Descargue como PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 407
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
FACULTAD DE CIENCIAS DE LA INFORMACIN
AFINIDADES Y DIFERENCIAS DE DOS PERIODISTAS- LITERATOS DEL SIGLO XIX: MARIANO JOS DE LARRA Y RICARDO PALMA: REVISIN HISTRICA DE LA INTEMPORALIDAD DE SUS ARTCULOS, CRNICAS Y TRADICIONES: PERVIVENCIA DE SUS OBRAS A TRAVS DE LAS NUEVAS TECNOLOGAS Y SU APLICACIN EN LA ENSEANZA DEL PERIODISMO ACTUAL
MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR PRESENTADA POR
Luzmila Cecilia Salinas Aguilar
Bajo la direccin del doctor Francisco Esteve Ramrez
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE CIENCIAS DE LA INFORMACIN
TESIS DOCTORAL
AFINIDADES Y DIFERENCIAS DE DOS PERIODISTAS-LITERATOS DEL SIGLO XIX: MARIANO JOS DE LARRA Y RICARDO PALMA
Revisin histrica de la intemporalidad de sus artculos, crnicas y tradiciones. Pervivencia de sus obras a travs de las Nuevas Tecnologas y su aplicacin en la enseanza del Periodismo actual.
Luzmila Cecilia Salinas Aguilar
Director: Dr. Francisco Esteve Ramrez Madrid, abril de 2008
2
El Lenguaje es el cemento de nuestra vida social, el hilo conductor de nuestra biografa personal y nuestro primer instrumento de trabajo y de recreo. Constituye el ultimo estrato de la naturaleza humana, que se superpone a las dems y acaba de caracterizarnos
J ess Mosterin (La Naturaleza Humana, 2006)
3
AFINIDADES Y DIFERENCIAS DE DOS PERIODISTAS- LITERATOS DEL SIGLO XIX: MARIANO JOS DE LARRA Y RICARDO PALMA
Revisin histrica de la intemporalidad de sus artculos, crnicas y tradiciones. Pervivencia de sus obras a travs de las Nuevas Tecnologas y su aplicacin en la enseanza del Periodismo actual.
INDICE
Pg. INTRODUCCIN 09 1. Situacin, mbito e hiptesis de estudio 10 2. Tipo, metodologa de la investigacin y trabajo de campo 22 3. Objetivos 25 4. Inters acadmico, profesional y cientfico 26
PRIMERA PARTE: DESARROLLO HISTRICO DE MARIANO JOS DE LARRA Y RICARDO PALMA
CAPITULO 1: BIOGRAFIAS E HITOS INFLUENCIABLES EN LA VIDA DE MARIANO JOS DE LARRA (1809-1837) 28 1. Biografa de Mariano Jos de Larra y Snchez de Castro 28 4 1.1 El exilio en Francia: fondo e inspiracin de sus obras 34 1.1.1 La influencia extranjera de Larra afrancesado o cosmopolita europeo? 36 1.2 El Madrid de Larra 44 1.3 Incursin poltica de Larra 49 1.4 Hechos cronolgicos del siglo XIX: desde el nacimiento hasta la muerte de Mariano Jos de Larra 52 1.5 La naturaleza humana de Larra en su trayectoria artstica 55 1.5.1 Clsico, romntico o eclctico? 56 1.5.2 Influencia del medio y de las personas en la naturaleza humana de Larra 59
CAPITULO 2: PRODUCCIN LITERARIA Y PERIODSTICA DE MARIANO JOS DE LARRA EN EL SIGLO XIX
2. Anlisis epistemolgico de la obra literaria de Larra 71 2.1 Compendio de los tipos de obras desarrolladas por Larra 83 2.2 Poemas neoclsicos. La poesa en la obra de Larra 87 2.2.1 Poesa satrica 88 2.3 Larra, un periodista inslito 89 2.4 Tratamiento de la obra de Larra en su etapa periodstica 92 2.4.1 El Duende Satrico del da 94 2.4.2 El Pobrecito Hablador 97 2.4.3 La Revista Espaola 100 2.4.4 El Correo de las Damas 101 2.4.5 Fgaro, el gran pseudnimo utilizado 105 2.5 Otras peridicos y revistas 109
CAPITULO 3: BIOGRAFA Y HECHOS HISTORICOS EN LA VIDA DE RICARDO PALMA (1833-1919)
3. Biografa de Ricardo Palma 112 3.1 El Per de Palma en la actualidad 115 3.1.1 Localizacin en Amrica 116 5 3.1.2 Divisin territorial 117 3.1.3 Cronologa del Per 118 3.1.4 Situacin poltica, social y econmica 118 3.1.5 Lima: tres veces coronada Ciudad de los Reyes 120 3.2 Periodizacin y paralelismos de la historia literaria peruana y europea en el S. XIX 121 3.3 Palma y la historia del Per: Notas biogrficas en el marco de hechos histricos con protagonismo de Ricardo Palma 124 3.3.1 Museo de limeadas como prefiguracin de las Tradiciones Peruanas 125 3.4 Lima criolla y su influencia en el hacer poltico de Palma 141 3.4.1 El exilio de Palma en Chile 143 3.4.2 La influencia espaola y europea 145 3.5 Palma, escritor de conciencia social 146 3.6 Los seudnimos de Palma: XYZ 148
CAPITULO 4: PRODUCCIN LITERARIA Y PERIODSTICA DE RICARDO PALMA
4. La obra de Palma 154 4.1 Palma escritor 155 4.2 Las Tradiciones Peruanas 158 4.2.1 Concepto de tradicin de Palma: perfil y esencia 162 4.2.2 Las Tradiciones Peruanas como legitimacin en la Historia del Per 169 4.2.3 Las Tradiciones Peruanas como foro lingstico 184 4.2.4 Valoracin de las crticas de Palma 195 4.2.5 El rol de la Nobleza en las Tradiciones Peruanas 200 4.3 Anales de la Inquisicin de Lima 205 4.4 Palma lingista 213
6
SEGUNDA PARTE: ANALISIS DE CONTENIDO: DIFERENCIAS Y SEMEJANZAS DE TEXTOS LITERARIOS Y PERIODISTICOS DE LARRA Y PALMA Y SU APORTE AL PERIODISMO HISPANOAMERICANO
CAPITULO 5: EL PERIODISMO DE LARRA Y PALMA: CORRIENTES, GNEROS LITERARIOS Y NEOLOGISMOS
5. Epistemologa de la obra de Palma 216 5.1 Las Tradiciones de Palma entre la Literatura, el Periodismo y la Historia 217 5.1.1 Antecedentes del periodismo hispanoamericano. Panorama del S. XIX 221 5.1.2 El Periodismo en la Amrica espaola 228 5.1.3 La Tradicin como gnero del periodismo y la literatura 237 5.2 El Romanticismo y costumbrismo 242 5.2.1 Influencia de Lima colonial en Palma 259 5.2.2 Incursin literaria de Palma en la poesa 268 5.2.3 Las Tradiciones Verdes, una mezcla exquisita de la stira, lo coloquial, el humor y la irona 269 5.3 Ricardo Palma, entre el hispanismo, el americanismo y el peruanismo 293 5.3.1 Lo espaol en el imaginario de Palma 297 5.3.2 Entre la hispanofobia y la hispanofilia: reconocimiento de los americanismos 305 5.3.3 La reconciliacin literaria en el mundo hispnico 311 5.3.4 Puntos de acuerdo entre Unamuno(de la Generacin del 98) y Palma 315 5.4 Peruanismos, americanismos y otros neologismos 317 5.5 Larra y el artculo de costumbres: El Castellano viejo 340 5.6 La irona en la literatura de Larra: Las casas nuevas 341 7
TERCERA PARTE: PERVIVENCIA DE LAS OBRAS DE LARRA Y PALMA A TRAVS DE LAS TECNOLOGAS DE LA INFORMACIN
CAPITULO 6: PERDURABILIDAD DEL LEGADO DE LAS OBRAS DE LARRA Y PALMA EN INTERNET: DIFUSIN Y DIVULGACIN
6. Las nuevas tecnologas aplicadas en la recuperacin de las obras literarias y periodsticas de Larra 346 6.1 Proyectos de investigacin en la red sobre Larra 346 6.2 La Biblioteca Virtual Cervantes 347 6.3 Recuperacin de las obras literarias y periodsticas de Palma y su expansin a travs de las Tecnologas de Informacin 349 6.3.1 Aporte Cultural, Literario y Periodstico 352 6.3.2 Palma y la recuperacin de la Biblioteca Nacional 353 6.3.3 Aporte a la literatura hispanoamericana de las primeras dcadas del S. XX: la novela regionalista 357 6.3.4 Hacia la bsqueda del reconocimiento de peruanismos, neologismos y otros americanismos 359 6.3.5 El Valor de las Tradiciones Peruanas en el desarrollo de la cultura 364 6.4 Palma en Internet 371 6.4.1 Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (Espaa) 371 6.4.2 Biblioteca virtual (Biblioteca Nacional del Per ) 372 6.5 Poltica Lingstica Panhispanica: El Diccionario Panhispanico de Dudas 374 6.6 El impacto de Palma en Amrica Latina 381 6.7 Publicaciones y estudios sobre Palma en 1997-2007 384
8
CONCLUSIONES 390
BIBLIOGRAFA 397
9
INTRODUCCIN
SITUACIN, MBITO E HIPTESIS DE ESTUDIO TIPO, METODOLOGA DE LA INVESTIGACIN Y TRABAJO DE CAMPO OBJETIVOS INTERS ACADMICO, CIENTFICO Y PROFESIONAL
10
INTRODUCCIN
1. Situacin general, mbito e hiptesis de estudio
El objeto central en este trabajo de tesis doctoral se basa, fundamentalmente, en el anlisis sobre los gneros literarios que Mariano J os de Larra, en Espaa y, Ricardo Palma, en Per, dos grandes genios de la literatura y el periodismo del siglo XIX, emplearon en cada una de sus obras, coadyuvando a la divulgacin de la cultura y, sobre todo, a una forma de periodismo cuyos cimientos perviven en el tiempo.
Larra y Palma, Palma y Larra. No importa el orden. Lo que importa es que ambos han dejado huella universal a travs de sus obras literarias y periodsticas que continan aplicndose a diferentes contextos de nuestra poca.
Las obras de ambos escritores, el aporte a la cultura y literatura, la influencia que tuvieron en cada una de sus pocas, y sobre todo, el periodismo que hicieron y representaron en el Siglo XIX, son materias que sern tratadas ampliamente en este trabajo de tesis, por cuanto como veremos, la aplicacin de los gneros, la narrativa que crearon y que embellecieron las letras hispnicas a ambos lados del atlntico, pueden convivir con las nuevas formas periodsticas que desarrollamos en estos tiempos.
Actualmente, nos encontramos en un momento de evolucin tecnolgica que impacta de lleno en la estructura y produccin de la informacin, pero esta informacin no tiene porqu dejar de ser de calidad, sino por el contrario, recurriendo a las formas periodsticas de Larra y Palma, podemos conseguir realizar un periodismo de calidad, sobretodo, en el aspecto narrativo y con una buena estructura semntica.
11 La obra de Mariano J os de Larra (1809-1837) se ha constituido en la piedra angular de la literatura de su poca y en los cimientos del periodismo que ha identificado a Espaa y Europa. Son muchos los expertos y diferentes las investigaciones que se vienen realizando en relacin al gran periodista-literato nacido en Madrid, que vivi una corta pero intensa vida, muriendo a la edad de 28 aos, por causa de un suicidio cuyos antecedentes derivan en el climax del romanticismo y que analizamos en los captulos correspondientes.
Autores como J avier Gonzlez Rovira 1 , no dudan en afirmar que si hay un suicidio que represente cabalmente el espritu romntico, se es el de Mariano J os de Larra. Con el gesto de dispararse un pistoletazo ante el espejo se cerraba una corta y fecunda vida que, en buena medida, resume la tragedia de la intelectualidad espaola en las primeras dcadas del siglo XIX y, por tanto, del particular Romanticismo espaol. Del mismo modo, su entierro servira para presentar a quien iba a convertirse en su sucesor, un joven J os Zorrilla que tom la palabra para leer unos versos de elogio del difunto.
Larra, naci en el seno de una familia que pronto se vio obligada al exilio en territorio francs. Como mdico de las tropas bonapartistas, el padre del autor de Ya soy redactor, cruz la frontera en 1812. Se cumpla as una poca en la que tantos espaoles, de una clara influencia afrancesada o de ideologa liberal, tuvieron que vivir tarde o temprano durante el tiempo de permanencia en el trono de Fernando VII. No obstante, este exilio supuso para el posterior insigne escritor, un primer contacto con el espritu de la Ilustracin y las ideas estticas del neoclasicismo.
Larra, retornado a Espaa, pronto se revela como un joven inquieto capaz de proyectar una Gramtica y un diccionario de sinnimos y, al poco tiempo, instalado ya en Madrid, empezar su carrera de escritor. En esos aos escribe principalmente poemas neoclsicos, con una temtica cvica o
1 Mariano Jos de Larra. Vuelva Ud. Maana y otros artculos. Introduccin de J avier Gonzlez Rovira, Editorial Santillana Ediciones Generales - Diario El Pas - Coleccin Clsicos Espaoles, Barcelona 2005 12 patritica, y poesa satrica (letrillas o sonetos), todo con escaso inters literario. Sin embargo, la verdadera demostracin de su talento se encuentra en el periodismo: siendo casi adolescente publica una revista unipersonal conocida como: El Duende Satrico del Da (1828), a la que seguir El Pobrecito Hablador (1832-1833). Ms tarde, sus artculos aparecern en publicaciones de prestigio como La Revista Espaola y El Correo de las Damas 2 , en donde ya adopta el seudnimo de Fgaro, tan mundialmente conocido.
Su precocidad se manifiesta tambin en el plano sentimental. A los veinte aos, contrae matrimonio con J osefina Wetoret, segn una costumbre que criticar en uno de sus artculos, El casarse pronto y mal. Este matrimonio ser uno de los mayores errores en la vida de Larra. Aunque tuvieron tres hijos, esto no fue impedimento para que ambos cnyuges llevases vidas separadas y en donde las mutuas infidelidades eran moneda comn. Este desengao sentimental le lleva a buscar el amor en otras relaciones, como la que mantiene con una mujer casada de nombre, Dolores Armijo, relacin cuyo tumultuoso desenlace ser pues, uno de los motivos que llev a suicidarse al escritor.
En sus artculos de los primeros aos, Larra consigue superar los lmites del costumbrismo, gnero limitado hasta entonces a la visin de tipos singulares o pintorescos, a cuadros seudo folclricos con cierto inters etnogrfico, pero de relativo valor literario (salvo excepciones, como Mesonero Romanos o Estbanez Caldern).
El periodismo de Larra es el primer intento moderno de plasmar de manera humorstica algunos de lo principales problemas de nuestro pas, centrndose en las costumbres con un noble propsito: erradicar hbitos y
2 El Correo de las damas era un semanario redactado por Larra desde su aparicin en junio de 1833 hasta diciembre del mismo ao. Era una revista dedicada a la mujer con atencin preferente a las novedades de la moda e ilustrada con figurines. En ellos se apreciaban las muestras de la gran novedad del momento representada por los vistosos sombreros de seora, diseados en Pars, y que van sustituyendo en el Paseo del Prado a la severa y castiza mantilla nacional.
13 usos deplorables que inciden en el atraso espaol e impiden el progreso, defendiendo la necesidad de reformas en nuestras costumbres a partir de un principio bsico: la educacin. Es la poca de algunos de sus artculos ms conocidos, como Empeos y desempeos, El Castellano viejo o Vuelva usted maana. Tambin se dedica de lleno a la crtica literaria, prestando particular atencin a todas las novedades que permiten percibir la penetracin del Romanticismo en nuestras letras, especialmente en el teatro.
Larra se ha convertido en poco tiempo en un periodista prestigioso, temido por sus enemigos por la irona que destilan sus pginas, que siente la necesidad de enfrentarse con obras de mayor empeo en otros gneros que, en su opinin, le proporcionarn una mayor presencia en el panorama literario. En ese sentido, 1834 es un ao notablemente productivo: se publica su nica novela, El Doncel de Don Enrique el Doliente, obra que se encuadra dentro del gnero de la novela histrica. En ella, Larra narra las desventuras amorosas de Macas (un trovador en parte histrico y en parte legendario), personaje sobre el que volver en Macas, el primer drama romntico escrito en Espaa. Los temas de la pasin insatisfecha, de la fidelidad y de la tirana, tan cercanos a Larra, son centrales en ambas obras. Sin embargo, es su faceta de periodista el destinado a crear una obra que perdure.
Sus artculos son cada vez ms sombros y pesimistas, con un tono ms reflexivo que descriptivo, y resulta difcil deslindar lo meramente poltico de lo costumbrista; por ejemplo, en La diligencia, su consideracin sobre el penoso estado de ese medio de transporte da paso a un crtica amarga del atraso espaol respecto a Europa que acaba convirtindose en una admonicin sobre el destino que espera a los liberales, el exilio. Su campo de observacin se ha ampliado: ya no se limita slo a tipos y costumbres que provoquen la sonrisa del lector, sino que se cuestiona seriamente las motivaciones profundas del ser humano y su organizacin social.
14 Larra es plenamente consciente de su papel como intelectual: es un periodista que va forjando su identidad en contraste con la sociedad burguesa, enfrentado a las mezquindades que lo rodean, que desprecia la incultura del pas y sus brbaras costumbres, y que slo reconoce una aristocracia del talento basada en el mrito personal, en las virtudes morales, en la fuerza de la personalidad.
En el plano poltico, pone sus esperanzas de cambio en el gobierno de Mendizbal, de orientacin liberal progresista, pero la falta de libertad de prensa, as como algunas decisiones que le parecen discutibles por su alcance (en especial, la famosa desamortizacin y la ley electoral), provocan su paulatino desencanto, lo que le lleva a una situacin vital contradictoria: sin renunciar a sus ideales progresistas, se presenta a diputado por las filas del bando moderado, que agrupa a otros intelectuales descontentos como Alcal Galiano o el Duque de Rivas. Aunque es elegido diputado por vila, no puede tomar posesin de su cargo al producirse la rebelin de La Granja, golpe militar promovido por el propio Mendizbal. Durante los meses siguientes, Larra escribe artculos dedicados exclusivamente a la crtica literaria, editoriales sin firma y algunas cartas que intentan justificar su postura ante los ataques difamatorios de distintos medios.
El escritor ha entrado en el periodo ms amargo de su vida, los ltimos meses de 1836, y su angustia estalla finalmente en los artculos El da de difuntos de 1836, Horas de invierno o La noche vieja de 1836, que reflejan un estado de nimo en el que es difcil delimitar las razones meramente personales de las motivaciones polticas: es el nihilismo trgico tan caracterstico del Romanticismo que ha de llevar necesariamente a la tragedia.
Por otro lado, en la obra de Ricardo Palma (1833-1919), nacido en Lima (la Tres veces coronada Ciudad de los Reyes, trmino que sola emplear en cada una de las tradiciones que citan a la capital peruana), analizamos su aporte literario a travs de su obra cumbre, Las Tradiciones Peruanas, y 15 sobre todo, rescatamos y analizamos, como en el caso de Larra, la figura del Palma periodista que visti de luces el periodismo naciente en la Amrica espaola.
En otra de sus facetas, la del Palma lingista, vera hoy cumplido uno de sus grandes deseos: el reconocimiento de los peruanismos y americanismos que solicitara formalmente a la Real Academia Espaola, cuando se encontraba en Espaa durante la celebracin del Cuarto Centenario del Descubrimiento de Amrica. Hoy, parte de ese deseo se ha cumplido con la creacin del Diccionario Panhispnico, en donde no solo se reconocen implcitamente, las voces y palabras utilizadas en Per, sino de todas las naciones latinoamericanas.
El elogiado escritor, poeta y periodista peruano, naci el 7 de febrero de 1833. Sus estudios universitarios los realiz en la Universidad Mayor de San Marcos, cultivando las letras desde temprana edad. Sus primeras producciones fueron las piezas dramticas: La hermana del verdugo y La muerte o la libertad. En 1850, tradujo el canto La conciencia de La leyenda de los siglos.
En 1860 colaboraba en El Diablo, cuando se le desterr a Chile, por razones polticas. Redact en Valparaso (1861) La Revista de Sudamrica y en 1863, public un volumen de Anales de la Inquisicin de Lima. El autor de las Tradiciones Peruanas, fue despus colaborador de los principales diarios de Buenos Aires, Santiago de Chile y Lima.
Sus Tradiciones Peruanas popularizaron su nombre en todas las repblicas americanas y fueron traducidas a diversos idiomas, tanto as que algunos estudiosos no dudan en afirmar que las Tradiciones Peruanas constituyen una obra cumbre como el Quijote de Cervantes.
En el plano poltico, fue secretario del Presidente de la Repblica, coronel don J os Balta y en ese puesto lo sorprendi la trgica semana de julio de 1872, en que Balta fue derrocado y fusilado por su propio Ministro de 16 Guerra, coronel Toms Gutirrez, quien pag con su vida y la de sus hermanos Silvestre y Marcelino, su atentado.
Entre otros cargos pblicos ha desempeado los de Senador y Director de la Biblioteca Nacional. Asumi este ltimo puesto despus de la guerra del Pacfico. La antigua biblioteca no exista. Los chilenos la haban saqueado, Palma ech las bases de una nueva y excelente sede. Esta es la principal gloria de Palma: la reconstruccin de la Biblioteca Nacional. Llev a cabo esta empresa sin ms recursos que su entusiasmo y sus vastas relaciones literarias.
Se dirigi a los escritores americanos y espaoles, solicitndoles la donacin de libros. Se dirigi tambin a los Gobiernos de las distintas repblicas latinas, solicitando donativos bibliogrficos y emprendi una verdadera cruzada para recoger los libros de la antigua Biblioteca, vendidos y malbaratados por las tropas chilenas en las casas de compraventa de Lima. Consigui, as, en pocos aos, echar las bases de la actual Biblioteca. Permaneci al frente de la misma hasta 1912.
En 1886, public un tomo de poesas que contiene Juvenilia, Armonas, Cantarcillos, Pasionarias y Nieblas. Por aquellos tiempos dio tambin a luz un libro muy ameno La bohemia limea de 1848 a 1860, historia ntima del movimiento literario de una de las pocas ms intensas en la produccin literaria peruana. Ricardo Palma posea una biblioteca particular valiosa en Miraflores. El da de la batalla de ese nombre (15 de enero de 1881) las tropas chilenas saquearon e incendiaron la casa de Palma, perdindose una valiosa coleccin de documentos y muchas obras insustituibles.
Como miembro de las reales academias espaolas de la Lengua y de la Historia, en 1892, fue enviado a Espaa por el Gobierno peruano, para asistir a las fiestas del Centenario de Amrica y concurri a varias sesiones de la Real Academia de la Lengua, interviniendo en sus deliberaciones.
17 De sus Tradiciones, publicadas ya en 1884, se hizo una segunda edicin ms completa y lujosamente impresa y encuadernada en 1894, en Barcelona. En esta misma ciudad imprimi un bonito volumen de Mis ltimas tradiciones. Despus de muchos aos de intensa e inapreciable labor literaria, se retir a vivir en la ciudad de Miraflores, rodeado de la consideracin y el afecto general, hasta el ao de su muerte en 1912.
Las obras de Mariano J os de Larra y Ricardo Palma, son analizadas en profundidad y exhaustividad en esta investigacin. Desde sus nacimientos, el exilio y deportacin a los que se vieron obligados y las vicisitudes que tuvieron que pasar en cada una de sus vidas (en el caso de Larra, en un escaso tiempo), es materia de estudio en los apartados correspondientes ya que cada una de las etapas conforman el carcter y perfil de estos insignes escritores, y por consiguiente, la productividad literaria y periodstica a que dieron lugar.
Para el anlisis de la produccin literaria de ambos autores, hemos realizado una seleccin de textos de cada uno, los mismos que han sido transcritos y comentados por expertos en estos dos periodistas-literatos, a los que hemos aadido nuestro propio anlisis y que se reflejaran en las conclusiones de esta tesis doctoral.
Porqu Larra y Palma?
Las obras de ambos genios literarios, permanecen, imperecederos y con un reconocimiento cada vez mayor, no solo en los pases de donde fueron originarios, sino a nivel mundial.
Larra y Palma, habiendo coincidido coetaneamente solo durante cuatro aos (de 1833 en que nace el escritor peruano y 1837 en que muere el escritor espaol), han realizado sendas obras, en muchos aspectos coincidentes tanto en el periodismo como en la literatura. Han sido creadores de estilos, con unas formas narrativas que, posteriormente, muchos autores han querido imitar, aunque en ninguno de los casos han 18 podido superar, creando eso si, otros estilos propios de cada autor y poca. Esto induce a pensar que Larra y Palma han creado una escuela literaria y periodstica con unas caractersticas que les son propias.
Por ello, bajo esta percepcin, la investigacin realizada que se plasma en este trabajo de tesis doctoral, se ha debido a los siguientes motivos y circunstancias que a continuacin detallo:
- Por mi ejercicio de la docencia en la Universidad Antonio de Nebrija e Institucin Universitaria Mississippi, impartiendo asignaturas como: Historia del Periodismo, Gneros de Informacin periodstica, Redaccin en Prensa y tica periodstica, algunas de cuyos contenidos guardan estrecha relacin con el objeto de la investigacin. - Por mi participacin en la imparticin de seminarios y conferencias sobre talleres de creatividad literaria y difusin de la cultura en centros e instituciones de la Comunidad de Madrid (Centro de formacin Tritoma, Centro Cultural de Torrejn de Ardoz, Centro Cultura de la J unta Municipal de Salamanca, Centro Manesfields, etc.) - Por mi formacin acadmica recibida en la Facultad de Ciencias de la Comunicacin de la Universidad San Martn de Porres, de Lima, Per. - Por haber nacido y vivido en Lima, Per, circunstancia que ha dado lugar que, a travs de la observacin directa, haya podido conocer in situ muchos de los lugares que se citan en la obra de Palma. Este es un matiz significativo que resalto, ya que me convierte, como autora de esta investigacin doctoral, en testigo presencial de los lugares citados (y algunos, aun existentes) en muchos de los articulos de Palma que se dan en las Tradiciones Peruanas y otras obras. - Porque considero que, bajo mi modesta opinin, los aportes realizados por ambos escritores marcan una poca dorada de las letras y la cultura que se dio en el Siglo XIX, tanto en Espaa, en Per y otros pases hispanoamericanos. - Porque considero que en esta poca de inmediatez de la informacin y el escribir rpido y bien, los aportes que nos han dejado ambos autores, nos pueden servir de referente para el correcto uso de la lengua 19 castellana, tan necesitada en la actualidad en el desarrollo del periodismo. - Porque es necesario evitar el socavamiento del lenguaje y la lengua castellana, trasgredida por los nuevos cdigos y lenguajes de comunicacin que surgen, a raz del crecimiento y expansin de las tecnologas de la informacin. - Por considerar que los textos de Larra y Palma, nos ayudarn a reflexionar sobre las bellas formas narrativas que no pueden ni deben perderse, sobre todo por aquellos cuyo trabajo consiste en el uso correcto del lenguaje a ambos lados del Atlntico. - Por resaltar la lucha constante de Palma para enriquecer la lengua castellana con las voces que nacieron a partir del mestizaje cultural que surgi de la colonizacin a las Amricas. - Porque Palma fue eterno e incansable defensor de las palabras que se crearon durante la colonia, ya sea por espontaneidad o, por el uso alternativo de las lenguas castellana y quechua, luchando por el reconocimiento de estas voces vivas para su inclusin en el diccionario de la RAE, explicando que eran palabras mestizas, como mestizos eran los pobladores de las colonias.
Bajo este contexto, consideramos que el conjunto de componentes literarios y periodsticos realizados por Larra y Palma, conforman los antecedentes del periodismo hispanoamericano que, como analizamos en el desarrollo de esta tesis doctoral, han tenido y tienen presencia en la formacin de los estudios de periodismo y comunicacin. En ese sentido, consideramos preciso analizar y sistematizar dichos textos literarios y periodsticos, y adaptar sus modelos y hacerlos compatibles con el apoyo de las tecnologas de la informacin y comunicacin en el desarrollo periodstico de nuestros tiempos.
20 Para ello, tomando como referencia el esquema del mtodo cientfico que plantea J avier Lasso de la Vega 3 , hemos estructurado la investigacin en tres partes que nos permitan hacer un estudio pormenorizado y detallado.
La primera parte, trata los apartados biogrficos e hitos que han ejercido influencia en la vida de cada autor, quienes de forma coincidente, empezaron su produccin literaria desde edades muy tempranas en cada una de las pocas que les correspondi vivir en el Siglo XIX.
La segunda parte corresponde al anlisis de contenido, a las afinidades y diferencias de la produccin literaria, y sobretodo, al aporte que supuso para el periodismo espaol e hispanoamericano y que se vislumbran en algunos de los textos o artculos ms conocidos de cada uno de los autores.
La tercera parte de este trabajo, se circunscribe a la aplicacin de los textos de Larra y Palma en los estudios de Periodismo y Comunicacin, apoyados por las Nuevas Tecnologas de la Informacin y Comunicacin. En esta parte, hacemos referencia al uso de Internet, tecnologa que, precisamente, nos ha servido de recurso, herramienta y fuente para localizar un gran nmero de referencias en esta investigacin.
As pues, esta investigacin se sustenta en la base que un uso correcto de la lengua castellana utilizada en el periodismo hispanoamericano, es el mejor tributo que se puede rendir a los periodistas-literatos que, con sus obras, han realizado una epopeya cultural, tanto en Espaa como en Per.
Por otro lado, la recuperacin, implantacin o adaptacin de los gneros en cada uno de sus entornos geogrficos, no hacen sino enriquecer el contenido de asignaturas que se desarrollaran en el mbito periodstico y literario.
3 LASSO DE LA VEGA, J avier.(1977). Cmo se hace una tesis doctoral. Tcnicas, normas y sistemas para la prctica de la investigacin cientfica y tcnica y la formacin continuada. Fundacin Universitaria Espaola. Madrid. 21 Por ello, entre otros planteamientos e hiptesis que se desprenden en este trabajo de tesis doctoral, se pretende demostrar:
- Que ambos autores, nacidos en diferentes sitios y diferentes dcadas del siglo XIX, han marcado las directrices de una poca de desarrollo cultural, literario y periodstico que aun hoy disfrutamos. - Que algunas de las conocidas obras realizados por Larra y Palma tienen coincidencia en muchos aspectos, tanto literarios como periodsticos. - Que ambos autores han tenido una visin adelantada a las pocas que les ha tocado vivir. Hecho que se traduce en una visin cosmopolita que aportan en sus obras, como consecuencia de las estancias realizadas en diferentes pases: el exilio en Francia por parte de Larra y el exilio en Chile por parte de Palma. - Que el desarrollo de las Tecnologas de la Informacin y Comunicacin, abanderadas por Internet, pueden coadyuvar a acrecentar las obras de estos grandes autores. - Que los escritos y textos realizados por Larra y Palma tienen presencia y aplicacin en los tiempos actuales, por lo que asistimos a una clara intemporalidad de artculos, tradiciones y crnicas. - Que tanto los articulos como la tradicin, desarrollados por Larra y Palma respectivamente, encierran una riqueza cultural fcilmente aplicable a las clases de Historia del Periodismo, Redaccin y Gneros periodsticos de nuestros tiempos. - Que para el Espacio Europeo de Educacin Superior (EEES) entre cuyos objetivos se encuentra la calidad de la docencia de asignaturas, el tratamiento y estudio de estas dos figuras del periodismo del Siglo XIX, ayudaran a acrecentar dicha calidad. Mxime, si se tiene en cuenta que el marco de conocimiento del EEES pasa por acercar el estudio de las Humanidades y las Artes a la sociedad en su conjunto.
Por todo ello, cabe indicar que debido al carcter interdisciplinar del tema de esta tesis, la variedad de opiniones, anlisis y estudios sobre ambos escritores, asi como, investigaciones constantes de nuevos enfoques y adaptaciones con mltiples aplicaciones culturales y la todava dispersin 22 del conocimiento sobre todos estos aspectos, me ha obligado a crear una plataforma de apoyo conceptual sobre la vida y obra de Larra y Palma, que justificara e hiciera posible las conclusiones a las que hago referencia en este trabajo de tesis.
Finalmente, cabe indicar que incluyo, adems de una extensa bibliografa, unos anexos en donde doy a conocer las peculiaridades de las palabras, voces y artculos completos y que pueda servir de ayuda para conocer el significado de los conceptos utilizados en el desarrollo de esta investigacin de tesis doctoral.
2. Tipo, metodologa de la investigacin y trabajo de campo
Los tericos de la comunicacin continan con la discusin en torno a si la comunicacin se puede abordar desde una perspectiva cientfica concreta o desde una perspectiva interdisciplinaria que implica varias ciencias sociales.
Estos se dividen en dos grupos, segn apoyen una u otra perspectiva. As, se encuentran los positivistas, que apoyan la comunicacin como ciencia, y los crticos, que defienden su interdisciplinariedad. Personalmente, como investigadora de este trabajo, me inclino por la perspectiva crtica ya que los tericos estudian la comunicacin de una forma global.
Tras sealar que esta investigacin se realizar desde la perspectiva crtica, se tendr que definir, como en cualquier campo de estudio cientfico, las tcnicas de investigacin que permitan realizar las indagaciones necesarias y concretizar ms el tipo de estudio que se ha realizado. En trminos generales, las tcnicas de investigacin se dividen en dos grupos: las cuantitativas y las cualitativas.
Las cuantitativas se caracterizan por observaciones cuantificables y susceptibles de tratamiento estadstico. Las ms frecuentes son: el 23 experimento en laboratorio, la encuesta por muestreo y el anlisis de contenido.
Las segundas rehsan la cuantificacin y la generalizacin de los hallazgos a muestras amplias. Prefieren ahondar en pocos casos y tratar de penetrar en los niveles con significado y ocultos de las personas o de los mensajes de los medios. Son tcnicas cualitativas: la entrevista en profundidad (abierta, no estructurada), la historia oral, la observacin participante y los anlisis semiticos y estructuralistas.
Los dos enfoques tericos, el positivista y el crtico, se distinguen por el uso diferenciado de estas dos tcnicas de investigacin. Los primeros optan por mtodos cuantitativos, mientras los segundos usan los cualitativos. Hasta los aos ochenta, los positivistas rechazan el uso de tcnicas cualitativas, acusndolas de ser demasiado subjetivas y de no ser generabilizables. Los crticos acusaban a las tcnicas cuantitativas de fragilidad por no cuestionar a fondo los valores y la ideologa de los sistemas. Con esta disputa, los dos grupos evitaban el uso de las tcnicas utilizadas por el contrario, ya que eso implicaba la adopcin de sus teoras. La dcada de los ochenta vino a cambiar la postura radical de unos y otros. Los investigadores positivistas entienden la necesidad de utilizar tcnicas cualitativas para profundizar en sus hallazgos. Los investigadores crticos ven en las tcnicas cuantitativas la posibilidad de obtener datos descriptivos y bsicos que les remitiera a profundizar mejor en el tema.
Ambas tcnicas son vlidas para el desarrollo del presente trabajo a de investigacin, tanto la cuantitativa, partiendo de la base medible de las obras que han realizado ambos autores, como la cualitativa, para realizar una interpretacin integral del objeto de estudio. En funcin a esta investigacin, del cuantitativo se ha trabajado en un numero determinado de obras de cada autor, analizando sus contenidos, mientras que del cualitativo se han utilizado: el anlisis de impacto, el tipo de sociedad, la intemporalidad (es decir, de aplicacin en el tiempo) y el estudio biogrfico, tanto de Larra como de Palma. 24
En ese sentido, para el desarrollo de esta investigacin, me he basado en el mtodo propuesto por J avier Lasso de la Vega, y en la practicidad que formula Humberto Eco, 4 por lo que una vez conocido el planteamiento del tema, su explicacin, las motivaciones que lo definen y los resultados que se quieren obtener, se han seguido los procedimientos siguientes:
- Contraste de documentos, informes, entrevistas, encuestas, cursos y seminarios a los que he tenido acceso o participado - Visitas hechas a centros y servicios de documentacin, tales como: Biblioteca Nacional, Biblioteca Hispanoamericana, Biblioteca de la Casa de Amrica, Centro de Documentacin e Informacin Cientfica (rea de Amrica Latina) del Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, Biblioteca de la Asociacin de la Prensa de Madrid (APM), Biblioteca Nacional del Per (Lima), Instituto Ricardo Palma (Universidad Ricardo Palma-Per), Centro de Documentacin de la Fundacin Ortega y Gasset, Centro de Documentacin del Instituto Cervantes, Archivo General de Indias (Sevilla), Real Academia de la Lengua y Academia de la Lengua Peruana. Todo lo cual nos ha permitido establecer las bases de esta investigacin fundamentada, principalmente, en la observacin directa. - Contraste, ratificacin y recogida de datos, ideas y recomendaciones a travs de opiniones y entrevistas personales realizadas a expertos y estudiosos de las diferentes corrientes literarias, y sobre todo a especialistas estudiosos de las obras de Larra y Palma, quienes muestran su posicionamiento, a favor o en contra, de la inferencia que hacen los aportes de Larra y Palma, en el periodismo espaol, peruano e hispanoamericano y su consecuente aplicacin a los estudios de Periodismo y Comunicacin. - Consultas de pginas Web sobre el entorno de Larra y Palma y, sobre todo, acceso online a algunos centros de investigacin y documentacin especifica de estos autores, por separado. Participacin en algunas
4 ECO, Humberto: Cmo se hace una tesis.Tcnicas y procedimientos de investigacin, estudio y escritura.2001, Edit. Gedisa, BArcelona 25 listas de distribucin y foros (news) que existe en Internet y que tratan el estudio y debate de Larra y Palma y todo lo relacionado a sus vidas y obras. - Bsqueda, recopilacin y sntesis de libros, informes, textos y documentos sobre literatura, corrientes literarias, el romanticismo, el costumbrismo, crnicas, tradiciones, stira, etc. y en suma, acceso a otras organizaciones y asistencia a eventos que de una u otra forma tienen relacin con la historia del periodismo, la redaccin periodstica, la critica literaria y los gneros de informacin, elementos tan comunes en estudio cientfico y desarrollo del periodismo y comunicacin.
3. Objetivos
Los objetivos que se pretenden alcanzar con el desarrollo de esta tesis, son:
- Fijar las bases conceptuales de los aportes periodsticos, en primer lugar, y literarios, en segundo lugar, de Larra y Palma en la nueva faceta del periodismo de actualidad, traducido en una mejora prctica del idioma castellano. - Sentar las bases para que el periodista cumpla el papel que le depara el periodismo en la defensa de la cultura y lengua castellana. Pasar de un simple narrador de informacin a ser un gestor reflexivo del conocimiento, y usuario correcto del lenguaje. - Establecer un corpus de conocimientos concatenados entre el periodismo de hoy y su relacin con los textos, artculos y tradiciones que permita a los profesionales de los medios realizar un texto mejor estructurado, sintctica y gramaticalmente - Recuperar los gneros en desuso que durante muchos aos dieron un gran brillo a las letras castellanas, as como rescatar los genios desarrollados en cada uno de los textos y escritos dejados por ambos autores. - Establecer un paralelismo cultural entre dos genios del periodismo y la literatura, resaltando, principalmente, las afinidades que se detectan por la llamada ley de las coincidencias 26 - Que, sirva como pauta a seguir en el desarrollo del nuevo periodismo, mediante la utilizacin de nuevas formas narrativas, por los estudiantes de las facultades de periodismo y los profesionales de los medios que quieran tomar el hilo conductor de ser educadores y transmisores de conocimiento y cultura a las nuevas audiencias.
4. Inters acadmico, cientfico y profesional
Considero que el desarrollo de esta investigacin tiene un inters, en primer lugar, acadmico y cientfico tanto para su aplicacin en los estudios de Periodismo y Comunicacin en las asignaturas de Historia del Periodismo, Redaccin Periodstica y Gneros de Informacin Periodstica. En segundo lugar, el inters profesional viene dado precisamente por lo aprendido en las aulas universitarias, ya que como indico en las conclusiones de esta investigacin doctoral, que la belleza de las palabras utilizadas por cada uno de los autores no est reida con el desarrollo del periodismo actual.
En funcin a esta cuestin, y que viene especificado en los objetivos, se trata de recuperar palabras en desuso, y sobre todo, recuperar gneros literarios que fueron desarrollados dentro de un modelo periodstico que pueden tener aplicabilidad en los tiempos actuales.
Con el humilde objetivo que este trabajo de tesis doctoral pueda sentar las bases para la realizacin de otras investigaciones en el tratamiento de las obras de estos dos grandes literatos periodistas, he decidido no centrarme en un anlisis comparativo, sino en un anlisis detallado de cada autor, intentando focalizar la biografa, las obras y sus aportes, en captulos separados a cada uno, el grado de similitud, afinidades o diferencias de sus obras y de sus propias experiencias que cada uno vivi en sus respectivos tiempos.
27
PRIMERA PARTE
DESARROLLO HISTRICO DE MARIANO JOS DE LARRA Y RICARDO PALMA
28
CAPITULO 1: BIOGRAFIAS E HITOS INFLUENCIABLES EN LA VIDA DE MARIANO JOS DE LARRA (1809-1837)
1. Biografa de Mariano Jos de Larra y Snchez de Castro
Muchos son los estudios y obras en la actualidad, analgicas y digitales 5 , que hacen referencia a la vida de Mariano J os de Larra. En ste primer capitulo del trabajo de tesis doctoral, hablo sobre su nacimiento, el lugar y los hitos y hechos que han influenciando en vida y formacin de ste gran periodista-literato del Siglo XIX.
El profesor Ortiz de Mendivi 6 , en sus estudios sobre Mariano J os de Larra, indica que Mariano J os de Larra naci en Madrid, el 24 de marzo de 1809, en la popular calle de Segovia, edificio de la antigua Casa de la Moneda (en donde trabajaba su abuelo) y uno de los barrios ms castizos del Madrid de la poca. Y muri en sta misma ciudad, el 13 de febrero de 1837 7 Sus padres, el mdico Mariano de Larra y Langelot y Mara de los Dolores Snchez de Castro. El padre era mdico y se distingui como afrancesado
5 Por ejemplo, Wikipedia, sitio web que se perfila como la gran enciclopedia del mundo en Internet. 6 J uan J os Ortiz de Mendivi. Estudios sobre Larra. Editorial: Ediciones Libertarias. Madrid. 1998
7 Algunos autores sealan el 12 de febrero de 1837, como el da de su muerte. 29 durante la Guerra de la Independencia y a los cuatro aos, en 1813, su familia tuvo que abandonar el pas siguiendo al rey J os I Bonaparte, puesto que su padre haba ocupado el puesto de cirujano militar en el ejrcito josefino, exilindose en Burdeos. Gracias a la amnista decretada por Fernando VII en 1818, la familia pudo regresar a Espaa, establecindose en Madrid, donde su padre se convirti en mdico personal del infante don Francisco de Paula, uno de los hermanos del rey Fernando.
Sabemos dnde y en qu circunstancias naci el autor, pero hemos encontrado datos pintorescos de los alrededores de la calle Segovia lugar donde naci y pas sus primeros aos Larra, y a su retorno a Espaa los aos de su adolescencia y juventud hasta el momento de su triste y fatal fin en 1837. Carlos Sainz de Robles, Cronista Mayor de Madrid describe lo siguiente:
Naci Mariano J os en el edificio de la antigua Casa de la Moneda de la que su abuelo paterno, don Crispn, era administrador modelo- situado en el nmero 23 de la calle Segovia, con vuelta a la cuesta de Ramn. Casn viejo en una calle apenas urbanizada, por la que pasaba el arroyo de Pozacho y las vertientes de la Puerta Cerrada.
Casn viejo entre casuchas de vecindad, huertas y mesones. La posada del Maragato, la Posada de la Cruz. Casn viejo que diariamente presenciaba con los ojos pitaosos el pequeo Mariano J os en sus balcones, el paso de reatas de mulas, carromatos cargados de botas de vino de la tierra escuadrones de coraceros franceses en patrulla, grupos de vecinos mascullando las canciones de Pepe Botella, partidas de rebeldes de mentirijillas formadas por chiquillos desarrapados, pregoneros de crmenes con sus cartelones de colores crudos y chillones, animeros alharaquientos portando capillitas y sacudiendo campanillazos, corchetes lacios al servicio del jefe poltico, vejetes moratinianos don Hermgenes, don Eleuterio- rancios del todo, en busca de la botillera y del famoso jicarn de dos onzas de chocolate Torralba; beatillas de soplillo, vendedores de El Diario y La Gaceta en cuyas noticias no crea nadie
30 Con parte de este pasaje hemos querido reproducir el ambiente en que nace Mariano J os de larra y como transcurren los primeros aos de su infancia, lograda estampa del ruedo ibrico que aos despus va a repudiar, en su afn de lograr una Espaa ms culta, ms limpia, ms clara, ms europea.
Larra prosigue sus estudios en Madrid, en tanto que su padre va ocupando destinos en distintos puntos de Espaa (Corella, 1822-1823; Cceres, 1823- 1824; Aranda de Duero, 1824 en adelante). En 1824 se muda a Valladolid a estudiar en la Universidad, sin presentarse a ningn examen ese curso, aunque en octubre de 1825 aprobara todas las asignaturas. La causa de su no presencia en los exmentes puede deberse a un "acontecimiento misterioso" que alter su carcter completamente, segn refiere su bigrafo Cayetano Corts. Posteriormente se ha afirmado que se enamor de una mujer mucho mayor que l que result ser la amante de su padre. Tras asistir a los exmenes de octubre, deja los estudios de Valladolid y vuelve a Madrid (1825).
Prosigue sus estudios y en 1827 ingresa en los Voluntarios Realistas, cuerpo paramilitar formado por fervientes absolutistas, significados por su participacin en la represin contra los liberales. Al tiempo empieza a escribir poesa, fundamentalmente odas y stiras.
Sin embargo, ser el periodismo satrico lo que saque a la luz a Larra. Con diecinueve aos, en 1828 Larra publica un folleto mensual llamado El duende satrico del da. Ser una serie de cinco cuadernos en la lnea de las revistas de ensayos inauguradas en Inglaterra a comienzos del XVIII con The Spectator, de Addison y Steeles, y que en Espaa representan El duende especulativo de la vida civil, El Pensador y El Censor, dedicado a la crtica de la sociedad de su tiempo. Larra firmara con el pseudnimo 8 El
8 Larra firma sus artculos con pseudnimos que utiliza de forma diferente para cada medio. As en 1828, El duende satrico del da se convierte en el primer folleto que comienza a escribir Larra, con el pseudnimo de El Duende. En 1832, El Pobrecito Hablador, en la cual escribi con el seudnimo de J uan Prez de Murgua. En 1833, La Revista Espaola con el pseudnimo de Fgaro. 31 Duende. En esta publicacin empieza a entreverse el genio satrico que Larra desplegara posteriormente. Larra no es, sin embargo, un opositor al rgimen absolutista (sigue perteneciendo a los Voluntarios Realistas), sino un periodista que, mediante la stira, critica la situacin social y poltica del momento.
Larra no est slo sino que forma parte de un grupo de jvenes inquietos y disconformes que se renen en un caf de la calle del Prncipe en Madrid. La tertulia es bautizada como "El Parnasillo" y la frecuentan Ventura de la Vega, J uan de la Pezuela, Miguel Ortiz, J uan Bautista Alonso o Bretn de los Herreros. En diciembre de 1828, Larra tiene un enfrentamiento en el caf con J os Mara de Carnerero, director de El Correo Literario y Mercantil, al que "El duende" haba criticado en sus ltimos nmeros. Carnetero acude a las autoridades, que cierran la publicacin. No obstante, Larra haba conseguido ya cierto renombre como agudo observador de las costumbres y de la realidad cultural, social y poltica del momento. El 13 de agosto de 1829 se cas con J osefa Wetoret. El matrimonio fue desgraciado y acabara en separacin pocos aos despus.
Durante 1830, Larra se dedica a la traduccin de piezas francesas para el empresario teatral J uan Grimaldi, al tiempo que empieza a escribir las suyas propias (en 1831 estrenara la comedia costumbrista No ms mostrador, inspirada en un vodevil francs). Ese ao sera crucial, puesto que conoce a Dolores Armijo, casada con un hijo del conocido abogado Manuel Mara de Cambronero, con la que iniciara una tormentosa relacin en 1831 (al tiempo que segua casado con J osefa Wetoret, de la que haba tenido un hijo en 1830).
En 1832 vuelve al periodismo de crtica social con El Pobrecito Hablador, en la cual escribi con el seudnimo de J uan Prez de Mungua. En El Pobrecito, Larra muestra la ilusin ilustrada y progresista de que es posible superar, con la esperanza en el maana, el castellanismo viejo de un patriotismo anquilosado en el pasado. El Pobrecito Hablador cesa de publicarse en marzo de 1833, varios meses despus de que Larra 32 comenzase a colaborar con La Revista Espaola, peridico de orientacin liberal que haba nacido en noviembre de 1832, aprovechando que la enfermedad del rey haba dejado el gobierno en manos de la reina Mara Cristina, abriendo las esperanzas de los liberales. Con el seudnimo de Fgaro, insertara crtica literaria y poltica dentro de cuadros costumbristas, al amparo de la relajacin auspiciada por la muerte de Fernando VII. Se harn famosos artculos como Vuelva usted maana, El castellano viejo, Entre qu gentes estamos, En este pas y El casarse pronto y mal, entre otros. Ms all de la crtica social, Larra ataca a los carlistas comprometido con la transformacin poltica del absolutismo al liberalismo.
En 1834 public la novela histrica El doncel de don Enrique el Doliente cuyo protagonista es el del drama histrico Macas, prohibido por la censura el ao anterior y que se estrena el 24 de septiembre. Ambas se basan en la trgica vida del poeta medieval Macas y en sus amores adlteros, un argumento que refleja en cierto modo la relacin que mantena con Dolores Armijo. En el verano de 1834, Dolores le abandona y se va de Madrid, en tanto que se separa de su mujer, embarazada, la cual dar a luz una nia despus de la ruptura (la segunda hija tras la que haban tenido en 1832).
En 1835 emprendi un viaje a Lisboa, desde donde embarc rumbo a Londres y luego a Pars, pasando antes por Bruselas. En Pars se quedara varios meses, conociendo a Victor Hugo y Alexandre Dumas. Ese ao se haba comenzado a publicar en Madrid una recopilacin de sus artculos: Fgaro. Coleccin de artculos dramticos, literarios, polticos y de costumbres. De regreso en Madrid, trabaj para el peridico El Espaol. En esta poca, la preocupacin poltica dominaba en sus escritos. Larra apoya al principio al gobierno de Mendizbal, sin embargo comienza a criticarle al observar que la desamortizacin redunda en perjuicio de los ms necesitados. Tras la cada del gobierno de Mendizbal, decidi intervenir en la poltica activa a favor de los moderados, siendo elegido diputado por vila (1836). Sin embargo, el Motn de La Granja (12 de agosto de 1836), con la que se restaura la Constitucin de 1812, impidi que tomara posesin de su escao. 33 Su creciente desaliento e inconformidad ante el curso de la sociedad y la poltica espaolas junto con el dolor que le produjo su separacin definitiva de Dolores Armijo (Larra la haba visitado en vila en febrero de 1836, sin conseguir ningn resultado positivo) quedaron reflejados en sus ltimos artculos. Quiz el ms notable es El da de difuntos de 1836, publicado en El Espaol, en el que detrs de su habitual irona apareca un hondo pesimismo. El 13 de febrero de 1837 Dolores Armijo, acompaada de su cuada, le visita en su casa, comunicndole que no haba ninguna posibilidad de acuerdo y pidindole unas cartas comprometedoras que Larra devuelve. Apenas han salido las dos mujeres de la casa, se suicid de un pistoletazo. Tena veintiocho aos. Era el 13 de febrero de 1837. Su hija Adela, de 6 aos de edad, cuando se dispona a dar las buenas noches a su padre, encontr el cuerpo inerte de Larra. Su muerte aparece publicada en el peridico El Espaol, calificndolo, entre lgrimas de dolor, de " terrible catstrofe". En general, es destacable que la prensa del momento no dedic gran atencin al suicidio de Larra. El Castellano y El Diario de Madrid guardan un total silencio. El Patriota Liberal publica escasas lneas en tercera plana. El Eco del Comercio resea lacnicamente el suicidio de Fgaro. La iglesia se vio oprimida por la corriente liberal del gobierno, que permiti por primera vez el entierro de un suicida "en sagrado"; de ah las connotaciones polticas que envolvieron a la ceremonia. Curiosidad y efervescencia ideolgica rodearon aquel cortejo fnebre que se diriga a las cuatro de la tarde al cementerio de Fuencarral.
Larra fue un eminente articulista, con una gran claridad y vigor en su prosa. En sus artculos combate la organizacin del estado, ataca al absolutismo y al carlismo, se burla de la sociedad, y rechaza la vida familiar. Representa el romanticismo democrtico en accin: los males de Espaa son el tema central de su obra crtica y satrica. Descontento con el pas y con sus hombres, escribe artculos crticos (En este pas, El castellano viejo, El da de difuntos de 1836, Vuelva usted maana...), contra la censura (Lo 34 que no se puede decir no se debe decir), la pena capital (Los barateros o El desafo y la pena de muerte), contra el pretendiente carlista (Qu hace en Portugal su majestad?) y el carlismo (Nadie pase sin hablar al portero), contra el uso incorrecto de las palabras (Por ahora, Cuasi, Las palabras), etc. Tambin cultiv la novela histrica ("El doncel de don Enrique el Doliente") y la tragedia ("Macas").
Como veremos a lo largo de los siguientes captulos, se considera a Mariano J os de Larra como uno de los ms importantes exponentes del romanticismo y costumbrismo espaol.
1.1 El exilio en Francia: fondo e inspiracin en sus obras
Larra, como apreciaremos en el transcurrir de esta Tesis Doctoral, era un hombre atrapado en dos mundos, su Espaa natal querida y a veces odiada y Francia su patria de acogida y podramos decir de adopcin, la admirada, la que le formo el temperamento, la que lo hizo cosmopolita, la que lo hizo refinado, la que le imprimi ese rasgo sibarita, en estos dos mundos contrapuestos en aquella poca en la que le toco vivir 9 . Espaa en ese momento era un pas incivilizado para Larra, inculto e ignorante pero al que amaba; Francia representaba para l lo que quera l para Espaa, lo que desea un hijo de un padre, comprensin, cultura, sofisticacin y progreso, as lo haca ver en sus artculos continuamente. Mariano J os de Larra coetneo de Vctor Hugo, menor que este en unos pocos aos -Vctor Hugo (1802) Larra (1809)- encuentra en el escritor francs una fuente de inspiracin y de ejemplo. Romnticos los dos, descendiente de espaol el francs Vctor Hugo, lo que le imprime un carcter apasionado, el que ya tena por raza y nacimiento Larra. Luchadores los dos, literatos los dos comprometidos en la lucha social desde las letras. La influencia del romanticismo francs en Mariano J os de Larra, llega a l por parte de
9 Artculos de Costumbres por Mariano J os de Larra (J erry L. J onson. Ed. Bruguera Barcelona-Espaa -1972-79)
35 Vctor Hugo. Esta influencia ha sido poco tratada hasta hoy, pero al comparar sus artculos y las obras del escritor francs vemos claramente que fue uno de los fondos de inspiracin que dio fuerza a la personalidad revolucionaria e inquieta de Larra. Afortunadamente la vida literaria de Vctor Hugo fue prolija, y desgraciadamente la de nuestro periodista literato fue muy breve privndonos as de su grandeza.
Antes de enfrentarnos con Mariano J os de Larra, el hombre y el escritor revolucionario, nos conviene delinear primero, y de manera general, los contornos del ambiente que durante su corta vida pblica (1828-1837), y por medio de sus escritos, quera transformar en algo nuevo y progresivo. En el caso de este autor, cuya vista siempre estuvo puesta en la revitalizacin de Espaa ya mediante el drama ya con el ensayo periodstico o folletista, fue en gran parte el ambiente madrileo la fuente de su inspiracin y su estmulo como satrico y censor de lo existente.
El anlisis de la prosa de Mariano J os de Larra, hecha por el autor J . L. J ohnson es uno de los ms completos y detallistas que del autor romntico se hace, logra una radiografa completa de la forma y del fondo de su obra y de su personalidad, nos muestra de forma profunda y amplia la vida y obra de Larra, demostrando a travs de sus escritos la inquietante y a la vez apasionante personalidad de nuestro autor.
Sabemos que Larra deseaba para la sociedad espaola cambios, reformas profundas y duraderas que encauzaran la sociedad hacia una nueva era ms prometedora, y lo anteriormente dicho queda claro en artculos como: Las casas nuevas, El caf, El castellano viejo Un reo de muerte. Con sus obras deja testimonio, del desagrado que le produca aspectos de la sociedad de su poca, pone en evidencia rasgos de la naturaleza humana que segn l se podan modificar con la cultura y el progreso como esta:
Leda y notificada al reo la sentencia, y la ltima venganza que toma de l la sociedad entera, en lucha por cierto desigual, el desgraciado es trasladado a la capilla, en donde la religin se 36 apodera de l como de una presa ya segura; la justicia divina espera all a recibirle de manos de la humana. Horas mortales transcurren all para l; gran consuelo debe de ser el creer en Dios, cuando es preciso prescindir de los hombres, o por mejor decir, cuando ellos prescinden de uno. 10
1.1.1 La influencia extranjera de Larra afrancesado, o cosmopolita europeo?
Tradicionalmente, la crtica ha censurado en Larra su supuesto afrancesamiento, viendo en su admiracin por lo francs alguna tacha de antiespaolismo poltico y nacional. Esto, claro procede de la confusin que surgi de la actitud que adoptaron algunos ilustrados durante la ocupacin y la Guerra de la Independencia.
Larra era un afrancesado como lo eran muchos intelectuales europeos de la primera mitad del siglo XIX. Admiracin hasta el extremo de los adelantos que haba realizado el progreso en aquel pas y queran que sus compatriotas emularan a los franceses. Francia era el modelo y cuando Larra la alababa, lo haca para animar a los espaoles a que aceptaran el ejemplo francs como una indicacin de lo que el progreso y la reforma les podran ofrecer. Nunca sugiere que Espaa se convierta en una plida imitacin del pas galo. En su defensa contra sus detractores, Larra formul la siguiente respuesta a la calumnia:
Quin es el mejor espaol? El hipcrita que grita: Todo lo sois; no deis un paso para ganar el premio de la carrera, porque vais delante: o el que sinceramente dice a sus compatriotas: An os queda mucho que andar; la meta est lejos; caminad ms aprisa, si queris ser los primeros. Aqul les impide marchar hacia el bien, persuadindoles de que lo tienen; el segundo mueve el nico resorte capaz de hacerlos llegar a l tarde o temprano.
10 Un reo de muerte Revista Mensajero , 30 marzo de 1835 37 Es interesante la impresin que a Larra le produce Londres:
Confieso que el aspecto de Londres entristece ms que alegra. Se ve uno tan pequeo, es uno tan nadie!
Resulta inevitable que Larra asocie la que l considera tristeza del ambiente con su propia situacin afectiva, intensificada por su propia soledad:
Por otra parte, yo crea que el viajar me distraera de mis disgustos; pero en Madrid, donde vea diariamente a mis amigos y amigas, donde era obsequiado y tenido en algo, esto mismo no permita estar siempre enteramente solo; por el contrario, mientras ms me alejo, ms objetos veo; pero como ninguno de ellos est ligado a m, no sirven ms que para acordarme que estoy solo: en una palabra, estoy en Londres, cara a cara conmigo mismo y este es el mayor trabajo que me podra suceder, porque, a decir verdad, no me gusto gran cosa.
Termina expresando en estas lneas el deseo de que otras ciudades le distraigan ms: Espero que Bruselas y Pars me indemnizarn un poco mi habitual spleen 11 .
Larra fiel observador de los pases, costumbres y menudencias de los lugares por donde pasa, nos ofrece en la posdata de esta misma carta, dirigida a sus padres, una curiosa nota sobre los precios de la poca:
En Londres paro en Fleet Street, City, Portugal Hotel, que es uno de los buenos, ya que no de los mejores; me cuesta la habitacin tres chelines al da, esto es quince reales; en Lisboa me costaba veinticuatro reales, pero era mucho mejor, era una de las primeras y la misma que haba ocupado nuestro ministro; luego un birlocho de plaza cuesta aqu un cheln y medio la course y los mnibus medio cheln cada course. En Lisboa me hartaba de ostras, mariscos y buenos vinos por un duro la comida; aqu viene a costar a duro cada plato y
11 En francs, spleen representa el estado de tristeza pensativa o melancola. Fue popularizado por el poeta Charles-Pierre Baudelaire (1821-1867) pero haba sido utilizado antes, en particular durante la literatura del Romanticismo, a inicios del Siglo XIX). 38 cada sorbo de vino; ir al teatro es como hacerse un frac en Madrid, y se paga a todo ingls que le mire a la cara.
Las lneas antes mencionadas son copiadas textualmente de una carta que Larra escribe a sus padres, fechada 7 de diciembre de 1835, desde Burdeos prximo su regreso a Pars.
En la correspondencia que Larra mantena con personas cercanas o familiares podemos ver siempre la huella inherente de la melancola que poco a poco hacia mella en su carcter, que se hallaba distrado, al menos en Pars, lo da a entender la despedida de su carta, en la que expresa su incurable melancola: Mariano J os de Larra a quien no le faltaba ms que tener el corazn contento para ser feliz en Pars.
No todas fueron penas en el largo viaje que realiza Larra, para olvidar sus fracasos amorosos, tiene tambin grandes satisfacciones, expresa en una de sus cartas fechada 23 de junio de dicho ao, su satisfaccin por haber comenzado a introducirse en el ambiente literario de Pars, comentar sus relaciones con los grandes personalidades del momento y comunicarles el xito de una obra suya y sus visitas a los alrededores de la gran ciudad:
Me estoy relacionando con las notabilidades literarias del pas. El barn Taylor, comisario del Teatro Francs, me da billetes gratis, de autor, de suerte que tengo teatro gratis, rengln caro aqu (). El Macas se est traduciendo para insertarlo con una noticia biogrfica y bibliogrfica del autor en la gran coleccin titulada Teatro europeo. Maana como con Scribe en su casa de campo de Meudon, a dos leguas, e invertir la semana en ir a Versalles, Svres y Fontainebleau con Taylor, que me ha convidado a estas correras, despus de haberme llevado a Saint Denis y de haberme enseado los departamentos reservados de museos y bibliotecas.
Los que por admiracin o estudio o las dos cosas, hemos seguido la corta vida de Larra, con ms o menos exactitud nos hemos preguntado ms de una vez cmo una persona como l, sensible, observador, profundo, futurista, con una gran responsabilidad social producto de sus profundas 39 meditaciones no pens en su prole biolgica, y en su prole literaria, en el momento de acabar con su vida, y que solo fue arrastrado por una profunda melancola fruto de una relacin, apasionada pero condenada desde su inicio al fracaso. Pues bien, en la correspondencia con sus allegados encontramos que si, Larra viva preocupado por el presente y futuro de su familia. En ese momento Mariano tena dos hijos. No haba nacido an su tercera hija Baldomero, quin llegara al mundo despus de la separacin de sus padres. En las lneas siguientes podemos ver su preocupacin por el estado de su familia:
Al salir de Madrid me hallaba separado de mi mujer, a quien no considerar ya nunca como tal y con quien nunca me reunir. Pero esta misma mujer es madre de mis dos hijos que quiero, y que he debido a su amor. La posicin de esa mujer puede ser buena si sus padres se portan como deben; pero como puede no suceder, acaso sea horrible. Esta idea hace mi tormento con otras muchas.
Nueva carta del 24 de septiembre, expresando su inmenso amor de padre que jams le abandona, y en la que expresa su deseo de que sus hijos se cren fuertes y sanos corporalmente:
Cuiden ustedes mucho de mis hijos, en la inteligencia de que no deseo sean fenmenos. Se me figura que todo desarrollo prematuro de la parte moral del hombre no puede hallarse sino a costa de la parte fsica, y sobre todo me contento con que mi hijo sea un hombre grande.
Otras lneas desde Pars demuestras que Larra en la capital francesa se senta a gusto y consolado de su melancola.
He tenido la fortuna en Pars de que no me han dejado ni un solo momento solo mis numerosos amigos; se reunan en mi casa noche y da, y, al menos, no me dan tiempo de estar triste.
40 Larra se da perfecta cuenta de lo que supondra para l escribir en francs y desde Paris, que en su tiempo eran un poco la lengua universal y el centro cultural del mundo:
Escribir y crear en el centro de la civilizacin y de la publicidad, como Hugo y Lherminier, es escribir. Porque la palabra escrita necesita retumbar y como la piedra lanzada en medio del estanque, quiere llegar repetida de onda en onda hasta el confn de la superficie, necesita irradiarse como la luz del centro a la circunferencia. Escribir como Chateaubriand y Lamartine en la capital del mundo moderno es escribir para la humanidad; digno y noble fin de la palabra del hombre, que es dicha para ser oda. Escribir como escribimos en Madrid es tomar una apuntacin, es escribir un libro de memorias, es realizar un monlogo desesperante y triste para uno solo
Es aqu donde sigue como consecuencia de estos razonamientos, y remata con aquello de Escribir en Madrid es llorar.
Con natural orgullo, sigue refirindose a su xito como escritor en francs:
Habiendo gustado este ensayo de mi prosa en francs, se me ha propuesto si quiero escribir algunos artculos en la obra peridica titulada Tableau de la Peninsule, que se est publicando. He aceptado: se paga cien francos el pliego de impresin. Como ahora toda la atencin de Europa se ha fijado en Espaa, es aun tesoro para ellos que no conocen sino imperfectamente nuestro pas.
La gran dificultad ha consistido y consiste en el francs; pero tengo quien toque mis composiciones, y al cabo, escribiendo siempre diariamente, he de adelantar. Hay que agregar a esto que el francs fue mi primera lengua y estaba rouvill como los goznes de una puerta: el uso me vuelve a poner al corriente.
A la vista del compaerismo cordial con que le trataban los escritores franceses de la poca, al inters con que solicitaban sus trabajos, a la soltura con que volva a expresarse en la lengua de su infancia, debi 41 cruzar por su mente la tentacin de naturalizarse en Francia, pero ya en esta misma carta, recuerda a su Espaa con intensidad apasionada.
Esto no obstante (todos sus triunfos como escritor en Pars), pienso en Mi Espaa ahora ms que nunca y la considero siempre como mi cuartel general.
Pasada la ilusin de quedarse en Francia para convertirse en un escritor francs ms, lo da a entender bien a las claras en otra carta que dirige a sus padres desde Pars el 24 de septiembre, por la que se ve ha pasado ya el peligro de perder a Larra para la literatura espaola:
Vistas las cosas de Espaa, despus de haber calculado que hacer fortuna aqu, porque me falta la fe, es decir, la voluntad de amarrarme a la cadena de Pars muchos aos para lograr o no lograr lo que en Espaa ya tengo conseguido, visto que ha llegado el momento de que un partido triunfe completamente, no quiero verme detenido aqu por un negocio que deba estar acabado hace mucho tiempo. Quiero ser libre
Por ms que Pars deba resultar deslumbrante para un espaol en la poca de Larra, como debi serlo todava para nuestros abuelos, en comparacin con el gran poblachn castellano que era entonces Madrid, con sus 211.127 vecinos en el ao 1831, segn datos de Mesonero Romanos en su mauela de Madrid, que tuviese 300.000 poco ms contando con los forasteros de paso, sin llegar al medio milln. Larra, a pesar de haberse educado en Francia y hablar el francs como su propia lengua, siente de pronto un acendrado espaolismo, que le agarra, que le atrae con fuerza invencible a su autntica patria a pesar de los evidentes, patentes defectos que haba sabido hallarle en sus artculos a las Batuecas (Madrid) y los batuecos (sus compatriotas).
No es suyo el caso del cubano J os Mara de Heredia o de los Uruguayos conde de Lautramont y J ules Supervielle, a quienes la lejana ultramarina haba atenuado su vacilante, dbil hispanidad. Ni tampoco el de los poetas 42 modernistas sudamericanos que si escriban en espaol pensaban en francs a travs de los simbolistas y parnasianos o que proclamaban como Rubn Daro, no obstante ser el ms celtbero de todos ellos: Mi mujer es de Espaa y mi querida de Pars. En Larra, formado en su juventud en la dura, frrea, subyugadora Espaa, una y otra eran espaolas. Una malquerida, pero madre de sus hijos, y su amante, malmaridada, tiran por l con fuerza.
Carmen de Burgos, una de las ms fidedignas bigrafas de Larra, hall entre los papeles de Larra uno de sus escritos inditos, un pliego ya amarillo, escrito por ambos lados, en francs, con innumerables tachaduras, y que es realmente revelador de sus sentimientos, de sus intimidades, en el que se transparenta su angustiado estado de nimo, e incluso su apasionado espaolismo:
Quizs hayis tenido alguna vez que abandonar vuestra patria. Entonces, cuando despus de lanzar una mirada languideciente a la costa que se aleja os sentisteis llevados sobre las olas espumantes, hacia lejanas costas, habis reconocido quizs por ltima vez en vuestra vida- que aquella patria es queridsima. Quizs maldijisteis cien veces aquella misma patria antes de abandonarla; era una mujer que os haba engaado porque siempre engaan las mujeres- o si no era un amigo que se port con vosotros como una mujer, y que hundi en vuestro corazn el pual, con mango de oro, de la traicin.
Larra se ve en el extranjero perdido entre una multitud indiferente, totalmente extraviado, como ajeno a cuanto le rodea, y comienza a aorar su patria, pero, lo que le resulta extrao, no lo que le es habitual y entraable, por ms que en sus artculos la trate con tanta dureza y acritud, es al Madrid donde se mueve a diario, sino a la parte que le es ms grata, al Edn de Iberia, a la Andaluca festiva, asociada a las gracias de su amada, recordando, enloquecido, todas sus perfecciones corporales y a la que casi llama con gritos de angustia:
43 El nombre de mi patria, mezclado de vez en cuando con el dulcsimo de Dolores, sol de Sevilla, vagaba por mis labios resecos; a veces mi mano temblorosa apretaba convulsivamente una trenza de cabello ms negro que el bano, y ms brillante que el azabache, trenza que yo regaba con mis lgrimas
Pero he podido abandonar mi patria y mi Dolores! Y para siempre, para siempre!... Y mi corazn de espaol lata locamente en mi pecho. Y erraba por las calles, sin rumbo, como en busca de algo. Y hubiera querido ensear mi idioma a los rboles y a las rocas y a los hombres que pasaban por mi lado para que comprendiesen mis penas y mis sordos gemidos. Me arda la cabeza, los cabellos revueltos descubran mi frente plida y agitada; senta pesar sobre m una mano de hierro que me oprima Era mi patria entera que se apoyaba sobre m Era la fiebre, y tras la fiebre, la pesadilla
Orillas del Guadalquivir! Praderas verdes, sotos sombros, cintas de la inocencia! Edn de Iberia, ondas sonoras del Betis, prfidas y atrayentes como la sonrisa de una mujer; cre veros en aquellos momentos! Respir el suave perfume de nuestra eterna primavera; las hojas largas y afiladas de la adelfa acariciaban mi frente plida y abrasada; el sol de Andaluca reanimaba mi corazn helado, y sent el deseo, el ardiente deseo insinuarse en mis venas y sacudir mi existencia.
Como no poda menos de suceder, va a recordar en su desesperacin las gracias y perfecciones corporales de la mujer amada, que no olvida ni un instante:
Me estremeca de amor. La ms bella entre las bellas, Dolores, la estrella de Sevilla, de negros cabellos, trenzados al desgarre, por los dedos del amor, la andaluza de piececitos hechiceros, de tmidos andares, de senos alabastrinos, de talle esbelto, balancendose como la flor sobre el talle ondulante, de miradas de fuego, surgi ante mis ojos con todos los encantos de la belleza espaola, esa belleza morena, imagen y compendio del fuego de su alma.
Para terminar su deliquio con una sntesis bellsima sobre la mujer andaluza: 44
La belleza espaola es el sol del medioda; la mantilla blanca que cae en pliegues sobre su seno deslumbrante, es su propia nube.
1.2 El Madrid de Larra
Cmo era el Madrid de Larra? Qu haba en la corte, en sus habitantes, en sus costumbres y en su vida que tanto exacerbaba a Fgaro? En pocas palabras, la falta de elegancia, de refinamiento y de vigor intelectual que en ellos hallaba. Larra era un apasionado de Espaa y su negativismo en cuanto al Madrid que le rodeaba vena de su conviccin de que la capital daba el tono a la vida y a la cultura del pas. Desde este epicentro, las reverberaciones se extendan, deban de radicarse hacia la periferia de la nacin estimulando la actividad de los dems centros urbanos. El Madrid del reinado de Fernando VII, ms pueblo que ciudad, tena que transformarse en metrpoli culta, refinada y progresista que sirviera de modelo para el esto del pas.
El Madrid de Mariano J os de Larra era una poblacin que contaba con menos de la dcima parte de los habitantes que tiene hoy. Ese Madrid se cruzaba andando en menos de una hora y ocupaba una superficie de aproximadamente unos diez kilmetros cuadrados. Pero, leyendo los artculos de Larra y los ensayos costumbristas de Mesonero Romanos, vemos que sta es la menos significativa de las diferencias que podemos observar entre aquel Madrid y el nuestro. Azorn ha dicho despus de leer los comentarios de nuestro autor sobre la coronada villa: Madrid, capital de la Mancha. Madrid, carromatos, reatas de mulas, carretas de bueyes, estrpito, desorden, y el cielo lmpido, claro, maravilloso. El Madrid que Larra dibuja con tanta atencin, al detalle, para su lector de entonces como para el de la posteridad, fue un pueblo grande de aire provinciano que en nada se distingua. No haba grandes comercios, ni industria ni banca. La prensa, excepto por la Gaceta, no se conoca todava como fuerza duradera en la vida pblica. 45
En los teatros seguan dominando las obras de Lope de Vega y Caldern de la Barca. Debido a la prohibicin de las Comedias de Leandro Fernndez de Moratn y la imposibilidad de pasar por la censura cualquier drama, que fuera sospechoso de peligro al statu quo poltico o social, el teatro yaca en el mayor abandono imaginable. Con condiciones tan contrarias a la creatividad dramtica, los pocos autores de talento que haba en la capital preferan dedicarse a la traduccin de melodramas franceses antes que arriesgar tiempo y energas en la produccin de obras originales que no se veran estrenadas por capricho del censor.
Para darse una idea del bajo estado del teatro madrileo de aquellos aos, al lector le bastar leer los artculos de Larra sobre los diversos acontecimientos teatrales que excitaron a nuestro autor a poner su pluma al papel. Uno de los primeros artculos suyos versa sobre la cuestin de la traduccin del melodrama francs. En su comentario sobre la representacin de Treinta aos o la vida de un jugador, de Vctor Ducange, la hostilidad de Fgaro al melodrama es fcil de notar. Pensando en la educacin literaria de Mariano J os de larra y dndonos cuenta de su propsito reformista al escribir, no resulta difcil de entender. Hasta aproximadamente 1834, basando nuestra conclusin en sus artculos y en las comedias que escribi, podemos ver las claras huellas clasicistas que su educacin haba dejado impresas en su doctrina esttica. Adems, dada su ambicin de reformar, las premisas neoclsicas sobre el fin edificante del teatro le tendran que agradar.
Arquitectnicamente, Madrid presentaba una fisonoma curiosa donde el barroco, el neoclsico y lo nondescript se entremezclaban caprichosamente dndole una apariencia variadsima y nada grata a la vista. Las calles eran estrechas y angostas, mal empedradas o sin adoquines; de noche, el alumbrado era tan escaso que slo serva para acentuar la oscuridad casi absoluta que en ellas reinaba. El conjunto de las casas y edificios comerciales y pblicos que daban a estas vas era bajo, desigual, sucio y carente de todo estilo y elegancia. Nos dice el pobrecito hablador que el 46 entrar en uno de ellos era deprimente. Sin luces, con las paredes pintadas de gris o marrn, con manchas de humedad que las afeaban an ms, con pasillos estrechos donde los inquilinos depositaban los desperdicios, impregnado todo por una extraa mescolanza de olores y hundidos en la ms triste penumbra. Larra lamenta en uno de sus artculos que estos edificios y casas slo eran ligeramente inferiores a los nuevos que por entonces se construan, de la noche a la maana por todas las calles de Madrid. Fue slo hacia finales de la poca fernandina cuando la capital de las Espaas empez a sacudirse de su sopor para adoptar formas de vida acordes con su importancia.
Larra, que sin duda recordaba las esplndidas ciudades francesas de la poca de Napolen con sus anchas avenidas, sus monumentos triunfales y las casas de la slida burguesa francesa, no tuvo ms remedio que indignarse al comparar su Madrid con el Burdeos y el Pars que recordaba. Al comentar ese Madrid, los escritores costumbristas se contentaban destacando su pintoresquismo. Para un espaol culto y ambicioso para su pas como mariano J os de Larra, esto sera poco. En aquel Madrid no haba ms que el paseo del Prado a donde acudir los domingos en busca de distracciones. Sus teatros eran pocos y los mejores, el del Prncipe y el de la Cruz, eran el objeto de constantes ataques por parte de Fgaro debido a sus deplorables condiciones. Con el Ateneo cerrado, la Prensa censurada y prohibida la importacin de libros, tampoco haba vida intelectual en la capital. El nico alivio a esta rarificacin atmosfrica de ideas era la tertulia donde los intelectuales del da se reunan para leer sus manuscritos y discutir entre s los acontecimientos nacionales y mundiales. Durante el perodo comprendido entre los aos 1822-1833, las filas de los pensadores y literatos espaoles estaban cada vez ms enflaquecidas debido a la persecucin. El dspota nunca perdi la oportunidad de castigar con el encarcelamiento o el destierro a cualquiera que protestara contra el poder atrincherado o al atrevido que sugiera cambios o reformas de los existentes.
Con el teatro condenado a vivir a base de refundiciones, traducciones y presentaciones de obras de antao y la Prensa controlada, las diversiones 47 del pueblo madrileo eran pocas. Los domingos, todos ricos y pobres, amos y criados- acudan al paseo a ver y a ser vistos. Luego, la visita al saln de la seora de tal y despus otra al de la seora de cual. Los lunes haba toros. El paseo, las visitas y los toros componan la actividad social de los madrileos del tiempo de Larra. Haba, claro, los cafs y las fondas, pero nuestro autor nos advierte:
Por qu no haba de haber en una capital fondas decentes donde comer a gusto y con finura. Y no que todas parecen casas donde se guisa de comer? Si se habla de cafs, no hay uno bueno; habitaciones que se hicieron para todo menos para caf, ahogadas y mezquinas, fras como neveras en el invierno, pudiendo tener a poca costa una estufa siquiera; en todos no saben salir de mesas de pino pintadas, que no las habra perores en una taberna, cuya pintura se pega a los vestidos
Madrid? S, el de Larra!
En aquel Madrid, el comercio y los negocios se reducan a las modestas transacciones que hoy en da transpiran en el mercado o en esas innumerables pequeas tiendas que pueblan toda calle secundaria de toda capital de provincia. Un negocio tpico de los mejores de aquel entonces sera el de don Desgracias, que nos cuenta Larra en su No ms mostrador. Adems de tiendas como sa, donde trabajaba toda la familia del dueo, haba una plaga de regatones vocingleros que recorran las calles de la capital pregonando su variadsima mercanca. Estos mercaderes ambulantes y los otros fijos tras su mostrador manejaban la vida comercial de la ciudad. La bolsa y las altas finanzas eran todava cosas de Londres o de Pars. Sera un espectculo nico poder haber presenciado la actividad callejera de aquel Madrid donde compradores, vendedores con sus carros, animales de carga y transentes se mezclaban en el ajetreo diario.
As era entonces la capital de las Batuecas: un centro urbano en vas de hacerse ciudad. Lo que quera hacer Mariano J os de Larra, al criticarlo, era precipitar su transformacin y llamar la atencin de sus conciudadanos 48 hacia esos aspectos de la vida madrilea que, como hombre culto, ms le ofendan y que ms necesitaban de reforma.
Hay que tener en cuenta que El Duende satrico tena su propsito positivo al censurar la vida, las instituciones, las costumbres y la fisonoma de su Madrid. Quera librar al madrileo y a los dems espaoles de la apata e indiferencia que permitan que tales condiciones y factores siguieran dominando en el medio ambiente en el que todos tenan que existir. Mirando su presente, Larra vea la promesa del futuro. Por eso, critica de manera tan dura lo existente y el statu quo. Quera que los dems vieran la realidad que les rodeaba, no como un fin conseguido y absoluto, sino como el punto de partida para otro conseguible.
Ms all de los lmites de la capital, cmo sera la nacin a la cual Madrid tena que servir de ejemplo? La pregunta, claro, se puede documentar fcilmente refirindonos a uno o varios de los estudios sobre la Espaa de la primera mitad del siglo pasado de que disponemos. Pero, para nuestro propsito aqu, que es exponer la visin de nuestro autor de s mismo, de Espaa y de s mismo frente al pas, es ms lgico buscar estos datos descriptivos en los textos que el propio Larra nos ha dejado.
Basando nuestras conclusiones en lo que nos dice Larra, Espaa desde los Pirineos hasta Tarifa sera como son an hoy las Batuecas. Que lo fuese o no, es otra cosa. El hecho es que as la vio y as la describi Mariano J os de Larra. Sera Madrid un Miranda de Castaar o una Alberca algo ms grande, dominara en una provincia o dos o veintids el silencio absoluto que reina hoy en el valle del ro Alagn que serpentea por la zona limtrofe entre Salamanca y Cceres? Si leemos artculos suyos como las Cartas de Fgaro a un bachiller, su corresponsal, es fcil concluir que s. As nos pinta Larra la Espaa que quera sacudir de su letargo.
49
1.3 Incursin poltica de Larra
Larra apasionado por una poltica de altura, en la que suea como posible y esencial factor de la salvacin, de la regeneracin de Espaa, que tambin y tanto le duele en el alma, observa que los resultados, que la victoria de la triste guerra civil, entre carlistas e isabelinos, va inclinndose a favor de los ltimos, que son los suyos, ya alejada la posibilidad del triunfo de Don Carlos, contra el cual sus gentes haba arremetido con tanta virulencia y sarcasmo.
El ao 1836 va a ser de gran intensidad emocional para Fgaro. Fracasa Mendizbal en su pretenciosa y ambiciosa poltica de grandes reformas econmicas, y sobre todo su nefasta ley de desamortizacin, contra la cual J os de Espronceda publica un violento folleto. El poeta desciende a la realidad y sabe hallar en prosa sus graves fallos, que va a servir para que Larra, a su vez, haga un comentario de tal folleto, que es un ataque duro y virulento sobre ella, que si destrua la riqueza de la iglesia, no favoreca en nada a los pobres a quienes pretenda ser destinada- ni a los pequeos propietarios, sino a los ricos advenedizos, los nicos que posean poder de adquisicin para acaparar las llamadas manos muertas.
Cmo se le quiere interesar (al labrador) se pregunta Larra-, trasladando los bienes nacionales, inmenso recurso para el estado, de las manos muertas que los posean a manos de unos cuantos comerciantes, resultado inevitable de la manera de venderlas adoptada por el Ministerio?
Y sigue ms adelante Larra en su comentario al folleto de Espronceda:
No hablaremos (del efecto) de la venta de bienes nacionales que tan justa y sabia crtica mereci de nuestro excelente economista don lvaro Flrez Estrada, y que si no la derogan las Cortes aumentar, s, el capital de los ricos, pero tambin el nmero y mala ventura de los proletarios. 50
Su desolador pesimismo, tan hondamente expresado en la trgica frase de su artculo Tercera carta de un liberal de ac:
Suponte por un momento, aunque te cause pena hasta el figurrtelo, que eres espaol. No te aflijas, que esto no es ms que una suposicin.
El fracaso de Mendizbal va a dar lugar a que Larra y otros intelectuales el Duque de Rivas, Alcal Galiano y algunos ms- se decidan a intervenir en poltica activa. Se celebran elecciones en agosto de 1836.
Larra se presenta a ellas y sale elegido Diputado por vila. El 6 de agosto escribe a sus padres, dndoles noticias sobre ello, con natural orgullo:
Tengo ya en mi poder el acta credencial de mi diputacin, y me han sobrado 36 votos sobre la mayora absoluta, y el martes es la primera junta preparatoria, en que probablemente me tocar ser secretario, como ms joven.
Pero el Motn de la Granja, promovido por los sargentos sublevados, que exigen de la Reina gobernadora restaure la Constitucin de 1812, en el que andaban por medio, al parecer, los agentes de Mendizbal, deja sin efecto dichas elecciones. Con lo cual, Larra ni siquiera llega a tomar posesin de tal cargo, ya que en la Gaceta del 23 de mayo se publica la anulacin de las elecciones y la convocatoria para otras nuevas que habran de celebrarse el 24 de octubre.
Es penoso pensar en esta frustracin de Larra como poltico activo. Qu sorpresa nos hubiera ofrecido su actuacin en el Congreso de Diputados, a poco que se expresase en sus intervenciones con la valenta y la intencin con que escriba! Qu interesantes cosas hubiera podido decir!
En ese mismo ao de 1836 muere su entraable amigo don J os Negrete, conde de Campo Alange, tres aos ms joven que l, triste hecho que va a 51 llenarle de profundo pesar, que va a ser una gota ms en el vaso rebosante de amargura. Larra en unas lneas sobre su amigo el conde de Campo Alange dice:
Su biografa es muy breve; las pginas de su historia pueden llenarse en breve; pero sin una mancha en ella!
Combate y muere como un hroe contra los carlistas en el sitio de Bilbao, y tiene el detalle magnnimo de dejar gran parte de su fortuna a los heridos de la guerra. Larra, desesperado, envidia en cierto modo el hermoso desenlace de su vida, que l hubiese preferido a cualquier otro:
Ha muerto el joven, noble y generoso, y ha muerto creyendo: la suerte ha sido injusta con nosotros, los que le hemos perdido, con nosotros, cruel; con l, misericordiosa.
En la vida le esperaba el desengao; la fortuna le ha ofrecido antes la muerte! Eso es morir viviendo todava, pero, ay de los que le lloran, que entre ellos hay muchos a quienes no es dado elegir, y que entre la muerte y el desengao tienen antes que pasar por ste que por aqulla, que esos viven muertos y le envidian!
Larra en sus lneas denota tristeza, profunda y enorme tristeza, por entonces llamada melancola. Depresin, seguramente, hubiera sido diagnosticada en nuestro tiempo, pero en cualquier momento de la historia es un profundo sentimiento de desengao del ser humano, una profunda frustracin. Larra etiquetado siempre como un soador un romntico empedernido, romntico no solo en su prosa sino un romntico en su estilo de vida, se ha dicho de l en ocasiones que era un misntropo nada ms lejos de la realidad, Larra quera a la humanidad pero la quera culta, cvica, sin tradiciones que no le servan de nada.
Mariano J os de Larra tenia puesta sus esperanzas en el hombre, congnere que lo defraud, que no lo dej brindarnos lo mejor de l, pero que l en su profundo amor a la humanidad nos leg su prosa que 52 trasciende al tiempo y con la cual hemos aprendido cmo se escribe, cmo se hizo y cmo se debe hacer un periodismo al servicio de la sociedad de cualquier tiempo. Como siempre una parte de la sociedad en su profundo egosmo no vio en Larra ms que al rival poltico, al hombre excntrico por sus ideas diferentes, y no supo ver al visionario, al literato, al poltico de altura que perdamos con su muerte prematura y trgica para un pas que como Espaa de 1837 lo necesitaba desesperadamente. No obstante, Larra nos ha legado a las generaciones venideras una herencia rica tanto en forma como en fondo.
Tres artculos publicados en los meses ltimos de este ao y en el primero de 1837, contienen pasajes premonitorios de su triste fin todos ellos publicados en El Espaol. Son stos: El da de los Difuntos de 1836. Fgaro en el cementerio 12 ; La Nochebuena de 1836. Yo y mi criado. Delirio filosfico 13 , y la crtica de Los Amantes de Teruel 14 .
1.4 Hechos cronolgicos del siglo XIX: desde el nacimiento hasta la muerte de Mariano Jos de Larra
- 1803: Nacimiento de Mesonero Romanos en Madrid. - 1805: Derrota de la escuadra espaola en Trafalgar (21 de octubre). - 1808: Comienza la Guerra de la Independencia. - 1809: Nace en Madrid Mariano J os de Larra y Snchez de Castro, el 24 de marzo. - 1811: Muere J ovellanos. - 1812: J os Esteban J ouy comienza a publicar sus artculos de costumbres. Nace Dickens. Se promulga la constitucin de Cdiz. - 1813: La familia de Larra se exilia en Francia (Burdeos). Nace en Chiclana (Cdiz) Garca Gutirrez. Ultimas derrotas de Napolen en Espaa.
12 Publicado el 2 de noviembre de 1837 13 Publicado el 26 de diciembre de 1837 14 27 de enero de 1837 53 - 1814: Los padres de Larra se establecen en Pars (marzo de 1814- mayo de 1818). Martnez de la Rosa estrena su drama histrico La viada de Padilla. Final de la Guerra de la Independencia. Tratado de Valacay y vuelta a Espaa del Rey Fernando VII. - 1815: Derrota de Napolen en Waterloo (18 de junio). Segundo tratado de Pars (20 de noviembre). - 1817: Nace en Valladolid J os Zorrilla. - 1818: Larra vuelve a Espaa con sus padres, en mayo. Establecidos en Madrid, el muchacho estudia interno en los PP. Escolapios. Martnez de la Rosa estrena Moraima. - 1820: El padre de Larra obtiene la plaza de mdico en Corella (Navarra), donde permanecern cuatro aos. Comienza a escribir sus artculos Mesonero Romanos: Mis ratos perdidos Walter Scout publica Ivanhoe. Levantamiento del general Riego en Cabezas de San J uan (1 de enero). Goya acaba de pintar Los desastres de la guerra. - 1823: Invasin de los Cien mil Hijos de San Luis que puso fin al perodo constitucional. La Constitucin de 1812 haba estado en vigor en 1812 a 1814 y de 18120 a 1823. - 1824: Vueltos a Madrid, Larra estudia en el Colegio Imperial de los jesuitas. Muere en Missolonghi Lord Byron. - 1825: Larra comienza los estudios universitarios de Leyes en Valladolid. Se enamora de la amante de su padre, sufriendo el primer desencanto amoroso. - 1826: Los bigrafos hablan de un posible traslado a Valencia para estudiar medicina. Habiendo obtenido un pequeo cargo burocrtico, renuncia a l para dedicarse a escribir. - 1827: Larra se presenta como escritor con la Oda a la Exposicin primera de las artes espaolas. Estreno en Pars de Cromwel de Vctor Hugo. - 1828: Aparece el primer nmero de El Duende Satrico del Da (26 de febrero). El 31 de diciembre se publica el ltimo nmero de este peridico. 54 - 1829: Mariano J os de Larra se casa con J osefa Wetoret y Velasco. - 1830: Vctor Hugo estrena Hernn. Estbanez Caldern comienza a colaborar en El Correo Literario y Mercantil. Martnez de la Rosa estrena en Pars Aben Humeya. Promulgacin de la pragmtica Sancin. Nacimiento de la princesa Isabel, Luego Isabel II. - 1831: Larra estrena la comedia No ms mostrador (29 de abril) en el teatro del Prncipe. Comienza Mesonero la primera serie de los artculos publicados en las Cartas Espaolas (1831-1833) de Carnero, cuya coleccin titular El panorama matritense. Vctor Hugo publica la novela Nuestra Seora de Pars. - 1832: Sale a la luz publica El Pobrecito Hablador, donde Larra escribe sus artculos de critica teatral (17 de agosto de 1832-febrero de 1833), mientras colabora en la Revista Espaola (1832-1836). Por ese tiempo comienza su tormentosa relacin con Dolores Armijo. Muerte de Walter Scout y de Goethe. - 1833: Larra colabora en El Correo de las Damas. Nacimiento de Ricardo Palma en Lima Per. Nacimiento de Pedro Antonio de Alarcn y de J os Mara de Pereda. Muerte del Rey Fernando VII. Regencia de la Reina Mara Cristina. Primera Guerra Carlista. Proclamacin de Isabel II como Reina de Espaa (24 de octubre). - 1834: Se deshace el matrimonio de Larra, que rompe con su mujer. Nace su hija Baldomero despus de la ruptura. Estrena su drama Macas y se publica su novela El doncel de don Enrique el Doliente. Comienza su colaboracin en el Observador. Martnez de la Rosa estrena La Conjuracin de Venecia. Vuelta masiva de exiliados - 1835: Larra comienza a publicar en marzo, en la revista Mensajero. Rompe con Dolores Armijo, quien marcha a Extremadura y despus al extranjero. Larra la sigue hasta Badajoz; luego embarca en Lisboa con pasaje para Londres (17 de mayo). Estancia del escritor en Bruselas y Pars (junio) y luego en Burdeos hasta primeros de diciembre. El Duque de Rivas estrena Don Alvaro o la fuerza del sino. (no registrado por Larra porque se hallaba navegando hacia Londres.) Se 55 publica el peridico romntico El Artista. Ley de desamortizacin de Mendizbal. - 1836 Larra interviene activamente en la poltica. Diputado por vila; pero fueron anuladas las elecciones. (Gaceta del 25 de mayo). Comienza a colaborar en El espaol. Nacimiento de Gustavo Adolfo Bcker. Mesonero Romanos funda el Seminario Pintoresco Espaol, donde publica Escenas matritenses. Garca Gutirrez estrena El Trovador. Cada del presidente del Gobierno, Mensizbal, a primeros de ao; repuesto despus del Motn de La Granja (noche del 12 al 13 de agosto). - 1837: El 13 de febrero visita a Larra Dolores Armijo, para romper definitivamente con l. Suicidio del escritor ese mismo da en las primeras horas de la noche. El da 15 fue enterrado. Aparece el primer tomo de Poesas de Zorrilla. Hartzenbusch estrena Los amantes de Teruel. Constitucin de 1837.
1.5 La naturaleza humana de Larra en su trayectoria artstica
El trayecto artstico de Mariano J os de Larra sigue bastante de cerca el progreso de su desarrollo psquico desde 1828 hasta 1837. En general, los primeros artculos de El Duende satrico del da (1828), los de El pobrecito hablador (1832-1835) y El Observador (1834-1835), reflejan un guardado optimismo nunca libre de reservas sobre la posibilidad de ver realizadas sus aspiraciones personales y sus ambiciones para Espaa. Durante la ltima mitad de 1834 y principios de 1835, notamos que el leitmotiv de cinismo, siempre justo debajo de la superficie, se apodera de nuestro autor cada vez ms, debido a su desilusin frente al fracaso de su ambicin para el pas y su desengao amoroso.
En 1836, volvemos anotar, en sus artculos de enero hasta abril en El Espaol, aquel mesurado optimismo que haba manifestado antes, pero, tras la cada de Mendizbal y el motn de los sargentos de La Granja, 56 vuelve a hundirse en el ms negro pesimismo y cinismo que slo acabaran con su muerte.
Puesto que la realizacin de sus esperanzas dependa de condiciones y factores externos sobre los cuales no tena control alguno estas mismas condiciones y factores ambientales son los que ocasionan en Larra los frecuentes cambios de nimo que vemos reflejados en sus escritos. Su fe en sus semejantes necesitaba una confirmacin. Cuando no la haba o cuando perda confianza, su pesimismo siempre latente surga a la superficie para apoderarse de l. En Larra encontramos, como en ningn otro autor espaol desde Cervantes hasta Quevedo, un ajustamiento bio- creativo de ndice tan unsono.
En cuanto al estilo literario de Larra, no se observa en sus artculos ningn desarrollo de consecuencia. Verdad es que se escap despus del ao 32 de la pedantera que desprestigia el valor intelectual y literario de algunas composiciones del ao 28 (Corrida de toros), pero adems de esto, estticamente el Larra que conocemos en El Duende satrico del da es el mismo que volvemos a encontrar despus.
Como periodista, Larra escriba para el pblico de su da y quera gustar e interesar. Su lxico lo ilustra. Su prosa es siempre correcta y, a la vez, viva y vibrante, de buen gusto, pero nunca decadente. Sus artculos de costumbres brillan con vocablos y giros que la gente de aquel entonces usaba en su diario vivir. En gran parte, el renacimiento del ensayo como gnero artstico, que a Larra se le atribuye ms que a ningn otro, se debe a la frescura de la palabra a travs de la cual comunicaba sus ideas a sus semejantes.
1.5.1 Clsico, romntico o eclctico?
Larra fue uno de los pocos y autnticos romnticos de estatura universal, que como ya hemos dicho anteriormente podemos comparar con otro de su poca como Vctor Hugo en Francia y Espronceda en Espaa. Al decir esto 57 no queremos implicar dudas sobre el innegable mrito artstico de las composiciones de autores tales como Martnez de la Rosa, el duque de Rivas, Hartzenbush, Garca Gutirrez, Zorrilla y tantos otros que entonces contribuyeron a la gloria de las letras nacionales con obras que todava son capaces de estimularnos la admiracin. Lo que s vemos con claridad es que Larra, y unos cuantos ms como Espronceda, eran romnticos de carne y hueso, mientras aquellos otros lo eran slo como literatos. Ellos seguan en su arte una moda, para Larra era una forma de vida.
La historia de Mariano J os de Larra es muy parecida a la de muchos hroes de los dramas romnticos de aquel perodo. En toda tragedia romntica hay tres elementos que son bsicos a su desarrollo: el protagonista que lucha para realizar algn fin irrenunciable, el antagonista que se opone por razones mezquinas a la realizacin por parte de ste de dicho fin y el objeto de contencin, cuya posesin estos dos se disputan. En la obra romntica espaola, el fin tras el cual anda el protagonista, el objeto de contencin cuya posesin le disputa el antagonista, es una mujer. La tragedia en estas obras no es que Manrique, o Alvaro o Macas la pierdan, sino que en el desarrollo de la pieza el sistema de valores del protagonista, siempre superior al del antagonista, queda condenado a la derrota con su fracaso y eliminacin a manos del antagonista ms fuerte, pero menos noble y virtuoso. Esta misma configuracin triangular es evidente en la lucha de Mariano J os de Larra por la realizacin de su fin: la reforma a raz profunda de Espaa. l, claro, es el protagonista. El pueblo espaol es el objeto de contencin y el antagonista son las fuerzas de la ignorancia y de la tradicin mal entendida que la esclavizan. Contra este antagonista libr batalla Fgaro. Que un hombre muera es una lstima, pero no una tragedia. Que perezcan valores superiores que, a lo mejor, habran reformado el mundo para que fuera ms noble la existencia humana, eso s es una tragedia; la de Larra y la nuestra tambin. Es este aspecto trgico de la vida de Larra el que tanto nos atrae, nos es simptico puesto que en su lucha con su medio ambiente vemos la nuestra.
58 El Larra que conocemos a travs de los artculos suyos es romntico en su confrontacin con un medio exterior que se contrapone a su orden de valores, pero su enfrentamiento es ms bien racional que pasional y esto ya rediferencia del tpico hroe romntico. Como el romntico egocntrico, buscaba una reforma del orden de valores exteriores, segn su propio criterio, en razn del propio beneficio, pero, a diferencia de la mayora de los hroes romnticos, Larra no es de extraccin popular ni lucha contra la sociedad para escalar unos peldaos de posicin. Su oposicin nace de races distintas: Larra era un aristcrata innato, un aristcrata intelectual. Lo que deseaba no era cambiar el cerco externo para poder escalar, sino elevar la altura de los dems hasta la suya. As, reformado al hombre, pensaba reformar el medio ambiente que le circundaba.
Larra haba heredado de la Ilustracin la fe en el progreso, pero entenda que este progreso material y moral del hombre y de su sociedad no sera un bien gratuito y automtico, sino consecuencia del esfuerzo coordinado de todos los individuos que formaban la sociedad. A pesar de esto, sera equvoco concluir que Mariano J os de Larra fuera, por su fe en el progreso, un iluminado o neoclsico dieciochesco. Su relativismo en cuanto a los medios de realizar la transformacin del orden social y su innato pesimismo en cuanto a la capacidad del hombre de efectuarla le separan demasiado de los mximos representantes de aquel movimiento y le acercan a las principales figuras del movimiento antagnico y contrario: el romanticismo.
Algunos mantendrn que Larra no era ni romntico ni clsico. Dirn que era eclctico. Su argumento descansa en que Larra no era un romntico doctrinario y en que en artculos como Anthony rechaz el extremismo del romanticismo como medio de conseguir su fin. A nuestro ver, esto no contradice lo que proponemos aqu. Como todo romntico autntico, Larra era relativista. No iba a imponerse ninguna traba que le hiciera ms difcil su victoria. Si le convena, echara mano a lo clsico puesto que en su arsenal formal haba armas efectivas para el combate en que se vio metido. Si examinamos a los personajes de los dramas romnticos, tambin 59 encontraremos momentos en que el protagonista huye de todo extremismo y adopta una postura intermedia entre extremos. Pero si lo estudiamos en perspectiva, notaremos que, como Larra, siempre tienen su ambicin fija en alguna meta absoluta, incomprensible e inabordable. Ellos, como Larra, al reconocerla por inalcanzable, no pueden ni quieren admitir que haya para ellos un futuro. Si fuera Fgaro un eclctico, nunca habra llegado a esta conclusin.
Larra era un romntico que hasta el final no pudo admitir la tesis o la conclusin de toda obra romntica. Como vemos en su violentsima reaccin al drama Anthony, de Dumas, la visin del romanticismo sobre el hombre vis--vis, la sociedad encierra en s una condenacin al fracaso del individuo. Como aprendieron Rugiero, Macas, Alvaro, Manrique, Marilla, don J uan y J uan Lorenzo, el hombre nunca puede imponerse o imponer sus valores al mundo en que vive. El sutilismo de la lucha de stos le resultara ofensivo. Vera Larra en su derrota a manos de otros antagonistas un presagio de su propio fracaso? No lo sabemos, pero lo que s podemos adivinar es que la tesis inferida de todos estos dramas le resultara anatema porque el aceptarla lo habra reducido a la inactividad y al abandono de su objetivo: la ilustracin de sus conciudadanos y la reforma a raz profunda de Espaa. Por eso, nos parece, fue tan vitrilico Larra en su crtica de Anthony.
1.5.2 Influencia del medio y de las personas en la naturaleza humana de Larra
En su exilio en Francia, durante los cinco aos de su infancia, Larra moldear su formacin y su inteligencia en un pas de lengua ajena a la propia. Esta larga etapa de contacto con la lengua francesa, precisamente en los aos ms dctiles y aptos para el aprendizaje minucioso y perfecto de un idioma, as como la formacin literaria y la educacin integral, llammosle cartesiana, que en los colegios de Burdeos y Pars recibe, van a ser decisivas en su vida. Que su perfecto dominio del francs pudo valerle para ir viviendo como escritor en ciertas etapas de su vida en las cuales 60 traduce dramas y comedias de Scribe, Delavigne, Ducange y otros ms. Asimismo debi servirle de perfecto medio de expresin con los escritores con que se relacion en Pars: el barn Taylor, Vctor Hugo, Scribe, Delavigne, Charles Nodier, y desde luego para estar en contacto permanente con la cultura francesa, siempre latente en l y en sus escritos, aunque en mltiples ocasiones reaccione contra ella con un apasionamiento y ferviente espaolismo.
Al regresar a Espaa en 1818, Larra cuenta nueve aos, edad a la que habr de iniciarse nuevamente en el aprendizaje y conocimiento de la lengua de su propio pas, que en sus largos aos de ausencia habra casi olvidado. Reside como interno en un colegio de Corella, en Navarra, durante los aos 1822 y 1823, poca en la que traduce obras francesas, y arremete, nada menos, que con la versin del francs al castellano de la Ilada y, por si fuera poco, compone una Gramtica espaola para su uso particular, que demuestra su ya temprana preocupacin por la perfecta utilizacin de la propia lengua. Al pasar su padre a Madrid, estudia en el Colegio Imperial de la Compaa de J ess y en los Reales Estudios de San Isidro. Hay que imaginarse qu desplazado se sentira entre sus compaeros aquel pobre nio de nueve aos, sealado como hijo de un afrancesado, en una poca en que todava predominaba el ms exaltado y hostil patriotismo contra los gabachos. Sus bigrafos nos lo pintan como un nio reflexivo e introvertido, que en los descansos, entre clase y clase, jugaba al ajedrez con un amigo, el conde de Robles, sin duda tan indiferente a las distracciones infantiles como l.
Pasados unos aos de su regreso a Espaa inicia estudios universitarios en Valladolid, donde es protagonista de un triste y significativo episodio que debi causarle una profunda herida psicolgica. En una de las biografas ms fidedignas que se han hecho de Larra escritas por la autora Carmen de Burgos, nos dice: El ao 1825, cuando Larra tiene diecisis aos, conoce en la ciudad castellana a una joven muy bella y casquivana, de mucha ms edad que l, de la que se enamora perdidamente. La joven se complace en torturar al pobre enamorado, a pesar de lo cual el ingenuo 61 adolescente la considera modelo insuperable de encantos y perfeccin, incluso de virtudes hasta que un da descubre la terrible verdad. La damisela, de la que se haba enamorado locamente, era la amante de su propio padre don Mariano. Tal desengao y fracaso sentimental debieron provocar en el inexperto Larra una atroz tristeza y un desencanto indescriptibles.
Tal hecho produjo tanta y tan profunda impresin en el desdichado muchacho, que pudo ser observada por sus contemporneos. Carmen de Burgos recoge algunas de estas impresiones:
En la Galera de Pastor Daz y Crdenas se dice: Sospechamos que fuese alguna desgracia de familia; algn quebranto en la fortuna de sus padres () Recurro a la misma hermana de Fgaro () Mi padre me habl de eso varias veces; le haba impresionado profundamente ver llorar a Fgaro con desconsuelo; deca que era la primera vez que le vio llorar.
Sin duda, este episodio debi dar lugar a que se trasladase a Valencia donde inicia estudios de Medicina en 1826. Le vemos en aos siguientes continuando sus estudios universitarios, y luego cursando Medicina en Madrid, estudios que inici apenas e interrumpi pronto, para entregarse de lleno a la literatura, porque ya en 1828, a los diecinueve aos, aparece componiendo y fechando toda una variada coleccin de poesas, casi siempre en versos de arte menor letrillas, anacrenticas, romances, odas, sonetos, epigramas-, estos ejemplos de los inicios de Larra en la literatura, nos muestran una minuciosa maestra mtrica y una forma impecable, que no son, ni mucho menos, un ensayo ni un balbuceo, por el raro dominio del oficio que se adivina en ellas.
Resulta extrao no encontrar en esta poesa amable y una tanto dulzona, un resquicio de rencor y amargura por la dolorosa leccin recibida por el joven poeta Larra, en su entusiasmo amoroso no es posible asociar en modo alguno a los blandos reproches a Fili que prodiga en sus versos, y 62 que constituan un tpico potico de los grandes rimadores de la poca, liberados al parecer de grandes pasiones.
Se le ve a Larra siempre ardiendo en su Infierno de Amor donde los poetas medievales pintaban a Macas, siempre preocupado por el eterno femenino, complicado en todo momento en sus relaciones amorosas. Ilegtimas y culpables como las del desdichado trovador gallego. Ms que en ningn otro escritor de su tiempo el tema del adulterio aparece reiterado en su obra literaria, no slo en Macas, gran canto a los amores adulterinos, donde el triste trovador gallego declama ante su amada Elvira:
Rompe, aniquila esos que contrajiste horribles lazos Los amantes son slo los esposos Su lazo es el amor. Cul hay ms santo? Su templo es el universo, donde quiera El Dios los oye que los ha juntado.
Sino tambin en su versin prosificada El Doncel de Don Enrique el Doliente y asimismo en diversos artculos suyos, y as un personaje primo suyo, desengaado de la sociedad- y que parece hablar por l mismo:
Luego quise frenticamente a una casada, esa s cre que slo me quera por m, pero hubo hablillas que promovi precisamente aquella fea que ves all, que como no puede tener amores, se complace en desbaratar los ajenos; hubieron de llegar a odos del marido, que empez a darle una mala vida; entonces, mi apasionada me dijo que empezaba el peligro y que deba concluirse el amor. Su tranquilidad era lo primero. Es decir, que amaba ms su comodidad que a m. 15
Algo de esto debi ocurrirle al propio Larra con su ltima y fatal pasin por Dolores Armijo, y un reflejo de su posterior conflicto pasional parece darlo a entender cuando escribe en 1835, dos aos antes de su muerte. Ya hablando por su cuenta, se duele de no ser correspondido como deseara,
15 La Sociedad, en la Revista espaola, 10 de enero de 1835 63 palabras que muestran cmo su propio problema sentimental se hallaba ya en su perodo lgido:
El que escribe a una querida, escribe para s por varias razones, por lo regular rara vez se encuentran dos amantes en igual grado de pasin, por consiguiente el calor del uno es griego para el otro, y viceversa. Adems, desde el momento en que dejamos de querer a nuestra amada, dejamos de escribirla. Prueba de que no escribamos para ella.
He preferido trazar la angustiosa biografa de Larra a travs de sus propias confidencias e intimidades. Pocos escritores habr que se complazcan en referirse as mismos con tanta insistencia a sus propios estados conflictivos, a sus alternados sentimientos de optimismo. Ms que escribir sobre l a travs de lo que hayan podido escribir las dems, o de vagas referencias, nos ha parecido ms acertado servirnos de lo que l mismo habl de s, hacer la dicotoma de su alma angustiada sirvindonos de su intermitente dolorosa confesin. Muchas de sus pginas son evidentes muestras de pattico autobiografismo. En un escritor como Larra, para quien cuentan tanto los sentimientos, mal poda ocultar los propios, mucho ms intensos que los ajenos.
Arrastrado por el mpetu de su tormentosa pasin, cuando, en 1835, Dolores Armijo marcha a Extremadura, Larra la sigue, aunque sea con el pretexto de acompaar al joven conde de Campo-Alange, al que le une cordialsima amistad, y con el que pasa unos das en una dehesa suya, prxima a Badajoz. Su ausencia de Madrid en seguimiento de la mujer con la que tiene relaciones ilcitas, va a dar lugar a que su amigo Bretn de los Herreros escriba una maligna comedia, Me voy de Madrid, en la que el propio Fgaro y el Madrid intelectual de entonces adivinaron una clara alusin a la marcha del escritor y de Dolores, cosa que disgust a Larra y entorpeci por algn tiempo su desigual amistad con Bretn. Las diferencias entre uno y otro ya se haban iniciado desde muy pronto, desde la acerba crtica que Larra hace de El Correo Literario, del que eran redactores Carnerero y Bretn, en El Duende Satrico del Da, del 27 de septiembre de 64 1828, y de la mediocre stira que Bretn va a escribir sobre Larra y sus amores culpables con Dolores Armijo en su comedia Me voy de Madrid, que ni siquiera es original, porque est calcada en Los jugadores de Regnard, oscuro autor francs del siglo XVII.
Le acompaa en sus andanzas, como una sombra que le persiguiese, la obsesin de su recuerdo amoroso, lo cual confiesa a su gran amigo que sin duda est en el secreto de sus relaciones ilegales, aunque tan slo aluda a su amor desgraciado con un bellsimo smil.
Si tuviese un corazn satisfecho, era un viaje delicioso el que voy haciendo, pero como voy lleno de disgustos, te aseguro que viajo como viaja por el monte un corzo que ha sido herido de muerte
Para terminar con una frase que revela su profunda misantropa e infinita tristeza:
Si toda la vida ha de ser como la que llevo vivida, te juro que jen ai assez.
Se embarca en Lisboa el 17 de mayo en el vapor ingls William Faucett, se detiene un da en Oporto y otro en Falmouth y llega a Londres el 27 del mismo mes, desde donde escribe a sus padres para comunicarles que ir a Bruselas el 8 de junio y que pasar all el resto del mes y tambin el de julio, para volverse a Pars, donde restar el otoo y el invierno, al mismo tiempo que les hace observar que los fondos espaoles han bajado un 22 por ciento en la Bolsa, que han dado en quiebra casas y empresas relacionadas econmicamente con Espaa, lo cual le sirve para comentar con amargura:
Por m, nada me importa; slo siento tener hijos y que ustedes no sean ricos y ms independientes; en esto soy muy buen cristiano, y como estoy viviendo de milagro desde el ao 26, me he acostumbrado siempre a mirar el da de hoy como el ltimo; usted dir que vuelvo a mis ideas juveniles, yo no s si pensar algn da de un modo ms alegre; pero aunque esto empezara a suceder siempre resultara que haba pasado rabiando una tercera parte lo 65 menos de la vida; todava quedara por averiguar cul de las tres es la ms importante. No vayan ustedes a suponer de esto que estoy de mal humor. No tengo por qu estarlo en el momento, pero hasta ahora no he visto delante de m un horizonte bueno
Como ya sabemos, Larra se casa con Pepita Wetoret y Velasco en 1829, cuando contaba veinte aos. Al escribir su famoso artculo El casarse pronto y mal, evidente reflejo autobiogrfico, llevaba ya tres aos de apresurado matrimonio juvenil, probablemente desgraciado desde muy pronto y del que termina por desligarse dos aos ms tarde, en 1834. Otras mujeres se han cruzado en su vida y le han subyugado: la gran cantante J udith Grissi, a su paso por Madrid, y, sobre todo, Dolores Armijo de Cambronero, a la que le une una pasin adltera invencible.
Se produce, sin embargo, en el alma de Larra un tremendo conflicto entre su deber de marido y su pasin culpable, como si se resistiese a renunciar a su mujer legtima y a sus hijos. Sus esfuerzos para lograrlo los pone de manifiesto Carmen de Burgos, documentada conocedora de su intimidad, de su triste vida, del torcedor que le atenazaba:
Tan grande fue su deseo de conservar su hogar que lleg a encerrar a su mujer y a llevarse la llave de la habitacin. Esto produjo un estallido en sentido contrario. La madre de Pepita la libert y se la llev consigo. Esto debi ser a fines de 1833 a principios del 1834, porque en este ao naci su ltima hija Baldomera, cuyo nacimiento fue despus de la separacin, y Larra no la conoci hasta su vuelta del extranjero. Afirman tambin que Larra, desolado por el abandono de su mujer, sinti despertar su cario hacia ella, y que en los primeros tiempos de su separacin le rondara la calle como un pretendiente
El suicidio de Larra en 1837, resulta extraa tal decisin fatalista en Larra, porque no es raro que aqu y all, a veces con cierta irona, invoque un cierto sentimiento religioso, un difuso e insistente tesmo, como en el artculo El casarse pronto y mal y refirindose con aguda irona a su sobrino Augusto que se volva de Francia: 66
Trayndonos, entre otras cosas, noticias ciertas de que no haba Dios, porque esto se sabe en Francia de muy buena tinta.
O firma por su propia cuenta:
Porque slo un Dios y un Dios Todopoderoso poda hacer amar una cosa como la vida. (Esta ltima afirmacin denota claramente su profunda depresin).
Tambin la tremenda acusacin que hace contra los descredos en su artculo Los calaveras:
No creer en Dios y decirse su ministro o creer en l y faltarle descaradamente, son la hipocresa y el crimen ms hediondos.
Es curioso cmo evoluciona su pensamiento en unos aos. En su artculo Las casas nuevas, publicado en La Revista espaola el 13 de septiembre de 1833, despus de referirse a los varios seudnimos que us hasta la fecha, se promete y se desea una larga vida, que va a malograr trgicamente tres aos y medio despus:
Y qu s yo los muchos nombres que me quedarn por tomar en los muchos aos que, Dios mediante, tengo el propsito de vivir en este bajo suelo.
Larra lleva su pasin, sus sentimientos, hasta las ltimas consecuencia: J oaqun de Entrambasaguas en artculo El libro que vio suicidarse a Larra, a tenido la suerte de tropezar con un libro, y a la vez el acierto de revelarlo a los lectores, que no es una simple invencin, sino que viene autentificado por dos textos firmados por los que fueron sus propietarios, y que dicen:
Este ejemplar de Macas se hallaba sobre la mesa del desgraciado Fgaro cuando se suicid. Suyas son las dos manchas de sangre que tiene la pgina 28. El ejemplar se hallaba en rama, cosa entonces ms frecuente que hoy, y me fue regalado por Lus 67 Mariano de Larra con otros recuerdos de su padre en tiempos de mis amores con su hermana Baldomero.
Y luego, ms abajo, con letra ms moderna:
Letra de mi padre, Vicente Barrantes, a quien he odo referir esto muchas veces, Madrid, 13 de mayo de 1904. Barrantes (rubricado).
El profesor Entrambasaguas identifica a los Barrantes, padre e hijo, y seala que la pgina 28 de la edicin del drama corresponde a la escena II del acto II, que si no es precisamente la ms expresiva del amor delirante que en otras declama el trovador de Padrn, es, en cambio, profundamente significativo que Larra, romntico hasta lo ms profundo de su ser, haya elegido esta obra, en la que l haba planteado su propio conflicto pasional, para leer precisamente antes de la dolorosa despedida de la mujer amada y momentos antes de suicidarse ante el espejo.
Tan slo un rapto de locura pudo llevarle al suicidio, y hacerle olvidar por completo sus obligaciones familiares, que tanto contaban para l, olvidarse que dejaba totalmente desamparados a sus hijos.
Ni por un momento puede imaginarse que su muerte pudiera motivarse por la situacin annima en que se hallaba respecto a su mujer legtima. Era ste un asunto terminado definitivamente. En las cartas que dirige a sus padres se limita a llamarle la difunta, y por lo que se refiere a sus hijos, su nica preocupacin, vivan con sus padres, y esto le tena tranquilo.
Menos caba sospechar que pudiese influir en el fatal desenlace de su vida nada que pudiese referirse a necesidades o compromisos de tipo econmico, porque Larra, que cuatro aos antes haba escrito una certera burla de la profesin periodstica en Ya soy redactor, en el ao de su muerte deba ser acaso el periodista mejor pagado de Espaa como redactor de El Espaol, el elegante peridico, el mejor indudablemente de Europa, como l mismo se lo comunica a sus padres con viva satisfaccin: 68
Soy redactor de El Espaol, con 20.000 reales al ao y la obligacin de dar dos artculos por semana. El primero de estos, ya ha visto la luz y parece que sigo haciendo fortuna.
Que en la poca la cantidad referida deba resultar cuantiosa, lo demuestra el hecho de que por entonces se abonaban mil reales por una comedia ya fuese original o traducida, y tambin los trminos en que se dirige a sus padres, que expresan a las claras la holgura con que viva:
Regularizar mis envos de dinero a ustedes, formndoles un sueldo al mes que pueda ayudarle a sufrir la mala paga de ese pueblo
Esa especie de sueldo al mes no es sino una justa indemnizacin del adelanto que en el extranjero he tomado sobre fondos de ustedes y el gasto que necesariamente les ocasionan mis nios, sobre lo cual tambin creo que determinar muy pronto, si es que pueden servirles a ustedes de molestia. Por lo de pronto siempre han de estar ah mejor que conmigo.
As, pues, cuando Larra escribe dolorosamente: Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla como una pesadilla abrumadora y violenta, a lo cual Azorn dir: Todo Larra est en estas frases, ha de entender que no se refiere en modo alguno a una posible penuria dineraria, sino a los mltiples obstculos que estorban la expresin, a lo que pudiramos llamar su dolor de Espaa, a la triste Espaa en guerra civil, que constitua su ms honda y viva preocupacin, a las molestias que le causaba la censura, que acaso exagerase un tanto mimado, por su temido, escritor Larra, encubierto en sus varios seudnimos, porque por muy severa y exigente que la tal censura fuese, l poda permitirse, unas veces velada y otras crudamente, decir cuanto le viniese en gana, de igual modo que exageraba evidentemente el genial Goethe, nada menos que ministro del Gran Duque Carlos Augusto, en la pequea corte de Weimar, tan bien avenido con su esplndida vida ulica, cuando le confesaba a su confidente 69 Eckerman en un coloquio tenido con l el 14 de marzo de 1830, ms o menos por los aos en que Larra se dola:
Un escritor alemn es un mrtir alemn. S, querido amigo, a usted le ocurrir lo mismo. Y, realmente, yo no puedo quejarme. A los otros no les ha ido mejor, la mayora lo han pasado peor an, y en Inglaterra y Francia ocurre lo mismo. Cunto no han tenido que sufrir Molire, cunto Rousseau y Voltaire!
Su tormentosa pasin por Dolores Armijo de Cambronero, una mujer casada, que un mal da, al ser trasladado su marido a un alto puesto en Manila, nada menos que como Secretario de la Capitana General de Filipinas, decide seguirle y romper definitivamente con su amante, al que va a visitar en su casa de la calle de Santa Clara, nmero 3, cuarto,2. Casa de los Baos de la Estrella direccin que figura a partir de julio de 1836 en la correspondencia que le envan- para devolverle las cartas que l le haba dirigido, y que de haberse conservado nos mostraran el terrible y doloroso amor que Larra por ella senta- epistolario romntico que acaso resultase su obra ms interesante, y desde luego ms autnticos gritos de pasin que las declaraciones de Macas en el drama y la novela de los que es personaje central- ruptura que le llevar el mismo da en que ocurri a pegarse un tiro frente a un espejo, como si quisiera que su muerte le fuese ms dolorosa todava al prolongar su sufrimiento y al contemplar en el espejo su ltimo rictus.
Pudiera creerse premonitorio, en efecto, su artculo El da de Difuntos de 1836, Fgaro en el Cementerio, publicado en El Espaol el 2 de noviembre de 1836. Larra imagina a Madrid como un inmenso cementerio, y a cada calle, a cada lugar, a cada edificio va colgndoles un epitafio, que suele ser de un humor sardnico, Al contemplar la Armera: Aqu yace el valor castellano, con todos sus pertrechos R.I.P.. Ante los teatros: Aqu reposan los ingenios espaoles. Ni una flor, ni un recuerdo, ni una inscripcin.
70 A Larra le mata su pasin. Cerrada con ello una vida romntica, por ms que como escritor se hubiese iniciado como tierno poeta buclico al modo de los neoclasicistas, pero que ofrece lo ms autntico de su intimidad sentimental en el drama Macas y en la novela El Doncel de Don Enrique el Doliente, en las que el desgraciado trovador gallego encarnaba su propio conflicto amoroso. En l el Romanticismo no es la fra adhesin a una tendencia literaria en boga, sino forma esencial de vida, la vida misma, que, como a otros escasos romnticos-, le llev al desasimiento terreno, a la desesperacin ltima y definitiva.
En los siguientes captulos analizaremos con mayor exhaustividad, la produccin literaria y periodstica, as como trozos de los artculos ms significativos que han hecho de este autor de Ya soy Redactor, uno de los ms grandes literatos periodistas que han dado las letras hispanas.
71 CAPITULO 2: PRODUCCIN LITERARIA Y PERIODSTICA DE MARIANO JOS DE LARRA EN EL SIGLO XIX
2. Anlisis epistemolgico de la obra literaria de Larra La trayectoria literaria de Larra resulta curiosa y compleja. Ello es debido a coincidir su breve vida de escritor, de 1928 a 1837, con una poca de transicin en la literatura universal y en Espaa. Lo ms significativo y caracterstico de la obra de Larra es, sin lugar a dudas, su produccin periodstica. Se trata de un escritor que ocupa uno de los lugares ms privilegiados de nuestra literatura gracias al periodismo. Por el contrario, su labor potica queda relegada a un sector minoritario. En un trmino medio podran situarse las incursiones que Larra hace en el campo de la novela histrica. Podemos clasificar su produccin en varios apartados: poesa, artculos, novela, teatro, traducciones y adaptaciones. Incluso alguna vez acto como prologuista, sera el caso de su prlogo a la edicin castellana de El dogma de los hombres libres. Palabras de un creyente, por M.F. Lamennais. En este corpus general su labor periodista destaca del resto; Larra es esencialmente periodista, el primero que ocupa un lugar seero en nuestra literatura de este gnero. As pues, aunque Larra ha pasado a la posteridad principalmente como escritor de artculos periodsticos, hay que recordar que ensay la poesa y que ha gozado de cierta fama duradera como novelista y dramaturgo. En este apartado vamos a repasar de manera breve su contribucin a las letras espaolas del perodo, empezando por su obra en verso.
a) APORTE A LA POESA
Larra empez su carrera de literato como poeta. En 1827, a los dieciocho aos, public su primer poema, A la Exposicin primera de las artes espaolas. Excepto por sus Recuerdos de Lisboa (1835), todas sus 72 composiciones cortas en verso se escribieron entre 1827 y 1830. Pronto, al parecer, Larra descubrira que la poesa no sera su musa.
La poesa de Mariano J os de Larra es variada en tema y metro, pero es superficial. Sus poemas son ejercicios intelectuales. Le vemos cantando y satirizando lo ajeno, lo que slo le afectaba de modo secundario. Nunca baja la mscara que lleva para que veamos su cara verdadera e ntima. La sinceridad y la intimidad de que nace la poesa autntica, o no las supo dar o no las quiso dar nunca. Como poeta, Larra se relaciona con la generacin prerromnica. Su respeto por el poema como artefacto culto y refinado perjudic la inspiracin intelectualizndola. Es sta una poesa en que la idea no se insina, si no que se declama. Por eso, resulta exterior, hueca y carente de toda profundidad emotiva.
b) APORTE A LA NOVELA
En 1834, Larra public su nica novela histrica-romntica, El doncel de don Enrique el Doliente. En esta novela, Larra sigui la tendencia narrativa de los prosistas del romanticismo. Como Ramn Lpez Soler en: Los bandos de Castilla (1830) y Enrique Gil y Carrasco en El seor de Bembibre (1844), Larra se prest a la revitalizacin de la novela en Espaa siguiendo el modelo de Sir Walter Scout en Inglaterra. Estos primeros pasos en el renacimiento del gnero nos parecern muy endebles hoy, pero hay que tener en cuenta que, excepto por el Fray Gerundio de Campazas (1758) del padre Isla, la novela haba yacido en la ms abyecta negligencia desde Cervantes. No seguan estos novelistas romnticos una tradicin nacional: intentaban restablecerla. En un sentido real, El doncel de don Enrique el Doliente era una novela experimental. Larra quiso adaptar una tcnica extranjera a usos nacionales.
La novela versa sobre el trgico amor del doncel, Macas, por Elvira. Para ser hija obediente, Elvira tiene que casarse con otro, condenndose a una vida de miseria. Para ser escudero leal a su seor, Macas tendr que 73 aceptar este arreglo, abandonando as su meta: unin con Elvira. Claro, si lo hiciera, no tendramos una novela.
As establece Larra la relacin triangular entre (A) protagonista, (B) objeto a alcanzar Elvira-, y (C) antagonistas: Enrique de Villena (seor de Macas), Fernn (Cmplice de Enrique) y Nuo (padre de Elvira), que siempre sirve de base a todo relato narrativo-dramtico del romanticismo espaol. (C) por razones mezquinas y egostas impone a (A) y a (B) su volicin, sean cuales fueren las consecuencias. Que algo bello y noble, en este caso el amor de Elvira y Macas, tenga que sacrificarse para que Enrique realice su ambicin de verse nombrado maestre de Calatrava es el fin que aqul persigue.
Como el drama Macas (1834), la novela de Larra presenta la misma visin pesimista del destino del hombre superior en la sociedad. Bsicamente es sta: el individuo tiene que vivir y realizarse en comunin con sus semejantes, pero esto es imposible por la misma naturaleza de la organizacin social que categoriza a cada uno, imponindole ciertas obligaciones y deberes cuya observacin es imprescindible. Dichas obligaciones (obediencia al padre o el seor feudal en esta obra) roban al individuo de mrito excepcional su individualidad y su independencia. Sin ellas, tiene que reconocer la validez de otros valores superiores a los suyos. Su reconocimiento le obligara a respetarlos a costa de su propia ambicin. Siempre en estas obras llega el momento de crisis cuando el protagonista se ve forzado o a sacrificar lo personal (una esperanza, un sueo o el amor) o a revelarse en contra de la autoridad establecida y generalmente reconocida del antagonista. Se rebela, claro, porque considera las exigencias del Yo superiores a las obligaciones que se le impondran desde fuera.
Como todas las novelas de este perodo del siglo XIX, El doncel de Don Enrique el Doliente resulta hoy demasiado amplio y anecdtico para nuestro gusto. La narracin se interrumpe a menudo con pasajes descriptivos que la debilitan. En defensa suya, hay que reconocer que esta tcnica arqueolgica con que el autor adornaba su obra con preciosos camafeos la 74 impregnaba de mayor nostalgia, aumentando as el efecto sentimental que quera despertar en su lector.
c) APORTE AL TEATRO
Despus del ensayo, fue el dramtico, el gnero en que ms se destac Mariano J os de Larra. En sus comedias como: No ms mostrador y El arte de conspirar, volvemos a notar su agudo talento para identificar y sealar las ridiculeces del hombre y las anomalas y los anacronismos de la sociedad humana. Lo haca, claro, esperando que la exposicin del lado menos atractivo de la humana condicin fuera suficiente para estimular en su pblico deseos de una reforma tanto personal como general.
En la comedia, Larra sigui la lnea dramtica que haba marcado Fernndez de Moratn a principios del siglo. Como el padre del teatro moderno espaol, Larra tambin opinaba que el drama deba de existir para el provecho del hombre. Por eso sus comedias suelen tener un fin edificante y didctico. Como hemos dicho, la visin esttica de Larra de la literatura en general y el drama en particular fue utilitaria. Si poda concluir que una obra ofreca al hombre alguna leccin o un ejemplo que le beneficiara, no le exiga ms. A diferencia de J ovellanos o de Iriarte. Larra dio muy poca importancia a la estructura formal a travs de la cual el dramaturgo comunicaba su mensaje al pblico:
Esperamos que dentro de poco podamos echar los cimientos de una literatura nueva, expresin de la sociedad nueva que componemos, toda de verdad, como de verdad es nuestra sociedad, sin ms reglas que esa verdad misma, sin ms maestro que la naturaleza, joven, en fin, como la Espaa que constituimos. Libertad en literatura, como en las artes, como en la industria, como en el comercio, como en la conciencia. He aqu la medida con que mediremos; en nuestro juicio crtico preguntaremos a un libro: Nos enseas algo? Nos eres la expresin del progreso humano? Nos eres til? Pues eres bueno.
75 Adems de la comedia de tendencia moratiniana, Larra tambin produjo una tragedia romntica y varios melodramas.
Macas (1834) es la mejor tragedia romntica de Mariano J os de Larra. Como la novela antes discutida, se basa la obra en la vida del Macas histrico. Larra sin duda encontr fascinante la historia del desgraciado enamorado por razones personales. Como el hroe de su drama, Larra tambin se haba enamorado ftilmente de una dama casada, Dolores Armijo.
En el drama, Macas, el escudero de don Enrique de Villena, est enamorado de doa Elvira, mujer de familia acomodada, pero no noble. Como consecuencia de su negativa a ayudarle a don Enrique en sus planes de divorciarse de su mujer para obtener el maestrazgo de Calatrava, ste planea su humillacin y muerte. Le ha enviado lejos en una misin falsa y mientras est Macas ausente de la corte, arregla que don Nuo, padre de Elvira y rico hombre, prometa en matrimonio a su hija a Fernn Prez, favorito suyo. Para realizar su ambicin de emparentar con la nobleza, don Nuo obliga a Elvira a que se case con Fernn. La dama consiente slo cuando la han convencido de que Macas la ha abandonado por otra.
Regresa Macas al salir los novios de la capilla donde se han unido en matrimonio. Acusa a don Enrique, el que lo ha movido todo, de vileza y acaba en la crcel gracias a su temeridad. Fernn planea hacerle asesinar cobardemente para no tener que aceptar el reto que nuestro hroe le ha hecho. Al enterarse de los designios de su marido, Elvira soborna a los guardias del presidio para librar a su amado. Este, claro, rehsa huir y dejarla. Llegan Fernn y los suyos y matan inicuamente a Macas. Elvira, desesperada, se quita la vida con la daga con que se haba defendido el noble joven.
Como todo drama romntico espaol, esta tragedia nos obliga a aceptar una conclusin funesta sobre el destino del que aspira a vivir con nobleza y honradez en el medio ambiente social. La obra tiene tres partes 76 componentes que le dan su estructura interna: (A) el protagonista: Macas; (B) el objeto de contencin: Elvira; y (C) el antagonista: Enrique de Villena. Don Nuo y Fernn no son ms que tteres que l maneja. En esta situacin triangular se origina toda accin de la pieza. Todo el contenido anecdtico de la tragedia resulta de los intentos de (A) de realizar su unin con (B) y los de (C) de imposibilitrselo. Esto causa una confrontacin entre protagonista y antagonista (A y C) por el dominio sobre la herona (B). Puesto que ni el uno ni el otro cedern en su ambicin, un choque es inevitable entre ellos, Macas es una tragedia, puesto que el antagonista y sus aliados, en este caso un novio que se casa por ambicin y dinero, y un padre vil que vende a su hija, salen vencedores sobre el hroe ideal y virtuoso, cuyo nico crimen era que amaba. Macas, dndose cuenta de la imposibilidad de vivir feliz y satisfecho entre sus semejantes, expresa los sentimientos antisociales de todo protagonista romntico cuando dice, hablando con Elvira:
Ven; a ser dichosa. En que parte del mundo ha de faltarnos un albergue, mi bien? Rompe aniquila esos, que contrajiste, horrible lazos. Los amantes son solos los esposos. Su lazo es el amor: Cul hay ms santo? Su templo el universo: donde quiera el Dios los oye que los ha juntado. Si en las ciudades no, si entre los hombres ni fe, ni abrigo, ni esperanza hallamos, Las fieras en los bosques una cueva cedern al amor. Ellas acaso no aman tambin? Huyamos: qu otro asilo pretendes ms seguro que mis brazos? Los tuyos bastarnme, y si en la tierra asilo no encontramos, juntos ambos moriremos de amor. quin ms dichoso que aquel que amando vive y muere amado?
Es eclctico o neoclsico el autor de estas lneas? No. Son de Larra. Como su Macas, viva en confrontacin con el mundo que le rodeaba por la 77 realizacin de un fin y tambin como su hroe busc en la muerte un escape a la profunda desilusin que le lleg a inspirar la vida.
d) APORTE AL ENSAYO
Los ensayos de Mariano J os de Larra se dividen en tres categoras. Estas son ms arbitrarias que exactas, en muchsimos casos, pero que nos permiten comprender su objetivo. Estas categoras son: - Categora literaria - Categora poltica - Categora social (costumbrista)
1) Los ensayos de Fgaro que tratan de la literatura versan principalmente sobre su filosofa literaria y crtica potica y dramtica. La mayor parte de sus composiciones sobre el teatro son opiniones de dramas que haba presentado como crtico de un peridico u otro.
Segn Larra, la literatura debe reflejar la realidad de que ha surgido y proveer al hombre de algo, tema o ejemplo, que le sea til. Como todo utilitario, Larra no crey en la exclusiva de ninguno de los ismos que luchaban por la supremaca en la literatura. En este sentido y slo en este sentido era eclctico. Como queda dicho, Larra era por temperamento y punto de vista un romntico. Su repudio del romanticismo en los dos Anthony vino de su reconocimiento de su innata nota futilista. El aceptar la visin del hombre frente a la sociedad de un don lvaro o un Manrique le habra condenado al abandono de su labor reformadora-revolucionaria que era la causa prima de su actividad de hombre pblico y periodista.
En su crtica literaria, es obvio que Larra prefiri la poesa narrativo- anecdtica. Sus artculos sobre este tema son de muy poco inters esttico. J uzgando por sus poemas y ensayos periodsticos que hizo publicar, se puede concluir que la tena por un ejercicio puramente intelectual cuyo fin comunicativo se reduca a la alabanza de lo noble y 78 meritorio o a la censura de lo ofensivo y mezquino. La poesa tambin deba ser aleccionadora y til al hombre que la leyera.
Cuando llegamos a su crtica dramtica, la cosa es ms complicada. Larra muestra distintas motivaciones al coger su pluma de crtico de teatro. Algunas veces era para defender las letras espaolas de sus detractores extranjeros que en ellas no vean nada bello. Otras veces, era para animar a sus compatriotas a que escribieran obras originales para que el drama nacional as volviera a ser una fuerza vital de combate en la sociedad. Tambin encontramos artculos en que alaba el arte de la traduccin, pero su opinin sobre la traduccin oscila. Reconoci que muchos dramas tiles y de provecho se escriban para los teatros de Pars, pero vea claramente que las traducciones monopolizaban el teatro madrileo y el traducir restaba tiempo al que de otra manera creara obras originales. Tambin escribi Fgaro muchos artculos sobre la calidad de la presentacin y sobre la representacin. Larra animaba a los empresarios y a los actores a que crearan en el teatro un ambiente apto para el espectculo y que lo presentaran de manera que fuera verosmil y grata a un pblico culto. Censuraba implacablemente la incomodidad de los locales, la pobreza del alumbrado y de la decoracin. Tambin mereca la falta de profesionalismo de los actores su atencin satrica. Larra quera que el actor se diera cuenta de la importancia de su profesin para la educacin del pblico. El autor dependa de l y segn el mrito de su interpretacin, el espectador iba a aceptar o no las conclusiones de provecho con que le quera imbuir al componer su obra. Una mala actuacin le condenara al fracaso.
2) En cuanto a la poltica, Larra tena al Gobierno por la fuerza mvil de la sociedad. Representndola, entendindola, su responsabilidad era organizar las fuerzas de que dispona para hacerla progresar y prosperar. El poltico, segn Larra, era el individuo encargado de dirigir la maquinaria gubernamental y de llevar a cabo sus objetivos. Tendra que subordinar todo inters personal o particular de grupo o de partido al 79 del bien comn. La gran mayora de los artculos de Fgaro que tratan de la poltica, censuran amargamente la ineptitud del Gobierno y del poltico, su poca visin y su bsica incapacidad de entender y de dar direccin y estmulo al pueblo espaol.
En los polticos, los servidores de la patria, Larra encontraba repugnante el orgullo, el favoritismo, la ambicin personal y la indiferencia para con los problemas del pueblo. En su drama El arte de conspirar, en el personaje de Rantzau, hallamos al poltico ideal de Larra. A pesar de su carencia total de simpata, ser un ministro bueno porque entiende a su pueblo y trabajar para su bien.
El anticarlismo de Mariano J os de Larra se bas en su antagonismo a toda doctrina absolutista o exclusivista. No le interesaba en absoluto la cuestin legal en que fund sus pretensiones al trono el candidato de la faccin. Ms que la victoria o la derrota de un bando u otro, lo que buscaba Mariano J os de Larra era la reconciliacin nacional bajo un ministro iluminado (progresista) que fuera capaz de encarrilar a Espaa haca un maana mejor. Polticamente, no era Larra un demcrata en el sentido moderno de la palabra. En el sentido terico favoreca la libertad absoluta, pero en el sentido prctico entendi que Espaa necesitaba una mano fuerte y benvola.
3) Hay una tremenda diferencia entre los artculos de ndole social de Mariano J os de Larra y los escritores costumbristas de ese momento histrico. Mesonero Romanos y Estbanez Caldern vean en el presente reminiscencias de un pasado querido, mientras en su actualidad, Larra vea las semillas del futuro. Aqullos eran conservadores complacidos con el presente, mientras que Larra era un futurista que propugnaba reformas. Esta diferencia de nfasis de uno y otros es un punto importantsimo para comprender el significado de Larra. Sus aoranzas futuristas son lo que le han permitido sobrevivir los aos, mientras que el costumbrismo puramente sociolgico e histrico de los otros se ha convertido en una elega de otro tiempo. 80
El costumbrismo de Larra censura y critica el presente y el statu quo. Los momentos de satisfaccin sobre lo observado, tan frecuentemente en los otros escritores de este subgnero, apenas los hay en Larra. Quera cambios, reformas profundas y duraderas que encauzaran la sociedad haca una nueva era ms prometedora. En artculos como Las casas nuevas, El caf, El castellano viejo y Los barateros, el desafo y la pena de muerte, ha dejado un vivo testimonio de su desagrado hacia lo existente. En estos ensayos, como en tantos otros, nos descubre el lado feo y bajo de la naturaleza humana y de la comunidad de que l quera formar parte. Como sabemos, esto lo haca para forzar una reaccin en sus conciudadanos que fuera verdaderamente crtica y positiva en sus resultados. Quera que fueran primero exigentes para consigo mismos. Slo as podran reformar a Espaa. Revolucionar al hombre para reformarla sociedad. Este era el plan de Mariano J os de Larra.
Qu es el ensayo de Mariano J os de Larra? Un producto de valor e inters literarios cuya existencia se debe al esfuerzo logrado del autor de comunicar, a un determinado pblico, su punto de vista sobre un particular tema o cuestin de inters personal y general.
Hemos visto ya las tres categoras en que suelen dividirse segn su tema y entendemos el propsito revolucionario-reformador que los motiv. Ahora nos quedan dos puntos ms cuya aclaracin es esencial para una completa comprensin del objeto creado por Mariano J os de Larra. Son: la posicin del autor vis--vis al tema que trate y la naturaleza del pblico al cual los destin.
En el primero, Larra buscaba la reforma a raz profunda de la sociedad a travs de una metamorfosis del individuo por una razn personal. Lo existente le repugnaba. Para acercarse a l y para tomar parte, tendra primero que cambiarse hacindose ms libre y ms ilustrado para que, como hombre culto y refinado, no encontrara este contacto degradante y 81 degenerador. Esta es la razn mvil detrs de toda labor crtica y satrica de Fgaro. Por eso, la nota polmica y el espritu de cruzada abundan en su prosa. Delante siempre vemos al Yo enjuiciador del autor.
A pesar de ser esta reforma una causa personal del autor, nunca degeneran sus artculos en diatribas contra lo existente porque siempre sabe guardar ante su pblico una postura objetiva para con el tema de su narracin. Es decir, Larra el narrador se nos presenta apelando a nuestra razn y a nuestro sentido comn. Nos inflama la indignacin a travs de un reportaje factual que intelectualmente no podemos desmentir. A veces consigue que aceptemos su punto de vista haciendo que nos riamos. Otras veces lo hace rindose de s mismo y, a menudo, polemiza, pero siempre detrs del ensayo vemos al Larra objetivo que intenta provocar en su lector una crisis de conciencia que sea fructfera. Larra, la conciencia nacional de aquella Espaa, se lo pona todo en perspectiva.
Larra escriba para un pblico preciso. Como todo revolucionario, saba que su llamada a la reforma interesara a los que ganaran ms en lo que recomendaba. A este grupo se diriga. Quera que fueran sus aliados de armas en el combate que haba librado. En Anthony nos los identifica:
Una clase meda que se ilustra lentamente, que empieza a tener necesidades, que desde este momento comienza a conocer que ha estado y que est mal, y que quiere reformas, porque cambiando slo puede ganar
Seguidamente descubre su visin de s mismo frente a este pblico identificndole la debilidad que le frustra en sus intentos de ilustrarse. A este grupo que se ilustra lentamente se diriga nuestro autor. En sus artculos supo articular las quejas suyas que sin Larra no habran encontrado la expresin clara y precisa que slo l les pudo dar:
Clase que ve la luz, que gusta ya de ella, pero que como un nio calcula la distancia a que lave; cree ms cerca los objetos porque los desea; alarga la mano para cogerla; pero que ni sabe los medios de 82 hacerse dueo de la luz, ni en qu consiste el fenmeno de luz, ni que la luz cogida a puados quema.
En Buenas noches, Larra escribi: Cuantos artculos podemos hacer han de reducirse a artculos de fe o de esperanza. Cuando habla de fe, se refiere a dos cosas: fe en s mismo como fuente de valores y en lo acertado de sus convicciones y conclusiones y fe en el hombre a quien se diriga a travs de sus artculos. Esta fe es lo que le sostiene en su campaa de revolucionar al hombre hasta finales de 1836, En La noche buena de 1836. Yo y mi criado. Delirio filosfico la ha perdido ya. El hombre en quien Fgaro ha tenido tanta confianza, el que crea ansioso de convertirse en otro individuo superior, le dice:
Tu buscas la felicidad en el corazn humano y para eso le destrozas, hozando en l, como quien remueve la tierra en busca de un tesoro. Yo nada busco, y el desengao no me espera a la vuelta de la esperanza.
Que Larra escribiera sus ensayos se debe, evidentemente, a su fe en s mismo y en los dems, pero tambin a la esperanza de ver realizado lo que iba recomendando. Debido a su esperanza, se comprometi con la sociedad y con sus semejantes. Al perder su fe, perdi tambin toda esperanza en la eventualidad de una victoria. Entonces, por qu escribir?, Por qu vivir? En El da de difuntos de 1836 nos revela su agona de desesperado:
El corazn no es ms que otro sepulcro. qu dice? Leamos. Quin ha muerto en el? Espantoso letrero! Aqu yace la esperanza! Silencio, silencio!
Podemos insistir en que el pesimismo es siempre mayor en los artculos de este escritor en cuanto es menor su fe en sus semejantes y su esperanza de ver realizada la reforma social y que es mayor en l la esperanza en cuanto los sucesos polticos y los acontecimientos sociales parecan 83 favorecer su eventual xito. Como todo romntico. Larra manifiesta optimismo mientras haca progreso hacia su meta, depresin cuando se encontraba frustrado y desesperacin cuando por sin tena que reconocer que todo esfuerzo que hiciera sera ftil. Entonces, su cauteloso optimismo cedi a su siempre presente y latente pesimismo. Perdida toda esperanza de ver la sociedad convertida en otra digna de sus hijos de talento, perdida su fe en sus semejantes, perdida la esperanza de verse reunido con su amada, Larra se escap de la desesperacin resultante, al pegarse un tiro la tarde del da 13 de febrero de 1837. El mal del siglo se haba cobrado otra vctima. Qu era este mal? En el caso de Mariano J os de Larra, no era ms que la desesperacin que result de su prdida de esperanza y de fe. El da de difuntos de 1836, La Nochebuena de 1836 y Necrologa. Exequias del conde de Campo Alange son los artculos de este Larra mortalmente enfermo. Larra escribi este artculo el da 15 de enero de 1837, slo un mes antes de su muerte.
2.1 Compendio de los tipos de obras desarrolladas por Larra
Son muchas las obras en general dejadas por Mariano J os de Larra. Su etapa narrativa, articulista, costumbrista y cronista le colocan en el umbral del desarrollo literario del Siglo XIX.
Obras - No ms mostrador (1831) - Obras completas de Figaro (don Mariano J os de Larra) (1843)
Teatro - Macas - Un desafo: drama en tres actos y en prosa
Novelas - El doncel de don Enrique el Doliente
84 Artculos De El Duende Satrico del Da - El caf (26 de febrero de 1828) - El duende y el librero: Dilogo. (26 de febrero de 1828) - Correspondencia del Duende (marzo de 1828) - Una comedia moderna (marzo de 1828) - Corridas de toros (31 de mayo de 1828) - Donde las dan las toman (31 diciembre 1828)
De El pobrecito hablador - Quin es el pblico y dnde se le encuentra (Agosto de 1832) - Stira contra los vicios de la Corte (Agosto de 1832) - Carta a Andrs escrita desde las Batuecas por El Pobrecito Hablador (11 de septiembre de 1832) - Empeos y desempeos (26 de septiembre de 1832) - Filologa (8 de noviembre de 1832) - El casarse pronto y mal (30 de noviembre de 1832) - Carta de Andrs Niporesas al Bachiller (10 de diciembre 1832) - El castellano viejo (11 de diciembre de 1832) - Vuelva usted maana (14 de enero de 1833) - Carta ltima de Andrs Niporesas al bachiller don J uan Prez de Mungua (22 de marzo de 1833) - Conclusin (22 de marzo de 1833) - El da de difuntos de 1836 (2 de noviembre de 1836)
De Revista Espaola - Don Quijote de la Mancha en Sierra Morena (26 de diciembre de 1832) - Discurso: Sobre el influjo que ha tenido la crtica moderna en la decadencia del teatro antiguo espaol y sobre el modo con que debe ser considerado para juzgar convenientemente de su mrito peculiar por don A. D. (2 de abril de 1833) - Don Cndido Buenaf o el camino de la gloria (2 de abril de 1833) - A cada paso un acaso o El Caballero (10 de mayo de 1833) 85 - Don Timoteo o el literato (30 de julio de 1833) - Las casas nuevas (13 de septiembre de 1833) - Las circunstancias (15 de diciembre de 1833) - Capuletti e Montechi (3 de mayo de 1834) - Carta de Fgaro a un Bachiller, su corresponsal (31 de julio de 1834)
De El Espaol - Literatura (18 de enero de 1836) - Buenas noches. Segunda carta de Fgaro a su corresponsal en Pars, acerca de la disolucin de las Cortes, y de otras varias cosas del da (30 de enero de 1836) - Carta de Fgaro a don Pedro Pascual de Oliver, gobernador civil interino de la provincia de Zamora (27 de febrero de 1836) - De la stira y de los satricos (2 de marzo de 1836) - De las traducciones (11 de marzo de 1836) - Catalina Howard - Drama nuevo en cinco actos (23 de marzo de 1836) - A beneficio del seor Lpez (26 de marzo de 1836) - Los barateros, o el desafo y la pena de muerte (19 de abril de 1836) - Aben-Humeya, drama histrico en tres actos, nuevo en estos teatros. Su autor don Francisco Martnez de la Rosa (12 de junio de 1836) - Antony - Artculo primero: drama nuevo en cinco actos, de Alejandro Dumas (23 de junio de 1836) - Antony - Artculo segundo: drama nuevo en cinco actos, de Alejandro Dumas (25 de junio de 1836) - Blanca (3 de julio de 1836) - Los amantes de Teruel: drama en cinco actos en prosa y verso, por don J uan - Eugenio Hartzenbusch (22 de enero de 1837)
De Revista Mensajero - Carta de Fgaro a su antiguo corresponsal (2 de marzo de 1835) 86 - La alabanza, o que me prohban ste (16 de marzo de 1835) - La diligencia (16 de abril de 1835) - El duelo (27 de abril de 1835) - El albm (3 de mayo de 1835) - Las antigedades de Mrida - Artculo primero (30 de mayo de 1835) - Los calaveras - Artculo primero (2 de junio de 1835) - Los calaveras - Artculo segundo y conclusin (5 de junio de 1835) - La caza (6 de julio de 1835) - Conventos espaoles: Tesoros artsticos encerrados en ellos (3 de agosto de 1835) - Cuasi - Pesadilla poltica (9 de agosto de 1835)
De El Observador - La cuestin transparente (19 de octubre de 1834) - Dos liberales o lo que es entenderse. Primer artculo (13 de noviembre de 1834) - Dos liberales o lo que es entenderse. Segundo artculo (16 de noviembre de 1834) - La vida de Madrid (12 de diciembre de 1834) - Baile de mscaras - Billetes por embargo (17 de diciembre de 1834)
Otros artculos - Entre qu gentes estamos - En este pas - Lo que no se puede decir, no se debe decir (Octubre de 1834) - Qu hace en Portugal su majestad? - Nadie pase sin hablar al portero - Por ahora - Las palabras - La calamidad europea (1835) - Carta de Fgaro a un viajero ingls 87 - Cuatro palabras del traductor - Dios nos asista: Tercera carta de Fgaro a su corresponsal en Pars.
Poesas Epigramas - Al esposo de doa Mariquita Zavala, habiendo mandado hacer un busto de esta seora, despus de su muerte, a un artista que le hizo torpemente (1829) - Las miserias del hombre - Llamas, Fabio, a tu papel - Repentino a un clavel improvisado - Siempre ha gemido la prensa
Odas - Por qu, mariposilla
Octavas - Con motivo de hallarse encinta nuestra muy amada reina Doa Cristina de Borbn (1830)
Sonetos - A un mal artista que se atrevi a hacer el busto de doa Mariquita Zavala de Ortiz despus de su fallecimiento (1829) - Al concierto dado por las bellas de Mantua en la platera de Martnez para socorro de los desgraciados del terremoto - A una hermosa que dio en hacer buenos versos
2.2 Poemas neoclsicos: La poesa en la obra de Larra La obra potica de Larra no ha merecido gran atencin por parte de la crtica. Las primeras composiciones poticas de Larra son de tono elevado y con claras influencias de las generaciones anteriores. La mayor parte de sus poemas se escribieron hasta el ao 1830, sintiendo Larra especial 88 predisposicin por las odas- A la exposicin primera de las artes espaolas- sonetos: A una ramera que tomaba abortivos, A un mal artista que se atrevi a hacer el busto de doa Mariquita Zavala de Ortiz despus de su fallecimiento, anacrenticas, letrillas, octavas... En el ao 1830, Larra abandona el verso para perfilarse ya como periodista; sus incursiones irn esta vez al teatro y a la novela y slo de forma espordica a la poesa. A partir de esa fecha sus versos sern de un claro matiz intimista. Traducciones y adaptaciones Una de las traducciones ms conocidas de Larra fue Roberto Dillon. El catlico de Irlanda, traduccin del original de Vctor Durange. Otra traduccin realizada por Larra fue la titulada Don Juan de Austria o La vocacin, de Casimiro Delavigne, comedia en cinco actos y en prosa. Otras traducciones fueron: El arte de conspirar, de Scribe, Partir a tiempo, de Scribe, Tu amor o la muerte, de Scribe, La madrina y Siempre, ambas de Scribe. 2.2.1 Poesa satrica La primera obra que estren Larra fue No ms mostrador, farsa cmica que intenta ridiculizar a toda persona que intenta escapar de su clase social. El conde Fernn Gonzlez y la exencin de Castilla: se trata de un drama histrico en cinco actos y en verso, es una obra escrita en los aos juveniles de Larra que no lleg nunca estrenarse. El drama se basa en La ms hidalga hermosura, de Francisco de Rojas. Una de las piezas ms interesantes del corpus general de su obra la constituye el drama Macas. Larra present su obra como todo autor, a la censura a finales del ao 1833, y no se estren por atentar a la moral de la poca. Una de las obras ms importantes de Larra fue El doncel de don Enrique el Doliente. 89
2.3 Larra, un periodista inslito
Al verdadero Larra se le encuentra en la totalidad de sus artculos periodsticos; ellos son los que realmente le otorgaron la fama cuando viva y los que le han hecho pervivir en la historia literaria espaola. An no tena veinte aos y no haba publicado nada cuando comenz su trabajo en la pginas de los peridicos; pronto se admir la naturalidad y fluidez de sus artculos, as como la gracia y fina irona de su estilo. Estaba dotado de agudeza natural, de gusto refinado y de expresin decidida.
Su trabajo fue diferente al del crtico que trabaja lenta y constantemente en el anlisis de una obra o un autor, dice Lomba y Pedraja. Tena que escribir con rapidez y seguridad para llevar peridicamente sus artculos a los diarios y revistas; porque Larra fue ante todo un periodista que, forzado por la realidad y con obligaciones concretas con la redaccin del diario, deba juzgar los acontecimientos ms diversos de la vida madrilea y nacional.
Qu era para l este gnero y qu pretenda? J .L. J onson nos da la respuesta. Un producto de valor e inters literarios, cuya existencia de debe al esfuerzo logrado por el autor de comunicar a un determinado pblico su punto de vista sobre un particular tema o cuestin de inters general y personal. Muchas cosas de cuantas conoca y observaba en la sociedad le repugnaban personalmente. Si se dedic a escribir estos artculos, a modo de cortos ensayos, fue porque deseaba reformar la colectividad desde sus races a travs de la transformacin de cada individuo lector. El cambio se operara en la nacin espaola en tanto en cuanto fuera incorporndose a las europeas, representadas para l en la cultura francesa. Esta es la trascendencia que tienen sus artculos, incluso los costumbristas, trascendencia que no poseen los de Mesonero Romanos ni los de Estbanez Caldern. Detrs de la labor crtica de Fgaro aparecer siempre este mvil. Aunque el intento de reforma era personal, sabe guardar ante el pblico una postura bastante objetiva, apelando a la razn y al sentido comn del lector. Unas veces nos comunica su indignacin, otras consigue 90 que aceptemos su punto de vista y nos hace sonrer con sus recursos humorsticos, casi siempre hace que comulguemos con sus opiniones, desvelando nuestra mirada con una punzante irona. En todos sus artculos veremos al Larra como crtico objetivo, que intenta provocar en el lector una crisis de conciencia fructfera. En Anthony, drama nuevo en cinco actos de A. Dumas nos descubre qu pretende y a quienes se dirige:
Hace aos que, secuaces mezquinos de la antigua rutina mirbamos con horror en Espaa toda innovacin () diose empero en poltica el gran paso de atentar al pacto antiguo y la literatura no tard en aceptar el nuevo impulso; nosotros ansiosos de sacudir las cadenas polticas y literarias, nos pusimos prestamente a la cabeza de todo lo que se present marchando bajo la ensea del movimiento () Pero mil veces lo hemos dicho: hace mucho tiempo que la Espaa no es una nacin compacta (); hay en ella tres pueblos distintos: 1. Una multitud indiferente a todo, embrutecida y muerta por mucho tiempo para la patria () 2. Una clase media que se ilustra lentamente, que empieza a tener necesidades, que desde este momento comienza a conocer que ha estado y est mal, y que quiere reformas, porque cambiando solo se puede ganar () 3. Y una clase, en , privilegiada,.
La fe en s y en los dems, junto a la esperanza de ver realizado lo que propona, estimulaba evidentemente a larra para escribir. Por eso cuando perdi la confianza en s arrastr consigo la confianza en los dems y la esperanza en su triunfo. Para qu escribir y por qu seguir viviendo si no poda hacer nada? El final de su artculo El da de difuntos de 1836. Fgaro en el cementerio nos revela esta desesperacin. Al leer sus artculos, se comprueba cmo este pesimismo aumentaba tanto cuando disminua su fe en los coetneos y su esperanza de alcanzar la reforma que pretenda. Perdida pues esta ilusin y la de poderse reunir con su amada o con su familia, Larra se evadi de esta decepcin al dispararse un tiro en una fatdica noche; el mal del siglo se haba cobrado otra vctima:
En la vida le esperaba (al Conde de Campo-Alange) el desengao; la fortuna le ha ofrecido antes la muerte! Eso es morir viviendo 91 todava, pero ay de los que le lloran! Que entre ellos hay muchos a quienes no es dado elegir, y que entre la muerte y el desengao tienen antes que pasar por ste que por aqulla, que esos viven muertos y le envidian.
Eran muchos por aquellos aos los escritores que en las publicaciones peridicas se dedicaban a describir los usos y costumbres de la poca; pero al leer los artculos de Larra tenemos la sensacin de que los suyos son diferentes. Su periodismo presenta estrecha vinculacin con las fuentes costumbrista del momento; vinculacin en cuanto al tipo utilizado, pero no en su anlisis. A Larra no le preocupa lo externo sino en cuanto manifestacin de algo ms profundo que se debe mejorar; por eso su anlisis se dirige a penetrar en ese interior para escudriar las profundidades que le obligan a actuar conforme a unas normas ya periclitadas, y que por tanto deben transformarse de acuerdo con su ideologa liberal. Respecto a esta diferencia, Lomba y Pedraja seala:
Es nota particular de los cuadros de costumbres de Larra su pobreza en elementos pintorescos y exteriores. En este aspecto, y dentro de este gnero, es un caso aparte en la literatura espaola. Descripciones de lugares, objetos, mobiliarios o decorados, de escenas vistosas o movidas, observacin siquiera de la parte fsica y material de los tipos que nos presenta, de esto hay muy poco en sus obras; hay lo justo para llegar a la mdula psicolgica y moral de los asuntos. Su mundo es el mundo incorpreo de la pasiones, de las inteligencias y de las voluntades de los hombres. Su especialidad es la notacin penetrante del rasgo psicolgico, la adivinacin de las intenciones recatadas, de los secretos y reservas del nimo. Y este es el campo abonado en que su huraa misantropa triunfa.
La crtica de Fgaro nace de un profundo amor a su patria, no de un trasnochado y terco patriotismo. Si para muchas personas todo lo espaol era objeto de alabanza, la actitud del escritor era diferente; incapaz de dejarse comprar para defender o elogiar cuanto iba en contra de sus principios y de ocultar cuanto le pareca defectuoso, pona al descubierto los defectos y la ignorancia para ridiculizarlos y lograr sus propsitos. 92
La clasificacin que de los artculos de Larra han hecho los crticos en costumbrismo, polticos y literarios es ms aparente que real. Cuando l tuvo el cuidado de revisarlos y reunirlos en una sola publicacin, aos 1833 y 1837, no pens en encasillarlos; carece pues de sentido catalogarlos, porque en casi todos late una preocupacin honda y crtica de los problemas nacionales. Abundando en la idea de Mara de la Cruz Seoane, podemos decir que Larra es, sobre todo y ante todo, escritor poltico; que apenas hay crtica teatral que no est salpicada de alusiones polticas en las cuales el aspecto de crtica teatral es un puro pretexto. En el artculo Teatros y algo ms lo dice muy claramente con una frase en clave irnica:
Entienda la censura algn da que cuando escribimos de teatro, solo de teatros escribimos, y que el satrico, el que hace dao al seor presidente del Consejo de Ministros, no es el escritor de teatro, sino el censor que le aplica la alusin.
Por eso la nica clasificacin coherente de los artculos de larra es la cronolgica.
2.4 Tratamiento de la obra de Larra en su etapa periodstica
A lo largo del convulso siglo XIX el papel del peridico es decisivo. La revista barcelonesa El Europeo (1823-1824) publica artculos sobre el romanticismo y, a travs de ella, se conocen en Espaa los nombres de Byron, Schiller y Walter Scott. Pero la prensa tambin fue un arma para la lucha poltica. En este sentido, hemos de destacar la prensa poltico-satrica del Trienio Liberal (El Zurriagazo, La Manopla), donde no slo aparecen temas sociales, sino tambin esbozos costumbristas que son claros precedentes de la produccin de Larra.
Tras la muerte de Fernando VII en 1833, se producen importantes cambios en el periodismo. Los emigrados tras la reaccin absolutista de 1823 regresan y junto con la nueva generacin (la de J os de Espronceda y 93 Larra) van a marcar el estilo de la poca, pues han aprendido en los aos de exilio de las muchsimo ms avanzadas prensas inglesas y francesas. En 1836, el francs Girardin va a iniciar en su peridico La Presse una costumbre llamada a tener un xito fulminante y duradero: la de publicar novelas por entregas. La prensa espaola, siempre con la vista puesta en la del pas vecino, va a copiar la iniciativa enseguida; sin embargo, su poca de mayor auge en nuestro pas ser entre 1845 y 1855. Larra utiliza un medio de comunicacin de vital importancia el peridico- y se sirve de un gnero que gozaba de un gran xito en la poca el artculo. Comienza su labor periodstica en El Duende Satrico del Da, el 26 de febrero de 1828, donde destaca por un agudo sentido crtico por las costumbres de la poca. El Pobrecito Hablador figura como el segundo peridico de las publicaciones de Larra. Se edit el 17 de agosto de 1832. Ms tarde Larra colabora en La Revista Espaola en 1832, como crtico teatral. Su labor periodstica desde las pginas de La Revista Espaola fue alternada por otro peridico del momento, El correo de las Damas. Sus artculos pasan revista a los acontecimientos teatrales de la semana. El 7 de octubre de 1834, Larra colabora en El Observador, peridico en el que sus artculos van desde la crtica teatral hasta el artculo costumbrista. Larra colabora con la Revista Mensajero en donde utiliza el recurso epistolar para poner de manifiesto los males que afligen a Espaa. En 1836 Larra empieza a escribir en el peridico El Espaol por el que recibe una buena cantidad a cambio de entregar dos artculos por semana. Larra altern su produccin periodstica de El Espaol con trabajos espordicos a las redacciones de El Mundo y El Redactor General. Entre sus artculos ms importantes destacan: " El caf", " El casarse pronto y mal", " El castellano viejo", "Vuelva usted maana", "El s de las nias", " La sociedad", "La diligencia"... etc.
94
Artculos periodsticos de Larra
Larra escribi ms de doscientos artculos, bajo la firma de diversos pseudnimos: Andrs Niporesas, El pobrecito hablador y sobre todo, Fgaro. Sus trabajos pueden dividirse en tres grupos: de costumbres, literarios y polticos.
En los artculos costumbristas, Larra satiriza la forma de vida espaola. Siente gran pena por su patria imperfecta. Destacan Vuelva usted maana (Stira de las oficinas pblicas), Corridas de toros, Casarse pronto y mal (con tintes autobiogrficos) y El castellano grosero (contra la grosera del campesinado).
Su educacin afrancesada le impidi despegarse por completo de los gustos neoclsicos, y ello se ve reflejado en sus artculos literarios, donde realizaba crticas sobre las obras romnticas de su poca.
En sus artculos polticos se ve claramente reflejada su educacin liberal y progresista, con artculos hostiles al absolutismo, al tradicionalismo y al carlismo. En algunos de ellos, Larra descarga su exaltacin revolucionaria, como en esta que dice "Asesinatos por asesinatos, ya que los ha de haber, estoy por los del pueblo".
2.4.1 El Duende Satrico del da
En febrero del ao 28, Mariano J os de Larra dio los primeros pasos hacia la plena madurez intelectual y literaria que haba de alcanzar entre 1832 y 1836. En aquel ao, entre febrero y noviembre, salieron los cinco nmeros de su El Duende satrico del da. Tena el editor-escritor diecinueve aos cuando escribi su primer artculo de crtica social para las pginas de su folleto.
95 En El caf y los otros siete artculos que forman el contenido de esta publicacin, llegamos a conocer al mismo Larra que hemos de ver despus en El Pobrecito hablador y en la Revista Espaola. Su dominio de la pluma se ira haciendo ms experto, su visin sera, a la vez, ms aguda y panormica y se librara del tono pedante que hace aburrida la lectura de artculos como Corrida de toros, y tocara temas como la poltica que en El Duende satrico del da slo se asoman por alusin, pero, en esencia, estamos delante del mismo Larra cuando leemos artculos como El caf, del 26 de febrero de 1828, y Donde las dan las toman, del 31 de diciembre de 1828. El punto de enfoque y la postura del autor frente a la sociedad en estos artculos son bsicamente los mismos que mantendra al escribir La sociedad, del 16 de enero de 1836.
Con el nmero del 31 de diciembre de 1828, Larra suspendi la publicacin de El Duende satrico del da. Haba sido un fracaso este primer intento de abrir ventanas y puertas para que los aires saludables de fuera entraran a sanar un ambiente del todo opresivo debido a dos factores: la oposicin discreta del censor y las a veces agresivas hostilidades y la fra indiferencia del pblico que se senta burlado y amenazado.
En El Duende satrico del da, Larra coment y critic aspectos de la vida espaola que seguiran interesndole despus: las costumbres sociales, el estado general de la cultura nacional, el teatro y la Prensa. En estas narraciones el autor monologa solo o dialoga con un interlocutor para solucionar, a travs de la conversacin, algn tema de inters general. Esta tcnica narradora tambin la sigue utilizando en los artculos posteriores a esta fecha.
La estructura de El Duende Satrico del da, fueron ms bien cuadernos que tenan un nmero variable de pginas. En ellos. Larra public ocho artculos, desde el 26 de febrero de 1828 en cuya fecha apreci El duende y el librero, hasta el 31 de diciembre, en que acab con Donde 96 las dan las toman. Con esta misma publicacin parece que Larra pretenda mantener la lnea satrica de otras en cuyo ttulo apareca la palabra duende, como El Duende de Madrid. El Duende de los Ministerios y diversos duendes ms de otras ciudades espaolas. Larra concedi poca importancia a esta publicacin, porque excluy de la primera edicin de sus artculos todos los que haban aparecido en ella; sin embargo algunos, como El caf, estn considerados entre los mejores.
Larra en su presentacin sobre El Duende Satrico del da, prologa el nmero con el siguiente texto:
Ignoro qu especie de inters puede tener para el pblico la coleccin que le ofrezco. Sea el que fuere, mis lectores conocern fcilmente que si esa consideracin hubiese de entrar en la publicacin de los libros, apenas se imprimira, personas harto indulgentes acaso con mi corto talento, o demasiado amigas mas para conocer los defectos de mis escritos, me han asegurado que esta idea no careca de oportunidad. No se mire, pues, bajo el punto de vista de su mrito o su demrito: no se le d otra importancia que la que debe tener para el observador una serie de artculos que, habindose publicado durante pocas tan fecundas en variaciones polticas, puede servir de medida para compararlas. Con la publicacin del Pobrecito Hablador empec a cultivar este gnero arriesgado bajo el ministerio Calomarde; la revista espaola me abri sus columnas en tiempo de Cea, y he escrito en el Observador durante Martnez de la Rosa. Esta coleccin ser, pues, cuando menos, un documente histrico, una elocuente crnica de nuestra llamada libertad de imprenta.
He aqu la razn con qu no he seguido en ella otro orden que el de las fechas. Esto presenta adems cierta variedad al lector que quisiera leerla de seguido, pues encontrar un artculo grave de literatura entre otro de costumbres, y otro de poltica.
La precipitacin con que se escribe en un peridico y la influencia que ejercen las circunstancias en los redactores y en los lectores, son causa de que no pocas veces adquieran cierta efmera 97 aceptacin, en el momento de ver la luz, algunos artculos que, examinados detenidamente a sangre fra algn tiempo despus, mal pudieran resistir la crtica ms indulgente. Por eso he desechado sin piedad varios de aquellos mismos que haban parecido agradar, y que en el da ni aun a m mismo me agradan ya.
He escogido los que presentan un inters general, los que aluden a circunstancias muy notables, los que pueden, en una palabra dar una idea del estado de nuestras costumbres, de nuestra literatura de nuestros teatros, y por fin, de nuestras vicisitudes y parcialidades polticas durante los aos 32, 33 y 34.
Los dems, al escribirse con destino a un peridico, obra que nace y muere en el mismo da, llevaban ya en su mismo objeto el castigo de su poca importancia.
Al formar esta serie, he tratado de acrecentar su inters aadindole algunos artculos nuevos e inditos, que someto como los dems al juicio de mis lectores.
Por ltimo, he pensado que si existen, efectivamente, personas que dispensen alguna predileccin a mis escritos, siempre les ofrece esta coleccin suficiente inters, en el hecho de tener en ella reunidos los artculos de Fgaro que han visto la luz, diseminados en tres obras peridicas distintas, y cuyas colecciones es difcil que posea todas e ntegras una persona misma.
Nada me queda que aadir. Si no he acabado de escribir, si nuevos artculos de esta misma especie salen de mi pluma en lo sucesivo, y si el pblico, con la acogida que d a esta coleccin, me prueba que no me he equivocado en creerle siempre indulgente para m, acaso se aada con el tiempo algn otro tomo a los que en el da con la mayor desconfianza le presento
2.4.2 El Pobrecito Hablador
Larra, pronto conquist la fama como articulista. Su carcter lo hizo poco agradable. Mesonero Romanos, su amigo, habla de "su innata mordacidad, que tan pocas simpatas le acarreaba". 98
El Pobrecito Hablador, fue una publicacin satrica de costumbres, firmada por el Bachiller D. J uan Prez de Murgua (otro de los seudnimos utilizado por Larra), entre 1832 y 1833.
Fue el segundo peridico publicado por Larra con seudnimo que figura en su cabecera. Comenz el 17 de agosto y desapareci en marzo del ao siguiente; salieron catorce cuadernos. En el articulillo Dos palabras a modo de presentacin fija su meta:
Emitir nuestra ideas tales cuales se nos ocurran, o las de otros tales cuales las encontremos para divertir al pblico, en folletos sueltos de poco volumen y de menos precio, este es nuestro objeto;.
En estos folletos podemos leer artculos muy significativos y conocido, como Vuelva usted maana, contra la pereza, vicio nacional; contra tipos que alardean de cordialidad y son pesados, incultos e insociables, El castellano viejo otros de alguna manera autobiogrficos, como El casarse pronto y mal. Otros son stiras y denuncias contra la incultura, la hipocresa, el engao,En total son veintids los artculos publicados en ellos. DOS PALABRAS
No tratamos de redactar un peridico: 1 porque no nos creemos ni con la facultad ni con ciencia para tan vasta empresa; 2 porque no gustamos de adoptar sujeciones, y mucho menos de imponrnoslas nosotros mismos. Emitir nuestras ideas tales cuales se nos ocurran, o las de otros tales cuales las encontremos para divertir al pblico, en folletos sueltos de poco volumen y de menos precio, ste es nuestro objeto; porque en cuanto a aquello de instruirle, como suelen decir arrogantemente los que escriben de profesin o por casualidad para el pblico, ni tenemos la presuncin de creer saber ms que l, ni estamos muy seguros de que l lea con ese objeto cuando lee. No siendo nuestra intencin sino divertirle, no seremos escrupulosos en la eleccin de los medios, siempre que stos no 99 puedan acarrear perjuicio nuestro, ni de tercero, siempre que sean lcitos, honrados y decorosos.
A nadie se ofender, a lo menos a sabiendas; de nadie bosquejaremos retratos; si algunas caricaturas por casualidad se pareciesen a alguien, en lugar de corregir nosotros el retrato, aconsejamos al original que se corrija: en su mano estar, pues que deje de parecrsele. Adoptamos por consiguiente con gusto toda la responsabilidad que conocemos del epteto satricos que nos hemos echado encima; slo protestamos que nuestra stira no ser nunca personal, al paso que consideramos la stira de los vicios, de las ridiculeces y de las cosas, til, necesaria, y sobre todo muy divertida.
Siendo nuestro objeto divertir por cualquier medio, cuando no se le ocurra a nuestra pobre imaginacin nada que nos parezca suficiente o satisfactorio, declaramos francamente que robaremos donde podamos nuestros materiales, publicndolos ntegros o mutilados, traducidos, arreglados o refundidos, citando la fuente, o apropindonoslo descaradamente, porque como pobres habladores hablamos lo nuestro y lo ajeno, seguros de que al pblico lo que le importa en lo que se le da impreso no es el nombre del escritor, sino la calida del escrito, y de que vale ms divertir con cosas ajenas que fastidiar con las propias. Concurriremos a las obras de otros como los faltos de ropa a los bailes de carnaval pasado; llevaremos nuestro miserable ingenio, le cambiaremos por el bueno de los dems, y con ribetes distintos lo prohijaremos, como lo hacen muchos sin decirlo; de modo que habr artculos que sean una capa ajena con embozos nuevos. El de hoy ser de esta laya. Adems, quin nos podr negar que semejantes artculos nos pertenezcan despus de que los hayamos robado? Nuestros sern indudablemente por derecho de conquista. Habrlos tambin, sin embargo, enteramente nuestros.
Siguiendo este sistema no podemos fijar las materias de que hablaremos; sabemos poco, y an sabemos menos lo que se nos podr ocurrir, o lo que podremos encontrar. Remos de las ridiculeces: sta es nuestra divisa; ser ledos: ste es nuestro objeto; decir la verdad; ste nuestro medio.
100 Aunque nos damos tratamiento de nos, bueno es advertir que no somos ms que uno, es decir, que no somos lo que parecemos; pero no presumimos tampoco ser ms ni menos que nuestros coescritores de la poca.
2.4.3 La Revista Espaola
Esta publicacin, fundada por J os M. Carnero, comenz el 7 de noviembre de 1832 como continuacin de Cartas Espaolas y fue bisemanal hasta abril de 1834 en que se hizo diaria con cuatro pginas. Larra colabor casi desde su comienzo como crtico teatral y ms intensamente cuando dej de publicarse El Pobrecito Hablador. Luego pas a ser el redactor costumbrista cuando Mesonero Romanos march al extranjero. En sus pginas us por primera vez el seudnimo Fgaro que le habra de proporcionar tanta popularidad-, el 15 de enero de 1833, en su artculo. Mi nombre y mis propsitos. La desaparicin de esta revista coincidi con la fundacin de un gran peridico romntico, el Semanario Pintoresco Espaol (1836-1870), fundado por Mesonero Romanos.
Los artculos de Fgaro, en su mayor parte de crtica teatral, enjuician los argumentos, autores y actores, vestimenta y decorados, hasta al pblico espectador, como censura para mejorar los males que atacaban el teatro, unas veces criticando la pieza estrenada y otras bajo la forma de un artculo costumbrista, por ejemplo Yo quiero ser cmico (1 de marzo de 1833). Tambin encontramos escritos ms costumbristas que literarios, muy reproducidos en las antologas, como La fonda nueva (23 de agosto de 1833), Nadie pase sin hablar al portero o los viajeros de Vitoria (18 de octubre).
Interesa fijarse en los juicios que le merecen ciertas obras para conocer no solo sus conocimientos literarios sino tambin sus inclinaciones y preferencias teatrales o su esttica dramtica personal.
101
2.4.4 El Correo de las Damas
Larra, como profesional del periodismo, se ocupa consistentemente del tema de la moda especialmente durante los aos 1833 y 1834. Primero en el semanario Correo de las damas y luego en la Revista Espaola.
El Correo de las damas era un semanario redactado por Larra desde su aparicin en junio de 1833 hasta diciembre del mismo ao. Era una revista dedicada a la mujer con atencin preferente a las novedades de la moda e ilustrada con figurines. En ellos podemos ver muestras de la gran novedad del momento representada por los vistosos sombreros de seora, diseados en Pars, y que van sustituyendo en el Paseo del Prado a la severa y castiza mantilla nacional.
Desde su peridico, Larra observa estos cambios con satisfaccin, asumindolos como un signo del espritu renovador de los tiempos. El inters de Larra por las modas hay que considerarlo dentro de su concepcin totalizadora de la literatura costumbrista entendida, segn sus propias palabras, como la consideracin del hombre en combinacin, en juego con las nuevas y especiales formas de la sociedad.
Las costumbres cambian a medida que se transforma la sociedad en el proceso histrico de un pas y expresan la condicin moral de esa sociedad.
Por ello, una sociedad libre refleja su libertad en las formas de vida nacional que son las costumbres: en los paseos, bailes, fondas, diligencias, casas, diversiones, modas, etc., etc., en todas las actividades de convivencia.
Creo que Larra hubiera suscrito las palabras de Ortega, cuando en la Rebelin de las masas dice que la vida pblica no es slo poltica, sino 102 intelectual, moral, econmica, religiosa; e incluye el modo de vestir y el modo de gozar.
Cmo se visten, cmo se divierten, segn Larra, los espaoles de su tiempo? Eso depender del modo de ver y de vivir la verdadera libertad.
En el Duende satrico del da, habla expuesto cmo se divertan los espaoles en las castizas corridas de toros, prueba, segn l, de barbarie y ferocidad.
En cambio, los civilizados jardines pblicos que se haba intentado introducir en Madrid varias veces a imitacin de los extranjeros no llegaban a prosperar. Las consecuencias morales que deduce Larra de este hecho es que la sociedad espaola tradicional se sustenta en una concepcin de la vida que es la negacin de la libertad y produce ese oscuro carcter identificado normalmente con la gravedad castellana que le hace preguntarse: tan grave y ensimismado es el carcter de este pueblo, que se avergence de abandonarse al regocijo cara a cara consigo mismo?
El remedio consiste en el proceso histrico que haga desaparecer las costumbres de la Espaa antigua y promueva una concepcin de la vida comparable a la de los otros pases europeos ms adelantados: Solamente el tiempo, las instituciones, el olvido completo de nuestras costumbres antiguas, pueden variar nuestro oscuro carcter.
La sociedad ha de asumir ese proceso de cambio en funcin de una reivindicacin de la libertad, pues, a pesar de la Constitucin, un pueblo no es verdaderamente libre mientras queda libertad no est arraigada en sus costumbres e identificada con ellas.
103 Esta identificacin de las costumbres con la libertad, motivada por sus reflexiones sobre los modos de diversin, se aplica tambin al modo de vestir, como modo de ver y vivir la verdadera libertad.
En un artculo de modas no coleccionado, aparecido en la Revista pocas semanas antes que el citado sobre los jardines pblicos escribe: A los que no ven solamente la corteza de las cosas, excusado es decirles que hasta en los trajes se trasluce el espritu dominante del siglo: la moda dominante de los gustos y opiniones es la misma en punto a trajes que en punto a poltica y a literatura: su carcter particular es la libertad.
En otro artculo de modas, de septiembre del mismo ao nuestro autor expone con toda claridad su concepcin renovadora de las costumbres en general y de los modos de vestir en particular.
El cambio de las costumbres que provoca los lamentos nostlgicos y resignados de los escritores casticistas, provoca en Larra una esperanzadora visin de la realidad nacional proyectada hacia el futuro: Nuestras costumbres varan diariamente, y no se necesita ser grande observador para echar de ver que tanto en poltica como en literatura, semejante a un barco que rompe rpidamente las ondas, vamos dejando atrs y perdiendo de vista la Espaa antigua para lanzarnos en la joven Espaa. Esta proyeccin hacia el futuro es una proyeccin de libertad.
Larra insiste en lo que haba expresado en su artculo sobre los jardines pblicos acerca de los modos de ver y vivir en libertad, de su arraigo e identificacin con las costumbres:
Felizmente no son las reformas legales las que hacen marchar a un pueblo con ms seguridad y rapidez; las reformas que se hacen insensiblemente en las costumbres son las ms slidas, indestructibles, las que preparan el terreno de las otras, y esas son felizmente las que ningn ministro puede impedir.
104 Tiemblan los tiranos ante una conspiracin Insensatos! Ms debieran de temblar a la vista de una diligencia, de un camino de hierro, de una aplicacin del vapor, de una fonda nueva y de una elegante capota. Una conspiracin se extingue en las gradas de un patbulo: la moda, empero, la reforma que en los usos y costumbres establecen los adelantos mecnicos de la ciencias y de las artes, ni se arrastran ni se ahorcan.
Con respecto a la reforma de las costumbres espaolas, Larra atribuye una gran importancia a las emigraciones polticas, especialmente a la ltima, a la de los exiliados de la ominosa dcada, recin llegados de nuevo al pas en aquel ao de 1834. Despus de haber observado los otros pases europeos ms adelantados, venan a ejercer sobre su suelo una influencia civilizadora. Segn Larra, donde ms se hacen sentir los efectos de la emigracin es en los trajes.
El cambio se nota en el Paseo del Prado donde se manifiesta la vida pblica del Madrid romntico. El Prado se convierte para los costumbristas en el smbolo de la evolucin social
El Prado -dice Larra- comienza a presentar el aspecto de un pueblo libre. Y se pregunta:
No hay cierta relacin entre la Inquisicin y aquella monotona de la basquia y la mantilla, traje oscuro, negro, opresor y pobre de nuestras madres? La mantilla y la basquia estrecha de la seoras, y la capa encubridora y sucia de los hombres no presentaba el aspecto de un pueblo enlutado, oscuro y desconfiado? Vanse, por el contrario, esos elegantes sombreros que hacen ondear sus plumas al aire con noble desembarazo y libertad; esas ropas amplias e independientes, sin traba ni sujecin, imagen de las ideas y marcha de un pueblo en la posesin de sus derechos: esa variedad infinita de hechuras y colores, espejo de la tolerancia de los usos y opiniones. Esos gayos y contrapuestos matices no parecen un intrprete de la general alegra? 105 El Prado de ahora y de veinte aos atrs -concluye Larra- son dos pueblos distintos, y parecen, separadamente considerados, dos naciones distintas entre s.
En el Prado ve una Espaa diferente de s misma Dos Espaas distintas en su manera de concebir la vida. La Espaa antigua, es la Espaa castiza, la Espaa de la Contrarreforma, de la Inquisicin, que ha creado una mentalidad austera, sombra, montona y triste. Frente a esta Espaa, Larra nos presenta una Espaa joven, europeizada, alegre, tolerante, en definitiva, libre.
Y de acuerdo con su concepcin de las costumbres contrapone las dos Espaas mediante el simbolismo de la moda: por un lado la espaolsima mantilla castiza y por el otro, el moderno sombrero que llega de Francia.
La contraposicin no poda ser ms provocadora para los costumbristas castizos y los romnticos nacionalistas, desencadenando una reaccin en defensa de la mantilla nacional contra el extranjerizante sombrero. El primero que sale en defensa de la mantilla es Antonio Mara de Segovia, El Estudiante, precisamente en la revista El Correo de las damas en que Larra habla mantenido su actitud anticasticista con respecto de las modas.
Despus de unos meses de interrupcin, El Correo de las damas vuelve a aparecer en enero de 1835 redactado por Segovia.
2.4.5 Fgaro, el gran pseudnimo utilizado
Mariano J os de Larra, con el seudnimo de Fgaro, insertara crtica literaria y poltica dentro de cuadros costumbristas, al amparo de la relajacin auspiciada por la muerte de Fernando VII. Se harn famosos artculos como Vuelva usted maana, El castellano viejo, Entre qu 106 gentes estamos, En este pas y El casarse pronto y mal, entre otros. Ms all de la crtica social, Larra ataca a los carlistas comprometido con la transformacin poltica del absolutismo al liberalismo.
En ese sentido, los tiempos en que Larra escribi la mayor parte de los artculos, fueron hechos con el conocido y famoso nombre de Fgaro, que adopt por primera vez en la Revista. Los tiempos eran muy propicios para que un escritor de su gnero aprovechase todas sus cualidades literarias.
Sin embargo, la poltica no era lo nico que absorba toda su actividad de escritor, ni el solo asunto sobre que recaa su stira ingeniosa y locuaz. La crtica literaria, la crtica dramtica particularmente le daban motivo para escribir artculos no menos notables, sin contar los de costumbres propiamente dichos, que escribi en el mismo intervalo y que no contribuyeron menos a su celebridad, como la Vida de Madrid, la Diligencia, el Duelo, los Calaveras, y otros muchos por el estilo. Era el caso que la revolucin empezaba a inaugurarse as en las letras como en el gobierno, y que empezaban a darse a luz nuevos dramas, nuevas poesas, nuevas historias en los momentos mismos en que se pedan nuevos derechos, nuevas franquicias, nuevas garantas constitucionales.
Por una coincidencia bastante digna de tomarse en consideracin, eran algunos de los mismos hombres que figuraban en primer trmino en la restauracin poltica, los que daban el primer impulso a la restauracin literaria. Los nombres del seor Martnez de la Rosa, Duque de Rivas, Quintana, eran conocidos en ambos campos. Fgaro, pues, no poda dispensarse de tratar con la especialidad de su talento los asuntos de una y otra especie. Sus principios en materia de literatura guardaron una analoga completa con los que en poltica profesaba: enemigo de las trabas exageradas con que el clasicismo contena el vuelo de todos los grandes ingenios, partidario de las innovaciones que haban de abrir a los poetas y a los escritores en general fuentes desconocidas de 107 inspiracin, fue uno de los primeros apstoles del romanticismo, cmo uno de los promovedores de las reformas constitucionales.
Quera el progreso, quera la novedad en todo, y ambas cosas estaban para l simbolizadas en la libertad. Ese clamor de libertad de imprenta, tan continuo, tan incesante, tan justo, puede tener dos principios: puede considerarse como un derecho meramente poltico reclamado por un pueblo vctima que hace el ltimo esfuerzo para romper la cadena; y puede mirarse tambin como un rgano meramente literario, exigido por un pueblo ansioso de ilustracin. En el primer caso la imprenta es el baluarte de la libertad civil; en el segundo, el paladin de los conocimientos humanos. No hemos credo poder citar palabras ms oportunas para hacer ver el profundo enlace que a los ojos de nuestro autor reinaba entre la literatura y la poltica, y la marcha liberal y simultneamente progresiva que ambas a dos deban seguir. As que sus artculos crticos sobre la una se distinguan por las propias cualidades, se recomendaban por iguales circunstancias que sus artculos satricos sobre la otra: la misma originalidad, el mismo sarcasmo severo, pero razonado, los mismos toques de estilo, la misma imparcialidad en sus juicios.
Fgaro no s desmiente nunca a s mismo, ya tenga que apreciar el carcter de un poltico, o el talento de un poeta o el genio d un artista: ni la razn ni el buen gusto le abandonan un momento. Durante toda esta poca labro su reputacin con dicho seudnimo.
La atencin que hemos dado a sus faenas literarias no oculta su vida domstica, que no era tan afortunada a la verdad como su vida de escritor. Aquel Fgaro que saba con un artculo suyo hacer rer a toda la Espaa, no encontraba un blsamo que suavizase las llagas de su corazn. Larra no era feliz interiormente. l mismo lo manifest as hablando de los escritores satricos:
108 El escritor satrico, deca, es por lo comn como la luna, un cuerpo opaco destinado a dar luz, y es acaso el nico de quien con razn puede decirse que da lo que no tiene. Ese mismo don de la naturaleza de ver las cosas tales cuales son y de notar antes en ellas el lado feo que el hermoso, suele ser su tormento. Llmanle la atencin en el sol ms sus manchas que su luz, y sus ojos, verdaderos microscopios, le hacen notar la fealdad de los poros exagerados, y las desigualdades de la tez en una Venus, donde no ven los dems sino la proporcin de las funciones y la pulidez de los contornos: ve detrs de la accin aparentemente generosa el mvil mezquino que la produce; y eso llaman sin embargo ser feliz!.....
Y citando despus los ejemplos de Molire y de Moratn, aada:
Y si nos fuera lcito en fin nombrarnos siquiera al lado de tan altos modelos, si nos fuera lcito siquiera adjudicarnos el ttulo de escritores satricos, confesaramos ingenuamente que slo en momentos de tristeza nos es dado aspirar a divertir a los dems.
Muchos estudiosos de la obra de Larra, se han preguntado y se preguntan. qu razn podra tener Fgaro para considerarse desgraciado, l que en su corta vida se hizo un lugar tan distinguido en las letras, l cuya celebridad le granje, entre otras amistades ilustres, la del embajador de Inglaterra en aquella sazn, sir J . Villiers, hoy lord Clarendon, que tena un gusto particular de verle a su lado en todas las brillantes funciones que acostumbraba a dar en su casa; la del distinguido poeta duque de Rivas, que fue su padrino de boda; la de los seores Martnez de la Rosa, conde de Toreno, general Castaos, y la de la misma reina Cristina, que dese conocerle y le conoci en efecto, habiendo sido presentado a esta princesa por su mayordomo mayor el conde de Torrejn.
109
2.5 Otros peridicos y revistas
- El Observador
Hubo tres peridicos con este ttulo en Madrid durante la primera mitad del siglo. Fgaro escribi en el que se public del 15 de julio de 1834 al 30 de abril de 1835, pero tan solo durante los meses de octubre a enero. Los artculos son los ms conocidos y reveladores: Entre qu gentes estamos? (1 de noviembre), Baile de mscaras (17de diciembre).
- Revista Mensajero
La Revista Espaola se una al Mensajero de las Cortes el da 1 de marzo de 1836, convirtindose en la Revista Mensajero que defenda, como sus progenitores, las posturas de un liberalismo exaltado. A primeros de mayo se refundi con ella El Observador.
Esta publicacin iba dirigida a un pblico selecto e intelectual y su seccin literaria era la de ms calidad; se venda tambin en el extranjero. Recogi un mosaico de artculos de Larra desde el 2 de marzo hasta el 9 de agosto del mismo ao; en el primero utiliza la forma epistolar para poner ante los lectores los males de Espaa en la Carta de Fgaro a su amigo corresponsal. Entre los ms conocidos encontramos: Un reo de muerte (30 de marzo), en el que se muestra preocupado por la reforma del sistema penitenciario y partidario de la abolicin de la pena de muerte; Los calaveras (2 y 5 de junio), en el que estudia este tipo tan censurado por la gente.
- El Espaol
Uno de los peridicos madrileos de mayor prestigio, obra del emprendedor Andrs Borrego, quien se haba formado como 110 periodista durante su exilio. Se public durante dos aos, desde el 1 de noviembre de 1835 al 31 de diciembre de 1837, bajo la direccin del fundador y luego de J uan Esteban Izaga, Francisco Pacheco y J os Garca Villalta. Larra comenz sus colaboraciones con mucho entusiasmo el da 5 de enero de 1836, a su regreso a Madrid del extranjero, con su artculo Fgaro de vuelta. Carta a un amigo residente en Pars:
No bien hube llegado a Madrid, cuando me ech a buscar un papel pblico en donde fabricar mi nido para lo que falta del invierno. Queralo grande, empero, y donde cupiese yo todo, que no caba el ao pasado en Madrid; Empezbame ya a desesperar, cuando he aqu que de pronto surge de la calle de las Rejas El Espaol Yo, que, a imitacin del borracho del cuento, aguardaba que pasase mi casa para meterme en ella: Este es, exclam en cuanto le vi.
El da 6 del mismo mes comunica a su padre el ventajoso contrato que le haba hecho la direccin; en su carta califica al peridico de elegante, el mejor indudablemente de Europa. Trabaj Fgaro con ilusin en su labor de crtica teatral, alternndola con algunos otros escritos polticos y costumbristas. En este peridico aparecen los juicios pormenorizados y objetivos de obras representativas del teatro romntico: El Trovador (4 de marzo), Aben-Humeya 812 de junio), Anthony (23 y 25 de junio), Hernn (26 de agosto), Los amantes de Teruel (22 de enero de 1837), etc.; manifestaciones autobiogrficas de gran tensin como El Da de Difuntos de 1836 ( 2 de noviembre) o Necrologa. Exequias del Conde de Campo-Alange. Domingo 15 de enero (16 de enero de 1837). J unto a stas, otras pginas nos comunican lo que Larra pensaba de la literatura espaola: Literatura. Rpida ojeada sobre la historia (18 de enero de 1836), De la stira y los satricos (2 de marzo), De las traducciones (11 de marzo); en dos artculos dedicados a la obra de Mesonero Romanos Panorama matritense, estudia el origen y condiciones de los artculos de costumbres (19 y 20 de junio).
111 - El Mundo
Se edit diariamente durante casi cuatro aos, de mediados de 1836 a 1840. Son cuatro los artculos que en forma epitomar Larra public. El primero es una amarga confesin personal, Fgaro al mundo (diciembre de 1836) que acaba con esta dura crtica a la censura:
Pero si nosotros caemos, caeremos al menos como hombres de mundo, moriremos cantando como canarios, es decir enjaulados, ya que la suerte quiere que no haya jaulas en Espaa sino para los vivientes de pluma, que no son otra cosa los escritores.
Los otros se titulan. Fgaro a los redactores del mundo. En el mundo mismo o donde paren (27 de diciembre), Al estudiante 83 de enero de 1837) y A los redactores del mundo (29 de enero), quince das antes de suicidarse.
- El Redactor General
Peridico que comenz a publicarse el 15 de noviembre de 1836 y acab al ao siguiente. Larra colabor tan solo con tres artculos; el ms sealado es La nochebuena de 1836. Yo y mi criado. Delirio filosfico (26 de diciembre de 1836) en el cual se trasluce su drama ntimo sin solucin que le llevar a la fatal decisin.
112
CAPITULO 3: BIOGRAFA Y HECHOS HISTORICOS EN LA VIDA DE RICARDO PALMA (1833-1919)
3. Biografa de Ricardo Palma
Hablar de Palma es hablar del fundador de la identidad limea. Nadie como l supo rescatar a travs de sus tradiciones, de manera ligera y jocosa, las historia aejas que se vivieron durante la Colonia.
Don Ricardo naci un 7 de febrero de 1833 y fue bautizado el 11 de febrero, apenas cuatro das despus de su nacimiento (por padecer, segn se dice, de una grave dolencia ya que para merecer el sacramento tan prontamente deba de ser en caso de necesidad). El presbtero Don Manuel Almizan, teniente de los curas Rectores del Sagrario de la Catedral, bautiza al nio con el nombre de Manuel hijo de Don Pedro Palma y Doa Guillerma Carrillo Pardos 16 , siendo su padrino Martn Concha y actuando como testigos Carlos Efen y J orge Paz 17 .
16 Al respecto ha habido una curiosa controversia, por mucho tiempo se atribuy la maternidad de Palma a la Doa Guillerma Carrillo, pero profundas investigaciones de Ral Porras Barrenechea, parecen demostrar que Guillermina Carrillo, fue en realidad, la abuela del tradicionista asegurando el distinguido historiador peruano que el nombre de la madre, que no se consigna en la partida de bautismo, es Dominga Soriano. 17 Segn consta en el folio 183 del libro 20 de bautizos, correspondientes a los aos 1832 y 1833. Por un error de cuenta, o acaso debido a una costumbre de la poca, se lee en la 113
Manuel es, pues, el nombre del pequeo; y con l seguir creciendo hasta el da en que, por propia y no expresa decisin adopte el de Ricardo, desde sus primeras colaboraciones en peridicos aparece firmando Manuel Ricardo Palma, coincidiendo con la partida hallada por el autor en la parroquia del Sagrario, as como sus primeros versos, a la memoria de doa Petronila Romero, publicados en El Comercio del 31 de Agosto de 1848, es decir, cuando Palma contaba quince aos de edad.
Su nacimiento se dio en una limesima casa, construccin tpica de la poca que sigui al terremoto de 1746. Actualmente la casa natal existe pero ya modernizada, sobre la cual se levanta un barrio populoso, en la calle Puno, prxima al mercado central, y a la plaza Bolvar donde una magnfica estatua ecuestre del mismo la decora, con rboles aosos y, la que en los tiempos coloniales, la llamaban de la Inquisicin. La casa es de dos pisos y de muros macizos, de adobe fresco y bien asentado, el ancho del portn ocupa buena parte de la fachada; las ventanas de rejas, a ambos lados, lo compensan armoniosamente, las mismas que eran los odos de la casa pues los cuentos del barrio y las historias de la ciudad llegaban de noche y se volcaban en estas, para que fueran devueltas saturadas de un rumor fabuloso. Sobre el portn y las ventanas, un largo balcn cerrado completa la armona de la fachada. El patio no es muy amplio y esta empedrado de piedra menuda, el tpico canto rodado de los patios limeos. Anchos corredores en el piso de arriba, y en su parte exterior, a un lado de la fachada, tiene una placa de bronce donde se puede leer Homenaje de la ciudad al autor de las Tradiciones Peruanas.
Esa primera mansin de Palma, muy modesta entonces, en relacin con la condicin econmica de su padre, comerciante de escasos recursos, vio morir a la madre del nio, cuando ste era an muy pequeo. Trasladose entonces la familia a la calle del Rastro de San Francisco, y all habit durante algunos aos.
partida: A Manuel, de cinco das, siendo, en efecto, este 11 de febrero el quinto da de nacido del nio. 114
Tena la casa tres o cuatro departamentos que daban a un largo balcn corrido en el cual solan reunirse, en las noches tibias, las familias que all moraban. Mientras las personas mayores comentaban los culminantes sucesos de esa poca convulsionada, la Confederacin, las expediciones chilenas, la campaa restauradora, y alguna mujer bonita suspiraba, recordando la gallarda del general Salaverry, fusilado despus de la batalla de Socabaya, embobbanse los chiquillos con los cuentos que les contaba una vieja de la vecindad, sin duda la famosa ta Catita, que en la tradicin Traslado a J udas refiere a los muchachos "que un tal Ans y un tal Caifs, que eran dos bribones que se perdan de vista... iban y venan con chismes y ms chismes donde Pilatos; y le contaban esto, y lo otro, Y lo de ms all, y que el Nazareno haba dado proclama revolucionaria incitando al pueblo para echar abajo al gobierno. Pero Pilatos, que para hacer una alcalda tena escrpulos de Marigargajo, les contest:
Compadritos, la ley me ata las manos para tocar ni un pelo de la tnica del ciudadano J ess. Mucha andrmina es el latinajo aqul del habeas corpus. Consigan ustedes del Sanedrn (que as llamaban los J udos al Congreso) que declare la patria en peligro y eche al huesero las garantas individuales, y entonces dense una vueltecita por ac, y hablaremos".
En el agitado primer lustro de 1840, la infancia de Ricardo Palma supo de acontecimientos trascendentales y de hechos pintorescos en cuyo abi- garrado torbellino se debata la nacin: la guerra con Bolivia, la muerte del general Gamarra en la batalla de Ingavi, la rpida sucesin de gobernantes efmeros, el filosfico desprendimiento con que uno de ellos hizo arrojar por el balcn la banda de mandatario a los vocingleros que la recibieron con aplausos, los motines, las algaradas populacheras, el entusiasmo por el general Vivanco, autoritario, elegante y purista, el triunfo de Castilla, soldado valiente, buen patriota, poltico maoso, hbil organizador. Sala ya la Repblica de sus comienzos tumultuosos y comenzaba un perodo de estabilidad.
115 Tambin Ricardo Palma traspasaba los linderos de la infancia y entraba en la adolescencia, despierta la atencin, curiosa el nima, la inteligencia solicitada por la gravedad de los textos escolares y por la cadencia tenta- dora de los versos, pronta al vagabundeo soador la fantasa.
3.1 El Per de Palma en la actualidad
Per es una repblica situada en Amrica del Sur, frente al Ocano Pacfico. Limita al norte con Ecuador y Colombia, al oriente con el Brasil, al sur con Bolivia y con Repblica de Chile y al oeste con el Ocano Pacfico. Sus ciudades principales son, adems de la capital, Arequipa, Trujillo, Cusco, Chimbote, Iquitos, J uliaca, Chiclayo, Huancayo e Ica.
La capital es Lima y el actual Presidente es Alan Garca Prez. El Per tiene una superficie de 1.285.216 Km2 y tiene una poblacin de 26.347.000 hab.(20,5 hab/km). Se independiz del colonialismo de Espaa en 1821. El Idioma oficial es el Castellano y ha sido reconocida tambin el Quechua. El Aymara, no tiene reconocimiento oficial. La religin de culto es libre, aunque la mayora tiene la religin catlica.
A principios de el siglo XVI, (antes de la conquista del Imperio Inca), la zona al sur de Panam se hizo conocida como Per, Ber, Vir o Bir. Entonces, cuando el Reino de Espaa organiz de manera administrativa los territorios que tena bajo su mandato en Sudamrica, lo denomin Virreinato del Per. A principios del siglo XIX, en los preludios de la independencia, del territorio del Virreinato fueron escindidos varios subterritorios. La porcin remanente es, aproximadamente, la que hered la Repblica del Per.
La poblacin peruana en su mayor parte es indgena (70%), de predominio quechua y aymara, existiendo tambin los mestizos (20%), producto de la unin de indgenas con europeos conocidos como cholos, y los blancos (5%), en su mayora de ascendencia espaola directa. Tambin hay mulatos, seguidos de zambos y de negros que suman entre estos un 3%.
116 Tambin existe un 1% de descendientes de chinos y 0,5% descendientes de japoneses; tambin hay grupos ms pequeos, como inmigrantes provenientes del Medio Oriente.
El idioma oficial es el castellano o espaol, seguidos por el quechua, que tiene mayor difusin que el aymara. Aunque existen diferentes cultos religiosos, como el adventismo, evangelismo y judasmo (e incluso, la incasica, una religin ancestral), la principal religin es la catlica. La gran riqueza incaica se pone de manifiesto por los vestigios de Machu Picchu, Chan Chan y Cultura mochica, entre otras.
3.1.1 Localizacin en Amrica
El Per se encuentra en una zona del Continente Americano prcticamente comprendida entre la lnea ecuatorial y el Trpico de Capricornio.
Esto lo sita en la franja de las latitudes tropicales del hemisferio sur, aunque su climatologa no es la caracterstica de los trpicos lluviosos en todo el territorio debido a dos importantes factores perturbadores: la corriente de Humboldt y la cordillera de los Andes. La presencia de los Andes fracciona el territorio en tres macrorregiones naturales, cada una 117 con una personalidad climtica, morfolgica e incluso histrica totalmente independiente: costa sierra selva
Hidrograficamente, el Per tiene los principales ros: Ro Amazonas Ro Maran Ro Tambopata Ro Ucayali Ro Camisea Lago Titicaca
3.1.2 Divisin territorial
El territorio de Per esta dividido actualmente en 24 departamentos y se encuentra en un proceso de regionalizacin mediante la cual se busca la creacin de regiones y la desaparicin de los departamentos.
Nro. Departamento Nro. Departamento 1 Tumbes 13 Junn 2 Piura 14 Ucayali 3 Lambayeque 15 Ica 4 Cajamarca 16 Huancavelica 5 Amazonas 17 Ayacucho 6 Loreto 18 Apurimac 7 La Libertad 19 Cusco 8 San Martn 20 Madre de Dios 9 Ancash 21 Arequipa 10 Huanuco 22 Puno 11 Lima 23 Moquegua 12 Pasco 24 Tacna
118 Posee tres regiones naturales (costa, sierra y selva), hecho importante que se trasluce en el carcter de la gente de cada lugar.
3.1.3 Cronologa del Per
Antes de 1535: Tawantinsuyu o imperio de los incas 1540 a 1821 parte integrante de Espaa, administrada la regin por el Virreinato del Per 1821 Per declar la independencia de Espaa El 3 de octubre de 1968: golpe de Estado contra Belande 1975: "Relevo institucional" de Morales Bermdez hasta 1980 1979: Promulgacin de Constitucin Poltica de 1979, por una Asamblea Constituyente 1980: Segundo Gobierno Constitucional de Fernando Belande Terry 1985: Gobierno Constitucional de Alan Garca Prez 1990: Gobierno Constitucional de Alberto Fujimori 1992: Rompimiento constitucional o autogolpe de Alberto Fujimori 1993: Aprobacin de una nueva Constitucin Poltica 1995: Reeleccin de Alberto Fujimori 2000: Alberto Fujimori se proclama vencedor de las Elecciones Generales. Posteriormente renuncia al cargo. El Congreso elige como Presidente Transitorio al Congresista Valentn Paniagua quien convoca nuevas elecciones. 2001: Gobierno Constitucional de Alejandro Toledo 2006: Gobierno Constitucional de Alan Garca Prez
3.1.4 Situacin poltica, social y econmica
El producto interior bruto (PIB) de Per totaliz 53.466 millones de dlares en 2000, lo que supona una renta per cpita de 2.080 dlares (segn datos del Banco Mundial). Aunque la economa permanece basada principalmente en la agricultura, la minera y la industria pesquera han experimentado un importante crecimiento. Per basa sus exportaciones en materias primas principalmente minerales, productos 119 agrcolas y harina de pescado para poder importar maquinaria y manufacturas de todo tipo. La moneda actual de Per es el Nuevo Sol; antes lo fueron el inti, el sol de oro y la libra peruana.
Entre los Medios de comunicacin (Prensa escrita, radio y televisin) se destacan: La Repblica, El Comercio, RPP Noticias, Noticias desde Villa El Salvador, Lima Per, Noticias Deportivas, Todo Futbol Peru, Portal Estudiantil, Canal 5 (Panamericana Televisin) Canal 4 (Amrica Televisin), entre los de mayor audiencia.
Es un pas de una gran riqueza turstica, aunque no est debidamente protegido su patrimonio. Posee una gastronoma, que algunos expertos no dudan en afirmar que se desarrolla un arte culinario. La cocina peruana es una de las ms variadas del mundo, la gastronoma peruana tiene el record Guiness a la mayor variedad de platos tpicos en el mundo en total: 491!. Gracias a la herencia precolombina (preincaica e incaica), espaola y africana as como chino-cantonesa, japonesa, italiana y francesa posteriormente, rene una gran diversidad de mezclas, junto con la criolla, en una gastronoma de cuatro continentes en tan solo un pas, ofreciendo una importante variedad de platos tpicos de arte culinario peruano en constante evolucin. Basta mencionar que slo en la costa peruana, hay ms de dos mil sopas diferentes y que en el pas hay ms de 250 postres tradicionales. Entre los estilos culinarios del Per, cabe mencionar la cocina criolla (nortea y limea), la cocina marina, la cocina andina, el chifa (cantonesa) y la cocina amaznica.
El deporte en el Per tiene problemas de organizacin y escasa infraestructura. Pero sin embargo a lo largo de su historia tiene numerosos logros a un gran nivel. Seguramente el deporte mas conocido y mas popular de Per es el ftbol, aunque ltimamente parece ser que el ftbol en Per este en declive. Per participo en los mundiales de ftbol de 1930, 1970, 1978 y 1982; y fue campen en la Copa Amrica del ao 1939 y 1975.
120 Actualmente, la economa del Per est en alza. En 2007 ha tenido un 7,2 por ciento de crecimiento econmico. La poltica econmica llevada a cabo por el actual gobierno de Alan Garca, hacen de Per una zona estratgica para las inversiones extranjeras.
3.1.5 Lima, la tres veces coronada Ciudad de los Reyes En el ms central y extenso valle de la costa del Per, bajo un cielo apacible y sereno, en las riberas del Rmac, a dos leguas del mar y cerca de un pueblo de indios, Francisco Pizarro, el famoso conquistador del imperio de los Incas, fund, con doce de sus compaeros, el 18 de Enero de 1535, en nombre de la Santsima Trinidad, la poblacin que no haba podido establecer ni en Sangalln (Pisco) ni en J auja, denominndola "Ciudad de los Reyes"; nombre que, si bien fue dado ms por motivos religiosos que en homenaje a los soberanos de Castilla, hoy, contemplado a la distancia de largas centurias, parece como una revelacin proftica de la grandeza a que haba de llegar el futuro virreinato. Lima, fundada el 18 de enero de 1535, tambin llamada La Ciudad de los Reyes, La Ciudad J ardn, La Perla del Pacfico, La tres veces coronada Villa, ostenta un pasado de gloria siendo Capital del poderoso Virreinato del Per, epicentro del poder colonial ejerci su dominio por toda Sudamrica y parte de Centro Amrica. Desde su fundacin fue la ciudad ms importante de Amrica hasta poco antes de terminar el siglo XIX. En esta histrica ciudad tambin se fund la primera universidad del continente americano (La Universidad Mayor de San Marcos, una de las ms antiguas del mundo) y naci la Santa Patrona de Amrica y las Filipinas: Santa Rosa de Lima. Hoy, Lima, es orgullosamente capital de la Repblica del Per y por sus imponentes vestigios sigue siendo considerada la joya de Sudamrica. El escudo de la ciudad se le otorg a Lima en 1537, en l aparecen los smbolos del emperador Carlos V y su madre, doa J uana, junto con las 121 estrellas de los Reyes Magos. Dicho escudo, existente hasta la actualidad, en su orla posee la inscripcin: Hoc signum vere regum est (que significa: Este es el verdadero signo de los Reyes) Francisco Pizarro procedi a fundar la ciudad de Lima en nombre de sus magestades el emperador Carlos V y de su madre, la reina J uana. En la ceremonia se encontraban presentes dos frailes (un franciscano y un dominico), numerosos soldados a caballo y a pie, esclavos negros y una mujer, la morisca Beatriz. El nombre oficial "Ciudad de los Reyes" se eligi en homenaje a los Reyes Magos, por la cercana de su fiesta. De aqu viene el apelativo de las "tres veces coronada" ciudad; aunque el tiempo impuso la denominacin nativa de Lima. Segn algunos autores, el nombre es una corrupcin hispnica de "Rmac", topnimo quechua del ro, hablador. Protocolariamente, llamaban a Lima "la muy noble, muy insigne y muy leal ciudad de los Reyes del Per"
3.2 Periodizacin y paralelismos de la historia literaria peruana y europea en el S. XIX Segn los anlisis de Wolfgang Vogt 18 , no podemos aplicar los perodos de la historia europea a la americana de manera automtica. No cabe duda de que hay estrechas relaciones entre los dos continentes a partir de 1492, el descubrimiento del Nuevo Mundo. Sin embargo, el nuevo continente est buscando caminos propios de desarrollo y eso se nota sobre todo a partir de las luchas de independencia a principios del siglo XIX. En este siglo las fuerzas progresistas del liberalismo tratan de negar la importancia de la herencia cultural espaola y buscar modelos para su propio desarrollo
18 Wolfgang Vogt. Departamento de Estudios de la Cultura Regional, Universidad de Guadalajara. Mxico
122 poltico, econmico y cultural en los pases del norte de Europa. Sin embargo la parte conservadora de la sociedad sigue apegada a los valores culturales de la antigua madre patria. As se crean situaciones especiales en Per y en los dems pases hispanoamericanos. Solo conociendo la historia de Europa podemos entender la de Amrica. Sin embargo las influencias europeas causan en Amrica un desarrollo histrico que es diferente al de Europa. Y eso ha sido siempre as desde 1492. Los conquistadores llegaron al Nuevo Mundo proyectando sus valores europeos en l. Con la conquista se inicia un largo perodo histrico llamado la Colonia. Hablamos de historia, literatura o arquitectura colonial. En Europa en cambio se habla de la reforma, el renacimiento, el barroco o la ilustracin. Una fecha clave de la historia europea en 1789, el ao en que estalla la Revolucin Francesa. Todos estos acontecimientos y estas corrientes histricas tienen tambin una repercusin en Per, pero all se manifiestan de manera diferente. El protestantismo casi no tiene presencia en la Nueva Castilla, porque no logr penetrar en la pennsula. La Inquisicin s se estableci en el Nuevo Mundo, pero no caus un xodo de judos como en la madre patria, porque muy pocos judos llegaron a Amrica. En la literatura y el arte s predomina el barroco en la poca colonial, sin embargo en la arquitectura el barroco colonial no tiene exactamente las mismas caractersticas del barroco peninsular. Tambin con respecto a la literatura observamos fenmenos en la colonia que no se dan en Espaa. En Amrica se desarrolla la crnica de la conquista debido a circunstancias histricas especiales. Sin embargo por razones extraas casi no se producen novelas en las colonias. Las ciencias naturales y exactas tienen un auge ms fuerte durante la ilustracin en Amrica que en Espaa. Los jesuitas que en Espaa ms bien se oponen a la poltica ilustrada de Carlos III, fomentan en Amrica el progreso y la ilustracin en la cual all no ven un peligro para la religin. 123 Un acontecimiento histrico como la Revolucin Francesa no se dan en las colonias, donde los intelectuales leen con avidez las obras de los filsofos ilustrados franceses y sobre todo el "Contrato Social" de Rousseau. Pero las guerras de independencia que no son completamente idnticas a una revolucin, se explican en parte por la Revolucin Francesa. Vemos que las historias europeas y americanas se enlazan sin ser idnticas. Las semillas europeas dan frutos diferentes en Amrica. Eso se ve sobre todo en el siglo XIX, cuando Per busca su propio camino que tiene que ser diferente del de los espaolas segn el deseo de los liberales. Pero los conservadores se oponen a la poltica liberal que se inspira en modelos franceses e ingleses y esta lucha entre las corrientes sociales opuestas marca la vida poltica y cultural de Per en el Siglo XIX. Tambin en la historia europea hay una lucha entre conservadores y liberales, pero sta se inicia ya despus de la Revolucin de 1789 en Francia. En este pas el liberalismo y romanticismo surge antes que en Espaa e Hispanoamrica y a la larga tiene ms fuerza que en Per y otros pases hispanoamericanos por lo que encontramos ironas y contradicciones en la historia. Los prceres y precursores de la independencia de Per son intelectuales, hijos del criollismo limeo. Esta clase social, la criolla, es la clase en donde nace Palma. Espaa se qued al margen de la historia europea industrializndose slo parcialmente y sin participar en las dos guerras mundiales. Cuando este pas en 1898 pierde Cuba y otras colonias, el mundo se da cuenta de que su fuerza est muy limitada y que el gobierno de Madrid tendr poca participacin en las decisiones internacionales. Frecuentemente surgen malentendidos, por que generalmente se aplican esquemas de Europa del norte a la periodizacin de la historia de Per. Eso ocurre sobre todo en la historia de la literatura. Cuando abrimos un manual de literatura peruana tenemos primero la impresin de que la historia literaria de Per es igual o por lo menos muy parecida a la de Francia o Espaa, donde al barroco sigue la literatura del clasicismo o neoclasicismo, 124 y despus con la independencia surge el romanticismo, y luego el realismo y naturalismo. El nico movimiento literario hispanoamericano que no naci en Europa sera el modernismo, una corriente literaria eclctica tpicamente hispanoamericana que fue difundida tambin un poco en Espaa. Con respecto al siglo XX la historia de la literatura europea no ofrece una periodizacin clara y sta tampoco la vamos a encontrar en Hispanoamrica.
3.3 Palma y la historia del Per: Notas biogrficas en el marco de hechos histricos con protagonismo de Ricardo Palma
Se trata de estudiar y analizar la vida de un clebre personaje que aunque no intervino en ninguna accin de armas o en rebeliones, luchando por nuestra independencia o libertad, sin embargo ahora vamos a conocer los pormenores de un literato que alcanz la gloria e hizo conocer el Per en todo el mundo, hacindose inmortal. Se trata de Ricardo Palma, el padre de las Tradiciones Peruanas, y como dice oscar Mir Quesada Laos: El mundo ha creado la gloria, esa inmortalidad de la fama, para que los hombres eminentes no mueran. La nada, en vano los acecha en la tumba; el olvido, segundo sudario de los muertos, no los cubre, porque el recuerdo de los grandes es imperecedero. Por eso t, oh maestro, literato insigne, Ricardo Palma, no has muerto! Lo mejor de ti, lo ms preclaro de tu personalidad de pensador y de peruano, subsiste en tu obra de arte y es resplandor eterno que ninguna sombra opaca y que esparcir su luz de belleza mientras en la tierra haya hombres que sueen, que mediten y que contemplen con ojos perspicaces la historia de los pueblos.
125
3.3.1 Museo de limeadas en la prefiguracin de las Tradiciones Peruanas
Roy L. Tanner 19 analiza el libro de Ramn Rojas y Caas (1830-1881) que lo public con el titulo, Museo de limeadas en 1853, en Lima, donde viva y trabajaba como periodista y escritor junto con su amigo Ricardo Palma y otros de los llamados bohemios, referidos por ste en La Bohemia de mi tiempo. En 1854 dirigi El Correo de Lima, peridico de oposicin razonada (Romero de Valle 277). Al ao siguiente, mientras realizaba tareas de crtica teatral en unin de Palma y otros camaradas, devino redactor de la opositora hoja La Voz del Pueblo, que se opona al gobierno de Echenique. Sigui con la crtica teatral en 1857 como miembro de una sociedad de nueve personas, siendo una de ellas Palma (Holgun Callo 573). Ms tarde en su vida sac otras dos obras: Vicios y virtudes del Gran Mariscal Castilla (1874) y La Guerra del Pacfico (1880). Sin embargo, lo recordamos sobre todo por su primer libro. Museo de limeadas es una obra satrica de vena costumbrista que abre una ventana sobre la sociedad limea de mediados del XIX. Al servirse de las flaquezas de la metrpoli como tema de esa stira, perpeta una tradicin ya bien establecida en la Ciudad de los Reyes por Mateo Rosas de Oquendo, J uan del Valle y Caviedes, Alonso Carri de la Vandera y Terralla y Landa. A la vez contina la temtica y tcnica de las obras costumbristas peruanas (Felipe Pardo y Aliaga y Manuel Ascencio Segura) as como espaolas, principalmente las de Larra, donde el cuadro de costumbres se vuelve arma de invectiva y combate al enfocar atrasos y abusos sociales. Tanto Rojas como Palma gozaban de las obras del escritor espaol, las cuales, junto con las de Mesonero Romanos y otros costumbristas espaoles, aparecan
19 Roy L. Tanner. Universidad de Truman, Estados Unidos 126 con frecuencia en los peridicos de Lima 20 . En el Museo se refiere a Larra en dos ocasiones. El Museo tambin nos hace pensar en Palma mismo. A menudo uno que otro aspecto del libro de Rojas nos recuerda las famosas Tradiciones peruanas (todava no escritas). Parece un reflejo del Palma que habra despus y del Palma periodista que Rojas ya conoca. Es como ha dicho Ventura Garca Caldern: Sin que alcance este escritor la gracia de Palma, puede considerrsele, sin embargo, como su precursor en el anlisis minucioso y socarrn de la realidad limea a mediados del siglo XIX 21 . Los dos escritores compartan muchos valores y aspiraciones. J untos redactaban artculos para el peridico, componan crtica teatral, asistan a tertulias y comentaban la movediza escena limea. La segunda comedia de Palma, Criollos y afrancesados (1857), parece hacer eco al cuadro del Museo titulado El limeo criollo y el afrancesado. Ambos jvenes aspiraban a conseguir un cargo o destino en el Estado y hasta se vean con derecho a tal puesto. Pero a diferencia de Palma, Rojas y Caas evit pisar por la espinosa senda de la poltica en sus escritos (al menos en el Museo). Tras la muerte de Rojas, don Ricardo apunt que fue periodista y escritor de costumbres. Su estilo, un tanto desaliado, era chispeante y con frecuencia custico. El ms notable de sus opsculos es el Museo de limeadas. Lo que nos proponemos en este artculo es, en primer lugar, analizar al autor del Museo en su papel de observador agudo de lo limeo y, en segundo lugar, ir considerando la interesante hiptesis de que el Museo hubiera servido de factor influyente en algn aspecto del desarrollo de las Tradiciones peruanas. Lo que primero llama la atencin en el Museo es la postura del narrador, la cual evoca la falta de pretensin social o literaria tan caracterstica de los costumbristas espaoles 22 . Al principio establece una fingida modestia
20 Watson-Espener 53,94 21 Romero de Valle 277 22 Watson-Espener 31 127 retrada que se sigue sosteniendo mi modesta publicacin, No tengo, pues estilo. Tal actitud contribuye al tono humorstico que se mantiene a lo largo de la obra y tambin logra que descuellen an ms las torpezas designadas por el autor. En varias partes articula su propsito en escribir, a saber, que haya ms pureza en las ceremonias cristianas, que la sociedad se depure de todos sus ribetes de necedad y de ridiculez y que, quitndose el vendn, reconozca y se purgue de mil lunares que la desfiguran. En efecto, no pinta costumbres a fin de preservarlas para la posteridad sino para que se corrijan, aproximndose en este sentido ms al tono de Pardo y Aliaga y Manuel A. Fuentes. Las nicas buenas que retrata aparecen slo para servir de contrapunto o cuando lamenta la prdida de ellas. Pero junto con tan elevadas metas confiesa que tambin quisiera procurar[se] algn dinero sin recurrir a los infames recursos de petardearlo y por eso les insta a sus benvolos compatriotas que compren el libro y no se lo presten a nadie. Vale notar que en todo lo que escribe le guan las creencias liberales tan tpicas de los romnticos bohemios limeos. Con frecuencia el discurso del Museo se vuelve metacostumbrismo al analizarse a s mismo, la naturaleza de su estilo y actitud y el atemorizante desafo que era componer artculos de costumbres en una Lima tan aficionada a la punzante crtica y tan ajena al encomio. Rojas entenda claramente la teora que gobernaba los libros de costumbres. Comenta el cuidado que el escritor tiene que tener si se le antoja pisar los arenosos terrenos de la alusin determinada, si procura enmendar los vicios de su ambiente o si enfrenta la amarga realidad de lo que pasa en Lima. Dedica muchos renglones a la cuestin de escribir de costumbres o abusos en Lima siendo limeo o peruano. Segn l, exista una predisposicin de rechazar cualquier cosa fraguada por un hijo del pas, de tachar a tal persona de escritorzuelo de costumbres y de escarnecerlo tornndolo en una vctima injusta de la ms brutal reprobacin mientras se sigue estimando al extranjero. En Las tas y el sobrinito el autor analiza la cuestin: 128 Hasta hoy, ninguno ha querido tomar sobre su responsabilidad la faena tan espinosa de calcar nuestras costumbres, no tanto porque se hallen esentas de abusos y de fases risibles, ni tampoco por falta de un lenguaje adecuado; sino por no contar con el suficiente descaro para desdear las invectivas y el annimo granizo, con que la parte necia, conocindose retratada, piensa saldar la deuda de venganza con el criticastro.
El annimo a que se refiere, junto con comunicados de pseudnimo, eran en verdad armas de venganza y de crtica sumamente populares en Lima y esgrimidas casi siempre en los peridicos. Este resentimiento hacia los limeos que apreciaban ms los escritos de los extranjeros que los de los peruanos emerge en el Vice-prlogo en una velada queja-crtica sobre la novela El Inquisidor Mayor o historia de unos amores, del chileno Manuel Bilbao, obra anticlerical de costumbres limeas, que Palma haba atacado desde El Mensagero (sic) en 1852 23 .
Rojas siempre est muy consciente de su audiencia limea. Como Palma, entabla dilogo-monlogo con ella, le hace preguntas, reacciona, le pide que sea benvolo para con su obra y prev y replica posibles acusaciones de parte de su pblico. Con tono pesimista lamenta que su pueblo nunca quisiera aceptar hermosas verdades aunque l fuese capaz de concebirlas.
La estructura del Museo es algo creativa en cuanto al prlogo. A fin de evitar que los lectores perezosos dejasen de leer su prlogo en su totalidad, invent la patraa de dividirlo en cuatro partes: Prlogo, Vice-prlogo, Sub- prlogo y Contra-prlogo, lo que s aumenta la probabilidad de que los lectores lo recorran hasta el final mientras aade una nota ms de jocosidad al tono de la obra. Los cuadros mismos son breves, variando entre dos y ocho pginas impresas. Los ms cortos estn agrupados bajo el arbitrario ttulo de Ranfaote.
23 Holgun Callo 448-450 129 Otro aspecto estructural de inters son las introducciones de muchos de los bocetos. El costumbrista los emplea no slo para suscitar inters en el asunto, encaminar al lector a l y satirizar tal cual usanza sino tambin para tornar al metacostumbrismo, o sea, para discurrir sobre lo problemtico que es dar a luz artculos de costumbres en el ambiente limeo. Adems, el libro tiene siete lminas o grabados recordativos de Pancho Fierro aunque Rojas los adscribe a su hermano. Se burla de la mana de muchos de juzgar un tomo por la cantidad de dibujos que contiene. Los diferentes cuadros se componen de prrafos de variada extensin, ninguno demasiado largo. Las frases tienden a alargarse pero sin perjudicar la fcil comprensin de la lectura. Algo frecuentes son oraciones largas consistentes en una serie de clusulas anafricas y las preguntas retricas que el autor emplea para atraer al lector y obligarlo a pensar ms en lo que se va elaborando.
Consideremos ahora el tono y el estilo para luego pasar a una categorizacin de los vicios que ms le llamaron la atencin a nuestro casi desconocido costumbrista peruano. Gran parte del tono del libro en cuestin viene informado por la stira, la cual a menudo se ve asociada con el humorismo y la irona. En varias ocasiones el autor tambin recurre al sarcasmo y con alguna frecuencia se expresa simplemente con buen humor. En ciertos momentos, cuando siente la necesidad de desahogarse, opta por la pura invectiva. Su tcnica es o satirizar algn uso y luego asentar con claridad lo que ha querido decir o ir en orden contrario.
En el Museo el tono y el estilo quedan vinculados, el uno determinando al otro. Rojas emplea varios vehculos estilsticos para dar voz a su perspectiva satrica. Los de mayor resonancia en el libro son la parodia y la caricatura, las cuales siempre andan cogidas de la mano. Hablando de la parodia Gilbert Highet ha opinado acertadamente que es una de las formas ms encantadoras de la stira, una que brota del corazn mismo de nuestro sentido de la comedia, el cual es la feliz percepcin de la incongruencia. Bsicamente en cada cuadro del Museo la prctica o limeada destacada viene ridiculizada mediante un dilogo o monlogo que parodia el modo de hablar de las personas involucradas en la usanza 130 indicada. Por ejemplo, capta as la reaccin de los limeos que en son de burla expresan su menosprecio por el pobre costumbrista que se atreve a sealar vicios y abusos: Gua! miren pues a o Fulano! Pues no se ha vuelto un simpln, un oyetonaso? S; vanlo criticando a su mesmo pas. No es infrecuente esta mmica burlesca de la pronunciacin de cierto grupo social. La ignorancia de los que defienden por el prjimo sin saber toda la verdad se acenta en la siguiente exclamacin: Imposible! No lo creo; no es capaz! Ella que comulga, que ayuna y que est recin salida de ejercicios? Ay! Ave Mara... digo que a Chabelita no es capaz de semejente [sic] cosa!. La parodia escarnece al sujeto mofndose de l al escenificar su corrupcin o punto flaco. Tal ocurre en el caso de los medicastros de Lima, a quienes Rojas capta engaando con soliloquios de entrems.
A veces esta constante parodia en el Museo viene acompaada de una descripcin ridiculizante de ciertos gestos, posturas u otras acciones. De nuevo el objetivo es hacer resaltar algn tipo o uso dignos de befar, segn el criterio del escritor. Los entes as sealados quedan grabados en la imaginacin por ser tan plstica la imagen que se crea. Por ejemplo, como Palma hara despus de l, Rojas y Caas produce mucho humor satrico de la representacin de viejas captadas en una posicin o actitud no tan favorable. Considrese este retrato de la seccin El desnaturalizado!:
Salta luego la abuelita, y sorbiendo su narigada de rap colorado con el ndice y pulgar de la izquierda, y su chupetn de cigarro largo con la derecha, exclama echando como un locomotor, sendas columas [sic] de humo por una chimenea que con el nombre de nariz tiene en la cara (...).
Vinculados con la caricatura se notan tambin enfoques en la ropa y ciertas preferencias. Como es sabido, la ropa ha servido histricamente para crear la imagen del individuo 24 . La ropa era un signo social y Rojas hizo uso de ella y su significacin temtica y asociativa en sus cuadros para puntualizar
24 Melndez, 411 131 cierta mentalidad e identidad cultural y social y a fin de subrayar faltas como la vanidad de Fulano, quien, luciendo traje de terciopelo y otros discantes, se desvive por llamar sobre s la atencin del resto de la poblacin. Varias otras tendencias estilsticas funcionan en la obra de Rojas y Caas para transmitir una visin satrica. A veces usa analogas. En otras ocasiones se vale de los sobrenombres, como despus hara Palma. A menudo saca provecho del acuar palabras nuevas e insertar peruanismos, tambin a la futura manera de su amigo Palma as como a la de otros costumbristas peruanos. Considrese adefesiero, palabra defendida por Palma en su Neologismos y americanismos, o mercachifleo, articulizar, carterismo y femeniniazar. Tambin juega con los nombres al retratar, por ejemplo, a los mdicos, como Lizardi en el Periquillo: el dotor Sinapismo. El Museo est salpicado de peruanismos. Su creador, consciente de dirigirse a los limeos criollos de la naciente clase media, ech mano al lenguaje peculiar [...] de la generalidad de ellos al forjar sus bocetos. Utiliza tales vocablos para establecer un contacto ntimo con sus lectores, para caracterizar y parodiar y para crear un ambiente totalmente limeo a manera de Palma. El estilo de Rojas y Caas se asemeja mucho al futuro estilo de las Tradiciones peruanas en el uso para fines satricos de una tcnica sumamente difundida en el Museo: el circunloquio. Prefigurando los escritos de Palma, recurre a expresiones eufemsticas a lo largo de su obra para ridiculizar, para contribuir al tono juguetn y humorstico que rige los cuadros, para agregar mayor variedad a la expresin, para aadir una nota de color cultural y a fin de aumentar el impacto visual de lo que describe. A menudo la circunlocucin encarna una metfora o la personificacin. Inevitablemente pensamos en Palma cuando Rojas habla de la muerte y satiriza a los acreedores Rojas: El asunto es, que cuando Zarapico lleg ya el tonto de Melchor haba cometido la ltima sandez que todos hemos de cometer: haba 132 chancelado [sic] con todos sus acreedores, emigrando al nico lugar donde ellos no van voluntarios a presentar el documento. Palma: ... [...] cometi la tontuna de morirse. (TPC 240) Tambin prefigura a Palma con las locuciones perifrsticas que designan a las prostitutas o las viejas. Comprense: Rojas: pecatrices de la noche, puras vestales de las tinieblas. Palma: gentualla de vergenza traspapelada nias [...] del honor desgraciado Pedro M. Benvenutto Murrieta en su libro El lenguaje peruano arguye que la forma diminutiva tiene en el pas una especialsima importancia, y la elocucin familiar, tanto como la literaria, muestran muy a las claras la insistente preferencia. Museo de limeadas confirma lo dicho. El autor esparce en sus cuadros una amplia dosis de diminutivos, los cuales casi siempre le sirven de una manera u otra para reforzar la stira con que enmarca e ilumina las odiosas inclinaciones en cuestin. Con frecuencia se aplican a los nombres -Ricardita, Carmencita, Pascualita- creando as un tono paternalista que destaca fallas personales como la vanidad, ingenuidad, tontera, superficialidad, estupidez, etc. En Porqueras y adefesios Rojas se anticipa al estilo y tono de las tradiciones de Palma tanto en el uso ridiculizante de los diminutivos como en dirigirse a las lectoras en forma jocosa. Estilsticamente hablando, Rojas y Caas tambin se parece a Palma en el abundante uso del lenguaje figurativo, sobre todo el smil. En el Museo, como en toda literatura buena, el empleo de trminos figurativos enfatiza y afila el encanto, ayudando as al lector a ejercer su propia facultad para crear imgenes 25 . Como su compinche Palma, Rojas estaba consciente de las ventajas que se conseguan mediante la sabiamente situada amplificacin del significado bsico de una palabra. En su obra echa mano al smil y a la metfora como vehculos del humor, particularmente el humor
25 Elwood 101-102 133 de la stira, para realzar la descripcin de los tipos, para enganchar ms al lector, para sacar a colacin soslayadamente ciertas costumbres y para remachar el punto que desea comunicar. En cuanto a la stira, se encuentra tanto en el comparante o primer trmino de la comparacin como en el vehculo o segundo trmino, como Palma hara despus. Burlndose de las nuevas modas, Rojas se refiere a la nueva capota que simula un apagador de vela. Se re de ciertas seoritas presuntuosas que, al recibir un saludo, se quedan tan fruncidas y estirada[s] como las que llevan a sepultar. Como iba a pasar en las tradiciones, las comparaciones que satirizan a ciertos tipos en el vehculo son particularmente humorsticas y se compaginan con la bien conocida lisura peruana as como con la herencia hispnica (Cervantes, Quevedo, etc.). Es interesante yuxtaponer citas del Museo donde se befa de ciertas tendencias frailunas con otras correspondientes de las Tradiciones peruanas. Rojas: pero, ya que la ocasin se ha presentado, como fraile llamado con campanilla de comedor. Palma: Por supuesto que el galn se apareci con ms oportunidad que fraile llamado a refectorio. 26
Sus metforas, aunque no tan numerosas, a veces tambin nos encaminan a don Ricardo. ntimamente relacionados con tales fuentes del humor son los juegos de palabras que enriquecen el estilo y el tono de Rojas y Caas y que Palma llevara a la perfeccin en sus escritos posteriores. Normalmente Rojas los emplea con fines satricos y humorsticos, como cuando alude a los afrancesados limeos. Parceme que, para dar una idea de los jvenes emparisados (que de puro necio [...] mereceran hallarse empalisados). Varias de las limeadas eran en verdad universales, comunes entre todos los seres humanos, pero algunas ataan slo a la sociedad limea.
26 TPC, 802 134 Tocante a las relaciones personales el costumbrista designa varias tendencias que encierran la insensibilidad o falta de bondad hacia los dems. En Es un aplanador!-Es un ocioso! Rojas examina la arraigada propensin a juzgar al prjimo y medir el grado de su virtud a base de un criterio deficiente, es decir, por la cantidad de misas y ayunos en que participa o la labor visible que lleva a cabo. El costumbrista peruano escribe bajo una poderosa influencia romntica y republicana. Por ende, aboga inteligible y fuertemente por la libertad, igualdad y fraternidad para todos. Condena el esnobismo de ciertos aristcratas rancios, quienes se enfurecen al ver a alguien un poquito ms trigueo que ellos en los bailes de palacio. Como su amigo Palma hara despus por medio de la stira y la irona, Rojas denuncia la estupidez de observar en tiempos republicanos las quijoteras de la colonia, de esos tiempos de dominacin y vasallaje. La insensitividad tambin se manifiesta de otras maneras. En el Museo se desprecia a aquellos que no saludan o que sienten la necesidad de saludar demasiado o de siempre detener al prjimo con alguna pltica a pesar de la obvia prisa de ste. Se advierte contra el prestar libros porque un libro, nunca vuelve [caso de volver] en el estado mismo en que fue prestado. En Los apodos hace resaltar la lastimosa inclinacin limea a murmurar o chismear acerca de las bagatelas de los otros y a engrilletarlos con sobrenombres inapropiados u ofensivos por cualquier adelanto que realizan. Hasta confiesa el autor haber contemplado la probabilidad de tener que cambiar su nombre a o Museo despus de publicar su libro. Palma, en vena ms humorstica y burlona, se vale intensivamente de los motes a lo largo de sus tradiciones 27 . Tambin cabe bajo esta categora la tendencia en Lima a befar a cualquier persona que se preste para ello y especialmente la de atacar maliciosamente con invectivas y annimos al pobre costumbrista que se atreve a revelar los adefesios y abusos contemporneos. Rojas y Caas
27 Tanner, Art 81-92; Bazn Montenegro 98-105 135 dedica todo un cuadro a Los preguntones, o sea, personas tan insensibles que abruman a uno con sus preguntas incesantes. Las relaciones personales y familiares son afectadas poderosamente por rasgos tales como la vanidad, hipocresa, arrogancia, jactancia, ingratitud, envidia y egotismo. En forma de costumbres amaneradas todos stos atrajeron el ojo avizor del costumbrista peruano. En especial le llam la atencin la vanidad en sus mltiples manifestaciones. Por ejemplo, en el cuadro (irnico) El jovencito de 80 aos singulariza al viejo que se afana por parecer joven. Este verduzco sujeto queda ridiculizado al revelar su aficin por los peluquines y su propensin a ataviarse, perfumarse y estar entre las mocitas. Al final Rojas resume la caricatura afirmando que hay vejestorios que sudan la gota gorda por echarla de jovencitos. El autor percibe en Lima una exagerada sed o fiebre de notabilidad que fomenta la vanagloria y el fuerte deseo de ser reparados por el resto de la poblacin. Dedica varias cuartillas al fenmeno mofndose mediante la parodia y la caricatura de los que desprecian la sociedad de sus paisanos. Critica esta nueva dependencia mientras escarnece a los que se han hecho esclavos de la moda extranjera, sintiendo singularmente la consecuente prdida de la nica limeada que deba conservarse, es decir, la saya y manto. A mediados del XIX este atuendo de las clebres tapadas, comentado hasta por el visitador en El lazarillo de ciegos caminantes 28 , iba cediendo el paso al traje afrancesado. Los bohemios, inspirados por el espritu romntico, defendieron la prenda tradicional en varios de sus escritos. En una de sus primeras tradiciones, Lida, escrita en el mismo ao 1853 en que sali el Museo, Ricardo Palma las retrat como lindas hijas del Rmac, vaporosos serafines del amor que con slo una mirada llena de voluptuosidad y vida, encienden una hoguera en el corazn. Su amigo y cotertuliano Rojas y Caas comparta los mismos sentimientos, argumentando que La saya y manto, es una limeada perfecta que debera respetarse como traje
28 Melndez 429 136 caracterstico del pas y distintivamente limeo. Curiosamente Manuel Fuentes, perspicaz observador de la sociedad limea, abrigaba sentimientos contrarios: ya sea que nosotros tengamos mal gusto, o que no hayamos podido descubrir las bellezas de la saya, no lamentamos su total extirpacin. En Le dar de patadas Rojas seala otro lunar que afeaba a su sociedad, a saber, la costumbre de pronunciar, por lo regular delante de mujeres, baladronadas o bravatas que jams llegan a cumplirse en la carne. Nada ms comn que escuchar a alguien ofrecer dar bofetadas al mismo Cid Campeador, y sin embargo, nada hay tan escaso en Lima, como las polmicas de obra. Una cercana falla de personalidad, la envidia, tambin viene zaherida as como la hipocresa, otro vicio cotidiano. Todo esto parece vinculado a la hiptesis de Rojas de que el instinto ms predominante en toda la cristiandad, es el del egosmo. Ciertas profesiones merecieron un estudio especial en el Museo. Siguiendo la senda ya abierta por Valle y Caviedes y la que poco despus sera extendida y cultivada por Palma, Rojas y Caas arremete sin misericordia contra corrompidos galenos y clrigos materialistas y frvolos 29 que abusaban de su posicin en la sociedad. A los medicastros o ignorantes mercachifles de la salud los pone en ridculo puntualizando una serie de escenas o peti-piezas en las que por medio de la parodia se subraya sus mil pataratas y su total carencia de caridad, compasin y tica profesional. Los capta recetando remedios que no sirven (baos de afrecho), cobrando a los tristes deudos del difunto sin haber hecho nada o pasando a otro mdico al enfermo grave para que no se desacrediten al morir su paciente. Sin embargo y a pesar de tales condenaciones, el autor se esfuerza por ofrecer una visin balanceada en el cuadro. Reconoce la presencia de muchos mdicos decentes en Lima y, siempre preocupado por la opinin de su audiencia, jura bajo palabra de honor, que [su] propsito no es tocar en lo menor, el personal respetable de [...] facultativos.
29 Watson-Espener 114 137 Su descripcin y enjuiciamiento de ciertos aspectos de la religin catlica es contundente por su franqueza y mordacidad. Condena el materialismo del clero sin misericordia afirmando que el culto y la limosna sagrada, son una mina tan inagotable, como fcil de explotar, a todo aquel minero que se tome el trabajo de armar un altarejo, con un santo chapucero, metfora que repite en otro cuadro, Sotanas en Lima. Ve las mesas de santo en Lima como una especulacin, un mercachifleo de religin, y al Vaticano como una posible casa de comercio. Reconoce que hay clrigos virtuosos y sabios en la ciudad de Lima a quienes acata con nimo sereno pero sobre el reverso de la medalla deja caer una fuerte reprobacin sacerdotes venales, clrigos egostas, frailes inclinados al vicio y a la orga, monjes concupiscentes y pendencieros. Denigra a los curas que inspiran una humillante veneracin hacia sus personas, las cuales, casi divinizadas, ni humanizadas mereceran estar. Huelga decir que con tal tono y perspectiva presagia el vigoroso anticlericalismo que habra de caracterizar las Tradiciones peruanas de su amigo Palma, otro joven slidamente liberal y romntico y testigo ocular de tales vicios. Rojas y Caas censura un amplio espectro de debilidades humanas a lo largo del Museo. Siguiendo la senda ya abierta por Pardo, ironiza en particular a Lima, la ciudad supuestamente ilustrada, culta y progresista, por su espritu provincial y rutinario de miras estrechas que no le permite apreciar lo que es verdaderamente de valor. Regaa a sus paisanos por actuar como una madre para con todos los Monsieurs mientras, como madrastras, reprenden a los pobres escritores limeos a quienes acusan de simplones siendo los acusadores mismos del ms destacado aldeanismo y vulgaridad. En su estudio de los costumbristas peruanos del XIX Maida Watson- Espener nota que de entre Felipe Pardo y Aliaga, Manuel Ascencio Segura y Ramn Rojas y Caas slo el ltimo usa el lenguaje no slo para lograr efectos de caracterizacin y de colorido local, sino que ste deviene asunto principal y foco de inters en sus cuadros, caracterstica que lo acerca an ms a Palma. Una buena muestra es el cuadro consagrado a Los 138 disfuerzos, palabra netamente peruana que, pese a no figurar en los diccionarios (an hoy), ocupaba un lugar corriente en la expresin limea y peruana. El disfuerzo quiere decir una negacin de la naturalidad y entraa, por tanto, un esfuerzo para llamar la atencin 30 . J uan de Arona lo llama peruanismo formidable. En ese artculo el autor suministra varios ejemplos anecdticos del uso del trmino en sus diferentes formas morfolgicas y luego, con socarronera pero a la vez con cierto orgullo de limeo, lanza lo siguiente: Se dicen comnmente las amigas.- Sal afuera nia, no te disfuerces!- Come nia; Ay J ess! qu disforzada!- A qu viene ese disfuerzo?- Por el ms leve motivo, viene al canto la palabra disfuerzos, como San Agustn, su Sermn y como Manjar-blanco en boda.- Si uno se re? es disfuerzo- Si est serio?- es disforzado, porque dizque est haciendo el Don Quijote- Si uno dice una jocosidad es un disforzado- Qu hacer?- Todo en Lima es un disfuerzo [...] [T]odos en general, hacen un consumo extraordinario de la palabra criolla desfuerzo. Hasta parodia a las jvenes de rango inferior que pronuncian dijuerso- Gua con el dijorsao!- Ave Mara con tanto dijuerzo. Otro cuadro semejante se titula Porqueras y adefesios. All, tras confirmar que los peruanos se precian de hablar el castellano con ms perfeccin que en casi cualquier otra parte de Hispanoamrica, confiesa que ciertos vocablos se han arraigado en el pas con acepciones distintas a las que se les sola dar, incluso las palabras del ttulo. Con gran irona y humor recordativos de Palma declara que todo es en Lima porquera, dando luego una serie de ejemplos del uso de ambas palabras: -Qu tal es el Museo de limeadas? -Una porquera cabal!. En otra nota enfoca el Ay! limeo que, como dice l, es ms prolongado mientras ms admirativo Aaaayyy. La contemplacin de la sociedad limea por Rojas y Caas tambin incluye el frecuente escarnio de la gente ingenua y molestosa subrayando sus despropsitos y majaderas. Un blanco especial para sus dardos son los
30 Hildebrandt 150 139 que tienen la simplicidad de reconocerse en los cuadros de costumbres generales, quienes despus acosan al pobre redactor y rematan su ridiculez, dndose por agraviados. Como ya hemos indicado, seala como despreciable vicio la falta de franqueza y honestidad en las relaciones entre personas. Bajo el irnico ttulo de No es menester comprar sombreros en las sombrereras analiza en forma burlona el peligro que corre uno en las tertulias y los bailes de perder su sombrero. Segn esta moda reinante, los primeros en salir de tales funciones sociales se creen autorizados a llevarse el mejor sombrero disponible dejando en reemplazo el suyo viejsimo y mantecoso. Nuestro autor tambin percibe con pena la inoportuna prdida de la inocencia entre los nios junto con el demasiado temprano comienzo de la sofisticacin y la corrupcin. Tambin deplora la supersticin. A lo largo de este recorrido por el Museo hemos aludido a la afinidad estilstica, tonal y (en parte) temtica entre el Museo y las Tradiciones peruanas. Resulta interesante resumir estas semejanzas y mirarlas un poco ms de cerca para as entender mejor el Museo de limeadas como libro costumbrista y en su papel precursorio con relacin a las Tradiciones. Los dos autores y amigos eran romnticos y liberales y observadores penetrantes del ambiente limeo. Ambos apreciaban las buenas tradiciones y costumbres del ambiente limeo, las cuales preservaran por la palabra escrita, mientras hacan resaltar mediante su stira e irona las limeadas dignas de ser minadas y burladas. Cultivaron bien el humorismo. Los dos manifiestan en sus obras un amplio conocimiento y manejo del castellano limeo y su potencialidad as como un inters significativo en el uso y desarrollo del lenguaje mismo. Tocante al estilo Rojas parece anticipar a Palma en el hbil empleo del circunloquio, el lenguaje figurativo, el inserto de vocablos latinos y referencias autobiogrficas, la alusin literaria (don Quijote, Larra, etc.), los juegos de palabra, los refranes y los diminutivos, aunque siempre en escala menor en comparacin con la maestra de su amigo. La postura narrativa tambin los enlaza ya que los dos se esfuerzan por establecer una presencia muy palpable y abierta. 140 Dialogan y chancean con los lectores mientras presentan una fachada de humildad irnica. Ambos escritores manifiestan en su propia escritura una viva conciencia de las posibles recepciones de sus escritos de parte del pblico, sea desconocido o familiar. Sabiendo las quisquillosas susceptibilidades 31 de los lectores, Rojas se mantiene dentro de los dominios del libro de costumbres evitando as nombrar a personas especficas mientras que el tradicionista, tras haber escarmentado con La emplazada, desbautiza prjimos a troche y moche para no dejar abierto un resquicio a crticos de calderilla y de escaleras abajo 32
Estando Rojas tan seguro del rencoroso rechazo que esperaba su libro, satiriz vehementemente a sus futuros lectores que iban a cometer tal injusticia. En una mezcla de broma y lamentacin exclama: Oh! quien pudiera ser estrangero [...] El estrangerismo es, en Lima, el nico preservativo contra la feroz crtica, aludiendo a la (para l) asquerosa costumbre limea de slo aceptar correccin si viene de voz extranjera. Toda esta consanguinidad estilstica parece deberse al hecho de ser ambos escritores del medio limeo, de compartir genios chispeantes semejantes y de haber sentido los dos la influencia de los costumbristas peruanos y espaoles as como de todos los grandes autores castellanos. Tambin tendra algo que ver con el constante chancear e intercambio entre s en el trabajo y en las tertulias. Parece lgico que discutiesen y compartiesen sus creaciones literarias quizs hacindose sugerencias sobre ellas. De todos modos, Rojas y Caas pudo sacar a luz una obra que pareca reflejar, aunque parcialmente, en su estilo, tono y temtica las renombradas historietas de su camarada Ricardo Palma, las que en aquel momento todava quedaban en el tintero. Hasta qu punto influy en ellas no es factible decir, pero no parece aventurado sugerir una posible influencia recproca en esos primeros aos. Lo que s se puede sacar en limpio es que ambos desarrollaron un estilo jocoso e hiriente para sus artculos periodsticos, el cual Palma encamin despus al frtil terreno de la historia colonial y republicana mientras que su amigo, no hallando una temtica que
31 TPC, 566 32 TPC 1063) 141 le permitiese desarrollar ms sus dotes, se content con publicar para la prensa y componer una que otra obra miscelnea. Enrique Pupo Walker lo enfoca as: [E]n el marco equvoco del costumbrismo, el peruano Ricardo Palma (1833-1919) fue quiz el nico escritor hispanoamericano que logr transformar aquella literatura ocasional y pintoresca en relatos de indiscutible vitalidad imaginativa 33 . A comienzos de la segunda mitad del XIX Ramn Rojas y Caas viva en una Lima que para l constitua un vasto almacn, [...] de costumbres sociales que se prestaba perfectamente para la edificacin de un libro de costumbres raras y chocantes. Valindose de su don de expresin desarrollada en el periodismo, se puso a producir tal libro. Tal vez bajo la influencia de Palma y otros amigos bohemios y sin duda bajo la de los costumbristas anteriores y coetneos, escribi una serie de cuadros de costumbres que acertaron a captar y comentar en forma burlona y a veces hiriente una multiplicidad de usos propios de sus conciudadanos as como, en varios casos, de la generalidad de los seres humanos. Tal tomo, tras siglo y medio de relativa oscuridad, vuelve a la luz crtica que su autor tanto anhelaba y tema.
3.4 Lima criolla y su influencia en el hacer poltico de Palma
Palma, es el ms representativo de los literatos peruanos del primer centenario republicano del Per. El momento en que nace Palma la circunstancia poltica y social de la poca- es clave de su destino, de su obra y de su conducta pblica. Hered, no cabe duda, las virtudes heroicas de su tiempo.
Ral Porras Barrenechea dice al respecto: Palma abri los ojos en el corazn de Lima virreinal. Por la espalda, los muros de su casa tocaban con los de las crceles de la Inquisicin limea, cuya historia sera el primero en escribir. A media calle de su hogar, en lo que es hoy plaza Bolvar,
33 citado en Watson-Espener 143 142 funcionaba el mercado o plaza de abastos y el desplante dicharachero de las mulatas vendedoras de pescado y su propia desenvoltura. Pocos pasos ms all, en el sitio que ocupa actualmente el Congreso, estaba el edificio de la Universidad Mayor de san Marcos, con sus muros altos y severos, su claustro imponente, en el que se alineaban los retratos de frailes catedrticos e inquisidores, y en cuyo general funcionaba, desde 1822, el Congreso. En un ngulo de la manzana eque viva Palma estaba la casa en cuya entrada la tradicin popular asegura que haba fallecido el Virrey Conde de Nieva al descender de un balcn, el otro ngulo daba frente al monasterio de la Concepcin, fundado por una cuada del conquistador Pizarro. Calle debajo de la Concepcin estaba el colegio del Prncipe, fundado por el Virrey Esquilache y dedicado ya a la Biblioteca Nacional. Son casi todos los lugares entre los que habra de transcurrir la vida del tradicionista.
Este escenario infantil y juvenil no fue olvidado nunca por el adulto. La fantasa incipiente y pueril de algunas tradiciones lo atestiguan. El recuerdo de un infancia estrecha en lo econmico; pero rico de imaginacin y de misterio, alienta en los relatos Sabio como Chevarra, Una visita al general Santa Cruz, Nadie se muere hasta que Dios quiere, Con das y ollas venceremos, Santiago el Volador,, Pancho Sales el Verdugo, Mara Abascal, J uana la Marimacho y All viene el cuco. Un aire ingenuo encanto matinal envuelve la pginas de las referidas tradiciones. Y una atmsfera de estremecido pavor recorre, como lo seala Ral Porras Barrenechea, los llamados cuentos de viejas, tradiciones folklricas de aparecidos, duendes, penas y diablos, en que se trasuntan las emociones ms vivaces de su niez y el ambiente de intimidacin que rodea hasta ahora al nio peruano
El tradicionista naci el 7 de febrero de 1833 y parti para siempre, despus de una vida plena de nobles realizaciones, insigne de armona espiritual, la noche del 6 de octubre de 1919. Anglica su hija mayor y predilecta, cuenta los ltimos momentos de su ilustre padre. 143 -Cmo son? me pregunt- esos versos que empiezan: Como t, como ella -Maana los buscar; ahora durmete le rogu. Cerr los ojos tranquilo; al poco rato le o suspirar profundamente, de una manera extraa, corrimos todos a rodear su lecho; su vida terrena haba terminado, el 6 de octubre de 1919. Cuando sali del hogar el atad, entre el gento consternado y respetuoso, un hombre del pueblo, un hijo de la vieja Lima, clam con voz fuerte y dolida: Se fue don Ricardo Palma.
Este es el cuadro breve, ntimo y emocionante- del sereno ocaso de Ricardo Palma, debido al cario transito y filial de la mayor de su estirpe.
3.4.1 El exilio de Palma en Chile Palma ha sido precoz tanto en el arte de la literatura, el periodismo y la poltica. A los quince aos, era ya director de un peridico poltico y satrico llamado El Diablo, mientras otro diario de Lima, El Comercio, publicaba sus primeros poemas. Entre los 18 y los 25 aos haba viajado ya por casi toda la costa pacfica de la Amrica del Sur, oficiando como contador de barcos de guerra, ocupacin que le haba deparado adems una gran libertad de tiempo para dedicarse a la lectura de los clsicos y a la poesa. Sus actividades polticas como conspirador liberal, le haban valido posteriormente una experiencia de exilio de tres aos en Chile, periodo que segn el acadmico peruano Estuardo Nez fue singularmente productivo para su evolucin espiritual y literaria: El pensamiento se hizo ms riguroso y su prosa se volvi ms segura y menos retrica. Su espritu adquiri solidez de criterio y amplitud de 144 visin, lo cual sera un valioso aporte para aprovechar mejor el viaje europeo que le esperaba 34
Al igual que lo hiciera Larra en Francia, Palma tambin haba hallado en Chile, donde se vincul con intelectuales y artistas de su generacin, un decisivo estmulo creador, que se plasm con la publicacin de sus Anales de la Inquisicin de Lima en 1863, trabajo histrico de sello netamente anticlericalista y sobretodo con la aparicin en la prensa nacional y extranjera de aquellos relatos que retrataban con gracia e irona las costumbres de la Lima colonial, bajo el ttulo de "Tradiciones". Conservando la misma vena satrica y picaresca que lata ya en sus composiciones poticas anteriores, pero entregndose a un nuevo estilo narrativo que tena, con todo, diversos antecedentes en Europa y en Amrica, las Tradiciones acabaran constituyendo un verdadero gnero literario creado por el propio Ricardo Palma y situado a medio camino entre la historia y la ancdota, entre la leyenda y el artculo de costumbres. Su amplia difusin continental a partir de 1872 le valdra rpidamente un renombre internacional, siendo alabadas, segn palabras de Rubn Daro, hasta en El Fgaro de Pars. Desparramadas en ms de una decena de volmenes, publicados a lo largo de su vida, estas mismas Tradiciones, que convertiran a Palma en uno de los fundadores de la literatura nacional peruana, tambin originaran, no obstante, una de las primeras grandes polmicas literarias del pas. Iniciada con la divergencia personal existente entre Ricardo Palma y Manuel Gonzlez Prada, quien encabezaba una joven generacin de escritores nacionales que fustigaban el colonialismo y promovan la ruptura de todo vnculo con Espaa, fue propalndose la polmica entre "palmistas" y "pradistas", confinando estos ltimos, la figura y la obra de Palma, entre la literatura colonialista, evocadora nostlgica del virreinato.
34 Estuardo Nez, Ricardo Palma y los viajes, Biblioteca nacional, Revista Mapocho, Tomo V, N4, Lima, 1966. 145 Slo con el paso del tiempo volveran los crticos literarios, en el siglo XX, a superar las dicotomas simplificadoras para recuperar el valor histrico y artstico de las Tradiciones. Segn Haya de la Torre, Palma era tradicionista pero no tradicionalista. J os Carlos Maritegui explicara por su parte en 1928 que si bien el escritor limeo retrataba la colonia, lo haca con un realismo burln y una fantasa irreverente y satrica. Mientras Gonzlez Prada marcaba en la historia literaria del Per, segn l, la transicin del espaolsmo puro a un europeismo incipiente, Ricardo Palma en cambio traduca el criollismo, el mestizaje, la mesocracia de una Lima republicana. 35
Le haba tocado vivir, en realidad, al escritor peruano, el periodo histrico de una independencia todava embrionaria e insegura, marcado por el intento de Espaa de recuperar su antigua colonia en los aos 1865-66 o por la guerra del Pacfico entre 1879 y 1881, durante la cual las tropas chilenas, al ocupar Lima, haban quemado incluso su casa y su biblioteca, aniquilando el manuscrito de una novela y numerosos apuntes de memorias. La inestabilidad poltica por un lado, las guerras desastrosas luego y finalmente las tribulaciones de una economa maltrecha, todas estas circunstancias haban contribuido a alimentar el desengao del hombre y a afinar la stira y la agudez del literato.
3.4.2 La influencia espaola y europea El viaje que Palma realiz en 1892 como representante del Gobierno peruano, no fue su primer cargo oficial ni tampoco era se su primer viaje a Europa. En 1864, aprovechando un cargo diplomtico de cnsul en Brasil, ya haba navegado rumbo al viejo mundo, visitando Londres, Italia, Bruselas, y Pars donde haba frecuentado durante algunos meses a Lecomte de Lisle, Sully Prudhomme, Catulle Mends, Gautier, Baudelaire, Banville y hasta a los viejos maestros Hugo, Dumas o Lamartine.
35 J os Carlos Mariategui, 7 Ensayos de Interpretacin de la Realidad Peruana, Ediciones Era, 1998, pp. 218-238 146 El primer viaje a Europa haba desembocado a la postre en una mezcla de fascinacin y desencanto, quizs de desmitificacin. Habiendo recibido el escritor durante su estancia influencias tambin de otras literaturas europeas, se le haba depurado su percepcin del mundo, alimentndose de un cosmopolitismo menos sentimentalista y ms prctico, que le haba llevado, finalmente, a renunciar a la poesa. El estilo de Ricardo Palma, observaba Miguel Can, es su propiedad exclusiva e inimitable; pero aquel que, engaado por su pureza castiza, le supusiera una filiacin nicamente espaola, sufrira un grave error. No se alcanza esta perfeccin sin conocer a fondo los humoristas ingleses, especialmente Swift y Henry Bayle; sin haber vivido en ntimo comercio con Molire, y entre los alemanes con Heine y J ean Paul. Indudablemente que sobre todos ellos est Cervantes; pero es precisamente el carcter de nuestra literatura americana la base eclctica en que se apoya. 36
3.5 Palma, escritor de conciencia social
Su mrito mayor si cabe hablar de mritos en un escritor de conciencia social- estriba, en haber iniciado, paralelamente al nacimiento y desarrollo de la nacionalidad, el gnero literario que se identifica con su fama. La tradicin es, en efecto, una sntesis, un precipitado de las diversas pocas que ha vivido el Per. Mis tradiciones, ms que mas -escribe Palma-, son de ese cronista que se llama el pueblo.
El artista no crey nunca que la literatura del Per debera ser necesariamente una literatura hbrida, divorciada de la tradicin clsica espaola por negacin de su inmediato suceso poltico emancipador. Palma
36 Miguel Can: Juicios Litearios, en Tradiciones de Ricardo Palma, Primera Serie, Edicin digital basada en la edicin de Barcelona, Montaner y Simn, 1893. Tomo I, pp. 1-116, http://cervantesvirtual.com
147 reivindica siempre la continuidad sin menoscabo de la cultura hispnica. Porque la ruptura con Espaa con su superestructura estatal-monrquico- eclesistica- supone, en el fondo, continuar su verdadera raz popular y proclamar, por ende, la libertad jubilosa del follaje natural. En este sentido, no cabe duda alguna que Amrica contina la grandeza de Espaa desde un punto de vista pico-renacentista. El conquistador es, en realidad, un quijote de ultramar, mientras el personaje de la genial creacin condensa la visin de su mundo en el excluyente y aparente- escenario manchego. Medra en sus lmites y agoniza en su excentricidad. Claro est que por sus consecuencias dialcticas discurso, locura, porvenir- rebasa asociaciones biolgicas y mentales en el universo mundo, all donde el ideal est siempre erguido y el pensamiento del hombre no se aviene pluma en ristre, en este caso- a hincar las rodillas de la servidumbre.
Sin esa falsa y taimada modestia de los espritus hipcritas, reconoce Palma ser el iniciador del gnero literario llamado tradicin. As lo dice en una carta de 5 de julio de 1875 (42 aos de edad) que le envi a J uan Mara Gutirrez. Trata en ella el tradicionista de la fiebre de tradicionar, lo cual le halaga sobremanera. Se refiere a los escritores Enrique del Solar Marn, Miguel Luis Amuntegui y a Francisco Escard como a eplogos suyos. La prioridad de dicho gnero literario le ha sido reconocida por la crtica, salvo la reserva de J os Toribio Medina, quien sostiene que el ingls Richard Longueville Vowel , que tom parte en la guerra de la independencia en calidad de lugarteniente de un regimiento de lanceros venezolanos y ms tarde incorporado a la flota chilena, public, al retornar a su patria, tres volmenes de Narraciones de Venezuela, que constituyen verdaderas tradiciones, las cuales se pueden considerar como el primer ensayo de su gnero en Amrica. Mas, es notorio que, dicha obra, se public solamente en espaol el ao 1925, es decir, seis aos despus de la muerte del autor de las Tradiciones Peruanas segn el atinado escolio de Clemente Palma en el Prface a la edicin francesa de las mismas.
El eco de Palma est visible en casi todos los pases de la Amricas. Habr que agregar a los nombres de los chilenos del Solar Marn y Amuntegui y 148 del Uruguayo Escard algunos ms. Ellos son los mexicanos Vicente Riva Palacio, Lus Gonzlez Obregn, J uan de Dios Peza y Artemio del valle Arizpe; los guatemaltecos Manuel Dieguez, Agustn Mencos y Antonio Batres J uregui; los colombianos Capella Toledo, Camilo Delgado, Manuel J . Forero y Enrque Otero Costa; el cubano Alvaro de la Iglesia, y el Portorriqueo Cayetano Coll; los argentinos J usto Pastor Obligado, Bernardo Fras y N. Echage; el uruguayo Isidoro de Mara, los chilenos Benjamn Vicua Mackenna, Vicente Perez Rosales, J usto Abel Roales, Daniel Riquelme, Aurelio Daz Meza, y el boliviano J ulio L. J aimes. En el Per, como es natural, la estela palmista es considerable. Se pueden citar los nombres de J os Antonio de Lavalle (que tambin escribi bajo el seudnimo de Perpetuo Antaon), Clorinda Matto de Turner, J os Glvez y J enaro Herrera. Pero es justo tambin decir que las nuevas corrientes literarias del Per, ms concordes con las transformaciones ideolgicas, se han divorciado por igual de la tradicin, del costumbrismo y del realismo, sin que esto suponga en forma alguna la ruptura con el clasismo humanista, que es de siempre y como nunca de nuestro tiempo.
3.6 Los pseudnimos de Palma: XYZ La investigadora Cecilia Moreano 37 , en su bsqueda de las tradiciones de Ricardo Palma en revistas decimonnicas, analiza en la Revista Peruana del ao 1879, el artculo Ttulos de Castilla en el Per, firmado con el seudnimo XYZ. Al leer el texto nos vimos de manos a boca con dos hallazgos importantes: el primero, que era una versin preliminar de la tradicin Ttulos de Castilla en el Per, cuya primera versin se haba considerado, hasta ahora, la aparecida casi diez aos despus, en 1888, en el Ateneo de Lima. El segundo era ms curioso: estbamos ante un sexto, o sptimo, seudnimo de los usados por el tradicionista. Los listados de seudnimos peruanos no identifican el nombre XYZ con Ricardo Palma. As, por ejemplo, Alberto Tauro en su artculo Hacia un
37 Cecilia Moreano de Vargas es Profesora de la Pontificia Universidad Catlica del Per 149 catlogo de seudnimos peruanos menciona, adems de las iniciales R.P., el seudnimo Job, que Palma usa en la revista limea La Zamacueca Poltica hacia 1859. Segn ha documentado Alfonso Harth Bedoya, el nombre elegido por Palma durante su participacin en la Logia Masnica fue Pablo Job. Guillermo Feli Cruz encontr que Palma emplea ese mismo nombre en 1861, aunque atribuyndolo a Dos republicanos: Pablo J ob durante su exilio chileno para firmar el artculo La reconquista, en el que rechaza duramente el intento espaol de recuperar las antiguas colonias; sin embargo Feli identifica a estos dos republicanos como Ricardo Palma y el otro presumimos lo fuera don Benigno Madueo. Es conocido tambin el seudnimo Un Campanero, con el que Palma firma el folleto Congreso constituyente. Semblanzas, en el que satiriza a los miembros de la Asamblea Constituyente de 1867. Gracias al padre Rubn Vargas Ugarte, sabemos que durante la guerra del Pacfico, Palma us el nombre Sirius en la patritica correspondencia que enviaba a Nicols de Pirola con informacin sobre la situacin de Lima durante la ocupacin chilena. Por los mismos aos, 1881-1883, usa el seudnimo Hiram en las crnicas de la guerra con Chile que enva al peridico panameo El Canal. En la introduccin de la edicin de dichas crnicas, el historiador norteamericano C. Norman Guice propone que el nombre Pucar, que firma una de las colaboraciones de El Canal, tambin esconde la identidad de Palma.
Razones para la utilizacin del seudnimo Si consideramos que en 1879 Palma es un reconocido escritor hasta ese ao haba publicado cuatro series de tradiciones, tres libros de poesas, una antologa de poesa americana, piezas dramticas, algunos estudios histricos, adems de numerosas colaboraciones en la prensa, llama la atencin que esconda la autora de Ttulos de Castilla en el Per. 150 Segn se desprende de la relacin de seudnimos presentada lneas arriba, Palma oculta su identidad para no revelar la autora de textos comprometedores o polmicos (situacin especial es Un Campanero, pues para los lectores de la poca no era ningn secreto la identidad del autor). Pero, es Ttulos de Castilla un texto polmico? Quiz la razn para recurrir a un seudnimo estriba en que Palma quiere evitar que el texto sea juzgado con severidad por quienes reclaman verdad histrica a sus escritos. Muestra de ello es el prlogo a la edicin de Tradiciones de 1883, donde dice: Retzame en el pecho la gana de decir un par de frescas a ciertos criticastros, necios de cuatro en pa que han tenido el candor de exigirme que compruebe con documentos hasta los pormenores ms sencillos. Esa gentuza sabra [...] que la tradicin no puede ni debe tener el carcter severo de la historia. Aquella se adorna con las galas de la fantasa; y sta, que es verdad seca y razonamiento fro, rechaza todo embeleco. La tradicin, es hija del pueblo, y este es padre que no se cuida, poco ni mucho, de menudencias .
Incluso las duras crticas que recibi por su estudio histrico Monteagudo y Snchez Carrin (1877), llevaron a Palma a desistir de hacer historia contempornea, as en carta a Benjamn Vicua Mackena del 2 de diciembre de 1878, escribe: No me quejo de que me califique Ud. de forjador de increbles patraas y de poco versado en la chismografa de la historia. Mi divisa es ser tolerante. Precisamente mi folleto Monteagudo y Snchez Carrin me ha trado tal aluvin de dicterios de parte de los bolivaristas de la antigua Colombia, que, a ser yo quisquilloso, habran sublevado mi bilis [...] De los escritores peruanos, exceptuando a Odriozola, ninguno ha querido comprometerse en la lucha, bien que muchos me facilitaban datos y documentos [...] Pero quedo escarmentado para no volver a escribir sobre historia contempornea.
151 Ante su desautorizacin como historiador, la retrica palmiana adoptar entonces la estrategia del discurso histrico: recurre a una prolija presentacin de datos positivos, menciona sus fuentes de informacin (principalmente el Diccionario histrico-biogrfico de Manuel de Mendiburu, la Estadstica de Lima de J os Mara Crdova y Urrutia y el Nobiliario de J os de Rezbal y Ugarte) y ofrece una detallada relacin de los ttulos nobiliarios que existan en el pas. Incluso esta primera aparicin -que difiere en poco de la versin definitiva- no lleva ninguna advertencia que lo adscriba al gnero de tradicin.
Refuerza la idea anterior el hecho de que Palma, contra su costumbre de reunir en un volumen lo publicado en revistas, no incluyera Ttulos de Castilla en la edicin de las series de tradiciones de 1883, donde s se insertan 43 de las 45 tradiciones que se publican en la Revista Peruana a lo largo de 1879 (no se recogen Vtores ni Ttulos de Castilla; la primera reaparecer en Tradiciones y artculos histricos en 1899 y la segunda en Ropa Vieja de 1889).
Un lector de Ttulos de Castilla
Meses despus de esta aparicin de 1879, el historiador Enrique Torres Saldamando publica, en un nmero de la misma Revista Peruana, el artculo Nuevos datos sobre ttulos de Castilla en el Per. Torres Saldamando, ms que nuevos datos, se propone reparar los equvocos en los que ha incurrido el erudito autor, as en el primer prrafo se lee:
La relacin histrica de los ttulos de Castilla en el Per, publicada en la pg. 205 del primer tomo de esta Revista, si bien manifiesta el detenido estudio y prolijas investigaciones de su autor, que ha tratado esta cuestin tan extensamente como no se haba hecho hasta hoy, no por eso se encuentra libre de omisiones y equvocos, que creemos deber hacer notar, por cuanto son referentes a ttulos que disfrutaron peruanos distinguidos.
152 Las incorrecciones que encuentra Torres Saldamando en la larga lista de 102 ttulos nobiliarios preparada por Palma son slo tres: el de Conde de la Granja, el de Marqus de Guisla-Giselin y el de Conde de Tesen. Torres Saldamando justifica los yerros del desconocido XYZ por la escasa bibliografa que sobre el tema haba en la poca:
Reconocemos el mrito indisputable de esa relacin, tanto ms difcil de hacer si se tiene en cuenta que la obra ms completa que pudo servir de consulta, y que es el Diccionario Biogrfico del ilustrado General de Mendiburu, no est an concluida; que Crdova y Urrutia solo relaciona los ttulos concedidos a peruanos y no los que estos heredaron de los espaoles; y Rezabal y Ugarte comprende nicamente a aquellos que, cuando escribi su obra Lanzas y Medias-Anatas [M. 1722] satisfacan aquel derecho, siendo as que algunos lo haban redimido y otros muchos se obtuvieron despus, ya por concesin directa o por sucesin.
Pese a que las puntillosas observaciones de Torres Saldamando no desestiman la investigacin histrica de Palma y ms bien se proponen servir como apuntes de estudio al erudito autor de "Ttulos de Castilla" (516), Palma casi no alterar la informacin que aparece en la versin de 1879. As, en las publicaciones posteriores, har correcciones referidas al estilo de la prosa de la tradicin y precisar algunos datos; pero insistir en que el ttulo de Conde de la Granja es espaol -mientras que para Torres Saldamando, solo el primer Conde de la Granja no fue peruano, pero s su esposa y dems herederos del ttulo, y que por tanto el condado es del Per y no de Espaa (515)-; sobre el Marqus de Gisla, que Palma no inclua en su listado, se limita a sostener que es tambin ttulo espaol; y guarda silencio sobre el Conde de Tesen.
Una ltima advertencia: en el comentario que aparece al final de la versin de Ttulos de Castilla del volumen Tradiciones y artculos histricos (1899), Palma menciona que no incluye los ttulos creados en la Capitana General de Chile porque no se consideraron en los registros de la Audiencia de 153 Lima ni en el Nobiliario del Per, y que el temor de incurrir en inexactitudes, por la deficiencia de nuestros datos, nos obliga a no designarlos. Acaso esta alusin a las investigaciones que por esa poca realizaba Torres Saldamando para su libro Los ttulos de Castilla en las familias de Chile sea el sutil desquite del tradicionista.
Colofn: XYZ de Clemente Palma
Finalmente, debemos recordar que en la literatura peruana, las letras XYZ estn vinculadas con el apellido Palma, pues son el ttulo de una novela de Clemente, primognito del tradicionista.
Si este hecho se analiza desde la teora de la paratextualidad, que considera que los ttulos, subttulos y otros datos de la cubierta son la propuesta de lectura que plantea el autor del texto, deberamos revisar la obra de Clemente desde una nueva perspectiva: el nombre del padre da el ttulo a la novela; el personaje principal, Rolland Po, llamado XYZ por sus amigos, posee iniciales que coinciden con las de Ricardo Palma, adems el apelativo del protagonista se debe a su gran capacidad con los nmeros para hacer bailar zarabandas a las xxx, yyy y zzz bajo los largos aleros de los radicales, situacin que llevada al campo de las letras describira el genio verbal de don Ricardo.
154
CAPITULO 4: PRODUCCIN LITERARIA Y PERIODSTICA DE RICARDO PALMA
4. La obra de Palma
Este captulo sita la produccin literaria y periodstica de Ricardo Palma en su faceta de escritor, periodista, crtico literario y lingista. Hago un repaso amplio de la figura del Palma, en su faceta de autor de la obra cumbre, Las Tradiciones Peruanas. Obra que analizo en detalle para incidir en su aporte como gnero literario y (quizs) periodstico. En la parte periodstica, se resalta la cantidad de artculos producidos desde su juventud hasta alcanzar la madurez intelectual.
Su produccin literaria convencional (poesa principalmente) queda, desde sus primeras colaboraciones en la prensa, desplazada por relatos cortos que narran en forma satrica y plagada de giros castizos las costumbres de la Lima virreinal. Empiezan a ser publicados en prensa bajo el nombre de Tradiciones. Este estilo de cuadro de costumbres lo inscribe, por la poca de su eclosin y por su temtica (no as por su forma, completamente original) dentro de lo que podra considerarse (no sin crticos al respecto) el Romanticismo peruano. De este modo tenemos en las Tradiciones un referente romntico similar a los cuadros de costumbres de Larra o a las Leyendas de Bcquer.
Son las Tradiciones la obra ms significativa y definida de Ricardo Palma. Empiezan a editarse como tales bajo el nombre de Tradiciones Peruanas que aparecern en nueve series y dos adicionales a lo largo de la vida del autor. Es esta obra la que define a Palma como creador de un gnero literario netamente peruano: el Tradicionismo y lo que lo convierte a l en el tradicionista por antonomasia. De una inicial temtica virreinal y de la Conquista, las Tradiciones van extendiendo su narracin de hechos anecddicos a las primeras dcadas de la Repblica, dedicndose una gran 155 cantidad de relatos a historias sobre los Libertadores y la Guerra de la Independencia. De forma marginal existen algunos relatos de tradiciones precolombinas, como Palla-Huarcuna o La achirana del inca.
Aparte de las Tradiciones, publica Anales de la Inquisicin de Lima, que marcan una etapa efervescente, o Monteagudo y Snchez Carrin (ambos de carcter histrico), tambin Verbos y Gerundios (poesa), asimismo, Papeletas Lexicogrficas (frutos de su trabajo lingstico), Cachivaches (artculos literarios), Recuerdos de Espaa, El Demonio de los Andes (sobre el lugarteniente de Gonzalo Pizarro, Francisco de Carvajal), La bohemia de mi tiempo...
Merece destacarse la publicacin pstuma de Tradiciones en Salsa Verde, en la misma lnea que Tradiciones Peruanas pero conformada por relatos de ndole picante que nunca fueron entregados a la imprenta por miedo a escandalizar a una Lima moralista.
Finalmente, se destaca la etapa del Palma lingista por antonomasia, creando y produciendo una cantidad de neologismos y palabras nuevas, que parte de las mismas fueron planteadas para su reconocimiento por la Real Academia Espaola, en 1892 (pero que fueran rechazadas inicialmente) y que dieron lugar a su obra, Neologismos y Americanismos.
4.1 Palma escritor
Es considerado el primer escritor independiente. La gesta de la patria, el grito de julio, modelan su estructura desde la cuna hasta el sepulcro. Su pluma batall tanto como las espadas de los libertadores. El clima del Per libre fue entero suyo. Toda empresa de justicia lo hall siempre entre los primeros, dispuesto a la generosidad y a la aventura. Por esto, Palma, en las letras castellanas, corri la misma suerte que los padres de la patria peruana: conoci como ellos el destierro, la amargura, la miseria y el regateo de ms de un dspota. Estas peculiaridades determinan su 156 fisonoma y su firme y potente vocacin irrenunciable de crtico de las instituciones y de la vida social de los peruanos en todas las pocas. Su carcter no est entero y pleno, como comnmente se cree, en su condicin de estudiante del Convictorio Carolino puesta en duda por J orge Guillermo Legua-, de senador, de diputado, de periodista o de militante poltico. Por el contrario, ella se encuentra en algo ms sutil y dialctico: en la unidad, en el conjunto, en el desgarro conciente, no romntico, en la agona y al mismo tiempo, en ese poner y recomponer barroco, que ms tarde en el apogeo de su dominio y de su personalidad- supera adhirindose al realismo de la picarescca, que redime por entero el significado de la literatura costumbrista. Porque sta, como espejo, como daguerrotipo, como mera reproduccin del ambiente, es, ms que ingenua, provinciana, local: carente de porvenir. El costumbrismo folklrico es lo que ms se parece a las seales territoriales: hitos de la delimitacin mental y lingstica. El ms notable escritor, poeta y ensayista del Per nuevo, Martn Adn, ha dicho de Palma: He de confesar, con indigna palabra, que creo que la mejor literatura peruana futura ser como hasta hoy escrita, y no con peruanismo a la letra; que ser peruansima alguna voz de modo inadvertido. No creo que lo peruano venga del berl oscurecido con aclamaciones ni de la peruanidad esclarecida con provincialismos.
La manera de Palma es la adhesin de la realidad a la fantasa y de sta a aqulla. Su ingenio, siempre fresco, est en la naturalidad con que se adhiere a un asunto o a un personaje con los veneros de su propia sangre, de su propio espritu y de su propia mesura. Porque est siempre en el equilibrio la razn de su acierto, que es al mismo tiempo la conciencia de sus lmites. Pocos escritores han construido con materiales tan dismiles un cuerpo de doctrina tan variado y al mismo tiempo tan armnico en el friso y el alto relieve. Lo primero sera la arquitectura fundamental el pas- y lo segundo el aliento y el movimiento del hombre con sus problemas, su avatar y, tambin, su gracia. Esto ltimo es, a mi entender, lo que supera lo contingente, lo anecdtico, y lo eleva a la categora imaginativa y creadora, quedando la hez del suceso histrico fuera del gran prtico de la belleza. Dira que este fenmeno se realiza en Palma de una manera consciente, 157 sin apremio de alegora ni remate de cpula. Su estilo si bien es cierto que no es concomitante con el delirio ni las transformaciones del subconsciente, es siempre horizontal, de la dimensin objetiva y objetivista. No asciende, sino yace; no vuela, sino permanece. Su literatura como en todo principio de emancipacin nacional- es una literatura de andarn de dura jornada de experiencia descalza y de guijarro, porque si la sed sacia el agua, el cansancio amengua en lo ilimitado del panorama y del ideal. Palma, pues, es un escritor de pie, no de caballera, no como en las pocas modernas de velocidad, de automvil o de avin. Su capacidad de visin de lo grande, pero mayor an de lo pequeo, est explicada por su conducta inalterable de vido pasajero curioso de las cosas. Su lupa, al contrario del cromo del coleccionista o del anticuario, es su propio ojo. Esto se advierte enseguida en su fisonoma, hecha de cristal vidente. En la iconografa de la literatura peruana, la de Palma es la figura ms viva, ms experimentada de ajetreo y de pupila: la que ms ha visto la desazn de pobres y ricos, la que ms se ha engolfado en el arroyo y en la cosa pblica, la que puede dar fe de esto o de aquello, de lo real como de lo inverosmil. Ojos en estricta correspondencia con el ingenio, como es de rigor en su retrato fiel de crtico de costumbres y aun de sus propias flaquezas.
Palma, en este sentido, se compenetra de su criatura hasta volverse el anticuerpo. Por ello su obra es sana y jocunda, audaz, de giro bailarn, de palmoteo y de guaragua, con ternura de ocarina y de fruta casera, de aparador domstico, de vaho mesocrtico. Esto no quiere decir que en su bodegn, la fuente y la manzana solitaria alcancen al contorno de una naturaleza muerta; la forma y la media luz de la exacta geometra. En l el asunto no el problema- est explicado en su raz y en su desarrollo; nos ofrece volumen, pero, al mismo tiempo, morosa maestra artesana en sorpresa de color y de juego, de quietud y de prosa. El sentido potico le es a veces, casi siempre, hurao o esquivo. No le fue propicio por razones de poca en agraz, de montonera, de chisme, de regodearse vecino o de viveza criolla. Por la misma causa ya se ha sugerido en su oportunidad-, el rezagado romntico peruano y continental vivi cohibido por la mofa y el pitorreo de indiscutible raigambre pretoriana. En este clima de levita 158 prestada y de galn insurrecto y mercenario todo el proceso republicano que vivi Palma-, no podan prosperar el lirismo ni la exaltacin del eco de Hernn. Palma se dio cuenta de ello en el escarmiento de los precursores y se tuvo a experiencia y malicia.
4.2 Las Tradiciones Peruanas
En 1872, se public por primera vez la primera serie de Tradiciones Peruanas 38 , obra fundamental de la literatura peruana e hispanoamericana, por su xito debido a su originalidad y por tratarse de relatos en prosa publicados entre 1872 y 1918. Valiosa no slo por el conocimiento que del Per de la poca colonial aporta, sino porque tiene presente la fuerza indgena, que proporciona por su pujanza y autntico patetismo los mejores temas en los que la fantasa de Palma se mezcla potica y satricamente con la Historia, dotando a la obra de cierto quijotismo que es quiz una de las mayores caractersticas. El gusto por el escndalo, la defensa del indgena y el respeto a la aristocracia estn mezclados en la obra del escritor peruano con el anhelo de la independencia del pas. El mundo colonial ha sido visto por l como un todo nico y tratado con exaltacin e irona evocadoras.
En recientes ediciones se suelen agrupar las tradiciones con rigurosidad cronolgica. El primer grupo corresponde a las tradiciones del Per Incaico y de la Conquista ( -1533) y est lleno de recuerdos y evocaciones de la Amrica precolombina. La conquista ha sido vista por Palma de una manera objetiva, y en algunos de sus episodios, como Hernando de Soto y Pedro de Candia, se trasluce una sincera admiracin por los conquistadores. Evocadoras y llenas de una ingenua ternura son las pginas que relatan episodios como el titulado Palla Huarcuna.
38 Ricardo Palma, Tradiciones peruanas completas, Madrid, Ed. Aguilar, 1964, p. 1474; y Epistolario, tomo I, Lima, Ed. Cultura Antrtica, 1957 159 Para J os Carlos Maritegui 39 , el colonialismo evocacin nostlgica del virreinato, que hasta ahora subsiste- pretende anexarse la figura de don Ricardo Palma. Esta literatura servil y floja, de sentimentaloides y retricos, se supone consustanciada con las tradiciones. La generacin futurista, que ms de una vez he calificado como la ms pasadista de nuestras generaciones, ha gastado la mejor parte de su elocuencia en esta empresa de acaparamiento de la gloria de Palma. Es este el nico terreno en el que ha maniobrado con eficacia. Palma aparece oficialmente como el mximo representante del colonialismo.
Pero si se medita seriamente sobre la obra de Palma confrontndola con el proceso poltico y social del Per y con la inspiracin del gnero colonialista, se descubre lo artificioso y lo convencional de esta anexin 40 . Situar la obra de Palma dentro de la literatura colonialista es no slo empequeecerla sino tambin deformarla. Las Tradiciones no pueden ser identificadas con una literatura de reverente y apologtica exaltacin de la colonia y sus fastos, absolutamente peculiar y caracterstica en su tonalidad y en su espritu, de la acadmica clientela de la casta feudal.
Don Felipe Pardo y Aliaga y don J os Antonio de Lavalle, conservadores convictos y confesos, evocaban la Colonia con nostalgia y con uncin. Ricardo Palma, en tanto, la reconstrua con un realismo burln y una fantasa irreverente y satrica. La versin de Palma es cruda y viva. La de los prosistas y poetas de la serenata bajo los balcones del virreinato, tan grata a los odos de la gente ancien rgime, es devota y ditirmbica. No hay ningn parecido sustancial, ningn parentesco psicolgico entre una y otra versin.
Carlos Miro Quesada Laos, notable periodista y escritor de fuste dice: existe error en considerar a Palma rendido vasallo colonial e hiperblico hispanista. El engao es sustancial. Palma no tuvo nada de godo: fue un
39 Autor de Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana 40 Cfr. J uan Vicente Camacho, Tradiciones y relatos, (Estudio biogrfico, crtica y recopilacin por Estuardo Nez), Caracas, Biblioteca popular venezolana, Ministerio de Educacin, 1962 160 peruano nacionalista. Esta parte de su personalidad merece destacarse. Cuando retrotrae los das coloniales en las facetas de sus hermosos cuentos, Lima esta siempre en primera fila. Los espaoles que se mueven en su evocacin representan las divertidas o necesarias figuras de sus burlescos retratos; pero su amor se queda entre el Puente de Piedra y el convento de la Encarnacin, entre Monserrate y Maravillas, Antes que sentir a Espaa sinti muy hondo a su ciudad natal.
Guillermo Lohmann Villena, notable historiador y escritor chileno opina: Ricardo Palma, nutrido en lo ms clsico de la literatura espaola, principi la redaccin de estos cuentos o ancdotas hacia 1860. De novelas homeopticas las califica su autor, y aunque sagaces crticos han querido descubrir el entroncamiento del gnero cultivado por Palma, ora en Scott, ora en el Duque de Rivas o aun en Boccaccio, lo cierto es que la destreza de Palma forj algo completamente distinto de esos supuestos o efectivos modelos. En esos cuentecillos, en los que la severa Clo adopta un aire de leve despreocupacin, se descubre desde luego el fondo del efectivo suceso histrico; pero sobre ste Palma teje el velo sutil de su invencin con gracejo, con irona, con chispeante escepticismo, con una irreverente amargura, precursora de Anatole France, y con el desenfado y locuacidad de la mejor escuela de la novela picaresca espaola. De todos modos, el origen de este gnero data del movimiento romntico de exaltacin del pasado como aspiracin vaga e indefinible.
La suerte bien distinta de una y otra se explican fundamentalmente por la diferencia de calidad; pero se explica tambin por la diferencia de espritu. La calidad es siempre espritu. La obra pesada y acadmica de Lavalle y otros colonialistas han muerto porque no puede ser popular. La obra de Palma vive, ante todo, porque puede y sabe serlo.
El espritu de las Tradiciones
El espritu de las Tradiciones no se deja mistificar. Es demasiado evidente en toda la obra. Riva Agero que, en su estudio sobre el carcter de la 161 literatura del Per independiente, de acuerdo con los intereses de sus gentes y de su clase, lo coloca dentro del colonialismo, reconoce en Palma, perteneciente a la generacin que rompi con el amaneramiento de los escritores del coloniaje, a un literato liberal e hijo de la Repblica. Se siente a Riva Agero ntimamente descontento del espritu irreverente y heterodoxo de Palma.
Riva Agero trata de rechazar este sentimiento; pero sin poder evitar que aflore netamente en ms de un pasaje de su discurso. Constata que Palma al hablar de la Iglesia, de los jesuitas, de la nobleza, se sonre y hace sonrer al lector cuida de agregar que con sonrisa tan fina que no hiere. Dice que no ser l quien le reproche su volterianismo. Pero concluye confesando as su verdadero sentimiento: A veces la burla de Palma, por ms que sea benigna y suave, llega a destruir la simpata histrica. Vemos que se encuentra muy desligado de las aejas preocupaciones, y que, a fuerza de estar libre de esas ridiculeces, no las comprende; y una ligera nube de indiferencia y despego se interpone entonces entre el asunto y el escritor.
Si el propio crtico e historigrafo de la literatura peruana que ha juntado, solidarizndolos, el elogio de Palma y la apologa de la Colonia, reconoce tan explcitamente la diferencia fundamental de sentimiento que distingue a Palma de Pardo y de Lavalle, Cmo se ha creado y mantenido el equvoco de una clasificacin que virtualmente los confunde y rene? La explicacin es fcil. Este equvoco se ha apoyado, en su origen, en la divergencia personal entre Palma y Gonzles Prada; se ha alimentado, luego, del contraste espiritual entre plumistas y pradistas.
Cronolgicamente, las Tradiciones fueron publicadas as: 1872 Primera serie. 1874 Segunda serie. 1875 Tercera serie. 1877 Cuarta serie. 162 1883 Tradiciones, recopilacin de la primera a la sexta serie. 1889 Ropa Vieja, stima serie. 1891 Ropa Apolillada, octava serie. 1906 Mis ltimas Tradiciones, novena serie. 1910 Apndice a mis ltimas tradiciones peruanas, dcima serie. Cabe sealar que el adjetivo Peruanas no fue usado por Palma, se us a partir de 1890 para identificarlas cuando se public la primera edicin argentina. Son 453 tradiciones, cronolgicamente, dentro de la historia peruana, 6 se refieren al imperio incaico, 339 se refieren al virreinato, 43 se refieren a la emancipacin, 49 se refieren a la repblica y 16, que no se ubican en un tiempo preciso.
4.2.1 El concepto de tradicin de Palma: Perfil y esencia Muchos estudiosos -crticos y lingistas de diversa formacin e inters- han abordado el estudio de la tradicin de Palma, destacando casi todos ellos su originalidad y lo singular que se ofrece en el universo de la literatura en espaol. As, se ha dicho que tiene de leyenda, cuento y novela, sin serlo del todo. Palma las consideraba novelas en miniatura, novelas homeopticas. Vistas sus principales caractersticas, se trata de un relato ms bien breve de fondo usualmente histrico que refiere algn suceso, ancdota, hecho misterioso o legendario, ocurrencia, etc., que casi siempre tuvo lugar durante la Conquista y el Virreinato del Per, contado usualmente con humor criollo y un dominio del lenguaje excepcional, a travs de un estilo muy singular en el que la oralidad tiene un papel fundamental. Palma por un lado reivindica la propia historia del Per como tema literario y la desdramatiza. Un tanto arrepentido de sus inicios como poeta y escritor de teatro, su frustracin por no sentirse satisfecho con lo 163 logrado hasta ese momento, lo lleva a crear un nuevo gnero la tradicin, que el mismo defina en una carta a un amigo de esta manera: En el fondo la tradicin no es ms que una de las formas que poda revestir la Historia pero sin los escollos de sta. Cumple a la Historia narrar los sucesos secamente, sin recurrir a las galas de la fantasa. Menos estrechos y peligrosos son los limites de la tradicin. A ella, sobre una pequea base de verdad le es licito edificar un castillo. Es por lo anteriormente dicho que el lector de Tradiciones no debe esperar de estas que se cian a la realidad fehaciente y absoluta, ni mucho menos que den como vlidos los relatos desde el punto de vista histrico. Las tradiciones son castillos literarios como bien lo deca algn crtico, ficciones de narrador, con una pequea base de verdad. Son como los cuentos del abuelo, en los que hara mal en fiarse un historiador, pero que nos transmiten esa sabidura de lo escuchado y de lo vivido, mucho ms vital que la de lo ledo. Precisamente en los cuentos del abuelo tienen su origen muchas de las tradiciones, propias de una Lima aldeana donde haba muchas horas para la tertulia y para escuchar a los mayores. Otras tantas vienen del afn de palma por revisar viejos papeles. No es gratuito que su primer libro sea una historia de la Inquisicin de Lima. En ambos casos lo importante es la ancdota que se cuenta haciendo gala de caracterizaciones, dilogos y refranes. Cuando hay fuentes histricas se coloca adems el parrafillo que proporciona al lector jugosa informacin de contexto. Sin duda, la tradicin de Palma es producto de muchas influencias ideolgicas, literarias y estilsticas, como el romanticismo y el liberalismo, el costumbrismo y los maestros del Siglo de Oro espaol. Pero a la vez es fruto de una psicologa colectiva, de una forma de ser y mirar el mundo propia de cierto sector social peruano, surgido en la costa, especialmente en Lima, para el cual los hechos y las cosas tienen un lado gracioso, pcaro y burlesco que resulta materia aprovechable por la literatura. Por lo mismo, el genio creador de Palma -limeo de origen popular- es el referente forzoso, lo que da pie para afirmar que la 164 tradicin palmina es creacin suya y resultado de su profunda pasin historicista. En efecto, el amor al pasado peruano, alentado por sus romnticas emociones y experiencias, lo puso en condiciones de facturar el nuevo subgnero, el cual, a medio camino entre la historia y la ficcin, es una mezcla personalsima en que la fantasa del autor tanto como su cultura, personalidad y esttica operan de un modo irrepetible.
Por cierto, Palma bebi cuanto pudo en los autores hispanos que ms se aproximaban a sus particulares aficiones, y a partir de sus enseanzas y modelos cre su propia frmula. Mucho le sirvi en esa alquimia el conocimiento directo del pueblo limeo, de sus costumbres, fiestas, lenguaje, sociabilidad, etc., lo que le alcanz un perfecto dominio de la psicologa criolla y de sus matices pcaros y satricos. Con tales instrumentos, sumados a su origen popular y propensin antropolgica, plasm la obra ms notable de la literatura y del nacionalismo peruanos del siglo XIX.
Originalidad y evolucin
Las Tradiciones Peruanas fueron el resultado de una bsqueda consciente de originalidad, que determin toda una etapa de ensayo y preparacin que dur muchos aos. De ah que las primeras tradiciones fueran relatos fuertemente romnticos y convencionales, en los cuales apenas si se perciben algunas trazas originales, las cuales, con el paso del tiempo y la maduracin literaria de su autor, cobrarn mayor relieve y plasmarn resultados maduros en los que el lastre del pasado es poco perceptible. Es claro, pues, que la tradicin palmina sufri una fuerte evolucin, desde las primeras (1853), que en realidad fueron novelitas romnticas, hasta las ms logradas de los aos setenta y ochenta, cuyo perfil advierte claramente el logro de un resultado acabado en estilo, estructura, ligereza, gracia, humor, etc. Por otro lado, debe tenerse en cuenta que Palma siempre tuvo especial empeo en ofrecer productos muy elaborados, resultado de un proceso creador y perfeccionista que en realidad nunca dio por concluido, pues 165 incluso introduca nuevos elementos -adiciones, supresiones, modificaciones, etc.- en versiones ms de una vez publicadas. Pulir la frase fue para l una constante a lo largo de toda su carrera de escritor. En busca de un estilo inconfundiblemente suyo, Palma fue sin duda un escritor profesional consciente de su vala y celoso de su reputacin, y por ello no pocas veces desech obras por considerarlas indignas de su prestigio.
Sentido nacionalista e historicidad
La tradicin palmina surgi en una etapa de la evolucin intelectual del Per republicano en la que un sector de la lite movido por claras ambiciones nacionalistas busc la originalidad del pas incluso en materia literaria. Uno de los mentores de la generacin romntica, el citado Miguel del Carpio, aconsejaba as a sus jvenes amigos:
Sabr Ud., seor [Manuel Nicols] Corpancho, que siempre he deseado que en todo gnero de cosas tenga el Per lo suyo, lo propio, lo exclusivo, lo que no es, ni pueda, ni deba ser de nadie, para que en esto se parezca nuestra patria a otras cultas naciones, las cuales tienen un carcter sealado, un genio con tendencias privativas, una literatura especial, y, en fin, una cosa que no se parece a la de los otros pueblos de la tierra. Consecuente a este deseo, he aconsejado siempre a los jvenes que me han honrado con su amistad, que escriban sobre argumentos nacionales, y no permitan que se pierdan entre la oscuridad de los tiempos, episodios poticos de la mayor importancia que ofrece la historia del imperio peruano, y rasgos admirables de patriotismo y de entusiasmo que se han verificado en la guerra gloriosa de nuestra independencia. Palma sigui el consejo y, sin duda, fue el que mejores frutos obtuvo. Por lo mismo, su obra tiene tambin el sentido de una literatura fundacional, pues en ms de un sentido -cronolgica y espiritualmente- funda la produccin literaria peruana al darle, en efecto, un carcter no slo peculiar sino propio, un sentido, una identidad. Palma busc 166 empeosamente ese resultado pues, desde muy joven, entendi que estaba haciendo obra nacional. Tambin fue original y pionero en su actitud ante el pasado, ya que no desde la poca del Virreinato para situar sus relatos y emplearla como venero inagotable de argumentos (lo que le exigi no poca labor de archivo y rebusca de informacin documental). Su generacin sufri la tremenda limitacin psicolgica de considerar la poca colonial, al igual que la generacin anterior que le transmiti la imagen, como un tiempo tenebroso y de oprobio, indigno de ser recordado y menos recreado. A pesar de ese discurso, Palma descubri en ella muchos elementos rescatables, y no dud en explotar su singular riqueza histrica para sus fines literarios. Desde luego, siempre le acompaaron una serie de prejuicios anticoloniales y antihispnicos, pero a pesar de ellos acometi la tarea de rescatar del olvido los tres siglos virreinales, no en sus grandes acontecimientos sino en sus pginas ms prosaicas, cotidianas y domsticas de la vida diaria. Por ello, y porque era un hombre a quien recrear la historia apasionaba profundamente, su obra brilla ante nuestros ojos como el mejor y ms vital fresco del largo periodo colonial, lo que ha dado lugar a acusarlo de pasadista, evasivo y cultor del Virreinato, aunque no le han faltado defensores que, por el contrario, recuerdan su claro espritu crtico, su pasin liberal, su prdica y hbitos republicanos, su irona y su stira aplicadas a las costumbres y hbitos coloniales, etc. Ricardo Palma autor y creador de un gnero nico, tuvo una trayectoria literaria compleja sus inicios como poeta hacen, de l un escritor sensible pero sin llegar a la cursilera, sus relatos son fantasiosos pero con algo de realidad, su vida profesional gira en torno al periodismo y la literatura. Con la creacin de las tradiciones, Ricardo Palma crea un nuevo gnero literario, el cual no se ha difundido ni se ha dado a conocer lo suficiente, las tradiciones como gnero son el gran desconocido. 167 Oralidad y escuela Una de las claves del xito de Palma fue la fuerte oralidad de sus relatos. Oralidad en cuanto a la fuente -el pueblo annimo, una abuela, la ta Catita, algn viejo, etc.- y en cuanto a la presencia del rumor callejero con sus voces diversas y annimas, y, cmo no, al desarrollo mismo del argumento, en el cual son frecuentes los dilogos que Palma nos deja escuchar por boca de sus bien caracterizados personajes. Los dilogos son sabrosos, salpimentados, ricos en matices humorsticos, fluidos y agudos, de suerte que la fuerte vitalidad que transmiten envuelve al lector al hacerle sentirse parte de la escena y ganarse su familiaridad. La extraordinaria agudeza criolla de Lima, con sus componentes negros e indios, suele expresarse libre y audaz a travs no slo de la oralidad sino de toda la argumentacin de las tradiciones. Esa suerte de identificacin entre el autor real y el narrador es uno de los sellos que marca la tradicin. No obstante el monopolio discursivo del narrador, que se fundamenta en narraciones y descripciones, es notorio la parquedad de los dilogos. La entraa gozosa de la tradicin generalmente desdramatiza la carga siniestra, tenebrosa, gtica o mrbida, en esencia romntica, que pudieran tener algunas de ellas. El narrador de las Tradiciones se inmiscuye en primera persona, luego narra la ancdota apoyndose en algn referente histrico concreto y la culmina con un desenlace, aunque fatal si fuese el caso, moralizante. La gran mayora de Tradiciones -alrededor de quinientas, incluidos textos que, sin serlo, se aproximan o alejan del gnero- fueron publicadas por Palma en sucesivas recopilaciones o series que vieron la luz entre 1872 y 1910. Desde entonces no han cesado de editarse total o parcialmente, habiendo sido agrupadas por series, pocas, antigedad de los hechos referidos, temas, etc. Sin embargo, la edicin ms recomendable es la que sus hijas prepararon y realiz la casa editorial espaola Espasa-Calpe, en seis volmenes, aunque la de la casa Aguilar es la ms manuable por constar de uno solo. 168 Ciertamente, en un corpus tan grande se observan muchas variantes. Unas obedecen al tiempo en que fueron facturadas, pues la tradicin, como hemos visto, sufri una evolucin, a decir verdad un perfeccionamiento; otras a la mayor o menor extensin o trascendencia del argumento, otras a su oralidad y carcter coloquial, otras al tratamiento de las fuentes y a su historicidad, etc. Por todo lo analizado en este apartado de la investigacin, los rasgos que definen una tradicin, y en concordancia con Holgun, son: 1. DIMENSIN TEMPORAL: EL PASADO, LA HISTORIA, EL VIRREINATO. Lugar y tiempo determinado, con ao y fecha. A Palma le preocupa situar con exactitud el momento. 2. DIMENSIN ESPACIAL: EL PER, SOBRE TODO LIMA. Palma no deja a la imaginacin del lector determinar el lugar en el que ocurren los hechos de la tradicin, pues l mismo se encarga de sealarlo con toda claridad. Por lo general es una ciudad peruana, y en especial Lima. 3. UNA ANCDOTA, SUCESO, HECHO INSLITO, A VECES INEXPLICABLE, ETC., ES EL ELEMENTO CENTRAL; LA BASE HISTRICA EST MS O MENOS RESPETADA. Todo apunta a ese hecho central de la tradicin. Palma prepara el terreno para referirlo, dando lugar a los antecedentes, a la descripcin del escenario, etc. El hecho, no pocas veces situado al final del relato, no es un suceso histrico de gran relieve, y casi siempre no est consignado en los libros. Tiene que ver con lo cotidiano, lo que ocurre en las calles, en los hogares, en una taberna, etc. 4. HUMORISMO: STIRA, IRONA. En la mayora de las tradiciones domina el tono humorstico, incluso si es un drama el hecho central. Sin duda, el humor de Palma se traslada a su obra en forma natural y ligera. La visin de la vida que Palma tuvo y su personal actitud frente al mundo determinaron su particular sentido del humor. 5. BREVEDAD, ANUNCIADA DESDE EL INICIO. Hay una evidente economa de los hechos y de las palabras en cada tradicin. Pocos 169 prrafos estn dems. Palma no traza senderos extraviados sino caminos directos al fin que persigue. Lo que guarda relacin con el carcter fotogrfico de sus relatos, que nos presentan instantneas que son modelo de exactitud y justeza narrativa. Desde el inicio nos damos cuenta de que se nos va a contar algo concreto, que no vamos a detenernos en episodios adjetivos, que pronto llegaremos al coronamiento de nuestra curiosidad. 6. DILOGOS ANIMADOS, IRREVERENTES, LENGUAJ E COLOQUIAL; ORALIDAD. Las mejores tradiciones son las que cuentan con un buen caudal de dilogos sazonados de lisura criolla, limea, pcara y atrevida. Pero, en general, todo el relato advierte un carcter oral, pues el mismo narrador participa de ese tono socarrn y cuentista que domina de principio a fin. De esta forma, el narrador se ubica en un plano inmediato a los personajes y al escenario, y se nos figura, incluso, un espectador conspicuo. El gran realismo que logra hace que se nos figuren hechos ocurridos ante nuestros ojos por su extraordinaria capacidad para recrearlos con toda su vitalidad e inmediatez.
4.2.2 La Tradiciones Peruanas como legitimacin en la Historia del Per
Segn J ames Higgins 41 , en el siglo XIX una de las grandes preocupaciones de los escritores de las jvenes repblicas hispanoamericanas fue construir un sentido de identidad nacional. Las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma han de verse en ese contexto. En las dcadas posteriores a la Independencia la literatura peruana estaba dominada por el cuadro de costumbres y el teatro costumbrista de Manuel Ascensio Segura. Tales gneros privilegiaron lo que defina la nueva nacin como distintiva pero, al fijarse exclusivamente en el
41 J ames Higgins. A History of Peruvian Literature. University of Liverpool. Inglaterra. 1987 (pag. 86-90)
170 presente, delataron un afn subconsciente de negar su pasado colonial. Las Tradiciones tienen mucho en comn con el costumbrismo, en cuanto ellas tambin buscan fomentar un sentido de peruanidad, pero Palma lamentaba que sus compatriotas se resistiesen a afrontar el pasado y a asumir su herencia colonial. Argument que fue la experiencia del colonialismo lo que molde la repblica independiente:
La poca del coloniaje, fecunda en acontecimientos que de una manera providencial fueron preparando el da de la Independencia del Nuevo Mundo, es un venero poco explotado an por las inteligencias americanas.
Como sugiere el ttulo, las Tradiciones Peruanas pretenden crear una conciencia nacional arraigada en una herencia que va desde la poca precolombina hasta las primeras dcadas de la Repblica. Pero en realidad el ncleo de esa herencia es la Colonia, ya que la gran mayora de los relatos estn ambientados en esa poca. A Palma se le ha acusado frecuentemente de perpetuar una mentalidad colonial, como analizamos en apartados anteriores de este trabajo doctoral. Pero, tales crticas se basan en una lectura superficial de su obra, porque Palma fue un tpico demcrata liberal del siglo XIX y es difcil encontrar en las Tradiciones indicios de nostalgia del pasado. Es cierto que de vez en cuando lamenta la desaparicin de ciertas costumbres, pero por lo general representa la Colonia como el equivalente peruano de las Edades brbaras, un periodo de oscurantismo y de jerarquas feudales que afortunadamente el pas ha dejado atrs. As hace alusin al espritu atrasado de esos tiempos (297) y comenta que en aquel entonces la Inquisicin hubiera condenado como brujera una invencin moderna como la fotografa: en esos tiempos habra sido hasta pecado de Inquisicin el imaginarse la posibilidad de reproducir la semblanza humana hasta lo infinito, con auxilio de un rayo de luz solar (295). Y celebra la llegada de la 171 Repblica que, con todos sus defectos, ha abolido el privilegio heredado y, tericamente al menos, est basada en principios democrticos: Bien haya el siglo XIX, en que es dogma el principio de igualdad ante la ley. Nada de fueros ni privilegios.
Benedict Anderson ha argumentado que la construccin de la nacionalidad involucra la creacin de una comunidad imaginada. Dado que las Tradiciones abarcan todas las regiones del pas y sus diversos grupos tnicos y sociales, el Per imaginado por Palma es tericamente una comunidad que incluye a todos los peruanos. Pero tales imgenes de la nacin suelen ser propagadas por grupos particulares para servir los intereses de su clase. Eso lo vemos en el caso de Palma, pero no se trata de un caso tpico. En la Amrica Latina del siglo XIX los modelos de la nacin tendan a legitimar la hegemona de las lites dominantes pero, como ha sealado Maritegui, Palma no perteneca a esas lites:
Palma pertenece absolutamente a una mesocracia a la que un complejo conjunto de circunstancias histricas no consinti transformarse en una burguesa. Como esta clase compsita, como esta clase larvada, Palma guard un latente rencor contra la aristocracia antaona y reaccionaria .
De hecho, aunque Palma representa un sector relativamente privilegiado la clase media urbana, sobre todo la de Lima, las expectativas de esa clase quedaron defraudadas en los aos posteriores a la Independencia por el dominio de las grandes familias oligrquicas y de una nueva clase de caudillos militares engendrada por la guerra de la Independencia. Una nota recurrente en la obra de escritores costumbristas como Manuel Ascensio Segura, Ramn Rojas y Caas y Manuel Atanasio Fuentes es la perplejidad y descontento de la clase media al verse excluida del poder poltico y econmico que esperaba de la Repblica. La comunidad a la cual Palma se dirige y de la cual se hace portavoz es esa misma clase media y las Tradiciones propugnan su causa creando un modelo de la nacin en que ella figura como el Per autntico. 172 Un texto clave es Los gobiernos del Per (233), que plasma la historia popular de la clase media limea y que, mediante el humor, establece una complicidad entre el narrador y sus lectores. Palma cuenta que Santa Rosa de Lima le rog a Dios que concediera una serie de beneficios a su pas: un clima benigno, ricos recursos, mujeres bellas y virtuosas y hombres inteligentes. Dios la complace pero empieza a fatigarse de sus interminables peticiones: A esta chica no le falta ms que pedirme que convierta a su Lima en una sucursal de la celeste gloria. As que cuando Rosa formula su ltima peticin que su pas sea bien gobernado ya se le ha acabado la paciencia y, empleando un lenguaje tpicamente limeo, le dice que lo deje en paz: Seor! Seor! Cmo! Qu? Todava quieres ms? S, Seor. Dale a mi patria buen gobierno. Aqu, amoscado el buen Dios, le volvi la espalda, diciendo: Rosita! Rosita! Quieres irte a frer Buuelos? sta es la razn por la cual el Per siempre ha sido mal gobernado, comenta Palma, y quizs las cosas hubieran sido diferentes si Rosa hubiera hecho sus pedidos al revs. Lo que se propaga aqu es la idea de que la clase media es la sal de la tierra y que le ha tocado la suerte de vivir en un pas que tiene el potencial para ser un paraso terrestre, pero que ese potencial ha sido desperdiciado por la corrupcin e incompetencia de las clases dirigentes. Este tema se repite a lo largo de las Tradiciones. Una y otra vez Palma seala que en muchos sentidos la Independencia no ha cambiado nada, ya que los gobiernos siguen siendo poco representativos, autoritarios y corruptos. As, cuando describe la expectativa creada por la llegada de un nuevo virrey, vincula el evento con la toma de posesin por los presidentes de la Repblica, quienes en tales ocasiones suelen explayarse en promesas extravagantes y huecas: 173 ste era el momento en que el pueblo, que an no era soberano, sino humildsimo vasallo, prorrumpa en vtores, ni ms ni menos que hogao cuando un nuevo presidente constitucional jura en el Congreso hacernos archifelices.
Asimismo una historia sobre el abuso de la autoridad en la Colonia invita al lector a identificarse con la vctima, ya que en la actualidad los derechos del ciudadano tampoco son respetados:
Don Gabriel alborot y protest hasta la pared del frente; pero sabida cosa es que, antao como hogao, protestar es perder el tiempo y malgastar saliva, y el que tiene en sus manos un cacho de poder, har mangas y capirotes de los que no nacimos para ser gobierno, sino para ser gobernados. El proyecto de Palma se apoya en una estrategia narrativa que establece una complicidad con sus lectores, creando un sentido de que forman una comunidad que comparte las mismas experiencias, supuestos y valores. Remedando la oralidad, da la impresin de que est conversando con sus lectores cara a cara. A veces interrumpe la narracin para dirigirse a ellos directamente, como en el siguiente ejemplo, donde los invita a adivinar lo que va a pasar despus: A que no aciertan ustedes con la decisin del virrey? La doy en una, en dos, en tres, en mil. Ya veo que se dan ustedes por vencidos...
Maneja tambin un discurso coloquial que funciona como una lengua comn que enlaza al narrador y sus lectores como miembros de un mismo grupo. Ese grupo es la clase media limea, como indica el hecho de que la complicidad entre narrador y lectores suele involucrar un reconocimiento de su condicin comn de limeos:
He aqu una frase que generalmente usamos los limeos...
174 No hay limeo que, en su infancia, no haya odo hablar de la procesin de nimas de San Agustn.
Parte de la estrategia de Palma consiste en hacer juego entre continuidad y cambio para dar a esa comunidad una doble convalidacin, ya que por un lado la representa como arraigada en una tradicin antigua pero al mismo tiempo la identifica con la modernidad y el progreso. As, frecuentes alusiones a nuestros abuelos definen a narrador y lectores como miembros de una misma familia cuyos orgenes se remontan a tiempos lejanos. A veces la frase implica que la clase media contina costumbres y tradiciones heredadas de sus antepasados, como en el siguiente ejemplo, que vincula varias generaciones con un estilo de vida que no cambia:
Nuestros abuelos y nuestros padres la llamaron la Casa de Pilatos, y as la llamamos nosotros y la llaman nuestros hijos.
Otras veces la frase apunta a una ruptura con el pasado y as insina que la generacin actual es heredera del futuro. As, al comentar que sus antepasados no reconoceran la Lima de hoy, el narrador da a entender que sus descendientes progresistas estn construyendo una sociedad ms liberal:
Si nuestros abuelos volvieran a la vida, a fe que se daran de calabazadas para convencerse de que el Lima de hoy es el mismo que habitaron los virreyes. Quiz no se sorprenderan de los progresos materiales tanto como del completo cambio en las costumbres. Este doble juego se repite a lo largo de las Tradiciones, arraigando la comunidad imaginada en la tradicin al mismo tiempo que la identifica con la modernidad. Como ha sealado Anbal Gonzlez, las Tradiciones tienen vnculos con el periodismo. Hay que tomar en cuenta que Palma se diriga a un 175 pblico cuyos horizontes intelectuales eran bastante limitados y lo que les proporciona es el tipo de ancdotas que estaban acostumbrados a leer en los peridicos: escndalos como las secretas aventuras sexuales de los poderosos o indecorosas disputas pblicas entre personajes eminentes; historias sensacionales de grandes crmenes, amores ilcitos, enemistades violentas y venganzas sangrientas; relatos asombrosos de acontecimientos extraordinarios o milagrosos y de la conducta extraa de hombres excntricos. Pero Palma tena su propia agenda y estas ancdotas le servan como pretexto para introducir informacin histrica que viene a constituir un curso bsico sobre la historia del pas. Adems, introduce comentarios destinados a moldear la percepcin pblica del pasado nacional. As, representa a los conquistadores como una pandilla de maleantes: Fecundsimo en crmenes y en malvados fue para el Per el siglo XVI. No parece sino que Espaa hubiera abierto las puertas de los presidios y que, escapados sus moradores, se dieron cita para estas regiones. Los horrores de la conquista, las guerras de pizarristas y almagristas y las vilezas de Godines, en las revueltas de Potos, reflejan, sobre los tres siglos que han pasado, como creaciones de una fantasa calenturienta. Y condena las jerarquas feudales introducidas por los espaoles, como en el siguiente ejemplo, donde don Cosme Garca de Santolalla, gobernador del Cuzco, hace castigar a un joven por la ofensa de pasarlo en la calle sin saludarlo con debida deferencia: Cmo? As no ms se pasa un mozalbete por la calle, muy cuellierguido y sin quitarse el sombrero ante la autoridad? Qu! No hay clases, ni privilegios, ni fueros y todos somos uno?. Tal era el raciocinio que para su capa haca el de Santolalla. Aquel desacato clamaba por ejemplar castigo. Dejarlo impune habra sido democratizarse antes de tiempo.
176 Coment antes que a menudo Palma seala paralelos entre el pasado colonial y la historia contempornea, y conviene detenernos en los paralelos que privilegia. Es significativo, por ejemplo, que dedique relativamente poca atencin a la Conquista, concentrndose ms bien en las guerras civiles que la siguieron. Una de las grandes quejas de la clase media, plasmada en El Sargento Canuto, (1839) de Segura, fue la frustracin de su emergencia como grupo hegemnico por el dominio ejercido por una serie de caudillos militares como Gamarra y Santa Cruz. Esa misma queja subyace a tradiciones como Los caballeros de la capa, donde, despus de la derrota de Almagro, sus partidarios vuelven las tornas asesinando a Pizarro y apoderndose del pas. Aqu Palma invita a sus lectores a ver las luchas por el poder entre los caudillos del siglo XIX como una reversin a la catica barbarie de las primeras dcadas de la Colonia. Y por si acaso no captan el paralelo, lo explica claramente. As, representa la poltica de Pizarro hacia sus enemigos vencidos como precursora de usos decimonnicos:
El vencedor, como era de prctica en esos siglos, pudo ahorcarlos sin andarse con muchos perfiles; pero don Francisco Pizarro se adelantaba a su poca, y pareca ms bien hombre de nuestros tiempos, en que al enemigo no siempre se mata o aprisiona, sino que se le quita por entero o merma la racin de pan. Cados y levantados, hartos y hambrientos, eso fue la colonia, y eso ha sido y es la repblica. La ley del yunque y del martillo imperando a cada cambio de tortilla... Asimismo, cuando Palma satiriza la sociedad colonial por su obsesin con genealogas y ttulos, su verdadero blanco son las grandes familias oligrquicas que constituan la aristocracia de la Repblica. Ambientado en el siglo XVII, Un litigio original se centra en una disputa entre el marqus de Santiago y el conde de Sierrabella, cuyos coches se encuentran frente a frente en una calle estrecha. Ninguno de los dos est dispuesto a ceder el paso, sino que cada uno insiste en que su linaje le da derecho a la precedencia, y eventualmente remiten el asunto al arbitrio del virrey. Palma adopta una gravedad simulada para parodiar 177 el episodio. Primero, finge tomar la genealoga como cosa seria, incluyendo una larga nota a pie de pgina donde explica el significado de los smbolos herldicos. Segundo, representa el incidente como un episodio trascendental en la historia del pas, un acontecimiento tan importante que toda la nobleza de Lima acudi al palacio para asistir a la disputa y escuchar el fallo del virrey. Tercero, como seala el subttulo irnico Tradicin en que el autor halaga pantorrillas o vanidades como candidato que anda a pesca de votos para calzarse una diputacin al prximo congreso, se presenta como un sicofante que quiere congraciarse con sus superiores, las lites republicanas, nombrando las familias cuyos antepasados estuvieron presentes en aquella gran ocasin y describiendo su herldica: Acudieron los Aliaga con su escudo de plata y una mata de aliaga florida en medio de dos osos; los de La Puente con su castillo de tres torres en campo de oro, puente de tres arcos defendido por dos leones de gules y la leyenda: Por pasar la puente me pondr a la muerte... La lista ocupa varias pginas hasta que por fin el narrador se cansa y la abandona. Pero asegura a sus lectores aristocrticos que si por inadvertencia su apellido ha quedado excluido, slo tienen que reclamar y l rectificar la omisin en la prxima edicin: [...] los Loyola con su enredado escudo de cuatro cuarteles, tal como se ve en las estampas de San Ignacio, y... basta, por Dios!, que sera fatiga seguir enumerando apellidos de la gente hidalga de mi tierra o el cuento de las cabras de Sancho. Por lo menos dejo ciento ms en el fondo del tintero. Consulese con saberlo todo el que no ha sido mencionado en esta pantorrillesca nomenclatura; y si hay alguno que crea que lo haya omitido por malicia o envidia, reclame con confianza y figurar en otra edicin.
En realidad, por supuesto, el propsito de Palma es socavar el prestigio de la lite dominante, cuya legitimidad estaba fundada en su status hereditario. El relato se basa en una oposicin irnica entre credenciales 178 nobles y conducta mezquina, un contraste que involucra no slo a los dos protagonistas sino a toda la aristocracia de Lima, que se excitan no por grandes asuntos de estado sino por cuestiones de status, y a sus descendientes republicanos, a quienes el narrador juzga capaces de ofenderse si su apellido no figura en la relacin del incidente. As Palma da a entender que la aristocracia criolla carece de las cualidades necesarias para constituir una verdadera lite y que no hace sino perpetuar jerarquas arbitrarias. Adems, la larga enumeracin de apellidos aristocrticos insina que Lima est plagada de un exceso de familias nobles, mientras que la alusin al Quijote, que las equipara con las cabras que Sancho Panza procura contar, subvierte sus pretensiones de superioridad al sugerir que no son sino otra especie de animal bruto. Adems, la impertinencia de tales distinciones de clase respecto a la vida real queda sealada cuando se nos revela que los coches permanecieron in situ mientras el virrey remita la disputa al rey y que, cuando por fin el fallo lleg desde Madrid, haban desaparecido, habiendo sido desmontados por el pblico: Por supuesto que cuando, al cabo de un par de aos, lleg a Lima el fallo del monarca, fallo que el vencedor celebr con un esplndido banquete, no exista ya ni un clavo de los coches; porque, estando los vehculos tanto tiempo en la va pblica y a la intemperie, no hubo transente que no se creyera autorizado para llevarse siquiera una rueda.
As se insina que, como los coches, la aristocracia criolla es un anacronismo destinado a desaparecer, a ser eliminado por las clases emergentes que no ven por qu respetar jerarquas anticuadas. Es de notar que las Tradiciones no privilegian a grandes hombres como representantes de los valores de la nueva Repblica, y en este sentido subvierten la historiografa del siglo XIX, que suele celebrar los prceres de la nacin para legitimar la hegemona de las lites. Sin embargo, esto 179 no significa que no haya figuras heroicas en su versin del pasado nacional. Un tema recurrente es la rebelin de los jvenes contra la tirana de padres autoritarios, como en Muerta en vida 42 y El divorcio de la condesita 43 ; otro es el justo castigo inferido a los poderosos por aqullos a quienes han maltratado, como en Puesto en el burro, aguantar los azotes 44 y Los duendes del Cuzco 45 . Un relato emblemtico es Los alcaldes de Arica, el cual atribuye gran significado a un acontecimiento menor al celebrar la humillacin que el ayuntamiento de Arica le infiri a un aristcrata autocrtico que era condestable de la ciudad. Cuando ste quiso imponer candidatos suyos para dos vacantes, los concejales no slo se opusieron, sino que subrayaron su repudio del nepotismo al elegir a dos negros libertos, manifestando as una temprana tendencia democrtica: La democracia enseaba la punta de la oreja. Los ariqueos se adelantaban en dos siglos a la Repblica.
Asimismo, relatos ambientados en la poca de la guerra de la Independencia, como Los brujos de Shulcahuanga y Inocente Gaviln 46 , se centran, no en los Libertadores, sino en personas corrientes que hicieron un aporte menor pero significativo a la causa de la independencia. En efecto, en las Tradiciones se vislumbra un paradigma en que gente humilde opone resistencia a los poderosos y sale triunfante. Esa gente humilde, desde luego, viene a ser una metfora de la clase media que en pleno siglo XIX sigue sufriendo los abusos de las lites y sigue luchando para hacer valer sus derechos. Las Tradiciones tampoco se ocupan de grandes acontecimientos polticos, sino que se fijan ms bien en la pequea historia, la historia del mundo cotidiano que habita la clase media. Palma les narra la
42 TPC, 526 43 TPC, 598 44 TPC, 218 45 TPC, 277 46 TPC, 940 180 historia de lugares conocidos, explicndoles cmo el cerro de San Cristbal vino a llamarse as o por qu la iglesia de San Pedro tiene tres puertas. Aclara el origen de frases y dichos que son parte del habla local. Explica cmo artculos alimenticios de todos los das fueron importados al Per por primera vez y cmo las mujeres se lavaron los dientes antes de que se conociera la pasta dentfrica. Esclarece el origen de un juego infantil y narra la vida de una persona que fue el modelo para un personaje del teatro de tteres. Este nfasis en la historia cotidiana sirve un doble propsito. Por un lado, fomenta la percepcin de que es la clase media quien constituye el verdadero Per. Por otro, al arraigar su mundo en el pasado, la confirma como legtima duea de ese mundo por derecho heredado. Las diversas estrategias manejadas por Palma se ven ilustradas en Quiz quiero, quiz no quiero, la historia de doa Beatriz Huayllas, una princesa incaica y viuda de un conquistador espaol que fue ajusticiado por su participacin en la rebelin de Gonzalo Pizarro. Por decreto real las viudas ricas estaban obligadas a aceptar un nuevo marido de entre los espaoles que se haban distinguido en la lucha por restablecer el orden. Un tal Diego Hernndez le pide la mano a Beatriz, pero la propuesta la repugna, porque Hernndez no slo es cincuentn y extremamente feo, sino que es de origen humilde, habiendo sido aprendiz de zapatero en su adolescencia. As que se obstina en resistir la presin que las autoridades ejercen sobre ella, hasta que por fin se deja convencer por su hermano Paullu, quien le advierte que su negativa antagonizara a los espaoles y provocara represalias contra la nobleza incaica. Pero consiente slo a condicin de que Hernndez acepte no consumar el matrimonio, y en la boda, cuando el sacerdote le pregunta si lo acepta como marido, contesta: Quiz quiero, quiz no quiero. Se trata de un cuento divertido que Palma explota para informar a sus lectores, mediante la contextualizacin, sobre ciertos episodios importantes de la historia colonial: sublevaciones indgenas, las guerras civiles entre los conquistadores, la poltica seguida por la corona para 181 restablecer el orden, las maniobras polticas de las lites incaicas. As el divertimiento sirve como pretexto para crear una conciencia de los acontecimientos histricos que moldearon la sociedad peruana. Pero encima de eso la estrategia narrativa invita a los lectores a apropiarse del pasado como herencia suya y al mismo tiempo a disociarse de l. Por un lado, el relato acusa caractersticas del folletn, el precursor decimonnico de la telenovela. Perico Bustinza, el primer marido de Beatriz, es uno de los arquetipos del gnero, el hroe que pasa de los andrajos a la riqueza. Llega al Per sin otro haber que su atractivo, su astucia y su coraje, pero en recompensa de sus servicios en la campaa contra Inca Manco se le asciende a capitn y se le concede la mano de doa Beatriz, un partido que le aporta una inmensa riqueza y una gran influencia entre las lites indgenas. Por su parte Beatriz es otra figura arquetpica del gnero, la pobrecita rica. Adems de ser noble y acaudalada, es bella, lozana y cariosa. Pero se ve acosada por la desgracia, primero, al perder a un marido que era todo lo que una mujer pudiera desear y, despus, al ser obligada a casarse con un hombre que, aparte de ser poco atractivo, parece interesarse en su fortuna ms que en ella. No obstante, como indica su respuesta arrojada a la hora de casarse, no se deja vencer por la adversidad sino que conserva su amor propio y su espritu independiente. Como en el folletn o la telenovela, nos vemos ante protagonistas gallardos y atractivos que granjean las simpatas del pblico y lo llevan a identificarse con ellos. Dado que en este caso ese pblico son los miembros de la clase media, tal identificacin halaga su autoestima, ya que les permite sentirse orgullosos de ser descendientes de tales antepasados y herederos de un pasado tan prestigioso. Pero al mismo tiempo Palma maneja la irona para establecer una distancia entre sus lectores y los personajes, ya que, en ltima instancia, stos son los antecesores de las lites republicanas que han heredado su poder de ellos. As, el status de Beatriz como herona queda 182 socavada por su orgullo de aristcrata, el cual la lleva a despreciar a Diego Hernndez, no por su fealdad, sino porque fue un vulgar artesano: Los oficios de sastre y zapatero eran, en el antiguo imperio de los Incas, considerados como degradantes; y as doa Beatriz, que aunque cristiana nueva, tena ms penacho que la gorra del cataln Poncio Pilatos, y no poda olvidar que era noble por la sbana de arriba y por la sbana de abajo, pues por sus venas corra la sangre de Huayna-Capac, dijo muy indignada a Diego Centeno: -Hame agraviado vuesa merced proponindome por marido a un ciracamayo (sastre). Asimismo, Perico se ve satirizado por darse aires al ser ascendido: Por supuesto, que desde ese da se hizo llamar don Pedro de Bustinza, y tosi fuerte, y habl gordo, y se empin un jeme, y no permiti que ni Cristo padre le apease el tratamiento.
Aqu Palma invita a sus lectores a rerse no slo de los personajes sino de las pretensiones de las lites republicanas. Es ms, rebaja tales pretensiones insinuando que la aristocracia republicana no es sino la descendencia de una pandilla de arribistas presuntuosos como Perico. Y, mediante la figura de Diego Hernndez subvierte la mitologa que representa a los conquistadores como nobles hroes de una gloriosa epopeya. Retrata a Hernndez como un hombre tan codicioso que est dispuesto a renunciar a sus derechos de marido con tal de apoderarse de la fortuna de su mujer y, sobre todo, le deja sin pice de grandeza al insistir en su fealdad:
Por lo feo, poda Diego Hernndez servir de remedio contra el hipo. Como hemos visto, el relato se basa en un juego entre la identificacin y el distanciamiento. Este juego contina en el desenlace, el cual lleva un mensaje subliminal. En un giro final Beatriz se entrega a su marido y 183 termina siendo madre de sus hijos. Diego es un personaje poco atractivo, pero granjea las simpatas de los lectores cuando se revela que lo que lo perjudica no es su fealdad sino su origen modesto, con lo cual se convierte en representante de la clase media. Por eso, en cuanto Beatriz como princesa incaica viene a ser una metfora del Per, su eventual entrega a su humilde marido insina que tarde o temprano la nacin ha de pertenecer a la clase media. Como dije al principio, Palma escribe desde la perspectiva de un demcrata liberal del siglo XIX: se disocia de los abusos de la Conquista, retrata a los incas en trminos respetuosos, critica la explotacin de los indios, denuncia la esclavitud y la discriminacin racial. Sin embargo, como he querido demostrar, concepta a la clase media limea como el ncleo de la sociedad peruana y otros sectores ocupan una posicin marginal en su modelo de la nacin. Pero si su versin de la historia privilegia a su propia clase, esto ha de verse en contexto. Es un lugar comn que la historia la escriben los vencedores y tal es el caso del Per, donde la colonizacin espaola se vea legitimada por la versin espaola de la Conquista y donde, despus de la Independencia, la legitimidad de las lites hegemnicas segua basndose en jerarquas sociales y raciales arraigadas en la experiencia colonial y convalidadas por esa misma versin de la historia. Pero ya en las primeras dcadas del siglo XVII escritores como Felipe Guamn Poma de Ayala y el Inca Garcilaso de la Vega buscaban promover la causa de su respectiva clase dentro del nuevo orden colonial cuestionando la interpretacin espaola del pasado y escribiendo la historia desde una perspectiva indgena o mestiza. Desde entonces diversos grupos han recurrido a la estrategia de manipular la historia para negociar un lugar en la sociedad nacional. En las ltimas dcadas este proceso ha culminado en la obra de novelistas como Cronwell J ara y Miguel Gutirrez, que han pretendido legitimar la emergencia de los sectores populares escribiendo una historia en que las masas subalternas figuran como protagonistas. De hecho, las Tradiciones peruanas forman parte de un proceso dinmico y continuo en que 184 distintos sectores compiten por abrirse un espacio y manejan la historia para legitimarse. Como el primer ejemplo de esta tendencia en la poca republicana, las Tradiciones inician la evolucin hacia una sociedad ms abierta.
4.2.3 Las Tradiciones Peruanas como foro lingstico
El reconocimiento mundial de Ricardo Palma se basa mayormente en la creacin de la tradicin peruana 47 . Menos conciencia existe de su gran actividad lingstica, a pesar de cierta notoriedad lograda por sus dos opsculos -Neologismos y americanismos y Papeletas lexicogrficas- y pocos se han fijado en esa labor tal como se ha llevado a cabo dentro de las Tradiciones peruanas mismas. Lo que me propongo en este trabajo es analizar brevemente ese inters palmiano desde el ngulo de su funcin y manifestacin dentro de las tradiciones.
Con la llegada del siglo XX, Palma declara lo siguiente en su breve escrito Charla de viejo: Han de saber ustedes que yo soy un chiflado del siglo XIX, y que mi inofensiva chifladura consiste en preocuparme de cuestiones sobre gramatiquera y lingstica castellana. Tal preocupacin no comenz con la llegada del siglo XX sino en das juveniles cuando Palma se daba, como l mismo dice, un hartazgo de la lectura castellana, del cual naci mi ya incurable chifladura o apasionamiento por la lengua de Cervantes. Y aade: Peor habra sido que me acometiese la chifladura politiquera.
Aquel apasionamiento por el idioma hizo que don Ricardo se volviese profundamente interesado en la lengua misma y su continua evolucin y que desarrollase en momentos tempranos de su carrera un criterio bien
47 Roy L. Tanner es Profesor de Truman State University Kirksville, Missouri (EE. UU.) y autor de Las Tradiciones peruanas como foro lingstico, publicado por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Alicante, 2007
185 pensado y sentido sobre cmo deba desenvolverse aquella evolucin. En su estudio de 1896 Neologismos y americanismos describe su criterio as: El espritu, el alma de los idiomas, est en su sintaxis ms que en su vocabulario. Enriquzcase ste y actese aqulla, tal es nuestra doctrina (1380). En Charla de viejo seala que el habla castellana es noble, solemne, robusta, armoniosa, flexible y lgica en la sintaxis pero no tan rica en cuanto al lxico. Lengua que no evoluciona y enriquece su lxico con nuevas voces y nuevas acepciones va en camino de convertirse en lengua litrgica o lengua muerta.
Tal postura impeli al tradicionista a la caza de americanismos (Barrenechea XIX) y peruanismos que merecieran entrada en el Lxico. A lo largo de los aos se empe en coleccionar millares de voces nuevas, tanto las suyas como aqullas con las que tropezaba en sus vastas lecturas. Luego, como era de suponer, entr en pugna con la Real Academia para lograr que los acadmicos viesen la precisin e importancia de aprobarlas para ser incluidas en las siguientes ediciones del Diccionario. Palma opinaba que lo que legitimaba cierto trmino era un tirano, y ese tirano es el uso generalizado 48 . Concordaba con Pompeyo Gener, a quien cita en su Neologismos y americanismos: La vida del idioma consiste en el equilibrio de conservar lo antiguo que corresponda a las ideas cuyo uso sea lgico y adecuado, y de enriquecerle con nuevas significaciones, nuevas palabras y nuevos giros creados siempre conforme al genio de la lengua.
Ahora bien, don Ricardo emple varios modos de comunicacin para propalar sus opiniones lexicogrficas, incluso misivas, artculos, tratados y presentaciones personales. Pero tambin vea sus tradiciones como un foro legtimo donde poda sacar a colacin segn la inspiracin del momento asuntos lingsticos pertinentes. O sea, lo que tenemos en las Tradiciones peruanas es un discurso lingstico tejido a lo largo del discurso histrico-burln que solemos asociar con una tradicin. Este
48 TPC, 1505 186 discurso filolgico asume varias formas y desempea distintos papeles en las ancdotas del tradicionista. Pero, en general se podra decir que sus comentarios tienden a enriquecer nuestro conocimiento y comprensin de la evolucin, los recursos y el funcionamiento del castellano a la vez que ensalza nuestro aprecio de los aspectos cultural- histricos de la ancdota en cuestin. Pasemos ahora a examinar este fenmeno. A veces una tradicin entera se consagra al estudio etimolgico de uno o dos trminos, como ocurre en "Callao" y "Chalaco". All el tradicionista/lingista comparte los resultados de una minuciosa investigacin que haba hecho por averiguar el origen de las dos palabras. Despliega una erudicin impresionante al referirse a una serie de fuentes consultadas, al refutar propuestas inaceptables y al considerar si Callao era de origen indgena o castellano (1159-1163).
En la ancdota Una carta de Indias Palma se desva del hilo narrativo diciendo que vamos a dedicar un prrafo a una cuestin interesantsima. Luego analiza por extenso el origen del trmino Amrica, concluyendo que la voz es exclusivamente indgena, y que nada tiene que ver con el nombre del piloto Vespuccio 49 . Palma compuso otra tradicin justamente porque se le haba hecho una pregunta de meollo etimolgico. All, tras explicar el origen de la voz baca con b larga, comenta que: Los suerteros (y no sorteros, como alguien ha sostenido que debe decirse) no estn obligados a correccin ortogrfica. Luego ofrece su criterio sobre cmo se debe decidir: Cul ortografa debe prevalecer?.
Tengo para m que la adoptada por los suerteros primero, porque ellos son los dueos e inventores de la acepcin dada a la palabra; segundo, porque slo a ellos interesa escribirla as o as; tercero, porque los que no vendemos suertes no debemos legislar, como los congresantes, sobre materia en que somos del todo al todo ignorantes, y ltimamente, porque, en todo caso, la palabra
49 TPC, 210 187 baca no pasa de ser un limeismo, y si con el tiempo y las aguas llegase a alcanzar la honra de figurar en el Diccionario de la Academia, que sea con el traje con que la vistieron los que la dieron vida. Conociendo tan bien los recursos semnticos del espaol don Ricardo esgrimi un arsenal semntico impresionante en sus escritos tradicionales. A veces le era difcil decidirse por un trmino, dilema que resolva ensartando dos o tres sinnimos. De esta manera lograba calar otra leccioncita lexicogrfica en la tradicin. A veces extenda la enseanza con una glosa adicional: Esto es, con un despapucho, sandez o adefesio. (Y a propsito. La voz adefesio, que muchos escriben adefecio, trae su origen de la epstola del apstol ad efesios. Y para parntesis, ya ste es largo, y cierro) 50 . Esta tendencia tambin le permita ilustrar el uso de un trmino tal vez ms coloquial o de significacin ms regional: Por los aos de 1752 recorra las calles de Lima un buhonero o mercachifle 51 ; Las compaas de encapados o agentes de polica [...] 52 . El primer prrafo de la historieta Barchiln 53 ilustra una tendencia muy pronunciada en las tradiciones, es decir, la de argir a favor de cierta voz que debera hallarse en el Diccionario de la Real Academia Espaola. En este caso Palma se vale de la ocasin para recordar una aparentemente temprana interaccin que tuvo con la Academia unos aos antes de su viaje a Espaa en 1892 para celebrar el cuarto centenario del viaje de Coln. Ni el Diccionario de la Real Academia, en su ltima edicin, ni otro alguno de los diversos que he hojeado y ojeado, traen la palabra barchiln, muy familiar en Lima. Y, sin embargo, pocas son las voces que mejor derecho que sta podran alegar para merecer carta de naturalizacin en la lengua de Castilla. Tuve, hace cinco aos, el honor de proponerla a la Real Academia, que
50 TPC: 1186 51 TPC: 759 52 TPC: 761 53 TPC: 1886 188 si bien acept ms de doce de los peruanismos que me atrev a indicarle, me desair, entre otros, el verbo exculpar, tan usado en nuestros tribunales de justicia, el adjetivo plebiscitario, empleado en la prensa poltica de mi tierra, y el verbo panegirizar, que no contrasta ciertamente con el verbo historiar que el Diccionario trae. Por mucho que respete los motivos que asistieran a mis ilustrados compaeros para desdearme estas y otras palabrillas, no quiero callar en lo que atae a la voz barchiln. Ella tiene historia, e historia tradicional, que es un otro tem ms. Paso a narrarla. Como se ve, Ricardo Palma escriba con una conciencia constante del status lexicogrfico ante la Academia de los trminos que contemplaba emplear. A veces adoptaba un aire humilde y respetuoso, como en Carta Canta, donde se refiere al origen de una frasecilla en cuestin y luego dice, para la cual voy a reclamar ante la Real Academia de la Lengua los honores de peruanismo. A veces corrige la docta Corporacin: El 5 de octubre, investido con el carcter de presidente provisorio (y no provisional, como impone la Academia que se diga y escriba), le entreg Menndez la asendereada banda 54 . Noten cmo inicia la ancdota Los refranes mentirosos: Hame dado hoy el naipe por probar, con el testimonio de sucesos tradicionales, que en el Per tenemos refranes que expresan todo lo contrario de lo que sobre ellos reza el Diccionario de la Real Academia de la Lengua [...] lean ustedes la crnica que voy a desenterrar, y convendrn conmigo en que bien puede la Academia echarle un remiendo al refrancito 55 . Tales confrontaciones con la Academia dentro del discurso histrico de las tradiciones pueden encarnar referencias al uso general de cierto trmino junto con la mencin del nombre de un escritor espaol como punto de apoyo. (Ntese que he subrayado la palabra ajedrecista, porque el vocablo, por mucho que sea de uso general, no se encuentra en el Diccionario de la Academia, como tampoco existe en l el de ajedrista, que he ledo en un libro del egregio don J uan Valera) (15).
54 TPC, 1107 55 TPC, 144 189 Con frecuencia informa tales explicaciones un tono burln-crtico. De El cuarto oscuro de la biblioteca leemos: De pie y en un extremo del saloncito, los colombroos Lavalle y Roca discurran conmigo sobre el verbo panegirizar (que ni buscndolo con cabito de vela se encontraba, por entonces, en el Diccionario) era o no de legtima cepa castellana (J uventud 209). Declara en Un sueo de un santo varn: Conste as para que nadie, ni la Real Academia de la Lengua, dispute a Carbajal el derecho de propiedad sobre la palabrita (90). En su estudio Papeletas lexicogrficas Palma recomienda la voz cacharpari, notando que figuraba en el ltimo Diccionario, pero alterado en su ortografa. La palabra no es cachazpari sino cacharpari. Adems, la Academia la define como convite nocturno. El cacharpari es precisamente, matinal (Papeletas 38). Aludiendo maliciosamente a esa equivocacin Palma, en la tradicin La victoria de las camaroneras, observa que Veremunda, para celebrar el triunfo de sus protegidas, dio un cachazpari, como dice el nuevo Diccionario de la Lengua, en Amancaes (532). Como en el ltimo caso, muchas de estas digresiones semnticas cumplen ms de un propsito porque adems de proveer informacin etimolgica, comunican tambin una rica significacin histrica y cultural, la cual sirve para reforzar los asuntos principales que Palma va narrando. Don Ricardo siempre mantuvo que el objetivo principal en desarrollar el nuevo gnero fue el de inculcarle al pueblo peruano una mayor conciencia y aprecio de su herencia cultural e histrica 3 . Al salpicar sus narraciones con anotaciones sobre el origen, evolucin y significacin de una voz ntidamente peruana, contribua a la realizacin de tales metas. Por ejemplo, en medio de Carta canta se detiene diciendo y pues he empleado la voz encomendero, no estar fuera de lugar que consigne el origen de ella, lo cual le permite deslizar en la narracin una leccin de hondo sentido colonial (147). Lo mismo pasa cuando explica nombres geogrficos, como en el caso de Arequipa (156), Misti (322), Copacabana (286) o Frontera y Guamanga. Noten cmo funciona esta tcnica: El nombre de la Frontera naci de que el Inca Manco, con sus huestes, ocupaba a la sazn las crestas de 190 los Andes fronterizas a la nueva ciudad. Y en cuanto a la voz Guamanga, refiere la tradicin que cuando el Inca Viracocha realiz la conquista de este territorio dijo, dando de comer a su halcn favorito: Huamanccaca! Hrtate, halcn! (135-136). En la conseja Zurrn- currichi Palma inserta una traduccin del nombre Laycacota, la cual contribuye al desarrollo de la temtica en cuestin: Yo no dir que la cosa tenga mucho fundamento; pero alguno ha de tener, estando la ciudad a las faldas del Laycacota, que quiere decir, en castellano de Cervantes, algo as como guarida de brujas. De vez en cuando Palma caracteriza a alguien pegndole a esa persona una palabra ntimamente asociada con cierto tipo regional; as acierta a proyectar ciertos rasgos mientras ilumina el meollo del trmino. Por ejemplo, se lee en "Que repiquen en Yauli!": Eran ellas tan lindas como traviesas limeas puras de las gu!. Con frecuencia el autor de las tradiciones se detiene para definir un vocablo, una frase, un apodo o un apellido -siempre con el motivo de iluminar al lector lingstica as como narrativamente. Suele aclarar apellidos al ocuparse de la herldica 5 . En El corregidor de Tinta precisa el significado de J uregui para realzar la irona de los sucesos. La clarificacin de la metfora entre dos luces en Al pie de la letra es crucial para que el lector aprecie la irona trgica de un fusilamiento ordenado por Salaverry (1070). Se unen los discursos filolgico y cultural-histrico al concretarse una frase en la historieta La casa de Francisco Pizarro: Mientras se terminaba la fbrica del palacio de Lima, tan aciago para el primer gobernante que lo ocupara, es de suponer que Francisco Pizarro no dormira al raso, expuesto a coger una terciana y pagar la chapetonada, frase con la que se ha significado entre los criollos las fiebres que acometan a los espaoles recin llegados a la ciudad (35). Lo mismo pasa en Un camarn cuando el narrador clarifica el empleo de un trmino del tecnicismo gallstico (824). A veces Palma simplemente pone en aposicin una frase clarificadora de 191 su propia fraseologa -rasgo importante del estilo y tono palmianos y de su constante presencia y conciencia semntica: A la postre, como toda mujer que ha amado frenticamente a la criatura, se volvi al Creador, que en buen romance quiere decir que se torn beata, y beata de correa, que es otro tem ms; beata de las que lean el librito publicado por un jesuita con el ttulo de Alfalfa espiritual para los borregos de Jesucristo, en el cual se llamaba a la Hostia consagrada pan de perro (pan de pecador). A veces la cuestin semntica es debatida entre dos personajes dentro de una tradicin, mezclndose as el discurso semntico con el narrativo, lo cual le ofreca a Palma otro ambiente textual en el que poda sacar a colacin sus intereses de tipo lingstico. La disputa en Un litigio original sobre los ttulos marqus y conde viene al caso. En otras ocasiones Palma combina un momento lingstico con uno docente, como cuando en Monja y cartujo agrega su parecer sobre la palabra porquera. En forma acostumbrada inicia la digresin dirigindose a sus lectores con una interrogativa: Y a propsito de esta palabra que se usa muy criollamente, hceles a ustedes gracia orla en lindsimas bocas? Va una limea a tiendas, encuentra a una amiga, y es de cajn esta frase: -Hija, estoy gastando la plata en porqueras. Se atraganta una nia de dulces, hojaldres y pastas, y no faltan labios de caramelo que digan: -Cmo no se ha de enfermar esta muchacha, si no vive ms que comiendo porqueras! Uf, qu asco! Lectoras mas, llvense de mi consejo y destierren la palabrita 192 malsonante. Perdonen el sermoncito cuaresmal.
Es bien sabido que Ricardo Palma coloc en las tradiciones una pltora de refranes, dichos y frases especiales. Con frecuencia el exaltado inters del tradicionista en ellos ocasion si no una digresin, toda una tradicin consagrada a consignar el origen de la locucin. Tales iluminaciones tambin merecen considerarse como componentes importantes del foro lingstico presente en las Tradiciones peruanas. Combinadas con un rico contenido cultural-histrico constituyen una veta filolgica ampliamente explotada por Palma. Tradiciones centradas en indagaciones sobre un refrn incluyen Carta Canta, Sastre y sisn, dos parecen y uno son, Arre, borrico! Quien naci para pobre no ha de ser rico, De asta y rejn, A nadar peces, Puesto en el burro, aguantar los azotes, Tabaco par el rey, "Qu repiquen en Yauli!" (Origen histrico de esta frase), Mogolln: origen del nombre de esta calle, La maldicin de Miller, A muerto me huele el godo, El gran poder de Dios, Quin toca el arpa? J uan Prez (Origen de este refrn), El coronel fray Bruno, La pensin del perro, La pampa de medio mundo y, por supuesto, Refranero y Refranero limeo. En algunos casos Palma identifica las fuentes de su informacin sobre cierta frase. Tales fuentes normalmente resultan ser o un libro o alguna persona: he aqu el origen del refrn, tal como lo relata en el librejo que lleva por ttulo Deleite de la discrecin; Que s has odo la frase? Pues entonces all va el origen de ella, tal cual me ha sido referido por un descendiente de la protagonista. En varios casos el comentario del narrador sobre una frase es ms limitado y parece surgir casi por casualidad; Y a propsito. He aqu el origen de este refrancito (133); y pues viene a pelo, ah va para dar remate a la tradicin el origen de una frase popular (761); Y ya que por incidencia se me ha venido a la pluma este refrn, no estar fuera de lugar el que consigne aqu su origen. Como se ve, las tradiciones se ven salpicadas de ejemplos de este gran afn semntico-histrico, los cuales constituyen otro tipo de aporte lingstico incrustado en ellas. 193 Indicamos anteriormente que Palma escriba su nuevo gnero con una conciencia constante del lxico castellano tal como exista en los diccionarios disponibles. Tal discurso lexicogrfico puede manifestarse en un dato histrico, como cuando registra la llegada a Lima en 1738 de ejemplares del primer Diccionario de la Academia Espaola (545), cuando apela a diferentes diccionarios para esclarecer cierto punto, como ocurre en "Callao" y "Chalaco", o cuando rastrea la presencia de un trmino a travs de ediciones sucesivas de un diccionario para poner el cimiento sobre el cual edificar toda una tradicin, como pasa en Vtores. Puede tambin tomar la forma de una nota de meollo lingstico-etimolgico al pie de la pgina, la cual serva para clarificar ciertos vocablos o sobrenombres o para abogar por uno que otro americanismo o neologismo. Ms que todo, las tradiciones de Palma son conocidas por su tono humorstico bien rociado de irona y stira. Como era de esperar, hallamos que ciertas digresiones lingsticas son pura invencin suya sirviendo nada ms que para evocar la risa y divertir al amigo lector. Canario! El cantarcito no poda ser ms subversivo en aquellos das, en que la palabra rey qued tan proscrita del lenguaje, que se desbautiz al peje-rey para llamarlo peje-patria, y al pavo real se le confirm con el nombre de pavo nacional. Las tradiciones exudan un espritu juguetn que a menudo opera a un nivel sumamente coloquial totalmente libre de la correccin poltica que nos rige en la poca actual. Tal actitud le permita a Palma travesear con varios temas, especialmente la pelea perenne entre los sexos. Un ejemplo excelente apareci en La Broma, peridico burln en el que don Ricardo intervino con frecuencia durante su efmera existencia en 1878. La ancdota se titul Perfiles. En ella Palma analiza el vocablo simptico en cuanto a las connotaciones que sola evocar al aplicarse a las hijas de Eva. Su charla comunica una riqueza cultural- lexicogrfica junto con una buena dosis de humorismo patentemente palmista. 194 Pero lo que en una muchacha hace el mismo efecto que si la condenaran a vestir imjenes [sic] es que la llamen simptica. Ser simptica es algo asi [sic] como estar excomulgada. Cuando de una mujer no se puede decir, sin quebrantar el octavo mandamiento, que es bonita, elegante o espiritual, se dice: -Fulanita! Bah! Es una criatura muy simptica. Traduccin libre: -Fulanita es fea como un berrueco, desgarbada como manga de parroquia o tonta rematada. Tienen razn las nias a quienes la palabra simptica suena remalditsimamente mal. sa es una palabrita corts que los pcaros hombres hemos inventado para mortificar a las mujeres poco favorecidas por la naturaleza. Somos unos hipocritonazos los hombres. J ams llamaremos al pan, pan; al vino, vino; ni a la fea, fea. Para no llamar a las cosas por su nombre, siempre hablamos palabrita a mano Con gran destreza don Ricardo realza los aspectos visual y temtico de sus ancdotas mediante una alusin bien colocada a las posibles connotaciones de una voz empleada o por el narrador o por uno de los protagonistas. Al hacerlo tambin cumple un fin lingstico obligando al lector a concentrarse en el vocablo. Las obritas tempranas de Palma exhiban una textura marcadamente romntica, la cual, a veces, encarnaba una reflexin emocionada de parte del narrador sobre cierto trmino. Dada la temtica y ubicacin geogrfica de las tradiciones, fue inevitable que Palma empleara en las Tradiciones peruanas una pltora de trminos indgenas, mayormente del quechua pero a veces de aymar. A lo largo de su coleccin el narrador tradicionista se esfuerza por 195 asegurar la mayor comprensin posible de parte del pblico lector. Para lograrlo y as ampliar la visin y el aprecio histricos del lector, provee en momentos apropiados traducciones de nombres geogrficos, de nombres propios y de otros trminos. As se unen de nuevo los discursos lingstico e histrico. Aqu van unos ejemplitos: Imasumac o "Hermosa entre las hermosas"; La voz Titicaca en aimar significa pea de metal, y la palabra Coati "reina o seora" (286); el gigantesco cerro de Carhua-rasu (nevado amarillento) (1103); en la provincia de Huarochiri (voz que significa calzones para el fro, pues el Inca que conquist esos pueblos pidi semejante abrigo) (353). A veces simplemente yuxtapone sinnimos para comunicar la leccin lexicogrfico-histrica: Princesa o usta nada menos (202). Tampoco pierde la oportunidad de rastrear el origen de una voz hasta sus races quechuas: .en la provincia de Lucanas, hay un pueblo habitado slo por indgenas, que en la carta geogrfica del departamento de Ayacucho se conoce con el nombre de Chipn, voz que probablemente es una corrupcin del chipa (cesto), quichua.
Como se puede notar, en las Tradiciones peruanas se presencia una marcada voluntad de estilo. Inherente a esa voluntad haba una conciencia lingstica extraordinaria que llevaba al tradicionista a siempre querer expresarse con correccin y explotar todos los recursos del idioma. Al toparse con los lmites de ste, intua lo que faltaba y no titubeaba en suplir su expresin de la voz nueva que haca falta. La chispa criolla ha ido al osario, y nos hemos zarzuelizado, vocablo que pone en letra bastardilla para marcarla como palabra no autorizada. Este aspecto del discurso semntico poda asomarse con o sin comentario de parte del narrador. En todo caso, tales creaciones las haca con plena conciencia de lo que podan pensar los otros hablantes de la lengua, incluso la Academia, a la cual se refera a veces con cierto sarcasmo jovial al revelar su presencia en el discurso lingstico. 196 En resumen, para poder valorar en forma ms amplia las Tradiciones peruanas, habr que tomar en cuenta la importante interaccin en las historietas entre los discursos histrico, lingstico y humorstico, la cual me parece crucial y fundamental para una comprensin ms amplia de la expresin palmista y los objetivos que tal articulacin buscaba realizar. Como se puede apreciar, este tema que hemos tratado en un aspecto es muy nutrido. Ser para otro artculo un detallado examen etimolgico de los neologismos y americanismos empleados por Palma en las Tradiciones peruanas y/o respaldados por l en otros estudios.
4.2.4 Valoracin de las crticas de Palma
Por qu esa imagen tan negativa de la clase dirigente tradicional, muchos de cuyos descendientes tenan predicamento notable en la sociedad limea del siglo XIX y eran amigos personales de Palma? Cmo se condicen tales expresiones con sus afectuosos vnculos abiertamente declarados en su obra 56 con el escritor y diplomtico J os Antonio de Lavalle, del linaje de los condes de Premio Real, o el general J uan Buenda, a quien le tocaba por lnea recta el marquesado de Castelln? Bien sabemos que los intelectuales de la generacin del novecientos, marcados por una actitud reverencial hacia el legado hispnico, se apropiaron macizamente de la obra palmiana, viendo en ella una celebracin de las luces y blasones del Virreinato.
Pero J os Carlos Maritegui, en su ensayo sobre El proceso de la literatura, sali al encuentro de dicha postura y celebr en cambio el espritu irreverente y heterodoxo de Palma, su filiacin democrtica y su posicin de medio pelo dentro de la sociedad. Su burla roe risueamente el prestigio del Virreinato y el de la aristocracia; traduce el
56 cf. Los pacayares, TPC, 692, y Una ceremonia de Jueves Santo, TPC, 873 197 malcontento zumbn del demos criollo , segn opina el Amauta 57 . Claro est que don Ricardo fue un tradicionista, porque ech mano del acervo popular para rescatar imgenes y leyendas bien arraigadas en la colectividad; pero no fue un tradicionalista (como bien lo distingui Haya de la Torre) 58 , porque no pretendi el retorno al pasado, a esa situacin entre decadente e injusta que sus narraciones delataban. Entre los aspectos ms saltantes del imaginario palmiano en torno a la nobleza titulada del Virreinato, uno que todava no hemos mencionado y que aparece con abundante frecuencia, es el modo en que los marqueses, condes y vizcondes llegaron a adquirir su lugar en el nobiliario hispnico: mayormente a travs de la compra o depsito de un servicio a la Corona. Entre los infinitos ttulos de Castilla que en el Per existieron dice exageradamente Palma, tal vez no llegan a seis los que acord gratuitamente la Corona, y como tributo al mrito o recompensas de eminentes servicios 59 . En la tradicin llamada Un escudo de armas, llevado por una malicia insensata y quiz un poco de envidia, prosigue nuestro autor:
Cuando el real tesoro (y esto era un da s y otro tambin) se hallaba limpio de metlico, explotaba el rey la candidez peruana y, como quien cotiza hoy bonos de la deuda pblica, se echaban al mercado pergaminos nobiliarios, que hallaban colocacin en la plaza de Lima por treinta o cuarenta mil duretes. En aquellos tiempos la aspiracin suprema de los hombres era adquirir fortuna para poder comprar ttulo y sostener el lujo que ste exiga.
57 J os Carlos MARITEGUI, El proceso de la literatura, en sus Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana, 13ra ed. Lima, Emp. Editora Amauta, 1968, p. 195. Al respecto, vase la crtica reinterpretacin que hace Manuel VELZQUEZ ROJ AS, El humorismo en las Tradiciones de Ricardo Palma, en Aula Palma. Discursos de incorporacin al Instituto Ricardo Palma (1998- 1999, Lima, Universidad Ricardo Palma, Centro de Investigacin, 1999, pp. 266-267.
58 Vctor Ral HAYA de la TORRE, Nuestro frente intelectual, en su Por la emancipacin de Amrica Latina. Artculos, mensajes, discursos (1923-1927), Buenos Aires, M. Gleizer, 1927, p. 139.
59 Tradiciones Peruanas Completas (TPC), 811 198 Siempre se encontraba a la mano un rey de armas que, por duro ms, duro menos, pintase un rbol genealgico muy frondoso y bonito, con entroncamientos reales y haciendo descender a cualquier petate nada menos que por lnea recta del mismsimo Salomn y una de sus concubinas, o del tlamo matrimonial de la reina Saba con el Cid Campeador:
Para un heraldista, ni la honestidad de la casta Susana est libre de calumnia y atropello; pues si un paleto se empea (y paga) lo harn por a +b descender de Madama y uno de los libidinosos vejetes. As deca, y con razn, cierto ricacho noble de cuo falsificado: Si buen abolengo tengo, buenos dineros me cuesta 60
Sin embargo, el hecho de que se hubieran otorgado ttulos de nobleza por trfico de influencias o por aportaciones dinerarias a la monarqua, no tiene nada de extrao dentro del contexto global de la aristocracia en el mundo occidental. Lo mismo ha ocurrido en Alemania, Italia, Gran Bretaa o Espaa, por mencionar slo unos cuantos pases, todava en el siglo XIX y en gran parte del XX. La flexibilizacin del estamento aristocrtico, permitiendo que nuevos personajes de gran predicamento econmico o poltico adquieran un rango hereditario, no hace ms que probar la vigencia y la solidez de una institucin social que hunde sus races en la Europa de Carlomagno, y aun ms atrs 61 . A mi parecer, ste no es un punto fuerte ni original en la crtica de don Ricardo Palma, el cual se manifiesta aqu un tanto desubicado, saliendo ingenuamente en defensa de los fueros liberales a envilecer la oscura edad media del Virreinato.
Otras observaciones ms puntuales se podran agregar respecto al cuadro general y a las noticias individuales que las Tradiciones peruanas ofrecen acerca de esa vieja clase aristocrtica. En unos casos, inclusive, he comprobado que las leyendas transmitidas por Palma complementan
60 TPC, 811 61 Cf. Vicente de CADENAS y VICENT, Herldica, genealoga y nobleza en los editoriales de Hidalgua, 1953-1993 (40 aos de un pensamiento), Madrid, Hidalgua, 1993, passim.
199 y nutren la informacin documental de los archivos. As ocurre con el primer vizconde del Portillo, don Agustn Sarmiento de Sotomayor, que viene a ser el joven caballero aludido en la tradicin Un seor de muchos pergaminos 62 . Mientras que los secos testimonios oficiales aseveran que el vizconde (sobrino del virrey de la poca, conde de Salvatierra) falleci en el Cuzco, en 1652, intestado y de muerte violenta 63 , la conseja de Palma nos permite saber que sucumbi en un duelo de espadas, en el lugar de Arcupuncu, a manos del anciano y orgulloso corregidor de la ciudad imperial, don Alejo de Valds y Bazn.
Referencias adicionales se podran acumular en el mismo sentido de combinacin, de jugosa fusin de noticias entre la historia y la tradicin. Por ejemplo, encontramos al minero limeo don J os Po Garca, quien por los aos de la guerra de la Independencia usaba el ttulo de conde de Castaeda de los Lamos, aunque precisa la documentacin exhumada por Rosas Siles nunca pudo alcanzar oficialmente esa investidura, pese a las gestiones que realiz al efecto. Palma nos revela que el origen del timbre nobiliario de Garca se hallaba simplemente en una apuesta y en el xito que tuvieron sus gallos de pelea en la festividad de la Virgen de Cocharcas, por septiembre de 1819, al vencer a los gallos contrincantes del autntico conde de Castaeda de los Lamos, don Manuel Daz de Requejo. Aunque la escritura de traspaso del ttulo no alcanz a ser reconocida en la corte de Madrid, el pueblo bautiz al afortunado minero con el mote de El conde de la Topada, en honor a las topadas o lides galleras (y ste es tambin el ttulo de la respectiva tradicin) 64 .
62 TPC, 432-435 63 As figura en el testamento de su segunda esposa, doa Mara Gutirrez de los Ros, vizcondesa del Portillo, otorgado en Lima el 4 de octubre de 1683 ante Pedro Prez Landero; segn lo cita ROSAS SILES, La nobleza titulada del virreinato del Per, [5], p. 533. 33 Ibidem, pp. 361-363. Por este trabajo sabemos que don J os Po Garca, el presunto conde de Castaeda de los Lamos, otorg testamento en Lima el 14 de febrero de 1822, ante J os Mara de la Rosa.
64 TPC, 937-940 200 Bajo este contexto, podemos afirmar que no se puede entender cabalmente la historia del Per sin recurrir a las tradiciones de don Ricardo Palma y a su cmulo de imgenes, noticias y opiniones. Del mismo modo, no se puede entender cabalmente las Tradiciones peruanas sin recurrir al venero de la historia documental y formalmente elaborada. Por esta ntima vinculacin con nuestro pasado, nuestra cultura y nuestro imaginario popular, la obra de Palma significa una fuente histrica de primera importancia y un elemento consubstancial de la identidad colectiva de los peruanos.
4.2.5 El rol de la Nobleza en las Tradiciones Peruanas
En efecto, don Ricardo saca a relucir su talante liberal y confesamente democrtico para criticar a la aristocracia criolla bajo una serie de aspectos. Lo hace empleando, por cierto, su tpico lenguaje zumbn y sarcstico, con una sutil dosis de irona maldiciente, que sin embargo puede pasar tambin por un toque de humor, como si se tratara de una exposicin complaciente de aquellos hechos o caractersticas de la poca colonial. En esto hay que considerar obviamente la diferencia de estratos sociales, pues el tradicionista si bien se muestra fascinado por los escudos de armas, los ttulos de nobleza y los entronques genealgicos marca una consciente distancia respecto a la lite, sealando el origen humilde de su cuna: ya lo sabemos, hijo fue de sus obras 65 . Refirindose a los miembros de la nobleza titulada, y de manera concreta al primer marqus de Campoameno, don Alonso Gonzlez del Valle, Palma hace notar el carcter dispendioso de ese grupo encumbrado. En la tradicin El que ms vale no vale tanto como Valle vale 66 , el marqus de Campoameno termina aplicando una severa paliza al menor de sus hijos un callado mozalbete de dieciocho aos
65 Cf. Oswaldo HOLGUN CALLO, Tiempos de infancia y bohemia: Ricardo Palma, 1833-1860, Lima, Pontificia Universidad Catlica del Per, Fondo Editorial, 1994, pp. 26-52, en que trata sobre los padres y los parientes del escritor.
66 TPC, 594-597 201 por no haber gastado suficientemente las monedas que le entreg para que fuera a divertirse en las celebraciones del Corpus Christi en Chincha. As mancillaba el joven la imagen de arrogancia que convena a su clase y desdeca del lema de su escudo familiar: El que ms vale no vale tanto como Valle vale.
Nuestro autor anota expresamente que la aristocracia deslumbraba al pueblo por el lujo y el derroche 67 . Pero no siempre tena este rasgo un trasfondo negativo, que reforzara las diferencias socio-econmicas y sumiera a la plebe en una inopia o negligencia todava mayor. Se da por ejemplo el caso de la bella y orgullosa Mariquita Castellanos, quien sali en representacin de la gente bien de la ciudad de los Reyes (Lima) para oponerse a los desplantes de la Perricholi, la presuntuosa actriz que andaba en amoros con el virrey Amat 68 . A fin de ganarse las simpatas del pueblo segn evoca Palma, la Castellanos don a un hospital de la capital un collarn de oro macizo con brillantes, el cual haba lucido primero su perro faldero en la fiesta del Rosario [Pues bonita soy yo, la Castellanos! 69 ,.
La mencin de los ampulosos ttulos, cargos y preeminencias de la nobleza es constante en las Tradiciones peruanas, y hemos de entender que Palma la utilizara como un recurso para crear un ambiente fabuloso, un espacio como encapsulado en una torre de marfil elevadsima, a la que no poda acceder nadie que no ostentara
67 TPC, 597 68 La figura de Micaela Villegas y Hurtado de Mendoza (1739-1819), la Perricholi, una mujer iletrada que puso en jaque a todo el aparato cortesano limeo, emerge de los intersticios de los espacios reservados a la aristocracia y la plebe. Ella es como una figura picaresca del mundo colonial en crisis, un fruto de la comn misoginia con que la stira, los pasos, los entremeses y el teatro de aquella poca trataban a la mujer. Dicen las fuentes que la actriz cmica, y amante de don Manuel de Amat, con su sola presencia originaba tumultos populares. Vase Sara CASTRO-KLARN, El siglo XVIII: sujetos sub-alternos y el teatro de la Perricholi, en Mabel Moraa (ed.), Mujer y cultura en la Colonia hispanoamericana, Pittsburgh (PA), Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 1996, pp. 295-296, y tambin Alberto FLORES GALINDO, Aristocracia y plebe: Lima, 1760-1830 (estructura de clases y sociedad colonial), Lima, Mosca Azul Editores, 1984, pp. 151-161.
69 TPC, 650-652 202 pergaminos similares 70 . Con su estilo inigualable, don Ricardo pone al comienzo de la tradicin llamada Cosas tiene el rey cristiano que parecen de pagano lo siguiente: Lector, tengo a mucha honra presentarte (aunque dudo mucho guardes en casa sillas para tanta gente) al seor don J os Matas Vzquez de Acua, Menacho, Morga, Zorrilla de la Gndara, Len, Mendoza, Iturgoyen, Lisperguer, Amasa, Romn de Aulestia, Sosa, Gmez, Boquete, Ribera, Rengifo, Ramos, Galvn, Caballero, Borja, Maldonado, Muoz de Padilla y Fernndez de Ojeda, vstago de conquistadores por todos sus apellidos, caballero de la Orden de Santiago, gentilhombre de cmara con entrada, lector de la abada de San Andrs de Tabliega en la merindad de Montijo, patrn en Lima del convento grande de Nuestra Seora de Gracia, del orden de ermitaos de San Agustn y de su capilla del Santo Cristo de Burgos, patrn asimismo del Colegio de San Pablo que fue de la Compaa de J ess, regidor del Cabildo de Lima, capitn del batalln provincial y sexto conde de la Vega del Ren, ttulo creado en 1686 por Carlos II a favor de doa J osefa Zorrilla de la Gndara, Len y Mendoza, con la condicin de que, a la muerte de la condesa, recayese el ttulo en su esposo don J uan J os Vzquez de Acua, Menacho, Morga y Sosa Rengifo 71 .
La misma frondosa descripcin se repite para los escudos de armas correspondientes a los personajes de que se trata, ya fueran stos poseedores de ttulo o no. Donde mejor se aprecia esta fijacin y es por ello la tradicin que al hablar de nobleza primero viene a la mente de cualquier iniciado es en Un litigio original 72 , temprana narracin fechada en 1868 e incluida dentro de la primera serie de Tradiciones
70 Las virtudes del cuidadoso manejo del lenguaje en Palma, como transparentador de la extraccin social y las cualidades morales de los personajes, han sido bien tratadas por Dora BAZN
71 TPC, 825 72 TPC, 488-496 203 peruanas en la edicin publicada por Carlos Prince en 1883 73 . Este relato se refiere a la acre enemistad que opona, en los aos postreros del siglo XVII, al tercer marqus de Santiago, don Dionisio Prez Manrique de Lara (limeo de nacimiento), con el segundo conde de Sierrabella, don Cristbal Mesa y Valenzuela (natural de Quito) 74 . El conflicto tuvo su punto culminante en 1698 cuando ambos personajes se toparon con sus carruajes, saliendo de una misa en la iglesia de San Agustn, en la esquina de las calles Lrtiga y Lescano o sea, los actuales jirones Caman y Huancavelica de nuestra capital.
Se dice que el marqus de Santiago y el conde de Sierrabella, no queriendo ninguno de ellos ceder el paso con su carruaje, fueron pronto rodeados por un grupo de encumbrados aristcratas que tambin haban participado en la misa. Esto, naturalmente, da pie al autor para referir a trece caballeros con sus correspondientes ttulos, escudos y divisas familiares 75 . Luego se complica la historia al acordarse que la resolucin del pleito de los carruajes deba pasar a manos del virrey en palacio de Gobierno, a fin de que el vicesoberano decidiera cul de los nobles en disputa era el ms noble, y por lo tanto el autorizado a doblar primero aquella esquina. Entonces se acerca a la casa gubernativa todo cuanto personaje pudiera blasonar de un apellido conocido y de un escudo de
73 COMPTON, Las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma: bibliografa y lista cronolgica tentativas , Fnix/revista de la Biblioteca Nacional del Per, vol. 28/29, Lima, 1983, p. 104, nm. 27.
74 Corregimos aqu los datos que ofrece Palma sobre la titulacin nobiliaria de ambos personajes y aadimos la informacin de su lugar de nacimiento, que puede ser til para comprender su spera rivalidad. Cf. ROSAS SILES, La nobleza titulada del virreinato del Per, [5], pp. 251-254 y 479-480.
75 Se trata del marqus de Corpa, don Luis Ibez de Segovia y Peralta; del marqus de Moscoso, don J uan Arias de Saavedra; del marqus de la Puente, don Francisco Delgadillo y Sotomayor; del marqus de San Miguel, don J uan de Mendoza e Hjar; del marqus de Villablanca, don J ernimo de Velasco y Castaeda; del marqus de Villafuerte, don J uan de Urdanegui; del marqus de Zelada de la Fuente, don Francisco Len y Sotomayor; del conde de Cartago, don J os Hurtado de Chaves; del conde de Montemar, don Pedro Carrillo de Albornoz; del conde de San J avier, don Francisco Ramrez de Laredo; del conde de San J uan de Lurigancho, don Luis de Santa Cruz y Padilla; del conde de Santa Ana de las Torres, don Nicols Dvalos de Ribera; y del vizconde de San Dons, don Alonso Prez de los Ros y Rivero [TPC, 489-490]. 204 armas en Lima: de hecho, la lista que ofrece don Ricardo Palma llega casi a los doscientos apellidos.
Aunque no podemos reproducir aqu todos esos nombres y escudos familiares (es cosa que demandara mucho espacio y una persona ms versada que yo en cuestiones de herldica), s es interesante remarcar el trato deferente que se otorga a los apellidos de origen vasco, cuyos significados aclara el autor. As, tenemos a ...los Elizalde (palabra que en vascuence significa cerco de la iglesia) con su len rampante en gules y tres fajas de azur en oro; los Gaviria (que quiere decir ahora es de noche) con su gaviln que lleva un gallo entre las garras; los Zavala (palabra que en vascuence significa ancho) con sus tres fajas de gules fileteadas de oro en campo de azur; los Iriarte (que en vasco significa hasta la ciudad) con su escudo cuartelado en cruz con las barras aragonesas, cadenas de Navarra, rbol y lobo pasante; los Arteaga (voz que en vascuence significa rama de encina) con sus dos calderas jaqueladas de oro y sable y banda de oro con dragantes de sinople; los Urrutia (que en vasco significa lejano) con su cruz llana de sinople y cinco panelas de gules en sautor; los Oyarzabal (que significa cama ancha en vascuence) con su jabal empinante a un rbol de plata sobre gules; los Barrenechea (que en vasco significa casa de adentro) con su castillo de plata y dos leones grimpantes en gules; los Irigoyen (en vascuence ciudad de arriba) con su apstol San J uan sobre plata y tres torres de oro sobre gules; los Egusquiza (voz que significa debajo del sol) con su lobo pasante y cuatro barras de gules; los Echenique (palabra que en vascuence significa no tengo casa) con su escudo ajedrezado de plata y sable; los Mujica (durazno en vasco) con un oso de sable sobre plata... 76 .
Finalmente, el mismo don Ricardo se aade a este listado de la sociedad capitalina, pero con su propio lugar: Aunque me humille confesarme plebeyo, debo declarar, a fuer de veraz cronista, que all ni
76 TPC, 491-494 205 hubo ningn Palma, pues si alguno de este apellido coma por aquel siglo pan en Lima, debi de estar aquejado de dolor de muelas o de punzada en el hueso palomo. Con su inasistencia me hizo un flaco servicio, porque me priv de conocer mis armas para lucirlas sobre el papel de cartas... [TPC, 495] 77 .
Por otra parte, las Tradiciones peruanas rememoran la afeccin de la gente noble por los juegos de azar, dndole la misma connotacin negativa decadencia y falta de espritu emprendedor que achacaba, entre otros, Alejandro de Humboldt en su famosa carta de 1802 a su amigo Checa (y que Palma fuera el primero en dar a publicidad, en El Ateneo de Lima, en 1906) 78 28 Insiste tanto el tradicionista sobre este punto del descalabro moral de la aristocracia que, en Un caballero de hbito, apunta: Ello es lo cierto, que si me echara a averiguar el origen de muchos de los pergaminos de nobleza que, en este Per, acordaron los monarcas de Castilla a sus leales vasallos, habra de sacar a plaza inmundicias de tanta magnitud que obligaran al pulcro lector a taparse las narices con el pauelo [TPC, 802]. Y ms adelante declara: Decir noble, por supuesto con las excepciones de toda regla, era decir jugador... [TPC, 803].
4.3 Anales de la Inquisicin de Lima
En alguna fecha imprecisa, entre 1860 y 1863, quiz en la ciudad de Valparaso, en la modesta pensin de Cerro Alegre, que Palma alquilaba, se empez a escribir lo que ms tarde sera Anales de la Inquisicin de Lima. Para los 27 aos de nuestro autor esa poca se inici de maa manera, tras un fallido intento de capturar (la prensa oficial habl de
77 El punto ha sido tocado por RODRGUEZ-PERALTA, Liberal undercurrents in Palmas Tradiciones peruanas, [18], p. 286, enfatizando el talante poltico liberal que revela esta cita palmiana.
78 Cf. Teodoro HAMPE MARTNEZ, El virreinato del Per en los ojos de Humboldt (1802): una visin crtica de la realidad social, Cuadernos Americanos, nm. 78, Mxico, nov/dic. 1999, p. 62, nota 6.
206 asesinar) a Ramn Castilla. Fue Palma parte del grupo de conspiradores que, sin mucho orden y carentes de estrategias, asaltaron la casa del presidente el viernes 23 de noviembre de 1860. El fracaso provoc el exilio y son notables las palabras con que el diplomtico Francisco Solano Astabaruaga describi al refugiado para que los recibieran en Chile:
don Manuel Ricardo Palma, que entregar a Ud. Esta carta de presentacin y de especial recomendacin, es un joven peruano, vecino de Lima, que por desgraciada circunstancia poltica sale desterrado de su patria y establecer su residencia en ese punto
El joven Palma a quien he tratado con alguna familiaridad, no es felizmente, un poltico, y me complazco en declarrselo a Ud. Ilusionado con las especulaciones tericas de sus amigos cometi el error de seguirlos y mezclarse en un motn El es un escritor de verdadero mrito; representa al grupo de jvenes literatos de Lima y ha descollado como poeta, como escritor festivo, historiador y dramaturgo. Ha desempeado tambin algunos cargos pblicos de consideracin; pero donde ms se ha sealado ha sido en el periodismo
Por la seriedad de su carcter tranquilo y bondadoso, como tambin por sus meritorias condiciones de escritor llamado a ilustrar altamente el nombre de su patria, me he permitido presentrselo a Ud. 79 Para que lo relacione y atienda en su nueva vida de desterrado. Es pobre, pero digno. Comprometera Ud. Altamente mi gratitud y tambin en especial la del seor Palma, si lo pusiera en contacto con la gente de letras quien Ud., all preside con tan singular xito, pues de sus escritos y talentos ha de procurarse el pan en tierra extraa 80 .
La ley de amnista de 1863 le permiti regresar a Lima, pero ya tena el manuscrito que dara origen a los Anales de la Inquisicin de Lima. Se dedic entonces a revisar y ordenar sus notas, lo que le permiti enviar el texto a la imprenta, saliendo a luz el manuscrito en 1863 en la Tipografa de Aurelio Alfaro. Poco despus Palma dejaba el Per convertido en Cnsul en
79 La carta se dirige a la poetisa Rosario Orrego de Uribe. 80 Holgun 1994: 641-642 207 Par (Brasil), cargo que ms bien le sirvi para viajar por Europa. Cerraba as un captulo ms de una larga y fructfera existencia que se prolong hasta el 6 de octubre de 1919. Muchos libros estn an en su tintero, como l pudo haber dicho. Su aventurera vida todava aguarda el bigrafo que tenga el empeo de documentarla.
La edad en que Palma acomete la tarea de redactar el texto sobre la Inquisicin, resulta engaosa con respecto a su experiencia como escritor. En su ensayo La bohemia de mi tiempo seala el ao de 1848 como fecha de inicio de su produccin literaria, lo que nos da la sorprendente noticia de que tena 15 aos cuando salieron sus primeras publicaciones (Palma 1964: 1305). En consecuencia, al redactar los Anales de la Inquisicin de Lima nuestro autor ya era periodista profesional, curtido en batallas legales y polticas, conocido como autor teatral y poeta, pero cuyo producto literario ms importante recin asomaba. Mucho tiempo despus, hablando de las Tradiciones las definira de la siguiente manera: All en los remotos das de mi juventud, ha ms de un tercio de siglo, ocurrime pensar que era hasta obra de patriotismo popularizar los recuerdos del pasado, y que tal fruto no poda obtenerse empleando el estilo severo del historiador, estilo que hace bostezar a los indoctos 81 .
Nos interesa rastrear las primeras tradiciones, escritas en 1853 y 1860, por que se les anticipa apenas, la publicacin en Lima de la novela El Inquisidor Mayor o Historia de unos Amores (1852) del escritor chileno Manuel de Bilbao, exiliado en el Per. No slo el tema parece haber impactado en Palma, que escribi una carta al autor; lo que debi tocar su inters fue el hecho de que Bilbao tambin tomaba materiales histricos para recrearlos hacindolos de fcil lectura para el gran pblico 82 .
Si se observa la estructura de sus primeras tradiciones en comparacin con las que produjera en su madurez, es notable la transformacin de su estilo discursivo, con un relato lineal, a lo que Escobar califica con una frase
81 Daz 1991:145 82 Holgun 1994: 378 y 448 208 esclarecedora: las tradiciones provocan en el lector la impresin de ser historia. Aquellas que fueron re-escritas, como Mauro Cordado, llamada despus Mejor amigo un perro, permiten descubrir la magia verbal del tradicionista, que envuelve al lector, tomando partido por los actores o situaciones que Palma favorece presentndonos como dignos de amor o sujetos de desprecio.
Para que esto suceda, aparte de los mecanismos narrativos puestos en evidencia por Escobar, es importante la contextualizacin histrica (real o ficticia) que hace Palma de sus personajes. En la mayora de sus Tradiciones, una vez planteada la ancdota a ser referida, el autor desarrolla lo que suele llamar una parrafada histrica o la invitacin al lector a colocarse un palillo de dientes o fumarse un cigarrillo para introducir la supuesta atmsfera en que se desarrollaron los hechos.
Si se coloca a los Anales en la condicin de relatos literarios, veremos que tambin all se utiliza esta estrategia para dar verosimilitud al texto. Obsrvese por ejemplo las pginas dedicadas a la clebre iluminada doa ngela Carranza. La primera mencin es escueta, apenas el anuncio de que se le dedicarn ms pginas y la fecha en que se llev a cabo el auto de fe. Un poco ms adelante, se repite el aviso y se dan algunas noticias y juicios de valor: El nombre de ngela Carranza ha llegado a la generacin actual dando tema a multitud de consejas y sirviendo a las madres para asustar con l a sus pequeuelos Al ocuparnos de ella hemos tenido a la vista adems de papeles inditos, la relacin del auto de fe de 1694, que public en la Imprenta Real de Lima el doctor don J os de Hoyo, secretario del Secreto y promotor fiscal del Santo Oficio. Recientemente se ha reimpreso ntegro el proceso de la Carranza en el tomo VII de la Coleccin de Documentos Histricos de Odriozola 83 .
La cita est equivocada. La relacin sumaria de la causa, es decir un breve resumen de la misma, se public en la Coleccin de Documentos Literarios,
83 Palma 1964: 1226 209 tomo sexto, de Manuel de Odriozola. Palma interrumpe nuevamente el caso de ngela para dedicar varias pginas a los tormentos aplicados a los reos de la Inquisicin. Cuando retoma a su protagonista, don Ricardo extrae del juicio aquellos prrafos graciosos y sugestivos que justifican su premisa: ngela Carranza era, en nuestro concepto, una mujer con imaginacin, cuyo espritu se extravi con la lectura de obras teolgicas que no alcanzaba a comprender 84 .
Poco despus concluye el caso de la Carranza. La vvida descripcin de su traslado, nos acerca a lo que pudo ser una de las reacciones del populacho. No en vano ngela haba penetrado en la corte virreinal y los objetos bendecidos por ella eran considerados como reliquias de poderes santificantes. Sin embargo, la situacin descrita por Palma, a la que hemos suprimido ms de un prrafo, no aparece en Odriozola, ni en los documentos ahora encontrados. Como en las tradiciones de su mejor momento, Palma ha recreado el relato histrico para evitar el bostezo de los indoctos.
En 1884, el historiador chileno J os Toribio Medina consult los papeles de la Santa Inquisicin guardados en el archivo de Simancas y en la introduccin a su Historia del Tribunal de la Inquisicin de Lima rescata el valor de los aportes de Palma y Odriozola. Debemos a Medina el primero de los estudios modernos sobre el tema, que continua siendo objeto de investigacin 85 . Pero ninguno de los estudios posteriores atraer el inters al tema como nuestro tradicionista. Sombras y fnebres como son las pginas de cualquier aparato represor, don Ricardo supo ponerles la pimienta necesaria para que las torturas y los hierros se iluminen con una cida sonrisa.
As por ejemplo, al referirse al auto de fe de noviembre de 1737 nos cuenta de J os Calvo, conocido por el Chico, era un negro de cincuenta aos, natural del Callao y de ejercicio carretero. Era muy amigo del siguiente reo
84 Palma 1964:1226 85 vase por ejemplo Castaeda y Hernndez 1995 210 (el mulato Feliciano Canales) en cuya compaa adoraba al demonio, que en nuestro concepto, estara representado por una botella de los puro 86 .
En una ceremonia anterior se haba sentenciado a Mara J osefa Canga, negra, casada, de cincuenta aos y cocinera. La acusaron de haba maleficiado a su marido para vivir tranquilamente con otro. Con medio siglo a cuestas, todava el cuerpo le peda jarana a la maldita; pero la Inquisicin estaba all para cortarle el revesino y condenarla a servir por cuatro aos en el Hospital San Bartolom. La acusacin sera algo turbia cuando la exoneraron de la felpa en pblico espectculo 87 . La lista de ejemplos es vasta; para concluir citaremos el caso de Mara Rosa de Masa, llamada Mara la Manteca, era una mestiza natural de Huanuco y de diecinueve aos. La mocita tuvo la mala humorada de plantar a su primer marido, y alterando la mxima del anterior penitenciado (que deca que todo hombre debe cambiar cada siete aos de esposa), sostuvo que la mujer deba cambiar de consorte cada dos aos. Sus seoras inquisidores pusieron cara de perro a esta doctrina, y la Manteca, despus de abjurar de levi, fue a derretirse por seis aos a un encierro 88 .
As como, en esta temprana obra, don Ricardo se da maa para dar un sesgo irnico al pesado relato documental, la lectura del mismo sirvi de inspiracin para muchas de sus Tradiciones. Sin el intento de agotar la lista, mencionaremos: El ombligo de nuestro padre Adn. Un libro condenado, Los judos de prendimiento, Entrada de virrey, Un reo de inquisicin, Zurrncurrichi, La misa negra y muchas ms, en la que el Santo Oficio aparece como personaje importante en sus relatos.
En todo ellos la inquisicin se muestra en sus colores ms oscuros, con el arbitrario poder que apresa, atormenta y juzga lo que el autor suele calificar de pecados veniales o ingenuidades de los condenados. Esta percepcin hizo que uno de sus admiradores, Porras Barrenechea, pusiera el nico
86 Palma 1964: 1251 87 Palma 1964: 1241 88 Palma 1964: 1247 211 reparo en la lectura de los Anales: En lo que Palma persisti estril e injustamente fue su posicin anticlerical. Como historiador no poda ignorar el noble y paciente esfuerzo civilizador de la Iglesia en el Per. El historiados de la Inquisicin tena ms presente, sin embargo, el fanatismo del Santo Oficio que la cantidad de las misiones y la libertad de los telogos que difundieron la personalidad humana de los indios 89 .
No fue el nico blanco eclesistico de la mordaz pluma del tradicionista. Tambin los jesuitas recibieron el fuego de sus bateras. Si echamos una mirada a sus Tradiciones encontraremos que ms de una docena contienen ataques a la Sociedad de J ess, tan encarnizados como a la inquisicin. Veamos por ejemplo las Tradiciones: Entre jesuitas, agustinianos y dominicos, El chocolate de los jesuitas, Por una misa; y sobre todo su ensayo Refutacin a un texto histrico, donde llega a decir: Esta institucin, como asociacin religiosa, es una blasfemia contra las doctrinas del Evangelio entre feroces afirmaciones, nacidas probablemente de las pasiones de su tiempo, de su adscripcin sin reservas al liberalismo de la poca y de su militancia masnica. Sin descartar que el libro de historia en cuestin contena, sin duda, un marcado acento hispanista que irrit a Palma 90 .
Los Anales no fueron la nica incursin en la disciplina histrica o, mejor dicho, lo que Palma y sus contemporneos percibieron como tal. En 1877 public el folleto Monteagudo y Snchez Carrin (Estudio histrico) donde ser propone aclarar el asesinato de Monteagudo y el envenenamiento de Snchez Carrin, Palma afirma el segundo hizo matar al primero y que Bolvar orden la muerte de aquel 91 .
El texto le trajo muchos sinsabores ya que incluso sus amigos encontraron en l las imperfecciones obvias de tan aventurada hiptesis, a lo que se sum el rechazo de venezolanos y colombianos que vieron ultrajada la
89 Porras 1949: XXXIV 90 Palma: 1964: 1476 1489 91 Oviedo 1965: 91 92 212 memoria de su hroe. Palma acus el golpe y se cuid de volver a tocar el tema, si bien Monteagudo y Bolvar fueron personajes frecuentes en sus Tradiciones.
Lo dicho hasta ahora puede necesitar que se enfatice el carcter de la historiografa peruana a mediados del siglo XIX. No exista entonces el aparato documental ni metodolgico que hoy se exige, y lo que se saba del pasado colonial y prehispnico, si no resultaba de una bibliografa europea, no pasaba de instituciones o de lo que se divulgaba de los trabajos de viajeros ilustrados o de las misiones cientficas del exterior. Sin embargo, nuestro autor pudo consultar los trabajos de Sebastin Lorente, Clements R. Markham y Bartolom Mitre, entre otros, que desde distintas perspectivas iban construyendo lo que a su tiempo seran las bases de la historiografa sudamericana. As nos lo hace saber en sus Tradiciones 92 y en su ensayo Sistema decimal entre los antiguos peruanos. En aquellas ocasiones, se introduce en el debate sobre la antigedad de las formas dramticas andinas, reconociendo los mritos de tales personalidades. Frente a la erudicin de los autores mencionados, y el universo de temas que se ofrece al investigador, Palma se consciente de las dificultades de cubrir tan gigantesco vaco y optar por ser quien abra el camino de esos jugosos senderos. Para ponerlo en sus trminos basta copiar las cuatro palabritas que preceden a la tercera edicin de si libro Anales de la Inquisicin de Lima. Dice el tradicionista: Estos Anales son la armazn de un libro filosfico social, que otro, ms competente, escribir. El autor de conforma con que no se le niegue el mrito de haber pacientemente acopiado los datos. La tela y los materiales son suyos. Que otro pinte el cuadro.
Su modestia apabulla a quien enfrente el material documental del Santo Oficio y aunque todos necesitamos que se construya una historia moderna de la Inquisicin en el Per, nadie podr repetir las donosas pginas de don Ricardo.
92 vase La justicia mayor de Laycacota o El alma de tuturutu 213
4.4 Palma lingista
La lingstica fue una de las mayores preocupaciones de Ricardo Palma: la incorporacin de peruanismos, americanismos y quechuanismos al idioma castellano. Su obra, en realidad, denuncia aparte de la vocacin filolgica- un fenmeno idiomtico de carcter artstico, estilstico, paralelamente, si se quiere, al proceso de su investigacin cientfica. El mismo nos ha dicho de una manera inigualable, por la gracia y la vitalidad, tratando del lenguaje estirado y de la necesidad de las palabras.
La tradicin de Palma tambin reivindica nuestro idioma, nuestra habla. Son textos que estn a mitad de camino entre lo hablado y lo escrito. Los diminutivos, las locuciones, los gestos, la onomatopeya. Pero es sobre todo el lxico el que nos muestra con fuerza y claridad la presencia de una comunidad. Una de las ms constantes batallas de don Ricardo Palma fue contra la Real Academia, reticente siempre a acoger los trminos acuados en nuestra Amrica. Los americanos tenemos derecho a apropiarnos del idioma que hablamos. En sus Neologismos y americanismos, Palma deca: Hablemos y escribamos en americano; es decir en lenguaje para el que creamos las voces que estimemos apropiadas a nuestra manera de ser social, a nuestras instituciones democrticas Nunca critico el uso de neologismos, porque siempre tuve el Diccionario por cartabn demasiado estrecho. Si para expresar un pensamiento necesito crear un vocablo, no me ando en chupaderitas ni con escrpulos: lo estampo, y santas pascuas. Para m, el alma de la lengua est en su sintaxis y no en su vocabulario, y tengo por accin meritorias y de grande loa laque realizan los que con nuevas voces, siempre que no sean arbitrariamente formadas, contribuyen al enriquecimiento de aqul. Su larga querella con la Real Academia de la Lengua revela el desarrollo del idioma y certifica la autnoma conciencia americana frente a las 214 cerradas esclusas del oficialismo acadmico, casi siempre a la zaga del fenmeno biolgico social de la expresin lingista.
Neologismos y americanismos y Papeletas lexicogrficas dan fe de una preocupacin honda y viva por el instrumento expresivo del idioma. El lingista caso excepcional en el artista Palma- no es un hombre de gabinete, un desollador profesional de las palabras, sino todo lo contrario: un escultor del lenguaje. No le asiste tampoco, por suerte, la pedantera de los iniciados, esa fauna que hoy agobia con exacto fichero craneal- casi todas las especialidades del saber humano. Palma fue lingista en funcin de estilo, de la vida oral y escrita de su pueblo y de la tradicin castellana. No se le confunda, pues conviene subrayarlo una vez ms-, con los profesores litrgicos y sabihondos que infestan los institutos de la materia.
215
SEGUNDA PARTE
ANALISIS DE CONTENIDO: DIFERENCIAS Y SEMEJANZAS DE TEXTOS LITERARIOS Y PERIODISTICOS DE LARRA Y PALMA Y SU APORTE AL PERIODISMO HISPANOAMERICANO
216
CAPITULO 5: EL PERIODISMO DE LARRA Y PALMA: CORRIENTES, GNEROS LITERARIOS Y NEOLOGISMOS
5. Epistemologa de la obra de Palma El profesor Oswaldo Holgun Callo 93 , en su anlisis sobre la vida de Ricardo Palma, encuentra que haber hecho de la Colonia, la principal materia prima de sus relatos le vali al insigne tradicionista limeo, que ciertos sectores acadmicos llevados por un celo excesivo le atribuyeran el pecado, ms aparente que real, de ser un escritor colonial; consecuencia de ello ha sido el largo perodo de relativo silencio que rode su obra durante la segunda mitad del siglo XX, pese a ser uno de los ms importantes forjadores del canon literario y de la imagen colectiva peruana. Han sido los vientos de renovacin que acompaaron el cambio de siglo los que trajeron consigo la revalorizacin del legado palmiano y, por extensin, el renovado y vigoroso inters de la crtica profesional dentro y fuera del pas por los estudios palmistas. Clara muestra de lo ltimo es la bibliografa de libros, tesis, artculos y folletos aparecidos en los ltimos aos consignada por Oswaldo Holgun en artculo publicado en el tercer nmero de la Revista de la Casa Museo Ricardo Palma; en esa lista de referencias destaca, por su osado planteamiento, la obra Los Tradicionistas Peruanos 94 , el ms reciente libro publicado por Estuardo Nez sobre la materia. Otra clara muestra, esta vez de la polmica suscitada por dicho libro, la encontramos en el artculo de J orge Valenzuela que aparece en el mismo nmero de la mencionada revista literaria. En ese trabajo, Nez, infatigable investigador de la literatura nacional, nacido casi con el siglo y dueo de una voluminosa obra crtica en la que destacan sus estudios sobre la obra de Palma, nos sorprende con la novedosa tesis de la
93 Oswaldo Holgun Gallo: Ricardo Palma: semblanza de su vida y obra. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. 30-10-2003 94 Lima, Editorial Laberintos, 2002 217 longevidad, al decir de Lus Enrique Tord en la Presentacin del libro, pues, de acuerdo con ella, el gnero creado por el autor de Tradiciones Peruanas pas por un aggiornamento inducido por los cambios sufridos por la disciplina histrica, su vieja compaera de ruta, a lo largo del siglo; esto le ha permitido llegar hasta nosotros como gnero vivo, an cultivado por escritores jvenes.
5.1 Las Tradiciones de Palma entre la Literatura, el Periodismo y la Historia
Estuardo Nez, con mucho tino, asever que El culto de la "tradicin" supona poner la historia al servicio de la literatura. Y, no nicamente al servicio de la literatura, esta ltima tena el papel no solamente de vehculo de ideas, sino tambin de la cultura en el sentido ms amplio. La sociedad esperaba un poder sabio y slido y de ella provenan los lectores que buscaban con esperanza una nueva orientacin.
El mismo crtico ms adelante lo relacion tambin con el gnero literario, con el tiempo de la creacin y su influencia posterior: "La tradicin" result el primer eslabn de una corriente nacionalista, que recoge el narrar popular [...]Ella responda a una misma actitud de afirmar la identidad nacional y continental ante el descrdito de una literatura "importada" vigente antes de surgir la tradicin. La circunstancia es clara.Una buena piedra angular y bien puesta permite edificar grandes construcciones. As tambin ocurri con la tradicin. Empez a cumplir ms expectativas de las esperadas al inicio. Constituy una respuesta popular a las necesidades sociales de su tiempo.
Por ejemplo, si ya poseemos buenos referentes para conocer a la nobleza titulada del perodo colonial, su evolucin, su descendencia y su ubicacin social, a qu viene utilizar a don Ricardo Palma como fuente de informacin histrica adicional? Los ms ortodoxos en el uso y valoracin de las fuentes del pasado vern probablemente con reparo este intento, que 218 parecera atribuir a las Tradiciones peruanas un valor de confiabilidad y certeza en el manejo de los datos.
Bien sabemos, empero, que las deliciosas narraciones transmitidas por don Ricardo han de salir mal paradas de cualquier cotejo con una reconstruccin del pasado hecha bajo parmetros de rigor y seriedad documental; pero no reside aqu el fuerte de las tradiciones, y esto ya lo reconoca netamente el propio autor 95 . Desde que la obra palmiana estuviera en plena boga durante la vida del autor, muchos estudiosos se han ocupado de evaluar e interpretar el sentido de la excepcional combinacin entre realidad y ficcin, entre historia y cuento, que aqulla posee. Sin ir muy lejos, el profesor norteamericano Merlin D. Compton acaba de publicar una monografa sobre el tema de la historicidad en las Tradiciones peruanas, donde expone con varios ejemplos los alcances de la ornamentacin, la complementacin o la tergiversacin que aplicaba don Ricardo respecto a las fuentes originales 96 . En una carta bastante citada del 26 de febrero de 1907, escribiendo a su amigo Alberto Larco Herrera, deca con toda transparencia nuestro autor:
La tradicin no es precisamente historia sino relato popular, y ya se sabe que para mentiroso el pueblo. Las mas han cado en gracia, no porque encarnen mucha verdad, sino porque revelan el espritu y la expresin de las multitudes. La tradicin, a lo sumo, es un auxiliar de
95 Esa sabrosa combinacin de verdad y ficcin se encuentra prefigurada en los Anales de la Inquisicin de Lima (obra de Palma editada por primera vez en 1863), donde el autor efecta una contextualizacin a veces real y a veces ficticia de los protagonistas y los sucesos, aplicando estrategias de la narracin literaria para dar verosimilitud a su discurso. Est claro que la lectura de los papeles del Santo Oficio inspir a Palma en la composicin posterior de muchas de sus tradiciones sobre el perodo virreinal. Cf. el Prlogo de Luis Millones a Anales de la Inquisicin de Lima [1897], edicin facsimilar ampliada, Lima, Ediciones del Congreso de la Repblica, 1997, pp. x-xv.
96 Merlin D. COMPTON, La historicidad de las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma, Lima, Biblioteca Nacional del Per, Fondo Editorial, 2000; vase especialmente p. 14 y ss. Para el caso especfico de la tradicin El marqus de la Bula, que se refiere a ciertos privilegios eclesisticos concedidos en el siglo XVI a Lope de Antilln y sus descendientes, cf. Claudio MIRALLES de IMPERIAL y GMEZ, El marqus de la Bula: comentario histrico a una narracin de don Ricardo Palma, Revista de Indias, vol. VIII, Madrid, 1948, pp. 991-1003.
219 la historia, porque despierta en el lector la curiosidad por investigar un hecho y consultar o beber el agua en mejor fuente 97 .
De todas formas, cuntase que, siendo director de la Biblioteca Nacional, Palma oy con nervioso recelo acerca de un proyecto que tena por objeto contrastar las cautivantes y populares historias de su pluma con la Historia tomada de los documentos. Para gran alivio del acadmico y patriarca de las letras, dicho proyecto de investigacin no prosper. El hecho es, como escribe Compton, que don Ricardo no escribi la historia del Per, sino su propia historia; a l le encantaba el pasado, pero no poda llevarlo a la hoja escueta y desnuda de inters, o sea, de revestimiento esttico 98 . Para completar esta idea citemos otra vez a Palma, en un frase singular y directa: La historia es una dama aristocrtica, y la tradicin es una muchacha alegre 99 .
Pues, entonces, volvamos con nfasis sobre esa dama aristocrtica de la Historia, a la cual en los ltimos decenios se ha pretendido revestir con un ropaje cada vez ms natural, propio de la vida cotidiana, ms accesible a nuestra imaginacin y nuestro entendimiento. Al optar en el presente ensayo por esta clase de aproximacin, procuro conscientemente empalmar con los postulados de la moderna historia antropolgica y de las mentalidades, desarrollada sobre todo en Francia y los Estados Unidos, que ha realizado un notable esfuerzo por rescatar los impulsos espirituales, las actitudes mentales, las representaciones colectivas que se esconden tras de los grandes acontecimientos de nuestro devenir. Incorporar aqu la
97 Cit. en Isabelle TAUZIN CASTELLANOS, Las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma: claves de una coherencia, Lima, Universidad Ricardo Palma, Centro de Investigacin, 1999, pp. 84-85. Sobre el gnero de la tradicin y sus relaciones (no siempre bien comprendidas) con la historia, vase tambin Ral Estuardo CORNEJ O, Discurso preliminar: Don Ricardo Palma y la Universidad, en Ricardo Palma, Tradiciones escogidas, Lima, Universidad Ricardo Palma, Oficina de Informacin Acadmica, 1994, pp. 26-33.
98 COMPTON, La historicidad de las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma, [14], p. 11.
99 PALMA, Epistolario, prlogo de Ral Porras Barrenechea, Lima, Edit. Cultura Antrtica, 1949, vol. I, p. 327. Carta dirigida a Vctor Arreguine (escritor uruguayo), desde Lima, el 1 de octubre de 1890. All mismo apunta don Ricardo: La tradicin es la forma ms agradable que puede tomar la historia; gusta a todos los paladares, como el buen caf. La tradicin no se lee nunca con el ceo fruncido, sino sonriendo....
220 nocin del imaginario, me parece, significa aprovechar las mejores esencias de la obra palmiana, en tanto que reflejo de una simbologa y una mitologa popular por la que transitan imgenes, representaciones, artificios, utopas y demonios que constituyen el sustrato vivencial de una y varias generaciones.
Pensemos en que don Ricardo nace slo una dcada despus de instaurada la Repblica del Per, con lo cual alcanz a compartir su mundo infantil y adolescente tan cargado naturalmente de imgenes y leyendas con personas, de su entorno familiar o no, que haban vivido a plenitud las condiciones de vida poltica, social y cultural del Virreinato 100 . Al constituirse en reflejo de esa herencia colonial, que por tanto tiempo marc la vida del Per y de las vecinas repblicas de Amrica del Sur durante el siglo XIX, Palma representa para nosotros un puente excepcional hacia el imaginario popular del Virreinato 101 . Si bien su reconstruccin de hechos, lugares y nombres puede estar viciada por algunos errores involuntarios, o por tergiversaciones deliberadas, las Tradiciones peruanas interesan en tanto que expresin de un universo mental que nos ayuda a comprender las experiencias y las condiciones humanas de esas pasadas, no tan remotas todava a los ojos del autor. As identificamos a la obra palmiana como elemento de pleno derecho dentro del conjunto de testimonios de la historia patria. Por lo dems, si alguien quisiera insistir en las prevenciones con que se debe manejar tal clase de testimonio, de forma y esttica propiamente literarias, podramos replicar con las puntualizaciones de las ms recientes generaciones de historiadores y epistemlogos (como Michel de Certeau o Hayden White), que se plantean crticamente el problema de la Historia como representacin mediatizada del pasado20. Segn ellos, la tarea del
100 Phyllis RODRGUEZ-PERALTA, Liberal undercurrents in Palmas Tradiciones peruanas, Revista de Estudios Hispnicos, vol. 15, Poughkeepsie (NY), 1981, pp. 283-284, remarca que la juventud de Palma transcurri en un mundo semicolonial, impregnado de la curiosa mixtura de rasgos virreinales y aspiraciones republicanas.
101 Respecto a la vigencia social y econmica de la herencia recibida del perodo colonial, vase el conjunto de trabajos de Stanley J . y Barbara H. STEIN, The colonial heritage of Latin America Essays on economic dependence in perspective, New York, Oxford University Press, 1970.
221 buen historiador consiste en armar con una serie de retazos el traje de Clo, esto es, un cuadro cabal e inteligible, en el cual se combinen de acuerdo a un determinado conocimiento previo y a un escrupuloso respeto por las fuentes los vestigios del pasado, ya sean textuales o tangibles.
Y en esta labor, evidentemente, importan tanto los referentes de las acciones de guerra, los cambios dinsticos o los movimientos de precios como los objetos de arte, los testimonios de la cultura y las manifestaciones de la espiritualidad. Si asumimos bajo dichos presupuestos a don Ricardo Palma, lo habremos salvado del desdn con que ciertos estudiosos pretenden mirarlo en nombre de una asptica (e inexistente) verdad histrica. No es propsito mo, ni me parece el afn ms lcido, determinar cunto hay de verdad o de mentira en las tradiciones que se dedican a los personajes de la nobleza virreinal; ms me atrae la idea de rescatar ese mundo imaginario con el fin de brindar una existencia ms clida a los acartonados retratos y los desvados pergaminos de antao. Adems, en el caso de Palma, tenemos la mirada sobre la aristocracia peruana desde el otro lado de la balanza social.
5.1.1 Antecedentes del periodismo Hispanoamericano: Panorama del S. XIX
En una investigacin realizada por J os Tarin-Iglesias 102 , los impresores solan acudir a donde se presuma que iba a suceder algn acontecimiento, y as encontramos que la ms antigua relacin espaola se imprimi en 1477 en Sevilla y relata la llegada del monarca y su estancia en la capital andaluza. Esta es la primera relacin que se conoce en nuestro pas y tiene un ttulo concreto: Tractado en que se contiene el recibimiento que en Sevilla se hizo al Rey Don Fernando. Realmente, esa hoja contribuye a formar una idea de lo que sucedi
222 aquel da en Sevilla, y gracias a ella podemos contar con un valioso testimonio documental.
El descubrimiento del Nuevo Mundo por Cristbal Coln es el acontecimiento que con mayor ahnco seala de una manera concisa el verdadero espritu periodstico de la poca. Las relaciones que comienzan a circular constituyen un verdadero auxiliar para el futuro historiador. Por ejemplo, de la titulada Descubrimiento del Nuevo Mundo por Coln se hicieron en 1493 tres ediciones, una en folio y dos en cuarto, que consiguieron un extraordinario xito.
Cada vez las relaciones adquiran mayor volumen y ms grande popularidad. El periodismo iba tomando cuerpo en todos los estamentos de la sociedad, y un notable investigador Hinojosa, en su interesante obra Los despachos de la diplomacia pontificia en Espaa- afirma que tambin el periodismo se introdujo en las correspondencias de las nunciaturas. Desde la segunda mitad del siglo XVI, escribe, acompaan tambin a los despachos de los anuncios residentes unos pliegos u hojas sueltas, avisi, donde aqullos transmitan a la Curia noticias escuetas, sin reflexiones ni comentarios, sobre sucesos polticos, nombramientos para cargos del Estado, aventuras cortesanas, ceremonias pblicas, salida o llegada de personalidades ilustres, lances personales y cuantas en alguna manera podan servir al gobierno pontificio, ya para encaminar sus pretensiones, ya para corregir abusos contra la religin o la disciplina eclesistica, ya para mejor conocer las personas con quienes directamente haba de entenderse en Roma. La utilidad de tales avisos, especie de crnicas diarias de una poca en que no existan peridicos, al menos en la moderna acepcin de est vocablo, fcilmente puede comprenderse. Es altamente interesante y hasta sugestivo seguir a travs de esas hojas o relaciones los sucesos que se producen, algunos de gran trascendencia.
Una de las fuentes ms importantes del incipiente periodismo lo constitua la llegada de los buques que arribaban a puertos espaoles 223 procedentes de las Indias. A los pocos das y con el nombre de relacin o carta, aparecan noticias relacionadas con los acontecimientos que ocurran allende de los mares, incluso ilustradas con grabados en madera muy curiosos. As por ejemplo, se conocen algunas, publicadas por las imprentas de Sevilla, donde se relatan con toda clase de detalles el castigo de la rebelin de Pizarro. Eran entonces el nico medio de saber no slo lo que interesaba a la nacin en general, sino a los particulares que tenan hijos o deudos en lejanas tierras.
Una de las primeras relaciones publicadas en castellano que se conocen, impresa en los trculos valencianos de J orge de Castella, es la aparecida en 1536 y titulada Cuarta relacin que Fernando Corts, Gobernador y Capitn General de Su Majestad en la Nueva Espaa del mar Ocano escribi al muy alto y muy potentsimo, invictisimo seor don Carlos, emperador semper augusto y rey de Espaa, nuestro seor, en la que estn otras cartas y relaciones que los capitanes Pedro de Alvarado y Diego Godoy enviaron al dicho capitn Fernando Corts.
Aos despus, en 1586, tambin aparece la primera relacin en Valenciano, que tenia por ttulo I.H. S. Breu descripci dels mestres que anaven a besar les mans de Sa Majestad del Rey D. Phelipp. Al Real de la Ciutat de Valencia, a 8 any 1586.
En enero de 1504, Felipe I concert en Bruselas un convenio con Francisco de Tassis, capitn y maestro de postas, el cual mediante la suma de 24,000 libras anuales se obligaba a traer y llevar las cartas y despachos reales desde Granada hasta Bruselas en quince das en verano y dieciocho en invierno, para lo cual en los lugares y sitios ms a propsito tendra siempre un hombre y un caballo dispuestos; convenio que despus, en 1517, fue ratificado por Carlos I, en Valladolid, por otro por el cual Tassis y su hermano se obligaban a tener postas a donde estuviese el rey, sus consejeros o personas que l designase, y a llevar cuantas cartas y despachos se le confiasen, pero sin poder servirse de estas postas ms que el monarca o aquellos a quienes l diere licencia. 224 Estas restricciones hicieron que pocos pudieran servirse de dichos correos; pero a pesar de ello, en los inicios del siglo XVI las relaciones fueron en aumento, extendindose notablemente este nuevo medio de informacin que pona a la gente en relacin con los ms alejados puntos del orbe.
En realidad, fue Espaa una de la naciones en que el invento de Gutenberg se extendi con mayor rapidez, establecindose en muchas poblaciones imprentas que pronto alcanzaron gran notoriedad. Sin la invencin de la imprenta no hubiera existido posibilidad alguna para el periodismo, a pesar de las noticias manuscritas de antao.
Comienzos de la periodicidad de las publicaciones
Naturalmente, todo cuanto hemos visto hasta ahora que vena publicndose estaba formado, la mayora de las veces, por simples hojas volanderas en que se incluan relaciones de hechos ms o menos trascendentales, pero sin ninguna hilacin entre ellas. Constituan episodios espordicos en los cuales podemos hallar elementos precursores del periodismo, pero siempre carentes de periodicidad, cualidad sta que aparece algo ms tarde, a mediados del siglo XVI y concretamente en Alemania, cuando surge el primer peridico publicado con regularidad en Nurenberg en 1534, si bien en la misma ciudad y casi un siglo antes, en 1457, tambin haba visto la luz el ms viejo de los peridicos mundiales.
Periodismo y periodicidad son dos ideas correlativas. La circunstancia de la cronicidad de la hoja impresa, peridicamente publicada, dio su actual nombre caracterstico a la hoja misma. Indudablemente, con esta periodicidad naca el autntico periodismo; aunque en verdad, si se compara ste con los actuales peridicos, solamente se halla en ellos este punto de contacto: la periodicidad de su aparicin.
225 Todava no haba nacido aquel periodismo del cual siglos ms tarde hablara Echegaray en la Real Academia. El periodismo dira nuestro Premio Nobel- es la trama de la sociedades, es como el sistema nervioso por donde circulan las ideas, as como las vas frreas son los canales por donde circula la sangre de la produccin, como el telgrafo es otra red nerviosa del gran organismo, pero menos espiritual que esas hojas impresas que la rotativa lanza por millones en todas las direcciones.
Con la periodicidad, pues, comienza el autntico sentido periodstico de aquellas hojas, las cuales iban a transformarse en correos, gacetas, noticias, etc., que en cierto modo venan a suceder a las hojas sueltas y relaciones, y que causaron verdadera sensacin en su poca, ya que ponan al alcance de una minora hechos y noticias que se producan casi siempre en lugares entonces extremadamente remotos.
Es a mediados del siglo XVII cuando el periodismo adquiere unos matices insospechados. Comienzan a surgir con bastante profusin hojas ms o menos peridicas que llevan por ttulo Correo, Gacetay noticias
Tendramos una visin deformada y errnea si considerramos que la aparicin de la Gazeta supuso entre nosotros una extraordinaria novedad. La palabra Gazeta procede del italiano gazzeta. A su vez, el origen de este vocablo es inseguro, aunque se supone diminutivo del veneciano gazza. Lo cierto es que el primer autor castellano que la emplea es don Miguel de Cervantes. Precisamente en El viaje del Parnaso deca:
Adis de San Felipe el gran paseo Donde si sube o baja el turco galgo Como en gaceta de Venecia leo.
226 Y es que, en efecto, parece que fue en Venecia donde nacieron las gacetas. Los diplomticos y mercaderes de las riberas del Mediterrneo intercambiaban noticias e informes, y nuestro Cervantes, siempre nostlgico de la Italia de su juventud, leera no pocas de estas gacetas que corran entre los comerciantes italianos establecidos en Sevilla, Valladolid y Madrid, con los que sin duda tuvo contactos amistosos, mercantiles e incluso familiares.
Se ha dicho tambin que la palabra gazzeta deriva del precio por el cual se vendan aquellos pliegos. Las hojas valan o se alquilaban por una gazzeta, moneda de muy escaso valor acuada desde 1539.
Se editaron gacetas con carcter regular en Venecia (1603) y en msterdan y Rotterdan (1630). En un manuscrito de la Real Academia de la Historia encontramos la siguiente cita: Ao 1631. Se invent la Gazeta por el Cardenal de Richelieu. En realidad, lo que hizo el famoso purpurado fue utilizar este medio de difusin de noticias para favorecer su poltica personal. La primera gazeta de Lisboa no aparece hasta 1641, y este vocablo slo fue usado en la prensa de las Islas Britnicas desde 1699, fecha en que J ohn Watson estableci en la capital de Escocia su The Edinbourgh Gazzette.
En esta poca se inician indudablemente los primeros escalones de lo que podramos denominar prensa peridica, varios autores entre ellos Altabella- estn de acuerdo en que fue precisamente en Barcelona donde, en 1641, aparece la que est considerada como la primera gazeta catalana y una de las primeras espaolas. Nosotros nos atreveramos a decir que fue sin duda la primera, ya que el catlogo de publicaciones madrileas se inicia en 1661.
Anteriormente, con muy pocos aos de diferencia , J oan de la Torra - posiblemente se tratara de un seudnimo, segn opinin de Torrent y Tassis- public varias relaciones que igualmente podan considerarse pequeos peridicos, si bien es el impresor barcelons J aume Romeo 227 quien, en 1641, emplea por primera vez la palabra Gazeta, en una publicacin que contiene las Novas ordinarias traducidas al francs.
Tena corrientemente, segn Torrent y Tassis., ocho pginas. As pues, a Romeo le cabe el honor de haber sido el primero en publicar un peridico en nuestro pas. Su taller estaba situado frente a la vieja iglesia de san J aime. En el primer nmero y en sy primera pgina deca: La curiositat dels impressors de Frana me ha donat la ocasi de quels imite, perque lo que es b sempre es imitable. Palabras llenas de ingenuidad y a la vez de sinceridad, tras las cuales esboza lo que podramos llamar su programa editorial. Durante muchas semanas lanz su peridico, que cada vez tena una mayor divulgacin, adelantndose como menos en veinte aos a todos cuantos aparecieron con posterioridad, especialmente al publicado por el impresor madrileo J ulin Paredes, el cual, como sabemos, apareci en 1661.
A partir de entonces comienzan a publicarse en Madrid, Sevilla y Zaragoza diferentes gazetas que alcanzan gran difusin y que, realmente, ya pueden considerarse ms o menos como publicaciones peridicas, aunque su aparicin era muy irregular. En Madrid y 1661, J ulin Paredes publica su relacin o gaceta, que aos ms tarde fue semanal, para transformarse con el tiempo en diario: Se le considera como uno de posprimeros peridicos espaoles, y su redactor Francisco Fabro Recibi el primer ttulo de gacetero real.
Durante el siglo XVII se cuenta con verdaderos escritores que pretenden, con sus correspondencias, publicadas peridicamente, una notificacin de los ms variados sucesos de la poca. Es entonces cuando surge el que podramos considerar como primer periodista espaol: Andrs Almanza de Mendoza, contemporneo de Pellicer y Barrionuevo, de quienes ya hemos hablado anteriormente. Almanza, segn Prez de Guzmn, fue el verdaero fundador del periodismo espaol, especialmente con sus Cartas de novedades polticas de la 228 Corte y avisos recibidos de otras partes, que aparecen entre 1621 y 1626.
Tambin en 1661 aparece la Gaceta Nueva, publicada en Sevilla por J uan Gmez de Blas; y poco despus, tambin en Zaragoza, impreso por J uan Ybar, se publica otra Gaceta Nueva que es el ms viejo antecedente periodstico de Aragn.
5.1.2 El periodismo en la Amrica espaola
Lo que podramos llamar inquietud periodstica salt rpidamente a los pases americanos, entonces todava en rgimen de colonias. Y, como en Espaa, las primeras manifestaciones del periodismo americano las constituy la aparicin sucesiva de hojas volantes, no peridicas, que por regla general, como en las dems naciones europeas, contenan relaciones de sucesos extraordinarios.
Todos los historiadores del nuevo continente estn de acuerdo en que la primera manifestacin periodstica de Amrica se produjo en Mxico, y se trato de la relacin de una catstrofe ssmica ocurrida en 1541 en Guatemala. Como todos los papeles de la poca, tiene un ttulo rimbombante: Relacin del espantable terremoto que gora nuevamente ha acontecido en la ciudad de Guatemala: es cosa de grande admiracin y de grande ejemplo para que todos nos enmendemos de nuestros pecados y estemos apercibidos para cuando Dios fuere servido de nos llamar.
Gonzlez Obregn, en su libro Mxico viejo y anecdtico afirma que de su lectura -lo reproduce en parte- se aprecian cualidades de estilo narrativo que llegaran a ser, andando los das, caractersticas del reportaje periodstico: vvido, trmulo de impresin personal. El autor es annimo; empero, conocemos el nombre del impresor, el clebre J uan 229 Pablos, que segn afirman fue el primer maestro en artes grficas en el Nuevo Mundo, si bien la imprenta era propiedad de J uan Cromberser.
Ello, sin duda, es el germen del moderno periodismo, no slo en Mxico, sino en toda Amrica. Estas publicaciones, que con el tiempo se hacen ms frecuentes, llenan todo el siglo XVIII, hasta que el aumento de poblacin y el relativo adelanto de las ideas hacen sentir la necesidad de publicaciones de carcter ms complejo y regular.
En un interesante estudio publicado ltimamente en Mxico, Moiss Ochoa Campos afirma que a partir del 8 de julio de 1502 ya se haba establecido la censura en la Pennsula, al grado de que la ley sobre imprenta de 1558 condenaba a la pena de muerte y confiscacin de los bienes a los poseedores o vendedores de libros prohibidos por la Inquisicin. En cuanto a la legislacin aplicable a Amrica, la cdula de 1543 prohiba que circulasen en las colonias novelas y otras obras de imaginacin, y as sucesivamente, hasta el extremo de que en 1585 se inst a que se registrase a los navos por si llevaban libros polticos.
Aparte de Mxico, en Lima, una de las capitales ms importantes del Imperio espaol, desde 1594, en que se dispuso de una imprenta, se comenzaron a publicar hojas volanderas muy similares a las de Mxico, pero con una particularidad: que segn el profesor Altabella, en 1715 llegan a publicar una edicin americana de la Gaceta de Madrid que tuvo una gran aceptacin, aunque, como es natural, una difusin verdaderamente minscula. A partir de este instante comienzan a circular por las ciudades importantes de nuestras colonias gran profusin de hojas, algunas de las cuales se guardan en los archivos americanos. As, por ejemplo, volviendo naturalmente a Mxico, donde obtuvo un mayor desarrollo, en 1621 se publica otra relacin formada por dos hojas en folio titulada Verdadera relacin de una mscara que los artfices del gremio de Platera de Mxico y devotos del glorioso San Isidro Labrador de Madrid lucieron en honra a su gloriosa beatificacin.
230 El autor mexicano moderno, Lepidus, que quizs es quien ha tratado ms ampliamente este tema de historia periodstica, afirma que en la produccin de esta clase de noticias las prensas mexicanas fueron especialmente prolficas, agregando que cada vez que llegaba una flota los impresores se apresuraban a reunir las noticias recibidas o bien reproducan las ya publicadas en Espaa, en una o ms hojas de papel, en cuarto o en folio, y las publicaban en diferentes ttulos, pero prefiriendo casi siempre al igual que en la Pennsula- los de Noticia, Relacin o Suceso. ltimamente, la historia del periodismo mexicano ha sido sobradamente valorada en un magnfico libro de Moiss Ochoa Campos en el que se recoge toda la amplia panormica de aquel periodismo, con interesantes e inditos detalles.
El hecho de que las referidas hojas volantes dieran preferencia a estas noticias procedentes del exterior no se deba al azar o a simple capricho. El pblico colonial se consideraba satisfecho, en lo que se refera a noticias locales, con los edictos, bandos y pasquines que aparecan profusamente en la ciudad, pero quedaba sin alimentar su curiosidad en lo referente a las noticias de Ultramar. Por eso, a medida que la importancia de los sucesos locales iba en aumento, y no obstante las dificultades de toda clase: la censura eclesistica y civil. El alto costo del material de imprenta, la escasez de los lectores, etc., se iba imponiendo cada vez ms la necesidad de la aparicin de rganos que reunieran ambas condiciones: la recopilacin de noticias del exterior y la difusin de un mayor crculo que el que edictos, bandos o pasquines comprendan. De la conjuncin de estas dos circunstancias, naci el periodismo tal y como se practicaba en Europa, varias dcadas atrs.
Al igual que a Mxico le cupo el honor de haberse publicado en su capital la primera hoja volandera de que se tiene noticia, dos siglos ms tarde, en 1722, tambin en la ciudad fundada por Hernn Corts vio laluz el primer peridico hispanoamericano: La Gaceta de Mxico y noticias de Nueva Espaa, que se public mensualmente, alcanzando seis nmeros en los que siempre, segn un autor mexicano, sostuvo un 231 tono moderado, siendo su contenido de informacin administrativa, noticiera y eclesistica, cambiando posteriormente el ttulo, que segn Altabella fue Gazeta de Mxico y Florilegio Historial de la Noticias de Nueva Espaa, y ms tarde Florilegio de Mxico y noticias de Nueva Espaa.
La Gazeta de Mxico fue un peridico muy completo, con secciones de noticias oficiales, religiosas, comerciales, sociales y martimas. Las noticias aparecen divididas por regiones: Mxico, Campeche, Acapulco, Zacatecas, Guadalajara, Veracruz, Puebla, Valladolid (Movelia), y del exterior inform de sucesos acaecidos en La Habana, Guatemala, Manila y Zeb, presentando a partir del nmero 3 un resumen de noticias de Madrid, Pars y Roma.
J os Antonio Fernndez de Castro y Andrs Henestrosa, autores de un interesante ensayo titulado Periodismo y periodistas de Hispanoamrica, afirman que el primer periodista de Amrica fue el chantre de la catedral de Mxico, y ms tarde obispo de Yucatn, don J uan Ignacio Castorena, primeo en intentar la sustitucin de las hojas volanderas por un verdadero peridico, la Gaceta de Mxico a que antes hemos aludido, cuyo contenido est totalmente recogido en la bibliografa mexicana y que califican de importante documento para la historia de aquel pas.
Siguiendo la tnica de los primeros peridicos espaoles, el doctor Castorena agrupa sus noticias en cuanto a su procedencia, y en muchas ocasiones incluso anota la fecha. Como es natural, la aparicin de este peridico no dej de levantar envidias y rivalidades entre otros intelectuales de la poca, hasta el extremo qu, como confirma Ibarra de Anda, era demasiado periodista el doctor Castorena para su tiempo, y las crticas de los que nunca producen algo, pero s saben censurar, lo acobardaron, Es curioso que incluso Castorena ya tena cierta idea de la crtica literaria y es el primero en publicar listas de libros aparecidos en Mxico y Espaa.
232 Lo que no ha podido ponerse en claro son los motivos de su desaparicin. Agustn Ageros sostiene que fue debido al gran nmero de enemistades y que gast sus propios bienes en la empresa, que por lo visto no logr despertar eco ni simpata entre el pblico de la poca.
En cambio, Len Snchez, en su obra La Imprenta en Mxico, afirma que la suspensin se debi al nombramiento de Castorena para obispo de Yucatn, si bien esto no parece ser cierto, pues entre la fecha en que dej de publicarse la Gazeta y su presentacin como obispo median como mnimo seis aos. Seguramente nada influy tanto en el nimo de Castorena, al decir de Beristain y Souza, como las murmuraciones de los egostas e igualmente enemigos de la luz y de la comn utilidad.
Es de notar que Castorena tena una amplia visin periodstica. En su peridico podemos encontrar una autntica crnica de aquellos das. Como afirma Pedro Grasses, al referirse al cometido de la primitiva prensa americana, fue el registro de la historia, el reflejo vivo tanto de los grandes acontecimientos como de los hechos menudos.
Seis aos ms tarde volvi a aparecer la Gazeta de Mxico, esta vez tambin publicada por otro sacerdote. Don J uan Francisco Sahn, quien fue el primero en introducir la publicacin de un grabado en madera con el guila simblica sobre el nopal y devorando a una serpiente. Ms tarde cambi el nombre por el de Mercurio de Mxico, que tuvo bastante aceptacin.
Como afirmo Weill, es importante consignar que fue en este peridico donde por primera vez se publicaron versos al lado de las noticias y anuncios. Pero no debemos olvidar la nueva etapa de la Gazeta de Mxico editada por Manuel Antonio Valds, con lo que, segn Ibarra de Anda, cesa en Mxico el ciclo tpicamente colonial del periodismo mexicano para dar paso al periodismo insurgente; pero en opinin de Weill no se ajusta del todo a la verdad, toda vez que en realidad fueron J acobo de Villa Urrutia y Carlos Mara Bustamante quienes, a travs del 233 Diario de Mxico, presentan estas caractersticas. En el prospecto de esta nueva etapa, el Diario anunci que publicara artculos de literatura, arte y economa, palabra sta que aparece por primera vez en el continente americano, formando entidad aparte. En sus pginas, segn el testimonio de Urbina, se dieron a conocer y se acogi a todos los escritores que iban a llenar el primer tercio del siglo XIX.
Tampoco debemos olvidar en este breve inventario El Ilustrador Nacional, que alguien califica como el ms importante de los peridicos revolucionarios.
Como hemos visto anteriormente, las hojas volanderas fueron extendindose rpidamente por toda la Amrica espaola, algunas veces con signos subversivos, aunque fueron muy pocos. Un historiador, Torre Revello, seala que en 1743 apareci en el Per La Gaceta de Lima, que se editaba cada dos meses, con un formato irregular de ocho, doce y diecisis pginas, siendo su contenido igual que el de los peridicos mexicanos. Debe tenerse en cuenta, como ya hemos visto antes, que tambin en Lima, treinta aos atrs, se public la edicin americana de la Gazeta de Madrid, que tuvo escasa divulgacin.
Cronolgicamente, podemos afirmar que la segunda aportacin del periodismo americano la encontramos sin duda en Guatemala, donde en 1729 aparece La Gazeta de Goathemala, considerada como el segundo peridico que se imprimi en la Amrica hispnica. Primero fue casi una reproduccin de la Gazeta de Madrid, pasando a ser luego rgano de la ideas emancipadoras, y cambiando con bastante facilidad de ttulo, si bien no debemos dejar de mencionar el Diario Literato de J os Antonio Alzate, de escasa vida pero gran influencia, puesto que, como seala Ochoa, es el primer intento serio para dar vida al periodismo literario. Por los mismos das tambin publicse en San J os de Costa Rica una Gazeta mensual que consigui escaso xito.
234 Ms el pas donde se publicaron muy pronto peridicos de notable categora fue en cuba. Trilles dice que en 1764 apareci la primera Gazeta de la Habana, dirigida por Diego de la Barrera, en perodos irregulares y contando con cuatro pginas. Poco despus se public El Pensador, primer peridico literario cubano; y ms tarde, en 1790, surge el Papel Peridico de la Habana, fundado por el capitn general de aquella isla. Don Luis de las Casas, que los historiadores americanos contemporneos consideran como un hombre inteligente y preparado. Haba viajado por los pases de la mejor civilizacin de Europa y estaba imbuido del ideario progresista de J ovellanos, Floridablanca y Campomanes. Una de sus primeras medidas, poco despus de haberse hecho cargo del mando de la isla, fue la publicacin del citado peridico, que alcanz una gran popularidad. Es interesante anotar que la presentacin del peridico estuvo redactada por el propio De las Casas. Public informaciones varas, as como artculos literarios y poesas. Inclusos publicaba anuncios de venta de esclavos.
Las Cortes de Cdiz, con su clebre constitucin de 1812, que reconoca la libertad de imprenta, vino a dar nuevos bros a la prensa peridica americana; y as en Cuba, por ejemplo- aparecieron innumerables publicaciones, entre las que queremos destacar el diario titulado Noticiero de la tarde, que en 1832 fusionse con El Lucero, dando paso en el ao 1844 a la fundacin del Diario de la Marina, el cual fue uno de los peridicos americanos que subsistieron hasta la subida al poder de Fidel Castro.
En 1785 haba aparecido el Papel Peridico de Santa Fe de Bogot, el cual se imprima en pequeos cuadernos de ocho o ms pginas y que alcanz bastante divulgacin, puesto que en determinado momento tuvo ms de cuatrocientos suscriptores, cifra importantsima en aquel tiempo. Un historiador afirma que todas las personas ilustradas del Nuevo Reino lo reciban, empezando por el virrey y el arzobispo. Una de sus peculiaridades es que algunas de las noticias publicadas eran objeto de comentario potico. 235
Otro peridico importante de Colombia fue Aviso al Pblico de Bogot, de indudable influencia, que en 1815 traslad tambin su sede a Bogot y en cuya poca public sus clebres cartas de Motavita, que obtuvieron una extraordinaria resonancia.
Posteriormente, en 1790, apareci el Diario de Lima, fundado por J aime Bausate y Mesa, considerado como uno de los ms importantes peridicos del Per, puesto que todos los anteriores aparecidos en este pas, incluso La Gazeta de Lima. Aun siendo muy meritorios, no pasaron de ser publicaciones irregulares. Tambin se public despus es famoso Mercurio Peruano, que sala cada tres das y cuyo editor fue J acinto Calero. Ms tarde surge Primicias de la Cultura de Quito, dirigido por el mdico y escritor Francisco J avier Santa Cruz y Espejo y considerado como el primer peridico ecuatoriano, patrocinado por la Sociedad de Amigos del Pas de Quito.
Detengmonos un momento en estudiar el periodismo argentino, cuyas manifestaciones iniciales arrancan en 1781, en que comienzan a circular las primeras Gazetas, coincidiendo con el establecimiento de la imprenta en aquel pas. Mitre afirma que la primera imprenta de Paraguay fue una creacin; la de Crdoba, una importacin; la de Buenos Aires, una renovacin, y la de Montevideo fue una invasin que penetr por la brecha abierta a fuego de can en su recinto amurallado.
La primera Gazeta aparece en 1764 en Buenos Aires. Mas el autntico fundador del periodismo argentino fue el espaol Francisco Antonio Cabello y Mesa, militar y abogado, quien en 1800 public el Telgrafo Mercantil, Rural, Poltico-Econmico e Historigrafo del Ro de la Plata, cuyo objetivo era abordar el difuso panorama social-econmico de la colonia, la cual muy pronto haba de comenzar a sentir los fermentos de los tiempos nuevos.
236 A partir de entonces proliferan las publicaciones, y aparte de Cabello sobresalen otros periodistas, uno de ellos Hiplito Vieytes, quin fund el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, que realiz una importante obra, as como Manuel Belgrado, fundador, en 1810, del Correo de Comercio, el primer peridico de la poca independiente.
A partir de 1810 comienza a publicarse la Gazeta de Buenos Aires, que inspiraba Mariano Moreno, la cual durante los aos en que se public cambi varias veces de ttulo y que en muchas ocasiones constituy algo as como una valiente voz humana que anuncia el nacimiento de la amada patria.
En cuanto a Venezuela, no conoci prensa propia hasta principios del siglo XIX. En 1806, con los buques expedicionarios del general Miranda llegaba la primera imprenta, de la que sali la Gazeta de Caracas, que vivi ms de diez aos y unas veces fue el rgano del gobierno colonial y otras de la revolucin emancipadora. Puede decirse que la prensa venezolana estuvo totalmente al servicio de las fuerzas rebeldes, que tuvieron en ella las dificultades de lo desconocido y a las que produjo, al decir de un autor, el respeto y el temorcillo casi supersticioso de un santuario, de un ejrcito augusto.
El periodismo venezolano tiene una larga y gloriosa tradicin, iniciada en 1696, cuando baos y Sotomayor fund el Colegio de Santa Rosa, verdadero fermento intelectual, si bien el peridico propiamente dicho nace a principios del siglo XIX, siendo su exponente la citada Gazeta de Caracas, que en palabra de Mariano Picn Salas es, sin idealizarla demasiado, el registro o la hoja de temperatura de la conciencia venezolana en esos aos en que empez a configurarse la imagen de la patria. La Gaceta de Caracas seala una hora de vsperas venezolanas, aade Picn Salas, y un confuso momento en que iba a cambiar la conciencia criolla.
237 Realmente, la prensa venezolana, como otras muchas del continente americano, fue decisiva en el momento de la independencia, y es al correr del tiempo, al decir de Pedro Grasses, el registro de la historia del pas, el reflejo vivo tanto de los grandes acontecimientos como de los hechos menudos.
En Chile, la prensa tuvo en un principio relativa importancia, dadas las circunstancias histricas, si bien a principios del siglo XIX se publicaron La Aurora de Chile y El Monitor Araucano.
Realmente impresiona el nmero de peridicos que aparecen en este lapso de tiempo y que ejercen una verdadera influencia en los respectivos pases, creando un clima independentista. No olvidemos tampoco los distintos peridicos y revistas que se publicaban en Francia e Inglaterra, destinados exclusivamente a nuestras colonias y con el fin exclusivo de fomentar su independencia. La lucha estaba empeada y la prensa ejerci en todo momento un importante papel en el proceso de la independencia americana. En la primera estadstica que se conoce acerca de la prensa mundial, formulada en 1826 por Adrien Balbi, resulta que en una poblacin de 38.300.000 habitantes que pueblan el continente americano se publican 978 peridicos, cifra por s sola elocuente para demostrar la importancia e influencia que en l tiene la prensa.
5.1.3 La Tradicin como gnero del periodismo y la literatura Antes de abordar las caractersticas del gnero conviene situar la aparicin de la tradicin. En el Estudio del gnero literario creado por Ricardo Palma a travs de sus epgonos peruanos que sirve de introduccin a Los Tradicionistas Peruanos, Estuardo Nez seala que En la segunda mitad del siglo XIX, Ricardo Palma irrumpi en la escena literaria hispanoamericana con un nuevo tipo de narracin breve que combinaba datos sobre hechos histricos con elementos de ficcin 238 (p. xxiv). Pero si bien Palma se designaba a s mismo padre de la tradicin y sta alcanz con l enorme xito y difusin en los pases de habla hispana, creo que se debe admitir que la tradicin, entendida como narracin breve mezcla de hechos histricos con elementos de ficcin, no es un gnero nuevo en la segunda mitad del XIX, pues ya est documentada desde finales de la dcada de 1830 en la literatura en lengua castellana. As, en El Semanario Pintoresco Espaol, publicacin dirigida por Ramn de Mesonero Romanos, aparece en 1839 El reloj de las monjas de San Plcido. Tradicin de Carlos Garca Doncel; en varios nmeros de 1840 se publica El lago de Carucedo. Tradiciones populares de Enrique Gil y Carrasco, y en 1856, El monte del ermitao. Tradicin popular de J uan de Dios Montesinos y Neyra1. Es decir, Palma se apropia de un gnero que conoce y lo va configurando a lo largo de su vida hasta conseguir darle una identidad americana. Para el estudioso Estuardo Nez, la "tradicin" es el apelativo asignado a una forma de narracin difcil de definir por las modalidades varias que adopta en los diversos pases y aun dentro de la propia obra de un mismo autor. Gravita entre la leyenda y la ancdota histrica, entre lo histrico y lo literario y se construye con un tanto de ficcin y otro tanto de cultura histrica pero episdica, tomada de libros, documentos antiguos o de la tradicin oral. Podramos intentar la definicin aproximada enunciando que es narracin corta, evocativa de tiempos pasados, tomada de fuentes escritas u orales pero aderezadas con elementos de ficcin, de costumbres, con ingenio y gracia. As, la "tradicin" no es propiamente un gnero ni menos "un gnero nuevo". Es nada ms y nada menos que una especie del gnero narrativo llamado cuento o de su variedad conocida como "cuento histrico"; fue contribucin importante del romanticismo. Su caracterstica ms saltante es la retrospeccin al pasado, buscado como cimiento para construir la ficcin, aunque tambin es peculiar que la accin se desarrolle en un ambiente local americano. 239 Para nuestros narradores del siglo XIX pareci sin duda insuficiente la denominacin de "cuento histrico" y la prueba de ello es el usual subttulo que evita este apelativo y que consigna, en afn de bsqueda de algo ms original, ms afn a la ndole americana del relato y a su especial tcnica narrativa, denominaciones distintas y diversas. Ricardo Palma, por ejemplo, utiliz antes de encontrar la expresin adecuada para sus relatos (o sea la voz "tradicin") apelativos tales como "cuento nacional", "romance histrico", "romance nacional", "cuento de viejas", "cuadro tradicional", "cuento disparatado", "cuento de abuela", "crnica", etc. Slo despus de ms de una dcada de bsqueda de la denominacin ms adecuada, adopt definitivamente el apelativo "tradicin". La misma actitud de evitar el uso de "cuento histrico" (aunque sus relatos lo sean en el fondo) se advierte en sus discpulos, quienes usan "historia tradicional" (Celso V. Torres), "leyenda tradicional" (F. Flores y Galindo), "leyenda histrica" (Clorinda Matto), "crnica peruana" (Anbal Glvez), "cuentecillo tradicional" (Nicanor Augusto Gonzles), etc. Pero a la larga se impuso "tradicin" como apelativo para nombrar esa especial forma de narrar que Palma haba caracterizado con su indudable talento literario. Sirvi sin duda para englobar todas las diversas denominaciones utilizadas para relatos de la misma ndole. La "tradicin" resulta as una forma de contar, transcribiendo lo que las gentes se cuentan o pasan de boca en boca y, en parte, como dice el Diccionario de la Real Academia Espaola, "la comunicacin o trasmisin de noticias, composiciones literarias, costumbres, hecha de padres a hijos al correr de los tiempos" o, tambin, la "noticia de un hecho antiguo trasmitido de ese modo". Y por derivacin, el mismo Diccionario apunta que "tradicionista" es "el narrador, escritor o colector de tradiciones". Ms, el Diccionario en mencin, omite la entrada del vocablo "tradicin" en la acepcin de especie, gnero o forma literaria. Tampoco existe esta acepcin en otros diccionarios especializados en materia literaria ni en 240 los de americanismos. No obstante esta ausencia de registro tan legtimo de aquella voz, la especie literaria as denominada ha proliferado extensamente en el Per y en casi toda Hispanoamrica. Se anota tambin la ausencia de estudios especficos sobre este fenmeno literario de tan nutrida produccin, con exponentes de calidad estimable. Tan importante producto espiritual merecera captulos especiales de la historia literaria tanto del Per como de otros pases (Chile, Argentina, Guatemala, Mxico, etc.) en donde ha tenido fortuna y merecido intenso cultivo y difusin en extensos crculos de lectores. La "tradicin", tal como la defini el propio Ricardo Palma, es una mezcla de historia y ficcin. Pero habr que agregar que, aparte de esos elementos fundamentales, por aadidura se encuentran en ella otros ingredientes: los giros de lenguaje local o antan, la copla popular, los decires y refranes del pueblo, el cuadro costumbrista, los vocablos de significacin especial, el efecto escnico (de procedencia dramtica). Estos ingredientes complementarios entran en proporciones diversas y unos u otros son a veces dominantes o a veces tambin atenuados o inexistentes. Sobre las caractersticas formales de la "tradicin", Palma agregaba: "Estilo ligero, frase redondeada, sobriedad en las descripciones, rapidez en el relato, presentacin de personajes y caracteres en un rasgo de pluma, dilogo sencillo a la par que animado, novela en miniatura, novela homeoptica, por decirlo as, eso es lo que en mi concepto, ha de ser la "tradicin". De tal suerte, la "tradicin" resulta una peculiar muestra de elementos diacrnicos (situados en el tiempo) y sincrnicos (fuera del tiempo). Temporalmente, la accin se sita siempre en pasado mediato o inmediato. Especialmente, la accin se desarrolla en un escenario propio del pas, o sea un lugar determinado de Hispanoamrica. En la "tradicin" los escritores romnticos encontraron asidero para reflejar un anhelo de sntesis de un pasado reconstruido un tanto a su 241 imagen y semejanza y tambin el deseo popular de volcarse en el placer imaginativo e informativo de un mundo americano que le haba pertenecido. Es evidente que la popularizacin de la cultura en el siglo XIX determina cierto regusto general por el conocimiento histrico, por las cosas tal como fueron o como se las imagina el pueblo y no estrictamente por la informacin erudita sino por las reconstrucciones animadas y amenas, aunque no fuesen rigurosamente autnticas. Al poner el pasado al alcance de las masas, los romnticos sentan cumplir un compromiso con su pblico lector. Haba pasado ya el auge de la tragedia o de la epopeya, encumbradas en las abstracciones y entelequias alegricas e infatuadas. Se explica as el buen xito popular de la narrativa volcada en las formas de novela y cuento, y sobre todo, en sus modalidades histricas. Es indiscutible que los cdigos de lectura y escritura de la segunda mitad del XIX han dado paso a otros diferentes. As, el horizonte de expectativas de un lector decimonnico de tradiciones inclua un reconocimiento de la funcin didctica del gnero, tal como el mismo Palma lo planteara en una carta a Pastor Obligado: All en los remotos das de mi juventud, ha ms de un tercio de siglo, ocurrime pensar que era hasta obra de patriotismo popularizar los recuerdos del pasado, y que tal fruto no poda obtenerse empleando al estilo severo del historiador, estilo que hace bostezar a los indoctos. No cabe duda que la tradicin cumpli un papel importante dentro del proceso de la literatura hispanoamericana en el siglo XIX. Contribuy a perfilar una personalidad nacional, a definir parcialmente el ser y el acontecer americano en la literatura, a superar las tendencias imitativas de los modelos europeos, a popularizar la literatura. Esta forma narrativa constituy el primer intento de definir el carcter regional, de recoger las caractersticas histricas y geogrficas de determinados pases. Aun con sus limitaciones, seala el surgimiento de una literatura propiamente 242 hispanoamericana. Por ello, el trmino tradicin tuvo, en dicho siglo, en el mundo hispanoamericano resonancias culturales que sobrepasaban el mbito literario y que dejaban entrever una conciencia cultural homognea entre sus cultivadores.
5.2 El Romanticismo y costumbrismo
El romanticismo, llegado con retraso al Per, caldeaba los cerebros juveniles; Ricardo Palma los refiere en las confidencias amensimas de La Bohemia de mi tiempo. Byron, Lamartine, Hugo, Espronceda, Zorrilla, Garca Tassara, Enrique Gil eran los dioses mayores de esa juventud fan- taseadora; Palma declara su propia predileccin por Larra y Fray Gerundio; en el romntico, por mandato de la edad y de la tendencia imperante, se insinuaban ya el costumbrista burln, el ironista agudo.
Para enfervorizar ms su romanticismo, tuvo esa muchachada por orculo y gua a un bizarro espaol, el montas Fernando Velarde, que ejerci sobre los noveles aficionados a la rebelda influencia an ms marcada que la de su compatriota, don J os J oaqun de Mora, sobre los escritores clasicistas y reaccionarios de aos anteriores.
En los 50, mostraba la sociedad de Lima marcadsima aficin por el teatro, y las compaas de pera y drama que continuamente actuaban, contando con pblico numeroso que les prodigaba manifestaciones de simpata y se divida en partidos por el actor o la actriz de sus preferencias. En los escritores jvenes, la aficin tomaba caracteres apasionados como que eran juez y parte. Lectores de Dumas y de Vctor Hugo, de Garca Gutirrez y de Hartzenbusch, del duque de Rivas y de Zorrilla, aspiraban a alcanzar idnticos triunfos escnicos, alentados en su empeo por el inters benvolo del pblico que concurra asiduamente al teatro cuando en l se daban obras de los ingenios nuevos, y por las facilidades que encontraban en los actores de mayor prestigio: el clebre O'Loghlin, las bellas hermanas Fedriani, Anbal Ramrez, peruano como ellas, Manuel Dench, Ventura Mur, 243 Arnalia Prez. Largas tiradas de versos armoniosos, tiernos coloquios de damas y galanes, apstrofes al despotismo, loores a la libertad y al derecho de amar, ponan en los labios del auditorio el grito anhelado: el autor, el autor!, que suba de tono cuando el aclamado apareca en el proscenio, turbado y trmulo, oprimiendo en sus manos, fras por la emocin, las de sus principales intrpretes, y creyendo con inocente optimismo que en su poema sonoro alentaba una obra teatral.
El tiempo y el estudio desvanecieron esa ilusin de los bohemios peruanos; en ninguno fue tan completo el desengao ni tan franco el mea culpa como en Ricardo Palma. Calificaba a sus ensayos dramticos nada menos que de "monstruosidades", y al primero de ellos, titulado La hermana del verdugo, de "abominacin patibularia en cuatro actos". Pero los versos gustaron al pblico, arrancaron aplausos y el autorcillo fue llamado a la escena. Tena yo diecisiete aos, y aquella noche crec un jeme en estatura y otro jeme en presuncin".
Se maravilla de que, cuando estren La muerte o la libertad, el auditorio no le tirara los bancos a la cabeza, y refiere en seguida el exitazo de su lti- mo drama, Rodil, "cuyo primer acto fue recibido con tibieza; pero, en el segundo, pona yo en boca del galn alusiones polticas de actualidad, zurraba la badana al ministerio y deca pestes contra la ley de represin dictada, no cuando Rodil coma pan en el Callao, sino poco antes de salir a luz ese precioso fruto de mi numen, y cata que el entusiasmo ray en frenes, y me llamaron tres veces a la escena, y la gratitud del beneficiado hizo caer, no de las nubes sino de las bambalinas o del techo, sobre mi cabeza coronitas de laurel hechizo. Qu noche aqulla! Vctor Hugo me la habra envidiado".
Despus de la victoria resonante vino, para el incipiente dramaturgo, forzada ausencia de Lima, y con el cambio de medio y de ocupaciones, la conviccin de que "para dramaturgo me faltaban dotes y estudio. Hice un auto de fe con mis teoras escnicas y... c'est fini, no volv a escribir dra- mas". 244
Los crticos de Palma se hallan en la imposibilidad de dilucidar si la autocrtica es extremada o exacta, puesto que desconocen sus produccio- nes teatrales que, segn todos los indicios, perecieron en la hoguera; la mayora de ellos, al compararla con el resto de la obra, por lgica deduccin la cree exagerada, y alguno se sorprende de que trate con tal dureza lo propio quien tiene tan pronto y cordial el elogio para sus contemporneos.
Momento propicio para el esfuerzo intelectual, auspicioso de la cultura, aqul de la vida peruana que pinta Palma en La Bohemia de mi tiempo. Dirigan los planteles de enseanza maestros autnticos: el doctor Heredia, la Escuela de Medicina; Herrera, el Convictorio de San Carlos, el espaol don Sebastin Lorente, el Colegio de Guadalupe. Los gobiernos protegan sus adelantos y no faltaban los entorchados y las bandas presidenciales de los generales Castilla y Echenique en las solemnidades escolares; ambos tuvieron empeo en que las corporaciones estudiantiles asistieran a determinadas ceremonias oficiales, y se vea en ellas a fernandinos y carolinos, futuros mdicos y letrados, de frac y bicornio, y luciendo los cnsules, como se llamaba a los alumnos de ltimo ao, la deseada banda azul. Las mujeres lean lecturas de novelas de Dumas y versos de Espronceda, desordenadas e inquietas, faltas de mtodo y orientacin, pero que las predisponan al inters por los literatos del terruo, inters respetuoso para con los ya consagrados como los Pardo y Segura, novelero y coquetn para con los nuevos. Sentan stos, en su mocedad enamo- radiza, como una aura tibia y perfumada, la simpata de las limeas; ellas aplaudan sus comedias, rean los chistes y los atrevimientos de sus periodiquitos satricos, El Diablo, El Burro y El Zurriago, recitaban sus versos. Y ellos se los dedicaban.
En Juvenilia, la primera coleccin potica de Ricardo Palma, abundan los homenajes galantes; el ttulo expresa y condensa el libro todo; y en l, y en un poemita en el cual late en germen la futura tendencia del autor, se lee esta estrofa ingenua:
245 Una provincia tienes, patria ma, que el manso Rmac baa enamorado, donde son las mujeres a porfia de belleza y virtud lo ms preciado.
El poemita se llama Flor de los cielos y tiene todas las caractersticas romnticas: versificacin musical, ayes, caricias y juramentos, amores des- graciados, sangriento final; pero no hay en l castellanas asomadas a la ojiva, ni trovadores, ni gticos sitiales; los protagonistas son un conquistador espaol y una india noble; el vate quiere beber en el manantial vernculo. Y, acentuando la naciente orientacin americanista, la composicin est dedicada a J ulio Arboleda, el autor de Gonzalo de Oyn, el insigne poeta de Colombia, que vino proscrito a Lima y a quien am Ricardo Palma con cario de discpulo.
Persisti el afecto y creci la admiracin con el transcurso de los aos. En Armonas, su segundo volumen de versos, protesta Palma, con dolorido e indignado acento, del asesinato de Arboleda, y veintids aos despus, en 1888, escriba a un literato colombiano, don Luis Capella Toledo, las siguientes lneas:
"Recib, mi general y amigo, su estimable carta de 19 de enero, y con ella el precioso autgrafo de mi amigo y maestro julio Arboleda. Era yo casi un nio cuando conoc a don julio en la redaccin de El Intrprete, diario de Lima, en el que era yo, a la vez que estudiaba en el Colegio y escriba mis primeros versos, ayudante del cronista. Don J ulio me tom gran cario y me obligaba a ir por las noches a su casa, donde me daba lecciones de ingls. Ya ve usted que tengo motivos para que la memoria de don J ulio me sea muy querida".
No fue Arboleda el solo visitante ilustre de Lima a quien interes el incipiente literato. Llegaron por ese tiempo a nuestra ciudad varios emi- grados argentinos, obligados, por la tirana de Rosas, a abandonar su pas; hubo entre ellos insignes personalidades: Sarmiento, el general Mitre, don J uan Mara Gutirrez. Concurra asiduamente el ltimo, gran estudioso de las literaturas americanas, a la Biblioteca Nacional; frecuentbala tambin, 246 siempre que poda hacerlo, Ricardo Palma, y lo acoga con paternal benevolencia el Director, que era desde 1845 y continu sindolo hasta su muerte, ocurrida treinta aos ms tarde, don Francisco de Paula Vigil, figura venerable y eminentsima del liberalismo peruano.
Quiso don J uan Mara tomar copia de ciertos manuscritos y pidi a Vigil que le indicara algn muchacho listo para encomendarle esa tarea; recomendle Vigil a Palma, y as empez entre el escritor maduro y el jovenzuelo la relacin amistosa e intelectual, que perdurara hasta el fin de la existencia del preclaro argentino. Son de 1876 sus enjundiosos juicios crticos acerca de la cuarta serie de Tradiciones y del tomo de versos llamado Verbos y gerundios, y aos ms tarde, en sus ltimos das, don J uan Mara Gutirrez, segn refiere su compatriota Miguel Can, aconsejaba a los jvenes que imitasen el ejemplo americanizante de Palma, mostrndoles el volumen de Tradiciones Peruanas, que tena en la mesa inmediata a su lecho.
Presenta vagamente Ricardo Palma los principales caminos que haba de recorrer en su larga y fecunda vida: mostrbanle el del humorismo, sus lecturas de Larra; Arboleda y Gutirrez, el de los temas americanos; Vigil, el de la Biblioteca de Lima.
Segn el historiador Aquilino Castro Vsquez, autor entre otras obras, de Teresa Apoalaya, la muy poderosa Catalina Huanta, Ricardo Palma dio conocer la historia de Los Tesores de Catalina Hunaza, en forma magistral pero desde el punto de vista legendario. Para el caso, del historiador, los documentos sobre Catalina Huanca quien en realidad fue doa Teresa Apoalaya-, se dedic a estudiarla. Para este historiador ese ha sido el perfil que ha acompaado a Ricardo Palma.
La adolescencia del tradicionista coincidi con el tardo florecimiento del romanticismo en el Per. En 1848, dieciocho despus de la representacin tumultuosa de Hernn en Pars, aparecieron las primeras expresiones de dicho movimiento entre los peruanos. El romanticismo tuvo la virtud de revolucionar el espritu, las costumbres y el carcter literario de los 247 peruanos, ponindole a tono con la sensibilidad universal. Palma tena quince aos de edad cuando figur al lado de los abanderados del romanticismo nacional. Pero Palma no era lo que se llama un romntico. Su verdadero destino -creador de las Tradiciones- denuncia espritu objetivo, pragmtico y escptico. La obra de sus contemporneos Althaus, Salaverry o Cisneros- se diferencia de la suya en la nocin literaria, en la orientacin y hasta, si se quiere, en el gnero. Porque los versos que escribi Palma como de los poetas aludidos- no constituyen, en manera alguna, poesa. La defensa de Riva Agero en este sentido es improcedente. Sus versos son obras menores. Pero no hay que desdearlos, como l mismo y otros crticos, por presuncin, lo han hecho. Los romnticos peruanos fueron versificadores ms o menos desdichados. El propio Palma, en un momento de lucidez crtica contrastadora de la de sus beatos admiradores-, ha escrito estas emocionantes palabras profticas: Yo quiero que el poeta acierte a reflejar en sus estrofas las aspiraciones de su poca y del pueblo en que vive.
El repudio que el propio Palma les tuvo a sus versos que no a la poesa de su prosa- en juicio que podra haber sido considerado audaz cuando Alberto Ureta escribi su tesis sobre Salaverry. El criterio de Palma es hoy incontrastable. Cuando se ocup de los bohemios sus contemporneos- fue harto generoso y complaciente en demasa El romanticismo peruano en lo literario como en lo poltico liberal- no supo realizar su pleno destino porque los sordos intereses corrosivos del viejo rgimen -agazapados desde la Independencia- se oponan a todo intento de progreso, para expresarlo con palabra propia de aquella poca. Existe una opinin de Riva Agero sobre Palma que es necesario aclarar, por lo que tiene de arbitraria y contradictoria. Piensa as el crtico que segn J orge Basadre, Confundi el fascismo con la derecha histrica.
El ao 1933 escriba Belande: El romanticismo liberal fue la corriente que domin en el Per del 50 al 60, y Palma fue romntico en literatura y liberal en poltica. No encuentro justificada agrega- la oposicin que seala Riva Agero entre el romanticismo, que representa el culto a la tradicin y del 248 pasado, y el radicalismo, que suea con un progreso de reformas para el futuro. Se ve claramente que el director del Mercurio Peruano sostena en otro tiempo frente al paradjico futurista- una posicin progresiva y coherente con la poca. Y, por si fuera poco, oigamos lo que por aquellos tiempos deca otro ensayista por los menesteres de la historia, Ral Porras Barrenechea: El romanticismo es, pues, como escuela, juventud y libertad, desborde vital. Es la revolucin contra el antiguo rgimen literario, estrecho y absolutista. Los romnticos franceses guillotinan el precepto clsico de Boileau como los jacobinos haban ejecutado al ltimo Capeto. Vctor Hugo, dijo, con razn, que el romanticismo era la introduccin del liberalismo en la literatura, as como el liberalismo sera la introduccin del romanticismo en la poltica.
El romanticismo fracas en el Per en su tentativa literaria y potica, tal vez debido a su cerrada filiacin hispnica; pero triunf en la vida. El gesto de la agona precursora de dicho movimiento tuvo una descendencia tarda en la generacin radical, cuyo portaestandarte es Manuel Gonzles Prada, romntico y modernista al mismo tiempo. Riva Agero y Belande fueron, en su primera juventud, admiradores del idelogo de Pginas Libres. La claudicacin vino despus, coincidiendo con la defensa de intereses personales y efmeros.
La frustracin del liberalismo peruano significa algo as como el funeral de la civilidad, cuya enunciacin y eplogo anterior al tardo 1948- es el fusilamiento de Mariano Melgar. Ms que un movimiento literario, poltico o social, el romanticismo supone un traumatismo de la nacionalidad.
Una investigacin realizada por Alberto Sandro Chiri 103 , pone especial nfasis en vincular la tradicin, Mujer y tigre con el tenebrismo romntico. Para este investigador, Palma pertenece a la generacin romntica de la literatura peruana que dej testimonio de esa experiencia en su libro La
103 Alberto Sandro Chiri M.A. Temple University. EE.UU. http://www.publications.villanova.edu/villaletras/dos/palma.htm
249 bohemia de mi tiempo, escrito en 1886. Como la mayora de los escritores romnticos tuvo veleidades no slo por la poesa y los temas histricos y truculentos (tan codiciados por los romnticos europeos), sino que adems por la historia misma. Al respecto, Loayza ha escrito: Palma no se limita a construir sus ancdotas con personajes o hechos de historia. Le interesa el dato histrico por s mismo, tenga o no relacin con la ancdota, y no slo aspira a distraer a sus lectores sino quiere tambin, al mismo tiempo, ensearles algo.
El tradicionalista pretende ser objetivo, pero no hace ms que recrear y reinventar los casos (la mayora, terribles) que lee y selecciona de los archivos de la Inquisicin de Lima. Es notorio que el escritor puso mucho empeo en su labor como investigador de la historia en tanto que tena esperanzas de trascender como tal. No obstante sus legtimas aspiraciones, los Anales de la Inquisicin de Lima trascendieron ms por sus evidentes mritos literarios que por sus propsitos histricos. Ortega no se equivoca, entonces, cuando afirma que Palma desata lo escrito para que el tiempo no se detenga, para que siga vivo y manuable.
Cuando se revisa el conjunto de sus tradiciones de inmediato el lector se percata que muchos de los argumentos ambientados en la colonia han tenido como fuente casos diversos que proceden de los archivos de la Santa Inquisicin de Lima.
En cuanto a los elementos que componen la tradicin que ya analizo en captulos precedentes, Oviedo arriesga una definicin:
un arte cambiante y fragmentarista, hecho de mltiples elementos mnimos cuya combinacin puede variarlas sustancialmente. No hay un tipo nico de tradicin: aunque Palma es inconfundible, sus maneras son muchas y a veces sorprendentes. Ms que un gnero, la tradicin es el resultado de varios gneros o subgneros literarios, a los que l aade las virtudes especficas de su talento. Sus bases son, sin duda, la leyenda romntica en prosa y el artculo de costumbres.
250 La tradicin, adems de los componentes que menciona Oviedo (leyenda romntica y artculo de costumbres,) poseen una fuerte carga de oralidad y humor que se manifiestan por las presencias de dichos populares del habla coloquial peruana e ingeniosos refranes que conllevan una enseanza. El narrador omnisciente de las tradiciones entabla contacto directo con el lector casualmente gracias a su deliberado estilo oral, por eso encontramos con frecuencia expresiones como Y con esto, lector amigo, y con que cada cuatro aos es bisiesto, pongo punto redondo al cuento deseando que as tengas la salud como yo tuve empeo en darte un rato de solaz y divertimiento. 104
Casualmente, crticos como Antonio Cornejo Polar han puesto en duda la filiacin ntegra de Palma al romanticismo por sus afanes didactistas, tan caros a la literatura neoclsica, por eso afirma:
Ricardo Palma es y no es un romntico. En todo caso lo que pervive de l, sus Tradiciones Peruanas, no corresponden por entero al sistema romntico, aunque bien podra decirse que lo suponen como cimiento y lo emplean con libertad, expeditivamente, cuando sus recursos parecen ser apropiados para el cumplimiento de sus proyectos. De cualquier manera, enfocando el itinerario global de la produccin palmista y los distintos valores que fue poniendo en juego, cabra pensar en la obra de un transente del romanticismo: fue cuando joven un apasionado cultor de la nueva escuela, ms tarde la enjuici con severidad y a la postre traz, utilizando elementos de sta y otras fuentes, su propio y peculiar camino.
Pero al margen de su acercamiento, distanciamiento o aprovechamiento de la escuela romntica, Palma es un narrador de fuste, un escritor slido. Estuvo atento no slo a la literatura de Iberoamrica, sino a las de otras lenguas; prueba de ello se evidencia en la acotacin que hace el narrador en la tradicin. De cmo una escultura dio la muerte al escultor; ah
104 Palma 518 251 leemos: Hace poco le un magnfico artculo sobre Edgardo [sic] Poe y Alfredo de Musset titulado El alcoholismo en literatura
Aunque por su fugacidad, llama la atencin sin embargo los dos nombres que menciona. En primer lugar nombra a Poe, maestro del relato corto, en especial de terror y misterio; y luego al romntico francs Musset, quien sign su existencia con el escndalo, el alcohol y la autodestruccin. Dos escritores que hicieron de sus vidas tormento y dolor. Pues bien, algo de ello hay en la tradicin que nos interesa analizar: Mujer y tigre. En este caso, la protagonista es una mujer atormentada que vivi en la Lima colonial.
J ames Harwell seala nueve caractersticas de la novela gtica que bien pueden trasladarse al relato. Se trata del horror, el shock, el suspense, la sublimidad, el sufrimiento, el espectculo, la caracterizacin, el exceso y lo natural o sobrenatural.
El profesor norteamericano entiende, entonces, que dentro de todas las caractersticas son el horror, el suspense y el shock las que determinan que un texto narrativo sea considerado como gtico. En ese sentido podremos afirmar que Mujer y tigre es una tradicin que se ajusta al modelo. Fija Palma el ao de los sucesos: 1601. El siglo XVII se inauguraba en Lima con un hecho escabroso. El personaje protgonico es una muchacha a quien se le presenta como la seorita de ***; es decir, se trata de la seorita innombrable, el lector nunca conocer su apellido, aunque s su nombre y sus acciones 105 . Ms tarde ser llamada como la seora de *** 106 . Dicho relato, aunque breve, se divide en seis partes: una introductoria y las cinco restantes enumeradas del uno al cinco en romanos. Las lneas iniciales corresponden al autor real que declara la necesidad de contar, por lo asombroso de lo sucedido, un episodio tomado de uno de los libros del Cabildo: Pues yo tengo que escribir esta leyenda, afirma en tono
105 Tradiciones 240 106 Tradiciones 243 252 categrico 107 . La voz narrativa se amalgama con la del escritor real. Esto suele suceder en todas sus tradiciones, en cualquiera de ellas, por ms extensa o breve que sea.
Mujer y tigre tiene su origen, entonces, en un caso registrado en los libros de la comuna limea. Palma estructura su narracin de manera lineal. Suele presentar el origen o el pasado del personaje protagnico. En la primera parte, hay un yo-narrativo que informa sobre la fuente de la historia (en este caso Palma la llama leyenda) que a continuacin pondr a consideracin del lector. Sebastiana, joven de 16 aos y hurfana de madre, ha quedado definitivamente sola a raz de la reciente muerte de su padre:
La seorita de *** era por los aos de 1601 un fresco y codiciable pimpollo de diez y seis primaveras, tal como lo suea un libertino para curarse de la dispepsia. El seor de ***, su padre, y su primera fortuna acaso de las tres veces coronada ciudad, cometi la tontuna de morirse dejando a su heredera doa Sebastiana bajo la tutela de don Blas Medina, asturiano severo y con ms penacho que el mismo don Pelayo. Imagnese el lector si sera codiciable y capaz de despertar el apetito del hombre menos goloso una chica que amn de su juventud, buen coranvobis y riqueza, tena la rara fortuna de no llevar suegro ni suegra al matrimonio. 108
Estamos frente a un narrador socarrn y pcaro que se atreve a asociar las bondades corporales de Sebastiana con la de una medicina capaz de curar una digestin laboriosa e imperfecta. Luego de dar seales sobre la esmerada educacin que reciba una seorita de la poca, la historia seguidamente presenta a don Carlos, seminarista e hijo del asturiano Blas Medina, muchacho que tena ms aficin que a los infolios teolgicos a estudiar en ese libro misterioso que se llama la mujer. 109 . Todos los domingos, mientras el tutor haca la siesta, la pareja se daba un hartazgo de palabras almibaradas y dems cosas que sospecho deben darse entre
107 Tradiciones Peruanas Completas 240 108 Ibeden 240 109 Tradiciones Peruanas Completas 241 253 amantes, comunicando que el fogoso Carlos al primer arrumaco que a quemarropa lanz [...] sobre la inflamable doncella, no se hizo ella de pencas. 110
Es de suponer que la joven pareja desarrolla sus actividades ntimas en el mismo lugar donde Sebastiana debi gozar de proteccin y seguridad. Paradjicamente, la casa-celda se convierte en el espacio del placer y la liberacin de los sentidos.
En la segunda parte, se narran hechos muy puntuales: la muerte de de don Blas Medina, la decisin de su hijo Carlos de abandonar los estudios teolgicos y de hacer uso de la fortuna que recibi como herencia, adems de proclamar su intencin de alejarse de Sebastiana e ir en busca de nuevas experiencias. El relato ha ganado en dinamismo. La ruptura y el conflicto de la joven pareja es el detonante de las acciones que vendrn. Han transcurrido cinco aos de los primeros arrumacos y ahora Carlos se distancia de la bella Sebastiana:
El amor que haba sentido por Sebastianita se desvaneci. Era amor gastado, y el mozo necesitaba andar a caza de novedades. Olvid la palabra empeada de casarse y legitimar a los dos nios habidos en sus secretos amores, y cuando menos lo esperaba la pobre enamorada, recibi una carta en que don Carlos la notificaba que haba contrado matrimonio in face ecclesiade con una hija del capitn de arcabuceros don Santiago Pedrosa, llamada doa Dolores. 111
Ntese la correspondencia que existe entre la frialdad del mensaje del emisor con el lenguaje notarial usado por el narrador omnisciente. Ambos abonan en dilacerar el nimo y el universo afectivo de Sebastiana. Don Carlos se ha casado en ceremonia religiosa y a travs de esa unin fortalece su estatus en tanto que se ala con el poder de las armas, instancia representada por su suegro Pedrosa. El asunto se agrava en
110 Ibden, 241 111 TradicionesPeruanas Completas 242 254 tanto que del resultado de los arrumacos existen dos criaturas socialmente espreas. Esto constituye una doble afrenta para Sebastiana, ya que ha quedado pblicamente humillada y sus hijos sin el debido reconocimiento legal. Fue letal el efecto de la misiva, tan as que el narrador se compadece de la protagonista y acota: Imagnese el lector el efecto que producira la esquela en el nimo de la apasionada mujer. 112
Es decir, traslada el dolor de Sebastiana hacia el receptor de la tradicin. Esta situacin de exclusin que sufre Sebastiana al seno de una sociedad cerrada presupone la muerte en vida; acaso ello explique las siguientes lneas:
Durante algn tiempo anduvo su honra en lenguas de las comadres de Lima, que hacan de ella mangas y capirotes. Rugase tambin que doa Sebastiana no tena el juicio muy en sus cabales. A la postre, como toda mujer que ha amado frenticamente a la criatura, se volvi al Creador, lo que en buen romance quiere decir que se torn beata, y beata de correa, que es otro tem ms; beatas de las que lean el librito publicado por un jesuita con el ttulo de Alfalfa espiritual para los borregos de J esucristo, en el cual se llamaba a la Hostia consagrada pan de perro (pan de pecador). 113
Podemos inferir, desde luego, cierta transformacin diablica en el comportamiento y en el nimo de esta mujer (beata de correa) que supo entregarse sin bridas al amor apasionado. Ha cambiado ahora el amor carnal por el pacto secreto con fuerzas oscuras. No olvidemos que la sociedad colonial castigaba el desenfreno sexual, ms an en una mujer soltera e incluso siendo casada ya que el placer slo le corresponda al varn. Por eso Sebastiana est desacreditada socialmente; el estigma de mujer trastornada la acompaa. Esta informacin anuncia algo grave; ms an si ella es lectora de un jesuita que se osa comparar la hostia con el alimento de los pecadores. Su amor propio est por los suelos y slo
112 Ibiden, 242 113 Ibiden, 242 255 atinaba, en su desesperacin, escenificar escndalos cada vez que se cruzaba, sea en el templo o en la calle, con el padre de sus hijos: Doa Sebastiana no retroceda en su empeo de volver a cautivar al rebelde, y ste se haba empestillado en el tonto capricho de dar al mundo un ejemplo de fidelidad conyugal
Sebastiana busca ahora a don Carlos con el propsito de exponerle una peticin de la que no podra negarse por lo bien intencionada que pareca. Ella haba decidido enviar a su hijo varn a Espaa para que complemente su formacin en tanto que Lima no era el lugar indicado para dicho propsito. nicamente el narrador cede la palabra a los personajes en la tercera parte de esta tradicin y es ac donde Sebastiana argumenta:
Tengo un hijo bastante rico como sabis. En Lima, y bajo mi amparo, no es posible que adquiera la educacin que merece. Maana zarpa el galen del Callao para Espaa, y en l marchar el nio a Madrid, donde ser asistido por sus parientes. Os ruego que vos, su padre, le echis la bendicin para que alcance prspero viaje. 114
Evidentemente, la solicitud requerida, por su fuerza y buenas intenciones, difcilmente hubiera sido rechazada por don Carlos, tan as que l dice: Vuestra demanda es justa, seora, y os ofrezco que luego pasar por vuestra casa.
Sin saberlo, el ex seminarista y antiguo amante ha mordido inocentemente el anzuelo. La tercera parte de Mujer y tigre culmina con la siguiente narracin que crea una intensa atmsfera de suspenso:
Medioda era por filo cuando don Carlos abrazaba a sus dos hijos en el saln de Sebastiana. Su corazn de padre rebosaba de amor por ellos, y sus caricias y consejos al nio prximo a partir para Europa no tenan lmite. La hija, a una indicacin de doa Sebastiana, ofreci a su enternecido padre unos bizcochos y una copa de vino de Alicante. Don Carlos comi y
114 Tradiciones Peruanas Completas 242 256 bebi con los nios, no sin que la madre les hiciese tambin la razn, y de pronto su cuerpo se desplom sobre el canap. El infeliz haba bebido un narctico.
La ltima oracin del prrafo pronostica algo grave. Lovecraft sostiene que la emocin ms antigua y ms intensa de la humanidad es el miedo, y el ms antiguo y el ms intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido. Pocos psiclogos pondrn en duda esta verdad; y su reconocida exactitud garantiza en todas las pocas la autenticidad y dignidad del relato de horror preternatural como gnero literario.
Por consiguiente, el horror se halla fuera del ser y del estado natural de algo. La sed de venganza que tuvo Sebastiana la ceg, estaba fuera de s y era capaz de cualquier actitud extrema con el fin de saciarla.
En la parte cuarta asistimos al horror de la historia. Los hechos ya no transcurren en la casa de la ciudad, sino en una hacienda lgubre en donde la mujer, ayudada por el chofer de la calesa y un esclavo, introdujeron al narcotizado a una habitacin donde Sebastiana a solas con su vctima, le at fuertemente los brazos y los pies, y esper a que saliese de su fatal letargo. 115
La tarea de neutralizar los movimientos de don Carlos presupone el uso de nudos perfectamente elaborados en donde la maa y la fuerza son aliadas. Estimulada por su inagotable sed de venganza, Sebastiana coloc al padre de sus hijos en una situacin que Lovecraft denomina mundo desconocido, [...] un mundo amenazador y lleno de posibilidades malignas.
Al salir de su letargo, don Carlos qued fuertemente impresionado. De ah en adelante, el narrador se exime de seguir su labor y cede la palabra al cronista acaso por la monstruosidad de los hechos que a continuacin se narran. Pero qu cronista es ste que se encarga de retratar la parte
115 Tradiciones Peruanas Completas 243 257 srdida de la historia? En qu se diferencia del anterior? Se trata, sin duda, de una prosa propia del periodismo, caracterizada por su claridad y precisin y sin mayores pretensiones estticas. El narrador del relato encomilla los prrafos para enmarcar el discurso del narrador-cronista. Leamos:
Sebastiana despus de llenar a don Carlos de improperios, le dijo [que] se preparase para morir en satisfaccin de sus perfidias. Llam en seguida a su hijo, y colocndole a la vista de su padre, le dijo: Te quise cuando tu padre fue mi amante. l me abandon, burlando mi inocencia, y es esposo de otra mujer que por l no ha hecho como yo el sacrificio de su honra. Tan vil proceder es el origen del odio que ahora te tengo, en fuerza del que quiero que mueras a presencia de este infame, de quien rechazo conservar prendas que le pertenezcan. Entonces hiri furiosamente al nio, le cort la cabeza y la arroj sobre don Carlos. En seguida llam a la hija, y con la misma relacin y de igual manera la dio muerte. Luego, prodigndole las ms atroces injurias, principi a cortar miembro por miembro el cuerpo de don Carlos, hasta que le vio expirar. Concluida tan horrible carnicera, enterr, por la noche, en unin del calesero, los tres cadveres, y regres tranquilamente a Lima. 116
El shock y el horror no slo recaen sobre las vctimas, sino que dichos efectos, propios de la literatura gtica, tambin tocan a los lectores. El relato en tanto que tiene asidero en un hecho de la vida real- es rematado con informacin posterior a los hechos. En efecto, estimulado por la recompensa de dos mil pesos a quien diese noticia sobre el desaparecido notable, el calesero decidi a narrar lo ocurrido. Las autoridades, bajo tormento, hicieron confesar a Sebastiana (la antigua pimpollo) su horrendo crimen. Recibi, entonces, la pena de muerte por ahorcamiento, ordenando adems que le corten las manos, siendo la primera mujer ahorcada en la Plaza Mayor de Lima.
116 Tradiciones Peruanas Completas 243 258 Lovecraft seala que este tipo de literatura debe contener cierta atmsfera de intenso e inexplicable pavor, [...] una idea terrible para el cerebro humano. Se trata de una literatura que transgrede nuestros lmites y defensas razonables.
Como lectores, quedamos paralizados y sumidos en shock. El narrador nos acerca al dolor de las vctimas. Compartimos con ellas las mismas desagradables sensaciones. Los ojos de don Carlos, en ese instante, son los ojos del lector atemorizado. La sublimidad, otro de los rasgos que menciona Harwell, se expone cuando el padre se rene con los dos pequeos; mientras el espectculo del dolor se evidencia insistentemente en diversas instancias de la tradicin palmista. Hay espectculo cuando Sebastiana monta en clera e increpa en la calle al padre de sus hijos, pero tambin existe un macabro espectculo cuando ella se convierte en asesina. De otro lado, la caracterizacin como mujer apasionada se refleja cuando el narrador habla de la bella adolescente Sebastiana, as como de su faceta de mujer abandonada. El exceso es evidente en la belleza juvenil de la joven, en los encuentros amorosos, en el odio y en la forma de vengarse. Finalmente, lo natural se entremezcla con lo inconcebible. Sebastiana acta con extrema naturalidad y aparente sensatez cuando le pide a don Carlos que se despida de su hijo, para luego dar rienda suelta a esta suerte de rito diablico y sangriento escena muy comn en la vertiente grotesca del romanticismo motivado por escondidos mecanismos psico-emocionales, y de cuyos infaustos resultados la sociedad colonial en su conjunto, pacata y cnica, tuvo parte de responsabilidad. Lo singular del asunto radica en el hecho de que Sebastiana ha perdido el control absoluto de sus acciones, en ella el instinto de preservacin de la especie ha quedado a grado cero; su odio la ciega a tal extremo que acta como una enajenada movida por complejos y oscuros mecanismos emocionales donde la sinrazn, el odio y la delirante venganza la empujan hacia los abismos de la locura y la muerte. Capturada, no teme por su vida. En su delirio el personaje femenino cree que las cuentas estn saldadas. Nada la atemoriza. Impertrrita, esperaba la horca.
259 Los autores romnticos sostenan que la obra es el fin y es el medio. Es decir, la obra concluye en la obra misma, la obra es autosuficiente. Palma logra plasmar los complejos sentimientos de la protagonista de una manera visceral. Si los romnticos pretendieron crear un lector del fututo, diremos que dicho propsito se logr con creces en tanto que la horrorosa trama tambin toca y agrede la sensibilidad de los receptores de hoy.
5.2.1 Influencia de Lima colonial en Palma
El colonialismo -evocacin nostlgica del Virreinato- pretende anexarse la figura de don Ricardo Palma. Esta literatura servil y floja, de sentimentaloides y retricos, se supone consustanciada con las Tradiciones. La generacin "futurista", que ms de una vez he calificado como la ms pasadista de nuestras generaciones, ha gastado la mejor parte de su elocuencia en esta empresa de acaparamiento de la gloria de Palma. Es este el nico terreno en el que ha maniobrado con eficacia. Palma aparece oficialmente como el mximo representante del colonialismo.
Pero si se medita seriamente sobre la obra de Palma confrontndola con el proceso poltico y social del Per y con la inspiracin del gnero colonialista, se descubre lo artificioso y lo convencional de esta anexin. Situar la obra de Palma dentro de la literatura colonialista es no slo empequeecerla sino tambin deformarla. Las Tradiciones no pueden ser identificadas con una literatura de reverente y apologtica exaltacin de la Colonia y sus fastos, absolutamente peculiar y caracterstica, en su tonalidad y en su espritu, de la acadmica clientela de la casta feudal.
Don Felipe Pardo y Don J os Antonio de Lavalle, conservadores convictos y confesos, evocaban la Colonia con nostalgia y con uncin. Ricardo Palma, en tanto, la reconstrua con un realismo burln y una fantasa irreverente y satrica. La versin de Palma es cruda y viva. La de los prosistas y poetas de la serenata bajo los balcones del Virreinato, 260 tan grata a los odos de la gente ancien rgime, es devota y ditirmbica. No hay ningn parecido sustancial, ningn parentesco psicolgico entre una y otra versin.
La suerte bien distinta de una y otra se explica fundamentalmente por la diferencia de calidad; pero se explica tambin por la diferencia de espritu. La calidad es siempre espritu. La obra pesada y acadmica de Lavalle y otros colonialistas ha muerto porque no puede ser popular. La obra de Palma vive, ante todo, porque puede y sabe serlo.
El espritu de las Tradiciones no se deja mistificar. Es demasiado evidente en toda la obra. Riva Agero que, en su estudio sobre el carcter de la literatura del Per independiente, de acuerdo con los intereses de su gens y de su clase, lo coloca dentro del colonialismo, reconoce en Palma, "perteneciente a la generacin que rompi con el amaneramiento de los escritores del coloniaje", a un literato "liberal e hijo de la Repblica". Se siente a Riva Agero ntimamente descontento del espritu irreverente y heterodoxo de Palma.
Riva Agero trata de rechazar este sentimiento, pero sin poder evitar que aflore netamente en ms de un pasaje de su discurso. Constata que Palma "al hablar de la Iglesia, de los jesuitas, de la nobleza, se sonre y hace sonrer al lector". Cuida de agregar que "con sonrisa tan fina que no hiere". Dice que no ser l quien le reproche su volterianismo. Pero concluye confesando as su verdadero sentimiento: "A veces la burla de Palma, por ms que sea benigna y suave, llega a destruir la simpata histrica. Vemos que se encuentra muy desligado de las aejas preocupaciones, que, a fuerza de estar libre de esas ridiculeces, no las comprende; y una ligera nube de indiferencia y despego se interpone entonces entre el asunto y el escritor".
Si el propio crtico e historigrafo de la literatura peruana que ha juntado, solidarizndolos, el elogio de Palma y la apologa de la Colonia, reconoce tan explcitamente la diferencia fundamental de sentimiento 261 que distingue a Palma de Pardo y de Lavalle, cmo se ha creado y mantenido el equvoco de una clasificacin que virtualmente los confunde y rene? La explicacin es fcil. Este equvoco se ha apoyado, en su origen, en la divergencia personal entre Palma y Gonzlez Prada; se ha alimentado, luego, del contraste espiritual entre "palmistas" y "pradistas". Haya de la Torre, en una carta sobre Mercurio Peruano, a la revista Sagitario de La Plata, tiene una observacin acertada: "Entre Palma que se burlaba y Prada que azotaba, los hijos de ese pasado y de aquellas castas doblemente zaheridas prefirieron el alfilerazo al ltigo" 117 . Pertenece al mismo Haya una precisa y, a mi juicio, oportuna e inteligente mise au point sobre el sentido histrico y poltico de las Tradiciones. "Personalmente -escribe-, creo que Palma fue tradicionista, pero no tradicionalista. Creo que Palma hundi la pluma en el pasado para luego blandirla en alto y rerse de l. Ninguna institucin u hombre de la Colonia y aun de la Repblica escap a la mordedura tantas veces tan certera de la irona, el sarcasmo y siempre el ridculo de la jocosa crtica de Palma. Bien sabido es que el clero catlico tuvo en la literatura de Palma un enemigo y que sus Tradiciones son el horror de frailes y monjas. Pero por una curiosa paradoja, Palma se vio rodeado, adulado y desvirtuado por una troupe de gente distinguida, intelectuales, catlicos, nios bien y admiradores de apellidos sonoros".
No hay nada de extrao ni de inslito en que esta penetrante aclaracin del sentido y la filiacin de las Tradiciones venga de un escritor que jams ha oficiado de crtico literario. Para una interpretacin profunda del espritu de una literatura, la mera erudicin literaria no es suficiente. Sirven ms la sensibilidad poltica y la clarividencia histrica. El crtico profesional considera la literatura en s misma. No percibe sus relaciones con la poltica, la economa, la vida en su totalidad. De suerte que su investigacin no llega al fondo, a la esencia de los fenmenos literarios. Y, por consiguiente, no acierta a definir los oscuros factores de su gnesis ni de su subconsciencia.
117 En Sagitario N 3 (1926) y en Por la Emancipacin de la Amrica Latina (Buenos Aires, 1927), p. 139. 262
Una historia de la literatura peruana que tenga en cuenta las races sociales y polticas de sta, cancelar la convencin contra la cual hoy slo una vanguardia protesta. Se ver entonces que Palma est menos lejos de Gonzlez Prada de lo que hasta ahora parece.
Las Tradiciones de Palma tienen, poltica y socialmente, una filiacin democrtica. Palma interpreta al medio pelo. Su burla roe risueamente el prestigio del Virreinato y el de la aristocracia. Traduce el malcontento zumbn del demos criollo. La stira de las Tradiciones no cala muy hondo ni golpea muy fuerte; pero, precisamente por esto, se identifica con el humor de un demos blando, sensual y azucarado. Lima no poda producir otra literatura. Las Tradiciones agotan sus posibilidades. A veces se exceden a s mismas.
Si la revolucin de la independencia hubiese sido en el Per la obra de una burguesa ms o menos slida, la literatura republicana habra tenido otro tono. La nueva clase dominante se habra expresado, al mismo tiempo, en la obra de sus estadistas, y en el verbo, el estilo y la actitud de sus poetas, de sus novelistas y de sus crticos. Pero en el Per el advenimiento de la repblica no represent el de una nueva clase dirigente.
La onda de la revolucin era continental: no era casi peruana. Los liberales, los jacobinos, los revolucionarios peruanos, no constituan sino un manipulo. La mejor savia, la ms heroica energa, se gastaron en las batallas y en los intervalos de la lucha. La repblica no reposaba sino en el ejrcito de la revolucin. Tuvimos, por esto, un accidentado, un tormentoso perodo de interinidad militar. Y no habiendo podido cuajar en este perodo la clase revolucionaria, resurgi automticamente la clase conservadora. Los encomenderos y terratenientes que, durante la revolucin de la independencia oscilaron ambiguamente, entre patriotas y realistas, se encargaron francamente de la direccin de la repblica. La aristocracia colonial y monrquica se metamorfose, formalmente, en 263 burguesa republicana. El rgimen econmico-social de la Colonia se adapt externamente a las instituciones creadas por la revolucin. Pero la satur de su espritu colonial. Bajo un fro liberalismo de etiqueta, lata en esta casta la nostalgia del Virreinato perdido.
El demos criollo o, mejor, limeo, careca de consistencia y de originalidad. De rato en rato lo sacuda la clarinada retrica de algn caudillo incipiente. Mas, pasado el espasmo, caa de nuevo en su muelle somnolencia. Toda su inquietud, toda su rebelda, se resolvan en el chiste, la murmuracin y el epigrama. Y esto es precisamente lo que encuentra su expresin literaria en la prosa socarrona de las Tradiciones.
Palma pertenece absolutamente a una mesocracia a la que un complejo conjunto de circunstancias histricas no consinti transformarse en una burguesa. Como esta clase compsita, como esta clase larvada, Palma guard un latente rencor contra la aristocracia antaona y reaccionaria. La stira de las Tradiciones hinca con frecuencia sus agudos dientes roedores en los hombres de la Repblica. Ms, al revs de la stira reaccionaria de Felipe Pardo y Aliaga, no ataca a la Repblica misma. Palma, como el demos limeo, se deja conquistar por la declamacin antioligrquica de Pirola. Y, sobre todo, se mantiene siempre fiel a la ideologa liberal de la independencia.
El colonialismo, el civilismo, por rgano de Riva Agero y otros de sus portavoces intelectuales, se anexan a Palma, no slo porque esta anexin no presenta ningn peligro para su poltica sino, principalmente, por la irremediable mediocridad de su propio elenco literario. Los crticos de esta casta saben muy bien que son vanos todos los esfuerzos por inflar el volumen de don Felipe Pardo o don J os Antonio de Lavalle. La literatura civilista no ha producido sino parvos y secos ejercicios de clasicismo o desvados y vulgares conatos romnticos. Necesita, por consiguiente, acaparar a Palma para pavonearse, con derecho o no, de un prestigio autntico. 264
Pero debo constatar que no slo el colonialismo es responsable de este equvoco. Tiene parte en l -como en mi anterior artculo lo observaba-, el "Gonzlez-pradismo". En un "ensayo acerca de las literaturas del Per" de Federico More, hallo el siguiente juicio sobre el autor de las Tradiciones: "Ricardo Palma, representativo, expresador y centinela del Colonialismo, es un historizante anecdtico, divertido narrador de chascarrillos fichados y anaquelados. Escribe con vistas a la Academia de la Lengua y, para contar los devaneos y discreteos de las marquesitas de pelo ensortijado y labios prominentes, quiere usar el castellano del siglo de oro". More pretende que de Palma quedar slo la "risilla chocarrera".
Esta opinin, para algunos, no reflejar ms que una notoria ojeriza de More, a quien todos reconocen poca consecuencia en sus amores, pero a quien nadie niega una gran consecuencia en sus ojerizas. Pero hay dos razones para tomarla en consideracin: 1 La especial beligerancia que da a More su ttulo de discpulo de Gonzlez Prada. 2 La seriedad del ensayo que contiene estas frases.
En este ensayo More realiza un concienzudo esfuerzo por esclarecer el espritu mismo de la literatura nacional. Sus aserciones fundamentales, si no ntegramente admitidas, merecen ser atentamente examinadas. More parte de un principio que suscribe toda crtica profunda. "La literatura -escribe- slo es traduccin de un estado poltico y social". El juicio sobre Palma pertenece, en suma, a un estudio al cual confieren remarcable valor las ideas y las tesis que sustenta; no a una panfletaria y volandera disertacin de sobremesa. Y esto obliga a remarcarlo y rectificarlo. Pero al hacerlo conviene exponer y comentar las lneas esenciales de la tesis de More.
sta busca los factores raciales y las races telricas de la literatura peruana. Estudia sus colores y sus lneas esenciales; prescinde de sus matices y de sus contornos complementarios. El mtodo es de 265 panfletario; no es de crtico. Esto da cierto vigor, cierta fuerza a las ideas, pero les resta flexibilidad. La imagen que nos ofrecen de la literatura peruana es demasiado esttica.
Pero si las conclusiones no son siempre justas, los conceptos en que reposan son, en cambio, verdaderos. More siente el dualismo peruano. Sostiene que en el Per "o se es colonial o se es inkaico". Yo, que reiteradamente he escrito que el Per hijo de la Conquista es una formacin costea, no puedo dejar de declararme de acuerdo con More respecto al origen y al proceso del conflicto entre inkasmo y colonialismo. No estoy lejos de pensar como More que este conflicto, este antagonismo, "es y ser por muchos aos, clave sociolgica y poltica de la vida peruana".
El dualismo peruano se refleja y se expresa, naturalmente, en la literatura. "Literariamente -escribe More-, el Per presntase, como es lgico, dividido. Surge un hecho fundamental: los andinos son rurales, los limeos urbanos. Y as las dos literaturas. Para quienes actan bajo la influencia de Lima todo tiene idiosincrasia iberafricana: todo es romntico y sensual. Para quienes actuamos bajo la influencia del Cuzco, la parte ms bella y honda de la vida se realiza en las montaas y en los valles y en todo hay subjetividad indescifrada y sentido dramtico. El limeo es colorista: el serrano musical. Para los herederos del coloniaje, el amor es un lance. Para los retoos de la raza cada, el amor es un coro trasmisor de las voces del destino".
Mas esta literatura serrana que More define con tanta vehemencia, oponindola a la literatura limea o colonial, slo ahora empieza a existir seria y vlidamente. No tiene casi historia, no tiene casi tradicin. Los dos mayores literatos de la Repblica, Palma y Gonzlez Prada, pertenecen a Lima. Estimo mucho, como se ver ms adelante, la figura de Abelardo Gamarra; pero me parece que More, tal vez, la superestima. Aunque en un pasaje de su estudio conviene en que "no 266 fue, por desgracia Gamarra, el artista redondo y facetado, limpio y fulgente, el cabal hombre de letras que se necesita".
El propio More reconoce que "las regiones andinas, el inkasmo, an no tienen el sumo escritor que sintetice y condense, en fulminantes y lucientes pginas, las inquietudes, las modalidades y las oscilaciones del alma inkaica". Su testimonio sufraga y confirma, por ende, la tesis de que la literatura peruana hasta Palma y Gonzlez Prada es colonial, es espaola. La literatura serrana, con la cual la confronta More, no ha logrado, antes de Palma y Gonzlez Prada, una modulacin propia. Lima ha impuesto sus modelos a las provincias. Peor todava; las provincias han venido a buscar sus modelos a Lima. La prosa polmica del regionalismo y el radicalismo provincianos desciende de Gonzlez Prada, a quien, en justicia, More, su discpulo, reprocha su excesivo amor a la retrica.
Gamarra es para More el representativo del Per integral. Con Gamarra empieza, a su juicio, un nuevo captulo de nuestra literatura. El nuevo captulo comienza, en mi concepto, con Gonzlez Prada que marca la transicin del espaolismo puro a un europesmo ms o menos incipiente en su expresin pero decisivo en sus consecuencias.
Pero Ricardo Palma, a quien More errneamente designa como un "representativo, expresador y centinela del colonismo", malgrado sus limitaciones, es tambin de este Per integral que en nosotros principia a concretarse y definirse. Palma traduce el criollismo, el mestizaje, la mesocracia de una Lima republicana que, si es la misma que aclama a Pirola -ms arequipeo que limeo en su temperamento y en su estilo-, es igualmente la misma que, en nuestro tiempo, revisa su propia tradicin, reniega su abolengo colonial, condena y critica su centralismo, sostiene las reivindicaciones del indio y tiende sus dos manos a los rebeldes de provincias.
267 More no distingue sino una Lima. La conservadora, la somnolienta, la frvola, la colonial. "No hay problema ideolgico o sentimental -dice- que en Lima haya producido ecos. Ni el modernismo en literatura ni el marxismo en poltica; ni el smbolo en msica ni el dinamismo expresionista en pintura han inquietado a los hijos de la ciudad sedante. La voluptuosidad es tumba de la inquietud". Pero esto no es exacto. En Lima, donde se ha constituido el primer ncleo de industrialismo, es tambin donde, en perfecto acuerdo con el proceso histrico de la nacin, se ha balbuceado o se ha pronunciado la primera resonante palabra de marxismo. More, un poco desconcertado de su pueblo, no lo sabe acaso, pero puede intuirlo. No faltan en Buenos Aires y La Plata quienes tienen ttulo para enterarlo de las reivindicaciones de una vanguardia que en Lima como en el Cuzco, en Trujillo, en J auja, representa un nuevo espritu nacional.
La requisitoria contra el colonialismo, contra el "limeismo" si as prefiere llamarlo More, ha partido de Lima. El proceso de la capital -en abierta pugna con lo que Lus Alberto Snchez denomina "perricholismo", y con una pasin y una severidad que precisamente a Snchez alarman y preocupan-, lo estamos haciendo hombres de la capital. En Lima, algunos escritores que del esteticismo d'annunziano importado por Valdelomar habamos evolucionado al criticismo socializante de la revista Espaa, fundamos hace diez aos Nuestra poca, para denunciar, sin reservas y sin compromisos con ningn grupo y ningn caudillo, las responsabilidades de la vieja poltica 118 . En Lima, algunos estudiantes, portavoces del nuevo espritu, crearon hace cinco aos las universidades populares e inscribieron en su bandera el nombre de Gonzlez Prada.
Henrquez Urea dice que hay dos Amricas: una buena y otra mala. Lo mismo se podra decir de Lima. Lima no tiene races en el pasado
118 De Nuestra poca (J ulio de 1918) se publicaron slo dos nmeros, rpidamente agotados. En ambos nmeros, se esboza una tendencia fuertemente influenciada por Espaa, la revista de Araquistin que un ao ms tarde, reapareci en La Razn, efmero diario cuya ms recordada campaa es la de la Reforma Universitaria. 268 autctono. Lima es la hija de la Conquista. Pero desde que, en la mentalidad y en el espritu, cesa de ser slo espaola para volverse un poco cosmopolita, desde que se muestra sensible a las ideas y a las emociones de la poca, Lima deja de aparecer exclusivamente como la sede y el hogar del colonialismo y espaolismo. La nueva peruanidad es una cosa por crear. Su cimiento histrico tiene que ser indgena. Su eje descansar quiz en la piedra andina, mejor que en la arcilla costea. Bien. Pero a este trabajo de creacin, la Lima renovadora, la Lima inquieta, no es ni quiere ser extraa.
5.2.2 Incursin literaria de Palma en la poesa
La costumbre, tanto como la inercia la haraganera, dira J orge Luis Borges-, pretende fomentar la existencia alegre y verbenera de un Palma poeta en verso, porque si de la prosa se tratase, bienvenido el criterio y relegado el juicio contrario que lo primero incita. El error viene de antiguo. Repasemos, al efecto, parnasos, florilegios y antologas desde Polo y Corts hasta Beltroy, a pesar de que este autor, en su trabajo La poesa de Palma, sostiene un punto de vista adverso a toda hospitalidad potica. Por contraste, slo vemos en la obra versificada de Palma un superficial trabajo de imitacin, una serie de ensayos de diletante, en que desaparece por entero su genio potico, su emotiva fantasa de creador, para dar lugar a efmeros escarceos.
Siguiendo lo fcil y trillado de la costumbre, advirtamos la reincidencia en el desliz. Ventura Garca Caldern, en su Parnaso Peruano, sin fecha, pero que es de 1914, asila a Ricardo Palma, en su posada de letrilleros y gemebundos. En l figura el propio y contumaz antlogo por partida doble con la invencin compensadora de un seudnimo y el esfuerzo de su nombre propio. Tanto en el primer caso (llmese J aime Landa, fallecido adrede en Madrid), como en el segundo, existe una enternecedora correspondencia necrolgica. El autor de veras mata a la criatura de su ingenio bautismal el seudnimo- para hacerse la ilusin 269 de que sobrevive al propio desastre. En su Parnaso Peruano, que es, como los otros de la Coleccin Maucci, gabinete ortopdico de malos versos contusos, el crtico nos atestigua una cosa: que es un transente sorprendido. La leccin parnasiana, simbolista o modernista, de sus aos mozos no lo ha configurado para la alerta, la seleccin o el repudio. Lo epidrmico le es comn en la misma medida que la crnica de boulevard aprendida en Gmez Carrillo; le agobia la perspectiva, no el alma.
Los otros crticos o antologistas de la poesa peruana ecos de mala ventura- repiten cada cierto tiempo la misma inepcia al considerar a Palma poeta en funcin de sus balbucientes rimas romnticas. Riva Agero es uno de ellos. Los ms avisados Maritegui el primero- saben a qu atenerse en menesteres de poesa.
5.2.3 Las Tradiciones Verdes, una mezcla exquisita de la stira, lo coloquial, el humor y la irona
Una investigacin realizada por Flor Rodrguez-Arenas 119 , la coleccin de Tradiciones de Palma reunidas bajo el ttulo Tradiciones en salsa verde (1901), se diferencia de las series conocidas, que el autor peruano publicara, por poseer una caracterstica diferenciadora: el empleo de palabras y dichos procaces como aspecto sobresaliente de los relatos. La lectura de estos textos suscit una reaccin fuerte de Enrique Anderson Imbert (1953), quien adems de calificarlos negativamente: Ninguna de las Tradiciones en salsa verde es artsticamente valiosa [...]? La mayora de ellas estn construidas sobre meros juegos de palabrotas o con viles ancdotas. Sus hroes son de monstruosa anatoma: slo existen de la cintura para abajo (271); conden con severidad al Palma que realiz esta labor escritural: el anciano se hunde en la pornografa como un nio que chapalea en el fango.
119 Flor Mara Rodrguez-Arenas. University of Southern Colorado. Estados Unidos
270
Ante esta reaccin, Daniel R. Reedy (1966), despus de analizar brevemente los textos y demostrar cada uno de los aspectos en que ellos se relacionan con la obra general del Tradicionista, disiente: no encontramos suficiente fundamento en las Tradiciones en salsa verde para justificar esa crtica adversa del profesor Anderson Imbert. Sin embargo, compartimos su juicio de que no se pueden condenar estas obras solamente porque sus rasgos ms salientes sean el humorismo grosero e imgenes escabrosas.
El juicio de Reedy es acertado, las Tradiciones en salsa verde, marcadas por la zafiedad y la inverecundia, explicitan la manera en que Palma: se sirvi tanto de la historia oficial escrita como de la historia popular de la gente comn: el refrn, el chisme, los hechos cotidianos y, por tanto, del habla coloquial para realizar su produccin escritural. La labor de estudiar la obra de un escritor decimonnico latinoamericano de esta envergadura, no es la de reducir sus textos a un sentido unidimensional, sino la de identificar los rasgos que le confieren su dinamismo y productividad peculiares.
La obra general de Palma caracterizada por la stira, la irona, la burla, las insinuaciones es heredera de una prctica escritural, cuyos representantes ms notables en el Per colonial fueron: Rosas de Oquendo, Valle Caviedes y Terralla y Landa. Adems, el empleo de chistes obscenos, gracias procaces y la utilizacin de recursos de agudeza de doble sentido son de larga tradicin en la literatura peninsular; en el Siglo de Oro slo hay que recordar el humor escatolgico expresado por Quevedo en diversas obras como: Epstolas del caballero de la Tenaza, Gracias y desgracias del ojo del culo o Carta de un cornudo a otro intitulada El siglo del cuerno. Con estos antecedentes, es extrao que por razones algo ridculas de pudor erudito se excluya de la vasta produccin palmista o se deje de lado el anlisis de esta coleccin de textos; ya que en ellos se representa la inverecundia que caracteriza tanto al lenguaje coloquial como la 271 actuacin de la gente, lo que contribuye a captar mejor el espritu de una poca y un lugar.
Ahora, el humor es a menudo una forma de juego que libera de las presiones de la vida diaria; de ah que al intercambiar chistes la gente eluda las represiones culturales a que se halla sometida 120 . Normalmente, mediante este tipo de enunciados lingsticos se alivian pensamientos y fantasas sexuales, agresividades y prohibiciones, sin temor de que haya represalias sociales 121 . Pero, para que se entienda este humor, para que se produzca lo cmico que conduce a la risa, se necesita que quienes se hallan involucrados en esta clase de comunicacin compartan el mismo trasfondo lingstico, la misma historia cultural y entiendan la manera de interpretar la experiencia de quien emite esos mensajes 122 .
Los buenos humoristas gustan de los juegos de palabras; puesto que las palabras ofrecen muchas oportunidades de diversin y una manera de entretenerse con las palabras es mediante los chistes. Generalmente, stos son narraciones breves 123 , marcados por la irona y por la sorpresa repentina; asimismo, muchas veces emplean en su comunicacin palabras procaces o de doble sentido que al comprenderse originan el humor. Normalmente, ste se produce como un estmulo que mueve resortes intelectuales y que requiere de cierta complicidad entre los involucrados en esa comunicacin; al interpretarse esta situacin surge una respuesta esperada y estereotipada: la risa.
De la misma forma, el lenguaje caracterizado por la procacidad, por lo general tiene como funcin el burlarse o rerse de alguien a quien se considera superior o diferente o a quien se detesta o se odia, pero al que abiertamente no se le dice o no se le puede decir lo que se siente. Esta animosidad se manifiesta en los relatos, cuyo humor es producto del
120 Strean 1993, 4 121 Strean 1993, XII 122 Nash 1987, 9 123 Freud 1960, 10 272 sarcasmo o la irrisin que se hace de alguien. Freud explica que este tipo de humor no es inocente, tiene uno de dos propsitos: la hostilidad (cuyo objetivo es la agresin, la stira o la defensa) o la obscenidad (que sirve para exponer a alguien o algo pblicamente)
La hostilidad que conlleva un chiste verde indica impulsos negativos hacia quien es objeto de la burla. Con ese tipo de lenguaje se disminuye a la persona, se la vuelve inferior, despreciable o cmica; este menoscabo produce el gozo, que satisface algunos de los impulsos negativos que originaron la emisin del lenguaje obsceno 124 . Este tipo de humor es considerado sdico, porque el vencedor hiere, arremete triunfalmente a quien hace objeto de su mofa 125 .
Normalmente, el lenguaje obsceno, verde, se relaciona con temas sexuales y est dirigido a una persona particular por la que se siente algn tipo de atraccin o repulsin. Para que se acepte la indecencia con humor, debe presentarse como un chiste; de esta forma va marcada por la alusin, que al descifrarse y reconstruirse en la imaginacin produce una obscenidad directa. El humor que origina este tipo de chiste satisface un instinto (bien lujurioso u hostil), ya que existe un obstculo que se interpone en el camino; con ese lenguaje se supera la dificultad y se deriva placer de ese objeto o fuente inalcanzable. Cuando se manifiesta el rechazo abierto, la censura de la grosera no encubierta, se debe a la represin originada por la sociedad o a la alta educacin 126 . Del mismo modo, para que el humor se entienda, deben tenerse en cuenta los siguientes aspectos: 1) Las experiencias humorsticas se originan en la percepcin de una incongruencia: ideas, imgenes o hechos que ordinariamente unidos no tienen sentido. 2) El humor generalmente se aprecia en dos etapas: primero se percibe la incongruencia y luego se resuelve. 3) El humor es una respuesta entretenida a una incongruencia. 4) La percepcin de la incongruencia es
124 vase Freud 1960, 123-124 125 Strean 1993, 31 126 vase Freud 1960, 119-120 273 subjetiva. Se basa en el conocimiento, las expectativas, los valores y las normas del que la percibe. 5) Puesto que la presentacin de una imagen particular o de una idea puede producir el humor y depende de la concepcin de los valores que se tengan; la creacin y el uso del humor son un ejercicio de poder: el humor es una fuerza controladora que moldea las respuestas y las actitudes de los otros.
Tambin, el lenguaje coloquial, la lengua viva conversacional, que llev a Dmaso Alonso a afirmar al escribir unas palabras para la presentacin del libro El espaol coloquial: me revela un mundo que est dentro de m, y que a la par me rodea. [...] esta maravilla diaria, el lenguaje, enraizado en nuestras vidas, nuestra marca de hombres (en Beinhauer 1978, 7), son los giros, las expresiones que usa el hablante para asegurar la atencin del interlocutor, para denunciar su simpata o antipata, para demostrar irona, para injuriar o simplemente para evidenciar su sorpresa o su estado de nimo. A esto debe agregarse que las expresiones obscenas tratndose de gentes educadas, su uso presupone siempre una cierta intimidad.
Con estos postulados en mente, todos ellos, elementos estructuradores de las Tradiciones en salsa verde, se analizarn los relatos y la funcin que el lenguaje procaz posee en su estructura para producir el humor en los siguientes textos de la coleccin: Otra improvisacin del Ciego de la Merced, La misa a escape, Tajo o Tejo!, Pato con arroz, El clavel disciplinado, Fatuidad humana y La moza del gobierno. Estos textos poseen estructuras diferentes: Otra improvisacin del Ciego de la Merced y La misa a escape son poemas. El tema comn de los dos es la crtica al clero. El primero de ellos es una stira a la disparidad irnica entre las ideas morales y la prctica de stas que hacen los religiosos: Seor, Dios, que nos dejaste / por patrimonio y herencia / la pobreza y la indigencia / cosas que t tanto amaste / si era tan buena la cosa / all a tu mansin gloriosa / do los ngeles se mueven / que no juegan, que no beben / ni fornican a una moza / Por qu no te las llevaste? (Palma 1973, 32). 274
El ttulo del texto dice que es una nueva improvisacin del Ciego de la Merced. En la tradicin Un calembour, se identifica a ste como: Fray Francisco de Castillo, ms generalmente conocido como el Ciego de la Merced, fue un gran repentista o improvisador; su popularidad era grande en Lima, all por los aos de 1740 a 1770.
Reconocido por su habilidad de marcar la palabra con la chispa rpida y muchas veces inverecunda, pero fundamentada en la realidad, el texto presenta un supuesto reclamo del fraile a Dios sobre uno de los votos perpetuos que observan las comunidades religiosas: el de la pobreza. Este voto se presenta en el romance con la dualidad que se supone deben vivir en las comunidades religiosas: pobreza e indigencia: [pobreza] una disposicin interior, una actitud del alma e [indigencia] una condicin econmica y social. No obstante, la hipottica queja del Ciego expresa y finalmente demanda lo opuesto a lo que la doctrina religiosa de esas instituciones explicita: los frailes son hombres, con necesidades corporales y deseos (bebida, diversin, sexo) como cualquier otro humano. Las imposiciones que se les hacen a travs de los votos de pobreza, castidad y obediencia son para la mansin gloriosa / donde los ngeles se mueven no para simples y mseros mortales como l y sus compaeros de comunidad.
Al resolverse la incongruencia, entre lo que imponen los votos religiosos y lo que reclama el fraile, surge el humor de ndole claramente anticlerical y se produce el fenmeno fisiolgico que es la risa. El humor puede ser un arma o una trampa; puesto que contribuye a que el personaje representado se vea ridiculizado y menguado; as, al convertirlo en objeto de la burla, se disminuye su valor. Este empequeecimiento es una reconvencin social, que refuerza las nociones aceptadas de lo que es propio o normal.
La fuerza retrica que adquiere el humor empleado en el texto del Ciego de la Merced ayuda a expresar y a promover juicios de valor. El anlisis 275 de la incongruencia sugiere que el humor que produce el texto implica valores no nicamente en virtud de su contenido, sino como consecuencia de lo que se hace con ese contenido. Detrs del nivel alerta de conciencia y funcionando como un recurso artificial y ampliamente seductivo, apoyado y refrendado sintcticamente por la rima de los versos, el humor ejerce influencia sobre la identificacin que se haga con un grupo o una situacin o con el apoyo que se le d. Por eso, no es difcil aceptar la amoralidad que involucran las palabras del fraile; situacin que puede cambiar, segn sea la disposicin del lector hacia el tema, al analizar con ms profundidad el contenido; ya que se puede sonrer por la vergenza que se siente al or la insolencia o por conformidad ante las situaciones establecidas.
El segundo poema: La misa a escape presenta ya en el ttulo una locucin adverbial (a todo correr) que califica la rapidez y la brevedad con que se celebra el rito: De Bogot era obispo / Monseor Cuero / que fue un sabio y un santo / de cuerpo entero. / Su misa para el pueblo, / poco duraba, / pues en cinco minutos / la despachaba; / porque del Evangelio / nunca lea / sino un par de versculos, / y as deca: / Perdona, Evangelista, / si ms no leo; / basta de pendejadas / de San Mateo.
En El carajo de Sucre, tradicin de la misma coleccin, se menciona al mismo personaje: Quizs tienen ustedes noticia del obispo Cuero, arzobispo de Bogot y que muri en olor de santidad; pues su ilustrsima, cuando el Evangelio de la misa era muy largo, pasaba por alto algunos versculos, diciendo: stas son pendejadas del Evangelista y por eso no las leo. La situacin se reitera en los dos textos, en prosa y en verso, casi con iguales palabras. Sin embargo, en el texto en prosa, la rapidez se refiere a la lectura de los Evangelios, mientras que en el poema, es el ritual de la misa el que se abrevia.
Ambos escritos exponen la actuacin pblica de un clrigo de alta posicin: obispo metropolitano, visto como un docto y venerable 276 religioso, conocedor de los textos sagrados, a quien por sus actos en vida, la Iglesia le concede la calidad de soberanamente perfecto y lo considera uno de los elegidos para recibir premios eternos. Como pastor y gua su funcin primordial era la de servir de maestro y modelo para su grey; no obstante, la actitud que se presenta textualmente se opone por completo a lo que dicen de l los calificativos con que se lo denomina posteriormente; en los escritos, era un mal mensajero, que creaba una atmsfera no propicia para la difusin de las buenas nuevas del Evangelio, puesto que vulneraba el carcter divino y con esa actitud promova la violacin de la calidad sagrada de los mensajes.
El religioso reforzaba los hechos con palabras profanas muy comunes, que por el contexto de situacin, por la codificacin y la emisin explicitaban una actividad comunicativa intencional: Basta de pendejadas / de San Mateo. El calificativo posee en el texto uno de los significados que por extensin ya tena en el siglo XVI la acepcin, proveniente de pendejo: estpido, mal sujeto. No obstante el traslado semntico, el calificativo emitido en ese momento especfico del ritual era irreverente, degradaba el mensaje religioso y lo reduca a necedad.
El comienzo del poema explicita presuposiciones semnticas sobre la calidad de persona que se supone era y deba ser el arzobispo: Que fue un sabio y un santo / de cuerpo entero; supuestos que hasta ese momento el receptor acepta para salvar la normalidad del mensaje. La incongruencia se presenta con el contenido de la segunda parte; ya que ste muestra que la primera parte carece de verdad. En esta seccin se ha deslizado una circunstancia pragmtica que tiene consecuencias interesantes, porque destruye los presupuestos de normalidad que se haban establecido. Al proferir ese calificativo originariamente obsceno, al emitir ese acto de habla, la esencia del que lo emite cambia.
El humor se manifiesta cuando el fraile califica de esa manera los Evangelios, porque se produce una fuerte irona entre el emisor, lo que emite y la calidad de lo que lee. Si la intencin de engendrar humor falla, 277 lo que se muestra es la ausencia de identificacin con el personaje, surgiendo as la censura y el rechazo. El tipo de humor que se observa en este texto sirve para menoscabar y, al mismo tiempo, redefinir la relacin entre los grupos sociales mencionados en el poema: los religiosos y el pueblo. En este mismo nivel, el poema expone, mediante la irona, otra censura, esta vez de ndole social, dirigida contra los bogotanos que veneraban a este clrigo elevndolo a una calidad completamente opuesta a la que demostraba con sus actos y con sus palabras.
La tradicin Tajo o Tejo! relata una discrepancia entre un comediante y el apuntador en un ensayo de una comedia del Siglo de Oro que se realizaba por los aos de 1680 en Lima. El primero dice el verso: Alczar que sobre el Tejo, pero el segundo lo corrige -Tajo, Tajo!; la situacin se repite nuevamente, hasta que el actor finalmente accede a hacer el cambio, pero antes advierte: sea como usted dice, pero ya ver lo que resulta. As procede a declamar la siguiente redondilla: Alczar que sobre el Tajo / blandamente te reclinas / y en sus aguas cristalinas / te ves como en un espajo.
Obviamente al orse la composicin en su totalidad, el apuntador hace referencia al Ro Tajo, donde se edific el famoso Alczar de Toledo; pero el nombre espaol del ro no funciona dentro de la rima que debe poseer la redondilla; ya que tiene que existir equivalencia acstica entre los sonidos a partir de la vocal acentuada en las dos ltimas palabras de los versos 1 (nombre del ro) y 4 (espejo) para que se cumpla el propsito expresivo que posee en el poema; por eso, al obedecer al apuntador y trocar la vocal del nombre del ro, el comediante debe modificar la vocal de espejo, convirtiendo el vocablo en espajo para que se produzca el efecto potico que debe existir. Lo que el cmico y el consueta al parecer desconocen, es que la grafa del nombre del mismo ro en portugus es Tejo, vocablo empleado por el autor de la comedia para que rimara con espejo y as crear ese elemento caracterstico de la realizacin potica. 278
Con la confusin en el nombre y la destruccin tanto de la rima como del significado de la estrofa, el actor reacciona: Ya lo ve usted, so carajo, / como era Tejo y no Tajo?. Ante lo cual, aqul, sin darse por vencido, contesta: Pues disparat el poeta. / Pueta!. Hasta este momento, la tensin ha ido aumentando por la incertidumbre sobre la palabra que deba emplearse; posteriormente al verse el contexto del poema y resolverse la incongruencia, se pasa en seguida a la exclamacin que articula el actor, la cual toma por sorpresa; puesto que no se espera esa fuerte reaccin expletiva: so carajo; obviamente como est en cuestin la rima de un poema, para que el dicterio sarcstico llegue con violencia al apuntador, tambin concuerdan en semejanza de sonido a partir de la ltima vocal acentuada los dos vocablos, el del insulto: carajo y el de la confusin: Tajo. El humor se refuerza con la nueva sorpresa producida por la rapidez con que el apuntador sin capitular le responde al actor con otra rima, seguida de una nueva procacidad con la que contesta la agresin: Pues disparat el poeta. / Pueta! ; as con picarda y, a la vez, con hostilidad le regresa con mayor mpetu el insulto al cmico. Este intercambio de improperios expone las expectativas y los valores de los involucrados en ese tipo de comunicacin; pero requiere que los oyentes participen de las mismas expectativas, valores y normas para que se entienda y se produzca el humor.
Una noche, Macario sorprende a su hija escapndose de la casa con un hombre. Al enfrentar al agresor, despus de las exclamaciones, gritos y barullo del caso, el padre lo amenaza con una golpiza si no se casa con Manuela; pero el mozo le contesta con un rotundo no. Ante esto, el progenitor blandiendo un leo le espeta: -Cmo que no quiere casarse, so canalla! [...] es decir que se propona usted culear a la muchacha, as... de bbilis, bbilis... de cuenta de buen mozo y despus... ah queda el queso para que se lo coman los ratones? No seor, no me venga con cumbiangas, porque o se casa usted, o lo hago charquicn.
279 Frente a esos denuestos, el birlador, intenta tranquilizarlo con la siguiente explicacin: -Hombre no sea spito, don Macario, ni se suba tanto al cerezo; igame usted, con flema pero en secreto. [...] Sepa usted, y no lo cuente a nadie, que no puedo casarme, porque... soy capn; pregntele al doctor Alcarraz, si no es cierto que, hace dos aos, para curarme de una purgacin de garrotillo, tuvo que sacarme el huevo izquierdo, dejndome en condicin de eunuco (47).
Cediendo un poco en su enojo, el padre pregunta entonces por la causa del rapto; a lo cual, la respuesta del hombre no se hace esperar: - Hombre, maestrito! Yo me la llevaba para cocinera, porque las veces que he comido en casa de usted, me han probado que Manonga hace un arroz con pato delicioso y de chuparse los dedos.
La lectura deja ver campos semnticos de palabras que en su sentido literal aluden a aves, movimiento y comida; asimismo, cuando el narrador describe a las mujeres con los sobrenombres: Chonga, Manonga, y pasa luego a comparar el fsico de la muchacha con un navo y a mencionar directamente las nalgas de la joven, anticipa la manera en que se va a producir el humor y cul va a ser la causa de la intriga. El empleo de ese lxico sita socialmente a la familia, de ah que no haya sorpresa por el vocabulario que emplea Macario cuando atrapa a los dos jvenes en el acto de escabullirse.
El padre, basndose en el concepto del honor, ordena el matrimonio entre la pareja para vengar y recuperar la reputacin perdida. Ante la situacin comprometedora en que se halla el hombre, se produce una incongruencia, porque sorprende su negativa rotunda a ejecutar la orden. Macario encolerizado en extremo y ejerciendo su autoridad de hombre mancillado en su honra, con lenguaje insultante y cmico bajo la amenaza de castigos o de muerte -accin que finalmente resarca el agravio-, pide explicaciones antes de pasar de las palabras a los actos. La incongruencia de la negativa se resuelve cuando el mozo engaa al 280 padre con una historia tan inconcebible, como la de que sacaba a la hija no para seducirla sino para que cocinara.
Al conocerse este final, la historia completa tiene sentido; desarrolla el tpico de la decepcin tan inherente a los seres humanos. El engao en la tradicin se produce por etapas cuando surgen discrepancias entre la apariencia y la realidad de la conducta del hombre. Para entender estas divergencias debe considerarse la naturaleza simple del padre, quien por un trago de alcohol barato se despojaba de su hacienda y someta a su familia al servicio de los que lo abusaban, todo en nombre de la amistad, del honor y del buen nombre. Con este comportamiento, Macario expresa errores de percepcin al desprenderse de la comida y del patrimonio que podra proteger a los suyos, creyendo ilusamente obtener con sus acciones el respeto y la amistad de quienes iban a su casa.
El proceso del engao se presenta gradualmente; primero el hombre al ser atrapado se niega a acatar la orden del padre; ante este rechazo, el atiborramiento de palabras que lanza el progenitor hacen ms evidente su ignorancia y su simplicidad; esto lo aprovecha rpidamente el taimado hombre para crear una superchera mayor. En este momento del relato, la tensin se halla en su punto ms alto, tanto por la sorpresa de la negativa como por la sagacidad del embaucador, quien descifra el enigma mediante el empleo de palabras oscuras que indican lo contrario de lo que el padre entiende: spito, capn, garrotillo, para convencer al incauto, bobalicn e ignorante barbero.
Lo que el progenitor sospechaba: el sexo, segn el bribn, no poda suceder porque: hace dos aos, para curarme de una purgacin de garrotillo, tuvo que sacarme el huevo izquierdo, dejndome en condicin de eunuco. Esta inusual revelacin desarma al padre y se completa el engao; as, la mentira y la apariencia representan instancias de disimulo que sirven para embaucar al rstico y simpln Macario. Para ste, en su tosquedad, es inconcebible que algn hombre niegue su 281 hombra, su valor, al afirmar ser castrado. El humor se produce cuando la incongruencia se resuelve en el momento en que el hombre explica que se llevaba a la muchacha porque saba preparar un arroz con pato delicioso y de chuparse los dedos. La bribonera del uno y la bobera del otro permiten que el proceso de decepcin se realice. En su momento ms bajo las incongruencias son incomprensibles, en el punto ms alto, se percibe una falta de orden o significado. Entre estos dos extremos, la incongruencia hace surgir una fuerza que hace reconsiderar las formas habituales de pensar 127 .
El ladrn de la hija desarrolla una metfora culinaria para terminar de confundir al progenitor. Esta analoga entre el sexo y la comida (ambas perpetan la vida, ambas pueden causar gozo) se ha desarrollado por etapas en el relato, al mostrar al barbero repartiendo las aves entre los comensales que lo visitan para emborracharlo y para abusar de su hospitalidad, aprovechando a las mujeres para que prepararen la sabrosa merienda o cuchipanda. Ms adelante, el barbero agrega al juego conceptual al amenazar al hombre con volverlo charquicn. Por ltimo, el momento culminante del humor lo encierra la metfora final del bellaco que reproduce la imagen de la mujer como carne, afirmando simblicamente su estatus en relacin con l; ella es apenas una presa que el cazador ha capturado. Con esta relacin, el carcter del raptor se explicita, ya no slo es un vividor sino un ave de rapia.
La lectura de Reedy, sobre las Tradiciones en salsa verde, generalmente acertada, se desva totalmente al afirmar que en esta tradicin existe un humor suave (1966, 74). Al llegar a esta conclusin, no slo olvid la gradacin de las palabras obscenas que se encuentran en el relato y las acciones insinuadas, sino que mostr ser partidario o, tal vez, ciego a la dicotoma fundamental que se observa en el campo semntico que equipara a la mujer con la carne.
127 Lewis 1989, 19 282 En El clavel disciplinado se relatan hechos de la poca colonial entre el virrey Amat y su mayordomo, J aime, a quien le obsequia la Quinta del Rincn que haba construido para su residencia: [p]odra [...] ese edificio competir con muchos de los ms aristocrticos de Espaa, cuando abandona Lima. El servidor del virrey era conocido en la ciudad por sus maas y latrocinios, pero sus actos serviles de correveidile o intermediario de su Excelencia en todo negocio nada limpio lo protegan de cualquier reclamo. Como lo odiaban, una noche lo atraparon dos embozados, lo llevaron a una casucha aislada y all a calzn quitado, le aplicaron veinticinco azotes con ltigo de dos ramales, y as con rabo bien caliente lo regresaron a la plaza central.
Al da siguiente, circulaba por Lima un pasqun que deca: Don J aime te han azotado / y por si esto te desvela / a Amat dile que te huela / el clavel disciplinado. Cuando el virrey ley la stira y lo que el annimo escrito le decretaba realizar, con desagrado rebati: Que le huela... que le huela... / que se lo huela su abuela.
Esta tradicin construye el humor al recrear el disgusto, la repugnancia que expresa el virrey cuando entiende lo que indirectamente se le manda a hacer: oler el clavel disciplinado, metfora eufemstica para designar las nalgas azotadas de su secuaz servidor. Esta parte del cuerpo, considerada tab, adems de su obvia relacin con los excrementos, se asociaba con olores nauseabundos, por tanto causantes de enfermedades y capaces de contaminar. Estas ideas produjeron una fuerte respuesta emocional que caus el rechazo que llev al virrey a pronunciar con asco: Que le huela... que le huela... / que se lo huela su abuela, porque el oler consiste no slo de las sensaciones de los olores mismos, sino de las experiencias y emociones que se asocian con ellos.
En tiempos pasados, los olores se consideraban como esencias intrnsecas que revelaban una verdad interna; a travs del olfato se 283 entraba en relacin con el interior de seres y de cosas 128 ; de ah que, al mandar al virrey a oler la parte trasera de su cercano servidor, se le estaba diciendo que como era el siervo, era el amo: quien ofende al can, ofende al rabadn; el hedor que despedan sus traseros indicaba cmo tenan el interior, cmo eran en la realidad: depravados y podridos. La tradicin Fatuidad humana relata las aventuras del rey don J uan de Portugal, quien fue muy braguetero; uno de sus lances, lo sostuvo con Patrocinio la ms linda mulatita de Ro de J aneiro, relaciones pecaminosas que, a la larga, dieron por fruto un muchacho [...] Esos polvos traen esos lodos!. Pero l no era el nico hombre en la vida de la mujer: era tan puta como cualquier chuchumeca de Atenas; un da cuando el rey la sorprendi traicionndolo, la encerr, por un ao, en la prisin de prostitutas, y mand al chico al Seminario de Lisboa, corriendo los tiempos lo hizo arzobispo de Coimbra.
Despus de varios aos, Patrocinio le enva una carta al hijo para pedirle un favor para su confesor. ste es muy bien recibido y atendido en Portugal; cuando regresa, lleva una carta del hijo para la madre que dice: Seora [...] no vuelva usted a escribirme, y menos tratndome como cosa suya, porque os filhos naturales do rey non tenhem madre. Dios la guarde. La madre, que no era de esas que lloran a lgrimas de hormiga viuda, ni habra ido a Roma a consultar al Padre Santo la respuesta que cabra dar a la fatuidad del arzobispillo, le responde: Seor mi: Agradeciendo las atenciones que a mi confesor ha dispensado, cmpleme decirle que os filhos de puta non tenhem padre. Dios le guarde.
La acumulacin de vocablos para definir a la moza, chuchumeca, bagaza [que] era caliente y alborotada de rabadilla, y adems de pcora, era coima, indica la reprimenda implicada en el humor, con que se atacan las desviaciones de las normas sociales. En este sentido, el humor se usa para agredir tanto a las mujeres de esta clase, como al
128 Classen, et al., 1994, 4 284 soberano, quien era muy braguetero y que usaba su poder desvergonzadamente para sojuzgar y castigar a otros que actuaban en la misma forma en que l lo haca; pero que mostraba todo el rigor de su autoridad con la parte ms dbil, la prostituta que lo retaba al no someterse a su control absoluto.
Con el tiempo, el arzobispo, creyndose doblemente superior, por ser hijo del rey y por ocupar una alta posicin en la Iglesia, expresa un abierto prejuicio al rechazar a Patrocinio, por la vida que ella ha llevado. En el repudio, se declara hijo natural del monarca, pero aceptado, por la proteccin que ste le ha dispensado durante su vida. Con esta autovaloracin personal y con los altos rangos que ha alcanzado, se resiente que alguien como Patrocinio solicite algo directamente de l.
Los valores personales que cree que le son inherentes por las relaciones que posee con los que lo rodean, lo llevan a afirmar y a defender sus ttulos y su propia estimacin, sin pensar en que la vanidad que expresa se opone a la humildad que como gua espiritual debe poseer y predicar; al fiarse de su propio juicio se muestra irrazonable y omnipotente y se encumbra vanaglorindose como hombre justipreciado y santo sobre la mujer despreciable. Con este proceder muestra ser digno hijo del rey, avasalla y se enseorea sobre el dbil cuando desdea y desconoce a su propia madre.
Patrocinio, mulata acostumbrada a sobrevivir, con una fuerte personalidad, cimentada no en la pasividad sino en su derecho a ser alguien y poseedora de voz propia, evidencia una gran fortaleza, adquirida a fuerza de golpes sufridos por la violencia y la opresin; ella no era de esas que lloran a lgrimas de hormiga viuda, sino que era de las que empleaba el humor para distanciarse de lo que la mortificaba y la haca sufrir; del mismo modo, lo usaba como arma ofensiva. De ah que, afirme su gran independencia al responder con gran astucia al enfatuado y orgulloso arzobispo: os filhos de puta non tenhem padre. Dios le guarde. 285
El ingenio conque Patrocinio emite la agudeza es una celebracin del poder que posee desde su escasa altura y, al mismo tiempo, una manera de lidiar con la falta de reconocimiento y valor y con el intento de superarla. Se han redo de ella tan a menudo, que ha aprendido a usar esa risa rebajndose ella misma para responder con violencia al agresor. No en vano: Esos polvos traen esos lodos!. Este mensaje es una forma extrema de irona, cuyo objetivo es rebajar y poner en su sitio al arrogante arzobispillo al recordarle que por ser ella su madre, l no es quien se imagina ser. El sarcasmo que sealan estas palabras, dirigido a herir al religioso produce el humor en el lector, a la vez que indica la incongruencia entre la actitud del hijo hacia la madre y el valor que l otorga a la apariencia de las convenciones sociales; todo lo cual contrasta con la verdadera moralidad que su dignidad eclesistica predica.
La irona alcanza el punto culminante con el deseo conque Patrocinio cierra la misiva: Dios le guarde. Con esto recuerda al religioso que la falta de humildad que posee no ser bien vista por Aqul a quien l representa y de quien es mensajero en este mundo; de esta manera, despoja al presuntuoso clrigo de la seguridad que cree que su jerarqua y ascendencia le otorga. El humor en este sentido ayuda a construir imgenes pblicas, pero no apoya la diversin despus de que se descubre la fachada que esconde la realidad.
La moza del gobierno habla del que fuera presidente del Per, Ramn Castilla, quien ya setentn adems de sostener relaciones clandestinas con Carolina L. guapa hembra, cuidaba del boato de la dama. Pero ella de muchsima menor edad, acept tambin a Vctor Proao, ecuatoriano que resida en Lima en la condicin de proscrito para que le registrara bien los riones de la concha, [o] cucaracha; con lo cual no fue para l asco de iglesia la conquista de Carolina. Cuando el mandatario supo que despus de que sala de efectuar la visita nocturna, era reemplazado por el ecuatoriano, que no, ira por cierto, a 286 rezar vsperas sino completas con Carolina, dict su expulsin del pas; pero sigui las relaciones con la mujer; aunque acaso en sus adentros murmuraba: "Me dices que eres honrada, / as lo son las gallinas / que cacarean, no quiero... / Y tienen al gallo encima".
Convencionalmente se presume que como presidente, jefe constitucional, se debe poseer una gran variedad de atributos adems de la autoridad legal y poltica del rango gubernamental, tales como: sabidura, conocimiento de los asuntos del estado, una devocin a los principios del orden, un sentido de justicia, etc., cualidades que este anciano mandatario deja de lado, por problemas de ego, para portarse como un necio ante la conquista y la posesin de una mujer joven, que lo aprovecha para mantener una vida cmoda.
Esas expectativas iniciales puramente convencionales son cruciales para crear el humor en el relato. El poder del presidente se ve menoscabado por las acciones de la mujer, quien no duda en tener junto a ella a un mozo gallardo y emprendedor y con pujanza para metrselo a un loro por el pico. Disminuida su autoestima, el presidente abusa de su poder expatriando al extranjero; pero es incapaz de olvidar el capricho que siente por Carolina, de ah que acepte de mala gana y con dudas seguir con ella.
Un da, el ministro de gobierno, quien haba recibido del presidente el mote de casa de tres pisos, porque el piso de abajo, corazn y barriga estaban siempre bien ocupados, pero el piso alto, el cerebro, era, a veces, habitacin vaca, le reclam a Castilla sus actos arbitrarios contra Proao; ante lo cual, el mandatario contest: -Vaya unos escrpulos de Fray Gargajo, los que tiene usted, seor ministro! Ni un colegial se queda tan fresco, cuando otro le birla su hembra... Soy ya gallo de mucha estaca.... Como el funcionario hace una nueva objecin, el mandatario contina: -Nada, nada, seor don Manuel... este es asunto hasta de dignidad nacional. Este hombre va bien desterrado, porque siendo extranjero, ha tenido la insolencia de quitarle 287 la moza al gobierno del Per... Y spalo, seor ministro, el Gobierno no quiere aguantar cuernos.
Al final del relato, cuando un tercero interviene y reclama el despotismo que despliega, el mandatario se ve a s mismo como gallo: estimado, orgulloso y valiente; de ah que se describa como: Soy ya gallo de mucha estaca: expresin que adems de ser una alusin flica, que indica tanto el placer sexual como el poder que siente; muestra la imagen agigantada que tiene de s mismo: adems de haber alcanzado el mando total poltico (un gran logro), tiene a sus aos una mujer muy joven a su lado (otro gran logro), pero tambin ha conseguido mucha experiencia en esos asuntos de sexo donde otro le birla la hembra; es decir, segn el refrn, ya posee mucho espolnen esas materias.
Estas incoherencias producen el humor, cuyo propsito es dar una reprimenda social, que fortalezca las nociones de justicia y moralidad normales. Asimismo, con ellos se combinan la creacin artstica en un proceso mental, que permite percibir lo ridculo de la actitud y de la conducta del mandatario; ya que las aseveraciones que dice al final son una serie de premisas falsas con inferencias equivocadas, que explicitan una catica situacin social. Mediante las incongruencias que se descifran se ridiculiza para exponer formas de comportamiento incongruentes y bizarras; este humor combate el despotismo gubernamental por medio de una serie de absurdos que al entenderse producen el fenmeno fisiolgico que es la risa. El humor en este sentido es un arma que contribuye a que el personaje representado se vea ridiculizado y menguado para disminuir su valor.
Palma no tena pensado publicar estas tradiciones, algunas de ellas no estn completamente pulidas, como lo hizo con sus textos ms conocidos; quera nicamente que se difundieran entre en grupo muy selecto que no fuera gente mojigata, que se escandaliza no con las acciones malas sino con las palabras crudas. La moral no reside en la epidermis. Son textos ldicos con un bien definido objetivo: la crtica a 288 personas, entidades y situaciones sociales. De esta forma, la funcin de la actitud comunicativa tiene un sentido pesimista (la irona o el sarcasmo), cuya finalidad es producir estmulos que muevan resortes intelectuales; estos, a su vez, deben hacer reconsiderar las formas habituales de pensar; pero, para que esto ocurra, se requiere de una complicidad afectiva entre los comunicantes; de esta manera, los mensajes se pueden entender y surge humor.
Estos textos, caracterizados por el empleo de giros y expresiones de uso diario, tienen todas las caractersticas que se observan en muchas de las tradiciones de las series publicadas y autorizadas por Palma. En ellas existen las voces narrativas omniscientes irnicas, satricas y sarcsticas que transcriben discursos orales en los que se expresa un abierto anticlericalismo, una severa crtica a miembros de los diferentes estratos sociales o al despotismo de mandatarios o de militares. No obstante, en ellos se cumple la frmula que Palma propusiera en poca temprana de su produccin:
Debe narrarse como se narran los cuentos. La pluma debe correr ligera y ser sobria en detalles. Las apreciaciones deben ser rpidas. La filosofa del cuento o consejo ha de desprenderse por s sola, sin que el autor la diga.
A pesar de que en este capitulo de la tesis, nicamente se estudiaron siete de los dieciocho textos de la coleccin, las conclusiones generales aplican a todos los textos de las Tradiciones Verdes. El lenguaje procaz que los caracteriza, la lengua viva conversacional de uso diario, expresa tanto la hostilidad, como la obscenidad, pero produce el humor con una definida funcin social que, segn diversos siclogos, alivia de las presiones de la vida diaria y permite experimentar fantasas sin que haya temor de represalias sociales. Esta peculiaridad, adems de identificar otros rasgos que le confieren a las Tradiciones en salsa verde su (Carta a J os M. Gutirrez, julio 5 de 1875). 289 dinamismo particular, permite agregar un elemento ms de singularidad a la vasta e importante labor escritural del tradicionista.
IRONA Y STIRA
En las propias Tradiciones Peruanas, se encuentra, implicitos en algunos textos, la irona (y que tambin se encuentran en el Museo de las limeadas, que analizramos en apartados anteriores), a menudo en compaa de la stira o el sarcasmo. Aunque no puede compararse en cantidad y versatilidad con la irona de Palma, el primer ironista de la lengua castellana 129 su uso, junto con el sarcasmo, resulta eficaz en la realizacin de los fines mofantes del costumbrista. Su inicial postura de humildad constituye un caso de irona ya que se relaciona por toda la obra un orgullo subyacente de parte del autor por lo que va realizando. A veces puede concernir la fingida omisin de algo que luego se menciona o alguna contradiccin. Cuando el narrador se llama hereje indigno o ateo nefando, sabemos que reina una gran irona sarcstica por la condenacin contundente que acaba de asestar a la carrera eclesistica. Paralelamente desciframos la irona sarcstica en Tiene doce aos la preciosura!, sabiendo que el autor abomina de la actitud de la nia para con los libros.
Esta irona satrica rige buena cantidad de alusiones en el Museo. Puede operar sobre un ttulo, una palabra, una frase o todo un prrafo. Puede divertir empleando una ligera porcin de stira o respaldar un ataque feroz. A menudo evoca el tono palmiano 130 de las tradiciones cuando los dos autores coinciden en el uso de cierto tipo de irona. Ntese, por ejemplo, el empleo irnico de la fingida omisin de la censura en las siguientes citas: Rojas: [...] podra enumerar a ciertos capellanes, que el da de Todos Santos, en el panten, hacen su feria [...] de responsos a tres por dos reales como las paltas -aguacates- cuando estn caras;
129 [Unamuno] (Rumichaca 194), 130 NA: El termino palmiano hace referencia a la extensa obra de Palma 290 pero como esto sera un faltamiento a los seores sacerdotes, me abstengo de proferir tales palabras. (105-106) Palma: Eso de que la barraca fue cloaca donde pescaban, sin caa, anchoas y tiburones las sacerdotisas de Venus, [...] tngolo por chismografa y calumnia de pulperos. No te parece, lector? 131
Tambin coinciden en el uso de la irona cuando el muy involucrado narrador articula expresiones antitticas de no tomar partido, lo que he llamado en otro lugar a feigned middle-of-the-road attitude o cuando se deshacen de un asunto como Pilatos 132 : Rojas: Me preguntan si es copiado este carcter? Ni puedo decir que s ni puedo decir que no! Bsquenlo, y acaso encuentren muchos parecidos, en Lima. (59) Palma: Yo no lo niego ni lo afirmo. Puede que s y puede que no. Tratndose de maravillas, no gasto tinta en defenderlas ni en refutarlas 133 . Lo dicho sarcsticamente a menudo viene desmentido por los hechos presentes en el cuadro. Como veremos ms adelante, el sarcasmo de Rojas es particularmente fuerte cuando se aplica a los curas y los mdicos. Claramente el tono de Rojas abarca la stira, la irona, el sarcasmo y la invectiva. Muchas veces los primeros tres van acompaados de alguna porcin de humorismo, a veces ms a veces menos. Rojas afirma que escribe para purificar las costumbres de Lima, pero tambin haba cogido la pluma para entretener, como se hace patente en las muchas escenas o comentarios evocadores de la risa. Lo que he apuntado en otro lugar caracteriza bien la interrelacin presente en el Museo: Humor, satire, and irony together pounce on human folly as their common prey, intermixing and cross-pollinating en muchas variaciones y grados 134 .
131 TPC 741 132 Tanner, Humor 27 133 TPC 27 134 Tanner, Humor 9, 10 291 Una de las escenas ms chistosas captadas por Rojas tiene que ver con Ricarda, una joven vana sentada en el balcn del palco teatral, quien, mediante un sinfn de gestos, intenta lucirse y ostentarse: ya se mira el pecho ya se mira los hombros [...] ya tuerce la mirada, etc. Tras sealar todos sus movimientos, el costumbrista echa esta pullita: A esta nia la dan de comer azogue?. Ramn Rojas y Caas manifiesta un destacado propsito moralizante. Su temtica gira en torno a las relaciones entre personas y las fallas personales que afectan tales relaciones. Bajo esa rbrica sus consideraciones se extienden desde problemas fundamentales de la sociedad hasta mediocres costumbres personales, sociales y lingsticas. SARCASMO Y RIDICULO Vctor Ral Haya de la Torre, en una carta sobre Mercurio Peruano, la revista Sagitario de La Plata tiene una observacin acertada: Entre Palma que se burlaba y Prada que azotaba, los hijos de ese pasado y de aquellas castas doblemente zaheridas prefirieron el alfilerazo al ltigo. El mismo Haya hace precisa y oportuna como inteligente mise au point sobre el sentido histrico y poltico de las tradiciones. Personalmente escribe-, creo que Palma fue tradicionista pero no tradicionalista. Creo que Palma hundi la pluma en el pasado para luego blandirla en alto y rerse de l. Ninguna institucin u hombre de la Colonia y aun de la Repblica escap a la mordedura tantas veces tan certera de la irona, el sarcasmo y siempre el ridculo de la jocosa crtica de Palma. Bien sabido es que el clero catlico tuvo en la literatura de Palma un enemigo y que sus Tradiciones son el horror de frailes y monjas. Pero, por una curiosa paradoja, Palma se vio rodeado, adulado y desvirtuado por una troupe de gente distinguida, intelectuales, catlicos, nios bien y admiradores de apellidos sonoros. No hay nada de extrao ni de inslito que esta penetrante aclaracin del sentido y la filiacin de las Tradiciones venga de un escritor que jams 292 ha oficiado de crtico literario. Para una interpretacin profunda del espritu de una literatura, la mera erudicin literaria no es suficiente. Sirven ms la sensibilidad poltica y la clarividencia histrica. El crtico profesional considera la literatura en s misma. No percibe sus relaciones con la poltica, la economa, la vida en su totalidad. De suerte que su investigacin no llega al fondo, a la esencia de los fenmenos literarios. Y, por consiguiente, no acierta a definir los oscuros factores de su gnesis ni de su subconsciencia. Una historia de la literatura peruana que tenga en cuenta las races sociales y polticas de sta, cancelar la convencin contra la cual hoy slo una vanguardia protesta. Se ver entonces que Palma est menos lejos de Gonzles Prada de lo que hasta ahora parece. Las Tradiciones de Palma afirma Maritegui- tienen, poltica y socialmente, una filiacin democrtica. Palma interpreta al medio pelo. Su burla roe risueamente en prestigio del Virreinato y el de la aristocracia. Traduce el malcontento zumbn del demos criollo. La stira de las Tradiciones no cala muy hondo ni golpea muy fuerte; pero, precisamente por eso, se identifica con el humor de un demos blanco, sensual y azucarado. Lima no poda producir otra literatura. Las Tradiciones, agotan sus posibilidades. A veces se exceden a s mismas. Riva Agero revela tendencia de genealogista ms que crtico. Casi siempre llega a constituir un estribillo la nota referente a la circunstancia econmica y domiciliaria de Ricardo Palma. Pone mucho nfasis en sealar el origen humilde del tradicionista, tal vez porque, a la inversa, l exagera a menudo su aristocracia indiana. Esto revela a las claras un subconsciente sin blasones legtimos. Palma tiene los suyos propios, los que l inicia con su propia persona: rbol ontolgico y creador, con destino de prole mental y biolgica. Estn pues, de ms las alusiones que nada aaden a la inquisicin crtica, a la investigacin del espritu creador de las Tradiciones. El lenguaje, el asunto, los personajes, denuncian a cada paso su condicin de continuidad del fenmeno que relata. Lo vivo, en este caso lo antiguo como lo moderno, corre por los 293 cauces del estilo de las Tradiciones sin alharacas, con la sencillez y la naturalidad de las ardientes formas vivas. No poco ha influido en el nimo de cierta desorientada crtica la capciosa interpretacin siempre tendenciosa- de situar a Palma en el archivo o en el museo de la historia literaria. El asunto puede ser de hoy o de siempre; la manera cambia segn mtodo y tiempo. Esto es todo. En Palma, vale tanto la leccin clsica, por culta, como la visible presencia del saber popular. El lo dijo siempre sin ambages, e incluso fue ms lejos si nos atenemos al texto de su carta dirigida a Anbal Galindo. En ella exclama rotundo y seguro: Lenguaje litrgico es lenguaje condenado a morir.
5.3 Ricardo Palma, entre el hispanismo, el americanismo y el peruanismo
En el Per post-independiente hubo un sentimiento-actitud antihispnico. El escritor Ricardo Palma no fue ajeno a esta tendencia, pero valor los mltiples vnculos del Per y su ex metrpoli, sobre todo el idioma. Palma libr tenaz campaa para lograr el reconocimiento de muchas voces americanas por la Real Academia de la Lengua Espaola, aplaudi la Independencia de Cuba, pero vio con temor el ascenso de los Estados Unidos, y tuvo puntos de coincidencia con un gran intelectual del 98, Miguel de Unamuno.
Destacar que por los aos de 1898, Palma libr tenaz campaa contra el rigor del purismo acadmico espaol, lo que podra llamarse su batalla por los americanismos, asunto que tambin forma parte de un tema no menos importante: la relacin de Palma y Espaa (o lo espaol).
Menudo problema psicolgico es el que se produce cuando el hijo se separa de los padres para caminar slo en la vida, librado a sus propias fuerzas; y sin duda el dramatismo es mayor si la separacin se da mediante la fuerza, el desacuerdo, el conflicto. Aunque la comparacin enfrenta ms de una arista, pero a la vez animado porque la existencia humana, rica y 294 plena de facetas, siempre ser un buen referente, se destaca la figura de Ricardo Palma como intelectual peruano que se debati entre el americanismo y el hispanismo, es decir entre la adhesin a la patria grande americana y a lo que la lejana Espaa significaba y haba dejado en el Nuevo Mundo. El profesor Holgun, ofrece una visin de Palma desde su ngulo como historiador, al cual suma unas observaciones psicolgicas que ayuden a entender mejor dicha problemtica, pues a travs de sus conceptos y expresiones se puede calibrar el arduo problema de la construccin de la identidad nacional peruana en relacin a lo que a Espaa le deba, o, dicho de otra manera, la cabal emancipacin cultural y psicolgica de quienes como l fueron conscientes de la soberana del Per en tanto pueblo separado del dominio espaol pero, a pesar de ello, usufructuario de la lengua, los valores y otras expresiones materiales y espirituales espaolas que era imposible negar o despreciar, al tiempo que un fuerte americanismo se revelaba como opcin vlida y legtima de polticos, intelectuales y ciudadanos en general.
En el tiempo de Palma, Espaa ocupaba un lugar an no muy definido en la conciencia americana, que ciertamente no era el mismo en todos; en Palma se debati entre puntos distantes y hasta extremos, segn la actitud de sus gobernantes frente a la realidad americana o peruana, a la mayor o menor conciencia de su verdadero papel en nuestra historia, o a la madura reflexin con que el paso de los aos fue enriqueciendo sus atisbos y pensamientos.
Acierta el historiador espaol Snchez Mantero cuando dice que la referencia a Espaa constituye, sin duda, una de las claves ms significativas en el proceso de conformacin de la identidad histrica de la mayor parte de los pases americanos. Sin embargo, desde que se produjo la emancipacin de las antiguas colonias espaolas del Nuevo Continente, ese punto de referencia comn a todas las nuevas repblicas que surgieron entonces ha sido contemplado de desigual forma de acuerdo con las 295 circunstancias histricas de cada una de ellas 135 , y, debo aadir, tambin de la misma Espaa; pero se equivoca ah est el indigenismo de Luis E. Valcrcel y otros intelectuales al estimar que en el Per, en trminos generales, ha existido siempre una actitud de perfecta asuncin de todo su pasado histrico, incluido naturalmente el periodo colonial, aunque la reaccin antihispana de la post Independencia fue menos dura y categrica que en otras partes del Nuevo Mundo.
En el Per, al igual que en el resto de Hispanoamrica, durante muchos aos del siglo XIX, toda adhesin a la patria, a la Independencia y a la Repblica, no se produjo sin las correspondientes censuras contra Espaa, los espaoles y lo hispnico. En amplios sectores de la sociedad existi un confesado antihispanismo seguramente ms expresado que sentido desde el tiempo de la Independencia, el cual, durante muchos aos, fue moneda corriente en el discurso oficial y oficioso del Per 136 .
Palma, nio y joven, respirando ese aire de hostilidad, se nutri de tales ideas, por ello no admira leer en su primera prosa y verso conceptos muy contrarios a Espaa y lo espaol as, al referirse a la notable pintura virreinal que da ttulo a la tradicin El Cristo de la agona (1867), consign: El cuadro fue llevado a Espaa. Existe an, o se habr perdido por la notable incuria peninsular? Lo ignoramos 137 .
Bartolom Herrera, desde la ctedra, en medio de tanto reproche a Espaa, se atrevi a reconocerle un papel fundamental en la formacin del Per, verdad que sin duda predic a sus dirigidos colegiales de San Carlos, uno de los cuales, aunque fuera de registro, fue el joven Palma. Pero ms all
135 SNCHEZ MANTERO, R.: La imagen de Espaa en el Per, en SNCHEZ MANTERO, R. et al.: La imagen de Espaa en Amrica 1898-1931. Escuela de Estudios Hispano- Americanos de Sevilla. Sevilla, 1994, p. 111.
136 J . BASADRE ha historiado el antihispanismo e hispanismo en la generacin de la Independencia en Notas sobre la experiencia histrica peruana, en La promesa de la vida peruana y otros ensayos. Librera-Editorial J uan Meja Baca. Lima, 1958, pp. 114
137 Tradiciones peruanas completas. Edicin y prlogo de Edith Palma. Aguilar. Madrid, 1964, 5. ed., p. 450.
296 de cualquier elucidacin histrica, es indiscutible que el idioma castellano, con sus galas y encantos, constituy para la generacin de Palma, la romntica, un motivo de culto poderoso que no estaba en condiciones de despreciar, pues si bien el verbo francs atraa por su elegancia y sonoridad, era en castellano que esos jvenes se expresaban y lean a Zorrilla, Larra, Espronceda, Bretn de los Herreros, Arolas y tantos otros escritores peninsulares. No poco de cierto hay en las siguientes remembranzas palminas: ... la juventud a que yo pertenec fue altamente hispanfila. El nombre de Espaa, aunque no siempre para ensalzarlo, estaba constantemente en nuestros labios; y en las representaciones del Pelayo aplaudamos con delirio los versos del gran Quintana, como si fuesen nuestros el protagonista y el poeta, y nuestra la patria en que se desarrollaba la tragedia... Los americanos de la generacin que se va, vivamos (principalmente los de las Repblicas de Colombia, Centro- Amrica y el Per) enamorados de la lengua de Castilla. ramos ms papistas que el papa, si cabe en cuestin de idioma la frase 138
Contradictoria y curiosa a la vez era esa situacin: mientras el discurso oficial, civil o militar, condenaba a Espaa por su dominacin colonial, el castellano, uno de sus mejores productos y legados, embelesaba a algunos la juventud letrada que miraba a Europa y los transportaba al universo de ese pas lejano, ex metrpoli expulsada que, sin embargo, estaba presente nada menos que en la realidad cotidiana y forzosa de la lengua, sin mencionar la legislacin, las costumbres, la religiosidad y tantos otros aspectos de la cultura. As, admiracin y rechazo, adhesin y censura, fueron sentimientos concurrentes frente a Espaa y lo hispnico.
La verdad es que la Guerra de la Independencia haba dejado hondos resentimientos, pero tambin que, por una exigencia psicolgica, la nueva nacionalidad requera afirmarse oponindose a la espaola, y que el ser distintos peruanos demandaba tomar distancia de quienes los
138 Neologismos y americanismos, en Recuerdos de Espaa, precedidos de La bohemia de mi tiempo. Imp. La Industria. Lima, 1899, pp. 227-28.
297 espaoles poco tiempo antes haban seoreado en la parte de Amrica que les perteneca.
5.3.1 Lo espaol en el imaginario de Palma
Espaa y lo espaol tuvieron un importante lugar en los sentimientos e ideales de Palma desde sus ms tempranos aos, segn confesin citada 139 . El conflicto de 1864-1866 reaviv comprensiblemente el fuego antihispano que no se haba apagado desde la Independencia, y Palma, como uno ms de los numerosos peruanos animados por el vibrante patriotismo nacionalista de ese tiempo, uni su voz al coro que condenaba a la ex metrpoli. Mas al cabo de unos aos volvi la serenidad y soplaron vientos de calma y mutuo entendimiento que llevaron al olvido de los agravios y al establecimiento de relaciones diplomticas entre el Per y Espaa (1879). Entre tanto, Palma consolid su prestigio literario y recibi el nombramiento de acadmico correspondiente de la Real Academia de la Lengua (1878), al que despus se sumara el de la Historia (1886). Por cierto, esas distinciones le suscitaron expresas manifestaciones del ms ferviente hispanismo:
En la franqueza de mis cartas confidenciales, acaso llegu hasta quejarme del desdn con que se vea en Espaa el esfuerzo de los pocos que, en Amrica procuramos conservar la pureza de la lengua, trabajando as por la gloria de la gran nacin que fue un da nuestra madre...
139 R. PORRAS BARRENECHEA ha trazado un cuadro general de este asunto en el Prlogo (Madrid, 1949) a PALMA, R.: Epistolario. Editorial Cultura Antrtica. Lima, 1949, I, pp. xxxvi- xlvii. Aunque all, como veremos, destaca el hispanismo de Palma, en sus Fuentes histricas peruanas. (Apuntes de un curso universitario), escritas hacia 1945 pero recogidas en forma de libro slo en 1954, lo coloca entre los que representan el criterio anti-hispnico... sobre el rgimen virreinal y la cultura espaola colonial... (J . Meja Baca & P. L. Villanueva. Lima, 1954, p. 485); la oposicin de pareceres es seal de la complejidad del asunto.
298 Aunque no cabe dudar que ese sentimiento se asentaba sobre las profundas convicciones que expresan los siguientes versos:
... J ams apagse el sol que afectos mutuos concilia; siempre han sido una familia el peruano, el espaol. Espaa nos trajo un da, con la luz del cristianismo, su esplendoroso herosmo y su bizarra hidalgua. Virtudes tales no son nubes que arrebata el viento; viven en el pensamiento, viven en el corazn. Dignos de tan noble herencia ante el mundo nos mostramos: nosotros no renegamos de esa preclara ascendencia. [...] Espaa! Nuestra memoria sabe que tus hijos fuimos, y que en una confundimos tu historia con nuestra historia.[...] 140 .
En 1886 el jesuita espaol Ricardo Cappa public en Lima un libro de texto de Historia del Per que contena algunos juicios contrarios a la lectura nacional del pasado fuertemente influenciada por el discurso liberal, los cuales, como era de esperar, merecieron fuertes crticas, entre ellas las de Palma, quien conden la obra pblica y airadamente (a la larga, el hecho determin un nuevo veto contra los padres de la Compaa). En efecto, indignado por la audacia del jesuita, Palma public una virulenta Refutacin a un compendio de Historia del Per, donde se cuid de deslindar su hispanismo tanto como su peruanidad:
140 Viva el Per! Viva Espaa! (Versos ledos en el Teatro Politeama, en la funcin a beneficio de las vctimas en la inundacin de Murcia), en Poesas. Imp. de Torres Aguirre. Lima, 1887, pp. 461-62. Palma debi de escribirlos entre 1883 y 1886.
299
... entre las distinciones que en mi ya larga vida literaria he tenido la suerte de merecer en el extranjero, ninguna ha sido ms halagadora para mi espritu que la que esas dos ilustres Academias me acordaran, al considerarme digno de pertenecer a ellas. Pero si amo a Espaa, y si mi gratitud como cultivador de las letras est obligada para con ella, amo ms a la patria en que nac, patria vctima de inmerecidos infortunios, y run sera el callar cobardemente ante el insulto procaz, slo porque la injuria viene de pluma espaola... 141 .
Ms, pasado ese enojoso incidente y, Palma, encargado ex profeso por la matriz, llev adelante la fundacin de la Academia Peruana Correspondiente de la Espaola en 1887, pronunciando el discurso de orden en su instalacin, dedicado a la historia de la literatura virreinal peruana, nueva ocasin para referirse a los vnculos espirituales con Espaa: Estamos vinculados a Espaa por las tradiciones de familia, por la educacin religiosa y por la magestad [sic] del idioma 142 .
Su profunda admiracin a la literatura espaola, sin embargo, no enfri su confianza en el futuro de la hispanoamericana, ergo su americanismo literario, manifestado desde su juventud y renovado, una vez ms, por esos das11. A poco, en 1890, una extensa y amable crtica a sus Poesas (1887), del acadmico espaol Vicente Barrantes 143 , le oblig a aclarar su posicin:
141 Refutacin a un texto de historia, en PALMA, 1964, p. 1477. Los inmerecidos infortunios eran sobre todo los de la desastrosa Guerra del Pacfico, perdida junto a Bolivia frente a Chile (1879-1884).
142 Discurso del decano de la Academia, don Ricardo Palma, en COLOMA PORCARI, C. (comp.): Homenaje a la Academia Peruana de la Lengua en el centenario de su fundacin. Copigraf S. A. Lima, 1987, p. 107.
143 Poesas de Ricardo Palma apareci en La Espaa Moderna de Madrid, en nov. 1889, de donde la tom El Per Ilustrado de Lima, 1 feb. 1890, 143, pp. 1362-63; 8 feb., 144, pp. 1397 y 1399; y 15 feb., 145, pp. 1433 y 1435.
300 En el juicio de Ud. me ha llamado la atencin... la persistencia en acentuar mi anti-espaolismo. Por Dios, seor don Vicente! En mi tierra me acusan de lo contrario. Entre mis poesas... hay otra titulada En una representacin del drama de Pizarro, dcimas en que me exhibo tan enamorado de Espaa como usted. Ha levantado algn escritor espaol pedestal ms alto, que el por m alzado, a la figura histrica de muchos de los virreyes? En qu pgina [de mis Tradiciones] encontrar Ud. hiel al hablar yo de Espaa y de los espaoles? Aun cuando me ocupo de la guerra de la Independencia, no enaltezco a Valds, a Rodil mismo y a tantos otros?..Espaoles son los caballeros que forman las Reales Academias de la Lengua y de la Historia. Habran conferido diploma de Correspondiente, con la espontaneidad con que lo hicieron, a un difamador sistemtico de Espaa y de sus hombres? 144 .
En este punto es justo precisar que si bien Palma se senta atrado por Espaa y lo hispnico, era el castellano la causa principal de ese cario, la razn de su sintona con la lite acadmica hispana:
En materia de lengua se me ocurre que todo buen espaol debe agradecernos a los americanos la pasin, dir mejor, la mana que tenemos por la pureza del idioma... En Amrica vivimos enamorados de la lengua. Mientras ella decae en la nacin que le sirvi de cuna, en Amrica se le tributa entusiasta culto.
Palma viaj a Espaa nombrado representante del Per en las celebraciones del cuarto centenario colombino 145 . Pis tierra espaola durante ms de siete meses, entre el 12 de septiembre de 1892 y el 10 de abril de 1893, tiempo en el cual desarroll una actividad muy intensa como turista, hombre de mundo y asistente de congresos, biblifilo,
144 PALMA, 1949, I, pp. 334-35.
145 El viaje ha sido tratado por el historiador espaol S. BERNABEU ALBERT en la conferencia publicada como folleto Ricardo Palma. (Ayuntamiento de Madrid e Instituto de Estudios Madrileos. Madrid, 1987). Para una visin general de las fiestas y congresos espaoles del IV Centenario colombino, vase del mismo autor 1892: el IV Centenario del Descubrimiento de Amrica en Espaa: coyuntura y conmemoraciones (Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, Centro de Estudios Histricos, Departamento de Historia de Amrica. Madrid, 1987). 301 corresponsal de El Comercio de Lima, etc., radicndose en Madrid, donde tan pronto como pudo concurri a las sesiones de la Academia Espaola, a la cual, tal como lo haba planeado, propuso el reconocimiento de numerosas voces americanas o, lo que es lo mismo, su inclusin en el Diccionario. Algunos no entendieron (y no entienden) el empeo de Palma en lograr ese reconocimiento, por lo cual hasta lo criticaron (y critican), razn que justifica recordar cosas como las siguientes: un acadmico tena el derecho de proponer voces no consideradas en el Diccionario, y Palma quiso serlo de verdad, esto es demostrando su competencia y laboriosidad lexicogrfica, cosa que, por otro lado, ratificara su prestigio literario; el hecho, en la evolucin histrica de Hispanoamrica, significaba tambin una nueva cota en el desarrollo de su conciencia continental y, a la vez, nacionalista, una expresin del americanismo que a Palma siempre import mucho ... era la afirmacin del nacionalismo americano, que no buscaba la independencia sino el enriquecimiento de la lengua comn... 146 ; adems, y de esto Palma era muy consciente, el tal reconocimiento significara no slo admitir la legitimidad de las voces, sino que el castellano hablado en Amrica recibiera el trato que en justicia le corresponda 147 , Palma siente que el vocabulario se representa mejor nuestros usos y costumbres: lo que para nosotros significa una palabra resulta ms (o tan) importante que lo que puedan decir de ella los espaoles peninsulares. Y cul es la obra que da testimonio del caudal de una lengua? Claro est: el Diccionario. Ese libro magno de la Real Academia resultaba cifra de la legitimidad y la pureza.
Los romnticos creen en l a ojos cegarritas, pues no en balde son herederos de la Enciclopedia. Slo que aqu en Amrica, la actitud romntica ante el Diccionario no puede ser de simple y dcil
146 MIR QUESADA S., A.: Introduccin, en PALMA, 1991, pp. xxxviii-xxxix. 147 Al parecer, desde su 12. ed. (1884), el Diccionario reconoca voces con la marca peruana, colombiana, chilena, etc., y no slo americana; en la 20. ed. (1984) se registran 536 americanismos peruanos (ALCOCER MARTNEZ, A.: Los americanismos peruanos en el Diccionario acadmico. Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Instituto de Investigaciones Lingsticas). Lima, 1993, pp. 26, 30 y 37.
302 acatamiento, sino que ha de ser realmente una actitud crtica. Habr que revisar la obra con lupa y escalpelo. Para que ese libro plural pueda reconocerse como la enciclopedia del habla general, deber acoger cuanto testimonio puedan ofrecer los pueblos de Amrica en su vocabulario...
Hay que entender bien esta posicin de Palma frente al Diccionario acadmico. No hubo escritor de su generacin que ofreciese desapego o desdn por esta clase de obras, porque el siglo XIX result ser, en Europa y en Amrica, buen lector de diccionarios. No poda escaparse de serlo don Ricardo. Fue buen lector de gramatiqueras 148 .
En verdad, los intelectuales hispanoamericanos reclamaban la parte que al Nuevo Mundo le corresponda en la colectiva e incesante creacin del idioma comn; escuchemos al mismo Palma, hombre que de veras am la lengua espaola (y ya peruana): Propsito muy hispanfilo fue, pues, el que me anim cuando en las juntas acadmicas a que concurr, empec proponiendo la admisin de una docena de vocablos de general uso en Amrica...
Eran poco ms de trescientas cincuenta las palabras anotadas en mi cartera, las que intentaba ir, poco a poco, proponiendo para discusin... Despus del rechazo de una docena de voces por m propuestas, me abstuve de continuar, convencido de que el rechazo era sistemtico en la corporacin, excepcin hecha de Castelar, Campoamor, Cnovas, Valera, Castro Serrano, Balaguer, Fabi y Nez de Arce, que fue el paladn que ms ardorosamente defendi la casticidad del verbo dictaminar 149 .
148 CISNEROS, L.J .: Dos notas sobre Palma: americanismos y barroco. Revista de la Universidad Catlica, nueva serie, 11-12, Lima, 1982, pp. 125 y 126.
149 PALMA, 1899, pp. 238-41. 303 Como es sabido, slo unas pocas palabras recibieron aprobacin, sufriendo Palma tan grave disgusto que hasta previ la disolucin de la Academia Peruana Correspondiente...19. Su hija Anglica, testigo de los e Intervenhechos, relata la oposicin que se declar entonces entre Palma y Manuel Tamayo y Baus, el Secretario Perpetuo de la Academia Espaola y, hasta ese momento, muy amigo del tradicionista, pues ambos tenan pareceres divergentes en materia lingstica: Tamayo, autoritario conservador, mirando a Amrica a travs de espejuelos empaados por el rencor no extinto de la separacin, crea honradamente que el ser cuna del idioma y la gloria del siglo de oro daban a Espaa omnmodo derecho para rechazar los vocablos expresivos de modalidades del Nuevo Continente y para poner los peninsulares. Palma, liberal en poltica y en doctrina lingstica [sic], empapado en la realidad americana, observador dolido de la decadencia del influjo cultural espaol sobre las generaciones jvenes, abrigaba la conviccin de que, siendo la lengua el ms fuerte lazo entre la antigua metrpoli y las naciones nuevas, haba que apretarlo por medio de la comprensin de los modismos americanos y su admisin en el lxico 150 .
No obstante su fracaso en la Academia, donde no le faltara cierto respaldo, Palma consign conceptos muy favorables a Espaa, que hacen recordar los de Bartolom Herrera, bien que no menos personales, en la crnica que escribi sobre El Per en la exposicin histrica (Madrid, feb. 1893): Mal cumpla, ciertamente, al pueblo americano conquistado por la civilizacin, por el herosmo y astucia de Francisco Pizarro, desatender el llamamiento de Espaa, que peda a las que fueron sus hijas y hoy naciones libres e independientes, que tomaran participacin en las clsicas fiestas destinadas a solemnizar el descubrimiento de Amrica, el ms grandioso acaso de los hechos que la historia consigna.
150 PALMA, A.: Ricardo Palma. Ediciones Argentinas Cndor. Buenos Aires, 1933, p. 110.
304 En el Per ms que en las otras repblicas de Amrica, est latente el amor a la metrpoli. Y la razn es bien obvia. Hasta 1824 nuestra historia ms que nuestra, es espaola, y no se rompen fcilmente, por completo, los vnculos tradicionales que a los pueblos ligan. Lima tuvo los refinamientos todos de una corte... En ninguna de las que fueron colonias hubo mayor nmero de ttulos de Castilla que en el Per... Y esa clase superior jams reneg de Espaa ni dej de inculcar en sus descendientes cario por la metrpoli. Nadie puede dar ms de lo que posee, y Espaa en materia de civilizacin, no llev a Amrica mucho, pero s, bueno o malo, cuanto ella posea. Hay, pues, clamorosa injusticia en acusarla, por culpas que fueron de la poca y no de los gobiernos ni de la sociedad.
Pasado el fragor de la guerra de Independencia, desapareci tambin todo sentimiento de encono contra Espaa, que, con rgimen ms liberal para con las colonias, tal vez no habra precipitado el trmino de su dominacin en ellas. A dichas causas sum el culto por el castellano, la pervivencia de costumbres espaolas, etc. Al parecer, tales conceptos contrastan con las escasas referencias a Espaa que un historiador hispano cree hallar en el discurso oficial y oficioso de las autoridades y los peridicos limeos.
Si as fuera, Palma, cuyas palabras ciertamente iban a ser ledas en Lima, habrase revelado valeroso hispanista, a pesar de las contrariedades acadmicas que lo traan preocupado. Por entonces, ya Manuel Gonzlez Prada haba mostrado su extrema intolerancia frente a Espaa y lo espaol, por lo que Palma se expuso a las censuras de sus seguidores.
Palma al afirmar que el hispanismo del Per, con su elevado porcentaje de poblacin india, era ms acentuado que el de la Argentina, con su 305 poblacin predominantemente blanca 151 ; el asunto requiere ms examen.
5.3.2 Entre la hispanofobia y la hispanofilia: reconocimiento de los americanismos
Antes, durante y despus del desarrollo de la Guerra de Independencia cubana y de la debacle espaola ante una potencia muy superior en medios y motivos, Palma, contrariado por su fracaso en la Academia Espaola entre 1892 y 1893, realiz tenaz campaa en contra de dicha institucin al tiempo que expresaba, ms de una vez, profundo sinsabor antihispano, aunque su hija Anglica slo encuentra hispanismo, incluso en los reproches y censuras, en su campaa de lingista 152 , y Porras Barrenechea cree que acentu ese sentimiento a partir de su viaje a la pennsula, comprobando una vez ms que amor exige conocimiento, pues ahond amistades literarias contradas epistolarmente y adquiri nuevos amigos y corresponsales 153
De vuelta en Lima, reunidos los materiales que requera para fundamentar su defensa de las voces americanas, public Neologismos y americanismos en 1896, suerte de bandera revolucionaria segn su autor 154 , folleto donde aplic golpecitos a la Academia 155 , bien que, sincero, reconoci una vez ms que Espaa era la nacin a la que tantos vnculos debieran ligarnos, pues, poca o mucha, todos traemos en las venas sangre espaola, y espaoles son nuestros apellidos, y espaola la lengua en que nos expresamos, y heredadas de Espaa nuestras creencias religiosas, nuestras costumbres, nuestras virtudes y
151 FOGELQUIST, 1968, p. 73 152 PALMA, 1933, p. 115. 153 PORRAS BARRENECHEA, 1949, p. xiii 154 PALMA, 1949, I, p. 428. 155 PALMA, 1968, p. 34.
306 nuestras flaquezas... 156 . A poco, aparecieron sus Recuerdos de Espaa, bellas pginas sobre su demorada estancia en la pennsula, donde se ocup de ciudades y personajes del mundo intelectual con alguna objetividad y mucho personalismo pero, a la vez, adhesin crtica, por lo que resultan clara muestra de su hispanismo 157 .
Sin embargo, la mala opinin que tena de la Academia se extendi pronto a la reciente literatura espaola: ... veo con pena que hay decadencia literaria en Espaa. La gente nueva produce muchsimo; pero es rara avis el libro que encarne algn mrito. En cambio, me llegan libros de todas nuestras repblicas americanas superiores, en mucho, a los de la patria de Cervantes y Quevedo. Hasta Prez Galds, en sus nueve tomos publicados hasta hoy de Episodios nacionales, est en lamentable decadencia.
Cada da se hace ms pronunciado el alejamiento de Espaa y de su literatura en la juventud americana. La culpa es exclusivamente de la Academia, por su intransigencia para con nuestros americanismos y neologismos. De aqu ha surgido, en todas las repblicas, un espritu de rebelda contra la Academia y su Diccionario, rebelda exteriorizada en la prensa... Eso de que Espaa crea que en cuestin de idioma, nos impondr siempre, es una quimera. Todava es tiempo de reconciliarse con nosotros, dando un Lxico [sic] liberal. En diez aos ms ser tarde, porque para entonces habremos desaparecido los pocos viejos que an defendemos el nombre de la Academia y que algn dique presentamos a la general corriente.
156 PALMA, 1899, p. 226. Alberto Tauro se ha ocupado de las circunstancias de esta publicacin y de la preocupacin lingstica de su autor en el artculo Ricardo Palma y una batalla por el lxico. El Comercio (Lima), 19 may. 1977, p. 8.; vase tambin, de E. Carrin Ordez, Los neologismos y americanismos de Ricardo Palma. Boletn de la Academia Peruana de la Lengua, nueva poca, 28, Lima, 1997, pp. 119-23.
157 Por ellas, Rama considera a Palma el hispanoamericano ms explcito entre todos los que transmitieron sus impresiones de las fiestas colombinas (RAMA, 1981, p. 920). La obra contiene algunos clidos paralelos y semejanzas entre realidades espaolas y peruanas, seal de la afinidad espiritual que encontr Palma en la pennsula.
307 El carcter obstinado de los espaoles ha trado siempre conflictos a Espaa. Por terquedad no cejaron en el primer cuarto de siglo, cuando la guerra de la Independencia con las que hoy son repblicas. Pudo Espaa obtener grandes provechos de nosotros por medio de pactos internacionales, y desperdici la oportunidad. Ms de medio siglo despus, pudo y debi hacer la Independencia de Cuba, y la obstinacin la ha hecho cosechar graves desastres, de los que tardar muchsimo en reponerse.
El lazo que hoy nos une a los americanos con Espaa es el idioma. Si la intransigencia acadmica se obstina en romperlo, qu hacer? Seremos cincuenta millones de seres con idioma exclusivamente nuestro americano y no castellano... A la vez que la independencia poltica, tendrn nuestros pueblos la literaria. Si eso le conviene a los diecisiete millones de espaoles, adelante 158 .
Sin embargo de sus predicciones, la Academia, precisamente por esos das, recibi el respaldo de la comisin de letras y artes de un congreso hispano-americano reunido en Madrid a instancias del gobierno espaol, la cual recomend procedimientos para conservar la pureza del idioma y que se reconociera la autoridad de dicha corporacin, asistida por sus correspondientes de Amrica... 159 .
Seguramente estimulado por su corresponsal, sus opiniones se hicieron an ms radicales, como en carta que Porras Barrenechea considera escrita con amargura e injusticia sectaria,... en la que en un momento de ofuscacin, inexplicable en el gran evocador de la poca colonial, se le desliza una afirmacin que est contradicha por toda su obra y por su admiracin profunda por el herosmo hispnico 160 : Los espaoles son gente para poco. Viven perennemente enamorados de su pasado, y no tienen ojos para dirigirlos al porvenir.
158 Carta a A. Rubi y Lluch de 11 set. 1900, en PALMA, 1949, I, pp. 435-37 159 FOGELQUIST, 1968, p. 38. 160 PORRAS BARRENECHEA, 1949, p. xxxix. 308
Lo nico que los americanos podemos agradecer a Espaa es su idioma. Fue lo nico bueno que nos trajeron. En cambio de ese nico bien, nos trajeron un cardumen de frailes viciosos, de jesuitas y de inquisidores, supersticiones, milagros y fanatismo; y, en vez de consagrar a los indios en obras de irrigacin y mejoramiento de caminos, los emplearon en fabricar iglesias y conventos, en trabajar como bestias en la explotacin de minas, y para acabar de hundir a la pobre raza conquistada, nos trajeron.
Resultado de esa chifladura de vivir siempre mirando hacia atrs y de no querer convencerse de que ya pasaron los tiempos en que el Sol no se pona en los dominios de Espaa, ha sido y es, la hostilidad acadmica contra nuestros americanismos 161 . La dureza de sus conceptos reflejaba sin duda el profundo disgusto que el 98 haba producido entre los mismos espaoles: Ya es tiempo de desprenderse de las garras de los jesuitas y de la frailera. Mientras en Espaa sea la sotana fuerza y poder, la civilizacin seguir perdiendo en ella terreno. Con la austriaca exabadesa que gobierna en Madrid no se desprender Espaa de la lepra que la roe, y lo peor es que al futuro rey le estarn inoculando el virus del fanatismo religioso. Es preciso que Espaa no siga siendo un gran convento, y que los espaoles no gasten sus energas en procesiones, novenas y fiestas de iglesia, siendo mendigos sempiternos de bendiciones papales. Veo a Espaa en camino de ir a una revolucin formidable. Por el momento ha retrogradado a la poca de los espadones como Narvez... 162 .
161 Carta a F. P. del Solar, en Santiago, de 16 oct. 1900, en PALMA, 1949, I, pp. 449- 50. La reivindicacin social del indio, insinuada desde fines del siglo XIX, casi siempre tena su acompaamiento de antiespaolismo (FOGELQUIST, 1968, p. 69).
162 Carta a A. Rubi y Lluch, de 5 abr. 1901, en PALMA, 1949, I, p. 438. Y en 1915 el procaz Blanco Fombona, con evidente nimo ofensivo, lo iba a considerar un espaolizante, un retardatario, un espritu servil, un hombre de la colonia! (BLANCO FOMBONA, R.: Manuel Gonzlez Prada, en GONZLEZ PRADA, M.: Pginas libres. Imp. de J . Pueyo. Madrid, s. a., p. xxii).
309 La accidental hispanofobia de Palma se acerc as a la de Gonzlez Prada, aunque la de ste siempre fue ms radical pues plante una ruptura completa con el elemento espaol; adems, Prada despreciaba a los intelectuales peruanos que como Palma lucan ttulos y medallas acadmicas espaolas 163 . Por otro lado, ambos no andaban divorciados de las crticas que por la misma poca los escritores del 98 descargaban sobre su pas, instituciones y costumbres. A propsito, es lcito preguntarse si esas crticas influyeron en Palma, es decir, si estimularon su accidental hispanofobia, en cuyo caso el 98 se habra proyectado en Hispanoamrica muy tempranamente. Cmo explicarse la crudeza de tales expresiones? En realidad, as de duras solan ser las calificaciones que muchos en Hispanoamrica aplicaban a Espaa y lo espaol; oigamos a Porras Barrenechea: El desconocimiento o la negacin categrica de los aportes espaoles a la cultura hispano- americana es una de las constantes ms tenaces de esa corriente, alimentada en fuentes protestantes o sajonas del siglo XVIII y comienzos del XIX. El repudio de todo lo espaol est presente en frases de poca tan rotundas como el desespaolicmonos de Sarmiento...
En Amrica prevalecen los tpicos de la decadencia y el atraso, del fanatismo y la intolerancia peninsulares 164 . Pero, si se quiere, Palma tena un motivo hondo y superior: deseaba que el Per y Espaa, realidades diferentes por cierto, comulgaran siempre del mismo pan de la lengua, y por ello le afectaba mucho todo lo que iba en contra de ese ideal, como el rechazo acadmico a sus papeletas lexicogrficas. Sin duda, algo de amor propio herido hubo en su actitud terminante, pero a la vez el sentir en lo vivo la injusticia que se haca a una parte importante de la Hispanidad:
163 GARCA SALVATTECCI, H.: Visin de un apstol. Pensamiento del maestro Gonzlez Prada. Prlogo de Luis Alberto Snchez. EMISA(?) Editores. Lima, 1990, pp. 373-81.
164 PORRAS BARRENECHEA, 1949, pp. xxxvi-xxxvii.
310 ... dejaramos de traer en las venas glbulos de sangre espaola si renunciramos al ltimo manjar [charlar menudo y largo sobre poltica]... Casi podra afirmar a usted que Lima y Madrid se parecen como dos gotas de agua...La mayora de los espaoles padece otra chifladura, que casi tiene carcter de chifladura nacional: la de vivir mirando siempre para atrs, y nunca para adelante. Por vivir engolosinados con las heroicidades y las glorias que alcanzaron en los siglos que fueron, descuidaron prepararse, o preveer [sic], los contrastes que han sufrido en recientes das. Hoy las repblicas americanas estn unidas a Espaa por el lazo del idioma nicamente, lazos que con sus intransigencias la Academia debilita de da en da. As se explicar usted el porqu la juventud de muchas repblicas no lee libros espaoles, sino franceses, alemanes o ingleses, y el porqu la sintaxis castellana, que es el alma de la lengua, anda por los suelos... 165 .
Neologismos y americanismos logr finalmente llamar la atencin de la Academia sobre las voces del Nuevo Mundo hispano 166 , mas la campaa de Palma por la legitimacin de los americanismos sigui adelante con la publicacin, en 1903, de Dos mil setecientas voces que hacen falta en el Diccionario. Papeletas lexicogrficas, en cuyas primeras pginas acumul nuevas censuras contra la Academia, aunque reconociera que en la dcimotercia edicin del calepino tenan ya cabida casi la tercera parte de los vocablos consignados en aquel trabajo. Este
165 Carta a B. Prez Galds de 23 nov. 1901, en PALMA, 1949, I, pp. 459, 460 y 462-63. En la madrilea revista Nuestro Tiempo, de set. 1901, el argentino Francisco Grandmontagne, a propsito de las relaciones hispano-argentinas, haba afirmado que en Buenos Aires pocos se interesaban por los libros espaoles, los cuales no podan competir con los franceses y los italianos (FOGELQUIST, 1968, pp. 75 y 77). Lo ley Palma?; en 1897 aqul le envi una novela que someti a su crtica (PALMA, 1949, II, pp. 321-22).
166 El acadmico Eduardo Benot ley un discurso sobre el folleto y la Academia decidi por unanimidad estudiar los neologismos y considerarlos en el suplemento del Diccionario que estaba imprimindose para circular desde ene. 1900; para m ha sido sta una victoria que nunca esper alcanzar. Parece que despus de la prdida de Cuba y Filipinas, se han convencido los espaoles de que iban por mal camino con su desdn para todo lo americano. Ahora creo que ya no impondrn el Mxico con j, y que convendrn en que ustedes, en ejercicio de su soberana, escriban su nombre como mejor les plazca. Curioso era eso de aspirar a imponerles a ustedes en su casa y a legislar sobre lo ajeno (carta a L. Gonzlez Obregn de 27 jul. 1899, ibid., I, p. 341). A poco, la muerte de Tamayo y Baus le hizo decir: Con la desaparicin de Tamayo parece que la Academia entra en senda ms democrtica y fraternizadora con nosotros los americanos... (carta a n. Campillo de 9 set. 1899, en BONNEVILLE, 1984, p. 278).
311 hecho explicara el tono ms conciliador presente en sus misivas; as, segua parecindole brutalmente autoritario que la mayora de acadmicos rechazara verbos y sustantivos generalizados en Amrica, pero: felizmente hoy la mayora acadmica es ms liberal y sus ideales no son tan mezquinos...Mi libro [Dos mil setecientas voces... cit.] encarna un propsito verdaderamente hispanfilo. A ustedes les conviene no mantenernos alejados sino acercarse a nosotros que, al fin representamos cerca de cincuenta millones de seres. Si el lazo nico entre Amrica y Espaa es, hoy por hoy, el del idioma, a qu vienen las intransigencias acadmicas?
Ellas han producido ya su mal fruto y ste es el que la juventud lea ms libros franceses que espaoles... Sea la Academia menos inflexible para con el habla americana, enriquezca con el nuestro su vocabulario, y las resistencias del presente desaparecern, porque ya no tendrn razn de ser. El actual cartabn del Diccionario es ya demasiado estrecho para el siglo XX. Romper ese molde debe ser en la Academia labor de usted... y de todos los que alientan espritu liberal y justiciera [sic], pues la justicia est reida con las imposiciones hijas del apego al pasado autoritario.
No obstante, an en 1907 criticaba a la Academia:
... para m, que he tenido oportunidad de ver a los acadmicos en paos menores, la Academia es poquita cosa.
Por cierto, en la pennsula no faltaron defensores de la docta corporacin.
5.3.3 La reconciliacin literaria en el mundo hispnico
Con el nuevo siglo, y tambin como reflejo de su reciente derrota, Espaa reconsider sus relaciones con Hispanoamrica, y la Academia su actitud frente a las nuevas voces no incluidas en su Diccionario, lo que a Palma le permiti escribir: Felizmente va ganando terreno en la docta corporacin la idea de que es quimrico extremarse en el 312 lenguaje, defendiendo un purismo o pureza ms violada que la Maritornes del Quijote... Con la intransigencia slo se obtendr que el castellano de Castilla se divorcie del castellano de Amrica. Unificarnos en el Lxico es la manera, positiva y prctica, de confraternizar los dieciocho millones de espaoles con los cincuenta millones de americanos obligados a hojear, de vez en cuando, el Diccionario. Hay que convencerse de que la revolucin en el lenguaje es una imposicin irresistible del siglo XX, pues como dice Miguel de Unamuno, catedrtico salmaticense, vinos nuevos no son para viejos odres 167 , as como, Empiezo a convencerme de que no hay corporacin ms dcil que la Real Academia, y de que yo anduve un mucho desatinado y con los nervios en total sublevacin cuando, en las veinte sesiones a que concurr en el ahora leyendario [sic] casern de la calle de Valverde, compromet batalla ardorosa en favor de ms de trescientas voces que, en Amrica, son de uso corriente. Yo ignoraba que con paciencia y saliva se alcanza todo en Espaa.
Curiosa idiosincrasia la de ese pueblo. Est usted vestido de levita y con chistera y guantes, entre la muchedumbre ms o menos desarrapada, empeado en abrirse camino a fuerza de empujar a los delanteros, y no logra avanzar media pulgada. Pero dice usted cortsmente: Permtame pasar y le abren campo dicindole: Pase usted, caballero... Cuatro cuartos de lo mismo sucede en la Academia Espaola. Mi idiosincrasia, hasta entonces batalladora, me proporcion una derrota cada noche... Gratsima sorpresa tuve, pues, cuando, transcurridos siete aos, lleg a mis manos la ltima edicin del Diccionario, y encontr en ella casi la mitad de los vocablos por m patrocinados, figurando entre ellos los verbos dictaminar y tramitar, en defensa de los cuales agot mi escaso verbo. Qu haba pasado? Que con paciencia y saliva, mi sabio compaero don Eduardo Benot... se puso al frente del elemento nuevo, y secundado por don Daniel Cortzar y otros noveles acadmicos, sin
167 Charla de viejo (1902), en PALMA, 1906, pp. 526-27.
313 pelear batallas, pasito a pasito, un vocablo hoy y otro maana, hizo aceptar la lista de voces, que, por entonces, public El Comercio 168 .
Los malos presagios palminos en cuanto al declinar de las relaciones entre Hispanoamrica y Espaa a causa del veto acadmico a algunos americanismos, no se cumplieron, si bien dur mucho el letargo de algunas academias correspondientes, como la peruana, restablecida slo en 1917 mediante el trabajo del anciano Palma, avalado por la Espaola, con un personal joven por l mismo propuesto 169 . Los americanismos recibieron cada vez ms acogida en el Diccionario, hecho que poco a poco fue disipando el malestar que el anterior rechazo haba producido. Las relaciones polticas entre Espaa e Hispanoamrica mejoraron da a da ... el desastre del 98 fue un revulsivo que sac al pas de la languidez hacindole tomar conciencia de su situacin interna e internacional, determinando que Iberoamerica se transforme en un referente para la regeneracin de Espaa y produciendo un auge intelectual y literario sumamente enriquecedor y fructfero... 170 . En lo que toca al Per, segn un historiador hispano, a partir de los primeros aos del siglo XX la situacin cambi porque se intensific una relacin afectiva desde el momento en que el Per afirm su personalidad nacional y perdi lo que podramos llamar complejo colonial, afirmacin sta que requiere estudio aunque el mismo Palma parece confirmar:
168 Ibid., pp. 528-29. 169 PALMA, 1949, I, p. 547 y ss.; y HOLGUN CALLO, 1994 (Palma y Riva- Agero...), pp. 121-23. A fines de 1892, Palma, en el seno de la Academia Espaola, ante el rechazo de algunos americanismos que propusiera, haba manifestado que la Academia del Per no se volvera a reunir, y en set. del mismo ao, desde Lima, afirm que se haba declarado en receso... (DAZ-PLAJ A, 1983, p. 49; y PALMA, 1949, I, p. 87). Qu parte tuvo el viejo limeo en el largo letargo que afect a dicha institucin?
170 ARENAL, C. DEL: Poltica exterior de Espaa hacia Iberoamrica. Editorial Complutense. Madrid, 1994, p. 21. Un panorama ms completo: Lo que ms contribuy a hacer renacer el sentimiento de afecto filial hacia Espaa y a despertar en los hispanoamericanos la conciencia de su deuda cultural a Espaa fue la crisis que produjo la guerra del 98. Esa crisis hizo tambin que los espaoles se arrepintieran del descuido en sus relaciones con sus descendientes americanos y que buscaran una reconciliacin con ellos. En la hora de su tragedia sintieron el consuelo de no estar solos, de poder contar con la simpata de los hispanoamericanos... (FOGELQUIST, 1968, p. 30).
314 Grato ser para usted saber que, ya definitivamente, pasaron en mi pas los tiempos en que la prensa y los oradores al festejar el aniversario, se desataban en palabrotas contra Espaa. Hoy en editoriales, en discursos y en brindis, as en el Per como en las dems repblicas, nada hay que hiera la susceptibilidad espaola. Ensalzamos a nuestros hombres del pasado sin agraviar a los que los combatieron. Domina la cordialidad para con Espaa 171 .
A decir verdad, a pesar de su monomana antiacadmica, que tambin puede ser interpretada como seal de hispanismo, Palma debe ser considerado uno de los ms eficaces reanimadores de la tradicin hispnica en el Per y de la reanudacin de una corriente de comunicacin intelectual con Espaa... En realidad,... no se puede negar que el gran escritor castizo fue, antes de ir a Espaa, uno de los abanderados de la cultura espaola en Amrica, y despus del viaje de 1892 ya no despeg sus ojos del panorama literario espaol.
En cuanto al 98 espaol, Palma, sin ser parte de la realidad peninsular ni haber vivido la frustracin y el desaliento de esa hora tremenda, se agit tambin en esta orilla para suscribir la Independencia de Cuba y protestar contra el rigor autoritario y desaprensivo de los acadmicos ms insensibles a las justificadas expectativas americanas, en sintona con los ms jvenes aunque maduros intelectuales espaoles que alzaban su voz para cuestionar profundamente los vicios que afectaban a su pas y a sus instituciones, deseosos tambin de quebrar la rigidez del sistema y abrir los cauces de un mundo ms justo y, por lo mismo, mejor 172 .
Por otro lado, quien visit la causa de los americanismos, si bien perdida en un primer momento, fue a la postre ganada cuando la Academia
171 Carta a A. Rubi y Lluch de 1. ago. 1901, en PALMA, 1949, I, p. 440. 172 Merece recuerdo, as, su amistad con los notables intelectuales liberales del regeneracionismo espaol y decididos propulsores de la reactivacin de los vnculos entre Espaa e Hispanoamrica, Rafael Mara de Labra y Rafael Altamira
315 acept criterios ms flexibles de validacin de las voces castellano- americanas, lo que Palma, con ntima satisfaccin, alcanz a ver en su venerable ancianidad. Finalmente, en confirmacin de que genio y figura hasta la sepultura, Palma, el viejo Palma de setenta y ms aos, se nos ofrece peleador, democrtico e igualitario, como en lo mejor de su vida, armado de sustentos americanistas y modernos el valor del uso y lejos, muy lejos, de someterse a una estrecha normatividad acadmica que a la sazn ya no satisfaca las exigencias de un mundo, el hispanoamericano, cada vez ms seguro de alcanzar su propio destino. Sin embargo, exponente al fin de los apresurados augurios y prejuicios de su tiempo, Palma no se dio cuenta de que el lazo de la lengua entre Espaa e Hispanoamrica no se poda romper por el slo hecho de ser rechazadas algunas voces americanas, ni advirti siempre y en la medida necesaria que los vnculos no se limitaban a lo lingstico; pero s estuvo acertado cuando, al dar la bienvenida a los nuevos acadmicos peruanos, en 1917, les invit a robustecer la vinculacin espiritual de la raza americana con Espaa, vinculacin indestructible mientras Espaa y Amrica estn unidas por el nexo del idioma
En cualquier caso, es claro que breg por la fluida comunicacin de los hispanohablantes de ambos mundos, por la comunidad de lengua en un plano de igualdad, sin autoritarismos ni imposiciones contrarias a la libertad en que tanto crey y a cuyo imperio tanto debi.
5.3.4 Puntos de acuerdo entre Unamuno (de la Generacin del 98) y Palma
Dos mil setecientas voces que hacen falta en el Diccionario, su segundo trabajo de aliento en pro del reconocimiento de los americanismos, fue enviado de inmediato a varios acadmicos espaoles 173 y a Miguel de Unamuno, el sabio rector de Salamanca que destacaba entre los
173 PALMA, 1949, I, pp. 98-99. 316 intelectuales de la generacin del 98, a quien consideraba el ms fecundo de los nelogos.
Unamuno recibi el libro con mucha satisfaccin y se lo agradeci a Palma con elevados conceptos, inicindose as una relacin amical a travs de la va epistolar. Unamuno le dedic en La Lectura, revista mensual madrilea, un soberbio juicio 174 , y an le dijo: Con ocasin de su libro, ampliar mis teoras lingsticas sobre neologismos. Gracias, pues, por haberme ofrecido coyuntura para ello 175 . Pero no slo en aceptar nuevas voces y reconocer la validez del uso lingstico estaban Palma y Unamuno de acuerdo, sino tambin en cuestionar la labor de la Academia: Lo que me dice de la testarudez acadmica es el evangelio puro.
Mas aqu cada vez nos hacemos menos caso de la tal Academia y el lenguaje se ensancha y flexibiliza sin contar con ella. Su papel debe ser aceptar lo que acept el pueblo. Pero, por desgracia, lejos de ser una corporacin conservadora lo es reaccionaria. Santo y bueno que no se precipite a admitir cualquier novedad, pero es torpeza, no poner el sello a lo que sin l corre. No quieren comprender que oro de ley sin acuar vale ms que oro malo acuado. No entienden el liberalismo lingstico a derechas, sino que plantan aduanas y derechos arancelarios y no quieren poner el mrchamo [sic] a esto o aquello 176 .
A propsito, la vspera Unamuno haba prologado los Cuentos malvolos de su hijo Clemente 177 , poco despus Palma le dedic el artculo Sobre el Quijote en Amrica 178 , y Unamuno, que tena en buena opinin su
174 Ibid., I, pp. 375 y 486. 175 Carta de 29 oct. 1903, ibid., II, p. 394. 176 Carta de M. de Unamuno a Palma de 18 abr. 1904, ibid., II, p. 396; vase tambin FOGELQUIST, 1968, pp. 39-41, sobre Unamuno y otros crticos espaoles de la Academia. 177 [Prlogo], en C. PALMA: Cuentos malvolos. Salvat y Ca. Barcelona, 1904, pp. v-xvi. 178 PALMA, 1949, I, p. 277. Apareci en El Ateneo, 6: 38, Lima, oct. dic. 1905, pp. 1935-44; y PALMA, 1906, pp. 305-12. 317 obra literaria 179 , un ejemplar de sus Poesas (Bilbao, 1907) 180 , participando en fin en el homenaje pstumo que sus paisanos le rindieron 181 . La identificacin de Palma con algunos de los nuevos talentos hispanos queda comprobada cuando por esos das elogi a Unamuno seguido de Emilio Cotarelo y Mori, y consider estrellas de segunda magnitud a Marcelino Menndez y Pelayo y J uan Valera.
5.4 Peruanismos, americanismos y otros neologismos de Palma
Segn Roy L. Tanner 182 , Ricardo Palma, durante su larga vida, mantuvo un inters activo en su lengua materna -su evolucin y desarrollo. Le interesaban mucho la gramtica y la sintaxis y siempre se esforz por expresarse con correccin porque crea que era importante preservar la estructura inherente o fundamental del idioma. Tambin le cautivaba el lxico, el cual, segn su parecer, deba siempre mantener bastante flexibilidad para poder acomodar las continuas olas de acepciones y voces nuevas ocasionadas por los inevitables cambios y avances de una sociedad en movimiento. Para l, si un trmino gozaba de uso general y no violaba la ndole de la lengua, mereca su inclusin en el diccionario.
A lo largo de los aos este gran afn lexicogrfico lo impeli a coleccionar cantidades de neologismos, fueran ellos americanismos, peruanismos, limeismos o espaolismos. Los coment con frecuencia en sus tradiciones y en su masivo epistolario y ms tarde en su vida los recogi en dos opsculos -Neologismos y americanismos (1896) y Papeletas lexicogrficas (1903). Palma practic lo que predic empleando una o ms veces en sus Tradiciones peruanas un 24% de los vocablos propuestos en Neologismos y
179 HOLGUN CALLO, O.: Palma y Riva-Agero: calas a su amistad. Boletn del Instituto Riva-Agero, 21, Lima, 1994, pp. 116-17; y PACHECO VLEZ, C.: Unamuno y Riva-Agero: un dilogo desconocido. Apuntes, 7, Lima, 1977. 180 Museo Ricardo Palma. Boletn de la Biblioteca Nacional, 12, Lima, dic. 1949, p. 236. 181 UNAMUNO, M. DE: Palma, en R. PALMA: Tradiciones peruanas. Lib. Internacional del Per S. A. Lima, 1959, II, p. xiii. Se public originalmente en el Homenaje espaol a Ricardo Palma aparecido en la revista Amrica Latina (Pars, 1919). 182 Roy L. Tanner. Truman State University 318 un 18% de los recomendados en Papeletas. En varias ocasiones y en particular en 1892-1893, don Ricardo propuso numerosas palabras a la Real Academia Espaola de la Lengua. Aunque al principio desairado en muchos casos, Palma persisti hasta el fin de su vida en abogar ante la Academia por las voces que l crea merecan entrada en el lxico. A fines del siglo XX notamos que el 68% de los trminos propuestos en Neologismos ya haba logrado entrada en el Diccionario de la lengua espaola y que el 88% se hallaba en el Pequeo Larousse 183 . En efecto, el tradicionista merece nuestro agradecimiento por enriquecer el idioma.
Ricardo Palma admiraba a los grandes nelogos contemporneos del castellano y cambi ideas y cartas con muchos de ellos. En sus misivas ensalza a este respecto a Eduardo Benot, J uan Valera, Pereda, J os de Echegaray, y, en particular a Unamuno y a Galds. A ste lo llam creador de infinitos neologismos 184 . Al rector de la Universidad de Salamanca lo identific como el ms fecundo de los nelogos 185 . Por supuesto, Palma mismo tampoco titube en acuar trminos nuevos cuando la ocasin lo exiga: Si para expresar mi pensamiento necesito crear un vocablo, no me ando con chupaderitos ni con escrpulos: lo estampo, y santas pascuas 186
Ahora bien. El propsito del presente trabajo es analizar con cierta profundidad y desde varios ngulos 1) las voces presentadas por don Ricardo en sus dos escritos lingsticos principales; y 2) la naturaleza de su presentacin.
En estos estudios, Palma sigue un plan algo variado. En muchos casos simplemente anota la palabra y aade una definicin breve: Vizcachera: La cueva de la vizcacha en los cerros. Otras entradas asientan el trmino y ofrecen solamente un ejemplo de su uso: Apellidado: El apellidado Martnez y la apellidada Lpez fueron pasados a la crcel. Para varias voces provee tanto una definicin como un ejemplo:
Pechugn, a: Persona confianzuda, de poca delicadeza. Un ejemplo: hay sobre nuestra mesa un azafate con dulces, y decimos a una persona: lleve usted algunos dulces para sus nios. La persona se llena los bolsillos, reduciendo a menos de la mitad los dulces del azafate. se es un pechugn. En algunos casos el autor se senta obligado a comentar por extenso cierto vocablo. Por ejemplo, dedica unas tres pginas a presupuestar, trmino por el cual haba luchado largos aos mediante epstolas y en persona ante la Real Academia de la Lengua. Lo mismo ocurre con independizar. A varias palabras consagra al menos media pgina: adefesiero, clausurar, cablegrama, cobrar, desapercibido, desdoncellar, hurr, incsico, prestigioso, quechua, quichua, talonario, vivar. En raras ocasiones slo comenta: Atenuador, a: No siempre es lo mismo que atenuante, presumiendo cierto nivel de familiaridad con el idioma entre los lectores. Al repasar los trminos alistados en Neologismos y americanismos y Papeletas lexicogrficas una persona del siglo XXI se sorprende al darse cuenta de la gran cantidad de voces sumamente comunes hoy da que hace un siglo todava no haban ganado entrada en el lxico. Por ejemplo, consideren panamericano, feminista, cheque, espcimen, egotista, subttulo, rango, pericote, desplazamiento, pormenorizar, revancha, imperialista, portavoz, rudimentario, superficialidad, etc. Algunos vocablos, que nunca fueron aceptados generalmente, nos llaman la atencin por lo preciso de su definicin; otros, por la lgica que encierran. Coplogo: Msico que saca harmonas de las copas de cristal.
Chupamelona: Vida regalada a expensas de otro.
Chupatomates: Adulador grosero.
320 Varias voces nos interesan hoy por lo inusitada o humorstica que resulta la descripcin: Guillotinable: Persona que merece la guillotina; (voz que carecera de correccin poltica hoy en da) Desorejador: Que corta orejas; (oficio poco ejercido en los das que corremos). Esperanto: Lengua embrionaria o jerigonza que, como el volapuk, pretenden candorosamente algunos chiflados convertir en idioma universal. Que esperen los del esperanto hasta el da del juicio, a la hora de encender faroles.
Margarina: Mantequilla falsificada que se elabora en algunos pueblos. Dos que, a mi modo de ver, debieron haber cundido son: Chanchada: Accin digna de un cerdo.
Pulguiento: Persona o animal a quien las pulgas acosan. (Hace falta como equivalente de flea-bitten en ingls.) A veces cuestionamos la necesidad de cierta palabra: Onanista: Que comete el pecado de Onn.
Enfrailador: Persona que conquista a otra para que se meta fraile o para que proteja intereses de frailes.
Palma ha articulado su criterio sobre el desarrollo del lxico castellano en varios escritos suyos -cartas, las tradiciones, etc. En Papeletas y Neologismos se traslucen sus opiniones por todas partes. A veces se toma 321 la molestia de articularlas con exactitud, normalmente para reforzar su argumento a favor de la voz en cuestin. Por ejemplo, al discurrir sobre desapercibido seala que las lenguas son eminentemente democrticas, y hay que acatar las imposiciones de la mayora habladora. Otra cosa es ir contra la corriente, por exageracin pedantesca de purismo. En cuanto a silenciar declara en forma semejante que no le gustaba al principio el verbo pero que haba transigido al percatarse de su empleo generalizado. Para m las imposiciones de la mayora, en materia de lenguaje, merecen acatamiento 187 . A veces, cuando discrepa con el Diccionario, ofrece su perspectiva personal:
Para m, desapadrinar, es retirar nuestra proteccin, nuestro apoyo o favor.
Para m la veracidad es slo una cualidad moral del ser pensante. La deficiencia en la definicin acadmica ha dado campo para que se generalicen locuciones tan disparatadas como estas: la veracidad del relato, la veracidad del suceso, etc.
Cuando Palma se enfrenta a la Academia, la expresin de sus ideas puede cobrar audacia. De incsico dice: Es de esperar que la Academia tenga en cuenta que somos los peruanos dueos de la palabra y que toda imposicin infundada crea resistencias, y an aleja a los pueblos. Tocante a exquisitez aconseja que lo discreto [para la Academia] es transigir y dar cabida a vocablo que encontramos muy expresivo y nada forzado. Sustantivar el adjetivo exquisito dista mucho de ser pecado, ni gordo, ni venial, en filologa.
En Neologismos y americanismos y Papeletas lexicogrficas Palma aboga por varios vocablos relacionados con su propio oficio de creador de ancdotas histricas. En aqul propone muy apropiadamente la voz tradicionista definindola como El que relata o escribe tradiciones populares. Respondiendo de antemano a la crtica esperada aade: Y no
187 Tpc, 255 322 me digan que abogo en causa propia al apuntar el vocablo. A nadie, que yo sepa, se le ha ocurrido hasta ahora decir o escribir el tradicionalista Ricardo Palma. En el segundo opsculo defiende el verbo tradicionar.
Muchas veces me vino este verbo a los puntos de la pluma. Diferencindose la historia de la tradicin, parecame ms correcto escribir el suceso que tradicionamos, por ejemplo, pues no habra estado en la verdad estampando el suceso que historiamos. El tradicionista rioplatense D. Pastor Obligado no ha tenido mis escrpulos para conjugar el verbo tradicionar, verbo bien formado y, por lo tanto, muy digno de tener cabida en el Diccionario.
No ha de sorprendernos que tambin apoyara voces que precisaban para describir el tono y el estilo mismos de las tradiciones. Me refiero a los trminos humorismo, humorista, humorstico y humorsticamente. Noten cmo define el primero: Estilo en que hermana la gracia con la irona -una buena descripcin de lo que se aprecia en una tradicin palmiana. Propuso una segunda acepcin del trmino nelogo diciendo que no es slo el que emplea neologismos, como dice el Lxico, sino tambin el que los crea. Luego agrega: Para m el ms fecundo nelogo del da, en esta segunda acepcin, es Unamuno. Tambin le pareci apropiada la voz neologa.
Cuando don Ricardo se pone a discurrir en sus estudios lingsticos, a menudo se percibe el mismo tono y estilo que permean e informan las Tradiciones peruanas. Como pas en los Anales de la Inquisicin de Lima, no pudo evitar que su natural tendencia a la burla y la stira influyese a veces en comentarios que normalmente deberan expresarse en forma seria. Por ejemplo, hablando de dos voces sinnimas sugiere que si coexisten en el Lxico no hay peligro de que se hunda la tierra. De susceptibilidad mantiene que el vocablo est tan generalizado que no habr guapo que logre expulsarlo de casa. Refirindose a ovacionar precisa que el verbo es ms usado por los periodistas que las uas para rascarse 188 . Reprende a la Academia por imponer que un urinario tenga
188 TPC, 199 323 que ser cmodo y decente, notando que quien se ve precisado a acudir a un urinario pblico no pide golleras 189 . Tambin la reprocha por cambiar el gnero de la voz llama, el cual siempre ha sido femenino. Lamenta as: El siglo XX nos ha trado la novedad de cambiar el artculo a un utilsimo e inofensivo animal de carga que tiende ya a desaparecer, ofendido acaso por la innovacin lexicogrfica. A este paso la vicua ser pronto el vicua. Propone una serie de trminos para designar al que pronuncia un pobre discurso o desempea mal su papel: ajusticiable, ahorcable, fusilable, guillotinable, etc.
Varios vocablos comentados por Palma reflejan su vnculo con los masones: mallete, masn, masonera, recipiendario, etc. Su inquina a los jesuitas se infiere en voces como jesuticamente, jesuitada, jesusitizable o jesuitismo -vocablo este ltimo que ya se haba eliminado del Diccionario. Segn Palma, el trmino se haba encaprichado en vivir. Es curioso que la Compaa de J ess impere hasta en el Diccionario 190
Veamos ahora algunas de las categoras en las que se pueden clasificar los trminos propuestos por Palma. Algunos provienen de determinados mbitos o esferas -trminos cientficos o mdicos o del comercio. Muchas fueron generadas por el ambiente peruano o americano. Me refiero, por ejemplo, a la geografa -puna, puquio, estero merece- o a la fauna, la ornitologa y el mar: gerequeque (avecilla americana), cuaresmero (una ave del Per), pericote, cuy, charapa (tortuga americana), choro (marisco), bagre (pequeo pez), equis (vbora), viscachera. En sus estudios Palma incluy una pltora de trminos botnicos. Entre ellos podramos citar gramalote, pacay, quinua, jora, zapallo. De orbo dice que es la flor que el Diccionario llama pasionaria 191
Papeletas y Neologismos contienen numerosas voces provenientes del quechua. Son trminos que haban cundido en el ambiente andino y, para
189 TPC, 274 190 TPC, 163-164. 191 TPC, 194) 324 Palma, merecan el reconocimiento que un lugar en el diccionario les dara. En la mayora de los casos el autor simplemente indica del quechua o del quichua para luego presentar una breve definicin. A veces aade mayores comentarios: Anaco: (Del quechua) La definicin de esta palabra en el Diccionario es completamente falsa. El anaco no es el peinado de las indias sino el brial o pollera. Varios de los vocablos describan fenmenos sumamente propios del ambiente andino / incaico y en muchos casos siguen emplendose hoy da. Me refiero, por ejemplo, al verbo asorocharse basado en el trmino quechua soroche -Dolencia, a veces mortal, que acomete a los viajeros en las cordilleras andinas 192 - o, paralelamente, a apunarse Sufrir el malestar propio de las frigidsimas punas (del quechua) andinas. Gara, trmino fundamental para describir el clima de varios pueblos de la costa, se define como Ligersima lluvia peculiar a algunos pueblos en donde, como en Lima, nunca hay aguacero ni se conoce el uso del paraguas. Indispensables han llegado a ser las voces huaico y huaca.
Huaico: (Del quechua) Colosal masa de peas que las lluvias torrenciales desprenden de las alturas de los Andes y que, cayendo en los ros, produce el desbordamiento de las aguas. No hay voz castellana equivalente a huaico.
Huaca: Del quechua. Cementerio de los antiguos peruanos. De las huacas se extraen hoy objetos curiosos de la cermica incsica.
Tambin de uso constante son otros trminos propuestos por Palma y derivados de la lengua de los incas: yapa, yarav, jora, charango, etc.
En sus opsculos Palma tambin propuso para el Diccionario otras voces relacionadas con la cultura andina, voces que l no especifica como provenientes del quichua. Algunas denotan cierto baile o capacidades vinculadas al baile. Considrense: cueca, zamacueca, zamacuequero, cachuar (bailar cachua ["baile popular de los indios en el Per"]) Otras,
192 TPC, 260 325 como camareta Especie de petardo que queman los indios en las fiestas, aluden a las festividades. Palma dedica varios renglones al trmino bragueta y en particular a la frase hablar como el gigante por la bragueta, expresin nacida de los figurones empleados en las fiestas del Corpus y que se refera a alguien que hablaba de algo que ignoraba en realidad, pero que presuma saber. Algunas palabras fueron generadas dentro del desarrollo histrico de la zona. Por ejemplo, don Ricardo corrige a la Academia en cuanto a la voz chapetn y luego aboga por la locucin pagar la chapetonada, la cual se utilizaba para indicar que todo espaol para aclimatarse tena que sufrir algunas semanas... de una fiebrecilla endmica, propia del pas, conocida con los nombres de terciana y de cuartana. Palma tambin apoya el adjetivo tercianiento, con la que indicaba la persona propensa a adquirir la terciana.
Numerosas voces propuestas por Palma denotan una comida o bebida peculiar al ambiente peruano. La mitad de ellas provienen del quechua, otras no. Dos se atribuyen a los esclavos africanos -anticuchos, chonchol. Para Palma el protocolo normal para tales trminos es indicar su procedencia, si le parece importante, y luego ofrecer una definicin. En algunos casos trae a colacin una frase idiomtica basada en la voz en cuestin: Armar patasca es embochinchar, formar gresca, buscar camorra. En algunos casos, dando por sentado que su audiencia ya conoce cierta comida, simplemente relaciona la voz que propone con la otra: Fritanga: Un guisado americano que en algo se diferencia de lo que, en Espaa, se llama fritada. Entre estos neologismos culinarios figura una cantidad de guisados -chonchol, pepin, picante, charquicn, patasca, pimentada. Uno, con el curioso nombre de ropavieja, se define sencillamente como un guiso tan de familia como el puchero, aludiendo al plato que en el siglo XIX ocup el primer lugar entre los guisos nacionales (Weston 60). Varios otros tienen que ver con el maz, incluso choclo, motear, coronta [el corazn del choclo]), chuchoca [maz tostado y molido] y jora [maz para la chicha], todos subrayando la importancia de esa hortaliza en la historia agrcola del rea. La harina de maz figuraba como ingrediente principal en varias mazamorras, incluso el sango, el cual 326 serva como principal alimento de los esclavos en las haciendas y plantaciones del Per decimonnico 193 . Palma propuso solamente dos verbos vinculados con el acto de comer -churrasquiar [convidar a comer churrasco] - y motear, o sea, comer mote.
Las bebidas que don Ricardo quera que figurasen en el Diccionario abren otra ventana cultural sobre la sociedad peruana. Por ejemplo, en las tabernas de menor calidad se sola tomar ojigallo, una mezcla de mal vino con psimo aguardiente 194 . En las haciendas los negros se emborrachaban con onfacomeli, un licor de aguardiente, miel, mbar y otros condimentos 195 . Despus de una noche en vela muchos peruanos acostumbraban tomar gloriado -un ponche matinal hecho con ron y otros ingredientes. Las carnes que seala tambin reflejan gustos peruanos y americanos bien arraigados- gustos que deban hallar cabida en el Diccionario. Vienen muy a cuenta el charqui, el churrasco y el cuy. Tocante a las famosas papas andinas Palma propone la voz chuo: Harina de papas con la que se hace un alimento muy nutritivo para nios y enfermos.
En sus dos libros sobre los neologismos Ricardo Palma plantea bsicamente dos proposiciones. O recomienda otra acepcin de una palabra que ya figura en el Diccionario o aboga por un trmino que falta en el lxico. Veamos dos ejemplos representativos.
Camal: Lo que en Espaa se conoce por rastro o matadero de reses. Aunque el Diccionario trae la palabra, no ha considerado esta acepcin.
Panfleto: Folleto, opsculo. Ha cundido tanto entre los biblifilos el empleo de esta voz, que ya merece admisin, lo mismo que el fascculo italiano.
193 Weston 63 194 TPC, 197 195 Tpc, 197 327 A veces don Ricardo no ofrece ninguna justificacin para la aadidura del nuevo significado o la inclusin de la voz nueva. Para otros vocablos se siente obligado o motivado a presentar una defensa, la cual puede variar desde una palabra hasta ms de una pgina. Palma apoya varios trminos porque son los que se usan en Amrica y no los que se encuentran en el Diccionario. Irisado [...] El Diccionario trae iridiscente, voz que nunca hemos encontrado usada. La diferencia puede ser solamente la ltima vocal: Pulguero: Habitacin en que abundan las pulgas [...] El Diccionario trae pulguera. En el caso de cornpeto el tradicionista dice lo siguiente: La Academia impone cornpeta; pero no conocemos escritor taurino de Espaa o de Amrica que emplee la palabra del Lxico. Irnicamente cogemos a Palma utilizando ambas voces en las Tradiciones peruanas.
En forma semejante el escritor peruano propone muchas voces por ser las que se emplean en Amrica y no las que se prefieren en Espaa. ato, a: Equivale al chato de Espaa 196 ; Cucufato, a: Lo que, en Espaa, se entiende por santurrn o santurrona. En algunos casos a Palma le pareci importante ampliar su defensa del vocablo sugerido:
Cigarrera: En toda la Amrica llamamos cigarrera a la tienda destinada a la venta de cigarros. En Espaa, donde el Estado acapara el tabaco, se la llama estanco. No tendra sentido comn el que los americanos, por acatamiento al Diccionario, empleramos la misma voz. Puede ser que la justificacin se base en el que el neologismo propuesto simplemente sea ms usado que otra voz o que la palabra del Diccionario se haya vuelto arcaica: Jetn, a: No es muy usado en Amrica el jetudo del lxico. Lo corriente es decir indio jetn, negra jetona; Denunciante: No est en el Lxico esta voz que es ms usada que denunciador, sobre todo en lenguaje jurdico; Juzgamiento: El Diccionario slo trae la palabra anticuada juzgamento, que hoy nadie emplea.
196 TPC, 194 328 Palma favorece otros trminos por ser ms tiles, precisos o expresivos. Noten la interesante explicacin que presenta sobre condolencia: Condolencia: La expresin de nuestra pena por la desgracia ajena. Cree la Academia que basta y sobra con la voz psame. Los diplomticos usan la frase condolencia nacional, que nos parece preferible a psame nacional. Discurro que el psame (me pesa) es por entero individual y que, al generalizarlo, habra que decir el psanos (nos pesa). Opta por trminos ms expresivos y precisos en los casos de fecundizable y desbarrancarse: Fecundizable: El fecundable del Lxico no expresa lo mismo que el adjetivo que apuntamos, nacido del verbo fecundizar y no del verbo fecundar.
Desbarrancarse: Rodar por un barranco, lo que es distinto de despearse. No siempre hay peas en los barrancos de Amrica. En el caso de influenciar Palma intenta articular una distincin explcita entre influencia e influjo para justificar la voz. Indica que la Academia ha sostenido cuestin batallona contra el verbo a pesar de que (para Palma) los vocablos no expresan idntica idea. En la influencia hay algo de sugestivo. La influencia se impone, el influjo no. Tambin distingue entre preciosura (refirindose a una persona) y preciosidad (aludiendo a objetos susceptibles de precio metlico). En muchos casos don Ricardo simplemente sugiere que se permita que dos trminos de igual valor y de uso igualmente generalizado coexistan en el lxico, sin necesidad de que ni el uno ni el otro sean excluidos de la familia. Ntese su razonamiento: Disparatero, a: Que dice disparates. El Diccionario trae disparatador; pero, en Amrica, es el vocablo que apuntamos de uso ms corriente. Bien podran coexistir en el Diccionario 329 disparatador y disparatero, como coexisten farfullador y farfullero y tantas otras anlogas. A veces el autor peruano mete una voz en Papeletas para poder discrepar con la definicin dada por la Academia y as plantear otro trmino ms correcto o lgico. Esto ocurre en el caso de inconstitucional. Dice la Academia que es lo que no est conforme con la Constitucin. Pues lo que no est conforme con la Constitucin va contra ella, y debe llamarse anticonstitucional. Es interesante notar que hoy da en el Diccionario de la lengua espaola se hallen los dos vocablos con definicin casi idntica. De vez en cuando Palma simplemente dice que una palabra tiene ms derecho de existir que otra. Ms razn de existencia tiene este verbo [majaderear] que el majadear que trae el Diccionario. En el caso de amueblado anota que es de uso generalizado aunque sera ms castizo decir casa amoblada. Curiosamente el Diccionario trae hoy ambas voces. A veces Palma apoya un trmino precisamente porque las condiciones en Amrica difieren de las que en Espaa ocasionaron el del lxico, cosa que ocurre en el caso de contralmirantazgo: La Academia ha admitido solo [sic] almirantazgo. En muchas repblicas, donde no existe la clase de almirante, usamos la voz apuntada. En Neologismos y americanismos y Papeletas lexicogrficas existen numerosos casos en los que don Ricardo aboga por un americanismo ya corriente y de uso amplio. Con frecuencia ofrece cierto comentario sobre el trmino. Tpicas son las frases siguientes: es locucin corriente, es frase general, es frase muy usual en Amrica, es frase que se oye diariamente, decimos familiarmente, en Amrica, es americanismo muy corriente, es de uso bastante generalizado en Amrica, apenas habr verbo ms usado, etc. A veces expande el comentario. Ahuesarse: Pasar mucho tiempo sin que se venda un artculo u objeto en una tienda. Dar muestra de aptitudes, y no hacer despus cosa de provecho.- Fulano se ahues como escritor, por ejemplo, es americanismo muy corriente.
330 Trminos encajados en esta categora incluyen calabacear, mamandurria, caricaturar, acriollarse, cucarachero, amolar, vigencia, clausurar, panfleto, latinista, etc. De pucho dice que en Amrica nadie arroja la colilla sino el pucho. La voz plebiscitaria viene comentada as: En las democracias no se puede hablar ni escribir prescindiendo de este adjetivo. A cada paso tropezamos con las actas plebiscitarias o el mandato plebiscitario. Tocante a tramitar anota que Tramitar un asunto, tramitar una solicitud, [...] son frases que todos, doctos e indoctos, empleamos en frecuencia sin acordarnos de que el verbo no lo trae el lxico.
Como lector perspicaz y voraz Palma pudo observar cuando el empleo de un vocablo haba cundido en ambos hemisferios. No hallndose todava en el Diccionario, tales voces encuentran apoyo y justificacin en los opsculos palmianos. Este neologismo, dice de germanizar, y sus derivados se han aclimatado en Amrica, y an en la prensa espaola. Aludiendo a editar mantiene que pocos verbos hay ms generalizados en Espaa y Amrica. A veces inserta una nota etimolgica: Desde la invasin francesa se generaliz, en Espaa y en Amrica, la palabra [papillota]. Palma escribe prolijamente sobre desdoncellar, voz antigua que, segn l, haba cado en desuso en Espaa, pero que an se conservaba en algunas repblicas de Amrica.
El escritor peruano plante y defendi varias voces por no existir palabra equivalente que expresase con concisin la misma idea. Por ejemplo, apunta que turista mereca entrada en el Lxico porque el galicismo se haba impuesto por falta de voz castellana para designar al que hace viajes cortos y recreativos (272). Como ya se ha sealado, pasa lo mismo con huaico -no habiendo voz castellana equivalente (140). Su explicacin sobre el siguiente vocablo ejemplifica su capacidad de definir con precisin.
Tinterillaje: Este neologismo, de muy reciente vida, satisface una exigencia de lenguaje, pues carecamos de palabra que expresase sintticamente la idea de asociacin de rbulas y escritorzuelos para defender, en la prensa o ante los tribunales, 331 una mala causa de partido o jurdica. El tinterillaje politiquero es el ms generalizado y odioso.
Don Ricardo propone muchos trminos por haber percibido la frecuencia de su uso en esferas especficas. La mayora provienen del ambiente jurdico. Conyugicidio: En lenguaje jurdico es el asesinato realizado en el matrimonio, por uno de los cnyuges (58). Otros eran de uso frecuente en la oratoria sagrada o la curia eclesistica -secularizador, panegirizar o en cierto juego, como tresillo (horqueta). Segn Palma, en pases mineros se haba hecho indispensable el empleo de catear, que significa expedicionar buscando minas (46) -como la palabra to prospect en ingls.
Por supuesto, por ser limeo abog por los trminos ms arraigados en la Ciudad de los Reyes y en terruo peruano que todava faltaban en el Diccionario. Me refiero a vocablos como cunda, lisura, o eque. Este ltimo lo define como bro, fuerza o robustez, notando que J uan de Arona, en largo artculo, hace la apologa de este peruanismo (194), referencia, por supuesto, al Diccionario de peruanismos de ste. Arona tambin presenta la voz disfuerzo, la cual designa como peruanismo formidable, y tan legtimo, que hasta hoy no hemos tenido el gusto de encontrarlo, ni en Diccionario o libro de Espaa. 197 Palma tambin la defiende diciendo que contra el disfuerzo y su verbo es impotente la exclusin acadmica. Este es el verbo que morir junto con la ltima limea disforzada (92). Sus comentarios sobre chichirimico son impresionantes en la conviccin que irradian. Chichirimico: ste es un limeismo ms expresivo que todas las palabras de germana encerradas en el Diccionario.- Hacer chichirimico de una fortuna equivale a derrocharla. -Hacer chichirmico de una persona es burlarse de ella.- Hacer chichirimico de la honra es perder la vergenza, infamarse.- No hay un solo escritor festivo o humorstico, medianamente bien reputado en el Per, que no haya empleado esta locucin.
197 TPC, 183. 332 Palma tambin estaba consciente de otros -ismos que se haban difundido en las Amricas -argentinismos, chilenismos, mexicanismos. Trminos de la Argentina que an faltaban en el lxico incluan payar, payador, churumbela, chirip, matear, matero. De Chile saltan a la vista fregar, leso, remolienda. De soldadera dice lo siguiente: En Mxico y repblicas centroamericanas, se llama soldadera a la mujer que, en el Per, Ecuador y Bolivia, es rabona o compaera del soldado (258). A veces Palma anota una palabra para favorecer una frase idiomtica que an no figura en el lxico. Para otros neologismos da la definicin del trmino y luego menciona que tambin se usa en ciertas locuciones, de las cuales da ejemplo. De lata inscribe simplemente que en el Lxico falta la muy generalizada locucin dar una lata, es decir, fastidiar contando lo que no interesa al oyente 198 Comenta brevemente tener pantorrilla para luego encaminar al lector al ameno artculo de J uan de Arona sobre la frase. Alaba la expresividad de la locucin tener hipo de notoriedad, la cual merece lugarcito entre las acepciones en el Lxico 199 . Don Ricardo vio la necesidad de crear una cantidad de vocablos nuevos a fin de poder expresar sus ideas con mayor precisin. Muchos de ellos se hallan en sus estudios semnticos Tambin fue lector empedernido y, como era de esperar, mediante una lectura tan amplia y larga dio con abundantes trminos que no figuraban en el Diccionario. Los fue apuntando y recogiendo junto con sus fuentes. Al componer sus opsculos se vali de esa labor y en muchos casos a lo largo de sus obras lingsticas defendi y apoy los neologismos recomendados basndose en las diversas autoridades y escritores que o haban ejemplificado el uso de la voz en cuestin o la haban defendido. Para Palma tal empleo confirmaba que tal o cual trmino se haba arraigado en el idioma y, por ende, deba figurar en el lxico oficial. Los escritores o documentos referidos abarcan desde del Siglo de Oro hasta el siglo XIX. Del pasado lejano la alusin puede ser general (se
198 TPC, 168. 199 TPC, 137 333 encuentra en prosadores de los siglos XVI y XVII o ms especfica (Creo haber ledo el verbo en una jcara de Quevedo. Se apoya en historiadores, crnicas, libros de cabildo, etc. De la poca contempornea abundan referencias tanto a escritores peninsulares como americanos. Pueden ser novelistas, oradores, editores o acadmicos. Como ya hemos dado a entender, de Espaa cita ms a menudo a Miguel de Unamuno, seguido por Galds, Valera, Campoamor, Zorrilla, Menndez y Pelayo y Fernn Caballero. Del Per y de Amrica busca apoyo en J uan de Arona, Manuel Ascencio Segura, Pardo y Aliaga, Montalvo y Bartolom Mitre. Fulanismo: Con repique de campanas debe admitirse este neologismo de Unamuno, que le ha servido de tema para un interesante libro 200 . Para respaldar la voz carisucio se expresa sinecdticamente -Bastantes plumas doctas lo han escrito . A veces provee la cita misma, a veces no. Paralelamente el escritor de Papeletas aboga por la inclusin de un trmino en el Diccionario basando su apologa en la extensin de tiempo durante el cual se ha empleado. Parece que en la opinin de Palma la longevidad de una voz bastaba para probar que mereca entrada. Son comunes frases como es de muy antigua circulacin 201 o tiene ya larga existencia en el lenguaje 202 . En muchos casos especifica el siglo o la era. Por ejemplo, en lo tocante a la locucin sacar un entierro apunta que se emplea desde el siglo de la conquista. En cuanto a resondrar mantiene que se ha usado en el Per desde el siglo XVI 203 . El peruanismo lisura recibe este comentario: Tanto lisura como liso, a, son voces empleadas desde el siglo XVIII por los ms prominentes escritores del Per, y son de uso diario en la conversacin . Don Ricardo compuso sus trabajos semnticos estando siempre filolgicamente consciente de la formacin de los vocablos que propona. Le interesaba sobremanera preservar la integridad castiza del idioma hasta donde fuera posible y por eso admita pocos anglicismos, de los cuales
200 TPC, 309 201 TPC, 188 202 TPC, 257 203 TPC, 246 334 [era] poco devoto. Tuvo que aceptar sport y meeting por carencia de vocablo equivalente 204 y por lo eneralizado de la palabra respectivamente. En Neologismos y Papeletas comenta de vez en cuando para mayor justificacin de un trmino lo apropiado de su formacin. Nada de forzado tiene el verbo, dice refirindose al verbo subvencionar. De otras voces afirma que estn en la ndole de nuestra lengua. Con relacin a este tema es significativa la entrada a continuacin: Cochinada: Decimos, en Amrica, por toda accin grosera, sucia o mezquina. El Diccionario la llama cochinera, palabra filolgicamente mal formada. Cochinera ser un depsito de cerdos o una habitacin inmunda. De descalzonado anota que le parece tan castiza [...] como descamisador y descamisado En este ltimo ejemplo se percibe otro punto de justificacin utilizado por Palma, es decir, el de sealar un paralelo entre el trmino propuesto y otro ya aceptado. O sea, segn el razonamiento de Palma, si la Academia lo haba hecho en un caso, no haba por qu no hacerlo en otro caso semejante. Por ejemplo, ya que el lxico traa comestible, no tena nada de chocante el americano bebestible (lo que se puede beber) 205 . En Neologismos arguye que la misma razn que tuvo la Academia para sacar de pronstico, pronosticar, existe para admitir diagnosticar. En el caso de carilampio Palma ofrece una serie de paralelos: puede figurar en el Lxico al lado de carifruncido, carigordo, carilargo, carilleno, carilucio, carirredondo, etc.. Defiende justiciable aseverando que era de la misma buena cepa [que] justificable que trae el Lxico 206 . A veces un aire de irona satrica subyace a la defensa: Suprior, supriora o supriorato: Confesamos nuestra ignorancia. El Diccionario trae subdirector, subinspector,
204 TPC, 260 205 TPC, 291 206 TPC, 166 335 subdelegado, por lo menos veinte voces ms de la familia de los sub, que debe ser familia honrada. Qu razn filolgica y de gran peso existir para que al subprior, a la subpriora y al subpriorato se les haya eliminado una letra? En varios casos Palma quiso imponer una plyade de vocablos definiendo una voz nueva y luego proponiendo dos o tres ms lgicamente procedentes de la primera. As es que tras presentar el vocablo chuchumeco -La ramera y el que frecuenta trato con meretrices se apresura a apuntar y defender tambin chuchumequera, chuchumequear, chuchumecada. Habiendo aceptado la Academia la voz andina, afirma Palma que debera hacer lo mismo con las voces cisandino y trasandino, que usamos en el Per, Ecuador y Bolivia como muy precisas en el lenguaje A lo largo de los estudios lingsticos de Ricardo Palma uno puede por lo general sealar un verbo, un sustantivo o un adjetivo ya existente como punto de partida para el neologismo recomendado. Es decir, en muchos casos una voz que ya figura en el lxico sirve de trampoln para la generacin de otra. Pasemos ahora analizar brevemente este fenmeno. Abundan los ejemplos en los que Palma haba percibido que la presencia y el uso de cierto verbo haban generado en forma natural en la conversacin y la escritura diaria un sustantivo que reflejaba o la accin y el efecto del verbo o el hacedor de tal accin. Por tanto, existiendo comadrear, don Ricardo recomienda la inclusin en el Diccionario de comadrera, la accin de comadrear. Lo mismo ocurre con un sustantivo ahora imprescindible en el habla. Me refiero a tuteo. Anota Palma: El diccionario trae el verbo tutear, pero no este sustantivo que expresa la accin 207 . En el siglo XIX muchos verbos carecan de un vocablo que indicase al que haca la accin. Entre los propuestos por Palma se hallan muchos que utilizamos hoy da sin darnos cuenta de que no figuraban en el Diccionario oficial hace un siglo. Me refiero a voces como conferenciante, organizador, iniciador o parrandista. Entre los trminos nunca adoptados por la Academia figuran
207 TPC, 273 336 critiquizante y monarquizador, entre otros. Palma apoya descamisador citando la quintilla de un partido poltico. De curiosidad es la voz jesuseador. Como dice Palma, el que abusa del nombre de J ess tiene que ser jesuseador. Por supuesto, de tales vocablos varios pueden ser sustantivos o adjetivos, como en el ltimo caso. En Neologismos y Papeletas don Ricardo defendi numerosos adjetivos derivados de verbos ya existentes -comprobatorio, embrutecedor, explotable, irrefutable, incomible, etc. Como se nota, en nuestra poca son de uso diario. Otros que gozaron de tanto xito incluyen tildable (persona a la que se puede tildar de faltas o abusos 208 o bombardeable. A veces Palma sugiri un verbo de accin contraria a un verbo ya aceptado por la Academia -descompaginar, desnacionalizar. Muchos trminos se derivaron de sustantivos ya en el Lxico. Se pueden clasificar en diferentes categoras. Hay casos de sustantivos anlogos, o sea, que la existencia de uno sugiere la creacin de otro. Habiendo ya los trminos mojigato y mojigatera, Palma propone mojigatocracia, con el cual quiere decir un predominio social de los mojigatos 209 . O puede ser que slo falte la forma femenina o masculina correspondiente. Aludiendo al trmino comadrera, Palma pregunta: por qu [sic] dejar en la calle al compadrero?. Los trabajos de Palma ostentan una amplia coleccin de neologismos que indican al que hace o favorece cierta accin, incluso la de vender algo. Como ya indicado, algunos de ellos nos llaman la atencin por su aplicacin directa a Palma mismo: historietista, humorista, satirizador o tradicionista -El que relata o escribe tradiciones populares, cosa muy distinta del tradicionalista que la Academia define . Entre los vendedores figuran anticuchero, chicharronero, chichero, tamalero y yerbatero -trminos referentes al ambiente limeo-peruano tan familiar al morador de Miraflores. El mismo ambiente se refleja en trminos nuevos para designar ciertas fbricas o tiendas. Me refiero, por ejemplo, a cachivachera, definida como tienda donde se comercia en la compra y
208 TPC, 268 209 TPC, 187 337 venta de cachivaches o petatera -Tienda destinada a la fabricacin o a la venta de petates 210 ; tambin picantera, antequera, encomendera, etc. Otras palabras derivadas de sustantivos incluyen canallocracia (predominio de la canalla) y canallada (Accin propia de un canalla), junto con voces contrarias (desilusin, importador). A veces el neologismo capta una dolencia o un campo de estudio -sordomudez, egiptologa. En sus obras Palma destaca una serie de verbos nuevos derivados de sustantivos ya existentes. Algunos, como clausurar, evolucionar y depreciar, nos han de parecer perfectamente normales y corrientes, y as lo eran en la experiencia de Palma, pero todava no haban sido reconocidas por la Academia. Un verbo muy preferido en el ambiente peruano y empleado por Palma en sus Tradiciones peruanas y su epistolario fue dragonear, que quera decir Desempear accidentalmente un cargo. As es que uno poda dragonear de abogado o de comadrona en casos necesarios. Palma dedica muchos renglones a este vocablo. La entrada concerniente a dictaminar es interesante por ser ste uno de los trminos propuestos por Palma a la Academia. Se justifica as: Dar dictamen. En la legislacin de nuestras repblicas se conjuga al por mayor este verbo, cuya formacin es tan correcta como la de decretar, ordenar, informar, etc. Por qu de dictamen no ha de salir dictaminar? Salv lo trae en su Diccionario, pero cuando lo propuse a la Academia, sta lo rechaz por once votos contra nueve. El lingista limeo tambin percibi que varios sustantivos haban generado en forma natural adjetivos de gran utilidad que todava andaban no aprobados por la Academia. Incorporados en sus trabajos una cantidad de ellos se han hecho corrientes en la poca actual: alarmante, confortable, impresionable, burocrtico, sensacional. Algunos se relacionan con su labor de tradicionista humorstico, caricaturable. Al adefesiero consagra casi una pgina por justificar su posicin y refutar a los que haban hablado en contra del trmino.
210 TPC, 212 338 En escala menor Palma asent una serie de palabras derivadas de un adjetivo que ya figuraba en el Diccionario. Estas podan ser adverbios, sustantivos o verbos. Sorprende que se preocupara por los primeros siendo tan natural la formacin de un adverbio con -mente. Sin embargo, le pareci importante y por eso en sus trabajos topamos con creaciones como bochornosamente y fantasmagricamente, as como con voces tan comunes como locuazmente y lujosamente. Sustantivos nacidos de base adjetival incluyen constitucionalidad, burocracia y prehistoria. El comentario sobre exquisitez [citado en parte ms arriba] ilumina un poco ms su manera de razonar. Exquisitez: Primores y exquisiteces de lenguaje, es locucin que pusieron a la moda distinguidos prosadores contemporneos de Espaa. A pesar del rechazo de la mayora acadmica, perduran las exquisiteces del estilo... Sustantivar el adjetivo exquisito dista mucho de ser pecado, ni gordo, ni venial, en filologa. Los verbos nuevos derivados de adjetivos incluyeron modernizar y masculinizar. Curiosamente, Ricardo Palma consider importante deslizar en sus obras lingsticas algunos superlativos, diminutivos y aumentativos. A veces fue porque la palabra que traa el Diccionario no era la que se usaba comnmente: dificilimo / dificilsimo, doclimo / docilsimo. Esto poda involucrar hasta sustantivos hechos superlativos: amigusimo, enemigusimo. La mayora de los aumentativos emplean la desinencia -azo, y se refieren a un golpe: rebencazo, fuetazo, jarrazo. No es claro por qu Palma quera subrayar stos excluyendo un nmero casi infinito de otras posibilidades. Seguramente le parecan ms corrientes y su uso, de mayor probabilidad. Ms interesantes son los trminos calabozazo y esquinazo. Calabozazo: En los colegios y en los cuarteles es sufrir la pena de ser encerrado en el calabozo.
339 Esquinazo: A la acepcin que tiene esta voz en el Diccionario debe aadirse la frase -dar un esquinazo- esto es, recibir una paliza o una pualada al voltear una esquina. Nadie est libre de un esquinazo o a fulano le dieron un esquinazo, son frases de uso diario. Palma inserta el diminutivo jorobeta para llamar la atencin a otro equivalente de jorobadito 211 . De caudillejo comenta que es Caudillo de poco ms o menos. Es ms bien voz despectiva que diminutiva. Entre prefijos sobresale el in. Por lo visto pululaban trminos contrarios que no figuraban en el lxico -intragable, intramitable, insaturable, etc. Algunas variaciones de las voces que designaban nacionalidades tampoco haban logrado entrada en el Diccionario. Por eso Palma recomienda bolivianizar (Ejercer propaganda en favor de Bolivia), junto con bolivianizador, bolivianizado y bolivianismo. Hace lo mismo con colombianizar, cubanizar, etc. Al sugerir espaolizable (Que puede espaolizarse) recomienda lo mismo para todas las otras nacionalidades - peruanizable, etc. 212
Como ya se ha apuntado, a Palma le interesaba mucho el desarrollo etimolgico de las voces contempladas. Esto se nota, por ejemplo, en sus alargados comentarios sobre incsico y sus conjeturas concernientes a resondrar. A veces, defiende o rechaza un trmino a base de su relacin con el latn (refaccin, inspido de ms correcta formacin que [inspido]). En conclusin, me parece que se podr declarar sin reserva que don Ricardo Palma contribuy al enriquecimiento del castellano no slo mediante sus impresionantes tradiciones sino tambin por medio de dcadas de estudios y contemplaciones consagrados al lxico y su desarrollo sincrnico y diacrnico. Voces recogidas hoy en el Diccionario fueron propuestas inicialmente por el gran tradicionista, cuyo amor por la lengua haba rebasado en mucho el mbito literario que le haba trado tanta fama y renombre.
211 TPC, 165 212 TPC, 306) 340
5.5 Larra y el artculo de costumbres: El Castellano viejo
El Castellano viejo se public por vez primera en el ao 1832 en el peridico El Pobrecito hablador y es uno de los artculos ms populares de Larra. Pertenece al grupo de los llamados Artculos de costumbres y en l se pretende satirizar una determinada forma de ser y de actuar. Mariano J os de Larra, como uno de los ms significativos representantes del costumbrismo, que suele aparecer frecuentemente en los artculos bajo el pseudnimo de Fgaro, relata una experiencia de la que l mismo saca conclusiones de forma explcita.
El artculo est estructurado en tres partes bien diferenciadas. En la primera y a ltima, el autor hace una serie de consideraciones que le sitan en el primer plano de la narracin, como sujeto de la misma. Sin embargo, existe una parte central en la que interviene otro personaje, Braulio, del que se servir para transmitirnos la leccin que ha motivado el artculo: la crtica de ciertas costumbres frecuentes entre un tipo particular de individuos.
Es corriente entre los costumbristas el uso del humor. Larra va ms lejos que sus contemporneos porque es capaz de abarcaren su crtica los ms diversos aspectos de la vida espaola y de utilizar, adems, del humor, la irona y el sarcasmo. La caricatura, por otra parte, es uno de los rasgos ms sobresalientes de sus artculos
Por otra parte, se ha dicho repetidas veces que Larra es un autor moderno, porque la lengua que utiliza lo es. Si comparamos el estilo de sus Artculos con el de escritores de pocas posteriores, podemos observar el uso de expresiones que lo acercan ms al lector actual que el de autores como Galds, Valera o Clarn. El uso del nfasis, de las interjecciones retricas, de aumentativos y diminutivos, de superlativos, del asndeton y el polisndeton, hace de la lengua que utiliza Larra un ejemplo de expresividad y agilidad, as como una muestra de gran riqueza por el uso de un vocabulario muy variado. 341
5.6 La irona en la literatura de Larra: Las casas nuevas
Publicado el 13 de septiembre de 1833, este artculo trata sobre la masiva construccin de edificios que, por entonces, se construan en el centro de Madrid. Empieza con una cita irnica que reza: La constancia es el recurso de los feos, y luego explica; dice que el feo se aferra ms a lo que tiene porque piensa que no puede aspirar a algo mejor.
Lo que Larra denuncia en este artculo es la avaricia de los constructores, que en su afn por edificar y ganar -cuanto ms dinero, mejor-, construyen casas angostas y pequeas. En palabras del autor, con ms balcones que ladrillos y ms pisos que balcones.
En una parte del artculo el autor denota un concepto un tanto superficial de la vida diciendo:
Pesndome de ver a las mismas gentes todos los das, no hay amigo que me dure una semana; no hay tertulia adonde pueda concurrir un mes entero; no hay hermosa que me lo parezca todos los das, ni fea que no me encante una vez siquiera al mes; esto me hace disfrutar de inmensas ventajas, porque slo se puede soportar a las gentes los quince primeros das que se las conoce.
En esta cita, Fgaro muestra el conflicto constante en el que se mueve su yo interior y su relacin con el entorno, un tanto cnico, impropio en l, pero da al artculo un tono satrico y entretenido. Estas cavilaciones al parecer se hacen cuando nada llena la vida de una persona y tiene que buscar otras vas de autosatisfaccin (como cada da querer una cosa diferente), conocer gente nueva y no valorar a los amigos de siempre, vivir en casas distintas, viajar, flirtear, en pocas palabras, una vida superficial, pero que a la larga no conducen a nada.
Otro hecho significativo en este artculo es lo que Larra pone de manifiesto. Dice que le encanta estar vivo y cuatro aos ms tarde se quita la vida: 342
.porque si alguna cosa hay que no me canse es el vivir; y si he de decir la verdad, consiste esto en que, a fuerza de meditar, he venido a conocer que slo viviendo podr seguir variando.
Hay que sealar que, como sus artculos son de opinin, recurre a ciertas tcnicas a las que acudimos hoy en da los periodistas, como la de agregar una idea con connotaciones negativas para llevar al lector hacia la propia opinin: Tanto perderamos en olvidar los mezquinos y miserables braseros que nos abrasan las piernas, dejndonos fro el cuerpo y atufndonos con el pestfero carbn, y que son restos de los sahumadores orientales introducidos en nuestro pas por los moros. 213
En este, como en muchos de sus artculos Larra introduce a un amigo, que servir de protagonista de la historia. En este caso se trata de un hombre que desea vivir en una casa nueva a como de lugar y Fgaro le acompaa a buscar una de augusto. Ni siquiera han terminado de ver la casa entera cuando el amigo de Fgaro se le antoja una de las casas e inmediatamente va hablar con el casero, al que. Dicho sea de paso, Fgaro describe de la siguiente manera: es como si al ser mala persona ya tuviera que tener esa expresin arisca innata. En el transcurso de la historia, el casero pide un montn de requisitos al amigo de Fgaro para poder arrendarle el piso como se ve en la conversin entre ellos que es reproducida en el artculo:
()- Qu tiene usted que mandarme? -Usted es el dueo de la casa que se est haciendo? -S, seor, -Hay varios cuartos en la casa. -Estn dados. -Cmo, si no estn hechos -Ah ver usted. -Pero no habra?
213 El termino moros ,en este contexto, tiene un sentido peyorativo 343 -Un tercero queda. -Bueno, he dicho que quiero una casa nueva. -No es tan poco de los ms altos, caballero; no tiene ms que noventa y tres escalones y un tramito. -Ya se ve que no es mucho; se baja uno a Madrid en un momento; quiero una casa nueva. -Pagar usted por adelantado? -Hombre, adelantado? A m nadie me paga adelantado. -Pues djelo usted. -Ah!, no, eso no; bien; pagar, un mes? -Tres meses o seis. -Pero, hombre -Dejarlo. -No; bien, bien; cunto renta? Es tercero y tiene pocas piezas y estrechas, y -Diez reales diarios; d usted gracias que no se le pone en doce. -Diez reales! -Si no acomoda -S seor. S. Como ha de ser Casa nueva! -Fiador. -Fiador? -Y abonado. -Bueno; paciencia! Tengo amigos: el marqus de -Marques? No, no, seor. -El coronel de -Militar? Menos. -Un mayordomo de semana. -Tiene fuero? No, seor. -Pero, hombre, adnde he de ir a buscar? -Ha de tener casa abierta. -Pero si yo no me trato con taberneros, ni -Pues dejarlo -Voto va!
Con este dialogo, Fgaro, nos demuestra que su amigo esta dispuesto a ceder en todas las peticiones que le hace el casero por conseguir casa nueva. En la conclusin de la historia, Larra hace uso de la hiprbole con gran maestra y mucho humor, concluyendo que el hermano de su amigo 344 era tan alto que al levantarse se hizo un chichn y que su suegro era tan gordo que no entraba en la casa:
En fin, mal que bien, estuvo ya la casa adornada; pero oh desgracia! Mi amigo tiene un suegro sumamente gordo; verdad es que es monstruoso; y es hombre que ha menester dos billetes en la diligencia para viajar; como a ste no se le poda romper pata como al sof, no hubo forma de meterlo en casa Qu medio en este conflicto? Reir con l y separarse porque no cabe en casa? No es decente. Meterlo por el balcn? No es para todos los das. Santo Dios! Que no se hagan las casas en el da para los hombres gordos! En una palabra, desde ayer estn los trastos dentro, mi amigo en la escalera mesndose los cabellos, luchando entre la casa nueva y el amor filial, y el viejo en la calle esperando, o a perder carnes, o a ganar casa.
345
TERCERA PARTE
PERVIVENCIA DE LAS OBRAS DE LARRA Y PALMA A TRAVS DE LAS TECNOLOGAS DE LA INFORMACIN
346 CAPITULO 6: PERDURABILIDAD DEL LEGADO DE LAS OBRAS DE LARRA Y PALMA EN INTERNET: DIFUSIN Y DIVULGACIN
6. Las nuevas tecnologas aplicadas en la recuperacin de las obras literarias y periodsticas de Larra
Internet se ha convertido en un canal ideal para la expansin de la cultura que comporta conocer las obras de Mariano J os de Larra. Existen grandes proyectos en la red, tanto de docencia como de investigacin que cada vez ms estn al alcance de cualquier usuario. En los siguientes apartados vermos algunos de los proyectos que vienen funcionando en internet, que no ms que una pequea muestra del potencial que encierran las tecnologas digitales.
6.1 Proyectos de investigacin en la red sobre Larra
347
Uno de los proyectos que vienen llevando a cabo un grupo de investigadores, se refiere al Proyecto Mariano J os de Larra. Este proyecto es significativo, ya que est hecha en varios idiomas, lo que hace pensar la demanda de informacin por las obras y datos biogrficos de este gran literato-periodista.
El portal muestra una seleccin de varios artculos periodsticos de Mariano J os de Larra. Se menciona siempre la fuente. Los autores estn constantemente actualizando la pgina.
6.2 Larra en la Biblioteca Virtual Cervantes La Biblioteca de Autor de Mariano J os de Larra representa una contribucin indispensable a la presencia de la literatura espaola del siglo XIX en la gran empresa de difusin literaria que, con rigor, est llevando a cabo la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. El profesor Alejandro Prez manifiesta: Que como profesor universitario de literatura espaola in partibus infidelium, conozco la importancia que para mis alumnos estn tomando las exploraciones que realizan en Internet en busca de informacin bibliogrfica y de obras que a veces no pueden adquirir con facilidad en sus libreras. Ahora, cualquier lector, en cualquier parte del mundo, puede leer aqu el artculo de Larra que ms le interese e incluso puede escuchar la lectura de alguno de ellos. Se reproducen en facsmil los catorce cuadernos completos de la revista El Pobrecito Hablador que, como redactor nico, public entre 1832 y 1833, y nmeros de La Revista Espaola, El Observador y El Espaol en que se publicaron originariamente sus artculos. Claro, los artculos son lo ms importante de la produccin de escritor, pero para los comienzos del teatro romntico fue decisivo su drama Macas, que ofrecemos tambin junto con las otras muestras de su produccin teatral; asimismo, se puede encontrar aqu su importante novela histrica El doncel de don Enrique el Doliente, y se incluyen sus poesas, de un valor, en todo caso, documental y testimonial. 348
Es muy importante que el propsito de facilitar a un gran pblico el acceso a la informacin literaria se realice con la garanta de rigor crtico y filolgico con que se est llevando a cabo esta gran labor en la Biblioteca Virtual, de manera que pueda beneficiar tambin el trabajo de los especialistas e investigadores. Son los dos objetivos que nos hemos propuesto en la elaboracin del espacio dedicado a Larra. En este sentido, no creo que se encuentre en ninguna otra parte especializada una bibliografa de Larra tan completa y rigurosa como la que aqu ofrecemos, que ha realizado especialmente el profesor Alejandro Prez Vidal por encargo de esta Biblioteca Virtual con la colaboracin del personal de catalogacin de la misma. A los estudiosos de Larra, en el mbito universitario y fuera de l, se les ofrece en esta Biblioteca de Autor el acceso a algunos de los ms importantes trabajos crticos sobre la obra y el autor. Algunos de ellos - como, por ejemplo, la biografa de Ismael Snchez Estevan (1934), todava til pese a las rectificaciones que se le han hecho despus- no los hemos podido reproducir porque todava tienen vigentes los derechos de autor. 349 Una aportacin significativa es el archivo catalogado, cuyos derechos de reproduccin han sido cedidos generosamente por don J ess Miranda de Larra y de Ons, descendiente del famoso escritor y depositario de parte de su legado. De este modo, en la Biblioteca de Autor de Mariano J os de Larra se han podido reproducir manuscritos originales, documentos, cartas y objetos personales que, si bien eran conocidos, sobre todo por el libro de Carmen de Burgos (1919), ahora se pueden mostrar en Internet despus de haber sido debidamente catalogados. En la trayectoria de la Historia literaria del siglo XIX espaol, este espacio dedicado a Larra se une a los de los novelistas de finales del siglo (Galds, Clarn, Pardo Bazn) que ya han ocupado su lugar en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. En la cuarta dcada decimonnica, Larra, incorporando el artculo de peridico al repertorio consagrado de los gneros literarios, abre nuevas avenidas expresivas a la lengua, por lo que representa una figura seera y viva en medio del espacio literario de su poca, destacando con vigor en el recinto polvoriento del museo romntico espaol. Desde su suicidio hasta nuestros das, generacin tras generacin, se habla de la popularidad y de la vigencia de su obra. Quizs la popularidad se deba al tono festivo de su crtica y la vigencia a que supo trascender mediante su ilusin y su melancola las circunstancias de su tiempo con las que se senta profundamente comprometido. Supo expresar la ebriedad de deseos e impotencia que le anegaba en las circunstancias histricas en que viva; quizs sea todava nuestra propia ebriedad en la que nosotros vivimos.
6.3 Recuperacin de las obras literarias y periodscticas de Palma y su expansin a travs de las Nuevas Tecnologas de Informacin Despus del analisis desarrollado pormenorizadamente, llegamos a una primera conclusin (que abundaremos en el apartado correspondiente), que la creacin de una forma literaria que responda perfectamente al lector constituye hitos culturales. 350 La epopeya fue acogida por la antigedad grecorromana como su forma por excelencia. El hombre medieval disfrutaba de sus canciones de gestas y en el renacimiento el soneto se volvi la cumbre artstica. Algo parecido ocurri con la tradicin en el Per decimonnico. La literatura nacional, para poder constituirse, exige ciertos requerimientos como, por ejemplo, la existencia de sus propios gneros literarios. La tradicin lo cumpli cabalmente y, adems, se propag en muchos otros pases. Se va reconociendo cada vez ms el hecho de que contribuy significativamente al proceso de formacin de la historia de la literatura hispanoamericana. La polmica acerca de lo genrico de la tradicin ya es rica y larga. Si bien es cierto que las voces estn divididas, parece que la idea de su legitimidad va ganando el terreno. Hay voces como la del profesor Holguin, quien sostiene que El caso de las Tradiciones como gnero literario es nico en el Per, y en Amrica Latina slo puede compararse con la literatura gauchesca como otra expresin literaria sui generis. Pensamos que en otras literaturas nacionales hispanoamericanas se dieron otros gneros literarios. Y para dar algunos ejemplos: en Mxico tenemos la novela de la revolucin, en Colombia, la novela de la violencia, etc. Mas, an nos parece relevante que cada uno de los ejemplos est estrechamente vinculado con el momento histrico y las circunstancias reclaman su creacin y, luego, se encargan de su divulgacin. Tambin se conocen muestras de admiracin de los escritores que acogieron el gnero palmista, desde Mxico hasta Chile y Argentina, y quienes lo cultivaban en sus respectivas patrias. Estuardo Nez, el Nstor de los intelectuales peruanos, en su estudio monogrfico Ricardo Palma, escritor continental, indic a ms de cincuenta conocidos escritores de todos los pases hispanoamericanos, fuera del Per, que de alguna manera desarrollaban la tradicin como gnero literario; entre ellos, por ejemplo, Miguel ngel Asturias; adems, tambin seal un nutrido nmero de escritores peruanos, entre otros, a la conocida novelista Clorinda Matto de Turner. 351 Abordando este tema de un modo sumario, nos reafirmamos en asegurar que ya el mismo inventor de la tradicin estaba al tanto de la importancia de las definiciones de este gnero y que en sus escritos, ofrece algunas propuestas (en su correspondencia hallamos mltiples acercamientos). Tambin lo hicieron sus contemporneos, como el poeta colombiano Rafael Pombo, el uruguayo Francisco Escard o el argentino Pastor Obligado. A lo largo del siglo XX, muchos hombres de letras famosos se refirieron al tema. Por lo general, se insiste en lo hbrido, que la tradicin es una mescolanza de gneros. Se analiza la relacin entre la historia y los aspectos de ficcin. Se elogia el sentido de humor, de sarcasmo o de burla que tanto caracterizan toda la obra palmista. Por mi parte, quisiera llamar la atencin a un aspecto de la tradicin que, aunque parezca quizs evidente, no fue suficientemente exaltado, probablemente por ser bastante despreciado durante el siglo XX. En esta linea, coincido con los que opinan que estamos pensando en la finalizacin de las tradiciones que se caracteriza por un sentido pedaggico. Casi siempre incluye una moraleja, a veces disimulada y otras veces muy expuesta. Este hecho, adems de vincular la tradicin a la literatura didctica, permite destacar simultneamente los elementos ideolgicos que contiene. Este aspecto pone en relieve la influencia de la literatura en la consolidacin de la cultura. Ahora bien, todo este cmulo de conocimientos que encierra las obras de Palma, empezando por las Tradiciones, no dejara de ser una obra como cualquier otra, si adems de lo hermoso, lo educativo y lo intemporal de sus contenidos, no tuviramos a nuestro alcance las herramientas necesarias para hacer de la obra de Palma un conocimiento global de alcance a todo el mundo. Obviamente, me refiero a la utilizacin de las Nuevas Tecnologas de la Informacin, que como veremos en los siguientes apartados, se vienen utilizando con gran profusin para beneplcito de los lectores. Las herramientas digitales hacen posible que la obra de Palma, perdure en el fin de los tiempos.
352
6.3.1 Aporte Cultural, Literario y Periodstico
Como he indicado a lo largo de este trabajo de tesis doctoral, Ricardo Palma es un nombre imprescindible al menos por tres razones:
1) Universaliz la narrativa peruana, pues fue el primer autor literario que obtuvo un gran prestigio en Espaa e incluso lleg a ser traducido al chino; 2) Cre un nuevo gnero (la tradicin) que motiv varias decenas de imitadores en Latinoamrica; 3) Emple, con destreza, la irona como recurso retrico que lo evidencia como un escritor irreverente, desmitificador de ciertas instituciones oficiales. Pienso que obviamente es el escritor peruano ms relevante de la literatura decimonnica.
Ahora bien, no se puede entender a Palma sin la irona como figura retrica. Pierre Fontanier, en un tratado clsico decimonnico 214 , deca que la irona era una figura de expresin que opera sobre la base del mecanismo opositivo. Ella consiste en decir a travs de una burla, agradable o seria, lo contrario de lo que se piensa o de lo que se quiere hacer pensar.
El aporte innovador de Palma, a travs de la tradicin como gnero, se dedica fundamentalmente a captar meticulosamente, claro est los componentes de las diferentes clases sociales que imperaban en la literatura decimonnica del Per y, en particular, en el pensamiento de Palma.
La crtica literaria es tambin un ejercicio de sutileza. Me parece que el tratamiento con los textos ficcionales exige un nivel de perspicacia por parte del investigador. No se puede censurar el discurso de Palma porque all se observan componentes clasistas olvidando otros aspectos del insigne
214 Pierre Fontanier: Les figures du discours, Ed. Grard Genette (Paris: Flam- Marion, 1968), pag. 111 353 tradicionista que son tal vez mucho ms relevantes para el estudio de nuestra tradicin literaria. He sealado el indiscutible nivel de innovacin que existe en la prosa de Palma cuando este crea un nuevo gnero. Este hecho, acaso, no merece una investigacin minuciosa desde la perspectiva de los estudios culturales que seala la pertinencia del anlisis de los tipos discursivos, articulados a visiones del mundo y a contextos interdisciplinarios y ms an transdisciplinarios?
As pues, en este capitulo tratamos dos entornos transcendentales: el primero se refiere al aporte cultural, literario y periodstico que Palma hace a la literatura peruana, en particular e hispanoamericana en general. En segundo trmino, analizamos la obra de Palma en un contexto actual, apoyados por la utilizacin de las Tecnologas de la informacin, abanderadas stas por Internet, que han convertido el conocimiento en un entorno ms democrtico, de acceso universal para todas las personas que lo deseen.
6.3.2 Palma y la recuperacin de la Biblioteca Nacional
Los antecedentes de la Biblioteca Nacional del Per se remontan a 1568, cuando la Orden J esuita funda el Colegio Mximo de San Pablo y establece la existencia de una Biblioteca de la Orden. La influencia de esta congregacin en el desarrollo de la historia del libro en Per fue determinante, principalmente porque en 1584 promueve la introduccin de la imprenta en Lima, alojando en el local del Colegio de San Pablo al turins Antonio Ricardo y su imprenta. Con este equipo, se imprime el primer libro de la Amrica Meridional: "Doctrina Christiana, y catecismo para instryccin de Indios, y de las de mas personas, que han de ser enseadas en nuestra Santa F. ...traduzido en las dos lenguas generales, de este Reyno, Quichua, y Aymara. Ciudad de los Reyes, por Antonio Ricardo ... Ao de M.D.LXXXIIII". En el citado local, se funda en 1616 el Colegio de Caciques para indios nobles, institucin que a partir de 1767, luego de la expulsin de los jesuitas, se denominar Colegio del Prncipe. La Biblioteca de la Orden es concedida entonces a la 354 Universidad Mayor de San Marcos, pero manteniendo su ubicacin fsica en el colegio de la Orden. Proclamada la independencia del Per, el Libertador J os de San Martn expide el Decreto de Creacin de la Biblioteca Nacional, el 28 de agosto de 1821, documento que en su primer artculo indica que: "Se establecer una Biblioteca Nacional en esta capital para el uso de todas las personas que gusten concurrir a ella"; con lo que manifiesta que la nueva institucin estar al servicio de toda la nacin. En febrero de 1822 se nombra como primer bibliotecario de sta institucin a Mariano J os Teodoro de Arce Bedrigal, prcer de la independencia y cannigo del Cabildo Eclesistico de Lima. El 31 de agosto del mismo ao, se promulga el Reglamento de la Biblioteca Nacional del Per y el 17 de septiembre se inaugura la Biblioteca Nacional del Per en el local que haba ocupado hasta 1767 la "Casa de Estudios" de los jesuitas, Colegio Mximo de San Pablo, con 11,256 volmenes que pertenecieron a las bibliotecas de la Universidad Mayor de San Marcos, comunidades religiosas, principalmente la de los jesuitas; donativos de Bernardo Monteagudo, Hiplito Unnue, J os J oaqun de Olmedo, Prez de Tudela y, en especial, la biblioteca particular de J os de San Martn, en un total de 762 volmenes, 101 cuadernos, 6 libros en blanco, 84 cartas geogrficas, grabados y planos. En 1822, tambin se expide un Decreto que obliga a los impresores del territorio a remitir a la Biblioteca, ejemplares de todo lo que se d a luz en las respectivas imprentas. Lamentablemente durante su perodo inicial, la Biblioteca Nacional, convivi con el desarrollo de las luchas emancipadoras, motivo por el cual durante la ocupacin de Lima por parte de las fuerzas realistas entre 1823 y 1824, fuera saqueada en dos ocasiones, siendo afectada buena parte de su coleccin, hecho que se refleja en el bando emitido por el gobierno peruano el 17 de julio de 1823: "Todo el que sepa de los libros extrados de la Biblioteca General, o de los intereses que de ella faltan, lo denunciar inmediatamente: en la inteligencia de que tanto el 355 que los tenga, como el que sepa de ellos y no los entregue o denuncie, ser expatriado siendo de clase, y no sindolo ser enrolado en las filas del ejrcito". Luego de los saqueos de que fuera objeto, por disposicin del Libertador Simn Bolvar se ordena la reorganizacin de la biblioteca. En 1830, ya se considera la existencia de una partida destinada a la compra de libros, con el fin de incrementar la coleccin, la que provendra de un impuesto de 3% sobre el precio de la importacin de libros, cifra que se elevara en 1840 a un 6%. Hacia 1866 la biblioteca contaba con tres salas de lectura, un depsito y su coleccin ascenda a 29.530 volmenes y 470 manuscritos, prestndose atencin diaria a 25 lectores. Otro hecho que marcara de manera fatal la historia de la Biblioteca Nacional y la integridad de su coleccin sera la Guerra del Pacfico, cuando la ciudad de Lima sufri la ocupacin por parte de las fuerzas chilenas, entre 1881 y 1883, perodo en el cual uno de los salones de la Biblioteca fuera destinado a servir de caballeriza a uno de sus batallones y los libros y documentos administrados sin control. El impacto que caus este acontecimiento es notable si se considera que hacia 1880 su coleccin estaba constituida por 56.127 volmenes, que inclua valiosas ediciones de la Biblia, clsicos griegos y latinos, incunables europeos, ediciones plantinianas, elzeverianas, etc., manuscritos notables, entre ellos procesos de la Inquisicin, memorias de virreyes, documentos sobre la Compaa de J ess, entre otros; coleccin reducida de manera significativa, conforme lo consigna Ricardo Palma, encargado de la reconstruccin de la Biblioteca, en su informe al Ministro de J usticia, el 12 de noviembre de 1883: "Biblioteca no existe; pues de los cincuenta seis mil volmenes que ella contuvo slo he encontrado setecientos treinta y ocho...". Ricardo Palma posea una biblioteca particular valiosa en Miraflores. El da de la batalla de ese nombre (15 de enero de 1881) las tropas chilenas saquearon e incendiaron la casa de Palma, perdindose una valiosa coleccin de documentos y muchas obras insustituibles. 356 Terminada la guerra, asumi, entre otros cargos pblicos los de Senador de la Repblica y Director de la Biblioteca Nacional. Asumi este ltimo puesto despus de la Guerra del Pacfico. La antigua biblioteca no exista. Los chilenos la haban saqueado y quemado, Palma ech las bases de una nueva y prometedora. El tradicionista Ricardo Palma es una figura representativa en esta poca de la Biblioteca Nacional del Per, quien adems de recibir el encargo oficial de reconstruirla, se convierte en el "Bibliotecario mendigo" al aprovechar sus relaciones personales para con las figuras eminentes de Amrica y Espaa en beneficio del incremento de la coleccin bibliogrfica; logr recibir importantes donaciones de amistades, intelectuales y entidades privadas y pblicas del Per y el exterior. Esta es una de las glorias de Palma: la reconstruccin de la Biblioteca Nacional, Llev a cabo esta empresa sin ms recursos que su entusiasmo y sus vastas relaciones literarias. Se dirigi a los escritores americanos y espaoles, pidindoles libros. Se dirigi tambin a los Gobiernos de las distintas repblicas latinas, solicitando donativos bibliogrficos y emprendi una verdadera cruzada para recoger los libros de la antigua Biblioteca, vendidos y malbaratados por las tropas chilenas en las casas de compraventa de Lima. Consigui, as, en pocos aos, echar las bases de la actual Biblioteca. El impacto de la gestin de Palma se percibe tempranamente en 1884, cuando los estantes de la Biblioteca estn ocupados por 27.824 volmenes, de los cuales 8.315, con el sello de la antigua Biblioteca, haban sido devueltos por particulares; cifras que hacia el ao 1900 se elevan a los 34.750 volmenes, 835 peridicos, 1.326 volmenes de folletos y papeles varios, 340 manuscritos, prestando servicio a 2.873 lectores, conforme la Memoria de Ricardo Palma, de ese ao. En 1912, Palma renuncia a la Direccin de la Biblioteca, asumiendo el cargo de manera sucesiva diversas personalidades de la poca: Manuel Gonzlez Prada (1912 - 1914 y 1916 - 1918), Luis Ulloa Cisneros, (1914 357 - 1916) Alejandro O. Deustua (1918 - 1928) y Carlos A. Romero Martnez (1928 - 1943).
6.3.3 Aporte a la literatura hispanoamericana de las primeras dcadas del S. XX: la novela regionalista Palma con su obra, Tradiciones Peruanas, ha contribuido a la creacin de un gnero que es puesto en prctica, con sus dosis innovadoras, por muchos literatos del siglo XX y tambin, del presente siglo XXI, de las letras hispanas.
A finales de los aos veinte y durante la dcada de los treinta, los narradores americanos reaccionan frente al exotismo y cosmopolitismo y toman conciencia de la originalidad de su entorno natural. Son los representantes de la novela regionalista.
Las novelas regionalistas se centran, en un primer momento, en la accin de la naturaleza sobre los hombres que la habitan (novela de la tierra) y, posteriormente, en el habitante de las ciudades y su problemtica social (novela de la revolucin mejicana, novela indigenista, novela del negro, etctera).
A partir de la dcada de los cuarenta, los narradores van a abandonar el regionalismo para crear una nueva novela que vivir su punto culminante en el llamado boom de los aos sesenta. Sus caractersticas ms destacadas son las siguientes:
- Los nuevos escritores superan las limitaciones del regionalismo: pierden inters por los espacios geogrficos rurales, que son sustituidos por el nuevo paisaje urbano. - Los problemas del hombre contemporneo, sus deseos y sentimientos, se convierten en tema principal de sus obras. 358 - Asimilan los logros de las vanguardias europeas y americana: reciben influencias de autores como Franz Kafka, J ames J oyce, William Faulkner, Herman Hesse; o de movimientos como el Surrealismo, el Psicoanlisis, el Existencialismo Introducen innovaciones tcnicas como el subjetivismo, el monlogo interior, los saltos cronolgicos, etc.; y utilizan un lenguaje brillante y barroco, cargado de sugerentes imgenes. - Definen nuevas poticas, como la de lo real maravilloso, formulada por Alejo Carpentier y cultivada tambin por Miguel ngel Asturias y por autores de promociones posteriores como J ulio Cortzar o Gabriel Garca Mrquez - Garca Mrquez introduce originales innovaciones en la tcnica narrativa: - El punto de vista del narrador. Aparentemente la historia est contada por un narrador omnisciente en tercera persona. Pero al final sabemos que la novela que hemos ledo coincide con lo que el gitano Melquades, uno de los personajes secundarios, ha dejado escrito en sus pergaminos cien aos antes de que los hechos ocurrieran. As que el narrador omnisciente se transforma al final en narrador-personaje. - La estructura temporal. La obra aparece desde el principio narrada desde un futuro. El narrador se sita en un tiempo en el que puede saber todo acerca de los hechos que sucedieron. Solo al trmino del libro, el tiempo del narrador (el futuro desde el que se contaban los hechos) y el tiempo de la narracin (los acontecimientos que estn sucediendo en el relato) coinciden: la destruccin de Macondo y el fin de los Buenda tienen lugar en el mismo momento en que el ltimo Aureliano va descifrando el manuscrito de Melquades. - Lo real maravilloso. Garca Mrquez mezcla constantemente en la narracin lo real con lo maravilloso. La voz narradora presenta los sucesos y objetos reales (el hielo, la dentadura postiza) como si fueran prodigiosos, y se refiere a los fenmenos mgicos (la levitacin, la desaparicin de un hombre) como se constituyeran acontecimientos absolutamente normales: 359
al ser destapado por el gigante, el cofre dej escapar un aliento glacial. Dentro solo haba un enorme bloque transparente, con infinitas agujas internas en las cuales se despedazaba en estrellas de colores la claridad del crepsculo.
Desconcertado, sabiendo que los nios esperaban una explicacin inmediata, J os Arcadio Buenda se atrevi a murmurar: -Es el diamante ms grande del mundo. -No- corrigi el gitano-. Es hielo.
Indudablemente, la literatura latinoamericana actual, se nutre de los aportes dejados por el gran tradicionista que ha sido Ricardo Palma. Aunque no necesariamente, utilicen el gnero narrativo de la Tradicin
6.3.4 Hacia la bsqueda del reconocimiento de peruanismos, neologismos y otros americanismos Ricardo Palma, llegaba a Espaa en 1892 como acadmico correspondiente de la lengua y llevaba consigo, muchas expectativas. Nombrado por su gobierno ministro residente y delegado del Per en los Congresos Americanista, Literario y Geogrfico, pretenda participar tambin activamente durante su estancia en las sesiones de la Real Academia de la Lengua, la cual no pareca mal dispuesta para con las repblicas latinoamericanas ya que haba resuelto, amn de sus tradicionales ediciones, imprimir inclusive "una antologa americana y espaola con las composiciones ms escogidas de los mejores poetas, y una historia compendiada del movimiento literario de cada nacin en que se hablaba la lengua espaola, encargando este trabajo a las academias correspondientes " Palma, que especulaba que las fiestas peninsulares propiciaran un encuentro fructfero entre espaoles y americanos, por lo menos en cuanto a cuestiones lingsticas, se mostr bastante reivindicativo en 360 Espaa. El 5 de noviembre de 1892 tom la palabra en el Congreso Literario para expresar de este modo sus sentimientos: Mucho debe esperarse, como resultado prctico, de las resoluciones de este Congreso; pero para que estas resoluciones se lleven a la prctica y tengan resonancia en Amrica, es indispensable que en Espaa haya ms espritu de tolerancia para las innovaciones que los americanos propagamos en el lenguaje. [] Los pueblos americanos, pueblos jvenes, con ideales distintos, con aspiraciones diversas, con manera de ser poltica, y quizs hasta social, apartada en mucho de la manera de ser poltica y social de Espaa, reclaman, hasta en su lenguaje especial, que Espaa no considere como heresiarcas de la lengua a los que proclamamos el uso de voces nuestras, aceptadas en nuestro idioma. [] Somos 33 millones de hombres; y por qu se nos ha de desconocer el derecho de usar, como legtimas y castizas, voces que nosotros no hemos inventado, sino que fueron de Espaa? Pese a su gran exaltacin o acaso por ello mismo, las reivindicaciones del escritor peruano se fueron convirtiendo rpidamente en amarga desilusin, especialmente despus de su participacin en las reuniones de la Real Academia donde intent vanamente que se reconocieran en el diccionario algunas voces americanas de uso corriente en Amrica Latina aun entre los ms doctos, vocablos tales como presupuestar, panegirizar, plebiscitar, clausurar o exculpar y que acabaran siendo reconocidos aos ms tarde. En la sesin del 15 de diciembre de 1892 la decepcin lleg a ser tan fuerte que: El Sr. Palma, crey deber manifestar que la Academia del Per no volvera a reunirse y que en aquel pas se creara una lengua que fuese instrumento eficaz para la manifestacin de todas sus ideas y de todas sus necesidades. Contestle el Sr. Castelar que el Per, mientras existiera, seguira usando la lengua castellana y ufanndose con la gloriosa literatura que es patrimonio comn de cuantos pueblos tienen la dicha de hablar como hablan Cervantes y Caldern . 361 En el libro Neologismos y Americanismos, que publicara en 1897, los anhelos iniciales del viajero latinoamericano acabaran finalmente en estas resignadas conclusiones: Las fiestas del Centenario Colombino han dado el tristsimo fruto de entibiar relaciones. Los americanos hicimos todo lo posible, en la esfera de la cordialidad, porque Espaa, si no se unificaba con nosotros en lenguaje, por lo menos nos considerara como los habitantes de Badajoz o de Teruel, cuyos neologismos hallaron cabida en el Lxico. Ya que otros vnculos no nos unen, robustezcamos los del lenguaje. A eso y nada ms aspirbamos los hispanfilos del nuevo mundo; pero el rechazo sistemtico de las palabras que, doctos e indoctos, usamos en Amrica, palabras que, en su mayor parte, se encuentran en nuestro cuerpo de leyes, implicaba desairoso reproche. Y la situacin, segn Palma, era todava ms grave, cuanto que, si los de su generacin tachados a veces de tradicionalistas y colonialistas, y hasta de ms papistas que el Papa, todava seguan enamorados de la lengua de Cervantes, los jvenes escritores latinoamericanos se cuidaban poco o nada de hojear el diccionario, crean que a los nuevos ideales correspondan tambin novedad en la expresin y en la forma, y encontraban fsil la autoridad de la Academia siempre aferrada a un tradicionalismo conservador y a un pasado que agoniza. Hablemos y escribamos en americano, conclua Palma; es decir en lenguaje para el que creamos las voces que estimemos apropiadas a nuestra manera de ser social, a nuestras instituciones democrticas. [] Nuestro vocabulario no ser para la exportacin, pero s para el consumo de cincuenta millones de seres, en la Amrica Latina. Creemos los vocablos que necesitemos crear, sin pedir a nadie permiso y sin escrpulos de impropiedad en el trmino. Como tenemos pabelln propio y moneda propia, seamos tambin propietarios de nuestro criollo lenguaje. Las divergencias y desilusiones de Ricardo Palma en torno a la cuestin del idioma espaol conformaban unos de los primeros eslabones de una 362 discusin que se prolongara a lo largo del siglo XX y hasta el mismo congreso de Zacatecas, hasta donde el ininterrumpido dilogo de voces espaolas y americanas no lograra eludir nunca, empero, estas sonadas disonancias. Ricardo Palma, durante sesiones mantenidas en Espaa en 1892, confesaba por su parte que si aplauda y admiraba en Emilio Castelar al orador, no acataba en l al hombre de doctrina y como poltico lo consideraba, ni ms ni menos, una ilustre calamidad. Le agradeca, no obstante, su actitud en las sesiones de la Academia en donde no se haba mostrado tan intransigente como otros acadmicos espaoles, defendiendo incluso la admisin de algunos neologismos propuestos por el limeo. El escritor peruano se hizo tambin ntimo amigo de J os Zorrilla, el cual en sus ltimos meses de vida, le ofreca, entre otros versos, estas palabras embebidas de optimismo: "Ni lo que fue (el tiempo) me angustia, ni el porvenir me espanta." Al evocar su desaparicin, ocurrida unos das despus, Palma afirmara a su vez que: "Con Zorrilla no haba desaparecido un hombre, sino una generacin a la que sirvi de smbolo en los ideales del arte y de lo bello". Un apunte histrico: Palma logra introducir algunos peruanismos En el ao 2003, apareci, en una coedicin de la Academia Peruana de la Lengua y la Universidad de San Martn de Porres, el volumen Papeletas lexicogrficas, de nuestro ilustre tradicionista. El libro fue publicado originalmente en 1903, pero su contenido era el producto de un trabajo iniciado por Palma el siglo anterior. Rene ms de 2.000 vocablos que, entre peruanismos, neologismos y americanismos, dan fe de su inmenso e indeclinable amor por la lengua castellana. La filologa Martha Hildebrandt, que prologa la edicin facsimilar de las papeletas de Palma, nos ofrece muchas pistas no solamente sobre las virtudes del escritor para el trabajo lexicogrfico, sino tambin en torno del esfuerzo 363 hecho por Palma para lograr que la Academia aceptase incluir algunas de las muchas voces que propuso. Como inicialmente apuntamos, en 1892, con motivo de celebrarse el cuarto centenario del descubrimiento de Amrica, Ricardo Palma viaj a Espaa como delegado oficial del Per y ostentando, adems, el rango de ministro. Aos antes, en 1878, recibi el encargo de constituir la filial peruana de la Academia, que logr instalar en agosto de 1887. En 1889, segn nos cuenta Hildebrandt, la actitud de la Academia frente a las propuestas de la filial peruana haba sido abierta y positiva, al punto de que Palma se alegraba de que, en solo dos aos de funcionamiento, haba logrado que fueran aceptados alrededor de trescientos peruanismos, "o mejor dicho americanismos, pues hay palabras que en idntico sentido se usan en todas nuestras repblicas", como escribira despus Aurelio Mir Quesada. La designacin del Gobierno inclua la asistencia de Palma a diversos congresos que iban a celebrarse en Espaa con motivo de ese cuarto centenario. Durante su estancia en la pennsula, Palma asisti a unas veinte sesiones de la Real Academia Espaola, pero el recuerdo de su participacin no sera muy grato, pues se top con la intransigencia y la incomprensin de los acadmicos espaoles hacia sus propuestas de vocablos nuevos. Pese a ello, Palma se granje la amistad y la simpata de otros de sus miembros, escritores como l -J uan Valera, Ramn de Campoamor, Nez de Arce, entre otros-, razn por la que, recordando el hecho en sus Tradiciones, dira, con una pizca de humor y resignacin, que en aquella oportunidad haba sido derrotado "en buena compaa". Al volver al Per, Palma trabaja intensamente en la preparacin de sus papeletas y en 1896 da a conocer el volumen Neologismos y americanismos que, en esencia, contena las mismas palabras que llev consigo a Madrid. El gesto de la Academia haba desatado ya en Palma 364 el germen de la rebelda y, en realidad, como demuestra Hildebrandt, nunca se cur de la herida provocada por el rechazo de los acadmicos. Eso explica que la publicacin de sus trabajos lexicogrficos fuera acompaada siempre por duras crticas a la Academia y que en el prlogo a sus "Neologismos...", por ejemplo, diga cosas como: "Hablemos y escribamos en americano (...) Llamemos, sin temor de hablar escribir mal, pampero al huracn de las pampas, y conjuguemos sin escrpulo empamparse, asorocharse, apunarse, desbarrancarse y garuar, verbos que en Espaa no se conocen, porque no son precisos en un pas en que no hay pampas, ni soroche, ni punas, ni barrancos sin peas ni gara". Y aunque luego la actitud de Palma cambiara, al ver que la Academia comenzaba a aceptar algunas de las palabras que propuso, nunca cedi un pice en afirmar el derecho que tenan los hispanohablantes americanos de "ver 'legalizado' el uso de los vocablos propios en las pginas del lxico oficial", como seala Hildebrandt. Palma adopt el trmino peruanismo a partir del trabajo pionero de J uan de Arona ("Diccionario de peruanismos", 1883) y, de la mano de sus brillantes intuiciones, muchas palabras nuestras se incorporaron al repertorio de la Academia. Por eso Palma vale un Per.
6.3.5 El Valor de las Tradiciones Peruanas en el desarrollo de la cultura
En concordancia con Bogdan Piotrowski 215 , sin arriesgarnos demasiado, podemos reconocer que la literatura representa uno de los elementos ms ilustrativos y de mayor alcance social en el funcionamiento de la cultura. La literatura es el testimonio lingstico ms fidedigno de los quehaceres del hombre, del desarrollo de las ideas, de la interpretacin
215 Bogdan Piotrowski. I Coloquio Internacional de Literatura Hispanoamericana y sus Valores. Universidad de La Sabana. Bogot, Colombia, 2004
365 del universo, de la evolucin de la tica y de la esttica. Por otra parte, tampoco nos costar mucho esfuerzo admitir, segn la interpretacin antropolgica, que la cultura est constituida por las manifestaciones de toda actividad libre y racional del hombre.
Por ende, nos parece legtima la pregunta: de qu manera una obra literaria contribuye, en el sentido distributivo, a la consolidacin de una sociedad? Y, para ser ms precisos, tratemos de averiguar por qu las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma constituyen un valor cultural y qu papel desempean en la sociedad peruana?. La literatura forma una importante parte constitutiva de la cultura y, como tal, aunque esto no sea muy frecuente, puede y debe ser estudiada desde el punto de vista de la teora de la cultura.
Algunas consideraciones o pautas culturales
Cuando nos acercamos a otra cultura son, precisamente, los elementos diferentes, los distintos a los cuales estamos acostumbrados, los que nos llaman la atencin. Esta actitud es muy bien conocida entre los etngrafos y muchos de ellos nos han dejado valiossimas descripciones y largas enumeraciones de los diferentes fenmenos culturales. En este sentido, la historia de la cultura nos da numerosos ejemplos desde E. Taylor. Siguiendo este modelo de la bsqueda, surge, de forma natural, la inquietud sobre el lugar de las Tradiciones en la literatura. Y podramos extender nuestra interrogacin acerca de la originalidad de la obra de Palma hacia los lmites que nos impone el concepto de la literatura nacional, la continental o quiz hasta la universal. Nuestras consideraciones sobre su presencia en estos conjuntos y sus diferentes aspectos las presentaremos ms adelante aunque desde ya podemos sealar que la obra de Palma constituye un conjunto de los elementos originales e independientes.
Muy conocidas son las interpretaciones de la cultura como un sistema de elementos y de sus interrelaciones. Hallar la esencia de esta 366 integracin no es nada fcil, pero probablemente la literatura permite revelar de modo ms convincente su sentido unitario, y en caso del autor de las Tradiciones su obra resulta sumamente firme y consecuente. Trataremos de demostrar cmo los escritos de Palma estn relacionados con los dems elementos constitutivos de la cultura peruana, latinoamericana o universal, pero tambin de qu modo ejercan su influencia. Numerosos son los ejemplos de estas relaciones. La configuracin de ellas permite compartir y reclama la identidad.
La tercera actitud cultural, la que indaga la cultura por su significado y busca el sentido de sus diversas manifestaciones, nos permite precisar la pregunta inicial de este trabajo sobre el cdigo que crea Ricardo Palma y qu tipo de comunicacin logra establecer por intermedio de su obra. Es cierto que no basta con analizar los elementos de la cultura y sus relaciones, tambin es necesario estudiar cmo stos son comprendidos en la sociedad y qu motivacin ejercen entre los miembros de la sociedad en que funcionan. Es comprensible, que en esta interpretacin se destaque la importancia de la comunicacin interpersonal, pero tambin el significado que puede tener un objeto cultural, en este caso las Tradiciones, dentro de la sociedad. Naturalmente, concebimos su papel de forma dinmica y activa, tanto en el sentido objetivo cuanto en el subjetivo. Nos referimos a la cultura como a un universo simblico.
Esta ltima propuesta tiene sus grandes atractivos y quiz facilita ms la comprensin de la literatura misma. En nuestras consideraciones prevalecern los aspectos relacionados con la comunicacin del medio cultural e histrico que se refleja en los escritos que nos dej el tradicionista, pero tambin en los mensajes que derivan de sus pginas y cuya vigencia se mantiene todava. De este modo se puede admitir que la tradicin logr ejercer la funcin culturgena o culturoformativa, a nivel nacional, pero tambin continental.
367 Ricardo Palma emple todos los niveles del espaol: la lengua culta y la cotidiana, la popular; a veces, hasta acuda a sugerir, en casos necesarios y justificados por algunas razones estticas o conceptuales, a algunas expresiones de la lengua vulgar. Tampoco le quedaban ajenas la terminologas especializadas, tomadas de los lenguajes ms variados, desde el hpico o el nutico hasta el herldico, militar o filosfico. Sus aportes en todos los campos lingsticos y metalingsticos siguen enriqueciendo el habla de los peruanos. Estos rasgos los tenemos que considerar como sumamente caractersticos para la tradicin. De cierta manera pueden ser considerados, al lado de los temas y del estilo, como elementos constitutivos, indispensables para practicar, y en consecuencia, para indicar qu texto es o no es una tradicin.
Acerca de la identidad
El tema de la autonoma de la creacin frente a la simbologa de la sociedad, al universo cultural, es uno de los importantes elementos en la apreciacin del legado literario de Ricardo Palma. En la esfera simblica de la vida social siempre participan todos los miembros de la sociedad, tanto los grandes creadores como Ricardo Palma, cuanto los hombres corrientes, frecuentemente annimos como, por ejemplo, sus lectores. Todos pertenecemos a un grupo social y a la red axiolgico-normativa que esto implica. Es comprensible que cada individuo oscile entre la actitud de la continuidad social o del cambio, entre el conformismo que permite perdurar y la actitud rebelde que representa el descontento y la necesidad de la modificacin. Aceptar y continuar o ms bien innovar. Sabemos que el tradicionista se inclinaba por la segunda opcin, se identificaba con el liberalismo y dej muchas muestras de ello. Al mismo tiempo vale la pena subrayar que siempre representaba la actitud de su autonoma creativa.
La cultura concebida como el sistema simblico de la comunicacin implica la existencia de los sujetos de esta ltima. Palma tena sus 368 profundas races en la cultura peruana, de ella extraa los temas de su inspiracin, pero sus textos activamente consolidaban el presente de la cultura nacional y extendan sus influencias posteriormente. No cabe ninguna duda que las Tradiciones peruanas ejercan y siguen ejerciendo la funcin unificadora en la cultura. An ms, tambin podramos hablar de la funcin orientadora y de la funcin normativa frente al sistema social. El pasado del pas queda aprovechado de mltiples maneras, pero siempre con el afn de consolidar la conciencia colectiva y, por ende, el sentido de nacionalidad. Algunas historias sirven como modelo orientador, unas indican las nefastas consecuencias, otras an aprovechan los ejemplos para hacer reflexionar al autor y buscar soluciones viables en circunstancias similares.
No podemos olvidar que en la poca de Ricardo Palma, la sociedad en el Per, al igual que en los dems pases hispanoamericanos, no haca mucho tiempo haba estrenado la independencia de la antigua Corona, sin embargo, no se autodefina a plenitud, todava no viva de modo convincente su sentido de nacin. Era importante establecer el carcter propio y, desde luego, los rasgos diferenciales respecto de los dems. Si ya se aproximaba al dominio de su territorio definitivo, quedaban por definir algunas partes de las fronteras.
El mismo espaol, lengua comn de muchos otros pases americanos, no pudo ser considerado como elemento por excelencia nacional, como suceda en los pases del Viejo Continente. En el Per existan diferentes grupos sociales y raciales, con distintos intereses, pero la poblacin que ocupaba el territorio del pas estaba ligada con vnculos estructurales y organizacionales colectivos. Los unan siglos del pasado comn que se reflejaba en la organizacin de la sociedad, en las creencias, en la arquitectura, en las artes plsticas, en los alimentos y en muchsimos objetos de la vida diaria.
Los grupos ms influyentes impusieron su concepcin de estado. Pero la soberana exige la elaboracin de un sistema propio de cultura, con el fin 369 de ir cristalizando sus propios valores, normas, reglas de conducta, etc. A las lites intelectuales, a las que perteneca naturalmente Ricardo Palma, corresponda despertar la conciencia nacional, especialmente en las capas bajas y en los grupos minoritarios de la sociedad peruana, invitndolos a consolidar el sistema social comn, sin renunciar a su identidad y, de este modo, crear varios subsistemas que correspondieron a la real pluralidad tnica del pas.
Se percibe que Ricardo Palma aspiraba a que los variados elementos culturales peruanos fortalecieran la concepcin unitaria del estado. Y, por ende, del sentido de pertenencia de los habitantes del pas heredero de los Incas.
Los valores peruanos
La cultura son los valores. Para poder hablar de la cultura peruana hay que hablar del mundo de los valores peruanos. Los valores nacionales, por lo general, son deseados y respetados por la totalidad de la sociedad. Son supratemporales y supraindividuales. Tienen y deben tener la fuerza del precepto. La vigencia del sistema de los valores es aceptada comnmente por todos los miembros de la comunidad. La literatura, en este sentido, afirma su importancia y los divulga. El valor cultural es sancionado socialmente y ayuda a los individuos a orientarse en los momentos de la toma de decisiones y a fortalecer su personalidad.
Despus de las etapas iniciales de la Independencia qued obvio que la diferente realidad sociopoltica del Per esperaba cambios del perfil de la cultura. Palma actuaba y creaba en funcin de este llamado. Sus esfuerzos se encaminaban hacia la afirmacin de la identidad cultural. Indudablemente el sentido romntico del liderazgo que encarnaba el autor lo motivaba ms a cumplir con este propsito. El narrador de las Tradiciones peruanas siente y sabe ms que un lector, el ciudadano 370 corriente, y transmite la idea de que sus comentarios ayudan a construir el bien comn.
Sin embargo, debemos tambin advertir que la preocupacin por lo peruano del gran escritor limeo no es excluyente, no se asla de las otras culturas, ni de las vecinas hispanoamericanas, ni de las de los otros continentes (especialmente de Europa). El autor est plenamente consciente de la necesidad de un dilogo permanente, porque en caso contrario mutilara su creacin. Sus viajes y la abundante correspondencia que mantuvo con el exterior son ejemplos evidentes de su actitud de apertura.
Es bien sabido que no todos los valores son iguales. Para una adecuada visin axiolgica y su prctica permanente, es necesario disponer de una clara jerarqua de los valores. Hablando de los valores peruanos, los hallamos de diferente tipo y en distintos mbitos. Todos ellos caracterizan la cultura del Per y son identificados no solo por sus nacionales sino tambin por los extranjeros que los consideran como tpicos. Solamente para visualizar la idea, podemos acudir a las cautivadoras cermicas provenientes de las diferentes culturas precolombinas, las reliquias arquitectnicas como las pirmides mochicas, vestigios urbansticos Chim, o el sagrado incaico Machu Picchu, sin hablar de las numerosas y riqusimas construcciones coloniales o las abundantes manifestaciones del arte plstico de esa poca.
En la historia de la literatura peruana la lista de las obras que son reconocidas universalmente es considerable, pero la creacin de Ricardo Palma se perfila como una de las ms representativas. Podramos aadir algo ms: no hay ninguna exageracin en aseverar que el tradicionista fue uno de los reales tericos de la cultura de su pas. Cre una imagen completa y unitaria de la cultura peruana. Sus textos incluan tanto los elementos que revelan su desarrollo cuanto los peligros que la acechaban. Perfilaba su misin. Los valores culturales 371 que conllevan sus frases se incrustaban en la naciente imagen ideolgica del sistema socio-cultural, y algunos an siguen muy vigentes.
6.4 Palma en Internet
La pervivencia de las obras de Palma est asegurada. Pero no slo en las grandes bibliotecas en donde se conservan parte de sus obras. Si no que la obra perdura para las generaciones actuales y venideras a travs de internet y nuevos desarrollos tecnolgicos
6.4.1 Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (Espaa)
En ese sentido, y con el objetivo de afianzar la presencia de la cultura peruana en el ciberespacio, la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, en el portal de la Biblioteca Nacional del Per (BNP), ha inaugurado en 2007, la seccin Biblioteca de Autores con una pgina sobre Ricardo Palma, que contiene, entre otras, las Tradiciones peruanas en varios volmenes, Poesas completas, Filigranas, ejemplares de la Revista de la Casa Museo de Ricardo Palma y diversos estudios sobre el escritor as como tambin fotografas y videos relacionados con su vasta obra.
El proyecto ha sido dirigido por Oswaldo Holgun Callo, profesor de la Pontificia Universidad Catlica del Per y miembro de la Academia Nacional de la Historia, en coordinacin con la Direccin de Biblioteca Virtual de la BNP. Se trata de un completo acercamiento al gran escritor peruano a travs de su biografa y de su produccin literaria.
372
Adems de la Biblioteca Nacional del Per, que guarda la biblioteca personal y el archivo de Palma, han colaborado en este proyecto, la Fundacin Ricardo Palma, el Patronato de la Casa Museo Ricardo Palma, el Instituto Ricardo Palma y la Universidad Ricardo Palma.
La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes mantiene en Internet una gran variedad obras clsicas en castellano con el objetivo de desarrollar la expansin universal de la cultura hispnica. Desde enero del 2006, la Biblioteca Nacional del Per tiene un portal con un amplio fondo bibliogrfico que contiene obras de Manuel Gonzlez Prada, Flora Tristn, Clorinda Matto de Turner, J uan de Arona, Csar Mir, Estuardo Nez, Antonio Raimondi, Alberto Tauro, entre otros importantes autores peruanos
Adems se pueden consultar documentos de la poca colonial de la historia peruana como la revista ilustrada, Mercurio Peruano y testimonios sobre el Per del siglo XIX, entre otros muchos materiales.
373 La direccin para acceder al sitio web es: http://www.cervantesvirtual.com/bib_autor/ricardopalma/
6.4.2 Biblioteca Nacional del Per (BNP) Biblioteca virtual La Biblioteca Nacional del Per ha puesto al servicio de la comunidad universal su Biblioteca Virtual, a travs de la cual se podr acceder en tiempo real a la diversidad de fondos que la BNP custodia.
La Biblioteca Virtual tiene el objetivo de eliminar las barreras que impone el tiempo y la distancia, adems de ofrecer a nuestros visitantes, de manera progresiva, la variedad de servicios y actividades que tenemos actualmente. Las bibliotecas especializadas se caracterizan por disponer de un tipo de informacin de elevado nivel, muy difcil de encontrar fuera de ellas. Sus usuarios son grandes consumidores de informacin para el desarrollo de su vida profesional, a menudo geogrficamente dispersa. Las bibliotecas 374 relacionadas con las humanidades se distinguen por el mediano nivel de obsolescencia de sus fondos, la informacin no es menos interesante por ms antigua. Estas circunstancias provocan que determinadas colecciones del fondo antiguo se encuentren entre las ms consultadas en esta clase de instituciones; con frecuencia se trata de libros, manuscritos o publicaciones peridicas, extremadamente frgiles por problemas de conservacin o por el tipo de encuadernacin, lo que dificulta la lectura del resto de nmeros que forman el volumen. La Biblioteca Nacional del Per fusiona ambos tipos de biblioteca, al asumir adicionalmente el rol de biblioteca pblica; por ello los problemas que afronta en cuanto a la difusin de informacin son variados y a la vez las soluciones complejas. Obras tan importantes como las Tradiciones Peruanas, son accesibles a travs del sitio web de la Biblioteca Nacional del Per, que guarda la biblioteca personal y el archivo de Palma La tecnologa digital ofrece la posibilidad de dotar a la Biblioteca Nacional del Per de una plataforma virtual de servicio de informacin, con el objetivo de acercar los fondos bibliogrficos de intelectuales de la talla de Palma, a todos los usuarios, rompiendo las fronteras que impone el tiempo y la distancia. Los usuarios podrn acceder en tiempo real, a la variedad de material de las obras de Palma,
6.5 Poltica Lingstica Panhispanica: El Diccionario Panhispanico de dudas
Como he planteado en apartados anteriores, en 1892, Palma y un grupo de intelectuales llegados a Espaa, con motivo de celebrarse el centenario del Descubrimiento de Amrica, intentaron introducir una serie de palabras de uso comn que se utilizaba en la Amrica Espaola. No lograron su intento. Pero, hoy veran colmados sus deseos con la poltica lingstica 375 Panhispanica, puesta en marcha por las academias de la lengua de los pases latinoamericanos.
En los ltimos aos, la Real Academia Espaola y las veintiuna Academias de Amrica y Filipinas que con ella integran la Asociacin de Academias de la Lengua Espaola vienen desarrollando una poltica lingstica que implica la colaboracin de todas ellas, en pie de igualdad y como ejercicio de una responsabilidad comn, en las obras que sustentan y deben expresar la unidad de nuestro idioma en su rica variedad: el Diccionario, la Gramtica y la Ortografa.
Este decidido compromiso acadmico de avanzar en una accin conjunta trasciende el mbito lingstico para constituirse en un refuerzo de lo que es la ms slida base de unin de los pueblos hispnicos en la Comunidad Iberoamericana de Naciones: el idioma. Las facilidades de comunicacin ofrecidas por las nuevas tecnologas han favorecido el trabajo concertado de las Academias, que, de este modo, han forjado una poderosa y activa red de colaboracin que, ms all de cualquier retrica fcil, materializa una poltica de alcance internacional.
Unidad en la diversidad
Una tradicin secular, oficialmente reconocida, confa a las Academias la responsabilidad de fijar la norma que regula el uso correcto del idioma. Las Academias desempean ese trabajo desde la conciencia de que la norma del espaol no tiene un eje nico, el de su realizacin espaola, sino que su carcter es policntrico. Se consideran, pues, plenamente legtimos los diferentes usos de las regiones lingsticas, con la nica condicin de que estn generalizados entre los hablantes cultos de su rea y no supongan una ruptura del sistema en su conjunto, esto es, que ponga en peligro su unidad.
En una tarea de intercambio permanente, las veintids Academias de la Lengua Espaola articulan un consenso que fija la norma comn para todos 376 los hispanohablantes en cuestiones de lxico, de gramtica o de ortografa, armonizando la unidad del idioma con la fecunda diversidad en que se realiza.
Propsito del Diccionario panhispnico de dudas
El Diccionario panhispnico de dudas se propone servir de instrumento eficaz para todas aquellas personas interesadas en mejorar su conocimiento y dominio de la lengua espaola. En l se da respuesta a las dudas ms habituales que plantea el uso del espaol en cada uno de los planos o niveles que pueden distinguirse en el anlisis de los elementos lingsticos: el FONOGRFICO, pues resuelve dudas de tipo ortolgico (sobre pronunciacin) y ortogrfico (sobre grafas, acentuacin y puntuacin); el MORFOLGICO, ya que orienta sobre las vacilaciones ms frecuentes que se dan en el plano de la morfologa nominal (plurales, femeninos y formas derivadas) y de la morfologa verbal (formas de la conjugacin); el SINTCTICO, al aclarar dudas sobre construccin y rgimen, concordancia, forma y uso de locuciones, etc.; y el LEXICOSEMNTICO, pues en l se examinan y corrigen numerosas impropiedades lxicas, a la vez que se ofrece orientacin sobre el uso de neologismos y extranjerismos.
El Diccionario panhispnico de dudas se dirige tanto a quienes buscan resolver con rapidez una duda concreta y, por consiguiente, estn solo interesados en obtener una recomendacin de buen uso, como a quienes desean conocer los argumentos que sostienen esas recomendaciones. Cada lector obtendr, pues, una respuesta adecuada a sus intereses, particulares o profesionales, y a su nivel de preparacin lingstica
Carcter normativo
El Diccionario panhispnico de dudas es un diccionario normativo en la medida en que sus juicios y recomendaciones estn basados en la norma que regula hoy el uso correcto de la lengua espaola.
377 La norma no es sino el conjunto de preferencias lingsticas vigentes en una comunidad de hablantes, adoptadas por consenso implcito entre sus miembros y convertidas en modelos de buen uso. Si no existiera ese conjunto de preferencias comunes, y cada hablante emplease sistemticamente opciones particulares, la comunicacin se hara difcil y, en ltimo extremo, imposible. La norma surge, pues, del uso comnmente aceptado y se impone a l, no por decisin o capricho de ninguna autoridad lingstica, sino porque asegura la existencia de un cdigo compartido que preserva la eficacia de la lengua como instrumento de comunicacin.
Como toda institucin humana, la lengua experimenta cambios en el transcurso de su evolucin histrica, de manera que ese conjunto de preferencias lingsticas convertidas en modelos de buen uso que constituyen la norma no es igual en todas las pocas: modos de expresin normales en el espaol medieval y clsico e incluso en el de pocas ms prximas, como los siglos XVIII o XIX, documentados en escritores de calidad y prestigio indiscutibles, han desaparecido del espaol actual o han quedado fuera del uso general culto; y, viceversa, usos condenados en el pasado por los preceptistas del momento forman parte hoy, con toda naturalidad, del conjunto de hbitos expresivos de los hablantes cultos contemporneos.
El Diccionario panhispnico de dudas, teniendo muy presente la realidad del cambio lingstico, que opera en todos los niveles (fnico, grfico, morfolgico, sintctico y lxico), basa sus juicios y valoraciones en la norma efectivamente vigente en el espaol actual, considerado este como la lengua que emplean las generaciones vivas de habla espaola. En ningn caso se ha conformado con repetir juicios heredados de la tradicin normativa, sino que, gracias a los recursos tcnicos con que cuenta hoy la Real Academia Espaola, en especial su gran banco de datos del espaol, integrado por textos de todas las pocas y de todas las reas lingsticas del mbito hispnico, ha podido analizar la pervivencia y extensin real de los usos comentados y ofrecer, por tanto, soluciones y recomendaciones fundadas en la realidad lingstica presente. 378
La norma culta, segn la RAE
El espaol no es idntico en todos los lugares en que se habla. En cada pas, e incluso en cada zona geogrfica y culturalmente delimitada dentro de cada pas, las preferencias lingsticas de sus habitantes son distintas, en algn aspecto, de las preferencias de los hablantes de otras zonas y pases. Adems, las divergencias en el uso no se deben nicamente a razones geogrficas. Tambin dependen en gran medida del modo de expresin (oral o escrito), de la situacin comunicativa (formal o informal) y del nivel sociocultural de los hablantes.
Por su carcter de lengua supranacional, hablada en ms de veinte pases, el espaol constituye, en realidad, un conjunto de normas diversas, que comparten, no obstante, una amplia base comn: la que se manifiesta en la expresin culta de nivel formal, extraordinariamente homognea en todo el mbito hispnico, con variaciones mnimas entre las diferentes zonas, casi siempre de tipo fnico y lxico. Es por ello la expresin culta formal la que constituye el espaol estndar: la lengua que todos empleamos, o aspiramos a emplear, cuando sentimos la necesidad de expresarnos con correccin; la lengua que se ensea en las escuelas; la que, con mayor o menor acierto, utilizamos al hablar en pblico o emplean los medios de comunicacin; la lengua de los ensayos y de los libros cientficos y tcnicos. Es, en definitiva, la que configura la norma, el cdigo compartido que hace posible que hispanohablantes de muy distintas procedencias se entiendan sin dificultad y se reconozcan miembros de una misma comunidad lingstica.
A pesar de la imposibilidad de dar cuenta sistemtica de todas las variedades que de uno y otro tipo puedan efectivamente darse en las distintas regiones de habla hispana, el Diccionario panhispnico de dudas trata de orientar al lector para que pueda discernir, entre usos divergentes, cules pertenecen al espaol estndar (la lengua general culta) y cules estn marcados geogrfica o socioculturalmente. 379
Respuestas matizadas
La mayora de las dudas e inseguridades lingsticas que tienen los hablantes nacen, precisamente, de la perplejidad que les produce encontrarse con modos de expresin distintos de los suyos. Desean saber, entonces, cul es el uso correcto, suponiendo, en consecuencia, que los dems no lo son.
Pero debe tenerse siempre en cuenta que el empleo de una determinada forma de expresin resultar ms o menos aceptable dependiendo de distintos factores. As, las variedades regionales tienen su mbito propio de uso, pero resultan anmalas fuera de sus lmites. Muchos modos de expresin que no son aceptables en la comunicacin formal, sea escrita u oral, se juzgan perfectamente normales en la conversacin coloquial, ms espontnea y, por ello, ms propensa al descuido y a la laxitud en la aplicacin de ciertas normas de obligado cumplimiento en otros contextos comunicativos. Muchos usos ajenos al espaol estndar se deben, en ocasiones, a la contaminacin de estructuras de una lengua a otra que se produce en hablantes o comunidades bilinges. Y hay, en fin, formas de expresin claramente desprestigiadas por considerarse propias del habla de personas de escasa instruccin. A todo esto se aade el hecho ya comentado de la evolucin lingstica, que convierte en norma usos, antao censurados, y expulsa de ella usos en otro tiempo aceptados.
Debido a la naturaleza relativa y cambiante de la norma, el Diccionario panhispnico de dudas evita conscientemente, en la mayora de los casos, el uso de los calificativos correcto o incorrecto, que tienden a ser interpretados de forma categrica. Son ms las veces en que se emplean expresiones matizadas, como Se desaconseja por desusado...; No es normal hoy y debe evitarse...; No es propio del habla culta...; Esta es la forma mayoritaria y preferible, aunque tambin se usa..., etc. Como se ve, en los juicios y recomendaciones sobre los fenmenos analizados se 380 conjugan, ponderadamente, los criterios de vigencia, de extensin y de frecuencia en el uso general culto.
Los juicios normativos admiten, pues, una amplia gradacin, que va desde la censura de lo claramente incorrecto por ser fruto del error, del descuido o del desconocimiento de las normas gramaticales, hasta la recomendacin de lo que es simplemente preferible por estar de acuerdo con el uso mayoritario de los hablantes cultos de hoy, preferencia que pueden mantener, o variar, los hablantes cultos de maana. Precisamente, muchas de las vacilaciones registradas se deben a la existencia de etapas de transicin, en las que coinciden en un mismo momento usos declinantes y usos emergentes, sin que puedan darse por definitivamente caducos los unos ni por plenamente asentados los otros; de ah que en ms de una ocasin se admitan como vlidas opciones diferentes.
Tratamiento de las variedades lingsticas
Por la misma razn, se reconocen, cuando existen, las divergencias entre la norma espaola y la norma americana, o entre la norma de un determinado pas o conjunto de pases y la que rige en el resto del mbito hispnico, considerando en pie de igualdad y plenamente legtimos los diferentes usos regionales, a condicin de que estn generalizados entre los hablantes cultos de su rea y no supongan una ruptura del sistema de la lengua que ponga en riesgo su unidad. Solo se desaconsejan los particularismos dialectales que pueden impedir la comprensin mutua, por ser fuente de posibles malentendidos; nos referimos a los pocos casos en que una estructura lingstica adquiere en un rea concreta un valor o significado diferente, e incluso opuesto, al que tiene en el espaol general.
Tambin tiene presentes el Diccionario panhispnico de dudas las variaciones determinadas por el modo de expresin, la situacin comunicativa y el nivel sociocultural de los hablantes. As, se alude en numerosas ocasiones al tipo o nivel de lengua al que pertenecen los usos comentados, utilizando para ello distintas etiquetas, la mayora de 381 significado transparente o fcilmente deducible: lengua escrita, frente a lengua oral; lengua literaria (la que corresponde a la expresin escrita de nivel culto), frente a lengua o habla corriente (la que se emplea en la expresin comn u ordinaria); lengua o habla formal o esmerada (la propia de usos oficiales o protocolarios y de situaciones en las que el hablante debe expresarse con especial correccin), frente a lengua o habla informal, coloquial o familiar (la propia de la expresin espontnea y de situaciones en las que existe confianza o familiaridad entre los interlocutores); lengua o habla culta (la propia de los hablantes cultos), frente a lengua o habla popular o vulgar (la propia de las personas de bajo nivel cultural); y lengua o habla rural (la caracterstica de los habitantes de las reas rurales).
Ninguna de las variantes sealadas es en s misma censurable, pues cada una de ellas sirve al propsito comunicativo dentro de sus lmites, sean estos impuestos por la localizacin geogrfica, la situacin concreta en la que se produce la comunicacin o el grupo social al que pertenecen los interlocutores. En consecuencia, nadie debe sentirse sealado o menospreciado por los juicios expresados en esta obra. No obstante, es necesario saber que un buen manejo del idioma requiere el conocimiento de sus variados registros y su adecuacin a las circunstancias concretas en que se produce el intercambio lingstico, y que, en ltima instancia, solo el dominio del registro culto formal, que constituye la base de la norma y el soporte de la transmisin del conocimiento, permite a cada individuo desarrollar todo su potencial en el seno de su comunidad. Por esa razn, todas las recomendaciones que aqu se expresan deben entenderse referidas al ideal de mxima correccin que representa el uso culto formal.
6.6 El impacto de Ricardo Palma en Amrica Latina Palma tuvo muchos imitadores hispanoamericanos que, como l, escribieron tradiciones, aunque pocos en verdad lograron el difcil equilibrio del modelo. En todos los pases surgieron tradicionistas empeados en rescatar del olvido toda laya de consejas, leyendas, 382 ancdotas, etc., animados tambin por la pasin historicista y motivados, unos ms que otros, en un trabajo nacionalista y fundacional. En el Per, escribieron tradiciones contemporneos de Palma, tales como Manuel Atanasio Fuentes (el Murcilago), J os Antonio de Lavalle, Clorinda Matto de Turner, Eleazar Boloa, Anbal Glvez, Mariano Ambrosio Cateriano, Celso Vctor Torres, entre otros. Matto de Turner, Cateriano y Torres escribieron tradiciones de sus respectivos terruos, el Cuzco, Arequipa y Ancash, respectivamente, lo que prueba que la receta -y la necesidad- de escribir tradiciones tambin fue asimilada por las lites intelectuales provincianas. Al igual que en el Per, ms all de las fronteras nacionales se reconoci el liderazgo y magisterio de Palma, a quien se tuvo -y se tiene- como escritor insuperable y modelo acabado del gnero. Ricardo Palma contribuy considerablemente a la expansin de la especie "tradicin" por todo el mbito hispanoamericano, ya sea con sus contactos durante su estada en Chile (en 1860 a 1862), ya sea mediante la nutrida correspondencia mantenida con autores coetneos en todas las latitudes del continente, ya sea con sus relaciones con escritores americanos de su poca avecindados en Lima (como el venezolano J uan Vicente Camacho, la argentina J uana Manuela Gorriti, el boliviano J ulio Lucas J aimes, el ecuatoriano Nicols Augusto Gonzlez, todos cultivadores de la "tradicin") y por ltimo gracias a la multiplicacin de las ediciones de sus propias "tradiciones" que se difundieron a nivel continental en la segunda mitad del XIX, a partir de 1872. Por los aos 70 la fama de Palma se haba extendido por todos los mbitos de Amrica, llevando prendida la inquietud por cultivar la especie "tradicin". Varias publicaciones peridicas peruanas y especialmente El Correo del Per (revista aparecida entre 1871-1878) recogen en sus pginas nutrida colaboracin de "tradicionistas" no slo del Per sino tambin de otras regiones de Amrica. Floreca ya la "tradicin" no slo en Chile sino tambin en Argentina, en Mxico, en Guatemala. Una enumeracin de autores y de obras (aun siendo incompleta) demostrar por s sola la expansin de la corriente "tradicionista" en todas 383 las latitudes americanas y el impacto que produjo Palma entre sus coetneos del continente y entre las generaciones posteriores. En Chile produjeron "tradiciones" Miguel Luis Amuntegui (Narraciones histricas); Enrique del Solar, 1844-1893, (Leyendas y tradiciones); Aurelio Daz Meza (Leyendas y episodios chilenos); Manuel Concha, 1834-1891 (Tradiciones serenenses, Santiago, 1883); Clodomiro Concha, tambin de la Serena; Benjamn Vicua Mackenna, Carlos Mara Sayago, 1840-1926, de Copiap; Hermelo Arabena Williams (Tradiciones chilenas); Vicente Prez Rosales (Recuerdos del pasado); J usto Abel Rosales; Salvador Soto Rojas (Crnicas chilenas); J oaqun Daz Garcs, s. "El Peregrino"; Daniel Riquelme; Augusto Orrego Luco, 1848-1933; Valentn Murillo; J ulio Baados, Manuel Amuntegui y Domingo Amuntegui Solar, 1860-1946. En Mxico los nombres de "tradicionistas" son tambin numerosos: J os Mara Roa Brcena (Leyendas mexicanas, 1862); Vicente Riva Palacio, 1832-1896 (Los Cuentos del General, Madrid, 1896); Luis Gonzlez Obregn (Mxico viejo, Mxico ancdotico, Vetusteces, etc.); Heriberto Fras (Leyendas histricas mexicanas); J os J ess Daz, J uan Daz Covarrubias, Artemio del Valle Arispe (Tradiciones y leyendas mexicanas, Cuentos del Mxico Antiguo, etc.). En Guatemala, otro pas de gran legado histrico, surgieron tambin "tradicionistas" como Manuel Diguez, Fermn Aycinena (Relatos tradicionales); Agustn Mancs (Tradiciones de la Antigua Guatemala); Antonio Batres J aregui (Memorias de antao, New York, 1896). En Argentina destacan los nombres de los "tradicionistas" siguientes: J usto Pastor Obligado, 1841-1924 (con 10 series de Tradiciones argentinas); Bernardo Fras (Tradiciones histricas de Salta); Escandn Lassaga, Pedro M. Obligado, Florencio Escard. En Uruguay pueden mencionarse a Isidoro Demara (Tradiciones y recuerdos del Montevideo Antiguo) y a Vctor Arreguine (Narraciones nacionales). 384 En Ecuador debe mencionarse a Gabriel Gangotena J ijn (de Quito); Nicanor Augusto Gonzlez (de Guayaquil) y Modesto Chvez Franco. En Bolivia figuran J ulio Lucas J aimes 1840-1914, (Cuentos tracionales), Nataniel Aguirre, 1843-1888; J os R. Gutirrez, autor de tradiciones paceas y Abel Alarcn de tradiciones potosinas. En Colombia se aprecia el desarrollo del "tradicionismo" con Luis Capella Toledo (Tradiciones bogotanas), Enrique Otero D'Acosta (Leyendas). En Venezuela destacan J uan Vicente Camacho (Tradiciones y relatos), Eduardo Blanco, Arstides Rojas (Las Leyendas histricas de Venezuela, 1890). Carlos Pereira, Andrs A. Silva. En Cuba surgi un principal representante de esta tendencia: Alvaro de la Iglesia (Tradiciones cubanas). Y aun en Puerto Rico puede anotarse un foco importante de "tradicionismo" con Cayetano Coll y Toste, 1850-1930, (Leyendas y tradiciones portorriqueas, 3 vols. 1924 y 1925); Manuel Fernndez J uncos, 1846- 1928, (Costumbres y tradiciones, 1883). Una investigacin ms profunda en cada pas, podra revelar nuevos nombres y salvar del olvido obras importantes en esta materia. Tan considerable caudal de produccin merece un estudio detenido y amplio para dar lugar a un captulo nutrido y revelador de la literatura hispanoamericana que todava no se ha escrito.
6.7 Publicaciones y estudios sobre Palma en 1997-2007
Segn el investigador Holgun 216 , en los ltimos aos la comunidad acadmica ha visto con sumo placer un inusitado auge de estudios histricos y literarios plasmados por peruanos y extranjeros peruanistas. En
216 Oswaldo Holgun Callo. Pontificia Universidad Catlica del Per
385 el ancho e apasionante campo de las bellas letras, Ricardo Palma ha sido tema inspirador de analistas de varia autoridad, cuyos trabajos han incrementado considerablemente la riqueza del palmismo de antigua data.
Esta bibliografa constituye una presentacin, en algunos casos anotada, si no de todos, de la mayora de los libros, tesis, artculos, etc., publicados en el perodo 1997-2002. Varios son los libros que han visto la luz.
En primer lugar, Las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma. Claves de una coherencia (1999), de Isabelle Tauzin Castellanos, documentado estudio que aborda la Historia de las series de tradiciones y Las seas de identidad de las tradiciones. La autora es una conocida investigadora francesa que ha entregado medulares trabajos sobre la cultura literaria peruana del siglo XIX.
La historicidad de las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma (2000), de Merlin D. Compton, destacado palmista norteamericano, desarrolla un tema que su autor ha analizado ms de una vez. Una reedicin que merece aplauso es En torno a Ricardo Palma. La estancia en Chile (2000), del erudito polgrafo chileno Guillermo Feli Cruz, tercer volumen de sus Obras escogidas. Pginas sobre Ricardo Palma (vida y obra) (2001) rene 19 artculos que Oswaldo Holgun Callo haba publicado en diversas revistas peruanas y una espaola, as como en la pgina editorial de El Comercio de Lima.
Dora Bazn Montenegro, palmista de larga trayectoria, enriquece esta bibliografa con Mujeres, ideas y estilo en las tradiciones de Palma (2001), compilacin de tres tesis universitarias, dos de ellas doctorales, la segunda hasta hoy indita. Toms Guillermo Santillana Cantella, con Ayacucho en las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma (2002), revisin del sugestivo tema enunciado, confirma el valor nacional de la magistral obra.
En cuanto a obras colectivas, Estuardo Nez, ilustre decano de los acadmicos peruanos, ha entregado dos notables compilaciones: Ricardo 386 Palma, escritor continental. Las huellas de Palma en los tradicionistas hispanoamericanos (1998), segunda y rebautizada edicin de Tradiciones hispanoamericanas (1979), y Los tradicionistas peruanos (2001), con las cuales comprueba documentadamente el profundo influjo ejercido por Palma en numerosos escritores peruanos e hispanoamericanos, tradicionistas todos, de sucesivas generaciones de fines del siglo XIX y comienzos del XX.
El Instituto Ricardo Palma, creado por la Universidad del mismo nombre para estudiar y difundir la vida y obra de su ilustre patrono, public en 1999 Aula Palma. Discursos de incorporacin 1998-1999, y en 2002 Aula Palma II. 2000-2001, volmenes que recogen las composiciones ledas por sus miembros al momento de incorporarse, ponencias, discursos, etc
El Patronato de la Casa Museo Ricardo Palma, dirigido por J orge Cornejo Polar, con el respaldo de la Municipalidad de Miraflores, dio a la estampa las dos primeras entregas de la Revista de la Casa Museo Ricardo Palma (oct. 2000 y jul. 2001, respectivamente). En ambos casos, contiene un selecto conjunto de estudios palmistas de investigadores peruanos y extranjeros.
No han faltado las tesis, facturadas ambas en el extranjero: La originalidad narrativa de las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma. Similaridades entre la tcnica literaria de las Tradiciones peruanas y un cuento de J orge Luis Borges, "Pierre Menard, autor del Quijote" (1999), de Virginia Newhall Rademacher, para optar una maestra en la University of Virginia; y Relaciones literarias entre Espaa y el Per: la obra de Ricardo Palma (2002), de Cecilia Moreano de Vargas, joven profesora de la Pontificia Universidad Catlica del Per, para graduarse de magster en Filologa Hispnica por el Instituto de la Lengua Espaola del Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, de Madrid. En cuanto a folletos, Pedro Pablo Hoyos-Salcedo y Haydee Ayala-Richards, estudiosos colombianos, publicaron Ejes temticos en la obra de Ricardo Palma: ensayos de literatura hispanoamericana (1998) 1 ; J ulia Gonzales 387 Zuloeta, El refranero de don Ricardo (1999); y Carlos Parra Morzn, Ricardo Palma y Gonalves Dias (1999).
Numerosos son los artculos que han visto la luz en este sexenio. Muchos de ellos deben su existencia a la obligacin que tienen los miembros del Instituto Ricardo Palma de presentar formalmente, en la ceremonia pblica de su incorporacin, un trabajo original sobre Ricardo Palma.
Por cierto, tampoco faltan investigaciones publicadas en otros pases, seal elocuente de ser Palma y su obra un tema de convocatoria acadmica internacional. Muestra sealada de la erudita y ms reciente investigacin palmista es la Cronologa de las Tradiciones peruanas de J ulio Daz Falcon, cuyas siguientes entregas, Dios mediante, aparecern en futuras ediciones de la Revista de la Casa Museo Ricardo Palma.
Aunque no es mi propsito en este apartado de la tesis doctoral, presentar en detalle las ediciones y reediciones de las obras de Palma salidas de la imprenta en los aos 1997-2002, no puedo dejar de recoger en esta bibliografa algunas muy destacadas.
Sobresale claramente la Obra potica (2000) de Palma, valiosa y esforzada recopilacin realizada por Merlin D. Compton. Por primera vez, gracias a este norteamericano amigo del Per, se tiene reunida en un solo volumen la mayor parte de la caudalosa y dispersa poesa de don Ricardo. Tambin se distinguen los reeditados Anales de la Inquisicin de Lima (1997 y 2000) y Filigranas (1997). Y, nuevas entregas de las Tradiciones peruanas, entre las que merecen relieve la incluida en el disco compacto La construccin de la identidad iberoamericana: textos histricos (1999) compilados por Ascensin Martnez Riaza para la Fundacin Histrica Tavera y la Biblioteca Nacional de Espaa; y dos antologas: la realizada por Ral Burneo Barreto para la editorial Santillana (2000) y la titulada Palma para nios y jvenes (2001), plausible aporte de J ess Cabel destinado al pblico de menos aos.
388 Merece particular elogio la labor editorial de la Universidad Ricardo Palma (cinco libros), la Biblioteca Nacional del Per (cuatro), el Patronato de la Casa Museo Ricardo Palma (dos revistas), el Banco Central de Reserva (dos libros) y el Congreso de la Repblica del Per. A tales instituciones dbase el indispensable sustento econmico que se requiere para dar impulso a meritorias pero, lamentablemente, a veces desconocidas iniciativas individuales.
Pese a todo, estas investigaciones que se realizan en torno al insigne tradicionista, hace pensar que en los prximos aos seguir floreciendo el palmismo peruano e internacional. Los tiempos que corren imponen nuevas y ms profundas calas a la vida y obra de Don Ricardo Palma.
Como nota final
Desde siempre, ha sido vox populi que en los estudios literarios del siglo XX se rechazaban las actitudes valorativas y se promova la preferencia por los anlisis formales diramos, aspticos, con frecuencia descriptivos y exclusivamente estticos, pretendiendo de este modo lograr una mayor objetividad. No soy la primera en proclamar que la objetividad en las ciencias humanas es un mito y aspirar a no valorar conduce a una utopa.
Las Tradiciones peruanas deben ser valoradas y permanentemente revaloradas. Esto no significa que las apreciaciones tienen que ser obligatoriamente ensalzadas. La crtica es necesaria para mantener viva, en circulacin social, una obra literaria. La obra de Ricardo Palma desde el momento de su concepcin fue enfocada hacia la afirmacin de la identidad cultural del Per y, con el tiempo, se convirti en uno de sus pilares. La actitud progresista de su autor y la autonoma creativa frente a las distintas tendencias polticas (que en su poca podan ser tema de discusin y de interrogacin) resultaron ser facilitadoras de la interpretacin lectora actual. Los textos no llevan ningn peso de antao, bien que estn sumergidos en el pasado, y proporcionan la comprensin de la continuidad cultural.
389 No faltan dificultades metodolgicas o conceptuales, pero stas estn presentes en todas las bsquedas y en todos los estudios. La neutralidad en la vida social no existe y tambin en la cultura es til y hace falta que haya reflexin sobre la finalidad de sus elementos. Naturalmente entre el postulado y los hechos hay mucho trecho.
Por ello, slo destacar que es mi deseo contribuir con esta investigacin realizada, a que la figura y obra de del ilustre limeo, sea reconocida siempre por generaciones venideras.
390
CONCLUSIONES
391
CONCLUSIONES GENERALES
Como resultado de la investigacin realizada y, considerando los planteamientos generales as como los objetivos propuestos, establecemos las siguientes conclusiones:
PRIMERA
Mariano J os de Larra fue un periodista cuyos artculos son intemporales. Esta es una caracterstica propia, segn se desprende del anlisis realizado en la mayor parte de su obra. Su visin del mundo no es de una poca determinada. El fondo de sus artculos tiene su origen en el conocimiento de la condicin humana. De ah su gran xito reconocido desde que el autor empez a escribir y merecido reconocimiento de su maestra con la pluma despus de su muerte, razn por la cual, muchos investigadores continan analizando su obra desde diferentes perspectivas. En coincidencia con autores como Francisco Umbral - quin reconoca que Larra primero viva y luego escriba-, la mayora de sus artculos fueron fruto de sus experiencias y eran escritas con mucha exquisitez, tanto de forma como de fondo.
Ricardo Palma, con su obra cumbre, Tradiciones Peruanas, dio lugar a la creacin de un nuevo gnero literario: la tradicin. Con este genero, dio a la literatura una nueva forma de conocer la historia de un pas. Las tradiciones son un gnero hibrido entre las crnicas y los cuentos. Son el producto literario de la fusin de la realidad colonial (Espaola-Inca-Africana) que nos quedo de trescientos aos de real convivencia con la cultura espaola. El escritor periodista peruano del siglo XIX y principios del XX, fue un gran conocedor de la gramtica y la literatura espaola. Creo las tradiciones para satisfacer una 392 necesidad particular y especifica de la realidad e idiosincrasia de un Per criollo mestizo y post colonialista.
SEGUNDA
Mariano J os de Larra fue un romntico, filosof, futurista erudito, pero ms que nada hombre, ser humano, Larra fue un ser sumamente sensible por ese motivo y desde la lectura amplia de su obra y el seguimiento de su corta vida, le quitara la denominacin de misntropo que muchos autores le achacan, no puede ser misntropo aquel a quien preocupa la humanidad sobremanera, el que quiere para su pas lo mejor aquel que contempla a una sociedad como se contempla a un nio en crecimiento y para el que se quiere solo lo mejor. As vea Mariano J os de Larra a la Espaa de su poca como un nio en crecimiento pero al que le faltaba mucho para ser como el quera que sea su tierra natal. Sus artculos costumbristas tenan ms que simples relatos de costumbres determinadas, la misin de mostrarlas con descarnada crudeza, algunas veces para que la sociedad reflexionara sobre ellas y otras con stira y humorismo para que el lector pudiera entender pero con la idea tambin de entretener. La obra de Mariano J os de Larra ms que retratos costumbristas eran reflexiones acerca de realidades que hacan que la sociedad no progresara, eran criticas a costumbres que no ofrecan nada a la sociedad y l crea que deban de desaparecer, costumbres crueles como la pena de muerte costumbres sin sentido como la burocracia, las corridas de toros el casarse pronto, la mala educacin de algunas gentes, por citar algunas.
Palma fue un gran amante y conocedor de su cultura pero tambin de la espaola. No deseaba apartarse de ella. Por el contrario, deseaba pertenecer a ella, pero desde la unin de ambas. Por ese motivo siempre abogo por la inclusin de voces nacidas de esa unin, no pretenda un diccionario peruano. Pretenda que se agregue voces creadas en la colonia y que eran y son- de uso comn entre el pueblo peruano. Se ha constatado que Palma no deseaba desnaturalizar las voces espaolas, sino que deseaba incluir las nacidas durante el colonialismo, palabras que solo tenan sentido en una realidad criolla 393 y mestiza pero que existan como sus pobladores. Desconocerlas, ignorarlas era condenarlas a la desaparicin. Estas voces y palabras solo pretendan enriquecer una lengua. As, desde sus tradiciones reclamaba y exiga de la RAE, la inclusin de voces producto de este mestizaje. Si bien es cierto, muchas de estas voces quedaron excluidas del diccionario espaol, pero la imposicin del pueblo (que es donde nace, crece y se renueva la lengua), reinaron en el uso coloquial de todos los peruanos.
TERCERA
Mariano J os de Larra llevo el romanticismo a su mxima expresin, tanto as que lo convirti en su forma de vida. Para l, los sentimientos prevalecan a todo lo dems. El romanticismo estaba patente en su vida, sin sentimientos nada tena sentido. Con el sentimiento relataba el camino al patbulo de un reo por quin reflexionaba y peda cuentas a una sociedad insensible, que no se pona en el lugar del condenado, a quin slo vean como parte de un espectculo. Desde el sentimiento escriba cuando contaba la historia de su sobrino que se caso pronto y mal. Con los sentimientos a flor de piel escribe en Nochebuena de 1836. Con sentimiento de indignacin escribe en La Sociedad por la envidia y la hipocresa imperante, o en El Da de Difuntos de 1836 cuando siente que la esperanza se le escapa.
Ricardo Palma tuvo la capacidad de plasmar en sus tradiciones toda la realidad circundante en los aos de la colonia. Aunque, tambin escribi acerca de las costumbres de los nativos peruanos, cuando la colonia era joven an, utilizando palabras del idioma quechua que hacan an ms rica su literatura. Todo esto convierte a las Tradiciones en un gnero que rescata del olvido costumbres y datos que de otra manera se hubiesen perdido, ya no slo como costumbres sino tambin como datos histricos.
394 CUARTA
Cuando Larra nos describe la sociedad del siglo XIX, nos parece tan actual que es difcil no confundirla con la de nuestros das, lo cual nos lleva a la conclusin que la condicin humana, esa de la que tanto nos habla Larra, sigue intacta. Dos siglos han pasado y sus artculos de opinin son intachables, el manejo de la gramtica y el estilo propio de un gran escritor hacen de su obra un deleite, y un ejemplo a seguir para otros escritores y periodistas de todos los tiempos. Sus artculos invitan a la reflexin, cosa muy valorada en estos tiempos de superficialidad e individualismo. A travs de sus artculos Larra reproduce retratos de la sociedad espaola profundamente satricos, pero tambin con un punto de profundidad propios de un ser con un intelecto avanzado, aspecto que hacen de l en su momento un inconformista de su tiempo, pero un optimista para el futuro. Ms que afrancesado, Larra era un cosmopolita que encontraba en el ejemplo francs un buen modelo para la revolucin cultural y social que quera para Espaa.
Por su parte, Palma, los temas en los que se inspiraba eran fundamentalmente la iglesia, la inquisicin y las instituciones gobernantes. Los personajes eran religiosos monjas, curas, beatos, virreyes, oficiales, abogados etc. Pero no olvidemos que tambin plasm en sus obras a oficiales criollos que luchaban por la independencia de los pueblos colonizados. Uno de estos oficiales en el que Palma recreo varias de sus tradiciones fue Simn Bolvar y su amante Manuela Senz.
QUINTA
Respecto al estilo literario-periodstico de Larra, una de las principales aportaciones fue elevar a categora de literatura sus artculos sobre la vida y costumbres de los espaoles. Sus artculos eran reflexiones profundas casi siempre de costumbres perniciosas. En sus artculos vemos el uso variado de figuras literarias como la hiprbole, etopeya, metfora, retrica, anfora, smil, 395 quiasmo entre otros que hacen de sus artculos verdaderas obras de arte de la literatura.
Palma luch por el reconocimiento de peruanismos y americanismos ante la Real Academia Espaola de la Lengua. La lengua espaola y las lenguas africanas, fueron aportaciones forneas que dieron, al ya rico patrimonio lingstico autctono que es el quechua, un universo idiomtico complejo y particular por el que luch Palma -desde su modesta posicin como literato peruano- para que se fusionaran estas voces al lenguaje Espaol-Peruano y entraran por la puerta grande del Diccionario de la Real Academia Espaola. Actualmente, Amrica Latina conserva sus propias caractersticas lingsticas que hacen de cada pas una acuarela de variada y maravillosa complejidad. Hay poco escrito sobre este fenmeno. Lo ms cercano y parecido a esto es el Diccionario Panhispanico. Solo el nombre de este diccionario es toda una hazaa. Pan de Panamericano. Un movimiento para la unin de todos los pases americanos e hispnicos, en donde la representacin de Espaa juega un papel preponderante como cuna de la lengua que se habla en toda Amrica Latina. Muchos escritores, junto a Ricardo Palma, siempre han credo en la unin y la grandeza de una lengua fuerte y unida conservando las caractersticas de cada uno de sus componentes.
SEXTA
Larra escribi para los espaoles del siglo XIX, como se escribe hoy en da. Hizo periodismo de opinin. Trat a un pueblo inmaduro socialmente con el respeto que merece toda sociedad pero con una dosis de crtica y stira a esta misma, que hacan de su pluma un deleite para el publico que lo lea. Era Fgaro el personaje (seudnimo) al que Larra ms recurra en sus artculos ya que ste, dicho en las palabras de Larra era charlatn, enredador y curioso caractersticas que le ayudaban en la practica de su profesin. Fueron tan conocidos ambos (seudnimo y autor) que muchas veces se utilizaba el seudnimo para hablar del autor.
396 Palma, rescato lo que pudo del acervo popular, como no contaba con muchos datos genuinos los rellen con su propia cosecha. Del anlisis sobre Palma aportamos los datos de los bigrafos, los cuales escriben que desde muy joven, ste gustaba de hablar con personas mayores que haban vivido en primera persona situaciones o momentos histricos importantes, como el fusilamiento de algn personaje o las extravagancias de otro (como es el caso de Bolvar). Hablaba con ancianos, con abuelas que contaban historias y si estas se perdan un poco en las brumas del tiempo, l las sacaba y les daba un justo final. Es por eso que las tradiciones no se cuentan como datos histricos fehacientes ya que algunas de sus tradiciones solo tienen de verdicas algunas referencias.
CONCLUSIN FINAL
Algo muy importante une a estos dos escritores que se refleja en un sentimiento de amor a sus patrias y a su lengua comn. Todo lo cual les permite -a ambos- dejar a la posteridad su gran obra. Mariano J os de Larra y Ricardo Palma escriben sus obras describiendo el medio donde les toco vivir.
Larra con sus artculos de costumbres reflexivos y filosficos y que aun hoy perduran en el quehacer cotidiano de la sociedad y, por tanto, de aplicabilidad en el mbito periodstico y literario. Palma con su nuevo gnero literario, las tradiciones, donde plasma no solo su medio actual, sino un medio reconstruido, quizs a su antojo pero no por eso menos valioso. Para Palma, las tradiciones no eran hechos exactos pero al carecer de esa exactitud, l se atrevi a hacer uso del acervo popular y de su imaginacin.
Tanto Mariano J os de Larra como Ricardo Palma, tuvieron una poca de gran coincidencia en sus contenidos. Ambos practicaron la stira, el humor y la irona en varios de sus artculos, en el caso de Larra, o las tradiciones en el caso de Palma. 397
BIBLIOGRAFA
398
BIBLIOGRAFA SOBRE MARIANO JOS DE LARRA
ARMIO, M., Qu ha dicho verdaderamente Larra, Madrid, 1973.
ALMA AMELL, Alma. La preocupacin por Espaa en Larra. Madrid: Pliegos, 1990.
AZORN, RIVAS y LARRA, Razn social del romanticismo en Espaa, Madrid, 1916
BAQUERO GOYANES, M., Perspectivismo y critica en Cadalso, Larra y Mesonero Gredos, Madrid, 1963.
BELLINI, G., La crtica del costumbrismo negli articoli de Larra, Miln, 1957.
BEHIELS, Lieve. El criterio de la verosimilitud en la critica literaria de Larra. Castilla: Boletn del Departamento de Literatura Espaola 8 (1984), pp. 2546.
CANO, Vicente. Los ensayos de Larra y Alberdi: Paralelos y puntos de contacto estilsticos. En Studies in Eighteenth-Century Spanish Literature and Romanticism in Honor of John Clarkson Dowling. Ed. Douglas and Linda J ane Barnette. Newark: J uan de la Cuesta, 1985, PP. 37-47 . CEDEO, Aristfanes. Los grandes ideales sociales y la perspectiva histrico-poltica en los artculos de Larra. Romance Languages Annual 7 (1995), PP. 423429.
CEDEO, Aristfanes. Hombre y sociedad en el pensamiento de Larra. Hispanfila 123 (1998), pp. 1729.
CENTENO, Augusto. La Nochebuena de 1836. Modern Language Notes 50 (1935), pp. 441-445.
CORREA CALDERON, Evaristo: Mariano Jos de Larra, artculos varios, Clsicos Castalia. Madrid 1991
CORTES, Cayetano, Vida de don Mariano J os de Larra, conocido vulgarmente bajo el pseudnimo de Fgaro, en Obras completas de Fgaro, Madrid, 1843. (La Vida figura en el tomo IV; fue reproducida en otras ediciones espaolas y extranjeras del siglo XIX, como en la de H.H. Garnier, Pars, 1870, tomo I.)
399 CHAVES, Manuel, Don Mariano Jos de Larra (Fgaro). Su tiempo, su vida, sus obras. Estudio Histrico, biogrfico, crtico y bibliogrfico, Sevilla, Imp. La Andaluca, 1898.
DIETRICH ARTERO, GENOVEVA, Lo romntico y lo moderno en Larra, en Revista de Occidente, Madrid, mayo de 1967. (Nmero dedicado a Larra.)
ESCOBAR, J os. Los orgenes de la obra de Larra. Madrid: Editorial Prensa Espaola, 1973.
ESCOBAR, J os, Un episodio biogrfico de Larra, crtico teatral, en la temporada de 1834 en Nueva Revista de Filologa Hispnica, XXV, 1976, pgs. 45-72
GIMNEZ CABALLERO, E., Junto a la tumba de Larra, Barcelona, 1971.
GMEZ SANTO, Marino, Fgaro o la vida de prisa, Grficas Snchez, Madrid, 1956 (Coleccin El Grifn, XXXVI.)
KIRPATRICK, Susan, Larra, laberinto inextricable de un romntico liberal Gredos, Madrid, 1977. (Principalmente la parte tercera.)ESCOBAR, J os. El Pobrecito hablador de Larra, y su intencin satrica. Papeles de Son Armadans 64 (1972), pp. 5-44.
LARRA, F.J ., Mariano Jos de Larra (Fgaro), Biografa apasionada del doliente de Espaa, Barcelona, 1944.
LOMBA Y PEDRAJ A, J .R., Notas breves, obtenidas de testmonios orales, con destino a una biografa de Mariano J os de Larra (Fgaro), en homenaje a Antoni Rabi i Lluch. Miscellnia dEstudis Literaris, Histrics i Lingistics, Barcelona, 1936, pgs 605-11
LORENZO-RIVERO, Luis. Larra y Sarmiento: Paralelismos histricos y literarios. Madrid: Ediciones Guadarrama, 1968.
MARTN GREGORIO, C., Hacia una revisin critica de la biografa de Larra; nuevos documentos, Porto Alegre, 1975
RUMEAU, Arstides, Un document pour la biographi de Larra. Le Romance Al da 1 de mayoen Bulletin Hispanique, XXXVII.1935, pgs. 196-208.
SNCHEZ ESTEBAN, I. , Mariano Jos de Larra, Fgaro, Madrid, 1934.
SECO SERRANO, c., De El Pobrecito Hablador a la Coleccin de 1835. Los Arrepentimientos literarios de Fgaro, en Insula, Madrid, julio y agosto de 1962. (Nmero dedicado a Larra.)
400 UMBRAL Francisco, Larra, anatoma de un dandy, Alfaguara, Madrid, 1965.
VARELA, J os Luis, Larra, voluntario realista (sobre un documento indito y su circunstancia), en Hispanic Review, XLVI, 1978, pgs. 407- 20
WARD, Thomas. "Literatura y sociedad espaola en Larra, Giner y Alas". La teora literaria: el romanticismo, el krausismo y el modernismo ante la 'globalizacin' industrial. University, MS: Romance Monogrphs, N 61, 2004, pp. 15-52.
BIBLIOGRAFA SELECCIONADA SOBRE ARTCULOS DE LARRA
EDICIONES Y ANTOLOGAS
LARRA, Mariano J os de (Fgaro), Coleccin de Artculos dramticos, literarios, polticos y de costumbres, publicados en los aos 1832, 1833 y 1834 en El Pobrecito Hablador y El Observador, Madrid, IMP. De Repulls, 1835 1837, 5 Vols. (Los dos ltimos tomos de la coleccin se publicaron despus de la muerte del autor. Larra seleccion y redact personalmente todos los artculos de la coleccin.)
Coleccin de artculos 2 ed., Madrid, Hijos de Catalina Piuela y Repulls, 1839, 3 vols.
Obras completas de , M. Repulls, 1840, 13 vols.
Coleccin de artculos filosficos, satricos, literarios y polticos publicados bajo el pseudnimo por don Mariano de Larra ilustrado con dibujos de D. Toms Sala. Precedidos de la biografa del autor por J .A.R. Barcelona, Editorial Salvatella, imp. Y litografio de los Sucesores de N. Ramrez y Ca., 1854.
Obras completas de Fgaro, Don Mariano Jos de Larra: Nueva edicin precedida de la vida del autor (por Cayetano Corts) y adornada con su retrato, Pars, Librera de Garnier, Hermanos, Calle des Saints-Pres, 6 Imp. Ch. Blot, 1883 4 vols.
Artculos de costumbres. Azorn, Espasa-Calpe (Coleccin Austral), Madrid 1942.
Artculos completos (Mariano J os de Larra), Madrid, Aguilar, 1943. Edicin y estudio preliminar de Melchor de Almagro San Martn.
Obras de Mariano J os de Larra, edicin y estudio preliminar de Carlos Seco Serrano, Madrid, Biblioteca de Autores Espaoles, Ed. Atlas, 1960, 4 vols. (tomos CXXXVII-CXXX.) (Es la edicin ms autorizada de las 401 obras de Larra; sigue el texto del mismo autor para la edicin 1835- 1837.)
El Pobrecito Hablador, prlogo de Alonso Zamora Vicente, Mxico, 1962.
Artculos de crtica literaria, edicin y prlogo de H. I. Grant y R. J onson, biblioteca Anaya, Madrid, 1967.
Artculos de critica Literaria y artstica, edicin, prlogo y notas de J os R. Lomba, Madrid, Espasa-Calpe (Clsicos Castellanos), 1968.
Vuelva Usted maana y otros artculos, seleccin y prlogo de Carlos Seco Serrano, Biblioteca Bsica Salvat, Pamplona, 1969.
Artculos de costumbres, edicin, prlogo y notas de J os R. Lomba y Pedraja , Espasa-Calpe (Clsicos Castellanos), Madrid, 1971.
Artculos politicos y sociales, edicin, prlogo y notas de J os R. Lomba y Pedraja, espasa-Calpe (Clsicos Castellanos), Madrid, 1972.
Artculos polticos Antologa, edicin y prlogo de J orge Campos, Taurus, Madrid, 1975.
Artculos. Mariano J os de Larra, edicin de Enrique Rubio, Ediciones Ctedra, Madrid, 1981.
Artculos Varios. Mariano J ose de Larra, edicin, introduccin y notas de E. Correa Caldern, Castalia, Madrid, 1982.
Las palabras, artculos y ensayos. Mariano J os de larra, seleccin e introduccin de J os L. Varela, Espasa-Calpe (Selecciones Austral), Madrid, 1982.
REFERENCIA WEB SOBRE LARRA
Mariano J os de Larra - Pgina creada por Pedro Soto, Ana Acosta, Marta Chover y Laura Roa. Universitat J aume I. http://www.ale.uji.es/larrart.htm
Biblioteca virtual Miguel de Cervantes. Cervantes virtual http://www.cervantesvirtual.com/servlet/FichaTituloSerieDeObra?id=3&P O=3&portal=0
Proyecto Mariano J os de Larra em Internet http://www.irox.de/larra/index.html 402
BIBLIOGRAFA SOBRE RICARDO PALMA ABAD DEL CASTILLO, Olga, El IV Centenario del Descubrimiento de Amrica a travs de la prensa sevillana, Universidad de Sevilla,1989
LVAREZ J UNCO, J os, Espaa en 1892, in Amrica 92, Revista del V Centenario, Nm. 4. Especial Suplemento IV Centenario del descubrimiento de Amrica, Madrid, Sociedad Estatal V Centenario, avril-juin 1990
LVAREZ BRUN, Flix: Miraflores y el patriarca de las letras, en Tradicin (Lima: Universidad Ricardo Palma, oct. 2000), segunda poca, 1, pp. 109-14, ilusts.
ANDERSON IMBERT, Enrique. La procacidad de Ricardo Palma. Revista Iberoamericana 47 (1953): 269-272.
ARONA, J uan de. Diccionario de peruanismos. Pars: Descle De Brouwer, 1938.
NGELES CABALLERO, Csar A.: Un amigo de Ricardo Palma: Celso V. Torres, en INSTITUTO RICARDO PALMA: Aula Palma II. 2000-2001 cit. infra, pp. 167-81.
BAZAN, Dora. Palma, el lenguaje, niveles de lengua y terminologa en Scientia N. 1, Universidad Ricardo Palma, Lima 1999.
BAQUERO, Gastn, La mala imagen de Espana a finales del siglo XIX, in Amrica 92, Revista del V Centenario, Nm. 4. Especial Suplemento IV Centenario del descubrimiento de Amrica, Madrid, Sociedad Estatal V Centenario, avril-juin 1990.
BRUMME, J enny, El IV centenario y la compensacin de la prdida de las colonias espaolas: "la unidad de la lengua", Apuntes (Leipzig), n4, 1992 - pp. 1-2
CLASSEN, Constance, David Howes y Anthony Synnott. Aroma. The cultural history of smell. London and New York: Routledge, 1994.
COROMINAS, J oan y J os A., Pascual. Diccionario crtico etimolgico castellano e hispnico. Madrid: Editorial Gredos, 1991-1997. 6 vols.
COMPTON, Merlin D. Ricardo Palma. Boston: Twayne Publishers, 1982. Diccionario de la lengua espaola. 19. ed. Madrid: Espasa-Calpe, 1970.
403 FREUD, Sigmund. Jokes and their relation to the unconscious. J ames Srachey, Trad. y ed. The Standard Edition. New York, London: W. W. Norton & Company, 1960.
FUENTES, Manuel A. Lima: apuntes histricos, descriptivos, estadsticos y de costumbres. 1867; Lima: Fondo del Libro-Banco Industrial del Per, 1985.
HOLGUIN CALLO, Oswaldo. Tiempos de infancia y bohemia Ricardo Palma (1833-1860). Lima: Pontificia U. Catlica del Per, 1994.
IZARD, Miquel, Gestas y efemrides. Sobre el cuarto centenario, Boletn Americanista (Barcelone) , Vol.37, n47, 1997 - pp. 181-20
LEAL, Luis. Historia del cuento hispanoamericano. 2. ed. Mxico: Ediciones de Andrea, 1971.
LEWIS, Paul. Comic effects. Interdisciplinary approaches to humor in literature. Alabany: State University of New York Press, 1989.
MELENDEZ, Mariselle. La vestimenta como retrica del poder y smbolo de produccin cultural en la Amrica colonial: de Coln a El lazarillo de ciegos caminantes. Revista de Estudios Hispnicos 29 (1995): 411-439.
MIR, Csar. Don Ricardo Palma: El Patriarca de las Tradiciones. Buenos Aires: Editorial Losada, 1953.
MOREANO, Cecilia. Relaciones literarias entre Espaa y el Per: la obra de Ricardo Palma. Prlogo de Pura Fernndez. Lima, Per: Universidad Ricardo Palma, Editorial Universitaria, 2004.
MC EVOY, Carmen. La utopa republicana, ideales y realidades en la formacin de la cultura poltica peruana (1817-1919), Pontificia Universidad Catlica del Per, Lima 1997.
MONTERO BARRANTES, Francisco, Elementos de Historia de Costa Rica, Tipografa Nacional, San J os, 1892. 404
NEZ, Estuardo, Ricardo Palma y los viajes, Biblioteca nacional, Revista Mapocho, Tomo V, N4, Lima, 1966.
ORTEGA, J ulio. Para una relectura crtica de Palma. Palma, Ortega Ed., xxi-v.
OVIEDO, J os Miguel. Ricardo Palma. Palma, Ortega Ed., 625-34.
OLIVAS WESTON, Rosario. La cocina cotidiana y festiva de los limeos en el siglo XIX. Lima: Escuela Profesional de Turismo y Hotelera, 1999.
PALMA, Ricardo. Tradiciones en salsa verde. 2. ed. Lima: Ediciones de la Biblioteca Universitaria, 1973.
PALMA, Ricardo. Cartas a Cristina, Fundacin Ricardo Palma, Lima, 1992.
PALMA, Ricardo. La bohemia de mi tiempo. Tradiciones peruanas completas. Edith Palma, ed. 6. ed. Madrid: Aguilar, 1968. 1293-1321.
PUCCINI, Daro. "La doble oralidad y otras claves de lectura de Ricardo Palma". Spanish American Literature: From Romanticism to 'Modernismo' in Latin America. Eds. David William Foster & Daniel Altamiranda. New York & London: Garland, 1997: 169-174.
PORRAS BARRENECHEA Ral, Tres ensayos sobre Ricardo Palma, Librera Meja baca, Lima, 1954.
RIVA PALACIO Vicente, Carta a Ricardo Palma del 8 de enero de 1891, rescatada por Leticia Algaba en su artculo Ricardo Palma y Vicente Riva Palacio, una amistad epistolar, Revista Secuencia, Instituto Mora, N30, Sept-Dic de 1994, pp.198-199.
RIVA-AGUERO, J os. Carcter de la literatura del Per independiente. En Obras completas de Jos de la Riva-Agero. Lima: Universidad Catlica del Per, 1962. Sobre Palma, pp. 176-179.
REEDY, Daniel R. Las Tradiciones en salsa verde de Ricardo Palma. Revista Iberoamericana 61 (enero-junio, 1966): 69-77.
RESTREPO TIRADO, Ernesto, Estudio sobre los aborgenes de Colombia, Imprenta de la Luz, Bogot, 1892.
RODRIGUEZ CHAVEZ, L. Otra ventana sobre Ricardo Palma. Lima, Per: Universidad Ricardo Palma/Editorial Universitaria, 2003.
405 RODRGUEZ, Miguel El 12 de octubre: entre el IV y el V centenario, en Roberto Blancarte (compilador), Cultura e identidad. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1994, pp. 127-162.
RODRIGUEZ-ARENAS, Flor Mara. Historia editorial y literaria. Tradiciones peruanas. Ricardo Palma. (1993). Edicin crtica. J ulio Ortega y Flor Mara Rodrguez-Arenas, Coords. 2. ed. Pars: UNESCO, Archives de la Littrature Latinoamericaine, Coleccin Archivos, 1996. 381-408. (Serie de Clsicos Latinoamericanos 23).
ROJ AS Y CAAS, Ramn. Museo de limeadas. Lima, 1853.
ROMERO DE VALLE, Emilia. Diccionario manual de literatura peruana y materias afines. Lima: U. Nacional Mayor de San Marcos, 1966.
RUMICHACA, Pedro. Ricardo Palma "tradicionista pero no tradicionalista". Repertorio Americano 48 (1954): 193-197.
SNCHEZ, Luis Alberto. Ricardo Palma. Escritores representativos de Amrica. Tres vols. Primera serie. Segunda edicicin. Madrid: Gredos, 1963: 2: 96-106.
SANCHEZ MOGUEL, Antonio, Los Americanos en el Ateneo, Revista El Centenario, Tomo I, Tipografa de El progreso Editorial, Madrid , 1892, pp. 222-223.
TANNER, Roy L. The humor of irony and satire in the Tradiciones peruanas. Columbia: University of Missouri Press, 19TAUZIN Castellanos, Isabelle. Las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma. Claves de una coherencia, Centro de Investigacin Ediciones Conmemorativas Universidad Ricardo Palma, Lima, 1999.
TAUZIN Castellanos, Isabelle. Claves de una coherencia: las "Tradiciones peruanas" de Ricardo Palma. Lima : Universidad Ricardo Palma, 1999.
VALERO J uan, Eva Maria. Lima en la tradicin literaria del Per. Lleida: Universidat de Lleida, 2003: 88-93.
VALERA, J uan, Cartas Americanas, Madrid, 22 de octubre de 1888 in Obras completas, Vol. III, Madrid, Aguilar, 1958
WATSON-ESPENER, Maida Isabel. El cuadro de costumbres en el Per decimonnico. Lima: Pontificia U. Catlica del Per, 1979.
406 REFERENCIAS WEB SOBRE PALMA
Ricardo Palma. Pgina del Centro Virtual Cervantes de la Universidad de Alicante http://www.cervantesvirtual.com/FichaAutor.html?Ref=527&idGrupo=Facsim il Diccionario polglota inca http://www.aulaintercultural.org/article.php3?id_article=1850
Las Tradiciones peruanas como foro lingstico http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/scclit/579727181012646 10754491/p0000001.htm#I_0_
The Hispanic of America http://www.hispanicsociety.org/hispanic/main.htm
Tradiciones en salsa verde http://www.simon-bolivar.org/bolivar/salsa_verde.html