utiliza diversas fuentes: libros de preceptiva familiar (o econmica), tratados
sobre los deberes conyugales y sobre la educacin de los hijos, relatos de via-
jeros extranjeros, libros de familia, autobiografas, correspondencia. Esta
ltima documentacin privada ofrece datos muy interesantes sobre la cuali-
dad de las relaciones familiares, que Barbagli analiza conforme a los criterios
de desapego, deferencia e intimidad.
En cuanto al perodo ms reciente (1880-1940)
examinado por el autor,
ste utiliza tambin una serie de entrevistas hechas a mujeres nacidas entre
1890 y 1910
en el rea geogrfica centro-septentrional de Italia sobre los roles
familiares y las formas de tratamiento verbal vigentes. Son interesantes tanto
las relaciones de poder que situaban a la mujer joven en una posicin subal-
terna dentro del sistema familiar, una posicin tpica de la infancia, como
los modos de comunicacin verbal, de dirigirse la palabra, el uso del usted,
sinnimo de deferencia y distancia; al mismo tiempo, la ausencia total de
expresiones de afecto en la relacin entre padres e hijos denota una sociedad
ruda y autoritaria, muy marcada por el miedo y la falta de formas de ternura
(si bien esta dureza exterior no puede significar sin ms falta de amor, sino
que es ms bien una repeticin de conductas de los padres aprendidas a tra-
54
vs
de una educacin asimismo rgida, severa y muy controlada). Afirma una
entrevistada: Yo no recuerdo haber recibido nunca un beso de mi padre
(Barbagli, p. 469). El afecto se manifestaba, si acaso, con servicios materiales
(alimentacin, vestido, etc.). Barbagli observa, sin embargo, que las primeras
familias en evolucionar hacia una mejora en las relaciones afectivas fueron
las familias burguesas, que precedieron en ello a las familias campesinas, por
ejemplo; esto obedece, segn l, tanto a una mayor posibilidad de intimidad
dentro de la familia nuclear, a diferencia de la familia numerosa, con varios
ncleos familiares ms favorables, que permita un margen de tiempo y sere-
nidad mayor del que podan disponer los estratos inferiores, agobiados por la
satisfaccin de necesidades primarias, ante las cuales el afecto y sus formas
constituan un lujo.
LAS MUJERES
Las relaciones entre la mujer y los nios basadas en la naturaleza
, es
decir, en la maternidad, son tan estrechas que no cabe abordar los problemas
de la primera sin considerar las condiciones de los segundos en su ser biol-
gico, emotivo y social. No est demasiado claro lo que se ha entendido hist-
ricamente por amor materno; algunos lo definen como un sentimiento
inmutable, ligado directamente al vnculo carnal entre madre e hijo, mien-
tras que otros, en forma menos absoluta, lo hacen
. depender o lo ven fuerte-
mente influido por los problemas de geografa econmica, de historia cultu-
ral y de poltica social, en cuyo mbito nace, pero puede tambin no nacer,
esa relacin de amor.
En lneas generales, los resultados de los trabajos histricos en tal sector
coinciden en sealar que el amor materno, si se consideran especialmente los
ltimos siglos (cuya investigacin es ms fcil), es un concepto histrica-
mente evolutivo, como tambin lo es el valor atribuido por parte de la socie-
dad a la existencia infantil. Todo esto constituye el hilo conductor del ensayo
de E. Badinter (1980), segn el cual el amor materno no puede darse por des-
contado, sino que slo existe realmente cuando, ms all del apego animal o
del sentido de propiedad, se convierte en una toma de conciencia, en un acto
de responsabilidad. De igual modo que ser mujer no significa necesariamente
ser madre, el amor materno es real o no segn que el hijo, su existencia, sea
deseada y querida o inesperada e involuntaria. Esta actitud aparece con bas-
tante claridad en los testimonios histricos de mujeres que, aun amando a
sus hijos, se sentan agobiadas por la maternidad. Declara una campesina del
Cneo nacida en 1898: ... Yo tuve diez hijos. Los curas hablaban siempre de
la necesidad de tener hijos... y decan que era pecado mortal no tenerlos.
Pero no eran los sermones de los curas los que a m me atemorizaban... Mi
miedo era traer al mundo otro hijo a pasar penalidades... Al primer hijo lo
dese y lo quera. El segundo... ay, yo hubiera preferido morir. Luego lleg
55
el tercero, y as me acostumbr de nuevo a vivir. S, luego deseaba morir por
el pesar de haber trado tantos hijos al mundo (6).
Los recuerdos de estas mujeres recogidos por
Nuto Revelli, tan vivos y
reales, rezumando rabia y resignacin al mismo tiempo, son excelentes para
comprender el sentido que tuvieron en su existencia la maternidad y los
hijos.
Ya a principios de siglo,
Margaret L. Davies (1915),
de la Liga Coopera-
tiva Femenina (7), recoga, durante la campaa por la asistencia a la mater-
nidad, cartas de trabajadoras en las que stas hablaban de su condicin y de
la
circunstancias de su familia, del trabajo, del salario y de la amenaza de
desempleo, de la relacin con los hijos, primero deseados y luego vistos como
una maldicin. Mujeres que muchas veces carecan de toda educacin sexual
y que afrontaban con angustia e ignorancia el parto, sin saber lo que sera de
ellas y de su criatura, mujeres que pasaban de un embarazo a otro sin des-
canso y sin alimentacin suficiente. La ignorancia y la miseria, pues, fueron
el teln de fondo de estas vidas y condicionaron en buena parte las de sus
hijos, al menos las de los que sobrevivieron.
As pues, si el fenmeno ms importante que caracteriza en general las
relaciones entre la mujer y los hijos es, como parece, la maternidad, hay que
sealar, sin embargo, que esas relaciones pueden tener histricamente varias
lecturas y es preciso conocer sus antecedentes y sus consecuencias. El control
social de la reproduccin est siempre ligado al honor femenino
(Cavallo y
Ceruti, 1980)
y tal honor depende de la evolucin del control de la natali-
dad, puesto que la tasa alta de hijos ilegtimos implica sin duda una liberali-
zacin de las costumbres, pero no siempre revela una toma de conciencia de
la mujer sobre su cuerpo y su capacidad reproductiva
(Lottin, 1970; Pomata,
1980).
La realidad de las madres ilegtimas implica adems, en virtud de la
moral sexfoba
familiar, el infanticidio como el remedio-anulacin ms des-
esperado a la maternidad involuntaria, para evitar el ostracismo social y la
marginacin. No hay muchos estudios sobre el infanticidio y, en particular,
sobre el anlisis de la mujer que elimina a su hijo
(Coleman, 1974; Langer,
1979);
es posible que exista una repulsa colectiva que influye tambin en los
(6) Revelli, N.,
L'anello forte. La donna: storie di cita contadina,
Turn, Einaudi, 1985, p.
124-126. Del mismo autor, cf. vols. I y II. Estos largos trabajos de escucha y transcripcin atenta
muestran cmo la memoria oral resulta, ms que otras fuentes histricas, una autntica expre-
sin de realidades subordinadas y excluidas de la historia, como las de las mujeres y la infancia.
A este propsito, cf. tambin Vigne Th., Genitori e figli 1890-1918: distanza e dipendenza, en
Passerini, L. (director),
Storia orale. ['j'a quotidiana e cultura materiale
delle classi subalterne,
Rosenberg 8c Sellier,
Turn, 1978. p. 295-258; adems Bravo, A., Scaraffia, L.: Ruolo femminile
e identita nene contadint . siehe Langhe: un'ipotesi di storia orate, en
Rivista di storia contem-
poranea, nm. 1, 1979, pp. 21-56.
(7) Pettenecian
tambin a la I.iga las autoras de Lije as we hazle known it,
Londres, 1931;
trad. it.,
1,a cita come noi l'abbiamo conosciuta. Autobiografie di donne proletarie inglesi
(con
Carta introductoria de V. Woolf), Savelli, Roma, 1980.
56
estudiosos e investigadores; lo cierto es que los pocos testimonios que se han
encontrado en Italia (Povolo, 1978-1979; id. 1979-1980) (a menudo extractos
de declaraciones en procesos de mujeres acusadas de infanticidio) presentan a
mujeres marginadas sobre las que pesa ya, antes an que esa acusacin, una
grave situacin social que las predestina a ser vctimas (Depauw, 1972, p.
1.165-1.172): o son hurfanas o les falta una figura paterna que haga mante-
ner las promesas de matrimonio del compaero, o son personas desarraiga-
das, enviadas desde muy jvenes a trabajar bajo un amo (del que sern presa
fcil) o a la ciudad, donde los encuentros son ms fciles y no se ejerce ya el
control de la comunidad campesina sobre las costumbres y las relaciones
entre los jvenes (8).
Es evidente que en estos contextos de privacin y abandono resulta difcil
para la mujer asumir la responsabilidad y el honor de una maternidad.
Muchas veces el nacimiento del hijo se interpone entre la mujer y sus expec-
tativas de realizarse individual y socialmente segn las rgidas normas tradi-
cionales (primero mujer, despus madre); a veces la mujer justifica el infanti-
cidio por estas razones (Palaja, 1981). Tal acto no supone, pues, un rechazo
de la maternidad, sino que la sita dentro de las reglas sociales. Adems,
como seala tambin M.
Pia Casarini (1983),
esta no aceptacin del nio por
parte de la mujer va unida a otra actitud igualmente aberrante de los magis-
trados llamados a juzgar estos casos, segn la cual la mujer infanticida
merece la pena mxima, incluso la muerte si no bautiz al nio antes de
liquidarlo, mientras que se le otorgan fuertes atenuantes si antes de matarlo
lo ha bautizado, puesto que as asegura al menos la salvacin eterna del
nirio.
Pasando al examen de los problemas ligados al parto, se comprueba que
en este terreno los estudios son ms numerosos y se puede considerar que el
tema ha ingresado en la historiografa francesa contempornea (Glis, Laget
y Moret, 1978), gracias a la estimable aportacin de Mireille Laget (1982).
En Italia, adems del volumen dirigido por Pizzini (1981), la revista Qua-
derni storici dedic un nmero al tema Parlo e maternita: momenti della bio-
grafia femminile,
que incluye valiosos ensayos de Sandra Cavallo, Simona
Cerutti y. Gianna Pomata (1980). Asimismo son interesantes los nmeros
dedicados a Matern ita e imperialismo (9) y a II corpo della donna: ideologia
(8) Sobre el valor de la fama de la mujer en el mercado matrimonial, cf. Mariano,
R.: 1 1
paese stretto. Strategie matrimoniali nella diocesi di Como, secoli X V I-X V III, Einaudi, Turin.
1981. Sobre el papel femenino en la sociedad patriarcal, cf. tambin Thompson, E.P.: Sociela
patrizia cultura plebea, Einaudi, Turn, 1981, en particular el ensayo sobre el charivari ingls.
publicado en A nnales el 1972.
Sobre la relacin entre honor femenino e infanticidio, cf. el reciente ensayo de Margherita
Pelaja, Scandali. Onore e trame di rivalita in una comunita di fine '800, en Subalterni in
tempo di modernizzazione. Nove studi sulla societa romana nell'Ottocento, Annali della Fonda-
zione L. e L. Basso-lssoco, vol. VII, Angeli, Miln. 1983-1984.
(9) Sobre el tema, cf. tambin el estudio antropolgico de Meil-Lassoux, C., Femmes, gre-
niers et capitaux, Pars, 1975; trad. it., Donne, granai e capitali, Zanichelli, Bolonia, 1978.
57
e realita,
por Nuova D.W.F., que ofrece tambin trabajos de estudiosas
extranjeras, entre ellas
Anna Davin (1978).
Un articulo de
Claudia Pancino (1978),
en particular, se centra en el
embarazo y en el miedo y la ignorancia que lo acompaaban. La enfermedad
y la muerte eran consideradas como sancin de culpa; en el caso particular
del parto, si ocurra alguna complicacin se atribua sin ms a comporta-
mientos errneos de la madre, segn el prejuicio corriente de que el hijo
pagaba las culpas mortales cometidas antes de su nacimiento. El remedio no
se buscaba en la adopcin de medidas higinico-sanitarias, sino en oraciones
y en peregrinaciones a santuarios de la Virgen o de santos dotados de poderes
teraputicos sobre los nios, como Santa Margarita y San Rafael, o invo-
cando a Santa Ana, protectora de las parturientas.
Pancino
ha reanudado recientemente este tema (1984), amplindolo y
abordando en particular la historia de la asistencia al parto, con las parteras,
comadronas y matronas, en un perodo que va del siglo xvi al XIX.. En tal
reconstruccin hay que insertar la intervencin de los mdicos, la consi-
guiente medicalizacin del parto y el inicio de la pediatra en Italia. La
autora presenta tal proceso y tales innovaciones, pero no siempre se consi-
dera stas como elementos de progreso. Reconoce, por ejemplo, que la cul-
tura popular del parto era conservadora y que la reforma de la obstetricia en
el siglo xvill estaba motivada por un proyecto reformador (poi el bien
pblico, para salvar y tutelar la vida de las mujeres y de sus hijos); sin
embargo, estos mrgenes cada vez mayores de seguridad tuvieron que pagar-
los las mujeres, segn la tutora, en trminos de prdida de los tiempos y los
ritmos naturales, que hizo de un suceso que antes era privado y familiar algo
semejante a un caso patolgico, controlado por el mdico y que ya no es
patrimonio de la mujer, su protagonista. Pancino escribe sobre la solidari-
dad femenina entre parturienta y comadronas en la introduccin a su
ensayo:
La autonoma de aquel mundo femenino qued destruida cuando se
impuso el control masculino sobre el parto, que desnaturaliz los principios
que sostenan hasta entonces la asistencia; baste recordar a modo de ejemplo
que en la tradicin obsttrica slo la que haba padecido los dolores del
parto poda comprender y, por tanto, socorrer a la que pasaba por ese
trance. En definitiva, a su juicio, la hospitalizacin del parto, incluso la
actual, propone y simboliza la absurda alternativa entre garantas de seguri-
dad y esfera afectiva (p. 19, p. 22).
Una de las aportaciones ms relevantes al anlisis de la relacin mujer-
maternidad-hijos es la del canadiense Edward Shorter. Este autor expuso el
tema en el volumen Familia y civilizacin (1975), como hemos visto, pero lo
haba analizado tambin en un ensayo (1973), publicado despus en italiano,
donde intentaba con datos demogrficos, en particular los cambios en las
tasas de fecundidad, explicar las modificaciones en las actitudes femeninas y
58
en la posicin de la mujer dentro de la pareja y de la familia, vinculando en
definitiva la fecundidad y el control de la natalidad a la emancipacin feme-
nina y acusando, de paso, a los estudiosos de la historia de la mujer de
haberse basado elegantemente en fuentes literarias, sin utilizar datos demo-
grficos seguros ni asumir hiptesis y tcnicas de investigacin de las cien-
cias sociales en general (p. 318). Pero la investigacin ms amplia acerca de
la experiencia fsica de la condicin femenina, el modo como han vivido las
mujeres la relacin con su propio cuerpo, la ha ofrecido Shorter (1982) con
su reciente obra dedicada a la historia del cuerpo femenino. El historiador de
Toronto parte de la consideracin, aparentemente simple, de la subordina-
cin secular de la mujer y del inicio, en el siglo xlx, del feminismo. Intenta
explicar cmo ocurri esto, por qu transcurrieron tantos siglos de subordi-
nacin y se produjo al fin la toma de conciencia de esa sujecin y la lucha
por la igualdad. Si la subordinacin de la mujer obedeci a su inferioridad
fsica, tambin su emancipacin depende primordialmente de una condicin,
de una base fsica que permitir a la mujer luchar por la paridad de derechos
y por la igualdad. Recorriendo la historia de la condicin de la mujer, el
autor seala diversos factores que ayudan a explicar histricamente la infe-
rioridad femenina: en primer lugar las mujeres estaban sometidas a los hom-
bres, que con el ejercicio indiscriminado de los derechos sexuales hacan de
su existencia una serie interminable de embarazos; las mujeres, en segundo
lugar, eran vctimas de los hijos, que por su nmero constituan una cons-
tante y angustiosa preocupacin en todo lo concerniente a la supervivencia y
la crianza; las mujeres, en fin, eran fsicamente presa de enfermedades natura-
les a las que no estaban sujetos los hombres por su diferente conformacin
fsica. Segn Shorter, la afirmacin del matrimonio como opcin romn-
tica y no como arreglo o necesidad econmica, la prevencin de la natalidad
y, por tanto, el nmero menor de personas a que atender y, en fin, un mayor
cuidado del propio cuerpo merced al progreso de la medicina, proporcionan
a la mujer esa base fsica y, diramos nosotros, esa fuerza y energa que se
precisan para pensar y, por tanto, reivindicar sus derechos. Quiz estas obser-
vaciones parezcan demasiado categricas, pero la lectura de la obra, amplia-
mente documentada con datos histricos, resulta convincente, sobre todo
porque, como en sus estudios precedentes, el autor no toma como objeto de
examen a las mujeres de clase media alta, que dentro de su estamento goza-
ban de algunos privilegios, sino que intenta reconstruir la vida de las muje-
res del pueblo.
La eliminacin de la subordinacin fsica es, pues, la premisa para el ini-
cio del feminismo, al que est ligado tambin el acceso de la mujer al trabajo
industrial extradomstico y la afirmacin de los derechos individuales, de
origen burgus, en las sociedades occidentales. Esto nos remite al problema de
las relaciones que mantienen las mujeres con la familia y los hijos, por una
parte, y con su trabajo, por otra. Un bello ensayo donde se demuestra cmo
durante mucho tiempo (y aun hoy) han coincidido la organizacin de la
59
produccin, de la reproduccin y de la vida de las mujeres es el de
Louise A.
Tilly y Joan W. Scott (1978).
Ambas historiadoras americanas (10) describen las transformaciones de la
economa familiar desde el comienzo de la era moderna hasta hoy y el papel
de las mujeres en los diversos perodos histricos.
Geogrficamente la investigacin se centra en Inglterra y en Francia, y
por eso es de escasa utilidad para estudios sobre Italia; sin embargo, el enfo-
que de ciertos problemas, como las transformaciones demogrficas y el papel
atribuido o asumido por las hijas, por las solteras, por las casadas, por las
viudas, en el mbito de las actividades laborales familiares y extrafamiliares,
suministra signos precisos para una interpretacin de situaciones anlogas
existentes en la sociedad italiana.
Sobre la relacin entre natalidad y mortalidad infantil no hay acuerdo
entre los demgrafos historiadores; no obstante, segn las dos autoras, es
seguro que la tasa de natalidad comenz a decrecer a principios del siglo
XIX
paralelamente a la disminucin de la mortalidad infantil. Parece existir,
pues, una estrecha conexin entre estos dos aspectos de la vida y la muerte de
la infancia. Mientras la mortalidad se mantiene alta y no hay grandes pers-
pectivas de vida para el futuro del nio, la natalidad es ilimitada; cuando,
por diversas causas (un mayor cuidado fsico y diettico de la madre, partos
menos inseguros merced a la intervencin mdica, mejora de la higiene
unida a los descubrimientos pasteurianos, introduccin de la vacuna para
ciertas enfermedades exantemticas, como la viruela), disminuye la mortali-
dad infantil, se produce una reduccin de la natalidad (incluso mediante el
uso deliberado de la contracepcin) y un incremento en los cuidados y el
afecto dedicados al nio, en cuya supervivencia se confa ms (11). Esto no
impide que el nmero de componentes de las familias permanezca casi cons-
tante, ya que el menor nmero de nacimientos va acompaado por un menor
nmero de defunciones. Y esto, segn las dos autoras, ocurre tanto en Gran
Bretaa, ya en fase de despegue industrial, como en Francia, an con econo-
ma agrcola en buena parte. La reciente obra de Massimo Livi Bacci (1977)
es muy til para abordar la dinmica de los cambios en los niveles de fecun-
didad en Italia en relacin con la condicin femenina y con el devenir social.
El autor seala cmo el proceso de la fecundidad ha sufrido profundos cam-
bios en los ltimos doscientos aos; por ejemplo, la fecundidad comienza a
declinar a nivel nacional a finales del siglo XIX; sin embargo, ese declive ya
haba aparecido en algunas zonas (Piamonte, Liguria, Toscana) antes de la
(10) De las mismas autoras,
cf. Lavoro femminile e famiglia nell'Europa del XIX secolo,
Rosenberg, 1975, pp. 185-227. La obra de E. Sullerot,
Histoire et sociologie du travail feminin,
Paris, 1968; trad. it., /.a donna e il lavoro, Etas Kompass, Miln, 1969, es de enfoque sociolgico.
(11)
Sobre las resistencias encontradas a la vacunacin contra la viruela, cf. Fadda B.,
L'in-
nesto del vaiolo. Un dibattito scientifico e culturale nellitalia del Settecento,
Angeli, Miln,
1983. Ms en general, cf. Cherubini, A.,
Medicina e Lotte sociali, II Pensiero Sc., Roma, 1980.
60
unin italiana, ajustndose evidentemente a patrones europeos anlogos. El
ndice de natalidad baj en el conjunto del pas del 37,4 por mil en el dece-
nio de 1862-1871, y la mortalidad se redujo an ms a nivel general. Estos
grandes cambios obedecen, segn Livi Bacci, a muchas causas; una de las
principales, a su juicio, es que las mujeres, antes destinadas inexorable-
mente al matrimonio, a los partos frecuentes y a una vejez prematura, esta-
ban ya bastante menos vinculadas a la tirana de las leyes biolgicas (p. 5).
En definitiva, la muerte (incluida la muerte infantil) es menos frecuente,
las graves epidemias han desaparecido y la duracin media de la vida se ha
duplicado. Esto lleva a una conciencia social (y familiar) que atribuye ms
valor a la vida individual y, en particular, a la del nio.
LA INFANCIA
Si bien la infancia es un tema reciente y difcil en el paisaje de la inves-
tigacin histrica (Becchi, 1983a, p. 9), hay que sealar tambin, como indi-
cbamos al comienzo de estos apuntes, que las principales aportaciones a la
historia de la infancia nos llegan de otros pases. Conviene recordar en pri-
mer lugar el estudio ya clsico de Philippe Aries (1961), que representa un
punto de referencia constante para esta temtica.
Partiendo de algunos datos evidentes, por ejemplo, el hecho de que en la
iconografa alto-medieval se representase al nio como un hombre de minia-
tura, mientras que es tpico de la familia del siglo XIX organizarse con el
nio en el centro (p. 486), el estdioso francs se propona explicar histri-
camente este trnsito del olvido a la centralidad de la infancia.
La novedad de la obra de Aries consiste, pues, en desarrollar, no una his-
toria de los usos o del derecho, sino una historia de la evolucin de las diver-
sas actitudes mentales tanto en la familia como ante los nios. Lo que Aries
examina es la historia tcita de los sentimientos presentes en la cotidianei-
dad del pasado, mediante una investigacin que utiliza las aportaciones de la
biologa y la sociologa. Segn el estudioso francs, se pasa de una sociedad
amplificada en la que el nio, cuando apenas era capaz de valerse por s
mismo, viva ya como adulto en medio de los adultos, libre, en cuanto ser
autnomo y productivo, a una sociedad que se encierra en ncleos familiares,
privatizando a la infancia y segregndola mediante los diversos sistemas
educativos que implican autoritarismos y rgimen disciplinario.
Parece, pues, que se pas progresiva y paradjicamente de una edad
infantil feliz o, cuando menos vivida en formas no constrictivas y no diferen-
tes a las de los adultos, a travs de una mayor consideracin y valoracin de
la infancia, a reducir la libertad primitiva mediante vnculos, esquemas edu-
cativos, formas de instruccin y largos perodos de preparacin para la vida
adulta.
61
Esta tesis aparece un ierto sentido confirmada por la relacin, muchas
veces negativa, entre el nio y la institucin educativa. Quien tenga presente
la bella obra de Marie-JosChombart de I,auwe (1971) recordar cmo en el
amplio muestrario, tomado de la literatura y del cine francs, que la autora
utiliza, el proceso de integracin social se produce en medio del contraste
entre un mundo del adulto un mundo infantil. Baste sealar las imgenes
negativas ligadas a la escuela o, ms exactamente, a los colegios-prisin
donde el nio, cuanto ms autntico y natural sea, tanto ms vivir con dis-
gusto y rebelin las normas sociales que se le imponen. Es significativa la
frase que la autora toma de una novela de
Anatole France, Le petit Pierre, de
1918:
El colegio era feo, sucio, maloliente; mis compaeros eran brutales;
mis maestros, tristes (p. 401).
Estas imgenes estn tomadas de fuentes literarias de finales del siglo XIX
Y
principios del xx;
ilustran, pues, la realidad de la pasada centuria. Como
observa Chombart de Lauwe, slo en la ltima posguerra desaparecieron en
los escritos literarios las descripciones de los colegios-prisin, seal de su
eclipse histrico y tambin de una transformacin interna de la sociedad.
Una obra significativa que enlaza estrechamente la historia de la infancia
con la historia de las violencias (12) ejercidas sobre sta es la dirigida por L.
DeMause (1974)
y que hemos citado anteriormente. Adiferencia de Aries,
DeMause no acepta la hiptesis de la felicidad inicial de la infancia y,
basndose en una periodizacin que l especifica en la transformacin gra-
dual en sentido positivo de la relacin entre el adulto y el nio, esboza una
historia de la infancia desde la Antigedad hasta hoy, donde la evolucin de
los modelos de crianza sigue, como veremos, este proceso: 1) infanticidio;
2) abandono; 3) ambivalencia; 4) intrusin; 5) socializacin; 6) ayuda (p. 68-71).
En definitiva, segn
DeMause, los padres y adultos del pasado no care-
can de amor a los hijos, pero les faltaba la madurez emocional necesaria
para ver al hijo como persona (p.
28). Frente al nio, el adulto puede adop-
tar diversas formas de reaccin: puede usarlo para satisfacer su inconsciente
(reaccin de proyeccin), puede verlo como sustitutivo de un personaje que
l echa de menos (reaccin de reversin) y puede sintonizar con las necesida-
(12) De enftique general, Chesnais, J.-C., Histoire de la violence en Occident de 1800 a nos
jours, Pars, 1981; tad. it., Storia della violenza in Occidente da! 1880 a oggi, Longanesi, Miln,
1982. Es posible que el problema de la violencia ejercida sobre la infancia haya experimentado
un remitir( itniento en Italia, o bien que ciertos sucesos que antes se callaban salen ahora a la
luz debido a una mayor sensibilidad social de la colectividad.
Ile
aqu algunas indicaciones bibliogrficas extranjeras e italianas, no exhaustivas, sobre esta
temtica escalofriante: 1.eulliette, P.: Des enfants rnartyr.s, Seuil, Pars, 1978; Sebbar, L., On tue
les peines filies,
Paris, 1978; trad. it., Si uccidono le bambine (Prefazione di N. Aspesi), Emme,
Miln, 1979; Keinix-, CH., Child Abuse, Londres, 1978; trad. it., Le violenze sul bambino,
Armando, Roma, 1980; Luzzatto Izzi, F.:
lngiustizia e falta. Cento storie di violenza sui bambini,
Emule, Miln, 1979; Ammanniti, M.: II bambino maltrattato, Pensiero Sc., Roma, 1981; Caffo, E.
(director), Abusi e violenze .sull'infanzia, Ed. Unicopli, Miln, 1982. Cf. tambin los voltnenes
publicados por la Associatione Italiana per la Prevenzione dell'Abuso all'Infanzia.
62
des del nio (reaccin de regresin
por empata); dado que esta
U 1 1 1 1 1 1 2 1 forma
de reaccin se ha alcanzado recientemente y slo en determinados segmentos
de la poblacin est claro que la variacin de los modelos de crianza no es
igual en todos los pases y en todos los medios sociales; as, la relacin con la
infancia es susceptible aun hoy de una amplia gama de actitudes que van
desde el infanticidio a la relacin
emptica. Escribe DeMause: Cualquier
intento de periodizar
la historia de la educacin infantil debe tener en cuenta
que la evolucin psicogentica
procede con diverso ritmo en las diversas
lneas familiares y que muchos padres quedan bloqueados al
nivel de mode-
los histricos anteriores (p. 68).
La violencia que se sigue ejerciendo an sobre los nios deriva de la vio-
lencia que el adulto sufri de nio, y as sucesivamente, en una cadena
determinista
que hunde sus races en el pasado, de generacin en generacin,
y que deja pocas esperanzas de que pueda llegarse a la superacin.
Como todo esquema interpretativo, ste de la aplicacin de principios
psicolgicos a la historia de la infancia corre el peligro de ser
reductivo,
esquemtico; pero leyendo el volumen entero cuidado por
DeMause (1974)
y los ensayos que siguen al introductorio,
trabajos todos ellos bien documen-
tados (de especial inters el de
Priscilla Robertson),
se advierte hasta qu
punto ha intervenido la violencia en la vida infantil y, lo que es mucho
ms desolador, se constata que la violencia constituye la norma de compor-
tamiento y ni siquiera ha sido puesta en cuestin.
As pues, si la obra de Aries marc el momento del descubrimiento histo-
riogrfico de la historia de la infancia, la de
DeMause intenta recorrer y fun-
damentar cientficamente tal historia.
Un estudio que resulta valioso para el conocimiento de la historia de la
infancia en Inglaterra es el de Ivy Pinchbeck y Margaret Hewitt (1969).
Este estudio de sociologa histrica, articulado en dos volmenes, se
extiende cronolgicamente desde mediados del siglo
xvit hasta mediados del
nuestro. Su intento es ilustrar la mentalidad y la atencin social dedicada a
los young of the [human] species (vol. I, p. VII); su radio de accin y divul-
gacin alcanza, pues, ms all del mbito acadmico de los historiadores de
profesin, en el intento metodolgico
y pedaggico de evidenciar el lento
proceso de responsabilizacin
que se produjo en la sociedad inglesa ante el
destino de la infancia, desde el paternalismo Tudor hasta la ltima posgue-
rra. La obra estudia la infancia abandonada, los nios ilegtimos, el adiestra-
miento para el trabajo y el aprendizaje infantil, el castigo y la reeducacin
del nio vagabundo y delincuente, las prcticas religiosas. Adems, enla-
zando con los procesos sociales derivados de la industrializacin, como la
urbanizacin y el aumento demogrfico, la obra relata la historia de una
infancia sin derechos y, luego, del lento proceso de su liberacin de una vida
de explotacin y desidia (desde la Infants Custody Act de 1839 hasta la Pre-
vention of Cruelty Act de 1889).
63
Resulta interesantes. en el captulo dedicado al escolar las motivaciones
que sustentan la crea( in, en la segunda mitad del siglo xvil, de escuelas
para nios pobres (Charity Schools),
donde la institucin escolar aparece
como una forma de control (y no de movilidad) social, y donde se subrayan
los efectos positivos que la disciplina impartida puede tener en la sociedad.
La instruccin y las ayudas econmicas que sta implica deben promover la
humility en los nios y la thankf ulness en sus padres (vol. I, p. 288). En
definitiva, segn las dos autoras, si la escuela de los siglos
XVII y xvin (tanto
la de los ricos corno la de los pobres) se distingue por las muchas horas de
trabajo, las escasas vacaciones y la dura disciplina, su misma existencia es la
prueba de la diferencia ya establecida in
the natures of (he child and the
man, en cuanto que inproviding a separate institution for children, it gives
to childhood and independent and recognisable
status (vol. 1, p. 297).
Un tema que ha suscitado y sigue suscitando el inters de los estudiosos
de la historia de la infancia es el del abandono del nio por la madre o por
los dos progenitores en los primeros das, meses o aos de vida, y los intentos
de la sociedad a lo largo de los siglos para paliar, racionalizar y, en su caso,
prevenir tal problema (13).
El medio ms expeditivo para desembarazarse de la presencia indeseada y
deshonrosa del nio es, como se ha visto, su eliminacin, el infanticidio, pre-
sentado a veces por los
f amiliares como un accidente casual (asfixia, ahoga-
miento quemaduras, etc.). La exposicin del nio obedece a la Misma din-
mica de rechazo; pero si en las madres de hijos ilegtimos el
desencadenante
es el miedo al juicio social, en las parejas que abandonan a sus hijos legti-
mos desempean un papel primario las dificultades econmicas y el elevado
nmero de hijos tenidos anteriormente. En este segundo caso, pues, el aban-
dono no significa rechazo del hijo, e incluso los mensajes del abandono
(Doriguzzi, 1983)
que acompaan muchas veces a los nios para un eventual
reconocimiento posterior
.(fragmentos de imgenes sagradas, monedas, meda-
llas o collares), denotan la voluntad de recuperar al hijo una vez el perodo
crtico (caresta, guerra, epidemia).
M. Elisabeth Bianchi Tonizzi (1983)
ha establecido, mediante una investi-
gacin sobre las variaciones en el precio del trigo durante una serie de aos y
el nmero de nios expsitos en el mismo perodo, una correlacin positiva
entre los dos fenmenos. Tambin J. Pierre Gutton observaba en su ensayo
( I 3) Sobre la infancia abandonada y los nios expsitos se han preparado tambin muestras
o secciones de ellas: indicamos algunos catlogos: Retri, R., Gli "esposti" a Milano:
1700-1968. en Esposo e abbandonati, documenti e immagini sull'assistenza all'infanzia abban-
donata a Milano r in Lombardia, Assesorati Assistenza e Cultura della Prov. di Milano, 1980;
Trisciuzzi e De Rosa (1986); De Fort (1985); ms en general sobre los diversos aspectos de la vida
infantil: Dalle Nogare 1...-Finocchi, I .. (directores), Nasceres, soprauttivere e crescere nella Lom-
bardia delrottocento 1815-1915, Silvana Ed., Miln. 1981.
64
sobre el pauperismo (1 I) que la cronologa de los nios expsitos y la de las
carestas arrojan un notable paralelismo.
La exposicin de nios recin nacidos es una plaga social que se remonta
a la Antigedad y est presente en muchas poblaciones y reas geogrficas.
Segn Himes (1963, p. 11), no slo las guerras, sino tambin los sacrificios
humanos, las venganzas familiares, la matanza deliberada o el abandono de
los ancianos han actuado de frenos al desarrollo demogrfico, al igual que la
mortalidad infantil, el infanticidio y la exposicin; incluso en un gran
nmero de sociedades primitivas al infanticidio era la regla. La leyenda de
Rmulo y Remo puede servir de ejemplo de lo que ocurra en la realidad
(Liberti, 1969).
Los primeros intentos de asistencia a la infancia abandonada estn liga-
dos al mensaje cristiano de amor y de caridad hacia otros, ya sean pobres,
enfermos o nios abandonados. Ya en los primeros siglos despus de Cristo
hay personas que se ocupan, siquiera en forma espontnea y no regular-
mente, de la recogida y el cuidado de los nios expuestos en los ms diversos
lugares (en las encrucijadas, en las escalinatas de casas nobles, en los atrios
de las iglesias, etc.). En torno a los palacios episcopales de las ciudades y
alrededor de los conventos en el campo surgen hospicios para los nios
abandonados, entre ellos expsitos y hurfanos, lugares de asilo que antici-
pan ya en los siglos vi y viii ciertas formas de beneficencia institucionalizada
que se difundirn desde el siglo xl.
Segn los hospitales para ayudar a los peregrinos y a los enfermos; una
parte de estas construcciones estaba destinada a la acogida y cuidado de la
infancia abandonada; fundados y administrados por rdenes religiosas o por
las nacientes autoridades municipales, los hospitales responden a las necesi-
dades de ayuda y asistencia de la poblacin; al tiempo que se reconoce al
pobre el derecho a ser reconocido, se impone al rico la obligacin de hacer
beneficencia (Bruttini, 1984).
El trmino brefotrofio (inclusa) ligado a la funcin de alimentar a los
recin nacidos recogidos, es de origen griego y se atribuye a Justiniano
(Liberti, 1969).
El mapa sociogeogrfico de los centros de recogida de los nios, de su
aparicin y difusin, no se ha trazado an; un primer estudio, dirigido a des-
tacar los aspectos demogrficos, es el de Giuliana Da Mohn (1981), que se
refiere a Italia a partir de 1600; los estudios de carcter local, en cambio, aun
circunscritos a una sola institucin y su territorio, nos ayuda quiz a com-
prender mejor el problema en sus dinmicas sociales y en sus puntos geogr-
ficos. Claude Delasselle (1975) seala, por ejemplo, que el Hopita/ des
(14) Gutton 1.P., La socit et les pauvres enEurope siecles), Pars, 1974; trad.
it. . La societa e i poveri,Mondadori, Miln, 1977. p. 71; vase tambin Punjan B., Poveri,
mendicami c vagabondi, en Storia d'Italia,Annali I, Turn, 1978, p. 981-1047.
65
Enf ants-trouv s fue ctvado en Pars el ao 1670; en realidad, el fenmeno de
la recogida de nios abandonados y de la creacin de hospitales se remonta
en Francia a los siglos vi y vil d. C. En el siglo xil, a ejemplo de Cuy de
Montpellier, que funda la orden hospitalaria de los Hermanos del Espritu
Santo para la asistencia a los enfermos, a los expsitos y a los hurfanos, la
iniciativa se difunde por toda Europa (Bruttini, 1984).
En Italia, la primera casa de recogida, llamada de San Salvatore Xenodo-
chio, surgi por iniciativa del arcipreste Dateo en 787 d.C. (Gorni e Pelle-
grini, 1974). En Siena se construy el Spedale hacia 1090, pero slo en 1298
se abrieron locales destinados expresamente a la asistencia de la infancia
abandonada, que alojaron pronto a trescientos nios (Bruttini, 1984). En
otras ciudades, como Verona, una misma institucin, la Santa Casa, se ocu-
paba de socorrer a los pobres, enfermos y expsitos, y slo a finales del siglo
m'In, en un ( lima de racionalizacin y estatalizacin de la asistencia, algunas
instituciones se hicieron cargo de diversos tipos de asistencia (Vivani, 1969).
En Novara, el hospital llamado Cada Della Carita di San Michele surgi en
el siglo xl, pero slo en documentos del siglo xvi aparecen los nios expsi-
tos como destinatarios y usufructuarios de la asistencia (Martinengo, 1978).
Institucionalizando el problema y creando asilos para el cuidado y la
crianza de los nios expsitos (denominados tambin inv enti, trov ati o trov a-
telli, projeciti o proietti, reietti, jettatelli o gettatelli, innocenti, incerti, bas-
tardelli, apelativos que suenan ms o menos como un estigma infamante), la
sociedad intent poner remedio a la prctica del abandono. La elevada tasa
de mortalidad infantil que se registraba en aquellas instituciones y tambin
entre los expsitos de nodriza en el campo, hace comprender, sin embargo,
que el remedio (la recogida) no era mucho mejor que el mal (el abandono).
A este propsito, Claude Delasselle (1975) ha sealado que el hospicio de los
abandonados era un gouf f re sin fondo donde desapareca rpidamente la
mayor parte de los nios recogidos (p. 187); incluso algunos estudiosos
suponen que, al aceptar el abandono, al hacer normal esa prctica, los
hospicios para nios abandonados servan en realidad de agencias para el
infanticidio, tolerando, convirtiendo casi en un infanticidio legal un
fenmeno que llevaba con frecuencia a la muerte del nio expsito (Dodi
Osnaglii, 1982). En una investigacin de tipo demogrfico, Carlo A. Corsini
(1976, p. 1040) ha indicado cmo los fallecimientos entre los expsitos del
hospital florentino de S. Maria degli Innocenti fueron el 77,2 por 100 de los
acogidos en los aos 1700-1702, el 89,7 por 100 de los acogidos en 1792-1794
y el 53,1 por 100 de los acogidos en 1841.
Para racionalizar ms la expulsin social de los nios, apareci a finales
del siglo XVla ruota o torno (otros nombres italianos: curio, buca, scaf f a).
l'or qu motivos se adopta este sistema de recogida y en qu consiste? Los
nios abandonados en la calle, a la puerta de las iglesias o del mismo hospi-
tal noctis ternpore, por temor de los responsables a ser reconocidos, moran
CH ocasiones de modo fortuito (o por los rigores del clima o por ser presa de
66
animales vagabundos) (Gorni e Pellegrini, 1974, p. 114-116); por eso se
difundi la prctica de abrir una ventanita en una pared del hospital que
giraba sobre s misma, capaz, como dicen en 1801 las Istruz ioni generali
per gli esposti en el sur de Italia, de contener a un nio recin nacido (De
Rosa, 1978, p. 26). En ese vano se depositaba al nio; una campanilla avi-
saba a las mujeres que velaban en la habitacin contigua de la presencia de
un nio abandonado; entonces se haca girar la caja hacia dentro y el nio
entraba a formar parte de los expsitos (15).
Generalmente, los nios as expuestos estaban ya bautizados y una
cdula colgada del cuello indicaba el nombre que se le haba impuesto. No
era raro que el nio, antes de ser abandonado, fuese dormido con opio para
evitar que sus vagidos llamasen la atencin. Dada la elevada mortalidad
infantil en general y de los nios expsitos en particular (Della Peruta,
1980), sus esperanzas de vida eran mnimas, pero el que lo abandonaba
estaba convencido de que en el brefetrofio recibira mejores cuidados y edu-
cacin de los que l poda darle. Escribe G. Da Mohn (1981, p. 87): La men-
talidad popular considera legtimo recurrir al bref etorio para planificar la
composicin familiar y limitar el nmero de bocas. La contracepcin y el
abandono eran los medios para limitar el nmero de hijos, no slo con
objeto de evitar una miseria excesiva, mais pour assumer a une famille
moins nombreuse un certain mieux-etre (Lebrun, 1972, p. 1188).
Durante el siglo xix fue cada vez ms frecuente la acusacin de que el
torno, por las garantas de anonimato que ofreca al que abandonaba a sus
hijos, favoreca la exposicin y fomentaba la disolucin de los vnculos fami-
liares. El aumento de los expsitos legtimos hace pensar que la exposicin
no la practicaban ya las madres ilegtimas como salvaguarda del honor, sino
que se utilizaba como un medio para limitar el nmero de hijos en las fami-
lias ms humildes. Se popusieron otras formas de asistencia, como la asigna-
cin de subsidios a las madres, y se lleg as a la abolicin del torno en
Miln el ario 1875 y posteriormente en toda la pennsula.
La produccin historiogrfica actual sobre los expsitos analiza sobre
todo el perodo histrico que corre del siglo xV11 al XIX, mientras que los
estudios sobre las pocas anteriores son bastante limitados. Por este motivo
resulta ms valiosa una obra de Lucia Sandri (1982) que reconstruye las for-
mas en que se prestaba asistencia a la infancia abandonada en una pequea
(15) Segn algunos, la introduccin del torno de tamao pequeo. hecho slo para acoger a
recin nacidos, serva para disuadir de abandonar a los nios de algunos meses o ya destetados
por las familias legtimas. En algunos casos, los nios eran introducidos a viva fuerza en el
torno, causndoles luxaciones en las articulaciones. En Npoles se actuaba as por la creencia
popular de que el que pasaba por el torno gozara de una especial proteccin de la Virgen
(Gorni e Pellegrini, 1974, p. 97); para limitar el abandono a s mismos de los recin nacidos en
Florencia, en lugar del torno se utilizaba para la exposicin una ventanita con barrotes de hierro
que slo permitan la introduccin, a travs de sus rejas, de nios muy pequeos. Para nios
ms crecidos era preciso recurrir a la of ui iria de acogida.
67
ciudad toscana a finales de la Edad Media. Utilizando abundante material
indito, L. Sandri ofrece una imagen cuantitativa de los problemas (nmero
de nios abandonados, tasas de mortalidad, relacin numrica de nios y
nias entre los expsitos, salarios de las nodrizas), y un cuadro de los sectores
sociales que vivan en torno al hospital determinando en parte el abandono y
obteniendo en parte un pequeo lucro de l, favoreciendo a veces, en los
casos de nios supervivientes, el reingreso bajo diversos ttulos en tal socie-
dad. La autora intenta la reconstruccin de las biografas de los padres que
realizaban el acto del abandono, de los expsitos y de sus nodrizas. Como
escribe Giovanni Cherubini en la introduccin a la obra: Sin intiles sen-
timentalismos y anacrnicas transposiciones, reivindica... para las gentes
humildes el derecho a tener una historia individual adems de la historia
colectiva, una historia de sentimientos adems de la historia de las condicio-
nes materiales de vida, de igual modo que para los pertenecientes a los esta-
mentos superiores (p. VIII).
Un nmero de Quaderni storici est dedicado a la historia de la infancia
abandonada en los siglos xvil y XVIII: Sistemi di carita Esposti e internati
nella societa di antico regime, que tiene el mrito de abordar el tema desde
diversos puntos de vista, sobre todo el planteando el problema de la interven-
cin benfica como prctica ya obsoleta que fue sustituida histricamente
por el derecho al socorro, si bien esto creaba, con las relaciones impersona-
les que lo caracterizaban, un elemento de alienacin.
El prlogo (Premessa), preciso y sutil, de Edoardo Grendi (1983) presenta
varios aspectos ligados a la prctica de la caridad: la consideracin del
mrito espiritual que se adquiere recibindola (el pobre debe expresar su
reconocimiento y gratitud) y practicndola (el rico acumula mritos, renun-
ciando en parte a su dinero); la catalogacin de los pobres, partiendo de
una taxonoma previa de las necesidades, en la que los nios abandonados
comenzaban a conquistar, junto con las mujeres, un puesto importante; por
ltimo, un aspecto no menos significativo, la evolucin del nexo entre las
necesidades del internamiento y los edificios adecuados, entre la afirmacin
de la idea de segregacin y la estructura segregante.
Las estrategias polticas y familiares, los roles de mediacin social rela-
cionados con la infancia abandonada y motivados por ella constituyen la
base de los ensayos de Sandra Cavallo (1983) y Giovanna Cappelletto (1983).
Ambos son fruto de investigaciones realizadas a nivel local; el primero ana-
liza las relaciones entre la institucin (Ospedale S. Giovanni de Turn) y la
tendencia al recurso a la nodriza en una determinada rea geogrfica (Cana-
vese); el segundo estudia la acogida de nios abandonados en la Santa Casa
di Pieta de Verona. El nio abandonado sola ser hijo de desconocidos, a
menudo era el hijo ilegitimo que la madre dejaba al no poder hacerse cargo
de l. En la Santa Casa veronesa, adems de las dependencias para las partu-
rientas haba un pabelln para las madres solteras, denominadas veladas
68
o, como en Toscana (Bruttini, 1984),
grficas ocultas, donde podan dar a
luz y abandonar al hijo sin desvelar su identidad.
Otros aspectos del abandono aparentemente marginales, pero en realidad
muy ligados a la dinmica de las costumbres, a la economa del trabajo y a
la estructura social, estn constituidos por la diferencia de sexo en la exposi-
cin, por las pocas (estaciones) del abandono y por la denominacin de los
expsitos. Nos limitamos aqu a presentar algunos problemas que se han
planteado los estudiosos del abandono como una prueba de la importancia
que revestira su profundizacin. Por ejemplo, mientras que el sexo no era
importante en la exposicin de los ilegtimos (la voluntad de abandono pre-
cede al parto y es determinante al margen de sexo del recin nacido), la dife-
rencia sexual adquiere un papel relevante en la exposicin de nios legtimos
por la importancia social atribuida a una descendencia masculina, dada la
mayor capacidad laboral de los varones y las dificultades para una familia
pobre de dotar docorosamente a una hija (Brutini, 1982). De los datos
aportados por Da Mohn (1981) se desprende la tendencia a una mayor expo-
sicin femenina, especialmentge en los hospicios de las ciudades; ese predo-
minio de las expsitas debe atribuirse a la fuerza-trabajo potencial represen-
tada por los varones y, en sentido contrario, a la carga que representaba la
mujer dentro de la economa familiar (p. 115-128).
Conviene abrir aqu un parntesis acerca del infanticidio y de la sobre-
mortalidad femenina. A propsito del infanticidio, Christiane Klapisch
(1973) y Emily R. Coleman (1974) han planteado el problema de una tenden-
cia ms marcada a la eliminacin de las nias su crianza era costosa y el
gasto no era compensado, como en el caso de los nios, por la prestacin
laboral; incluso, al casarse, las chicas mermaban la herencia de los hermanos
y su posibilidad de formar un hogar).
El historiador francs Grard Delille (1974) ha observado en el curso de
sus investigaciones una sobremortalidad femenina a partir del primero o
segundo ao de vida y la explica por la diferencia de alimentacin entre
nios y nias. De hecho el destete de las nias se produca antes que el de los
nios; adems, se reservaban los mayores cuidados dietticos (alimentos ms
ricos) al primer hijo varn. Todo esto, segn Delille, debe considerarse, de
modo global, como una inferioridad general de la mujer en todos los cam-
pos de la vida cotidiana y de la vida social, uno de cuyos aspectos era la
soledad y la marginacin de la mujer, incluso adulta; no es un azar que las
mujeres fuesen mayora entre los mendigos (p. 275-279).
Un dato que afectaba negativamente a las expsitas aparece tambin
subrayado por Corsini (1976, p. 1003): se trata del fenmeno de la restitucin
de los expsitos a las familias de origen que las reclamaban: en el momento
de entregarlos a los padres, la edad era inferior para los nios y superior para
las nias, seal de que los primeros eran buscados antes que las segundas.
Otro aspecto especial del abandono es que no se produca en todos los
69
periodos del ao, sino segn ritmos bastante recurrentes que correspondan a
los ciclos estacionales del trabajo agrcola y a la capacidad de subsistencia
material. La mayor afluencia de expsitos se registraba en primavera, en el
trimestre marzo-mayo,
y corresponda a la penuria anterior a la cosecha y a
las migraciones estacionales de la mano de obra campesina. Pero si esta
mayor proporcin de nios abandonados parece proceder, en el sector de los
hijos legtimos, de las mayores dificultades econmicas de las familias en ese
perodo del ao, cabe aventurar la hiptesis de que los abandonados prima-
verales correspondiesen al fruto ilegtimo de amores estivales favorecidos por
el trato y la promiscuidad durante los trabajos del campo (Bianchi Tonizzi,
1983).
Otra peculiaridad del abandono consiste en la denominacin de los exp-
sitos, denominacin que vara en las diversas zonas geogrficas y en los dis-
tintos perodos histricos. Los apellidos impuestos de oficio a los nios
abandonados variaban de una institucin a otra, pero muchas veces represen-
taban un estigma infamante para su portador: en Miln se los denomina
Coloraba en Florencia, Degli Innocenti, lnnocenti, Nocenti, Nocentini; en
Siena, Della Scala; en Roma, Proietti; en Npoles y en el Mezzogiorno Espo-
sito, Degli Espositi, Del Frate, Del Prete; en ciertos apellidos se subraya la
paternidad pblica de los expsitos: Dio, Casadei, Di Pieta, Casa Grande.
A nivel popular se les aplicaban apelativos curiosos; por ejemplo, en la zona
meridional se los llama figli della Madonna (hijos de la Virgen); en Trieste,
figli di Sua Maesta, y, ms francamente, figli dei soldati (Militarkinder) (Tri-
sciutti e De Rosa, 1986).
La costumbre de dar idntico apellido a los expsitos de una misma insti-
tucin produca en definitiva confusin y creaba prejuicios. En Toscana se
prohibi ya en 1817 dar a los expsitos un apellido que recordase su origen
vicioso (Bruttini, 1984, p. 23); la gente, por su parte, sola llamarlos con
trminos deshonrosos (Viviani, 1969, p. 24). Al nio expuesto haba que
darle un apellido que no indicase su condicin de tal, que no evocase la idea
de indecencia o ridculo y que no se confundiera con los apellidos de fami-
lias ilustres.
Rocco Liberti (1969), en un artculo dedicado a los hijos de nadie en
Calabria, recogi un gran nmero de apellidos dados a nios abandonados,
fruto de frtiles fantasas y tomados de la historia patria en diversos momen-
tos histricos. Abarcan desde Eugenia Orsini (1860) hasta Santo Quintino
(1885), Giovanna Libia (1912), Pasqualino Piave (1919), etc. Algunos apelli-
dos se refieren a nombres de santos, de personajes de la historia de la litera-
tura y del arte, a pases y ciudades.
Las causas principales del abandono se conocen suficientemente (igno-
rancia y desconocimiento del nio como ser humano digno de respeto, infe-
rioridad familiar y social de la mujer, situacin de grave miseria econmica
de la poblacin); sobre los perodos y las modalidades hemos hecho ya algu-
70
tesptinsables
traslado
causas sociales:
deshoniu
nas indicaciones; interesa tambin considerar, aparte el dato del abandono, el
papel desempeado por las instituciones y por la red de mediadores en el
vomplejo proceso de la asignacin, situacin en la que el nio est en el cen-
tro, pero como objeto de cambio, como elemento econmico de cuya gestin
las mujeres estn excluidas, salvo en la aportacin biolgica; como veremos,
en efecto, la mujer es madre, comadrona y nodriza, pero su destino y el de la
infancia dependen de las decisiones masculinas.
Si se ha hablado de degollacin de los inocentes a propsito del aban-
dono y de la mayor mortalidad recurso de los expsitos para referirse a la
entrega a la nodriza, s es cierto, como recuerda S. Cavallo (1983, p. 402), que
en una humilde economa local de tipo agrcola la crianza de la nodriza
constitua una fuente de ingresos importante (tres o cuatro aos del salario
de una nodriza equivalan a la dote pagada comnmente por las clases ms
pobres para casar a una hija). Tambin Carlo Gatti (1983, p. 24) seala cmo
en zonas agrcolas donde rega una economa de autoconsumo, la institucin
de la nodriza era frecuente porque las familias se interesaban por una activi-
dad que equilibraba la balanza familiar.
Desde las comadronas hasta los amigos de la familia que llevaban al nio
al prroco o a los notables para que fuera acogido en la institucin de asis-
tencia, desde la enfermera que lo presentaba hasta los dirigentes de la institu-
cin, y desde los sacerdotes de zonas elegidas para la crianza hasta quienes
trasladaban al nio a su destino y hasta los maridos de las nodrizas, que ser-
van de enlace con el hospicio, el nio pasaba por varias manos (cf. tabla 1);
Tabla 1. Generalizacin del proceso de abandono y tutela.
Fuente: Tabla resultante de diversas lecturas; en particular: Peyronnet (1976), Sandrin (1982).
C:appelletto (1983), Cavallo (1983).
71
entraba en la institucin procedente de zonas perifricas o urbanas y sala de
ella para ser remitido a zonas salubres y, sobre todo, lejanas de los lugares
donde era recogido (aflora siempre la preocupacin del incesto para los hijos
de padres desconocidos).
A propsito del destino geogrfico de los nios confiados a nodrizas
directamente por las familias (segn un uso social que se practic amplia-
mente erute los estamentos urbanos durante el siglo XVIII), se ha hecho notar
( ( H il o
la distancia entre la residencia de los padres y la de la nodriza sola ser
inversamente
proporcional al grado de riqueza familiar. De hecho, el que
poda pagar ms, poda contar con nodrizas ms prximas (incluso en casa),
y el que pagaba poco tena que enviar el nio ms lejos; como la casa de la
nodriza era a menudo fuente de mortalidad (falta de higiene, de alimenta-
cin, variaciones (limticas), el nio que era llevado a menor distancia tena
mayores probabilidades de sobrevivir; adems, la proximidad permita a la
familia de origen visitarlo ms a menudo y ejercer un mnimo de vigilancia
sobre la labor de la nodriza (cf. tabla
2).
Una obra de Maria Grazia Gorni y Laura Pellegrini (1974), dedicada a la
historia de la infancia abandonada en Italia durante el siglo pasado presenta
los
criterios de seleccin adoptados por el hospicio milans de S. Caterina.
Los distritos que absorban el mayor nmero de expsitos eran los de eco-
noma principalmente agrcola y donde la fuerza-trabajo de los expsitos
poda utilizarse ms fcilmente desde la ms tierna edad.
La entrega de los expsitos a la nodriza no era, pues, un hecho que se
agotase con la muerte o con la devolucin del nio ya destetado a la institu-
cin. Interfieren otros problemas; en primer lugar, la formacin, en algunos
casos, de lazos afectivos entre la nodriza y el nio, con la acogida
consi-
Tabla 2. Nodriza.
Fuente:
Tabla resultante de diversas lecturas; en particular: Daleselle (1975), Badinter (1980, )
Gatti (1983).
72
guiente de ste en el ititbi
lo familiar. Un aspecto importante y recurrente en
la entrega del expsito, ya fuese desde un principio o cuando se hallase en
edad laboral, a cualquier familia de agricultores o de artesanos era el relativo
a la garanta y salvaguarda de la moral en el seno de esta ltima. La familia
que se haca cargo de los expsitos tena la obligacin de educarles y prepa-
rarles para el trabajo supliendo a los padres. Por eso los hospicios preferan
colocar a los nios en el campo, donde se supona que la moral era menos
depravada y no haba ocios ni lujo, y, en caso de colocarlos en ciudades,
elegan casas de artesanos que pudieran ensearles un oficio. Por otra parte,
la vida de los expsitos que empezaban a trabajar de adolescentes en un taller
o en el campo no difera de la de otros muchachos y muchachas que las
familias respectivas confiasen o cediesen por motivos anlogos. Aunque se
insistiera en la enseanza de la moral cristiana y en la preservacin de las
costumbres, la realidad era la de un trabajo duro y una explotacin de meno-
res que constitua la norma en los cdigos del orden social.
Los intelectuales italianos de finales del siglo
xix no dejaron de sealar,
como observa Angelo Semerato (1980) en un original ensayo sobre Infanzia e
Ist ituzion in Terra d'Otranto,
cmo el expsito quedaba indefenso frente a
la codicia y la brutalidad de las personas extraas con las que conviva (p.
43); pero, al mismo tiempo, los Regolamenti que disciplinaban la labor de la
nodriza (Semeraro cita uno en vigor en Lecce el ao 1888) insisten siempre
en que se prepare a los nios a una vida honesta y laboriosa como
medida preventiva de defensa social (p. 17). Partiendo de una amplia
documentacin de archivo, el autor traza un cuadro dramtico de la exposi-
cin y de la asistencia a la infancia abandonada en
Lecce y en Taranto. Ana-
liza tambin el debate en favor de la institucionalizacin de los expsitos
despus del primer perodo de vida, ya que, abandonados a s mismos y
vagando por los caminos a su antojo, acababan llevando una vida depra-
vada (p. 7).
En lugar de las nodrizas pagadas y de una vida de miseria y
de explotacin, se propone como alternativa la acogida de los expsitos en
brefotrofi y orfanatos,
donde la educacin e instruccin preparen a los nios
para el reclutamiento militar y para el trabajo de la tierra, y la preservacin
de la pureza de las nias, hijas de la desgracia, custodindolas hasta los
dieciocho aos. De hecho, como observa el autor, mientras que se indica la
necesidad de instruir a los muchachos en las artes, en los oficios y en la agri-
cultura, a las muchachas slo se ofrece como aportacin positiva su segrega-
cin de una sociedad que pronto las hubiera corrompido (p.
12-13). En reali-
dad sola considerarse a los expsitos como sujetos en riesgo, vctimas o
propensos (por una ambigedad que se atribua en parte a sus orgenes) al
virus de la delincuencia o de la prostitucin, vicios de los que slo el tra-
bajo pareca capaz de salvarlos.
En un estudio sobre la condicin infantil en la sociedad de
Parma
durante el siglo XVIII, que aborda entre otras cosas los aspectos sociales cuan-
titativos del fenmeno de la infancia, el grado de conciencia existente al res-
73
pecto,
la presencia de organismos asistenciales, las instituciones escolares y el
t'abajo de los menores, Roberto Lasagni (1979) muestra cmo, cualquiera
t i tic fuese la edad de los muchachos (en general oscilaba entre los
7 y los 11
arios) y su tipo de trabajo (los nios de ciudad ejercan, sobre todo, el oficio
de peluquero, sastre, zapatero, hilador o tejedor, herrero o calderero, carpin-
tero), los horarios establecidos prevean que trabajasen tanto como los otros
operarios (doce horas al da) y con un salario obviamente ms bajo (p. 147).
Este sistema coercitivo y agobiante quedaba mitigado en las pequeas empre-
sas artesanales de explotacin familiar, donde la relacin entre el patrn y el
muchacho trabajador era de tipo paternalista, y donde aqul enseriaba a los
jvenes las reglas de trabajo, pero tambin las reglas de vida. Un edicto de
1780 contra la explotacin indiscriminada urga a cada patrn de taller pro-
curar el progreso de sus aprendices haciendo de ellos tiles para la profesin
y para su mantenimiento futuro, a tratarlos con humanidad afectuosa y ani-
marlos pacientemente, dada su impericia en el arte que estn aprendiendo; a
guiarse, en fin, en el trato con los principiantes por las mximas y los senti-
mientos de un buen padre de familia (p. 147).
Se insista, pues, en un tratamiento ms humano de los muchachos por
parte de los patronos; pero la figura del jefe de taller estaba fuertemente car-
gada de autoridad profesional, moral y social, y al joven incumba aceptar
una relacin subalterna para no verse marginado de una organizacin
socioeconmica que constitua el sistema de vida reconocido. El aprendizaje
se produca mediante la identificacin del joven con su patrn, que era para
l un punto de referencia; no se trataba de una simple conducta imitativa,
sino de la interiorizacin de valores y modelos existenciales, vividos como
positivos, en proyeccin, para su propio futuro.
Carlo Pancera (1979)
escribe en un breve pero interesante ensayo: En el
caso especfico del trabajo de los menores durante el siglo )(vil (...), el pro-
ceso de socializacin representaba para el joven el paso lento de una primera
fase "pre-laboral"
a un ingreso pleno en un arte u oficio especfico; esto sig-
nifica que, mientras por un lado haba una presin
condicionante,
incluso
represiva, por parte del maestro, por otro lado el aprendiz se identificaba con
los valores que se le proponan, aceptando gradualmente su propia condi-
cin actual y las perspectivas implcitas en ella (p. 79).
El maure de metier es mucho ms que un instructeur, escribe Juan de
Viquerie (1978); posee, como los mismos padres, le droit de correction (que
permite pegar a los hijos, expulsarlos de casa e incluso hacerles encarcelar)
(p. 22-25).
El patrn poda, pues, castigar, y esta facultad le vena directa-
mente del derecho paterno; l deba, en efecto, gouverner l'apprenti et l'le-
ver en la religin catholique; el joven, en compensacin, formaba parte de
su familia y deba ser un servidor fiel de ella, defender sus intereses y no
divulgar sus secretos (p. 303).
En cambio, la no aceptacin de las reglas sociales, la falta de integracin,
74
IhR an saltar automticamente los mecanismos de castigo y de marginacin.
Para los expsitos de uno u otro sexo, las medidas de represin eran inme-
diatas: en la Toscana granducal las muchachas, para tener una dote y
casarse, deban presentar un certificado de buena conducta, y los muchachos
que no se mostrasen inclinados a dedicarse al ejercicio de algn arte u ofi-
cio eran reclutados coercitivamente en la milicia (Bruttini, 1984); en la Italia
septentrional, bajo el dominio napolenico, se dispuso que los expsitos que
despus de cumplir los 11 aos no hubieran encontrado una colocacin defi-
nitiva, quedasen asignados al mando militar para ser tambores o pfanos
(Martinengo, 1978, p. 41).
Los que escapaban a las mallas de este control social o quedaban margi-
nados por la sociedad iban a engrosar el ejrcito de los vagabundos, mendi-
gos, desarraigados de la tierra, incapaces de seguir las reglas (aprendizaje y de
productividad) que regan el orden social. De hecho, las acusaciones habitua-
les que los tribunales hacan a los vagabundos eran las de no trabajar de
modo continuo, ejercer diversas actividades o ser molestos, intemperantes;
slo en casos ms graves se les acusaba de ser violentos o viciosos, de vivir o
sobrevivir del hurto. En Venecia, durante el siglo m'in, se condenaba a los
vagabundos al reclutamiento forzoso en la milicia; con este objeto se cre a
finales de siglo un cuerpo de travagliatori para ser utilizados en las obras
pblicas de Dalmacia y en Levante. Las penas impuestas a los vagabundos
solan ser graves, como seala Francesca Maneghetti Casarin (1984, p. 229),
para que sirvieran de aviso a la juventud, demasiado inclinada al ocio y al
vicio. En Toscana, para combatir la caresta y el consiguiente desplaza-
miento de las poblaciones montaosas y rurales a la ciudad, el gran duque
Pietro Leopoldo autoriz en 1767 la realizacin de obras viales y fluviales
donde pudiera emplearse la poblacin indigente, y esto, como escribe Luigi
Cajani, para ligar a los pobres a las comunidades de residencia y facilitar su
control (1982, p. 191-192); entre la mano de obra local haba que reclutar
tambin a los menos fuertes, a braceros dbiles por la vejez y la tierna edad
(p. 192), que reciban un salario en proporcin al trabajo realizado.
El trabajo era, pues, fuente de normalizacin social y modelo tico-
pedaggico que influa tanto en la sociedad como en las instituciones reedu-
cativas. Por algo los cultivadores decimonnicos de la scienza paupertaria,
como Genovese y Romagnosi, proponan la construccin de casas de tra-
bajo, es decir, centros pblicos para el trabajo forzado de los indigentes
(Cerarni, 1979) y, en particular, de chiquillos miserables y ociosos, reacios a
todo trabajo honesto, cuya existencia se consuma en las tabernas, en las
calles y en las plazas, y a los que era preciso reeducar aficionndoles al tra-
bajo (Rossi, 1983, p. 45).
En el panorama protoindustrial italiano, sobre todo en Lombarda, en el
perodo histrico que transcurre desde 1750 a 1860, durante una etapa de
acumulacin denominada primitiva (Ballestrero e Levrero, 1979, p. 8), exis-
75
ta una situacin de cuasi vagabundeo de la clase obrera textil desarraigada
de la ll ena; por entonces el uso intensivo de nios y nias de dedos giles
empez a denominarse trata de nios blancos (p. 21). El vagabundeo
endmico fue una respuesta en negativo a la normalizacin operada con la
explotacin de la vida fabril, y represent una rebelin contra el trabajo
como integracin social, en parte por una dificultad real de insercin en los
nuevos procesos productivos, regulados por necesidades distintas y en los que
el criterio del tiempo era diferente al utilizado en el campo, donde los traba-
jos estaban ligados al ritmo lento de los ciclos estacionales (16). Con la lle-
gada de la revolucin industrial se emple cada vez ms al nio o al mucha-
cho en trabajos fabriles; se le acostumbraba a obedecer para hacer de l un
trabajador dcil y sometido y para sustraerle, como escriba el conde C. Ila-
rione Petitti di Roreto en 1841, a una vida trashumante y ociosa (17). Pero
quiz no siempre fuera su vida as: en unas pginas todava hoy sugestivas,
John Dewey (18) subrayaba, a finales del siglo pasado, los efectos educativos
de la distribucin del trabajo en el mbito domstico, la creacin de hbi-
tos de orden y destreza, el sentido de responsabilidad que el muchacho
adquira al realizar una tarea precisa que era necesaria en la economa fami-
liar, mucho ms que el trabajo despersonalizante de las industrias.
La modernizacin, la ruptura de un sistema de vida patriarcal, desgarr
adems el tejido de las relaciones jerrquicas dentro de la familia y genere) lo
que John R. Gillis (1974, p. 51) ha llamado juventud inquieta.
Haciendo referencia al obrero mercader de esclavos, es decir, vendedor
de las prestaciones laborales de la esposa y los hijos, segn Marx (19), Jean
Sandrin (1982) habla de la preparacin precoz de los nios para el trabajo en
la fbrica y se pregunta si les parents sont-ils des ngriers? (1982, p. 107); la
explotacin del trabajo de los menores no era slo una prctica de los indus-
triales, sino tambin de las familias, en cuya economa el salario de los hijos
resultaba muchas veces insustiittible.
El grave problema de la inestabilidad del ncleo familiar como conse-
cuencia del duro trabajo de fbrica, del empleo en l de mujeres y nios, y de
(16) Cf. Le Ro)' Ladurie, E., II clima: la storia della pioggia e del lx. 1 tempo, en Le Goff J.
y Nora P. (director), Faire de l'histoire, Pars, 1974; trad. it., Fare Storia, Einaudi, Turn, 1981.
(17) Petitti di Roreto C.I., Su/ lavoro dei fanciulli nelle manifatture, Turn. 1841, recogido
en id., Opere si-elle (director (; .M. Bravo), Einaudi, Turn, 1969.
(18) Cf. Dewey, J., The School and Society, Chicago, 1899; trad. it., Scuola e Societa, La
Nuova Italia, Florencia, 1949, p. 4-6.
(19) Cf. Marx, 11 Capitale, libro 1, trad. it., di D. (antimori, Ed. Rimini, Roma, 1964, cap.
XIII, p. 439). Segn Marx, la demanda de trabajo infantil suele asemejarse, aun en la forma, a la
demanda de esclavos negros. En las mismas pginas seala la alta mortalidad infantil existente
durante los primeros aos de vida entre los hijos de los obreros, debida en buena parte a las
malas condiciones de vida y de trabajo de las madres; a este propsito habla tambin de alo-
jamiento materno, de muerte por inanicin y de envenenamiento intencionado de los recin
nacidos con sustancias opiceas (p. 441)..
76
la deso tipacin masculina consiguiente lo haba analizado ya en tono
reivindicativo Engels (20) en su ensayo La situacin de la clase obrera en
Inglaterra. Viviendo en establos y en medio de una suciedad impresionante,
enviados a trabajar desde la ms tierna edad (Engels habla incluso de nios
de dos a tres aos empleados en las minas), los nios crecan faltos de todo
cuidado, y los que lograban sobrevivir alcanzaban muy pronto la autonoma;
frecuentemente se sentan explotados por sus padres, que, por falta de tra-
bajo, vivan a veces a sus expensas. Escribe Engels: Los nios no se sentan
unidos a sus padres por ningn vnculo de deber o de afecto; sin horarios,
fuera de todo control familiar, una vez terminado el extenuante trabajo, en
lugar de volver a su casa-tugurio, permanecan juntos en pequeas bancas y
merodeaban como vagabundos.
Tales descripciones, que subrayan la miseria, el desorden y la explota-
cin, dan a conocer el arduo proceso que sigui la dignificacin de la infan-
cia en los diversos perodos histricos y en los diversos estratos sociales.
Dina Bertoni Jovine (1963), que tuvo el mrito de figurar entre los prime-
ros especialistas interesados por estos problemas en Italia, sealaba en su
libro L'alienazione dell'infanzia cmo debido al retraso en el inicio y el des-
arrollo del proceso industrial, el trabajo de los menores y la explotacin de
stos se centraron en el mundo rural, si excluimos los nios empleados en las
minas de azufre de Sicilia y en la industria textil del Norte. La autora subra-
yaba, en cambio, el vagabundeo infantil y la explotacin de la mendicidad
(trata de nios).
Con la unidad italiana, el Parlamento hubo de pronunciarse sobre el
fenmeno generalizado del vagabundeo de menores; el fenmeno era imputa-
ble en parte a personas sin escrpulos, trashumantes profesionales, que
compraban o alquilaban a las familias, en la provincia de Caserta o en Basi-
licata, nios y nias que luego utilizaban en Francia, Inglaterra o Estados
Unidos en oficios ambulantes que servan de tapujo a la mendicidad para
provocar la compasin (Ferrari, 1985). Tambin en esta ocasin se insisti en
la necesidad de prevenir el vergonzoso trfico creando asilos de infancia y
escuelas de trabajo para nios abandonados (p. 92); es evidente, sin
embargo, que muchas veces eran las tristes condiciones de vida las que pro-
vocaban la indiferencia de los padres hacia sus hijos.
Si el cuento de Pulgarcito y sus hermanos abandonados, extraviados en
el bosque por sus padres, que no tienen para darles de comer, representa un
abandono de los hijos cruel, pero motivado por la miseria, ciertas novelas
infantiles del siglo xix, que describen a vagabundos, organilleros y nios en
busca de su familia, presentan un final feliz (el reencuentro de la madre, por
ejemplo) que da seguridad y felicidad al pequeo lector, pero que no refleja
(20) cf. Engels, F., La situazione della classe operaia in Inghilterra; trad. it. di R. Panzieri,
Ed. Riuniti, Roma, 1978, pp. 266, 268-69, 276.
77
la realidad, mucho ms dura y brutal. Con todo, aparte de su compasin
hacia el explotado, la sociedad quera redimir al nio pobre: para la menta-
lidad burguesa, basada en el carcter sagrado de la propiedad, el muchacho
marginado se converta en el rapaz abandonado, el ladronzuelo, el asocial
al que era preciso castigar, neutralizar, encerrar (Rossi, 1983).
Las desigualdades sociales llevan consigo un inevitable destino de inferio-
ridad; lo hemos visto en el caso de los expsitos, pero es aplicable a los hijos
de las clases ms pobres y explotadas: la diversidad significaba a menudo
marginacin y sta provocaba a su vez la desviacin social; en estos jvenes,
los mecanismos de autodefensa derivaban a veces en abierta rebelda y luego
en un incremento de la delincuencia, lo que vena a confirmar las teoras
positivistas basadas en las frreas leyes biolgicas de la herencia (Chevalier,
1958). No nos parece un azar que en Trieste, por ejemplo, el ao 1871, junto
a la institucin que prestaba los servicios de asilo para los abandonados se
construyera un reformatorio (Fabi, 1980, p. 37).
Escribe Roberto Audisio (1985, p. 197), a propsito de la Casa di educa-
zione correzionale pei giovani discoli di Torio: Ocho horas diarias de tra-
bajo en comn, en silencio absoluto, instruccin elemental, servicios religio-
sos, aislamientos nocturno y un mecanismo sabiamente dosificado de
premios y castigos deban transformar a aquellos muchachos dscolos en tra-
bajadores avezados a la dureza, a la sobriedad, a la obediencia, a la paciencia
y al esfuerzo metdico y peridico. Tambin en Francia, a mediados del
siglo xix, comienza la organizacin de colonias agrcolas para el
re d re s s e -
me nt d e s e nf ants ;
los medios usuales para alcanzar este fin eran las recom-
pensas y los castigos y la creacin de condiciones de emulacin entre los
muchachos (Ostenc, 1985).
Esto es lo que respecta a la infancia peligrosa (De Fort, 1985). Para la
infancia normal, en cambio, se pone en marcha la institucin escolar y,
antes de ella, todos los centros (asilos, parvularios) dedicados al cuidado
fsico y moral del nio pequeo y menos pequeo (Catarsi e Genovesi, 1985).
A mediados del siglo pasado se produjo en Italia, segn Marcella Rossi
(1983), el esbozo de un plan de "educacin" de las clases populares para su
insercin en los esquemas del desarrollo capitalista mediante la asistencia a
la infancia y la escolarizacin /...). Dentro del espritu de la nueva ciencia
social, que considera la "ignorancia" como la causa principal de la delin-
cuencia, la institucin educativa pasa a ser un aparato bsico de la ingeniera
social. Se han realizado importantes estudios sobre los procesos de alfabeti-
zacin en los Estados modernos y sobre el inicio en Europa de los diversos
sistemas escolares nacionales (21), y en ellos se subrayan los aspectos filan-
(21)
Damos a continuacin algunas referencias, no exhaustivas, sobre tan amplia temtica.
Sobre los pux: esos de alfabetizacin de Europa, cf.: Cipolla, C.M. (1969), Literacy ared Develop-
ment in the West, Harnumdsworth Midd.; trad. it., Istruzione e sviluppo. 11 d e clino dell'analla-
betismo nel mond o occid e ntal, Utet, Turn, 1971; en Francia: Furet, F.-Ozouf, J., Lire et crire.
78
trpicos e ilustrados propios de las distintas fases de desarrollo (desde el aso-
ciacionismo
privado hasta la legislacin pblica); sin embargo, creemos que
suele infravalorarse uno de los factores principales que determinaron la insti-
tucionalizacin de la infancia mediante la escuela, a saber, la necesidad de
separar a los nios del contexto social de procedencia para transformarles y
hacer de ellos el soporte integrado de un nuevo sistema poltico-econmico.
Inicialmente, pues, los fines de tal operacin no eran nicamente
culturales
o profesionales, sino formativos, de orden social, al considerar la infancia
como una categora incmoda, libre, salvaje, anrquica, que era preciso
disciplinar, orientar hacia el aprendizaje, la salvaguardia y la difusin de los
valores burgueses de produccin, ahorro y progreso
(Foucault, 1976). El con-
trol del cuerpo se convirti en obsesin; era creencia comn que cada
momento del da (y de la noche) del nio deba ser objeto de control, de edu-
cacin, para proteger su inocencia y preservarlo del mal.
Refirindose a la ambivalencia existente en la concepcin que los ilustra-
tos tenan de la educacin, observa este propsito D. De
Vigili (1982, p. 51):
Decir que la infancia es la edad de la inocencia no ha significado nunca la
aceptacin de la conducta infantil en todas sus manifestaciones por su ino-
cencia, sino que los adultos que se ocupaban legalmente de la infancia esta-
ban dispuestos a reconocer como expresiones legtimas del nio nicamente
aquellos comportamientos que ellos considerasen como inocentes.
Si la creacin de las guarderas infantiles, si bien como instrumentos de
custodia ms que pedaggicos (Tomasi, 1978), ha constituido una ayuda
para las madres trabajadoras y, ms en general, para las familias indigentes,
en la medida en que ha representado de hecho una prevencin del abandono,
que se haba convertido en prctica comn, la escuela, junto con el ejrcito,
los hospitales y las crceles, integra el proceso moderno ms general de
ren-
fermement de los pobres y o, ms exactamente, de las clases subalternas. La
creacin de una institucin escolar generalizada y obligatoria para todos es,
pues, la expresin real, para bien y para mal, del descubrimiento de la
infancia, de su valoracin, pero tambin de la necesidad para la incipiente
sociedad industrial de conformar a sus miembros ms jvenes para servir a
sus propias necesidades y fines.
Un estudioso francs, Maurice Crubellier (1979), ha dado especial relieve a
estos aspectos de la institucionalizacin infantil mediante la escuela y su dis-
ciplina. Il est sur escribe que l'cole a t historiquement autre chose
que la norme de l'ducation et qu'elle a plutt t le moyen choisi par la
socit bourgeoise ou industrielle ou capitaliste... pour former, c'est-a-dire a
L'alphabtisation des francais de Calzan a Jules Ferry, Les ditions de Minuii, Pars, 1977, 2
vols.; en Italia: Vigo, G., lstruzione e aviluppo economico in Italia ne! secolo X/X, ILTE,
Turn, 1971. Sobre el inicio de los sistemas educativos nacionales en Inglaterra, Francia e Italia
remitidos a las obras de Musgrave (1967), Lawson y Silver (1973). Frost (1968), Tomasi y otros
(1978) y Santonio Rugiu (1979).
79
la fois pour informer et pour conformer une jeuneusse qu'elle voulait adap-
ter a son fonctionnement, intgrer a ses mecanismes (p. 6).
En la Italia liberal, el destino de la infancia est caracterizado por la pri-
vatizacin y la explotacin (Becchi, 1979, p. 42; Cambi, 1985, p. 9); por un
lado, en efecto, la familia burguesa protege cuidadosamente a sus hijos y, por
otro, la familia proletaria contribuye a la explotacin de los suyos; como
escribe Egle Becchi, en la familia obrera, los hijos son alienados precoz-
mente en el proceso productivo; en la familia burguesa... se exaspera el auto-
ritarismo del padre hacia la prole y hacia la madre (1979, p. 46). Pero el
nio burgus y el nio proletario, pese a los diversos estilos de vida inheren-
tes a su crianza y su desarrollo, el primero con una formacin (escuelas,
maestros, libros, juguetes) hecha a medida para l, el segundo compartiendo
con los mayores, en la familia o fuera de ella, una existencia de miseria,
esfuerzo y violencia, estn unidos por un destino social comn: en ambos
casos las normas existenciales aparecen trazadas, a travs de los estudios o de
la preparacin laboral, por la intervencin directa, cada vez ms estrecha y
personal, de los adultos.
Es innegable que en este acercamiento de los adultos a la infancia, en esta
voluntad de mejorar sus condiciones, de insertarla en la vida comunitaria, de
formarla como futura clase dirigente o como clase trabajadora capacitada, se
observa una atencin nueva y un inters diferente y, en ciertos casos, una
mayor ayuda, pero tambin un aumento del control y de la inhibicin. Es
cierto que se empieza a condenar la violencia fsica aplicada a la infancia,
pero al mismo tiempo se ejerce aqulla de un modo ms sutil y no menos
peligroso por la va psicolgica.
El supervisor de la conducta era el maestro, que adems y quiz por
encima de la instruccin deba ensear la moral, la buena educacin, el
respeto, el orden y extenda su control ms all de los muros escolares, vigi-
lando la conducta cotidiana de los nios. Tanto el maestro ignorante y tosco
de la ms apartada aldea como el que posea una cierta preparacin
pedaggico-didczica y enseaba en los barrios distinguidos de la ciudad,
tenan la obligacin de vigilar, censurar o castigar el comportamiento de sus
alumnos; al evaluar a un muchacho, se tenan en cuenta, ms que su apli-
cacin en el estudio o su rendimiento, su conducta moral, sus hbitos
buenos o malos (22).
La infancia, normalizada en el complejo dispositivo de vigilancia
representado por la familia, la escuela y el trabajo, busca lgicamente una
existencia alternativa en la fuga o en los sueos (Becchi, 1984, p. 717), una
existencia que el personaje de Collodi (tan querido por los nios) resume
ejemplarmente as:
(22) Sobre la funcin de control social desempeada por los enseantes, cf. mi obra Gorila-
lonieri, maestri e scolari in Val di Coria, Angeli, Miln, 1985.
80
... Yo s que maana, al amanecer, me ir de aqu, porque si me
quedo me ocurrir lo mismo que a todos los otros chicos: me manda-
rn a la escuela y, quiera o no, tendr que estudiar; y yo, francamente,
no tengo ganas de estudiar y me divierte ms correr detrs de las
mariposas y subirme a los rboles a coger las cras del nido...
Y si no te gusta ir a la escuela, azor qu no aprendes al menos
un oficio para ganarte honradamente un pedazo de pan?
quieres
que te lo diga? replic Pinocho, que empezaba a per-
der la paciencia. Entre todos los oficios del mundo no hay ms que
uno que realmente me guste.
dY ese oficio sera...?
Uno de ellos porque estaba maltratado en casa del pintor que era su
dueo; otro porque fue devuelto enfermo al hospital y huy; los
dems desconocemos por qu huyeron de casa del dueo, uno tras
ocho aos de estar all.
Se ignora su paradero por no poder localizarse ni al chico ni al dueo:
cuatro.
Tratados como hijos en casa del dueo: uno.
Sanos y buenos chicos, aprendiendo el oficio: tres.
Mueren en casa del dueo: ocho.
Total de nios contratados de los que se hace un seguimiento:
27.
118
Vistas ya las posibilidades de formacin intelectual y profesional que
tenan los nios y nias del hospital, pasamos a analizar el ltimo tipo de
contratos: los contratos de trabajo de sirvientes domsticos. En este sentido
slo tres nios tienen contratos de este tipo; nos referimos evidentemente a
varones, y an dos de ellos son nios enfermos que son contratados por un
cirujano para que les cure, a cambio de los servicios del pequeo, en caso de
salir con vida de la enfermedad (42). Todos los dems contratos de servicio
domstico son los de las chicas del hospital, en un nmero que representa el
94,2 por 100 de los contratos femeninos estudiados, de un total de 137.
Vemos que tambin en esta ocasin las chicas cambian a menudo de
lugar de trabajo, segn parece siguiendo una especie de sistema de premios y
castigos establecidos por el hospital, ya que podemos comprobar que a
menudo, si la nia es devuelta por el dueo porque no le sirve bien, es con-
tratada en una casa de condicin relativamente inferior. Por ejemplo, una
chica llamada Margarida, devuelta por el dueo, un notario, porque est des-
contento, es contratada en casa de un vinatero. Una muchacha llamada Isa-
bel, de la que hay muy buenos informes en la casa de un hortelano, es lle-
vada como sirvienta a la casa de un rico burgus.
De todos modos, la finalidad de las chicas no era trabajar, sino casarse; de
ah que dispongamos de algunos datos sobre el matrimonio de las nias del
hospital. Todos los contratos laborales se firman con la visin final del matri
monio de la chica, ya que el salario se le ha de pagar siempre en el momento
de casarse y en concepto de aportacin dotal, que va desde las 15 libras hasta
las 40, cantidades muy pequeas comparadas con los dotes ms pobres que
documentamos en Barcelona durante el siglo XV (43).
Por tanto, la posibilidad real de encontrar marido no siempre exista. Los
propios administradores del hospital, en los informes que realizan en las visi-
tas a las chicas que estn en casa de los seores, se hacen eco de la dificultad
de casar sin dote a una muchacha, ya que de cuando en cuando afirman que
una muchacha podr encontrar marido, ya que no le pondrn precio; esta
apreciacin se hace teniendo en cuenta su aspecto fsico. Por ejemplo, se dice
de una chica llamada
Gabriela que tiene un bell cos de nina o donzella, si
encuentra marido no mirar la dote. Suponemos que para las muchachas de
condicin humilde que no disponan de atractivo natural, encontrar marido
no sera nada fcil.
De hecho constatamos que entre la documentacin hospitalaria, que
como hemos visto es sumamente rica, en escasas ocasiones llegamos a encon-
trar noticias concretas de contratos matrimoniales, a pesar de que en princi-
pio la intencin de los administradores del hospital es casar a las muchachas
all acogidas, cuando lleguen a la edad de dieciocho arios.
(42) AGHSPB, Joan Torr, lib. 6 contratos del 12 y 18 de abril de 1426.
(43) Vinyoles, T.M.: Obra citada, nota39, pgs. 69-105.
119
Veamos los datos de que disponemos sobre la integracin de las nias del
hospital en la sociedad:
Se casan con la intervencin del hospital: siete.
Una chica de veinte aos que tras varios aos de servicio no quieren
tenerla ms en la casa ciudadana donde se encuentra.
Una nia cae de una tapia y queda jorobada, vive con su abuela y su
madre, que fueron a recogerla.
Consideracin de la escuela y el
tiempo libre como preparacin
para el trabajo.
Fomento de la competencia por
los adultos.
241
UNIDAD IV: SOCIEDAD INDUSTRIAL AVANZADA
Leccin
Tema
Conceptos
Uno.
Evolucin constante de la in-
fancia.
Explosin de la natalidad y sus
efectos.
Incertidumbre sobre el mejor en-
foque de la educacin infantil.
Dos.
Educacin de los nios.
Insistencia en la formacin inte-
lectual precoz.
Consejos contradictorios.
Ms madres trabajadoras, desaho-
go econmico, -mayor interven-
cin de los padres.
'Ires.
La juventud en el poder? Estu-
dio de un caso.
Contestacin juvenil de los aos
60.
Preocupacin juvenil por las me-
tas profesionales en los aos 70.
Efecto de la infancia en el com-
portamiento adulto.
Cuatro.
Los jvenes en la sociedad con-
tempornea.
5No C.
- - - Mujeres
por 100) e integradas (47,4) con la clase; en este ltimo caso predominan los
integrados y los poco integrados, tanto en los que se refiere a hombres como a
mujeres (tngase en cuenta que en estos primeros cursos el nmero de alumnos
por aula est prximo a los doscientos, es bastante menor en los grupos de no-
che). Las alumnas de segundo-noche no estn conformes respecto a la clase y
contestan estar nada integradas el 38,5 por 100 de las encuestadas; el 53,1 por
100
de los hombres se siente poco integrado.
En definitiva, los alumnos se sienten integrados. Con el grupo que se
relacionan en la clase se sienten ms integrados, pero no es as con la clase.
La imagen que de la universidad se haban hecho los alumnos no difie-
re de la real para el 37,3 por 100 de los hombres y el 39,5 por 100 de las
mujeres. Mientras que la diferencia entre la imagen y la realidad es bas-
tante y mucha para el 48,2 por 100 de los hombres y el 44,2 por 100 de
las mujeres.
Como puede verse en los grficos adjuntos, mientras que para la mayora
no difiere la imagen, para las alumnas de primero-maana difiere bastante
(46,5 por 100),
as como para los alumnos de segundo-noche (31,3 por 100 de
los hombres y el 30,8 de las mujeres). En este ltimo caso si agregamos el
punto 5
(mucho), los porcentajes ascienden, respectivamente, al 53,2 y al 46,1.
PERFIL DE LA MUESTRA
Curso: Primero y Segundo Grupo: Maana y Noche
E
A) Estudios
B) Grupo
C) Clase
Imagen:
e 3 A) En la facultad
13:E B)
Fuera de la facultad
c4 5
A) Estudio
rl
B) Deportivas
o
C) Polticas
D) Otras
Claridad:
Cordialidad y apoyo:
a) Exmenes
' I:: b) Elecciones
2.
a e) Otras
Hombres
251
3
. 1 "
A) Estudios
B) Grupo
3 C) Clase
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A) En la facultad
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B) Fuera de la facultad
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Cordialidad y apoyo:
A) Estudio
B) Deportivas
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Mujeres
5
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23
2 3
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A) Estudios
B) Grupo
3 C) Clase
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e 1 : 1 A) En la facultad
B) Fuera de la facultad
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- - - - - - f i- - - - - - -
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B) Deportivas
C) Polticas
D) Otras
Claridad:
A) Estudio
Cordialidad y apoyo:
a) Exmenes
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c) Otras
5 N ) C.
Hombres
Mujeres
PERFIL DE LA MUESTRA
Curso: Primero
Grupo: Maana
PERFIL DE LA MUESTRA
Curso: Primero
Grupo: Noche
252
Mujeres
PERFIL DE LA MUESTRA
Curso: SegundoGrupo: Maana
3
No C.
A) Estudios
E
B) Grupo
e
C) Clase
Imagen:
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B) Fuera de la facultad
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A) Estudio
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Cordialidad y apoyo:
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C. No
HombresMujeres
PERFIL DE LA MUESTRA
Curso: SegundoGrupo: Noche
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B) Grupo
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Cordialidad y apoyo:
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c) Otras
Hombres
B) Fuera de la facultad
A) Estudio
E
B) Deportivas
C) Polticas
D) Otras
Claridad:
253
Responsabilidad. Respecto al grado de autonoma que considera tener el
alumno para desarrollar sus actividades de estudio en la facultad, creen que es
normal el 47,1 por 100 de los hombres y el 57,7 por 100
de las mujeres. Mien-
tras que el porcentaje en este punto disminuye para el concepto fuera de la fa-
cultad, pero se incremente hacia la derecha, es decir, para bastante y mucho,
que en total suman el 45,9 por 100 de los hombres y el 45,2 por 100 de las
mujeres. La mayor discrepancia respecto al punto central la presentan las
alumnas de segundo-noche que, en ambos casos, contestan sealando el punto
2 (poca responsabilidad).
Normas. Los alumnos consideran que las restricciones que impone la or-
ganizacin de la facultad a las actividades de estudio, deportivas, polticas y
otras se sitan entre ninguna y normal para los tres primeros aspectos, desta-
cando que para las actividades polticas alcanzan el mximo porcentaje de
todo el perfil en el punto ninguna para el
56,9 por 100
de los hombres y
para el 59,5 de las mujeres;
excepcin hecha del concepto otras para el pun-
to no contesta. Ha de destacarse que las alumnas de primero-noche opinan
que las restricciones en actividades deportivas son muchas en un
50 por 100 de
sus respuestas.
Respecto a las cuestiones consideradas en el punto otras, citan mucha res-
triccin, dos, respecto al trabajo, y uno, respecto a la familia.
Dos mujeres consideran que la restriccin es bastante respecto al servicio de
biblioteca, en cuanto a la dificultad de obtener libros, y cuatro, respecto a acti-
vidades culturales. Dos hombres consideran que hay bastantes restricciones hu-
manas. Otros citan que no se controla la calidad pedaggica del profesorado; y
una mujer menciona ninguna restriccin respecto al trabajo.
La cuestin 12 est dedicada al concepto de
claridad, esto es, a si creen
que la facultad est bien organizada y que tiene metas definidas
claramente. La mayora de las respuestas se sitan en
el punto 1 (nada) y
el 2 (poco); sumando ambas obtenemos para los hombres el
74,0 por 100
de las respuestas y para las mujeres el 69,2 por 100. El punto 5 (mucho)
no seala ningn hombre ni ninguna mujer.
Los alumnos de primero-maana responden en el mismo sentido el
56,3
por 100, situando su mayor nmero de respuestas
(33,3 por 100) en el punto
central, esto es, en algo. Los dems alumnos
encuestados se manifiestan en el
sentido de la mayora: poco. As, entre poco y nada contesta el
64,9 por 100 de
los alumnos de primero-noche y el 50 por 100
de las alumnas del mismo gru-
po; los alumnos de segundo-maana el 89,5, las alumnas el 81,6 por 100, y en
los grupos de noche: alumnos (84,4) y alumnas (84,7).
Cordialidad y apoyo. Ambas son caractersticas de la facultad (de normal
a mucho) para el 40,6 por 100 de los hombres y para el
39,3 por 100 de las mu-
jeres. No lo son para ms del 55 por 100 de alumnos y alumnas.
Estas son caractersticas calificadas de regulares por el
47,9 por 100 de los
254
alumnos de primero-maana. Las alumnas de primero-maana -el 46,5 por
100, los de primero-noche (35,1 por 100) y las alumnas de este mismo grupo
(50,0 por 100)
las consideran entre el no y el regular.
Los alumnos de segundo-maana (42,1 por 100) consideran que estas carac-
tersticas
son poco experimentadas en la facultad, as como para el 34,4 por
100
de los alumnos de noche. Las aprecian como regulares el 34,2 por 100 de
las alumnas de maana y el 46,1 por 100 de las de noche.
Ningn alumno ni alumna se pronuncia por el si.
Participacin.
A saber, cmo se consideran las opiniones de los alumnos
respecto a las siguientes decisiones: exmenes, elecciones y otras propuestas.
Respecto a los exmenes, el 41,9 por 100 de los hombres experimenta que
su opinin no se considera nada y el 40,4 por 100 de las mujeres aprecia que
algo; esto es, la mayora contesta nada y algo; en total, el 68,9 por 100 de los
hombres y el 70,2 por 100 de las mujeres.
Los alumnos de primero-maana se pronuncian por nada (43,7 y 32,6 por
100
de hombres y mujeres, respectivamente), al igual que los de primero-noche
(54,1 y 40,0);
mientras que los de segundo-maana se sita en algo (43,9 y 55,3)
y los de segundo-noche los hombres en nada (56,3 por 100) y las mujeres en al-
go (46,1 por 100).
En cuanto a las elecciones, el porcentaje de consideracin aumenta y los
dos sexos sitan el mayor nmero de respuestas en el punto 3 (partici-
pacin normal), siendo para los hombres del 48,2 por 100 y para las
mujeres el 44,3. Sus respuestas se colocan entre algo y nomal.
En otras propuestas, el mayor porcentaje de contestaciones se sita a la
derecha de las puntuaciones, es decir, en no contesta: el 44,6 por 100
de los hombres y el 32,9 por 100 de las mujeres.
La cuestin de en qu temas o decisiones te gustara influir la resumi-
mos, por orden de mayor a menor nmero de respuestas, de esta mane-
ra: exmenes, asignaturas, profesorado, facultad (organizacin, partici-
pacin,...), planes de estudio, pedagoga, actividades culturales y depor-
tivas, en las de la clase, en nada, en la poltica universitaria, en la salida
profesional, en los seminarios, en las relaciones profesor-alumno, en to-
do y la mayor parte no contesta.
5. Otras cuestiones.
En este apartado consideramos las contestaciones a la pregunta nmero
15: criterios por los que te mueves para asistir a clase.
Tanto los hombres como las mujeres se manifiestan mayoritariamente por
el inters por la materia: el 64,9 por 100 de los hombres y el 75 por 100 de las
255
mujeres. El segundo criterio es la dificultad de la asignatura, con un 37,4 por
100 de los hombres y un 34,6 por 100 de las mujeres; a ste le sigue el criterio
profesor, con un 33,3 por 100 y un 34,6 de los hombres y mujeres, respectiva-
mente. La hora es prcticamente no considerada; slo el 13,2 por 100 de los
hombres y el 7,7 de las mujeres se pronuncian por este motivo.
Otros criterios que se citan son: apuntes, para superar las asignaturas, res-
ponsabilidad, por inters del profesor, para mayor comprensin,
complemen-
tariedad, inercia, ayuda a estudiar...
ANALISIS DE LAS CUESTIONES SOBRE GRUPOS Y LIDERAZGO
Esta parte del cuestionario fue contestada solamente por los alumnos de se-
gundo. En ella se plantearon cuestiones sobre grupos formales e informales y
liderazgo.
Estos conceptos se explican en el curso de Economa de la Empresa (Orga-
nizacin y Administracin) de segundo ao de la facultad. No obstante, se
aclaran en la propia encuesta. Se defini como grupo formal al estructurado
por la organizacin facultad, esto es, grupos delimitados en funcin de los
apellidos de los alumnos ordenados alfabticamente; grupo informal formado
por iniciativa personal en base a distintas motivaciones; y liderazgo en el
sentido de conduccin del grupo.
Veamos los datos obtenidos. Hemos de advertir que fueron bastantes los
que no contestaron las ltimas preguntas de esta parte del cuestionario.
I. Grupo formal.
La mayora de los alumnos de segundo forman parte del grupo que les
corresponde por el apellido. El porcentaje es superior en los grupos de maa-
na, siendo as para el 73,7 por 100 de los hombres y el 86,8 por 100 de las
mujeres; en los de la tarde ascienden al 68,8 y al 61,5 por 100, respectivamente.
El motivo para cambiar de grupo en los alumnos de segundo-maana
son las amistades 17,5 por 100, siguen el horario 14,0 por 100,
el profesor 10,5 por 100 y la incompatibilidad
7,0 por 100; en
las mujeres predominan el horario y la incompatibilidad
7,9 por 100
para cada uno de estos motivos y, despus, por las amistades y el pro-
fesor 2,6 por 100, respectivamente.
En los grupos de noche predomina la incompatibilidad
(21,9 por 100), se-
guida del profesor (12,5), el horario (6,2) y las amistades (3,1); y los motivos de
las mujeres: por incompatibilidad con asignaturas de otro curso (23,1), por el
horario (15,4) y por el profesor y por sus amistades el 7,7 por 100, respecti-
vamente.
256
Para los alumnos de segundo-maana y para los alumnos y alumnas de
noche, el delegado la autoridad formal fue elegido por ser el nico
que se present para ms del 30 por 100 de los entrevistados; los porcen-
tajes de los grupos de maana estn por encima del 30 (49,5 para los
hombres y 39,5 para las mujeres). Para las mujeres de segundo-maana
predomina la contestacin surgi espontneamente (42,1 por 100) a la
que le sigue la respuesta citada por la mayora con un 39,5 por 100, co-
mo hemos mencionado.
Le gusta ser lder opina el 15,8 por 100 de los alumnos de maana y el 10,5
por 100 de las mujeres. Por la noche eligen esta respuesta el 6,3 por 100 de los
hombres.
Algunas respuestas concretas son: porque lo tuve el ario pasado con buenos
resultados; la mejor alternativa que se present; un delegado contesta: no se
present ninguno, me obligaron; elegido a dedo por el profesor; le obligaron;
ignoro quin es el delegado...
Las opiniones son muchas y variadas respecto a las compensaciones que
obtiene el delegado por serlo, desde ninguna a poder, a informacin, a
ser conocido por los profesores, ventajas personales, etc. Ejemplos de
respuestas de delegados: uno de la maana, perder horas de clase y pe-
learte o discutir con la gente; uno de la noche, ninguna, slo incomo-
didades.
La mayora, en porcentajes superiores al 50 por 100, considera que el
delegado representa al grupo, siendo del 53,1 por 100 de los hombres de
segundo-noche y superior al 65 por 100 en el resto de grupos.
Acta por su cuenta para ms del 15 por 100 de los alumnos entrevistados.
Otras respuestas son, por ejemplo: mitad y mitad, no tengo nocin, no hace
nada, hace lo que puede, hace poco...
2. Grupo inf orm al.
El 38,6 por 100 de los hombres de segundo-maana forma parte de uno
o varios grupos informales. Este porcentaje es del
92,1 por 100 para las
mujeres de segundo-maana, para los alumnos de noche es del
65,6 y
para las alumnas del 56,9 por 100. No forman parte de ninguno el 10,5
por 100 de los alumnos y el 2,6 por 100
de las alumnas de segundo-ma-
ana; estos porcentajes en segundo-noche son del 15,6 y del 15,4, respec-
tivamente.
Los hombres de los grupos de maana se integraron en grupos informa-
les por diversin, estudios, deportes, apuntes y cultura; las mujeres, por
estudio, diversin, apuntes, cultura y deportes.
Las motivaciones para integrarse en grupos informales, para los alumnos
de los grupos de noche, fueron: apuntes, estudio, cultura, deportes y por di-
257
versin. Las mujeres lo hicieron por apuntes, por cultura, por estudio, por
diversin y poi deportes. Amn de otros motivos para todos ellos, predomi-
nando los dc ubicacin en la clase.
Forman parte del mismo grupo informal que surgi en primero el 56,1
por 100 de los hombres y el 60,5 por 100 de las mujeres de los grupos de
maana y el 31,2 por 100 de los hombres y el 38,5 por 100 de las mujeres
de los grupos de noche.
El lder del grupo informal del que formaba parte en primero es el mis-
mo de segundo para el 10,5 por 100 de los hombres y para el 13,2 por
100
de las mujeres de los grupos de maana; en los grupos de noche es-
tos porcentajes son del 12,5 y del 23,1, respectivamente.
CONCLUSIONES
Hemos querido comprobar a lo largo de la encuesta que nuestros alumnos
manifiestan problemas de integracin en los dos primeros cursos de facultad.
258
Hemos considerado en el cuestionario el curso, la edad, el grupo, sus
estudios previos, su procedencia geogrfica y su procedencia institucional, co-
mo variables independientes.
Se observa que el nmero de entrevistados de edades superiores a los
veintin aos es pequeo; debido a que estos alumnos han iniciado en su
mayora su vida profesional, y han decidido completar su formacin con estu-
dios superiores. Suelen asistir a grupos de noche.
Los alumnos que proceden de otras faculiades, generalmente provienen de
ciencias, e incluso el resto de los alumnos que ingresan de lo que hemos lla-
mado segunda procedencia y eligen Econmicas y Empresariales para
obtener un ttulo universitrio, en busca de una salida laboral.
Pensamos que la procedencia anterior a la universidad no ha facilitado la
integracin en la misma, de tal manera que la integracin en la universidad
reside ms en la personalidad y deseo del alumno que no en las ayudas y faci-
lidades externas anteriores a la entrada en el ambiente universitario. Los ms
jvenes manifiestan, en mayor nmero, tener vocacin, estar integrados y
tener un perfil de integracin y comportamiento que se aproxima al de toda
la poblacin entrevistada. Se podra decir que a mayor edad y en segundo
curso hay ms dispersin respecto al conjunto de los entrevistados.
Se da una escasa coincidencia de los intereses con los que se llega a la
facultad y lo que se ofrece en ella. Adems, los objetivos finales de la facultad
no se manifiestan con claridad; as como, tampoco su organizacin. Hemos
visto cmo contestaban a preguntas sobre integracin, vocacin y motivacin,
y posteriormente, hemos trazado su perfil de integracin y comportamiento.
En primer curso, la ilusin y la novedad les mantienen y el que no
abandona suele superarlo; en segundo como hemos podido comprobar
no es as; se sienten menos integrados, ms dubitativos, ms escpticos y me-
nos claros en sus motivaciones.
259
ANEXO
ENCUESTA SOBRE INTEGRA(:I()N, COMPORTAMIENTO Y PARTICIPACION
Instrucciones para su contestacin: I) Subraya como mximo dos posibilidades, cuando se te
presenten varias alternativas, y, 2) Indica con un crculo el nmero que consideres expresa tu
tespuesta.
I. Edad aos.2. Sexo: H.M3. Curso y grupo
9. Procede de:
A) Instituto - Colegio - Academia - Otras facultades - Escuela de Comercio -
Formacin Profesional - Escuela Tcnica - Otras especificar:
B) Letras - Ciencias - Mixto - Otras especificar:
C) Barcelona - Provincia de Barcelona - Resto de Catalua - Otras.
5. Te integraste fcilmente en el ambiente universitario: SI NO
6. Te ayud tu procedencia a integrarte en la Universidad: SINO
7. A) Escogiste Econmicas y Empresariales por vocacin: SINO
B) Otras motivaciones: Sugerencias de otras personas: familia, amigos, otras -
por eliminacin - salida profesional - otras especificar:
8. Conformidad: Me siento integrado en la Facultad en cuanto a:
Nada integradoIntegradoMuy integrado
A) Estudios:
2 2 4
B) Grupo con el que me relaciono en
la clase:
2 3
C) Con la clase:
9. Difiere la Universidad real de la imagen que te habas hecho de ella:
Nada
NoMucho
5
10.
Responsabilidad: Qu grado de autonoma consideras que tienes para desarrollar tus activi-
dades de estudio?
Ninguna
NormalMucha
A) En la Facultad:
2 3
B) Fuera de la Facultad:
2 3
260
23 5
23 45
3 45
a) Exmenes:
b) Elecciones:
c) Otras propuestas:
II. Normas: La Organizacin de la Facultad impone demasiadas restricciones a tus actividades:
Ninguna Normal Mur ha
A) Estudio:
2 3 4 5
B) Deportivas:
2 3 4 5
C) Polticas:
2 5
D) Otras especificar:
2 3 4
12. Claridad: La Facultad crees que est bien organizada y que tiene metas definidas con claridad:
Nada
NormalMucho
23 45
13 . Cordialidad y apoyo: Estas son caractersticas de la Organizacin de la Facultad:
NORegular
SI
23 5
14. Participacin:
A) Cmo se consideran tus opiniones en las siguientes decisiones?
Nada
NormalMucho
B) En qu temas o decisiones te gustara influir?
15. Criterios por los que te mueves para asistir a clase: Profesor - Dificultad de la asignatura -
Inters por la materia - Por la hora - Otras especificar:
GRUPO FORMAL (grupo estructurado por la organizacin de la Facultad)
1. Formas parte del grupo que te corresponde por tu apellido?SINO
2. Si no fuera as, cules son el o los motivos del cambio?: Por tus amistades - por el horario -
por el profesor - por incompatibilidad con asignaturas de otro curso - otras especificar:
261
3.
La autoridad formal: el delegado
A) Por qu fue elegido?: Porque surgi espontneamente - por ser el lder del grupo infor-
mal ms influyente - porque le gusta
sei
el lder - porque fue el nico que se present -
otras especificar:
B) Qu compensaciones
crees que obtiene por el hecho de
serlo?
4. El delegado: a) acta por su cuenta -
b) representa al grupo.
GRUPO INFORMAL (grupo formado por iniciativa personal)
5.
Formas parte de: un grupo informal - de varios - de ninguno?
6.
Por qu te integraste en el grupo o grupos iniciales?: Estudio - deportes - diversin -
apuntes - cultura - otras especificar:
7.
Formas parte del mismo grupo informal que surgi en primero?
SINO
8.
El grupo informal influye en las decisiones que se toman a nivel de clase:
SI
NO
9.
El grupo o grupos informales toman sus decisiones democrticamente:
SINO
LIDERAZGO
10.
El lder del grupo surgi: espontneamente - no hay un lder definido - hay ms de un lder -
otras especificar:
II. Por qu son el lder o lderes?: Por sus conocimientos - por su manera de ser -
por su carcter abierto - facilidad de trato personal - por su autoridad - por su relacin con
el resto de grupos y de la clase - porque nadie quera ser coordinador del grupo -
otras especificar
12.
Se plantean alternativas de poder dentro de tu grupo informal?
SINO
A VECES
13.
El lder del grupo informal del que formabas parte en primero es el mismo que el de
segundo:SINO
262
INFORMES
'YDOCUMENTO
ACION DEL PROFESORADO EN UNA
SOCIEDAD MODERNA
INF ORMES
YDOCUMENTOS
HANS GLCKEL
Para comprensin del tema.
He reflexionado mucho sobre el modo
de abordar el tema que me corresponde.
No quisiera hacerlo en forma general,
sentando postulados programticos, por
ejemplo, sino informando sobre el cam-
bio en la formacin del profesorado ope-
rado en la Repblica Federal de Alema-
nia en los veinte ltimos aos. Lo har
con ms amplitud de lo previsto en el
programa, ya que la sociedad de la
Repblica Federal no es slo una socie-
dad tecnolgica, sino tambin una socie-
dad demeocrtica. Es sabido que una y
otra no coinciden necesariamente. No
intentar hacer aplicaciones al sistema
escolar espaol. Tomen ustedes de mi
informe aquello que pueda interesarles.
Esbozar primero el estado de la forma-
cin del profesorado alemn antes del
comienzo de las ltimas reformas y, a
continuacin, los esfuerzos de reforma
que se estn realizando en el sistema esco-
lar. Abordar despus la reforma de la
preparacin del profesorado. Expondr
los cambios efectuados en el perfeccio-
namiento del profesorado (in-service-trai-
ning, formation en course de service des
enseignants). Sealar cada vez los objeti-
vos y los motivos, las principales medidas
y las experiencias hechas. Intentar por
ltimo forrhular algunas conclusiones ge-
nerales.
Universidad de Erlangen-Nremberg.
Revista de Eduraciim. ndm. 281 (19861, pgs. 265-275.
Me permito recordar que la Repblica
Federal de Alemania es, como su nombre
indica, un Estado federal. Los distintos
Lnder gozan de una amplia autonoma
en el sistema escolar. Predominan, sin
embargo, los elementos comunes. Har
notar las diferencias cuando sean impor-
tantes. Elegir con preferencia ejemplos
tomados de mi propio Land, que es
Baviera.
I. LA ESCUELA Y LA FORMACION
DEL PROFESORADO EN
ALEMANIA AL COMIENZO DE LA
REFORMA EDUCATIVA
(alrededor de 1965)
Durante el siglo XIX y a principios del
XX, Alemania cre y fue mejorando
constantemente un sistema escolar, que
fue modlico en muchos aspectos. Las
dos grandes guerras frenaron su desarro-
llo e hicieron que el sistema educativo
alemn quedara desfasado. Despus de la
segunda guerra mundial, los esfuerzos se
centraron en la reconstruccin de las ciu-
dades y la recuperacin de la economa,
la incorporacin de doce millones de
alemanes expatriados y la afirmacin de
un Estado democrtico y social. El sis-
tema qued al margen, al principio, de
cualquier reforma en profunidad. Hasta
265
comienzos de los aos 60 no se produje-
ron avances. Surgieron, por supuesto,
diferencias entre los distintos Lnder por
razn de su tendencia progresista o
conservadora, pero en ningn caso fue-
ron importantes. Dentro de cada Land, el
Ministerio ejerca la direccin central de
las escuelas y por eso el rgimen era muy
unitario.
En cambio, existan diferencias en la
formacin del profesorado: los profesores
de enseanza secundaria haban estudiado
siempre en la universidad. Se considera-
ban sobre todo como enseantes de mate-
rias cientficas y su nivel era el de profe-
sores especializados. Los profesores de
Volkschule (escuela popular), de Grund-
schule (escuela secundaria) y de Haupt-
schule (escuela principal), despus de
una larga lucha, haban conseguido pasar
de la enseanza artesanal a la prepara-
cin en seminarios, luego a la escuela
superior de educacin. Se consideraban
ante todo como pedagogos, daban clases
de todas o, al menos, muchas asignaturas
y perciban un sueldo escaso. Por su parte,
los profesores de escuelas especiales y de
escuelas reales (Realschulen) tenan un
nivel ms alto que los de la escuela
popular, debido a una preparacin su-
plementaria. Finalmente, los profesores
de escuelas profesionales procedan en
parte de profesiones prcticas y en parte
de escuelas superiores tcnicas.
Finalizados los estudios, los profesores
sufran un primer examen de Estado y
efectuaban luego un servicio preparatorio
(Refrendariat) de dos a tres aos de dura-
cin en escuelas de seminario. El servicio
valla como introduccin a la prctica
escolar y como profundizacin terica.
Despus del segundo examen de Estado,
podan ejercer como funcionarios.., y casi
todos encontraban colocacin, ya que
haba demanda de profesores.
Tambin eran muchas las posibilidades
de perfeccionamiento para el profesorado,
debido a la actividad de crculos privados,
asociaciones de profesores, iglesias, agru-
paciones de todo tipo y la propia admi-
nistracin escolar estatal. La oferta era
abundante, pero poco sistemtica; no
exista la participacin obligatoria.
2. LA REFORMA DEL SISTEMA
ESCOLAR (de 1965 a 1980)
2.1. Motivos
En los aos 60 cundi el descontento
por el sistema educativo; se habl incluso
de un estado de penuria educativa.
Confluyeron diversos motivos:
La comparacin con otros pases indus-
trializados y culturalizados hizo temer un
retroceso nacional en materia de educa-
cin y, consiguientemente, en capacidad
competitiva internacional. Por eso se pro-
pugn una ampliacin del perodo esco-
lar a ser posible para todos los nios, y
un incremento del nmero de bachilleres
que optaban al acceso a la Universidad y
a los estudios superiores (Abiturienten),
as como del nmero de estudiantes de
escuelas superiores. Se consider la edu-
cacin principalmente como un factor
econmico.
No obstante, se aspir tambin a ofre-
cer a todos una formacin lo ms elevada
posible como va para el autodesarrollo
personal, y se afirm la conviccin gene-
ral de que todos podan y deban apren-
der mucho ms que en el pasado. Se
entenda la educacin como un derecho
ciudadano.
Se afirm la necesidad de superar las
desigualdades sociopolticas an existen-
tes en el campo de la educacin y de ofre-
cer posibilidades ms justas a los nios
de las clases sociales bajas.
Haba que promover tambin la inte-
gracin social, esto es, una mejor com-
prensin recproca de las capas sociales
mediante una convivencia ms larga en
la escuela.
Se trat de prestar ms atencin al
individuo, por la va de una mayor flexi-
bilidad en la carrera escolar, especial-
mente mediante la ampliacin de las
ofertas de formacin personal.
Pero la escuela deba cambiar tambin
por dentro: hubo, pues, que adaptar los
currculos a las exigencias de la poca
(modernizacin, ingls para todos, nueva
matemtica, enseanza laboral o educa-
266
cin politcnica, pedagoga, ciencias de
la educacin, enseanza de la poltica,
educacin para el trfico, educacin se-
xual).
Se asignaron a la escuela nuevas tareas
(incorporacin de los hijos de trabajado-
res extranjeros de diversas naciones, ase-
soramiento sobre carreras en un sistema
escolar cada vez ms complicado).
Se trat de elevar el rendimiento (mate-
rias ms numerosas y ms difciles, for-
macin cientfica para todos, medicin
objetiva del rendimiento, creencia en una
mayor capacidad de aprendizaje de todos
los nios).
Para ello haba que aplicar nuevos
mtodos (enseanza programada, creati-
vidad, autonoma, enseanza de proyec-
tos, enseanza de grupos, individualiza-
cin, diferenciacin, educacin compensa-
toria para nios con inferioridad y debili-
dad para el aprendizaje.
Era preciso utilizar asimismo nuevos
medios (programas didcticos, cine, radio,
televisin, ordenador, tecnificacin de la
enseanza).
Haba que lograr una nueva relacin
con los alumnos (estilo de direccin inte-
grados, menos autoridad, educacin no
represiva, autorregulacin del nio, com-
prensin y ayuda a nios problema).
Haba que democratizar las formas de
direccin y decisin (mayor autonoma de
los profesores, corresponsabilidad de los
alumnos, contacto con los padres).
Algunos aspiraban a objetivos polticos
ms avanzados: querran cambiar la so-
ciedad, superar el sistema capitalista,
realizar la emancipacin, unas veces en
sentido individualista y otras en sentido
colectivista.
No vamos a indagar aqu si el sistema
escolar estaba realmente tan desfasado
como entonces se afirmaba. Es lo que se
crey, en todo caso, y esta creencia es un
factor poltico poderoso. Haba discusin,
obviamente, , sobre la poltica educativa,
pero la voluntad de reforma era tan fuerte
que nadie poda oponerse a ella en serio.
2.2 Medidas
Las reformas afectaron en primer lugar
a la organizacin escolar: la escolaridad
obligatoria se prolong a nueve aos de
escuela a tiempo completo y tres aos a
tiempo parcial. Se potenci la escuela
principal y se le dio una mayor orienta-
cin hacia el mundo del trabajo. Se crea-
ron nuevas escuelas reales y gimna-
sios (institutos de segunda enseanza).
Se reform el nivel superior del gimna-
sio. Se hicieron cientos de ensayos con
escuelas polivalentes (Gesamtschulen).
Las pequeas escuelas rurales fueron di-
sueltas para unificarlas en escuelas centra-
les. Se remodel el sistema de escuelas
profesionales. Se abri una segunda va
educativa, que lleva gradualmente desde
la preparacin profesional hasta la escue-
la superior. Se incrementaron notable-
mente los gastos para educacin.
El resultado fue impresionante: el de-
partamento de educacin creci fuerte-
mente, se increment la afluencia a las
escuelas de grado superior, aument el
nmero de alumnos que terminaban los
estudios secundarios en sus dos ciclos, se
multiplic el nmero de estudiantes uni-
versitarios, aumentaron las plazas de pro-
fesores y disminuy la aglomeracin en
las aulas. Tambin las construcciones
escolares cambiaron en muchos aspectos.
Predominaba una disposicin general
favorable a la innovacin; fue una poca
movida, inquieta. Haba euforia, exage-
raciones, sucesin rpida de modas peda-
ggicas: se cometan algunas estupideces.
Pero se libraron muchas fuerzas, prolife-
raron las iniciativas positivas y cundi el
compromiso personal.
2.3. Experiencias
No se cumplieron todas las esperanzas;
hubo obstculos, efectos secundarios inde-
seados y nuevos problemas.
Los modernos planes de enseanza, las
nuevas asignaturas, una mayor exigencia
de rendimiento; todo esto origin quejas
de exceso de materias, de falta de concen-
tracin en lo esencial, de superficialidad,
267
de sobrecarga de los nios y descuido de
la tarea educativa; lleg a pedirse la
humanizacin de la escuela.
Un estilo de educacin permisiva mejo-
r el clima escolar, pero trajo consigo
problemas de disciplina.
La individualizacin y diferenciacin
llevaron a una mayor atencin a cada
alumno, pero complicaron la organiza-
cin, originaron frecuentes cambios de
los grupos, perjudicaron a la estabilidad
social y no produjeron mejores resultados
de aprendizaje.
Las grandes escuelas centrales mejora-
ron la oferta, pero sufrieron problemas de
organizacin, anonimato y falta de in-
fluencia educativa.
La cogestin democrtica activ la res-
ponsabilidad, pero ech sobre los hom-
bros de los profesores la carga de nume-
rosas reuniones y, a veces, de conflictos
internos. Una tendencia general a la
adopcin de normas burocrticas y jur-
dicas, cada vez ms minuciosas, de admi-
nistracin escolar redujo incluso la auto-
noma de las escuelas. Tambin esto se
justific con principios democrticos, co-
mo la seguridad jurdica, la igualdad de
oportunidades, etc.
La aspiracin general a una formacin
superior llev a la depauperacin de la
escuela principal y a un peligro de des-
empleo de los titulados universitarios.
Ciertas ideas polticas revolucionarias
provocaron la resistencia de los crculos
conservadores y frenaron as indirecta-
mente el progreso.
Actualmente hay una cierta fatiga ante
la reforma. A los cambios frenticos sigue
una poca de reposo, de elaboracin de
las experiencias. Se busca, sobre todo,
una escuela que establezca unos objetivos
realistas, se ajuste a las capacidades de los
alumnos y obtenga unos resultados sli-
dos. Pero la escuela, en conjunto, ha
cambiado en muchos aspectos; por fuera
y por dentro.
Una conclusin fundamental, confir-
mada por experiencias internacionales, es
sta: no hay que sobrevalorar los efectos
de los cambios organizativos. Lo decisivo,
en definitiva, es lo que ocurre en las
b.ulas, y esto depende sobre todo de los
profesores. La formacin del profesorado
es el problema clave de la reforma esco-
lar.
3. LA REFORMA DE LA FORMACION
DEL PROFESORADO
3.1. Motivos
El descontento por la formacin del
profesorado vena de antiguo. La volun-
tad general de reforma hizo que tambin
aqu los cambios se efectuaran rpida-
mente. Los motivos principales eran los
siguientes.
Ante todo, una organizacin escolar
unitaria exiga una formacin del profe-
sorado tambin unitaria.
Adems, todos los profesores son, ante
todo, profesores y por eso deben desarro-
llar una conciencia profesional comn.
Los profesores de gimnasio necesita-
ban, pues, una mayor preparacin peda-
ggica y los profesores de escuela popu-
lar unos estudios ms especializados.
Haba que facilitar el trnsito de una
docencia a la otra mediante la amplia-
cin de las cualificaciones.
Era preciso profesionalizar definiti-
vamente la profesin docente; es decir, los
profesores deban considerarse como un
estamento profesional caracterizado por
unas altas cualificaciones, el ejercicio
autnomo de la profesin, el autocontrol
y un etos profesional propio.
Slo la preparacin cientfica en la
Universidad poda crear las condiciones
de capacidad de juicio, nivel intelectual y
decisin autnoma que se exigan del
educador.
Pero tambin era preciso modernizar
los contenidos. Haba que considerar nue-
vos currculos y nuevas asignaturas. El
profesor deba dominar una serie de
268
mtodos y de nuevos medios. Deba pre-
pararse para la cooperacin y el trabajo
de equipo con sus colegas.
Todo esto exiga nuevos mtodos en la
carrera universitaria, como el trabajo en
grupo, el estudio de proyectos, etc.
Hubo pareceres muy diversos sobre la
tarea del profesor y, consiguientemente,
sobre las necesidades de su preparacin:
si el profesor es un especialista formado
cientficamente debe estudiar una materia
cientfica.
Si es un enseante especializado nece-
sita conocer la didctica de sus asignatu-
ras.
Si es un organizador de procesos de
aprendizaje debe estudiar sobre todo psi-
cologa del aprendizaje, diagnstico del
aprendizaje y mtodos de enseanza.
Si es un tcnico de la enseanza debe
familiarizarse con todo tipo de medios y
entrenarse para una conducta docente
adecuada.
Si es un asesor necesita estudiar
diagnstico del aprendizaje y de la perso-
nalidad y psicologa de los tests y debe
conocer las carreras escolares.
Si es un terapeuta le ayudarn espe-
cialmente el psicoanlisis, la dinmica de
grupo, etc.
Si es un abogado social de los desfa-
vorecidos, necesita sobre todo la ayuda de
la sociologa, la psicologa social y la
pedagoga social.
Si es un reformador social, debe
estudiar sobre todo sociologa poltica y
economa poltica y no dejarse desorien-
tar demasiado en sus convicciones por la
realidad.
Si es un educador, necesita la ayuda
de la filosofa pedaggica, la metodologa
pedaggica, la psicologa del desarrollo,
as como conocimientos del alma infan-
til, sobre todo comprensin humana y
dedicacin personal.
Tambin aqu hubo intentos de todo
tipo y discusiones polticas, que llevaron
sin embargo a unos resultados unitarios.
3.2. Medidas
En el plano poltico, el proceso ha lle-
gado a un cierto punto final. Las escuelas
superiores de educacin se han integrado
en las universidades o se han equiparado
a ellas en casi todas partes. Todos los
profesores estudian en la universidad de
siete a diez semestres.
En algunos Lnder hay diferentes pro-
fesores de grado (Stuf enlehrer), para la
escuela primaria (Grundschule), la secun-
daria de grado I y la secundaria de grado
II. En otros hay profesores de formacin
escolar (Schulf ormenlehrer), para la es-
cuela primaria, la escuela principal, la
escuela real, el gimnasio, la escuela
profesional y la escuela especial.
Todos los profesores estudian ciencias
de la educacin (pedagoga y psicologa,
algo de sociologa, politologa, filosofa).
Estudian las materias cientficas, al me-
nos, de dos asignaturas escolares y las
didcticas especiales correspondientes; y
deben realizar prcticas escolares. Despus
del primer examen de Estado han de
prestar un servicio preparatorio (R ef eren-
dariat) en un seminario de estudios, que
complementa a nivel terico sus comien-
zos prcticos en la escuela; y su prepara-
cin concluye con el segundo examen de
Estado. Los exmenes estn reconocidos
entre los distintos Lnder.
La realizacin de estos planes ha exi-
gido un esfuerzo extraordinario. En Ba-
viera, por ejemplo, trabajaron 35 comi-
siones tcnicas en el proyecto de regla-
mentacin de los exmenes, que luego
fue sometido a debate pblico para ser
reelaborado y finalmente promulgado por
el Ministerio. Sobre esta base, las univer-
sidades confeccionaron sus propios regla-
mentos de estudios. Hubo en ocasiones
fuertes polmicas en torno a los intereses
de las distintas asignaturas. Los proyectos
se concertaron en una labor minuciosa
con el Ministerio y por ltimo entraron
en vigor. El proceso fue similar en los
otros Lnder.
Se hicieron tambin algunos ensayos
con una preparacin monofsica que
deba alcanzar, en estrecha combinacin
269
entre la universidad y la escuela, una
mayor integracin de la teora y la prc-
tica. Pero esta idea, sin duda valiosa en
principio, tuvo poco xito por diversas
razones y se abandonaron los ensayos.
Tampoco tuvieron xito algunos intentos
de fundamentar todos los estudios de
universidad en el mtodo de proyectos.
3.3. Experiencias
La nueva formacin del profesorado
representa sin duda un avance, pero ha
originado algunos problemas.
Los reglamentos de exmenes y de
estudios son extremadamente detallados y
complicados, y el curso de los estudios
est regulado muy estrictamente. La anti-
gua libertad acadmica ha desaparecido
en buena parte.
La administracin estatal, en su pre-
ocupacin por la igualdad y la justicia,
ha dictado unas normas cada vez ms
severas que restringen progresivamente la
autonoma de las universidades.
En las nuevas formas se han impuesto
muchas ideas antiguas.
Las universidades han absorbido a las
escuelas superiores de educacin, pero
han asumido y aprendido poco de ellas;
las han adaptado, por el contrario, a sus
propias concepciones.
Las diferencias entre profesores de gim-
nasio y profesores de escuela popular
han disminuido, pero sin desaparecer del
todo. Los profesores de gimnasio, en
particular, an tratan de acentuar la dis-
tancia.
Las materias cientficas ostentan cla-
ramente la primaca, y las ciencias de la
educacin han quedado relegadas a un
segundo plano.
La preparacin cientfica en la univer-
sidad tiene un nivel alto. No obstante,
muchos dudan de que esa preparacin
sirva para afinar la sensibilidad hacia el
nio y sus problemas de aprendizaje, y la
responsabilidad hacia la tarea educativa.
Muchos opinan que la escuela superior
de educacin poda transmitir mejor el
sentido pedaggico, porque era ms sin-
ttica y sus docentes trabajaban dentro de
un mismo espritu.
El profesor especializado puede impar-
tir, sin duda, una mejor enseanza en sus
asignaturas, pero el encargado de clase
hace ms por la educacin, la asistencia
personal y la gua continuada. La ense-
anza en los centros no siempre se efec-
ta con arreglo a la preparacin. Muchos
profesores, especialmente de la escuela
popular, ensean materias para las que
no se han preparado.
La cientificidad no siempre se ha
entendido correctamente. Para muchos
era la transmisin de una serie de resul-
tados de investigacin arduos y abstrac-
tos, y no la iniciacin en una labor cr-
tica y autnoma en la materia, el esfuerzo
del concepto, la bsqueda sincera de la
verdad.
La combinacin de la teora y la prc-
tica tampoco se ha efectuado siempre de
modo satisfactorio.
La especializacin en determinados ni-
veles y materia reduce la movilidad y la
disponibilidad de los profesores dentro
del sistema escolar y en el mercado de
trabajo general.
Hoy se procedera sin duda con mayor
cautela, se evitara el recargar los regla-
mentos de estudios con excesivas materias
y se buscara una configuracin ms
libre; se apreciaran con ms realismo las
fuerzas de la tradicin, no se pondra uni-
lateralmente la base de todo en la univer-
sidad y en las ciencias; se aceptara la
integracin de las escuelas superiores de
educacin como facultades en la univer-
sidad, pero sin disolverlas. Se insistira
ms en la tarea educativa del profesor y
se atendera ms a su situacin laboral en
la escuela.
Sin embargo, las preocupaciones por el
desempleo de los jvenes profesores son
hoy tan grandes, que difuminan estos
problemas y los relegan a un segundo
plano.
270
4. EL PERFECCIONAMIENTO DEL
PROFESORADO
Tambin este captulo fue objeto de
ampliacin y elaboracin en los aos de
la reforma.
4.1. Motivos
El perfeccionamiento del profesorado
es necesario:
para mantener las cualificaciones
que en una poca de cambio social,
tcnico y cientfico acelerado se des-
fasan rpidamente;
para compensar las carencias y uni-
lateralidades de la formacin inicial;
porque la teora slo se entiende
plenamente despus de la experien-
cia prctica y entonces se inserta
ms en la prctica, se afronta con
un sentido ms crtico y aparece
como una ayuda en las necesidades
prcticas;
porque el perfeccionamiento del pro-
fesorado, si se realiza correctamente,
puede ser una forma muy racional
de preparacin que posibilita una
utilizacin rpida y hace rentables
los grandes gastos de la formacin
inicial;
porque el perfeccionamiento del pro-
fesorado y ste es un motivo ac-
tual puede ser un instrumento de
reforma educativa, capacitando a los
profesores y disponindolos para esta
reforma.
Estas son principalmente las aspiracio-
nes de la administracin escolar y de la
sociedad. Pero tambin de cada profesor
como persona tiene inters por su perfec-
cionamiento, ya que:
el aprendizaje mantiene al sujeto
joven y vivo, promueve el autodesa-
rrollo y protege de una deformacin
profesional que es un peligro preci-
samente en la profesin docente;
posibilita el distanciamiento tempo-
ral del trabajo cotidiano, ayuda a
superar la ceguera de la actividad,
permite la reflexin y el descanso
creativo.
En estos aos se aade una razn
totalmente nueva: si, debido a la falta de
puestos de trabajo, son pocos los jvenes
profesores que acceden a la docencia,
sern escasas las nuevas ideas, el aire
fresco que llegue a la escuela. Por eso los
profesores deben perfeccionarse en su
labor si no se quiere que la escuela se
anquilose.
4.2. Medidas
Cmo se puede llevar a cabo el perfec-
cionamiento del profesorado?
Es, sin duda, una tarea de cada profe-
sor. Cabe esperar de l, como persona
formada, que se perfeccione a s mismo,
lea regularmente libros y revistas especia-
lizadas, etc. Pero no todos los profesores
lo hacen. Tampoco es suficiente, ya que
se precisa la comunicacin, la coopera-
cin, el estmulo, la retroalimentacin y,
siempre, el contraste.
Al profesor alemn se le ofrecen una
serie de posibilidades.
Algunas grandes ciudades, como Nrem-
berg, mi lugar natal, mantienen su pro-
pio Instituto de Perfeccionamiento del
Profesorado, con una variada oferta de
conferencias, cursos, inspecciones, publi-
caciones, etc. Las organizaciones de pro-
fesores, las iglesias, las asociaciones eco-
nmicas, distintas empresas y centros de
trabajo, los sindicatos, los partidos, algu-
nos grupos profesionales, clubes deporti-
vos, asociaciones musicales, albergues juve-
niles y granjas escolares, clubes del auto-
mvil, ligas de proteccin de la naturaleza
y otros colectivos ofrecen abundantes posi-
bilidades, a veces en los propios institutos
o academias, a veces en reuniones locales,
incluso mediante edicin de escritos, mate-
riales de enseanza, etc.
Las escuelas superiores populares ofre-
cen un programa variado; la televisin
271
contribuye al perfeccionamiento del pro-
fesorado con emisiones multimedia y mate-
rial escrito correspondiente.
Las universidades actan en muchas de
las reas mencionadas a travs de distin-
tos profesores de escuela superior. Ofre-
cen a veces sus propios cursos, pero en
conjunto participan poco en el perfeccio-
namiento del profesorado. Son, no obs-
tante, el nico lugar donde el profesor
deseoso de ascenso puede adquirir una
cualificacin suplementaria o un grado
acadmico. El estudio a distancia se puede
realizar en pocas asignaturas.
El Estado ve con buenos ojos estas
actividades y las promueve con subven-
ciones cuando est especialmente intere-
sado en ellos. Pero hay plena libertad en
la oferta, en los contenidos y en la parti-
cipacin, como procede en una democracia.
Todo esto exista desde tiempo atrs.
Lo realmente nuevo es que los ministe-
rios de educacin de los
Lnder han
potenciado mucho el perfeccionamiento
estatal del profesorado, especialmente pa-
ra la promocin de las medidas de refor-
ma. El derecho del profesor, y tambin su
deber de perfeccionamiento, estn respal-
dados por la ley; pero en la prctica rige
una amplia libertad.
Se han efectuado muchos ensayos con
centros regionales y con actividades loca-
les, prximas a las escuelas, pero no
todos han tenido xito. Actualmente se
ha impuesto en todos los Lander un
modelo en el que se combinan el perfec-
cionamiento central y el local. Valga
como ilustracin el modelo de Baviera:
El Land de Baviera ha construido en
Dillingen, pequea ciudad cerca del Da-
nubio, un gran complejo de edificios des-
tinado a Academia de formacin del
profesorado. La Academia ofrece salas
de reuniones y de descanso, alojamiento y
manutencin, y todas las instalaciones
tcnicas para ms de doscientas personas;
cuenta con un cuerpo de docentes profe-
sionales y con el correspondiente perso-
nal administrativo. Publica anualmente
un programa con ms de cuatrocientos
cincuenta cursos que se distribuyen en
todas las escuelas. Una parte de los cursos
va destinada a determinados grupos obje-
tivo, como directores de colegios, conseje-
ros escolares, asesores tcnicos, profesores
de prcticas de la primera fase, directores
de seminarios de la segunda fase, conseje-
ros personales, etc. El que obtiene alguno
de estos cargos est obligado a participar
en uno o varios cursos como introduc-
cin a su nueva tarea.
Adems, un programa bsico anual
introduce a los profesores idneos, como
multiplicadores (Multiplikatoren), en
determinados esquemas de reforma que
ellos llevarn luego a las escuelas. Hay,
en fin, una oferta mltiple en todas las
asignaturas, donde puede inscribirse cada
profesor. Pero tambin se espera de l
que transmita lo odo a sus colegas y lo
aplique en su labor.
Los profesores interesados solicitan la
participacin. Sus centros les conceden el
permiso preciso, cuando es posible. El
desplazamiento y el alojamiento son gra-
tuitos, se les reconoce el tiempo de servi-
cio y se les concede proteccin mediante
un seguro.
Los cursos admiten entre
25 y 30 parti-
cipantes y por eso permiten aplicar mto-
dos como la conferencia, el informe, el
debate, el intercambio de experiencias, el
trabajo de grupo, las visitas didcticas, la
simulacin de enseanza, etc. Los parti-
cipantes encuentran un nivel alto, pero
tambin una ayuda directa para la prc-
tica escolar.
El inters es muy grande; la Academia
slo puede acoger a una parte de los soli-
citantes. Algunas dependencias exteriores
aumentan la capacidad, pero tambin
estn saturadas.
El programa se confecciona atendiendo
las necesidades de los profesores, a los
que se consulta oralmente o por escrito,
las recomendaciones de las autoridades
escolares y determinados proyectos de
reforma del Ministerio. De ese modo, la
Academia desempea un papel central en
el perfeccionamiento del profesorado.
Sin embargo, la Academia, con su
capacidad y en su situacin, no puede
272
satisfacer las exigencias por s sola. Ade-
ms de ella, se imparte un perfecciona-
miento del profesorado regional y local;
generalmente en rgimen de jornada com-
pleta (con liberacin del servicio) o de
media jornada por las tardes o en clases
nocturnas. Los directores son consejeros
escolares, profesores prestigiosos, expertos
de otras reas, profesores de escuelas
superiores, etc. El ltimo ario se celebra-
ron alrededor de 11.000 cursos de este
tipo. Si se suma a esto la oferta de la
Academia, resulta que cada profesor pue-
de participar en actividades de perfeccio-
namiento estatal dos o tres das al ario.
Hay, en fin, diversas iniciativas en las
distintas escuelas: conferencias comunes,
asistencia a otro tipo de escuelas, visitas,
invitacin a ponentes. Estas iniciativas
dependen mucho del inters de los direc-
tores y colegas respectivos. La actividad
escolar slo puede verse perturbada en
casos excepcionales.
4.3. Experiencias
Es difcil, obviamente, definir con exac-
titud los resultados. Pero todos estn de
acuerdo en que el perfeccionamiento del
profesorado supone una aportacin posi-
tiva; sin l, los profesores y la escuela
tendran menos calidad. Pero hay tam-
bin problemas:
Todas estas medidas cuestan mucho
dinero; muchas de ellas exigen una dele-
gacin en la escuela o producen un dete-
rioro en la enseanza. Parece que se ha
alcanzado en ambos sentidos un lmite
que ya no puede ampliarse ms.
Por la misma razn, actualmente es
irrealizable la idea del ao o semestre
sabtico, es decir, la plena exencin de
la docencia con fines de perfeccionamien-
to intensivo. Extraamente, en Alemania
se habla poco de esta posibilidad. Hay
aqu un verdadero desfase frente a otros
pases.
Muchos lamentan que el afn de per-
feccionamiento se vea poco recompen-
sado. No hay gratificaciones en forma de
un aumento de la remuneracin, una
ampliacin de las vacaciones, etc., y la
influencia sobre la promocin es muy
incierta. En este contexto se debate la
cuestin de si la elevada satisfaccin pro-
fesional que, como se sabe, muestran los
profesores, no podra ser un obstculo
para la actividad de perfeccionamiento.
Es difcil dar una respuesta, y no est
claro si la formacin universitaria ha
potenciado o reducido la disposicin al
perfeccionamiento del profesorado. A ve-
ces se dira que los profesores de las gene-
raciones anteriores, menos preparados,
mostraban ms afn de ciencia que los
jvenes, que a veces han tenido que
absorberla en dosis excesivas. Pero quede
la cuestin abierta.
Se presenta adems otro problema. A
medida que el Estado ha asumido el per-
feccionamiento como tarea propia, las
asociaciones de profesores pasan a segun-
do plano. Estas asociaciones temen, por
otra parte, una creciente influencia oficial
en los contenidos y en la seleccin de los
docentes, y aspiran a una mayor coges-
tin. Tal cogestin parece necesaria, por
diversas razones, en un pas democrtico.
Habr que esforzarse por buscar la mejor
forma de ejercerla.
Pero el tema capital del debate es
actualmente la cuestin de si conviene
promover ms el perfeccionamiento cen-
tralizado o el descentralizado. La oferta
insuficiente e incoordinada ha llevado,
como queda expuesto, a la creacin de
instituciones centrales. Hoy, estas institu-
ciones no satisfacen plenamente y se
piden organizaciones descentralizadas; en
otras palabras, un perfeccionamiento pr-
ximo a la escuela.
Ahora bien, esto ltimo no es necesa-
riamente mejor. Los numerosos ensayos
curriculares efectuados en los aos 70 die-
ron pocos resultados positivos, porque se
minimizaron las dificultades prcticas de
principio que presenta la tarea. Muchas
otras iniciativas en este sentido tampoco
tuvieron una continuacin. Es evidente
que tanto el perfeccionamiento centrali-
zado como el descentralizado tienen sus
ventajas e inconvenientes, sus aspectos
positivos y sus lmites.
273
El perfeccionamiento prximo a la
escuela supone una ayuda ms rpida en
los problemas de orden local, se puede
llevar a la prctica con ms agilidad,
puede configurar los claustros de profeso-
res como equipos de cooperacin, es
menos gravoso econmicamente y con-
viene sobre todo a las mujeres con fami-
lia y a los profesores a tiempo parcial.
Pero no todos los claustros de profesores
son idneos para esta colaboracin, ni
todos los directores para su direccin.
Falta a veces una mentalidad profesional
y amplitud de miras, y los resultados
varan mucho en calidad. Los profesores
estn sobrecargados por la labor diaria,
les falta calma y concentracin. La con-
dicin mnima es la dedicacin de la
hora de reunin establecida en el curr-
culo y reconocida como tiempo laboral.
El perfeccionamiento centralizado ofre-
ce varias ventajas: la institucin recoge
experiencias que pueden utilizarse. Cola-
boradores de jornada completa dirigen el
trabajo y aseguran la continuidad, y
especialistas en jornada parcial contribu-
yen a dar un nivel alto a la oferta. La
administracin escolar puede responder
con ms agilidad a las tareas nuevas. Hay
tambin una retroalimentacin ms rpi-
da por parte de los profesores. El partici-
pante se beneficia del distanciamiento de
la escuela, de la descongestin y la con-
centracin. No se ve obligado a dar cons-
tantemente, sino que puede tambin reci-
bir. Conoce a nuevos colegas, puede
expresarse, amplia su horizonte, presta
atencin de nuevo a las grandes lneas. Es
cierto que permanece ms pasivo, lejos de
la prctica, y la transferencia al propio
trabajo es ms dificil y puede fcilmente
fallar.
La tensin entre la teora y la prctica
es un problema constante del perfeccio-
namiento, pero puede ser superada en
buena medida. Los profesores desean con-
tar con una ayuda directa para su prc-
tica, apelan a su experiencia y se quejan
de la teora de altos vuelos, alejada de la
prctica. Pero no advierten a veces que
ellos mismos aportan constantemente a
su labor teoras subrepticias que necesi-
tan de un examen explcito. Todo apren-
dizaje desde la experiencia presupone una
teora. Nada puede haber ms prctico
que una buena teora (F.W. Drpfeld).
Debe ser una buena teora, tiene que
incluir las mltiples condiciones de la
realidad, y por ello ha de ser compleja y
gil y debe ayudar al prctico a relacio-
nar los principios generales con su tra-
bajo concreto. El resultado depende en
ltima instancia de los docentes y de los
multiplicadores. Ellos deben entender
tanto de prctica como de teora. Slo
entonces pueden convencer a los profeso-
res.
5. PANORAMICA DE LAS
EXPERIENCIAS
1. No hay dos hombres que sean
iguales; los mismos consejos no son vli-
dos para todos. Lo que en un lugar y en
un pas tiene xito puede fracasar en
otro. Las sociedades son sistemas comple-
jos donde juegan muchos factores eco-
nmicos, jurdicos, polticos, sociales e
ideales, la conciencia de los afectados, la
mentalidad general... El que quiere cam-
biar o mejorar algo ha de tener en cuenta
estas condiciones, tratar de entender su
conexin y calcular los efectos secunda-
rios indeseados, para evitar que estos efec-
tos pesen a veces ms que lo alcanzado
positivamente. Las reformas necesitan tan-
to de la voluntad decidida y del esfuerzo
enrgico y bien orientado como de una
visin imparcial de las realidades. La
poltica es una larga y tenaz perforacin
de duras tablas con pasin y clculo al
mismo tiempo (Max Weber).
2. En un Estado democrtico y social,
el gobierno legitimado por las elecciones
libres tiene que disear una lnea clara de
su poltica educativa, establecer objetivos
y prioridades y crear para ello un marco
legal y una base financiera segura. Ha de
saber lo que quiere y aportar todo lo que
puede. Pero no puede pretender ningn
monopolio, sino que debe dejar un mar-
gen a las diversas fuerzas, mientras acaten
los fundamentos de la Constitucin, y
debe despertar e impulsar iniciativas de
todo tipo, ya que en ellas se realiza en
274
buena medida la democracia. Pero tam-
poco ha de buscar en sus propias medidas
una uniformidad prematura, porque no
todas las ideas atractivas se acreditan en
la prctica. Es preferible probar primero
diversas posibilidades a nivel regional y
local, antes de someterlas a la regulacin
general. En la Repblica Federal hay un
gran peligro de que el empeo por la
perfeccin lleve a un exceso de normas
burocrticas y reduzca as las iniciativas
locales y la responsabilidad individual.
En lo que respecta al perfeccionamiento y
formacin del profesorado, es preciso
dejar alguna iniciativa a los profesores,
confiar en ellos y apelar a su pundonor
profesional y a su alta responsabilidad.
Pero es preciso tambin promover su
gusto por la profesin, comprender su
situacin laboral, ofrecerles facilidades y
gratificaciones. Deben saber que la for-
macin y el perfeccionamiento no son
nicamente un deber gravoso, sino que
significan una verdadera ayuda que les
beneficia.
3.
Hay que procurar que lo aprendido
en la formacin y en el perfecciona-
miento pueda aplicarse en la escuela, que
las circunstancias externas lo hagan posi-
ble, que la actitud de los colegas, directo-
res, administracin, padres, etc. lo permi-
tan. Para seguir con la metfora antes
utilizada, la formacin de los profesores
es ciertamente la llave de la reforma
escolar, pero no es la puerta ni la casa
4. La formacin y el perfeccionamien-
to pueden ensear, mostrar y fundamen-
tar lo que los profesores deben hacer. No
pueden garantizar que lo quieran hacer.
Decir no es or; or no es entender;
entender no es coincidir; coincidir no es
realizar; realizar no es continuar (K.
Lorenz). En ltima instancia, es cuestin
de actitud, de buena voluntad. Pero tra-
tndose de profesores que toman en serio
su profesin, se puede contar con esta
buena voluntad. Yo estoy seguro de que
ste es el caso tambin en el pas de us-
ludes*.
En la concepcin objetivo-material,
el contenido y la estructura de la
formacin general dependen de una
esencia espiritual objetiva y
suprahu-
mana
(Hofmann, 1973, p. 82). Klafki
distingue dentro de estas teoras mate-
riales sobre la formacin el enfoque
del objetivismo o cientificismo y el
enfoque de las teoras del clasicismo.
En la concepcin subjetivo-formal,
el
alma del individuo ocupa el
punto central de la idea de formacin;
se trata de modelar todas las fuerzas
que constituyen la esencia humana
global
(Hofmann, 1973, p. 83). Klafki
califica como formacin funcional o
metodolgica
todo planteamiento
que est incluido dentro de las teo-
ras formales sobre la formacin.
El problema decisivo para los dos
enfoques principales consiste en seleccio-
nar el contenido de la formacin, y a
esto apuntan ya las divisiones de
Klafki.
Los esfuerzos se han centrado siempre en
lograr una combinacin de los dos polos:
la vertiente objetiva y la vertiente sub-
jetiva de la formacin general.
En su escrito
Konturen eines neuen
A
llgemeinbildungskonzeptes
(Contornos
de un nuevo concepto de formacin gene-
ral), Klafki
intenta agregar a la primera
dimensin
formacin para todos
otras dos dimensiones: la formacin
omni-
comprensiva y la formacin como medio
de la general. Yo utilizara aqu la refe-
rencia que hace el propio
Klafki a la
formacin politcnica como base de la
formacin general
(Klafki, 1985, p. 28),
ya que tiene en cuenta las tres dimensio-
nes de la formacin general y permite
una integracin de la formacin general
y la formacin profesional.
De este modo se
reintroduce la tradi-
cin de la formacin politcnica en el
debate sobre la formacin general y se
pone en conexin con las ideas de
Karl
Marx, que postul ya una preparacin
politcnica que proporcionase los prin-
cipios generales de todos los procesos de
produccin e iniciase al mismo tiempo
al nio y al joven en el uso prctico y en
el manejo de los instrumentos
elementa-
280
les de todas las ramas de trabajo (Marx,
1966, cit., en Marx/Engels, 1980, p. 164).
Abordar estas propuestas en mi pr-
ximo punto, donde analizo el mtodo de
la aproximacin histrica para determi-
nar el concepto de formacin general.
3. LA APROXIMACION HISTORICA
COMO METODO PARA
DETERMINAR EL CONCEPTO DE
FORMACION GENERAL
Es preciso adoptar un enfoque terico
que no teme decisiones voluntaristas en
favor de la idea cannica objetiva ni de
la idea funcional subjetiva ya expues-
tas, y que halle una va de acceso que sea
tan vlida para el desarrollo social, cien-
tfico y cultural como para el desarrollo
individual y formativo. Este enfoque te-
rico viene dado por el concepto de tra-
bajo entendido como categora central.
Tan slo ofrecer aqu un breve apunte
de este enfoque, sin nimo de hacer una
exposicin sistemtica de la nocin de
trabajo. Me apoyo sustancialmente en la
psicologa de la personalidad de Leon-
tiev.
La hominizacin y el desarrollo consi-
guiente de la sociedad se producen me-
diante actividades humanas que adoptan
la forma de trabajo. El uso y fabricacin
de herramientas, por un lado, y la comu-
nicacin conducente al ejercicio de acti-
vidades coordinadas en la divisin social
del trabajo, por otro, fueron las condi-
ciones bsicas para que la filognesis no
discurriera ya por el cauce de la adapta-
cin del hombre a la naturaleza, sino que
ste se capacitase para el control y, par-
cialmente, para el dominio de la natura-
leza. El desarrollo de las fuerzas producti-
vas fundamentalmente, el desarrollo de
la tcnica y de la ciencia viene deter-
minado, en este proceso histrico, por
cada cambio en el mundo natural y asi-
mismo en las capacidades y el saber del
hombre. El hombre se distingue precisa-
mente del animal en que su actividad
tiene carcter productivo, es decir, en que
su trabajo queda fijado, objetivado, en
sus productos como produccin material
y espiritual. Por eso la perspectiva hist-
rica revela el desarrollo del ser humano:
La historia de la cultura mental y mate-
rial aparece entonces como un proceso
que expresa en forma externa, materiali-
zada, la historia evolutiva de las capaci-
dades humanas (Leontiev, 1973, p. 280).
El anlisis de la tcnica desde esta con-
sideracin terica combina el desarrollo
objetivo y el desarrollo subjetivo.
La tcnica debe analizarse como resul-
tado y como parte integrante, a la vez, de
la actividad humana, que se presenta, por
una parte, como modificacin de la natu-
raleza y, por otra, como modificacin del
desarrollo de las fuerzas esenciales del ser
humano... Ella es, al nivel de su desarro-
llo histrico, expresin del autodesplie-
gue pasado del hombre y presupuesto del
autodespliegue futuro (Lange, 1981, p.
14 y s.).
De este proceso de hominizacin se
sigue, para cada individuo, que en la
ontognesis no se desarrollan ni se apli-
can las cualidades de la especie, sino que
es el hombre individual el que ha de
apropiarse, en su evolucin, de las con-
quistas humanas mediante el esfuerzo
activo y con el apoyo cooperativo y
comunicativo de los otros seres humanos
(cf. Leontiev, 1973, p. 286 s.).
Esta referencia a otros seres humanos y
al medio ambiente concreto explica tam-
bin las diferentes condiciones de apro-
piacin de las clases y grupos sociales y
de los sexos. Las sociedades actuales, en
todos sus aspectos materiales y sociales,
son, pues, objetivaciones de la accin y
del trabajo humano y se han desarro-
llado, por tanto, histricamente. Las per-
sonalidades son, asimismo, seres huma-
nos que se han desarrollado gracias a la
apropiacin activa del nivel social.
En el plano categorial, la eleccin del
contenido formativo debe buscarse, por
tanto, a travs de la reconstruccin hist-
rica del desarrollo social a travs del tra-
bajo humano, sin perder de vista que este
contenido formativo garantiza, con la
281
apropiacin individual, la subjetivacin
del ser humano en el itt oceso de forma-
cin.
4. LA FORMACION EN
INFORMATICA COMO
FORMAC1ON GENERAL
Si el concepto de formacin general se
infiere de la reconstruccin histrica del
trabajo social, ser preciso hacer uso del
nivel de desarrollo cientfico y tecnol-
gico alcanzado para reorganizar los con-
tenidos de la enseanza. En este sentido,
puede emplearse la tecnologa de la infor-
macin como instrumento para el des-
arrollo curricular, ya que:
Los ordenadores, en cuanto mquinas
universales, poseen un rango diferente
al de la tecnologa del pasado: en
efecto, en la perspectiva histrica apa-
recen, respecto a las distintas reas
tcnicas, unas lneas de fuerza que
conducen a la tecnologa de la infor-
macin. Desde el desarrollo de mqui-
nas que almacenan el programa en
forma de cdigo binario (estructura
Von Neumann),
todo proceso descri-
bible digitalmente, es decir, mediante
nmeros o letras y su elaboracin,
puede ser regulado o dirigido a travs
del proceso electrnico de los datos y
asumido a travs de la tcnica (cf.
Graf y otros, 1984).
Las tecnologas de la informacin,
tanto en su desarrollo como en sus
efectos, no se refieren ya a mbitos
concretos, sino que repercuten en todas
las reas de la sociedad. En este sen-
tido, no slo hay posibilidades de
una mayor colaboracin sino tambin
de un mayor control y dependencia,
como consecuencia de la combinacin
de distintos aparatos.
Los dos aspectos anteriores ofrecen posi-
bilidades de integrar, a travs de la apro-
ximacin histrica, los ms variados obje-
tos formativos y las diversas materias. La
formacin general implica -as un nuevo
enfoque frente al peligro de disgregacin
de las asignaturas tradicionales, cuyos
problemas se presentan en el mbito pre-
cisamente de la enseanza de las ciencias
naturales, en la medida en que sta se
presta a la comprensin de la tecnologa
de la informacin o de la tcnica. La
enseanza actual de las ciencias naturales
corre
el riesgo de contribuir a una credi-
bilidad cientfica acrtica que dificulte la
evaluacin racional de la tcnica. Esta
conclusin se desprende, al menos, de
una investigacin realizada en
Marburgo
sobre la experiencia de la enseanza de
las ciencias naturales, en la que se
entrevist a 180 personas (100 alumnos y
alumnas de escuela integrada, cursos
7 a
10; 40
estudiantes universitarios masculi-
nos y femeninos y 20 profesores y profe-
soras) sobre la enseanza de la fsica.
Los alumnos y alumnas no solan
recordar ya los contenidos, ni siquiera los
contenidos de los experimentos que con-
sideraban como elemento positivo en la
enseanza. Todo su saber se limitaba a
fragmentos de frmulas y a restos de
principios. La imagen de la enseanza
de las ciencias naturales que tenan los
profesores y profesoras era, en cambio,
muy diferente: Creen firmemente en su
quehacer profesional porque est presi-
dido por la exactitud, el rigor, la lgica,
la sistematicidad,
la objetividad y la ver-
dad de las ciencias naturales, y atribuyen
los xitos de la ciencia y de la tcnica a
su mtodo de investigacin superior
(Brmer, 1985, p. 52).
Esta discrepancia entre el mito cient-
fico de las ciencias naturales en la escuela
por parte de los adultos y la casi total
ausencia de recuerdos de contenido por
parte de los alumnos significa, segn
Brmer,
que las ciencias naturales, en su
forma tradicional, son
(co)responsables de
esa peligrosa mezcla de repulsa y respeto,
de temor y credulidad, que tanto dificulta
el necesario trato emancipador del indi-
viduo y de la sociedad con la ciencia y la
tcnica (o.c., p. 52).
Hasta ahora no ha sido corriente una
verdadera conexin entre la ciencia natu-
ral y la tcnica en la formacin escolar:
mientras que las ciencias naturales; como
282
la fsica, la biologa y la qumica eran
asignaturas establecidas, la tcnica slo se
impai ta complementariamente, en rela-
cin con la teora del trabajo, por lo cual
apenas estaba representada en la ense-
anza secundaria. La enseanza de la
tcnica se desarroll primariamente en el
mbito de la escuela superior, en relacin
con los estratos directivos, a los cuales se
contrapona la educacin artesanal para
quienes tenan que realizar trabajos ma-
nuales (cf. Mende/Quitzow, 1978).
Puede afirmarse que ninguna rama
escolar informa de modo adecuado sobre
la significacin y el condicionamiento
social de las ciencias naturales
(oc.,
241). Las dificultades de la didctica se
deben, sobre todo, a que las diversas ten-
tativas se basan excesivamente en el prin-
cipio de demostracin como criterio selec-
tivo, lo cual hace muy aleatoria la inclu-
sin de los problemas sociales. Hara
falta una intensificacin didctica a
travs de la integracin:
La integracin significa, por lo pronto,
la sistematizacin de las ciencias natura-
les y de la tcnica o tecnologa mediante
la reduccin a estructuras, directrices,
planteamientos o modos de trabajo didc-
ticos comunes... La activacin del alumno
mediante la enseanza experimental en
las ciencias naturales es fundamental co-
mo recurso didctico y como medio para
lograr la orientacin de la enseanza tc-
nica hacia problemas o tareas. Esta acti-
vacin es imprescindible para integrar los
conocimientos de las ciencias naturales
en los contextos tcnicos de estableci-
miento de fines y bsqueda de medios
(dentro del condicionamiento econmico
y, ms en general, social y, por tanto, his-
trico), que la enseanza ha de poner de
manifiesto (Mende/Quitzow, 1978, p.
243 y s.).
La tecnologa de la informacin no
permite tan slo combinar la tcnica, las
ciencias naturales y las ciencias sociales,
sino tambin ms en general el len-
guaje, que se convierte as en el elemento
integrador de la formacin general. Sera
preciso para ello partir de los aspectos
estructurales que ofrece la tecnologa de
la informacin y ligarlos en una forma
de aproxima( in histi ica.
En el caso de la escritura, por ejemplo,
se adivere cmo su desarrollo, al igual
que su modificacin, depende de la orga-
nizacin social y de las posibilidades de
realizacin tcnica (cf. Faulstich-Wieland,
1986). El paso de la escritura ideogTfica
a la escritura jeroglfica y, finalmente, al
alfabeto supuso una notable reduccin de
la complejidad, con la consiguiente posi-
bilidad de mejora de la capacidad expre-
siva (cf. Klix, 1985). A la luz de esta con-
sideracin cabe criticar, por ejemplo, la
idea de que el proceso electrnico de tex-
tos lleva a la reduccin del lenguaje
escrito. El ordenador permite una mayor
eficacia en la produccin de textos, debido
a la simplificacin respecto del alfabeto
que se consigue con el proceso tcnico
digital. Las preguntas sobre quin tra-
baja, cmo y por cuenta de quin, ayu-
dan a continuar el anlisis de las modifi-
caciones histricas de las condiciones
laborales en la produccin y proceso de
los textos, y plantean as el debate sobre
la utilidad social de las posibilidades tc-
nicas (sobre el tema de la impresin, cf.
Weckner, 1981). Del mismo modo se
puede abordar el desarrollo del clculo y
de su automatizacin.
Si la escritura, el lenguaje y el clculo
aparecen como desarrollos histricos y
sociales, se podr concebir el proceso de
formacin como proceso de apropiacin.
Esto no significa, obviamente, la repeti-
cin exacta de todas las fases del desarro-
llo histrico. Aprender significa justa-
mente apropiarse el saber de la humani-
dad por vas racionales y, por tanto, en
un tiempo sustancialmente ms corto del
que emple la humanidad para lograrlo
(cf. Pippig, 1985). Pero la escuela bsica,
que ha de impartir la enseanza de la
escritura, de la lectura y del clculo,
puede hacerlo, desde el punto de vista de
la sistemtica, por algn procedimiento
mejor que el del adiestramiento primario
de las destrezas, que es lo habitual actual-
mente. La comparacin entre la escritura
ideogrfica, la escritura jeroglfica y la
escritura actual (la diferente produccin
283
de doc untemos escritos) revela a los nios
las conquistas anteriores y les permite
reflexionar sobre futuros desarrollos.
Tainbiim
la exposicin de diversos sis-
temas numricos, el significado del sis-
tema aritmtico y los intentos tcnicos
dirigidos a facilitar las operaciones de
clculo ayudan a la comprensin de las
matemticas mejor que la repeticin ago-
biante de ciertos ejercicios que domina en
nuestras escuelas bsicas. El sistema bina-
rio y la conversin tcnica quedaran as
integrados en el proceso de aprendizaje
del clculo, y los fundamentos para la
comprensin de la tecnologa de la infor-
macin no es estudiaran slo en el
primer grado de la enseanza secundaria.
Antes de finalizar con estas consecuen-
cias para el cambio en los procesos de
formacin, debo examinar hasta qu pun-
to son necesarios los ordenadores para los
mencionados procesos de aprendizaje en
la escuela. Por lo pronto, puedo contestar
ya esta pregunta en un doble aspecto: los
ordenadores sern necesarios, sin duda,
en mucha menor medida de lo que
espera y cree la industria informtica o de
lo que suponen las extravagancias de la
informtica y sus partidarios, porque el
estudio de la tecnologa de la informa-
cin con aparatos llevar una pequea
fraccin del tiempo de aprendizaje total.
Con todo, los aparatos sern necesarios,
ya que la experiencia en el trato con la
tecnologa es necesaria, a su vez, para el
proceso de apropiacin.
La fundamentacin terica se encuen-
tra, de nuevo, en la psicologa de la per-
sonalidad ya referida. Los procesos de
apropiacin son procesos de interioriza-
cin: consisten en una transformacin
paulatina de acciones externas en accio-
nes internas, mentales. Este proceso se
realiza siempre, aunque muchas veces no
se advierta explcitamente debido a la
relevancia del lenguaje como forma trans-
misora de las significaciones sociales. Pre-
cisamente, las nuevas acciones mentales
como hacer notar Leontiev, siguiendo a
Galperin necesitan de la realizacin de
acciones externas. Para transmitir al
nio una nueva accin mental, por ejem-
plo, sumar, es preciso hacerle realizar una
accin externa correspondiente, es decir,
exteriorizar la accin interna (Leontiev,
1973, p. 299).
5. CONCLUSION
No voy a afirmar que as se resuelva
plenamente el problema de la inclusin
de los ordenadores en la enseanza. El
cambio en los conceptos de la enseanza
requiere, ante todo, una reflexin didc-
tica sobre lo que la aproximacin hist-
rica significa para los contenidos y for-
mas de la enseanza en las distintas
materias. Pero requiere adems un mtodo
coordinado en todas las materias, que
tenga en cuenta que tambin stas y los
sistemas cientficos reflejados en ellas
nacieron histricamente y son, por tanto,
modificables. La reflexin sobre la nueva
formacin general puede as ir acompa-
ada de una reflexin sobre la organiza-
cin de la formacin.
Antes de concluir con esta perspectiva,
conviene aadir unas palabras sobre el
debate actual. Las posibilidades de tomar
la formacin en informtica (para evi-
tar este trmino recargado y que se presta
a malentendidos) la tecnologa de la
informacin como punto de referencia
para una nueva versin del concepto de
formacin general ofrecen perspectivas, al
menos a medio plazo. Faltan catorce aos
para alcanzar el siglo XXI; pero la situa-
cin actual de cambio radical exige ya
respuestas a corto plazo, encuadradas en
unas concepciones tericas, pero que no
pueden aguardar a que se desarrolle una
nueva formacin a partir de la escuela
bsica. Los muchachos actuales, al igual
que los adultos, han dejado atrs la
escuela bsica, pero deben afrontar los
cambios que se estn produciendo y han
de estar capacitados para la crtica y la
accin.
La importancia de todo ello, especial-
mente para los jvenes, aparece expresada
con claridad en nuestro proyecto la for-
macin de las chicas y las nuevas tecno-
logas. Mientras que la mayora de los
284
chicos tienen acceso a los aparatos y, por
tanto, a los modos de apropiacin
aunque stos no siempre sean crticos,
este acceso est casi velado a las chicas.
Estas encuentran barreras en la escuela y
en el tiempo libre, unas barreras sutiles,
ms por eso mismo tanto ms eficaces.
Nuestros debates de grupo con distintas
alumnas han puesto tambin de mani-
fiesto una necesidadde informacin ele-
mental: quieren saber cmo funcionan
los ordenadores, cmo estn construidos,
qu es lo que pueden y lo que no pueden
hacer, quin los ha inventado y por qu
razones; quieren saber, en suma, en expre-
sin de muchas de ellas, todo sobre los
ordenadores. La satisfaccin de esta nece-
sidadde informacin debera ser tarea de
la formacin general, ya que slo en la
escuela puede realizarse de un modo
racional y crtico. En la realidadlaboral
posterior apenas ser posible una desmix-
tificacin. La mixtificacin actual, unida
al desamparo frente a los prepotentes
intereses sociales, no permite ningn per-
feccionamiento creativo de las posibilida-
des humanas, que podra realizarse preci-
samente mediante la tecnologa de la
informacin.
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286
INF OR
MES
YDOCUMENTOS
FORMACION
DEL PROFESORADO EN HONDURAS.
ALGUNAS REFLEXIONES AL RESPECTO
GUZMAN ALONSO MORENO
INTRODUCCION
A finales de 1984, auspiciado por el Ins-
tituto de Cooperacin Iberoamericana, co-
menzaba a materializarse el I Plan de
Cooperacin Integral con Centroamrica
con el envo de los primeros expertos a Ni-
caragua, Costa Rica y Honduras.
Tuve la fortuna de estar entre aquellos
expedicionarios por cuanto que iba a
encontrar una realidad que habra de pro-
porcionarme una experiencia sumamente
compleja y contradictoria que, tanto en el
orden personal como en el profesional,
significara una constante puesta a prue-
ba, un constante ejercicio de interroga-
cin, ruptura y reformulacin de esque-
mas, bsqueda permanente de hiptesis y
un lento, progresivo e inconsciente com-
promiso con unas gentes a las que poco
a poco ira comprendiendo, admirando y
reivindicando. A ellas, que seguramente
no leern estas pginas, las mismas estn
dedicadas.
Mi pas de destino fue Honduras y mi
rea de intervencin el de la educacin.
Una institucin centr mi trabajo: la Es-
cuela Superior del Profesorado Francisco
Morazn y, espordicamente, colabor
con el Departamento de Pedagoga de la
Universidad Autnoma de Honduras. Asi-
mismo tuve ocasin de supervisar un buen
I n I dm an Mn. nm. 281 (1988). p:igs. 287-292
nmero de Escuelas de Educacin Normal,
encargadas de preparar el profesorado de
enseanza primaria.
La exposicin que a continuacin lee-
rn constar de tres partes que, dadas las
caractersticas de este artculo y su exten-
sin, no son ms que meros apuntes de un
sistema de relaciones an insuficientemen-
te estudiado y necesitado, a mi juicio, de
una mayor profundizacin a la luz de tres
vectores que, en mi opinin, son: la teora
de la dependencia, los efectos del choque
de culturas, las consecuencias de los pro-
cesos de configuracin y afirmacin lati-
noamericanos.
Estas tres partes sern las siguientes:
1. Aproximacin descriptiva a las con-
diciones generales y educativas del
pas.
2. Interpretacin de los elementos que
constituyen el marco referencial del
profesorado y su formacin.
3. Relacin de las lneas argumentales
que guiaron mi trabajo all.
1.
Aproximacin descriptiva a las condi-
ciones generales y educativas del pas.
Situada entre Guatemala, El Salvador y
Nicaragua y con salidas al Pacfico y al
Caribe, Honduras tiene un territorio de
287
112.088 km2 , fundamentalmente montao-
so, que albergan alrededor de 4 millones
de personas, cuya poblacin infantil y jo-
ven se estima en un 47,4 por 100 en 1983.
La poblacin en 1981 se distribua en
64,4% en el rea rural, y en el rea urbana
el 35,6 por 100 (1).
Su economia est basada en la produc-
cin de bienes primarios para la exporta-
cin, de los que destacan, entre otros, el
caf, el banano o la madera. La tasa de cre-
cimiento en los ltimos aos ha seguido
una evolucin decreciente: de un 10,7 por
100 en 1977, a un 7 por 100 en 1978, un 6,1
por 100 en 1979, 2,6 por 100 en 1980 y
0,3 por 100 en 1981 (p. 2), para alcanzar el
1,2 por 100 en 1983 (2).
Se considera poblacin econmicamente
activa a la mayor de 10 aos de edad, y su
panorama laboral est ensombrecido tanto
por el desempleo abierto como por el sub-
empleo, caracterizado ste por la baja pro-
ductividad y por la obtencin de ingresos
a nivel de subsistencia; alcanza hasta un
30 por 100 de la poblacin activa (3).
Su distribucin en 1981 (pp. 4 y 5) era
sta:
Sector primario:
Agricultura, Selvicultura, Caza
y Pesca 54,8
Sector secundario:
Explotacin de Minas y Canteras
0,4
Industrias manufactureras 12,8
Construccin 4,2
(1) DIRECCION GENERAL DE PLANEA-
MIENTO Y REFORMA EDUCATIVA, Pol-
ticas y estrategias para el desarrollo educativo
nacional, p. I. (La mayora de los datos que
reflejo en este articulo estn tomados de esta
fuente; de ahi que slo seale el nmero de p-
gina cada vez que sea necesario indicar de dnde
los tomo.) Comayagiiela, 1982.
(2) E.S.P. FRANCISCO MORAZAN, Do-
cumento de discusin para el seminario-taller
sobre la problemtica de la Escuela Superior
del Profesorado Francisco Morazn, p. 3. Te-
gucigalpa, 1984.
(3) lbd., p. 3.
Sector terciarlo
Comercio 9,2
Electricidad, Gas y Agua 0,3
Transporte, Almacenamiento y
Comunicaciones 3,7
Establecimientos Financieros y
Seguros 0,9
Servicios Sociales, Comunales y
Personales 13,6
De esta poblacin econmicamente ac-
tiva, el 42,5 por 100 es analfabeta, aumen-
tando a un 78,6 por 100 en la rama de acti-
vidad agrcola (p. 6).
En el estado de salud y nutricin de la
fuerza de trabajo hondurea, influyen des-
favorablemente la desnutricin protenico-
calrica que afecta a la misma aun antes
de nacer y que tiene consecuencias tales
como el retardo en el crecimiento y en el
rendimiento fsico y mental del individuo,
as como alta vulnerabilidad a procesos
infecciosos, baja expectativa de vida, etc.
Segn estimaciones, un 75 por 100 de los
nios menores de cinco aos padecan al-
gn grado de desnutricin.
La desnutricin y las condiciones de
insalubridad del medio ambiente son fuen-
tes de enfermedad y de mortalidad. En
1976 (...) slo las enfermedades diarreicas
fueron causa del 12,2 por 100 de la morta-
lidad, todo ello debido a deficiencias del
medio ambiente, tales como contamina-
cin de aguas, falta de agua potable, de-
fectuosos sistemas de recoleccin de basura
y dficit en servicios sanitarios y letrinas
(P. 7).
En cuanto al Sistema Educativo Nacio-
nal, podemos decir que, del total de maes-
tros de educacin primaria, el 82 por 100
tienen ttulo docente, el 11 por 100 son
maestros en profesionalizacin, el 6,2% no
poseen ttulo docente y el 0,8 son maestros
diplomados (p. 10).
De 100 nios que ingresan en este nivel,
slo 24 finalizan el sexto grado (p. 10).
De los 128 supervisores departamenta-
les y auxiliares, 92 tienen formacin espe-
cializada, mientras 36 slo han recibido
capacitacin. En 1981 slo fueron supervi-
288
sadas el 56% del total de escuelas, situa-
cin que se redujo en 1982 por los recortes
presupuestarios (p. 11).
En el nivel medio, la matrcula de 1981
represent el 29,26% de la poblacin com-
prendida entre 14 y 19 aos.
Este nivel, dividido en ciclo comn y
diversificado, incluye en este ltimo la
Educacin Normal.
En el ciclo diversificado destaca el rea
de Educacin Comercial, que en 1981 re-
gistr una matrcula del 51,14 por 100 (p-
gina 13). Obsrvese la anacrona que sig-
nifica el alto porcentaje de alumnos que
se sirven de estos estudios dadas las carac-
tersticas socioeconmicas del pas que
hemos sealado anteriormente.
Asimismo, en el ciclo diversificado en-
contramos el rea de Educacin Indus-
trial, cuya poblacin estudiantil represen-
t el 1,71 por 100 de la matrcula de nivel
medio (p. 14).
De los profesores que atendieron este
nivel, slo el 24 por 100 tenan el ttulo de
profesor de educacin media (p. 14).
En el nivel superior encontramos las si-
guientes instituciones:
Universidad Nacional Autnoma de
Honduras (UNAH).
Absorbe el 4 por 100 de la poblacin
estimada de 18 a 25 aos, cuya distribu-
cin por reas es la siguiente:
Fsico-Matemtica: 22%
Biolgica y de Salud: 26%
Ciencias Sociales: 19%
Econmico-Administrativa: 33%
A cada alumno le corresponde 1 m2 de
aula, 0,13 m2 de biblioteca y 0,39 m2 de
laboratorios (pp. 18, 19 y 20).
Respecto a la formacin de los recursos
que el pas demanda, la UNAH contina
formando profesionales especialmente para
las carreras de Derecho, Economa y Ad-
ministracin Pblica, en detrimento de
reas prioritarias para el desarrollo del
pas (p. 20).
E.S.P. Francisco Morazn
Dependiente de la Secretara de Educa-
cin Pblica, tiene a su cargo la forma-
cin de personal docente, tcnico y admi-
nistrativo y especialistas requeridos por
todos los niveles del sistema educativo a
excepcin del universitario. Tambin tiene
la responsabilidad de la investigacin de
la realidad educativa del pas.
Escuela Nacional de Ciencias Forestales
Depende del Ministerio de Recursos Na-
turales.
Creada con el objetivo de formar perso-
nal de nivel intermedio para la conserva-
cin, restauracin y aprovechamiento de
los recursos forestales y vida silvestre, reci-
be estudiantes procedentes de la Educa-
cin Secundaria, de los cuales un 50 por
100 desertan (p. 27).
Escuela Nacional de Agricultura
Depende del Ministerio de Recursos
Naturales.
Tiene como propsito formar el perso-
nal tcnico requerido por el Sector Agro-
pecuario. Su ndice de desercin es de un
35 por 100 en el primer curso, un 7 por 100
en el segundo y un 3 por 100 en el tercero
(pp. 28 y 29).
2. Interpretacin de los elementos que
constituyen el marco ref erencial del pro-
f esorado y su f ormacin.
De lo dicho hasta aqu, una conclusin
destaca sobre cualquier otro tipo de plan-
teamiento: el impacto ambiental, caracte-
rizado por la pobreza, la economa depen-
diente y la reduccin constante de la tasa
de crecimiento, deteriora cualquier tipo de
relacin social y funcionamiento institu-
cional, girando las acciones, tanto indivi-
duales como colectivas, en un espacio en
que la falta de futuro percibida induce a
una toma de posiciones donde la preserva-
cin y la supervivencia son elementos coti-
dianos y donde la innovacin y la cons-
truccin se convierten en bonitos sueos,
cuentos de hadas para profesionales.
289
En este contexto, hablar de la formacin
inicial y permanente del profesorado, un
colectivo, por lo dems, que ha gozado de
las preferencias de la represin poltica,
sometido a salarios de hambre en su gran
mayora a menudo recurren a distintas
clases de pluriempleo con sobrecarga
acadmica y aislamiento profesional, pue-
de sonar a guasa si se hace slo desde una
perspectiva tcnico-administrativa como
ltimamente aqu acostumbramos y no
se la inscribe dentro de un enfoque en el
que cuenten lneas polticas de transfor-
macin social y construccin nacional.
No obstante, es precisamente por esto
ltimo que se hace necesario hablar de la
formacin del profesorado, pues todos sa-
bemos que de la transmisin y aprendi-
zaje de estructuras de pensamiento, de
observacin e interpretacin de la reali-
dad, se desprenden unas u otras concep-
ciones, se modelan unos u otros proyectos
y aquellos mtodos encaminados a mate-
rializarlos.
En general, la formacin del profesora-
do hondureo y ms tarde su prctica, os-
cila entre dos modelos, ambos impuestos y
deteriorados en su aplicacin: el modelo
escolstico, oral, academicista y libresco y
el modelo anglosajn, tecnocrtico y em-
pirista. Comentemos algo sobre sus resul-
tados:
Decamos que era el primero: a) oral,
por cuanto que el mtodo fundamental de
enseanza es el de la intervencin hablada
del profesor sobre sus alumnos, pero stos
no hacen uso de la palabra, de tal modo
que cuando llegan a profesores no saben
emplearla de forma transmisora, as que
memorizan lo que tienen que decir, nor-
malmente de autores de los cuales sus refe-
rencias ignoran y hacen a su vez que sus
alumnos memoricen lo que ellos han me-
morizado. b) Academicista, pero slo en la
forma, porque, apoyados en el que se
supone activista modelo anglosajn, re-
nuncian al trabajo sistemtico y a la eru-
dicin. c) Libresca, pero muy de ltimo
rango. La falta casi absoluta de bibliogra-
fa actualizada y diversificada, ms, otra
vez, la enseanza programada anglosajona,
reducen lo libresco al mbito del folleto,
el libro de texto y algn manual o mono-
grafa.
En cuanto al segundo modelo, su apli-
cacin se hace no pensada, sin los necesa-
rios ajustes que la realidad requiere; la no
comprensin de las bases en que se sus-
tenta, pues no hay formulacin terica de
l (4) evita el esfuerzo de seguir sus tareas
escalonadas y el uso del esquema estmulo-
respuesta como elemento de aprendizaje
queda reducido a la amenaza del examen.
Educarse en el espacio de estos dos mo-
delos de formacin, adulterados y de escasa
calidad, no slo conlleva posiciones esqui-
zoides (5) en el abordaje del saber, sino
que anula la valoracin positiva de l, dis-
minuyndolo a la obtencin de ttulos que
facilitarn en el mejor de los casos acceso
al trabajo y, segn este acceso, a cotas de
poder que no significan otra cosa que cier-
ta proteccin individual.
Pero hay un elemento ms a considerar
en esta situacin: el de la legitimacin de
las relaciones de poder basadas en el entre-
namiento de los alumnos en aceptar un
papel de sometimiento a la autoridad del
profesorado en los juicios que ste hace
sobre ellos, en las metodologas emplea-
(4) En realidad, una de las razones ms im-
portantes que intervienen en el subdesarrollo
intelectual es la intencionada ausencia de for-
mulacin terica.
(5) La educacin primaria hondurea no
puede asimilarse a ninguno de los tipos de edu-
cacin que comnmente conocemos. No es tra-
dicional, tampoco es pragmtica y menos libe-
radora. Nuestra educacin primaria parece
desarrollarse conforme a elementos, principios
y prcticas reunidos sin sentido integrador y
que han sido trados a nuestro medio por agen-
tes que, en la mayora de los casos, desconocen
realmente la realidad hondurea, sin que los
pedagogos y educadores nacionales hayan po-
dido participar en la determinacin de la orien-
tacin, organizacin y realizacin de la misma.
COMISION PREPARATORIA del foro sobre
Problemtica de la educacin en Honduras:
propuestas alternativas, p. 10. Tegucigalpa,
1983. Esta cita, extensible a los otros niveles
educativos, es suficientemente clara al respecto.
290
das, en los contenidos dirigidos. Legiti-
macin de una sumisin, que impresiona,
heredada de las prcticas colonialistas y
sancionada con un tipo de evaluacin
que, a pesar de contar con gran importan-
cia en los currcula, sigue estimndose en
trminos de medicin cuantitativa.
Esta situacin crea un vaco direccional
entre el profesorado ms responsable que
ve cmo su esfuerzo no crea escuela y se
pierde en un rosario de buenas intenciones.
3. Relacin de las lneas argumentales que
guiaron mi trabajo.
Dentro de la Escuela Superior del Profe-
sorado, me incorpor a su Departamento
de Ciencias de la Educacin. All bsica-
mente dos fueron las tareas que centraron
mi actividad: 1) Direccin y coordinacin
de las acciones encaminadas a la creacin
de un nuevo plan de estudios de Ciencias
de la Educacin. 2) Cursos de formacin
del profesorado.
Un doble planteamiento sostena mis
intenciones en el contexto que a grandes
rasgos ya he descrito: contribuir a la tarea
de construccin nacional y contribuir a
abrir un proceso de cultura a la contra.
El plan de estudios propugnado tena
constituido su armazn en torno a tres m-
bitos:
1. El de la institucin formadora, cu-
yas funcoines las establecamos en: a) di-
vulgacin de conocimiento cientfico; b)
produccin de conocimiento cientfico, y
c) promocin de profesionales aptos para
producir y divulgar el conocimiento cien-
tfico y diagnosticar, evaluar e intervenir
sobre la realidad.
2. El de la formacin del profesorado,
cuyo objetivo estaba en alcanzar: a) domi-
nio de conocimientos, metodologas y tc-
nicas adecuadas a la realidad en que vive;
b) capacidad de anlisis y diseo de mode-
los educativos; c) sentido de la responsa-
bilidad y el liderazgo que su tarea implica,
y d) disposicin a la investigacin y a la
actualizacin.
3. El del cuerpo curricular, desde el
que se potenciaban: a) aprendizaje instru-
mental, profundizacin didctica y prc-
tica profesional; b) reflexin, comprehen-
sin, investigacin de los procesos educa-
tivos, y c) produccin educativa: documen-
tacin y diseo de modelos.
Los cursos de formacin del profesorado
que impart fueron: psicologa de la edu-
cacin, filosofa de la educacin y educa-
cin y desarrollo. En estos cursos mis pro-
psitos tomaron dos direcciones:
a) Si los sistemas educativos por regla
general producen legiones de personas
cuya capacidad intelectual y relaciona] de
protagonismo es ms que lamentable, esta
lamentabilidad se eleva al lmite cuando
dichos sistemas son importados de manera
prefabricada por los pases dependientes.
Los alumnos de educacin superior que
yo tuve carecan en su gran mayora de
cualquier mtodo o hbito de estudio sig-
nificativo. En consecuencia, y en lo refe-
rente a la metodologa, centr mi trabajo
en que aproximaran su actividad a los
pasos elementales de estudio, como ya he
dicho, significativo: heurstica, hermenu-
tica, prescripcin.
b) Otro de los grandes problemas que
tienen los sistemas educativos, y los de los
pases dependientes ms, es que se admi-
nistran los saberes de manera que el pro-
fesorado admita y aplique de forma mec-
nica las verdades que se les transmiten. El
mundo de la educacin es tan sumamente
complejo y tan cambiante que perpetuar
esta relacin es caer en irresponsabilidad
social. Huyendo de esta posibilidad, me
propuse en los cursos de formacin del
profesorado que dirig, que el alumno
pensara lo que es educacin y sus reper-
cusiones como parcela terico-prctica
que es de los proyectos sociales, ya fuera
desde el cuestionario de la naturaleza de
los hechos educativos (Filosofa), ya desde
los supuestos que sustentan las teoras del
aprendizaje (Psicologa), ya desde el sig-
nificado de las situaciones socioculturales
y de los mtodos de dinamizacin social
(Educacin y Desarrollo).
291
Finalmente, como plataforma para la
materializacin del plan de estudios plan-
teado, quede) diseado un proyecto de ca-
pacitacin docente que habra de incidir
en los aspectos que ms arriba hemos des-
tacado y que en estos momentos, desde fe-
brero de 1986 mis compaeros que queda-
ron en Honduras estarn llevando a cabo.
CONCLUSION
Podra interpretarse de lo antedicho una
descalificacin por mi parte de lo hondu-
reo y, en concreto, de su profesorado.
Todo lo contrario. Muchas veces, cuando
descansaba junto al mar, o cuando jugaba
en el casino, me he preguntado cmo reac-
cionaria yo en su lugar. Ciertamente en-
contrarse todo ese nmero de profesiona-
les que desde su aislamiento y dependen-
cia se preguntan por su identidad y su
actuacin no provocan ms que admira-
cin.
Europa tiene una gran deuda adquirida
con los pueblos americanos y el trabajo de
cooperacin con ellos debera ir ms en
consonancia con el saldo de esta deuda
que con los procesos encubiertos de nueva
explotacin.
Ojal que mi trabajo all haya signifi-
cado algo de este saldo de deuda y que la
lectura de este trabajo le recuerde a alguno
que los latinoamericanos ven en nosotros
un continente para la paz y el progreso
y no un testaferro de la miseria y de la
guerra.
292
LA ALFABETIZACION POR RADIO:
EL CASO DE RADIO ECCA
INF OR
MES
YDOCUMENTOS
JESUS PAZ FERNANDEZ
INTRODUCCION
A estas alturas probablemente resulte
ocioso intentar poner de manifiesto la
importancia del problema del analfabe-
tismo; tanto por lo que significa de ele-
mento de marginacin en un mundo
dominado por la cultura letrada, como en
su aspecto social, relacionado con las
posibilidades de acceso de toda una colec-
tividad a mayores niveles de progreso.
La magnitud de la injusticia que repre-
senta este fenmeno viene determinada,
en primera medida, por los datos estadsti-
cos. Clculos de la UNESCO cifran la
cantidad de adultos analfabetos existentes
enel mundo en alrededor de los 800
millones (un 30 por 100 de la poblacin
correspondiente); cantidad que, en trmi-
nos absolutos, se prev ir aumentando
con el tiempo a causa del crecimiento
demogrfico, a pesar de que los porcenta-
jes pueden disminuir en los aos venideros.
La problemtica se deja sentir espe-
cialmente en las zonas ms deprimidas
del planeta, es decir, en los pases subde-
sarrollados y en vas de desarrollo; pero
no estn exentos de ella, ni mucho
menos, los pases ricos, en los cuales sub-
sisten cantidades enormes de analfabetos
adultos pertenecientes, sobre todo, a las
clases sociales ms desfavorecidas.
La IV Conferencia Internacional sobre
ieddnm. 281 (1986), pgs. 293-303.
Educacin de Adultos, celebrada en 1985
en Pars bajo el patrocinio de la UNES-
CO, se hizo eco del notable crecimiento
detectado en las sociedades industriales de
un nmero cada vez mayor de analfabetos
funcionales, sealndose en uno de sus
documentos que el hecho de que se haya
vuelto a descubrir que existen numerosos
analfabetos y semianalfabetos en muchos
pases ricos es uno de los principales des-
afos con los que se enfrenta la educacin
de adultos.
El caso de Espaa no es una excepcin;
antes bien, sus ndices de analfabetismo y
de dficits culturales bsicos son suficien-
temente elocuentes: segn el Ministerio
de Educacin y Ciencia, en 1981 existan
en Espaa ms de dos millones de anal-
fabetos absolutos entre las personas mayo-
res de 10 aos, cantidad que representa el
6,6 por 100 de la poblacin correspon-
diente. Si a los anteriores se aaden las
personas que no poseen ningn tipo de
estudio o que no han finalizado el primer
grado el nmero de afectados se acerca a
los once millones y medio, lo que repre-
senta un 36,4 por 100 de la poblacin
mayor de 10 aos (1).
1. MEC.: Grupo de trabajo para el Libro
Blanco de la Educacin de Adultos. Direccin
General de Promocin Educativa. Ministerio
de Educacin y Ciencia. Madrid, 1984.
293
Las cifras citadas ponen de manifiesto
una situacin que exige acciones decidi-
das por parte de los poderes pblicos y
no pocas dosis de innovacin metodol-
gica para complementar los tradicionales
sistemas basados en la enseanza presen-
cial. El relativo fracaso de stos para con-
seguir la eliminacin de la lacra social
que representa el analfabetismo, demanda,
en este campo quiz como en ningn
otro, la adopcin de sistemas abiertos que
potencien el empleo de medios didcticos
no convencionales, la combinacin del
estudio y el trabajo y la adaptacin del
aprendizaje al ritmo y posibilidades de
cada adulto.
En este sentido, el papel que la radio
puede jugar es fundamental, como lo
demuestra el hecho de que multitud de
paises lleven a cabo programas de alfabe-
tizacin a travs de las ondas. En nuestro
pas, el caso de Radio ECCA es suficien-
temente significativo. Se trata de una
emisora con una larga trayectoria de
dedicacin a la alfabetizacin y a la edu-
cacin de adultos, que ha extendido su
accin a buen nmero de provincias
espaolas y que ha inspirado experien-
cias similares en el mbito latinoameri-
cano.
A lo largo de las pginas siguientes se
intentara reflexionar sobre la aplicacin
de sistemas abiertos a la alfabetizacin y
las enormes posibilidades que la radio
ofrece en este campo. Para ello ofrecemos
una serie de consideraciones generales
sobre la problemtica del analfabetismo y
las ventajas y limitaciones de la utiliza-
cin de la radio y otros medios masivos
de informacin para combatirlo. El tra-
bajo incluye tambin utt estudio de la
actividad llevada a cabo por Radio ECCA,
ya que se trata de la nica institucin
que en Espaa se ha planteado luchar
contra el analfabetismo a travs de la
radio.
EL CONCEPTO DE ALFABETIZACION
Antes de referirnos a la aplicacin de la
radio a la alfabetizacin es importante
precisar algunos de los trminos que se
utilizarn en el trabajo.
El primero es el de la nocin misma de
alfabetizacin. La importancia de precisar
este concepto es primordial a la hora de
analizar cualquier estadstica, ya que, por
ejemplo, en Espaa los ndices de analfa-
betismo se refieren generalmente a aque-
llas personas que en los censos declaran
su condicin de iletrados. Por lo cual
cualquier persona capaz de dibujar su
nombre y, a lo sumo, de descifrar algunos
textos de mnima longitud y complejidad
queda fuera de esos ndices.
El nivel ms bsico de la alfabetizacin
reconocido por la UNESCO la alf abet i-
z acin simple o element al va encami-
nado a conseguir que el adulto sea capaz
de resumir por escrito y con palabras
propias un texto tambin escrito relativo
a su vida cotidiana y que sea capaz de
escribir mensajes sencillos y comprensi-
bles por otra persona sobre hechos acae-
cidos en su vida. Hasta hace poco, stos
eran los objetivos perseguidos por la
mayora de las experiencias de alfabetiza-
cin, que se vean reducidas a la ense-
anza de la lectura, la escritura y nocio-
nes bsicas de clculo, con independencia
del contexto socioeconmico y sin tener
en cuenta la proyeccin futura de los
conocimientos adquiridos.
A partir del Congreso de Ministros de
Educacin para la Liquidacin del Anal-
fabetismo celebrado en Tehern en 1965,
la UNESCO viene propiciando la alf abe-
t iz acin f uncional. En el informe final de
dicho congreso se afirma que la alfabeti-
zacin de adultos, elemento esencial del
desarrollo general, tiene que estar estre-
chamente ligada a las prioridades econ-
micas y sociales, as como a las necesida-
des presentes y futuras de mano de obra.
En consecuencia, todos los esfuerzos deben
dirigirse hacia una alfabetizacin funcio-
nal. Lejos de ser un fin en s misma, debe
estar concebida de manera que prepare al
hombre para el desempeo de un papel
social, cvico y econmico que sobrepase
ampliamente los lmites de una alfabeti-
zacin rudimentaria reducida a la ense-
aza de la lectura y la escritura. El
294
aprendizaje mismo de la lectura y de la
escritura debera ser ocasin para adqui-
rir nociones tiles para la elevacin inme-
d'iata del nivel de vida: lectura y escritura
deben servir no slo para la adquisicin
de conocimientos elementales de tipo
general, sino para la preparacin al tra-
bajo, al aumento de la productividad,
una participacin ms amplia en la vida
cvica, una mejor comprensin del mundo
circundante y, por ltimo, para facilitar
el acceso al fondo cultural humano.
La funcionalidad de la alfabetizacin se
vincul en un primer momento al des-
arrollo de la eficacia y la productividad
en el trabajo, siendo su finalidad funda-
mentalmente utilitaria y econmica. La
alfabetizacin funcional as entendida es-
tuvo en el centro de las experiencias
realizadas dentro del Programa Experi-
mental Mundial de Alfabetizacin con la
participacin de la UNESCO y del Pro-
grama de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PUND) durante los aos 60 y
principios de los 70. Estas acciones lleva-
das a cabo en pases en vas de desarrollo
estaban restringidas a zonas determina-
das. Para conseguir el desarrollo econ-
mico de dichas zonas se combinaba la
enseanza de los rudimentos de la lecto-
escritura y el clculo con el de una serie
de conocimientos directamente relaciona-
dos con las necesidades profesionales de
los participantes.
La nocin de funcionalidad encami-
nada exclusivamente al aumento de la
productividad en el trabajo fue pronto
criticada desde una perspectiva huma-
nista, por limitar el papel de la educa-
cin a una finalidad exclusiva y funda-
mentalmente utilitaria.
Ms radicales fueron las crticas de los
seguidores del mtodo psicosocial de Pau-
lo Freire. Segn stos, el objetivo ltimo
de la alfabetizacin no es otro que la
concientizacin, es decir, el proceso me-
diante el cual los educandos adquieren
conciencia crtica de su situacin existen-
(ial, lo cual les lleva a una toma de pos-
tura frente al mundo.
Desde esta perspectiva se formula que
la alfabetizacin funcional encaminada a
la preparacin de la mano de obra para
el crecimiento econmico con indepen-
dencia del sistema global en el que est
inserto el alfabetizando se convierte en
un instrumento para el mantenimiento
del status quo, que en muchos casos
est dominado por la injusticia social.
Por el contrario, los participantes en pro-
cesos de concientizacin adquieren a tra-
vs del dilogo y del estudio de situacio-
nes problemticas de su existencia, una
conciencia crtica que les lleva a analizar
la realidad que les rodea y que les
impulsa a la accin, esto es, a la eventual
transformacin de la sociedad, a fin de
conseguir la liberacin de los seres huma-
nos de la opresin en que se encuentran.
La influencia de la pedagoga de Paulo
Freire ha llevado a evolucionar el con-
cepto de alfabetizacin hasta las formula-
ciones ms recientes en las que se afirma
que el concepto de funcionalidad debe
extenderse a todas sus dimensiones: pol-
ticas, econmicas, sociales y culturales (2).
As pues, la alfabetizacin no puede
reducirse a la adquisicin de la lectoescri-
tura y el clculo, ni tampoco a la combi-
nacin de esos aprendizajes con nociones
de formacin profesional. En su concep-
cin ms evolucionada se plantea en dos
direcciones fundamentales: a) por un lado,
debe permitir que los participantes anali-
cen crticamente su entorno y se incorpo-
ren a las tareas de participacin democr-
tica y de transformacin de la sociedad;
b) al mismo tiempo, debe servir para que
los individuos encuentren una respuesta a
los desafos y problemas que les presenta
la vida cotidiana: debe facilitar el acceso
a un trabajo colectivo y ayudarles a com-
prender y dominar los problemas de
higiene, salud, economa domstica, edu-
cacin de los hijos, etc.
La generalizacin de la idea de educa-
cin permanente confiere nuevas perspec-
tivas al estudio de la alfabetizacin. Hoy
en da, el marco general en el que debe
inscribirse la lucha contra el analfabe-
2. UNESCO: Programa Experimental Mun-
dial de Alfabetizacin. Evaluacin crtica.
Unesco. Pars, 1977.
295
lismo es el de la educacin permanente,
es decir, la educacin extendida a toda la
vida de todos los ciudadanos.
El nivel de alfabetizacin es slo el
primer paso dentro de un proceso global
que debe afectar a todas las facetas del ser
humano, a fin de mejorar su calidad de
vida en el plano personal y en el social.
Este proceso de educacin permanente no
significa escolarizacin permanente, ni
tiene por qu estar fundamentada en los
tradicionales sistemas presenciales. No es
aventurado predecir que la educacin
permanente, y dentro de ella la alfabeti-
zacin, en su doble extensin a toda la
vida y a todos los individuos, deber apo-
yarse en un futuro en sistemas abiertos
que utilicen fundamentalmente los moder-
nos medios masivos de comunicacin.
ALFABETIZACION Y ENSEANZA A
DISTANCIA
Ya hemos sealado que el campo de la
alfabetizacin y ms generalmente el de
la educacin de adultos es uno de los
ms apropiados para el empleo de siste-
mas de educacin abierta. La enseanza a
distancia constituye una de las maneras
en que pueden materializarse dichos sis-
temas y goza de una serie de ventajas
para el mundo adulto, entre las cuales
destacamos las siguientes
Permiten la combinacin del estudio y
el tt abajo; esto es fundamental para el
adulto, que inmerso en una serie de
responsabilidades personales y fami-
liares, con frecuencia no puede asistir
regularmente a un centro escolar.
Eliminan un conjunto de temores y
angustias que los adultos sufren al
asistir a un centro convencional: miedo
al ridculo, temor al fracaso, inseguri-
dad de s mismos...
El adulto no necesita declarar ni mani-
festar su condicin de analfabeto, lo
cual puede crear sensaciones de ver-
genza en una sociedad en la que
domina la comunicacin letrada.
Bajo costo; asequibles, por tanto, a los
pases y sociedades ms necesitados en
el campo de la alfabetizacin, que son
,tambin los ms pobres.
Aparte de las consideraciones ms o
menos tcnicas sobre las ventajas de la
educacin abierta impartida a travs de
mtodos a distancia, destacamos lo que
A. Villarroel denomina la dimensin hu-
mana de este sistema y que es de vital
importancia a la hora de pensar en la
alfabetizacin: La educacin a distancia
es fundamentalmente una concepcin de
justicia social, que permite que personas
que por una razn u otra no recibieron
educacin la puedan obtener ahora, y no
se sientan frustradas por no haber podido
tener una nueva oportunidad (3).
En cuanto a la filosofa educativa de la
educacin abierta, basada en la concep-
cin humanista que considera al pupilo
como un ser pensante a quien el maestro
no tiene derecho de someter a camisas de
fuerza acadmicas que limiten su creati-
vidad y potencialidad (4), entronca direc-
tamente con la alfabetizacin encaminada
a la concientizacin, en la cual es el alfa-
betizando el verdadero sujeto del aprendi-
zaje, que siempre ir ligado a un objetivo
ltimo de liberacin. Otra cuestin que
abordaremos ms adelante es saber si la
concientizacin o el mtodo psicosocial
son factibles de llevar a trmino exclusi-
vamente por metodologas a distancia.
Lo que est fuera de toda duda es el
fracaso de la escolarizacin convencional
para eliminar o reducir drsticamente los
ndices de analfabetismo existentes en el
mundo. La ingente cantidad de potencia-
les alumnos y las especiales caractersticas
de stos hacen impensable afrontar el
problema a base de modelos escolares
rgidos y basados en la exclusiva relacin
presencial profesor-alumno.
De entre las modalidades de enseanza
a distancia, algunas tienen una aplica-
cin bastante limitada en la alfabetiza-
3. A. Villarroel: Tendencias actuales en la
educacin a distancia.
4. A. Villarroel: Artculo citado.
296
cin, sobre todo tomadas aisladamente.
Es el caso del texto impreso, que slo
puede ser militado en un sistema multi-
media de enseanza a distancia, ya que su
uso exclusivo requiere un nivel de habi-
lidad lectora que, obviamente, los alfabe-
tizandos no poseen.
La televisin podra, a primera vista,
parecer un medio ptimo para el come-
tido que nos ocupa, pero adolece de no
pocos problemas. No slo por el precio
del propio aparato receptor o el de la
produccin de los programas entre 5 y
8 veces ms caros que los de radio sino
porque sus peculiaridades especficas,
especialmente su concepcin gestaltica,
han hecho de la televisin un medio de
ms dificil aplicacin que la radio en
campaas masivas de alfabetizacin (...)
El fro mensaje televisivo requiere de una
cierta capacidad previa en el receptor
para descodificarlo correctamente, al tiem-
po que exige un gran dominio del medio
por parte del emisor (5).
Otros medios, como el computador o el
telfono, poco o nada pueden aportar a la
lucha contra el analfabetismo. Si acaso, el
segundo de ellos puede utilizarse como
complemento de la radio para, en algu-
nos casos, establecer un canal de doble
comunicacin.
Muy diferente es el caso de la radio
que, combinada con el texto impreso,
ofrece posibilidades que ningn otro me-
dio puede igualar. La prueba ms evi-
dente es que la mayora de experiencias
de alfabetizacin a distancia que se han
realizado, y que se continan realizando,
en el mundo utilizan la radio como ele-
mento fundamental.
Cualquiera que sea la modalidad em-
pleada hay que tener en cuenta que la
educacin a distancia posibilita la conse-
cucin de objetivos intelectuales y no
tanto los de tipo afectivo y social.
Si los objetivos de un programa de
5. J. Sarramona: Metodologa de los sis-
temas a distancia, en Revista de Tecnologa
Educativa, vol. 6, nms. 3-4. Secretara Gene-
ral de la OEA, 1980.
alfabetizacin se limitan a la alfabetiza-
cin simple o, incluso, a la alfabetizacin
funcional en su acepcin profesionaliza-
dora, no habra problema en emplear sis-
temas exclusivamente a distancia. Ahora
bien, si lo que se pretende es una alfabe-
tizacin en su concepcin ms evolucio-
nada tendente a la concientizacin y a la
participacin, es imprescindible el con-
tacto colectivo entre los participantes para
conseguir la motivacin e interaccin que
les lleven a la toma de conciencia. En
estos casos el seguimiento de la enseanza
a distancia deber hacerse por grupos y
ser precisa la accin de un coordinador
que complemente la accin del medio de
difusin y que, actuando como un catali-
zador, motive al grupo para que se haga
cargo de su propia formacin y concien-
tizacin.
De todas formas, no se puede negar la
validez de programas de alfabetizaccin
por el hecho de que no persigan objetivos
directamente concientizadores, siempre
que, naturalmente, su intencin no sea
alienadora. Sobre todo en zonas y cir-
cunstancias que permitan la toma de
conciencia crtica de la realidad circun-
dante a travs de otros canales ajenos a la
accin alfabetizadora. Es el caso, por
ejemplo, de los analfabetos de nuestro
entorno, los cuales podran perfectamente
seguir cursos de alfabetizacin y cultura
bsica a distancia orientados al dominio
de las tcnicas de lecto-escritura y clculo
y a la adquisicin de elementos que con-
tribuyan a solucionar los problemas que
plantea la vida cotidiana: salud, higiene,
consumo, educacin y cuidado de los
hijos, economa domstica, etc. La for-
macin orientada a la participacin, a la
aprehensin crtica del entorno, a la
transformacin del mismo y, en suma, a
la concientizacin se llevara a cabo a
travs de canales que brinda la sociedad
y en los cuales podra integrarse el alfa-
betizando. Nos estamos refiriendo, por
ejemplo, a la accin de las asociaciones
de vecinos, los sindicatos, los partidos
polticos, etc.
El papel que los medios de comunica-
cin juegan como elementos de motiva-
cin sera fundamental para que los
297
alfabetizandos, a la vez que realizan su
aprendizaje, se integraran y participaran
en aquellas instituciones que permitan
un contacto social encaminado a una
toma de conciencia frente al inundo.
EL USO DE LA RADIO
EN LA ALFABETIZACION
La radio ha sido tradicionalmente con-
siderada como un medio de informacin,
distraccin y educacin. Su importancia
contina siendo innegable a pesar de la
competencia de la televisin, el otro
gran medio de difusin. El empuje de
este ltimo no ha conseguido, ni mucho
menos, sustituir a la radio, y ello por
mltiples motivos. Razones econmicas
hacen de la radio, y no de la televisin,
el medio universal de comunicacin.
Millones de personas que viven en todo
el mundo alejadas de los centros urba-
nos, en comunidades carentes de vas de
comunicacin adecuadas, tienen en la
radio el principal, si no el nico, medio
de comunicacin de masas. El abarata-
miento de los receptores transistorizados
y su versatilidad han contribuido a una
extensin del medio hasta regiones depri-
midas con poblaciones dispersas y aisla-
das.
Por lo que respecta a las sociedades
desarrolladas, la radio contina jugando
un papel fundamental, como lo demues-
tra la masiva incorporacin de receptores
a los automviles.
Este factor de difusin de la radio, que
permite suprimir las distancias y atender
a comunidades alejadas e inaccesibles,
constituye la principal razn que justi-
fica el uso de la radio en la alfabetiza-
cin de adultos. Otra razn reside en el
hecho de que los analfabetos reciben una
gran parte de informacin por medios
orales, puesto que, obviamente, la comu-
nicacin escrita les est vedada. Esta pre-
disposicin auditiva puede y debe ser
aprovechada por la radio en sus acciones
educativas.
timiento de inmediatez puesto que el
oyente siente que se le habla directa-
mente a l y disminuye la sensacin de
soledad al crearse sentimientos colectivos
entre los oyentes (6).
La radio puede usarse directa o indi-
rectamente en la alfabetizacin de adultos.
Un uso indirecto estara encaminado a
la motivacin del pblico en general,
para convencerle de la importancia que
la alfabetizacin tiene para la sociedad, y
a la motivacin de cada analfabeto toma-
do individualmente, para que se anime a
participar en los programas de alfabetiza-
cin y se sienta apoyado en su esfuerzo de
aprendizaje.
El que esto suscribe tuvo oportunidad
de conocer de cerca la elaboracin y difu-
sin del programa Puo en Alto, emi-
tido diariamente durante dos horas por
toda la red de radiodifusin de Nicaragua
para apoyar la Campaa de Alfabetiza-
cin y la Educacin Bsica para Adultos.
Dicho programa ejemplo claro del uso
indirecto de la radio en la alfabetizacin
constituy uno de los pilares en que se
asent la Campaa; a la vez que serva
para enviar toda clase de mensajes a los
brigadistas distribuidos por todo el pas,
se utilizaba para orientar a aquellos en
sus tareas y para difundir noticias sobre
la marcha de la alfabetizacin en las
diversas regiones. Adems se dedicaba un
buen espacio de tiempo para leer y con-
testar cartas y mensajes que enviaban los
alfabetizadores y los recin alfabetizados
que iban aprendiendo a escribir. Hay que
decir que algunas de esas cartas se po-
dran contar entre los ms preciosos
documentos de aquella campaa de alfa-
betizacin por su valor expresivo de lo
que signific la misma.
El uso directo de la radio como medio
didctico para la alfabetizacin exige la
utilizacin del texto impreso, al cual
necesariamente han de hacer referencia
las emisiones radiadas.
Las emisiones pueden ser seguidas por
los participantes de dos maneras:
Por otra parte, la radio origina un sen-
6. J. Sarramona: Articulo citado, pg. 263.
298
a) a travs de grupos organizados que
cuentan con la presencia de un
coordinador o animador.
b) individualmente desde sus hogares.
La naturaleza de la emisin ser dife-
rente si va dirigida a una u otra clase de
destinatarios. Ni que decir tiene que
cuando un grupo estable se rene con
un coordinador para seguir las sesiones
radiadas las posibilidades de xito son
mayores, as como ms amplio el nmero
de objetivos a conseguir. En efecto, la
interaccin social de grupo permite plan-
tearse la alfabetizacin en sus objetivos
ms socioafectivos y concientizadores.
Este sistema exige, no obstante, una
mayor complejidad organizativa, por lo
que algunos sistemas han optado por una
solucin intermedia consistente en que
los participantes siguen las emisiones
regularmente desde sus domicilios y peri-
dicamente se renen con un profesor-
tutor. En esta entrevista se orienta a los
alfabetizandos en el seguimiento de las
audiciones, se aclaran las dudas que han
ido surgiendo a lo largo del trabajo indi-
vidual y se comenta la marcha del pro-
ceso alfabetizador. Mediante el intercam-
bio de comunicacin entre tutor y partici-
pantes y la recogida de los correspondien-
tes ejercicios de control se posibilita el
feed-back del sistema. Este es el caso,
por ejemplo, de Radio ECCA, del cual
nos ocuparemos ms adelante.
Cualquiera que sea la modalidad de
escucha, sta debe ser complementada con
los correspondientes textos impresos. Unas
veces se presentan bajo la forma de
manuales o cartillas y otras estn consti-
tuidos por hojas o fichas sueltas que el
participante recibe de una vez al princi-
pio del curso o distribuidos a lo largo del
mismo. Los materiales deben estar conce-
bidos para motivar y promover la partici-
pacin activa de los alfabetizandos, por lo
que son fundamentales la existencia de
espacios para practicar y las ilustaciones,
imprescindibles para que los oyentes pue-
dan situarsP en tanto no sean capaces de
leer.
Respecto a los objetivos y caractersti-
cas de la alfabetizacin por radio hay que
sealar que la mayora de experiencias
trascienden lo que denominamos alfabeti-
zacin simple enseanza de la lecto-
escritura y el clculo y tienden hacia
programas de alfabetizacin funcional
prientada hacia aspectos de inters prc-
tico e inmediato para el oyente analfa-
beto. Como ejemplo representativo pode-
mos sealar a Radio Sutatenza de Colom-
bia, que concibe la alfabetizacin por
radio como un proceso de educacin fun-
damental e integral; dedicada desde 1947
a la educacin no formal de familias
campesinas, relaciona en sus emisiones
los aprendizajes de la lectura y la escri-
tura con el desarrollo de actitudes y habi-
lidades convenientes en el campo de la
salud, alimentacin, produccin agrcola
y todos aquellos que aportan oportuni-
dades al hombre para convertirse en
agente de desarrollo.
Aunque las posibilidades que la radio
posee en orden a ser utilizada en la alfa-
betizacin de adultos son importantes, no
podemos concluir este apartado sin sea-
lar algunas de las limitaciones que, indu-
dablemente, posee.
A la primera ya nos hemos referido al
indicar que no es suficiente por s misma
sino que debe ser complementada por el
texto escrito. Por otra parte, la comuni-
cacin profesor-alumno a travs de la
radio es forzosamente unidireccional, de
un "tempo" determinado (7); la radio es
un medio que no permite interrupciones
para aclarar dudas, lo cual puede compli-
car la necesaria adaptacin a los ritmos
de cada individuo. La accin de los
monitores, cuando se disponga de ellos, y
una cuidadosa explicacin y planifica-
cin de los programas pueden eliminar
gran parte de estos inconvenientes.
RADIO ECCA
Caractersticas generales
La Emisora Cultural Canaria (ECCA),
7. J. Sarramona: Artculo citado, pg. 236.
299
institucin perteneciente a la Compaia
de jess, comenz a emitir en 1965 en las
islas Canarias.
El profesorado responsable de las emi-
siones educativas fue cedido desde un
primer !Tormento por el Ministerio de
Educacin y Ciencia. Un convenio sus-
( ti) entre la Compaa de Jess y el
MEC en 1975 y desarrollado en 1977 cla-
sifica a Radio ECCA como Centro Estatal
de Educacin Permanente de Adultos en
rgimen de administracin especial.
Aunque posteriormente la accin de
Radio ECCA se extendi, como veremos,
a campos muy diversos, sus objetivos ini-
ciales se centraron en la alfabetizacin de
adultos. Definida como un centro de edu-
cacin permanente nacido para ayudar a
promocionarse
a los ms necesitados de
cultura, su aliento fundacional fue ense-
ar a leer y escribir a los que, por su des-
gracia, eran ya adultos y an no haban
aprendido las primeras letras (8).
Actualmente la accin de Radio
ECCA
se extiende a 26 provincias espaolas, si
bien las emisiones destinadas a la alfabe-
tizacin se difunden exclusivamente en
las islas Canarias.
Cursos impartidos
Los programas de Radio
ECCA abar-
can cursos acadmicos de los tres ciclos
en que se ha dividido oficialmente la
EPA a nivel de EGB y de los tres cursos
de BIT y cursos no acadmicos.
a) Cursos acadmicos:
encaminados a
obtener un ttulo oficial y tendentes a
ofrecer una segunda oportunidad a los
adultos que no la tuvieron a su tiempo.
Cultura Popular (primer ciclo):
Cito o niveles con una duracin de
17
semanas cada uno; se imparten cinco
clases de una hora a la semana.
8. Ocho aos de enseanza E CCA .
de los resultados obtenidos en los cuatro pri-
meros niveles-. Radio ECCA. Las Palmas, 1973,
pg. 9.
Graduado Escolar (segundo y tercer
ciclos):
Tres niveles con una duracin de
32
semanas cada uno; se imparten cinco
clases de una hora a la semana.
BUP.
Se imparten los tres cursos de BUP.
b) Cursos no acadmicos: no pretenden
la obtencin de un ttulo oficial sino el
perfeccionamiento profesional en mate-
rias de especial inters. Estos cursos se
encuadran en la denominada educacin
no formal y entre ellos destacan los de
ingls, cataln, escuela de padres y un
buen nmero de cursos monogrficos.
La alfabetizacin
a travs de Radio ECCA
La accin alfabetizadora de Radio ECCA
est restringida, como ya hemos dicho, a
las islas Canarias. En el esquema organi-
zativo de la institucin se encuentra inte-
grada dentro de los cursos acadmicos del
Primer Ciclo de la Educacin Perma-
nente de Adultos, que son denominados
como Cultura Popular.
Segn la legislacin vigente (9), el
Primer Ciclo de la EPA viene a ser equi-
valente a los cursos primero y segundo de
EGB, trabajndose
en l fundamental-
mente las tcnicas instrumentales:
lecto-
escritura y nociones elementales de cl-
culo.
Entre los objetivos fundamentales de
Radio ECCA
se cuenta el mejorar y
actualizar los conocimientos que los adul-
tos adquirieron en otro tiempo, arran-
cando del nivel en el que cada cual se
qued, sin soslayar la segunda y paralela
misin de suplir y entregar por primera
vez a ciertos adultos los conocimientos
que nunca pudieron adquirir (10). As
pues, los analfabetos absolutos o parcia-
les se distribuyen en cuatro niveles esca-
lonados que van desde el cero absoluto
hasta el dominio de la
lecto-escritura y
las cuatro reglas aritmticas. El quinto
9. Orden de 14-2-79, BOE de 5-3-79.
10. Ocho aos..., ob. cit., pg. 3.
300
curso de Cultura Populai n el primero de
Graduado Es( olar (segundo ciclo de EPA)
estn encaminados a la obtencin del
Certificado de Escolaridad y son equiva-
lentes a quinto de EGB.
Primer Nivel.Corresponde
a los adul-
tos que desconocen por completo la lecto-
escritura. La emisora no emplea nunca la
palabra analfabeto, ya que al que no
sabe absolutamente nada no le gusta ser
nombrado de esa forma (11). Incluso en
un primer momento los cursos fueron
nombrados por letras para evitar que los
analfabetos totales tuvieran entonces que
reconocer pblicamente que estaban en
primero.
Las primeras sesiones de este nivel van
encaminadas a ensear el uso del lpiz y
a prcticas de pre-escritura, como la reali-
zacin de los tpicos palotes. El mtodo
utilizado para el aprendizaje de la lectura
y la escritura es bsicamente alfabtico: el
adulto va aprendiendo poco a poco la
grafa de las distintas letras del alfabeto y
comienza a unir vocales y consonantes, de
tal forma que al terminar el primer curso
puede interpretar sencillos textos escritos.
La letra que se utiliza es de tipo script.
Durante este curso se introduce tambin
la suma.
Segundo Nivel.Se encuentran en l
aquellos adultos que conocen las letras y
saben escribirlas separadamente, pero no
leen ni redactan con soltura. Durante el
segundo nivel se produce un perfeccio-
namiento de lo adquirido en el primero;
al finalizarlo, los adultos ya leen con faci-
lidad, escriben con letra personal y domi-
nan la suma y la resta.
Tercero y cuarto niveles.Entre los dos
niveles se logra un dominio de la lectura
fluida y el adulto puede redactar ya con
soltura. Por lo que respecta al clculo, se
aprende a multiplicar en tercero y a divi-
dir en cuarto. Durante este tiempo se
comienzan a introducir algunos conoci-
mientos paralelos a travs de las lecturas;
todos ellos orientados hacia cuestiones
tiles para la vida cotidiana de los alfabe-
tizandos.
II. Ocho aos..., ob. cit., pg. 19.
M etodologa
El sistema ECCA ha sido calificado
como tridimensional, puesto que se
apoya en tres pilares fundamentales:
1. El esquema
Es el material didctico impreso necesario
para seguir la clase radiofnica. Este
esquema lo tienen delante al mismo
tiempo el profesor que imparte la clase y
el alumno que la sigue. Se trata de un
material programado y editado por Radio
ECCA que se entrega semanalmente a los
alumnos. Su funcin es mltiple:
a) Ayudar a seguir las clases radiof-
nicas. En el material se incluyen
textos, dibujos, grficos, esquemas
y espacios en los cuales el alumno
debe ir escribiendo a lo largo del
desarrollo de la clase.
b) Ser utilizado como cuaderno de
ejercicios. El esquema incluye una
serie de ejercicios que el alumno
debe realizar. La finalidad de estos
ejercicios es triple: ayudar al
estudio, evaluar a los alumnos y
medir el nivel de eficacia de la
actuacin docente y permitir un
feed-back en el sistema.
2. La clase
La clase es impartida por dos profeso-
res hombre y mujer y se emite en
diferido. A lo largo de la misma se persi-
gue mantener la atencin del alumno que
en determinados momentos deber escri-
bir y dirigir su actividad mediante
indicaciones concretas. Las clases se cen-
tran en los esquemas, pretendiendo acla-
rar y explicar sus contenidos y despertar
el inters por lo tratado.
3. El profesor-orientador
Los alumnos participantes en los cur-
sos de Radio ECCA deben entrevistarse
con un profesor orientador. Este tercer
elemento del sistema centra su actividad
en conocer y seguir el trabajo de cada
alumno, motivndole, orientndole y so-
lucionndole las dudas y dificultades que
se le hayan presentado durante la semana.
301
Alum.
Cursoalfabetizacin Alum. total
81-82 6.223 45.081
82-83 6.213 45.570
83-84 4.808 52.201
84-85 2.941*
En el encuentro semanal que se realiza
en los llamados Centros Orientadores
el profesor orientador entrega al adulto el
material impreso de la semana siguiente
y recibe de ste los esquemas que ha
venido trabajando.
El profesor orientador posibilita el
feed-back del sistema trasladando infor-
macin acerca de los alumnos, una vez
corregidos los esquemas y realizadas las
entrevistas.
El proceso de enseanza segn el sis-
tema ECCA se lleva a cabo mediante la
interrelacin de los tres elementos ante-
riormente descritos. Los tres son impres-
cindibles, de tal forma que el sistema no
puede funcionar si falta alguno de ellos.
Extensin
La actividades alfabetizadoras ocupan
slo una parte del conjunto de cursos de
Radio ECCA. En el Cuadro 1 -ofrecemos
una idea de la evolucin del alumnado
total y el de Cultura Popular durante los
ltimos aos.
Aunque Radio ECCA no ha facilitado
el nmero total de alumnos de alfabetiza-
cin atendidos durante el presente curso,
ste ha aumentado considerablemente con
respecto a cursos anteriores, segn ha
declarado recientemente el Consejero de
Educacin de Canarias (12).
CUADRO I
Alumnado de Radio ECCA
No estn incluidos los alumnos matriculados
en el quinto nivel.
Fuente: Radio ECCA.
12. Entrevista concedida a
Cuadernos de
Pedagoga, nm. 122, Barcelona, febrero 1985.
El sistema ECCA ha sido adoptado por
diversas instituciones latinoamericanas pa-
ra llevar a cabo tareas de alfabetizacin.
Para ello se han establecido convenios
entre diversas entidades locales y Radio
ECCA. Los pases en los cuales se alfabe-
tiza por este Medio son los siguientes:
1. Bolivia: Instituto Radiofnico Fe y
Alegra (IRFA).
2. Costa Rica: Instituto Costarricense
de Enseanza Radiofnica (ICER).
3. Ecuador:
Institutos Radiofnicos Fe
y Alegra (IRFEYAL).
4. Guatemala:
Instituto Guatemalteco
de Enseanza Radiofnica (IGER).
5. Repblica Dominicana: Radio San-
ta Mara.
6. V enez uela: Instituto Radiofnico Fe
y Alegra (IRFA).
Consideraciones f inales
El hecho de que sea Radio ECCA la
nica institucin que en Espaa se ha
planteado la alfabetizacin por la meto-
dologa propia de la enseanza a distan-
cia sera suficiente para justificar su
accin durante los ltimos veinte aos.
Pero adems a Radio ECCA le cabe el
mrito de haber desarrollado un sistema
totalmente original que no slo ha demos-
trado su eficacia alfabetizando a miles de
hombres y mujeres de las islas Canarias,
sino que ha sido adaptado a realidades
tan diversas como las de los respectivos
pases americanos que hemos citado.
A pesar de que existen estudios relati-
vos al rendimiento educativo de Radio
ECCA durante los ltimos aos, la mayo-
ra se basan en el nmero de ttulos otor-
gados y estn centrados, por tanto, en el
s'
egundo y tercer ciclos de la EPA. El
nico anlisis directamente relacionado
con la alfabetizacin con todo y estar
ya desfasado, puesto que abarca los ocho
primeros aos de la emisora arroja
algunos resultados interesantes que, segu-
ramente, no seran muy diferentes en las
condiciones actuales, ya que el sistema
302
sigue siendo bsicamente el mismo. En
este estudio (Ocho aos de enseanza
ECCA. Las Palmas, 1973), realizado por
la propia emisora, se analizan los cuatro
primeros niveles. En l se concluye que
alrededor del 70 por 100 de los analfabe-
tos absolutos o parciales que han partici-
pado en los cursos han ascendido algn
escaln en su itinerario cultural, es decir,
han aprendido como mnimo a leer y
escribir.
Otra cuestin es la de las cifras absolu-
tas de adultos que siguen estos cursos.
Como se ve en el Cuadro 1, representan
una minora del total de participantes y
no se corresponden en absoluto con la
demanda potencial que representan los
313.899 analfabetos mayores de 10 aos
existentes en Canarias (13). Por otra
parte, se echa de menos la extensin de
estos cursos al resto de las provincias
espaolas con graves deficiencias en cuan-
to a alfabetizacin e insuficientemente
atendidas por los mtodos tradicionales.
Entre los aspectos menos positivos de
Radio ECCA destacaramos la baja cali-
dad del material impreso, con ilustracio-
nes propias de cartillas de nios y muy
poco sugeridores y motivadores para un
adulto, ya que no incluyen elementos de
la realidad problematizadora que le en-
vuelve. Esta crtica podra extenderse tam-
bin al contenido y al mismo enfoque o
metodologa del aprendizaje de la lecto-
escritura, que se hace a base de elementos
ajenos a la problemtica cotidiana.
13. MEC: Ob. cit., pg. 26.
Por otra parte, creemos que el mtodo
alfabtico no es el ms adecuado para
conseguir una educacin integral, libe-
radora y elevadora de las personas, lo
cual constituye uno de los objetivos de la
emisora. De todas formas, y a pesar de la
anterior declaracin de principios, la alfa-
betizacin que lleva a cabo Radio ECCA
estara ms encuadrada en la alfabetiza-
cin simple, con algunos elementos de
formacin en cuestiones de utilidad coti-
diana, que en una educacin liberadora o
concientizadora.
Como conclusin podemos afirmar que
el sistema ECCA, aunque mejorable, es
til para la alfabetizacin de adultos en
Espaa y que su uso debera extenderse a
otros lugares para hacer frente a las nece-
sidades educativas a este nivel.
Se ha demostrado que es un sistema
barato los costes por alumnos son seis
o siete veces ms bajos que los que se
producen en la enseanza convencional
atractivo y fcil de adaptar a realidades
diversas.
Por lo que respecta a su futuro en
Canarias, probablemente va a ser poten-
ciada por el Gobierno Autnomo, ya que
durante el curso 1984-85 se organiz un
proyecto piloto consistente en comparar
experiencias de alfabetizacin presencial
con las de Radio ECCA; los primeros
resultados han demostrado que Radio
ECCA aument considerablemente su n-
mero de alumnos y que los profesores de
las clases presenciales tuvieron problemas
para poder contar con alumnos que asis-
tieran.
303
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304
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INTRODUCCION
Hemos planteado esta bibliografa de
una forma sumaria, sin distinguir los tra-
mos de edad en que se puede dividir la edu-
cacin preescolar, ya que en la actualidad,
las caractersticas que mejor puede definir
la situacin de la Educacin preescolar en
Espaa es la "diversidad" por la existencia
de Centros de diferentes tipos, segn el or-
ganismo de que dependen, la estructura
econmica que los mantiene y la pobla-
cin infantil que acogen (1).
La bibliografa est basada exclusiva-
mente en informaciones procedentes del
Gabinete de Documantacin del CIDE y
es, en gran parte, fruto del anlisis de pu-
blicaciones peridicas que hace este Gabi-
nete, aunque hemos recogido alguna pu-
blicacin unitaria por su especial inters y
oportunidad.
As pues, presentamos documentacin a
partir del ao 1980 (inevitablemente hemos
recogido un estudio de las guarderas en
Madrid, anterior a esta fecha) con preferen-
cia analtica y en espaol.
Toda la documentacin reseada es con-
sultable en el Gabinete de Documentacin
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no de ley presentada en el Congreso de los
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312
RESEAS
DE
INVESTIGACION
RESEAS
DE
INVESTIGACION
EVALUACION DEL CURRICULUM
DE CIENCIAS EXPERIMENTALES
DEL BACHILLERATO: PROBLEMAS
DEL APRENDIZAJE DE LA
ESTRUCTURA CONCEPTUAL
INSTITUTO
ICE de la Universidad de Alcal de
Henares.
EQUIPO INVESTIGADOR
Jos Otero Gutirrez, Isabel Brincones
Calvo.
DURACION
1984-1985 (Ayudas a la investigacin).
OBJETIVOS Y PLANTEAMIENTO
DE LA INVESTIGACION
La investigacin est dividida en dos
fases:
la primera es un estudio terico cuyo
objetivo es elaborar un diseo curricu-
lar de las ciencias experimentales en
Bachillerato apoyndose en una estruc-
turacin lgica, donde se considera
la ciencia constituida por una pobla-
cin de conceptos que evolucionan
con el tiempo, con otra psicolgica
basada en la teora de la asimilacin
de Ausubel.
Comunidad Escolar
Revista de Educacin
Revista de Psicologa
B. O. Ministerio:
Actos Administrativos
Coleccin Legislativa
E ANUAL (12 NUMEROS)
Si la suscripcin es a A
Administrativa y C
Legislativa simultneamente, el precio es
(Marque con una X la opcin elegida, escriba con
mayusculas )
ade19
ESPAAEXTRANJ.
1.500 ptas. 1.500 ptas.
3.000 ptas. 3.000 ptas
1.200 ptas1.500 ptas.
3.000 ptas. 4.000 ptas.
3 500 olas4 250 ptas
1 500 ptas1 900 olas
4 500 olas5. 500 ptas
E SEMESTRAL
(24 NUMEROS)
D ANUAL (48 NUMEROS)
D ANUAL (3 NUMEROS)
E ANUAL (6 NUMEROS)
D ANUAL (52 NUMEROS)
ITATROGO
E D ITORIAL
416.
MINISTE RIO D E E D UCACION Y CIE NCIA
CE NTRO D E PUBL ICACIONE S
CIUDAD UNIVERSITARIA - 28040 MADRID
BOL E TIN
D E SUSCRIPCION
A PUBL ICACIONE S
PE RIOD ICAS D E L
CE NTRO D E PUBL ICACIONE S
D E L MINISTE RIO D E E D UCACION Y CIE NCIA
Respuesta para:
SUSCRIPCION
NUEVA
Cdigo Suscriptor:
D.
Domicilio
Localidad
C. P.
Provincia
Telfono
D.N.I. o N.I.F.
O
BAJA
O
MODIFICAR
INFoRmAcioN E RENOVACION D
FORMA DE PAGO
Solictelo a:
CE NTRO D E PUBL ICACIONE S
CIUD AD UNIVE RSITARIA, S/N
TE L .: 449 77 00 - 28040 MAD RID
I
REGLAS GENERALES
PARA LA PRESENTACION DE TRABAJOS
1. Los autores remitirn sus manuscritos (con direccin de contacto) al Direc-
tor. Este los enviar al Consejo de Redaccin para su seleccin de acuerdo con
los criterios formales (normas) y de contenido de la Revista de Educacin.
2. Todos los trabajos debern ser presentados a mquina, por duplicado, en
hojas tamao DIN-A-4 por una sola cara, a dos espacios.
3. La extensin de los trabajos no sobrepasar las treinta pginas.
4. Previo a cada artculo deber figurar un resumen en espaol que no exce-
da de 150 palabras.
5. Al final del trabajo se incluir la lista de referencias bibliogrficas, por
orden alfabtico, que debern adoptar la forma siguiente:
a) Libros: el apellido del autor, seguido de las iniciales de su nombre, ttulo
del libro subrayado, lugar de edicin, editorial y ao de edicin.
b) Revistas: el apellido del autor, seguido de las iniciales de su nombre, ttulo
del trabajo, nombre de la revista subrayado, nmero de volumen sub-
rayado, nmero de la revista cuando proceda, entre parntesis, ao de
publicacin y las pginas que comprende el trabajo dentro de la revista.
6. En las citas textuales ir entrecomillado y seguido por el apellido del autor
de dicho texto, ao de publicacin y la pgina o pginas de las que se ha
extrado dicho texto, todo ello entre parntesis.
7. Las tablas debern ir numeradas correlativamente y se enviarn en hojas
aparte, indicando en el texto el lugar y el nmero de la Tabla a insertar en cada
caso. Los ttulos y leyendas de las mismas irn en otras hojas, asimismo nume-
radas.
8. Los grficos se presentarn en papel vegetal o fotografa. (Nota: Una pre-
sentacin con poco contraste hace imposible su publciacin.)
9. El consejo de redaccin se reserva la facultad de introducir las modifica-
ciones que considere oportunas en la aplicacin de las normas publicadas. Los
originales enviados no sern devueltos.
10. La correccin de pruebas se hace cotejando con el original, sin corregir la
ortografa usada por los autores.
REVISTA DE
EDUCACION
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