La Esencia Del Diálogo.

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LA ESENCIA DEL DILOGO *

Paulo Freire
Al iniciar este captulo sobre la dialogicidad de la educacin, con el cual
estaremos continuando el anlisis hecho en el anterior a propsito de la
educacin problematizadora, nos parece indispensable intentar algunas
consideraciones en torno a la esencia del dilogo. Profundizaremos las
afirmaciones que hicimos con respecto al mismo tema en La educacin como
prctica de la libertad.
Al intentar un adentramiento en el dilogo, como fenmeno humano, se
nos revela la palabra de la cual podemos decir que es el dilogo mismo. Y,
al encontrar en el anlisis del dilogo la palabra como algo ms que un medio
para que este se produzca, se nos impone buscar, tambin, sus elementos
constitutivos.
!sta b"squeda nos lleva a sorprender en ella dos dimensiones accin
# refle$in en tal forma solidarias, # en una interaccin tal que, sacrificada
aunque solo fuera en parte una de ellas, se resiente inmediatamente la otra. %o
ha# palabra verdadera que no sea una unin inquebrantable entre accin #
refle$in #, por ende, que no sea pra$is. &e ah que decir la palabra verdadera
sea transformar el mundo.'
(a palabra inautntica, por otro lado, con la que no se puede transformar
la realidad, resulta de la dicotoma que se establece entre sus elementos
constitutivos. &e tal forma que, privada la palabra de su dimensin activa, se
sacrifica tambin, automticamente, la refle$in, transformndose en
palabrera, en mero verbalismo. Por ello alienada # alienante. !s una palabra
hueca de la cual no se puede esperar la denuncia del mundo, dado que no ha#
denuncia verdadera sin compromiso de transformacin, ni compromiso sin
accin.
)i, por el contrario, se subra#a o se hace e$clusiva la accin con el
sacrificio de la refle$in, la palabra se convierte en activismo. !ste, que es
accin por la accin, al minimizar la refle$in, niega tambin la praxis
verdadera e imposibilita el dilogo.
*ualquiera de estas dicotomas, al generarse en formas inautnticas de
e$istir, genera formas inautnticas de pensar que refuerzan la matriz en que se
constitu#en. (a e$istencia, en tanto humana, no puede ser muda, silenciosa, ni
tampoco nutrirse de falsas palabras sino de palabras verdaderas con las cuales
los hombres transforman el mundo. !$istir humanamente, es pronunciar el
mundo, es transformarlo.
!l mundo pronunciado, a su vez, retorna problematizado a los su+etos
pronunciantes, e$igiendo de ellos un nuevo pronunciamiento.
(os hombres no se hacen en silencio,, sino en la palabra, en el traba+o,
en la accin, en la refle$in. -as si decir la palabra verdadera, que es traba+o,
que es pra$is, es transformar el mundo, decirla no es privilegio de algunos
hombres, sino derecho de todos los hombres. Precisamente por esto nadie
puede decir la palabra verdadera solo, o decirla para los otros, en un acto de
prescripcin con el cual quita a los dems el derecho de decirla. &ecir la
palabra, referida al mundo que se ha de transformar, implica un encuentro de
los hombres para esta transformacin.
!l dilogo es este encuentro de los hombres, mediatizados por el
mundo, para pronunciarlo, # no se agota, por lo tanto, en la mera relacin #o.t".
!sta es la razn que hace imposible el dilogo entre aquellos que
quieren pronunciar el mundo # los que no quieren hacerlo, entre los que niegan
a los dems la pronunciacin del mundo, # los que la quieren, entre los que
niegan a los dems el derecho de decir la palabra # aquellos a quienes se ha
negado este derecho. ,
Primero, es necesario que los que as se encuentran, negados del
derecho primordial de decir la palabra, reconquisten ese derecho prohibiendo
que contin"e este asalto deshumanizante.
)i diciendo la palabra con que, al pronunciar el mundo, los hombres lo
transforman, el dilogo se impone como el camino mediante el cual los
hombres ganan significacin en cuanto tales. Por esto, el dilogo es una
e$igencia e$istencial. Y siendo el encuentro que solidariza la refle$in # la
accin de sus su+etos encauzados hacia el mundo que debe ser transformado #
humanizado, no puede reducirse a un mero acto de depositar ideas
consumadas por sus permutantes.
/ampoco es discusin guerrera, polmica entre dos su+etos que no
aspiran a comprometerse con la pronunciacin del mundo ni con la b"squeda
de la verdad, sino que estn interesados solamente en la imposicin de su
verdad.
&ado que el dilogo es el encuentro de los hombres que pronuncian el
mundo, no puede e$istir una pronunciacin de unos a otros. !s un acto
creador. &e ah que no pueda ser ma0oso instrumento del cual eche mano un
su+eto para conquistar a otro. (a conquista implcita en el dilogo es la del
mundo por los su+etos dialgicos, no la del uno por el otro. *onquista del
mundo para la liberacin de los hombres.
!s as como no ha# dilogo si no ha# un profundo amor al mundo # a los
hombres. %o es posible la pronunciacin del mundo, que es un acto de
creacin # recreacin, si no e$iste amor que lo infunda. 1
)iendo el amor fundamento del dilogo, es tambin dilogo. &e ah que
sea, esencialmente, tarea de su+etos # que no pueda verificarse en la relacin
de dominacin. !n esta, lo que ha# es patologa amorosa2 sadismo en quien
domina, masoquismo en los dominados. Amor no. !l amor es un acto de
valenta, nunca de temor3 el amor es compromiso con los hombres.
&ondequiera que e$ista un hombre oprimido, el acto de amor radica en
comprometerse con su causa. (a causa de su liberacin. !ste compromiso, por
su carcter amoroso, es dialgico.
*omo acto de valenta, no puede ser identificado con un
sentimentalismo ingenuo3 como acto de libertad, no puede ser prete$to para la
manipulacin, sino que debe generar otros actos de libertad. )i no es as, no es
amor.
Por esta misma razn, no pueden los dominados, los oprimidos, en su
nombre, acomodarse a la violencia que se les imponga, sino luchar para que
desaparezcan las condiciones ob+etivas en que se encuentran aplastados.
)olamente con la supresin de la situacin opresora es posible restaurar el
amor que en ella se prohiba. )i no amo el mundo, si no amo la vida, si no amo
a los hombres, no me es posible el dilogo.
%o ha#, por otro lado, dilogo si no ha# humildad. (a pronunciacin del
mundo, con la cual los hombres lo recrean permanentemente, no puede ser un
acto arrogante.
!l dilogo, como encuentro de los hombres para la tarea com"n de
saber # actuar, se rompe si sus polos 4o uno de ellos5 pierde la humildad.
6*mo puedo dialogar, si alieno la ignorancia, esto es, si la veo siempre
en el otro, nunca en m7
6*mo puedo dialogar, si me admito como un hombre diferente, virtuoso
por herencia, frente a los otros, meros ob+etos en quienes no reconozco otros
8#o97
6*mo puedo dialogar, si me siento participante de un gueto de
hombres puros, due0os de la verdad # del saber, para quienes todos los que
estn fuera son 8esa gente9 o son 8nativos inferiores97
6*mo puedo dialogar, si parto de que la pronunciacin del mundo es
tarea de hombres selectos # que la presencia de las masas en la historia es
sntoma de su deterioro, el cual debo evitar7
6*mo puedo dialogar, si me cierro a la contribucin de los otros, la cual
+ams reconozco # hasta me siento ofendido por ella7 6*mo puedo dialogar,
si temo la superacin # si, solo con pensar en ella, sufro # desfallezco7 (a
autosuficiencia es incompatible con el dilogo.
(os hombres que carecen de humildad, o aquellos que la pierden, no
pueden apro$imarse al pueblo. %o pueden ser sus compa0eros de
pronunciacin del mundo. )i alguien no es capaz de sentirse # de saberse tan
hombre como los otros, significa que le falta mucho que caminar para llegar al
lugar de encuentro con ellos. !n este lugar de encuentro, no ha# ignorantes
absolutos ni sabios absolutos2 ha# hombres que, en comunicacin, buscan
saber ms.
%o ha# dilogo, tampoco, si no e$iste una intensa fe en los hombres. :e
en su poder de hacer # rehacer. &e crear # recrear. :e en su vocacin de ser
ms, que no es privilegio de algunos elegidos sino derecho de los hombres.
(a fe en los hombres es un dato a priori del dilogo. Por ello, e$iste aun
antes de que este se instaure. !l hombre dialgico tiene la fe en los hombres
antes de encontrarse frente a frente con ellos. !sta, sin embargo, no es una fe
ingenua. !l hombre dialgico que es crtico sabe que el poder de hacer, de
crear, de transformar, es un poder de los hombres # sabe tambin que ellos
pueden, ena+enados en una situacin concreta, tener ese poder disminuido.
!sta posibilidad, sin embargo, en vez de matar en el hombre dialgico su fe en
los hombres, se presenta ante l, por el contrario, como un desafo al cual debe
responder. !st convencido de que este poder de hacer # transformar, si bien
negado en ciertas situaciones concretas, puede renacer. Puede constituirse. %o
gratuitamente, sino mediante la lucha por su liberacin. *on la instauracin del
traba+o libre # no esclavo, traba+o que otorgue la alegra de vivir. )in esta fe en
los hombres, el dilogo es una farsa o, en la me+or de las hiptesis, se
transforma en manipulacin paternalista.
Al basarse en el amor, la humildad, la fe en los hombres, el dilogo se
transforma en una relacin horizontal en que la confianza de un polo en el otro
es una consecuencia obvia. )era una contradiccin si, en tanto amoroso,
humilde # lleno de fe, el dilogo no provocase este clima de confianza entre
sus su+etos. Por esta misma razn, no e$iste esa confianza en la relacin
antidialgica de la concepcin 8bancaria9 de la educacin.;
)i la fe en los hombres es un a priori del dilogo, la confianza se instaura
en l. (a confianza va haciendo que los su+etos dialgicos se va#an sintiendo
cada vez ms compa0eros en su pronunciacin del mundo. )i falta la
confianza, significa que fallaron las condiciones discutidas anteriormente. <n
falso amor, una falsa humildad, una debilitada fe en los hombres no pueden
generar confianza.
(a confianza implica el testimonio que un su+eto da al otro de sus
intenciones reales # concretas. %o puede e$istir si la palabra, descaracterizada,
no coincide con los actos. &ecir una cosa # hacer otra, no tomando la palabra
en serio, no puede ser estmulo a la confianza.
=ablar de democracia # callar al pueblo es una farsa. =ablar de
humanismo # negar a los hombres es una mentira. /ampoco ha# dilogo sin
esperanza. (a esperanza est en la raz de la inconclusin de los hombres, a
partir de la cual se mueven estos en permanente b"squeda. >"squeda que,
como #a se0alamos, no puede darse en forma aislada, sino en una comunin
con los dems hombres, # por ello mismo, nada viable en la situacin concreta
de opresin. (a desesperanza es tambin una forma de silenciar, de negar el
mundo, de huir de l. (a deshumanizacin, que resulta del 8orden in+usto9, no
puede ser razn para la prdida de la esperanza, sino que, por el contrario,
debe ser motivo de una ma#or esperanza, la que conduce a la b"squeda
incesante de la instauracin de la humanidad negada en la in+usticia.
!speranza que no se manifiesta, sin embargo, en el gesto pasivo de
quien cruza los brazos # espera. -e muevo en la esperanza en cuanto lucho #,
si lucho con esperanza, espero )i el dilogo es el encuentro de los hombres
para ser ms, este no puede realizarse en la desesperanza. )i los su+etos del
dilogo nada esperan de su quehacer, #a no puede haber dilogo.
)u encuentro all es vaco estril. !s burocrtico # fastidioso. :inalmente, no
ha# dilogo verdadero si no e$iste en sus su+etos un pensar verdadero. Pensar
crtico que, no aceptando la dicotoma mundo.hombres, reconoce entre ellos
una inquebrantable solidaridad. !ste es un pensar que percibe la realidad como
un proceso, que la capta en constante devenir # no como algo esttico. <na tal
forma de pensar no se dicotomiza a s misma de la accin sino que se empapa
permanentemente de temporalidad, a cu#os riesgos no teme.
)e opone al pensar ingenuo, que ve el 8tiempo histrico como un peso,
como la estratificacin de las adquisiciones # e$periencias del pasado9,? de lo
que resulta que el presente debe ser algo normalizado # bien adaptado.
Para el pensar ingenuo, lo importante es la acomodacin a este presente
normalizado. Para el pensar crtico, la permanente transformacin de la
realidad, con vistas a una permanente humanizacin de los hombres. Para el
pensar crtico, dira Pierre :urter, 8la meta no ser #a eliminar los riesgos de la
temporalidad, adhirindose al espacio garantizado, sino temporalizar el
espacio. !l universo no se me revela .se0ala :urter. en el espacio
imponindome una presencia maciza a la cual solo puedo adaptarme, sino que
se me revela como campo, un dominio que va tomando forma en la medida de
mi accin9.@
Para el pensar ingenuo la meta es apegarse a ese espacio garantizado,
a+ustndose a l, # al negar as la temporalidad se niega a s mismo.
)olamente el dilogo, que implica el pensar crtico, es capaz de generarlo. )in
l no ha# comunicacin # sin esta no ha# verdadera educacin. !ducacin que,
superando la contradiccin educador. educando, se instaura como situacin
gnoseolgica en la que los su+etos hacen incidir su acto cognoscente sobre el
ob+eto cognoscible que los mediatiza.
&e ah que, para realizar esta concepcin de la educacin como prctica
de la libertad, su dialogicidad empiece, no al encontrarse el educador.
educando con los educando.educadores en una situacin pedaggica, sino
antes, cuando aquel se pregunta en torno a qu va a dialogar con estos.
&icha inquietud en torno al contenido del dilogo es la inquietud a
propsito del contenido programtico de la educacin. Para el 8educador
bancario9, en su antidialogicidad, la pregunta, obviamente, no es relativa al
contenido del dilogo, que para l no e$iste, sino con respecto al programa
sobre el cual disertar a sus alumnos. Y a esta pregunta responde l mismo,
organizando su programa.
Para el educador.educando dialgico, problematizador, el contenido
programtico de la educacin no es una donacin o una imposicin Aun
con+unto de informes que han de ser depositados en los educandos., sino la
devolucin organizada, sistematizada # acrecentada al pueblo de aquellos
elementos que este le entreg en forma inestructurada.B
(a educacin autntica, repetimos, no se hace de A para > o de A sobre
>, sino A con >, con la mediacin del mundo. -undo que impresiona # desafa
a unos # a otros originando visiones # puntos de vista en torno de l. Cisiones
impregnadas de anhelos, de dudas, de esperanzas o desesperanzas que
implican temas significativos, sobre la base de los cuales se constituir el
contenido programtico de la educacin. <no de los equvocos propios de una
concepcin ingenua del humanismo, radica en que, en su ansia por presentar
un modelo ideal de 8buen hombre9, se olvida de la situacin concreta,
e$istencial, presente de los hombres mismos.
8!l humanismo dice :urter consiste en permitir la toma de
conciencia de nuestra plena B humanidad, como condicin # obligacin, como
situacin # pro#ecto.9D
)implemente, no podemos llegar a los obreros, urbanos o campesinos
4estos "ltimos de modo general inmersos en un conte$to colonial, casi
umbilicalmente ligados al mundo de la naturaleza, del cual se sienten ms
parte que transformadores5 para entregarles 8conocimientos9, como lo haca
una concepcin bancaria, o imponerles un modelo de 8buen hombre9 en un
programa cu#o contenido hemos organizado nosotros mismos.
%o seran pocos los e+emplos que podramos citar de programas de
naturaleza poltica, o simplemente docente, que fallaron porque sus
realizadores partieron de su visin personal de la realidad. :alta verificada
porque no tomaron en cuenta, en ning"n instante, a los hombres a quienes
dirigan su programa, a no ser como meras incidencias de su accin.
Para el educador humanista o el revolucionario autntico, la incidencia
de la accin es la realidad que debe ser transformada por ellos con los otros
hombres # no los hombres en s. Euien act"a sobre los hombres para,
adoctrinndolos, adaptarlos cada vez ms a la realidad que debe permanecer
intocada, son los dominadores. (amentablemente, sin embargo, en este
8enga0o9 de la verticalidad de la programacin, 8enga0o9 de la concepcin
bancaria, caen muchas veces los revolucionarios, en su empe0o por obtener la
adhesin del pueblo hacia la accin revolucionaria.
)e acercan a las masas campesinas o urbanas con pro#ectos que
pueden responder a su visin del mundo, mas no necesariamente a la del
pueblo.F
G /omado de Paulo :reire, Pedagoga del oprimido, -$ico, )iglo HHI, 'FBB, p.
FF.'JF. Keproducido en Dilogos con Paulo Freire, *ol. educacin popular,
folleto n"m. ;, (a =abana, !d. *aminos, 'FFB, p. 1@. ;?.
' Algunas refle$iones aqu desarrolladas nos fueron sugeridas en
conversaciones con el profesor !rnani -ara :iori.
, %o nos referimos, obviamente, al silencio de las meditaciones profundas en
las que los hombres, en una forma aparente de salir del mundo, se apartan de
l para 8admirarlo9 en su globalidad, pero continuando en l. &e ah que estas
formas de recogimiento solo sean verdaderas cuando los hombres se
encuentran en ellas empapados de 8realidad9 # no cuando, significando un
desprecio al mundo, constitu#an formas de evasin, en una especie de
esquizofrenia histrica
1 *ada vez nos convencemos ms de la necesidad de que los verdaderos
revolucionarios reconozcan en la revolucin un acto de amor, en tanto es un
acto creador # humanizador. Para nosotros, la revolucin que se hace sin una
teora de la revolucin #, por lo tanto, sin conciencia, tiene en esta algo
irreconciliable con el amor. Por el contrario, la revolucin que es hecha por los
hombres, es hecha en nombre de su humanizacin. 6Eu lleva a los
revolucionarios a unirse a los oprimidos sino la condicin deshumanizada en
que estos se encuentran7 %o es debido al deterioro que ha sufrido la palabra
amor en el mundo capitalista que la revolucin de+ar de ser amorosa, ni que
los revolucionarios silenciarn su carcter bifilo. Luevara, aunque hubiera
subra#ado el 8riesgo de parecer ridculo9, no temi afirmarlo2 8&+eme decirle
declar, dirigindose a *arlos Eui+ano , a riesgo de parecer ridculo, que el
verdadero revolucionario est guiado por grandes sentimientos de amor. !s
imposible pensar en un revolucionario autntico sin esta cualidad.9 !rnesto *he
Luevara, Obra Revolucionaria, -$ico, !diciones !KA, 'F@B, p. @1B.@1D.
; Para :reire, la concepcin 8bancaria9 de la pedagoga sera aquella en la que
el educador, de manera verticalista, 8deposita9 en el educando sus
conocimientos sin promover el intercambio, sin intencin de dilogo entre su
saber # los saberes de los educandos. 4%ota del editor en Dilogos con Paulo
Freire, (a =abana, !d. *aminos, 'FFB.5
@ Pierre :urter, Educao e vida, Petrpolis, Ko, !ditorial Cozes, 'F@@, p. ,@.
,B.
B !n una larga conversacin con -alrau$, declar -ao2 8<sted sabe qu es lo
que proclamo desde hace tiempo3 debemos ense0ar a las masas con precisin
lo que hemos recibido de ellas con confusin9. Andr -alrau$, !ntim"moires,
Pars, Lallimard, 'F@B, p. ?1'. !n esta afirmacin de -ao sub#ace toda una
teora dialgica sobre la constitucin del contenido programtico de la
educacin, el que no puede ser elaborado a partir de las finalidades del
educador, de lo que le parezca ser me+or para sus educandos.
F ! #in de unirse a las masas, deben conocer sus necesidades $ deseos% En el
traba&o con las masas es preciso partir de las necesidades de estas, $ no de
nuestros propios deseos, por buenos 'ue #ueren% Ocurre en ocasiones 'ue las
masas necesitan, ob&etivamente, alguna re#orma, pero la conciencia sub&etiva
de esa necesidad no (a madurado a)n en ellas $ no se muestran dispuestas ni
decididas a llevarla a la prctica% En ese caso tenemos 'ue esperar con
paciencia e introducir la re#orma solo cuando, gracias a nuestro traba&o, (a$a
madurado la necesidad en la ma$ora de las masas $ estas se encuentren
dispuestas $ decididas a llevarla a la prctica, por'ue de lo contrario
'uedaremos aislados M...N En ese sentido, tenemos dos principios* primero, lo
'ue las masas necesitan en realidad, $ no lo 'ue nosotros imaginamos 'ue
necesitan, $ segundo, lo 'ue las masas estn dispuestas $ decididas a (acer
en bene#icio de ellas% 4-ao /se /ung, 8!l frente unido en el traba+o cultural9, en
Obras escogidas, t. II, >uenos Aires, Platina, 'F?F, p. ;,;.?.5

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