El Manifiesto Libertario
El Manifiesto Libertario
El Manifiesto Libertario
LIBERTAD
EL MANIFIESTO
LIBERTARIO
MURRAY N. ROTHBARD
PARA JOEY,
la estructura indispensable, siempre
Un agradecimiento muy especial al Sr. Fred Kofman y a la
Editorial Grito Sagrado por hacer disponible para todos esta
obra genial.
www.GritoSagrado.com.ar
CONTENIDO
Introduccin
Prefacio
1.- La Herencia Libertaria: La Revolucin
Estadounidense y el Liberalismo Clsico 13
PARTE I: EL CREDO LIBERTARIO
2.- Propiedad e Intercambio 39
3.- El Estado 68
PARTE II: APLICACIONES LIBERTARIAS A
PROBLEMAS ACTUALES
4.- Los Problemas 101
5.- Servidumbre Involuntaria 109
6.- Libertad Personal 128
7.- Educacin 160
8.- El Bienestar y el Estado Asistencialista 190
9.- Inflacin y Ciclo Econmico:
El Colapso del Paradigma Keynesiano 229
10.- El Sector Pblico I: El Gobierno en los Negocios 259
11.- El Sector Pblico II: Calles y Rutas 267
12.- El Sector Pblico III: Polica, Ley y Tribunales 285
13.- Conservacin, Ecologa y Crecimiento 319
14.- La Guerra y la Poltica Exterior 347
PARTE III: EPLOGO
15.- Una Estrategia Para la Libertad 390
INTRODUCCIN
ay muchas variedades de Libertarianismo vivas en el
mundo hoy en da, pero el Rothbardianismo sigue sien-
do su centro de gravedad intelectual, su musa y su
conciencia, su ncleo estratgico y moral, y el punto central en
el debate, an cuando su nombre no sea reconocido. Murray
Rothbard fue el creador del Libertarianismo moderno, un siste-
ma poltico-ideolgico que propone de una vez por todas esca-
par de las trampas de izquierda y derecha, y de sus planes cen-
trales sobre cmo usar el poder del Estado. El Libertarianismo
es la alternativa radical que dice que el poder del Estado no
funciona y es inmoral.
Murray Rothbard era conocido como el Sr. Libertario, y
tambin como el enemigo ms grande del Estado. Y lo sigue
siendo. S, l tuvo muchos predecesores de quienes aprendi:
toda la tradicin liberal clsica, los economistas austriacos, la
tradicin estadounidense anti-guerra, y la tradicin de derechos
naturales. Sin embargo, fue l quien puso todas las piezas juntas
en un sistema unificado que parece poco posible en un primer
momento, pero inevitable una vez que ha sido definido y defen-
dido por Rothbard. Las piezas del sistema son sencillas y claras
(propiedad sobre uno mismo, estrictos derechos de propiedad,
libre mercado, anti-estado en todo aspecto concebible), pero las
implicancias estremecen la Tierra.
Una vez que uno es expuesto a la figura completay Por
una Nueva Libertad ha sido el principal medio de exposicin por
ms de un cuarto de siglouno no lo puede olvidar. Se convier-
te en los lentes indispensables a travs del cuales podemos ver
los eventos del mundo real con la mayor claridad posible.
Este libro, ms que cualquier otro, explica porqu Rothbard
crece en estatura cada ao (su influencia ha aumentado mucho
desde su muerte) y por qu el Rothbardianismo tiene tantos
H
enemigos en la izquierda, la derecha y el centro. En palabras
simples, la ciencia de la libertad que l trajo a la luz es tan emo-
cionante en la esperanza que crea de un mundo libre, como
intolerante de errores. Su coherencia lgica y moral, junto con
su fuerza explicativa emprica, representa una amenaza para
cualquier visin intelectual que pretende usar al Estado para dar
forma al mundo segn un plan pre-programado. Y al mismo
tiempo impacta al lector con una visin esperanzadora de lo que
podra ser.
Rothbard se dispuso a escribir este libro poco despus de
recibir una llamada de Tom Mandel, un editor de Macmillan que
haba visto un artculo de Rothbard en el New York Times en la
primavera de 1971. Fue la nica comisin que Rothbard recibi
de una casa editorial comercial. Viendo el manuscrito original,
tan consistente en la escritura y casi completo en el primer
borrador, parece que fue una alegra, casi sin esfuerzo, para l
escribir el libro. Es fluido, implacable, y energtico.
El contexto histrico ilustra un punto que a menudo se pasa
por alto: el Libertarianismo moderno no naci como reaccin al
socialismo o a la izquierda, aunque es sin duda anti-izquierdista
(que es generalmente como se usa el trmino) y anti-socialista.
En lugar de eso, el Libertarianismo en el contexto histrico
estadounidense apareci como respuesta al estatismo del con-
servadurismo y su veneracin a la planificacin central. Los
conservadores estadounidenses no quieren al Estado Asistencia-
lista ni la excesiva regulacin de los negocios pero gustan del
poder que se ejerce en nombre del nacionalismo, militarismo, las
polticas "pro-familia", y las invasiones a libertad personal y
privacidad. En el perodo posterior al presidente Lyndon B.
Johnson, los presidentes republicanos, ms que los demcratas,
han sido los responsables de la mayor expansin del poder
ejecutivo y judicial. Fue la defensa de la libertad pura, contra los
compromisos polticos y la corrupcin del conservadurismo
iniciada con Nixon, y continuada con Reagan y los Bushlo
que inspir el nacimiento de la economa poltica rothbardiana.
Llama la atencin como Rothbard decidi no ahorrarse
golpes en su argumentacin. Otros intelectuales ante la misma
invitacin podran haber presentado un argumento diluido para
hacerlo ms agradable al paladar. Por qu, por ejemplo, presen-
tar el caso para una sociedad sin estado o anarquismo, cuando un
caso para gobierno limitado podra traer ms gente al movimien-
to? Por qu condenar el imperialismo estadounidense cuando
eso slo limita la atraccin del libro a conservadores anti-
soviticos que de otra forma hubieran apreciado la inclinacin
de libre mercado? Por qu ir a tal profundidad sobre privatiza-
cin de tribunales, carreteras y agua, cuando al hacerlo se corre
el riesgo de alienar a la gente? Por qu entrar al rea pantanosa
sobre regulacin de consumo y de moralidad personaly hacer-
lo con tal coherencia desorientadoracuando dejarlo de lado
seguramente hubiese atrado un pblico ms amplio? Y por qu
entrar a tal nivel de detalle en asuntos monetarios y de banca
central, cuando un caso diluido pro-libre empresa hubiese gusta-
do a tantos conservadores en la Cmara de Comercio?
Pero callar y venderse por las circunstancias o para agradar
a la audiencia no era su estilo. l saba que tena una sola opor-
tunidad en la vida para presentar el paquete completo de Liberta-
rianismo en toda su gloria, y no estaba dispuesto a dejarla pasar.
Y as tenemos aqu: no simplemente un caso para disminuir el
tamao del gobierno sino para eliminarlo por completo; no slo
un argumento en favor de la asignacin de derechos de propie-
dad, sino uno en favor de dejar al mercado incluso las funciones
de hacer cumplir los contratos; y no slo un caso para recortar la
redistribucin, sino uno para desterrar por completo al estado
asistencialista-militarista.
Mientras otros intentos de presentar el caso libertario, tanto
antes como despus de este libro, por lo general hacen un llama-
do por medidas de transicin, o estn dispuestos a conceder
tanto como sea posible a los estatistas, eso no es lo que vemos
en Murray. Para l, esquemas como los bonos educativos o la
privatizacin de programas del gobierno no debera existir en
absoluto. En lugar de eso, l presenta y desarrolla a toda mqui-
na y de forma completa la visin de lo que la libertad puede ser.
Es por eso que muchos otros intentos similares de escribir el
Manifiesto Libertario no han resistido la prueba del tiempo, y
sin embargo, este libro sigue en gran demanda.
En el transcurso de los aos, han habido varios libros sobre
Libertarianismo que han cubierto slo la filosofa, slo la polti-
ca, slo la economa, o slo su historia; que han sido puestos
juntos en colecciones por varios autores. Pero Rothbard domi-
naba todos esos campos, y eso le permiti escribir un manifiesto
integradouno que nunca ha sido desplazado. Sin embargo, su
estilo es tpicamente modesto: constantemente nombra otros
escritores e intelectuales del pasado y de su propia generacin.
Algo ms, algunas presentaciones de este tipo se escriben
para guiar al lector por un camino fcil hacia un libro ms dif-
cil, pero ese no es el caso aqu. l nunca habla a sus lectores
mirndolos sobre el hombro, sino siempre con claridad. Voy a
reservarme la enumeracin de mis pasajes favoritos, o las espe-
culaciones de los pasajes que Rothbard podra haber aclarado si
tuviese la oportunidad de presentar una nueva edicin. El lector
descubrir por s mismo que cada pgina rebosa de energa y
pasin, que la lgica de su argumento no se puede resistir, y que
el fuego intelectual que inspir esta obra ilumina tan fuerte
ahora como lo hizo hace tantos aos.
El libro sigue siendo considerado como peligroso preci-
samente porque una vez que la exposicin al Rothbardianismo
se lleva a cabo, ningn otro libro sobre poltica, economa, o
sociologa se puede leer de la misma manera. Lo que una vez
comenz como una transaccin comercial se ha convertido
verdaderamente en un clsico, que puedo predecir ser ledo por
muchas generaciones por venir.
Llewellyn H. Rockwell, Jr.
Auburn, Alabama
06 de julio 2005
PREFACIO
ste libro tuvo comienzo cuando el movimiento libertario
estaba en su infancia. En la primavera de 1971, yo haba
publicado en el New York Times, en la pgina opuesta al
editorial, un artculo en el que expona brevemente las ideas del
libertarianismo. A la maana siguiente, qued sorprendido al
recibir una llamada de Tom Mandel, un editor de Macmillan,
quien me pidi que escribiera un libro desarrollando los temas
del artculo. Mandel presenta que el libertarianismo sera im-
portante en los aos venideros y quiso que Macmillan participa-
ra en su iniciacin.
Tom Mandel result ser un empresario perceptivo en el
mbito de las ideas, pues a partir de entonces el libertarianismo
ha experimentado un enorme crecimiento y se ha vuelto influ-
yente, no slo como conjunto de ideas y como un real movi-
miento en la vida estadounidense sino tambin en la escena
internacional. Es gratificante pensar que Por una libertad nueva
ha desempeado un papel en este renacimiento y en este ascenso
vertiginoso de la libertad. En el mundo acadmico, el libertaria-
nismo ha ejercido particular influencia en la economa y en la
filosofa.
La edicin original de Por una Nueva Libertad apareci en
1973, y la edicin ampliada fue publicada en 1978, incluyendo
nuevos captulos sobre la tradicin libertaria estadounidense, y
sobre la inflacin y los ciclos econmicos. En esta edicin se re-
edita esencialmente la versin de 1978. De los trabajos que he
realizado desde entonces, lo ms relevante en cuanto a ampliar o
desarrollar las ideas de este libro ha sido La tica de la Libertad
(1982, 1983, Humanities Press) y Ley, Derechos de Propiedad,
y Contaminacin del Aire (Cato Journal, primavera de 1982),
que altera parcialmente y desarrolla mis puntos de vista sobre la
E
ley de contaminacin del medio ambiente y la funcin de la ley
en general.
Este libro ha recibido numerosas influencias, en forma de
escritos, inspiracin personal y debate; tantas han sido que, con
excepcin del papel crucial que desempe Tom Mandel, lo
mejor que puedo hacer es simplemente agradecer a todos y no
intentar, siquiera en forma indirecta, implicarlos en el resultado.
Me gustara agradecer en particular a aquellas personas que, ao
tras ao, continan descubriendo este libro y sienten que los
inspira para convertirse en libertarios.
Murray N. Rothbard
Las Vegas, Nevada, 1985
Mises Hispano 13
1
La Herencia Libertaria:
La Revolucin Estadounidense
y el Liberalismo Clsico
l da de las elecciones de 1978, los candidatos congresa-
les, estatales y locales del Partido Libertario acumularon
1,25 millones de votos en todo el pas. Richard Randolph
result electo para la Cmara de Representantes de Alaska con
la boleta del Partido Libertario, y Edward Clark logr 377.960
votos para la gobernacin de California. Despus de que la
candidatura presidencial del PL obtuvo 174.000 votos en 32
estados en 1976, la sobria publicacin Congressional Quarterly
se convenci de que haba que clasificar al flamante Partido
Libertario como el tercer partido poltico ms grande de los
Estados Unidos. Su destacable tasa de crecimiento se pone de
manifiesto en el hecho de que su inicio recin se produjo en
1971 con un puado de miembros reunidos en una sala de estar
en Colorado. Al ao siguiente present una boleta presidencial
con la que logr participar en las elecciones en dos estados.
Actualmente, es el tercero en importancia en los Estados Uni-
dos.
Lo que es an ms destacable, el Partido Libertario logr este
crecimiento adhiriendo en forma consistente a un nuevo credo
ideolgico el libertarianismo, con lo cual trajo al escenario
poltico estadounidense, por primera vez en cien aos, a un
partido interesado en sostener principios, y no simplemente en
obtener puestos y dinero en el comedero pblico. Especialistas y
politlogos nos han dicho innumerables veces que la genialidad
de los Estados Unidos y de nuestro sistema de partidos consiste
en su falta de ideologa y en su pragmatismo (palabra benvo-
E
Rothbard
Mises Hispano 14
la para designar lo que no es ms que el empeo en arrebatar
dinero y puestos de trabajo a los desventurados contribuyentes).
Cmo explicar, entonces, el maravilloso crecimiento de un
nuevo partido, franca y vidamente devoto de la ideologa?
Una explicacin es que los estadounidenses no siempre fueron
pragmticos con menoscabo de la ideologa. Por el contrario, en
la actualidad los historiadores reconocen que la Revolucin
Estadounidense en s misma no slo fue ideolgica sino tambin
el resultado de la devocin hacia el credo y las instituciones del
libertarianismo. Los revolucionarios estadounidenses estaban
inmersos en el credo del libertarianismo, una ideologa que los
llev a resistir al precio de sus vidas, sus fortunas y su sagrado
honor las invasiones a sus derechos y libertades perpetradas por
el gobierno britnico. Los historiadores han debatido durante
mucho tiempo las causas precisas de la Revolucin Estadouni-
dense: fueron stas constitucionales, econmicas, polticas o
ideolgicas? Ahora nos damos cuenta de que, como libertarios,
los revolucionarios no vean conflicto alguno entre los derechos
morales y polticos, por un lado, y la libertad econmica, por el
otro. Todo lo contrario; perciban la libertad civil y moral, la
independencia poltica y la libertad de comerciar y producir
como partes de un sistema sin tachas, de lo que Adam Smith
llamara, en el mismo ao en que se redact la Declaracin de la
Independencia, el sistema obvio y simple de libertad natural.
El dogma libertario emergi de los movimientos liberales
clsicos de los siglos XVII y XVIII en el mundo occidental, en
particular, de la Revolucin Inglesa del siglo XVII. Este movi-
miento libertario radical, aunque slo tuvo un xito parcial en su
lugar de nacimiento, Gran Bretaa, pudo empero hacer operativa
a la Revolucin Industrial, liberando a la industria y a la produc-
cin de las sofocantes restricciones del control estatal y de los
gremios urbanos auspiciados por el gobierno, dado que el mo-
vimiento liberal clsico fue, a lo largo de la historia del mundo
occidental, una poderosa revolucin libertaria contra lo que
podramos llamar el Antiguo Rgimen el Ancien Rgime que
haba dominado a sus sbditos durante siglos. En el perodo
moderno temprano, que comenz en el siglo XVI, este rgimen
impuso un Estado central absoluto y un rey que gobernaba por
derecho divino en la cima de una red antigua y restrictiva de
monopolios territoriales feudales, y de controles y restricciones
gremiales en las ciudades. El resultado fue una Europa estancada
Rothbard
Mises Hispano 15
bajo una paralizante red de controles, impuestos y monopolios
de privilegios para producir y vender conferidos por los gobier-
nos centrales (y locales) a sus productores privilegiados. Esta
alianza del nuevo Estado burocrtico, belicoso y centralizado,
con comerciantes privilegiados a la que los historiadores del
futuro llamaran mercantilismo y con una clase de terrate-
nientes feudales dominantes, constituy el Antiguo Orden contra
el cual se levantara y rebelara el nuevo movimiento de liberales
clsicos y radicales en los siglos XVII y XVIII.
El objetivo de los liberales clsicos fue recuperar la libertad
individual en todos sus aspectos. En la economa, se redujeron
drsticamente los impuestos, se eliminaron los controles y las
regulaciones; la energa humana, la empresa y los mercados
quedaron en libertad para crear y producir en intercambios que
beneficiaran a todos, y tambin a la masa de los consumidores.
Por fin los emprendedores seran libres para competir, desarro-
llarse y crear. Desapareceran las trabas impuestas sobre la
tierra, el trabajo y el capital. La libertad personal y la libertad
civil quedaran garantizadas contra las depredaciones y la tirana
del rey o sus elegidos. La religin, que durante siglos fuera
motivo de sangrientas guerras en las cuales las sectas luchaban
por el control del Estado, se liberara de las imposiciones o de la
interferencia de ste, para que todas las confesiones o los gru-
pos no religiosos (ateos, agnsticos) pudieran coexistir pacfi-
camente. La paz fue, tambin, el dogma de poltica exterior de
los nuevos liberales clsicos; el antiguo rgimen de engrandeci-
miento imperial y estatal en busca de poder y riqueza sera
reemplazado por una poltica exterior de paz y libre comercio
con todas las naciones. Y como se consideraba que la guerra era
engendrada por los ejrcitos y fuerzas armadas permanentes, por
un poder militar siempre en procura de mayor expansin, este
establishment militar sera reemplazado por milicias voluntarias
locales, por ciudadanos civiles que slo querran luchar en
defensa de sus propios hogares y los de sus vecinos.
De este modo, la bien conocida cuestin de la separacin de la
Iglesia del Estado fue slo uno de los muchos motivos interre-
lacionados que se podran resumir como separacin de la eco-
noma del Estado, separacin de la expresin y la prensa del
Estado, separacin de la tierra del Estado, separacin de la
Rothbard
Mises Hispano 16
guerra y los asuntos militares del Estado; en realidad, se trataba
de separar al Estado prcticamente de todo.
El Estado, en suma, quedara muy reducido, con un presupuesto
sumamente bajo, casi nfimo. Los liberales clsicos nunca desa-
rrollaron una teora de la tributacin, pero combatan con fiereza
cada aumento de impuestos y cada nuevo tipo de impuesto, lo
cual en los Estados Unidos se convirti dos veces en la chispa
que llev, o casi llev, a la Revolucin (el impuesto al timbre
postal y el impuesto al t).
Los primeros tericos del liberalismo clsico libertario fueron
los Levelers
1
durante la Revolucin Inglesa y el filsofo John
Locke a fines del siglo XVII; los siguieron los Verdaderos
Whigs
2
, u oposicin libertaria radical al Acuerdo Whig
rgimen britnico del siglo XVIII. John Locke plante los dere-
chos naturales de cada individuo sobre su persona y su propie-
dad; el gobierno quedaba estrictamente limitado a defender esos
derechos. En palabras de la Declaracin de la Independencia
inspirada en Locke, para asegurar estos derechos, se instituyen
gobiernos entre los hombres que obtienen sus justos poderes del
consentimiento de los gobernados. Que siempre que cualquier
forma de Gobierno se hace destructiva de esos fines, es derecho
del pueblo alterarlo o abolirlo [...].
Si bien las obras de Locke eran ampliamente conocidas en las
colonias americanas, su filosofa abstracta casi no se tena en
cuenta como motivadora para llevar a los hombres a la revolu-
cin. Esta tarea fue realizada por sus seguidores radicales, que
en el siglo XVIII escriban de una manera ms popular, contun-
dente y apasionada, y aplicaban esa filosofa bsica a los pro-
blemas concretos del gobierno en especial, del gobierno brit-
nico de la poca. La obra ms importante escrita en este estilo
fue Las cartas de Cato, una serie de artculos periodsticos
publicados en Londres a comienzos de la dcada de 1720 por los
Verdaderos Whigs, John Trenchard y Thomas Gordon. Si bien
Locke haba escrito que la presin revolucionaria podra ejercer-
se debidamente cuando el gobierno se tornara destructivo de la
1
Secta puritana inglesa que estaba activa en el tiempo de la guerra civil inglesa.
2
A fines del siglo XVII el trmino Whig se us para describir a los que se oponan a las
polticas religiosas de Carlos II.
Rothbard
Mises Hispano 17
libertad, Trenchard y Gordon destacaron que el gobierno siem-
pre tenda hacia la destruccin de los derechos individuales.
Segn Las cartas de Cato, la historia de la humanidad es un
registro del conflicto irrefrenable entre el Poder y la Libertad,
con el Poder (gobierno) siempre dispuesto a incrementar su
esfera de accin invadiendo los derechos de las personas y
usurpando sus libertades. Por lo tanto, declaraba Cato, el poder
debe mantenerse reducido y el pblico debe enfrentarlo con una
vigilancia y una hostilidad permanentes, para asegurarse de que
se mantenga siempre dentro de sus lmites:
Sabemos, por infinitos ejemplos y experiencias, que los
hombres posedos del poder, antes que separarse de l harn
cualquier cosa, incluso lo peor y lo ms oscuro, para mante-
nerlo, y casi ningn hombre en la Tierra pudo dejarlo, siem-
pre que le fuera posible llevar adelante todo a su propia ma-
nera [...]. Esto parece seguro: que el bien del mundo, o de
su gente, no fue uno de sus motivos para continuar en el po-
der, o para renunciar a l.
Es propio de la naturaleza del poder estar siempre usurpando
y convirtiendo a todo poder extraordinario, otorgado en
momentos particulares, y para ocasiones particulares, en un
poder ordinario, para usarlo en todo momento, y aun cuando
no haya ocasin alguna, nunca se separa voluntariamente de
cualquier conveniencia [...].
Ay! El poder invade diariamente la libertad, con un xito
demasiado evidente, y casi desaparece el equilibrio entre
ellos. La tirana acapar casi toda la Tierra y embisti a la
raz y dominio de la humanidad, transformando el mundo en
un matadero; y seguramente seguir destruyendo hasta que
se destruya a s misma o, lo cual es lo ms probable, no deje
nada para destruir.
3
Los colonos norteamericanos reciban con avidez esas adverten-
cias, y las Cartas de Cato se reimprimieron varias veces en
3
Vase Murray N. Rothbard. Concebido en libertad, vol. 2. La negligencia saludable:
Las colonias americanas en la primera mitad del siglo XVIII. New Rochelle, N.Y.,
Arlington House, 1975, p. 194.
Adems, vase John Trenchard y Thomas Gordon. Las
cartas de Cato. En: D. L. Jacobson (ed.). The English Libertarian Heritage. Indianapo-
lis, Bobbs-Merrill Co., 1965.
Rothbard
Mises Hispano 18
todas las colonias hasta que se produjo la Revolucin. Tal acti-
tud, profundamente asentada, llev a lo que el historiador Ber-
nard Bailyn ha dado en llamar libertarianismo radical transfor-
mador de la Revolucin Estadounidense, dado que la revolu-
cin no fue slo el primer intento exitoso de los tiempos moder-
nos para liberarse del yugo del imperialismo occidental en esa
poca, de la mayor potencia del mundo. Ms importante an es
que, por primera vez en la historia, los americanos imponan a
sus nuevos gobiernos limitaciones y restricciones materializadas
en constituciones y, sobre todo, en declaraciones de derechos.
La Iglesia y el Estado fueron rigurosamente separados en los
nuevos Estados, y se estableci la libertad de culto. En todos los
Estados se eliminaron los restos del feudalismo mediante la
abolicin de los privilegios feudales por legado o primogenitura.
(Por el primero, un ancestro poda haber legado inmuebles a su
familia para poseerla siempre, impidiendo que sus herederos
vendieran cualquier parte de la tierra; por el segundo, el gobier-
no exige que el nico heredero de la propiedad sea el hijo ma-
yor.)
El nuevo gobierno federal formado sobre los Artculos de la
Confederacin
4
no poda exigir ningn impuesto del pblico, y
cualquier extensin fundamental de sus poderes requera el
consentimiento unnime de todos los gobiernos estatales. Por
sobre todo, el poder militar y blico del gobierno nacional estaba
constreido y era pasible de sospecha, ya que los libertarios del
siglo XVIII consideraban que la guerra, los ejrcitos permanentes
y el militarismo haban sido durante mucho tiempo el mtodo
principal de acrecentamiento del poder del Estado.
5
Bernard Bailyn resumi as el logro de los revolucionarios
estadounidenses:
La modernizacin de la poltica y el gobierno estadouniden-
ses durante y despus de la Revolucin tom la forma de la
4
Los Artculos de la Confederacin fueron acordados por el Congreso del 15 de noviem-
bre de 1777.
5
Para ver el impacto radical libertario de la Revolucin dentro de Amrica, vase Robert
A. Nisbet, El impacto social de la Revolucin. Washington, D.C., Instituto Americano de
la Empresa para la Investigacin de Poltica Pblica, 1974. Para el impacto en Europa,
vase el trabajo de Robert R. Palmer The Age of the Democratic Revolution, vol. I.
Princeton, N. J., Princeton University Press, 1959.
Rothbard
Mises Hispano 19
concrecin repentina, radical, del programa que antes haba
sido planteado enteramente por la intelligentsia opositora
[...] en el reinado de Jorge I. All donde los opositores ingle-
ses, abrindose camino en contra de la complacencia social
y el orden poltico, slo se haban esforzado y haban soa-
do, los estadounidenses, conducidos por las mismas aspira-
ciones pero viviendo en una sociedad en varios sentidos mo-
derna, y ahora polticamente liberada, de manera repentina
pudieron actuar. Donde la oposicin inglesa haba agitado en
vano reformas parciales [...] los lderes estadounidenses se
movieron con rapidez y casi sin enfrentamiento social para
implementar en forma sistemtica las posibilidades ms ex-
tremas de todo el rango de ideas radicales de liberacin.
En el proceso [...] infundieron en la cultura poltica estadou-
nidense [...] los principales temas del libertarianismo radical
del siglo XVIII hechos realidad aqu. El primero es la creen-
cia de que el poder es malo, quizs una necesidad, pero una
mala necesidad; que es infinitamente corruptor; y que debe
ser controlado, limitado, restringido de todas las maneras
compatibles con un mnimo de orden civil. Las constitucio-
nes escritas, la divisin de poderes, las declaraciones de de-
rechos, las limitaciones sobre los Ejecutivos, las legislaturas
y las cortes, las restricciones al derecho de coercin y de de-
claracin de guerra, todas estas medidas expresan la profun-
da desconfianza hacia el poder que yace en el corazn ide-
olgico de la Revolucin Estadounidense y que se ha man-
tenido entre nosotros como un legado desde entonces.
6
En consecuencia, si bien el pensamiento liberal clsico tuvo su
origen en Inglaterra, alcanzara su desarrollo ms consistente y
radical y su mayor expresin en la realidad en los Estados
Unidos, porque las colonias americanas no se hallaban sujetas al
monopolio feudal de la tierra y a la casta aristocrtica gobernan-
te, que estaban afianzados en Europa; en los Estados Unidos, los
gobernantes eran funcionarios coloniales britnicos y algunos
comerciantes privilegiados a quienes fue relativamente sencillo
hacer a un lado con el advenimiento de la Revolucin y la finali-
6
Bernard Bailyn. Los temas centrales de la Revolucin Estadounidense: una inte-
rpretacin. En: S. Kurtz y J. Hutson (eds.). Ensayos sobre la Revolucin Estadouni-
dense. Chapel Hill, N.C., Universidad de North Carolina Press, 1973, pp. 26-27.
Rothbard
Mises Hispano 20
zacin del gobierno britnico. Por lo tanto, en las colonias ame-
ricanas el liberalismo clsico tuvo ms apoyo popular y enfrent
mucha menos resistencia institucional arraigada que los que
encontr en su lugar de origen. Ms aun, al estar geogrficamen-
te aislados, los rebeldes americanos no tenan que preocuparse
por ejrcitos invasores de gobiernos contrarrevolucionarios
vecinos como, por ejemplo, ocurra en Francia.
Despus de la Revolucin
As, los Estados Unidos, por sobre todos los pases, nacieron de
una revolucin explcitamente libertaria, una revolucin contra
el imperio; contra el impuesto, el monopolio comercial y la
regulacin; y tambin contra el militarismo y el poder del Ejecu-
tivo. La revolucin produjo gobiernos cuyo poder tena restric-
ciones sin precedentes. Pero, si bien hubo muy poca resistencia
institucional hacia la avalancha de liberalismo en los Estados
Unidos, s aparecieron, desde el comienzo mismo, poderosas
fuerzas elitistas, sobre todo entre los grandes comerciantes y
agricultores, que deseaban mantener el sistema restrictivo mer-
cantilista ingls de altos impuestos, controles y privilegios
monoplicos otorgados por el gobierno. Estos grupos deseaban
un gobierno central fuerte e incluso imperial; en resumen, quer-
an el sistema britnico sin Gran Bretaa. Estas fuerzas conser-
vadoras y reaccionarias aparecieron por primera vez durante la
Revolucin, y ms tarde formaron el partido Federalista y la
administracin Federalista en la dcada de 1790.
Sin embargo, durante el siglo XIX continu el mpetu libertario.
Los movimientos jeffersonianos y jacksonianos, los partidos
Demcrata-Republicano y luego Demcrata, lucharon abierta-
mente por lograr la virtual eliminacin del gobierno de la vida
estadounidense. Deba ser un gobierno sin ejrcito o armada
permanentes; un gobierno sin deudas y sin gravmenes federales
directos ni impuestos confiscatorios, y prcticamente sin arance-
les a la importacin es decir, con niveles nfimos de impuesto y
gasto, un gobierno que no se comprometiera en obras pblicas
o mejoras internas, que no controlara ni regulara, que dejara al
dinero y al sistema bancario en libertad, slido y exento de
Rothbard
Mises Hispano 21
inflacin; en resumen, citando las palabras del ideal de H. L.
Mencken, un gobierno que apenas si es un gobierno.
El avance jeffersoniano hacia la virtual inexistencia del gobierno
se malogr despus de que Jefferson asumi la presidencia,
primero, a causa de concesiones a los federalistas (posiblemente
como resultado de un acuerdo destinado a obtener votos federa-
listas para quebrar una paridad en el colegio electoral), y luego,
por la compra inconstitucional del territorio de Luisiana. Pero el
fracaso se debi sobre todo al impulso imperialista hacia la
guerra con Inglaterra durante el segundo perodo de Jefferson,
un impulso que condujo a la guerra y a un sistema unipartidista
que estableci, casi por completo, el programa estatista federa-
lista: altos gastos militares, un banco central, aranceles protec-
cionistas, impuestos federales directos, obras pblicas. Horrori-
zado por los resultados, Jefferson, ya retirado, se instal en
Monticello e inspir a los jvenes polticos que lo visitaban,
Martin Van Buren y Thomas Hart Benton, para que fundaran un
nuevo partido el partido Demcrata destinado a sacar a los
Estados Unidos del nuevo federalismo y a recobrar el espritu
del antiguo programa jeffersoniano. Cuando los dos jvenes
lderes se abrazaron con Andrew Jackson como su salvador,
haba nacido el nuevo partido Demcrata.
Los libertarios jacksonianos tenan un plan: durante ocho aos
Andrew Jackson sera presidente; lo seguira Van Buren por
otros ocho aos, y luego Benton sucedera a ste por ocho aos
ms. Despus de veinticuatro aos de una triunfal democracia
jacksoniana, se habra alcanzado el ideal de Mencken, a saber, la
virtual inexistencia del gobierno. No era en modo alguno un
sueo imposible, dado que estaba claro que el partido Demcra-
ta se haba hecho rpidamente mayoritario por naturaleza en el
pas. La mayor parte de la gente se haba alineado en la causa
libertaria. Jackson tuvo sus ocho aos, durante los cuales des-
truy el banco central y elimin la deuda pblica, y Van Buren
gobern durante cuatro, en los que separ al gobierno federal del
sistema bancario. Pero en la eleccin de 1840 se produjo una
anomala con Van Buren, quien fue derrotado debido a una
campaa demaggica sin precedentes, orquestada por el primer
gran jefe de campaa moderno, Thurlow Weed (el vanguardista
que lanz pegadizos lemas de campaa, prendedores, canciones,
Rothbard
Mises Hispano 22
desfiles, etc., con los cuales ahora estamos familiarizados). Sus
tcticas llevaron al gobierno a un honorable y desconocido
Whig, el general William Henry Harrison, pero esto fue una
evidente casualidad; en 1844, los demcratas estaran prepara-
dos para emplear las mismas tcticas, y formaron parte de las
listas para recuperar la presidencia ese ao.
Se supona que Van Buren retomara la triunfal marcha jackso-
niana, pero entonces sucedi un hecho fatal: el partido Demcra-
ta fue golpeado por la crtica cuestin de la esclavitud, o en
realidad, de la expansin de la esclavitud a un nuevo territorio.
La sencilla re-nominacin de Van Buren tropez en una grieta
que se abri en las filas de la democracia acerca de la admisin
de la repblica de Texas, un estado esclavista, en la Unin; Van
Buren se opona, Jackson estaba a favor, y esta grieta simboliz
la brecha seccional ms profunda en el partido Demcrata. La
esclavitud, la grave falla antilibertaria en el programa libertario
de los demcratas, haba surgido para hacer naufragar por com-
pleto al partido y su libertarianismo.
La Guerra Civil, adems del derramamiento de sangre y la
devastacin sin precedentes que ocasion, fue utilizada por el
rgimen del partido Republicano, triunfal y casi nico, para
avanzar en su programa estatista, que fue anteriormente Whig:
poder gubernamental nacional, aranceles proteccionistas, subsi-
dios a las grandes empresas, papel moneda inflacionario, recupe-
racin del control del gobierno federal sobre el sistema bancario,
emprendimientos internos en gran escala, altos impuestos inter-
nos y, durante la contienda, reclutamiento e impuesto a las
ganancias. Adems, los estados perdieron su anterior derecho a
la secesin y otros poderes, en la medida en que se oponan a los
del gobierno federal. El partido Demcrata retom su trayecto
libertario despus de la guerra, pero ahora tena que emprender
un camino mucho ms largo y difcil para alcanzar la libertad.
Hemos visto cmo los Estados Unidos llegaron a tener una
profunda tradicin libertaria, una tradicin que an se contina
en gran parte de nuestra retrica poltica y se refleja en una
actitud arrojada e individualista frente al gobierno por parte de
muchos estadounidenses. En este pas hay un terreno mucho ms
frtil para el resurgimiento del libertarianismo que en cualquier
otro.
Rothbard
Mises Hispano 23
Resistencia a la Libertad
Ahora podemos ver que el rpido crecimiento del movimiento
libertario y del partido Libertario de la dcada de 1970 est
firmemente enraizado en lo que Bernard Bailyn llam el podero-
so legado permanente de la Revolucin Estadounidense. Pero
si este legado es tan vital para la tradicin estadounidense, qu
es lo que sali mal? Por qu ahora resulta necesario que surja
un nuevo movimiento libertario que restaure el sueo america-
no?
Antes de comenzar a responder esta pregunta debemos recordar
que el liberalismo clsico constituy una gran amenaza para los
intereses polticos y econmicos las clases gobernantes que se
beneficiaban con el Antiguo Orden: los reyes, los nobles y los
aristcratas terratenientes, los comerciantes privilegiados, las
maquinarias militares, las burocracias estatales.
A pesar de que los liberales precipitaron tres grandes revolucio-
nes violentas la Inglesa del siglo XVII, la Estadounidense y la
Francesa del siglo XVIII, las victorias en Europa eran slo
parciales. La resistencia se mantuvo firme y se las ingeni para
conservar exitosamente los monopolios terratenientes, los esta-
blishments religiosos y las polticas exterior y militar belicistas;
tambin, por algn tiempo, el sufragio estuvo restringido a la
elite adinerada. Los liberales tuvieron que concentrarse en ex-
tender el sufragio, porque ambas partes saban claramente que
los intereses polticos y los objetivos econmicos de la masa del
pblico descansaban sobre la libertad individual. Resulta intere-
sante destacar que, hacia comienzos del siglo XIX, se denomina-
ba a las fuerzas del laissez-faire liberales o radicales (a los
ms puros y ms coherentes de ellos), y la oposicin que desea-
ba preservar el Antiguo Orden o volver a l era ampliamente
conocida como los conservadores.
En realidad, el conservadurismo comenz, a principios del siglo
XIX, como un intento consciente de anular o destruir el odiado
nuevo funcionamiento del espritu liberal clsico el de las
revoluciones Estadounidense, Francesa e Industrial. Liderado
por dos pensadores reaccionarios franceses, de Bonald y de
Maistre, anhelaba reemplazar la igualdad de derechos y la igual-
Rothbard
Mises Hispano 24
dad ante la ley por el gobierno estructurado y jerrquico de las
elites privilegiadas; la libertad individual y el gobierno mnimo,
por el absolutismo y un Gobierno Grande; la libertad religiosa,
por el gobierno teocrtico de una iglesia estatal; la paz y el libre
comercio, por el militarismo; las restricciones mercantilistas y la
guerra, en beneficio del Estado-nacin; y la industria y la manu-
factura, por el antiguo orden feudal y agrario. Aspiraban a susti-
tuir el nuevo mundo de consumo masivo y estndares de vida
mejorados por el Antiguo Rgimen de la mera subsistencia para
las masas y el consumo suntuario para las elites gobernantes.
Hacia mediados, y sobre todo hacia fines del siglo XIX, los
conservadores comenzaron a darse cuenta de que su causa esta-
ba inevitablemente perdida si insistan en aferrarse al pedido de
cancelacin absoluta de la Revolucin Industrial y de su enorme
aumento en los niveles de vida del pblico, as como tambin si
continuaban oponindose a la ampliacin del sufragio, con lo
cual se manifestaban abiertamente opositores a los intereses de
ese pblico. Por ende, el ala derecha (un nombre basado en un
hecho casual, a saber, que durante la Revolucin Francesa el
vocero del Antiguo Rgimen se sentaba a la derecha de la asam-
blea) decidi cambiar su funcionamiento y actualizar su credo
estatista eliminando la oposicin categrica hacia el industria-
lismo y el sufragio democrtico. Los nuevos conservadores
sustituyeron el antiguo odio y desprecio del conservadurismo
hacia las masas por el engao y la demagogia, cortejndolas con
los siguientes argumentos: Nosotros tambin estamos a favor
del industrialismo y de un nivel de vida ms alto. Pero para
alcanzar esos fines, debemos regular la industria en procura del
bienestar pblico; debemos sustituir la rapacidad del mercado
libre y competitivo por la cooperacin organizada; y, por sobre
todas las cosas, debemos reemplazar los principios liberales de
paz y libre comercio, que destruyen a la nacin, glorificando la
guerra, el proteccionismo, el imperio y las proezas militares.
Para lograr todos estos cambios, se necesitaba un Gobierno
Grande, en lugar de uno mnimo. Y por lo tanto, a fines del siglo
XIX retornaron el estatismo y el Gobierno Grande, pero ex-
hibiendo ahora una cara favorable a la industrializacin y al
bienestar general. El Antiguo Rgimen retorn, aunque esta vez
los beneficiarios resultaron ligeramente alterados: ya no eran
tanto la nobleza, los terratenientes feudales, el ejrcito, la buro-
Rothbard
Mises Hispano 25
cracia y los comerciantes privilegiados, sino ms bien el ejrci-
to, la burocracia, los debilitados terratenientes feudales y, sobre
todo, los fabricantes privilegiados. Liderada por Bismarck en
Prusia, la Nueva Derecha form un colectivismo de extrema
derecha basado en la guerra, el militarismo, el proteccionismo y
la cartelizacin compulsiva de los negocios y las industrias una
gigantesca red de controles, regulaciones, subsidios y privilegios
que forjaron una gran coalicin del Gobierno Grande con ciertos
elementos privilegiados en las grandes empresas e industrias.
Haba que hacer algo, adems, respecto del nuevo fenmeno del
gran nmero de trabajadores industriales asalariados: el prole-
tariado. Durante el siglo XVIII y comienzos del XIX, en realidad
hasta bien entrado el siglo XIX, la masa de trabajadores apoyaba
el laissez-faire y el libre mercado competitivo como lo mejor
para sus salarios y condiciones laborales, como obreros, y para
un rango cada vez ms amplio de bienes de consumo baratos,
como consumidores. Incluso los primeros gremios, por ejemplo
en Gran Bretaa, crean firmemente en el laissez-faire. Los
nuevos conservadores, guiados por Bismarck en Alemania y
Disraeli en Gran Bretaa, debilitaron la voluntad libertaria de los
trabajadores derramando lgrimas de cocodrilo respecto de las
condiciones de la mano de obra industrial, cartelizando y regu-
lando la industria, poniendo trabas intencionalmente a la compe-
tencia eficiente.
Por ltimo, a principios del siglo XX, los nuevos conservado-
res, el Estado Corporativista entonces y ahora, el sistema
poltico dominante en el mundo occidental incorporaron a
gremios responsables y corporativistas como socios menores
del Gobierno Grande y favorecieron a las grandes empresas en
el nuevo sistema de decisin estatista y corporativista. Para
establecer este nuevo sistema, para crear un Nuevo Orden que
era una versin modernizada y disfrazada del Ancien Rgime
anterior a las revoluciones Estadounidense y Francesa, las
nuevas elites gobernantes deban tender una gigantesca estafa
al engaado pblico, un engao que contina en la actualidad.
Considerando que la existencia de todo gobierno, desde la mo-
narqua absoluta hasta la dictadura militar, descansa en el con-
sentimiento de la mayora del pblico, un gobierno democrtico
debe construir ese consenso sobre una base ms inmediata, da a
Rothbard
Mises Hispano 26
da. Y para hacerlo, las elites gobernantes del nuevo conservadu-
rismo tenan que engaar al pblico de muchas maneras crucia-
les y fundamentales. Haba que convencer a las masas de que la
tirana era mejor que la libertad, de que un feudalismo industrial
privilegiado era ms favorable para los consumidores que un
mercado libremente competitivo, de que un monopolio carteli-
zado deba imponerse en nombre del antimonopolio, y de que la
guerra y la creciente militarizacin para beneficio de las elites
gobernantes favoreca, en realidad, a los intereses de un pblico
obligado a hacer el servicio militar obligatorio, a pagar impues-
tos, y a menudo masacrado. Cmo lograr esto?
En todas las sociedades, la opinin pblica es determinada por
las clases intelectuales, los formadores de opinin, dado que la
mayora de las personas no generan ni difunden ideas y concep-
tos; por el contrario, tienden a adoptar aquellos promulgados por
las clases de intelectuales profesionales, los distribuidores profe-
sionales de ideas. Como veremos ms adelante, a lo largo de la
historia los dspotas y las elites estatales gobernantes necesita-
ron mucho ms los servicios de los intelectuales para que man-
tuvieran a los ciudadanos tranquilos dentro de una sociedad
libre, porque los Estados siempre se han servido de intelectuales
formadores de opinin para embaucar al pblico con la idea de
que su gobierno es sabio, bueno e inevitable; en suma, con la
creencia de que el emperador est vestido. Hasta el adveni-
miento del mundo moderno, esos intelectuales fueron inevita-
blemente los clrigos (o los hechiceros), los custodios de la
religin. Era una cmoda alianza esta antigua sociedad entre la
Iglesia y el Estado; la Iglesia informaba a sus engaadas huestes
que el rey gobernaba por mandato divino y, por lo tanto, haba
que obedecerlo; a cambio, el rey encauzaba gran parte de los
ingresos impositivos hacia las arcas de la Iglesia. De ah viene la
gran importancia, para los liberales clsicos libertarios, del xito
en su objetivo de separar la Iglesia y el Estado. En el nuevo
mundo liberal los intelectuales podan ser no confesionales,
podan ganarse la vida por s mismos, en el mercado, sin depen-
der de la subvencin estatal.
Por lo tanto, para establecer su nuevo orden estatista, su Estado
corporativo neomercantilista, los nuevos conservadores tuvieron
que forjar una nueva alianza entre los intelectuales y el Estado.
Rothbard
Mises Hispano 27
En una era de creciente secularizacin, esto signific que la
alianza deba realizarse con intelectuales laicos, ms que con los
eclesisticos: especficamente, con la nueva casta de profesores,
doctores, historiadores, maestros y economistas tecncratas,
trabajadores sociales, socilogos, mdicos e ingenieros. Esta
restaurada alianza se llev a cabo en dos partes. A comienzos
del siglo XIX, los conservadores, dando la razn a sus enemigos
liberales, confiaron fuertemente en las invocadas virtudes de la
irracionalidad, el romanticismo, la tradicin y la teocracia.
Poniendo nfasis en el valor de la tradicin y de los smbolos
irracionales, pudieron engaar al pblico para que siguiera
aceptando el gobierno jerrquico privilegiado y continuara
adorando al Estado-nacin y a su maquinaria blica. En los
ltimos aos del siglo XIX, el nuevo conservadurismo se revisti
de los adornos de la razn y de la ciencia. Ahora era la ciencia
la que supuestamente requera que el gobierno de la economa y
de la sociedad estuviera en manos de tecncratas expertos. A
cambio de difundir este mensaje entre el pblico, la nueva casta
de intelectuales fue recompensada con puestos de trabajo y
prestigio como apologistas del Nuevo Orden, y planificadores y
reguladores de la nueva economa y la nueva sociedad carteliza-
das.
Para asegurarse el dominio del nuevo estatismo sobre la opinin
pblica, para tener la certeza de que se construira el consenso
pblico, los gobiernos del mundo occidental de fines del siglo
XIX y comienzos del XX tomaron control de la educacin, de las
mentes de los hombres: no slo de las universidades sino de la
educacin en general, mediante leyes de asistencia escolar obli-
gatoria y una red de escuelas pblicas. stas se usaban conscien-
temente para inculcar a sus jvenes huestes la obediencia hacia
el Estado y otras virtudes civiles. Ms aun, esta educacin esta-
tizante garantizaba que los que tendran uno de los intereses
creados ms grandes en la expansin del estatismo seran los
maestros y los educadores profesionales de la nacin. Una de las
formas en que los nuevos intelectuales estatistas realizaban su
trabajo era modificando el significado de antiguos rtulos, y
consecuentemente manipulando en las mentes del pblico las
connotaciones emocionales conferidas a tales rtulos.
Rothbard
Mises Hispano 28
Por ejemplo, a los libertarios partidarios del laissez-faire se los
conoca desde haca mucho tiempo como liberales, y a los ms
aspticos y combativos, como radicales; tambin se los haba
designado como progresistas, debido a que eran quienes esta-
ban a tono con el progreso industrial, la difusin de la libertad y
el aumento de los niveles de vida de los consumidores. La nueva
casta de acadmicos e intelectuales estatistas se aplicaron a s
mismos las denominaciones de liberal y progresista y logra-
ron con xito manchar a sus adversarios del laissez-faire tildn-
dolos de anticuados, hombres de Neandertal y reacciona-
rios. Incluso se acus a los liberales clsicos de ser conserva-
dores. Y, como hemos visto, los nuevos estatistas pudieron
apropiarse tambin del concepto de razn.
Si los liberales partidarios del laissez-faire estaban confundidos
por ese nuevo recrudecimiento del estatismo y el mercantilismo,
ahora como estatismo progresista corporativo, otra razn para
la decadencia del liberalismo clsico hacia fines del siglo XIX
fue el crecimiento de un nuevo movimiento peculiar: el socia-
lismo. ste comenz en la dcada de 1830 y se expandi enor-
memente despus de 1880. Su peculiaridad consista en que se
trataba de un movimiento confuso e hbrido, influido por las dos
ideologas polarmente opuestas y preexistentes, el liberalismo y
el conservadurismo. De los liberales clsicos, los socialistas
tomaron una franca aceptacin del industrialismo y de la Revo-
lucin Industrial, una temprana glorificacin de la ciencia y la
razn, y una devocin, al menos retrica, por los ideales
liberales clsicos tales como la paz, la libertad individual y un
nivel de vida ascendente.
En realidad, fueron pioneros, mucho antes que los corporativis-
tas, en la apropiacin de la ciencia, la razn y el industrialismo.
Y no slo adoptaron la adhesin liberal clsica a la democracia,
sino que la sobrepasaron abogando por una democracia expan-
dida, en la cual el pueblo administrara la economa y todo lo
dems.
Por otro lado, los socialistas tomaron de los conservadores la
devocin hacia la coercin y los medios estatistas para tratar de
lograr sus objetivos liberales. La armona industrial y el creci-
miento se alcanzaran sobredimensionando el Estado hasta
Rothbard
Mises Hispano 29
convertirlo en una institucin todopoderosa, reguladora de la
economa y de la sociedad en nombre de la ciencia.
Una vanguardia de tecncratas asumira un gobierno todopode-
roso sobre la persona y la propiedad de todos en nombre del
pueblo y de la democracia. El Estado socialista, no contento
con el logro liberal de la razn y la libertad para la investigacin
cientfica, pondra el gobierno de los cientficos por sobre todos
los dems; no conforme con la medida liberal de dejar a los
trabajadores en libertad de alcanzar una prosperidad jams
pensada, instalara el gobierno de los trabajadores por encima de
todos los dems o, mejor dicho, el gobierno de polticos, bur-
cratas y tecncratas en su nombre. No conforme con el credo
liberal de igualdad de derechos, de igualdad ante la ley, el Esta-
do socialista pisoteara esa igualdad en nombre de monstruosos
y quimricos objetivos de igualdad o uniformidad de resultados
o ms bien, erigira una nueva elite privilegiada, una nueva
clase, con el objetivo de hacer realidad esa igualdad imposible.
El socialismo era un movimiento confuso e hbrido porque
intentaba alcanzar los objetivos liberales de libertad, paz, armon-
a industrial y crecimiento que slo pueden ser logrados a
travs de la libertad y la separacin del gobierno de casi todo
imponiendo los antiguos medios conservadores del estatismo, el
colectivismo y el privilegio jerrquico. Estaba destinado a fraca-
sar, y de hecho fracas miserablemente en los numerosos pases
donde alcanz el poder durante el siglo XX, llevando a las masas
a un despotismo sin precedentes, al hambre y a un empobreci-
miento agobiante.
Pero lo peor del ascenso del movimiento socialista fue que
desplaz de su posicin a los liberales clsicos de la izquierda,
es decir, del lugar del partido de la esperanza, del radicalismo,
de la revolucin en el mundo occidental. As como durante la
Revolucin Francesa los defensores del Ancien Rgime se senta-
ban a la derecha de la asamblea, los liberales y radicales se
ubicaban a la izquierda, desde entonces y hasta el nacimiento del
socialismo, los liberales clsicos libertarios fueron conocidos
como la izquierda, incluso como la extrema izquierda, en el
espectro ideolgico.
Rothbard
Mises Hispano 30
Hasta fines de 1848, los militantes del liberalismo francs del
laissez-faire, como Frdric Bastiat, se sentaron a la izquierda
en la asamblea nacional. Los liberales clsicos haban comenza-
do como el partido radical, revolucionario en Occidente, como
el partido de la esperanza y del cambio en nombre de la libertad,
la paz y el progreso. Fue un grave error estratgico dejarse
desplazar, permitir que los socialistas se presentaran como el
partido de la izquierda, dejando a los liberales falsamente
colocados en una posicin centrista poco clara, con el socialismo
y el conservadurismo como polos opuestos. Dado que el liberta-
rianismo es precisamente un partido de cambio y de progreso
hacia la libertad, al abandonar ese rol abandonaron tambin gran
parte de su razn de ser, en la realidad o en la mente del pblico.
Pero nada de esto podra haber sucedido si los liberales clsicos
no hubiesen permitido su propia decadencia interna. Podran
haber destacado como de hecho lo hicieron algunos de ellos
que el socialismo era un movimiento confuso, contradictorio y
cuasi-conservador, que era una monarqua absoluta y un feuda-
lismo con cara moderna, y que ellos seguan siendo los nicos
verdaderos radicales intrpidos que no aceptaran otra cosa que
la total victoria del ideal libertario.
Decadencia Desde Adentro
No obstante, despus de alcanzar impresionantes victorias par-
ciales frente al estatismo, los liberales clsicos comenzaron a
abandonar su radicalismo, su obstinada insistencia en luchar
contra el estatismo conservador hasta la victoria final. En lugar
de utilizar las victorias parciales como peldaos para ejercer
desde ellos una presin cada vez mayor, empezaron a perder su
fervor por el cambio y la pureza de principios. Se conformaron
con tratar de salvaguardar las victorias obtenidas, y as dejaron
de ser un movimiento radical para convertirse en un movimiento
conservador, en el sentido de estar conformes con la preserva-
cin del statu quo. En resumen, los liberales dejaron el campo
abierto para que el socialismo se convirtiera en el partido de la
esperanza y del radicalismo, e incluso para que los posteriores
corporativistas aparecieran como liberales y progresistas
Rothbard
Mises Hispano 31
enfrentados a la extrema derecha y a los conservadores
liberales clsicos libertarios, dado que estos ltimos se dejaron
encasillar en una posicin en la que slo aspiraban a la inmuta-
bilidad, a la ausencia de cambio. Semejante estrategia es estpi-
da e insostenible en un mundo cambiante.
Pero la degeneracin del liberalismo no consisti simplemente
en una toma de posicin y en una estrategia, sino que tambin
cambiaron sus principios, porque los liberales se conformaron
con dejar en manos del Estado el poder blico, el poder educati-
vo, el poder sobre el dinero y los bancos, as como sobre las
rutas; aceptaron cederle al Estado el dominio sobre todas las
palancas de poder en la sociedad. En contraste con la hostilidad
de los liberales del siglo XVIII hacia el Ejecutivo y la burocracia,
los liberales del siglo XIX toleraron e incluso aceptaron de buen
grado la acumulacin de poder por parte del Ejecutivo y de una
cantidad de empleados del Estado afianzados en la oligarqua y
en la burocracia. Adems, los principios y la estrategia se fusio-
naron a fines del siglo XVIII y principios del XIX en la decadencia
de la devocin liberal hacia el abolicionismo, hacia el concep-
to de que, ms all de que la institucin fuera la esclavitud o
cualquier otro aspecto del estatismo, era preciso abolirla cuanto
antes, debido a que la inmediata abolicin del estatismo, aunque
improbable en la prctica, constitua la nica postura moral
posible. Preferir una eliminacin gradual antes que la inmediata
abolicin de una institucin perversa y coercitiva equivale a
ratificar y confirmar ese mal y, por ende, a violar los principios
libertarios. Tal como lo explic el libertario y gran abolicionista
de la esclavitud, William Lloyd Garrison: Impulsar la inmedia-
ta abolicin tan seriamente como podamos no ser al fin y al
cabo, por desgracia, ms que una abolicin gradual. Nunca
dijimos que la esclavitud habra de ser eliminada de un solo
golpe, pero siempre sostendremos que debe ser abolida
7
Hubo dos cambios crticamente importantes en la filosofa y la
ideologa del liberalismo clsico que al mismo tiempo ejemplifi-
caron y contribuyeron a su decadencia como fuerza vital, pro-
gresista y radical en el mundo occidental. El primero y ms
importante, que tuvo lugar entre comienzos y mediados del siglo
7
Citado en William H. Pease y Jane H. Pease (eds.). La discusin antiesclavista. Indiana-
polis: Bobbs-Merrill Co., 1965, p. XXXV.
Rothbard
Mises Hispano 32
XIX, fue el abandono de la filosofa de los derechos naturales y
su reemplazo por el utilitarismo tecnocrtico. En lugar de fun-
damentar la libertad en el imperativo moral del derecho de cada
individuo a su persona y a su propiedad, es decir, en lugar de
considerarla sobre la base del derecho y la justicia, el utilitaris-
mo prefiri verla, en lneas generales, como la mejor manera de
alcanzar un bienestar y un bien comn vagamente definidos.
Este cambio de los derechos naturales al utilitarismo tuvo dos
grandes consecuencias. Primero, la pureza del objetivo, la con-
sistencia del principio, fue inevitablemente destruida, porque
mientras los libertarios partidarios de los derechos naturales, que
buscaban la moral y la justicia, se aferraban militantemente a un
principio puro, los utilitarios slo valoraban la libertad como
conveniente para lograr un propsito determinado. Y como la
conveniencia puede cambiar, y de hecho cambia segn las cir-
cunstancias, ser fcil para el utilitarista, que calcula framente
el costo y el beneficio, caer en el estatismo una y otra vez segn
los propsitos que persiga, y as dejar de lado los principios.
Precisamente esto es lo que les sucedi a los utilitaristas bent-
hamitas en Inglaterra, a quienes, comenzando con un libertaria-
nismo y un laissez-faire especial, les result siempre ms senci-
llo deslizarse cada vez ms hacia el estatismo.
Un ejemplo fue la bsqueda de una cantidad de empleados del
Estado y un poder ejecutivo eficientes, y por lo tanto fuertes,
una eficiencia que se hizo prioritaria y de hecho reemplaz a
cualquier concepto de justicia o derecho. En segundo lugar, y
esto es tan importante como lo anterior, es muy difcil encontrar
un defensor de lo utilitario que tambin sea radical, que luche
por la inmediata abolicin del mal y la coercin. Los utilitarios,
con su devocin por la oportunidad, se oponen de modo casi
inevitable a cualquier clase de cambio intranquilizante o radical.
Jams hubo utilitarios revolucionarios. Por lo tanto, nunca son
abolicionistas apremiantes. El abolicionista es as porque desea
eliminar el mal y la injusticia tan rpidamente como sea posible.
Al elegir este objetivo, no queda espacio para el clculo fro y la
consideracin de las conveniencias, para el anlisis del costo-
beneficio. Consecuentemente, los liberales clsicos utilitarios
abandonaron el radicalismo y se convirtieron en meros reformis-
tas graduales, pero al convertirse en reformadores, tambin se
ubicaron, de modo inevitable, en la posicin de consejeros y
Rothbard
Mises Hispano 33
expertos en eficiencia para el Estado. En otras palabras, los
liberales clsicos terminaron abandonando de modo inevitable
los principios libertarios, as como la estrategia libertaria basada
en principios. Los utilitarios se convirtieron en apologistas del
orden existente, del statu quo, y por lo tanto, quedaron demasia-
do expuestos a la acusacin de los socialistas y los corporativis-
tas progresistas, en el sentido de que eran meros oponentes a
todo y cualquier cambio, conservadores y de miras estrechas. De
este modo, despus de haber comenzado como radicales y revo-
lucionarios, como el polo opuesto de los conservadores, los
liberales clsicos se convirtieron en la viva imagen de aquello
que haban combatido.
Esta agobiante claudicacin utilitarista del libertarianismo an
est presente. As, en los primeros das del pensamiento econ-
mico, el utilitarismo captur a la economa de libre mercado con
la influencia de Bentham y Ricardo, y esta influencia es hoy tan
fuerte como nunca.
En la actualidad, la economa de libre mercado est colmada de
apelaciones al gradualismo, de desdn hacia la tica, la justicia y
los principios consistentes, y de cierta predisposicin a abando-
nar los principios de libre mercado ante la cada de la relacin
costo-beneficio. As pues, los intelectuales por lo general consi-
deran que la actual economa de libre mercado es visualizada
como meramente la disculpa de un statu quo ligeramente modi-
ficado, y esas acusaciones son, con demasiada frecuencia, cier-
tas.
Durante los ltimos aos del siglo XIX, se produjo un segundo y
reconfortante cambio en la ideologa de los liberales clsicos,
cuando, al menos por unas dcadas, adoptaron las doctrinas del
evolucionismo social, llamado a menudo darwinismo social.
Por lo general, los historiadores estatistas han pintado a los
liberales darwinistas sociales partidarios del laissez-faire, tales
como Herbert Spencer y William Graham Sumner, como crueles
campeones del exterminio, o al menos de la desaparicin, de los
socialmente no aptos. Gran parte de esto era simplemente el
intento por disfrazar la slida doctrina econmica y sociolgica
del libre mercado, detrs de la fachada del evolucionismo, en-
tonces muy de moda.
Rothbard
Mises Hispano 34
Pero el aspecto verdaderamente importante y deformante de su
darwinismo social consista en trasladar a la esfera social, de
manera ilegtima, el concepto de que las especies (o, ms tarde,
los genes) cambian lenta, muy lentamente despus de miles de
aos. El darwinismo social liberal abandon, entonces, la idea
misma de revolucin o cambio radical y opt por quedarse a la
espera de los pequeos e inevitables cambios a lo largo de un
perodo medido en eones. En resumen, los darwinistas sociales,
ignorando el hecho de que el liberalismo haba tenido que rom-
per con las elites gobernantes en el poder mediante una serie de
cambios radicales y revoluciones, se transformaron en conserva-
dores que predicaban contra cualquier medida radical y slo
estaban a favor de cambios diminutamente graduales.
8
De hecho, Spencer, un gran libertario, ilustra de modo fascinante
justamente ese cambio en el liberalismo clsico (y su caso tiene
como paralelo en los Estados Unidos a William Graham Sum-
ner). En cierto sentido, Herbert Spencer personifica gran parte
de la declinacin del liberalismo en el siglo XIX. En sus comien-
zos fue un magnfico liberal radical, casi un libertario puro.
Pero, a medida que el virus de la sociologa y el darwinismo
social se apoderaban de su alma, abandon al libertarianismo
como movimiento dinmico, histricamente radical, aunque sin
renunciar a l en la teora pura. Mirando hacia adelante, hacia
una eventual victoria de la libertad pura, del contrato por
oposicin al estatus, de la industria por oposicin al militaris-
mo, Spencer comenz a ver que la victoria era inevitable, pero
slo despus de milenios de evolucin gradual. Por lo tanto,
abandon el liberalismo como una lucha y un credo radical y lo
limit, en la prctica, a una accin tediosa, conservadora y de
8
Irnicamente, la moderna teora evolucionista abandona por completo la teora del cam-
bio evolutivo gradual. Ahora se advierte, ms bien, que un cuadro mucho ms exacto
consiste en saltos agudos y repentinos de un equilibrio esttico entre las especies a otro;
es lo que se denomina la teora de los cambios puntuales. Uno de los expositores de la
nueva visin, el profesor Stephen Jay Gould, escribe: El gradualismo es una filosofa de
cambio, no una induccin desde la naturaleza. [...] Adems, tiene fuertes componentes
ideolgicos ms responsables de su xito previo que cualquier objetivo coincidente con la
naturaleza externa. [...] Como ideologa, la utilidad del gradualismo debe explicar gran
parte de su influencia, pues se transform en la quintaesencia del dogma del liberalismo
contra los cambios radicales y los saltos repentinos, contrarios a las leyes de la naturale-
za. (Stephen Jay Gould. Evolution: Explosion, Not Ascent. New York Times, 22 de
enero de 1978.)
Rothbard
Mises Hispano 35
retaguardia contra los crecientes colectivismos y estatismos de la
poca. Pero si el utilitarismo, sostenido por el darwinismo so-
cial, era el principal agente de la decadencia filosfica e ideol-
gica del movimiento liberal, la razn ms importante e incluso
catastrfica de su desaparicin fue su abandono de los otrora
intransigentes principios contra la guerra, el imperio y el milita-
rismo.
En un pas tras otro, el canto de sirena del Estado-nacin y del
imperio fue destruyendo al liberalismo clsico. En Inglaterra, a
fines del siglo XIX y principios del XX, los liberales abandonaron
su postura en pro de una Inglaterra pequea y contra la guerra
y el imperialismo, sostenida por Cobden, Bright y la Escuela de
Manchester. En cambio, adoptaron lo que recibi la obscena
denominacin de Imperialismo Liberal, y as se sumaron a los
conservadores en la expansin del imperio, y a los conservado-
res y a los socialistas de derecha en el imperialismo destructivo
y el colectivismo de la Primera Guerra Mundial. En Alemania,
Bismarck pudo dividir a los liberales, que ya casi haban triun-
fado, con el seuelo de la unificacin de Alemania a sangre y
fuego. En ambos pases, el resultado fue la destruccin de la
causa liberal.
En los Estados Unidos, el partido liberal clsico haba sido
durante mucho tiempo el partido Demcrata, conocido a fines
del siglo XIX como el partido de la libertad personal. Bsica-
mente, no slo haba sido el partido de la libertad personal, sino
tambin el de la libertad econmica, el acrrimo opositor de la
Prohibicin, de las leyes de restriccin dominical y de la educa-
cin obligatoria; el devoto defensor del libre comercio, de la
moneda fuerte (exenta de inflacin gubernamental), de la sepa-
racin del sistema bancario y el Estado, y de la absoluta minimi-
zacin del gobierno. Reclamaba que el poder estatal fuera insig-
nificante y el federal, virtualmente inexistente. Respecto de la
poltica exterior, tenda, aunque con menos rigor, a ser el partido
de la paz, del antimilitarismo y del antiimperialismo. Pero el
libertarianismo personal y econmico fue abandonado cuando
las fuerzas de William Jennings Bryan se apoderaron del partido
Demcrata en 1896, y dos dcadas ms tarde, la poltica exterior
de no intervencin fue brutalmente desechada por Woodrow
Wilson. La intervencin y la guerra se hicieron preeminentes en
Rothbard
Mises Hispano 36
un siglo de muerte y devastacin, de guerras y nuevos despotis-
mos; un siglo que fue tambin el del nuevo estatismo corporati-
vista en todos los pases beligerantes, el de un Estado Asisten-
cialista y proclive a la guerra dirigido por la alianza de un Go-
bierno Grande, grandes empresas, gremios e intelectuales, que
ya hemos mencionado.
El ltimo aliento del viejo liberalismo del laissez-faire en los
Estados Unidos fue, de hecho, la unin de los fuertes y enveje-
cidos libertarios que formaron la Liga Antiimperialista con el
cambio de siglo, para oponerse a la guerra contra Espaa y a la
subsiguiente guerra imperialista estadounidense para contener a
los filipinos que peleaban por su independencia nacional, tanto
de Espaa como de los Estados Unidos. Para un punto de vista
actual, la idea de un antiimperialista que no sea marxista puede
parecer extraa, pero la oposicin al imperialismo comenz con
los liberales del laissez-faire, como Cobden y Bright en Inglate-
rra, y Eugen Richter en Prusia. En realidad, la Liga Antiimperia-
lista, encabezada por el economista e industrial de Boston Ed-
ward Atkinson (y que inclua a Sumner), consista principalmen-
te en radicales partidarios del laissez-faire que haban luchado
por la abolicin de la esclavitud y haban defendido el libre
comercio, la moneda fuerte y el gobierno mnimo. Para ellos, su
batalla final contra el nuevo imperialismo estadounidense era
simplemente parte de su lucha de toda la vida contra la coercin,
el estatismo, y la injusticia contra el Gobierno Grande, que
intervena en todas las reas de la vida, tanto en el pas como en
el exterior.
Hemos rastreado la terrible historia de la decadencia y el de-
rrumbe del liberalismo clsico luego de su ascenso y su triunfo
parcial en los siglos anteriores. Cul es, entonces, la causa del
resurgimiento, del florecimiento del pensamiento y la actividad
libertarios de los ltimos aos, sobre todo en los Estados Uni-
dos? Cmo pudieron estas fuerzas y coaliciones formidables
del estatismo doblegarse tanto ante un resurgente movimiento
libertario? No debera ser la recobrada marcha del estatismo a
fines del siglo XIX y en el transcurso del XX motivo de pesimis-
mo, en lugar de un reavivamiento de un libertarianismo que
pareca moribundo? Por qu no permaneci muerto y enterra-
do?
Rothbard
Mises Hispano 37
Hemos visto por qu el libertarianismo surgi naturalmente en
primer lugar y de modo ms pleno en los Estados Unidos, una
tierra imbuida de la tradicin libertaria. Pero an no hemos
examinado la pregunta: A qu se debe el renacimiento del
libertarianismo durante los ltimos aos? Qu condiciones
contemporneas han llevado a este desarrollo sorprendente?
Debemos posponer la respuesta hasta el final del libro, porque
primero examinaremos qu es el credo libertario y cmo se lo
puede aplicar para resolver los principales problemas de nuestra
sociedad.
PARTE I
EL CREDO LIBERTARIO
Mises Hispano 39
2
Propiedad e Intercambio
El Axioma de No-Agresin
l credo libertario descansa sobre un axioma central:
ningn hombre ni grupo de hombres puede cometer una
agresin contra la persona o la propiedad de alguna otra
persona. A esto se lo puede llamar el axioma de No-Agresin.
Agresin se define como el inicio del uso o amenaza de uso de
la violencia fsica contra la persona o propiedad de otro. Por lo
tanto, agresin es sinnimo de invasin.
Si ningn hombre puede cometer una agresin contra otro; si, en
suma, todos tienen el derecho absoluto de ser libres de la
agresin, entonces esto implica inmediatamente que el libertario
defiende con firmeza lo que en general se conoce como liberta-
des civiles: la libertad de expresarse, de publicar, de reunirse y
de involucrarse en crmenes sin vctimas, tales como la porno-
grafa, la desviacin sexual y la prostitucin (que para el liberta-
rio no son en absoluto crmenes, dado que define un crimen
como la invasin violenta a la persona o propiedad de otro).
Adems, considera el servicio militar obligatorio como una
esclavitud en gran escala. Y dado que la guerra, sobre todo la
guerra moderna, implica la matanza masiva de civiles, el liberta-
rio ve ese tipo de conflictos como asesinatos masivos y, por lo
tanto, completamente ilegtimos. En la escala ideolgica con-
tempornea todas estas posiciones se incluyen entre las ahora
consideradas de izquierda. Por otro lado, como el libertario se
opone a la invasin de los derechos de propiedad privada, esto
tambin significa que desaprueba con el mismo nfasis la inter-
ferencia del gobierno en los derechos de propiedad o en la eco-
noma de libre mercado a travs de controles, regulaciones,
E
Rothbard
Mises Hispano 40
subsidios o prohibiciones, dado que, si cada individuo tiene el
derecho a la propiedad privada sin tener que sufrir una depreda-
cin agresiva, entonces tambin tiene el derecho de entregar su
propiedad (legar y heredar) e intercambiarla por la propiedad de
otros (libre contratacin y economa de libre mercado) sin inter-
ferencia. El libertario apoya el derecho a la propiedad privada
irrestricta y el libre comercio, o sea, un sistema de capitalismo
del laissez-faire.
Nuevamente, en la terminologa actual, se llamara extrema
derecha a la posicin libertaria sobre la propiedad y la econom-
a. Pero para el libertario no hay incoherencia alguna en ser
izquierdista en algunas cuestiones y derechista en otras. Por
el contrario, considera su posicin personal virtualmente como
la nica de valor en nombre de la libertad de cada individuo,
puesto que, cmo puede el izquierdista oponerse a la violencia
de la guerra y al servicio militar obligatorio cuando al mismo
tiempo apoya la violencia impositiva y el control gubernamen-
tal? Y cmo puede el derechista vitorear su devocin a la pro-
piedad privada y la libre empresa cuando al mismo tiempo est a
favor de la guerra, el servicio militar obligatorio y la proscrip-
cin de actividades y prcticas no invasivas que l considera
inmorales? Y cmo puede el derechista estar a favor del libre
mercado cuando no ve nada de malo en los vastos subsidios,
distorsiones e ineficiencias improductivas involucradas en el
complejo militar-industrial?
El libertario, que se opone a cualquier agresin privada o grupal
contra los derechos a la persona y la propiedad, ve que a lo largo
de la historia y en la actualidad, siempre hubo un agresor cen-
tral, dominante y avasallador de todos estos derechos: el Estado.
En contraste con todos los dems pensadores, de izquierda, de
derecha o de una posicin centrista, el libertario se niega a darle
al Estado aval moral para cometer acciones que, en opinin de
casi todos, son inmorales, ilegales y criminales si las lleva a
cabo una persona o un grupo en la sociedad. El libertario, en
suma, insiste en aplicar la ley moral general sobre todos, y no
hace ninguna excepcin especial para personas o grupos. Pero
si, por as decirlo, vemos al Estado desnudo, nos damos cuenta
de que est universalmente autorizado, e incluso incentivado,
para realizar todos los actos que los no libertarios consideran
Rothbard
Mises Hispano 41
crmenes reprensibles. El Estado habitualmente comete asesina-
tos masivos, a saber, la guerra o, a veces, la represin de la
subversin; participa en la esclavitud respecto de sus fuerzas
militares, utilizando lo que llama servicio militar obligatorio;
y su existencia depende de la prctica del robo forzado, al que
denomina impuesto. El libertario insiste en que, independien-
temente de que esas prcticas sean o no apoyadas por la mayora
de la poblacin, no son pertinentes a su naturaleza; que, sea cual
fuere la sancin popular, la guerra equivale al asesinato masivo,
el servicio militar obligatorio es esclavitud y los impuestos son
robos. En suma, el libertario es como el nio de la fbula, que se
obstina en decir que el emperador est desnudo.
Con el transcurso de los aos, la casta intelectual de la nacin ha
provisto al emperador de una especie de seudo ropas. En siglos
pasados, los intelectuales afirmaban al pblico que el Estado o
sus gobernantes eran divinos o, al menos, investidos de autori-
dad divina, y que, por lo tanto, lo que para una mirada inocente e
inculta poda parecer despotismo, asesinatos masivos y robo en
gran escala no era ms que la accin benigna y misteriosa de la
divinidad que se ejerca en el cuerpo poltico. En las ltimas
dcadas, como lo de la sancin divina era algo trillado, los
intelectuales cortesanos del emperador concibieron una apo-
loga cada vez ms sofisticada: informaron al pblico que aque-
llo que hace el gobierno es para el bien comn y el bienestar
pblico, que el proceso de imponer contribuciones y de gastar
funciona a travs del misterioso proceso multiplicador conce-
bido para mantener a la economa en un punto de equilibrio, y
que, en todo caso, una amplia variedad de servicios guberna-
mentales no podran ser realizados de ninguna manera por ciu-
dadanos que actuaran voluntariamente en el mercado o en la
sociedad. El libertario niega todo esto: ve la variada apologa
como un medio fraudulento de obtener apoyo pblico para el
gobierno del Estado, e insiste en que cualquier servicio que
verdaderamente preste el gobierno podra ser suministrado en
forma mucho ms eficiente y moral por la empresa privada y
cooperativa.
Por lo tanto, el libertario considera que una de sus tareas educa-
tivas primordiales, y ms desagradables, consiste en difundir la
desmitificacin y desacralizacin del Estado. Tiene que probar,
Rothbard
Mises Hispano 42
reiteradamente y en profundidad, que no slo el emperador est
desnudo, sino que tambin lo est el Estado democrtico; que
todos los gobiernos subsisten gracias a su imperio abusivo sobre
el pblico, y que ese imperio es lo contrario de la necesidad
objetiva. Lucha por demostrar que la misma existencia del
impuesto y del Estado establece necesariamente una divisin de
clase entre los explotadores gobernantes y los explotados gober-
nados. Trata de poner de manifiesto que la tarea de los cortesa-
nos que siempre han apoyado al Estado es crear confusin para
inducir al pblico a aceptar el gobierno del Estado, y que estos
intelectuales obtienen, a cambio, una porcin del poder y del
dinero mal habido extrado por los gobernantes a los engaados
sbditos.
Tomemos, por ejemplo, la institucin del impuesto, que segn
los estatistas es, en cierto sentido, realmente voluntaria. Invi-
tamos a cualquiera que verdaderamente crea en la naturaleza
voluntaria del impuesto a negarse a pagarlo, y entonces ver
lo que le sucede. Si analizamos la imposicin de tributos, encon-
tramos que, de todas las personas e instituciones que constituyen
la sociedad, slo el gobierno consigue sus ingresos por medio de
la violencia coercitiva. Todos los dems en la sociedad obtienen
sus ingresos sea a travs del obsequio voluntario (albergue,
sociedad de caridad, club de ajedrez) o mediante la venta de
bienes o servicios voluntariamente adquiridos por los consumi-
dores. Si cualquiera que no fuese el gobierno procediera a im-
poner un tributo, ste sera considerado sin lugar a dudas como
una coercin y un delito sutilmente disfrazado. Sin embargo, los
msticos arreos de la soberana han enmascarado de tal modo
al proceso que slo los libertarios son capaces de llamar al cobro
de impuestos como lo que es: robo legalizado y organizado en
gran escala.
Derechos de Propiedad
Si el axioma central del credo libertario es la no agresin contra
cualquier persona o su propiedad, cmo se llega a este axioma?
Cul es su fundamento o sostn? Al respecto, los libertarios del
pasado y del presente han diferido de modo considerable. En
lneas generales, hay tres grandes tipos de fundamento para el
Rothbard
Mises Hispano 43
axioma libertario, que corresponden a tres tipos de tica filosfi-
ca: el emotivista, el utilitarista y la doctrina de los derechos
naturales. Los emotivistas sostienen la premisa de la libertad o la
no agresin sobre bases puramente subjetivas, emocionales. Si
bien su intenso sentimiento puede parecer un fundamento vlido
para su filosofa poltica, no sirve de mucho para convencer a
otros. Al situarse definitivamente fuera del discurso racional,
condenan al fracaso a su doctrina.
Los utilitaristas declaran, a partir de su estudio de las conse-
cuencias de la libertad en contraposicin con sistemas alternati-
vos, que la libertad llevar con mayor seguridad a objetivos
ampliamente aceptados: la armona, la paz, la prosperidad, etc.
No se discute que las consecuencias relativas deberan estudiarse
evaluando los mritos o demritos de los respectivos credos,
pero si nos limitamos a la tica utilitarista, surgen varios pro-
blemas. Por un lado, el utilitarismo presupone que podemos
evaluar alternativas y decidir sobre diferentes polticas sobre la
base de sus buenas o malas consecuencias. Pero si es legtimo
aplicar juicios de valor a las consecuencias de X, por qu no es
igualmente legtimo aplicar esos juicios a X directamente? No
puede haber algo en la accin misma, en su propia naturaleza,
para que pueda ser considerada mala o buena?
Otro problema con el utilitarista es que rara vez adoptar un
principio como estndar absoluto y consistente para aplicarlo a
las variadas situaciones concretas del mundo real. En el mejor
de los casos, slo utilizar un principio, como una gua o aspira-
cin vaga, como una tendencia que puede desechar en cualquier
momento. ste fue el mayor defecto de los radicales ingleses del
siglo XIX, quienes adoptaron la visin del laissez-faire de los
liberales del siglo XVIII pero sustituyeron el concepto supuesta-
mente mstico de los derechos naturales como fundamento
para esa filosofa por un utilitarismo supuestamente cientfico.
Por ende, los liberales del siglo XIX partidarios del laissez-faire
utilizaron a ste como una vaga tendencia ms que como un
estndar puro, y por lo tanto comprometieron creciente y fatal-
mente al credo libertario. Decir que no se puede confiar en
que un utilitarista mantenga el principio libertario en toda apli-
cacin especfica puede sonar duro, pero es la forma justa de
decirlo. Un notable ejemplo contemporneo es el profesor Mil-
Rothbard
Mises Hispano 44
ton Friedman, economista partidario del libre mercado, quien,
como sus antecesores economistas clsicos, sostiene la libertad
en oposicin a la intervencin estatal como tendencia general,
pero en la prctica permite una mirada de excepciones dainas,
excepciones que sirven para viciar al principio casi en su totali-
dad, sobre todo en los asuntos policiales y militares, en la edu-
cacin, en los impuestos, en el bienestar, en las externalida-
des, en las leyes anti-monopolio, el dinero y el sistema banca-
rio.
Consideremos un ejemplo crudo: supongamos una sociedad que
cree fervientemente que los pelirrojos son agentes del diablo y,
por lo tanto, cuando se encuentra uno hay que ejecutarlo. Su-
pongamos tambin que existe slo un pequeo nmero de peli-
rrojos en cualquier generacin, tan pocos que son estadstica-
mente insignificantes. El libertario utilitarista bien podra razo-
nar: Si bien el homicidio de pelirrojos aislados es deplorable,
las ejecuciones son pocas, y la vasta mayora del pblico, como
no son pelirrojos, obtienen una gran satisfaccin psquica con la
ejecucin pblica de los pelirrojos. El costo social es mnimo y
el beneficio social psquico del resto de la sociedad es grande;
por lo tanto, est bien y resulta apropiado para la sociedad ejecu-
tar a los pelirrojos. El libertario profundamente comprometido
con los derechos naturales, muy preocupado por la justicia de
ese acto, reaccionar horrorizado y se opondr de manera firme
e inequvoca a las ejecuciones, por considerarlas como homici-
dios completamente injustificados y como agresiones a personas
inofensivas. El hecho de que, al detener los asesinatos, privar a
la mayora de la sociedad de un gran placer psquico no influir
en absoluto sobre ese libertario absolutista. Devoto de la
justicia y de la consistencia lgica, el libertario defensor de los
derechos naturales admitir tranquilamente que es un doctrina-
rio, en suma, un imperturbable seguidor de sus propias doctri-
nas.
Pasemos entonces a los derechos naturales como base del credo
libertario, base que, de un modo u otro, ha sido adoptada por la
mayora de los libertarios, en el pasado y en el presente. Los
derechos naturales son la piedra angular de la filosofa poltica
que, a su vez, est inserta en la estructura ms grande de la ley
natural. La teora de la ley natural descansa sobre la idea de que
Rothbard
Mises Hispano 45
vivimos en un mundo compuesto por ms de una entidad en
realidad, por un vasto nmero de entidades, y que cada una
tiene propiedades distintas y especficas, una naturaleza dife-
rente, que puede ser investigada por la razn del hombre, por su
sentido de la percepcin y sus facultades mentales. El cobre
tiene una naturaleza distinta y se comporta de determinada
manera, y lo mismo ocurre con el hierro, la sal, etc. La especie
hombre, por lo tanto, tiene una naturaleza identificable, al
igual que el mundo que lo rodea y las formas en que ambos
interactan. Para decirlo con una inmerecida brevedad, la activi-
dad de cada entidad inorgnica u orgnica est determinada por
su propia naturaleza y por la naturaleza de las otras entidades
con las cuales entra en contacto. Especficamente, mientras que
el comportamiento de las plantas y, al menos, el de los animales
inferiores est determinado por su naturaleza biolgica o quiz
por sus instintos, la naturaleza humana es tal que cada indivi-
duo debe, para poder actuar, hacer una eleccin de sus fines y
utilizar sus propios medios para alcanzarlos. Puesto que carece
de instintos automticos, cada hombre debe aprender acerca de
l y del mundo, utilizar su mente para seleccionar valores,
aprender sobre causas y efectos, y actuar con todo sentido para
mantenerse y prolongar su vida. Los hombres pueden pensar,
sentir, evaluar y actuar slo como individuos, y en consecuencia,
resulta vitalmente necesario para la supervivencia y prosperidad
de cada uno que sea libre de aprender, elegir, desarrollar sus
facultades y actuar segn su conocimiento y sus valores. ste es
el camino necesario de la naturaleza humana; interferir o lisiar
este proceso usando la violencia va profundamente en contra de
lo que es necesario por la naturaleza del hombre para su vida y
prosperidad. La interferencia violenta en el aprendizaje y las
elecciones de un hombre es, por lo tanto, profundamente anti-
humana; viola la ley natural de las necesidades del hombre.
Los individualistas siempre han sido acusados por sus enemigos
de ser atomistas de postular que cada individuo vive en una
suerte de vaco, pensando y eligiendo sin relacin con ningn
otro integrante de la sociedad. Sin embargo, eso es una false-
dad autoritaria; pocos individualistas, si es que hubo alguno, han
sido atomistas. Por el contrario, resulta evidente que los indi-
viduos siempre aprenden el uno del otro, cooperan e interactan
entre s, y que esto tambin es necesario para la supervivencia
Rothbard
Mises Hispano 46
del hombre. Pero la verdad es que cada individuo tomar la
decisin final acerca de qu influencias adoptar y cules recha-
zar, o de cules adoptar primero y cules, despus. El libertario
recibe con agrado el proceso de intercambio voluntario y coope-
racin entre individuos que actan libremente; lo que aborrece
es el uso de la violencia para torcer esa cooperacin voluntaria y
forzar a alguien a elegir y actuar de manera diferente de lo que
le dicta su propia mente.
El mtodo ms viable para elaborar la declaracin de los dere-
chos naturales de la posicin libertaria consiste en dividirla en
partes y comenzar con el axioma del derecho a la propiedad de
uno mismo, que sostiene el derecho absoluto de cada hombre,
en virtud de su condicin humana, a poseer su propio cuerpo,
es decir, a controlar que ese cuerpo est libre de interferencias
coercitivas. Dado que cada individuo debe pensar, aprender,
valorar y elegir sus fines y medios para poder sobrevivir y des-
arrollarse, el derecho a la propiedad de uno mismo le confiere el
derecho de llevar adelante estas actividades vitales sin ser estor-
bado ni restringido por un impedimento coercitivo.
Consideremos, tambin, las consecuencias de negarle a todo
hombre el derecho a poseer su persona. En ese caso hay slo dos
alternativas: 1) una cierta clase de personas A tiene derecho a
poseer a otra clase B; o 2) todos tienen derecho a poseer una
porcin similar de todos los dems. La primera alternativa im-
plica que mientras la Clase A merece los derechos de los seres
humanos, la Clase B es en realidad infrahumana y por lo tanto
no merece esos derechos. Pero como de hecho son ciertamente
seres humanos, la primera alternativa se contradice a s misma al
negarle los derechos humanos naturales a un conjunto de hom-
bres (B). Adems, como veremos, permitir que la Clase A posea
a la Clase B significa que la primera puede explotar a la ltima,
y por ende vivir parasitariamente a expensas de ella. Pero este
parasitismo en s viola el requerimiento econmico bsico para
la vida: produccin e intercambio.
La segunda alternativa, que podramos llamar comunalismo
participativo o comunismo, sostiene que todo hombre debera
tener el derecho de poseer su cuota relativa, idntica a la de
todos los dems. Si hay dos mil millones de personas en el
Rothbard
Mises Hispano 47
mundo, entonces todos tienen derecho a poseer una parte igual a
dos billonsimos de cada otra persona. En primer lugar, pode-
mos sostener que este ideal descansa en un absurdo, al procla-
mar que todo hombre puede poseer una parte de todos los de-
ms, cuando no puede poseerse a s mismo. En segundo lugar,
podemos imaginar la viabilidad de un mundo semejante: un
mundo en el cual ningn hombre es libre de realizar ninguna
accin, sea cual fuere, sin previa aprobacin o, de hecho, sin la
orden de todos los dems miembros de la sociedad. Debera
resultar claro que en esa clase de mundo comunista, nadie
sera capaz de hacer nada, y la especie humana perecera rpi-
damente. Pero si un mundo de pertenencia cero de uno mismo y
de cien por ciento de propiedad de los otros significa la muerte
de la especie humana, entonces cualquier paso en esa direccin
tambin contraviene la ley natural de lo que es mejor para el
hombre y su vida en la Tierra.
Por ltimo, as y todo, este mundo participativo comunista no
podra ser llevado a la prctica, dado que es fsicamente imposi-
ble que todos realicen un continuo control sobre todos los de-
ms, y, por lo tanto ejerzan su idntica parte alcuota de propie-
dad sobre todo otro hombre. En la prctica, entonces, el concep-
to de propiedad universal e idntica sobre los dems es utpico e
imposible, y la supervisin, y en consecuencia, el control y la
propiedad de los otros, recaen necesariamente sobre un grupo
especializado de personas, que se transforma as en la clase
dirigente. Por eso, en la prctica, cualquier intento de gobierno
comunista se convertir automticamente en gobierno de clase,
y regresaremos a la primera alternativa.
Por ende, el libertario rechaza esas alternativas y adopta como
su axioma principal el derecho universal a la propiedad de uno
mismo, un derecho que todos tienen por el solo hecho de ser
seres humanos.
Una tarea ms difcil es establecer una teora de la propiedad
sobre los objetos no humanos, sobre las cosas de esta tierra.
Resulta comparativamente sencillo reconocer cundo alguien
agrede el derecho de propiedad del cuerpo de otro: si A ataca a
B, est violando el derecho de propiedad de B sobre su propio
cuerpo. Pero con los objetos no humanos el problema es ms
Rothbard
Mises Hispano 48
complejo. Si, por ejemplo, vemos que X se apodera del reloj que
est en posesin de Y, no podemos suponer automticamente
que X est cometiendo una agresin contra el derecho de pro-
piedad de Y sobre el reloj, porque X podra ser el dueo origi-
nal, verdadero, del reloj, y por lo tanto se podra decir que est
recuperando su legtima propiedad. Para poder decidir, necesi-
tamos una teora de justicia sobre la propiedad, que nos dir si X
o Y, o, de hecho, alguien ms, es el dueo legtimo.
Algunos libertarios intentan resolver el problema afirmando que
quienquiera que el gobierno existente decrete que tiene el ttulo
de propiedad debera ser considerado el justo dueo de la pro-
piedad. En este punto, an no hemos ahondado lo suficiente en
la naturaleza del gobierno, pero aqu la anomala debera ser
muy notable, porque con seguridad resulta extrao encontrar que
un grupo siempre receloso de prcticamente cada una y todas las
funciones del gobierno de buenas a primeras le permita a ste
definir y aplicar el precioso concepto de la propiedad, base y
fundamento de todo el orden social. Y particularmente, son los
utilitaristas partidarios del laissez-faire los que creen ms facti-
ble comenzar el nuevo mundo libertario confirmando todos los
ttulos de propiedad existentes; es decir, los ttulos de propiedad
y derechos decretados por el mismo gobierno al cual se condena
como agresor crnico.
Veamos un ejemplo hipottico. Supongamos que la agitacin y
la presin libertaria han aumentado hasta tal punto que el go-
bierno y sus diversas ramas estn listos para abdicar, pero idean
una hbil artimaa. Justo antes de abdicar, el gobierno del estado
de Nueva York aprueba una ley por la cual toda el rea territo-
rial de Nueva York se transforma en propiedad privada de la
familia Rockefeller. La legislatura de Massachusetts hace lo
propio con la familia Kennedy, y as en cada estado. El gobierno
podra entonces abdicar y decretar la abolicin de impuestos y
de la legislacin coercitiva, pero los victoriosos libertarios en-
frentaran ahora un dilema. Reconocern los nuevos ttulos de
propiedad como propiedad privada legtima? Los utilitaristas,
que carecen de una teora de justicia sobre los derechos de pro-
piedad, tendrn que aceptar, si quieren ser coherentes con su
conformidad con los ttulos de propiedad decretados por el
gobierno, un nuevo orden social en el cual cincuenta nuevos
Rothbard
Mises Hispano 49
strapas recaudarn contribuciones en forma de alquiler im-
puesto de modo unilateral.
La cuestin es que slo los libertarios partidarios de los derechos
naturales, slo aquellos que tienen una teora de la justicia segn
la cual los ttulos de propiedad no dependen de decretos guber-
namentales, estaran en posicin de burlarse de las reclamacio-
nes de los nuevos dirigentes en cuanto a poseer derechos de
propiedad sobre el territorio del pas, y rechazarlas por ser
carentes de validez. Tal como advirti claramente el gran liberal
del siglo XIX, Lord Acton, la ley natural provee la nica base
segura para una continua crtica de las leyes y decretos guber-
namentales.
1
Cul es, especficamente, nuestra posicin sobre
los derechos naturales de los ttulos de propiedad? A esa cues-
tin nos abocaremos ahora.
Hemos establecido el derecho de cada individuo a la propiedad
de s mismo, el derecho de propiedad de su cuerpo y de su per-
sona. Pero el hombre no es un fantasma flotante; no es una
entidad autosuficiente; slo puede sobrevivir y desarrollarse
luchando cuerpo a cuerpo con la tierra que lo rodea. Debe, por
ejemplo, asentarse sobre reas rurales; y tambin, para poder
sobrevivir y mantenerse, tiene que transformar los recursos
dados por la naturaleza en bienes de consumo, en objetos ms
convenientes para su uso y consumo. Es necesario cultivar y
comer los alimentos; extraer los minerales y luego transformar-
los en capital y ms tarde en bienes de consumo tiles, etc. En
otras palabras, el hombre debe poseer no slo su propia persona,
sino tambin objetos materiales para su control y uso. Cmo,
entonces, deberan adjudicarse los ttulos de propiedad sobre
estos objetos?
Tomemos, como primer ejemplo, a un escultor que da forma a
una obra de arte de arcilla u otro material; dejemos de lado, por
el momento, la cuestin de los derechos de propiedad originarios
del escultor sobre la arcilla y las herramientas. La pregunta es,
entonces: Quin es el dueo de la obra de arte as como surge
1
Vase Gertrudis Himmelfarb. Lord Acton: Un estudio sobre la conciencia y la poltica.
Chicago, Phoenix Books, 1962, pp. 294-295. Comprese tambin con John Wild. Los
enemigos modernos de Platn y la teora de la ley natural. Chicago, Universidad de
Chicago Press, 1953, p. 176.
Rothbard
Mises Hispano 50
del modelado del escultor? Es, de hecho, la creacin del escul-
tor, no en el sentido de que ha creado la materia, sino en el
sentido de que ha transformado la materia suministrada por la
naturaleza la arcilla en otra forma dictada por sus propias
ideas y modelada por sus propias manos y energa. Por supuesto,
resultara extrao que, en el caso planteado, alguien pudiera
decir que el escultor no tiene derecho de propiedad sobre su
propio producto. Es obvio que, si todo hombre tiene derecho a
su propio cuerpo, y si debe valerse de los objetos materiales del
mundo para poder sobrevivir, entonces el escultor tiene derecho
a poseer el producto que ha realizado, por medio de su energa y
esfuerzo, y que es una verdadera extensin de su propia persona-
lidad. Estamp su propia persona sobre la materia prima, mez-
clando su trabajo con la arcilla, segn la frase del gran terico
de la propiedad, John Locke. Y el producto transformado por su
energa se ha convertido en la corporizacin material de las
ideas y la visin del escultor. John Locke lo plante de esta
manera:
[...] todo hombre tiene la propiedad de su persona. Na-
die ms que uno mismo tiene derecho a esto. El trabajo
de su cuerpo y el de sus manos, podramos decir, son en
verdad suyos. Entonces, todo aquello que l saque del
estado en que lo ha provisto y dejado la naturaleza, y
con lo cual ha mezclado su trabajo, lo convierte en algo
que le pertenece, y por lo tanto lo hace de su propiedad.
Como l lo ha sacado del estado comn en que lo dej
la naturaleza, tiene anexado algo por su trabajo, cosa
que lo excluye del derecho comn de otros hombres.
Dado que este trabajo es propiedad incuestionable del
trabajador, ningn otro hombre ms que l tiene dere-
cho a aquello en que lo ha convertido [...].
2
Como en el caso de la posesin de los cuerpos de las personas,
nuevamente tenemos tres alternativas lgicas: 1) el transforma-
dor, o creador, tiene derecho de propiedad sobre su creacin;
2) otro hombre o grupo de hombres tiene derecho sobre esa
creacin, o sea que tiene el derecho de apropiarse de ella por la
fuerza sin el consentimiento del escultor; 3) todo individuo en el
2
John Locke. Un ensayo sobre el gobierno civil. En: E. Barker, ed. Social Contract.
Nueva York, Oxford University Press, 1948, pp. 17-18.
Rothbard
Mises Hispano 51
mundo tiene una porcin similar sobre la propiedad de la escul-
tura la solucin comunal. De nuevo, en resumidas cuentas,
muy pocos estaran de acuerdo con la monstruosa injusticia de
que la propiedad del escultor fuera confiscada, por uno o por
muchos, o en nombre de todo el mundo. Con qu derecho lo
haran? Con qu derecho se apropiaran del producto de la
mente y la energa del creador? En este caso bien definido, el
derecho del creador a poseer aquello a lo cual l ha integrado su
persona y su trabajo sera en general reconocido. (Una vez ms,
como en el caso de la propiedad comunal de las personas, la
solucin comunal mundial se reducira, en la prctica, a una
oligarqua que expropiara el trabajo del creador en nombre de la
propiedad pblica mundial.)
Sin embargo, el tema principal es que en el caso del escultor no
existe una diferencia cualitativa respecto de todos los dems
casos de produccin. Es posible que el hombre o los hombres
que extrajeron la arcilla del suelo y se la vendieron al escultor no
sean tan creativos como l, pero tambin son productores,
tambin han combinado sus ideas y conocimientos tecnolgicos
con el suelo que les brinda la naturaleza, para ofrecer un produc-
to til. Tambin ellos son productores, y han mezclado su
trabajo con materias primas para transformarlas en bienes y
servicios con mayor o diferente utilidad. Estas personas tienen,
asimismo, derecho a la propiedad de sus productos. Entonces
dnde comienza el proceso? Volvamos a Locke:
Aquel que se alimenta de las bellotas que ha recogido
bajo un roble, o de las manzanas que arranc de los rbo-
les en el bosque, obviamente se ha apropiado de ellas.
Nadie puede negar que los nutrientes son suyos. Enton-
ces, pregunto: cundo comenzaron a ser suyos?, cuan-
do los digiri?, cuando los comi?, cuando los hirvi?,
cuando los llev a su casa?, cuando los recogi? Que-
da claro que, si la recoleccin inicial no los hizo suyos,
nada podra hacerlo. Ese trabajo marc una distincin
entre ellos y lo comunal. Les agreg algo ms que lo que
les haba dado la Naturaleza, madre comn de todo, y as
se convirtieron en su propiedad privada. Y podr al-
guien decir que no tiene derecho a esas bellotas o man-
zanas de las que se apropi porque no tena el consenti-
Rothbard
Mises Hispano 52
miento de toda la humanidad para hacerlas suyas? Fue
un robo, entonces, el que asumiera como propio lo que
en realidad les perteneca a todos? Si tal consentimiento
fuera necesario, el hombre hubiera muerto de hambre, a
pesar de la abundancia que Dios le haba dado [...]. As,
el pasto que mi caballo ha comido, el pan de csped que
mi sirviente ha cortado y el mineral que he extrado en
mi rea, donde tengo derecho a ellos en forma comunal
con los dems, se convierten en mi propiedad sin la asig-
nacin o consentimiento de nadie. El trabajo que realic
para sacarlos de ese estado comunal en el que estaban ha
estampado mi propiedad sobre ellos.
Si fuera necesario un consentimiento explcito de todos
los propietarios comunales para que cualquiera se apro-
piara de alguna parte de lo que es comunal, los nios o
los sirvientes no podran cortar la carne que les dieron
sus padres o amos, a ellos en comn, sin haber asignado
a cada uno una parte peculiar. Si bien el agua que corre
por una fuente es de todos, quin puede dudar de que la
que est en la jarra pertenece slo a quien la extrajo? Su
trabajo la ha sacado de las manos de la Naturaleza donde
era comn [...] y consecuentemente se la asign a s
mismo. De esta manera, la ley de la razn hace que el
ciervo sea del indgena que lo mat; se permite que los
bienes pertenezcan a quien puso su trabajo sobre ellos,
aunque antes fueran del derecho comn de todos. Y entre
quienes se cuentan como la parte civilizada de la huma-
nidad [...] esta ley original de la naturaleza para el inicio
de la propiedad, en lo que previamente era comn, an
tiene lugar, y en virtud de eso, el pez que pesque cual-
quiera en el ocano, ese gran bien que an sigue siendo
comn a la humanidad, o el mbar gris que cualquiera
levante aqu, por el trabajo de quien lo sac del estado
comn en que lo dej la naturaleza, pasa a ser de su pro-
piedad, de aquel que entrega ese esfuerzo.
3
Si todo hombre posee a su propia persona, y por ende su trabajo,
y si por extensin posee toda propiedad que haya creado o
3
Locke. El gobierno civil, pp. 18-19. Aunque Locke fue un terico brillante de la propie-
dad, no afirmamos que l haya desarrollado y aplicado su teora con total consistencia.
Rothbard
Mises Hispano 53
recolectado del estado de naturaleza anteriormente no utilizado,
y no posedo, entonces, cmo atendemos la ltima gran cues-
tin: el derecho a poseer o dominar la tierra misma? En resu-
men, si el recolector tiene el derecho de poseer las bellotas o
manzanas que junta, o el granjero tiene el derecho a poseer su
cosecha de trigo o de duraznos, quin tiene el derecho a poseer
la tierra sobre la cual han crecido estas cosas?
En este punto, Henry George y sus seguidores, quienes haban
recorrido todo este camino junto a los libertarios, se apartan de
l y niegan el derecho individual de poseer el pedazo de tierra en
s mismo, el suelo en el cual han tenido lugar estas actividades.
Los georgistas argumentan que, si bien todo hombre debera
poseer los bienes que produce o crea, siendo que la Naturaleza
o Dios cre la tierra, ningn individuo tiene el derecho de
asumir como suya la propiedad de esa tierra. Sin embargo, para
que la tierra sea utilizada como recurso de cualquier manera
eficiente, debe ser poseda y controlada por alguien o por algn
grupo, y aqu nos enfrentamos nuevamente con nuestras tres
alternativas: la tierra pertenece a quien la usa en primer trmino,
al hombre que primero la pone en produccin, o a un grupo de
otros hombres, o al mundo en su totalidad, caso en el cual cada
individuo es dueo de una porcin similar de cada hectrea de
tierra. La opcin de George para la ltima solucin difcilmente
resuelve su problema moral: si la tierra debe pertenecer a Dios o
a la Naturaleza, entonces, por qu es ms moral que cada hect-
rea del mundo le pertenezca al mundo en su totalidad, en lugar
de otorgar la propiedad individual? Otra vez, en la prctica, es
obviamente imposible que cada persona en el mundo ejercite la
propiedad efectiva de su porcin de 1 sobre 4 mil millones (si la
poblacin mundial es, digamos, de 4 mil millones) de cada trozo
de la superficie terrestre. En la prctica, por supuesto, sera una
pequea oligarqua la que se encargara del control y de la pro-
piedad, y no el mundo en su totalidad.
No obstante, ms all de estas dificultades en la posicin geor-
gista, la justificacin de los derechos naturales sobre la propie-
dad de la tierra es idntica a la justificacin originaria de toda
otra propiedad, puesto que, como vimos, ningn productor
crea realmente la materia; lo que hace es tomar la materia
natural y transformarla mediante su energa laboral, en funcin
Rothbard
Mises Hispano 54
de sus ideas y su visin. Pero esto es precisamente lo que hace el
pionero el colono cuando incorpora tierra previamente no
utilizada a su propiedad privada. As como el hombre que obtie-
ne acero con el mineral de hierro transformndolo mediante su
conocimiento y su energa, as como el hombre que extrae el
hierro de la tierra, as el colono despeja, cerca, cultiva o constru-
ye sobre la tierra. Tambin l ha transformado el carcter del
suelo como se da en la naturaleza mediante su trabajo y su
identidad. Es dueo de la propiedad de manera tan legtima
como el escultor o el fabricante; es tan productor como los
dems.
Adems, si la tierra originaria ha sido dada por la naturaleza o
por Dios, entonces tambin lo son los talentos, la salud y la
belleza de las personas. Y al igual que todos estos atributos son
otorgados a individuos especficos y no a la sociedad, tambin
lo son la tierra y los recursos naturales: todos estos recursos les
son dados a los individuos y no a la sociedad, que es una
abstraccin que en realidad no existe. No hay una entidad lla-
mada sociedad; slo hay individuos que interactan. Por lo
tanto, decir que la sociedad debera ser duea de la tierra o de
cualquier otra propiedad en forma comn significa que la pro-
piedad debera pertenecer a un grupo de oligarcas en la prcti-
ca, burcratas gubernamentales, quienes seran los dueos de la
propiedad mediante la expropiacin al forjador o al colono que
originariamente trajo esa tierra a la existencia operativa. Asi-
mismo, nadie puede producir nada sin la participacin de la
tierra, aunque slo sea como el lugar donde pararse. Ningn
hombre puede producir o crear nada slo mediante su trabajo;
debe contar con la participacin de la tierra y otras materias
primas naturales.
El hombre llega al mundo solo consigo mismo y con el mundo
que lo rodea la tierra y los recursos naturales que le ha dado la
naturaleza. Toma estos recursos y los transforma por medio de
su trabajo, su mente y su energa en bienes ms tiles para el
hombre. Por lo tanto, si un individuo no puede ser dueo de la
tierra originaria, tampoco puede poseer, en sentido absoluto, el
fruto de su trabajo. El granjero no puede ser dueo de su cose-
cha de trigo si no puede ser dueo de la tierra sobre la cual crece
Rothbard
Mises Hispano 55
el trigo. Ahora que su trabajo se ha mezclado inextricablemente
con la tierra, no se lo puede privar de una sin privarlo del otro.
Ms aun, si un productor no tiene derecho al fruto de su trabajo,
quin lo tiene? Resulta difcil ver por qu un beb paquistan
recin nacido debera tener un reclamo basado en principios por
una alcuota de la propiedad de una parte de la tierra de Iowa
que alguien acaba de transformar en un campo de trigo y vice-
versa, por supuesto, para un beb de Iowa y una granja paquis-
tan.
La tierra en su estado original est sin uso y sin propiedad. Los
georgistas y otros comunalistas de la tierra pueden reclamar que
en realidad toda la poblacin mundial la posee, pero si nadie
la ha utilizado an, no est, en el verdadero sentido, poseda o
controlada por nadie.
El pionero, el colono, el primer usuario y transformador de esta
tierra es el hombre que primero pone a producir esta cosa senci-
lla y sin valor y le da un uso social.
Resulta difcil ver la moralidad de privarlo de su propiedad en
favor de personas que nunca han estado ni a mil kilmetros de
esa tierra, y que quiz ni conozcan la existencia de la propiedad
sobre la cual se supone que tienen un derecho.
La cuestin moral de los derechos naturales involucrada en este
punto es aun ms clara si consideramos el caso de los animales.
Los animales son tierra econmica, dado que son originalmen-
te recursos que se dan en la naturaleza. Sin embargo, alguien le
negara la titularidad total sobre un caballo al hombre que lo
encontr y lo domestic? Y en esto hay alguna diferencia con
las bellotas y las bayas que por lo general se le adjudican al que
las recoge? Sin embargo, es similar a lo que ocurre con la tierra
de la que algn colono toma una parcela salvaje, sin domesti-
car, y la doma, ponindola en uso productivo. El hecho de
combinar su trabajo con la tierra debera darle un ttulo tan claro
sobre ella como en el caso de los animales. Tal como declar
Locke: La cantidad de tierra que un hombre labra, planta,
mejora, cultiva, y de la cual puede usar el producto, es su pro-
Rothbard
Mises Hispano 56
piedad. l, por su trabajo, por as decirlo, la excluye de lo co-
mn.
4
La teora libertaria de la propiedad fue resumida de modo muy
elocuente por dos economistas franceses partidarios del laissez-
faire en el siglo XIX:
Si el hombre adquiere derechos sobre las cosas, esto se
debe a que es al mismo tiempo activo, inteligente y libre;
mediante su actividad, las hace extensivas a la naturaleza
externa; mediante su inteligencia, las gobierna y las mol-
dea para su uso; mediante su libertad, establece entre l y
la naturaleza la relacin de causa y efecto y se la apropia
[...].
Dnde hay, en un pas civilizado, un trozo de tierra, una
hoja, que no lleve la impronta de la personalidad del
hombre? En la ciudad, estamos rodeados por sus obras;
caminamos sobre pavimento nivelado o por una transita-
da carretera; es el hombre quien hizo lozano a ese suelo
antes fangoso, quien tom de la ladera de una lejana co-
lina el pedernal o la piedra que la cubre. Vivimos en ca-
sas; es el hombre quien extrajo la piedra de una cantera y
la cort, quien tal los bosques; es el pensamiento
humano el que dispuso adecuadamente los materiales y
construy un edificio con lo que antes era roca y madera.
Y en el campo, la accin del hombre an est presente en
todas partes; los hombres cultivaron la tierra y genera-
ciones de trabajadores la hicieron dar fruto y la enrique-
cieron; el trabajo del hombre canaliz los ros y cre fer-
tilidad all donde las aguas slo traan desolacin [...]. En
todas partes hay una mano poderosa que ha amoldado la
materia, y una voluntad inteligente que la ha adaptado
[...] para la satisfaccin de las necesidades de un mismo
ser. La naturaleza ha reconocido a su amo, y el hombre
siente que est cmodo en la naturaleza. Ella fue apro-
piada por l para su uso; le pertenece a l, es su propie-
dad. Esta propiedad es legtima; constituye un derecho
tan sagrado para el hombre como el libre ejercicio de sus
facultades. Le pertenece porque ha surgido enteramente
4
Locke. El gobierno civil, p. 20.
Rothbard
Mises Hispano 57
de l y no es, en modo alguno, otra cosa que la emana-
cin de su ser. Antes que l, no haba prcticamente ms
que materia; a partir de l, y por l, hay riqueza inter-
cambiable, es decir, artculos que adquirieron valor por
alguna industria, por manufactura, por manipulacin, por
extraccin o simplemente por transportacin. Desde el
cuadro de un gran maestro, que es quiz, de toda la pro-
duccin material, aquello en lo cual la materia tiene el
rol ms pequeo, hasta el cubo de agua que el acarreador
extrae del ro y lleva hasta el consumidor, la riqueza, sea
sta lo que fuere, adquiere su valor slo por las cualida-
des que le han sido conferidas, y estas cualidades son
parte de la actividad, inteligencia y fuerza humanas. El
productor ha dejado un fragmento de su propia persona
en una cosa que entonces se ha hecho valiosa, y de este
modo puede ser vista como una prolongacin de las fa-
cultades del hombre que actan sobre la naturaleza ex-
terna. Como ser libre, se pertenece a s mismo; por ende
la causa, es decir, la fuerza productiva, es l mismo; el
efecto, o sea la riqueza producida, tambin es l mismo.
Quin se atrever a cuestionar su ttulo de propiedad,
tan claramente marcado por el sello de su personalidad?
[...].
Debemos, pues, volver al ser humano, creador de toda
riqueza [...] mediante el trabajo, el hombre estampa su
personalidad sobre la materia. Es el trabajo el que cultiva
la tierra y transforma el desierto inhabitado en un campo
frtil; es el trabajo lo que convierte un bosque virgen en
uno regularmente organizado; es el trabajo o, mejor di-
cho, una serie de trabajos, generalmente ejecutados por
una sucesin muy numerosa de trabajadores, el que ob-
tiene camo de la semilla, hilo del camo, tela del hilo,
ropa de la tela; el que hace que una pirita sin forma, ex-
trada de una mina, se transforme en un bronce elegante
que adorna alguna plaza pblica y comunica a un pueblo
entero el pensamiento de un artista [...].
La propiedad, que se pone de manifiesto mediante el tra-
bajo, participa de los derechos de la persona de quien
emana; como l, es inviolable en tanto no entre en coli-
Rothbard
Mises Hispano 58
sin con otro derecho; al igual que l, es individual, por-
que tiene su origen en la independencia del individuo y
porque, cuando varias personas han cooperado en su
creacin, el dueo final ha comprado con un valor, el
fruto de su trabajo personal, el trabajo de todos los traba-
jadores asociados que le precedieron: ste es usualmente
el caso con los artculos manufacturados. Cuando la pro-
piedad es transferida, mediante venta o herencia, de una
mano a otra, sus circunstancias no han cambiado; sigue
siendo el fruto de la libertad humana manifestada por el
trabajo, y su dueo tiene los mismos derechos que el
productor que tom posesin de ella por derecho.
5
La Sociedad y el Individuo
Nos hemos extendido acerca de los derechos individuales, pero
podramos preguntarnos, qu ocurre con los derechos de la
sociedad? No suplantan ellos a los simples derechos indivi-
duales? El libertario es un individualista; cree que uno de los
principales errores de la teora social es considerar a la socie-
dad como si realmente fuera una entidad con existencia. A
veces se trata la sociedad como una figura superior o cuasi-
divina, con derechos propios superiores; otras, como a un mal
existente al que se puede culpar por todos los males del mundo.
El individualista sostiene que slo los individuos existen, pien-
san, sienten, eligen y actan, y que la sociedad no es una
entidad viviente sino sencillamente un nombre dado a un grupo
de individuos en interaccin. Al considerarla como una entidad
que elige y acta, slo se logra oscurecer las verdaderas fuerzas
en accin. Si en una pequea comunidad diez personas se juntan
para robar y expropiar a otras tres, esto es clara y evidentemente
el caso de un grupo de individuos que actan en conjunto contra
otro grupo. En esta situacin, si las diez personas se refiriesen a
s mismas como la sociedad y alegaran que estn actuando en
su inters, ese razonamiento provocara hilaridad en un tribu-
nal; incluso es probable que los diez ladrones se sientan dema-
siado avergonzados como para utilizar este tipo de argumento.
5
Leon Wolowski y mile Levasseur. Propiedad. En: Enciclopedia de Ciencia Poltica
de Lalor... . Chicago, M. B. Cary y Co., 1884, III, pp. 392-393.
Rothbard
Mises Hispano 59
Pero dejemos que aumente el nmero, y veremos cmo esta
clase de locura se hace normal y logra engaar al pblico.
El historiador Parker T. Moon ha destacado incisivamente el uso
falaz de un sustantivo colectivo como nacin, similar en este
aspecto a sociedad:
Cuando utilizamos la palabra Francia, pensamos en es-
ta nacin como una unidad, una entidad. Al [...] decir:
Francia envi sus tropas para conquistar a Tnez, no
slo conferimos unidad sino tambin personalidad a un
pas. Las mismas palabras ocultan los hechos y hacen de
las relaciones internacionales un drama fascinante en el
cual se personaliza a las naciones como actores y se ol-
vida con demasiada facilidad a los hombres y mujeres de
carne y hueso que son los verdaderos actores [...] si no
tuvisemos una palabra como Francia [...] entonces
podramos describir la expedicin a Tnez con mayor
precisin, por ejemplo: Unos pocos de esos 38 millones
de personas enviaron a otras 30 mil a conquistar Tnez.
Esta manera de describir la realidad sugiere inmediata-
mente una cuestin, o, mejor dicho, una serie de cuestio-
nes. Quines son esos unos pocos? Por qu enviaron
a los 30 mil a Tnez? Y por qu stos obedecieron? Los
imperios no son construidos por naciones sino por
hombres. El problema que enfrentamos consiste en des-
cubrir en cada nacin a los hombres, a las minoras acti-
vas que estn directamente interesadas en el imperialis-
mo y luego analizar las razones por las cuales las mayor-
as pagan el costo y luchan en la guerra que necesita la
expansin imperialista.
6
La mirada individualista de la sociedad fue resumida en la
frase: La sociedad est formada por todos menos por usted.
Este anlisis puede utilizarse, de manera contundente, para
considerar aquellos casos en los cuales se trata a la sociedad
no slo como a un superhroe con superderechos, sino como a
un supervillano sobre cuyos hombros recae masivamente la
6
Parker, Thomas Moon. Imperialismo y poltica mundial. Nueva York, Macmillan, 1930,
p. 58.
Rothbard
Mises Hispano 60
culpa. Consideremos el tpico punto de vista segn el cual el
responsable de un crimen no es el criminal, sino la sociedad.
Tomemos, por ejemplo, el caso en el cual Smith roba o asesina a
Jones. De acuerdo con la postura tradicional, Smith es respon-
sable por su acto. La Social-Democracia moderna sostiene que
la responsable es la sociedad. Esto suena a la vez sofisticado y
humanitario, hasta que aplicamos la perspectiva individualista.
Entonces vemos que lo que en realidad estn diciendo los so-
cialdemcratas es que todos son responsables del crimen menos
Smith, incluyendo, por supuesto, a Jones. Dicho de esta manera,
casi todos reconoceran lo absurdo de esta postura. Pero al invo-
car la entidad ficticia de la sociedad se pierde de vista este
proceso. El socilogo Arnold W. Green seal: Se sigue, en-
tonces, que si la sociedad es responsable del crimen, y si los
criminales no lo son, slo quedarn como responsables aquellos
miembros de la sociedad que no cometen crmenes. Slo es
posible engaarse con un disparate tan obvio conjurando a la
sociedad como un demonio, un mal separado de las personas y
de lo que hacen.
7
El gran escritor libertario estadounidense Frank Chodorov des-
tac esta visin de la sociedad al escribir que las personas son
la sociedad.
La sociedad es un concepto colectivo y nada ms; es una
convencin para designar a un nmero de personas. As,
tambin, es una convencin la familia, o la multitud, o la
pandilla, o cualquier otro nombre que demos a un con-
glomerado de personas. La sociedad [...] no es una per-
sona extra; si el censo suma cien millones, sa es toda
la cantidad de personas que hay, no ms, dado que no
puede haber ningn aumento de la sociedad salvo me-
diante la procreacin. El concepto de sociedad como una
persona metafsica se derrumba cuando observamos que
la sociedad desaparece al dispersarse las partes que la
componen, como en el caso de un pueblo fantasma o
de una civilizacin de cuya existencia nos enteramos por
los utensilios que dej. Cuando los individuos desapare-
cen, tambin lo hace el todo. El todo no tiene existencia
7
Arnold W. Green. The Reified Villain. Research Social (invierno de 1968), p. 656.
Rothbard
Mises Hispano 61
por separado. Utilizar el sustantivo colectivo con un ver-
bo en singular nos lleva a la trampa de la imaginacin;
nos inclinamos a personalizar a la colectividad y a pensar
en ella como poseedora de un cuerpo y una psique pro-
pios.
8
Libre Intercambio y Libre Contratacin
El ncleo central del credo libertario es, entonces, establecer el
derecho absoluto de todo hombre a la propiedad privada: prime-
ro, de su propio cuerpo, y segundo, de los recursos naturales que
nadie ha utilizado previamente y que l transforma mediante su
trabajo. Estos dos axiomas, el derecho a la propiedad de uno
mismo y el derecho a colonizar, establecen el conjunto com-
pleto de principios del sistema libertario. Toda la doctrina liber-
taria se convierte entonces en el tejido y la aplicacin de todas
las implicancias de esta doctrina central. Por ejemplo, un hom-
bre, X, es dueo de su propia persona, del trabajo y de la granja
que desmaleza y en la cual cultiva trigo. Otro hombre, Y, posee
los pescados que atrapa; un tercer hombre, Z, posee los repollos
que ha cultivado y la tierra en la que estn plantados. Pero si un
hombre es dueo de algo, entonces tiene el derecho de ceder
esos ttulos de propiedad o intercambiarlos con otra persona,
despus de lo cual sta adquiere ttulo de propiedad absoluto. De
este corolario del derecho a la propiedad privada deriva la justi-
ficacin bsica de la libre contratacin y de la economa de libre
mercado. Por ende, si X cultiva trigo, puede, y probablemente lo
haga, acordar intercambiar parte de ese trigo por cierta cantidad
del pescado atrapado por Y, o por algunos repollos cultivados
por Z. Al hacer acuerdos voluntarios de intercambio de ttulos
de propiedad tanto con X como con Y (o con Y y Z, o con X y
Z), la propiedad pasa entonces, con la misma legitimidad, a
pertenecer a otra persona. Si X da trigo a cambio del pescado de
Y, entonces ese pescado se convierte en la propiedad de X y
podr hacer con l lo que desee, y el trigo se convierte en pro-
piedad de Y precisamente de la misma manera.
Ms aun, un hombre puede intercambiar no slo los objetos
tangibles que posee sino tambin su propio trabajo, que por
8
Frank Chodorov. The rise an fall of society. Nueva York, Devin Adair, 1959, pp. 29-30.
Rothbard
Mises Hispano 62
supuesto tambin le pertenece. Entonces, Z puede vender sus
servicios laborales consistentes en ensear agricultura a los hijos
del granjero X a cambio de una parte de su produccin.
Sucede, pues, que la economa de libre mercado, y la especiali-
zacin y divisin del trabajo que sta implica, es con mucho la
forma de economa ms productiva conocida por el hombre, y
ha sido responsable de la industrializacin y de la economa
moderna dentro de la cual se ha construido la civilizacin. Si
bien ste es un afortunado resultado utilitario del libre mercado,
no constituye, para el libertario, la razn principal para defender
este sistema. La razn principal es moral y est enraizada en la
defensa de los derechos naturales sobre la propiedad privada que
hemos desarrollado antes. Incluso si una sociedad desptica y
proclive a la invasin sistemtica de los derechos pudiera mos-
trarse como ms productiva que lo que Adam Smith llam el
sistema de libertad natural, el libertario apoyara este ltimo
sistema. Afortunadamente, como en tantas otras reas, lo utilita-
rio y lo moral, los derechos naturales y la prosperidad general,
van de la mano.
La economa de mercado desarrollada, pese a lo complejo que
parece ser el sistema considerado de modo superficial, no es ms
que una vasta red de intercambios voluntarios y mutuamente
acordados entre dos personas, como hemos demostrado que
sucede entre los granjeros que intercambian el trigo y los repo-
llos, o entre el granjero y el maestro. Por ende, cuando compro
un diario por diez centavos, tiene lugar un intercambio mutua-
mente beneficioso entre dos personas: transfiero mi propiedad
de la moneda de diez centavos al diariero y l me transfiere la
propiedad del peridico. Lo hacemos as porque, bajo el sistema
de divisin del trabajo, yo calculo que el diario vale para m ms
que los diez centavos, mientras que el diariero prefiere los diez
centavos antes que el peridico. O cuando doy clases en la
universidad, estimo que prefiero mi salario a no dar mi trabajo
de enseanza, mientras que las autoridades de la universidad
calculan que prefieren ganar mis servicios de enseanza antes
que no pagarme el dinero. Si el diariero quisiera cobrarme cin-
cuenta centavos por el diario, yo bien podra decidir que no vale
ese precio; de manera similar, si yo insistiera en triplicar mi
Rothbard
Mises Hispano 63
salario actual, la universidad podra decidir prescindir de mis
servicios.
Muchas personas estn dispuestas a aceptar la justicia y la con-
veniencia de los derechos de propiedad y de la economa de
libre mercado, a aceptar que el agricultor cobre por su trigo
cuanto pueda conseguir de los consumidores o que el trabajador
obtenga lo que los dems estn dispuestos a pagar por sus servi-
cios, pero se resisten en un punto: la herencia. Si Willie Stargell
es un jugador de bisbol diez veces mejor y ms productivo
que Joe Jack, estn dispuestos a aceptar la justicia de que Star-
gell gane diez veces ms, pero se preguntan: Cul es la justifi-
cacin de que alguien cuyo nico mrito es haber nacido Rocke-
feller herede muchsimo ms riqueza que alguien nacido Roth-
bard? La respuesta libertaria es que hay que concentrarse no en
el receptor, el nio Rockefeller o el nio Rothbard, sino en el
dador, el hombre que transmite la herencia, dado que si Smith,
Jones o Stargell tienen derecho a su trabajo y a su propiedad, y a
intercambiar los ttulos de sta por la propiedad similar de otros,
tambin tienen el derecho a ceder su propiedad a quienquiera
que deseen. Y, por supuesto, en la mayora de los casos los
dueos de la propiedad hacen esos obsequios a sus hijos en
resumen, les dejan una herencia. Si Willie Stargell es dueo de
su trabajo y del dinero que gana con l, entonces tiene el dere-
cho a dar su dinero a su hijo.
En la economa desarrollada de libre mercado, el agricultor
intercambia el trigo por dinero; el molinero compra el trigo, lo
procesa y lo transforma en harina; luego vende la harina al
panadero que produce pan; ste vende el pan al mayorista, quien
a su vez se lo vende al minorista, y ste finalmente se lo vende
al consumidor. En cada etapa del camino, el productor puede
contratar los servicios laborales de los trabajadores a cambio de
dinero. La forma en que el dinero ingresa en la ecuacin es un
proceso complejo, pero debera quedar claro que, conceptual-
mente, su uso es equivalente al de cualquier unidad o grupo de
bienes que se intercambian por trigo, harina, etc. En lugar de
dinero, el bien intercambiado podra ser tela, hierro o cualquier
otra cosa. En cada etapa se acuerdan y realizan intercambios
mutuamente beneficiosos de ttulos de propiedad.
Rothbard
Mises Hispano 64
Ahora estamos en posicin de ver cmo define el libertario el
concepto de libertad. La libertad es un estado en el cual los
derechos de propiedad de una persona sobre su propio cuerpo y
su legtima propiedad material no son invadidos ni agredidos.
Un hombre que roba la propiedad de otro est invadiendo y
restringiendo la libertad de la vctima, tanto como el que golpea
a otro en la cabeza. La libertad y el derecho de propiedad irres-
tricto van de la mano. Por otro lado, para el libertario el cri-
men es un acto de agresin contra el derecho de propiedad de
un hombre, sea sobre su propia persona o sobre sus posesiones
materiales. El crimen es una invasin, mediante el uso de la
violencia, contra la propiedad de un hombre, y por lo tanto
contra su libertad. La esclavitud lo opuesto a la libertad es
un estado en el cual el esclavo tiene poco o ningn derecho de
propiedad sobre s mismo; su persona y su producto son sistem-
ticamente expropiados por su amo mediante el uso de la violen-
cia.
Entonces, el libertario es obviamente un individualista, pero no
un igualitarista. La nica igualdad que defendera es la igual-
dad del derecho de cada hombre a la propiedad de su persona, a
la propiedad de los recursos sin utilizar que ocupe y a la propie-
dad de otros que haya adquirido a travs de un intercambio
voluntario o de un obsequio.
Derechos de Propiedad y Derechos Humanos
Los socialdemcratas generalmente aceptarn el derecho de
cada individuo a su libertad personal, a su libertad de pensar,
hablar, escribir y realizar intercambios personales tales como
la actividad sexual entre adultos anuentes. En resumen, inten-
tan sostener el derecho individual a la propiedad de su propio
cuerpo, pero luego niegan su derecho a la propiedad, esto es, a
la propiedad de objetos materiales. De ah la tpica dicotoma de
los socialdemcratas entre los derechos humanos, que defien-
den, y los derechos de propiedad, que rechazan. Sin embargo,
ambos derechos, segn el libertario, estn inextricablemente
entrelazados; se sostienen y caen juntos.
Rothbard
Mises Hispano 65
Tomemos, por ejemplo, al socialista que aboga por la propiedad
gubernamental de todos los medios de produccin mientras
defiende el derecho humano a la libertad de expresin o de
prensa. Cmo se puede ejercer este derecho humano si a los
individuos que constituyen el pblico se les niega el derecho a
poseer propiedad? Si, por ejemplo, el gobierno es dueo de todo
el papel de diario y de las imprentas, como es posible ejercer el
derecho a la libertad de prensa, ya que en ese caso el gobierno
tiene, necesariamente, el derecho y el poder de asignar ese pa-
pel, y el derecho de alguien a la libertad de prensa desapare-
ce si el gobierno decide no asignrselo? Y dado que el gobierno
debe asignar el escaso papel de diario de alguna manera, el
derecho a la libertad de prensa de, digamos, las minoras o los
subversivos anti-socialistas, sera denegado de manera suma-
ria. Lo mismo se aplica al derecho a la libre expresin si el
gobierno es dueo de todos los recintos de reunin, y por lo
tanto los asigna como mejor le parece. O, por ejemplo, si el
gobierno de la Rusia Sovitica, siendo ateo, decide no destinar
los recursos escasos a la produccin de matz para los judos
ortodoxos, la libertad de culto se transforma en una burla;
pero, nuevamente, el gobierno sovitico puede alegar que los
judos ortodoxos son una pequea minora y que el equipamien-
to de capital no debera desviarse hacia la produccin de matz.
La falla bsica de la separacin que hacen los socialdemcratas
entre los derechos humanos y los derechos de propiedad es
que consideran a las personas como abstracciones. Si un hombre
tiene el derecho a la propiedad de s mismo, al control de su
vida, entonces en el mundo real tambin debe tener el derecho
de conservar su vida obteniendo y transformando recursos; debe
ser capaz de poseer la tierra sobre la que se yergue y los recursos
que debe utilizar. En suma, para mantener su derecho humano
su derecho de propiedad sobre su propia persona tambin
debe tener derecho de propiedad sobre el mundo material, sobre
los objetos que produce. Los derechos de propiedad son dere-
chos humanos, y son esenciales para los derechos humanos que
los socialdemcratas intentan preservar. El derecho humano a la
libertad de prensa depende del derecho humano a la propiedad
privada del papel de diario.
En realidad, no hay derechos humanos que sean separables de
los derechos de propiedad. El derecho humano a la libertad de
Rothbard
Mises Hispano 66
expresin es sencillamente el derecho de propiedad para alquilar
un recinto de reunin a sus dueos, o para poseer uno; el dere-
cho humano a la libertad de prensa es el derecho de propiedad
para comprar materiales y luego imprimir folletos y libros y
venderlos a quienes estn dispuestos a comprarlos. No hay un
derecho extra a la libertad de expresin o a la libertad de
prensa ms all de los derechos de propiedad que podemos
enumerar en cualquier caso. Y, ms aun, al descubrir e identifi-
car los derechos de propiedad involucrados se resolver cual-
quier conflicto aparente de derechos que pueda surgir.
Consideremos el clsico ejemplo en el que los socialdemcratas
generalmente aceptan que el derecho a la libre expresin de
una persona debe ser restringido en nombre del inters pbli-
co: el famoso fallo del juez Holmes segn el cual nadie tiene
derecho a gritar fuego falsamente en un teatro lleno. Holmes y
sus seguidores han utilizado este ejemplo una y otra vez para
probar la supuesta necesidad de que todos los derechos sean
relativos y tentativos antes que precisos y absolutos.
Pero el problema que se plantea aqu no es que los derechos no
puedan ser llevados demasiado lejos, sino que todo el caso se
discute en trminos de una libertad de expresin vaga e im-
precisa, ms que en trminos de derechos de propiedad privada.
Supongamos que analizamos el problema desde el aspecto de los
derechos de propiedad. El que causa un alboroto al gritar falsa-
mente fuego en un teatro lleno es, necesariamente, o el dueo
del teatro (o su representante), o un cliente que pag. Si es el
dueo, entonces est cometiendo fraude contra sus clientes.
Tom su dinero a cambio de la promesa de exhibir una pelcula
o una obra teatral, y ahora interrumpe el espectculo gritando
fuego falsamente y deteniendo la exhibicin. De esta manera
ha incumplido su obligacin contractual y, por lo tanto, ha
robado la propiedad el dinero de sus clientes, violando sus
derechos de propiedad.
Supongamos, ahora, que quien grita es un espectador y no el
dueo. En ese caso, est violando el derecho de propiedad del
dueo, como tambin el de los otros espectadores a presenciar el
espectculo por el cual pagaron. Como espectador, obtuvo
acceso a la propiedad en ciertos trminos, incluyendo una obli-
Rothbard
Mises Hispano 67
gacin de no violar la propiedad del dueo ni interrumpir la
exhibicin que ste organiz. En consecuencia, su malicioso
acto viola los derechos de propiedad del dueo del teatro y de
todos los dems espectadores.
No hay necesidad, entonces, de que los derechos individuales
estn restringidos en caso de que haya alguien que falsamente
grita fuego. Esos derechos siguen siendo absolutos, pero son
derechos de propiedad. Aquel que con intencin maliciosa grita
fuego en un teatro lleno es en verdad un criminal, pero no
porque su llamado derecho a la libertad de expresin deba ser
pragmticamente restringido en nombre del bienestar pblico;
es un criminal porque ha violado clara y obviamente los dere-
chos de propiedad de otra persona.
Mises Hispano 68
3
El Estado
El Estado como Agresor
a acometida central del pensamiento libertario, entonces,
es oponerse a todas y cada una de las agresiones a los
derechos de propiedad individuales, a la persona y los
objetos materiales que haya adquirido en forma voluntaria. Por
supuesto, los criminales, sea en forma individual o en bandas, se
oponen a esto, pero en este sentido no hay nada de distintivo en
el credo libertario, dado que todas las personas y escuelas de
pensamiento rechazan el ejercicio aleatorio de la violencia con-
tra el individuo y la propiedad.
No obstante, incluso en esta cuestin universalmente aceptada
de que es preciso defender a la gente del crimen, hay una dife-
rencia de nfasis en la postura libertaria. En la sociedad liberta-
ria no habra fiscales que enjuiciaran a los criminales en nom-
bre de una sociedad inexistente, actuando incluso contra los
deseos de la vctima del crimen. sta decidira por s misma si
presentar cargos o no. Adems, y como otra cara de la misma
moneda, en un mundo libertario podra iniciar un juicio contra
un malhechor sin tener que convencer al fiscal para que proce-
diera. Ms aun, en este sistema penal no se pondra el acento,
como sucede ahora, en el hecho de que la sociedad mande a
prisin al criminal sino, necesariamente, en obligar a ste a
restituir a la vctima por su delito.
El actual sistema, en el cual la vctima no es compensada sino
que adems tiene que pagar impuestos para sufragar el encarce-
lamiento de su agresor, sera un evidente desatino en un mundo
L
Rothbard
Mises Hispano 69
centrado en la defensa de los derechos de propiedad y, por ende,
del damnificado.
Por otra parte, si bien la mayora de los libertarios no son paci-
fistas, no se uniran al sistema actual para interferir con el
derecho de los dems a serlo. Supongamos que Jones, un paci-
fista, fuera agredido por Smith, un criminal. Si Jones, como
resultado de sus creencias, se opusiera a defenderse a travs del
uso de la violencia y por lo tanto se rehusara a que se llevase a
cabo cualquier tipo de procesamiento por el crimen, sencilla-
mente no entablara juicio, y todo terminara all. No habra
ninguna maquinaria gubernamental encargada de encausar y
juzgar a los criminales, para hacerlo incluso contra los deseos de
la vctima.
Pero la diferencia fundamental entre los libertarios y otras per-
sonas no est en el rea del crimen privado, sino en su visin del
rol del Estado, o sea, del gobierno. Para los libertarios el Estado
es el agresor supremo, el eterno, el mejor organizado, contra las
personas y las propiedades del pblico. Lo son todos los Estados
en todas partes, sean democrticos, dictatoriales o monrquicos,
y cualquiera sea su color.
El Estado! Siempre se ha considerado que el gobierno, sus
dirigentes y operadores estn por encima de la ley moral gene-
ral. Los Pentagon Papers son slo una reciente instancia, entre
una innumerable cantidad de instancias en la historia de los
hombres, la mayora de los cuales son perfectamente honorables
en sus vidas privadas, pero mienten en su actuacin pblica.
Por qu? Por razones de Estado. El servicio al Estado excusa
todas aquellas acciones que seran consideradas inmorales o
criminales si fueran cometidas por ciudadanos privados. La
caracterstica distintiva de los libertarios es que aplican serena e
inflexiblemente la ley moral general a todos aquellos que for-
man parte del aparato estatal, sin excepciones. Durante siglos, el
Estado (o, ms precisamente, los individuos que actan como
miembros del gobierno) ha encubierto su actividad criminal
con una retrica altisonante. Durante siglos, ha perpetrado asesi-
natos en masa y ha dado a esto el nombre de guerra, ennoble-
ciendo as el crimen masivo que la guerra implica. Durante
siglos, ha esclavizado a los hombres en sus ejrcitos denomi-
Rothbard
Mises Hispano 70
nando a esta esclavitud servicio militar obligatorio para el
servicio nacional. Durante siglos, ha robado a la gente a punta
de bayoneta y ha llamado a esto recaudacin de impuestos. En
realidad, si se desea saber cmo ve el libertario al Estado y a
cualquiera de sus actos, basta con pensar en el Estado como en
una organizacin criminal, y la actitud libertaria resultar per-
fectamente lgica.
Consideremos, por ejemplo, qu es lo que distingue claramente
al gobierno de todas las dems organizaciones de la sociedad.
Muchos politlogos y socilogos han oscurecido esta distincin
vital y se refieren a todas las organizaciones y grupos como
jerrquicos, estructurados, gubernamentales, etc. Los anar-
quistas de izquierda, por ejemplo, se oponen del mismo modo al
gobierno y a las organizaciones privadas como las corporacio-
nes, sobre la base de que ambos son igualmente elitistas y
coercitivos. Pero el libertario de derecha no se opone a las
desigualdades, y su concepto de coercin se refiere slo al uso
de la violencia. Para l existe una distincin crucial entre el
gobierno, sea central, estatal o municipal, y todas las dems
instituciones de la sociedad. O, mejor dicho, dos distinciones
cruciales. La primera es que todas las dems personas o grupos
reciben sus ingresos por pagos voluntarios: sea por una contri-
bucin voluntaria o por obsequio (por ejemplo, los fondos de
beneficencia comunitarios o el club de bridge), o mediante la
adquisicin voluntaria de sus bienes o servicios en el mercado
(es el caso del dueo de un almacn, del jugador de bisbol, del
fabricante de acero, etc.). Slo el gobierno obtiene sus ingresos
mediante la coercin y la violencia, es decir, por amenaza dire-
cta de confiscacin o prisin si no se realiza el pago. Este gra-
vamen coercitivo es la recaudacin de impuestos. Una segun-
da distincin es que, exceptuando a los criminales, slo el go-
bierno puede utilizar sus fondos para cometer actos de violencia
contra sus ciudadanos o contra otros; nicamente el gobierno
puede prohibir la pornografa, imponer un culto religioso o
enviar a prisin a quienes venden bienes a un precio mayor que
el que l juzga adecuado.
Ambas distinciones, por supuesto, pueden resumirse as: en la
sociedad, slo el gobierno tiene el poder de agredir los derechos
de propiedad de sus ciudadanos, sea para extraer rentas, para
Rothbard
Mises Hispano 71
imponer su cdigo moral o para asesinar a aquellos con quienes
disiente. Adems, todos y cada uno de los gobiernos, hasta los
menos despticos, han obtenido siempre la parte ms importante
de sus ingresos mediante la recaudacin coercitiva de impuestos.
A lo largo de la historia ha sido el principal responsable de la
esclavitud y la muerte de innumerables seres humanos. Y puesto
que los libertarios rechazan de modo fundamental toda agresin
contra los derechos de la persona y de la propiedad, se oponen a
la institucin del Estado por ser inherentemente el mayor ene-
migo de esos preciados derechos.
Existe otra razn por la cual la agresin del Estado ha sido
mucho ms importante que la privada, y que va ms all de la
mayor organizacin y movilizacin central de recursos que sus
dirigentes pueden imponer. Esa razn es la falta de control sobre
la depredacin estatal, un control que s existe cuando se trata de
los ladrones o la mafia. Podemos acudir al Estado o a su polica
para que nos protejan de los criminales privados, pero quin
puede preservarnos del propio Estado? Nadie, dado que otra
distincin crtica es que monopoliza el servicio de proteccin; el
Estado se arroga el virtual monopolio de la violencia y de la
toma de decisiones definitivas en la sociedad.
Si, por ejemplo, estamos en desacuerdo con las decisiones de las
cortes estatales, no hay otras agencias de proteccin a las que
podamos acudir.
Es cierto que, por lo menos en los Estados Unidos, la Constitu-
cin impone lmites estrictos a ciertos poderes del gobierno.
Pero, tal como hemos descubierto durante el siglo XIX, ninguna
constitucin puede imponerse o interpretarse a s misma; debe
ser interpretada por hombres. Y si el poder definitivo de inter-
pretar una constitucin queda en manos de la Corte Suprema, es
inevitable que sta contine otorgando poderes cada vez ms
amplios a su gobierno. Adems, los tan ponderados sistema de
fiscalizaciones y contrapesos y divisin de poderes en el
gobierno estadounidense son en realidad dbiles, dado que en
ltima instancia todas estas divisiones forman parte del mismo
gobierno y estn regidas por el mismo grupo de dirigentes.
Uno de los ms brillantes tericos polticos de los Estados Uni-
dos, John C. Calhoun, escribi profticamente acerca de la
Rothbard
Mises Hispano 72
tendencia inherente de un Estado a romper los lmites de su
constitucin escrita:
Una constitucin escrita seguramente tiene muchas y
considerables ventajas, pero es un grave error suponer
que la mera insercin de provisiones para restringir y li-
mitar los poderes del gobierno, sin investir a aquellos
por cuya proteccin se incluyen esas provisiones con los
medios para forzar su observancia, ser suficiente para
impedir que el partido mayoritario y dominante abuse de
sus poderes. El partido que est en posesin del gobierno
estar [...] a favor de los poderes otorgados por la consti-
tucin y se opondr a las restricciones pensadas para li-
mitarlos. Como partido mayoritario y dominante, no ne-
cesitar esas restricciones para su proteccin [...].
Un partido minoritario o ms dbil, por el contrario, to-
mar la direccin opuesta y las considerar esenciales
para su proteccin contra el partido dominante [...]. Pero
si carece de los medios para obligar al partido mayorita-
rio a observar las restricciones, su nica salida ser una
estricta interpretacin de la constitucin [...]. Frente a es-
to el partido mayoritario contrapondr una construccin
generosa una en la cual se le den a las palabras de la
concesin los significados ms amplios que sean posi-
bles. Se tratara entonces de una interpretacin contra
otra una para disminuir y la otra para ampliar los pode-
res del gobierno al mximo. Pero qu utilidad podra
tener la estricta interpretacin del partido minoritario
frente a la libre interpretacin del mayoritario, cuando
este ltimo cuenta con todos los poderes del gobierno
para llevar adelante su interpretacin y el primero est
privado de todos los medios para impulsar la suya? En
una contienda tan desigual, el resultado no sera dudoso.
El partido que est a favor de las restricciones sera su-
perado [...]. El final de la contienda sera la subversin
de la constitucin [...] las restricciones seran anuladas y
el gobierno terminara por tener poderes ilimitados.
Tampoco podra evitar este resultado la divisin del go-
bierno en poderes separados y, como le corresponde a
cada uno, independientes [...] dado que cada uno y todos
Rothbard
Mises Hispano 73
los poderes y por supuesto, todo el gobierno estaran
bajo el control de la mayora numrica, es innecesario
explicar que la mera distribucin de sus poderes entre
sus agentes o representantes poco o nada podra hacer
para contrarrestar su tendencia a la opresin y el abuso
de poder.
1
Pero por qu preocuparse por las debilidades de los lmites
sobre el poder gubernamental? Especialmente en una democra-
cia, segn la frase que tanto usaban los socialdemcratas esta-
dounidenses durante su auge antes de mediados de la dcada del
60, cuando comenzaron a insinuarse las dudas dentro de la
utopa liberal: Acaso no somos nosotros el gobierno? En la
frase nosotros somos el gobierno, el til trmino colectivo
nosotros permiti arrojar un camuflaje ideolgico sobre la
cruda realidad explotadora de la vida poltica. Dado que si noso-
tros realmente somos el gobierno, entonces todo lo que un go-
bierno le haga a un individuo no slo es sencillamente justo y no
tirnico sino tambin voluntario en lo que concierne al indivi-
duo. Si el gobierno incurri en una enorme deuda pblica que
debe pagarse gravando a un grupo para favorecer a otro, esta
realidad del gravamen se oculta de modo muy conveniente al
decir alegremente que nosotros nos lo debemos a nosotros
mismos (pero quines son los nosotros y quines los noso-
tros mismos?). Si el gobierno recluta a un hombre, o incluso lo
encarcela debido a sus opiniones diferentes, entonces l simple-
mente se lo estara haciendo a s mismo, y por lo tanto no ha
sucedido nada inapropiado. De acuerdo con este razonamiento,
los judos asesinados por el gobierno nazi no fueron asesinados;
deben haberse suicidado, dado que ellos eran el gobierno (el
cual fue elegido democrticamente), y por ende cualquier cosa
que el gobierno les hiciera slo era un acto voluntario por parte
de ellos. Pero aun para aquellos defensores del gobierno que ven
al Estado simplemente como un agente benvolo y voluntario
del pblico, no es posible sostener algo tan grotesco.
Por lo tanto, debemos concluir que nosotros no somos el
gobierno; el gobierno no es nosotros. El gobierno no repre-
senta a la mayora del pueblo en ningn sentido preciso, pero
1
Calhoun, John C. A Disquisition on Government. Nueva York, Liberal Arts Press, 1953,
pp. 25-27.
Rothbard
Mises Hispano 74
aun si lo hiciera, aun si el 90 por ciento del pueblo decidiera
asesinar o esclavizar al otro 10 por ciento, esto an seguira
siendo asesinar y esclavizar, y no sera un suicido o una esclavi-
tud voluntaria por parte de la minora oprimida. El crimen es un
crimen, la agresin contra los derechos es una agresin, inde-
pendientemente de cuntos ciudadanos estn de acuerdo con la
opresin. La mayora no tiene nada de sagrado; incluso la turba
que ejecuta un linchamiento es tambin la mayora en su propio
dominio.
Pero mientras que en una turba semejante la mayora puede
tornarse activamente tirnica y agresiva, la condicin normal y
permanente del Estado es el gobierno oligrquico: gobierna
mediante una elite coercitiva que ha logrado obtener el control
sobre la maquinaria del Estado. Hay dos razones bsicas para
esto: una es la desigualdad y la divisin del trabajo inherentes a
la naturaleza humana, que dan origen al funcionamiento de una
regla de hierro de la oligarqua en todas las actividades del
hombre, y la segunda es la ndole parasitaria de la empresa
estatal en s. Hemos dicho que el individualista no es un partida-
rio de lo igualitario. Esto se debe en parte a la agudeza con que
observa la enorme diversidad e individualidad de la humanidad,
una diversidad que tiene la oportunidad de florecer y desarro-
llarse a medida que progresan la civilizacin y los niveles de
vida. La habilidad y el inters de los individuos, tanto en el
desempeo como en la eleccin de las ocupaciones, difieren; por
ende, en todas las tareas y profesiones, sea la produccin de
acero o la organizacin de un club de bridge, es inevitable que el
liderazgo en la actividad sea ejercido por un grupo relativamente
pequeo de los ms hbiles y enrgicos, mientras que los dems
sern sus seguidores. Esta verdad es aplicable a todas las activi-
dades, sean beneficiosas o perjudiciales (como en el caso de las
organizaciones criminales). De hecho, la regla de hierro de la
oligarqua fue enunciada por el socilogo italiano Robert Mi-
chels, quien descubri que el partido Socialdemcrata de Ale-
mania, a pesar de su compromiso retrico con el igualitarismo,
era rgidamente oligrquico y jerrquico en su funcionamiento
real.
Una segunda razn bsica para la gestin oligrquica del Estado
es su naturaleza parasitaria, el hecho de que se sostiene mediante
Rothbard
Mises Hispano 75
la coercin, a costa de lo que producen los ciudadanos. Para que
esta explotacin parasitaria resulte exitosa, debe proporcionar
ganancias a una relativa minora, pues un insignificante pillaje
de todos para con todos no beneficiara a ninguno. Nadie ha
pintado ms acabadamente la ndole compulsiva y parasitaria del
Estado que el gran socilogo alemn del siglo XIX Franz Oppen-
heimer, quien seal que el hombre slo puede obtener riqueza
por dos medios que se excluyen mutuamente. Uno, el mtodo de
la produccin y el intercambio voluntario, el mtodo del libre
mercado, que Oppenheimer llam el medio econmico; el
otro, el mtodo del robo mediante el uso de la violencia, que
denomin el medio poltico. Este ltimo es claramente parasi-
tario, dado que requiere de una produccin previa que el explo-
tador pueda confiscar, y ste, en lugar de sumar su aporte a la
produccin total en la sociedad, sustrae sus recursos. Oppenhei-
mer, entonces, procedi a definir al Estado como la organiza-
cin de los medios polticos, a saber, la sistematizacin del
proceso predatorio sobre un rea territorial dada.
2
En resumen, en la esfera privada el crimen es, en el mejor de los
casos, espordico e incierto; el parasitismo es efmero, y la vida
parasitaria coercitiva puede terminar en cualquier momento a
causa de la resistencia de la vctima. El Estado provee un canal
legal, ordenado, sistemtico para la depredacin de la propiedad
de los productores; hace que la lnea de la vida de la casta para-
sitaria en la sociedad sea cierta, segura y relativamente pacfi-
ca. El gran escritor libertario Albert Jay Nock escribi vvida-
mente que el Estado sostiene y ejerce el monopolio del crimen
[...] prohbe el homicidio privado, pero organiza l mismo asesi-
natos en escala colosal. Castiga el robo privado, pero echa mano
inescrupulosamente de lo que quiere, sea propiedad del ciudada-
no o de un extranjero.
3
Al principio, por supuesto, resulta sorprendente considerar los
impuestos como un robo y, consecuentemente, al gobierno como
una banda de ladrones. Pero cualquiera que siga pensando que
se trata de un pago en cierta medida voluntario puede ver qu
sucede si decide no pagar. El gran economista Joseph Schumpe-
2
Oppenheimer, Franz. The State. Nueva York, Vanguard Press, 1926, pp. 24-27 ss.
3
Nock, Albert Jay. On Doing the Right Thing, and Other Essays. Nueva York, Harper &
Bros., 1928, p. 145.
Rothbard
Mises Hispano 76
ter, que no era en absoluto un libertario, escribi que el Estado
vive de rditos producidos en la esfera privada para propsitos
privados y debe desviarlos de estos propsitos mediante la
fuerza poltica. Todo cuanto hace la teora que explica los im-
puestos mediante la analoga con las cuotas de un club o con el
pago de los servicios de un mdico, por ejemplo, es poner de
manifiesto cun alejada del pensamiento cientfico se encuentra
esta parte de las ciencias sociales.
4
El eminente positivista
legal viens Hans Kelsen intent, en su tratado The General
Theory of Law and the State, establecer una teora poltica y una
justificacin del Estado sobre una base estrictamente cientfica
y libre de valoraciones. Pero ya al principio del libro se enfrent
con un punto crucial, un punto ante el cual vacila la filosofa
poltica: Qu diferencia a los edictos del Estado de las rdenes
de una banda de rufianes? Kelsen simplemente respondi que
los decretos del Estado son vlidos, y sigui adelante sin
preocuparse por definir o explicar este concepto de validez.
De hecho, sera til que aquellos que no son libertarios reflexio-
naran sobre esta pregunta: Cmo se puede definir al cobro de
impuestos de modo que lo diferencie del robo?
Para el anarquista individualista del siglo XIX Lysander Spooner,
que tambin fue abogado constitucionalista, no haba ningn
inconveniente en encontrar la respuesta. El anlisis de Spooner
sobre el Estado como una banda de ladrones es, quizs, el ms
devastador que se haya escrito:
Es cierto que, segn la teora de nuestra Constitucin,
todos los impuestos se pagan en forma voluntaria, y que
nuestro gobierno es una compaa mutual de seguros en
la que la gente entra por su propia voluntad [...].
Pero esta teora es absolutamente diferente de la reali-
dad. Lo cierto es que el gobierno, como un bandolero, le
dice a un hombre: La bolsa o la vida. Y muchos, si no
la mayora de los impuestos, se pagan compulsivamente
ante esa amenaza.
El gobierno, en realidad, no acecha a un hombre en un
lugar solitario, cae sobre l y, apuntndole a la cabeza
con una pistola, procede a vaciarle los bolsillos. Pero al
4
Schumpeter, Joseph A. Capitalism, Socialism, and Democracy. Nueva York, Harper &
Bros., 1942, pp. 198 y 198 n.
Rothbard
Mises Hispano 77
fin de cuentas lo que hace es robarle, y de manera mucho
ms cobarde y vergonzosa.
El ladrn asume la responsabilidad, el peligro y el cri-
men que entraa su propio acto. No reivindica ningn
derecho legtimo sobre el dinero ajeno ni alega que tiene
la intencin de utilizarlo para beneficio del otro. No pre-
tende ser otra cosa que un ladrn. Su desvergenza no
llega a tanto como para afirmar que es meramente un
protector, y que toma el dinero de los dems contra la
voluntad de stos slo para proteger a los necios viaje-
ros que se sienten perfectamente capaces de defenderse
por s mismos o no valoran su peculiar sistema de pro-
teccin. Es un hombre demasiado sensible como para
considerar as su profesin. Adems, cuando se ha apo-
derado del dinero del otro, lo deja ir, tal como ste de-
seaba que lo hiciera. No persiste en perseguirlo contra su
voluntad, pretendiendo ser su legtimo soberano, sobre
la base de la proteccin que le brinda. No contina
protegindolo, ordenndole que se incline ante l y le
sirva; demandndole que haga una cosa y prohibindole
que haga otra; robndole dinero una y otra vez, con la
frecuencia que le plazca, y calificndolo de rebelde, trai-
dor y enemigo de su pas, y matndolo sin piedad, si dis-
cute su autoridad o se resiste a sus rdenes. Es demasia-
do gentil como para cometer semejantes imposturas,
afrentas y villanas. En resumen, se limita a robar, y no
intenta convertirlo en su vctima o en su esclavo.
5
Si el Estado es un grupo de saqueadores, por quines est
constituido? Sin duda, la elite gobernante consiste permanente-
mente en a) el aparato con dedicacin total los reyes, polticos
y burcratas que manejan y dirigen el Estado, y b) los grupos
que han maniobrado para obtener privilegios, subsidios y bene-
ficios del Estado. El resto de la sociedad est formada por los
gobernados. Nuevamente, John C. Calhoun hizo notar con abso-
luta claridad que no importa cun pequeo sea el poder del
gobierno, no importa cun baja sea la carga impositiva o cun
igualitaria su distribucin, por su misma naturaleza ste crea dos
clases desiguales e inherentemente conflictivas en la sociedad:
5
Spooner, Lysander [1870]. No Treason, N VI: The Constitution of No Authority.
Reimpreso en Larkspur, Colorado, Pine Tree Press, 1966, p. 17.
Rothbard
Mises Hispano 78
aquellos que pagan en forma neta los impuestos (los contribu-
yentes), y aquellos que viven en forma neta de los impuestos
(los consumidores de impuestos). Supongamos que el gobier-
no establece un impuesto bajo y distribuido en forma aparente-
mente igualitaria para pagar la construccin de una represa. En
este mismo acto toma dinero de la mayora del pblico para
entregrselo a los que son netamente consumidores de impues-
tos: los burcratas que dirigen la operacin, los contratistas y
los trabajadores que construyen la represa, etc. Y cuanto ms
grande sea el alcance de la toma de decisiones del gobierno y
mayor sea la tributacin, prosigue Calhoun, mayores sern la
carga y la desigualdad artificial que impone entre estas dos
clases: Por ser comparativamente pocos, los agentes y emplea-
dos del gobierno constituyen aquella parte de la comunidad que
recibe en forma exclusiva los beneficios de los impuestos. Todo
cuanto se toma de la comunidad en concepto de gravmenes, si
no se pierde, lo perciben ellos en forma de pago de sueldos o
gastos. Ambas cosas desembolsos diversos y recaudacin
tributaria constituyen la accin fiscal del gobierno. Son correla-
tivas. Todo lo que se saca de la comunidad con el nombre de
impuestos es transferido a aquella porcin de la comunidad
constituida por los receptores en forma de pagos de desembolsos
diversos. Pero como los receptores son slo una parte de la
comunidad, la conclusin es, considerando conjuntamente las
dos instancias del proceso fiscal, que su accin debe ser desigual
entre los contribuyentes y los receptores de sus beneficios. No
podra ser de otra manera, salvo que lo que se recolectara de
cada individuo como impuestos le fuera retornado en forma de
desembolso, cosa que hara al proceso ineficaz y absurdo [...].
Entonces, el resultado necesario de la accin fiscal desigual del
gobierno es dividir a la comunidad en dos grandes clases: los
que en verdad pagan los gravmenes y, por supuesto, cargan
exclusivamente con el peso de sostener al gobierno, y los que
reciben los beneficios a travs de los desembolsos y, de hecho,
son sustentados por el gobierno; en pocas palabras, dividirla
entre contribuyentes de impuestos y consumidores de impuestos.
Pero el efecto de esto es ponerlos en relaciones antagnicas
respecto de la accin fiscal del gobierno y de todo el curso de
la poltica conectado con sta, dado que cuanto ms elevados
Rothbard
Mises Hispano 79
sean los impuestos y los desembolsos, mayores sern las ganan-
cias de unos y las prdidas de los otros, y viceversa. El efecto
del mismo aumento, entonces, es enriquecer y fortalecer a unos,
y empobrecer y debilitar a los otros.
6
Si el Estado ha sido dirigido, siempre y en todas partes, por una
oligarqua depredadora, cmo pudo mantener su gobierno sobre
la masa de la poblacin? La respuesta, tal como lo destac el
filsofo David Hume hace dos siglos, es que en el largo plazo
todo gobierno, no importa cun dictatorial sea, descansa en el
apoyo de la mayora de los ciudadanos. Ahora bien, esto, como
es obvio, no hace que estos gobiernos sean voluntarios, dado
que la misma existencia de la tributacin y de otros poderes
coercitivos muestra cunta coaccin debe ejercer el Estado. En
lo que respecta al apoyo de la mayora, no necesariamente es
vehemente y entusiasta; bien puede ser slo obediencia y resig-
nacin. La conjuncin que se expresa en la famosa frase muerte
e impuestos implica una aceptacin pasiva y resignada de la
inevitabilidad del Estado y sus impuestos, algo que se da por
sentado.
Por su parte, los consumidores de impuestos, grupos que se
benefician con las operaciones del Estado, por supuesto sern
entusiastas defensores del mecanismo estatal. Pero son slo una
minora. Cmo puede, entonces, asegurarse el acatamiento y la
aquiescencia de la masa de la poblacin? Aqu llegamos al
problema central de la filosofa poltica esa rama de la filosofa
que tiene que ver con la poltica, el ejercicio de la violencia
regulada: el misterio de la obediencia civil. Por qu la gente
obedece los edictos y acepta las depredaciones de la elite gober-
nante? James Burnham, un autor conservador totalmente opues-
to al libertarianismo, expone el problema con gran claridad,
admitiendo que no hay justificacin racional para la obediencia
civil: Ni el origen ni la justificacin del gobierno pueden plan-
tearse en trminos totalmente racionales [...]. Por qu debera
yo aceptar el principio de legitimidad hereditario, o democrtico,
o cualquier otro? Por qu un principio habra de justificar que
un hombre gobierne sobre m? Su propia respuesta difcilmente
intenta ser convincente: Acepto el principio, bueno... porque s,
6
Calhoun, John C. A Disquisition on Government, pp. 16-18.
Rothbard
Mises Hispano 80
porque as son y han sido las cosas.
7
Pero supongamos que uno
no acepta el principio; cul ser entonces el camino? Y por
qu la mayora de los ciudadanos lo ha aceptado?
El Estado y los Intelectuales
La respuesta es que, desde los tempranos orgenes del Estado,
sus dirigentes siempre han recurrido a una alianza con la clase
intelectual de la sociedad, como auxiliar necesario de su gobier-
no. Las masas no crean sus propias ideas abstractas, o, mejor
dicho, no piensan en forma independiente: aceptan pasivamente
las ideas adoptadas y promulgadas por un cuerpo de intelectua-
les que se transforman en verdaderos formadores de opinin
en la sociedad. Y como precisamente se trata de la formacin de
una opinin favorable a los gobernantes, cosa que el Estado
necesita casi desesperadamente, esto conforma una base firme
para la antigua alianza entre los intelectuales y las clases diri-
gentes del Estado. La alianza se basa en un quid pro quo: por un
lado, los intelectuales difunden entre las masas la idea de que el
Estado y sus dirigentes son sabios, buenos, y a veces divinos, o
por lo menos inevitables y mejores que cualquier otra alternativa
concebible. A cambio de este despliegue ideolgico, el Estado
incorpora a los intelectuales a la elite gobernante, garantizndo-
les poder, estatus, prestigio y seguridad material. Adems, son
necesarios para integrar la burocracia y planificar la economa
y la sociedad.
Antes de la era moderna, la casta sacerdotal era particularmente
poderosa entre los servidores intelectuales del Estado, cimentan-
do la poderosa y terrible alianza del jefe guerrero y el hechicero,
del Trono y el Altar. El Estado oficializ a la Iglesia y le
confiri poder, prestigio y riqueza tomada de sus sbditos. A
cambio, la Iglesia ungi al Estado con la aprobacin divina e
inculc esa concepcin en la gente comn. En la era moderna,
cuando los argumentos teocrticos perdieron su prestigio, los
intelectuales integraron el cuadro de expertos cientficos e
informaron al desventurado pblico de que los asuntos polticos,
7
Burnham, James. Congress and the American Tradition. Chicago, Henry Regnery,
1959, pp. 6-8.
Rothbard
Mises Hispano 81
exteriores y nacionales eran demasiado complicados como para
que el individuo promedio se perturbara pensando en ellos. Slo
el Estado y sus cuerpos de expertos intelectuales, planificadores,
cientficos, economistas y administradores de la seguridad
nacional pueden tener la esperanza de encargarse de esos pro-
blemas. El rol de las masas, incluso en las democracias, es
ratificar las decisiones de sus informados gobernantes y acatar-
las.
Histricamente, la unin de la Iglesia y el Estado, del Trono y el
Altar, ha sido el dispositivo ms eficaz para inducir a los sbdi-
tos a la obediencia y al apoyo. Burnham atestigua sobre el poder
del mito y el misterio para inducir apoyo cuando escribe: En la
antigedad, antes de que las quimeras cientficas corrompieran
al conocimiento tradicional, los fundadores de ciudades eran
considerados dioses o semidioses.
8
Para el clero oficial, el
gobernante era ungido por Dios o, en el caso de muchos regme-
nes absolutistas y despticos de Oriente, era un dios en s mis-
mo; por ende, cualquier cuestionamiento o resistencia a su
gobierno constitua una blasfemia.
A lo largo de los siglos, el Estado y sus intelectuales han utiliza-
do muchas y muy sutiles armas ideolgicas para inducir a sus
sbditos a aceptar su rgimen. Un arma excelente ha sido el
poder de la tradicin. sta era tanto ms poderosa cuanto ms
duradero fuera el gobierno de un Estado; entonces, la Dinasta X
o el Estado Y estaban respaldados por el peso aparente de siglos
de tradicin. El culto de los antepasados se convierte as en un
medio no demasiado sutil de cultivar la adoracin hacia los
gobernantes ancestrales. La fuerza de la tradicin es, por supues-
to, reforzada por el hbito antiguo, que confirma a los ciudada-
nos la aparente correccin y legitimidad de la autoridad que los
rige. As, el terico poltico Bertrand De Jouvenel escribi:
La razn esencial de la obediencia es que se ha converti-
do en un hbito de la especie [...]. El poder es para noso-
tros un hecho de la naturaleza. Desde los tempranos das
de la historia escrita siempre ha presidido los destinos
humanos [...] las autoridades que gobernaban [...] en
tiempos pasados no desaparecieron sin legar a sus suce-
8
Burnham, op. cit., p. 3.
Rothbard
Mises Hispano 82
sores su privilegio y sin dejar en las mentes de los hom-
bres improntas cuyos efectos son acumulativos. La suce-
sin de gobiernos que, a lo largo de los siglos, rigieron a
la misma sociedad puede verse como un gobierno sub-
yacente que incorpora continuas acrecencias.
9
Otra poderosa fuerza ideolgica del Estado es el desprecio por el
individuo y la exaltacin de las representaciones colectivas de la
sociedad, pasadas o presentes. Cualquier voz aislada, cualquier
persona que plantee nuevas dudas, puede ser atacada por profa-
nar la sabidura de sus ancestros. Adems, toda idea nueva, ms
aun, toda idea crtica, debe comenzar necesariamente como la
opinin de una pequea minora. Por lo tanto, para evitar que
una idea potencialmente peligrosa amenace la aceptacin de su
gobierno por parte de la mayora, el Estado intentar arrancarla
de cuajo, ridiculizando cualquier punto de vista que parezca
contrario a la opinin mayoritaria. Norman Jacobs resumi las
formas en que los dirigentes del Estado en los antiguos despo-
tismos chinos utilizaron a la religin como mtodo para ligar al
individuo a la sociedad gobernada por el Estado:
La religin china es una religin social que busca resol-
ver los problemas de inters social, no los de inters in-
dividual [...]. La religin es esencialmente una fuerza de
ajuste y control social impersonal ms que un medio
para soluciones personales del individuo, y el ajuste y
el control social se efectan mediante la educacin y la
reverencia hacia los superiores [...]. La reverencia hacia
los superiores que lo son en edad y, por ende, en edu-
cacin y experiencia es el fundamento tico del ajuste y
del control social [...]. En China, la interrelacin de la
autoridad poltica con la religin ortodoxa equipar a la
heterodoxia con el error poltico. La religin ortodoxa
era particularmente activa en la persecucin y destruc-
cin de las sectas heterodoxas, para lo cual contaba con
el respaldo del poder secular.
10
9
Jouvenel, Bertrand De. On Power. Nueva York, Viking Press, 1949, p. 22.
10
Jacobs, Norman. The Origin of Modern Capitalism and Eastern Asia. Hong Kong,
Hong Kong University Press, 1958, pp. 161-163, 185. La obra ms importante sobre
todos los aspectos del despotismo oriental es: Wittfogel, Karl A. Oriental Despotism: A
Comparative Study of Total Power. Nueva Haven, Yale University Press, 1957.
Rothbard
Mises Hispano 83
La tendencia general del gobierno a buscar y desbaratar cual-
quier visin heterodoxa fue subrayada, con un estilo particular-
mente ingenioso y ameno, por el escritor libertario H. L. Menc-
ken:
Todo [lo que el gobierno] puede ver en una idea original
es un cambio potencial, y por ende, una invasin de sus
prerrogativas. El hombre ms peligroso, para cualquier
gobierno, es aquel capaz de pensar las cosas por s mis-
mo, sin prestar atencin a las supersticiones y los tabes
prevalecientes. De modo casi inevitable, llega a la con-
clusin de que el gobierno bajo el cual vive es deshones-
to, demente e intolerable, y entonces, si es un romntico,
intenta cambiarlo. Y aun si no lo es, tiene la aptitud de
difundir el descontento entre aquellos que lo son.
11
Para el Estado, tambin es particularmente importante que su
gobierno parezca inevitable: incluso si los ciudadanos lo detes-
tan, como suele suceder, todo cuanto enfrentar ser la pasiva
resignacin expresada en la familiar conjuncin de muerte e
impuestos. Uno de sus mtodos consiste en apelar al determi-
nismo histrico: si el Estado X nos gobierna, es porque as lo
decretaron de modo inevitable las Inexorables Leyes de la Histo-
ria (o la Voluntad Divina, o el Absoluto, o las Fuerzas Producti-
vas Materiales), y nada que puedan hacer algunos individuos
insignificantes cambiar lo inevitable. Tambin es importante
que el Estado inculque a los ciudadanos aversin hacia cualquier
afloramiento de lo que ahora se conoce como la teora conspi-
rativa de la historia, dado que la bsqueda de conspiraciones,
por errneos que puedan ser sus resultados, y a menudo lo son,
significa una bsqueda de motivos y una atribucin de respon-
sabilidad individual para los delitos cometidos histricamente
por las elites gobernantes. Si, no obstante, algn acto tirnico o
venal o alguna guerra agresiva impuesta por el Estado no se
llev a cabo por la accin de ciertos gobernantes en particular
sino por fuerzas sociales misteriosas y arcanas, o por la imper-
feccin reinante en el mundo, o si, de alguna manera, todos
fueron culpables (somos todos asesinos, proclama el eslogan
comn), entonces no tiene sentido indignarse ante esas fechor-
as. Adems, el descrdito de las teoras conspirativas o, en
11
Mencken, H. L. A Mencken Crestomathy. Nueva York, Alfred A. Knopf, 1949, p. 145.
Rothbard
Mises Hispano 84
realidad, de cualquier ataque del determinismo econmico
har que los ciudadanos sean ms proclives a creer en las razo-
nes del bienestar general de que se vale invariablemente el
Estado moderno para involucrarse en cualquier accin agresiva.
La autoridad del Estado parece as inevitable. Adems, cualquier
alternativa al Estado existente aparece rodeada por un aura de
temor. Restando importancia a su monopolio del robo y la de-
predacin, el Estado alza ante los ciudadanos el espectro del
caos que supuestamente se producira en caso de que desapare-
ciera. Se afirma que la gente, por s misma, no podra protegerse
contra los ocasionales criminales y merodeadores. Asimismo, a
lo largo de los siglos, todos los Estados han inculcado a sus
sbditos el miedo hacia otros Estados gobernantes, y han conse-
guido sus propsitos. Ahora que el mundo entero ha sido dividi-
do entre Estados particulares, una de las doctrinas y tcticas
bsicas de los gobernantes de cada uno de ellos ha sido identifi-
carse a s mismos con el territorio que gobiernan. Como la
mayora de los hombres tiende a amar a su patria, la identifica-
cin de la tierra y de la poblacin con el Estado es un medio
para hacer que el patriotismo natural juegue a su favor. Si Ruri-
tania es atacada por Walldavia, el Estado de Ruritania y sus
intelectuales se apresuran a convencer al pueblo de que el ataque
realmente se lleva a cabo contra ellos, y no simplemente contra
la clase gobernante. De esta manera, una guerra entre dirigentes
se convierte en una guerra entre pueblos, cada uno de los cuales
se precipita en defensa de sus gobernantes, en la errnea creen-
cia de que stos los estn defendiendo a ellos. Esta estratagema
del nacionalismo ha tenido xito particularmente en los ltimos
siglos; no hace mucho, al menos en Europa occidental, los
pueblos consideraban las guerras como batallas irrelevantes
entre grupos de nobles y sus squitos.
Otro mtodo probado para torcer la voluntad de la gente es
infundirle culpa. Un aumento del bienestar privado, cualquiera
que sea, puede ser atacado afirmando que se trata de codicia
excesiva, materialismo, o excesiva opulencia, y los inter-
cambios mutuamente beneficiosos en el mercado pueden denun-
ciarse como egostas. De alguna manera, siempre se llega a la
conclusin de que se deberan expropiar ms recursos al sector
privado y asignarlos al sector pblico, o Estado, parasitario.
Por lo general, el pedido al pblico para que produzca ms
Rothbard
Mises Hispano 85
recursos se expresa mediante un severo reclamo, por parte de la
elite gobernante, de mayores sacrificios en aras de la riqueza
nacional o el bienestar comn. Sin embargo, de algn modo,
mientras se supone que el pueblo debe sacrificarse y disminuir
su codicia materialista, los sacrificios recaen siempre sobre l.
El Estado no se sacrifica, sino que arrebata vidamente cada vez
ms recursos materiales a los ciudadanos. En realidad, he aqu
una regla bsica muy til: cuando el gobernante alce su voz
pidiendo sacrificios, cuide su vida y su bolsillo!
Este tipo de argumentos refleja un doble criterio moral que
siempre es aplicado por los gobernantes, pero por nadie ms. Por
ejemplo, nadie se escandaliza por el hecho de que los empresa-
rios busquen obtener mayores ganancias. A nadie le sorprende
que los trabajadores dejen puestos con bajos salarios por otros
con salarios mayores. Este comportamiento se considera apro-
piado y normal. Pero si alguien osara manifestar que los polti-
cos y burcratas estn motivados por el deseo de maximizar sus
ingresos, habra una protesta pblica generalizada contra la
teora conspirativa o el determinismo econmico. La opi-
nin general cuidadosamente cultivada, claro est, por el Esta-
do mismo es que los hombres se dedican a la poltica o ejercen
el gobierno motivados slo por su preocupacin por el bien
comn y el bienestar general. Qu es lo que confiere a los
gobernantes la ptina de una moral superior? Quizs el hecho de
que la gente tiene un conocimiento vago e instintivo de que el
Estado est involucrado en el robo y la depredacin sistemti-
cos, y siente que slo una dedicacin altruista por parte del
Estado hace tolerables estas acciones.
Si se considerara a los polticos y burcratas como sometidos a
las mismas ambiciones monetarias que todos los dems, el
Estado depredador perdera su aura de Robin Hood, puesto que
entonces quedara bien claro que, en palabras de Oppenheimer,
los ciudadanos comunes utilizan los medios econmicos
pacficos, productivos, para obtener riqueza, mientras que el
aparato estatal se vale de los medios polticos organizados,
coercitivos y explotadores. El emperador del supuesto inters
altruista por el bienestar comn quedara despojado de sus ropas.
Rothbard
Mises Hispano 86
Los argumentos intelectuales que a lo largo de la historia ha
utilizado el Estado para obtener el consentimiento del pblico
pueden clasificarse en dos clases: 1) que la conduccin por parte
del gobierno existente es inevitable, absolutamente necesaria y
muchsimo mejor que los indescriptibles males que acarreara su
cada; y 2) que los dirigentes del Estado son hombres excepcio-
nales, cuya grandeza, sabidura y altruismo jams podran igua-
lar sus simples sbditos. En el pasado, este ltimo argumento se
expres en el concepto del derecho divino, o en el del rey
divinizado, o bien en el de la aristocracia. En la modernidad,
como ya dijimos, se pone el nfasis no ya en la aprobacin
divina sino en el gobierno de una sabia corporacin de expertos
cientficos especialmente dotados en el conocimiento de la
poltica y de las misteriosas realidades del mundo. El uso cada
vez mayor de la jerga cientfica, sobre todo en las ciencias socia-
les, ha permitido a los intelectuales urdir una apologa del go-
bierno del Estado que rivaliza en oscurantismo con el antiguo
sacerdocio. Por ejemplo, si un ladrn pretendiera justificar su
robo diciendo que en realidad trataba de ayudar a sus vctimas
aumentando sus gastos con su accionar, dando as el impulso
necesario al comercio minorista, sera abucheado sin contempla-
ciones. Pero cuando esta misma teora se disfraza con ecuacio-
nes matemticas keynesianas e impresionantes referencias al
efecto multiplicador, es mucho ms convincente para el enga-
ado pblico.
En los ltimos aos se ha asistido en los Estados Unidos al
desarrollo de una profesin de administradores de la seguridad
nacional, de burcratas que nunca enfrentaron procesos electo-
rales pero que continan, a medida que se suceden las adminis-
traciones, utilizando en forma encubierta su supuesta experien-
cia para planificar guerras, intervenciones y aventuras militares.
Slo sus tremendos errores en la guerra de Vietnam han acarrea-
do cierto cuestionamiento pblico a sus actividades, pero antes
se erguan arrogantes frente al pblico, al cual consideraban
como carne de can para sus propsitos.
Un debate pblico entre el senador partidario del aislacionis-
mo Robert A. Taft y uno de los lderes intelectuales de la segu-
ridad nacional, McGeorge Bundy, resulta instructivo para poner
de relieve tanto lo que estaba en juego como la actitud de la elite
Rothbard
Mises Hispano 87
intelectual gobernante. Bundy atac a Taft a comienzos de 1951
por iniciar un debate pblico acerca de la participacin en la
guerra de Corea. Insisti en que eran slo los lderes polticos
ejecutivos quienes estaban capacitados para manipular a los
diplomticos y a los militares a lo largo de dcadas de guerra
limitada contra las naciones comunistas. Consideraba importante
que se excluyera a la opinin pblica y al debate pblico de
cualquier decisin poltica en esta rea, dado que, adverta,
lamentablemente el pblico no estaba comprometido con los
rigurosos propsitos nacionales que animaban a los gobernantes
y slo responda a las realidades ad hoc de situaciones dadas.
Tambin sostena que no deba haber recriminaciones ni aun
evaluaciones de las decisiones de los polticos que ejercan el
gobierno, sino que el pblico deba aceptarlas sin cuestiona-
miento. Taft, por el contrario, denunciaba la secreta toma de
decisiones por parte de los consejeros militares y los especialis-
tas en la rama ejecutiva, que en efecto no eran sometidas al
anlisis pblico. Adems, argumentaba, si alguien se anima a
sugerir una crtica o incluso un debate abarcador, inmediatamen-
te se lo tilda de aislacionista y saboteador de la unidad y de la
poltica exterior bipartidaria.
12
De manera similar, en la poca en que el presidente Eisenhower
y el secretario de Estado Dulles analizaban privadamente la
participacin en la guerra en Indochina, otro prominente admi-
nistrador de seguridad nacional, George F. Kennan, deca a los
ciudadanos: Hay tiempos en que, habiendo elegido a un go-
bierno, lo mejor sera dejarlo gobernar y hablar por nosotros tal
como lo har en las asambleas de las naciones.
13
Resulta obvio por qu el Estado necesita a los intelectuales; pero
por qu los intelectuales necesitan al Estado? Porque, sencilla-
mente, un intelectual no tiene bien asegurado su sustento en el
mercado libre, dado que, como cualquier otro participante del
mercado, debe depender de los valores y elecciones de la masa
de sus conciudadanos, y por lo general stos no estn interesa-
dos en las cuestiones intelectuales. El Estado, en cambio, est
12
Vase Liggio, Leonard P. Why the Futile Crusade? Nueva York, Center for Libertarian
Studies, abril de 1978, pp. 41-43.
13
Kennan, George F. Realities of American Foreign Policy. Princeton, Princeton
University Press, 1954, pp. 95-96.
Rothbard
Mises Hispano 88
dispuesto a ofrecerles un empleo estable y permanente dentro de
su aparato, un ingreso seguro y, adems, la panoplia de presti-
gio.
La ambicionada alianza entre el Estado y los intelectuales fue
simbolizada por el deseo entusiasta de los profesores de la Uni-
versidad de Berln, en el siglo XIX, de constituirse en lo que
proclamaban como los guardaespaldas intelectuales de la Casa
de Hohenzollern. Tambin se la puede observar, desde una
perspectiva ideolgica superficialmente diferente, en la revela-
dora reaccin del eminente acadmico marxista partidario de la
antigua China, Joseph Needham, al manifestar su ira ante la
cida crtica de Karl Wittfogel al despotismo chino. Wittfogel
haba demostrado la importancia de los funcionarios acadmicos
que formaban parte de la burocracia gobernante de la China
desptica en el sostenimiento del sistema que glorificaba a
Confucio. Needham, indignado, repuso que la civilizacin que
el profesor Wittfogel ataca con tanta acritud fue la que pudo
transformar a poetas y acadmicos en funcionarios.
14
Qu
importa el totalitarismo en tanto y en cuanto la clase dirigente
abunde en intelectuales acreditados!
La reverencia y el servilismo de los intelectuales hacia sus
dirigentes se pusieron de manifiesto muchas veces a lo largo de
la historia. La contraparte estadounidense de los guardaespal-
das intelectuales de la Casa de Hohenzollern es la actitud de
tantos intelectuales liberales hacia el cargo y la persona del
presidente. As, para el profesor Richard Neustadt, politlogo, el
presidente es el nico smbolo de la Unin, que puede aseme-
jarse a la corona. Y el administrador pblico Townsend Hoo-
pes, en el invierno de 1960, escribi que bajo nuestro sistema,
el pueblo slo puede recurrir al presidente para definir la natura-
leza de nuestros problemas de poltica exterior, los programas
nacionales y los sacrificios necesarios para enfrentarlos con
eficacia.
15
14
Needham, Joseph. Review of Karl A. Wittfogel, Oriental Despotism. En: Science and
Society, 1958, p. 65. Para una posicin contraria a la de Needham, vase Lukacs, John.
Intellectual Class or Intellectual Profesion? En: Dehuszar, George B. (ed.). The
Intellectuals. Glencoe, Ill., The Free Press, 1960, p. 522.
15
Neustadt, Richard. Presidency at Mid-Century. Law and Contemporary Problems
(otoo de 1956), pp. 609-45; Hoopes, Townsend. The Persistence of Illusion: The So-
Rothbard
Mises Hispano 89
Tras generaciones de semejante retrica, no resulta extrao que
Richard Nixon, en la vspera de su eleccin como presidente,
describiera as su rol: l [el presidente] debe articular los valo-
res de la nacin, definir sus objetivos y guiar su voluntad. La
concepcin de Nixon respecto de su rol es perturbadoramente
similar a lo expresado por Ernst Huber, en la Alemania de 1930,
acerca del derecho constitucional del ms grande imperio
alemn. Huber escribi que quien dirige el Estado establece los
grandes fines que deben alcanzarse y formula los planes para la
utilizacin de todos los poderes nacionales en el logro de los
objetivos comunes [...] le da a la vida nacional su verdadero
propsito y valor.
16
Marcus Raskin, quien integr el Consejo de Seguridad Nacional
durante la administracin Kennedy, describi custicamente la
actitud y la motivacin de los actuales guardaespaldas intelec-
tuales de la seguridad nacional del Estado. Los llama intelec-
tuales de la destruccin masiva, y escribe:
[...] su funcin ms importante consiste en justificar y
prolongar la existencia de sus empleadores [...]. Para po-
der excusar la permanente produccin en gran escala de
estas bombas y misiles [termonucleares], los lderes mi-
litares e industriales necesitaron algn tipo de teora para
racionalizar su uso [...]. Esto se hizo particularmente ur-
gente a fines de la dcada de 1950, cuando los miembros
de la administracin Eisenhower, centrados en la eco-
noma, comenzaron a preguntarse por qu se insuman
tanto dinero, ideas y recursos en armas si no se poda
justificar su uso. Entonces los intelectuales de la defen-
sa dieron comienzo a una serie de racionalizaciones de-
ntro y fuera de las universidades [...]. Los emprendi-
mientos militares continuarn prosperando, y ellos se-
guirn demostrando por qu debe ser as. En lo que res-
pecta a esto, no son diferentes de la gran mayora de los
especialistas modernos, quienes aceptan las premisas de
viet Economic Drive and American National Interest. Yale Review (marzo de 1960), p.
336.
16
Citado en Reeves, Thomas, y Hess, Karl. The End of the Draft. Nueva York, Vintage
Books, 1970, pp. 64-65.
Rothbard
Mises Hispano 90
las organizaciones que los emplean debido a las retribu-
ciones monetarias, y en poder y prestigio [...]. Saben lo
suficiente como para no cuestionar el derecho a existir
de sus empleadores.
17
Esto no implica decir que todos los intelectuales, en todas partes,
hayan sido intelectuales cortesanos, servidores y socios meno-
res del poder. Pero sta ha sido su condicin prevaleciente en la
historia de las civilizaciones, la mayora de las veces como una
casta sacerdotal; de la misma manera, esas civilizaciones han
sido regidas casi siempre por alguna forma de despotismo.
Hubo, no obstante, loables excepciones, sobre todo en la historia
de la civilizacin occidental, en las cuales los intelectuales
fueron acerbos crticos y opositores al poder del Estado y em-
plearon su intelecto en idear sistemas tericos que pudieran ser
utilizados en la lucha para liberarse de ese poder. Pero, invaria-
blemente, esos intelectuales slo fueron capaces de alzarse
como una fuerza significativa cuando pudieron operar desde una
base de poder independiente una base de propiedad indepen-
diente separada del aparato del Estado, puesto que all donde el
Estado controle toda la propiedad, la riqueza y el empleo, todos
dependen econmicamente de l y se hace muy difcil, si no
imposible, el surgimiento de ese tipo de crtica independiente.
Fue en Occidente, con sus focos de poder descentralizados, sus
fuentes independientes de propiedad y empleo, y, por ende, de
bases desde las cuales criticar al Estado, donde pudo florecer un
cuerpo de crticos intelectuales. En la Edad Media, la Iglesia
Catlica Romana, que al menos estaba separada del Estado,
siendo totalmente independiente de l, y las nuevas ciudades
libres podan servir como centros de oposicin intelectual, y
tambin real. En los siglos siguientes, los maestros, los curas y
los panfletistas, en una sociedad relativamente libre, pudieron
utilizar su independencia del Estado para convertirse en agitado-
res en procura de una mayor expansin de la libertad. En con-
traste, uno de los primeros filsofos libertarios, Lao-ts, que
viva en medio del despotismo de la antigua China, no vio
esperanza alguna de lograr la libertad en esa sociedad totalitaria,
17
Raskin, Marcus. The Megadeth Intellectuals. The New York Review of Books (14 de
noviembre de 1963), pp. 6-7. Vase tambin Nicolaus, Martin. The Professor, the
Policeman, and the Peasant. Viet-Report (junio-julio de 1966), pp. 15-19.
Rothbard
Mises Hispano 91
y todo cuanto aconsej fue guardar silencio, al punto de que el
individuo renunciara totalmente a la vida social.
En Europa occidental, donde el poder estaba descentralizado y la
Iglesia separada del Estado, haba pueblos y ciudades florecien-
tes capaces de desarrollarse fuera de la estructura feudal, y la
sociedad gozaba de libertad, la economa pudo evolucionar de
un modo nunca visto en todas las civilizaciones anteriores. Ms
aun, en la estructura tribal de los germanos y particularmente la
de los celtas, que lograron desintegrar al Imperio Romano
haba fuertes elementos libertarios. No tenan un aparato estatal
todopoderoso que ejerciera el monopolio de la violencia, sino
que las disputas se resolvan mediante la consulta a los ancianos
acerca de la naturaleza y aplicacin de las costumbres y el dere-
cho comn de la tribu. El jefe por lo general era simplemente
un lder guerrero a quien slo se le reclamaba que ejerciera su
rol blico cuando se preparaba una guerra con otras tribus. No
haba guerra permanente ni burocracia militar en las tribus. En
Europa occidental, como en muchas otras civilizaciones, el
modelo tpico del origen del Estado no era por va de un contra-
to social voluntario sino al ocurrir la conquista de una tribu por
otra. La tribu o el campesinado perdan as su libertad a manos
de sus conquistadores. Al principio, la tribu conquistadora asesi-
naba y saqueaba a las vctimas y segua su camino. Pero lleg un
momento en que los vencedores decidieron que sera mucho ms
conveniente establecerse en los territorios conquistados, gober-
narlos y saquearlos en forma permanente y sistemtica. El tribu-
to peridico que se exiga a los sbditos avasallados con el
tiempo comenz a llamarse impuesto. Y, con similar generali-
dad, los caudillos conquistadores parcelaron la tierra y la entre-
garon a los distintos lderes militares, que as pudieron estable-
cerse e imponer al campesinado el pago de rentas feudales. A
menudo los campesinos eran esclavizados, o bien transformados
en siervos de la tierra, proporcionando a los seores feudales
una fuente continua de trabajo fruto de la explotacin.
18
Pode-
18
Acerca de la tpica gnesis del Estado, vase Oppenheimer, op. cit., captulo II. Si bien
acadmicos como Lowie y Wittfogel (op. cit., pp. 342-25) discuten la tesis de
Glumplowicz-Oppenheimer-Riistow segn la cual el Estado siempre se origin en
conquistas, aceptan que la conquista est usualmente vinculada a lo que se denomina
desarrollo interno de los Estados. Adems, existen evidencias de que en la primera gran
civilizacin, la de los sumerios, existi una sociedad prspera, libre y sin Estado hasta
que la defensa contra la conquista llev al desarrollo de una burocracia militar y estatal
Rothbard
Mises Hispano 92
mos sealar algunas importantes instancias en el nacimiento del
Estado moderno a travs de la conquista. Una de ellas fue el
sometimiento de la poblacin indgena en Amrica latina por
parte de los espaoles, que se llev a cabo por la fuerza de las
armas. Los espaoles no slo impusieron un nuevo Estado a los
indgenas, sino que sus tierras fueron parceladas entre los con-
quistadores, que a partir de entonces se apropiaron de sus rentas.
Otra instancia fue el nuevo orden poltico que los normandos
impusieron a los sajones despus de la conquista de Inglaterra en
1066. Las tierras conquistadas fueron divididas entre los caballe-
ros guerreros normandos, que constituyeron un gobierno estatal
y adems impusieron a la poblacin un sistema feudal. Para el
libertario, el ejemplo ms interesante y seguramente ms con-
movedor de la creacin del Estado mediante la conquista fue la
destruccin de la sociedad libertaria de la antigua Irlanda por
parte de Inglaterra en el siglo XVII y la instauracin de un Estado
imperial que expuls a numerosos irlandeses de su amada tierra.
La sociedad libertaria de Irlanda, que perdur mil aos y que
describiremos en profundidad ms adelante pudo resistir a los
ingleses durante siglos debido a la ausencia de un Estado que
pudiera ser conquistado fcilmente y luego ser utilizado por los
vencedores para gobernar a la poblacin nativa.
Pero as como a lo largo de la historia occidental los intelectua-
les han formulado teoras destinadas a controlar y limitar el
poder estatal, cada Estado se ha servido de sus propios intelec-
tuales para tergiversar esas ideas de un modo que le permitiera
legitimar el acrecentamiento de su poder. As, originalmente, en
Europa occidental el concepto del derecho divino de los reyes
fue una doctrina promovida por la Iglesia para limitar el poder
del Estado, de modo que el rey no pudiera gobernar a su arbitrio.
Sus edictos fueron limitados para que concordaran con la ley
divina. Sin embargo, con el avance del absolutismo monrquico,
los reyes transformaron el concepto original en la idea de que
Dios haba otorgado su consentimiento a todos los actos del rey,
y que ste gobernaba por derecho divino.
De manera similar, el concepto de democracia parlamentaria
comenz como una forma de control ejercido por el pueblo
permanente. Cf. Kramer, Samual Noah. The Sumerians. Chicago, University of Chicago
Press, 1963, p. 73.
Rothbard
Mises Hispano 93
sobre el gobierno absoluto del monarca. ste estaba limitado por
el parlamento para obtener ingresos mediante la tributacin. No
obstante, a medida que el parlamento suplantaba al rey como
cabeza del Estado, se iba convirtiendo gradualmente en un
Estado soberano que no estaba sometido a control alguno. A
comienzos del siglo XIX, los utilitaristas ingleses, quienes abo-
gaban por la libertad individual adicional en nombre de la utili-
dad social y del bienestar general, veran cmo estos conceptos
se transformaban al punto de legitimar la expansin del poder
del Estado.
De Jouvenel escribi:
Muchos autores de teoras sobre la soberana han des-
arrollado uno u otro de estos dispositivos restrictivos.
Pero al final, cada una de esas teoras perdi, tarde o
temprano, su propsito original, y se convirti sencilla-
mente en un trampoln para el Poder, proveyndole la
poderosa ayuda de un soberano invisible con el cual
podra identificarse exitosamente llegado el momento.
19
Sin duda, el intento ms ambicioso que registra la historia en
cuanto a imponer lmites al Estado fue la Declaracin de Dere-
chos y otras partes restrictivas de la Constitucin de los Estados
Unidos. Aqu, los lmites al gobierno se pusieron por escrito y se
convirtieron en ley fundamental, que sera interpretada por un
aparato judicial supuestamente independiente de las otras ramas
del gobierno. Todos los estadounidenses estn familiarizados
con el proceso mediante el cual el proftico anlisis de John C.
Calhoun ha sido justificado; durante los ltimos ciento cincuenta
aos el monopolio judicial del Estado ha ampliado de modo
inexorable la estructura del poder estatal. Pero pocos han tenido
la perspicacia del profesor liberal Charles Black quien aprueba
el proceso para ver que el Estado ha sido capaz de transformar
la revisin judicial, que era un dispositivo limitante, en un pode-
roso instrumento legitimador de sus acciones ante el pblico. Si
un decreto judicial de inconstitucionalidad constituye un
importante control sobre el poder gubernamental, as tambin el
veredicto de constitucionalidad es una poderosa arma para
19
Jouvenel, Bertrand De, op. cit., p. 27.
Rothbard
Mises Hispano 94
lograr la aceptacin pblica del siempre creciente poder del
Estado.
El profesor Black comienza su anlisis destacando la necesidad
crucial de legitimidad que tiene cualquier gobierno para per-
durar; es decir, la aceptacin mayoritaria bsica del gobierno y
sus actos. Sin embargo, la aceptacin de la legitimidad se con-
vierte en un verdadero problema en un pas como los Estados
Unidos, donde las limitaciones sustantivas estn estructuradas
dentro de la teora sobre la cual se asienta el gobierno. Lo que
se necesita, agrega Black, es un mtodo mediante el cual el
gobierno pueda asegurarle al pblico que el aumento constante
de sus poderes es en realidad constitucional. Y sta, concluye,
ha sido la principal funcin histrica de la revisin judicial.
Black ilustra as el problema:
El riesgo supremo [del gobierno] es el descontento del
pblico, as como el de un sentimiento de indignacin
ampliamente difundido en toda la poblacin y una prdi-
da de autoridad moral por parte del gobierno como tal,
pese a que se haya sostenido por la fuerza, o por inercia,
o por la falta de una alternativa atractiva e inmediata-
mente disponible. Casi todos los que viven bajo un go-
bierno cuyos poderes son limitados, tarde o temprano se
ven sometidos a alguna accin gubernamental que per-
sonalmente consideran como fuera del poder del gobier-
no o que le est positivamente prohibida a ste. Un
hombre es llamado a filas, aunque no encuentra en la
Constitucin ninguna disposicin acerca del recluta-
miento [...]. A un agricultor se le dice cunto trigo puede
cultivar; l cree, y descubre que algunos abogados respe-
tables tambin lo creen, que el gobierno tiene tanto dere-
cho a decirle cunto trigo puede cultivar como a indicar
a su hija con quin puede casarse. Un hombre es ence-
rrado en la penitenciara federal por decir lo que piensa,
y va y viene por su celda recitando: El Congreso no
aprobar ninguna ley que restrinja la libertad de expre-
sin. A un empresario se le fija el precio que puede, y
debe, pedir por la manteca. Este peligro es lo suficien-
temente real como para que cada una de estas personas
(y quin no estara de acuerdo con ellas?) confronte el
Rothbard
Mises Hispano 95
concepto de limitacin gubernamental con la realidad
(as como l la ve) de la flagrante violacin de los ver-
daderos lmites, y llegue a la conclusin obvia respecto
del estatus de su gobierno en relacin con su legitimi-
dad.
20
El Estado evita este peligro, agrega Black, proponiendo la doc-
trina de que alguna agencia debe tener la decisin final sobre la
constitucionalidad, y que esta agencia tiene que ser parte del
mismo gobierno federal. Dado que mientras la aparente inde-
pendencia del aparato judicial federal desempe un rol vital
para hacer que sus acciones fueran virtualmente una suerte de
Sagradas Escrituras para el grueso de la poblacin, tambin es
cierto que el poder judicial forma parte del aparato gubernamen-
tal y es designado por las ramas ejecutiva y legislativa. El profe-
sor Black reconoce que el gobierno, de esta manera, se ha erigi-
do en juez de su propia causa, y por lo tanto ha violado un prin-
cipio jurdico bsico para alcanzar cualquier tipo de decisin
justa. Pero Black manifiesta una notable tolerancia respecto de
esta infraccin fundamental: El poder ltimo del Estado [...]
debe detenerse all donde lo detiene la ley. Y quin establecer
el lmite, y quin forzar la detencin contra el mayor poder?
Bueno, el Estado mismo, por supuesto, a travs de sus jueces y
sus leyes. Quin controla al ecunime? Quin imparte ense-
anzas al sabio? [...].
21
Por lo tanto, Black admite que cuando
nos rige un Estado, entregamos todas nuestras armas y medios
de coercin al aparato estatal, cedemos todos nuestros poderes
de toma de decisin definitiva a este grupo deificado, y entonces
debemos quedarnos felices y tranquilos y esperar la interminable
corriente de justicia que se derramar desde estas instituciones
aunque estn bsicamente juzgando su propia causa. Black no
concibe ninguna alternativa a este monopolio coercitivo de las
decisiones judiciales impuestas por el Estado, pero aqu es
precisamente donde nuestro nuevo movimiento desafa la visin
convencional y asegura que hay una opcin viable: el libertaria-
nismo.
20
Black, Charles L., Jr. The People and the Court. Nueva York, Macmillan, 1960, pp.
42-43.
21
Ibd., pp. 32-33.
Rothbard
Mises Hispano 96
Al no ver esta alternativa, el profesor Black cae en el misticismo
en su defensa del Estado, dado que en ltimo anlisis encuentra
que el hecho de que el Estado logre la justicia y la legitimidad
en el perpetuo juzgamiento de su propia causa es algo milagro-
so. De esta manera, el socialdemcrata Black se une al conser-
vador Burnham al creer en prodigios y, por ende, admitir que no
hay un argumento racional satisfactorio en defensa del Estado.
22
Aplicando su visin realista de la Corte Suprema al famoso
conflicto entre la Corte y el New Deal en la dcada de 1930, el
profesor Black increpa a sus colegas socialdemcratas por su
miopa al denunciar el obstruccionismo judicial:
[...] la versin estndar de la historia del New Deal y la
Corte, aunque precisa a su manera, pone el nfasis donde
no debe estar [...]. Se concentra en las dificultades, y casi
olvida cmo sucedi todo. El resultado de la cuestin fue
(y esto es lo que me gusta destacar) que despus de unos
24 meses de oposicin [...] la Corte Suprema, sin un solo
cambio en la ley que establece su composicin, o en rea-
lidad, en los miembros que la constituyen, otorg su
sancin a la legitimidad del New Deal, y a toda la nueva
concepcin del gobierno en los Estados Unidos. [Las
cursivas son del autor.]
23
De esta manera, la Corte Suprema dio el golpe de gracia a los
numerosos estadounidenses que tenan fuertes objeciones consti-
tucionales para los amplios poderes del New Deal:
Por supuesto, no todos estn satisfechos. El Prncipe
Charlie de Bonnie del constitucionalmente comandado
laissez faire an conmueve los corazones de algunos
fanticos que se mantienen, presas de clera, en una si-
tuacin irreal. Pero ya no existe el peligro de que el
pblico sustente una duda significativa o peligrosa res-
22
En contraste con la complacencia de Black estaba la custica crtica a la Constitucin y
a los poderes de la Corte Suprema del politlogo J. Allen Smith. Smith escribi: Como
es obvio, el sentido comn requiri que ningn rgano del gobierno fuera capaz de
determinar sus propios poderes. Smith, J. Allen. The Growth and Decadence of Consti-
tutional Government. Nueva York, Henry Holt and Co., 1930, p. 87. Por supuesto, el
sentido comn y los milagros proporcionan visiones del gobierno muy diferentes.
23
Ibd., p. 64.
Rothbard
Mises Hispano 97
pecto del poder constitucional del Congreso para ocu-
parse, como lo hace, de la economa nacional [...]. No
tenemos otro medio, adems de la Suprema Corte, de
impartir legitimidad al New Deal.
24
Entonces, incluso en los Estados Unidos, el nico pas con una
constitucin de la cual algunas partes, al menos, apuntaban a
imponer lmites estrictos y solemnes a los actos del gobierno,
aun aqu esa constitucin ha probado ser un instrumento para
ratificar la expansin del poder del Estado, en lugar de restrin-
girlo. Tal como lo advirti Calhoun, cualquier lmite escrito que
le permita al gobierno interpretar sus propios poderes est desti-
nado a ser visto como una aprobacin de la expansin, y no de la
restriccin, de esos poderes. En un sentido profundo, se ha
demostrado que la idea de limitar al poder con una constitucin
escrita ha sido un noble experimento que ha fracasado. Se ha
probado que la idea de un gobierno estrictamente limitado es
utpica; hay que hallar algn otro medio ms radical para impe-
dir el agresivo crecimiento del Estado. El sistema libertario
encarara este problema desechando la idea total de crear un
gobierno con el monopolio coercitivo de la fuerza sobre un
territorio dado para comenzar y luego tratar de encontrar mane-
ras de impedir que el gobierno se expanda. La alternativa liber-
taria es abstenerse en primer lugar de semejante monopolio
gubernamental.
En los prximos captulos analizaremos en su totalidad la idea
de una sociedad sin Estado, una sociedad sin gobierno formal.
Pero sera un ejercicio instructivo que intentramos abandonar
las formas habituales de ver las cosas, y considerramos el
argumento de la existencia del Estado de novo. Permtasenos
dejar de lado el hecho de que, desde que tenemos memoria, el
Estado ha monopolizado los servicios policiales y judiciales en
la sociedad. Supongamos que debemos comenzar desde el prin-
cipio, y que millones de personas han arribado a la Tierra des-
pus de haber crecido y haberse desarrollado completamente en
otro planeta. Comienza el debate acerca de cmo se proveer la
proteccin (servicios policiales y judiciales). Alguien dice:
Entreguemos todos nuestras armas a Joe Jones y sus familiares,
24
Ibd., p. 65.
Rothbard
Mises Hispano 98
y dejemos que ellos decidan todas las disputas que surjan entre
nosotros. De esa manera, podrn protegernos de toda agresin o
fraude que cualquiera pueda cometer. Si los Jones poseen todo
el poder y toda la habilidad para tomar las decisiones finales
sobre las controversias, estaremos protegidos unos de otros. Y
entonces permitamos que los Jones obtengan sus ingresos por
este gran servicio mediante el uso de sus armas, y logren por
medio de la coercin tanto ingreso como deseen. Seguramente,
en una situacin como la planteada, semejante propuesta sera
considerada ridcula, dado que resultara totalmente evidente que
en ese caso no habra manera alguna de que cada uno pudiera
protegerse a s mismo de las agresiones, o depredaciones, de los
Jones. Nadie estara tan loco como para responder a esa constan-
te, y muy perspicaz, pregunta: Quin controla a los guardia-
nes?, como lo hace, con toda soltura, el profesor Black:
Quin controla al ecunime? Una respuesta tan absurda como
sta al problema de la proteccin y la defensa de la sociedad
slo es posible porque nos hemos acostumbrado, despus de
miles de aos, a la existencia del Estado.
Y, por supuesto, el Estado nunca comenz realmente con esta
suerte de contrato social. Tal como lo seal Oppenheimer,
tuvo su principio en medio de la violencia y la conquista; aun si
algunas veces hubo procesos internos que dieron lugar al Estado,
obviamente nunca fue por consenso o contrato general.
El credo libertario puede resumirse ahora como: 1) el derecho
absoluto de cada hombre a la propiedad de su cuerpo; 2) el
mismo derecho igualmente absoluto a poseer, y por ende a
controlar, los recursos materiales que ha encontrado y transfor-
mado, y 3) en consecuencia, el derecho absoluto a intercambiar
o entregar la propiedad de esos ttulos a quienquiera que est
dispuesto a intercambiarlos o recibirlos. Tal como hemos visto,
cada uno de estos pasos involucra derechos de propiedad, pero
incluso si llamamos al paso (1) derechos personales, veremos
que los problemas respecto de la libertad personal involucran
de modo inextricable los derechos de la propiedad material o el
libre intercambio. O, en suma, los derechos a la libertad perso-
nal y a la libertad de empresa casi invariablemente se entre-
lazan y no pueden en realidad ser separados.
Rothbard
Mises Hispano 99
Hemos visto que el ejercicio de la libertad de expresin perso-
nal, por ejemplo, conlleva casi siempre el ejercicio de la liber-
tad econmica, es decir, la libertad de poseer e intercambiar la
propiedad material. La realizacin de una reunin para ejercer la
libertad de expresin implica alquilar un espacio, viajar hacia
ese espacio a travs de caminos y utilizar alguna forma de trans-
porte, etc. La libertad de prensa, estrechamente relacionada,
involucra en forma aun ms evidente el costo de impresin y la
utilizacin de una imprenta, y la venta de los folletos a compra-
dores dispuestos a adquirirlos; en resumen, todos los ingredien-
tes de la libertad econmica. Adems, el ejemplo con el que
concluimos el captulo anterior, a saber, gritar fuego en un
teatro lleno de gente, provee una gua clara para decidir los
derechos de quin deben ser protegidos en una situacin dada;
nuestro criterio nos provee la gua: los derechos de propiedad.
PARTE II
APLICACIONES LIBERTARIAS
A PROBLEMAS ACTUALES
Mises Hispano 101
4
Los Problemas
chemos un breve vistazo a las principales reas proble-
mticas de nuestra sociedad y veamos si podemos detec-
tar algn hilo rojo que corra a travs de todas ellas.
Altos impuestos. Los impuestos elevados, y cada vez mayores,
han debilitado a casi todos los ciudadanos y estn obstaculizan-
do la productividad, los incentivos y el ahorro personal, as
como tambin las energas libres de la gente. A nivel federal,
existe una creciente rebelin contra el oneroso impuesto a las
ganancias, y un pujante movimiento de rebelin impositiva, con
sus propias organizaciones y publicaciones, que se niega a pagar
un gravamen que considera depredador e inconstitucional. A
nivel local y estatal, se expresan de modo cada vez ms masivo
opiniones contrarias a los opresivos impuestos a la propiedad.
As, en California, un documento con 1,2 millones de votantes
firm un petitorio por la iniciativa Jarvis-Gann en la eleccin de
1978, una propuesta que reducira en forma drstica y perma-
nente los impuestos a la propiedad del 33% al 1% y pondra
topes a la valuacin fiscal de la propiedad. Ms aun, la iniciativa
Jarvis-Gann exige una aprobacin de dos tercios de todos los
votantes registrados en el estado de California, con lo cual obli-
ga a congelar el aumento de los impuestos a la propiedad ms
all del tope del 1%. Y, para asegurarse de que el Estado sim-
plemente no lo sustituya por otro gravamen, la iniciativa tam-
bin requiere dos tercios de los votos para que la legislatura
estatal aumente cualquier otro impuesto en el estado.
Adems, en el otoo de 1977, miles de propietarios en Cook
County, Illinois, participaron en una huelga impositiva contra el
E
Rothbard
Mises Hispano 102
impuesto a la propiedad, que haba aumentado en forma notable
debido a mayores valuaciones. Es innecesario enfatizar que el
gobierno tiene el monopolio exclusivo del impuesto a las ganan-
cias, a la propiedad, o cualquier otro. Ningn otro individuo u
organizacin disfruta del privilegio de recaudar impuestos, de
obtener sus ingresos mediante la coercin.
Crisis fiscal urbana. En toda la nacin, los estados y las locali-
dades experimentan dificultades para pagar el capital y los
intereses que deben sobre su abultada deuda pblica. La ciudad
de Nueva York ha sido la primera en declarar un default parcial
sobre sus obligaciones contractuales. El problema de la crisis
fiscal urbana consiste sencillamente en que los gobiernos urba-
nos gastan demasiado, incluso ms de lo que obtienen con las
exacciones impositivas. Cunto gastan los gobiernos urbanos o
estatales depende de ellos; una vez ms, el gobierno es el culpa-
ble.
Vietnam y otras intervenciones en el exterior. La guerra de
Vietnam constituy un desastre total para la poltica exterior de
los Estados Unidos: despus que innumerables personas fueron
asesinadas, la tierra qued devastada y el gasto de recursos
alcanz enormes proporciones, el gobierno apoyado por los
Estados Unidos cay por fin a comienzos de 1975. Como es
lgico, la derrota en Vietnam dio origen a un fuerte cuestiona-
miento de la poltica exterior intervencionista de los Estados
Unidos en su conjunto, y a ello se debi en parte el hecho de que
el Congreso pusiera un freno a la intervencin militar estadouni-
dense en el fracaso de Angola. El gobierno federal, por supues-
to, tambin tiene el monopolio exclusivo de la poltica exterior.
La guerra fue realizada por las fuerzas armadas estadounidenses,
que tambin son reclutadas en forma coercitiva y monoplica
por el mismo gobierno. ste es, pues, absolutamente responsable
de toda guerra y de todo problema de poltica exterior, en su
totalidad y en cada aspecto.
Crmenes en las calles. Consideremos lo siguiente: estos crme-
nes, por definicin, se estn cometiendo en las calles. stas
pertenecen casi universalmente al gobierno, que por ende tiene
un monopolio virtual de la propiedad de la calle. La polica, que
supuestamente protege a los ciudadanos del crimen, es un mo-
Rothbard
Mises Hispano 103
nopolio compulsivo del gobierno. Y las cortes, cuya funcin es
condenar y castigar a los criminales, tambin son un monopolio
gubernamental coercitivo. En consecuencia, el gobierno ha
tenido a su cargo cada aspecto del problema del crimen calleje-
ro. El fracaso aqu, al igual que en Vietnam, slo a l debe
imputrsele.
Congestin del trnsito. Nuevamente, esto ocurre slo en las
calles y rutas de propiedad gubernamental.
El complejo militar-industrial. Este complejo es enteramente
una creacin del gobierno federal. ste es el que decide gastar
innumerables miles de millones en armamento nuclear de super-
lativa capacidad de destruccin, el que negocia contratos, el que
subsidia la ineficiencia mediante garantas de utilidad fija por
encima del costo, el que construye fbricas y las arrienda o
directamente las entrega a los contratistas. Por supuesto, los
negocios implicaron un lobby para el logro de estos privilegios,
pero slo a travs del gobierno pueden existir los mecanismos
de privilegio y esta mala asignacin de recursos que se caracte-
riza por el despilfarro.
Transporte. La crisis del transporte comprende no slo embote-
llamientos de trnsito, sino tambin deterioro de los ferrocarri-
les, precios excesivos en las aerolneas, congestin en los aero-
puertos en las horas pico y dficit en los subterrneos (por ejem-
plo, en la ciudad de Nueva York), que estn al borde de la ruina.
Sin embargo, durante el siglo XIX se construyeron demasiadas
rutas mediante importantes subsidios gubernamentales (federa-
les, estatales y locales), y esta industria ha sido la que experi-
ment mayores regulaciones, y por ms tiempo, en la historia de
los Estados Unidos. Las aerolneas estn cartelizadas a travs de
la regulacin del Directorio de Aeronutica Civil y subsidiadas
mediante esa regulacin, con contratos postales y aeropuertos
virtualmente gratuitos. Todos los aeropuertos en los que operan
lneas comerciales pertenecen a ramas del gobierno, en su ma-
yora locales. Los trenes subterrneos de la ciudad de Nueva
York han sido propiedad gubernamental durante dcadas.
Contaminacin de los ros. Los ros no pertenecen a nadie, es
decir, siguen siendo del dominio pblico, o sea, propiedad
Rothbard
Mises Hispano 104
fiscal. Adems, la contaminacin de las aguas se debe en gran
medida a los sistemas de drenaje cloacal municipales. Tambin
aqu el gobierno es el principal responsable: al mismo tiempo el
mayor contaminador y el dueo ms negligente del recurso.
Escasez de agua. Es un problema crnico en algunas reas del
pas e intermitente en otras, como la ciudad de Nueva York. Sin
embargo, el gobierno, 1) posee los ros de los cuales proviene el
agua, por ser stos del dominio pblico, y 2) como proveedor
comercial virtualmente nico de agua, es dueo de los depsitos
y de los sistemas de caeras que la transportan.
Contaminacin del aire. Nuevamente, en virtud del dominio
pblico, posee el aire. Adems, han sido las cortes de justicia,
propiedad exclusiva del gobierno, las que durante generaciones,
respondiendo a una poltica deliberada, han dejado de proteger
nuestros derechos de propiedad sobre nuestras personas y nues-
tros cultivos ante la contaminacin generada por la industria.
Ms aun, gran parte de la contaminacin proviene de plantas
gubernamentales.
Escasez de energa y cortes de electricidad. En todo el territorio,
los gobiernos estatales y municipales han creado monopolios de
gas y energa elctrica y han concedido estos privilegios mo-
noplicos a compaas privadas, las cuales son reguladas y
cuyas tarifas son establecidas por agencias gubernamentales, lo
que les asegura una ganancia permanente y fija. De nuevo, el
gobierno ha sido la fuente del monopolio y la regulacin.
Servicio telefnico. El mal funcionamiento del servicio telefni-
co, que es cada vez mayor, se origina tambin en un privilegio
monoplico otorgado coercitivamente por el gobierno, y ste fija
las tarifas que le garantizan una determinada ganancia. Como en
el caso del gas y la electricidad, nadie puede competir con la
compaa telefnica monoplica.
Servicio postal. Habiendo sufrido fuertes dficit a lo largo de su
existencia, el servicio postal, en rotundo contraste con los bienes
y servicios producidos en el libre mercado por la industria pri-
vada, ha experimentado constantes aumentos de precios y mer-
mas de calidad. La mayora del pblico, que utilizaba un correo
Rothbard
Mises Hispano 105
de primera categora, se vio obligada a subsidiar empresas que
proporcionan servicios de segundo o tercer nivel. Una vez ms,
la Oficina de Correos ha sido, desde fines del siglo XIX, un
monopolio compulsivo del gobierno. Toda vez que las empresas
privadas han podido competir, incluso de manera ilegal, en la
entrega del correo, invariablemente han brindado un mejor
servicio a menor precio.
Televisin. Los programas televisivos son insulsos y las noticias,
distorsionadas. Las emisoras de radio y los canales de televisin
fueron nacionalizados durante medio siglo por el gobierno
federal, quien otorga licencias privilegiadas con carcter gratuito
y puede, y de hecho lo hace, revocarlas cuando una emisora
incurre en el desagrado de la Comisin Federal de Comunica-
ciones. Cmo puede existir una genuina libertad de expresin o
de prensa en tales condiciones?
Sistema de asistencia social. La asistencia social, por supuesto,
es campo exclusivo del gobierno, tanto estatal como local.
Urbanizacin. Junto con el trnsito, es uno de los ms conspi-
cuos fracasos urbanos en los Estados Unidos. Sin embargo,
pocas industrias han estado tan entrelazadas con el gobierno. La
planificacin urbana ha controlado y regulado las ciudades. Las
leyes de zonificacin impusieron innumerables restricciones a la
propiedad inmueble y a la tierra. Los impuestos a la propiedad
limitaron el desarrollo urbano y forzaron a la gente a abandonar
sus hogares. Los cdigos de construccin restringieron y encare-
cieron la edificacin de viviendas. La renovacin urbana pro-
porcion subsidios masivos a las empresas constructoras, oblig
a la demolicin de departamentos y locales alquilados, redujo la
oferta de viviendas e intensific la discriminacin racial. Los
importantes prstamos gubernamentales generaron un exceso de
construcciones en los suburbios. Los controles sobre los contra-
tos de alquiler crearon una escasez de departamentos y redujeron
la oferta de viviendas residenciales.
Huelgas y restricciones sindicales. Los sindicatos se han con-
vertido en un estorbo para la economa y tienen el poder de
lisiarla, pero slo como resultado de numerosos privilegios
especiales otorgados por el gobierno, sobre todo varias inmuni-
Rothbard
Mises Hispano 106
dades, en particular la Ley Wagner de 1935, an en vigencia,
que obliga a los empleadores a negociar con los sindicatos que
obtienen un voto mayoritario de la unidad de negociacin
arbitrariamente definida por el propio gobierno.
Educacin. La escuela pblica, en otros tiempos tan venerada y
sacrosanta para los estadounidenses como la maternidad o la
bandera, en los ltimos aos ha recibido numerosos ataques
desde todas partes del espectro poltico. Ni siquiera sus defenso-
res podran sostener que realmente las escuelas pblicas ensean
algo. Y recientemente se han visto casos extremos en los cuales
las acciones de las escuelas pblicas han motivado una reaccin
violenta en reas tan diferentes como el sur de Boston y el con-
dado de Kanawha, en Virginia occidental. Las escuelas pblicas,
por supuesto, son propiedad de los gobiernos estatales o munici-
pales, con considerable ayuda y coordinacin a nivel federal.
Son respaldadas por leyes de asistencia obligatoria que fuerzan a
todos los chicos en edad escolar a asistir a una escuela, sea
pblica o privada, certificada por autoridades gubernamentales.
La educacin superior tambin se ha entrelazado mucho con el
gobierno en las ltimas dcadas: numerosas universidades per-
tenecen al Estado, y otras reciben sistemticamente aportes,
subsidios y contratos.
Inflacin y estanflacin. Estados Unidos, al igual que el resto del
mundo, ha sufrido durante muchos aos una inflacin crnica y
acelerada, acompaada por elevados ndices de desempleo y que
ha persistido durante recesiones graves, as como tambin mode-
radas (estanflacin). Ms adelante se presentar una explicacin
de este fenmeno indeseado; baste decir aqu que la causa pri-
mera es la continua expansin de la oferta monetaria, un mono-
polio compulsivo del gobierno federal (cualquiera que pretenda
competir con la emisin gubernamental de dinero es enviado a
prisin por falsificacin). Una parte vital de la oferta monetaria
de la nacin es emitida en forma de cheques, a travs de las
cuentas corrientes, por el sistema bancario, que a su vez est
bajo el control absoluto del gobierno federal y de su Sistema
Banco Central.
Watergate. Finalmente, pero no lo menos importante, el trauma
que sufrieron los estadounidenses y que se conoce como Wa-
Rothbard
Mises Hispano 107
tergate. Watergate signific la total desacralizacin del presi-
dente y de instituciones federales consideradas sacrosantas,
como la CIA y el FBI. Las invasiones a la propiedad, los mto-
dos del estado policial, la decepcin del pblico, la corrupcin,
la constante y sistemtica comisin de delitos por parte de un
mandatario que alguna vez fue virtualmente todopoderoso, llev
a la acusacin, hasta entonces impensada, de un presidente y a
una amplia y justificada falta de confianza hacia todos los polti-
cos y todos los funcionarios del gobierno. El Establishment ha
lamentado muchas veces esta nueva y profunda falta de confian-
za, pero no ha sido capaz de restaurar la ingenua fe pblica de
los das anteriores a Watergate. La historiadora liberal Cecilia
Kenyon calific una vez a los anti-federalistas los defensores
de los Artculos de la Confederacin y opositores a la Constitu-
cin como hombres de poca fe en las instituciones del go-
bierno. Suponemos que no sera tan inocente si hubiese escrito
ese artculo en la era post-Watergate.
1
Por supuesto, Watergate
es un fenmeno pura y totalmente gubernamental. El presidente
es el ejecutivo principal del gobierno federal, los plomeros
fueron su instrumento, y el FBI y la CIA son tambin agencias
gubernamentales. Y lo que Watergate destroz fue, y esto es
bastante comprensible, la fe y la confianza en el gobierno.
Entonces, si vemos a nuestro alrededor los problemas cruciales
de nuestra sociedad las crisis y fracasos, encontramos en
todos y cada uno de los casos un hilo rojo que los marca y los
une: ese hilo es el gobierno. En cada uno de estos casos, el
gobierno ha manejado completamente la actividad o ha ejercido
fuerte influencia sobre ella. John Kenneth Galbraith, en su exito-
so libro The Affluent Society, reconoci que el sector guberna-
mental era el centro de nuestro fracaso social, pero lleg a la
extraa conclusin de que, por lo tanto, hay que desviar ms
fondos y recursos del sector privado hacia el sector pblico. En
consecuencia, ignor el hecho de que el rol del gobierno en los
Estados Unidos federal, estatal y local haya crecido enorme-
mente, tanto en trminos absolutos como proporcionales, duran-
te este siglo, y sobre todo en las ltimas dcadas. Lamentable-
mente, Galbraith nunca se plante esta pregunta: Hay algo
inherente al funcionamiento y actividad del gobierno, algo que
1
Kenyon, Cecilia M. Men of Little Faith: The Anti-Federalists on the Nature of Repre-
sentative Government. William and Mary Quarterly (enero de 1955), pp. 3-43.
Rothbard
Mises Hispano 108
crea las mismas fallas que, como es evidente, son demasiadas?
Debemos investigar algunos de los mayores problemas del
gobierno y de la libertad en los Estados Unidos, ver de dnde
provienen las fallas y proponer soluciones para un nuevo liberta-
rianismo.
Mises Hispano 109
5
Servidumbre Involuntaria
i hay algo a lo cual un libertario debe oponerse completa y
firmemente, es a la servidumbre involuntaria el trabajo
forzado, un acto que niega el derecho ms elemental de
propiedad, el derecho sobre uno mismo. La libertad y la es-
clavitud siempre han sido reconocidas como polos opuestos. El
libertario, por lo tanto, est absolutamente en contra de la escla-
vitud.
1
En la actualidad se trata de una cuestin acadmica;
quin podra poner objeciones a esto? Pero, es realmente as?
Porque, qu es la esclavitud sino a) forzar a las personas a
trabajar en las tareas que el amo determine, y b) pagarles lo
estrictamente necesario para la mera subsistencia o, en cualquier
caso, menos que lo que el esclavo habra aceptado por propia
voluntad? En resumen, se trata de trabajo forzado con salarios
menores que los del mercado.
Por ende, en los Estados Unidos de hoy estamos realmente
liberados de la esclavitud, de la servidumbre involuntaria? Se
acata la prohibicin de la servidumbre involuntaria expresada en
la Decimotercera Enmienda?
2
1
Existe una excepcin: el castigo a los criminales que han agredido o esclavizado a sus
vctimas. En un sistema libertario ese castigo implicara al menos forzar al criminal a tra-
bajar para restituir a su vctima.
2
Significativamente, la nica excepcin de la Decimotercera Enmienda es el castigo a
criminales convictos mencionado en la nota anterior: Ni la esclavitud ni la servidumbre
involuntaria, salvo como castigo de un crimen por el cual la parte haya sido debidamente
condenada, existirn dentro de los Estados Unidos, o en cualquier lugar sujeto a su juris-
diccin.
S
Rothbard
Mises Hispano 110
El Servicio Militar Obligatorio
Seguramente, como ejemplo, no puede haber un caso ms evi-
dente de servidumbre involuntaria que el sistema de el servicio
militar obligatorio que rige en los Estados Unidos. Todo joven
tiene la obligacin de registrarse en el sistema de servicio militar
al cumplir 18 aos. Debe llevar siempre consigo su tarjeta de
reclutamiento, y en cualquier momento en que el gobierno
federal lo considere apropiado, es reclutado por las autoridades e
incorporado a las fuerzas armadas. Una vez all, su cuerpo y su
voluntad ya no le pertenecen; est sujeto a los dictados del
gobierno y puede ser obligado a matar y a poner su propia vida
en peligro si las autoridades as lo decretan. Si el reclutamiento
no es servidumbre involuntaria, entonces, qu otra cosa lo es?
El argumento a favor del sistema de servicio militar obligatorio
est impregnado por una concepcin utilitaria. As, el gobierno
aduce: Quin nos defender de un ataque exterior si no utiliza-
mos la coercin para reclutar a nuestros defensores? Un liberta-
rio puede refutar de diversas maneras esta lnea de razonamien-
to. En primer lugar, si usted, yo y nuestro vecino pensamos que
necesitamos defensa, no tenemos ningn derecho moral a utili-
zar la coercin la bayoneta o el revlver con el fin de forzar a
otro a defendernos. ste es un acto tan injustificable de agresin
de secuestro y posible asesinato como el supuesto ataque del
cual intentamos precavernos en un principio. Si agregamos que
los conscriptos deben sus cuerpos y sus vidas, de ser necesario, a
la sociedad o a su pas, entonces debemos replicar: Quin
es esta sociedad o este pas al que se utiliza como smbolo
para justificar la esclavitud? Simplemente est formada por
todos los individuos en el territorio excepto los jvenes recluta-
dos. La sociedad y el pas son en este caso abstracciones
mticas con las cuales se encubre la abierta utilizacin de la
coercin para promover los intereses de individuos especficos.
En segundo lugar, pasando a un plano utilitario, por qu se
considera necesario reclutar defensores? Nadie es reclutado en el
mercado libre y, sin embargo, la gente obtiene en l, mediante la
compra y la venta voluntarias, cualquier tipo concebible de
bienes y servicios, incluso los ms fundamentales. En el merca-
do, la gente puede, y de hecho lo hace, obtener alimento, alber-
Rothbard
Mises Hispano 111
gue, vestimenta, atencin mdica, etc. Por qu no pueden
contratar tambin defensores? De hecho, hay mucha gente que
cada da es contratada para llevar a cabo servicios peligrosos:
bomberos para combatir los incendios forestales, guardabosques,
pilotos de pruebas, y... policas, guardias y vigilantes privados.
Por qu no es posible contratar a los soldados de la misma
manera?
O, para decirlo con otras palabras, el gobierno emplea millares
de personas para toda clase de servicios: camioneros, cientficos,
mecangrafos. Por qu ninguno de ellos tiene que ser recluta-
do? Por qu no hay en esas ocupaciones una escasez que
supuestamente obligue al gobierno a recurrir a la coercin para
obtenerlas? Vayamos un paso ms adelante y veamos que inclu-
so dentro del ejrcito no hay escasez de oficiales ni necesidad
de reclutarlos; nadie recluta generales o almirantes. La respuesta
a estas preguntas es simple: no hay escasez de mecangrafos
gubernamentales porque el gobierno los contrata en el mercado
con el salario que estipula el mercado; no hay escasez de genera-
les porque son muy bien pagados, en salarios, gratificaciones y
pensiones. Hay escasez de soldados rasos porque su paga es o
era, hasta hace muy poco tiempo infinitamente menor que el
salario de mercado. Durante aos, aun incluyendo el valor mo-
netario de la comida, la vivienda y otros servicios provistos en
forma gratuita a los militares, la remuneracin de un soldado
raso era algo as como la mitad del salario que podra ganar en la
vida civil. Es extrao que haya habido una escasez crnica de
jvenes alistados? Se sabe desde hace aos que el modo de
inducir a las personas a postularse como voluntarios para traba-
jos arriesgados era ofrecerles un pago adicional como compen-
sacin. Pero el gobierno les ha venido pagando la mitad de lo
que podran ganar en la vida privada.
3
El reclutamiento de mdicos resulta especialmente ignominioso,
porque estn sujetos a l a edades mucho ms avanzadas que
todos los dems. Es que se los castiga por haberse dedicado a la
medicina? Cul es la justificacin moral de la pesada carga que
soporta esta profesin en particular, cuya importancia es vital?
Es sta la manera de remediar la escasez de mdicos: hacer
saber a todos los hombres que si estudian medicina seguramente
3
Cf. Miller III, James C. (ed.) Why the Draft? Baltimore, Penguin Books, 1968.
Rothbard
Mises Hispano 112
sern reclutados, y a una edad especialmente avanzada? Tam-
bin en este caso, la necesidad de mdicos en las fuerzas arma-
das podra satisfacerse sencillamente si el gobierno estuviera
dispuesto a pagarles el salario de mercado, ms un adicional
para compensarlos por el trabajo riesgoso. Si el gobierno desea
contratar a fsicos nucleares o estrategas altamente especializa-
dos, encuentra maneras de hacerlo con salarios extremadamente
atrayentes. Acaso los mdicos son seres humanos inferiores?
El Ejrcito
Si bien el servicio militar obligatorio en las fuerzas armadas es
una forma evidente y agravada de servidumbre involuntaria, hay
otra mucho ms sutil y, por ende, menos detectable: la estructura
misma del ejrcito. Consideremos esto: en qu otra ocupacin
en el pas existen severas penas, incluyendo la prisin y en
algunos casos la ejecucin, por desercin, es decir, por renun-
ciar a ese empleo particular? Si alguien renuncia a General
Motors, se lo fusila al amanecer?
Podra objetarse que, en el caso de los miembros del ejrcito, el
soldado u oficial ha aceptado voluntariamente servir durante un
perodo determinado, y por lo tanto est obligado a continuar en
servicio hasta que ste haya finalizado. Pero todo el concepto de
perodo de servicio es parte del problema.
Supongamos, por ejemplo, que un ingeniero firma un contrato
con ARAMCO para servir por tres aos en Arabia Saudita.
Luego de unos meses decide que esa vida no es para l y renun-
cia. Esto bien podra ser un incumplimiento moral por su parte,
una violacin de su obligacin moral. Pero es una obligacin
legalmente exigible? En resumen, puede o debera ser obligado
por el gobierno, con su monopolio de armamentos, a continuar
trabajando por lo que resta de su perodo? Si as fuera, eso sera
trabajo forzado y esclavitud, dado que, si bien es cierto que hizo
una promesa de trabajo futuro, en una sociedad libre su cuerpo
sigue siendo de su exclusiva propiedad. En la prctica, y tam-
bin en la teora libertaria, el ingeniero podra ser moralmente
criticable por su falta, incluido en una lista negra por otras em-
presas petroleras, obligado a devolver cualquier pago adelantado
Rothbard
Mises Hispano 113
que la compaa le hubiera entregado, pero no quedara esclavi-
zado a ARAMCO por el perodo de tres aos.
Pero si esto es vlido para ARAMCO, o para cualquier otra
ocupacin o trabajo en la vida privada, por qu debera ser
diferente en el ejrcito? Si un hombre se compromete por escrito
a prestar servicio durante siete aos y luego renuncia, debera
permitrsele hacerlo. Perdera los derechos a una pensin, sera
pasible de una crtica moral, podra ser incluido en una lista
negra para desempear ocupaciones similares, pero no es posi-
ble, dado que es propietario de s mismo, esclavizarlo contra su
voluntad.
Podra argirse que las fuerzas armadas constituyen una ocupa-
cin cuya peculiar importancia requiere este tipo de sancin
coercitiva que no es necesaria en otros trabajos. Dejando de lado
ocupaciones tan importantes como la medicina, la agricultura y
el transporte, que no necesitan recurrir a esos mtodos, conside-
remos una tarea de defensa comparable en la vida civil: la polic-
a. Con toda seguridad la polica realiza un servicio igualmente
vital, quiz ms y, sin embargo, todos los aos hay personas que
se incorporan a la fuerza y otras que renuncian a ella, y no existe
coercin alguna que las obligue a aos de alistamiento. Adems
de exigir el fin del servicio militar obligatorio, entonces, los
libertarios tambin proponen abandonar el concepto de un per-
odo de servicio y la prctica de la esclavitud que eso implica.
Hay que dejar que las fuerzas armadas operen de maneras simi-
lares a la polica, los bomberos, los guardabosques, los guardias
privados, etc., libres del ultraje y del crimen moral de la servi-
dumbre involuntaria.
Pero queda mucho por decir respecto del ejrcito, incluso si el
servicio fuera completamente voluntario. Los estadounidenses
han olvidado casi por completo uno de los elementos ms nobles
y fuertes de la herencia norteamericana original: la decidida
oposicin a la institucin de un ejrcito permanente. Un go-
bierno que tiene a su disposicin un ejrcito permanente siempre
estar tentado de usarlo, y de usarlo de manera agresiva, inter-
vencionista y belicosa. Si bien nos ocuparemos ms adelante de
la poltica exterior, es obvio que un ejrcito permanente es un
constante incentivo para que el Estado aumente su poder, domi-
Rothbard
Mises Hispano 114
ne a otras personas, as como tambin a otros pases, y ejerza su
hegemona en la vida interna de la nacin. El objetivo original
del movimiento jeffersoniano un factor ampliamente libertario
en la vida poltica estadounidense fue abolir totalmente al
ejrcito y la armada permanentes. Segn el principio estadouni-
dense primordial, si la nacin era atacada los ciudadanos se
apresuraran a unirse para repeler al invasor. En consecuencia,
una fuerza armada permanente slo poda llevar a la confusin y
al acrecentamiento del poder del Estado. En su agudo y profti-
co ataque a la Constitucin propuesta en la convencin ratifica-
toria de Virginia, Patrick Henry hizo una advertencia respecto
del ejrcito permanente: El Congreso, por el poder de recaudar
impuestos, por el de organizar un ejrcito y por su control sobre
la milicia, tiene la espada en una mano y la bolsa en la otra.
Estaremos a salvo sin una ni la otra?
4
Cualquier ejrcito permanente, entonces, implica una constante
amenaza a la libertad. El monopolio de los armamentos, la
moderna tendencia a la creacin y el sostenimiento de un com-
plejo industrial militar para proveer al ejrcito, y por ltimo,
pero no lo menos importante, tal como lo seala Patrick Henry,
el poder de recaudar impuestos para financiarlo, implican una
constante amenaza de que ese ejrcito se expanda en magnitud y
en poder. Por supuesto, el libertario se opone a cualquier institu-
cin mantenida mediante impuestos debido a su carcter coerci-
tivo, pero un ejrcito representa una amenaza singular porque
acumula y concentra en una nica agrupacin el poder masivo
del armamento moderno.
4
Ekirch, Arthur A., Jr. The Civilian and the Military. Nueva York, Oxford University
Press, 1956, p. 28. En Taylor of Caroline, John [1814], An Inquiry into the Principles and
Policy of the Government of the United States (rep. New Haven, Yale University Press,
1950, pp. 175 ss), puede verse un incisivo ataque de un terico jeffersoniano hacia el
ejecutivo estadounidense como comandante en jefe de las fuerzas armadas. Sobre la
importante influencia de los tericos libertarios ingleses del siglo XVII y su hostilidad
hacia el ejrcito permanente durante la Revolucin Estadounidense, vase Bailyn,
Bernard. The Ideological Origins of the American Revolution. Cambridge, Harvard
University Press, 1967, pp. 61-64. Vase tambin Higgenbotham, Don. The War of
American Independence. Nueva York, Macmillan, 1971, pp. 14-16.
Rothbard
Mises Hispano 115
Las Leyes Anti-huelgas
El 4 de octubre de 1971, el presidente Nixon invoc la ley Taft-
Hartley para obtener un mandato judicial que obligara a la sus-
pensin por ochenta das de una huelga de los trabajadores
portuarios; sa fue la novena vez que el gobierno federal recu-
rri a esa ley en una huelga de los portuarios. Unos meses antes,
el titular del sindicato de maestros de la ciudad de Nueva York
fue encarcelado durante varios das por contravenir una ley que
prohiba a los empleados pblicos realizar huelgas. No hay duda
de que conviene ahorrarle a un pueblo tan sufrido los inconve-
nientes producidos por las huelgas. Sin embargo, la solucin
impuesta fue, lisa y llanamente, el trabajo forzado; los trabajado-
res fueron obligados a retomar sus tareas contra su voluntad.
En una sociedad que dice oponerse a la esclavitud y en un pas
que ha prohibido la servidumbre involuntaria, no hay excusa
moral para que ninguna accin legal o judicial prohba las huel-
gas o encarcele a los lderes sindicales que no obedecen esa
prohibicin. Por lo comn, la esclavitud es con demasiada fre-
cuencia ms adecuada para los esclavistas.
Por cierto, la huelga es una forma peculiar de paralizacin del
trabajo. Los huelguistas no dejan sencillamente de trabajar; de
alguna manera tambin sostienen, en un sentido metafsico, que
an son dueos de sus puestos de trabajo y tienen derecho a
ellos, y pretenden retomarlos cuando los problemas se resuelvan.
Pero la solucin para esta poltica contradictoria en s misma,
como tambin para privar a los sindicatos de su poder disrupti-
vo, no es aprobar leyes que prohban las huelgas, sino derogar la
legislacin, federal, estatal y local, que les confiere a aqullos
privilegios gubernamentales especiales. Todo cuanto se necesita,
tanto para el principio libertario como para una economa salu-
dable, es eliminar y abolir esos privilegios especiales.
Tales privilegios se conservan como una reliquia en la ley fede-
ral sobre todo en la Ley Wagner-Taft-Hartley, aprobada ini-
cialmente en 1935, y en la Ley Norris-LaGuardia de 1931. Esta
ltima prohbe a las cortes emitir mandatos judiciales en casos
de inminente violencia sindical; la primera obliga a los emplea-
dores a negociar de buena fe con cualquier gremio que gane
por mayora de votos en una unidad de trabajo arbitrariamente
Rothbard
Mises Hispano 116
definida por el gobierno federal, y tambin les prohbe a los
empleadores discriminar contra los organizadores sindicales.
Slo despus de la Ley Wagner y de su predecesora, la NIRA,
5
en 1933 los gremios se convirtieron en una fuerza poderosa en
la vida estadounidense. Los sindicatos experimentaron un cre-
cimiento desmesurado, de aproximadamente 5% a ms del 25%
de la fuerza de trabajo. Adems, las leyes locales y estatales
generalmente protegen a los gremios contra las demandas judi-
ciales e imponen restricciones al poder del empleador de contra-
tar mano de obra que rompa la huelga; en cuanto a la polica, por
lo comn se le ordena que no interfiera en los actos de violencia
que llevan a cabo los piquetes gremiales contra quienes intentan
ir a trabajar. Si se eliminan estos privilegios e inmunidades
especiales, los sindicatos volvern a tener un rol insignificante
en la economa estadounidense.
Es caracterstico de la tendencia estatista el hecho de que, cuan-
do la indignacin general contra los gremios llev a la Ley Taft-
Hartley de 1947, el gobierno no derog ninguno de esos privile-
gios especiales. En lugar de hacer eso impuso restricciones
especiales sobre los sindicatos con el propsito de limitar el
poder que el mismo gobierno les haba dado. Ante una alternati-
va, la tendencia natural del Estado es acrecentar su poder, no
reducirlo; pero aqu tenemos la peculiar situacin en la cual el
gobierno inicialmente intensifica el poder de los sindicatos y
luego clama por restricciones contra ese poder. Esto recuerda los
programas agrcolas del Estado, en los cuales una rama del
Departamento de Agricultura les paga a los agricultores para que
restrinjan su produccin, mientras otra rama de la misma agen-
cia les paga para que la aumenten. Sin duda, esto es irracional
desde el punto de vista de los consumidores y los contribuyen-
tes, pero perfectamente racional desde la perspectiva de los
agricultores subsidiados y del creciente poder de la burocracia.
De manera similar, la poltica aparentemente contradictoria del
gobierno respecto de los sindicatos sirve, primero, para incre-
mentar su poder sobre las relaciones laborales, y segundo, para
impulsar un sindicalismo adecuadamente integrado al Esta-
5
NIRA es la sigla en ingls de National Industry Recovery Act, un paquete de
recuperacin de la industria nacional que sancionaba, apoyaba y en algunos casos
reforzaba la alianza entre industrias. [N. del T.]
Rothbard
Mises Hispano 117
blishment y consustanciado con ste, como socio menor en el rol
del gobierno sobre la economa.
El Sistema Tributario
En cierto sentido, todo el sistema de recaudacin impositiva es
una forma de servidumbre involuntaria. Tomemos, en particular,
el impuesto a la renta. Los altos niveles de impuesto a la renta
significan que todos los estadounidenses trabajan gran parte del
ao varios meses para nada; trabajan para el To Sam antes de
tener permiso para poder disfrutar de sus ingresos en el merca-
do. Despus de todo, una parte de la esencia de la esclavitud es
el trabajo forzado de alguien que recibe poca o ninguna paga.
Pero el impuesto a la renta significa que la gente se esfuerza en
ganar su ingreso, slo para ver que el gobierno se queda con una
porcin sustancial, mediante la coercin, para sus propsitos
personales. Qu es esto sino trabajo forzado sin paga?
La retencin caracterstica del impuesto a la renta es una instan-
cia aun ms inequvoca de servidumbre involuntaria, dado que,
tal como argument hace algunos aos la intrpida industrialista
de Connecticut, Vivien Kellems, el empleador est obligado a
perder tiempo, trabajo y dinero en la tarea de deducir y transferir
los impuestos de sus empleados a los gobiernos (al federal y a
los estatales), pero no recibe recompensa alguna por este gasto.
Qu principio moral justifica que el gobierno obligue a los
empleadores a actuar como recaudadores de impuestos sin
pagarles?
El principio de retencin, por supuesto, es la pieza clave de todo
el sistema federal del impuesto a la renta. Sin el firme y relati-
vamente indoloro proceso de deduccin de impuestos de los
sueldos, el gobierno nunca podra esperar recaudar los altos
niveles que tributan los trabajadores en una suma global. Pocas
personas recuerdan que el sistema de retenciones fue instituido
durante la Segunda Guerra Mundial y supuestamente sera slo
un recurso para el tiempo de guerra. Como tantas otras carac-
tersticas del despotismo del Estado, sin embargo, esta medida
de emergencia pronto se convirti en una parte consagrada del
sistema estadounidense.
Rothbard
Mises Hispano 118
Quiz resulte significativo el hecho de que el gobierno federal,
al que Vivien Kellems desafi a que probara la constitucionali-
dad del sistema de retenciones, no acept el desafo. En febrero
de 1948, la seorita Kellems, una pequea fabricante de West-
port, Connecticut, anunci que no acataba la ley de retenciones y
se rehusaba a deducir el impuesto a sus empleados. Exiga que el
gobierno federal la acusara, para que las cortes pudieran dicta-
minar sobre la constitucionalidad del sistema de retenciones. El
gobierno se neg a hacerlo, pero dedujo la cantidad adeudada de
su cuenta bancaria. La seorita Kellems inici entonces una
demanda ante un juzgado federal para que el gobierno le devol-
viera sus fondos. Cuando la demanda lleg finalmente a juicio
en febrero de 1951, el jurado orden al gobierno la restitucin
del dinero. Pero nunca se dio la prueba de la constitucionalidad.
6
Para aadir el insulto a la injuria, el contribuyente individual, al
completar su formulario fiscal, tambin est obligado a trabajar
gratuitamente en la ardua e ingrata tarea de contabilizar cunto
le debe al gobierno, y no puede cobrarle por el costo y el trabajo
insumidos en la elaboracin de su declaracin de impuestos.
Adems, la ley que requiere que todos completen este formula-
rio impositivo es una clara violacin de la Quinta Enmienda de
la Constitucin, que prohbe que el gobierno obligue a alguien a
declarar contra s mismo. Sin embargo, las cortes, usualmente
celosas en cuanto a la proteccin de los derechos de la Quinta
Enmienda en reas menos sensibles, no han hecho nada al res-
pecto, en un caso en el cual est en juego toda la existencia de la
prominente estructura del gobierno federal. La revocacin del
impuesto a la renta, o de la retencin, o de las provisiones en
cuanto a la autoincriminacin, obligara al gobierno a retrotraer-
se a los niveles de poder, obviamente menores, que tena antes
del siglo XX, para bien del pas.
Los impuestos a las ventas minoristas, los indirectos y los de
admisin tambin imponen un trabajo no retribuido; en estos
casos, el del minorista que debe recoger y enviar esos impuestos
al gobierno.
6
Sobre el caso Kellems, vase Kellems, Vivien. Toil, Taxes and Trouble. New York, E.
P. Dutton, 1952.
Rothbard
Mises Hispano 119
Los altos costos de recaudacin de impuestos para el gobierno
tienen otro lamentable efecto, quiz no imprevisto por los pode-
res instituidos. Estos costos, que las empresas importantes asu-
men fcilmente, imponen una carga desproporcionadamente
pesada y a menudo agotadora para el pequeo empleador. Los
grandes empresarios soportan de buen grado el costo al saber
que sus pequeos competidores sufren mucho ms la carga.
Las Cortes de Justicia
El trabajo obligatorio forma parte de nuestra estructura legal y
judicial. As, el reverenciado procedimiento judicial descansa
sobre el testimonio coercitivo. Dado que es axiomtico para el
libertarianismo que toda coercin en este caso, todo trabajo
coercitivo contra cualquiera, salvo los criminales convictos,
debe ser eliminado; esto significa que tambin hay que abolir el
testimonio compulsivo. En los ltimos aos, las cortes han
aplicado la proteccin de la Quinta Enmienda por la cual ningn
supuesto criminal puede ser obligado a declarar contra s mismo,
es decir, a proporcionar los elementos para su propia condena.
Las legislaturas han debilitado significativamente esta protec-
cin al aprobar leyes de inmunidad que ofrecen la exencin del
procesamiento a quien testifique contra sus cmplices y, ms
aun, fuerzan al testigo a aceptar este ofrecimiento. Pero obligar a
alguien a que preste testimonio por cualquier motivo es trabajo
forzado, y adems es comparable a un secuestro, dado que la
persona debe aparecer en la audiencia o en el juicio, y entonces
se la fuerza a realizar el trabajo de testimoniar. El problema no
consiste solamente en las recientes leyes de inmunidad, sino en
la necesidad de eliminar todo testimonio coercitivo, incluyendo
la citacin universal a testigos de un crimen para luego obligar-
los a testificar. Por ser testigos, no hay posibilidad alguna de que
sean culpables de un crimen, por lo cual el uso de la fuerza
contra ellos un uso que nadie ha cuestionado hasta el momen-
to tiene aun menos justificacin que el testimonio coercitivo de
los acusados de un crimen.
En realidad, el poder de citacin debera ser abolido, porque
impone la asistencia al juicio. Ni siquiera el acusado debera ser
forzado a presentarse, dado que an no ha sido condenado. Si,
de hecho segn el excelente y libertario principio del derecho
Rothbard
Mises Hispano 120
anglosajn, se lo considera inocente hasta que se pruebe lo
contrario, entonces las cortes no tienen el derecho de imponerle
la asistencia a su juicio, dado que, como se recordar, la nica
excepcin a la prohibicin de la Decimotercera Enmienda a la
servidumbre involuntaria es salvo como castigo por un crimen
por el cual la parte haya sido debidamente condenada; y la
parte acusada an no lo ha sido. En consecuencia, lo mximo
que se le debera permitir al tribunal es que notifique al deman-
dado que ser juzgado y lo invite, a l o a su abogado, a asistir;
en el caso de que ellos eligieran no hacerlo, el juicio se llevara a
cabo in absentia. Entonces, por supuesto, el acusado no disfru-
tara de la mejor presentacin de su caso.
Tanto la Decimotercera Enmienda como el credo libertario
exceptan a los criminales condenados. El libertario cree que un
criminal pierde sus derechos en la medida en que ha agredido
los derechos de otro, y por lo tanto es admisible encarcelar al
criminal condenado y someterlo a servidumbre involuntaria en
ese grado. En el mundo libertario, sin embargo, el propsito de
la privacin de libertad y el castigo seran indudablemente dife-
rentes; no habra ningn fiscal de distrito dispuesto a probar
un caso en nombre de una sociedad inexistente, y que luego
castiga al criminal tambin en nombre de esa sociedad. En ese
mundo, el fiscal siempre representara a la vctima individual, y
el castigo exigido redundara en beneficio de ella. As, un enfo-
que crucial del castigo es obligar al criminal a reembolsar, a
restituir, a la vctima. En la poca de la colonia, exista en los
Estados Unidos una prctica semejante. En lugar de encarcelar,
por ejemplo, a un hombre que haba robado a un granjero en el
distrito, se lo obligaba por contrato a trabajar para el granjero
hasta que su deuda fuera pagada; de hecho, se lo esclavizaba
durante un perodo determinado. En realidad, en la Edad Media
la restitucin a la vctima era el concepto dominante del castigo;
pero a medida que el Estado se fue tornando ms poderoso, las
autoridades gubernamentales los reyes y los barones interfi-
rieron cada vez ms en el proceso de compensacin, confiscando
partes cada vez mayores de la propiedad del criminal en su
propio beneficio y haciendo caso omiso de los derechos de la
vctima. Ms adelante, se dej de poner el nfasis sobre la resti-
tucin y se comenz a castigar crmenes abstractos cometidos
contra el Estado, con lo cual las penalidades impuestas al mal-
hechor se hicieron ms severas.
Rothbard
Mises Hispano 121
El profesor Schafer escribe: A medida que el Estado fue mono-
polizando la institucin del castigo, tambin los derechos del
perjudicado se fueron separando lentamente del derecho penal.
O, segn las palabras de William Tallack, criminalista de fines
del siglo XIX: La violenta codicia de los barones feudales y de
los poderes eclesisticos medievales fue el motivo principal de
la gradual violacin de los derechos de la parte agraviada; fi-
nalmente, fueron expropiados en gran medida por estas autori-
dades, que exigieron, de hecho, una doble venganza contra el
ofensor, decomisando su propiedad para su propio beneficio en
lugar de hacerlo para la vctima, y luego castigndolo mediante
el calabozo, la tortura, la hoguera o la horca. Pero la vctima
bsica del agravio fue prcticamente ignorada.
7
De todos modos, si bien el libertario no se opone a las crceles
per se, s repudia varias prcticas comunes al actual sistema
judicial y penal. Una de ellas es el prolongado perodo de prisin
impuesto al acusado mientras espera el juicio. El derecho consti-
tucional a un juicio rpido no es algo arbitrario, sino un modo
de disminuir la extensin de la servidumbre involuntaria antes
de la condena por un crimen. En realidad, excepto en aquellos
casos en los que el criminal ha sido atrapado in fraganti, y don-
de por lo tanto existe una presuncin cierta de culpabilidad, es
imposible justificar cualquier encarcelamiento antes del fallo
condenatorio, y mucho menos antes del juicio. Y aun cuando
alguien es atrapado en el momento de cometer un crimen, debe
instituirse una importante reforma para que el sistema sea hones-
to: la polica y otras autoridades tienen que someterse a la ley,
como los dems ciudadanos. Tal como veremos ms adelante, si
supuestamente a todos nos rige una misma legislacin, al excep-
tuar de ella a las autoridades se les da una licencia legal para
cometer permanentes agresiones. El agente de polica que detie-
ne a un criminal y lo arresta, as como las autoridades judiciales
y penales que lo encarcelan antes del juicio y la condena todos
deberan ser sometidos a la ley universal. En resumen, si se ha
cometido un error y el acusado resulta ser inocente, entonces las
autoridades deberan sufrir el mismo castigo que cualquier otro
7
Schafer, Stephen. Restitution to Victims of Crime. Chicago, Quadrangle Books, 1960,
pp. 7-8; Tallack, William. Reparation to the Injured and the Rights of the Victims of
Crime to Compensation. Londres, 1900, pp. 11-12.
Rothbard
Mises Hispano 122
que secuestra y priva de su libertad a un hombre inocente. La
inmunidad en la persecucin de su objetivo no debera servirles
de mayor excusa que la que tuvo el teniente Galley por cometer
las atrocidades de My Lai durante la guerra de Vietnam.
8
La concesin de una fianza es un tibio intento de solucionar el
problema de encarcelar antes del juicio, pero, como es obvio, se
trata de una prctica discriminatoria contra los pobres. La dis-
criminacin persiste aun a pesar de que el aumento del negocio
de prstamos para fianzas ha permitido a muchas ms personas
acceder a ellas. La refutacin de que los tribunales no dan abas-
to, y por ende no pueden garantizar un juicio rpido, no consti-
tuye una defensa del sistema; por el contrario, esta ineficiencia
estructural es un argumento excelente para la abolicin de las
cortes gubernamentales.
Adems, la fijacin de la fianza est arbitrariamente en manos
del juez, quien tiene un poder excesivo y poco controlado para
encarcelar a las personas antes de que sean condenadas. Esto es
especialmente amenazador en el caso de las citaciones por
desacato al tribunal, precisamente debido a ese poder casi
ilimitado, porque el juez mismo acta en estos casos como
fiscal, juez y jurado, acusando, condenando y sentenciando al
culpable en un procedimiento completamente violatorio de las
reglas normales de evidencia y juicio, y del principio legal
fundamental de que nadie puede ser juez de su propia causa.
Por ltimo, hay otra piedra angular del sistema judicial que ha
perdurado inexplicablemente indiscutida, incluso por los liberta-
rios, durante demasiado tiempo, y es la obligacin compulsiva
de actuar como jurado. Hay poca diferencia de clase, aunque
obviamente existe una gran diferencia de grado, entre el deber
de ser miembro de un jurado y el servicio militar obligatorio;
ambos servicios constituyen formas de esclavitud, ambos obli-
gan al individuo a realizar tareas en nombre del Estado y por
mandato de ste, y ambos reciben una retribucin semejante a la
de los esclavos. La escasez de personas que se alistan volunta-
riamente en el ejrcito est en funcin de una paga mucho me-
8
Para una crtica hilarante sobre las inmunidades de las autoridades policiales y judiciales,
vase Mencken, H. L. The Nature of Liberty. En: Prejudices: A Selection. Nueva
York, Vintage Books, 1958, pp. 138-43.
Rothbard
Mises Hispano 123
nor que el salario de mercado; algo similar ocurre con el pago de
un jurado, tan bajo que, si se tratara de un servicio voluntario,
muy pocos se presentaran. Adems, a los jurados no slo se los
obliga a asistir y servir en los juicios, sino que a veces se los
encierra durante varias semanas y se les prohbe leer los diarios.
Qu es esto sino una prisin y una servidumbre involuntaria
para personas que no son criminales?
Podra objetarse que el servicio de jurado es una funcin cvica
de gran importancia y que asegura al demandado un juicio justo
que podra no obtener por parte del juez, en especial porque ste
forma parte del sistema estatal y, por ende, es posible que est a
favor de la postura del fiscal. Esto es muy cierto, pero precisa-
mente porque se trata de un servicio tan vital, es fundamental
que sea realizado de buen grado y por voluntad propia. O acaso
hemos olvidado que el trabajo libre es ms dichoso y eficiente
que el esclavo? La abolicin de la esclavitud del jurado debera
ser un punto esencial en cualquier plataforma libertaria. A los
jueces y a los abogados de ambas partes no se los recluta; tam-
poco se debera reclutar a los jurados.
Quiz no sea una coincidencia el hecho de que, en los Estados
Unidos, los abogados estn eximidos en todas partes del servicio
de jurado. Dado que los que escriben las leyes son casi siempre
abogados, estamos viendo cmo funcionan una legislacin de
clase y un privilegio de clase?
La Internacin Compulsiva
Una de las ms vergonzosas formas de servidumbre involuntaria
en nuestra sociedad es la extendida prctica de la reclusin
compulsiva, o internacin involuntaria, de los pacientes menta-
les. Para las generaciones que nos precedieron, este encarcela-
miento de personas no criminales era una medida destinada a
excluir a los pacientes mentales de la sociedad. El liberalismo
del siglo XX ha sido superficialmente ms humanitario, pero de
hecho ms insidioso: ahora los mdicos y los psiquiatras ayudan
a encarcelar a estos infortunados por su propio bien. La retri-
ca humanitaria ha hecho que la prctica fuera mucho ms exten-
dida y, obviamente, ha permitido que los parientes de estos
Rothbard
Mises Hispano 124
enfermos, ansiosos por librarse de ellos, los hicieran recluir sin
remordimiento alguno. En la ltima dcada, el Dr. Thomas S.
Szasz, psiquiatra y psicoanalista libertario, llev a cabo una
cruzada unipersonal contra la internacin compulsiva que al
principio pareca ser una causa perdida, pero que ahora est
adquiriendo influencia en el mbito de la psiquiatra. En nume-
rosos libros y artculos, el Dr. Szasz llev a cabo un ataque
amplio y sistemtico contra esta prctica. Insisti, por ejemplo,
en que la internacin compulsiva es una profunda violacin de la
tica mdica. En lugar de servir al paciente, el mdico se pone
aqu al servicio de otros la familia, el Estado, actuando de
manera tirnica en contra de la persona a la que supuestamente
debera ayudar. La internacin y la terapia compulsivas,
adems, tienen mayor probabilidad de agravar y perpetuar la
enfermedad mental, en lugar de curarla. Con demasiada fre-
cuencia, destaca Szasz, la hospitalizacin es un mecanismo de
encarcelamiento, y por ende destinado a deshacerse de parientes
molestos, en lugar de ser una genuina ayuda para el paciente.
La lgica en que se basa la internacin compulsiva es que el
paciente bien puede ser peligroso para s mismo y para otros.
La primera falla grave de esta postura es que la polica, o la ley,
toman parte, no cuando est sucediendo un acto abiertamente
agresivo, sino porque alguien juzga que algn da podra ocurrir
un acto semejante. Pero esto deja el camino expedito a la tirana
ilimitada. Cualquiera podra ser considerado capaz de cometer
un crimen algn da y sobre esa base, por lo tanto, cualquiera
podra ser encerrado legalmente no por haber cometido un
crimen sino porque alguien piensa que podra cometerlo. Esta
clase de pensamiento justifica no slo la encarcelacin, sino la
encarcelacin permanente, de cualquiera que est bajo sospecha.
Pero el credo libertario fundamental sostiene que todas las per-
sonas son capaces de tener libre albedro y libre eleccin; que
nadie, por expuesto que est a cometer un crimen en el futuro
sobre la base de un juicio estadstico o de cualquier otra clase,
est inevitablemente predeterminado para hacerlo; y que, de
todos modos, es un acto inmoral, y en s mismo violatorio y
criminal, coaccionar a alguien que no es un delincuente ostensi-
ble y real, sino a lo sumo un sospechoso.
Rothbard
Mises Hispano 125
Recientemente se le pregunt al Dr. Szasz: Pero por qu
piensa usted que la sociedad no tiene el derecho y el deber de
cuidar a aquellos individuos a quienes se juzga peligrosos para
s mismos y para otros? Szasz respondi con total coherencia:
Considero que la idea de ayudar a la gente encarceln-
dola y hacindole sufrir cosas terribles es un concepto re-
ligioso, como alguna vez lo fue la idea de salvar a las
brujas torturndolas y quemndolas en la hoguera. En lo
que respecta a la peligrosidad hacia el ser, creo, al igual
que John Stuart Mill, que el cuerpo y el alma de un hom-
bre son suyos, no del Estado. Y aun ms, que cada indivi-
duo tiene el derecho, por as decirlo, de hacer con su
cuerpo lo que le plazca, en tanto y en cuanto no lastime a
nadie ms o infrinja el derecho de otros.
En cuanto a la peligrosidad hacia otros, la mayora de
los psiquiatras que trabajan con pacientes internados ad-
mitiran que esto es pura fantasa... De hecho, hay estu-
dios estadsticos que demuestran que los pacientes menta-
les son mucho ms respetuosos de la ley que la poblacin
normal.
Bruce Ennis, jurista especializado en libertades civiles, agrega:
Sabemos que el 85% de todos los ex convictos cometern
ms crmenes en el futuro y que los que residen en guetos
y los varones adolescentes son mucho ms propensos a
delinquir que el promedio de la poblacin. Tambin sa-
bemos, por estudios recientes, que los pacientes mentales
son estadsticamente menos peligrosos que el hombre
promedio. De modo que si lo que verdaderamente nos
preocupa es el peligro, por qu no encerramos primero a
todos los ex convictos, luego a todos los que residen en
guetos, y despus a todos los varones adolescentes? [...].
La pregunta que formula Szasz es: Si una persona no ha
violado una ley, qu derecho tiene la sociedad para ence-
rrarla?
9
9
Citado en Scarf, Maggie. Dr. Thomas Szasz... New York Times Magazine (3 de
octubre de 1971), pp. 42, 45. Entre otros trabajos, vase Szasz, Thomas S. Law, Liberty,
and Psychiatry. Nueva York, Macmillan, 1963.
Rothbard
Mises Hispano 126
A las personas internadas en contra de su voluntad se las puede
dividir en dos clases: aquellas que no cometieron ningn crimen
y las que s lo hicieron. En cuanto a las primeras, el libertario
exige su liberacin incondicional. Pero, qu pasa con las otras,
con los criminales que, debido a la locura y con otros pretextos,
supuestamente escapan a la brutalidad del castigo en prisin y
reciben en cambio atencin mdica por parte del Estado? Tam-
bin en este caso el Dr. Szasz dirigi una vigorosa y devastadora
crtica al despotismo del humanismo socialdemcrata. Prime-
ro, es ridculo aducir que el confinamiento en un hospital psi-
quitrico estatal es de alguna manera ms humano que el
encarcelamiento en una prisin. Por el contrario, es probable que
el despotismo de las autoridades sea mayor y el preso tenga
menos recursos para hacer valer sus derechos, dado que, como
alguien considerado enfermo mental, es categorizado como
no persona, y nadie se siente en la obligacin de tomarlo en
serio. Tal como lo ha manifestado jocosamente el Dr. Szasz:
Estar encerrado en un hospital psiquitrico estatal enloquecer-
a a cualquiera!
Pero adems, debemos cuestionar todo el concepto de excluir a
alguien de la regla de la ley objetiva. Es probable que esto sea
ms perjudicial que beneficioso para las personas as singulari-
zadas. Supongamos, por ejemplo, que dos hombres, A y B,
cometen robos equivalentes, y que la pena usual para ese delito
es de cinco aos de prisin. Supongamos que B se libra de
este castigo por ser declarado insano, y es transferido a un insti-
tuto psiquitrico estatal. Los socialdemcratas se basan, por
ejemplo, en la posibilidad de que B pueda ser liberado en dos
aos por el psiquiatra estatal al ser considerado curado o
rehabilitado. Pero y si el psiquiatra nunca lo considera cura-
do, o lo hace slo luego de mucho tiempo? Entonces B, por un
simple robo, podra enfrentar el horror del confinamiento perpe-
tuo en una institucin psiquitrica. De ah que el concepto
humanista socialdemcrata de sentencia indeterminada a
saber, de sentenciar a alguien no por su crimen objetivo sino por
el juicio que el Estado realiza de su psique o su espritu de co-
operacin constituye una de las peores formas de tirana y
deshumanizacin. Es, adems, una tirana que incentiva al pri-
sionero a mentir con el fin de engaar al psiquiatra del Estado a
quien percibe muy correctamente como su enemigo para que
Rothbard
Mises Hispano 127
piense que est curado, y as poder salir de su prisin. Llamar
terapia o rehabilitacin a este proceso significa una burla
cruel hacia esos conceptos. Es mucho ms correcto, y tambin
ms verdaderamente humano, tratar a todos los presos segn la
ley penal objetiva.
Mises Hispano 128
6
Libertad Personal
Libertad de Expresin
ay, por supuesto, varios problemas de libertad personal
que no pueden ser incluidos en la categora de servi-
dumbre involuntaria. Durante mucho tiempo, la liber-
tad de expresin y de prensa ha sido muy apreciada por quienes
se limitan a ser libertarios civiles (civil tiene aqu el sentido
de que la libertad econmica y los derechos de propiedad priva-
da se dejan fuera de la ecuacin).
Pero ya hemos visto que la libertad de expresin no puede
sostenerse como un absoluto salvo que quede comprendida entre
los derechos generales de propiedad individual (incluyendo con
todo nfasis los derechos de propiedad sobre la propia persona).
As, el hombre que grita fuego en un teatro lleno no tiene
derecho a hacerlo porque est agrediendo los derechos de pro-
piedad contractuales del dueo del teatro y de los patrocinadores
de la funcin.
Sin embargo, y con excepcin de las invasiones a la propiedad,
todo libertario tiene que defender, necesariamente y al mximo,
la libertad de expresin. La libertad de decir, imprimir y vender
cualquier texto se convierte en un derecho absoluto, en cualquier
rea que deseen abarcar el discurso o la expresin. Aqu, los
libertarios civiles tienen un importante historial, en trminos
generales, y en lo judicial, el extinto juez Hugo Black realiz
una defensa particularmente notable de la libertad de expresin
ante las restricciones gubernamentales, sobre la base de la Pri-
mera Enmienda de la Constitucin.
H
Rothbard
Mises Hispano 129
Pero hay reas en las cuales incluso el ms ardiente de los liber-
tarios civiles ha manifestado una lamentable confusin. Como,
por ejemplo, la instigacin al desorden, en la cual al orador se
lo considera culpable de un delito por incitar a una multitud, que
luego provoca disturbios y comete diversas agresiones y crme-
nes contra la persona y la propiedad. Desde nuestro punto de
vista, la instigacin slo puede considerarse un delito si ne-
gamos el libre albedro y la libertad de eleccin de cada hombre,
y asumimos que si A le dice a B y a C: Vayan a provocar
desrdenes!, esas personas estarn entonces determinadas en
forma inevitable a actuar y cometer actos ilcitos. Pero el liberta-
rio, que cree en el libre albedro, debe insistir en que, si bien
podra ser inmoral o lamentable que A apoye un disturbio, esto
pertenece estrictamente al mbito de la propugnacin personal y
no debera estar sujeto a una sancin penal. Por supuesto que si
A tambin participa en el desorden, se convierte en alborotador
y, por lo tanto, es pasible de castigo. Aun ms, si A es el jefe en
una corporacin criminal y, como parte de su actividad delictiva,
ordena a sus secuaces: Roben tal banco, por supuesto, A, en su
carcter de cmplice, se convierte en participante o incluso en
lder de la corporacin criminal.
Si la propugnacin nunca debera ser considerada un crimen,
tampoco debera serlo la conspiracin para propugnar, dado
que, a diferencia de lo que expresa la legislacin contra la cons-
piracin, que lamentablemente ha alcanzado gran desarrollo,
conspirar (es decir, concordar) para hacer algo jams debera
ser ms ilegal que el acto mismo. (Cmo puede definirse, de
hecho, la conspiracin sino como un acuerdo entre dos o ms
personas para hacer algo que a otro, al que define la accin, no
le agrada?)
1
Otra rea difcil es la de la ley de calumnias e injurias. Por lo
general se ha sostenido que es legtimo restringir la libertad de
expresin si sta tiene el efecto de daar falsa o maliciosamente
la reputacin de otra persona. Lo que hace la ley de calumnias e
1
Para una crtica al criterio de peligro evidente y actual como insuficiente para trazar
una clara lnea demarcatoria entre la defensa y el acto abierto, vase Meiklejohn,
Alexander. Political Freedom. Nueva York, Harper & Bros., 1960, pp. 29-50; y Rogge,
O. John. The First and the Fifth. Nueva York, Thomas Nelson and Sons, 1960, pp. 88 ss.
Rothbard
Mises Hispano 130
injurias, en resumen, es afirmar el derecho de propiedad de
alguien sobre su reputacin. Sin embargo, nadie posee ni puede
poseer su reputacin, dado que sta es puramente una fun-
cin de los sentimientos subjetivos y las actitudes de otras per-
sonas. Pero como en realidad nadie puede poseer la mente y la
actitud de otro, esto significa que nadie puede tener literalmente
un derecho de propiedad sobre su reputacin. La reputacin de
una persona vara constantemente, segn la actitud y las opinio-
nes de los dems. Por ende, expresarse atacando a alguien no
puede ser una invasin a su derecho de propiedad, y entonces
esta expresin no debera estar sujeta a restricciones o sanciones
legales. Por supuesto, es inmoral levantar falsos cargos contra
otra persona, pero digamos nuevamente que para el libertario lo
moral y lo legal son dos categoras muy diferentes.
Ms aun, en la prctica, si no hubiera ninguna ley de calumnias
e injurias, la gente estara mucho menos dispuesta a creer las
acusaciones no comprobadas. Hoy en da, si un hombre es acu-
sado de alguna falta o delito, en general la gente tiende a creer
que la acusacin es cierta, ya que si fuera falsa, por qu no
inicia una accin legal por calumnias? La ley de calumnias,
como es obvio, resulta discriminatoria contra los pobres, dado
que una persona de escasos recursos difcilmente estar dispues-
ta a llevar adelante un costoso juicio por calumnias, como s
podra hacerlo una persona adinerada. Adems, ahora los ricos
pueden utilizar esta ley en contra de los ms pobres, evitando
que hagan acusaciones y declaraciones perfectamente legtimas
mediante la amenaza de entablarles juicio por calumnias. En
consecuencia, paradjicamente, una persona de recursos limita-
dos es ms proclive a sufrir calumnias y a ver restringida su
propia expresin en el sistema actual que en un mundo sin
leyes contra las calumnias o las difamaciones.
Afortunadamente, en los ltimos tiempos estas leyes fueron
perdiendo cada vez ms su fuerza, de modo que ahora es posible
expresar crticas custicas y enrgicas a funcionarios y a perso-
nas que poseen notoriedad pblica sin temor a una onerosa
accin legal.
Otra accin que debera estar completamente libre de restriccio-
nes es el boicot. En un boicot, una o ms personas utilizan su
Rothbard
Mises Hispano 131
derecho de expresin para exhortar a otras, por cualquier razn
importante o trivial, a que dejen de comprar los productos de
algn otro. Si, por ejemplo, varias personas organizan una cam-
paa por cualquier motivo para instar a los consumidores a
que dejen de comprar la cerveza XYZ, esto nuevamente es
abogar por algo y, adems, propugnar un acto perfectamente
legtimo: no comprar la cerveza. Un boicot exitoso puede ser
lamentable para los fabricantes de la cerveza XYZ, pero esto se
encuadra estrictamente dentro del mbito de la libertad de ex-
presin y de los derechos de propiedad privada. Los fabricantes
corren el riesgo que implica la libre eleccin de los consumido-
res, y stos pueden escuchar a quien quieran y ser persuadidos
por quien les parezca mejor. Sin embargo, en los Estados Unidos
las leyes laborales han violado el derecho de los sindicatos a
organizar boicots contra empresas. Tambin es ilegal, segn la
legislacin bancaria, difundir rumores acerca de la insolvencia
de un banco; ste es un ejemplo evidente de los privilegios
especiales que el gobierno otorga a los bancos al afectar la
libertad de expresin de quienes se oponen a su utilizacin.
Un tema particularmente espinoso es la cuestin de los piquetes
y las manifestaciones. La libertad de expresin implica, por
supuesto, la libertad de reunin, es decir, de juntarse con otros y
expresarse en forma concertada. Pero la situacin se hace ms
compleja cuando est involucrado el uso de las calles. Es obvio
que los piquetes son ilegtimos cuando se los utiliza, como
ocurre por lo general, para bloquear el acceso a un edificio o
fbrica privados, o cuando amenazan con el uso de la violencia a
aquellos que cruzan la lnea demarcatoria. Tambin est claro
que las sentadas constituyen una invasin ilegtima de la propie-
dad privada. Pero ni siquiera el piquete pacfico es claramente
legtimo, dado que forma parte de un problema mayor: quin
decide sobre el uso de las calles? El problema surge del hecho
de que las calles pertenecen casi universalmente al gobierno
(local). Pero ste, por no ser un propietario privado, carece de
criterio para asignar el uso de sus calles y, en consecuencia,
cualquier decisin que tome ser arbitraria. Supongamos, por
ejemplo, que la Asociacin Amigos de Wisteria desea manifes-
tarse y desfilar a favor de Wisteria en una calle pblica. La
polica prohbe la manifestacin, aduciendo que obstruir las
calles y perturbar el trnsito. Los libertarios civiles automti-
Rothbard
Mises Hispano 132
camente protestan y sostienen que se est violando injustamente
el derecho a la libre expresin de la Asociacin Amigos de
Wisteria. Pero la polica, al mismo tiempo, puede tener una
postura perfectamente legtima: las calles podran quedar dema-
siado atascadas, y es responsabilidad del gobierno mantener el
flujo del trnsito. Cmo decidir, entonces? Cualquiera que sea
la decisin del gobierno, perjudicar a algn grupo de contribu-
yentes. Si decide permitir la manifestacin, los automovilistas y
los transentes sern afectados; si no lo hace, entonces lo ser la
Asociacin Amigos de Wisteria. En un caso u otro, el mismo
hecho de la toma de decisin del gobierno generar inevitable-
mente un conflicto sobre quin debera, y quin no debera, entre
los contribuyentes y los ciudadanos, utilizar el recurso guberna-
mental.
Lo nico que hace que este problema sea insoluble, y oculta la
verdadera solucin es el hecho universal de la propiedad y el
control gubernamental de las calles. La cuestin es que quien-
quiera que sea dueo de un recurso decidir cmo utilizarlo. El
dueo de una imprenta decidir qu se va a imprimir en ella. Y
el dueo de las calles decidir cmo asignar su uso. En resumen,
si las calles fueran de propiedad privada y la Asociacin Amigos
de Wisteria solicitara utilizar la Quinta Avenida para manifestar-
se, la decisin de alquilar la calle para la manifestacin o mante-
nerla libre para el trnsito depender del dueo de la Quinta
Avenida. En un mundo puramente libertario, en el que todas las
calles fueran de propiedad privada, los diversos propietarios
decidiran, en cualquier momento dado, si alquilar su calle para
manifestaciones, a quin alquilrsela y a qu precio. Entonces
estara claro que el punto en cuestin no es la libertad de expre-
sin o la libertad de reunin, sino los derechos de propiedad:
el derecho de un grupo a ofrecer alquilar una calle, y el derecho
del dueo de la calle a aceptar o rechazar la oferta.
Libertad del Uso de Radio y Televisin
Hay un rea importante de la vida estadounidense en la que no
existe (ni podra existir con el sistema actual) ninguna libertad
de expresin o de prensa efectiva. Se trata del mbito de la radio
y la televisin. En esta rea, el gobierno federal, en la Ley de
Rothbard
Mises Hispano 133
Radiodifusin de 1927, cuya importancia fue crucial, naciona-
liz las ondas areas, asignando la propiedad de todas las emiso-
ras de radio y todos los canales de televisin. Despus tuvo la
audacia de otorgar licencias, a su voluntad o placer, para la
utilizacin de los canales a diversas estaciones privadas. Por un
lado, las estaciones, como reciben licencias gratuitas, no tienen
que pagar por el uso de las escasas ondas areas, como sucedera
en el mercado libre. En consecuencia, reciben un enorme subsi-
dio, que desean mantener. Pero por otro lado, el gobierno fede-
ral, como el que concede las licencias, se arroga el derecho y el
poder de regular a las estaciones minuciosa y continuamente.
As, sobre cada estacin pende la amenaza de la no renovacin,
o incluso la suspensin, de su licencia. Por ende, la idea de la
libertad de expresin en radio y televisin no es ms que una
burla. Todas las estaciones tienen serias limitaciones y se ven
obligadas a ajustar su programacin a los dictados de la Comi-
sin Federal de Comunicaciones (FCC). As, toda estacin debe
tener una programacin balanceada, transmitir cierta cantidad
de anuncios de servicio pblico, garantizar la misma cantidad
de tiempo a cada candidato al mismo puesto poltico y a las
distintas expresiones de opiniones polticas, censurar las letras
de las canciones que emite, etc. Durante muchos aos, ninguna
estacin pudo transmitir una opinin con carcter editorial;
ahora, toda opinin debe ser contrabalanceada por refutaciones
editoriales responsables.
Como todas las emisoras y sus locutores deben estar alerta
permanentemente a lo que determina la Comisin Federal de
Comunicaciones, la libertad de expresin en los medios de
comunicacin es una falsedad. Puede resultar extrao que la
opinin emitida por un canal de televisin, cuando se expresa
sobre cuestiones controvertidas, tienda a estar mansamente a
favor del Establishment? El pblico slo ha soportado esta
situacin porque ha existido desde los comienzos de la radiofon-
a comercial en gran escala. Pero qu pensaramos, por ejem-
plo, si a todos los diarios se les otorgaran licencias y stas tuvie-
ran que ser renovadas por la Comisin Federal de Prensa, con el
riesgo de perderlas si osaran expresar una opinin editorial
desfavorable, o si no dieran plena importancia a los anuncios
de servicios pblicos? No sera esto una destruccin intolera-
ble, por no decir inconstitucional, del derecho a la libertad de
Rothbard
Mises Hispano 134
prensa? Y cmo veramos el hecho de que todos los editores de
libros tuvieran que recibir licencias, y stas no fueran renovables
si sus catlogos no se adecuaran a lo establecido por la Comi-
sin Federal de Publicaciones?
Sin embargo, lo que todos consideraramos inadmisible y totali-
tario para la prensa y las editoriales se da por sentado en dos
medios que en la actualidad son los vehculos ms populares
para la expresin y la educacin: la radio y la televisin. Pero en
ambos casos los principios son exactamente los mismos.
Aqu vemos, tambin, uno de los errores inexcusables de la idea
de la socialdemocracia, a saber, que el gobierno debera pose-
er todos los recursos y todos los medios de produccin, pero
preservar y mantener la libertad de expresin y de prensa para
todos los ciudadanos. Una constitucin abstracta que garantice
la libertad de prensa carece de sentido en una sociedad socia-
lista. El hecho es que donde el gobierno posee la propiedad del
papel, las imprentas, etc., tiene que decidir como dueo el
modo de asignar esos recursos y qu imprimir con ellos. Al igual
que el gobierno, como dueo de la calle, debe tomar una deci-
sin sobre cmo se utilizar sta, un gobierno socialista tendr
que decidir cmo asignar el papel y todos los otros recursos
involucrados en las reas de expresin y prensa: centros de
reunin, mquinas, camiones, etc. Cualquier gobierno puede
manifestar su devocin por la libertad de prensa y al mismo
tiempo asignar todos sus recursos slo a sus defensores y parti-
darios. En estas condiciones, la prensa libre es tambin una
burla; adems, por qu un gobierno socialista habra de desti-
nar una cantidad considerable de sus escasos recursos a los
adversarios del socialismo? El problema de la genuina libertad
de prensa se hace entonces insoluble.
Cul es la solucin para el problema de la radio y la televisin?
Una muy sencilla: tratar a estos medios precisamente de la
misma manera en que se trata a los diarios y a los libros. Tanto
para el libertario como para el ciudadano fiel a la Constitucin
estadounidense, el gobierno federal debera renunciar comple-
tamente a cualquier rol o interferencia en todos los medios de
expresin. En resumen, debera desnacionalizar las ondas areas
y entregar o vender los canales individuales a la propiedad
Rothbard
Mises Hispano 135
privada. Cuando las emisoras privadas posean sus medios en
forma genuina, sern en verdad libres e independientes; podrn
emitir cualquier programa que deseen o que sus oyentes quieran
escuchar; podrn expresarse libremente sin temor a una represa-
lia por parte del gobierno. Tambin sern capaces de vender o
alquilar las ondas a quien deseen, y de esa manera los usuarios
ya no estarn subsidiados artificialmente. Adems, si los canales
de televisin son libres, de propiedad privada e independiente,
las grandes cadenas ya no podrn presionar a la FCC para que
proscriba la eficaz competencia de la televisin paga. sta no ha
podido tener una posicin firme nicamente debido a su pros-
cripcin por parte de la FCC. La TV gratuita, por supuesto, no
lo es verdaderamente; los programas son pagados por los anun-
ciantes, y el consumidor paga cubriendo los costos publicitarios
con el precio de los productos que compra. Uno podra pregun-
tarse cul es la diferencia para el consumidor entre pagar los
costos publicitarios en forma indirecta o pagarlos directamente
por cada programa que compra. La diferencia radica en que
estos consumidores no son los mismos ni de los mismos produc-
tos. El anunciante televisivo, por ejemplo, siempre est interesa-
do en a) captar el mayor mercado posible de espectadores y b)
captar a esos espectadores particulares que sern ms suscepti-
bles a su mensaje. Por eso, todos los programas estn adaptados
al mnimo denominador comn en la audiencia, y en particular a
aquellos espectadores ms susceptibles al mensaje; es decir, los
que no leen diarios ni revistas, para que el mensaje no duplique
los avisos que se ven en ellos. En consecuencia, los programas
de la TV abierta tienden a ser faltos de imaginacin, insustancia-
les y uniformes. La TV paga significara que cada programa
buscara su propio mercado, y se desarrollaran muchos merca-
dos especializados para muchas audiencias especializadas as
como se han desarrollado en el campo de la publicacin de
revistas y libros. La calidad de los programas sera mayor y la
oferta, mucho ms variada. De hecho, la competencia de la
televisin paga debe ser una amenaza potencial muy grande para
que las cadenas hayan presionado durante aos con el fin de
reprimirla. Pero, por supuesto, en un mercado verdaderamente
libre, ambas formas de televisin, como tambin la TV por cable
y otras formas que ni siquiera podemos imaginar, podran com-
petir, y de hecho lo haran.
Rothbard
Mises Hispano 136
Un argumento comn contra la propiedad privada de los canales
de televisin es que son escasos, y por lo tanto deben pertene-
cer al gobierno y ser parcelados por l. Para un economista, el
argumento es absurdo: todos los recursos son escasos; de hecho,
todo lo que tenga un precio en el mercado lo tiene precisamente
porque es escaso. Debido a esa escasez tenemos que pagar una
cierta cantidad por un pan, por un par de zapatos, por una prenda
de ropa. Si estas cosas no fueran escasas sino superabundantes,
como el aire, seran gratuitas, y nadie tendra que preocuparse
por su produccin y asignacin. En el mbito de la prensa, el
papel es escaso, las mquinas impresoras y los camiones son
escasos, etc. Cuanto mayor sea su escasez, ms alto ser su
precio, y viceversa. Adems, y tambin en la prctica, hay mu-
chos ms canales de televisin disponibles que los que ahora
estn en uso. La temprana decisin de la FCC de obligar a las
estaciones a utilizar la banda VHF en lugar de la UHF gener
una escasez de canales mucho mayor que la que tena que haber.
Otra objecin comn a la propiedad privada de los medios de
comunicacin masiva es que las estaciones privadas interferiran
sus transmisiones, y que una interferencia extendida virtualmen-
te impedira or o ver cualquier programa. Pero este argumento a
favor de la nacionalizacin de las ondas areas es tan ridculo
como lo sera sostener que, como la gente puede conducir sus
autos pasando sobre las tierras de otras personas, todos los autos
o la tierra deberan ser nacionalizados. En ambos casos, el
problema debe ser resuelto por las cortes de justicia, que tienen
que demarcar los ttulos de propiedad de manera lo suficiente-
mente cuidadosa como para que cualquier violacin de la pro-
piedad de otro pueda ser detectada, y su autor, sometido a juicio.
En el caso de los ttulos de propiedad, este proceso es lo sufi-
cientemente claro. Pero lo cierto es que los tribunales pueden
aplicar un mecanismo similar para delimitar los derechos de
propiedad sobre otras reas, sea en las ondas areas, en las aguas
o en los yacimientos petrolferos. En el caso de las ondas areas,
la tarea consiste en encontrar la unidad tecnolgica es decir, el
lugar de transmisin, la distancia a que llega la onda y el ancho
de banda de un canal libre y luego asignar derechos de propie-
dad a esa unidad particular. Si la estacin de radio WXYZ, por
ejemplo, recibe un derecho de propiedad que le permite transmi-
tir en 1.500 kilociclos, en un ancho de banda ms o menos
determinado, en un radio de 300 kilmetros a la redonda de
Rothbard
Mises Hispano 137
Detroit, entonces cualquier estacin que posteriormente irradie
un programa en el rea de Detroit en esa longitud de onda estara
sujeta a un proceso judicial por interferencia con los derechos de
propiedad. Si los tribunales cumplieran su tarea de delimitar y
defender los derechos de propiedad, no existira razn alguna
para esperar violaciones continuas de esos derechos en esta rea
ms que en cualquier otra.
La mayora de las personas cree que sta es precisamente la
razn por la que fueron nacionalizadas las ondas areas; que
antes de la Ley de Radiodifusin de 1927, las estaciones inter-
feran entre s, la situacin se torn catica y el gobierno federal
se vio obligado a intervenir para poner orden y hacer viable la
industria de la radiodifusin. Pero stos no son los hechos, sino
simplemente una leyenda histrica. Lo que ocurri fue precisa-
mente lo contrario, dado que cuando comenzaron a producirse
las interferencias, las partes perjudicadas iniciaron acciones
judiciales contra los agresores, y los tribunales empezaron a
poner orden en el caos aplicando con mucho xito a esta nueva
rea tecnolgica la teora de los derechos de propiedad del
common law (derecho comn), que en diversos aspectos es
semejante a la teora libertaria. En resumen, las cortes estaban
comenzando a asignar derechos de propiedad sobre las ondas
areas a quienes tenan su posesin previa. Cuando el gobierno
federal vio la probabilidad de esta nueva extensin de la propie-
dad privada, se apresur a nacionalizar las ondas areas, utili-
zando como excusa un estado de cosas supuestamente catico.
La situacin puede describirse con ms exactitud diciendo que
en los primeros aos del siglo la radio era casi exclusivamente
un medio de comunicacin utilizado por los barcos los mensa-
jes se enviaban de un barco a otro o de un barco a la costa. El
Departamento de Marina estaba interesado en regular la radio
como medio para afianzar la seguridad en el mar, y en la prime-
ra ley federal, promulgada en 1912, slo se estableca que toda
estacin de radio deba tener una licencia otorgada por la Secre-
tara de Comercio. Sin embargo, en la ley no se mencionaba
ningn poder para regular o para decidir la no renovacin de
licencias, y cuando comenz la transmisin pblica, a principios
de la dcada de 1920, el secretario de Comercio, Herbert Hoo-
ver, intent regular las estaciones. No obstante, en 1923 y 1926
se dictaron decisiones judiciales que denegaron el poder del
Rothbard
Mises Hispano 138
gobierno para regular las licencias, para negarse a renovarlas, o
incluso para decidir en qu longitud de onda deban operar las
estaciones.
2
Ms o menos en la misma poca, las cortes de justicia estaban
resolviendo el concepto de derechos de propiedad privada sobre
la base de la posesin previa de las ondas, particularmente en
el caso de Tribune Co. v. Oak Leaves Broadcasting Station
(Circuit Court, Cook County, Illinois, 1926). En este caso, la
corte sostuvo que el operador de una estacin existente tena un
derecho de propiedad, adquirido por el uso anterior, suficiente
como para prohibir a una nueva estacin el uso de una frecuen-
cia de radio de un modo que provocara interferencia a la seal
de la estacin anterior.
3
As, pues, se estaba poniendo orden en
el caos mediante la asignacin de derechos de propiedad. Pero
fue precisamente este desarrollo lo que el gobierno se apresur a
impedir.
La decisin de Zenith de 1926, que desestimaba el poder del
gobierno para regular o para no renovar licencias, y que obliga-
ba al Departamento de Comercio a otorgar licencias a cualquier
estacin que lo solicitara, produjo un gran desarrollo en la indus-
tria de la radiodifusin. En los nueve meses posteriores a la
decisin se crearon alrededor de doscientas emisoras nuevas.
Como resultado, en julio de 1926 el Congreso se apresur a
tomar una medida provisional destinada a impedir cualquier
derecho de propiedad sobre radiofrecuencias, y resolvi que
todas las licencias tuvieran un plazo de validez de 90 das. Hacia
febrero de 1927 el Congreso aprob la ley por la cual se creaba
la Comisin Federal de Radio, que nacionaliz las ondas areas
y asumi poderes similares a los de la actual FCC. H. P. Warner,
historiador especializado en cuestiones jurdicas, demuestra que
el objetivo de los sagaces polticos no era evitar el caos sino
impedir la propiedad privada de las ondas como solucin del
caos. Warner sostiene que los legisladores, y aquellos general-
mente encargados de la administracin de las comunicaciones,
expresaron su profundo temor [...] de que el incremento de los
2
En las decisiones Hoover v. Intercity Radio Co., 286 Fed. 1003 (Appeals D.C., 1923), y
United States v. Zenith Radio Corp., 12 F. 2d 614 (N. D. Ill., 1926). Vase el excelente
artculo de Coase, Ronald H. The Federal Communications Commission. Journal of
Law and Economics (octubre de 1959), pp. 4-5.
3
Coase, ibd., p. 31n.
Rothbard
Mises Hispano 139
derechos de propiedad en licencias o medios de acceso impidie-
ra en forma permanente cualquier regulacin gubernamental
efectiva, y que de este modo se establecieran franquicias de
millones de dlares cuya duracin sera ilimitada.
4
El resultado
final, sin embargo, fue el establecimiento de franquicias igual-
mente provechosas, pero en forma monoplica, mediante la
generosidad de la Comisin Federal de Radio (FRC) y luego de
la FCC, en lugar de hacerlo a travs de la posesin previa com-
petitiva. Entre las numerosas violaciones directas de la libertad
de expresin perpetradas por el poder licenciatario de la FRC y
la FCC, bastar citar dos casos. Uno de ellos tuvo lugar en 1931,
cuando la FRC le neg la renovacin de la licencia al seor
Baker, quien operaba una estacin de radio en Iowa. Al hacerlo,
la Comisin expres:
Esta Comisin no representa a las Asociaciones Mdi-
cas y a otras partes que no le agradan al seor Baker.
Sus supuestos pecados pueden tener a veces importancia
suficiente como para ser puestos en conocimiento del
pblico mediante la emisin radiofnica de la manera
correcta. Pero este expediente revela que el seor Baker
no lo hace de una manera muy magnnima. Demuestra
que en forma continua e irregular se entrega a su pasa-
tiempo favorito, sacando al aire sus ideas sobre la cura
del cncer y sus gustos y aversiones hacia ciertas perso-
nas y cosas. Con toda seguridad, el uso apropiado de
una licencia de transmisin no implica abrumar con todo
esto a los oyentes. Muchas de sus manifestaciones son
vulgares, cuando no verdaderamente indecentes. Por
cierto, no resultan edificantes o entretenidas.
5
Podemos imaginarnos el escndalo que se producira si el
gobierno federal mandara a la quiebra a un peridico o a una
editorial sobre la base de argumentos como stos?
Recientemente, la FCC amenaz a Radio KTRG, una importante
emisora de Honolul, Hawaii, con no renovarle la licencia.
4
Warner, Harry P. Radio and Television Law (1958), p. 540. Citado en Coase, op. cit., p.
32.
5
Decisiones de la FRC, Docket Nro. 967, 5 de junio de 1931. Citado en Coase, op. cit., p.
9.
Rothbard
Mises Hispano 140
Radio KTRG haba estado transmitiendo programas libertarios
durante varias horas por da durante aproximadamente dos aos.
Por ltimo, a fines de 1970, la FCC decidi iniciar prolongadas
audiencias tendientes a no renovar la licencia de la emisora; el
costo previsto oblig a los dueos a cerrar la estacin en forma
permanente.
6
La Pornografa
Para el libertario, los argumentos que esgrimen conservadores y
socialdemcratas acerca de las leyes que prohben la pornografa
estn lamentablemente fuera de la cuestin. La posicin conser-
vadora tiende a sostener que la pornografa es denigrante e
inmoral y que por eso debera ser proscripta. Los socialdemcra-
tas, por su parte, tienden a manifestar que el sexo es bueno y
saludable, y que por lo tanto la pornografa slo puede tener
buenos efectos; lo que habra que prohibir son las escenas de
violencia por ejemplo, en la televisin, las pelculas o las histo-
rietas. Ninguna de las dos partes aborda un punto crucial: que
las consecuencias buenas, malas o indiferentes de la pornografa,
si bien pueden ser un problema interesante en s mismo, son
completamente irrelevantes en cuanto a si debera ser prohibida
o no. El libertario afirma que no corresponde a la ley el uso de
la violencia como represalia imponer a nadie una concepcin
de la moralidad. No es de su incumbencia aun si esto fuera
posible en la prctica, lo cual por supuesto es muy improbable
hacer que todos sean buenos, respetuosos, morales, limpios o
rectos. sta es una decisin personal de cada individuo. La ley
slo debe emplear la represalia violenta para defender a la gente
contra la violencia, para protegerla de invasiones violentas a su
persona o a su propiedad. Si el gobierno pretende proscribir la
pornografa, l mismo se pone fuera de la ley, dado que est
invadiendo los derechos de propiedad de los ciudadanos en
6
La mejor y ms completa descripcin del modo como podran asignarse derechos de
propiedad a la radio y la televisin se encuentra en DeVany, A. et al. A Property System
for Market Allocation of the Electromagnetic Spectrum: A Legal-Economic-Engineering
Study. Stanford Law Review (junio de 1969). Vase tambin Meckling, William H.
National Communications Policy: Discussion. American Economic Review, Papers
and Proceedings (mayo de 1970), pp. 222-223. A partir del artculo de DeVany, el
crecimiento de la televisin comunitaria y por cable ha reducido aun ms la escasez de
frecuencias y expandido el alcance de la potencial competencia.
Rothbard
Mises Hispano 141
cuanto a producir, vender, comprar o poseer material pornogr-
fico.
No se aprueban leyes para que las personas acten correctamen-
te, ni para obligarlas a que sean buenas con sus vecinos o no le
griten al chofer del mnibus, ni para forzarlas a ser honestas con
sus seres queridos, ni para imponerles una determinada cantidad
de vitaminas diarias. De manera similar, tampoco le corresponde
al gobierno, ni a ninguna agencia gubernamental, aprobar leyes
contra la produccin o venta voluntaria de pornografa. El hecho
de que la pornografa sea buena, mala o indiferente no debe
interesar a las autoridades.
Lo mismo sucede con la pesadilla socialdemcrata de la porno-
grafa de la violencia. La cuestin de si la violencia que se ve
en la televisin contribuye o no a que se cometan crmenes en la
vida real, cae fuera de la esfera de accin del Estado. Proscribir
las pelculas violentas porque podran algn da inducir a al-
guien a cometer un crimen implica una negacin del libre al-
bedro del hombre y, por supuesto, una absoluta violacin del
derecho de aquellos que no cometern crmenes al ver pelculas
violentas. Pero, y esto es ms importante aun, no es ms justifi-
cable de hecho, lo es menos prohibir pelculas violentas por
esta razn que lo que sera, como lo hemos sealado, encarcelar
a todos los varones negros adolescentes porque tienen mayor
tendencia a cometer crmenes que el resto de la poblacin.
Tambin debera quedar claro que la prohibicin de la porno-
grafa es una invasin del derecho de propiedad, del derecho a
producir, vender, comprar y poseer. Los conservadores que
exigen la proscripcin de la pornografa no parecen darse cuenta
de que de esa manera estn infringiendo el mismsimo concepto
de los derechos de propiedad que dicen defender. Tambin es
una violacin a la libertad de prensa, que, como vimos, es en
verdad un subgrupo del derecho general a la propiedad privada.
A veces parece que el ideal de muchos conservadores, y tambin
de muchos socialdemcratas, es poner a todos en una jaula y
obligarlos a hacer aquello que los conservadores o los social-
demcratas consideran tico. Por supuesto, seran jaulas de
estilos diferentes, pero jaulas de todos modos.
Rothbard
Mises Hispano 142
Los conservadores prohibiran el sexo ilcito, las drogas, el
juego y el atesmo, y obligaran a todos a actuar segn su ver-
sin del comportamiento tico y religioso. Los socialdemcratas
prohibiran las pelculas violentas, la publicidad antiesttica, el
ftbol americano y la discriminacin racial, y, en el extremo,
pondran a todos en una Caja de Skinner dirigida por un dicta-
dor socialdemcratas supuestamente benvolo. Pero en ambos
casos el efecto sera el mismo: reducir a todos a un nivel in-
frahumano y privarlos de la parte ms preciada de su humani-
dad: la libertad de eleccin.
Lo irnico de todo esto es que, al obligar al hombre a ser mo-
ral es decir, a actuar moralmente los carceleros conservado-
res y socialdemcratas en realidad lo privaran de la posibilidad
misma de serlo. El concepto de moralidad no tiene sentido a
menos que el acto moral sea libremente escogido. Imaginemos,
por ejemplo, a un devoto musulmn cuyo mayor anhelo es que
la mayor cantidad posible de personas se inclinen tres veces por
da mirando hacia La Meca; supongamos que sta es la accin
ms moral que puede concebir. Pero si emplea la coercin para
forzar a todo el mundo a inclinarse hacia La Meca, los est
privando de la oportunidad de ser morales de escoger libre-
mente la realizacin de ese acto. La coercin priva al hombre
de la libertad de eleccin y, por ende, de la posibilidad de elegir
moralmente.
El libertario, a diferencia de tantos conservadores y socialdem-
cratas, no quiere poner al hombre en una jaula. Lo que desea es
que todos gocen de libertad, libertad de actuar en forma moral o
inmoral, segn la decisin de cada uno.
Leyes Relacionadas al Sexo
Afortunadamente, en los ltimos aos los socialdemcratas han
llegado a la conclusin de que cualquier acto entre dos (o ms)
adultos anuentes debera ser legal. Es lamentable que an no
hayan hecho extensivo este criterio al comercio y al intercambio,
dado que si lo hicieran estaran muy cerca de convertirse en
libertarios en gran escala; en efecto, lo que le interesa al liberta-
Rothbard
Mises Hispano 143
rio es precisamente legalizar cualquier relacin entre adultos
anuentes. Los socialdemcratas tambin han comenzado a
pedir la abolicin de los crmenes sin vctimas, lo cual sera
magnfico si se definiera a las vctimas, con mayor precisin,
como a las vctimas de la violencia agresiva.
Como el sexo es un aspecto singularmente privado de la vida,
resulta ms intolerable aun que los gobiernos pretendan regular
y legislar el comportamiento sexual, aunque, por supuesto, ste
ha sido uno de los pasatiempos favoritos del Estado. Natural-
mente, las violaciones deben considerarse crmenes, del mismo
modo que cualquier acto violento realizado contra las personas.
Por extrao que parezca, mientras que a menudo se ha calificado
a las actividades sexuales voluntarias como ilegales y han sido
perseguidas por el Estado, a los acusados de violacin se los ha
tratado con ms clemencia que a los inculpados por cualquier
otra forma de asalto corporal. En varias instancias, de hecho, los
organismos encargados de hacer cumplir las leyes han tratado a
la vctima de una violacin virtualmente como si fuera la parte
culpable, lo que casi nunca sucede con las vctimas de otros
crmenes. Como es obvio, esto demuestra la existencia de un
doble criterio moral en lo relativo al sexo, lo cual es inadmisible.
Tal como lo declar el National Board of the American Civil
Liberties Union en marzo de 1977:
Las vctimas de ataques sexuales deberan recibir el
mismo trato que las vctimas de otros crmenes. Por lo
general, las autoridades encargadas de hacer cumplir la
ley y el personal de los servicios de salud las tratan con
escepticismo y en forma abusiva. Este tratamiento va
desde la incredulidad y la insensibilidad oficiales hasta
la indagacin cruel y severa acerca del estilo de vida y
las motivaciones de la vctima. Semejante abrogacin de
sus responsabilidades por parte de instituciones que su-
puestamente deben asistir y proteger a las vctimas de
crmenes slo puede agravar el trauma original de la ex-
periencia vivida.
El doble criterio moral impuesto por el gobierno puede reme-
diarse eliminando a la violacin como una categora especial de
Rothbard
Mises Hispano 144
tratamiento legal y judicial, e incluyndola en la ley general que
rige los casos de ataques fsicos. Los criterios utilizados para las
instrucciones de los jueces al jurado, o para la admisibilidad de
evidencia, deberan ser similares en todos estos casos.
Si el trabajo y las personas en general deberan ser libres, enton-
ces tambin debera haber libertad para ejercer la prostitucin.
La prostitucin es la venta voluntaria de un servicio laboral, y el
gobierno no tiene derecho de prohibirla o restringirla. Habra
que destacar que muchos de los aspectos ms penosos del co-
mercio callejero surgieron debido a la proscripcin de los burde-
les. Como casas de prostitucin administradas por celestinas
ansiosas de cultivar la buena voluntad de los clientes durante
largo tiempo, los burdeles solan competir para proveer un
servicio de alta calidad y establecer su marca registrada. Su
prohibicin oblig a la prostitucin a desarrollarse en un mer-
cado negro, a una existencia efmera, con todos los peligros y
merma general en la calidad que esto siempre conlleva. Recien-
temente, en la ciudad de Nueva York se ha manifestado una
tendencia de la polica a reprimir drsticamente la prostitucin
con el pretexto de que ha dejado de ser un negocio sin vcti-
mas, dado que muchas prostitutas cometen crmenes contra sus
clientes. Sin embargo, la proscripcin de ocupaciones que pue-
den conducir al crimen justificara tambin la prohibicin de
vender alcohol, porque muchas peleas suceden en los bares. La
respuesta no es proscribir la actividad voluntaria y realmente
lcita, sino que la polica se encargue de que no se cometan los
verdaderos crmenes. Debe quedar claro que para el libertario, la
defensa de la libertad de ejercer la prostitucin no implica en
absoluto la defensa de la prostitucin en s misma.
En pocas palabras, si un gobierno particularmente puritano
declarara ilegal el uso de cosmticos, el libertario exigira que
fueran legalizados, sin que esto implicara en modo alguno que
favorece o para el caso, desaprueba la utilizacin de cosmti-
cos. Por el contrario, segn su tica y su esttica personales, bien
podra opinar en contra del uso de cosmticos despus de su
legalizacin; sus esfuerzos siempre estn dirigidos a persuadir,
nunca a obligar.
Rothbard
Mises Hispano 145
Si la prctica del sexo debera ser libre, entonces el control de la
natalidad, por supuesto, tambin tendra que serlo. Pero, lamen-
tablemente, es caracterstico de nuestra sociedad que el control
de la natalidad apenas haba sido legalizado cuando la gente en
este caso, los socialdemcratas se manifest para exigir que
fuera obligatorio. Es cierto, claro est, que si mi vecino tiene un
hijo, esto puede afectarme, para bien o para mal. Pero casi cual-
quier cosa que alguien haga puede afectar a una o ms personas.
El libertario considera que esto no es una justificacin para
utilizar la fuerza, que slo puede usarse para combatir o restrin-
gir a la fuerza misma. No hay un derecho ms personal, una
libertad ms preciada para cualquier mujer que decidir tener, o
no tener, un beb, y cualquier gobierno que pretenda negarle ese
derecho acta en forma extremadamente totalitaria. Adems, si
una familia tiene ms hijos que los que puede mantener adecua-
damente, la mayor carga recaer sobre ella misma; por ende, el
deseo casi universal de preservar un buen nivel de vida inducir
a las propias familias a controlar la natalidad. Esto nos lleva al
caso ms complejo del aborto. Para el libertario, la postura
catlica contra el aborto, aun si finalmente fuera rechazada
como carente de validez, no puede descartarse. En efecto, la
esencia de esa postura que realmente no es catlica en un
sentido teolgico es que el aborto destruye una vida humana;
por lo tanto, es un asesinato y como tal, no puede ser perdonado.
Ms aun, si el aborto verdaderamente es un asesinato, entonces
el catlico o cualquier otra persona que comparta este punto de
vista no puede simplemente encogerse de hombros y decir que
las posturas catlicas no deberan imponerse sobre las no-
catlicas. El asesinato no es una cuestin de preferencia religio-
sa; ninguna confesin o secta, en nombre de la libertad de
culto, puede cometer impunemente un homicidio alegando que
as se lo exige la religin. En consecuencia, la pregunta vital es:
el aborto debera ser considerado un homicidio?
La mayor parte de la discusin acerca de este tema no pasa de la
consideracin de nimiedades tales como cundo comienza la
vida humana, cundo o si el feto puede ser considerado vivo,
etc. Todo esto es verdaderamente irrelevante en lo que respecta
a la legalidad (de nuevo, no necesariamente a la moralidad) del
aborto. El antiabortista catlico, por ejemplo, declara que todo
cuanto reclama para el feto son los derechos de cualquier ser
Rothbard
Mises Hispano 146
humano, en este caso, el derecho a no ser asesinado. Pero aqu
hay involucradas otras cuestiones, y sta es la consideracin
crucial. Si se le reconocen al feto los mismos derechos que a los
seres humanos, preguntmonos: Qu ser humano tiene el dere-
cho de mantenerse, como un parsito indeseado, dentro del
cuerpo de algn otro ser humano? ste es el ncleo de la cues-
tin: el derecho absoluto de toda persona, y por ende de toda
mujer, a la propiedad de su cuerpo. La madre que aborta extirpa
de su cuerpo una entidad indeseada. La muerte del feto no inva-
lida el hecho de que ningn ser tiene derecho a vivir parasita-
riamente dentro del cuerpo de otra persona.
Por lo general se aduce que la madre originalmente dese im-
plantar ese feto dentro de su cuerpo, o al menos fue responsable
de ello, pero tambin esto est fuera de la cuestin. Incluso en el
caso de que haya deseado tener al nio, la madre, como duea
de su cuerpo, tiene derecho a cambiar de parecer y abortarlo.
As como el Estado no tendra que reprimir la actividad sexual
voluntaria, tampoco debera discriminar a favor o en contra de
cualquiera de los sexos. Los decretos de accin afirmativa son
una manera obvia de obligar a discriminar a los varones u otros
grupos en los empleos, en las admisiones o en cualquier lugar
donde se aplique este sistema implcito de cupos. Pero las leyes
laborales promulgadas para proteger a las mujeres, en realidad
las discriminan insidiosamente pretendiendo favorecerlas, por-
que les prohben trabajar durante ciertas horas o en ciertas ocu-
paciones. La ley les impide, pues, ejercer su libertad de eleccin
individual en cuanto a decidir por s mismas si desempear o no
esas ocupaciones o trabajar en horarios supuestamente inconve-
nientes. De esta manera, el gobierno les impide competir libre-
mente con el hombre en estas reas.
La plataforma de 1978 del Partido Libertario fija con precisin y
pertinencia la posicin libertaria respecto de la discriminacin
sexual o de cualquier otro tipo por parte del gobierno: Ningn
derecho individual debera ser negado o restringido mediante las
leyes de los Estados Unidos o de cualquier estado o localidad
con referencia a sexo, raza, color, credo, edad, origen nacional o
preferencia sexual.
Rothbard
Mises Hispano 147
Intervencin de Lneas Telefnicas
La intervencin de las lneas telefnicas es una despreciable
invasin de la privacidad y de la propiedad privada, y como tal
debera ser prohibida. Pocas personas toleraran la intervencin
privada de una lnea telefnica. El problema se plantea con los
que sostienen que la polica debera estar autorizada a intervenir
las lneas de aquellos de quienes se sospecha que realizan acti-
vidades delictivas. De otro modo, cmo se podra atrapar a los
criminales?
En primer lugar, desde el punto de vista prctico, la intervencin
telefnica rara vez es eficaz en crmenes aislados, como el robo
de un banco. Por lo general se la utiliza en aquellos casos en los
cuales el negocio est establecido sobre una base regular y
continua como el trfico de drogas y el juego, y por ende es
vulnerable al espionaje y a la colocacin de micrfonos ocultos.
Segundo, seguimos afirmando que es criminal en s mismo
invadir la propiedad de cualquiera que no haya sido declarado
culpable de un delito. Es muy posible, por ejemplo, que si el
gobierno empleara una fuerza de espionaje compuesta por diez
millones de hombres para espiar e intervenir las lneas de toda la
poblacin, se redujera la cantidad total de crmenes privados tal
como ocurrira si todos los residentes de un gueto o todos los
varones adolescentes fueran encarcelados. Pero qu sera esto
en comparacin con el crimen masivo que cometera en ese caso
el propio gobierno, sin escrpulos y amparndose en la ley?
Se podra hacer una concesin especial en el caso de la interven-
cin telefnica realizada por la polica, pero sta difcilmente la
considerara aceptable. Por ejemplo, considerar correcto invadir
la propiedad de un ladrn que ha invadido numerosas propieda-
des de otros. Supongamos que la polica determina que John
Jones es un ladrn de joyas. Interviene su lnea telefnica y
utiliza la evidencia obtenida para condenarlo por ese delito.
Podramos decir que esta intervencin es legtima y que debera
quedar impune, siempre y cuando Jones sea realmente el ladrn;
si prueba que no lo es, la polica y los jueces que ordenaron
judicialmente la intervencin deben ser declarados criminales y
Rothbard
Mises Hispano 148
enviados a prisin por el delito de intervencin telefnica injus-
ta.
Esta reforma tendra dos felices consecuencias: ningn polica o
juez participara en una intervencin telefnica salvo que estu-
viera absolutamente seguro de que la vctima es realmente un
criminal; y ambos, la polica y los jueces, quedaran por fin,
como todos los dems ciudadanos, sometidos a la regla del
derecho penal. Sin duda, para que todos gocen de la misma
libertad, la ley debe aplicarse sin excepciones; por lo tanto,
cualquier invasin de la propiedad de alguien que no es crimi-
nal, por parte de cualquiera, debera considerarse un acto ilegal,
independientemente de quin lo haya realizado. El polica que
cometi un error y agredi a un inocente debera ser considerado
tan culpable como cualquiera que interviniera privadamente una
lnea telefnica.
Juegos de Apuestas
Hay pocas leyes ms absurdas e injustas que la ley contra el
juego. En primer lugar, en su sentido ms amplio, es imposible
hacerla cumplir. Si cada vez que Jim y Jack realizan una apuesta
sobre el resultado de un partido de ftbol, o sobre una eleccin,
o sobre cualquier cosa, este acto fuera ilegal, se necesitaran
millones de espas para detectar cada apuesta y aplicar la ley.
Entonces hara falta otra enorme cantidad de espas para espiar a
los primeros y asegurarse de que no fueron sobornados. Ante
esos argumentos utilizados contra las leyes que prohben las
prcticas sexuales, la pornografa, las drogas, etc. los conserva-
dores replican que la prohibicin contra el homicidio tampoco es
totalmente aplicable, pero se no es un argumento para derogar
esa ley. Su objecin, sin embargo, ignora una cuestin crucial:
la mayora de las personas, haciendo en forma instintiva una
distincin libertaria, aborrece y condena el asesinato y nunca lo
cometera; por lo tanto, la prohibicin se torna ampliamente
aplicable. Pero en lo que respecta al juego de azar, la mayor
parte del pblico no est tan convencida de que sea un delito,
por ende contina participando en l, y la ley en verdad se
hace inaplicable.
Rothbard
Mises Hispano 149
Dado que no se pueden hacer cumplir las leyes contra las apues-
tas, las autoridades deciden concentrarse en ciertas formas alta-
mente visibles del juego de azar, y circunscriben sus actividades
a ellas: la ruleta, los corredores de apuestas en las carreras de
caballos, la quiniela, en resumen, aquellas reas en las cuales el
juego es una actividad bastante regular. Pero entonces tenemos
una suerte de juicio tico peculiar y, con toda seguridad, total-
mente infundado: la ruleta, la apuesta en un hipdromo, etc., son
de alguna manera moralmente malas y deben ser desarticuladas
por la polica, mientras que la apuesta individual es moralmente
legtima y no hay que preocuparse por ella.
En el estado de Nueva York se desarroll, con el tiempo, una
forma particular de estupidez: hasta hace algunos aos, todas las
apuestas en las carreras de caballos eran ilegales excepto aque-
llas realizadas en las pistas mismas. Por qu apostar en los
hipdromos de Aqueduct o Belmont era perfectamente tico y
legtimo, mientras que apostar en la misma carrera con un ami-
gable corredor de apuestas del barrio era pecaminoso y estaba
fuera de la ley, es algo que desafa la imaginacin. Salvo, por
supuesto, si consideramos que la aplicacin de la ley ayuda a
abultar las cajas de los hipdromos. Recientemente, se ha des-
arrollado un nuevo truco. La propia ciudad de Nueva York ha
entrado en el negocio de las apuestas hpicas, y apostar en esta-
blecimientos que pertenecen a la ciudad se considera legtimo y
adecuado, mientras que hacerlo con corredores de apuestas
privadas y competidores sigue siendo ilegal. Obviamente, el
sistema intenta primero conferir un privilegio especial a las
pistas de carreras, y luego a los establecimientos de propiedad
de la ciudad donde se reciben apuestas. Varios estados tambin
han comenzado a financiar sus siempre crecientes gastos a
travs de loteras, a las que se cubre con un manto de moral y
respetabilidad.
Un argumento comn a favor de la prohibicin del juego consis-
te en que, si se le permite al obrero pobre participar en juegos de
azar, gastar irreflexivamente su paga semanal y dejar desam-
parada a su familia. Adems del hecho de que ahora puede
gastar su sueldo en apuestas privadas, este argumento paternalis-
ta y dictatorial resulta curioso dado que tiene muchas implican-
cias: si se debe prohibir el juego de azar porque las masas podr-
Rothbard
Mises Hispano 150
an gastar en l gran parte de sus ingresos, por qu no prohibir
tambin muchos otros artculos de consumo masivo? Despus de
todo, si un obrero est decidido a malgastar su sueldo, tiene
muchas oportunidades de hacerlo: puede gastar demasiado en un
televisor, un equipo de audio, una bebida alcohlica, un equipo
para jugar al bisbol, y en otros innumerables bienes. La lgica
de prohibir a un hombre que participe en juegos de azar por su
bien y el de su familia lleva directamente a la jaula totalitaria, en
la que el Pap Gobierno le dice exactamente qu debe hacer,
cmo gastar su dinero, cuntas vitaminas debe ingerir, y lo
obliga a obedecer los dictmenes del Estado.
Uso de Narcticos y Otras Drogas
La prohibicin de cualquier producto o actividad se basa en la
misma doble argumentacin que, como hemos visto, se utiliza
para justificar el confinamiento compulsivo de pacientes
psiquitricos: ese producto o esa actividad perjudicar a la
persona misma o la llevar a cometer crmenes contra otros.
Resulta curioso que el horror general y justificado a las drogas
narcticas y alucingenas haya despertado en la mayora del
pblico un irracional entusiasmo hacia su proscripcin. La
posicin en contra de esa proscripcin es mucho ms dbil que
la que hubo contra la Prohibicin, un experimento que la
espantosa era de los aos 20 afortunadamente desacredit para
siempre. En efecto, si bien los narcticos son sin duda mucho
ms dainos para quien los consume que el alcohol, este ltimo
tambin puede ser perjudicial, y proscribir algo porque puede
daar a su usuario lleva directamente hacia la jaula totalitaria,
donde la gente tiene prohibido masticar caramelos y est
obligada a comer yogur por su propio bien. Pero el argumento,
de mucho mayor peso, respecto del perjuicio que se inflige a
otros, es con el alcohol hay muchas ms probabilidades de que
se produzcan crmenes, accidentes automovilsticos, etc., que
con los narcticos, cuyo usuario se mantiene, de una manera
antinatural, pacfico y pasivo. Hay, por supuesto, una muy fuerte
vinculacin entre la adiccin y el crimen, pero la conexin es el
reverso de cualquier argumento favorable a la prohibicin. Los
crmenes son cometidos por adictos a quienes induce al robo el
alto precio de las drogas, causado precisamente por su
Rothbard
Mises Hispano 151
proscripcin! Si se legalizara la venta de narcticos, la oferta
aumentara de modo sustancial, los altos costos del mercado
negro y las coimas a la polica desapareceran y el precio sera lo
bastante bajo como para eliminar la mayora de los crmenes
cometidos por los adictos.
Esto no significa, por supuesto, abogar por la prohibicin del
alcohol; una vez ms, proscribir algo que podra llevar al crimen
constituye un ataque ilegtimo e invasivo a los derechos de la
persona y de la propiedad, y un ataque que, nuevamente,
justificara mucho ms la inmediata encarcelacin de todos los
varones adolescentes. Slo la abierta comisin de un delito
debera ser ilegal, y la manera de combatir los crmenes
realizados bajo la influencia del alcohol no es prohibir su
consumo, sino actuar con ms diligencia respecto de los
crmenes mismos. Y esto tendra el efecto adicional de reducir
los crmenes no cometidos bajo el influjo del alcohol.
El paternalismo en esta rea no slo surge de la derecha; es
curioso que, mientras los socialdemcratas por lo general se
pronuncian a favor de la legalizacin de la marihuana, y a veces
de la herona, parecen desear la proscripcin del tabaco, sobre la
base de que fumar cigarrillos muchas veces produce cncer. Ya
han logrado utilizar el control federal sobre la televisin para
eliminar de ese medio las publicidades de cigarrillos y, por ende,
para asestar un fuerte golpe a la misma libertad de expresin que
supuestamente tanto aprecian.
Reitermoslo: todo hombre tiene derecho a elegir. Hagan cuanta
propaganda quieran en contra del cigarrillo, pero dejen que el
individuo tenga libertad de eleccin para manejar su propia vida.
De otro modo, bien se podra llegar a proscribir todos los tipos
posibles de agentes cancergenos, incluyendo los zapatos que
aprietan, los dientes postizos mal ajustados, la exposicin
reiterada al sol y, para el caso, la ingestin excesiva de helados,
huevos y manteca que podra provocar enfermedades cardacas.
Y, si se demuestra que esas prohibiciones son inaplicables,
nuevamente la lgica indica que hay que encerrar a la gente en
jaulas para que reciba la cantidad adecuada de sol, la dieta
apropiada, los zapatos correctos, etctera.
Rothbard
Mises Hispano 152
Corrupcin Policial
En el otoo de 1971, la Comisin Knapp centr la atencin
pblica en el problema de la extendida corrupcin policial en la
ciudad de Nueva York. Ante los dramas de los casos
individuales, existe el peligro de pasar por alto lo que, sin duda
alguna, es el problema principal, que la propia Comisin
conoca perfectamente. En casi todos los casos de corrupcin,
los policas estaban involucrados en negocios lcitos que, por
mandato del gobierno, haban sido declarados ilegales. Y, sin
embargo, gran nmero de personas, al demandar esos bienes y
servicios, haba demostrado que no estaba de acuerdo con que
esas actividades fueran puestas en la misma categora que el
homicidio, el robo o el asalto. De hecho, prcticamente en
ningn caso la polica haba sido sobornada para que encubriera
crmenes execrables. Casi siempre se trataba de que mirara
hacia otro lado mientras se realizaban voluntariamente
transacciones legtimas. El derecho comn establece una vital
distincin entre un crimen que es malum in se (inherentemente
malo) y uno que es meramente malum prohibitum (malo porque
est prohibido). Un acto es malum in se cuando la masa del
pueblo siente de manera instintiva que se trata de una accin
reprensible que debera ser castigada. Esto coincide a grandes
rasgos con la definicin libertaria del crimen como la invasin
hecha a la persona o a la propiedad: asalto, robo y asesinato.
Otros crmenes son actividades que han sido convertidas en
delitos por edictos gubernamentales: la corrupcin policial se
produce en esta rea, en la cual la tolerancia es mucho mayor.
En resumen, la corrupcin policial ocurre en relacin con
actividades en las que los empresarios proveen voluntariamente
a los consumidores servicios que el gobierno ha declarado
ilegales por decreto: narcticos, prostitucin y juegos de azar.
Por ejemplo, all donde el juego est prohibido, la ley pone en
manos de la polica asignada a la vigilancia de las apuestas el
poder de vender el privilegio de participar en el negocio del
juego de azar. En pocas palabras, es como si se le diera el poder
de otorgar licencias especiales para realizar esas actividades, y
entonces procediera a vender estas licencias extraoficiales pero
vitales al precio que los interesados estn dispuestos a pagar.
Segn el testimonio de un polica, si hubiera que aplicar
Rothbard
Mises Hispano 153
completamente la ley, no sera posible terminar una sola obra en
construccin en la ciudad de Nueva York, hasta tal punto el
gobierno involucr a esas obras en una red de regulaciones
triviales e imposibles de cumplir. O sea que, conscientemente o
no, el gobierno procede de la siguiente manera: primero
proscribe una actividad determinada drogas, juegos de azar,
construccin o lo que fuere, y luego la polica a sueldo del
gobierno les vende a los emprendedores interesados en entrar en
el mercado el privilegio de ingresar y hacer funcionar sus
negocios.
En el mejor de los casos, el resultado de estas acciones es la
imposicin de un mayor costo y una produccin ms restringida
en la actividad en cuestin que la que hubiera ocurrido en un
mercado libre. Pero los efectos son aun ms perniciosos. Por lo
general, lo que vende la polica no es slo un permiso de
funcionamiento, sino un privilegio monoplico. En ese caso, un
corredor de apuestas recurre al soborno no slo para seguir en el
negocio sino tambin para eliminar a cualquier posible
competidor. Los consumidores quedan entonces ligados a
monopolistas privilegiados y se les impide disfrutar de las
ventajas de la competencia. No es extrao, entonces, que cuando
por fin se derog la Prohibicin a comienzos de la dcada de
1930, los principales opositores a la derogacin fueron, junto
con los grupos fundamentalistas y prohibicionistas, los
contrabandistas, que disfrutaban de privilegios monoplicos
especiales gracias a sus arreglos con la polica y otros
organismos del gobierno encargados de hacer cumplir las leyes.
Entonces, la manera de eliminar la corrupcin policial es simple
pero efectiva: derogar las leyes que impiden el desempeo de las
actividades comerciales voluntarias y penalizan todos los
crmenes sin vctimas. No slo se eliminara la corrupcin,
sino que gran nmero de policas estaran en libertad de operar
contra los verdaderos criminales, los que agreden a la persona y
a la propiedad. Despus de todo, se supone que sa es la funcin
principal de la polica.
Deberamos darnos cuenta, pues, de que el problema de la
corrupcin policial, como tambin la cuestin ms amplia de la
corrupcin gubernamental en general, debe ser situado en un
Rothbard
Mises Hispano 154
contexto ms abarcador. El punto es que, dadas las leyes
desacertadas e injustas que prohben, reglamentan y gravan
ciertas actividades, la corrupcin es muy beneficiosa para la
sociedad. En muchos pases, si no existiera la corrupcin para
hacer nulas las prohibiciones, los impuestos y las exacciones del
gobierno, no habra virtualmente ningn comercio o industria
que pudiera funcionar. La corrupcin aceita las ruedas del
comercio. En consecuencia, la solucin no consiste en deplorarla
y redoblar los esfuerzos para desarticularla, sino en derogar las
polticas y leyes anquilosantes del gobierno que la hacen
necesaria.
Leyes Sobre la Posesin de Armas
En lo que respecta a la mayora de las actividades de las que
hemos hablado en este captulo, los socialdemcratas tienden a
favorecer la libertad de comercio y actividad, mientras que los
conservadores abogan por la rigurosa aplicacin de las leyes y
los mximos castigos a quienes las violan. Sin embargo, miste-
riosamente, en materia de leyes sobre posesin de armas las
posiciones tienden a invertirse. Cada vez que se utiliza un arma
en un crimen violento, los socialdemcratas redoblan sus de-
mandas de que se implanten severas restricciones, cuando no
exigen la prohibicin de la propiedad privada de armas, mientras
que los conservadores se oponen a esas restricciones en nombre
de la libertad individual.
Si, como creen los libertarios, todo individuo tiene el derecho de
poseer su propia persona y su propiedad, tambin lo asiste el
derecho de emplear la violencia para defenderse de las agresio-
nes criminales. Sin embargo, por alguna extraa razn, los
socialdemcratas han intentado sistemticamente privar a los
inocentes de los medios necesarios para su defensa. A pesar de
que la Segunda Enmienda de la Constitucin garantiza que el
derecho del pueblo a tener y portar armas no puede ser vulnera-
do, el gobierno sistemticamente ha erosionado gran parte de
ese derecho. As, en el estado de Nueva York, como en muchos
otros estados, la Ley Sullivan prohbe la portacin de armas
ocultas sin una licencia otorgada por las autoridades. No slo
se ha restringido seriamente la portacin de armas mediante este
edicto inconstitucional, sino que la prohibicin se ha hecho
Rothbard
Mises Hispano 155
extensiva a casi cualquier objeto que pudiera servir como arma
incluso aquellos que slo podran usarse para la autodefensa.
Como consecuencia, se ha impedido a vctimas potenciales de
crmenes la portacin de cuchillos, tubos de gas lacrimgeno e
incluso alfileres de sombrero, y la gente que ha utilizado estas
armas en defensa propia contra algn ataque ha sido enjuiciada
por las autoridades.
En la ciudad, esta prohibicin invasiva contra las armas ocultas
de hecho ha privado a las personas de cualquier posible autode-
fensa contra el crimen. (Es cierto que no existe ninguna prohibi-
cin oficial contra la portacin de armas no ocultas, pero hace
algunos aos un hombre intent probar la vigencia de la ley
caminando por las calles de Nueva York con un rifle, e inmedia-
tamente fue arrestado por perturbar la paz.) Adems, las po-
tenciales vctimas estn tan incapacitadas para defenderse a
causa de las previsiones contra la fuerza indebida, que el
sistema legal existente concede automticamente una enorme
ventaja al criminal.
Debera ser evidente que ningn objeto fsico es agresivo en s
mismo; cualquier objeto, sea un arma, un cuchillo o un palo,
puede utilizarse para agredir, para defenderse o para otros nume-
rosos propsitos no relacionados con el crimen. Es tan absurdo
prohibir o restringir la compra y propiedad de armas como
hacerlo con la posesin de cuchillos, palos, alfileres o piedras.
De todos modos, cmo se podran prohibir todos estos objetos?
Y en caso de que se pudiera, cmo se aplicara esa prohibicin?
En lugar de perseguir a personas inocentes que portan o poseen
objetos, la ley debera preocuparse por combatir y detener a los
verdaderos criminales.
Adems hay otra consideracin que refuerza nuestra conclusin.
Si las leyes limitan o prohben la portacin de armas, es obvio
que los criminales no estarn dispuestos a acatarlas. Ellos siem-
pre sern capaces de adquirir y portar armas; los nicos que
sufrirn debido a la solicitud del liberalismo que impone estas
leyes sern las personas inocentes, o sea, las potenciales vcti-
mas. As como habra que legalizar las drogas, el juego y la
pornografa, se debera hacer lo mismo con las armas de fuego y
Rothbard
Mises Hispano 156
con cualquier otro objeto que pueda servir como arma de defen-
sa propia.
En un notable artculo sobre el control de revlveres y pistolas
(el tipo de armas que los socialdemcratas ms quieren restrin-
gir), el profesor de derecho de la Universidad de St. Louis, Don
B. Kates, Jr., increpa a sus colegas socialdemcratas por no
utilizar con respecto a las armas la misma lgica que aplican
para las leyes relativas a la marihuana. As, seala que en la
actualidad hay ms de cincuenta millones de propietarios de
revlveres y pistolas en los Estados Unidos, y que, sobre la base
de las encuestas y las experiencias que se conocen, entre los dos
tercios y el 80 por ciento de los estadounidenses estaran en
desacuerdo con su prohibicin. El resultado inevitable, como en
el caso de las leyes contra el sexo y la marihuana, sera la impo-
sicin de sanciones severas, cuya aplicacin sera altamente
selectiva y, en consecuencia, provocara la falta de respeto hacia
la ley y hacia los organismos encargados de hacerla cumplir. Y
esta aplicacin selectiva de la ley sera ejercida contra aquellas
personas que no agradaran a las autoridades: La aplicacin
compulsiva de las leyes se hace cada vez ms caprichosa, hasta
que por fin slo se las utiliza contra aquellos que desagradan a la
polica. Es innecesario que se nos recuerden las odiosas tcticas
de bsqueda y captura utilizadas por la polica y los agentes del
gobierno para atrapar a quienes violaban esas leyes. Kates
agrega que si esos argumentos parecen familiares, probable-
mente esto se deba a que son paralelos al argumento de los
socialdemcratas empleado comnmente contra las leyes relati-
vas a la marihuana.
7
7
Kates, Jr., Don B. Handgun Control: Prohibition Revisited, Inquiry (5 de diciembre de
1977), p. 21. Esta escalada de rigurosa aplicacin de las leyes y de mtodos despticos de
bsqueda y captura ya ha llegado. No slo en Gran Bretaa y otros pases en los que se
llevan a cabo bsquedas indiscriminadas de armas, en Malasia, Rhodesia, Taiwn y
Filipinas, donde la posesin de armas se castiga con pena de muerte, sino tambin en
Missouri, donde la polica de St. Louis realiz en los ltimos tiempos miles de registros a
personas de raza negra con la teora de que cualquier negro que condujera un auto de
modelo reciente deba tener un arma ilegal; asimismo, en Michigan, donde alrededor del
70 por ciento de todos los juicios por posesin de armas de fuego fueron dejados sin
efecto por los tribunales de apelacin sobre la base de que los procedimientos de registro
haban sido ilegales. Incluso un oficial de polica de Detroit abog por la derogacin de la
Cuarta Enmienda con el fin de permitir el registro general indiscriminado en funcin de
las violaciones de una futura prohibicin del uso de pistolas. Ibd., p. 23.
Rothbard
Mises Hispano 157
Kates analiza entonces con gran perspicacia este curioso punto
dbil de los socialdemcratas: La prohibicin de armas es un
invento de los socialdemcratas blancos de clase media que han
olvidado la situacin de los pobres y de las minoras que viven
en zonas donde la polica ha renunciado al control del crimen.
Esos socialdemcratas tampoco se sintieron disgustados por las
leyes contra la marihuana en la dcada del 50, cuando las reda-
das estaban limitadas a los guetos. Seguros en suburbios bien
custodiados o en departamentos de alta seguridad vigilados por
agentes de Pinkerton (a quienes nadie propone desarmar), los
olvidadizos socialdemcratas se burlan de la propiedad de armas
diciendo que es un anacronismo del Lejano Oeste.
8
Kates destaca adems el valor, empricamente demostrado, de la
autodefensa mediante el uso de pistolas; por ejemplo, en Chica-
go, durante los ltimos cinco aos, civiles armados mataron
justificadamente tres veces ms criminales violentos que los que
mat la polica. Y, en un estudio de varios cientos de enfrenta-
mientos violentos con criminales, Kates hall que los civiles
armados eran mucho ms eficaces que la polica: en actos de
autodefensa capturaron, hirieron, mataron o ahuyentaron a
criminales en un 75 por ciento de los enfrentamientos, mientras
que la polica slo logr una tasa de xito del 61 por ciento. Es
cierto que las personas que se resisten a un robo tienen mayor
probabilidad de resultar heridas que aquellas que se mantienen
pasivas. Pero Kates destaca elementos que no se toman en cuen-
ta: 1) que la resistencia de una persona desarmada duplica el
riesgo que corre en comparacin con la resistencia de una perso-
na armada, y 2) que la eleccin de resistir a una agresin depen-
de de la vctima, de sus circunstancias y valores. Para un acad-
mico liberal blanco con una abultada cuenta bancaria ser ms
importante no resultar herido que para el trabajador informal o
para el beneficiario de un seguro de desempleo a quien le roban
los medios para mantener a su familia durante un mes, o para el
comerciante negro que no puede conseguir un seguro contra
robo y no tendr otra posibilidad que cerrar su negocio debido a
los sucesivos robos.
La encuesta nacional realizada en 1975 por la organizacin De-
cision Making Information a los propietarios de pistolas descu-
8
Ibd., p. 21.
Rothbard
Mises Hispano 158
bri que los principales subgrupos que poseen un arma slo para
autodefensa incluyen a los negros, los grupos de menores ingre-
sos y los ciudadanos ancianos. stas son las personas advierte
elocuentemente Kates a quienes se propone que encarcelemos
porque insisten en conservar la nica proteccin para sus fami-
lias de que disponen en reas en las cuales la polica se ha dado
por vencida.
9
Qu nos dice la experiencia histrica? Las prohibiciones del
uso de revlveres y pistolas realmente redujeron de modo con-
siderable el grado de violencia en la sociedad, tal como sostie-
nen los socialdemcratas? La evidencia demuestra precisamente
lo contrario. Un estudio masivo realizado en la Universidad de
Wisconsin en el otoo de 1975 lleg a la inequvoca conclusin
de que las leyes de control de armas no tuvieron ningn efecto
individual o colectivo en la reduccin de la tasa de crmenes
violentos. El estudio de Wisconsin, por ejemplo, puso a prueba
la teora de que las personas que por lo general son pacficas
sentirn la irresistible tentacin de disparar sus armas si las
tienen a su alcance en un acceso de ira. Al hacer una compara-
cin en todos los estados, el estudio no hall ninguna correla-
cin entre las tasas de propiedad de pistolas y las tasas de homi-
cidio. Ms aun, este hallazgo fue reforzado por un estudio efec-
tuado en Harvard en 1976 acerca de la ley de Massachusetts que
prev un mnimo de un ao de prisin obligatoria para cualquie-
ra que sea descubierto en posesin de una pistola sin autoriza-
cin del gobierno. En efecto, durante el ao 1975, esta ley de
1974 de hecho redujo considerablemente la portacin de armas
de fuego y el nmero de ataques armados. Pero he aqu que los
investigadores de Harvard descubrieron, para su sorpresa, que
no exista una reduccin correspondiente en cualquier otro tipo
de violencia. Es decir que, como lo haban sugerido anteriores
estudios criminolgicos, un ciudadano enfurecido que no tiene
una pistola recurrir a un arma larga, mucho ms mortfera.
Privado de cualquier arma de fuego, echar mano de cuchillos,
martillos, etc., igualmente letales.
9
Ibd. La idea extremadamente severa de encarcelar a la gente por la mera posesin de
una pistola no es algo trado de los cabellos, sino precisamente el ideal de los
socialdemcratas: la enmienda constitucional de Massachusetts, afortunadamente
derrotada en forma abrumadora por los votantes en 1977, prevea una sentencia mnima
obligatoria de un ao de prisin para cualquier persona a quien se encontrara en posesin
de una pistola.
Rothbard
Mises Hispano 159
Y, como resulta evidente, si la reduccin de la propiedad de
armas no reduce el homicidio u otro acto violento, la prohibicin
del uso de pistolas es sencillamente otro modo de desviar los
recursos de la polica del verdadero crimen al crimen sin vcti-
mas.
10
Por ltimo, Kates apunta otro dato curioso: que es mucho ms
probable que en una sociedad en la que los ciudadanos pacficos
estn armados surjan en gran nmero personas solidarias que
acudan voluntariamente en ayuda de las vctimas de un crimen.
Pero si le sacan las armas a la gente, el pblico tender a dejar la
cuestin en manos de la polica, lo cual ser desastroso para las
vctimas. Antes de que el estado de Nueva York prohibiera el
uso de pistolas, los actos de solidaridad eran mucho ms fre-
cuentes que ahora. Y, en una encuesta reciente acerca de estos
actos solidarios, no menos del 81 por ciento de los que acudan
en ayuda de otros eran propietarios de armas. Si deseamos una
sociedad en la cual los ciudadanos ayuden a sus vecinos cuando
estn en peligro, no debemos despojarlos del poder real de hacer
algo respecto del crimen. No cabe duda de que es absurdo des-
armar a las personas pacficas y luego, como suele suceder,
acusarlas de ser apticas cuando no acuden al rescate de las
vctimas de un ataque criminal.
10
Ibd., p. 22. De manera similar, un estudio realizado en 1971 por la Universidad de
Cambridge descubri que la tasa de homicidios en Gran Bretaa, con la prohibicin del
uso de pistolas, se haba duplicado durante los ltimos cincuenta aos. Ms aun, antes de
que se prohibieran las pistolas, en 1920, el uso de armas de fuego en crmenes (cuando no
haba ninguna restriccin al respecto) era mucho menor que ahora.
Mises Hispano 160
7
Educacin
Escolaridad Pblica y Compulsiva
asta hace algunos aos, pocas instituciones en los Esta-
dos Unidos eran consideradas sagradas sobre todo por
los socialdemcratas como suceda con la escuela
pblica. Aun los estadounidenses de las primeras pocas como
los jeffersonianos y los jacksonianos, libertarios en casi todos
los dems aspectos, sintieron verdadera devocin por ella. En
los ltimos aos se supona que la escuela pblica era un com-
ponente crucial de la democracia, la fuente de la fraternidad y la
enemiga del elitismo y la separacin en la vida estadounidense.
Encarn lo que se consideraba el derecho de todo nio a una
educacin y fue sostenida como un crisol de entendimiento y
armona entre hombres de todas las ocupaciones y clases socia-
les que se codeaban con todos sus vecinos desde su niez.
De acuerdo con la expansin de la educacin pblica, se pro-
mulgaron leyes de escolaridad compulsiva, segn las cuales
todos los chicos, a partir de una edad mnima hasta otra determi-
nada y cada vez mayor deban asistir a una escuela pblica o a
una privada certificada como conveniente por el aparato estatal.
A diferencia de lo que ocurra en dcadas anteriores, cuando una
proporcin relativamente pequea de la poblacin asista al
colegio en los niveles ms altos, todos los habitantes del pas, en
forma masiva, fueron obligados por el gobierno a pasar en insti-
tuciones pblicas gran parte de los aos en los cuales un nio es
ms susceptible a las influencias. Podramos haber analizado las
leyes de asistencia obligatoria a la escuela en nuestro captulo
sobre la servidumbre involuntaria, pues qu institucin es de
H
Rothbard
Mises Hispano 161
modo ms evidente un vasto sistema de encarcelacin? Recien-
temente, Paul Goodman y otros crticos de la educacin han
hecho una incisiva crtica de las escuelas pblicas nacionales y
en menor grado, de sus accesorias privadas como un vasto
sistema de prisin para la juventud nacional, donde se tiraniza a
millones de chicos desconformes e inadaptables dentro de la
estructura escolar.
La tctica de la Nueva Izquierda de irrumpir en las escuelas
secundarias gritando Fguense de la prisin! pudo haber sido
absurda e ineficaz, pero seguramente expres una gran verdad
acerca del sistema escolar. En efecto, si se somete a todos los
jvenes a un sistema carcelario denominado eufemsticamente
educacin, con maestros y administradores que funcionan
como sustitutos de vigilantes y guardias, cmo no esperar que
se sientan desdichados, descontentos y alienados, y, en conse-
cuencia, se rebelen? Lo nico sorprendente debera ser que la
rebelin haya tardado tanto. Pero ahora resulta cada vez ms
evidente que hay algo que est terriblemente mal en la ms
orgullosa de las instituciones estadounidenses; que, especial-
mente en las reas urbanas, las escuelas pblicas se han conver-
tido en centros de corrupcin y crimen, de robos menores y
adiccin a las drogas, y que en medio de la deformacin de las
mentes y las almas de los chicos slo hay lugar para un mnimo
de educacin genuina.
1
Esta tirana sobre la juventud nacional se debi en parte al al-
truismo equivocado de la clase media educada, que consideraba
que los obreros, o las clases bajas, deban tener la oportunidad
de disfrutar de la educacin que la clase media tanto valoraba. Y
si los padres o los hijos de las masas eran tan ignorantes como
para perder esta gloriosa oportunidad que se les ofreca, bueno,
entonces, habra que aplicar un poco de coercin (por su propio
bien, naturalmente).
La clase media que rinde culto a la escuela es vctima de una
falacia crucial, a saber, confunde la instruccin formal con la
educacin en general. La educacin es un proceso de aprendiza-
1
Vase Goodman, Paul. Compulsory Mis-education and the Community of Scholars.
Nueva York, Vintage Press, 1964, y numerosos trabajos de Goodman, John Holt,
Jonathan Kozol, Herbert Kohl, Ivan Illich y muchos otros.
Rothbard
Mises Hispano 162
je que dura toda la vida y que no slo tiene lugar en la escuela,
sino tambin en todas las dems reas. Cuando el nio juega, o
escucha a sus padres o amigos, o lee un peridico, o trabaja en
un empleo, est siendo educado. La enseanza formal no es sino
una pequea parte del proceso educacional, y slo es necesaria
para las asignaturas especficas, en particular las ms avanzadas
y sistemticas. Las materias elementales, lectura, escritura,
aritmtica y sus corolarios, se pueden aprender fcilmente en la
casa, sin asistir a la escuela.
Adems, una de las mayores glorias de la humanidad es su
diversidad, el hecho de que cada individuo sea nico, con habi-
lidades, intereses y aptitudes propias. Impartir compulsivamente
una instruccin formal a nios que no tienen la capacidad ni el
inters necesarios para recibirla implica deformar su alma y su
mente, y esto es criminal. Paul Goodman ha planteado que la
mayora de los nios estara mucho mejor si se le permitiese
trabajar a edad temprana, aprender a ejercer actividades comer-
ciales y comenzar a hacer aquello para lo que son ms aptos.
Estados Unidos fue construido por ciudadanos y lderes, muchos
de los cuales recibieron poca o ninguna instruccin formal, y el
concepto de que hay que tener un diploma de nivel secundario
o actualmente, un ttulo universitario antes de poder comenzar
a trabajar y vivir en el mundo es uno de los absurdos de nuestra
era. Si abolimos las leyes de escolaridad compulsiva y les de-
volvemos a los nios su libertad intelectual, volveremos a ser
una nacin de gente mucho ms productiva, interesada, creativa
y feliz.
Muchos opositores prudentes de la Nueva Izquierda y la Rebe-
lin de la Juventud han hecho notar que gran parte del descon-
tento de los jvenes y su divorcio de la realidad se debe al per-
odo cada vez ms largo durante el cual deben permanecer en la
escuela, como envueltos en un capullo, dependientes e irrespon-
sables. Perfectamente, pero cul es la razn principal para que
este capullo protector dure cada vez ms? Sin duda alguna, todo
el sistema, y en particular las leyes de escolaridad compulsiva,
segn las cuales todos deben ir a la escuela en forma perpetua
primero a la escuela secundaria, despus a la universidad, y
luego a obtener un doctorado. Esta compulsin hacia la educa-
cin masiva es lo que crea tanto el descontento como un cons-
Rothbard
Mises Hispano 163
tante resguardo del mundo real. En ninguna otra nacin y en
ninguna otra poca ha existido semejante mana por la instruc-
cin escolar masiva.
Debe destacarse que la antigua derecha libertaria y la Nueva
Izquierda, desde perspectivas muy diferentes y utilizando retri-
cas muy distintas, tuvieron una percepcin similar de la natura-
leza desptica de la escolaridad masiva. As, Albert Jay Nock, el
gran terico individualista de las dcadas de 1920 y 1930, de-
nunci al sistema educativo por obligar a asistir a las escuelas a
masas ineducables debido a una vana creencia igualitaria
segn la cual todos los nios tienen la misma capacidad de
aprendizaje. En lugar de permitir que asistan a la escuela aque-
llos que tienen la aptitud y la habilidad necesarias, se obliga a
hacerlo a todos, supuestamente por su propio bien; el resultado
de esto es que se produce una deformacin en las vidas de quie-
nes no tienen capacidad para estudiar, y los verdaderamente
dotados se ven privados de una instruccin apropiada. Nock
tambin hace una crtica perspicaz de los conservadores que
atacan a la educacin progresista por diluir los estndares
educacionales al dar clases de conduccin de automviles, de
cestera, o aun del modo de elegir a un dentista. Seala que si se
obliga a ir al colegio a un sinnmero de nios que no pueden
asimilar la educacin clsica, entonces hay que desviar la educa-
cin hacia el entrenamiento vocacional, es decir, aquello que es
adecuado para la mayora de las personas. El error fatal no es la
educacin progresista, sino la tendencia hacia la instruccin
escolar universal, ante la cual el progresismo parece ser una
respuesta provisional.
2
Por su parte, crticos de la Nueva Izquierda como John McDer-
mott y Paul Goodman acusan a la clase media de obligar a los
hijos de la clase trabajadora, muchos de los cuales tienen valores
y aptitudes completamente diferentes, a ingresar a un sistema de
educacin pblica diseado para introducirlos en un molde de
clase media. Lo que debe quedar claro es que, sea que uno se
incline por una clase o por otra, por un ideal educacional o por
otro, la sustancia de la crtica en general es la misma: que se est
2
Al respecto, vase Nock, Albert Jay. The Theory of Education in the United States.
Chicago, Henry Regnery, 1949; y Nock, Albert Jay. Memoirs of a Superfluous Man.
Nueva York, Harper & Bros., 1943.
Rothbard
Mises Hispano 164
forzando a un sinnmero de nios a asistir a una institucin para
la cual carecen de aptitud o que no les interesa.
De hecho, si se investiga hasta sus orgenes la historia del avan-
ce hacia la instruccin pblica y la asistencia obligatoria a la
escuela en los Estados Unidos y en otros pases, lo que se en-
cuentra no es tanto un altruismo mal encaminado sino ms bien
un esquema consciente para introducir a la masa de la poblacin
dentro del molde que le convena a la clase dirigente. Era preci-
so que las minoras recalcitrantes se ajustaran a un modelo
mayoritario; las virtudes cvicas deban ensearse a todos los
ciudadanos, y entre ellas se inclua, siempre y en forma notable,
la obediencia hacia el aparato estatal. En realidad, puesto que la
masa de la poblacin deba ser educada en escuelas guberna-
mentales, cmo stas no habran de convertirse en un poderoso
instrumento para inculcar la obediencia a las autoridades estata-
les? Martn Lutero, lder en el primer avance de la modernidad
hacia la educacin estatal obligatoria, se pronunci as en su
famosa carta a los gobernantes de Alemania en 1524:
Estimados gobernantes: [...] Sostengo que las autorida-
des civiles tienen el deber de exigir a la gente que enve
a sus hijos a la escuela [...]. Si el gobierno puede obli-
gar a los ciudadanos aptos para el servicio militar a car-
gar lanza y arcabuz, a escalar murallas y a cumplir con
otros deberes militares en tiempos de guerra, cunto
ms tiene el derecho de hacer que la gente enve a sus
hijos a la escuela, porque en este caso estamos luchan-
do contra el demonio, cuyo propsito es empobrecer
secretamente a nuestras ciudades y principados [...].
3
De modo que, para Lutero, las escuelas estatales deban ser una
parte indispensable de la guerra contra el demonio, o sea,
contra los catlicos, judos, infieles y otras sectas protestantes
competidoras. Un admirador moderno de Lutero y de la educa-
cin obligatoria destac que el valor permanente y positivo del
pronunciamiento de Lutero en 1524 radica [...] en las sagradas
asociaciones que estableci para la Alemania protestante entre la
religin nacional y los deberes educacionales del individuo y el
3
Vase Perrin, John William. The History of Compulsory Education in New England,
1896.
Rothbard
Mises Hispano 165
Estado. As, indudablemente, se cre esa saludable opinin
pblica que hizo que el principio de asistencia escolar obligato-
ria fuera aceptado fcilmente en Prusia en una poca muy ante-
rior a lo que lo fue en Inglaterra.
4
El otro gran fundador del protestantismo, Juan Calvino, no
demostr menos celo en cuanto a fomentar la instruccin pbli-
ca masiva, y por razones similares. En consecuencia, no es
sorprendente que los primeros en establecer la educacin obliga-
toria en los Estados Unidos, en la Baha de Massachusetts,
fueran los puritanos calvinistas, quienes ansiaban implantar una
teocracia calvinista absolutista en el Nuevo Mundo. En junio de
1642, slo un ao despus de la promulgacin de su primer
cuerpo de leyes, la colonia de la Baha de Massachusetts ins-
taur el primer sistema de educacin obligatoria en el mundo
angloparlante. La ley declaraba:
Dado que la buena educacin de los nios es de singu-
lar provecho y beneficio para cualquier comunidad, y
considerando que muchos padres y tutores son dema-
siado indulgentes y negligentes en cuanto a cumplir un
deber de esa clase, se ordena que los hombres elegidos
de cada pueblo [...] tengan un ojo vigilante sobre sus
vecinos, para ver primero que ninguno de ellos sufra
semejante incultura en su familia, de no esforzarse en
ensear, por s mismos o por otros, a sus hijos y apren-
dices [...].
5
Cinco aos ms tarde, la Baha de Massachusetts acat esta ley
estableciendo escuelas pblicas.
As, desde los comienzos de la historia de los Estados Unidos, el
principal impulso de la tendencia hacia la educacin pblica fue
el propsito de moldear, instruir e infundir respeto a la masa de
la poblacin. En los das de la colonia, la educacin pblica era
utilizada como recurso para suprimir el disenso religioso, as
como para inculcar a sirvientes indciles las virtudes de la obe-
diencia hacia el Estado. Resulta tpico, por ejemplo, que durante
4
Twentyman, A. E. "Education; Germany." Encyclopaedia Britannica, 14a. ed. (1929),
VII, 999-1000.
5
Vase Perrin, op. cit.
Rothbard
Mises Hispano 166
la represin hacia los cuqueros, Massachusetts y Connecticut
prohibieran a la secta despreciada establecer sus propios cole-
gios. Y Connecticut, en un intento vano por suprimir el movi-
miento Nueva Luz, en 1742 prohibi a esa secta que estable-
ciera cualquiera de sus escuelas. Si as no fuera, razonaban las
autoridades, los miembros de Nueva Luz podran tender a
instruir a la juventud en principios y prcticas enfermas, e intro-
ducir tales desrdenes que podran resultar de consecuencias
fatales para la paz y el bienestar de esta colonia.
6
No puede
considerarse una coincidencia que la nica colonia verdadera-
mente libre en Nueva Inglaterra Rhode Island fuera tambin
la nica que no implant la educacin pblica.
La motivacin para la instruccin pblica y obligatoria despus
de la Independencia difera muy poco en lo esencial. As, Archi-
bald D. Murphey, el padre del sistema escolar pblico en Caro-
lina del Norte, convoc as a esas escuelas:
[...] a todos los chicos se les ensear en ellas [...]. En
estas escuelas deberan inculcarse los preceptos de moral
y religin, y formar los hbitos de subordinacin y obe-
diencia [...]. Sus padres no saben cmo instruirlos [...].
El Estado, con la calidez de su afecto y la solicitud por
su bienestar, debe hacerse cargo de esos nios y ubicar-
los en escuelas donde sus mentes sean iluminadas y sus
corazones puedan ser formados en la virtud.
7
Uno de los objetivos ms comunes de la educacin pblica
obligatoria ha sido oprimir y debilitar a las etnias nacionales y a
las minoras lingsticas, o a los pueblos colonizados, con el
propsito de obligarlos a abandonar su propia lengua y su cultu-
ra para que adoptaran las de los grupos gobernantes. Los ingle-
ses en Irlanda y en Qubec, y todas las naciones en Europa
Central y Oriental, y en Asia, coaccionaron a sus minoras na-
cionales en escuelas pblicas organizadas por sus clases dirigen-
tes. Uno de los estmulos ms potentes para el descontento y la
rebelin de los pueblos oprimidos fue el deseo de rescatar su
6
Vase Curti, Merle. The Social Ideas of American Educators. Nueva York, Charles
Scribner
s Sons, 1935.
7
The Papers of Archibald D. Murphey. Raleigh, N.C., University of North Carolina
Press, 1914, II, 53-54.
Rothbard
Mises Hispano 167
lengua y su herencia del arma de las escuelas pblicas, esgrimi-
da por sus opresores. As, Ludwig von Mises, el liberal del
laissez-faire, escribi que, en pases donde las lenguas estn
mezcladas, [...] la adhesin continua a una poltica de educacin
obligatoria es absolutamente incompatible con los esfuerzos por
establecer una paz duradera [...].
La cuestin de qu lengua debe constituir la base de la educa-
cin asume una importancia crucial. Una decisin hacia un lado
u otro puede, con los aos, determinar la nacionalidad de toda la
regin. La escuela puede alienar a los nios de la nacionalidad a
la cual pertenecieron sus padres y constituirse en un medio para
oprimir a pueblos enteros. Quienquiera que controle las escuelas
tiene el poder de daar a otras nacionalidades y beneficiar a la
propia.
Ms aun, Mises destaca que la coercin inherente al gobierno
ejercido por una nacionalidad hace que sea imposible resolver el
problema permitiendo formalmente que cada padre enve a sus
hijos a una escuela donde se emplee la lengua de su pas de
origen.
Por lo general no es posible que un individuo sean cua-
les fueren sus medios de vidadeclare abiertamente a fa-
vor de una u otra nacionalidad. En un sistema interven-
cionista, si lo hace puede perder a los clientes de otras
nacionalidades o bien perder su empleo si el empresario
tiene una nacionalidad diferente [...]. Si se deja a los pa-
dres la eleccin de la escuela a la cual ellos desean en-
viar a sus hijos, se los expone a todas las formas conce-
bibles de coercin poltica. En todas las reas donde hay
mezcla de nacionalidades, la escuela es un premio polti-
co de suprema importancia. No se la puede privar de su
carcter poltico en tanto sea una institucin pblica y
obligatoria. De hecho, slo hay una solucin: el Estado,
el gobierno, las leyes no deben intervenir de ninguna
manera en la instruccin o educacin. Los fondos pbli-
cos no deben ser utilizados para esos propsitos. La edu-
Rothbard
Mises Hispano 168
cacin de la juventud debe ser dejada enteramente a los
padres y a las asociaciones e instituciones privadas.
8
En realidad, una de las principales motivaciones de la legin de
reformadores educacionales de los Estados Unidos de media-
dos del siglo XIX que establecieron el moderno sistema de edu-
cacin pblica fue precisamente utilizarlo para que las oleadas
de inmigrantes que llegaban al pas fueran perdiendo su lengua y
su cultura originales y llegaran a constituir, como lo declar el
reformador educacional Samuel Lewis, un pueblo. Lo que ms
impuls la reforma educacional fue el deseo de la mayora
anglosajona de someter, encauzar y reestructurar a los inmigran-
tes, y en particular, destruir el sistema escolar parroquial de los
catlicos. Los crticos de la Nueva Izquierda, que perciben el rol
que desempean hoy en da las escuelas pblicas en cuanto a
deformar y moldear las mentes de los nios de los guetos, sim-
plemente estn captando algo que es la encarnacin actual de un
objetivo educacional largamente acariciado por las clases diri-
gentes los Horace Mann y los Henry Barnard y los Calvin
Stowe. Fueron Mann y Barnard, por ejemplo, quienes instaron
a emplear las escuelas pblicas para el adoctrinamiento contra el
gobierno de las masas, del movimiento jacksoniano. Y Stowe,
autor de un admirable tratado sobre el sistema prusiano de edu-
cacin pblica obligatoria originalmente inspirado por Martn
Lutero, escribi sobre las escuelas en trminos inconfundible-
mente luteranos y militares:
Si el inters en la seguridad pblica le da derecho al
gobierno a obligar a los ciudadanos a cumplir con su
deber militar cuando el pas es invadido, la misma
razn lo autoriza a exigirles que eduquen a sus hijos
[...]. Un hombre no tiene ms derecho de poner en pe-
ligro al Estado arrojando sobre l la carga de sus hijos
ignorantes y viciosos, que el que tiene de admitir a los
espas de un ejrcito invasor.
9
8
Mises, Ludwig von. The Free and Prosperous Commonwealth. Princeton, N.J., D. Van
Nostrand Co., 1962, pp. 114-15.
9
Stowe, Calvin E. The Prussian System of Public Instruction and its Applicability to the
United States. Cincinnati, 1830, pp. 61 ss. Sobre las motivaciones elitistas de los
reformadores educacionales, vase Katz, Michael B. The Irony of Early School Reform.
Boston, Beacon Press, 1970.
Rothbard
Mises Hispano 169
Cuarenta aos ms tarde, Newton Bateman, un lder de la edu-
cacin, habl del derecho de dominio eminente del Estado
sobre las mentes, almas y cuerpos de los hijos de la nacin: La
educacin, afirm, no puede ser dejada a los caprichos y con-
tingencias de los individuos [...].
10
El intento ms ambicioso de los partidarios de la instruccin
pblica obligatoria para llevar al mximo su control sobre los
nios tuvo lugar en Oregn a principios de la dcada de 1920. El
estado de Oregn, no conforme siquiera con las escuelas priva-
das certificadas por el Estado, aprob el 7 de noviembre de 1922
una ley por la cual se proscriban las escuelas privadas y se
obligaba a todos los nios a asistir a escuelas pblicas. De este
modo alcanzaba su culminacin el sueo de los educacionistas.
Por fin todos los chicos seran introducidos dentro del molde
democratizante de la educacin uniforme impartida por las
autoridades estatales. Afortunadamente, la ley fue declarada
inconstitucional por la Suprema Corte de los Estados Unidos en
1925 (Pierce vs. Society of Sisters, 1 de junio de 1925). La Corte
declar que el nio no es una mera criatura del Estado, y
afirm que la ley de Oregn se hallaba en oposicin a la fun-
damental teora de la libertad sobre la cual se basan todos los
gobiernos en esta Unin. Los fanticos de la escuela pblica
jams volvieron a atreverse a llegar tan lejos. Pero es ilustrativo
darse cuenta de cules eran las fuerzas que intentaron proscribir
totalmente la educacin privada competitiva en el estado de
Oregon. Las puntas de lanza de la ley no eran, como podra
esperarse, educadores o intelectuales socialdemcratas o progre-
sistas, sino el Ku Klux Klan, entonces poderoso en los estados
del norte, que aspiraba a destruir el sistema educativo parroquial
catlico y obligar a todos los catlicos e hijos de inmigrantes a
asistir a escuelas pblicas que les inculcaran por la fuerza un
neo-protestantismo y una americanizacin. Es interesante
destacar que el Klan opinaba que esa ley era necesaria para
preservar las instituciones libres. Es interesante meditar sobre
el hecho de que el sistema de educacin pblica progresista y
democrtico del que se haca tanto alarde tena entre sus ms
ardientes defensores a los subgrupos ms intolerantes de la vida
10
Citado en Kirkland, Edward C. Dream and Thought in the Business Community, 1860-
1900. Chicago, Quadrangle Books, 1964, p. 54.
Rothbard
Mises Hispano 170
estadounidense, ansiosos por eliminar la diversidad y la variedad
en los Estados Unidos.
11
Uniformidad o Diversidad?
Si bien los actuales educacionistas no llegan tan lejos como el
Ku Klux Klan, es importante darse cuenta de que la misma
naturaleza de la instruccin pblica requiere la imposicin de
la uniformidad y la eliminacin de la diversidad y la individua-
lidad en la educacin, dado que es inherente a toda burocracia
gubernamental ajustarse a un conjunto de reglas e imponerlas
de manera uniforme y autoritaria. Si no fuera as, y el burcrata
decidiera sobre los casos individuales ad hoc, se lo acusara,
con justo derecho, de no tratar a cada contribuyente y ciudada-
no de manera igual y uniforme. Sera acusado de discrimina-
cin y de brindar privilegios especiales. Adems, desde el
punto de vista administrativo es ms conveniente para el bur-
crata establecer reglas uniformes en toda su jurisdiccin. A
diferencia de la empresa privada, cuya finalidad es obtener
ganancias, a la burocracia gubernamental no le interesa ser
eficiente ni servir a sus clientes lo mejor posible. Al no tener
fines de lucro, y a salvo de la posibilidad de sufrir prdidas, el
burcrata puede descuidar, y de hecho lo hace, los deseos y
demandas de sus consumidores-clientes. Su inters principal es
no hacer olas, y esto lo logra aplicando equitativamente un
conjunto de reglas uniforme, no importa lo inaplicable que
pueda ser en cualquier caso puntual.
El burcrata de la escuela pblica, por su parte, se enfrenta con
cierto nmero de decisiones cruciales y controvertidas para
determinar los parmetros de la educacin formal en su rea.
Debe decidir, por ejemplo: La educacin debera ser tradicio-
nal o progresista? De libre empresa o socialista? Competitiva
o igualitaria? Humanista o vocacional? Segregada o integra-
da? Debe incluir educacin sexual o no? Religiosa o laica? O
con alternativas diversas entre estos polos. La cuestin es que,
sea lo que fuere que decida, y aun si su decisin se adecua a los
deseos de la mayora del pblico, siempre habr un nmero
11
Vase Jorgenson, Lloyd P. "The Oregon School Law of 1922: Passage and Sequel."
Catholic Historical Review (octubre de 1968), pp. 455-460.
Rothbard
Mises Hispano 171
sustancial de padres y nios que sern privados en forma abso-
luta del tipo de educacin que desean. Si la decisin es favora-
ble a la disciplina tradicional en las escuelas, los padres de
ideas ms progresistas saldrn perdiendo, y viceversa; lo mismo
sucede con todas las dems decisiones crticas. Cuanto ms
pblica se torna la educacin, ms se privar a padres e hijos de
la educacin que, en su concepto, necesitan, y la uniformidad
impuesta con mano de hierro eliminar las necesidades y dese-
os de los individuos y las minoras.
En consecuencia, cuanto mayor sea la esfera de la educacin
pblica en comparacin con la privada, mayores sern el alcan-
ce y la intensidad del conflicto en la vida social, dado que si
una agencia gubernamental debe tomar la decisin acerca de si
la enseanza tiene que ser tradicional o progresista, integrada o
segregada, si se debe impartir educacin sexual o no, etc.,
entonces resulta sumamente importante obtener el control del
gobierno e impedir que los adversarios tomen el poder. Por
ende, tanto en educacin como en todas las dems actividades,
cuantas ms decisiones gubernamentales reemplacen la toma de
decisiones privadas, ms numerosos sern los diferentes grupos
que se enfrenten mutuamente, en una carrera desesperada para
que todas y cada una de las decisiones en cada rea se tomen
segn sus deseos.
Comparemos la privacin y el intenso conflicto social que son
inherentes a la toma de decisiones gubernamentales con la
situacin en un mercado libre. Si la educacin fuera estricta-
mente privada, todos y cada uno de los grupos de padres podr-
an patrocinar el estilo de escuela que prefieren. Surgira un
gran nmero de escuelas diversas para satisfacer las distintas
demandas educativas de padres e hijos. Algunas seran tradi-
cionales, otras progresistas, y entre ambos extremos habra toda
una gama de posibilidades: algunas escuelas experimentaran
con una educacin igualitaria y sin poner calificaciones; otras
pondran el nfasis en el riguroso aprendizaje de materias y en
la calificacin competitiva; habra colegios laicos y otros perte-
necientes a los distintos credos religiosos; algunas escuelas
seran libertarias y haran hincapi en las virtudes de la libre
empresa, mientras que otras predicaran las diversas formas de
socialismo.
Rothbard
Mises Hispano 172
Consideremos, por ejemplo, la estructura de la industria edito-
rial actual, tanto de revistas como de libros, teniendo en cuenta
que estas publicaciones son en s mismas una forma importante
de educacin. El mercado de revistas, que es bastante libre,
contiene todo tipo de publicaciones peridicas para satisfacer
una amplia variedad de gustos y demandas de los consumido-
res: revistas de informacin general, que circulan a nivel nacio-
nal; peridicos socialdemcratas, conservadores, y de las ms
diversas ideologas; publicaciones acadmicas especializadas; y
un sinnmero de revistas dedicadas a intereses especiales y a
distintos pasatiempos, como bridge, ajedrez, audio, etc. Una
estructura similar aparece en el libre mercado de libros: hay
libros de amplia circulacin, libros para mercados especializa-
dos, libros de las ms diversas ideologas. Si se derogara la
educacin pblica, paralelamente al libre mercado, variado y
diverso, de las revistas y libros, surgira un mercado de escue-
las que funcionara de manera similar. En contraste, si hubiese
slo una revista para cada ciudad o estado, pensemos en los
conflictos que se produciran: la revista debera ser conserva-
dora, liberal o socialista?, cunto espacio debera dedicar a la
ficcin, al bridge, etc.? Las presiones y las disputas seran
intensas, y no podra haber una resolucin satisfactoria, dado
que cualquier decisin privara a innumerables cantidades de
personas de lo que quieren y requieren. Por lo tanto, lo que
piden los libertarios no es tan exagerado como podra parecer a
primera vista; reclaman un sistema educativo tan libre y variado
como la mayora de los dems medios educativos de hoy. Vol-
vamos a centrarnos en otros medios educacionales. Qu pen-
saramos, entonces, si el gobierno, federal o estatal, propusiera
utilizar el dinero de los contribuyentes para crear una cadena
nacional de revistas o diarios pblicos, y luego obligar a todos,
o a los nios, a leerlos? Ms aun, qu pensaramos si proscri-
biera todos los dems diarios y revistas, o al menos aquellos
que no se ajustan a ciertos estndares determinados por una
comisin gubernamental acerca de lo que los nios deberan
leer? Sin duda, una propuesta semejante horrorizara a todos los
ciudadanos, y no obstante ste es precisamente el tipo de rgi-
men que el gobierno ha establecido con las escuelas. Una pren-
sa pblica coaccionada a tal extremo sera considerada con
justicia como una invasin a la libertad de prensa bsica. La
libertad educacional no es por lo menos tan importante como la
Rothbard
Mises Hispano 173
libertad de prensa? No son ambas medios vitales para la in-
formacin y educacin pblica, para la libre indagacin y
bsqueda de la verdad? De hecho, la supresin de la instruccin
libre debera suscitar mayor horror que la supresin de la pren-
sa libre, dado que aqu las mentes inmaduras de los nios estn
involucradas en forma ms directa.
Resulta curioso que al menos algunos defensores de la escuela
pblica hayan reconocido la analoga entre la educacin y la
prensa, y hayan aplicado su lgica a esta ltima rea. As, en las
dcadas de 1780 y 1790 tuvo gran importancia en la poltica de
Boston un grupo federalista de primer orden, la Faccin de
Essex, formado por comerciantes y abogados destacados
oriundos del condado de Essex, Massachusetts. Los hombres de
Essex deseaban la implantacin de un sistema de instruccin
pblica de amplio alcance para ensear a la juventud la subor-
dinacin adecuada. Uno de los integrantes del grupo, Stephen
Higginson, declar francamente que hay que ensearle a la
gente a confiar en sus gobernantes y a venerarlos. Otro lder
del grupo, el comerciante y terico Jonathan Jackson, consi-
der, con total coherencia, que los diarios eran una forma tan
importante de educacin como la instruccin formal; acus a la
prensa libre de ponerse necesariamente al servicio de sus lecto-
res y abog por la existencia de peridicos de propiedad estatal
que fueran independientes de sus lectores y, por lo tanto, pudie-
ran inculcar las virtudes apropiadas a la ciudadana.
12
El profesor E. G. West ofreci tambin una ilustrativa analoga
entre la provisin de educacin y la de alimento, sin duda una
industria que tiene al menos la misma importancia para los
nios que para los adultos. West sostiene:
Proteger a un nio contra el hambre y la desnutricin
probablemente es tan importante como preservarlo de la
ignorancia. Sin embargo, es difcil concebir que un go-
bierno, deseoso de procurar a los nios los niveles
mnimos de alimentacin y vestimenta, promulgara le-
12
Vase Fischer, David Hackett. "The Myth of the Essex Junto.