Mercantilización Del Trabajo Reproductivo

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XI Jornadas de Economa Crtica

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La mercantilizacin y mundializacin del trabajo reproductivo. El
caso espaol

Laia Castell Santamaria.
Centro de Estudios Sociolgicos sobre la Vida Cotidiana y el Trabajo. Departamento de
Sociologa. Universidad Autnoma de Barcelona.



1. Introduccin

En las ltimas dcadas, los Regmenes de Bienestar Mediterrneos
1
han sufrido una
serie de procesos de cambio, -envejecimiento de la poblacin, insercin masiva de las mujeres
de clase media al mercado de trabajo formal, diversificacin de las unidades familiares,
aumento de la tasa de divorcios, una nueva gestin del tiempo...etc.-. Tales procesos estn
teniendo fuertes repercusiones sobre las formas familistas tradicionales de canalizar el
bienestar, que han dado lugar a lo que algunas especialistas italianas han denominado crisis
of care (Bettio, et al., 2004, 2006) de los Pases Mediterrneos o tambin lo que Hochschild
(1997 a Degiuli, 2007) defini como care deficit.

Ante estas transformaciones demogrficas y socioeconmicas, los hogares espaoles,
bajo el liderazgo habitual de la mujer, han ido modificando las formas cotidianas de gestin y
ejecucin del trabajo domstico y familiar. Una de las principales novedades de esta alteracin
es el incremento de hogares que deciden mercantilizar o salarizar este trabajo, ensanchando
as el espectro social de mujeres empleadoras de este tipo de servicios. Pero la transposicin
del trabajo domstico y del cuidado a la esfera del mercado no se ha traducido en una
profesionalizacin real de esta ocupacin, que se sigue desarrollando bajo un rgimen laboral
muy frgil y en unas condiciones de trabajo que arrastran secuelas del servilismo.

Con la externalizacin al mercado del trabajo reproductivo, el mercado del servicio
domstico del Sur de Europa se ha ido remodelando: la demanda se ha ampliado a la vez que,
simultneamente, la oferta de trabajadoras domsticas autctonas se ha ido quedando
limitada, por la movilizacin de stas a otros sectores de trabajo de la economa espaola. Hay
un desajuste entre la oferta y la demanda de trabajadoras domsticas y del cuidado, que
provoca la creacin de nuevos nichos de ocupacin, fcilmente copados por mujeres
inmigrantes.

La siguiente comunicacin estudia como la contratacin de mujeres inmigrantes en el
sector domstico y del cuidado, por parte de las mujeres empleadoras espaolas, y la
consecuente globalizacin del cuidado, permite reproducir, en los Pases Mediterrneos, un
modelo de gestin del trabajo domstico y del cuidado basado en el familismo, pese a que ste
tenga lugar en la esfera del mercado.


1
El concepto de Rgimen de Bienestar permite englobar el entramado institucional en el que se
combinan recursos legales, materiales y organizativos, entre las tres principales agencias de provisin del
bienestar: Estado, mercado y familia, tres instituciones que, segn algunas especialistas configuran el
tringulo de bienestar. El enfoque de los Regmenes de Bienestar conlleva una concepcin plural de
la provisin del bienestar, dnde ste tiene un origen multidimensional (Parella, 2003)

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1. La nueva coyuntura reproductiva de los Pases Mediterrneos

Durante las ltimas dcadas, los Regmenes de Bienestar y las familias de los Pases
Mediterrneos -Espaa, Grecia, Italia y Portugal-, han ido perdiendo elasticidad en el
abastecimiento de bienestar cotidiano, como resultado de toda una serie de cambios que
responden a la sintona temporal de diversos fenmenos de carcter local y global. Este
conjunto de alteraciones provocan, no slo la erosin paulatina del patrn familista de
bienestar, sino su necesaria revisin o reconversin que obligar a los hogares espaoles a
reorganizar la gestin del trabajo reproductivo.
Uno de los cambios ms significativos es la incorporacin masiva de las mujeres de
clase media al mercado de trabajo, un hecho que, bajo un Estado asistencialista en poltica
familiar y una divisin sexual del trabajo fuerte, comporta para estas mujeres afrontar la doble
presencia (Balbo, 1994) o bien decantarse por la mercantilizacin de las actividades
domsticas y de cuidado (Oso, 1998; Parella, 2003).
Cabe sealar que esta insercin laboral femenina ha ido acompaada de una
segregacin por gnero del mercado de trabajo -vertical y horizontal-, en que las mujeres han
ido ocupando, en gran medida, las ocupaciones de la nueva Sociedad de Servicios, as como
aquellas ocupaciones del mercado de trabajo secundario, presidido por formas de carcter
precario y atpicas y con una mayor concentracin de trabajos no cualificados. As, se ha
producido un desplazamiento de las fronteras de la esfera privada a la esfera pblica, en que
cualquier avance se ha visto neutralizado por el orden sexual anterior (Baudelot, 2000).

Una segunda transformacin que tendr efectos relevantes en el subministro de
bienestar cotidiano es la progresiva remodelacin del patrn de familia extensa a un modelo de
familia amplia. sta se basa en un ncleo de convivencia reducido, pero que sigue
estableciendo lazos familiares fuertes a distancia, los cules son estratgicos en la promocin
de bienestar cotidiano. Un modelo familiar que implica una redefinicin de las condiciones de
intercambio de bienestar intergeneracional (Parella, 2003).

En tercer lugar, las sociedades mediterrneas estn viviendo un envejecimiento
progresivo de la poblacin, que nutre la cuarta edad y hace aumentar la demanda de
servicios de cuidado, long-time care (Bettio, et al., 2004, 2006). En Espaa, la fluctuacin de
la demanda de atencin a personas dependientes, que a menudo viven solas y precisan ayuda
con una elevada dedicacin de tiempo (Pla Julin, 2004), puede ser deducida del ndice
general de dependencia nacional, que hace explcito la existencia de un caring gap
(Anderson, 2000).


Tabla I. ndice general de dependencia

2007
Ambos sexos 48,82 48,48 48,13 47,83 47,6 47,3 46,75 49,33 49,14
Mujeres 52,27 52,03 51,83 51,65 51,4 51,15 50,64 53,27 52,98
Hombres 45,37 44,96 44,47 44,08 43,8 43,55 42,96 45,49 45,4
Fuente: Elaboracin propia. Instituto de la Mujer y Instituto Nacional de Estadstica. Revisin del Padrn Municipal.
Evolucin 1999-2007, Espaa. Unidad: porcentages
1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006



Paralelamente, el incremento de la tasa de divorcios en los ltimos aos se ha
traducido en un incremento de las familias monoparentales, en particular de los hogares
encabezados por una mujer. Si nos fijamos en la Tabla II, el ao 2005 existan 353.300
familias monoparentales, de las cuales, un 86,68% (306.205) estaban encabezadas por
mujeres, la mayora de ellas jvenes. Este mismo dato en dos aos ha crecido un 13,22%
(INE), es decir que en 2007 las familias monoparentales encabezadas por mujeres suban a
346.700. Por lo tanto, parece ser que se trata de un fenmeno en ascenso que constata una

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diversificacin de las unidades familiares y la necesidad de rearticular las formas de vehicular
el bienestar.


Tabla II. Familias Monoparentales segn grupo de edad y sexo de la persona de
referencia

2003 2004 2005
Miles Hogares
Total 319,8 307,2 353,3
< 45 aos 215 212,8 232,1
45 a 59 aos 99,8 89,5 117,8
60 y ms aos 5 4,9 3,3
% de mujeres
Total 88,9 88,93 86,67
< 45 aos 92,23 92,06 90,18
45 a 59 aos 82,06 82,12 80,31
60 y ms aos 80 77,55 69,7
Notas: los datos son del cuarto trimestre de cada ao.
Fuente: MTAS (Instituto de la Mujer), Mujer en Cifras.
Espaa, 2003-2005.



Otro cambio que se ha ido constatando es una nueva concepcin del uso del tiempo en
el ncleo familiar, en particular una mayor valoracin del ocio y del tiempo para uno mismo y de
la dedicacin a los hijos y las hijas. Hoy en da, el ocio ocupa un lugar preponderante en el
imaginario colectivo (Migulez y Torns, 1998).

Por ltimo, el desplazamiento ascendente del nivel de aceptacin (Villa, 1990) de las
mujeres autctonas para trabajar, las cuales, cada vez ms, huyen de ocuparse en trabajos
estigmatizados, considerados sucios y serviles, como es el caso del servicio domstico
(Parella, 2003). Estas mujeres han ido aumentando su poder social de negociacin, una
situacin que les permite aceptar o rechazar determinadas condiciones laborales (IO, 2001).

Todos estos cambios han desestabilizado las formas tradicionales de proveer bienestar
cotidiano, basadas, casi exclusivamente, en la institucin familiar y, ms detalladamente, en la
gestin del colectivo femenino. Se ha ido constatando una retirada, una jubilacin progresiva
de las familias tradicionales, basadas en la divisin sexual de roles y esferas (pblico/privada),
un proceso que J. Lewis (2001) ha denominado la declinacin del Male Breadwinner.
La insercin laboral masiva de mujeres de clase media
2
hace que stas ya no puedan
conducir el trabajo reproductivo de forma unilateral, sobre todo por dos grandes motivos: el
recelo masculino de cooperar en la esfera domstica y la casi omisin de la socializacin de las
actividades reproductivas por parte del Estado. As, la disminucin de la disponibilidad de mano
de obra femenina para cubrir las tareas domsticas y familiares -por su mayor participacin en
el mercado de trabajo-, no se est viendo compensada por una reasignacin de este trabajo
entre los miembros del ncleo familiar (Tabla III), ni tampoco, de forma suficientemente notoria,
entre las instituciones pblicas.



Tabla III. Tiempo dedicado al trabajo domstico segn tipo de actividad y sexo


2
Cabe sealar de clase media porqu, de forma recurrente, el discurso oficial interpreta dichos avances de
insercin femenina al mercado de trabajo como cambios globales, propios de todas las mujeres pero, es
bien sabido, que las mujeres de clase trabajadora han compaginado el trabajo formal y informal tota la
vida, haciendo de la doble presencia un fenmeno muy antiguo (Gardey, 2000).


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ESPAA, AOS: 1993, 1996, 2001. (Unidad: horas y minutos)
1993 1996 2001
TOTAL 5 h 20 5 h 25 5 h 18
Trabajo del hogar 2 h 42 2 h 34 2 h 23
Mantenimiento 0 h 35 0 h 38 0h 41
Cuidado familiar 1 h 14 1 h 17 1 h 22
Compras 0 h 35 0 h 39 0 h 40
A
M
B
O
S

S
E
X
O
S


Servicios 0 h 14 0 h 17 0 h 13

TOTAL 7 h 58 7 h 35 7 h 22
TOTAL 4 h 46 4 h 24 3 h 58
Trabajo del hogar 0 h 29 0 h 28 0 h 27
Mantenimiento 1 h 42 1 h 40 1 h 51
Cuidado familiar 0 h 47 0 h 50 0 h 53

M
U
J
E
R
E
S

Compras 0 h 17 0 h 14 0 h 13

TOTAL 2 h 30 3 h 5 3 h 10
Trabajo del hogar 0 h 28 0 h 37 0 h 44
Mantenimiento 0 h 43 0 h 49 0 h 55
Cuidado familiar 0 h 43 0 h 53 0 h 51
Compras 0 h 21 0 h 26 0 h 26
H
O
M
B
R
E
S

Servicios 0 h 16 0 h 20 0 h 14
Fuente: Encuesta sobre Usos del tiempo del Instituto de la Mujer (2003)




Segn datos del Instituto de la Mujer (Tabla III), la mujer espaola dedicaba, por
trmino medio, 722 horas a la realizacin de trabajo domstico el ao 2001, mientras que el
hombre lo haca 310 horas; tener cuidado de la familia o hacer las tareas del hogar son
aquellas actividades domsticas en qu la mujer tiene una dedicacin marcadamente ms
intensa que el hombre, el cual ha empezado a tomar responsabilidades domsticas de forma
muy escasa.
Mientras que las mujeres dedicaban el 2001, cuatro horas al da al trabajo del hogar,
los hombres lo hacan tan slo tres cuartos de hora, de forma que la mujer dedicaba ms de
tres veces el tiempo dedicado por el hombre. Respeto al cuidado de los miembros de la familia,
la mujer dedicaba una hora ms que el hombre y en la compra doblaba su tiempo. Slo en la
actividad domstica del mantenimiento del hogar, se detecta una mayor dedicacin de tiempo
de los hombres, dado que se trata de una tarea estereotipada como masculina.

No se puede comprender el aumento de la demanda de servicio domstico sin hacer
referencia a estas dos cuestiones; por un lado, la falta de colaboracin de los hombres en el
trabajo reproductivo, que se ve alimentada por una caring culture (Letablier, 2007) que
sostiene unas representaciones colectivas acerca de las responsabilidades reproductivas an
invadidas por el imaginario de la mujer cuidadora; y por otro lado, la insuficiente cobertura
pblica de los Servicios de Atencin a la Vida Diaria, o servicios de proximidad, unos servicios
que an se conciben en los Pases Mediterrneos como servicios subsidiarios y asistenciales
(Pla Julin, 2004; Peterson, 2007), una concepcin que no avanza de forma paralela a las
transformaciones vividas en estos pases.
Las deficiencias de provisin de bienestar masculina en el hogar y del sector pblico
empujan a gran parte de los hogares espaoles a cubrir las necesidades domsticas y
familiares a travs del desarrollo de estrategias privadas, que varan en funcin de cada
situacin familiar. Un recurso utilizado de forma habitual para evitar la sobrecarga de trabajo
productivo y reproductivo es la familia amplia, cuando est disponible, combinado con
servicios mercantiles, cuando la renta lo permite. A medida que el ingreso de las familias
aumenta, una parte creciente del trabajo reproductivo se convierte en trabajo remunerado
(Benera, 2005). As, la transferencia de parte de la esfera domstica al mercado es
crucialmente una cuestin de clase (Peterson, 2007).

Esta situacin define una nueva etapa de crisis de las estructuras de provisin de
bienestar cotidiano (Bettio, et al., 2004, 2006), un declive de los mecanismos de provisin

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familistas, hasta ahora en funcionamiento, aunque con efectos desiguales desde una
perspectiva de gnero. Aparece entonces la necesidad de redistribuir o reorganizar el trabajo
reproductivo a nivel macro -entre las tres esferas centrales de canalizacin del bienestar: la
familia, el Estado y el mercado-, a la vez que a nivel micro -entre gneros y generaciones
dentro del ncleo familiar- (Letablier, 2007).
En el caso espaol, la demanda a la alza de servicio domstico decanta la balanza
hacia la esfera del mercado, que acta como una institucin paliativa de las carencias del
Estado y como remedio a los procesos de desestructuracin familiar (Fraisse, 2000). Como
seala G. Fraisse (2000): Lejos de construir una imagen costumbrista de una tradicin feudal
y luego burguesa, el empleo de servicio aparece ahora como una necesidad pblica y privada a
la vista de la evolucin econmica y social (2000:229).

2. La globalizacin del trabajo domstico y de cuidado

La externalizacin al mercado del trabajo domstico y de cuidado, mayoritariamente
ejercida por las clases medias (Oso, 1998; Pla Julin, 2004), ha conllevado una expansin y
una reestructuracin de la mano de obra del servicio domstico que, no slo incorpora la mano
de obra femenina autctona, sino que integra un nuevo contingente de mano de obra femenina
inmigrante. Si bien las trabajadoras domsticas espaolas haban podido abastecer hasta el
momento la demanda de servicio domstico, el nuevo escenario dibuja dos nuevas tendencias:
la huda de las trabajadoras espaolas del mercado domstico y del cuidado y la formacin de
una nueva demanda ms heterognea que requiere una mano de obra mucho ms
voluminosa, ms flexible y barata.
En los Pases Mediterrneos se est viviendo la transicin from a family to a migrant
in the family model of care (Bettio, et al., 2006:272), dnde las mujeres inmigrantes pasan a
ser una pieza clave para garantizar una forma de asistencialismo de base: la asistencia en el
cuidado a domicilio de personas dependientes o la asistencia en la realizacin de las tareas
domsticas del hogar.

Uno de los beneficios fundamentales, y a menudo poco apreciado, que aporta esta
inmigracin femenina al mercado de trabajo espaol, es la ejecucin de trabajos que la
poblacin autctona rehsa, aquellas ocupaciones no queridas o, por lo menos, no ocupadas
por los trabajadores de la sociedad receptora porqu no resultan atractivas y caen fuera de su
nivel de aceptacin (Villa, 1990), como es el caso del servicio domstico (Escriv, 1997). Estas
ocupaciones se acaban convirtiendo en nichos laborales o ethnic job niches (Escriv,
1997:56) para la fuerza de trabajo inmigrante.

A partir de la crisis del cuidado (Bettio, et al. 2004, 2006) de los pases de la Europa
Meridional y el afloramiento de una nueva demanda de fuerza de trabajo reproductivo, se ha
ido conformando un nuevo patrn de inmigracin mediterrneo, basado en la feminizacin de
los flujos migratorios (King et al., 1997, 2000; Bettio, et al., 2004, 2006) y distintivo por dos
aspectos: la alta concentracin de trabajadores inmigrantes en los hogares, tanto para realizar
servicios de atencin personal como del hogar, y una fuerte segregacin del mercado de
trabajo por gnero y pas de procedencia.
La llegada de mujeres inmigrantes que se insertan en el servicio domstico espaol pone
de manifiesto un nuevo escenario de la gestin del cuidado en que ste pasa a ser una
cuestin que traspasa los lmites nacionales y poco a poco se inserta en un proceso de
mundializacin.
La nueva dinmica global del servicio domstico y del trabajo de cuidado hace que
algunas autoras hablen en trminos de una Nueva Divisin Internacional del Trabajo
Reproductivo, de una transnacionalizacin del servicio domstico femenino o de un sistema de
transmisin global del cuidado (Salazar, 2001; Parella, 2003; Misra i Merz, 2005; Oso, 1998,
Romero, 2002). Estas autoras hacen una crtica a los estudios hechos sobre la divisin
internacional del trabajo que, primeramente, se haban desarrollado desde una ptica unilateral
y restrictiva, basada nicamente en la lgica del trabajo productivo y olvidando la dimensin
reproductiva del trabajo.

Desde esta perspectiva de la internacionalizacin del trabajo reproductivo es posible
romper con el paradigma productivo ortodoxo basado en la racionalidad econmica y aprender

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la importancia de la economa del cuidado para el funcionamiento de la sociedad (Benera,
2005).
En este sentido, las escuelas econmicas clsica y neoclsica parten de un marco de
anlisis incuestionable del estado de las cosas que se reduce a la economa de mercado y al
trabajo entendido como trabajo formal y de la esfera productiva. Esta perspectiva, basada en el
trabajo registrado oficialmente y una conducta econmica racional de los individuos, no permite
resolver muchas cuestiones como las actividades informales, el autoabastecimiento, el papel
econmico de la familia y de las relaciones tnicas y la variedad de estrategias laborales de las
unidades familiares (Mingione, 1993:33).
Para abordar todas estas cuestiones es necesario poner en duda el paradigma del
mercado y establecer un enfoque ms amplio y comprensivo de la vida econmica que
integre las mltiples formas de trabajo existentes y vaya ms all del homo economicus. Un
anlisis feminista de la fragmentacin global del trabajo permite incluir esta mirada global e
incluir el gnero como un factor de control de las migraciones econmicas internacionales.
Adems, a diferencia de la divisin internacional de la produccin, que bsicamente
tiene lugar en forma de deslocalizaciones mltiples del centro a la periferia (Wallerstein, 1979),
la divisin global de la reproduccin consiste en la absorcin de mano de obra de las naciones
perifricas desde el centro, dado que la deslocalizacin de la reproduccin es materialmente
inviable (Sassen, 1993).
La importacin de mano de obra inmigrante femenina desde las naciones del centro ha
provocado el fenmeno del Care Drain (Bettio et. al., 2004, 2006), haciendo un paralelismo
irnico del brain drain, una expresin que simboliza la fuga de trabajadoras de cuidado de
los pases de la periferia (Figura 1), obligando a estos pases a redisear su sistema de
provisin informal de bienestar.



Figura 1. La Divisin Internacional del Trabajo Reproductivo
















Care Drain
SISTEMA-MUNDO
Naciones
centrales
Pases
Mediterrneos
Naciones
perifricas
Care Crisis
Naciones
perifricas
Naciones
perifricas
Movimientos transnacionales de mano de obra del trabajo reproductivo
Feminizacin de las migraciones
Fuente: Elaboracin propia a partir de Bettio (et al., 2004).




La idea de internacionalizacin o mundializacin del trabajo domstico asalariado y de
cuidado permite estudiar algunas causas de los movimientos migratorios femeninos de las
naciones perifricas a las naciones del centro, como la necesidad de muchos pases del centro
de cubrir sus necesidades de gestin del trabajo del hogar y de cuidado que, en estos
momentos, es una necesidad urgente de los hogares de los Pases Mediterrneos. En este
sentido, las mujeres inmigrantes son parte de la circulacin de recursos, capital y trabajo,

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dentro del marco de una segmentacin del trabajo global, que se forma entre las naciones
centrales dominantes y una periferia dependiente (Friedman, 1996 a Salazar, 2001).

Los procesos migratorios femeninos estn cambiando las coordenadas en que la
reconciliacin tiene que desenvolverse, afectando enormemente el modo en que las familias se
organizan en ambas regiones (Benera, 2005), tanto en las naciones emisoras como en las
receptoras de trabajo reproductivo. En los pases perifricos por ejemplo, la emigracin
femenina genera la necesidad de buscar alternativas para asegurar el cuidado de sus
descendientes en su pas de origen. De forma frecuente este papel de reemplazo de la madre
es heredado por la abuela materna u otros parientes femeninos, o bien, en algunos casos, se
externaliza el cuidado a una mujer cuidadora.

El concepto de las cadenas mundiales de afecto y asistencia (Figura 2) de A. R.
Hochschild (2001) tambin nos acerca a los vnculos transnacionales de transmisin de
bienestar, haciendo referencia a aquellos vnculos personales globales, basados en una labor
remunerada o de asistencia. De forma general, estas cadenas estn formadas por mujeres,
aunque es posible que algunas cuenten con la presencia de hombres y mujeres. Son cadenas
que se pueden dar en el mbito local, el nacional o el mundial y acostumbran a iniciarse en un
pas pobre y acabar en otro de rico.



Figura 2. Las cadenas mundiales de afecto y asistencia

















Mujeres
emigrantes
trabajadoras
domsticas
Mujeres ms
pobres pas de
origen mujeres
emigrantes
Mujeres
blancas de
clases medias
Transmisin de bienestar Transmisin de bienestar
servidoras servidas servidoras y servidas
Flujos de afecto y asistencia PERIFRIA CENTRO
Fuente: Elaboracin propia



Las cadenas de afecto tiene una composicin jerrquica entre aquellos que reciben el
afecto y la asistencia (servidos) y aquellos que la subministran (servidores) y cada una de
ellas vara en nombre de eslabones: algunas tienen uno, otras dos o tres, y cada eslabn
supone un vnculo con una intensidad diferente. Aquellos que comparten el ltimo eslabn en
la cadena de afecto no reciben beneficios y estn en esta posicin involuntariamente (Russell,
2001).

Las cadenas globales reproductivas se desenvuelven, tpicamente, a travs de un
three-tier transfer of reproductive labor (Salazar, 2001:62), que hace referencia al triple
vnculo de transferencia que se establece entre las mujeres en los pases de emisin y
recepcin de la migracin. Mientras que las mujeres blancas de las clases medias y
privilegiadas compran los servicios a bajo coste de las mujeres inmigrantes trabajadoras

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domsticas, stas, de forma simultnea, compran a un coste menor los servicios de las
mujeres ms pobres que han dejado en su pas de origen.

La paradoja de este proceso de movilizacin del trabajo reproductivo de la periferia al
centro tiene un doble rostro. La primera contradiccin se plasma en el hecho que el objetivo
perseguido, tanto por las mujeres inmigrantes como por las mujeres empleadoras, es la
emancipacin econmica, aun cuando de esta voluntad resulte una perpetuacin de las
estructuras patriarcales y su inherente contrato sexual (Pateman, 1995). Por lo tanto, la
liberacin de la mujer no se ha producido mano a mano con una reestructuracin de la
divisin sexual del trabajo
3
(Bettio, et. al., 2006; Peterson, 2007).
Una segunda contradiccin subyace en el hecho que la estrategia de importacin del
trabajo reproductivo de las naciones centrales puede ser funcional a corto plazo porque
permite corregir, de forma coyuntural y con cierta urgencia, los efectos de la crisis del
cuidado, pero lo hace a base de sacudir y desgastar las estructuras informales de provisin de
bienestar de las naciones perifricas, que se vern obligadas a reconstruir las formas de
canalizar el trabajo reproductivo, ya sea mediante un traspaso de dicho trabajo entre
generaciones o mercantilizndolo.
En este sentido, L. Benera (2005) apunta la necesidad de disear polticas de
reconciliacin en los pases emisores de trabajo reproductivo (pases perifricos) con la
finalidad de suavizar las presiones creadas sobre las personas que reemplazan el trabajo de la
persona que ha emigrado
4
.

3. Las trabajadoras domsticas inmigrantes en Espaa

Si se pretende comprender el proceso actual de la globalizacin del cuidado y la
domesticidad en los Pases Mediterrneos, con especial atencin al caso espaol, es
imprescindible describir algunas de las caractersticas bsicas de la insercin laboral de las
mujeres inmigrantes que protagonizan dicho proceso. En este apartado, se presenta de forma
muy esquemtica algunos datos sobre las mujeres inmigrantes trabajadoras domsticas en
Espaa.
Si nos fijamos en las elevadas tasas de actividad femenina por nacionalidad y grupos
de edad (Tabla III), veremos como el principal motivo que lleva a las mujeres a emigrar a
Espaa es la bsqueda de un empleo. El rango de edad de mujeres extranjeras con una tasa
de actividad ms significativa se comprende entre los 25 y los 54 aos, sobre todo entre las
mujeres extranjeras latinoamericanas y las del resto de Europa, que tienen unas tasas de
actividad en el grupo de mujeres entre 35 y 44 aos de casi un 90%.



Tabla III. Tasas de actividad femenina por nacionalidad y grupos de edad

Total Espaola UE-27
Resto de
Europa
Amrica
Latina
Resto del
mundo
Total 48,98 46,47 61,51 70,67 79,48 44,21
De 16 a 24 aos 50,36 49,36 57,2 54,5 62,9 35,16
De 25 a 34 aos 79,38 80,09 81,78 76,51 84,79 44,66
De 35 a 44 aos 71,93 71 70,59 89,64 87,76 50,71
De 45 a 54 aos 63,77 62,62 67,78 83,56 86,18 56
De 55 y + aos 12,54 12,1 14,42 29,12 42,46 19,45
III Trimestre 2007. Unidades: porcentajes
Extranjera total
Fuente: Encuesta de Poblacin Activa, Instituto Nacional de Estadstica.


3
Los trabajadores domsticos asalariados han sido un elemento absente en el movimiento feminista. Se
ha insistido en la incorporacin de la mujer al mercado de trabajo remunerado en igualdad de condiciones
pero sin analizar a qu coste (Peterson, 2007).
4
L. Benera (2005) propone el uso de las remesas resultantes de la globalizacin de la reproduccin para
crear un fondo de compensacin financiado por una parte de las remesas y destinado a las personas
afectadas o a la creacin de servicios que puedan beneficiar a los hogares con emigrantes, y
especialmente a los hogares con nios.

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En la Tabla IV, se puede ver de forma evolutiva como el nmero de mujeres
extranjeras afiliadas a la Seguridad Social no ha parado de aumentar en los ltimos aos, con
un crecimiento entre 1999 y diciembre del 2007 del 559%, una cifra que supera el crecimiento
del colectivo masculino que, por el mismo periodo de tiempo, ha crecido un 481%, aunque
sigue siendo muy superior en nmeros absolutos.
Cabe advertir, que estos datos sobre afiliacin a la Seguridad Social presentan una
realidad sesgada de la realidad laboral de la poblacin inmigrante, dado que la presencia de
la economa sumergida dentro este colectivo es muy significativa.




Tabla IV. Trabajadoras extranjeras en alta a la Seguridad Social por edad

Aos
(mediana
anual) Total Abs. % Abs. % Abs. % Abs. %
1999 118.604 1.910 1,61 13.097 11,04 98.370 82,94 5.166 4,36
2000 139.730 2.613 1,87 16.406 11,74 114.767 82,13 5.882 4,21
2001 190.577 3.431 1,8 23.480 12,32 156.321 82,03 7.288 3,82
2001 268.624 4.262 1,59 34.040 12,67 220.884 82,23 9.351 3,48
2003 330.355 4.604 1,39 38.529 11,66 275.406 83,37 11.728 3,55
2004 379.652 5.285 1,39 39.833 10,49 320.233 84,35 14.207 3,74
2005 568.315 9.692 1,71 65.484 11,52 473.017 83,23 20.054 3,53
2006 713.962 11.572 1,62 79.932 11,2 595.809 83,45 26.580 3,72
2007 781.157 12.407 1,59 80.811 10,35 656.473 84,04 31.417 4,02
Crec. 1999-
2007 559% 550% 517% 567% 508%
Diciembre de 1999/ Noviembre de 2007
Fuente: Elaboracin propia. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
Evolucin 1999-2007, Espaa.
De 16-19 aos De 20-24 aos De 25-54 aos 55 y ms aos




Una de las caractersticas de la insercin laboral de las mujeres inmigrantes en el
mercado de trabajo espaol es su distribucin segregada, con una fuerte concentracin en el
servicio domstico, mientras que los hombres lo hacen en la agricultura y la construccin.
Segn datos de afiliacin a la Seguridad Social del Ministerio de Trabajo y Asuntos
Sociales de abril del 2007, un 20,02% de las mujeres extranjeras se concentra en el sector del
servicio domstico, en el Rgimen Especial de las Empleadas del Hogar (REEH), el
segundo sector con ms trabajadoras tras el Rgimen General que contina captando a la
gran mayora (66,31%).

Mirando el total de afiliados a la Seguridad Social al REEH de noviembre de 2007
(Tabla V), se observa como los extranjeros (56,61%) ya llegan a superar a los espaoles
(43,39%), dando lugar a un sector laboral ya no slo feminizado, sino tambin
etnoestratificado. El ndice de feminizacin, tanto entre los afiliados extranjeros como entre los
espaoles es muy elevado: en el caso espaol, las mujeres afiliadas a este rgimen laboral
representan un 97,54%, mientras que en el caso de la poblacin extranjera, el grado de
feminizacin es inferior, representando las mujeres un 91,11%.



Tabla V. Afiliaciones en alta al Rgimen Especial de Empleadores del Hogar


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Valores Absolutos Porcentage (%)
Total 267.911 100%
Total Espanyoles 116.240 43,39%
Total estranjeros 151.671 56,61%
Total Espaa 116.240 100%
Mujeres 113.376 97,54%
Hombres 2.857 2,52%
Total Estranjeros 151.671 100%
Mujeres 138.186 91,11%
Hombres 13.485 9,76%
Noviembre 2007, Espaa.
Fuente: Elaboracin propia. MTSA (Seguridad Social)




La segregacin sectorial sexuada sin embargo, no afecta de forma equitativa al
conjunto de las mujeres inmigrantes, sino que stas se ven segregadas doblemente, por su
nacionalidad. Segn datos de abril de 2007 (Tabla VI), las ecuatorianas, las colombianas y en
tercer lugar las rumanas, son las comunidades con ms presencia en el sector domstico, sin
subestimar la comunidad marroqu y la boliviana, esta ltima de carcter ms reciente.



Tabla VI. Extranjeros afiliados al REEH y nacionalidad
Valores Absolutos Porcentaje (%)
Total Pases 164.754 100
Pases Unin Europea
*
29.140 17,69
Bulgaria 4.910 2,98
Polonia 1.885 1,14
Rumana 20.409 12,39
Pases no Unin Europea 135.614 82,31
Marruecos 10.924 6,63
Ecuador 37.953 23,04
Colombia 21.490 13,04
Per 8.735 5,3
China 1.859 1,13
Argentina 3.147 1,91
Bolivia 12.296 7,46
Ucrana 7.231 4,39
Rep. Dominicana 5.542 3,36
Abril 2007, Espaa
Fuente: Elaboracin propia. MTAS, Seguridad Social.
* Se muestran slo aquellos pases que tienen ms de 1% de representacin de afiliados en el rgimen de
EE.HH
Porcentaje calculado respeto el total de estranjeros afiliados al REEH.

De la lectura de estos datos estadsticos, se deduce como la insercin casi directa de
las mujeres inmigrantes al servicio domstico constata la fuerza simblica y real de la triple
discriminacin -por gnero, etnia y clase-, que acta como un factor altamente restrictivo de la
capacidad de eleccin en el proceso de insercin laboral de estas mujeres, limitndolas a un

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segmento del mercado muy feminizado y devaluado socialmente, que las trabajadoras
espaolas han ido abandonando en los ltimos aos.
Sin embargo, es importante insistir que la informacin que aportan los ndices de
afiliacin a la Seguridad Social de la poblacin extranjera da una visin parcial de la insercin
laboral de esta poblacin, sobre todo en el caso de las trabajadoras domsticas, donde el
volumen de la economa sumergida es muy relevante.

La divisin tnica y por gnero se ve catalizada por los prejuicios y los estereotipos de
la sociedad receptora, que asocian a la procedencia nacional de los inmigrantes, o al gnero,
unas capacidades y habilidades profesionales determinadas
5
. La concentracin sectorial
coincide con una especializacin, segn el origen geogrfico de los inmigrantes: por ejemplo,
los marroques se concentran en la agricultura y la construccin y en el servicio domstico
destaca la presencia de latinoamericanas.
Pese a la existencia de una distribucin de las mujeres inmigrantes por nacionalidad en
el mercado de trabajo espaol, stas acostumbran a tener una insercin bastante homognea
en el sector del servicio domstico de forma que el sexo aparece como la variable que
determina la distribucin del trabajo segn ocupacin, ms que la nacionalidad (Oso,
1998:145).

4. Gnero, clase y etnia: un sistema triple de exclusin global

Como se ha ido constatando, las principales portadoras y protagonistas de las
actividades reproductivas en Espaa, son las mujeres inmigrantes, sobretodo aquellas que se
encuentran en una situacin de mayor vulnerabilidad social (Pap, 2003; Parella, 2006).

En consecuencia, estudiar la dinmica global de las actividades reproductivas tambin
comporta tomar un determinado posicionamiento analtico que contemple factores claves de la
estructura social global como lo son la clase social, la etnia o el gnero
6
(Figura 3). Estos tres
factores de estratificacin social ayudan a comprender las relaciones sociales y de poder que
tienen lugar en el intercambio internacional de la reproduccin y, a un nivel ms reducido, en
los hogares que externalizan este tipo de actividades.

Las autoras N. Pap (2003) y S. Parella (2000, 2003) argumentan como estos tres
factores actan en planes de anlisis convergentes y se pueden adaptar, ntegramente, en un
nuevo enfoque de la estratificacin social
7
. Este enfoque se basa en el supuesto de la
heterogeneidad del gnero y pretende desmantelar la categora universal mujer y la idea de
que la subordinacin femenina tiene un impacto uniforme para el conjunto de las mujeres
(Pap, 2003). Se trata de una ptica de anlisis que se centra en las formas de diferenciacin
simultnea que se producen en la estructura social, a travs del solapamiento de la etnia y la

5
Segn el anlisis de Catarino y Oso (2000), las filipinas son las ms apreciadas por las
clases sociales adineradas, siendo valoradas por su sumisin y procedencia catlica; las
latinoamericanas se prefieren para el cuidado de la gente dependiente por su carcter
dulce y pasivo; las dominicanas o las procedentes de la frica negra son
discriminadas por razones fenotpicas y las marroques a menudo se rechazan por la
marginalidad asociada a la comunidad marroqu.
6
Sobre la perspectiva que hace converger clase, gnero y etnia como causas centrales de la desigualdad
social (triple discriminacin) ver: M. Baca Zinn y B. Thornton Dill (1996); S. Parella (2003) y N. Pap
(2003).
7
M Morokvsic (1984) ya expuso, a mediados de los ochenta, la posicin de vulnerabilidad en qu se
sita la mujer inmigrante de la periferia en incorporarse al mercado labo ral de los pases industrializados,
dnde experimenta una discriminacin mltiple por el hecho de ser mujer, extranjera y de clase
trabajadora: the articulation between the process of gender discrimination, racial discrimination of
migrant workers and class exploitation of working class (...) that make their position particularly
vulnerable (1984:891).

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clase con el gnero, y que asume los puntos convergentes entre la perspectiva de gnero y
otros puntos de vista que involucran la clase y la etnia
8
.



Figura 3. La triangulacin analtica entre la clase social, el gnero y la
etnia













CLASSE
GNERE
TNIA
Triple
Discriminaci

Fuente: Elaboracin propia
prpia




La posicin de la mujer inmigrante trabajadora domstica permite hablar de un efecto
triple de discriminacin (Sol, 2000; Parella, 2003; Pap, 2003), en el cual la persona con
estatus de servidora se inscribe en una matriz de subordinacin mltiple, que abarca tres
campos diferentes de dominacin y estratificacin, el de gnero, el de clase y el tnico.

La triple exclusin global resulta, en parte, del proceso de etnoestratificacin o
racializacin (Anderson, 1999, 2000) del mercado de trabajo de los pases receptores de
inmigracin femenina como es el caso de los procesos vividos, en las ltimas dcadas, por los
pases del Sur de Europa. Los servicios de la reproduccin (Catarino y Oso, 2000) de estos
pases se han ido trasladando al mercado y etnizando gradualmente, hecho que ha sido
interpretado desde diferentes voces feministas como un proceso que ha servido de palanca o
de trampoln para que las mujeres de clase media de estos pases puedan saltar a la esfera
productiva, gracias a la externalizacin o desfamiliarizacin del trabajo domstico y de
cuidado al sector mercantil.
Paradjicamente, la insercin masiva de las mujeres de clase media al mercado
extradomstico de los aos ochenta, se basa en un proceso de emancipacin/liberacin de la
mujer autctona en detrimento de otra mujer, una mujer que, segn los estereotipos
autctonos es idnea para realizar las tareas de reproduccin del hogar.

As, una de las contradicciones fundamentales que los movimientos feministas no han
sido capaces de resolver es que los mritos productivos de las mujeres autctonas han sido
posibles por el sacrificio de otras mujeres, creando nuevas divisiones tnicas dentro del
colectivo femenino (Andall, 2000). En palabras de H. Lutz: se mantinene una divisin binaria
en trminos de relacionas de gnero racializadas: las occidentales versus las otras mujeres
(Lutz, 1997 a Parella, 2003:15), o tambin en palabras de la misma autora, se podra utilizar la
expresin intra-gender balance of power para hacer referencia a las relaciones de poder
entre mujeres (Lutz, 2002).


8
La voluntad de traspasar los lmites del anlisis unilateral desde la categora del gnero
se ha pronunciado, sobre todo, entre las autoras del feminismo multiracial o feminismo
negro (black feminist) (Baca y Thornton, 1996).

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S. Parella (2003) ha definido esta situacin en qu aparecen nuevas formas de
dominacin entre las mujeres autctonas y las mujeres inmigrantes, como un trasvase de
desigualdades dentro del colectivo femenino, dentro del propio colectivo de vctimas del
patriarcado. Este trasvase de la desigualdad evidencia como el proceso de externalizacin del
trabajo reproductivo se ha hecho de tal forma que, lejos de poner en entredicho la divisin
sexual del trabajo endgena al patriarcado, la alimenta y la normaliza.
Ahora bien, la conservacin de las estructuras sexuadas del trabajo no significa que la
ideologa del patriarcado est completamente intacta, dado que hay estudios que demuestran
una reduccin de la violencia simblica patriarcal en el mbito discursivo (CIS, 2004, Bittman,
et. al., 2005), sino que pone de manifiesto una contradiccin entre la ideologa y la prctica,
entre el imaginario social del patriarcado, que cada vez se muestra ms intolerante y el
mantenimiento de prcticas materiales sexistas, que demuestran que se siguen atribuyendo las
tareas reproductivas a las mujeres.
El relieve de desigualdades que se est produciendo de las mujeres de clase media a
las mujeres inmigrantes trabajadoras domsticas y del cuidado produce una situacin
engaosa en que, aparentemente, parece que la mxima beneficiaria de este proceso sea la
mujer de clase media, en trminos de adquisicin de tiempo y de ascenso de estatus social
pero, el hombre y las instituciones pblicas del bienestar son quienes, en ltima instancia,
pueden sacar ms rentabilidad del proceso; las instituciones reteniendo el gasto en servicios
para la reproduccin y el hombre, reproduciendo su posicin de poder que lo desresponsabiliza
de la gestin de los asuntos del hogar y familiares.


5. La etnizacin del cuidado: una nueva forma de servilismo?

Con la llegada de las mujeres inmigrantes bajo el rol de servidoras globales (Salazar,
2001), el subrgimen interno del servicio domstico ha aflorado de nuevo en el contexto
espaol, una modalidad de servicio que antes de la feminizacin de las corrientes migratorias
se encontraba en plena recesin. El aumento de las trabajadoras internas, que se ajustan a un
perfil laboral prximo a la sirvienta, responde a una demanda de servicio domstico que
busca un tipo de servicio de rasgos (neo)servilistas (Fraisse, 2000), el cul acostumbra a ser
cubierto por las mujeres inmigrantes.

La modalidad (neo)servilista de gestin del trabajo domstico y de cuidado se ha
conceptualizado como aquella modalidad con unos rasgos afines y continuistas con las pautas
familistas, propias de los Pases Mediterrneos. Se tratara de una modalidad fiel al modo de
funcionamiento familista, basado en la importancia de las relaciones intrafamiliars/personales
en la difusin de bienestar cotidiano y la baja penetracin de las instituciones pblicas en su
provisin.
El (neo)servilismo en la gestin del trabajo domstico y de cuidado asalariado se basa en la
delegacin mercantil del trabajo domstico y familiar, por parte de las unidades familiares, pero
sin cuestionar su forma sexuada, su imaginario social o sus posibilidades de profesionalizacin.
El proceso consiste en transferir la domesticidad y la idiosincrasia familista al mercado
(familismo mercantilizado), de forma que no cambia nada, slo la relacin salarial que
contraer una nueva trabajadora, diferente a la mujer madre-esposa.
La caracterstica bsica de la gestin (neo)servilista es su resistencia a la
profesionalizacin y modernizacin, que hace que la relacin laboral quede falcada en un
sistema de funcionamiento basado en la informalidad, la arbitrariedad, una fuerte asimetra y la
precariedad en las condiciones de trabajo.

El neoservilismo se concreta en una fuerte intensidad de las relaciones personales, la
segregacin del espacio y la comida, el maternalismo y la deferencia entre la mujer
empleadora y la mujer empleada. La asimetra en la relacin laboral se materializa en el
establecimiento de una relacin empleadora-empleada, basada en roles altamente
diferenciados y moralmente jerarquizados dentro de la unidad domstica. Dada la situacin de
convivencia en un mismo espacio se define estrictamente el rol que representa cada cual
para evitar tensiones, disociando las dos feminidades en trminos ticamente asimtricos (Oso,
1998; Anderson, 2000).
En este sentido, es importante analizar los mecanismos simblicos y objetivados de
distincin entre la seora y la chica. La consideracin por parte de las mujeres

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empleadoras que las trabajadoras provienen de un contexto sociocultural inferior y atrasado
(en caso de ser inmigrantes), justifica el rol de sumisin de la trabajadora y el rol superior de la
empleadora, quien se puede creer con el derecho de dar lecciones morales (Rollins, 1985).

Por otra parte, la baja formalidad de la relacin laboral, puede derivar en una situacin
de arbitrariedad respeto las condiciones de trabajo, en qu los acuerdos se toman en una
relacin individualizada y directa entre la empleadora y la trabajadora, desprotegida de un
marco institucional, dotando de un escaso poder social de negociacin al trabajador/a. As, la
negociacin individual entre las partes -sin intermediarios, negociacin colectiva, ni casi
referencias legales-, se convierte en el mecanismo privilegiado de regulacin de la relacin
entre empleados/as y empleadores/as, a la hora de definir las condiciones laborales y
salariales. Se trata de un tipo de relaciones con una dinmica espontnea (Pla Julin, 2004).

Por ltimo, aadir que la gestin que se ha conceptualizado como (neo)servilista
acostumbra a aglutinar ms mujeres inmigrantes, que no espaolas, dado que estas ltimas,
ya no estn dispuestas a tolerar las condiciones que integra este patrn de gestin de la mano
de obra y buscan una salida profesional con un trato menos servilista. Las trabajadoras
domsticas espaolas que siguen dentro de esta modalidad lo hacen, mayoritariamente, como
asistentas por horas o externas, mientras que las mujeres inmigrantes ocupan aquellos
agujeros abandonados por las primeras, como el servicio domstico interno (IO, 2001).
El ascenso de estas prcticas de gestin del trabajo domstico asalariado con un
trasfondo (neo)servilista se ha producido de forma paralela a la emergencia de un nuevo
discurso que aboga por la necesidad de aplicar una lgica profesional a las formas de gestionar
el trabajo domstico y del cuidado, una lgica que califique, acredite y reconozca socialmente
el trabajo de las trabajadoras domsticas. Este discurso reclama la necesidad de reconocer la
capacitacin tcnica de las trabajadoras y el alejamiento de las condiciones serviles. Se trata
de un discurso que defiende la entrada en la agenda poltica de los derechos laborales de las
trabajadoras domsticas asalariadas, un debate que de momento no figura como una de las
principales preocupaciones polticas.

La externalizacin del trabajo domstico bajo unos parmetros (neo)servilistas se
desarrolla bajo un pacto de mutua confianza, entre la trabajadora y la persona empleadora,
mientras que la modalidad profesional obliga a regular la relacin laboral entre ambas, por el
hecho que se inserta en un marco institucional formal. El tipo de tareas que desarrollan las
trabajadoras, en funcin de estas modalidades, pueden variar desde el desarrollo de todo tipo
de tareas (modalidad servilista) hasta el desarrollo de unas tareas especficas, de acuerdo con
sus competencias profesionales adquiridas (modalidad profesional).

La injerencia del servilismo, la exigencia de un comportamiento basado en la
deferencia, as como el grado de personalizacin de la relacin laboral o el aislamiento del
trabajador/a se plasman, con ms o menos fuerza, en funcin de la modalidad del servicio
domstico: servicio interno, servicio externo o asistencia por horas (IO, 2001).

A) Trabajo domstico asalariado interno:

El trabajador/a vive en el hogar del empleador/a. Es la modalidad laboral con ms
analogas con el trabajo servil, dnde el empleador tiene el control sobre el acceso a los
medios de supervivencia -alojamiento y manutencin-, as como el poder sobre el salario y las
relaciones sociales (Anderson, 2007). El trabajador tiene una fuerte carencia de poder
(Young, 2000) y de autonoma, la sobrepersonalizacin de la relacin es un elemento
constante y prcticamente la vida laboral del trabajador se confunde con su vida personal.
La co-residencia es una solucin de ahorro de los gastos en alojamiento y manutencin
por parte del trabajador/a interno/a pero, como contraparte, el hecho de trabajar veinticuatro
horas produce una atomizacin de las relaciones sociales de estas trabajadoras, que es un
obstculo para su socializacin y progresiva integracin al mercado de trabajo y a la sociedad
(Anderson, 2000; IO, 2001; Bettio, et. al., 2006). La carencia de privacidad e intimidad es otra
caracterstica de esta modalidad laboral que tiene como consecuencia directa una cierta
despersonalizacin de la trabajadora, con una vida privada y personal muy limitada y bajo un
control cotidiano en todos los aspectos de su vida.


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La contratacin de trabajadoras internas es la solucin idnea para las familias de los
Pases Mediterrneos porque garantiza la disponibilidad absoluta del trabajador/a, actuando
como un sucedneo del cuidado familiar. Se trata de un tipo de servicio que reproduce unas
pautas familistas en la provisin de bienestar (Bettio, et. al., 2006) y que est resucitando en
Espaa en los ltimos aos, sobre todo a travs de las mujeres extranjeras latinoamericanas
(Catarino y Oso, 2000; Mestre, 1999).

B) Trabajo domstico asalariado externo fijo o interinas:

El trabajador/a trabaja diariamente varias horas en el hogar del empleador/a pero
pernocta en su propio domicilio, hecho que hace posible que se d una cierta flexibilidad de
horarios con la vida familiar.
En esta modalidad tambin se produce un vnculo personal fuerte con el empleador por
el hecho que se comparte mucho tiempo de la vida cotidiana con l pero, a diferencia del
servicio interno, las condiciones de trabajo permiten ms autonoma y libertad al trabajador/a.
El trabajador externo tiene su propio espacio en trminos de alojamiento, vida personal y
social, de forma que la vida personal no se diluye con la vida laboral. Se trata de la modalidad
de contratacin ms comn en Espaa (Anderson, 2000).

C) Asistencia por horas:

El trabajador/a trabaja por horas a tiempo parcial por uno o varios hogares. Los lazos
de dependencia personal con el empleador/a son mnimos, puesto que a menudo el empleador
no est en el domicilio, aunque es posible que mantenga un cierto control a distancia desde el
trabajo. Adems, el hecho de trabajar por varios empleadors hace que los vnculos personales
sean ms costosos de consolidar y requiere tener una gestin eficiente del tiempo para hacer
compatibles los horarios de cada domicilio. Esta modalidad acostumbra a estar formada por
una mano de obra tanto extranjera como autctona.

Estos tres subsectores ocupacionales se diferencian, principalmente, por el tiempo de
presencia de los trabajadores/se a los hogares de los empleadores/as y por la cantidad y la
calidad de las tareas que les son asignadas. A la trabajadoras internas y externas se les
atribuyen todo tipos de tareas, mientras que las asistentas por horas se preocupan del
mantenimiento de la casa (IO, 2001).

Por otra parte, los tres subsectores domsticos se distribuyen en dos bloques en
funcin de como se reparte el pago de la cotizacin a la Seguridad Social. Los trabajadores
internos y externos estn dentro de la modalidad de los continuos (fijos), en qu la cuota de
cotizacin recae mayoritariamente sobre el empleador, aunque el trabajador paga una pequea
parte; los trabajadores por horas son discontinuos (tiempo parcial) y en este caso quien paga
los costes de la Seguridad Social es el propio trabajador (IO, 2001).

Las posiciones dentro de cada una de estas modalidades que ocupan el colectivo de
mujeres autctonas y el de inmigrantes est relacionado con su poder social de negociacin
(Villa, 1990). Segn una encuesta realizada por el C. IO (2001), el tipo de trabajadores/as
vara de forma notable en funcin del subsector que contratan los hogares empleadores (Tabla
VII). Los hogares con trabajadores espaoles cuentan, mayoritariamente, con trabajadores por
horas (62%), en segundo lugar con trabajadores externos fijos (35%) y, de forma excepcional,
con trabajadores internos (7%); en cambio, los hogares con trabajadores inmigrantes, se
reparten ms equitativamente, entre los que cuentan con internos (38%) y trabajadores por
horas (38%). De la misma encuesta tambin se deduce que las familias que cuentan con
trabajadores inmigrantes son las que habitualmente tienen uno o ms trabajadores domsticos,
mientras que cuando hay dos o ms espaoles, se trata de asistentes por horas.
As, una primera conclusin de la lectura de estos datos es que las trabajadoras
extranjeras acostumbran a ocuparse con ms frecuencia que las espaolas en la modalidad
interna del servicio domstico, una modalidad que presenta rasgos laborales de carcter
servil.Se produce una dualizacin del sector domstico (Martnez Veiga, 1999), dnde las
trabajadoras inmigrantes ocupan el segmento ms servilista que han relevado de las
trabajadoras espaolas, las cules se han ido movilizando hacia un subsector con ms

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privilegios laborales, el de las asistentas por horas, un sector que tambin comparten con las
trabajadoras inmigrantes.

6. Consideraciones finales

La baja reactividad de las instituciones pblicas para remediar la crisis del cuidado de
los Pases Mediterrneos ha llevado a muchos hogares de clase media a improvisar
soluciones, desde la privacidad, para reorganizar el modo de provisin del trabajo reproductivo
en su vida cotidiana. Una de las soluciones privadas predilectas es la mercantilizacin del
trabajo domstico y de cuidado que se ha vehiculado gracias a la amplia disponibilidad de
mano de obra femenina inmigrante para realizar este tipo de trabajo. As, se materializa un
trasvase de la domesticidad y el cuidado al mercado, teido por un proceso de etnizacin y
mundializacin de los servicios orientados a la atencin de las personas dependientes y del
hogar.

En la regin del Sur de Europa, la fuerza simblica de la ideologa familiar define unas
caring cultures
9
(Letablier, 2007) an muy centralizadas en los lazos intrafamiliares y que no
cuestionan la subsidiariedad de las polticas sociales en materia familiar. Estas caring
cultures, nutridas por un imaginario social que ve con pasividad y desconfianza la organizacin
social del cuidado o el denominado social care (Daly y Lewis, 2000), siguen soportndose en
las convenciones patriarcales de gnero, que ven el trabajo reproductivo como un trabajo
adscrito a la condicin sexual femenina y reducido a la esfera privada.

La bsqueda por parte de los hogares mediterrneos de soluciones unilaterales a la
crisis del cuidado (Bettio, et al., 2004, 2006) permite enmascarar la necesidad de repensar y
reorganizar socialmente las formas de canalizacin del bienestar cotidiano, ya que la crisis se
resuelve de forma silenciada y en la invisibilidad del escenario privado. La mercantilizacin del
trabajo reproductivo ha servido para desobstruir, coyunturalmente, una situacin de crisis, pero
sin trastornar las estructuras pblicas de provisin de bienestar, cuyas directrices de actuacin
continan evidenciando su proximidad a una poltica regida por el asistencialismo. Tampoco ha
servido para problematizar la desigualdad entre gneros, pues se ha aceptado de forma
acrtica el relieve tnico entre mujeres de este tipo de trabajo.

Parece ser entonces, que la igualdad real entre gneros se configura como un
horizonte lejano. Siguiendo algunos trabajos recientes, se detecta una mayor concienciacin
entorno la igualdad de oportunidades en la sociedad espaola (CIS, 2004) que no converge
con una inmovilizacin de las prcticas de gnero, una glaciacin de la prctica (Bittman, et
al., 2005) entorno la divisin sexual del trabajo. As, las prcticas enraizadas en el familismo y
la privatizacin de los asuntos reproductivos se muestran altamente resistentes e
impermeables al cambio.

Este es el contexto en el que discutimos la reorganizacin del trabajo reproductivo en
los Pases Mediterrneos: se buscan soluciones individualizadas y con resultados inmediatos
dentro de las coordenadas sociales, econmicas y sexuales existentes, sin tocar el trasfondo ni
replantear nuevas formas de gestionar la economa domstica y familiar.



9
M-T. Letablier define las caring cultures como las representaciones colectivas acerca de las
responsabilidades hacia los nios y las personas dependientes. Las caring cultures se apoyan en valores
presentes en cada sociedad y frecuentemente institucionalizados en el derecho, en las constituciones de
los Estados y en los contratos matrimoniales o de constitucin de una pareja (Letablier, 2007:69-70).

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Bibliografa

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