Manuel Scorza 1
Manuel Scorza 1
Manuel Scorza 1
TESTIMONIO DE VIDA
Domingo 14 de febrero de 2010
Conversacin con Roland Forgues (meritorio
peruanista francs, autor de valiosas obras, entre
ellas La estrategia mtica de Manuel Scorza) y
Gregorio Martnez (notable narrador peruano).
Pars, 1983. Publicada en 1986, en Munilibros, por
la Municipalidad Metropolitana de Lima.
Segunda parte de mi libro Manuel Scorza
Relmpago Perpetuo / Antologa Potica
Testimonio de Vida, con relevante Prlogo de
Winston Orrillo. Lima, 2000.
Derechos Reservados / Herederos de Manuel Scorza
De esta edicin / Jaime Guadalupe Bobadilla
Yo nac en Lima, (el 9 de setiembre de
1928)*, en la Maternidad, ese hospital en
donde actualmente las madres parturientas
se hacinan hasta el horror. Est ubicada,
recuerdo bien, en la cuadra 14 del jirn Mir
Quesada. En realidad, no he vuelto a pasar
por la Maternidad de Lima, ni creo que haya
entrado nunca, aunque nac ah.
Y ahora veo que, verdaderamente, no tengo
un sitio de nacimiento; porque un hospital
no es, pues, un lugar de nacimiento. S que
a mi madre la despacharon muy rpido de la
Maternidad, porque necesitaban la cama
para otra parturienta. En ese entonces
siquiera era as, porque ahora, sabemos,
acomodan a la vez a dos o ms parturientas
en una misma cama. S, yo nac en la
Maternidad de Lima.
Veo que mi vida est muy relacionada con
las clnicas y con los hospitales. Y,
singularmente, est relacionada con el
Manicomio Larco Herrera, de Magdalena, en
Lima; all donde encierran a los locos. Esto
porque mi padre conoci a mi madre ah, en
el manicomio. l era obrero y trabajaba en
ese hospital para locos.
Mi padre pertenece a una familia numerosa,
de muchos hermanos, que siendo an
pequeos se quedaron librados a la sola
proteccin de mi abuela, es decir, a la
miseria, por ms que mi abuela luchaba
heroicamente para darles de comer. Y
sabemos muy bien que dar de comer a los
hijos es muy difcil en pueblos andinos tan
pobres como Matara, en Cajamarca. Mi
abuelo, el padre de mi padre, se haba ido al
oriente, al Putumayo, en la poca del
apogeo del caucho, con el sueo de hacer
fortuna. Entonces los hijos, golpeados por el
hambre que rondaba el hogar, sostenido
nicamente por la abuela, se fueron
desperdigando por el mundo, algunos para
no volver ni verse nunca ms.
As es como mi padre, despus de penurias
extremas, llega a la hacienda caera
Casagrande, en Trujillo, es decir, ya en la
costa, para trabajar como obrero. Mi padre
haba pasado penalidades tan extremas,
junto con sus hermanos, que esto los marc
mucho. Yo creo que la tradicin de desgracia
que hay en un pueblo, en una familia,
produce una marca muy profunda. Mi padre
era, pues, cajamarquino, de Matara.
Mi madre tambin proviene de una familia
en la que, igualmente, haban ocurrido
grandes y tremendos dramas, realmente
dostoiewskianos, que constituyen un aspecto
que an no he tocado en mis libros. Mi
madre haba llegado a Lima huyendo
tambin de la miseria, embarcada en esas
primeras olas de migrantes que llegaban de
las provincias hacia la capital.
Entonces se encuentra con mi padre en el
Manicomio Larco Herrera, porque l ya se
haba trasladado de Casagrande a Lima. l
entr a trabajar como mecnico, ah, en el
manicomio. Seguramente haba aprendido
ese oficio en el ingenio azucarero de
Casagrande. Y cuando entra al manicomio,
ya mi madre estaba ah, trabajando como
ayudante de Enfermera, como una
muchacha auxiliar que deba cuidar y
atender a los locos.
Entonces, mis padres se conocen ah, en el
manicomio, se casan, y ah se establecen,
viven en este lugar de locos. Despus, mi
padre pasa a otro taller. Aprende panadera
y se convierte en el subjefe de la Panadera.
Ya en esta condicin le dan un mejor
alojamiento para que viva con mi madre, en
una zona en donde haban tres habitaciones;
era una casa dividida en tres habitaciones
dentro del manicomio, pero era un lugar, yo
recuerdo, bastante grande, en donde haba
un palomar, que para m ha sido el palomar
maravillosos al que yo suba, y ahora estoy
pensando que quizs ese palomar ser
despus una torre del futuro que aparece
en uno de mis libros (La tumba del
relmpago).
Yo me he criado en el Hospital Larco
Herrera. Es all donde tengo mi primer
contacto con la locura. Y qu curioso: antes
de llegar al manicomio, mi padre estuvo
trabajando en el norte del Per, en una de
las haciendas del terrateniente don Vctor
Larco Herrera, cuyo nombre llevar luego el
manicomio, como un homenaje a su donante
y favorecedor. Don Vctor Larco era un gran
gamonal del norte, que tambin regal el
Puericultorio Prez Aranbar y muchas otras
obras.
ACORIA: EL PARASO PERDIDO
Bueno, yo me cri durante algunos aos en
el manicomio, y despus mis padres deciden
irse a la sierra, a los Andes; entre otras
cosas, creo, porque yo estaba muy mal de
salud, sufra de enfermedades bronquiales
muy graves, pero adems nuestra situacin
econmica en Lima empez a ser muy difcil.
Es cuando mi padre decide que mejor nos
vamos a la sierra, al pueblo de mi madre,
Acobamba, en Huancavelica, a unas leguas
de Huayanay. Pero se queda en el camino,
no llegamos a Acobamba, sino que mi padre
se anim a poner una tienda y panadera en
Acoria, a poca distancia del pueblo de mi
madre.
Huancavelica es uno de los departamentos
ms atrasados del Per. Ahora que estn
ocurriendo los acontecimientos de Ayacucho,
el periodismo peruano empieza a descubrir
otro pas. Porque evidentemente algunos
periodistas resultaran extranjeros si los
confrontamos con la realidad de lo que
llamamos el Per profundo. Esto se ve bien
cuando Hctor Chacn, el Nictlope, el
personaje de mi novela Redoble por Rancas,
sale de la prisin. Recuerdo que el Nictlope
desciende del avin que lo trae del Sepa, la
tenebrosa prisin peruana perdida en medio
de la selva, y da los primeros pasos ante las
cmaras de televisin que lo esperan, y se
pone a cantar y a hablar en quechua. Esto lo
cuenta muy bien Guillermo Thorndike en una
crnica estupenda. En esos momentos, en
que haba una sintona total en el Per -eran
los tiempos del Gobierno del general
Velasco-, el periodismo peruano y mucha
gente no entienden en absoluto qu era lo
que estaba ocurriendo. Eran los aos en que
mi obra haba sido aceptada por el Estado
peruano, no como ocurre hoy con el
Gobierno belaundista, en que es rechazada.
El Nictlope habla en medio de la
expectativa que haba concitado su
liberacin. Es el hroe de Redoble por
Rancas, un hroe de carne y hueso, que
haba sido confinado en prisin por los
opresores de las comunidades indgenas. Y
el Nictlope habla en un idioma que la
teleaudiencia del Per, desconcertada por
varios minutos, no puede entender, y no
entiende hasta que los locutores le piden
que hable en castellano.
Quienes tenemos sangre india sabemos que
este abismo ha existido siempre. Aunque es
cierto que yo tampoco hablo quechua. En mi
infancia entenda el quechua;
desgraciadamente nunca llegu a hablarlo,
porque an en los departamentos ms
pobres del Per hay grandes barreras, y mi
familia en Acoria se haba convertido en una
familia de pequeos comerciantes, y eso ya
nos diferencia de los indios.
Mis padres salieron de Lima con destino a
Acobamba, la tierra de mi madre, pero se
quedaron en Acoria, un pueblo ubicado en la
lnea del ferrocarril entre Huancayo y
Huancavelica. Ah mi padre se convirti en
un pequeo comerciante. Tena una
panadera, la cual le daba cierto estatus, de
modo que yo no tena contacto con los
indios, no tuve la experiencia que tuvo Jos
Mara Arguedas, ni pude aprender el
quechua. En esa poca yo tena unos siete
aos. Mi padre, como es cajamarquino,
tampoco habla quechua, mi madre s.
Ah, en Acoria, empec a ir a la escuela y
viv parte de mi infancia. Acoria me ha
dejado experiencias decisivas, y fue para m
la imagen del paraso. Muchas veces he
soado que llegaba a un lugar perfecto en el
mundo, y este lugar era Acoria, o tal vez
mejor, una mezcla de Acoria y Acobamba. Si
yo tuviera en estos momentos otra energa,
la energa que tuve en otros instantes de mi
vida, yo creo que me ira a Acoria. Cuando
en alguno de mis libros (Las imprecaciones)
hablo de pueblos de una sola calle por
donde nunca pas la dicha, estaba
pensando en la larga calle de Acoria. Acoria
es, en mi memoria, un pueblo precioso, por
donde pasa un ro maravilloso. Acoria es uno
de los pocos lugares en donde puedo decir
que fui feliz.
Ah tambin viv la primera ocasin en que
enfrent a la muerte. Yo estaba en el ro, y
el ro me arrastr. Es un ro de agua muy
clara, pero que corre con fuerza. De pronto
me vi bajo el agua, y tengo en el recuerdo
una imagen como si hubiera estado
encerrado en un cristal, y no me daba
cuenta que la muerte me llevaba. Entonces,
un borracho, recuerdo que se llamaba
Gonzalo, y que estaba permanentemente
ebrio, que era uno de esos hacendados
arruinados, que son tan pobres que ms
parecen mendigos que ni siquiera tienen una
camisa para dormir, bueno, este borracho
entr al ro y me sac. Cuando recobr el
conocimiento, me encontr caminando sin
zapatos sobre las piedras. A partir de este
instante, este borracho, que haba sido un
hacendado muy poderoso, tuvo una
actuacin importante en la vida de mi padre.
Haba salvado a su hijo y, lgicamente, al
haber salvado la vida del hijo de un
comerciante, ya poda pedir crdito en la
tienda de ste. Entonces, desde ese
momento se convirti en un parsito de la
casa. Porque, claro, para mi padre era
imposible negarle crdito al hombre que
haba salvado a su hijo de una muerte
segura. Mi padre y yo nunca hemos hablado
de esto, porque desgraciadamente yo no
habl con mi padre lo que deb haber
hablado, quizs porque uno no habla en el
mundo con las personas ms importantes.
Pero ahora veo a don Gonzalo entrando y
saliendo, bebiendo gracias a que tena un
crdito indefinidamente abierto. En realidad,
tambin se haba salvado l.
EL FUTURO EDITOR EN UN PUESTO DE
PERIDICOS
Despus de un tiempo, que para m es una
eternidad, volvimos a Lima. Mi padre haba
decidido regresar a Lima. Intenta una serie
de actividades para sobrevivir: hace lo que
hace toda la gente pobre para sobrevivir.
Creo que a eso no puede llamrsele negocio.
Tiene un puesto de peridicos, y ah es
cuando voy a tener mi primer contacto con
la lectura. En el puesto de peridicos voy a
leer los diarios, las revistas, y especialmente
una revista que para m es muy importante,
y que lo fue tambin para la gente de mi
generacin. Me refiero a la revista argentina
Leopln, que traa historias, resmenes de
novelas, y que yo lea constantemente.
Era un puesto de peridicos ubicado en el
distrito La Victoria. Por ah cerca me
matricularon en un centro escolar, en ese
barrio de gente pobre, y me fue muy mal.
No s por qu razn una profesora me tom
como un caso perdido de estupidez y falta
de inteligencia, hasta el punto de que,
automticamente, cada da que yo entraba a
clases me daba un palmetazo. Hoy veo las
resonancias que este hecho deben haber
tenido en la mentalidad de un nio. Esa
especie de complejo de inferioridad que
empecinadamente me quera imponer. No s
qu poda haber ocurrido, qu fuerza oculta
empujaba a la profesora para que actuara
as conmigo. Ni siquiera poda decir que yo
no saba la tabla de multiplicar o que era un
bruto de remate, porque yo era un nio
aplicado y formal, excesivamente formal,
porque mi padre era muy severo. Bueno,
pero el tiempo iba a desmentir que yo no
era un idiota.
Esto no quiere decir que en mi infancia todo
haya sido tristeza. No, no. Yo tambin, de
alguna manera, era un privilegiado. Porque
ah donde la profesora me consideraba un
idiota, yo tena el privilegio de disfrutar de
revistas ansiadas por todos los nios, que
eran muy pobres y no podan darse el lujo
de comprarlas. Entonces, en la escuela, por
un lado era considerado un retardado mental
por la profesora, pero por otro lado era
adulado y buscado y haba que ser simptico
conmigo para poder leer Pif-Paf. Esto me
daba una enorme situacin de privilegio,
pues yo dispona de un tremendo stock de
revistas que eran ambicionadas por esos
nios, para quienes normalmente resultaban
inalcanzables. Yo tena que cuidarme, claro,
de mi padre, que era muy severo, y siempre
algunas revistas resultaban
irremediablemente estropeadas. Eran
revistas inaccesibles para esos nios tan
pobres. Una revista como Billikn, por
ejemplo, era muy cara.
Digo esto porque a veces uno tiende a
dramatizar. La vida tiene, pues, dos lados.
Ni siquiera en la prisin vamos a decir que
todo es negro.
Yo no s si esta experiencia que viv en mi
infancia, en el puesto de peridicos de mi
padre, tuvo que ver posteriormente con mi
actividad de editor, tan discutida por los
intelectuales del Per. Con el paso de los
aos, yo mismo me he asombrado de las
ediciones populares que hice, (Festivales del
Libro y Populibros Peruanos), de esos tirajes
masivos, porque en realidad, y esto ya est
probado, para ganar dinero no necesitaba
hacer ediciones populares, sino ms bien
ediciones caras, esto lo sabe cualquier editor
avisado.
Pero yo arriesgu publicando centenares de
miles de libros en un pas donde se deca
que al pueblo no le interesaban los libros. Y
es que entonces yo crea, y sigo creyendo,
que un proyecto editorial debe tener un
objetivo social. No hay que olvidar que yo fui
uno de los primeros en publicar a Jos
Carlos Maritegui y a Jos Mart en el Per.
Los autores que aparecieron en esos
Festivales del Libro fueron clsicos
peruanos: Gonzlez Prada, Csar Vallejo,
Maritegui. Me sirvi mucho el haber estado
en Mxico, deportado por la dictadura del
general Odra, porque ah puede ver la
influencia inmensa que los libros de Jos
Vasconcelos tuvieron en la identificacin de
los mexicanos con su cultura popular, con
sus valores nacionales.
Creo que lo que me impuls a lanzar las
ediciones populares fue mi convencimiento
de que exista una terrible calumnia contra
el pueblo, contra su capacidad y sensibilidad
frente al arte y la literatura. Se deca que al
pueblo no le interesaban los libros. Y yo
saba, por mi propia experiencia, que no
haba ledo libros porque no tena capacidad
econmica para comprarlos, pero no porque
no me interesaran. Yo creo que en Amrica
Latina, de poder venderse libros, se pueden
vender millones si los Gobiernos hicieran
algo por apoyar estas campaas. Claro que,
por otro lado, vemos que la propia gente de
izquierda afirma que el pueblo no quiere
comprar libros. No es que no quiera, el caso
real es que no puede.
QU ES LA PATRIA?
Hay muchas experiencias de mi infancia que
despus afloran en mi vida, en mis libros. La
infancia es como un sedimento que
permanece en uno. En mi libro de poesa Las
Imprecaciones aparece un poema, (Patria
tristsima), que de alguna manera es una
alusin a mi infantil visin de la patria, aun
cuando esto no era claro ni explcito. Ese
poema es tambin un rechazo, una protesta
contra la poesa patritica con la que nos
embutan y se les sigue embutiendo a los
nios en la escuela: Cuando yo era nio/
vea el crepsculo agitar sus crueles alas/ y
le hua por los campos,/ sin saber que
buscaba mi boca para gemir;/ pero fui
cubrindome de cuervos,/ mi vida fue
cubrindose de herrumbre,/ fue
invadindome la noche:/ ahora soy el dolor
de mi tierra quebrada.
Y es que la patria peruana est tan llena de
espinas, de cosas sangrientas y terribles,
que si quisiramos acariciarla, las manos se
nos mancharan de sangre y quedaramos
abrumados por el dolor. Por eso me parece
que hasta hoy la poesa patritica es retrica
y falsa.
Y me pregunto si en algn momento tuve
conciencia de que perteneca a un pas. Es
curioso, pero yo no s hasta qu punto los
peruanos sentimos una patria. El hecho de
cantar el himno nacional en la escuela no
significa absolutamente nada.
Esto de la identidad con un pas va incluso
mucho ms all de lo que podra decir. En
Las imprecaciones hay una crtica frontal, de
manera aguda. Pero claro, yo ya haba
pasado por una experiencia poltica dura.
Ese libro de poesa lo escrib cuando tena
veintisiete aos.
Pero ahora veo que, en mi infancia, ms
importantes que las vivencias patriticas
fueron las vivencias religiosas, porque yo
estuve interno -y esto casi nadie lo sabe-,
en el Colegio Salesiano, de Huancayo. Ah
estudi primero, segundo y tercer aos de
Secundaria. Y me enviaron a Huancayo
porque yo siempre he padecido de asma
tenaz, y en Lima pasaba enormes
dificultades con mi enfermedad. Mi padre
tuvo que hacer tremendos esfuerzos para
poder mantenerme en ese colegio religioso,
que realmente ellos, mis padres, no podan
pagar. La pensin casi igualaba los ingresos
de mi padre; para nosotros el colegio
resultaba extremadamente caro. Por eso es
que me llev primero para internarme en el
Colegio Nacional Santa Isabel, de Huancayo.
Pero cmo sera de aterrador el ambiente
del Internado del Colegio, que mi padre no
se anim a dejarme. Ya cuando habamos
tomado el tren de regreso a Lima, mi madre
tom una decisin tremenda y nos bajamos
en Jauja. Decidi hipotecar econmicamente
a la familia para que yo pudiera quedarme
en el Colegio Salesiano, de Huancayo.
En el Salesiano, donde yo estuve ausente de
las traumatizantes penurias econmicas que
pasaba la familia, viv intensamente las
experiencias religiosas. Yo he sido siempre
un buen alumno. Destaqu mucho en el
Salesiano; y en el Colegio Militar Leoncio
Prado, de Lima, donde continu la
Secundaria, fui brigadier general, y al final
sal entre los diez primeros cadetes de la
promocin. Recuerdo que el presidente
Manuel Prado, a quien describira despus en
Redoble por Rancas, nos felicit y entreg el
premio. Bueno, en los tiempos del Leoncio
Prado yo segua creyendo en Dios. Lo que no
recuerdo es cundo perd la idea de Dios. Y
cuando me han preguntado esto, yo no he
podido responder, no tengo una respuesta.
En el Colegio Salesiano yo era un alumno
que haba llegado a ser monaguillo. Ayudaba
en la misa, y para m era una experiencia
suprema, tanto que me senta
extraordinariamente feliz. Creo que esos
momentos han sido los de mayor y ms
intensa felicidad y comunin con Dios, al
poder tener el privilegio de ser monaguillo,
por ejemplo, en una misa cantada oficiada
por tres sacerdotes. Era la felicidad ms
alta. Estas son referencias eclesisticas a las
que aludo en uno de mis libros (La tumba
del relmpago), cuando el administrador de
la hacienda Retapata dispara a un siervo y
hay una misa de tres curas para evitar que
muera el indio abaleado. La experiencia de
monaguillo y la experiencia terrible del
infierno, que cada noche se repeta cuando
nos exhortaban a no morir en pecado,
constituan las vivencias religiosas ms
intensas. Es ah cuando tengo el contacto
ms fuerte y enfermizo con la muerte. Sin
embargo, puedo afirmar que mi estancia en
el Colegio Salesiano fue muy feliz, como lo
fue tambin mi estancia en el Colegio Militar
Leoncio Prado, de Lima.
Y fui un alumno aplicado, tanto que si
hubiera optado por la carrera militar,
seguramente hubiera llegado a general,
como muchos de mis compaeros. No slo
era que nosotros, los primeros cadetes de la
promocin, tenamos el ingreso asegurado a
la Escuela Militar de Chorrillos, sino que,
como por sentido de casta, la formacin
castrense iba a continuar reproduciendo
nuestra situacin de ello.
Sin duda habra llegado a general, pero se
interpuso la Literatura, los libros me
indicaron otro rumbo.
Porque no slo fui un alumno brillante, el
caso es que, adems, era organizador,
asuma responsabilidades, y fui invitado por
el general Jos del Carmen Marn Arista
(fundador del Centro de Altos Estudios
Militares - CAEM, hoy Centro de Altos
Estudios Nacionales - CAEN), que entonces
era coronel, y por el general Mendoza
Rodrguez, que entonces era comandante.
Fui invitado a un almuerzo, lo que entonces,
siendo cadetes, constitua un honor
excepcional. En esa poca yo vea las cosas
absolutamente ntidas, y en esa invitacin,
el coronel Marn y el comandante Mendoza
insistieron mucho para que yo ingresara a la
Escuela de Oficiales, ya que no me
interesaba la carrera militar.
Sin embargo, el Colegio Militar Leoncio
Prado haba sido fundado para ir formando
desde casi nios a las futuras elites del
Ejrcito peruano. Y seguro que ellos, hasta
la fecha, no saben que la culpable de que los
mejores alumnos desertaran de la vocacin
militar fue y sigue siendo... la Biblioteca!
Parece increble, pero la influencia de la
Biblioteca fue determinante en mi caso y en
el caso de otros alumnos destacados.
Porque, por ejemplo, la lectura de Gorki, Mis
universidades, acab por convencerme de
que la carrera militar no era para m. Y en el
Leoncio Prado yo hasta era castigado por
leer demasiado, porque retena los libros de
la Biblioteca. Entonces, me bajaban el
puntaje para dejarme sin salida el fin de
semana. Pero yo era buen tirador, un tirador
de elite, y como los buenos tiradores
estbamos sobrestimados, eso me levantaba
el puntaje y siempre tena salida. Viva pues,
de algn modo, ah en el Colegio Militar, una
ambivalencia, pero no podra decir que fue
una experiencia ingrata.
Alguna vez, un crtico francs me pregunt
si la presencia del Mito en mis obras no era
una especie de bsqueda y recuperacin de
Dios, o la creencia religiosa que yo ya haba
perdido. A mi me pareci una observacin a
la cual yo no poda responder fcilmente.
Porque creo que la muerte de la creencia en
Dios anunciada de manera prematura por la
filosofa, slo nos ha llevado a vivir en una
soledad metafsica esencial. La frase
tremenda de Nietzsche, "Dios ha muerto",
nos deja anonadados. Yo he estado
revisando no mi posicin atea, porque no es
que yo tenga una posicin atea, sino que
estoy repensando el problema, porque la
matemtica, la fsica contempornea, me
mueven a pensar que los argumentos de la
filosofa son insuficientes, como, por
ejemplo, lo que nos dice Kant en la Crtica
de la razn pura. Me parece, pues, que hay
algo vlido cuando se dice que el Mito es
una forma de querer recuperar a Dios.
AUTORES, INFLUENCIAS Y POLTICA
En cuanto a mis primeras lecturas de
iniciacin, no de descubrimiento, pues eso
haba ocurrido en la infancia cuando me
asom a las pginas de la revista Leopln,
puedo decir que empec a leer a los
novelistas rusos, luego a Balzac, Flaubert. Mi
contacto con estos libros me va a cambiar
definitivamente y me va a llevar a la poltica.
Qu extrao! Me parece que entre literatura
y poltica hay un vnculo invisible, pero muy
fuerte.
Eran los aos finales del primer Gobierno de
Manuel Prado Ugarteche, y en el Colegio
Militar Leoncio Prado, pese al rgido control
castrense, aparecen las primeras clulas
clandestinas del APRA y del Partido
Comunista. Yo integro una de las clulas
clandestinas del APRA antiimperialista. Y
podra decir que frente al ofrecimiento de
convertirme en un militar de elite ingresando
a la Escuela de Oficiales de Chorrillos, opt
por no optar: no eleg nada.
Fui a la Facultad de Letras de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, de Lima, en
el Parque Universitario. Ah me dediqu
fundamentalmente a vivir intensos amores
imaginarios con algunas muchachas
hermosas que iban a la universidad. Haban
comenzado a asomar algunos poetas
jvenes. Ah estaban Francisco Bendez, con
su indumentaria de compadrito; Alberto
Escobar, que arda de lirismo; Pablo Macera,
que ya se inclinaba por la Historia, pero
amaba tambin la poesa; Rodolfo Milla, que
era un personaje mitolgico.
En esos momentos nos impresionaba la
poesa de Eielson, la poesa de Martn Adn,
a quien yo haba conocido en el manicomio.
En esa poca yo tena dieciocho aos y me
imaginaba que Martn Adn senta la
necesidad de conversar con alguien de
literatura, aun en el manicomio. Martn Adn
vesta siempre un traje negro, ms o menos
bien, y se sentaba en uno de los pequeos
parques que hay cerca del Pabelln N 2, en
ese lugar de paz maravillosa que para m es
el manicomio, esa especie de poblado en el
cual hay avenidas. El parque estaba cerca de
la panadera donde trabajaba mi padre, y
cuando yo pasaba, divisaba a Martn Adn
sentado, como esperando a alguien, y yo me
acercaba para escuchar la lectura de sus
poemas, muy atento, porque saba que
despus me iba a preguntar mi opinin. l
saba que yo era estudiante.
Despus, ah, en el mismo manicomio,
conoc a un hombre muy humilde, muy
bueno, muy afectuoso, que viva como
pidiendo disculpas; era el poeta Valle
Goicochea. Entrev tambin, en el mismo
lugar, la figura de Francisco Garca Caldern.
Pero el manicomio es un lugar muy especial.
Yo no he vivido la experiencia como loco; sin
embargo, estaba dentro y reconoc que ni
los locos ms furiosos constituan peligro
alguno para los nios. Los nios tienen el
derecho de paso y respeto entre los locos.
Es una cosa que siempre me ha llamado la
atencin. Lo que me golpe mucho fue ver el
caso de los que mueren abandonados por la
familia. Recuerdo, y eso est en esas rayas
de locura que atraviesan mi obra, que tena
que pasar todas las noches por el mortuorio,
y siempre encontraba un muerto cubierto
con una sbana. Esas rfagas de locura
estn presentes no slo en mi obra, sino
tambin en mi propia persona, en mi propia
vida.
Sin embargo, como ya dije antes, no todo
era sombro. Ah, en el manicomio, tambin
tuve experiencias muy gratas. Como mi
padre ya era jefe de la Panadera, yo
dispona de pan a mi gusto, un pan especial.
Y en Navidad, cuando los humildes vean con
ms claridad los abismos de la pobreza, yo
tena panetones a pesar de que no ramos
ricos.
Y cuando tuve esas conversaciones con
Martn Adn, claro, yo era muy joven, pero
ya haba tenido algunas lecturas
importantes. Haba ledo a Marcel Proust en
una traduccin, y recuerdo que hasta escrib
un articulito titulado La idea del arte en
Marcel Proust, artculo que sali en
Publicaciones El Pueblo, que diriga Carnero
Hocke, y que despus yo he buscado
afanosamente, porque es bastante exacto.
No entiendo bien cmo, en el fragor de la
lucha poltica, nos dbamos tiempo para
hablar de Proust.
Martn Adn era un hombre de una cortesa
notable, de una cortesa absolutamente
principesca. Mientras estaba en el
manicomio no beba, pero a veces sala a
beber a la calle, y entonces regresaba
completamente ebrio, porque l encontraba
ah un lugar de paz. Y sostena que los locos
estaban afuera y que el manicomio era el
lugar perfecto de la autntica cordura. Hoy
que veo lo que es la vida, pienso
exactamente como Martn Adn, y puedo
suscribir su afirmacin, pero la suscribo con
la dolorosa melancola que ya he vivido,
porque Martn Adn era menor que yo
cuando afirmaba eso -porque ahora yo tengo
cincuenta y cinco aos-, y siento
verdaderamente que los locos estn afuera y
los hombres ms sensatos estn en el
manicomio.
MILITANCIA POLTICA: DEL APRA A LA
IZQUIERDA REVOLUCIONARIA
La militancia poltica en esa poca
significaba convertirse en un conspirador. Yo
ya haba estado vinculado a la poltica desde
el colegio militar, en donde formaba parte de
la clula clandestina del APRA. Y pertenecer,
dentro del Leoncio Prado, a una clula
poltica constitua verdaderamente un riesgo.
Eso se tomaba como un propsito
subversivo y una frontal amenaza contra las
Fuerzas Armadas. Los miembros de la clula
ramos, en potencia, el general que el APRA
siempre estuvo buscando. Todos en la vida
podemos tener determinados caminos, pero
el hecho es que no los seguimos: esto lo
digo con respecto a la posibilidad que tuve
de seguir la carrera militar.
Aqu tambin se plantea el problema del
azar, que tanta presencia tiene en mi ltimo
libro (La danza inmvil). Lo que sucede es
que somos como los astros, o como los
barcos, que el ms pequeo cambio de
timn los lleva a destinos completamente
diferentes al que buscaban. En el mar, como
en la vida, un ligero cambio de ruta es fatal
o vital.
Mi experiencia poltica, que la he mantenido
siempre y que la mantendr hasta el final
como preocupacin esencial de vida, tiene
su origen en las situaciones de abuso, de
miseria que he visto, primero en mi propia
familia y luego en los pueblos en los que me
ha tocado vivir. Situaciones de extrema
pobreza, de miseria extrema, de impotencia,
de injusticia; todo esto me empuj a la
decisin de hacer algo y de actuar
polticamente.
Al APRA ingreso por mediacin de un
compaero que luego fue dirigente muy
conocido. Me refiero a Luis Alvarado. Pero,
claro, en el campo de la poltica peruana hay
tres Luchos Alvarado. En este caso se trata
del famoso corredor de autos, abogado, hijo
del an ms famoso Arnaldo Alvarado. Este
Luis Alvarado ya era aprista, por su padre, y
estaba en el Colegio Militar. l fue el primero
en hablarme. La dictadura de Manuel Prado
ya se tambaleaba, estbamos en 1943, pero
aun as era muy peligroso, muy delicado
hablar de poltica en el Colegio, pues en ese
caso estbamos violando el Cdigo Militar.
Recuerdo que la primera reunin la tuvimos
en el Estadio del Colegio. Tambin
aprovechbamos las guardias, cuando
coincidamos. Era muy peligroso. Y luego
vemos que este trabajo poltico va a
repercutir hasta 1948, cuando la revolucin
que deba desencadenar el APRA es
traicionada por los dirigentes apristas. Y en
el intento revolucionario de 1948,
justamente uno de los objetivos que no se
logran ejecutar, es la toma del Arsenal del
Colegio Militar Leoncio Prado. Este objetivo
me fue encomendado a m, porque yo, como
ex alumno del Colegio Militar, conoca el
terreno. Y ese era el nico lugar del Per en
donde haba novecientos fusiles inermes,
que se poda entrar y sacarlos. Era muy fcil
tomar el Colegio Militar, eso no era tomar la
Divisin Blindada. Nosotros estuvimos
esperando que llegaran quienes tenan que
dar la orden. Estbamos con los compaeros
del sector de Magdalena y otros grupos. El
operativo lo tena que dirigir yo, porque yo
conoca cmo era el movimiento de
vigilancia en el interior del Colegio y del
pequeo Cuartel adjunto. Era una guarnicin
reducida, fcil de neutralizar, y luego estaba
el parque de novecientos fusiles. Pero la
persona que deba dar la orden nunca lleg.
La dirigencia aprista haba, pues, traicionado
el levantamiento.
Entonces, como deca, mi ingreso al APRA se
debi a Luis Alvarado. Fue un proceso lento.
Varias reuniones, conversaciones, hasta que
me convenc de la necesidad de una
militancia poltica, pese al riesgo que
significaba activar en el seno de un colegio
militar. Constituimos una clula bastante
numerosa, y trabajbamos y nos
mantenamos en contacto con el partido.
Pero en eso llegaron las elecciones de 1945
y fue electo presidente Jos Luis Bustamante
y Rivero, con el apoyo del APRA, y ya no
hubo ms problemas de clandestinidad, sino
al contrario, el APRA ya era legal y nosotros
podamos hacer casi un trabajo abierto.
Mi ruptura con el APRA est expuesta en un
documento que se public en el diario El
Popular, de Mxico, que diriga Lombardo
Toledano. Ese documento apareci el da en
que Haya de la Torre sali de su asilo de la
Embajada de Colombia en Lima, que haba
durado varios aos, y lleg a Mxico.
Entonces, yo publiqu ese documento, que
se titula Good bye mister Haya, en el que
expresaba todas las crticas que haba ido
planteando a lo largo de mi militancia en el
APRA, sin ser odo. Esto debe haber sido en
1963.
Las bases de mi militancia en el APRA
comenzaron a resquebrajarse en 1948,
cuando los dirigentes no llegaron a la hora
de la verdad y nos abandonaron en el puesto
de lucha. En 1948 yo estuve listo, en dos
oportunidades, para tomar las armas. La
segunda vez fue el plan para asaltar la
Escuela Militar de Chorrillos, operativo que
estaba a cargo de Guillermo Carnero Hocke,
pero nuevamente la dirigencia aprista
traiciona el movimiento.
Este tipo de situaciones resulta frustrante.
Yo haba ledo libros en los que se analiza el
miedo. Dicen que unos tienen miedo antes
de la batalla, otros en el momento de la
batalla, y no faltan quienes son
estremecidos por el miedo despus de los
hechos. Yo recuerdo que me senta tranquilo
y en calma, y le digo a Guillermo,
mostrndole el pulso: No hay miedo, mira!;
y l me contesta: No digas cojudeces, por
favor!
En 1948, despus del golpe de Odra, vino
una redada, y como yo era conocido como
dirigente universitario, y haba publicado en
La Tribuna, el vocero del APRA -aunque lo
que haba publicado eran poemas-, fui
detenido y enviado a la Prefectura. Ah tuve
mi primer contacto con la prisin y sufr
tambin uno de los desengaos ms duros
de mi vida poltica.
Yo tuve en la prisin un ataque de asma que
me puso al borde de la muerte. Entre los
apristas que estbamos presos haba dos
tendencias. Yo me estaba muriendo y el
nico mdico que haba ah, tambin preso
poltico aprista, se neg a auxiliarme...
porque yo era de la tendencia opuesta. Ese
fue para m uno de los golpes ms terribles
que he recibido en mi vida. Se me quebr el
mundo de la patria unida. Me pareci que ya
no tena sentido hacer una revolucin. Si un
compaero de partido no haba querido
ayudarme cuando me estaba ahogando, qu
poda esperar. Entonces, empec a
convertirme en un hombre solo. Esta
experiencia traumatizante la he recogido
despus en La danza inmvil, en el
personaje Nicols.
Yo entr al APRA porque tena una visin
mitolgica de ese partido, una visin que no
corresponda a la realidad. Yo crea que el
APRA iba a hacer una revolucin. Esa fue la
razn por la que ingres al partido de Haya
de la Torre.
Pero, tericamente, podra decir que tena
cierto nivel de lecturas marxistas. En Buenos
Aires le El capital, y cierta sequedad que se
nota en mi libro Las imprecaciones es
producto de esa lectura. Estando en el APRA
siempre tuve en cuenta la obra y el
magisterio de Jos Carlos Maritegui, y esto
ocurra en la prctica con muchos apristas.
Entonces, cuando en 1963 rompo
definitivamente con el APRA, ya estaba
preparado para un trabajo militante en la
Izquierda. Y este es un camino arduo al que
ms adelante quisiera referirme con
detenimiento.