Guión - DVD Aldeadávila - Nov - 2009

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Aldeadávila de la Ribera y Corporario

“Una historia de agua, naturaleza y


vivencias”
Jesús María Figueira Conde

Aldeadávila de la Ribera, 1 de noviembre de 2009.

Torre de Aldeadávila, desde la calle Corredera, autor: Ricardo


Sánchez, Aldeadávila.

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Guión
Tierra de mitos y leyendas, esta naturaleza singular de Las Arribes se muestra en
Aldeadávila y Corporario como un conjunto único de AGUA, TRADICIONES y
NATURALEZA.

Siempre con ansias de mirar al futuro, Aldeadávila ha sido definida con acierto
como “una extraña mezcla de historia y modernidad”.

El río Duero, tan bravío en estos parajes, entre cachones, fayales y picones ha
llamado la atención desde muy antiguo, y sus riberas de clima mediterráneo han
facilitado el asentamiento del ser humano, en pequeños núcleos de población, que con el
fin de la Edad Media, y la creación del Ducado de Alburquerque a fines del siglo XV se
fueron reunificando.

El poblamiento antiguo ha marcado su camino en las colinas o tesos próximos al


padre Duero: la aldea de la Edad del Hierro situada en “El Encinal” que se conoció en los
siglos XII y XIII como Ribiella o Rivas de Aldeadávila, el llamado“Verraco de Masueco”
ubicado hasta 1933 en la raya entre Corporario y Masueco, los asentamientos
tardorromanos de “Los Casales del Nieto” y la propia Corporario, y quién sabe si la propia
Aldeadávila con su trazado medieval y sus callejuelas que definen una elipse perfecta de
900 metros no es también poblada en período vetton.

Ese campo ahora solitario, sólo poblado por rapaces del Parque Natural y pequeños
mamíferos, y antaño muy frecuentado en labores agrícolas y por cabreros, está plagado
de hermosos términos que nos transportan a pasados lejanos, a historias ya casi
olvidadas, por donde nobles como García de Ledesma, o los Licenciados “Pumareda” y “de
la Torre” amenazaban a los “pecheros” para quedarse con sus tierras, nombres como:

Atalaya, Remoria, La Torrecilla, Peña Hincada, Fuente de don Mendo


o Mendiz, Sol de Marina, El Barril de Marcos, El Bodonal de Martín Calvo,
Los Brazos de la Majada de los Coriscos –acaso llamado Moriscos-, El caño
de Santa Marina, el caño de Laverde, Las Carbas de Vélez, Los Casales del
Nieto, Los Coriscos, El Crespo…

La Cruz de Montemediano, La Cruz


Tierra de antiguas ermitas y devociones:
del Valle candil, La Cuesta de san Marcos, La Cuesta de Santiago, La
Cueva de la Santa, La Cueva de San Pelayo, La Fuente de San Bernardo, La
Cruz del Posadero…

Y el agua, siempre presente en cada esquina del camino, donde poder beber el
Fuente de San Bernardo,
caminante, y a las que tantos esfuerzos se dedicaron:
Fuente Buena, del Cubo, de los Dados, Bordóñez, del Espino,de los
Labajos, de los Labrados, de Martín, de don Mendo, de Miguel Ordóñez,
Nueva, del Pinero, de la Piedra, Rebollo, de Rodrigo, de los Trigos, de
Santiago, de los Gejos…

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“habla de la Rivera”, y que nos
Y esos nombres tan sonoros, como la misma
hablan de Arribes, de rincones por descubrir y de una España todavía
desconocida:

El Castellujo, La Corona y La Coronita, Valle de las Navas, La Horca,


Valle del candil, El Gejo, Las Islas, Las lágrimas, Lamero Sancho, Los
Lanchares, Las Lanjinas, La Majada de Arriba, La Majada de Juan Casado,
El Molino de Viento, Naverrabea, Pasadero de San Pelayo, La Peña del
Águila, Peña Dormidera, Peña Esmurriadera, Piedra Hincada, Peña de las
tres cruces, Peña del Purgatorio, Peña de la Zorra, El Picón de la Huerta,
El Pocito de Juan de Dios, los Pontones de la Santa, El Prado de los
Gallegos, El Prado de la Guerra, La Puerta de Santiago…

El término “Arribes” descendiente directo del latín “Ad-ripam” que significa


junto a la ribera, o encima de ella, tradicionalmente se ha empleado para describir “las
tierras incultas” o que no se pueden aprovechar, y que son las inmediatas al río. En esta
zona de “Las Arribes Centrales” parece cobrar mayor significación el término, incluso
emplearse para designar numerosos parajes, todos ellos relacionados con intrincadas
riberas del RÍO- con mayúsculas- y de arroyos que fluyen hacia él:

“el Rupinal”, “El Rupetín o Ropetín”, “la Rupurupai, “El Robortal”, “la
Rodocolodra”, “La Rodocosa”, “el Rodomolino”,” El Rodo de la Sanguina”,
Rodo Sende, La Rooscada, Roosanguino, Roostal, …”El Rostro”, península que
penetra en Portugal, y al que nuestros vecinos llaman por eso “O Nostro”.

Como se ve, la familiaridad de los antiguos vecinos con cada rincón de Las Arribes
les lleva a designarlos con el omnipresente artículo, muy usado en todos estos pueblos,
rasgos que perviven de su antigua habla.

Pero es en las leyendas y mitos, donde podemos encontrar los rasgos más
característicos de la original personalidad de estas gentes, tan apegadas a sus antiguos
ritos y tierras. Es difícil encontrar una tierra castellana y leonesa con tantos mitos
creados en torno a figuras como los árabes- llamados aquí genéricamente moros-, el
temor a la naturaleza y a al rugir de las aguas en días de tormenta, la admiración por los
estrechísimos cortados del “Salto del Gitano”, historias de contrabando al anochecer, y
de violencia y muerte en unos años 60 del siglo XIX que Llorente Maldonado refería
como “época gloriosa” sin duda, porque así se lo referían los más viejos en los años
inmediatos de postguerra -1945 y 1946-.

Tierra ésta que no deja de sorprendernos, y en la que a poco que se bucee se


encontrarán rasgos tan diferentes al resto de la provincia salmantina, sin duda
favorecidos por el aislamiento, y la admiración por su extraña tierra.

Cada peña, cada rincón esconde una historia, pequeña pero bella, y nos referiremos
sólo a algunas de ellas:

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La más antigua parece ser la de la “construcción mora de la Torre-
fortaleza de Aldeadávila” que ya citó Madoz en 1.845, además de dos sepulcros de
nobles hoy desaparecidos. Pero es también relacionada con la época árabe, o con su
finalización cuando se cita en Masueco una antigua leyenda de una doncella mora
encerrada en una torre con inmensos tesoros, o la bella estampa de la ermitaña Santa
Marina perseguida por el general árabe en su corcel, y que exclamó: “¡ábrete peña santa,
que viene Marina cansada¡” ante los atónitos ojos del guerrero musulmán.

Poco después, peregrinos franceses traerían consigo en el siglo XIII la leyenda de


“Flores y Blancaflor”, que todavía escuchó Menéndez y Pidal en Corporario en 1906.
Empieza así, en su versión local:

1 Tan alta iba la luna

como el sol al mediodía

a pedir a dios del cielo

y a Santiago de Galicia,

a pedir a Dios del cielo

que le diese un hijo o una hija

para heredar el condado,

que herederos no tenían.

Mucho más recientes, aunque con el mismo misterio propio de estas tierras, son la
“historia del Picón de Felipe” y del “Salto del Gitano”. Estas dos leyendas nos
entroncan con la admiración por la naturaleza, y el secular aislamiento del otro lado de la
“Raya húmeda”, así como con el mundo de los pastores, cabreros y el contrabando.

Es más antigua la versión del “Salto del Gitano” ya anterior al siglo XVIII, y dice
así: “Cuéntase que uno de estos bohemios, perseguido por la tropa y acosado de tal
suerte que no tuviera más remedio que morir ó entregarse, tomó carrera, y dando un
salto verdaderamente prodigioso, salvó la distancia entre las dos orillas”.

A pesar del aislamiento y de persecuciones por las tropas, el amor hispano-


portugués se hacía hueco entre peñascos y arribes: “se cuenta de un pastor de
Aldeadávila, Felipe, quien acudía con sus cabras al lugar más escarpado de las Arribes, y
que se trata de un enorme peñasco que cae vertical. Como siempre acudía al mismo lugar
con sus cabras, se llegó a enamorar de una muchacha del pueblecito portugués de Bruçó,
a la que no podía ver, porque en el medio se halla el vacío del padre Duero-Douro;
desesperado en la añoranza de su amada portuguesa, se dedicaba con las manos, con
pequeñas herramientas, con lo que podía a realizar un puente o un paso que le permitiera
cruzar el río y reunirse con su amada.”

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Esta es la más bella estampa de Las Arribes, Felipe, en su locura se encontraba sin
embargo en el camino correcto: borrar fronteras, separaciones y tratar de hermanar a
los dos pueblos ibéricos, separados desde el año 1.139. Pocos metros, río abajo se haría la
“Gesta de la construcción del Salto de Aldeadávila” en las décadas 1950-1960,
inaugurándose en 1.964.

El “paso del Gitano”, Salto de Aldeadávila en 1.950 antes de la


construcción de la Presa.

Hace siglos, estos agrestes parajes sólo eran frecuentados por cabreros y sus
rebaños, y algún que otro “forajido” o “escapado de las justicias” como el célebre gitano,
además de los frailes franciscanos menores de Laverde, que hasta 1830 cuidaron del
Convento de Laverde y su célebre “huerta”. Se dedicaban a la enseñanza de la Gramática,
y al cuidado de enfermos. Desde que a mediados del siglo XIII visitara estos parajes
nada más y nada menos que San Francisco de Asís, y pocos años después “el infante
Sancho I Pérez” pocos personajes célebres habían transitado por el camino de “Santa
Marina” con dirección al hospital de “San Marcos” en Aldeadávila, dado lo escabroso del
terreno, y lo cerrado que estaba por alcornoques, encinas y robles.

Pocas majadas bien conservadas quedan de aquellas veintiuna que se censaron por
el Marqués de la Ensenada a mediados del siglo XVIII, un momento de aparente riqueza
en Aldeadávila, que estaban situadas en los siguientes parajes –todos ellos cerca de Las
Arribes-: Nave Espino, San Pelayo, Naverravea, Varrevachín, Carbajal, Lavesada, Losas,
Los pajeros, Fuente rebollo, La laguna, Terroñas, Los Llanos, Pozo Madero, Las Navas, los
Coriscos, Langinas, Fuente de mendo, Juan Casado, La Roscada, Valle Hurdal y los
Arribes.

La vida de un cabrero, podía ser tan bucólica, como la vida del “DIENTES” a
finales del siglo XIX:

“PERICO nos entretiene contándonos las hazañas de el Dientes, un cabrero de


aquellas montañas para el que no existía la palabra inaccesible, que quitaba la presa á las
águilas en sus nidos, atando el pico á los aguiluchos, sosteniendo á veces luchas con las
aves de rapiña en medio metro de terreno, pasando en aquellas grietas noches enteras y
haciendo milagros de equilibrio, que sólo al ver los sitios donde los hacía se erizaban los
cabellos. El pobre Dientes murió de un tiro que le disparó un jovenzuelo”.

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Éste es el terreno que denominaban “inculto”, por eso la profesión de cabrero en el
escalafón social estaba muy por debajo de todos aquellos que podían dedicarse a la
agricultura.

Sin embargo, la situación cambiaría a finales del siglo XIX, y escritores célebres
en fase “meditativa” como Miguel de Unamuno, o el médico de Aldeadávila por aquellos
años, periodista y amigo del rector de Salamanca: “José González de Castro” que
utilizaba el seudónimo de “Crotontilo” en sus artículos.

Unamuno dedicó durante los carnavales de 1.898 tan bellas palabras como éstas:

“Hubo un tiempo, hasta eso del año 30, en que floreció en su retiro aquel cenobio,
ofreciendo en aquella colosal hendidura de la adusta meseta castellana escuela de
recogimiento y meditación a los frailes menores durante algún tiempo del año y refugio
para su vejez a los que de ellos pedían acabar allí sus días, en el vivo silencio, rezando a la
sombra de los limoneros y al compás del murmullo del contenido río. Es, sí, un silencio vivo
el que aquí reina, vivo porque reposa sobre el sempiterno rumor del Duero, que en puro ser
continuo acaba por borrarse de la conciencia de quien lo recoge. Y como se pierde de
cuenta este rumor del sempiterno curso del río, perderíase allí de cuenta el rumor del
curso de las horas que habrían de desfilar en solemne procesión monótona. Allí, en aquel
refugio, libertaríanse los espíritus del tiempo, engendrador de cuidados, yendo cada día a
hundirse sin ruido con su malicia en la eternidad. ¡Siempre el mismo río, los mismos
peñascos siempre, todo inmutable!. Cuando lo que nos rodea no cambia, acabamos por no
sentirnos cambiar, por comprender que es el vivir un morir continuo, que “entre la vida y la
muerte no hay espacio ninguno”, como reza la inscripción del convento de Laverde.

A este convento iban en un tiempo los riberanos a los perdones, por la Porciúncula, y
aún hoy algunos recuerdan haberlo oído. En denominaciones de sitios ha quedado la memoria
de los franciscanos que lo habitaron. Hay en el camino un punto que se llama el montadero
de los frailes; a una peña que forma a modo de asiento le llaman la silla del guardián. Allí
cuentan también, que viniendo Santa Marina perseguida de los moros y cansada del camino,
al llegar a una peña le dijo:

“Ábrete, peña cerrada, que viene Marina cansada”

En la peña hendida se colocó un altar a la santa, y sobre ella se alzó la capilla de Santa
Marina, cercana al convento.

La cuadrada torre del convento mostrando al descubierto el enladrillado de su cupulilla,


mira al contorno. Contemplándola recordé aquellas dos hermosísimas estrofas de “Los dos
Campanars”, de mosén Cinto Verdaguer:

“- Campanes ja no tinch, -li responía

Lo ferreney campanar de Sant Martí.-

¡Oh!, ¡qui pogués tornármelas un día!

Per tocá’a morts pe’ls monjos les voldría;

Per tocá’a morts pe’ls monjos y per mi.

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¡Que tristos, ay, que tristos me deixare!

Tota una tarda los vegí plorar;

Set vegades per vèurem se giraren;

Jo aguayto fa cent anys per hont baixaren:

tu que vius més avall, ¿no’ls veus tornar?

Hoy en día no habitan en la profunda barrancada, fuera del rentero que explota lo que
los frailes dejaron, más que los carabineros españoles, y del otro lado del río los guardiñas
portugueses, vigilando el paso de la barca. El contrabando es lo único que a las veces anima
el enorme tajo. Algunos desgraciados se ponen de acuerdo, lanzan de un lado a otro del río
un bramante o cogiéndolo con los dientes lo pasa alguno a nado, con él tienden una maroma,
y pendiente de un barzón pasan mediante una guindaleta, de un reino a otro, género
prohibido. Es el modo de contrabandear allí donde no hay puente alguno, a lo sumo una
manotera, y alguna vez un paso a saltos. La frontera natural se halla profundamente
marcada, parecen haberse desgajado violentamente los dos reinos. Arriba nadie lo diría;
desde Masueco aparece Ventosello, un pueblecito de Tras-os-montes, situado en la misma
llanura, sin más que leves ondulaciones del terreno en el intermedio…”

Y es precisamente este contrabando, del que habla Unamuno el que más interesaba
a los propios desgraciados, a los “desharrapados” de hace 110 años. El periodista L.
Alonso en agosto de 1.906 habla así de ellos:

“Por aquí nos dijo PERICO pasamos una noche doce veces el río y “metimos” mil
majuelos de contrabando.

-¿Y cuánto cuesta de entrada cada majuelo?

-Una peseta

-¿Buena noche entonces, ¿eh?

-Sí, señor; ganamos cinco pesetas para los dos (!!!)

Si el andar por aquellos lugares, no ya de noche, sino á pleno sol, supone profunda
indiferencia por la vida, pasar el río, no una, sino doce veces, de noche, y por el
procedimiento de la guindaleta, que ellos emplean, demuestra que para aquella gente el
pellejo tiene menos valor que una colilla.

El procedimiento de la guindaleta es muy curioso: sobre el río, y atados los


extremos en dos peñascos de las orillas, tienden una gruesa maroma, de la que cuelga y
por la que resbala una argolla ó barzón; del barzón se suspende el que va á pasar,
atándose por el cuerpo. Una cuerda más delgada, cuyo medio se ata al barzón y cuyos
extremos cogen uno en la parte de España y otro en la de Portugal, sirve para hacer la
tracción, porque el contrabandista, al colgarse de la maroma en una orilla, recorre,
resbalando por su propio peso, medio camino, pero al llegar á la mitad del río, la maroma
forma una V y es preciso tirar de la guindaleta para que llegue á la orilla opuesta.

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Naturalmente, ocurre con frecuencia que la maroma se rompe y el hombre va al río, que,
por fortuna, en aquellos sitios es vado (70 metros de profundidad).”

Este abandono, esta falta de conexión con la sociedad salmantina y castellana, ya


desde finales del siglo XIX hacía que la violencia, las muertes y los ajustes de cuentas
estuvieran a la orden del día. También los robos y la pobreza, incrementado por la “peste
de la filoxera” que arruinó los viñedos durante más de una década: es lo que Llorente-
Maldonado recogió en 1947 de estas gentes:

“son alegres y bulliciosas…la época gloriosa que tuvo lugar hace más de 60 años…”

Descripciones que nos causan asombro, es nuevamente la de L. Alonso y sus


acompañantes en el agosto de 1906:

“Cuando entramos en el pueblo- Aldeadávila- anochecía; en la esquina de una calle,


una joven tocaba una campanilla y rezaba “Padrenuestros” por las almas de los difuntos,
los vecinos la acompañaban en el rezo; no sé si fue la hora ó el respeto que inspiran esas
viejas costumbres, lo cierto es que aquella escena nos emocionó. Pero mayor fue la
emoción que nos causaron cuando después de cenar nos hallábamos conversando
tranquilamente en la posada. Varios disparos y unos aullidos nos hicieron saltar en
nuestros asientos, mientras los contertulios se quedaban tranquilos riéndose de
nosotros.

-Ustedes no están acostumbrados á esto y por eso les extraña-nos dijeron-; son
los mozalbetes que jijean y descargan las pistolas; eso lo hacen todas las noches: es
costumbre.”

El paisanaje, de finales del siglo XIX era, desde luego muy característico de La
Rivera, y diferente al del resto de la provincia, “un mundo aparte”, así la literatura nos
ha dado breves, pero amenas descripciones de este tipo de personajes:

“el tío Romo”, “el tío Mateo de Masueco” y Miguel de Unamuno, los
contrabandistas “Perico el Feo” y “el Roto”, los cabreros “tío Felipe” y “el
dientes”.

El contrabando siempre tuvo mucha importancia en estas tierras, ya desde el


cierre de fronteras medieval que se da después de 1400 con la Batalla de Aljubarrota,
pero mucho más en esta raya húmeda, intransitable, salvo para los naturales de la
comarca, y que fácilmente “burlaban” la vigilancia de los carabineros de la Aduana. La
descripción de las peripecias de “Perico el Feo” y “el Roto”, a comienzos del siglo XX es
muy interesante:

“Lo que nos falta-nos decían- es andadero, puede decirse que llano. ¡Diantre!. ¡Á
qué cosa llaman aquellas gentes llano y andadero!. Al poco rato de decirnos esto, y
después de saltar entre cachales, la vereda se corta para dejar paso á un regato que
desciende y por el que, según nuestros cálculos es imposible saltar. Miramos á “el Feo”,
luego á “el Roto”, como preguntando: ¿Y ahora?

Ellos se ríen; “Perico” apoya los pies en un peñasco de la orilla, se deja caer sobre
otro de la margen opuesta y nos dice:

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¡Á pasar!

La verdad es que el tendido del puente ha sido rápido, económico y el piso es


blando. Á nosotros nos duele más pisar sobre él que á él sufrir nuestro peso”.

Así de sencilla, y “sufrida” se muestra la gente de estas comarcas.

Estas tradiciones se muestran así de contundentes, no sólo en las labores del


“cabrero” que el Ayuntamiento se propone potenciar y resucitar, y que ha dado pie a la
restauración a lo largo de 2008 de dos majadas históricas en el camino de la “playa del
Rostro”, el recientemente inaugurado “Ecomuseo de las majadas de las Arribes”, la
próxima inauguración del “Monumento al Cabrero”, sino también en las fiestas
tradicionales de estas tierras.

Fiestas de Aldeadávila
Las FIESTAS son el momento en que se abandonan las labores tradicionales del
“campo”- y ahora de otros variados sectores-, y se regocijan los vecinos con
tradicionales tan ancestrales como la “Fiesta bufa” durante los Carnavales–que tiene su
paralelismo con “A Festa dos Velhos en Bruçó”, o “el día de San Antonio Abad” – en la
que los mozos y niños recorren la noche anterior las calles y plazas a lomo de burros o
mulos, para presentarse después en la casa del mayordomo a obsequiarles con pastas,
vino ó chochos, “la noche de Ánimas” –un ancestral “Halloween” de esta Villa, pero sobre
todo las fiestas de fin de verano, la fiesta por excelencia, en la que mayores, mozos,
hijos de la Villa y “forasteros” como se dice aquí, se dan cita desde tiempos inmemoriales
para festejar “las Fiestas del Toro de Aldeadávila”.

Todos estos aspectos festivos tenían su propio léxico dentro del habla ribereña
que todavía se conserva en parte:

“Baile de la Rosca”, “Bambarro”, “Bodina”, “Bodoriu”, “Brea”, “Capoti”,


“Chochos”, “Forasteru”, almendras “garrapiñadas”, “Jijeo”, “Jira”,
“Mayordomo”, “Mozo”, “Partidas”, “Palenques”, “Talanqueras”,
“Tamborinu”, “Toreru”, “Toru”, “Vacu”, étc.

Y es que la “Fiesta de los Toros”, según aparece en los libros Parroquiales de


Aldeadávila, ya se celebraba antes de 1.565, porque se dice en 1.575:

“Juan Bautista- pintor de la ciudad de Salamanca- concede ante el


escribano de Aldeadávila, diez ducados para la compra de un toro para los
mozos de Aldeadávila. Las corridas de toros habían sido abolidas diez
años antes”.

¡Qué poco ha cambiado esta costumbre más de 5 siglos de lapso. Ese binomio
toros-mozos de Aldeadávila, que es en definitiva, endulzado con más ingredientes, el
auténtico corazón de estas fiestas que duran una semana completa, al terminar todas las
labores agrícolas de la trilla y el cereal.

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Estas fiestas se celebran “por San Bartolomé” desde el año 1.852 en que la Reina
Isabel II – a petición de la Diputación Provincial de Salamanca- da autorización a nuestro
Ayuntamiento para celebrar: “una feria anual los días 24, 25 y 26 de agosto”.

El aspecto principal de la feria era la adquisición de los “torus” añejos, hoy “vacus”
de 2-3 años debido al “Reglamento taurino”, pero también la “Feria anual de ganado” de
San Bartolomé, la más importante del Oeste salmantino hasta 1.983, año en que
desparece lamentablemente.

En estas fechas, la población de la Villa- 1.450 habitantes- se incrementa de


manera estable hasta los 3.000, y en los actos festivos principales de la programación-
cuatro días taurinos- se calcula en 5.000 las personas que los presencian. Estas ferias
son un gran imán comarcal, desde hace mucho tiempo, motivo que ha movido al
Ayuntamiento de Aldeadávila, apoyado por toda la Corporación Municipal, Asociaciones
Culturales, de Empresarios y vecinos a solicitar el pasado mes de Octubre su
catalogación como “Fiesta de Interés Turístico Regional”: motivos no le faltan para
esta declaración.

Las Peñas, con más de 50 en la actualidad, forman una parte muy importante del
desarrollo de este “jolgorio colectivo” en el que participan grandes y niños, lo mismo da, y
tienen su antecedente nuevamente en las tradiciones, a las que parecemos ser tan
amantes en estas tierras, en concreto a “Las Partidas”, a las que se refiere Antonio
Llorente-Maldonado de Guevara en 1.947:

“Una de las principales características de la vida riberana es la sociabilidad


organizada de sus habitantes. Se reúnen en cuadrillas muy numerosas, las llamadas en
Aldeadávila “Partidas”, …formadas en esta Villa por los que tomaron la Santa Comunión
por primera vez, y juntos siguen unidos indisolublemente hasta la muerte; todas las
fiestas son colectivas, cada partida por su lado, y cuando dos partidas se indisponen, la
batalla- antes sangrienta, hoy solamente dolorosa) es inevitable. Esta unión no
termina con el matrimonio, sigue inalterable; lo mismo los hombres que las mujeres,…
permanecen ligados; y hoy…todos comen en casa de uno, mañana la gran juerga en la
bodega del otro, muchos días las mujeres tienen por su parte una magnífica merendola,
étc., y por la noche a rondar si son solteros,… a cantar si son casados.

Esto que pasa en Aldeadávila con las partidas, se encuentra con ligeras variantes
en las cuadrillas de los demás pueblos: todo a base de amistad, de beber y de
cantar…

No hablemos de las fiestas anuales, con sus corridas y su encierro “A LO SAN


FERMÍN”, en las que se derrocha de todo:

Cante, danza, valentía, dinero, vino, palos…”

Y es este aspecto de la música, los bailes y los cantos donde se conservan


antiquísimas Coplas populares, ya desde el siglo XVII, en donde la imaginación popular,
los hechos cotidianos, y otros trágicos de la comarca tienen su cabida:

Así, el más antiguo conservado sería la “Copla del Toru de Aldeadávila:

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“Toreru tira la capa

Toreru tira el capoti

Toreru tira la capa

Mira que el Toru te cogí

Vete pa casa

Mira que el Toru te cogí”.

O el “Toro de Mieza”, cantada en toda la Rivera salmantina, y que recogió en


1.906 Dámaso Alonso:

“El Torito de este año

Ya lo tienen ajustado

Que lo ajustaron de noche

Por eso dicen que es bravo

Que lo ajustaron de noche...

Por eso dicen que es bravo...”

La Naturaleza y el Turismo

En efecto, al valor ecocultural de nuestras tradiciones y cultura local, en el que


incluimos nuestras fiestas tradicionales, el gran despegue del Turismo en nuestra región,
y en particular en Aldeadávila, como su núcleo más activo, tiene mucho que ver la
poderosa y vigorosa naturaleza que aquí disfrutamos, pero también con los pasos
adecuados que han ido dando las diferentes corporaciones municipales desde los años 70:

“Todo el Municipio de Aldeadávila de la Ribera, con sus 46 km2, está integrado en


el denominado “Parque natural de las Arribes del Duero”, en concreto en su Sector
Central. Las figuras de protección que acoge el Municipio completo son:

o Lugar de interés Comunitario (LIC) desde enero de 1.998.

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o Zona de Especial Protección para las aves (ZEPA), última actualización de julio
de 2.004.

o Catálogo de la Red Natura 2.000 de la Unión Europea.

o Declaración de “Areas críticas” para la conservación de la cigüeña negra –Ciconia


nigra. Orden de 22 de junio de 1.998. El Municipio está integrado, en concreto, en las
Áreas 1 y 2.

El paisaje, suave y ondulado en el borde de la penillanura del Campo Charro, se


transforma en abrupto y rocoso para descender hasta las profundidades del río Duero,
en las llamadas tradicionalmente “Arribes”. Éstas son las dos componentes principales
del paisaje en Aldeadávila:

Una campiña verde con cultivos de vid, cereales, frutales y jara en los bordes de
transición de la penillanura, y unos cultivos típicamente mediterráneos en las Arribes:
“olivos, almendrales, naranjales y limoneros” –así, como todavía decimos en esta tierra.

Las vistas panorámicas que se disfrutan entrando por la carretera de La Zarza, y


en los tesos de “La Horca”, “de María Auxiliadora” o de Santiago, y en las altitudes
mayores que se dan en el “Teso de la Cabeza” y “Teso de la Vesada”.

Los mamíferos, vertebrados y rapaces tan abundantes aquí son un reducto de los
que vivían en la penillanura salmantina durante la edad media, pero acondicionados a la
flora e invertebrados típicos de “Las Arribes”. El sistema de parcelamiento secular por
medio de “paredones”, y el sostenimiento del terreno en las riberas del Duero por medio
de “bancales” logran evitar la erosión del terreno y su degradación. El valor cultural de la
agricultura tradicional de “subsistencia” cobra aquí la máxima importancia, porque no sólo
ha conservado el medio natural, sino que lo ha potenciado.

El mismo valor cultural e importancia se le ha dado en estas tierras olvidadas a las


“fuentes”, “pilones” y “caños” conscientes desde siempre de que el agua es un valor
escaso. Por eso, en cualquier recodo del camino, al abrigo de una peña, en cualquier
placita de la Villa, y sobre todo a sus entradas, se han sabido mantener las fuentes, y
siempre se ha preparado por parte del “concejo” los dineros necesarios para su
mantenimiento, o para desarrollar nuevas. Lamentablemente, las fuentes de bóveda de
origen más antiguo como “Fuente Santiago”, ó “Fuente Remoria” han sido desmanteladas
en la época de los años 70, pretendiendo volver a valorizar el Ayuntamiento estos
antiguos recursos. Entran dentro de este estudio la valorización del puente del “arroyo
Remolino” que mantiene en pie sus antiguos pilares, y el antiquísimo puente de “calle
Berzal”.

En visitas medioambientales por la campiña “aldeavileña”- término más tradicional


que el nonato término de “aldeaviluco” que se quiere introducir- el Visitante atento podrá
descubrir y observar-sobre todo en época de celo- mamíferos como garduñas y jinetas,
tejones y zorros; diversos tipos de culebras como las de escalera, herradura y lisa
meridional, pero sobre todo la más abundante “bastarda”, así como todo tipo de
“eslizones”, lagartijas, y salamanquesas; también en épocas de tormentas, y junto a las
charcas y lagunas: ranas, sapos, salamandras y tritones, también en algún “pilón” sin uso
agrícola. También cangrejos “autóctonos”

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De la antigua riqueza piscícola del Duero antes de la construcción de la presa, por
desgracia ya no quedan las “lampreas” que hicieron famosa en Salamanca las aguas de
Mieza y Aldeadávila; han sido sustituidas por los barbos y tencas, y el menos apreciado
lucio.

Pero donde principalmente destaca el “Parque Natural de las Arribes del Duero”
y lo hace singular y único, es en la gran riqueza de aves que se dan, algunas de ellas
únicas:

o Cigüeña negra: posee más del 8% de la población total española, estando


censadas 20 parejas.

o Alimoche: con 75 parejas censadas, supone el 20% de la población


regional, y el 6% de la española.

o Y el emblema de las aves de las ARRIBES: el buitre leonado con más


de 550 parejas, que suponen más del 13% de la población regional.

o Menos abundante, pero también muy fotográfico y vistoso es el vuelo del


Águila real con 24 parejas censadas, que suponen el 20% de la población regional, y el 10%
de la nacional.

o El águila perdicera con 17 parejas concentra toda su población


castellana y leonesa en estos fayales, puesto que constituyen el 65% de la población
regional.

o El búho real (Bubo Bubo) con casi 30 parejas.

Todas estas aves de gran porte, cuya reserva de hábitat supone uno de los
últimos recursos naturales de Castilla y León, hizo que ya desde el año 1.992 se tuvieran
en cuenta y censaran sus recursos valiosísimos, además tenemos el buitre leonado, el
halcón peregrino, la chova piquirroja, dos colonias importantes de quirópteros y una
de las 12 áreas españolas de la herpetofauna.

Los planes futuros para el Parque pasan por su solicitud para la declaración de
“Reserva de la Biosfera” ante la UNESCO, uniéndose así a la Sierra de Béjar
salmantina, la construcción y mejora de los miradores existentes, fundamentalmente en
los Municipios de Aldeadávila, Mieza y Vilvestre, y el proyecto estrella: “Un sistema
integrado de control y depuración de las aguas”.

Aldeadávila ha sido consciente desde hace muchos años de su increíble potencial


turístico, y ya desde los años 60 ha dado pasos en dicha dirección. El resultado actual
que podemos calificar de “cabecera turística” de Las Arribes junto a Fermoselle, y
Miranda do Douro no es fruto del azar, sino de su centralidad –no reconocida
oficialmente- y de las iniciativas que han ido desarrollando sus diferentes corporaciones.

Así, la construcción de las piscinas y del polideportivo descubierto marcó esta


senda al comienzo de los años 70, seguido una década después de la apertura del bonito
complejo del “Albergue La Noria”: de ambas iniciativas tomaron buena nota el resto de
ayuntamientos de la comarca, incluso Vitigudino que fue posterior.

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La afición local “al juego de pelota” y la potenciación del baloncesto provincial
hicieron necesario la construcción de un frontón cubierto, en su día orgullo del pueblo,
también en la década de los años 80. De esta época son las iniciativas populares para
realizar la primera senda del Duero, a través de una carretera rayana con Las Arribes,
pero sobre todo el desarrollo local del barco pionero “Corazón de Las Arribes”, así como
la ejecución de la playa fluvial en “El Rostro” de Corporario, nuevamente esta iniciativa
fue copiada en Vilvestre-Freixo y en Fermoselle-Miranda do Douro.

Se potencia así enormemente el potencial turístico de la Villa, momento que crea


los primeros “Centros de Turismo Rural” donde en un entorno de naturaleza, y de
actividades agrícolas y ganaderas se potencia el contacto de los “Visitantes” con otro
mundo muy diferente al de la ciudad: lo que en esta tierra llamamos “el campo”. De este
momento-mediados de los 80- se construyeron y rehabilitaron dos granjas-centros de
turismo, también pioneros en la comarca, y que vinieron a complementar al tradicional
hotelito “El Porrón”.

Hoy en día, y gracias al mayor apoyo de las Instituciones, y a las subvenciones


europeas y comunitarias gestionadas por “Adezos”, ALDEADÁVILA cuenta con más de
200 plazas para Visitantes, gracias a 6 Centros de Turismo Rural, el Albergue La
Noria, y 3 Hoteles. La oferta se complementa con una “Zona de Autocaravanas” junto a
“La Noria” que se hace pequeña y se va a ampliar para cubrir las necesidades.

La apertura en el año 2.002 de la “ermita de San Sebastián” como Oficina


Municipal de Turismo dio cabida en el Municipio a una gestión moderna y planificada de
los recursos, así como la posibilidad de realizar campañas de publicidad incluso de ámbito
nacional.

La oferta se con varios restaurantes que ofrecen los tradicionales “potes” de la


región, y con diversas opciones de “turismo activo” tanto en la naturaleza, como rutas
guiadas y posibilidad de recorrer las arribes en el vehículo tradicional de estas zonas: el
mulo y el burrito.

Las acciones de promoción que cada año realiza el Ayuntamiento cubren las más
insospechadas facetas:

o La catalogación y restauración de elementos arquitectónicos de arquitectura


tradicional y religiosa, contándose más de 150 monumentos en el “Casco histórico”.

o El mantenimiento y embellecimiento del recurso del agua: son innumerables las


“Fuentes” o “caños” y los “pozos de lavar” tradicionales. También entra en esta
preocupación la restauración de los tres puentes medievales conocidos.

o El mantenimiento y ampliación del recurso del “Crucero Corazón de las Arribes”:


se ha dotado recientemente de un nuevo barco cubierto e insonorizado con más de 100
plazas, la instalación de merendero en la playa fluvial, y la ampliación de las instalaciones.
Punto señero en este recorrido es la reciente apertura del “Ecomuseo de la Majadas
Arribeñas” donde se enseña cómo era la vida de un cabrero en los años 50, con
explicaciones del último cabrero tradicional.

o La colaboración del Parque Natural viene siendo importante en los últimos


años, con el “Proyecto del Muladar de El Encinal” , en el camino de Santa

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Marina, donde los biólogos e investigadores especializados de las aves,
puedan observarlas tranquilamente, y ahora mismo se están adecuando dos
miradores.

o La señalización de monumentos y de las calles de la Villa, con una breve


explicación de su historia, así como la erección del “Monumento al Cabrero”

o Otro punto donde también es pionera nuestra localidad es en la creación de


la “Agencia de Desarrollo Local”, y en el impulso de la “Fundación
Aldeadávila Bien de Interés Cultural”.

o Los proyectos en ejecución son muchos: la renovación del sistema de


alumbrado por otro más respetuoso con la tradición y más eficiente-otra de
las ideas pioneras de este pueblo-, la Solicitud para la declaración de las
“Fiestas del Toro” como “Bien de Interés Turístico de Castilla y León”,
la futura creación del “Museo del Contrabando” del que Aldeadávila
nuevamente era punto señero en los siglos XIX y XX, y sobre todo su
reconocimiento como “Bien de Interés Cultural”, uniendo así su interesante
casco medieval al de las localidades ya reconocidas de San Felices de los
Gallegos y Fermoselle.

“Aldeadávila se está vistiendo de galas, como si fuera una novia”.

En palabras del alcalde Santiago Hernández: “está quedando más bonita que nunca”.

Sin duda que así es, y en ello intervienen sus recursos turísticos, sus ricas
tradiciones y gastronomía, y su conjunto monumental.

Un recorrido turístico por las calles de la Villa


Opcional al Turismo de Naturaleza y de barco por el río Duero, se ofrecen rutas
por las calles históricas de Aldeadávila, y de su anejo Corporario, donde podremos
descubrir uno a uno sus monumentos, y admirar su arquitectura tradicional de los siglos
XVIII y XIX, tan bien conservada en estos pueblos, y que nos dice de historias como las
del “tío Felipe”, “tío Romo” o los contrabandistas “Roto” y “Perico el Feo”, o de cabreros
naturalistas como “el dientes”. Historias que perviven en el imaginario colectivo del
pueblo. Personajes del tamboril y la música como “tío Veneno”, “tío Rondiche”, “tío
Troncón”, o literatos y pensadores nacidos en la Villa: Matilde Cherner y Hernández,
Padre Olmedo, José Hernández Catá, … y el último Luciano Pereña Vicente. Esta tierra
siempre ha sido muy dada a contar historias pasadas, leyendas, coplas, a novelar y hacer
literatura popular. La parroquia de Aldeadávila imprimía todos los sábados su propia hoja
parroquial “El Lazarillo de Tormes” que más era un panfleto de literatura, que una hoja
religiosa.

El “Proyecto de rutas urbanas” fue presentado como inversión ante la Junta de


Castilla y León, ya en el año 2.009, y aunque de momento no ha sido aprobado, puede
servirnos para realizar un paseo por las calles de nuestros dos pueblos, tomando como
centro la Oficina de Turismo.

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La “ermita de San Sebastián”, situada a medio camino entre los antiguos núcleos de
Corporario y de Aldeadávila, nos sirve como punto de referencia, para realizar las rutas
urbanas.

Ruta turística por Corporario

El pueblo de Corporario, independiente hasta el año 1.972, ha estado sin embargo


muy ligado a Aldeadávila. Formó parte de la Villa en los siglos XVIII y XIX, y en los
primeros documentos escritos aparece en el siglo XIII con el nombre de “Darios”,
fechas de las correrías del infante Sancho I Pérez. Debido a su escaso término, nunca
logró sobrepasar los 50 vecinos, por lo que conserva su estructura antigua, con dos largas
y estrechas calles, y numerosas travesías que se van abriendo.

Comenzamos nuestro recorrido en Corporario por la Calle Fuentebuena, situada en


un extremo del altozano que otea las arribes a 702 metros. Éste es el lugar de
emplazamiento de un campamento romano, del que han aparecido estelas tardorromanas,
fíbulas, monedas, y de cuyos materiales se pudo construir la iglesia románica de
Corporario, ya antes de 1.265, una de las mejor conservadas y menos alteradas con el
Renacimiento. El nombre de Fuentebuena procede de la calidad de sus aguas, que fluyen
hacia el paraje de la “ermita de San Blas”, y en este lavadero tradicional, bien
conservado, se lavaban las ropas hasta hace muy pocos años.

La imagen de la Torre y de la Nave de la Iglesia de Corporario, nos dice claramente


cómo eran las iglesias de estos pueblos, antes de que el gótico tardío y el Renacimiento
Arribeño de la familia Lanestosa llegaran a estos pueblos. Conserva estelas romanas
utilizadas en sus paredes y tiene únicamente el añadido de una nave en el siglo XIX.

La Calle Aldeadávila- nombre que se daría en el siglo XVIII- vió pasar muchas
diligencias y caballerías, con destino al pueblo vecino; su estructura apenas si ha
cambiado, al igual que sus casas, que nos dan una imagen fiel de cómo era la vida en los
siglos XVIII y XIX.

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Hay otra fuente en el casco antiguo del pueblo, se trata de Santa Margarita, donde
unas obras recientes han embellecido, este antiguo panteón reutilizado del siglo XVIII.

Aunque pueblo constituido en su mayoría por agricultores –“pecheros”, también


tenía hidalgos, uno de los cuales se construyó a finales del s.XVIII el llamado “Palacio”,
enorme caserón neoclásico, y que se conserva bien. No quedan rastros del escudo
nobiliario, que sin duda se llevarían sus descendientes al abandonar el pueblo.

“El Palacio” ha dado nombre a dos travesías, y una de ellas conserva el original
nombre de “Segunda de palacio”. Ya al salir del pueblo, y muy próximo al “Parque de
Corporario” se conserva un pilón ganadero, que debió de ser muy importante, allá por el
siglo XIX.

Tampoco quedan rastros de los mojones y cruces de los primeros años del siglo XX,
cuando se hicieron los deslindes de ambos términos. En las peñas se marcaban dos o tres
cruces para marcar la división del término.

Barrios históricos de Aldeadávila, y antiguas cercas.

“El Parque de Corporario” en la ladera norte del teso del “Molino de Viento”, es
otra de las iniciativas del Ayuntamiento, a comienzos de la década de los 90, y sirve
todas las tardes para reunión de amigos y Visitantes que se reúnen para jugar a “los
bolos”. Destaca la fuente de piedra, y sobre todo la maquinaria de la anterior almazara,
con unos paneles informativos, donde se nos explica las diferentes fases de la
fabricación del “aceite de oliva de las Arribes”.

La Villa de Aldeadávila ha sabido conservar y resaltar la mayor parte de sus


monumentos, casas tradicionales y fuentes, a pesar de algunos despropósitos de los años
70 y 80. Su estructura urbana es mucho más compleja, destacando un pueblo muy
antiguo medieval, cerrado en estrechísimas callejuelas-algunas impracticables- y tres
vías de entrada que ya describió Madoz en 1.845: la entrada del camino Viejo de
Ledesma-Corporario-, la entrada por La Zarza-teso de Santiago y alto de La Horca-, y la

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entrada desde el monasterio de Laverde y Mieza -el llamado camino de Santa Marina-
que entra en el pueblo por la “Cuesta de San Marcos”. De la antigua importancia de este
último, y por el que podían transitar diligencias y tropas en el siglo XVIII ya casi no
queda nada, sería sin embargo una vía lógica a potenciar.

Traspasada la “raya de Corporario” nos encontramos con el antiguo Molino harinero


y fábrica de harinas, que en su estructura de piedra actual ya fue nombrado en 1.947 por
Antonio Llorente-Maldonado. Una inteligente restauración reciente nos permite
contemplarlo como “Centro de Turismo Rural”. La amplitud de la avenida que
contemplamos junto a la “Oficina de Turismo” y futuro “Centro de Recepción de
Visitantes” es debido a que en estos descampados se celebraba la “Feria anual de
ganado” de san Bartolomé desde una real Orden de 1.851 de la reina Isabel II.

A los pies del “chopo de 1.895 “se celebraban los cambios y trueques de ganado,
en el que participaban ovejas, cabras, pero sobre todo de ganado mular.

También estuvo aquí el cementerio hasta los años 60. La ermita de San Sebastián,
dependiente de un antiguo lugar llamado “Quadrilleros”: figura en los siglos XIII y XIV
como anejo del “Beneficiado de Aldeadávila”. Su construcción románica de los siglos XIII
y XIV ha quedado grabada en las incisiones y marcas que empleaban los canteros
medievales. Gracias a su uso como “pósito de cereales” municipal, y posterior cementerio
evitó su demolición a finales del siglo XVIII, lo que no ocurrió con las ermitas de San
Blas, de San Apolinar y del Humilladero de Corporario, o con la de Santiago, San Pelayo y
San Marcos de Aldeadávila.

En estas calles que van acercándose hacia el centro histórico, y en sus piedras han
quedado grabadas infinitud de historias, y el interés de las clases adineradas de la
población por “ponerla al día” y liderar su aspecto más urbano y de cabecera de la
comarca. La avenida que une la “ermita de San Sebastián” con la “Ermita del santo Cristo
del Humilladero” no fue poblada hasta bien entrado el siglo XX: su nombre “José Antonio
Caballero” alude a la personalidad política del personaje natural de esta Villa que más
influencia tuvo en la Corte de Carlos IV, y cuyo principal mérito fue encauzar la “primera
Reforma Universitaria española y del sistema de Educación” , dos veces ministro, osciló
entre el rechazo y la complacencia con los franceses, teniendo que exiliarse. Su obra en
la localidad fue terminar la “Capilla de los Marqueses” pero sobre todo remodelar la Plaza
Mayor y la construcción del edificio neoclásico del Ayuntamiento y cárcel provincial en
1.807.

Pero es que junto a los muros del “Humilladero del Santo Cristo” de la primera
mitad del siglo XVII y ampliado en el XVIII desfilaron las familias nobles de
Aldeadávila: personajes como Alonso caballero, Juan Caballero, Alonso Santiago, Isabel
de Santiago Herrera, María Herrera, Francisco Caballero del Pozo, Manuel Caballero del
Pozo, María Caballero y Herrera, Pedro Antonio Caballero, familias éstas que terminarían
de “germinar” su nobleza con los dos Marqueses primeros del caballero, los más ligados.

La antigua plaza del Humilladero descubierto fue el lugar de realización de los


“autos de fe” contra los judío-conversos de ascendencia portuguesa en la época de
construcción de la primera parte del edificio, y según nos relata Caro Baroja, entre los
juzgados se encuentran Ana Rodríguez de Paz y su probable primo Joseph de Paz ,
ambos de Prado Gatao y Vilarinho dos Galegos, y residentes en Aldeadávila.

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Este monumento, común en toda la comarca, marcaba el centro de las semanas
santas y de la religiosidad de determinadas cofradías. Su aspecto de gruesos muros y
cuatro contrafuertes, nos recuerda nuevamente el aspecto de fortaleza que tiene la
Torre de Aldeadávila.

Pero vamos descendiendo por las calles antiguas de la Villa: antes fue construida la
Calle Poza, que sigue el antiguo trazado de la Calzada de Ledesma. Aquí abundaron las
fuentes, y el empedrado. Esta calle, por fechas en determinadas construcciones se
levantó en el primer cuarto del siglo XIX, inmediatamente después de que los franceses
abandonaran su guarnición en la Villa. Podemos ver el primer palacio del Rector de la
Universidad de Salamanca: Manuel Caballero del Pozo –tío materno del II Marqués-
construido entre 1812 y 1816, y que después pasaría a ser la flamante sede de la Aduana
de Aldeadávila. Un poco más bajo, y en una calle que no ha perdido para nada sus edificios
de comienzos del XIX el llamado “Rincón de Matilde Cherner”

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Recorrido por los “Barrios medievales” de la villa: por el interior de
las cercas.

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Este resumen de nuestra historia común, únicamente pretende poner en valor y
divulgar parte de los conocimientos últimos sobre nuestra historia que vienen
apareciendo en publicaciones y libros desde los años 70, y a los que se ha podido acceder
gracias a su digitalización reciente. Se ha pretendido engarzarlos en un hilo conductor, y
dando razones que expliquen las consecuencias de dichos procesos históricos, y que
además explican gran parte de nuestra propia personalidad y evolución. Silenciar esta
cantidad grande de libros que nos ofrecen información precisa y contrastada sobre
nuestro pueblo, sería como “amordazar” nuestro pasado.

Es cierto lo que opinan algunos estudiosos, que nuestro pueblo estuvo poblado de
una manera continua, sin interrupción, al menos desde la Edad del Hierro hasta nuestros
días, basta referenciar el verraco vetton, que existió en la carretera entre Masueco y
Corporario a 1 km. de distancia del primero –se conserva, aunque muy deteriorado, en el
Museo de Bellas Artes de Salamanca-, o las propias estelas tardorromanas y monedas
que se conservan de Corporario.

Las iglesias no sólo han sido lugar de culto: se han levantado en altozanos con gran
valor simbólico y ritual, recogiendo materiales precedentes- o simplemente sobre sus
ruinas-, grabando en ellas la propia mentalidad de la época, siendo una especie de
memoria en piedra de su forma de pensar y de vivir: es sabido que en sus puertas se
celebraban las reuniones aldeanas -primitivo Concejo- cuando no había edificio para ellas;
que en sus puertas, cubiertas de tejados de madera a modo de cobertizos, se celebraban

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reuniones y se celebraban contratos y escritos, teniendo al cura – beneficiado como se le
llamaba en la Edad Media- como escribiente, notario y juez de disputas al mismo tiempo,
hasta bien entrado el s. XIV, o como reuniones de vecinos en concejo abierto-quizás por
ello, el edificio del Ayuntamiento esté situado junto a la puerta sur de la iglesia, desde
que se levantara.

Aldeadávila: “la flor del olivo” en la Puerta Sur de la Iglesia


parroquial (probable s.XIV). Es el símbolo medieval del pueblo, y denota la
gran importancia del olivo en la vida de sus habitantes.

Desgraciadamente, el apoyo de las instituciones públicas provinciales o autonómicas


a excavaciones arqueológicas, o a tan siquiera una declaración de Conjunto Monumental
de la parte histórica de Aldeadávila se echa de menos. Si esa defensa de nuestro
Patrimonio Cultural e histórico no viene de fuera, al menos deberá de continuar “desde
dentro”, continuando la labor de rescate de oficios y profesiones antiguas desde el
propio Ayuntamiento, o el trabajo realizado hasta ahora por vecinos u organizaciones de
particulares para descubrir el rico Patrimonio Cultural e Histórico.

2.- Nuestra idiosincrasia

Si ya es cierto que la mayor parte de los pueblos y ciudades tratan de definir sus
señas de identidad, sus particularidades con gran fuerza, si marcan sus diferencias, este
hecho del individualismo se da quizás con más fuerza en Las Arribes.

Expresiones como “es forastero”, “volví al pueblo porque no me sentaba bien el aire
de Bilbao”, “los de Masueco son…”, para los de Corporario “los de Aldeadávila somos…”
vienen a reforzar la idea del individualismo, tan interiorizada en nuestra propia alma
“arribeña”, o como se decía antes: “revirana”.

Este afán por la diferenciación llegaba al paroxismo, como cuando los de Villarino y
Fermoselle se liaban a pedradas, o lo mismo entre diferentes barrios de Aldeadávila, o
como cuando en las procesiones de San Blas de Corporario, podía haber agrias disputas si

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la imagen llegaba a traspasar el mojón de la carretera de Aldeadávila. Es decir, dentro
de la misma población se tiene a reproducir el modelo.

La visión que tenemos actualmente de Aldeadávila como “un pueblo único y


agrupado” que ha nacido creciendo, o lo mismo de Corporario, es lo más alejado de la
realidad: ésta es una idea relativamente reciente en la historia, procede de las ideas de
fines del s.XV, y sobre todo del XVIII. Esta unión de los diferentes núcleos que comenzó
a darse en el último cuarto del siglo XV, además, no fue una idea original nuestra, sino
una necesidad de defensa que sintieron los habitantes de pequeñas aldeas como
Quadrilleros , Alcornocal y Ribiela (Revilla) para poder defenderse de los ataques de
nobles poderosos como García de Ledesma. De estas pequeñas aldeas –lugares- nos
quedan restos y rastros documentales como veremos enseguida.

También es necesario situar correctamente la visión que tenemos de las ermitas


históricas, y de Santa Marina, en un plano comparativo provincial, e incluso de ambos
lados de la raya del Duero-Douro: las ermitas, su construcción marcaban en la mayor
parte de los casos la ubicación de aquellos lugares que decíamos, y en algún otro caso, o
momento de su historia como asistencia a peregrinos y enfermos que transitaban por
los caminos, y que eran tan frecuentes en la Edad Media, frecuentes por las guerras, las
luchas continuas, el hambre, las pestes y las expropiaciones de tierras por los nobles.
Esta parece ser la función de la ermita de San Marcos, y del posterior Hospital de los
franciscanos de San Miguel, que existió en el propio casco urbano de Aldeadávila.
También hay que romper el mito, de tratar de asociar arcos o fechas de una determinada
reforma con el todo. Todos estos monumentos han vivido a lo largo de los siglos
numerosas obras, ampliaciones, restauraciones, etc. gracias a ellas las conservamos, pero
para ello es necesario analizar las fases de su construcción, sin realizar análisis
simplistas.

3.- El camino de Ledesma y la Edad Media en la época árabe

Nos dicen José María Quadrado, en su “Historia monumental de Salamanca”, y el


Padre agustino César Morán, que de Ledesma partían cuatro caminos en la antigüedad,
siendo el del Oeste, el que nace en Peña Cerracín y lleva hasta Aldeadávila, ya muy
importante desde antiguo. Los autores lusos se suelen referir a él como el camino L-5,
ya con anterioridad a los romanos. Yo añadiría que por él nos han llegado no sólo los
avances y las nuevas ideas, sino también las amenazas, las guerras y el terror, y
conduciría también hasta el antiguo lugar de Laverde o Santa Marina. En este camino
estaba situado “el verraco de Masueco”, probablemente un símbolo de demarcación de
límites…. La Verde y Rivas cobran significación histórica por hallarse en el camino de
más fácil acceso para franquear el paso a Portugal, en un remanso del río Duero, que ya
se utilizó desde antiguo, incluso San Francisco de Asís, en su célebre viaje a Ciudad
Rodrigo.

La presencia árabe debió ser muy importante en nuestra comarca, dominada toda
ella por cerros orientados al norte, con pluviometría y sol superiores a la media
provincial, y con unas amplias huertas situadas en llanos bien ventilados, y finalmente en
unas Arribes que permiten en bastantes puntos un cultivo mediterráneo muy rico, como

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el olivo, en terrenos abancalados, y que constituye uno de los sustentos básicos de la
alimentación: el aceite de oliva.

Esta proximidad cultural entre Las Arribes, y más concretamente Aldeadávila con
los árabes, ya lo expuso la Universidad de Granada, en el año 1964. Pero hay muchísimo
más: la conservación de leyendas ricas en detalles desde Pereña hasta Masueco y
Aldeadávila, donde vemos a bellas doncellas encerradas en fortalezas (Masueco),
vírgenes que se esconden (Pereña), doncellas vírgenes que huyen del acoso de jeques
moros (Santa Marina), o cabecillas moros que se suben hasta lo alto de la torre para
observar su obra (Torre de Aldeadávila), o para perseguir a doncellas. También son de
esta época algunos nombres de calles: Atalaya, Remoria, etc. Como vemos, estas
leyendas tienen en su temario vírgenes, doncellas y fortalezas, pero no hay porqué
situarlas en una fecha concreta, nos hablan de una tradición muy antigua unida a nuevos
elementos cristianos, nos indican un sustrato cultural importante, pero también el amplio
uso de huertas, el uso de las fuentes y las aguas, la forma de construir bancales, pero
sobre todo el cultivo del olivo. La misma leyenda árabe de Masueco, se afirma que existe
en Mogadouro, símbolo de un lejano tiempo común, y de frecuentes contactos entre
ambas riberas.

Pila románica de la Iglesia Parroquial de Aldeadávila, de influencia riojana.

La “leyenda de Santa Marina”, probablemente traída por repobladores riojanos


de Ledesma, se trataría de una refundición de tradiciones árabes, con leyendas de
Letesma en La Rioja: un intento de “cristianizar” o santificar un hecho. De todas las
formas, la variante que ha llegado hasta nosotros sería una versión del siglo XVIII ó
comienzos del XIX. “La fuente del moro” en Masueco, “La leyenda mora de la
construcción de la Torre de Aldeadávila”, y “el Romancero alto-medieval de Flores y
Blancaflor” tan maravillosamente conservado en estos pueblos:

Fue recogido en 1.910 por el discípulo de Unamuno, Federico de Onís en toda la


raya: Mogadouro, Avelanoso, étc. La versión siguiente es la de Corporario:

1 Tan alta iba la luna como el sol al mediodía

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a pedir a dios del cielo 4 Ponía a contar la condesa,

y a Santiago de Galicia, para cantar a la niña.

a pedir a Dios del cielo “Morro, niña de mi alma,

que le diese un hijo o una hija Morro, niña de mi vida;

para heredar el condado, si estuviera en mi tierra

que herederos no tenían. rico bautizo te haría,

yo te pusiera por nombre

2 Se sientan a merendar rosa de la Alejandría.

a la sombra de una oliva.

al conde lo matan moros 5 Como se llama mi madre,

y a la condesa cautivan. y una hermana que tenía;

Se la han de entregar me la cautivaron moros

a la reina de Turquía día de Pascua florida,

que dice que tiene ganas cogiendo rosas y flores

de una cristiana cautiva. de un jardín de una mi tía”.

La reina estaba escuchando

3 La reina estaba preñada, y d’esta suerte decía:

la condesa también lo iba;

la condesa parió una niña. 6 “Vuelve a cantar, la condesa,

Las pícaras, las comadres vuelve a cantar a la niña.

para ganar las albricias Válgame Dios de los cielos

a la reina dánle el niño y también Santa María;

y a la condesa la niña. pensé de tener esclava

y tengo una hermana mía”.

La población no tuvo porqué marcharse con la retirada del poder árabe, sino que se le
unieron nuevos pobladores, probablemente de Orense en Villarino y La Cabeza de
Framontanos, castellanos y riojanos en Ledesma… pero estas gentes humildes no daban
nombre a la población, este “honor” quedaba reservado a los dominadores, a los señores

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feudales, y el nombre se empezaba a forjar fuera de la población, no en ella misma, así
tenemos ejemplos: Villarino D’Armón Arias, Darios, y la aldea d’Auila, que bien pudo ser
dominada por los “Frates de Ávila”, que no fundada. Otros pueblos se asocian con una
actividad o el origen de la refundación: Perenna, Travanca, etc.

4.-Los límites difusos de los Obispados de Zamora y Salamanca 1185

Hacia 1162 se conceden fueros a Ledesma y Ciudad-Rodrigo, y ello a pesar de que


al principio del siglo XII la zona ya estaba controlada totalmente por el reino leonés.
Este retraso indica las muchas dificultades con que se encontraron los nuevos pobladores
leoneses y castellanos, y la debilidad del reino de León, bajo la influencia del reino de
Castilla. Se observa un paisaje dominado por bosques y con muy poco aprovechamiento
agrícola. El rey Fernando II acude a nobles para hacerse fuerte en determinados
enclaves fronterizos, y también a las Órdenes militares, ya sean de Santiago, la
Hermandad de los frates de Ávila, etc. De esta época data la “restitución del Obispado
de Salamanca”, dividido en Arzedianatos, y por debajo de éstos, los Arciprestazgos al
frente de numerosas parroquias. En el Oeste de Salamanca, tenemos en esta primera
época los arciprestazgos de Villarino, Aldeadávila, Vitigudino, Villar de Peralonso, étc. Lo
que nos indica qué localidades ya eran de cierta importancia, probablemente durante la
dominación árabe, porque estamos hablando de la restitución.

Lo mismo ocurrió en la restitución del Obispado de Ciudad Rodrigo con los


arciprestazgos de:

Los límites de los Obispados de Zamora y de Salamanca estaban aún por


determinar, y parece que la frontera natural iba a ser el río Tormes. Mirado desde
Salamanca, se denominaba “Citra-Tormes”: la parte más cercana de la región de
Salamanca, y “Ultra-Tormes”: la parte más alejada.

Así, tenemos un acuerdo de términos del año 1.185 entre los Obispos de
Zamora y Salamanca que nos dan bastantes noticias sobre aldeas e iglesias
pertenecientes al Obispado de Zamora y sitas en la región de Salamanca, concretamente
“Ultra-Tormes”:

“…et illas alias ecclesias que sunt ultra Tormes, scilicet, Ecla, Encinasola,
Barrochopardo, Saldania,… et abrenunciat questioni de aldea de Martin Iustiz, et del
aldea de Martin Tellez, et ville que dicitur Septem Ecclesie, et de Falafeios, et de
Penela, et questioni Castri de Ledesma et Fiscali Maioris.”

Tenemos aquí una clasificación primera de aldeas y villas que pertenecieron desde
la primera repoblación al Obispado de Zamora, ya antes de 1185, la mayor parte de ellas
están situadas en los límites geográficos, y siguen una línea geográfica clara:

Ecla: Yecla de Yeltes. Saldannia: Saldeana. Encinasola: Encinasola de los


Comendadores. Barrochopardo: Barruecopardo. Septem Ecclesie: Siete Iglesias de
Alaejos. Falafeios: Alaejos. Penela: posible Pereña de la Ribera.

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Respecto a Aldea de Martin Iustiz y Aldea de Martin Tellez: su emplazamiento
bien podría ser en el borde de Ledesma: Aldea D’Auila: Aldeadávila. El Obispado de
Zamora realiza la permuta y renuncia a sus derechos eclesiásticos.

En concreto, refiriéndonos a nuestra localidad, Corporario se ha asociado a


enterramientos o Corporales muy desde antiguo, aunque es posible que durante algún
tiempo se denominara Corpo-Darios, y Aldeadávila fue dominio de la Orden de Santiago,
como Barruecopardo y tantas aldeas del territorio de Ledesma, ya por los años 1172-
1190:

“Se vende Ciudad Rodrigo, Ledesma y Castrotorafe al maestre don Sancho


Fernández -de la Orden de Santiago- y a los demás freiles, en el año 1187 por parte del
monarca Alfonso VIII” (Boletín de la Real Academia Española de la Historia, 1885).

Estos freiles, además de guerrear al sur del Tajo, no pasaban hambre: “Alfonso IX
da a Sancho Fernández, maestre, la décima parte de las crías que tengan las ovejas,
vacas, yeguas y demás animales que posee el rey entre el Duero y la Transierra” , traigo a
colación esta cita porque nos indica que la propiedad en aquellos años no era de los
míseros campesinos, sino real, de señores feudales, y de la iglesia. Este maestre de
Santiago era poseedor de extensos lugares en la provincia de Salamanca, y debe ser el
mismo al que se refiere el autor Macías, en su “Historia de Salamanca”:

“Su sobrino Alfonso X el Sabio le hizo deán de Santiago, y consta en escrituras


que ya lo era en 1.255, así como Señor de los lugares de Revilla de Aldeadávila, Villoria y
Villoruela, Manceras…”.

Inscripción en la base de la cruz central de Santiago: “se hizo en


1500, a devoción Purísima María…”

26
De esta época procedería la ermita de Santiago, situada en lo alto de la colina,
entre la calle Fuente de Santiago y La Lagona, en las cruces que guardan su recuerdo y
que se embellecieron en 1500.

Tenemos más documentación sobre las aldeas del territorio actual de Aldeadávila
en el mes de abril de 1269, gracias a una donación realizada1:

“et en Villoriola perpetuo et irrevocabilitier valitura, ac donatione qua in Ribiela, et


in Aldea de Avila et in Quintana pro me penitus revocata, loco cuius revocationis facte,
videlicet, de Ribiella, de Aldea de Avila, et de Quintana...”

De esta manera sabemos que a finales del s.XII ya existía la ermita de Santiago
por una donación, y que ya estaban fundadas o refundadas Aldeadávila, Quintana, y
Ribiella (Rivas en el s.XVIII).

Cruces de Santiago, 1500. Decoración del pie en estilo gótico isabelino.

Este es un punto para futuras prospecciones arqueológicas y de protección de


estas valiosas cruces renacentistas, las más antiguas de Aldeadávila. Esta primera etapa
medieval, no hay que buscarla pues, en las guerras contra Portugal- que he contabilizado
14 intentos por lo menos- sino en la retaguardia de las tropas leonesas, en tierras
productivas para ellos... Sin embargo, con Alfonso X el Sabio y Alfonso XI -el montero,
por lo de cazador- la situación se invierte, y la prioridad pasa a ser la tensión bélica con
Portugal, lo que hace que por una parte se levanten fortalezas desde Alfaiates hasta la
ribera del Côa y Sabugal, y por otra, se fortifique desde Fermoselle hasta Ciudad
Rodrigo y Coria, es el momento de la militarización de Aldeadávila, la población
aterrorizada, y pagando cada vez más impuestos en forma de ganado, cosechas, etc.

1
MARTÍN MARTÍN, José Luis: “Documentos de las Archivos Catedralicio y Diocesano de Salamanca”, 1977. Universidad de
Salamanca. ISBN: 84-600-10171.

27
Arco de entrada a bodegas del siglo XVII, calle Corral de
Tomás (cortesía de Francisco Marquina).

5.- La primera construcción de iglesias

Dependiendo del “arzedianato de Ledesma” y los arciprestazgos primeros de


Villarino y Aldeadávila, las primitivas aldeas del Concejo de Villa y Tierra de Ledesma, ya
tenían hacia 1265 la suficiente entidad como para buscar la financiación para la
construcción de sus nuevas iglesias, y esta información ha sido estudiada recientemente
por el profesor Bienvenido García Martín. Se trata de la primera lista de poblaciones
conocida hasta ahora. El documento empieza:

“Summa Libro a todos los préstamos que la iglesia Catedral de la Ciudad de


Salamanca ha e tiene en la dicha ciudad e en sus tierras e término e en la villa de
Ledesma e su término e en la villa de Medina e en su término e en la villa de Monleón, los
cuales comienzan de esta manera”

En concreto, con referencia a las tierras de las Arribes, las poblaciones son:

Almendra, Travanca, Cabeça de Framontano, Villarino, Perenna, Bidola, Penalfange,


Fontes, Cabeça de Caballo, Villar, Simirera, Aveto, Massoco, Sarça de Canosapo,
Corporario, Aldeadávila, Mieça, Bilvestre, Barruecopardo, Sazele, Villabonos, Robredo de
la Casa, Milana, Saldenna, Valderrodrigo...

De esta primera época, una vez que la cultura árabe empieza a abandonar estas
tierras del Valle del Duero, se restablece formalmente el Obispado de Salamanca con
306 parroquias, englobadas en diversos “Arziprestazgos”, de los cuales podemos
destacar en el Oeste de la provincia: Aldeadávila, Ledesma, Villar de Peralonso, Villarino,
Vitigudino, étc., lo que indicaría la existencia de estas aldeas ya en época visigoda.

Seguramente nuestros lectores identificarán fácilmente en nuestra geografía


salmantina gran parte de estas poblaciones, aunque no todas... ello es debido a que muy
pronto, ya en el s. XIV empiezan a despoblarse algunas de ellas: Penalfange, Simirera,
Aveto, Robredo de la Casa. En el entorno de Aldeadávila se tienen contabilizados por los
documentos históricos algunos de ellos: Quadrilleros, Alcornocal. Otras aldeas no
aparecen por no ser del Obispado de Salamanca, y sí de Órdenes religiosas como la de
Santiago: Ribiella de Aldeadávila, Robredo o Robledo, Barrochopardo, Quintana, étc.

28
Sarcófagos paleocristianos o visigodos del sitio de (RIVAS)-El Encinal.
Probable cementerio del lugar de Ribiella (Rivas).

La división del territorio era muy grande, de lugares dependían pequeñísimas aldeas
con pocas familias, así tenemos Cornocal en 1.223, 5 de junio –en las proximidades del
actual Yacimiento de Siegaverde:

“Cornocal cum aldeis istis:

Nomos, Petro Amato, Quintana, Barrocalejo, Pedro Longo, Lalavida, Castelejo


y Aldeola, Torre de Adriano”.

“La Balía de Ledesma: iglesia de San Nicolás, Zafrón, Zafroncino, Santiz, Valle de
la Ossa, Moreiras, Sancta Marina y Golpejas de la Vega”.

Traemos a colación esta subdivisión de la Tierra de Ledesma, para ver la gran


cantidad de aldeas existentes entonces, hasta 187, y que se iban a ir conviertiendo poco
a poco en “despoblados”, así como la aldea de Sancta Marina, muy próxima a Ledesma, y
ya registrada a comienzos del s.XIII.

No obstante, la población de las aldeas es muy escasa, y los bienes que iban
acumulando estas iglesias, también muy pequeño, en detrimento de los diezmos que
cobraban todas las iglesias de la villa de Ledesma2 en 1.259:

“Acuerdo entre el obispo de Salamanca D. Pedro y el cabildo con los clérigos de


Ledesma, sobre la manera de repartirse los diezmos que vecinos de Ledesma tienen en
aldeas de ese término. Se resuelve pagando un tercio del diezmo a las iglesias de las
aldeas y los dos tercios restantes pasarán a las iglesias de Ledesma donde resida el
dueño de las tierras. Se añaden otras normas en la administración de estos diezmos y las
penas a quienes no cumplan lo convenido”.

6.- Los señoríos reales y las primeras torres defensivas


2
“Acuerdo de a10 de setiembre de 1259”, depositado en ACS, caja 14, legajo nº2-nº10.

29
Pero muy pronto, todas las localidades que posteriormente (s.XVII) conformarían
la comarca de “La Rivera”, iban a ser testigos de la disputa entre infantes de la Corona
de Castilla y los regentes del Concejo de Ledesma; nos estamos refiriendo a los años de
1290 a 1322, a las Cortes de Castilla que se celebran repetidamente entre Burgos y
Valladolid, el texto es el siguiente, y están referenciadas al menos cinco copias:

“Otrosí que las villas é los logares que fueron de Don Alfonso fijo del Infante Don
Fernando, é de Don Sancho fijo del Infante Don Pedro, que son Beiar, é Montemaior, é
Miranda, é Granada, é Galisteo, é Alba, é Salvatierra é Ledesma con todos sus términos,
que estas dichas villas que non sean dadas a Reynos, nin á infanzones, nin á ricos omes,
nin á cavalleros, nin á los dichos Don Alfonso nin á Don Pedro que se lama fijo de Don
Sancho, nin á ninguno de los regnos nin de fuera de los regnos, nin sean metidos á juicio,
mas que finquen Reales segunt en tiempo del Rey Don Fernando que ganó á Sevilla.

Otrosí confirmamos al concejo de Ledesma que haian sus aldeas que son estas:
Penna, Villarino d’Arias, Darios, La Cabeza de fuera mercados, Aldea D’Auila, Mieça...”

Este es el momento en que estas aldeas pasan de verdad al Concejo de Ledesma:


los campesinos de estas aldeas empiezan a tener unos mínimos derechos civiles, aunque
inferiores, desde luego, a los que poseían los habitantes de la capital ledesmina.

Trazado de las primitivas cercas medievales de Aldeadávila. En color rojo


figura el solar antiguo de la plaza, y en azul el perímetro elipsoidal de 820
metros, que encerraba un área de 5,3 ha.

30
Primitivas cercas de aldea D’Auila: aspecto actual después de ocho siglos.

La construcción de la Torre, iglesia y las murallas no fue un hecho único


“grandioso”, al que los pecheros pudieran acceder a pagarlo, sino el resultado de un
proceso continuo de poblamiento, y sobre todo, de respuesta a unos estímulos exteriores
fuertes, como lo fueron el infante Sancho Pérez [1290-1315], su hijo D. Pedro
[1315-1322], la pérdida de Riba-Côa en 1297, Sancho el mudo-hijo del prolífico y
salmantino Alfonso XI-infante Sancho Alfonso [1331], infante bastardo Fernando
Alfonso [1331-1341], en fin una pléyade de señores feudales segundones de la familia
real, y que todos ellos fueron “señores feudales” de nuestra tierra.

Es este infante Sancho I Pérez, quien tanto gustaba de “escapar” de su villa


ledesmina, quien se dedicó a recorrer las Arribes, en un momento de gran poderío militar
del joven reino de Portugal, gracias a su Rey labrador: dom Dinis. Como veremos después,
en el capítulo dedicado al Convento de Santa Marina, este infante tuvo un papel especial
en las Arribes de Ledesma, las entonces llamadas “a las arrivas de el Duero” , desde
Monleras hasta Mieza, quizás fuera por los problemas en Ledesma, tal vez porque
frecuentaba la caza en la comarca con los monteros que tenía designados en cada aldea,
al igual que su abuelo Alfonso X el Sabio, así fue cómo el 1º Conde de Ledesma descubrió
la sepultura de la doncella Marina, y mandó levantar una pequeña ermita hacia 1.300,
podemos así decir, que fue el 1º Señor de Ledesma, quién aupó a la Aldea dÁuila a un nivel
superior. También pensamos que es de esta época la “reconstrucción de las murallas
árabes” de la aldea.

31
Torre de Aldeadávila. Sillerías del balcón perimetral del siglo XIV. Se
aprecia la unión entre las obras del s.XIV y la del XVI.

Estas mismas sillerías nobles, de piedra de Villamayor han sido reutilizadas en el


pueblo:

Calle el Pozo nº5, rincón del s.XVIII: sillería de la planta 3ª de la torre.

“Lo que es cierto, y consta por documentos, es que por los años de 1300,
el infante D. Sancho, I Señor de Ledesma, que como hemos dicho ya
siempre andaba fugitivo de la Corte, discurriendo por sus Estados los mas
cercanos à Portugal...”

Por aquella misma época, Mogadouro, cruzando el Duero, también vivía


fundaciones muy importantes:

32
El Rey Dinis se afirma que “fundó” la “freguesía” vecina de Bruçó,
viniendo de España:3

“Vindos de Espanha, el Rei Dom Dinis e a sua mulher, Dona Isabel de


Aragão, mais tarde Rainha Santa, a do milagre das rosas, passaram por
Bruçó e ali descansaram da jornada.

Vinham cheios de sede e repousaram junto de uma fonte, de água muito


fresca e saborosa, a hoje conhecida por Fonte Velha.

Era-lhes, porem, difícil de beber, pois não eram portadores de copos e a


água, boubulhava com força.

Traziam com eles um filho ainda criança que estava morto de sede. Então
El-Rei disse para a Rainha Santa:

“Isabel, ¡de bruços, de bruços!”

Então a Rainha poso o filho de bruços, e de bruços a criança bebeu.


Beberam, também de bruços, o Rei e a Rainha. Finalmente Dom Dinís disse:

“Daqui em diante, esta terra, onde bebemos de bruços água tão boa e
fresca, será chamada de Bruços”.

E, segundo a lenda, foi assim a través dos tempos, esta aldeia ficou a ser
designada por Bruçó”.

Hemos de decir que la traducción de su nombre portugués sería: “de


Bruces”, y que el lugar donde bebieron agua, se conserva y venera en el
pueblo vecino como “Fonte Velha”.

3
“Lenda de dom Dinis em Bruçó”: “Jornal Pariço nº2”, abril de 1.980. Recogida en http://www.bragancanet.pt/bruco/

33
Vista de la Sala Capitular de la Torre desde los muros renacentistas.

Inmediatamente después de la restitución de las aldeas de Las Arribes al concejo


de Ledesma, hacia 1338 todo el territorio de Ledesma vuelve a convertirse en señorío:

“Fueron los hijos de Alfonso XI y de su dama Leonor de Guzmán, que


sucesivamente poseyeron á Ledesma y Béjar con todo su territorio: de Sancho el mudo
nacido en 1332 pasaron hacia 1338, por haber resultado imbécil a Fernando que feneció
en 1344” (José Mª Quadrado: “Salamanca, Ávila y Segovia”).

Apenas pasados 20 años de la extinción del infantado de D. Pedro de Aragón, todas


las tierras de Ledesma, pasan al infante D. Sancho Alfonso en 1331:

“En este año nasció al Rey un hijo de Dñª. Leonor de Guzmán, que llamaron D.
Sancho, y dióle el rey (Alfonso XI) el señorio de Ledesma y á Béjar, Galisteo, Granadilla,
Montemayor, Salvatierra y otros lugares, y el rey no podía por entonces yr a socorrer á
Gibraltar por la guerra que le hazian D. Juan Manuel é D. Juan Núñez señor de Lara”.

(“Memorial histórico español”, de la real Academia de la Historia, Tomo VIII,


Madrid, 1885).

Este traspaso continuo del Señorío de Ledesma entre segundones de la casa real,
dura hasta los infantes Enrique y Pedro de Aragón, que son aquellos a los que se refería
el poeta César Manrique en “las Coplas a la muerte de mi padre”. Es conocido que los dos

34
hermanos, se opusieron por las armas a Juan II de Castilla, rey con muy poca fuerza, y
muy disputado. El profesor Benito Ruano señala que eran más ricos que el propio rey.

El infante Enrique se aficionó a las ciencias, y llegó a ser rector de la Universidad.

Pero de los dos hermanos, quien más iba a significarse en el oeste de Salamanca y
de Extremadura fue el infante D. Pedro, que participó activamente en las luchas en esta
parte del territorio, entre 1426 y 1431. Su captura, en 1429, vino a traer un poco de paz
en el Oeste de salamanca, al exigírsele por Juan II, para su liberación, la entrega de
todas las fortalezas y posesiones que allí tenía junto con su familia.

Todas estas acciones fueron desarrollando en Aldeadávila, un concejo distribuido,


dentro de las cercas en cuatro barrios históricos: Barrio de Abajo, Atalaya, Peñas y
Barrio de Arriba, que perduraron hasta el s. XVII, fecha en la que la población alcanza
los muros, y empieza a realizar cortes o aberturas en ellos.

Lo que nos interesa es conocer qué derechos recogían los Fueros de Ledesma, y qué
privilegios les habían concedido los monarcas a fines del siglo XV:

o En 1462: “que se dejasen pasar las mercadurías y demás bienes que se


condujesen por la villa de Ledesma”4.

o En 14635: “Primeramente, que el dicho señor conde plega de guardar e


mandar guardar todas las livertades e franquezas, esençiones, previllejos e merçedes e
fueros e husso e costunbres que la dicha villa e su tierra e los cavalleros e escuderos e
otros vezinos e moradores e personas heredadas en ella e en su tierra tengan, segund que
fasta o y por el dicho rrey don juan, de gloriosa memoria, e por el dicho señor rrey don
Enrique, su fijo an sido guardadas”.

Estructura de Barrios históricos en Aldeadávila.


4
Escrito en Madrid, a 12 de marzo de 1462. Archivo ACDA, nº3, legajo 1, nº5.
5
Valladolid, 14 de enero de 1463. “Documentación medieval del Archivo Municipal de Ledesma, 1986”, doc. 86, p.173. J.M.
Monsalvo Antón y A. Martín Expósito.

35
Los siglos XV y XVI fueron un momento de florecimiento económico, de
alejamiento de las luchas principales, y de agrupamiento de la población, ello fue debido
otra vez más a estímulos ajenos al pueblo, pero del que sacaron provecho: el regidor de
Salamanca García de Ledesma, entre 1480 y 1494 intenta apropiarse de los ricos
campos de Aldeadávila, para convertirlos en un latifundio particular. No lo consigue en
Aldeadávila, pero sí en La Zarza, donde se distribuyen a medias todo su territorio García
de Ledesma y el Licenciado Pumareda. Es lógico pensar que toda la población de La Zarza
se marchara pobre y sin tierras a Aldeadávila, y a finales del s.XV.

Éste no es un caso aislado, lo mismo pasa en Villarino y Travanca con el noble


Gonzalo de la Merca y en Pereña con Pedro de Miranda. Fruto de estas tensiones, la
población, temerosa se agrupa: se abandonan los lugares del Alcornocal -probable solar
de la ermita de San Pelayo- y de Quadrilleros- que estaba situado junto a la ermita de
San Sebastián-. Por éste último hay tensiones a fines del s.XV entre Corporario y
Aldeadávila, y finalmente ésta enriquece su término jurisdiccional enormemente,
dibujando los términos municipales que conocimos hasta 1974. Las diferencias entre los
pueblos, a veces, vienen de muy atrás…

La pertenencia de la comarca de Las Arribes al Duque de Alburquerque, una de las


figuras más sobresalientes del reinado de Enrique IV, genera mayor confianza en la
población, un orden en la distribución de ganancias-aunque injusto- una donación para
embellecimiento de iglesias, la creación de cillas con usos y medidas normalizadas, y en
general un incremento de la población, y un enriquecimiento de determinadas familias. De
esta época procederían los bellos arcos ojivales de los coros de la Torre de Aldeadávila,
y el embellecimiento de las Torres de Pereña y de Masueco, como ocurrió en tantos otros
lugares, gracias a donaciones de D. Beltrán.

La muerte del rey, o la prolongada edad de D. Beltrán, que ya había traspasado el


Condado y Ducado a su primogénito Francisco, hace que determinadas figuras de la baja
nobleza, y procedentes de la capital o de Ciudad Rodrigo, intenten instigar a aldeas con
un rico y extenso territorio, tal como es el caso de Aldea de Ávila y de Masueco:

“Citación del Consejo real, reunido en Medina del Campo, el 10 de mayo de


1494: 6

“Para que García de Ledesma, vecino de Salamanca, se presente ante el Consejo


Real, y no moleste a los vecinos de Aldea de Avila y de Masueco, con excomuniones ,
amenazas de don Francisco Flóres, arcediano de Castela, y Provisor del Obispo de
Salamanca…”

6
“Registro General del Sello”- Archivo General de Simancas, publicado por Casa Martín en 1950, p. 271. Tomado del Asiento nº
1799: de la obra 11. Signatura: RGS, 149405, 139. Cód. Ref: ES.47161. AGS/1.1.31.1.1113.8//RGS, 149405/139.

36
Arco ojival fines s.XV, planta del Coro alto de la Torre de Aldeadávila.
Data de la época del I Duque de Alburquerque D. Beltrán de la Cueva.

La situación en toda Salamanca a fines del s.XV, es de mucha tensión,


expropiaciones de tierras, ajusticiamientos y bandería; y por los caminos de Pereña y de
Aldeadávila, se vieron emigrar a Portugal en 1494 los judíos de Ledesma, y las pocas
familias judías de las Arribes, que las había, sobre todo en Vilvestre, núcleo más
importante de la comarca. Es el momento del episodio de Pedro de Miranda, conde gallego
que se rebela y se “acastilla” en la Torre de Pereña, y que tuvo que resolver finalmente la
propia reina Isabel de Castilla.

El Santo Cristo del Humilladero de la Cruz era una devoción muy arraigada en la
provincia de Salamanca, y sobre todo en las Arribes: está documentado en el s.XVI en la
mayor parte de las poblaciones: Villarino, Pereña, Masueco, Corporario, Mieza, Vilvestre,
Saucelle. Aldeadávila se incorpora tarde a esta lista, no será hasta la primera mitad del
siglo XVII, una vez se haya completado la unión o amalgama de los diferentes núcleos
poblacionales.

37
Santo Cristo del Humilladero. Muro del s.XVIII, cara Sur. Obsérvese la diferente
hechura.

Una vez más, esta obra del Humilladero de Aldeadávila se realiza en dos fases:
primera mitad del s. XVII los gruesos muros de la capilla, y segunda mitad del siglo
XVIII se construye la entrada actual, hecho que queda marcado por la pobre
mampostería de las paredes, los aleros y la ubicación de la primitiva campana del s.XVII.

7.- La significación del lugar de La Verde o Santa Marina

La bonita leyenda de Santa Marina podría ser también una particularización


hecha en Aldeadávila, debido al grado de aislamiento que hemos comentado con
anterioridad. Esta hipótesis viene reforzada por el hecho de que en la Zarza de
Pumareda, distante tan solo 6 Kms. la versión de la santa o beata es distinta, y también
en Mogadouro y Lagoaça, donde se afirma que su nacimiento no tuvo lugar en “las Uçes”,
ni tan siquiera que sea española, sino natural de Lagoaça, y el mismísimo “Abade de Baçal
“afirma esto, y que su cabeza se conserva incorrupta en la parroquia de dicho pueblo
(Baçal, distrito de Bragança).

La transcripción más antigua de la leyenda, trata del año 1.776, y tenemos que
agradecérsela al párroco de La Mata de la Armuña, Bernardo Dorado7, quien se dedicó a
recorrer la provincia, como historiador aficionado, y destaca en la Comarca de Ledesma
al Monasterio de la Verde, como uno de los dos más significativos. Además se
corresponde con el momento de esplendor del Convento y de la devoción comarcal:

“Antes de tratàr de los Venerables Prelados de nra. Esclava Iglesia referirè dos
célebres Monumentos suyos, que tenemos en el Obispado, que cede honra y gloria de
Dios, y credito suyo. Uno consta por mèra tradicion de que tenemos ciertos vestigios, y
el otro por instrumentos evidentes:

7
“Compendio histórico de la ciudad de Salamanca, su antigüedad, la de su santa Iglesia, su fundación y grandezas que la
ilustran”, Salamanca, 1.776, por D. Bernardo Dorado, pp. 66 a 71. Reimpreso por Editorial Maxtor en 1.985, ISBN: 84-976-13-
694.

38
El I. es el célebre Santuario de Sta. Marina, oy Convento de Religiosos
Franciscos de la Provincia de S. Miguèl llamado de la Verde à las Riveras de el Duero,
Jurisdicion de la Villa de Aldeadabila, cuya vida refiere la devocion de la manera
siguiente:

“En el tiempo que los Moros se apoderaron de nra. España, discurriendo por toda
ella llegaron à un grande Pueblo, oy corta Aldèa cerca de el Duero, y sitio donde oy el
Convento de la Verde, llamado La Suces (cuyo nombre aún retiene) sus Moradores
huyendo la barbara furia procuraban evitàrla, poniendo tierra por medio, unos
retirandose à las Montañas, y defendiendose otros entre las breñas y matorràles de las
arrivas de el Duero; un Moro alcanzó à ver a una doncellita, que amedrentada iba
escapando al referido sitio, empeñòse el barbaro en seguirla para saciar su deshonesto
apetito, yà llegaba Marina (que este era el nombre de la doncella) al Duero sin poder
librarse ni tener otro amparo que el de Dios, à quien clamaba en aquel aprieto: metiòse en
el hueco de una peña; llegò el denodado Moro en su alcance pensando la tenìa ya en su
poder; pero, ò poderoso Dios! Estremeciòse la peña con un paboroso ruido, abriendo
puerta para defensa de Marina, y cerrandola al lascivo Moro, dexandole lleno de temor y
espanto; asi es comun tradicion de toda aquella comarca, y otros refieren este mismo
caso no à la invasion de los Moros en sus principios, sino al tiempo de la esclavitud, y es
de lo mas verosimil, aunque ignoremos su preciso y determinado tiempo.

Lo que es cierto, y consta por documentos, es que por los años de 1300. el infante
D. Sancho, I Señor de Ledesma, que como hemos dicho ya siempre andaba fugitivo de
la Corte, discurriendo por sus Estados los mas cercanos à Portugal, llegò a este sitio à
caza con los suyos, y avisados de los perros fueron al parage adonde ladraban con aìnco, y
llegando à la entrada de una cueba sintieron todos una suavisima fragancia, è informados
por los Naturales de el Paìs de la doncella Marina sacàron de el sitio con ternùra y
devocion las santas Reliquias, que hallaron, y queriendolas llevàr à Ledesma à 200. pasos,
que havian dado, sintieron un peso tan intolerable, que viendo ser inutiles sus esfuerzos y
diligencias, facilmente conocieron ser voluntad de Dios, que quedàse su sto. Cuerpo para
honor de aquel desierto teatro de su angelica vida y virtudes; por lo que el Sr. Infante
mandò fundar una Hermita con el nombre de Sta. Maria de el Manzanedo, en donde
depositaron tan venerables Reliquias: asi estubo hasta que por los años de 1413. viendo
los devotos quasi arruinada la Hermita la renovaron.

Pero siendo miu frequentes y furiosas las avenidas de el Duero quisieron los
vecinos de Aldeadabila afianzarla, y ponerla mas en salvo, entregandola à los Religiosos
de S. Francisco de la Provincia de Santiago en el de 1444., los que con su
acostumbrado zelo y limosnas de los Lugares Vecinos asì Castellanos como Portugueses
fundaron su Monasterio mui curioso, aunque reducido.

Dividiòse la Provincia de Santiago, haciendo de toda ella otra, que es la de S.


Miguèl, y en su repartición cupo este Convento à esta en el año de 1548. Es esta casa, y
ha sido mui venerada y visitada de los Pueblos, haciendo Dios por su intercesion en todas
edades y tiempos infinitas maravillas: venerarse en el Sagrario de este Religioso
Convento la cabeza de la Santa, y las demàs religiosas estàn colocadas en el Altar mayor,
y en èl hai gravàdo un letrèro, que he leìdo, y dice:

“Hic jacet Corpus humillissimae et devotissimae Servae Dei Marinae, quae


in hoc loco extremum clausit diem, ad cujus honorem haec domus aedificata fuit”

39
Después de la amplia documentación que hemos podido manejar, el Convento
franciscano de Laverde, contribuyó muy ampliamente a incrementar el liderazgo de
Aldeadávila en la comarca, y a agrupar a ésta como comarca.

Antes que Santa Marina, fue llamado La Verde, y era un lugar estratégico en el
camino que venía desde Ledesma, y atravesaba Aldeadávila y Rivas con dirección a
Portugal, y a Mieza, Vilvestre y Barruecopardo.

Mapa de las poblaciones de la Vicaría de Barruecopardo y de la antigua Roda de


Mieza, y pertenecientes en 1787 a la Orden de Santiago (Partido y Vara de
Castrotorafe). El mapa es muy anterior, y se ven poblaciones como Rivas (Ribiella) y
Ausente.

Pero donde mejor encontramos un completo recorrido histórico de lo que supuso el


Convento de Santa Marina de la Verde, es en el libro de Jaime Pinilla González8, ya del
año 1.978, y anterior por tanto a la obra de Luis Mata. De este recorrido por el arte
salmantino, tomamos nuevas citas históricas que completan el cuadro:

“Además de González Dávila y Bernardo Dorado... estuvieron en el convento el


cronista de la Orden franciscana Gonzaga. Contamos con una crónica no muy extensa
escrita por un miembro del convento Fray Juan de San Antonio, en 1742 -época de
esplendor del convento- de la cual se halla una copia moderna en el Archivo Diocesano.
...Nos proporciona de primera mano datos sobre las obras realizadas en el monasterio
durante el siglo XVIII. La documentación se reduce a un inventario, proveniente del
monasterio de Santa Clara de Ciudad Rodrigo, y que se halla conservado en el Archivo
Diocesano de dicha ciudad. Fray Juan nos cuenta que en el lugar de Nuestra Señora de

8
“El arte en los monasterios y conventos despoblados de la provincia de Salamanca”, Jaime Pinilla González. Ediciones
Universidad de Salamanca, año 1.978. ISBN: 84-748-100-27, pp.119 y ss.

40
Manzanera o Manzanedo ya existía una ermita, que después ocupó el Convento. Los
hermanos de la Orden franciscana vivían allí como ermitaños dependientes del Convento
de Santa Clara de Ciudad Rodrigo. Según Bernardo Dorado, el fundador de la ermita
había sido el infante don Sancho, Señor de Ledesma... La existencia del convento
arrancaría en el año 1444, en que los Señores de Ledesma entregaron la ermita a la
“provincia de Santiago”, para que edificaran allí el Convento.

En el archivo se conservaba una bula pontificia del año 1445 por la que se
concedían indulgencias a los que ayudasen con sus limosnas a las obras del convento 9.
Probablemente la bula fue concedida a instancias de los condes de Ledesma, quienes eran
considerados sus patronos. De ello también quedaba constancia en el archivo, en cuyo
inventario se especificaba en 1695, en que el Duque de Alburquerque10 daba cada año al
Convento una limosna de 300 reales de la que no existía documento de donación.

La obra realizada entre aquellos años (aprox. 1444 a 1700) debió ser modesta y de
pequeñas dimensiones, por cuanto no habitaban en el Convento más de 12 ó 15
religiosos,11lo que es confirmado por el Censo de 159112 y así permaneció mucho tiempo.
En el “Concilio de León” celebrado por la “Provincia franciscana de Santiago” en el año
1523 se acordó establecer un “Estudio de Gramática” en el Convento de Santa María de
Manzanedo o Laverde13”.

Con relación a la obra arquitectónica del antiguo Convento y su Iglesia, lo más


interesante es la portada, obra del siglo XV, formada por un arco de medio punto de gran
dovelaje, flanqueado por escudos con las armas de D. Beltrán de la Cueva y de Doña
Mencía de Mendoza, primeros Condes de Ledesma; sobre él se encuentra también una
hornacina de medio punto. Se halla enmarcado por un alfiz, en el que se aprecian restos
de pintura artística imitando sogueado y con huella apreciables de decoración con temas
vegetales, tan del gusto de los franciscanos.

La nave, probablemente estuvo cubierta con armadura de madera, siguiendo


también el modelo franciscano, durante la reconstrucción efectuada por Iberduero en
1.958, en cambio, fue sustituida por una nueva bóveda de medio cañón.

La cabecera es sin duda, lo más antiguo del edificio, y formaría parte de la ermita
primitiva –finales del siglo XIII- con la forma de un cuadrado de 5 metros de lado
abierto a la nave, otra vez con arco de medio punto sobre impostas de nacela. De sus
dovelas, algunas conservan pinturas de zarcillos y temas vegetales. Se cubre con bóvedas
de crucería semejantes a las de la Catedral de Ciudad Rodrigo- donde tenía su Convento
“madre” de Santa Clara-.

Según el investigador de arte salmantino Gómez Moreno, es muy probable que la


cabecera se corresponda al s.XIII, aunque afirma que la rudeza de los elementos no
permite completamente precisar la fecha concreta. En su costado derecho se abre una
capilla, probablemente contemporánea de las obras del convento-s. XVIII-.

9
Fray Juan de San Antonio, Op. Citada, p. 16.
10
D. Francisco V Fernández de la Cueva y la Cueva.
11
Fray Juan de San Antonio, Op. Citada, p.17.
12
“A.G.S.”, nº24, legajo 1301.
13
“Crónica de la provincia franciscana de Santiago”, p.44.

41
Es importante ver que Rivas estaba perfectamente comunicado con Mieza y
Vilvestre y con Laverde, siendo una puerta a dichos pueblos.

Mientras tanto, Don Beltrán de la Cueva, I Duque de Alburquerque y Ledesma, se


preocupaba de los asuntos de Estado, por ser el principal ministro y valido de Enrique IV
de Trastámara, pero también de sus patronazgos, entre ellos el de Santa Marina, antiguo
cenobio al que dedicó mucho dinero para su restauración, y mantenimiento del oficio en
su capilla. El emplazamiento era idóneo para que los eremitas se asentaran en él, ya antes
de la repoblación, por su buen clima, cultivos mediterráneos, abundancia de agua, y por
estar enclavado en el mejor paso natural de las Arribes hacia Portugal. Dicen los
mayores, que antes de la construcción del Salto, allí existían diversas grutas naturales
con grabados rupestres, al igual que en Pereña, Masueco, y en valles del Côa.

Se comienza la reconstrucción del antiguo cenobio en 1445, pero lo termina y


amplía D.Beltrán, también con el ánimo de acercar al mayor número de frailes
franciscanos posible. Según el investigador salmantino Gómez Moreno: “la capilla
primitiva del convento data del s.XIII”, época que coincide con la fundación de las
iglesias y ermitas de Aldeadávila y Corporario, menos el Humilladero. Este convento
atrajo desde esta época a la juventud de la comarca, que acudían con el ánimo de
formarse, o en otros casos de obtener buenos puestos en la carrera eclesial: muchos de
ellos destacaron en América en los s.XVII y XVIII.

La creación de las rodas de la Tierra de Ledesma, se hizo en el siglo XIV, pero su


papel importante comienza en el s.XV, y su denominación claramente marca los límites de
la Comarca de Ledesma: Villa de Ledesma (489 vecinos), Roda del Campo (450 vecinos),
Roda de Çiperez (515 vecinos), Roda de Garçi-Rey, Roda de Mazuecos (1014 vecinos),
Roda de Mieça ( 585 vecinos), aunque también se trata de una organización defensiva,
administrativa y poblacional. De esta misma fecha (S. XIV) data la reorganización
eclesiástica, sin duda dictada desde la Villa de Ledesma, que mantiene el arciprestazgo
de Villarino, pero anula otros como el de Aldeadávila, y crea los curatos o beneficiados,
un poder económico importante, organización intermedia entre las parroquias y los
arciprestes.

Los concejos, y sus figuras políticas, de justicia y administrativas: justicias,


alcaldes, regidores y procuradores, ya están creados en esta época. Lo sabemos por un
documento de esta época y referente a Masueco y Mieza:

“los justicias de Masueco y Mieza, así como los alcaldes, regidores y procuradores
de los dicho lugares y concejos (cuyos connombres dícese literalmente en tal documento-
e aquí por puestos-) a petición del procurador Cubillas, para que…”

42
Histórico Barrio de Abajo de Aldeadávila. Vista de la Torre, junto a la
puerta de Abajo (obsérvese la convergencia de las casas).

La denominación de “Barrio de Abajo” sin personalidad, sin un nombre propio, no


deja de sorprendernos. Una hipótesis que se ha lanzado es que pudiera indicar la
existencia de un núcleo ya existente, para cuando llegaron los primeros repobladores…

La situación a finales del s.XV y comienzos del XVI, justo cuando se vislumbran
las nuevas ideas que pronto llegarían con el Renacimiento es de un claro enriquecimiento
de los principales pueblos (entonces aldeas) de Las Arribes, en comparación con sus
vecinos de La Ramajería: ello provoca que entre 1500 y 1508 los regentes del Concejo
de Villa y Tierra de Ledesma decidan establecer nuevos censos de población aldea por
aldea, no sin gran oposición de vecinos enriquecidos que veían en éstos una excusa para
subir los impuestos –que siempre gravaban más a las aldeas en comparación con la Villa-
como es el caso de vecinos de Monleón y del Concejo de Aldea en pleno de Aldeadávila.
Veamos lo que dice el autor José Luis Martín Martín en su estudio sobre el Concejo de
Villa y Tierra de Ledesma: (Libro: La Península en la Edad Media. ISBN: 84-7800-411-4)

“En el caso de Ledesma y su Tierra hemos conseguido una documentación que no


se libra de alguna limitación, pero que presenta, al mismo tiempo ciertas ventajas. La
principal de ellas es que contamos con dos padrones de vecinos, uno de la villa y otro de
las aldeas14, que detallan el nombre así como algunos aspectos económicos y sociales de
los cabezas de familia, que parecen bastante completos y elaborados con esmero, pues
contienen numerosas anotaciones justificando la imposición15; además, las correcciones

14
“El Padrón de la Villa de Ledesma se encuentra en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Sala de los Hijosdalgo,
caja 76,2 (en adelante será citado como SH 76,2). El Padrón de las aldeas de la tierra se encuentra en el mismo Archivo, Sección
de protocolos y Padrones, Caja 142,28 (en adelante Chancillería, SP, 142,28) ambos inéditos y sin estudiar hasta el momento que
se sepa”.

43
se hacían con sumo cuidado, en ocasiones delante del rodero. Ambos censos parecen casi
coetáneos pues fueron redactados a finales del siglo XV o en la primera época del XVI.”

El Padrón de las aldeas es anterior, y está catalogado en 1500, lo que


demostraría la intencionalidad de gravar fiscalmente principalmente a las aldeas, y de
alguna manera conseguir beneficiar a Ledesma, ante el crecimiento tan grande de algunas
poblaciones. Sabemos lo de la fecha redonda de 1500 porque al presentar el listado de
los hidalgos de Pereña, declararon:

“en diez e nueve de hebrero de quinientos años”

El Censo de las aldeas contiene algunos datos interesantísimos de 1506, 1507 y


1508, guardados en “Chancillería, SP, 142,28, fol. XXVIII v: relación de monteros de
Pereña en 1508” y en el folio XV v la citada protesta de los procuradores y regidores de
Aldeadávila, formulada el 26 de febrero de 1508”.

El censo de la Villa de Ledesma lleva fecha de 15 de octubre de 1509, después


incluye algunas anotaciones posteriores, pero en todo caso estaba ya siendo utilizado
desde el año 1508.

Este período que va de 1500, fecha de la construcción de las Cruces de


Santiago al 26 de febrero de 1508, protesta formal de los dos Procuradores de
Aldeadávila y de sus dos Regidores ante el Concejo de Ledesma reunido, incluido el
rodero de Masueco podemos considerarle como el inicio del Concejo de Aldeadávila, hoy
denominado Ayuntamiento. Las Cruces significarían la independencia del pueblo, así como
el derecho de sus gentes a organizarse y dirimir los pleitos y las penas, sin necesidad de
acudir a Ledesma. Éste sería el sentido último de las Cruces de Santiago.

Esta rebeldía de los munícipes de Aldeadávila, sin duda alentadas por la gran
prosperidad, fue seguida por todas las gentes del pueblo, que veían en ella una forma de
pagar menos impuestos y prosperar. Esta rebeldía sería castigada, razón por la cual
poblaciones tan importantes como Pereña y Aldeadávila no fueron nombradas cabeceras
de roda16. El castigo se ampliaba a la no autorización del Arcedianato de Ledesma a la
aldea para mejorar su iglesias y ermitas, el favorecer quizás a nobles como García de
Miranda la expulsión de vecinos o la compra de terrenos, e incluso la expulsión del
Beneficiado de Aldea de Ávila…

A continuación veremos más ejemplos de esta rebeldía contra el poder de


Ledesma.

15
“El de las Aldeas incluye algunos intentos de ocultación o engaño, que fueron castigados con la humillación de quien los
protagonizó, como se puede observar en Revilla manifestaciones de protesta en Monleras y el rechazo de todos los representantes
del Concejo de Aldeadávila en fol. XX…”
16
“Se trata del término que se empleaba para designar cada una de las circunscripciones administrativas en que se decidió divid
la Tierra de Ledesma: emendose delante del rodero, porque avía avido hierro” (Chancillería SP, 142,28 fol. LXIII v.

44
Rincón histórico del Barrio de “Peñas”.

7.- El crecimiento demográfico en el Renacimiento

El Renacimiento también se dejó sentir en estas tierras: las rodas de Masueco y


Villarino crecen mucho, pero sobre todo Aldeadávila, con una floreciente agricultura y
comercio: 210 vecinos pecheros, y Corporario, dado lo limitado de su territorio se queda
en 49 vecinos. Pero también con unos sistemas de defensa militares, que facilita que las
gentes de La Zarza se añadan a la población.

La composición de la población en Aldeadávila era la siguiente: 151 vecinos


pecheros, 3 hidalgos pobres y 210 vecinos en total. En Corporario: 28 vecinos pecheros y
49 vecinos en total, lo que refleja una población aproximada de 1000 habitantes para
Aldeadávila y de 220 para Corporario. No incluyen en el Censo a los nobles, eclesiásticos
y a los “pobres de solemnidad”. La cabecera de la roda Masueco contaba con 112 vecinos
pecheros y 140 vecinos en total, sin ningún hidalgo.

En Aldeadávila y Masueco: el porcentaje de vecinos pecheros es respectivamente


del 72 y 80%, lo que reflejaría menor porcentaje de pobres, y mayor número de hidalgos

45
en Aldeadávila, y en Corporario del 57%, evidencia de que el pueblo se estaba
empobreciendo.

La roda de Masueco contaba entonces con las poblaciones de : Aldeadávila,


Masueco, Brincones, Iruelo, Corporario, La Peña, Ahigal, Cabeza del Caballo, La Vídola,
Fuentes de Masueco, Valsalabroso, Las Uces, Villar de Ciervos, Robledo Hermoso,
Sanchón, Manceras, Carrasco y Guejuelo ordenados por población total. También existía
la Roda de Villarino en la que estaba incluida entre otras Pereña.

Esto se nota en una gran actividad: se celebran contratos de herencias y compra-


venta de tierras, como el realizado por el Bachiller Francisco Bravo con las monjas
Clarisas de Salamanca en 1501, o la correspondencia del cura de Aldeadávila “Licenciado
de la Torre” con el propio rey Fernando en 1506, a cuenta de desavenencias con el
Arcediano de Ledesma . En el “cedulario del Rey Católico”, fechado entre 1508 y 1509,
aparece Aldea de Avila, en la sección 569. En dicho documento, el Licenciado de la Torre,
beneficiado de la parroquia de Aldea de Avila, intercede a través del Reverendísimo
Cardenal de España – Cardenal Cisneros- ante su majestad d. Fernando I el Católico. Éste
se lo pide a su primo, el Duque de Alburquerque, para que le restituya en el puesto. Había
sido cesado por el Arcediano de Ledesma. Este documento está fechado a 16 de abril de
1508 en Valladolid.

La “Rodas de la Tierra de Ledesma” tienen derecho a celebrar contratos y


registrar documentos, ya hacia fines del s.XV, fue celebrada con el derecho a tener un
escribano público en el concejo, y gracias a este sistema aparecen los primeros
documentos notariales:

En el año 1505 está registrado en el Archivo General de Simancas, un pleito civil


por diferencias sobre las propiedades:

“Pleito de Juan Díez de Aldea de Ávila contra Alonso Santiago de Ledesma, en


1.505” 17

En el año 1506 se decide celebrar las “Cortes del reino” en Salamanca, para
arreglar las desavenencias que produjo el testamento de doña Isabel, con relación a la
regencia del reino que estaba llevando don Fernando.

Poco después, ya con Felipe II, la economía cobra un nuevo impulso con las primeras
remesas de América, y con la creación en nuestra tierra de los llamados “estancos del
tabaco, la sal y de las especias”, en los que se enriquecieron familias de nuestro pueblo,
como pudo ser el caso de los Pozo y los Caballero, pero también de numerosos judíos
conversos que regresan de Portugal en diferentes remesas (entre 1580 y 1640); éste es
el caso de Ana Rodríguez de Paz, Joseph de Paz, y de tantos otros. Conocemos estos
casos porque pronto empiezan las denuncias de los llamados “cristianos viejos”, que no
era tanto un problema religioso, sino más de índole de rivalidad en los negocios. Estos dos
que hemos nombrado fueron juzgados en la Cruz del Rollo, a causa de juicios realizados
por los inquisidores del Tribunal de Valladolid. De esta época es también la costumbre de
marcar en la fachada cruces, y símbolos religiosos católicos, en un afán por distinguirse
como “cristianos auténticos”.

17
Este Alonso Santiago de Ledesma, 1505 pudo ser por las fechas, bisabuelo del Alonso Santiago, que nace en Aldeadávila en
1617, y proceder esta vinculación con las propiedades que se litigian en este Pleito.

46
Los nobles de Ledesma empiezan a tener negocios florecientes en las aldeas y
concejos de Las Arribes, incluso a establecerse definitivamente en ellas. Es el caso de
Alonso Santiago (n. 1.617) y de Alonso Caballero (n. 1.612) que casa con Catalina Maya.
Ambos son Caballeros de la Orden de Santiago.

Escudo en palacete del Barrio de “Peñas”.

La situación en las localidades principales de las Arribes es muy floreciente, y los


mozos pueden permitirse el costear festejos, como el caso de las fiestas del toro. Lo
habitual en la segunda mitad del siglo XVI parece ser lidiar y torear un toro. Ya antes de
1.565 está comprobada la presencia de estas fiestas en Aldeadávila y en Ciudad Rodrigo.

El autor Eusebio Fernández ha extractado de los archivos municipales que en


1.575 los mozos de Aldeadávila vuelven a comprar un toro, después de 10 años de
prohibición eclesiástica. Para ello el pintor Juan Bautista18 entrega como aportación la
cantidad de 10 ducados. Por aquel entonces, en Ciudad Rodrigo la afición también era
grande, y la prohibición llegó nada más y nada menos que de mano del Papa: “En Ciudad
Rodrigo, en el siglo XVI se corrían toros en la Plaza Mayor todos los días de fiesta en
verano, y a veces también en invierno. Era tal la afición mirobrigense a los toros, que
cuando el Papa prohibió las corridas “a coso cerrado” descubrieron la manera de burlar
esta prohibición, y comenzaron a correr los toros por las calles de la ciudad cerrando las
murallas, incluso por las noches.

Lo que más sorprende de esta época, fue la recolocación de 23 familias moriscas


de Andalucía y Levante en Aldeadávila, allá por el año 1589, máxime cuando en toda la
comarca de Ledesma, sólo la cabecera admite 1 familia. Estas familias se destacaban

18
Participa en el embellecimiento de retablos y tallas de la iglesia de San Salvador. La propia existencia de estos artesanos es una
muestra más del enriquecimiento de estas poblaciones.

47
fundamentalmente por la agricultura, y hubo que repartirles tierras que anteriormente
eran comunales, quizás sea ésta la causa de su incorporación al pueblo, sin duda dictada
por el Duque de Alburquerque. Por otra parte, como todo el territorio “intramuros”
estaba prácticamente ocupado, salvo la zona SE, se les ubicaría en este punto
conformando lo que se denominó “Barrio de Arriba”: sus descendientes necesitaron abrir
hasta cinco brechas en las cercas, para poder expandirse, y abrirse camino hacia la calle
la Sierra, todavía hoy dominada por una construcción mucho más humilde.

Reproducción de campesinos moriscos

Poco después, en 1605, y coincidiendo con la estancia del Visitador del obispado de
Salamanca, sabemos que Corporario se ha estancado en 50 vecinos, mientras que
Aldeadávila ha aumentado hasta 300 vecinos, de los que más de 25 serán familias
moriscas, que ya empiezan a mezclarse con la población del pueblo; esto nos daría una
población para el conjunto de los dos pueblos de 1600 ó 1700 habitantes, puesto que hay
que contar con la población eclesial y los hijosdalgo, entonces numerosos. Es decir, en un
siglo la población de Aldeadávila crece un 43%... se está preparando el camino para su
declaración como “Villa eximida”.

Esta situación de bonanza se supo aprovechar, y se llama a la familia de canteros


de mayor renombre: Los Lanestosa, que restauraron la Torre (quien más trabaja es el
llamado “Lanestosa el mozo”, y la sobreelevaron dos plantas, así como realizaron los dos
bellos coros de crucería escarzana, pero no terminada su obra, es necesario llamar a una
familia de canteros de la Torre de Moncorvo, quienes finalizan la obra. La familia estaba
compuesta por el suegro Martins, aunque quienes cobran la deuda son su yerno Antonio
de Gôvea, y la viuda.

8.- El Barroco y la gran depresión económica

También se asientan nuevos retablos y figuras por esta época… menos mal, porque
las pestes y las hambrunas empiezan a asolar las tierras y campos de Salamanca, poco
después de 1605, hay poblaciones en las que muere hasta 1/3 de la población… esta
situación de valor de las tierras tan bajo es aprovechada por la familia Fernández,

48
dueños de la Villa de Sobradillo, para instalarse en gran parte del territorio de Las
Arribes, antes de 1624:

“Mazuelos, aldea Dávila, Corpario, la Vídola, Fuentes… y la villa de Sobradillo” , pero


en este caso su propósito no es tanto echar a los vecinos, sino generar una producción y
una actividad vinícola que les generen buenas fortunas: se hacen con todo su comercio,
salvo parece ser, Pereña. De esta época arrancarían las bodegas subterráneas de
Aldeadávila, en los barrios de Peñas y La Corredera. La misma situación se da en las
principales poblaciones del contorno: Fermoselle, Villarino, Pereña, étc.

Debió de haber tensiones evidentes entre la familia Fernández de Sobradillo y la


baja nobleza local de Aldeadávila que ya estaba gestándose desde el siglo anterior, y ello
le impidió al Señor de Sobradillo hacerse con la totalidad de las tierras de Aldeadávila.
De esta baja nobleza podemos decir que la hija de Alonso Santiago llamada Isabel
Santiago Herrera casa con Juan Caballero Heras (probablemente sobrino de Alonso
Caballero y de Catalina Maya).

De este matrimonio nacen dos hijos que tendrían gran participación económica y
política en la comarca: Francisco Caballero y Santiago (en los libros sacramentales de
Cerezal de Peñahorcada aparece en 1.731 como padrino de varios bautizos de aparceros
de sus tierras), pero sobre todo el abogado Juan Caballero y Santiago (que nace en
Aldea Dávila el 17-marzo-1.669, y muere el 26-enero-1.741, a la edad de 71 años,
después de haberse casado dos veces para asegurar su descendencia). Ambos hermanos,
fueron también caballeros de la Orden de Santiago, para lo que tuvieron que demostrar
su limpieza de sangre. Del primer matrimonio con María Hernández nacería Lope
Caballero a quien vemos residiendo en Lugo, probablemente de abogado, como su padre.

Calle Conejal, grabado del siglo XVI ó XVII indicando la pertenencia a la Orden de
Santiago de un caballero, y reutilizada después en esta casa (año 1.725, de grabado
tosco) para indicar el año de su construcción.

49
Pero el matrimonio que mejores perspectivas le abrió fue sin duda el de Theresa
Vicente Campo de El Gróo de Ledesma, con lo que ampliaría sus pertenencias en dicha
comarca.

Bodega de Eloy Pereña (cortesía de Roberto Rodríguez).

Son éstas las personas que promueven, a pesar del ambiente general de
pobreza y depresión del agro salmantino, dos importantes logros, que
determinarían grandemente el porvenir del pueblo: la compra de los derechos 19de
“Villa Eximida” en 1690, y la terminación de la 1ª fase del Humilladero cubierto
del Santo Cristo. A partir de este año, el Santo Oficio, y los justicias de
Aldeadávila pueden juzgar en la Cruz del Rollo.

Es una época de temores, de división por clases sociales, y de miedos que se


traducen en coplillas, historias, algunas de ellas convertidas en leyendas trágicas:
de finales del s.XVII parece proceder la célebre copla “El Toro de Aldeadávila”
recogida por el Padre agustino Fray Alonso Sandín, natural de Aldeadávila, y
rescatada por el filólogo Dámaso Alonso en 1.907 en Mieza, lo que parece indicar
su difusión por todas las Arribes, y que se refiere a un hecho trágico que
conmovió a la comarca, por cierto rescatado en el habla popular –“ habla de la
Rivera”-:

“Toreu, tira la capa,

toreu, tira el capoti,

toreu tira la capa,

mira que el toru te cogi,

toreu sal de la plaza…”

19
El título de Villa Eximida, no fue una concesión real, sino el pago dinerario de los derechos de impuestos pedido.

50
9.- La expectativas del s.XVIII

El s.XVIII marca claramente un nuevo renacer en toda la comarca, pero sobre todo
en Aldeadávila, donde el comercio y las remesas de América enriquecen a varias familias,
lo que hace que la agricultura y ganadería “despeguen” a momentos de máxima
producción: los caseríos de Santiago, Revilla, San Marcos… son totalmente abandonados,
sus ermitas destruidas, y hasta lugares como Robledino de Santo Domingo, quedan
prácticamente desiertos. Entre estas familias ricas tenemos a Alonso Santiago (n. 1617),
abuelo materno de Juan Caballero y Santiago (1669-1741), Andrés González de
Saavedra, Juan González Sánchez, y varios más que hicieron de precursores o eran
parientes de los dos Marqueses del Caballero.

A mediados del s.XVII ya existen dos ramas familiares de los Caballero: la


primera: Caballero y Santiago, y la rama segunda: Caballero del Pozo. Con relación a Juan
Caballero y Santiago, de su segundo matrimonio nacen Gerónimo Manuel Caballero y
Vicente del Campo en 1.721, que sería 1º Marqués del Caballero, y poco después su
hermano Pedro Antonio Caballero y Vicente del Campo en 1.724, y que sería padre del 2º
Marqués del Caballero al morir el primero sin descendencia, y también Joaquín Caballero
y Vicente, presbítero y Colector de la diócesis de Salamanca, y quien influyó en Gerónimo
para que construyera en Aldeadávila la llamada Capilla de las reliquias o de los
Marqueses.

Hay que decir que la vida de los tres hermanos, en cuanto acceden a la Universidad
se desarrolla lejos de la villa, bien en Salamanca o en Madrid, salvo cuando son requeridos
por asuntos familiares o de herencias en Aldeadávila.

51
Ambiente “clásico” de la Aldeadávila del s.XVIII, todavía conservado entre
las calles Corredera y Berzal.

Estas familias ricas enviaron a sus hijos al Convento de Santa Marina en muchos
casos, y destacaron principalmente en América: fray Francisco Morales, fray Antonio
Cavallero, fray Joseph Hernández Herrera, fray Miguel Caballero del Pozo (jesuíta).
Otro clérigo fue el hermano del 1ºMarqués fray Joseph Fernando Caballero.

La actividad mercantil y de juzgados es importante ya hacia 1.777, disponiendo de


cárcel, escribano, procuradores, juez y abogados, además de alguna industria del lino,
salvando las distancias con Ciudad Rodrigo que ya contaba hasta con 40 telares, veamos
la descripción que se hace de Aldea Dávila en 1.777:

“Aldeadavila de la Ribera, villa eximida en la provncia de Salamanca. Es de señorío


y se gobierna por alcalde ordinario…En Ciudad Rodrigo hay hasta 40 telares… en Aldea
Davila de la Ribera también se texen alguna porción de lienzos de lino de su cosecha…”

Las rentas de la Universidad de Salamanca

La economía y la población en la comarca, justo antes de la Guerra de


Independencia encuentran su momento álgido, y debía ser tal la prosperidad, que

52
figuran numerosas rentas, no sólo de nobles, de la Iglesia, sino también y muy
importante las Rentas de la Universidad de Salamanca. Ya bastante antes de
1.798 venían cobrándose, puesto que en dicho año figura un plan muy
importante para recaudar, el denominado “Plan de Administración de 1798”20,
que no es algo novedoso, sino una continuación de los planes de recaudación y de
administración anteriores, pero que se adecua a una nueva ley: “Real Orden de
23 de junio de 1798 del ministerio de Economía” en el que se prohibía con
carácter general la subasta de frutos y de rentas decimales, pero se aclara que
sólo del grano, lo que no aplicaba al mosto y al vino.

Éste es el objeto de la recaudación: cobrar en las Cillas de Aldeadávila y de


Pereña un impuesto sobre la producción de mosto y de vino, exactamente 1/3 del
diezmo. Para ello se crean por parte de la Administración General de la
Universidad de Salamanca los siguientes “Partidos de Administración”:

 Salamanca

 Alba de Tormes

 Peñaranda

 Tamames

 Salvatierra

 Ledesma

 Aldeadávila

 Pereña

 Peralejos

 Medina del Campo

 Alaejos.

La recaudación total obtenida en las Cillas de Pereña y Aldeadávila era desde luego
importante, y sólo en la anualidad 1799-1800 se recaudaron 848.436 maravedís en
Pereña, y una cantidad inferior en Aldeadávila, en concreto: 621.073 maravedís21. La
recaudación total de las rentas por parte de la Universidad fue de: 24,2 millones de

20
MÉNDEZ SANZ, Federico: “La Universidad salmantina de la Ilustración (1750-1800)”, p.88 y ss.
21
El valor del “diezmo” en Pereña sería de 2.545.308 ms, un 37% superior al de Aldeadávila, que era de
1.863.219 ms. Es fácil deducir la valoración total de mostos, vinos y aceites en ambas poblaciones,
multiplicando por 10.

53
maravedís, de los cuales casi la mitad era aportado por Salamanca, el 10% Tamames, el
3,5% Pereña de la Ribera y Aldeadávila el 2,6%.

Cada partido era administrado por un Administrador de partido, que funcionaba


con un % de la recaudación obtenida, y en caso de que ésta fuera elevada se le señalaba
un salario fijo. Los frutos eran clasificados por temporada en: anuales, sanjuaniegos y
martiniegos. La propia “Junta de Administración” de la Universidad se atribuía el 10 de
julio de 1799:

“…todo el manejo y giro de los haberes de la


Universidad, correspondencia con los Administradores
y Tesorero, venta de granos, órdenes para la
recaudación de caudales, tiempo y forma con que
deben introducirse y atraerse de sus Arcas,
distribución de ellos a catedráticos y dependientes,
regulación de florines y, cálculos que deben
producirla, con todo lo demás que dice relación a las
rentas de V.S.I.”

La relación de Aldeadávila con la Orden de Santiago vuelve, al ser ellos


“Caballeros” de dicha Orden, para lo que tuvieron que demostrar su limpieza de sangre…
La madre del 2º Marqués del Caballero era María Caballero del Pozo, hermana de Fray
Miguel, de Francisco Caballero del Pozo y de Manuel Caballero del Pozo, quien sería
nombrado Rector de la Universidad de Salamanca en 1.815.

Reutilización de arco de bóveda en una bodega (Cortesía de


Roberto Rodríguez)

Los dos primeros Marqueses recibieron tal distinción de Carlos IV, pues se dice
que le libraron de una herida muy grave en una pierna, y se distinguieron en las guerras
de Italia, en Nápoles. Se participa por parte de estas familias en la preparación de una
sorprendente invasión de Portugal, confeccionándose planos de las fortificaciones de
Mogadouro, Miranda, Freixo, etc. El primero, Gerónimo Caballero y Vicente del Campo
no tuvo descendencia, por lo que pasó el título a su sobrino. Así tenemos, que el segundo
Marqués del Caballero José Antonio Caballero y Caballero del Pozo, era hijo de Pedro
Caballero y María Caballero del Pozo: la endogamia familiar es clara. Esta familia se
distinguió por ser “afrancesados”, y dada la ascendencia en la Corte de los dos primeros,
una de las guarniciones francesas más importantes del campo charro fue acantonada en
el propio palacio y caballerizas de los marqueses…

54
Frontis del Palacio del Marqués del Caballero, construído hacia 1771, a la llegada
triunfal del 1º Marqués Gerónimo Manuel de las guerras de Italia.

La operación le salió muy mal, porque los aldeavileños, al igual que los de Vitigudino,
siguiendo los acontecimientos de Madrid se rebelaron contra estas guarniciones, que con
la pérdida de Arapiles tenían los días contados…, se marcharon de Aldeadávila
destruyendo el tejado de la iglesia y otras casas. Por aquella época, tanto el 1º como el 2º
marqués ya tenían grandes extensiones de terreno en las afueras de Salamanca, llegando
a rebautizar a la dehesa como “Aldeanuevita” en recuerdo de su villa natal, así como
inmuebles en el centro de Madrid. Estas inversiones, su educación militar, así como el
afán de estar cerca de la Corte hace que Joseph Antonio Caballero y Caballero del
Pozo se “codee” con la clase alta madrileña, al igual que su paisano y amigo Felipe
Ledesma Nieto, ambos se casan en Madrid con las hermanas Margarita y Mª Teresa
Cerdán y Calvo de la alta sociedad limeña, el Marqués en 1810, y su amigo 10 años más
tarde. En concreto la consorte Margarita era camarera de la reina (lo que explicaría la
gran influencia del Marqués sobre el monarca, llegando incluso a desplazar a Godoy).De
este matrimonio nace la 3ª Marquesa del Caballero: Gabriela Caballero Cerdán y Calvo
que recibe de su padre el título y la enorme fortuna acumulada en Salamanca (1.864.400
reales en Salamanca), Ávila y Madrid en 1.821, pero ya visita poco la villa natal de su
padre.

La construcción de la “Cárcel de Aldeadávila” en 180722 y el uso del sitio de “La


Horca” en el camino de La Zarza eran sin duda, proyectos del 1º Marqués del Caballero,
rematados por su sobrino al fallecer éste en el mismo año. Tuvieron uso comarcal, pero
sobre todo en la represión realizada por los franceses. La cárcel probablemente estaba
en los bajos del Ayuntamiento. En esta misma época ilustrada salmantina se realizan
cárceles en Arcediano, Macotera, y Ciudad Rodrigo.

22
“Real Academia de San Fernando, censura de cárceles entre 1777 y 1807”. “Artículo: “Las cárceles españolas de la
Ilustración”, pp. 16 y 22.

55
Patio trasero del Palacio, donde estuvieron acantonadas las tropas
francesas en Aldeadávila, junto a su protector, el 2º Marqués del
Caballero.

En cuanto a la arquitectura tradicional de Aldeadávila que apreciamos hoy en día,


gran parte de ella procede de esta época: el paso del s.XVIII al XIX, y pensamos que fue
un momento de gran expansión, edificándose las calles Poza y Rollo hasta la altura de la
ermita del Santo Cristo del Humilladero (primeramente la Calle Poza,y a partir de 1.850
la calle del Rollo). Desconocemos las consecuencias del “terremoto de Lisboa de 1755”,
aunque por los derrumbes en otras poblaciones, es seguro que hubo destrucciones de
viviendas e incendios por las velas, lo que explicaría el incendio de la techumbre de la
iglesia que relata el padre Javier, y que prácticamente no se puedan datar edificaciones
populares anteriores a dicha fecha.

56
Portalón tradicional de la calle Poza, nº28.Siglo XIX, se observa la puerta
de estilo tradicional.

No toda la familia era “afrancesada” ni partidaria de Carlos IV; el tío materno de


Joseph se llamaba Manuel Caballero del Pozo, y debió de rivalizar no sólo en la causa
política por ser uno de los más declarados “absolutistas” del reino, sino también en lo
personal: llegó a ser Catedrático y Rector de la Universidad de Salamanca en 1.815, lo
que le permitió construirse un palacete en la Calle Poza hacia 1.810, y enlosar de piedra la
calle, en su momento, de las más importantes de la villa, su palacio todavía se conserva en
buen estado. Poco después, es uno de los diputados salmantinos a las Cortes de Cádiz de
1812.

Portada del Palacio de Manuel Caballero del Pozo (1.810), posterior Aduana
terrestre de Aldeadávila y por último de la familia Garrido ya en el s.XX.

Manuel Caballero del Pozo, siguió el ejemplo de los absolutistas de Fernando VII,
distanciándose de su sobrino materno José Antonio, sobre todo cuando el 11 de junio de
1814, denuncia ante Fernando VII a 33 compañeros de la Universidad salmantina,
calificándolos de “liberales, exaltados y peligrosos… sobre todo los Torenos, Argüelles y
Calatrabas”, así consiguió congraciarse con el poder, y se nombrado Rector de la
Universidad de salamanca poco antes de su muerte, en 1.815.

Quizás sea esta adscripción tan marcadamente “absolutista y delatora” lo que hizo
que en la visita de Madoz no se le nombre, a pesar de haber transcurrido 30 años desde
su muerte.

57
Partido y Vara de Castrotorafe-Zamora- en 1787 y perteneciente a la Orden
de Santiago. El término de Aldeadávila es el superior derecho, y se ven los
despoblados de Revilla y Laverde.

6.- La brillantez del s.XIX

58
Descripción de Aldeadávila de 1.826, por el doctor Sebastián de Miñano y Bedoya,
en su diccionario:

“Aldea-Dávila de la Rivera: V.S. de España.

Provincia y Obispado de Salamanca: exenta de la jurisdicción de partido, no


obstante se halla en el de la capital, en la tierra que llaman de la Rivera. A. O., 440
vecinos, 1.909 habitantes, 1 convento de frailes franciscanos, 3 ermitas, 1 pósito.
Situado en llano y cierra su término por la parte de Portugal el río Duero, sobre el cual
hay una barca á la inmediación del convento de la Verde, que está a la orilla de este río.
Por medio de la villa corren las aguas del sobrante del regadío. El término que le rodea es
llano, ameno y pintoresco, por los árboles frutales de que abunda, y aunque hasta bajar al
río Duero es bastante escabroso, está todo plantado de olivares y otras frutas.
Antiguamente tenía el título de “Aldea”, pero después adquirió jurisdicción sobre sí.
Confina con los pueblos de Corporario, Pereña y reino de Portugal. Produce trigo, cebada,
centeno, aceite, vino limones, naranjas y toda clase de frutas. Industrias molinera,
harinera y de aceite, y fábrica de 2tegidos” de lino. Dista 16 leguas de Salamanca y 10
Oeste de Ledesma. Contribución: 16,294 rs(reales), 33 mrs(maravedís). Derechos de
Enagenación 10,386 reales 14 maravedís”.

Los reinados de Fernando –el Deseado-y de su hija Isabel II no trajeron buenos


resultados para el pueblo: a la Desamortización de Mendizábal en 1844, y la marcha de
los frailes franciscanos menores, se unió la pérdida del naciente partido de “La Rivera”
en favor de Lumbrales y Vitigudino que continuaron disputándose el partido. El convento
franciscano, fruto de muchos años de convivencia con los pueblos de la comarca poseía
fincas que arrendaba a los labriegos, desde Mieza a La Zarza y Aldeadávila, además de
dar formación a muchos jóvenes y trabajo en la comarca para los suministros generales
del Convento. Sobre las actas de Desamortización celebradas por el Ayuntamiento de
Aldeadávila con la Comisión Provincial en 1843, conocemos algo del reparto de los bienes
que se realizó, algo se salvó, pero la mayor parte de los bienes vendidos no sirvieron en
general para aumentar la riqueza de la comarca; como afirmaría 60 años después el
Consejo Provincial de Agricultura, Industria y Comercio de Salamanca:

“a raíz de la desamortización se roturaron riquísimas pasturas para sustituirlas


con raquítico cultivo de cereal. La ganadería en la provincia estaría así amenzada por la
mal ambición de roturar de nuestros labradores”.

La Villa entra en un período de adormecimiento que se nota al leer la descripción


de Madoz en 1847, pero nuevamente el comercio iba a sacarla de su letargo, gracias a la
acción política del propio pueblo: consigue autorización para el mercado anual en 1850-
que se conservó hasta la década de los 70- ,logra potenciar con sucesivas ampliaciones
su aduana creada en 1739, pasando a ser de 2ª clase para transporte de ganados y
mercancías, pero lamentablemente no nos dieron autorización para el transporte de
flejes metálicos.

Diccionario Madoz de Corporario en 1847:

“Lugar con ayuntamiento en la provincia y diócesis de Salamanca (16 leguas),


partido judicial de Vitigudino (7 leguas), Audiencia territorial y Cuartel general de
Valladolid (33 leguas). Está situado en un llano ventilado con buen CLIMA. La población
consta de 56 CASAS de mediana construcción, con una iglesia al Este de ella (San Juan

59
Bautista), servida por un teniente dependiente del curato de Aldeadávila de la que es
anejo; en la misma dirección se encuentra el cementerio en mal estado; tiene 2 fuentes
bastante descuidadas: el término confina por el Norte con la raya de Portugal que la
divide el Duero; por el Sur con el de la Zarza de pumareda á 1 legua; al Este Masueco á
¼ (de legua) y Oeste con el de Aldeadávila ½ cuarto. El TERRENO es llano y forma hacia
el Duero una cordillera de peñascos inaccesibles á su inmediación. Los CAMINOS son
vecinales y se encuentran en mal estado. PRODUCCIÓN: vino, aceite y frutales23, y en
el llano, centeno y poco trigo. Tiene 1,500 cabezas de ganado lanar, 300 de cabrio y 18
yuntas de labor. INDUSTRIA: se egerce con algunos telares de lienzos, y en otros se
fabrican cintas bastas. POBLACIÓN: 56 VECINOS, 142 almas24. Capital TERR.
PRODUCCIÓN: 63,800 reales. IMPUESTOS: 3,190 reales. Valor de los puestos
públicos: 368. El Presupuesto Municipal asciende a 1,500 reales y se cubre por reparto
vecinal. El secretario que lo es de Aldeadávila, disfruta la asignación de 400 reales
anuales.

Familia del carabinero Miguel Caballero, oficial de la Aduana de Aldeadávila en


1921, cuya misión, nos dice su nieto era: “impedir el contrabando en la frontera
entre España y Portugal”.

También de esta época son los aprovechamientos en toda la comarca de los


montes de utilidad pública con fines forestales.

23
Indicados por Madoz en orden de importancia.
24
Pierde un 30% de población en 20 años. Los impuestos directos cargados son un 5% del Capital de
producción.

60
El pueblo logra desesperezarse, y nace Matilde Cherner y Hernández el día 13
de marzo de 1833. Esta brillante escritora, fiel a las ideas del “Realismo Social” de la
época domina las formas del ensayo, el periodismo y la novela , colaborando en los
periódicos madrileños “El Tiempo”, “La Ilustración de la Mujer” y “La Revista Española”
muchas veces con el seudónimo de Rafael Luna. Sus principales obras son :”María
Magdalena”, “La probidad”, “Las mujeres pintadas por sí mismas”, “Ocaso y Aurora”, etc.
desconocida hasta hace poco tiempo, se ha redescubierto recientemente, y se valora en
ella su compromiso social, su avanzada defensa de los derechos de la mujer y su idea
republicana de España. De esta misma época son los escritores y religiosos Félix olmedo
González (1.880) y Alejandro Gallego Martín (1.895), pero sobre todo el destacado
escritor aldeavileño-cubano Alonso Hernández Catá nacido y criado en la hermosa calle
de Maderos en 1.885.

En esta época es el momento de mayor demografía de la comarca, previo a la gran


depresión que le vendría con el final de siglo. Así, en 186325 Fermoselle disponía de
4.376 habitantes, Villarino 1962, Aldeadávila 1933, Vilvestre 1710, Saucelle 1213,
Mieza 1174, mientras que Masueco ya había comenzado su declive, con tan sólo 827
habitantes. Lumbrales comienza su momento de esplendor por el nuevo ferrocarril y
tiene 2668.

Hacia 1880 desarrolla su labor en Aldeadávila el médico ilustrado “Crotontilo” don


José González de Castro, un hombre con grandes inquietudes en cuanto a la mejora de
la higiene, y la detección de las enfermedades de los agricultores de La Rivera
salmantina. Además de médico fue escritor, investigador, formó parte del grupo de
periodistas fundadores de “El Adelanto de Salamanca”, y fue amigo íntimo de José Mª
Gabriel y Galán y de Unamuno. Sin embargo, rápidamente, ambos amigos continuaron su
labor en el norte de Cáceres. El filólogo Antonio Llorente Maldonado, 26 refiriéndose a
Crotontilo en 1947 dijo:

“supo escribir con exactitud el habla y costumbres de La Ribera, y fue médico en


Aldeadávila”.

25
“Diccionario estadístico municipal de España”, por J.L. Polin, 1863. Editado por la Universidad Complutense, Madrid.
26
“Estudio sobre el habla de la Ribera”, 1947: LLORENTE MALDONADO, Antonio.

61
Antiguo dispensario médico de Aldeadávila, calle de las Ánimas.

En 1896 está asociado junto a 50 médicos rurales de la provincia de Salamanca, y


de su actividad literaria, se comenta en dicho año:

“Cuando vemos a éstos añadirse la satírica y chispeante manera de escribir de


Crotontilo (José González Castro)”.

Crotontilo también influyó en la obra de Miguel de Unamuno, colaborando como


periodista y uno de los fundadores de “El Adelanto” salmantino. Uno de los temas
comunes y gran preocupación de la época era el tema de la emigración a América.
Nuestro médico lo trata con posterioridad, exactamente en 1915 27: “Los crímenes de la
emigración”.

Por esta época, Aldeadávila, a pesar de no ser partido judicial era una villa muy
próspera, y contaba con 2.200 habitantes, un comercio muy activo gracias a su aduana –
de 2ª clase con barca y derecho a transporte de ganados y materiales-, su incipiente
comercio nacional de vino, y su feria anual instaurada el año 1.851 y que se prolongaba
durante tres días -24, 25 y 26 de agosto-. Los montes públicos también son
aprovechados para plantaciones de alcornoque, roble y álamo en toda la comarca, gracias
a Planes Nacionales.

Finalmente, para no extendernos más queremos traer a esta páginas un breve


recordatorio de don Miguel de Unamuno, el ilustre bilbaíno de la calle Ronda y que se
sintió tan salmantino, que amaba tanto Las Arribes... le entristecía ver el estado de
abandono de Laverde: las ruinas de su convento, y recordaba paso tras paso la historia
de los frailes, describió cada peña, cada lugar, cada picón que visitaba a lomos de su
burra..., nos visitó entre 1898 y 1902, al menos en dos ocasiones, y describió
Aldeadávila como:

“la corte de esta región, la villa para los comarcanos… en las desoladas vertientes
del Rupinal, cerca del caño de Fuentemendo, dicen que hubo un pueblo...”.

Don Miguel de Unamuno contemplando el Duero en tierras de Castilla

Unamuno queda muy sensibilizado por la cultura y el paisaje de Las Arribes, su


habla tan peculiar y antigua, pero también por la pobreza de sus gentes, y la emigración,
capítulo al que dedicó artículos periodísticos muy encendidos, como en el que trata el
caso de Boada28, y el deseo de todo un pueblo de emigrar en masa. Pero también de

27
Artículo: “Los crímenes de la emigración” por José González Castro, aparecido en “El Adelanto” el 22-I-1915.
28
“La cuestión de Boada”, crítica de Miguel de Unamuno a Maeztu, 16-XII-1905, aparecida en las páginas de “El Adelanto”.

62
Masueco, donde el tío Mateo, en 1898, le habla de la reciente emigración a Brasil. Toda
esta crisis del 98 afectó también a pueblos mayores como Aldeadávila y Villarino en
1905 , Pereña en 1906 y Barruecopardo en 1910 con toda su crudeza, quedando patente
la falta de tierras baratas, y la subida de los alquileres29:

“Lo mismo tuvieron que hacer los habitantes de Terrados, Campocerrado,


Aldeadávila de la Ribera y Cabeza de Framontanos. El arriendo de las tierras que
llevaban, al quitárselas o subirles el arrendamiento, hizo que tuvieran que emigrar”.

Hacia 1915, la crisis demográfica se ceba en las cabeceras comarcales:


Lumbrales y Ledesma, fundamentalmente a obreros no labriegos, y los pueblos empiezan
a encender sus primeras luces eléctricas: Aldeadávila se engancha a la red eléctrica de
distribución del antiguo molino de Barruecopardo, lo que nos da cuenta de que las
penurias no han acabado. La crisis de la filoxera se agudiza precisamente en aquellos
años (1907). La Aduana de Aldeadávila, que venía funcionando desde el siglo XVIII
también nota los efectos de la crisis de Estado, así el 15 de octubre de 1923 se
amortiza la plaza de “inspector de Higiene y Sanidad”, puesto que tenía la nada
desdeñable paga anual de 3000 pesetas, y se encargaba del control pecuario en las
aduanas de Aldeadávila y Saucelle. La aduana se terminaría de extinguir coincidiendo
con la Guerra Civil, lo que unido a la pobreza de posguerra, facilitaría el contrabando en
los años de posguerra. El nombre del último oficial de Higiene fue Claudio J. Sousa
Carballo.

Habrá que esperar a la década de los años 20, en plena Dictadura de Primo de
Rivera para ver regresar a algunos hijos del pueblo en Argentina, y en ciertas capitales
españolas, pero los menos. Se producen divisiones familiares, que en muchos casos no
volverían a reencontrarse.

Poco después de las visitas de Miguel de Unamuno, comienza el interés por los
estudios bibliográficos y filológicos sobre “El habla de la Ribera”, cuyos principales
precursores fueron Crotontilo, D. Miguel de Unamuno y Antonio Llorente Maldonado,
cuyo libro de 1947: “Estudio sobre el habla de La Ribera” marca un hito por la gran
aportación filológica y socioeconómica que aporta. Posteriormente con este mismo fin,
visitó La Ribera Antonio Tovar, aunque la degradación del dialecto era ya palpable a
fines de la década de los 60, lo mismo que el empleo de la denominación histórica de la
“comarca de La Rivera”.

29
“La emigración, 12-XII-1905”. Miguel de Unamuno, p.1. Recogido en el artículo “Unamuno y la emigración salmantina a
principios del s.XX” por Laureano Robles Carcedo, 1998. Ediciones Universidad de Salamanca, ISBN: 84.7800-7105.

63
Emplazamiento de la Presa de Aldeadávila en 1.950, antes de su construcción.

Llorente-Maldonado, en su libro, es fiel testigo de la pérdida de vigor del “habla


de la Ribera” en los años inmediatos a la Guerra Civil -1945-1847- y nos da unas
pinceladas muy interesantes de su pervivencia diferenciada por grupos de edad, y
profesiones, así como traicionarle el subconsciente con ciertos prejuicios, a pesar de
ser lingüista:

“…se habla un castellano bastante correcto, cosa explicable si nos damos cuenta
de que éste lo han aprendido, no de sus padres, sino en la escuela, dándose así la
paradoja de que, a pesar de ser región dialectal, los medianamente cultos, en
conversación esmerada, usan un castellano aceptable, que tiñen de riberanismo en la
conversación familiar o descuidada”.

“Y se da el caso curioso de que los niños de la escuela se pueden considerar como


bilingües, desde el momento […] en que pueden […], si quieren, hablar dialectalmente,
remedando a los rústicos o a sus propios abuelos, de cuya parla se mofan, pero la
conocen perfectamente”.

El “habla de la Rivera” sonaba de esta manera:

Y hay determinados “estamentos” o formas de vida que conservaban íntegra el


habla:

“nos encontramos con algunos –no muchos- que siendo hijos de pastores, de
cabreros, de pobres de solemnidad, no pueden o no quieren ir a la escuela, y teniendo
muy poco contacto con el resto de la gente, andando como andan todo el día entre
breñas, hablan exactamente igual que sus padres, pareciéndonos al oírles haber sido
trasladados a cien años antes [1840], cuando, a juzgar por lo que vemos, y por noticias
de los más viejos –algunos de noventa años- , todo el mundo, exceptuando los que
salieran del pueblo para estudiar, hablaría en cerrado dialecto riberano”.

El comercio fue muy importante en la primera mitad del siglo pasado, y basado
fundamentalmente en el vino, y en las frutas. Nos expone Maldonado:

64
“El Comercio de esta región siempre ha sido muy activo,

Por último es muy interesante ver la evolución de la población de los tres núcleos
principales del Oeste salmantino, desde los primeros censos registrados: 1508 y 1534
hasta nuestros días, así podemos ver de qué manera les afectó a Vitigudino, Ledesma y
Aldeadávila de la Ribera los principales hechos históricos y económicos:

Gráfica comparativa por nº de vecinos, de las principales villas del Oeste de Salamanca.

En los censos de 1508 de la comarca de Ledesma, Aldeadávila ha crecido mucho a fines


del siglo XV, y cuenta con el mismo número de vecinos pecheros que la Villa de Ledesma:
210, no así de nobles, estos cada vez más empobrecidos. Poco después, hacia 1534 las Villas
del Obispado de Salamanca se ven favorecidas por ello: Vitigudino con 354 vecinos
pecheros y Lumbrales con 345.

El siglo XVI marca una tendencia de crecimiento, aunque ya se avecinan señales de la


gravísima crisis que sobrevendría a partir de 1640 y que duraría hasta la instauración de
los Borbones. Aldeadávila empieza su recuperación en 1690 con la compra del título de Villa
eximida.

Los siglos XVIII y XIX son de una clara recuperación, pero comienzan una serie de
diferencias políticas que enriquecerán mucho a unas villas en detrimento de otras.

El primer censo poblacional registrado por el Ministerio de Economía data de 1842, poco
después de la extinción del Antiguo Régimen, en el que desaparece el naciente “partido de la
Rivera”, y nace el de Vitigudino, gracias a la brillante defensa de sus vecinos en la 1ªGuerra
Carlista. Lumbrales triplica la población de Vitigudino, y Aldeadávila la duplica. Lumbrales
recupera, gracias a su población, la cabecera de partido entre 1840 y 1855. Hacia 1857
Vitigudino ha duplicado ya su población gracias a dos hechos significativos en su historia
contemporánea: la concesión de partido judicial definitivamente en 1855, y la absorción del
núcleo de Majuges. Entre 1860 y 1888 juega un papel muy importante en la vida económica de
Aldeadávila su Aduana de 2ª clase, y algo parecido pasa en Lumbrales con las iportantísimas
obras del Ferrocarril La Fuente de San Esteban-Lumbrales-Barca d’Alva, que es
solemnemente inaugurado en el mismo año de 1888. La emigración a América afecta de una
manera muy distinta en Las Arribes: mientras que los núcleos sin concesiones políticas ven

65
como hasta un tercio de su población emigra (Aldeadávila, Masueco, Villarino, étc). En lo que
se ha venido en llamar 1ª emigración (1888-1905), este hecho no comienza a sentirse en
Lumbrales y Vitigudino hasta 1915 aproximadamente.

El fomento de las obras públicas, de la salud y la enseñanza desarrolladas durante la


Dictadura de Primo de Rivera afecta positivamente en toda la comarca, viéndose un renacer
económico y cultural, así como el descenso en la mortalidad infantil, tan gravísima hasta
dichos años. El momento de esplendor del Ferrocarril de La Fregeneda es hacia la década
de 1950.

Hacia la mitad de siglo XX la construcción de las Centrales Hidráulicas Aldeadávila I y


II, así como el Embalse de Almendra y la CH de Villarino mejoran sustancialmente la
economía de todos los pueblos, especialmente Aldeadávila y Villarino, pero traerán consigo,
tras la finalización de las obras el camino de una economía más fácil sin tantos sacrificios,
lo que genera una nueva oleada emigratoria muy importante, esta vez interior dentro de
España, tendencia sólo amortiguada muy recientemente con este siglo XXI.

Miguel de Unamuno, nuestro gran salmantino universal, siempre implicado en los


problemas de la gente de a pie ya lo explicó hace un siglo en su artículo “Doctores en
industrias”:

“A diario se oye que hay que colonizar a España, sin meternos en nuevas aventuras
coloniales; a diario se clama contra la emigración, se habla de política hidráulica, se piden
pantanos, canales, granjas modelos, bancos agrícolas, y rara vez se llega a la verdadera
causa del mal, que estriba en la distribución de la propiedad y que en España está por
cumplirse la revolución económica, no la financiera; la de la propiedad rural, no la de
impuestos y las rentas públicas…”.

No hay mejor manera de terminar este resumen de nuestra historia que las bellísimas
palabras de nuestro Rector, y que aparecieron el 19 de marzo de 1898, poco después de
establecerse en Salamanca, en la revista “Ecos Literarios”:

EN LOS ARRIBES DEL DUERO

“España está, en gran parte, todavía por descubrir, y no lo está menos en el


aspecto estético que en otros diversos aspectos. Nuestra principal producción lo
es de productos en bruto, de materias primas, de lo que se llama caldos, por
ejemplo, más que de vinos elaborados con arte. Nos enamoramos fácilmente de lo
tosco y bravío, hasta de lo basto, y tendemos con frecuencia a desdeñar el refino
que a la naturaleza presta el arte, que es, a su modo, una verdadera naturaleza.
Llévase esto al punto de descuidar en todos los debidos trasiegos y decantaciones.

Así sucede con nuestros paisajes, que permanecen en bruto, como primeras
materias de recreo y solaz para el espíritu, por falta de viajeros que los refinen a
nuestros ojos con artísticas descripciones. Porque es indudable que mucho de la
belleza de un paisaje está en los ojos que lo miran, y que los educados a mirarlo le
extraerán mucha mayor sustancia bella que los incultos. La abrupta sierra que
domina a Reinosa, ¿no ha ganado acaso en belleza con las espléndidas descripciones
que de ella hizo Pereda en su novela Peñas Arriba?. Los tan celebrados paisajes de

66
Escocia, sus encantadores lochs, ¿no deben mucho al deleite con que regalan a sus
contempladores a que van estos sugestionados por Walter Scott y los lakistas?,
Rousseau, Senancour, Töpffer, ¿no han embellecido los Alpes?

No crea el lector por lo que llevo dicho, que vaya a descubrir ningún
Mediterráneo ni a embellecer ignotos paisajes; voy tan sólo a indicar la ruta de uno
de tales descubrimientos. ¡Quiera Dios que alguien logre sacar a flor de vista
bellezas enterradas en un casi abandonado rincón de la provincia de Salamanca¡

***

La Sierra de Francia con su famoso santuario y el proverbial retiro de las


Batuecas, eclipsan en la provincia de Salamanca en fama a los arribes de la Ribera
del Duero y a su hermosísimo retiro, hoy en ruinas, de Laverde. Y, sin embargo, yo,
que he visitado una y otra región, no sabría a cuál otorgar mi preferencia como
desinteresado espectador.

Baja el Duero por tierra de Zamora tendido en la planicie y espaciándose por ella, mas al
ir a entrar en la provincia de Salamanca, hacia donde le rinde el Tormes sus aguas, entre
Fermoselle y Villarino, empieza la meseta castellana a quebrarse para dejarle paso a las
campiñas portuguesas. Resquebrájase la tal meseta en hondos desgarrones, mostrando al
descubierto sus peñascosas entrañas, pétreos cimientos de la austera llanura castellana. El
agua tenaz, que talla las rocas gota a gota con secular trabajo, ha ido carcomiendo su lecho
berroqueño y buscando salida entre revueltas y esguinces. A distancia nadie adivina el
profundo tajo por donde el Duero corre; la ondulante llanada castellana parece ir a
perderse suavemente, y sin solución alguna de continuidad, en las estribaciones de la sierra
de la Estrella que cierran, hacia la parte de Portugal, el horizonte. En uno de los repliegues
del terreno se ocultan los profundos tajos, las abruptas gargantinas, los imponentes
cuchillos, los terribles esfayaderos, bajo los cuales, allá en lo hondo, vive el Duero, ya
espumarajeando las rocas que aún no han cedido a su labor terca, ya precipitándose en
desniveles, ya deteniéndose un momento a descansar en angostos remansos, ya, por fin,
zumbando bajo las rocas, en las espundias. A trechos las paredes y escotaduras del tajo se
dulcifican y se tienden las pendientes para recibir, sobre revestimientos de tierra,
vegetación bravía y cuidados de cultivo. A estos declives que bajan al río se les llama
arribes en toda la Ribera, en toda la región salmantina que borda el Duero y afronta a
Portugal. Arribes forman también los afluentes al Duero, que entre escotaduras y
barrancas análogas a las de éste corren a él.

El primer pueblo de la Ribera a donde llegué fue Masueco, y lo cierto es que iba con
impaciencia por dar vista al negrillo, que era, según el tío Mateo, un guía, el primero de
España, y tal vez del mundo, en corpulencia. No le iba a la zaga el otro, colosal también, al
que conoció de retoño el tío Mateo, haciéndole bambolear la cabeza como cuando juegan a
las migas los muchachos. ¡Lo que son los árboles ¡. Así crecen ellos, sin duelos, penas, ni
cuidados, ahondando sus raíces en la misma tierra en que nacieron, mientras abren su
frondosa copa al mismo cielo siempre, formando en el otoño con su desprendido follaje el
mantillo que les nutra de jugos para reverdecer en primavera. Como las hojas de los árboles
son las generaciones de los hombres, decía el viejo Homero. Aquel negrillo que junto a la
robusta fábrica de la iglesia de Masueco se desnuda todos los años para volver a vestirse
de verdura, arraigando más en su propia cuna cuanto más fuerte se hace, ofrece con su

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espectáculo a los pobres labriegos que desfilan por la vida oscuro símbolo de la universidad
del pueblo. ¡Cuántos al marchar a la emigración dirigirán sus últimas miradas a la amplísima
copa bajo la cual jugaron sus juegos de niños, a aquella copa en que resuena la campana
cuando congrega al pueblo a Misa, cuando toca a fiesta y cuando dobla a muerto¡

No hay en el mundo para el tío Mateo un negrillo como el de Masueco. ¡Así ha crecido él,
sin moverse de su sitio, mientras los pobres hombres, si quieren crecer algo, se ven
obligados a emigrar¡.

Al siguiente día de mi llegada fuimos a ver la cascada de los Humos, en los arribes de
uno de los afluentes al Duero. Era para hacer boca y abrir el apetito de la expedición a
Laverde. Se sale de Masueco por una deliciosa quebrada, festoneada de frutales, y muy
pronto se da vista a un paisaje agreste de severo ceño. Bajamos una escarpada pendiente
en dirección a una aceña y muy pronto nos encontramos en el fondo de un tajo, entre
abruptas escotaduras. A un lado se alzaba, dominando la barranca, un inmenso cuchillo de
roca y tras él se perdía la garganta del río. Vadeamos éste y por un senderito de un
empinado arribe llegamos a dar plena vista a la cascada.

Es singular el atractivo del agua. Estaríase uno las horas muertas contemplándola fluir,
dejándose ganar el espíritu por la sensación purísima que su constante curso nos produce.
El agua es acaso la que mejor imagen nos ofrece de la quietud en el movimiento, del solemne
reposo supremo que del concierto de las carreras de los seres todos surge. En el estanque
duerme el agua reflejando al cielo, pero con no menos pureza lo refleja en el cristal de un
sosegado río, cuyas aguas, siempre distintas, ofrecen la misma superficie siempre. Y en la
cascada misma, por donde se despeña bramando, preséntanos una vena compacta, una
columna que acaba por parecer sólida. ¡Enorme fuerza la que sin aparato alguno, con la
sencillez del coloso despliega¡. Hubiéramos estado las horas muertas contemplando aquel
inmenso chorro que salva un desnivel profundo del lecho de las aguas. Es una de las más
hermosas caídas de agua que pueden verse entre aquellos tajos adustos. Divídese la
cascada mayor en dos cuerpos debido a un saliente de la roca, y va a perderse en un
remanso de donde surge el vapor que ha valido al paraje el nombre de los Humos. Junto a
la inmensa vena líquida, a su abrigo, en las quebraduras y resquicios de la roca, anidan
palomas que revolotean en torno del coloso. Éste irá desgastando poco a poco el desnivel
que le produce, y es seguro que cada año se achica la cascada, aunque sólo sea en un
milímetro o en fracción de él. ¡Los siglos que habría necesitado el agua para excavar tales
tajos y reducir análogas cascadas ¡

***

Al día siguiente de nuestra visita a los Humos, preparamos la expedición a Laverde, en


caballerías los más de mis amigos, a pie yo, pues menos me molesta una caminata que el ir
escarnachao sobre los anchos aparejos con que se provee a las mulas del país.

“La Santa Misión (Arribes del Duero)”. Fotografía de la comitiva del Rector camino de
Laverde, a la salida de Aldeadávila.

Laverde está en territorio de Aldeadávila de la Ribera, la corte de esta región, la villa


para los comarcanos. Tendiendo la vista al salir de ella por las ondulaciones del campo, no se
barrunta siquiera lo que éstas celan. Mas ya al llegar a unos sobreros se nos abrió de

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pronto el tajo por cuyo seno corre el arroyo del Rupinal y en el fondo las escarpadas y
sombrías paredes de Portugal. En aquellas desoladas vertientes del Rupinal, cerca del caño
de Fuentemendo, dicen que hubo un pueblo.

Mientras seguían las caballerías la senda que en zigzag baja al río, cortamos nosotros
camino por los resayos o atajos que la cortan. Una vez en lo hondo parece hallarse uno en
medio de región montañosa, en el interior de algún país alpestre. Nadie diría que ganando
las crestas se extiende a la vista la inmensa meseta ondulada como vasto mar petrificado.

Dimos, por fin, vista al Duero y con él a un paisaje dantesco, tal cual los imaginara
Gustavo Doré. En lo alto, apuntados picones que se asoman al abismo, peñas y aserradas
crestas; a lo largo, inmensas escotaduras que encajándose de un lado y de otro, en la
disposición llamada cola de milano, forman la garganta por cuyo hondón corre el río. Los
enormes cuchillos van perdiéndose en gradación de tintas hasta ir a confundirse con la
niebla. Allí arribota, arribota, en la cresta del escarpado frontero, verdean trozos de
trigo, nuncios de una campiña serena, y asoma su copa algún que otro arbolito que denuncian
a un pueblecillo portugués. Fuegos de luz animan la dantesca garganta; peñas en claro se
destacan sobre el tono oscuro de las peñas en sombra, y allá en lo alto, dominando al ceñudo
paisaje, algún milano se cierne bañándose en luz. Suben del río perezosas nieblas que se
agarran a los peñascos, y fingen el alma de éstos que de ellos se desprende con pesar. El
Duero, que dibujando su vena central, su líquido senderillo de espuma, corre encajonado en
el fondo de estas gargantas, es el mismo que pasa amplio y solemne, abrazando a la feraz
llanura y como gozándose en ella, por tierra de Zamora. Todas esas gargantas dantescas
son obra de él, obra de la lenta labor del agua terca. El fuego bosquejó a la tierra su
esqueleto, dio el bloque, es el agua el artista pacienzudo y tenaz que modela sus contornos.

En el fondo de estos tajos incuba el sol que da gloria. No lejos de Laverde hay en la
garganta un paso llamado de la Bodega, tal vez por esa incubación. El sol caldea los
arribes, resguardados de los vientos y las brisas que hielan la meseta, y saca de ellos una
vegetación potente y propia de otras latitudes. Crecen olivos ingeridos en zambullo o
acebuche, tapizan las vertientes oloroso tomillo, flores de monte, nardos; la cubren
gamonas, jaras madroñeras, anguelgues, jidigueras (cornipedreras) y retuerce sus recias y
nervudas ramas entre rocas el bravío joimbre, cuyas raíces luchan con las entrañas de la
peña para dar de beber a su enmarañada mata luz del sol. La mano del hombre ha acudido a
fomentar la naturaleza. En los repliegues de los arribes dan al sol su tono verde claro los
limoneros y crecen los naranjos, y aquí y allí salpican al tinte pardo de los escarpes los
blancos copos de los almendros en flor. En poyatas o tablas talladas en el terreno y
sostenidas por paredones se alzan los olivos.

En una de estas laderas del tajo del Duero, en medio de lo que queda de una que debió
de ser huerta frondosa, se alzan las ruinas del convento de Laverde, retiro en un tiempo de
los religiosos menores. En la portería, sobre la puerta y debajo de un escudo con los cinco
estigmas, se lee, enteramente ahumada, esta inscripción:

“Entre la vida y la muerte no ai espacio ninguno;

En un instante se acaba lo que se vive en el mundo”

Año de MDCCLXIX (1.769)

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Allí nos recibió el actual habitante del convento, acabado trasunto por su facha de
villano medieval. Dejamos las caballerías en la que fue iglesia y entramos en las ruinas del
convento.

Es una pena la que ofrece aquella desolación. Las celdas deshechas y a la intemperie; la
yerba creciendo por todas partes; en el claustro un limonero entre maleza, y en el jardín un
boscaje de limoneros y de naranjos. El convento no tiene mérito alguno arquitectónico ni
nada que le dé carácter. Es vulgarísimo. Por la parte que mira al río presenta algún aspecto
de fortaleza. Lo hermoso es su escenario y su ambiente, los restos de vegetación de que
está rodeado. Frente a él se alza una gigantesca piñal (pino) y en los hondo zumba el Duero
enfrenado entre peñascos. Lo más típico es lo que del huerto queda, aquel rincón umbrío de
limoneros y naranjos, a cuya sombra rezarían los frailes sus oraciones, descabezarían sus
siestas y gozarían de tranquilo sosiego los ancianos retirados ya del todo del mundo. Es un
rincón que sugiere la idea, algo antinómica, a primera vista, de un ascetismo horaciano.

Hubo un tiempo, hasta eso del año 30, en que floreció en su retiro aquel cenobio,
ofreciendo en aquella colosal hendidura de la adusta meseta castellana escuela de
recogimiento y meditación a los frailes menores durante algún tiempo del año y refugio
para su vejez a los que de ellos pedían acabar allí sus días, en el vivo silencio, rezando a la
sombra de los limoneros y al compás del murmullo del contenido río. Es, sí, un silencio vivo
el que aquí reina, vivo porque reposa sobre el sempiterno rumor del Duero, que en puro ser
continuo acaba por borrarse de la conciencia de quien lo recoge. Y como se pierde de
cuenta este rumor del sempiterno curso del río, perderíase allí de cuenta el rumor del
curso de las horas que habrían de desfilar en solemne procesión monótona. Allí, en aquel
refugio, libertaríanse los espíritus del tiempo, engendrador de cuidados, yendo cada día a
hundirse sin ruido con su malicia en la eternidad. ¡Siempre el mismo río, los mismos
peñascos siempre, todo inmutable!. Cuando lo que nos rodea no cambia, acabamos por no
sentirnos cambiar, por comprender que es el vivir un morir continuo, que “entre la vida y la
muerte no hay espacio ninguno”, como reza la inscripción del convento de Laverde.

A este convento iban en un tiempo los riberanos a los perdones, por la Porciúncula, y
aún hoy algunos recuerdan haberlo oído. En denominaciones de sitios ha quedado la memoria
de los franciscanos que lo habitaron. Hay en el camino un punto que se llama el montadero
de los frailes; a una peña que forma a modo de asiento le llaman la silla del guardián. Allí
cuentan también, que viniendo Santa Marina perseguida de los moros y cansada del camino,
al llegar a una peña le dijo:

“Ábrete, peña cerrada, que viene Marina cansada”

En la peña hendida se colocó un altar a la santa, y sobre ella se alzó la capilla de Santa
Marina, cercana al convento.

La cuadrada torre del convento mostrando al descubierto el enladrillado de su cupulilla,


mira al contorno. Contemplándola recordé aquellas dos hermosísimas estrofas de “Los dos
Campanars”, de mosén Cinto Verdaguer:

“- Campanes ja no tinch, -li responía

Lo ferreney campanar de Sant Martí.-

¡Oh!, ¡qui pogués tornármelas un día!

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Per tocá’a morts pe’ls monjos les voldría;

Per tocá’a morts pe’ls monjos y per mi.

¡Que tristos, ay, que tristos me deixare!

Tota una tarda los vegí plorar;

Set vegades per vèurem se giraren;

Jo aguayto fa cent anys per hont baixaren:

tu que vius més avall, ¿no’ls veus tornar?

Hoy en día no habitan en la profunda barrancada, fuera del rentero que explota lo que
los frailes dejaron, más que los carabineros españoles, y del otro lado del río los guardiñas
portugueses, vigilando el paso de la barca. El contrabando es lo único que a las veces anima
el enorme tajo. Algunos desgraciados se ponen de acuerdo, lanzan de un lado a otro del río
un bramante o cogiéndolo con los dientes lo pasa alguno a nado, con él tienden una maroma,
y pendiente de un barzón pasan mediante una guindaleta, de un reino a otro, género
prohibido. Es el modo de contrabandear allí donde no hay puente alguno, a lo sumo una
manotera, y alguna vez un paso a saltos. La frontera natural se halla profundamente
marcada, parecen haberse desgajado violentamente los dos reinos. Arriba nadie lo diría;
desde Masueco aparece Ventosello, un pueblecito de Tras-os-montes, situado en la misma
llanura, sin más que leves ondulaciones del terreno en el intermedio.

***

Mucho hay que decir del paisanaje de la Ribera, de sus costumbres, de su traje típico,
de su carácter, de su interesantísima habla, sobre todo, pero no cabe esto en lijeras
impresiones.

Ofrece la provincia de Salamanca, en el aspecto etnográfico, amplísimo campo de


estudio. Profundas diferencias separan, dentro de la unidad que los abarca, al charro
propiamente dicho, pues es un error el creer que todo salamanquino sea charro, con sus
internas diferencias, al armuñés, al serrano, al riberano, al peñarandino, al bejarano.
En el mismo distrito de Vitigudino, a que pertenece la Ribera, se señalan diferencias
entre la Ribera misma, la llamada Aldea, el Abadengo y la Ramajería.

Nada más abandonado en España que el estudio hecho en vivo y del natural, del pueblo.
Todo género de folklore o demótica está por explotar; ni las tradiciones, ni los
cantares, ni las costumbres, ni el derecho consuetudinario, ni la medicina popular, ni el
habla, encuentran investigadores. ¡Y no es poca la mies! Llevo algún tiempo recogiendo
elementos para un estudio del habla popular o mejor de las hablas populares en la región
salmantina, y cuanto más material acopio más vasto me parece el que queda fuera de mi
diligencia. Lo que en la historia de la literatura española se conoce con el nombre de
dialecto sayagués, la lengua en que están escritas las farsas y églogas que a fines del
siglo XV escribieron Lucas Fernández y Juan del Encina, el lenguaje rústico del famoso
Auto del Repelón, no son más que leves muestras de un dialecto que abortó en la región

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salmantina. Y dentro de esta región el territorio más rico en cosecha lingüística es, por
lo que llevo trabajado, la Ribera. Formas dialectales se recogen a porrillo recorriendo
los hermosos campos de Salamanca. Si Dios me da vida y salud he de dedicar a esta
habla un estudio y entonces se verá qué hermosos giros, qué briosas expresiones, qué
típicos vocablos corren en boca del pueblo inadvertidos de los doctos, y qué luz tan viva
puede proyectar este estudio en el conocimiento de nuestra lengua castellana literaria,
anémica y opilada por la vida de ciudad.

Decía al principio de estas notas que España está, en gran parte, todavía por descubrir.
Por descubrir está en no menor parte el pueblo español. Y sólo haciendo conciencia
nacional con el riquísimo fondo inconsciente que en el seno del pueblo yace, es como
podrá redimirse España y recibir en vivo y con eficacia y sobre fértil seno la acción del
ambiente internacional europeo.

Miguel de Unamuno. Salamanca, marzo de 1898.

Publicado en la revista “Ecos literarios”, el 19-marzo-1898.

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