Ideario de La Colonia Española (Carlos Badía Malagrida)
Ideario de La Colonia Española (Carlos Badía Malagrida)
Ideario de La Colonia Española (Carlos Badía Malagrida)
DE LA
COLONIA ESPAOLA
Tol.ScL
8
|2>(o3L
IDEARIO
DE LA
COLONIA ESPAOLA
SU ORGANIZACION
Y SU PROGRAMA
POR
CARLOS BADIA MALAGRIDA
CONSUL DE ESPAA EN TORREON
TALLERES
TIPOGRAFICOS "PON QUIJOTE"
BELISARIO
DOMINGUEZ 43. MEXICO, D. F.
Jt
la
Colonia Espaola
de Torren
J?or
su acendrado patriotismo,
por su espritu de disciplina
y
por su benvola adhesin, a la
autoridad consular.
QUEDA HECHO EL DEPSITO
QUE MARGA LA LEY.
PROLOGO
Un periodista excelente, D. Pedro Serrano, a cu-
ya labor de divulgacin espaola hay que rendir el me-
recido tributo por su alteza de miras
y
por la documen-
tacin extraordinaria de que hace alarde, al ocuparse
de un libro mo, tuvo la gentileza de requerir mi opi-
nin acerca de los problemas que afectan a la Colonia
Espaola de Mxico, brindndome a tal
fin
las colum-
nas de "El Universal''.
En estos trminos, con ser muy gratos a mi espri-
tu, yo no poda recoger la alusin del seor Serrano,
porque el mandato ineludible de una disciplina, me im-
pide toda participacin en estas cuestiones. Era en el
terreno doctrinal
y
sin contacto alguno con los proble-
mas planteados, donde poda encontrar cabida el pensa-
miento de un hombre, que, a falta
de otros ttulos, exhi-
be su vocacin
y
su entusiasmo por las cuestiones de
Espaa en Amrica. Y en este sentido, debo al seor
Serrano el
favor inapreciable de su estmulo, que ha te*
nido
Juerza bastante para decidirme a emprender una
II
labor, que desde mucho tiempo permaneca dormida en
el recinto de mis ntimos deseos.
Brindo este libro a la consideracin
y
al estudio de
las Colonias Espaolas en Amrica. Nadie busque en
sus pginas alusiones ni personalismos; mi pensamien-
to flota por encima de este ambiente de querella,
y
sin
desdear la experiencia de los hechos ni el contacto de
las realidades, aspiro a la consecucin defrmulas so-
ciales
y
jurdicas que rediman a nuestras Colonias de
la estrechez de su vida presente, para elevarlas al ran-
go de una concepcin superior.
Esta concepcin se basa en el reconocimiento de la
personalidad de cada Colonia, una e indivisible, dentro
del rea geogrfica de cada Repblica. En este sen-
tido, el conjunto de espaoles que viven acatando una
misma soberana
y
laborando dentro de un mismo r-
gimen econmico, constituyen una entidad natural*
con derechos
y
deberes propios.
La definicin
de estos derechos
y
estos deberes: su
entrocamiento orgnico,
y
el esquema de una organi-
zacin corporativa capaz de recogerlos
y
estimularlos
dentro de una accin comn, son los propsitos que se
persiguen en el transcurso de estas pginas. Examino
los hechos, analizo las leyes, pondero los conflictos,
y
para cada uno, sealo las soluciones que estimo ms
adecuadas
y
ms practicables.
Mi empeo se cifra
en la transformacin de nues-
tras Colonias, haciendo que vivan, hasta donde sea po-
sible, dentro del espritu
y
de las leyes de la ciudadana
espaola. Semejante propsito podra abordarse en el
terreno internacional, pero yo no estimo prudente supe-
ditar la solucin de estas cuestiones a las mil contingen-
cias de un proceso diplomtico,
y
a reserva de poder
utilizar estos resortes cuando las circunstancias se
muestren propicias, circunscribo mi labor a las refor-
mas inmediatamente practicables dentro de las atri-
buciones del Estado Espaol.
Yo creo descubrir en el espritu de nuestros Cdi-
gos, toda la elasticidad que reclaman las necesidades de
la Colonia, dando cabida alas nuevas frmulas sin vio-
lentos tr astornos en el orden jurdico ni pavorosas con-
secuencias para el erario pblico.
En una palabra, trato de proyectar sobre la colec-
tividad espaola de Amrica, el imverio de nuestras le
yes administrativas, hasta el justo lmite que nos impon-
ga la soberana de cada Estado, restituyendo al tronca
generador de nuestra vida nacional, todo este tesoro de
energas que hoy batallan en plena dispersin en el in-
menso regazo de la sociedad americana.
Yo escribo, preferentemente, para mis compatriotas,
pero si algn americano leyera estas pginas, no crea
descubrir en ellas el rastro de un inconfesable designio,
No aspiro a menoscabar su soberana ni a suplantar el
imperio de sus leyes patrias-, por el contrario, reclamo
para ellas el ms
franco
y
real acatamiento,
y
bajo su
amparo
y
custodia, imagino la constitucin de un pode-
roso organismo social, que, vinculado con el vivir de
Espaa, se articule a la vez con la sociedad americana,
hasta el punto de constituir una fuerza
organizada
y
estable en que puedan apoyarse los Gobiernos dirigentes
y
honrados.
Tan alto vuela mi ideal, que con este programa so-
IV
lo se busca un estado de transicin, tras l cual se adivi-
nan frmulas ms amplias
y
ms perfectas. Lleno de
fe en el porvenir comn de los pueblos de raz hispnica,
imagino la organizacin de nuestras colonias como el
ncleo condensador de un instinto de solidaridad que ha
de dar base a un nuevo derecho
y
substancia a una nue-
va concepcin Supernacional.
Al calor de estos ideales se han moldeado mis pen-
samientos,
y
en cada uno de ellos, he procurado impri-
mir el sello de una cordialidad hispanoamericana que
me ponga a salvo de toda
falsa interpretacin Podrn
discutirse los principios, podrn negarse las soluciones,
pero nadie tiene derecho a mancillar la honradez de un
propsito, que, sirviendo a la Patria, prepara el adve-
nimiento de un ideal superior.
28 Julio de 92L
PRIMERA PARTE
LA ORGAZACION
CAPITULO
PRIMERO
SUMARIO
El porvenir del ideal americanista est
en manos de las Colonias Espaolas.
La
poltica "internacional" hispanoamericana
y
la poltica "nacional" en orden a las Co-
lonias Espaolas de Amrica.Esta es
con-
dicin de aquella.Espaa debe legislar
para sus subditos residentes en Amrica.
La reforma de la Constitucin
no puede
ser obstculo en esta poca de renovacin
universal.Nuestras colonias han de ser las
que sugieran la iniciativa, la pauta
y
el
sis-
tema.El programa americanista
en
las
Cortes
y
en "La Gaceta".El Gobierno es-
paol debe pulsar la opinin de las Colonias.
Necesidad de un plebiscito.Esto supone
la
organizacin corporativa de todos los
es-
paoles residentes en una misma repblica.
reo firmemente, que el porvenir del ideal
\J americanista, que hoy pugna en Espaa
por alcanzar formas de realizacin prctica, se
halla en manos dlas Colonias Espaolas es-
parcidas por las veinte repblicas america-
nas. No porque en ellas exclusivamente se
concrete el problema, sino porque de ellas de-
pende en gran parte su realizacin.
Todos los factores que hoy se invocan co-
mo elementos cotizables en el terreno de la
Poltica Internacional
y
que son en definiti-
va, las esencias espaolas ingertadas en Am
rica que han sobrevivido a un siglo de violen-
tos nacionalismos, todos e3tos elementos se
hubieran extinguido indefectiblemente, sin el
sosten
y
las nuevas aportaciones del inmi-
grante espaol.
En este sentido yo no establezco solucin
de continuidad entre los colonizadores anti-
guos
y
los inmigrantes modernos. Desde la
CARLOS BADIA MALAGRIDA
epopeya de los agricultores
y
artesanos de
amafio, magistralmente descrita por Pereyra
en una obra reciente,
(1)
hasta la labor por-
tentosa de comerciantes industriales
y
ran-
cheros de nuestros das, no veo ms que la
prolongacin de un solo proceso, en el que
operan los mismos tipos con idnticas vir-
tudes.
Y siendo esto as, nadie puede negar la
funcin preminente que incumbe a nuestras
colonias dentro de este programa americanis-
ta, que con tanta lentitud va penetrando en la
ideologa de los polticos espaoles.
Eato nos lleva de la mano a considerar los
dos aspectos que expontneamente se ponen
de manifiesto en esta materia, cuando se ana-
liza en contacto con las realidades, sin abs-
tracciones ni lirismos.
Una cosa es la poltica hispanoamericana
propiamente dicho, la que se estipule de Es-
tado a Estado, para el desarrollo de una ac-
cin conjunta en determinados problemas de
inters comn,
y
otra muy distinta, la polti-
ca que el Gobierno espaol desarrolle en re-
lacin con sus nacionales establecidos en Am-
rica. El
primero es un prohlema de poltica
(1)
Carlos
Pereyra,
"La Obra de Espaa en Am-
rica."
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA
17
internacional, el segundo es solo un aspecto
externo de la poltica interior de Espaa. El
primero es superior en jerarqua, en magni-
tud
y
en trascendencia; pero el segundo es de
ms urgente realizacin, por cuanto encierra
en s mismo las posibilidades que han de ase-
gurar el xito del primero en la esfera inter-
nacional.
Este motivo de condicionalidad otorga
al problema una significacin extraordina-
ria
y
reclama un cambio de postura radical
en los hombres que dirigen la poltica espafio
la. Se han de rectificar los puntos de vista,
comprendiendo de una vez, que es absurdo
hablar de acercamiento con las Repblicas
americanas, mientras nadie se preocupa de
establecer un contacto jurdico con las colo-
nias de espaoles establecidas en ellas. Estas
Colonias han de ser el nexo poderoso que con-
duzca a aquel acercamiento; el instrumento
insustituible de que ha de valerse la diploma-
cia en su difcil labor
y
sobre todo, el mejor
propagandista de las intenciones espaolas en
el seno de la sociedad americana. S: es pre-
ciso ponernos en contacto con nuestras Colo-
nias, es preciso pulsar su voluntad,
alentar
sus deseos,
defender sus derechos; en una
palabra, es preciso legislar para ellas,
ha-
ciendo que aun lejos de la patria, puedan
se-
18 CARLOS BADIA MALAGRIDA
guir viviendo, hasta donde sea posible, den-
tro de la ciudadana espaola.
Este es nuestro problema
y
hay que aa-
dir tambin, que el momento no puede ser
ms propicio para afrontarlo con entereza
j
decisin. Hay que derribar prejuicios muy
arraigados; hay que violentar preceptos cons-
titucionales; pero qu puede significar
todo
esto en una poca de transformacin
univer-
sal? En esa hora en que el concepto de la so-
berana alcanza modalidades insospechadas,
hasta el punto de otorgar representacin
di-
plomtica (el ms excelso atributo de la
sobe-
rana), a pueblos que viven bajo un
comn
crculo federativo, no puede ser un
problema
insoluble para nuestros legisladores,
el
resol-
ver cuestiones tan fundamentales
como
las
que se refieren al ejercicio de la
ciudadana
espaola en territorio americano
Volvamos los ojos hacia las nuevas
doc-
trinas que asoman en el horizonte
internacio-
nal,
y
decidmonos a poner las manos
en
nuestra vetusta Constitucin, suavizando
sus
conceptos
y
acomodando sus engranes
a las
necesidades que imperiosamente
se manifies-
tan en la vida prctica de los
espaoles de
Amrica. Su organizacin corporativa;
sus
funciones naturales en orden a la inmigra-
cin
y
a la vida econmica; sus deberes
pa-
IDEARIO DE LA COLONIA ESPANGLA 19
triticos en punto a la enseanza
y
al servicio
militar: sus derechos indiscutibles en cuanto
al ejercicio civil
y
poltico de su ciudadana
espaola, son hechos que no pueden perma-
necer por ms tiempo sin reglamentacin
y
al
arbitrio de preceptos constitucionales anti-
cuados
y
en muchos puntos contrapuestos a
las legislaciones americanas.
Estudiar estos problemas
y
legislar para
ellos es la labor que se espera de las Cortes
espaolas,
y
en este orden de ideas, nuestras
Colonias han de ser las que sugieran las ini-
ciativas, la pauta
y
el sistema.
El problema bsico que culmin en los
ltimos tiempos de la colonizacin espao-
la se reproduce, en cierto aspecto, dentro de
las realidades presentes. Legislar desde la le-
jana metrpoli para una colonia o para un gru-
po de nacionales que residen en pas extran-
jero, entraa el peligro de incurrir en el error
de las perspectivas polticas que precipitaron
el derrumbe de los imperios coloniales en
la
Historia.
Si la flexibilidad
que hoy se
manifiesta-
en la legislacin
poltica del
Reino
Unido
coi*
respecto a los
Dominios,
hubiese
aparecido
dos siglos antes, hoy la vida
internacional
de
los pueblos revestira
formas
insospechadas.
Ciertamente que no hubiera
bastado
a
cont-
20 CARLOS BADi MALAGRIDA
ner el libre advenimiento de las modernas na-
cionalidades, pero entre estas
y
sus formacio-
nes troncales no se hubiese producido esa
solucin de continuidad que hoy lamentamos
y
habramos llegado, por el contrario, a la
gradual elaboracin de grandes unidades su-
pernacionales.
Hoy el problema es muy distinto; se trata
de analizar los deberes de un Estado en rela-
cin con sus nacionales residentes en pas
extranjero.
Y cuando este hecho se produzca,
como en el caso presente, entre pueblos que
por haber formado parte de una misma uni-
dad troncal mantienen afinidades positivas de
parentesco
y
rasgos de psicologa comn, este
problema puede alcanzar soluciones inespera-
das. Examino los ltimos discursos parlamen-
tarios relativos al programa americanista;
analizo las escasas manifestaciones del mismo
que han logrado escalar las pginas de la Ga-
ceta,
y
concluyo afirmando que toda la labor
de las Cortes en este sentido ser intil
y
aun
quizs perjudicial, mientras no se decidan a
pulsar, mediante procedimientos efectivos
y
democrticos, la opinin
y
la voluntad de los
espaoles que residen en Amrica. Yo no
concibo materia legislable, dentro de este or-
den de ideas, que no les afecte hondamente,
^
aun en aquellos asuntos que
pudiramos
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 21
llamar de alta poltica internacional, hay un
fondo econmico
y
prctico que no escapa al
inters de las Colonias espaolas.
Y siendo esto as, cabe preguntar si es
justo
y
si es democrtico que el Gobierno es-
paol se decida a dar disposiciones, que han
de adolecer inexcusablemente de defectos
fundamentales. Yo bien s que hay en Espaa,
dentro
y
fuera del Parlamento, personas que
conocen los problemas de la vida espaola en
Amrica
y
que pueden dar normas adecuadas
a sus necesidades, pero tambin afirmo que la
iniciativa particular, por mucho que sea su
acierto, nunca podr tener la exactitud,
y
so-
bre todo la fuerza moral, de que apareciera
revestida la voluntad colectiva de los espao-
les residentes en Amrica,
expresamente re-
cogida
y
legalmente
formulada.
Un plebiscito de esta naturaleza (pres-
cindamos por ahora, do la forma posible de su
realizacin),
en el que cuatro millones de es-
paoles emitieran su voto acerca de determi-
nados
asuntos
polticos, sera una revelacin
sorprendente
y
un poderoso reactivo
para la
Espaa
actual. Por
razones fciles de expli-
car, el espaol
en Amrica es mucho ms pa-
triota
que en
Espaa,
y
una norma elemental
de justicia
induce
a no negarle en este caso
22 CARLOS BADIA MALAGRIDA
los derechos que antes tuviera quizs con me-
nos merecimiento.
Es preciso que Espaa conozca el hervor
de esta conciencia espaola que alienta a tra-
vs del continente americano, pero es preciso
tambin que esta conciencia unifique sus la
tidos para dar una sensacin justamente pro-
porcionada a su fuerza.
Y este es, en suma, el problema, Las Co.
lonias espaolas tienen el derecho de sugerir
al Gobierno aquellas reformas legales que
convienen no tan solo a sus intereses, sino
tambin al inters general de la poltica his-
panoamericana. Pero, este derecho implica el
cumplimiento previo de un deber: su organi-
zacin corporativa. Sin ella nada se puede in-
tentar; con ella, mucha
CAPITULO H
SISTEMAS DE ORGANIZACION
Espaa no presta atencin al problema
de los espaoles de Amrica, pero
estos
nada han hecho para darle a conocer. Su
roluntad colectiva tendra ms fuerza mo-
ral que la Diplomacia.Es preciso resol-
ver ante todo, el problema de la
organi-
zacin.El concepto alemn de la "Colo-
nia flotante'*
y
su posible adaptacin
al
medio espaol.La unidad moral de la Co-
lonia.En los cuatro millones de espao-
les de Amrica, vive la sexta parte de la
patria espaola.El sistema de federar las
Asociaciones privadas, sus defectos.La
organizacin integral de la Colonia debe
basarse: (a) en la agrupacin individual
y
(b) en la intervencin directa del
Estado.
e ha dicho que Espaa no presta atencin
al problema de los espaoles de Amrica.
Que no se estima el valor de su esfuerzo eco-
nmico, ni la exaltacin de sus sentimientos
patrios, ni los servicios que rinden al comer-
cio nacional.
Todo esto es muy cierto, pero cabe pre-
guntar tambin qu es lo que han hecho las
Colonias espaolas, corporativamente, para
despertar un eco de simpata en la opinin p-
blica de su pas. Mensajes de adhesin a las
Instituciones, donativos esplndidos, fiestas
de raza, florilegios de banquetes, todo ese cor
tejo de ceremonias que a fuerza de exhibicin
^pierden eficacia
y
seriedad, se deslizan entre
las noticias de prensa como el eco lejano de
una vida
y
un ambiente que apenas tiene co-
nexin ideal con los rudos problemas que agi-
tan
y
azotan la vida espaola.
La fuente, el hospital o la escuela que por
la munificencia de un ''indiano" se eleva en la
26 CARLOS BADIA MALAGRIDA
lejana aldea; los padres ancianos percibiendo
el auxilio del hijo que por ellos trabaja ms
all del mar; el editor con su mercado de Am
rica; el artista con sus contratos; el fabrican-
te con sus pedidos,., eh ah las nicas realida-
des que trascienden a la lejana patria. Todo
lo dems es literatura.
Y claro es, que todas estas manifestacio-
nes, simples, casusticasy espordicas, no al-
canzan a dar idea de lo que es la vida espaola
en Amrica. Acerca del impulso corporativo
de las Colonias
y
de las cuestiones que esto
suscita, no se tienen ideas claras en Espaa;
es ms, su existencia misma es en gran parte
desconocida.
Se ha dicho que Espaa, a despecho de
sus tradiciones, es la nica nacin europea que
carece de una poltica americanista,
y
si esta
omisin es censurable en su aspecto interna-
cional, cuando representa el abandono de los
espaoles que residen en Amrica, alcanza los
caracteres de una injusticia manifiesta, Pero,
repito, que la responsabilidad de estos hechos
incumbe ante todo
y
sobre todo a las propias
Colonias Espaolas,que poco o nada han sabido
hacer para incorporar el problema de su vida
a los dems problemas que constituyen el
ideario
nacional de Espaa.
A los que sostienen, quizs
expoleados
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA
27
por la experiencia de algn fracaso personal,
que este desvo de la opinin pblica espao
la responde a un desdn consciente e invenci-
ble, les invito a reflexionar un momento acer-
ca de la autoridad moral que alcanzara la
opinin de las Colonias Espaolas, cuando apa-
reciera como el dictado soberano de una con-
ciencia comn. Ms fuerte que la misma
Diplomacia, que al fin, acta canalizada por la
doble presin de un reglamento
y
una disci-
plina, la voluntad de los espaoles de Amrica
se impondra por su propia fuerza, el da que
supiera manifestarse con dignidad
y
decisin.
Y una vez dentro de! inters popular, su ad-
venimiento al campo de la poltica se impon-
dra automticamente, por la propia virtuali-
dad de las ideas.
Pero, todo esto se halla condicionado a la
resolucin de un problema bsico: la organi-
zacin. El ideal existe, el sentimiento se des-
bordaba voluntad batalla por triunfar en',todos
los rdenes. Flta pues el elemento directriz;
una estructura que dogmatice el pensamien-
to
y
una disciplina que regule la actuacin.
Creo oportuno
recoger aqu el concepto
de la colonia flotante*, que como instrumen-
to expansivo fu uno de los ltimos proyectos
que aliment la Alemania Imperial. Inspirada
acaso en las recientes experiencias del col
28 CARLOS BAD1A MALAGRIDA
niaje ingls, consista en suprimir del concep-
to clsico de la Colonia de Dominio> el fac-
tor territorial,
y
merced a esta abstraccin,
llegaba a concebir un rgimen de gobierno
sobre una masa de ciudadanos, independiente
del pas de residencia Segn esta doctrina, el
subdito del Imperio que trabajara en las lla-
nuras de la Amazonia o en los Picos de los
Andes, poda ejercer prcticamente las mis-
mas funciones polticas con iguales derecho
y
deberes que un ciudadano de Berln.
Ignoro los resortes con que contara ia
diplomacia alemana para implantar este siste-
ma en el seno de naciones independientes sin
molestar su sentir soberano, pero s afirma
que si algn pueblo se halla en posibilidad de
adoptar un sistema anlogo, es Espaa enre-
lacin con las Repblicas Americanas.
Todo depende del valor que se conceda al
sentimiento de solidaridad hispanoamerica-
na
y
de las concreciones prcticas que de l
se esperen. Si el hecho de la comunidad his-
pnica se reputa como algo cotizable en el
terreno internacional, no sera difcil llegara
una inteligencia que hiciera factible la instau-
racin de un rgimen anlogo al de las Colo-
nias Flotantes*. A reserva de insistir m&
adelante acerca de este punto, concluyamos
afirmando, que sea o no posible la realizacin
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 29
prctica de esta doctrina, ha tenido al menas
la virtualidad de sugerirnos un concepto or-
gnico de lo que realmente son las colonias es-
paolas.
Prescindamos de su aparente disgrega-
cin; pasemos por alto los defectos de su ru-
dimentaria disciplina colectiva,
y
busquemos
all, en el fondo del alma individual, donde se
conservan latentes las virtudes de la raza, to-
do el tesoro de sentimientos que vibran
al
unsono
y
que alimentan el fuego de una sub-
eonciencia colectiva vida de manifestarse.
Guiando esto existe, todo lo dems puede ima-
ginarse sin incurrir en la utopa. Donde el
sentimiento vive, vive la patria,
y
es preciso
proclamar muy alto que, en los cuatro millo-
nes de espaoles de Amrica, vive la sexta
parte de la patria espaola.
Con tales premisas, el problema de su
organizacin es algo que est muy dentro de
las posibilidades inmediatas. La unidad moral
existe; se trata tan solo de darle una contex-
tura orgnica
y
una concrecin jurdica.
No pasemos por alto la experiencia de
los que han encaminado sus esfuerzos a la
consecucin de este ideal,
y
dediquemos
un tributo de justicia a los espaoles de
la Repblica Argentina reunidos en el Pri-
mer Congreso de Federacin Espaola du-
30 CARLOS BADA MALAGRIDA
rante la primera decena del mes de mayo de
1913,
(1) y
a otros intentos llevados a cabo con
con menos xito por las colonias de Uruguay,
Cuba
y
Mxico. (2)
La doctrina sustentada por el Congreso de
Buenos Aires consista en promover la unin
de los espaoles residentes en aquella Rep-
blica, a travs de sus Centros
y
corporaciones
privadas. El sistema responda a conceptos
fundamentalmente democrticos: libertad in-
dividual para asociarse segn sus posibilida-
des
y
sus convicciones; federacin de las aso-
ciaciones espaolas hasta constituir un solo
bloque en toda la Repblica; ausencia comple
ta de toda intervencin oficial; coordinacin
casi imperceptible.
Sin pretender hacer la crtica de este sis-
tema, same permitido manifestar mi discon-
formidad en punto alo doctrina que lo inspira.
A mi juicio todo el sistema orgnico debe
basarse, primero, en la integracin de indivi-
duos
y
no de sociedades;
y
segundo, en la
funcin reguladora del Estado. Tratar de ex-
plicar estos
dos puntos.
(1)
"El Primer Congreso de k
Feersccn Eepiola
de la
Repblica
Argentina".
Buenos Airte, 1913.
(2)
Alunara.
'
Espaa
y
ei Programa
AmericaDs-
ta,"
pg.
45.
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 31
Tngase en cuenta que el ideal que
se
persigue es fundamentalmente orgnico
y
de
derecho. Se trata (como veremos ms adelan-
te) de crear una unidad jurdica, dentro de la
cual se desarrolle la vida en todas aquellas
manifestaciones que consientan: de un lado,
la Constitucin del pas de residencia,
y
de
otro, la propia legislacin espaola. Y siendo
esto as, la simple aglutinacin de las Socie-
dades actuales, resultara notoriamente in-
adecuada. Las razones saltan a la vista. En
general, la agrupacin de los
espaoles
"se
produce, ya para fines de beneficencia
o de
sport, ya por afinidades regionales,
ya, en fin,
por rivalidades de grupo
y
espritu
de bande-
ra Tratar de establecer entre
ellas una
coor-
dinacin sistemtica
y
constante,
es
sumar
factores
heterogneos
y
aglomerar
rivalidades
de muy difcil conciliacin.
Mucho ms prctico me
parece,
a la
par
que ms
democrtico,
el
hecho
de
que sea e
1
individuo
la
clula
inicial
del
sistema,
de tal
modo,
que
ste,
en
su
conjunto,
ofrezca
el as-
pecto de
una
masa
organizada
de
ciudadanos
espaoles,
idnticamente
considerados
en sus
derechos
y
sus
deberes.
En
segundo
trmino,
creo
que
la
inter-
vencin
directriz
del
Estado
espaol
es de
todo
punto
indispensable.
Si se
trata
de
crear
una
32 CARLOS BADIA MALIGRIDA
entidad oficial, como veremos ms adelante,
que est capacitada para desempear funcio-
nes de gobierno
y
delegaciones de servicios,"
es preciso que el Estado ejerza cerca de ella,
la funcin fiscal inherente a su soberana. Pe-
ro aun dejando aparte estas consideraciones
de orden jurdico, de las que en otro captulo
hablaremos con mayor amplitud, existen mo-
tivos de orden prctico que aconsejan una
estrecha inspeccin por parte de los repre-
sentantes del Estado.
Si se aspira a crear un organismo de sa-
bor netamente nacional, en el que se concreten
todos los prestigios
y
todos los respetos de la
Patria, es preciso ponerlo a salvo de discusio
nes
y
contiendas, de regionalismos
y
rivalida-
des, que seguirn teniendo su vlvula de ex-
pansin en el seno de las asociaciones priva-
das. Se ha de aspirar a crear una vida colec-
tiva que se deslice absolutamente aparte de
aquellas,
y
atenta slo a los nuevos problemas
de inters general que su misma existencia
ir planteando. Y en este sentido, nicamente
la intervencin del Estado, ejercida por medio
de sus representantes diplomticos
y
consu-
lares, estara capacitada para imponerse
a
todos por su proria autoridad moral, por su
posicin independiente,
y
por la renovacin
automtica de las personas encargadas de
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 33
ejrcela. Sobre estas dos bases: unin indivi-
dual e intervencin del Estado, elevara yo
todo el sistema de organizacin.
CAPITULO
119
ORGANIZACION ADMINISTRATIVA
La organizacin de la
colonia debe
ba-
sarse en la Demarcacin consular.Agen-
tes honorarios, Consulados, Consulado ge-
neral.Organizacin de la colectividad es-
paola "Juntas locales", "Juntas consula-
res"
y
"Junta Suprema". Precedimiento
electoral.La variedad de organismos no
significara el quebranto de la personalidad
de la Colonia, una e invisible.La nacio-
nalidad como nico requisito individual.
Su
nica fuente originaria es el in-
forme del Cnsul.
Inconvenientes
de este sistema.
La Colonia po-
dra
desempead ventajocamente es-
ta misin por metilo* de las juntas
Consulares Jas vinculadas con Jas
Juntas Locales*
(C) RECEPCION DEL EMI-
GRANTE. Su adaptacin al medio
social. Oficinas que podran insta-
larse en los puertos de desembarque
y
sus diversos servicios.
(D) LAS GARANTIAS DEL
TRABAJO.
Cumplimiento de los
contratos.
i Agencias de colocacio-
nes.Cajas de Ahorros. Accidentes
del trabajo.Casas de residencia.
(E) REPATRIACION.
Su do-
ble concepto humanitario
y
patri-
tico.Reglamentacin actual; sus de-
fectos.Deberes de la Colonia en esta
materia.
Cmo podran hacerse compati-
bles la vigencia de la Ley espaola
y
la soberana
extranjera? Los
resortes
coercitivos^
Consideracin
econmica.
Conclusin.
Conforme
al plan previamente trazado,
abro esta segunda parte del libro con el
propsito
de analizar una a una, todas las ma
terias
que
podran ser objeto de la actuacin
de la
Colonia,
como entidad administrativa.
Con la ley en la mano
y
con los ojos pues
tos en
la
vida de los espaoles de Amrica,
tratar de
sugerir aquellas reformas que los
hechos
demanden, con el nico afn de sea-
lar un
camino a su ideologa
y
un campo a su
actuacin.
Y en este orden de ideas, creo
que el tema merecedor de todas las
p
referen
cias es el que se refiere a la Emigracin Espa-
ola.
De ella nacieron en gran parte las actuales
Colonias, por ella se alimentan sin cesar mul-
tiplicando su nmero
y
acrecentando su fuer
ata,
y
merced a ella, en fin, reciben el impulso
renovador de un patriotismo de reciente for-
macin.
Prescindiendo por ahora de la estrechez
70 CARLOS BADIA MALAGRIDA
del concepto legal,
(1)
creo advertir en la
esencia de la emigracin espaola uno de los
Jenmenos caractersticos de nuestra biologa
nacional. Recurdese cuanto dejamos apunta-
do en la pgina 16 respecto a la personalidad
dlas Colonias
y
al papel que desempean en
nuestra poltica internacional.
(2)
Tan elevada es su misin
y
tan honda-
mente afecta al porvenir de Espaa, que ha de
ser empeo de todos el conseguir que este
cuerpo
social compuesto de cuatro millones de
compatriotas en tierra americana, alcance to-
do el vigor que sus funciones reclaman. Y no
hay
que olvidar, que por las circunstancias
del medio en que vive est sujeto a una dismi-
nucin paulatina
y
constante; de un lado el
contingente que desaparece absorbido por la
fuerza asimiladora de cada pas,
y
de otro, los
que,
vencedores o vencidos, emprenden su
regreso a la patria.
Ni en uno ni en otro concepto deben
(1)
Vase Ley de Emigracin de 21 de diciembre
de 1908, el Reglamento Provisional para su ejecu-
cin> del 30 de abril de 1909, y
las disposiciones poste-
riores recopiladas en 1919,
por el Consejo Superior de
Emigracin.
(2)
Hombres de la
ali go a menta) de Ortiz Echa-
gue, sostienen que las Colonias actales son el nico
y
verdadero lazo que existe entie Esps a
y
las Repblicas
Americanas.
Vase El problema hispano-americano
en
La Nacin de Buenos Aires, dici* mbre de 1916.
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 71
ponerse
obstculos a este desgaste, tan ex-
pontneo como conveniente. Ninguno de
nosotros puede reprochar la actitud de aque-
llos que, por las circunstancias de su pro-
pia vida, adoptan la nacionalidad america-
na. La masa de espaoles que anualmente
abandona por esta ruta su ciudadana nativa,
representa la aportacin de Espaa a la em-
presa de nutrir
y
vigorizar el contenido social
de las naciones americanas. No son desertores
de nuestro campo; son las avanzadas de la
causa comn, que tras una seleccin expont-
nea, acuden a acentuar la nota hispnica en el
alma colectiva de su nueva patria.
Acostumbrmonos a tratar de este modo
cuestiones que antes excitaban sordos renco-
res,
y
pongamos por encim de nuestros na-
cionalismos respectivos, este espritu de cor-
dialidad
y
esta nota de efusin, que han de ir
moldeando el alma hispano-americana.
Tampoco hay que censurar, claro es, a
los que abandonando su puesto en el seno de,
la Colonia, se decidan a regresar ala patria.
(1)
Unos llevan consigo el orgullo de la posicin
(1)
Para apreciar bien este flujo
y
reflujo de la emi-
gracin espaola, fuera de
las esta isticae oficiales, va-
se l trabajo del Sr. Labra El Estado Moral de Espaa
y
la Accin del Ateneo de Madrid
y
de las Sociedades Eco-
nmicas de Amigos del Pas>. Madrid, 1917.
72 CARLOS BADIA MALAGRIDA
que alcanzaron tras largos aos de trabajo;
arrastran otros el dolor de la derrota, de la
juventud perdida en una lucha estril, de la
salud derrochada en esfuerzos intiles. Pero,
unos
y
otros son igualmente acreedores a la
estimacin de la patria,
y
en este mismo
desnivel de la suerte, hay que buscar una ca-
ritativa compensacin.
Fuerza es pues, contar con este doble
desgaste en el cuerpo social de la Colonia;
y,
puesto que el nico refuerzo que puede com
pensarlo es la influencia inmigratoria, justo
es que se fijen en ella los que con ella acre-
cientan el poder de su organizacin social.
La Ley de Emigracin en su captulo
primero reconoce el derecho de todo espaol
para emigrar,>
y
aade que las limitaciones
y
garantas que establece la ley, son de carcter
tutelar.*
Para hacer efectiva esta tutela dispone la
creacin de un complicado organismo, cuyas
funciones pueden expresarse sintticamente
as: un negociado especial establecido en el
Ministerio de la Gobernacin,
y
un Consejo
Supremo dependiente del mismo, centralizan
todo el servicio; varias Juntas Locales insta-
ladas en los puertos de embarque tienen la
misin de hacer cumplir la ley bajo la pauta
del Consejo Supremo. Estos organismos ejer-
IDEARIO DE LA COLONIA ESPADOLA 73
cen su pap^l fiscalizador por medio de un
Cuerpo de Inspectores, distribuidos en esta
forma: Primero, en las regiones espaolas en
donde exista emigracin; seguado, en los
puertos de embarque; tercero, en los puertos
de escala; cuarto, en los buques, antes de su
salida
y
durante el viaje;
y
quinto, en los
puertos de desembarque.
No es posible analizar aqu todos los de-
talles referentes al servicio; me limito por lo
tanto, a recoger todo lo que afecta de una ma
manera especial a nuestro punto de vista.
Conforme a este criterio, es de observar c-
mo la accin tutelar del Estado queda circuns-
crita al perodo inicial, dentro del largo
y
complicado proceso emigratorio. Contiene el
reclutamiento, fiscaliza los contratos, regula
riza el transporte, tramita las reclamaciones,
pero, una vez el emigrante ha llegado al puer-
to de desembarque, queda abandonado por
completo a su propia suerte. Y sin embargo,
los que hemos visto de cerca las miserias de
la emigracin, los que conocemos el desampa-
ro del emigrante en un pas desconocido, sin
medios para su sustento, sin datos para orien-
tarse, implorando trabajo como un favor o una
limosna, estamos capacitados para comentar
la parquedad de la Ley
y
la insuficiencia del
74 CARLOS BADIA MALAGRIDA
esfuerzo oficial para cumplir debidamente su
misin tutelar.
(1)
Es cierto que la Ley anuncia la creacin
de Inspectores en los puertos de desembar-
que, pero yo no tengo noticia de que se haya
llevado a la prctica este precepto. Interina-
mente, son los Cnsules los encargados de
desempear sus funciones, pero stas se refie
ren tan solo a las responsabilidades de los
navieros
y
a otros fines puramente informati
vos. Sin embargo, el legislador tuvo conciencia
de las necesidades
y
los conflictos que pueden
acosar al emigrante en el extranjero,
y
pre
viendo estos hechos, estipul en las Disposi-
ciones Generales
y
Transitorias que los
Agentes Diplomticos
y
Consulares cuidarn
de hacer respetar los derechos de los emi-
grantes;* que, el Gobierno aumentar el per-
sonal consular
y
nombrar Agentes Consula-
res especialmente consagrados a este servi-
cio
y
que, adems, promover la celebracin
de Tratados Internacionales para mejorar la
suerte del emigrante. Conocemos de sobra
el alcance de estas disposiciones generales,
que por su vaguedad, a nada obligan
y
de poco
sirven. Es muy cierto que la emigracin est
(1)
'Con$lten*e los interesar Us trabajos que scer-
ca de este
tema se presentaron al Congreso de Emigra-
cin> de i909. Santiago de Galicia.
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 75
garantizada por Convenios Interna* ionales en
muchos pases americanos, pero habla* de
que los Agentes Diplomticos
y
Consulares
cuiden de hacer respetar los derechos del
emigrante, es dar una simple apariencia de
proteccin.
Los que conozcan las precarias condicio
nes en que actan los Consulados, la carencia
de medios informativos en que se encuentran,
y
su alejamiento de las comarcas en donde los
emigrames trabajan, habrn de reconocerla
razn que me asiste. Amontonar funciones
de toda ndole a cargo de los Consulados, sin
otorgarles los medios
y
los resortes indispen-
sables paracumplir su misin, no es resolver
los problemas ms que sobre el papel. De ah,
que a pesar de todo lo legislado, la emigracin
se desenvuelve en el seno de las Repblicas
Americanas lejos del amparo oficial de Espaa.
Yo no me refiero, claro es, a los derechos que
genricamente les corresponden como hom-
bres
y
como ciudadanos, sino tan solo a las
garantas que se les deben por su calidad de
inmigrantes,
y
en particular las que afectan
a las seguridades del trabajo,
En este orden, la eficacia de la accin
Consular es casi nula; la ley queda por consi-
guiente incumplida;
y
el pobre emigrante su
fre las consecuencias de su desamparo, pere
76 CARLOS BADIA MALAGRDA
grinando sin tino en pos de un salario,
y
re
curriendo en ultimo trmino a la Beneficencia
Espaola.
(1)
Y con esto queda sealado cul debiera
ser la esfera de accin de la Colonia en rela-
cin con los inmigrantes: Suplir las delicien
cias de la Ley
y
proseguir la funcin tutelar
del Estado dentro del territorio americano.
Esta labor podra desarrollarse en varios
sentidos:facilitando informescompletos, exac
tos
y
oportunos a la Seccin correspondiente
del Consejo Supremo;recibiendo alinmigrante,
preparando su adaptacin al medio social en
que ha de vivir
y
proporcionndole trabajo
ade ruado a sus aptitudes; vigilando el cum-
plimiento de los contratos; estimulando el
ahorro individual;
y
por ltimo, facilitando
y
ene nzando por todos los medios posibles la
repatriacin. Tratemos de puntualizar estos
conceptos.
En cuanto al servicio de informacin,
cuya importancia no es preciso subrayar te-
niendo en cuenta que de l depende el criterio
del Gobierno acerca de este problema, hay
que re onocer que la Ley adolece de grande
(1)
Ea las conclusiones del Congreso de Emigra-
cin no se trat este pu^to con la extensin que su im-
portancia reclama. Vase el discurso presidencial del Sr.
Libra,
IDEARIO DE LA COLO?NA ESPAOLA 77
deficiencias. En su captulo 10 consigna que:
El Consejo Superior estudiar las causas
y
efectos de la emigracin espaola en relacin,
con la de otros pases; formar la estadstica
de la misma
y
publicar cuantos datos
y
noti-
cias conduzcan al conocimiento
y
resolucin
de e^te problema, editando adems guas
y
cartillas populares.*
E) Reglamento Provisional, en su articulo
4?
aade: Cuando el Consejo Supremo tenga
noticia de que en algn pas o comarca ac onde
los
emigrantes espaoles pueden o suelen
dirigirse existen para ellos riesgos excepcio-
nales, por los malos tratos que all reciben o
por razones de orden pblico de sanidad o de
otra ndole cualquiera, lo pondr en conoci-
miento del Ministro de la Gobernacin.
Esto por lo que respecta a la accin regu-
ladora del Estado. Pero, hay otro aspecto
interesantsimo,
y
es el que se refiere a la
informacin pblica, es decir, la que va desti-
nada a los emigrantes para orientarles
y
documentarles, antes de que se decidan a
abandonar el suelo patrio. A este fin se esta-
blecen Oficinas informadoras que debern
crearse en los puertos de embarque* (Regla
mento,artculo21), las cuales, a su vez, han de
recibir los datos informativos de la Seccin
tercera del Consejo Supremo. Cmo se regu
1
^
78 CARLOS B ADA MALAGRIDA
este servicio? Cules son, en definitiva, las
fuentes originarias
y
directas de informacin?
Lo resuelve el artculo 18 de la Ley imponien-
do a los Cnsules el deber de remitir trimes-
tralmente al Consejo Superior cuantas noti-
cias posean referentes a los pases de sus
residencias sobre la demanda de trabajo,
salario
y
todo lo que pueda interesar al emi-
grante espaol.> Todas las dems noticias que
puedan transmitir los Consignatarios, las C
maras Espaolas de Comercio,
y
los propios
Gobiernos interesados, son hechos que la Ley
prev, pero que no regula ni fiscaliza
Por consiguiente, el nico resorte normal
con que cuenta el Ministerio de la Gobernacin
para poner en marcha todo el complicado
organismo emigratorio, lo constituyen Jos
informes consulares. Pero lo que no preven,
ni la Ley, ni el Reglamento ni nadie, son los
medios de que se puedo valer el Cnsul para
reunir los informes. Y en esto estriba, a mi
juicio, el defecto fundamental de todo lo legis-
lado en esta materia.
El Cnsul carece de los elementos ms
indispensables para llevar a cabo esta misin,
teniendo en cuenta que las necesidades del
servicio reclaman una urgencia, un tecnicismo,
y
un espritu casustico, que slo se puede
alcanzar mediante la accin concertada de
IDEARIO DE LA. COLONIA ESPAOLA 97
varios elementos distribuidos entre las Comar-
cas donde se siente la necesidad del inmi-
grante. Y esto, fcilmente se lograra, consig-
nndolo de una manera expresa
y
categrica,
como uno de los deberes especialsimos dlas
Juntas Consulares, las cuales, utilizando el
poderoso resorte de su articulacin con las
Juntas Locales, podran ponerse en contacto
directo con las empresas
y
centros de explo-
tacin que reclamaran el esfuerzo del inmi-
grante espaol. Hasta tal punto alcanzaran
las ventajas prcticas de este sistema, que en
el b
rev espacio de unos das se podran con-
certa r las partes interesadas, celebrando con-
tratos por cable, con la garanta de la Junta
Consular, logrando, con este medio, que el
emigrante, al abandonar su terruo, ya cono
ciera a punto fijo el lugar de su destino
y
las
condiciones de su trabajo.
En segundo trmino, debera considerarse
como una de las funciones oficialmente
enco
mendadas a las Colonias, la de recibir al emi-
grante,
y
preparar su adaptacin al medio
social a que fuera destinado.
Mucho se ha escrito
y
algo se ha hecho en
Espaa para impulsar las Escuelas
de Emi-
gracin,
(1)
pero declaro que no s a punto fijo
(1)
Fu uno de los acuerdas del Congreso de Emi-
gracin de 1909.
80 CARLOS BADIA MALAGJOPA
cul es la finalidad que con esto se persigue.
Si aspiran a dotarles de un mnimum de ins-
truccin que les capacite para desenvolverse
en su esfera personal, estimo que esta es una
funcin privativa de la Escuela Primaria. Si
loque se pretende es prepararlos especial-
mente, segn el pas de destino
y
con vistas a
la ndole de su trabajo, creo que ei momento
y
el lugar oportuno para ello, seran despus
del desembarque
y
en el propio ambiente
americano.
En este orden, las Colonias deberan ins-
talar en los puertos donde se concentran las
corrientes inmigratorias, Centros u Oficinas
en las que se prestara los siguientes servicios:
primero, albergar
y
mantener gratuitamente
a los inmigrantes durante un tiempo determi-
nado: segundo, ofrecer contratos de trabajo a
los que carecieran de l;
y
tercero, someterlos
a un rgimen de enseanza sumario, que
podra abarcar los siguientes extremos: Debe-
res que les impone la ciudadana espaola en
pas extranjero; deberes que les impone la
Constitucin del pas de residencia; coi side-
racin especial dlas leyes de trabajo
y
orden
publico; nociones de rgimen administrativo
en lo que les afecte; sistema monetario; moda-
lidades
que en cada pas adopte la ndole del
trabajo a que vayan destinados, etc., etc. Den-
IEARIO DE LA COLONIA ESPADOLA 81
tro de estas funciones cabra solicitar la coo-
peracin del Estado del pas de residencia,
particularmente en lo que se refiere a la ins-
peccin de Polica
y
aljservicio de Sanidad.
(1)
La accin tutelar de la Colonia, en relacin
con los inmigrantes, debera extenderse ade-
ms a otras esferas.
La Ley, en su artculo 18,
estimula a los
Cnsules a fomentar por cuantos medios es-
tn a su alcance, la constitucin de Sociedades
y
patronatos que tengan por objeto la defensa,
tutela
y
auxilio mutuo de los espaoles. Sin
penetrar en las funciones propias de la Bene-
ficencia, de las que trataremos en otro captu
lo, sera preciso que las Colonias pusieran su
organizacin al servicio de este ideal tutelar,
ya inspeccionando el cumplimiento de los con-
tratos, ya montando oficinas de colocaciones en
eada Junta Consular, para los que quedaran
sin trabajo; ya, en fin, estimulando el ahorro
dlos inmigrantes, [de acuerdo con el Depsi
to de los ahorros
y
remisin de metlico, que
laley,ensu artculo
60,
promete establecer.
Podra considerarse como un caso espe
cial, el del emigrante que firmara un contrato
(1)
Ua establecimiento anlogo funciona en Perpignan,
regulado
y
sostenido por el Gobierno francs, prestando
incalculable* servicios a los obreros espauolesque cru-
zan la frontera*
82 CARLOS BADIA MALAGRIDA
de trabajo con un patrono espaliol. En este
cago, sin tratar de suplantar la autoridad de
las leyes territoriales,
y
siempre que nada
conspirara contra ellas, se podra mantener el
vigor de ciertos detalles de nuestra Legisla-
cin Obrera. Con esto, el amparo del emigran-
te sera mucho ms eficaz, llegndose a suplir
deficiencias considerables, muy especialmente
en aquellos pases donde no se regulan con
suficiente garanta los accidentes del traba-
jo.
(1)
Una necesidad experimentada en toda la
Amrica Espaola, es la de las Casas de Re-
sidencia. Es preciso redimir al emigrante del
abandono, la soledad
y
las incomodidades de
su vida domstica.[El que carezca de hogar, no
debe seguir por ms tiempo confinado en fon-
duchos
Jy
casas de huspedes, sin carino de
familia
y
falto de todos los medios higinicos
que la salud reclama imperiosamente. Tod&
esto podra encontrarlo en las Casas de Resi-
dencia, montadas sin lujo, sobriamente, pero
con todo el confort necesario, segn los recur-
(1)
Raola, en su Programa Americanista Post-
Guerra>, pona de manifiesto los vacos de la Legislacin
Americana en esta materia,
y
peda nuevos Ccnvenios
Internacionales que la regularan. Sin duda, este es el ca-
mino a emprender, pero en tanto la Diplomacia ro re-
suelva el problema, la solucin que propongo reportaia
ventajas positivas.
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 83
sos
y
las exigencias de cada individuo. Habi-
taciones claras
y
ventiladas; cuartos de bao,
jardines, biblioteca;
y
dentro de este cuadro,
un ambiento de hogar espaol
y
un espritu
de patritica connivencia, es lo que ambiciona
el emigrante. Para llenar estas necesidades,
podran crearse las Casas de tipo semejante
a
la Residencia de Estudiantes de Madrid,
en todas aquellas localidades donde la densi-
dad
de la poblacin espaola lo consintiera;
y
este servicio, que econmicamente no sera
una
carga, ni mucho menos
,
pod ra o rganizarse
bajo la tutela del Patronato de Emigracin.
Llegamos, por ltimo, a con&idorar un
extremo, que si en el orden cronolgico en
que se desarrollan los hechos emigratorios es
siempre el ltimo, por motivo de humanidad
y
de patriotismo, se hace acreedor a una pre-
ferente
consideracin.
Aludo a la necesidad de repatriar a los
emigrantes
pobres, ancianos, menores
y
en-
fermos,
necesidad que con dolorosa frecuencia
se coufirma
en los Consulados,
y
por lo cual
tantas veces se resiente el atormentado peculio,
particular
del Cnsul.
Son motivos
de
humanidad
y
de
patriotis-
mo los que
deben
invocarse
en
este
caso.
El
indigente
que tras
largos
aos
de lucha,
per-
dida su juventud
y
agotadas
sus
fuerzas,
care-
84 CARLOS BADIA MALAGRIDA
ce
de medios para regresar al lado de los
suyos, es acreedor a la consideracin de quie-
nes,
con mejor fortuna, lograron asegurar su
porvenir.
La Ley dedica uno de sus captulos a la
repatriacin, pero en sto, como en otros pun-
tos, la insuficiencia de sus preceptos es no-
toria.
En su artculo
46,
impone a las empresas
navieras
el deber de repatriar a mitad de
precio, al 20 por ciento de los emigrantes que
hubiesen
conducido al pas de qne se trate,
durante el trimestre anterior.
Los Cnsules son los encargados de regu
lar el
cumplimiento de este precepto, pero son
tales los obstculos prcticos que suelen
surgir,
(muchos de ellos originados por la con
fusin del texto legal),
(1)
que raras veces se
puede
llevar a la prctica con exactitud. Pero
aun
prescirdiendo de esta circunstancia,
y
en
la
hiptesis de que se cumpliera exactamente
lo
dispuesto por la Ley, siempre quedaran sin
resolver estos dos puntos: primero, necesidad
de trasladar al emigrante hasta el puerto de
embarque,
y
segundo, necesidad de sufragar
le los gastos del billete a mitad de precio.
Estos dos vacos son
los
que deban llena r las
(1)
Vame loa interesantes comentarios [tpnajoro
Torroba, profesor de e*ta materia en el Inatio s-d iq
mtico
j
Consular.
\
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 85
Colonias, tanto o ms obligadas que el Estado
en esta obra de humanidad
y
de
patriotismo.
He ah, a grandes rasgos, las reformas que
podran ser introducidas en la Ley de
Emigra-
cin, otorgando alas Colonias en sus diversas
Juntas* funciones anlogas a las que en Es-
paa desempean las Juntas Locales
y
los
inspectores.
Al llegar a este punto, un grave
inconve-
niente nos sale al paso. Hemos imaginado la
vigencia de algunos de nuestros
preceptos
legales, en actos ejecutados por sbditos
es-
paoles, es cierto, pero en territorios
donde
el Estado Espaol no ejerce su soberana.
Hasta qu punto sera este compatible con
la
realidad? No
hayfque olvidar que nuestro pro
yecto responde siempre a un criterio de in-
terinidad
y
de transicin,
y
que aspira slo a
preparar el advenimiento de un nuevo derecho
que se ha de elaborar en las Cancilleras. En
tal sentido, la tctica de los elementos direc
tores de las Colonias, conjuntamente con el
Gobierno espaol, debe consistir en aprove-
char el margen que expontneamente con-
sientan la Constitucin
y
las Leyes America-
nas; sin desperdicio ni intromisiones, siempre
con gran lealtad
y
con un espritu casustico
y
circunstancial.
Pero an aceptando
estas posibilidades, el
CARLOS ADIA MALAGRIDA
inconveniente apuntado sigue en pie, en el
caso concreto de las infracciones.
De qu modo 38 podran castigar? Cules
seran los medios coercitivos? No habra que
pensar, claro es, en la aplicacin de los pre-
ceptos penales ordinarios, pero an en el cam-
po administrativo, surgiran resortes eficaces
y
de
posible utilizacin. Cada uno de los dere-
chos
y
de las ventajas individuales que la Co-
lonia
percibiera en cualquier orden, serian
otras tantas medidas represivas para los
in-
fractores de la Ley. Al fin
y
al cabo, estesis-
tema, en forma embrionaria, ha tenido yapre-
cedeates. Durante la Guerra Europea, los sub-
ditos de la Unin Americana, residentes en
determinados pases neutrales, abonaron un
tributo que les fu impuesto por su Gobierno,
y
previendo posibles infracciones, se consign
que les sera negado a los morosos el amparo
diplomtico
y
consular de su p*>s.
(1)
Omito toda consideracin de carcter
eco imico porque este puoio ha de ser espe-
cialmente tratado en otro captulo, pero cre
conve ente apuntar aqu, que previndose
en la Ley la posibilidad de que el Ehtado sub-
vencione los Centros o Patronatos qae se
fundan para proteger al emigrante, puede
(t) Revista Armrican* de
Derecho i itero acin al.
(Ab
ii'
1917)
IDEARIO DE LA COLONIA RSPAlfOLA 87
invocarse este precepto para recabar el auxi-
lio oficial.
Y pongo trmino a este captulo con la
creencia de haber sealado vacos en nuestra
legislacin
que es de urgente necesidad re-
mediar;
y
con el convencimiento de haber
anunciado una serie de soluciones que podrn
conceptuarse mejores o peores, pero que son
todas ellas
(y
es siempre mi empeo primor-
dial),
inmediatamente practicables.
>
Yo tengo el convencimiento de que la emi-
gracin eapafiola, as reglamentada, elevara
considerablemente ei nivel social de nuestras
Colonias,
y
lejos de significar una sangra pa-
ra la patria, constituira un poderoso instru-
mentle expansin econmica'y de aproxi-
in poltica con los pueblos hispano-america-
CAPITULO VII
FUNCIONES RELATIVAS AL
SERVICIO
MILITAR
SU LEGISLACIONEl deber de
"de-
fender a la patria con las armas/'
La Ley
de Reclutamiento
y
Reemplazo del Ejrcito
de
1912.Captulos relativos a los
espa-
oles con residencia en el
extranjero.Las
Juntas Consulares de Reclutamiento.Su
composicin.Sus funciones.
LOS PROBLEMAS.Ventajas de
este
sistema.Es absolutamente justo? Des-
igualdades que se manifiestan en la prc-
tica.Cmo se pueden incorporar los re-
clutas faltos de recursos?Los prfugos
y
su desnacionalizacin.Efectos funestos de
los indultos
y
las amnistas.
LAS SOLUCIONES.Solucin relati-
va.Es preciso abonar los pasajes a los
reclutas que se incorporen.
SOLUCION TOTAL.Se podra cum-
plir con la Ley sin necesidad de trasladar-
se a Espaa.El concepto del Servicio Mi-
litar, despus de la Guerra Europea.
Problemas
sociales
y
nacionales vinculados con la En-
seanza.Es preciso evitar todo dualis-
mo con la enseanza oficial americana.
Soco-
rros.Comedores
y
Albergues.La pu-
reza de las costumbres; sus aspectos; las
sanciones.Rgimen econmico
y
admi-
nistrativo.Aspecto legal.
WUIHIIIIinMIKIIIIIIIHIIIIIIIIIII1IIMIItlnS4IIRItlB4taHflllllllIHtMlltt(niltini
I la nica finalidad de estelibro fuera la de
sugerir iniciativas a la accin de nes"
tras Colonias, este captulo sera realmente in-
necesario. De tal modo se halla desarrollada
y
organizada la Beneficencia, que poco hay que
decir acerca de ella; sin embargo, una razn
de mtodo nos aconseja no dejar este vaco en
el cuadro general de funciones que estamos
trazando en estos captulos,
y
por consiguien-
te, es forzoso tratar aqu de la Puncin Ben-
fica, aunque sea con el slo propsito de coor-
dinarla con las dems.
Mucho dice en favor de nuestros nacio-
cionales, el hecho de que haya sido un ideal de
caridad el aglutinante capaz de asociarlos en
un esfuerzo comn, pero es preciso tener en
cuenta, que en el ndice de sus deberes colec-
tivos, el de la caridad no es el nico, ni siquie-
ra el principal. Cuando una Corporacin tiene
conciencia de su personalidad, cuando marcha
con paso firme en pos de un ideal en el que se
122
CARLOS BADIA MALAGRIDA
compendian todos los factores de su vida
corporativa, sus derechos
y
sus deberes se
vinculan
de tal modo, que ninguno de ellos
puede
desdearse sin poner en peligro a los
dems.
Derrochar su dinamismo en obras de
caridad,
olvidando la educacin de la juventud
o la
profesin de sus sentimientos patrios, es
una
labor humanitaria, pero desde el punto de
vista
espaol, completamente suicida.
Es preciso que se graden los esfuerzos
segn la jerarqua de los conceptos,
y
confor-
me a este principio, puede imaginarse la or-
ganizacin
de la Beneficencia Espaola como
una de las funciones inherentes a la persona-
lidad de la Colonia, vinculada
y
coordinada
con las dems.
No he de ser yo quien trate de definir la
prelacin de estas funciones, pero el hecho de
que se mencionen en este libro con el orden
que queda expuesto, obedece a un firme con-
vencimiento; a saber: que amparando al emi-
grante
y
educando a la juventud, las necesi-
dades benficas decreceran considerablemen-
te. El trabajo
y
la escuela, son los remedios
preventivos ms eficaces contra la miseria
y
las enfermedades,
y
si esto es cierto, la acti-
dad social de nuestras Colonias debe tener en
cuenta estas preferencias.
Conviene, en primer trmino, imprimir a
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 123
la accin de la Beneficencia Espaola un ca-
rcter de unidad que hoy no tiene. Siguiendo
el impulso corporativo de nuestros Centros
y
Sociedades, la Beneficencia ha sido obra ex-
pontnea
y
calurosa del espiritu regional. En
algunos pases, Mjico entre ellos, se ha lo-
grado vencer el cerco de las corporaciones
privadas para constituir un solo bloque en
cada comarca, dedicado al culto de la caridad
en sus mitiples aspectos. Esto ya es mucho,
pero no basta. Es preciso dar un paso ms; es
preciso fundir en un solo esfuerzo todas las
asociaciones establecidas en cada Repblica,
hasta lograr que la Beneficencia no sea la
obra de una entidad especial, sino un deber
colectivo de la Colonia, piacticado
y
regulado
por sus rganos de administracin
y
de go-
bierno.
De este modo se lograra unificar la ac-
cin
y
mejorar el servicio con mayor economa
en el presupuesto. Mediante un rgimen ad-
ministrativo adaptado a las Juntas Locales>,
y
a la Junta Suprema>, se podra centralizar
la
adquisicin de vveres
y
de material sani-
tario, evitando la duplicidad de Institutos en
una misma Demarcacin
y
distribuyendo
mejor la caridad segn las necesidades del
lugar
y
del momento.
Claro es, que esto, implica un espritu de
124 CARLOS BADIA MALAGRIDA
solidaridad
y
una alteza de miras, capaces de
ahogar los localismos que hoy prevalecen en
esta organizacin, por tantos conceptos admi-
rable. Todo lo que hasta hoy ha creado el
altruismo espaol, dejara de pertenecer a los
grupos radicados en cada comarca para for-
mar el patrimonio comn de la Colonia, una e
indivisible.
Esta transicin no podra imponerse brus-
camente,
y
sera necesario otorgar las prrro-
gas, necesarias para el feliz trmino dlas
obras emprendidas
y
de los compromisos
contrados, pero terminado este plazo, en ca-
da Republica no habra ms que una Benefi-
cencia Espaola
y
todos deberan aportar a
ella su esfuerzo personal, como hasta hoy lo
venan haciendo en su esfera respectiva con
ejemplar entusiasmo.
En cuanto al tipo de los institutos ben-
ficos
y
a su localizacin en cada pas, depen-
dera, claro es, de la dispersin geogrfica del
elemento espaol. El nmero
y
capacidad de
los hospitales
y
sanatorios lo determinaran
las necesidads de cada Colonia, pero en tr-
minos generales, podra adoptarse el criterio
de establecer uno en cada Demarcacin pa-
ra caso de urgencia
y
enfermedades leves,
y
otro instalado en el lugar ms sano del pas
y
dotado de todos los elementos necesarios pa-
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 125
ra atender a los enfermos que sufrieran do-
lencias crnicas o de larga duracin.
Dentro de estos institutos, absolutamente
gratuitos, podran establecerse clnicas
y
sa-
las de pago destinadas a suplir el hogar de
los que carecen de familia, en casos de enfer
medad, constituyendo con sus cuotas un in-
greso para el fondo benfico.
La accin de la Beneficencia debera con-
tinuarse fuera de estos Institutos. El servicio
mdico a domicilio, las clnicas de vacunacin,
el suministro de medicamentos, etc., etc.; tal
como hoy se practican, podran alcanzar una
mayor amplitud hasta el punto de constituir
no tan slo una caridad para los enfermos po-
bres, sino una cooperacin de servicios entre
todos los miembros de Ta Colonia.
Aparte de estas funciones sanitarias, la
Beneficencia Espaola debera extender su
accin a otras necesidades de orden social: la
concesin de socorros a los pobres vergonzan-
tes; la instalacin de comedores
y
albergues
para los sin trabajo,
y
en general, todos los
servicios de cooperacin
y
auxilio que prestan
en Espaa la Beneficencia del Estado
y
las
Asociaciones de Socorros Mutuos.
Esta organizacin, instalada segn las
necesidades de cada localidad, siempre en co-
nexin
con los Institutos Benficos
y
bajo la
126 CARLOS BADIA MALAGRIDA
dependencia de las Juntas Locales*, permi-
tira relevar a los Cnsules de ciertas funcio-
nes, como por ejemplo Jas relativas a la conce-
sin de socorros
y
hospitalizacin de enfer-
mos.
Convendra adems descartar de los de-
beres que hoy pesan sobre las Sociedades de
Beneficencia, todos aquellos que no responden
con exactitud a su peculiar misin
y
que tie-
nen su lugar adecuado en otra esfera. Me
refiero principalmente a las ofertas de colo-
cacin
y
de trabajo
y
a la repatriacin de los
indigentes* Estos servicios deberan estar a
cargo de las Secciones especialmente dedica-
das a los emigrantes.
Dentro del cuadro de las funciones ben-
ficas, no debera olvidarse la de velar por la
pureza de las costumbres pblicas
y
privadas
de todos los miembros dla colectividad. La
ndole de este servicio dificultara en extremo
su implantacin, pero no la hara imposible.
Una accin de saneamiento moral es tan ne-
cesaria
y
tan indispensable, que de ella de-
pende en muchas ocasiones la reputacin de
la colectividad.
La misin benfica en este orden debera
consistir en poner de manifiesto los hechos in-
dividuales, que por su publicidad, puedenper
judicar el buen nombre de la Colonia. He aqu
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 127
algunos de los puntos sobre los cuales debe-
ran ejercer esta vigilancia las autoridades o
los funcionarios de la Colonia; alejamiento de
los espaoles de las contiendas polticas del
pas de residencia; represin de la trata de
blancas; represin del alcoholismo; absten-
cin de los espaoles en ciertas empresas co-
mo casas de lenocinio, garitos, etc.; honesti-
dad controlada en profesiones de cierta ndo-
le como prestamistas
y
establecimientos de
empeo; delacin de los casos de bigamia,
y
en general, todo lo que redunde en beneficio
de la honradez
y
de la reputacin de la Colo-
nia
y
de sus miembros.
Las sanciones impuestas, desde la amo-
nestacin privada del Cnsul hasta la pblica
descalificacin del contumaz, podran graduar-
se segn los casos
y
las circunstancias. Qui-
zs diera resultado la implantacin de los
tribunales de honor, tal como funcionan en
ciertas Colonias Alemanas.
En cuanto al rgimen administrativo, no
debe olvidarse que la Beneficencia perdera
su carcter de Sociedad privada para entrar
a formar parte de la agrupacin total de la
Colonia. Jurdicamente su personalidad sera
absorvida por la personalidad de la Colonia,
y
en
consecuencia, todos sus bienes pasaran a
nutrir
el patrimonio comn.
128 CARLOS BADIA MALAGRIDA
Sin embargo, conservara una plena so-
berana en punto a su rgimen econmico,
hasta tal punto, que el Captulo de Beneficen-
cia en el presupuesto general de la Colonia se
considerara intangible, sin que fuera dable
efectuar a su costa ninguna transferencia de
numerario a otro Captulo.
En cuanto a la forma de nutrir los ingre-
sos, nada habra que aadir al sistema pre-
sente, con excepcin dlas cuotas, que po-
dran ser abolidas desde el momento que la
Beneficencia dejaba de ser una socieda pri-
vada.
Desde el punto de vista espaol, se haran
extensivas a ella todas las consideraciones
y
todas las prerrogativas de que goza en Espa-
a la Beneficencia del Estado,
y
en cuanto a
su acomodacin a las leyes americanas, sera
preciso esfumar su personalidad jurdica den-
tro de la Corporacin nica de la Colonia.
CAPITULO X
ACCION MERCANTIL
I.LOS HECHOS.Las Colonias en
la vida mercantil americana.Su influen-
cia en la economa espaola, (a) El aho-
rro del emigrante que negocia a espaldas
de la produccin espaola, (b) El que
conquista para ella nuevos mercados, (c)
El que la surte de materias primas.La
perfecta utilizacin de estos factores im-
plica un amplio
y
total reconocimiento de
la personalidad econmica de la Colonia.
II.LA LEGISLACION VIGENTE.
Es
preciso otorgar a los espaoles de Amri-
ca el derecho electoral^Diversas opinio-
nes sustentadas en este sentido.Como
influira este hecho en la poltica espao-
la.Inconvenientes que se oponen a esta
reforma.Manera de resolverlas.Cmo
podra lograrse "inmediatamente"
y
sin
reformas legales, que la opinin de los es-
paoles de Amrica estuviera representa-
da en las Cortes.
EN
el patriotismo noble
y
exaltado de nues-
tras Colonias, hay un punto obscuro, me-
recedor de todas las censuras; su alejamiento
de la poltica espaola. Acaso no han medi-
tado la enorme influencia que podran ejercer
en ella, no para fines bastardos, sin en pro-
vecho de la patria?
Entre los espaoles de Amrica existe un
sentimiento de disconformidad,
y
a veces de
repulsin, contra los derroteros de nuestra
poltica nacional. En el ambiente de cosmopo-
litismo en que viven, les es dado apreciar estas
cosas con una perspectiva muy dilatada, en la
que caben todos los contrastes,
y
por la fuerza
de esta circunstancia, contemplan con profun-
do desdn el trasiego de nuestra vida poltica
matizada de personalismos
y
adicta siempre
a una ancestral rutina.
Pero esta visin, acaso ms exacta que la
que se tiene en Espaa, lejos de justificar su
actitud especiante, debera estimularles a una
154 CARLOS BADIA MALAGRIDA
intervencin renovadora. Cierto es, que la ley
nos les es propicia; pero aun sin esto, ejemplos
tienen ante sus ojos que bien podran ser imi-
tados. No es un secreto para nadie la partici-
pacin que toman las Colonias francesas de
Amrica en las elecciones generales de su
pas,
y
en este o en otros terrenos, nuestros
compatriotas tienen altos deberes que cum-
plir.
No hace mucho, que el insigne periodista
Grandmontagne, en un artculo que repro-
dujo El Da Espaol> de Mxico,
(1)
exal-
taba el espritu regionalista que impera en las
agrupaciones espaolas de Amrica. Tan plau-
sible me parece esta orientacin regional, que
lejos de rectificarla, yo aspirara a darle nue-
vos bros con el auxilio de la unidad de la Co-
lonia, esbozado en estas pginas. Creo firme
mente que representa lo ms puro
y
lo ms
espontneo del patriotismo espaol,
y
que se
ra un grave error el ponerle obstculos, in-
vocando un doctrinarismo poltico que ya es-
t mandado a retirar. Cuando en muchos sec-
tores de Espaa se echa de menos esta vibra-
cin del nacionalismo especfico, que h sido
el nervio vigoroso, que impuls los grandes
(1)
Chistas
y
Gaitas, o el Regionalismo de los emi-
grador en El Da Espaol, Mxico, agosto de 1921.
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 15$
hechos de la historia patria, el instinto certero
de nuestros emigrados viene a darnos el ejem-
plo de su resurreccin.
De ah mi empeo en estimular esta ten.
dencia, pero redimindola de su estancamien-
to presente, para ensanchar el horizonte de su
actividad. Yo me atrevera a recomendar a
mis compatriotas, menos escrpulos
y
ms
ambiciones.
Cuando escucho los porfiados votos de
amor a Espaa con que siempre van acotando
sus expansiones regionalistas, creo
percibir
la impresin de un escrpulo pueril. Quden-
se estas reservas para los exaltados, que en
su delirio partidista, incurrieron en un mo-
mento de absurdos extravos; las Colonias Es-
paolas de Amrica estn a salvo de tamaas
locuras,
y
pueden dar rienda suelta a su ins-
tinto regional, sin temor a que nadie les ultra-
je con imputaciones malvolas.
Nadie desvirte el tono de mis palabras
ni pretenda leer lo que no escribo. Yo no pue-
do patrocinar la adopcin de ningn progra-
ma, ni es mi propsito el hacer proslitos
para un partido poltico determinado; pero,
puesto que el sentimiento regional triunfa
entre los espaoles de Amrica, marco la
coincidencia de este hecho con el incremento
que alcanza en Espaa la doctrina reginalis-
156 CARLOS BADIA MALAGRIDA
ta, sealada por muchos como el camino de
nuestra renovacin poltica.
En este sentido, los Centros regionales
de Amrica podran realizar una labor admi-
rable, pero es preciso estimularlos para que
se decidan a abandonar ese culto estril que
condena su actividad a un eterno lirismo. (1)
Es preciso olvidarse un poco de Chistus
y
Gaitas, de saraos
y
romeras, para extender
sus miradas hacia el lejano terruo, como un
ciudadano espaol que, pese a la distancia, no
se resigna a vivir divorciado de la marcha po-
ltica de su pas. A ta! empeo responden los
propsitos de este Captulo.
El desarrollo extraordinario que ha al*
canzado la emigracin moderna con toda la
serie de fenmenos sociales que se encadenan
a su alrededor, pugnan por romper los viejos
moldes de las constituciones polticas euro-
peas, recabando la aceptacin de principios
ms justos, en punto a la nacionalidad de los
emigrantes,
y
que respondan mejor a las
necesidades que la vida plantea.
(2)
(1)
Algunos Centros de Cuba
y
la Reoblica Argen-
tina, han iniciado ya su contacto con los polticos espa-
oles.
(2)
Len Duguit. Droit Constitutionnd, pgina 136
y
siguientes. La evolucin del Derecho Pblico, edi-
cin espaola, pag. 12
y
143.
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 157
En realidad, el emigrante moderno, al
abandonar el suelo nativo, no se divorcia de la
vida nacional de su patria. Instalado en el pas
de residencia, sigue rindiendo culto a su
nacionalidad en todos los aspectos; legaliza su
ciudadana ante la autoridad consular, cultiva
sus vnculos sociales en el seno de las corpo-
racienes que sus compatriotas le brindan,
y
en el orden mercantil, sirve ms
y
mejor a la
economa nacional que antes de abandonar su
hogar patrio. Y siendo esto as, reconociendo
esta colaboracin patritica, prestada desde
un lejano pas, la idea de no negarle el ejercicio
de sus derechos polticos, surge como una
compensacin elemental de justicia.
Anlogas consideraciones debieron influir
en la Constitucin alemana, llevndole a tole
rar una semiduplicidad de ciudadana
y
una
exsencin de os deberes militares, que en
otros pases se reputan como delitos. Italia,
por su parte, marchando siempre a la cabeza
de las dems naciones, en cuanto a las leyes
emigratorias, recogi la iniciativa de otorgar
a los emigrantes el derecho del sufragio fuera
del territorio nacional,
y
en tan interesante
labor le sorprendi la guerra europea. Y an
en los pueblos donde el fenmeno emigratorio
no puede ser un problema, como en los Estados
Unidos, esta tendencia conciliadora despert
158 CARLOS BADIA MALAGRIDA
hondas simpatas,
y
as, pudo darse el caso,
que en pleno campo de batalla, en tierra fran.
cesa, los soldados de la Unin acudieron a las
urnas para ejercer sus derechos ciudadanos.
Esta iniciativa flota en el ambiente,
y
son
tantos los motivos que abonan su triunfo,
y
de
tal magnitud los problemas que resuelve, que
no puede tardar en alcanzar soluciones jurdi.
cas en que se plasme definitivamente. Y si esto
ocurre en pases como Italia
y
Alemania, qu
razones no podrn invocarse en Espaa, cuya
afinidad nacional son los pueblos americanos,
le brinda tan excepcionales ventajas?
Justo es consignar que tambin en nes,
tra patria ha encontrado esta idea entusiastas
defensores. De muchos aos a esta parte, no
ha habido Congresos ni Asambleas de carcter
americanista, que no indujeran en el ndice de
sus conclusiones la necesidad de garantizar
el ejercicio del sufragio a los espaoles resi.
dentes en Amrica*.
(1)
Y al lado de esta ten.
dencia popular, hombres de elevada significa,
cin, como Labra, Altamira
y
Rahola, ms
comedidos en la demanda para hacerla ms
viable, se han limitado a pedir la representa,
in senatorial para las entidades espaolas
(1)
Fu uno de los acuerdos tomados por el Con-
greso de las Asociaciones Americanistas de Barcelona,
y
de la Federacin Espaola de Buenos Aires.
IDEARIO DE LA COLONIA ESPADOLA 159
de carcter econmico, establecidas en Am,
rica.
(1)
Salvando pequeas diferencias, la coinci-
dencia en lo fundamental es manifiesta,
y
ello
nos induce a sospechar que acaso sea ya lle-
gada la hora de que las Colonias Espaolas las
recojan, incorporndolo al vasto programa de
sus reivindicaciones.
Tan sujestiva es esta idea,
y
tan honda
significacin entraa, que puede contar de
antemano con el asentimiento
y
tambin con el
entusiasmo de la opinin espaola. Nadie les
disputara un derecho que est en la concien-
cia de todos el satisfacer,
y
que solo un incon-
fesable fetichismo constitucional nos veda ex-
pansionar; pero el da que en el trasiego de
nuestras contiendas polticas se preduzcauna
pausa cordial queconcienta el derribo'de los
obstculos que hoy parecen inconmovibles, el
Poder Legislativo de nuestra patria recibir el
impulso renovador de los representantes de
ultramar.
Difcilmente pueden hoy prevrselas con.
secuencias de este hecho, en virtud del cual un
gran sector de la vida espaola que hoj se
desarrolla aisladamente, llegara a vincularse
con el cuerpo nacional; el patriotismo de las
(1)
Obras anteriormente citadas.
160 CARLOS BADIA MALAGRIDA
Colonias,t9mendoconscienciade su participa-
cin en la marcha de la poltica espaola se
acrecentara hasta lo indecible;
y
en el seno
del Parlamento, resonaran nuevos ecos, por-
tadores de sanas influencias
y
de energas
vrgenes, que poco a poco iran remozando to-
do lo que hay de viejo
y
caduco en nuestra
legislacin nacional.
He ah un noble
y
patritico ideal que
deben perseguir con empeo nuestras Colo-
nias, pero sien algo la prudencia debe influir
en esta empresa, preciso es prever los obs-
tculos que puede alegar cualquier Gobierno
al serle formulada la demanda, para saberse
anticipar a ellos discretamente.
Tres son, a mi juicio los puntos de vista
que pueden adoptar las Colonias en esta cues-
tin, variando en cada uno de ellos las circuns-
tancias
y
las posiblidades.
Si se aborda el problema ntegramente,
recabando para el emigrante una considera-
cin idntica a la del ciudadano espaol, en
cuanto a las funciones electorales, pidiendo
una participacin directa
y
efectiva en la de-
signacin de los diputados, el espectro de la
reforma constitucional que tanto asusta a
nuestros polticos, sera una plataforma digna
para aplazarla solucin.
Si por el contrario, el empeo de las Co-
IDEARIO DE LA COLONIA ESPADOLA 161
lonias se limita a pedir la representacin se-
natorial, es muy posible queen el artculo 25 de
la Constitucin se encuentre un margen su-
ficiente para resolver el problema.
(1)
Pero
ello supondra como requisito previo la orga-
nizacin de la Colonia
y
la nueva estructora
de las Cmaras de Comercio, hasta el punto
de consentir que en ellas delegue el Estado
las funciones polticas que hoy desempean
en Espaa las Sociedades Econmicas de Ami-
gos del Pas.
Este es sin duda el primer paso que deben
dar las Colonias para llegar al reconocimiento
de sus derechos polticos. Sin embargo, te-
niendo en cuenta la necesidad tantas veces
experimentada de que la opinin de los espa
files en Amrica pueda ser oda en las Cma-
ras Legislativas, sin aguardar una reforma
jurdica
que la sancione, podra adoptarse
interinamente,
un sistema extraoficial que res^
pondiera a esta necesidad.
Una vez conseguida la
organizacin
de la
Colonia
y
puesto en marcha el cuerpo
electoral
tal como queda descrito en el captulo III,
fcil
sera requirir el voto de todos los
espaoles
residentes en cada Repblica,
para
designar
(1)
Federico Rahola: Programa
Americanista
Post-
Guerra.^Pgina
187
162 CARLOS BADIA MALAGRIDA
el nombre de los polticos, que teniendo asien-
to en alguna de las Cmaras, se avinieran a
ser los portavoces de la opinin espaola de
Amrica. Cargo sera este, que aceptaran con
empeo muchos prohombres de diversos par-
tidos,
y
aunque desprovista de toda eficacia
jurdica, esta representacin aparecera re-
vestida de una autoridad
y
de una fuerza mo-
ral extraordinarias.
Este es el programa mnimo que las cir-
cunstancias del momento brindan ala actua-
cin poltica de nuestras Colonias.
Decdanse a emprender esta ruta,
y
ten-
gan el convencimiento de que, el da en que
esto ocurra, el da en que en el Parlamento se
levanten a hablar un grupo de hombres re
presentndole hecho, sino de derecho, a sus
ompatrio tas de ultramar, aquel da, el pleito
de nuestras Colonias estar ganado.
CAPITULO
XII
REGIMEN ECONOMICO
A quien corresponde el deber del im-
pulso econmico,
dentro del rgimen ad-
ministrativo de la Colonia? Hasta dnde
alcanzan los deberes del Estado?
La actuacin
administrativa de la Co-
lonia no debe ser una carga para el erario
pblico.Cmo las Colonias contribuyen
al acrecentamiento de la riqueza nacional.
Como el Estado contribuye al bienes-
tar de las Colonias.La desproporcin
entre estos dos conceptos.
(A) LA SUBVENCION DEL ESTA-
DO.La partida de
u
Gastos relativos a
las Colonias" en el Presupuesto General
del Estado.Gastos Generales.Gastos
particulares.
(B)
^
LA CONTRIBUCION DE LA CO-
LONIA.El presupuesto particular de ca-
da Colonia.Su confeccin.Su revisin.
Rgimen tributario.
Puede el Estado
imponer contribuciones a sus subditos fue-
ra de la jurisdiccin territorial?Prece-
dentes en nuestra Legislacin.Los re-
sortes coercitivos.Las diversas partidas
del Presupuesto
y
su nivelacin.
Hemos
imaginado la estructura de un
organismo
y
los resortes de un sistema
administrativo; hemos analizado las diversas
materias sobre las cuales podra versar su
actuacin; todo el elemento esttico de nuestro
proyecto
queda sumariamente establecido;
falta solo lo dinmico, lo que puede determi
nar su actividad, lo que debe impulsar su
funcionamiento de una manera metdica
y
constante; falta considerar, en suma el factor
econmico.
Qu criterio podra adoptarse para cu-
brir esta necesidad? Sera la Colonia la lla-
mada a ello? Sera el Estado, o ambos ala vez?
En principio, todo sistema de administra
cin pblica supone el impulso econmico del
Estado,
y
este a su vez, descansa sobre un
rgimen tributario, de alguna manera estable-
cido. Sera esto aplicable al caso presente?
Puntualicemos ante todo, hasta
donde
llegan los deberes del Estado en relacin
con
166 CARLOS BADIA MALAGRIDA
sus nacionales establecidos en Amrica,
y
cuales seran las ventajas que podra obtener
mediante la adopcin del plan descrito en estos
captulos. Razones de derecho natural, como
las que asisten al emigrante; motivos de ndole
econmica, como los que se encuentran
en las
Cmaras de Comercio; conveniencias de ca-
rcter poltico-administrativo como las
que
ataen al servicio militar; todo debe
cotizarse
en el balance de estas consideraciones
que
brindan al Estado una fuerza extraordinaria,
y
que al mismo tiempo le imponen
deberes
ineludibles.
Quien convenga conmigo en la forma de
apreciar la actuacin nacional* de nuestras
Colonias, habr de aceptar tambin las conse-
cuencias que lgicamente se desprenden
y
se
imponen. El espaol que en la fidelidad de sus
sentimientos
y
en la prestacin de sus es-
fuerzos, sigue colaborando en la vida
nacional
espaola, tiene un indiscutible derecho
a que
el Estado le brinde las mismas
consideracio-
nes de auxilio
y
proteccin que otorga a sus
sbditos dentro del territorio nacional.
Existen, claro es, motivos doctrinales
y
razones prcticas que regulan
y
limitan la ac-
cin tutelar del Estado, pero en principio,
(y
en parte, de hecho), este deber subsiste
y
se
proyecta ms allde sus fronteras geogrficas.
IDEARIO DE LA COLONIA ESPOLA 167
No incurramos en la candidez de avalorar
con exceso los motivos morales
y
sentimenta-
les; no rehuyamos el criterio cuantitativo que
prevalece en las cuestiones de Economa Po-
ltica, que aun dentro de este terreno, existen
motivos poderosos que abogan a nuestro favor.
Yo no quisiera que la accin del Estado
en pro de los Espaoles de Amrica implica-
ra un solo cntimo de gravamen al erario na-
cional. Yo no quisiera que en este presupues-
to imaginario, superaran en lo ms mnimo
los gastos a los ingresos,
y,
sin vacilar, acep-
tara un criterio regulador que consistiera en
limitar el dispendio del Estado, al volumen de
los ingresos que anualmente afluyen a la ha-
cienda espaola, por diversos conceptos,
merced al esfuerzo de nuestras Colonias.
Sd descender al examen de las estadsti-
cas (pues esta documentacin es muy difcil
de lograr en Amrica) intentar puntualizar
ligeramente
estos conceptos. En primer tr-
mino, las Colonias constituyen el acrecenta-
miento de la riqueza nacional mediante la
reunin de numerario a particulares o a las
entidades bancarias, en concepto de ahorro.
Los capitales que por este procedimiento se
han acumulado en el Norte de Espaa
y
parti-
cularmente en Asturias
y
en Catalua, son de
mucha consideracin. El seor Labra calcu-
168 CARLOS BADIA MALAGRIDA
laba en muchos millones de pesetas la suma a
que ascendan cada ao las imposiciones he-
chas por giro postal;
y
a esta cantidad hay
que aadirlas que llegan a Espaa por otros
conductos.
En segundo trmino, la hacienda nacional
se beneficia con el esfuerzo de nuestras Colo-
nias, a travs de las exportaciones que estas
inician, sostienen
y
acrecientan. Y por ltimo,
contribuyen tambin a nutrir el erario pblico,
mediante los ingresos de la recaudacin con-
sular.
Por su parte, el Estado, invierte sumas
considerables, en atenciones que total o par-
cialmente alcanzan a nuestras Colonias, en
varios sentidos: mediante el sostenimiento del
Servicio Consular para la prestacin de soco-
rros, para repatriaciones; como subvencin
a las CompaasNavieras, como auxilio a las
Cmaras de Comercio,
y
por ltimo, con los
gastos que ocaciona el servicio de Emigracin.
De todos estos conceptos, el que ms
directamente responde a las conveniencias de
la Colonia es el que se refiere al Servicio Di-
plomtico
y
Consular,
y
sin embargo, justo
es decir tambin, que lejos de representar
una carga para el Estado, constituye, hoy por
hoy, una fuente considerable de ingresos. Los
socorros a los indigentes, quedan reducido
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 16*
a su mnima expresin, tanto por la falta de
medios para otorgarlos, como por la labor
admirable que en este orden prstala Bene-
ficencia Espaola. Las repatriaciones se con-
ceden solo como medida excepcional, cuando
circunstancias polticas
o econmibas lo im-
ponen,
y
normalmente,
corre a cargo de la
subvencin que el Estado concede a las Com-
paas Navieras, cuyos beneficios no siempre
alcanzan debidamente a las Colonias. En cuan-
to al auxilio asignado a las Cmaras de Co-
mercio, lo constituyen cantidades irrisorias,
que no hay para que mencionar;
y
por lo que
se refiere ai Servicio de Emigracin, ya vimos
en el captulo V la insuficiencia con que se
desenvuelve.
Resulta pues, que, estableciendo un ba-
lance entre las inversiones del Estado en
beneficio de las Colonias,
y
la aportacin de
stas a la riqueza nacional, el segundo con-
cepto supera considerablemente al primero.
Esta desproporcin, sobrepasa los lmites
prudenciales fijados por la Economa Poltica-
y
para que no constituya una injusticia con'
tributiva, es preciso que el Estado se disponga
a reforzar las partidas asignadas a estos ser-
vicios, con toda la amplitud que reclaman las
necesidades presentes.
Aceptado este principio
y
refirindolo al
170 CARLOS BADIA MALAGRIDA
sistema de organizacin administrativa esbo-
zado en el transcurso de estos Captulos,
fcilmente se comprende que el Estado
y
las
Colonias, deben compartir el deber de llenar
los ingresos del presupuesto.
Un sistema de desglose, semejante al que ri-
je para nuestro Protectorado en Marruecos,
podra ser aplicado en relacin con las Colonias
de Amrica. Las Cortes deberan fijar la canti*
dad global que para tales fines se consignan en
el Presupuesto del Estado,
y
con esta canti-
dad, podra formarse una partida especial en
la que figurarn diversos Captulos. Primero:
gastosgenerales ;(a) OrganismosAmericanos
del Ministerio de Estado (vanse los captulos
III
y
IV), (b) Servicio Diplomtico
y
Consular
en Amrica, (c) subvenciones alas empresas
navieras,
y
id) atenciones generales referentes
a la emigracin. Segundo: gastos especiales,
y
aqu, se consignaran en los apartados corres-
pondientes, para cada Colonia, las sumas que
les asignara el Estado (proporcionalmente re-
partidas) en concepto de subvencin, para cu-
brir las jne cesidades de sus respectivos pre-
supuestos.
Y Uegemos ya a la segunda parte de esta
cuestin. Cada Colonia debera gozar de una
autonoma plena en cuanto a la confeccin de
su presupuesto, en cuanto a los resortes de
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA
171
su hacienda,
y
a la libre inversin de sus fon-
dos. Autonoma que, por otra parte, estara
controlada por el Estado, con la
cooperacin
tcnica de los Delegados de Hacieda o
Agrega-
dos Comerciales (vase captulo VIH)
y
la
revi-
sin previa efectuada por los
organismos
cen-
trales del Ministerio de Estado.
Cmo podran confeccionarse
estos
pre-
supuestos? Cul sera su estructura?
Quin
debera regular sus resortes
tributarios,
fal-
tando la fuerza coercitiva de una
soberana
po-
ltica?.
Creo que mucho aprovecharan a este
res-
pecto las experiencias de la
Administracin
francesa en Africa, no en cuanto afecta
a la
unidad de soberana, sino por lo que se
refiere
a la concistencia de dos sociedades en
pleno
divorcio corporativo, dentro del mismo
espa-
cio territorial. En este sentido, acaso
sera
aplicable al rgimen econmico de nuestras
Colonias, el sistema de presupuestos
parcia-
les, elaborados en cada Demarcacin
por la
correspondiente Junta Consular,
y
coordi-
nados dentro de un plan de conjunto, a cargo
de la Junta Suprema. De esta manera, no tan
slo en la forma de atender sus demandas,
sino tambin en las diversas posibilidades tri-
butarias, sera posible acomodarse a la contex-
tura social de los espaoles, en cada localidad
172 CARLOS BADI MALAGRIDA
sin menoscabo de los intereses generales.
Aun a riesgo de incurrir en errores la-
mentables,
y
con el solo empeo de sealar
wna norma aparentemente preferible, consig*
no la opinin que precede, abierta siempre a
las enmiendas que dicte el ajeno saber. De
todos modos, estas son cuestiones de procedi-
miento
.y de detalle, que slo ante los hechos
mismos se pueden resolver con pleno conoci-
miento de causa.
Mas interesante, por su matiz doctrinal,
es el problema que se refiere a las formas de
tributacin,
y
a los resortes coercitivos para
garantizar su cumplimionto. En principio, ca-
da Colonia estipulara en su presupuesto los
tributos que deberan abonar sus miembros,
y
desde el momento en que dicho presupuesto
alcanzara la aprobacin del Ministerio de Es-
tado, aquellos tributos tendran fuerza legal.
Al llegar a este punto, cabe preguntar; tiene
el Estado poder bastante para imponer tribu-
tos directos o indirectos a sus nacionales
residentes en el extranjero? Dejando aparte
consideraciones de orden sentimentel
y
pa
tritico, yo creo que siempre que un Estado
sostenga debidamente su Cuerpo Consular,
tiene derecho a resarcirse de los gastos que
sto le ocasione, a cargo de los sbditos que se
beneficien con los servicios de dicha institu-
IDEARIO DELA COLONIA BSPASoLA 175
cin
(1).
Esta es la prctica establecida,
y
las
cantidades que ingresan en los Consulados,
con las excepciones que luego indicar, se
perciben en concepto de remuneracin de ser-
vicios,
y
como tales ingresan en las arcas del
Estado (conviene que el pblico se percate bien
de esta inversin), mediante un sistema de
contabilidad debidamente controlado. Hasta
aqu, no aparece el tipo de impuesto personal;
se trata slo de actos de jurisdiccin volunta-
ria, especificados en el Arancel,
y
mientras el
espaol no utilice los servicios consulares, est
exento de toda contribucin. Pero avancemos
un poco ms en este exmen; en el impuesto
transitorio del 20 por ciento sobre todos los
pago^ efectuados conforme al Arancel consu-
lar, ya aparece un nuevo concepto, que si bien
no responde a la idea del impuesto personal,
puesto que sigue pesando sobre los actos de
jurisdiccin voluntaria, tampoco puede califi-
carse, en rigor, como una remuneracin de
servicio.
Pero an hay ms; la ley impone a todo
espaol inscrito en un Consulado el deber de
(1)
Este fu el criterio invocado por el Gobierno de los
Estados Unidos cuando se dicidi a imponer la contri-
bucin de guerra a sus subditos residentes en pases Lta
trale*.
174 CARLOS BADIA MALAGRIDA
solicitar cada ao su cdala de nacionalidad,
y
este acto, el arancel lo graba con un canon
proporcional a los recursos del individuo, gra-
duados con arreglo a una escala que oscila
desde la renta anual de 10.000 pesetas hasta
el moiesto salario de un jornalero.
Ya no se trata, por consiguiente, de un
acto de jurisdiccin voluntaria, sino de un pre
cepto legal que p^sa sobre el individuo
por
razn de su nacionalidad,
y
elcnon que en tal
concepto percibe el Estado, es, aunque la ley
no lo diga, un impuesto personal.
Ahora bien; si existen motivos capaces de
justificar el cobro de este impuesto en la ac
tualidad, el da en que la Colonia
funcione
dentro de la administracin del Estado,
po-
dran hacerse extensivas a ella las
mismas
doctrinas que hoy prevalecen en la
legislacin
tributaria espaola,
y
por consiguiente,
est
justificada la consignacin de este
resorte
en
el captulo de ingresos del Presupuesto de la
Colonia.
La forma en que podra hacerse efectivo
este impuesto, es cuestin de detalle que no
interesa a nuestro propsito; lo esencial, es la
aceptacin del principio,
y
sobre esta base, las
posibilidades se multiplican indefinidamente.
Contra la infraccin del precepto cabra uti-
lizar los mismos sistemas previstos en la Ley
IDEARIO DE LA. COLONIA ESPAOLA 175
consular, pensando siempre, que su eficacia
aumentara en proporcin a los resortes que
automticamente aparecieran en el sistema
administrativo de la Colonia.
Sealada esta primera partida en el capi-
tular de ingresos del Presupuesto, todas las
restantes son de fcil previsin.
La forma de invertir los fondos consula-
res debera ajustarse al nuevo orden de cosas
teniendo presente, que en rigor, el Servicio
Consular no debe consideraase como una
fuente de ingresos,
y
que el principio ms
equitativo que debera regir su vida econmi-
ca, sera el que persiguiera la nivelacin de
su presupuesto.
En la partida correspondiente al servicio
militar, se producira un supervit conside-
rable, que podra ser transferido al captulo
de los ingresos ordinarios.
En esta materia podra reforzarse el ni-
vel tributario elevando las cuotas al tenor de
las reatas paternas, sin temor de incurrir en
demasa, teniendo en cuntalas enormes ven-
tajas prcticas que los interesados disfruta-
ran con este sistema.
En la partida de Beneficencia, igualmente
superaran los ingresos,
y
aun cuando en este
caso no cabra transferencia alguna, sin em-
bargo, con una reglamentacin adecuada eu-
176 CARLOS BADIA MALAGRIDA
cauzando la caridad pblica, podra encon-
trarse una frmula, mediante la cual, el su-
pervit de dicha partida pudiera distribuirse
entre otras de naturaleza similar, como la
emigracin
y
la enseanza.
Estas dos partidas, as reforzadas, no re-
presentaran un peso negativo en el Presu-
puesto, mxime, teniendo en cuenta que en la
primera, podran incluirse las subvenciones
que hoy asgnala Ley a los Patronatos de emi-
grantes,
y
que en la segunda, los pensiona-
dos, las vigilancias
y
las matrculas rendiran
un ingreso considerable.
En la partida correspondiente a las fun-
ciones mercantiles, se dara un margen su-
ceptible de aprovechamiento en distintas for-
mas. Mediante el sistema de registros
y
es-
tadsticas que tendran a su cargo las Cma-
ras de Comercio, sera factible la implanta-
cin de un impuesto sobre los beneficios, que
viniera a sustituir el rgimen actual de las
cuotas.
La unificacin de los pedidos, significara
una economa en los fletes, capaz de ser par-
cialmente utilizado como un ingreso. El pri-
vilegio aduanero de que gozaran las exporta-
ciones negociadas por las Cmaras de Comer-
cio, permitira tambin la imposicin de un
cnon, que sin anular el alcance de aquel be-
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 177
neficio, rindiera una utilidad al erario de la
Colonia.
Y as sucesivamente se iran compensan-
do los conceptos en cada partida, hasta pro-
ducir una nivelacin general en el presupues-
to, que permitiera reducir propo'rcionalmente
la subvencin del Estado.
Tericamente estudiadas estas cuestio-
nes
(y
mucho ms cuando lo agrava la imperi-
cia de un profano), son de una simplicidad
engaadora. Sin embargo, por muchas que
sean las sorpresas que la realidad nos reser-
ve, nunca llegarn a desvirtuar totalmente la
eficacia de las conclusiones trazadas sobre el
papel.
Yo tengo f en nuestras Colonias; yo co-
nozco los infinitos resortes de su patriotismo
y
se muy bien, que todos los quebrantos que
sfrela administracin espaola por la indis-
plina social de nuestras masas, no tendran
arraigo en su seno. El papel estimulante
y
coercitivo de las sanciones legales, lo desem-
peara en Amrica el espritu cvico de la co
lectividad,
y
con factores de esta naturaleza,
realmentese pueden hacer prodigios.
CAPITULO XIII
LA DOCTRINA JURIDICA
Razn de mtodo,La nueva ideologa jurdi-
ca. antinomia entre las dos soberanas.Doc-
trina de Len Duguit acerca del coucepto de la
soberana.La nocin del sevicio pblico. La
nnidad funcional
y
el gremialismo ingls.La
Ley general
y
la Ley particular. La Fuerza coer-
citiva en la omisin de dos servicios,El dere-
cho de asociacin en Amrica.
HE
pretendido escribir un libro, que por
su
contenido
y
por su exposicin estu-
viera al alcance del pblico a que va destina
do. Muchas de las ideas que se exponen, en-
traan una significacin jurdica que es pre-
ciso definir, para que no parezcan disparata
das utopas;
y
con este convencimiento, he
procurado acotar aquellos extremos que pu
dieran ser errneamente interpretados, con
ciertas consideraciones jurdicas que contri-
buyeran a su fcil comprensin
y
a impedir
el escepticismo en el nimo del lector.
Ignoro si habr conseguido tales propsi-
tos, pero aun en el coso afirmativo, yo s muy
bien que mis razonamientos[de Derecho no al-
canzan a satisfacer la exigencia de los que se
apresten a juzgar mi labor desde un punto de
vista exclusivamente jurdico. No tengo yo
mismo la pretensin de andar con paso firme,
sobre un terreno que no me es familiar. For-
mado en la disciplina de mis estudios profe
sionales, que por su excesiva complejidad ex-
182 CARLOS BADIA LAGMAR1DA
cluyen toda idea de especializacin, no acierto
a desentraar los conceptos jurdicos, en la
medida que pueden hacerlo aquellos que es-
pecialmente se consagraron a este linaje de
estudios.
Para ellos inserto las presentes conside-
raciones acerca de la Doctrina Jurdica>, aun
a riesgo de quebrar la tnica general del libro,
con el solo deseo de sincerarme ante los que
acierten a descubrir en estas pginas errores
fundamentales, que mermen la eficacia de
mis propsitos. Pueden existir estos errores,
pero en todo caso, quiero que prevalezca la
honradez cientfica que presidi mi labor
y
que quiso anticiparse a todas las contingen-
cias.
Conste pues, que en la concepcin de mis
teoras, no trato de rehuir el alegato de la
ciencia jurdica, ni soslayo los conflictos que
plantea el Derecho Positivo en determinadas
cuestiones. Tengo de ellos plena conciencia,
y
si no se abaten mis propsitos como ante
un obstculo invencible, es porque me anima
el convencimiento de que una profunda revo-
lucin ideolgica se est operando en la esfe-
ra del Derecho Pblico, que bien pronto ha
de derrocar principios
y
creencias que hasta
hoy se juzgaban inconmovibles. Desde las co-
rrientes internacionalistas definidas por Bo-
JBEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 183
urgois, Ramsay Muir, Brunhes
y
Charles
Brun, hasta el nacionalismo mstico
y
racial
de Rabindranath Tagore, pasando por el se-
reno apostolado de Romain Rolland; desde las
inquietantes predicaciones del gremialismo
ingls de The New Age
y
el residuo ideol-
gico del comunismo ruso, hasta los primeros
avances del nuevo derecho pblico formula-
dos por Duguit, todo nos augura el adveni-
miento de una disciplina jurdica que ha de
regularla marcha de la sociedad futura.
(1)
Y no aludo con ello a un porvenir remoto,
sino a posibilidades muy prximas. Los pri-
meros atisbos de esta doctrina se acusan ja
en la legislacin
y
en la jurisprudencia de los
Estados ms progresivos,
y
no creo que sea
(1).
Rabindranath Tagore Nationalism 1918.El
punto de vista de Tagore defendiendo el nacionalismo
social eintegral> guarda cierta afinidad ideolgica con
el estatismo
de los gremialistas ingleses ("Mr. Arthur
Penty A Guildsman's interpretation of History>
y
A.
R. Orage Socialismo gremial, trad. Carlos Pereyra)
y
brinda un margen de interpretacin favorable a nuestro
programa. Aludo adems, en este captulo, a los estu-
dios siguientes: Ramiro de Maetzu, La Crisis del Hu-
manismo;, Jean Brunhes Les Conditions de la Geogra-
phie Humaine de la Societe des Nations; nationalites,
nations, Etets. (Ver* la Societ des Nations) Len
Duiguit Las Transformaciones del Derecho Publico>
(trad. A. Posada,) Ramsay Muir NaonaHsme et Inter-
nacionalisme> (trad. francesa.)
84 CARLOS BADEA MALAGUDA
ningn delirio esnobista, el ampararnos en
ellos para determinar la accin de Espaa en
Amrica, mxime, cuando con ello se plan
tean problemas que escapan al alcance de las
instituciones vigentes.
Tras un anlisis cientfico de las ideas
que se encadenan en el transcurso de estos
captulos, se argir en primer trmino, el
obstculo formidable que faiana de la anti-
nrnia entre las dos soberanas. He cuidado
bien de precisar en su momento oportuno, la
norma que deba prevalecer en esta materia,
consistente en prolongar la accin de la ley
espaola hasta el justo lmite donde empezara
el imperio de la soberana americana. Pero
no se me oculta, que este criterio circunstan-
cial
y
excesivamente acomodaticio, difcilmen-
te puede resistir los embates de una critica
cientfica, apayada en el concepto clsico de
la soberana. Pero hoy, este concepto se halla
en plena quiebra. Son hombres como Duguit
Posada
y
Ramsay Muir, los que sostienen esta
tesis,
y
respaldado con tan robusta autoridad,
yo me acojo a ella para la defensa de mis con-
clusiones.
Si, como sostiene Duguit la soberana
no es nica e indivisible, sino mltiple
y
multicelular*; si no es el poder de domina-
cin, ni de mando, ni de coaccin
material
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 185
siquiera, sino de poder, de capacidad, de
autonoma, de organizacin
y
de sistema, que
acta como una fuerza de la conciencia colec-
tiva,
(1)
no andaremos muy lejos de encontrar
el engrane de dos soberanas distintas dentro
de un mismo cuerpo social. Pero avancemos
un poco ms, hasta encontrarnos con la opi-
nin de Brunhes, afirmando que el imperio
de la ley nacional tiende a emanciparce del
sentido geogrfico en que ha vivido recluida,
para seguir la extrema movilidad de los es-
>ritus>
(2)
Y si la nacin no ha de tener su
asiento en el soporte territorial que le asign
la Historia, el Estado puede irradiar su acti-
vidad por todos los confines del globo, confir-
mando la conclusin de Brunhes, que en el
siglo XX no son las nacionalidades sino los
Estados los que han asegurado su triunfo (3).
No se adivina a travs de estas teoras la
trayectoria de una luz ideal, que llega a ilumi-
nar cenceptos
y
pincipios, envueltos hasta
hoy en la bruma de la utopa? Si el concepto
de la soberana tiende a desvincularse del
(1)
Daguit Las transformaciones del Derecho Pbli-
co Edicin espaola pgina 37.
(2)
Jean Brunhes Les conditions dla geographie
iiuraaine en las Societe des Nations
pg
23.
(8)
Id.
pg.
37.
186 CARLOS BADIA MALAGRIDA
territorio para seguir al individuo, ms all
del estatuto personal
y
hasta donde alcance
su actividad poltica
y
econmica, nuestra
legislacin debe acoger con amplitud de miras
esta doctrina, en laque va envuelta la solucin
de inveterados problemas,
y
tras la cual se
brindan a la actividad espaola inmensas
posibilidades.
Lo interesante, es seguir las palpitacio-
nes de la vida nacional hasta donde alcancen,
omitiendo toda consideracin de soberana
y
de territorio. Donde* se opere un esfuerza
individual, por inslito
y
modesto que sea, en
correspondencia con el pensamiento o con la
economa de Espaa, hasta all se prolonga la
actividad funcional del Estado. Son las fun-
ciones
y
no los conceptos, las que estn llama-
das a prevalecer en el Derecho Pblico moder-
no,
y
de este modo, se descuaja la raz revo-
lucionaria de los derechos subjetivos, en pos
de un pensamiento ms equitativo
y
ms real,
el de que todo poder
y
todo derecho deben
estar condicionados a la funcin. >(1)
Siguien
do por esta ruta, Len Duguit sostiene que
El Derecho Pblico moderno se convierte en
un conjunto de reglas que determinan la
(1)
Ramiro de Maetzu: LaCrisis del Humanismo
pg.
338.
IDEARIO DELA COLONIA ESPAOLA J87
organizacin de los servicios pblicos
y
ase-
guran su funcionamiento regular e ininte-
rrumpido. ... El fundamento del derecho
pblico, no es el derecho subjetivo del mando,
es la regla de la organizacin de los servicios
pblicos*. Y el profesor espaol Posada,
marchando paralelamente a la idiologa de
Duguit,
y
rivalizando con l en aras de un
realismo cada vez ms acentuado, aade que
en el fondo de toda accin de soberana, se
esconde la prestacin de un servicio pbli-
co
(1).
Por este camino, rozando siempre las
octrinas del Socialismo de Estado, aunque
sin confundirse con ellos, vamos entrando en
el terreno de una nueva disciplina jurdica, en
la que caben todas las gradaciones
y
todos los
matices. Bajo su amparo podemos imaginar
la personalidad de la Colonia, dentro de aque-
lla unidad funcional que se vislumbra como
nota caracterstica del Estado moderno. Las
manifestaciones de su vida colectiva no son
otra cosa que simples servicios pblicos,
y
respecto a ellos, el Gobierno ha de desempe-
ar la misin reguladora que su propio carc-
ter le impone.
(1)
Adolfo Posada prlogo a a obra de Duguit an-
es mencionada.
188 CARLOS BADIA MALAGRIDA
No vara esencialmente el concepto del
servicio pblico, por el hecho de que su pres-
tacin se efecte dentro o fuera del territorio
nacional. La misma existencia dla Institu
cin Consular as lo confirma,
y
en las atribu-
ciones administrativas que se le asignan,
pueden verse, en embrin, muchos de los ser
vicios pblicos que el Gobierno ejecuta o
controla dentro de sus fronteras polticas.
Basndome en este hecho, he pretendido solo
darle mayor desarrollo
y
hacerlo extensivo a
otras esferas de la actividad social de la Col
nia, procurando borrar este concepto monis
ta que lo preside todo
y
todo lo vincula a la
autoridad del Cnsul, para restituirlo al ejer
cicio de la persona colectiva, segn los princi-
pios de limitacin
y
jerarqua* que son los
postulados del Estatismo gremial (1).
Aceptadas estas doctrinas, queda tcita
mente consignado todo lo que se refiere al
wganismoy a la funcin de la Colonia; falta
ahora considerar la ley
y
la sancin.
Len Duguit, fiel a su criterio favorable
a la pluralidad de soberanas, sostiene que en
el territorio del Estado, al lado de la ley nacio-
nal, se forman las leyes particulares (locales,
(1)
Arthar Penty A Guidemau's Interpretaron of
History
pg
72,
y
Maetza,obra citada
pg.
241.
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 189
de servicios, de asociaciones, de contratos
colectivos de trabajo, de concesiones de ser-
vicios pblicos...) que se imponen a los ciuda-
danos
y
a los tribunales.
(1)
Segn esto, la
facultad estatuaria de una asociacin, es ni
ms ni menos que un derecho legislativo, con
todos los atributos soberanos que emanan de
la funcin que desarrolla o del servicio que
presta. No existe la delegacin de servicios
(doctrina patrocinada en Espaa por la Man-
comunidad Catalana), sino el ejercicio de una
soberana particular que d substancia a una
ley particular .
Con arreglo a esta concepcin, pcdra
definirse la norma legislativa que podra re-
gular el funcionamiento de la Colonia. Seria
misin del Estado el dar la Ley General, en la
que se consignara el reconocimiento de la
personalidad de la Colonia,
y
en la que se
estipulara el monto del auxilio econmico que
deba percibir. Fuera de esto, todo lo refe-
rente a la estructura
y
a su funcionamiento
general, seran atributos de aquella soberana
implcitamente reconocida con su personali-
dad. En uso de esta soberana, la Colonia po-
dra dictar sus Leyes, incluso su materia, tri-
butaria, en la inteligencia de que gozaran de
(1)
Duguit obra citada
pg.
181.
190 CARLOS BADIA MALAGRIDA
la misma fuerza obligatoria que una ley elabo-
rada en las Cortes,
y
la eficacia que le presta-
ra el Estado en este terreno, sera pura
y
simplemente de carcter moral.
El careter obligatorio supone un resorte
coercitivo, pero este, no debe buscarse en la
esfera de los preceptos penales, sino en el
propio radio de su funcin peculiar. El Cdi
go pena las infracciones de las Leyes Gene-
rales, no de las particulares; para ello, sera
preciso que la infraccin de una ley particular
revistiera caracteres excepcionales, con los
que se infringiera a la vez, el precepto de una
ley general. Pero cuando esto no ocurre, la
fuerza coercitiva de una ley particular se
deriva del mismo servicio que la ley regula,
y
las nicas penalidades que tiene a su alcance,
son las que pueden decretarse con la omisin
de dicho servicio.
A primera vista esto pudiera parecer de
una eficacia muy relativa, pero a poco que se
medite acerca de la trabazn que existira en
tre los diversos servicios, fcilmente se llega-
r al convencimiento de que ninguna infrac-
cin legal quedara impune, ante la perspec-
tiva de una serie de recursos escalonados, que
llegaran hasta el extremo de cerrar al rebel
de, el camino de la repatriacin.
Palta un punto a considerar,
y
es, el en-
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA 19
1
grane de este organismo colonial, con la so-
ciedad
y
la legislacin del pas de residencia-
Este punto, mientras no pueda resolverse en
el terreno diplomtico
(y
no creo que haya lie
gado todava el momento oportuno para ello)
ser preciso acomodarlo a las exigencias le-
gales de cada pas.
Afortunadamente, por la especial contex-
tura de las naciones americanas,
y
por la
fuerza del cosmopolitismo que en ellas opera,
la tendencia asociacionista est reconocida en
sus cdigos con un mximum de amplitud.
Hoy por hoy,no creo que pueda aspirar-
se a obtener un reconocimiento especial, sino
que por el contrario, la Colonia debera"ajus-
tarse a las normas vigentes en cada pas en
relacin con las asociaciones privadas,
y
de
fijo, encontrara en ellas margen suficiente
para su actuacin en todos los aspectos. Se-
ra una asocin privada en la que se concen-
traran diversos fines, hoy practicados aisla-
damente por entidades especialmente creadas
para ello,
y
esta integracin funcional, no po-
dra en modo alguno, desvirtuar su carcter
ni dificultar su acogimiento a la ley.
La personalidad de la Colonia revestira
pues un doble carcter; el de una
asociacin
privada ante las leyes americanas,
y
el de una
entidad administrativa ante las leyes espa-
olas.
I
CONCLUSION
No se me oculta en modo alguno, el excep-
ticismo con que muchos han de acoger
las
sugestiones de este libro, Hombres
avezados
al duro contacto de las realidades, en este
rodar vertiginoso de la vida americana,
nada
tiene de extrafio que me juzguen como un
teorizante ms. A su costa, se ha teorizado
tanto
y
tan intilmente!
Pero yo no me resigno a correr la misma
suerte que nuestros lricos americanistas,
y
a cuantos intenten desvirtuar mis ideas con el
alegato de la irrealidad, he de requerirles pa-
ra que no me nieguen la apelacin definitiva
de
un ensayo. El asunto es magno,
y
vale
la
pena de que lo sometamos a una prueba ex-
perimental. Slo ante el desengao de los
hechos me resignara a plegar las alas de mi
optimismo; mientras tanto, seguir creyendo
en la
virtualidad de mis ideas, si no en su&
detalles,
al menos en su orientacin general,
Y como esto
podra parecer un
g
sto de pre-
96 CARLOS BADIA MALAGRIDA
uncin,
y
yo he procurado, por el contrario,
impregnar estas pginas de toda mi sinceri-
dad, quiero dejar consignados incluso los
detalles de procedimiento que pudieran ser-
vir de iniciacin a la obra esbozada.
Para ello, sera preciso utilizar los ncleos
de
organizacin espaola que hoy actan ms
o menos diseminados en cada pas. Cualquiera
de ellos podra lanzar la iniciativa,
y
requirien-
do la cooperacin de los Centros
y
Entidades
establecidas en la misma localidad, se podra
constituir un Comit Organizador, con la ex-
presa
y
nica finalidad de llevar a cabo las
gestiones
preliminares.
Este Comit debera, en primer trmino,
someter sus propsitos a la aprobacin del
Ministro de Espala, colocndose desde el
primer momento bajo el amparo de su autori
dad
y
la eficacia de su auxilio, Logrado esto,
sera preciso formular un programa mnimo
e inmediato, que respondiera a la necesidad
de despertar el ideal colectivo de todos los
espaoles establecidos en la Repblica. Una
campaa de propaganda hbilmente desarro
liada, bajo el respaldo de la autoridad consular
en cada Distrito, ira preparando el ambiente
para la celebracin de una gran asamblea.
Para este acto, los Cnsules habran recibido
de la Superioridad las instrucciones necesa-
IDEARIO DE LA COLONIA ESPAOLA
97
rias para recibir el voto de todos los espaoles
inscritos en los Registros o simplemente pro-
vistos de documentos de identidad (hay que
partir de la base de un mximum de toleran-
cia) para la designacin de los que debieran
representarles en 1? Asamblea.
Este primer concierto de voluntades, se
llevara a cabo de una manera rudimentaria
y
con un gran nurgen de deficiencias, pero
sera, de fijo, un ensayo fecundo
y
renovador.
Reunida la Asamblea
y
distribuido el
trabajo entre sus diversas secciones (cada
una de ellas auxiliada por un Cnsul de ca-
rrera, en*calidad de asesor), se empezara la
obra constructiva con arreglo a los procedi-
mientos
ms breves, ms democrticos
y
me-
nos parlamentarios posibles. He aqu los pun-
tos de vista que podran presidir la labor es-
tatuaria de la Asamblea.
Organizacin integral de la Colonia en
todo el territorio de la Repblica, cuidando
bien de sealar las Demarcaciones
y
los Dis-
tritos; constitucin de las Juntas, sealamien-
to sumario de sus funciones ms elementales,
rgimen econmico,
y
sistema electoral. Todo
esto, respondiendo a un criteeio de ensayo
y
de internidad, que podra durar un ao como
mximum.
Desde aquel momeuto, la Colonia
alean-
198 CARLOS BADIA MALAGRIDA
zara personalidad legal,
y
con este carcter,
podra aspirar a ponerse en contacto con el
Gobierno
y
coa los partidos polticos de Es-
paa. Para intensificar esta medirla entra-
ra en funciones el cuerpo electoral, a fin de
designar los hombres polticos, que teniendo
representacin en las Cortes, pudieran os-
tentar con dignidad
y
empeo, la representa-
cin oficiosa de la Colonia. Varios delegados
de la misma se trasladaran a Espaa para
recabar la aceptacin de los que hubiesen sido
elegidos,
y
con ellos, se dirigiran al Gobierno
para exponerle las decisiones de la Asamblea
como punto de partida para la organizacin
ulterior.
A qu contiuar? El da en que esto fuera
un hecho, el pleito de las Colonias
estara ga-
nado,
y
la poltica
espaola
entrara
en un
perodo de fecunda
renovacin.
INDICE
Captulos Pginas
LEl porvenir del ideal americanista est en
manos de las Colonias EspaolasLa
poltica internacional hispanoamerica-
na
y
la poltica nacional en orden a
las Colonias Espaolas de Amrica.
Su legislacin.El
deber de defender a la patria con
las armas.
La Ley de Recluta-
miento
y
Reemplazo del Ejrcito, de
1912.
Captulos relativos a los espa-
oles con residencia en el extranjero.
Las Juntas Consulares de Recluta-
miento.Sus funciones.
Los problemas.Ventajas de este
sistema.
Es absolutamente justo?
Problemas sociales
y
nacionales vincu-
lados con la Enseanza.Es preciso
evitar todo dualismo con la enseanza
oficial americana. Cul ha de ser la es-
fera de accin de la Colonia.
I.
El concepto.
Razn de mtodo.La Caridad no es
el deber nico de la Colonia, ni 6i quie-
INDICE
VII
Captulos Pginas
ra el principal.Prelacin de conceptos
y
de funciones.
II.
Su organizacin.La Beneficen-
cia no debe serla obra de una Sociedad
especial, sino un deber colectivo de la
Colonia.Debe ser una sola en cada
Repblica.Su organizacin local
y
cen-
tra!.
III.
Servicios sanitarios.Institutos
benficos en cada Demarcacin.Ins-
tituto central.Servicios mdicos a do-
micilio.Otros varios:
IV.
Servicios sociales.Socorros.
Comedores
y
Albergues.La pureza
de
las costumbres; sus aspectos; las sancio-
nes.Rgimen econmico
y
administra-
tivo.Aspecto legal
, 119
XACCION MERCANTIL. L
Los he-
chos. Las Colonias en la vida
mercantil
amerioana.Su influencia en la econo-
ma espaola, (a) El ahorro del emigran-
te que negocia aespaldns de la produc-
cin espaola, (b) El que conquista
pa-
ra ella nuevos mercados, (c) El que la
suerte de materias primas.La perfecta
utilizacin de estos factores implica un
amplio
y
total reconocimiento dla per-
sonalidad econmica de la Colonia.
II.
A quin co-
rresponde el deber del impulso econ-
mico, dentro del rgimen administrativo
de la Colonia? Hasta dnde alcanzan los
deberes del Estado?
La actuacin administrativa de la Co-
lonia no debe ser una carga para el
erario pblico.Cmo las Colonias con-
tribuyen al acrecentamiento de la rique-
za nacional.Cmo el Estado contribu-
ye al bienestar dlas Colonias.La des-
proporcin entre estos dos conceptos.
(A).
La contribucin de la Colonia.
El presupuesto particular de cada Co-
lonia.Su confeccin. Su revisin.
Rgimen tributario.
Puede el Estado
imponer contribuciones a sus subditos
fuera de su jurisdiccin territorial?Pre-
cedentes en nuestra Legislacin.Los
X INDICR
Captulos Pginas
resortes coercitivos. Las divessas par-
tidas del Presupuesto
y
su nivelacin.... 163
XIII.LA DOCTRINA JURIDICA.Razn de
mtodo.La nueva ideologa jurdica.