Este documento analiza la noción de formación desde una perspectiva crítica. Explica que la idea de formación se centraba originalmente en la ilustración del entendimiento, pero fue criticada por no considerar otros factores. Propone reconstruir el concepto de formación para incluir una perspectiva más amplia y crítica que reconozca la complejidad de la educación y la sociedad.
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Este documento analiza la noción de formación desde una perspectiva crítica. Explica que la idea de formación se centraba originalmente en la ilustración del entendimiento, pero fue criticada por no considerar otros factores. Propone reconstruir el concepto de formación para incluir una perspectiva más amplia y crítica que reconozca la complejidad de la educación y la sociedad.
Este documento analiza la noción de formación desde una perspectiva crítica. Explica que la idea de formación se centraba originalmente en la ilustración del entendimiento, pero fue criticada por no considerar otros factores. Propone reconstruir el concepto de formación para incluir una perspectiva más amplia y crítica que reconozca la complejidad de la educación y la sociedad.
Este documento analiza la noción de formación desde una perspectiva crítica. Explica que la idea de formación se centraba originalmente en la ilustración del entendimiento, pero fue criticada por no considerar otros factores. Propone reconstruir el concepto de formación para incluir una perspectiva más amplia y crítica que reconozca la complejidad de la educación y la sociedad.
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La educacin como cuestin prctica. Una lectura reconstructiva de la idea de
formacin desde la Teora Crtica de la Sociedad. Andrea Daz
1. La necesidad de reconstruir una nocin de formacin.
Inscribir lo educativo como cuestin prctica supone subrayar la espesura tica y poltica de esta accin, al tiempo que adentrarnos en una tradicin que se manifiesta a lo largo de la historia en los ideales pedaggicos de Paideia, Humanitas y Bildung. Si bien cada una de ellos se inscribe en un contexto histrico poltico particular, resaltando incluso elementos diferenciados, la literatura pedaggica ha convenido en trazar un recorrido compartido por ideales que se unifican en entender el sentido ltimo de la educacin como formacin del hombre en la comunidad y el tiempo que habita 1 . La formacin es el proceso por el cual el ser humano se construye a s mismo, constituye su voluntad en el conflicto permanente entre sensibilidad y razn, es decir, entre individuo y sociedad (Goergen, 2009). En este sentido amplio de formar la subjetividad moral, la nocin subsiste hasta mediados del S. XX, sobreviviendo de modo ms claro en la hermenutica y en la pedagoga de la liberacin de Paulo Freire. El desarrollo fctico de los saberes que estructuran el campo de las ciencias de la educacin ha desplazado a la pedagoga como teora de la educacin- y a la filosofa de la educacin a un lugar secundario. El discutido estatuto epistmico de la pedagoga como disciplina 2 , junto con la herencia fuertemente espiritualista con la que ambas disciplinas se expresaron a mediados del siglo pasado en nuestro pas, pudo haber contribuido al recelo que la investigacin acadmica forj frente a ellas. Retomando la distincin de Durkheim, podra afirmarse que el modelo de las Ciencias de la Educacin se impuso por sobre la Pedagoga, y con ello, un
1 Respecto a las particularidades, la paideia tiene connotaciones ticas que no estn presentes en la conquista de la autodeterminacin que se expresa en la bildung de los iluministas. En nuestro medio, este ordenamiento puede encontrarse en las presentaciones de Lorenzo Luzuriaga sobre historia de la educacin. 2 Este ha sido un tema recurrente en los encuentros de ctedras de pedagoga de Universidades Nacionales. Vase por ejemplo VVAA, La Pedagoga y la formacin del hombre. IV Encuentro de Ctedras de Pedagoga de Universidades Nacionales "Definicin de la pedagoga como disciplina y discusin de su campo epistemolgico". Dpto de Educacin de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNRC. 2
modelo de racionalidad al que objetaremos como insuficiente, especialmente, cuando se erige como dominante frente a otras formas de saber. Con todo, tambin la idea de formacin, asentada en la ilustracin del entendimiento, sufre el embate crtico de su fundamentacin filosfica, en especial, por asentarse en la primaca de un pensamiento centrado en la conciencia representacional, que encuentra su autonoma en el juicio moral, y justifica su proyeccin formativa en tesis de filosofa de la historia. Estas crticas, provenientes de tradiciones modernas pero tambin de aquellas que se distancian del horizonte normativo de la modernidad, colabor para que en el terreno de la teora educativa se redujeran aquellas concepciones normativas de lo educativo. La educacin es una prctica social sujeta tensiones polticas e ideolgicas que reflejan la complejidad de la sociedad de la que forma parte estructural, y a la que responde como instancia preferencial en su reproduccin cultural. Sin embargo, puede esconderse en esta conceptualizacin una restriccin a la facticidad de lo que la educacin es como campo sistmico complejo y sobredeterminado. Por el contrario, la funcin poltica que la educacin asume en el sistema social no agota la espesura de su naturaleza prctica: la educacin forma y al hacerlo opera la transformacin de individuos en sujetos morales. En la formacin media la complejidad de la prctica histrica, la que configura la subjetividad bajo las formas concretas de la identidad personal, la sociabilidad y la ciudadana. Por tanto y como lo expresara la pedagoga clsica, la educacin en un sentido amplio es cuidado, disciplina, transmisin y moralizacin, abarca la educacin del hombre y del ciudadano. Colocar nuevamente la formacin en el debate educacional, obliga adems a situarnos en el marco de sociedades complejas. Si la escuela fue la institucin social que asumi de modo explcito la formacin, se asiste hoy a la proliferacin de mbitos donde la subjetividad constituye su experiencia formativa. Al respecto, desde diversas perspectivas tericas se viene detectando que el sistema escolar, al asumir cada vez ms la lgica de la formacin de competencias para el mundo del trabajo, se aleja del horizonte comprensivo de la formacin. En este registro de lectura podran colocarse las tesis que denuncian patologas en el mundo de la vida, bajo la forma de juridizacin del sistema de enseanza (Habermas, 1987), y cmo la dinmica de las transformaciones sociales, especialmente de la economa, reobran negativamente sobre el sistema de formacin, reducindolo a formacin de competencias (Flickinger, 2009). Con esto se pierde un aspecto esencial de la educacin, que tiene que ver con su forma peculiar de accin, la formacin. 3
El desafo de recuperar una concepcin de formacin es tambin una tarea ineludible a la que debe enfrentarse una teora crtica de la educacin. Una concepcin normativa de educacin estructura el discurso pedaggico, ya que es desde ella que se interpreta el presente y se interviene crticamente en l. Al postular que la educacin era una idea de perfeccin an no encontrada en la experiencia, Kant buscaba un ella un criterio de crtica y de unidad. En este sentido, la teora crtica de la educacin debe recuperar el sentido normativo de lo educativo para acceder a dos tareas: un diagnstico crtico del presente socioeducativo, y un horizonte interpretativo desde donde mirar los potenciales de emancipacin inscriptos en la propia prctica histrica, porque o ponto de vista crtico aquele que v o que existe da perspectiva do novo que ainda no nasceu, mas que se encontra em germe no prprio existente (Nobre, 2004:10). No obstante, esta concepcin normativa de educacin debe recuperar la tradicin pedaggica de la formacin al tiempo que asumir las crticas que se le realizaron. El desafo los colocamos en trminos de reconstruccin, en el sentido habermasiano, de una teora crtica de la educacin que recupere el ideal de la formacin, como modo de realizacin de la razn prctica. Lo que supone recuperar reflexiva y crticamente la tradicin que estructura simblicamente el presente, a la que es interpelada desde un horizonte poltico emancipatorio. En palabras de Nobre y Repa: Reconstruir no significa reproduzir o que factualmente, mas refletir sobre as regras que tm de ser supostas para que seja possvel a prpria compreenso do sentido e mesmo do no sentido do que construdo social y simbolicamente. Ao mesmo tempo, so regras, estruturas e processos que mostram potenciais de emancipao, possibilidades melhores de desenvolvimento, que no podem ser reduzidos realidade existente, facticidade de contextos que podem significar, ao contrrio, o bloqueio dessas potencialidades emancipatrias. (Nobre y Repa, 2012:8) En esta ponencia nos proponemos recuperar la nocin de formacin a partir del marco terico y los contenidos que se trabajan en el Programa de Filosofa de la Educacin; tarea que podra caracterizarse como un ejercicio interpretativo del modo en que entendemos la filosofa y su vinculacin con la educacin. Enmarcado en la modernidad filosfica, la idea de formacin fija un horizonte de comprensin de lo educativo. Los lmites de esta conceptualizacin y su contenido, fueron criticados, evidenciando insuficiencia, exclusin, dominio y patologas. Sin embargo, es revisitando la tradicin e interpelando su base racional desde una teora que interpreta las prcticas- que pueden encontrarse posibilidades no exploradas, vislumbrar 4
procesos an no enunciados, denunciar reglas que obturan la realizacin del contenido normativo de una modernidad que se sigue realizando en la autodeterminacin. Presentaremos sintticamente la nocin de formacin en la modernidad como as tambin algunas de las principales crticas que se le realizaron. A continuacin, posicionados en la perspectiva de la Teora Crtica de la Sociedad, ponemos a consideracin una lectura interpretativa de la formacin anclada en los procesos de reproduccin del mundo de la vida. Finalmente, a modo de cierre y apertura, subrayaremos los elementos que configuran esta nocin de formacin, las problemticas a las que creemos da cabida, como as tambin las posibilidades de dilogo con otras perspectivas tericas contemporneas.
2. La idea de formacin en la modernidad.
El concepto de Bildung se interpreta clsicamente en dos sentidos, significa tanto la cultura que posee un individuo como el resultado de su formacin en aquellos contenidos de la tradicin que configuran su entorno cultural. Se lo caracteriza como el proceso por el que se adquiere cultura, como tambin la propia cultura en tanto patrimonio humano. Pedaggicamente el concepcin de Bildung se manifiesta tempranamente en la historia de la pedagoga, y se lo asocia a la propia idea enseanza, educacin y competencia personal. Pero es en la modernidad donde la idea de formacin se complejiza desde la diversidad de acciones que supone educarse y se la fundamenta en la razn prctica, encontrando sus matices ms acabados en las reflexiones pedaggicas de Rousseau, Kant, Herbart y Hegel, entre otros. Antes de presentar las singularidades que la formacin asume en la reflexin pedaggica de los autores mencionados, vamos a retomar como gua expositiva la colocacin que hace del tema Hans Georg Gadamer, al situar la Bildung como uno de los rasgos estructurantes del pensamiento moderno. La formacin est referida al modo especficamente humano de dar forma a las disposiciones y capacidades naturales del hombre, implica apropiarse por entero de aquello en lo que y a travs de lo cual uno se forma. Por esto, es una nocin que da cuenta de la adquisicin o incorporacin de los elementos del medio cultural por parte del sujeto. Dice Gadamer, 5
en esta medida, todo lo que ella incorpora se integra en ella, pero lo incorporado en la formacin no es como un medio que haya perdido su funcin. En la formacin alcanzada nada desaparece, sino que todo se guarda (Gadamer, 1977: 40). Otra nota caracterstica es el abandono de la singularidad, el extraamiento, y el retorno de la particularidad pero dirigida y sopesada desde una generalidad que la determina y fija su valor. Se trata, bsicamente de reconocer en lo extrao lo propio, y hacerlo familiar, es el movimiento fundamental del espritu, cuyo ser no es sino retorno a s mismo desde el ser otro. Nos interesa particularmente aquello que posibilita este proceso de extraamiento, reconocimiento e individuacin que conlleva la formacin, es decir, la mediacin que lo hace posible, esto es, la cultura: () cada individuo que asciende desde su ser natural hacia lo espiritual encuentra en el idioma, costumbres e instituciones de su pueblo una sustancia dada que debe hacer suya de un modo anlogo a como adquiere el lenguaje. En este sentido el individuo se encuentra constantemente en el camino de la formacin y de la superacin de su naturalidad, ya que el mundo en el que va entrando est conformado humanamente en lenguaje y costumbres. (Gadamer, 1977:43) Ms all del lenguaje en que se expresa, el propio Gadamer reconoce que la formacin es un ideal necesario para las ciencias del espritu ya que, an aquellas que se apartan de Hegel, se mueven en el horizonte demarcado por la idea de Bildung. Destaca que la caracterstica general de la formacin, es mantenerse abierto hacia lo otro, hacia puntos de vista distintos y generales. De esta manera, La formacin comprende un sentido general de la mesura y de la distancia respeto a s mismo hacia la generalidad. Verse a s mismo y ver los propios objetivos privados con distancia quiere decir verlos como lo ven los dems. Y esta generalidad no es seguramente una generalidad del concepto o de la razn. No es que lo particular se determine desde lo general; nada puede aqu demostrarse concluyentemente. Los puntos de vista generales hacia los cuales se mantiene abierta la persona formada no representan un baremo fijo que tenga validez, sino que le son actuales como posibles puntos de vista de otros. (Gadamer, 1977:46) La conciencia formada opera desde un sentido general y comunitario. Este resultado, es posible porque la cultura acta como medio, lmite y contenido de esta adquisicin. Como medio, en el sentido que el aprendizaje por el cul nos apropiamos y adentramos en el mundo cultural se realiza por medio del lenguaje; ste nos permite reconocernos y hacernos del 6
mundo, en el sentido profundo que cita Gadamer. Por la comunicacin se incorporan las costumbres del espacio y tiempo en que se vive, pero fundamentalmente, se comparte un mundo humano estructurado simblicamente a travs de lenguaje, tradiciones e instituciones. Adems, es posible pensar la cultura como horizonte que limita ese proceso de formacin. Aqu el lmite acta como condicin de posibilidad histrica, en el sentido de contenedor de oportunidades de experiencias. Los trazos que demarcan lo posible estn dados por los potenciales de accin que estn inscriptos en la propia experiencia histrica del presente, es decir, que son fruto de las interacciones de los sujetos sociales. Por ltimo, la Bildung supone apropiarse de los contenidos culturales que nos permiten integrarnos y participar en el mundo que habitamos. La cultura objetivada en saberes, normas y valores sern los contenidos de la formacin. La nocin de formacin est presente en el pensamiento pedaggico moderno, el cual entiende que la educacin forma la subjetividad. En la vertiente del idealismo alemn y en las filosofas de la historia de Kant y Hegel, aparece bajo el concepto de Bildung. Juan Mantovani reserva esta denominacin para expresar el ideal educativo del neohumanismo de fines del siglo XVIII y el romanticismo de principios del siglo XIX. En ellos la educacin se entiende como formacin interior, contraponindose al movimiento de la Aufklrung centrado en el carcter externo de la educacin (Cfr. Mantovani, 1947 y 1981). Una colocacin distinta es la que presenta John Dewey en Democracia y Educacin. All el autor identifica la concepcin de educacin como formacin, la formacin del espritu mediante el establecimiento de ciertas asociaciones o conexiones de contenido por medio de una materia presentada desde afuera, con la pedagoga de Herbart. Lo cierto es que el concepto moderno de formacin adquiri preponderancia en el Siglo XVIII y prepar el sustrato sobre el que se desarrollaran en el Siglo XIX las ciencias del espritu. El clasicismo alemn coloca este concepto como superador del ideal esttico barroco y del racionalismo de la Ilustracin. Empero, en sentido amplio, se encuentran concepciones normativas de educacin que hacen hincapi en la idea de formacin en el Romanticismo y la Ilustracin. Un caso paradigmtico de esta confluencia lo constituye Jean-Jacques Rousseau 3 . Su concepcin educativa, asentada en la tesis de la armona entre naturaleza y civilidad, conjuga elementos del romanticismo y de la ilustracin. Para el ginebrino, educar no solo es recibir
3 Cfr. Dalbosco, Filosofia e Educao no Emlio de Rousseau. Campinas, Alnea Editora,2011. 7
lecciones de la naturaleza, los hombres y las cosas, sino que fundamentalmente- saldr bien educado el discpulo que vea conspirar las lecciones de estos tres maestros todas a un mismo fin y versarse en los mismo puntos. La educacin natural busca educar al hombre y al ciudadano, lo que puede lograrse simultneamente slo si se practica el trnsito a la civilidad bajo la gua de la naturaleza. Conocedor de Emilio, en sus reflexiones pedaggicas de Kant retoma crticamente el texto, del que va a distanciarse especialmente en la eficacia formativa que Rousseau coloca en la Naturaleza. Va a considerar que la formacin es la parte positiva de la educacin entendida como civilidad y moralizacin. La cultura comprende la instruccin y la enseanza, y proporciona la habilidad por la cual se alcanzan los fines. La civilidad es un tipo de enseanza tendiente a la adaptacin del hombre a la sociedad mediante el ejercicio de la prudencia, las buenas maneras y el trato social. Por ltimo, la moralizacin guarda una estrecha vinculacin con el imperativo categrico, el hombre debe tener un criterio conforme al cual pueda elegir los buenos fines, aquellos que aprueba a nivel personal y para todos los hombres. Por la educacin, entonces, el hombre ha de ser disciplinado, cultivado y moralizado. En la filosofa hegeliana, por la educacin el hombre rompe con la inmediatez de la naturaleza y mediatiza con lo absoluto. El trabajo de la formacin tiene como objetivo la superacin de la mera subjetividad que no se ha elevado todava a lo universal y objetivo. Esto supone un proceso de progresiva alienacin: aquello por tanto, mediante lo que el individuo adquiere aqu su valor y realidad, es la formacin. Su verdadera naturaleza y sustancia originaria es el espritu de alienacin del ser natural (Hegel, 1991:41). Sintetizando, la formacin es la resultante del proceso de desarrollo del espritu que se expresa en la subjetividad libre o autoconciencia. Esta es posible por la mediacin del proceso educativo, el cual tiene por fundamento la cultura. La educacin es el pasaje de lo singular, como expresin de la particularidad o subjetividad inmediata, a lo universal, expresin del ciudadano, hombre educado y tico. Este proceso de formacin de constitucin de la subjetividad como autoconciencia- es un proceso de objetivacin posibilitado por el reconocimiento, el cual asume la forma arquetpica de lucha entre formas de conciencia antagnicas. Esta concepcin de objetivacin de la conciencia por medio del reconocimiento, enriquecida con aportes de otras tradiciones tericas, est presente en Pedagoga del Oprimido de Paulo Freire. El concepto de educacin liberadora es un claro referente donde se actualiza la idea de formacin como humanizacin, con la incorporacin de elementos que a su vez se distinguen 8
de la matriz cultural de la modernidad europea dominante en el modo de entender la cultura y la subjetividad. Ms all de las singularidades, la concepcin formativa moderna entiende que educar es moldear la humanidad del hombre, conformar la subjetividad moral. La forma que asume es la edificacin de la autonoma, denominador comn de la ciudadana moderna y nota distintiva del ejercicio de una voluntad estructurada desde y para un espacio pblico poltico. La autonoma es la finalidad rectora de la accin educativa, se estructura tensionando dialcticamente antagonismos que la educacin como proceso formativo busca articular: heteronoma y autonoma; mayora y minora de edad; naturaleza y civilidad. La forma de transitar estas tensiones en trminos pedaggicos, estas asimetras- va desde la armona natural a la disciplina. Sin embargo, ms all de las distancias, la necesidad y la legitimidad de la educacin se dirimen en la propia finalidad formativa. Es este ideal, el que permite resolver la paradoja que supone formar al hombre, al soberano, al ciudadano autnomo, mientras es heternomo. Ahora bien, llegados a este punto es de notar que este concepto moderno de formacin, que expresa el optimismo en el progreso moral de la humanidad, encuentra en la filosofa de la historia su razn de ser y en la filosofa prctica su condicin de posibilidad. Desarrollaremos brevemente alguna de las crticas realizadas a la fundamentacin y al modo en que se entiende esta concepcin educativa.
3. Los lmites de la concepcin moderna de formacin.
La modernidad educacional elabora una idea de formacin supeditada a un modelo de racionalidad cuya expresin es una filosofa de la historia y del sujeto como autoconciencia. Desde ambas se entrelazan las cuestiones acerca del sentido y la posibilidad de la educacin. De las tesis de filosofa de la historia la pedagoga construye argumentos en torno al fin de la educacin. A la pregunta para qu educar, el sentido de la educacin se funda en la idea de progreso de la humanidad que como marcha racional, consigue romper y sobreponerse al estado de naturaleza. Este fin se erige como moralmente deseable y necesario puesto que los hombres han decidido libre y voluntariamente vivir juntos. La relacin entre naturaleza y 9
razn, las formas en que se dirime la misma, es un punto neural en la legitimidad de la formacin de la subjetividad. La idea moderna de formacin, en especial la justificacin de la accin de educar, se realiz claramente al amparo de tesis de filosofa de la historia. De Rousseau a Marx, pasando por Kant y Hegel, con las singularidades que los distinguen, la educacin se torna necesaria y posible porque hay una idea de humanidad que se conforma, realiza y supera progresivamente. Ese progreso se muestra en la historia, se expresa y materializa en rdenes sociales, instituciones, costumbres y saberes. La filosofa moderna encuentra que la historia tiene un sentido, el cual es aprehendido por la conciencia cognoscitiva y realizado en la experiencia del sujeto histrico. La labor de la filosofa de la historia se torna prospectiva, por lo que requiri de una fundamentacin crtico- cognoscitiva de su prognosis. Los dos presupuestos fundamentales son la unidad del mundo y la capacidad de la historia de ser hecha; sobre ambos, se acrecienta la autoconciencia de la ilustracin que anima a aprehender racionalmente la historia. Al mismo tiempo, el progreso objetivo parece acompaar esta actitud, corporizada en el desarrollo de la burguesa como sector dinamizador de los procesos histricos. Examinadas desde la contemporaneidad, Habermas sostiene que las presuposiciones inmanentes de la filosofa de la historia no son hoy en da improcedentes, sino que en la actualidad se han tornado verdaderas por primera vez (Habermas, 1997:265). En su opinin, el contexto de comunicacin global posibilita que las historias particulares se fusionen en historia de un mundo; la Humanidad, sujeto con capacidad de hacer la historia, se ve confrontada a la paradoja de que esta realizacin fcticamente escapa a su dominio. En tanto, la representacin que supone la historia como totalidad y unidad, se torna cuestionable: el hecho de que la misma unidad global se haya tornado por primera vez histrica contradice una forma de consideracin que supone la totalidad desde el principio de la historia. Si adems las relaciones sociales slo se tornan accesibles a la planificacin racional de los hombres en un estadio comparativamente posterior de su desarrollo histrico, entonces la capacidad de ser hecha tampoco puede afirmarse de la historia en su totalidad; el hecho de que la misma capacidad de racionalizacin se haya tornado por vez primera histrica, contradice una forma de consideracin que supone un sujeto desde el principio de la historia (Habermas, 1997:265) 10
La objecin fundamental a la filosofa de la historia es que postula a sujetos histricos como posibles sujetos de la historia, y al hacerlo presupone que consciente y voluntariamente ellos asumen las tendencias objetivas del desarrollo, decidiendo actuar poltica y colectivamente en favor de su bienestar. Este supuesto de la filosofa de la conciencia es el pilar fundamental que se ha tornado problemtico. El otro cimiento que fundamenta la formacin es el moderno descubrimiento de la facultad racional. Si el hombre es un ser racional, lo es cabalmente por la educacin de su entendimiento. Este proceso supone el trnsito de la minora a la mayora de edad (Kant), de la subjetividad inmediata a la autoconciencia (Hegel); se trata en fin, de edificar la autonoma de la voluntad como va de formar la ciudadana. Sin embargo, los supuestos que fundamentan esta concepcin pedaggica se tornan rebatibles en la contemporaneidad, debilitando con ello la nocin de formacin que es central y estructural para la pedagoga. Uno de estos escollos est supeditado al reduccionismo cognitivo instrumental que opera la razn en la filosofa de la conciencia. Este angostamiento, tiene implicancias en la forma de entender el sujeto, la racionalidad y la accin, circunscribiendo el mundo que se abre fruto de esa misma forma de accionar. Por tanto, la filosofa de la conciencia agota sus posibilidades al concebir al hombre como un ser que en su relacin con el mundo se caracteriza por el monopolio que representa su capacidad de salir al encuentro del ente, conocer y manipular objetos, de hacer enunciados verdaderos y llevar a efecto intenciones, la razn, ya sea en el plano ontolgico, en el plano de la teora del conocimiento o en el plano del anlisis del lenguaje queda restringida a una sola de sus dimensiones. La relacin del hombre con el mundo experimenta una reduccin cognitivista: en el plano ontolgico se restringe al mundo del ente en su conjunto (como totalidad de los objetos representables y delos estados de cosas existentes); en el plano de la teora del conocimiento, a la capacidad de conocer estados de cosas existentes o de llegar a producirlos mediante una actividad racional con arreglo a fines; y el plano semntico. Al habla constatadora de hechos en que se emplean oraciones asertricas. (Habermas, 1989:369) De esta manera, la filosofa del sujeto agota su potencialidad y se manifiesta insuficiente para abordar cuestiones prcticas, reduciendo su posibilidad a operaciones instrumentales, 11
cosificando y manipulando un mundo al que se entiende como aquello existente, cognoscible y del que puede predicarse verdad. Esta crtica recorre la tradicin moderna ya que, a la par que se va configurando la razn moderna, el movimiento crtico se va gestando y expresando su desacuerdo. La filosofa de la reflexin emprende operaciones de delimitacin que son necesarias para edificar su propia positividad: fe y saber, finito e infinito, espritu y naturaleza, entendimiento y sensibilidad, razn y sin razn. La subjetividad penetra en estas positividades a costa de un extraamiento que es visto como resultado de la destruccin de la eticidad de la cotidianeidad poltica y privada (Habermas, 1989:361). Hegel interpreta los lmites de la razn centrada en el sujeto como desgarro necesario, pero conserva la certeza de que la filosofa es capaz de acceder a la totalidad, abrazando a la razn y su otredad. La nocin de razn situada precisamente, es la cristalizacin de la crtica que los jvenes hegelianos hicieran al espritu absoluto: la razn situada no determina ya su relacin con la historicidad del tiempo, con la facticidad de su naturaleza externa, con la subjetividad descentrada de la naturaleza interna y con la materialidad de la sociedad, ni recurriendo a la exclusin, sino por medio de una praxis de proyeccin y desarrollo de las fuerzas del propio ser, que se cumple bajo condiciones finitas, bajo condiciones que los sujetos no han elegido () Esta praxis social es el lugar en que la razn histricamente situada, corporalmente encarnada, confrontada con la naturaleza externa, se media s misma en trminos concretos con su otro (Habermas, 1989:361). Esta razn inclusiva es nuevamente objetada por Marx, en trminos de filosofa de la praxis, por Nietzsche, como genealoga de la moral, y por Freud quien muestra que el sustrato de la subjetividad es el inconsciente. Si bien Marx coloca el principio de la modernidad en la praxis del sujeto productor, la racionalidad con respecto a fines del trabajo no alcanza para explicar el desarrollo de estructuras normativas, y cmo la praxis emancipada podra brotar de una estructura de dominacin y alienacin (Cfr. Habermas, 1981). La filosofa de la praxis, al reducirse a racionalidad instrumental, no puede justificar el poder unificador de la razn concebido como praxis emancipatoria. Otra vertiente crtica de la racionalidad moderna, inaugurada por Nietzsche, signar la razn como dominio y voluntad de poder, alejndose de todo intento de reconciliacin que subyace an en los anlisis sobre la enajenacin. Su acometida alcanza a los fundamentos de filosofa prctica sobre los que descansa la idea de formacin. Respecto a la subjetividad que forma 12
progresivamente su identidad, Nietzsche va a postular una biografa que reconoce como ser- en-el-devenir y la experiencia de apertura a una autorrecreacin incesante dentro de la propia biografa (Cfr. Hopenhayn, 1997). La identidad es vista como disolucin y la subjetividad como individuacin. Tambin va a cuestionarse el vnculo entre modernidad e historia, expresado en la idea de progreso de la racionalidad. Aceptar la ideologa del progreso ineludible de la historia de la razn, es renunciar a la tesis de la autoinvencin de la modernidad. La teleologa implcita, la sucesin de formas cada vez ms acabadas de racionalidad infligen una rigidez difcil de conciliar con el espritu de autorrecreacin constante a la que la modernidad se ve obligada. La idea de un tiempo lineal y una marcha unvoca, son dos rasgos a los que se opondr diametralmente su filosofa. Michel Foucault recupera esta actitud crtica de los maestros de la sospecha como forma de deconstruccin de la racionalidad moderna. La subjetividad fundante ser revisada, con la ayuda de la arqueologa, la genealoga y la hermenutica, y situada como formas de subjetivacin y prcticas de s. La idea de progreso y razn, desmitificada en Las Palabras y las Cosas, ser interpretada en trminos de ontologa del presente en sus ltimos escritos, como forma de inscripcin crtica en una tradicin moderna que comienza en Kant y llega a la Escuela de Frankfurt 4 . Dir ngel Gabilondo: Sospechar es deconstruir la representacin, las astucias de lo Mismo, buscando mediante una labor controlada ir no slo contra el presente, sino contra la ley del presente, no slo contra lo que se manifiesta como todo y lo autntico que hay, sino contra lo que imposibilita que emerja lo real. (Gabilondo, 1990:21) Por ltimo, otra lnea de crtica a la razn como figura de lo Mismo es la que desarrolla la filosofa latinoamericana que, como pensar situado, deconstruye la subjetividad dominante en la interpelacin de la razn del otro. Posicionarse en esta mirada supone cuestionar la forma de subjetivacin y la racionalidad, al tiempo que permite recuperar en las categoras de exterioridad y otredad, prcticas, saberes y modalidades de accin que expresan otro modo de ser. Si bien estas lecturas, y sus fuentes tericas, tienen cada vez mayor presencia en el
4 Situar a un autor que hizo de la crtica una experiencia de s, puede arrojar tantos matices segn sean los momentos de su trayectoria intelectual en los que nos referenciemos. Al respecto, nos avalamos en los escritos donde Foucault habla de su trabajo y preferentemente a partir de los ltimos aos de vida, donde algunas biografas ven en sus intervenciones intenciones de aclarar y sistematizar. Vase, M. Foucault, tica, esttica y hermenutica. Barcelona, Paids, 1999. 13
campo de la educacin 5 , no podemos dejar de sealar el trabajo fundante y magistral de Paulo Freire. Este rpido recorrido indic los lmites de la filosofa moderna, especialmente, por las implicancias que tiene en la colocacin que hacemos de la educacin en la rbita de la razn prctica. No se trata de negar el estatuto prctico de lo educativo, sino ms bien, de revisar el modo en que ese estatuto fue entendido y con ello, las posibilidades y limitaciones que conlleva. Afirma Habermas que el concepto de razn prctica, en la modernidad pasa a entenderse como capacidad subjetiva, con lo que se aparta de las realizaciones en formas culturales de vida, en instituciones y rdenes polticos para circunscribirse a la felicidad individualistamente entendida y a la autonoma moralmente peraltada del sujeto individuado, a la libertad del hombre como sujeto privado que tambin puede asumir los papeles de miembro de la sociedad civil, de ciudadano de un determinado Estado y de ciudadano del mundo. En su papel de ciudadano del mundo el individuo se funde con el hombre en general, es a la vez yo como particular y yo como universal (Habermas, 1992:63). El modo en que se entendi el ideal de formacin, centrado en la ilustracin del entendimiento como requisito para el ejercicio del juicio moral autnomo, su fundamentacin anclada en la filosofa moderna, especialmente en una idea de autoconciencia y progreso, resulta hoy insuficiente porque no da cuenta de la amplitud y complejidad de las cuestiones prcticas. Es de notar que en el recorrido que mostr algunos de los lmites de esta concepcin, se ha mantenido una actitud de crtica a la actualidad, rasgo al que la modernidad qued sujeta en forma permanente. Este imperativo se realiza siempre desde un horizonte normativo hacia el que se pretende direccionar, al menos referenciar desde la denuncia, el espritu crtico. Habermas ha mostrado cmo la crtica radical no solo paga un alto precio por la renuncia al contenido normativo de la modernidad sino que encuentra serias dificultades a la hora de fundamentar desde dnde se hace la misma (Cfr. Habermas, 1989). El debate que abre esta posicin, que excede los lmites de este trabajo, gira en torno al vnculo entre modernidad,
5 Cfr. E. Dussel, E., Filosofa de la Liberacin. Bs. As., Ediciones La Aurora, 1985; R. Follari, R. Modernidad y posmodernidad: Una ptica desde Amrica Latina. Bs. As., Aique Grupo Editor, 1992; C. Cullen, Autonoma moral, participacin democrtica y cuidado del otro. Bs. As., Novedades Educativas, 1999; F. Brcena y Mlich, J., La educacin como acontecimiento tico. Natalidad, narracin y hospitalidad. Barcelona, Paids, 2000. 14
crtica y razn; el mismo es elaborado y actualizado constantemente en cada presentacin que la Teora Crtica de la Sociedad realiza. En lo concerniente a nuestro tema, es incuestionable que hay una perspectiva crtica y un inters por emanciparse de las formas que fija la autoconciencia en la metfora de las tres metamorfosis de Nietzsche, en la conceptualizacin de formas de gubernamentalidad, y en la nocin de exterioridad. La diferencia est por el estatuto que asume la crtica y el vnculo que la misma entabla con el contenido normativo que dicha emancipacin prefigura en el presente. La apropiacin que hacemos de estos debates es desde una opcin terica y como pedagogos que recurren a la filosofa buscando en sus interpretaciones, argumentos que nos permitan justificar una mirada crtica sobre la educacin como prctica compleja. Precisamente, la diversidad y complejidad de lo educativo, los mltiples registros y perspectivas que en esta accin se dirimen, nos llevan a optar por una teora crtica capaz de integrar esa espesura. La educacin es un asunto prctico, como el arte del gobierno, lo que implica dar cuenta cmo se constituye la singularidad y la comunidad, cmo se edifican y legitiman las formas de la vida comn; realizarlo supone intervenir fcticamente en mbitos de formalizacin diversa desde un marco prescriptivo, an en sus mnimas expresiones. Pero en todos ellos obra una concepcin formativa, negarlo sera ir contra el sentido de lo educativo, por lo que nos proponemos examinar la posibilidad de recuperar un concepto de educacin como formacin que no se fundamente en los supuestos de la filosofa de la conciencia y en la filosofa de la historia y desde el que pueda proponerse un horizonte de sentido a la crtica y a la intervencin educativa.
4. Una lectura reconstructiva de la formacin desde la Teora Crtica de la Sociedad.
Gran parte de la recepcin pedaggica de la Teora de la Accin Comunicativa estuvo centrada en dirimir la especificidad de la enseanza, debatiendo si es posible interpretarla en trminos de accin comunicativa. Ms all de las posiciones, lo cierto es que estas apropiaciones buscaron tipificar las acciones escolares, para avanzar en criterios de evaluacin, crtica y gestin de un mbito de accin como es la escuela. Conjuntamente, se cuestiona si la institucin escolar se sita en el sistema en el mundo de la vida (Cfr. Gimeno Lorente, 1995). Si bien Habermas no tematiza cuestiones pedaggicas, hay referencias en su obra que permiten caracterizar a la escuela como mbito de accin integrado comunicativamente, con 15
una lgica inherente a sus funciones y que como todo el complejo sistema poltico de accin del Estado democrtico de derecho- est inserto en los contextos del mundo de la vida 6 . Esta referencia permite saltar la cuestin arriba citada al tiempo que arroja indicios para poder reconstruir la idea de formacin desde la espesura del mundo de la vida. Es en esa instancia de la interaccin cara a cara, en el espacio que se construye en la intersubjetividad lingstica, donde la escuela forma con mayor eficacia. Esto es, donde concentra su posibilidad de educar en un sentido crtico y emancipador; pero tambin es all donde se juega la posibilidad contraria, es decir, de tornar la enseanza en una prctica bancaria, acrtica y domesticadora al decir de Freire. No son frecuentes los anlisis sobre la recepcin de Habermas en educacin que se hayan centrado en el proceso de reproduccin del mundo de la vida. El desafo que representa hoy pensar este tema se ubica en relacin a dos cuestiones fundamentales. En primer lugar, y como imperativo de teora crtica, la necesidad de reconstruir y fundamentar una concepcin normativa de educacin que supere los escollos que embretaron la moderna idea de formacin. Lo cual lleva a ahondar en el excedente normativo que debe buscarse inexorablemente en el mundo de la vida. Esto trasluce un posicionamiento terico, pero tambin metodolgico puesto que el horizonte normativo (el indito viable freireano) ha de extraerse de las formas de reconocimiento intersubjetivas histricamente determinadas que estn en el mundo de la vida. Partimos tambin del supuesto que esas relaciones de reconocimiento histricamente determinadas son forjadas en la interaccin, por ende, posible de ser ledas desde una nocin de educacin como formacin. En segundo lugar, tambin como imperativo para una teora pedaggica emancipadora, avanzar en el anlisis del mundo de la vida supone la posibilidad de encontrar nuevos marcos interpretativos para mirar la lgica propia del sistema escolar y de su accin esencial, la enseanza y el aprendizaje de saberes, normas y procedimientos necesarios para la vida social. Presentaremos a continuacin la conceptualizacin del mundo de la vida y su proceso de reproduccin para, a continuacin, examinar sus posibilidades en trminos de formacin.
6 En Facticidad y Validez expresa: Pero muchos mbitos altamente organizados como son, por ejemplo el sistema educativo y el sistema de la ciencia, no deben en modo alguno su lgica especfica, lgica que oponen alas intervenciones estatales directas, un cdigo propio o a un medio de control o regulacin anlogo al que representa el dinero, sino a la lgica de sus cuestiones y planteamientos especiales (Habermas, 1992:433) 16
4.1 El concepto pragmtico de mundo de la vida en Teora de la Accin Comunicativa y su proceso de reproduccin
El concepto de mundo de la vida aparece tardamente en la obra de Husserl luego de constatar aspectos problemticos de la cientificidad moderna. El concepto de verdad objetiva, y sobre todo la atemporalidad y antihistoricidad del saber cientfico condujeron a las ciencias a un callejn sin salida. La intencin de Husserl es descubrir la causa de la crisis de las ciencias y buscar lneas de superacin y renovacin. En esa bsqueda, el autor retrocede al lebenswelt, lo que supone poner en primer plano la doxa. Las evidencias del mbito de la doxa, anteriores a las del saber cientfico objetivo, constituyen el estrato ms profundo y primigenio de la experiencia, por lo que deber buscarse en ese mbito el fundamento de las evidencia de las ciencias. En La crisis de las ciencias europeas, el mundo de la vida es visualizado como el horizonte de nuestras metas inmediatas, particulares y cambiables, como en el horizonte de fines permanentes (Bonilla, 1987). Definido como reino de evidencias originarias, el conocimiento precientfico del lebenswelt desempea la funcin de posibilitar al hombre el cumplimiento globalmente satisfactorio de las metas de su vida prctica. En la Teora de la Accin Comunicativa Habermas recupera la imagen de horizonte, que se desplaza al cambiar el lugar en que uno se sita, que puede dilatarse y contraerse. En trminos de teora de la accin, la nocin de mundo de la vida es reconstruida a partir de los desarrollos de Husserl, Schtz, Berger y Luckmann a fin de dar cuenta de un concepto que sea capaz de despojarse de las estructuras de la filosofa de la conciencia, y quede anclado en la perspectiva de la teora social y fundamentalmente- pueda dar cuenta de un mundo intersubjetivamente compartido. Por esta ltima razn, el concepto de mundo de la vida es complementado con el de accin comunicativa, lo que le permite a Habermas situar su teora en una perspectiva pragmtica y lingstica. El mundo de la vida es caracterizado, desde un punto de vista pragmtico, como el entorno donde se mueven los agentes comunicativos. La situacin queda definida para el actor como el centro de su mundo de vida y est compuesta por los fragmentos de temas, fines y planes de accin que se destacan y articulan en cada momento en particular. Por esta razn afirma Habermas que, en este entorno vital, los horizontes de la situacin se desplazan, se dilatan o encojen, pero nunca pueden trascender al mundo de la vida. 17
La lebenswelt constituye un contexto que siendo l mismo ilimitado, establece empero lmites. Es ilimitado en el sentido que este horizonte de accin, al estar formado por patrones de interpretacin transmitidos culturalmente y organizados lingsticamente, es plausible de expansin y transformacin. Sin embargo, y por la misma razn, se acenta la inmanencia de las formas del entendimiento lingstico respecto al mundo de la vida por lo que no hay nada que sea exterior o anterior a l; las estructuras del mundo de la vida fijan las formas de la intersubjetividad del entendimiento posible. El mundo de la vida es constitutivo del entendimiento como tal; en esto se diferencia de los conceptos formales de mundo. En los conceptos formales de mundo, hablante y oyente pueden cualificar los referentes posibles de sus actos de habla de modo que puedan referirse a ellos como algo objetivo, normativo o subjetivo. El mundo de la vida no permite estas calificaciones, no pudiendo hablante y oyente referirse a algo como intersubjetivo; ms bien, el mundo de la vida es el horizonte en el cul se mueven, en tanto que intrpretes pertenecen a l junto con sus actos de habla. Por esto expresa Habermas que el mundo de la vida implica a los actores desde la segunda persona del plural; esa comunalidad se asienta en un saber sobre el que hay consenso y es en principio- aproblemtico. Este mundo de la vida cotidiano acta como un sistema de referencia que est en la base de las exposiciones narrativas. Afirma Habermas: En la prctica comunicativa cotidiana las personas no slo se salen mutuamente al encuentro en la actitud de participantes, sino que tambin hacen exposiciones narrativas de lo que acaece en el contexto de su mundo de la vida. La narracin es una forma especializada de habla constatativa que sirve a la descripcin de sucesos y hechos socio-culturales. A la base de sus exposiciones narrativas los actores ponen un concepto no terico, profano, de mundo, en el sentido de mundo cotidiano o mundo de la vida, que define la totalidad de los estados de cosas que pueden quedar reflejados en historias verdaderas (Habermas, 1987:193) El hecho que los sujetos no puedan objetivar su mundo de la vida, ni referirse a l como algo objetivo, normativo o subjetivo hace imprescindible que este mundo de la vida se torne reconocible, tematizable a travs de las interpretaciones que desde l se hacen en los actos de habla. El mundo de la vida es el horizonte en el cual los hablantes se mueven, por tanto sus emisiones muestran la riqueza de ese mundo en tanto mundo construido intersubjetivamente. Si el mundo de la vida se reproduce a travs del lenguaje, las acciones orientadas al entendimiento ocupan un lugar central en la reproduccin cultural, la integracin social y la 18
socializacin. En cada uno de estos procesos, los componentes estructurales del mundo de la vida quedan implicados y anclados por medio de la accin comunicativa: Bajo el aspecto funcional de entendimiento, la accin comunicativa sirve a la tradicin y a la renovacin del saber cultural; bajo el aspecto de coordinacin de la accin, sirve a la integracin social y a la creacin de solidaridad; y bajo el aspecto de socializacin, finalmente sirve a la formacin de las identidades personales (Habermas, 1987:196) En estos procesos de reproduccin, las nuevas situaciones son vinculadas a los estados del mundo ya existentes sea como contenidos y significados de la tradicin cultural (dimensin semntica), en relacin al espacio de integracin social, y al tiempo histrico como sucesin generacional. A cada uno de estos procesos de reproduccin cultural, integracin social y socializacin corresponden los componentes estructurales del mundo de la vida que son la cultura, la sociedad y la personalidad. La cultura corresponde al acervo de saber, en que los participantes en la comunicacin se abastecen de interpretaciones para entenderse sobre algo en el mundo. La sociedad incluye las ordenaciones legtimas a travs de las cuales los participantes en la interaccin regulan sus pertenencias a grupos sociales, asegurando con ello la solidaridad. Y la personalidad, se refiere a las competencias que convierten a un sujeto en capaz de lenguaje y de accin, esto es, que lo capacitan para tomar parte en procesos de entendimiento y para afirmar en ellos su propia identidad (Cfr. Habermas, 1987:196). La reproduccin cultural del mundo de la vida asegura, entonces, la continuidad de la tradicin y la coherencia del saber de los que se nutre la prctica comunicativa cotidiana ya que por su medio, las nuevas situaciones son puestas en relacin con los estados del mundo existentes. La continuidad y la coherencia se miden por la racionalidad del saber que se toma como vlido; las perturbaciones en el proceso de reproduccin cultural se manifiestan como prdida de sentido con las consiguientes crisis de legitimacin y de orientacin. La integracin social del mundo de la vida se encarga de que estas mismas situaciones queden vinculadas en la dimensin del espacio social al mundo ya existente, fundamentalmente, cuidando de que las acciones queden coordinadas a travs de relaciones interpersonales legtimamente reguladas y da continuidad a la identidad de los grupos en un grado que baste a la prctica comunicativa cotidiana. La coordinacin de las acciones y la estabilizacin de las identidades de grupo tienen aqu su medida en la solidaridad de los miembros, por lo que las perturbaciones de la integracin social se traducen en anomia y conflictos. 19
Por la socializacin, los miembros conectan las nuevas situaciones que se producen en la dimensin del tiempo histrico a los estados del mundo ya existentes. De este modo, se asegura a las generaciones siguientes la adquisicin de las capacidades generalizadas de accin y se cuida de sintonizar las vidas individuales con las formas de vida colectivas. Las capacidades interactivas y los estilos personales de vida tienen su medida en la capacidad de las personas para responder autnomamente de sus acciones. En la perspectiva habermasiana, mundo de la vida y accin comunicativa son conceptos necesariamente complementarios. La accin comunicativa es un proceso cooperativo de interpretacin en la que los participantes se refieren al mundo objetivo, social y subjetivo desde el trasfondo del mundo de la vida que provee los insumos de los que se abastecen las interpretaciones. El mundo de la vida es condicin de posibilidad del proceso cooperativo fijando las formas de la intersubjetividad del entendimiento posible. Al mismo tiempo, este mundo de la vida es recreado, transformado y fijado por las estructuras del entendimiento intersubjetivo. El mundo de la vida provee de una cobertura a la accin comunicativa; esta estructura en forma de red de comunicaciones le ofrece un consenso de fondo que se encarga de absorber los riesgos de disentimiento (Habermas, 1990: 89). En esta funcin amortiguadora que cumple el mundo de la vida es vital la nocin de experiencia y saber. El saber que forma el mundo de la vida comn constituye un horizonte referido a la situacin; es un saber contextual dependiente de los temas que se suscitan en cada caso; y es un saber de fondo constitutivo del mundo de la vida. El saber de fondo se presenta bajo el modo de una certeza directa. Sin la posibilidad de tomar distancia de l, todas las experiencias que los agentes realizan es en y a partir de este saber de fondo. Habermas seala el carcter paradjico del mismo ya que le falta la interna conexin con la posibilidad de poder volverse problemtico, porque solo en el instante en que es dicho queda en contacto con las pretensiones de validez susceptibles de crtica, transformndose con ello en un saber fiable. Las certezas permanecen inconmovibles hasta que se derrumban, en trminos de falibilidad no representan saber alguno. (Habermas, 1990: 95) Adems, este saber se caracteriza por su fuerza totalizadora: El mundo de la vida forma una totalidad con un centro y con lmites indeterminados, porosos que, sin embargo, no son lmites trascendibles sino ms bien lmites que retroceden. (Habermas, 1990: 95) 20
Por ltimo, es el holismo del saber de fondo, que lo torna impenetrable pese a su aparente transparencia y que da cuenta de la espesura del mundo de la vida: En l estn fundidos los componentes que slo con las experiencias problematizadoras se escinden en diversas categoras de saber. Es desde la atalaya del saber temtico (es decir aquel diferenciado en hechos, normas y vivencias) desde donde el analista del lenguaje desde una pragmtica formal vuelve su mirada al mudo de la vida (Habermas, 1990:96). Explica Habermas que el riesgo de disentimiento es recibido a travs de la experiencia que quiebra la rutina de lo comn familiar, lo que se da por sentado. stas discurren en sentido contrario a las formas habituales de percepcin, provocan sorpresas, nos hacen percatar de lo nuevo. Las experiencias son siempre nuevas experiencias y constituyen el contrapeso de lo que nos resulta familiar (Habermas, 1990:88). La experiencia, por tanto, elabora lo nuevo vinculndolo a los estados del mundo ya existente, bsicamente, en esto consiste el proceso de reproduccin del mundo de la vida. Pareciera que al introducir la idea de cobertura, se profundizara el aspecto funcional, adaptativo, en la interpretacin de la continuidad del mundo de la vida. Las caractersticas mencionadas del saber de fondo -inmediatez, fuerza totalizadora y estructura holstica- podran explicar segn Habermas el carcter paradjico del mundo de la vida; esa singularidad tambin ofrece elementos para reafirmar la clave interpretativa con que en el presente trabajo nos acercamos a la relacin entre mundo de la vida y formacin. Citamos al autor para luego avanzar en lo anunciado: Las tres caractersticas () quiz puedan explicar la paradjica funcin que el mundo de la vida cumple como fondo y suelo, la de operar, la de oponer un dique al aflujo de contingencias manteniendo empero el contacto con la experiencia. El mundo de la vida, a partir de garantas tomadas de la experiencia como nico lugar de donde pueden tomarse, levanta un muro contra las sorpresas que a su vez provienen tambin de la experiencia. (Habermas, 1990: 96) Los sujetos que obran comunicativamente elaboran una experiencia de su mundo de la vida como un todo intersubjetivamente compartido que se mantiene en el trasfondo. Es en esa experiencia de accin intersubjetiva donde los actores dirimen, elaboran, estructuran saberes acerca del mundo objetivo, social y subjetivo. En ese espacio de accin, es la fuerza problematizadora de las experiencias crticas la que separa, en el mundo de la vida, trasfondo y primer plano. Por eso afirma Habermas que La estructuracin de la experiencia refleja la arquitectura del mundo de la vida en la medida en que va asociada con la estructura 21
tricotmica de los actos de habla y con el saber de fondo constitutivo del mundo de la vida. (Habermas, 1990:97) Sin embargo, esta experiencia que los actores tienen del mundo de la vida solo puede objetivarse como tal en la medida que toman distancia y adoptan una actitud contemplativa. Slo as el agente puede percibirse como producto de la tradicin en la que est, de grupo solidarios a los que pertenece y de procesos de socializacin y aprendizaje a los que est sujeto. Sobre este primer paso objetivante, puede la red de acciones comunicativas constituirse en el medio a travs del cul se reproduce el mundo de la vida, en tanto los componentes estructurales son condensaciones y sedimentos de los procesos de entendimiento, de coordinacin de la accin y de socializacin. El mundo de la vida ofrece recursos a la accin comunicativa que pasa por las esclusas de la tematizacin y hace posible el dominio de situaciones, constituye el stock de un saber acreditado en la prctica comunicativa. A su vez, por los procesos de interpretacin, se consolidan patrones de interpretacin que pueden transmitirse, se adensa en la red de interaccin de los grupos sociales generando valores y normas. Finalmente, por la va de los procesos de socializacin, el saber del mundo de la vida se transforma en actitudes, competencias, formas de percepcin e identidades (Habermas, 1990:99). En Teora de la Accin Comunicativa se ampla el horizonte terico al interpretar la sociedad como mundo de la vida simblicamente estructurado. Esta perspectiva permite una mirada donde la sociedad se configura en la red de interacciones lingsticas y es reproducida a travs de acciones comunicativas. Examinaremos a continuacin las posibilidades que esta trama tendra para fundamentar una concepcin de educacin como formacin.
4.2 La formacin y el proceso de reproduccin del mundo de la vida. El mundo de la vida est centrado en la prctica comunicativa cotidiana donde confluyen los procesos de reproduccin, integracin y socializacin. Habermas brinda algunos indicios que dan cuenta del aspecto formativo de este proceso. As podemos leer que toda la tradicin cultural es simultneamente un proceso de formacin para sujetos capaces de lenguaje y accin, que se forman en su interior y que, a su vez, mantienen viva la cultura (Habermas, 1990: 100). Los rdenes normativos, aun cuando no se cristalizan en instituciones, se configuran siempre en una trama de relaciones interpersonales. Estas redes slo se forman a partir de las acciones coordinadas de sujetos que hablan y actan comunicativamente. En este 22
sentido es que afirma el autor que toda integracin social de conjuntos de accin es simultneamente un fenmeno de socializacin y formacin, en el cul se renueva y estabiliza la sociedad como ordenamiento de relaciones legtimas. Asentar una nocin de formacin en la sociedad como mundo de la vida lleva a subrayar que individuo y sociedad se constituyen recprocamente, y en esto, se diferencia Habermas de las concepciones sistmicas que hipostasian el entramado societal en la fuerza constituyente del lenguaje, la autoafirmacin en relacin a un ambiente externo, la conexin de individualidades que suman a la colectividad. En todas ellas opera un sustrato sistmico, reconocible porque dichas posiciones tericas se prefiguran desde la perspectiva de un espectador que necesariamente habla desde el exterior, y desde ese lugar se tematizan los problemas clsicos de la teora social. Desde un punto de vista pragmtico, hay un nexo entre significado y validez que lleva a considerar el leguaje como constituyente del mundo de la vida en tanto abre a los participantes un horizonte de acciones y experiencias posibles. Sin embargo, este aspecto del lenguaje no debe identificarse con un poder de innovacin y creacin de cosmovisiones lingsticas. Las pretensiones de validez inscriptas en la prctica comunicativa estn ligadas a procesos de aprendizaje: Las estructuras de las imgenes de mundo, que tornan posible la prctica intramundana a travs de una comprensin preliminar de sentido, no se renuevan apenas gracias a la creacin potica de sentido, ellas tambin reaccionan, volvindose, a procesos de aprendizaje que ellas mismas tornaron posibles, cuyos resultados se sedimentan durante el proceso de modificacin de las estructuras de las imgenes de mundo (Habermas, 1990: 102). Lenguaje y mundo de la vida quedan mutuamente implicados en procesos de aprendizaje. Asimismo, la sociedad como mundo de la vida no constituye un ambiente ante el cul el individuo debe afirmarse en un intercambio de influencias. El individuo y la sociedad no forman sistemas que se encuentran en su ambiente y que se refieren uno a otro de modo externo, como si fuesen observadores. Por otra parte, el mundo de la vida no constituye una especie de recipiente en el cual los individuos estaran incluidos como partes de un todo (Habermas, 1990:99). Si hay sujetos socializados es merced al obrar comunicativo en torno a una malla de rdenes institucionales, de tradiciones sociales y culturales. Al actuar comunicativamente, los sujetos experimentan su mundo de la vida como un todo que es compartido intersubjetivamente. 23
Con la concepcin de la sociedad como mundo de la vida simblicamente estructurado, Habermas rompe con los supuestos de la filosofa del sujeto presentes en las posiciones pactistas, que asientan la asociacin en la eleccin libre y voluntaria de las individualidades. Si nos detenemos ahora en los componentes del mundo de la vida y cmo estos se reproducen mediante las acciones orientadas al entendimiento, es posible avanzar en la vinculacin que proponemos entre los componentes del mundo de la vida y el proceso de formacin. Como componente estructural del mundo de la vida, la cultura ofrece el acervo de saberes desde los cules los sujetos van a entender e interpretar el mundo. Estos saberes son transmitidos y aprendidos socialmente; en este proceso el sujeto se forma en tanto se apropia del mundo cultural, condicin indispensable para interactuar en ese mundo simblicamente estructurado. Los contenidos transmitidos culturalmente configuran siempre y potencialmente un saber de persona; sin la apropiacin hermenutica y sin actualizacin del saber cultural a travs de las personas, no se forman ni se mantienen las tradiciones. En esta medida, las personas y sus interpretaciones, realizan algo en pro de la cultura (Habermas, 1990:100). Esto no lleva a concebir que las personas sean portadoras de tradiciones culturales, en el sentido que el sustrato orgnico es portador de estructuras de personalidad. Con esto, se reafirma que la tradicin cultural es simultneamente un proceso de formacin para los sujetos, que a su vez y por esta accin, mantienen la cultura como algo vivo. Como vimos, histricamente la cultura es un concepto indisociable de la formacin, en tanto brinda aquellos contenidos que necesitan ser apropiados para formar parte de un modo de vida compartido. Sin embargo, quisiramos subrayar el aspecto pragmtico del componente cultura, en tanto fuente de interpretaciones en las que van a abastecerse los sujetos en la accin comunicativa. Esa edificacin de la subjetividad formada, situada pragmticamente en la accin comunicativa, se inserta en una trama de interacciones reguladas, legitimadas e instituidas que configuran el orden social. De modo que el componente estructural sociedad del mundo de la vida, queda implicado como orden que regula las interacciones de los sujetos formados; precisamente, ese orden fue aprehendido en el proceso de formacin y es el que permite articular lazos de solidaridad en el trnsito que los sujetos hacen por diferentes grupos e instituciones sociales. De modo particular, aqu tambin nos interesa destacar el aspecto pragmtico y realizativo del orden social aprehendido puesto que, como Habermas ha 24
demostrado, en una sociedad compleja la legitimidad y reproduccin del orden social se apoya en ltima instancia en acciones orientadas al entendimiento. Por ltimo, si atendemos al componente personalidad del mundo de la vida en la misma clave pragmtica, aquellas competencias a formar en el sujeto son las que le permiten afirmarse como tal frente a otros en procesos de interaccin. El proceso de constitucin de la personalidad requiere de la socializacin, ya que las personas son estructuras simblicas asentadas sobre un sustrato natural que tambin es estructurado simblicamente. Esta base natural, aunque experimentada como el propio cuerpo, es, tan exterior a los individuos como la base material de la naturaleza es exterior al mundo de la vida tomado como un todo. La naturaleza interior y exterior establecen lmites externos para los individuos socializados y para su mundo de la vida, erigiendo barreras contra el ambiente; al paso que las personas con su cultura y su sociedad permanecen internamente entrelazadas a travs de relaciones gramaticales (Habermas, 1990:100). De este modo, se abandona cualquier tipo de definicin sustancialista para pensar un sujeto que se forma en la interaccin con el otro y que se individualiza y socializa a travs de y en el lenguaje y la accin. Habermas entiende que los procesos de formacin y socializacin son procesos de aprendizaje que dependen de personas. Es importante esta colocacin porque la realiza al diferenciar proceso y resultados, efectos, de aprendizaje. Los efectos de los aprendizajes sociales son supra subjetivos y se manifiestan como formas culturales y sociales sedimentadas que reflejan las estructuras morales de la conciencia. Decir que la formacin es un proceso de aprendizaje implica anclarlo ms estrechamente en el mundo de la vida. Al ser intramundano guarda relacin no solo con la reproduccin simblica sino tambin material de la sociedad, ya que dependen de las condiciones de vida de las personas. En el pensamiento habermasiano, la nocin de aprendizaje social est vinculada como dimensin contrafctica- a la racionalidad comunicativa. En los procesos de racionalizacin del mundo de la vida se muestra la presencia efectiva de una racionalidad que se plasma en contextos empricos e histricos: A racionalidade, nesse caso, pelo fato de apontar entre outros, para as possibilidades de mundos de vida altamente racionalizados, para a legitimao de pretenses de validade por meio de relaes intersubjetivas e para a formao de identidades pessoais pela reflexo crtica, permite afirmar que a consecuo de tais propsitos somente se efetiva por intermdio de processos de aprendizagem (Bannwart, 2012:97). 25
Los procesos de aprendizaje tienen la capacidad de asegurar el proceso acumulativo de conocimientos, garantizan las condiciones para tematizar y criticar los entendimientos previamente establecidos en el mbito factual, al tiempo que ofrece la posibilidad de tematizacin crtica capaz de trascender el espacio localizado y emprico de las comunidades lingsticas. Desse modo, o processo de aprendizagem, alm de constituir importante pano de fundo da reflexo e maturidade, os quais necessariamente dependem de aprendizagem (ibdem) La formacin como proceso de aprendizaje, entonces, est anclada en los procesos de reproduccin simblica y material del mundo de la vida, al que se remite como horizonte de significaciones que garantizan el entendimiento. En la reproduccin del mundo de la vida, los sujetos aprenden y critican las tematizaciones, reobrando sobre los propios lmites y contenidos del mundo de la vida. Veamos que la accin comunicativa contribuye a la reproduccin cultural, integracin social y socializacin. Estos procesos, aun cuando son formalizados por instituciones del sistema social, necesitan anclarse en el mundo de la vida puesto que es en esta instancia donde se edifican complejos procesos de legitimacin social. Si esto es as, la formacin debiera estar vinculada a los procedimientos donde la sociedad, finalmente, encuentra y construye las reservas de legitimidad que le permiten su continuidad, en trminos de conservacin y transformacin. Incluso si consideramos que las sociedades postradicionales ven constantemente cuestionada su validez normativa, y que este dficit se equilibra, como contraparte, con una prctica deliberativa democrtica de la sociedad civil, concluiremos lgicamente que la cuestin de la formacin no es ajena a la reproduccin cultural, la integracin social y la socializacin. La formacin en tanto proceso de apropiacin del mundo comn, se realiza bajo la forma de interaccin que supone transmisin y aprendizaje, individuacin e incorporacin a la sociedad de forma simultnea. Por ende, la formacin se vincula a la reproduccin cultural del mundo de la vida, en tanto asegura la continuidad y coherencia de la tradicin cultural al encadenar y dotar de sentido la experiencia del individuo en relacin a la experiencia histrica de la comunidad que lo precede y de la que forma parte. Al hacer esto, la formacin asegura la integracin social ya que los individuos son anclados en la estructura simblica de la sociedad, concretamente, se integran a instituciones y comparten expectativas normativas que se expresan mediante el lenguaje. 26
Por ltimo, si entendemos que la incorporacin a una sociedad compleja, diversa y en continuo proceso de transformacin requiere procesos de socializacin diversificada y muchas veces contradictorios, la formacin adquiere un sentido renovado al acompaar trayectorias y modos de estar socializado a lo largo de una biografa. Si retomamos la expresin de Habermas, quien afirma que la estructuracin de la experiencia refleja la arquitectura del mundo de la vida, podramos profundizar esta tesis complementndola con la nocin de formacin. En esta lnea podra interpretarse el propio devenir de la experiencia y la forma que adopta esta arquitectnica desde un sentido formativo. Inscripta en el sentido clsico moderno de las pedagogas de la formacin, aunque ser necesario rectificarla desde un sentido pragmtico, el mundo de la vida se expresa en las formas de racionalidad de los actos lingsticos, lugar donde se despliega su espesura y su posibilidad de expansin. La experiencia expresa el mundo de la vida, en su estructuracin y como resultado de un proceso de formacin. En el sentido normativo de la pedagoga, la experiencia se dirime como formativa en la medida que transmita, integre, socialice e individualice, esto es, ofrezca la posibilidad de preparar y ejercitar la autonoma privada y pblicamente, capacite para ejercer la ciudadana.
5. A modo de cierre y apertura
Se ha considerado a lo largo del trabajo, que la nocin de formacin es un rasgo estructural de la modernidad filosfica. De modo particular, esta idea subyace como denominador comn de las corrientes pedaggicas modernas, y expresa un contenido normativo que debiera ser recuperado en trminos reconstructivos luego de las sucesivas horneadas crticas a la razn. Nos proponemos volver sobre algunos puntos de este recorrido para subrayar la potencialidad que en trminos de teora crtica tiene el mundo de la vida a la hora de reconstruir un ideal formativo, como as tambin su capacidad hermenutica para una teora educativa. As como la pedagoga clsica acude a la cultura y a la naturaleza para fundamentar la Bildung, se ha explorado la posibilidad de fundamentar la formacin en la interpretacin pragmtica que realiza Habermas del mundo de la vida. Esta nocin es colocada en la Teora de la Accin Comunicativa desde un plano emprico analtico pero tambin como condicin de posibilidad de la experiencia que los actores hacen sobre el mundo. Resaltando esta caracterstica es que se afirma que la lebenswelt constituye un contexto que aunque es ilimitado, establece lmites. 27
Es ilimitado en el sentido que no tiene un trmino fijo de realizacin; como horizonte de accin, al estar formado por patrones de interpretacin transmitidos culturalmente y organizados lingsticamente, es plausible de expansin y transformacin. Por esto, se acenta la inmanencia dado que son las estructuras del mundo de la vida las que fijan las formas de la intersubjetividad del entendimiento posible. De este modo, es posible pensar que los contornos de la idea de formacin se dibujan en los lmites dinmicos que el mundo de la vida establece. El mundo de la vida provee adems los contenidos que se adquieren en la formacin. La transmisin de saberes, la experiencia de las normas que regulan la interaccin social, el aprendizaje de las competencias necesarias para afirmar la identidad, emanan de los componentes estructurales que son la cultura, la sociedad y la personalidad. Estos contenidos son tematizados, y en cierta medida actualizados, por el proceso de formacin, siendo esta su contribucin a la reproduccin del mundo de la vida. El carcter de horizonte expandible por medio de la interaccin y los procesos de aprendizaje, llevan a considerar que el mundo de la vida es un concepto donde la teora crtica de la educacin podra explorar las posibilidades de reconstruir una idea de formacin. La tesis que afirma que la estructuracin de la experiencia refleja la arquitectura del mundo de la vida, evoca aquella vinculacin ntima entre palabra y mundo que hiciera Paulo Freire. El sentido que se quisiera remarcar es, precisamente, la centralidad de esta relacin, su condicin constituyente de la experiencia y su carcter transformable, esto es, su potencialidad emancipadora para la prctica educativa. La teora crtica visualiza en el diagnstico del tiempo los escollos y tensiones que impiden, bajo la forma de patologas, la realizacin de los potenciales de emancipacin. Pero tambin acude crticamente al entramado de la interaccin social a fin de encontrar elementos que posibiliten emancipar ese presente en una direccin normativa. Esos potenciales de emancipacin estn inscriptos en la experiencia histrica, y se ubican en el mundo de la vida. El mundo de la vida mantiene y posibilita la continuidad de la tradicin cultural por medio de la transmisin, en la misma medida que est abierto a la novedad que portan las identidades individuales edificadas en formas de interaccin y reconocimiento, gestoras de formas morales de vida. Esta dinmica, que autores como Axel Honneth signan como luchas por el reconocimiento, podran ser ledas como formas de expansin de los mundos de vida: El mundo de la vida est formado por una red de acciones comunicativas, ramificada en los espacios sociales y en los tiempos histricos; esas acciones se nutren de las fuentes que 28
representan las tradiciones culturales y los rdenes legtimos, no menos de lo que dependen de la identidades de los individuos socializados. De ah que el mundo de la vida no sea una organizacin en gran formato a la que pertenezcan los miembros, no sea una asociacin o liga en que los individuos hayan decidido unirse, no sea un colectivo que se componga de sus miembros. Los individuos socializados no podrn afirmarse en absoluto como sujetos si no encontrasen apoyo en las relaciones de reconocimiento recproco, articuladas en tradiciones culturales y estabilizadas en rdenes legtimos (Habermas, 2008:145). A diferencia del planteo clsico, en sociedades complejas una idea de formacin debera poder interpretar e intervenir en las mltiples expresiones y dimensiones de lo educativo. En este sentido, el articularla al mundo de la vida permite volver la mirada a la formacin de la ciudadana, la sociabilidad y la personalidad. En estos aspectos se entrecruzan expresiones institucionales y no formales, tcnicas y morales, individuales, pblicas y comunitarias. Por ltimo, la propia tradicin de la teora crtica ha mostrado cmo se han incorporado a su marco referencial asumiendo valores diferentes- otras perspectivas tericas a fin de abordar problemas centrales de la sociedad contempornea. Este rasgo de apertura, no eclecticismo porque se incorpora desde una intencin crtica y con un inters emancipatorio, hace que la propia perspectiva se muestre prolfica a la hora de abordar problemticas y profundizar en teoras que interpelan la racionalidad cognitivo instrumental debatir con posiciones contemporneas. As por ejemplo, bajo el eje de la formacin y ejercicio de la ciudadana la teora crtica de la educacin puede tematizar, a partir de cuestiones pedaggicas, argumentos del pensamiento contemporneo sobre reconocimiento, redistribucin y justicia. Como construccin de la sociabilidad, reparar en las demandas y problemas derivados de nuevas formas de socializacin, integracin y solidaridad. Por ltimo, como afirmacin de la personalidad, atender los debates sobre las fuentes de la identidad del yo. Sobre cada uno de ellos, desde la base racional que coloca la teora crtica de la sociedad, podran pronunciarse diversidad de voces. Sin embargo, al deliberar no buscarn la verdad en los hechos, sino problematizar las condiciones que lo hacen posible. Si en cada cuestin tematizada puede verse un presente que an no se realiz, la base de razonabilidad debe mostrar su potencial emancipador, porque lo absurdo para una razn ntegramente humana es que la injusticia sea la ltima palabra (Cortina, 1985:183).
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6. Bibliografa
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