Guión - DVD Aldeadávila - Nov - 2009
Guión - DVD Aldeadávila - Nov - 2009
Guión - DVD Aldeadávila - Nov - 2009
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Guión
Tierra de mitos y leyendas, esta naturaleza singular de Las Arribes se muestra en
Aldeadávila y Corporario como un conjunto único de AGUA, TRADICIONES y
NATURALEZA.
Siempre con ansias de mirar al futuro, Aldeadávila ha sido definida con acierto
como “una extraña mezcla de historia y modernidad”.
El río Duero, tan bravío en estos parajes, entre cachones, fayales y picones ha
llamado la atención desde muy antiguo, y sus riberas de clima mediterráneo han
facilitado el asentamiento del ser humano, en pequeños núcleos de población, que con el
fin de la Edad Media, y la creación del Ducado de Alburquerque a fines del siglo XV se
fueron reunificando.
Ese campo ahora solitario, sólo poblado por rapaces del Parque Natural y pequeños
mamíferos, y antaño muy frecuentado en labores agrícolas y por cabreros, está plagado
de hermosos términos que nos transportan a pasados lejanos, a historias ya casi
olvidadas, por donde nobles como García de Ledesma, o los Licenciados “Pumareda” y “de
la Torre” amenazaban a los “pecheros” para quedarse con sus tierras, nombres como:
Y el agua, siempre presente en cada esquina del camino, donde poder beber el
Fuente de San Bernardo,
caminante, y a las que tantos esfuerzos se dedicaron:
Fuente Buena, del Cubo, de los Dados, Bordóñez, del Espino,de los
Labajos, de los Labrados, de Martín, de don Mendo, de Miguel Ordóñez,
Nueva, del Pinero, de la Piedra, Rebollo, de Rodrigo, de los Trigos, de
Santiago, de los Gejos…
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“habla de la Rivera”, y que nos
Y esos nombres tan sonoros, como la misma
hablan de Arribes, de rincones por descubrir y de una España todavía
desconocida:
“el Rupinal”, “El Rupetín o Ropetín”, “la Rupurupai, “El Robortal”, “la
Rodocolodra”, “La Rodocosa”, “el Rodomolino”,” El Rodo de la Sanguina”,
Rodo Sende, La Rooscada, Roosanguino, Roostal, …”El Rostro”, península que
penetra en Portugal, y al que nuestros vecinos llaman por eso “O Nostro”.
Como se ve, la familiaridad de los antiguos vecinos con cada rincón de Las Arribes
les lleva a designarlos con el omnipresente artículo, muy usado en todos estos pueblos,
rasgos que perviven de su antigua habla.
Pero es en las leyendas y mitos, donde podemos encontrar los rasgos más
característicos de la original personalidad de estas gentes, tan apegadas a sus antiguos
ritos y tierras. Es difícil encontrar una tierra castellana y leonesa con tantos mitos
creados en torno a figuras como los árabes- llamados aquí genéricamente moros-, el
temor a la naturaleza y a al rugir de las aguas en días de tormenta, la admiración por los
estrechísimos cortados del “Salto del Gitano”, historias de contrabando al anochecer, y
de violencia y muerte en unos años 60 del siglo XIX que Llorente Maldonado refería
como “época gloriosa” sin duda, porque así se lo referían los más viejos en los años
inmediatos de postguerra -1945 y 1946-.
Cada peña, cada rincón esconde una historia, pequeña pero bella, y nos referiremos
sólo a algunas de ellas:
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La más antigua parece ser la de la “construcción mora de la Torre-
fortaleza de Aldeadávila” que ya citó Madoz en 1.845, además de dos sepulcros de
nobles hoy desaparecidos. Pero es también relacionada con la época árabe, o con su
finalización cuando se cita en Masueco una antigua leyenda de una doncella mora
encerrada en una torre con inmensos tesoros, o la bella estampa de la ermitaña Santa
Marina perseguida por el general árabe en su corcel, y que exclamó: “¡ábrete peña santa,
que viene Marina cansada¡” ante los atónitos ojos del guerrero musulmán.
y a Santiago de Galicia,
Mucho más recientes, aunque con el mismo misterio propio de estas tierras, son la
“historia del Picón de Felipe” y del “Salto del Gitano”. Estas dos leyendas nos
entroncan con la admiración por la naturaleza, y el secular aislamiento del otro lado de la
“Raya húmeda”, así como con el mundo de los pastores, cabreros y el contrabando.
Es más antigua la versión del “Salto del Gitano” ya anterior al siglo XVIII, y dice
así: “Cuéntase que uno de estos bohemios, perseguido por la tropa y acosado de tal
suerte que no tuviera más remedio que morir ó entregarse, tomó carrera, y dando un
salto verdaderamente prodigioso, salvó la distancia entre las dos orillas”.
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Esta es la más bella estampa de Las Arribes, Felipe, en su locura se encontraba sin
embargo en el camino correcto: borrar fronteras, separaciones y tratar de hermanar a
los dos pueblos ibéricos, separados desde el año 1.139. Pocos metros, río abajo se haría la
“Gesta de la construcción del Salto de Aldeadávila” en las décadas 1950-1960,
inaugurándose en 1.964.
Hace siglos, estos agrestes parajes sólo eran frecuentados por cabreros y sus
rebaños, y algún que otro “forajido” o “escapado de las justicias” como el célebre gitano,
además de los frailes franciscanos menores de Laverde, que hasta 1830 cuidaron del
Convento de Laverde y su célebre “huerta”. Se dedicaban a la enseñanza de la Gramática,
y al cuidado de enfermos. Desde que a mediados del siglo XIII visitara estos parajes
nada más y nada menos que San Francisco de Asís, y pocos años después “el infante
Sancho I Pérez” pocos personajes célebres habían transitado por el camino de “Santa
Marina” con dirección al hospital de “San Marcos” en Aldeadávila, dado lo escabroso del
terreno, y lo cerrado que estaba por alcornoques, encinas y robles.
Pocas majadas bien conservadas quedan de aquellas veintiuna que se censaron por
el Marqués de la Ensenada a mediados del siglo XVIII, un momento de aparente riqueza
en Aldeadávila, que estaban situadas en los siguientes parajes –todos ellos cerca de Las
Arribes-: Nave Espino, San Pelayo, Naverravea, Varrevachín, Carbajal, Lavesada, Losas,
Los pajeros, Fuente rebollo, La laguna, Terroñas, Los Llanos, Pozo Madero, Las Navas, los
Coriscos, Langinas, Fuente de mendo, Juan Casado, La Roscada, Valle Hurdal y los
Arribes.
La vida de un cabrero, podía ser tan bucólica, como la vida del “DIENTES” a
finales del siglo XIX:
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Éste es el terreno que denominaban “inculto”, por eso la profesión de cabrero en el
escalafón social estaba muy por debajo de todos aquellos que podían dedicarse a la
agricultura.
Sin embargo, la situación cambiaría a finales del siglo XIX, y escritores célebres
en fase “meditativa” como Miguel de Unamuno, o el médico de Aldeadávila por aquellos
años, periodista y amigo del rector de Salamanca: “José González de Castro” que
utilizaba el seudónimo de “Crotontilo” en sus artículos.
Unamuno dedicó durante los carnavales de 1.898 tan bellas palabras como éstas:
“Hubo un tiempo, hasta eso del año 30, en que floreció en su retiro aquel cenobio,
ofreciendo en aquella colosal hendidura de la adusta meseta castellana escuela de
recogimiento y meditación a los frailes menores durante algún tiempo del año y refugio
para su vejez a los que de ellos pedían acabar allí sus días, en el vivo silencio, rezando a la
sombra de los limoneros y al compás del murmullo del contenido río. Es, sí, un silencio vivo
el que aquí reina, vivo porque reposa sobre el sempiterno rumor del Duero, que en puro ser
continuo acaba por borrarse de la conciencia de quien lo recoge. Y como se pierde de
cuenta este rumor del sempiterno curso del río, perderíase allí de cuenta el rumor del
curso de las horas que habrían de desfilar en solemne procesión monótona. Allí, en aquel
refugio, libertaríanse los espíritus del tiempo, engendrador de cuidados, yendo cada día a
hundirse sin ruido con su malicia en la eternidad. ¡Siempre el mismo río, los mismos
peñascos siempre, todo inmutable!. Cuando lo que nos rodea no cambia, acabamos por no
sentirnos cambiar, por comprender que es el vivir un morir continuo, que “entre la vida y la
muerte no hay espacio ninguno”, como reza la inscripción del convento de Laverde.
A este convento iban en un tiempo los riberanos a los perdones, por la Porciúncula, y
aún hoy algunos recuerdan haberlo oído. En denominaciones de sitios ha quedado la memoria
de los franciscanos que lo habitaron. Hay en el camino un punto que se llama el montadero
de los frailes; a una peña que forma a modo de asiento le llaman la silla del guardián. Allí
cuentan también, que viniendo Santa Marina perseguida de los moros y cansada del camino,
al llegar a una peña le dijo:
En la peña hendida se colocó un altar a la santa, y sobre ella se alzó la capilla de Santa
Marina, cercana al convento.
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¡Que tristos, ay, que tristos me deixare!
Hoy en día no habitan en la profunda barrancada, fuera del rentero que explota lo que
los frailes dejaron, más que los carabineros españoles, y del otro lado del río los guardiñas
portugueses, vigilando el paso de la barca. El contrabando es lo único que a las veces anima
el enorme tajo. Algunos desgraciados se ponen de acuerdo, lanzan de un lado a otro del río
un bramante o cogiéndolo con los dientes lo pasa alguno a nado, con él tienden una maroma,
y pendiente de un barzón pasan mediante una guindaleta, de un reino a otro, género
prohibido. Es el modo de contrabandear allí donde no hay puente alguno, a lo sumo una
manotera, y alguna vez un paso a saltos. La frontera natural se halla profundamente
marcada, parecen haberse desgajado violentamente los dos reinos. Arriba nadie lo diría;
desde Masueco aparece Ventosello, un pueblecito de Tras-os-montes, situado en la misma
llanura, sin más que leves ondulaciones del terreno en el intermedio…”
Y es precisamente este contrabando, del que habla Unamuno el que más interesaba
a los propios desgraciados, a los “desharrapados” de hace 110 años. El periodista L.
Alonso en agosto de 1.906 habla así de ellos:
“Por aquí nos dijo PERICO pasamos una noche doce veces el río y “metimos” mil
majuelos de contrabando.
-Una peseta
Si el andar por aquellos lugares, no ya de noche, sino á pleno sol, supone profunda
indiferencia por la vida, pasar el río, no una, sino doce veces, de noche, y por el
procedimiento de la guindaleta, que ellos emplean, demuestra que para aquella gente el
pellejo tiene menos valor que una colilla.
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Naturalmente, ocurre con frecuencia que la maroma se rompe y el hombre va al río, que,
por fortuna, en aquellos sitios es vado (70 metros de profundidad).”
“son alegres y bulliciosas…la época gloriosa que tuvo lugar hace más de 60 años…”
-Ustedes no están acostumbrados á esto y por eso les extraña-nos dijeron-; son
los mozalbetes que jijean y descargan las pistolas; eso lo hacen todas las noches: es
costumbre.”
El paisanaje, de finales del siglo XIX era, desde luego muy característico de La
Rivera, y diferente al del resto de la provincia, “un mundo aparte”, así la literatura nos
ha dado breves, pero amenas descripciones de este tipo de personajes:
“el tío Romo”, “el tío Mateo de Masueco” y Miguel de Unamuno, los
contrabandistas “Perico el Feo” y “el Roto”, los cabreros “tío Felipe” y “el
dientes”.
“Lo que nos falta-nos decían- es andadero, puede decirse que llano. ¡Diantre!. ¡Á
qué cosa llaman aquellas gentes llano y andadero!. Al poco rato de decirnos esto, y
después de saltar entre cachales, la vereda se corta para dejar paso á un regato que
desciende y por el que, según nuestros cálculos es imposible saltar. Miramos á “el Feo”,
luego á “el Roto”, como preguntando: ¿Y ahora?
Ellos se ríen; “Perico” apoya los pies en un peñasco de la orilla, se deja caer sobre
otro de la margen opuesta y nos dice:
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¡Á pasar!
Fiestas de Aldeadávila
Las FIESTAS son el momento en que se abandonan las labores tradicionales del
“campo”- y ahora de otros variados sectores-, y se regocijan los vecinos con
tradicionales tan ancestrales como la “Fiesta bufa” durante los Carnavales–que tiene su
paralelismo con “A Festa dos Velhos en Bruçó”, o “el día de San Antonio Abad” – en la
que los mozos y niños recorren la noche anterior las calles y plazas a lomo de burros o
mulos, para presentarse después en la casa del mayordomo a obsequiarles con pastas,
vino ó chochos, “la noche de Ánimas” –un ancestral “Halloween” de esta Villa, pero sobre
todo las fiestas de fin de verano, la fiesta por excelencia, en la que mayores, mozos,
hijos de la Villa y “forasteros” como se dice aquí, se dan cita desde tiempos inmemoriales
para festejar “las Fiestas del Toro de Aldeadávila”.
Todos estos aspectos festivos tenían su propio léxico dentro del habla ribereña
que todavía se conserva en parte:
¡Qué poco ha cambiado esta costumbre más de 5 siglos de lapso. Ese binomio
toros-mozos de Aldeadávila, que es en definitiva, endulzado con más ingredientes, el
auténtico corazón de estas fiestas que duran una semana completa, al terminar todas las
labores agrícolas de la trilla y el cereal.
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Estas fiestas se celebran “por San Bartolomé” desde el año 1.852 en que la Reina
Isabel II – a petición de la Diputación Provincial de Salamanca- da autorización a nuestro
Ayuntamiento para celebrar: “una feria anual los días 24, 25 y 26 de agosto”.
El aspecto principal de la feria era la adquisición de los “torus” añejos, hoy “vacus”
de 2-3 años debido al “Reglamento taurino”, pero también la “Feria anual de ganado” de
San Bartolomé, la más importante del Oeste salmantino hasta 1.983, año en que
desparece lamentablemente.
Las Peñas, con más de 50 en la actualidad, forman una parte muy importante del
desarrollo de este “jolgorio colectivo” en el que participan grandes y niños, lo mismo da, y
tienen su antecedente nuevamente en las tradiciones, a las que parecemos ser tan
amantes en estas tierras, en concreto a “Las Partidas”, a las que se refiere Antonio
Llorente-Maldonado de Guevara en 1.947:
Esto que pasa en Aldeadávila con las partidas, se encuentra con ligeras variantes
en las cuadrillas de los demás pueblos: todo a base de amistad, de beber y de
cantar…
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“Toreru tira la capa
Vete pa casa
Ya lo tienen ajustado
La Naturaleza y el Turismo
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o Zona de Especial Protección para las aves (ZEPA), última actualización de julio
de 2.004.
Una campiña verde con cultivos de vid, cereales, frutales y jara en los bordes de
transición de la penillanura, y unos cultivos típicamente mediterráneos en las Arribes:
“olivos, almendrales, naranjales y limoneros” –así, como todavía decimos en esta tierra.
Los mamíferos, vertebrados y rapaces tan abundantes aquí son un reducto de los
que vivían en la penillanura salmantina durante la edad media, pero acondicionados a la
flora e invertebrados típicos de “Las Arribes”. El sistema de parcelamiento secular por
medio de “paredones”, y el sostenimiento del terreno en las riberas del Duero por medio
de “bancales” logran evitar la erosión del terreno y su degradación. El valor cultural de la
agricultura tradicional de “subsistencia” cobra aquí la máxima importancia, porque no sólo
ha conservado el medio natural, sino que lo ha potenciado.
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De la antigua riqueza piscícola del Duero antes de la construcción de la presa, por
desgracia ya no quedan las “lampreas” que hicieron famosa en Salamanca las aguas de
Mieza y Aldeadávila; han sido sustituidas por los barbos y tencas, y el menos apreciado
lucio.
Pero donde principalmente destaca el “Parque Natural de las Arribes del Duero”
y lo hace singular y único, es en la gran riqueza de aves que se dan, algunas de ellas
únicas:
Todas estas aves de gran porte, cuya reserva de hábitat supone uno de los
últimos recursos naturales de Castilla y León, hizo que ya desde el año 1.992 se tuvieran
en cuenta y censaran sus recursos valiosísimos, además tenemos el buitre leonado, el
halcón peregrino, la chova piquirroja, dos colonias importantes de quirópteros y una
de las 12 áreas españolas de la herpetofauna.
Los planes futuros para el Parque pasan por su solicitud para la declaración de
“Reserva de la Biosfera” ante la UNESCO, uniéndose así a la Sierra de Béjar
salmantina, la construcción y mejora de los miradores existentes, fundamentalmente en
los Municipios de Aldeadávila, Mieza y Vilvestre, y el proyecto estrella: “Un sistema
integrado de control y depuración de las aguas”.
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La afición local “al juego de pelota” y la potenciación del baloncesto provincial
hicieron necesario la construcción de un frontón cubierto, en su día orgullo del pueblo,
también en la década de los años 80. De esta época son las iniciativas populares para
realizar la primera senda del Duero, a través de una carretera rayana con Las Arribes,
pero sobre todo el desarrollo local del barco pionero “Corazón de Las Arribes”, así como
la ejecución de la playa fluvial en “El Rostro” de Corporario, nuevamente esta iniciativa
fue copiada en Vilvestre-Freixo y en Fermoselle-Miranda do Douro.
Las acciones de promoción que cada año realiza el Ayuntamiento cubren las más
insospechadas facetas:
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Marina, donde los biólogos e investigadores especializados de las aves,
puedan observarlas tranquilamente, y ahora mismo se están adecuando dos
miradores.
En palabras del alcalde Santiago Hernández: “está quedando más bonita que nunca”.
Sin duda que así es, y en ello intervienen sus recursos turísticos, sus ricas
tradiciones y gastronomía, y su conjunto monumental.
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La “ermita de San Sebastián”, situada a medio camino entre los antiguos núcleos de
Corporario y de Aldeadávila, nos sirve como punto de referencia, para realizar las rutas
urbanas.
La Calle Aldeadávila- nombre que se daría en el siglo XVIII- vió pasar muchas
diligencias y caballerías, con destino al pueblo vecino; su estructura apenas si ha
cambiado, al igual que sus casas, que nos dan una imagen fiel de cómo era la vida en los
siglos XVIII y XIX.
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Hay otra fuente en el casco antiguo del pueblo, se trata de Santa Margarita, donde
unas obras recientes han embellecido, este antiguo panteón reutilizado del siglo XVIII.
“El Palacio” ha dado nombre a dos travesías, y una de ellas conserva el original
nombre de “Segunda de palacio”. Ya al salir del pueblo, y muy próximo al “Parque de
Corporario” se conserva un pilón ganadero, que debió de ser muy importante, allá por el
siglo XIX.
Tampoco quedan rastros de los mojones y cruces de los primeros años del siglo XX,
cuando se hicieron los deslindes de ambos términos. En las peñas se marcaban dos o tres
cruces para marcar la división del término.
“El Parque de Corporario” en la ladera norte del teso del “Molino de Viento”, es
otra de las iniciativas del Ayuntamiento, a comienzos de la década de los 90, y sirve
todas las tardes para reunión de amigos y Visitantes que se reúnen para jugar a “los
bolos”. Destaca la fuente de piedra, y sobre todo la maquinaria de la anterior almazara,
con unos paneles informativos, donde se nos explica las diferentes fases de la
fabricación del “aceite de oliva de las Arribes”.
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entrada desde el monasterio de Laverde y Mieza -el llamado camino de Santa Marina-
que entra en el pueblo por la “Cuesta de San Marcos”. De la antigua importancia de este
último, y por el que podían transitar diligencias y tropas en el siglo XVIII ya casi no
queda nada, sería sin embargo una vía lógica a potenciar.
A los pies del “chopo de 1.895 “se celebraban los cambios y trueques de ganado,
en el que participaban ovejas, cabras, pero sobre todo de ganado mular.
También estuvo aquí el cementerio hasta los años 60. La ermita de San Sebastián,
dependiente de un antiguo lugar llamado “Quadrilleros”: figura en los siglos XIII y XIV
como anejo del “Beneficiado de Aldeadávila”. Su construcción románica de los siglos XIII
y XIV ha quedado grabada en las incisiones y marcas que empleaban los canteros
medievales. Gracias a su uso como “pósito de cereales” municipal, y posterior cementerio
evitó su demolición a finales del siglo XVIII, lo que no ocurrió con las ermitas de San
Blas, de San Apolinar y del Humilladero de Corporario, o con la de Santiago, San Pelayo y
San Marcos de Aldeadávila.
En estas calles que van acercándose hacia el centro histórico, y en sus piedras han
quedado grabadas infinitud de historias, y el interés de las clases adineradas de la
población por “ponerla al día” y liderar su aspecto más urbano y de cabecera de la
comarca. La avenida que une la “ermita de San Sebastián” con la “Ermita del santo Cristo
del Humilladero” no fue poblada hasta bien entrado el siglo XX: su nombre “José Antonio
Caballero” alude a la personalidad política del personaje natural de esta Villa que más
influencia tuvo en la Corte de Carlos IV, y cuyo principal mérito fue encauzar la “primera
Reforma Universitaria española y del sistema de Educación” , dos veces ministro, osciló
entre el rechazo y la complacencia con los franceses, teniendo que exiliarse. Su obra en
la localidad fue terminar la “Capilla de los Marqueses” pero sobre todo remodelar la Plaza
Mayor y la construcción del edificio neoclásico del Ayuntamiento y cárcel provincial en
1.807.
Pero es que junto a los muros del “Humilladero del Santo Cristo” de la primera
mitad del siglo XVII y ampliado en el XVIII desfilaron las familias nobles de
Aldeadávila: personajes como Alonso caballero, Juan Caballero, Alonso Santiago, Isabel
de Santiago Herrera, María Herrera, Francisco Caballero del Pozo, Manuel Caballero del
Pozo, María Caballero y Herrera, Pedro Antonio Caballero, familias éstas que terminarían
de “germinar” su nobleza con los dos Marqueses primeros del caballero, los más ligados.
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Este monumento, común en toda la comarca, marcaba el centro de las semanas
santas y de la religiosidad de determinadas cofradías. Su aspecto de gruesos muros y
cuatro contrafuertes, nos recuerda nuevamente el aspecto de fortaleza que tiene la
Torre de Aldeadávila.
Pero vamos descendiendo por las calles antiguas de la Villa: antes fue construida la
Calle Poza, que sigue el antiguo trazado de la Calzada de Ledesma. Aquí abundaron las
fuentes, y el empedrado. Esta calle, por fechas en determinadas construcciones se
levantó en el primer cuarto del siglo XIX, inmediatamente después de que los franceses
abandonaran su guarnición en la Villa. Podemos ver el primer palacio del Rector de la
Universidad de Salamanca: Manuel Caballero del Pozo –tío materno del II Marqués-
construido entre 1812 y 1816, y que después pasaría a ser la flamante sede de la Aduana
de Aldeadávila. Un poco más bajo, y en una calle que no ha perdido para nada sus edificios
de comienzos del XIX el llamado “Rincón de Matilde Cherner”
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Recorrido por los “Barrios medievales” de la villa: por el interior de
las cercas.
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Este resumen de nuestra historia común, únicamente pretende poner en valor y
divulgar parte de los conocimientos últimos sobre nuestra historia que vienen
apareciendo en publicaciones y libros desde los años 70, y a los que se ha podido acceder
gracias a su digitalización reciente. Se ha pretendido engarzarlos en un hilo conductor, y
dando razones que expliquen las consecuencias de dichos procesos históricos, y que
además explican gran parte de nuestra propia personalidad y evolución. Silenciar esta
cantidad grande de libros que nos ofrecen información precisa y contrastada sobre
nuestro pueblo, sería como “amordazar” nuestro pasado.
Es cierto lo que opinan algunos estudiosos, que nuestro pueblo estuvo poblado de
una manera continua, sin interrupción, al menos desde la Edad del Hierro hasta nuestros
días, basta referenciar el verraco vetton, que existió en la carretera entre Masueco y
Corporario a 1 km. de distancia del primero –se conserva, aunque muy deteriorado, en el
Museo de Bellas Artes de Salamanca-, o las propias estelas tardorromanas y monedas
que se conservan de Corporario.
Las iglesias no sólo han sido lugar de culto: se han levantado en altozanos con gran
valor simbólico y ritual, recogiendo materiales precedentes- o simplemente sobre sus
ruinas-, grabando en ellas la propia mentalidad de la época, siendo una especie de
memoria en piedra de su forma de pensar y de vivir: es sabido que en sus puertas se
celebraban las reuniones aldeanas -primitivo Concejo- cuando no había edificio para ellas;
que en sus puertas, cubiertas de tejados de madera a modo de cobertizos, se celebraban
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reuniones y se celebraban contratos y escritos, teniendo al cura – beneficiado como se le
llamaba en la Edad Media- como escribiente, notario y juez de disputas al mismo tiempo,
hasta bien entrado el s. XIV, o como reuniones de vecinos en concejo abierto-quizás por
ello, el edificio del Ayuntamiento esté situado junto a la puerta sur de la iglesia, desde
que se levantara.
Si ya es cierto que la mayor parte de los pueblos y ciudades tratan de definir sus
señas de identidad, sus particularidades con gran fuerza, si marcan sus diferencias, este
hecho del individualismo se da quizás con más fuerza en Las Arribes.
Expresiones como “es forastero”, “volví al pueblo porque no me sentaba bien el aire
de Bilbao”, “los de Masueco son…”, para los de Corporario “los de Aldeadávila somos…”
vienen a reforzar la idea del individualismo, tan interiorizada en nuestra propia alma
“arribeña”, o como se decía antes: “revirana”.
Este afán por la diferenciación llegaba al paroxismo, como cuando los de Villarino y
Fermoselle se liaban a pedradas, o lo mismo entre diferentes barrios de Aldeadávila, o
como cuando en las procesiones de San Blas de Corporario, podía haber agrias disputas si
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la imagen llegaba a traspasar el mojón de la carretera de Aldeadávila. Es decir, dentro
de la misma población se tiene a reproducir el modelo.
La presencia árabe debió ser muy importante en nuestra comarca, dominada toda
ella por cerros orientados al norte, con pluviometría y sol superiores a la media
provincial, y con unas amplias huertas situadas en llanos bien ventilados, y finalmente en
unas Arribes que permiten en bastantes puntos un cultivo mediterráneo muy rico, como
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el olivo, en terrenos abancalados, y que constituye uno de los sustentos básicos de la
alimentación: el aceite de oliva.
Esta proximidad cultural entre Las Arribes, y más concretamente Aldeadávila con
los árabes, ya lo expuso la Universidad de Granada, en el año 1964. Pero hay muchísimo
más: la conservación de leyendas ricas en detalles desde Pereña hasta Masueco y
Aldeadávila, donde vemos a bellas doncellas encerradas en fortalezas (Masueco),
vírgenes que se esconden (Pereña), doncellas vírgenes que huyen del acoso de jeques
moros (Santa Marina), o cabecillas moros que se suben hasta lo alto de la torre para
observar su obra (Torre de Aldeadávila), o para perseguir a doncellas. También son de
esta época algunos nombres de calles: Atalaya, Remoria, etc. Como vemos, estas
leyendas tienen en su temario vírgenes, doncellas y fortalezas, pero no hay porqué
situarlas en una fecha concreta, nos hablan de una tradición muy antigua unida a nuevos
elementos cristianos, nos indican un sustrato cultural importante, pero también el amplio
uso de huertas, el uso de las fuentes y las aguas, la forma de construir bancales, pero
sobre todo el cultivo del olivo. La misma leyenda árabe de Masueco, se afirma que existe
en Mogadouro, símbolo de un lejano tiempo común, y de frecuentes contactos entre
ambas riberas.
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a pedir a dios del cielo 4 Ponía a contar la condesa,
La población no tuvo porqué marcharse con la retirada del poder árabe, sino que se le
unieron nuevos pobladores, probablemente de Orense en Villarino y La Cabeza de
Framontanos, castellanos y riojanos en Ledesma… pero estas gentes humildes no daban
nombre a la población, este “honor” quedaba reservado a los dominadores, a los señores
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feudales, y el nombre se empezaba a forjar fuera de la población, no en ella misma, así
tenemos ejemplos: Villarino D’Armón Arias, Darios, y la aldea d’Auila, que bien pudo ser
dominada por los “Frates de Ávila”, que no fundada. Otros pueblos se asocian con una
actividad o el origen de la refundación: Perenna, Travanca, etc.
Así, tenemos un acuerdo de términos del año 1.185 entre los Obispos de
Zamora y Salamanca que nos dan bastantes noticias sobre aldeas e iglesias
pertenecientes al Obispado de Zamora y sitas en la región de Salamanca, concretamente
“Ultra-Tormes”:
“…et illas alias ecclesias que sunt ultra Tormes, scilicet, Ecla, Encinasola,
Barrochopardo, Saldania,… et abrenunciat questioni de aldea de Martin Iustiz, et del
aldea de Martin Tellez, et ville que dicitur Septem Ecclesie, et de Falafeios, et de
Penela, et questioni Castri de Ledesma et Fiscali Maioris.”
Tenemos aquí una clasificación primera de aldeas y villas que pertenecieron desde
la primera repoblación al Obispado de Zamora, ya antes de 1185, la mayor parte de ellas
están situadas en los límites geográficos, y siguen una línea geográfica clara:
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Respecto a Aldea de Martin Iustiz y Aldea de Martin Tellez: su emplazamiento
bien podría ser en el borde de Ledesma: Aldea D’Auila: Aldeadávila. El Obispado de
Zamora realiza la permuta y renuncia a sus derechos eclesiásticos.
Estos freiles, además de guerrear al sur del Tajo, no pasaban hambre: “Alfonso IX
da a Sancho Fernández, maestre, la décima parte de las crías que tengan las ovejas,
vacas, yeguas y demás animales que posee el rey entre el Duero y la Transierra” , traigo a
colación esta cita porque nos indica que la propiedad en aquellos años no era de los
míseros campesinos, sino real, de señores feudales, y de la iglesia. Este maestre de
Santiago era poseedor de extensos lugares en la provincia de Salamanca, y debe ser el
mismo al que se refiere el autor Macías, en su “Historia de Salamanca”:
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De esta época procedería la ermita de Santiago, situada en lo alto de la colina,
entre la calle Fuente de Santiago y La Lagona, en las cruces que guardan su recuerdo y
que se embellecieron en 1500.
Tenemos más documentación sobre las aldeas del territorio actual de Aldeadávila
en el mes de abril de 1269, gracias a una donación realizada1:
De esta manera sabemos que a finales del s.XII ya existía la ermita de Santiago
por una donación, y que ya estaban fundadas o refundadas Aldeadávila, Quintana, y
Ribiella (Rivas en el s.XVIII).
1
MARTÍN MARTÍN, José Luis: “Documentos de las Archivos Catedralicio y Diocesano de Salamanca”, 1977. Universidad de
Salamanca. ISBN: 84-600-10171.
27
Arco de entrada a bodegas del siglo XVII, calle Corral de
Tomás (cortesía de Francisco Marquina).
En concreto, con referencia a las tierras de las Arribes, las poblaciones son:
De esta primera época, una vez que la cultura árabe empieza a abandonar estas
tierras del Valle del Duero, se restablece formalmente el Obispado de Salamanca con
306 parroquias, englobadas en diversos “Arziprestazgos”, de los cuales podemos
destacar en el Oeste de la provincia: Aldeadávila, Ledesma, Villar de Peralonso, Villarino,
Vitigudino, étc., lo que indicaría la existencia de estas aldeas ya en época visigoda.
28
Sarcófagos paleocristianos o visigodos del sitio de (RIVAS)-El Encinal.
Probable cementerio del lugar de Ribiella (Rivas).
La división del territorio era muy grande, de lugares dependían pequeñísimas aldeas
con pocas familias, así tenemos Cornocal en 1.223, 5 de junio –en las proximidades del
actual Yacimiento de Siegaverde:
“La Balía de Ledesma: iglesia de San Nicolás, Zafrón, Zafroncino, Santiz, Valle de
la Ossa, Moreiras, Sancta Marina y Golpejas de la Vega”.
No obstante, la población de las aldeas es muy escasa, y los bienes que iban
acumulando estas iglesias, también muy pequeño, en detrimento de los diezmos que
cobraban todas las iglesias de la villa de Ledesma2 en 1.259:
29
Pero muy pronto, todas las localidades que posteriormente (s.XVII) conformarían
la comarca de “La Rivera”, iban a ser testigos de la disputa entre infantes de la Corona
de Castilla y los regentes del Concejo de Ledesma; nos estamos refiriendo a los años de
1290 a 1322, a las Cortes de Castilla que se celebran repetidamente entre Burgos y
Valladolid, el texto es el siguiente, y están referenciadas al menos cinco copias:
“Otrosí que las villas é los logares que fueron de Don Alfonso fijo del Infante Don
Fernando, é de Don Sancho fijo del Infante Don Pedro, que son Beiar, é Montemaior, é
Miranda, é Granada, é Galisteo, é Alba, é Salvatierra é Ledesma con todos sus términos,
que estas dichas villas que non sean dadas a Reynos, nin á infanzones, nin á ricos omes,
nin á cavalleros, nin á los dichos Don Alfonso nin á Don Pedro que se lama fijo de Don
Sancho, nin á ninguno de los regnos nin de fuera de los regnos, nin sean metidos á juicio,
mas que finquen Reales segunt en tiempo del Rey Don Fernando que ganó á Sevilla.
Otrosí confirmamos al concejo de Ledesma que haian sus aldeas que son estas:
Penna, Villarino d’Arias, Darios, La Cabeza de fuera mercados, Aldea D’Auila, Mieça...”
30
Primitivas cercas de aldea D’Auila: aspecto actual después de ocho siglos.
31
Torre de Aldeadávila. Sillerías del balcón perimetral del siglo XIV. Se
aprecia la unión entre las obras del s.XIV y la del XVI.
“Lo que es cierto, y consta por documentos, es que por los años de 1300,
el infante D. Sancho, I Señor de Ledesma, que como hemos dicho ya
siempre andaba fugitivo de la Corte, discurriendo por sus Estados los mas
cercanos à Portugal...”
32
El Rey Dinis se afirma que “fundó” la “freguesía” vecina de Bruçó,
viniendo de España:3
Traziam com eles um filho ainda criança que estava morto de sede. Então
El-Rei disse para a Rainha Santa:
“Daqui em diante, esta terra, onde bebemos de bruços água tão boa e
fresca, será chamada de Bruços”.
E, segundo a lenda, foi assim a través dos tempos, esta aldeia ficou a ser
designada por Bruçó”.
3
“Lenda de dom Dinis em Bruçó”: “Jornal Pariço nº2”, abril de 1.980. Recogida en http://www.bragancanet.pt/bruco/
33
Vista de la Sala Capitular de la Torre desde los muros renacentistas.
“En este año nasció al Rey un hijo de Dñª. Leonor de Guzmán, que llamaron D.
Sancho, y dióle el rey (Alfonso XI) el señorio de Ledesma y á Béjar, Galisteo, Granadilla,
Montemayor, Salvatierra y otros lugares, y el rey no podía por entonces yr a socorrer á
Gibraltar por la guerra que le hazian D. Juan Manuel é D. Juan Núñez señor de Lara”.
Este traspaso continuo del Señorío de Ledesma entre segundones de la casa real,
dura hasta los infantes Enrique y Pedro de Aragón, que son aquellos a los que se refería
el poeta César Manrique en “las Coplas a la muerte de mi padre”. Es conocido que los dos
34
hermanos, se opusieron por las armas a Juan II de Castilla, rey con muy poca fuerza, y
muy disputado. El profesor Benito Ruano señala que eran más ricos que el propio rey.
Pero de los dos hermanos, quien más iba a significarse en el oeste de Salamanca y
de Extremadura fue el infante D. Pedro, que participó activamente en las luchas en esta
parte del territorio, entre 1426 y 1431. Su captura, en 1429, vino a traer un poco de paz
en el Oeste de salamanca, al exigírsele por Juan II, para su liberación, la entrega de
todas las fortalezas y posesiones que allí tenía junto con su familia.
Lo que nos interesa es conocer qué derechos recogían los Fueros de Ledesma, y qué
privilegios les habían concedido los monarcas a fines del siglo XV:
35
Los siglos XV y XVI fueron un momento de florecimiento económico, de
alejamiento de las luchas principales, y de agrupamiento de la población, ello fue debido
otra vez más a estímulos ajenos al pueblo, pero del que sacaron provecho: el regidor de
Salamanca García de Ledesma, entre 1480 y 1494 intenta apropiarse de los ricos
campos de Aldeadávila, para convertirlos en un latifundio particular. No lo consigue en
Aldeadávila, pero sí en La Zarza, donde se distribuyen a medias todo su territorio García
de Ledesma y el Licenciado Pumareda. Es lógico pensar que toda la población de La Zarza
se marchara pobre y sin tierras a Aldeadávila, y a finales del s.XV.
6
“Registro General del Sello”- Archivo General de Simancas, publicado por Casa Martín en 1950, p. 271. Tomado del Asiento nº
1799: de la obra 11. Signatura: RGS, 149405, 139. Cód. Ref: ES.47161. AGS/1.1.31.1.1113.8//RGS, 149405/139.
36
Arco ojival fines s.XV, planta del Coro alto de la Torre de Aldeadávila.
Data de la época del I Duque de Alburquerque D. Beltrán de la Cueva.
El Santo Cristo del Humilladero de la Cruz era una devoción muy arraigada en la
provincia de Salamanca, y sobre todo en las Arribes: está documentado en el s.XVI en la
mayor parte de las poblaciones: Villarino, Pereña, Masueco, Corporario, Mieza, Vilvestre,
Saucelle. Aldeadávila se incorpora tarde a esta lista, no será hasta la primera mitad del
siglo XVII, una vez se haya completado la unión o amalgama de los diferentes núcleos
poblacionales.
37
Santo Cristo del Humilladero. Muro del s.XVIII, cara Sur. Obsérvese la diferente
hechura.
Una vez más, esta obra del Humilladero de Aldeadávila se realiza en dos fases:
primera mitad del s. XVII los gruesos muros de la capilla, y segunda mitad del siglo
XVIII se construye la entrada actual, hecho que queda marcado por la pobre
mampostería de las paredes, los aleros y la ubicación de la primitiva campana del s.XVII.
La transcripción más antigua de la leyenda, trata del año 1.776, y tenemos que
agradecérsela al párroco de La Mata de la Armuña, Bernardo Dorado7, quien se dedicó a
recorrer la provincia, como historiador aficionado, y destaca en la Comarca de Ledesma
al Monasterio de la Verde, como uno de los dos más significativos. Además se
corresponde con el momento de esplendor del Convento y de la devoción comarcal:
“Antes de tratàr de los Venerables Prelados de nra. Esclava Iglesia referirè dos
célebres Monumentos suyos, que tenemos en el Obispado, que cede honra y gloria de
Dios, y credito suyo. Uno consta por mèra tradicion de que tenemos ciertos vestigios, y
el otro por instrumentos evidentes:
7
“Compendio histórico de la ciudad de Salamanca, su antigüedad, la de su santa Iglesia, su fundación y grandezas que la
ilustran”, Salamanca, 1.776, por D. Bernardo Dorado, pp. 66 a 71. Reimpreso por Editorial Maxtor en 1.985, ISBN: 84-976-13-
694.
38
El I. es el célebre Santuario de Sta. Marina, oy Convento de Religiosos
Franciscos de la Provincia de S. Miguèl llamado de la Verde à las Riveras de el Duero,
Jurisdicion de la Villa de Aldeadabila, cuya vida refiere la devocion de la manera
siguiente:
“En el tiempo que los Moros se apoderaron de nra. España, discurriendo por toda
ella llegaron à un grande Pueblo, oy corta Aldèa cerca de el Duero, y sitio donde oy el
Convento de la Verde, llamado La Suces (cuyo nombre aún retiene) sus Moradores
huyendo la barbara furia procuraban evitàrla, poniendo tierra por medio, unos
retirandose à las Montañas, y defendiendose otros entre las breñas y matorràles de las
arrivas de el Duero; un Moro alcanzó à ver a una doncellita, que amedrentada iba
escapando al referido sitio, empeñòse el barbaro en seguirla para saciar su deshonesto
apetito, yà llegaba Marina (que este era el nombre de la doncella) al Duero sin poder
librarse ni tener otro amparo que el de Dios, à quien clamaba en aquel aprieto: metiòse en
el hueco de una peña; llegò el denodado Moro en su alcance pensando la tenìa ya en su
poder; pero, ò poderoso Dios! Estremeciòse la peña con un paboroso ruido, abriendo
puerta para defensa de Marina, y cerrandola al lascivo Moro, dexandole lleno de temor y
espanto; asi es comun tradicion de toda aquella comarca, y otros refieren este mismo
caso no à la invasion de los Moros en sus principios, sino al tiempo de la esclavitud, y es
de lo mas verosimil, aunque ignoremos su preciso y determinado tiempo.
Lo que es cierto, y consta por documentos, es que por los años de 1300. el infante
D. Sancho, I Señor de Ledesma, que como hemos dicho ya siempre andaba fugitivo de
la Corte, discurriendo por sus Estados los mas cercanos à Portugal, llegò a este sitio à
caza con los suyos, y avisados de los perros fueron al parage adonde ladraban con aìnco, y
llegando à la entrada de una cueba sintieron todos una suavisima fragancia, è informados
por los Naturales de el Paìs de la doncella Marina sacàron de el sitio con ternùra y
devocion las santas Reliquias, que hallaron, y queriendolas llevàr à Ledesma à 200. pasos,
que havian dado, sintieron un peso tan intolerable, que viendo ser inutiles sus esfuerzos y
diligencias, facilmente conocieron ser voluntad de Dios, que quedàse su sto. Cuerpo para
honor de aquel desierto teatro de su angelica vida y virtudes; por lo que el Sr. Infante
mandò fundar una Hermita con el nombre de Sta. Maria de el Manzanedo, en donde
depositaron tan venerables Reliquias: asi estubo hasta que por los años de 1413. viendo
los devotos quasi arruinada la Hermita la renovaron.
Pero siendo miu frequentes y furiosas las avenidas de el Duero quisieron los
vecinos de Aldeadabila afianzarla, y ponerla mas en salvo, entregandola à los Religiosos
de S. Francisco de la Provincia de Santiago en el de 1444., los que con su
acostumbrado zelo y limosnas de los Lugares Vecinos asì Castellanos como Portugueses
fundaron su Monasterio mui curioso, aunque reducido.
39
Después de la amplia documentación que hemos podido manejar, el Convento
franciscano de Laverde, contribuyó muy ampliamente a incrementar el liderazgo de
Aldeadávila en la comarca, y a agrupar a ésta como comarca.
Antes que Santa Marina, fue llamado La Verde, y era un lugar estratégico en el
camino que venía desde Ledesma, y atravesaba Aldeadávila y Rivas con dirección a
Portugal, y a Mieza, Vilvestre y Barruecopardo.
8
“El arte en los monasterios y conventos despoblados de la provincia de Salamanca”, Jaime Pinilla González. Ediciones
Universidad de Salamanca, año 1.978. ISBN: 84-748-100-27, pp.119 y ss.
40
Manzanera o Manzanedo ya existía una ermita, que después ocupó el Convento. Los
hermanos de la Orden franciscana vivían allí como ermitaños dependientes del Convento
de Santa Clara de Ciudad Rodrigo. Según Bernardo Dorado, el fundador de la ermita
había sido el infante don Sancho, Señor de Ledesma... La existencia del convento
arrancaría en el año 1444, en que los Señores de Ledesma entregaron la ermita a la
“provincia de Santiago”, para que edificaran allí el Convento.
En el archivo se conservaba una bula pontificia del año 1445 por la que se
concedían indulgencias a los que ayudasen con sus limosnas a las obras del convento 9.
Probablemente la bula fue concedida a instancias de los condes de Ledesma, quienes eran
considerados sus patronos. De ello también quedaba constancia en el archivo, en cuyo
inventario se especificaba en 1695, en que el Duque de Alburquerque10 daba cada año al
Convento una limosna de 300 reales de la que no existía documento de donación.
La obra realizada entre aquellos años (aprox. 1444 a 1700) debió ser modesta y de
pequeñas dimensiones, por cuanto no habitaban en el Convento más de 12 ó 15
religiosos,11lo que es confirmado por el Censo de 159112 y así permaneció mucho tiempo.
En el “Concilio de León” celebrado por la “Provincia franciscana de Santiago” en el año
1523 se acordó establecer un “Estudio de Gramática” en el Convento de Santa María de
Manzanedo o Laverde13”.
La cabecera es sin duda, lo más antiguo del edificio, y formaría parte de la ermita
primitiva –finales del siglo XIII- con la forma de un cuadrado de 5 metros de lado
abierto a la nave, otra vez con arco de medio punto sobre impostas de nacela. De sus
dovelas, algunas conservan pinturas de zarcillos y temas vegetales. Se cubre con bóvedas
de crucería semejantes a las de la Catedral de Ciudad Rodrigo- donde tenía su Convento
“madre” de Santa Clara-.
9
Fray Juan de San Antonio, Op. Citada, p. 16.
10
D. Francisco V Fernández de la Cueva y la Cueva.
11
Fray Juan de San Antonio, Op. Citada, p.17.
12
“A.G.S.”, nº24, legajo 1301.
13
“Crónica de la provincia franciscana de Santiago”, p.44.
41
Es importante ver que Rivas estaba perfectamente comunicado con Mieza y
Vilvestre y con Laverde, siendo una puerta a dichos pueblos.
“los justicias de Masueco y Mieza, así como los alcaldes, regidores y procuradores
de los dicho lugares y concejos (cuyos connombres dícese literalmente en tal documento-
e aquí por puestos-) a petición del procurador Cubillas, para que…”
42
Histórico Barrio de Abajo de Aldeadávila. Vista de la Torre, junto a la
puerta de Abajo (obsérvese la convergencia de las casas).
La situación a finales del s.XV y comienzos del XVI, justo cuando se vislumbran
las nuevas ideas que pronto llegarían con el Renacimiento es de un claro enriquecimiento
de los principales pueblos (entonces aldeas) de Las Arribes, en comparación con sus
vecinos de La Ramajería: ello provoca que entre 1500 y 1508 los regentes del Concejo
de Villa y Tierra de Ledesma decidan establecer nuevos censos de población aldea por
aldea, no sin gran oposición de vecinos enriquecidos que veían en éstos una excusa para
subir los impuestos –que siempre gravaban más a las aldeas en comparación con la Villa-
como es el caso de vecinos de Monleón y del Concejo de Aldea en pleno de Aldeadávila.
Veamos lo que dice el autor José Luis Martín Martín en su estudio sobre el Concejo de
Villa y Tierra de Ledesma: (Libro: La Península en la Edad Media. ISBN: 84-7800-411-4)
14
“El Padrón de la Villa de Ledesma se encuentra en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Sala de los Hijosdalgo,
caja 76,2 (en adelante será citado como SH 76,2). El Padrón de las aldeas de la tierra se encuentra en el mismo Archivo, Sección
de protocolos y Padrones, Caja 142,28 (en adelante Chancillería, SP, 142,28) ambos inéditos y sin estudiar hasta el momento que
se sepa”.
43
se hacían con sumo cuidado, en ocasiones delante del rodero. Ambos censos parecen casi
coetáneos pues fueron redactados a finales del siglo XV o en la primera época del XVI.”
Esta rebeldía de los munícipes de Aldeadávila, sin duda alentadas por la gran
prosperidad, fue seguida por todas las gentes del pueblo, que veían en ella una forma de
pagar menos impuestos y prosperar. Esta rebeldía sería castigada, razón por la cual
poblaciones tan importantes como Pereña y Aldeadávila no fueron nombradas cabeceras
de roda16. El castigo se ampliaba a la no autorización del Arcedianato de Ledesma a la
aldea para mejorar su iglesias y ermitas, el favorecer quizás a nobles como García de
Miranda la expulsión de vecinos o la compra de terrenos, e incluso la expulsión del
Beneficiado de Aldea de Ávila…
15
“El de las Aldeas incluye algunos intentos de ocultación o engaño, que fueron castigados con la humillación de quien los
protagonizó, como se puede observar en Revilla manifestaciones de protesta en Monleras y el rechazo de todos los representantes
del Concejo de Aldeadávila en fol. XX…”
16
“Se trata del término que se empleaba para designar cada una de las circunscripciones administrativas en que se decidió divid
la Tierra de Ledesma: emendose delante del rodero, porque avía avido hierro” (Chancillería SP, 142,28 fol. LXIII v.
44
Rincón histórico del Barrio de “Peñas”.
45
en Aldeadávila, y en Corporario del 57%, evidencia de que el pueblo se estaba
empobreciendo.
En el año 1506 se decide celebrar las “Cortes del reino” en Salamanca, para
arreglar las desavenencias que produjo el testamento de doña Isabel, con relación a la
regencia del reino que estaba llevando don Fernando.
Poco después, ya con Felipe II, la economía cobra un nuevo impulso con las primeras
remesas de América, y con la creación en nuestra tierra de los llamados “estancos del
tabaco, la sal y de las especias”, en los que se enriquecieron familias de nuestro pueblo,
como pudo ser el caso de los Pozo y los Caballero, pero también de numerosos judíos
conversos que regresan de Portugal en diferentes remesas (entre 1580 y 1640); éste es
el caso de Ana Rodríguez de Paz, Joseph de Paz, y de tantos otros. Conocemos estos
casos porque pronto empiezan las denuncias de los llamados “cristianos viejos”, que no
era tanto un problema religioso, sino más de índole de rivalidad en los negocios. Estos dos
que hemos nombrado fueron juzgados en la Cruz del Rollo, a causa de juicios realizados
por los inquisidores del Tribunal de Valladolid. De esta época es también la costumbre de
marcar en la fachada cruces, y símbolos religiosos católicos, en un afán por distinguirse
como “cristianos auténticos”.
17
Este Alonso Santiago de Ledesma, 1505 pudo ser por las fechas, bisabuelo del Alonso Santiago, que nace en Aldeadávila en
1617, y proceder esta vinculación con las propiedades que se litigian en este Pleito.
46
Los nobles de Ledesma empiezan a tener negocios florecientes en las aldeas y
concejos de Las Arribes, incluso a establecerse definitivamente en ellas. Es el caso de
Alonso Santiago (n. 1.617) y de Alonso Caballero (n. 1.612) que casa con Catalina Maya.
Ambos son Caballeros de la Orden de Santiago.
18
Participa en el embellecimiento de retablos y tallas de la iglesia de San Salvador. La propia existencia de estos artesanos es una
muestra más del enriquecimiento de estas poblaciones.
47
fundamentalmente por la agricultura, y hubo que repartirles tierras que anteriormente
eran comunales, quizás sea ésta la causa de su incorporación al pueblo, sin duda dictada
por el Duque de Alburquerque. Por otra parte, como todo el territorio “intramuros”
estaba prácticamente ocupado, salvo la zona SE, se les ubicaría en este punto
conformando lo que se denominó “Barrio de Arriba”: sus descendientes necesitaron abrir
hasta cinco brechas en las cercas, para poder expandirse, y abrirse camino hacia la calle
la Sierra, todavía hoy dominada por una construcción mucho más humilde.
Poco después, en 1605, y coincidiendo con la estancia del Visitador del obispado de
Salamanca, sabemos que Corporario se ha estancado en 50 vecinos, mientras que
Aldeadávila ha aumentado hasta 300 vecinos, de los que más de 25 serán familias
moriscas, que ya empiezan a mezclarse con la población del pueblo; esto nos daría una
población para el conjunto de los dos pueblos de 1600 ó 1700 habitantes, puesto que hay
que contar con la población eclesial y los hijosdalgo, entonces numerosos. Es decir, en un
siglo la población de Aldeadávila crece un 43%... se está preparando el camino para su
declaración como “Villa eximida”.
También se asientan nuevos retablos y figuras por esta época… menos mal, porque
las pestes y las hambrunas empiezan a asolar las tierras y campos de Salamanca, poco
después de 1605, hay poblaciones en las que muere hasta 1/3 de la población… esta
situación de valor de las tierras tan bajo es aprovechada por la familia Fernández,
48
dueños de la Villa de Sobradillo, para instalarse en gran parte del territorio de Las
Arribes, antes de 1624:
De este matrimonio nacen dos hijos que tendrían gran participación económica y
política en la comarca: Francisco Caballero y Santiago (en los libros sacramentales de
Cerezal de Peñahorcada aparece en 1.731 como padrino de varios bautizos de aparceros
de sus tierras), pero sobre todo el abogado Juan Caballero y Santiago (que nace en
Aldea Dávila el 17-marzo-1.669, y muere el 26-enero-1.741, a la edad de 71 años,
después de haberse casado dos veces para asegurar su descendencia). Ambos hermanos,
fueron también caballeros de la Orden de Santiago, para lo que tuvieron que demostrar
su limpieza de sangre. Del primer matrimonio con María Hernández nacería Lope
Caballero a quien vemos residiendo en Lugo, probablemente de abogado, como su padre.
Calle Conejal, grabado del siglo XVI ó XVII indicando la pertenencia a la Orden de
Santiago de un caballero, y reutilizada después en esta casa (año 1.725, de grabado
tosco) para indicar el año de su construcción.
49
Pero el matrimonio que mejores perspectivas le abrió fue sin duda el de Theresa
Vicente Campo de El Gróo de Ledesma, con lo que ampliaría sus pertenencias en dicha
comarca.
Son éstas las personas que promueven, a pesar del ambiente general de
pobreza y depresión del agro salmantino, dos importantes logros, que
determinarían grandemente el porvenir del pueblo: la compra de los derechos 19de
“Villa Eximida” en 1690, y la terminación de la 1ª fase del Humilladero cubierto
del Santo Cristo. A partir de este año, el Santo Oficio, y los justicias de
Aldeadávila pueden juzgar en la Cruz del Rollo.
19
El título de Villa Eximida, no fue una concesión real, sino el pago dinerario de los derechos de impuestos pedido.
50
9.- La expectativas del s.XVIII
El s.XVIII marca claramente un nuevo renacer en toda la comarca, pero sobre todo
en Aldeadávila, donde el comercio y las remesas de América enriquecen a varias familias,
lo que hace que la agricultura y ganadería “despeguen” a momentos de máxima
producción: los caseríos de Santiago, Revilla, San Marcos… son totalmente abandonados,
sus ermitas destruidas, y hasta lugares como Robledino de Santo Domingo, quedan
prácticamente desiertos. Entre estas familias ricas tenemos a Alonso Santiago (n. 1617),
abuelo materno de Juan Caballero y Santiago (1669-1741), Andrés González de
Saavedra, Juan González Sánchez, y varios más que hicieron de precursores o eran
parientes de los dos Marqueses del Caballero.
Hay que decir que la vida de los tres hermanos, en cuanto acceden a la Universidad
se desarrolla lejos de la villa, bien en Salamanca o en Madrid, salvo cuando son requeridos
por asuntos familiares o de herencias en Aldeadávila.
51
Ambiente “clásico” de la Aldeadávila del s.XVIII, todavía conservado entre
las calles Corredera y Berzal.
Estas familias ricas enviaron a sus hijos al Convento de Santa Marina en muchos
casos, y destacaron principalmente en América: fray Francisco Morales, fray Antonio
Cavallero, fray Joseph Hernández Herrera, fray Miguel Caballero del Pozo (jesuíta).
Otro clérigo fue el hermano del 1ºMarqués fray Joseph Fernando Caballero.
52
figuran numerosas rentas, no sólo de nobles, de la Iglesia, sino también y muy
importante las Rentas de la Universidad de Salamanca. Ya bastante antes de
1.798 venían cobrándose, puesto que en dicho año figura un plan muy
importante para recaudar, el denominado “Plan de Administración de 1798”20,
que no es algo novedoso, sino una continuación de los planes de recaudación y de
administración anteriores, pero que se adecua a una nueva ley: “Real Orden de
23 de junio de 1798 del ministerio de Economía” en el que se prohibía con
carácter general la subasta de frutos y de rentas decimales, pero se aclara que
sólo del grano, lo que no aplicaba al mosto y al vino.
Salamanca
Alba de Tormes
Peñaranda
Tamames
Salvatierra
Ledesma
Aldeadávila
Pereña
Peralejos
Alaejos.
La recaudación total obtenida en las Cillas de Pereña y Aldeadávila era desde luego
importante, y sólo en la anualidad 1799-1800 se recaudaron 848.436 maravedís en
Pereña, y una cantidad inferior en Aldeadávila, en concreto: 621.073 maravedís21. La
recaudación total de las rentas por parte de la Universidad fue de: 24,2 millones de
20
MÉNDEZ SANZ, Federico: “La Universidad salmantina de la Ilustración (1750-1800)”, p.88 y ss.
21
El valor del “diezmo” en Pereña sería de 2.545.308 ms, un 37% superior al de Aldeadávila, que era de
1.863.219 ms. Es fácil deducir la valoración total de mostos, vinos y aceites en ambas poblaciones,
multiplicando por 10.
53
maravedís, de los cuales casi la mitad era aportado por Salamanca, el 10% Tamames, el
3,5% Pereña de la Ribera y Aldeadávila el 2,6%.
Los dos primeros Marqueses recibieron tal distinción de Carlos IV, pues se dice
que le libraron de una herida muy grave en una pierna, y se distinguieron en las guerras
de Italia, en Nápoles. Se participa por parte de estas familias en la preparación de una
sorprendente invasión de Portugal, confeccionándose planos de las fortificaciones de
Mogadouro, Miranda, Freixo, etc. El primero, Gerónimo Caballero y Vicente del Campo
no tuvo descendencia, por lo que pasó el título a su sobrino. Así tenemos, que el segundo
Marqués del Caballero José Antonio Caballero y Caballero del Pozo, era hijo de Pedro
Caballero y María Caballero del Pozo: la endogamia familiar es clara. Esta familia se
distinguió por ser “afrancesados”, y dada la ascendencia en la Corte de los dos primeros,
una de las guarniciones francesas más importantes del campo charro fue acantonada en
el propio palacio y caballerizas de los marqueses…
54
Frontis del Palacio del Marqués del Caballero, construído hacia 1771, a la llegada
triunfal del 1º Marqués Gerónimo Manuel de las guerras de Italia.
La operación le salió muy mal, porque los aldeavileños, al igual que los de Vitigudino,
siguiendo los acontecimientos de Madrid se rebelaron contra estas guarniciones, que con
la pérdida de Arapiles tenían los días contados…, se marcharon de Aldeadávila
destruyendo el tejado de la iglesia y otras casas. Por aquella época, tanto el 1º como el 2º
marqués ya tenían grandes extensiones de terreno en las afueras de Salamanca, llegando
a rebautizar a la dehesa como “Aldeanuevita” en recuerdo de su villa natal, así como
inmuebles en el centro de Madrid. Estas inversiones, su educación militar, así como el
afán de estar cerca de la Corte hace que Joseph Antonio Caballero y Caballero del
Pozo se “codee” con la clase alta madrileña, al igual que su paisano y amigo Felipe
Ledesma Nieto, ambos se casan en Madrid con las hermanas Margarita y Mª Teresa
Cerdán y Calvo de la alta sociedad limeña, el Marqués en 1810, y su amigo 10 años más
tarde. En concreto la consorte Margarita era camarera de la reina (lo que explicaría la
gran influencia del Marqués sobre el monarca, llegando incluso a desplazar a Godoy).De
este matrimonio nace la 3ª Marquesa del Caballero: Gabriela Caballero Cerdán y Calvo
que recibe de su padre el título y la enorme fortuna acumulada en Salamanca (1.864.400
reales en Salamanca), Ávila y Madrid en 1.821, pero ya visita poco la villa natal de su
padre.
22
“Real Academia de San Fernando, censura de cárceles entre 1777 y 1807”. “Artículo: “Las cárceles españolas de la
Ilustración”, pp. 16 y 22.
55
Patio trasero del Palacio, donde estuvieron acantonadas las tropas
francesas en Aldeadávila, junto a su protector, el 2º Marqués del
Caballero.
56
Portalón tradicional de la calle Poza, nº28.Siglo XIX, se observa la puerta
de estilo tradicional.
Portada del Palacio de Manuel Caballero del Pozo (1.810), posterior Aduana
terrestre de Aldeadávila y por último de la familia Garrido ya en el s.XX.
Manuel Caballero del Pozo, siguió el ejemplo de los absolutistas de Fernando VII,
distanciándose de su sobrino materno José Antonio, sobre todo cuando el 11 de junio de
1814, denuncia ante Fernando VII a 33 compañeros de la Universidad salmantina,
calificándolos de “liberales, exaltados y peligrosos… sobre todo los Torenos, Argüelles y
Calatrabas”, así consiguió congraciarse con el poder, y se nombrado Rector de la
Universidad de salamanca poco antes de su muerte, en 1.815.
Quizás sea esta adscripción tan marcadamente “absolutista y delatora” lo que hizo
que en la visita de Madoz no se le nombre, a pesar de haber transcurrido 30 años desde
su muerte.
57
Partido y Vara de Castrotorafe-Zamora- en 1787 y perteneciente a la Orden
de Santiago. El término de Aldeadávila es el superior derecho, y se ven los
despoblados de Revilla y Laverde.
58
Descripción de Aldeadávila de 1.826, por el doctor Sebastián de Miñano y Bedoya,
en su diccionario:
59
Bautista), servida por un teniente dependiente del curato de Aldeadávila de la que es
anejo; en la misma dirección se encuentra el cementerio en mal estado; tiene 2 fuentes
bastante descuidadas: el término confina por el Norte con la raya de Portugal que la
divide el Duero; por el Sur con el de la Zarza de pumareda á 1 legua; al Este Masueco á
¼ (de legua) y Oeste con el de Aldeadávila ½ cuarto. El TERRENO es llano y forma hacia
el Duero una cordillera de peñascos inaccesibles á su inmediación. Los CAMINOS son
vecinales y se encuentran en mal estado. PRODUCCIÓN: vino, aceite y frutales23, y en
el llano, centeno y poco trigo. Tiene 1,500 cabezas de ganado lanar, 300 de cabrio y 18
yuntas de labor. INDUSTRIA: se egerce con algunos telares de lienzos, y en otros se
fabrican cintas bastas. POBLACIÓN: 56 VECINOS, 142 almas24. Capital TERR.
PRODUCCIÓN: 63,800 reales. IMPUESTOS: 3,190 reales. Valor de los puestos
públicos: 368. El Presupuesto Municipal asciende a 1,500 reales y se cubre por reparto
vecinal. El secretario que lo es de Aldeadávila, disfruta la asignación de 400 reales
anuales.
23
Indicados por Madoz en orden de importancia.
24
Pierde un 30% de población en 20 años. Los impuestos directos cargados son un 5% del Capital de
producción.
60
El pueblo logra desesperezarse, y nace Matilde Cherner y Hernández el día 13
de marzo de 1833. Esta brillante escritora, fiel a las ideas del “Realismo Social” de la
época domina las formas del ensayo, el periodismo y la novela , colaborando en los
periódicos madrileños “El Tiempo”, “La Ilustración de la Mujer” y “La Revista Española”
muchas veces con el seudónimo de Rafael Luna. Sus principales obras son :”María
Magdalena”, “La probidad”, “Las mujeres pintadas por sí mismas”, “Ocaso y Aurora”, etc.
desconocida hasta hace poco tiempo, se ha redescubierto recientemente, y se valora en
ella su compromiso social, su avanzada defensa de los derechos de la mujer y su idea
republicana de España. De esta misma época son los escritores y religiosos Félix olmedo
González (1.880) y Alejandro Gallego Martín (1.895), pero sobre todo el destacado
escritor aldeavileño-cubano Alonso Hernández Catá nacido y criado en la hermosa calle
de Maderos en 1.885.
25
“Diccionario estadístico municipal de España”, por J.L. Polin, 1863. Editado por la Universidad Complutense, Madrid.
26
“Estudio sobre el habla de la Ribera”, 1947: LLORENTE MALDONADO, Antonio.
61
Antiguo dispensario médico de Aldeadávila, calle de las Ánimas.
Por esta época, Aldeadávila, a pesar de no ser partido judicial era una villa muy
próspera, y contaba con 2.200 habitantes, un comercio muy activo gracias a su aduana –
de 2ª clase con barca y derecho a transporte de ganados y materiales-, su incipiente
comercio nacional de vino, y su feria anual instaurada el año 1.851 y que se prolongaba
durante tres días -24, 25 y 26 de agosto-. Los montes públicos también son
aprovechados para plantaciones de alcornoque, roble y álamo en toda la comarca, gracias
a Planes Nacionales.
“la corte de esta región, la villa para los comarcanos… en las desoladas vertientes
del Rupinal, cerca del caño de Fuentemendo, dicen que hubo un pueblo...”.
27
Artículo: “Los crímenes de la emigración” por José González Castro, aparecido en “El Adelanto” el 22-I-1915.
28
“La cuestión de Boada”, crítica de Miguel de Unamuno a Maeztu, 16-XII-1905, aparecida en las páginas de “El Adelanto”.
62
Masueco, donde el tío Mateo, en 1898, le habla de la reciente emigración a Brasil. Toda
esta crisis del 98 afectó también a pueblos mayores como Aldeadávila y Villarino en
1905 , Pereña en 1906 y Barruecopardo en 1910 con toda su crudeza, quedando patente
la falta de tierras baratas, y la subida de los alquileres29:
Habrá que esperar a la década de los años 20, en plena Dictadura de Primo de
Rivera para ver regresar a algunos hijos del pueblo en Argentina, y en ciertas capitales
españolas, pero los menos. Se producen divisiones familiares, que en muchos casos no
volverían a reencontrarse.
Poco después de las visitas de Miguel de Unamuno, comienza el interés por los
estudios bibliográficos y filológicos sobre “El habla de la Ribera”, cuyos principales
precursores fueron Crotontilo, D. Miguel de Unamuno y Antonio Llorente Maldonado,
cuyo libro de 1947: “Estudio sobre el habla de La Ribera” marca un hito por la gran
aportación filológica y socioeconómica que aporta. Posteriormente con este mismo fin,
visitó La Ribera Antonio Tovar, aunque la degradación del dialecto era ya palpable a
fines de la década de los 60, lo mismo que el empleo de la denominación histórica de la
“comarca de La Rivera”.
29
“La emigración, 12-XII-1905”. Miguel de Unamuno, p.1. Recogido en el artículo “Unamuno y la emigración salmantina a
principios del s.XX” por Laureano Robles Carcedo, 1998. Ediciones Universidad de Salamanca, ISBN: 84.7800-7105.
63
Emplazamiento de la Presa de Aldeadávila en 1.950, antes de su construcción.
“…se habla un castellano bastante correcto, cosa explicable si nos damos cuenta
de que éste lo han aprendido, no de sus padres, sino en la escuela, dándose así la
paradoja de que, a pesar de ser región dialectal, los medianamente cultos, en
conversación esmerada, usan un castellano aceptable, que tiñen de riberanismo en la
conversación familiar o descuidada”.
“nos encontramos con algunos –no muchos- que siendo hijos de pastores, de
cabreros, de pobres de solemnidad, no pueden o no quieren ir a la escuela, y teniendo
muy poco contacto con el resto de la gente, andando como andan todo el día entre
breñas, hablan exactamente igual que sus padres, pareciéndonos al oírles haber sido
trasladados a cien años antes [1840], cuando, a juzgar por lo que vemos, y por noticias
de los más viejos –algunos de noventa años- , todo el mundo, exceptuando los que
salieran del pueblo para estudiar, hablaría en cerrado dialecto riberano”.
El comercio fue muy importante en la primera mitad del siglo pasado, y basado
fundamentalmente en el vino, y en las frutas. Nos expone Maldonado:
64
“El Comercio de esta región siempre ha sido muy activo,
Por último es muy interesante ver la evolución de la población de los tres núcleos
principales del Oeste salmantino, desde los primeros censos registrados: 1508 y 1534
hasta nuestros días, así podemos ver de qué manera les afectó a Vitigudino, Ledesma y
Aldeadávila de la Ribera los principales hechos históricos y económicos:
Gráfica comparativa por nº de vecinos, de las principales villas del Oeste de Salamanca.
Los siglos XVIII y XIX son de una clara recuperación, pero comienzan una serie de
diferencias políticas que enriquecerán mucho a unas villas en detrimento de otras.
El primer censo poblacional registrado por el Ministerio de Economía data de 1842, poco
después de la extinción del Antiguo Régimen, en el que desaparece el naciente “partido de la
Rivera”, y nace el de Vitigudino, gracias a la brillante defensa de sus vecinos en la 1ªGuerra
Carlista. Lumbrales triplica la población de Vitigudino, y Aldeadávila la duplica. Lumbrales
recupera, gracias a su población, la cabecera de partido entre 1840 y 1855. Hacia 1857
Vitigudino ha duplicado ya su población gracias a dos hechos significativos en su historia
contemporánea: la concesión de partido judicial definitivamente en 1855, y la absorción del
núcleo de Majuges. Entre 1860 y 1888 juega un papel muy importante en la vida económica de
Aldeadávila su Aduana de 2ª clase, y algo parecido pasa en Lumbrales con las iportantísimas
obras del Ferrocarril La Fuente de San Esteban-Lumbrales-Barca d’Alva, que es
solemnemente inaugurado en el mismo año de 1888. La emigración a América afecta de una
manera muy distinta en Las Arribes: mientras que los núcleos sin concesiones políticas ven
65
como hasta un tercio de su población emigra (Aldeadávila, Masueco, Villarino, étc). En lo que
se ha venido en llamar 1ª emigración (1888-1905), este hecho no comienza a sentirse en
Lumbrales y Vitigudino hasta 1915 aproximadamente.
“A diario se oye que hay que colonizar a España, sin meternos en nuevas aventuras
coloniales; a diario se clama contra la emigración, se habla de política hidráulica, se piden
pantanos, canales, granjas modelos, bancos agrícolas, y rara vez se llega a la verdadera
causa del mal, que estriba en la distribución de la propiedad y que en España está por
cumplirse la revolución económica, no la financiera; la de la propiedad rural, no la de
impuestos y las rentas públicas…”.
No hay mejor manera de terminar este resumen de nuestra historia que las bellísimas
palabras de nuestro Rector, y que aparecieron el 19 de marzo de 1898, poco después de
establecerse en Salamanca, en la revista “Ecos Literarios”:
Así sucede con nuestros paisajes, que permanecen en bruto, como primeras
materias de recreo y solaz para el espíritu, por falta de viajeros que los refinen a
nuestros ojos con artísticas descripciones. Porque es indudable que mucho de la
belleza de un paisaje está en los ojos que lo miran, y que los educados a mirarlo le
extraerán mucha mayor sustancia bella que los incultos. La abrupta sierra que
domina a Reinosa, ¿no ha ganado acaso en belleza con las espléndidas descripciones
que de ella hizo Pereda en su novela Peñas Arriba?. Los tan celebrados paisajes de
66
Escocia, sus encantadores lochs, ¿no deben mucho al deleite con que regalan a sus
contempladores a que van estos sugestionados por Walter Scott y los lakistas?,
Rousseau, Senancour, Töpffer, ¿no han embellecido los Alpes?
No crea el lector por lo que llevo dicho, que vaya a descubrir ningún
Mediterráneo ni a embellecer ignotos paisajes; voy tan sólo a indicar la ruta de uno
de tales descubrimientos. ¡Quiera Dios que alguien logre sacar a flor de vista
bellezas enterradas en un casi abandonado rincón de la provincia de Salamanca¡
***
Baja el Duero por tierra de Zamora tendido en la planicie y espaciándose por ella, mas al
ir a entrar en la provincia de Salamanca, hacia donde le rinde el Tormes sus aguas, entre
Fermoselle y Villarino, empieza la meseta castellana a quebrarse para dejarle paso a las
campiñas portuguesas. Resquebrájase la tal meseta en hondos desgarrones, mostrando al
descubierto sus peñascosas entrañas, pétreos cimientos de la austera llanura castellana. El
agua tenaz, que talla las rocas gota a gota con secular trabajo, ha ido carcomiendo su lecho
berroqueño y buscando salida entre revueltas y esguinces. A distancia nadie adivina el
profundo tajo por donde el Duero corre; la ondulante llanada castellana parece ir a
perderse suavemente, y sin solución alguna de continuidad, en las estribaciones de la sierra
de la Estrella que cierran, hacia la parte de Portugal, el horizonte. En uno de los repliegues
del terreno se ocultan los profundos tajos, las abruptas gargantinas, los imponentes
cuchillos, los terribles esfayaderos, bajo los cuales, allá en lo hondo, vive el Duero, ya
espumarajeando las rocas que aún no han cedido a su labor terca, ya precipitándose en
desniveles, ya deteniéndose un momento a descansar en angostos remansos, ya, por fin,
zumbando bajo las rocas, en las espundias. A trechos las paredes y escotaduras del tajo se
dulcifican y se tienden las pendientes para recibir, sobre revestimientos de tierra,
vegetación bravía y cuidados de cultivo. A estos declives que bajan al río se les llama
arribes en toda la Ribera, en toda la región salmantina que borda el Duero y afronta a
Portugal. Arribes forman también los afluentes al Duero, que entre escotaduras y
barrancas análogas a las de éste corren a él.
El primer pueblo de la Ribera a donde llegué fue Masueco, y lo cierto es que iba con
impaciencia por dar vista al negrillo, que era, según el tío Mateo, un guía, el primero de
España, y tal vez del mundo, en corpulencia. No le iba a la zaga el otro, colosal también, al
que conoció de retoño el tío Mateo, haciéndole bambolear la cabeza como cuando juegan a
las migas los muchachos. ¡Lo que son los árboles ¡. Así crecen ellos, sin duelos, penas, ni
cuidados, ahondando sus raíces en la misma tierra en que nacieron, mientras abren su
frondosa copa al mismo cielo siempre, formando en el otoño con su desprendido follaje el
mantillo que les nutra de jugos para reverdecer en primavera. Como las hojas de los árboles
son las generaciones de los hombres, decía el viejo Homero. Aquel negrillo que junto a la
robusta fábrica de la iglesia de Masueco se desnuda todos los años para volver a vestirse
de verdura, arraigando más en su propia cuna cuanto más fuerte se hace, ofrece con su
67
espectáculo a los pobres labriegos que desfilan por la vida oscuro símbolo de la universidad
del pueblo. ¡Cuántos al marchar a la emigración dirigirán sus últimas miradas a la amplísima
copa bajo la cual jugaron sus juegos de niños, a aquella copa en que resuena la campana
cuando congrega al pueblo a Misa, cuando toca a fiesta y cuando dobla a muerto¡
No hay en el mundo para el tío Mateo un negrillo como el de Masueco. ¡Así ha crecido él,
sin moverse de su sitio, mientras los pobres hombres, si quieren crecer algo, se ven
obligados a emigrar¡.
Al siguiente día de mi llegada fuimos a ver la cascada de los Humos, en los arribes de
uno de los afluentes al Duero. Era para hacer boca y abrir el apetito de la expedición a
Laverde. Se sale de Masueco por una deliciosa quebrada, festoneada de frutales, y muy
pronto se da vista a un paisaje agreste de severo ceño. Bajamos una escarpada pendiente
en dirección a una aceña y muy pronto nos encontramos en el fondo de un tajo, entre
abruptas escotaduras. A un lado se alzaba, dominando la barranca, un inmenso cuchillo de
roca y tras él se perdía la garganta del río. Vadeamos éste y por un senderito de un
empinado arribe llegamos a dar plena vista a la cascada.
Es singular el atractivo del agua. Estaríase uno las horas muertas contemplándola fluir,
dejándose ganar el espíritu por la sensación purísima que su constante curso nos produce.
El agua es acaso la que mejor imagen nos ofrece de la quietud en el movimiento, del solemne
reposo supremo que del concierto de las carreras de los seres todos surge. En el estanque
duerme el agua reflejando al cielo, pero con no menos pureza lo refleja en el cristal de un
sosegado río, cuyas aguas, siempre distintas, ofrecen la misma superficie siempre. Y en la
cascada misma, por donde se despeña bramando, preséntanos una vena compacta, una
columna que acaba por parecer sólida. ¡Enorme fuerza la que sin aparato alguno, con la
sencillez del coloso despliega¡. Hubiéramos estado las horas muertas contemplando aquel
inmenso chorro que salva un desnivel profundo del lecho de las aguas. Es una de las más
hermosas caídas de agua que pueden verse entre aquellos tajos adustos. Divídese la
cascada mayor en dos cuerpos debido a un saliente de la roca, y va a perderse en un
remanso de donde surge el vapor que ha valido al paraje el nombre de los Humos. Junto a
la inmensa vena líquida, a su abrigo, en las quebraduras y resquicios de la roca, anidan
palomas que revolotean en torno del coloso. Éste irá desgastando poco a poco el desnivel
que le produce, y es seguro que cada año se achica la cascada, aunque sólo sea en un
milímetro o en fracción de él. ¡Los siglos que habría necesitado el agua para excavar tales
tajos y reducir análogas cascadas ¡
***
“La Santa Misión (Arribes del Duero)”. Fotografía de la comitiva del Rector camino de
Laverde, a la salida de Aldeadávila.
68
pronto el tajo por cuyo seno corre el arroyo del Rupinal y en el fondo las escarpadas y
sombrías paredes de Portugal. En aquellas desoladas vertientes del Rupinal, cerca del caño
de Fuentemendo, dicen que hubo un pueblo.
Mientras seguían las caballerías la senda que en zigzag baja al río, cortamos nosotros
camino por los resayos o atajos que la cortan. Una vez en lo hondo parece hallarse uno en
medio de región montañosa, en el interior de algún país alpestre. Nadie diría que ganando
las crestas se extiende a la vista la inmensa meseta ondulada como vasto mar petrificado.
Dimos, por fin, vista al Duero y con él a un paisaje dantesco, tal cual los imaginara
Gustavo Doré. En lo alto, apuntados picones que se asoman al abismo, peñas y aserradas
crestas; a lo largo, inmensas escotaduras que encajándose de un lado y de otro, en la
disposición llamada cola de milano, forman la garganta por cuyo hondón corre el río. Los
enormes cuchillos van perdiéndose en gradación de tintas hasta ir a confundirse con la
niebla. Allí arribota, arribota, en la cresta del escarpado frontero, verdean trozos de
trigo, nuncios de una campiña serena, y asoma su copa algún que otro arbolito que denuncian
a un pueblecillo portugués. Fuegos de luz animan la dantesca garganta; peñas en claro se
destacan sobre el tono oscuro de las peñas en sombra, y allá en lo alto, dominando al ceñudo
paisaje, algún milano se cierne bañándose en luz. Suben del río perezosas nieblas que se
agarran a los peñascos, y fingen el alma de éstos que de ellos se desprende con pesar. El
Duero, que dibujando su vena central, su líquido senderillo de espuma, corre encajonado en
el fondo de estas gargantas, es el mismo que pasa amplio y solemne, abrazando a la feraz
llanura y como gozándose en ella, por tierra de Zamora. Todas esas gargantas dantescas
son obra de él, obra de la lenta labor del agua terca. El fuego bosquejó a la tierra su
esqueleto, dio el bloque, es el agua el artista pacienzudo y tenaz que modela sus contornos.
En el fondo de estos tajos incuba el sol que da gloria. No lejos de Laverde hay en la
garganta un paso llamado de la Bodega, tal vez por esa incubación. El sol caldea los
arribes, resguardados de los vientos y las brisas que hielan la meseta, y saca de ellos una
vegetación potente y propia de otras latitudes. Crecen olivos ingeridos en zambullo o
acebuche, tapizan las vertientes oloroso tomillo, flores de monte, nardos; la cubren
gamonas, jaras madroñeras, anguelgues, jidigueras (cornipedreras) y retuerce sus recias y
nervudas ramas entre rocas el bravío joimbre, cuyas raíces luchan con las entrañas de la
peña para dar de beber a su enmarañada mata luz del sol. La mano del hombre ha acudido a
fomentar la naturaleza. En los repliegues de los arribes dan al sol su tono verde claro los
limoneros y crecen los naranjos, y aquí y allí salpican al tinte pardo de los escarpes los
blancos copos de los almendros en flor. En poyatas o tablas talladas en el terreno y
sostenidas por paredones se alzan los olivos.
En una de estas laderas del tajo del Duero, en medio de lo que queda de una que debió
de ser huerta frondosa, se alzan las ruinas del convento de Laverde, retiro en un tiempo de
los religiosos menores. En la portería, sobre la puerta y debajo de un escudo con los cinco
estigmas, se lee, enteramente ahumada, esta inscripción:
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Allí nos recibió el actual habitante del convento, acabado trasunto por su facha de
villano medieval. Dejamos las caballerías en la que fue iglesia y entramos en las ruinas del
convento.
Es una pena la que ofrece aquella desolación. Las celdas deshechas y a la intemperie; la
yerba creciendo por todas partes; en el claustro un limonero entre maleza, y en el jardín un
boscaje de limoneros y de naranjos. El convento no tiene mérito alguno arquitectónico ni
nada que le dé carácter. Es vulgarísimo. Por la parte que mira al río presenta algún aspecto
de fortaleza. Lo hermoso es su escenario y su ambiente, los restos de vegetación de que
está rodeado. Frente a él se alza una gigantesca piñal (pino) y en los hondo zumba el Duero
enfrenado entre peñascos. Lo más típico es lo que del huerto queda, aquel rincón umbrío de
limoneros y naranjos, a cuya sombra rezarían los frailes sus oraciones, descabezarían sus
siestas y gozarían de tranquilo sosiego los ancianos retirados ya del todo del mundo. Es un
rincón que sugiere la idea, algo antinómica, a primera vista, de un ascetismo horaciano.
Hubo un tiempo, hasta eso del año 30, en que floreció en su retiro aquel cenobio,
ofreciendo en aquella colosal hendidura de la adusta meseta castellana escuela de
recogimiento y meditación a los frailes menores durante algún tiempo del año y refugio
para su vejez a los que de ellos pedían acabar allí sus días, en el vivo silencio, rezando a la
sombra de los limoneros y al compás del murmullo del contenido río. Es, sí, un silencio vivo
el que aquí reina, vivo porque reposa sobre el sempiterno rumor del Duero, que en puro ser
continuo acaba por borrarse de la conciencia de quien lo recoge. Y como se pierde de
cuenta este rumor del sempiterno curso del río, perderíase allí de cuenta el rumor del
curso de las horas que habrían de desfilar en solemne procesión monótona. Allí, en aquel
refugio, libertaríanse los espíritus del tiempo, engendrador de cuidados, yendo cada día a
hundirse sin ruido con su malicia en la eternidad. ¡Siempre el mismo río, los mismos
peñascos siempre, todo inmutable!. Cuando lo que nos rodea no cambia, acabamos por no
sentirnos cambiar, por comprender que es el vivir un morir continuo, que “entre la vida y la
muerte no hay espacio ninguno”, como reza la inscripción del convento de Laverde.
A este convento iban en un tiempo los riberanos a los perdones, por la Porciúncula, y
aún hoy algunos recuerdan haberlo oído. En denominaciones de sitios ha quedado la memoria
de los franciscanos que lo habitaron. Hay en el camino un punto que se llama el montadero
de los frailes; a una peña que forma a modo de asiento le llaman la silla del guardián. Allí
cuentan también, que viniendo Santa Marina perseguida de los moros y cansada del camino,
al llegar a una peña le dijo:
En la peña hendida se colocó un altar a la santa, y sobre ella se alzó la capilla de Santa
Marina, cercana al convento.
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Per tocá’a morts pe’ls monjos les voldría;
Hoy en día no habitan en la profunda barrancada, fuera del rentero que explota lo que
los frailes dejaron, más que los carabineros españoles, y del otro lado del río los guardiñas
portugueses, vigilando el paso de la barca. El contrabando es lo único que a las veces anima
el enorme tajo. Algunos desgraciados se ponen de acuerdo, lanzan de un lado a otro del río
un bramante o cogiéndolo con los dientes lo pasa alguno a nado, con él tienden una maroma,
y pendiente de un barzón pasan mediante una guindaleta, de un reino a otro, género
prohibido. Es el modo de contrabandear allí donde no hay puente alguno, a lo sumo una
manotera, y alguna vez un paso a saltos. La frontera natural se halla profundamente
marcada, parecen haberse desgajado violentamente los dos reinos. Arriba nadie lo diría;
desde Masueco aparece Ventosello, un pueblecito de Tras-os-montes, situado en la misma
llanura, sin más que leves ondulaciones del terreno en el intermedio.
***
Mucho hay que decir del paisanaje de la Ribera, de sus costumbres, de su traje típico,
de su carácter, de su interesantísima habla, sobre todo, pero no cabe esto en lijeras
impresiones.
Nada más abandonado en España que el estudio hecho en vivo y del natural, del pueblo.
Todo género de folklore o demótica está por explotar; ni las tradiciones, ni los
cantares, ni las costumbres, ni el derecho consuetudinario, ni la medicina popular, ni el
habla, encuentran investigadores. ¡Y no es poca la mies! Llevo algún tiempo recogiendo
elementos para un estudio del habla popular o mejor de las hablas populares en la región
salmantina, y cuanto más material acopio más vasto me parece el que queda fuera de mi
diligencia. Lo que en la historia de la literatura española se conoce con el nombre de
dialecto sayagués, la lengua en que están escritas las farsas y églogas que a fines del
siglo XV escribieron Lucas Fernández y Juan del Encina, el lenguaje rústico del famoso
Auto del Repelón, no son más que leves muestras de un dialecto que abortó en la región
71
salmantina. Y dentro de esta región el territorio más rico en cosecha lingüística es, por
lo que llevo trabajado, la Ribera. Formas dialectales se recogen a porrillo recorriendo
los hermosos campos de Salamanca. Si Dios me da vida y salud he de dedicar a esta
habla un estudio y entonces se verá qué hermosos giros, qué briosas expresiones, qué
típicos vocablos corren en boca del pueblo inadvertidos de los doctos, y qué luz tan viva
puede proyectar este estudio en el conocimiento de nuestra lengua castellana literaria,
anémica y opilada por la vida de ciudad.
Decía al principio de estas notas que España está, en gran parte, todavía por descubrir.
Por descubrir está en no menor parte el pueblo español. Y sólo haciendo conciencia
nacional con el riquísimo fondo inconsciente que en el seno del pueblo yace, es como
podrá redimirse España y recibir en vivo y con eficacia y sobre fértil seno la acción del
ambiente internacional europeo.
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