Veraza - Jorge - Del Reencuentro de Marx Con America Latina
Veraza - Jorge - Del Reencuentro de Marx Con America Latina
Veraza - Jorge - Del Reencuentro de Marx Con America Latina
Jorge Veraza
DEL REENCUENTRO DE MARX CON
AMRICA LATINA EN LA POCA DE LA
DEGRADACIN CIVILIZATORIA MUNDIAL
La subsuncin real del consumo bajo el capital, la historia del
desarrollo capitalista y la reconstruccin del marxismo hoy
(antologa de la obra de Jorge Veraza)
La Paz Bolivia
DEL REENCUENTRO DE MARX CON
AMRICA LATINA EN LA POCA DE LA
DEGRADACIN CIVILIZATORIA MUNDIAL
La subsuncin real del consumo bajo el capital, la historia del
desarrollo capitalista y la reconstruccin del marxismo hoy
(antologa de la obra de Jorge Veraza)
Jorge Veraza
Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia
Jacha Marrka Sullka Irpataa Utta
Taqi Markana Kamachi Wakichana Tamtachawi Utta
awra Kawsaypura suyuta sullka Kamana
Rimanakuy u-mallina suyu kamana
Ttat guasu juvicha jakuerigua jembiapoa
Ttaguasuiomboat juvicha jembiapoa
Depsito legal: 4-1-192-11 P.O.
La Paz Bolivia
Coordinacin: Gonzalo Gosalvez
Edicin y correcciones: Gabriel Limachi
Diseo y diagramacin: Martn Moreira B.
Impreso en Bolivia
Agosto de 2011
Distribucin gratuita
Se autoriza la libre difusin de esta obra siempre y cuando se cite la fuente y el
nombre del autor. Se prohibe utilizarla para fnes comerciales.
DEL REENCUENTRO DE MARX CON
AMRICA LATINA EN LA POCA DE LA
DEGRADACIN CIVILIZATORIA MUNDIAL
Parte I
La historia del capitalismo hasta hoy: como si lo viera Marx
A. Revolucin mundial y medida geopoltica del capital. A 150 aos de la
revolucin de 1848.
A.1. La revolucin europeo continental de 1848
A.2. La especifcacin histrica del manifesto de nuestra poca
A.2.1. El Manifesto del Partido Comunista como avatar histrico.
A.2.2. Medir al capitalismo, sus fuerzas y las nuestras.
A.2.3. De cmo no se puede medir el capital.
B. El siglo de la hegemona de los Estados Unidos.
B.1. Advertencia ante la invasin de Irak por parte de Bush hijo.
B.2. Introduccin a los siete tramos de la historia mundial contempornea.
B.3. Los siete tramos y tres periodos histricos del siglo XX.
B.3.1. Los siete tramos de la historia mundial contempornea.
B.3.2. Los tres grandes periodos de la historia del siglo XX.
NDICE
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B.4. Los lmites del siglo XX y su signifcado histrico universal.
B.4.1. La subordinacin real del consumo bajo el capital y los lmites objetivos
del capitalismo.
B.4.2. Crtica a cuatro interpretaciones de la historia del siglo XX: Giovanni
Arrighi, Paul Johnson, Erik Hobsbawm y Antonio Negri.
Parte II
La subsuncin real del consumo bajo el capital o el capitalismo contemporneo.
C. Subsuncin real del consumo al capital. Dominacin fsiolgica y psicolgica
en la sociedad contempornea.
C.1. Gnesis y estructura del concepto de subordinacin real del consumo bajo el
capital.
C.2. El automvil.
C.2.1. Sobre el automvil como valor de uso mundial. Del automvil a la
televisin y la Internet.
C.2.2. La innovacin Ford en el siglo.
C.3. Subsuncin del consumo bajo el capital y biotecnologa.
C.3.1. Confuencia tantica de los valores de uso.
C.3.2. Biotecnologia.
D. Economa y Poltica del agua.
D.1. Estn caciqueando el agua!
D.2. El agua no es una mercanca ni puede serlo.
D.3. Los trucos de los privatizadores del agua.
Parte III
El Capital, el mercado mundial y la nacin.
E. Leer EL Capital hoy. Pasajes selectos y problemas decisivos.
E.1. Desmontando capa por capa de prejuicios.
E.2. Como leer El Capital en el siglo XXI.
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E.3. Entorno de la arquitectura de El Capital.
F. Lucha por la Nacin en la globalizacin.
F.1. Poltica socialista proletaria y la hegemona nacional cedida.
F.2. Nacin y capitalismo .
F.2.1. Qu es la nacin?
F.2.2. El cuerpo del capital y sus rganos.
F.2.3. Nacionalismo y proletariado.
F.2.4. Nacionalismo y socialismo.
F.2.5. Nacionalismo y socialismo. Complemento nacional socialismo.
F.3. El materialismo histrico en el origen de la familia, la propiedad privada y el
estado (Comentario al Prefacio de Engels).
Apendice.
Parte IV
Hegel y Freud en la historia del capitalismo y la reconstruccin del marxismo en
el siglo XXI.
G. Para pensar la opresin y la emancipacin en la postmodernidad. Crtica
dialctica del amo y el esclavo en Hegel.
G.1. Confusin del liderazgo con dominio explotador.
G.2. El mito a muerte por el reconocimiento entre conciencias.
H. Recepcin crtica de El Malestar en la cultura.
H.1. A ciento cincuenta aos del natalicio de Sigmund Freud y a 75 de El malestar
en la cultura.
H.2. Freud, Hegel y Marx y el malestar en la humanidad.
H.3. La antropologa de Freud frente a las tesis sobre Feuerbach.
I. Los manuscritos de 1844. Un discurso revolucionario integral.
I.1. Concrecin de la enajenacin del trabajo en la civilizacin mundial actual
Anexo: Tabla de los libros que componen la Antologa.
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Presentacin
Por qu reencontrarse con Marx en nuestros das? Qu nos puede ofrecer el
pensamiento de este intelectual y activista comunista alemn que nos ayude a
entender, por ejemplo, la Revolucin Democrtico Cultural que vive nuestro
pas, o yendo ms lejos, la crisis fnanciera desatada el 2008 o las crisis ecolgica
y alimentaria de las que ltimamente se escucha hablar con frecuencia?
Hace 20 o 30 aos, especialmente en Bolivia, eran pocos quienes recurran
a Marx para intentar explicar la realidad, desfasndose de la corriente de
moda neoliberal. Claro, como bien seala Jorge Veraza, vivamos una
crisis del marxismo, una crisis de lo que se pensaba que eran el capitalismo
y la revolucin mundial. Y adicionalmente, varias de las interpretaciones
autodenominadas marxistas haban logrado profundizar ms esa crisis a
travs de las lecturas de manual, dogmticas y lineales del pensamiento de
este economista clsico.
Sin embargo, afortunadamente, en ese contexto tambin existan lectores
sistemticos y rigurosos, lectores rudos del marxismo (como dira nuestro
Vicepresidente) entre los que destacan Bolvar Echeverra y Jorge Veraza, entre
otros, que ya en los aos 80 rescatan los conceptos marxistas de Subsuncin
Formal y Real del Proceso de Trabajo Inmediato bajo el Capital, a los que
consideban el contenido nuclear y central de la teora dinmica del desarrollo
capitalista.
Marx desarrolla estos conceptos en el Tomo I de El Capital, pero principalmente
en su poco conocido Captulo VI Indito del Libro I de El Capital.
La subordinacin (o subsuncin) formal y la subordinacin real del proceso
de trabajo inmediato bajo el capital corresponden a los conceptos de plusvala
absoluta y plusvala relativa. Veraza aclara que, desde la perspectiva de la
subordinacin formal, el hecho de que el obrero trabaje para el capitalista no
Jorge Veraza
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implica ningn cambio tecnolgico de sus medios de trabajo ni de los mtodos
de produccin y por tanto lo que interesa es el sentido o la fnalidad nueva
que tiene esa produccin bajo el capitalismo, pues ahora en lugar de realizarse
en benefcio del productor queda al servicio del capitalista. Mientras que en
la subordinacin real, s interesa observar cmo, con qu contenido tcnico se
produce, porque ese contenido es el que posibilita producir plusvalor relativo,
el cual es el objetivo del capital. En ese sentido, con ambos conceptos, en
realidad se estara analizando el proceso de produccin capitalista, de un
modo formal en un caso y de un modo real en el otro.
SUBORDINACIN REAL DEL CONSUMO AL CAPITAL
A mediados de los aos 70, Jorge Veraza desarrollara el concepto de
subsuncin real del consumo bajo el capital, con el que intenta describir cmo
el capital somete realmente el valor de uso a nivel planetario a partir de esos
aos (cuando ya madura el proceso de la constitucin de un capital social
mundial, de un mercado y de un capitalismo mundial).
La subordinacin real del consumo al capital sera componente y resultante
de la subordinacin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital,
que contrarrestara slo relativamente las tendencias de sta a socavar
los cimientos econmicos del capitalismo as como los geogrfcos, pues
la subordinacin real del proceso de trabajo despliega avasalladoramente
sus tendencias a tupir todos los rincones de la tierra y a incrementar la
productividad a travs de la automatizacin del proceso de produccin.
LEER NUEVAMENTE EL CAPITAL (La Crtica de la Economa Poltica)
Por qu El Capital es, segn Veraza, la obra ms necesaria para comprender
el siglo XXI?
l mismo nos propone algunas de las siguientes razones.
La primera. Marx escribe su libro cuando el proceso de constitucin del
mercado mundial se estaba iniciando, mientras que hoy este proceso se ha
convertido en el mercado mundial ya formado, es decir, el capitalismo se
ha mundializado y ocupa toda la geografa del planeta. Marx pudo prever
cmo este sistema iba a perfeccionarse (constituirse) como mercado mundial
capitalista; en su poca el capital social tena una medida continental que
posteriormente se volvi mundial. Nosotros nos encontramos con el resultado,
con el todo de lo que l vislumbr y entonces es pertinente rehacer el proceso
de construccin que llev a este resultado, su proceso gentico, el camino que
sigui desde la parte hasta el todo.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 13
La segunda. Dentro de la Crtica de la Economa Poltica, el valor de uso
es prioritario para el anlisis de la sociedad contempornea. El Capital se
asienta en torno a la contradiccin valor-valor de uso (trabajo abstracto-
trabajo concreto), y entonces para el capitalismo es decisivo el sometimiento
integral del valor de uso en todos los planos (en la mente, los cuerpos, la
familia, la ciudad, la nacin, los alimentos, el valor de uso natural -de hecho
la crisis ecolgica es una crisis del valor de uso natural-, etc.). El centro de la
perspectiva de los economistas marxistas debera ser cmo avanza el capital
en su proceso de sometimiento del mundo.
La tercera. Hay que volver a poner a Marx sobre sus pies porque los marxistas
que intentaron desarrollarlo lo pusieron de cabeza. Hay que estudiar El Capital
al contra-ejemplo, leyendo los conceptos en cuanto tales, sin confundirlos
ni subordinarlos a los ejemplos que los ilustran.
La cuarta. No estamos ante una crisis general del capitalismo pero s
ante una crisis para la humanidad mientras el capital siga acumulando. Y
en este contexto, no es el capital el que debe responder sino la humanidad
porque es ella la que est puesta en crisis de manera integral. Cuando Marx
se pregunta (y estudia) las condiciones materiales de existencia del modo de
produccin burgus o de la riqueza burguesa (el objeto terico de El Capital),
al mismo tiempo se est preguntando por otra sociedad que supere al modo
de produccin burgus. Marx ve el modo de produccin burgus como
condicin de otra historia, como riqueza para otra historia, es decir, explora
las condiciones de posibilidad de la revolucin comunista y por ello quiere
saber y hacernos saber cmo es que est constituida y cmo funciona esta
sociedad y cules son sus lmites.
La quinta. Si bien es necesario empezar estudiando la Crtica de la Economa
Poltica, como exposicin concreta de toda la realidad capitalista (a nivel
econmico e ideolgico-econmico), hay que completar este estudio crtico
con otras obras. (Los Manuscritos de 1844, por ejemplo, abordan otros aspectos
de la realidad ms sociolgicos, polticos, culturales, naturales, ambientales,
sexuales, religiosos).
LA ANTOLOGA DE LA OBRA DE JORGE VERAZA
Del reencuentro de Marx con Amrica Latina en la poca de la degradacin
civilizatoria mundial. La subsuncin real del consumo bajo el capital, la
historia del desarrollo capitalista y la reconstruccin del marxismo hoy,
es una publicacin que ofrece la Vicepresidencia del Estado Plurinacional,
como un compendio de las principales obras de este economista mexicano,
que desarroll un pensamiento fresco, renovador y riguroso del marxismo,
Jorge Veraza
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trabajndolo a lo largo de ms de 40 aos (empezara leyendo el Manifesto
Comunista a la edad de 16 aos y cuando tena 20 ya haba ledo el primer
tomo de El Capital).
Esta antologa est compuesta por tres partes: I. La historia del capitalismo
hasta hoy. II. La subsuncin real del consumo bajo el capital. III. Capital y
mercado y nacin. A lo largo de las mismas, el autor abordar crticamente
El Capital, El Manifesto del Partido Comunista, los Manuscritos de 1844
de Marx, pero tambin el pensamiento de una diversidad de autores como
Hegel, Freud (El Malestar en la cutltura), Wallerstein, Negri, Arrighi, entre
muchos otros, y simplemente para citar, tocar temas referidos a la hegemona
mundial de Estados Unidos, la forma Nacin, el nacionalismo y los procesos
de privatizacin del agua.
El hilo conductor o motivo integrador en todos los textos de Veraza, como
l mismo seala, es el capitalismo contemporneo mundial analizado con
arreglo a su esencia (desde la perspectiva de la crtica de la economa poltica),
o en otras palabras observado con base en los conceptos de subsuncin
formal y real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital, desarrollados
hasta decantar en la subsuncin o subordinacin real del consumo bajo el
capital.
Veraza nos invita, a travs de su obra, a reencontrarnos con Marx, a repensar
nuestro tiempo segn la teora (completamente vigente) del desarrollo
capitalista que l plante, una teora que tiene muchas cosas por rescatar y
entender an.
El lector o lectora que tiene en sus manos esta publicacin, puede leerla desde
diversas perspectivas y posiciones, pero quien la use para comprender y para
transformar la realidad sabr apreciarla mejor, sa era en ltima instancia la
preocupacin de Marx, entender la realidad para transformarla. Hoy ms que
nunca nos enfrentamos ante la urgencia de un discurso crtico revolucionario
integral (econmico, social, poltico y cultural).
Finalmente, deseamos agradecer al compaero Jorge Veraza por habernos
cedido sus obras y hacer posible esta publicacin y principalmente ayudar
en este proceso que estamos construyendo en Bolivia, este aporte terico ya
forma parte de esta revolucin.
Parte I
La historia del capitalismo hasta hoy:
como si lo viera Marx
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A. Revolucin mundial y medida geopoltica del
capital A 150 aos de la revolucin de 1848
1
A.1. La revolucin europeo-continental de 1848
2
En la Europa occidental, 1848 seal el fnal de la poltica tradicional, de la creencia en los patriarcales
derechos y deberes de los poderosos social y econmicamente, de las monarquas que pensaban que sus
pueblos (salvo los revoltosos de la clase media) aceptaban, e incluso aprobaban, el gobierno de las dinastas
por derecho divino para presidir las sociedades ordenadas por jerarquas.
Eric Hobsbawm, La era del capital, 1848-1875.
3
El libro que el lector tiene en sus manos refexiona un hecho histrico altamente
signifcativo para la modernidad, la revolucin europeo-continental de 1848,
la primera revolucin mundial, por decirlo as.
4
Este hecho es especialmente
signifcativo para la izquierda a nivel mundial.
La primera parte del libro puntualiza la estructura y el signifcado histrico de
la revolucin de 1848, la segunda parte, lo que se ha pensado en torno de ese
hecho o, ms bien, lo que se ha malpensado. Esta equivocidad no es exclusiva
de la izquierda sino que resalta en ella porque el asunto de la revolucin
mundial es decisivo para este sector del pensar moderno, sin embargo
1 Extractado del libro Revolucin mundial y medida geopoltica del capital. A 150 aos de la revolucin
de 1848. Mxico, editorial Itaca, 1999.
2 Ibd. p. 9
3 Editorial Crtica/Grijalbo, Barcelona, 1998 [1 edicin inglesa, 1975], p. 36.
4 La de 1848 fue la primera revolucin potencialmente mundial, cuya infuencia directa puede
detectarse en la insurreccin de Pernambuco (Brasil) y, unos cuantos aos despus, en la remota
Colombia. En cierto sentido, constituy el paradigma de revolucin mundial con la que a partir de
entonces soaron los rebeldes, y que en momentos raros, como, por ejemplo, en medio de los
efectos de las grandes guerras, crean poder reconocer. De hecho, tales estallidos simultneos de
amplitud continental o mundial son extremadamente excepcionales. En Europa, la revolucin
de 1848 fue la nica que afect tanto a las regiones desarrolladas del continente como a las
atrasadas. Ibd., p. 22, cursivas mas.
Jorge Veraza
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a mi modo de ver, slo la izquierda la puede revocar, precisamente
reconsiderando los hechos, la actuacin de Marx en ellos y el pensamiento de
ste sobre los mismos y sobre el capitalismo en su conjunto. En sntesis, lo que
el lector ver en las pginas que siguen es un hecho histrico y su ideologa
correspondiente.
1. La equivocidad aludida le pertenece al hecho mismo y deriva del avatar
revolucionario que dio inicio a la modernidad con toda propiedad, pues
inaugur no slo una economa burguesa internacional sino una poltica
burguesa intranacional e internacional. Ni ms ni menos, la primera fgura de
un cosmos burgus, con su correspondiente horizonte cultural, es originada
por una revolucin mundial que ofrece sugerencias de cmo habr de ser
esa otra revolucin mundial que barra con el cosmos burgus de fgura ms
acabada, autnticamente globalizado. Pero esas sugerencias trascendentes
fcilmente se confunden con el afanzamiento de la propia modernidad en
medio de la que espigan. Sin embargo, al alzarse la ola revolucionaria de 1848
que consolidara a la poca moderna, tambin se levant el Manifesto del
Partido Comunista, con su crtica radical de la sociedad burguesa e incluso
de los por entonces inminentes sucesos del 48. Crtica cuya pertinencia llega
hasta hoy, en el 150 aniversario del Manifesto y de aquella revolucin que
tambin posibilit esa expresin terica coherente y no slo una alienacin
general.
Que un hecho equvoco se exprese en mltiples ideologas equvocas es
espectculo deslumbrante pero que de suyo no merece ser explicado; pero
s lo es si contiene como fenmeno concomitante una expresin terica
coherente, misma que, frente a lo equvoco del hecho histrico total, no puede
ser sino la crtica radical del mismo. Este exceso por sobre los lmites de la
enajenacin material y espiritual de la modernidad ciertamente requiere de
explicacin. Y ms cuando con el paso de los aos adquiere una faz lujosa,
segn que 150 aos despus sus palabras de revolucin mundial son claras,
precisas y describen con nitidez la estructura esencial del cosmos neoliberal
posmoderno del capitalismo globalizado, a la vez que con la extraa luz
negra que emana de ellas lo hacen temblar, aunque aqul pretenda lo
contrario, obsesionado en negarlas para recobrar el sueo.
5
De ah que las dos
partes del presente libro estn antecedidas de una Introduccin, en la cual se
avanzan los conceptos esenciales que nos permiten especifcar histricamente
nuestro mundo actual y, asimismo, esa hora en la cual se public el Manifesto
y en que revent la revolucin de 1848. En fn, esos conceptos nos permiten
5 Para anunciarlo demostrativamente, publiqu un comentario al Manifesto del Partido Comunista:
Leer nuestro tiempo. Leer el Manifesto del Partido Comunista, Editorial Itaca, Mxico, 1998. Aquel libro
y el que tiene el lector en sus manos se complementan, por supuesto.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 19
entender el despliegue habido entre 1848 y 1998 y, por ende, lo puesto en
juego en las dos partes del libro. El concepto de medida geopoltica de capital
es el que sirve para esta doble especifcacin.
2. Ahora bien, si algo as como una revolucin mundial comunista fuera
posible, fue eso lo que dej entrever y a la vez confundi la revolucin de
1848. Y tal es tambin el objeto terico del Manifesto del Partido Comunista.
Y, a menos que lo prohibiramos explcitamente, esa revolucin mundial
comunista no puede dejar de ser el objeto terico de una refexin seria sobre
la revolucin de 1848 y la posicin de Marx en ella y, a la vez, sobre nuestra
poca, desde la que hacemos esa refexin en torno al pasado, y en la que,
por un vuelco dialctico de reciprocidad histrica, nos vemos lanzados cara a
cara frente al porvenir. El cuestionador se convierte en cuestionado pero sin
dejar de instaurar su cuestionamiento; as que, entonces, pasa a actualizar la
pregunta que le espeta el pasado y pasa a formulrsela al porvenir.
Si en nuestros das es posible algo as como una revolucin mundial comunista
y est de por medio la proletarizacin mundial de la humanidad
6
que
empuja a ello, una de las condiciones decisivas de esa posibilidad, una
conditio sine qua non, es el esclarecimiento de la conciencia revolucionaria
acerca de la revolucin mundial. Este esclarecimiento pasa necesariamente
por establecer la idea de Marx y de los marxistas al respecto, esto es, por
confrontar la idea de Marx y la de los marxistas. En otros trminos, se trata
de superar la llamada crisis del marxismo. En lo que tiene de real y no
de falaz, esta crisis es fundamentalmente, en la base, crisis de lo que hoy se
piensa acerca de lo que es el capitalismo (crtica de la economa poltica)
7
y, en
la cspide, crisis de lo que se piensa acerca de la revolucin mundial (crtica
de la poltica). Esta ltima cuestin se juega hoy, por extrao que parezca, a
propsito de una revolucin democrtico-burguesa acaecida hace 150 aos.
La discusin acerca de la revolucin de 1848 es, pues, la de un punto estratgico,
la de un hecho decisivo en el trastocamiento de la poltica de la izquierda a
nivel mundial, y, por ende, de su esclarecimiento. Por qu?
3. Porque no slo la Comuna de Pars y otros movimientos rebeldes del
siglo xix, sino sobre todo la revolucin de octubre de 1917 en Rusia quiso
ser entendida con base en un malentendido relativo a la de 1848 en Europa
y, luego, la revolucin de 1918 en Alemania y la hngara en 1919 y tantas
otras, (pasando por la revolucin espaola, la china y la cubana, hasta llegar
a la nicaragense, etc.) han querido ser entendidas e incluso proyectadas o
entrevistas con base en la de 1917, y as seguido. La conciencia de la izquierda
6 Cfr. mi Proletarizacin mundial de la humanidad, Editorial Itaca, Mxico, 1993.
7 Cfr. mi Para la crtica a las teoras del imperialismo, Editorial Itaca, Mxico, 1987.
Jorge Veraza
20
piensa su actuar poltico a propsito de cualquier tpico generalmente sin
saberlo con base en una toma de posicin implcita, ni ms ni menos, que a
propsito de la revolucin de 1848 y de la actuacin de Marx en ella.
El libro que el lector tiene en sus manos trata de volver consciente aquello
que transcurre inconsciente, disear la mirada y la conducta futuras con base
en esta reapropiacin de la conciencia, donde nosotros somos el analista
al mismo tiempo que el paciente. Nosotros? Pero, quin es nosotros? Un
personaje que se defne en el curso de los acontecimientos, en lo que quiere
y en lo que puede asumir y lograr. Ese evento, la revolucin mundial, es el
crisol donde deviene realmente nosotros.
En medio de aguas tan turbulentas como las de la modernidad, en las que los
hechos y los sujetos transfguran su faz y sus funciones, etc., el pensamiento
coherente y su fundamentacin son compaeros imprescindibles para
situarse en el devenir, para lograr tanto ms a fondo la realizacin de ese
nosotros que involucra a cada uno hasta la mdula. As que uno de los rasgos
del enemigo es su coqueteo para que prescindamos de la coherencia y de la
fundamentacin de las razones, sus golpes de pecho posmodernos en favor
del pensamiento dbil, aparentando humildad cuando pisotea con soberbia
a la razn, a la que llama soberbia encubriendo, as, la propia.
Este libro asume, ms bien, que el nosotros su engarzamiento interactivo
es uno con la coherencia del pensamiento y de la emocin, y que esta unidad
es lo que se expresa en el nosotros. La libertad es el juego de estas instancias,
por lo que el libro se atiene constantemente a criticar incoherencias y encontrar
y construir fundamentos.
4. El hogar clsico del capitalismo dice Marx es Inglaterra, de suerte
que en El capital. Crtica de la economa poltica, Marx ilustr sus argumentos
con situaciones histricas inglesas, tanto de la acumulacin de capital
desarrollada como de la acumulacin originaria de capital, no obstante
que esos argumentos fueran generales, tanto espacial como temporalmente
hablando, esto es, aplicables a otros pases y a toda la poca de existencia del
capitalismo, no slo al siglo xix. De modo similar, Marx quera ilustrar su
teora de la renta del suelo con base en las variadas formas de propiedad de la
tierra que encontr en Rusia, lugar clsico para este propsito.
Aunque explicar ms abajo lo que sigue, quiero de entrada entregarlo en
resumen a la consideracin del lector: as como Inglaterra es el hogar clsico
del capitalismo, y Rusia es el de las formas de propiedad de la tierra, el
hogar clsico para el anlisis crtico-comunista de la revolucin mundial lo
constituye la revolucin europeo-continental de 1848.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 21
5. La teora del desarrollo capitalista de Marx, codifcada con el ttulo de El
capital. Crtica de la economa poltica, analiza crticamente a la sociedad
burguesa o, en otros trminos, explora las condiciones de posibilidad de la
revolucin comunista; ms claramente dicho, toma a la sociedad burguesa
como condicin de posibilidad de la revolucin comunista; por ello, quiere
saber y hacernos saber cmo es que est constituida y cmo funciona esta
sociedad y cules son sus lmites. El complemento de la crtica de la economa
poltica es, segn Marx, la crtica de la poltica, la cual tambin se plantea
como objeto terico la indagacin de las condiciones de posibilidad de la
revolucin comunista, pero asumidas en otro nivel analtico discursivo, el de
la poltica o de gestin de las libertades en la sociedad burguesa. Mientras que
lo econmico tiene por contenido la gestin de las necesidades.
6. Para Marx, la crtica de la poltica no tiene por objeto al Estado, ni el juego
de los partidos, la clientela de stos y el consumo de la misma por parte
de los partidos, etc., aunque son aspectos a tocar. Ms bien, como digo, el
objeto de la crtica de la poltica es la exploracin crtica de las condiciones de
posibilidad de la revolucin comunista desde el punto de vista de la gestin
de las libertades, en complemento de la crtica de la economa poltica. En el
interior de ese objeto tienen lugar los respectivos apartados de los tpicos
de la ciencia poltica acadmica recin mencionados, as como otros que por
supuesto no son acadmicos, tales como la cuestin del doble poder o la
revolucin permanente y la crtica de la burocracia tanto en el Estado como en
los partidos; ni qu decir de la complementariedad entre la representatividad
poltica y la autogestin de la produccin, del consumo, de la circulacin y
de la distribucin de la riqueza social, y al nivel de cada empresa como al del
conjunto de las mismas, etc.
7. Pues bien, como el hogar clsico para el anlisis crtico de las condiciones
de posibilidad de la revolucin comunista mundial observadas polticamente
es la revolucin europeo-continental de 1848, con base en esa revolucin
Marx y Engels analizaron y valoraron constantemente todos los ulteriores
sucesos revolucionarios y no revolucionarios, europeos y no europeos, que
se relacionaron con la temtica general aludida. Lenin supo ver este hecho,
aunque no pudo dar cuenta del por qu de esa preferencia de Marx y Engels.
En lo que sigue nos ocuparemos de la crtica de la Revolucin de 1848
intentando precisar las ideas de Marx y Engels respecto de la misma, as
como sus posiciones en ella. Ambas cuestiones han sido malentendidas
sorprendentemente y puntualizarlas es tarea bsica para la elaboracin de la
crtica de la poltica con base en su objeto terico especfco.
Jorge Veraza
22
8. De la lectura de la primera parte del presente libro el lector obtendr una
semblanza general de la revolucin europeo-continental de 1848. Como
la revolucin tiene sus premisas y sus resultados cercanos, abordamos un
perodo de 30 aos, de 1830 a 1860. As, la revolucin de 1848 queda situada
en el desarrollo histrico capitalista y como factor del desarrollo civilizatorio
que llega a nuestros das.
Por su parte, la lectura de la segunda parte ofrece un panorama matizado de
la revolucin de 1848. Pero, precisamente, al modo de discutir lo que no fue
pero ha sido credo que fue esa revolucin o la actuacin de Marx y Engels
en ella. Se trata, pues, de una matizacin polmica, pues, enderezada contra
insignes intrpretes de la misma, todos marxistas o que alguna vez lo fueron.
Es decir, discuto interpretaciones equvocas para reponer los hechos en su
lugar.
Por cierto, la polmica con estos autores se enzarza en un perodo histrico
de ms de 100 aos, pues obliga a visualizar los momentos histricos
en los que ellos escribieron sus respectivas interpretaciones del suceso
revolucionario pretrito (1895, Eduard Bernstein; 1902, Franz Mehring; 1918,
Rosa Luxemburgo; 1948, Karl Korsch; 1973, Eric Hobsbawm; 1975, Fernando
Claudn y Eric Hobsbawm de nuevo; 1984, Anbal Yez). En realidad, en
todo el libro expongo mi propia interpretacin de la revolucin del 48, primero
en positivo y en general, y luego polmicamente y particularizndola, de
suerte que la semblanza general que ofrezco prueba su pertinencia al notar la
incoherencia de otras interpretaciones y afanzar, por contra, la propia.
9. La primera parte de este libro la componen tres ensayos. El primero espiga
una interpretacin original del perodo con base en una cronologa al uso
8
de la revolucin de 1848. Mi intencin en este primer ensayo es demostrar
que esos hechos se explican coherentemente mediante esa interpretacin cuya
clave es el paso de la medida continental de capital a la medida mundial, paso
ocurrido precisamente entre 1848 y 1850, y siendo la crisis econmica inglesa
de 1847 y la revolucin de 1848 su jaln fundamental. El segundo y el tercer
ensayos comentan sendos libros de Marx sobre el perodo consecutivo al ao
de 1848. Tomo a Marx como testigo epocal decisivo de los sucesos. Se trata de
libros muy poco comentados y que redondean y esclarecen las posturas de
Marx en 1848, las cuales han sido malinterpretadas (lo cual se demuestra en
la segunda parte). Es pertinente traer a cuento textos que en alguna medida
ponen las cosas en su lugar.
8 Contenida en el libro de Fernando Claudn, Marx, Engels y la revolucin de 1848, Siglo XXI Edi-
tores, Mxico, 1981 [1975].
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 23
1825 es el ao de la primera crisis de sobreproduccin del sistema capitalista
misma reseada y ampliamente comentada por Charles Fourier, sntoma
de que el modo de produccin capitalista ya se asienta sobre bases tcnicas
propias, como son la maquinaria y la gran industria, por lo menos en
Inglaterra. Los aos subsiguientes ven la extensin del modo de produccin
capitalista especfco tambin en el continente europeo, sobre todo en Francia.
De modo que la revolucin de 1848 expresa la pujanza del capitalismo
industrial en el continente intentando zafarse de las trabas feudales y
absolutistas que lo constrieran. De ah que la revolucin culmine con el
establecimiento de una serie de naciones francamente burguesas a travs de
una contrarrevolucin que modera las exigencias democrticas y destruye
las socialistas y comunistas. Este famante cosmos burgus, confgurado por
vez primera, desarrolla pronto una poltica internacional ad hoc, una poltica
internacional especfcamente capitalista, complemento del establecimiento
de la maquinaria y la gran industria en tanto modo de produccin capitalista
especfco que entre 1825 y 1848 se extiende de Inglaterra a los principales
pases del continente europeo y complemento, asimismo, de la poltica interior
burguesa, entretanto conformada en cada uno de los pases inmiscuidos en la
gran transformacin.
La polmica de la segunda parte se distribuye del modo siguiente. Discuto,
primero, a dos autores leninistas (Anbal Yez y Eric Hobsbawm) por ser el
leninismo la interpretacin dominante en el interior del marxismo y que se
piensa en sintona con Marx, aunque en verdad difere de l.
Despus, abordo tres autores que criticaron a Marx, sea por sus ideas respecto
de la revolucin de 1848 o por su actuacin poltica en ella. El primero es
Eduard Bernstein, cuya interpretacin (1895) de la revolucin de 1848 puede
ser considerada el origen del revisionismo y de la crisis del marxismo. Su
enfrentamiento con Marx y Engels fue contestado por Rosa Luxemburgo (a
quien discuto en el contexto de la polmica con Bernstein) y por Lenin.
La actualidad de Bernstein es innegable hoy, despus de la cada de la urss,
y permea buena parte de los argumentos posmodernos contra el marxismo.
Pero esta infuencia y actualidad no son evidentes. Deben ser mostradas y
denunciadas, para lo cual es pertinente revelar las races no slo histricas
y polticas de su discrepancia con Marx, sino tambin las psicolgicas, pues
stas revelan su sintona con las actitudes antimarxistas de muchos autores
posmodernos que antes fueron marxistas. El triunfo del leninismo sobre
Bernstein, por lo dems, nunca fue defnitivo sino slo en las corrientes
marxistas dominadas por los partidos comunistas, pero no en el pensamiento
socialdemcrata. La quiebra del leninismo suscit el paso de Bernstein a
primer plano pero sin nombrrselo, como para no suscitar resistencias en el
Jorge Veraza
24
resto de la izquierda, tan predispuesta en contra de l. El uso posmoderno
de los argumentos de Bernstein no es, por lo dems, socialdemocrtico, sino
francamente reaccionario, apenas recubierto de apariencia liberal.
Tambin hubo crticas desde la izquierda a las ideas y posiciones de Marx
y Engels en 1848. La ms radical fue la de Karl Korsch, a los 100 aos de
la publicacin del Manifesto del Partido Comunista y de ocurrida la
revolucin de 1848, de suerte que contiene la postura ms compleja de
todas, pues tiene tras de s a las de Bernstein, Rosa y Lenin, etc., y se defne
frente a ellas. Paradjicamente, en algunos puntos coincide con Bernstein y,
tanto en sto como en lo que no, tambin ha podido ser saqueada por parte
del antimarxismo reciente desde 1980, ms o menos. Y es que si Bernstein,
para revocar la revolucin en aras del reformismo, ve necesario desbancar
al pensamiento de Marx, en particular sus ideas revolucionarias sobre el
1848, Korsch cree necesario criticar radicalmente a Marx si todava quiere
hacerse la revolucin comunista, ya que el torcimiento de sta presente en
el stalinismo, en el leninismo, en el luxemburguismo, en el kautskysmo y en
el revisionismo a lo Bernstein tiene races piensa l en las ideas de Marx
y Engels, las cuales arraigan epocal, prcticamente, en la limitacin histrica
de ambos, limitacin decidida, por cierto en la estructura ambigua de los
acontecimientos de la revolucin de 1848. Estos matices, incorrectos o no, son
lo de menos para el antimarxismo actual, el cual simplemente encuentra en
Korsch una revocacin a fondo de Marx. La complejidad de la postura de
Korsch junto con su vena marxista o, mejor, histrico-materialista, le sirve
de coartada al antimarxismo. Primero, para convencerse de que seguro es
cierta por complicada y de apariencia fundada, y, segundo, para aparentar
primero para s mismo y luego ante otros que es una revocacin de Marx
no reaccionaria sino en aras de la libertad, etc.
Despus de discutir a Bernstein y antes de polemizar con Korsch, discuto la
dbil defensa que Franz Mehring hiciera por ejemplo, frente a Bernstein
de las ideas de Marx en sus escritos de 1843, a propsito de una posible
revolucin socialista en Alemania. Primero, porque estas ideas son la base
de las del Manifesto del Partido Comunista y, en general, de las posiciones
polticas de Marx en 1848, malinterpretadas luego por Korsch. Segundo,
porque esa dbil defensa no slo revela la fortaleza epocal de la ideologa
bernsteiniana como ingrediente decisivo de lo que podra denominarse el
sentido comn de la izquierda, sino porque muestra desde dnde y cmo
fue leda y an lo es la teora de Marx acerca de la revolucin poltica, de
la revolucin social y de la revolucin especfcamente socialista, esta ltima
constantemente confundida con aquellas.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 25
10. La captacin general y regional de la revolucin de 1848 se presenta en
el libro como sigue. La cronologa aborda el conjunto; el comentario al libro
Hroes en el destierro, sobre todo a la revolucin alemana; el ensayo sobre
el Herr Vogt, a las revoluciones alemana, francesa y hngara, as como la
contrarrevolucin general; la crtica a Anbal Yez se ocupa de la revolucin
alemana; la dedicada a Hobsbawm, de la revolucin continental en su
conjunto. La crtica a Bernstein trata de la revolucin francesa, y la dedicada a
Mehring, de la alemana; y, fnalmente, la crtica a Korsch, de la alemana y del
conjunto continental. Tambin se encontrarn comentarios a David McLellan
sobre la relacin entre la revolucin alemana y Marx; as como a Fernando
Claudn, Roman Rosdolsky y otros. El ltimo ensayo de la segunda parte
comenta aspectos esenciales de la interpretacin de Marx sobre La lucha de
clases en Francia. Si no podemos no interpretar los hechos, cabe hacerlo mal
o hacerlo bien. Me interes detallar el modo de Marx para lograr atinar, sobre
todo, despus de revisar variadas maneras de desatinar.
11. La primera vez que asum la necesidad de esclarecer la revolucin de 1848
como piedra de toque para superar la crisis del marxismo fue a fnes de 1975,
ao en que le La crisis del marxismo (1931), de Karl Korsch. La revolucin
comunista mundial resultaba conectada decisivamente con ambos factores,
ora para esclarecerlos ora para ser esclarecida por ellos. Estos tres factores
del desarrollo histrico capitalista no podan abordarse exitosamente sin una
teora del desarrollo capitalista bien consolidada, lo cual pasaba, a su vez,
por la crtica a las teoras del imperialismo confrontadas con El capital de
Marx. Emprend en forma esta crtica por primera vez a mediados de 1980
y en 1979 haba anotado en mi tesis de licenciatura
9
a dicha crtica como
condicin necesaria no en referencia al asunto de la revolucin de 1848,
sino para esclarecer el desarrollo capitalista consumista del siglo xx, segn
ste se refejaba en la Nocin de gasto (1932) de Georges Bataille. En efecto,
la nocin de este autor sobre el consumo suntuario es imposible de dilucidar
desde las teoras del imperialismo. Adicionalmente, en este autor la revolucin
mundial encontraba recepcin profunda, adquira virulencia y se enriqueca,
si bien para terminar claudicando gloriosamente a favor del Plan Marshall
de reconstruccin de Europa por parte de Estados Unidos.
10
Los captulos del
presente libro a excepcin del octavo, escrito en 1993 para conmemorar los
150 aos del En torno a la crtica de la flosofa del derecho de Hegel, de
Marx as como el Prlogo y la Conclusin fueron redactados especialmente
para esta publicacin, con vistas a completar la celebracin de los 150 aos del
Manifesto del Partido Comunista con la de la revolucin que lo hizo nacer.
La introduccin recoge el texto de la conferencia inaugural de la celebracin
9 Cfr. mi Tesis fundamentales de la crtica de la economa poltica. Un ejercicio: Georges Bataille, Tesis de
licenciatura, UNAM. Facultad de Economa, Mxico, 1979.
10 Cfr. Georges Bataille, La parte maldita (1949), Editorial Edhasa, Madrid, 1974.
Jorge Veraza
26
de los 150 aos del Manifesto realizada en Mxico, D.F., el 25 de febrero de
1998, la cual quise improvisar ante el pblico para, as, subrayar la actualidad
del Manifesto del Partido Comunista en los das que corren, y para tener el
honor de lograrlo. Pues ninguna celebracin seria del Manifesto del Partido
Comunista puede dejar de ser celebracin propia, esto es, que nos incluya.
Debo agradecer de todo corazn la revisin de estilo realizada por David
Moreno, adems encargado de la edicin de este libro, as como la captura en
computadora cuidadosamente llevada a cabo por Diana Rolds.
Mxico, D.F., 25 de octubre de 1998
A.2. La especifcacin histrica del Manifesto y de nuestra poca
A.2.1. El Manifesto del Partido Comunista como avatar histrico
1. En su cumpleaos 150, el Manifesto del Partido Comunista es un libro que,
aunque hoy se vende ya muy poco, sin embargo nos toca muy hondo.
En el momento actual hay mucho olvido, mucha confusin. Algo parece
aclararse despus de que emergieron nuevas luchas (sobre todo a partir del
1 de enero de 1994) en el contexto de represin globalizada, de triunfalismo
neoliberal, pero, en realidad, el horizonte se nimba todava de nubarrones de
confusin. Nada mejor, para intentar discernir lo oculto y deshacer alguna
confusin, que refexionar en torno a uno de los elementos encallecidos de la
conciencia histrica de la humanidad de los ltimos 150 aos. Me refero al
acto de pensar el avatar del Manifesto del Partido Comunista o al Manifesto
del Partido Comunista en tanto avatar histrico.
Desde su surgimiento, este pequeo libro estuvo trenzado completamente
con la actividad de los socialistas y de los comunistas, del proletariado. Ya en
sus prlogos en particular, el de 1890 Engels hace un balance de cmo se
ha imbricado el Manifesto con las luchas proletarias como expresin terica
de las mismas.
La historia del Manifesto del Partido Comunista se integra con la historia del
movimiento obrero no solamente en los momentos de auge sino tambin en los
momentos de crisis, y tanto en la lucha del proletariado contra el capitalismo
como en la lucha de las clases subalternas en general contra el capitalismo. La
historia del Manifesto no solamente comparte con el movimiento rebelde los
buenos momentos sino tambin los malos. Si vemos as las cosas es ms fcil
no equivocarnos.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 27
2. He odo en distintos lugares y de distintas bocas algo que constituye buena
parte del clima del momento. Se dice: que el marxismo no tena razn, este
pensamiento ha dejado de ser vigente, o no digamos el pensamiento marxista
en general sino el pensamiento de Marx en particular. El mismo Manifesto no
se sostiene ante las evidencias actuales.
Ojo. Qu sern estas evidencias? Yo creo que hay que pensarlas en lugar de
tomarlas como evidentes. S, que estn ah para ser palpadas, para ser tocadas,
practicadas, manejadas, manipuladas, pero no son evidentes. Sin embargo, en
el discurso cotidiano o no tan cotidiano, a nivel de la ideologa dominante,
se manejan los hechos actuales como si fueran autoevidentes. Y hete all, ante
estas evidencias, que el pensamiento de Marx, el Manifesto, no tiene nada
que decir. Aparentemente, ha sido derrotado.
Es curiosa esta contraposicin de hechos contra idea. Realmente, ni siquiera a
un hombre de las cavernas se le ocurrira una tal contraposicin. Es absurdo
tomar con una mano un hecho, con otra mano una idea, y golpearlos, porque
ni siquiera fuego se podra sacar de ah. Los hombres primitivos, ms
consecuentemente, frotaban una piedra con otra y obtenan fuego. O tambin
aplicaban el mtodo de la varita que se fricciona sobre la piedra. Sin embargo,
en nuestra era tan moderna y hasta posmoderna tenemos un pensamiento
supuestamente sofsticado que contrapone una idea con una realidad, con un
hecho evidente, y con esto nos deprime dicindonos que ya no hay salida o,
por lo menos, no la salida que habamos entrevisto; no hay esperanza para las
clases subalternas o, por lo menos, la salida que ya stas haban prefgurado.
La esperanza de la que los comunistas hablaron alguna vez no tiene va de
prosperidad.
Otro modo de equivocarse es insistir en que en la lucha de las ideas ahora
son dos ideas las que se toman, ya no una idea contra una realidad, es decir,
un imposible, sino una idea contra otra idea el pensamiento marxista perdi
frente al pensamiento de Weber, frente al de Locke, o el de Nietzche, frente al
pensamiento de Lyotard o de algn autor, como Heidegger, etc., al gusto de
quien quiera contraponer una idea con otra.
Ahora bien, si observamos que la historia del Manifesto del Partido Comunista
est imbricada con la historia del movimiento obrero, quiz podramos
entender de otra manera este refujo o recesin, esta aparente inoperancia
de la lucha y de la expresin terica de la lucha. No es que no tenga razn
el Manifesto del Partido Comunista, o el pensamiento de Marx, etc. Es que
el proletariado segn nos dicen no es la supuesta clase revolucionaria,
segn la misin que Marx le haba asignado como si l pudiera asignarle
ese papel de transformar al mundo y de producir un mundo mejor. En la
Jorge Veraza
28
experiencia histrica de ya muchos aos se ha notado que, en realidad, los
proletarios no parecen tener ganas ni garra, no tienen madera para ello. Y
se dicen tantas cosas por el estilo que, si de decir cosas se tratara, otro podra
decir, simplemente, es que el len est dormido.
3. Yo pienso que en la lucha de clases, como en cualquier contienda, es torpe
achacar la derrota de uno de los contendientes solamente al hecho de que
ste no tiene razn. Cuntas veces hemos tenido razn y, sin embargo, nos
parten el hocico. No es un problema solamente de razn. La lucha es un
problema de fuerza. Y, entonces, no se trata solamente de que el proletariado
no tiene la madera sufciente, ni la razn sufciente; se trata ms bien de que
el capitalismo est fuerte.
Es muy importante entender esto. Ahora lo notamos de manera evidente,
pero no hace 10 aos. Hace 15 o 20 aos, en los 70, ms bien se deca, por
ejemplo, que Estados Unidos el pas hegemonista absoluto despus de
la segunda guerra mundial haba entrado en una gran crisis, que estaba
profundamente dbil.
Es cierto que haba crisis econmica y que comenzaron a emerger con gran
evidencia Japn y Alemania, etc., y que Estados Unidos pareca retrasarse. As
pues, se deca que muy pronto el mundo vera constituirse un nuevo orden,
que habra un mundo multipolar, etc.
La evidencia actual de fortaleza de la potencia hegemnica mundial
norteamericana podra ser retrotrada a esos aos y reconocer que posiblemente
Estados Unidos no estaba tan dbil como muchos creyeron. Sin embargo,
segn esa creencia se disearon la crtica del capitalismo y la estrategia de
lucha en contra de Estados Unidos, o de cualquier otra nacin capitalista, o de
la clase dominante en tal o cual pas.
Hace 20 aos o 10 decir que Estados Unidos estaba fuerte era algo as como
una broma. Simplemente, no es cierto, se deca. A todo mundo le pareca
evidente lo contrario y segn eso regan sus conductas. Segn eso pedan
una beca a Oxford o a Estados Unidos, o a una universidad en Europa para
estudiar el problema de la acumulacin de capital en unos trminos segn los
cuales se demostrara que Estados Unidos estaba dbil.
Se tomaba como prueba de esta tesis entre otras cosas el hecho de que
los gobiernos republicanos eran demasiado represivos. Haba entonces el
capitalismo del Pentgono y por ese motivo las fuerzas democrtico-liberales
de Estados Unidos no emergan, lo cual era sntoma de que ese pas se debilitaba.
Como se ve, ese discurso aparentemente marxista serva fundamentalmente
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 29
para aumentar los votos del Partido Demcrata. Y, en vista de obtener estos
votos o este consenso democrtico-liberal, se sugera que si Estados Unidos
no segua la opcin demcrata liberal, seguramente perdera la hegemona. Es
cosa de releer algunos de los textos que se publicaban en ese entonces.
Digo esto solamente para ilustrar el asunto atingente a que hoy existe
evidencia de que el capitalismo est fuerte. Por ese motivo el sometimiento
de la clase obrera se encuentra en pleno auge. No es sino por este motivo que
esta opresin quiebra espinazos. La presin desde arriba hace que empiece a
brotar sangre de la nariz y de la boca, empieza a triturar huesos.
Ahora bien, no es sino por ello, entonces, que han habido levantamientos;
algunos desesperados, otros, despus de 10, de 20 aos de desesperacin,
esperando organizase para poder dar una respuesta ms efciente, ms
orgnica, etc. No es sino porque ha habido este recrudecimiento en la
dominacin mundial del capitalismo que han emergido distintos movimientos
rebeldes.
4. As pues, es necesario que dejemos de contraponer ideas con realidades
o una idea con otra idea y, ms bien, que observemos a las ideas como
acompaantes constantes de las realidades; que la debilidad del proletariado
no es endmica; que su falta de madera es una falacia; que en una contienda
importa observar los dos polos, la potencia de cada uno de ellos, la fuerza de
la acumulacin capitalista y la del proletariado; que la debilidad de ste se
debe, entonces, no a falta de razn, ni a falta de fuerza ontolgica por parte
del proletariado, sino a un hecho histricamente relativo y relativo tambin al
otro contendiente, a la fuerza que ste logr acumular. As podemos entender
tambin el refujo momentneo, epocal, histrico, del marxismo y tambin de
los movimientos proletarios.
Sirva todo esto para introducir a un tema que debe interesar a todos. Pensar
este tiempo de confusin, pensar este momento de aparente derrota, cmo
salir de l no entristecidos, o no contentos por haberle vendido el alma al
enemigo. Sino contentos, frmes, por habernos mantenido en nuestra esencia,
por haber defendido lo que nos corresponde, por haber reconocido quines
somos y por haber reconocido a otros de quienes pensbamos: pero ese otro
sujeto no es proletario, o yo no lo soy, pues los sujetos proletarios tienen un
aspecto distinto del mo.
En efecto, pareciera que ya no hay proletarios porque han cambiado el
aspecto, las caras, las modas, la vestimenta. A veces hasta un poco de hambre
se ha quitado en algunos proletarios pero en otros ha crecido. Ha cambiado
el mundo en cuanto a aspecto externo, pero eso slo signifca que el sujeto
Jorge Veraza
30
proletario se ha diversifcado, que muchas de las luchas que el posmodernismo
sugiere como de nuevos sujetos emergentes que sustituyen al proletariado,
en realidad son de fguras proletarias, de capas poblacionales en curso de
proletarizarse y que intentan zafarse del destino que el capitalismo les tiene
reservado.
El problema obligado a tratar ante este conjunto de anudamientos, de
confusiones, de frustraciones, y por intentar zafarnos de ellos, es el problema
de la especifcacin histrica de los conceptos,
11
o del pensamiento, o de los
sucesos histricos. Esta especifcidad histrica es, sobre todo, lo que hemos
perdido de vista en medio de las corrientes turbulentas del neoliberalismo.
Las cosas parecan muy claras hasta los aos 60 y todava a inicios de los
70, pero despus de la subida al poder de la Thatcher y de Reagan, con la
emergencia del neoliberalismo, todo empez a parecer otra cosa. No se diga 16
aos despus. As pues, en qu consiste la historia?, en qu consiste nuestro
presente? Esos hechos que nos dicen que son evidentes, qu son realmente?
Tenemos que hacer el esfuerzo por aclararnos, si no el cumpleaos 150 del
Manifesto no sera sino traer fores a una tumba y ponerlas piadosamente.
No habra otra salida.
A.2.2. Medir al capitalismo, sus fuerzas y las nuestras
5. Ahora bien, hay un camino relativamente sencillo para establecer la
especifcacin histrica del Manifesto del Partido Comunista, y esclarecer en
qu momento surgi y por qu surgi.
No se trata de un hecho solamente biogrfco individual de Marx o de Engels.
Se requiere si se piensa en trminos de materialismo histrico, con el mtodo
marxista observar el acontecimiento como un hecho epocal, condicionado
por realidades econmicas que van mucho ms all de la existencia individual
de Marx, Engels y sus familias; hechos polticos que movan a toda Europa
hacia 1848 y que habrn de redundar en la revolucin en Francia, en Alemania,
en revueltas en Italia, en Austria, etc., y en Europa Oriental.
12
11 Karl Korsch insiste, con razn, en esta cuestin (cfr. su Karl Marx, Editorial Ariel, Madrid,
1974) como esencial en el materialismo histrico para pensar el desarrollo de ste (aplicar el
materialismo histrico al materialismo histrico). Pero, segn mi criterio, Korsch lo hace de
modo insufciente. Lo que sigue pretende, pues, desarrollarlo y criticarlo.
12 La revolucin triunf en todo el gran centro del continente europeo, aunque no en su per-
iferia. Aqu debemos incluir a pases demasiado alejados o demasiados aislados en su historia
como para que les afectara directa o inmediatamente en algn sentido (por ejemplo, la penn-
sula ibrica, Suecia y Grecia); o demasiado atrasados como para poseer la capa social polti-
camente explosiva de la zona revolucionaria (por ejemplo, Rusia y el imperio otomano); pero
tambin a los nicos pases ya industrializados cuyo juego poltico ya estaba en movimiento
siguiendo normas ms bien distintas, Gran Bretaa y Blgica. Por su parte, la zona revolucio-
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 31
Pero esta crisis econmica o esta crisis poltica que vivi la Europa continental
fue promovida o impulsada o presionada por la crisis econmica de
Inglaterra, la potencia hegemonista de entonces, la cual exteriorizaba sus
contradicciones en el continente, y al exteriorizarlas las neutralizaba. Es decir
que, en el momento en que la crisis se desarrollaba en Europa continental,
viniendo de Inglaterra, no slo adquira un aspecto econmico sino incluso
poltico. El hambre, los despidos, el paro forzoso y, en fn, las condiciones
del capitalismo poco desarrollado del continente, obligaban a que las masas
poblacionales se sublevaran y que hubiera intentos de democratizacin de los
antiguos regmenes, etc. Una vez que se llev a cabo la revolucin europea
continental, una vez desarrolladas las contradicciones de la crisis econmica
desde Inglaterra hasta Europa continental, empez la recuperacin inglesa;
esta potencia empez a dominar los mercados y a poder volcar su masa de
mercancas invendibles fuera de Europa, hacia Amrica. En ese momento
el curso de la revolucin europeo-continental qued detenido de nuevo, el
hegemonista ingls volvi a tomar las riendas del conjunto, todos los estados
europeos se alinearon. La revolucin de 1848 qued sofocada.
As pues, segn describe Marx en un clebre ensayo Mayo-octubre de 1850,
el movimiento de la crisis econmica iniciado en Inglaterra se extendi al
continente europeo, pero en ste se neutralizaron las contradicciones que la
haban hecho surgir en Inglaterra, as que, aunque en la Europa continental
proseguan la crisis econmica y la crisis poltica, en Inglaterra ya comenzaba
la recuperacin. Pues bien, esta ida y vuelta espacial y funcional de la crisis
econmica de 1848-1850 es uno de los rasgos que posibilitaron la redaccin
del Manifesto del Partido Comunista.
Pero ms all de esta dimensin coyuntural, la vigencia del Manifesto ha
sido epocal y la hondura del texto sostiene esta infuencia. As que habra
que caracterizar hondamente la especifcidad del momento histrico de la
redaccin de aquel texto.
El camino ms sencillo para especifcar el momento histrico del Manifesto del
Partido Comunista, as como el nuestro, este actual, para as poder desextricar
naria compuesta esencialmente por Francia, la Confederacin Alemana, el imperio austraco
que se extenda hasta el sureste de Europa e Italia, era bastante heterognea, ya que comprenda
regiones tan atrasadas y diferentes como Calabria y Transilvania, tan desarrolladas como Re-
nania y Sajonia, tan cultas como Prusia y tan incultas como Sicilia, tan lejanas entre s como
Kiel y Palermo, Perpin y Bucarest. La mayora de estas regiones se hallaban gobernadas por
lo que podemos denominar speramente como monarcas o prncipes absolutos, pero Francia
se haba convertido ya en reino constitucional y efectivamente burgus, y la nica repblica
signifcativa del continente, la Confederacin Suiza, haba iniciado el ao de la revolucin con
una breve guerra civil ocurrida al fnal de 1847. Eric Hobsbawm, La era del capital, 1848-1875,
op. cit., p. 23, cursivas mas.
Jorge Veraza
32
los nudos, resolver algunas confusiones y algunos olvidos, es el de medir al
capitalismo. S, determinar de qu tamao es el enemigo, de qu tamao era
el capitalismo en la poca de Marx y de qu tamao es actualmente.
El concepto de medida de capital planteado por Marx en su obra El capital
no solamente alude a la cantidad de dinero o de elementos tecnolgicos que
el capital posee en un momento dado. Puede ser un concepto mucho ms
vasto que el que usaramos para medir una empresa. Tenemos la medida
geopoltica de capital, por ejemplo, la medida continental de capital. Pues
bien, hacia 1848-1850 ocurri el traspaso de la medida continental de capital
a la medida mundial de capital, y hoy esta medida se ha redondeado y est
tupindose.
Lo que se puede ver en una poca y lo que se puede ver en otra, la posibilidad
de la visin terica a veces, incluso de los ojos fsiolgicamente entendidos
depende de las condiciones materiales de la misma, y stas se resumen en la
medida de capital existente en cada ocasin.
Hacia 1848 la medida continental de capital se encontraba abarrotada y a punto
de ser desbordada; en toda Europa Occidental el capitalismo era el modo
de produccin dominante. Por supuesto que existan formas de produccin
precapitalistas; en buena parte de los pases europeos el rgimen poltico
dominante era el absolutismo. Pero el capitalismo era el modo de produccin
evidentemente dominante en Inglaterra, Francia y Alemania, as como en la
correlacin de fuerzas de toda la Europa continental. Esto es esencial.
Despus de 1850, despus de derrotada la revolucin del 48 y con el auge
ingls, el capitalismo se desbord fuera de la medida continental. Sigui
tupiendo su medida continental, pero sobre la base de desbordarse hacia
la India, Asia y Amrica Latina, etc. Dio inicio el tupimiento de la medida
mundial del capital. Eso signifca que en 1848 hubo un momento en que al
capitalismo le falt el aire porque le falt espacio.
Como el capitalismo se alimenta de ganancias le es muy importante el
espacio. El tiempo le pesa, ms bien intenta engullirlo, abolirlo. Necesita que
no haya tiempo histrico, que no haya memoria histrica; que no exista ms
tiempo que el presente del consumo, el presente de la compra-venta; que no
haya memoria ni experiencia de los explotados para que stos no sepan cmo
enfrentar al enemigo.
Pero el espacio le es esencial al capital, ese no hay que cancelarlo sino, de
preferencia, ampliarlo. El espacio es lugar para poner nuevas fbricas, para
hacinar obreros, para dominar nuevas tierras, establecer nuevos mercados,
etc.; en fn, para desplegar una explotacin ms febril, ms virulenta.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 33
As que, hacia 1848 tenemos un momento de asfxia para el capitalismo y un
momento luminoso para el sujeto social, particularmente para el proletariado
y para los intelectuales que en ese momento estaban orgnicamente vinculados
a l. Este fue el caso, por ejemplo, de Marx y Engels. Pero no fueron stos los
nicos casos, por supuesto, pues las cosas que se pueden ver en un momento
histrico en que al capitalismo le falta espacio, en que el capitalismo se asfxia,
son muy distintas que las cosas que se pueden ver cuando el enemigo crece
y tiene espacio que tupir, cuando todava le quedan grandes, inmensos,
territorios por dominar; cuando todava los colmillos sangrantes escurren
baba al observar las grandes masas poblacionales que todava pueden ser
proletarizadas y explotadas; cuando le queda todava larga vida.
En 1848 pareci por un momento que se le acababa el aire al capitalismo, aunque
realmente era slo este efecto de resorte segn el cual las contradicciones
econmicas inglesas se exteriorizaban en las contradicciones econmicas del
continente y de esta manera se multiplicaban o potenciaban en contradicciones
polticas; de suerte que emergan movimientos revolucionarios, sobre todo
campesinos, o bien proletarios, comandados por la burguesa pero en donde
el proletariado ya pudo tener presencia.
La revolucin de 1848 para nada fue una revolucin socialista. Tampoco
fue derrotada la revolucin socialista en 1848, porque no la hubo y era muy
improbable que la hubiera. Fue una revolucin democrtico-burguesa, pero
la primera en que el proletariado tuvo una presencia autnoma, en donde
pudo levantar demandas propias y plantear su programa y su manifesto a
ojos vistas de todo mundo.
Una vez que el resorte se comprima y regresaba otra vez hacia Inglaterra, la
revolucin quedaba reprimida, y otra vez el capitalismo tuvo momento de
expansin, otra vez tuvo aliento. Sin embargo, lo importante son los 10 o 20
aos anteriores, en los que se iba tupiendo la medida continental de capital y el
capitalismo, al mismo tiempo que creca, tupindose en Europa, iba sintiendo
ya el momento de la crisis, el momento en que las gentes piden democracia.
La burguesa prometa democracia, pero las gentes que pedan democracia
no crean en la burguesa. Eran campesinos, o bien proletarios, gente que
quera ir mucho ms all de donde poda la burguesa. De ah entonces
que en Alemania, por ejemplo, la burguesa fuera denominada burguesa
termidoriana. Es decir, una burguesa que tena miedo de las propias
realizaciones capitalistas, burguesas, a nivel poltico, porque se haba dado
cuenta de que con el triunfo de la burguesa en Inglaterra o en Francia emergi
el proletariado con demandas que atentaban contra el capitalismo. As pues,
se trata de una burguesa retro, muy parecida a la burguesa posmoderna
Jorge Veraza
34
actual. Lo esencial, repito, son los diez aos anteriores a la revolucin de 1848,
en los que en medio del auge se preparaba la crisis.
13
6. La revolucin de 1848 culmin una crisis econmica. Sin embargo,
aquella no fue una crisis cclica como cualquier otra, aunque tambin tuvo
ese movimiento de resorte de otras crisis, de recesin y recuperacin. Lo
importante es que fue una crisis cclica conectada con una crisis espacial, con
el agotamiento de la medida geopoltica continental europea de capitalismo.
Esta situacin asemeja al mundo capitalista de aquel entonces con el mundo
capitalista ms desarrollado posible, aquel que se ha mundializado, para
el cual ya no hay espacio por lo menos en la Tierra, cuyos das estn
contados, que produce sus propios sepultureros en la misma medida en que
los explota salvajemente, que ya no tiene ningn otro rincn de la tierra hacia
el cual aminorar sus contradicciones sino que tiene que tupirlas da con da en
el espacio que encuentra disponible.
Esta situacin de capitalismo completamente desarrollado, completamente
maduro, de capitalismo puro en todo el mundo, se vivi anlogamente en la
Europa de 1848 al darse el agotamiento de la medida continental de capital.
En ese momento, Europa coincida con la totalidad del mundo capitalista.
La visin de totalidad que caracteriza al mtodo marxista en su dimensin
heurstica o de que descubre verdades, se posibilit histricamente justamente
porque el capitalismo llegaba a totalizarse espacialmente, geogrfcamente,
prcticamente, a escala continental. El tiempo histrico fue total por un
momento porque el espacio sobre el cual ese tiempo histrico arraigaba
quedaba integrado. Todas las salidas quedaron cerradas momentneamente.
Todos los subterfugios del capital, tanto polticos como econmicos, tanto
lingsticos como ideolgicos, se presentaron, en un momento dado, hasta el
punto de su cerramiento. As que se posibilit la crtica fundamental de las
variantes ideolgicas posibles del capitalismo, por ejemplo, en la Ideologa
alemana o en la Sagrada Familia; se posibilit que la flosofa ms potente de
la burguesa tuviera lugar en la cabeza de Hegel; se posibilit que la economa
poltica burguesa desarrollara su mximo poder explicativo acerca de la
realidad. Nunca despus la burguesa tuvo mayor nivel terico, tanto flosfco
como econmico, poltico y a nivel de la vida cotidiana. Todo quedaba sin
salida, sin subterfugio; todo quedaba claramente visto en su contradiccin,
en su clmax, en su asfxia, en su imposibilidad de transformarse en otra cosa
para no morir. En esta situacin histrica naci el pensamiento de Marx y
Engels. Es muy distinta esta situacin histrica que la que se vivi despus.
Muchas veces las pocas posteriores se alzan de hombros ante la economa
poltica clsica inglesa, o la flosofa clsica alemana, o el marxismo y dicen
13 Anlogamente, en medio de la revolucin de 1848 se gest la contrarrevolucin.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 35
ese es un pensamiento del siglo XIX. Pero decir el siglo XIX es hablar de
un nmero. De lo que se trata es de establecer un anlisis cualitativo del
momento histrico, de establecer la medida de capital entonces existente y de
las posibilidades histricas que de ella derivaban. Tambin se puede hablar
de otro modo. Se puede aludir a que la potencia de ese pensamiento del siglo
XIX, hacia el momento de agotamiento de la medida continental de capital,
puede ser medido por la potencia de las fuerzas productivas materiales de
aquel entonces.
Suele tomarse como un hecho evidente que las fuerzas productivas materiales
de nuestro siglo son mucho ms potentes que las del anterior. Sin embargo,
quiz no sea as. Cmo se miden las fuerzas productivas para saber qu
potencia tienen? Esto es importante, porque, ms o menos desde 1975, in
crescendo, incluso los propios marxistas, uno tras otro, creyeron que tenan
que renunciar al concepto de fuerzas productivas porque supuestamente era
un concepto economicista, tecnologicista; huan de ese concepto como si esa
fuera la clave del dogmatismo, como si el stalinismo estuviera concentrado en
el concepto de fuerzas productivas porque debido a l no se ve la diversidad
de los movimientos sociales, el juego poltico, sino que todo se arraiga en la
economa y en la materia, en la sucia materia, y ya no queda nada para el
juego del sujeto y todo lo dems que se habla acerca de la actualidad.
7. Es importante saber qu es el concepto de fuerzas productivas, cmo medir
stas. Quiz de ese modo el concepto no resulte dogmtico y vuelva a ser
heurstico, y pueda servirnos para pensar la realidad actual y la realidad
anterior, compararnos honestamente con aquella y no alzar los hombros,
infatuados, frente al siglo XIX.
Las fuerzas productivas se miden, en primer lugar, por la cantidad de
productos que producen. Pero esos productos son tales por la satisfaccin
que nos producen. Hay muchos productos que no producen satisfaccin.
Ahora, ms que antes, hay muchas armas, hay mucho poder destructivo,
pero no solamente de guerra. Actualmente en el capitalismo sobre todo
desde 1930 en adelante y, ms tupidamente, desde la segunda posguerra
tambin los objetos de la paz, los objetos de uso cotidiano, nos estn haciendo
la guerra. Deterioran la salud, destruyen el ambiente, matan gente por
enfermedades. No solamente cuando no hay comida la gente est perdiendo
la salud. Tambin muere de hambre cuando come y se sacia, pues lo que come
produce enfermedades. El cuerpo est siendo depredado por exceso y por
insufciencia, as que no es un cuerpo feliz. No es un cuerpo que est teniendo
que ver con productos en el pleno sentido de la palabra, con valores de uso,
con tiles para la vida.
Jorge Veraza
36
Esto es decisivo para medir las fuerzas productivas del siglo XX. stas son
fuerzas productivas mucho ms dbiles en todo un gran aspecto, pues no
pueden producir la felicidad de la humanidad; pero para eso son esencialmente
las fuerzas productivas. Por qu es tan valioso el poder productivo? Por
qu podemos admirar una mquina? Pues porque nos anuncia mucha
satisfaccin, muchos cuerpos vestidos, muchas barrigas llenas, muchas casas
protegidas. En cambio, cuando estos productos nos anuncian malestares
fsiolgicos y psicolgicos, cuando nos anuncian enfermedades producidas
industrialmente, no puede decirse que nos admiremos ante el poder de las
fuerzas productivas.
8. Pasemos a otra medicin de fuerzas productivas. Las fuerzas productivas
tcnicas no slo tienen referencia con el sujeto al cual satisfacen, aunque ste
es el principal parmetro para medirlas, para decir esta fuerza productiva es
potente, esta fuerza productiva es dbil. El otro parmetro consiste en medir
la fuerza productiva en referencia al espacio que barre, es decir, el contraste
de la fuerza productiva entendida objetivamente con el objeto prctico, con el
campo prctico con el que tiene ver. Esto se vuelve evidente, por ejemplo, con
los radios y las televisiones. La potencia de esta fuerza productiva depende de
hasta donde llegan las ondas que pueda emitir la estacin emisora, el campo
de accin, el terreno que barre, a cuntos escuchas llega, a cuntas gentes
puede modelar, a cuntas gentes puede cohesionar, a cuntas gentes puede
oprimir. Ese es el poder de esa fuerza productiva, pero eso tambin es vlido no
solamente para los medios de comunicacin sino tambin para las mquinas
que hilan, para las locomotoras y para cualquier otra mquina. Las fuerzas
productivas capitalistas en 1848 tupan completamente el espacio continental
europeo del capitalismo, mientras que las fuerzas productivas posteriores
se encontraron con un espacio abierto que an no tupan sino que podran
tupir, pues era su lugar para crecer, mientras que las fuerzas productivas de
1848 parecan ya no poder crecer ms. Esto es esencial, porque la burguesa o
desarrolla las fuerzas productivas o ha cancelado su misin histrica.
As pues, en la crisis coyuntural de 1848, coincidiendo con el agotamiento de
la medida continental de capital, se vivi por un momento en el curso del
efecto de resorte de la crisis econmica el signifcado de que las fuerzas
productivas existentes ya no podan ser desarrolladas por el capital, que la
misin de la burguesa haba concluido, y como ya no poda desarrollar las
fuerzas productivas, no podra integrar a las clases subalternas, ya no las
poda manipular o comprar ni las poda aterrorizar de manera sufciente.
Estas clases habran de sublevarse, exigir otro mundo, construir otro mundo;
habran de tomar las fuerzas productivas a su cargo y hacer lo propio.
El territorio que barren es otra dimensin esencial para medir a las fuerzas
productivas. Se puede reconocer el momento en que ya han tupido un
entramado y lo que se vislumbra despus de eso, la vida que les queda por
delante. Las fuerzas productivas de 1848, tupiendo la medida continental
del capital, indicaban que a nivel poltico y cultural todo el entramado se
encontraba tupido, plenamente desarrollado; mientras que, una vez que
el capitalismo desbord la medida continental, conforme progresaba este
sistema empez a ocurrir una especie de retroceso histrico y la consiguiente
decadencia cultural.
La sociedad de la total enajenacin que es el capitalismo no puede ser pensada
histricamente sino a contrapelo de lo que signifca humanidad. Para el
capital progreso signifca, en general, progreso para la humanidad pero, en
particular, sabemos que signifca deterioro, enajenacin, para la humanidad.
En 1848, la posibilidad de una nueva sociedad, las alternativas para el
sujeto social, estaban quiz apenas del otro lado del espejo. Slo se requera
transitar, cruzar el espejo. Despus, el espejo fue quitado, se difumin. El
capitalismo tuvo nueva vida, nuevo aliento, y se alej la posibilidad histrica
de revolucionar al capitalismo.
9. Otro factor importante para medir las fuerzas productivas es una idea de
Marx en la Miseria de la flosofa escrita un ao antes que el Manifesto
del Partido Comunista, as que esta idea est presente con toda nitidez en el
Manifesto: la fuerza productiva ms grande [la ms potente] es la propia
clase revolucionaria,
14
pues es la clase que lleva en sus entraas el germen
de una nueva sociedad. Esta fuerza productiva era vigente de manera plena
en 1848. En ese entonces pudo presentar su alternativa autnoma, aunque no
tomar bajo sus riendas a la revolucin. Esta clase sigui creciendo en nmero
en aos posteriores, sin embargo, tena que ir por detrs del desarrollo de
las fuerzas productivas capitalistas, pues stas otra vez tomaron la delantera.
Otra vez la misin histrica del capitalismo se volva vigente mientras que
la potencia del sujeto revolucionario retroceda relativamente, se alejaba la
posibilidad de revolucionar al capitalismo porque ste alargaba su propia
meta espacial y tecnolgicamente, y eso signifca econmica, poltica y
culturalmente.
14 Karl Marx, Miseria de la flosofa, Siglo XXI Editores, Mxico, 1975, p. 159. Vale la pena transcribir
el prrafo completo, pues muestra el argumento completo que aqu se interpreta: La existencia
de una clase oprimida es la condicin vital de toda sociedad fundada en el antagonismo de clases.
La emancipacin de la clase oprimida implica, pues, necesariamente la creacin de una sociedad
nueva. Para que la clase oprimida pueda liberarse, es preciso que las fuerzas productivas ya ad-
quiridas y las relaciones sociales vigentes no puedan seguir existiendo unas al lado de las otras.
De todos los instrumentos de produccin, la fuerza productiva ms grande es la propia clase
revolucionaria. La organizacin de los elementos revolucionarios como clase supone la existencia
de todas las fuerzas productivas que podan engendrarse en el seno de la vieja sociedad.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional
37
A nivel cultural empez a darse un gran retroceso, como ya dije antes, las
grandes alturas a las que lleg el pensamiento burgus tanto en la cabeza de
Hegel, como en la cabeza de los economistas ingleses, comienza a recular.
Comienza una vulgarizacin a todos los niveles.
As pues, a partir de 1850 hay un retroceso histrico relativo al progreso
histrico del capitalismo; las potentes fuerzas productivas de la humanidad,
que en un momento vislumbraron la posibilidad de construir una nueva
sociedad, se vieron debilitadas. De nueva cuenta la sociedad debi durar
en lugar de ser soberana; debi apoyarse de nuevo en la economa y en la
tecnologa dominadas por el capitalismo, en lugar de afanzarse en el sujeto
subalterno, en el sujeto oprimido, y establecer un momento de soberana, de
transformacin radical del conjunto de las relaciones de produccin, poltico
y cultural. En lugar del momento de soberana, la humanidad tuvo que
restringirse a simple y llanamente durar, durar bajo el yugo pero durar, durar
explotada pero durar. No es momento de revolucin. La revolucin se aleja
cada vez ms.
En una carta que enva a Engels el 10 de octubre de 1858, Marx le dice a aqul
que le preocupa que haya retrocedido el momento de la revolucin justamente
porque el capitalismo ha desbordado la medida continental y se expande hacia
Rusia y Estados Unidos, sitios geogrfcos de gran riqueza, en donde puede
caber una gran masa poblacional y al mismo tiempo existe un gran atraso
relativo. As que el capital todava tiene una gran tarea por cumplir. Esto
ilustra lo que sucede en nuestro mundo actual, lo que ha sucedido durante
todo el siglo xx, porque el capitalismo se extrem no slo hacia Rusia y hacia
Estados Unidos sino hacia todas partes, reactualizando entonces una tarea
histrica que la burguesa deba cumplir.
El momento de soberana del sujeto humano quedaba suspendido, y quedaba
en pie el momento de duracin tecnolgica que, bajo el capitalismo, signifca
momento de dominio. La cohesin mundial signifca coercin mundial.
Duracin bajo el capitalismo, en la clave tecnolgica de explotacin de
plusvala, signifca mantener coercionado, hambriento, manipulado a un
sujeto proletario creciente, con un torso mundial o cada vez ms cercano a
la fgura mundial; signifca, entonces, constantes movimientos de liberacin
nacional y de subversin clasista, y una gran cantidad de riqueza gastada
para producir armamento, para producir destruccin, para producir muerte,
para mantener coercionado al sujeto social que el capital cohesiona a nivel
mundial.
En efecto, si el momento de soberana no aparece, si retrocede, el momento de
duracin capitalista signifca masacre de pueblos enteros en todos los confnes
Jorge Veraza
38
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 39
de la tierra (como en Acteal, Chiapas). El momento de duracin capitalista
signifca crecimiento exponencial del capital. Es la duracin del capital la
que importa, no la duracin de la humanidad. La duracin de la humanidad
importa solamente porque es el apndice de la mquina. Eso signifca que es
la duracin del capital contra la humanidad. La duracin de Thanatos.
Hacia 1920, poco despus de terminada la primera guerra mundial, Sigmund
Freud pudo forjar el concepto de Thanatos, el principio de muerte, no solamente
porque sus pacientes llegaban a consulta cada vez ms deteriorados sino
porque estos pacientes tenan races en la poca de la primera guerra mundial.
El propio Freud vio a sus hijos partir gustosos a la guerra y l mismo crey
que esa era la mejor opcin. As que Freud capt dentro de s este principio
de muerte.
Pero no se crea que en ese momento solamente los psiconanalistas eran
reaccionarios. En distintos pases los diputados socialistas votaron a favor
de los crditos de guerra y mandaron al proletariado a ser masacrado. Todo
mundo, por chauvinismo, deca que lo mejor era morir; morir por la patria,
pero, en fn de cuentas, morir.
Este efecto tantico no est arraigado en el corazn humano de manera
ontolgica, como pensaba Freud, sino que es un efecto histrico del desarrollo
capitalista, del tipo capitalista de duracin. Justamente ese es el momento en
que retroceden las posibilidades de soberana del sujeto social, de trascender
revolucionariamente al capitalismo y ste se apersona con capacidad de
destruccin mundial de toda la humanidad, es Thanatos puesto en pie.
El capital es el Thanatos de la paz y el padre de la bomba atmica, y la bomba
atmica es el Thanatos manifesto, el secreto revelado del capital, el secreto
revelado de en qu consiste su progreso y la potencia relativa de sus fuerzas
productivas. Esta confesin es la refexin de una poca sobre s misma, la
contracara de la inactualidad de la revolucin comunista.
10. Lo dicho hasta aqu explica que actualmente las fuerzas productivas son
menos potentes relativamente que las fuerzas productivas de 1848. De ah
entonces que las posibilidades culturales o de desarrollo de la conciencia de
clase fueran tambin ms potentes en aquel entonces.
Toda la obra de Marx y Engels, pero mucho ms concentradamente el Manifesto
del Partido Comunista, constituye la codifcacin de la memoria histrica y de
la conciencia revolucionaria del proletariado. Se trata, justamente, de una de
las fuerzas productivas clave del sujeto revolucionario que, como hemos visto,
es la fuerza productiva ms potente de la sociedad capitalista, esta fuerza
Jorge Veraza
40
que no est solamente en el cuerpo del proletariado, sino que sus manos, sus
relaciones personales, familiares, sexuales, son tambin instrumentos, como
los libros, el pensamiento plasmado en letras.
El Manifesto del Partido Comunista codifca un momento de la experiencia
del sujeto histrico revolucionario que ha sido irrepetible desde entonces,
un momento en el que este sujeto capt con toda nitidez las posibilidades
ltimas del capitalismo y la posibilidad emergente, germinal, la aurora de
la soberana del proletariado. El Manifesto indica con toda claridad que el
proletariado deviene en humanidad y la humanidad deviene en proletariado,
y ello en un momento en que faltaban por lo menos 150 aos para que esto
ocurriera efectivamente.
El Manifesto del Partido Comunista no habla sobre todo de la coyuntura
de 1848. Habla de ese momento coyuntural porque en l pudo darse una
revolucin no slo en Francia sino en toda Europa y tambin en Alemania, en
donde era posible que esa revolucin burguesa pudiera devenir en proletaria.
En todo caso, esa coyuntura es importante para que hablen los comunistas
y digan quines son y qu pretenden, cul es su programa, el cual no es
un programa slo restringido a 1848, sino un programa de largo plazo, un
programa en contra del enemigo fundamental, en contra del capitalismo.
El Manifesto del Partido Comunista habla sobre todo y fundamentalmente de
nosotros, del momento actual en el que el capitalismo se ha mundializado y
ya no tiene espacio; el momento en que el sujeto revolucionario no solamente
podr vislumbrar el futuro sino construirlo, porque ya no queda ninguna tarea
histrica para el capitalismo ms que seguir degenerando a la humanidad
pues solamente as aquel puede mantener su dominio. Ya no desarrolla las
fuerzas productivas, o en todo caso desarrolla algunas fuerzas destructivas
que le sirven para desarrollar una dimensin destructiva tantica, no
solamente en el armamento sino tambin en las fuerzas productivas pacfcas.
Esto se demuestra en los efectos o resultados de las fuerzas productivas,
cuyos productos constituyen una creciente masa de valores de uso nocivos
para todas las dimensiones del cuerpo humano.
11. Una vez que al capitalismo no le queda espacio geogrfco hacia donde
crecer, y, en general, cada vez que se va restringiendo su espacio geogrfco, el
sistema tiene que producir un espacio artifcial. Quiz aspire a ocupar la luna,
quiz Marte; quiz podra soar que hubiera vips en Jpiter. Las utopas no
se han acabado, sobre todo para la burguesa.
El capitalismo necesita espacios geogrfcos hacia donde extenderse, en donde
seguir desarrollando las fuerzas productivas que sirven para explotar, pues
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 41
esas son sus fuerzas productivas, la califcacin histrica que les corresponde,
pues el capital no desarrolla fuerzas productivas neutras sino fuerzas
productivas tecnolgicamente diseadas para explotar seres humanos, as que
requieren sobre todo espacio, no historia, no tiempo de festa, no tiempo de
la humanidad sino espacio para explotarla; es decir, espacio sin tiempo, una
eterna explotacin. As pues, se trata de fuerzas productivas que condensen,
que apaguen el tiempo, que apaguen la memoria histrica, que sofoquen
cualquier posibilidad de entendimiento entre los sometidos para enfrentarse
al seor dominante. Actualmente al capitalismo ya casi se le ha agotado el
espacio de manera absoluta, por lo menos en el globo terrqueo, por lo tanto,
tiene que construir un espacio artifcial, y esto lo hace en los valores de uso, los
cuales, por cierto, ocupan espacio. El capital ocupa espacio en los alimentos,
en los automviles, en las urbes. A su vez, el televisor ocupa un espacio, la
sala, el couch, la ropa ocupan espacio. Uno cree que el espacio ocupado por
los valores de uso es poco, pero en realidad es mucho. Si la ropa doblada, por
ejemplo, ocupa poco, la desdoblada ocupa ms espacio.
Pues bien, estos son espacios de dominio del capital. El espacio ocupado
por los valores de uso es espacio de dominio, sobre todo cuando son valores
de uso nocivos, porque esta nocividad signifca que las fuerzas productivas
son relativamente dbiles, ergo, cada efecto nocivo de las mismas genera la
necesidad de contrarrestarlas.
Tiene usted dolor de cabeza? Pues, para eso tenemos el laboratorio Bayer,
que produce aspirinas para su dolor de cabeza. Tiene alguna otra dolencia?
Tenemos otras fuerzas productivas que estn hechas para contrarrestar todas
sus dolencias. Que los automviles estn produciendo muchas dolencias
porque contaminan el ambiente? Que las fbricas estn produciendo muchas
dolencias porque contaminan el ambiente? Aunque deleznables, hay que
mantenerlas funcionando, o por lo menos hacer que se mantengan en su
potencia. Hay que apuntalarlas con otras fuerzas productivas, es decir, hay
que producir un efecto como si todava hubiera espacio.
En otras palabras, con fuerzas productivas nocivas y otras que contrarrestan
su nocividad, etc., el espacio se est intensifcando. En efecto, el espacio no
tiene slo una dimensin extensa sino tambin una dimensin intensa.
Esto se nota muy claramente cuando se observa el proceso en el que el capital
explota plusvala absoluta a la clase obrera. Este tipo de plusvala se explota
mediante la extensin de la jornada laboral. sta puede prolongarse hasta
8 horas, 10, 12, 16 o 18 horas. Ms all es difcil llegar porque los obreros
empiezan a morir. Pero todava hay que explotar ms plusvala, entonces
hay que utilizar la jornada de trabajo ms intensamente. Es otra dimensin
Jorge Veraza
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del espacio, su tupimiento. Esta explotacin intensiva de la clase obrera,
que permite extraerle plusvala absoluta, muchas veces se combina con
la explotacin de plusvala relativa porque puede ocurrir sobre la base de
introducir una nueva mquina que acorte la parte de la jornada en la que se
reproduce la cantidad necesaria de valor para pagar el salario. Entonces se
explota tambin plusvala relativa. Pero no hay que olvidar que aunque en
ocasin de la explotacin de plusvala relativa se acorta la parte paga de la
jornada, de la intensifcacin de la explotacin no deriva plusvala relativa
sino plusvala absoluta. Se est utilizando el tiempo de la jornada, el espacio
temporal de la jornada, no solamente de manera extensiva sino de manera
intensiva. Eso mismo ocurre con la utilizacin del espacio material geogrfco
o geomtrico, cuando hablamos de fuerzas productivas. Se utiliza el espacio
extensiva, geogrfcamente, pero tambin se lo utiliza intensivamente, y se
utiliza el espacio intensivamente aunque no haya un espacio hacia donde
desbordarse, porque se crean nuevas necesidades que requieren nuevas
fuerzas productivas, pues se estn produciendo valores de uso que requieren
una contraparte que contrarreste su nocividad.
Acontece como si hubiera este mundo y el mundo bizarro que aparece en los
cmics de Superman que por cierto es una representacin del capitalismo del
mundo real. En el mundo bizarro Superman sufre asfxia. Pero Superman
lo desdobla constantemente en el mundo del cmic, el cual es supuestamente
nuestro mundo, en donde no se vive de manera bizarra sino que se vive muy
bien, la gente no tiene cabeza cuadrada, no es horrible, no est depredada
por las enfermedades, por la escrofulosis, por la sflis, la diabetes, el Sida, el
bola, el cncer, el alcoholismo, la neurosis, la drogadiccin... Pero este mundo
bizarro, qu no es el mundo real? En el cmic de Superman el mundo bizarro
es un mundo irreal, casi increble para nosotros, mientras que el mundo real
se parece al nuestro. Ah est Luisa Lane y otros personajes simpticos, ah
est Superman y s puede volar.
Bien, se es el mundo que surge cuando el capital logra desdoblar las
fuerzas productivas, pues entonces logra desdoblar el espacio, utilizarlo
intensivamente para contrarrestar el mundo bizarro que est produciendo. El
capitalismo est produciendo enfermedad, destruccin ecolgica, mil formas
de contrarresto global de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Por
aqu ligamos el tema del espacio geogrfco, de la medida geogrfca de capital,
con el de los ciclos de capital, las crisis, la acumulacin y la sobreacumulacin
de capital, etc. Pero no es ste el lugar para extendernos al respecto.
En fn, hay que hacer una especifcacin histrica de nuestra historia, de
los conceptos del Manifesto y del pensamiento marxista en general, una
especifcacin ms puntual de lo que se ha hecho, y esto slo es posible
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 43
justamente a partir del concepto de fuerzas productivas observndolo de
manera creativa, de la manera en que est presente en el Manifesto del Partido
Comunista, por ejemplo. As entenderamos de otra manera nuestro mundo,
y entenderamos de otra manera la actualidad de la revolucin comunista, la
aurora, el renacimiento del pensamiento marxista, porque se avecina la hora
de volver a hacer actual la dimensin soberana del sujeto revolucionario, del
proletariado y de las otras clases subalternas.
A travs del concepto de medida de capital se puede hacer una historia
del capitalismo que no caiga en depresin, que no le entregue las armas ni el
corazn al enemigo sino que las recupere para los pobres de la tierra, para la
sal de la tierra.
A.2.3. De cmo no se puede medir el capital
12. Existen otras caracterizaciones del desarrollo capitalista. Las teoras del
imperialismo en sus versiones ms conocidas, fueron elaboradas por
pensadores marxistas, como Rosa Luxemburg, Kautsky, Lenin, Bujarin, etc.
Sin embargo, la primera propuesta de que exista algo as como una nueva
poca que era el imperialismo fue del pensador demcrata liberal Hobson,
quien en 1900 public su libro El imperialismo, un estudio. De l aprendieron
aquellos autores y a partir de all desarrollaron una alternativa marxista
para considerar esta nueva poca que Hobson estaba anunciando. Aunque
intentaron dar una salida revolucionaria a la propuesta terica de Hobson,
aquellos quedaron presos del pensamiento de este inteligente demcrata
liberal.
La caracterizacin del capitalismo hecha por las teoras del imperialismo
presenta grandes lagunas y problemas. As que cada vez que intentemos
utilizarlas para caracterizar al capitalismo debemos tomar slo lo que sirve de
ellas, pues si las utilizamos de manera integral, nos dan unas nociones o bien
voluntaristas o bien derrotistas de lo que sera el presente.
La idea de que el imperialismo es la fase superior del capitalismo subttulo
del opsculo de Lenin de 1914 corresponde en algo al momento de la
primera guerra mundial. Pero hoy se muestra que el imperialismo, ms que
la fase superior del capitalismo, es una dimensin inherente a todo desarrollo
capitalista especfco desde 1848, no desde 1870. El imperialismo no es una
fase del capitalismo sino una dimensin del modo de produccin capitalista
entendido en plenitud, es decir, cuando funciona con maquinaria y gran
industria, pues cuando stas dominan son inmediatamente imperialistas. Eso
signifca que tratar en 1914 al capitalismo como imperialismo y decir que eso es
la fase superior resultaba una buena esperanza, una propuesta revolucionaria
en intencin pero equivocada en la realidad. El capitalismo mostr no estar en
su ltima fase, o por lo menos la ltima fase no era de 10 aos, de 20 aos, de
30 o de 40, etc. Ante este gran problema, los tericos stalinistas constantemente
construyeron peldaos de la ltima fase. Estamos en la ltima fase, el
imperialismo decan pero en el peldao superior, en el peldao superior
bis bis, etctera.
Ahora puede uno rerse de eso, pero en el momento en que surgan estas
recomposiciones de una teora que era bsicamente equivocada, eran cosas muy
serias. Lo decisivo al respecto consiste en que la teora del imperialismo, ms
all de decir que haba una fase superior etc., etc., indica que hay una ruptura
en el continuum histrico del capitalismo; que antes hubo un capitalismo de
libre competencia y despus comenzaba un capitalismo monopolista; que en
el capitalismo de libre competencia dominaba el capital industrial, en cambio
en el capitalismo monopolista domina el capital fnanciero. Todas las reformas
que puedan hacrsele a esta idea redundan, por ejemplo, en decir que ya no se
trata solamente de capitalismo monopolista, sino de capitalismo monopolista
de Estado, y as seguido.
13. El Manifesto del Partido Comunista est hecho en referencia al capitalismo
industrial, y por la explotacin de plusvalor. As que, cuando la relacin de
produccin cambia, o se dice que cambia, toda la estrategia revolucionaria debe
cambiar. De hecho, el texto de Lenin era una pieza fundamental para apuntalar
su teora de la posible revolucin comunista en Rusia, en conexin con su
teora del eslabn ms dbil de la cadena de dominio imperialista. Segn estas
ideas, en Europa la revolucin se haba vuelto inactual, el proletariado haba
quedado integrado, los partidos socialdemcratas en los pases desarrollados
se integraron al capitalismo, pero en los pases subdesarrollados, por ejemplo
Rusia, la cadena imperialista tena su eslabn ms dbil, ah poda surgir la
revolucin.
La teora leninista del imperialismo, en tanto pieza de la teora del eslabn
ms dbil, es decir de la teora de la revolucin en Rusia, deba establecer
una nueva estrategia y una nueva tctica revolucionarias. Los bolcheviques
en Rusia tuvieron una tctica y una estrategia revolucionarias distintas de las
que en el Manifesto se prevea como posibles en Occidente.
Para llevar a cabo estas modifcaciones estratgicas y tcticas, con el xito
que se quiera no quiero discutir el punto en este momento, se deba
aludir a una modifcacin en el capitalismo que implicaba una ruptura en
el continuum histrico. Antes haba una relacin de produccin dominante
ahora debe haber otra pues hubo un cambio de cualidad.
Jorge Veraza
44
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 45
Supuestamente, el cambio de cualidad esperado deba ocurrir porque
el capitalismo sera destruido y transitaramos hacia una sociedad
cualitativamente distinta que sera el socialismo. Pero ahora con la teora del
imperialismo tenemos que dentro del propio capitalismo hubo un cambio
cualitativo porque antes dominaba el capital industrial y ahora domina el
capital fnanciero. Y, de hecho, estamos en la antesala del socialismo, dice
Lenin cuando alude al capitalismo de Estado o en los textos en los que alude
por primera vez al capitalismo monopolista de Estado, concepto que fuera
retomado por los tericos del capitalismo monopolista de Estado en los aos
70 con Paul Boccara a la cabeza.
Con las teoras del imperialismo ya no podemos medir al capitalismo, ya no
podemos utilizar el concepto de medida de capital, el cual nos ha servido
para aludir a lo que aconteca en 1848 y a lo que acontece en el mundo actual.
Los conceptos de medida mundial de capital o de medida continental de
capital ya no se aplican fcilmente si manejamos la teora del imperialismo.
En realidad se trata de dos concepciones distintas, opuestas, para intentar
entender la historia del capitalismo. As como no podemos medir elefantes
con barras de mantequilla, por ser heterogneos en cualidad, o sumar canicas
y Volkswagens porque son heterogneos, no podemos medir al capital cuando
domina el capital industrial con la misma medida que cuando domina,
supuestamente, el capital fnanciero. Debe haber unidad en el objeto para que
podamos utilizar la misma unidad de medida. Ya no tiene sentido hablar de
fuerzas productivas, relaciones de produccin o explotacin del proletariado;
de potencia relativa de estas determinaciones, por tanto, de medidas
geogrfcas de capital en correlacin con medidas temporales o histricas de
capital, etc; de posibilidades de desarrollo de la conciencia revolucionaria
bajo una medida, posibilidades o imposibilidades de desarrollo de dicha
conciencia en otra medida; de potencia relativa del fetichismo de las relaciones
de produccin burguesas en una poca o en otra y que detienen el desarrollo
de la conciencia de los agentes de la produccin, de los revolucionarios en
particular, etc.
As pues, la invitacin est hecha para repensar a nuestro tiempo segn la
teora del desarrollo capitalista de Marx, pues sta es completamente vigente
y no dio el traspi de decir que el capitalismo se iba a acabar hace 80 aos y
ste no se acab, y ms bien lo que se cay fue la URSS. As que hay mucho
de la teora del plusvalor, mucho de la teora revolucionaria todava por ser
rescatado, todava por ser entendido.
No se puede decir que el pensamiento de Marx est en crisis porque ni siquiera
ha sido discutido adecuadamente. Ha sido una y otra vez retomado por la
ideologa burguesa, refuncionalizado, desestructurado, y as deformado,
presentado como si fuera el pensamiento de Marx.
Jorge Veraza
46
En muchas ocasiones los revolucionarios marxistas, comunistas, intentan dar
cuenta de su mundo y lo logran en parte. Dan la pelea pero al mismo tiempo
son recuperados, si no prcticamente, por lo menos si no emocionalmente
s a nivel de los conceptos. La burguesa le roba las palabras al que habla. Esa
posibilidad la tenemos todos bajo el capitalismo, no hay pureza, la lucha est
en curso.
Podra decirse que en la medida en que el capitalismo se est redondeando a
nivel mundial emerge de nueva cuenta el momento de la revolucin, emerge
de nueva cuenta el momento culminante. Esto es as y seguramente habr
un momento culminante; pero es mejor pensar a la revolucin como proceso
histrico de duracin prolongada. Tampoco como algo que est por venir.
Ms bien, la revolucin comunista est en curso en este momento y hace ya
varios aos.
Cuando el subcomandante Marcos dice que despus de la segunda guerra
mundial tenemos una tercera guerra mundial que se llam neoliberalismo,
que est siendo desplegada por el capitalismo y en el interior de ella
sucumbieron los pases socialistas, es de alguna manera sugerente. Puede ser
metfora mucho de lo que dice, puede ser criticable, pero lo sugerente consiste
en que destruye la apariencia de paz y de cotidianeidad que tiene la vida
actualmente, y nos indica que existe una contraposicin guerrera, hay una
lucha a muerte, se est matando gente y realmente est muriendo gente. Aqu
a veces no la vemos, pero en Chiapas est muriendo gente; en la India est
muriendo gente; estn matando gente en frica, en Irak, etc.; en los ghettos
negros est muriendo gente, etc.
Ms que hablar de una tercera guerra mundial, a m me parece que esta
contienda que est ocurriendo es justamente parte del proceso de la
revolucin comunista en el momento en que el mundo se redondea de
manera capitalista. Pues se le agota el espacio y por todos lados brotan
rebeldes y subversin, por todos lados hay represin. Hace falta una forma
consciente, una forma organizativa, un acuerdo general, una recuperacin de
la historia, de la experiencia y de la memoria del sujeto combatiente. Pero
el sujeto est combatiendo en todos lados, est combatiendo por sobrevivir.
Y actualmente sobrevivir en el contexto de la duracin capitalista signifca
inmediatamente ser soberano. Sobrevivir signifca cada vez ms o destruir al
capitalismo o el capitalismo te destruye. Cada vez ms las metas inmediatas,
la tctica inmediata, se convierte de nueva cuenta en dimensin estratgica.
Socialismo o barbarie. El objetivo inmediato cada vez se acerca ms al objetivo
fnal. Por supuesto que no en cada huelga, pero en el conjunto de las luchas
la sobrevivencia est coincidiendo con la obtencin de libertad, y la obtencin
de libertad con la mera sobrevivencia.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 47
As pues, estamos en el curso de la revolucin comunista. Ha comenzado.
Ya tiene varios aos dndose. Esta revolucin tiene que reconocerse, tiene
que reconocer sus deseos y sus necesidades, tiene que retomar conciencia y
desarrollarla, no slo desarrollarse prcticamente.
Hay muchas cosas que discutir. En realidad, solamente he mostrado algunas
de las cosas que habra que recuperar, revivir, revisar, recomponer, rehacer.
Hay un mundo por delante.
Jorge Veraza
48
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 49
B. El siglo de la hegemona mundial de Estados
Unidos: gua para comprender la historia del siglo
XX, muy til para el XXI
15
B.1. Advertecia ante la invasin de Irak por parte de Bush hijo
1. La guerra de George Bush hijo contra Irak (2003) muestra Estados
Unidos como nefasto hegemn absoluto del mundo y factor esencial en la
determinacin de los acontecimientos de inicios del siglo XXI, pero de tal
modo que parece llevar a la catstrofe al mundo o por lo menos al liderazgo
de su pas. Slo catorce aos despus de la cada del Muro de Berln (1989),
emblema del ascenso de Estados Unidos como campen indisputado, Bush
hijo pone este logro histrico al borde del abismo pues lleva a la ruina la
hegemona de Estados Unidos por intentar lo contrario pero torpemente.
Se oculta as una vez ms el papel de la hegemona mundial de Estados Unidos
como factor esencial del siglo xx si acaso, se acepta que lo es a inicios del siglo
XXI, aunque de modo tan paradjico. Por ende, la originalidad del presente
libro resalta ya por su ttulo pues hasta hoy y por extrao que parezca
nadie haba sugerido que la clave o ncleo intelectivo de los acontecimientos
del siglo xx fuera la hegemona mundial de Estados Unidos.
Qu ocult esta verdad, no obstante fehaciente desde el fn de la segunda
guerra mundial? Primero, que hasta 1945 (casi la mitad del siglo) la hegemona
la detent Gran Bretaa. Segundo, que el mundo de la segunda posguerra fue
hasta 1991 un mundo bipolar y de as llamada guerra fra entre las naciones
occidentales (Estados Unidos a la cabeza) y el bloque sovitico (urss a la
cabeza). Tercero, que Estados Unidos se enzarz en guerra contra Vietnam
del Norte du rante los sesenta y hasta 1975 y fue derrotado por esta pequea
15 Extractado del libro El siglo de la hegemona de los Estados Unidos: gua para comprender la histo-
ria del siglo XX, muy til para el siglo XXI. Mxico, editorial Itaca, 2004.
Jorge Veraza
50
pero aguerrida nacin. Cuando en 1973 estall la crisis mundial del petrleo
que profundiz la crisis econmica de 1971, todo sugiri que Estados Unidos
estaba dbil y pasaba por una crisis de hegemona de control y de autoridad
sobre el mundo arraigada en que su productividad se rezagaba respecto de la
de pases como Alemania o Japn.
16
Cuarto, que aunque el desmembramiento
de la urss en 1991 evidenci a Estados Unidos como hegemnico absoluto de
un mundo unipolar esto no pa reci decisivo porque tambin redonde otro
avatar epocal que marc al siglo entre 1917 y 1991:
17
el intento de construccin
del socialismo en el interior de la modernidad.
As que aunque desde 1945 la apariencia del siglo muestra a Esta dos Unidos
dominando los acontecimientos, la esencia del siglo parece determinarse no
por Estados Unidos porque antes de 1945 no hegemoniza y porque incluso
despus otros factores parecen relativizar su podero y su capacidad para
determinar los acontecimientos del siglo. No obstante, todava a fnes del siglo
xx e inicios del xxi la apariencia es que Estados Unidos es el factor decisivo de
los acontecimientos, pero a la vez prevalece la creencia de lo contrario.
Hegel,
18
al estudiar la contradiccin entre la esencia y la apariencia, concibe
la realidad como unidad en el devenir entre esencia y apariencia, as que
irreductible a esta ltima. Marx construye El capital segn esta apreciacin
crtica de la realidad aparente.
19
Pues bien, la apariencia de la historia del siglo
XX pero tambin su realidad continente de la esencia de esa historia es
la del proceso de constitucin de la hege mona mundial de Estados Unidos
(1895 a 1945), de su consolidacin (1945 a 1973) y de su perfeccionamiento
(1973 a 2003...).
La originalidad del presente libro estriba, pues, en la consideracin de los
factores esenciales no la mera descripcin de la apariencia del triunfo de
16 James K Galbraith sostiene tesis contrarias a esta opinin de consenso entre los investigadores James K Galbraith sostiene tesis contrarias a esta opinin de consenso entre los investigadores
y que ha dominado la percepcin popular lo que dista de ser prueba de que tal opinin
sea correcta. Puede consultarse una resea del debate en Elaine Levine, Los nuevos pobres
en Estados Unidos: los hispanos, IIEC-UNAM / Miguel ngel Porra, Mxico, 2001, pp. 29 ss.
He criticado esta opinin desde 1981, cuando fue relanzada a propsito de la crtica a los
reaganomics, en un ensayo indito (Ocultismo econmico, o el modo en que est escrito y
presentado el artculo de Mike Davis, El viaje mgico y misterioso de la reaganoma).
17 A tal grado que Eric Hobsbawm quiere que el siglo XX sea un siglo corto que termina en
1991. Discutir a fondo esta interpretacin en la tercera parte del presente libro.
18 Hegel, Ciencia de la lgica y Fenomenologa del espritu Hegel, Ciencia de la lgica y Fenomenologa del espritu
19 En la primera parte (secciones primera y segunda) del tomo I El capital se explora crtica- En la primera parte (secciones primera y segunda) del tomo I El capital se explora crtica-
mente la apariencia de la riqueza de la sociedad burguesa, en la segunda (de la seccin tercera
del tomo I a la tercera del tomo II) se explora la esencia productiva y circulatoria del modo de
produccin capitalista, y la tercera (tomo III) se dedica a la reconstruccin de la realidad en la
que se sintetiza todo lo anterior. As presenta Bolvar Echeverra la estructura de El capital (Cfr.
su libro El discurso crtico de Marx).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 51
Estados Unidos del desarrollo capitalista mundial durante el siglo xx.
Desde all discutir en la tercera parte algunas de las ms importantes
interpretaciones de esta historia.
Evidentemente stos y otros autores ven ante s la hegemona de Estados
Unidos pero, ex traamente, no la sealan como factor esencial del pasado
siglo porque no piensan que lo sea. Por mi parte, ofrezco los conceptos para
pensar a cabalidad y en arreglo a su esencia este fenmeno y sus paradojas
Que cul es el modo en que lo hago?
2. Marx descubre el proceso de subordinacin formal y subordinacin real
del proceso de trabajo inmediato bajo el capital
20
como ncleo esen cial del
desarrollo capitalista en tanto desarrollo de la explotacin de plusvalor
absoluto y relativo a la clase obrera. El presente libro saca a luz la alienacin
creciente de la humanidad a lo largo del siglo xx preci samente como resultado
de la subordinacin formal y de la subordinacin real bajo el capital no slo
del proceso de trabajo inmediato, sino de los procesos sociales, polticos y
culturales, as como de los consumos de toda ndole:
21
de energa, alimentos,
mensajes, placer y procreacin; de urbe y agro; de petrleo y materias
primas para la industria, etc tera; y establece la periodizacin histrica de
estas subordinaciones de forma y de realidad que han permitido al capital
enseorearse sobre el metabolismo planetario humano y ecolgico.
Estos procesos esenciales son condicin de posibilidad de la hege mona
mundial de Estados Unidos y del gobierno de Bush hijo, pero no mantienen
una relacin armnica con esta hegemona ni con ese gobier no, sino de
sumisin e insubordinacin profundamente contradictoria. Pues ciertamente
las necesidades econmicas y polticas planetarias de Estados Unidos pueden
cumplirse no sin contradicciones de muy otro modo que el catastrfco
elegido por Bush y por los intereses capitalistas sectoriales que l representa,
desde los de las empresas petroleras norteamericanas hasta los del complejo
militar industrial.
3. Al pensar as la historia del siglo xx, con base en desarrollar con cretamente
conceptos decisivos de Marx, no slo se posibilita criticar a fondo a la
modernidad y a la urss en tanto aspecto paradjico y mistifcador suyo. En
realidad la visin marxista-leninista del siglo xx como imperialismo, fase
superior del capitalismo no coincide con la teora del desarrollo capitalista
de Marx, as que la refexin sobre la historia del siglo xx con base en los
conceptos de subsuncin formal y subsuncin real del proceso de trabajo
20 Karl Marx, El capital, tomo Karl Marx, El capital, tomo I, captulo XIV, Plusvalor absoluto y plusvalor relativo.
21 Cfr. Jorge Veraza, Gnesis y estructura del concepto de subsuncin real del consumo bajo Cfr. Jorge Veraza, Gnesis y estructura del concepto de subsuncin real del consumo bajo
el capital.
Jorge Veraza
52
inmediato bajo el capital cons tituye una profundizacin y comprobacin
positivas de la crtica de las teoras del imperialismo.
22
La originalidad de este libro consiste, en ese punto, en que piensa al
imperialismo no como fase, sino como realidad inherente al modo de
produccin capitalista especfco, y piensa a Estados Unidos como potencia
imperial a partir de 1945 y a la globalizacin del capitalismo norteamericano
despus del desmembramiento de la urss como imperio del dominio del
capital industrial,
23
mientras que las distintas teoras del imperialismo no
logran pensar este hecho esencial, comenzando por Hilferding y Lenin, que
sealan al capital fnanciero como dominante.
4. El lector encontrar en lo que sigue una gua que incluye esquemas,
cuadros sinpticos y lneas de tiempo para comprender la historia del siglo
xx. No se trata, pues, de una narracin histrica exhaustiva ni de una teora
de la estructura del capitalismo actual, sino de una narracin histrica de
hechos decisivos acompaada de los conceptos tericos que los esclarecen y
que permiten iluminar tambin la multi tud de sucesos que no se relatan aqu
pero fueron los que tejieron el entramado histrico singular cada vez sobre
todo se encontrarn aqu las razones para comprender los sucesos del mundo
contemporneo porque sus fundamentos y tendencias fueron esclarecidas
midiendo su devenir secular. Eso es lo que entiendo por una gua.
5. El concepto ms abarcante que se utiliza en este libro para entender el
desarrollo histrico es el de medida geopoltica de capital
24
la cual depende
de la subordinacin formal y la subordinacin real de un terri torio determinado
en tanto condicin espacial del proceso de produccin capitalista, y las
paradojas del desarrollo histrico habidas entre 1850 y hoy se esclarecen a
partir del paso de la medida continental de capitalismo (1750 a 1848) a la
medida mundial de capitalismo (1849 a 2003...) y del contraste entre ambas.
No tenemos hoy el esbozo del mercado mundial (Marx, 1858), sino el
mercado mundial capitalista industrial cumplido. Y la guerra de Bush hijo
contra Irak ocurre en el contexto de una medida geopoltica mundial de capital
ya sobreabundantemente tupida. As que aunque Estados Unidos no est
dbil ni en crisis de hegemona
25
muestra ras gos decadentes endmicos. En
este contexto poda o no suscitarse una administracin como la de Bush hijo,
22 Cfr. Jorge Veraza, Para la crtica a las teoras del imperialismo. Cfr. Jorge Veraza, Para la crtica a las teoras del imperialismo.
23 En la tercera parte del presente libro polemizo con Michael Hardt y Antonio Negri, autores En la tercera parte del presente libro polemizo con Michael Hardt y Antonio Negri, autores
de Imperio.
24 Cfr. Jorge Veraza, Revolucin mundial y medida geopoltica de capital. Cfr. Jorge Veraza, Revolucin mundial y medida geopoltica de capital.
25 Contra lo que opina gran nmero de analistas de izquierda. Discutir las posiciones Contra lo que opina gran nmero de analistas de izquierda. Discutir las posiciones
respectivas de Giovanni Arrighi y de Immanuel Wallerstein en la tercera parte del libro y
abundo al fnal del mismo la discusin con este ltimo autor.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 53
con su determinacin dictatorial y genocida, y cuyo grado de destructividad
la torna autodestructiva. El caso es que se suscit, y la diferencia entre Estados
Unidos y Bush hijo podra resolverse en una trgica identidad. Y, bien, para
trascender libertariamente sus designios y sus actos y las consecuencias de
stos es necesario comprender la realidad de la historia del siglo xx y lo que
va del xxi con arreglo a su esencia.
B.2. Introduccin a los siete tramos de la historia mundial contemporanea
26
La historia mundial reciente es considerada comnmente en siete grandes
tramos a partir del inicio del siglo xx. El primero, 1) hasta 1914; luego, 2) la
primera guerra mundial o Gran Guerra, como fue llamada en su momento
indicando a la vez su enormidad respecto de las previamente acaecidas
pero tambin su carcter no mundial propiamente dicho. De hecho, una
historia mundial prcticamente existente y no slo como concepto formal
englobante se consolid slo en el curso del segundo tercio de este siglo,
cuando las distintas naciones se interconectaron econmica, poltica y
culturalmente y se generaron instituciones supranacionales a la par que
cada vez ms territorios se constituyeron como naciones de forma moderna,
burguesa. La Gran Guerra fue un jaln decisivo hacia la creacin de un
desarrollo humano mundializado.
Luego vino 3) el periodo o tramo histrico de la primera posguerra, que junto
con el siguiente 4) de preguerra forma parte de la bisagra de entreguerras.
Este cuarto tramo el de la preguerra contiene dentro de s un segmento
crucial: la crisis mundial de 1929 a 1933. En 1939 estalla 5) la segunda
guerra mundial (iigm) primera efectivamente mundial, tramo de suyo
individualizado y que abre paso al sexto tramo histrico de este siglo: 6) el
de la segunda posguerra, cuyos efectos se disuelven hacia 1968-l971 para dar
paso 7) al sptimo tramo histrico del que somos contemporneos y que se
caracteriza fenomnicamente hasta la fecha por una crisis mundial crnica
(1971-2003...). Esta es la crisis ms autnticamente mundial hasta hoy, pues la
de 1929 bien podra denominarse como la guerra de 1914-1918 la Gran
Crisis.
En el curso de estas crisis, guerras y entreguerras va trabajndose nuestra
poca: el capital forja contradictoriamente sus formas adecuadas de existencia
y acumulacin. Sin embargo, son factores desarrollados a partir de 1850,
reforzados hacia 1870, los que amarran en un continuo histrico todos los
sucesos desde entonces acaecidos. Este tortuoso trabajo histrico arraigado
26 Extractado del libro El siglo de la hegemona de los Estados Unidos: gua para comprender la
historia del siglo XX, muy til para el siglo XXI. Mxico, editorial Itaca, 2004. Introduccion p. 21.
Jorge Veraza
54
en el pasado redondea un objeto mundial distinguible respecto del objeto
histrico existente durante el siglo xix.
En un luminoso ensayo escrito en 1850, Marx hizo el balance de la crisis
europea de 1847 que desencaden la revolucin europea conti nental de 1848-
49. Analiz asimismo la coyuntura econmica de auge abierta posteriormente
y que da ttulo a su ensayo: Mayo a octubre de 1850, en el que observa
la recuperacin econmica de Inglaterra y, siguindola, de toda Europa,
operada bajo la forma de la expansin geogrfca del dominio ingls fuera
del continente europeo, desbordn dolo para lograr un dominio mundial. La
revolucin de 1848 sera el gozne que une y diferencia la medida geopoltica
de capital continental respecto de la medida geopoltica de capital mundial.
En efecto, la medida predominantemente continental de capitalismo que
prevalece an hacia 1914-1918 fue desbordada desde 1850 hacia una medida
predominantemente mundial, la cual consolida sus amarres constitutivos
en la iigm. La mundializacin del capitalismo arranca frmemente, pues,
desde 1850 y, con ella, la clara tendencia a constituir una historia mundial
prcticamente existente. Es decir, que bajo el predominio de la medida
europea de capitalismo se incuban tendencias que son funcionales con esta
medida pero que le posibili tan y obligan a trascenderla. Las relaciones entre
las naciones y las relaciones entre continentes o, mejor, entre grandes
conglomerados geopolticos de acumulacin de capital son transformadas
en el curso de la mundializacin prctica de las mismas.
27
Europa y Amrica Latina; Europa y Estados Unidos; Europa y Asia y frica;
Estados Unidos y Amrica Latina y Asia y frica; Amrica Latina y Asia y
frica, y, ms recientemente, la constitucin prctica de una Amrica sola
desde Canad hasta Tierra del Fuego hegemonizada por Estados Unidos, son
otras tantas relaciones cuya morfologa y valor posicional dentro de conjuntos
cada vez ms vastos sufren transformaciones cualitativas enormes.
Parte de estas transformaciones de hecho, su ms reciente episo dio es el
proceso en curso consistente en lo que se ha dado en llamar regionalizacin
de los procesos econmicos, polticos y culturales. As, el conjunto de
naciones europeas se unifcan en un solo bloque, la Unin Europea, en la
que circula una misma moneda, el euro, mien tras que Canad, Estados
Unidos y Mxico se unifcan a travs del tlc o nafta. La competencia entre
naciones capitalistas se vuelve ms compleja, pues ante el crecimiento de
la hegemona estadounidense, las naciones europeas no ven viable resistir
o competir con Estados Unidos solas sino unifcadas. Este movimiento de
defensa/competencia genera la iniciativa de Estados Unidos de regionalizar
su economa con las de Canad y Mxico.
27 Cfr. Jorge Veraza, Revolucin mundial y medida geopoltica de capital.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 55
Ambas regionalizaciones y otras que van gestndose responden a
determinaciones geopolticas, as que lo que tenemos de fondo es que las
instituciones econmicas y polticas del capitalismo intentan adquirir la fgura
adecuada a la acrecida medida de capital, y sta se arregla en acuerdo a las
acrecidas medidas tcnicas del capital arrai gadas territorialmente.
Ahora bien, los siete tramos de la historia del siglo xx responden a
determinaciones reales que la diferencian efectivamente. Pero no todas calan
tan profundo como otras que marcan periodos histricos del siglo xx ms
decisivos. De tal manera, si puntualizamos el contenido de esos siete tramos
histricos podremos darle otra forma preliminar ms pre cisa al aspecto de la
historia del siglo xx y desde all podremos llegar a una forma general adecuada
de periodizacin conceptual en slo tres grandes periodos. Slo despus
puede replantearse con ms detalle cada uno de los siete tramos histricos
en conexin con su concepto, acorde con los tres periodos referidos, es decir,
acorde con la tarea histrica precisa
28
que le toc cumplir y cmo lo hizo.
Cabe advertir que en lo que sigue se asume a la urss mientras existi
como pas capitalista de nuevo tipo construido mediante una revolucin
social que intent enrgicamente ser socialista y no lo logr.
29
El resto de
pases denominados socialistas son asumidos tambin como capitalistas,
otros tantos momentos de la mundializacin del capitalismo industrial.
La cada de la urss y, antes, del muro de Berln, etctera constituye el
desmoronamiento de una fachada histrica que apuntal un simulacro
epocal,
30
pero al volverse evidente el contenido capitalista de la exURSS no se
removi el simulacro epocal pues la conciencia cautiva de millones de seres
humanos crey que caa el socialismo.
Muchos revolucionarios se deprimieron y los antisocialistas no caban de
gusto. Esta comedia de las equivocaciones forma parte de la historia del
siglo xx
Presentemos ahora un esquema y comentmoslo brevemente:
Los siete tramos de la historia mundial contempornea.
28 Una vez ocurrido, cada evento cumple una y slo una tarea en el Una vez ocurrido, cada evento cumple una y slo una tarea en el continuum his trico; mien-
tras que en el momento de acontecer la tarea no precisa an sus contornos y est en disposicin
de derivar en otra cosa, pero una vez concluido el acontecimiento su tarea qued precisada; ya
slo nuevos acontecimientos despliegan su actividad, pudiendo aplicarse sta a los resultados
de eventos previos y tambin pasar a modifcarlos especfcamente.
29 Discuto ms ampliamente el punto en Jorge Veraza, Discuto ms ampliamente el punto en Jorge Veraza, Leer nuestro tiempo. Leer el manifesto,
Introduccin.
30 Para aclarar este concepto, vese el captulo i de la parte V del presente libro. Para aclarar este concepto, vese el captulo i de la parte V del presente libro.
Jorge Veraza
56
Queremos ver la historia del siglo xx como proceso continuo. As que
distribuiremos los tramos histricos del siglo xx en los momentos propios de
un proceso: premisas o presupuestos, proceso en sentido estricto o dominio
y, fnalmente, perfeccionamiento de ste, es decir, el resultado del proceso.
31
Esquema 1 Los siete tramos de la historia del siglo xx
31 Totalizacin signifca formar como totalidad esto es, como una unidad con sentido preciso
factores hasta entonces dispersos.
Autonomizacin se diferencia de autonoma en que sta caracteriza a un sujeto mien tras que
aqulla a un objeto cuya enajenacin imprime a su movimiento rasgos de sujeto autnomo.
Marx utiliza este concepto en El capital (1867) para caracterizar el proceso de autonomizacin
del valor desde la mercanca hasta el capital pasando por el dinero y Engels en El papel de la
violencia en la historia para caracterizar la presencia del Estado ante la sociedad y del poder
ejecutivo frente al judicial y el legislativo.
Subsuncin formal y subsuncin real son conceptos que utiliza Marx (El capital, t. I, cap. XIV,
Plusvalor absoluto y plusvalor relativo) para caracterizar la condicin del proceso de
trabajo y las fases de su sometimiento bajo el capital. Son aplicables a otros procesos como
el intercambio, la distribucin o el consumo, as como a la reproduccin social como un todo
o al desarrollo histrico. Subsumir o someter formalmente un pro ceso consiste en orientar su
sentido o movimiento funcional sin todava alterar su ndole. La subsuncin, subordinacin o
sometimiento real, adems de reorientar al objeto, al sujeto y al proceso hacia los fnes en este
caso del capital, altera en ese sentido el contenido material, esto es, no slo la forma sino la
realidad, del proceso y sus factores objetivo y subjetivo, como en el caso del proceso de trabajo
maquinstico gran industrial pero tambin del manufacturero y aun simplemente cooperativo
bajo dominio del capital. Cualquier modifcacin tcnica del proceso altera su realidad, por lo
que rebasa el mbito de la subsuncin formal.
Aplicados al sometimiento del metabolismo social mundial, esos conceptos sern explicados en
detalle ms adelante; aqu ya podemos entender que sealan fases cada vez ms profundas del
dominio que adquiere, por ejemplo, Estados Unidos sobre el planeta.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 57
Breve explicacin del esquema
El esquema intenta presentar o pensar en continuidad los diversos hechos
histricos acontecidos desde fnes del siglo xix y durante el siglo xx. No ve
cambio de fase entre el capitalismo del siglo xix y el actual, sino distintas
etapas en el logro de una empresa nica.
32
Agrupa los siete tramos histricos
en tres segmentos: el primero ofrece los aos en que se forjan las premisas
o presupuestos tramos 1, 2, 3 para el logro del desarrollo mundial
capitalista o, dicho de otro modo, de la subordinacin del mundo bajo el
capital; luego, el logro del dominio mismo tramos 4 y 5, y, fnalmente,
el perfeccionamiento resul tante de tal dominio tramos 6 y 7. Premisas,
proceso y resultado son, pues, los tres grandes periodos enmarcantes.
Matizando las formulaciones del esquema observamos, primero, en el tramo
1), que capital se totaliza en el centro de Europa Occidental y, luego en
el tramo 2 que ese centro se vuelve problemtico al ocurrir el desarrollo
perifrico, por lo que en el tramo 3 la hegemo na mundial por estos
aos slo econmica debi traspasarse desde Europa hacia Estados Unidos.
El cuarto tramo indica la correlacin entre la hegemona econmica del mundo
en manos de Estados Unidos y la empresa histrica de subordinar la fuerza de
trabajo mundial por parte del capital social. Es decir, indica dos pseudosujetos
coordina dos, confundibles pero que deben distinguirse: el capital mundial y
el capital de Estados Unidos. En otros trminos, el desarrollo mundial del
capitalismo contenido general de la historia del siglo xx e iniciado desde
1850 debi acaecer bajo el modo del desarrollo de Estados Unidos en tanto
nacin hegemnica del orbe capitalista.
33
Ahora bien, el objeto sobre el que
recae la accin de este proceso es uno y el mismo el proletariado mundial
y en l pueden confundirse los dos pseudosujetos mencionados, as que si el
proletariado habr de liberarse ser necesario que comience por diferenciarlos
como enemigos suyos que son. Este objeto es, en verdad, el sujeto social
mundial cada vez ms proletarizado.
En el quinto tramo tiene lugar la culminacin en la iigm del logro de
la subordinacin de la poblacin mundial bajo el capital y, a la vez, de la
32 Al respecto es decisivo refexionar en la crtica de Marx a economistas de su po ca que Al respecto es decisivo refexionar en la crtica de Marx a economistas de su po ca que
conceban unilateralmente la competencia sin ver que sta supone y produce constantemen-
te al monopolio y viceversa. Esta dialctica constitutiva de lo que es en s el capitalismo la
denunci Marx en el apartado Ganancia del capital del Primer manuscrito de sus Manus-
critos econmico-flosfcos de 1844; este argumento reapa rece con ms precisin en su Miseria de
la flosofa, de 1847, encaminada a criticar al socialista francs P. J. Proudhon, padre del socia-
lismo burgus (Marx dixit), basado en la idealizacin de la sociedad mercantil.
33 En 2003 la guerra de Bush hijo, presidente de Estados Unidos, contra Irak no coincide con En 2003 la guerra de Bush hijo, presidente de Estados Unidos, contra Irak no coincide con
los intereses del capital mundial ni con el sentir de la mayora del pueblo estadounidense y de
la humanidad; pero puede pensarse que tampoco con los intereses del capital social de Estados
Unidos, sino apenas de un sector de ste.
Jorge Veraza
58
hegemona de Estados Unidos ahora no slo econmica sino tambin poltica,
por tanto, reconocida por todos los agentes histricos. Es decir, que para
que Estados Unidos lograra tal meta era necesaria la masacre de millones de
gentes y esta era, a la par, una tarea propia del proceso de subordinacin de
la poblacin mundial bajo el capital. Este fenmeno la guerra mostraba
ya la existencia de tal subordinacin y desarroll o prepar condiciones ms
complejas de la misma.
El sexto tramo habla de la subsuncin real y por tanto del proceso tcnico una
vez que el sujeto social qued subordinado al capital me diante la subsuncin
formal. Se trata, durante la segunda posguerra, de producir el capital constante
adecuado para el dominio mundial por parte de Estados Unidos. En la paz los
nuevos valores de uso producidos por el cada vez renovado aparato tcnico
l mismo conglomerado de nuevos valores de uso deben operar un efecto
anlogo al que la guerra logr coyuntural pero efcazmente para subordinar a
toda la poblacin como para llevarla, incluso, hasta el matadero.
Al fnal, se ha logrado el dominio pleno de Estados Unidos sobre el mundo;
plenitud por cierto muy problemtica pero plenitud y realizacin al fn.
Pasemos a matizar cada uno de los siete tramos. Pero a propsito del
primero y antes de los subsiguientes abriremos un excurso sobre el
concepto ideolgico de crisis general del capitalismo mediante el cual se ha
pretendido conceptualizar la historia del siglo xx.
34
Trataremos tambin otros
temas generales antes de retomar el hilo exponiendo los siguientes tramos.
(Ver el Esquema 2.)
34 Cfr., por ejemplo, Alonso Aguilar, La crisis general del capitalismo, as como Paul Boccara, El
capitalismo monopolista de Estado, tomo A.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 59
El siglo de la hegemona de Estados Unidos
1. Al trmino de la segunda guerra mundial Inglaterra ha perdido la
hegemona mundial y Estados Unidos la detenta. Pero no se crea que todo
est dicho y hecho, pues an debe realizarla palmo a palmo. As, mediante el
Plan Marshall y la otan, Estados Unidos se apropia de Europa. A travs de la
oea interviene en toda Amrica Latina, por otros medios en el sudeste asitico
y en frica y a travs de la seato en Oceana.
Esta realizacin palmo a palmo de la hegemona mundial por cuen ta de
Estados Unidos durante la segunda posguerra mundial presenta un aspecto
paradjico ya que ser rivalizada por la urss, as que su proceso de apropiacin
del mundo se ve ralentizado, diferido y aun relativamente alterado, desviado.
Esto, ms que el nombre de guerra fra, da cuenta de lo que sucedi entre
1945 y 1991, todo lo cual tuvo sus premisas desde principios de siglo en
Europa.
2. En efecto, la sustitucin de la hegemona mundial que pas de un lado
al otro del Atlntico se jug en el centro de Europa. Lo que tanto da decir
que la historia del siglo xx se jug all. Primero, en la primera guerra mundial,
cuando Alemania se promovi forzadamente como rival de Inglaterra y fue
derrotada, por donde el imperio austrohngaro, ali neado con ella, qued
fragmentado y Rusia se transformaba en la URSS.
Con la derrota de Alemania (1918-1933), el centro de Europa queda
roto, en crisis, mientras Estados Unidos creca irresistiblemente, con una
sobreabundancia que provoc la clebre crisis del 29. Inglaterra apenas si sale
a fote; mientras, Alemania se recupera.
El segundo movimiento lo completa la segunda guerra mundial. Concluye
con la derrota y escisin de Alemania, pero asimismo con la transformacin
de los pases balcnicos en democracias populares alineadas con la URSS.
Transformacin y alineacin posibilitadas por la gran debilidad de Europa en
esos aos y por la gran distancia a la que se halla Estados Unidos, famante
hegemn. Antes de la primera guerra mundial y durante la misma los pases
balcnicos pertenecan al imperio austro hngaro y por ende se alinearon con
Alemania, y despus con Inglaterra y Europa occidental.
3. La efectuacin palmo a palmo de la hegemona mundial de Estados Unidos,
ralentizada, alterada y desviada, tuvo un desenlace realizador pero paradjico
debido a que, en el centro de Europa Alemania se re constituye y, de rechazo,
dicho centro se rehace. Toda Europa central se desarrolla capitalistamente, de
suerte que la URSS ya no puede retenerla.
Jorge Veraza
60
En 1988 vivimos la cada del muro de Berln y en 1991 el desmoro namiento de
la URSS misma, sucesos que marcan la consolidacin global de la hegemona
de Estados Unidos; con su correlato, la desalineacin sovitica de los pases
balcnicos y centroeuropeos.
Pero la paradoja es mayor. Pues la reunifcacin de Alemania signi fca el
desarrollo de un pas que rivaliz la hegemona mundial en dos guerras y que
ahora expresa la consolidacin global de la hegemona de Estados Unidos.
No parece hoy rival peligroso dada la enorme medida de capital que Estados
Unidos logr entre tanto.
4. La clave de todos los movimientos descritos hasta aqu iniciados con el
siglo, amarrados al fnal de la segunda guerra mundial y realizados palmo a
palmo en la segunda posguerra y en el fn de siglo es la siguiente: el logro
de la hegemona mundial por parte de Estados Unidos pasaba necesariamente
por la destruccin de Alemania en tanto rival principal. No era, pues, sufciente
la decadencia de Inglaterra. Se requera la destruccin de Alemania. Por ello
el siglo xx se juega en Europa; en particular en el centro de sta.
Entre Francia y Alemania rivales durante la primera y la segunda guerras
mundiales, por un lado, y Rusia, por otro, estn los pases balcnicos,
zona de infuencia de Alemania y de Rusia, esto es, de los extremos de la
geopoltica europea continental. De suerte que, destrui das Alemania en la
segunda guerra mundial y la urss en 1991, el resultado es la pulverizacin
de los balcanes (balcanizacin) a favor de ninguno; incluso, causada por el
persistente jaloneo entre ambos extremos.
Mientras tanto, el tablero exterior es el del crecimiento de Estados Unidos.
5. El que el siglo xx aparezca como el siglo de las naciones segn lo
nombra Eric Hobsbawm de un lado oculta y de otro expresa la realidad
esencial del mismo: es decir, que se trata del siglo de la he gemona mundial
de Estados Unidos.
Ciertamente, la multiplicacin de las naciones burguesas involucra el
crecimiento de la propiedad privada porque se multiplican las regiones
burguesas. Mientras que la hegemona mundial no es otra cosa que la
hipstasis de la propiedad privada, su magnifcacin y apoteosis, la cual, para
ser posible, supone o requiere la extensin o multiplicacin de la propiedad
privada.
Las modifcaciones del mapa del mundo ilustran lo dicho, pues en correlato
con los procesos a travs de los cuales se jalona el estableci miento de la
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 61
hegemona de Estados Unidos las dos guerras mundiales, la crisis del 29,
etctera surgen nuevas naciones, cambian las fronteras de naciones previas,
se transforman sus estados; por ejemplo, asumen el papel de sujetos histricos
cuando hasta entonces se reducan a sufrir como meros objetos la accin de
otras naciones o sujetos histricos nacionales.
Al respecto son descollantes los casos de la urss o de China: antes de sus
respectivas revoluciones 1917 y 1949, respectivamente eran meros
objetos de la historia que sufren vejaciones por parte de Alemania, Inglaterra
y Japn; despus se levantan sobre sus pies, se sacuden el fango y echan a
andar convirtindose en sujetos histricos nacionales decisivos no slo dentro
de sus respectivas zonas de infuencia sino a nivel mundial.
El siglo por dcadas y tres refexiones sobre sus articulaciones constitutivas
1900-1909: Dcada del angustioso camino hacia la guerra. Se conforman las
fuerzas que se enfrentaron en la primera guerra mundial.
1910-1290: Dcada del desarrollo capitalista nacional intraeuropeo y de la
primera guerra mundial.
1920-1929: Dcada de recuperacin europea frente a Estados Unidos.
Se prepara la crisis de 1929; los factores de sta y del desarrollo capitalista
general provocan la emergencia de Stalin, Mussolini y Hitler. Se la ha llamado
la dcada del cine porque durante esos aos surge este nuevo arte. Este
hecho evidentemente secundario expresa la promocin de la imagen
por ejemplo de esos lderes de masas como herramienta para trabajar la
historia conformndola en acuerdo al desarrollo de la hegemona mundial
capitalista y en particular la de Estados Unidos. En 1938 Martin Heidegger
evidentemente refexionan do las dcadas recin transcurridas escribi La
poca de la imagen del mundo, y un par de aos antes Walter Benjamin su
clebre La obra de arte en la poca de su reproductibilidad tcnica de la
que el ensayo de Heide-gger es tributario sin reconocerlo.
1930-1939: Dcada de la crisis y de la segunda guerra mundial. Las potencias
capitalistas apoyan el ascenso de Mussolini y Hitler con vistas a enfrentrselos
a la urss, hasta que de bieron frenarlos con la guerra.
1940-1949: Dcada de la guerra y de la construccin de las bases de la
hegemona de Estados Unidos con base en la destruccin blica de todo lo
que la obstaculizaba.
Jorge Veraza
62
1950-1959: Dcada de los tres mundos con base en el desmoronamiento
colonial (ingls, francs, alemn, holands, italiano) y del correspondiente
posicionamiento de Estados Unidos y de la urss en las regiones descolonizadas.
1960-1969: Dcada de las revoluciones culturales. La china, la de Esta dos
Unidos lanzada por J. F. Kennedy con el nombre de nuevos horizontes
y, fnalmente, la revolucin cultural internacional Pop y la del movimiento
estudiantil del 68.
1970-1979: Dcada de la crisis autnticamente mundial del 1971 o crisis de
civilizacin, que se recorre hasta 1982.
1980-1989: Dcada de recuperacin de la crisis mediante neoliberalismo y
endurecimiento hegemnico imperial. Son los aos de la Perestroika, la cada
del muro de Berln y, desde 1984 de la plaga emocional del sida, as como, en
ese contexto, de la crisis del marxismo.
1990-2000: Dcada de los bloques geopolticos y de la consolidacin fnal de la
hegemona de Estados Unidos como nica potencia imperial. Los bloques son
el del TLC y el de la Comunidad Econmica Europea (CEE) que luego devino
en Unin Europea. En este contexto emerge la insubordinacin del Tercer
Mundo (del ezln en Chiapas el 1 de enero de 1994) y, en el Primer Mundo, de
los grandes movimientos de masas antiglobalizacin (Seattle en 2000, Gnova
en 2001). Todo ello en el curso de la crisis an irresuelta del neoliberalismo.
Primera refexin
Antes de la segunda guerra mundial la historia mundial no es una, sino que
el desarrollo ocurre en forma independiente en cada continente; existe una
relacin externa y lbil entre ellos. Despus de la segunda guerra mundial, y
por medio de ella, se constituyen los instrumentos para el dominio hegemnico
mundial. No antes.
La Sociedad de las Naciones, nacida en 1919, es un protoinstrumento inepto
para tal efecto. Eso s, antes de 1945 se preparan factores que, en el interior
de nuevas relaciones, sern necesarios para el dominio mundial: el canal de
Panam, el partido bolchevique (a partir de 1925 la urss hegemonizar la
poltica del movimiento obrero internacional a travs de la bolchevizacin de
los partidos comunistas), Hollywood (con la industrializacin cinematrogrfca
que posibilitar la homogeneizacin mundial de la cultura de masas segn
el clich del American Way of Life), Freud (exponente de la hipertrofa
neurtica y psicosocial del siglo, del papel central que ocupa el sometimiento
integral de los individuos para apuntalar la acumulacin de capital a nivel de
la subor dinacin del proceso de trabajo inmediato en la produccin fabril) y
Einstein (en tanto exponente de las nuevas fuentes de energa requeridas por
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 63
la acumulacin de capital y de una imagen del cosmos que pasa por ser
ontolgicamente neutra, aunque es simplemente adecuada a una poca de
hegemona mundial capitalista).
35
Segunda refexin
La gran articulacin del siglo XX ocurre en 1945 y su subarticulacin en
1991,
36
cuando la destruccin de la urss da pie a que Estados Uni dos quede
como nica superpotencia. Este suceso fue antecedido por la destruccin de
Alemania como rival hegemnico en 1919. Ese ao seala una protoarticulacin
pues Estados Unidos an no rivaliza la hegemona. Pero Alemania es
completamente destruida en 1945 ante el nuevo hegemn y por l. Mientras
tanto la urss emergi, a partir de la misma articulacin, con posibilidades
reales para rivalizar la hegemona.
Tercera refexin
Durante la dcada de los cuarenta tenemos, primero, la construccin de los
instrumentos econmicos y geopolticos requeridos para el domi nio mundial;
durante los cincuenta se constituyen los instrumentos de gobierno poltico
mundial (Plan Marshall y hegemona del dlar desde Bretton Woods);
fnalmente, durante los sesenta se forjan los instru mentos de dominacin
cultural mundial (el rock and roll, la psicodelia, etctera; primero como factores
disfuncionales que posteriormente sern ajustados progresivamente a los
requerimientos del sometimiento cultural masivo), por lo que inmediatamente
despus, en los setenta, emerge la crisis de las premisas culturales; as que en
la dcada de los ochenta ocurre la sustitucin de los paradigmas modernos y
keynesianos por otros posmodernos y neoliberales. En esta crisis y sustitucin
de paradigmas se ve envuelto como por casualidad el marxismo, que
sufre una aguda crisis que a partir de la cada de la urss en 1991 se quiso
ver casi como agona. En la dcada de los noventa emerge no obstante la
crisis del neoliberalismo, an no resuelta hasta hoy, y la cultura posmoderna
agota sus ltimas reservas, mientras el marxismo convaleciente pugna por ser
reconocido en la escena cultural mundial.
B.3. Los siete tramos y tres periodos histricos del siglo XX
B.3.1. Los siete tramos de la historia mundial contempornea. Totalizacin
del capitalismo centrado en europa y derramado por el mundo (1890-1914)
Los lazos que el capitalismo logr tender por los siete mares desde 1850 habrn
35 Para la crtica a la teora del big bang, cfr. Allan Woods y Ted Grant, Razn y revolucin. Para la crtica a la teora del big bang, cfr. Allan Woods y Ted Grant, Razn y revolucin.
Filosofa marxista y ciencia moderna.
36 Insisto, en 1991 no se cierra el ciclo del socialismo presuntamente abierto en 1917, sino el Insisto, en 1991 no se cierra el ciclo del socialismo presuntamente abierto en 1917, sino el
que efectivamente se abri en 1945: de perfeccionamiento de la hegemona de Estados Unidos.
Jorge Veraza
64
de quedar suturados hacia 1914. La totalizacin del capitalismo constituye
el contenido o funcin especfca del primer tramo de la his toria del siglo.
Totalizacin de un capitalismo entonces existente ya de modo desarrollado
se trata en particular de lo siguiente: el capitalismo centroeuropeo, ingls y
estadounidense nucleado en Europa gesta en otros sitios relaciones capitalistas
funcionales con la consolidacin de esta forma histrica de sociedad en medida
y modalidad desarrolladas. Ello presupone regiones poco desarrolladas o
donde el capital es ele mental y an no totaliza su ciclo vital.
Ahora bien, las cosas puede parecer lo contrario de lo que fueron porque se
presentan diversos movimientos geopolticos contradictorios funcionales con
este cometido unifcador/consolidador.
Pero el formidable desarrollo de los medios de comunicacin ope rado entre
tanto es sntoma y palanca decisiva de la funcin esencial de cohesin/
coordinacin del sistema: totalizacin del capitalismo.
Todas las formas comunicativas ideolgicas prevalecientes son reordenadas.
Pero el aspecto concomitante al desarrollo de los medios comunicativos
capitalistamente subordinados es un cortocircuito cul tural, lo que refuerza la
apariencia contraria y encubridora respecto de lo que realmente acontece en
ese tramo histrico.
De tal suerte, la izquierda, al ver este escenario, pens en crisis general del
capitalismo y en el surgimiento del imperialismo como ruptura respecto
del capitalismo de libre cambio, cuando que lo que en verdad ocurre es
el anudamiento de la continuidad histrica capitalista: la totalizacin del
capitalismo, segn digo. Ahora bien, coordinar y cohesionar en trminos
capitalistas signifca coersionar; por ende, que el capitalismo se totalice
signifca que el sujeto social se destotaliza, sufre una crisis organizativa y de
su conciencia histrica.
Vale la pena, antes de exponer los seis subsiguientes tramos hist ricos del
siglo xx, denunciar/criticar las premisas de la representacin anfbia y
manipulatoria constituida en la frase crisis general del ca pitalismo. En
efecto, la conciencia histrica de la izquierda Lenin incluido
37
qued
presa en las apariencias pues ese trmino manipula la conciencia histrica
37 Lenin no slo forja este concepto cierto que con rasgos diferentes que los que presenta en Lenin no slo forja este concepto cierto que con rasgos diferentes que los que presenta en
los tericos del capitalismo monopolista de Estado (cfr. mi Crtica a las teoras del capitalismo
monopolista de Estado en Elmar Alvater y Carlos Maya) sino que es correspondiente con su
teora del imperialismo en tanto presunta fase superior del capitalismo (Cfr. mi Para la crtica
a las teoras del imperialismo) pues, para que sea superior, la fase requiere que el capitalismo haya
entrado en una crisis defnitiva,general.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 65
y de clase ms bien que explicar el desarrollo habido desde 1914 a la fecha.
Pero los partidos comunistas de todo el mundo lo usaron durante dcadas
(desde 1939 hasta 1989) presunta mente fundados en una teora que pasa por
ser la defnitiva explicacin marxista del siglo xx, adecuada para establecer las
directrices poltico-revolucionarias contra el capitalismo.
Tal explicacin no slo no es marxista, sino que constituye la expre sin
ejemplar o, digamos, modelar de la idea burguesa acerca de este periodo
histrico.
Paradjicamente, el modelo ha sido explicitado por el marxismo sovitico
en aparente contraposicin y como algo ajeno a los historiadores burgueses
occidentales; an ms, que pretende superarlas. Debe reconocerse que en algo
s las supera: en explicitar, en revelar el secreto del misterio permaneciendo en
l y aun afanzndolo mejor.
En la representacin compleja y manipulatoria se guardan tres trmi-
nos constitutivos: crisis (1) general (2) del capitalismo (3). Cada uno es
deformado por separado pero orientado hacia la complementariedad unitaria
con los otros. Esta complementariedad unitaria circular es la que le confere
la apariencia de evidencia positiva, casi no de concepto sino de mera
descripcin de hechos evidentes por s mismos.
Veamos las tres fuentes y las tres partes
38
de esta representacin
manipulatoria que no concepto, insisto, ni descripcin directa de la
realidad. Primero veremos el trmino general, luego el de crisis y,
fnalmente, el de capitalismo.
1. La frmula crisis general del capitalismo convalida su referencia a lo
general por cuanto se levanta sobre la analoga con la prime ra guerra
mundial. As, la crisis es general en tanto que la guerra habra sido
mundial.
Para salir al paso de este equvoco es necesario especifcar la presunta
primera guerra mundial no como mundial sino como lo que realmente
fue: europea y, en parte, estadounidense. De ah que, como se dijo ms
arriba, en su momento fuera llamada ms bien la Gran Guerra. Una guerra
particular, no general, no mundial, que ocurri slo en el seno del capitalismo
ms desarrollado: una contradiccin en la cspide de los mltiples capitales
nacionales para mejor dominar/explotar a la clase obrera, incluida la de
naciones menores.
38 Aludo al clebre folleto de Lenin Tres fuentes y tres partes integrantes del mar xismo con Aludo al clebre folleto de Lenin Tres fuentes y tres partes integrantes del mar xismo con
la intencin de denunciar las fuentes histricas reales desde las que se oper el sometimiento
de la conciencia revolucionaria del propio Lenin y, con l, de todo el movimiento obrero inter-
nacional.
Jorge Veraza
66
2. Pero el trmino crisis general del capitalismo implica un desliz ms
bsico: la representacin del capitalismo en desgarramiento, en crisis.
Las nociones de crisis y desgarramiento se asocian a situaciones de guerra.
Nombrada adems mundial y, entonces, general. As, basada en el hecho
de la Gran Guerra, la representacin se compone por analoga como crisis
general = guerra mundial.
Pero con esta composicin sincrtica slo tenemos la base necesaria del caso.
Todava falta suturar sufcientemente la idea de que el capital est en crisis-
general-en-tanto-sistema.
3. Por ello, la anterior analoga basada en la guerra mundial se comple menta
con otra representacin pretendida deduccin terica obtenida a partir
de la revolucin rusa de 1917. Guerra y revolucin son las dos fuentes del
equvoco. La representacin basada en la guerra (general/crisis) se sustenta
trayendo a colacin a la revolucin rusa pues se pretende que por ella qued
desgarrada o en (crisis) una parte del mundo (general) respecto de la otra.
Una parte se volvi socialista y la otra qued siendo capitalista.
En efecto, luego de asentar las dos tesis previas resumidas como crisis general,
se pasa a indicar que la crisis revolucionaria produjo no slo desgarramiento
(momento negativo anlogo al de la guerra), sino que construy un positivo
campo socialista. Fue entonces una crisis general del capitalismo en tanto tal
porque fue producido el no-capital = socialismo.
1) Guerra/crisis.
2) Mundial/general.
3) No capital = socialismo (negacin del capitalismo)/capitalismo; son los
tres trminos constitutivos de la representacin compleja crisis general
del capitalismo. Y como se ve, para pasar del momento for mal general y
negativo de la representacin (crisis general) al positivo y especfcamente
realizador del crculo completo de la ideologa, se nos remite a una revolucin/
desgarramiento anloga a la guerra pero que aade el elemento constructor
de no-capital. Por all se nos remite al capitalismo pero en crisis de s mismo
en tanto tal; es decir, como crisis general del capitalismo.
Cabe an especifcar ms las cosas y, al hacerlo, explicar por qu expongo en
el orden general-crisis del capitalismo la composicin ideolgica del trmino
crisis general del capitalismo. Con esta frase compuesta se trata de trminos
simples que pueden componer un silo gismo con sus respectivos momentos:
general, particular y singular. En efecto, el capitalismo es algo general que
no siempre est en crisis slo en momentos particulares se ofrece la crisis, pero
sta no tiene por qu ser general; slo singularmente pudo llegar a serlo.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 67
Crisis-particular / general-singular / del capitalismo-general. As seran las
cosas en la historia del capitalismo. Pero la frase ideolgica crisis general
del capitalismo muestra otra apariencia y la sugiere para la realidad, as que
pasa a invertirla: pretende, implcitamente, que la crisis es lo general y por
ello comienza por postularla, ofrecerla al espritu del escucha para enmarcar
o encuadrar su representacin, su sensibilidad, manipularla y ponerla en
crisis. Pretende, luego, que lo particular de esta crisis es el ser general, y,
fnalmente, que se aplica singularmente al capital.
Ciertamente no hay crisis slo en el capitalismo sino en otras pocas
histricas. As que el capitalismo puede pasar por lo individual singular y la
crisis como algo universal que se le aplica.
Y como se sabe, desde Hegel ocurre que en los silogismos el trmino particular
es el que sirve de enlace o mediacin entre lo general y lo singular.
39
De
esta mediacin deriva un nuevo conocimiento, una novedad, pues conecta
dos trminos extremos que corran cada uno por su lado. As, pues, cabe
comenzar la explicacin de cmo est compuesta la frase ideolgica crisis
general del capitalismo por el trmino que pretende mediar los extremos que
la componen: la parti cularidad nombrada general.
Si nos fjamos bien, la ambigedad se mantiene en la frase alimentada por la
apariencia y por la realidad. Pues el trmino general es tenido a la vez por
particular (caso de la apariencia) y por singular (caso de la realidad que se
refere). Curiosamente, eso de general es tenido por singular y particular.
As, la representacin no lo abandona nunca como general. El secreto de toda
la frase ideolgica, de su efecto manipulatorio, se guarda en el hecho de que
el trmino general que es el trmino mediador (como en MDM
40
), el
D, es a la vez particular, singular y general. As que en verdad es el sujeto de
todo el movimiento, como si nos encontrramos en la circulacin capitalista:
DMD.
41
Es decir, que la frase busca una ganancia, un incremento, sacar ms que lo que
invirti (D=D + D) pero lo oculta. En qu consiste esa ganancia o incremento?
Pues ni ms ni menos que en hacer creer al escucha y por all explotarlo,
39 Cfr. Henri Lefebvre, Cfr. Henri Lefebvre, Lgicaformaly lgica dialctica, captulo sobre el silogismo.
40 Frmula de la circulacin mercantil simple: mercanca que se intercambia por dinero que a Frmula de la circulacin mercantil simple: mercanca que se intercambia por dinero que a
su vez se intercambia por mercanca, siempre de modo equivalente. (Karl Marx, El capital, tomo
I, captulo III, El dinero o la circulacin de las mercancas).
41 Frmula general de la circulacin mercantil capitalista: dinero que se intercambia por mer- Frmula general de la circulacin mercantil capitalista: dinero que se intercambia por mer-
canca que a su vez se intercambia por una cantidad superior de dinero, aunque siempre de
modo equivalente. As que al fnal brota un plus que el capitalista se apropia legalmente (Karl
Marx, El capital, t. I, cap. IV, La transformacin de dinero en capital).
Jorge Veraza
68
alienarle el pensamiento que una crisis general del capitalismo no acaba
con el capitalismo, como debiera ser el caso, sino que el capitalismo prosigue
pero en crisis general que ms bien es particular. Claro! Obsrvese que una
verdadera crisis general del sistema en tanto tal sera aquella que lo anulara.
Por aqu la frase revela su sentido esencial: convalidar a la urss como socialista,
como no-capital. Es decir, pretender que existen crisis generales del capitalismo
que no acaban con el capital sino que son capitalismo; ello signifca igualar
capitalismo y no-capitalismo (socia lismo) y por all, a la inversa, igualar
socialismo con capitalismo en vista de hacer pasar al capitalismo de la urss
como si fuera socialismo. As como guerra y revolucin fueron las fuentes
para construir lo de crisis general del capitalismo, su resultado y premisa
es la doble ecuacin: capitalismo = socialismo; socialismo = capitalismo y por
tanto: no capital = capital.
Ahora bien, la del siglo xx es la historia de la subordinacin del sujeto social
mundial bajo el capital mundial, empresa para la cual la subordinacin de
la conciencia del sujeto social es momento esencial. La ideologa de la crisis
general del capitalismo es funcional a esta vasta empresa histrico-ideolgica.
42
Ahora bien, la cuestin no se agota con los tres trminos elementales imbricados
en la frase ideolgica compuesta, sino que debemos tener en cuenta todo
el cuerpo terico que refere. Toda la historia del siglo xx ha sido pensada
segn unas falsas identifcaciones que en la ideologa de la crisis general del
capitalismo llegan a adquirir forma modelar y por tanto casi evidente.
La frase ideolgica sobre la tal crisis requiere a la guerra (primera) y a la
revolucin (rusa) para convalidarse y confundir lo que es crisis, lo que es
guerra y lo que es revolucin en cuanto a sus modalidades precisas. Requiere a
la guerra para convalidar su carcter general y requiere a la revolucin
para redondear este carcter general al implicar la completa denegacin del
capitalismo. Ciertamente en 1917 hubo en Rusia una revolucin social, pero la
idea es tomarla por socialista sin tener que fundarla como tal diferencindola
de una revolucin social burguesa.
La tarea de una teora de la historia materialista cientfca debe ser criticar estos
deslices para poner sobre sus pies el concepto de desarrollo histrico capitalista
y revelar as las reales condiciones de existencia de la subordinacin del sujeto
social mundial. Esta es la condicin para cualquier accin trascendente frente
a la entonces ya precisada ecuacin: capitalismo = capitalismo, pues de esta
42 Lo que estructuralmente queda regido por la subordinacin real del consumo bajo el capital, Lo que estructuralmente queda regido por la subordinacin real del consumo bajo el capital,
segn veremos, pues a partir del consumo inicia la reproduccin de la corporeidad y la espiri-
tualidad del sujeto. El consumo es el proceso de produccin inmediato de sujetos.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 69
igualdad debe brotar la diferencia que la subvierta. Al confundir los trminos
se paraliza el surgimiento de la real diferencia, pero se puede fantasear que
en el juego de palabras se ha destruido al capitalismo o bien creer que as se
genera su destruccin.
43
Pues bien, hacia 1914 para nada ocurri una crisis general del capitalismo;
muy al contrario, el capitalismo consolid su identidad como capitalismo, la
totalizacin del capital, a la que recin caracterizamos como primer momento
de la historia mundial del siglo xx.
Antes de seguir detallando preliminarmente los restantes seis tramos
histricos, resumamos el conjunto de los siete tramos:
Resumen de los siete pasos
El contenido histrico general del siglo xx es el proceso de autonomizacin del
capital social mundial como entidad prctica, lo que incluye la subordinacin
de la poblacin mundial como su objeto y efecto constantes.
1. La totalizacin del capitalismo centrado en Europa y derramado hacia el
mundo constituye la premisa inmediata (1890-1914) de este proceso.
2. En el centro de Europa estalla, al modo de primera guerra mundial, la
contradiccin entre el desarrollo capitalista occidental y el ms atrasado
que ste desarrollo capitalista oriental. Y si no la guerra la contradiccin s
es mundial; y la guerra es la primera expresin, la expresin formal y negativa
de la existencia prctica del capital social mundial (1914-1918).
3. El desarrollo real que inicia de 1919 a 1929 contrapone la expre sin formal y
negativa del capital mundial con su expresin positiva y real se trata de la crisis
poltica y cultural mundial en el curso de la cual ocurre el traspaso de hegemona
hacia Estado Unidos, quien se ha venido desarrollando econmicamente
mientras tanto hasta ser el detonante de la mayor crisis econmica hasta
entonces. Esta crisis (de 1929) es signo del podero estadounidense y del
hecho de que ya posee el dominio econmico del mundo si bien an no el
poltico y militar reconocidos. Dicho de otro modo, el contenido esencial de
la referida crisis poltica y cultural mundial con la que caracterizamos la
primera posguerra es la contradiccin entre la expresin formal y negativa
por un lado y, por otro, la real y la positiva del capitalismo mundial. Dicho
de otro modo, es debido a que la contradiccin mundial se ofrece formal y
43 En autores posteriores como Arrighi o Wallerstein alguna vez vinculados a la teora del En autores posteriores como Arrighi o Wallerstein alguna vez vinculados a la teora del
capital monopolista de Estado pero hoy muy alejadas de la misma se echa de ver su fliacin
con la teora de la crisis general del capitalismo y sus despropsitos.
negativa, por un lado, y real y positiva, por otro, que su expresin es una crisis
de formas ideolgicas por lo formal y polticas por lo real y no ms
bien directamente de contenidos econmicos; la crisis eco nmica ser ms
bien posterior.
4. De 1929 a 1939 la antesala de la IIGM revela el secreto de toda la poca
abierta desde fnes de la Primera Gran Depresin (1873-1895): la subordinacin
de la poblacin mundial bajo el capital mundial es decir, la subordinacin
formal del proceso de trabajo inmediato mundial bajo el capital mundial, y
en esta antesala se cumplen las determinaciones especfcas de este proceso
por cuanto realmente hay capitalismo mundial y realmente hay la potencia
capitalista nacional que puede hegemonizar y que ya detenta la prioridad
econmica: Estados Unidos.
5. La IIGM es el proceso o fase destructiva mediante la cual Estados Unidos
logra detentar la hegemona poltica y militar del globo, no slo la econmica
como hacia 1929. Esta hegemona econmica se ver perfeccionada y
acrecentada, como asimismo la contradiccin Este/Oeste jugada en torno al
y en el centro europeo. Europa queda destruida como centro del mundo.
6. La segunda posguerra, en lo que corre desde 1945 a 1969, de sarrolla
la subordinacin real del metabolismo social mundial bajo el capital
mundial representado por Estados Unidos. Al mismo tiempo que se
suscitan desplazamientos geopolticos concomitantes, tiene lugar como
tarea especfca de esta fase el desarrollo del capital constante adecuado
tcnicamente a la medida y modalidad del capital mundial, as como el
detrimento ecolgico concomitante con tal desarrollo.
7. Por ello, la realizacin de esta tarea coincide o ms bien suscita la primera
crisis mundial capitalista autntica (1971-1982) porque el desarrollo capitalista
general hegemonizado por Estados Unidos es decir, detentado, explotado
y tambin promovido por esta na cin conlleva una sobreacumulacin de
capital a nivel mundial.
Las funciones estructurales de la hegemona del capital mundial y su
funcionamiento histrico
En el resumen precedente es visible el mecanismo esencial del desarrollo
histrico capitalista efectivizado en los siete tramos de la historia del siglo
xx: la hegemona mundial del capital hace coincidir dos funciones que en
el curso de su constitucin operan separadas o bien alternan o, en su caso,
se intercambian segn necesidades coyunturales y una vez lograda pueden
separarse, etctera, para mantenerla. se trata, por un lado, a) de la cohesin
Jorge Veraza
70
Vicepresidencia del Estado Plurinacional
71
poltica, y, por otro, b) del desarrollo econmico. Por su parte, el desarrollo 1)
de los medios de comunicacin es el es labn que une primariamente ambos
procesos y sobre la base del cual se articula su complemento, 2) el desarrollo
de los medios de circulacin.
Ello signifca adems que las fuerzas productivas especfcas de este proceso
(medios de comunicacin/medios de circulacin, en particular los fnancieros)
permiten establecer la continuidad del proceso de pro duccin (adems de la
dependencia de un pas hacia otro, de un capital hacia otro, etctera); en fn,
permiten establecer la relacin de produc cin del caso. se trata de fuerzas
productivas y relaciones de produccin que se completan con 3) el desarrollo
de los medios de destruccin aptos para mantener cohesionado (relacin
de produccin) al conjunto bajo cierta modalidad y contenidos productivos
(fuerza productiva). De tal manera, la apariencia de que la relacin de
produccin dominante es el capital fnanciero y ya no ms el industrial cual
fuera el caso del siglo xix emana de las funciones que las fnanzas deben
cumplir a favor del dominio mundial del capital industrial.
El capital social reparte en las dos funciones referidas dependencia y
cohesin su gestin y la condiciona triplemente a ser efectuada de manera
comunicativa, circulatoria y blica. Los medios para este efecto pueden ser
producidos (I) en secuencia y estar presente uno pero faltar otro, pueden
coexistir adecuados o inadecuados en cantidad y calidad o bien (ii) faltar
alguno despus de haber coexistido con los otros. Todo ello determina fguras
y problemas a la hora de efectivizar la hegemona.
Es ilustrativo a este respecto el caso de Estados Unidos sobre todo entre
1975 y 1985, que posee el mayor arsenal destructivo y los ma yores medios
fnancieros y comunicativos pero con una planta industrial (y, tambin entonces,
de medios de comunicacin particularmente ferrocarriles) obsoleta
respecto de la europea y la japonesa. se pre para si no es contrarrestado el
error, lo que se ha estado intentando desde 1981 a la fecha un debilitamiento
fnanciero y comunicativo mundial no slo nacional de Estados Unidos y
que habra de resol verse mientras Estados Unidos no contrarreste el error,
insisto a favor de otra potencia. En realidad, durante los aos ochenta y
noventa Estados Unidos desarroll los medios de comunicacin telefona,
internet, red satelital y fortaleci los medios fnancieros.
Pero despus de ilustrar puntualicemos: la reparticin de la funcin
poltica de cohesin/coercin, por un lado, y, por otro, la fun cin econmica
de desarrollo, privilegia a la econmica. As que la nacin hegemnica puede
ceder en lo referente a la coersin poltica si con ello se permite o se mantiene el
desarrollo hegemnico (caso de Estados Unidos entre 1929 y 1945). En efecto,
Jorge Veraza
72
para el capital mundial ocurre igual que para el capital nacional, pudiendo
hablarse de un bonapartismo mundial si tal es la coyuntura. En efecto, en
el mecanismo de gobierno nacional bonapartista tiene lugar un intercambio
entre la clase burguesa y otras pequea burguesa, aristocracia, etctera
en el que la burguesa entrega el dominio poltico a cambio de mantener
frmemente el econmico.
Es ejemplar al respecto, a nivel internacional, la hegemona y coer cin poltica
europea de entreguerras si la comparamos con el desarrollo econmico que
calladamente o a sus espaldas va logrando Estados Unidos. Este desarrollo
econmico de implicaciones mundiales de todos modos fue acompaado por
la directa intromisin poltica y militar de Estados Unidos
44
si no en Europa,
s en su zona de infuencia natural: Amrica Latina comenzando por
Mxico y de donde expuls materialmente a Europa an antes de rivalizarle
la hegemona poltica mundial.
a. Breve explicacin de los siete tramos de historia mundial contempornea
Se explic ms arriba (ad A) el primer tramo:
1. Totalizacin del capi tal centrado en Europa y derramado por el mundo
(1890-1914); ahora expliquemos los siguientes:
2. El centro de Europa como problema y la autonomizacin prctica del capital
mundial (a partir de la contradiccin capitalista entre Oriente y Occidente).
Atraso y desarrollo capitalista en Europa (1914-1918).
La totalizacin del capitalismo centrado en Europa pone a la orden del da
la unifcacin de lo contradictorio, y, precisamente en su centro. El centro
de Europa brota como problema nuclear de la totalizacin conjunta del
capitalismo no slo europeo. Este es el contenido bien manifesto ya en el
segundo tramo histrico del siglo XX: la Gran Guerra de 1914-1918.
El nudo de contradicciones centroeuropeas est tensado mundialmente y
concreta o centra estas tensiones mundiales. Por ello, las fguras fenomnicas
44 Algunas de las ms sonadas intervenciones poltico-militares estadounidense vio-
latorias de la soberana nacional se registraron en Guerra contra Mxico en 1846-1847. En 1898
guerra por las posesiones de Espaa e invasin de Puerto Rico, Filipinas, Cuba y la isla de
Guam. En 1903 invade Panam. Bombas atmicas en Hiroshima y Nagasaki intervencin en
Corea intentos de asesinar a Fidel Castro y bloqueo econmico contra Cuba desde 1959. En
1961, desembarco en Baha Cochinos. invasin de Vietnam desde 1961 hasta 1975. Tropas de
Estados Unidos invaden Granada. Invasin de Hait en 1915 y en 1994. invasin de Lbano en
1982. invasin de Panam. Guerra del Golfo Prsico en 1991. Invasin de Somalia en 1992 por
parte de la ONU bajo presin de Estados Unidos. En 1999 inicia el Plan Colombia.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 73
de Estado, cultura, formas sociales y polticas que entonces se gestaron
como expresiones reguladoras de las contradicciones centroeuropeas tienen
para nosotros el inters de que preparan, anuncian, premonizan las fguras
histricas que posteriormente se han desarrollado no slo en el centro sino
en toda Europa y aun en el mundo. El crisol fue el centro al momento o
como expresin del retroceso relativo de Europa frente al creciente podero
de Estados Unidos (Europa tensada asimismo por los derroteros que segua
Rusia).
Por vez primera la contradiccin entre el desarrollo histrico oriental y
occidental se daba en trminos de desarrollo capitalista para las dos regiones.
Es, entonces, toda Europa el problema, y sobre todo el centro de Europa, el
centro del centro. De hecho, fue la contradiccin entre el desarrollo capitalista
de Occidente y el desarrollo capitalista ahora tambin de Oriente, la que
debi expresarse en la gran problematicidad del centro de Europa.
Pero observemos que a la par de la contradiccin polarizada Oriente-Occidente
se presenta el fenmeno de autonomizacin del capital mun dial como
entidad independiente respecto de los capitalismos nacionales. En efecto, la
contradiccin polarizada del capitalismo entre Oriente y Occidente suscita la
necesidad de su neutralizacin, y en gracia a la extensin real desarrollada por
el capitalismo, la contradiccin ofrece, a la vez, la posibilidad ella misma
contradictoria de neutralizar o dar forma viable a las contradicciones. De
hecho, el desarrollo capitalista en extensin, esto es, el despliegue capitalista
en Occidente y en Oriente es el que, al relacionar ambas heterogeneidades,
suscita la contradiccin.
Cada vez ms fenmenos escapan al dominio nacional intencional, cada vez
son ms las relaciones establecidas entre capitales y naciones capitalistas
las determinantes ms all de sus lmites nacionales. Puede sorprendernos
entonces que la neutralizacin requerida debiera ocurrir bajo la forma de la
guerra?
Por lo dems, es comprensible que para el centramiento mltiple de esta red
supranacional de relaciones capitalistas cada vez ms tupida haya debido
desarrollarse ms all de donde se haba desa rrollado la forma Estado
y, en general, toda la esfera poltica: vida partidaria, sindical administrativa,
parlamentaria e ideologa cultural correlativas a estas formas polticas.
El estatalismo arraiga en las pre misas econmicas mismas del capital, y
desde 1850 mostr expresiones indelebles en la autonomizacin del poder
ejecutivo tanto en Francia como en Inglaterra (1850); pero ahora (1914-1918)
se ve tupido en toda la lnea y en todos los pases capitalistas desarrollados,
no digamos en los atrasados.
Jorge Veraza
74
As, adems del estatalismo, los primeros 20 aos del siglo concen tran las
premoniciones de las formas culturales que haban de surgir en aos venideros
la cultura de masas y sus temas. Lo anterior nos encamina al proceso de:
3. Crisis poltica y cultural mundial y traspaso de la hegemona econ mica
a Estados Unidos (1919-1929). Los aos de la primera posguerra arriban a la
crisis de 1929. En medio y bajo el desarrollo econmico se gesta el agotamiento
de la hegemona europea no slo inglesa, particularmente de Alemania.
El rasgo general del periodo es un desarrollo de la tecnoburocracia, enorme
y en todos los pases. Tratando de desarrollar la hegemona contra Estado
Unidos o defendindose de ste, tratando de mundializar la hegemona, los
aparatos estatales y empresariales se tecno-burocratizan tanto en Europa como
en la periferia; concentran de este modo y as lo concretan y expresan
el fenmeno de la administracin mundializada que el capital implanta y
requiere (especialmente el capitalismo estadounidense). La burocratizacin
del mundo, titul Bruno Rizzy en 1930 su esclarecida obra sobre el aspecto y
la tendencia epocales.
El perfeccionamiento deformado de los aparatos pues existe como extensin
hipertrofada adems de en el curso del agotamiento de sus condiciones
materiales no puede sino conducir y coadyuvar a la gestacin de una crisis
poltica mundial y una crisis econmica para decidir en ellas el cambio de
potencia hegemnica; Estado Unidos ha crecido enormemente entre tanto y
despus de una primera guerra mundial que debilit a todas las potencias
europeas.
Sabido es que la decepcin, el nihilismo y la ruptura de valores establecidos
caracterizaron la cultura burguesa durante la primera guerra mundial.
Pues bien, las formas culturales contradictorias hijas de la vuelta de siglo,
del extenso cortocircuito cultural que acompa al desarrollo de los medios
de comunicacin y cohesin, sern con solidadas en la posguerra, pero
perdiendo sus aspectos explosivos, virulentos, combinndose con nuevos. El
desarrollo de Estado Unidos y su infuencia general imprimen crecientemente
una determinacin positiva en las formas culturales que mesura o remueve
aquel nihilismo de vuelta de siglo y de la primera guerra mundial que las
caracteriz. Pero, a la vez, el conjunto de la cultura se polariza en la elaboracin
de una forma particular de nihilismo constructivo marcado positivamente
de modo monstruoso: el totalitarismo, particularmente el fascismo y el
nazismo. En resumen, la cultura mundial se consolida y, por ello, se polariza
desgarradamente.
Alemania va quedando arrinconada por el desarrollo general y de Estado
Unidos en particular y cohesionada directamente por Inglaterra y Francia
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 75
en el curso de su propio desarrollo, por dems potente. Esta situacin de
enredos econmicos y geopolticos se expresa en el desarrollo cultural alemn
positivamente marcado como nazismo, ideologa que justifca en el progreso
la nihilizacin represiva, e incluso utiliza doctrinas ideolgicas como la de
Nietzsche deformndolas para autojustifcarse.
4. La subordinacin de la poblacin mundial bajo el capital mundial en la fase
positiva de la consolidacin de la nueva potencia hegemnica (subordinacin
del capital variable o subsuncin formal del proceso de trabajo inmediato
mundial bajo el capital) (1929-1939).
Debido a su debilidad interior, la hegemona europea en parti cular la
inglesa va requiriendo efectuarse forzadamente, por lo cual emergen formas
fascistas y aun la misma guerra como mediaciones.
El capital ingls an cohesiona el desarrollo mundial, al que, sin embargo,
ahora dinamiza Estados Unidos. A la vez, las potencias centroeuropeas
apuntalan por contigidad geopoltica en el curso de rivalizarlo el yugo
ingls. De ah las formas de dominio que se desarrollan, avivadas por la
medida mundial de su tarea.
El totalitarismo es un fenmeno mundial estructural capitalista, no slo
alemn o italiano, etctera, no slo nacional y de raza o ideolgi co: es un
fenmeno materialmente enraizado en la estructura mundial capitalista que
se redondea entre 1929 y 1939. Ya se esboz desde antes; ahora se perfecciona
y se extiende. La extensin mundial del capitalismo pone a la orden del da la
constitucin del capital mundial como realidad.
El capital social mundial subsume a la poblacin mundial, particular-
mente al proletariado. Y esta fue su primera gran tarea. El Estado fascista
intervencionista o social se generaliza para cohesionar econmicamente el
desarrollo de los mltiples capitales y all, a la vez, polticamente, al ejrcito
industrial en activo y en reserva a nivel mundial: he aqu la tarea para la que
se requiere la hipertrofa estatal como solucin.
Esta tarea involucra regiones en donde el capitalismo apenas ha penetrado
y donde an no hay proletarios pero donde la poblacin est en barbecho,
digamos, en vista de su prxima utilizacin como ejrcito industrial sea en
reserva o en funciones.
En estos aos se forma positivamente el nuevo equivalente mundial, la potencia
nacional que representa al capital social mundial al lograr la hegemona
sobre el resto de naciones: Estados Unidos. Ocurre la segunda guerra para
Jorge Veraza
76
terminar la tarea, ahora con la marca negativa de destruir el podero de las
otras naciones.
La guerra ser la expresin del desarrollo del capital mundial contra el
nacional; adems, en su curso el capital/Estado somete directamente a la
poblacin mundial bajo su dinmica. En efecto, la guerra es la maquinaria del
capital mundial para triturar/transformar a los distintos capitales nacionales
y el Estado es el gozne del capital mundial que, vuelto contra la poblacin
nacional, la conduce a la guerra tal y como el capital de una empresa emplea
un equipo de obreros.
5. Constitucin de la hegemona mundial de Estados Unidos a travs de
la destruccin de Europa y la agudizacin de la contradiccin Este/ Oeste
(1939-1945). La segunda guerra mundial (iigm), es pues, la pri mera guerra
mundial autntica. Aqu el capital constante mundial se enderez contra el
capital variable mundial a travs de una confrontacin relativa entre capitales
nacionales (no todos).
A travs de la contradiccin mundial entre el capital constante y el capital
variable mediada por la contradiccin entre mltiples capitales nacionales en
la iigm se constituye la forma adecuada de hegemona de Estados Unidos
sobre el mundo, cuyas expresiones extensas son la de clinacin de Europa y
el proceso de liberacin nacional respecto de el yugo de sta por parte de
los pases perifricos. A la vez, ese proceso desarrolla la forma de capital
prevaleciente en Europa hacia una ms adecuada para la nueva forma de
dominio y su nueva medida geopoltica.
Este progreso de las fuerzas productivas y de las formas o relaciones de
dominio capitalista mundial se acompa del retroceso geopoltico europeo
pero, con ello, de la cultura burguesa general, de la cual Europa haba sido
hasta entonces promotora.
La cultura de la clase obrera y, en general, el horizonte de su conciencia
de clase se vio reducida, vuelta superfcial, invertida y slo desarrollada
en extensin y para benefcio del desarrollo del capital y su nueva fgura de
cultura. Esta depresin de la conciencia proletaria durante y al trmino de la
iigm redonde la subordinacin que desde 1900 (incluso antes) sufri bajo el
capital. Este retroceso geopoltico es similar a la situacin prevaleciente en
1815, cuando Alemania dej de ser el centro de Europa continental y se vio
entonces amenazada por el poder de la Rusia zarista como forma de dominio
ms retrgrada que la burguesa. Ello determin que en 1945 Alemania debiera
ser reconstruida, no slo el conjunto de Europa.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 77
El Plan Marshall (1953) y la guerra fra son elementos funcionales de este
contradictorio avatar. Estados Unidos logra su hegemona me diante la
destruccin de Alemania (y Europa) pero con la necesidad de reconstruir
Alemania para mantener esa hegemona y frenar a la urss que ya se
expande territorialmente por Europa oriental. Con y para ello fue necesario
un desarrollo capitalista general. El muro de Berln tiene el signifcado de
rehabilitar el obstculo geopoltico a la expansin rusa hacia Europa, as que
defende a la desarrollada Europa de promediarse con el atraso ruso, pero ese
mismo desarrollo capitalista general volver superfuo al muro de Berln y lo
har caer en 1989.
En efecto, el desarrollo capitalista oriental (Europa y Asia) deba quitarse
de encima mediante una revolucin (1917) los monopolios ca pitalistas
occidentales que atentaban contra su acumulacin de capital sobre todo desde
fnes del siglo xix. Adems, el desarrollo capitalista oriental slo era posible
si se lo planifcaba econmicamente para remover los obstculos generados
por la irracionalidad del propio desarrollo capitalista. De tal manera, la
heterogeneidad del desarrollo capitalista entre Occidente y Oriente deba
ser deslindada para propiciar el desarrollo capitalista global, sobre todo para
promover el desarrollo capitalista oriental parasitado por Occidente, pero
tambin para que el atraso oriental no presionara sobre el nivel de vida de
las masas occidentales y provocara confictos polticos ingobernables. Pero
una vez alcanzada en Oriente una medida de desarrollo capitalista lo suf-
cientemente grande cercana a la occidental el muro divisorio (fsico, poltico
y cultural) entre ambas regiones poda y deba ser derribado. Esta cuestin
histrica qued abierta al trmino de la iigm, sus premi sas provenan de fnes
del siglo xix y de 1917 y su solucin preliminar ocurri entre 1989 y 1991.
6. La subordinacin real del metabolismo social mundial bajo el capital
mundial representado por Estados Unidos y los desplazamientos geopolticos
concomitantes (desarrollo de un capital constante tecnolgicamente adecuado
a tal cometido) constituye la segunda gran tarea del capital mundial (1946-
1969).
En la segunda posguerra Estados Unidos brilla como centro de la acumulacin
mundial. La infacin contra el salario, el dominio del ejrcito industrial de
reserva mundial y de las materias primas y la ne cesaria racionalizacin social
requerida por una sociedad mundialmente integrada logran fgurar un nuevo
tipo de Estado, el Estado benefactor que desde Estados Unidos parece
extenderse a todas partes, tanto en pases ricos como en pobres.
El podero de Estados Unidos creci con la franca dependencia econmica y
militar de Europa hacia este pas y por la ruptura como resultado de ello
entre China y la urss. La contradiccin en el centro europeo en gracia al
Jorge Veraza
78
desplazamiento del centro hacia Estados Unidos y la destruccin de Alemania
y Europa central conllev la fragmentacin de los poderes en los extremos
(conficto chino-sovitico y liberacin nacional del Tercer Mundo) debido a
que se vio sobredeterminada por la presin de Estados Unidos sobre Oriente
a travs del Pacfco (derrota de Japn) y la expansin de su dominio por todo
el mundo.
Segn vemos, a las diversas contradicciones regionales corresponde una
neutralizacin global del sistema capitalista. Las contradicciones regionales
avivan el desarrollo de la neutralizacin hegemnica ope rada por Estados
Unidos, la alimentan, minan las bases de la anterior hegemona. Desarrollo
de la hegemona estadounidense, decadencia del yugo internacional europeo
conforme Europa es reconstruida y se desarrolla econmicamente, pugna
chino-sovitica y recrudecimiento general de la guerra fra son los hitos socio-
histricos que caracterizan este periodo conforme el patrn tecnolgico de la
acumulacin de capital mundial llega a su culminacin hasta hacer crisis en
1971.
7. La primera crisis capitalista autnticamente mundial y el contradic torio
dominio de Estados Unidos (1970-2000...).
El desarrollo mundial operado sobre la base de la nueva red de relaciones
hegemonizada por Estados Unidos tuvo largos aos para ma durar. La
segunda posguerra arriba, sin embargo, a una crisis mundial crnica (1970-
1982), la primera crisis mundial capitalista autntica en el curso de la cual
se perfecciona el dominio de Estados Unidos pero se ve atacado y puesto
en peligro por las contradicciones mundiales y es que mientras tanto otras
naciones se han desarrollado grandemente: la urss y Europa occidental sobre
todo, as como China y Japn.
Pero Japn est enfrentado a China y bajo dominio estadounidense; China
est enfrentada a la urss, lo mismo que Europa. China en alianza con Estados
Unidos y Europa bajo el dominio de Estados Unidos. Y aunque Europa se
ha desarrollado econmica y tecnolgicamente en ciertos rubros ms que
Estados Unidos cuya tecnologa se retras relativamente al orientar su
economa hacia fnes blicos, de ningn modo pueden rivalizarlo. As,
Estados Unidos pudo resolver su crisis a costa de ellos.
La urss no puede rivalizar la hegemona, a lo ms puede avanzar regionalmente
aqu o all. Pero su deformacin burocrtico-econmica se volvi insostenible
conforme arreciaba la competencia mundial. En 1989 cae el Muro de Berln
evidenciando que la urss no puede ya cohesionar su zona de infuencia frente
a Estados Unidos. En 1991 se desmembr la urss y Estados Unidos qued
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 79
como la nica superpotencia mundial amn de detentadora de la hegemona.
Sin el contrapeso de la urss, toda Europa intenta cohesionarse como Unin
Europea (ue) para enfrentar, sola pero unida, a la superpotencia hegemnica.
45
Por su parte, Estados Unidos responde conformando un bloque geopoltico
anlogo bajo el nafta o tlc tomando como aliados a Mxico y Canad, pases
a los que somete ahora ms integralmente, por cierto, como parte del dominio
maquinstico gran industrial de la Cuenca del Pacfco y que constituye
como veremos el contenido general de este ltimo tramo del siglo xx.
b. Las dos oleadas de subordinacin real del sujeto social bajo el capital
El siglo xx vivi dos grandes oleadas tendientes al sometimiento inte gral
del sujeto social bajo el capital. Cada una inicia en las mrgenes del sujeto,
intenta someter formalmente su conducta para inmediata mente convertirse
en una subordinacin real del sujeto social cada vez ms perfecta. Las tcnicas
empleadas irn progresando para someter, primero la conciencia, luego la
organizacin del sujeto, despus su sexualidad y, fnalmente, su fsiologa
entera. La primera andanada se verifca fundamentalmente en Europa y
Estados Unidos, incluyendo la zona de infuencia adjunta a ste (Canad
y Mxico); pero durante los aos sesenta esta primera oleada adquiere
caractersticas mundiales que darn la tnica dominante de la segunda
andanada, desde los setenta hasta fnalizar el siglo.
En efecto, en la vuelta del siglo xix al xx Europa central e Inglaterra fueron
escenario de una extensa crisis del marxismo la primera del siglo
en la que la conciencia del sujeto social qued sometida bajo la ideologa
dominante, incluso en aquel mbito en el que intentaba zafarse de sta.
Los revolucionarios rusos (Plejnov, Lenin, Trotsky, etctera) y polacos
(Rosa Luxemburgo) contemplaron con sorpresa la escena centro-europea e
intentaron revertir dicha crisis sin lograrlo a cabalidad.
Poco despus de la conciencia, lleg la hora de la subordinacin real de la
organizacin obrera bajo el capital, precisamente con la emergencia de
la primera guerra mundial. En 1914 todos los partidos socialdemcratas
europeos votaron a favor de que sus afliados la clase obrera europea
sirviera de carne de can para la guerra capitalista internacional. La
revolucin rusa de 1917 intent revertir enrgicamente esta subordinacin
material organizativa del sujeto social, pero pronto el capitalismo no slo
cop a la revolucin sino que la fue minando internamente desespecifcando
45 Tras la frma del tratado Maastricht el 11 de noviembre de 1993, en 2000 se constituye la Tras la frma del tratado Maastricht el 11 de noviembre de 1993, en 2000 se constituye la
UE, formada por Alemania, Austria, Blgica, Dinamarca, Espaa, Finlandia, Grecia, Holanda,
irlanda, italia, Luxemburgo, Portugal, suecia y el Reino Unido Gran Bretaa e Irlanda del
Norte. Adems, a fnes de 1999, en la cumbre de Helsinki se reconoce a Turqua primer pas
de mayora musulmana candidato para entrar a la UE.
Jorge Veraza
80
su intencionado carcter socialista. Y en 1924 inicia la bolchevizacin de
los partidos comunistas del mundo para ponerlos al servicio de la poltica
exterior de la urss. En esta na cin el capitalismo se consolid paradjicamente
mediante una magna revolucin obrero-campesina dirigida por el partido
bolchevique pero imperceptiblemente arrebatada de sus manos (no obstante,
en 1936 en el curso y como resultado de los Procesos de Mosc Stalin tuvo
que asesinar fagrantemente a lo ms granado de la vieja guardia bolche-
vique para seguir adelante con el proceso de acumulacin capitalista dirigido
burocrticamente).
Si entre 1914 y 1924 se redondea la subordinacin real de la orga nizacin poltica
del sujeto social bajo el capital, en 1933 se verifca una fase ms profunda de
subordinacin real del sujeto social. Ahora la conciencia y la organizacin del
mismo sern sometidas slo a partir del hecho de que la sexualidad quede
sometida realmente. En Psicologa de masas del fascismo (1933) Wilhelm
Reich denuncia que los obreros alemanes han votado masivamente a favor de
Hitler e implcitamente contra sus organizaciones polticas no slo porque
stas se haban ya degradado sino porque la ideologa nazi convena a su
psicologa, deformada reaccionariamente debido al anclaje depredador de
la mo ral sexual represiva en su sexualidad. Con base en la represin de la
sexualidad de las masas dimensin palmariamente material, pas a ser
reprimida su psicologa, su organizacin y su ideologa.
La iigm no slo derruy hasta sus cimientos las edifcaciones de las urbes
y sembr de bombas y desolacin los campos, sino que hizo retroceder
prcticamente todos los progresos de la humanidad,
46
tambin de aquellos
que tenan que ver con el progreso del someti miento de las masas bajo el capital.
As que la subordinacin real del sujeto social bajo el capital vio en lentecido
su desarrollo por ms de veinte aos. El siguiente paso del sometimiento real
del sujeto social despus del sometimiento sexual ser el sometimiento
fsiolgico mediante la ingestin de objetos de consumo nocivo aparentemente
neutrales a lo largo de los aos sesenta y ms adelante hasta el fn del siglo.
En este contexto se le viene encima a la humanidad la segunda andanada de
sometimiento real bajo el capital, ahora no slo europea y estadounidense,
sino de orden mundial. Ahora se trata, otra vez, de someter la conciencia, la
organizacin y la sexualidad, pero ya sobre la base del torcimiento fsiolgico
creciente del sujeto social mediante la subordinacin real del consumo bajo el
capital.
En efecto, a partir de mediados de la dcada del setenta irrumpe una nueva
crisis del marxismo. Pronto la revolucin sexual de los sesenta es revertida,
46 De otro lado, el progreso tcnico suscitado durante la guerra pudo ser aplicado slo poste- De otro lado, el progreso tcnico suscitado durante la guerra pudo ser aplicado slo poste-
riormente.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 81
ahogada en drogas a las que se la vincula como presunta psicodelia (deleite
del alma) al tiempo que la sexualidad se desvincula respecto de la poltica
revolucionaria y de su especfca realizacin orgsmica amatoria. El llamado
caos sexual de fnes de los setenta homosexualismo, pornografa,
comercializacin y vanalizacin del sexo, etctera se vio coronado a inicios
de los ochenta con el reculamiento represivo monogmico defensor de la
familia y de los valores de la cultura patriarcal autoritaria.
En 1984 comienza la campaa mundial contra el sida, ante las alarmantes
noticias del crecimiento de la pandemia desde 1981. Esta campaa incide
directamente en la regulacin represiva de la sexualidad entre los individuos
de todo el orbe.
La degradacin del sistema inmunolgico es el exponente de la degradacin
general de la isiologa humana sometida al consumo ca pitalista de creciente
nocividad. Este es el contexto de la expropiacin de la conciencia histrica
del sujeto social, del sometimiento de sus organizaciones y de su sexualidad.
En 1989 con la cada del Muro de Berln y en 1991 con el desmembramiento
de la URSS toc fondo la crisis del marxismo iniciada a mediados de los
setenta. Ahora la organizacin poltica del sujeto obrero quedaba sometida
realmente bajo el capital junto con su sexualidad. La humanidad se hunde
en una depresin psicolgica duradera, apenas si variopintada aqu y all
con destellos de emociones fuertes culturales de todo tipo desde Kiss y
Madonna, Michael Jackson y la inclinacin masoquista masiva hacia los
tatuajes y la perforacin de odos, nariz, boca, ceja, lengua, pezones, etctera,
para insertarles orquillas, hasta la avalancha de deportes de alto riesgo de
consumo masivo y la ideologa de la desdramatizacin del fn ante el
peligro atmico y la catstrofe ecolgica como l tima palabra (budista
zen?) de la cultura posmoderna.
Desde mediados de los noventa el sometimiento de la fsiologa de los seres
humanos bajo los requerimientos de la acumulacin de capital en particular
de las empresas agroindustriales y qumico-farmacuticas estadounidenses
se vio profundizada con la produccin de semillas transgnicas, la
comercializacin de stas y de los bienes de consumo elaborados a partir de
ellas. Toda esta listo para una tercera ola.
B.3.2. Los tres grandes perodos de la historia del siglo XX: presupuestos del
dominio mundial, el dominio y la adecuacin bajo el Capital estadounidense.
El contenido histrico general del siglo XX consiste en el proceso de
autonomizacin del capital social mundial como entidad prcticamente efcaz
sobre los capitales nacionales y locales. La otra cara del mismo contenido es el
Jorge Veraza
82
proceso de subordinacin de la fuerza de trabajo a nivel mundial, para lo cual
debe subordinarse su dimensin poltica rebelde.
Pueden distinguirse tres grandes periodos desde la vuelta del siglo (1890)
hasta la fecha; los nombremos sucintamente:
i. Entre los aos 1890 y 1929 se establecen los presupuestos elementa les
(1914), formales (1918) y reales (1929) del contradictorio dominio mundial del
capitalismo. As, en la crisis de 1929, Estados Unidos se perfla ya como el
detentador de la hegemona econmica.
ii. De 1929 a 1945 se logra el dominio mundial a nivel econmico (1929) y
poltico (1945) por parte del capital representado por Estados Unidos.
La segunda guerra mundial (1939-1945) destruye Europa y promueve a
Estados Unidos como potencia hegemnica. Esta guerra genocida expresa
modelarmente la subordinacin del capital variable mundial bajo el capital
constante mundial.
iii. En lo que resta del siglo se lleva a cabo el proceso de adecuacin so cial
(1945-1968) y tcnica (1969-2000...) del mundo bajo el dominio del capital
estadounidense. Estas dos fases expresan la dualidad de la sub ordinacin real
del valor contenido en el capital constante mundial bajo el capital; primero
para lograrla (1945-1968) y luego para mantenerla (1969-2000...). Ya el
proceso de adecuacin tcnica (1969-2000...) es dual: primero ofrece una fase
negativa resaltante durante la crisis de 1971-1982 y luego una fase positiva de
remodelacin tecnolgica para sustituir al patrn previo.
La crisis de 1971-1982 como dije, primera autnticamente mun dial
especifca radicalmente la problematicidad del dominio mundial capitalista
global al poner en entredicho la ganancia correspondiente al conjunto de
capitales. Que la especifque radicalmente signifca que lo hace desde la raz,
lo que tanto da aqu decir que desde el nivel tecnolgico. Crisis mundial,
crisis radical o crisis tecnolgica: remo delacin general del mundo con base
en una remodelacin tecnolgica. El horizonte geopoltico del periodo est
determinado por el logro del dominio de la zona del Ocano Pacfco por
parte de Estados Unidos.
Breve explicacin de los tres periodos del siglo xx
Hemos distinguido tres momentos: presupuestos (i), proceso (ii) y re sultado
(m). Me permito puntualizar slo tres aspectos contenidos en los ltimos
dos periodos. En primer lugar, obsrvese que en el segundo periodo se
logra dominar primero al trabajo (capital variable mundial) y luego (tercer
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 83
periodo) a la tecnologa (capital constante mundial). Al redondearse esta tarea
que de suyo perfecciona la previa se vuelve manifesta la problematicidad
del plusvalor que debe ser repartido en tre el conjunto de los capitales que lo
han explotado a nivel mundial. Efectivamente, c + v + pv, que constituye la
suma total de valor de la riqueza capitalista en un momento dado, es tambin
la forma que adquiere la totalidad de los valores de uso mundiales el cuerpo
til de la riqueza; sta ha pasado a ser confgurada capitalistamente, por ello
esos valores de uso se muestran ya como capital variable, capital constante y
plusvala subordinados al capital mundial; pero en ese pro ceso no deja de
presentarse la crisis de ganancias, de sobreacumulacin.
La frmula de la tasa de ganancia, g = pv/c + v correlaciona la totalidad
de la riqueza burguesa consigo misma en referencia al producto excedente
(plusvalor) logrado en condiciones materiales dadas (c + v). Por ello la llama
Marx frmula de la escala de la produccin.
47
Esta frmula es lo que el capital se ha ocupado en formular o es tructurar
histricamente entre fnes del segundo y el tercer periodo del siglo xx (1945-
2000...). Esta frmula que permite hacer inteligibles los sucesos aparentemente
caticos de las crisis capitalistas es ya una frmula mundialmente realizada
en toda su plenitud y es, ni ms ni menos, la frmula del dominio capitalista
global, la que fgura a toda la riqueza como elemento interior al capital.
Pero si el producto excedente, no obstante ser elemento subordina do, es
problemtico de modo general (mundial) debern cambiar las condiciones
materiales con las que se produce, debern cambiar no en cantidad sino incluso
en su cualidad interna. De tal manera, cambio tecnolgico y reformulacin de
la forma de dominio sobre la clase obrera mundial es el horizonte abierto
como resultado histrico de los primeros 90 aos del siglo XX.
En segundo lugar, quiero hacer referencia a la dualidad de la subordinacin
del capital constante mundial bajo el capital mundial entre 1946 y 1969. Esta
dualidad est determinada, primero, porque es un capital constante referido
al dominio por parte del capital social mundial y, a la vez, al dominio por parte
del capital estadounidense, su representante; en segundo lugar derivado de
lo anterior, porque el aparato tcnico que sirve para lograr el dominio
mundial y que se gesta en este proceso deja de ser adecuado una vez alcanzada
tal meta; dicho de otro modo: para mantenerla. Proceso y meta o resultado
se contraponen, tal y como el plusvalor se contrapone a las condiciones que
lo producen (c + v). Pareciera entonces que todo llegara a trmino o, por lo
menos, que el dominio de Estados Unidos habr de concluir, pero esta es ms
47 Cfr. Karl Marx, El capital, tomo III, captulo XV, La ley en cuanto tal.
Jorge Veraza
84
bien una contradiccin interna de su dominio y que le sirve para desarrollarse
y desarrollar el dominio del capital mundial sobre el globo...
Claro que tambin se contradicen el capital mundial y su represen tante,
el capital estadounidense; as que caben sucesos progresivos, incluso
revolucionarios, pero que no obstante pueden ser ms fcilmente integrados
a la forma dada de dominio ms bien que trascenderla o si quiera impedir
que el capital mundial contine dominando a travs de la representacin de
Estados Unidos.
En tercer lugar, es subrayable la coopertenencia de, por un lado, el carcter
terminal y autnticamente mundial y por tanto general o bien que llega
hasta los bordes de la crisis de 1971-1982 y subsecuentes y, por otro lado,
del carcter radical de la transformacin que se requiere, que llega hasta
la raz o borde inferior del proceso de trabajo: la tcnica y la ecologa. Tal
es el horizonte abierto para el desarrollo capitalista en los prximos aos;
horizonte tecno-ecolgico mundial podemos llamarlo. Slo hoy se lleg a una
crisis general capitalista en tanto autnticamente mundial y de ninguna
manera durante los prime ros veinte aos del siglo xx, como pretende la
formulacin resumida en la frase ideolgica manejada hasta 1991 por el
marxismo sovitico: crisis general del capitalismo. Pero, insisto, la de
hoy es una crisis general capitalista y no crisis general del capitalismo. Esta
ltima formulacin dice un exceso: s, que se trata de una crisis del capital
en tanto tal, es decir, de su acabose. Mientras que lo que prcticamente ha
sido el resultado histrico del siglo xx y no su premisa, como dice la frase
enajenada de referencia que pone de cabeza las cosas, lo que efectivamente
ha ocurrido como resultado histrico es que hacia 1991 se abre un horizonte
del desarrollo capitalista donde es pleno el dominio del capital mundial sobre
el mundo segn lo emblematiza la cada de la URSS.
Retomemos ahora la caracterizacin de los siete tramos contenidos en los tres
periodos recin comentados:
1. El resumen del primer periodo (1890-1929) puede ser formulado as: el
capital se totaliza en Europa y por totalizarse se fuerza a volverse apto para
dominar el mundo. Pero ya que su totalizacin ocurre en Europa no es apto en
trminos materiales geopolticos para dominar el mundo. Esta contradiccin
ser resuelta y este es el contenido del periodo promoviendo a Estados
Unidos como potencia hegemnica primero a nivel econmico, por supuesto
rivalizando con Europa. Expresemos el caso profundizando ahora en la
caracterizacin de sus hitos.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 85
Segn dijimos, un primer periodo (I) va de 1890 a 1929 y entrega los
presupuestos elementales (1890-1914),
48
formales (1914-1918)
49
y reales (1919-
1929)
50
del contradictorio dominio mundial del capital; es decir, nos ofrece:
a) La premisa inmediata y positiva necesaria para el dominio del mundo por
el capital mundial como entidad real:
51
la totalizacin del capitalismo centrado
en Europa (1890-1914); asimismo nos ofrece y como culminacin de esta
tarea previa la primera guerra mundial, es decir:
b) la expresin formal y negativa no ya de la premisa sino de la totalidad
del capital social mundial como realidad (1914-1918), con lo cual se hace
patente la necesidad de una hegemona mundial y a la vez se hace patente que
su sede no ser Europa; se nos ofre ce, adems, por ello:
c) la contradiccin entre la expresin formal y negativa del capital social
mundial como realidad y su expresin real y positiva representada por
Estados Unidos (1919-1929). Expliquemos esta caracterizacin.
La totalizacin del capital en Europa es premisa elemental para el dominio
mundial operado por el capital pero que obstaculiza esta tarea segn dije
arriba. Por ello la expresin formal de tal premisa es negativa para Europa.
Es una expresin formal y negativa o, dicho de otro modo, sin que pueda
lograr expresin positiva y real en Europa sino slo fuera de ella y contra
ella: Estados Unidos. Ambas expresiones son contradictorias entre s y con el
fondo general (capital mundial) y la premisa elemental (totalizada en Europa)
que expresan.
2. Por ello el desarrollo histrico mundial pudo inaugurar un segundo
periodo: el del dominio mundial del capital social mundial representado
primero econmica (1929-1939)
52
y luego tambin polticamente (1939-1945)
53
por Estados Unidos, es decir, un segundo periodo (1929-1945) en el que se nos
ofrece:
48 Totalizacin del capitalismo hasta entonces desarrollado y centrado por Europa occidental. Totalizacin del capitalismo hasta entonces desarrollado y centrado por Europa occidental.
49 Contradiccin entre el desarrollo histrico occidental y el oriental recin en clave capitalista,
que pone como problemtico el centro de Europa y suscita la primera guerra mundial.
50 Crisis poltica y cultural mundial en el curso del traspaso de la hegemona econmica a
Estados Unidos y que lleg a respingar en la crisis econmica de 1929.
51 Es decir, no el mero despliegue del capitalismo ms all de su medida europeo-continental Es decir, no el mero despliegue del capitalismo ms all de su medida europeo-continental
lo que inicia en 1848-1850, sino que ya en el marco de la medida mundial de capital, el
capital social mundial pasa a construirse en tanto entidad real diferente y opuesta a los capitales
nacionales, a las naciones capitalistas. Esto es lo que emblematiza la primera guerra mundial
de 1914-1918.
52 Realmente hay, a nivel econmico, un capital mundial y realmente hay la nacin ca pitalista Realmente hay, a nivel econmico, un capital mundial y realmente hay la nacin ca pitalista
que podra cumplir la funcin de equivalente general hegemnico: Estados Unidos.
53 La contradiccin mundial entre un capitalismo oriental y uno occidental cristaliza en la La contradiccin mundial entre un capitalismo oriental y uno occidental cristaliza en la
destruccin poltica, militar y econmica de Europa en tanto sede hegemnica.
Jorge Veraza
86
a) la subsuncin formal del mundo por el capital social mundial, cuyo
componente esencial es la subordinacin de la poblacin mundial bajo el
capital (1929-1939), y que conducir a la poblacin a la segunda guerra
mundial (iigm) como vacas al matadero; se consolida la subordinacin del
capital variable existente y posible mun dial y con ello el horizonte
econmico de la hegemona capitalista operable por Estados Unidos;
b) el inicio de la subordinacin real del mundo por el capital social se
posibilita mediante la destruccin parcial de Europa y la promo cin a la
autonoma de Estados Unidos (1939-1945); se consolida as particularmente
por la destruccin de capital constante en Europa el horizonte poltico de la
hegemona norteamericana sobre el mundo; por ello el tercer periodo se abre
con la necesidad de reconstruir/desarrollar ese capital constante.
3. Despus de la iigm se inaugur como tercer periodo (1945-2000...) el proceso
de adecuacin social y tcnica del mundo (de la riqueza del mundo) bajo el
dominio del capital estadounidense: en primer lugar, la subsuncin real del
proceso de trabajo inmediato bajo el capital social mundial (1946-1969)
54
y,
en segundo lugar, la sobreacumulacin de capital social mundial resultante
(1970-2000...).
55
Dicha adecuacin constituye la subordinacin real del mundo por el capital
mundial representado por Estados Unidos, es decir, subordina cin real tanto
de la poblacin (capital variable) como de la riqueza objetiva (capital constante)
(1945-1969), y esta ltima ya formada en adecuacin con las tareas, medida y
modalidad del capital mundial en curso de perfeccionar su forma de dominio
(de donde deriva lo que propiamente puede entenderse por subsuncin real
del consumo bajo el capital en su fase culminante o especfca
56
).
54 Fase ascendente o hacia el encuentro del lmite de la riqueza objetiva en acuer do al do- Fase ascendente o hacia el encuentro del lmite de la riqueza objetiva en acuer do al do-
minio capitalista mundial y para lograrlo: en el curso del desarrollo del capital constante ocurre
la dependencia de Europa a Estados Unidos, la quiebra del boque China/ URSS y la extensin
del dominio directo de Estados Unidos sobre Amrica Latina, Asia y frica con contradiccio-
nes particulares implcitas.
55 Fase descendente o despus de encontrar lmite la adecuacin de la riqueza objetiva al do- Fase descendente o despus de encontrar lmite la adecuacin de la riqueza objetiva al do-
minio capitalista mundial y para poder mantenerlo. La forma tecnolgica y de los bienes de
consumo es lo que ahora hace problemtico el dominio formal (y poltico) del mundo por el
capital. Por ello la subsuncin real debe desarrollarse transgrediendo la subsuncin real previa-
mente avanzada. El dominio econmico (formal) depende ahora del dominio poltico y militar,
pero ste depende a su vez de la transformacin del do minio tecnolgico y por tanto de la base
econmica material, esto es, de la estructura de valores de uso que soporta al valor del capital,
de los valores de uso tanto para el consumo humano como para el consumo productivo, y aun
la tierra y su ecosistema en tanto valor de uso para el capital en contraposicin con su devenir
valor de uso para la humanidad.
56 Si bien la subsuncin real del consumo bajo el capital tiene expresiones larvales desde 1850, Si bien la subsuncin real del consumo bajo el capital tiene expresiones larvales desde 1850,
as como expresiones espectaculares ya hacia 1930, etc.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 87
Pero con ello no pudo sino producirse la primera crisis mundial ca pitalista
autntica (1971-1982), en la que la tasa de ganancia o escala de la produccin
resulta problemtica para el capital mundial en su conjunto y en primer
lugar para el capital estadounidense. De hecho se inicia un nuevo periodo
al cerrarse el abierto con la crisis de 1929, inicio del segundo periodo (ii), ya
que los segmentos 4 y 6 han ago tado la realizacin del capital variable (4) y
del capital constante (6) mundiales y el 7 los redondea, realizando la ganancia
mundial como lo que es: problemtica. Problemtica no slo en trminos
cuantitativos, segn la correlacin de pv respecto de (c + v), y no digamos
en trmi nos cuantitativos y cualitativos en cuanto a la relacin capital/
trabajo asalariado, expresada por ese (c + v), sino, ms de fondo, la escala
de la produccin capitalista es problemtica en trminos cualitativos tcnico-
materiales, pues la tecnologa existente enfrentada con la com posicin de
valor de pv/(c + v) es insufciente a la vez que excesiva, y aun la tecnologa
previa con la actual, as como la totalidad tecnolgica con el cuerpo til para el
consumo. El contrarresto general a la cada tendencial de la tasa de ganancia
mundial abre toda una poca que se llama neoliberalismo y posmodernidad
(1982-2000).
Todo se encamina hacia la modifcacin tecnolgica para adecuar la tcnica
inmediata al dominio capitalista mundial subsumido realmente bajo Estados
Unidos. Estados Unidos puede all perder o no la hege mona. Lo esencial
es, no obstante, el cambio tecnolgico del capital para su adecuado dominio
mundial concreto o subsumido realmente.
La cada de la urss en 1991 es el correlato geopoltico de la re modelacin
tecnolgica desencadenada con la crisis de 1971-1982 y que suscit la
emergencia del neoliberalismo en 1982 en tanto poltica econmica dominante
en el orbe. Tambin fue remodelada la cultura hacia su fgura posmoderna; ni
qu decir que el armamento, los medios de comunicacin y la tecnologa de
punta, la informtica, la biotecno loga y los nuevos materiales.
Antes de abandonar este captulo, cabe sugerir al lector que compare la
presente formulacin esquemtica de los tres periodos constitutivos del siglo
xx con la presentada al inicio de este captulo (ver Esquema 4).
Esquema 4
Los tres periodos y los siete tramos de la historia mundial del siglo xx
1900-1929. Primer periodo (premisa): la totalizacin del capitalismo en Europa
y sus paradojas (tramos 1, 2 y 3).
1929-1945. Segundo periodo (proceso): dominio mundial del capital social
mundial hegemonizado por Estados Unidos (tramos 4, subsuncin formal del
Jorge Veraza
88
mundo y del proletariado bajo el capital social mundial, y 5, subsuncin real
del mundo bajo el capital mediante destruccin parcial de Europa y Japn.
1945-2000... Tercer periodo (resultado): subordinacin real del proceso de tra-
bajo y del consumo y sobreacumulacin de capital social mundial (tramo 6,
Estados Unidos subordina realmente al mundo, y tramo 7, la primera crisis
mundial autntica y su contrarresto).
A continuacin pormenorizamos cada uno de los siete tramos his tricos del
siglo xx.
B.4. Los lmites del siglo XX y su signifcado histrico universal
B.4.1. La subordinacin real del consumo bajo el capital y los lmites
objetivos del capitalismo
La mundializacin del capitalismo industrial y no slo de su mercado
(mundial) estuvo sustancialmente concluida hacia 1970. Pero slo hasta
1991 caera la mscara de pseudosocialismo de la urss, mostrando de modo
manifesto que en todos los pases del planeta predominaba el modo de
produccin capitalista especfco, esto es, fundado en la maquinaria y la gran
industria.
57
La mundializacin del capitalismo industrial ya evidente y a la mano
ocurri bajo la gida de Estados Unidos y a inicios de los noventa recibi el
nombre de globalizacin.
58
Esta palabra quera indicar algo as como que el
capitalismo ya no era tal sino ms bien una aldea global a lo Marshall
McLuhan en donde todos son prjimos toda vez que la extraeza haba
concluido con la cada de la urss y los augurios indica ban un futuro de
modernizacin ciberntica y democrtica en todos los confnes de la tierra.
Pero en realidad signifcaba que Estados Unidos hegemonizaba el globo con
base en instrumentos militares, fnancieros, gran industria y neotecnolgicos
entre los que se contaban la infor mtica y la biotecnologa.
1. Lmite geogrfco del capitalismo y subordinacin real del consumo bajo
el capital
1. Este indudable triunfo histrico del capitalismo y de Estados Unidos en
particular en tanto pas capitalista signifca de entrada que el lmite geogrfco
del capitalismo se ha alcanzado ms que formalmente, aunque todava no
57 Karl Marx, Karl Marx, El capital, tomo I, captulo XIII, Maquinaria y gran industria.
58 Para la crtica de la palabra fetiche globalizacin, Para la crtica de la palabra fetiche globalizacin, cfr. la introduccin a mi La sussunzione
reale del consumo al capitale e la globalizzazione (con cinque esempi).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 89
de modo real absoluto, esto es, predomina el capitalismo industrial en todo
el mundo pero siguen perviviendo zonas deshabitadas, semideshabitadas y
otras donde el modo de produccin capitalista no es dominante frente a formas
precapitalistas de reproduccin. Este es el caso, por ejemplo, de gran parte del
estado de Chiapas, en Mxico; las selvas centroamericanas; la Amazonia y la
Patagonia; grandes ex tensiones de Canad y reas restringidas de Estados
Unidos; gran parte de frica; regiones Europa Oriental, lo mismo que de la
Federacin Rusa, el Prximo y el Medio Oriente, as como de Asia y Oceana.
La transformacin capitalista industrial de estas zonas ya no muy extensas,
debe subrayarse es empresa del siglo XXI. Con ello el lmite geogrfco del
capitalismo ser alcanzado realmente y el sistema experimentar entonces
si no su muerte una fuerte sensacin de asfxia toda vez que la expansin
geogrfca es esencial a su modo de reproduccin ampliada y de desarrollo.
59
Para contrarrestar relativamente esta asfxia, el sistema puede convertir la
extensin geogrfca de su vigencia en intensidad geogrfca y funcional
del intercambio y del consumo en los que se realiza el plusvalor que sirve
a la acumulacin de capital. En este proceso el capitalismo se ve obligado a
intensifcar los requerimientos del consumo tanto industrial como personal.
Esto es, debe subordinar estos consumos bajo la necesidad de realizar una
creciente cantidad de plusvalor en una masa creciente de productos, as que
debe acrecentar las capacidades de consumo dadas y crear nuevas, debe
remodelar fsiolgica y psicolgicamente a los seres humanos, no slo la
estructura material de su aparato tecnolgico y urbanstico habitacional. Debe,
en fn, operar una subsunsin real del consumo bajo el capital. No puede
entonces conformarse con simplemente someter de modo formal el consumo
de la gente determinando el estilo exterior del consumo y su cantidad bsica,
en particular la distribucin contra dictoria y clasista que es inherente al
desarrollo capitalista especfco gran industrial. Ahora, adems, debe alterar
la cualidad misma de las necesidades a travs de alterar los valores de uso,
lo que de por s tiene muy pocas probabilidades de no ser nocivo en algunos
aspectos, pero es en general nocivo para la fsis y la psique humanas aunque
no para el metabolismo econmico del capital.
La subsuncin real del consumo bajo el capital se encuentra en cur so desde
1850, tuvo un jaln decisivo hacia 1929-35, pero la segunda posguerra la puso
a la orden del da bajo la forma de una generalizacin del american way of life
a partir de los cincuenta.
El rock y la cultura de los sesenta, con todos los aspectos revolu cionarios
59 La idea general de Rosa Luxemburgo (La La idea general de Rosa Luxemburgo (La acumulacin de capital, de 1912), es sustancialmente
correcta, no as el modo en que la argumenta criticando los esquemas de reproduccin de Marx
en el tomo II de El capital.
Jorge Veraza
90
trascendentes respecto del sistema que contienen no son sino la espuma
de una ola consumista en vas de mundializarse y que en los setenta y los
ochenta refuncionaliz para su uso
60
la mayor parte de los signifcados crticos
de los sesenta. El capitalismo posmoderno de los ochenta y los noventa alter
la mayor parte de los patrones de consumo de modo perverso y peligroso
para la salud al incluir grandes cantida des de drogas en el consumo de un
nmero poblacional signifcativo y creciente por sobre los niveles y formas
alcanzadas en el consumismo previo de la fast food, la comida chatarra y los
medicamentos iatrognicos, etctera. Este consumismo ya fue sufciente para
generalizar a nivel mundial las enfermedades degenerativas por encima de
las infecciosas e incrementar la incidencia de ambas y dar un salto cualitativo
en la degradacin y destruccin del sistema inmunolgico humano hasta el
punto de verifcarse el sida.
61
La degradacin del habitat urbano y rural ramifcndose primero, y, luego,
expandindose en ondas concntricas que dan la vuelta al globo hasta avasallar
todos los rincones de la naturaleza alterando y destruyendo la ecologa
es parte de la conformacin de un valor de uso planetario adecuado a la
acumulacin de capital.
La naturaleza destruida/alterada antiecolgicamente es el cuerpo natural
adecuado del capital cuando ste ha arribado a su lmite geogr fco extensivo
y debe intensifcar el uso depredador del medio ambiente (1970-2000) toda vez
que ya no hay ms espacio hacia donde se desborde el sistema. La colonizacin
de la luna y otros planetas es una empresa abierta a fnes del siglo XX y que el
siglo xxi intentar iniciar en forma.
62
La naturaleza ecolgicamente degradada
es el cuerpo natural adecuado del capital porque slo as, para regular su
metabolismo general, requiere de inversiones crecientes de capital en vista
de paliar los efectos nocivos
63
o reconstruir lo que va destruyendo. Lo que
nos lleva a hablar de otros lmites objetivos del capitalismo ms all del
meramente espacial.
60 Coincido en este punto con Naomy Klein, quien ha profundizado el estudio al respecto en Coincido en este punto con Naomy Klein, quien ha profundizado el estudio al respecto en
su obra No logo.
61 An no concluye la discusin acerca de si este sndrome es producido por el An no concluye la discusin acerca de si este sndrome es producido por el VIH o ms bien
por hbitos de consumo nocivos como la ingestin de drogas pesadas. El debate avanza a pesar
de las ilusiones que genera la campaa de represin y silencio con la que la posicin ofcial
ha intentado anular a la posicin disidente, en la que participan cientfcos de reconocimiento
mundial. Cfr. Andrs Sierra Restrepo, El sida: Epidemia viral o pandema de terrror? La crtica de
los cientfcos disidentes a la hiptesis ofcial y mi Contrafnalidadpsicosocial de la campaa contra el
sida.
62 Bajo la administracin Clinton inici el proyecto de la Nasa para la terraformacin de Marte. Bajo la administracin Clinton inici el proyecto de la Nasa para la terraformacin de Marte.
63 Con esta idea me separo de la opinin de James OConnor en su por dems sugerente Con esta idea me separo de la opinin de James OConnor en su por dems sugerente Causas
Naturales. Ensayo de ecologa marxista.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 91
2. El lmite tecnolgico: ejrcito industrial de reserva mundial y subsunsin
real del consumo bajo el capital.
La potencia expansiva del capitalismo que lo impulsa y le posibilita
extenderse a nivel planetario anida en el corazn mismo de la pro duccin.
Las manipulaciones diplomticas, la brutalidad y sofsticacin guerrera, la
agresividad comercial y la habilidad fnanciera, etctera, todas dependen
de la dupla productiva consistente en que el capital explota plusvala a la
clase obrera y que esta explotacin puede y ha sido llevada a cabo por medios
tecnolgicos, cada vez ms poderosos que acrecientan la tasa y la masa de
la plusvala explotada, as que son exigidos por el afn de ganancias. La
confguracin tecnolgica del proceso de trabajo para hacerla pasible de una
mayor y ms efciente explotacin de plusvalor a la clase obrera constituye el
modo de produc cin adecuado al capital, el modo de produccin capitalista
especfco. Marx lo denomina subordinacin real del proceso de trabajo
inmediato bajo el capital porque los factores subjetivos y objetivos esto es,
obreros y mquinas y dems condiciones objetivas de trabajo de este proceso
se ven sometidos en su realidad ntima a los requerimientos del capital hasta
adecuarse materialmente a ellos.
Sin embargo la subordinacin real del proceso de trabajo inmediato bajo el
capital se logra aumentando la productividad del trabajo, es decir, que con
menos esfuerzo se produzcan ms productos, lo que tiene el efecto, por
un lado, de abaratar a la fuerza de trabajo cuyo sustento depende de esos
productos abaratados. As que crece la tasa de plusvalor (cuya frmula es
plusvalor/salarios), dado que por una cuanta proporcionalmente menor
de salarios se tiene el mismo plusvalor o mayor que antes. Sin embargo, de
otro lado, aquel aumento de productividad va haciendo cada vez menos
necesario el esfuerzo del trabajador, as que tiende a reducir el nmero de
trabajadores en activo. De hecho, la subordinacin real del proceso de trabajo
inmediato bajo el capital tiende a la automatizacin del proceso de trabajo,
as que vuelve superfua la existencia de la clase obrera en cuanto tal, pero
la automatizacin absoluta del proceso de trabajo abole las condiciones de
obtencin de plusvalor. La automatizacin absoluta constituye, pues, el lmite
objetivo econmico y tcnico del capitalismo.
64
Pues bien, la automatizacin del proceso de trabajo capitalista est hoy
muy avanzada y existen secciones enteras de los procesos de pro duccin
completamente automatizadas por computadora o robotizacin.
La competencia entre las grandes empresas las lleva a proseguir la
automatizacin. Por lo que, de un lado extienden sus mercados y sus
64 Cfr. Kalr Marx, Grundrisse, p. [592] del manuscrito.
Jorge Veraza
92
tenazas de modo transnacional hasta globalizarse; y, de otro lado y esta
es la condicin para que ocurra lo anterior perfeccionan su proceso de
produccin automatizndolo crecientemente en trminos capitalistas. As que
la mundializacin real del capitalismo coincide con la automatizacin integral
del mismo y el lmite territorial o geogrfco del sistema coincide con el lmite
econmico tecnolgico.
Y, otra vez, la forma general de contrarresto de la tendencia a alcanzar este
lmite consiste en incrementar las necesidades humanas, de suerte que slo
las satisfagan cada vez ms e inditos valores de uso para cuya produccin se
requiera empezar de cero o bien que para producirlos se retroceda respecto
del grado de automatizacin logrado en estas ramas de la produccin. As
pues, la subordinacin real del consumo al capital pues lo dicho la retrata
es componente y resul tante de la subordinacin real del proceso de trabajo
inmediato bajo el capital, contrarresta las tendencias de sta a socavar los
cimientos econmicos del capitalismo as como los geogrfcos. No obstante
esos contrarrestos slo son relativos ante la tendencia avasalladora contraria a
tupir todos los rincones de la tierra y a incrementar la productividad a travs
de la automatizacin del proceso de produccin.
Adicionalmente, conforme avanza la automatizacin generada por la
subordinacin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital, ms y
ms obreros resultan superfuos para la industria que sin embargo se extiende
mundialmente, as que exige ms y nuevos brazos mientras expulsa a los
anteriores. Se forma as el ejrcito industrial de reserva (eir)
65
hoy devenido
mundial y que obedece a leyes poblacionales, migratorias, de mortalidad y
longevidad, de salud y enfermedad, de alimentacin y procreacin mundiales.
El eir mundial se alimenta hoy todava en algunos casos con poblaciones
precapitalistas cada vez ms avasalladas por un proceso de acumulacin de
capital pero vivido por ellas como acumulacin originaria de capital, pues
tiende a separarlas de su lazo tradicional con la tierra en vista de decantarlas
en tanto conglomerados de fuerza de trabajo sin propiedad. El movimiento
brasileo de los Sin tierra (1985-2003) y el levantamiento del ezln
66
en
Chiapas (1994-2003) son ejemplos entre muchos de lo dicho.
Evidentemente el crecimiento del eir mundial, que presiona sobre las
condiciones de vida del planeta y sobre las condiciones polticas de
gobernabilidad del capital constituye un problema para el capital. As que
tiende a la reduccin artifcial de la poblacin en reas seala das, por ejemplo,
65 Karl Marx, Karl Marx, El capital, tomo I, seccin sptima, captulo XXIII, La ley general de la
acumulacin capitalista.
66 Jorge Veraza, Constitucin de un sujeto histrico en Mxico. Jorge Veraza, Constitucin de un sujeto histrico en Mxico.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 93
desde la dcada de los sesenta a travs de campaas ilegales de esterelizacin
de las mujeres sin su conocimiento ni con sentimiento. Las guerras y la
proliferacin de abortos forman parte de este fenmeno general.
67
3. El lmite poblacional, el genoma humano y la biotecnologa en general.
El lmite poblacional del capitalismo se fgura cada vez ms ntidamente en el
horizonte. Todo tipo de malthusianismos acompaan este proceso.
Se trata de un lmite fexible tanto por el lado ecolgico alimentario como
por el lado de la gobernabilidad, adems de contrarrestable a travs de la
esterilizacin, la planifcacin familiar condn incluido o el genocidio.
Por ello el capitalismo se preocupa menos de l que de otros lmites a los que
se acerca o ya toca.
Por lo dems, el incremento poblacional y en particular del eir mundial
involucran tambin aspectos positivos para el capitalismo como son el
incremento de necesidades por satisfacer y la competencia de la poblacin
por los salarios, as que stos pueden ser cada vez ms reducidos.
El lmite poblacional del capitalismo est ms lejano que los otros, aunque se
dibuja. La regulacin absoluta del crecimiento de la pobla cin y, del diseo
cualitativo de la misma seran la solucin para este problema. El proyecto
genoma humano (1990-2000) involucra, entre otras cosas, tambin la posibilidad
de manipulacin dictatorial de la poblacin en cuanto a su nmero, actitudes
y respuestas polticas y emocionales posibles, su efciencia productiva y su
competencia laboral. Ha madurado precisamente en los noventa y apunta
a un control poblacional ms efciente y menos contradictorio que el que la
introduccin masiva de drogas ha posibilitado desde los ochenta.
El rediseo del ser humano en tanto valor de uso forma parte de la subsuncin
real de los valores de uso subordinados bajo el capital, correlato de la
subsuncin real del consumo al capital. Pero la ingeniera gentica de la que
forma parte el proyecto genoma humano no se restringe a la manipulacin
del cdigo gentico humano sino de todo tipo de organismos con vistas a
redisearlos (agricultura y zoologa transgnicas) o de volverlos productivos
(yoghurt, insulina, etctera). As que constituye una rama multilateral del
saber y de la tecnologa, componente de la subsuncin real del proceso de
trabajo inmediato bajo el capital inmediatamente vuelta subsuncin real del
consumo al capital y que involucra la remodelacin del valor de uso viviente,
incluido el ser humano, en vista de contrarrestar las tendencias a las crisis por
67 Abord este tema en diversos artculos sobre la guerra y el aborto publicados en el peridico Abord este tema en diversos artculos sobre la guerra y el aborto publicados en el peridico
El Da durante 1991, ao de la guerra del Golfo Prsico
Jorge Veraza
94
la cada de la tasa tendencial de ganancia y aun en vista de contrarrestar las
tendencias a alcanzar los lmites tecnolgicos, geogrfcos y poblacionales del
desarrollo capitalista.
4. Agotamiento de las reservas petroleras en ausencia de alternativas
energticas viables.
Ahora bien, la subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital
o constitucin de un proceso de produccin tecnolgicamente adecuado a la
explotacin creciente de plusvalor actualiza otro lmite para el capitalismo:
el lmite de las reservas energticas. La ferocidad del capital para consumir
fuerza de trabajo diezmando a la poblacin, degradndola, sometindola,
asesinndola, confnndola, alterndo la... se acompaa de un feroz
consumo de energa para mover el aparato tecnolgico con el que se explota a
esa fuerza de trabajo. En el siglo XIX fue el carbn y en el XX ha sido el petrleo
el principal recurso energtico de la industria. Pero a diferencia del carbn, el
pe trleo es a la vez la base de toda una serie de valores de uso derivados de
l. Plsticos y fbras textiles cremas, gomas de mascar, cosmticos, champs,
medicamentos, alimentos, accesorios automotrices, partes de calculadoras,
computadoras... Los productos derivados directa e indirectamente del petrleo
se cuentan por cientos de miles. El petrleo es la mercanca privilegiada del
mercado mundial,
68
factor bsico, en tonces, en los procesos de remodelacin
de los valores de uso para fnes capitalistas inherentes a la (src/k) y tambin
es la mercanca privilegiada del mercado mundial porque constituye el factor
comercial de mayor valor y volumen en los intercambios internacionales.
Las reservas de petrleo se agotarn segn clculos geolgicos hacia
el ao 2030. A inicios de los setenta sobre todo despus de la crisis del
petrleo (1973) el capitalismo intent una va alternativa de obtencin
de energa mediante la construccin de reactores nucleares. No obstante,
el imperfecto desarrollo de esta tecnologa y los riesgos de su uso, esta va
se cerr defnitivamente despus del accidente del reactor de Chernobyl a
fnes de los ochenta, con lo que se perdieron ms de 15 aos en el intento de
sustituir al petrleo como recurso energtico de la civilizacin capitalista.
Desde la crisis del petrleo (1973) Estados Unidos mantiene sus reservas
petroleras a resguardo y en secreto mientras ellos y el mundo consumen el
petrleo de otras regiones. Entre tanto Estados Unidos perfecciona el dominio
sobre esas regiones en Mxico, Venezuela, los pases rabes, la ex urss,
Afganistn, Pakistn... Pero el mayor dominio no evita el agotamiento del
68 Andrs Barreda Marn, Neoliberalismo, crisis de la reproduccin de la fuerza de trabajo y Andrs Barreda Marn, Neoliberalismo, crisis de la reproduccin de la fuerza de trabajo y
resistencia autogestiva.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 95
petrleo sino a lo ms propicia el acceso monoplico al mismo pero incrementa
las tensiones internacionales, incluso las guerras en vista de no quedar fuera
del reparto del pastel.
69
La civilizacin capitalista est obligada, pues, a
cambiar de enchufe energtico y la va atmica abort en los noventa, la
petrolera se ago ta y su monopolio tanto tecnolgico como estratgico militar
genera confictos crecientes, mientras el desarrollo de la energa solar, elica y
otras es artifcialmente puesto en suspenso.
No obstante que las reservas de petrleo se calculen viables todava para 2030,
los contrarrestos a su agotamiento se aplican desde hace 30 aos aunque las
formas alternativas se hayan retrasado. El lmite ener gtico del capitalismo se
avecina peligrosamente y el futuro prximo es incierto. De los lmites hasta
aqu referidos este es el ms amenazante aunque no de forma inmediata.
Eso s, de no contrarrestrselo decisivamente accediendo a otras formas de
energa en forma masiva, la lucha por el petrleo ser feroz y puede redundar
en guerra mundial tanto entre las naciones desarrolla das como de stas contra
las subdesarrolladas.
70
El siglo XXI es el del desarrollo de esas fuentes alternativas de energa o el del
hundimiento de la civilizacin capitalista y quiz de la humanidad.
En efecto, el siglo XXI deber ser el escenario de ese cambio o del hundimiento
del capitalismo en su forma actual o quiz del capitalis mo sin ms a manos
de una serie de revoluciones sociales que, entre otras cosas, debern resolver
el prioritario tema de las nuevas fuentes energticas para la industria social.
La gran paradoja verifcable en el siglo XXI consiste, sin embargo, en que
en lo relativo al cambio de enchufe energtico el trabajo histrico de
esas revoluciones representa un altsimo costo econmico y humano para
el capitalismo incluidas las empresas petroleras y para la humanidad
debido a los grandes desastres tecnolgicos (y no slo tecnolgicos) que una
transformacin no preparada cientfca ni evolutivamente conlleva en este
terreno; y de otro lado, el que las empresas petroleras mismas que controlan
monoplicamente el enchufe actual
71
son los nicos sujetos histricos
69 La causa de fondo de la guerra contra el terrorismo internacional desencadenada por el La causa de fondo de la guerra contra el terrorismo internacional desencadenada por el
presidente G. W. Bush hijo el 20 de septiembre de 2001 es sta y no el hacer justicia contra el
dirigente terrorista Osama Bin Laden.
70 La guerra del Golfo Prsico (1991) y las guerras en Bosnia-Herzegovina y Chechenia durante La guerra del Golfo Prsico (1991) y las guerras en Bosnia-Herzegovina y Chechenia durante
los noventa son en el fondo guerras por el petrleo. Y, como dijimos en la nota anterior, los
bombardeos ordenados por Bush sobre Afganistn a partir de octubre del 2001, casi al inicio
del siglo XXI y apenas antecedidos por el cierre histrico del siglo xx con el ataque terrorista a
las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, forman parte de una guerra por
el petrleo teniendo a la vista el lmite energtico del capitalismo estadounidense, lo mismo la
guerra contra Irak, despus de que a mediados de 2002 venci a Afganistn y lo ocup.
71 Y que estn detrs de la declaracin de guerra contra el terrorismo internacional del 20 de Y que estn detrs de la declaracin de guerra contra el terrorismo internacional del 20 de
Jorge Veraza
96
capaces de transformar el enchufe energtico del capitalismo actual, y
la razn fundamental por la cual no lo han llevado a cabo es el alto costo
que representa para ellas un cambio que volvera obsoletas las instalaciones
dedicadas a la extraccin, transporte y transformacin industrial del petrleo,
y que, por otro lado, sugiere no nulas sino a lo ms inciertas ganancias y
reacomodos en el posicionamiento en la prxima confguracin del mercado
mundial.
Esta mezquindad monopolsticamente arreglada est empujando al borde
del desastre energtico civilizatorio no slo a la humanidad sino incluso al
capitalismo. No es por cierto el peligro de que otras fuentes de energa como
la solar no sean cualitativamente compatibles con el capitalismo, as que su
uso generalizado signifcara el derrumbe de este sistema. Esta tesis no hace
sino encubrir la mezquindad de las empresas petroleras precisamente frente al
resto de capitalistas, hacindoles creer que no se aventuran a la transformacin
por un clculo econmico de limitadas miras, sino por defender al sistema en
su conjunto.
A veces son crticos del sistema capitalista y de las empresas petro leras quienes
enarbolan esta tesis, equivocada. Dicen que el petrleo es monopolizable y
por ende pasible de ser el energtico base de la propiedad privada capitalista;
mientras que la energa solar no es monopolizable toda vez que no proviene
de pozos territorialmente ubicados y apropiados privadamente sino del
sol que sale para todos. El argu mento, aunque sugestivo, es sofstico, pues
el monopolio fundamental controlado por las grandes empresas petroleras
no son los pozos, sino la petroqumica y toda la tecnologa de extraccin,
transporte del petrleo y el gas y de distribucin de gasolinas, etctera. El
control de los pozos es hoy ms importante para los pases del Tercer Mundo
que integran la opep y que sobre esa base defenden su independencia frente
a las economas de los pases desarrollados incluso dentro de los trminos
del intercambio desigual que sostienen con stos
72
o, en el extremo opuesto,
para Estados Unidos que resguarda estratgicamente sus reservas en vista de
mejor ejercer la hegemona mundial.
En efecto, la tecnologa es el factor monopolizable fundamental no slo en el
caso del petrleo sino de la energa solar. La tecnologa para usar la energa
solar, y no sta o el sol, es tan monopolizable como la necesaria para usar el
petrleo: quiz an ms la necesaria para el empleo de la energa solar por
ser cada vez ms sofsticada. Y no se piense en celdas solares de pequeas
dimensiones para uso domstico en sta o aquella casa, debemos visualizar
septiembre de 2001 por parte de Bush hijo.
72 Arghiri Emmanuel, Arghiri Emmanuel, El intercambio desigual.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 97
una tecnologa solar de medida planetaria para mover tanto la industria como
la economa domstica y los fujos de todas las urbes y no slo de unas cuantas
casas esparcidas en el campo. Sin duda, nunca un monopolio capitalista se
ha mostrado ms irracional y mezquino no slo frente a los fnes humanos
generales sino para los del capitalismo como un todo. Que el capital es el
lmite del capital
73
tiene aqu expresin concreta formidable y paradjica.
5. Lmite ecolgico genral por sobrecalentamiento de la atmsfera y lucha por
mejor calidad de vida.
El creciente uso de petrleo para la industria mundializada y cada vez ms
pujante provoca un sobrecalentamiento de la atmsfera terrestre. Es ste un
efecto antiecolgico general, a diferencia de las lesiones particulares infigidas
a la ecologa planetaria por deshechos industriales, basura no biodegradable
y radioactiva etctera.
La destruccin ecolgica forma parte del uso capitalista de la tecnologa y
sobre todo del funcionamiento de la tecnologa capitalista (subsuncin real
del proceso de trabajo inmediato bajo el capital). De suerte que el primer valor
de uso degradado por sometido al capital son los cuerpos y las mentes de
los obreros en funciones en tanto sectores de naturaleza, as como el entorno
natural de las fbricas, aun antes de que stas produjeran valores de uso para
el consumo humano que fueran nocivos en tanto que formaran parte de la
subsuncin real del consumo bajo el capital (src/k). Ahora bien, cada vez ms
sectores de naturaleza ven alterados sus equilibrios metablicos conforme el
capital hecha a andar mayor nmero de ramas industriales. La destruccin
ecolgica se potencia una vez que la subsuncin real del consumo al capital
carac teriza al proceso industrial, por lo que en el seno de la sociedad surge
un clamor ecologista que apunta a mejorar humana y naturalmente las
formas de consumo. As que, como aspecto apendicular de los valores de uso
crecientemente nocivos propios de la src/k, emergen formas alternativas de
consumo orgnicas y equilibradas, ecolgicas y refna damente benfcas para
la salud humana (vegetarianismo, macrobitica, acupuntura, meditacin,
etctera). Ciertamente se trata de pequeas islas de sobrevivencia y salud en
medio de un ocano de degradacin consumista y antiecolgico. Surge as, no
obstante y con tendencias a crecer una src/k2, fenmeno que arranca de
inicios de los sesenta del siglo XX.
La src/k2 constituye un contrarresto particular a la tendencia an tiecologista
y antisalutfera general del capitalismo. Como la cada de la tasa de ganancia,
esta tendencia atenta contra las fuentes de la acumulacin de capital, as que
el propio sistema se obliga a encontrar una salida contra s mismo, en este
73 Segn dice Karl Marx en Segn dice Karl Marx en El capital, t. III, captulo XV.
Jorge Veraza
98
caso en el mbito doble del valor de uso natural/humano, no ya en el de las
funciones econmicas del valor caso de las contratendencias particulares a
la cada de la tasa de ganancia.
Ahora bien, la subsuncin real del consumo al capital es precisamente la
contratendencia general a la cada de la tasa de ganancia, en tanto, que altera
el sistema de necesidades humanas industriales y naturales (esto es, el valor
de uso total), la misma ampla las posibilidades de que la industria capitalista
o de valorizacin del valor sea indispensable. De ah que la emergencia
de un consumo alternativo salutfero y eco logista haya sido posterior a la del
consumo nocivo general y que su fuerza como contratendencia benfca es
muy restringida tanto frente a la tendencia general de la industria capitalista
a depredar al hombre y a la naturaleza tendencia reforzada por la cada de
la tasa de ganancia y aun frente a la contratendencia general a esta cada
que es la src/k estructuralmente nociva. No obstante, la mejora de la calidad
de vida depende no slo de las tendencias capitalistas objetivas, sino de
la conciencia de la poblacin del peligro existente y de la consecuente lucha
democrtica.
Ahora bien, la conciencia social se ve acicateada en ocasin de observarse a
fnes de los setenta efectos nocivos generales y omniavasallantes, ms all
de los deterioros ecolgicos regionales. El sobrecalentamiento del planeta por
efecto del consumo energtico de petrleo y de carbn incide en una condicin
climatolgica general de efecto ecolgico planetario.
Las noticias de que este lmite ecolgico general es cada vez ms cercano
se multiplican contradiciendo noticias previas en las que se lo calculaba
errneamente ms lejano. El ao 2001 abre con una alarmante nota en este
tenor.
Ante tales perspectivas la lucha democrtica de los pueblos por defender sus
condiciones ecolgicas de sobrevivencia coinciden con la sobrevivencia de las
condiciones de acumulacin de capital (como siempre la poblacin carga con
buena parte del trabajo que el capital deba desplegar para autopreservarse y
as proseguir explotando a la humanidad). Pero adems los capitalistas y sus
cientfcos a sueldo llegan a reconocer en los ochenta como benfca para
el capital la lucha democrtica por la mejora ambiental. Y de preferencia se le
adelantan para que las mejoras impliquen ms bien control que democracia.
El lmite ecolgico general por sobrecalentamiento es correlativo al uso del
petrleo y, por all, paralelo al lmite de las reservas energticas petrolferas;
anlogamente la solucin para ambos problemas parece ser la misma: el
uso de fuentes energticas que no sobrecalienten el planeta, as como el uso
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 99
racional no despilfarrador como hoy ocurre de la energa. Sin embargo,
es posible que el lmite ecolgico general tenga otra temporalidad que el de
las reservas petroleras. Y por cierto ms corta. Y que el efecto desastroso del
agotamiento de esas reservas sea enormemente menor que el de la destruccin
del equilibrio climtica (inundaciones masivas, sequas, calores y fros).
Cuanto antes el mayor nmero de gente se sensibilice al respecto y crezca
la lucha democrtica por objetivos ecolgico salutferos ms oportunidades
habr de sobrevivencia de la especie y del capitalismo que la parasita, y ms
posibilidades habr de imprimirle a esa doble sobrevivencia un carcter
democrtico antes que autoritario adminis trativo. El siglo XXI es el escenario
de esta apuesta por la sobreviven cia democrtica. Frente a ella es secundario
aunque sin carecer de importancia que la renuencia capitalista a contrarrestar
cuanto antes los graves efectos del sobrecalentamiento del planeta provoque
la asociacin esencial de la revolucin social contra el capitalismo con la lucha
ambientalista y salutfera.
6. El agotamiento del agua. Pero quiz el lmite ms peligroso y cercano
del capitalismo sea el del agotamiento del agua potable debido a su
creciente contaminacin. Este no es un lmite ecolgico general como el del
sobrecalentamiento climtico porque el agua potable es un recurso natural
aunque fuyen te delimitado geogrfcamente, no englobante como el clima.
Pero el agua es un recurso esencial de la sobrevivencia de la humanidad;
por supuesto, despus del aire. La destruccin industrial capitalista de la
potabilidad del agua del globo terrqueo es la mayor amenaza contra la
humanidad que el capitalismo ha instaurado en el siglo XX y tambin contra
s mismo.
La lucha por el agua ser an ms feroz que la lucha por el petr leo. Sin
embargo, aunque el problema atae a la poblacin toda del planeta, los peligros
que implica apenas si encuentran a partir de los noventa expresin en los
mass media, pues involucra directamente a los gobiernos capitalistas.
El autoritarismo capitalista nunca ha sido ms imbcil y criminal que al ocultar
este peligro y no proceder a combatirlo efcazmente. La sobrevivencia de la
humanidad est, ahora s, en peligro y es forzoso que cuanto antes todos se
enteren para organizarse de mejor modo para enfrentarlo. La idea de que las
estrechas relaciones de produccin de una sociedad asfxian a sus crecientes
fuerzas productivas se ilustra en este caso en forma inquietante. Se abre una
poca de revolucin social?
Una escasez generalizada tal no puede ser administrada sino bajo formas de
consumo solidario comunitario, ciertamente muy alejadas de toda forma de
Jorge Veraza
100
comportamiento privatizado. Pero el ejemplo de las sociedades hidralicas
del pasado o del as llamado despotismo oriental
74
indica que esa escasez
no es una ventaja para la lucha por el socialismo. Los socialistas del mundo
no slo estn presionados por razones generales de sobrevivencia sino por
razones particulares de eleccin democrtica. Deben intentar por todos los
medios atajar la catstrofe hidrulica que se avecina como consecuencia de la
crisis del agua potable que se hizo evidente desde mediados de los ochenta.
Esta escasez producida artifcialmente por la ms desarrollada forma de
sociedad industrial, la capitalista, que hacia los aos sesenta del siglo XX
pretendi ser la sociedad de la abundancia y por ende haber acabado
con la escasez natural resulta ser una paradoja histrica cuya irona trgica
no deja de mover a risa. Esta escasez generalizada histricamente producida
obliga a un retroceso de las formas de desa rrollo econmico, social, poltico
y cultural de la humanidad en el que el capitalismo se ver arrollado,
desafortunadamente no hacia delante sino hacia atrs. Por lo tanto, ahora
la sobrevivencia del capitalismo se carga sobre las espaldas de quienes se
esperanzan en la lucha por el socialismo. Pero, a la inversa, el capitalismo en
su lucha por sobrevivir no puede sino fomentar de ahora en adelante y no
slo por contra sus sepultureros en direccin al socialismo.
Cabe sealar que la catstrofe del agua parece ser ms cercana que el 2030,
fecha del agotamiento del petrleo.
Ambos fenmenos catastrfcos son el producto global de contrafnalidades
capitalistas y de depredaciones particulares inicialmente no catastrfcas
operadas por la acumulacin de capital y es resaltante que estn resultando ms
peligrosas para el capitalismo que la revolucin socialista, tambin alimentada
por la acumulacin de capital. Desafor tunadamente esas catstrofes barreran
con la humanidad, no slo con la forma capitalista de sociedad, mientras que
la revolucin socialista destruye esta forma para que la sociedad resplandezca
en medio de una naturaleza foreciente. El siglo xxi ser el escenario de esta
decisin histrica.
Antes de concluir este captulo inserto una discusin fnal en tono coloquial
por convenirle mejor al tema:
7. Derrumbe del sistema en el 2050? Refexionemos por ejemplo eso de el
capitalismo est fuerte o est dbil?
En realidad, desde mediados de los setenta han aparecido nuevas reas
industriales basadas en la adaptacin de nuevas tecnologas y en la
sobreexplotacin de la fuerza de trabajo; reas de alta tecnologa y bajo
74 Karl Von Wittfogel, Karl Von Wittfogel, El despotismo oriental
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 101
salario. Y todo el proceso de trabajo va tejiendo redes de alta tecnologa. As
que est en marcha un proceso de reestructuracin industrial muy profundo
que demuestra la fortaleza del capitalismo y su estudio se le ha abandonado
a los tericos de derecha. S, aunque se ha verifcado tal reestructuracin
del capitalismo, hay quien afrma que este sistema se va a acabar en 2050 (I.
Walllerstein dixit).
75
Esto puede que ocurra o que no, pero tales planteamientos
son insustanciales. Asimismo tambin es insustancial la afrmacin mera de si
est fuerte o dbil. Pero cuando se integra una idea con otra y todas ellas dicen
que est dbil o se integra una idea con otra no meros adjetivos y se dice
que est fuerte, alguno de los dos conjuntos de ideas est equi vocado. Y esto
tendra consecuencias graves. As, pues, es importante intentar encaminar el
pensamiento hacia la destruccin de apariencias.
Registremos un truco en esta idea de que el capitalismo se derrum bar en 2050.
esta prediccin asume que el sistema no estaba dbil entre 1970 y 1985 hasta
el 89. Como autocriticndose segn el, dice algo as como: s, dijimos que
estaba dbil aunque estaba fuerte; pero, ahora, a partir de 2001, s esta dbil.
Ahora podemos no equivocarnos al decir que caer en 2050. El truco consiste
en insistir en lo mismo pero aparentado que no. Como quien de todos modos
quiere salirse con la suya, 30 aos despus de no haber podido la primera vez.
Pero una afrmacin desnuda como la de que el sistema se derrum bar en el
2050 otra vez es insustancial. A lo mejor si atina, pues esto no necesariamente
depende del truco de que antes nos equivocamos y ahora de regreso venimos
con la novedad que ya vendimos antes. A lo mejor la novedad ahora s tiene
validez. Pero igualmente a lo mejor no la tena antes y tampoco ahora. As,
pues, no se trata de hacer el truco, sino de fundamentar por qu s o por qu
no tendra validez la proposicin.
La condicin del sujeto social revolucionario actual muestra una pluralidad
de prcticas que es, quiz, la mayor riqueza del movimiento. No solamente
se lucha en las fbricas sino tambin en los parlamentos, no solamente a nivel
econmico sino tambin poltico, cultural, sexual, ecolgico, etctera. Esta
multiplicidad de prcticas muestra a un sujeto combatiente muy poderoso.
Pero desafortunadamente no tiene cabeza. He ah su debilidad, y no porque
no tenga ideas, sino porque tiene demasiadas. Hay una sobreabundancia, una
infacin de ideas pero, otra vez, de tipo aparencial como las que recin hemos
discutido. Ese camino no nos lleva a nada, hay que reconducirnos hacia la
esencia.
Decir, por ejemplo, que Marx ya est viejo y no hay que seguirlo, o que hay
que seguirlo, son slo dichos. Hay que demostrarlos. Y no se me diga que los
75 Ms adelante discutiremos, a propsito de la guerra de Bush hijo contra Irak (2003), una Ms adelante discutiremos, a propsito de la guerra de Bush hijo contra Irak (2003), una
variante de esta idea general.
Jorge Veraza
102
tiempos lo han demostrado. Hay que volver a pen sarlo, volver a intentarlo.
Y cuando se dice: Volver a las fuentes, y se contesta: eso es dogmatismo.
Ambas cosas son dichos, hay que volver realmente a las fuentes y ver si tienen
algo que decir, y si no tienen nada que decir se vuelven a tirar porque en
realidad no es cues tin de moda, sino de una refexin continua del sujeto
revolucionario.
La confusin del sujeto social revolucionario actual es muy preocu pante
porque est fuerte pero sin cabeza para retomar la idea. Hay quien dice, muy
atinadamente El capitalismo no se va a caer slo ni dentro de 2 mil aos
ni dentro de 50, sino que hay que ayudarle Y quin le ayuda? El sujeto
revolucionario, pero si ste no tiene claridad desbarra. Ahora bien, esta idea
aparencial es esencial. Esta que es una forma comn de hablar es la que dice
la verdad, pues si el sujeto no logra destruir tericamente las apariencias
confusionistas no triunfa prcticamente, y s puede triunfar, slo es porque
sabe cmo, para dn de, y porque realmente se pone de acuerdo con los
otros para volverse fuerte. Hay acuerdos mnimos o mximos pero cualquier
acuerdo que tenga efcacia en contra del enemigo, el capitalismo, pasa por
en algn punto disolver si no toda la confusin o todas las confusiones por
lo menos una, aunque todas las dems siguen vigentes. Por eso, antes de decir
si el capitalismo est dbil o no y que se est reestructurando efectivamente,
en sntesis, antes de observar al objeto, hay que dirigir la refexin hacia el
sujeto: aunque el capitalismo estuviera moribundo y decadente, si el sujeto
revolucionario no tiene claridad acerca de lo que est haciendo no lleva a cabo
la transformacin, falla. Veamos.
Qu tenemos para decir que no est dbil el capitalismo? Esta fuer te, digo yo,
porque est tan fuerte que tiene confundido a su enemigo, al sepulturero.
Cmo no va a estar fuerte?
La posicin contraria dice: No, est dbil porque en realidad ya no tiene
territorio sobre el cual plantarse, se le est acabando la tierra. La ecologa est
en su contra. La crisis ecolgica va creciendo. En 2030 ya no va a haber agua
potable.
Pero si se dice que el capitalismo est dbil porque viene la crisis ecolgica nos
remite quiz a una gran catstrofe pero no necesariamente la del capitalismo.
El sujeto confundido que no se pone de acuerdo, que no puede gestionar la
produccin, que no puede gestionar su barrio ni la naturaleza, qu puede
hacer despus de la crisis ecolgica cuando se caiga el capitalismo, digo, el
capitalismo actual? Nada, simplemente vamos a pasar del capitalismo 1 que
pareca muy fuerte en 2001, al ca pitalismo 2 que estar muy deteriorado en
2050, anlogamente a lo que sucedi despus de la revolucin rusa, cuando
pasamos al capitalismo 2 pero que pareci socialismo.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 103
Hay muchas confusiones en la historia. De ah la importancia de pro fundizar
a nivel esencial, de deconstruir constantemente las apariencias.
Ahora bien, el hecho fundamental que se muestra en el 68, es justa mente
la diversidad multicolor de la lucha; pero el hecho fundamental que de be
descubrirse no es la diversidad de luchas y de sujetos sino un hecho uno:
la proletarizacin mundial de la humanidad bajo diversas expresiones, la
unifcacin tendencial de un sujeto mltiple. Si la contra diccin principal es la
que rige la relacin capital-trabajo, pero surgen nuevas luchas a nivel cultural,
poltico, etctera, si no hay unidad de fondo, aunque se intente dictarla por
un buen motivo no puede lograrse la unidad de lucha. Debe haber unidad
de fondo entre todas las expre siones y formas del sujeto por un lado, y la
contradiccin fundamental, por otro. Si hay una proletarizacin mundial de la
humanidad y dis tintas formas de proletariado y tambin de ejrcito industrial
de reserva mundial, entonces la gran diversidad sociolgica empieza a
unifcarse tambin econmicamente a partir de la acumulacin de capital.
De ah la importancia de tener una nocin unifcada del objeto, del enemigo,
del capitalismo en su conjunto (teora del capitalismo), para a partir de ella
intentar reconstruir la conciencia de clase de ese sujeto mltiple y poderoso,
mundial pero que se encuentra descabezado, confundido, fetichizado a partir
de un proceso de mercantifcacin tambin mundial.
Ciertamente el fetichismo de la mercanca no solamente se extendi a todo
el mundo al extenderse la circulacin de capital y de mercancas junto
con la potencia de la acumulacin capitalista; sino que tambin se volvi
ms compleja. Y esto potenci los fetichismos y la confusin en el sujeto.
Esto muestra un gran poder del capitalismo pero simul tneamente de sus
sepultureros una vez que recuperen la cabeza.
No es sufciente que haya crisis ecolgica pues el planeta se puede acabar,
por lo tanto tambin nosotros. As que si slo hay la crisis y el derrumbe,
es torpe decir que el capitalismo se va a acabar. Simple mente se acaba la
humanidad. Pues cuando se dice que se acaba el capitalismo se implica
que se acaba una forma de sociedad para que tome su lugar otra forma de
sociedad y no otras fguras de la misma forma: el capitalismo 1, 2, 3, 4. Se
acaba el capitalismo dicho con propiedad signifca que este sistema se acaba
y aparece otra forma de sociedad. No es sufciente entonces la alusin a la
ecologa, sino que la transformacin debe provenir de dentro del capitalismo,
no de la naturaleza, sino de dentro, a nivel humano. La revolucin es un tema
humano, radicalmente humano. En interioridad es que ocurre si ha br de
ocurrir la transformacin. Recurdese la idea del Manifesto del Partido
Comunista: todas las pocas histricas concluyen con una revolucin... o con la
destruccin de los beligerantes. Eso otra vez puede ser posible en 2050 aunque
Jorge Veraza
104
no est garantizado. Socialismo o barbarie, como dira Rosa Luxemburgo, es
otra vez la disyuntiva, y el paso del capitalismo 1 al 2 en 2050 sera barbarie.
B.4.2. Crtica a cuatro interpretaciones de la historia del siglo XX (Giovanni
Arrighi, Paul Johnson, Eric Hobsbawn y Antonio Negri)
Este captulo est dividido en seis apartados. En el primero (A) ex pongo
la sntesis de mi interpretacin de la historia del siglo xx. Con base en sta
criticar las interpretaciones de Eric Hobsbawm (B), Paul Johnson (C) y
Giovanni Arrighi (D). Despus har un balance (E) que nos permita arribar a
la discusin con Antonio Negri (G). Pero como todos estos autores leyeron el
siglo xx antes del ataque a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001,
antes deberemos establecer el signifcado de este evento en referencia al siglo
xx y para el siglo xxi (F). Redondear este signifcado en mi crtica a Negri
para dar pie a la conclusin de este captulo.
Excepto Paul Jonson, los autores criticados son de izquierda; ms an, buscan
apoyarse en Marx en mayor o menor medida para carac terizar al siglo xx. Por
supuesto asumen otras infuencias como la de Max Weber o la de Fernand
Braudel, etctera. Como se ver en lo que sigue, querr criticarlos tanto
desde mi captacin de los hechos del siglo xx como desde mi interpretacin
del pensamiento de Karl Marx. En acuerdo con la teora marxiana de la
subordinacin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital, concibo
la historia del siglo xx como la del largo proceso culminante de la subsuncin
real del mundo bajo el capital, proceso hegemonizado desde la segunda
posguerra mundial por el capitalismo estadounidense. Las premisas de este
proceso arran can de mediados del siglo xviii, cuando se desencadena la
revolucin industrial en Inglaterra imprimindole al capitalismo industrial el
poder sufciente para pretender dominar el mundo en los aos subsiguientes.
El capitalismo comercial y fnanciero anterior a la recin referida poca de
predominio del capital industrial en Inglaterra es como veremos en una
de las crticas que le dirijo a Giovanni Arrighi una premisa general entre
otras de este proceso, pero no una premisa especfca. Como se ve, la labor
de estas lneas para introducir a los apartados de este captulo ya nos empuja
a abordarlos.
1. El siglo de la hegemona mundial de Estados Unidos. En lo que sigue resumo
y a veces matizo las tesis del inciso 3 de la introduccin del presente libro.
a) Al trmino de la segunda guerra mundial Inglaterra ha perdido la
hegemona sobre el mundo y Estados Unidos la detenta, aunque an debe
realizarla palmo a palmo: mediante el Plan Marshall y la otan, en Europa, a
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 105
travs de la OEA en Amrica Latina, por otros medios en el Sudeste Asitico
y en Oceana a travs de la seato, as como de mil maneras en frica.
La realizacin palmo a palmo de la hegemona mundial por cuenta de Estados
Unidos durante la segunda posguerra mundial, al enfrentar la rivalidad de la
URSS, se ver ralentizada, diferida y, aun, relativamente alterada, desviada.
Esto ms que la llamada guerra fra da cuenta de la historia entre 1945
y 1991. Las premisas de este proceso vienen de la Europa de principios de
siglo.
b) En efecto, el traspaso de la hegemona mundial de manos de Ingla terra a las
de Estados Unidos, al otro lado del Atlntico se jug en el centro de Europa. La
historia del siglo xx se jug en la primera guerra mundial, cuando Alemania
intent rivalizar a Inglaterra y fue derrotada, el imperio austrohngaro
alineado con ella qued fragmentado y Rusia se transformaba en la URSS.
Tras la derrota de Alemania (1918-1933) el centro de Europa entra en crisis,
mientras Estados Unidos creca irresistiblemente, con una sobreabundancia
que provoc la crisis de 1929. inglaterra apenas sale a fote, mientras Alemania
se recupera.
La segunda guerra mundial completa un segundo movimiento que concluye
con la derrota y escisin de Alemania y con la transformacin de los pases
balcnicos en democracias populares alineadas con la urss. La debilidad
de Europa y distancia de Estados Unidos posibilitaron tal transformacin
de estos pases que hasta la primera guerra mundial haban pertenecido al
imperio austrohngaro y por ende se alineaban con Alemania y despus con
Inglaterra y Europa occidental.
c) La realizacin de la hegemona mundial de Estados Unidos tuvo como
desenlace paradjico la reconstitucin del centro de Europa. Toda Euro pa
central se desarrolla capitalistamente y la URss ya no puede retenerla.
La Cada del Muro de Berln y el Desmoronamiento de la urss marcan la
consolidacin global de la hegemona de Estados Unidos, con su correlato, la
desalineacin de los pases balcnicos y centro-europeos.
Pero la paradoja es mayor, pues la reunifcacin de Alemania, un pas que
rivaliz la hegemona mundial en dos guerras, ahora expresa la consolidacin
global de la hegemona de Estados Unidos, cuya enorme medida de capital
desvanece el riesgo de cualquier rival peligroso.
Jorge Veraza
106
d) La clave de todos los movimientos descritos hasta aqu estriba en que para
que Estados Unidos obtuviera la hegemona mundial no era sufciente la
decadencia de Inglaterra sino adems la destruccin de Alemania. Por ello el
siglo xx se jug en Europa y en particular en el centro de sta.
La pulverizacin de los Balcanes zona de infuencia de los extremos de la
geopoltica europea continental (Francia e Inglaterra, por un lado, y Rusia, por
otro) es el resultado de la destruccin de Alemania en la segunda guerra
mundial y del desmembramiento de la URss como efecto del persistente
jaloneo entre ambos extremos, mientras crece Estados Unidos.
El siglo xx denominado por Hobsbawn el siglo de las naciones es ms
bien el siglo de la hegemona mundial de Estados Unidos. La multiplicacin
de las naciones burguesas involucra el crecimiento de la propiedad privada por
multiplicacin de las regiones burguesas y la hegemona mundial no es otra
cosa que la hipstasis de la propiedad privada, su apoteosis, la cual, para ser
posible, requiere la multipli cacin de la propiedad privada. La multiplicacin
de naciones de el la hegemona mundial de Estados tanto para lograrla como
para ejercerla.
Las modifcaciones del mapa del mundo ilustran lo dicho, pues en el
establecimiento de la hegemona de Estados Unidos, surgen nuevas naciones
o cambian las que existan antes; por ejemplo, asumen nuevos papeles
histricos, etctera. Veamos, ahora, la condicin del redon deamiento de la
hegemona mundial estadounidense.
El redondeamiento de la hegemona mundial de Estados Unidos y la Cuenca
del Pacfco
A la orientacin galctica
76
de la tecnologa capitalista de punta le
corresponde la orientacin terrestre hacia el dominio real de Estados Unidos
sobre el Pacfco. Ahora puede enfrentar a la urss y a China mediante los pases
capitalistas del extremo oriente, adems de Aus tralia, entre tanto desarrollados
y subordinados a Estados Unidos. La promocin de tales mediaciones slo es
posible en tanto los propios Estados Unidos se desarrollaron y profundizan su
dominio sobre Europa y Amrica Latina, de hecho, el dominio perfeccionado
de Estados Uni dos sobre el Atlntico (Europa) y sobre el Pacfco (Extremo
Oriente) se bas en la hegemona regional inmediata sobre Amrica Latina. El
dominio sobre Canad dependi del predominio de Estados Unidos sobre el
Atlntico y la consiguiente subordinacin de Europa.
76 Alusin al programa espacial de la Alusin al programa espacial de la NASA Guerra de las Galaxias iniciado bajo la
administracin Reagan.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 107
La base tecnolgica previa permiti el dominio del sur y del At lntico y el
esbozo o formalizacin del dominio del Pacfco, lo cual permiti, a su vez,
que la base tecnolgica dicha prevaleciera desde la segunda guerra mundial
hasta 1970. Fueron los marcos de su desarrollo, contencin y apuntalamiento.
Pero ya la derrota en Vietnam en 1975
77
les indicaba que la base tecnolgica
y, por tanto, econmica deba remodelarse. Esta remodelacin de la base
tcnica norteamericana y de la correspondiente divisin internacional del
trabajo que se precipit en la crisis de 1971-1982, es paralela a la realizacin del
dominio de Estados Unidos sobre el Pacfco. Para ello debi industrializarse
el Oeste estadounidense. As comenz el despegue del capitalismo desde la
costa del Pacfco. Retrotraigmonos para ver con matiz el asunto:
La circunnavegacin del globo terrqueo a travs del canal de Panam
construido en 1904 marca el esbozo del circuito total del dominio capitalista
de Estados Unidos al momento en que perfla la construccin de su columna
surea de apoyo.
Desplazando crecien temente fuera de Amrica Latina a Inglaterra, Francia
y Alemania.
La Revolucin Mexicana de 1910-1920 y la expropiacin pe trolera en Mxico
de 1938 marcan la defnitiva derrota del capital europeo en Amrica del Norte
(Canad, Estados Unidos, Mxico y Centroamrica) y perflan la nueva forma
de dominio norteamericano sobre Amrica Latina y el mundo a travs de una
relacin capitalista purifcada entre naciones independientes y sus nuevas
colonias.
La comprensin de la geopoltica actual orientada econmica
productivamente hacia el Pacfco y poltica y militarmente hacia el medio
Oriente y Centroamrica, as como fnancieramente sobre el Tercer Mundo
en su conjunto en especial Amrica Latina y asimismo la comprensin
de la transformacin tecnolgica y de divisin mundial del trabajo que
la subtiende, requieren como premisa observar el desarrollo histrico de
Estados Unidos en vista de consolidar el territorio que le permiti repartir
su crecimiento orientndolo hacia el Atlntico y hacia el Pacfco al modo de
una gigantesca bisagra y pndulo. Este territorio fue la premisa bsica para
que hoy est en marcha la realizacin norteamericana de su dominio sobre
el Pacfco y la concomitante tecnologa y forma de divisin mundial del
trabajo. La apropiacin de ese territorio co incide a la vez con la consolidacin
preliminar de Estados Unidos frente a Amrica Latina, pues era un territorio
77 En abril de 1975 Saign se convierte en la Ciudad Ho chi Minh. En abril de 1975 Saign se convierte en la Ciudad Ho chi Minh.
Jorge Veraza
108
que anteriormente perteneci a Mxico.
78
Si queremos observar el ltimo hito
histrico del capital mundial durante el siglo xx en su propio terreno, ms
all de sus premisas in mediatas (1945-1970) requerimos indagar la cuestin
del dominio del Pacfco y, por ello, nos retrotrajimos a las vicisitudes que
permitieron a Estados Unidos poseer ese horizonte posible de desarrollo.
Marx y Engels comentaron los sucesos en medio de los cuales desde 1847
Estados Unidos se apropi del territorio de Texas, Nuevo Mxico y Arizona
al sur, as como de California en el extremo occidental de la plataforma
continental de Norteamrica, las costas baadas por el Ocano Pacfco.
79
El fn del siglo xx y seguramente parte del xxi realiza previsio nes hechas
sobre el desarrollo de la historia del capitalismo hace ms de 150 aos, esto es,
poco antes de 1850.
Que el dominio del Ocano Pacfco se constituye en centro es tructurante
de la historia signifca actualmente primero que, ocurre la industrializacin
capitalista de la Cuenca del Pacfco: de los pases de Amrica del Norte, del
sur, de los de Oceana y del extremo Oriente; industrializacin que pone a
esta basta zona a la altura de los tiem pos. Los restos de formas de vida
precapitalista del rea van siendo barridos casi en su totalidad. En segundo
lugar, signifca que ese magno espacio industrializado capitalistamente
pasa a ser regido por la gran potencia del Orbe: Estados Unidos. Y en tercer
lugar, que esta gran potencia redondea su hegemona mundial en ese espacio
geopoltico concreto. Finalmente, que el redondeamiento de la hegemona
mundial de Estados Unidos en ese espacio concreto no es un hecho casual
sino histricamente fundado, debido a que el Mediterrneo y el Atlntico
mares del desarrollo de la civilizacin Occidental eran inapropiados para
posibilitar un dominio mundial. Mientras que Estados Unidos es una bisagra
geogrfca entre el Atlntico y el Pacfco; intervino en la historia occidental
atlntica (hasta dominarla a travs de la Segunda Guerra Mundial y otan) y en
la del Pacfco, abrindola en forma inte gral al desarrollo capitalista.
Cuando que hasta entonces la Cuenca del Pacfco se haba mantenido en
buena medida al margen de la historia capitalista occidental. De tal suerte,
la hegemona de Estados Unidos sobre la Cuenca del Pacfco signifca no
slo que en general Estados Unidos redondea su dominio sino que para
redondearlo debe basamentarlo cada vez ms en el dominio de esta Cuenca,
cuyo podero Estados Unidos le enfrentar cada vez ms al resto del mundo.
La industrializacin capitalista de la Cuenca del Pacfco: (1) avanza en forma
78 Cfr. Jorge Veraza, Revolucin mundial y medida geopoltica de capital y Perfl del traidor. Cfr. Jorge Veraza, Revolucin mundial y medida geopoltica de capital y Perfl del traidor.
Santa Anna en la historiografa y en el sentido comn.
79 Cfr. Marx y Engels, Los movimientos del 47. Mike Davis (1983) ha intentado comprender Cfr. Marx y Engels, Los movimientos del 47. Mike Davis (1983) ha intentado comprender
la situacin actual de la economa estadounidense a partir de la tesis de Marx sobre el desarrollo
capitalista en la Cuenca del Pacfco, pero defcientemente.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 109
recin iniciada la segunda posguerra; pero avanza a pasos de gigante slo
desde principios de los ochenta. La rectora del rea por parte de Estados
Unidos: (2) inicia hacia 1847 con la conquista de bastos territorios mexicanos
situados en las mrgenes de la cuenca. La derrota de Japn en la segunda
Guerra Mundial y el desmembramiento de la urss en 1991 marcan dos hitos
decisivos en cuanto a ese logro; estando de por medio (1962-1975) la guerra
de Vietnam fnalmente prdida por Estados Unidos. El redondeamiento de
la hegemona mundial de Estados Unidos: (3) se juega, ciertamente en el rea
de la Cuenca del Pacfco y fuera de ella pero: (4) tenindola Estados Unidos
como punto de apoyo de su podero contra Europa y la urss; y siendo la pre-
sea lograda cada vez que gana terreno ora contra Japn, Australia o China.
Lo cual constituye la razn para que todo el ltimo tramo de la historia del
siglo xx (1970-2000) deba ser caracterizado en referencia al horizonte en que
se mueven los acontecimientos en esta rea geo grfca; terreno del que parten
y meta hacia la que apuntan; as como empresa histrico trascendente en aras
de la cual spanlo o no sus agentes se perflan, sucumben o sobreviven
por ms alejados que se encuentren del lugar geogrfco.
La captacin de los contenidos histricos referidos es posible sobre la base
de criticar en general a las teoras del imperialismo pues stas piensan
discontinuamente la historia del capitalismo industrial; por ejemplo al
sugerir que a partir de 1870 domina el capital fnanciero y no el industrial.
Reestablecer la continuidad histrica pasa por deter minar el modo en que
ocurri histricamente la subsuncin formal y la subsuncin real del proceso
de trabajo inmediato bajo el capital, as como las subordinaciones formales
y reales del resto de valores de uso o contenidos materiales desde el Estado,
la cultura y el territorio, la ecologa planetaria y los alimentos y las materias
primas. El capitalismo adquiere as una estructura totalitaria que concepto
globalmente con el trmino de subsuncin real del consumo bajo el capital:
todos los valo res de uso, la realidad como un todo, refejan en su estructura
material la relacin de produccin capitalismo. Esta magna empresa histrica
por dems monstruosa y decadente se ha llevado a cabo a partir de
fnalizada la segunda guerra mundial hegemonizada mundialmente por
Estados Unidos, as que bajo las apariencias del american way of life, el star
system y otras banalidades alienantes y materialmente nocivas coronadas
por toneladas de bombas atmicas en las que se deslee el confort aparente
de aquellas banalidades y se revela el ncleo de valor de uso nocivo letal que
corresponde como cuerpo al alma del capital industrial. De ah que decadencia
estructural no sea lo mismo, paradjicamente, que debilidad.
80
2. Siglo corto el XX? El hundimiento del bloque comunista en Europa y la
80 Discutiremos ms abajo la falsa identifcacin que al respecto lleva a cabo J. Wallerstein en Discutiremos ms abajo la falsa identifcacin que al respecto lleva a cabo J. Wallerstein en
sus ensayos.
desintegracin de la urss constituyen ciertamente el acontecimiento histrico
ms impor tante desde el trmino de la segunda guerra mundial. De ah que
el gran historiador Eric Hobsbawm conciba la historia del siglo xx como la de
un siglo corto que va de 1914 a 1991.
81
Esto es, desde el inicio de la primera
guerra mundial, en el seno de la cual se gesta la revolucin bolchevique con
cuyo triunfo inicia la construccin de la urss, hasta la desintegracin de sta.
sin embargo, la magna importancia histrica del nacimiento, desarrollo y
derrumbe de la urss no es tal como para abrir y cerrar el siglo como cree
Hobsbawm. Podra verse as slo si se considera que la urss fue un pas en
el que se realiz el socialismo con la novedad histrica masiva que ello
hubiera involucrado y que sta cay con aqulla. Los historiadores de
derecha como Paul Jhonson
82
asumen a regaadientes este supuesto pero
su anticomunis mo los lleva a no ser consecuentes con l, as que periodizan
de otro modo. Mientras que Eric Hobsbawm es consecuente con su premisa y
enaltece de ese modo a la urss asumindola como socialista y por ende como
el mayor fenmeno epocal del siglo asimilando la historia de ste a la historia
de la urss. No obstante la premisa de todo ello la urss fue socialista no est
demostrada ni mucho menos. El terror de la derecha a las transformaciones
revolucionarias les hizo creer sin mayor demostracin que all se erigi el
socialismo. Y el optimismo de izquierda se equivoc al tomar al terror de la
derecha como prueba de que all haba socialismo.
Por otro lado, el hecho que muestra a Estados Unidos como nica superpotencia
mundial despus de 1991 es histricamente continuo con la guerra de 1914-
1918 y ms atrs con el posicionamiento de los pases europeos y de Estados
Unidos para rivalizar la hegemona mundial a Gran Bretaa despus de la
crisis de 1871-1893, de la que ese pas sa liera tan lesionado mientras que
Alemania no, y Estados Unidos ileso.
La cada del bloque socialista europeo y el desmoronamiento de la urss
son efectos de la mundializacin del capitalismo industrial y de la promocin
de una potencia hegemnica adecuada a la medida mundial del capitalismo.
El siglo xx tuvo cien aos y su ltimo tramo histricoabierto en 1970 se
redondea en 2000, pero no se cierra an.
3. Paul Johnson mira el siglo. A partir de la tragedia inicial de la primera guerra
mundial 1914- 1918, el siglo xx haba parecido a muchos una interminable
sucesin de desastres morales y fsicos, y stos haban sobrevenido a pesar
del rpido aumento de la riqueza, sobre todo en los pases avanzados, y del
81 Eric Hobsbawm, La historia del siglo XX. Eric Hobsbawm, La historia del siglo XX.
82 Paul Johnson, Tiempos modernos. La historia del siglo Paul Johnson, Tiempos modernos. La historia del siglo XX desde 1983 hasta la dcada de los
90.
Jorge Veraza
110
Vicepresidencia del Estado Plurinacional
111
permanente progreso de los descubrimientos cientfcos.
83
Y no slo a pesar
sino tambin y esencialmente en conexin con el aumento de ri queza/miseria
propia del capitalismo conocida por la economa poltica y explicada en su
ley interna por vez primera por Marx.
84
similarmente, el progreso cientfco,
en tales condiciones generales de la sociedad burguesa y no slo del inicio
del siglo xx, como querr sugerir Paul Johnson involucra enajenacin; s,
una interminable sucesin de desastres morales y fsicos producidos por la
sociedad contra s misma.
De suerte que hacia 1945 H. G. Wells, por ejemplo, perda toda esperanza, nos
dice Paul Johnson. Y aade para remachar:
Despus, pareci que sobrevena una nueva declinacin, pues la dcada de
1970 fue un perodo de ansiedad y desilusin excepcionales, de preocupacin
por el ambiente y el agotamiento de las materias primas que se sumaba a
la extensin de la competencia de la guerra fra en todo el mundo y a los
deterioros provocados por el colectivismo en Europa Oriental, la mayor parte
de frica y extensas regiones de Asia y Amrica Latina. Por doquier e incluso
en sus principales centros, la democracia y el imperio del derecho que le
conferen sentido parecan encontrarse a la defensiva.
85
Estos fueron los setenta segn nuestro autor, quien como se ve, invierte
la valoracin autntica de los hechos; sobre todo en eso de los deterioros
provocados por el colectivismo. Seguro porque le desagrada ste y no
puede reconocer el benefcio que signifc para millones de personas.
Luego, no entiende la conexin entre el desarrollo del movi miento socialista
y el desarrollo de la democracia en todo el orbe; y no ve que no slo hubo
preocupacin por el ambiente y el agotamiento de las materias primas,
como quien se preocupa por el clima y la ubicacin de una mina, sino que se
desarroll un amplio movimiento ecologista con cada vez ms desarrollada
conciencia social acerca de la produccin capitalista, el deterioro ecolgico
y el agotamiento de materias primas debidos a una explotacin irracional,
en primer lugar de la fuerza de trabajo humana de millones de hombres y
mujeres, en vista de esquilmarles plusvalor y, por ello, sin que el capital pare
mientes en las condiciones naturales que este proceso de explotacin capitalista
destrua. Los aos setenta fueron, al revs de lo que cree Paul Johnson, aos
de esperanza, sobre todo los primeros cinco, incluso en medio de la peor crisis
del capitalismo; precisamente porque el sujeto social a nivel a mundial pudo
reaccionar con conciencia histrica aun en relacin con su entronque con la
naturaleza contra los efectos nocivos cada vez ms profundizados del modo
83 Ibid. p. 699.
84 Karl Marx, Karl Marx, El capital, t. I, cap. xxm, La ley general de la acumulacin capitalista.
85 Paul Johnson, Paul Johnson, op. cit., p. 699.
Jorge Veraza
112
de produccin capitalista en curso de mundializarse. Y lo pudo hacer durante
toda la dcada del sesenta, culminando con el movimiento de 1968
86
y la potencia
y conciencia alcanzadas durante esos aos an vivifcaba a los contestatarios
de los setenta. De todo esto Paul Johnson no slo nada sabe sino que nada
quiere saber y cuando lo ve lo invierte y malversa. Pero, entonces, en medio
de la enajenacin en progreso que es la sociedad burguesa, no cabe esperanza
para Paul Johnson ya que ni cuando los seres humanos reaccionan contra la
enajenacin se digna a reconocerlo positivamente, y sugiere implcitamente
que son males que Dios nos manda o la naturaleza nos opone? Nada de eso, l
sabe alegrarse, lstima que sea cuando la aplanadora del capitalismo avanza
triturando carne y huesos de gente viva y antes explotndola salvajemente.
Pero quiz en medio de tal Apocalipsis para la humanidad y apoteosis de
la enajenacin haya motivos de esperanza, pues si el progreso capitalista
es enajenacin, la enajenacin capitalista condiciona una intensa y progresiva
reaccin humana autoafrmativa contra ella.
Veamos en qu se alegra y esperanza Paul Johnson; la mirada del capital
neoliberal posmoderno le llamaremos para dejar claro nuestro juicio acerca
de su punto de vista:
[1] Pero con la dcada de 1980 comenzaron a soplar grandes vientos de
cambio en la marcha de la humanidad, y cobraron impulso durante la dcada
y aun despus [2], en el comienzo de los aos noventa, barrieron todo lo que se
les pona por delante y promovieron en el paisaje global una transformacin
fundamental. Los aos ochenta fueron una de las divisorias de aguas de la
historia moderna. [3] El espritu de la democracia recobr confanza y se
difundi. El imperio del derecho fue restablecido en grandes extensiones del
globo y se fren y castig la depredacin internacional. Las Naciones Unidas
y especialmente su Consejo de Seguridad por primera vez comenzaron
a funcionar como era la intencin de sus fundadores. [4] Las economas
capitalistas forecieron notablemente y en casi todos lados se extendi la idea
de que el sistema de mercado no slo era el ms seguro sino tambin el nico
modo de aumentar la riqueza y elevar el nivel de vida. [5] Como conviccin
intelectual, el colectivismo se derrumb y el proceso en virtud del cual se lo
abandon pudo desarrollarse incluso en sus baluartes. El imperio de stalin,
el ltimo de los conglomerados colonia les, se desintegr. El propio sistema
sovitico se vio sometido a creciente presin, y los mltiples problemas de
Rusia debilitaron tanto su condicin de superpotencia como la voluntad
de sus gobernantes para continuar la guerra fra. [6] Hacia principios de la
dcada de 1990 se redujo la visin de pesadilla de la guerra termonuclear y
el mundo pareci ms seguro, ms estable y, sobre todo, ms esperanzado.
Cmo sobrevino esta dramtica contrarrevolucin? (pp 699-700).
86 Cfr. mi Proletarizacin de la humanidad.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 113
Ad [1]: Johnson se refere a que dos de sus campeones, Margaret Tatcher y
Ronald Reagan, tomaron el mando de Gran Bretaa (1979) y de Estados Unidos
(1981), respectivamente y encabezaron una agresiva poltica econmica
contra la clase obrera y contra las naciones oprimi das el monetarismo o
neoliberalismo en vista de sacar de la crisis al capitalismo por la nica va
que ste conoce: elevando la tasa de explotacin de la gente que trabaja (toda
vez que las crisis capitalistas refejan una cada de la tasa de ganancia).
Ad [2]: se refere simultneamente a la cada del llamado bloque socialista
(1989) y al desmembramiento de la urss (1991), cuyas economas en crisis
crnica pero ocultada se sostenan con los prstamos fnancieros de
bancos occidentales; pero una vez que la crisis se profundiz en Occidente
en 1987 stos carecieron de fondos para prestarles a los pases de Europa
Oriental.
87
La interconexin de la economa capitalista mundial se evidenci
al transformase en crisis social y poltica en los pases que aparentaban ser
socialistas. Johnson cree que lo eran y se regocija de la cada del socialismo y
no como yo de que cayera la mscara y el capitalismo de forma desptica
que aqulla ocultara.
Ad [3]: se refere fundamentalmente a la guerra del Golfo Prsico (1990-91),
en la que apoyaron a Estados Unidos las grandes potencias europeas y Japn,
(lo que Johnson llama enrevesadamente el espritu de la democracia),
despus de que la onu exigiera a Hussein salir de Kuwait. En confictos
ulteriores, como los de Bosnia-Herzegovina y el Congo, el ejrcito de la onu
intervendra directamente en forma masiva, revelndose como un verdadero
polica internacional.
88
Todo lo anterior est determinado por la acrecida
fuerza hegemnica de Estados Unidos, incluida la efectividad del Consejo de
Seguridad de la onu.
Ad [4]: en realidad, pas por pas, creci la riqueza slo de unos pocos y
creci la miseria de la mayora. Johnson oculta a sabiendas esta dialctica
atroz extendiendo la idea con total falta de honradez como historiador
propagada por los mass media ms reaccionarios.
Ad [5]: lo que dice Johnson es correcto excepto la oracin inicial, donde se alude
a la urss y al imperio de Stalin y aun al marxismo y a la doctrina comunista
87 Despus de 1987 ya no fue posible disponer de efectivos al este de la lnea Oder-Niesse, ms Despus de 1987 ya no fue posible disponer de efectivos al este de la lnea Oder-Niesse, ms
an se asentu la presin orientada hacia el reembolso del capital y los intereses (P. Johnson,
op. cit. p. 756).
88 Cfr. Alfredo Vallado, Las acciones de polica internacional tienden a sustituir la guerra Cfr. Alfredo Vallado, Las acciones de polica internacional tienden a sustituir la guerra
clsica entre estados, en El estado del mundo, pp. 31-34. Dice este autor de Estados Unidos que
es un gendarme reticente (Liderazgo s, pero sin asumir todos los costos que implica), p.
34.
Jorge Veraza
114
s, todo confundido en un mismo saco como colectivismo. En realidad,
Johnson deba sanjar la cuestin de si en los pases llamados socialistas hubo
o no socialismo, y no ms bien safarse de esa responsabilidad como historiador
introduciendo un trmi no tan ambiguo como el de colectivismo. En la opinin
pblica mundial ciertamente se vio profundamente lesionada la idea de
socialismo, sobre todo por el modo en que los mass media confundieron urss
con socialismo y la cada del muro de Berln, con la debacle del socialis mo.
La profunda confusin incluso de la izquierda es sntoma del auge no slo
material (econmico, poltico y hegemnico) del capitalismo, en especial de
Estados Unidos, sino tambin ideolgico. La lesin de la idea de colectivismo
es ms dudosa ya por lo ambiguo del trmino.
Ad [6]: ciertamente la guerra fra lleg a su fn. Y ciertamente el desarrollo
histrico (1981-1991... y aun hasta 2003) es caracterizable en buena medida
como contrarrevolucin, aunque no deja de sorprender el gusto de Johnson
por ese trmino y por lo que refere. Sin embargo, en lo referente a la cada
del muro de Berln y la destruccin de las dictaduras burocrticas de los
pases pseudosocialistas, as como el derrumbe del imperio de Stalin, se
trata de un desarrollo revolucio nario, por supuesto no socialista, sino propio
del desarrollo histrico capitalista. Johnson se regocija de todo lo que sea
desarrollo capitalista slo en la medida en que acreciente el poder de las clases
dominantes y la hegemona de Estados Unidos sobre las masas y los pueblos,
sobre todo si stos se hallaban en rebelda. En efecto, tanto ms se regocija
del desarrollo capitalista si es contrarrevolucionario. Y todo desarrollo
capitalista hegemonista le parece contrarrevolucionario, aunque no lo sea.
Contrarrevolucionario es para Paul Johnson el nec plus ultra.
4. Crtica a El largo siglo XX, de Giovanni Arrighi, y su idea de crisis del
capitalismo.
a) La idea de Hobsbawm sobre el siglo corto polemiza implcitamente
con lo que da ttulo al libro de Arrighi.
89
La nocin de larga duracin de
Fernand Braudel permite distinguir siglos largos o, mejor, lar gos siglos
en el desarrollo europeo. As, Arrighi habla del Largo siglo xvi de ms de
doscientos aos (p. 257) o la guerra de los cien aos italiana. Por cierto,
ambos perodos constituyen lo que Arrighi denomina anlogamente el largo
siglo xv-xvi de ms de doscientos noventa aos y que da pie a la era de
acumulacin genovesa (p. 259).
Arrighi establece cuatro grandes ciclos sistmicos de acumulacin (de capital)
en lo que denomina siguiendo a immanuel Wallerstein el capitalismo
89 Giovanni Arrighi, Giovanni Arrighi, El largo siglo XX. Dinero y poder en los orgenes de nuestra poca.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 115
histrico:
90
el ciclo genovs (1450-1620), el ciclo holands (1620-1780), el ciclo
britnico (1740-1929) y, fnalmente, el ciclo estadunidense (1970 y a la fecha
no concluye). Para caracterizar este ltimo ciclo sistmico de acumulacin
hablar de un largo siglo xx iniciado en 1870 y que concluir, quiz, hacia
2050, si la deblacle del ciclo estadounidense ocurre entonces. Qu bueno que
la hegemona de Estados Unidos cayera slo por la fuerza del pronstico!
a. La primera crtica contra Arrighi es que su periodizacin es quematizada
del desarrollo del capitalismo (p. 257), ms all de ser sugerente y elegante,
no parece tener ms fundamento que la analoga histrica. Esto es, carece de
fundamento pero lo aparenta, cual es el caso de las analogas. Esta carencia
tiene efecto sobre todo cuando Arrighi aplica la idea de siglo largo al xx,
como es su inters primordial. Pero deberemos observar ms determinaciones
de su propuesta, pues quiz en ellas encontremos fundamentacin real y
debamos revocar esta primera crtica.
b) La funcin de la analoga histrica que establece Arrighi consiste en
permitirle pronosticar algo acerca del ciclo estadunidense an incon cluso, a
saber decir que pronto va a concluir, como los tres previos. La estructura
similar que presentan todos los siglos largos es lo que caracteriza dice
su esquema (p. 257) en lo que supone una previsible (?) sustitucin de la
hegemona de Estados Unidos por la de otro pas en no tan lejana fecha
segn vimos hacia 2050, de forma anloga a i. Wallerstein.
91
No obstante, la
sustitucin de la hegemona, aunque se acomoda al esquema, no por ello puede
ser realista. Pero esta segunda crtica que refuerza a la primera quiz este
presa de la apariencia de fortaleza actual del hegemn estadounidense, por lo
que debemos explorar otros argumentos de Arrighi.
c) El inicio de un ciclo sistmico de acumulacin se traslapa con una franja
terminal del ciclo anterior. As, el ciclo britnico comienza hacia 1740 y el
holands termina hacia 1780, traslapndose uno y otro en una franja de
cuarenta aos. Arrighi llama crisis seal (s) a aquella que le ocurri, en este
caso, al ciclo holands en 1740, y crisis terminal (t) a la de 1780. Y como son
las del segundo ciclo, las denomina s2 y t2, respectivamente (p. 258). As, la
crisis terminal britnica (t3) (1929) es demasiado cercana de la crisis seal
estadounidense (s4) (1971). Esto es, el tramo es demasiado corto respecto del
(tn sn) de siglos largos previos, lo que parece un rasgo sintomtico de lo
90 Cabe advertir que lo de histrico sirve en ambos autores para desleer la diferencia entre Cabe advertir que lo de histrico sirve en ambos autores para desleer la diferencia entre
capital industrial y capital comercial y fnanciero. Antes del dominio del capital industrial
sobre la sociedad existieron histricamente capitales comerciales y fnancieros luego integrados
al servicio de la acumulacin del capital industrial. El continuum hist rico permite decir
capitalismo histrico, pero capitalismo propiamente dicho slo es la poca en que domina el
capital industrial.
91 Immanuel Wallerstein, Immanuel Wallerstein, Despus del liberalismo.
Jorge Veraza
116
forzado de la analoga histrica orquestada por Arrighi. Pues t1s2 va de
1630 a 1740 ms o menos. Esta es la tercera crtica, que Arrighi quiz pueda
revertir.
d) En efecto, dice observar aunque [1] no est claro a esta altura de su
argumentacin si en la historia del capitalismo o en su esquema sobre la
misma dice observar, el hecho de que los siglos largos se acortan (p. 259). El
siglo largo xix fue ms corto que el siglo largo xvii, ste ms que el largo siglo
xv-xviquiz [2] porque Arrighi sum al largo siglo xvi de Braudel la
Guerra de los Cien Aos italianade Braudel? y sera ms largo si le sumara
ms eventos por lo que seguramente el xx ser ms corto que el xix; as
que si el tramo t3s4 nos parece muy corto es porque cada vez todo es ms
acelerado. valga la tautologa [3].
En este prrafo he concentrado tres crticas [1], [2] y [3] a Arrighi y
redondeo mi idea con otra crtica que ya es la sptima. segn se ven las cosas, a
fnes del siglo xx y a fnes del ao 2002 la aparente fortaleza de Estados Unidos
parece indicar que quiz la de 1971 no fue una crisis seal, o si lo fue, parece
que el tramo s4t4 ser ms largo que lo que Arrighi cree y que lo que las
analogas de su esquema permiten, con eso de que cada vez que avanzamos
en el tiempo en su esquema todo sucede ms de prisa. Y precisamente porque
ms all de analogas formales, la duracin de la hegemona de Estados
Unidos est determinada por el contenido geopoltico que la basamenta, a
saber: su peculiar situacin geopoltica de cara tanto al Ocano Atlntico
como al Ocano Pacfco y su dominio sobre ambas cuencas sobre la base de
una plataforma geogrfca de riquezas naturales incomparable. En efecto, este
contenido es lo que deber desgastarse para que la hegemona de Estados
Unidos llegue a ser obsoleta.
Pero antes de explorar nuevos argumentos de Arrighi debo argu mentar
ms esta sptima crtica an por ver si se sostiene y que ya alude a un
contenido material al parecer soslayado por Arrighi no obstante ser obvio
en conexin con las otras seis.
La teora histrica de Arrighi se nos ha revelado hasta aqu como una teora de
analogas (esto es, como mera ideologa). Exalta la forma por sobre el contenido
histrico efectivo so pretexto de slo as com prenderlo o dar cuenta de l,
92
no slo describirlo o registrarlo. Por aqu, cada suceso es sobresignifcado o
resignifcado; en realidad, se lo aliena y deja de ser lo que realmente es para
empezar a signifcar lo que conviene al esquema intelectivo usado por Arrighi,
de suerte que apuntale la doble analoga de base, la cual es la siguiente: por
92 Una de las acepciones en castellano por cierto muy utilizada de dar cuenta de alguien Una de las acepciones en castellano por cierto muy utilizada de dar cuenta de alguien
es ni ms ni menos que asesinarlo.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 117
un lado, los ciclos genovs, holands, britnico y estadunidense son ciclos de
acumulacin de capital; aunque ni el genovs ni el holands sean de capital
industrial como s lo son el britnico y el estadunidense. Nada se dice respecto
de tan decisiva diferencia, aunque Marx diga que el capital industrial abre
una poca histrica y Arrighi se base en Marx para muchos de sus juicios. Por
otro lado, la analoga consiste en que si la hegemona inglesa fue sustituida
por la de Estados Unidos, la de los genoveses por la de los holandeses y la
de stos por la de los britnicos, la de Estados Unidos deber ser sustituida y
pronto.
En realidad, el ms grave desliz formalista o analogista de Arrighi consiste en
que no observa de modo fundamental esto es, con toda la importancia que
tiene la base material que le posibilita a Estados Unidos ser hegemn de la
medida geopoltica de capital industrial espe cfcamente mundial.
93
En efecto,
soslaya la base geopoltica de Estados Unidos como bisagra del Pacfco y
el Atlntico,
94
contenido material que ningn pas puede tener ni por tanto
rivalizar con Estados Unidos. O bien, cuando Arrighi alude a este contenido
es para subsumirlo y lo toma en cuenta como ya subsumido a la forma
largo siglo o a aquella otra de crisis seal. Tampoco observa, por cierto,
la medida geopoltica de capital industrial para comprender la historia del
desa rrollo capitalista; cual debera de hacerse. Ni observa otros conceptos
marxistas para entender el desarrollo histrico capitalista conceptual y
fundadamente, como son aquellos que integran la teora de la subsuncin
formal y de la subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital,
mediante la cual como hemos visto a lo largo del presente libro puede
establecerse la periodizacin de la historia de este siglo; aunque Arrighi s usa
laxamente el concepto de plusvalor y con ms precisin el de la ley de la
tendencia decreciente de la tasa de ganancia o ley del desarrollo capitalista
segn Marx.
No est por dems sealar en este contexto que son precisamente los conceptos
de subsuncin formal y de subsuncin real del proceso de trabajo inmediato
bajo el capital los que dan contenido y posibilitan la existencia de la ley de
la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. La cual describe la forma de
movimiento de aqullos. Otra vez, Arrighi se queda con la forma y deslee el
contenido.
El caso es que el ciclo sistmico de acumulacin (csa) de Estados Unidos
est en curso y no sabemos cul es su crisis terminal. Pero tampoco que
la de 1971 fue su crisis seal. Y la ventaja de hablar de csa es que se tiene
93 Cfr. mi Proletarizacin de la humanidad. Cfr. mi Proletarizacin de la humanidad.
94 Karl Marx seala este hecho en el ya citado artculo Los movimientos de 1847. Karl Marx seala este hecho en el ya citado artculo Los movimientos de 1847.
Jorge Veraza
118
por seguro un ascenso y una decadencia, lstima que la fecha sea incierta.
Sin embargo, puede haber una salida. En el mismo siglo xx s que ocurri la
crisis terminal de Gran Bretaa, y si no en el xx strictu sensu, a fnes del xix
(1871-1895) tuvimos la crisis seal de la cada de Gran Bretaa, esto es, de
su ciclo sistmico de acumulacin. Esto nos sita ya en el terreno histrico y
en el de los das, meses, aos, dcadas y siglos, etctera, ms all del mero
mbito conceptual y esquemtico del ciclo sistmico de acumulacin con sus
tres tiempos no fechados.
Adems, tenemos varias crisis econmicas durante el siglo xx; re-saltantemente
la de 1929, iniciada en Estados Unidos pero que fue la crisis terminal
britnica (p. 257). Fuera de combate Gran Bretaa, tenemos la crisis de 1971-
1982, ms estruendosa incluso que la de 1929. No podra ser esta la crisis
seal de Estados Unidos toda vez que evidenci no ser la crisis terminal?
Para que lo sea o lo parezca simplemente es necesario que al evento
histrico le apliquemos ahora el esquema conceptual csa y, precisamente, en
sus tres tiempos y con la caracterstica de hipertrofa fnanciera que emerge en
las crisis seal de los csa no industriales. Que sean no industriales es lo de
menos por ahora, una vez que tambin Gran Bretaa hegemn industrial
mostr hipertrofa fnanciera en su crisis seal.
De tal manera, identifcando csa con siglo largo se obtiene con crecin fecha
precisa para lo que slo era indeterminacin esque mtica. Y si hay todava
algo en el decurso histrico del siglo que an no se preste para apoyar la idea de
que Estados Unidos y el capitalismo todo caen, simplemente metemos al siglo
en la camisa del csa y de la hipertrofa fnanciera y, entonces, la crisis de 1971
como por arte de magia es ya crisis seal; y como otra caracterstica
histrica consiste en que los siglos largos se acortan sobre todo el lapso
entre crisis seal y crisis terminal volvemos a aplicar la analoga y el
siglo queda listo para expresar los tres tiempos del csa ya fechados: 1871-1929-
1971, y seguro est muy prxima la crisis terminal porque, ya lo dijimos:
la-historia-capitalista-se-acelera. En efecto, la cuestin es que Arrighi seala
que Estados Unidos est herido de muerte como lo dijera Lenin ya en 1914
pero respecto del capitalismo en su conjunto y se equivoc, o como lo dijeron
los tericos del capitalismo monopolista de Estado en 1971 y se equivocaron
tambin con su idea de la crisis general del capitalismo datada para
ese ao pero ahora Arrighi, con su esquema de crisis seal/crisis
sistmica/crisis terminal, cree que puede proclamarla de nuevo y quiz
no equivocarse. Ms an porque la postula para futuro indeterminado.
A esta camisa de once varas pseudohistrica que asimila el siglo con el csa
del capitalismo no industrial y a ste con el csa del capi talismo industrial,
es a lo que Arrighi llama largos siglos y, sobre todo, largo siglo xx. Con
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 119
esta frase ya podemos hacernos la ilusin de que si no este ao Estados
Unidos caer pronto, pues sus das estn contados por hallarse herido de
muerte con el estilete de la audaz analoga histrica que incluye la triple
matriz de la nocin de imperialismo en tanto fase superior, hipertrofa
fnanciera, y crisis general del capitalismo, por hallarse Estados Unidos
en esa fase y ser esa hipertrofa: capitalismo fnanciero. Y aunque Lenin se
hubiera equivocado en esto ltimo esto es, que en el imperialismo domina
el capital fnanciero, que es la premisa de la triple matriz, no cree Arrighi
que se equivoc en toda la matriz. As que Estados Unidos debe caer pronto.
En verdad, el siglo xx dur cien aos como todos los siglos. Y su historia
puede ser contada comenzando en 1900 no slo por llevar la cuenta de los
aos sino porque entonces ocurri un fenmeno histrico cualitativo que
conducira a la primera guerra mundial: la totalizacin del capitalismo en
Europa.
95
Claro que tal evento depende de la crisis de 1871-1895 y cabra narrar
sta como antecedente. Pero es mejor remitir a 1850 las races del siglo xx,
el del capitalismo mundial hegemonizado por Estados Unidos, precisamente
porque en 1850 se desbord la me dida continental de capital hacia la medida
mundial
96
, esa que Estados Unidos hegemonizara recin fnalizada la segunda
guerra mundial.
El siglo xx no fue corto como quiere Hobsbawm, porque la revo lucin
sovitica de 1917 no fue su evento crucial sino la constitucin de la hegemona
mundial por Estados Unidos. Ni fue un largo siglo xx, como an ms
forzadamente quiere Arrighi para asumir la cen-tralidad histrica de la
hegemona de Estados Unidos para el siglo xx, y no lo fue porque no tenemos
ni crisis terminal ni crisis seal de la cada prxima de Estados Unidos
como revancha simblica nece sidad psicolgica de Arrighi despus de la
cada de la urss en 1991.
El siglo se mantuvo abierto sus cien aos, si bien qued hegemonizado en su
segunda mitad por Estados Unidos y esta hegemona sigue abierta despus de
concluido el siglo. Y si no hay en el horizonte ningn rival de Estados Unidos
por la hegemona mundial, tenemos que el capitalismo estadounidense y
mundial ha perdido tiempo precioso en remodelar su base industrial
tanto para ya no depender de reservas petroleras prximas a agotarse
(2030) como para hacer que la tecno loga capitalista no siga deteriorando la
ecologa del planeta volviendo as insustentable la acumulacin de capital.
Pero si el capitalismo de Estados Unidos y mundial se desmoronan por este
95 Para el concepto de totalizacin del capitalismo europeo, vase el captulo 4 de la primera Para el concepto de totalizacin del capitalismo europeo, vase el captulo 4 de la primera
parte del presente libro.
96 Vimos este proceso en el captulo i de la primera parte del presente libro. Vimos este proceso en el captulo i de la primera parte del presente libro.
Jorge Veraza
120
lmite tecnolgico no asumido racionalmente por los distintos gobiernos
metropolitanos a partir de 1971, esa cada no est inscrita en ningn siglo
histrico de larga o corta duracin ni depende de la hipertrofa fnanciera. Ms
bien, si esta tendencia no parece amainar durante el ltimo tercio del siglo xx
e inicios del xxi es debido a este recin referido basamento tecnolgico que ha
sido inadecuado desde 1971.
En efecto, la hipertrofa fnanciera es signo de defensa inmunolgica del
capitalismo. En el capitalismo comercial expresa una defensa inte gral y
ltima de ste, pero en el industrial, toda vez que la circulacin mercantil
y dineraria o fnanciera no dominan, slo expresa un enroque sistmico de
variado signifcado histrico. Si se presenta al mismo tiempo que un rival
de la hegemona, entre ambos signos expresan una crisis seal. Pero si no
coincide con la presencia de un rival industrial capitalista de la hegemona,
expresa un enroque de juego medio, por as decirlo. Desde 1971 expres un
lmite ecolgico/energtico del aparato industrial capitalista actual, pero no
una crisis seal, pues no hay rival industrial como para ello.
La exploracin de los lmites tecnolgicos, ecolgicos y sociales del capitalismo
manifestos durante el siglo xx y vigentes en el xxi son un tema fascinante por
s mismo abordado en el captuo anterior.
5. Balance de posiciones para mejor avanzar.
En lo que antecede hemos criticado las interpretaciones que sobre la historia
del siglo xx han llevado a cabo Eric Hobsbawm, Paul Johnson y Giovanni
Arrighi. Pero el orden cronolgico de la publicacin de sus respectivos libros
inicia con Johnson (1988), sigue con Arrighi (1994) y termina con Hobsbawm
(1998). Autor que tuvo ante s la interpretacin de derecha de Johnson, en la
que ste sugiere como esperanza para la humanidad lo que son los intereses a
mediano y largo plazo del capital contra la humanidad y, en fn, retuerce las
esperanzas de sta; as que Hobsbawm y Arrighi quisieron poner las cosas
sobre sus pies a fn de, slo as, restablecer una esperanza histrica autntica
para las clases oprimidas del mundo y para la humanidad en general.
La respuesta de Arrighi ante interpretaciones a lo Johnson fue la construccin
de un esquema en el que se visualizara la pronta debacle de la potente
hegemona de Estados Unidos y el boyante capitalismo incluso por sobre sus
crisis, en particular la de 1971 triunfante sobre la urss y que daba pbulo a
Johnson para intentar afanzar su visin retorcida de la historia del siglo xx en
la mente de sus lecto res. Arrighi cree que as revela las tendencias histricas
contrarias a la hegemona capitalista, le hace a la humanidad el servicio de
darle renovadas esperanzas. Pero segn le hemos tomado el pulso al esquema
de Arrighi y lo hemos criticado, ste resulta forzado y las esperanzas que da
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 121
ilusorias; lo que es peor: las tendencias histricas contrarias a la hegemona
capitalista y las esperanzas humanas inherentes a ellas se ven retorcidas y
malversadas no obstante que son una realidad fundamental que existe
autnticamente.
Ante visiones de derecha que corrompen las esperanzas como la de
Johnson y contestaciones de izquierda como la de Arrighi iluso ria por
forzada resalta el valor del intento de Hobsbawm de narrar de una vez por
todas la historia del siglo xx ao con ao sin esquemas preestablecidos, sino
ubicando en ese siglo los eventos histricos signi fcativos del mismo entre
ellos el que le pareci el ms signifcativo (la revolucin rusa de Octubre de
1917 y el desmembramiento de la urss de 1991) para desde l, y no desde
un esquema formal exterior al autntico contenido histrico, establecer el
signifcado del siglo xx y caracterizar su historia. El camino escogido por
Hobsbawm es, en ge neral, el correcto, pues se atiene al contenido efectivo de
la historia que estudia para caracterizar, luego, sobre esta base, la forma de
esta historia y sus tendencias por ejemplo, que el siglo tenga forma larga
o corta, etctera y qu posibilidades quedan abiertas para la humanidad a
partir del redondeamiento de los hechos histricos signifcativos del siglo.
En cambio la intervencin de Johnson presupone, sin explicitarla, una forma
reaccionaria que tuerce cualquier hecho histrico para ponerlo a su servicio
y el esquema explcito de Arrighi tambin fuerza los con tenidos histricos,
aunque en un presunto sentido libertario.
Rescatar el contenido vivo de la historia pasada es decisivo si se quiere
entenderla y tanto ms si la vida presente quiere llevar adelante la historia
dndole un sentido libertario. Hobsbawm ha credo que la revolucin de
Octubre de 1917 por cuanto dio esperanzas a buena parte de la humanidad
durante ms de ochenta aos en el curso del siglo xx deba ser el hecho
ms signifcativo de ese siglo. Ms toda va si se trataba de darle esperanzas a
la humanidad despus de 1991. Pero esa revolucin fue, en primer lugar, la
expresin del desarrollo capitalista mundial de entonces, mismo que las masas
rebeldes rusas y sus dirigentes intentaron reconducir hacia el socialismo. As
que el contenido de fondo es lo decisivo y no la forma que intentaron darle a
ese contenido. El cual mostr evidente pujanza fuera de Rusia y an despus
de la crisis de 1929 y de la segunda guerra mundial. El hecho ms signifcativo
del siglo xx fue precisamente el proceso de traspaso de la hegemona de
manos de Gran Bretaa a las de Estados Unidos y el intento de Alemania
dentro de este proceso de arrebatarla. Y es de l, observado dialcticamente,
que debemos obtener certezas y sobre la base de las mismas autnticas
esperanzas.
En los apartados que anteceden comenc criticando la interpretacin de
Hobsbawm porque es aquella que ha intentado reponer en su lugar los hechos
Jorge Veraza
122
histricos del siglo xx, aunque halla fallado. Luego vimos la interpretacin
de Johnson y despus la de Arrighi; es decir, la forma retorcida simple y la
compleja de interpretar los eventos del siglo, a partir de las que Hobsbawm vio
la necesidad de hacer prevalecer el contenido histrico intentando remontar
ambos retorcimientos; aunque, a mi modo de ver, queda parcialmente preso
en ellos al momento de contestarlos. Preso, entre otras cosas por creer que el
retorcimiento de derecha de los hechos histricos afanzado en el dominio
capitalista real mente existente slo poda contestarse exaltando un hecho de
izquierda incluso por sobre el formalismo de izquierda. Pero de lo que se
trata es de rescatar los contenidos efcientes del transcurrir histrico, ms all
de si son de izquierda o de derecha, sometientes o libertarios; por supuesto
intentando superar las fantasas que los agentes histricos se hicieron acerca
de los mismos (como por ejemplo confundir la intencin revolucionaria
socialista de la revolucin de 1917 con la realizacin efectiva del socialismo)
97
pues slo el contenido real puede ser el pun to de partida de una intencin y de
una accin transformadoras de la realidad histrica favorables a la liberacin
de la humanidad.
Mi intervencin ha querido zafarse de esa prisin no slo de la involuntaria
de Hobsbawm sino, sobre todo, de la simple y la compleja aludidas; por eso
expuse la crtica a Arrighi en ltimo lugar. Desde aqu, intentemos comprender
un hecho histrico decisivo que no tuvieron ante s ninguno de los autores
discutidos.
6. El fn del siglo XX y los lmites del capitalismo actual (ataque a las Torres
Gemelas).
El 11 de septiembre de 2001 un ataque terrorista derrumb hasta sus cimientos
las Torres Gemelas de Manhatan en Nueva York, utilizando aviones Boeing
727 comerciales, uno contra cada torre, a modo de bombas dirigidas. Otro
avin impact en un costado del Pentgono, con lo que los smbolos del
poder militar y del poder fnanciero nor teamericanos fueron cuestionados
radicalmente en el territorio mismo de la nacin hegemnica mundial. Con
este acto concluye histrico-cualitativamente el siglo xx y da inicio el xxi.
El siglo xxi se revel en el ataque a las Torres Gemelas como un siglo
profundamente flosfco porque inicia con un cuestionamiento radical de la
forma de la hegemona mundial de Estados Unidos y los 99 aos siguientes
se abren como el espacio en que esa cuestin hist rica deber ser respondida
adecuadamente. Por supuesto que la inicial respuesta de George W. Bush
hijo, presidente de Estados Unidos a la sazn, con su absurda declaracin de
guerra al terrorismo internacional y comenzando por bombardear Afganistn,
97 Cfr. Jorge Veraza, Leer nuestro tiempo. Leer el manifesto.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 123
no asume la radicalidad de la pregunta, aunque la escucha y quiere abolirla,
acallarla. Pero al siglo xxi le queda como tarea intentar mejores respuestas al
cuestionamiento del 11 de septiembre en los aos que le quedan por delante.
El ejercicio de la hegemona de Estados Unidos desde la segunda guerra
mundial a la fecha, ha corrido a la par del desarrollo capitalista mundial.
Entre tanto la acumulacin de capital ha depredado sus propias condiciones
de existencia al tiempo de exprimir a la fuerza de trabajo mundial, as como
las condiciones de la agricultura y la ecologa del planeta. Ms arriba pudimos
sealar cmo ya se toca el lmite energtico petrolero del orbe, y cmo la
creciente automatizacin de la produccin nos acerca al lmite tecnolgico
del capitalismo. Adems, se revela el lmite ecolgico general y aun casos
singulares peligrosamente agrava dos la escasez de agua potable. Pero de todos
estos lmites el primero que ha saltado por los aires ha sido el lmite humano
para soportar la hegemona de Estados Unidos. La prueba de este hecho es el
ataque terrorista a las Torres Gemelas tanto por el riesgo que involucr para
sus diseadores, como por las condiciones econmicas y polticas que implica
en los pases (rabes) de origen de stos y por la ideologa y la psicologa de
quienes se autosacrifcaron para realizarlo.
De hecho, la ecologa, la tecnologa, la economa, la poltica, la cul tura y la
psicologa se revelan y claman su desproporcin en ocasin del ataque
terrorista. El lmite humano fue el primero en saltar por los aires, no slo
porque sintetiza la inminencia del cortocircuito de los otros lmites; sino
porque el lmite humano est directamente enganchado a la forma en que
se ejerce la hegemona estadunidense. Esta forma lleg a lmite una vez
devenida, de hecho, mundial pues fue ejercida bajo la forma premundial del
capitalismo salvaje neoliberal que result efcaz entre 1981 y 1991 (ao de la
disolucin de la urss) y un poco ms adelante. Dicho de otra manera, para la
ecologa humana mundial la forma de la hegemona norteamericana result
insoportable de modo catastrfco sacrifcial.
Historia y psicologa social. El carcter flosfco del siglo proviene del
mercado mundial realiza do con el que se inaugura. Lo radical de la respuesta
a la forma de la hegemona norteamericana contesta no slo a su carcter
humillante y opresivo sino global. Pero si lo que lo diferencia de otros siglos
es este cuestionamiento global y radical as sea slo formal nombrable
como flosfco, contina el rasgo psicosocial que el siglo xx mostrara desde
sus inicios y aun lo profundiza. Jos Ortega y Gasset hizo el balance de ese
rasgo en su clebre obra La rebelin de las masas. El fenmeno que da ttulo
al libro del flsofo espaol fue estigmatizado y premonizado ya en el siglo
xix por Gustavo Le Bon en su Psicologa de las masas, que le sirviera a Hitler
Jorge Veraza
124
para guiar su conducta, segn lo revela Mi Lucha
98
. La exaltacin de los
mass media en particular la televisin por Marshall McLuhan durante la
dcada de los 60 expresa fondo anlogo. Y la premisa de la guerra contra el
terrorismo desencadena por Bush hijo a partir del 20 de septiembre de 2001 es
un fantasma psicosocial multiforme.
El lado especfco y positivo del nuevo siglo se concentra, pues, en su carcter
flosfco; mientras que la equivocidad de la historia actual adquiere expresin
psicosocial amplifcada en la malversacin general de las reciprocidades
en las interacciones personales, grupal ese institucionales a nivel local e
internacional.
No poda ser sino que la equivocidad psicosocial del siglo xx y del xxi
quedara reproducida en los intentos de refexin historiogrfca. As se
revela directamente en la intervencin de Johnson y en el sometimiento que
l espera de sus lectores agobiados bajo el peso de la aplanadora neoliberal.
La intervencin de Arrighi tampoco est motivada slo ideolgicamente sino
tambin psicosocialmente, con su urgencia por enterrar pronto a Estados
Unidos as sea slo simblicamente. El inten to de Hobsbawm registra el
escollo ideolgico y psicosocial e intenta remontarlo, pero su creencia acrtica
en algo que est por demostrarse revela la desesperacin psicolgica que lo
mueve y el sombro horizonte psicosocial que priv despus de la cada de
la urss en las flas de la izquierda. Estas difcultades muestran la necesidad
de que la psicologa social como ciencia se ocupe cada vez ms a fondo de
refexionar la historia, toda vez que sta se expresa cada vez ms, en general,
de modo psicosocial y pone en cuestin la orientacin poltica y tica e incluso,
la estructura epistemolgica de esta ciencia. Para que sta logre pararse sobre
sus pies debe responder al desafo del siglo xxi no por su lado equvoco sino
en su carcter cuestionador radical y global.
7. Imperio. Fin del imperialismo? Signifcado histrico del ataque a las Torres
Gemelas.
En julio de 2000 se public un libro escrito por Michael Hardt y Antonio Negri,
ste ltimo muy conocido en la izquierda.
99
El libro se titula Imperio y sugiere
que en este momento ha concluido el imperialismo en tanto proceso de lucha
para ocupar territorios y mercados geopolticamente importantes y que se ha
logrado fnalmente un resultado: la construccin de un imperio. Esto es, no
se habla de una tendencia, de una caracterstica o de una fase imperialista del
capitalismo, sino de que se ha construido fnalmente un resultado: el imperio.
El imperialismo pertenece segn este libro a la modernidad, el im perio
a la posmodernidad. El punto nodal que observan Negri y Hardt coautor es
98 Cfr. Sergei Moscovici, Cfr. Sergei Moscovici, La era de las multitudes. Un tratado histrico de psicologa de las masas.
99 Originalmente publicado por The Harvad University Press, Cambridge. Originalmente publicado por The Harvad University Press, Cambridge.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 125
la conexin entre el Estado nacional y el derecho internacional en relacin
con los mercados y la confguracin de la realidad. Las contradicciones que
observa y la disminucin o cambio cualitativo de lo que sera la soberana de
los estados nacionales es lo que lleva a Negri a decir lo que renglones ms
arriba refer. sin embargo, no se crea que el imperio segn estos autores
es idntico a la hegemona mundial de Estados Unidos. Este Estado es
slo un factor importante del imperio y ste es la globalizacin en cuanto
tal, una estructura de capitales transnacionales y de burguesas tambin
transnacionales. Algunos sectores de las burguesas del tercer mundo forman
parte del imperio, de la clase dominante del imperio, en cambio algunos otros
sectores de la burguesa de Estados Unidos no forman parte de la oligarqua
dominante. segn esto no se trata dicen de la hegemona de Estados
Unidos como imperio a nivel mundial sino de la globalizacin en el interior
de la cual la hegemona norteamericana tiene un peso signifcativo.
Adems, aaden, hay una desterritorializacin de los sucesos y de la proyeccin
del poder. En efecto, otra caracterstica diferencial con la poca imperialista
respecto de la actual era del imperio consiste en que en esa modernidad
imperialista
100
lo decisivo era la produccin industrial mientras que ahora, en
el momento del imperio, lo decisivo ya no es la produccin industrial sino la
produccin de la vida social, la produccin de la relacin capitalismo como un
todo podramos decir para precisar la idea de Negri en la que participa la
industria pero tambin la informtica, los arreglos diplomticos, fnancieros,
culturales e ideolgicos que envuelven al planeta. Estamos sumergidos en
esa globalizacin y, as sumergidos, estamos reproduciendo cons tantemente
capitalismo de manera total. Hay una produccin poltica, social, cultural,
econmica, etctera (produccin biosocial la llaman los autores de Imperio
siguiendo a Michael Foucault). Por ende, se pone a la orden del da un nuevo tipo
de lucha social, la construccin de un contraimperio, una contraglobalizacin.
As que vemos alguna coincidencia con Naomi Klein en su No logo y con
los movimientos sociales contestatarios que han surgido desde mediados de
los noventa a la fecha.
Ahora bien, el libro que comentamos evidencia dos cosas; la primera, que
las teoras acerca del capitalismo hasta entonces han sido insufcientes para
entenderlo, que la tarea de comprender al capitalismo es actual, es una
necesidad terica sentida por toda la izquierda; de ah que este libro proponga
una visin actual del imperio. Sin embargo, el punto de partida de Hardt y
Negri pareciera ser errneo. A mi modo de ver, esta captacin de la relacin
econmico poltica entre el Estado-nacin y el derecho internacional al
mismo tiempo econmica, poltica y jurdica observa un aspecto demasiado
100 Para una discusin sistemtica de las teoras del imperialismo comparndolas con Para una discusin sistemtica de las teoras del imperialismo comparndolas con El capital
de Marx, vase mi libro Para la crtica a las teoras del imperialismo.
Jorge Veraza
126
mediado de las relaciones de la sociedad. Y cuando uno comienza as, atinar
ocurre por casualidad. Pues, de nueva cuenta como en la mayor parte de
las teoras sobre el imperialismo
101
, no se toma como punto de partida el
proceso de trabajo, es decir, el proceso segn el cual se produce la sociedad. Ha-
gmosle como le hagamos, dmosle vuelta como le queramos dar, la sociedad
no existe simplemente sino que se autogenera, se autoproduce. Entonces, para
analizarla, hay que observarla desde este momento del borbolln: su proceso
de produccin. Esta era y sigue siendo como se evidencia en el libro de
Negri y Hardt la falla fundamental de las teoras sobre el imperialismo en
sus variadas versiones: que para caracterizar al novismo capitalismo en cada
ocasin traen a cuento fe nmenos del nivel distributivo ya no hay libre
competencia, ahora hay monopolio, ya no domina el capital industrial sino
el capital fnanciero, etctera. O bien, pasan del nivel econmico al poltico
y cultural ya no hay capitalismo simple y llanamente sino capitalismo
monopolista de Estado, etctera. La ptica est cedida hacia lo poltico;
claro, en conexin con la economa, pero no se explica claramente cmo est
establecida. O lo decisivo son las reglas de explotacin y de consumo de los
obreros, cmo se regula a la fuerza de trabajo (caso de Michael Aglietta) las
distintas directrices culturales que estn determinando la reproduccin del
sistema a partir de los medios de comunicacin o a partir de cualquier otra
instancia.
En fn, la segunda cuestin que revela el libro de Negri y Hardt es que no se
ha hecho un balance en forma de las teoras del imperialismo. No solamente
que es necesario establecer una teora consistente acerca del capitalismo, sino
que para hacerlo, el camino forzoso es echar cuen tas, hacer el balance terico
de las visiones previas para observar sus errores y equvocos y, de hecho,
restablecer el campo epistemolgico desestructurando ese completamente
fetichizado y confusionista que ellas ya nada ms por su pluralidad revelan.
El amo busca arrebatar la certeza del poder productivo que tiene el esclavo
en la que se afanza la autoestima de ste y busca desma terializarlo para que
no reconozca sus necesidades ni el carcter del poder que lo oprime; y busca
asimismo desvincularlo de los dems esclavos, en particular de la experiencia
histrica de los esclavos ante riores vuelta memoria tradicional, s, busca
hacerle creer que es nico, y, por supuesto, pretende que el esclavo pierda la
ubicacin de dnde se encuentra localizado el poder del amo, por si quisiera
o pudiera en algn momento tomarlo por asalto. As que cuando el esclavo
intenta liberarse y cuestionar al amo cae en un desaforado afn originalista
101 Hago una crtica pormenorizada de la manera en que Michael Hardt y Antonio Negri Hago una crtica pormenorizada de la manera en que Michael Hardt y Antonio Negri
conciben las teoras del imperialismo desde Hilferding, Luxemburgo y Lenin en un curso de
actualizacin impartido en la Escuela Nacional de Antropologa e Historia bajo el ttulo Crti-
ca a las teoras del imperialismo y de la globalizacin en marzo y junio de 2002
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 127
so pretexto de ser antidogmtico, y habla de desterritorializacin del poder,
desvalora el papel de la produccin material y sugiere que la sociedad en su
conjunto se desmaterializa. En este momento, el esclavo muestra su anclaje
psicosocial en el horizonte que el amo le fabrica hasta cuando intenta rebelarse
y criticar el imperio del amo, muestra que su psique ha sido privatizada.
Despus de esta breve caracterizacin psicolgica del discurso de nuestros
autores, vale la pena retomar el tema del ataque terrorista a las Torres Gemelas
y al Pentgono. Consideremos a la luz de este hecho la idea de Hardt y Negri
cuando ellos hablan del imperio que no del imperialismo uno asiente en
que Estados Unidos tiene las riendas de todo y que, entonces, s es un imperio
y no una expresin del imperialismo. Pero, por el contrario, Hardt y Negri
dicen: que el imperio no es Estados Unidos sino la globalizacin, y aaden
que hay una desterritorializacin del ejercicio del poder y de la soberana.
Pues bien, el libro de Negri se publica en julio de 2000 en ingls, fue pronta
su traduccin al espaol, pero ya el 11 de septiembre ocurre una evidencia
contraria a la tesis de la desterritorializacin. En efecto, es decisivo en dnde,
en qu territorio ocurra el ataque terrorista; pues no tiene el mismo peso que
sea en la embajada de Tehern o que sea en las Torres Gemelas en el corazn
de Nueva York, en las entraas del mounstro esto es, de Estados Unidos. El
territorio sigue siendo decisivo, no hay tal desterritorializacin.
Adems es esencial no confundir el signifcado histrico de ese ataque terrorista.
Vale la pena hacer una anotacin importante: la desterritorializacin qued
contravenida; de hecho, esta idea de desterritorializacin es ms obsoleta que
cualquier otra idea del siglo xix, como lo demuestra la desaforada ambicin
estadunidense por ampliar sus zonas de infuencia en Medio Oriente, en
Amrica Latina, la Cuenca del Pa cfco, Asia, etctera. Otro elemento importante
es no confundir lo que sucedi a partir del ataque a las Torres Gemelas con
lo que sucedi a partir del 20 de septiembre, con la declaracin formal de
guerra al terrorismo internacional por parte de Bush. son dos fenmenos
conec tados pero de sentido histrico opuesto y, evidentemente, planteados
por sujetos histricos completamente opuestos (uno presenta un aspecto
flosfco y el otro de manipulacin psicosocial). Los medios de comuni cacin
especialmente la televisin han insistido mucho en que todos los daos
posteriores que le han venido a la economa especialmente hablan de la
economa mundial porque a todo mundo le duele que haya crisis, porque a
uno lo van a despedir del trabajo, porque en la bolsa estn perdiendo, porque
la empresa va a quebrar. A quien se le debe todo esto? A los terroristas.
Es la telenovela absoluta. Eso es lo que se promueve en la televisin tambin
en los noticieros.
102
Entonces es curioso que Bush, intentando defenderse del
102 Sobre el concepto de telenovela absoluta para caracterizar el formato general de los obre el concepto de telenovela absoluta para caracterizar el formato general de los
mensajes de los mass media a partir de los noventa vase mi Para la historia emocional del siglo XX,
Jorge Veraza
128
ataque terrorista le de un golpe a la economa norteamericana ms fuerte que
el que le dio el ataque terrorista. No supo defenderse. Es rabioso. Tiene una
gran soberbia, un gran podero militar y lo est desplegando. Tiene ganas de
vengarse. Lo cual le ha creado popularidad entre el pueblo estadounidense,
por cierto pasajero conforme creci la paranoia acerca del ntrax y otros miedos
de qu puede pasar cuando se le declara la guerra al terrorismo internacional.
En efecto, qu puede pasar cuando te lanzas contra un enemigo de tal manera
disperso, sorpresivo? Los estadounidenses se van a dar cuenta de qu tipo de
gobernantes irresponsables tienen. Regreso a la tesis principal relativa a la
diferencia entre el signifcado histrico del ataque a las Torres Gemelas y el
signifcado histrico muy menor y opuesto de lo que desencaden la respuesta
de Bush. La respues ta de Bush desencadena fascistizacin a nivel mundial y
promueve una profundizacin de la crisis econmica no solamente en Estados
Unidos sino que la recorre a todo el mundo. No abre por cierto una nueva
poca. Ms bien la respuesta de Bush de ambicin electorera y encubridora
de las fallas de su administracin es una repeticin mecnica de las que
otros presidentes estadounidenses realizaron en las cinco y media dcadas
pasadas, desde que Estados Unidos se hiciera con las riendas de la hegemona
mundial al trmino de la segunda guerra mundial. La respuesta es un resabio
del pasado muy por debajo de la altura de los tiempos; as que en breve la
historia mundial se lo cobrar. Por su parte, el ataque terrorista a las Torres
Gemelas no cuestiona de fondo al capitalismo ni al imperialismo, ni siquiera
a la hegemona mundial de Estados Unidos sino slo a la forma en que sta
ha sido desplegada durante poco ms de cincuenta aos. A partir de aqu se
abre la poca de la remodelacin de la hegemona de Estados Unidos en vista
de adecuarla a su medida autnticamente mundial, de suerte que el imperio
propiamente dicho se consolide como nueva forma de socializacin histrica
de las fuerzas productivas mundiales. Para estas fuerzas resulta a todas luces
estrecho el marco de relaciones mezquinamente privatizadas/privatizantes
que el neoliberalismo instaurara entre 1982 y 2001. La causa del terrorismo
no es ninguna ideologa, por fundamentalista que sea, sino la miseria y la
humillacin en la que viven innmeros pueblos de la tierra. De ahora en
adelante la consolidacin del capital social mundial requiere de formas de
dis tribucin de la riqueza que para garantizar una cada vez ms extrema
apropiacin privada de la misma deben socializarla tambin al extremo, a la
medida mundial en que se encuentra interconectada la humanidad. De hecho,
la globalizacin de los noventa y principios de 2001, en tanto estructura de
dominio econmico y poltico de las empresas transnacionales que Negri
y Hardt han credo la sustancia actual del imperio, y por ah creen que se
trata de un poder desterritorializado, no es sino la forma primera en que
se socializa histricamente entre mltiples capitales el monopolio de la
hegemona mundial de Estados Unidos, verdadera columna vertebral del
Conclusin.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 129
imperio, cuyo emblema era el World Trade Center emplazado en las Torres
Gemelas de NuevaYork.
Es consistente con lo recin dicho el que la guerra del Golfo (1991) inaugurara
la complicidad de las potencias imperialistas sometidas bajo la hegemona de
Estados Unidos para sofocar la desobediencia de un pas perifrico como irak.
Anloga a la complicidad sometida que lograra Bush hijo para los bombardeos
sobre Afganistn en 2001y 2002. El ataque a las Torres Gemelas evidencia
la insufciencia de esta forma primera de socializacin de la hegemona de
Estados Unidos y abre la poca de su remodelacin hacia una segunda forma
en la que la avaricia transnacional se autorregula en vista de garantizar no
slo su tajada de riqueza sino, sobre todo, la perpetuacin de la hegemona
mundial de Estados Unidos respetando la soberana territorial de los restantes
estados del orbe y aun fomentndola as sea como camino para mejor
someterla.
Del mismo modo en que los capitales privados industriales han debido
autorregular crecientemente la forma tecnolgica de su despliegue para
amortiguar el deterioro ecolgico que llevado al extremo los vuelve
insustentables, se ha abierto la poca de lo que podramos denominar crisis
ecolgica de la geopoltica mundial. sta debe autorregularse si quiere
ser sustentable. Y, por supuesto, la declaracin de guerra al terrorismo
internacional pone en peligro a la poblacin de Estados Unidos, esa que
vota por los presidentes estadounidenses, de suerte que evidencia el carcter
insustentable de la forma actual de hegemona as como la irresponsabilidad
poltica e histrica de Bush hijo no slo con la humanidad y con su pueblo, sino
con el capital social estadounidense en vista de sacar adelante los intereses de
slo algunas empresas petrleras y armamentistas que lo pusieron en la silla
presidencial. La respuesta adecuada al ataque terrorista a las Torres Gemelas
no es una reedicin de la del Big Stick, sino ms bien una especie de Alianza
para el Progreso Mundial con ingredientes keynesianos como la de Kennedy
pero reactualizada. Cuanto antes Estados Unidos encuentre el camino para
hacer efectiva esta respuesta ver menos quebrantada su hegemona sobre
el mundo y aun podr profundizarla. Mientras que la respuesta de Bush hijo
la pone formalmente en crisis y, si prosigue, la erosionar
103
hasta llevarla a
un punto en que caiga a pedazos. Y eso, paradjicamente, en un contexto
en que ninguna potencia mundial podra rivalizar realmente al poder militar
estadounidense ni competir de t a t con la economa ms grande del mundo.
103 El primer sntoma de tal erosin fue la oposicin de Alemania, Francia y la Federacin de El primer sntoma de tal erosin fue la oposicin de Alemania, Francia y la Federacin de
Rusia a inicios de 2003, cuando Bush pretende atacar a irak, en contraste con el apoyo de Ale-
mania y Francia a la guerra del Golfo Prsico en 1991 y al silencio forzado que la URSS mantuvo
entonces.
Jorge Veraza
130
As que se trata de una crisis de hegemona artifcialmente orquestada
por una pandilla de irresponsables megalmanos ambiciosos y egoltras
incrustados en la cumbre del imperio. Este es un signo de decadencia como
los de Calgula, Heliogbalo o Nern, en el imperio Romano. Pero como los
ataques terroristas en territorio norteamericano no son pan y circo para el
pueblo norteamericano, los das de esa pandilla estn contados y es cercano
tambin el momento en que ese pueblo y los del mundo presionen para que
los polticos que los representan respondan a los intereses del conjunto de los
capitales y no slo de unas cuantas empresas en consonancia con los de la
democracia re presentativa. Dentro de esta lucha por la democracia burguesa
en tanto forma de consolidacin de la hegemona mundial de Estados Unidos
y de la acumulacin de capital a nivel planetario se desarrollar en el siglo xxi
la lucha por el socialismo. De momento slo tenemos a la mano la puesta en
cuestin de la forma de hegemona y una respuesta irracional y tantica a esa
puesta en cuestin, as que no slo destructiva sino tambin autodestructiva.
Ha iniciado el siglo XXI.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 131
Parte II
LA SUBSUNCIN REAL DEL CONSUMO BAJO EL
CAPITAL O EL CAPITALISMO CONTEMPORNEO
Jorge Veraza
132
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 133
C. Subsuncin real del consumo bajo el capital.
Dominacin fisiolgica y psicolgica en la
sociedad contempornea
104
C.1. Gnesis y estructura del concepto de subordinacin real del consumo
bajo el capital
105
Como seal en la introduccin del presente libro, subsuncin es un
trmino latino que originalmente es sinnimo de sometimiento, subordi-
nacin, sojuzgamiento o subyugamiento. Es decir, es un modo de incluir
que en el uso actual del trmino no se especifca que implica some timiento.
Lo que denuncio no es entonces una mera manipulacin del consumo sino
el sojuzgamiento del consumo por parte del capital. Reto mo el trmino de
Marx, quien lo usara para hablar de subsuncin formal y subsuncin real del
proceso de trabajo inmediato bajo el capital. Su decisin de usar el trmino
latino aunque pudo utilizar la palabra ale mana para decir, por ejemplo,
subordinacin (Unterordnung
106
) revela la esencialidad que atribuye al
concepto, pues si bien el alemn no es, como el ingls, un lenguaje que gusta
de expresar la idea directa con un trmino germnico y la idea refeja con
un trmino latino,
107
s que gusta de guardar ciertos trminos latinos para
expresar determinaciones pro fundas no aparenciales o fenomnicas. Tambin
104 Exstractado del libro Subsuncin real del consumo al capital. Dominacin fsiolgica y
psicolgica en la sociedad contempornea. Mxico, editorial Itaca, 2008.
105 Una primera versin del presente trabajo publicada como folleto en 1993 por el Semi nario Una primera versin del presente trabajo publicada como folleto en 1993 por el Semi nario
de El capital de la Facultad de Economa de la UNAM fue presentada en el homenaje a los
25 aos del movimiento internacional de 1968, en una mesa redonda referida a los desarrollos
culturales propiciados por el 68 en la que participaron tambin Armando Bartra y Ruy Mauro
Marini.
106 Tambin unterwerfen (someter), unterjochen (sojuzgar) o bezwingen (subyugar). Tambin unterwerfen (someter), unterjochen (sojuzgar) o bezwingen (subyugar).
107 Marx, El capital, captulo I, nota 4, p. 4. Marx se refere a las palabras inglesas correspon- Marx, El capital, captulo I, nota 4, p. 4. Marx se refere a las palabras inglesas correspon-
dientes a valor de uso y valor de cambio que son, respectivamente, worth (idea directa) y
value (idea refeja).
Jorge Veraza
134
llama la atencin que escoja hablar de sometimiento y subordinacin mejor
que de dominio del proceso de trabajo por el capital, pues el dominio
caracteriza al seor que domina, habla de la accin efectuada por l, mientras
que el sometimien to, la subsuncin, se refere a la condicin del esclavo bajo
dicho dominio; al caracterizar al sometido, la accin sufrida por el sometido,
se precisa polticamente contra qu y cmo es que ste debe rebelarse.
La teora de la subsuncin formal y la subsuncin real del proceso de trabajo
inmediato bajo el capital es el ncleo de la teora de Marx sobre el desarrollo
capitalista. Est inspirada en la Fenomenologa del Espritu, de Hegel (1807),
principalmente en aquel pasaje del prlogo en donde aparece la imagen de la
semilla que deviene en for y fruto, bella met fora para hablar del desarrollo,
de la historia y, en fn, de lo que es un proceso. Hegel observa los hitos de
un proceso en el que los objetos par ticulares son sometidos a la dinmica del
espritu, al cual ve, de manera machista, como viril sometedor de la naturaleza,
vista a su vez, tambin con ojos machistas, como femenina. As, para Hegel,
lo que es proceso y desarrollo implica necesariamente sometimiento.
Ahora bien, el concepto de plusvalor absoluto es idntico al de subsuncin
formal del proceso de trabajo inmediato bajo el capital, y el de plusvalor
relativo, al de subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el
capital, slo diferen en la perspectiva desde la cual designan a la produccin
capitalista como proceso histrico determinado de explota cin. En efecto, los
conceptos de plusvalor absoluto y plusvalor relativo referen a la produccin
capitalista desde el punto de vista del resultado y el inters inmediato del
capital, de modo que resaltan el mtodo de explotacin que se utiliza (uno
sera el del plusvalor absoluto y otro el del relativo).
Por su parte, los conceptos de subsuncin formal y subsuncin real del proceso
de trabajo al proceso de valorizacin designan a la produccin ca pitalista
desde la perspectiva no del resultado sino del proceso mismo y tomando
en cuenta sus contenidos sociales y materiales (tcnicos). Cada una de estas
perspectivas la del proceso y la del resultado contiene a la otra, pero la
perspectiva del plusvalor contiene slo implcitamente a la subsuncin formal
y a la subsuncin real, es decir al proceso.
Lo anterior permite comprender las razones de Marx para intitular las
secciones tercera, cuarta y quinta del tomo I de El capital La produc cin de
plusvalor absoluto, La produccin de plusvalor relativo y La produccin
del plusvalor absoluto y del relativo, respectivamente, y por qu no las
intitul La subsuncin formal o La subsuncin real, etcte ra. El discurso
plasmado por Marx en esas secciones rebasa con mucho la mera exposicin
de un resultado y ms an la demostracin matemtica de un mtodo de
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 135
explotacin. La razn por la que Marx hizo tal eleccin es de orden crtico,
y es consistente con el hecho de que piensa haber lo grado la redonda crtica
de la economa poltica cientfcamente fundada y, por ello, en el ttulo de su
obra antepone a la crtica de la economa poltica el objeto completamente
explicado por ella: el capital. De modo similar, si la ganancia oculta el
plusvalor, el propio plusvalor, en tanto resultado csico, oculta el proceso
histrico de subsuncin formal y de subsuncin real del proceso de trabajo
inmediato bajo el capital. Pero es precisamente as, oculto por su resultado
productivista, que transcurre el proceso de produccin capitalista, y la crtica
de la economa poltica reconstruye o refgura su objeto terico precisamente
reproduciendo el modo en que ste se presenta positivamente en la realidad,
pero tiene la audacia de encontrar en la dinmica de este objeto al que slo
ella ex plica a cabalidad de modo evidente los engarces desde los cuales
puede argumentarse la crtica demoledora del mismo. Por ello los conceptos
de subsuncin formal y real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital
no dan ttulo a las secciones referidas sino que se tratan en pasajes es tratgicos
de la obra.
108
Estructura de la subordinacin real del consumo bajo El Capital
El concepto de subsuncin real del consumo bajo el capital es completa-
mente diferente y aun opuesto a los de sociedad de consumo, sociedad
postindustrial, capitalismo del desperdicio, etctera, y no slo a las teoras
del imperialismo, precisamente porque centra la explicacin del capitalismo
en la explotacin de plusvalor a la clase obrera y en la repro duccin de esta
explotacin y su ley de desarrollo: la ley de la tendencia decreciente de la
tasa de ganancia. Al contrario de las referidas teoras, que de una forma
u otra eluden explicar la sociedad contempornea a par tir del proceso
de produccin, la teora de la subsuncin real del consumo bajo el capital
contina esta explicacin de Marx mediante la investigacin del modo como
el sometimiento de la produccin se extiende hasta incluir orgnicamente a
la esfera del consumo. Este fue el reto terico para la economa poltica desde
fnes de los aos cincuenta del siglo xx.
Formul por primera vez este concepto a fnes de 1976,
109
cuando inten taba
explicar cmo las condiciones materiales prevalecientes en el capi talismo
actual hicieron posible un discurso como el de Georges Bataille, centrado
en la nocin de gasto (La parte maldita) o consumo dilapidatorio, pues las
diversas teoras al uso sobre el imperialismo incluidas la del capitalismo
108 Para mayor abundamiento sobre este tema, vase mi Para la crtica a las teoras del impe- Para mayor abundamiento sobre este tema, vase mi Para la crtica a las teoras del impe-
rialismo, captulo I.
109 En los manuscritos de los captulos 5 y 6 de lo que sera mi tesis de licenciatura sustenta da En los manuscritos de los captulos 5 y 6 de lo que sera mi tesis de licenciatura sustenta da
en abril de 1979: Presentacin de las tesis fundamentales de la crtica de la economa poltica.
Un ejercicio: Georges Bataille.
Jorge Veraza
136
monopolista de Estado
110
y la del capitalismo tardo de Ernest Mandel
me parecieron insufcientes para dar razn cabal del surgimiento de tan sui
generis fenmeno cultural.
Originalmente segu un cudruple camino para conformar la teora de la
subsuncin real del consumo bajo el capital: 1) construirla en po sitivo como
alternativa de explicacin del capitalismo actual, 2) criticar la que ofrecen las
teoras del imperialismo y 3) retomar en continuidad la teora de Marx sobre el
desarrollo capitalista para, tambin, 4) expli car epocalmente la contracultura
y su comportamiento dual respecto del consumo contemporneo (dualidad
resaltante, por ejemplo, en el hecho de que por psicodelia se entendan
experiencias tan distintas mate rialmente una de la otra como son los viajes
con LSD y la meditacin oriental hind o zen).
Mediante el concepto de subsuncin real del consumo bajo el capital pienso
en continuidad el desarrollo histrico capitalista, al contrario de las teoras del
imperialismo, que distinguen fases en el capitalismo de un modo que conduce
a instaurar rupturas entre una y otra, con lo cual rompen con Marx sin darse
cuenta. Por mi parte establezco continuidad plena con la teora de Marx al
momento de diferenciarme terica y epocalmente respecto de l.
Excurso 1
Antes de resumir los temas fundamentales de mi teora, debo abrir un excurso
necesario para aclarar brevemente el por qu de mi crtica a las teoras del
imperialismo. En efecto, me parece que aunque podemos aprender de ellas
muchas particularidades debemos rechazar su concep cin global sobre el
capitalismo, inspirada y presa en la ideologa democrtico-burguesa de John
Atkinson Hobson, autor de El imperialismo. Un estudio (1905). Dentro de esta
ideologa se disocia el imperialismo respecto del capitalismo como si pudiera
haber un modo de produccin especfcamente capitalista, un capitalismo
desarrollado, sin imperialis mo, as que los revincula slo a posteriori y
coincidentalmente. Su con cepcin global sobre el capitalismo tambin debe
ser rechazada porque, basada en lo anterior, hace creer que hay otra fase del
capitalismo pos terior a la del capitalismo desarrollado y que esa fase implica
otra rela cin de produccin dominante diferente de la correspondiente al
capital industrial. Para argumentar esta idea y ocultar as lo que en verdad
ocurre dicha concepcin evita el anlisis directo del proceso de trabajo y
de la explotacin capitalista y se conforma con mencionarlo slo como boleto
de entrada para pasar, luego, a otra cosa: a la circulacin, a la poltica, a la
110 El principal terico de este concepto es Paul Boccara, en El capitalismo monopolista de El principal terico de este concepto es Paul Boccara, en El capitalismo monopolista de
Estado.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 137
cultura, a la revolucin incluso, etctera, pero precisamente sin determinar el
proceso de desarrollo capitalista y las fuerzas producti vas que contiene. As
insiste en la no correspondencia entre capitalismo desarrollado y revolucin
proletaria, es decir, altera esta identidad cara al materialismo histrico para
hacer creer voluntaristamente no sin cierta loable dosis de romanticismo y
energa revolucionaria en la po sibilidad de una revolucin proletaria sin
fuerzas productivas desarrolla das. Pasa pues, a alterar esta otra cara identidad
del socialismo cientfco entre ambos trminos.
Como se ve, se trata de una evidente teora de alteridad (es decir de
alienacin) que nos hace pasar a otra cosa que la revolucin proletaria
creyendo lo contrario. No deja de ser admirable el colosal trabajo de in-
tencin revolucionaria que hicieron Lenin (El imperialismo, fase superior
del capitalismo), Rosa Luxemburgo (La acumulacin de capital), Bujarin (El
imperialismo y la acumulacin de capital), etctera para refuncionalizar en un
sentido revolucionario y marxista esta problemtica ideolgica. Sin embargo,
est estructuralmente determinada, independientemente de la voluntad
de quien la use, para provocar actos fallidos en la revo lucin y fnalmente
falsearla para detenerla. Aunque en las obras de los marxistas as llamados
clsicos del imperialismo esta teora pareciera estar inspirada en la crtica de
la economa poltica y en el materialis mo histrico, en verdad est construida
sistemticamente as que no burdamente para justifcar el olvido de las
condiciones materiales de posibilidad de la revolucin comunista.
De ah que esta teora no piense el desarrollo capitalista con base en la teora
de Karl Marx, cuyo ncleo esencial est constituido por los conceptos de
subsuncin formal y subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo
el capital, es decir, por el anlisis de la explotacin de plusvalor a la clase
obrera como confguracin social y tcnica del capi tal. Segn esta teora la
determinacin social capitalista impregna a la tcnica de modo que sta no
es neutral sino estructuralmente negativa para el sujeto obrero y en tanto es
usada para explotarlo.
Como se ve, las teoras del imperialismo son un objeto o valor de uso cultural
cuya estructura se encuentra sometida al capital, es decir, un exponente
cultural de la subordinacin real del consumo al capital. Este valor de uso fue
perfeccionado en ese sentido durante el siglo xx.
En lo que sigue, para exponer mi teora de la subsuncin real del con sumo
bajo el capital, resumo sus temas fundamentales y luego los espe cifcar al
confrontarlos con otras teoras al uso sobre el consumismo. Fi nalmente, la
aplicar a algunos fenmenos ocurridos en los aos sesenta. En esta aplicacin
se muestra, por un lado, cmo funciona la subsuncin real del consumo en
Jorge Veraza
138
especial lo que llamo el fetichismo csico que le es inherente a ella, y, por
otro, el objeto problemtico que la suscit y que me llev a construirla.
1. Ya he sealado que la subsuncin real del consumo bajo el capital es la forma
actual de la subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital.
Esta forma comienza a mostrar sus primeros indicios desde 1850, cuando el
capitalismo desbord su medida continental hacia la em presa histrica de
alcanzar su medida mundial, se consolid durante la segunda posguerra
mundial en particular en la dcada de los 60, una vez destruida Europa
y que el capitalismo estadounidense se convirtiera en el hegemn econmico
y geopoltico del mundo. La subsuncin real del consumo bajo el capital es
entonces la subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital
correspondiente con la medida mundial del capitalismo. Tan redondo como el
dominio del capital sobre el mundo es su dominio de toda la sociedad, desde
la produccin hasta el consumo. Tan redondo y real, no slo formal. Slo un
sometimiento real del proceso de reproduccin social como un todo puede
corresponder a la subsuncin real del mundo por el capital, pues el mundo es
el valor de uso total de la reproduccin ntegra de la humanidad. Pues bien,
la reproduccin tiene su hebilla en el consumo en la medida en que ste es el
extremo opuesto a la produccin, luego del cual recomienza sta. As que lo
especfco de la subsuncin real de la reproduccin bajo el capital se juega en
la subsuncin real del consumo. Por ello lo especfco de la subsuncin real
del mundo por el capital es la subsuncin real del consumo bajo el capital.
La pregunta qu signifca explotar plusvalor? es explanada por medio de
la pregunta sobre qu signifca producir en trminos capitalistas, lo cual
obliga a exponer las determinaciones del modo de produccin capi talista en
su conjunto. La respuesta son los tres tomos de El capital. Del mismo modo,
la extensin mundial del modo de produccin capitalista, la mundializacin
capitalista, slo puede ser explicada si antes entendemos qu signifca dominar
en trminos capitalistas a todo el planeta, lo que slo puede ser comprendido, a
su vez, como sometimiento total del valor de uso; subsuncin real del proceso
del proceso de trabajo y del consumo bajo el capital, pues, como sabemos
por los Formen (1857), de Marx, la tierra en un sentido ms profundo
y abarcante, es decir tambin como el planeta Tierra es el reservorio y el
laboratorio original de la huma nidad, el valor de uso objetivo total.
2. La subsuncin real del consumo bajo el capital alude a un suceso que
acontece en el consumo, en la realidad de este consumo: los valores de uso
han sido sometidos a las necesidades de la acumulacin del capital. An ms,
esa realidad del consumo que son los valores de uso ha sido so metida no slo
formalmente, es decir, que el consumo humano no queda determinado por
el capital slo en su cantidad y en la forma, sino que la estructura material
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 139
del valor de uso ha quedado determinada de tal manera que responde a las
necesidades de la explotacin y acumulacin de plusvalor.
3. En el consumo el valor de uso se adecua a las funciones del capital tal y
como las caractersticas materiales del oro sirven a las funciones sociales
del equivalente general dinerario, o, ms an, tal como, en el proceso de
produccin, las caractersticas materiales tiles de la mquina sirven a la
necesidad de explotar a la clase obrera cada vez ms plusvalor. La maquinaria
y la gran industria es la culminacin de la subsuncin real del proceso de
trabajo inmediato bajo el capital y la subsuncin real del consumo bajo el
capital es el desarrollo de la misma.
4. Slo cuando ya existen las mquinas sometidas al capital es posible
que stas vomiten valores de uso cuya estructura material es ella misma
capitalista. Entonces, el sometimiento capitalista de los seres humanos ya
no es slo econmico y poltico, ni solamente ideolgico y cultural in-
cluido el sometimiento moral, sino que pasa a ser tambin fsiolgico
pues dependemos ms vitalmente del modo de vida y no slo del modo
de produccin instaurado por el capital. Y no se trata de la dependencia
producida por adiccin a los cigarrillos, licores o drogas, sino por todo el
sistema capitalista de necesidades, tambin las que parecen inocuas.
A partir de aqu, todos los factores del sometimiento se redimensio-nan
cualitativamente; el sometimiento poltico se profundiza cada vez ms en un
sometimiento psicosocial y por tanto sexual; surge as la psi cologa de masas
del fascismo,
111
o despus, en la segunda posguerra mun dial, la cultura de
masas, que sirve de apoyo a la hegemona mundial de Estados Unidos.
5. Ahora bien, la dependencia vital fsiolgica de los seres humanos res pecto
del modo de vida capitalista tiene la funcin de desarmar a la re volucin
ya antes de que sta se levante contra l. La subsuncin real del consumo
bajo el capital es idntica con el sometimiento capitalista del sujeto social
revolucionario. El contenido especfco de la historia del siglo xx a diferencia
de la del xix
112
consiste en el sometimiento del su jeto social mundial no
slo en tanto fuerza de trabajo sino en tanto fuerza revolucionaria o sujeto
trascendente del capitalismo.
6. En el consumo humano es donde mejor resaltan las caractersticas especfcas
de la subsuncin real del consumo bajo el capital, por eso comenc por all
111 Cfr. Wilhelm Reich, Psicologa de masas del fascismo Cfr. Wilhelm Reich, Psicologa de masas del fascismo
112 Cfr. supra, mi ensayo titulado Proletaizacin de la humanidad y subordinacin real del Cfr. supra, mi ensayo titulado Proletaizacin de la humanidad y subordinacin real del
consumo bajo el capital.
Jorge Veraza
140
para exponer este concepto. El sometimiento de la fuer za revolucionaria del
sujeto se radicaliza hasta niveles fsiolgicos; es, pues, la punta de lanza del
desarrollo capitalista contemporneo. Pero la subsuncin real del consumo
bajo el capital no se reduce a las dimen siones del consumo humano. En
primer lugar, para crear nuevos valores de uso sometidos al capital y nocivos
desde su sustancia o estructura material para la fsiologa humana se requiere
un desarrollo tecnolgico constante. Lo peculiar de las innovaciones tcnicas
del siglo xx sobre todo durante la segunda posguerra mundial consiste
en que apuntan justamente a la subsuncin real del consumo humano bajo
el capital. La subsuncin real del proceso de trabajo inmediato se incluye as
dentro de la subsuncin real del consumo o es sobredeterminada por sta al
cerrar se en crculo sobre s misma. De ah que la subsuncin real del consumo
no incluya slo al consumo humano sino tambin el consumo productivo, la
remodelacin del valor de uso de la tecnologa.
7. La inclusin del consumo productivo dentro de la subsuncin real del
consumo bajo el capital valida a sta como forma de la subsuncin real del
proceso de trabajo inmediato al capital, y a la vez nos lleva a considerar como
partes de ella no slo a los valores de uso que median la relacin del capital
con los consumidores, de la produccin con el consumo humano (alimentos,
drogas, automviles, electrodomsticos, espectculos, libros, etctera), sino
tambin a los valores de uso que son premisas de ese consumo humano (las
mquinas, las computado ras, etctera) y, an ms, los valores de uso que son
premisas para el consumo productivo. Pues tales premisas lo son tambin de la
subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital; forman parte
de ella, no le son exteriores. Se trata del territorio, de las mate rias primas y de
los energticos, del dominio geopoltico del mundo, etctera. En fn, todas las
condiciones materiales de existencia de la sociedad humana son subsumidas
realmente bajo el capital, eso es la subsuncin real del consumo bajo el capital.
En tanto el sometimiento real de todas las condiciones materiales apunta a la
subsuncin real del consumo humano y promueve as el sometimiento del
conjunto de la reproduccin social, ella es su motor y su gua; su horizonte y
telos inmanente, a partir del cual adquiere sentido todo el proceso y funcin
posicional cada factor del mismo.
He aqu la subsuncin real de la reproduccin social como un todo centrada
por la subsuncin real del consumo humano.
8. Lo anterior explica que la subsuncin real del consumo bajo el capital
incluya el armamentismo y la estrategia militar as como la produc cin de
valores de uso nocivos incluye el complejo militar industrial, la lucha por
el petrleo, el crecimiento del Estado y de su intervencin en la economa y en
la vida social en tanto garante de las condiciones de reproduccin de capital,
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 141
y no digamos la cultura de masas y la manipu lacin psicolgica del consumo
a travs de la propaganda, etctera. Mu chos de estos fenmenos han sido
analizados aisladamente por diversos autores desde fnes de los cincuenta
y aun desde fnes de la dcada de los treinta, pero sin dar razn unitaria del
conjunto, y menos desde las nece sidades de la produccin material capitalista.
El concepto de subsuncin real del consumo bajo el capital lo permite; sobre
todo una vez que logra mos captar el fenmeno que describe como causa
contrarrestante global de la cada de la tasa de ganancia. La subsuncin real
del consumo bajo el capital apuntala la comprensin del desarrollo capitalista
con base en aquella ley formulada por Marx.
113
9. Como ejemplo de explicaciones unilaterales, recordemos que se habl de
sociedad de consumo, una idea que se opone a la teora de la prima ca de la
produccin en la economa y en la sociedad, y de la primaca de la explotacin
de plusvalor sobre toda otra alienacin o gratifcacin que tienda a integrar
a los explotados. Por ejemplo, el Marcuse de El Hombre unidimensional o
de Eros y civilizacin, o Baran y Sweezy en El capital monopolista; Seymur
Melman con El capitalismo del Pentgono, o, antes, Michael Kidron (El
capitalismo occidental de la posguerra). Por otro lado, en esas explicaciones
el sometimiento del consumo humano no es caracterizado en su especifcidad
actual como subsuncin real del consumo bajo el capital, sino que se cree que
dicho sometimiento depende slo de la manipulacin de la propaganda
sobre todo la subliminal.
No se observa la nocividad fsiolgica de los valores de uso como pivo te de la
enajenacin material sobre la cual y para la cual y, an ms, por la cual tiene
efcacia la manipulacin ideolgica y aun la psicolgi ca. Lukcs o Marcuse
hablan as del sometimiento del consumo, muy infuidos por Vance Packard
(Las formas ocultas de la propaganda, de 1959) y el neoconservador Daniel
Bell (Las contradicciones culturales del capitalismo) puede as referirse a las
contradicciones culturales del capitalismo, como si ya slo lo cultural fuera
problemtico.
En este mismo orden de ideas se mueven los anlisis de Jean Baudrillard en El
sistema de los objetos (1972) o en la Crtica de la economa poltica del signo
(1974), etctera, donde la alienacin promovida por los bienes de consumo o
bien es slo ideolgica y psquica, o bien est de terminada por la distribucin
espacial del objeto, por ejemplo el living room, etctera. Como aqu Baudrillard
est infuido positivamente por el urbanismo, en particular a travs de Henri
113 Cfr. Karl Marx, El capital, tomo III, seccin tercera, La ley de la tendencia decreciente de Cfr. Karl Marx, El capital, tomo III, seccin tercera, La ley de la tendencia decreciente de
la tasa de ganancia.
Jorge Veraza
142
Lefebvre, lo que hay de ma terialismo en sus anlisis crticos del consumo hay
que retrotraerlo a La situacin de la clase obrera en Inglaterra, de Engels, y a
la Ilustracin de la ley de la acumulacin de capital expuesta por Marx en
el captulo xxiii del tomo i de El capital, textos muy infuyentes en Lefebvre.
Pero es evidente que la materialidad de los valores de uso no se agota en
el espacio. ste es slo su aspecto general y bsico, digamos, en tanto res
extensa. La subsuncin real del consumo bajo el capital, en cambio, alude a
la transformacin cualitativa de la sustancia de los valores de uso, algo muy
in-tenso.
En efecto, el concepto de subsuncin real del consumo bajo el capital
radicaliza el concepto de enajenacin porque lo confgura como enajena cin
material.
114
O si se quiere, la subsuncin real del consumo bajo el capital es
la concrecin de lo que Marx entiende por enajenacin desde 1844, cuando
ya supera las crticas de la enajenacin slo religiosa e ideolgica que hacen
Hegel y Feuerbach, o la crtica de la enajenacin slo poltica que se encuentra
en Arnold Ruge, siempre reductible a ena jenacin ideolgica.
10. La subsuncin real del consumo bajo el capital es la subsuncin real del
consumo humano y del consumo productivo y sus premisas materia les, pero
tambin de esa otra premisa del proceso de trabajo que es el propio sujeto
humano en tanto valor de uso peculiar, es decir, en tanto procreador de
fuerza de trabajo que debe ser explotada. La subsuncin real de las fuerzas
productivas procreativas es entonces el tercer compo nente general de la
subsuncin real del consumo bajo el capital, junto con la subsuncin real de
las fuerzas productivas tcnicas y la subsuncin real del consumo humano. La
subsuncin real de las fuerzas productivas procreativas bajo el capital arranca
desde el mbito familiar y domstico y avanza hacia las formas de asociacin
personales, civiles y polticas, e incluye la refuncionalizacin de la cultura en
tanto aparato formador de sujetos que no procreador, por supuesto, aunque
hoy las imgenes culturales logran crear sujetos funcionales al sistema segn
modelos troquelados. Ya hemos visto cmo la base de la subsuncin real de
las fuerzas productivas procreativas bajo el capital es la remodelacin de la
comunidad domstica capitalista. Este proceso se desencaden con virulencia
en la dcada de los sesenta con la proletarizacin del trabajo femenino y del
trabajo intelectual, la revolucin sexual y la pldora an ticonceptiva curioso
valor de uso sometido al capital, las protestas feminista y gay, etctera.
En este punto concluyo la panormica de la estructura de la teora de la
subsuncin real del consumo bajo el capital y paso ahora a abordar su gnesis
114 Cfr. mi Posmodernidad y subordinacin real del consumo bajo el capital en los Manus- Cfr. mi Posmodernidad y subordinacin real del consumo bajo el capital en los Manus-
critos de 1844.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 143
desencadenada por el horizonte ideolgico y vivido de los aos sesenta y
setenta dentro del cual debi autodiferenciarse respecto del mismo. As
podremos ver tambin qu es lo que no es la subsuncin real del consumo
bajo el capital para entonces entender mejor lo que s es.
11. Sociedad de consumo: lo que no es subordinacin real del consumno
bajo El Capital. En un primer apartado (A de esta seccin) expongo el ncleo o
problema central de la nocin de sociedad de consumo, respecto de la cual
el con cepto de subsuncin real del consumo bajo el capital debi diferenciarse
crticamente. Con base en lo anterior, en un segundo apartado (B) ya puedo
exponer la problemtica general que se articula en torno a la nocin de
sociedad de consumo, y para ello comentar el libro de Edgar Faure La
sociedad tecnolgica de consumo. En un tercer apartado (c) puedo hacer el
perfl de la utopa del capital en tanto ideologa de domi nio que encarcela a
los diversos autores que abordan esta problemtica y les hace creer que no
hay crisis y que es mejor que desmaterialicen las necesidades y el consumo
o se desinteresen de su contenido. Finalmente, en otro apartado (D) puedo
sealar, a propsito del libro de Adolf Kozlik El capitalismo del desperdicio,
las posibilidades y los lmites de una cr tica que se fundamente en la nocin
de sociedad de consumo.
Despus de perflar este horizonte ideolgico, paso a hablar de la g nesis
especfca de la subsuncin real del consumo bajo el capital a pro psito de una
crtica a la psicodelia (tercer pargrafo de este captulo), ingrediente principal
del horizonte vivido en el que fue forjado el concep to de sociedad de consumo.
La subsuncin real del consumo bajo el capital no es un capitalismo
monopolista de Estado que adems manipula el consumo (amn de ma-
nipular los conceptos para autopresentarse).
En 1975 aparece un libro colectivo publicado por el Partido Comunis ta Francs
(J.P. Terrail, E. Prteceille, J. L. Moynot y otros, Necesidades y consumo en la
sociedad capitalista actual) en el que se resume y critica, desde la plataforma
de la teora del capitalismo monopolista de Estado, toda la problemtica
generada en los sesenta y remodelada por la crisis de 1971-73 sobre las
necesidades y el consumo (ttulo original del libro) en la sociedad capitalista
actual (frase aadida al ttulo en la edicin en espaol de 1977). Los autores
del libro buscan criticar las tendencias consumistas y culturalistas de los
anlisis y propuestas polticas habidas hasta entonces y que olvidan o ponen
en segundo trmino la explotacin de la clase obrera en el proceso de trabajo;
asimismo critican los anlisis que basados en las preocupaciones del Club
de Roma sobre los lmites del crecimiento (Donella H. Meadows, et al., Los
lmites del crecimiento: informe al Club de Roma sobre el predicamento de la
Jorge Veraza
144
humanidad) re chazan la centralidad de las fuerzas productivas tcnicas y
buscan dete ner su desarrollo. As, sealan en la pgina 10 lo siguiente:
La crisis [de 1971-1973] y el desarrollo de las luchas a escala del conjunto de los
grandes pases capitalistas hacen estallar en pedazos cierto nmero demitos
que servan como justifcaciones de la poltica del gran capital durante los
veinticinco aos de un desarrollo econmicamente ms fcil que tuvo des-
pus de la segunda guerra mundial. Ya no se puede hacer progresar los temas
del crecimiento, del reparto del pastel, los temas cientifcistas, tecnocrticos,
el planismo, la futurologa, la convergencia del capitalismo y del socialismo
hacia un mismo modelo. Por su parte, los pases socialistas tienen un creci-
miento regular y no conocen la infacin ni el desempleo.
Evidentemente, despus del derrumbe del as llamado socialismo real
en 1991, las ltimas afrmaciones resultan hoy risibles y demues tran el
lmite no slo poltico sino terico general de los autores. Por lo dems,
estas mismas afrmaciones captan el tema de las necesidades y el consumo
como mero tema ideolgico, de ah que preponderantemente hablen de la
constitucin ideolgica de las necesidades de la que deri van luchas de
clases e intervencin estatal y slo analizan la forma del consumo (por ejemplo
socializada o individual, etctera). En general, al tratar de las necesidades y
el consumo se mueven en la rbita psicosocial, ideolgica y poltica. Adems,
aunque logran hablar en trminos materialistas del urbanismo y tratan de
relacionar la produccin con el consumo y con la produccin de necesidades,
slo captan la subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital
(maquinismo y com putadoras), a la que aaden ideologa y poltica para
referirse al someti miento del consumo pero slo como subsuncin formal del
consumo bajo el capital. Jams logran arribar a la subsuncin real del consumo
bajo el capital, pues la cuestin de las necesidades les parece slo ideolgica,
no una determinacin material humana.
El sugerente libro de Jacques Attali, La historia de la propiedad (y de los
bienes) (1988), aunque busca rebasar estas limitaciones inherentes a la teora
del capitalismo monopolista de Estado, permanece preso en ellas, anclado en
la ptica jurdica formal de las formas de propiedad. El concepto, tambin
muy sugerente, de Henri Lefebvre de sociedad buro crtica de consumo
manipulado (Crtica de la vida cotidiana, de 1961, y Hacia el cibernantropo,
de 1967) tampoco rebasa la idea de la manipula cin ideolgica de las
necesidades. Pero ste es en verdad el error general de la izquierda despus
del 68. Pues si durante los sesenta se insisti en la calidad de la vida y en
las necesidades verdaderamente humanas de formadas artifcialmente por
el capital, en los setenta, y despus de la derrota poltica del movimiento
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 145
de 1968 y de la detencin de las tendencias tericas que lo alimentaban, la
izquierda crey que deba insistir ms bien en la riqueza de las necesidades y
en su universalizacin y exceso. As, eso de las necesidades verdaderamente
humanas pareci remitir a una metafsica esencia humana en la que se crey
ver preso al Marx de los Manuscritos de 1844 y en la que supuestamente
siguieron reclui dos los derrotados estudiantes del 68. An ms, qu no por
ello fueron derrotados, por buscar un imposible y no saber qu proponer en
positivo ante el artifcio capitalista? En el prlogo de Necesidades y consumo
en la sociedad capitalista actual se resume as la situacin polmica:
La famosa sociedad de consumo est cuestionada. En el fondo, la crisis
misma [de 1971-1973] es la que constituye la base material sobre la que se
desarrollan los nuevos temas ideolgicos: nosotros (los explotados y los
explotadores al mismo tiempo) dilapidamos demasiado, es necesario frenar
el crecimiento que destruye el medio ambiente [como insiste el Club de
Roma], eliminar las necesidades superfuas, reducir la investigacin dado
que la ciencia tiene tantos efectos negativos [como dice Heidegger]... El
peor de los oscurantismos es abiertamente fomentado.
Y aade:
Todos esos temas reaccionarios tienen sus versiones de izquierda. Esto es v-
lido desde la versin espontnea de la dieta: vivir de amor y de agua fresca,
hasta la negacin ms elaborada del progreso cientfco y tcnico en nombre
del humanismo: es necesario luchar contra las ideologas productivistas [(de
paso un puntapi a los pases socialistas)]; ciencia y produccin no satisfa-
cen las necesidades [(y las que s satisfacen no sern las del gran capital?)]
[(Agnes Heller)]; ciencia y produccin oprimen el deseo, excluyen que eso
[Jacques Lacan] habla; hay que volver a la convivencialidad [(Ivan Ilich)] y al
intercambio simblico [(Jean Baudrillard)] de los tiempos inmemoriales.
Este desencadenamiento ideolgico es la segunda razn para intervenir, tan
cientfcamente como sea posible, sobre la cuestin de las necesidades. (p.11)
Pero la conclusin de los autores del referido libro es vigente tambin
contra ellos mismos, especialmente contra la acientfca desmaterializa cin
o ideologizacin de las necesidades y de su constitucin. Este despropsito
opera un retroceso evidente respecto de los alcances prcticos de ese gran
movimiento de rechazo a la subsuncin real del consumo bajo el capital que
fue el movimiento estudiantil de 1968.
Adems de este problema central, vale la pena entender cmo se ar ticul
con otros hasta confgurar la limitacin general de la idea de so ciedad de
Jorge Veraza
146
consumo, desde la que es imposible construir el concepto de subsuncin real
del consumo bajo el capital. Para ello abordaremos el ya mencionado libro de
Edgar Faure, escrito entre el 68 y la crisis de 1971-73. Aunque ya retrasado
respecto de los alcances de aquel movi miento, an no enmascara sus
defciencias tericas siguiendo el camino de asumir slo formalmente la ley
de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia de Marx como lo hicieran
los tericos del capitalismo mo nopolista de Estado para dar cuenta de la
crisis. Pues ciertamente uno de los motivos que est en la base del concepto
de sociedad de consumo es sugerir que el capitalismo no sufrir ms crisis,
con lo cual revoca la ley propuesta por Marx.
Excurso 2
Al asumir de un modo meramente formal la ley de la cada tendencial de
la tasa de ganancia, en los tericos marxistas contemporneos forma lismo
muy resaltante en los tericos del capitalismo monopolista de Esta do
ocurre un curioso fenmeno en conexin con la problemtica de las teoras del
imperialismo. En efecto, segn la versin leninista de teora del imperialismo la
nueva fase se caracteriza por el hecho de que el capi tal fnanciero se constituye
en la relacin de produccin dominante que sustituye al capital industrial, el
cual habra desempeado tal funcin en la fase anterior, de libre competencia.
Pero los tericos del capitalismo monopolista de Estado, que dicen continuar
a Lenin, intentan apoyarse en Marx ese terico del siglo xix para explicar
al capitalismo con temporneo, y en particular la grave crisis que surgi a
partir de 1971, y entonces tratan de recuperar la ley de la cada tendencial
de la cuota de ganancia. Sin embargo, su intento incurre en un formalismo
indiferente a los contenidos especfcos de la teora, este formalismo que es
el correlato de la indiferencia que muestran hacia los contenidos materiales
especf cos de los valores de uso sometidos realmente por el capital cuando
anali zan las necesidades y el consumo, tambin lo encontramos en la mayora
de los autores que se ocupan del consumo capitalista actual les permite ser
eclcticos y al mismo tiempo irresponsables e incoherentes. Cierta mente las
crisis del capitalismo slo se explican a cabalidad mediante la ley de la cada
de la tasa de ganancia pero sta es ni ms ni menos que la ley del valor propia
del dominio del capital industrial sobre el conjunto de la vida social. La ley de
la tendencia decreciente de la tasa de ganancia no podra existir si otra relacin
social fuera la dominante por ejemplo, el capital fnanciero, es decir, si
viviramos otra presunta fase del capita lismo que la del capitalismo industrial,
hoy mundializado; pero tampoco existira si como dicen tantos autores
el predominio del capital mono polista suspendiera la ley del valor y mucho
menos si lo que predominara fuera la fusin de monopolios y Estado mediante
el capital fnanciero, como creen los tericos del capitalismo monopolista de
Estado. La ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia no es, insisto,
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 147
sino la ex presin desarrollada de la ley del valor. Es ms, por supuesto que la
mundializacin del capitalismo y la forma imperialista de esta mundializacin
slo pueden explicarse mediante la ley de la tendencia decreciente de la tasa
de ganancia y la correlativa sobreacumulacin de capital que condu ce a que el
exceso de capital en una nacin deba colocarse de modo impe rialista fuera, en
otras naciones. Ya Bujarin (op. cit.) sigui exitosamente esta veta explicativa,
inspirndose en la tercera seccin del tomo III de El capital. Pero precisamente
esta explicacin del imperialismo hace que caiga por su propio peso contra
la intencin de Bujarin la nocin de que hubiera una nueva fase y no la
misma en que es vigente el predominio del capital industrial con todas sus
consecuencias.
Pues bien, al momento de hacer su crtica de las necesidades y del con sumo
actuales, los tericos del capitalismo monopolista de Estado tuvie ron la buena
idea de retomar la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia de
Marx y su explicacin de la crisis, pero otra vez de modo formalista porque no
asumieron consecuentemente el contenido material de los valores de uso y de
las necesidades, as que no la asociaron a la subsuncin real del consumo bajo
el capital. sta les pas completamente desapercibida y ms bien creyeron
llegar a la cumbre de la criticidad al sugerir la constitucin ideolgica de las
necesidades importada de Vance Packard, Jean Baudrillard y otros del mismo
modo que los tericos del imperialismo importaron acrticamente las teoras
del demcrata liberal Hobson para comprender al capitalismo contemporneo.
Pero as como la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia no opera
sino en condiciones en que el capital industrial es la relacin de produccin
dominante es decir, en condiciones de subsuncin real del proceso de
trabajo inmediato bajo el capital, ella es simultneamente la ley del valor
del capitalismo, y por lo tanto no opera sin valor de uso, el otro componente
esencial de la mercanca. En consecuencia, los tericos del capitalismo
monopolista de Estado en verdad slo saquean las tor pezas de Baudrillard,
a quien pretenden criticar con esa ley cuando la aplican sin reconocer el
carcter decisivo del contenido de los valores de uso y de las necesidades, a
las que consideran solamente ideolgicas.
Obsrvese cmo para sacar adelante la idea de un capitalismo sin crisis y
revocar la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia propuesta por
Marx, en estos autores debe ocurrir simultneamente una desmaterializacin
de la economa, de las necesidades, es decir, deben poner fuera de la
perspectiva al valor de uso y en particular al valor de uso especfco, las
necesidades concretas de la poblacin. De este modo queda confgurada la
Jorge Veraza
148
utopa del capital consistente en que todo es valor porque todo es a imagen
y semejanza del mismo capital, utopa que es por dems imposible pues el
capital se reproduce y se valoriza a partir del valor de uso de la fuerza de
trabajo.
La subsuncin real del consumo bajo el capital no es una sociedad
de consumo con tecnologa innovada, en la que ya no habra crisis, un
capitalismo sin contradicciones capitalistas.
Edgar Faure (La sociedad tecnolgica de consumo), por ejemplo, pien sa que
a la sociedad actual le corresponde efectivamente el nombre de sociedad
de consumo no porque sea de abundancia ni porque en todos los casos
el consumo sea sufciente (su ptica se mantiene en los lmites meramente
cuantitativos del consumo), sino sobre todo porque el capi talismo actual ha
logrado un equilibrio dinmico entre el consumo y la produccin de modo
que ambos crecen al mismo ritmo, as que es una sociedad de expansin.
La sociedad de consumo es otro nombre de la sociedad sin crisis, la sociedad
liberada de las crisis de sobreproduccin que rompan y hasta invertan el
ritmo del crecimiento. La desfatalizacin de las crisis se ob tiene liberando el
consumo.
115
Es evidente que Faure escribe estas palabras antes de la ms grande crisis
que sufriera el capitalismo entre 1971 y 1982. Como su perspectiva formalista
ciega a las cualidades materiales de los valores de uso invo lucrados en
el consumo redobla su cuantitativismo, piensa al capitalis mo segn unas
funciones econmicas en las que est ausente la cada de la tasa de ganancia y,
por ende, la crisis. As, Faure dice que la dialctica de riqueza y miseria propia
del capitalismo segn la cual conforme ms se incrementa la riqueza del lado
del capital ms se incrementa la miseria del lado de la poblacin, en particular
de los obreros
116
puede ser superada si se incrementa el consumo de las
masas laboriosas (p. 181)
117
mediante la gestin estatal segn la propuesta
de Malthus, retomada por Rodbertus y perfeccionada por Keynes.
Ahora bien, de no haber crisis la idea de revolucin habra resultado caduca,
por lo que Ernest Mandel,
118
en su interpretacin del 68 francs y luego del
115 Edgar Faure, La sociedad tecnolgica de consumo, p. 179. Edgar Faure, La sociedad tecnolgica de consumo, p. 179.
116 Cfr. Marx, El capital, tomo I, captulo XXIII, La ley general de la acumulacin de capital. Cfr. Marx, El capital, tomo I, captulo XXIII, La ley general de la acumulacin de capital.
117 Es posible llegar a una extensin permanente o, mejor dicho, duradera, no cclica del po- Es posible llegar a una extensin permanente o, mejor dicho, duradera, no cclica del po-
der de consumo de la poblacin? La respuesta positiva a esa pregunta es lo que justa mente se
ha llamado sociedad de consumo (subrayado de Edgar Faure), en la que no hay ley de la cada
de la tasa de ganancia. E. Faure dice lo anterior comentando al economista sovitico Eugene
Varga quien en 1952 ya no estaba tan seguro de hablar de crisis ni de miseria absoluta de las
masas, sino, a lo ms, de miseria relativa y de estancamiento.
118 Cfr. Ernest Mandel, Proletarizacin del trabajo intelectual, ciclo de conferencias impar- Cfr. Ernest Mandel, Proletarizacin del trabajo intelectual, ciclo de conferencias impar-
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 149
68 internacional, insistiera un poco forzadamente en que el levantamiento
haba ocurrido no obstante que el capitalismo no se encontraba en crisis.
Mandel hablaba contra argumentos falaces del tipo de los de Faure, pero
despus de la crisis de 1971-1973 no modifc su postura.
Faure matiza su proposicin cuando afrma que el crecimiento del consumo
implica el de la produccin, que el crecimiento de sta va im plcito en el del
consumo, mientras que la frmula inversa no es cierta (p. 188) y por ello
la sociedad actual en su completa topologa porque hay que contar con
la innovacin cientfco-tecnolgica debe ser carac terizada como sociedad
tecnolgica de consumo. Por supuesto es falaz la idea de Faure de ora unir
ora desunir a capricho la produccin y el consumo. No lo es tanto la de que el
consumo se incrementa mediante la innovacin tecnolgica, aunque all olvida
las relaciones capitalistas de produccin cuyas contradicciones pretende
no obstante neutralizar mediante la intervencin estatal. Es decir, pretende
anular los efectos de la explotacin del trabajo por los capitales individuales
mediante la intervencin del Estado como representante del capital social en
el plano de la circulacin y en el consumo sin ver que esta intervencin ms
bien regula y redobla esos efectos. En todo caso, dice, el capitalismo actual
es una sociedad de consumo porque no hay cada de la tasa de ganancia
este es el sentido de la nocin sociedad de consumo pues supone que
el consumo puede seguir pari pasu a la produccin capitalista. Es decir que
todo ocurre como si no hubiera incremento de la composicin orgnica de
capital (disminucin del capital variable en relacin al capi tal constante) que
haga caer la tasa de ganancia y, por tanto, de rechazo, el consumo que los
capitalistas, tanto el personal como el productivo, llevan a cabo para echar a
andar sus empresas. As, pues, aunque hay innovacin tecnolgica no hay,
en general, elevacin de la composicin orgnica de capital. Faure tambin
basa esta nueva falacia en que olvida la materialidad de la tecnologa y slo
observa su efecto que eleva la pro ductividad y por ende el consumo.
Este conjunto de falacias se amarra, fnalmente, en la curiosa suge rencia por
supuesto casi nunca explicitada de que los salarios que recibe la clase obrera
son mayores que el capital variable que desem bolsa el capitalista para pagarlos,
es decir, que compran una masa de productos cuyo valor es ms grande que el
capital variable de toda la produccin social. En efecto, la nocin de sociedad
de consumo supone que la poblacin accede a consumos lujosos de los que
antes estaba ex cluida porque los salarios son ms grandes que el mero capital
variable es decir mayores que los salarios, lo cual los analoga cada vez
ms con el plusvalor y con el capital constante, todo por la magia que hace
el Estado para evitar la crisis. Pero despus de que revent la de 1971 1973
ya no fue sufciente ni siquiera aadir formalistamente la idea de la ley de la
tidas en la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales de la UNAM, Mxico, 1974.
tendencia decreciente de la tasa de ganancia para explicar las cosas como
hicieron los tericos del capitalismo monopolista de Es tado que abordaron
el tema de la necesidad y el consumo, sino que se volvi imprescindible
observar que dicha ley opera precisamente porque no slo se trata de valores,
sino tambin de valores de uso, y que tanto la suspensin coyuntural de las
crisis que lograra el capitalismo en ex pansin como la sorpresiva irrupcin de
las mismas en los aos setenta se debi a lo que estaba aconteciendo con las
necesidades, el consumo y, por ende, con la cualidad especfca de los valores
de uso en el curso de la acumulacin capitalista, comenzando por el especfco
valor de uso de la fuerza de trabajo.
La utopa de una sociedad sin crisis y sin materia o valor de uso se potencia
con la subsuncin real del consumo bajo el capital.
El espejismo de una sociedad desmaterializada (aunque produce y consume
materia sta algo sucio e impuro per se), en fn, de una sociedad de puro valor
y pura valorizacin se ve, sin embargo, obligado a recurrir a sucias trampas
hasta en las ms elementales cuentas aritmticas para hacer que los salarios
dejen de ser idnticos a los salarios como capital variable y as se pueda
sugerir que las masas disfrutan del plusvalor y aun de los desembolsos en
capital constante.
La evasin respecto del contenido material especfco del valor de uso es
el correlato de la negacin que hace el capital de las necesidades so ciales e
individuales para mejor aplastarlas sin remordimientos. Este truco ideolgico
y psicolgico ha sido utilizado por todos los amos que ha habido en la
historia.
119
El resumen de este desconocimiento e irrecipro-cidad fundamental
que rige en la sociedad capitalista en tanto sociedad antagnica y opresiva
es, justamente, el fenmeno de la cosifcacin: te trato como cosa, no como
persona; slo veo relaciones de cosas, no entre personas. Este fenmeno se
encuentra objetivamente codifcado en la forma mercanca, de suerte que la
evasin respecto del contenido ma terial especfco del valor de uso hunde
profundamente sus races en la estructura capitalista y en toda la historia de
Occidente en la medida en que se encuentra determinada por la produccin
de mercancas. Vale la pena detenernos momentneamente en los hitos
ideolgicos de este no reconocimiento de las necesidades en su contenido
material especfco.
119 G.W.F. Hegel expone de este modo, y lcidamente, la dialctica del seoro y la servi- G.W.F. Hegel expone de este modo, y lcidamente, la dialctica del seoro y la servi-
dumbre en la Fenomenologa del espritu (1807), seccin IV, La autoconciencia. Analizo cr-
ticamente su argumentacin en mi libro Para pensar la opresin y la emancipacin des de la
posmodernidad.
Jorge Veraza
150
Vicepresidencia del Estado Plurinacional
151
Ya puede constatarse en la oposicin que establece Aristteles entre physis
y polis para justifcar lo especfcamente humano el zoon politikn pero
desmaterializndolo porque lo confunde con lo especfca mente esclavista
de la polis griega, ni qu decir de la evasin cristiana respecto del cuerpo y
ms an su mistifcacin por motivos presunta mente espirituales. La misma
evasin respecto del contenido de las ne cesidades y los valores de uso se
reconoce luego no slo en la economa poltica burguesa, sino tambin para
acercarnos a autores muy infu yentes en la discusin sobre las necesidades, la
sociedad de consumo, etctera en todas las ciencias sociales, por ejemplo en
la idea de Freud acerca del tab del incesto (1913), basado en el complejo de
Edipo como originador de lo propiamente humano, de modo que el hombre
se hace hombre a partir de una idea, particularmente de una idea moral y
como por casualidad sexualmente represiva; las necesidades humanas co-
mienzan despus. En otros trminos, la constitucin de las necesidades es
ideolgica, segn nos dicen, siguiendo a Jean Baudrillard mal que les
pese los tericos del capitalismo monopolista de Estado. Este culturalismo
lo hereda Claude Lvi-Strauss para hablarnos de las relaciones de parentesco,
adems infuido por el relativismo culturalista de Franz Boas, quien por el
rodeo de relativizar la preeminencia de una cultura sobre otra y la evolucin
progresiva de las mismas redunda en construir un culturalismo absoluto que
evade funcional y sistemticamente la de terminacin material y econmica de
las sociedades que analiza, incluso cuando habla de su economa. Heidegger
alimenta esta misma vertiente con su idea acerca del hombre expuesta en
su Carta sobre el humanis mo como hombre supraanimal.
120
A partir de esta bsica desmaterializacin, desnaturalizacin y des-
animalizacin del hombre supuestamente para enaltecerlo pero ms bien
para justifcar la opresin y el no reconocimiento de las necesidades del otro
ya pueden aparecer otros modos adicionales de desconocer la necesidad.
Puede llegar por ejemplo Lacan infuido por Hegel, quien distingue entre
deseo animal y deseo humano y oponer el deseo, algo propiamente
humano, a la mera necesidad como algo segn l no especfcamente
humano. Siguindolo, llegan Gilles Deleuze y Felix Guattari (Antiedipo,
1972) y escogen hablar de deseo porque eso de necesidad es algo meramente
ideolgico, pues qu no el idelogo J. P. Sartre teoriz a la praxis a partir
de una refexin acerca de la necesidades? Y qu no la necesidad es algo
meramente metafsico porque simplemente habla de una falta, de una
carencia? La necesidad no es para ellos algo positivamente concreto sino mera
carencia, un vaco. Ni qu decir que Deleuze y Guattari no se fjaron en el
120 Dice Martin Heidegger: Incluso aquello que, en comparacin con el animal, adjudica- Dice Martin Heidegger: Incluso aquello que, en comparacin con el animal, adjudica-
mos al Hombre como animalitas, se funda en la esencia de la Ek-sistencia (citado por Bolvar
Echeverra aquiescentemente en su ensayo La forma natural de la reproduccin social).
Jorge Veraza
152
argumento especfco de Sartre.
121
Pero tanto ellos como Lacan y Lvi-Strauss
se apoyan en Georges Batai-lle quien llega con algo sabido solamente por la
nobleza y la aristocracia: eso de las necesidades es importante desde el punto
de vista de las mez quindad burguesa; lo humanamente importante son el lujo
y el exceso, nada de la parsimoniosa restriccin del burgus protestante, y el
exceso es tambin lo que la revolucin proletaria debe hacer valer contra el
ca pitalismo. As el no reconocimiento de las necesidades presenta ahora una
cara rebelde, subversiva, que oculta en este cierre de crculo su origen
en la ideologa dominante. El amo se vive como superhombre u hombre
sobrenatural, y el flsofo nazi Martin Heidegger no puede sino proclamar
esta ideologa de un modo tan efcaz que fue difcil quitr sela de encima hasta
para el ltimo Sartre, cuando escinde al hombre respecto de la naturaleza
al atribuir una dialctica a la historia pero no a la naturaleza. En verdad de
este modo Sartre slo proyecta su propia indiferencia por la naturaleza (y la
ecologa), culpndola de indiferencia ante la historia.
122
Como estas ideas y otras anlogas fueron construidas antes de los sesenta ya
estaban listas para impregnar a la izquierda despus de la derrota del 68.
123
La subsuncin real del consumo bajo el capital no es un mero capita lismo
del desperdicio.
Todava dentro de una perspectiva que no observa crticamente el contenido
de los valores de uso, las necesidades y el consumo para carac terizar al
capitalismo contemporneo y que por ello no puede llegar a construir
el concepto de subsuncin real del consumo bajo el capital, sino que
se mantiene en un acercamiento formal y cuantitativista al pro blema del
consumo, una perspectiva arraigada en la economa poltica burguesa, se
puede, no obstante, hacer la crtica de la sociedad de consu mo concibindola
como capitalismo del desperdicio. As lo hace Adolf Kozlik (El capitalismo
del desperdicio, de 1966)
124
al explicar la gnesis de este capitalismo a partir
121 Cfr. el captulo XVIII de mi Praxis y dialctica de la naturaleza en la posmodernidad. Cfr. el captulo XVIII de mi Praxis y dialctica de la naturaleza en la posmodernidad.
122 En ibid. abundo en esta crtica a Sartre confrontndolo con la dialctica de la naturaleza En ibid. abundo en esta crtica a Sartre confrontndolo con la dialctica de la naturaleza
engelsiana.
123 Hasta aqu he intentado un seguimiento de los autores que infuyen en el ya referido texto Hasta aqu he intentado un seguimiento de los autores que infuyen en el ya referido texto
La forma natural de la reproduccin social, en el que Bolvar Echeverra trata de desarro llar
desde una perspectiva marxista el concepto de valor de uso o forma natural de los bienes en
contra del valor y del capital. Sin embargo Bolvar Echeverra reconoce al valor de uso slo en
general pero no en su especifcidad cualitativa, se autolimita precisamente por basarse en el no
reconocimiento del contenido especfco de las necesidades. Esta actitud ha sido es tructurada
por los discursos en que se apoya, los cuales militan en contra de Marx, en quien sobre todo Bo-
lvar Echeverra quiere apoyarse. Cfr. mi Comentario a La forma material de la reproduccin
social de Bolvar Echeverra.
124 Cabe sealar que la traduccin al espaol de esta obra que se publica en Mxico en 1968 Cabe sealar que la traduccin al espaol de esta obra que se publica en Mxico en 1968
es de Bolvar Echeverra.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 153
de una saturacin de capital, una sobrepro duccin en los pases capitalistas
desarrollados a la que el capitalismo habra encontrado manera de disolver
antes de entrar en crisis: Las experiencias con el rgimen hitleriano y la
segunda guerra mundial se alaron una solucin: el excedente de capital que
no se poda invertir en el interior ni exportar es compartido por el gobierno y
desperdiciado o destruido. (p. 14)
Adolf Kozlik critica al capitalismo por explotar a la clase obrera y por
desperdiciar lo que le explota. La moraleja parece evidente: no sera me jor, en
lugar de explotar a la clase obrera y desperdiciar pues slo con desperdicio
se est posibilitando explotar a la clase obrera, construir una sociedad libre?
La crtica es, de un lado, cientfca por lo que respecta a la explotacin, pero
ms bien moral por lo que respecta al desperdicio, y no logra explicar cmo es
que las cosas, aunque tan inmorales, siguen como estn y bien frmes.
1. La historia del capitalismo del desperdicio contiene a la subsuncin real
del consumo bajo el capital pero la oculta
En otro pasaje de su libro, Koslik logra establecer a grandes rasgos la historia
del capitalismo del desperdicio en Estados Unidos. Vale la pena situarnos
dentro de esa historia que hasta 1962 haba recorrido cinco grandes etapas que
Kozlik formula en sucesin:
La nueva poltica (New Deal) de Roosevelt [(1933)] elev los gastos estatales
mediante la creacin de fuentes de trabajo, los trabajos de benefcencia pbli-
ca y la destruccin de productos agrcolas. La guerra [(1939 a 1945)] lo hizo
mediante el aumento de los gastos en armamentos; la poltica justa (Fair
Deal) de Trumann [(1945 a 1951)] mediante la ayuda al exterior; Eisenhower
[(1952 a 1960)] los elev al pasar de los gastos militares a los gastos de bene-
fcencia pblica. La poltica de nuevas fronteras (New Frontier) de Kennedy
[(1961 a 1962)] introdujo la carrera espacial como innovacin del sistema del
desperdicio.
125
Segn vemos, Kozlik analiza la economa capitalista desde la pers pectiva del
Estado, es decir, desde la poltica de los presidentes en turno y en particular
desde la poltica econmica que instauran. Bien puede criticarse desde
aqu el que el desperdicio se dirija a la guerra mejor que a gastos sociales,
diferencia por supuesto signifcativa y que atiende a la calidad de la vida y
al tipo peculiar de valores de uso que se ponen en juego. No obstante, bajo
el concepto unitario de desperdicio Kozlik homogeneiza los valores de uso
destructivos guerreros con los valores de uso de la paz slo porque en ambos
125 Ibid., p. 272. Ibid., p. 272.
Jorge Veraza
154
casos hay gastos estatales. De tal manera, en el mismo momento en que Kozlik
establece una crtica fun damental con base en el contenido del valor de uso
pierde pie por fjarse preferentemente en el valor que se gasta y en que es
gastado sin expec tativas de acrecentar las ganancias, es decir, desperdiciado.
Kozlik ve al valor desde la perspectiva del capital individual y del trabajo
producti vo o creador de plusvalor; adems, siguiendo este camino, confunde
la construccin de la economa poltica con la tarea de la poltica econmica.
De tal manera, el develamiento de la esencia del problema queda en sus penso
en gracia al procedimiento mismo que se utiliza.
La lgica del argumento de Kozlik es como sigue: el exceso de capital que se
desperdicia deriva de un incremento de la composicin orgnica del capital
que a la vez suscita desempleo, de manera que una parte de la produccin no
es vendible porque no hay quien la compre. Para no regalar estos productos
y as mantener el nivel de precios debern ser destruidos precisamente
porque los salarios son bajos y porque debido a los despidos habr menos
salarios que compren esos bienes. Por cierto, Kozlik no cae en el error de
pensar que el salario compre ms que el sa lario. As, en lugar de que simple y
llanamente se destruyan los bienes ante los ojos de la poblacin depauperada,
propone un incremento del gasto estatal que los compre y los distribuya, o
bien genere empleos para que la gente compre aquellos bienes. Esta solucin
es la mejor porque resuelve simultneamente el problema del capital y el de la
poblacin desempleada. Otro camino es el del gasto armamentista y guerrero,
que no resuelve el problema del poder del capitalismo pero no el de la pobla-
cin desempleada.
2. Estado y subsuncin formal del consumo bajo el capital
No es casual que, al hallarse en proceso de constitucin mundial la sub-
suncin real del consumo bajo el capital, la mirada de Kozlik se haya fjado
en la labor del Estado, pues precisamente el desarrollo del merca do mundial
capitalista industrial sita a los Estados como nudos del en tramado mundial y
gestores de ese desarrollo. Al desarrollo del mercado mundial le es inherente
el desarrollo del Estado capitalista. El resultado de este proceso, proyectado
en la estructura material de la economa, es la diversifcacin de la subsuncin
formal del consumo bajo el capital, a la que corresponden todas las formas de
desperdicio. Esta diversifcacin es una funcin precisamente de la regulacin
estatal, es decir, del capital social que domina a la nacin o, en otros trminos,
del valor total (el capi tal social como Estado) que domina al valor de uso total
(la nacin), pero slo formalmente. Este dominio formal sobre el valor de uso
nacional de bi, pues, perfeccionarse a travs de los Estados en el curso del
desarrollo del mercado mundial, es decir, del dominio del capital mundial. Se
trata de la regulacin de las economas nacionales en referencia a la economa
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 155
internacional, la cual promueve la diversifcacin de los desperdicios en vista
del crecimiento internacional del capital. El desarrollo del mercado mundial
capitalista mediante esta la regulacin estatal que diversifca la subsuncin
formal del consumo prepar el arribo de la subsuncin real del consumo
bajo el capital efectuada, en primer lugar, por la fuer za del capital mundial as
como tambin del capital nacional estatal y, fnalmente y para que las cosas
ya se volvieran manifestas, del ca pital individual que produce los bienes.
Efectivamente, Kozlik confunde el proceso histrico mediador al servicio de
la consolidacin defnitiva del capitalismo con esta consolidacin misma.
As las cosas, Kozlik no capta la subsuncin real del consumo bajo el ca-
pital porque se encuentra limitado por el concepto de desperdicio segn
el cual un valor de uso positivo y benfco no debera ser destruido intil-
mente. Kozlik capta la utilidad posible bien sea en referencia a la pobla cin
es decir al valor de uso, bien sea en referencia a la posibilidad de realizar
inversiones rentables, es decir, de obtener utilidades desde la perspectiva
del valor y el plusvalor. Como se ve, debajo de la homogeneizacin de todos
los valores de uso en el concepto de desperdicio, as como de la confusin de
valores de uso y valores en el hecho prctico del des perdicio, se encuentra la
confusin propia del concepto de utilidad de la economa neoclsica, en el
que entran tanto valores como valores de uso.
Insisto en que esta confusin de Kozlik no es simplemente de ideas, sino que ha
sido promovida por el desarrollo real del mercado mundial, cuya mediacin
han sido las polticas econmicas estatales.
Ahora bien, si como hemos visto Kozlik homogeneiza el desper dicio de
valor sin ver el valor de uso especfco ni los diversos tipos de valores de uso
que estn puestos en juego, tambin se encuentra limitado por el concepto de
desperdicio porque no capta los valores de uso subor dinados al capital y por
ende nocivos pero que no son desperdiciados sino usados y con ganancias;
ante stos permanece acrtico (aunque llega a criticar a las fuerzas destructivas
armamentistas). Valores de uso como el automvil, los electrodomsticos, la
televisin, las bombas atmicas, las prendas de vestir hechas de plstico y de
nylon, los alimentos enlatados, etctera no merecen su crtica, menos an ser
integrados orgnicamente en la explicacin de la construccin del capitalismo
contemporneo. Pa recen ser tan indiferentes al sistema como lo habran sido
el algodn o la papa en el siglo xix.
Acabamos de ver cmo la historia del capitalismo del desperdicio se detena
con la innovacin del presidente estadounidense John F. Ken nedy, la carrera
espacial. Tambin Kozlik se detiene en este umbral a inicios de los sesenta, en
el momento en que se iba a hacer manifesta de modo virulento la subsuncin
Jorge Veraza
156
real del consumo bajo el capital que estaba emergiendo de entre todas las
formas de desperdicio, es decir, de la subsuncin formal del consumo bajo el
capital, tambin para llevarlas adelante. Vale la pena, pues, detenernos en el
signifcado material de la carrera espacial.
3. La carrera espacial y la subsuncin real del consumo bajo el capital
La carrera espacial es el exponente de una nueva situacin del mercado
mundial cualitativamente distinta de las anteriores. A travs de la com-
petencia entre Estados Unidos y la urss y con las otras naciones capita listas
desarrolladas, bajo la apariencia incluso de una competencia entre sistemas
sociales heterogneos, durante dcadas se impuso la carrera espacial como
parte de la empresa hegemnica mundial de Estados Uni dos sobre el orbe
capitalista.
Ahora bien, hablamos de un mercado mundial especfcamente indus trial
capitalista o en el que en todas las naciones que lo componen pre domina
el capital industrial, no simplemente de un mercado mundial en el que
circulan mercancas, o aun capitales. Se trata de un arraiga miento industrial
generalizado de ese mercado.
Esta estructura mundial se encuentra completamente realizada des de la
dcada de los noventa pero ya se esbozaba desde fnes de los treinta cuando
el creciente intervencionismo estatal en los pases desarrollados puso en
primer plano el fenmeno que Bruno Rizzi estudia en su clebre libro La
burocratizacin del mundo. Este proceso fue retrasado por la destruccin de
Europa durante la segunda guerra mundial pero luego es relanzado a la par
de la reconstruccin.
Adems de la referida burocratizacin del mundo y en correlato con sta
, otro de los sntomas de este esbozo de mercado mundial es pecfcamente
capitalista industrial fue, a principios de los cuarenta, la bomba atmica en
tanto instrumento directo de la hegemona mundial, como se vio en Hiroshima
y Nagasaki. En el curso de la misma dca da Rusia y despus Inglaterra y
Francia llegan a poseer y a estallar bombas atmicas. Y China a inicios de
los cincuenta. Adolf Kozlik no nota la centralidad de la bomba atmica en
tanto objeto peculiar, fuerza productiva destructiva sui generis. Este valor de
uso sometido al capital en tanto objeto que domina a todos los objetos es el
exponente de la subsuncin real del consumo bajo el capital a la vez que del
dominio de una nacin sobre las dems, y tambin, por cierto, de un dominio
burocrtico totalitario.
Pero la carrera espacial que se desencadena a partir de los sesenta tambin
refeja una situacin de dominio o hegemona mundial diferen te, es decir
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 157
un mercado mundial capitalista industrial ms desarrollado que el que
corresponde al surgimiento y acumulacin de bombas atmi cas, pues anuncia
el surgimiento de una empresa hegemnica autnti camente mundial y, ms
an, directamente mundial. En la dcada de los sesenta tambin se generaliza
la televisin como forma de cohesin comunicativa y de coercin ideolgica y
perceptual de toda la poblacin.
Efectivamente, el dominio mundial a travs de la bomba atmica re quiere
de la multiplicacin de stas y del terror, mientras que el domino desde el
espacio expresa la capacidad de un control no slo cuantitativo y formal,
sino cualitativo y de todo el mundo industrial; por eso hablo de hegemona
directa, es decir, un dominio de toda la tierra desde su exte rior, que la engloba
cualitativamente. Este es el exponente, entonces, de un modo de produccin
capitalista especfco igualmente englobante y por tanto no slo aterrador sino
tambin manipulador, es decir, en el que el dominio del capital se impone no
slo terror sino mediante el deseo de los dominados.
Tal es el acontecimiento decisivo de los aos sesenta: la carrera espa cial
es el valor de uso sometido al capital que mejor lo representa como poder
geopoltico y lo apuntala con un sinnmero de otros tantos valores de uso
sometidos al capital. Este hecho nos habla de un mercado mundial desarrollado
y de una hegemona mundial global y directa, as como de una subsuncin
real del consumo bajo el capital igualmente mundial y diversifcada en un
universo de valores de uso sometidos realmente al capital. Este capitalismo
muestra en verdad muchsimo ms que sim ple desperdicio. No obstante
Kozlik tiene el mrito de haber captado el desperdicio no como un simple
fenmeno particular sino como un hecho que totaliza el funcionamiento del
capital, o, en otros trminos, de haber logrado reconocer el desperdicio
como contrarresto a la cada tendencial de la tasa de ganancia. Esto signifca
que alcanza a conceptuar la subsuncin formal del consumo bajo el capital
no an la subsuncin real en tanto contrarresto de la cada de la tasa de
ganancia. Sin em bargo, en su breve historia del capitalismo del desperdicio
de los treinta a los sesenta, no obstante que llega a hablar de objetos como
el automvil o los electrodomsticos, no es sensible a la novedad econmica
funcional que expresan estos valores de uso.
La subsuncin real del consumo bajo el capital ya viene de tiempo atrs, aunque
en la superfcie resalte entre los treinta y el fn de los cincuenta, bajo la
forma del desperdicio, sobre todo la subsuncin formal del consumo. Pero
en los sesenta la perspectiva del desperdicio vale decir, de la subsuncin
formal del consumo bajo el capital ya es de todo punto insufciente para
captar las funciones centrales del ca pitalismo contemporneo. Muestra de ello
es no slo la bomba atmica, la carrera armamentista y espacial, as como la
televisin no slo ge neralizada, sino transmitida mundialmente a travs,
precisamente, de satlites, sino tambin la pldora anticonceptiva y la
psicodelia, tan in fuyentes en la confguracin de los movimientos sociales
de los sesenta. Incidentalmente o como quien no quiere la cosa pero..., el
asesinato de J.F. Kennedy fue transmitido simultneamente por la televisin,
y la guerra de Vietnam ha sido la primera guerra televisada de la historia,
muy especiamente la ofensiva norvietnamita del Tet (1968), a partir de la que
Estados Unidos inici la escalada de bombardeos sobre Vietnam del Norte.
El sometimiento de todos los medios de comunicacin bajo la televisin, y de
todas las conciencias bajo los medios de comunicacin, se consolida a partir de
los sesenta, al mismo tiempo que surge la psicodelia. La hegemona mundial
de Estados Unidos impone en correlato la hegemona de la televisin sobre la
cultura y la de la psicodelia sobre la contracultura. Estas inquietantes analogas
materiales de valores de uso nocivos son exponentes de la subordinacin real
del consumo al capital.
La psicodelia ilustra de modo concreto cmo la teora de la subsuncin real
del consumo bajo el capital fue condicionada y aun urgida en la po ca de los
sesenta, en particular el 68 mundial y singularmente en Mxi co. Podramos
imaginar a este peculiar valor de uso sometido al capital y a la teora de la
subsuncin real del trabajo al capital an inconsciente de s misma como
dos cowboys frente a frente, que se retan a duelo en medio de la polvorienta
calle del pueblo. Y como la psicodelia sobrevivi a los sesenta cada vez ms
debilitada, para disolverse en todas las tonalidades del posmodernismo de los
ochenta, podemos entender que la crtica a la psicodelia desde la perspectiva
de la subsuncin real del consumo bajo el capital pudo triunfar sobre su
adversario y volverse autoconsciente y precisa.
El 68 tuvo como consecuencia fundamental una modernizacin pol-
tica y cultural entre ciertos sectores de la sociedad civil. Mientras tanto la
modernizacin econmica y tecnolgica que se hallaba en curso ha proseguido,
y tuvo por consecuencia para autoencubrir su carcter ca pitalista la
promocin de la ideologa posmodernista, ms an con sus rasgos retro
y reaccionarios por cuanto estaba de por medio el 68, cuyo vanguardismo
moderno deba contrarrestar, casi tanto como las di mensiones culturales
trascendentes respecto del capitalismo que logr confgurar ese movimiento
insurreccional; la psicodelia en tanto valor de uso estaba preparada para ello.
Subsuncin real del consumo bajo el capital y psicodelia: caracterizacin y
funcin histrica del fetichismo csico.
La contracultura psicodlica surgi como alternativa crtica a una serie de
valores de uso materiales y espirituales, tanto culturales como mora les, cuya
Vicepresidencia del Estado Plurinacional
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estructura satisfaciente es alienada. Ms all de las apariencias y ms all de
la pequea parte positiva y libertaria que contena, era un digno exponente
de la subsuncin real del consumo bajo el capital, til para someter realmente
la dimensin revolucionaria del sujeto social. su carcter nocivo se hace
evidente de entrada en el consumo masivo de drogas, que es la dimensin
bsica y material de la psicodelia. La nocivi dad de la psicodelia es menos
evidente en su desdoblamiento cultural, es decir, en sus expresiones plsticas,
poticas, musicales, etctera, en las cuales y no precisamente debido a las
drogas espigan dimensiones libertarias positivas pero tambin de represin
y nocividad; este es el germen del actual posmodernismo cerqumosla.
La trascendencia del sujeto humano necesita de la diferencia tempo ral entre el
presente y el futuro y de la tensin entre lo dado y lo posible. Pero la cultura
psicodlica condensa los extremos en un inmediatismo craso en el que exige
satisfaccin a sus deseos (caprichos) aqu y ahora al mismo tiempo en que
sugiere que las ideas son corpreas y que la materialidad es ideal. Todo es
sueo. La materializacin de las ideas y la desmaterializacin de las cosas es
un correlato condensado e inmediatista por supuesto anticartesiano, pero
en la medida en que se basa en la diferencia entre la res cogitans y la res
extensa, es incapaz de salir del horizonte de Descartes de los fenmenos
de la personifcacin de las relaciones y de la cosifcacin de las relaciones
sociales entre las co sas que tienen lugar en el intercambio mercantil.
126
Pero
el valor de uso psicodlico contiene este despropsito no en tanto mercanca,
sino ya en tanto valor de uso.
En verdad la psicodelia no le enfrenta al cartesianismo otro principio
presuntamente superior, sino que lo defende al hacer valer de manera
encubierta el principio de realidad capitalista, lo vuelve fexible frente a los
ataques de una autntica crtica y de un autntico intento de subver tirlo.
Adems sugiere que la crtica ya est hecha, que la psicodelia ya super el
principio de realidad capitalista, as que manda a descansar a la crtica. Del
mismo modo, luego el posmodernismo pretende ya haber hecho la crtica
de la modernidad capitalista. No es casual que el desarro llo capitalista
posterior a 1960 haya seguido la veta del incremento del consumo masivo de
drogas, y que desde el segundo lustro de los setenta incluso haya expurgado
completamente de cultura psicodlica todava parcialmente crtica del
capitalismo a dicho consumo.
si el fetichismo de la mercanca troquela en la conciencia de los in dividuos
sociales la cosifcacin de las personas y la personifcacin de las cosas en
tanto que se basa en autnticas relaciones sociales entre las cosas mercancas
126 Cfr., Karl Marx, El capital, captulo I, La mercanca, 4 El fetichismo de la mercanca y Cfr., Karl Marx, El capital, captulo I, La mercanca, 4 El fetichismo de la mercanca y
su secreto.
Jorge Veraza
159
Jorge Veraza
160
y en relaciones csicas o mediadas por cosas entre las personas y as releva
a las personas de gestionar su metabolismo so cial, en la psicodelia se nos
muestra de modo evidente la existencia de un fetichismo ms desarrollado,
el fetichismo propiamente csico se gn pienso que debe ser nombrado
caracterstico de los valores de uso subsumidos realmente bajo el capital.
El fetichismo csico consiste, en general, en erotizar las cosas y cosifcar las
relaciones erticas. De tal manera, puede manipular el princi pio de realidad
y el principio del placer para confundir amor y hambre, sexualidad y trabajo,
e incluso manipular a Eros y a Tnatos para con fundir represin y dolor con
satisfaccin, placer y libertad.
La psicodelia, en tanto valor de uso propio de la subsuncin real del
consumo bajo el capital, al mismo tiempo que oculta su conexin con el
erotismo constantemente la suscita. con su desmaterializacin de las cosas y
su cosifcacin de las ideas, parece no tener nada que ver con la sexualidad,
pero en verdad es el complemento sublime de la cosifcacin de la sexualidad
suscitada en la revolucin sexual de los sesenta y en la propaganda comercial
erotizada de los mass media. Pero es en su trastocamiento del dolor en placer
y del placer en dolor, en su dimen sin de deleite (delia), y no en la dimensin
de idealidad (psique), que se conecta esencialmente con el trastocamiento
de la sensualidad y de la sexualidad. Pero al ocultar la manipulacin sexual
que promueve no mediante mensajes discursivos sino mediante efectos
materiales fsiol gicos encubre bien las caractersticas del nuevo fetichismo
al mismo tiempo que es uno de sus principales exponentes.
El fetichismo csico de los valores de uso subsumidos realmente bajo el capital,
y en particular de la psicodelia con su cosifcacin de la relacin entre
amantes, constituye un gozne funcional que provoca la transfor macin
de la familia patriarcal monogmica junto con su romanticis mo hacia
una forma de comunidad domstica capitalista ms compleja y adecuada al
maquinismo y el consumismo del capitalismo mundial actual.
Otro aspecto notable de la psicodelia de los sesenta que tambin invita a
descubrir y formular conceptualmente el fetichismo que en traa es su carcter
acuciante, urgentista e impositivo frente al indi viduo. Ante la psicodelia, ste
parece tener la obligacin-de-liberarse de sus restricciones racionalistas, de
hacer la experiencia so pena de ser tildado de represivo, reprimido, out, fresa,
etctera, es decir, ser es tigmatizado socialmente. Are you experienced?
(Hendrix). Ahora bien, la defensa contra tal imposicin va ms all de la
mera negati va y toma con frmeza y determinacin el camino de revelar lo
que hay debajo de esa imposicin que aparenta ser liberacin. Acucia ya no
slo invita a descubrir la subsuncin real del consumo bajo el capital.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 161
En su anlisis de la produccin maquinizada y gran industrial (El capital,
tomo i, captulo xiii) en donde se presenta la culminacin de la subsuncin
real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital, Marx insiste en que el
objeto de la revolucin comunista no es la destruccin de las mquinas, y
critica as la experiencia de los luddistas, quienes atosigados por la opresin
capitalista dentro de la fbrica destruan en revancha las mquinas, pero sin
atentar contra el capital en tanto rela cin social que los explota. El objeto de
transformacin de la revolucin comunista son las relaciones sociales, no las
meras cosas. El concepto de fetichismo de la mercanca, y ms especfcamente
el de fetichis mo del capital, apoya la tesis de Marx y explica la equivocacin de
los luddistas, que toman a la relacin capitalismo por cosa y en particular por
las mquinas. Sin embargo, especialmente durante el siglo xx, y singularmente
hacia los aos sesenta, conforme los valores de uso que daron subordinados
no slo formal sino realmente o desde su estructu ra material al capital, el
fetichismo de la mercanca se desarroll hasta constituir lo que he llamado
el fetichismo csico. si bien el argumento de Marx es coherente y era visible
que no poda estar equivocado, pare ci insufciente e impotente frente al
fetichismo csico. Este es un efecto de la nocividad intrnseca de los valores
de uso realmente subsumidos al capital, tanto los del consumo individual
como los del consumo pro ductivo, o sea, los del proceso de produccin. La
psicodelia presionaba para que la gente se le sometiera acrticamente, o bien
para que se la criticara, pero parcialmente y tambin sometindose en
tanto que su puestamente era necesario revocar a Marx para poder criticar
radical mente a la psicodelia, es decir que tambin presionaba para radicalizar
la propuesta coherente de Marx. La psicodelia es un sntoma estructu rante
del horizonte cultural general vigente en toda su virulencia en los sesenta y
hasta la mitad de los setenta, pero difuminado en toda la cultura capitalista
posterior, o sea en el horizonte cultural tantico del capitalismo centrado por
la bomba atmica, ese magno valor de uso capitalista intrnsecamente nocivo.
Lo que hay que transformar son, pues, las relaciones sociales. No se trata
de destruir las cosas, las mquinas, la riqueza en general o de pres cindir de
ellas. Pero en el capitalismo desarrollado las relaciones sociales se impregnan,
se proyectan o cosifcan en la estructura material de las cosas. Precisamente
la subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital propia
de la maquinaria y la gran industria imprime en la mquina la relacin de
produccin capitalismo. Este hecho no vuelve completamente inservible la
mquina para usos de una sociedad comu nista pero seala la necesidad de
limitar sus efectos nocivos no slo so ciales sino tambin fsiolgicos. Pero
cuando la subsuncin real del proce so de trabajo inmediato bajo el capital
se desarrolla hasta la subsuncin real del consumo bajo el capital no slo
los valores de uso para el consu mo inmediato se vuelven intrnsecamente
Jorge Veraza
162
nocivos, sino que la tecnologa productiva exacerba por supuesto no sin
contratendencias su nocivi dad intrnseca, por ejemplo su antiecologismo.
127
Ante tales fenmenos, el programa de la revolucin comunista se am pla, se
vuelve ms complejo y se concreta en la misma medida en que el capitalismo
desarrolla su dominio real desde la produccin hasta el consumo. Este
programa ampliado puede ser fundamentado en Marx y es lo que, en el
plano de la teora, el 68 no pudo hacer, se qued apenas en el umbral en la
medida en que se descubre la existencia del fetichis mo csico y su conexin
con el fetichismo del capital y de la mercanca, as como la existencia de la
subsuncin real del consumo bajo el capital en tanto desarrollo del modo de
produccin capitalista especfco, como consecuencia lgica del maquinismo
de la gran industria y, en fn, como fgura desarrollada de la subsuncin real
del proceso de trabajo inmedia to bajo el capital mundializada.
El movimiento contestatario de los sesenta propici tal descubri miento y
fundamentacin no slo en lo que corresponde a la vertiente libertaria radical
de dicho movimiento, sino tambin a sus dimensiones represivas encubiertas,
puesto que la especfca represin de que se trata contiene el mecanismo del
fetichismo csico, como lo muestra de modo destacado el caso de la psicodelia
y de la cultura psicodlica.
Apndice
Cultura psicodlica: encubrimiento, exacerbacin y develamiento de la
subordinacin real del consumo bajo el capital (Psicodelia y bomba atmica:
valores de uso nocivos contra el sujeto revolucionario y a favor del capital).
Cuando Timothy Leary dijo, a mediados de los sesenta, que el LsD era el
antdoto exacto de la bomba atmica, pensaba en los efectos pacifca dores
del lsd frente a los efectos destructores de la bomba atmica, pero no se
percat de que la correspondencia real que existe entre ambos ob jetos y que
l intuye con lucidez es de orden inverso al que l piensa.
El contenido material de ambos objetos tiles se encuentra subordinado
realmente a las necesidades y funciones de la acumulacin de capital pues
contienen una alta nocividad para la salud, y en particular en una dimensin
que a partir de los aos sesenta fue de suma importancia para garantizar
la sobrevivencia del sistema capitalista: son nocivos para la politicidad del
sujeto social.
127 Con otros conceptos, Armando Bartra tematiza con lucidez la dialctica histrica aqu sin- Con otros conceptos, Armando Bartra tematiza con lucidez la dialctica histrica aqu sin-
tetizada en su libro El hombre de hierro.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 163
La bomba atmica funciona como un valor de uso estructural o mate rialmente
nocivo para toda la realidad pero sobre todo en la clave de las fuerzas
productivas tcnicas, en la clave tecnolgica del sistema, es decir que amenaza
al despliegue vital revolucionario del sujeto humano desde el aparato tcnico
capitalista. su propuesta no puede ser ms abstracta, mecnica y exterior
al mbito propio del sujeto: simplemente amenaza de muerte. En cambio el
lsd es un valor de uso subordinado al capital que opera singularmente en el
mbito de los sujetos. Desestructura y somete al sujeto social en la perspectiva
de las fuerzas productivas procreativas.
Hacia los aos sesenta dej de ser sufciente la amenaza de las bom bas
atmicas para impedir que los individuos se convirtieran de fuerza de trabajo
al servicio del sistema en fuerzas revolucionarias contrarias al mismo. Haba
que intervenir directamente en la conciencia de los sujetos. Y la presunta
expansin de la conciencia con la que se propagandiz el lsd aunque
entaa fenmenos no del todo falsos redunda siempre, de una u otra
manera, en la suspensin del desarrollo de esta conciencia, especialmente en
sus dimensiones clasistas revolucionarias.
Timothy Leary presentaba al lsd y a la mariguana, etctera como me dios
para construir un hombre nuevo, ms pacfco y ms consciente y pre tenda
basar esta propagan en recientes resultados cientfcos segn los cuales los
individuos no usan cotidianamente toda su capacidad cerebral.
Esta ideologa, quiralo o no, se encuentra sometida al capital pues no hace
valer otra cosa sino la utopa productivista del pleno empleo a travs de la
culpa moral de no estar-utilizando-toda-su-mente. El ef-cientismo de la
razn instrumental el mismo que apremia a obtener buenas califcaciones
en los exmenes escolares es la premisa de esta ideologa. De hecho muchos
estudiantes consumen habitualmente dro gas (anfetaminas, mariguana,
cocana, etctera) como complemento de sus actividades escolares se trata de
valores de uso para someter al su jeto, y cuya estructura material se encuentra
sometida funcionalmente a los requerimientos globales del capital.
Irracionalismo psicodlico a favor del capital
Esta funcin sometiente de la psicodelia le permiti al capital derrotar desde
dentro o si se quiere a sus espaldas a la disidencia surgida en su seno.
La contracultura como un todo pero en particular la alimentada por la
psicodelia intent criticar al sistema al denunciar el carcter inhu mano y
antivital de la razn, pero entonces pas a criticar a la razn para criticar
al sistema; confundi la forma burguesa y capitalista de la razn con las
Jorge Veraza
164
otras formas posibles de razn. La contracultura deca sim plemente razn
como quien denigra a un dictador. Por supuesto que la lucidez y el ingenio
de algunas crticas y argumentos contraculturales implican que se critica a
un tipo de razn, a la razn instrumental for mal cuantifcante propia del
capitalismo, y que hay otra razn, distinta, no mecnica sino integral, vital y
orgnica, que era la que la contracultu ra haca valer. Esta premisa implcita
redunda, no obstante, en un des propsito a favor del sistema, pues no slo
no especifca el tipo de razn que trata de criticar, la razn instrumental,
manipulatoria, sino porque el presunto antdoto que propone debe ser un
irracionalismo psicodlico segn la propuesta de Timothy Leary o de la
revuelta de Berkeley, o bien un irracionalismo ldico o que enfrenta a la
seriedad de la rea lidad del capital la capacidad de juego de los sujetos como
planteaba el situacionismo desde mediados de los cincuenta. O, tambin,
que la salida es la locura, la esquizofrenia, segn algunos vulgarizadores de los
antipsiquiatras Ronald Laing y David cooper. Para otra vertiente, ms en tono
lacaniano pero sin dejar de contener el ingrediente irracio nal, la salida era
el deseo. Las premisas nihilistas de todos estos irracionalismos se encubrieron
tras la fachada de cierta vitalidad a travs del objetivo psicodlico ldico,
esquizo, etctera. Pero una vez pasado el momento en que este adjetivo tuvo
reconocimiento qued como patrimo nio de todos los sujetos simplemente
un irracionalismo nihilista sin atri butos como el que los posmodernistas han
hecho valer desde los ochenta.
Para que los seres humanos puedan sobrevivir al capitalismo y desa-
rrollar su conciencia histrica y trascendente deben tener muy en cuenta
que la racionalidad del sistema capitalista debe ser doble racionalista e
irracionalista a la vez para tener efcacia en trminos instrumenta les. En
efecto, el argumento de la ideologa capitalista o, si se quiere, del sistema
es doble: por un lado, a favor del objeto (del objeto capital, del objeto ganancia,
del objeto dinero, etctera), y, por otro lado, contra el sujeto. Para favorecer al
objeto (a costa del sujeto) insiste en la razn ins trumental, y eso le es sufciente
en general para dominar la conciencia y la conducta de la gente. Esta es su
fgura bsica tal como Horkheimer lo reconoci en su Crtica de la razn
instrumental y, junto con Adorno, en la Dialctica del Iluminismo. Pero
existen coyunturas en las que esta modalidad instrumentalista de la ideologa
no es sufciente para dominar a los sujetos; en primer lugar son las crisis,
especialmente las crisis polticas y culturales, cuando los individuos se
insubordinan con toda razn, pero, adems, se abren pocas completas del
capitalismo en las que es insufciente el mero engrandecimiento productivista
del objeto para someter al sujeto. Entonces necesita que se haga explcita la
idea de que el objeto crece a costa del sujeto y de que ste debe permitirlo;
que se argumente explcitamente contra el sujeto y que ste acepte tal
argumentacin. Tal es la funcin del irracionalismo la cual se oculta al decir
que no argumenta a favor del objeto sino contra ste pero que esta negacin
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 165
slo tiene efcacia si la dirige contra el sujeto y que esta auto-destructividad es
adems motivo de goce para este sujeto.
La razn instrumental corre a favor del objeto, el irracionalismo corre contra
el sujeto; pero debe ser el sujeto mismo quien lo sustente. Este es el secreto
de fondo de la psicodelia en lo que se refere a la derrota inte rior del sujeto.
cuando creemos que atentar contra la razn es ipso facto ir en contra del
sistema porque a ste no le interesa la irracionalidad, no nos percatamos de
que la irracionalidad le es funcional porque des estructura, desorganiza o
suspende a la praxis o manipula la conciencia de los sujetos.
La civilizacin actual slo puede sostener la vida y el placer sobre la base de
acrecentar el odio y la destructividad, es decir, permite que exis ta Eros slo
si ste es la condicin para mantener la permanencia de Tnatos mediante
bombas atmicas y guerras en Vietnam y Medio Oriente, intervencin en Cuba,
dictaduras militares en Amrica del sur y frica, opresin de las minoras
en Estados Unidos, etctera, y, por su parte, la contracultura hizo valer con
toda frmeza a Eros contra Tnatos. Incluso supo disolver prcticamente el
fantasma de Tnatos. No argumentaba contra el sistema y sus costumbres
de modo caprichoso, simplemente por ir en contra de la autoridad como el
adolescente que se insubordina, si bien el antiautoritarismo tambin aliment
a la contracultura. En todo caso si la contracultura no sabe qu proponer en
positivo intuye que hay algo negativo en aquello que no quiere aceptar de
ninguna manera y hace valer el valor positivo de la vida, de Eros, frente a
Tnatos. Este principio histrico se descubri prctica, cotidianamente, en los
sesenta, por supuesto en medio de errores y descalabros y debe ser rescatado
por las generaciones futuras, superando matizadamente los equvocos y for-
mas caprichosas que lo marcaron en su origen.
Tnatos existe, pero no es inherente al alma humana. Es un producto histrico
que tiene una forma doble: por un lado, es amenaza general, ex terna,
heternoma, argida desde la razn instrumental productivista; de otro lado,
es determinacin interna particularizada, operada desde el sujeto contra s
mismo por efecto de la ideologa y de las situaciones prcticas en que lo coloca
el sistema.
Psicodelia y meditacin oriental o los lmites de la contracultura y de los
sesenta
Al hablar de la psicodelia como parte de la contracultura de los aos sesenta
del siglo XX, generalmente se menciona a la meditacin oriental como forma de
desarrollo espiritual que se asimila con la expansin de la mente prometida
por las drogas psicodlicas.
Jorge Veraza
166
As la meditacin queda reducida a una de las alternativas del deleite de
la mente, de la psicodelia; pierde especifcidad e importancia desde el
momento en que se la mira como otra forma ms de salirse de los pa radigmas
de la conciencia occidental (lase razn instrumental),
128
otra manera
dira John Lennon de darse por vencido al vaco, enten dido ste como
nirvana y como crtica al lleno de cosas de la ideologa del confort del
hombre moderno integrado al sistema. Este humanismo nihilista no deja de
tener ingenio y criticidad, pero fcilmente pierde pie y humanismo y recae
con facilidad en mero nihilismo. Adems parece sintonizarse, si no con la
experiencia misma de la meditacin oriental, s con las formulaciones de
las propias flosofas orientales (budismo, taosmo o diversos gurs) que
hablan de una experiencia de vaco, de mente en blanco, de ilusin en la
nada, etctera. As, de nuevo parece confrmarse que la meditacin oriental
es una variante de la psicodelia lo mismo el lsd.
se equipara el valor de uso positivo de la meditacin oriental con el valor de
uso nocivo de las drogas, el valor de uso especfcamente ca pitalista y sometido
al capital con el precapitalista, y la posibilidad de efectiva trascendencia del
sujeto es asimilada con el estar fuera de s de la enajenacin qumicamente
producida, y, en fn, de regreso, Eros es identifcado con Tnatos. Toda
la contracultura no slo la meditacin oriental queda sometida a la
psicodelia como valor de uso subordinado al capital.
En estos deslices se muestra la estrategia manipulatoria del sistema. si al hablar
de la psicodelia se menciona a la meditacin oriental es slo para ponerla
como factor secundario y formalmente idntico con el lsd y, de otro lado,
no se menciona para nada la funcin que tuvieron las dro gas, especialmente
el lsd y la mariguana, en la guerra de Vietnam des de donde se extendi
su uso masivo entre la poblacin civil. se trataba de deprimir el umbral
de conciencia moral culpable y angustiada de los jvenes estadounidenses
urgentemente convertidos en marines para que pudieran servir de
instrumento efcaz, es decir, asesino, en la guerra. Las drogas sirvieron al
sistema capitalista desde Vietnam hasta la Costa Oeste de Estados Unidos y
en todo el pas, aunque con diversas funciones singulares.
Ciertamente, el motivo de la psicodelia ingestin de drogas, etcte-
ra no era en los sesenta simplemente la huida, el escapismo frente a una
realidad desagradable o la desesperanza, factores que junto con la soledad
y el aislamiento efectivamente jugaron un papel. La experiencia psicodlica
tambin se constitua en una crtica prctica a la racionali dad y la percepcin
instrumentalistas no obstante que se tratara de una crtica defciente y
derrotada de antemano. El lsd es un instrumento es pecfco de la cultura
128 Incurre en esta identifcacin falaz Luis Racionaro, autor de Filosofas del underground.Z Incurre en esta identifcacin falaz Luis Racionaro, autor de Filosofas del underground.Z
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 167
poltica del capitalismo como hasta la fecha lo sern otras drogas como
las anfetaminas, la cocana, el crack, la herona, el xtasis, adems de los
alucingenos y la mariguana, etctera en la actualidad posmoderna.
Ya hemos visto cmo el productivismo procapitalista se esconde en la
invitacin al lsd que hace Timothy Leary en un tono pseudosubversivo. Sin
embargo, debemos entender al resto de las drogas sobre todo como factor
del consumismo desencadenado durante la segunda posguerra mundial y ya
desaforado desde mediados de los sesenta: el consumismo psicodlico.
El lsd es un evidente factor del consumo por cuanto que propone el deleite
de la mente, pero su dimensin consumista especfca resalta en primer
lugar en el carcter avasallador totalitario de la experiencia que ofrece, y, en
segundo lugar, en el poder adictivo que encadena a la droga la fsiologa del
sujeto y al vincularlo unilateralmente a un circuito de ne cesidades rgido y
preestablecido que abarca su cotidianidad en trminos alimentarios, sociales
y sexuales, y que a su vez est conectado con la in gestin de esa u otras drogas.
Esta manipulacin de las necesidades del sujeto no es un hecho meramente
ideolgico o propagandstico sino un efecto material destructivo y sometiente
frente al cual la manipulacin en cuanto tal es secundaria. El caso de las drogas
es ejemplar respecto de la subsuncin real del consumo bajo el capital ms all
del carcter meramente manipulatorio del consumismo contemporneo.
La ideologa contracultural ha querido presentar el carcter avasa llador de la
experiencia psicodlica como factor de experiencia total de participacin
con resonancias msticas, etnolgicas y precapitalistas. Ciertamente esta
mstica precapitalista tiene dimensiones sometientes y aunque la experiencia
de lo sagrado de suyo no es sometiente generalmen te ha servido para justifcar
el dominio poltico y extenderlo a otros rde nes no sagrados. Pero lo ms
importante es que el capitalismo requiere no solamente un sujeto analtico sino
un sujeto sinttico completamente involucrado, pero ojo: no involucrado con
otros sujetos en trminos solida rios o amatorios sino de modo completamente
dependiente de la cosa.
La independencia recproca entre los individuos que es generada por la
mercanca y el dinero se complementa como denunciara Marx con su
dependencia respecto de la cosa, en particular la cosa dinero. Y las campa as
publicitarias desencadenadas desde la dcada de los cincuenta (vase Vance
Packard) supieron bien que no se trataba simplemente de propagandizar
racionalmente ste o aquel producto, sino de asociarlo a factores inconscientes
del consumidor para que ste no solamente lo comprara una vez o cuando lo
necesitara sino que se identifcara con el producto y con la empresa que lo
produca o lo venda es decir, para generar apego o fde lidad a la frma.
Jorge Veraza
168
Esta experiencia integral deba avasallarlo conductualmente para volverlo
Palmolive, Ford, Gillbeys, Seagrams o Marlboro, etctera. Es aqu donde
inciden el lsd y otras drogas.
El efecto que la propaganda comercial y poltica logr de manera me diada y a
travs de trucos ideolgicos y plsticos (fotos, mensajes subli-minales, etctera)
lo logran el lsd y otras drogas de manera potenciada, directa y sin truco no a
favor de ninguna marca en particular sino del capital social en su conjunto,
aunque para ello simule algunas crticas particulares al sistema. Frente al
posmodernismo masivamente adicto a las drogas, es muy importante
resaltar las dimensiones subordinan tes y manipulatorias de la drogadiccin,
tambin la psicodlica, en vista de cerrarle el paso a su pretensin de utilizar
la gesta libertaria de los sesenta para justifcarse.
El uso del lsd como parte de la cultura poltica se basa en la civiliza cin material
del capitalismo y la funcin poltica del consumo de drogas se basa en un
desarrollo ms general del consumo. El american way of life, con su comida
chatarra y sus aditivos artifciales, provoca graves efectos nocivos en el cuerpo
humano. El sistema alimentario capitalista tiene como funcin principal en
referencia a la dominacin el someti miento real del individuo humano en
tanto fuerza de trabajo, y su some timiento poltico es una funcin secundaria
que es cumplida sobre todo por las drogas. Gracias a este recurso material
esta funcin ya no opera al azar sino de un modo que puede ser calculado con
previsin.
La civilizacin material capitalista, que bsicamente prepara a la fuerza de
trabajo para funcionar en trminos productivistas en el proceso laboral y
explotarle ms plusvalor, se acompaa de una moral productivista de ahorro
y de abstinencia que hace rgido al sujeto. As, por ejem plo, la ingestin de
comida animal tambin lo hace rgido y lo prepara para las acciones agresivas
requeridas en la vida urbana, especialmente laboral, pero los carbohidratos
refnados (azcar) proporcionan grandes cantidades de energa que puede
ser inmediatamente utilizada en el tra bajo, pero que a la vez lo debilita
emocionalmente y lo vuelve apto para ser dominado. Ahora bien, tanto la
moral constrictiva como el endure cimiento psicolgico provocados por los
excesos de sal y comida animal deben ser compensados mediante otro exceso
opuesto que apacige al sujeto y contrarreste aquellos excesos.
129
Asimismo, si la represin sexual ejercida por la moral se acompaa de un
cuerpo inapto para el placer y para la apertura emocional, el de leite de la
129 En Jorge Veraza, Los peligros de comer en el capialismo, se ofrece una investigacin cobre En Jorge Veraza, Los peligros de comer en el capialismo, se ofrece una investigacin cobre
el sistema alimentario capitalista y sus efectos en la salud desde la perspectiva terica susten-
tada en el presente libro.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 169
mente que proporcionan las drogas sustituye al placer sexual y emocional
que la sociedad no proporciona y del que la mayor parte de los sujetos
fabricados por el sistema tampoco estaran en disposicin de gozar si tuvieran
la oportunidad.
Despus de someter el cuerpo, el consumismo capitalista pasa a so meter la
mente. Despus de que la civilizacin material moderna somete a la fuerza
de trabajo, debe pasar a someter a la fuerza revolucionaria. Este doble paso es
posible gracias a que un sometimiento compensa re lativa y sustitutivamente
es decir manipulatoriamente los excesos provocados por el anterior.
Adems, en condiciones de depresin social sea por crisis econmi ca y
cultural, o por reglamentaciones demasiado rgidas y autoritarias, etctera
el deleite provocado por las drogas, adems de tener un efecto como deleite
depresivo, asienta implcitamente en la realidad depresiva cotidiana por
ms que se la critique de palabra o se la ironice la sen sacin de que se
trata de una depresin placentera. El deleite depresivo que proporciona la
droga provoca, de rechazo, la fguracin de la enajena cin como enajenacin
buena, placentera, y de que la cotidianidad puede ser depresin deleitosa, la
cual permite, adems, el deleite adicional de poder denegarlo. As el sujeto
infatuado en su ego se toma por sujeto soberano no obstante estar sometido;
es soberano simplemente porque puede vociferar y despotricar de todo lo que
no le gusta y no le deleita.
Pues bien, cuando aumenta la depresin social, las drogas ofrecen una
posibilidad placentera del efecto de imitacin, es decir, de imitar a la
realidad depresiva incrementando en uno mismo la depresin; pero esto se
hace obteniendo cierta cuota de deleite personal. Este efecto de imitacin es
simultneamente un acting out de las emociones contenidas del sujeto que
sin embargo no cumple una catarsis completa y consciente y se encuentra
rigurosamente precondicionado para que no se salga de los lmites polticos
manejables por el sistema. En este acting out el suje to dira soy hroe por
todo lo que sufro, y as engordo mi ego al mismo tiempo que al sistema que
critico.
Ahora podemos entender que la meditacin oriental, no obstante su analoga
formal con la psicodelia, tiene un contenido radicalmente opuesto. En efecto,
el endurecimiento corporal y mental que la civilizacin material capitalista
genera para preparar productivistamente a la fuerza de trabajo y arraigar en
ella una racionalidad instrumentalista y una moral represiva y autoritaria
obliga al sujeto a buscar una alterna tiva a tal condicionamiento.
Jorge Veraza
170
Ciertamente no debiera existir la represin sexual ni la miseria sexual que la
acompaa que incluye la necesidad sexual exacerbada violenta mente por la
represin y por la angustia sino la posibilidad de la satis faccin sexual en
lugar de la droga que la sustituye; una fsiologa corporal equilibrada y no ms
bien la bsqueda de la droga que oculta este des equilibrio al provocar otro ms
profundo pero pasajeramente placentero y de signo opuesto; la posibilidad
del desarrollo espiritual en lugar de la cosifcacin y la mezquindad a que nos
restringe la modernidad para ha cer que nuestro espritu se desarrolle de modo
egosta y agresivo. Pero la alternativa autntica no es la de un espritu fotante
huidizo en lugar de agresivo y mezquino, que oculta su mezquindad con
mala fe (escep ticismo flosfco o del sentido comn). El desarrollo espiritual
corre por el camino de la armona energtica del espritu, y la meditacin
oriental posee un valor estratgico para llevar a cabo esta armonizacin en
pri mer lugar del espritu, pero que tambin por ser de orden energtico
apunta a la reorganizacin de la fsiologa, la sexualidad y las emociones.
Cuando la contracultura descubri la experiencia mstica oriental se top con
un instrumento de gran efcacia liberadora. Sin embargo, la ideologa burguesa
se apresur a someterlo bajo la psicodelia para darle un sentido consumista y
asimilarlo dentro de la moral sexual represiva que se sintonizaba con algunas
flosofas orientales de abstinencia. La ideologa cort a su medida el nuevo
instrumento libertario mediante el consumismo permisivo nihilista y la moral
productivista restrictiva.
En esencia, la contracultura se debe a una reaccin vital de los sujetos humanos
ante la civilizacin material y la cultura que el capitalismo mo derno usa para
oprimir. Pero nada garantiza que esta reaccin vital con sume su carcter
positivo, sin alienarse. El capitalismo, al ser el sistema de la total enajenacin,
puede reintegrar todas las reacciones que surgen contra l y usarlas para
potenciar la enajenacin prevaleciente.
Aqu se habla de dos de estas reacciones: por un lado, la psicodelia que
responde a la necesidad de establecer el equilibrio fsiolgico y emocional
mediante la sustitucin de objetos de placer, creando as un crculo vicioso
de enajenacin tanto mental como fsiolgica, poltica y cultural ms amplio
y profundo, por otro lado, la meditacin orien tal, cuyo efecto corporal y
mental es positivo en todos los sentidos.
En el marco defnido por estos extremos debe entenderse el rescate de
formas de experiencias precapitalistas sean msticas o no, por parte de la
contracultura. Por ejemplo, el que Mxico se constituyera en la Meca de
la psicodelia en los sesenta debido a la presencia aqu de la mariguana, el
peyote y los hongos alucingenos, permiti que los nacionales revalorizaran
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 171
el folklore precapitalista, y con ello costumbres de vida no msticas con grados
de enajenacin estructural menores que los del capitalismo en general, y
especialmente que los de la poca de la subsuncin real del consumo bajo el
capital.
Por supuesto que estas formas de consumo precapitalistas pueden ser
reintegradas por el sistema pero ello no anula su positividad intrnseca en
los casos en que sta exista realmente. Adems, pudo prevalecer al carcter
sagrado de la experiencia del peyote y los hongos alucingenos no as
la de la mariguana que provocaba la ingestin contra el uso consumista
cosifcado y masifcado de lsd, por ms analogas psico lgicas y fsiolgicas
que se puedan encontrar entre ambas experiencias.
El carcter sagrado de la experiencia signifc, adems de un uso de la droga
de orden comunitario revinculante no individualista ni ato mizante, un
uso excepcional, quiz de una sola ocasin en la vida, y slo para quien en
verdad lo necesite, no el uso democratista masifcado y cohersionado por la
sutil obligacin moral que se impone mediante el prejuicio de lo que es ser
joven y estar in en lugar de ou. Este moralismo del sometimiento por drogas
se aade a la moral sexual restrictiva carac terstica del capitalismo.
Finalmente, tambin prevalece el uso del peyote o de los hongos con objetivos
precisos, sea individuales o comunitarios, siempre asociado a una dimensin
medicinal, por eso siempre acompaado del chamn que gua la experiencia
y protege al viajante, etctera. En la psicodelia este sentido comunitario
y tradicional queda integrado como uno ms de los colores del abigarrado
pster y, as, este valor de uso precapitalista que d sometido formalmente a
los requerimientos del capital como uno ms de los valores de uso realmente
sometidos al capital como el lsd y la ideologa de la psicodelia.
Concibiendo la contracultura como una mezcla compleja de aspectos positivos
y negativos de valores de uso precapitalistas, de valores de uso formalmente
subordinados al capital y de valores de uso subordinados en toda su realidad
al capital, podemos entender mejor los lmites no slo de la contracultura sino,
en general, de las nuevas perspectivas que se abrieron, en la dcada de los
sesenta, respecto a lo que es rescatable para la realizacin de esas perspectivas
y lo que debe ser francamente desechado.
Psicodelia y epistemologa
En una conferencia sobre el 68 el conductor radiofnico Jaime Pontones formul
una tesis interesante acerca de la psicodelia de los sesenta. Jai me seal que
la psicodelia cambi la forma de la participacin poltica porque modifc
Jorge Veraza
172
los paradigmas epistemolgicos. En lugar del mtodo cientfco experimental
en donde para conocer el objeto se lo altera y luego (al sintetizarlo) se lo
recompone, la psicodelia habra postulado un nuevo principio segn el cual
conocemos para alterar y conocemos alterados que habra superado la
perspectiva de anlisis y sntesis y la distincin entre idea y realidad pues
el nuevo conocimiento involu crara una experiencia autocognoscitiva
en el curso de la cual el sujeto queda transformado; ste es alterado por la
experiencia y, luego, en tanto factor de la realidad, la transforma, la altera, l
mismo.
En realidad las cosas son diferentes. Por supuesto que si nos situamos no en
el plano del conocimiento del objeto sino en el de la autoconciencia, como
es el caso de la experiencia psicodlica, es posible entender el proceso desde
la perspectiva de la lgica dialctica y no slo desde de la lgica formal
analiticista. Hasta aqu no habra ninguna modifcacin del paradigma
epistemolgico sino solamente un cambio de objeto de anli sis: en lugar de
la realidad externa, la realidad de la autoconciencia en la cual la dimensin
dialctica ocupa el primer plano como se sabe desde el pienso, dudo [hasta
de mi existencia], luego existo, de Descartes (El discurso del mtodo).
Adems, el horizonte terico de la burguesa y para decirlo ms cla-
ramente, del capital social mundial en su conjunto no es simplemente el
del mtodo cientfco experimental analiticista calculstico, etctera. ste es
slo un aspecto de la episteme capitalista, o si se quiere de la epis-teme de
la modernidad. Ya vimos cmo incluye tambin al irracionalismo si no se
trata simplemente con la razn instrumental de obtener ms ganancias
sino de desestructurar al sujeto humano para garantizar que ste no ponga
en riesgo la explotacin de plusvalor. Pero ms all del ra cionalismo y del
irracionalismo como factores antinmicos, el horizonte epistmico burgus
queda redondeado en el idealismo de Hegel,
130
con la dialctica puesta de
cabeza si se quiere en su centro.
Ahora bien, en la psicodelia ocurre realmente una alteracin del su jeto, pues
ste es tomado como objeto del experimento, pero no en la realidad externa
al sujeto. El intento de transformacin de la realidad se absorbe en su propia
impotencia. En lugar de alterar y transformar la realidad objetiva, el sujeto
forzado a renunciar a este empeo se refugia en su propia alteracin,
debe conformarse con ella, lo cual de suyo no es enajenado sino una salida
vital ante condiciones de suma adversidad. Lo enajenado consiste en que
viciosamente el sujeto no puede autotransformarse sino autodegradarse a
130 Cfr. Georg Lukcs, Las antinomias del pensamiento burgus, segunda parte del ensayo La Cfr. Georg Lukcs, Las antinomias del pensamiento burgus, segunda parte del ensayo La
cosifcacin y la conciencia del proletariado, en Historia y conciencia de clase.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 173
travs de alteraciones fsiolgicas y por lo tanto mentales permanentes
provocadas por el consumo de drogas y que ni siquiera sirven para prepararlo
para inten tar transformar la realidad cuando las condiciones lo posibiliten.
La ideologa de la psicodelia quiere justifcar y glorifcar la situacin de
arrinconamiento en que el sistema puso a muchos jvenes como si fuera una
situacin mgica y de estado de gracia que supera al sujeto y al objeto, al
anlisis y a la sntesis y a la idea y a la materia. El espejis mo ideolgico de que
la psicodelia modifca el paradigma epistemolgico occidental toma por la
realidad lo que la autopropaganda de la psicodelia dice de s misma.
La propia psicodelia se propone descaradamente a s misma como espejismo,
incluso se podra decir que sinceramente y como queriendo hacernos creer
que ella es la pura verdad y nada de ideologa. Las inver siones del fetichismo
de la mercanca que dimanan de la cosifcacin de las relaciones sociales en
la mente de los agentes sociales son provocadas directamente por los efectos
qumicos del lsd y otras drogas en el orga nismo humano.
El fetichismo social se convierte en un fetichismo csico. Como si fue ra un
espejo el que hablara, afrma: lo que est ah no es y lo que no est s es. Se
trata de una efcaz puesta en cuestin del principio de realidad con el que el
sujeto debe manejar su conducta. Esta vacilacin del princi pio de realidad
sirve para:
a) someter a las fuerzas productivas procreativas insubordinadas (al hacerlas
vacilar),
b) precisamente por el camino de hacer creer en la imposibilidad de transformar
la realidad (sugerida de suyo inaprehensible), y
c) remachando esta presunta imposibilidad mediante la idea de que el proyecto
de transformacin es ilusorio porque la propia realidad parece no ser lo que
es, por lo que, fnalmente, cualquier proyecto al respecto sera risible.
Con este principio de realidad vacilante est en juego una empresa capitalista
de transformacin ms o menos espontnea que requiere el aparato de
acumulacin de capital y que tiene por centro al sujeto indivi dual, en particular
sus nociones acerca de la realidad, de la moral y de la sexualidad. Por ello el
punto nodal que hay que manipular es el principio de realidad, pues se trata
para el capital de alterar la realidad de lo que hasta ese momento haba
sido la comunidad domstica capitalista, principalmente la forma familia
en su versin monogmica autoritaria, que ya ha devenido insufciente
para los requerimientos de la acumula cin de capital mundializado. De ello
hablaremos ms abajo.
Jorge Veraza
174
En la tesis psicodlica de lo que es no est y lo que no est s es se renuncia a
transformar la realidad sugiriendo que ya ha sido transfor mada. Transformar
mi imagen de ella pero porque tal imagen se basaba simplemente en una
percepcin analiticista, as que no vea yo que la realidad en realidad era otra
cosa. Puedo vivir a la realidad en su dimen sin autntica si quito de en medio
mi prejuicio, mi imagen del mundo, y la sustituyo por la imagen que me
entrega el lsd, as dejo de captar uni-dimensionalmente la realidad simplista
y paso a captarla de modo pleno; ahora capto niveles en la realidad y me sito
en un nivel que supera el de la ilusin.
Finalmente, queda la sugerencia de que toda la realidad podra ser otra cosa
que lo que parece. Por aqu se apersona una tercera tesis rela tiva a la relacin
entre la psicodelia y la poltica, ahora para relacionar a la psicodelia con el
marxismo en tanto que ste se propone la transfor macin de la realidad.
La psicodelia, con su presunta modifcacin del paradigma epistemo lgico,
pareca poner a Hegel sobre su cabeza, podramos decir paro diando la idea
de Marx de que con su dialctica intent poner a Hegel sobre sus pies. Pero
este parecido de la psicodelia con el marxismo no es autntico sino slo un
remedo artifcial.
En efecto, se trata de la mimesis de la ideologa dominante y de las per-
cepciones dominantes: esta ideologa quiere parecer otra cosa. Preparada por
la segunda internacional, la primera fase de este proceso tuvo lugar entre 1917
y 1923 al quedar formalizada la identidad entre el marxismo sovitico y el
marxismo de Marx.
131
La mimesis de la ideologa capitalista encubierta con
la mscara del marxismo qued ms tarde consolidada en el estalinismo.
132
Esta mimesis no slo desvirta la ideologa explcitamen te revolucionaria
del proletariado, el marxismo, sino todos los discursos crticos surgidos en
el capitalismo del siglo xx. Casos resaltantes son el estructuralismo en los
setenta y el posmodernismo en los ochenta y los noventa. incluso el fascismo
y el nazismo pretendieron ser ideologas pro letarias. Pero lo nuevo de la
psicodelia es que uni la mimesis de la ideo loga dominante al presentar
rasgos pseudocrticos con la mimesis de las percepciones dominantes,
porque en las percepciones de la gente real mente ocurri un cambio basado
131 He aqu un simulacro epocal. Cfr. al respecto la primera parte de mi Praxis y dialctica He aqu un simulacro epocal. Cfr. al respecto la primera parte de mi Praxis y dialctica
de la naturaleza en la posmodernidad, as como El siglo de la hegemona mundial de Estados
Unidos (parte cuarta), y la cuarta parte del presente libro.
132 Lo que prepara el revisionismo de la segunda internacional lo culmina en el marxismo Lo que prepara el revisionismo de la segunda internacional lo culmina en el marxismo
sovitico al capitalizar el prestigio de la primera revolucin socialista triunfante. As pudo so-
meter la conciencia de clase proletaria y reprimir a las corrientes anarquistas y a los otros socia-
listas, incluso marxistas, hasta eliminar a los testigos que podran denunciar la incongruencia
entre el discurso bolchevique y la prctica estalinista. Adems, Bernstein, el principal idelogo
socialdemcrata, lanza su propuesta revisionista reformista (1895) criticando a Marx, mientras
que el marxismo sovitico sobre todo Lenin se autonombra el autntico continuador y
realizador del socialismo marxista revolucionario.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 175
en alteraciones materiales fsiolgicas. La psicodelia pretendi ser la nueva
conciencia de clase revolucionaria precisamente en un momento en que el
enfrentamiento del movimiento juvenil y del proletariado y el pueblo en
general contra el capital y el go bierno encontraba barreras difciles de remover,
es decir, en el momento en que la conciencia de clase revolucionaria, al verse
frustrada, debilitaba su identidad consigo misma. Entonces dijo la psicodelia:
yo soy la alter nativa, yo soy la verdadera conciencia de clase revolucionaria.
Ya que no puede haber una expropiacin de la mente, se trataba de informarla
de un modo que sea funcional con el capital. Este darle forma a la mente que
opera toda ideologa dominante sobre los dominados es, en el capitalismo,
un efecto de la subsuncin formal del consumo bajo el capital pero que, por
ocurrir en las ideas, el cambio de forma implica el cambio de realidad, as que
se trata de un caso de identidad inmediata en tre la subsuncin formal y la
subsuncin real del consumo bajo el capital. Pues bien, la psicodelia, al deformar
tambin las percepciones, establece con toda nitidez es decir, ms all de
la ambigedad que puede caber en la identidad inmediata entre subsuncin
formal y subsuncin real del consumo bajo el capital una subsuncin real
del consumo bajo el capi tal en la que la mente queda refuncionalizada a favor
del sistema, y ello sin aparente salida porque no tiene posibilidad de contraste
perceptivo. El parangn histrico cultural en realidad no es entre la psicodelia
y el pensamiento de Marx sino sobre todo entre la psicodelia y el stalinismo
en tanto que ste constituy como vimos una mimesis sistemtica de la
conciencia de clase para mejor someter al proletariado al capital. El trabajo de
la psicodelia es sin embargo ms profundo porque arraiga a nivel fsiolgico
y perceptual.
Ahora bien, no se crea que la funcin histrica del quid pro quo cons titutivo
de la psicodelia se restringe a obnubilar la conciencia de los indi viduos de la
dcada de los sesenta del siglo xx. Para ello no era necesario analogarse con
el marxismo; pero s desde el momento en que los jvenes se convirtieron
en el sujeto de la transformacin social y la psicodelia comenz a infuir
fuertemente en la forma en que se leyera a Marx. Tam bin puede pensarse
que la psicodelia promovi un redescubrimiento de Marx, pues la juventud
comenz a ver cosas en su discurso que antes no se vean o parecan no estar
en l. Esta idea es sugerente y no deja de ser cierta, pero hay que delimitar
sus alcances. Recordemos que antes del surgimiento de la psicodelia en los
sesenta, en el XX Congreso del pcus en 1956 Jrushov critic el culto de la
personalidad de stalin y al stalinismo en su conjunto y as desencaden
un movimiento de renovacin cul tural de la izquierda que, bajo el lema de
retorno a las fuentes, invitaba a una relectura de Marx con nuevos ojos. Gran
parte de los militantes y de los intelectuales de izquierda, entre ellos muchos
jvenes, releyeron y encontraron nuevas realidades en Marx, especialmente
en el joven Marx de los Manuscritos de 1844. La psicodelia lleg despus y
ambos procesos corrieron uno al lado del otro y se infuyeron mutuamente.
Jorge Veraza
176
Una vez establecida la secuencia XX Congreso del pcus-psicodelia po demos
entender mejor que la infuencia de la psicodelia en la relectura de Marx
consiste en redoblar el efecto de la ideologa dominante en aquella funcin
suya de mimetizar una ideologa revolucionaria. La funcin de la psicodelia
no fue simplemente coyuntural sino que es histrica y mundial y consiste en
poner al revs toda la conciencia de clase y, por tanto, toda nuestra conciencia
histrica en un punto nodal, pues gracias a ella lo que tenemos a mano en
lugar de marxismo es pseudomarxismo. Otra funcin suya fue la de presentar
la coyuntura de los sesenta, si no como la epo peya de la psicodelia, s como
la gran ruptura de la historia del siglo xx o como un gran triunfo del sujeto
revolucionario cuyos efectos como la explosin de una supernova todava
duran despus de millones de aos (bueno, despus de treinta o cuarenta
aos). La funcin histrico-mundial de la psicodelia en esta mimesis, en este
trastocamiento desde el interior operado sobre la conciencia revolucionaria,
especialmente la marxista, consiste en que los que leyeron a Marx creyeron
haberlo en tendido ahora s radicalmente, pero fcilmente renegaron luego de
l una vez que la realidad histrica desde mediados de los setenta los en-
frent con un capitalismo cada vez ms fuerte y en recuperacin despus de
la crisis de 1971-1982.
La ideologa posmodernista de la actual vuelta de siglo es heredera di recta
de una interpretacin superfcial y de mala fe psicodlica de ideas
vanguardistas crtico-revolucionarias y tambin del marxismo; es un gran
aparato construido para sustituir y enterrar al marxismo. El pensamiento
dbil de los posmodernistas comenz con el deleite de la mente y sus
mgicos efectos en las ideas que la psicodelia propugnaba ingenuamente en
los sesenta.
La psicodelia redondeaba una funcin histrica de largo aliento que comenz
hacia la vuelta del siglo xix al xx y, como digo, tuvo su primera estacin en la
fguracin mundial de un espejismo mundial o simulacro epocal consistente
en que Rusia se haba transformado en pas socialista en 1917 si de esta
imagen puede decirse slo metafricamente que se trata de pura psicodelia
histrica, la metfora se hace realidad una vez que surge la psicodelia en los
aos sesenta. El simulacro epocal logra tener arraigo qumico y fsiolgico.
Sobre el papel de la psicodelia en la remodelacin de la comunidad domstica
capitalista
La psicodelia alude a las drogas y su ambiente y de las drogas en espe cial
el lsd, la mariguana, el peyote y los hongos alucingenos, a los que en aos
posteriores se aadieron otras como la herona, la cocana, la morfna y el
xtasis de rock psicodlico, posters, battiks, luces estrobodlicas, artesanas,
etctera.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 177
Por su parte, el uso de drogas refuerza la atomizacin social constitu tiva de
la sociedad mercantil capitalista y simultneamente, previa igua lacin de los
individuos frente a la experiencia tal y como la muerte iguala a todos,
establece nuevas formas de prestigio, presuntuosidad y jerarqua entre los
participantes: entre los ms y los menos experimen tados, entre aquellos que
consiguen fcilmente la droga y la regalan y los que no, etctera. Por cierto,
algo novedoso en el consumo de drogas en los sesenta fue su doble carcter
al mismo tiempo alegre y colectivo. Por ejemplo, los tradicionales fumadores
de opio en los barrios chinos de todo el mundo suelen ser deprimidos y slo
coinciden en un lugar adems oscuro sin establecer lazos comunes entre
ellos. En efecto, la paradoja del uso de drogas en el ambiente psicodlico
consiste en que, de un lado, aisla al individuo rechazndolo con fuerza hacia
el interior de s mismo, y, por otro lado, y a partir de aqu, intenta establecer
formas de partici pacin colectivas. Y as Bob Dylan dice en Rainy Day
Women: Everybody must get stoned. La experiencia psicodlica es, pues,
interiormente des garrada e imposible por principio; se trata justamente de la
puesta en escena de esta imposibilidad.
La funcin que cumple esta curiosa manera de comportamiento social es la de
romper los lazos sociales en su fgura dada para restablecerlos en otra fgura.
No se trata de revolucionar los lazos sociales sino de replicar y complementar
la funcin de la mercanca que consiste en destruir los lazos comunitarios para
restablecer de modo emergente las relaciones mercantiles.
133
Pues bien, hacia
los aos sesenta la sociedad mercantil capitalista todava conserva residuos
de lazos comunitarios que haban acompaado al capital funcionalmente
durante los ltimos dos siglos, en especial los lazos familiares tradicionales.
La psicodelia incidi pre cisamente en estos lazos se trataba de restablecer
nuevas formas de asociacin menos limitadas que las familiares, la cuales
desde mediados de los cincuenta ya constituan una rmora para el capital.
Esta remod elacin de la comunidad domstica capitalista puede tener visos
de una verdadera revolucin que supera a las formas capitalistas, y en
parte aunque mnima realmente lo fue. Pero, como digo, se trata funda-
mentalmente de la remodelacin soterrada y como de carambola, a travs
de un medio csico como las drogas, de la comunidad domstica capitalista.
Claude Meillassoux (en Mujeres, graneros y capitales) piensa que la familia
patriarcal monogmica vino a sustituir en el capitalismo a la comunidad
domstica que garantizaba la reproduccin de las socie dades precapitalistas.
Pero esto no es completamente cierto pues si bien en el capitalismo del siglo
xix la parte nuclear sexual procreativa de la comunidad domstica se redujo
unilateralmente a la forma de la familia patriarcal monogmica, pervivieron
fuera de la familia otras dimen siones de la comunidad domstica necesarias
para la reproduccin social. As podemos hablar no solamente de comunidades
133 Karl Marx, El capital, t. I, captulo 2, El proceso de intercambio. Karl Marx, El capital, t. I, captulo 2, El proceso de intercambio.
Jorge Veraza
178
domsticas precapitalistas sino de comunidades domsticas capitalistas y
notar que, sobre todo, durante el siglo xix, la comunidad domstica capitalista
tendi a reducirse a la familia capitalista sin lograrlo del todo. Durante el
siglo xx, y especialmente hacia los aos sesenta, se expres la necesidad de
expandir la comunidad domstica capitalista a partir de la desestruc turacin
de la familia y de la remodelacin completa de cada uno de los factores
sexuales procreativos y culturales que la integran.
En este proceso las drogas se convirtieron en un doble medio de comu-
nicacin: por un lado, deban mediar nuevas relaciones microsociales en
curso de constitucin; por otro lado, deban tener una funcin cultural
global a travs de la cual se sintonizaran todas las relaciones sociales de la
comunidad domstica en curso de remodelacin. En esta cultura, adems, se
debi incluir el consumo de drogas en las nuevas relaciones interpersonales.
Las drogas psicodlicas vinieron a potenciar y en mu chos casos a sustituir,
pero en un nuevo nivel, el efecto de la radio y de la televisin en la cultura
de masas capitalista; especialmente vino a reforzar el efecto de la televisin
en tanto medio de comunicacin fro (Mc Luhan) o que afecta al conjunto de
los sentidos y no a uno solo como la radio pero con poca informacin,
de manera que su imagen dbilmente defnida promueve la participacin
sensorial de la audiencia para llenar las lagunas de la informacin que
recibe,
134
lo cual les permiti forzar la participacin de los individuos en la
constitucin de la nueva comunidad domstica capitalista.
Ciertamente el capitalismo se perfecciona a veces a travs de sinuosos
caminos y siempre a espaldas de los participantes ya que la as llamada
mano invisible del mercado siempre est trabajando para armonizar sus
necesidades y capacidades a favor de la potencia impersonal del capi tal. Hacia
los aos sesenta, en el curso de la mundializacin del capital, ste requera
una nueva forma de comunidad domstica y esta necesidad comienza a
suscitar grandes movimientos globales, tanto internacion ales como en cada
pas son movimientos globales en el sentido de que eran al mismo tiempo
econmicos, sociales, polticos y culturales e in volucraron la sexualidad
y otras dimensiones ntimas de los individuos. Pero es evidente que estos
grandes movimientos globales slo eran posi bles gracias a la existencia de
poderosos medios de comunicacin que nicamente pudieron surgir en el
capitalismo desarrollado del siglo xx. De tal manera, el predominio de la
televisin se vio reforzado por las drogas psicodlicas constituidas en medios
de comunicacin puntuales selectivos. Y como ha sido evidente y patente
en innumerables recopi laciones estadsticas durante el ltimo tercio
del siglo xx, el capital ismo ha requerido cada vez ms de las drogas para
intercomunicar a la nueva forma de comunidad domstica y garantizar la
134 Pedro Sempere, La galaxia Mc Luhan, p. 201. Pedro Sempere, La galaxia Mc Luhan, p. 201.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 179
reproduccin de los individuos, adems de redimensionar la televisin con el
video, los hologramas, el telfono celular, el fax, etctera.
Una paradjica prueba de lo anterior: cuando Abbie Hoffmann enca bez
el intento de provocar, usando los medios de comunicacin masivos, un
incremento de la conciencia social en un sentido libertario por ejem plo al
exorcisar al Pentgono y hacerlo levitar en octubre de 1966, en una accin
francamente psicodlica y al mismo tiempo, mediante la trans formacin
de la conciencia utilizando el pacifsmo como el consumo de drogas y las
flosofas espirituales orientales, tambin transformar la realidad al crear
una oposicin interna en Estados Unidos contra la guerra de Vietnam, tal
oposicin puede transformar la realidad y no slo la conciencia porque
esa transformacin de la conciencia involucra cambios de conducta reales en
los individuos y por ende en las fuerzas productivas procreativas. El intento de
Abbie Hoffman, digo, de unifcar psicodelia y televisin para dirigirlas contra
el capitalismo no puede de jar de estar, a su vez, sintonizado con la analoga
estructural existente entre psicodelia y televisin promovida bsicamente por
el capital y fun cional con el mismo. As, si inmediatamente este acto tiene
una intencin anticapitalista, por un rodeo se convierte en procapitalista.
Debemos ver la gesta de Hoffman no como fotando en el aire y como
muchos creen en total originalidad, sino alzndose esforzadamente en una
situacin en la que el capitalismo y sus medios de comunicacin, incluidas las
drogas, copan a todos los individuos en un sentido preciso y en donde stos
sin ms medios que los que el capital proporciona intentan dirigir dichos
medios en su contra y parcialmente lo logran.
El capitalismo se encontraba y todava se encuentra ocupado en la
empresa de constituir un valor de uso capitalista global diferente del valor
de uso capitalista global anterior a la segunda guerra mundial. Pues bien,
este valor de uso global incluye la remodelacin de la comuni dad domstica
capitalista en tanto totalidad de usos y costumbres sexual-procreativos; en
otras palabras, incluye la remodelacin de las fuerzas productivas procreativas
para que sirvan de modo ms adecuado a la nueva confguracin tecnolgica
mundial del capital.
Pero debemos reconocer asimismo que, en estas adecuaciones a las
transformaciones de la tecnologa, los individuos son tteres de los cam bios
institucionales en tanto se comportan como agentes de la transfor macin de
una fgura 1 en una fgura 2 de valor de uso y de comunidad domstica. En el
curso de esta transformacin integral se da la posibi lidad de constitucin de
un otro sujeto, y precisamente ahora s sujeto, no simple agente de relaciones
de sometimiento. En el interior de esta bisagra de los tiempos se mueve
la empresa de Abbie Hoffman y lo mejor de los sesenta, y slo un rescate
profundamente crtico de su empresa estar a la altura de su gesta.
Jorge Veraza
180
Pldora anticonceptiva, LSD y comunidad domstica capitalista
No obstante los mltiples anlisis de la riqueza objetiva de la sociedad que
existen, es la observacin de la riqueza subjetiva la que nos entrega las claves
ms originales de la experiencia de los sesenta y en particular del movimiento
del 68.
La riqueza subjetiva de una sociedad abarca desde la procreacin y
reproduccin de los individuos hasta la organizacin poltica y la cultura
mediante las cuales se los forma como seres humanos. Al igual que la riqueza
objetiva, pueden ser caracterizados sus instrumentos, medios, objetos de
transformacin, su estructura y relaciones constitutivas, y tambin las fuerzas
con las que se produce.
En el caso de la riqueza subjetiva, hablaremos, ms que de fuerzas productivas
tcnicas, de fuerzas productivas procreativas, porque la pro creacin es la
funcin fundamental constitutiva de la riqueza subjetiva. As en la base de
esta riqueza distinguiremos fuerzas productivas procreativas y de orden
sexual, corporal o procreativo directo; pero tambin encontraremos fuerzas
productivas procreativas en el mbito de la cul tura, en donde la funcin
fundamental no es la procreacin sino la edu cacin y la formacin de los
sujetos (Bildung).
Pues bien, en los sesenta, entre otras muchas transformaciones so ciales
tanto de la riqueza objetiva como de la subjetiva, surgen dos instrumentos
esenciales de la tecnologa interna de las fuerzas produc tivas procreativas:
de un lado, desde 1956, la pldora anticonceptiva (de feliz memoria) vino a
modifcar las formas hasta entonces prevalecientes en las relaciones sexuales
entre los individuos. La pldora en tanto cosa se convirti en el argumento
ms contundente en contra de la moral represiva cristiana que identifcaba
falazmente sexualidad con procrea cin. Al separar lo que naturalmente
difere, libera a la sexualidad y el placer respecto del vnculo moral que las
ataba artifcialmente a la procreacin.
Por otro lado, en 1963, otro frmaco, el lsd, gener toda una cultura
psicodlica. La incidencia histrica del lsd independientemente de sus
efectos fsiolgicos ocurre en el borde en que lo psicolgico se articula con lo
cultural, siendo stos dos niveles de las fuerzas productivas pro-creativas. Esta
articulacin queda modifcada en la medida en que los individuos aunque en
la sociedad burguesa existen como propietarios privados pertenecen a sta
o aquella comunidad domstica; por lo cual el lsd transforma la articulacin
de la comunidad domstica con la cul tura (como bien muestran las imgenes
de la cultura psicodlica: sexua lidad, hijos, campo, arco iris, alimentos, la
pareja, animales dciles como venados, conejos, etctera).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 181
La experiencia psicodlica revela que la realidad es transformable a partir de
que lo es el sujeto y de que toda transformacin interior del su jeto involucra
una modifcacin de su percepcin de la realidad. Pero esta verdad tambin
tiene el signifcado inverso de que un cambio en el obje to, especialmente en el
objeto tecnolgico y en el conjunto de la riqueza objetiva, debe corresponder
necesariamente una transformacin de los sujetos, en sus perspectivas morales,
en su cultura y en su organizacin domstica de base. Y precisamente el lsd
fue la palanca que permiti concretar ambas transformaciones precisamente
a favor del capital, pero paradjicamente en el caso de sujetos que se hallaban
ms bien dispues tos a contestar al sistema que a cooperar con l; adems,
en un momento en que la administracin y la moral familiar no saban
realmente no saban lo que queran ni hacia dnde deba transformarse la
comunidad domstica capitalista y ms bien insistan en seguir apuntalando
a la familia nuclear monogmica no obstante su probada insufciencia para
servir de pivote en la reproduccin de la fuerza de trabajo.
El lsd pudo ser esta palanca precisamente porque operaba una trans formacin
en el sujeto sin modifcar la realidad y dejndole la transfor macin de la
realidad buenamente al capital. Transformaba al sujeto en un sentido alienante
pero precisamente psicodlico; es decir, con la aquiescencia del sujeto, como
quien comulga con ruedas de molino pero se las pasa con sorbitos de agua
endulzada.
La pldora anticonceptiva y el lsd muestran a las claras en qu mbi to de la
sociedad se estaba jugando en los sesenta la labor de molienda de la historia:
la transformacin de la comunidad domstica capitalista y por supuesto de
su moral y de la concepcin del mundo que la justifca y apuntala. Como
todos los procesos esenciales del desarrollo capitalista, ste fue altamente
contradictorio; incluso como para hacer difcil que el propio sistema lo
digiriera.
El rock psicodlico de los sesenta, un valor de uso que somete integralmente
al sujeto social
El desarrollo del rock and roll entre 1950 y 1970 es un sntoma ntido del
sometimiento real de las fuerzas productivas procreativas al capital que se
profundiz en ese periodo.
En la dcada de los cincuenta, especialmente con Elvis Presley (Elvis,
la pelvis), el rock and roll introduce de manera subrayada el ingre diente
ertico en las letras, la interpretacin y los movimientos del can tante. En
este momento el rock and roll es una msica estadounidense con cierta
infuencia internacional, y durante la dcada de los sesenta ya es francamente
Jorge Veraza
182
mundial. Entre otras cosas, los principales grupos del momento dejan de ser
estadounidenses y pasan a primer plano los de la as llamada ola inglesa.
Pero lo ms importante es que los grupos de Estados Unidos, como los de
otras naciones, no se conforman con profun dizar y hacer ms complejo
el ingrediente ertico, sino que producen una msica que debe estimular
sobre todo al cerebro, una msica de deleite mental, psicodlica. Esta msica
pudo ser bailada pero se la us sobre todo para ser escuchada, a diferencia
del carcter unilateralmente baila ble de la de los cincuenta. se trata ahora
del goce inmediato no tanto en la danza sino en la imaginacin y en la
percepcin de sonidos extraos, distorsionados. Esto indica que, en la cultura
de masas, el sometimien to capitalista del valor de uso musical progres hacia
una ms integral subordinacin de los individuos tanto en su psique como
en su conducta y organizacin interpersonal para llevar a cabo, en fn, un
sometimiento real de las fuerzas productivas procreativas.
En efecto, la infuencia sometiente de la manipulacin del erotismo en la
conducta y la psique de la persona es indirecta, y desde el ncleo ertico debe
remodelar el resto de las percepciones. Pero el sometimiento psicodlico de
los sesenta sin dejar de usar la palanca ertica somete directamente al
resto de percepciones y a partir de la imaginacin ava salla al conjunto de
formas de conciencia: la conducta y la psique quedan sometidas directamente.
El secreto que permite entender que el rock and roll haya podido per durar
en el gusto de la gente, renovndose y recuperando sus posturas clsicas
previas durante ms de seis dcadas, es precisamente la em presa histrica de
remodelacin de la comunidad domstica capitalista.
Pues el rock and roll sirve precisamente a esta remodelacin (es su tona-
da y su ritmo!) todava en curso y que cada vez recibe un nuevo relevo al
desarrollarse la globalizacin del capitalismo conforme avasalla a cada nuevo
pas o a nuevas ciudades dentro de los pases ya ocupados. Los individuos que
integran esas relaciones personales en descomposicin y recomposicin hacia
una nueva fgura de comunidad domstica capita lista, deben ser sintonizados
entre s sincopadamente. Ms an, deben sintonizarse con otras personas en
situaciones anlogas pero de igual desarrollo y maduracin en otros pases
dada la empresa mundial indus trial capitalista que las basamenta y requiere.
El rock and roll es, por su erotismo y psicodelia, por su cadencia y eclecticismo
potico y musical, la msica de esa remodelacin y la del gusto propio de
situaciones de pulverizacin y desgarramiento as como de utpica
reunifcacin sublimada como las que supone la nueva comunidad
domstica capitalista.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 183
Jim Morrison y la crisis de la familia y del valor de uso
La biografa, la experiencia vital, la obra y la ideologa de Jim Morrison,
integrante de The Doors, banda de rock and roll descollante hacia fnes de los
sesenta, son altamente emblemticos de la poca.
La clara percepcin que tiene Jim Morrison de la situacin anfbia
135
en que
se encontraba en esos aos la poltica y la cultura se manifesta cuando dice,
por ejemplo, que hoy en Estados Unidos se necesita ser poltico o asesino
para ser superestrella; as reconoce la politizacin de la cultura de masas y,
al mismo tiempo, su carcter nihilista y destruc tivo. En efecto, si la cultura de
masas se haca cultura del espectculo, el espectculo por antonomasia era
el de la sangre, el asesinato. Ya slo algo as poda conmover en medio de la
cosifcacin y la indiferencia ge neralizadas. Tal destructividad y nihilismo son,
pues, expresin, ni ms ni menos, que del aparentemente pacfco intercambio
mercantil para entonces mundializado.
La experiencia de Morrison es emblemtica sobre todo porque The Doors
expresan una sociedad cuyos valores se encuentran cuestionados y alterados
en el doble sentido de transformados y o exacerbados, en el sentido, entonces,
de que su transformacin ocurre bajo el mtodo del desbordamiento. Y sobre
todo es emblemtica la experiencia de Morrison pero no del conjunto de los
miembros de su grupo musical, pues, incluso a ojos de stos, Morrison se
caracteriz por su constante eleccin de es tar en el borde, de llegar al
lmite (como dice Ray Manzarek en una entrevista).
Los amigos de Morrison decan no querer enaltecer su borrachera sino su
valenta para estar al borde y daban gracias de que fuera l quien lo hiciera
por todos nosotros, grey de cobardes. En la ideologa de estos bigrafos
como tambin en la de Morrison se revela el sentido de muchas ideas de
Friedrich Nietzsche (El nacimiento de la tragedia) y de Georges Bataille (La
parte maldita), idelogo del lmite, el desborda miento y el exceso. La flosofa
de exceso y transgresin que Georges Ba taille construyera entre 1929 y 1949
tanto para lites nihilistas como para un anarquismo radical militante
pero minoritario parece reedi tarse como elemento del sentido comn en
la experiencia de Morrison e impregnar la cultura de masas toda, de la que
es dolo, todava con visos de profundidad no obstante la superfcialidad y
comercializacin vulga rizada del momento.
El lmite de la experiencia del que aqu se trata es el lmite del placer, en el
que lindan la conciencia y la inconciencia, se confunden la muerte y la vida,
135 l mismo se autodefne como reptil sensual (Lizard o Kingshake). l mismo se autodefne como reptil sensual (Lizard o Kingshake).
Jorge Veraza
184
el placer y el dolor; el lmite, en fn, de la experiencia psicodlica y de la
experiencia sexual as como el de lo soportable.
136
El fondo problemtico que toc Morrison, y al que una y otra vez quie re dar
solucin, sin lograrlo, es el de la capacidad o fuerza del sujeto para transformar
el mundo, es decir, para experimentarlo en tanto sujeto. Pero Morrison se
vive como sujeto de un modo pasivo, consumista, como la experiencia del
lmite soportable del sujeto para vivir el mundo; esto es, como el lmite de
sus capacidades de goce, de la capacidad o fuerza que tiene el sujeto para
transformar el mundo en goce; lmite de la con versin del mundo en til, en
valor de uso placentero. Morrison, en todo caso, hace la experiencia del lmite
del sujeto... frente al mundo, pero se ve obligado a hacer esta experiencia del
lmite del sujeto debido a la des mesurada manera en que el mundo pone en
cuestin al sujeto, intenta dar una respuesta a esta desmesura que viene de
fuera slo alcanza a responder con la propia desmesura como un espejo que
se mira en otro espejo para exorcisar la imagen que recibe. Ciertamente el
capitalismo mundial en los aos sesenta del siglo xx puso radicalmente en
cuestin al conjunto de los sujetos sociales, en particular a la juventud. Los
lleva por cierto hasta el lmite de sus posibilidades histrico-concretas, que no
de sus posibilidades antropolgicas en general.
Pero la experiencia de Jim Morrison tambin es ejemplar porque esta puesta en
cuestin del individuo por parte de ese capitalismo conecta con una difcultad
que es tanto ms actual en los das que corren por cuanto que se han cerrado las
alternativas falsas pero consoladoras de re fugiarse contra el capitalismo
en unos pases presuntamente socialistas, los cuales han demostrado no slo
su fracaso sino que en verdad nunca fueron socialistas. Despus del derrumbe
del socialismo real es ms pa tente que la capacidad del sujeto humano para
cambiar la vida como deca Rimbaud pasa por el autocuestionamiento
del sujeto para supe rar sus lmites y slo as ponerse a la altura de los tiempos,
es decir, a la altura de la tarea histrica de transformar el capitalismo en
condiciones en que ste eleva el muro que hay que saltar de nuevo cada da.
Pero la experiencia de Morrison es sobre todo emblemtica para en tender la
poca en que vivi, cuestionado y permanentemente en el borde. En efecto,
llegar al lmite tiene la intencin evidente de trascender y, correlativamente,
de transformar el mundo por el camino de uno mismo transformarse. Jim
Morrison personifcaba en su tragedia personal las contradicciones que viva
en los aos sesenta la comunidad domstica ca pitalista puesta en cuestin y
en curso de ser transformada radicalmente por la presin tanto del desarrollo
tecnolgico como del autoritarismo es tatal, llevada al lmite de sus fuerzas
y posibilidades por el aparato pro ductivo tecnolgico capitalista, esto es,
viviendo la crisis de la familia.
136 Al respecto, vase tambin Georges Bataille, La experiencia interior. Al respecto, vase tambin Georges Bataille, La experiencia interior.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 185
As como los individuos tradicionales portan en la cartera las fotogra fas de su
familia, Morrison portaba en su corazn la crisis de la familia. Por eso poda
fungir como la personifcacin y el sntoma de las trans formaciones, de las
tensiones a las que se vea sometida la comunidad domstica capitalista en
curso de ser refuncionalizada por un proceso de acumulacin tecnolgicamente
modernizado.
An ms, Morrison experimenta la presin que ejerce la tecnologa capitalista
sobre el cuerpo del obrero mundial total no slo como cualquier hijo de
vecino de modo general y mediado, sino inmediatamente, como la presin
del aparato comercial meditico que lo exprime para in crementar sus ganancias;
y, a la vez, en la presin del pblico reconfgurado monstruosamente
por ese mismo aparato comercial con el que Jim Morrison se solidariza
a un tiempo confundindolo y distinguindolo, contraponindolo con el
aparato comercial meditico. Compartieron con l esta trgica condicin, en
diapasones diversos, Jimmy Hendrix y Janis Joplin, muertos a la misma edad y
tambin por exceso de drogas, as como en los noventa Kurt Cobain (cantante,
compositor y guitarrista del grupo Nirvana), ese otro tambin suicidado por
la sociedad, segn reza el ttulo del poema que le dedicara Antonin Artaud
a Vincent Van Gogh.
En sntesis, la tragedia de Morrison concentra implcitamente el
cuestionamiento del sujeto en curso de ser sometido y rebelarse de modo falso,
luego; concentra de modo manifesto y evidente la crisis del sujeto en medio
de la crisis de la familia y en curso de convertirse en agente de la remodelacin
de la comunidad domstica capitalista. Este es el tema dominante de su
experiencia y de sus canciones, en las que se integra me diadamente no slo
el goce sexual/emocional imbricado en la comunidad domstica capitalista
sino todo goce, todo consumo. As, en tercer lugar, la tragedia de Morrison
concentra mediadamente la presin de la subor dinacin real del consumo al
capital sobre el individuo, sobre su fsiologa y su psique. Esta presin lleva
al lmite de las posibilidades de lo que pue de ser til, es decir, qu tanto y
hasta dnde puede el capital deformar no civamente un valor de uso de modo
que ste an siga siendo consumible y parcialmente satisfactorio en trminos
positivos, adems de precipitar la degradacin y enfermedad del sujeto que
lo experimenta.
La ideologa del desbordamiento soberano (Bataille) es, en efecto, ape nas el
reverso de la presin que el capital ejerce sobre el individuo, y precisamente
en el curso de desbordarlo ms all de las posibilidades de autoafrmacin del
mismo individuo y en su intento de consolidar la sobe rana no del individuo
sino del capital en tanto pseudosujeto totalitario.
En la experiencia psicodlica y trgica de Morrison espiga la confor macin
del fetichismo csico que es propio de la subsuncin real del con sumo bajo
Jorge Veraza
186
el capital bajo la forma de fusin psicodelia/placer sexual, es decir, placer de
cosa y placer de sujeto, donde la cosa psicodelia conmue ve erticamente al
sujeto sustituyendo la conmocin ertica autntica provocada por otro sujeto.
Adems, el fetichismo csico se constituye aqu con crueldad y dolor pues las
sensaciones armnicas se han evaporado con el trastocamiento csico de las
mismas. El sujeto se insensibiliza y slo el dolor lo conmue ve, pero el fetichismo
transfgura este dolor en placer masoquista. El desequilibrio y la desarmona
como el supremo placer soberano, como la soberana por antonomasia, es el
mximo grado de alienacin vivido como si fuera el mximo deseo, y el deseo
alienado mximo vivido como lo ms propio y gratifcador; es el Tnatos
del trabajo muerto, el capital, que se autoexperimenta afrmativamente
gozosamente a travs o mediante el individuo vivo que es usado y destruido
en esta experiencia maquinal. Vanme cmo sufro y resisto soberanamente
el sufrimiento hasta morir. El yo se infa al tamao de la Bestia enemiga, la
seala y la denuncia al tiempo que la relega al fondo de la esecana pasando
a primer plano al yo en su soberana resistencia autodestructiva espectacular.
El calvario narcicista de Morrison lo postula como nuevo crucifcado en el
que todos nos reconocemos no con simpata sino apasionadamente, y aun
con fanatismo. As se presenta este suplicio.
137
En realidad el abrazo de Jim
Morrison al placer para transmutar al dolor no es meramente masoquista
sino un desesperado ltimo intento, ante la embestida brutal de la Bestia de
aferrarse a algo positivo de este lado de la vida.
En este fetichismo csico se refeja la poca sangrienta de la guerra fra y su
psicologa de masas una vez que inicia, de modo catico y genera lizado, el
levantamiento de prohibiciones particulares que entran en con tradiccin con
los nuevos ordenamientos del modo de produccin. En esa poca la represin
sexual generalizada ofrece como una alternativa nor mal de excitacin sexual
aquella sustitutiva consistente en el espectculo de la violencia que dice
incrementar el placer e hincha el ego en el curso de matar a la persona que
testifca heroicamente en su propio sacrifcio.
C.2. El automvil
C.2.1. Sobre el automvil como valor de uso mundial. Del automvil a la
televisin (y la Internet)
Todos los bienes seleccionados por el sistema [mercantil capitalista]
espectacular son tambin las armas que le permiten reforzar de modo
constante las condiciones de aislamiento de las multitudes solitarias (Guy
Debord, La sociedad del espectculo).
137 Una dcada antes del deceso de Jim Morrison, Jack Kerouac hizo una experiencia an- Una dcada antes del deceso de Jim Morrison, Jack Kerouac hizo una experiencia an-
loga, la teoriz y novel en On the Road e infuy a millones, entre ellos a Morrison, pero sin
aderezarlo con su intenso consumo de drogas y sin ser estrella del rock (cfr., mi Para la historia
emocional del siglo XX, captulos 4 y 5.).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 187
1. El auto y la continuidad de la opresin capitalista
El mundo moderno es sinnimo de salir a la calle y toparse con el trfco
citadino con su torrente de automviles, espectculo gratuito que tiene lugar
en todas las ciudades del orbe. La vida citadina fuye conforme los automviles
avanzan. Alguna detencin desusada puede signifcar disfuncin poltica: si
una manifestacin detiene el trfco interrumpe la acumulacin de capital y
consumir automviles es fomentar la acumula cin de capital.
Unos funcionan como medios de consumo, otros como medios de pro duccin
y otros a la vez como medios de consumo y medios de produccin. si slo
el ferrocarril cumpliera las funciones del automvil lo veramos entrar en
la fbrica con materias primas, medios de trabajo y gente, cru zarla y luego
salir de ella cargado de productos y gente veramos, pues, con ms claridad
que la conexin entre el proceso fabril y la circulacin de automoviles no es
accidental y externa sino esencial, y que la banda de ensamblaje se contina
en el ir y venir de los automviles.
El automvil que se usa para ir o regresar del trabajo es medio de consumo
individual, pero tambin medio de produccin que posibilita acelerar el
proceso de produccin y por ende la explotacin del trabajo asalariado, as
que aumenta indirectamente la tasa y la masa de plusvalor. Infuye en la
acumulacin de capital porque acelera la rotacin de ca pital no slo cuando
transporta medios de produccin o mercancas sino tambin cuando sirve
al consumo personal. Extiende fuera de la fbrica el dominio de la fbrica
sobre la gente, y sin que le cueste al capitalista sino a quien compra el auto. El
primer logro de la generalizacin del au tomvil fue la ciudad maquinizada,
transformada a imagen y semejanza de una fbrica.
2. El vicio por la velocidad y el capital mundializado
El mercado mundial realizado (mundializacin del capital industrial) en el
siglo xx es impensable sin el automvil. En funcin de ste se ha ur banizado
todo el orbe. Vivimos cotidianamente la dimensin mundial del capitalismo.
Pero qu es eso de experimentar vvidamente la dimensin mundial del
capitalismo?
a) Rotacin de capital y vicio por la velocidad
El vicio por la velocidad que es inherente al uso del automvil revela las
exigencias cada vez ms apremiantes de la rotacin del capital pues est en
constante aumento la medida del capital que hay que valorizar y realizar en
el mercado.
Jorge Veraza
188
Conforme crece la composicin orgnica del capital y el mundo se tecnifca
se necesitan medios de comunicacin y de transporte cada vez ms veloces.
El mercado mundial literalmente succiona, pide, clama, exige medios de
comunicacin y de transporte grandes y de cada vez mayor al cance, de escala
mundial, pues el incremento de la composicin orgnica del capital impone la
necesidad de una rotacin de capital cada vez ms acelerada.
b) El peculiar sometimiento operado por el auto
En este universo funcional el requerimiento del automvil tiene espe cial
importancia. No es un medio de comunicacin que lance mensajes al espacio
para someter las mentes de la gente, ni medio de transporte de masas que,
como el avin o el barco, circule entre puertos areos o marinos o que, como
el ferrocarril, cruce a veces las ciudades, incluso en gran medida bajo la fgura
del metro. El automvil, a la vez que es usado por grandes masas, funciona
como medio de transporte individual. Esta dualidad masivo/individual le
permite estructurar la ciudad y la vida cotidiana desde el nivel atmico de
las relaciones sociales y penetrar ms profundamente en la psique y en la
estructura material de la vida cotidiana.
Los medios de comunicacin desde el telgrafo y la radio hasta la Internet
hacen circular mensajes entre las mentes y las modelan. Pero el automvil
modela el espacio y la distribucin material de la vida coti diana, de la urbe
y del tiempo de trabajo y del tiempo libre de la huma nidad de acuerdo a la
mquina, la fbrica y la acumulacin de capital. Al remodelar las dimensiones
espacial, material y temporal de la vida social en ese orden incide en la
psique social y pasa a remodelar la mente humana con un mensaje objetual
omniabarcante. Y como circula entre las ciudades y en ellas no se ve que tiene
sitiado al sujeto social, pero as es.
c) Mercado mundial y automvil
A travs del automvil, el mercado mundial penetra bsicamente en la vida
de todos y remodela su tiempo y su espacio (para Kant,
138
las dos categoras
a priori del entendimiento segn las cuales pensamos y se ordena toda
percepcin particular de los sentidos).
3. La angustia por llegar y el no proceso
Todos los sucesos internacionales se concretan localmente en el autom vil y, a
travs de l, en la vida cotidiana de las urbes. Todas las succiones y urgencias
138 Emmanuel Kant, Crtica de la razn pura, Esttica trascendental, secciones primera y Emmanuel Kant, Crtica de la razn pura, Esttica trascendental, secciones primera y
seguda
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 189
de la acumulacin de capital mundial se metaforizan en mil urgencias
que inciden mentonmicamente en todos los puntos del trfco citadino y se
concretan genricamente en el vicio de la velocidad y en la angustia por
llegar a tiempo. El proceso no es nada, slo el resultado es algo, eso s, siempre
efmero, que no satisface y slo abre un abismo que inmediatamente debe
ser llenado por la prxima llegada. El automvil y desde l el consumismo
generalizado y su psicologa se concentran y se reestructuran materialmente,
cclicamente.
a) Antiorgasmo y tiempo en tensin
El paisaje no es nada, slo importa llegar; el placer no es nada, slo exis-
te el orgasmo. El placer del orgasmo se vaca conforme los automviles
circulan y cincelan las cabezas y emociones de todo mundo segn un espacio
imposible de puras llegadas... al tiempo en que se consume. El tiempo se
suprime o se falsea porque se lo urge y se lo tensa hasta que pierde identidad
y se espacializa, toma el color, aspecto y confguracin de las condiciones y
espacios que recubre untado en ellos como las envol turas plastifcadas de los
regalos.
Cuntos orgasmos no ocurren hoy en autos, y sin embargo el auto es
antiorgsmico en la misma medida en que sus brillos metlicos ocupan
orgsmicamente las pginas de publicidad.
b) Antiproceso en la Internet y en el auto
La sobrevaloracin del resultado y la llegada sobre el proceso determi nada por
el automvil y su modo de trfco urbano-comercial se refeja meridianamente
en ese otro medio de transporte carretero, la Internet: el solo hecho de buscar
[(el proceso)], nos aproxima, mientras que el mo vimiento [(el resultado) ],
nos separa.
139
La carrera por conectarse, desde la Internet hasta el automvil,
es promovida y cargada de ansiedad por el momento de la compra-venta
mercantil dineraria. cada individuo ais lado se enfrenta a la cosa/informacin
y hace crecer al sistema mercantil-urbanstico o ciberespacial por sobre
los cuerpos y las cabezas de todos. La democracia queda falseada por el
aislamiento y el totalitarismo que cae sobre todos los tomos sociales.
4. El vicio de la velocidad es la introyeccin de la necesidad del capital
El vicio de la velocidad es emocin concentrada que emana del automvil,
adherida a su carrocera, a sus interiores, y es el cordn umbilical que lo
vincula a nuestros corazones, a nuestros genitales, a nuestro cerebro. El vicio
de la velocidad es la actitud bsica ante el mundo y ante el au tomvil; es decir,
139 Daniel Boorstin, citado por Greg Van Alstyne en El ciberespacio y la multitud solitaria, Daniel Boorstin, citado por Greg Van Alstyne en El ciberespacio y la multitud solitaria,
en La Jornada semanal del 27 de abril de 1997, p. 11.
Jorge Veraza
190
ante el consumo en general, pero en el consumo del automvil encuentra su
escenifcacin perfecta, como si de l naciera esa angustia del capital por
valorizarse, y que mediante el vicio de la veloci dad se trasplanta a nuestro
pecho.
El vicio de la velocidad revela la urgencia de la acumulacin de rique za por
acelerar la rotacin del capital, pero tambin que la persona el automovilista,
ese propietario privado consumado est emocionalmente sintonizada con
las necesidades del capital industrial.
El productivismo ahorrador de costos y derrochador de gente propio del
capital en la empresa y el consumismo derrochador de ahorros per sonales e
idiotizador de la gente se sintetizan en el vicio de la velocidad como actitud
propia de la peculiar mquina de consumo que es el auto mvil en tanto medio
para interconectar espacialmente los extremos de la vida social: la produccin
y el consumo.
Esta actitud emana directamente de la produccin industrial para regular la
emocionalidad del consumidor y tensar su alma aqu y ahora desde todos los
puntos del mercado mundial.
5. Sensacin de poder, ego y sometimiento poltico
Pero el vicio de la velocidad es tambin sensacin de poder, pues no slo de-
termina nuestra actitud hacia las cosas en tanto objetos de produccin y
de consumo, sino tambin nuestra actitud hacia los sujetos, es decir, crea
la sensacin de competir con ellos y llegar primero, de hacer y transformar
el mundo slo por el hecho de cambiar de lugar lo ms rpidamente posible.
Esta sensacin de poder engorda el ego al engancharlo y volverlo de pendiente
de lo que el auto ofrece. Pero puede engordar el ego y engan charlo al vicio de
la velocidad slo porque, en el fondo, el automvil y este vicio anclan en la
sexualidad de la gente.
El automvil regula nuestro erotismo urgentista y nuestra actitud cotidiana
presuntamente racional, as como nuestra actitud poltica b sica de ambicin
de poder, de engullirlo a toda velocidad; involucra la ilusin de que
transformar realmente es lo mismo que gesticular y tomar el poder.
Autodenegacin como secreto micropoltico del automvil
El automvil suscita la sensacin de poder por su elevado precio, pues
poseerlo valida lo que tengo y puedo, y porque me eleva sobre los que no
lo tienen, como si los sometiera. Pero no slo eso, sino que en el entrama do
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 191
racional cartesiano de la urbe circulo velozmente persiguiendo metas, aunque
de modo irracional, pues en ello pierdo la vida, el proceso, y sin embargo el
sujeto de tal destruccin soy yo, soberano de la negatividad que yo mismo
conduzco. Es el masoquismo semoviente, lo mismo que la poltica y la
sexualidad que le corresponden, frustrantes y fantsticos pseudorrealizadores.
No es casual que los autos se publiciten con mu jeres bellas semidesnudas
y apuestos galanes y que virtualmente hoy todo tema sexual involucre en
algn momento al automvil. Asimismo la viciosa velocidad autodestructiva
entraa la dilapidacin irracional slo fcticia y simblica de todas las rdenes
dictadas por el poder, incluida la transgresin de alguna seal de trnsito.
6. El automvil como generador de la psicologa social concreta del
capitalismo
El automvil conecta o comunica con mucho ms efciencia y con menos
accidentes que los puntos del espacio que transita. sexo, cotidianidad y
poltica sintonizados en el mismo vicio y en la misma impotencia recu biertos
de sensacin de poder.
Este retorcimiento psicolgico del individuo proviene de su relacin con ese
valor de uso peculiar que es el automvil y los usos que lo contextualizan
bajo el capitalismo. Este objeto concreta estos usos, los anuda tcni camente
esto es, desde su estructura material en la medida en que el automvil es
medio de transporte que comunica a todos los individuos y genera un espacio
concreto automovilstico como la ciudad de Mxico, crucifcada por ejes
viales en el que todos se comunican con todos en la medida en que todos
son sus usuarios y los que no lo son anhelan serlo.
El automvil genera una psicologa social concreta dotada de un espa cio y
una distribucin material sensible estructurada de acuerdo con la idea, la
emocin y la actitud que corresponden a la forma capitalista.
El automvil posibilita la interconeccin sensible entre la psicologa individual
y la psicologa social al sintonizarlas con los requerimientos tecnolgicos,
econmicos, fnancieros, polticos, culturales y consuntivos del capital.
En nuestro mundo de libertad de libertad de circular en autom vil todos
se resisten a abandonar su sujecin y su vicio antiorgsmico. No dilapidar
gasolina suena como represin sexual y opresin poltica.
7. Auto, familia, individuo y comunidad domstica en el capitalismo
El auto familiar acoraza a la familia para defenderla de los embates de la vida
diaria, la afanza. Pero tambin la desestabiliza porque la hace circular.
Jorge Veraza
192
El automvil es, de hecho, el vehculo que interconecta la red de re laciones
sexuales procreativas propias de la comunidad domstica capi talista, que
vino a integrar en su seno a la familia nuclear al lado de la prostitucin, la
homosexualidad, las relaciones entre singles y swingers, la revolucin
sexual entre secretarias y ejecutivos, las comunas, los nios de la calle, las
bandas...
A una tecnologa como la del capital, en red y con ansias de valorizar se, le
corresponde un medio de transporte como el automvil, que circula por
la red de calles, y a ambos les corresponde un tipo de fuerzas pro ductivas
procreativas sexuales determinadas: una comunidad domstica capitalista en
red.
a) Transformacin y afanzamiento de la familia (la otra mquina semoviente)
La irrupcin del automvil puso en cuestin la castidad de la familia al
arrancar de sus casas a las seoritas que eran invitadas a pasear. El miedo
con el que las familias recibieron al automvil a fnes del siglo XIX pareci
desvanecerse con la generalizacin de su uso ya en la prime ra dcada del
siglo XX al constatar que afanzaba ms frreamente los lazos familiares. El
automvil incorpora a la familia en el mismo espacio semoviente y nuclear e
integra la economa familiar cuantitativamente, pero tambin en referencia a
unos usos posibilitados por el auto y que se fueron volviendo imprescindibles.
As cohesiona adicionalmente a sus integrantes, los engoma.
Pero con el paso de los aos mostr ser ms bien un instrumento de
transformacin de la familia y el medio adecuado para la interconexin en
red de la comunidad domstica capitalista. Mediante el automvil, el capital
interviene directamente como poder tecnolgico en la familia.
b) Rigidizacin tcnica de las relaciones de parentesco y morales
La dualidad del automvil como objeto individual privado y objeto fami liar
acoraza a la familia y al yo, pero adems apuntala a ste con aqulla y a la
familia con los yoes.
La familia y el yo son protegidos tecnolgicamente por el sistema en la
misma medida en que, por otro lado, la tecnologa los somete junto con el
conjunto de las fuerzas productivas procreativas, ponindolos al servicio de
la acumulacin de capital.
La proteccin tecnolgica de la familia y del yo redunda en una rigidizacin
tcnica de las relaciones de parentesco y de su moral corres pondiente. Se
trata de una remodelacin tecnolgica de la moral y del parentesco. As
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 193
el automvil se convierte en factor vinculante de la red de la comunidad
domstica capitalista una vez que la revolucin tecnol gica en la industria y
la vida cotidiana ha generado unas relaciones entre los sexos que trascienden
a la familia y su ciclo. No obstante, el acoraza miento del parentesco y la
moral a travs del automvil, si bien represen ta una intervencin tecnolgica
renovadora y funciona como polo rector de la reorganizacin de las fuerzas
productivas procreativas bsicas, res ta fexibilidad a las relaciones sociales
y suscita contradicciones entre el parentesco, la moral dada y las formas
emergentes. Esta rigidez se repite en las actitudes sociales respecto de la
ecologa.
8. La ciudad automovilstica como red del yo
La red de la comunidad domstica capitalista y la red de calles se coper-tencen
y el auto las vincula y sintetiza. La ciudad urbanizada obligada mente en
funcin del auto se muestra como la red del yo, su telaraa y, por ende, como
la objetivacin psicosocial de la psicologa del individuo privatizado; como el
habitat que se hace pasar por natural del pseudonatural ego privatizado que
se renaturaliza mediante aquel habitat.
a) El yo acorazado narcisita y el supery exteriorizado
El auto es el yo acorazado en la misma medida en que acoraza al yo, que
retiene en s la libido que el ego acumula narcisistamente. El auto devie ne
as objeto sexual simblico, falo/vagina, aunque dotado de un poder que lo
recarga hacia el falo. Yo, con auto, soy un falo erecto; sin l, fcido. Este objeto
sexual me protege y me identifca con pap y mam. Adems, es un nuevo
supery exteriorizado, metlico, famante, moderno permisi vo; agente de una
manipulacin de los placeres codifcada prcticamente. Si traes carro, soy tu
chica.
b) Auto igual a ego
Adornar nuestro aspecto y acicalar el automvil (accesorios de lujo, est-
reo, discos compactos, asientos de piel...), brillante por metlico, esto es, por
acorazado, sexual/espacial galctico: megalomana permitida, calle jera y que
compite por marcas aunque todas son megalomaniacas: de la Volkswagen a
la Rolls Roice.
C.2.2. La innovacin Ford en el siglo XX
140
La produccin del Ford Modelo T (1908) hace poca, en el primer tercio del
siglo XX, pues a partir de ella se generaliza la utilizacin del automvil,
140 Tomado de mi El siglo de la hegemona mundial de Estados Unidos, pp. 83-87.
Jorge Veraza
194
primero en Estados Unidos y luego en el mundo.
141
Ford inaugura el consumo
masivo otros modelos de autos econmicos vinieron ao con ao a consolidar
lo que el Ford T inici.
142
Otro momento culminante fue la produccin del
Volkswagen concebido en la Alemania nazi (desde 1933) y realizado al
fnalizar la guerra en 1946. Pronto esta generalizacin suscita y luego extiende
las cintas asflticas en el campo, y las urbes quedan.
1. La innovacin Ford en la urbe
La produccin del Ford Modelo T (1908) hace poca, en el primer tercio del
siglo XX, pues a partir de ella se generaliza la utilizacin del automvil,
primero en Estados Unidos y luego en el mundo.4 Ford inaugura el consumo
masivo. Otros modelos de autos econmicos vinieron ao con ao a consolidar
lo que el Ford T inici.5 Otro momento culminante fue la produccin del
Volkswagen concebido en la Alemania nazi (desde 1933) y realizado al
fnalizar la guerra en 1946. Pronto esta generalizacin suscita y luego extiende
las cintas asflticas en el campo, y las urbes quedan asfaltadas integralmente
con los consecuentes efectos ecolgi cos nocivos.
143
La produccin de un
auto para las masas no para ricos, como era la idea prevaleciente provoc
el crecimiento inusitado de las ganancias.
2. En la fbrica y en la sociedad
Henry Ford (1863-1947)
144
introdujo el automvil de masas y la banda
de ensamblaje
145
para fabricarlo. sta se extendi a todas las ramas indus-
triales. Las necesidades de la produccin en serie obligaron a que la ban-
da de ensamblaje provocara dentro de la fbrica un fenmeno similar a la
generalizacin del automvil; sus continuos perfeccionamientos hicieron que
se desarrollara una automovilizacin de la fbrica que correspondie ra a la
automovilizacin de la sociedad.
141 En 1908 el Modelo T era accesible al consumo masivo (su precio inicial de 825 dlares a 360 En 1908 el Modelo T era accesible al consumo masivo (su precio inicial de 825 dlares a 360
dlares cada ao) y fue aclamado como el auto de todos los hombres de Amrica. En 1927 ya
se haban vendido 15 millones de unidades.
142 Aunque hubo predecesores baratos y populares como el oldsmovile de 1906, el debut del Aunque hubo predecesores baratos y populares como el oldsmovile de 1906, el debut del
Modelo T tuvo un xito instantneo.
143 El incremento del calor y la impermeabilidad del suelo modifcan el ciclo pluvial en las El incremento del calor y la impermeabilidad del suelo modifcan el ciclo pluvial en las
grandes reas urbanizadas; por otro lado, se interrumpe el intercambio electromagntico y de
iones de oxgeno de la tierra con la atmsfera y de distintos tipos de energa con el cosmos.
144 Quien, como se sabe, pudo ver caer a Hitler y al tercer Reich, a los que apoyara con entu- Quien, como se sabe, pudo ver caer a Hitler y al tercer Reich, a los que apoyara con entu-
siasmo econmica e ideolgicamente.
145 En 1914 la primera cinta transportadora poda remover un auto cada 93 minutos. (El En 1914 la primera cinta transportadora poda remover un auto cada 93 minutos. (El
personaje Henry Ford, el hombre del camino, http:htlm.rincondelvago.com/henry-ford.
html).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 195
A la inversa, el automvil promovi la confguracin de la ciudad como
banda de ensamblaje. Este es el secreto de la automovilizacin de la so ciedad:
la generalizacin de este artefacto hizo de la ciudad un mbito so metido hasta
el detalle al productivismo capitalista, con su urgentismo, su mecanizacin y
abstraccin de las relaciones personales y del entorno.
La automovilizacin de la sociedad fue parte del proceso de industriali-
zacin salvaje que el capitalismo desencaden en el siglo XX en acuerdo
con la acrecentada medida de capital local, nacional y mundial. La banda de
ensamblaje y la cinta asfltica fueron correas de transmisin de la mquina
mundial en formacin.
Por qu el Ford Modelo T y no otro? A partir del Daimler (triciclo de 1886),
el primer automvil prctico que utilizaba gasolina como combusti ble, se
perfeccionan los diseos en Estados Unidos y distintos pases de Eu ropa hasta
que en 1901 se logra la forma adecuada del automvil moderno: el Mercedes
Benz. Despus, el Ford Modelo T da el gran jaln, primer auto ya de forma
adecuada construido en serie (motor delantero de gasolina, neumticos,
acelerador de pedal, vehculo cerrado, cilindros, parabrisas, radiador de panel
de abeja, cuatro ruedas, traccin delantera, etctera).
3. En la produccin, la distribucin y el consumo
El automvil es medio de consumo pero tambin medio de produccin. Y
puede resumir ambas cualidades en tanto que es medio de transporte. Al
objetivarse en esta mquina, el capital adquiere un cuerpo sinttico integrador
de la produccin, la distribucin y el consumo, lo cual no es posible en
otras objetivaciones como la mquina textil o la locomotora, etctera. El uso
individual o familiar a escala masiva del automvil, que no est all sobre
todo para conectar ciudades, como la locomotora, sino para interconectar los
mbitos de la ciudad, esto es, para posibilitar una interconexin intraurbana,
puntualiza la efcacia del campo maquinstico del capital en toda la vida
cotidiana.
4. En la poltica y la sociedad civil
La sociedad civil qued transformada en trminos maquinsticos. La de-
mocracia formal burguesa adquiri cuerpo en la mquina democrtica
automovilstica. El consumo individual y de masas qued subordinado
realmente en forma maquinstica generalizada por quedar subordinado
realmente al capital el contenido ahora maquinstico del medio de
transporte individual de masas (Ford invent el sistema de franquicias y
Jorge Veraza
196
autoservicio para comercializar su vehculo). Fue as como en el siglo XX la
ciudad adquiri externamente arquitectura, ritmo de vida, etc tera la
textura de mquina y gran industria que tena la fbrica de mediados del siglo
xix.
5. En la cultura
El automvil como medio de transporte, esto es, medio de comunicacin en
su modalidad de cambio de lugar de personas y bienes, codifca tcni camente
como todo medio de comunicacin en s mismo unas relacio nes sociales
histricas determinadas.
El automvil permiti mecanizar la entera relacin social capitalis ta. Este es
el pivote mecnico de las relaciones de produccin, consumo, intercambio
y distribucin, as como de las relaciones sociales, civiles y polticas. Toda
la cultura recibi un impacto masivo, mecanizante y sometiente con el
automvil, la cuadrcula cartesiana penetr asfaltada en la urbe y en la vida
cotidiana. La racionalizacin totalitaria de todo el me tabolismo social es
factura automovilstica (cultura automovilizada, vale decir autonomizada,
semoviente e independiente del individuo, y ms bien contra ste).
6. La integracin total bajo el capitalismo
Slo a partir de la gnesis del automvil la subordinacin real del consu mo al
capital corre sobre ruedas.
La integracin de todas las ramas industriales de un pas nucleada por
la produccin de la mquina compleja llamada automvil tuvo su pri-
mera versin en el gran complejo industrial construido por Henry Ford
para producir su modelo T. Para 1920, la compaa haba llegado a ser tan
solvente y autosufciente que controlaba plantaciones de caucho en Brasil, una
fota de barcos, un ferrocarril, 16 minas de carbn, miles de acres de bosques
madereros y minas de acero en Michigan y Minesota.
146
La integracin de las
ramas industriales lograda por el modelo T tambin da inicio a la destruccin
ecolgica como devastacin de bosques y acuferos.
El efecto del automvil en la economa nacional tambin incluye la in tegracin
tcnico-funcional de las principales ramas industriales lo cual potenci su
impacto y gener un pujante mercado interno. Ciertamente todo esto ocurri
no por cuenta del mismo y nico propietario privado Henry Ford.
146 Ibid. Ibid.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 197
6.1. Todo el sistema de vida comenz a girar en torno al automvil
Todo se maquiniz en torno a la mquina sinttica de transporte, pro duccin
y consumo que corporeiza al capital. Desde entonces asistimos al espectculo
en perfeccionamiento, al performance creciente de la subor dinacin real de
todos los valores de uso y los procesos sociales al capital dentro y fuera de la
fbrica.
C.3. Subsuncion real del consumo bajo el capital y la biotecnologa
C.3.1. Confuencia tantica de los valores de uso
La riqueza de las sociedades contemporneas, adems de presentarse como
un inmenso arsenal de mercancas (Marx, El capital, tomo i, cap tulo i),
cuyo precio y tonelaje es calculado por las estadsticas mundiales, aparece no
slo en una variedad abundante y fascinante, sino con una nocividad cada
vez ms acusada en casi cada miembro de esta avasalla dora multiplicidad.
Valores de uso nocivos nos circundan por todos lados, los ingerimos, los
habitamos, nos interpelan, nos constituyen. De la coca cola a la comida
chatarra, del automvil al jet, del concreto al asbesto, de las suelas de goma al
polister de nuestros vestidos, de las drogas a los medicamentos (esas drogas
legales), de la tele a la computadora... El metabolismo material de la sociedad
se encuentra degradado en corre lato con la destruccin del metabolismo
ecolgico natural operada por la industria y las urbes modernas. Y existe,
guardada en gigantescos arsenales, una tecnologa de destruccin blica
y policaca como jams se haba visto en la historia de la humanidad, cuya
piedra clave son las to neladas de ojivas atmicas con capacidad para destruir
numerosas veces el planeta si con una no bastara.
Las fuerzas productivas de paz, con sus efectos ecolgicos devastadores, y los
valores de uso nocivos para el metabolismo fsiolgico y psicolgico hu mano
producidos por ellas resultan, en la vuelta del tercer milenio, tan des tructivas
como las fuerzas productivas de guerra propiamente destructivas.
Este hecho contrafnalista, a todas luces irracional, es un rasgo es tructural
de un modo de vida que antes de la dcada de los cincuenta del siglo xx no
presentaba tal inquietante coincidencia tantica? O es slo un rasgo funcional
relativo a las formas monoplicas en que al gunas empresas han intentado
arrebatarles a otras el mercado y las ganancias? Pero no es consustancial con
el modo de produccin espe cfcamente capitalista, esto es, con la maquinaria
y la gran industria?
Jorge Veraza
198
O bien es simplemente un rasgo coyuntural y aleatorio derivado de las bases
sobre las cuales se reproduce la novsima modernidad, esto es, un error de
clculo que una vez registrado puede ser prontamente corregido slo con
sealarlo, as sea con el dedo ndice de los medios de comunicacin de masas?
Desafortunadamente se trata de un rasgo estructural del modo de produccin
capitalista especfco, pero que se evidenci slo en ocasin de su franca
mundializacin industrializada a partir de la dcada de los sesenta del siglo
xx. En lo que sigue demuestro esta afrmacin.
He aqu una inquietante confuencia tantica: la destructividad bli ca del
capitalismo del siglo xx sorprendi a la humanidad en la primera guerra
mundial y la horroriz en la segunda, coronada por las bombas atmicas
arrojadas por el ejrcito de Estados Unidos sobre Hiroshima y Nagasaki. Pero
el siglo de las guerras tambin empez a ser a partir de los cincuenta el de la
creciente destruccin de la ecologa. Registramos las evidencias de este hecho
no slo cada vez que vamos al campo, sino en el aire que respiramos y en la
creciente escasez del agua que bebemos. Pero las noticias de una nocividad
inherente a los objetos de consumo cotidiano provienen slo de mediados de
los sesenta y se volvieron fac tores del sentido comn aunque siempre con
cierto dejo de increduli dad slo en los noventa y en las restringidas capas
poblacionales para las que el deterioro ambiental es evidencia. No obstante,
la degradacin del consumo humano que ocasiona el capitalismo es la clave
para com prender el incremento de la destructividad no slo de la tecnologa
blica sino tambin de la de paz; es decir, en fn, la nocividad estructural de
la riqueza moderna.
Subsuncin real del consumo bajo el capital y enajenacin de las necesidades
El capitalismo mundial posmodernista
147
como ha dado en autonombrarse
alienadamente es la sociedad de la enajenacin ms desarrollada, es decir,
la ms extendida y profunda. En efecto, el capitalismo contemporneo se
ha extendido por todo el planeta y penetra en cada actitud y en cada gesto
humano, conforma cada objeto de consumo y cada mensaje, el espacio
arquitectnico y el urbanstico; regula catastrfca mente los ciclos de sana
y enfermedad de toda la poblacin mundial (el sida es slo un ejemplo entre
otros; los fujos de emigrantes e inmigran tes, el crecimiento y destruccin de
147 Cuando nombro al capitalismo mundial posmodernista, es porque as se autodenomina Cuando nombro al capitalismo mundial posmodernista, es porque as se autodenomina
l mismo y no para que creamos en esa autodenominacin; en realidad sigue siendo moder-
no, no ha modifcado sustancialmente su estatus. Sin embargo esta denominacin enajenada:
posmodernismo, sita de inmediato el tipo de objeto al que queremos aludir: el hoy con la
Perestroika (hasta 1991), con el muro de Berln cado (1989) y desmembrada.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 199
la poblacin mediante hambrunas, guerras o abortos masivos
148
que al mismo
tiempo retuercen su sexualidad y su moral.
149
As, pues, tanto la produccin como el consumo se encuentran hoy enajenados,
es decir, la sociedad burguesa en su conjunto, puesto que toda sociedad existe
entre estos dos extremos, recorriendo la distancia entre uno y otro. En el
capitalismo posmoderno la extensin mundial de la enajenacin capitalista
no slo coincide con la profundizacin de la enajenacin desde la produccin
hasta el consumo sino que ambas son correlativas. Desde 1976 propuse el
concepto de subsuncin real del consumo bajo el capital
150
para comprender
al capitalismo contemporneo en acuerdo a su concepto y segn su realidad
terminalmente enajenada puesto que el consumo es el mbito en el que toda
sociedad se extrema y donde debiera afrmarse fnalmente, pero tambin en
el que el capitalis mo niega integralmente a la sociedad.
La URSS (1991), con el TLC (1994), fraudes electorales y cabezas rapadas, con
Clinton y luego con Bush hijo, el ataque a las torres gemelas de Nueva York
(2001), la guerra contra Afga nistn y contra Irak (2003), y la crisis econmica
mundial ms grande hasta hoy (2007...) a la par del calentamiento global,
etctera. Ese hoy que se denomina autoenajenadamente posmodernista y
deprime a todo el mundo, en el que supuestamente la gente ya no quiere
luchar, renuncia al marxismo porque renuncia a una serie de cuestiones
vitales.
Subordinacin real del proceso de trabajo inmediato y del consumo al
capital y enajenacin.
La teora del plusvalor, la teora del sometimiento real del proceso de trabajo,
etctera, dependen de una teora ms general y englobante que es la teora de
la enajenacin.
En El capital Marx concluye la teora del plusvalor de manera redon da; la tiene
ya bien perflada en los Grundrisse de 1857, y puede verse ya su contenido
preciso aunque no terminolgico en Trabajo asalaria do y capital, de
1847. Pero la nocin global del problema est ya en los Manuscritos de 1844
como teora de la enajenacin del trabajo.
148 Cfr. Jorge Veraza, El aborto y la guerra o cundo le conviene al capitalismo que se despe- Cfr. Jorge Veraza, El aborto y la guerra o cundo le conviene al capitalismo que se despe-
nalice el aborto?, La paradoja temporal del aborto y la espacial de las guerras capitalis tas,
Aborto y sometimiento de la produccin y la procreacin, Opresin obrera y leyes sobre el
aborto.
149 Cfr. Jorge Veraza, Para la historia emocional del siglo XX. Cfr. Jorge Veraza, Para la historia emocional del siglo XX.
150 Cfr. Jorge Veraza, Presentacin de las tesis principales de la crtica de la economa polti- Cfr. Jorge Veraza, Presentacin de las tesis principales de la crtica de la economa polti-
ca: un ejercicio. Vase el captulo IV y en especial el captulo V.
Jorge Veraza
200
Pero si en los Manuscritos de 1844 slo encontramos la nocin gene ral de la
teora de la explotacin, tambin estn all nociones precisas acerca de los
lugares donde ocurre la enajenacin y sus modalidades; por ejemplo, cmo se
inserta en la produccin (trabajo enajenado) o en el conjunto de las necesidades
(enajenacin de las necesidades y, por tanto, la enajenacin del consumo) y qu
funcin cumple para el sistema. Es evidente, pues, que en estos Manuscritos
est esbozada una idea acerca de la enajenacin o sometimiento del consumo.
Durante la dcada de los sesenta del siglo xx se habl mucho de la sociedad
de consumo tanto para glorifcarla porque era sociedad de la abundancia,
donde todos podramos vivir contentos como para criti carla como
diciendo: nos estn cebando como marranos, nos controlan y nos inducen
al consumismo mediante la manipulacin comercial y la ilusin falsa de
abundancia. Pues bien, cuando se hablaba de sociedad de consumo en
trminos crticos se habl de enajenacin. E, incluso, hubo quien lleg a referirse
al sometimiento del consumo, por ejemplo a travs de la manipulacin de las
necesidades mediante la propaganda.
151
Sin embargo esas crticas aludan slo
a una enajenacin ideolgica y por ende superfcial. Por lo tanto ya desde los
aos cincuenta y sesenta del siglo xx era urgente precisar conceptualmente la
enajenacin o someti miento del consumo.
Adems, quienes hablaban de sometimiento del consumo general mente lo
oponan al sometimiento de la produccin para sugerir que en el capitalismo
contemporneo la gente est sometida en el consumo pero ya no en la
produccin. De modo anlogo se habl de capital fnanciero para dejar en
segundo plano al capital industrial; ahora se hablaba de some timiento
del consumo para ya no ver el sometimiento de la produccin. En todo
caso, si haba sometimiento de la produccin ste ya no era pro blemtico,
contradictorio; la gente el obrero estadounidense estaba integrada. En
cambio comenzaba a ser problemtico el consumo como el lugar donde la
gente estaba siendo integrada.
152
Este poda ser entonces el lugar donde se
deba promover la agitacin poltica.
As, pues, por razones polticas, y tambin por ceguera terica y por motivos
ideolgicos contrarios al marxismo, muchas veces se opuso el concepto
de sometimiento del consumo formulado de modo impreciso al de
sometimiento de la produccin, es decir, de explotacin de plusvalor. Ya
era necesario entonces desarrollar el concepto de sometimiento del consumo
conectndolo con el de explotacin de plusvalor.
151 Para nosotros es resaltante que Georg Lukcs y Herbert Marcuse lo hubieran hecho ba- Para nosotros es resaltante que Georg Lukcs y Herbert Marcuse lo hubieran hecho ba-
sados en Vance Packard (autor de Los artfces de la propaganda).
152 Daniel Bell, Las contradicciones culturales del capitalismo Daniel Bell, Las contradicciones culturales del capitalismo
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 201
Este desarrollo es posible si se observa que la tecnologa capitalista produce
un tipo de consumo que garantiza la explotacin de plusvalor. As se puede
hablar ya no slo en general de sometimiento del consumo, sino que
precisaremos, por ejemplo, si se trata de subsuncin formal del consumo, es
decir, de la forma del consumo, o bien del sometimiento de la realidad del
consumo. Estas precisiones no son matices metafsicos, sino formas de dominio
del capital, y que, por tanto, indican de qu modo hay que confrontarlo, cmo
tiene que ocurrir la subversin para que sea ef caz,
153
as como por qu no
han sido efcaces las subversiones hasta ahora, es decir, justamente mientras
no se ha precisado cmo ocurre el dominio. Si no precisas cmo te dominan
tampoco puedes precisar el camino por el cual te puedes insubordinar con
xito. Te rebelas con mtodos obsoletos cuando la teora de Marx habla de
mtodos de dominio que slo ahora, al entrar al tercer milenio, se pueden
ver all fcticamente pues no es una teora del siglo xix sino una teora del
capitalismo en todo su desarrollo; aunque fue construida en el siglo xix, su
horizonte y su campo de aplica cin no se reduce al capitalismo del siglo xix
sino que vas ms all.
No era posible precisar el concepto de sometimiento del consumo sirvin dose
del concepto unilateral y vago de enajenacin que se empleaba enton ces sino
derivndolo del concepto de subsuncin real del proceso de trabajo.
Desde este resultado metodolgico, podemos dar un paso ms en la
recuperacin de los Manuscritos de 1844 y contestar a la pregunta si guiente:
cuando Marx habla de sometimiento o enajenacin de las ne cesidades, lo
hace tan vagamente como los tericos de la sociedad de consumo y otros en
los aos sesenta y setenta del siglo xx? Esta pregunta es tanto ms pertinente
por cuanto que muchas veces aquellos autores se sirvieron de los Manuscritos
de 1844 para apoyar sus argumentos sobre la enajenacin del consumo.
En otro lugar
154
he intentado demostrar que en los Manuscritos de Pa rs
hay una gran precisin y matiz no slo en el uso del concepto de tra bajo
enajenado sino tambin en el de enajenacin de las necesidades y en su
articulacin con el de fetichismo, adems de otros relacionados con distintas
dimensiones de manipulacin psicosocial a travs de la cir culacin mercantil
de determinados objetos de consumo.
En los Manuscritos de 1844 el pensamiento de Marx respecto de la subsuncin
real del consumo bajo el capital no es puntual pero la toca, la alude. Sobre todo
153 Cfr., en este mismo libro, La subordinacin real del consumo bajo el capital y luchas Cfr., en este mismo libro, La subordinacin real del consumo bajo el capital y luchas
emancipatorias de fn de siglo.
154 Jorge Veraza U., La subsuncin real del consumo en la posmodernidad y los Manuscri- Jorge Veraza U., La subsuncin real del consumo en la posmodernidad y los Manuscri-
tos de 1844 de Karl Marx.
Jorge Veraza
202
cuando habla de enajenacin de las necesidades, el horizonte que nos presenta
aunque no lo ejemplifque, porque tampoco exista la multiplicidad de
ejemplos actuales sino slo algunos es de subordinacin real del consumo,
es decir, uno en el que el cuerpo material de la riqueza, todo l, repite al
capital para afanzarlo, es el ser-del-capi-tal-de-otro-modo, para decirlo
parafraseando la irona que Marx hace del modo en que en Hegel se presenta
la naturaleza respecto de la Idea (que es la forma en que en la cabeza de Hegel
se representa el capital).
El capital se vale del valor de uso manipulado, doblegado, torcido, para
apuntalar la explotacin de plusvalor. Por eso alud a la doble co nexin del
concepto de subsuncin real del consumo bajo el capital con el de enajenacin
del trabajo y de las necesidades, por un lado, como, por otro lado, con ms
precisin, con el concepto que se encuentra en El capital de subsuncin
real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital, esa otra forma de decir
explotacin de plusvalor relativo.
En lo que sigue explico paso a paso los componentes y premisas del concepto
de subsuncin real del consumo bajo el capital.
1. Nocividad estructural de los bienes
Nocividad estructural signifca aqu la que es generada por el modo de
produccin capitalista especfco, esto es, caracterizado por lo que Marx llama
sistema automtico de mquinas. Este cuerpo tecnolgico fue producido
histricamente por el capital industrial a partir de someter la realidad del
proceso de trabajo y confgurarlo para optimizar su ca pacidad de producir
plusvalor. Marx denomin este proceso en el que se genera el plusvalor
relativo subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital,
el cual incluye una subordinacin del proceso de trabajo ms bsica, la
subsuncin formal, mediante la cual se produce plusvalor absoluto.
155
Pero
por s misma la remodelacin sometiente del contenido real o tcnico del
proceso de trabajo al capital no implica que en el capitalismo se produzcan
necesariamente valores de uso nocivos para el consumo. Sin embargo, hoy
verifcamos que el contenido mate rial de los valores de uso para el consumo
humano es el soporte de una nocividad que se ha vuelto norma. Por ello hablo
de subsuncin real del consumo bajo el capital y establezco que sta deriva
de la subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital. Esto
es, que el de sarrollo histrico de la subsuncin real del proceso de trabajo
inmediato bajo el capital se confgura hoy como subsuncin real del consumo
bajo el capital precisamente porque la produccin de plusvalor absoluto y
relati vo no est pudiendo ocurrir sino sobre la base de producir valores de
uso necesariamente nocivos.
155 Cfr. Karl Marx, El capital, t. I, captulo X, Concepto de plusvalor relativo. Cfr. Karl Marx, El capital, t. I, captulo X, Concepto de plusvalor relativo.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 203
Para aludir a esta nocividad estructural o derivada del modo de pro duccin
en cuanto tal hablo no slo de subsuncin real del valor de uso al capital
sino de subsuncin real del consumo, precisamente porque el sujeto humano
que consume esos valores de uso no simplemente enfer ma o los rechaza por
nocivos sino que queda sometido a ellos fsiolgicos y psicolgicos de modo
sistemticamente vicioso: la subsuncin real del consumo bajo el capital
no slo es subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital
desarrollada sino, simultneamente, subsun-cin real del sujeto social por el
capital.
156
De tal manera, observada al margen de la subsuncin real del proceso de
trabajo inmediato al capital, la subordinacin real del consumo al ca pital
no produce plusvalor, pero su funcin es garantizar la produccin y la
realizacin del plusvalor en trminos tecnolgicos consuntivos. Por lo tanto
garantiza asimismo la continuidad de la reproduccin del plusvalor. Se trata
de una categora tecnolgica, econmica y sociolgica, pero tambin poltica
y psicosocial, adems de fsiolgica y, segn veremos, ecolgica, esto es,
radicalmente histrico.
2. Diez tesis sobre la subsuncin real del consumo bajo el capital
La subsuncin real del consumo bajo el capital es la forma actual de la
subordinacin real del proceso de trabajo inmediato al capital. Esta forma
muestra sus primeros indicios desde 1850, pero slo se consolid durante la
segunda posguerra mundial, en particular en la dcada de los sesenta del siglo
xx. A partir de 1850 el capitalismo desbord su medi da continental hacia la
empresa histrica de alcanzar una medida mundial,
157
la cual fue vigente slo
una vez destruida Europa y promovido el capitalismo norteamericano como
hegemonista econmico y geopoltico mundial. La subordinacin real del
consumo al capital es la subordina cin real del proceso de trabajo inmediato
al capital que corresponde a la medida mundial del capitalismo. Tan redondo
como es el dominio del capital sobre el mundo lo es su dominio en toda la
sociedad, desde la produccin hasta el consumo. Tan redondo y real, no slo
formal. Slo un sometimiento real del proceso de reproduccin social como un
todo puede corresponder a la subsuncin real del mundo por el capital pues
el mun do es el valor de uso total de la reproduccin ntegra de la humanidad.
Pues bien, la reproduccin se completa o redondea en el consumo esta es
su hebilla, por as decirlo en la misma medida en que ste es el ex tremo
opuesto a la produccin, luego del cual recomienza aqulla. Por lo tanto lo
especfco de la subordinacin real de la reproduccin al capita se juega en
la subordinacin real del consumo. Por ello lo especfco de le subordinacin
156 Cfr. Jorge Veraza U., Proletarizacin de la humanidad,..., en este volumen. Cfr. Jorge Veraza U., Proletarizacin de la humanidad,..., en este volumen.
157 Cfr. mi Revolucin mundial y medida geopoltica de capital. Cfr. mi Revolucin mundial y medida geopoltica de capital.
Jorge Veraza
204
real del mundo al capital es la subordinacin real del con sumo al capital. As
como la pregunta sobre qu signifca explotar plus valor es explicada a travs
de la pregunta sobre qu signifca producir en trminos capitalistas, lo que
obliga a exponer las determinaciones de modo de produccin capitalista en su
conjunto y la respuesta son lo tres tomos de El capital, del mismo modo
la pregunta por qu signifca la extensin mundial del modo de produccin
capitalista o, en otros trminos, qu signifca la mundializacin capitalista es
explanada a trav de la respuesta a la cuestin por qu signifca dominar
en trminos capitalistas todo el planeta. Como la tierra es el reservorio y el
laboratorio original (Marx, Grundrisse) de la humanidad, el valor de uso
objetive total, esta interrogante se responde hablando del sometimiento total
de valor de uso, es decir, de la subsuncin real del proceso de trabajo y de
consumo bajo el capital.
La subsuncin real del consumo bajo el capital ocurre en la realidad de este
consumo, es decir, en los valores de uso: el consumo y sus valores de uso
han sido sometidos a las necesidades de acumulacin de capital. An ms,
esa realidad del consumo que son los valores de uso est sometida no slo
formalmente, el consumo humano est determina do por el capital no slo
en su cantidad y en la forma en que se efecta sino que el valor de uso es
sometido realmente al capital.
As, pues, tal y como las caractersticas materiales del oro sirven a la
funciones sociales del equivalente general dinerario o, ms an, as como
las caractersticas materiales tiles de la mquina sirven a la necesidad
de explotar a la clase obrera cada vez ms plusvalor relativo, asimismo la
estructura material del valor de uso ha sido determinada de tal manera que
responde a las necesidades sociales del capital, a la explotacin y acumulacin
de plusvalor. As como la culminacin de la subsuncin real del proceso
de trabajo inmediato bajo el capital es la maquinaria y la gran industria, el
desarrollo de la subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el
capital es la subsuncin real del consumo bajo el capital.
En efecto, slo una vez existiendo las mquinas sometidas al capital
es posible que stas vomiten valores de uso sometidos al capital desde su
estructura material; ahora el sometimiento de los seres humanos al ca pital
ya no slo es econmico y poltico, ni solamente ideolgico y cultural
incluido el sometimiento moral. El sometimiento pasa a ser fsiolgi co pues
dependemos vitalmente del capital, es decir, del modo de vida y no slo del
modo de produccin instaurado por el capital, nuestro proceso de vida est
adherido viciosamente a l, devenimos dependientes y codependientes de
los valores de uso nocivos que produce, y no slo a travs de los cigarrillos,
licores y drogas que vende sino de todo el sistema de necesidades que instaura,
tambin las que parecen inocuas. A partir de aqu todos los restantes factores
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 205
del sometimiento social se redimensionan cualitativamente; por ejemplo,
cada vez ms el sometimiento pol tico se profundiza en un sometimiento
psicosocial y, por tanto, sexual, al modo en que surgi la psicologa de masas
del fascismo o, despus, la cultura de masas prefgurada en la propaganda nazi
y consolidada en la segunda posguerra mundial para apoyar la hegemona
mundial de Estados Unidos.
158
La dependencia vital fsiolgica al modo de vida instaurado por el capital
tiene la funcin de desarmar a la revolucin ya antes de que se levante en
armas contra el capital. La subsuncin real del consumo bajo el capital es
idntica con el sometimiento capitalista del sujeto social re volucionario. O
bien, como formul el fenmeno para indicar el contenido especfco de la
historia del siglo xx a diferencia de la del xix,
159
consiste en el sometimiento
del sujeto social mundial en tanto fuerza revolucionaria no slo en tanto
fuerza de trabajo, o en tanto sujeto trascendente respecto del capitalismo.
El consumo humano es donde mejor resaltan las caractersticas espe cfcas
de la subsuncin real del consumo bajo el capital, por eso comenc a exponer
este concepto por all. Y porque desde este punto se radicaliza en trminos
fsiolgicos su funcin sometiente de la fuerza revoluciona ria del sujeto. Es,
pues, la punta de lanza del desarrollo capitalista con temporneo. Pero la
subsuncin real del consumo bajo el capital no se reduce al consumo humano.
En primer lugar, para crear nuevos valores de uso sometidos al capital y
nocivos para la fsiologa humana desde su sustancia o estructura material, se
requieren cada vez nuevas maquina rias, una renovacin tecnolgica constante.
Pues bien, lo peculiar de las innovaciones tecnolgicas en el siglo xx sobre
todo durante la segunda posguerra mundial consiste en que el sentido de
las mismas apunta justamente a la subsuncin real del consumo humano bajo
el capital. Por lo que la subsuncin real del consumo bajo el capital incluy
o sobre-determin a la subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo
el capital. sta se cierra en crculo sobre s misma. As, la subsuncin real
del consumo bajo el capital no incluye slo al consumo humano sino que,
para incluirlo, debe abarcar el consumo productivo: la remodelacin del valor
de uso de la tecnologa pero precisamente en el sentido del some timiento
del consumo humano. Todo tipo de basura txica y sobreabun dante es el
resultado, amn de la destruccin directa de la ecologa, y un etctera que
conceptualizo en la siguiente tesis.
158 Cfr. mi Crisis y desarrollo de la hegemona capitalista. As como mi El siglo de la hege- Cfr. mi Crisis y desarrollo de la hegemona capitalista. As como mi El siglo de la hege-
mona mundial de Estados Unidos.
159 En el contexto del ciclo de mesas redondas Jornadas del 68, realizado en diversas
institu ciones de educacin superior de la ciudad de Mxico durante 1993 con motivo del ho-
menaje al veinticinco aniversario de las gestas acaecidas en 1968.
Jorge Veraza
206
La inclusin del consumo productivo dentro de la subsuncin real del
consumo bajo el capital la valida como forma de la subsuncin real del
proceso de trabajo inmediato al capital y, a la vez, nos lleva a con siderar como
partes de ella no slo los valores de uso que median la relacin del capital
con los consumidores, de la produccin con el con sumo humano (alimentos,
drogas, automviles, electrodomsticos, es pectculos, libros, etctera) sino los
valores de uso que son la premisa de ese consumo humano (las mquinas,
las computadoras, etctera) y an ms a los valores de uso que son premisas
para el consumo pro ductivo. Pues tales premisas lo son de la subordinacin
real del pro ceso de trabajo inmediato al capital, forman parte de ella, no le
son exteriores. Se trata del territorio, las materias primas, los energti cos, la
ecologa, y la biodiversidad, del dominio geopoltico del mundo, etctera.
En fn, todas las condiciones materiales de existencia de la sociedad humana
van quedando subsumidas realmente al capital, eso es la subsuncin real del
consumo bajo el capital, y precisamente en tanto el sometimiento real de todas
las condiciones materiales apunta a lograr la subsuncin real del consumo
humano y por l es promovido el sometimiento del conjunto, es su motor y su
gua, su horizonte y telos inmanente. A partir de aqu adquiere sentido todo
el proceso y recibe funcin posicional cada factor del mismo.
He aqu la subsuncin real de la reproduccin social como un todo centrada
en torno a la subsuncin real del consumo humano.
La subsuncin real del consumo bajo el capital incluye, as, el arma mentismo
y la estrategia militar el complejo militar industrial como produccin de
valores de uso nocivos, la lucha por el petrleo, el cre cimiento del Estado y
de su intervencin en la economa y en la vida social en tanto garante de las
condiciones de la reproduccin de capital, no digamos la conformacin de
un valor de uso cultural sometiente la cultura de masas y la manipulacin
psicolgica del consumo a travs de la propaganda, etctera. Muchos de
estos fenmenos han sido anali zados aisladamente por diversos autores desde
fnes de la dcada de los treinta del siglo xx pero sin dar razn unitaria del
conjunto, y menos desde las necesidades de la produccin material capitalista.
El concepto de subordinacin real del consumo al capital s lo permite, sobre
todo si se capta el hecho al que se refere como causa contrarrestante global
de la cada tendencial de la tasa de ganancia y por lo tanto como parte de
la comprensin del desarrollo capitalista con base en esa ley formulada por
Marx.
Como se sabe, la nocin de sociedad de consumo tiende a negar la primaca
de la produccin en la economa y en la sociedad y la primaca de la explotacin
de plusvalor por sobre toda otra alienacin y por sobre toda gratifcacin
institucional desarrollada por el sistema para inte grar a los explotados.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 207
Podemos ver esto en los ms importantes intentos de explicacin del
capitalismo contemporneo como los de Marcuse (El hombre unidimensional,
Eros y civilizacin), Baran y Sweezy (El capital monopolista), Seymour
Melman (El capitalismo del pentgono), Michael Kidron (autor de diversos
ensayos relativos a la produccin blica como motor de la acumulacin). O
bien se cree que el sometimiento del consu mo depende slo de la manipulacin
subliminal de la propaganda pero sin tener en cuenta la nocividad fsiolgica
de los valores de uso como pivote de la enajenacin material por sobre la cual
y para la cual y, con base en la cual tiene efcacia la manipulacin ideolgica
y psicolgica.
160
As Lukcs y Marcuse hablan del sometimiento del consumo
infuidos por Vance Packard (Las formas ocultas de la propaganda, 1959) y
el neoconservador Daniel Bell habla de las contradicciones culturales del
capitalismo como si ya slo lo cultural fuera problemtico.
En este mismo orden de ideas se mueve el anlisis de Jean Baudrillard en sus
libros Sistema de los objetos y Crtica de la economa poltica del signo, donde
la alienacin promovida por los bienes de consumo o bien es slo ideolgica y
psquica o bien est determinada por la distri bucin espacial del objeto por
ejemplo el living room, etctera. Evi dentemente aqu Jean Baudrillard se
halla infuido positivamente por el urbanismo, en particular a travs de Henri
Lefebvre, as que lo que ofrece de materialismo en sus anlisis crticos del
consumo hay que re trotraerlo a La situacin de la clase obrera en Inglaterra
de Engels y a la ilustracin de la ley de la acumulacin de capital que presenta
Marx en el captulo xxiii del tomo i de El capital, ambos textos muy infuyentes
en Henri Lefebvre. Pero es evidente que la materialidad de los valores de uso
no se agota en el espacio. Este es slo su aspecto general y bsico, es decir,
en tanto res extensa, digamos. Pero la subordinacin real del consumo al
capital alude a la transformacin cualitativa de la sustancia de los valores de
uso.
Este concepto radicaliza el concepto de enajenacin porque lo confgu ra como
enajenacin material o, si se quiere, es la concrecin de lo que Marx entiende
por enajenacin desde 1844 superando la concepcin de la enajenacin como
hecho slo religioso e ideolgico que tienen Hegel y Feuerbach, o la enajenacin
slo poltica que ve Arnold Ruge, siempre reductible a enajenacin ideolgica.
La subordinacin real del consumo al capital es la subsuncin real del
consumo humano y del consumo productivo y de sus premisas mate riales
(el espacio geogrfco y el ecosistema). Pero es tambin la subsuncin real
de esa otra premisa del proceso de trabajo que es el propio sujeto humano
en tanto valor de uso peculiar, es decir, en tanto procreador de la fuerza de
trabajo que debe ser explotada. As, pues, la subsuncin real de las fuerzas
productivas procreativas es el tercer componente general del fenmeno al que
160 Cfr. W. Abendroth et al., Conversaciones con Lukcs (1974). Cfr. W. Abendroth et al., Conversaciones con Lukcs (1974).
Jorge Veraza
208
nos referimos, junto con la subsuncin real de las fuerzas productivas tcnicas
y la del consumo humano. La subsuncin real de las fuerzas productivas
procreativas bajo el capital arranca desde el nivel familiar y domstico y
avanza hacia las formas de asociacin personal, civil y polticas e incluye la
refuncionalizacin de la cultura en tanto aparato formador de sujetos que
no procreador, por supuesto (aunque hoy las imgenes culturales logran
crear sujetos funcionales al sistema segn modelos troquelados). De tal
manera, la base de la subsuncin real de las fuerzas productivas procreativas
bajo el capital es la remodelacin de la comunidad domstica capitalista
(proceso que se desencaden virulentamente en la dcada de los sesenta con
la pro-letarizacin del trabajo femenino y del trabajo intelectual, la revolucin
sexual, la pldora anticonceptiva curioso valor de uso sometido al capi tal,
la protesta feminista y gay,
161
etctera).
3. Fetichismo csico: erotizacin de las cosas y cosifcacin de Eros
La subsuncin real del consumo se caracteriza por la produccin de un feti-
chismo csico en el que no slo se cosifcan las relaciones sociales y surge la
fguracin de relaciones sociales entre cosas como en el fetichismo de la
mercanca sino que se trastorna la sustancialidad del valor de uso y ocu-
rre la ms patente y obnubilante cosifcacin de las relaciones erticas y la
erotizacin de las relaciones csicas. El fetichismo se materializa, se energe-
tiza y se vuelve deseo sexual que se trastoca a su vez en hambre compulsiva.
El valor de uso nocivo producido por la tecnologa destructiva de paz del
capital que responde a las necesidades de acumulacin de capital antes que
a las humanas, cuyo contenido de plusvalor presiona para unilateralizar
y deformar nocivamente el contenido til, logra este esta tuto subordinado
realmente al capital slo en la medida en que el capital opera correlativamente
un trastocamiento del sistema de necesidades del sujeto humano en torno a
un principio estructurante que consiste en torcer el sentido del deseo sexual
hacia el sentido del hambre y a su vez, el sentido del hambre hacia el del deseo
sexual. Este ltimo es deseo de deseo y tiene al sujeto y su ilimitacin como
modelo, mientras que el hambre es deseo de objeto y los lmites del mismo son
su satisfaccin (Hegel). La alteracin psicosexual y psicosocial as generada
amarra vi talmente la enajenacin de la socialidad en cada individuo.
Pues bien, la erotizacin de las cosas promueve un irrefrenable consumismo
ilimitado y postula al objeto til como equivalente general del sujeto y que
lo domina sin satisfacerlo plenamente; mientras que la cosi fcacin de Eros
161 Tuve oportunidad de hablar con cierto detalle respecto al posmodernismo y la comunidad Tuve oportunidad de hablar con cierto detalle respecto al posmodernismo y la comunidad
domstica capitalista en la conferencia que impart en la UAM-I (en mayo de 1993) con el ttulo
irnico de que Si el ao 2000 es posmoderno, el 68 fue el fn de la modernidad?
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 209
reduce a cosa al mismo sujeto y reduce satisfaccin plena que deba conferirle
a una atomizacin y segmentacin del sentido. Cada objeto funciona como
una droga heroica. As se opera la reproduccin ampliada de insatisfaccin
y displacer, de suerte que Tnatos parece ser quien completa los puntos
suspensivos de tal prdida de sentido vital y humano. El objeto y el trabajo
muerto dominan al sujeto vivo a travs de la cosifcacin de Eros, a la que se
ana la fabricacin industrial crecien te de Tnatos.
162
Pues bien, la reciprocidad negativa
163
que los medios de comunicacin
estructuran materialmente y la ideologa dominante esparce en cada mensaje
es concretada en el fetiche csico propio de los valores de uso sometidos al
capital en la erotizacin de las cosas y en la cosifcacin de Eros cuyo
anclaje objetivo ataca violentamente a la fsiologa hu mana. Esta funcin
nociva omnilateral es codifcada en el valor de uso. La relacin imperialista se
ve concretada as en cada objeto en tanto productor de reciprocidad negativa.
La reciprocidad negativa es produ cida a partir de daar el metabolismo
fsiolgico humano. De este modo el destino del individuo as trastocado es
sintonizado con el del mercado mundial capitalista.
Pero los seres humanos guardan relaciones omnilaterales con el cos mos, con
el planeta Tierra, con la biosfera y su biodiversidad. La medida actual de
capital no alcanza para trastocar el cosmos pero s para sin tonizar el destino
de la biodiversidad con las necesidades del mercado mundial y, por ende, con
las necesidades artifciales del individuo consu mista csicamente fetichizado
agente de la subsuncin real del consumo bajo el capital. La nueva empresa
as perflada pertenece al mbito de la biotecnologa, en particular al de la
ingeniera gentica; para ser ms preciso, al capital biogentico.
C.3.2. Biotecnologa
1. Dos andanadas de la subsuncin real del consumo en el capital en la
agricultura en el siglo xx
La revolucin verde de los aos cincuenta fue impulsada por institucio-
nes pblicas cuando Estados Unidos era ya hegemonista mundial y la gran
162 El trmino de Tnatos acuada por Ernest Jones, biogrfo de Freud designa al prin-
cipio freudiano de muerte (Ms all del principio del placer, 1929). Asumo aqu la crtica que
Wilhelm Reich hace de esta nocin en El carcter masoquista (captulo de El anli sis del
carcter (1934), como una formacin no originaria ni autnoma sino reactiva, una deformacin
del principio de placer propia de una poca histrica que deniega omnilate-ralmente al sujeto
humano y no una caracterstica natural del alma humana segn crey errneamente Freud.
163 Cfr. Jean-Paul Sartre, Crtica de la razn dialctica (1961), introduccin. Cfr. Jean-Paul Sartre, Crtica de la razn dialctica (1961), introduccin.
Jorge Veraza
210
industria dominaba en todos los pases del orbe, concurrentes a un mercado
mundial maduro esbozado 100 aos atrs.
164
En esta revolucin tecnolgica
agrcola preponderaron formalmente los intereses naciona les, pues tuvo
como sujeto del proceso a los Estados capitalistas de los distintos pases. De
ah que la degradacin del valor de uso ecolgico y alimentario provocado
por el uso masivo de pesticidas, fertilizantes y maquinaria fuera menor que la
subordinacin real del consumo al ca pital propia de la revolucin tecnolgica
de los ochenta y los noventa, promovida nicamente por las transnacionales
de las semillas, de los agroqumicos y de la industria alimentaria.
165
Ahora
la motivacin del proceso es el ms puro afn de lucro y control monoplico
vertical y hori zontal de toda la rama y la produccin agrcola tiene como
referente no al Estado nacional capitalista sino al mercado mundial globalizado
bajo la hegemona total de Estados Unidos y la generalizacin del capitalismo
salvaje neoliberal. En este escenario es posible que Monsanto venda el
herbicida llamado Round up junto con las semillas tolerantes
166
al mis mo
para esclavizar tecnolgicamente a sus compradores. El tipo de coercin
social (subordinacin formal) que esta tecnologa involucra en tanto pieza
de subordinacin real del proceso de trabajo inmediato al capital es, pues,
necesariamente nociva tambin para el consumo. Es as como la subordinacin
real del proceso de trabajo inmediato al capital deviene subordinacin real del
consumo al capital.
2. Tipo de tecnologa. De la revolucin verde a la biotecnologa
La tecnologa que se utiliza en la agricultura capitalista no es neutral; no slo
lleva la impronta de ser un medio para acrecer la explotacin de plusvalor
relativo que habr de refejarse en las ganancias lo mismo que la industria
urbana sino que apunta, adems, a reducir la duracin de los ciclos
naturales para acortar los ciclos de rotacin del capital.
167
Es evidente que el
acortamiento del ciclo natural del desarrollo vegetal se traduce en alteraciones
y deformaciones nocivas de la calidad biolgica y alimentaria de los cultivos
y que la historia de la agricultura capitalista ha sido la de la sistemtica
transgresin de esos ciclos naturales, desde los de los bosques hasta los de los
164 Karl Marx analiza al proceso de constitucin de este esbozo de mercado mundial en De
mayo a octubre de 1850.
165 Arnaud Apoteker, Introduccin a los organismos genticamente modifcados, p. 52.
166 Ibid., p. 53.
167 Marx estudia este problema en la seccin segunda (La rotacin del capital del tomo II de
El capital. Los dos factores del capital el capital variable, dedicado a salarios y del que debe
generarse el plusvalor, y el capital constante, dedicado a la inversin tecnolgica, en materias
primas e instalaciones presionan mediante la conformacin de un tipo de tecnologa que
permita deformar los ciclos naturales en direccin a su acortamiento tem poral. La distincin
entre capital circulamte, que incluye al capital variable y una parte del capital constante, y
capital fjo que incluye al resto del capital constante, evidencia esta desproporcin de la rotacin
de capital respecto de los ciclos naturales.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 211
cultivos forrajeros y para el consumo humano. El surgimiento de la ingeniera
gentica en especial transg-nica es slo la culminacin de este proceso.
El carcter antiecolgico de la agricultura capitalista es, pues, estruc tural y
desde hace siglos la produccin de valores de uso intrnsecamente nocivos
para el consumo humano ha venido ocurriendo en primer lugar en esa rama.
3. Subordinacin real del consumo al capital, proletarizacin campesina y
transgnicos
Ya hemos visto que la subsuncin real del consumo bajo el capital no slo es
correlativa a la mundializacin del capitalismo industrial sino tambin a la
proletarizacin de la humanidad.
168
Por supuesto, el sector social productivo
que es ms importante proletarizar es el campesinado, y precisamente como
proletariado agrcola. Desde el nacimiento del capi talismo hasta la dcada
de los ochenta del siglo xx la proletarizacin del campo no haba podido ser
completa, pero la produccin y comercializa cin de semillas transgnicas
parece ser el instrumento que la posibilita en la medida en que le expropia
al campesino la capacidad de sembrar la semilla remanente de la primera
cosecha porque la industria biotec-nolgica penaliza en trminos econmicos
y judiciales, guardar, regalar o intercambiar la semilla que ha sido patentada.
El campesino queda entonces atado y, de generalizarse los transgnicos,
se convertir ni camente en un obrero especializado en la fabricacin de
productos que atienden slo las necesidades del mercado.
169
El campesino
estaba slo formalmente proletarizado al quedar sometido al banco al que
deba pa gar prstamos e intereses mientras que el sometimiento que ahora
nos ocupa arraiga en el proceso de produccin mismo, de tal manera que los
transgnicos promueven una proletarizacin tcnica del campesinado aunque
formalmente el proceso parezca funcionar an bajo su propiedad y control.
Tal parece que la proletarizacin integral del campesinado slo ha sido posible
si el capitalismo a la vez degrada txicamente el producto de la cosecha y
lleva la destruccin de la ecologa hasta niveles genticos.
Al viejo trauma de la acumulacin originaria del capital que le expro pia
al campesinado su relacin directa con la tierra (su naturaleza exter na), el
neoliberalismo de la vuelta de milenio le aade la expropiacin completa
de nuestra relacin directa con todo lo vivo, desde la biosfera hasta nuestra
propia naturaleza interna. La actual expropiacin del c digo gentico (los
actuales derechos de patente sobre el genoma humano y el de los cereales que
168 Cfr. Jorge Veraza, Proletarizacin de la humanidad y subsuncin real del consumo bajo el
capital.
169 Arnaud Apoteker, op. cit, p.58. Arnaud Apoteker, op. cit, p.58.
Jorge Veraza
212
soportan a nuestra civilizacin) viene a rematar una expropiacin del cuerpo
humano que el capital ha venido realizando a lo largo del siglo xx por medio
de la subordinacin real del consumo al capital (en tanto subordinacin de
la calidad de la vida mediante el desa rrollo de las industrias farmacutica
y alimentaria as como el narcotr fco, la produccin de enfermedades y el
trfco de nios y rganos).
170
4. Los transgnicos son valores de uso subordinados realmente al capital.
Los transgnicos son valores de uso nocivos en trminos sociales, ecol gicos
y salutferos (tanto alimentarios como medicinales). Veamos lo que nos dice
Silvia Ribeiro.
171
En el caso de la soya rr transgnica usada por ejemplo en alimen-
tos para beb, la gente se alimentar con herbicida al consumir la; es
herbicida y slo aparentemente alimento. Antes la soya no era alergnica,
pero la transgnica lo es en alto grado. La gente no lo sabe y las compaas
biotecnolgicas son renuentes a advertirlo en la etiqueta. En los procesados
fnales para el consumo humano se encuentran residuos txicos de glifosfato
hasta 200 veces mayores.
Veamos el caso de las TRUG tecnologas de restriccin de uso gen tico
denominadas popularmente terminator y traitor.
Terminator es una tecnologa que produce semillas estriles en la segunda
generacin para obligar al productor a que vuelva a com prar semillas. Este
valor de uso de diseo es nocivo para la eco noma popular pues somete y
proletariza realmente al consumidor productivo de la semilla, el campesino.
Tambin atentan contra el modo de vida agrcola tradicional porque
someten y proletarizan realmente o desde la tecnologa al cam pesino los
transgnicos que obligan a los productores a usar deter minados productos
qumicos propiedad de la misma compaa que vende la semilla si quieren
lograr que sus cultivos sean exitosos [...] e incluso que no se enfermen. Aqu
el campesino sufre una de pendencia doble: de la semilla y del herbicida que
funciona tambin como estimulante qumico-gentico de la semilla.
La convencin de armas txicas y biolgicas de la onu en Nairobi (mayo de
2000) adopt la moratoria para prevenir el uso comercial de ciertas armas
secretas transgnicas, tecnologa destructiva y a la vez constructiva o de paz
cuya nocividad puede ser activada por inductores externos, por ejemplo
fumigacin, calor, etctera.
170 Cfr. Andrs Barreda, Atlas geoeconmico y geopoltico de Chiapas, pp. 96-97.
171 Silvia Ribeiro, Transgnicos: un asalto a la salud y al medio ambiente, RAFI. (silvia@raf.
org, y http://www.raf.org, pg. 3, julio 2000).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 213
Ninguno de los anteriores es un valor de uso atractivo para el consu midor,
y ante las protestas y prohibiciones europeas a importarlos, las empresas
biotecnolgicas impulsaron los transgnicos vitamina dos y nutricuticos o
que incluyen vacunas (por ejemplo en el plta no). Por supuesto sin eliminar
las caractersticas previas (termina-tor y de doble dependencia semilla/
herbicida): las estn sumando. Estos transgnicos en particular son valores
de uso triplemente no civos porque adems de daar al campesino y al
consumidor fnal ocultan esa nocividad en presuntos enriquecimientos del
producto. Los anteriores tipos de transgnicos (1-4) lesionaban el consumo
hu mano al priorizar la prosecusin de ganancias y la garanta de stas
mediante el dominio del capital sobre la conducta del campesino, es decir que
exaltando otro aspecto redundaban en pisotear/someter el consumo fnal,
combinacin materialmente nociva y sometiente a la que se aade ahora (5)
el sometimiento ideolgico del consumo que se hace al ocultar informacin.
Este ocultamiento revela que el incremento de racionalidad en el capital se
corresponde con la erosin
172
de la misma para los seres humanos, y que la
degradacin de la conciencia es correlativa a una nocividad material que se
oculta mediante la promocin espectacularista para usar una expresin de
Guy Debord de algn aspecto del valor de uso en cuestin. Cabe aclarar que
la degradacin de la conciencia y la promocin espectacularista de la imagen
del valor de uso junto con el fetichismo de la mercanca se inscriben en la
metabolizacin de la nocividad material producida por la subordinacin real
del consumo al capi tal.
Para el diseo de transgnicos se utilizan virus, bacterias y plsmidos,
todos los cuales tienen un alto potencial recombinatorio. Es decir, prosiguen
intercambiando material gentico con otros mi croorganismos incluso dentro
de nuestro propio organismo.
173
Estos objetos de consumo producen nuevas
enfermedades vricas y bact ricas (bola, hantavirus, etctera) y vuelven
resistentes enfermeda des antes controladas como la tuberculosis y la
malaria.
Este valor de uso es imprevisiblemente nocivo de modo estructural no es
casual pues la operacin transgnica es en general altamente imprevisible y
trabaja sobre la base de esa ignorancia del cientfco acerca de genes que
pueden recombinarse aun estando fuera del ncleo. Su efecto ms drstico
172 Sobre la nocin de erosin cultural, cfr. Pat Roy Mooney, The ETC Century Erosion, Tech-
nologycal Transformation and Corporate Concentration in the xxI century, Dag Hammar-
skjld Foundation Uppsala (Suecia), en cooperacin con RAFI (Canad) (Development dia-
logue, 1999, 1 y 2).
173 La recombinacin de la bacteria E-Colli antes fcilmente controlable es comn en
cooperaciones de transgenia, pero ahora ha surgido una cepa de E-colli resistente a 31
antibiticos.
Jorge Veraza
214
fue la utilizacin de un triptfano transgnico en Estados Unidos a principios
de los noventa, el cual gener fuera de control una molcula txica, a lo que
an no ha podido darse una explicacin pero por cuya causa murieron 37 per-
sonas y 1500 quedaron con secuelas graves permanentes. Existen informes
de que algo as podra estar ocurriendo con el aspartame de Nutrasweet, pero
Monsanto dueo de la empresa no ha que rido aclarar si los ingredientes
que utiliza para la sintetizacin de este endulzante son o no transgnicos.
La insulina humana transgnica de muy barata produccin pero enormes
ganancias comerciales es un valor de uso mdico nocivo indeterminado.
Es agresivamente patgeno y no curativo aunque eso s, oculta los sntomas de
la hipoglucemia. Adems, las empresas que la producen ocultan informacin
respecto de la misma.
Cultivos como el maz bt176 de Novartis (es decir, con genes de la toxina
Bacilus Thuringiensis, txica para orugas) tienen un gen marcador que
produce resistencia a antibiticos, y Patrice Cour-bain ha demostrado que
este y otros genes marcadores similares pueden transmitir la resistencia
a antibiticos a quienes consuman estos productos, incluso animales
alimentados con pienso transgnico. Este artilugio fortalece unas especies
nocivas contra otras, in cluso contra los seres humanos.
Estos valores de uso atentan contra el ecosistema humano pues trans-
feren la propiedad transgnica a cultivos nativos, criollos o plantas silvestres
emparentadas creando por ejemplo malezas resistentes a los herbicidas,
volvindolas superinvasoras (caso de la colsa).
Tambin son dainos porque homogenizan la biodiversidad, como ocurre
en el caso del maz transgnico introducido en Amrica La tina, lo que es ms
grave en los centros de origen y diversidad del maz como Mxico. En 2003
se registr contaminacin transgnica en los maizales de nueve estados del
sur, norte y centro de la rep blica.
La transferencia horizontal de informacin gentica entre especies no
relacionadas directamente entre s es un mtodo natural de en riquecimiento
de la biodiversidad, pero operada por transgnicos se convierte en medio de
contaminacin gentica de parientes. Este riesgo es an mayor en el caso de
bacterias y virus contaminadas por plantas transgnicas.
Murieron, pero no eran el objetivo del ataque! Cultivos transgnicos BT
tuvieron efecto txico sobre 46 por ciento de las orugas de mari posa monarca
que comieron del polen del maz BT esparcido por el viento, adems de
afectar a otras especies no objetivo de la protec cin del cultivo. La limitada
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 215
racionalidad de esta tecnologa deja un margen de irracionalidad desastroso
aun mayor en la biosfera.
Entre los transgnicos existen tambin valores de uso que son no civos y
antiecolgicos por contrafnalistas pues el uso masivo de glifosato toxina
BT u otros herbicidas que involucran genera resisten cia en las plagas y
malezas a las que se proponen combatir. Los cultivos BT no son cultivos
sino plaguicidas as se los registra en Estados Unidos pero, por si fuera
poco, contrafnalistas. Semejan una broma de humor negro que la fnalidad
lucrativa le juega a la biologa para torcerla.
En tanto organismos vivos, los transgnicos se reproducen en for ma
autnoma e independiente en el medio ambiente, inclusive en los seres
humanos, as que se extienden sin control y provocan una contaminacin
gentica del ecosistema que es generalizada (y hasta hoy indeterminada).
Como se ve, la nocividad estructural de los transgnicos es multimodal, agrede
al consumo humano y a la biodiversidad cada vez que tal o cual empresa
transnacional apunta a arruinar/proletarizar a los pequeos campesinos y
su economa ligada al valor de uso o a posicio-narse monoplicamente en el
mercado agrcola mundial frente a otros gigantes del agrobussines. El patrn
tecnolgico que hizo crisis en 1971 debe ser sustituido con premura por esta
monstruosidad segn el Banco Mundial en su Informe Sobre el Desarrollo
Mundial. Desarrollo y Medio Ambiente.
174
De tal manera, los diseos cientfco-tecnolgicos que hay detrs de la
produccin transgnica sufren del sndrome de aplicacin necesariamen te
urgentista propio de una ciencia y una tecnologa sometidas integral mente
a los requerimientos de la maximacin de la ganancia y el afn monoplico.
Esta es la respuesta de las empresas transnacionales en el contexto de la
globalizacin hegemnica de Estados Unidos, ante las ba rreras naturales que
se oponen a la explotacin de la tierra y las barreras socioeconmicas que se
oponen a la proletarizacin de los campesinos.
Los transgnicos surgen en el curso de la empresa histrica de echar por
tierra estas barreras. Son un arma anticampesina y antiecologica, y dada la
situacin de polarizacin mundial del capitalismo y puesto que las regiones
de mayor biodiversidad gentica estn en el Sur, los transgnicos son un
arma imperialista de sometimiento del Sur del planeta por el Norte.
175
Arma
para el afanzamiento de la hegemona del capita lismo norteamericano, cuya
174 Cfr. Andrs Barreda, op. cit., p. 73 y ss., donde comenta en extenso las vicisitudes de la
sustitucin del patrn tecnolgico en relacin con la biotecnologa.
175 Ibid., p. 74 y ss.
Jorge Veraza
216
dialctica interna vuelve a los transgnicos necesariamente nocivos tambin
para el consumo humano, aunque esto no fuera parte de su diseo. Por lo
dems, es posible demostrar aunque no sea ste el lugar para ello que las
caractersticas de los transgnicos que son antiecolgicas y anticampesinas
son tambin inmediatamente nocivas para el consumo humano.
176
5. Los transgnicos como realizacin de la subordinacin real del consumo
al capital
La manipulacin gentica de los vegetales intenta volverlos tolerantes a un
herbicida (comercializado por la misma empresa), o inmunes a insec tos y
plagas, de suerte que la propia planta produzca la sustancia txica que ataca
al insecto o bien, fnalmente, que la planta se haga resistente a los virus.
177
De
tal manera se busca un abastecimiento regular sufciente para garantizar las
ganancias. El consumo fnal y el consumo de insumos intermedios como
en el caso de la dependencia exclusiva a un herbici da rigen la estructura
material del objeto producido en acuerdo a los factores productivos,
comerciales y competitivo-monoplicos. La estruc tura material del valor de
uso queda as necesariamente distorsionada al orientarse a otras fnalidades
las de la acumulacin de capital que a las de la reproduccin biolgica
ptima.
De tal modo la subordinacin real del consumo al capital consiste en amarrar
la produccin de plusvalor especialmente el plusvalor extra y las ganancias
monoplicas a las peculiares caractersticas materiales peculiares del objeto
de consumo diseadas segn la orientacin de las necesidades de la circulacin
y la competencia. Su efecto en la estructura econmica capitalista es por ende
total. De hecho, hoy es cada vez ms necesario que el plusvalor quede atado
a un tipo de valor de uso nocivo para ser realizado. Los transgnicos ilustran
as las determinaciones ge nerales de la subordinacin real del consumo al
capital.
En los 15 aspectos nocivos de los transgnicos arriba caracterizados se
mostr el quid pro quo o equivocidad tanto ideolgica como material de
este objeto de consumo. Su diseo cientfco-tecnolgico analiticista y la
publicidad espectacularista ocultan la nocividad del bien en cuestin
en un contexto de competencia feroz entre capitales. La imprevisibilidad
estructural que caracteriza a estos productos deriva de su origen capi-
talista y el consiguiente urgentismo de ganancias
178
que no se detiene ante
minucias como el desconocimiento de los efectos del producto en el
176 Cfr. Elizabeth Bravo, El ABC de los transgnicos.
177 Arnaud Apoteker, op. cit., 42-46
178 Cfr. Karl Marx, El capital, tomo III, secciones primera y segunda.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 217
ambiente y en la fsiologa humana. La contrafnalidad determinada por una
ciencia analiticista tambin caracteriza a la subordinacin real del consumo al
capital y a la atomizacin de la sociedad en mltiples pro pietarios privados
que es propia de la modernidad, como tambin lo es el carcter totalitarista
(que no totalizador) por idiotamente unilateral de los bienes que proviene
del hecho de que su diseo cientfco-tecno lgico e ideolgico est sometido
formalmente a la preocupacin del ca pital por ganancias extraordinarias
179
sustentadas en el plusvalor extra
180
que se genera al introducir tecnologas
novedosas ms productivas que las existentes. Finalmente, la perversidad
oculta, o a veces cnica que tambin caracteriza a los objetos de consumo
sometidos realmente al ca pital y en particular a los transgnicos (Terminator,
Traitor), emerge histricamente slo cuando el afn monoplico del capital
es prioritario y se trata de arrebatar ganancias monoplicas y rentas.
181
As es
como cada fnalidad econmica del capital y cada condicin estructural de
su existencia se refejan en las caractersticas materiales de los valores de uso
sometidos realmente al capital.
Los transgnicos representan una subsuncin real del consumo bajo el
capital radical y absoluta, no slo multimodal. Es radical porque dis torsiona
al organismo vivo desde su cdigo gentico y absoluta porque como ese
organismo sigue reproducindose con caractersticas similares deja de
aprender de su experiencia y suspende su capacidad evolutiva y adaptativa
o bien pierde completamente la capacidad de reproduccin, y en segundo
lugar, porque su nocividad gentica no se detiene en l, sino que se disemina
en todos los organismos con los que sta guarda relacin alimentaria o de
intercambio gentico. Maticemos.
Los efectos nocivos elementales o tomados uno a uno de los transgnicos
son similares (alergias protenicas y txicos) a los de otros pro ductos no
transgnicos propios de la subsuncin real del consumo bajo el capital, pero
el fundamento gentico-ecolgico que los preside redimensiona y hace ms
complejo el efecto nocivo.
182
En ellos la ecologa, por la va de la gentica, se
vuelve un objeto de consumo nocivo inmediato para la humanidad.
179 Cfr. ibid., seccin segunda.
180 Cfr. ibid., tomo I, captulo X.
181 Ibid., tomo III, seccin sexta.
182 Algunos de los riesgos para la salud previsibles por el consumo de plantas transgnicas son
el incremento de las alergias y la creacin de nuevos componentes para las plantas que podran
resultar txicos para los seres humanos (Arnaud Apoteker, op. cit.) Ante la subsuncin real
del consumo bajo el capital absoluta que es caracterstica de los transgnicos, el peligro para la
salud no slo es abierto e indeterminado como sugiere Arnaud Apoteker.
Jorge Veraza
218
Esta aseveracin se basa en dos razones, a saber: en primer lugar este consumo
nocivo se vuelve actualmente forzoso en la medida en que toda otra opcin
alimentaria es bloqueada por los intentos de afanzar el control monoplico en
trminos no slo econmicos y polticos sino tecno lgicos. Los transgnicos
constituyen la realizacin o corporeizacin tec nolgica del monopolio. (Y si
hay otra opcin alimentaria no se informa si es transgnica o no).
En segundo lugar, su efecto nocivo es histricamente irreversible, por lo
que en tercer lugar se trata de una nocividad y un sometimiento que
es forzoso hoy y maana. La subsuncin real del consumo bajo el capital
se volvi sistemtica al arraigar naturalmente pues, en efecto, se trata aqu
del arraigo gentico-natural no meramente fsico o qumico fabril de la
subsuncin real del consumo bajo el capital, y por ende de lo que Andrs
Barreda denomina subordinacin material de la megadiversidad en
trminos capitalistas.
183
Ahora bien, del arraigo gentico de la nocividad transgnica deriva el carcter
multimodal de la misma, pues lo que tenemos es el diseo y la produccin de
unas formas de vida antagnicamente extraas a la bios fera terrestre pero que
interactan en ella y entran inmediatamente en colisin con todas las fguras
sociales, fsiolgicas y ecolgicas existentes. Los transgnicos son el capital
viviente: el capital en tanto realizacin biolgica, y la alienacin total propia
de lo que es capital constituye la sustancia del transgnico. Podra decirse que
si el capital estuviera vivo sera un alien as, es un ser vivo y es eso.
6. El fetichismo csico antiecolgico
El fetichismo csico propio de los valores de uso producidos en la situa cin
de subordinacin real del consumo al capital adquiere segn ve remos
una presencia sorprendente en los transgnicos que no tienen incidencia
en el consumo fnal, pues en los que la tienen simplemente ocurre el quid
pro quo general de todos los valores de uso propios de la subsuncin real
del consumo bajo el capital consistente en que el ham bre se erotiza y Eros
es famelizado, o, en otros trminos, en que Eros se sustituye por Anank (la
necesidad de objeto segn la terminologa instaurada por Freud en El malestar
en la cultura, 1930) y sta por Eros (el deseo de deseo). Todo sucede como si
el valor de uso debiera satisfacer el hambre ilimitadamente al modo en que
es retroalimentativo el deseo amoroso y, a la inversa, ste se restringe a los
lmites del objeto en los que encuentra seguridad, esto es, inhibe el riesgo que
le es inherente. As el deseo amoroso se conforma compulsivamente en una
183 Se trata de la subordinacin real de este valor de uso la biodiversidad que nos inclu ye.
Cfr. Andrs Barreda Marn, op. cit., p. 68. En la pgina 72 Andrs Barreda la denomina tambin
subordinacin real de la riqueza natural al capital.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 219
relacin ano dina y sexualmente limitada y reprimida segn una moral formal
(y por lo tanto csica), o bien sigue el curso de una angustiante serie abierta
de intercambios sexuales intrascendentes, correlato de la serie abierta de
intercambios mercantiles del metabolismo econmico burgus, y en el que el
contenido cualitativo es secundario frente a la cantidad de los intercambios en
que participa ste o aquel propietario privado y con los que cada uno engorda
su ego en la medida en que ha podido transgredir a su favor la ley de los
intercambios equivalentes.
Pero en los transgnicos nocivos para la ecologa en particular para la
biodiversidad que no llegan al consumo fnal, sino que, por decirlo as,
son consumidos por la naturaleza, el fetichismo csico de los valores de uso
actuales cobra nueva y sorprendente complejidad o, si se quiere, simplicidad.
Complejidad porque se trata de una formacin que va ms all del equvoco
entre Eros y Anank, pero como la relacin con la bio-diversidad no es
emocional sino ecolgica natural la formacin fetichista parasitaria constituye
en este caso una simplifcacin.
En efecto, ya no se trata de que el hambre se erotice y Eros se famelice, sino
de que Eros en tanto principio de vida, ms que de amor en este caso
se tanatiza directamente y Tnatos se erotiza. Pues tam bin el equvoco
entre Eros y Anank arribaba a Tnatos, el principio de muerte, pero slo
mediadamente, pero en la relacin destructiva de los transgnicos con la
biodiversidad el impulso destructivo es inmediato y permanente.
Los transgnicos contienen el deseo de vida (Eros) inherente a todo organismo
biolgico pero perversamente transmutado en vida que vive deseando morir
de lo que las semillas suicidas Terminator son claro ejemplo y matar
como el maz bt. Por su parte, la capacidad de mo rir pues esto es Tnatos
entendido racionalmente
184
se transmuta er ticamente en deseo de muerte.
Veamos la cosa con ms detenimiento.
Eros y Tnatos, el deseo de vida y la capacidad de morir, ven tras tocados
sus sentidos, de suerte que se muestran respectivamente como capacidad de
vida y deseo de muerte, y la sntesis de este quid pro quo es la vida que vive
deseando morir y matar.
7. La produccin social de lo maldito
Ya podemos comprender que si la proyeccin de las relaciones sociales
alienadas y fetichistas de la sociedad capitalista que aparecen plasma das
en la forma mercanca como relaciones sociales entre cosas y como relaciones
184 Ms all del irracionalismo con el que Freud lo concibi.
Jorge Veraza
220
csicas entre personas en la estructura material de los va lores de uso para
el consumo humano genera el fetichismo csico en el que Eros se confunde
con Anank, la proyeccin de las relaciones csicas entre personas y de las
relaciones sociales entre cosas genera, en la es tructura material de los valores
de uso transgnicos que interactan con la biodiversidad natural, un fetichismo
csico a la segunda potencia, en el que Eros no se confunde con Anank
sino con Tnatos. La vida queda entonces invertida y falseada aunque no
anulada al quedar someti da genticamente a un diseo social alienado. Lo
negativo pasa del m bito social-moral al de la materia csmica y se convierte
en lo maldito. Metafsica diablica pseudocientfcamente realizada.
8. El fetichismo social: de lo corpreo a lo mineral muerto
Este resultado nos permite recapitular la consistencia respectiva de cada una
de las formas de fetichismo social:
a) La cosifcacin propia del fetichismo de la mercanca se confgura
en referencia al carcter corpreo de la cosa no importa si orgnica o
inorgnica por oposicin al carcter inmaterial, consciente, relacional y
recproco de lo social.
b) La cosifcacin de las relaciones sociales capitalistas en el fetichis mo csico
de los valores de uso nocivos de la subordinacin real del con sumo al capital
en general se confgura en referencia al carcter negativo del objeto nocivo
respecto del sujeto humano considerado en trminos fsiolgicos, psquicos,
intelectuales y sociales, por lo que se trata, como se ve, de una negatividad
material integral,
c) Finalmente, el fetichismo csico antiecolgico cierra un crculo abierto por
el fetichismo de la mercanca, cuyo punto de partida es la cualidad de cosa.
Mientras que la cosifcacin propia del fetichismo csico de los valores de uso
que tambin son producto de la subordinacin real del consumo al capital
pero adems son nocivos para la biodiversidad se confgura en referencia a
su carcter letal antiorgnico sea de la cosa viva o de la inorgnica en el
sentido de que tiene el poder de regresar nos a nosotros y a la biosfera toda en
direccin al estado csico mineral, punto de llegada tendencial del fetichismo
csico antiecolgico cuando que la cualidad de cosa era el punto de partida
del fetichismo de la mer canca. Si en el fetichismo mercantil en general la
corporeidad en general de la cosa orgnica o inorgnica sirve para
oprimir a lo social, el fe tichismo csico ms radical apunta a la especfca
cosicidad mineral en tanto anulacin de lo viviente, al orientarse contra la
ecologa, este fe tichismo. Y es todava fetichismo aunque se encamine contra
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 221
la ecologa. Este proceso todava es caracterizable como fetichismo porque
muestra el modo de someter a lo social hasta el punto de llevarlo hacia su
propia destruccin pero hacindole creer en el progreso, en que puede abatir
el hambre y a la vez amasar ganancias y en espectaculares intervenciones en
el cdigo gentico casi como si Dios las realizara.
En realidad se trata de una dialctica infernal producida por seres humanos
alienados que para oprimir a la sociedad la amenazan de muer te y encubren
la amenaza con ideologa publicitaria de progreso y con fort. Y tan alienados
que la amenaza encubierta fcilmente se les va de las manos y llega a la simple
anulacin de lo viviente, incluso de ellos mismos.
9. Dialctica infernal del fetichismo csico
En los transgnicos el fetichismo csico general que promueve el consu-mismo
tambin obliga al campesino a comprar nueva semilla porque la Terminator
se autodestruy, o a comprar el herbicida fabricado por la misma empresa y
genticamente vuelto imprescindible para la planta transgnica, etctera. Por
su parte, el fetichismo csico antiecolgico en cubre con las nuevas capacidades
de la planta su carcter suicida cuya expresin extrema es la semilla
Terminator, pero que en general arraiga en la extrema especializacin a la
que es sometido el cdigo gentico de la planta as como su carcter asesino
respecto del medio ambiente en general o de alguna especie en particular.
Evidentemente esta erosin del medio ambiente codifcada gentica mente
en la planta crea la necesidad de contrarrestarla y de invertir capital en este
contrarresto, es decir, aumenta los consumos que se re quieren para satisfacer
nuevas necesidades artifcialmente producidas y que encadenan a la sociedad
humana a un crculo vicioso cada vez ms decadente hegemonizado por la
acumulacin de capital.
La accin particular del fetichismo csico antiecolgico nos reconduce as al
fetichismo csico en general (de los valores de uso nocivos). Por supuesto esta
accin particular no anula la tendencia tantica de fondo propia del fetichismo
csico antiecolgico.
Jorge Veraza
222
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 223
D. Economa poltica del agua
D.1. Estn caciqueando el agua!
El cometido fundamental de las siguientes pginas consiste en aclarar una
cuestin terica actual y decisiva: el agua no es ni puede ser mercanca. Se
intenta aplicar esta demostracin para criticar otras interpretaciones del
fenmeno y denunciar realidades y discursos que lo encubren para explicar
el proceso de privatizacin del agua y sus mltiples variantes; asimismo se
hace una somera semblanza del movimiento social de resistencia contra dicho
proceso y del papel que desempean en ste las empresas transnacionales y
el Estado. Adems de contextualizar e ilustrar la demostracin terica de que
el agua no es ni puede ser mercanca, esta semblanza del movimiento social
apenas esbozada, insisto
185
tiene la fnalidad de puntualizar el mtodo
bsico de lucha poltica contra la mercantifcacin forzada del lquido vital.
De ah el subttulo del libro: Economa y poltica del agua.
la apariencia de que el agua es mercanca encubre una vio lencia
extraeconmica de expropiacin forzada a la nacin y a las comunidades
locales, una verdadera acumulacin originaria de capital en las postrimeras
del capitalismo. se trata de un acto poltico que busca someter al despojado
mediante procedi mientos que aparentan equidad econmica mercantil. sta
es la solucin ms efcaz para garantizar el servicio hdrico y para promover la
libertad y el progreso de toda la gente. Pero en verdad es un truco propio de
un cacique: un pequeo strapa que se apodera del manantial que abastece de
agua a los habitantes de algn poblado olvidado del Mxico brbaro anterior
185 El autor particip en el Frente de Defensa del Agua, el cual lucha contra la contaminacin
con gasolina de este recurso en Cuautla, Morelos. Como redactor de los boletines periodsticos
del Frente en los cuales se denunciaba el hecho de que la gasolinera Milenium 3000 se
construy sobre manantiales naturales someros pudo conocer de cerca lo que aqu se expone
por supuesto de manera particular atenida al caso concreto, desde el cual podan observarse
aspectos generales y contextuales, como el modus operandi de las transnacionales del agua, la
corrupcin de las autoridades polticas y jurdicas por stas, etctera.
Jorge Veraza
224
a la revolu cin mexicana y luego pretende vendrselas. Este truco caciquil
propio del Mxico brbaro que describe John Keneth turner es lo que ahora
se presenta como famante realidad del siglo XXI y pieza clave de la novsima
poltica econmica neoliberal.
La solucin terica que propongo al problema que plantea la apariencia
de que el agua es mercanca permite explicar cmo se articula esta poltica
econmica con la acumulacin de capital en general y con la acumulacin
originaria de capital en particular; con la explotacin normal de plusvalor y
con la superexplotacin de la fuerza de trabajo; con el despojo de una parte
del valor que corresponde al salario del obrero y con el robo simple y llano
de un recurso natural que funcionaba hasta entonces como condicin de vida
inalienable de los seres humanos. De ah el ttulo de esta obra: El agua que te
vendo cara primero te la rob.
As pues, estn caciqueando el agua y no te ests dando cuenta, pero t y
yo, l y ella lo sufrimos y es tiempo de que ha gamos algo comenzando por
precisar nuestras ideas. Este libro se ocupa de dicha precisin.
Procesos hidrotiles y proceso de produccin total del agua
Agua forzada como mercanca
Cosas que no son mercancas, como la tierra y el honor, la amis tad o el agua,
pueden ser forzadas a funcionar como mercancas a travs del precio.
186
Alguien monopoliza el suelo que otros re quieren y le impone un precio para
cedrselos. Alguien requiere de agua y acepta pagar una renta a quien la
monopoliza. Este costo aparece como precio a travs del cual el agua deviene
en mercanca. Alguien compra el honor o la virtud y alguien que los posee los
vende con lo cual stos devienen en mercancas aunque no contengan ni un
tomo de valor, lo mismo que el suelo o el agua. No son mercancas ni pueden
serlo pero el precio que se les impone actualiza para estos objetos de un
modo formal y externo el carcter de mercancas.
La imposicin de precio se basa en la generalizacin de la propiedad privada
y por lo tanto en el carcter de mercanca de todos los bienes pertenecientes al
186 la forma del precio, sin embargo, no slo admite la posibilidad de una incongruencia
cuantitativa entre magnitud del valor y precio, o sea entre la magnitud del valor y su propia
expresin dineraria, sino que adems puede albergar una contradiccin cualitativa, de tal modo
que, aunque el dinero slo sea la forma de valor que revisten las mercancas, el precio deje de
ser en general la expresin del valor. Cosas que en s y para s no son mercancas, como por
ejemplo la conciencia, el honor, etctera, pueden ser puestas en venta por sus poseedores,
adoptando as, merced a su precio, la forma mercantil. Es posible, pues, que una cosa tenga
formalmente precio sin tener valor. La expresin en dinero deviene aqu imaginaria, como en
ciertas magnitudes matemticas. (Karl Marx, El capital, tomo I, captulo 3, El dinero o la cir-
culacin de mercancas, p. 125.)
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 225
metabolismo social, pero estos supuestos involucran a su vez el monopolio y
la coaccin sobre el bien transformado en mercanca (el agua y las necesidades
de la poblacin). Por eso es que en todos estos casos suelo, agua, honor,
virtud, etctera el precio no paga un valor sino una renta no obstante
que la virtud no pueda usarse autn ticamente sino una sola vez, aunque en
la literatura picaresca encontramos muchos ejemplos en los que la virtud se
vende varias veces otorgndole a su vendedor, que no siempre es su poseedor,
una verdadera renta.
Ahora bien, como tradicionalmente el agua es considerada riqueza nacional
o bien comn, y as lo promulgan las constitu ciones jurdicas de los estados,
la pretensin de mercantifcar el agua mediante la imposicin de un precio
es percibida como una injusticia fagrante, un forzamiento monoplico
que da pie a un forzamiento de las apariencias que hace que el agua funja
como si fuera una mercanca del mismo modo en que lo son el algodn, el
trigo, el pan y la camisa, es decir, porque se debe al trabajo humano. o bien,
al contrario, la renuencia a considerar el agua un derecho, esto es, un bien
comn o una riqueza nacional, permite que su conversin en mercanca por
mera imposicin de precio mediante su apropiacin privada (monoplica) no
parezca ser lo que es una injusticia y una violencia sino simple aplicacin
del derecho privado para promover el progreso social.
El neoliberalismo opera un monopolio y una doble coaccin cuando privatiza
el agua y hace que funcione como si fuera mer canca del mismo modo en que
lo es el resto de mercancas comu nes, es decir, de acuerdo con la justicia propia
de la produccin y la circulacin de mercancas. Este procedimiento neoliberal
se basa en una coaccin y una injusticia social y para ocultar esta realidad
represiva, argumenta que el agua es mercanca justamente porque le cuesta
a su vendedor, as lo que ste cobra es el costo del agua. Esta tautologa el
agua es mercanca porque cuesta y cuesta porque es mercanca constituye
de por s un forzamiento mental del sentido comn para que el agua siga
funcionando como mercanca aunque no lo sea. Adems, el sobreprecio
del agua que excede dicho costo, constituido presuntamente por valor,
convalida el hecho de que el agua es una mercanca. Como veremos ms
adelante tambin este so breprecio, que es el principal inters del capitalista
neoliberal, se justifca mediante un forzamiento y una violencia que seadereza
como derecho y es la base de los dems forzamientos prcticos e ideolgicos.
D.2. El agua no es mercanca ni puede serlo
Extraerla, purifcarla y embotellarla cuesta, lo mismo que al macenarla,
canalizarla y transportarla, as como refrigerarla y calentarla, desinfectarla,
desodorizarla y clarifcarla, etctera. Estos procedimientos aaden valor al
Jorge Veraza
226
agua, la cual siempre permanece como un presupuesto de los mismos carente
de valor. El agua no es mercanca ni puede serlo pues no contiene valor y
solamente se le puede agregar. Todos estos procedimientos que permiten
volver utilizable el agua tienen un valor debido a que su ejecucin requiere
esfuerzo humano; mientras que el agua misma existe por naturaleza, no debido
al esfuerzo o trabajo humano de ninguna especie. Hasta ahora, no puede ser
produ cida sino en pequeas cantidades; slo esa agua subproducto de
reacciones qumicas o fsicas de laboratorio tendra valor.
En sntesis, los procedimientos hidrotiles (PHU) son produc tos del
trabajo humano y por ello contienen valor y pueden, bajo determinadas
circunstancias sociales, devenir en mercancas. Pero el agua no es ni puede
ser mercanca porque no contiene valor sino que slo se le agrega el de dichos
procedimientos.
187
a) El agua es un valor de uso carente de valor y premisa de la vida
El agua que existe y es accesible a los usos humanos fuye en ros y lagos
o se precipita en lluvia y se evapora del suelo y el mar en un ciclo natural
ininterrumpido. Todava no es accesi ble a los seres humanos el proceso natural
de produccin del agua. El hecho de que el agua no pueda ser producida
hasta hoy sino en forma mnima y residual nos la ofrece como un recurso
natural no renovable y por supuesto vital o del que depende la vida, como en
el caso del aire. El agua es, pues, objeto de una necesidad vital
188
pero antes de
serlo o como premisa para ello es un recurso natural no renovable vital. Qu
signifca esto? Pues que tenemos que reconocer que el proceso de produccin
natural del agua tiene premisas csmicas y planetarias que hasta hoy no son
accesibles a la tcnica humana y en muy magra medida a la ciencia.
Una de las certezas cientfcas ya demostradas consiste en que las condiciones
de produccin del agua se imbrican con las condiciones de reproduccin de
la vida sobre nuestro planeta. Por eso es que el agua no slo es un bien o valor
de uso carente de valor como el aire cuyo proceso de produccin natural
tam poco es reproductible por el trabajo y la tcnica humanos sino que es
premisa de la vida humana porque es premisa de la vida terrestre en general.
Por lo tanto, el agua no slo es un bien que los humanos usan como medio
187 Para considerar con propiedad si el agua es mercanca o no, el autor asume el punto
de vista de la teora del valor-trabajo elaborada por Adam Smith y David Ricardo y llevada
a la perfeccin por Karl Marx en El capital. segn este punto de vista, las cosas valen por el
trabajo humano que cuesta producirlas. Ms especfcamente, el tiempo de trabajo socialmente
necesario es el nico que plasma valor y en acuerdo a su duracin aumenta o disminuye la
magnitud del valor. Para ms detalles acerca de sta apasionante teora, vase el captulo 1 La
mercanca, del tomo i de El capital.
188 Contrato mundial del agua.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 227
externo manipulable sino que preside la existencia misma de estos seres y de
todos los seres vivos y, adems, los constituye celular e intracelularmente.
En sntesis, el agua es premisa constitutiva y generativa de la vida, adems de
ser un bien vital, un medio de vida.
b) El proceso de produccin parcial y el total natural del agua
En efecto, el agua no slo es un bien a la mano que satisface nuestra sed y
nuestros usos productivos sino que es, adems, un componente vitalmente
imprescindible del entorno ambiental y de nuestro cuerpo. si en el primer
sentido, como bien a la mano, es un elemento parcial, en el segundo se trata de
un cuerpo total planetario. s, planetario pues el agua de un lago se comunica
con la del ro y la del mar y con las de acuferos subterrneos y con la de las
nubes, con la de la humedad ambiente y con la de los glaciares polares y las
nieves y hielos perpetuos de las altas montaas. Todas las aguas son una sola
agua. El proceso de produccin natural del agua es, pues, algo ms grande y
ms complejo que un proceso de produccin fabril.
Entendamos que dentro de las condiciones naturales para producir agua se
incluyen las de su saneamiento. stas fueron las primeras que la humanidad
pudo reproducir y perfeccionar industrialmente, a diferencia de las
condiciones de produccin propiamente dichas, las cuales apenas han sido
instauradas en muy magra medida en condiciones de laboratorio. Slo esta
parte mnima de agua es producida por la sociedad y por ello, contiene valor
y podra convertirse en mercanca en sentido estricto.
Para decirlo de una vez, es imposible que el agua se convierta en mercanca
en sentido estricto porque la humanidad no puede reproducir las condiciones
naturales para producirla, y aqu trato de establecer en qu medida pequea
o grande esto no sucede. una cosa es producir agua en forma parcial y como
subproducto de otros procesos qumicos o fsicos, y otra cosa completamente
distinta producir agua a escala planetaria o de modo total, esto es, planetario.
Bien miradas las cosas, el planeta Tierra en su conjunto es el proceso de
produccin natural del agua y toda el agua es una sola, aunque puedan
separarse de ella partes, como de un gran pastel, y reproducirlas. De ah que
el agua como un todo y su proceso de produccin planetario no pueda
convertirse en mercanca y que cuerpos de agua considerables no puedan ser
sin repercusiones devastadoras objeto de compra-venta, pues forman
parte de un proceso natural de produccin que los seres humanos no pueden
reproducir. Estos cuerpos de agua deben ser protegidos de la contaminacin
no slo por el impacto que este tendra en el conjunto de la biosfera sino
porque forman parte del agua total y de su proceso de reproduccin.
Jorge Veraza
228
El proceso natural de produccin de agua est imbricado con el proceso
natural de produccin de aire y ambos con el de vida y todos con el proceso
total de produccin natural del planeta. De ah que el agua no slo satisfaga
nuestra sed sino que nos constituya y nos sea vitalmente imprescindible como
entorno ambiental.
Si tenemos en cuenta al agua como factor generativo y envolvente,
comprendemos que no slo tiene en nosotros un efecto fsiolgico directo
sino tambin como lo han demostrado las investigaciones de Masaru
Emoto
189
un efecto psicolgico emocional directo y un efecto fsiolgico
indirecto. En efecto, la presencia hdrica tanto en el entorno como en nuestro
cuerpo, adems de advertir a otros seres vivos de la situacin emocional de
cada uno, amortigua los efectos de las emociones negativas porque permite
reconfgurar la estructura molecular del or ganismo de modo que resta fuerza
a dichas emociones, es un regulador o estabilizador general de toda la biota,
no slo de la humanidad que produce un efecto fsiolgico restaurador y
optimiza las emociones positivas.
Esta imagen somera del proceso total de produccin natural del agua revela la
inmensa distancia a la que la sociedad se halla de poder producir agua, y por
lo tanto plasmar el valor que permita convertirla en mercanca pero tambin
la ndole peculiar de valor de uso de que se trata y de cuya especifcidad
depende cules son usos adecuados y cules inadecuados.
c) La mercanca fuerza de trabajo y la no mercanca agua
La fuerza de trabajo humana pudo devenir en mercanca en la sociedad
burguesa precisamente porque el proceso de produccin y reproduccin
de los seres humanos y de dicha fuerza de trabajo es accesible a los hombres
tanto en su aspecto procreativo (productor de sujetos) como tcnico laboral
(productor de objetos, medios de vida de los sujetos). Si observamos el agua
en relacin con la fuerza de trabajo humana devenida en mer canca, destaca
el carcter natural de ambas pero tambin la diferencia tajante entre ellas. La
fuerza de trabajo es naturaleza humana y el agua es naturaleza en general.
Por eso el proceso de produccin y reproduccin de la fuerza de trabajo es
accesible a los hombres pero todava no el del agua.
El agua es, como el aire, necesidad vital y premisa de la fuerza de trabajo viva.
La fuerza de trabajo es mercanca y se reproduce a travs de los valores de
uso de diversas mercancas pero, tambin gracias a valores de uso que no son
mercancas como el aire, el agua, el Sol y la Tierra como planeta.
189 Masaru Emoto, Mensajes del agua.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 229
El agua es un bien o valor de uso, un medio de vida externo y manipulable
por los seres humanos de modo social o indivi dual. Pero el agua tambin es
patrimonio de la humanidad, precisamente porque es una premisa constitutiva
y generativa de la vida que hoy en da presenta la forma externa de recurso
natural no renovable y vital.
La economa poltica burguesa lleg a la conclusin equivoca da aunque
profundamente arraigada en el sentido comn de que el trabajo es una
mercanca que el obrero le vende al capita lista. Esta idea oculta la explotacin
capitalista del obrero y por eso Marx critic a la economa poltica en este
punto revelando que el obrero vende al capitalista no su trabajo sino su
fuerza o capacidad de trabajo, la cual es inseparable de su cuerpo vivo y por
ello fcilmente confundible con l y con el trabajo que despliega. Pero es la
fuerza de trabajo la que se convierte en mercanca y no el cuerpo vivo del
obrero ni su trabajo. Esta diferencia permite distinguir al obrero respecto del
esclavo (el cuerpo vivo del obrero no es mercanca) y, adems, demostrar la
explotacin de plusvalor al obrero a partir de la diferencia entre el valor que
cuesta su fuerza de trabajo mercanca que vende al capitalista y el valor
plasmado por su trabajo en el proceso de produccin. Como las condiciones y
el producto de este proceso le pertenecen al capitalista, ste se adjudica dicha
diferencia de valor: el plus de valor por encima del valor que cuesta la fuerza
de trabajo.
Pues bien, la nocin de sentido comn de la sociedad domi nada por el
neoliberalismo de que el agua es mercanca no cin que brota despus de que
las transnacionales del agua fuerzan prcticamente las cosas y las leyes para
lucrar con el vital lquido y repetida por idelogos, economistas, socilogos,
ambientalistas y polticos, es anloga a la idea de que el trabajo es mercanca,
cuando que el agua ni es ni puede serlo. En el cuerpo del agua, una vez que
lo tenemos a la mano para usarlo, se confunden los diversos procedimientos
laborales humanos que permiten volverla til. stos s pueden, como veremos,
convertirse en mercancas en sentido estricto, de ah que surja la apariencia de
que el agua tambin ha llegado a ser mercanca. Pero esta apariencia oculta
una expropiacin gigantesca de la que es objeto la humanidad por parte de las
empresas hdricas privadas. Bajo la falacia de que el trabajo es mercanca se
oculta la acumulacin de capital, mientras que como veremos de bajo de
la nocin falaz de que el agua es mercanca se oculta una novsima forma de
acumulacin originaria de capital: la acumulacin originaria terminal.
d) Procedimientos hidrotiles (PHU) y agua
Los procedimientos hidrotiles poseen valor y son mercancas pero no el
agua. Pero como stos se confunden con el agua a la que se aplican surge la
apariencia y la confusin en la mente de quien lo piensa de que el agua
Jorge Veraza
230
cuesta y por ende posee valor y que, por lo tanto, es o puede ser mercanca.
He aqu el origen del sorprendente descubrimiento que en 2003 en el Foro
Mundial del Agua de Kyoto hiciera el gran Michel Camdessus: el agua debe
ser mercanca porque puede serlo. En realidad habla un pobre hombre a quien
los intereses pecuniarios le oxidaron el seso. Pero para observar la verdad de
las cosas, mantengamos la diferencia entre el agua y los procesos hidrotiles
que se le aplican.
Los procedimientos hidrotiles contienen trabajo humano y por ello valor, as
que pueden devenir en mercancas y ser comprados y vendidos. En cambio, el
agua slo pasa de unas manos a otras y sigue corriendo o se evapora aunque
tambin puede congelarse.
Los PHu, como mercancas pueden contener, adems de va lor, plusvalor pues
involucran un proceso de explotacin de la fuerza de trabajo utilizada para
generarlos, as que es posible lucrar con ellos.
e) Contradiccin entre el agua y los PHU
Los PHU nos permiten satisfacer nuestras mltiples necesidades de agua,
tanto las necesidades vitales como las superfuas.
El que los PHU cuesten dinero porque cuestan trabajo consti tuye un
mecanismo elemental de regulacin del uso racional, sin desperdicio, del agua.
Pero el hecho de que pueda lucrarse con los PHu se convierte en un factor de
desperdicio del vital lquido, pues, adems de contrario a la satisfaccin de las
necesidades humanas vitales y superfuas de agua.
Adems, los PHu pueden contradecir incluso los procesos naturales de
produccin de agua debido a que el afn de lucro, adems de monopolizarlos,
conduce a sobreexplotar y contami nar los mantos acuferos. De este modo, el
proceso de produccin natural de agua queda doblemente lesionado.
f) PHU mercantiles no lucrativos
Si el agua es patrimonio de la humanidad, los PHU no pueden ser objeto de
lucro pues fcilmente este factor se convierte en lesivo para la vida humana
y de todo el planeta y, por ende, tambin para la acumulacin de capital en
general. Por lo tanto, el capital social debe sofrenar al capital industrial hdrico
(sobre todo a las grandes transnacionales del agua) hasta abolir el carcter
lucrativo de los PHU.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 231
Los PHU pueden ser comprados y vendidos porque poseen valor, pero no
pueden ser lucrativos porque ello atenta contra la vida en general y la humana
en particular.
Los PHU pueden entrar en el ciclo mercantil simple M-D-M pero no en
la circulacin de capital y plusvalor D-M-D. Por ello es forzoso que si las
empresas capitalistas privadas invierten en los PHU slo puedan hacerlo
sin lucrar; por ejemplo, tratando estas inversiones como gastos deducibles
de impuestos o como apoyo gratuito y humanitario al gasto que el capital
social, el Estado o la colectividad debe realizar para garantizar los PHU en
una medida que no contravenga el proceso de produccin natural del agua,
ni la satisfaccin de necesidades humanas del lquido.
Hasta ahora la privatizacin lucrativista del agua se ha parapetado en la
diferencia entre la presencia total del agua y la presencia de la misma slo
como objeto a la mano obviando la primera y desconociendo adems que
dicha presencia total toda el agua del planeta involucra un proceso de
produccin natural global del agua que debe ser preservado junto con su
inherente saneamiento. Sobre esta base, el capital privado del sector hdrico
pretende que los PHU son lo mismo que el agua slo porque siempre la
suponen sin ver que precisamente por ello se distinguen de ella. Y todas estas
falacias quieren hacerlas pasar como verdaderas a fn de lucrar con los PHU
tanto ms porque los asientan en el monopolio del agua as que lucran con el
pre cio de monopolio que le imponen a sta. En la prctica dichas falacias son
contravenciones al proceso natural de produccin y saneamiento del lquido
as que lesionan al resto de los seres humanos y a la biota en su conjunto.
g) Privatizar el agua, truco ideolgico
La privatizacin del agua es, pues, una frase ideolgica carente de sentido.
Lo que s es posible es la privatizacin de los procesos hidrotiles pero sta
puede llegar a ser lesiva para los seres humanos y an para el capital. Por
eso debe ser restringida de acuerdo con un criterio que no es conceptual sino
prctico por partida doble, es decir, tcnico y social.
Los procesos hidrotiles deben ser forzosamente colectivos para preservar
el suministro de agua de la humanidad y el pro ceso de produccin natural
del agua. El proceso hidrotil social o colectivo permite una privatizacin
parcial pero no lucrativa. El mal uso del agua, su contaminacin y desperdicio
por parte del Estado, las comunidades o las empresas capitalistas debe ser
corregido pero la peor medicina es la privatizacin lucra tiva de los PHU. El
neoliberalismo escogi esta va basado en varios despropsitos conceptuales
al servicio del afn de lucro y de las empresas transnacionales que pretenden
Jorge Veraza
232
monopolizar los recursos hdricos como Vivendi, Suez, Bechtell, Coca-Cola,
Femsa etctera.
h) Privatizacin: el cncer de los PHU y el capitalismo
La privatizacin no es slo el peor medio contra el uso irracional del agua
sino que es la mejor forma de malversar el agua y los PHU en un sentido
antihumano, antiecolgico y antilucrativo para el capital social. Es el cncer
de los PHU y de la produccin del agua.
i) La privatizacin del agua es insustentable en trminos vitales humanos
y aun econmicos capitalistas
Durante la era neoliberal hemos visto la formacin de di versos procesos
degenerativos del desarrollo capitalista. Uno de los ms graves es el referente
al agua: los PHU se privatizan con la aquiescencia de todos los capitalistas y
sus Estados sin percatarse de que esa privatizacin atenta contra la acumu-
lacin de capital en general. El cncer de los PHU ataca a la acumulacin
de capital social porque las transnacionales del agua crecen irresistiblemente
sin que hasta ahora el capital social pueda detenerlas, ms an, tiende a
fomentar este cncer porque lo visualiza como sinrgico con la acumulacin
de capital en general. Y ello slo porque la presencia total del agua es tan
vasta (pero de tal vastedad no coligen su esencia) que siendo limitada parece
ilimitada, as que parece irrelevante el dao que se infige a una de sus partes
por desperdicio, contaminacin o monopolio, y si adems este dao puede
involucrar inversiones y lucro debe ser creen fnalmente, benfco.
j) La privatizacin del agua y la clase obrera
El agua es, como el aire, una condicin inmediata de la reproduc cin de los
seres humanos y por lo tanto de la fuerza de trabajo, una condicin anterior al
salario y que no es originariamente mercanca. Su conversin en mercanca se
opera, como ya he mos visto, a travs de una doble violencia extraeconmica,
es decir, por un lado, mediante la imposicin de un precio cuya premisa es la
monopolizacin y acaparamiento del agua y, por el otro, mediante la confusin
de los PHU que contienen valor y son mercancas en sentido estricto con
el agua sobre la que se aplican y que no contiene ni puede contener valor
aunque la fccin de que lo contiene porque cuesta permite lucrar con ella. Los
mantos acuferos son en principio impagables para un particular porque ste
no puede reproducir las condiciones en que el agua se produce. Por lo tanto
la privatizacin de dichos mantos es en verdad una expropiacin violenta
encubierta de transaccin comercial que cae por defnicin fuera de la ley del
valor.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 233
La privatizacin del agua que se levanta sobre la conver sin de esta en
mercanca esta violencia extraeconmica con mscara econmica hace
que el agua pase a formar parte del salario cuando que antes era una condicin
de vida previa al salario. Pero adems de que el obrero debe pagar por la
mercanca agua, el capitalista no reconoce que el agua forma parte del salario
o bien lo reconoce slo parcialmente. De suerte que la privatizacin del
agua implica, en primer lugar, una deduccin ilegal del salario y por lo tanto
la precarizacin de la reproduccin de los obreros. El precio del litro de agua
embotellada mercanca es de 500 a 1000 veces ms que el del agua del
grifo, mientras que los salarios, en esta poca de globalizacin salvaje del
capitalismo, no hacen sino bajar.
k) Neoliberalismo = sobreexplotacin sistemtica y voluntaria del agua
Pero el problema de fondo de la privatizacin del agua es que aso cia la
expropiacin violenta y el franco despojo de un bien comn de la humanidad,
incluida la clase obrera, con la acumulacin de capital, esto es, al hacer
negocio para obtener ganancias. Es decir, asocia a la acumulacin de capital
una acumulacin originaria de capital profundizada porque no arrebata slo
un medio de produccin sino un medio de vida que, adems, es premisa
generativa y constitutiva del cuerpo de la humanidad.
De lo anterior se desprende que la privatizacin el agua involucra en
segundo lugar una violencia extraeconmica mayor que su conversin
en mercanca, es decir, la enajenacin completa de un bien inalienable de la
humanidad y de la clase obrera que sta debe defender so pena de morir de
sed.
En efecto, la privatizacin del agua implica necesariamente la sobreexplotacin
de los mantos acuferos porque en tanto mercanca que contiene plusvalor y que
le permite al capita lista embolsarse ganancias extraordinarias y aprovecharse
de ventajas de todo tipo, legales e ilegales, promueve negocios lu crativos que
transgreden necesariamente los lmites de recarga de los acuferos. La clase
obrera se ver imposibilitada a acceder a este bien no slo como condicin
inmediata de reproduccin vital, sino aun en forma de mercanca porque el
capital tiende inevitablemente a agotar este recurso natural no renovable vital
del que no puede hacerse responsable porque slo tiene ojos para la ganancia
y no para la preservacin de un recurso que visualiza como su propiedad
privada, no como bien pblico y menos como patrimonio de la humanidad.
El modo de produccin capitalista especfco, esto es, fundado en la maquinaria
y la gran industria, sobreexplota los mantos acuferos por determinaciones
estructurales pero slo de un modo eventual e involuntario. Mientras que
el capitalismo neoliberal forma decadente del modo de produccin
Jorge Veraza
234
especfca mente capitalista sobreexplota los mantos acuferos tambin
por determinaciones estructurales pero de manera sistemtica y voluntaria:
la voluntad lucrativa del capital privado. En el ca pitalismo posmoderno las
razones estructurales que limitaran esta sobreexplotacin y que provienen
del capital social son obstaculizadas y neutralizadas. El capital individual
privatizador de agua la industria transnacional del agua tiende a volver
imposible la reproduccin del capital social en su conjunto porque apunta a
provocar la muerte hdrica de la humanidad y la precariedad hdrica para
todos los usos productivos (capi talistas) y consuntivos de la humanidad.
l) El agua como mercanca por ser escasa
El sealamiento de que el agua es un bien fnito y escaso, adems de ser
cierto, cumple la funcin de criticar el despilfarro de agua, en particular el del
capitalismo industrial, por lo cual debe ser retomado para resolver la crisis
del vital lquido.
Sin embargo, en ocasiones se le aade a esta tesis otra que es incorrecta pero
que parece ser verdadera e, incluso, comple mentaria de la primera, a saber:
que por ser un bien escaso posee un valor econmico. Esta idea se desprende
de la teora econmica marginalista o neoclsica
190
aplicada al agua. Aunque
aparentemente es slo un corolario de la primera tesis, en verdad sta es otra
radicalmente distinta de la primera. Su utilidad es evidente: al otorgarle valor
econmico al agua, la convierte de facto en mercanca y allana la argumentacin
para justifcar su privatizacin. Veamos un ejemplo: el informe sobre la
crisis del agua en Amrica Latina que present Mauree Castellanos como
representante de la Asociacin Mundial del Agua, el 17 de marzo de 2006 en el
Foro Mundial del Agua. En su informe, Castella nos critica la inefcacia de las
empresas que operan en Amrica Latina. Al parecer espera que as mejorar su
desempeo. Se trata de una persona con buenas intenciones pero que como
veremos ms adelante al buscar por todos lados, tomando de aqu y de all
los instrumentos para resolver el problema del agua, maneja un pensamiento
ambiguo. El valor econmico del agua o de cualquier bien no puede derivar
de la escasez y fnitud del mismo, pues estos son parmetros fsico-naturales
que slo indican que dicho objeto satisface una necesidad humana, lo cual
no implica que haya que pagar por ese bien, que es lo que se desprende de
la nocin de valor econmico. Este es el mismo caso que el aire, que tambin
es fnito y escaso pero por el cual todava no se paga ni parece poseer valor
econmico ni lo tiene. En realidad la teora econmica neoclsica madre
de la poltica econmica neoliberal en la que se sustenta la privatizacin del
agua confunde desde el principio la nocin de valor econmico con la de
bien o valor de uso. La economa poltica clsica alcanz el mximo desarrollo
190 Len Walras, Elementos de economa poltica pura o teora de la riqueza social.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 235
cientfco con Adam Smith y David Ricar do a partir del descubrimiento de
que el valor econmico esta constituido por trabajo humano, pero como Karl
Marx retom y perfeccion esta teora para sustentar su crtica radical a
la sociedad burguesa la teora econmica neoclsica posterior decidi
renunciar a la ciencia y retroceder confundiendo valor econmico y bien y
despojando de sentido el concepto de valor al sustentado en la escasez relativa
de los bienes.
191
No es casual que para justifcar la privatizacin del agua y
esquilmar a la gente el neoliberalismo se base en una teora econmica que
renunci a la cientifcidad para ocultar la explo tacin capitalista del obrero
cuyo trabajo plasma el valor que en la sustancia que se embolsa su patrn de
las ganancias. Ahora se pretende utilizar esa misma teora pseudocientfca
para esquilmar a toda la gente al justifcar la idea absurda de que el agua es
mercanca por ser fnita y escasa, cuando que ni lo es ni puede serlo porque no
contiene valor sino que es producto de la naturaleza.
Lo que s contiene valor econmico son los procedimientos para volver
utilizable el agua: extraccin, entubado, purifcacin, almacenamiento,
etctera, pues estos procedimientos hdricos utilitarios insumen diversas
cuotas de trabajo humano. Por cierto, si el agua es escasa es probable que
se requiera ms trabajo para obtenerla, pues los PHU sern ms costosos.
No es que esta agua sea ms costosa por ser ms escasa sino que la mayor
cantidad de trabajo vuelve ms valiosos esos PHU, pero como stos, una vez
instalados, son inseparables del agua que contienen, distribuyen, purifcan,
etctera, parece que es sta la que posee ese valor econmico. El problema que
tenemos aqu no es slo la degradacin de la ciencia econmica, su renuencia
a salir de las apariencias y a defnir la estructura interna de las cosas, sino que
este retroceso cientfco posibilita manipular las mentes de la gente para que
acepte una injusticia de conse cuencias incalculables.
Al aludir a la escasez para adjudicarle un valor econmico al agua se pretende
justifcar el precio de monopolio que las empresas transnacionales cobran por
el agua y que pretenden elevar cada vez que se vuelva ms escasa. Por eso
los represen tantes de las transnacionales del agua insisten en dicha crisis y la
infan porque as agrandan el negocio.
Ciertamente los PHU necesarios para que el agua llegue a nuestra casa, tierra
o industria se acrecentarn al escasear el lquido porque involucran ms
trabajo. Pero este hecho slo eleva el costo del agua debido a que se incrementa
el trabajo contenido en los PHU requeridos. Sin embargo la transnacional
del agua cobra un precio mil veces mayor como vimos en el caso del agua
embotellada en comparacin con la del grifo.
191 Karl Marx explica el surgimiento de la economa poltica vulgar de la que deriv la teora
neoclsica en el postfacio a la segunda edicin (1872) de El capital.
Jorge Veraza
236
Estas empresas pretenden usar la escasez como justifcacin para cobrar
un precio sin proporcin con el esfuerzo o trabajo que cuesta en realidad el
servicio, para encubrir el precio de monopolio que imponen y las ganancias
abusivas que se embol san. Estemos alertas...
m) Pagar lo justo por los PHU que suministran el agua
Pagar por el agua es una fgura ideolgica que debe ser cri ticada porque
con ella se pretende manipular la mente de los individuos y provocar que
nos equivoquemos al actuar en la prctica. En efecto, pagar lo justo por el
agua comienza por reconocer que en verdad no pagamos por ella sino por
los proce dimientos hdricos utilitarios que permiten el suministro. Con el
agua apagamos la sed, no con las tuberas que permitieron canalizarla hasta
nuestro hogar, pero stas deben ser pagadas. Pagar lo justo por el agua pasa
por reconocer que no es mer canca porque aceptar que lo es valida a travs
del truco de que vale por ser escasa el injusto sobreprecio monoplico que
pretenden cobrar por ella.
Mauree Castellanos da pie para a tal equvoco pese a querer aliviar la sed
de la gente y querer cobrar un precio justo por el agua. En efecto, reconoce
que en Amrica Latina existe una fuerte polmica sobre el agua como bien
econmico y derecho humano y la ONU seala que es un derecho humano
por el que los estados deben velar, pero esto no signifca, aade, que el agua
deba de ser gratis, excepto para que los grupos que no tengan posibilidad de
pagarla. Adems, puntualiza, se deben recuperar los costos para que todo
el mundo pueda tener agua. En este dilema, estos aspectos no deben ser
opuestos, pueden ser complementarios. (La Jornada, 18 de marzo de 2006,
p. 41)
El sealamiento de la ONU es correcto pero no lo es encua drarlo en la polmica
sobre si el agua es un bien econmico o un derecho humano. Este error
conduce como le ocurre a Castellanos a creer que slo se justifca cobrar
por el agua si se considera sta bien econmico, esto es, valor econmico.
Pero esto no es cierto pues se justifca pagar por lo PHU que posibilitan el
suministro de agua sin que paguemos directamente por ella.
Lo que debemos pagar por el agua es el costo de los PHU, no ms. Pero si
creemos que pagamos por el agua porque sta es escasa abrimos la puerta a la
privatizacin y el despojo del agua y a que las transnacionales nos la vendan
a precios monoplicos exorbitantes.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 237
n) La lucha de la clase obrera y la gente contra la privatizacin del agua
La clase obrera est obligada a luchar contra la privatizacin del agua para
no sufrir la precarizacin creciente de su reproduccin y morir de sed. La
privatizacin del agua atenta contra el salario y contra las condiciones de vida
previas al salario, es decir, es un factor de la acumulacin de capital y a la vez
de la acumulacin originaria terminal o de las condiciones de supervivencia
de la especie. La clase obrera debe luchar contra la privatizacin del agua en
ambos sentidos, convertirse en revolucionaria ecologista para no ser barrida
de la historia despus de penar y morir de sed como el ms sometido y
degradado de los esclavos que han pisado este planeta.
La gente sa que todava no forma parte de la clase obrera y cuya agua le
es expropiada por el capital sufre un atentado masivo contra su existencia.
En tanto acumulacin originaria, la expropiacin del agua apunta a la
proletarizacin de los productores directos que an son propietarios de sus
medios de produccin. De ah que quienes sufren la expropiacin de su
agua entrevn la condicin proletaria y humillante a la que el capital los
arroja y responden violentamente tomando conciencia de su proletarizacin
virtual. Esto les permite aliarse al proleta riado, transformarse emocional y
racionalmente y destruir sus ideologas de clase y sus prejuicios de sentido
comn.
De otro lado, como esta acumulacin originaria es terminal la proletarizacin
que produce, aunque es slo parcial y virtual, pone en cuestin la existencia
de los expropiados y la de toda la gente de tal modo que hace crecer en ellos
una solidaridad humanitaria general bajo la forma de un ecologismo inmedia-
tamente poltico. La gente que sufre la expropiacin del agua se encuentra
asimismo en un estado de fuidez emocional y psicolgica que debilita sus
prejuicios y rigideces ideolgicas y modifca su horizonte de vida en mayor o
menor medida.
Sometidas tanto al impacto proletarizador de la acumulacin originaria
en general como al impacto especfcamente letal para el individuo y para
toda la especie, estas personas si bien no pasan a formar parte de la clase
obrera en sentido estricto, quedan integradas en la nacin proletaria
192
que se
enfrenta al capital para sobrevivir. Si se quiere observar analticamente esta
integracin, diremos que dichas personas forman parte de la nacin burguesa
pero confrontada con la forma dominante de acumulacin de capital, es
decir, con capitales particulares que no se tocan el corazn para destruir las
condiciones de vida de la clase obrera y de la pequea burguesa pero tambin
192 Sobre este concepto cfr. Jorge Veraza U., Lucha por la nacin en la globalizacin Quin
lucha y por qu tipo de nacin?
Jorge Veraza
238
de otros miembros de la clase burguesa. Como en las condiciones mexicanas
este patrn de acumulacin de capital dominante est determinado por el
imperialismo estadounidense, estos miembros de la nacin burguesa que se le
enfrentan contradi cen parcialmente al capital pero integralmente al imperio,
son nacin burguesa antiimperialista. Adems, se reconocen en la situacin
del proletariado tanto por la proletarizacin parcial y virtual de que son objeto
como por la solidaridad humanitaria que han adquirido al captar el horizonte
de destruccin ecol gica terminal que impone el neoliberalismo. Son, pues,
nacin burguesa antiimperialista que no slo establece una alianza frentista
con la nacin proletaria, sino que inmediatamente asume las posiciones
proletarias para defender su supervivencia humana en general y, slo as,
garantizar su supervivencia en tanto nacin burguesa, es decir, en resumen,
que se integran en la nacin proletaria aunque no forman parte en sentido
estricto de la clase proletaria.
o) Economa, poltica y derecho del agua (discutiendo con Julio Boltvinik)
El agua, que no es producida, es mercanca porque es producida Julio Boltvinik
quiere responder al interrogante de si el agua puede ser o no considerada como
mercanca.
193
Para ello, siguiendo la refexin de Marx en El capital, reconoce
que el vital lquido tiene valor de uso pero no valor. Sin embargo Boltvinik
malinterpreta un pasaje del captulo primero de El capital para plantear que
aunque el agua no es originariamente una mer canca, actualmente lo es, con
lo cual hace desbarrar su propia concepcin sobre la privatizacin del agua y
mella su crtica a la crtica neoliberal.
En primer lugar, Boltvinik glosa adecuadamente a Marx cuando seala que
una cosa puede ser valor de uso y no ser valor [ni por tanto mer canca]. Es este
el caso cuando su utilidad para el hombre no ha sido mediada por el trabajo.
Ocurre ello con el aire, la pradera virgen, las tierras y bosques naturales,
etctera. Marx no se refere directamente al agua pero es claro que lo podemos
igualar con la tierra virgen, las praderas y bosques naturales. Ntese que hay
un califcativo: la tierra debe ser virgen, las praderas y los bosques deben ser
naturales. El agua quedara en el etctera del prrafo previo de Marx slo si
se redactara como cursos y cuerpos de aguas naturales o una redaccin
similar.
Es cierto que el agua cabe en el etctera de Marx, pero en la reduccin que
propone Boltvinik para incluirla se desliza un error.
Prrafos adelante Boltvinik dice que si el agua de la que es tamos hablando
es una agua captada, potabilizada y distribuida por un sistema de tuberas,
193 Julio Boltvinik, Agua, mercantilizacin, pobreza, La Jornada, 19 de marzo de 2006.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 239
ya no es el agua natural. El agua que sale de la llave de nuestra casa s puede
ser, por tanto, una mercanca en la concepcin de Marx. Ello a pesar de que
el ser humano no produce agua. Como vemos, nuestro autor confunde el
agua y los PHU que son inseparables de la misma cuando llega a nuestros
hogares. Ciertamente, el agua natural es H2O y no puede dejar de serlo pues
dejara de ser agua. Incluso el agua producida artifcialmente tendra que ser
H2O, as que por un rodeo volvera a ser agua natural. Por un lado Boltvinik
utiliza el adjetivo natural en el sentido de originada por la naturaleza y
para referirse al carcter ontolgico de la molcula del agua. Pero, por otro
lado, utiliza el mismo adjetivo slo en el segundo sentido. Por ello, despus
de distinguir el agua natural (por su origen) respecto del agua artifcialmente
producida por la in dustria, todava puede decir que el agua producida por
sta es natural. Adems cuando Boltvinik reconoce que el ser humano no
produce agua, su conclusin lgica debera ser que entonces no es mercanca
ni puede serlo pero, extraamente, quiere que s lo sea y para ello intenta
acudir a la concepcin de Marx. Sin embargo en este punto Boltvinik renuncia
a la teora del valor trabajo y se refugia en una de las acepciones posibles de la
palabra natural que l le aplica al agua.
Para que su despropsito tenga apariencia de consistencia discursiva
incluso para l mismo Julio Boltvinik arguye que aunque el agua natural
no es producto del trabajo humano, el agua potabilizada, entubada y
bombeada s es producto del trabajo a partir de una materia prima que es
el agua natural. Pero el agua involucrada en estos procesos no es ningn
producto de los mismos pues no existe ningn otra agua que la que es H2O;
sta exista antes de aplicrsele dichos procesos y stos slo tienen sentido si
el agua no deja de ser H2O O qu otra agua existe? Como se ve, debemos
distinguir rigurosamente el agua respecto de los PHU aunque stos parezcan
disolverse en la misma.
Mediante una analoga Boltvinik intenta convencernos de que el agua
entubada ya es un producto del trabajo humano, pero lo que en realidad es
un producto de ste es el entubamiento del agua y no el agua en cuanto tal:
Es similar a lo que pasa cuando un carpintero fabrica una silla de madera
a partir de un bosque natural, no cultivado. En este caso la madera es un
bien natural que el carpintero ha transformado en silla. Esta puede ser una
mercanca. El agua del cauce natural puede estar a cientos de kilmetros de
nuestras viviendas y es muy diferente del agua que sale de nuestras llaves
de agua; sta es un agua que ha sido transformada de manera similar a la
transformacin de la madera en silla.
Sin embargo, lo que es mercanca es el transporte del agua, no el agua. sta
podr ser mercanca slo cuando sea produci da en tanto H2O. Y lo mismo
Jorge Veraza
240
vale para la madera del bosque natural que se utiliza para fabricar la silla. La
madera es el cuerpo sobre el que recae el trabajo del carpintero, y ste se ha
convertido en mercanca en tanto que no se separa de dicho cuerpo. Pero aqu
cabe una distincin hasta hoy imposible, o casi, para el caso del agua, y que
Boltvinik la reconoce de pasa da. En efecto, dice: una silla de madera a partir
de un bosque natural, no cultivado. En efecto, si el bosque es cultivado los
seres humanos estn produciendo la madera, no slo la silla, y por ende no
slo la silla sino tambin la madera han podido devenir en mercanca. A igual
ttulo, cuando los seres huma nos cultiven el agua, o ms precisamente, la
produzcan, las transformaciones materiales laborales involucradas en esta
produccin y slo en sta posibilitarn que el agua devenga en mercanca,
antes no.
Los conocimientos humanos logran su cometido, esto es, establecer la verdad
de algo, por aproximaciones sucesivas, a que la prctica humana interacta con
los objetos comenzando por su estructura externa y aparente y prosiguiendo
con su estructura interna y esencial. De ah que la transformacin productiva
de la materia por parte de la sociedad tambin est determinada por niveles
de profundidad a travs de los cuales se va completando dicho proceso de
transformacin. De ah el error de Boltvinik, quien identifca implcitamente
transformacin y produccin y a partir de esto deduce que las transformaciones
que sufre el agua como consecuencia de los procesos que se le aplican para
volverla til son lo mismo que producir agua con lo cual sta, adems de
valor de uso, tambin adquiere valor y puede por tanto convertirse en
mercanca. Sin embargo, lejos de ello, tales transformaciones slo la modelan
formalmente pues no ponen su estructura molecular sino que la suponen.
Producir efectivamente agua, de manera que se plasme en ella valor, signifca
transformar realmente la materia a nivel atmico y molecular para obtener
de dicha transformacin H2O, agua. Si nos atenemos a la distincin entre
transformacin productiva formal y transformacin productiva real queda
claro que el agua en cuanto tal no ha sido producida porque se la purifque
o se la entube, y que si el resultado de estos procesos implica un valor y una
mercanca este valor no puede atribursele al agua que ha permanecido, en
tanto mero valor de uso, como soporte de aquellos manejos aunque parezca
confundirse con ella; es el valor de dichos procedimientos pero no del agua.
No es cierto, pues, que Marx avalara la mercantilizacin y privatizacin del
agua como piensa Boltvinik, aunque ste s quiera avalar creyendo apoyarse
en Marx. La refexin de Boltvinik, nos conduce al tema poltico de la lucha
contra la privatizacin: No es, pues concluye, argumentando que por
naturaleza el agua no pueda ser transformada en mer canca que tenemos que
luchar contra su mercantializacin y privatizacin. La lucha tiene que darse
en otro terreno, en el mismo en el que casi todas las sociedades del mundo han
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 241
lo grado desmercantilizar la educacin bsica. Es el terreno de los derechos
sociales fundamentales. Constituye un acierto el que Boltvinik ubique al agua
como un derecho social fundamental y que luche por la misma en este terreno,
pero sta no es razn para abandonar el otro terreno de lucha y dejrselo libre
a las transnacionales del agua. Me refero al terreno estrictamente econmico
y terico econmico del que dependen las formas fundamentales de la
lucha.
En efecto, la mercantifcacin y privatizacin del agua no son ni siquiera
dentro del modo de produccin capitalista procesos tranquilos y normales
sino que implican violencia fsica e ideolgica adems de violar las leyes de
apropiacin privada del mismo sistema capitalista, una violencia expropiatoria
que se enmascara como derecho privado. En realidad es una violen cia que
contradice tanto al derecho privado como al social. La privatizacin del agua
constituye un robo, y como adems es una forma de esquilmar a la sociedad
y no a ste o aquel par ticular violenta especfcamente al derecho pblico.
Involucra, en fn, como ya se mencion en el captulo anterior varias
modalidades de acumulacin originaria.
p) Luchar unidos o no?
Veamos lo que tiene de correcto el argumento de Boltvinik, es decir, la idea de
que el agua es un derecho social fundamental.
Para que un bien (o servicio) se constituya en derecho social es necesario que
su acceso no sea por la va mercantil. Que el acceso no dependa de si se tiene o
no los recursos monetarios para pagar su precio. El agua para uso domstico
debe ser des-mercantilizada porque slo as ser posible garantizar el acceso
a ella a toda la poblacin. Para ello tiene que ser el Estado el que provea el
lquido.
Todo esto es justo y tambin lo que a rengln seguido aade nuestro autor:
pero el agua tiene un problema que no tiene la educacin bsica; el agua se
puede desperdiciar y se suele des perdiciar cuando quien la despilfarra no
paga el costo de hacerlo si es muy bajo. Por tanto, es necesario combinar su
desmercantilizacin con mecanismos de control para evitar su desperdicio.
La argumentacin de Boltvinik, en este aspecto del problema, es impecable
y slo cabe aadirle que tambin deben ser des-mercantilizados otros usos
del agua que ocurren en el campo, y no slo los domsticos que ocurren en
las ciudades. La lucha por la defensa del agua en la ciudad y en el campo
debe mantenerse unida, pero si slo desmercantilizamos el agua de uso
domstico estamos soslayando el hecho de que las comunidades rurales en
Jorge Veraza
242
muchos casos indgenas hacen un uso domstico pero tambin productivo
de los manantiales, ros o lagos, en torno a los cuales habitan y esta relacin
originaria y metablica tambin debe ser garantizada por el Estado. El
neoliberalismo ha puesto su mira en estas comunidades y por distintos
caminos, ora las transnacionales del agua ora el Estado neoliberal (fede ral,
estatal o municipal), les han arrebatado a stas no slo el suelo sino tambin el
agua (o les dejan el suelo pero sin agua) y precisamente bajo la justifcacin de
que deben pagar por el agua porque es una mercanca. Mediante expropiacin
violenta o mediante una compra-venta que violenta la realidad de lo que es
el agua y la relacin que los pueblos mantienen con ella ocurre de facto una
acumulacin originaria de capital a costa del agua de estos pueblos. Por lo
dems, de ninguna manera el monto monetario que las empresas o el Estado
pagan por gozar de un acufero, un lago o un ro es equivalente con el servicio
ambiental que estos prestan realmente.
La lucha contra la privatizacin del agua ha aumentado y se ha fortalecido no
slo a causa a la creciente violencia que entraa esta poltica neoliberal sino
tambin porque los ms diversos actores sociales que son atacados por sta
han recono cido su unidad con el resto de actores similarmente atacados en el
hecho de que el agua no es una mercanca. La lucha de los ciudadanos para que
sistemas municipales de agua no se privaticen y mantengan tarifas reducidas
confuye con la lucha de las comunidades que defenden sus manantiales
como elementos sagrados que ningn dinero puede comprar porque el agua
no es una mercanca. En este punto el argumento religioso toca un punto
verdadero que la ciencia puede aclarar y as fundamen tar cientfcamente no
slo la pertinencia de la lucha de estas comunidades sino de la unidad de
esta lucha con el resto de las luchas contra la privatizacin del agua. Esta
posibilidad se pierde en la argumentacin de Boltvinik, cuyo equvoco terico
conduce forzosamente a un proceder poltico equivocado.
Como las comunidades rurales viven actualmente una acre cida penuria
debido a la expansin del capitalismo industrial y agrcola algunos de sus
miembros desesperados por esta situacin se ven obligados, para
sobrevivir, a vender sus tierras o el acceso al agua de que gozan, aunque al
hacerlo transgredan una regla comunitaria, algunas veces incluso vinculada
con una prohibicin religiosa. La comunidad debe defender el agua por el
bien de todos sus miembros y hacer que tambin sus miembros desesperados
respeten dichas reglas, a fn de que todos encuentren una salida distinta a la
venta, la mercantilizacin y la privatizacin del vital lquido. Pero como la
comunidad no siempre tiene la fuerza sufciente es necesario que el Estado
garantice, con el poder del derecho y de sus instituciones, que el agua no
se privatice. El Estado debe ofrecer programas econmicos y sociales que
posibiliten la supervivencia y la vida digna de todos los miembros de las
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 243
comunidades agrarias e impedir que el agua caiga en manos privadas. Pero si
se cree que el agua es mercanca no se puede no deducir que sea privatizable y
que entonces el derecho avale la posesin privada del agua y su compra-venta
por ejemplo por parte de un vendedor miembro de una comunidad rural a
una empresa transnacional. Por eso hay que demostrar que slo en apariencia
esta es una transaccin mercantil cuando, en realidad transgrede, el derecho
social y tambin el privado, que bajo el aspecto de una compra-venta pero
de algo que no puede ser vendido ni comprado porque no es mercanca
se est llevando a cabo un despojo simple y llano. Por este camino esta
demostracin y las consecuencias prcticas que de ella se desprenda sera
posible presionar al Estado no slo con la fuerza de los movimientos sociales
sino tambin con la fuerza del derecho y de la razn, as como con la conviccin
y el nmero de adherentes de los movimientos sociales.
q) La privatizacin foxista del agua es anticonstitucional
Julio Boltvinik trata de acompasar el argumento de El capital de Marx con la
Constitucin mexicana, en especial con su art culo 27, en vista de consolidar
una slida posicin cientfca y poltica en la lucha contra la privatizacin del
agua. Por des gracia como demostr el camino que ha intentado redunda
en detrimento de la argumentacin Marx y de la unidad de la lucha en contra
de la privatizacin del agua. Veamos ahora cmo utiliza la argumentacin de
nuestra Carta Magna.
La tesis que han venido sosteniendo los movimientos populares en todo
el mundo, incluido nuestro pas, es que el acceso al agua es un derecho
fundamental y que el agua no es una mercanca. As lo han sostenido en
Mxico multitud de organizaciones populares y el Partido de la Revolucin
Democrtica.
Hace ms de un ao la diputada Herrera y el diputado Ten-tory, ambos del
PRD, presentaron ante la cmara de diputados una iniciativa para aadir
un prrafo al artculo 4 constitucional estableciendo el derecho universal de
acceso al agua sufciente, salubre, aceptable y asequible. Asimismo, la diputada
Brugada present una iniciativa para incluir este derecho en la Ley de Aguas
Nacionales. Como era de esperarse estas iniciativas estn conge ladas. Vale la
pena comentar al respecto que las dos iniciativas son pertinentes precisamente
porque respetan el espritu tanto del artculo 4 como del 27 constitucional. En
efecto, los diputados alu didos explicitan en su propuesta un rasgo esencial o
caracterstico de dichos artculos: el hecho de que el agua es fundamentalmente
un bien pblico y que su uso privado no debe contravenir este ca rcter. As
que proponer que se garantice el derecho universal de acceso al agua etctera,
es consistente con nuestra Carta Magna.
Jorge Veraza
244
Boltvinik aade que la Organizacin Mundial de la Salud, segn relata
Anglica Enciso en el magnfco libro Agua que La Jornada acaba de publicar,
ha sostenido lo mismo, a pesar de ello el gobierno mexicano ha optado
por la va de la privatizacin. De lo anterior se desprende que el gobierno
foxista, al privatizar el agua acta de manera anticonstitucional segn nuestra
pers pectiva la cual coincide con la de las iniciativas de los diputados antes
mencionados, pero no parece ser anticonstitucional si nos atenemos a la
interpretacin que hace Boltvinik de los artculos 4 y 27 constitucionales. Por
eso no acusa al gobierno foxista de anticonstitucional en este punto.
Antes de discutir a fondo la interpretacin de Boltvinik en nuestro siguiente
apartado cabe sealar con ste que las cifras que tanto Enciso como el PRD
han venido manejando es que 11 millones de personas carecen del servicio de
agua potable y 23 millones del de drenaje. Este sealamiento hace patente la
necesidad de agua sufciente para toda esta poblacin y ms an los clculos
estadsticos que ms abajo aade Boltvinik.
r) La Constitucin Mexicana, el agua y la empresa Coca-Cola
Dejemos de momento a Marx dice Julio Boltvinik y vayamos al artculo
27 de la Constitucin Poltica de los Estados Unidos Mexicanos para ver qu
estipula sobre la propiedad y usos del agua: la propiedad de las tierras y
aguas comprendidas dentro de los lmites del territorio nacional corresponden
originariamente a la nacin, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir
el dominio de ellas a los particulares, constituyendo la propiedad privada. Las
expropiaciones slo podrn hacerse por causa de utilidad pblica y mediante
indemnizacin.
De este texto se desprende que puede ocurrir la privatizacin del agua sin
que los redactores de nuestra Carta Magna asuman que el agua es mercanca
puesto que si el Estado puede trans mitir el dominio de ellas [tierras y
aguas] a los particulares este dominio se ejerce sobre bienes de los que no se
distingue si slo son valores de uso o si tambin son valores econmicos. En
realidad no podemos exigir de dichos redactores, se exponen en los trminos
especializados de la economa poltica y en particu lar de la teora del valor
trabajo que proviene de Adam Smith y de David Ricardo. Pero lo que s se
desprende, en segundo lugar, es este texto constitucional que los privatizadores
del agua actuales muy bien podran ser expropiados en acuerdo a nuestra
Carta Magna por causa de utilidad pblica. Y causas de esta naturaleza
sobran. Pero veamos como contina el mismo texto constitucional pues all se
revela con mayor claridad el espritu del mismo:
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 245
La Nacin tendr en todo tiempo el derecho de imponer a la pro piedad
privada las modalidades que dicte el inters pblico, as como el de regular, en
benefcio social, el aprovechamiento de los elementos naturales susceptibles de
apropiacin en nuestro caso el agua, con objeto de hacer una distribucin
equitativa de la riqueza pblica, cuidar de su conservacin, lograr el desarrollo
equilibrado del pas y el mejoramiento de las condiciones de vida de la
poblacin rural y urbana. En consecuencia, se dictarn las medidas necesarias
para regular los asentamientos humanos y es tablecer adecuadas provisiones,
usos, reservas y destinos de tierras, aguas y bosques a efecto de ejecutar obras
pblicas y de planear y regular la fundacin, conservacin, mejoramiento y
crecimiento de los centros de poblacin [...] y para evitar la destruccin de los
elementos naturales y los daos que la propiedad pueda sufrir en perjuicio de
la sociedad.
Como vemos, la propiedad de las aguas y tierras corresponde originariamente
a la nacin y la propiedad privada es un deriva do de esta propiedad originaria
nacional. Por ello el espritu de la ley le impone a la propiedad privada las
modalidades que dicte el inters pblico, que respeten el benefcio social
y sirvan a la distribucin equitativa de la riqueza pblica, etctera, y eviten
la destruccin de los elementos naturales, ya que ello ira en perjuicio de
la sociedad. La perspectiva constitucional es, pues, preponderantemente
social. As las cosas, el dominio privado de las aguas que es el objeto de
nuestro inters, por ejemplo en el caso de un pozo, alude en primer lugar
al uso personal o familiar y no al uso lucrativo. En todo caso este dominio no
debe ocurrir en detrimento de la nacin ni del recurso natural, por ejemplo,
el acufero del que dicho pozo extrae agua. Y esta limitacin vale tambin si
ocurriera el uso lucrativo del agua.
La aguda mirada de Julio Boltvinik se fja en una despropor cin del
texto constitucional que de alguna manera es contraria a su espritu
preponderantemente social:
Paradjicamente, el texto constitucional establece que las ex propiaciones slo
pueden hacerse por causa de utilidad pblica y mediante indemnizacin,
pero no establece ningn requisito para la potestad inversa: la de transmitir el
dominio de tierras y aguas a los particulares. El Estado puede regalar hoy
tierras y aguas, pero si quiere recuperarlas maana debe mostrar razones de
utilidad pblica y debe indemnizar. A las razones de utilidad pblica de la
expropiacin, supongo que se alegaran razones de propiedad privada para
el dominio.
La observacin de Boltvinik parece razonable pero tampoco debemos olvidar,
que, en el texto constitucional, dicha utilidad privada slo tiene sentido si no
Jorge Veraza
246
daa a la sociedad. Lo digo porque es importante y Julio Boltvinik no parece
registrarlo.
Despus de referirse a las aguas nacionales que pueden llegar a ser propiedad
privada, Boltvinik habla de otras que son propiedad de la nacin y cuyo
dominio es inalienable e im prescriptible son aguas que no pueden llegar a ser
propiedad privada pero s pueden concesionarse: mares, esteros, lagunas,
ros, etctera. Pero con la excepcin siguiente: Las aguas del subsuelo pueden
ser libremente alumbradas mediante obras artifciales y apropiarse por el
dueo del terreno, pero cuando lo exija el inters pblico o se afecten otros
aprovechamientos, el Ejecutivo federal podr reglamentar su extraccin y
utilizacin y aun establecer zonas vedadas, al igual que para las dems aguas
de propiedad nacional.
Este caso resulta de sumo inters por dos razones contra puestas: la primera
se refere al uso individual o comunal de pozos que extraen agua del subsuelo
y que, como se ve, el texto le concede libremente al dueo del terreno. El
gobierno acta de manera inapropiada cuando cobra a los individuos o a las
comunidades cuotas de agua por los pozos artesianos que ellos mismos hayan
practicado, como si en lugar de ello el municipio o el Estado les estuvieran
suministrando el agua mediante el servicio pblico de saneamiento,
purifcacin, entubado, etc tera. Adems estas anticonstitucionales acciones
de gobierno presuponen de facto que el agua es una mercanca que es pro-
piedad de la nacin, pues el gobierno cobra no por el servicio de llevarla hasta
tu hogar sino porque te vende la que t mismo obtienes del subsuelo.
Para ilustrar la segunda razn vale la pena mencionar un ejemplo, es el caso
de la concesin que el ayuntamiento munici pal de Cuautla y el gobierno
federal de Luis Echeverra le otorg a la compaa Coca-Cola para explotar
los manantiales natura les ubicados bajo el predio en el que se erige dicha
empresa en la mencionada ciudad. Como diversas colonias de esta ciudad
sufren de escasez de agua y el nivel del ro que la abastece ha bajado ya a
ms de cincuenta por ciento, es de inters pblico, y precisamente porque
afecta a otros, que el Estado cancele dicha concesin y de decrete zona
vedada los manantiales de la ciudad.
Para concluir, comentemos la siguiente observacin de Boltvinik:
A reserva de analizar en prximas entregas la Ley de Aguas Nacio nales, que
reglamenta el artculo 27 constitucional en esta materia, podemos concluir que
parece existir un espacio muy amplio para la discrecionalidad en el manejo de
aquello que es susceptible de concesin y lo que no lo es. Por tanto, el tema de
la privatizacin del agua est abierto en nuestro ordenamiento legal.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 247
Ciertamente el tema est abierto, pero tambin limitado por el bien pblico
que, segn el espritu de la ley, es superior a la propiedad privada. En las
presentes notas se intenta demostrar que el texto constitucional podra ser
precisado en acuerdo a la ciencia econmica en torno al tema de cmo es
que un objeto puede o no ser mercanca. De este modo el derecho mexicano,
adems de orientarse con base en la prioridad del benefcio nacional y pblico
cual es el espritu de nuestra Carta Mag na sera consistente con la verdad
cientfca econmica.
El agua no es alimento sino ambiente vital interno y externo de nuestras
clulas.
Hemos dejado para el fnal la discusin del primer prrafo del artculo de Julio
Boltvinik en el que se establece el tipo de necesidad humana a la que responde
el agua de acuerdo con los manuscritos de economa y flosofa de 1844 de
Karl Marx. Boltvinik considera que el agua satisface una necesidad bsica
para los seres humanos fsica o material a la cual distingue de las necesidades
sociales y cognitivas que son exclusivamente huma nas. Adems, la ubica
ms particularmente como alimento ya que dice el cuerpo humano est
formado mayoritariamente de agua y tenemos que reponer el lquido que
eliminamos. Cabe hacer varias puntualizaciones a este respecto.
La primera dira que, en un sentido amplio no slo los ali mentos propiamente
dichos y el agua seran tales sino tambin el aire, y hay quien considera que
las emociones que ocurren en la interaccin humana sobre todo cuando
son positivas son alimentos e, incluso, se habla del alimento espiritual,
etctera. As, pues, Julio Boltvinik debe precisar en qu sentido est hablando
del agua como alimento. Sin embargo cuando intenta hacerlo su precisin es
insufciente para tratarla como tal. Antes de discutir puntualmente el asunto
del agua descartemos el del aire. En primer lugar cabe recordar que el oxgeno
cumple la funcin de oxidar o quemar en el interior de nuestro organismo los
alimentos propiamente dichos pues el proceso de digestin contina al pasar
de los intestinos a la sangre. Mediante la oxigenacin u oxidacin de la sangre
en los pulmones, son oxidadas las molculas de los alimentos digeridos en el
est mago y los intestinos. As, aunque ingerimos aire a travs de la nariz
esto es, lo introducimos en nuestro organismo no podra considerarse como
un alimento pues sufre en nuestros pulmones un proceso metablico que lo
integra a nuestro cuerpo. En cambio el agua no sufre ningn metabolismo
luego de que la ingerimos para integrarla a nuestro cuerpo: es agua tanto
afuera como dentro del mismo.
Pero el aire, adems de la mezcla de gases que lo componen entre los que
se encuentra el oxgeno contiene grandes cantidades de energa vital
Jorge Veraza
248
el ki japons, el chi de los chinos, el pneuma de los griegos o el pranna de
los hindes que nos constituye y que debemos regenerar continuamente
a travs de la alimentacin y la respiracin. As pues, podra hablarse del
aire como alimento en el sentido de que incluye esta energa. Se trata, como
veremos en seguida, de una metfora inapropiada, como tambin lo es en el
caso del agua. Sera ms correcto no alu dir al pneuma o ki como alimento
sino a ste como ki puesto que la transformacin de los alimentos que permite
reconstituirnos celularmente tiene por objetivo reproducir nuestra energa
vital, nuestro ki. Cuanto ms ki o chi podamos absorber de la atmsfe ra
menos alimento propiamente dicho requeriremos puesto que la fnalidad de
la digestin del alimento es la generacin del chi. Sin embargo no es sufciente
la reduccin de alimento a ki, como no lo es tampoco la de chi a alimento
pues tan necesario como el momento fnal que regenera la energa vital lo es
tambin el proceso de reconstruccin celular de nuestro organismo, y para
sta son obligados los materiales que contienen los alimentos.
Una segunda puntualizacin debe defnir qu es propiamente un alimento.
Tenemos en primer lugar las sales minerales que sirven para la generacin de
energa elctrica intracelular, o como el calcio que constituye nuestra estructura
sea. Luego tenemos los carbohidratos simples y complejos que entre gan
a nuestro organismo la energa necesaria para funcionar. Siguen las grasas,
que adems de lubricantes guardan reservas de carbohidratos en el cuerpo, es
decir, forman paquetes de energa disponibles para ser utilizados cuando se
necesiten. Las protenas, que deben formar parte de nuestra estructura celu-
lar, constituyen propiamente la estructura de nuestro cuerpo. Finalmente las
vitaminas sirven para el procesamiento de todos los ingredientes anteriores
y para el buen funcionamiento de los rganos ya constituidos con ellos.
Ahora bien, en el agua se encuentran disueltos todos estos ingredientes. La
estructura celular e histolgica de nuestro organismo se encuentra efecti-
vamente sumergida en agua; somos 70 por ciento de agua y 30 por ciento de
protenas, sales, grasas minerales, carbohidratos y vitaminas.
De ser el medio ambiente de los protozoarios y luego de todos los peces y
especies acuticas, el agua se convirti en la condicin celular interna y
externa de todos los animales que evolucionaron fuera de ella, como es
nuestro caso. Vistas as las cosas, el agua no es propiamente un alimento sino
el ambiente vital interno y externo de nuestras clulas. Asimismo tampoco
el ki, chi o pneuma es propiamente un alimento sino el ambiente energtico
general de la biosfera de la cual nosotros tambin participamos y con la que
tenemos un intercambio metablico permanente. Por su parte, los alimentos
propiamente dichos son todos los ingredientes materiales de los que depende
la estructura y la dinmica de nuestro organismo en tanto que se diferencia de
manera individuada respecto del medio ambiente externo, sea areo, acutico
o bioenergtico.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 249
Una tercera puntualizacin sealara que la consideracin del agua como
alimento restringe su estatuto ontolgico pues como todo alimento
tendra que ser un objeto de contornos delimitados que podemos introducir
en nuestro organismo para que forme parte de l. Pero en realidad los
alimentos propiamen te dichos no slo son objetos que introducimos, sino que
tambin los metabolizamos, lo cual no ocurre con el agua. Si sta forma parte
de nuestro organismo es de modo completamente distinto que los alimentos
propiamente dichos. Adems, los contornos delimitados que presenta el agua
son slo los del recipiente que la contiene, as sea ste la elemental oquedad
que en el suelo que llamamos charco. De hecho, el agua es toda el agua,
todo un ambiente hdrico lquido, gaseoso y slido inserto en una compleja
dinmica que envuelve a todos los organismos vivos, en el que stos estn
sumergidos de manera patente en el caso de los peces y que constituye
nuestro entorno pero tambin nuestro ambiente vital interno. Es demasiado
pretencioso seal con tino Vctor Manuel Toledo en su alocucin del 17
de marzo en el Foro Mundial del Agua (La Jornada, 24 de marzo de 2006,
p. 3a) decir que el agua es nuestra, pues nosotros no slo nos bebemos al
agua [sic], sino que nosotros mismos somos agua [...]. El agua, imposible
olvidarlo, es anterior a la vida y por ello es su precursora. La condenacin
es ineludible: la lucha por el agua es la madre de todas las batallas. Y si
dicho con precisin y al revs de lo que sugiere no sin agudeza Vctor M.
Toledo no somos agua, la defenderemos con la vida misma porque somos
de agua.
En resumen, el agua no es como los alimentos objetos de contornos
delimitados y como dira Heidegger: un ser-a-la-mano, sino ms bien
un mbito que nos integra y nos envuelve. Y es slo por este carcter
omnicomprensivo que tambin lo introducimos desde el exterior a nuestro
interior de forma de limitada, lo que la hace parecer un alimento, pero en
realidad al introducirla en nuestro organismo ponemos en contacto dos
mbitos para reponer el ambiente vital interno hdrico que se desgasta
cotidianamente.
Cabe agregar un aspecto decisivo que matiza nuestra de mostracin de
que el agua no es alimento: si el mbito vital interno hdrico no merma no
requerimos reponerlo poniendo en contacto los dos mbitos hdricos, es decir,
bebiendo agua. Si no transpiramos el agua interna porque no lo requiera
la temperatura ambiente ni nuestra actividad no tenemos que reponerla.
Por otro lado, a travs de la orina se expulsan dese chos que resultan del
metabolismo corporal y a los que el agua sirve de vehculo. Esta funcin
fsiolgica de excrecin urinaria nos obliga a ingerir agua peridicamente
porque la excretamos tambin peridicamente, lo cual conlleva un contacto
Jorge Veraza
250
peridico del mbito hdrico externo con el interno. Sin embargo, este proceso
se distingue netamente de la alimentacin, pues el agua de la orina slo disuelve
y vehiculiza los desechos provenientes de la metabolizacin de los alimentos
propiamente dichos. Esta diferencia resalta al considerar la otra parte de
agua que nuestro organismo puede perder o no a travs de la transpiracin,
y que si no la pierde no tendra que reponerla, lo cual es imposible para los
alimentos pues nuestro proceso vital forzosamente los consume en la medida
en que lo requiera nuestro tren de actividades. En cambio es forzoso expulsar
de nuestro cuerpo el agua que compone la orina sin consumirla dentro como
los alimentos autnticos.
La excrecin de agua a travs de la orina y la reposicin de la misma constituye
un medio de expulsin de desechos que no parece ser intercambiable por otro.
Se trata ms bien de dos necesidades que se han combinado: la necesidad de
renovar el agua del cuerpo que no existira sino hubiera transpiracin y
la necesidad de expulsar desechos.
El modo de ser del agua en tanto fujo constante se reproduce en la
excrecin urinaria o epidrmica y en la reposicin del agua por va oral. Ms
especfcamente, el fuir del agua como modo en el que sta existe y se limpia
de impurezas es tambin en el que sta se sustituye por agua no confgurada
de modo negativo en trminos emocionales dentro de nuestro organismo, y
tambin el modo en que sta se energiza al correr. Los organismos vivientes
deben renovar constantemente el agua que los constituye para no sufrir
intoxicacin energtica, emocional y qumica.
Una cuarta puntualizacin sita al agua ms all del modo en que Julio
Boltvinik reconoce las necesidades bsicas anima les refrindolas al alimento
y al cuerpo: el agua constituye la base emotiva y espiritual de los seres vivos,
en particular los humanos. A partir de las investigaciones de Masaru Emoto
que demuestran que las molculas de agua se confguran es pontneamente de
manera armnica o inarmnica de acuerdo a la condicin energtica ambiental,
podemos entender que las emociones, que no constituyen solamente una
experiencia ima ginaria subjetiva soportada en diversos procesos fsiolgicos
194
sino, adems, una formacin energtica particular y tambin forman parte de
dicha condicin ambiental y que el agua se confgura de acuerdo a la emocin
contenida en un gesto, en una palabra, en un grito o en una idea. Pero es
evidente que esta sorprendente capacidad de confguracin molecular no
slo ocurre a posteriori, despus de que existen las emociones, sino que, a la
inversa, constituye la base posibilitante para que algo as como las emociones
exista en el mundo de la vida. El agua no est viva de suyo pero si ella no
existiera la vida sera imposible. El carcter fuido y unifcado del cuerpo del
194 Cfr. Jean-Paul Sartre, Bosquejo para una teora de las emociones.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 251
agua corresponde en trminos de estructuracin material molecular con la
fuidez de la energa vital, del mar de bioenerga en el que estamos sumergidos
en la biosfera. La humanidad es slo un miembro comunitario ms de la
biota planetaria. Somos se res vivos individuados pero con un destino comn
construido a partir de la unifcacin bioenergtica y acutica que determina
nuestra existencia vital, emocional y espiritual comn.
El proceso planetario de produccin natural del agua es irrepetible para la
industria humana actual y de l depende la existencia de toda el agua, sobre
todo el agua en tanto ambiente externo en la que se confguran y reconfguran
las emociones de todos los seres vivos, adems de que ah habitan, se refrescan
o encuentran alimento. Por eso es que el agua no es ni puede ser mercanca.
Por otro lado, el proceso de produccin natural del agua entendido en sentido
estrecho para dar cuenta solamente del agua que tenemos a la mano y que
slo en medida nfma puede ser reproducido en laboratorio, ni siquiera el
agua que tenemos a la mano ha podido devenir en mercanca. Esos quizs
alrededor de dos litros de agua efectivamente producidos en laboratorio s
que podran devenir en mercanca propiamente dicha.
D.3. Los trucos de los privatizadores del agua
Triple acumulacin originaria de capital y privatizacin del agua (carlos
slim). Tres formas de acumulacin originaria
En torno al proceso de privatizacin del agua y la forzada con versin de
sta en mercanca estn involucradas tres formas de acumulacin originaria
de capital a las que hemos venido aludiendo de pasada en lo que antecede.
Podemos reconocer un mecanismo bsico constituido por la combinacin
de estas formas. En los diversos procesos privatizadores neoliberales este
mecanismo bsico es particularmente claro, pues la conversin forzada del
agua en mercanca se asocia necesariamente con una expropiacin violenta
abierta o encubierta que constituye una acumulacin originaria de capital
que, como vemos, no slo antecede al modo de produccin capitalista, sino
que adems lo acompaa y es relanzada con l en su nueva modalidad, por el
novsimo capitalismo neoliberal.
La acumulacin originaria de capital es una acumulacin de riqueza anterior
y paralela a la acumulacin de capital propiamente dicha o mediante la
explotacin de plusvalor a la clase obrera y que produce las condiciones que
la hacen posible. Consiste en el despojo, a veces con apariencia legal, de los
me dios de vida de los campesinos y los artesanos, hasta entonces vinculados
tradicionalmente con estos medios y con las condi ciones materiales de las que
stos dependen: el suelo, el agua, el aire, los bosques, etctera. En el captulo
Jorge Veraza
252
XXIV del tomo I de El capital, Marx expone este proceso como condicin
originaria previa pero que tambin acompaa al desarrollo capitalista.
195
La
acumulacin originaria salvaje residual esto es, de lo que quedaba por
arrebatar a los productores directos. Esta forma de acumulacin originaria
es caracterstica del perodo neoliberal, como la forma clsica que dio origen
al capitalismo y luego lo sigui acompaando, tambin consiste fundamental-
mente en un despojo del suelo aunque tambin involucra a la cultura. Pero
ahora los pobladores, productores y consumidores son despojados de los
aspectos residuales el suelo: el agua, el subsuelo y la biodiversidad, as como
los territorios que an quedaban en manos de comunidades indgenas o sobre
los que est asentada una nacin que es incmoda para el imperio pues all
existen yacimientos de petrleo, minerales, etctera como en Afganistn
(2001) e Irak (2003).
Esta forma neoliberal de acumulacin de capital surge para compensar
la insufciente tasa y masa de plusvalor que alimenta a la acumulacin de
capital ya existente mediante el despojo franco de los medios de vida que
an permanecan en manos de campesinos y comunidades indgenas (con
las que el capitalismo haba convivido hasta ahora). Esta expropiacin
incluye condiciones sociales y polticas que obreros, campesi nos, colonos
y ciudadanos en general haban conquistado en el curso del desarrollo de
la sociedad burguesa. Esta acumulacin originaria es salvaje porque no se
conforma con el plusvalor y la superexplotacin de la fuerza de trabajo sino
que le arrebata a la poblacin la riqueza natural y la riqueza cultural.
Finalmente, la acumulacin originaria terminal constituye un segmento
particular de la acumulacin originaria salvaje neoliberal que se distingue
porque involucra la tendencia a acabar con la vida de la clase obrera y de la
humanidad y aun con la del propio capitalismo. Esta forma de acumulacin
de capital genera contradicciones y cuellos de botella cada vez ms difciles de
resolver para el capital social global.
196
Esta forma de acumulacin originaria
opera en los procesos de privatizacin del agua o de la biodiversidad y del
genoma humano, as como en las expropiaciones que impone el imperio
norteamericano al conjunto de la humanidad cuando atenta contra la biosfera
como la negativa a la frma del protocolo de Kyoto o viola impunemente el
derecho internacional mediante guerras preventivas o amagos contra diversas
naciones con el pretexto de la guerra contra el terrorismo internacional.
Las intromisiones del imperio norteamericano en naciones sobera nas fueron
frecuentes durante la guerra fra pero no ponan en peligro de manera general
195 En su libro Cosechas de ira, Armando Bartra ha desarrollado ampliamente este aspecto del
tema apenas sealado por Marx.
196 Analizo esta contradiccin en El siglo de la hegemona mundial de Esta dos Unidos, cuarta parte,
Los lmites del siglo XX y su signifcado histrico universal, captulo I, La subordinacin
real del consumo bajo el capital y los lmites objetivos del capitalismo.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 253
la paz mundial ni se confrontaban con la ONU y violaban el tratado de Ginebra
como las de Bush junior en Afganistn en 2001 y en Irak en 2003.
La Crisis de los Misiles que puso en peligro la paz mundial en 1959-60 no fue
ocasionada por una intromisin directa del imperialismo estadounidense sino
porque ste defendi su esfera de infuencia contra la URSS. Pero hoy se
entromete en la esfera de infuencia de Europa y de Rusia para apropiarse de
sus recursos petroleros, gaseros, hdricos y geopolticos de pases como Irn e
Irak aunque ello signifque poner en peligro el status quo mundial y provocar
una guerra nuclear con Corea del norte y con Irn.
Estas tres formas de acumulacin originaria de capital y en especial la
acumulacin originaria terminal en la que se en cuadra integralmente la
privatizacin del agua y su conversin forzada en mercanca pues esta
resume los aspectos y fases de este proceso podemos entender las ms
recientes formas de privatizacin y mercantifcacin violenta del agua que
mostr el IV Foro Mundial del Agua.
a) Mercantifcacin y privatizacin embozada del agua
En este foro los grandes privatizadores mundiales del agua nos sorprendieron
con la novedad de que no les interesa privatizar el agua (Vivendi, Suez,
Bechtel Coca-Cola, Femsa, Nestl). Lo repitieron los representantes del Banco
Mundial y del Fondo Monetario Internacional y los crearon los representantes
de la OCDE, teniendo en primera fla a su presidente, Jos ngel Gurra.
Respondieron en canon los funcionarios mexicanos al frente de Conagua
(Cristbal Jaime Jacques) y de Semarnat (Jos Luis Luege Tamargo) y de
CEAMA (Javier Bolaos) y rema t el ms acaudalado empresario mexicano y
de Amrica Latina Carlos Slim, quien declar que l no busca la privatizacin
del agua y que el derecho al agua sufciente es indiscutible pero los
consumidores tienen que pagar por ella.
Los privatizadores del agua ya no quieren privatizarla por que eso provoca
grandes problemas sociales y ellos no quieren cargar con el costo social y
poltico de estos confictos, pero quieren privatizarla porque codician las
pinges ganancias que promete. Quieren las ganancias, no los confictos.
Cmo resol ver esta contradiccin si lo bueno las ganancias y lo malo
la protesta social parecen brotar del mismo manantial? Los privatizadores
adoptan ahora una posicin defensiva que les permite dar un rodeo para
atacar con ms ahnco. Retroceden para mejor saltar sobre el cuello de su
oponente: la humanidad sedienta.
Jorge Veraza
254
La mercanca supone a la propiedad privada y la propiedad privada a la
mercanca, pero son dos momentos funcionales espacial y temporalmente
diferenciados y articulados. Mientras soy el dueo de esta casa que habito
sta no parece ser mercanca aunque es mi propiedad privada. Pero cuando
la pongo en venta mi propiedad privada sta se revela como mercanca y
ms an cuando pasa de mis manos a las del comprador y deja de ser mi
propiedad para pasar a serlo de su nuevo dueo. Como la mer canca es la
propiedad privada que transita de un propietario a otro cuando arraiga
pierde la forma de mercanca. Por este motivo los privatizadores del agua
comenzaron a apropirsela privadamente. Slo cuando el agua dej de ser
propiedad de la nacin o de una comunidad o de la humanidad, los expropia-
dores pudieron convertirla en mercanca e imponerle un precio de monopolio
que les report jugosas ganancias al venderla. Pero este proceso normal de
mercantifcacin mediante priva tizacin es obstaculizado en el caso del agua
por los grandes problemas sociales que no puede dejar de suscitar. As que
el neoliberalismo intenta ahora seguir con el negocio de la venta del agua
violentamente mercantifcada pero sin hacer patente su privatizacin, y no
slo en el discurso sino tambin en la prctica. Es decir, ahora la privatizacin
es encubierta. Por su parte, la violencia que entraa la mercantifcacin
del agua se encubre al diluirse en el seno de la civilizacin universalmente
mercantil capitalista. En esto consiste el truco de fondo. Veamos ahora cmo
lo hacen.
Comienzan como Slim exaltando la urgencia de millonarias inversiones
para resolver la crisis del agua que amenaza a las grandes urbes como la del
Valle de Mxico. El Estado conserva la propiedad del agua pero es fnanciado
por capitales privados que coadyuvan en esta situacin de emergencia, pues
ste no cuenta con los ingentes recursos que se requieren en el corto plazo
para resolver el problema. En tercer lugar, el gobier no deber subsidiar las
tarifas de la gente ms pobre mientras que los consumidores mayores pagarn
los precios multiplicados que permitan obtener las ganancias necesarias para
amortizar y aun alentar las inversiones privadas. Es decir, el agua ha sido
convertida en mercanca y comercializada y lucran con ella los capitales
privados sin dejar de respetar la propiedad estatal del agua que, a su vez,
representa la propiedad nacional de la mis ma. En apariencia no ha habido
privatizacin del vital lquido.
Intereses o ms bien utilidades? Te presto dinero o ms bien te robo lo que
te pertenece?
El capital privado hdrico obtiene ganancias por partida doble: por un lado
de los consumidores que pagan las tarifas incre mentadas y, por el otro, del
Estado que subsidia a los consumi dores pobres que no pueden pagar esas
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 255
tarifas. Se trata de dos mercados cautivos: el de los usuarios sedientos y el
del Estado que tiene la responsabilidad social de velar porque los usuarios no
estn sedientos. Estos dos mercados cautivos le permiten al capital privado
imponer un precio de monopolio al agua que as convierte violentamente en
mercanca para obtener pinges ganancias.
Ahora bien, de qu tamao son estas ganancias? Slim habla de utilidades de 20
a 25 mil millones de pesos, los cuales frente a los 50 o 60 mil millones de pesos
de inversin representaran de 30 a 50%. Y esta excelente tasa de ganancia
no parece ser desproporcionada. He aqu un buen negocio, una afortunada
oportunidad para colocar unas inversiones que de otra forma permaneceran
ociosas y, a la vez, un acto justo como las ganancias y aun humanitario
por la emergencia que lo re quiere. No obstante hay un problema: este hombre
quiere hacer negocio comercializando el agua, algo que originariamente no es
ni puede ser mercanca.
En efecto, para poder comercializar el agua y obtener ganan cias con ella, el
Carlos Slim tendra que ser propietario del agua. Sin embargo, l dice que el
propietario del agua es el Estado, ergo la nacin. Y es a sta a la que el mismo
empresario se la vende a precio doblado. Como se ve, el Slim est vendiendo
algo que no le pertenece y lucrando con ello; adems, se lo est vendiendo al
mismo sujeto social al que se lo ha arrebatado previamente. Este negocio es
mejor que el que hicieron los conquistadores espaoles al cambiar cuentas de
vidrio por oro a los indgenas americanos, pues aquellos aventureros por lo
menos eran los propietarios legtimos de las cuentas de vidrio. El seor Slim
en cambio no es dueo del agua que primero nos arrebata y luego nos vende
a tarifa doblada.
En realidad el seor Slim no viene a ayudarnos a resolver el problema hdrico
que sufrimos, sino que se aprovecha de la emergencia en que nos encontramos.
Ahora bien, lo que el em presario ofrece no es una inversin productiva sino
un prstamo para que el Estado lleve a cabo una inversin productiva: la
construccin de la infraestructura necesaria para instalar los PHUS que se
requieren para abastecer a la poblacin. Segn las reglas del juego capitalista,
tiene derecho a exigir una tasa de inters y amortizar su capital original. Pero
el Slim intenta seducir a los inversionistas con utilidades de 30 a 50%. Esta
utilidad representa el inters que este prestamista merece cobrar por su
dinero? Qu banco del mundo le pagara 30 o 50% de inters por colocar en l
su capital? Ninguno. Es cierto que dinero para construir la infraestructura que
nos permita acce der al agua. Pero si se habla de privatizacin se hara patente
la violencia expropiatoria de su empresa y en lugar de pinges ganancias
usted se ganara la repulsa general y movimientos sociales de protesta contra
sus ganancias y sus empresas hasta expropiarlas o expulsarlas por pretender
Jorge Veraza
256
aduearse del agua que pertenece a la sociedad. De ah la trampa econmica
(confundir ganancias con intereses, mercantifcar y vender el agua como
mercanca sin que sea propiedad privada) que usted presenta como rescate
de la sociedad que se encuentra en situacin de emergencia hdrica.
Cmo puede decir que no quiere privatizar el agua si para comercializarla
tiene usted que apropirsela primero? Me diante qu nuevo truco ha resuelto
esta paradoja? El Estado dice usted en representacin de la sociedad sigue
siendo el propietario del agua pues sta es un derecho de la humanidad. Y
usted, sin ser el propietario del agua, lucra con ella. Para po der vender lo que
no le pertenece parece encontrar justifcacin en la fgura jurdica que distingue
tres partes concurrentes de propiedad ntegra de algo: uso, usufructo y nuda
propiedad las cuales pueden desglosarse en dos sujetos de derecho distintos,
a saber: uno de ellos retiene la nuda propiedad en este caso el Estado en
representacin de la nacin y el otro solamente la posesin y el usufructo
en este caso la empresa privada del seor Slim.
Usted no puede declarar que privatiza el agua ni que la vuelve mercanca
porque sta es un derecho humano, slo puede decir que la comercializa.
Tampoco puede explicitar la fgura jurdica que reparte la nuda propiedad
y el uso y usufructo del bien apropiado entre distintas personas jurdicas
porque as se revelara, adems de su truco econmico robo con apariencia
de comercializacin su truco jurdico. Pues ese desglosamiento de la
propiedad requiere que usted haya adquirido en algn mo mento el derecho
al uso y al usufructo del bien. Pero esto no ha ocurrido; ni usted ha pagado
por este derecho ni la sociedad se lo ha cedido; es ms, usted ni siquiera lo ha
solicitado. As, pues, nada justifca que usted se embolse ganancias como si
fuera el poseedor del agua no su nudo propietario y tuviera derecho a su
usufructo Cmo lleg usted a entrar en posesin del agua?
El prstamo o fnanciamiento que usted propone para resol ver el problema
del agua en el Valle de Mxico es una forma de acumulacin originaria de
capital a travs de la cual despoja de agua a la nacin para luego vendrsela
a tarifa doblada. Usted pretende embargar el agua de Mxico mientras
amortiza su inversin y recibe benefcios que no son los intereses que por ley
le corresponderan como prestamista de dinero, sino que lucra con el agua
embargada y entregada en prenda como depsito. En lugar de respetar la
prenda que se le ha entregado en de psito usted lucra con ella. Usted privatiza
el agua y aparenta no haberla privatizado; la comercializa y aparenta no
hacerlo pues cnicamente, dice, se trata de recuperar una inversin mediante
la cual se fnancia el suministro de agua. Financiar el suministro de agua y
percibir intereses por ese prstamo no implica lucrar con el agua. La primera
sera una transaccin propia de la acumulacin de capital, la segunda un robo
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 257
propio de la acumulacin originaria de capital y usted quiere las dos juntas,
acumular capital y robar.
b) Desconocimiento de la historia y de la reciprocidad para justifcar lucro
La emergencia hdrica actual no surgi de un da para otro, sino que tiene
una historia. Y esa historia es la del desarrollo capita lista en cada pas y en
todo el mundo. En el Valle de Mxico, dice Carlos Slim, para que cada hogar
consuma 40 metros cbicos por segundo se gastan 65 metros cbicos por el
desperdicio que hay en la red (por fugas). Adems se han sobreexplotado los
acuferos subterrneos. La extraccin indiscriminada entraa un alto riesgo
de colapsos fsicos, que la red de agua potable se rompa y sta se contamine.
Estas breves palabras bastan para sugerir una historia. La red de suministro
de agua potable tiene fugas porque es vieja y no se la ha renovado porque el
Estado capitalista mexicano no ha querido destinar recursos a esta rea o se ha
visto obligado a usarlos para afrontar las emergencias econmicas, sociales y
polticas que le impone el imperialismo estadounidense al desarrollo capitalista
mexicano. Ese mismo desarrollo capitalista requiere la tala inmoderada de
los bosques y la extensin incontrolada de la mancha urbana y asfltica que
impide la absorcin que recargara los acuferos del agua de lluvia y hace que
la industria y la agricultura contaminen el agua. La actual crisis del agua es
responsabilidad de todos los capitalistas y el dinero y el capital que poseen
tienen inscritos en las estructuras de sus empresas una deuda ecolgica
197
pla-
netaria que deben saldar, pues las ganancias y capitales que han acumulado
hasta hoy dependen de cmo se han servido del agua del planeta durante casi
cuatrocientos aos. Pero como no reconocen la deuda ni la historia creen, y
nos quieren hacer creer, que la crisis del agua se debe a que la gente es muy
irresponsable y no tiene una cultura de ahorro del agua. Culpan a la gente
y quieren que la sociedad salde la deuda que es de ellos. Olvidan todas las
acciones lesivas que cometieron contra el medio ambiente, en particular contra
el agua, y que ellos vieron como requisitos de la acumulacin de capital.
Por otro lado, slo ven el futuro catastrfco, de colapsos fsicos del suelo que
se encuentra encima de los acuferos sobreexplotados y que se hunde junto
con las edifcaciones que soporta y que provoca la ruptura de la red de agua
potable y su ineludible contaminacin. Dentro de las edifcaciones que se
197 ...el reclamo de la Deuda Ecolgica, a cuenta de la exportacin mal pagada (pues los
precios no incluyen diversos costos sociales y ambientales, locales y globales) y a cuenta de
los servidos ambientales proporcionados gratis. Por ejemplo, el petrleo que Mxico exporta a
Estados Unidos (pas que se ha convertido en gran importador de petrleo) est infravalorado
porque no tiene en cuenta la contaminacin producida en las zonas de extraccin de bosque
tropical hmedo de Tabasco y Campeche, porque no incorpora un costo adicional a cuenta
de sus efectos negativos sobre el cambio climtico global y porque menosprecia la demanda
mexicana futura. (Joan Martnez Alier,
Jorge Veraza
258
colapsan los capitalistas privatizadores del agua no visualizan a sus empresas
sino slo las casas de la gente a la que aterrorizan para que pague el agua.
Se les olvida que ellos tambin deben prevenirse frente a tales contingencias
que amenazan sus edi fcaciones y la acumulacin de capital. En lugar de
cobrar por el dinero que ofrecen para fnanciar el suministro sustentable de
agua deberan entregar este dinero a la sociedad como pago por su deuda
ecolgica para evitar el colapso de la acumulacin de capital. Aunque pagar
su deuda ecolgica les benefcia porque garantiza la vigencia de su forma
de enriquecimiento, pretenden que solamente la sociedad, y no ellos, se
encuentra en peligro y que simplemente le ofrecen ayuda.
La privatizacin de la historia tiende a cancelar el pasado y el futuro y a
eternizar el presente del fnanciamiento lucrativo y de la expropiacin de la
riqueza nacional a favor del capital pri vado. El testigo capitalista borra del
pasado su responsabilidad y su deuda en el deterioro actual y del futuro,
la catstrofe que le caer encima como consecuencia de sus propias acciones
lucrativas irracionales. Se niega a reconocer que comparte la contingencia con
la humanidad y que necesita de sta para salvarse. En lugar de ello dice que le
cobra por salvarla; no reconoce que le debe su salvacin actual y futura ni los
daos que l ha ocasionado y la deuda que adquiri con la naturaleza y con la
sociedad. Mediante estos mltiples desconocimientos e irreciprocidades del
capital neoliberal privatizador del agua pretende justifcar sus ganancias y
ocultar la acumulacin ori ginaria que las posibilita.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 259
Parte III
CAPITAL, EL MERCADO MUNDIAL Y LA NACIN
Jorge Veraza
260
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 261
E. Leer El Capital hoy (pasajes y problemas
decisivos)
198
E.1. Desmontando capa por capa de prejucios
199
Expuse el contenido de este libro de viva voz y en una forma coloquial
200
que le con fere una fuidez y familiaridad a las que no quise renunciar para
comunicarme con el lector tanto en los temas fciles como en los difciles. No
pude sino iniciar por un tema difcil debido a que se trataba de enmarcar la
comprensin de El ca pital. Crtica de la economa poltica en su conjunto antes
de adentrarnos en los comentarios al mismo. Pero si el lector tiene presentes
los ttulos y los ndices de cada uno de sus tres tomos y refexiona sobre
ellos conforme lee mi exposicin no le ser difcil seguir lo que digo y sacar
provecho de su lectura.
La situacin de crisis y desbandada del marxismo que se suscit despus del
des membramiento de la URSS (1991) puede ser revertida ahora que despus
del levantamiento zapatista del 1 de enero de 1994 en Guapas lo vemos
renacer a nivel mundial, as sea con pasos an magros e inseguros. Pero para
ello es necesario desaprender lo que fue mal aprendido para poder captar con
nuevos ojos verdades no vistas que ofrece El capital (y por supuesto otros
libros de Marx y Engels).
Capa tras capa de prejuicios cayeron encima de esta obra, muchos forjados
por los propios marxistas, de ah que en mi exposicin deba dedicarme a
desmontarlas en vista de entregar un texto fresco de El capital a los lectores (o
relectores) del siglo XXI.
Si algo no entiendes de entrada en tu lectura registra no obstante que te
198 Leer EL Capital hoy. Pasajes selectos y problemas decisivos. Mexico, editorial Itaca, 2007.
199 Ibd. Advertencia. p.13.
200 Excepto la introduccin, que le ante un pblico de economistas basndome en un texto
que escrib para el caso.
Jorge Veraza
262
sorpren de, y que queda abierta una duda; slo te pido que confes, la difcultad
inicial ser luego subsanada. Entonces no slo sabrs algo nuevo sino habrs
adquirido la ne cesidad de profundizar en ello as como de estar alerta sin
caer en el escepticismo sino abierto a una argumentacin fundada ante
prejuicios y malversaciones que como una cscara envolvan eso que acaba
de sorprenderte.
Cuando digo que debemos desmontar capa por capa de prejuicios, entreveo
que nuestra difcultad pedaggica actual posee la consistencia de una actitud
epocalmente formada en la gente durante ms de tres dcadas de modo
geolgico por el capitalismo neoliberal posmoderno mundializado, hasta
volverla rasgo psicolgico de carcter slido y aplastante. En verdad esta
formacin ya se gestaba desde fnales de los aos sesenta del siglo XX, cuando
el marxismo viva aquel auge histrico que hasta la fecha nos asombra. El
pblico para el que originalmente expuse estos temas, entre julio y octubre
de 2002,
201
estaba formado por estudiantes y profesores de ciencias sociales
y hu manidades (economa, sociologa, ciencia poltica, psicologa social,
antropologa y flosofa) con niveles muy heterogneos de inters por el
marxismo y la poltica re volucionaria as como de conocimiento acerca de
la crtica de la economa poltica, su teora del valor, del plusvalor, de la
acumulacin y la del desarrollo capitalista. Por ello en mi exposicin a veces
doy por supuesto el conocimiento de estas teoras en el contexto de problemas
ms complejos pero que enmarcan o presiden la expo sicin de Marx y que
determinan la comprensin o incomprensin de ste o aquel tema concreto
para luego explicarlas con precisin.
De este modo intento redondear la introduccin a una lectura sistemtica de El
capital. Para algunos lectores este ejercicio supondr una relectura, mientras
que para otros ser una lectura primera pero aderezada con ciertas nociones
acerca de lo que trata esta obra de Marx. Otros, fnalmente, experimentarn
un contraste completo con lo que crean haber entendido de El capital no slo
en una lectura sino an en un estudio sistemtico previo o paralelo de esta
obra.
Hoy que estn impresas estas pginas su autor espera de todo corazn que
el lector se complazca con ellas tanto como aquellos poco ms de cuarenta
entusiastas que en aquellas 11 sesiones de 4 horas cada una bordamos en
torno a la crtica de la economa poltica con la fnalidad de iniciar pronto
una lectura puntual de El capital para tratar de comprender nuestro mundo
y transformarlo.
201 En el diplomado impartido en la Escuela Nacional de Antropologa e Historia Introduccin
a la lectura de El capital.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 263
Agradezco a Fabiola Lara haber grabado las sesiones del curso, a Margarita y
Maribel Rodrguez el haberlas transcrito y a David Moreno su preocupacin
no slo por el estilo sino por mejorar los ejemplos matemticos, los diagramas y
las media ciones argumentativas de la exposicin. Siendo l erudito conocedor
de El capital, su labor fue decisiva para la elaboracin del libro que el lector
tiene en las manos.
Finalmente agradezco el inters que el Partido del trabajo tuvo en promover la
lectura de El capital y que posibilit que entre el 10 de noviembre de 2004 y el
16 de marzo de 2005 impartiera yo a sus militantes y a otros de organizaciones
relacionadas con dicho partido el seminario El capital. Estudio crtico
para la accin poltica que pronto ser publicado. Este prximo volumen
complementar el presente estudio terico metodolgico con especifcaciones
polticas tcticas y estratgicas que derivan o se contienen en El capital.
E.2. Cmo leer el capital en el siglo XXI
202
1. Un siglo que quiere iniciar a oscuras
Comencemos con una paradoja provocada por el dominio del capital industrial
estadounidense sobre el mundo, en particular en nuestro pas: a inicios del siglo
xxi se ha llegado al absurdo de que en la Facultad de la Economa de la unam,
el estudio crtico de la economa poltica, el ms importante para entender
la dinmica de la globalizacin y para ubicar exitosamente a nuestro pas
en ese contexto, se ve ferozmente atacado porque en la poltica acadmica
de los responsables administrativos de la institucin prevalece la ideologa
neoliberal y del pensamiento nico que cree que el progreso consiste en
la destruccin de las condiciones que hacen posible el desarrollo cientfco
autntico y la discusin plural. Estos ataques retrgrados se ceban sobre todo
en El capital de Marx, la obra ms necesaria para comprender el siglo xxi, al
que podramos nombrar el siglo del mercado mundial realizado.
En efecto, en 1974 se modifcaron los planes de estudio de la entonces Escuela
Nacional de Economa de la unam y la crtica de la economa poltica se
convirti en la columna vertebral de la carrera. Los ataques al nuevo plan
de estudios brotaron de inmediato pero tambin el entusiasmo por cumplirlo,
incluso por ex tenderlo. A partir de entonces todas las escuelas y facultades
de economa de las universidades pblicas del pas cambiaron sus planes
de estudios asimilndolos al de la unam y en todas las escuelas de ciencias
sociales (antropologa, sociologa, ciencia poltica) de educacin superior se
introdujo la lectura de El capital.
202 Conferencia presentada en la Facultad de Economa de la UNAM el 17 de junio de 2002
Jorge Veraza
264
Los ataques se recrudecieron sobre todo a partir de 1982, cuando el fmi y el
bm comenzaron a imponer un gasto pblico en ese sentido, entre otras cosas
en la educacin. No ha sido la Facultad de Economa de la unam donde se han
recibido los golpes ms duros de esta andanada reaccionaria pero s donde
ms se ha resistido.
2. Cuando la serpiente se muerde la cola
El capitalismo se ha mundializado, ocupa toda la geografa del planeta. Lo
que haba sido proceso de formacin del mercado mundial se ha convertido
en el mer cado mundial ya formado.
203
Este hecho obliga a invertir algunas de
las perspectivas metodolgicas que se han seguido en la lectura de El capital
y para utilizar sus con ceptos en el anlisis de la realidad precisamente porque
este libro fue escrito dentro de un horizonte histrico en el que se inicia en
forma el proceso de constitucin del mercado mundial y ahora este horizonte
histrico es vigente como resultado.
En primer lugar, antes era prioritario el anlisis del capital individual pero
ahora se requiere comenzar por el resultado que sintetiza la multiplicidad de
los capitales individuales que compiten: el capital social. Ahora el punto de
partida debe ser el capital social mundial. En segundo lugar, era principal el
valor y ahora lo es el valor de uso. En tercer lugar, antes era principal slo el
anlisis de la produccin, ahora pasa a primer trmino el consumo. En cuarto
lugar, en fn, antes la perspectiva histrica, temporal, era la nota resaltante
del materialis mo histrico y de la crtica de la economa poltica, mientras que
ahora lo es el espacio, la geografa.
Los aspectos relegados no son anulados sino que deben coordinarse con
aquellos que antes tenan un inters secundario y que ahora pasan a primer
plano sin em bargo, esta inversin de la perspectiva metodolgica que es
exigida por el cambio histrico acontecido entre la poca de Marx y la nuestra
requiere leer su obra tal como l la escribi. La complejidad del problema
requiere de una argumentacin que sustente nuestra propuesta pasemos a
ello.
3. La transparencia actual de la obra de Marx El capital
Cmo leer la obra de Marx El capital en el siglo xxi? Pues, como digo, desde
la perspectiva en que fue escrito, es decir, en primer lugar, teniendo en cuenta
su horizonte histrico y terico; en segundo lugar, con los ejemplos y los con-
ceptos que Marx propuso; en tercer lugar, poniendo o reponiendo a Marx
sobre sus pies, como si el texto nunca hubiera sido ledo tal como fue escrito,
203 Jorge Veraza, Leer el Manifesto. Leer nuestro tiempo.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 265
y eso signifca en cuarto lugar leerlo como crtica de la economa poltica;
eso nos permitira en quinto lugar abordar la realidad contempornea
como si tambin fuera contempornea del texto de Marx. De estas cinco
respuestas voy a tratar en lo que sigue.
a) Qu signifca, pues, leer El capital tal como fue escrito? En primer lugar,
si este libro fue escrito en el momento de formacin del mercado mundial y
teniendo como horizonte la inminente consumacin de esta empresa histrica
del capitalis mo, ahora que la empresa est cumplida a ojos vistas ya se lo
puede leer tal como lo escribi su autor.
Cada uno de sus conceptos tiene actualmente un referente real inmediato.
Sobre todo despus del desmembramiento de la urss en 1991, el mercado
mundial capi talista qued plenamente establecido, as que es sobre todo a
partir de entonces que El capital puede ser ledo de acuerdo con su horizonte
terico correlacionado con el horizonte histrico presente.
Esta situacin del lector de El capital en el siglo xxi implica una extraa
para doja, a saber: los clsicos marxistas de comienzos del siglo XX (Rudolf
Hilferding con El capital fnanciero, de 1910, o Rosa Luxemburgo con La
acumulacin de capital, de 1912, o Lenin con El imperialismo, fase superior
del capitalismo, de 1916, etctera) en realidad se encontraban situados en un
horizonte histrico ms atrasado,
204
en el que el mercado mundial todava
estaba por realizarse, mientras que ste, que es justamente el punto de partida
del texto de El capital, se encuentra redondeado a comienzos del siglo xxi.
b) Lo anterior nos permite entender qu signifca leer El capital con sus
conceptos y con sus ejemplos tal y como fue escrito. Podramos decir que
actualmente hay que leer El capital al contraejemplo. Los ejemplos que
Marx encontr en el siglo xix para ilustrar su argumentacin como aqul
de una chaqueta igual a 20 varas de lienzo eran idnticos con su concepto,
no pareca haber distancia entre el concepto y el ejemplo que lo ilustraba. En
cambio durante el siglo XX tanto aquellos ejemplos del siglo xix como los
que podan encontrarse en el propio siglo XX para ilustrar El capital parecan
diferir e, incluso, contradecir su concepto. Hoy ha vuelto a ser evidente que
los ejemplos del siglo xix son idnticos a los conceptos presentes en El capital,
y los ejemplos que nos entrega la realidad del siglo xxi tambin lo son.
Durante el siglo XX muchos autores intentaron adecuar el anlisis del proceso
de produccin capitalista propugnado por Marx a las realidades del mismo
siglo XX. Vale la pena recordar cmo Michel Aglietta (Regulacin y crisis...
) y Benjamin coriat (El taller y el cronmetro... ), dos autores de la escuela
204 Jorge Veraza, Para la crtica a las teoras del imperialismo.
Jorge Veraza
266
regulacionista de los aos setenta y ochenta, intentaron ajustar el anlisis de
Marx para explicar el periodo de la segunda posguerra mundial del siglo XX
y la coyuntura que se abra al fnal de este periodo. Con este objetivo, estos
autores trataron de concretar la idea de Marx sobre la subordinacin formal y
la subordinacin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital mediante
los conceptos de taylorismo y fordismo.
Aglietta y coriat pensaban que as le hacan un favor al texto de El capital, que
se haba quedado abstracto respecto de una concrecin histrica y tecnolgica
que se dio a partir de los aos treinta y que fue perfeccionndose sobre todo
despus de la segunda guerra mundial.
As Benjamin coriat cree ver en este periodo una serie de cambios funda-
mentales en el proceso de trabajo capitalista y que stos deben explicarse
como una transicin de la produccin en serie a la produccin en masa
205
si se
acumula una serie de mercancas seguramente al fnal reuniremos una masa
de mercancas, as que la diferencia no parece ser signifcativa. Sin embargo
coriat quiere que estos dos conceptos diferan de manera signifcativa y para
ello sugiere que Marx conoci la produccin en serie, pues sta era lo propio
de la maquinaria y la gran industria que se expone en el captulo xiii de El
capital. Pero las cosas cambiaron, dice Coriat, y se pas de la produccin en
serie a la produccin en masa, y la produccin maquinizada gran industrial
no qued tal cual sino taylorizada y fordizada, y a esto lo denomina una
produccin en masa.
Cmo justifcar una idea tan peregrina, tan poco conceptual, tan voluntarista
tanto en su formulacin como en sus particularidades? Coriat dice que cuando
Marx habla de maquinaria y gran industria y l, coriat, se fja en los ejemplos
que pro pone Marx para ilustrar el concepto de maquinaria y gran industria
est pensando en una planta productiva heterognea en la que slo algunas
fbricas estn maquinizadas y automatizadas, mientras que otras todava
son manufacturas, algunas ms quiz se han maquinizado en algunas partes
del proceso y en otras simplemente prevalece una rudimentaria divisin
del trabajo. Esta heterogeneidad industrial le posibilita a la clase capitalista
hacer que los salarios bajen ms que lo que podra ocurrir en una situacin
de alta tecnologa homognea en todas las ramas. Esta situa cin de desarrollo
desigual entre unas ramas y otras posibilita contrastes salariales y, fnalmente,
que la clase capitalista como un todo pueda explotar en mayor grado a la
clase obrera como un todo. Estas seran, dice coriat, las caractersticas de
la produccin en serie, mientras que la produccin en masa implica una
homogenizacin del desarrollo tecnolgico en todas las ramas industriales,
lo cual implica que los obreros tendran un salario alto para poder realizar las
205 Benjamn Coriat, El taller y el cronmetro.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 267
mercancas que estas in dustrias producen. El fordismo sera una modifcacin
del consumo y de la relacin salarial en su conjunto que los adecua a la nueva
forma de produccin capitalista.
Es por dems forzado decir que cuando Marx habla de maquinaria y gran
indus tria se refere a una situacin de heterogeneidad tecnolgica. Coriat ve
el ejemplo y se niega a ver el concepto. Ve el ejemplo y lo contrasta con la
realidad emprica que l mismo vive a fnes de los aos sesenta del siglo XX
y dice que, como las cosas no coinciden y Marx habl de un ejemplo, pero no
conceptualmente, en tonces habra que hacer un ajuste para correlacionar lo
que Marx dice con lo que coriat tiene enfrente, en la realidad que l conoce,
como ejemplo. coriat simple y llanamente fuerza los conceptos, se comporta
de manera empirista en lugar de asumir adecuadamente el concepto de Marx
sobre la maquinaria y la gran industria.
Benjamin Coriat es un ejemplo, entre muchos, de cmo los tericos marxistas
del imperialismo se equivocaron constantemente al leer El capital precisamente
porque se quedaron fjados en los ejemplos y luego quisieron correlacionar
esos ejemplos, y no los conceptos de Marx, con la realidad. Llevan a cabo una
media cin espuria, toman como lo principal lo secundario, el ejemplo, y no
el concepto. As enajenan el libro que estn leyendo, la teora que intentan
desarrollar con buena fe. Por eso digo que en el siglo xxi habra que leer El
capital al contra ejemplo como el espagueti a la boloesa, es decir,
leyendo los conceptos en cuanto tales, sin confundirlos ni subordinarlos a los
ejemplos que los ilustran.
c) La tercera idea sugiere que habra que ir directo a El capital tal como fue
escrito, y entonces volver a poner a Marx sobre sus pies, porque los marxistas
que intentaron desarrollarlo lo pusieron de cabeza. Especialmente las teoras
del imperialismo. As, pues, habra que invertir la relacin entre El capital
de Marx y las teoras del imperialismo habidas durante el siglo XX. En lugar
de que el texto de El capital quede por debajo de la teora del imperialismo
de Hilferding, de Rosa Luxemburgo, de Lenin, de Mandel, de Aglietta o
cualquier otro habra que poner en primer lugar El capital y en segundo lugar
los aportes ciertos de estos tericos.
Las precisiones de Aglietta y de coriat sobre el taylorismo y el fordismo caben
como singularizaciones del concepto de subordinacin real del proceso de
trabajo inmediato bajo el capital. Pero es este concepto de El capital que
fgura el tipo de proceso de trabajo capitalista correspondiente a la explotacin
de plusvalor re lativo el que hay que poner en primer lugar para analizar la
realidad, y luego, como singularizaciones de este tipo de proceso de trabajo,
los modos en que est taylorizado, fordizado, toyotizado, etctera. Estas son
Jorge Veraza
268
adjetivaciones secundarias de una dimensin fundamental bsica que es la
condicin de sometimiento integral del proceso de trabajo al capital.
Algo anlogo sucede con el concepto de capital fnanciero propuesto por
Rudolf Hilferding y retomado por Lenin como presunta relacin de
produccin dominan te en el capitalismo que entonces les toca vivir y en
referencia al cual deba quedar en segundo trmino el capital industrial, el
cual es para Marx la relacin de produccin dominante del capitalismo. Aqu
tambin habra que invertir la relacin y comprender la actividad del capital
fnanciero contemporneo, con su crecimiento desmesurado, su rapacidad y
su capacidad de manipular las riendas de la economa nacional e in ternacional,
justamente como un instrumento al servicio del capital industrial. Es as,
mediante esa medida y esa capacidad hipertrofadas, que el capital fnanciero
sirve mejor al desarrollo de la acumulacin capitalista dominada por el
capital industrial; no porque es el seor sino porque es el sirviente, que debe
trabajar arduamente y crecer al tamao de su tarea mundial de coordinacin
de la produccin a favor del capital industrial, es decir, de la explotacin de
plusvalor a la clase obrera mundial.
4. La crtica de la economa poltica y el valor de uso hoy
Nuestra cuarta idea dice que ahora podramos leer El capital precisamente
como cr tica de la economa poltica, tal y como fue escrito. El centro de este
discurso est en la crtica de la contradiccin entre el trabajo abstracto y el
trabajo concreto, entre el valor y el valor de uso, entre el valor y el valor de
cambio. cuando Marx dice, en el primer captulo de su obra, que el doble
carcter del trabajo representado en la mercanca, como trabajo abstracto y
trabajo concreto, es el eje en torno al cual gira la comprensin y por tanto
la crtica de la economa poltica, est indicando que esta contradiccin nos
permite esclarecer las paradojas que surgen de la relacin entre el proceso
de creacin de valor y el desarrollo de la productividad del trabajo y, enton-
ces, entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el desarrollo histrico en
general. Desde esta perspectiva es posible comprender la relacin que guarda
el desarrollo histrico general de las fuerzas productivas con el desarrollo
de la produccin capi talista, qu tanto sta domina a la historia o qu tanto
la historia se le empieza a salir de las manos al capitalismo, qu tanto este
sistema se vuelve un presente absoluto o empieza a manifestarse como lo que
realmente es: una sociedad histrica relativa.
La crtica de la economa poltica se asienta, pues, en torno a la contradiccin
valor-valor de uso, trabajo abstracto-trabajo concreto, y por ello insiste en que
para el capitalismo es decisivo el sometimiento integral del valor de uso en
todos los pla nos. De ah que el anlisis del proceso de produccin de plusvalor
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 269
(secciones tercera y cuarta) culmine con los conceptos de subordinacin
formal y subordinacin real de proceso de trabajo inmediato bajo el capital.
Para producir y acumular plusvalor, el capitalismo toma el proceso de trabajo
tal y como lo encuentra confgurado y lo usa para explotar plusvalor a la clase
obrera, pero no se conforma con ello sino que intenta construir un proceso de
produccin que le permita extraerle ms plusvalor. As, pues, se construye un
cuerpo adecuado, un valor de uso tecnolgico que le sirva para este cometido
y para el cual no era adecuado el tipo de valor de uso tecnolgico anterior.
Marx denomina a este proceso de construccin subordinacin real o de la
realidad, el contenido material o el valor de uso del proceso de trabajo bajo
el capital, que es la manera en la que el capitalismo logra explotar no slo
plusvalor absoluto sino tambin plusvalor relativo.
Como se ve, aqu el problema del valor de uso es decisivo, y eso es justamente
lo que importa ahora en referencia a las realidades que nos entrega el siglo
xxi.
Cmo disearamos actualmente los ejemplos para un libro como El
capital? Esta pregunta es anloga a la de cmo observar la realidad del siglo
XX desde la perspectiva de la crtica de la economa poltica, la cual insiste
en la dualidad del trabajo como abstracto y concreto, y en la contradiccin
valor-valor de uso exaltan do la dimensin de valor de uso como punto nodal.
En otros trminos, lo principal es lo que el capital somete, el valor de uso
del ser humano, su cuerpo, su mente; el valor de uso de la ciudad, de las
casas, de los alimentos, del proceso de trabajo; el valor de uso familiar, el
valor de uso nacional, territorial, geogrfco, etctera. Este debe ser el centro
de la perspectiva de los economistas marxistas: cmo avanza el capital en su
proceso de sometimiento del mundo.
206
5. Ejemplos del siglo xxi o el valor de uso sometido
Veamos ahora en quinto lugar cmo seran los ejemplos del siglo xxi
que se adecuaran a los conceptos de Marx, cmo se ven las realidades del
siglo xxi a la luz de esos conceptos consideremos el concepto de valor de uso
que se presenta en el captulo I de El capital, los conceptos de composicin
tcnica y composicin orgnica de capital de la seccin sptima y el concepto
de medida de capital que nos ofrece el captulo ix del mismo tomo. A partir de
estos conceptos podramos entender la estructura y la dinmica de los bloques
geopolticos en los que el capi talismo contemporneo organiza su proceso de
acumulacin: la Unin Europea; el que cohesiona a Estados Unidos, Canad
y Mxico, y el que pretende someter al conjunto de Amrica a las directrices
de la acumulacin de capital estadounidense bajo el alca. Estos bloques
206 Jorge Veraza, Gnesis y estructura del concepto de subsuncin real del consumo al capital.
Jorge Veraza
270
geopolticos
207
tienen una realidad que va ms all de la dimensin monetaria
y comercial al revs de como lo propagan en la opinin p blica los medios
de comunicacin; es decir, no se trata de una unifcacin que se establece
slo a travs de la circulacin sino que responde a una realidad tecnolgica. La
medida de capital tecnolgicamente determinada por la composicin rebasa
las dimensiones locales y obliga a que se construya una realidad econmica
adecuada a este rebasamiento tecnolgico. La composicin orgnica de capital
ha crecido y la medida de capital debe ser adecuada a este crecimiento. Y es
que hay un pro blema de valor de uso tecnolgico para el capital: cmo echar
a andar un proceso de trabajo cuyo valor de uso tecnolgico rebasa el valor de
uso geogrfco local?
As, pues, es una realidad tecnolgica y de valor de uso la que obliga a modif-
car la geografa del capital, es decir, las fronteras nacionales que determinaban
la frontera de valor de uso, el lmite del valor de uso que funga como horizonte
de la medida de capital anterior.
Ahora bien, estas fronteras se encuentran institucionalizadas jurdicamente y
no es tan fcil fexibilizarlas como a la fuerza de trabajo cuando se abolen
los con tratos colectivos, as que hay que llevar a cabo una conexin, una
mixtura, una simbiosis entre la forma jurdica de estatuirse el Estado nacin
y el requerimiento tecnolgico del capital en acuerdo a su nuevo cuerpo de
valor de uso.
208
a) No es casual que estos nuevos bloques geopolticos como el de Amrica del
Norte o el de la Unin Europea se hayan constituido precisamente despus
de la destruccin del as llamado bloque socialista. Este no era un bloque
constituido a partir de una realidad tecnolgica que rebasara la medida local
nacional de capital pero los bloques actuales s responden a una realidad
tal. Es solamente una vez que el mercado mundial queda homogeneizado,
a partir del desmembramiento de la urss en 1991, que la pre sin suscitada
por dicho rebasamiento tecnolgico se ve complementada por la presin
de la competencia en el mercado mundial y que la dimensin bsica una
tecnologa que apunta ms all de lo local, una tecnologa deslocalizada se
complementa sufcientemente con los requerimientos del mercado mundial
al que esa tecnologa tiene que responder. Esta tensin generada por una
tecnologa deslocalizada desde el proceso de trabajo inmediato y la presin
que le llega a cada nacin y a cada fbrica desde los movimientos necesarios
del capital social mundial obligan a construir una mediacin instrumental
necesaria para que el capitalismo pueda acumular, una media cin geopoltica
en bloque que rebasa las fronteras nacionales.
207 Jorge Veraza, La subsuncin real del consumo bajo el capital y la coyuntura actual.
208 Idem.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 271
Los nuevos bloques geopolticos as construidos son ni ms ni menos que
una introyeccin de las necesidades del capital mundial a nivel de la nacin
y de la empresa individual, luego vueltos a proyectar geopolticamente y que
as generan un nuevo valor de uso, un nuevo mbito territorial, un nuevo
cuerpo de valor de uso sometido al capital. Las realidades comerciales y
fnancieras de estos bloques econmicos son secundarias respecto de esta
realidad tecnolgica y geopoltica. Es el dominio del capital industrial el que
se verifca ntidamente en esta modifcacin del mapa del globo terrqueo y
no el dominio del capital fnanciero o del comercial.
En este mismo contexto tenemos que ubicar la situacin de la hegemona de
Estados Unidos sobre el mundo en referencia a la cual se ha construido el
bloque geopoltico de Amrica del Norte. Desde 1847, cuando Estados Unidos
arrebat por conquista el territorio del norte de Mxico, tuvo acceso a los dos
grandes oca nos, el Atlntico y el Pacfco, y pudo entonces convertirse en el
coloso del Norte, la bisagra entre los dos mares ms grandes del planeta.
209
b) Marx y Engels entendieron y as lo escribieron que a partir de entonces
se iniciaba una nueva poca para el capitalismo, que era slo cuestin de tiempo
que la hegemona del sistema pasara de Inglaterra a Estados Unidos. Noventa
aos despus se cumpli aquella prediccin. La Cuenca del Pacfco se integr
a la econo ma mundial. A partir de entonces la economa del capital no
solamente en cuanto al concepto sino tambin en cuanto a sus posibilidades
geogrfcas empricas se convirti en una economa virtualmente mundial.
Estados Unidos se entroniz sobre el mundo justamente a partir de la nueva
plataforma continental que se apropi; este nuevo valor de uso territorial
geopoltico puso en sus manos las riendas del mundo. El nuevo territorio le
brind no slo las materias primas y la fuerza de trabajo sino, sobre todo, la
condicin estratgica del dominio sobre ambos ocanos.
Sin embargo, este acceso de Estados Unidos a las costas atlntica y pacfca
sus cit un nuevo obstculo que es, tambin, de valor de uso. El territorio de
esta nacin est cruzado por cadenas montaosas que difcultan el trnsito
del este al oeste, y por consiguiente, la consolidacin de una base industrial
unitaria. El pas qued dividido en la industria del este y la del oeste, sta
ltima inevitablemente ms dbil pues la del este se haba desarrollado en
referencia al comercio con Europa. Surgi entonces la necesidad de conectar
las dos partes de Estados Unidos. El primer gran intento de resolucin de este
problema consisti en robarle a Mxico el territorio de La Mesilla en 1854,
despus de haberle expropiado en 1848 los grandes territorios norteos.
210
Ese
es el nico lugar donde la cordillera montaosa de la vertiente del Pacfco
209 Jorge Veraza, Perfl del traidor.
210 Idem.
Jorge Veraza
272
per mite un acceso, por una depresin que hace accesible el paso del ferrocarril.
c) El desarrollo industrial en el orbe y especialmente en Estados Unidos
vuelve insufciente esta solucin. Una necesidad tecnolgica de fondo
hace que la hegemona de Estados Unidos solamente pueda consolidarse
si garantiza una acumulacin de capital sostenida. A fnes del siglo XX
sobre todo despus de la derrota de Japn en la segunda guerra mundial la
Cuenca del Pacfco queda en manos de Estados Unidos. Se plantea entonces
la tarea de desarrollar esta regin en trminos capitalistas y de que Estados
Unidos dirija su camino. Estos procesos, el desarrollo capitalista y el dominio
estadounidense, no son sinnimos sino distintas acciones que hay que llevar
a cabo histricamente. Una vez desarrollada capitalistamente toda la Cuenca
del Pacfco, desde la Tierra del Fuego hasta Tailandia, desde Corea hasta San
Fran cisco, ahora hay que interconectar ms ajustadamente la industria del
este de Estados Unidos con la Cuenca del Pacfco, que est al oeste, del otro
lado del continente, as que ahora hay que rayonear el mapa con corredores
industriales que crucen por todo Mxico y por toda Amrica Central. El
Plan Puebla Panam corresponde a este pro yecto de Estados Unidos no
de Mxico que busca cohesionar al capital industrial norteamericano
que ahora incluye, subordinados, a los capitales industriales de Canad y de
Mxico al mismo tiempo que le da acceso a la Cuenca del Pacfco.
211
As pues, el tipo de valor de uso geopoltico nos explica cmo funciona el
desarrollo del capitalismo en el siglo xxi; de qu grandes proyectos de someti-
miento estn dependiendo la explotacin de la fuerza de trabajo y los fujos
de capital comercial y fnanciero. Como se ve, el valor de uso se ha convertido
en un elemento prioritario para el anlisis.
d) Lo anterior ofrece un sustento slido para sealar que la hegemona
mundial estadounidense no est en crisis y, al mismo tiempo, cmo podra
estar en crisis. Si la Unin Europea pudiera inmiscuirse efectivamente en el
rea de acumulacin de capital denominada Cuenca del Pacfco, ese gran
conjunto territorial o de valor de uso geopoltico intercontinental, s se estara
poniendo en cuestin la hegemona de Estados Unidos. La economa de ese
pas la ms grande del mundo y su podero militar sin disputa posible
podran sufrir grandes descalabros, pero mientras no afecten esta base de la
hegemona mundial de Estados Unidos sta no entrar en crisis.
Veamos un segundo ejemplo que ilustra la prioridad del valor de uso para el
an lisis del capitalismo contemporneo desde la perspectiva de la crtica de la
economa poltica: la crisis ecolgica. Esta es una crisis de valor de uso y no se
entiende si nos atenemos a los simples movimientos del valor de cambio. Es
211 Cfr. Jorge Veraza, El siglo de la hegemona mundial de Estados Unidos, pp. 189-191, con
base en los sealamientos de Andrs Barreda en Los objetivos del Plan Puebla Panam, pp.
39-42.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 273
una crisis del valor de uso natural y social, de la conexin entre produccin y
consumo. Es un problema de la naturaleza? Es un problema social? La crisis
de la ecologa planetaria se debe a que la produccin capitalista contradice los
ciclos de autorreproduccin naturales.
Ya vimos cmo, por razones de valor de uso, no se puede decir que haya
crisis de hegemona, pero ahora podemos decir, tambin por razones de valor
de uso, que s hay crisis ecolgica y esto supone un reconocimiento de los
lmites histri cos y geogrfcos del capitalismo planetario, esto es, los lmites
del capitalismo en trminos de la naturaleza del planeta.
212
Aqu nos sirve sobre todo el pargrafo 10 del captulo xiii (Maquinaria y gran
industria) del tomo i de El capital, donde Marx habla de cmo el desarrollo de
la produccin maquinizada en la agricultura provoca la erosin de los suelos
agrcolas y por tanto el problema ecolgico. sirve asimismo, del tomo i de El
capital, el pargrafo 5 (La ilustracin de la ley) del captulo xxiii (La ley
general de la acumulacin capitalista), donde se estudia cmo la ley general
de la acumulacin capitalista confgura las formas de produccin y consumo
de la clase obrera y su emplazamiento en el campo y en la ciudad. Por cierto,
la contradiccin capitalis ta entre el campo y la ciudad, que se menciona en el
captulo xii de El capital (Manufactura y divisin del trabajo), apuntala esta
ilustracin y evidencia justamente que es en medio de esta contradiccin
que hace crisis la naturaleza.
213
Si nuestra perspectiva se centra en el valor no se ve que en medio de la contra-
diccin campo-ciudad se encuentra la crisis de la ecologa; pero este hecho se
vuelve evidente si observamos cmo el valor de uso queda sometido formal
y realmente bajo el capital. Si seguimos presos en los cambios de valor no
podre mos entender la realidad contempornea, y entonces diremos que es
la obra de Marx la que ya no sirve para analizar crticamente el capitalismo
contemporneo. Pero es que simplemente no hemos entendido en qu consiste
la crtica de la economa poltica y la prioridad que tiene el valor de uso para
el anlisis crtico de la sociedad contempornea.
El pasaje ms importante sobre la crisis ecolgica se encuentra en la seccin
segunda del tomo ii, que habla de la rotacin de capital. Marx presenta
ah algunos ejemplos acerca de los bosques pero sobre todo expone
conceptualmente cmo la produccin ampliada de crisis ecolgica es un rasgo
estructural de la acumulacin de capital. El ciclo de rotacin de capital, dentro
de la acumulacin del plusvalor explo tado a la clase obrera, se vuelve cada vez
ms veloz y ms violento para responder a las exigencias de la competencia y
212 Cfr. Jorge Veraza, op. cit., Cuarta Parte, Captulo I.
213 Idem.
Jorge Veraza
274
de la ambicin, as como a las necesidades tecnolgicas y de desarrollo de la
composicin orgnica de capital.
La gran industria se mueve con insumos que provienen de la naturaleza, y los
ciclos de reproduccin de estos insumos no son ciclos homogneos, abstractos,
sino naturales: los bosques se reproducen secularmente, no anualmente, como
quisiera el capitalista que explota los bosques; los suelos se reponen cada 30 o
50 aos, no anualmente como quiere el capitalista que explota la agricultura,
etctera. Los ciclos de reproduccin de la naturaleza no son tan rpidos como
el ciclo de rotacin del capital en las diferentes ramas de la economa. Estas
diferencias suscitan ne cesariamente una contradiccin entre el dominio del
capital industrial y los ciclos biolgicos del planeta.
La crisis ecolgica es entonces producida sistemticamente por el capitalismo,
no es un error de diseo sino un ingrediente esencial, connatural, inherente a
la estructura de la produccin capitalista.
6. Geografa sometida y humanidad en crisis
El conjunto de conceptos y realidades arriba mencionadas permiten construir
un ejemplo de subordinacin real del espacio en tanto valor de uso integral
bajo el capital. As, el concepto de subordinacin real del proceso de trabajo
inmediato bajo el capital ha quedado ampliado y desarrollado. Ahora no
solamente permite observar el sometimiento del proceso de trabajo inmediato
sino el conjunto de procesos de trabajo planetarios. El capitalismo se presenta
entonces ante nosotros como proceso histrico global, como empresa histrica
de sometimiento de la hu manidad y del planeta. Ahora bien, este ejemplo
capaz de ilustrar esta combinacin de conceptos qu lugar tendra en la crtica
de la economa poltica? En el clebre prlogo a La Contribucin a la crtica
de la economa poltica de 1859 Marx anun cia un proyecto en seis libros, el
primero de los cuales sera el libro de El capital con los temas que se tratan
en los tres tomos que hoy conocemos. Luego de ban seguir el libro de la
propiedad del suelo, el del salario, el del Estado, el del comercio internacional
y fnalmente el del mercado mundial y las crisis. Pues bien, este ejemplo que
hemos construido podra ilustrar conceptos que se presentaran en el libro de
la propiedad de la tierra por cuanto que se trata del sometimiento capitalista
del espacio.
El hecho de que no haya crisis de la hegemona mundial de Estados Unidos,
pero s una crisis ecolgica planetaria cada vez ms profunda, signifca tambin
que, si bien no hay una crisis del capitalismo en el sentido de la crisis general
del capitalismo en la que tanto insistieron las teoras del imperialismo y
del capitalismo monopolista de Estado durante buena parte del siglo XX, s
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 275
tenemos una crisis para la humanidad, mientras el capital sigue acumulando.
As que ante la crisis actual no es el capital el que debe responder; l ya lo
hace. Quien debe responder de ahora en adelante es la humanidad porque es
ella la que est puesta en crisis de manera integral.
7. Dominio del capital industrial mediante destruccin de la industria
mexicana
Para concluir, volvamos a las paradojas con las que se inaugura el nuevo
siglo. En Mxico, un pas subordinado y que llega tarde a la historia de la
acumulacin de capital, el siglo XX estuvo presidido por la tarea de Ssifo
de construir una estruc tura industrial nacional. sin embargo, las ltimas dos
dcadas del mismo siglo han sido consagradas por las polticas econmicas
neoliberales a la destruccin de este valor de uso tan necesario para la
acumulacin de capital.
En lugar de quedar cohesionados en una cadena productiva nacional, muchos
segmentos de la industria mexicana han sido destruidos o integrados en la
econo ma norteamericana. La industria de Estados Unidos parasita a la
industria nacio nal mexicana, la cual no parece estar dominada por el capital
industrial mexicano sino por el capital fnanciero mexicano transnacionalizado
y, a travs de ste, por las necesidades del capital industrial estadounidense.
El capital fnanciero transnacional es la correa de transmisin que permite
cohesionar a la economa nacional de manera tal que el capital industrial
estadounidense pueda contrarrestar sus propias crisis a costa de aqulla.
Es sintomtico que precisamente en Mxico, en donde ha costado tanto
esfuer zo erigir una incipiente planta industrial, se la haya desestructurado
para someter al pas a los requerimientos de Estados Unidos. El denuesto hoy
de moda contra la orientacin crtica de la ciencia econmica y contra las
ciencias sociales en general es el complemento de la erosin del valor de uso
industrial de la nacin.
En Mxico, el desarrollo econmico que en la modernidad gira en torno
del capital industrial se ha debido imponer de manera deformada y
debilitada por el peso de la vecindad con el centro hegemnico mundial, que
somete al pas a la funcin de traspatio y reserva de energticos y mano de
obra barata, y ms recientemente, como amortiguador de su crisis interna.
As el desarrollo industrial propiamente dicho, que en cualquier sociedad
capitalista es prioritario, en nuestro pas es relegado a un segundo plano. Esta
contradiccin se expresa en el terreno de la ciencia econmica que es la
expresin cientfca de las relaciones econmicas de la sociedad moderna
y en la cultura en general. El atraso y la deformidad en el plano de la vida
Jorge Veraza
276
econmica le da contenido a expresiones culturales propias de un desarrollo
capitalista mundial maduro. La misma posicin geopoltica que permite
imponer la subordinacin del desarrollo industrial brinda una perspectiva
privile giada a las corrientes culturales. De ah que en nuestro pas surjan
fenmenos como el arraigo del pensamiento crtico en las universidades
pblicas.
Hoy la clebre idea de Jos Revueltas sobre un proletariado sin cabeza
des cribe una realidad mundial, que no slo existe en Mxico y no solamente
debido a los malos manejos de la izquierda sobre todo del Partido Comunista
Mexicano, sino como producto del desarrollo histrico secular de la
acumulacin de capital y de sus fetichismos inherentes. La era del mercado
mundial industrial capitalista realizado es la era de la proletarizacin de la
humanidad. Hoy el ejrcito industrial de reserva es tambin mundial.
E.3. Entorno a la arquitectura de El Capital
Haremos comentarios a los tres tomos de El capital, seccin por seccin, y
abordaremos las polmicas sobre los pasajes ms importantes. El lector de
esta obra de Marx podr obtener as un panorama general tanto del contenido
de la obra como de su pertinencia para la comprensin de la realidad
contempornea, con vistas a que posteriormente pueda estudiarla y discutirla
en detalle y profundizar en su conocimiento. Comenzamos con la explicacin
de la estructura argumental de los tres tomos de El capital.
1. Los ttulos de los tres tomos
En cada tomo Marx aborda la totalidad del capitalismo y sigue un
procedimiento argumentativo que le permite alcanzar plena concrecin y por
tanto una aplicabilidad inmediata al anlisis de la realidad.
Veamos el siguiente Diagrama.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 277
Como indican los ttulos respectivos, el primer tomo aborda la produccin, el
segundo la circulacin y el ltimo el conjunto o la globalidad de la produccin
capitalista constituida por la unidad de produccin y circulacin.
Ante todo debemos notar que se dice proceso de produccin del capital y no
proceso de produccin de capital. No se trata, pues, simplemente del proceso
de produccin de capital o de cmo se produce capital, sino del proceso de
produccin del capital, o sea, un proceso de produccin que le pertence al
capital, que es de su propiedad. El capital no slo es producido sino que l
produce y se reproduce a s mismo, se apropia del proceso de produccin.
Lo mismo vale para el proceso de circulacin del capital o el proceso de
produccin del capital en su conjunto.
Como vemos, se toma al capital no como un objeto sino como un sustantivo,
como sujeto, algo que tiene en propiedad otro algo: el capital tiene en propiedad
a la produccin; as que lo que se aborda es el proceso de produccin que le
pertenece al capital. Y lo que hace el capital en este proceso de produccin
que le pertenece es volver a ser capital. As que no slo estamos observando
al capital como un resulta do, como un mero objeto que est siendo producido,
como cuando decimos el pro ceso de produccin de mesas, esto es, cmo se
producen las mesas, sino que aqu se trata de un proceso de produccin que
les pertenecera a sus productos es decir a las mesas, esto es, al capital.
El capital tiene para s un proceso de produccin en el cual se produce a s
mismo, como si l fuera un sujeto que tiene esta capacidad de apropiarse algo
y de autoproducirse. Lo mismo la circulacin no es de capital sino del capital;
el proceso de circulacin le pertenece, no simplemente circula en l.
Estos tres tomos de El capital as repartido su argumento, uno dedicado a la
pro duccin, otro a la circulacin y otro a la produccin global o la unidad de
produccin y circulacin tambin pueden verse de otra manera. El primer
tomo est escrito desde la perspectiva de la produccin, y el objeto terico
que seala su ttulo coincide con la perspectiva desde la cual se observa ese
objeto, es decir, la perspectiva de la produccin. Por su parte, el tomo II de
El capital est hecho desde la perspectiva no de la produccin sino de la
reproduccin. Aqu el objeto terico, la circulacin del capital, no coincide
con la perspectiva desde la cual est siendo teorizado. El tomo II de El capital
no tiene una perspectiva circulacionista para observar a la circulacin. Lo que
circula, lo que cambia de lugar, no es visto desde una perspectiva meramente
espacial sino desde una que observa que la realidad se est produciendo y se
est reproduciendo. Para hablar de lo que circula o cambia de lugar, el tomo
II capta un proceso de constante recreacin, no un mero cambio de lugar sino
un cambio de n dole. Ahora existe algo, ahora no existe; ahora existe otro
algo porque es producido. As, pues, la perspectiva desde la cual se aborda el
Jorge Veraza
278
objeto terico la circulacin del capital es reproductiva, no circulatoria.
El tomo iii, en fn, aborda su objeto la produccin global capitalista o el
pro ceso de produccin capitalista en su conjunto desde la perspectiva del
desarrollo.
En sntesis, el tomo I est escrito desde la perspectiva de la produccin, el tomo
II desde la perspectiva de la reproduccin y el tomo III desde la perspectiva
del desarrollo.
Si consideramos estos objetos y estas perspectivas en relacin con el subttulo
de El capital, Crtica de la economa poltica, entendemos que la crtica del
proceso de produccin del capital objeto del tomo I de la obra solamente
es posible porque se capta este objeto desde la perspectiva de la produccin;
mientras que la crtica del proceso de circulacin del capital objeto terico
del tomo II solamen te es posible, no si se capta a la circulacin desde la
circulacin, ni siquiera desde el punto de vista de la produccin, sino desde el
punto de vista de la reproduccin. A su vez, la crtica de la economa poltica en
referencia al proceso de produccin global del capital objeto del tomo iii
solamente es posible si este proceso de produccin capitalista en su conjunto,
esta unidad de la produccin y la circulacin del capital es observada desde
la perspectiva del desarrollo.
Qu es lo que distingue a cada una de estas perspectivas (produccin,
reproduc cin y desarrollo)? La mayor parte de los comentaristas de El capital
que desarrollan su argumento buscando aplicaciones concretas en el estudio
de la economa interna cional o de determinadas regiones o problemas no
hacen un distingo conceptual ntido entre reproduccin y desarrollo. As se
habla, por ejemplo, de la acumulacin de ca pital en alguna regin o periodo
histrico determinados. Este es el sentido del trmino en el ttulo del libro
clsico de Rosa Luxemburgo La acumulacin de capital.
Y bien, cuando se habla as comnmente se presupone que el desarrollo
capi talista ya est incluido al decir acumulacin de capital. sin embargo,
para Marx acumulacin de capital es otra manera de decir reproduccin
ampliada de capital. El capitalismo puede reproducirse simplemente o en
la misma escala, o bien puede ampliarse; hay una reproduccin simple del
capital y una reproduccin ampliada del capital, pero an no un desarrollo
del capital. En cambio en estas frases al uso con decir reproduccin ampliada
o acumulacin de capital se pretende que ya se est diciendo desarrollo. se
estn utilizando como sinnimos cosas que son muy distintas, y esto implica
un error fundamental tanto terico como metodolgico al momento de hacer,
luego, la aplicacin del as llamado instrumental conceptual de El capital.
Ms adelante tendremos oportunidad de discutir algunos de esos errores.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 279
2. Produccin, reproduccin y desarrollo
Qu distingue, pues, a la produccin de la reproduccin y a la reproduccin
del desarrollo? La diferencia debe de ser algo tan grande como cada uno de
estos tres tomos. Aunque estas palabras a veces se confundan y parezcan
signifcar lo mismo, tal parece que un tomo se ocupa en una cosa y otro en otra
cosa muy distinta, que en el otro tomo no podramos meter todo lo que cupo
en los otros dos. En realidad Marx distribuye su argumento crtico en tres
partes, y las divisiones entre stas al mismo tiempo que articulan el argumento
lo dividen. Debe haber, pues, unidad entre produccin, reproduccin y
desarrollo pero tambin deben mediar diferencias sustanciales. En el caso de
la diferencia entre la produccin y la reproduccin no parece haber problema:
reproducir es volver a producir, la reproduccin indica por lo menos dos actos
productivos mientras que la produccin solamente uno. Antes no haba nada
y ahora hay algo porque ha habido una produccin, y si ahora vuelve a haber
esa misma cosa entonces tenemos una reproduccin. Un ser humano que
produce se desgasta, un ser humano que reproduce se desgasta y se repone
y otra vez est listo para desgastarse. Entonces la reproduccin signifca que
ya se ha garanti zado la existencia. La produccin apenas pone las condiciones
de posibilidad para la existencia, mientras que la reproduccin ya indica una
existencia garantizada que est sobreviviendo; implica, pues, por lo menos,
dos actos productivos.
Pero al mismo tiempo que se produce algo nuevo esto nuevo es slo repeticin.
Un da se produce alimento y al otro da hay que producir nuevo alimento
para re producirse, pero en ambos casos se est produciendo este nuevo
valor de uso o esta nueva mercanca, se est repitiendo. Ahora bien, se puede
reproducir simplemente o en mayor escala, ampliadamente, pero siempre de
modo igual. Aumenta la cantidad pero la cualidad permanece la misma. Hay
una repeticin simple o una repeticin en cantidad distinta pero de cualidad
igual justamente para que haya una repeticin del acto productivo.
Por otro lado, la perspectiva del desarrollo es cualitativamente distinta. El
de sarrollo insiste en que no hay repeticin, ni siquiera ampliacin. No est
diciendo antes tena yo poco y ahora estoy acumulando. se puede acumular
al reproducir ampliadamente pero el desarrollo implica mucho ms, implica
una alteracin. Hay desarrollo solamente cuando hay alteracin; no repeticin
sino alteracin cualita tiva de las condiciones de produccin, as que se
implica una produccin 1 y una produccin 2 que reproduce al capital pero,
adems, una tercera produccin en la cual ya se han alterado las condiciones
de produccin. No se implica solamente un acto productivo repetido sino que
se han alterado las condiciones de produccin y de reproduccin, por eso es
que ahora tenemos el desarrollo (ver el Diagrama 2).
Jorge Veraza
280
Pues bien, estas tres perspectivas cualitativamente distintas son las que
permiten hacer la crtica de la economa poltica de manera global y por
partes a cada uno de los aspectos del metabolismo social capitalista. Esta es,
en resumen, la idea general que nos entregan los ttulos de los tres libros que
constituyen la obra de Marx El capital.
3. El objeto terico de El Capital segn los prlogos de Marx: La Ley de la
existencia, desarrollo y muerte del capitalismo
En el prlogo a la primera edicin de El capital, Marx dice que el objetivo
ltimo de su obra es sacar a la luz la ley econmica que rige el movimiento
de la socie dad moderna.
214
Marx utiliza como sinnimos sociedad moderna,
sociedad capi talista, capitalismo o sociedad burguesa. Tambin se refere
indistintamente a su objeto terico como la ley natural de movimiento de
la sociedad burguesa o ley de desarrollo o tendencias del desarrollo. Como
veremos ms adelante, Marx dedica directamente a este objetivo el tomo III de
El capital, el cual redondea la obra al abordar la produccin global del capital,
pues ah capta directamente el desarrollo, esto es, la ley de movimiento de
esta sociedad. Pero ya desde ahora podemos ver cmo el prlogo a la primera
edicin de El capital permite sustentar la idea de que el tomo III de la obra est
construido desde la perspectiva del desarrollo.
Ese mismo prlogo abunda en otros temas de inters adems de hacer algunas
observaciones interesantes acerca de lo que debe entenderse por desarrollo o
por ley de desarrollo, ley econmica del movimiento de la sociedad, etctera.
En el eplogo a la segunda edicin tambin se dice por ejemplo citando un
artculo dedicado al mtodo de El capital publicado en una revista de 1872
que El capital trata del nacimiento, existencia, desarrollo y muerte de este
organismo social que es la sociedad burguesa moderna. As, pues, Marx ve
214 Marx, El capital, tomo I, p. 8 (cursivas de Marx).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 281
el desarrollo de la sociedad burguesa, en cierto modo, desde una perspectiva
biolgica o en analoga con los organismos vivientes; y ciertamente la sociedad
burguesa es una sociedad viviente, por lo cual su proceso de vida implica,
como el de cualquier organismo, su nacimiento, crecimiento, reproduccin,
desarrollo y muerte, es histricamente relativa no eterna. La metfora sugiere
la crtica a la ideologa que pretende que la sociedad burguesa es eterna. La
perspectiva del desarrollo es entonces radicalmente histrica porque delimita
los mrgenes de existencia de un cierto organismo.
a) Existencia, desarrollo, nacimiento y muerte del capitalismo
Veamos cmo se distribuye la argumentacin acerca de la existencia, el
desarro llo, el nacimiento y la muerte del capitalismo en el tomo I (ver el
Diagrama 3).
Desde el captulo I (La mercanca) hasta el captulo XXII (Transformacin
del plusvalor en capital) se expone la existencia del capitalismo. Como
sabemos, no se trata de una existencia fja o quieta sino de una existencia
productiva e incluso reproductiva pues los captulos xxi (Reproduccin
simple) y xxii (Re produccin ampliada) estn dedicados al anlisis de la
reproduccin. Tendremos que despejar entonces la paradoja consistente en
que el tomo I de El capital tiene por objeto el proceso de produccin del capital
y est hecho desde la perspectiva de la produccin y, sin embargo, contiene
en su seccin sptima la ltima del tomo I estos dos captulos dedicados
a la reproduccin del capital.
Por otro lado, en el captulo XXIII (La ley general de la acumulacin
capitalista) se aborda el desarrollo capitalista. As, pues, a la existencia
activa, productiva y repro ductiva se le dedican 22 captulos, mientras que al
desarrollo solamente uno, el XXIII.
Jorge Veraza
282
Marx deja el tema del nacimiento del capitalismo para el captulo XXIV (La
llamada acumulacin originaria), casi al fnal del tomo I, y le dedica un solo
captulo. Por qu no comenz por el nacimiento del capitalismo sino que deja
el tema para este penltimo captulo del libro? He aqu otro problema que
ms adelante deberemos resolver. En este mismo captulo XXIV, en el que se
aborda el nacimiento del capitalismo su alfa, tambin se aborda en el
ltimo pargrafo (Tendencia histrica de la acumulacin capitalista) su
fnal su omega, la muerte posible del capitalismo.
Notemos lo siguiente: el capitalismo tiene un nacimiento histrico que,
como vimos, se estudia en el captulo XXIV, pero tambin nace todos los
das, es decir que tiene un nacimiento constante cada vez que se reproduce y
existe. Este es el tema de los captulos XXI a XXIII. Pero adems de existir, el
capitalismo otra vez crece al expandirse. Si ya existe en Europa apenas est
naciendo en la India; ya existe en Europa y en la India pero est naciendo
apenas en Estado Unidos; ya existe en Es tados Unidos, la India y Europa,
pero est naciendo en otros territorios. As, pues, este nacimiento constante
es reproductivo pero tambin extensivo. Marx reserva para tratar de este
nacimiento constante extensivo el ltimo captulo del tomo I de El capital, el
xxv, que se titula La teora moderna de la colonizacin.
En el conjunto de los tres tomos se aborda el concepto de capital en general
y en desarrollo precisamente en vista de establecer la ley de movimiento
o tendencia del desarrollo del capitalismo. Y como el desarrollo no ocurre
instantneamente, este hecho real permite que la exposicin vaya por partes.
Lo que signifca que este objeto global, el capital en general en desarrollo,
es expuesto por partes: produciendo, reproducindose y, fnalmente, en
desarrollo. En un da como hoy el capitalismo se est produciendo, pero
tambin se est reproduciendo, porque ayer fue capitalismo y hoy estamos
repitiendo lo mismo. Simultneamente, en este mismo da en el que se est
produciendo y se est reproduciendo, se est desarro llando, porque ayer fue
lo mismo que antier pero hoy se alteran las condiciones de su reproduccin.
En el mismo da, en el mismo instante, ocurren la produccin, la reproduccin
y el desarrollo.
Sin embargo, para que predomine lo nuevo respecto de lo viejo, para que haya
un desarrollo ntido respecto de lo anterior, se requiere una acumulacin, un
proceso temporal. Aunque ocurran en el mismo instante la produccin, la
reproduccin y el desarrollo y cada cosa puede ser vista simultneamente
desde esas mismas tres perspectivas, para que predomine una de ellas se
requiere que la realidad haya sufrido una alteracin sufciente. As, pues,
el desarrollo se despliega en el tiempo, en un tiempo nmero 3 respecto
de un tiempo nmero 2, que es el de la mera repe ticin, y respecto de un
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 283
tiempo nmero 1 en el que simplemente se puso lo nuevo. Este despliegue
real de la produccin, la reproduccin y el desarrollo es lo que posibilita
distribuir tericamente el argumento por partes: una primera que observa a la
produccin desde la perspectiva de la produccin, otra segunda que observa
a la circulacin desde la perspectiva de la reproduccin, y otra que observa,
fnalmente, a la produccin global desde la perspectiva del desarrollo.
Lo anterior quiere decir que Marx ve el concepto de capital en general como
totalidad, es decir, como un todo unitario formado por distintos miembros,
por dis tintas partes. Unas partes se producen, otras circulan, otras estn
reproducindose. En la obra de Marx estas distintas partes son integradas
para observar precisamente el capital en general como totalidad.
4. El capital en general como totalidad distribuida (general, particular y
singular)
En referencia al concepto de capital en general visto como totalidad, el
argumento se reparte como sigue: los tres tomos tratan del capital en general
pero el tomo I lo aborda subrayando lo de general o, si se quiere, como general
inmediato, mientras que el tomo II aborda el concepto de capital en general
ya no en general sino par ticularizado; tambin se puede decir que de manera
mediata o mediada lo cual corresponde con el proceso de circulacin o de
mediacin; el capital se mueve o circula o va de un punto a otro, media entre
un punto y otro. Por su parte, el tomo III aborda el concepto de capital en
general singularizado el movimiento de los mltiples capitales o de
manera absoluta, es decir, al mismo tiempo inmediata y mediata. Si se tiene lo
mediato y lo inmediato ya se tiene el todo, se est abordando el conjunto o se
trata algo de manera completa o absoluta.
Los conceptos metodolgicos de inmediato, mediato y absoluto o inmediato-
mediato fueron construidos por Hegel, y a Marx le sirven para construir sus
tres tomos de El capital. Quizs uno podra confundirse cuando ve que el
ttulo del tomo I dice que aborda el proceso de produccin del capital y el del
tomo III dice que tambin aborda el proceso de produccin del capital pero
en su conjunto, as que podra creerse entonces que el tomo I trata slo una
parte, pero cul parte, cul conjunto? Esta duda se disipa si recordamos que
el tomo I observa al proceso de produccin inmediata del capital, mientras
que el tomo III lo hace de manera inmediata y mediata o absoluta.
El hecho de que el tomo I de El capital se ocupe en el concepto de capital en
general de manera inmediata signifca que aqu el capital no tiene distancia
respecto de s mismo sino que est en completa inmediatez; es decir, que un
capital es igual a cualquier otro capital y que el capital individual es igual
Jorge Veraza
284
al capital de toda la so ciedad. Esto es lo que signifca que el capital est en
completa inmediatez consigo mismo, sin distincin interna. As, pues, cuando
en el tomo I de El capital se da el ejemplo de un capitalista que produce
hilado, ese capitalista individual vale por la produccin de toda la sociedad
o tambin por la produccin del capitalista que produce plomo o tornillos.
Aqu el concepto de capital en general est siendo obser vado en completa
inmediatez o sin distancia interna: en general. No estoy hablando de este
capital o de aquel otro capital sino de cualquier capital y de todo el capital.
Por su parte, en el tomo II se observa al concepto de capital en general de manera
mediada o distinguiendo un capital 1 respecto de un capital 2 y observando
lo que hay en medio de los dos. Y lo que hay en medio es la circulacin del
capital, esto es, lo que conecta un capital con otro. De esta conexin no hay
que hablar en el tomo I porque ah el capital est en su generalidad inmediata
o sin distancia. Ahora bien, se distingue un capital respecto de otro por las
partes de mundo que cada uno se apropia y con las cuales produce. Por eso
decimos que el tomo II de El capital aborda el concepto de ca pital en general
particularizado, es decir, en tanto que un capital se apoya en una parte de
naturaleza y otro capital se apoya en otra, cualitativa y funcionalmente
distinta para el metabolismo social. De ah que en la seccin tercera (La
reproduccin y circula cin del capital social global) del tomo II se distinga
entre un capital que produce me dios de consumo para los seres humanos
para lo cual se requiere que est invertido en un cierto sector de naturaleza y
que produzca con l, pues as cumple estas funcio nes necesarias del consumo
propias del metabolismo humano y otro capital que se apoya en otro sector
de naturaleza para cumplir otra funcin del metabolismo humano, que es el
capital que produce medios de produccin. Al producir medios de consumo se
alimenta a los seres humanos, y al producir medios de produccin se alimenta
a la produccin que va a producir medios de consumo para que se alimenten
los seres humanos. Ahora ya se puede reproducir el todo. Es evidente que si
nada ms exis tiera un capital que produce medios de consumo no se podra
reproducir la sociedad.
Las funciones vitales de la sociedad tienen que repartirse en funciones
productivas y en funciones consuntivas para hacer posible el proceso de
reproduccin social. Por eso en el tomo II de El capital se trata el concepto de
capital en general pero particu larizado porque incluye lo que hay en medio de
dos tipos de capital que se apoyan en dos sectores distintos de naturaleza
y se observa el movimiento de la riqueza que circula entre ambos. Se distingue
as entre un capital que se apoya en el sector de naturaleza que le permite
producir medios de consumo y otro que se apoya en el sector de naturaleza
que le permite producir medios de produccin.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 285
Para entender el concepto de capital en general como totalidad concreta
debemos dejar de leer el tomo II desde una perspectiva unilateralmente atenta
al valor y resaltar el contenido cualitativo de valor de uso mediante el cual se
concreta dicha totalidad.
El argumento del tomo II se distribuye en tres secciones, y en la tercera se
observa a la reproduccin del capital dividida en estos dos sectores, uno que
pro duce medios de produccin y otro que produce medios de subsistencia, los
cuales intercambian entre s para que ocurra la reproduccin de la sociedad.
En las dos secciones anteriores (Las metamorfosis del capital y el ciclo de
las mismas y La rotacin del capital) no se distingue entre un sector I
productor de medios de pro duccin y un sector II productor de medios
de subsistencia, pero todo en el argumen to del tomo II de El capital est
construido en vista de llegar a esta cumbre. En las dos primeras secciones se
van poniendo los escalones para establecer la diferencia conceptual decisiva
del capital ya particularizado, que permite verlo no en general y sin distancia
sino ya apoyndose en dos sectores de naturaleza diversos y mediando entre
ambos la circulacin para que ocurra la reproduccin social.
El concepto enunciado por el ttulo de cada tomo de El capital se redondea
hasta el fnal, y cada captulo va preparando, redondeando o perfeccionando
la posibilidad de hablar con toda precisin y claridad de lo que se trata: sea
de la pro duccin, de la circulacin o del proceso global de produccin en
su conjunto. Ahora entendemos por qu se puede decir que en el tomo II
se expone el concepto de ca pital en general de manera particularizada, no
inmediata sino mediata; para exponer el capital de manera mediata hay
que tratarlo en trminos particularizados porque as se lo capta distanciado
respecto de s mismo no en total inmediatez en tanto se apoya en dos
sectores espacial y funcionalmente determinados de la realidad, y entonces
se muestra una distancia entre ambos, as como el proceso que media esta
distancia. El capital tiene que apoyar una pierna en una parte de la naturaleza
y otra pierna en otra, y tiene que mediar entre ambas para que se conecten
esas dos partes, para que circule la riqueza. As es como se capta el concepto
de capital en general pero particularizado.
Por su parte, en el tomo III se aborda el concepto de capital en general singu-
larizado, es decir que no se diferencian simplemente las grandes partes del
capital que circulan a mayor velocidad de las que lo hacen a menor velocidad
inde pendientemente del tipo de capital que sea, ni se trata de dos
grandes tipos de capital que se distinguen por el sector de naturaleza que se
apropian y mediante el cual producen. Ahora se trata de observar, adems de
los dos grandes tipos de capitales, a los mltiples capitales produciendo como
miembros singulares de toda la produccin capitalista.
Jorge Veraza
286
As, pues, el concepto de capital en general como totalidad se aborda en su
genera lidad en el tomo I, en su particularidad en el tomo II y en su singularidad
en el tomo III. Y lo general, lo particular y lo singular son las partes de todo
concepto; por eso decimos que Marx sigue el procedimiento lgico para
exponer el concepto de capital.
Un clebre ejemplo de silogismo dice: Scrates que es un individuo singu-
lar es un hombre siendo sta una particularidad, y se aade que por ser
hom bre es mortal, es decir, entra en esta generalidad, pertenece al conjunto
general de los mortales pero no como vaca, perro o langosta, sino como
hombre; es, pues, una particularidad del conjunto de los mortales pero no
como cualquier hombre sino singularmente como Scrates. Anlogamente,
el concepto de capital es completo cuando se ha establecido su generalidad
(tomo I), sus particularidades (tomo II) y su singularidad (tomo III).
a) Lo inmediato y lo mediato, inmediatez y mediatez
Ms arriba he afrmado que en el tomo I el capital es visto en la perspectiva de
su inmediatez, y en el tomo II, en la de su mediatez. Y como vimos, el capital
en su mediatez se presenta distanciado de s mismo, no as en su inmediatez.
Qu signifca eso de que en su mediatez el capital se encuentra distanciado
respecto de s mismo? Quiere decir que ahora, para que el capital se reproduzca,
tienen que mediar dos cosas, a saber: por un lado, la reproduccin social de
la fuerza de trabajo, precisamente para interconectar, por otro lado, las dos
ramas de la economa, la que produce medios de produccin y la que produce
medios de consumo. Ambas cosas forman parte de la mediacin pero para
entender cmo se construye sta es necesario explicar lo que es el capital en
singular. Aunque en realidad hay muchos capitales, es decir, capitales en
plural (el capital 1, el capital 2, el capital n), todos ellos son capital, entonces
deben de tener algo en comn. Cuando hablamos slo de lo que todos los
capitales tienen en comn nos referimos al capital en su inmediatez o tal y
como inmediatamente se nos presenta, esto es, no en plural sino el conjunto
de los capitales sintetizados o concentrados en uno solo o sin distancia interna.
Ya que se descubre esta distancia, se trata de uno, dos, tres o ms capitales
o de un capital de un tipo y un capital de otro tipo, y al explicar qu es el
capital tenemos que decir que el capital son varios capitales y entonces cmo
se conectan, cmo es la mediacin entre uno y otro.
As, pues, consideramos un capital en su inmediatez cuando observamos
lo que tiene en comn con todo capital, pero consideramos al capital en su
mediatez cuando observamos lo que un capital tiene de diferente respecto de
otro en trminos cualita tivos. Qu diferencia cualitativa puede haber entre
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 287
un capital y otro? Esta diferen cia depende de qu valor de uso se apropia cada
capital. Si un capital se apropia de aquel valor de uso o sector de la naturaleza
que le sirve a la sociedad para producir medios de consumo, ese es un tipo de
capital. Esto no lo tiene en comn con otro capital que se apropi de otro valor
de uso, que se apoya en otro sector de naturaleza que le sirve a la sociedad
para producir medios de produccin.
Cada capital es cualitativamente diferente de otro. En el tomo II Marx no
habla de lo comn entre un capital y otro sino de lo que los hace diferentes, y,
entonces, no de aquello que los sintetiza y permite captar al capital como algo
inmediato de modo que podamos decir que el capital es tal o cual cosa.
En el tomo II Marx habla del capitalismo de un modo que le obliga a ir por
partes: primero dice que al capital 1 le corresponden ciertas caractersticas y
al capital 2 le corresponden otras, y luego cmo aunque el capital 1 y el capital
2 son distintos, ambos son el capital porque se unen a travs de la circulacin.
Si se les observa de manera mediata no se ve solamente la diferencia sino la
diferencia y la unidad, pues la mediacin es la unidad y la diferencia, lo que
conecta a los dos que son distintos. Aunque son dos capitales hay la unidad de
ambos, que es el capital, y como se trata de dos partes de un mismo organismo
y no de dos elementos aislados, el proceso que tenemos enfrente no es el de la
reproduccin de dos capitales sino el de la reproduccin del capital.
Como deca, al observar la unidad y la diferencia, es decir, la mediacin entre
un capital y otro, hay que tener en cuenta la reproduccin de la clase obrera.
Esto quiere decir que la reproduccin de la clase obrera es dependiente de la
reproduc cin del capital y que la exposicin del concepto de capital incluye,
por ende, la explicacin de cmo domina sobre la clase obrera, cmo le explota
plusvalor, y luego, cmo la clase obrera se reproduce, y al reproducirse le
sirve al capital para que ste se reproduzca.
5. La reproduccin del capital en cada Tomo
En esta primera revisin de la arquitectura de El capital despus de lo que
hemos visto a partir del ndice de la obra, el prefacio a la primera edicin,
el postfacio a la segunda y el ttulo de cada tomo vale la pena detenerse
tambin en ciertos pa sajes muy interesantes. Me refero, en primer lugar, a
la introduccin a la seccin sptima del tomo I, que contiene, en dos pginas
de texto muy apretado, un argu mento paradjico pero que puede entenderse
a partir de lo que hemos visto hasta aqu. En segundo lugar, me refero al
pargrafo 1 (Objeto de la investigacin) del captulo xviii (Introduccin),
con una extensin de apenas cuatro pginas y que introduce a la seccin
tercera. Y fnalmente, me refero a la primera pgina del tomo III de El
Jorge Veraza
288
capital, que introduce a la vez al primer captulo, a la seccin primera (La
transformacin del plusvalor en ganancia y de la tasa del plusvalor en tasa de
ganancia) y en realidad a todo el tomo iii.
As, pues, se trata de tres pasajes que constituyen sendas introducciones a
cada una de las ocasiones en que se aborda la reproduccin del capital, que
muestran cmo es que la reproduccin est siendo observada de manera cada
vez ms com pleja o concreta a lo largo de la obra. Segn las indicaciones
de Marx, el tomo I de El capital aborda el proceso de vida del capital, su
reproduccin, de una manera inmediata, abstracta, general, casi vaca; el tomo
II aborda la misma reproduccin del capital de una manera ms concreta o
mediata, es decir, no inmediata o en general sino particularizada; fnalmente,
el tomo III aborda la reproduccin del capital singularizada, que es la manera
ms concreta en que se puede observar la reproduccin o la repeticin de
un organismo vivo, es decir, en desarrollo, repro ducindose pero al mismo
tiempo viendo cmo al reproducirse necesariamente se altera. Este es el punto
de vista concreto o completo respecto de la realidad de un ser vivo o de una
sociedad.
En fn, estas introducciones a cada uno de los momentos en que se aborda el
proceso de reproduccin dan cuenta del problema terico que implica dicha
repro duccin (de la sociedad pero en trminos capitalistas) y de la solucin
que Marx le da en cada ocasin.
Ahora podemos matizar cmo es que cada uno de los tres tomos est
construido justamente para cumplir con el cometido que le corresponde en el
plan de la crtica de la economa poltica. Ya veamos que el objeto terico del
tomo I de El capital slo puede ser analizado crticamente si se le mira desde
la perspectiva de la pro duccin, y que en el tomo II la circulacin de capital
slo puede ser considerada crticamente si se la observa desde la perspectiva
de la reproduccin, mientras que en el tomo III la produccin de capital en
su conjunto slo puede ser observada crticamente desde la perspectiva del
desarrollo. Pero habamos visto tambin la pa radoja de que el tomo I de El
capital no solamente expone la produccin capitalista sino tambin en
su seccin sptima la reproduccin de capital simple y am pliada, lo cual
parece contravenir el ttulo de este tomo I e, incluso, la perspectiva desde la
cual digo que est construido. Y no slo eso, sino que el captulo xxiii no se
reduce a abordar la reproduccin simple y ampliada del capital sino, tambin,
el desarrollo capitalista.
Dicho en trminos metodolgicos, y sin entrar todava en la discusin pormeno-
rizada y de contenido, tenemos que el tomo I est escrito desde la perspectiva
de la produccin real, es decir que ah la produccin es un objeto real, al que
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 289
se observa en su realidad o en tanto que se produce algo nuevo: el plusvalor.
Se produce valor de uso, lo cual le interesa poco al capital, y tambin valor,
lo cual le interesa un poco ms; pero lo que realmente le interesa al capital es
que se produzca plusvalor, este hecho es el que entrega una produccin y un
contenido histrico material nuevos, un contenido real. Aqu la produccin es
observada, pues, en su realidad, mientras que la reproduccin que se expone
en la seccin sptima lo es slo formalmente; Marx expone solamente la
forma de la reproduccin. Por su parte, al desarrollo no se lo observa ni en
su realidad ni en su forma, sino en su mera virtualidad, es decir, de modo
todava ms desledo.
Por otro lado, el tomo II de El capital est escrito, como ya hemos visto, desde
la perspectiva de la reproduccin. Ya decamos que las primeras dos secciones
pre paran o apuntan el argumento de la la tercera, en la que se expone abierta
o expl citamente la reproduccin del capital; en aqullas se dice todo desde la
perspectiva del fnal; las metamorfosis del capital y la rotacin de capital
se exponen desde la perspectiva de la reproduccin y circulacin del capital
social global.
En el tomo II la perspectiva de la reproduccin es, pues, real, mientras que la
del desarrollo es slo formal y a la produccin se la toma como virtualmente
dada. Virtualmente debe haber ocurrido produccin para que las cosas estn
circulando, este es el supuesto bsico que se maneja en el tomo II. Se supone
que la produccin debi ocurrir, no interesa cmo, pero debi haber ocurrido
si estamos observando la reproduccin; y si estamos observando la circulacin
de algo es porque virtual-mente ocurri la produccin de ese algo.
Como dije arriba, la perspectiva del tomo III de El capital es la del desarrollo,
por lo tanto ste es aqu observado en su realidad, mientras que la produccin
se ve slo como algo formal y la reproduccin como algo meramente virtual.
Vase cmo son combinables estas perspectivas metodolgicas o de niveles
de abstraccin, de formas de analizar un objeto sea el capital, el plusvalor,
el salario, la circulacin del capital o la mercanca, etctera, como quien
lo observa desde un lado u otro, partindolo por la mitad, etctera. Por
esta razn cada uno de los tres tomos de El capital puede dar cuenta de la
totalidad el capital en general desde su perspectiva particular: la del
proceso de produccin en el tomo I, la de la circulacin en el II y la del proceso
de produccin del capital en su conjunto en el tomo III. Por eso es que
al combinar estas perspectivas el tomo I de El capital puede abordar, a
propsito de la produccin, tambin la reproduccin y el desarro llo, pero a
este ltimo no lo tiene en cuenta sino en su virtualidad, esto es, en tanto que
es supuesto de la existencia actual y resultado posible de la misma, pues esto
Jorge Veraza
290
es lo nico que se alcanza a ver del desarrollo en la produccin. Por su parte,
en la produccin ya puede verse la forma de la reproduccin, pero slo eso:
la forma.
La cuestin es que en el da de hoy, en la realidad emprica, estn ocurriendo
simultneamente la produccin, la reproduccin y el desarrollo, pero a la vez
se despliegan en el tiempo; aparecern muchas cosas iguales a las que hubo el
da anterior, hasta que llegue un da en el que ya no aparezcan de este modo
sino con diferencias. As, pues, tenemos un problema que es al mismo tiempo
flosfco, metodolgico y cientfco: cmo analizar aquello que se mantiene
idntico y al mismo tiempo se modifca; que en el mismo instante es produc-
cin, reproduccin y desarrollo, pero que tambin despliega en el tiempo
estas distintas versiones de s mismo.
Ya vimos cmo resolvi Marx este problema: en el tomo I de El capital se obser-
va que en la produccin ya es posible entrever cmo ocurre la reproduccin,
leerla entre lneas, pues ocurren al mismo tiempo. Pero leer algo entre lneas
no es lo mismo que exponerlo abiertamente; por eso es que a propsito de
la produccin slo puedo entrever la forma de la reproduccin, y asimismo
entre lneas puedo entrever tambin lo que es el desarrollo. Como ya dijimos,
inmediatamente el da de hoy estn ocurriendo al mismo tiempo el desarrollo,
la produccin y la reproduccin.
Marx procede de este mismo modo en los dos tomos subsiguientes. As en el
tomo II se puede entrever que debi haber ocurrido una produccin previa.
Aqu no se trata de si se produce plusvalor o no, se supone que se lo produjo,
pero al examinar cmo est circulando la riqueza y cmo se repite este
proceso de circu lacin puede entreverse cmo se produjo plusvalor y tambin
el desarrollo posible. Lo mismo en el tomo III, a propsito del desarrollo se
deduce, se entrev, cmo es que ocurri la reproduccin y la produccin.
a) Sobre los trminos formal y real; apariencia, esencia y realidad
Cuando se observa la forma de algo lo que se ve es su parte externa. Esa es la
perspectiva formal, desde la que tambin se observa el sentido, la direccin,
porque al ver algo desde afuera se capta su movimiento, hacia dnde va. La
perspectiva formal habla, pues, de la fnalidad, del sentido que tiene algo, as
como de su as pecto externo. Por otro lado, la perspectiva real nos habla del
contenido, no de la forma externa sino de lo que hay dentro, no del perfl sino
de la carne, los huesos y cmo metaboliza. Una analoga servir para aclarar el
asunto: formalmente, una mueca se parece a una muchacha, pero realmente
son cosas muy distintas.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 291
Veamos dos ejemplos. El captulo II del primer tomo de El capital se titula
El proceso del intercambio y este proceso es expuesto de un modo real;
es decir, un poseedor de mercancas lleva al mercado una mercanca y la
intercambia con otro propietario de mercancas que tambin llev al mercado
la suya. Por otro lado, antes, en el captulo primero (La mercanca), tenemos
un pargrafo 3 que se llama La forma de valor o el valor de cambio, y aqu
se estudian procesos de intercambio entre una mercanca x y una mercanca
y, o entre mltiples mercancas x y un solo tipo de mercanca y, etctera. Pero
aqu todava no hay propietarios privados que lleven realmente al mercado
sus mercancas. Es ms, aqu no se alude a mercancas reales sino que slo
se habla de la forma en que ocurriran los pro cesos de intercambio en caso
de darse. Del pargrafo 3 del captulo I al captulo II hay, pues, un paso
metodolgico de lo formal a lo real. En el primero se aborda el intercambio
de manera formal, se estudia la forma del intercambio, no su contenido o su
realidad; mientras que en el segundo se analiza el intercambio tal y como real-
mente tiene lugar. (Jindrich Zeleny esclareci magistralmente esta diferencia
en su excelente libro La estructura lgica de El capital de Marx, captulo 6 El
carcter de la derivacin dialctica y de las transiciones dialcticas.)
El otro ejemplo en el que es decisiva la diferencia metodolgica entre lo
formal y real es el siguiente: en la seccin tercera del tomo I de El capital Marx
observa cmo se produce plusvalor absoluto, y para eso analiza el proceso de
produccin sometido al capital, pero slo formalmente; mientras que en la
seccin cuarta del mismo tomo I estudia cmo se produce plusvalor relativo,
y para ello debe considerar el proceso de produccin sometido al capital pero
de modo no slo formal sino real.
Desde la perspectiva de la subsuncin o subordinacin formal del proceso de
trabajo inmediato bajo el capital, se considera este proceso como si el hecho de
que el obrero trabaje para el capitalista no implicara ningn cambio tecnolgico
de sus medios de trabajo ni de los mtodos de produccin. Simplemente se
observa el sentido o la fnalidad que tiene la produccin bajo el capitalismo y
que no tena antes, pues ahora en lugar de realizarse en benefcio del productor
queda al servicio del capitalista, cambi de sentido. Aqu no importa con qu
instrumentos se pro duzca ni lo que se produzca, es decir, el contenido o la
realidad de la produccin, sino slo la forma de la nueva relacin social, pues
sta puede volverse la forma de cualquier contenido, y precisamente la forma
capitalista de producir. Aqu se produce plusvalor, no importa mediante qu
valor de uso ni qu valor de uso se produzca, y se produce para el capitalista,
mientras que el productor independien te produca para s mismo y a l s le
interesaba el valor de uso. Como se ve, el cambio de forma ha sido decisivo.
Jorge Veraza
292
Por su parte, en la seccin cuarta del tomo I se aborda la subordinacin real
del proceso de trabajo inmediato bajo el capital. Aqu s interesa observar
cmo, con qu contenido tcnico se produce, porque ese contenido tcnico, y
no otro, es el que posibilita producir plusvalor relativo, el cual es el objetivo
del capital. Ahora interesa ver la realidad interna del proceso, su contenido
tcnico y metdico y no slo su di reccin, su nueva forma social. En ambos
casos se analiza el proceso de produccin capitalista, pero una vez de modo
formal y otra vez de modo real.
Por otro lado, en fn, la realidad vista como contenido evidentemente tiene
que ver con el interior de algo, no con su aspecto externo, es decir, no con
su apariencia sino con su esencia. La realidad as vista, insisto coincide
con la esencia. Hay, pues, un momento en el que parece ser lo mismo decir
contenido que realidad y esencia. Sin embargo, al cambiar la perspectiva
metdica tambin cambia el nivel en que se est pensando algo, y por ello
se debe diferenciar entre esencia, realidad y contenido, pues aunque hay
un cierto momento en el que coinciden, tambin hay otro en el que diferen.
Realidad no es, pues, lo mismo que esencia.
Como vemos, lo real y lo formal, apariencia y esencia, forma y contenido, son
conceptos distintos cuyo signifcado y sentido es rigurosamente determinado.
Hay momentos en que pueden intercambiarse, y Marx los utiliza como
quien les asigna una tarea distinta en el contexto de una divisin del trabajo
argumentativo. Para ciertas dimensiones del objeto utiliza uno en lugar
del otro. As, por ejemplo, en las secciones tercera y cuarta del tomo I de El
capital se trata la esencia de la produccin, pero en la tercera se observa la
formalidad de la produccin y en la cuarta su realidad. Pero esta realidad
y esta formalidad lo son de la esencia; en el mismo nivel esencial podemos
distinguir la forma y la realidad de esa esencia. En cambio para observar la
apariencia nos ubicamos en otro nivel de realidad; en la superfcie aparente de
la sociedad capitalista circula la riqueza, no vemos dnde se produce pero s
cmo circula, ah no vemos el plusvalor pero s las mercancas. En las secciones
primera y segunda del tomo I Marx estudia esta apariencia de la riqueza de
la sociedad mercantil desarrollada o mercantil capitalista, donde slo se ven
mercancas y dinero. Se supone que existe produccin pero no sabemos nada
de ella, slo se ve la mera apariencia.
As, pues, en la exposicin de Marx se distinguen niveles de realidad aparencia-
les y esenciales, y en ambos se utiliza la perspectiva formal y la real para
observar o bien la formalidad de la apariencia y la realidad de la apariencia,
o bien la forma lidad de la esencia y la realidad de la esencia. Simplemente
se trata de dimensiones del objeto. En cada ocasin podemos profundizar o
bien quedarnos en el aspecto externo, y todo aspecto tiene una dimensin
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 293
aparencial y una dimensin esencial pues las perspectivas son siempre
relativas. No obstante, dentro de un universo determinado, por ejemplo la
sociedad capitalista, cada perspectiva est prefjada; as la apariencia del
sistema capitalista es la circulacin de mercancas, mientras que su esencia es
la produccin.
El objeto se ha estructurado de cierto modo por la historia que ha tenido. Por
eso, aunque en trminos generales las perspectivas son intercambiables, dejan
de serlo ya dentro del objeto. La apariencia corresponde a un nivel y la esencia
corresponde a otro nivel, la formalidad corresponde a un aspecto y la realidad
a otro distinto.
6. Acerca del proceso expositivo crtico de El capital
El orden de exposicin de El capital sigue una perspectiva analtica.
Expliquemos. Voy al jardn y encuentro una lombriz y la analizo, o bien
me quedo en casa y pienso en la realidad capitalista y la analizo, esto es, le
voy dando vueltas, la observo. En el primer caso tengo un objeto sensible
que puedo poner sobre una mesa y examinarlo valindome de los sentidos
y de instrumentos materiales; en el segundo caso, cuando analizamos las
formas econmicas, dice Marx, no pode mos servirnos del microscopio ni
de reactivos qumicos. La facultad de abstraer debe hacer las veces de unos y
otros (El capital, tomo I, vol. 1, p. 6). Lo que analizo es, pues, un concepto y al
exponer los resultados de una investigacin debo exponer ese concepto. Pero
si digo todo al mismo tiempo me confundo a m y a los dems. Entonces qu
digo primero, qu despus? Al defnir por partes, avanzo analticamente: una
parte primero, otra despus; ya dije esto y esto, ahora ya puedo decir esto otro;
pero no he dicho esto y entonces todava no puedo decir aqullo. Por eso no
puedo explicar de entrada el desarrollo, pues ste supone una alteracin y sta
supone la repeticin, y la repeticin supone la produccin. Entonces primero
considero la produccin, luego la reproduccin y fnalmente el desarrollo.
Se trata de distintas perspectivas analticas, y en cada captulo de cada uno
de los tres tomos de El capital otra vez se hacen distinciones analticas:
primero puedo decir esto y despus ya puedo decir esto otro. Asimismo la
exposicin de Marx procede segn perspectivas lgicas genera les. Ya vimos
cmo cualquier concepto lgico contiene estas tres perspectivas: la general, la
particular y la singular. Los silogismos tambin se dividen en estas tres partes.
Todo pensamiento, como toda realidad, tambin tiene estas tres di mensiones.
Y bien, el pensamiento crtico no puede eximirse de esta condicin ontolgica
y epistemolgica.
Ahora estamos viendo El capital de Marx, no en su diferencia especfca
o en su contenido crtico sino en su presencia formal general. Pero si
Jorge Veraza
294
preguntramos cmo piensa Marx para hacer la crtica de la circulacin
del capital descubriramos que solamente podra hacerla si la ve desde la
reproduccin. Qu signifca eso? La circulacin implica un simple cambio de
lugar y de manos de un objeto: yo te vendo un producto y t me lo compras.
Este intercambio es parte de un proceso de circula cin: con el dinero que
t me pagas yo compro otro objeto; el objeto que t obtuviste lo consumes
y al otro da de nuevo tienes necesidad de conseguir dinero para comprar
otro objeto. As, pues, t tienes que participar en una serie de intercambios,
y yo, con el dinero que me diste, prosigo con otra serie de intercambios. Este
conjunto de intercambios es una red y a travs de esta red va circulando todo
el valor de la sociedad. Esta es la circulacin capitalista. Como se ve, se trata
de cambios de lugar que a la vez son cambios de manos y de formas. El valor
pasa de la forma mercanca a la forma dinero y de la forma dinero pasa a la
forma mercanca.
Pero si quiero no solamente hacer el anlisis cientfco de este hecho sino criti-
carlo esto es, hacer la crtica de la economa poltica en lo que corresponde
a la circulacin del capital, tengo que observar esta circulacin desde la
perspectiva de la reproduccin, es decir, tengo que observar los cambios
de forma, de lugar y de propietario en referencia a la nueva produccin, no
en referencia a los meros cambios de forma sino en referencia a un nuevo
contenido. Si veo los cambios de forma desde la perspectiva de las condiciones
que garantizan la reproduccin de la vida humana, puedo hacer la crtica de
esa circulacin. As estn construidas las perspectivas metodolgicas de la
obra que nos ocupa.
Sin embargo, insisto, no hemos abundado en la diferencia especfca del texto
de El capital sino ms bien en su forma, y esta forma es comn a cualquier
otro ob jeto de pensamiento, aunque en este caso es muy precisa. Hasta lo que
aqu hemos visto, lo caracterstico de El capital frente a una novela o frente a
cualquier otro libro, es que tiene una precisin extraordinaria, que est muy
bien construido. Leer una obra terica cientfco-social perfectamente bien
construida permite aprender del acierto, y si se equivoca, incluso aprender
del error, porque est perfectamente bien construida la deduccin para llegar
a esta o aquella afrmacin.
Intentar pensar la realidad de manera sistemtica y lcida es muy importante
para todas las ciencias sociales en este comienzo del siglo xxi, frente a tanto
abi garramiento y tanta complejidad, entre tanta vacilacin e inseguridad
respecto del rumbo que lleva la realidad y de lo que es la vida actualmente. El
capitalismo existe an? Jams habr socialismo? Puede haber esperanza?
Frente a todas estas dudas, vacilaciones y ambigedades es muy importante
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 295
aprender a pensar y tomar el ejemplo de una obra bien construida como lo es
este libro de Marx.
7. La crtica de la economa poltica y nuestro tiempo: capital social y
mercado mundial realizado
Cuando Marx aborda el concepto de capital de manera concreta se refere al
capital social, del cual el capital individual es solamente una parte. Cada
capital singular [...] no constituye ms que una fraccin autonomizada [...] del
capital social global, [...] la metamorfosis del capital individual, su rotacin, es
un eslabn en el ciclo del capital social. (El capital, tomo II, p. 430.)
As, pues, el ttulo de esta obra podra ser El capital de toda la sociedad, o
Toda la sociedad vista como capital, pues de lo que se trata es del capital
social, y para construir su concepto paso a paso hay que hablar del capital
individual, de las distintas partes en las que se distribuye el capital y, luego,
de la relacin entre los mltiples capitales. Pero en todos estos casos estamos
hablando del capital en su conjunto, del capital social. Y si queremos observar
la realidad del siglo xxi a la luz de este texto de Marx que habla del capital
social, tenemos que ubicarnos en la perspectiva del valor de uso, esto es,
diferenciar nuestra poca respecto de la de Marx por los contenidos tiles que
porta el capital social actual. Durante el siglo XX era comn entre los lectores
e intrpretes de Marx soslayar estos contenidos y pro yectar sobre la realidad
meras diferencias formales creyendo que lo decisivo era la presencia de los
monopolios o que haban surgido nuevas relaciones de produccin cuando en
realidad segua prevaleciendo el capital industrial.
As, cuando decimos que en la realidad del siglo xxi se ha realizado el
mercado mundial capitalista, nos referimos a que cada parte del capital est
conectada con todas las dems, que existen mltiples capitales y muchos
pases capitalistas, y que todos los capitales de estos pases capitalistas estn
conectados entre s en la gran circulacin de capital. Actualmente la circulacin
de capital es mundial. Pues bien, de este tamao es hoy el concepto de capital
social: hay un solo capital, que es mundial, un capital social mundial que se
desglosa en mltiples capitales nacionales y stos a su vez se desglosan en
capitales invertidos en distintas empresas nacionales, algunas de las cuales
tienen infuencia o campo de accin en otros pases y por eso se les llama
trasnacionales. Pero sobre todo hay una unidad planetaria coordinada por el
capital; el capital, adems de ser muchos, est unifcado y es un solo capital
social mundial.
Este es, pues, el tipo de objeto que intenta pensar Marx en El capital, un objeto
as de complejo: al mismo tiempo distribuido, diferenciado y unifcado de tal
Jorge Veraza
296
modo que unos pases se contraponen con otros hasta llegar a la guerra; una
realidad di ferenciada y unifcada, mediada y mediata, conectada, desagarrada
y sin embargo unifcada. El objeto terico elegido por Marx es un desafo para
el pensamiento, pues requiere pensar una realidad contradictoria de manera
unitaria, coherente y, entonces, no contradictoria.
Marx recoge y lleva a buen fn ese desafo a mediados del siglo xix, aunque
solamente a fnes de siglo XX ese objeto se encuentra realizado, completo. Al
observar cmo funcionaba hace poco ms de 150 aos el sistema capitalista,
Marx pudo prever cmo este sistema iba a perfeccionarse como mercado
mundial ca pitalista. 150 aos despus el capital social se volvi mundial
mientras que en la poca de Marx tiene una medida continental. Por otra
parte, Marx, como todo in dividuo viviente, slo puede tener frente a s los
mltiples capitales individuales, as que tiene que construir inductivamente
la nocin de capital social pero intuye que la propia realidad capitalista tiene
que llegar tambin por pasos o inducti vamente, dicho metafricamente a
construir su mbito mundial de existencia.
He aqu una paradoja: Marx previ la constitucin de ese objeto que hoy se
en cuentra realizado no obstante que l observaba un objeto de mucho menor
tamao, un capital social nacional o, a lo ms, un capital social continental.
Pero nosotros estamos inmersos en el movimiento de un capital mundial.
Entonces cmo podra mos observar la realidad? La construccin de la
realidad es procesual, va paso a paso, de la parte al todo. En el tiempo que le
toca vivir, Marx construye terica mente un objeto que refgura una realidad
que se encuentra en proceso de construc cin, desde el capital individual hasta
el capital social. Por otro lado, nosotros nos encontramos en el resultado,
en el todo ya completo, y entonces tendramos que rehacer el proceso de
construccin que llev a este resultado, su proceso gentico, el camino que
sigui desde la parte hasta el todo.
Pero, entindase, en la situacin en la que nos encontramos debemos proceder
de tal modo no solamente en trminos individuales. Cuando Marx parti
de un as pecto continental del capitalismo y dedujo su aspecto mundial,
no solamente lo hizo en tanto sujeto, sino que el objeto mismo, la realidad
histrica de la humanidad, tambin sigui ese procedimiento. Las realidades
humanas siguen esta forma de movimiento y Marx debi reconocer este
hecho al elaborar la concepcin materia lista de la historia que le permiti
construir el concepto de capitalismo justamente siguiendo ese procedimiento
que va de la parte al todo. Sin embargo, una vez que la realidad se redondea,
ella misma invierte la perspectiva funcional y entonces obliga a cambiar la
perspectiva metodolgica. Y no se trata simplemente, insisto, de perspectivas
individuales sino de modos de funcionamiento de la realidad: una vez, para
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 297
Marx, en vista de constituirse, y otra vez, a fnes del siglo XX, ya consti tuida
pero en curso de cohesionar todos sus extremos.
As, pues, la perspectiva del capital individual es correlativa a la del
capital social y la del capital social a la del individual, pero una vez que se
ha realizado el mercado mundial la perspectiva adecuada para analizar la
realidad y realmente hacer descubrimientos que permitan explicar los
fenmenos sociales debe partir del capital social mundial en tanto resultado
del desarrollo histrico. El resultado histrico es ahora el punto de partida.
El capital social mundial se presenta entonces como una fuerza centrpeta
que va desde afuera hacia adentro y en este movimiento va determinando,
comprimiendo, sometiendo a cada una de las partes dentro de cada nacin
y de cada localidad y las va remodelando. Anteriormente estas partes se
remodelaban en un proceso expansivo centrfugo que iba desde el capital
indivi dual hacia el social y desde el capital nacional hacia el mundial. Pero
una vez que el mercado mundial se encuentra ya construido, el capital social
mundial presiona sobre el conjunto de la periferia hacia el centro, de lo general
a lo particular, desde el valor hacia el valor de uso. El valor de uso de todo
el planeta y cada valor de uso empieza a ser comprimido, presionado por las
necesidades del capital y tiene que ser remodelado.
No se trata ms de utilizar los valores de uso planetarios tal y como estn
cons tituidos para que el capital se desarrolle al expandirse, sino que el capital
ya est desarrollado y ahora, desde este resultado, el valor capital comprime
a cada valor de uso para remodelarlo. As remodela la tierra, la geografa o
el clima, o bien el hora rio que rige la vida de la gente. Si al capital le interesa
modifcar ese horario porque nuestro pas ocupa determinado lugar en
el mercado mundial entonces presiona sobre los hbitos de las personas,
pues stos son valores de uso sus costumbres, su cantidad de sueo, su
reproduccin biolgica y los comprime. La distribucin de luz, el sueo,
tienden a ser modifcados a favor del capital, y as todas las otras realidades
cualitativas tiles, metablicas, vitales, empiezan a ser remodeladas desde el
valor. La fuerza del capital social mundial acta hacia adentro, hacia todos
los capitales nacionales y locales, y desde todos los capitales en su conjunto
y desde el capital social mundial hacia el valor de uso, hacia cada valor
de uso y hacia todos los valores de uso, hacia toda la ecologa del planeta.
Esta misma fuerza tambin acta desde el Estado nacional hacia dentro. Es
como si el capital social mundial viniera de afuera y utilizara el capital y el
Estado nacionales para llevar a cabo su cometido. Esto es lo que signifca la
modifcacin del horario de verano en Mxico como efecto de la competencia
mundial que presiona sobre cada poblacin nacional para que el capitalista
pueda explotarla ms a fondo.
Jorge Veraza
298
El capital social mundial requiere ms plusvalor, hay que explotar ms a la
clase obrera de todo el mundo. Pues bien, cada Estado nacional tiene que
hacer su correspondiente modifcacin del horario de verano para ahorrar
costos y aumentar la tasa de plusvalor. Esta directiva del capital social
mundial presiona a cada Estado nacional y cada Estado nacional presiona
hacia el interior, a cada capitalista y al conjunto de la poblacin del pas.
As, pues, actualmente la perspectiva adecuada para analizar el mundo con-
siste en priorizar al capital social mundial frente al capital individual. La
fuerza del capital social mundial, decamos, es centrpeta y va del valor al
valor de uso, mientras que la del capital individual es centrfuga, tiende a
expandirse y a construir el capital social, y va apoyndose en el valor de uso
actual para as hacer crecer al valor. El capital individual va desde s mismo
hasta el capital social nacional, hasta construir el concepto de Estado-nacin,
y a partir de ah constituir el comercio exterior y el conjunto de las relaciones
internacionales. Ambas perspectivas son, pues, recprocamente inversas.
8. La perspectiva de la crtica de la economa poltica es la del valor de uso
A la crtica de la economa poltica le interesa observar cmo se explota al
obrero, cmo la ganancia se obtiene mediante el sometimiento del valor de
uso de las condicio nes de vida y del cuerpo y de la mente del obrero. Esta
veta del valor de uso recuerda que tambin estn all el cuerpo, la mente, la
calidad de vida y la ecologa del planeta, y no slo el imperativo de acrecentar
la riqueza de las naciones como pretenda Adam Smith. La perspectiva de la
economa poltica burguesa es, pues, la perspectiva del valor, y la de la crtica
de la economa poltica es la del valor de uso, que se le olvida a la economa
poltica burguesa y que se contradice con la del valor.
El predominio del capital social mundial sobre los movimientos econmicos
del planeta suscit, a partir de mediados de los aos sesenta, un renacimiento
de la crtica de la economa poltica en su veta original, que hace valer el valor
de uso frente a la economa poltica burguesa, que se centra en la ganancia.
Este movimiento centrpeto del capital social mundial presiona desde el
valor hacia el valor de uso para remodelarlo. Este movimiento que destruye
la ecologa y degrada la salud de la gente incrementa la explotacin del
trabajador y entonces suscit, deca, un renacimiento de la perspectiva original
de la crtica de la economa poltica. La crtica de la economa poltica haba
perdido dicha perspectiva centrada en el valor de uso durante las dcadas en
que el capitalismo se expandi a escala mundial. Este proceso de expansin
pona en primer plano el valor, las relaciones fnancieras y la gran circulacin
de mercancas. La ecologa no era importante, pues era posible destruirla y
sustituirla con ms naturaleza, ms territorio, pero una vez que el territorio se
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 299
acaba, porque el capital logra redondear la Tierra, envolverla, ya no hay ms
a dnde ir, hacia dnde salir; entonces ya cualquier proceso de explota cin de
plusvalor implica una explotacin de la naturaleza que inmediatamente tiene
repercusiones climticas o sobre la calidad del aire, del agua o de la tierra.
Entonces se vuelve evidente lo que le est sucediendo al valor de uso.
Este renacimiento de la veta original de la crtica de la economa poltica el
valor de uso y el comunismo ligado a este valor de uso tiene un momento
de culminacin en el 68, con la revuelta juvenil internacional, y dura hasta
mediados de los setenta, cuando vuelve a quedar sometida la conciencia
de clase comunista que haba renacido y cuyo auge momentneo tambin
expresaba esta nueva fuerza centrpeta del capital social desde el mundo
hacia adentro desde el valor que domina hasta la remodelacin del contenido
material del valor de uso. Este auge tuvo como antecedente el movimiento
de renovacin del marxismo que arranca desde 1956 con el XX Congreso
del Partido Comunista de la Unin Sovitica, con su llamado a volver a las
fuentes y a criticar al estalinismo.
En Mxico, la perspectiva ortodoxa clsica de anlisis de la crtica de la
eco noma poltica fue introducida en 1972 por Bolvar Echeverra, quien
la conociera en Europa a fnes de los sesenta, y fue preparada por Adolfo
Snchez Vzquez con sus cursos sobre los Manuscritos de 1844 de Marx, sus
libros (Las ideas estticas de Marx, 1965; Filosofa de la praxis, 1967) y su labor
de traduccin y edicin de obras como Dialctica de los concreto, de Karel
Kosk en 1967.
En esa misma poca llegan a Mxico y a Amrica Latina el marxismo
francs althusseriano y el marxismo ingls (Maurice Dobb, Perry Anderson,
Hobabawn o Edward P. Thompson). Pero estos autores no traen esta nocin de
la preeminencia terica del valor de uso, tampoco el marxismo que se produce
en Estados Unidos como el de Paul Baran, Paul Sweezy y otros. Por ejemplo,
el libro de Sweezy La teora del desarrollo capitalista, aunque es muy anterior
(1942), se volvi muy importante en esa poca como sntesis del pensamiento
de Marx y de los marxistas en cuanto a la economa capitalista, y sobre todo
adems de muchas cualidades didcticas porque es de los pocos trabajos
marxistas que conciben el texto de El capital no como teora del capitalismo en
el siglo xix en Inglaterra sino como una teora del desarrollo capitalista. Este
es un concepto lleno de signifcado que Sweezy asume conscientemente casi
en su totalidad, aunque deja fuera aspectos esenciales.
As, por ejemplo, en los libros del renombrado economista marxista ingls
Maurice Dobb, a Marx se le otorga un lugar despus de Adam Smith y Ricardo,
pues aunque sea un socialista, como pensador sera un clsico de la economa
Jorge Veraza
300
poltica,
215
quiz su conclusin, el mejor de los clsicos, su superador, pero
que mantiene con ellos una cierta identidad o continuidad que consiste en
que habla del valor en trmi nos objetivos. La economa vulgar y neoclsica
posterior Keynes incluido tienen una teora subjetiva del valor segn
la cual el valor no existe, sino que es una atribu cin que los seres humanos
conferen a las cosas, mientras que la economa poltica clsica de Adam
Smith, David Ricardo y Karl Marx ofrece una teora objetiva del valor y por
eso utilizan un mtodo cientfco en sus anlisis.
Tambin Rudolf Hilferding en El capital fnanciero (1908), aunque habla del
valor de uso y tiene muy fresco todava El capital, expone una economa
del valor; habla de economa poltica, no de crtica de la economa poltica.
Lenin tampoco hace crtica de la economa poltica. Aunque es un pensador
marxista y por lo tanto socialista y critica al capitalismo, no parece haber en l
una comprensin conceptual de la nocin original de Marx sobre la crtica de
la economa poltica.
Dicha nocin empieza a tener signifcado conceptual en la obra de Karl Korsch,
especialmente en su libro Karl Marx, publicado en 1936. l es quien ms exalta
la perspectiva crtica de Marx como forma peculiar de construir el discurso
para observar la realidad. Pero esto se perdi. Korsch ya no forma parte del
partido comunista en 1936, ms bien lo critic y fue expulsado del mismo y,
luego, perse guido. Adems, despus de 1950 sobre todo los estalinistas se
dedicaron a tratarlo de loco y a desvalorar su obra.
Sin embargo, a medidos de los aos sesenta se hizo posible recuperar la
crtica de la economa poltica en su especifcidad. Es retomado, entonces,
el legado de Karl Korsch acerca del talante especfco del discurso de Marx
en tanto crtica de la economa poltica, no economa poltica, ni siquiera
economa poltica marxista; este fue un invento del marxismo sovitico, en
cuyos manuales se trata de positivizar todas las ciencias y se quiso hacer una
ciencia del marxismo en el mismo sentido positivista, es decir, una economa
poltica cientfca marxista. As, por ejemplo, en el manual Economa poltica
del prestigiado economista socialista po laco Oscar Lange se habla de una
economa poltica marxista pero no de una crtica de la economa poltica.
Hay que recordar todo esto y ver cunto se perdi y por qu es tan importante
que se lo haya recuperado, y qu signifcado tiene este hecho y cmo fue
posible. No solamente hubo un esfuerzo de memoria histrica sino que la
clase obrera re cuper la memoria cuando se plante una nueva lucha. En el
215 Louis Althusser hace esta crtica en Para leer El capital.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 301
curso de esta nueva lucha la clase obrera recuper la memoria, autores y temas
olvidados, al propio Marx. En efecto, en los aos sesenta se haba dejado de
leer El capital, pero entonces
216
empieza a ser ledo de nuevo y de manera
generalizada, en diversos pases, despus de dcadas de olvido.
Entonces se present una nueva condicin de lucha para la clase obrera
porque se present una nueva condicin de sometimiento por el capital.
Ahora el capital social mundial estaba presionando desde todos los confnes
del planeta hacia el centro del metabolismo social, hacia el valor de uso, y
como la clase obrera forma parte del valor de uso tuvo que contestar y dar
la alternativa. En este proceso la clase obrera fue vencida pero no obstante,
en medio del combate, los intelectuales de izquierda intentaron darse luces y
recuperar lo mejor del pasado para bruir las nuevas armas en la coyuntura;
ah reconstruyeron el argumento de la crtica de la economa poltica centrado
en el valor de uso y el trabajo vivo.
La nocin de crtica de la economa poltica centrada en el valor de uso
tampoco se encuentra en los tericos del imperialismo ni en los del capitalismo
monopolista de Estado ni en los comentaristas franceses o italianos de
El capital en la poca. Slo se hablaba de economa poltica marxista o de
economa poltica clsica, y se lea a Marx como uno ms de los economistas
clsicos.
En fn, esta perspectiva original de la crtica de la economa poltica proviene
de la infuencia del marxismo alemn, que a su vez la descubra a mediados
de los sesenta en Karl Korsch, en los izquierdistas alemanes y holandeses,
en Lukcs y en Rosa Luxemburgo. Al mismo tiempo, se organiza en torno a
Lukcs la Es cuela de Praga, que defendi la nocin de flosofa de la praxis en
oposicin a las posiciones cientifcistas positivistas estalinianas. Esta corriente
arriba a Amrica Latina y en especial a Mxico y, con ella, la nocin original
de la crtica de la economa poltica.
Quien ms puntualmente resalta el concepto de crtica de la economa
poltica es Bolvar Echeverra, desde 1972. Yo fui discpulo suyo en aquella
poca en la que se viva un auge del estudio del marxismo en Mxico y se
podan encontrar profesores de gran calidad de la ms diversa procedencia
y formacin, sobre todo en el seminario de El capital de la entonces Escuela
Nacional de Economa de la UNAM, pero ninguno de ellos excepto Bolvar
Echeverra asuma El capital puntualmente como crtica de la economa
poltica en este sentido originario.
216 Por ejemplo, Louis Althusser imparte en 1965 un seminario dedicado a estudiar El capital y
redacta su clebre Crtica previa a la lectura de El capital, pero en la que desafortunadamente
no reconoce la perspectiva especifca de la crtica de la economa poltica. Y en su obra posterior
Para leer El capital, de 1968, deniega enrgicamente el surgimiento de esta perspectiva, entre
tanto rescatada por los marxis-tas alemanes radicales, a los que no cita siquiera.
Jorge Veraza
302
Por mi parte, en esta misma perspectiva centrada en el valor de uso, desarroll
a partir de 1974 el concepto de subsuncin real del consumo bajo el capital.
Este concepto describe el proceso esencial que est en curso actualmente en el
capita lismo mundial y que desde mediados de los setenta tiene una vigencia
sufciente como para ser analizado.
Pude formular dicho concepto que expresa cmo el capital somete realmente
al valor de uso a nivel planetario slo a partir de 1977,
217
una vez que ha
madurado el proceso. Desde entonces me he dedicado a este tema que es el
centro del desarrollo especfco de la presencia mundial del capitalismo, de
la constitucin de un capital social mundial, de un mercado mundial. Este
concepto general subordinacin real del consumo bajo el capital abarca
todas las realidades del mundo contempor neo. La perspectiva del capital
social mundial se ha vuelto prioritaria y presiona sobre todos los capitales
nacionales e individuales, y todos stos presionan como un nico valor sobre
el valor de uso de la fuerza de trabajo, de los medios de consumo y de
los medios de produccin, es decir, sobre los valores de uso del planeta en
su conjunto para incrementar el plusvalor. En trminos generales, este
concepto dice que la realidad cualitativa de la vida de la sociedad se tuerce
para incrementar las ganancias.
9. El objeto terico de El Capital y su gnesis
Ya que hemos aclarado el problema de fondo, podemos hablar del problema
ge neral al que responde el texto de El capital, de la gnesis de este problema
y su enriquecimiento histrico durante casi siglo y medio, desde que aquella
obra fuera escrita, pues el problema al que responde El capital es nuestro
problema, no es otro sino el mismo pero se ha enriquecido.
La obra El capital fue escrita para resolver un problema que es constantemente
re producido, incluso en forma ampliada, en la sociedad burguesa. An ms,
se trata de un problema que se reproduce una y otra vez pero siempre en
forma ms desarrolla da. Las perspectivas de la produccin, la reproduccin
y el desarrollo con las que est construida esta obra son adecuadas para
resolver ese problema que constantemente se produce, se reproduce y, aun,
se desarrolla a lo largo de la historia del capitalismo.
Marx expone en su libro la forma en que la sociedad burguesa se produce, se
reproduce y se desarrolla precisamente en vista de responder a ese problema
en desarrollo y ampliacin constantes. Se trata del problema cotidiano del
217 En mi tesis de licenciatura, Presentacin de las tesis fundamentales de la crtica de la
economa poltica. Un ejercicio: Georges Bataille.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 303
tener y el no tener; as lo formula Marx en La Sagrada Familia obra escrita
a fnes de 1844 y publicada a inicios de 1845, en el captulo IV, pargrafo 4,
Proudhon. El pro blema del tener y el no tener es, dice Marx en polmica con
los jvenes hegelianos, un problema masivo, materialista en el mal sentido de
la palabra: egosta, mezqui no, es decir, un problema en el mal sentido o en el
sentido comn del trmino, un problema emprico y empirista, cotidiano.
Este problema del tener y el no tener se formula tambin como el de la riqueza
y la miseria sociales.
A fnes del siglo xviii Adam Smith responda a este problema que representa
el capitalismo con su libro La riqueza de las naciones, as planteaba l la cues-
tin: cmo incrementar la riqueza de Inglaterra, es decir, del capital ingls.
David Ricardo retoma este planteamiento de Adam Smith y lo desarrolla,
durante la segunda dcada del siglo xix, de modo ms consciente y radical.
Pero los socia listas de entonces captaron la otra cara de la moneda: haba
miseria, y con el progreso de la civilizacin ese problema no se paliaba como
se prometa, al contrario, se profundizaba; la miseria creca y eso fue lo que
denunciaron: con el progreso de la civilizacin no slo crece la riqueza sino
tambin la miseria. Y denominaron a este problema la cuestin social y su
respuesta fue la fguracin de una sociedad justa, el socialismo, en donde la
riqueza se distribuyera igualitariamente. A la pre ocupacin de la burguesa
por incrementar la riqueza, ante el problema del tener y el no tener, de la
riqueza y la miseria, los socialistas responden, pues, denun ciando que todo
intento civilizatorio capitalista por incrementar la riqueza redunda en el
incremento de la miseria. Se trata entonces de no fjarse en la cosa sino en la
cuestin social, no en la riqueza sino en la construccin de otra sociedad, el
socialismo. Por eso se habla no de la cuestin econmica sino de la cuestin
social. Aquellos primeros crticos del capitalismo le dan ms valor, ms peso,
a los sujetos que al objeto; hay un cambio de perspectiva, se fjan en el aspecto
negativo y en el aspecto subjetivo, social, no en la cosa y en el aspecto positivo;
no en el incremento sino en la transformacin, en el cambio de sociedad; no
en incrementar lo que ya hay sino en la necesidad de construir otro mundo.
Los socialistas comienzan a cambiar crticamente el terreno de la pregunta
em-pirista de la economa poltica burguesa acerca de la cosa. A la cuestin
econmica del tener y el no tener, de la riqueza y la miseria, se responda
crticamente, pues, con la cuestin social; lo decisivo no era la riqueza material,
la cosa, sino el bien estar social, el sujeto humano.
La pregunta de la economa poltica burguesa acerca del incremento de la
riqueza responde al problema que suscita la forma abstracta, de valor, que
posee la riqueza en la sociedad capitalista, el problema de cmo enriquecerse
Jorge Veraza
304
cada vez ms, cmo producir ms riqueza y ganar ms. As formulado,
este problema hace empalidecer, unilateraliza, deforma y oculta la cuestin
de fondo que sale a luz en la paradoja planteada por los socialistas y los
comunistas. Para stos, la sociedad vive un problema, es una sociedad
problemtica; mientras que en la economa poltica burguesa la sociedad
no parece ser problema, simplemente hay que incrementar la riqueza; hay
pequeos errores pero la sociedad de por s no es problemtica.
Por su parte, Marx transforma tanto la pregunta socialista como la de la
eco noma poltica burguesa al confrontarlas una con la otra. Transforma la
pregunta socialista mirndola desde la perspectiva de la economa poltica
burguesa, y trans forma la pregunta que se hace la economa poltica burguesa
mirndola desde la perspectiva socialista. Transforma una pregunta al
criticarla desde la perspectiva de la otra y construye una tercera, nueva. Del
socialismo, retoma la dualidad riqueza-miseria y la centralidad de la cuestin
social para enfrentar cualquier problema econmico. As la cuestin del tener
y el no tener se vuelve esencial, ms all del sentido comn, al situarla en una
perspectiva humana, social e histrica que puede reconocer con toda claridad
que las cosas podran ser de otro modo, y que entonces pregunta: por qu son
as? De este modo la llamada cuestin social es replanteada tanto en trminos
sociales como en trminos objetivos: cules son las presentes condiciones de
asociacin que permiten que las cosas sean como son? La pregunta por la
relaciones sociales especfcamente burguesas es una pregunta socialista, que
apunta al corazn del problema de la produccin de riqueza y de miseria.
Por otro lado, Marx retoma las nociones de la economa poltica relativas a
la produccin y la distribucin de riqueza para mostrar que en la sociedad
burguesa el contraste entre riqueza y miseria y la distribucin desigual de la
riqueza no slo vuelven virulenta la cuestin social sino que, adems, esta
sociedad produce y re produce ampliada y desarrolladamente la riqueza y la
miseria.
As, pues, la pregunta por el modo de produccin burgus es la pregunta
por las condiciones en que la sociedad produce riqueza material a la par que
miseria social. Cules son, pues, estas condiciones de produccin propias de
la sociedad burguesa? Al formular esta pregunta, Marx cambia el terreno del
anlisis cientfco crtico que comenzaran los primeros socialistas. Este cambio
de terreno permite preguntar qu signifca ser fuerza de trabajo y qu signifca
explotar a la fuerza de trabajo en la poca moderna, es decir, el trabajo del
obrero ms bien que el del siervo o del esclavo. Ahora tenemos una pregunta
que es doble, es decir, una pre gunta estructural respecto de la forma en que se
produce la riqueza y la miseria y, tambin, histrica o relativa a la diferencia
especfca de este modo de produccin respecto de otros.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 305
10. Desarrollo del problema de la crtica de la economa poltica
Lo antedicho es un primer acercamiento para ubicar la pregunta a la que
Marx intenta dar respuesta en El capital, la gnesis de la misma en la lucha de
clases y en la re fexin social cientfca y poltica en el siglo xix. Un segundo
acercamiento dira as: a fnes del siglo xix, a la pregunta por qu signifca
explotar fuerza de trabajo asalariado se aadi la pregunta de qu signifca
que unas naciones capitalistas ex ploten a otras naciones precapitalistas y
que, en general, dominen sobre una periferia de naciones no capitalistas o
semicapitalistas. En efecto, la polarizacin riqueza/ miseria que los socialistas
sealaron en el siglo xix se proyect geogrfcamente en la polarizacin del
mundo entre centro y periferia. Por otra parte, durante el siglo XX pareci
aminorar la virulencia de la produccin de miseria en el centro a la par que
la riqueza se incrementaba en proporciones insospechadas, pero al mismo
tiempo se hizo ms virulenta la polarizacin riqueza/miseria a nivel mundial
riqueza en el centro, miseria en la periferia, lo cual puso a la orden del
da la cuestin del im perialismo, del mercado mundial y del Estado nacional.
Adems, durante la dcada de los treinta del mismo siglo XX se evidenci
otra forma de miseria adicional a las formas ya conocidas: la miseria sexual, la
cual se profundiz y se desarroll desde que Wilhelm Reich la denunciara en
sus libros La lucha sexual de los jvenes (1932) y La psicologa de masas del
fascismo (1933). En general, a lo largo del siglo se va matizando la pregunta
por la riqueza y la miseria al desplegarse los distintos tipos de riqueza y de
miseria que va viviendo la humanidad al desarrollarse su sometimiento bajo
el capital. Pero, sobre todo, el siglo XX puso a la orden del da, por un lado,
la cuestin de la guerra como forma extrema de miseria y por otro lado
desde los aos sesenta la degradacin cultural y psicolgica de la gente.
De ah que Paul Baran y Paul Sweezy, en el libro El capital monopolista,
se vean obligados a introducir dimensiones culturales y psicolgicas para
analizar la sociedad y la economa de Esta dos Unidos. Se trata de una curiosa
interferencia en el anlisis de la empresa gigante. Para hablar de monopolios
hay que hablar no solamente de economa, es decir, de valores, precios,
mercancas y produccin industrial, sino que hay que hablar de cultura, de
psicologa de masas, de problemas que vive la gente en su cotidianidad.
Como vemos, la cuestin social inaugurada por el socialismo del siglo xix
se expandi hacia mbitos que antes no parecan estar incluidos en ella
aunque en verdad ya lo estaban. Esos mbitos no se evidenciaron con
virulencia como problemticos sino hasta fnes del siglo xix y a lo largo del
siglo XX. As, cuan do en 1971 se public el libro Los lmites del crecimiento
se revela el inminente agotamiento de las reservas de petrleo, los bosques y
otros recursos naturales en relacin a las necesidades de la acumulacin de
capital. Adems, desde fnes de los sesenta, y ms agudamente a fnes de los
setenta, se puso a la orden del da la pregunta por la economa sustentable,
Jorge Veraza
306
as como el problema de la creciente des truccin de la ecologa planetaria
en tanto expresin de la produccin capitalista de miseria. Este problema se
encuentra implcito en la cuestin social clasista del siglo xix y ahora, en el
siglo XX, es explicitado y desarrollado en la realidad cotidiana.
Como vemos, al desplegarse las formas complejas de produccin de
miseria, se ha desarrollado la economa poltica, y sobre todo la crtica de
la economa poltica. Con la globalizacin de los ochenta y los noventa, no
slo se profundiz la proletarizacin de la humanidad evidenciada desde
los sesenta, sino que los fujos migratorios de la fuerza de trabajo en todo el
mundo crecieron y se volvieron ms complejos. As se conform un ejrcito
industrial de reserva mundial. En general, se desarrolla ron las formas de
reproduccin de la fuerza de trabajo y, por ende, el ncleo que las regula,
lo que denomino la comunidad domstica capitalista. Estos problemas
actualizan el cuestionamiento al libro de Marx, invitndolo a que mida su
capacidad cientfca de explicacin y la desarrolle a la par que la despliegue
a partir de su teora de la explotacin de plusvalor y de la reproduccin y
desarrollo del capitalismo. Qu signifca producir en trminos capitalistas
y qu tiene que ver eso con la destruccin ecolgica y, en general, con el
conjunto de cuestiones culturales y psicolgicas que vuelven problmatica la
vida social contempornea?
As, pues, El capital debe medirse en referencia a la cuestin que l mismo
plante al transformar el terreno epistemolgico en el que se planteaba la
cuestin social en la economa poltica clsica y en el discurso socialista. Pero
ahora, a comienzos del siglo xxi, la pregunta de Marx ha quedado enriquecida
y no simple mente sumada a nuevas cosas. A la vez, la misma pregunta,
desarrollada y profun dizada, la produccin compleja de riqueza y miseria,
sigue siendo la que ocupa la refexin de la crtica de la economa poltica.
11. Riqueza y modo de produccin
Ya que hemos visto la gnesis de la pregunta que se plante Marx podemos
formular de manera ms redonda cul es el objeto terico de El capital.
Vimos que Marx intenta trascender tanto la restriccin cientfca presente
en la economa poltica como la restriccin poltica presente en el discurso
socialista; cambia, pues, todo el terreno terico, cambia las respuestas porque
cambia las preguntas y las precisa.
Vimos, por ejemplo, cmo autores marxistas como Maurice Dobb y Oscar
Lange no captan esta diferencia especfca sino que identifcan a Marx con la
eco noma poltica clsica. Segn ellos, Marx es un mejor economista clsico
pero su discurso pertenece a este horizonte; hablan de la economa poltica
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 307
marxista pero no piensan la diferencia especfca de la crtica de la economa
poltica como un cambio epistemolgico, como una remodelacin de la
poltica de la izquierda y del discurso cientfco de la economa.
Durante los aos sesenta del siglo XX se refexion sobre el tipo de discurso
especfco que est presente en El capital. Es ejemplar a este respecto el libro de
Althusser de ttulo paradjico: Para leer El capital. Uno creera que es una gua
de lectura, una ayuda para leer el libro de Marx, pero cuando leemos el libro
encontramos que en realidad se trata de un texto sumamente complejo por el
lenguaje que utiliza y por la refexin flosfca que lleva a cabo. Tal parece que
a mediados de los setenta El capital no puede ser ledo si no se aclaran antes
demasiadas cosas, que antes de comenzar a leer el prlogo de Marx hay que
bre gar con 300 pginas de una discusin archicompleja sobre la epistemologa
de las ciencias sociales, el psicoanlisis, la lingstica y la economa poltica
frente a la nueva epistemologa que Marx propone. Desafortunadamente,
este gran aporte de Althusser que intentaba poner en orden tantas cosas en
ningn momento llega a captar la diferencia especfca del discurso de Marx
como crtica de la economa poltica. Para Althusser, tambin se trata de
ciencia. La economa poltica bur guesa es ideologa, Marx hace ciencia y el
paso de una a la otra es el paso de la ideologa a la ciencia. Marx transform
el terreno epistemolgico. La economa poltica burguesa, por empirista, se
hace una pregunta ideolgica acerca de la riqueza, y Marx la transforma en
una pregunta cientfca acerca del modo de pro ducir plusvalor. Esta es la
respuesta crtica de Althusser a los marxistas que pen saron que Marx hablaba
acerca de la riqueza como objeto emprico. Segn Louis Althusser, Marx no
habla de la riqueza burguesa, pues sta es una problemtica ideolgica de la
economa poltica burguesa, sino que habla acerca del modo de produccin
burgus, pues sta es una problemtica cientfca.
Marx comienza el primer prrafo de El capital con estas palabras: La ri queza
de las sociedades en las que domina el modo de produccin capitalista se
presenta como un enorme cmulo de mercancas y la mercanca individual
como la forma elemental de la riqueza. Nuestra investigacin, por consiguiente,
se inicia con el anlisis de la mercanca. De aqu desprende Pierre Macherey,
miembro de la escuela althusseriana, que Marx comienza por hablar de la
riqueza pero slo para abandonar inmediatamente este punto de partida
y meterse en lo que realmente es cientfco: el modo de produccin. Marx
comenzara, pues, por la riqueza slo para recordar el tema ideolgico y luego
cambiar de terreno discursivo y entrar al tema del modo de produccin.
As, pues, el objeto terico de El capital es la riqueza de la sociedad burguesa o
es el modo de produccin burgus? As, en estos trminos antinmicos, qued
planteada la cuestin. La mayora de los marxistas anteriores a Althusser
Jorge Veraza
308
decan que el objeto terico de Marx en El capital era la riqueza de la sociedad
burguesa observada dialcticamente como produccin de riqueza y miseria,
pero Althusser cambia los trminos de la discusin y dice que el tema de
la riqueza no alude a un problema cientfco sino a un problema emprico,
vulgar e ideolgico.
Esta postura de Althusser es similar a la que Marx critica como vimos arri-
ba en los jvenes hegelianos que se niegan a tocar el problema del tener y el
no tener porque es material, sucio, masivo y mezquino. En cambio para Marx
es un problema que al mismo tiempo que vulgar y emprico es esencial, lo cual
tiene importancia para un materialista como Marx frente a aquellos flsofos
idealistas. En su polmica con los jvenes hegelianos Marx se encuentra
discutiendo por anti cipado con una posicin como la que tiene Althusser 120
aos despus.
Cmo, pues, podramos formular el objeto terico de El capital incluyendo
al mismo tiempo los trminos de riqueza y modo de produccin tal y como se
encuentra formulada la cuestin al inicio de El capital? Marx no est optando
por un camino o por otro; dice las dos cosas y formula en el captulo xxiii
de el tomo I la ley general de la acumulacin capitalista justamente como
la creciente produccin de miseria al tiempo en que crece la produccin de
riqueza, as que sin los conceptos de riqueza y miseria para l no tiene sentido
el trmino modo de produccin.
218
Ciertamente existe la nocin empirista de riqueza, pero tambin existe el con-
cepto cientfco crtico de riqueza. Althusser y su escuela solamente han visto
el concepto empirista de riqueza y lo han rechazado, pero no accedieron a
ese con cepto cientfco, as que al rechazar el concepto empirista de riqueza
ellos mismos quedan presos en l, porque no alcanzan a vislumbrar otro
que es al que alude Marx ya desde La Sagrada Familia. As, pues, aunque
cabe concebir a la riqueza en un plano emprico, ideolgico, vulgar, sin
trascender el mezquino sentido comn, se trata de un concepto esencial para
la comprensin de la sociedad burguesa, porque describe su estructura, su
modo de produccin y lo que fundamentalmente hay que criticar en ella.
El objeto terico de El capital se puede formular entonces sintticamente
como la refexin crtica acerca de las condiciones materiales de posibilidad
de la sociedad burguesa. As es como Kant hace la pregunta crtica acerca de
la produccin de verdades por parte del conocimiento; es decir, la pregunta
218 Louis Althusser y Pierre Macherey pasan por alto que Marx no slo alude a la riqueza en
el pri mer prrafo de El capital sino que la elabora conceptualmente en la formulacin de la ley
general de la acumulacin capitalista al fnal de ese primer libro de su obra.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 309
por las condiciones de posi bilidad del pensamiento cientfco. En Marx estas
condiciones materiales constituyen justamente la riqueza. La pregunta crtica
de Marx es, pues, acerca de las condiciones materiales de posibilidad para la
explotacin de plusvalor a la clase obrera o, en otros trminos, las condiciones
materiales de posibilidad del modo burgus de producir, que consiste en
explotar a la clase obrera. Pero en Marx esta pregunta es al mismo tiempo la
que propone que este modo de producir es la condicin material de posibi-
lidad o la riqueza que hace posible construir la sociedad comunista.
Este objeto terico de Marx, al mismo tiempo que observa la riqueza en tanto
condicin de posibilidad de la sociedad humana, percibe un tipo de sociedad
huma na como riqueza o condicin de posibilidad de otra historia. Observa
entonces a la sociedad capitalista en su proceso de produccin, reproduccin
y desarrollo, la ley de desarrollo de esta sociedad desde el momento en que
nace hasta el momento en que pone las condiciones de su destruccin. As
queda entonces sintetizada la cues tin y resuelta la antinomia acerca de
si El capital aborda la riqueza o el modo de produccin, si hace una pregunta
emprica o solamente versa sobre un modelo.
Veamos lo dicho con ms detenimiento.
12. Condiciones materiales de posibilidad y modo de produccin
El modo de produccin burgus tiene como una de sus condiciones materiales
de existencia el hecho de que la burguesa se apropie los medios de produccin
y el proletariado quede desposedo. Al productor directo se le arrebata en
primer lugar la tierra y sus medios de labranza; slo entonces se vuelve
proletario, est desvinculado de sus medios de vida y ya es libre, para ser
explotado. Esta es condicin material de posibilidad del modo de produccin
capitalista. Como se ve, hablar de condiciones materiales de posibilidad es
lo mismo que hablar de riqueza, pues sta es el conjunto de las condiciones
materiales de la vida humana. Entonces cuando Marx hace la pre gunta por
las condiciones materiales de posibilidad del modo de produccin burgus,
es decir, por la riqueza burguesa, no ve esta riqueza como algo quieto, como
cosa, sino integrada en un modo de produccin, pero no simplemente para
constituir un modelo (posicin de Althusser). Por cuanto que las condiciones
materiales del modo de produccin son antagnicas, se trata de una riqueza
antagnica, una expropiacin y monopolizacin de riqueza, un tener y un
no tener. Por lo tanto Marx hace la pre gunta por las condiciones materiales
de existencia del modo de produccin burgus o de la riqueza burguesa slo
porque al mismo tiempo est haciendo la pregunta por otra sociedad que
supere al modo de produccin burgus.
Jorge Veraza
310
Pero cmo conecta Marx la pregunta sobre el futuro con esta del presente?
Pues proponiendo al propio modo de produccin burgus como riqueza
para otro sujeto, para el sujeto proletario. El modo de produccin burgus ha
sido hasta ahora el ltigo mediante el cual se explota al proletariado. Y, bien,
Marx cambia la pregunta cuando dice que el modo de produccin burgus es
riqueza para el movimiento proletario. Ya vimos cmo los socialistas utpicos
en lugar de economa proponen la cuestin social, y cmo Marx, por su parte,
critica a la economa poltica desde la pers pectiva socialista pero tambin critica
la perspectiva socialista desde la perspectiva de la economa. La sociedad
burguesa no solamente es un lugar de suplicio para el proletariado, pues si
as fuera no habra que pensarla sino olvidarla y pasar a otra cosa lo que fue
la posicin del socialismo utpico. Pero para poder pasar a otra cosa hay
que pensarla, pues en la sociedad moderna se encuentran los instrumentos
mediante los cuales vamos a construir la prxima sociedad. Esta es la posicin
de Marx: la sociedad burguesa, el modo de produccin burgus, es riqueza
para el movimiento comunista en vista de construir otra sociedad. El capital
ha expropiado a los productores directos; ahora los expropiadores van a pasar
a ser expropiados. As plantea Marx el modo de produccin burgus como
condicin de otra historia, como riqueza para otra historia. Aqu se estn
poniendo en juego un concepto no empirista de riqueza y un concepto de
modo de produccin que no es idealista o meramente modelar sino que est
siempre arraigado a la condicin material de posibilidad.
Marx concibe su crtica de la economa poltica como fuerza productiva, y en
general a las teoras y las ciencias, pero tambin las concibe como ideologas.
Esto nos conduce a otro problema.
Excurso A
tica y moral: Las ciencias naturales y las ciencias sociales como fuerzas
productivas y como ideologa
Sabemos que las empresas y el Estado emplean psiclogos sociales para
disear la imagen pblica de los candidatos polticos, as como socilogos,
antroplogos y economistas para la coordinacin de programas de desarrollo
y para la gestin de la acumulacin de capital.
As que en las ciencias sociales y tambin en las ciencias naturales hay
mucho de ideologa, no slo de ciencia ni de fuerza productiva. Las ciencias
sir ven para fomentar las relaciones de produccin existentes. No se trata slo
de que las dimensiones ideolgicas se aaden a la ciencia. La ciencia en cuanto
tal sea ciencia social o ciencia natural es una de las fuerzas productivas
de la sociedad moderna, sometidas a las relaciones de produccin capitalistas
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 311
y regidas o coordi nadas inmanentemente por perspectivas formales que
apuntalan las relaciones de produccin alienadas y las ideologas que les
corresponden.
No es fcil comprender que no slo la ciencia natural, sino tambin la social,
sirve al desarrollo de la produccin, pero conforme el capitalismo se desarrolla,
se percibe la mundializacin del costo de ciertas condiciones de vida como la
educa cin pblica o la seguridad social lo que se llama el gasto social del
Estado como algo en lo que deba ocuparse el economista, el antroplogo,
el socilogo y el psiclogo bien sea para abaratar los costos del capital, o al
contrario, para mejorar las condiciones de vida de la poblacin.
De otro lado, la tica en tanto ciencia, esto es, como aspecto de la flosofa, al
igual que cualquier otra ciencia social, forma parte de las fuerzas productivas
de la sociedad.
Por su parte, la moral tiene una doble funcin. Por un lado est la moral como
ideologa, como saber, como deber ser, que forma parte de la sobreestuctura
y simplemente es una ideologa pero, por otro lado, la moral constituye al
mismo tiempo una dimensin anterior al derecho en tanto conjunto de
doctrinas que sirven para regular las relaciones de propiedad y que tambin
forma parte de la sobreestructura, lo mismo que la poltica en tanto gestin de
las libertades al servicio de las necesidades econmicas capitalistas, y por ello
es un momento del metabolismo social.
Pero hay dimensiones de la poltica que no forman parte de la sobreestructura,
especialmente lo que podemos entender como la politicidad bsica
219
de una
socie dad. Si esta politicidad bsica se encuentra reprimida apunta a revelarse,
a transfor mar la realidad econmica y poltica de un pas. Cuando la poltica
revolucionaria descubre que la gestin de la libertad autntica se enfrenta a
la gestin de la libertad actual e, incluso, a la gestin de las necesidades a
favor del capital, tal y como en la economa se est llevando a cabo en este
momento, entonces la poltica forma parte de la base de la sociedad.
En Miseria de la flosofa dice Marx que la fuerza productiva ms poderosa
que guarda en su seno una sociedad es la clase revolucionaria que va a trans-
formar el conjunto de las relaciones sociales y a producir un nuevo mundo.
La capacidad productiva de esa fuerza revolucionaria es portentosa pues
produce historia. Esta produccin es evidentemente mucho ms compleja
y, entonces, ms potente que la simple produccin de cosas.
219 Bolvar Echeverra introdujo el concepto de politicidad bsica en su exposicin de las
relaciones so ciales estructuradas por la forma mercanca (cfr., su ensayo La forma natural de
la reproduccin social).
Jorge Veraza
312
De ah que la poltica revolucionaria sea parte no de la sobreestructura sino
de la base de la sociedad. La gestin de libertades es funcin de la poltica en
general mbito en el que se mueve la poltica de partidos y del Estado,
es parte de la sobreestructura, un momento ulterior al de la gestin de
necesidades.
Pero en la sociedad capitalista la gestin de necesidades no es equilibrada,
adecua da a lo humano, sino enajenada, as que no tiene en cuenta lo que
es verdaderamente prioritario y toma como prioritarias cuestiones que son
secundarias. Aqu las cosas se encuentran de cabeza y solamente la poltica
revolucionaria puede ponerlas sobre sus pies. Esta poltica seala desde la
gestin de libertades que de eso se ocupa la poltica, que debe modifcarse
la estructura de la gestin de necesidades (ocupacin de la economa).
Solamente as se pondran las cosas sobre sus pies.
La poltica revolucionaria es pues, parte de la base de la sociedad precisamente
porque esta sociedad se encuentra cabeza abajo o no est hecha a favor de
los seres humanos sino contra ellos. Insisto en que estoy hablando de la
poltica revolucio naria en lo que tiene de autnticamente revolucionaria,
no de la presencia emprica de la as llamada en un momento dado poltica
revolucionaria, la cual presenta dimensiones revolucionarias pero tambin
reaccionarias segn qu tan penetrada se encuentre por la ideologa dominante.
La poltica revolucionaria no solamente se encuentra penetrada a veces por
policas o por agentes del Estado, sino tambin por perspectivas ideolgicas
que no le corresponden a la clase revolucionaria. Em pricamente esta clase
es una mezcla de ideologa y ciencia, como lo es tambin, empricamente, la
institucin ciencia.
En lo que respecta a la moral, la vimos como parte de la ideologa, como un
conjunto de saberes e ideas sobre lo que se debe ser que no se aplican siempre
y que diferen del ser, de la dimensin material de la sociedad. Pero la moral
no solamente tiene esta presencia ideolgica favorable a las relaciones de
produccin capitalistas sino tambin una funcin reguladora de las relaciones
sociales inmedia tas, forma parte, pues, de la base de las relaciones cotidianas
de la gente. La moral tiene entonces, como decamos, una doble versin,
pues no podemos suponer una sociedad cuyos miembros estn desligados
unos de otros y que integren sus rela ciones interpersonales solamente a
posteriori a travs de la moral. La sociedad est cohesionada desde siempre y
la regulacin de su cohesin, de sus costumbres, de lo que el ser humano es,
est siempre conectada con lo que el ser humano futuriza, con el porvenir. El
ser humano no es un ser dado sino un ser de posibilidades, entonces lo que es
se conecta con lo que puede ser, y esto que puede ser se conecta tambin con
una eleccin de futuro, es decir, de una parte de todo lo que puede ser a la
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 313
que se circunscribe y a la que defne como lo que debe ser, precisamente para
garantizar la existencia de lo que es del ser.
Por ese motivo, dimensiones de la moral que se ocupan del deber ser referen
simultneamente a posibilidades del ser del futuro, y las posibilidades del
ser no son algo que le adviene al hombre como un aadido, sino que le es
inherente en tanto ser teleolgico, en tanto ser que acta de acuerdo a fnes.
El ser humano acta de acuerdo con una fnalidad, y por ende observa las
posibilidades siempre como parte de su existencia actual. El deber ser no
est desligado del ser en la existencia huma na. En sus niveles ms bsicos,
la moral, en tanto que regula al deber ser y por ello garantiza la existencia
de los individuos sociales independientemente de que as apuntala las
condiciones de dominio de una clase y en este sentido, y slo en ste, la moral
es ideolgica, se ocupa de esta regulacin reproductiva bsica del socius, del
cuerpo social en su conjunto y entonces forma parte de la base de la sociedad.
Lo anterior permite explicar que, en el capitalismo mundializado totalizado
en trminos econmicos, dimensiones que antes eran sobreestructurales
muestren as pectos que forman parte de la base econmica. Del mismo modo
vemos que el maestro de escuela que podra hacer su trabajo sin ser explotado
puede servir, ahora, en una empresa capitalista de educacin y producir
plusvalor para sus patrones, los dueos de la empresa;
220
y esto es lo que
ocurre con cada vez ms frecuencia.
Asimismo el sometimiento sexual las formas de opresin y de abuso sexual,
etctera deviene en funciones econmicas de carcter industrial capitalista.
La prostitucin ya tena una dimensin econmica desde hace milenios pero
sin ser el fenmeno generalizado que hoy involucra a millones de gentes.
Con la moder nizacin del capitalismo la prostitucin se convierte en una
rama industrial ms. Anlogamente la produccin y el trfco de drogas se
convierten en ramas multimillonarias de la acumulacin de capital.
Es posible comprender el desarrollo capitalista como este proceso de
actuali zacin de posibilidades latentes, de su transformacin en realidades
fcticas gene ralizadas. Siguiendo este procedimiento podemos comprender
la estructura de la sociedad en el capitalismo contemporneo y cmo es
que pueden ser diferenciadas y articuladas sus dimensiones bsicas y
sobreestructurales, as como tambin de sarrollar la crtica de su estructura
econmica para abarcar otras dimensiones ms amplias de la sociedad.
220 Marx utiliza este ejemplo, al comienzo del captulo XIV (Plusvalor absoluto y relativo),
del tomo I de El capital, para ilustrar lo que es el trabajo productivo capitalista.
Jorge Veraza
314
Excurso B
Produccin histrica del fenmeno y relacin de conocimiento
De la misma caracterizacin del objeto terico de la crtica de la economa
poltica la riqueza como objeto de la revolucin proletaria se desprende
otra indicacin metodolgica de validez general para las ciencias sociales, a
saber: la relacin de interioridad entre el objeto y el sujeto del conocimiento.
Consideremos el proceso de conocimiento del sujeto que intenta comprender
su experiencia cotidiana. Por ejemplo: nos topamos con el fenmeno de los
nios de la calle. Cmo hace este sujeto nosotros para procesar tal
experiencia?
Es difcil entender este proceso si al considerar la relacin sujeto-objeto se
toma al objeto y al sujeto solamente como dos entes separados que en un
determinado momento se pusieron en conexin. En realidad esto no es as
pues aunque el da de hoy nos topamos con el fenmeno a travs del
peridico por ejemplo ste existe desde hace muchos aos. El fenmeno
nos incluye y participamos en su produccin de manera histrica. Hay, pues,
una produccin social del fenmeno en la cual parti cipamos. No estamos al
margen de l, y entonces lo observamos o nos topa, sino que el objeto ha
sido producido tambin por nosotros; ya estamos incluidos en l, ya nos
ha conformado y nosotros lo vamos conformando. As que no es tan difcil
elaborar los datos que recibimos del fenmeno. Tenemos conocimientos
previos a travs de otros fenmenos: leemos otros libros, tenemos mltiples
experiencias sobre el mismo hecho, etctera.
Si tomamos como ejemplo uno de esos libros, puesto sobre la mesa, no hay
que considerarlo como algo separado de m. As se ve, ah est el libro y aqu
estoy yo: este objeto libro est dado y yo estoy dado. Pero, insisto, el libro
no simplemente est dado sino que ha sido producido por seres humanos.
Yo soy un ser humano y de alguna manera estoy en contacto con esos seres
humanos que produjeron el libro, hay una conexin histrica entre ellos y yo
que hace que su libro no me sea com pletamente ajeno. De ah que se pueda
afrmar que el sujeto incluso este sujeto individual, y con ms razn an si
hablamos de un sujeto colectivo ha producido el objeto que va a conocer.
221
El objeto de conocimiento ha sido antes objeto de produccin, primero ha sido
producido; entonces, hay interioridad entre el sujeto y el objeto. Ahora que yo
lo capto, en realidad voy a re-captarlo, a re-conocerlo.
Hubo quien pens prostituir a esta nia de la calle. A esta niita podra yo
colocarla alguien se dijo en tal club de lujo. Hubo quien pens eso, tuvo
algunas nociones acerca de esto y lo hizo. Recientemente se ha debatido sobre
la conveniencia de fomentar la proliferacin en Mxico de este tipo de antros,
221 Lucien Goldmann, Lukcs y Heidegger. Hacia una flosofa nueva.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 315
casinos, etctera. No se habla del fomento del narcotrfco y la prostitucin de
todo tipo especialmente infantil extendida con la globalizacin pero es
evidente que se trata de eso. Pues bien, es en este contexto en el que crece este
tipo de negocios en los que cada vez hay ms gente involucrada. Ahora yo me
encuentro a 100 ki lmetros de distancia del fenmeno, y ni siquiera del hecho
real, es decir, no me encuentro ni a la niita ni al Lenn sino a alguien que
escribe sobre el fenmeno y analiza estadsticas, as que puedo pensar que
aqullos me son aparentemente ex teriores. Pero en verdad el fenmeno ha
sido producido socialmente y en tanto existe es debido a una cierta fnalidad y
a una cierta mentalidad. El Lenn lo produjo y quiso sacar de l un provecho;
los conceptos que imprimi en el asunto pueden ser vagos, oscuros o bien
perflados unos fueron efcaces, otros no y yo voy a reproducirlos en mi
cabeza al observar el objeto. Voy a construir otros conceptos correlativos,
algunos sern coincidentes con los que l pens, otros no. Habr, incluso,
otros conceptos que l no pens, l nada ms acto y, por mi parte, yo capto
en estos conceptos los resultados de su acto.
De tal manera mi captacin del fenmeno tiene lugar en un segundo momento.
Los seres humanos primero produjeron el fenmeno y le imprimieron
pensamiento, y luego pensaron el objeto el cual ya contena pensamiento
y despus espigaron nuevos conceptos para explicarlo, y entonces actuaron en
su momento para volver a incidir prcticamente sobre el fenmeno y abolirlo,
transformarlo o bien para mejorarlo como negocio.
Como se ve, no es posible resolver este problema del conocimiento si se parte
de un sujeto y un objeto separados que se relacionan a posteriori. Slo si se re-
conoce que esta relacin de conocimiento es una relacin segunda respecto de
la produccin del objeto, es posible comprender que existe una interioridad
prctica entre el sujeto y el objeto que es previa a la relacin de conocimiento.
En la flosofa, hubo una bifurcacin entre la manera en la que Descartes capt
la objetividad y en la que sigue Kant. De ah que Hegel intentara revertir el
modo cartesiano de captar el objeto y la relacin de conocimiento, para lo cual
entronca con otra vertiente que proviene de Jean Baptiste Vico, autor de la
Ciencia Nueva.
Esta vertiente no plantea una relacin de exterioridad entre el sujeto y el
objeto, sino que reconoce en primer lugar que los hombres producen su
propia historia. Esta es la idea decisiva de Vico que retoma Hegel y luego
Marx. Pues bien, al pro ducir su propia historia, el hombre produce los sujetos
que la producen, as como, primero, los objetos en tanto producidos para
producir sujetos.
Jorge Veraza
316
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 317
F. Lucha por la nacin en la globalizacin: Quin
lucha? y por qu tipo de nacin?
222
F.1. Poltica socialista proletaria y la hegemona nacional cedida
223
1. El movimiento socialista del siglo xviii e ini cios del xix se llam socialista
por ocuparse de la cuestin social, rechazando intervenir en poltica, segn
este movimiento, ocupacin de procedimientos bajos e intereses mezquinos,
territorio de las clases dominantes y sus corifeos. A partir de 1843, la
intervencin terica y poltica de Karl Marx en el movimiento socialista
desencaden una mutacin histrica y estructural no slo en este movimiento,
sino aun en la poltica (mutacin que hasta la fecha no concluye), pues estableci
en su terreno especfco la intervencin histrica de la clase proletaria toda
vez que reconoci dialcticamente la cuestin social como prioritaria para el
proletariado, pero slo solucionable si ste intervena en la esfera poltica de
la sociedad. La distincin de los dos mbitos y su mediacin conllev, con la
introduccin de un nuevo sujeto en la poltica, la transformacin de la ndole de
sta, as como de rechazo una tercera dialctica: la refuncionalizacin del
movi miento socialista en vista de su autoliberacin consciente y organizada.
Lo poltico deba transformarse si deba recibir en su seno a un nuevo sujeto
cuya caracterstica desposesin absoluta impona que la solidaridad de clase
y por ende la tica pasara a primer plano, so pena que de no ser as,
cualquier acto poltico de intencin revolucio naria proletaria se alienara en
contra del proletariado en el curso de su realizacin.
De tal suerte no slo cambi la ndole de la poltica,
224
sino que se inaugur una
222 Lucha por la Nacin en la globalizacin. Mxico, editorial Itaca, 2000.
223. Ibd. Prlogo p.11
224 mbito cuyo discurso los revolucionarios deben completar con base en los funda mentales
desarrollos del mismo legados por Marx. Cfr. al respecto Jorge Veraza, Karl Marx y la poltica
Jorge Veraza
318
nueva tica
225
al momento de establecerse la poltica como mbito especfco
de accin de la clase proletaria, y precisamente co mo mbito sometido al
social. ste se puso en marcha y tens todas sus instancias para propiciar la
autoorganizacin del proletariado con miras a lograr germinar a travs de
esta autoorganizacin el desarrollo de la fnalidad y la conciencia de clase
especfca por cierto crtico-cientfca necesaria para el combate contra la
sociedad burguesa y para la construccin de una nueva sociedad.
Integrar lo social en la poltica, hacer una poltica de nuevo tipo, tica y
cientfco-crtica, construir una organizacin partidaria acorde con la empresa
histrica total, establecer la relacin adecuada de las organizaciones sociales de
la clase proletaria y del pueblo en general con la organizacin u organizaciones
polticas de la misma y viceversa, han sido tareas ya seculares y problemticas
que han presentado di- versas fguras: clubs, sindicatos, Partido Laborista
ingls, internacional (I, II, III, y IV), partidos de masas, partidos leninis tas,
soviets o consejos, guerrillas, etctera desde mediados del siglo xix a la fecha.
La poltica es algo problemtico para el proletariado porque se ve forzado
a utilizarla con urgencia tal y como la encuentra mentirosa y opuesta al
deber ser, pero debe proceder a su inme diata transformacin radical en
concordancia con la verdad y el bien intrnsecamente revolucionarios,
so pena de quedar atrapado en su estructura alienante funcional al dominio
burgus; pero la meta y las formas de dicha transformacin slo se concretan
sobre la marcha, pues de inicio slo ofrecen una existencia larval y abstracta.
La complejidad de la tarea histrica no debe mover a afojar princi pios y
disciplina, sino a ponerles ms atencin, a la vez que obliga a extremar la
fexibilidad para ser tolerante con los errores y expedito en las correcciones.
Pero de inmediato se levanta aqu una nueva paradoja: todo prestigio ata
y por ello obstaculiza la fexibilidad, pero slo con prestigio puede el lder
mantener en movimiento constante a las masas.
Mdase la peculiar recia y fna madera de la que est hecho el autntico lder
proletario, el amigo del pueblo y, an ms, que l mismo debe labrar y aun
inventar, cuyo diseo fue perflado inicial aunque imperfectamente por Graco
Babeuf en los das fnales de la gran Revolucin francesa.
2. La poltica burguesa, mientras tanto un mientras tanto de dos siglos de
desarrollo capitalista, se amalgam con el desarrollo tecnolgico de los
225 An ms que el mbito poltico, el de la tica revolucionaria y comunista debe sis-
tematizarse. A tomarse en cuenta son los aportes de Simone de Beauvior (Para una moral de la
ambigedad) o de Adolfo Snchez Vzquez (tica) y de Agnes Heller (The Legacy of Marxian
Ethics Today), hitos decisivos aunque no los nicos al respecto.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 319
medios de comunicacin de masas del peri dico a la tv y el Internet,
inmediatamente convertidos en medios de manipulacin no slo ideolgica
sino psicosocial de la opinin pblica. As que no slo los prestigios y
jerarquas de poder fjaron los mrgenes de la accin poltica fuera de la
tica y en el mbito del aparentar y de la accin egosta y sin principios,
sino que la poca de la imagen del mundo,
226
del mundo transpuesto
a imagen y dominado por sta, redobl todo eso conforme priorizaba a la
opinin/imagen respecto de la verdad, hasta el punto de fundar una nueva
epistemologa la posmoderna que por principio niega la verdad creyendo
no tanto por ingenuidad sino por cinismo que no por ello se niega como
epistemologa. Y todo ello, precisamente mientras ms se desarrolla el proceso
de economizacin creciente de la sociedad inherente al desarrollo capitalista,
a la par del desarrollo del mercado mundial especfcamente capitalista
industrial. Esto es, conforme el Estado (y la poltica) qued cada vez ms
sometido al dominio del capital industrial, y cada Estado nacional excepto
el hegemnico se convirti menos en garante de la acumulacin de capital
nacional y ms en garante de la acumulacin de capital del pas hegemonista
o en su defecto del grupo de las naciones ms poderosas del orbe. As que la
soberana nacional fue cedida al enemigo, o si se quiere qued en manos de
connacionales pero completamente degradada y mal comprendida, porque el
corazn y el cerebro de los mismos experimentaron entre tanto conforme
el pas se modernizaba y se endeudaba un torcimiento sifltico que se
complace en su autohumillacin o en la humillacin de la nacin, pero que no
lo pare- ce porque arroja migajas para el sector oligrquico representado por
esos polticos, mientras Estados Unidos se lleva la tajada del len. Y el cerebro
de tales polticos entiende para sofocar toda angustia en su pecho que eso
es-lo-que-se-puede-hacer.
Desde 1981 la economizacin de la sociedad (en particular de la poltica)
ofreci el aspecto de aplicacin de la poltica econmica neoliberal, abriendo
paso salvajemente a los intereses privados de maximizacin de la ganancia
no slo en la sociedad civil, sino tambin en la sociedad poltica. La dualidad
estructural constitutiva de la repblica burguesa entre la esfera privada
orientada por la propiedad privada y el reino de la ganancia y la mezquindad,
por un lado, y, por otro lado, la esfera pblica, orientada por el bien comn
y el reino de la moral y lo universal, vio potenciada su hipocresa, su doblez
ocultadora segn la cual la opresin de clase es en favor del pueblo y la nacin.
A tal absurdo grado, la hipocresa enmascaradora se identifc con cnico
descaro:
227
el s, soy mezquino y oportunista, mafoso, corrupto y ventajoso,
pero otros hacen lo mismo y as realizamos el bien comn... por lo menos
226 Ahisin al ttulo del clebre ensayo del flsofo Martn Heidegger.
227 Dualidad posmodernista (hipocresa/cinismo) que denunci en El siglo de la hege mona
mundial de Estados Unidos, parte IV.
Jorge Veraza
320
el de nosotros es el correlato poltico generalmente masculino aunque
Elba Esther Gordillo y Marta Sahagn demuestran que la mujer ya arrib a la
modernidad del femenino y psicosocial, psicosexualmente manipulado por
el marketing comercial Soy totalmente Palacio.
El que la poltica en Mxico cada vez se confgure ms como narcopoltica
constituye simplemente la cereza sobre el postre. Nada estructural, sino feliz
cumplimiento de una degradacin estructural que aunque el adornito valga
lo suyo no se sentira hurfana sin ese complemento.
3. Lo ms resaltante de la vida poltica mexicana consiste en que se encuentra
crecientemente dominada por la manipulacin meditica al servicio de la clase
dominante. sta se muestra dualizada entre un sector capitalista industrial/
comercial y otro fnanciero slo porque a travs de las fnanzas y el Estado
se pone al servicio de los intere ses del capital industrial de Estados Unidos.
Y bien en vista del retraso del desarrollo capitalista modernizador, la
clase dominante mexicana debi someter brutalmente al pueblo y la magra
modernizacin alcanzada hoy no ha removido la brutalidad, slo la ha
sofsticado; as como a las correlativas profundas herencias autoritarias y
donde el Estado de derecho no prevalece segn la justicia sino que se usa a
discrecin de los ms oscuros intereses de camarilla, pero se los implementa
con toda la fuerza del Estado simplemente porque para la camarilla la justicia
coincide con sus intereses.
Tales formidables fuerzas de poca contradictorias han conformado la
personalidad de los polticos mexicanos. Por eso es que en su mayora son
descerebrados y de corazn y cara duros, bizarros intrpretes del patriotismo
porque lo interpretan privatizadamente, a la vez que son conformistas por
principio no de sobrevivencia, sino de placer, ante el imperio, y que no ocultan
que hacen valer los intereses de la clase dominante pretendiendo hacerlos
pasar como lo mejor para el pueblo, o bien pretenden hacernos creer que ste
es inters prioritario de aqu lla. As que, otra vez: qu tiene de extrao que
una vida poltica con tales personajes est profundamente infltrada por el
narcotrfco?
Y bien, cul ha sido a partir de 1981, ao de inauguracin del neoliberalismo,
el desempeo de la izquierda mexicana en este contexto y cul debera y
podra ser a partir de 2005?
El presente libro quiere incidir en la respuesta que la izquierda puede dar a
la segunda parte de la cuestin recin planteada, refexionando ante el lector
sobre aquella relacin decisiva para la poltica proletaria entre la nacin, por
un lado, y el capitalismo, por otro; esta relacin pocas veces se deja ver porque
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 321
absorbe a la nacin en el capital. As, sea quien lo haga de izquierda o de
derecha, no hace sino repro ducir en el pensamiento y en varios tonos el
proceso de sometimiento y absorcin que el capital ya opera en la vida real a
costa de la nacin.
Por supuesto, la poltica socialista proletaria dista mucho de ser idntica a lo
que se llama comnmente poltica de la izquierda, pero aqulla no deja de
ser el norte de sta. Por eso es que este prlogo inicia recordando los rasgos
esenciales de la perspectiva poltica proletaria comunista.
La cuestin decisiva, desglosada en varias particulares es: cmo ha
resuelto la izquierda mexicana los problemas estructurales inherentes
a la poltica proletaria? En primer lugar, cmo ha tratado de incluir la
cuestin social dentro de lo poltico-burgus? Y lo que va con ello, cmo
se ha resuelto histricamente la relacin entre la izquierda par lamentaria
preponderantemente dedicada a la poltica (burguesa) de oposicin y la
izquierda extraparlamentaria preponderantemente dedicada a la cuestin
social y cmo mejorar/remover el resultado histrico mayormente sectario
que ha prevalecido? Cmo se muestra la tica de los partidos y lderes la
izquierda? Hacen valer stos como principio fundamental en toda ocasin
contra el dogmatismo, el sectarismo o el inters privado y mezquino
la solidaridad de clase? La pregunta es decisiva porque indaga sobre el
camino que lleva a la auto-organizacin de la clase proletaria, imposible sin
solidaridad. Y bien, partidos, sindicatos, grupos y lderes de izquierda, qu
han hecho y hacen por desarrollar esta autoorganizacin? La tarea cultural
de desarrollar la conciencia de las clases subalternas y de avivar su esperanza
combativa, en qu ha redundado hasta ahora?
Es conveniente ofrecer al lector en este prlogo un resumen sinttico de la
relacin entre nacin y capitalismo para que enfrente mejor las cuestiones
recin formuladas, as como para tener desde aqu puntos.
F.2. Nacin y capitalismo
El capitalismo requiere por esencia someter a la nacin; por lo que la relacin
dialctica entre ambos muestra periodos en los que apunta a la insubordinacin
de la nacin contra el capital en sintona con el camino de la liberacin del
proletariado. Distinguir radicalmente a la nacin respecto de lo que la somete
permite establecer la relacin entre nacionalismo e internacionalismo, aspecto
decisivo para la coincidencia entre la liberacin nacional y la del proletariado.
El trmino neoporfriato para califcar la situacin de hoy es a todas luces
atendible.
Jorge Veraza
322
John Saxe-Fernndez*
F.2.1. Qu es la nacin?
Nacin, aquello que hace nacer, que promueve los nacimientos, el mbito
donde ocurren en multitud, gran fuerza vital. En efecto, la teora de Marx sobre
lo que es en general e independientemente de confguraciones histricas
nacin es la de las fuerzas productivas y, de hecho, el materialismo histrico.
Las fuerzas productivas de la sociedad no son sino fuerzas para su
reproduccin: fuerzas vitales, entonces, pero de orden humano; fuerzas que
mantienen vivo al hombre y lo hacen nacer.
Ahora bien, por humanas no se funden inmediatamente con el cuerpo del
hombre ni quedan limitadas por l como ocurre con el resto de seres vivos. Las
fuerzas productivas humanas se desglosan necesariamente en dos: las fuerzas
productivas tcnicas y las fuerzas productivas procreativas.
228
Las primeras
producen directamente objetos con miras a reproducir a los sujetos humanos,
mientras que las procreativas produ cen directamente sujetos o directamente
los forman, acondicionan o mejoran. La totalidad de las fuerzas productivas
procreativas es lo que propiamente constituye lo que es la nacin. Fuerza,
potencia que hace nacer. Nacin (latn), no en la acepcin de etnia (griego) o de
raza, sino en tanto generacin o generamiento de seres humanos. La restriccin
tnica de la nacin ya entraa privatizacin, limitacin, cierta inhuma nidad
o sectarismo localista y de estirpe (que alcanza redondeamiento deformante
una vez que surge el capitalismo). La nacin en el marco de escasez de las
fuerzas productivas es ella misma escasa o limitada (etnia) y se contrapone
necesariamente con otras que la subordinan o a las que vence. Generalmente
se entiende por nacin su aspecto res trictivo, escaso, particularmente el
burgus, entre otras cosas porque hacia el siglo XVIII se gesta el trmino. As
pues, tal parece que nacin = nacin burguesa, misma que no es sino la ltima
forma limitada y antagnica de nacin.
La teora de Marx sobre la nacin burguesa se llama crtica de la economa
poltica. Es risible or que Marx no tiene una teora del Estado o de la nacin,
dicho por gente que no ha entendido la crtica de la economa poltica y el
papel esencial de las fuerzas productivas procreativas menos su dualidad
en la concepcin ma terialista de la historia.
228 Cfr. Jorge Veraza, El materialismo histrico en El origen de la familia la propiedad privada y
el Estado.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 323
Maticemos:
1. Las formas de autoexperimentacin del individuo en tanto ser comunitario;
las formas de auto-experimentacin del otro como comn, idntico o asociado
con uno, sean amorosas, amistosas, laborales, artsticas, religiosas; las formas
de reglamentacin (familiar grupal) de reproduccin de la especie; las formas
de concierto o regulacin de los antagonismos o diferencias del grupo ms
all de la directa reproduccin de la especie, pero que la condicionan y
tienen a sta por fn inmanente (sociedad civil, sociedad poltica); las
formas de administracin social (cosas y/o hombres) es decir, el Estado y
sus instituciones y dicho ms en general pues la forma Estado implica
enajenacin, contradiccin social y aun ese tipo de contradiccin social
peculiar que es la clasista gobierno;
229
las formas culturales y educativas o
tendientes a la formacin, adiestramiento y desarrollo del sujeto individual
en cuanto tal en conexin con el sentido general del desarrollo de la especie
(y del grupo); este conjunto de formas o relaciones sociales constituye lo que
es la nacin. Se trata de fuerzas productivas procreativas y de la nacin como
su suma.
En las sociedades antagnicas y limitadas estas formas son, asi mismo,
contradictorias interiormente y respecto del sentido general del desarrollo
de la especie, as como contra otras naciones singulares, pero de ese modo
contradictorio realizan parcialmente su cometido de fondo en tanto que
logran afrmar parte de la especie hu mana y, por all, a sta en tanto tal, as
sea recortada. Adems, son contradictorias entre s: la sociedad civil con
el Estado y la cultura, el Estado y el amor, pero as es como se articulan y
complementan. Finalmente, existe una contradiccin global y singularizada
cada vez del conjunto de las fuerzas productivas procreativas respecto de las
fuerzas productivas tcnicas.
Desde el comienzo de las grandes civilizaciones humanas (cerca de 10 100 aos
a.C.) se nota cada vez ms un claro predominio de las fuerzas productivas
tcnicas sobre las procreativas;
230
y recurdese la poca burguesa es la del
predominio total de las fuerzas productivas tcnicas y de la subordinacin
total de las procreativas bajo aqullas promovidas a la autonoma respecto
del conjunto de productores. Se trata de la contradiccin entre el capital y la
nacin y de la total sub ordinacin de la nacin al capital.
229 Lawrence Krader, La formacin del Estado.
230 La discusin sobre el patriarcado y el matriarcado (hoy se considera que ste jams existi)
o, luego, sobre la matrilinealidad, ha decantado, con base en descubrimientos ar queolgicos
decisivos, en la opcin propuesta por Rian Eisler, El cliz y la espada. Entre sociedades
androcrticas de preponderancia tecnolgica guerrera y estatal y sociedades gilnicas (as
las llama Eisler) o de equilibrio de poder entre los gneros y podramos decir, en nuestra
terminologa entre las fuerzas productivas procreativas y las tcnicas.
Jorge Veraza
324
Si la nacin es la suma de las fuerzas productivas procreativas, el capital
es la concentracin alienada del conjunto de los medios de produccin (y
circulacin). Por ello es que la teora de la subsuncin formal y la subsuncin
real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital y su articulacin tematizada
es la que puede dar cuenta de la relacin nacin/capitalismo.
Es el momento de reparar en que el capital industrial requiere una forma
transfgurada que regule la unidad dominado/subordinante de la totalidad
de fuerzas productivas tcnicas con las procreativas; se trata del Estado.
ste, por su parte, se refeja en un amplio espejo que, sin embargo, es el
fundamento de la unidad bsica entre las fuerzas productivas tcnicas y las
fuerzas productivas procreativas: el territorio, mismo que previamente qued
subordinado funcionalmente a una anterior forma transfgurada del capital (la
renta capitalista del suelo). As que la tierra, de fundamento llega a aparecer
como otro medio ms, otro instrumento de subordinacin del conjunto de las
fuerzas productivas procreativas, la nacin.
2. Estado, nacin y territorio constituyen una trada inseparable cuyo dios
oculto es el capital y su secreto la subordinacin del proceso de trabajo
inmediato y del proletariado. La dada Estado/nacin es una fguracin
ambigua, una signifcacin espontnea
231
y alienada propia del desarrollo
de un modo de produccin en el que el gobierno auto- proyectivo de los seres
humanos sobre sus condiciones de existencia ha mutado en Estado extraado
respecto de stos y funge como mediador entre el capital y la nacin, pero de
suerte que implica subrepticiamente la identidad entre aquello transhistrico
que es la nacin y esto histrico limitado que es el Estado capitalista. Hegel
fue quien sistematiz la ideologa del Estado-nacin.
232
Arribamos al producto fnal y clasista: concebir a la nacin misma en cuanto
tal incluso sin hacer referencia al Estado, ya como algo limitado, sui
generis, exclusivo (excluyente), slo ntimo; es decir, nacin que tiene como
espritu al nacionalismo y no al humanismo ni al internacionalismo ni al
cosmopolitismo. El romanticismo alemn y el liberalismo durante el siglo xix
y la primera mitad del xx, y hoy los irracionalistas de la nacin en parte
integrados a la ideologa de la globalizacin, en parte irritados contra ella
son la expresin ntida de ese especifsmo basado en la territorializacin
estatal capitalista.
Esta transformacin ideolgica (doble) concentrada en el trmino nacin y
que estoy tratando de desarticular se apoya en una histo ria real tanto del
231 Cfr. Marx, El capital, tomo I, captulo XVII, Transformacin del valor (o en su caso del precio)
de la fuerza de trabajo en salario.
232 Hegel, Filosofa del derecho.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 325
nacimiento de las sociedades burguesas como, sobre todo, del desarrollo
histrico previo de los pueblos. Por cuanto las formaciones precapitalistas
giran todas ellas en torno a un conjunto de valores de uso (o sistema de
necesidades) tradicionales que garan tizan la reproduccin del grupo y
del individuo en forma determinada, experiencial, climtica, estacional y
regionalmente determinada, la nacin se impregna de los mismos y del mbito
natural que habita, tanto que llega a parecer, o, mejor an, que el trmino
nacin se con funde con valor de uso y ste con el de tradicin y lmite (y
aun mezquindad orgullosa).
Mientras que la autntica tendencia de lo que es nacin es la ilimitacin, la
expansin de la especie en nacimiento acrecentado, luego, si se yuxtapone esta
esencia con la existencia limitada y alienada (nacin burguesa), se nos ofrecen
los engendros monstruosos de la necesaria expansin del pueblo alemn,
vlkisch o nazi, o del destino mani festo del pueblo norteamericano y del
patriotismo en general ofensivo o defensivo. Todos ellos son instrumentos
que encuentran su justif cacin histrica a la vez que su lmite, pero que de
hecho trastruecan lo que es nacin.
No es el Estado el valor y la nacin el valor de uso, sino que el Estado es una
forma social (valor de uso) y por ello fuerza pro ductiva procreativa que se
halla subordinada al valor que se valoriza: el capital. El Estado es una forma
transfgurada de capital tendiente a coordinar subordinadamente a la nacin
como totalidad de fuerzas productivas procreativas (valor de uso) bajo las
fuerzas productivas tcnicas (tambin valores de uso) monopolizadas por el
capital. Ms adelante pormenorizo en esta tesis.
Obsrvese que tanto las fuerzas productivas procreativas como las tcnicas se
encuentran enajenadas respecto de los individuos concretos, as que tanto la
nacin como los medios de produccin duplican su ser concreto desglosando
autnomamente fuera de su ser concreto un ser en general o puro valor. La
nacin actual es tanto valor de uso como valor (gran mercanca
233
sui generis):
fuerzas productivas procreativas autonomizadas respecto de los individuos
sociales concretos. Asimismo, las fuerzas productivas tcnicas son hoy
capital. Y adems existe el Estado cuyo valor de uso bsico y transhistrico es
el gobierno.
La nacin
234
en tanto valor autonomizado funge como forma ideo lgica
asentada en una realidad de reglas y relaciones materiales de produccin
y asociacin que permite subordinar a los individuos (y clases) bajo los
233 Karl Marx, op. cit., captulo i, La mercanca.
234 Lo mismo la familia, el deber, la escuela, la cultura, y la parafernalia que
singularmente les acompaa.
Jorge Veraza
326
requerimientos histricos del capital. Ms precisamente dicho, que permite
subordinar a los individuos con las fuerzas produc tivas procreativas existentes
y subordinadas al capital.
La ideologa nacionalista burguesa exalta el valor simblico de la nacin en
tanto tema concreto de congneres, costumbres, paisajes, historia comn
en tanto valor de uso, pero reducido a su mnima expresin como cuando
toda la riqueza del reino animal es sustitui da por la palabra que la resume
en s y la evapora: zoolgico, s, exalta el valor simblico de la nacin en
tanto valor de uso por sobre el individuo concreto, ese connacional y los que
lo acompaan (es decir, en el lmite toda la nacin realmente existente), y al
exaltar ese valor simblico le impone la funcin de deber ser moral frente al ser
con creto del individuo y el grupo, como una conminacin al sacrifcio por la
patria contra el invasor. Por otro lado, la patria tambin es exaltada por lo que
te da e implcitamente te est cobrando en esta exaltacin sea satisfaccin,
goce, riqueza, proteccin, destino, pero tambin aqu estos goces y riquezas
concretos aparecen slo simbolizados, mientras que la deuda por ellos slo
se paga concretamente. De tal manera, en un tema como la nacin, plenitud
de concrecin y valor de uso, se cuela la forma valor pasando a abstraer la
riqueza concreta que es la nacin, dejndola como mero smbolo y deber ser o
valor cultural y moral; adems, como espectador de este gran animal sujeto-
objeto que es la nacin, est el sujeto individual concreto que forma parte
de ella, pero que es excluido de la misma momentneamente para que en su
condicin extraada escuche la pedagoga de la nacin, consistente en que
debe pagrsele la deuda que hemos contrado con ella por el slo hecho de ser
parte de ella. La nacin aparece en la ideologa nacionalista burguesa como
mercanca cuyo valor (simblico) oprime y an explota a su valor de uso:
t. Y aparece como mercanca a comprar, a pagar; esto es, aparece como gran
tesoro de alguna manera disponible no se dice cmo ni cunto para el
individuo, mismo que aparece como medio de pago. Todas las funciones del
dinero se resumen en la relacin entre el individuo y la nacin, que se ofrece
como una apenas encubierta relacin de intercambio mercantil.
Para subvertir este truco ideolgico, los individuos debern pasar a
reconocerse como connacionales clasistamente determinados y exaltar la
gestin productiva y consuntiva de los valores de uso para la reproduc cin
y el desarrollo social; sobre todo, el conjunto de necesidades y capacidades
concretas del socius contra el capital y el Estado, as como contra el smbolo
manipulador nacin, contra la comunidad ilusoria, la autntica comunidad,
contra el smbolo, el valor de uso, contra el sacrifcio, la afrmacin vital
compartida, etctera.
Por cuanto que las fuerzas productivas procreativas no se distin guen del
conjunto de los individuos y sus relaciones, no puede ser sino que stos
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 327
encuentran en ellas, tambin, sus respectivos espacios de realizacin limitada o
incluso el camino de la liberacin respecto del capital y su Estado, su nacin,
su cultura y su mundo. Pero para que ello se realice se requiere una crtica
radical del nacionalismo y del capitalismo. Slo as nace la autntica nacin;
por cierto, tendencialmente desterritorializada,
235
no limitada territorialmente,
sino fncada en todo el mundo y toda la poblacin. Observemos ahora un
aspecto correlativo.
3. El conjunto de fuerzas productivas procreativas y que, fnalmente,
se concentran en el sujeto social, incluso en su corporeidad no puede
sostenerse vigente ni en funcionamiento sino en contacto activo con las fuerzas
productivas tcnicas (reductibles a medios y objetos de trabajo y de consumo).
Fcil es concebir entonces que hablar de nacin es hablar de una abstraccin,
bien que sintetice todas las fuerzas productivas procreativas. Pero es que slo
la unidad sujeto-objeto es algo concre to y real, de lo cual pueden desglosarse
los aspectos elementales del sujeto o del objeto slo aposteriori.
236
Por ello
es que la representacin (ideolgica) que corresponde a nacin sea sugerida
inmediatamente en su imbricacin con el ambiente social, histrico y tcnico
natural, es decir, como unidad de nacin, territorio, capital y Estado. En la
nacin, trmino abstracto, todo se confunde al intentar representarla de modo
concreto, es decir, verdadero. No obstante, esta falsa representacin contiene
dos verdades de fondo.
La primera estriba en que, efectivamente, la nacin tomada concre tamente no
es sino la unidad del sujeto y el objeto social histricos. La segunda estriba
en que en la sociedad burguesa el capital social es con cretamente nacin
burguesa, as como contradiccin internacional entre naciones burguesas y
polarizadas en sistema imperialista. Es decir, que efectivamente la confusin
preside la realidad: capital es nacin y nacin no otra cosa que la encarnacin
del capital territorialmente determinada. La confusin es real y no mera idea.
En la poca burguesa, el nico trmino concreto es el capital, pues es el que
realmente opera e incluye en s la sntesis del resto de trminos precisamente
al subordinarlos formal y realmente a sus capacidades, necesidades y
actividad acumulativa. Podemos entender fcilmente, entonces, que Marx
haya construido el texto de El capital como re- fguracin terica concreta
de lo que efectivamente es la forma concreta capitalista. Pues as como no se
trata de comenzar por el valor o el valor de uso, sino por la forma mercanca,
235 Lo que aqu digo es opuesto a la fantasa de Hardt y Negri de un imperio desterritorializado.
236 Cfr. la crtica de Hegel a este respecto en el prlogo de La Fenomenologa del espritu, y
un comentario del mismo punto en clave marxista en G. Lukcs, Historia y conciencia de clase,
prlogo de la primera edicin y La cosifcacin y la conciencia del proletariado, parte ii, Las
antinomias del pensamiento burgus.
Jorge Veraza
328
forma celular concreta de la riqueza capitalista, no se trata de fgurar a la
nacin o al Estado o al territorio y la poblacin (cfr. la introduccin de 1857,
3 El mtodo), sino de exponer cientfco-crticamente la totalidad sinttica
de todos ellos: la forma concreta capital.
La teora ms desarrollada de lo que es nacin y de lo que es Estado podr
encontrarse en El capital si se sabe destruir la conciencia pseudoconcreta que la
ideologa dominante genera, basada en el fetichismo de las relaciones sociales
burguesas. Por ello es que resulta paradjico a veces chistoso que se le
eche en cara a Marx no s qu insufciencias polticas y una mira economicista,
a la vez que se le pide a El capital concrecin como para arribar a la exposicin
de la nacin, trmino en verdad abstracto. Otto Bauer actualmente
rescatado es la enciclopedia de esta tontera, de este enrevesamiento, y por
ello mismo su texto
237
ofrece un sinnmero de instructivos conocimientos
(sntomas). Recurdese por ejemplo que en un terreno correlativo aunque
aparentemente alejado ya peda ste, junto con Natalie Moszcowska, que
Marx concretara su exposicin sobre la transformacin de los valores en
237 Otto Bauer, La cuestin de las nacionalidades y la socialdemocracia (1907). La cuestin nacional
aparece curiosamente aqu. Antes que Rosa Luxemburgo en La acumu lacin de capital (1912), Otto
Bauer trajo irracionalmente a cuento y para heredarlo el mbito no capitalista como necesario
para la dinmica capitalista. No obstante este quidpro quo, fue uno de los ms acerbos crticos
de la revisin de los esquemas de reproduccin hecha por Rosa. Otto Bauer opina que la lucha
de clases adquiere desarrollo a travs de la oposicin entre naciones histricas y naciones
sin historia. Pero contrario a Engels, no cree que stas estn condenadas a desaparecer a
travs de la oposicin. Ms bien, en alianza con el proletariado recobran historicidad. El propio
capitalismo las empuja a transformarse en histricas. Como se ve, no es a nivel econmico
de la acumulacin de capital que Otto Bauer requiere al no capitalismo (como Rosa), sino en
el nivel de aquello que es la otra cara de la acumulacin de capital: la revolucin proletaria.
Rosa desarrolla el error introyectndolo en el propio objeto (capital). Pero en ambos esta
incoherencia para captar el desarrollo histrico capitalista es sintomtica de que el capital pudo
subordinar al desarrollarse mundialmente la conciencia y la organizacin revolucionarias
ya al momento y en el modo en que stas se sublevan. Asimismo, la disputa de Otto Bauer
con Engels es un quid pro quo pues no es en tanto sociedades primitivas que entran en la
historia sino precisamente en tanto que se transforman en algo distinto de lo que eran, quiz
por efecto de descomposicin y proletarizacin crecientes. Slo por ah es que logran hacer
alianza con el proletariado y no es la misma nacin la de un momento que la del otro; pero
Otto Bauer maneja el argumento tramposamente como si lo fueran. De hecho es precisamente
el movimiento iniciado por Otto Bauer el que seala la desaparicin de esas sociedades, pues
las muestra profundamente transformadas. Resulta curioso ver cmo Otto Bauer opone a la
concepcin global del desarrollo histrico de Engels y como si le fuera externo un hecho
coyuntural que evidentemente forma parte de la dialctica del desarrollo indicada por Engels.
En este extraamiento de la concepcin se prepara en Otto Bauer una completa incomprensin
respecto del discurso comunista de Engels. Rosdolsky encuentra, pues, un terreno propicio
en Bauer para atacar a Engels a propsito de los pueblos sin historia. Lo comento en otra
ocasin, pues aqu slo cabe resaltar que no es Otto Bauer la raz de esta transfguracin
equvoca, sino ms bien la transformacin histrica real y su fetichismo son los que se expresan
en Otto Bauer y empapan a posteriores autores. Cfr. Georges Haupt, Michael Lwy y Claude
Nelly, Los marxistas y la cuestin nacional.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 329
precios (El capital, tomo iii, seccin segunda) presuntamente tomada como
tericamente correcta por Moszcowska y Bauer. Ahora bien, esta vuelta a lo
abstracto que se toma por concreto es el movimiento ejemplar de la ideologa
dominante cuando busca preservar sus pilares frente a los ataques de la crtica
y de las contradicciones reales. Y ya que son reales, no puede ocurrir sino que
sea parte buena parte de la izquierda (infuida o no por Otto Bauer) la que
caiga en tal ilusin y sea la que hace valer el tema ideolgico burgus como si
fuera la salida a cierto impasse del movimiento revolucionario proletario. Es
el momento de recordar el recorrido de la teorizacin sobre la nacin en cuya
crtica Karl Marx resolvi sus antinomias.
4. La voluntad comn propia de la flosofa poltica del siglo xviii
238
y
defnitoria del concepto de pueblo fue contradicha mediante el argu mento
que recurra a aquellos nexos independientes de la voluntad de los individuos
(factores naturales y tradicionales: raza, religin, lengua, etctera. La nacin
resumi estos trminos). Por donde debido a esto independiente de la
voluntad el despliegue de la nacin es destino y la desviacin al respecto
es traicin, segn lo manifest el nacionalismo de comienzos del siglo xix
con sus genios y destinos nacionales. Ahora bien, viendo de frente esta
discusin y este contraste, diramos secular, es que se nos esclarece un secreto
peculiar del discurso marxiano.
Cuando en 1859 Marx abre la exposicin central del prlogo a su Contribucin
a la crtica de la economa poltica con el clebre: En la produccin social de
su vida los seres humanos establecen relaciones necesarias e independientes
de su voluntad, tenemos ah la sntesis crtica no slo contra la economa
poltica, sino contra las ideas que desde el siglo xviii vertiera la flosofa
poltica acerca del pueblo, con traba- lanceadas o, mejor, contradichas con
aqullas acerca de la nacin. Y tenemos tal doble crtica, adems, debido a que
se trata de una crtica implcita a Hegel, sintetizador de ambas corrientes.
239
Hegel, quien intent la sntesis superadora de ambas ideas, pero logrndola
slo formalmente, y de hecho, contraponiendo aun las insti tuciones (poltico-
culturales) vertiente correspondiente al pueblo con la naturaleza
vertiente correspondiente al concepto nacin, segn lo heredaba y recin
lo objetiva en nuevo terreno mediante la oposicin idea/materia.
Esta oposicin posibilita el enaltecimiento de la idea sobre la naturaleza y
del Estado sobre la sociedad civil, as que retiene en la comunidad ilusoria
238 Montesquieu, DAlambert, Condorcet, Montaigne, Voltaire, Burke, Robespierre y Montesquieu, DAlambert, Condorcet, Montaigne, Voltaire, Burke, Robespierre y
Rousseau.
239 Acerca de Hegel, como lector y heredero de los economistas ingleses, cfr. George Lukcs,
El joven Hegel.
Jorge Veraza
330
(Marx dixit),
240
es decir, el Estado, lo que deba ser propio de la voluntad
comn o libre implcitamente somete la nacin al Estado representante de la
razn en la tierra.
Si Hegel en su Filosofa del derecho criticaba a la economa poltica clsica (y
el dominio del sistema de las necesidades) desde su pers pectiva estatalista
voluntarista, la crtica de Marx a la sociedad burguesa y su Estado sociedad
expresada y compendiada enciclopdicamente en Hegel no poda sino ser
crtica de la economa poltica. Y, a la vez, esta crtica del Estado constitua el
restablecimiento positivo de lo que en verdad es comunidad, pueblo, nacin
o sociedad16 a partir, pre cisamente, de la refexin crtica de las fuerzas
productivas tcnicas y procreativas y las correspondientes relaciones sociales.
Comprendemos, entonces, que la puntualizacin crtica de Marx acerca de lo
necesario e independiente respecto de la voluntad (la nacin y su riqueza) es
una condicin para establecer la voluntad co mn revolucionaria (del pueblo
y de la clase revolucionarios) y ya es la expresin inicial de stos.
El nacionalismo entraaba un subrayamiento represivo (recurdese:
destino/traicin/castigo) de lo necesario e independiente de la voluntad, una
crasa cosifcacin pseudonaturalista y tradicionalista de un impera tivo del
desarrollo econmico del capital.17 Y fue, precisamente, Hegel quien lleg
a la total elaboracin del concepto de nacin (cfr. Nicola Abbagnano)18 en
este sentido invertido.
Para ello pudo servirse de ideas presentes en el conservador E. Burke, y sobre
todo en los romnticos alemanes Herder y Lessing, utilizando en momentos
a Rousseau, para unifcar formalmente las varias ideas. Debe recordarse que
es en Rousseau donde tenemos la bisagra que, de un lado, hereda los ideales
cosmopolitas del siglo xviii presentes en el concepto de pueblo pero, por
otro lado, los critica acerbamente con motivo de criticar el idealismo, con
miras a recuperar la ciudad-Estado griega. Tambin Hegel, enalteciendo
anacrnicamente a sta, exalta mucho ms que J.J Rousseau el Estado
nacional.
Y es que entre J.J Rousseau y Hegel ha mediado un trecho histrico fundamental
en el desarrollo capitalista. La extensin del mismo por el continente
europeo, fuertemente impulsada y expresada por el expansionismo
napolenico.
241
La era post napolenica asume los ideales napolenicos y,
240 Cfr. Karl Marx, Crtica de la flosofa del derecho de Hegel, as como
Sobre la cuestin juda
241 De hecho, Hegel saluda en 1807, en La fenomenologa del espritu, el paso del ca ballo de
Napolen i como el del espritu absoluto por el mundo; y lo era, si entendemos que ste es el
nombre esterico del desarrollo histrico del capital.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 331
a la vez, reacciona contra ellos; as que contra el imperialismo restablece
nacionalismos gustosos de arraigar en las tradiciones, mismos que contra
el espritu absoluto opusieron realmente los diversos espritus nacionales.
Hegel, consecuentemente, dio el paso siguiente revelando la verdad unitaria
del anterior balbuceo contradictorio de la realidad europea: resumi en el
espritu absoluto los diversos espritus nacionales.
242
Pero ojo, el desarrollo de la idea universal del espritu, el nom bre esotrico
de la historia universal, l mismo, no hace sino estar presidido por el Estado,
ser el palpitar del Estado, promovido por Es tados y resumido en Estado.
Historia estatalista tanto si es nacional como internacional y aun imperialista.
El Estado es racional y quie re por s esta racionalidad; y como lo real es
racional, no puede ser sino que el todo sea el Estado o que toda la historia
universal no sea sino una determinacin del Estado. Hegel ha sintetizado
bien la opcin histrica forzosa intracapitalista: imperialismo/nacionalismo
y mientras el Estado presida.
El primer documento del nacionalismo alemn, donde el pueblo alemn es
el pueblo que tiene derecho de llamarse pueblo sin ms, donde ya es la
providencia de toda la historia la que asegura el porvenir de este pueblo
superior, sali de la pluma de Fichte, quien recogien do la antorcha de la
Revolucin Francesa y alzndose contra la guarni cin francesa que en 1808
ocupara Berln, pronunci sus Discursos a la nacin alemana,
243
preparndole
el camino a Hegel. Pero no deben confundirnos las expresiones excesivas de
nacionalismo creyendo que si retrocedemos respecto de sus bordes tenemos
las premisas pero no las consecuencias. Las reglas del juego ya estn dadas
y el capital y su Estado las presiden tambin en sus expresiones mediocres y
defensi vas y aun idlicas. Y si el caso es que no hay otro juego, lo menos
que puede hacerse es advertirnos bien todos, unos a otros, de qu tipo de
juego se trata.
La necesidad histrica del capital, del Estado y de la nacin bur guesa
y entonces del imperialismo y el nacionalismo resulta hoy evidente.
Karl Marx se encarg de determinar rigurosamente y cabe estudiarlo con
cuidado, justamente, porque revela las precisas reglas del juego, sus lmites y
alternativas: la regla del espritu absoluto, de la historia universal; la crtica,
por tanto, del Estado y de la nacin, del imperialismo y el nacionalismo. Y no
242 Cfr. Hegel, Enciclopedia de las ciencias flosfcas, 536, El Estado es a), primeramente su
confguracin interna como desarrollo, que est refrindose a s mismo: derecho poltico interior
o la constitucin es [tambin] B) individuo particular y guarda as relacin con otros individuos
particulares: derecho poltico exterior; Y), pero estos espritus particulares son solamente momentos
del desarrollo de la idea universal del espritu en su efectiva realidad: la historia universal
243 Cfr. Jacques Droz, Historia de las doctrinas polticas en Alemania, pp. 63-64.
Jorge Veraza
332
se le ha entendido no por defciencia suya, sino por atraso poltico de quienes
presos en las apariencias de estas determinaciones creen que otras son las
reglas del capital y la nacin, creen si se quiere, muy humanamente, pero
con cierta soberbia que pueden hacerle un truco al capital y su Estado, no
ven que son el truco de ambos.
5. Ya enunciamos la sntesis crtica de Marx respecto de la antinomia pueblo
y nacin (voluntad cosmopolita/naturaleza local) segn se la heredaron y
que lo condujo a construir su crtica de la economa po- ltica segn anuncia
en su clebre prlogo de 1859. Nos ser ms clara si vemos cmo Hegel
intent previamente una sntesis, mediante el concepto de espritu del
pueblo, siendo ste el nombre esotrico y encubridor de los intereses de la
nacin burguesa cuando subordina mediante numerosas instituciones, y aun
tradiciones, a una poblacin determinada.
El espritu de un pueblo es un todo concreto que debe ser re- conocido en
su determinacin, conocimiento que el pueblo despliega de por s (Herder).
Hemos de considerar, por tanto, el concepto determinado, el principio de este
espritu. Este principio es en s muy rico y se despliega diversamente, pues el
espritu es vivo y activo y su actividad se refere al producto de s mismo. l
slo es quien se manifesta en todos los hechos y direcciones del pueblo, quien
se realiza y goza y comprende a s mismo. La religin, la ciencia, las artes, los
destinos y acontecimientos constituyen su desen volvimiento. Todo esto, y no
la naturaleza fsica del pueblo (como la deriva cin de la palabra natio de nasci
podra sugerir) da al pueblo su carcter.
244
Frente a Marx, que retiene a la nacin (en general en su sentido transhistrico)
precisamente como la totalidad de las fuerzas productivas procreativas, que
concibe a la naturaleza el natio y el nasci, pues la naturaleza es en donde se
nace y que hace nacer per se y a la vida como algo positivo y a exaltar, como
la fuente de necesidades y liber tades concretas y en expansin, como la fuente
de la crtica prctica y terica del desarrollo capitalista; frente a Marx, digo,
vemos que Hegel retiene de la nacin el espritu de un pueblo: la voluntad
mera pe- ro como ya formada, como religin, ciencia, arte, destino, hechos
y por tanto como momentos del Estado y no la naturaleza fsica del pueblo.
Visto en este espejo invertido, tal pareciera que en Marx falta la voluntad,
el espritu, y prevaleciera slo lo econmico, la determi- nacin. Lo cierto es
lo contrario.
Marx retoma para criticar la sinttica caricatura de Hegel unas relaciones
necesarias e independientes de la voluntad de los hombres, y por all, una
244 Hegel, Lecciones sobre la flosofa de la historia universal, p. 69.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 333
naturaleza, pero donde stos son, a la vez, los hacedores autnticos de su
historia, no el espritu absoluto. Las fuerzas productivas procreativas, y con
ello la naturaleza y su cultivo, entraan voluntad y conciencia; pero,
adems, estn materialmente determinadas por el objeto de esas voluntades
y que les es independiente.
La repulsa hegeliana contra la fsis lo hace (a Hegel) denigrar a la naturaleza
y sacar fuera de la naturaleza humana la voluntad y el esp ritu, mientras que
Marx humanista radical contra la teologa antihu manista de Hegel los
retiene en sta, vista como fuerzas productivas procreativas. Por all es que la
cultura nacional que Hegel exalta es la ya formada o a la que se le emplastan
nuevos detritus para engordarla, es decir, una cultura nacional de Estado o
donde la voluntad es acrtica y castrada respecto de las races, que para que
sean autnticamente populares deben ser necesariamente revolucionarias,
humanistas y comunistas. Pero es que en Hegel es la nacin formada por el
capital y es la cultura formada por el capital precisamente a partir de lo
popular domado lo que es exaltado como espritu trascendente.
a) Es all en las determinaciones recin enfrentadas a Hegel donde se
determina una cultura nacional autntica, no subordinada al capital y su
Estado, sino bien amalgamada en el proyecto revolucionario comu nista.
Cultura nacional y cultura proletaria y a reserva de discu- tir la fgura
histrica que alcanz el proletKult de los aos veinte re sultan sinnimos,
pero con la condicin de no pensar a la nacin como Estado-nacin y a la historia
universal como historia estatal. Cultura nacional es conciencia y prcticas
cotidianas rebeldes y comunistas, si se quiere tambin en paz y mientras se
acumulan fuerzas. Todo lo de- ms es palabrera o bien cultura capitalista de
Estado (nacional) que se enmascara con los restos espirituales de lo popular
que el capital tritura a su paso. Por all es que la revolucin proletaria toma
su poesa sobre todo no slo y en lo que tiene de trascendente del futuro
y no del pasado y de las tradiciones.
245
Y no obstante, la democracia formal
burguesa es mejor que el fascismo, aunque ambos puedan echar mano de
las tradiciones populares para revestirse y aun armarse. El espacio para este
tema es el de otra discusin.
246
Aqu caben, en primer lugar, las prevenciones
esenciales.
La voluntad que retiene Marx est bien enraizada en la naturaleza fsica
del pueblo, comenzando por sus necesidades bsicas y la bsica necesidad
de expansin de sus capacidades y actividades. Impulso que se vuelve
decisivo al momento en que son explotadas por el capital, econmica, poltica
y culturalmente. Por ello, la crtica de la economa poltica pasa a indicar a
245 Cfr. Karl Marx, La guerra civil en Francia.
246 Cfr. captulo 8 del presente libro.
Jorge Veraza
334
las claras las necesidades del pueblo, la natu raleza del proletariado; es una
voluntad crtica: contradicha, puesta en crisis y que contesta. He all su
difcultad; pero sa es la otra regla del juego (de la acumulacin de capital en
el nivel nacional e internacional). Tal voluntad, he all la nacin que interesa a
la crtica de la economa poltica y, por cierto, no espritu impotente en vas de
o ya encauzado y en su cultura. Y ya que el discurso y la prctica comunistas
tienen permanentemente como enemigo al capital y su nacin y su cultura,
no pueden menos de nacer y renovarse permanentemente, combatir y morir
y revivir. La nacin por antonomasia, ya que est en estado permanente de
nacimiento, masacrada cada vez; lo opuesto de una misin divina, deca Marx
a fnes de 1844 en La Sagrada Familia.
247
La nacin, por cuanto que una vez
destruida la limitada forma burguesa de asociacin internacional y nacional,
se expande mundial, singular e ilimitadamente, nace permanentemente de s
y de su futuro.
b) Hegel tambin ofrece un motivo similar, pues a) el espritu del mundo
es el que cada vez encarna en el espritu de un pueblo, he aqu en su
versin concreta y poltico-nacional la falaz misin di vina (imperialista) que
Marx criticaba con su posicin. Por otro lado, Hegel observa de otro modo
el desarrollo del espritu de un pueblo, en los casos en que b) no encarna
al espritu del mundo pero en que tampoco c) se trata de un pueblo sin
historia o marginado de sta en su vertiente dominante, es decir, dominada
por el pueblo dominan te. El referido segundo caso b) es el general y Hegel
lo formula as: [... ] el espritu de un pueblo se realiza sirviendo de trnsito
al principio de otro pueblo. Y de este modo los principios de los pueblos se
suceden, surgen y desaparecen. Mostrar en qu consiste la conexin de este
mo vimiento es la tarea de la historia universal flosfca
As justifca Hegel en el espritu el desarrollo imperialista de ciertos
pueblos, a la vez que la necesaria servidumbre de otros: mos trar en qu consisten
las condiciones para superar una historia de tal naturaleza, alienada respecto
de la voluntad humana, regida por el es pritu, es la tarea del materialismo
histrico de Marx, crtica radical de la flosofa de la historia hegeliana. En
ste, el espritu del pueblo y del mundo, el Estado, la nacin y las clases son
criticados, es decir, comprendidos en su lmite y alcances verdaderos, ya que
Hegel los hipostasia ora exagerndolos, ora disminuyndolos.
Los ejes de la nueva concepcin son el concepto del desarrollo de las fuerzas
productivas, el de la revolucin comunista y el de la sociedad comunista como
sociedad sin clases y de gobierno no estatal, as como donde la nacin burguesa
est abolida en favor de la nacin humana singularizada mundialmente en
247 Captulo 4, La crtica crtica como la quietud del conocer o la crtica crtica como el seor
Edgar II (ibid., p. 69).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 335
acuerdo a las relaciones concretas, cualitativas de produccin y reproduccin
que giran en torno de un valor de uso en desarrollo sin limitacin tradicional
y, no obstante, en armona permanente.
248
Por su parte, Hegel piensa una historia necesariamente trgica y contradictoria,
presa de la violencia y la guerra, de la opresin y la autoridad estatal. Guiada
por pueblos elegidos, jalada por pueblosmulas. Historia cuya opresin es
justifcada en la sublimidad del esp ritu. Bien ve Hegel la contradiccin y bien
la polarizacin mundial y el imperialismo, pero los eterniza. Mientras que
Marx, que lo quiere criticar, no lo hace dejando de ver las contradicciones
y la polarizacin imperialista mundial como cree Aric,30 sino al
revs, radicalizando la comprensin de esa contradictoriedad y, por all,
especifcndola. Al hacerlo encuentra que es superable la tal forma habida de
la historia, misma que Hegel cree ser La Historia con maysculas.
Ahora bien, para superarla debe superarse la concepcin limitada y funcional
al capital de lo que es gobierno como si fuera igual a Estado. Asimismo,
debe superarse el concebir a la nacin limitadamen te, al modo por ejemplo
de la burguesa con sus fronteras territoriales y cosas, con sus exclusivismos
y Estado, en lugar de entenderla en su especifcidad de fuerza productiva
procreativa y en toda su material naturalidad en desarrollo histrico.
Se trata, en primer lugar, de revelar que el capital es el verdadero sujeto y
contenido de tales formas histricas enajenadas. Por ello, se trata de insistir
en las relaciones de produccin y en las fuerzas pro ductivas y las clases que
las encarnan. Por ello, en la medida en que tal concepcin hegeliana es real,
expresin de las contradicciones y subordinaciones reales, es necesario que en
toda lucha clasista inmediata se haga valer ideolgica, prctica y orgnicamente
la deter minacin comunista o superadora de las contradicciones; es necesario
que en cada lucha nacional se haga valer la determinacin de la misma y en
cada lucha antiimperialista y por tanto nacionalista se haga valer la de-
terminacin anticapitalista clasista y comunista de la misma.
Y lo que va hoy con ello y no fue tan necesario antes, ya que el as pecto nocivo
248 Pero, in fact, si se despoja a la riqueza de su limitada forma burguesa, qu es la riqueza
sino la universalidad de las necesidades, capacidades, goces, fuerzas productivas, etctera, de
los individuos, creada en el intercambio universal? [Qu, sino] el desarrollo pleno del dominio
humano sobre las fuerzas naturales, tanto sobre las de la as llamada naturaleza como sobre su
propia naturaleza? [Qu sino] la elaboracin absoluta de sus disposiciones creadoras sino otro
presupuesto que el desarrollo histrico previo, que con- vierte en objetivo a esta plenitud total
del desarrollo, es decir al desarrollo de todas las fuerzas humanas en cuanto tales, no medidas
con un patrn preestablecido? [Qu sino una elaboracin como resultado de] la cual el hombre
no se reproduce en su carcter de- terminado sino que produce su plenitud total? [Como
resultado de] la cual no busca permanecer como algo devenido sino que est en el movimiento
absoluto del devenir? [...]. Marx, Formen
Jorge Veraza
336
de la tecnologa capitalista an no se tupa realmente,
249
es necesario insistir
con el comunismo en el naturalismo y el humanismo radicales.
250
Es decir,
en el ecologismo, la paz y la crtica de la vida cotidiana enraizndola en la
crtica a los valores de uso materiales y espirituales producidos por el capital
y a partir de los que manipula actualmente el consumo y la reproduccin
humana.
251
De este modo, arraigamos el programa de una cultura nacional en una
crtica radical a la vez que en la positividad de las condiciones de vida que
la posibilitan armnica, feliz, aqu y ahora. Por lo dems el tal programa
es en buena medida no programable, sino que es la contingencia de las
contradicciones en desarrollo la que va haciendo el camino. Pero bien cabe
intervenir sabios de lo que se trata y de la direccin que podra drsele. Sabios
de que no es ni puede se el Estado el que la dar en el sentido requerido, as
como tampoco la fuerzas productivas capitalistas si no se las desbroza de su
carcter enajenado tecnolgicamente codifcado, etctera.
6. Si el nacionalismo de Hegel se encamina a justifcar al imperialismo alemn
y en general, europeo occidental en tono romntico y aun en parte
justifcadamente contra las poderosas Inglaterra, Francia, Rusia y Austria,
naciones mucho ms desarrolladas, la salida no es un hege lianismo al revs,
tal y como las teoras sobre el imperialismo actuales
252
lo manejan (las ms de
las veces sin saberlo).
253
Hegelianismo al revs por cuanto que ensalza a la nacin (burguesa) y al
Estado (capitalista), pero sin reconocerlos en su especifcidad precisamente
porque busca enganchar al escucha o al lector en una lucha antiimperialista
nacionalista. Por cierto no como en Hegel con la pretensin de que la propia
nacin se expanda y domine sino ms bien, que se libere y sea independiente,
y, por supuesto, contra la justifcacin idealista de un supuesto privilegio
histrico de tal o cual pueblo imperialista. No imperialismo, sino libertad,
pero con las mismas premisas; as que redundante en el mismo resultado
general no querido.
249 Jorge Veraza, Karl Marx y la tcnica desde la perspectiva de la vida.
250 Karl Marx, Manuscritos econmico flosfcos de 1844, tercer manuscrito, Pro piedad privada
y comunismo, 3.
251 Jorge Veraza, Gnesis y estructura del concepto de subsuncin real del consumo bajo el
capital.
252 Jorge Veraza, Para la crtica a las teoras del imperialismo.
253 No obstante, Jos Aric, en su Marx y Amrica Latina, se nos muestra conciente de ello pero,
en el colmo, critica a Marx desde Hegel y pretendiendo hacerlo en vista de un desarrollo del
marxismo segn lo que Jos Aric cree ser su autntico espritu, mismo que supuestamente
en ese punto se le escap a Marx segn sugiere fantsticamente Jos Aric, en tanto que se
ocup en otras cosas y qued preso en otros amarres a Hegel.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 337
En efecto, hegelianismo al revs porque invirtiendo a Hegel en sus
determinaciones exteriores y ms resaltantes, este antiimperialismo queda
preso en Hegel a propsito de sus presupuestos esenciales. De suerte que
como Hegel, su accin es funcional con el desarrollo del ca pital. Pero, ahora,
en arreglo a un desarrollo capitalista perifrico que se afrma en contradiccin
con el imperial para que slo as se logre la mayor expansin del capital
mundialmente considerado y por un rodeo se logre fortalecer el lazo imperial
al modifcarle relativamente la faz.
254
No, la de Marx no es una doctrina
hegeliana al revs. Ni el hegelianismo al revs algo opuesto a Hegel y al
Destino manifesto del imperialismo, aunque as lo crea apasionadamente
enfurecido el referido antiimperialismo.
a) Es cierto que la teora de Marx est inconclusa, incompleta, pe ro no
slo en lo que respecta a la nacin o al Estado, sino incluso respecto
del proletariado y el capital; pero tambin, a la inversa, en lo esencial tan
completos estn estos ltimos dos temas como los del Estado y la nacin, si
bien deben explicitarse,
255
mientras que aqullos en buena parte ya lo estn.
De todos modos hay trminos claros al res pecto desde y con los cuales puede
completrsela. Y son ellos los que me di a la tarea de exponer. Por cierto, esta
exposicin forma parte de la construccin de una autntica cultura nacional,
autoconciencia y autosentimiento de nuestro pueblo.
No es el caso de que a propsito de desarrollar la doctrina de Marx, mejor
mintamos a Marx, o sin reconocerla, precisamente digamos asumirla, o
pasemos a rechazarla o reformarla, revisarla. Porque cier tamente, ni siquiera
revisionismo de Marx lograron hacer Bernstein y otros. A Marx no lo
revisaron porque ni siquiera lo vieron. Simplemente fantasearon el trampoln
para justifcar el aporte que hacan a la cultura occidental. Marx, metfora
de la construccin de la cultura capitalista estatal (nacional) que ora es
usada como pretexto positivo constructivo y ora como pretexto negativo
constructivo: el diablo del que hay que alejarse. Dan el ejemplo de ello la
ideologa de la ex urss
256
y la del imperialismo norteamericano; y con variantes
le siguen los pro pulsores de nacionalismos perifricos. Ni qu decir de la
ideologa posmodernista globalista que con el entierro de la urss se apresur
a enterrar a Marx, precisamente sin discutirlo.
257
El espritu absoluto del capital logra, por contra, sus cometidos no slo
en el aspecto exterior, sino aun contra las intenciones de muchos de los
254 He circunstanciado esta idea a propsito de los paradjicos fenmenos histricos del siglo
XX en El siglo de la hegemona mundial de Estados Unidos, partes I y II.
255 A propsito del tema del Estado y de lo poltico, publiqu en 1996 Karl Marx y la poltica.
256 Herbert Marcuse, El marxismo sovitico
257 Cfr. Jorge Veraza, El siglo de la hegemona mundial de Estados Unidos, parte II
Jorge Veraza
338
que lo realizan individuos, clases y naciones. As que en efecto gran
descubrimiento fue el de Hegel, cuando caracteriz la estructura interna del
desarrollo de la historia universal, particularmente la capitalista,
258
estructura
segn piensa errneamente l intrascendible. No le demos la razn
tambin a este respecto, a estas alturas, y precisamente por no apercibirnos
del descubrimiento correcto.
Es pertinente el prevenirnos mnimamente respecto del desarrollo de las
bases del nacionalismo. Pues con otros nombres y otras doctri nas no tan
sistemticas ni sorprendentes como la hegeliana por ello ms accesibles
se hacen valer, con otro lenguaje, contenidos hegelianos de pura cepa, y lo
peor, las ms de las veces, sin conocer a Hegel. Porque ciertamente se trata
de ideas cuya elaboracin ocurre u opera sobre signifcaciones espontneas
259
que brotan del modo de vida burgus nacionalmente determinado y en
desarrollo. Hagamos, pues, un breve recorrido por tales ideas, para al fnal,
retomar el sentido de la intervencin terico-crtica de Marx:
7. Cierto que es viable un nacionalismo revolucionario, pero est claro que no
del corte del intuido por Mazzini. No digamos de los nacionalistas profticos
del siglo XIX franceses, alemanes y ru sos. Michelet (1843) o Treitskche, el
aplogo de la poltica de fuerza de Bismarck y, luego, de Guillermo II; o
Dostoievski, profeta del nacionalismo ruso ya muy abonado desde Herzen.
Ideologas que avivaron tmida e inicialmente el fuego de la primera y la
segunda guerra mundiales y de cuyas llamas pudo de nuevo reencarnar el
nacionalismo hegeliano y fchteano, incluso en naciones no alemanas, ya que
esta magna efgie no es propiedad de una raza, sino del espritu absoluto; es
la esencia del capital y se manifesta en avatares sealados, mientras gradual
y modalmente acumula fuerza en la periferia de las cuestiones histricas y,
por tanto, tambin geopolticas
.260
Volvamos a Mazzini, quien atemperando la soberbia imperialista hegeliana,
de todos modos retiene incoherentemente el error de base del flsofo alemn:
la hipstasis de la idea que se realiza en la histo ria, la misin de la nacin
consistente en servir al fn general de la humanidad. Entre otras cosas, por
ello digo que hay puntos frmes de la concepcin de Marx que cabe subrayar
para no confundirlo con los pseudorrebasamientos respecto de Hegel y, por
tanto, de la ideologa burguesa. Recuerdo de nuevo a Rousseau en su ingenua
frescura:
258 Hegel, Filosofa del derecho, 344 a 348.
259 Sobre este concepto de signifcacin espontnea (del modo de produccin burgus), cfr.
Karl Marx, El capital, tomo I, captulo XVII, Transformacin del valor (o, en su caso, del precio)
de la fuerza de trabajo en salario.
260 Estas notas y las que siguen, hasta hablar de P. S. Mazzini, pueden ser documentadas
ampliamente en Hans Kohn, Historia del nacionalismo.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 339
Son las instituciones nacionales afrm las que forman el genio, el carcter,
los gustos y las costumbres de un pueblo, las que lo hacen ser l y no otro, las
que le inspiran ese ardiente amor de patria fundado en hbitos imposibles de
desarraigar, que lo hacen morir de aburrimiento en otros pueblos, a pesar de
hallarse en medio de placeres de los que estaba privado en su pas.
261
Obsrvese otra vez esa insistencia en formarnos el carcter, carc ter que es
nombrado nacional; otra vez esa aversin por la fsis y lo natural aun en
este naturalista que es Rousseau, ese olvido de la economa y la insistencia
en la cultura nacional, por cierto institucionalizada, empollada por las
instituciones del Estado, pero que son nombradas instituciones nacionales.
Otra vez esa necesidad de castrarnos los gustos cosmopolitas, otra vez esa
voluntad de lograr que nos aburramos fuera de nuestro crculo limitado de
necesidades y capacidades. Otra vez la implcita intolerancia respecto del
otro. Otra vez, en fn, la nacin subordinada al desarrollo capitalista.
Gian Domenico Romagnosi ha heredado de Rousseau, para esta blecer las
bases de una teora jurdica del Estado nacional. Della constituzione de una
Monarchia nazionale representativa se titula su libro de 1815, y revela que a
propsito de la confusin entre capitalismo y Antiguo Rgimen se juega la
justifcacin de la nacin capitalista como si fuera la nacin en general, tal y
como en Hegel, ya que por capita lismo se entiende libertad. Esto es una
robinsonada correlativa a la de la economa poltica, con su confusin entre lo
mercantil capitalista (D-M-D) y lo mercantil simple (M-D-M), cuya frmula
de circulacin de riqueza encubre la explotacin de plusvala contenida en la
frmula capitalista (D).
262
En 1851, cuando P.S. Mazzini construy sobre esta heredada base su derecho
internacional,
263
no hizo sino multiplicar el principio err neo, pero con ello,
organizarlo, sistematizarlo, ponindolo como regla de derecho general de
muchas naciones. Realiz digamos sin quererlo, el programa de la idea
hegeliana: el Estado nacional como espritu de la historia universal, y, a la
vez, singular encarnador del espritu del mundo, es decir, el Urstadt o Estado
original anterior a toda historia, pero que sta se encarga de realizar. Primero,
a travs de pueblos sin Estado; luego, formndolo hasta perfeccionarlo como
Estado nacional, luego internacional, hasta mundializarlo. Ni ms ni menos,
el Estado del mundo es un Estado nacional.
264
261 Consider sur le gouvernement de Pologne, III, en Nicola Abbagnano, Diccionario de
flosofa, pp. 832.
262 El capital, captulo IV, Transformacin del dinero en capital.
263 Pasquale Stanislao Mancini, Sobre la nacionalidad.
264 Mal que les pese a Hardt y Negri, quienes en su arrobamiento por el imperio no aciertan
a reconocerse pueblerinos.
Jorge Veraza
340
Ante este marasmo cuyos autores representativos pueden fcil mente
multiplicarse que una y otra vez se anuda y reanuda en Hegel y en la realidad
burguesa internacional y en desarrollo, resalta la original intervencin de Karl
Marx. Y observando el impasse general y las falsas salidas, resalta ms an
por contraste la radical transformacin que Marx operara del terreno
problemtico todo; resulta posible, entonces, entender el sentido ntido
del zig zag de su pensamiento histrico-dialctico. Refrmoslo breve y
conclusivamente as:
8. Sabido es que Marx critica la tercera parte de la Filosofa del de recho de
Hegel (la dedicada al Estado) en su crtica de 1843. Pero debemos hacer
notar lo siguiente, por ser importante y no obvio: la conclusin de esta tercera
parte no discutida por Marx en su crtica de 1843 versa sobre el desarrollo
histrico de la humanidad.
265
El concepto de mundo es el centro de la
flosofa de la historia hegeliana.
Por su parte, el materialismo histrico ser la crtica puntual de sta y el
concepto de modo de produccin constituye la inversin puntual del concepto
de mundo (asitico, griego, romano, germ nico). Esta discusin la retoma
Marx en 1857 matizadamente, en sus Formen.
F.2.2. El cuerpo del capital y sus rganos
Con lo dicho hemos demostrado por la utilidad y esencialidad que este tema
reviste que la teora de Marx particularmente la Crtica de la economa
poltica no se qued antes de conceptuar el problema de la nacin y el
Estado, y menos que simplemente no los toca, sino al contrario, que se trata
de otro modo de conceptualizarlos; por cierto el ms desarrollado. Siendo,
paradjicamente, por ello que se la tie ne en menos, y creyendo avanzar por
sobre sus huesos, ms bien se retrocede y las ms de las veces ni siquiera la
misma vereda se anda.
Con esta afrmacin no se trata de sectarizar y hablar romnticamente del
incomprendido, sino de demostrar; pues el desnudamiento es a la vez crtica
y comunidad. Aqu se trata de desnudar al capitalismo, su ideologa, su
cultura, su nacin y al marxismo preso en ellos. As como a Marx, para en
verdad comunicarnos con l, ms all de sus restos con nosotros mismos,
presos en nuestros ropajes prestados (sic), ya que el capitalismo es un
modo de produccin sistemticamente contradictorio. Son, entonces, las
contradicciones o, dicho de otro modo, las paradojas del tema que abordo lo
primero a prevenir.
265 Jorge Veraza, Clases sociales e historia universal en Hegel criticado por Marx.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 341
Tenemos que hubo nacin y capitalismo antes de que hubiera una nacin
puramente capitalista. En efecto, la primera nacin puramente capitalista
fue Estados Unidos; y, de hecho, es contra el capitalismo europeo
singularmente el ingls que la nueva nacin se defni. Por su parte, las
naciones capitalistas europeas antes de ser capitalistas fueron naciones. Por
donde la segunda paradoja: la nacin precede al capitalismo. Pero slo ste
la desarrolla mximamente; y aqu la tercera. Pues, en efecto, la desarrolla
mximamente por cuanto la subordina a las necesidades de acumulacin del
capital. sta fue la cuarta, y la quinta paradoja dice: que esta subordinacin
no slo desarrolla a la nacin, sino que realiza al capital en cuanto tal; y es
por eso por lo que la subordinacin de la nacin bajo el capital desarrolla a
sta: por- que en la esencia del desarrollo de la nacin se juega una realidad
esencial el capital y, por tanto, su realizacin. Por ello, la sexta dice: la relacin
entre capital y nacin, no obstante ser trmi nos tan diversos en funcionalidad
y temporalidad, no es una relacin entre trminos exteriores uno respecto
del otro como la apariencia sugiere. De suyo el capitalismo aunque no lo
parezca es nacin; y sin embargo, la nacin puede no ser capital aunque
tambin puede haberla que sea capital. Tal la doble sptima paradoja.
Y hasta aqu las dejamos, aunque podran multiplicarse. Son las esenciales y ya
nos entregan elementos positivos, informacin precisa que a su vez nos abre
a resolver el ncleo de la cuestin: la relacin de subordinacin de la nacin
bajo el capital; porque, ciertamente, a travs de ellas se logra la identidad
de uno con otro y por ella por la subordinacin es que a la vez es de
recordarse que no siempre fueron lo mismo ni tienen por que serlo.
Esta experiencia diferenciante la hacen, de hecho, los pueblos, los partidos,
las clases, etctera. En el curso de sus luchas actuales, muy particularmente
los latinoamericanos. Mayor razn para intentar re-fexionar puntualmente el
ncleo referido: la relacin de subordinacin.
1. El capital como potencia circulatoria subordinante
Segn Marx el capital, es no slo por su origen, sino por su forma, estructura
y funciones una potencia circulatoria. Originalmente proveniente de la
esfera circulatoria de intercam bios dinerario-mercantiles formales, despus
pasa a desarrollarse al lo- grar apropiarse la esfera de la produccin. Entonces
sigue siendo una potencia circulatoria, pero ahora, de los intercambios de
dinero/mercanca, valor y valor de uso, riqueza objetiva y trabajo vivo. Por
cierto, la Zirculation llama Marx a la totalidad semoviente y metablica de
la reproduccin social y cuya forma domina el capital: la expone en el tomo
ii de El capital mediante sus conocidos esquemas de reproduccin simple
y reproduccin ampliada del capital, y la llama as por oposicin al mero
intercambio formal expuesto en el captulo iii del tomo i: Umlauf.
Jorge Veraza
342
Hasta aqu tenemos que el capital potencia circulatoria ha deve nido hasta
abarcar toda la circulacin. Domina as la forma de toda la re- produccin
social, pues circulacin no es sino otro nombre para hablar del metabolismo
social o intercambio de formas sociales y materias naturales y producidas con
miras a lograr la reproduccin de la sociedad. El dominio de la forma de la
reproduccin social es, adems para el capital, inmediatamente garanta
de dominio de la reproduccin del capital, es decir, de s mismo.
De lo que se trata con este dominio de la forma de la reproduccin social es de
subordinar y recortar/deformar la reproduccin social bajo las necesidades,
capacidades y actividades reales del capital. As pues, es la circulacin del
capital la que logra como resultado y tiene, pri mero, slo como premisa parcial
de su desarrollo la subordinacin de la nacin bajo el capital.
266
La nacin es
un momento de la circulacin del capital. Por un momento, pues de hecho,
adems, de nacionalmente, el capital circula internacional, mundialmente, y
tiene a las naciones particulares como palancas y, a la vez, puntos de apoyo e,
incluso a veces, como los obstculos a mover. Pero una vez descrito en general
el fenmeno total vayamos por partes. Preguntemos: cmo es que se logra tal
subordinacin circulante o semoviente y, all el papel de la cultura nacional y,
por tanto, el desarrollo?
2. Subordinacin formal y subordinacin real del proceso de trabajo
inmediato bajo el capital: subordinacin de la nacin bajo el capital
Marx observa que si el capital explota plusvala lo hace segn dos
mtodos distintos: el absoluto y el relativo.
267
Ahora bien, estos mtodos
estructuralmente determinados en referencia al modo en que el producto
excedente es obtenido a partir de ciertas condiciones sociales y tcnicas, se
corresponde con un diverso desarrollo histrico del capital y, asimis mo, con
momentos estructuralmente determinados y permanentes del capital, pero
referidos al modo en que el proceso de produccin y no ya su slo producto
excedente es determinado por el capital; y segn, el capital queda as, de
rechazo, determinado por el proceso de trabajo: segn este camino Marx
descubre la realidad esencial o procesual del desarrollo capitalista y forja
los conceptos de subordinacin formal y subordinacin real del proceso de
trabajo inmediato bajo el capital,
268
que se corresponden con los de plusvala
absoluta y plusvala relativa.
266 El ajustado recorte de la nacin por el capital hasta el grado de presentarse las co sas ms
bien como si se tratara del capital social como totalidad, es lo que expone Marx en el tomo n
de El capital.
267 Tomo I, captulo XIV, Plusvalor absoluto y relativo.
268 Ibid y Captulo VI, indito, captulo 1, La produccin capitalista como produccin de
plusvala.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 343
Es la teora marxiana de la subsuncin formal y la subsuncin real del proceso
de trabajo inmediato bajo el capital la que nos permite dar cuenta de la
relacin de subordinacin de la nacin bajo el capital en el curso del desarrollo
histrico del capital y las naciones previamente existentes, o slo tangencial
269
e inicialmente subordinadas.
270
As pues, diremos resumidamente que, en
efecto, el capital potencia circula toria logra subordinarse el proceso
de trabajo inmediato primero en su forma (social), pero luego tambin en su
contenido o realidad (tcnica). Es decir, el capital pasa a determinar incluso
la estructura tcnico-materia
271
l y cooperativo-metdica
272
del proceso de
trabajo, pasa a determinar el contenido de la relacin entre el sujeto y el objeto
del proceso de trabajo y, por tanto, al sujeto y al objeto en cuanto tales y,
precisamente, en referencia a las necesidades del capital. Los convierte en
su encarnacin procesual y laborante.
273
La potencia circulatoria se hace
potencia circulatoria en produccin. Y ya no es slo forma de la realidad,
sino que produce la realidad, por ejemplo, la nacionalidad: produce nacin,
pero, otra vez, vayamos por partes.
Si la subordinacin formal y la subsuncin real del proceso de tra bajo
inmediato bajo el capital explican la subordinacin de la nacin bajo el capital
es porque estos procesos de subsuncin del proceso de trabajo inmediato no
son los nicos que despliega el capital, o dicho de otro modo ms esencial:
porque los ulteriores procesos de subordinacin de realidades ms mediadas
y extensas que el mero proceso de trabajo inmediato y que el capital despliega
no slo se derivan y se condicionan por la subsuncin formal y la subsuncin
real del proceso de trabajo inmediato, sino que y esto es lo sorprendente
quedan englobadas o incluidas en esas subordinaciones aparentemente slo
in- mediatas y parciales.
Los individuos que producen, intercambian, consumen, son los integrantes
de la nacin. Tenemos la subordinacin de la nacin, de la distribucin y
del consumo bajo el capital y tanto en su versin formal como en su versin
real. De suyo acompaan a las del proceso de trabajo inmediato, pero su
especifcidad las hace distribuir histrica y posteriormente su momento de
efectuacin y redondeamiento.
274
269 Karl Marx, Elementos fundamentales para la crtica de la economa poltica, p. [481].
270 Karl Marx, Captulo VI indito, Subsuncin formal y subsuncin real del proceso de trabajo
inmediato bajo el capital.
271 Karl Marx, El capital, tomo I, captulo XII, Divisin del trabajo y manufactura y captulo
XIII, Maquinaria y gran industria.
272 Ibid, captulo XI, Cooperacin.
273 Para una exposicin ms detenida de este tema, cfr. Jorge Veraza, Para La crtica a las teoras
del imperialismo, captulo I
274 Jorge Veraza, Gnesis y estructura del concepto de subordinacin real del consumo bajo
el capital.
Jorge Veraza
344
Pero cmo es posible que la subordinacin formal y la subsuncin real del
proceso de trabajo inmediato bajo el capital incluya a las su bordinaciones de
esferas de realidad ms mediadas? Marx lo explica precisa pero sucintamente
en el captulo xiv del tomo i de El capital.
275
Podemos entenderlo sencillamente
si nos fjamos en que para que el capital haya logrado o comience a requerir
determinar el contenido tcnico del proceso de trabajo, es decir, que pase a
operar la subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital, es
porque su desa rrollo previo tanto productivo como circulatorio ya lo mueve a
ello. Es decir, a la vez, porque al subordinar a mltiples procesos de trabajo in-
mediatos insertos en el seno de diversas empresas capitalistas tiene, entonces,
cmo; esto es, ya puede producir las herramientas y materias primas que
requiera para remodelar el contenido tcnico de tal otro proceso de trabajo
que recin ser subordinado realmente bajo el capital. As, el desarrollo
multiplicado de diversos procesos de trabajo in- mediatos que el capital
subordina formalmente le entregan la ne cesidad y, a la vez, la capacidad
para pasar a subordinarlos realmente. Por ello implica la interconexin
de los diversos procesos de trabajo y, sobre todo, que esta interconexin
la garantice o domine el capital. As pues, tanto la subordinacin de la
circulacin, de la distribucin, como del consumo, se implican funcionalmente
en la subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital. Antes
de explicar de otro modo el caso, cabe reparar en que, en buena medida, la
nacin est constituida por una multiplicidad de empresas, de procesos de
trabajo inmediatos, as que la nacin misma es la subordinada al subordinarse
al capital estos procesos particulares e interconectarlos.
Otro modo de explicarlo es ste: dijimos que la subordinacin (tanto formal
como real) de lo inmediato no slo es el inicio, sino tambin el resultado, ya
que la sociedad es de suyo un proceso cclico de autorreproduccin. As que la
subsuncin del proceso de trabajo inmediato no slo inicia el proceso del resto
de subordinaciones ms mediadas que, por ende, le son consecuentes,
sino que todas ellas redundan en una subordinacin del proceso de trabajo
inmediato ms frme, ms desarrollada, ulterior. Del mismo modo que una
subsuncin real del proceso de trabajo inmediato existente presupone y es
la garanta de que el resto de subordinaciones ocurre efcazmente, todas
apuntalan y garantizan a la subordinacin del proceso de trabajo inmediato,
porque de ella brota el plusvalor que las alimenta a todas.
La subsuncin del proceso de trabajo inmediato es la determi nante en
ltima instancia y en toda instancia. Es no slo el comienzo in- mediato del
275 Karl Marx lo explica tambin en el Captulo VI indito, y en otros lugares del ma- nuscrito
de 1861-1863, Zur Kritik, pero doy la referencia de El capital porque re- cientemente corre
la especie sin fundamento y segn una muy desatenta lectura del tomo I de El capital de que
Marx desech en El capital la teora de la subsuncin formal y la subsuncin real del proceso de
trabajo inmediato bajo el capital. Evidentemente no saben lo que dicen quienes esto afrman.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 345
proceso de desarrollo del dominio capitalista, sino su resultado permanente y
absoluto, el momento englobante y trascendente.
276
Cuando Marx habla del fundamento del proceso de desarrollo capi talista y
por tanto del desarrollo de las naciones burguesas habla de un fundamento
fundado12 y circular, no analtico, sino dialctico. Habla de un fundamento
que funda al resto de instancias que a la vez lo fundan, pero al hacerlo no
ocurre sino que es el fundamento el que a travs de ellas se autofunda. En
efecto, el inters del capital en el plus- valor es obsesivo y circular. Tal el fn
cultural inmanente estucturante de la cultura nacional, lo sepa o no.
Por donde llegamos al resultado siguiente: todo el proceso metablico social,
toda la Zirculation o forma de la reproduccin social es en sus diversas
instancias en tanto subordinada al capital una Zirculation subordinada
a su vez a la subsuncin formal y a la subsuncin real del proceso de trabajo
inmediato bajo el capital. Resumidamente: nacin dominada por el capital.
3. La subordinacin mediante formas transfguradas de capital
Al circular el capital se modifca o transforma, se transfgura, es decir, se
determina a s mismo ntimamente por las funciones materiales y sociales que
debe cumplir si ha de lograr reproducirse simple o ampliadamente.
En el tomo iii de El capital se expone la serie de las formas trans fguradas
de capital social comenzando por la predominante: la forma transfgurada
principal: el capital industrial (tomo iii, seccin prime ra a tercera). Luego el
capital comercial (seccin cuarta) y el bancario (seccin quinta).
Tenemos adems al terrateniente y la renta capitalista del suelo (seccin sexta).
Y an tenemos a las clases (seccin sptima) y al Estado, otras dos formas
transfguradas del capital, mismas que ya el nombrarlas as sorprende; pero
no poda ser que la critica radical de la sociedad burguesa que enarbola Marx
precisamente, como Crtica de la Economa Poltica (crtica de la raz inmediata
y a la vez crtica global), no poda ser, digo, que sta crtica radical no nos
sorprendiera a nosotros, componentes del modo de produccin capitalista.
Tambin las clases y el Estado son formas del capital social su bordinadas
sea formal o realmente al proceso de Zirculation del capital social, y
ms hondamente visto, subordinadas sea formal o realmente al capital
industrial, la forma transfgurada dominante.
276 En efecto, al concepto hegeliano y marxiano de inmediato sigue el de lo mediato, pero
luego el de lo absoluto, cuyo nombre tambin es el de lo inmediato mediato. As, se vuelve al
punto de arranque pero en nuevo desarrollo. Lo inmediato es tambin lo absoluto, la realidad
a la mano. Cfr. Karl Marx, introduccin de 1857.
Jorge Veraza
346
Cabe indicar, entonces, que segn haya avanzado este proceso subordinante
puede observar distintas modalidades de una nacin y diversos sucesos
histricos en que los partidos, las clases, las industrias, etctera se jueguen
277
los intereses y la vida.
Es a travs o mediante las formas transfguradas de capital que se logra
subordinar a todo el ser social a la nacin toda y aun al mundo bajo su
gida. Pero lo puede hacer slo porque se apoya en la subsuncin formal y en la
subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital en desarrollo;
y si las formas transfguradas operan es para que sta se desarrolle. De ah la
contradictoriedad interna de la cultura nacional que la hace aparecer como
si fueran varias y exteriores entre s.
No slo el proceso de trabajo inmediato y no slo la economa y los medios
de produccin, sino tambin el fundamento territorial del trabajo y las clases
y el Estado quedan subordinados al capital industrial: la nacin entera... y
correlativamente el mundo.
Dicho en resumen: en el capitalismo no hay nacin que no sea na cin
capitalista, o en otros trminos nacin subordinada directamente bajo la forma
transfgurada del capital social llamado Estado, misma que existe como forma
transfgurada derivada de capital subordinada al capital industrial, forma
transfgurada predominante.
Por cuanto la nacin est subordinada al Estado capitalista puede pero no
necesariamente haber sido preexistente a ste; y por cuanto es el capital
industrial el que subordina tambin al Estado, ocurre que esta subordinacin
es directamente produccin de nacin especfcamente burguesa. Ello
ambas posibilidades depende del grado de desarrollo de la subsuncin
formal y de la subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital.
As las cosas, tenemos que toda otra nacin que subsista y no est subordinada
sino tangencialmente al capital o aun transcurra para lela no puede, al
interactuar con la nacin capitalista su Estado y su capital, sino servir
al desarrollo de sta. Y slo si la clase proletaria, la clase interior al modo
de produccin capitalista, la clase revolucionaria negativa del sistema, lucha
revolucionariamente y a esta lucha a una, coincide o confuye la nacin
preburguesa, puede haber esperanza no seguridad de que su desarrollo
logre trascender la limitada forma burguesa de nacin.
278
277 Para ms detalles, cfr. Jorge Veraza, Para la crtica a las teoras del imperialismo.
278 Cfr. Karl Marx, Borradores de la carta a Vera Zazulich (1881), en Escritos sobre Rusia II. El
porvenir de la comuna rural rusa, p. 90.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 347
El referido movimiento del proletariado coincidira con la abolicin de s
misma en cuanto nacin local y limitada, mediando una transi cin afrmativo-
disolutoria. De no ser as, la nacin capitalista la disol vera pero
destructivamente al asimilar a la nacin proletaria al proletariado devenido
en clase nacional a sus propias limitaciones.
Lo referido es a la vez la descripcin de los rasgos probatorios de que
efectivamente pudo o no trascenderse la nacin capitalista, es decir, al capital
en cuanto corporeizado en nacin. Cabe aadir y hasta aqu lo hemos dado
por supuesto, como incluido en todo lo dicho el tema de la formacin de la
cultura propia de la nacin burguesa y si en su interior puede desarrollarse
y cmo una cultura proletaria, una cultura primero nacional que supere a
la burguesa y luego internacional, que llegada a este momento descubre
identidad con otras culturas nacio nales proletarias. Como si desde siempre
no hubieran sido locales ni nacionales, sino de vocacin mundial, general,
humana. Todo lo cual aunque describirlo al correr de la pluma resulte
fcil presenta diversas difcultades que son las que deberemos abordar
en los incisos que siguen. Y precisamente, porque un proyecto de nacin
involucra un proyecto de cultura, y entonces es obligado especifcar de qu
cultura hablamos y cmo es posible que digamos lo que decimos.
4. La formacin de la cultura capitalista
No es sencilla la descripcin de la formacin de una cultura capitalista sino
problemtica, pues si nos paramos frente al mundo actual, veremos un
abigarrado conjunto cultural sumamente pujante, unas modas intelec tuales
que se suceden unas a otras y luego se aglomeran, unas herencias culturales
precapitalistas con las que se comercia en vitalsimo trfco y, aun, la noticia de
que las ideologas proletarias y anticapitalistas han perdido todo sustento y se
hallan moribundas por asfxia desde la cada de la urss. Personalmente pienso
que tal apariencia mltiple y vital revela el hecho esencial de que, en efecto, la
cultura burguesa existe; pero si profundizamos ms all de esta primera capa
aparente, se nos ofrece otra que indica, ms bien, que algo as como cultura
capitalista es imposible, ms all de toda apariencia en contrario; que a lo
ms, el capital vive una vida cultural prestada, heredada del pasado o soada
en vista de mejor futuro, pero que no logra integrar una propia.
279
279 Georg Lukcs, infuidio por las discusiones del crculo de Heildelberg con Max Weber,
Georg Simmel, Ferdinand Tnnies, Karl Mannheim, es quien ms ha profundizadoesta tesis en
Kultur und Civilitation aparecido en 1919 en la revista Comunismus. A ni- vel cultural, esta
tesis es anloga a la de Rosa Luxemburgo a propsito de la reproduccin global del sistema
capitalista. En efecto, ella crea (segn lo expuso en La acumulacin de capital, 1912) que el capital
necesitaba forzosamente de un mbito no capitalista para reproducirse, pues el plusvalor
dedicado a la acumulacin no poda segn esta autora ser realizado por obreros y
capitalistas. Segn esta idea, el capital no integra su totalidad. He criticado la premisa flosfca
Jorge Veraza
348
Tal parece que la totalidad capitalista, la totalidad permanentemente
destotalizada que es el sistema capitalista, no fuera una totalidad, por lo
menos culturalmente hablando.
Argumentando a nivel esencial, la cuestin es propiamente la si guiente: hay
o no mecanismos econmicos capitalitas para regular el consumo capitalista
de fuerza de trabajo y, por tanto, la reproduccin y fomento del sujeto social?
De existir, de ellos dependera la posibilidad estructural de que exista una
cultura capitalista. La paradoja: parecie ra que no hubiera mecanismos
econmicos capitalistas de regulacin del consumo de la fuerza de trabajo por
el capital, porque la ley del valor mercantil simple no es sufciente para ello;
280
y, en segundo lugar, porque parece que los mecanismos que hay lucha de
clases, legislacin laboral estatal, etctera no fueran constitutivos de la ley
del valor compleja o capitalista y que, por todo ello, el capitalismo no tuviera
cmo crear valores concretos encaminados a la reproduccin y preservacin,
del sujeto social; es decir, que no fuera capaz de crear valores culturales.
Pareciera, pues, imposible la formacin de una cultura capitalista y slo
posible, ms bien, la formacin de una vital reaccin humana contra el capital,
cuyo trazo anticapitalista fuera la nica posibilidad de cultura dentro del
capitalismo, pero necesariamente, no capitalista. Esta apariencia paradjica se
fortalece si nos restringimos a observar slo el sentido o fnalidad inherente
al proceso de produccin ca pitalista proceso de valorizacin del valor y
de la circulacin en la que se ex- presa, pues all lo veremos simplemente
interesado en el incremento del valor abstracto excedente el plusvalor a
costa de explotar todos los valores de uso y, en particular, el valor de uso por
antonomasia,
281
es decir la fuerza laboral.
errnea del planteamiento de Rosa Luxemburgo en Para la crtica a las teoras del imperialismo.
280 K. Marx, El capital, tomo I, captulo vii, La jornada de trabajo, pargrafo 1. Una lectura
defciente de este pasaje por parte de Antonio Negri lo ha llevado a pensar no slo que la
cultura, sino que todo el desarrollo capitalista y el mismo imperio es en menor medida operado
en contra de la clase obrera y mayormente un producto de su insubor- dinacin autnoma
contra el capital. Esta tesis del obrerismo italiano la he discutido con pormenor en Desarrollo
del sujeto proletario revolucionario y del capitalismo, desde los Manuscritos de 1844 a El capital
y frente a los obreristas y autonomistas italianos, conferencia impartida en la Facultad de
Economa de la UNAM.
281 Karl Marx, Elementos fundamentales para la crtica de la economa poltica. Bo rrador. 1858, tomo
I, pp. [201-205]. Citar los pasajes ms relevantes de estas pginas: El trabajo vivo existente
como abstraccin de estos aspectos de su realidad efectiva [la materia prima, los instrumentos y
el producto del trabajo] (igualmente no-valor); este despojamiento total, esta desnudez de toda
objetividad, esta existencia puramente subjetiva del trabajo. El trabajo como miseria absoluta:
la miseria no como carencia, sino como exclusin plena de la riqueza objetiva. O tambin, en
cuanto es el no valor existente, y por ello un valor de uso puramente objetivo, que existe sin
mediacin, esta objetividad puede ser solamente una objetividad no separada de la persona:
solamente una objetivi dad que coincide inmediatamente con su existencia corprea. Como
la objetividad es pu- ramente inmediata, es, asimismo, no objetividad inmediata. En otras
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 349
Por mi parte, querr avanzar, primero, la razn o condicin nece saria y, luego,
la sufciente para demostrar la posibilidad y la reali dad de una cultura
especfcamente capitalista defnida como cultura del contrasentido.
El inters inmediato de tal demostracin estriba en que ya que la cultura
capitalista es posible y aun omnipresente, segn veremos cabe ir con
cuidado en la tarea de creacin cultural y, sobre todo, en el despliegue de
la lucha contracultural, as como en la creacin de una cultura nacional
autnoma. Si no hubiera cultura capitalista, cualquier creacin cultural sera
anticapitalista, as fuera ilusoria, y el capital no tendra a mano ninguna ilusin,
sino que sera siempre realista y ms que omnipresente omnipotente,
invencible. Sin embargo, lo difcil pero no imposible es enderezar la cultura
en sentido autnticamente anticapitalista, y para ello, la primera condicin es
delimitar la forma capitalista de la cultura y su formacin.
La razn necesaria dice: ya que el capital no slo debe producir/ explotar
plusvalor, sino autorreproducirse y desarrollarse, se ve precisado a preservar,
reproducir y fomentar/perfeccionar las condi ciones de su autorreproduccin
y, por lo tanto, a la fuerza de trabajo. As que tiene estructuralmente cmo y
por qu crear valores de uso culturales concretos y vitales, bien que desde
la base tanto por origen como por estructura contradictorios, alienado/
alienantes, fetichistas.
La contradiccin entre produccin de plusvalor o valorizacin del valor (El
capital, tomo i, seccin tercera a sexta) y reproduccin ma terial y formal del
capital (tomo i, seccin sptima y tomo iii, seccin tercera) contradiccin
basada en la del productor escindido respecto de los medios de produccin
que se le oponen como capital, s, la contradiccin entre la produccin
y la reproduccin capitalistas, es lo que queda impreso en la ley del valor
propiamente capitalista y que corre desviada respecto de la del simple
intercambio de equivalentes; tal contradiccin entre la produccin y
reproduccin capitalista suscita la apariencia de que un principio distinto
rige a ambas y de que tampoco es el mismo principio la ley del valor
palabras: una objeti- vidad que de ningn modo est al margen de la existencia inmediata del
individuo mismo. 2) Trabajo no objetivado, no valor, concebido positivamente, o negatividad que se
relaciona consigo misma; es la existencia no objetivada, es decir, inobjetiva, o sea, subjetiva, del
trabajo mismo. El trabajo no como objeto, sino como actividad; no como autovalor, sino como
la fuente viva del valor. La riqueza universal, respecto al capital, en el cual existe objetivamente,
como realidad, como posibilidad universal del mismo, posibilidad que se preserva en la accin
en cuanto tal. No es en absoluto una contradiccin afrmar, pues, que el trabajo por un lado
es la miseria absoluta como objeto, y por otro es la posibilidad universal de la riqueza como sujeto
y como actividad; o ms bien, que ambos lados de esta tesis absolutamente contradictoria se
condicionan recprocamente y derivan de la na- turaleza del trabajo, ya que ste, como anttesis,
como existencia contradictoria del capital, est presupuesto por el capital y, por otra parte,
presupone a su vez al capital.
Jorge Veraza
350
el que rige a la economa y a la poltica, menos an a la cultura burguesa,
sino principios opuestos (por ejemplo, humanistas, no explotadores), o bien
pareciera que no es posible una cultura capitalista si es que debe subordinarse
al capital y, por lo tanto, a la ley de valorizacin del valor.
Sin embargo, cuando el capital produce cultura capitalista en el curso y
como momento de su autorreproduccin y desarrollo no produce nada que
no le quede subordinado formal y realmente o que deje de apuntalarlo. Pues si
con ello reproduce al sujeto social y lo perfecciona ms bien que incrementar
el plusvalor, lo hace por cuanto es la condicin para subordinarlo y, as,
incrementar el plusvalor. As pues, sujeto subordinado, cultura subordinada,
no simplemente imposible.
282
La razn sufciente de la formacin de una cultura capitalista de riva de la
defnicin, no ya, como hasta aqu, del ciclo econmico del capital, sino de la
cultura como totalidad de fuerzas productivas pro-creativamente codifcadas
y a descodifcar por los individuos para su formacin. Y es que el dominio
capitalista de los medios de produccin tcnicos conlleva el de los procreativos
y sus sentidos posibles; la ideo loga dominante es, por ello, la de la clase
dominante, indicaba Marx en 1846 (La ideologa alemana, captulo i).
Ya que el capital expropia la totalidad de las fuerzas productivas sociales y las
subordina formal y realmente, resulta que lo que es imposible en el capitalismo
es, ms bien, la creacin en forma de una cultura no capitalista. Aunque es
posible que surjan elementos de cultura no capitalistas, fragmentos cuya
radicalidad incluso trasciende completamente a la racionalidad burguesa y
que los logra situar como completa y positivamente autnomos. Es el caso del
discurso crtico revolucionario construido por Karl Marx y con posibilidad de
ser desarrollado por nosotros.
Es posible la superacin de la racionalidad del contrasentido o prin cipio
estructurante de la cultura capitalista, regido por la contradictoria ley del
valor compleja o capitalista cuya expresin concreta es la ley de la tendencia
decreciente de la tasa de ganancia.
283
Es posible un dis curso crtico cientfco
inmanentemente trascendente.
Debemos aadir que es posible tal superacin radical y, cuan to ms, son
posibles las formas contraculturales anticapitalistas meno res dentro del
capitalismo y de su cultura, por cuanto se trata de a) una superacin total pero
282 La tesis acerca de la imposibilidad estructural de la existencia de una cultura especfcamente
capitalista pone a la orden del da la cuestin precisa acerca de las condiciones de posibilidad
de la misma. Ya slo por ello constituye un avance respecto a la actitud ingenuamente acrtica
respecto de la cultura. Lstima que se reduzca al momento negativo del desarrollo crtico.
283 Karl Marx, El capital, tomo III, seccin tercera.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 351
slo espiritual, que de suyo no puede atentar contra las condiciones materiales
de reproduccin del capital; luego, b) porque es no toda una cultura futura
intento admirable de los socia listas utpicos, sino slo un elemento o
fragmento de sta (as que crear otros fragmentos en diversos mbitos de la
vida social no es nada utpico sino muy necesario); en tercer lugar, es posible
tal superacin radical y positiva, por cuanto c) la propia cultura capitalista
sobre todo en y mediante aquellos aspectos crticos propios de ella pero
que slo la discuten parcialmente puede integrar/alienar al discurso
marxista al trastocar su sentido hacindolo irreconocible, al asimilarlo al
propio, al asimilarlo con discursos crticos parciales o, al revs, al exaltarlos
por sobre el discurso marxista como la ideologa burguesa hace respecto
del anarquismo, por ejemplo, como si se tratara de los autnticamente
radicales, tildando ms o menos convincentemente al discurso marxista
de slo parcial o pseudocrtico y equvoco,
284
es decir, fgurndolo como
contrasentido, como cultura burguesa o moderna.
285
Finalmente, la condicin
de un discurso revolucionario autnomo no es sino la propia forma de ser de
la cultura burguesa, porque, obsrvese: d) la crtica radical del contrasentido
o el ir contra el contrasenti do no es el sinsentido, sino el sentido contrario
cientfco crtico respecto del discurso burgus. Y es posible el surgimiento
de un discurso cientfco crtico tal dentro de la cultura burguesa por cuanto
a sta la constituye precisa y radicalmente el contrasentido; as que puede
contener dentro de s lo que la niega; y, an ms, es forzoso que llegue a
contenerlo.
286
Si es posible la crtica cientfca o total en medio de tales condiciones culturales
extremas esto es, de enajenacin extrema como son las capitalistas, lo es
incluso all en medio de grandes precauciones (las antedichas) desplegadas
por parte del impersonal poder dominante. Tenemos que el contrasentido
permite incluso democrticamente el sentido contrario a su idiotez,
la coherencia vital radical revolu cionaria slo si la puede reintegrar/alienar,
volvindola aunque sea slo parcialmente sin sentido, al asimilarla de
una u otra manera, directa o indirectamente consigo misma, subordinndola,
pues.
287
284 Labor en la que los intelectuales posmodernos han adquirido maestra desde 1981 a la
fecha.
285 De tal manera Marshall Berman fgura al Manifesto del Partido Comunista (1848) como
una pieza literaria moderna por antonomasia. Vase su ensayo Todo lo slido se evapora en
el aire.
286 En convivir, generar y desarrollarse con lo que la contradice, en eso estriba la esencia de la
modernidad, en tanto forma de la cultura burguesa. Marshall Berman ha bordado ampliamente
sobre este punto, incluso comentando el Manifesto del Partido Comunista, esa pieza fundamental
del discurso crtico cientfco comunista de Marx y Engels. Desafortunadamente, es en este
comentario en donde resulta insufciente la perspectiva bermaniana, pues no ve que el discurso
crtico comunista ha alcanzado coherencia zafndose as de la regla de la modernidad.
287 Este es precisamente el factor que explica la existencia de la crisis del marxismo conforme
el capitalismo se desarrolla histricamente.
Jorge Veraza
352
Es posible disear una cultura alternativa a la capitalista. Es una cultura
coherente centrada en valores de uso concretos, cuya concrecin se mide
no slo porque satisfacen necesidades precisas sin causar lesin al sujeto
humano; adems de ser esenciales y no ser nocivos, sustentan y no frenan
el despliegue libre y societario de los sujetos sociales, son el apoyo de sus
relaciones sociales recprocas en expan sin. El discurso crtico comunista de
Karl Marx cumple, en tanto valor de uso que es, con estas caractersticas y aun
explicita lo recin dicho: la regla del valor de uso que gira en torno a los sujetos
sociales como ncleo de la nueva cultura. Los valores de uso precapitalistas
en su mayora son herencias inapreciables a tal fn. Cuando dimensiones au-
toritarias, represivas y msticas los encarcelan, es posible desatarlos de tales
adherencias mediante el discurso crtico comunista de Marx. Por todo ello es
que la formacin capitalista actual de culturas nacionales alimentada no
slo de razones de Estado, sino de utopas, milenarismos y precapitalismos
contiene como motivo predominante (si bien no el nico) aquel pivote
estructuralmente llamado antimarxismo en proceso de perfeccionamiento,
por cuanto que as ms sutilmente obstaculiza la comprensin del discurso de
Marx; por ejemplo, a propsito de la cultura, no slo de las crisis, lo poltico,
el Estado, etctera.
Finalmente, indico un problema, o mejor, el problema metdi co cultural que
obstaculiza el anlisis crtico de lo que es nacin, Es tado y cultura nacional.
5. Es la nacin lo concreto? (la cuestin metdico-poltica esencial)
La pregunta por la nacin trae a cuento la de qu es lo concreto y qu lo
abstracto. Contestemos: el capital es lo concreto en el capitalismo porque es
la unidad de mltiples determinaciones,
288
el nudo que anu-da y subordina
todas las relaciones particulares. Ser esa unidad de mltiples determinaciones
es lo mismo que ser el sujeto del proceso. En efecto, lo concreto es el sujeto.
El ncleo poltico de las cuestiones por ejemplo, la cientfca, la nacional, la
cultural es aquel que se refere directamente a la gestin de la libertad de
los sujetos. Si bajo el capitalismo queremos determinar la poltica concreta
cabe, pues, preguntar por sus sujetos. Esa es la cuestin concreta.
En el capitalismo el sujeto del proceso histrico es el capital, mismo que
subordina al proletariado, a otros sujetos humanos y a la nacin completa as
como a la cultura y a la totalidad de las fuerzas productivas. La perspectiva
capitalista concreta y, entonces, poltica es, pues, la que sita en primer trmino
al capital y trata a la nacin como subor dinada formal y realmente por el
capital (segn lo hemos di- cho en lo que antecede). Como vemos, la pregunta
288 H Karl Marx, introduccin de 1857.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 353
por la poltica es una pre gunta concreta, con todo el peso que este trmino
implica. As que Karl Marx la contesta exponiendo crticamente el proceso
de reproduccin del sujeto automtico llamado capital. El capital. Crtica de
la econo ma poltica es la exposicin concreta de toda la realidad capitalista,
aunque tematizando slo su nivel econmico e ideolgico-econmico; El capital
es la exposicin de lo que es en su nivel econmico la nacin capitalista.
Nacin capitalista, es decir, subordinada formal y realmente bajo el capital.
Por ello no cabe sustituir la poltica clasista con la nacional y ni siquiera
articularlas, pues se falsea la poltica concreta entendida comunistamente,
es decir, desde la perspectiva del sujeto social humano que enfrenta al sujeto
automtico capital.
Bajo el capitalismo no es la nacin el sujeto concreto lo con creto, sino
el capital. La nacin es slo una abstraccin, una parte abstracta del todo. O
s, la nacin es el sujeto concreto, pero por cuanto que es idntica formal y
realmente al capital. Identidad lograda por subordinacin... as que cabe la
insubordinacin. Si es posible que di feran capital y nacin es cuestin de la
lucha propiamente clasista.
La poltica concreta aquella que toma por objeto al Estado, a los movimientos
polticos y a toda la nacin se atiene al hecho de que en el capitalismo lo
concreto lo entrega el mercado mundial, el capital mundial, no la nacin.
De ah entonces que la poltica concreta libertaria sea necesariamente
internacionalista y antiimperialista, sustentando bien esta doble caracterstica
suya en no ser chauvinista, sino en afanzar su carcter nacionalista proletario
revolucionario. Vemoslo del siguiente modo.
La subordinacin real de la nacin y de la poltica bajo el capital tiene por
efecto la promocin de la forma Estado como fgura enajenada del gobierno de
la sociedad y adems, con ello, de convertir al Estado en forma transfgurada
poltica de capital. De tal manera, el Estado en tanto forma transfgurada
(poltica) de capital se caracteriza por lograr la fusin y confusin de dos
dimensiones humanas diversas: lo poltico (o gestin de las libertades sociales)
y lo autogestivo (o gestin humana de las necesidades sociales) o economa.
Al contrario, la poltica proletaria nacionalista revolucionaria se caracteriza
por diferenciar lo autogestivo (econmico y social) respecto de lo poltico.
Diferenciacin con la que deja hilos libres de lo autogestivo nacional y
de lo poltico nacional para anudarlos con lo polti co y con lo autogestivo
internacionales. Por aqu, el internacionalismo proletario se complementa con
el nacionalismo proletario, mientras que la fusin burguesa de lo poltico y lo
autogestivo estataliza y espacializa a ambos, los privatiza, para restringirlos
al nivel meramente nacional subordinado al capital.
289
289 Entindase al capital en tanto potencia mundial territorializada.
Jorge Veraza
354
Como si la autogestin de las necesidades econmicas no unifcara a
los proletarios de todos los pases contra el capitalismo ms all de las
determinaciones polticas que los arraiga a un Estado-nacin determi nado.
Y como si la gestin de las libertades (lo poltico) del movimiento proletario
nacional no apuntara de suyo a establecer alianzas polticas internacionales
entre diversos movimientos proletarios nacionales y, aun, a la gestacin y
mantenimiento de una organizacin internacional proletaria, gua poltica
del proletariado mundial. La poltica concreta proletaria se estructura como
nacionalista e internacionalista simult neamente en la medida en que distingue
y, sobre la base de esta dis tincin, articula la autogestin de las necesidades,
por un lado, con la gestin de las libertades (la poltica) por otro lado; de
suerte que apunta a conformar un gobierno de la sociedad, un contrapoder,
que no slo es irreductible a la forma Estado, sino que la estalla. Un gobierno
de la sociedad arraigado en condiciones concretas de reproduccin de la vida
social dgase condiciones nacionales evidentemente territorializadas,
pero precisamente para exaltar al interior de las mismas poniendo en
segundo lugar al espacio la sobrevivencia, promocin y perfeccionamiento
del sujeto humano colectivo e individual.
En el capitalismo no cabe ms gestin de la libertad (poltica) y la necesidad
(economa) que la del sujeto capital y sus personifcaciones obreras, burguesas
e intermedias. La cuestin poltica es: o bien la de la gestin del capital
su nacin y su Estado, o bien la del horizonte de su destruccin en favor
de la gestin de las necesidades y libertades del sujeto social productor y
consumidor concreto, gozoso y libre.
Tal es la cuestin metdica y poltica esencial. Sin embargo, una y otra vez,
esta cuestin pretende ser planteada a la inversa, sea por un camino u otro,
con este o aquel pretexto. Por ejemplo, chantajendonos con aquello de que
la nacin es lo concreto y con aquello que en ver dad quisiramos or: que el
capital es pura abstraccin, casi algo inexistente. Ni ms ni menos, la efcacia
invertidora/subordinante del capital se hace sentir aqu, gestando una
peculiar ideologa y cultura.
Si aqu he exaltado la dimensin clasista y la internacionalista de la poltica
proletaria sin por ello denegar que sea tambin necesariamente nacionalista,
es porque la dimensin nacional ha sido asociada ideolgicamente de
manera inmediatista con el territorio y con las instituciones. Por nacional
se sobrentiende lo nacional burgus; mien tras que lo nacional proletario
exalta al sujeto social en sus relaciones solidarias y transformadoras, la
solidaridad de clase singularizada personalmente y la creatividad que
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 355
retoma sin exclusivismo localista, la creatividad cosmopolita, pero que se
atiene a la concrecin cualitativa de cada objeto y situacin. As que una
poltica proletaria nacionalista (clasista e internacionalista) tal solidaria y
creativamente abierta se corresponde con la creacin cultural de valores de
uso concretos, soporte de las solidaridades revolucionarias.
F.2.3. Nacionalismo y proletariado
La poltica proletaria slo es clasista e internacionalista? El nacionalismo
slo puede ser burgus?, no existira uno proletario sin el cual la poltica
clasista sera abstracta y el internacionalismo fantasmal? Slo la especifcacin
del nacionalismo proletario permite la accin autnoma del proletariado as
como pensar su alianza antiimperialista con el nacionalismo burgus sin
sometrsele.
La reivindicacin de la nacin por parte de la burguesa es, en general, un
hecho evidente dado el arraigo de la burguesa a la propiedad pri vada, base
de cualquier segmentacin del planeta Tierra. No es el caso del proletariado,
personifcacin de la negacin de la propiedad pri vada. De ah la necesidad
de refexionar la relacin del proletariado con la nacin y el nacionalismo. La
intervencin de Santa Anna en la historia de Mxico puso radicalmente en
cuestin el signifcado del ser nacional y del nacionalismo, no digamos para el
proletariado y las clases subalternas en general, sino aun para la burguesa y
otras clases dominantes que conformaban la oligarqua de los primeros treinta
aos del Mxico Independiente. Procederemos a refexionar la relacin entre
el proletariado y el nacionalismo, base a su vez de la relacin entre el pueblo
en general y el nacionalismo. Va implcita la relacin entre la burguesa y ste;
por ende, en las pginas que siguen no explicitaremos su tematizacin.
1. El internacionalismo revolucionario, condicin poltica bsica proletaria
Para que el capital industrial explote a la clase obrera es imprescindible que
sta carezca de los medios de produccin necesarios para repro ducirse y, por
ende, que exista enajenada de toda la riqueza material. Su salario es el medio
para mantenerla sobreviviendo, pero a la vez perpetuando su sometimiento;
290
por todo ello, la clase obrera deviene en clase radicalmente revolucionaria.
291
Su estructura en tanto sujeto rebelde se completa al organizar sus respuestas
ante el resto de mane ras de sometimiento, extorsin y esquilmamiento a que
la someten las restantes formas de capital, es decir el capital comercial y el
usurario, el terrateniente, as como el capital social en tanto Estado.
290 Karl Marx, El capital, tomo I, captulo XXI, Reproduccin simple.
291 Ibid., captulo XXIII, La ley general de la acumulacin capitalista.
Jorge Veraza
356
La clase obrera se encuentra, pues, totalmente expropiada por el capital.
292
De aqu deriva la condicin bsica de ser revolucionaria in ternacionalista sin
patria. Se trata del proletariado en tanto fuerza de trabajo, esto es, en tanto
abstraccin histrica construida prcticamente por el modo de produccin
capitalista sobre el cuerpo del proletariado y sobre las estructuras de su
reproduccin sexual, familiar, cotidiana.
2. La suspensin capitalista de la politicidad proletaria bsica
El proletariado es irreductible a tal abstraccin, pues slo es fuerza de trabajo
en tanto que es fuerza vital, esto es, no slo laboral, sino tambin consumitiva,
as como gestora/testifcadora de su ciclo reproductivo de produccin/
consumo, de suerte que est en disposicin de direccionarlo y elegir formas
diversas de realizarlo. Esta capacidad electiva global de s es la que constituye
la politicidad bsica del proletariado, la que lo defne como sujeto humano, no
slo como un viviente.
293
La condicin bsica y fundamental del proletariado se complementa con otra
que lo especifca sufcientemente y que deriva de su condicin de fuerza viva,
a la vez que especfcamente humana, y que lo de termina como sujeto capaz
de proyectar su futuro.
294
Y no poda ser sino que esta condicin sufciente de
existencia del ser proletario fuera sometida por el capital, lo mismo que su
condicin bsica de ser fuerza de trabajo o de importarle al capital sobre todo
en tanto fuerza de trabajo, as que una y otra vez tiende a reducirlo a eso, a
mera fuerza de trabajo.
3. La nacin proletaria como residuo capitalista
En tanto sujeto vivo, el proletario habita un espacio y un tiempo deter minados
en condiciones materiales precisas, tanto de paisaje como de instrumentalidad
y, por ende, de usos, costumbres, lenguaje, moralidad y cultura. Es un
congnere de otros seres humanos, proletarios y no proletarios, con quienes
interacta. Coetneo y coterrneo que nace, crece, se reproduce y muere
interactuando socialmente. Es parte de una generacin en medio de otras,
en fn, de un conjunto de nacidos, nativos, nacionales; y todos ellos son una
nacin, esto es, un conglomerado humano organizado para nacer y producir
nacimientos en vista de reproducirse y perdurar arraigados concretamente
en un territorio, en un tiempo y con formas de vida determinadas. Esto
es lo que constituye bsicamente una nacin. Y el proletariado, aunque
expropiado de medios de produccin y de tierra, no deja de pisarla y de
292 Karl Marx y Friederich Engels, Manifesto del Partido Comunista.
293 Bolvar Echeverra, La forma natural de la reproduccin social.
294 Karl Marx, El capital, captulo V, Proceso de trabajo y procesos de valorizacin.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 357
respirar sobre ella,
295
ni de interrelacionarse con valores de uso determinados
para reproducirse celularmente, as como con otros sujetos para reproducirse
moral y sexualmente.
Desde el consumo se verifca un arraigo terrenal de los sujetos sociales as sea
como proletarios, esto es, en tanto expropiados y producidos como abstraccin
prctica, tendencialmente reducidos a mera fuerza de trabajo.
4. La nacin proletaria, la juda y la nacin esencial
La condicin de la nacin proletaria bajo el capitalismo, en tanto des vinculada
de la tierra y sin tenerla como premisa propia, a la vez que constituyndose
con base en la organizacin procreativa y de consumo de bienes cotidianos, en
torno a los que se erigen una moral y unas costumbres concretas, una segunda
naturaleza, una segunda tierra nutricia en la que germinan los nacimientos, es
anloga a la del pueblo judo en la dispora, en tanto pueblo sin tierra, pero
como nacin con tradiciones y solidaridades referidas a una organizacin
patriarcal comunitaria. Nacin que pervivi por siglos en el seno de diversos
pases de Europa resistiendo condiciones de humillacin xenofbica.
La nacin sin tierra es la nacin en su especifcidad, en su fun damento
especfco.
296
Y si el capitalismo la ha realizado para toda la humanidad
proletarizada, el pueblo judo la ejemplifc dentro del precapitalismo, tan
arraigado a la tierra.
5. La territorializacin de la nacin, condicin para someter la nacin
proletaria a la capitalista
Es evidente que el capital requiere, para apuntalar la explotacin de la fuerza
de trabajo obrera, crear instrumentos institucionales que sometan al obrero en
tanto sujeto vivo ms all de la fbrica, en el consumo y la procreacin, en la
moral y la cultura toda.
Debe, pues, someter las condiciones de reproduccin de la fuerza de trabajo
y, precisamente, desde la base territorial sobre la que sta se asienta,
297
y de
ah hasta la cspide ideolgica segn la cual se orienta. La territorializacin
de la ideologa de sometimiento es el nacionalis mo y el patriotismo burgueses
impuestos a toda la poblacin, incluso al proletariado, no obstante que ste
carezca de tierra y de todo medio de produccin.
295 Karl Marx, Crtica a la flosofa y a la dialctica hegeliana en general, en Manus critos
econmico-flosfcos de 1844, tercer manuscrito.
296 Cfr. primera parte del presente libro.
297 Cfr. Karl Marx, La renta del suelo, en op. cit.
Jorge Veraza
358
El capital industrial requiere someter al proletariado territorial-mente
independientemente de este efecto ideolgico sometiente del patriotismo.
La politicidad o capacidad de eleccin de forma de ser y, entonces, de
gestionar su libertad del sujeto viviente que es el proletariado, debe quedar
orientada a la defensa de las condiciones de re- produccin del capital y stas
coinciden con el territorio nacional en el interior del cual el capital explota a la
clase obrera.
298
Por lo tanto, tambin en este punto aludimos a una condicin
general de la existencia del capitalismo.
La condicin bsica de reproduccin del capital (el territorio) coin cide con la
del proletariado, y con ello el capital logra sin proponrse lo establecer su
territorio propio de explotacin y, simultneamente, sesgar la orientacin del
sujeto vivo en el sentido de la defensa de su condicin territorial de existencia,
la cual coincide con ser propiedad del capital y ante la que el proletariado se
encuentra expropiado, pero necesitante, as que tiene al territorio nacional
como permanente es peranza de lograr (como zanahoria que intenta adquirir
en medio de la faena en el zurco), a la par que como condicin dada, real pero
formalmente ajena.
6. La nacin capitalista es territorialista y estatalista
El capital requiere un territorio para emplazar sus medios de produc cin y
sus empresas, en las que ubica la explotacin de la fuerza de trabajo.
299
sta,
adems, requiere fuera de la fbrica un lugar en dnde vivir y un espacio urbano
en el cual convivir con otro.
300
El capi tal transformado en terrateniente
301
tambin se aduea de los espacios y de las construcciones erigidas sobre ellos.
El capital social estatal es el primer terrateniente y cede ttulos de propiedad
territorial a particulares, sean capitalistas u obreros, mediando algn tipo de
pago en dinero.
La nacin capitalista es un conglomerado de empresas capitalistas emplazadas
en un territorio, al lado de ste existe otro territorio en el que habita la fuerza
de trabajo sin ser propietaria de ese terreno si no que su propietario es el capital
con otra forma que la que adquiere para explotar a la fuerza de trabajo. Este
capital terrateniente tambin esquilma a la clase obrera al venderle o rentarle
terreno y casa.
302
298 Karl Marx y Friedrich Engels, Manifesto del Partido Comunista. El capitalismo requiere
siempre territorio para emplazar las mquinas mediante las que explota a la fuer za de trabajo.
La apropiacin privada del territorio por el capital es la base de la nacin burguesa, pudiendo
ser sta tan pequea como Andorra o tan grande como el mundo.
299 Karl Marx, El capital, tomo I, captulo XIII, Maquinaria y gran industria.
300 Ibid., captulo XXIII, La ley general de la acumulacin capitalista, pargrafo 5, ilustracin
de la ley.
301 Ibid., tomo III, La renta del suelo.
302 Ibid., captulo XXIII, La ley general de la acumulacin capitalista, pargrafo 5, ilustracin
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 359
La nacin capitalista es necesaria y bsicamente una nacin territorializada,
303
gracias al carcter preponderantemente tecnolgico, objetivo y econmico
del capital. Esto la diferencia de la nacin pro letaria y humana en general,
preponderantemente procreativa y slo complementariamente territorial,
304
sobre todo en lo que se refere a la propiedad territorial formal jurdica.
Esta condicin bsica de la nacin capitalista necesidad de un te rritorio
cualquiera en propiedad del capital para emplazar los medios de produccin
305
que monopoliza, y mediante los cuales puede explotar plusvalor a la fuerza de
trabajo se completa con otra sufcientemente. Esta ltima condicin consiste
en que el capital se emplaza concreta mente no en cualquier terreno, sino en
territorios especfcos, con ventajas y desventajas comparativas respecto de
otros, lo cual posibilita una explotacin ms fcil o mayor de plusvalor en este
territorio que en otro. La condicin bsica deriva del concepto de capital; la
condicin sufciente le es extraa a ste, pero ste se topa con ella y la aprovecha
al ser lo propio del territorio en tanto valor de uso. As pues, cada territorio,
y en general cada pas, ofrece ventajas comparativas para explotar la fuerza
de trabajo nacional que los capitales de esa nacin cuidan celosamente y el
capital social estatal de esa nacin es el encargado de garantizar para todos.
306
La nacin se estataliza.
Esas ventajas comparativas arrojan plusganancias y plusvalor extra,
307
que
de la ley.
303 La primera vez que expuse la diferencia entre nacin capitalista territorialista y nacin
en general, en particular la nacin proletaria procreativa, fue en el ensayo titula do Nacin y
capitalismo, que present como ponencia en el Primer Encuentro. Sobre Industrializacin de
la Cultura y Formas de Resistencia Cultural, en la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales de la
UNAM, el 17 de enero de 1985. Con modifcaciones, esa ponencia constituye el captulo primero
del presente libro.
304 Decir complementariamente territorial no pretende negar la obvia necesidad de los seres
humanos de habitar el planeta con los pies puestos sobre la tierra. Pero sta no necesariamente
debe ser objeto de apropiacin privada, territorialmente segmentada. De suerte que el territorio
y la tecnologa, as como cualquier dimensin material, es de inters para la existencia del
proletariado una vez que asume el poder y antes, tanto a nivel lo-cal, regional, nacional e
internacional. Esto es decisivo en el contexto de la crisis ecolgica mundial. An ms que al
capital, al proletariado le interesa existencialmente la gestin del medio ambiente, mientras que
al capital slo por razones tcnicas y econmicas. La condicin radicalmente procreativa del
sujeto social proletario implica para su sobre- vivencia la consideracin tcnica no falaz de una
economa ecolgicamente sustentable.
305 Karl Marx, op. cit., captulo XIII, Maquinaria y gran industria.
306 Ibid., captulo XX, Diferencias nacionales de salarios.
307 Bolvar Echeverra, El problema de la nacin. Desde la Crtica de la economa poltica, en
El discurso crtico de Marx, pp. 179-205. Las deudas de mi perspectiva las perspectivas esenciales
que hemos defnido aqu para demostrar su pertinencia tambin respecto de esas nuevas
realidades y para destruir con las ideas de Bolvar Echeverra sobre el tema son mltiples y
decisivas. La diferencia esencial es la siguiente: en el artculo recin citado, Bolvar Echeverra
diferencia pertinentemente entre nacin (la nacin del Estado) y la nacin (del pueblo).
Jorge Veraza
360
cada Estado preserva para el sector de capitales que integra en nacin. As
que los distintos pases capitalistas compiten entre s territorialmente por las
plusganancias nacionales, al modo de los mltiples capitales que compiten
en torno a la ganancia media
308
en el interior de una sola nacin. De ah,
el nacionalismo burgus tan mar cadamente territorializado y envidioso
hasta la xenofobia por arraigado a la propiedad del territorio especfco. La
competencia entre empresas trasnacionales as llamadas por su operacin
en distintos territorios nacionales constituye un aspecto particular de lo
dicho; por ende, lo confrman, pues cada una de estas empresas est adscrita
jurdicamente a un territorio nacional. As, tenemos que unas empresas
trasnacionales son alemanas (Bayer, Volkswagen, etctera) mientras que otras
son estadounidenses (General Food, Ford, etctera), o de algn otro pas.
a) Dadas las falsas apariencias y efectivas nuevas realidades que se generan
en el curso de la internacionalizacin del capital y de la actual globalizacin
capitalista, es necesario que resumamos sus falsas apariencias.
La nacin burguesa o capitalista es territorialista y estatalista, o, como dice
Bolvar Echeverra agudamente, es la Nacin del Estado (capitalista). Y
debido a que el capital industrial en vista de explotar al proletariado
requiere forzosamente del Estado para cohesionar coercitivamente a la
sociedad, el Estado capitalista requiere forzosa mente de la forma Nacin
territorialistamente entendida. Porque la exacerbacin o hipstasis del
territorio frente a los sujetos humanos es el modo en que el capital asume al
espacio, al territorio en tanto condicin tecnolgica general que es. La forma
Estado nacional es consustancial al modo capitalista de produccin y no ser
abolida sin antes subvertirlo. Por qu? Por el doble arraigo tecnolgico del
capital al territorio. En efecto, los medios de produccin o fuerzas productivas
tcnicas son el cuer po del capital desglosado en fuerzas productivas tcnicas
estrictas que se deben asentar en un espacio determinado y materias primas
Piensa a la nacin del pueblo, y por ende del proletariado, en la clave del conjunto de los valores
de uso necesarios para la reproduccin de la gente, valores de uso entre los que el territorio
es priorizado polticamente idea en la que lo sigo. Pero pienso que pone demasiado nfasis
en la dimensin territorial de la nacin proletaria debido a no criticar radicalmente el carcter
territorialista de la nacin burguesa, de la nacin del Estado. Y as lo hace, segn yo, porque
carece del concepto de fuerzas productivas procreativas bien defnido. Por ello me di a la tarea
de perflarlo a partir de las tesis de Marx en la Ideologa alemana (1846) y de Engels en El origen
de la familia, la propiedad privada y el Estado (1885) (cfr. jorge Veraza, El materialismo histrico en
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado). Bolvar Echeverra intenta compensar esta
carencia pensando a la nacin en clave culturalista, complemento de su territorialismo de base.
No ve que la cultura forma parte de las fuerzas productivas procreativas, y que las dimensiones
bsicas (sexuales, procreativas, sociales y polticas) de stas arraigan terrenal y materialmente
al proletariado y su nacin sin que el territorio especfco deba ser aquello que los ancle al globo
terrqueo. Por terrenal, el proletariado no es territorialista.
308 Karl Marx, El capital, tomo III, seccin segunda.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 361
que se localizan en territorios precisos. Esta doble determinacin territorial
del capital arreglada tecnolgicamente lo arraiga para que sea en ese espacio
donde explote a la clase obrera. Por un lado, los medios de produccin
son objetos materiales que requieren un soporte espacial. Por otro lado, las
materias primas se encuentran distribuidas de modo heterogneo en el globo
terrqueo y su localizacin es decisiva para los costos de produccin del
capital. La tasa de ganancia depende, pues, del emplazamiento territorial del
capital para explotar plusvalor a la clase obrera.
309
El cuerpo del capital, por ser tecnolgico, es territorialista, ya que la relacin
capitalismo proyecta sobre el territorio su impronta privatizante, mientras
que el cuerpo humano es biolgico genrico y, por ende, su arraigo es
terrenal sin que, como el castor u otro animal, se restrinja a un nicho ecolgico
espacialmente limitado, sino que tiene a toda la tierra por objeto, en acuerdo
a la universalidad genrica de los seres humanos.
310
b) Ciertos fenmenos capitalistas recientes parecen desterritorializar al
capital y, por ende, apuntar a la remocin del Estado nacional como forma
de administracin poltico-espacial de la riqueza capitalista, cu yo desarrollo
actual se ofrece como internacionalizacin del capital, trasnacionalizacin
de la economa y, en fn, globalizacin (sobre todo de la hegemona
estadounidense).
Es el caso de la as llamada fbrica mundial, empresa que desglosa las
fases de su proceso de produccin en distintos territorios nacionales segn
conveniencias de costo y regmenes jurdicos, etctera. As que una parte
es producida en Taiwn, otra en el norte de la Repblica Me xicana, otra en
Alemania, y as seguido hasta efectuarse el ensamblaje completo en otro
sitio. Lo que tenemos aqu es la confrmacin del doble arraigo territorial
tecnolgicamente arreglado del capital, slo que repetido o subrayado en
el hecho de que las conveniencias productivas de cada aspecto del proceso
tecnolgico son emplazadas en sitios adecuados a cada aspecto. Pero aqu
la territorializacin tec nolgica del capital no coincide con la adscripcin
nacional de la frma original y hacia donde refuyen las ganancias producto
309 Desde estas ideas resulta absurda la fguracin de Hardt y Negri de un imperio des-
territorializado. As como de la abolicin de los Estados nacionales territorializados. A
diferencia del pensamiento que puede abordar su objeto de modo totalizador o integral y slo
sobre esta base lo analiza parte por parte, la praxis humana ataca al objeto de trans formacin
por partes y no omnilateralmente. As que si tenemos el proyecto de construir una mesa, este
fn se encuentra ntegro en nuestra conciencia, mientras que su realizacin prctica va por
partes. Por ello es que original u ontolgicamente o ms all de la determinacin capitalista,
pero tambin incluyndola el control del territorio ocurre enceldado.
310 Karl Marx, El trabajo enajenado y Crtica de la flosofa y la dialctica hegelianas, en
Manuscritos econmico-flosfcos.
Jorge Veraza
362
de la realizacin de las mercancas producidas por esta empresa. El origen
nacional de la empresa estuvo territorial y tecnolgicamente determinado y
hoy es fbrica mundial, debido a un doble arraigo territorial tecnolgicamen-
te complementario del anterior, por lo que esta nueva determinacin no
desterritorializa al capital, sino que lo aferra redoblada y ntidamente a
segmentos territoriales que le son adecuados para explotar plusvalor y oprimir
a la clase obrera y a la humanidad. Por supuesto, su Estado nacional de origen
lo protege, garrote en mano, en su aventura territorializante.
Otro caso ms simple es el de la as llamada circulacin de fbricas o
fbricas trashumantes o que circulan. Estas empresas agotan las con diciones
ventajosas de un emplazamiento territorial local o nacional y pasan a
arraigar temporalmente en otro, y as seguido. La multilateralidad territorial
simultnea que muestra la fbrica mundial la vemos ahora en secuencia, as
que la empresa que circula ocupa distinto territorio por vez. De tal suerte,
en cada ocasin su relacin con el Esta- do nacional es doble: con su Estado
nacional de origen, el que protege su aventura y hacia cuyo pas refuyen
las ganancias, y con el Estado nacional en el que ancla cada vez sus naves
de pro duccin. Las contradicciones que pueden derivar de aqu como las
que derivan del emplazamiento de la fbrica mundial se aaden a las
contradicciones capitalistas previas que refuerzan una y otra vez la gestin y
neutralizacin estatal-nacional de las mismas, segn veremos ms adelante.
un tercer caso, ms complejo que los dos anteriores, es el de la red satelital
situada fuera del globo terrqueo y la de internet, situada en l, pero no
arraigada tecnolgicamente en ningn pas en particular, si-no en todos los
de sus usuarios. Aqu tenemos medios de comunicacin y no de produccin
directa de objetos, como en los dos casos previos, pero el espacio sigue siendo
su campo de juego. Lo digo aunque re sulte obvio, ya que los efectos ilusorios
de la tecnologa virtual hacen creer que se abole el espacio, no digamos algo tan
poco esencial para la humanidad aunque tan esencial para el capitalismo
como es el Estado-nacin.
Si bien los satlites giran fuera del globo terrqueo, su uso es te rrestre y la
propiedad de los mismos corresponde a capitales nacionales defnidos. La
puesta en rbita y la proteccin de los mismos dependen de Estados nacionales
determinados y las ganancias producto de su ope racin refuyen hacia pases
defnidos. En el caso de Internet, el arraigo territorial tecnolgico es mltiple
y mundial, aunque concentrado sobre todo en el territorio de Estados Unidos,
mismo hacia el cual refuyen las ganancias obtenidas por su funcionamiento.
A no dudar, es el Estado norteamericano el que se encarga de intervenir
diplomtica o militarmente en caso necesario si se obstaculizan las operaciones
de Internet o el refujo de las ganancias correspondientes. Internet y la red
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 363
satelital, adems de la serie de nuevos materiales y nuevas tecnologas
producto de la revolucin tecnolgica de los aos ochenta y noventa, son los
vehculos actuales de la expansin del capitalismo norteamericano, as como
del ejercicio de su creciente hegemona sobre el globo terrqueo,
311
as que al
resto de capitales y de Estados na- cionales avasallados se les presiona con la
otra mano para que instauren polticas econmicas neoliberales tendientes a
debilitar las diversas instancias protectoras de la soberana nacional de cada
pas a nivel estratgico, tecnolgico, econmico, poltico y cultural, o bien,
eufemstica- mente dicho, se las insta a liberalizarse.
Toda esta presin, doble juego, avasallamiento y sometimiento aparecen
tecnolgicamente promovidos, as que en la dinmica tecnolgica corres-
pondiente por ejemplo, el presunto acceso ilimitado a la informacin a
disposicin de los usuarios de internet en sus carreteras y plazas de luminosa
libertad virtual, s, en la tecnologa, queda ocultado y transfgurado el
ejercicio de la hegemona capitalista norteamericana, precisamente con
aspecto de disolucin de los lmites, la opresin, los fundamentalismos, las
contradicciones, el Estado y hasta el capital.
312
Lo que realmente ocurre es la trituracin, molienda y disolucin slo
relativa de los Estados nacionales a favor de la mejor digestin, integracin y
fortalecimiento del Estado norteamericano, cuya territorializacin estratgica
es la que se globaliza. Para que esto suceda, la globalizacin
313
semeja un
clima, un avance general, un sentimiento de euforia potenciada universal.
Por aqu aparece otra ilusin fantasmagrica consolatoria quin dice que se
ha llegado al fn de las ideologas y de las utopas, cuando que el capitalismo
las fabrica en serie ya slo por funcionar?,
314
una ilusin consistente en
que parece palpable la disolucin de los Estados nacionales, de suerte que el
espacio productivo del capital pasara a ser todo el globo terrqueo.
c) En principio, puede pensarse posible la disolucin de los Estados
nacionales... menos uno, el gran Estado capitalista hegemnico total.
Al modo en que en los aos veinte surgi la idea (entre Hilferding y otros)
de la abolicin de la competencia de los mltiples capitales en el interior de
una sola nacin y la consiguiente conformacin de un gran crtel general
planifcador de la economa nacional.
315
311 Ana Esther Cecea y Andrs Barreda Marn (coords.), Produccin estratgica y hegemona
mundial.
312 Jorge Veraza, El siglo de la hegemona mundial de Estados Unidos, parte IV.
313 Jorge Veraza, La subsuncin real del consumo con cinco ejemplos.
314 Jorge Veraza, Praxis y dialctica de la naturaleza en la posmodernidad.
315 Para la crtica del crtel general, cfr. Henryk Grossmann, La ley de la acumulacin y el
Jorge Veraza
364
Hoy, la regionalizacin de la economa internacional en el bloque del nafta
o en el de la Comunidad Europea, sugiere la desaparicin de las naciones, sin
ver que, a lo ms, ello apunta a crear nuevas territorializaciones nacionales
acordes con la nueva medida acrecida de los grandes capitales concentrados
a la sombra de las fronteras nacio nales previas, con miras a ser competitivos
a nivel internacional ante capitales extranjeros de medida acrecida.
Regionalizacin es, en verdad, reterritorializacin de los capitales, toda vez
que la medida del capital es la clave de la medida de la nacin. Esto es, lo
contrario del imperio de Hardt y Negri.
Respecto a la utopa de la disolucin de los Estados nacionales, podemos
decir que su meta real apunta en todo caso a abolir la pluralidad, pero
no al Estado nacional en cuanto tal. ste crece hasta ocupar un territorio de
extensin mundial. Estado capitalista territorializado al extremo que evidencia
ahora su carcter excluyente y desptico de modo redoblado, inherente a su
funcin de organizacin de la explotacin de la fuerza de trabajo mundial,
ms all de la ilusin de que el Estado est all para defendernos de un ataque
extranjero, aunque ya est lista la ideologa pentagonista de Godzilla y del Da
de la Independencia, donde el Estado norteamericano (cuasi Estado mundial)
defende al mundo de un ataque aliengena.
d) As como existe una ley de la tendencia decreciente de la tasa de
ganancia
316
que rige el funcionamiento de los mltiples capitales ensarzados
en una virulenta competencia que los lleva a destruirse unos a otros y a ser
absorbidos por el ms fuerte y cada vez mayormente monoplico, del mismo
modo y por esa misma ley se tiende a la con- formacin de un Estado
capitalista desptico total globalmente territorializado. Esta tendencia es
la que actualmente se abre paso. Parte integrante de la ley de la tendencia
decreciente de la tasa de ganancia y de su correlato, la ley de la efcacia
decreciente de la cohesin coercitiva del Estado capitalista sobre la sociedad,
decreci miento que lo lleva a endurecerse y a expandirse para compensar su
defciencia, parte integrante, decamos, de la ley general del desa rrollo
histrico capitalista, son sus contratendencias. stas son bien conocidas en el
caso de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, tales como
la depresin del valor de la fuerza de trabajo, el desarrollo tecnolgico que
acrecienta la tasa de explotacin de la clase obrera y el abaratamiento de las
materias primas y de todo el capital constante, etctera.
317
La primera contratendencia que se enfrenta al sometimiento de cada vez ms
territorios bajo un solo Estado nacional es tcnica y emana de las difcultades
derrumbe del sistema capitalista.
316 Karl Marx, El capital, tomo III, captulo XV.
317 Vbid., captulo XIV.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 365
que opone todo lo concreto a su homogeneizacin formal. La expansin de
un Estado por conquista hacia territorios vrgenes o ms atrasados ilustra el
caso. El Estado espaol conquista y coloniza a Amrica en el siglo XVi, pero
en el XIX ve emerger guerras de independencia en los territorios americanos
que darn por resultado la fundacin de naciones independientes en curso
de devenir capitalistas. En el siglo xvii Inglaterra coloniza Norteamrica,
pero pronto las con diciones de existencia singulares del nuevo territorio
manifestan sus ventajas comparativas frente a la tendencia homogeneizadora
y sometiente inglesa; emerge la revolucin estadounidense que vencer a los
ingleses y lograr fundar el primer Estado capitalista puro, mismo que hoy
extiende su hegemona por todo el orbe capitalista.
Los modernos Estados nacionales no slo se oponen unos con otros como entes
extraos y aun enemigos. En realidad, todos ellos constitu yen directamente
formas transfguradas del capital industria
318
operante en sus respectivos
pases. Siendo que el capital industrial se articula internacionalmente en un
capital social internacional y aun mundial, los diversos Estados nacionales
son mediadamente particularizaciones de este capital social, son correas de
transmisin del capital social to tal (Gesammtkapital) al que ms all de rebabas
singulares se opone la clase obrera mundial, el obrero total (Gesammtarbeiter).
319
Estas correas de transmisin organizan segmentadamente la explotacin
de ese obrero total a favor del Gesammtkapital o capital total. El someti-
miento de un Estado nacional por otro ms poderoso, como es el caso de
los Estados latinoamericanos por el Estado norteamericano, ilustra el caso,
pues, con el tiempo, estos Estados semejan cada vez ms anclajes del Estado
norteamericano en territorios no norteamericanos puestos ah con miras
a lograr la explotacin de plusvalor en favor del capital norteamericano.
320
Este fenmeno ha sido llevado al extremo por la globalizacin neoliberal
fnisecular haciendo surgir la apariencia de que los Estados nacionales sern
superados, abolidos o disueltos.
Los diversos estados nacionales, en tanto correas de transmisin y enclaves del
capital total para organizar territorializada y segmentada mente la explotacin
de los pueblos y de la clase obrera, cumplen una funcin social y poltica
imprescindible para el capital. Pues al dis tribuir la explotacin por pases
y segmentarla territorializadamente, neutralizan, diferen y aun suspenden
relativamente el enfrentamiento del obrero total contra el capital total y su
Estado, el Estado capitalista total, precisamente al segmentar a la clase obrera
318 Jorge Veraza, Cmo leer El capital en el siglo XXI, conferencia impartida en la Facultad de
Economa de la UNAM, 5 de junio de 2002.
319 Para los conceptos de Gesammtarbeiter y Gesammtkapital, cfr. Karl Marx, El ca- pital, tomo I,
captulo XIV, Plusvalor absoluto y relativo.
320 Karl Marx, El capital, tomo I, El salario, captulo XX, Diferencias nacionales de salarios.
Jorge Veraza
366
que aparece aqu en tanto otra condicin tcnica objetiva ms, propia de un
territorio determinado, s, al segmentar a la clase obrera, la debilita en su
enfrentamiento contra el poder capitalista total; adems, le encubre el enemigo
o se lo presenta transfgurado. Por si fuera poco, en cuarto lugar, procede a
oponer un segmento nacional obrero contra otro. An ms, el Estado capitalista
nacional retiene los rasgos naciona les del segmento territorial y poblacional
que administra y parece estar desligado del capital, pero ligado al territorio
y a la cultura nacionales, por donde incluso la lucha obrera contra el capital
nacional se ve so metida al Estado y, por all, al capital y el nacionalismo
proletario se trueca en burgus. Es difcil, por no decir absurdo, pensar que el
capital mundial gustara de prescindir de estas ventajas.
Toda tendencia disolutoria de los Estados nacionales por la fuerza del capital
industrial y de los Estados capitalistas ms poderosos se abre paso hasta el
punto en que pone en peligro el debilitamiento/encubrimiento de la clase
obrera y de la conciencia histrica y de clase de sta contra el capital. En ese
punto, la territorializacin estatalista segmentada reamanece ya no slo como
contratendencia territorial concreta, sino como contratendencia sociopoltica
carsima al capital social.
Veamos levantarse otra contratendencia. Los distintos territorios segmentados
por fronteras polticas defendidas por Estados naciona les capitalistas
soberanos, unos frente a otros, ven emerger en su seno no slo tasas de
ganancia correspondientes, sino niveles salariales acordes con las condiciones
morales o acostumbradas especfcas de reproduccin de la clase obrera del
pas.33 Estas diferencias nacionales de salarios y de ganancias son custodiadas
por los Estados nacionales en favor de los capitales del pas. Si capitales
extranjeros mayores logran arrebatar a aqullos tajadas de plusvalor y gozar
de las ms benignas condiciones para la explotacin de la fuerza de trabajo
que rigen en el pas, la ventaja es indudable para esos capitales. Pero abolir la
barrera nacional estatal por completo con miras a engullir todo el plusvalor
y no slo una tajada tiende a homogeneizar las condiciones de explotacin
de la fuerza de trabajo, lo cual elevara los salarios de las zonas atrasadas y
deprimira los de las zonas ms desarrolladas, con la consiguiente oposicin
de la clase obrera de stas. Lo peor para el capital social total, aqu consiste en
que esta promediacin prctica dara por resultado un nivel salarial general
ms alto que el que arro jara la mera promediacin aritmtica o imaginaria
de distintos niveles salariales nacionales. Todo ello en detrimento de la tasa
de explotacin y de ganancia. En otras palabras, el capital total explota ms a
fondo a la clase obrera facilitndose adems la emergencia de condiciones de
sobre- explotacin, al obrero total mundial, si ste se encuentra segmentado
nacionalmente, en gracia a los niveles salariales diferenciales que prevalecen
en tales condiciones histricas. S, ms a fondo que si no existieran niveles
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 367
salariales integrados nacionalmente, a veces presionados en aras del sacrifcio
por la nacin con base en un fcticio pacto de amigos o de caballeros entre
explotados y explotadores por ser connacionales, y otras veces, simplemente
ms bajos porque han sido alcanzados con base en una lucha desplegada por
cla ses obreras dbiles, inexpertas, poco numerosas y poco desarrolladas.
Una vez que las ventajas de la transgresin de la barrera estatal nacional
dejan de dar de s, estas barreras vuelven a mostrar su razn histrica
especfcamente capitalista o favorable a la explotacin de plusvalor. Se abre
paso la contratendencia histrica que las restablece. Resulta, entonces, mejor
que abolirlo, tener al Estado nacional some tido al capital extranjero o en
general a los requerimientos del capital total. sta ha sido la combinacin
histrica ejercitada a partir de la instauracin del neoliberalismo.
e) Sepamos valorar en su justo peso la emergencia histrica de un fenmeno
como la recin descrita y discutida pseudodisolucin del Es tado nacional. Este
hecho rene sobre s las condiciones de explotacin de la fuerza de trabajo
dadas en cada nacin con las exigencias del capital extranjero de llevarse una
tajada cada vez mayor de plusvalor. El Estado nacional, en tanto correa de
transmisin del capital total, interviene para coercionar redobladamente a la
clase obrera y al pueblo en general ante la crisis y situacin de emergencia
nacionales. La sobreexplotacin de la clase obrera adquiere entonces
dimensiones generales, se constituye en norma histrica coyuntural de
existencia de la humanidad. La explotacin salvaje de la clase obrera es la
condicin civilizatoria posmoderna del planeta.
Pero no slo ocurre esto, ya que el inters del capital extranjero no slo es de
tajadas de plusvalor, sino an de capital constante y de condiciones jurdicas
y polticas y territoriales favorables. Por aqu, la pseudodisolucin del Estado
nacional fomenta y hace germinar la proclividad de los dirigentes polticos
de un pueblo a traicionar a su nacin por creer que el Estado nacional ser
superado; y qu me jor, pues era se cree falazmente condicin coercitiva y
de retraso a la modernizacin y a la liberacin de la humanidad. Se producen en
serie, entonces, los Santa Annas que el caso requiere para servir al capitalismo
norteamericano hegemnico.
7. Nacin burguesa y nacin proletaria
La nacin capitalista es predominante sobre la nacin proletaria y la
somete a su orientacin expropiando su perspectiva especfca, comen-
zando por territorializar xenofbicamente la idea de nacin, as que el
nacionalismo burgus, conservador o revolucionario, tiende a someter y a
confundir al nacionalismo proletario revolucionario por la va de validarse
Jorge Veraza
368
como nacionalismo sin ms. En tales condiciones, la cla se obrera, si quiere
o requiere ser nacionalista, lo hace plegndose a la ideologa burguesa, y
si rechaza ser nacionalista, lo hace rechazando al nacionalismo proletario
revolucionario, dimensin que concreta a la conciencia de clase revolucionaria
internacionalista y desterritorializada. Por este rodeo acepta la interdiccin de
la ideologa burguesa y por un rodeo antinacionalista recae en la ideologa
burguesa en tanto asume de buen grado su abstraccin e incomplitud.
Acepta su reduccin a mera fuerza de trabajo y el olvido de su ser sujeto
vital, viviente y terrenal, como lo ms propio y no como su negacin, sino
como lo ms positivo y per se revolucionario. Cuando que se trata ms bien
del autoarrinconamiento refejo del arrinconamiento prctico que el capital le
aplica al proletariado. As que el proletariado queda conforme con el destino
que el capital le disea, al tiempo que cree que se le opone; hace su rabieta y,
emberrinchado, arriba a una actitud fjista, cerrada, que no le da posibilidad
de pensar fuida, dialcticamente tampoco otros temas de la conciencia de
clase.
La nacin capitalista territorialista se impone a la nacin proletaria y humana
en general procreativa, y el nacionalismo burgus al proletario, imponiendo
la estatalizacin a la politicidad proletaria. De tal modo, la liberacin del
proletariado pasa por la crtica del nacionalismo burgus. Y sta es posible
slo con base no en la condicin del proletariado como fuerza de trabajo
pues por all apenas comienza esta crtica, sino en tanto fuerza vital de un
sujeto concreto desde la cual redunda en la consolidacin de un nacionalismo
proletario.
Las condiciones materiales de opresin imponen prcticamente a la nacin
burguesa sobre la proletaria. En este caso, la lucha proletaria antes de lograr
una revolucin comunista triunfante, debe lograr postular una posicin
proletaria nacionalista. La lucha proletaria debe considerar como parte suya
la lucha nacional, la lucha por la nacin: primero contra el enemigo extranjero;
segundo contra la burguesa nacional que tiende a imponer el programa
nacionalista burgus de modo pleno.
8. Obligatoriedad de la lucha por la jornada laboral y de la lucha por la
nacin
Mientras la lucha proletaria no derroca a la nacin burguesa en la que ocurre
la disputa proletaria por la nacin no trasciende hacia el socialismo, pero es la
mediacin concreta para realizar el nacionalismo proletario pleno coincidente
con su internacionalismo.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 369
Esta disputa por la nacin es disputa por la nacin burguesa, de suerte que
se ofrece en analoga, en tanto lucha poltica, con la lucha econmica por el
salario y por la longitud de la jornada de trabajo.
321
Son luchas obligadas para
el proletariado por la forma en que est construido el modo de produccin
capitalista y su modo de explotacin de la fuerza de trabajo y de la enajenacin
de la fuerza vital de la sociedad toda, en particular del proletariado.
El triunfo de una lucha tal no trasciende al sistema, sino que apuntala
las condiciones de enajenacin y explotacin de la fuerza de trabajo,
322
anlogamente al hecho de que el resultado de la lucha por un mejor salario
no destruye las relaciones capitalistas de explotacin, sino slo modifca una
cota cuantitativa de las mismas en favor del proletariado, pero, por un rodeo,
reapntala las condiciones de explotacin de la fuerza de trabajo, amn de
situar la lnea de explotacin en un nivel viable para que el capital no agote
la fuerza de trabajo existente, sino que sta se preserve para seguir siendo
explotada. Esta lucha (labo ral y salarial) constituye, pues, un mecanismo
de regulacin de la explotacin econmica del capital, as como la disputa
proletaria por la nacin burguesa constituye un mecanismo de regulacin de
la enajena cin poltica del capitalismo. Regular la explotacin se convierte,
as, en inters proletario de sobrevivencia ante la disyuntiva de que ocurra
la explotacin salvaje sin regla ninguna. Es, pues, una lucha obligada para el
proletariado.
La regulacin de la explotacin econmica que impone la lucha del
proletariado por la jornada de trabajo regula la relacin bsica cons titutiva
del modo de produccin capitalista, la relacin capital-trabajo. La regulacin
de la enajenacin poltica del capitalismo que impone la disputa proletaria
por la nacin burguesa regula la relacin sufciente constitutiva del modo
de produccin capitalista, la relacin capital-capital en su fgura concreta.
En efecto, el modo concreto de la relacin capital-trabajo es la oposicin de
clases internacionalmente constituidas, la burguesa y el proletariado incluso
mundiales, mientras que el modo concreto de la relacin capital-capital es
la oposicin entre naciones capitalistas, esto es, de capitales nacionalmente
constituidos y enfrentados entre s internacional y aun mundialmente. De
ah que la clase proletaria no pueda devenir de clase en s en clase para s,
capaz de enfrentarse al capitalismo como un todo, sin pasar por la lucha
por la nacin, sofrenando primero el proyecto respectivo del capital y lue go
arrebatndoselo y sustituyndolo por otro proyecto de nacin.
321 Ibid., captulo VIII, La jornada de trabajo.
322 Karl Marx, Manuscritos econmico-flosfcos de 1844, primer manuscrito, El salario.
Jorge Veraza
370
9. La formacin y resistencia del proletariado ante la disputa por la nacin
burguesa
Qu gana el proletariado en la disputa por la nacin burguesa? Pri mero,
iniciarse en la lucha nacional con miras a lograr concretar la lucha por la nacin
proletaria, ya que en la historia se aprende algo slo ejercitndose en algo
anlogo, al modo en que se aprende a nadar nadando (Hegel). En segundo
lugar, el nacionalismo revolu cionario proletario que se va conformando en
el curso de la lucha por la nacin burguesa y que permite esbozar la lucha
por la nacin proletaria constituye la base que permite llenar de contenido
concreto al internadonalismo proletario. De otra suerte, ste vaga en el aire
sin fundamento til, sexual, procreativo y emotivo, etctera, pues son stos
los contenidos fundamentales de la nacionalidad, los que el proletariado debe
proceder a autodeterminar y consolidar contra los usos respectivos impuestos.
Ambos puntos (primero y segundo) alimentan al proyecto de un nacionalismo
proletario revolucionario; los que vienen arraigan en la condicin de existencia
presente del proletariado.
En tercer lugar, el proletariado no slo garantiza al capital el terri torio en el
que explota al proletariado una tasa y en condiciones dadas, sino que preserva
o defende sus propias formas de ser y reproducirse (sus usos y costumbres
dentro de esa nacin). Son usos y costumbres econmicos, polticos, sociales,
culturales, religiosos, alimentarios, lin gsticos, sexuales..., en fn, el sistema
concreto de valores de uso y necesidades
323
mediante los que reproduce su
vida. Sistema en primer lugar por defender frente al embate del valor, y slo
en segundo lugar a transformar con miras al logro de un mejor valor de uso.
En cuarto lugar que se desglosa del anterior, el proletariado logra
mantener su condicin ciudadana dentro de la nacin capitalista dada, pues
el sometimiento capitalista extranjero aade a la explotacin de plusvalor el
colonialismo, el cual signifca la humillacin, mal trato y sobajamiento del
proletariado, su trato como ciudadano de segunda. Esta condicin moral se
convierte en palanca para redoblar la explotacin obrera, como bien lo ilustra
la historia de los chicanos.
324
10. Explotacin mundial de la fuerza de trabajo, colonialismo y nacionalismo
La explotacin de la fuerza de trabajo mundial a travs de la explo tacin
nacional es ms intensa que si no ocurriera la diferenciacin nacional del
323 Sobre el concepto de sistema de necesidades, cfr. Hegel, Filosofa del derecho, as como
Agnes Heller, El sistema de necesidades en Marx.
324 Jorge Veraza, Perfl del traidor, primera parte.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 371
proletariado y del capital, primero, porque ste pone a su favor las ventajas
comparativas de cada pas para elevar la tasa y la masa de plusvalor; luego,
porque enfrenta a unos obreros con otros desde su arraigo domiciliario a
ciertos sectores territoriales y climticos, etctera, ponindolos a competir
entre ellos; tercero, la competencia entre capitales llevada en el nivel de
naciones los lleva a competir por mercados,
325
a arrebatarse los rebaos de
fuerza de trabajo,
326
a conquistar territorios y a colonizar a las poblaciones ah
asentadas,
327
con la posibilidad de explotar a la fuerza de trabajo colonizada de
modo redoblado, a la par que, por ello, el capital est en posicin de explotar
ms intensamente a la clase obrera no colonizada del propio pas al ponerla a
competir con la colonizada.
La colonizacin capitalista es un mtodo potente para despojar de sus tierras
y medios de produccin a los habitantes del territorio colonizado, as que
simultneamente es un mtodo de acumulacin originaria de capital
328
y para
proletarizar a esa gente. El caso de la fuerza de trabajo chicana en Estados
unidos tambin es aleccionador al respecto.
329
Cuando el pueblo defende su nacin, en particular por lo que toca al sector
proletario de ese pueblo, si bien defende la nacin territorialista del capital,
defende en todos los casos mejores condi ciones polticas, sociales y aun
econmicas de existencia. Pues los invasores capita- listas si bien pueden
traer consigo un relativo progreso entran a sangre y fuego, como mquinas
de humillacin, racismo, hipocresa, deslealtad y explotacin ms intensa.
11. Anticapitalismo, anticolonialismo, internacionalismo y nacionalismo
La clase obrera es revolucionaria internacionalista anticapitalista por
ser explotada por el capital industrial y el resto de formas de capital
nacionalmente determinadas. Pero es adems nacionalista revo lucionaria por
ser anticolonialista (y antiimperialista) y contraria al despojo y a la explotacin
que opera el capital social de un pas sobre el proletariado de otro.
La condicin para que este nacionalismo revolucionario proletario sea
autntico consiste en que la alianza que el proletariado lleve a cabo con la
burguesa nacional o sus sectores nacionalistas autnticos contra la expansin
colonialista imperialista alianza relativamente afrma tiva de la patria
burguesa sea la condicin para afrmar la nacin proletaria esto es, la
325 Ivan Ilich Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo.
326 Fritz Sternberg, El imperialismo.
327 Karl Marx, El capital, tomo I, captulo XXV, La teora moderna de la colonizacin.
328 Ibid., captulo XXIV, La acumulacin originaria del capital.
329 lbid.
Jorge Veraza
372
red de relaciones procreativo-culturales garantes del sujeto social proletario y
popular en general, as como que de ninguna manera esa alianza se ponga
en primer lugar o suplante el carcter anticapitalista de la clase obrera. La
contradiccin principal que enfrenta el proletariado jams puede ser la que se
verifca con el capital extranjero la cual ciertamente redunda en posiciones
proletarias anticolonialistas y antiimperialistas, sino la que ocurre entre el
trabajo y el capital, en primer lugar el capital nacional que explota directamente
a la clase obrera.
La defensa obrera contra el capital nacional es en primera instancia una
lucha econmica por disminuir la explotacin de plusvalor o lograr el pago
del valor de la fuerza de trabajo, mientras que la defensa obrera contra el
capital imperialista es en primera instancia una lucha poltica por defender un
sistema de valores de uso (usos y costumbres y una forma de reproduccin;
en sntesis, un valor de uso total) a travs del cual se garantiza la reproduccin
de la fuerza de trabajo en condi ciones ptimas dentro de la situacin de
explotacin. Evidentemente, la lucha contra el capital nacional deviene en
una lucha anloga, y la desplegada contra el imperialismo deviene en lucha
econmica por disminuir la tasa y la masa de explotacin de plusvalor y por
mantener
F.2.4. Nacionalismo y socialismo
1. La traicin de Santa Anna y la necesidad de nacionalismo revolucionario
Santa Anna traicion a Mxico incluidas sus clases subalternas
Su falso patriotismo o su patriotismo falseado por sus actos antipatriticos
seme ja al patriotismo de la clase dominante dispuesta a perder soberana
nacional si con ello protege su propiedad privada, pero va mucho ms all;
Santa Anna excedi por el lado malo a la clase y aun a la oligarqua que
representaba, pues su traicin las eximi de apropiarse riquezas tan vastas
como el territorio mexicano, riquezas que los actos san- tnicos les restaron.
Y si el cercenamiento del territorio dio luego un empujn cierto al desarrollo
capitalista del pas, ste ocurre sobre una base de sustentacin sensiblemente
menor y las condiciones de desarrollo social, en particular de la poblacin
trabajadora, no pudieron mejorar despus de ese cercenamiento. Las
condiciones polticas quedaron marcadas con la impronta santnica hasta la
fecha. Por otro lado, segn dice Arthur Rosenberg, la economa colonial [de
Estados Unidos] construida sobre el principio del territorio libre [en el que se
emplazan pequeos propietarios privados independientes] le proporcionaba
su contenido a la democracia americana.
330
330 Arthur Rosenberg, Democracia y socialismo, pp. 211-212, citado por Mario Rivera, El fn de
la democracia (Apuntes sobre la formacin del Estado mexicano)
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 373
Slo hasta despus de la guerra civil norteamericana (1865) se gn seala
Marx en El capital, dice Rosenberg la gran repblica haba dejado de ser la
tierra prometida de los obreros inmigrantes, pues dejaron de poder adquirir
terrenos agrcolas para abandonar su condicin proletaria. No obstante, en
los Estados Unidos el territorio libre haba desaparecido aproximadamente en
1890, y junto con l se haba destruido la base social y econmica de la antigua
democracia americana,
331
concluye. Para nosotros es evidente el servicio
prestado a sta por el entreguismo de Santa Anna, puesto que el territorio libre
en Estados Unidos creci con la guerra de 1847, alargndose por dcadas, con
ello, la vigencia de la democracia norteamericana. Esto constituy una ventaja
no slo para la clase dominante de ese pas, sino tambin para sus obreros y
su pueblo en general.
Con lo anterior se evidencia la necesidad de un frme nacionalismo como
componente de la conciencia nacional mexicana, en especial de la clase proletaria
revolucionaria, precisamente de un nacionalismo revolucionario comunista,
bsicamente anticapitalista, complementa do de modo antiimperialista y
en el que se incluya como ingrediente esencial la democratizacin ms
extensa y profunda del rgimen bur gus, mientras no llegue la hora de su
revolucionamiento. Ante las actuales relaciones Mxico-Estados Unidos
y sus perspectivas, y ante las elecciones de 2000 [y hoy (2005), las de 2006]
en Mxico, resultan decisivos los componentes radicalmente nacionalistas
y democratizadores en sntesis, antisantnicos en la conciencia de clase
proletaria mexicana.
El fetichismo del Estado y el de Santa Anna, en particular, son los obstculos
precisos a superar para un logro tal.
2. Una polmica sobre nacionalismo revolucionario
Vctor Rico Galn, en su El partido obrero y el frente nacional antiim-
perialista (Ediciones Solidaridad, Mxico, 1972), ha insistido en Mxico en el
nacionalismo revolucionario proletario. Mario Rivera lo critica atinadamente
en ciertos puntos dbiles de su argumento, pero cree que por ende debe
desecharse el nacionalismo revolucionario en cuanto tal, no slo el de Rico
Galn en particular. A mi modo de ver, haba que haber retomado de su mano
la estafeta para profundizar y mejorar su idea forjada en la tradicin marxista-
leninista (ms leninista que marxista). Mario Rivera concluye as su crtica a
Vctor Rico Galn:
Intelectuales y polticos como Adolfo Gilly, Arnaldo Crdova, etctera, in-
tentaron llevar a la prctica el ideario tan claramente expuesto por Vctor
331 lbid., p. 40 lbid., p. 40
Jorge Veraza
374
Rico Galn, pero a ms de veinte aos no entregan sino una piltrafa que se
confunde ahora con el pan y la derecha.
332
Ya se habr colegido que Mario Rivera interviene en vsperas de las elecciones
presidenciales del 2000 en Mxico, poco antes de que en ellas triunfara el
candidato del pan, Vicente Fox, todava hoy pre sidente de Mxico.
Aqu Mario Rivera confunde adems de las posturas de Gilly con las de
Crdova dos vertientes del nacionalismo revolucionario comu nista, una (1)
la antiimperialista y otra (2) la democratizadora de los procesos nacionales.
Por ello, ante los esfuerzos democratizadores de Gilly, que lo llevan no a
confundirse con el pan, sino a disear una alianza con ste contra el PRI, Mario
Rivera echa de menos el anti imperialismo y aun el anticapitalismo presentes
en Vctor Rico Galn. Por all capta y as critica inespecfcamente a Gilly
y a Crdova, a quienes bien les hara como a cualquiera ser criticados
justamente.
En realidad, Mario Rivera apunta ms all de ellos. Piensa que la construccin
del frente democrtico antiimperialista termin siempre, y en todas partes,
inhibiendo la construccin de la internacional comunista y del partido
obrero.
333
Aqu no repudia a Gilly o a Crdova, sino de fondo a Vctor Rico
Galn y aun al nacionalismo revolucionario co munista como creyendo que
ste se agota en Vctor Rico Galn. Debe reconocrsele no obstante a Mario
Rivera que aluda a un peligro real, pero peligro no signifca ya catstrofe ni
destino. Y el nico modo de sortear ese peligro es perfeccionando terica y
prcticamente la plataforma del nacionalismo revolucionario para que no sea
obstculo o instrumento inhibidor del internacionalismo, sino su correlato.
La cuestin no slo es de formas polticas e ideolgicas. El enemi go real,
el capitalismo en particular el norteamericano creci y se fortaleci
contra ambos, el nacionalismo y el socialismo. As que no puede argirse
para explicar la derrota de stos y su relativa incapaci dad para articularse
recprocamente una lacra inherente a ambos en cuanto tales, no digo en
sus fguras histricas. Si se pierde de vista el desarrollo y fortalecimiento del
capitalismo, fcil es culpar de que los proyectos socialistas no cuajen a una
falla ideolgica en cuanto al nacionalismo revolucionario o cualquier otra
incluso, ya sumidos en la de- presin y el desencanto a la posmoderna, se
puede querer explicar la ltima derrota de la izquierda y el movimiento
obrero, como pretende Mario Rivera, por errores en la idea de nacionalismo
revolucionario de Vctor Rico Galn y la izquierda mexicana, creyendo que
332 Mario Rivera, op. cit., p. 44. Mario Rivera, op. cit., p. 44.
333 Ibid. Ibid.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 375
no son sino antagnicos el Frente Nacional Antiimperialista y el Partido
Obrero.
334
Mario Rivera dice:
[... ] las corrientes tradicionales del socialismo mexicano renunciaron a su
programa para terminar fundindose en el PRD con el nacionalismo revo-
lucionario en su versin posmoderna de republicanismo democrtico. As
pues, el nacionalismo no condujo en ninguna parte al llamado socialismo.
335
Esta ltima oracin la comentaremos ms adelante. Pero cabe sea lar respecto
a las antecedentes que lo que ocurri fue simplemente que esas corrientes
tradicionales del socialismo mexicano fueron consecuen tes con el contenido
real de sus perspectivas previas, que en verdad no eran marxistas (sentido
en que aqu se dice socialistas). El error no es, pues, atribuible al contenido
nacionalista de sus posiciones, sino al defciente socialismo que enarbolaban.
Por lo dems, la democratiza cin republicana propugnada por el PRD si bien
no es socialista, constituye un contenido de inters para una poltica socialista
en un pas capitalista como Mxico.
En directa discusin con las posturas de Vctor Rico Galn en 1971, Mario
Rivera avanza lo siguiente, donde lo vemos ora atinar ora desatinar.
Como se ve a la distancia, estaba lejos de producirse la bancarrota del im-
perialismo [acierto en el que atina contra el pronstico de Vctor Rico Ga ln y
en el cual ste basaba su versin de nacionalismo revolucionario] y el partido
obrero no madur por ninguna parte en el contexto de la poltica nacionalista
revolucionaria. Por el contrario, cayeron los experimentos de mocrticos y
nacionalistas en todas partes (salvo en Cuba) y se profundiz la dependencia
ideolgica, poltica y orgnica con respecto a la burguesa y sus Estados.
336
Pero esto, que ciertamente ocurri, fue debido a la combinacin bien
compenetrada entre la creciente fuerza del imperialismo capitalista
estadounidense en particular y la debilidad terica revolucionaria del
socialismo metido en serias difcultades para desembarazarse del stalinismo.
En ese contexto, la poltica nacionalista revolucionaria no fue sino un factor
ms o menos imperfecto al lado del proceso de cons truccin del partido
obrero en un pas como Mxico, con un proletariado poco numeroso, a no ser
en aos recientes.
Lo ms valioso de la intervencin de Mario Rivera, ms all de sus ideas
atinadas particulares, es su valenta para plantear los problemas medulares
del movimiento de izquierda sin contemplaciones, cuando lo cree necesario,
334 Ibid., p. 43. Ibid., p. 43.
335 Ibid. Ibid.
336 Ibid. Ibid.
Jorge Veraza
376
dejando bien clara su posicin, lo que facilita entenderla, asumirla o, como en
este caso, criticarla. Por ejemplo, cuando dice:
Pensamos que entre el Frente Antiimperialista y el partido proletario no
puede haber, en general, sino una relacin antagnica, ya que la visin del
nacionalismo implica la negacin del comunismo, de la visin de la lucha de
clases en aras de una unidad interna frente al enemigo exterior.
337
El error de tan enjundiosa embestida al oportunismo poltico que comnmente
se encubre en ideologas nacionalistas consiste en confundir nacionalismo
con nacionalismo burgus, el cual s implica necesariamente la negacin
del comunismo. El modo en que el comu nismo desarrolla su visin de la
lucha de clases dentro de una nacin es captando la lucha y sometimiento
de unas naciones sobre otras como formas complejas de la lucha de clases,
as que necesariamente es llevado a concretar sus principios generales en un
nacionalismo revolucionario, de modo que esta concrecin se coordine con el
inter nacionalismo proletario.
3. Sobre si son incompatibles o no el nacionalismo revolucionario y el
internacionalismo proletario
La idea implcita de Mario Rivera de que la necesidad de unidad interna
frente al enemigo exterior niega la posibilidad de luchar contra la clase
dominante interna cala hondo en el asunto que nos ocupa. No obstante, no es
completamente cierta, ms all de la apariencia a la que conduce la metfora
espacial que opone el exterior al interior.
Primero, hay que considerar que la unidad interna propugnada por el
nacionalismo revolucionario proletario sera una en donde la clase dominante
asume como prioritaria por sobre la defensa de la propiedad privada la
de la soberana nacional. caso, por ejemplo, de la guerra del 47, en la que
Santa Anna jug un papel que aparent priorizar la soberana nacional slo
para arrebatar aqu y all propiedades de par ticulares y dineros con miras
a una escenifcacin a travs de la que llev adelante la connivencia con los
yanquis, o donde las clases dominantes poblanas y de la ciudad de Mxico
priorizaron la defensa de su propiedad y poder sobre el pueblo, cediendo
la soberana nacional a los ofciales del ejrcito invasor hasta en las festas y
banquetes que les organizaron. La crtica del diputado Ramn Gamboa y de
Carlos Mara de Bustamante a Santa Anna y a diversos grupos dominantes
no des-cribe una unidad interna sin ms, sino selecta, en donde la defen sa
de la soberana nacional sea autntica y con los grupos que efectivamente
pueden sustentarla, ya que la colonizacin y humillacin del pueblo estn de
337 Ibid.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 377
por medio, no digamos la prdida de territorio y riquezas nacionales.
338
Es
contra estos peligros que el proletariado acepta o propone la alianza, incluso
con sectores de la burguesa nacional para quienes sea de inters la defensa
nacional.
El sistema capitalista no es nacional, sino internacional, y uno de sus
mecanismos autodefensivos consiste precisamente en duplicar la opresin de
clase por sobre la explotacin de plusvalor mediante la opresin colonialista
y racista. Esto hace que el proletariado tenga que enfrentar un doble muro
o bien que por combatir un aspecto deba dife rir el combate contra el otro,
quizs indefnidamente. Pero sa es la condicin y no otra. El proletariado
no puede no enfrentar la embestida imperialista necesariamente antinacional.
No puede evadir esa lucha so pena de verse cargado doblemente de grilletes
materiales, emocionales y espirituales por la humillacin, frustracin,
autodesvalorizacin y prdida de identidad y conciencia que el coloniaje
involucra.
339
El proletariado nacionalista revolucionario debe poder cruzar
dialcticamente de una lucha a otra lucha, cuando por lo extremo de la
guerra, por ejemplo no puede darlas simultneamente, lo que generalmente
es posible.
Como quiz pudo observarse en esta discusin, tenemos frente a nosotros
una serie de fetichismos de los que dependen los amarres de las diversas
perspectivas ms o menos unilaterales que entran en liza. As, el fetichismo
del Estado hace que la conciencia proletaria se someta al nacionalismo
burgus y a sus caudillos, lo cual hace que se levan- te la protesta comunista
contra ese fetichismo; pero aqu cabe el peligro de caer en el error opuesto de
denegar todo nacionalis mo creyendo slo as evadir el fetichismo de Estado
y no viendo que se cae en un fetichismo de Estado inverso, aun efcaz para
someter la conciencia proletaria. Como aquel que por negar a Dios desbarra
en ser adorador del diablo, no viendo que ste depende de la creencia en
aqul.
4. Tres crticas al nacionalismo revolucionario de Vctor Rico Galn
Es el momento de discutir la propuesta de nacionalismo revolucionario de
Vctor Rico Galn. Existe en l una formulacin que a Mario Rivera le resulta
problemtica, aquella que propugna por la construccin de un nuevo
partido obrero que lleve al pas al socialismo por el camino del nacionalismo
revolucionario,
340
o cuando propone al nacionalismo revolucionario [por
338 Jorge Veraza, Perfl del traidor. Santa Anna en la historiografa y en el sentido comn.
339 Ibid., parte 1, captulos 25 y 26.
340 Mario Rivera, op. cit., p. 41.
Jorge Veraza
378
antiimperialista] como el camino latinoamericano al socialismo,
341
a lo que
Vctor Rico Galn aade la idea general del Manifesto del Partido Comunista
(sin citarlo) como inherente a la si tuacin especfca mexicana, segn la cual
en Mxico se plantea una revolucin socialista por su contenido y nacionalista
por su forma.
342
An seala, para concretar histricamente su tesis, que hoy (1970) es posible
dar la lucha antiimperialista y llevarla sin interrupciones, con continuidad y
aceleradamente hacia el socialismo, porque existe todo el campo socialista
[que puede apoyarnos] y porque existe aqu, en Am rica Latina, Cuba, y existe
Per y existe Chile [...] y el imperialismo est en franca bancarrota.
343
Sin
embargo, hoy (2005) y cuando lo cri ticara Mario Rivera (1999), no existe nada
de eso, comenzando por la bancarrota imperialista, y cuba apenas sobrevive.
El error de la tesis de Vctor Rico Galn estriba no slo en sus es peranzas mal
fundadas en esos factores externos, sino en la continuidad sin interrupciones
que cree existe entre nacionalismo revolucionario antiimperialista y
socialismo, suponiendo que el nacionalismo revo lucionario al que se refera
fuera comunista.
l desarrolla el nacionalismo revolucionario hasta ser antiimperia lista y
porque el antiimperialismo es en parte anticapitalismo; ahora bien, el triunfo
frente al imperialismo el cual afanza la cadena de dominio de las clases
opresoras nacionales sobre el pueblo ya mina al capitalismo, as que puede
proseguirse la lucha anticapitalista contra la burguesa nacional.
Esta idea requiere, para sostenerse, la mediacin de un partido obrero de
corte leninista altamente organizado y centralizado, porque es ste el que
puede coordinar la lucha antiimperialista que requiere del nacionalismo y del
fortalecimiento del Estado nacional con la lucha contra el capital y su Estado,
para construir el socialismo y la cual es necesariamente internacionalista.
El punto dbil de esta representacin consiste en que pretende pasar del
nacionalismo al socialismo y el internacionalismo cree que el nacionalismo
conduce hacia el socialismo, cuando que ms bien el movimiento proletario
es simultneamente, o en paralelo, internacio nalista y nacionalista, si
entendemos bien la idea del Manifesto. Luego de ser paralelos nacionalismo e
internacionalismo revolucionarios, uno concreta al otro o es la mediacin para
que el otro se realice en plenitud. Pero lo que no puede suceder es que de una
conciencia y una prctica meramente nacionalistas, o muy defcientemente
341 Ibid.
342 Ibid.
343 Ibid, p.43.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 379
socialistas, se transite hacia o se obtenga como conejos del sombrero de
copa del mago socialismo internacionalista proletario.
El contenido del nacionalismo revolucionario propugnado por Vctor Rico
Galn ofrece dos fallas ms, a saber: la concentracin de la fuerza prctica
y espiritual de las masas en el Estado y en el partido; lo primero en vista
de enfrentar al imperialismo; y lo segundo en vista de reconvertir la lucha
antiimperialista en anticapitalista y antiestatalista. De esta suerte, la conciencia
proletaria contra la propiedad privada y la explotacin de plusvalor y por la
defensa de la riqueza nacional fcilmente palidece sin concretarse, cediendo ante
la muy material concrecin de la lucha por la nacin burguesa necesariamente
estatalista y cediendo la libertad comunista ante el autoritarismo partidario.
El Partido, el Estado y la propia burguesa de la nacin son realidades frreas,
no as la conciencia anticapitalista y por un futuro socialista. Se trata, en Vctor
Rico Galn, de un nacionalismo revolucionario de pretensin proletaria, pero
realmente estatalista y partidarista (preso, pues, en ambos fetichismos) y que
deber aburguesarse segn constata Mario Rivera conforme avance en
consolidar la propiedad burguesa de la riqueza nacional.
5. El contenido fundamental del nacionalismo revolucionario proletario
El contenido prioritario del nacionalismo revolucionario proletario es muy
otro. Alude fundamentalmente no al Estado y al partido, sino al sistema de
valores de uso cualitativos tanto consumtivos como procreativo-sexuales y
culturales (la solidaridad de clase, en primer lugar), mediante los cuales la
clase obrera logra autorreproducirse segn una forma determinada abierta
para que este sujeto social se conserve y se desarrolle perfectiblemente ms
all de esa forma dada
344
Se trata de contenidos ms propios de la sociedad
civil que alusivos al Estado, al Partido o a la propiedad capitalista del territorio
y los recursos naturales, pero que llegan a poner en cuestin esta propiedad si
sta atenta contra la confguracin cualitativa de los valores de uso referidos,
entre ellos el aire, el agua, etctera. As pues, actualmente el contenido
fundamental de la nacin proletaria solidaria aun dentro del capitalismo
se ve sobredeterminado ecologistamente y milita contra el antiecologismo
capitalista cualquier partido autnticamente revolucionario proletario deber
propiciar y promover entre las clases subalternas una poltica de tal naturaleza.
6. La base prctica de la conciencia comunista frente al Estado y el Partido
Es desde aqu, desde esta base frme de la interaccin entre los diver sos sujetos
sociales y de su metabolismo material bien afanzado, que el Estado puede ser
344 Cfr., en este mismo libro, una formulacin ms extensa sobre este contenido en el captulo
6, Nacionalismo y proletariado.
Jorge Veraza
380
una fuerza con la cual aliarse, lo mismo el o los partidos de izquierda, o aun de
derecha, as como los sectores nacio nalistas autnticos de la burguesa. Desde
la autogestin consumativa cualitativa de la clase obrera, desde su gestin
soberana de la sexuali dad y la procreacin segn una moral libertaria, desde
la autogestin general de la vida cotidiana y de las formas de organizacin
inmediatas de la clase: sindicatos, clubes, asociaciones culturales, deportivas,
alimentarias y de salud, as como sus escuelas polticas de cuadros y de
formacin cultural.
Todo esto constituye un cuerpo de valor de uso material y organizacional
metablicamente estructurado, base prctica de la concien cia comunista frente
a la que el Estado y el Partido son instituciones secundarias y la propiedad
burguesa de la nacin, a lo ms, un medio para su logro.
Desde aqu son visibles los desatinos y los aciertos del siguiente prrafo de
Vctor Rico Galn: Crdenas [en 1936] le dio profundidad y sentido al Estado
nacional revolucionario con un frente antiimperialista dirigido por l.
Nada ms cierto, y que comienza con la diferenciacin ntida entre un
autntico caudillo popular nacional como Lzaro Crdenas y peleles como
vila Camacho y Ruiz Cortines, o traidores como Santa Anna. Porque,
entindase, no hay fetichismo de Estado sin fetichismo de cau dillo, visto como
divino o como diablico, as que la diferenciacin entre caudillos ya inicia su
desfetichizacin.
Aade Vctor Rico Galn: En ese frente estaba la clase obrera, tuvo un papel
muy importante, fundamental, en todo el curso del ascen so revolucionario.
Pero el proletariado estaba en el frente sin partido, sin independencia
orgnica. Vctor Rico Galn no parece criticar al estatalismo promovido
por Lzaro Crdenas, al que se pleg la clase obrera y frente al cual no es
sufciente la organizacin partidaria, tam bin necesitada como el Estado
de centralizacin, de autoridad, y por ende fcil promotora de fetichizacin
de la conciencia.
345
De ah lo insufciente de la correccin con que Rico Galn
quiere completar al proceso cardenista recin descrito: Con un partido que
tenga programa proletario, composicin proletaria e independencia orgnica.
Porque sin partido obrero no hay revolucin socialista, no hay revolucin
ver dadera y completa.
346
Esto es correcto, pero igualmente no la hay sin
autonoma proletaria clasista irreductible al partido poltico obrero, o aun si
son mltiples partidos.
345 Georg Lukcs, Historia y conciencia de clase (1922), Cuestiones acerca de la organizacin.
346 Ibid., p. 42.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 381
7. Dialctica interna del nacionalismo revolucionario proletario
Finalmente, cabe sealar las dos vertientes del nacionalismo revolucio nario
proletario. Una dirigida a la afrmacin de la nacin proletaria dentro del
capitalismo; otra, ms all del capitalismo, previa destruc cin de ste. As que
entre una y otra hay, por un lado, continuidad: la formacin econmica, social,
poltica y cultural de la clase obrera en tanto gestionadora de un conjunto
de valores de uso orientados consumativa y reproductivamente. Pero, por
otro lado, media la destruccin revolucionaria del capitalismo, respecto de
la cual el nacionalismo revolucionario proletario se comporta como aliado
parcial del autntico nacionalismo burgus y como enemigo irreconciliable
del imperialismo capitalista, por lo que debe llegar un momento en que
niegue esta alianza parcial, toda vez que el proletariado ha logrado sufciente
fuerza, conciencia y organizacin para revolucionar las re laciones burguesas
nacionalmente dominantes.
Esta negacin debe estar prevista en el proceso proletario, en su conciencia,
en su organizacin, en su modo de vida, precisamente como autonoma de su
nacin o red de relaciones, usos y costumbres, as como valores de uso para
reproducir desarrolladamente a la clase.
De ah que la propuesta democratizadora constituya el ingrediente del
nacionalismo revolucionario que permite transitar desde la alianza parcial
con la burguesa nacional contra el imperialismo esto es, sobre la base de
que acepte la mayor democratizacin posible aun sin de- negar la propiedad
privada hasta la lucha socialista revolucionaria contra el capitalismo con
miras a que se produzca una sociedad socialista democrtica por antonomasia.
Es tambin la democracia la que integra dialcticamente la afrma cin nacional
con la solidaridad internacional y al internacionalismo con el respeto por las
especifcidades nacionales, siempre que sean be nfcas al desarrollo de la
clase obrera antropolgica y clasistamente considerada.
El desarrollo consciente del nacionalismo revolucionario proletario en estos
trminos s es el puente para producir el socialismo. Pero decir aqu puente
alude a lo que une tanto como a lo que mide la separa cin de dos orillas.
Victor Rico Galn ve una mera continuidad entre ambas dada la ilusin
estatalista partidista que criba su propuesta, as como las esperanzas que puso
en procesos internacionales como la exis tencia del campo socialista, de cuba,
de Per y de chile, y de una pre sunta bancarrota del imperialismo. Medios
negativos y positivos con los que pretendi sustituir la necesidad de una
revolucin en el paso de la afrmacin nacionalista a la propiamente socialista
del proletariado.
Jorge Veraza
382
8. Lucha por la jornada de trabajo, lucha por la nacin e imperialismo
No por casualidad Vctor Rico Galn arraiga su nocin de nacionalismo
revolucionario proletario en la lucha del gran sindicato nacional Sindi cato
de Trabajadores Electricistas de la Repblica Mexicana (sterm). Una vez que
la lucha por la jornada de trabajo y por el salario rebasan el mbito de una
fbrica, de varias o de una rama entera de la produc cin, y adquiere dimensin
nacional, deviene de lucha econmica en una lucha directamente poltica, dice
Marx en su clebre captulo VIII del tomo I de El capital, titulado La jornada
de trabajo.
347
Pero esta lucha poltica todava no rebasa necesariamente los
marcos del modo de produccin capitalista, aunque ya tiene a la nacin por
contenido, incluso territorialmente entendida. Da inicio la disputa por la
nacin contra la burguesa, lo que en los pases subdesarrollados como Mxi-
co, y todava sometidos en mayor o en menor medida y desde 1982 a la fecha
en cada vez mayor medida al imperialismo capitalista, da inicio mucho
despus de que hubo que disputarle la nacin no a la burguesa nacional, sino
al imperialismo. Por eso la conciencia pro letaria tiende a quedar presa del
Estado y del nacionalismo burgus.
La disputa por la nacin contra la burguesa prosigue y conforma la base del
nacionalismo revolucionario proletario, pues para este tipo de nacionalismo,
slo despus viene la lucha antiimperialista. Es visible que en Mxico las cosas
fueron a la inversa: se luch primero contra el imperialismo por los mares y
el petrleo, por las minas y, en fn, por el territorio nacional en propiedad del
Estado de la burguesa.
La disputa del proletariado por la nacin contra la burguesa guar da analoga
con la disputa del proletariado por la jornada de trabajo y el salario contra el
capital.
348
En ambos casos tenemos una lucha que gira en torno a un ms o a un
menos en el caso del salario y en torno a una forma u otra de Estado nacional;
pero siempre se trata de una lucha que no rebasa los lmites cualitativos y
reales del sistema capitalista, aunque simultneamente es una lucha obligada
para la sobrevivencia del proletariado. Su lucha por el salario apunta a
garantizarle la reproduccin biolgica normal en tanto clase parte de la especie
humana, mientras que su lucha por la nacin la preserva de humillaciones
que lo anularan en tanto sujeto humano, as que apunta a preservar su
politicidad bsica consistente en su poder elegir una forma determinada de
ser, producirse y autorreproducirse.
349
Esta politicidad es condicin sine qua
non de su devenir en sujeto histrico destructor del capitalismo y constructor
del socialismo.
347 Karl Marx, El capital, tomo I, captulo VIII, La jornada de trabajo, pp. 177-241.
348 Cfr. al respecto lo dicho en el captulo 6 del presente libro.
349 Bolvar Echeverra, La forma natural de la reproduccin social.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 383
9. La regulacin capitalista del valor de la fuerza de trabajo y la regulacin
de la distribucin de las plusganancias internacionales
Estos dos logros del proletariado como clase, cuya existencia histrica en el
capitalismo incluye el ser productor y reproductor de la riqueza capitalista y
de todo el modo de vida que se erige sobre ella, son idn ticos con su devenir
de clase en s en clase para s, en sujeto histrico transformador prctico
crtico-revolucionario (tesis I y ii de Ludwig Feuerbach).
350
Pero ambas
condiciones las cobra caras el capitalismo. La primera la de la lucha por la
jornada de trabajo arroja para el capitalismo el obtener un mecanismo de
regulacin de la compra venta de la fuerza de trabajo a su valor, mecanismo
del cual carece el mercado capitalista, pero que es imprescindible para regular
la reproduccin de la fuerza de trabajo y su divisin en ejrcito industrial
en activo y ejrcito industrial de reserva. con este mecanismo no slo queda
garantizada bsicamente la produccin de plusvalor, sino la reproduccin
constante y ampliada de ste por cuanto preserva la fuente de plusvalor, es
decir la fuerza de trabajo a ser explotada. De esta lucha depende la conciencia
econmica y sindical del proletariado.
La segunda lucha, la de la disputa del proletariado por la nacin a la burguesa
(y que an no es la disputa por abolir la propiedad privada), cumple una
funcin histrica decisiva para la reproduccin del capital en tanto sistema
internacional concreto. Si la primera la lucha por el salario y la jornada
de trabajo garantiza la reproduccin de la explo tacin del plusvalor, la
segunda garantiza la creacin de un mecanismo histrico de regulacin de la
distribucin ptima de las plusganancias, plusvalor extra incluido, para los
diversos capitales nacionales y, por ende, en favor del capital social mundial.
Me explico.
10. Los capitales nacionales como monopolistas de los territorios nacionales
Los capitales nacionales como monopolistas de los territorios nacionales y
de las respectivas plusganancias cada capital social nacional monopoliza las
condiciones territoriales cuyas ventajas diferenciales le permiten explotar
a la clase obrera emplazada en ese pas una cierta tasa de plusvalor. Pero
los capitales nacionales ms grandes codician esas tajadas y las mejores
condiciones para la obtencin de plusganancias derivadas de las ventajas
compa rativas.
De tal manera, si la competencia entre capitales transforma los valores en
precios de produccin (tomo m, seccin ii), a la vez que distribuye la ganancia
segn una cuota formada por esta competencia, la lucha por los territorios
350 Karl Marx, Tesis sobre Feuerbach.
Jorge Veraza
384
y recursos naturales (ventajas comparativas para producir plusvalor y
plusganancias) de unos pases capitalistas contra otros, esto es, de unos
capitales nacionales contra otros, no tiene modo de so- frenarse, de amainarse y
encontrar equilibrio, sino por el sometimiento de la clase obrera a la necesidad
de reproducirse constantemente en condiciones nacionales determinadas de
cultura, moral, consumo, procreatividad y sexualidad.
La disputa capitalista por territorios y recursos naturales, en tanto stos son
condiciones para explotar ms plusvalor, atenta contra la re- produccin
de la fgura concreta nacionalmente determinada de la fuerza de trabajo.
Las condiciones de reproduccin de la fuerza de trabajo se convierten en
condiciones de produccin de plusvalor, la reproduccin de la poblacin en
explotacin de la misma, y como la medida en que ocurre esta conversin
est determinada por la com petencia intercapitalista, la tendencia sera
la aniquilacin de la poblacin, de no ser por la resistencia de sta. Y esta
resistencia se erige dadas las condiciones cualitativamente dadas de su
existencia.
La mera necesidad de autorreproduccin obliga a la clase obrera a luchar por
preservar su fgura determinada en tanto sujeto histrico. Y al luchar forja
para el capital el mecanismo que regula cul sector del capital explota en este
pas y en qu grado, y cul no, con lo que se incrementa la presin tanto aqu
como en el otro pas para explotar la mayor cantidad posible de plusvalor y
defender el monopolio sobre esa veta de fuerza de trabajo.
11. La transformacin fetichista de la nacin proletaria en nacin burguesa
La nacin burguesa es territorialista y, por ende, fetichista, mientras que la
nacin proletaria es procreativa y autodeterminada Cmo es que quedan
confundidas a favor de la burguesa?
La transformacin de valores en precios de produccin inclusivos de una
cuota de plusvalor a ser distribuida (resultado de la competencia entre los
mltiples capitales individuales) tiene su correlato en la trans formacin de
los poderes sociales en soberana nacional con distintos grados o cuotas de
democracia interna a benefcio de las clases integran tes de una nacin en
la que funciona cierto segmento del capital social mundial. Estas soberana
nacional y democracia de suyo garantizan la existencia del capital, en tanto
redundan en consenso y legitimacin del Estado capitalista confrontado con
otros internacionalmente. Por aqu es que queda prisionera fetichistamente
la conciencia de los agentes en particular la de la clase obrera. Porque la
lucha por la democracia lucha por defnir democrticamente a la nacin
redunda en soberana del Estado, en su legitimacin mediante el consenso
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 385
civil. As se con funde la lucha por la nacin burguesa territorialista con la
lucha por la nacin proletaria, tanto para plegarse al fetichismo del Estado
nacional burgus como para rechazar la lucha por la nacin proletaria por
creerla idntica a la lucha por la nacin burguesa, plegndose de todos
modos, por un rodeo, al Estado nacional burgus por cuanto que entonces no
se lo enfrenta efcazmente en aras de una democratizacin ni para cobrarle el
servicio de haberlo defendido del enemigo exterior.
12. La lucha por la ecologa: motor y bastin estratgico del nacionalismo
revolucionario proletario
La lucha por la ecologa es simultneamente local, nacional e internacio nal,
incluso planetaria. Pero es tambin lucha por las condiciones de reproduccin
de la vida, as que, por ende, de la fuerza de trabajo. Es una lucha cualitativa
en torno a la jornada de trabajo y el salario, complementarias de las respectivas
luchas cuantitativas. Adems, es inmediatamente una lucha por los valores de
uso naturales, base del sistema de valores de uso que constituye la columna
vertebral del contenido de la nacin, la proletaria en primer lugar. Es, pues,
inme diatamente una lucha poltica democratizadora y nacional que est en
conexin inmediata con las relaciones entre las condiciones de la vida urbana
y la rural y con la contradiccin ciudad-campo, y que es resoluble, entonces,
slo a travs de la alianza obrero-campesina. La lucha por la ecologa y por el
valor de uso para el consumo, as como por la soberana sexual y procreativa,
constituyen los contenidos fun damentales del nacionalismo revolucionario
proletario autntico, pero sobre todo la lucha por la ecologa es su motor
especifcante, as como su bastin estratgico.
Mientras el proletariado no se percate de ello y no ocupe este bastin, el capital
es el dueo de la nacin no slo formal-jurdicamente, o por la fuerza militar y
policiaca, sino tambin realmente, esto es, tcnica y metablicamente. Desde
esta posicin el capital logra desde el Es tado desestructurar la conciencia
nacional revolucionaria proletaria posible porque una y otra vez impone
condiciones artifciales de escasez natural industrialmente producidas, que
obligan a que el Estado capitalista las preserve, gestione y, en fn, administre.
As que toda la plyade de valores de uso del sistema reproductivo obrero
dependern de esa gestin estatal. El proletariado, en lugar de ponerle
condiciones al capital y a su Estado, se ve llevado a aceptar lo que stos
impongan y no slo en el nivel de la ecologa. La privatizacin del agua
promovi da por Fox entusiastamente, en sincrona con el avasallamiento del
agua por el capital social mundial en el resto del planeta, debe ser contestada
enrgicamente en un proyecto de nacin alternativo y, por supuesto, con
acciones prcticas.
Jorge Veraza
386
13. De cmo el pseudosocialismo y el nacionalismo rusos pasaron a regir a
la conciencia socialista mundial
La ltima vuelta de tuerca es sta. Despus de 1850, el capitalismo rebas su
medida continental europea y se extendi por el mundo de modo imperialista.
351
De ah que se pueda afrmar que la democracia europea posterior [a la
revolucin de 1848] haba sufrido un cambio. Dice atinadamente Mario
Rivera,
352
y cita a Arthur Rosenberg:
Respecto a la situacin de 1847, se haba producido un cambio notable.
Mientras la democracia social europea haba sido una corriente real y vital,
los partidos franceses e ingleses predominantemente proletarios haban en-
contrado en ella la gua. Ahora los pases socialmente atrasados, en los que
no exista todava un proletariado moderno y en los que la nobleza luchaba
por la independencia nacional, deban tomar la delantera. Kossuth, como jefe
nacional de la nobleza hngara y de la burguesa, era ciertamente un hombre
importante, pero las masas trabajadoras de la Europa central y occidental
no podan permitir que ni l ni Mazzini, ni cualquier otro general patriota
polaco, les impusiera el ritmo de su desarrollo. La direccin italo-hngara
de la llamada democracia europea no signifcaba ms que la bancarrota de
los partidos francs y alemn, el acantonamiento de todos los problemas
sociales serios y la adaptacin gradual del movimiento a nivel de los pases
socialmente ms atrasados.
353
Este fenmeno creci con el desarrollo capitalista internacional, de suerte que
hacia 1917, con la Revolucin rusa revolucin social en un pas atrasado
que se esforz en ser revolucin socialista se logr el sometimiento
del socialismo europeo al nivel del pas socialmente ms atrasado. Este
movimiento de la conciencia fue decisivo para la regulacin capitalista del
dominio ideolgico, como lo es la regulacin de la renta diferencial de la
tierra a partir de los suelos de peor calidad.
354
Esta es la ley que regula la
poltica internacional capitalista,
355
siendo los pases ms atrasados, esto es,
las condiciones de dominio capitalista en los pases ms atrasados, agrarios y
semiindustrializados, los que se erigen en el norte de la poltica imperialista
hegemnica. Eso mismo ocurri a nivel ideolgico.
El leninismo, y sobre todo el estalinismo, pasaron a subsumir la conciencia
de clase revolucionaria del proletariado internacional.
356
Precisamente en un
351 Jorge Veraza, Leer nuestro tiempo. Leer el Manifesto.
352 Mario Rivera, op. cit., p. 37.
353 Arthur Rosenberg, op. cit., pp. 149-159, en Mario Rivera, ibid.
354 Karl Marx, El capital, tomo III, captulo, XXXVIII, La renta diferencial: generali dades.
355 Jorge Veraza, Karl Marx y la poltica, en Gerardo valos (coord.), Poltica y Estado en el
pensamiento moderno.
356 Anton Pannekoek, Lenin flsofo (1938).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 387
contexto histrico donde la lucha de unos capitales nacionales contra otros
para decidir cul somete a cul, en qu condiciones ocurre el sometimiento
imperialista, requiere la lucha y la conciencia nacionales, en la que compiten,
conviven y se interinfuyen el nacionalismo burgus y el proletario.
La cadena imperialista de dominio logr someter a la conciencia nacionalista
obrera al servicio de la defensa del desarrollo capitalista nacionalmente
determinado, conforme y no obstante los pueblos luchaban ms o menos
efcazmente contra el imperialismo. Por donde Mario Rivera puede decir
que el nacionalismo de los pases ms atrasados no se impuso en el frente
internacional sobre los objetivos de la democracia social y las condiciones del
marxismo por decisin posterior del dictador Lenin o Stalin (o de nadie); ms
bien, fue una constante [...] desde 1848.
357
Y es que la lucha nacional del pueblo ms atrasado resume las posibilidades
histricas en la radicalidad de su defensa de condiciones cualitativas de vida
y, adems, ve unidas a las clases dominantes con el pueblo, as que aparenta
una radicalidad revolucionaria trascendente que quiz no tenga aunque no
es forzoso que carezca de ella. Esta apariencia lleva a los movimientos sociales
metropolitanos ms o menos estabilizados por la acumulacin de capital a
regirse por aquella ideologa revolucionaria del pas atrasado.
El obstculo material, local y geopoltico opuesto a que esa revo lucin y
su conciencia sean no slo radicales y revolucionarias, sino efectivamente
trascendentes respecto del capitalismo, milita en el sen tido de dejar en
mera apariencia y como un espejismo a esa revolucin y a la ideologa que
le corresponde. En realidad, todo el movimiento obrero pasa a regirse por
una forma de conciencia y organizacin fun cionales al desarrollo capitalista
en pases atrasados, pero no por una autntica conciencia revolucionaria
comunista.
358
De ah que no slo el nacionalismo revolucionario proletario
se confundiera con el burgus, sino el socialismo marxista con la mueca de
Stalin escudado en el pseudomarxismo ruso que va del marxista Plejnov al
marxista Lenin.
14. La prdida burguesa y popular mexicanas por la traicin de Santa Anna
De ah lo ejemplar del fetichismo Santa Anna y de la actuacin hist rica
traidora de Santa Anna. Su crtica pone los puntos sobre las es respecto a la
necesidad del nacionalismo autntico obligadamente democrtico para
el pueblo, en especial para el proletariado, pero tambin para la burguesa
nacional.
357 Arthur Rosenberg, op. cit., pp. 149-150, en Mario Rivera, ibid., p. 37.
358 Karl Korsch, Anticrtica, en Marxismo y flosofa, y Anton Pannekoek, op. cit.
Jorge Veraza
388
Las secciones ideolgicamente ms atrasadas de los grupos domi nantes
mexicanos de mediados del siglo xix eran de la opinin de la irremisible
prdida de esas regiones, Roa Brcena y Santa Anna entre ellos, pero es
muy improbable que el territorio incluso sin la traicin de Santa Ana que
precipit la derrota de Mxico en 1847 frente al ejr cito yanqui
359
de todos
modos se hubiera perdido, pues Estados Unidos todava no era la potencia
poderosa e irresistible que comenz a ser 50 aos despus. El resultado fue
que la burguesa nacional dej de disfrutar de la riqueza del territorio perdido
y la posibilidad de indus trializarlo y explotar a millones de obreros en l.
Para el capital social mundial todo esto es indiferente, pues si la burguesa
nacional mexicana no pudo industrializar capitalistamente esa zona geogrfca,
lo hizo la norteamericana, adems de benefciarse de la sobreexplotacin
de la fuerza de trabajo chicana colonizada y humillada.
360
Pero el capital se
encuentra seccionado nacionalmente de modo necesario y personifcado por
individuos singulares, sea en equipo o aislados. Y para stos no es indiferente
quin explota y quin deja de explotar, pues ellos son los ojos, los odos, el
olfato, el gusto, el tacto, el cerebro, las manos y las piernas del capital social
nacional. El nacionalismo pasa por la cuestin de la personifcacin en cuanto
a liderazgo y en cuanto a carcter social.
El capital social mexicano sufri un verdadero desastre gracias a la
pusilanimidad de sus sectores ideolgicamente ms atrasados y reac-
cionarios, cuya inmensa voracidad se acobard ante la de los yanquis. Pero
esta pasividad no hubiera hecho nada por s misma, sino chismes y malos
pensamientos, denuestos y resentimiento. Se requera un hombre de accin,
pero psicolgica y moralmente degradado, que hiciera el trabajo de entregarle
al invasor, batalla por batalla, la soberana nacional representada por l, y aun
al pas entero, su territorio y su poblacin. Y que lo hiciera creyendo, abyecta
y autojustifcatoriamente, que lo haca sirviendo a su patria y, por qu no, a
los grupos dominantes de la misma, no slo al sector ms atrasado.
361
S, que
lo haca por el bien de todos, aunque stos no lo aceptaran. He aqu un agente
del capital mundial al servicio momentneo del capital norteamericano en la
medida en que la burguesa mexicana era demasiado dbil como para requerir
servicios de tal envergadura. Esto en parte era cierto, y en mayor medida era
mera infatuacin del ego de Santa Anna, ese strapa, ese dspota oriental,
cuyos servicios engranaron con los del capital internacional.
Si la burguesa mexicana dej de explotar a millones de obreros y un territorio
lo doble de grande, tenemos que el pueblo mexicano y el proletariado en
359 Jorge Veraza, Perfl del traidor.
360 Ibid.
361 Ibid.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 389
particular han vivido condiciones de atraso econmi co, social, cultural y
poltico, despotismo y carencia de democracia, en fn, han vivido no una
situacin premoderna que las puede haber idlicas, sino una situacin
contramoderna desptica sistemticamente producida y reproducida por el
magro avance de la modernizacin capitalista sobredeterminada por el lazo
imperialista yanqui.
15. La gesta de Santa Anna ante la cada de la urss y sus races
La gesta de Santa Anna es sumamente aleccionadora, en fn, sobre to-
do despus de la cada de la urss. Veamos por qu. Esto es debido a que la
decepcin por el socialismo est arreglada histricamente desde el momento
en que en la urss jams lo hubo, pero existi la apariencia de que s, as que
la cada de sta parece el derrumbe del socialismo. Pero entindase que la
apariencia de socialismo all prevaleciente lo es de un presunto socialismo
en un solo pas (Stalin), atrasado, por cierto, y que vivi la gesta de la
revolucin nacional democrtico-burguesa ms radical habida hasta hoy,
pues lindante con la posibi lidad histrica de devenir socialista y producir
en Rusia realmente el socialismo,
362
si la Revolucin rusa hubiera logrado
completarse con la revolucin socialista europea (Marx).
363
Esto jams ocurri.
Pero los revolucionarios socialistas rusos, Lenin y Trotsky a la cabeza de
ellos, desarrollaron una variante de marxismo revolucionario muy radical, as
como funcional con la necesidad histrica nacional de Rusia de desarrollar el
capitalismo, y, claro, de ser posible, del desarrollo del socialismo. El marxismo
antiimperialista y nacionalista revolucionario sovitico pudo devenir, as, en
la forma dominante de la conciencia proletaria comunista.
Desafortunadamente, logr este predominio una vez entrampados los
revolucionarios rusos en la confusin de desarrollar el capitalismo, pero
creer, desencantarse y luego forzar la conviccin de estar construyendo el
socialismo.
As, una ideologa burguesa pas por ser socialista, un pseudo-marxismo que
pudo devenir en autntico marxismo qued fjado en su simulacro,
364
pero
reputndose como el mejor marxismo, y un nacio nalismo revolucionario
burgus se reput como el nacionalismo revo lucionario proletario
complemento del internacionalismo proletario.
362 Jorge Veraza, Leer nuestro tiempo. Leer el Manifesto.
363 Carta de Karl Marx a Vera Zazulich del 8 de marzo de 1881, en Escritos sobre Rusia II. El
porvenir de la comuna rural rusa.
364 Sobre mi concepto de simulacro epocal, cfr. Praxis y dialctica de la naturaleza en la
posmodernidad, pp. 27-37, as como El siglo de la hegemona mundial de Estados Unidos,
quinta parte.
Jorge Veraza
390
16. Nacionalismo revolucionario comunista y sometimiento de la conciencia
proletaria desde dentro
En tales condiciones, la traicin de Santa Anna a su patria y a la mayor
parte de su clase en favor del capital norteamericano en nada avergen-
za al patriotismo, sino que ms bien clama por elaborar uno autntico. La
gesta santnica de ningn modo propone un nacionalismo burgus autntico
que pudiera ser confundido con nacionalismo proletario y que as pasara a
dominar a la conciencia comunista desde dentro, cual fue el destino de la
ideologa sovitica.
El sometimiento del pueblo en especial del proletariado al nacionalismo
revolucionario burgus mexicano franco ha sido un some timiento posterior
y exterior, condicionado por la debilidad y atraso del propio proletariado
que se sirvi de esas luces para poder pensar siquiera parcialmente lo que
todava no estaba histricamente capacitado a hacer integralmente. Hablo de
fnales del siglo xix, en que se inicia en forma el desarrollo de la conciencia
socialista en Mxico, hasta fnales de los cincuenta del siglo xx, cuando el
pcm ya infuye en las masas pero magramente.
365
Pero en los aos sesenta de
365 Es hasta 1853 que se funda en Mxico un club socialista de estudiantes. Pues la in- fuencia
de la revolucin europea de 1848, no obstante estar muy extendida en el continente americano,
fue menor en Mxico y Venezuela. Un Mxico abrumado por la prdida de Tejas y la invasin
norteamericana, y que en junio de 1848 ve estallar en Yucatn la terrible guerra de castas, era
impermeable a esa infuencia. Mientras que el magro desarrollo previo a 1848 del proletariado
mexicano difcultaba el que ste se apropiara las ideas socialistas o las desarrollara. De suerte
que el liberalismo mexicano anterior a 1853 se desarroll en un contexto cultural en el que el
socialismo estaba ausente, a diferencia de lo que ocurri con el liberalismo europeo. Lo cual es
decisivo, pues las posiciones de- mocrticas modernas no se deben a la burguesa, sino que han
sido desarrolladas por la parte plebeya de la sociedad, en especial el proletariado. Y el liberalismo
se ha enriquecido con esta infuencia, adems de que su contraposicin con el socialismo y las
posiciones democrticas radicales de ste, lo han obligado a consolidar sus propias posiciones
democrticas y sus convicciones en general. Mientras que lo que vemos en Mxico entre 1824
y 1853 son posturas liberales poco consistentes, no slo por el magro desarrollo capitalista
del pas sino, lo que va con ello, por el magro desarrollo proletario tambin a nivel cultural;
esto es, tanto democrtico como socialista. Las posiciones del liberalismo puro a veces son
avanzadas, aunque fcilmente se deslizan fuera de Mxico y se muestran proclives a Estados
Unidos o mutan fcilmente para volverse monrquicas proeuropeas, etc. De otro lado, aunque
a veces son democrticamente desarrolladas en algunos individuos, el liberalismo como un
todo es poco consistente en el conjunto de individuos que lo sostienen, en los segmentos de
las clases medias y altas que estn impregnadas con l. La inconsistencia del liberalismo
de Santa Anna es proverbial, pero no es el nico inconsistente. Y menos poda consolidarse el
liberalismo sin la infuencia y el contraste con el socialismo, segn digo. Sin embargo, segn
Pierre Luc Abramson (p. 41), existe la curiosa noticia dada por el propio Roberto Owen de que
en 1828 viaj a Mxico y tuvo audiencia con el presidente Guadalupe Victoria y el general Santa
Anna, y les hizo la pe- ticin de territorio para fundar una comunidad armnica en Texas pero,
despus de que fuera refexionada seriamente, fue rechazada, dice Owen, por la liberalidad
religiosa que l puntualizara para sus pobladores, con la esperanza de alentar hacia all una
inmigracin anglogermana. Y de 1850 data la formacin de dos colonias fourieristas: una, la
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 391
ese siglo y no slo promovida por el pcm, sino por el desarrollo mundial
de la lucha de clases las versiones leninistas, stalinistas, trotskystas y
maostas de marxismo permearon crecientemente a la clase obrera. En todas
estas versiones prevalece el nacionalismo revolucionario burgus leninista
aparentando ser proletario gracias a sus grandes aportes tericos y a su logro
histrico, el triunfo de la Revolucin rusa.
A partir de entonces el nacionalismo revolucionario burgus someti al
nacionalismo proletario revolucionario desde dentro.
366
Este someti miento no
estuvo condicionado por el atraso de las masas proletarias, sino por el poder
inmenso del capitalismo mundial y de su cuerpo ideolgico, inclusivo de
secciones diversas de simulacros de aspectos de la conciencia revolucionario
comunista, en especial marxista.
La propuesta nacionalista revolucionaria de Vctor Rico Galn en 1970
adems de discutir con el nacionalismo revolucionario enarbolado por
el pri es de esa ndole y se inscribe en este contexto. Sig nifc un avance
palpable para amplios sectores del proletariado y las clases oprimidas en
general del pas. Si hoy a la conciencia comunista le resulta insufciente su
propuesta y todo revolucionario echa de me nos mayor fuerza y claridad, y
si crece el temor de embarcarse y em barcar a las masas en unos esfuerzos
y una lnea poltica que termine siendo derrotada, adems de plegada a la
burguesa, es comprensible que se recele del socialismo y el marxismo, aunque
equivocadamente. Y si no se recela de ellos, es comprensible que se recele
del naciona lismo revolucionario por ejemplo de Vctor Rico Galn y se
pase a creer que todo nacionalismo revolucionario es burgus y antagnico al
desarrollo del movimiento proletario. Lo que tambin es equivocado.
17. Santa Anna, el mximo general en 1847, y el simulacro epocal antisocialista
y antinacionalista
En la guerra del 47, Santa Anna estuvo a la cabeza no slo del ejrcito
mexicano, sino tambin del ejrcito invasor estadounidense, pues l fue el
Sociedad Comunista de Juan de la Rosa Bravo, en el estado de Veracruz, y de la que da noticia
Jos C. Valads; otra, el Falansterio El esfuerzo, de Jos Mara Chvez, en Aguascalientes,
y de la que da noticia Gastn Garca Cant; ambas reconocidas por Abramson (p. 358). Las
referencias histricas de esta nota, referentes a la magra infuencia de la revolucin europea
de 1848 en Mxico, estn tomadas de Pierre Luc Abramson, Las utopas sociales en Amrica
Latina en el siglo XIX (1993), Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1999, pp. 184-185. No est
por dems sealar que Abramson separa al socialismo utpico no slo respecto del marxismo,
sino aun respecto del proletariado, de forma por dems bizarra, por ejemplo, en la p. 246.
En otro orden de ideas, pero evidentemente re- lacionado con el desarrollo del socialismo en
Mxico, tenemos que la cuestin social es tema de debate hacia 1844.
366 Pues ya al trmino de la Revolucin mexicana se inici la conformacin de un nacionalismo
revolucionario de corte populista por cuenta del PNR, posterior PRI.
Jorge Veraza
392
verdadero y mximo general que desde su atraso, pero, precisamente con su
ego preburgus y psicoptico infamado, pudo personifcar al capital social
mundial con miras a distribuir los territorios nacionales a las secciones del
capital que habran de explotarlos. La guerra del 47, con Santa Anna a la cabeza,
pues, no pudo ser una guerra imperialista que las masas intentaran siquiera
transformar en guerra revo lucionaria, segn la lcida propuesta leniniana
basada en las ideas de los revolucionarios europeos de 1848. No, la guerra de
1847 slo escenifc una guerra imperialista triunfante pura. Y, bueno, en su
pureza, inmoralmente arreglada, como deba ser. De ah que no pudo ofrecer
material ideolgico para someter a la conciencia proletaria a travs de lograr
simular el aspecto de un nacionalismo revolucionario proleta rio mediante un
nacionalismo revolucionario burgus radicalizado. Al contrario, all se mostr
como quizs en ningn momento histrico mundial posterior y no slo
mexicano una traicin al nacionalismo mexicano en general mediante un
pseudonacionalismo imperialista enarbolado por un megalmano colonizado
como fuera Santa Anna. Por ello, resalta la necesidad de un nacionalismo
autntico, tanto uno burgus como otro proletario. Y resaltan los graves
desastres histricos que provoca la carencia de un nacionalismo revolucionario
proletario a las masas oprimidas y de un nacionalismo revolucionario burgus
a la burguesa.
367
He aqu el antdoto a la confusin histrica epocal provocada por el
sometimiento de la conciencia comunista a la ideologa emanada de la
Revolucin rusa y usada explotadoramente por el capital social mundial y
su ideologa para someter al movimiento obrero mundial. Pues resalta, de
un lado, la necesidad general para el movimiento obrero de desarro llar una
conciencia nacionalista revolucionaria, y, de otro, la obligacin de no confundir
su nacionalismo revolucionario con el nacionalismo burgus, revolucionario
o no; pero tambin, fnalmente, resalta la ne cesidad de particularizar esa
conciencia revolucionaria diseando las alianzas posibles con el nacionalismo
burgus con miras al desarrollo de la democracia en Mxico y contra el
imperialismo norteamericano.
No se trata de creer que la lucha nacionalista revolucionaria prole taria es de
suyo la lucha socialista. Esta creencia ya est en el terreno de un nacionalismo
revolucionario burgus imposibilitado para ver el futuro poscapitalista,
pero, que esforzndose en hacerlo, no logra sino confundirse y confundir al
proletariado. Para que el nacionalismo revo lucionario proletario se embarque
en una lucha por el socialismo, media la produccin de una revolucin social
proletaria con todas las condiciones y medios histricos necesarios para el
caso.
367 Cfr. Perfl del traidor.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 393
Ni qu decir que se aviva la necesidad de singularizar esa conciencia
revolucionaria, fjndose muy bien en que los dirigentes burgueses o no que
coyuntural y tcticamente apoye el proletariado sean autnticos.
Santa Anna no lo fue. Santa Anna fue traidor.
368
Y la negrura de su acto ilumina
la escena actual si tenemos ojos para verla.
18. Dos fetiches contrapuestos que rompen su hechizo
En los ltimos incisos sobre todo en el previo hemos aludido a dos
fetichismos histricos. Uno, el fetiche Santa Anna lo analic en otro lugar;
369
el otro es el fetichismo del pseudosocialismo y el pseudonacionalismo
revolucionario de origen sovitico, mayormente elaborado por Lenin en su
forma clsica y troquelado por Stalin en su forma vulgar y efciente actual. Una
de las respuestas de izquierda actuales a este ltimo fetichismo epocal dual ha
sido el rechazo a la elaboracin de una plataforma nacionalista revolucionaria
proletaria y a una alian za con los partidos nacionalistas burgueses y pequeo-
burgueses o de magra composicin proletaria, as como el desconocimiento
de lderes nacionalistas autnticos, caso de cuauhtmoc crdenas o de Andrs
Manuel Lpez Obrador.
El anlisis del mito pseudosocialista de la urss, lo he avanzado en otros
libros,
370
y es tema vastsimo an no agotado. Pero he credo ver que el
anlisis del fetiche Santa Anna entrega un antdoto a los efectos del fetiche
urss = marxismo y sus derivados, tales como la ecuacin falaz nacionalismo
revolucionario leninista = nacionalismo revolucio nario proletario en cuanto
tal, sea en cuanto a aceptarlos o en cuanto a rechazarlos, no obstante creer en
la ecuacin falaz que los constituye.
La gesta mexicana en esa temprana guerra imperialista, la primera desplegada
por Estados Unidos, es histricamente comparable con la gesta rusa en el
contexto de la guerra imperialista alemana de 1914 1918. Hasta ahora slo
se han enaltecido los grandes aportes de la Re volucin de octubre de 1917
y poco se ha hablado de las confusiones epocales que promovi contra
su intencin, ciertamente. Mientras que de la gesta mexicana se repudia
el imperialismo yanqui y se acepta como destino lo ya ocurrido, amn de
deplorarse la inconsistencia de las clases dirigentes mexicanas y aun lo
que es falso la cobarda de los mexicanos. Pero no se ha hablado nada
acerca de la ejemplaridad extrema de la traicin de Santa Anna, misma que
acucia radicalmente, por contra, a la forja de un nacionalismo revolucionario
368 Ibid.
369 Ibid.
370 Jorge Veraza, Praxis y dialctica de la naturaleza en la posmodernidad; Leer nuestro
tiempo. Leer el Manifesto; Revolucin mundial y medida geopoltica de capital.
Jorge Veraza
394
proletario au tntico, no digamos uno burgus, tarea esta ltima a la cual ha
estado encaminado mucho del esfuerzo de los intelectuales mexicanos desde
el tercer tercio del siglo pasado hasta la fecha.
Los dos fetichismos histricos aludidos se combaten uno al otro, y el de Santa
Anna ha resultado ser el antdoto de los efectos depresivos y despolitizadores
del de la urss.
19. Las luchas sociales actuales en Mxico ante la traicin a la patria
Hoy la soberana nacional en lo que tiene de real est en el pueblo, mientras que
en lo que tiene de formal y representado en el Estado se cede crecientemente
a poderes extranjeros como son el fmi, el bid y a Clinton primero y luego a
Bush hijo, recin reelecto (2004). Y se cede tambin, crecientemente, la riqueza
nacional. Debemos afrmar y consolidar la soberana nacional directamente en
el pueblo de Mxico, en la sociedad civil mexicana. Para ello es decisivo que
el proletariado mexicano la desarrolle en s mismo y que aproveche el actual
contexto para desarrollar su conciencia nacional revolucionaria. Por cierto,
los trabajadores electricistas que marchan (1999-2005) contra los intentos
de privatizacin de la industria elctrica enarbolan una bandera nacional
antiimperialista en donde la soberana prctica de la nacin mexicana est
presente.
En el mismo sentido, es elemental captar que el ezln representa el destacamento
armado y organizado ms consciente de su papel histrico como defensor
prctico de la nacionalidad mexicana en general, y no slo de las etnias
chiapanecas, precisamente a travs de defender a stas del ataque tecnocrtico
neoliberal y militar.
En el actual contexto de ataque imperialista a Mxico, los estu diantes
universitarios que defenden la gratuidad constitucional de la educacin
en Mxico mediante la huelga y la toma de la unam (1999), los estudiantes
insubordinados contra un rector y un gobierno (el de Zedillo) que pretenden
descabezar a la nacin mexicana en favor del capital norteamericano,
reactualizan la gesta de los cadetes del cole gio Militar que defendieron palmo
a palmo el castillo de Chapultepec contra el ejrcito invasor.
En el ao 2000 publiqu un libro
371
escrito para que el destino de sufrir a un
traidor como presidente no se volviera a repetir en medio de los combates
contra el imperialismo norteamericano.
372
371 Se refere a Perfl del traidor.
372 Deca yo en vsperas de ser electo presidente de Mxico (2000-2006) Vicente Fox Quesada.
Esas palabras son tanto ms actuales ante la actuacin de este presidente.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 395
Cuando se trata el tema del nacionalismo y del socialismo, como ha sido el caso
del presente captulo, no podemos eximirnos de abordar esa fusin espurea
de ambos trminos que fuera el as llamado nacionalsocialismo pretencioso
de hacerse pasar por la realizacin tanto del nacionalismo autntico como
del socialismoautntico, cuando que en realidad los false. Sin embargo, este
tratamiento obligado del problema y que aunque sea implcitamente debe de
abordar tambin la discusin del concepto de totalitaris mo no es la cuestin
principal en la relacin del nacionalismo y del socialismo propiamente dichos,
pero dada la trgica historia del siglo xx es obligado dedicarle un captulo
aparte.
F.2.5. Nacionalismo y socialismo (complemento: nacionalsocialismo)
1. Nacionalismo y socialismo
La combinacin de nacionalismo con socialismo que se asocia a Hitler y al
partido nacionalsocialista exalta el componente nacional y deprime el socialista
hasta el punto en que termina por anularlo fran camente, aunque retiene como
mscara prestigiosa ante el pueblo y el proletariado lo de socialista para
ocultar sus designios capitalistas imperialistas y antiobreros.
Como se sabe, tambin Mussolini combin de ese modo y con anterioridad
los trminos. El caso de Stalin, el pcus y la urss es dis tinto, segn la analizamos
en el captulo anterior. Aqu el componente socialista jams llega a anularse
completamente, aunque se encuentra profundamente desvirtuado y sometido
al nacionalista, adems de ar ticularse con una organizacin prctica de la vida
social sovitica y, precisamente, por ello no haber sido nunca anulado. Eso s,
sirviendo de mscara efcaz no slo ante el pueblo y el proletariado ruso, sino
ante el proletariado mundial
373
y con efcacia aun para las mentes burguesas
de todo el orbe para ocultar sus designios imperialistas y la construccin
en un capitalismo de nuevo tipo, con intensiva y aquiescente participacin
obrera. As que el designio antiobrero stalinista y sovitico no se descubre en
la superfcie o un poco debajo de ella, sino slo en los efectos totales y muy
efcaces del juego de la estructura general del discurso staliniano o, en su caso,
de la urss, en tanto realidad emergente o de los pases socialistas.
Distinciones ulteriores entre estas combinaciones de socialismo y nacionalismo
nazismo, fascismo y stalinismo, en las que aqul queda anulado o
sometido y desvirtuado, nos permitieran especifcarlas mejor.
373 Hermann Gorter, Carta abierta al camarada Lenin.
Jorge Veraza
396
2. Hasta aqu el stalinismo ya se distingue del nazismo y del fascismo, pero
stos parecen coincidir entre s. En realidad, se distinguen por el tipo de
nacionalismo burgus que cada uno profesa. Y en todos los casos incluido
el del stalinismo la clave para entender cmo es que se logra someter o
anular el componente socialista al nacionalista es la peculiar combinacin en
la que el nacionalismo burgus somete al nacionalismo proletario.
Nacionalismo combinado con socialismo, que ahora recono cemos como
especfcamente burgus y no ms como genricamente nacionalista segn se
lo nombra al pasar.
De lo dicho, resalta que el desarrollo del nacionalismo proletario es la nica
va efcaz para preservar al socialismo de estas manipulaciones sometientes
o anlogas que sufri durante el siglo xx,
374
pues slo as se desarrollan
de manera concreta los principios socialistas a enar bolar contra la burguesa,
su nacionalismo y todo intento de someter los ideales y la organizacin
revolucionaria proletario socialista a la ideologa burguesa.
El nacionalismo burgus exalta con la propiedad privada la dimen sin
espacial o territorial; y su territorialismo causa efecto en la forma en que los
componentes no territoriales, sino culturales, polticos, sociales, familiares,
sexuales y procreativos e individuales del nacionalismo se determinan y
correlacionan entre s. Mientras que el nacionalismo proletario exalta al sujeto
social por sobre el territorio, retomndolo slo para apuntalar el despliegue
cultural, poltico, social, sexual procreativo, individual del socius.
Toda vez que la nacin es el lugar de los nacimientos, el componente sexual
procreativo es nuclear dentro de los factores de la nacin y del nacionalismo.
El comportamiento del nacionalismo burgus al respecto es revelador. Exalta
el componente procreativo y familiar al tiempo que reprime (y manipula)
el sexual placentero, precisamente para exaltar la propiedad sexual del
padre y las relaciones jerrquicas dentro de la familia como va para lograr
la exaltacin de la propie dad privada y de las relaciones autoritarias y de
opresin clasista.
375
El nacionalismo proletario equilibra su componente
sexual procreativo reconociendo la dialctica de sus dos factores, explicitando
al factor sexual placentero contra el solapamiento y manipulacin que sufre
en el nacionalismo burgus.
374 Creando el espejismo del concepto de totalitarismo, cfr. Domenico Losurdo, Para
una crtica de la categora de totalitarismo. Hanna Arendt: la guerra fra y los orgenes del
totalitarismo.
375 En este punto el panista (en alianza con Pro Vida) es emblemtico.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 397
As que se comporta fexible respecto de las formas de familia y las relaciones
duraderas o pasajeras entre los sexos en acuerdo al desarrollo autntico de
sentimientos de afecto y amor entre los individuos.
Por donde subvierte el familiarismo monogamista burgus compul sivo y
su exclusivismo privatizante y opresivo que est en funcin de la opresin
burguesa de clase.
376
De hecho, la represin sexual familiarista no slo exalta los po deres
jerrquico-familiares: padre-madre-abuelos-tos, y tuerce el respeto hacia
una formalidad sin autntica autoridad, pero alimentada de autoritarismo,
sino que adems la represin sexual est en funcin de la propiedad privada
que la familia gestiona. La represin sexual es funcin de la preponderancia
del espacio y de la tecnologa al interior de la domesticidad a costa de las
relaciones procreativas, solidarias, placenteras y humanas. Aunque refuerza
la emergencia de una compli cidad mafosa falso remedo de solidaridad al
interior de la familia en torno a la propiedad privada y contra todo principio
humano.
Veamos ahora el peculiar nacionalismo nazi:
3. El nacionalsocialismo se bas en la ideologa vlkisch-racista
377
que se gest
en el imperio austrohngaro bajo el peso del absolu tismo austriaco sobre los
hngaros, alemanes, judos y otras etnias a las que esta presin contrapuso
entre s. El resentimiento vlkisch se diriga contra el opresor austriaco y
su racismo contra las restantes etnias oprimidas bajo el imperio. As que la
ideologa vlkisch-racista se tensa hacia arriba, hacia los lados y hacia abajo
para oprimir a otros; asimismo, exalta el territorio que disputa con las otras
etnias.
se basa en la pureza de raza teutona para distinguirse de las otras etnias,
y atribuye a dicha pureza cualidades extraordinarias, ticas, metafsicas
y sagradas, mismas que han sido pisoteadas y retornan para vengar esta
humillacin.
La sangre y la Tierra es, pues, su emblema; y el nacionalsocia lismo lo retoma
dndole profundidad flosfca con Jnger,
378
Rosemberg,
379
Heidegger
380
y
otros. Con la ideologa de la sangre y la tierra se acompasa bien una ideologa
esoterista enfocada en el tema solar para justifcar la jerarqua poltica del
partido y la carismtica del Fhrer y de la raza, tema que es refnado hacia
376 Wilhelm Reich, La revolucin sexual.
377 Norman Cohen, El mito de la conspiracin juda mundial.
378 Ernst Jnger, El trabajador. Dominio y fgura.
379 Citado y discutido por Wilhelm Reich en Psicologa de masas del fascismo.
380 Rectoratsrde (1934).
Jorge Veraza
398
su dimensin energtico-espiritual para re doblar su carcter natural, fsico,
terrenal y vitalista en favor del Fhrer y la exclusividad de la raza (das Volk
o pueblo).
Esta exclusividad se preserva al remitir al Volk alemn al pasado hasta la
raza aria en un momento antediluviano, anterior a la mezcla de razas,
atribuyendo artifcialmente el smbolo de la sustica a esta raza, aunque, en
realidad, fue usado tambin por los semitas y otros pueblos.
381
Hitler y sus mentores esotricos
382
se en cargaron de estos desarrollos de la
ideologa vlkisch-racista con miras a extremarla hacia una solucin fnal
imperialista y de exterminio de las razas inferiores y degradantes, en especial
la juda. El espiritualismo se acompaa bien con la represin de la sexualidad,
propia de la ideologa familiarista de pequeo propietario priva do; y la
represin sexual familiarista (sntoma de la preponderancia del espacio y
la tcnica sobre el sujeto social) se acompasa o compensa relativamente
con burdeles estatales en favor de la patria en guerra y sus sacrifcados hijos
soldados, slo para redoblarse con la ideologa del envenenamiento sifltico
de las razas promiscuas no espi rituales, no arias, la juda en primer lugar.
Fue, sobre todo, Hitler
383
quien llev a cabo este redondeamiento.
El nacionalismo nazi logra volverse territorialista segn lo re quiere la
estructura del nacionalismo burgus en general no slo por exaltar la tierra
como Heimat (patria) y asociando (forzadamente) la sangre con la tierra, sino,
ms an, por el modo en que alude al sujeto, al pueblo, a la raza, a la sangre.
As logra que desde dentro del pueblo se exija la hipstasis o magnifcacin
de la tierra por sobre la sangre y el sujeto, mismos que de entrada fueron
los exaltados. En efecto, en el nacionalismo nazi el sujeto nacional no es
meramente concreto por na cer al interior de un conjunto de relaciones
histrico tradicionales en un territorio determinado, ingrediente general de
todo nacionalismo. Adems es exlusivista, pues so pretexto de concrecin
excluye violen tamente por principio a otros tomados por despreciables,
degradados y, sobre todo, degeneradores, as que hay que erigirse contra ellos
de fensivamente (en realidad agresivamente). Es el racista el que atribuye todo
lo negativo y, aun, la negatividad agresiva al otro.
El exclusivismo racista se funda en la pureza de la sangre y sta se preserva
al prohibir, primero, el contacto sexual con otras razas, precisamente porque
esas razas han degradado su sangre en gracia a su in- moral promiscuidad. En
segundo lugar, la pureza de la sangre se preserva por reprimir la sexualidad,
381 W. Reich, op. cit., captulo 4.
382 Louis Pauwels y Jacques Bergier, El retorno de los brujos, segunda parte.
383 Adolfo Hitler, Mi lucha.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 399
constrindola aun dentro de la propia raza a la familia monogmica
dominada por el padre (fuerza solar)
384
.
La represin sexual familiarista es, pues, el pivote para lograr desde el seno
del sujeto, de las fuerzas productivas procreativas, su someti miento al tema
territorialista privatizante e imperialista.
Si vemos con mayor matiz esta ideologa, observamos que muestra no slo
una alternancia manipulatoria entre el tema de la sangre y el sujeto, por un
lado, y el tema de la tierra, la propiedad privada, el capi tal, la tcnica, la cosa,
de suerte que se pretexta la exaltacin del sujeto para ocultar con ella que en
verdad se exalta al capital y su territorio.
No slo se ofrece de un lado la Sangre y de otro la Tierra, y no slo uno media
al otro. En este caso, la Sangre es puesta a favor, o mejor, en funcin de la
Tierra, tema dominante con el que el sujeto nacional deber identifcarse a fn
de volverlo su ideal (ideal del yo). Adems de esta alternancia manipulatoria,
la ideologa nazi muestra un punto de pasaje o puente entre la Sangre y la
Tierra, un punto en el que stas se equilibran o identifcan. Pero siendo que
ontolgicamente el sujeto es prioritario para la humanidad por sobre la
tierra, este equilibrio e identidad es, en realidad, un sobajamiento del sujeto.
La ideologa de la Sangre y la Tierra involucra un intercambio equivalente de
la Sangre por la Tierra; a partir de aqu, da inicio la explotacin de la Sangre por
la Tierra. Anlogamente a como ocurre el in tercambio equivalente de fuerza
de trabajo por dinero, a partir del cual da inicio la explotacin de plusvalor a
la clase obrera en favor del capi- tal. sta, que es la relacin del capitalismo en
sus dos caras (circulatoria equivalente y productivo explotadora), es ni ms
ni menos lo que se expresa transfguradamente en la ideologa de la Sangre y
la Tierra.
Este punto de equilibrio sirve para que el poder de la Sangre, del sujeto
nacional, fuya en favor de la Tierra, se enajene en favor del capital y su Estado.
Este punto de equilibrio explotador entre Sangre (su- jeto) y Tierra (cosa) es, a
la vez, el del sol y la tierra. Pues as no slo se naturalizan ambos trminos
cuando antes el del sujeto era histrico moral, sino que se los energetiza, as
que la Tierra pierde su carcter meramente csico; y se los vitaliza (relacin
sol-planta), para con ello exaltar en toda su corporeidad material el papel
de la tierra en el proceso que se origina en el sol en tanto ser espiritual y
luminoso. Todo esto se sintetiza en la nocin de Heimat, traducida al espaol
por patria.
385
384 W. Reich, op. cit., captulo 2.
385 Pero patria alude al padre, a su funcin procreativa jerrquica masculina, mientras que el
Jorge Veraza
400
Toda esta parafernalia nazi esta ausente del nacionalismo precapitalista y
tambin del imperialista propio de Mussolini, el lder fascista.
Tampoco la encontramos en el nacionalismo capitalista propio del stalinismo,
sometiente del nacionalismo proletario, y por all del socialismo en cuanto
tal. En realidad, el nacionalismo nazi representa la forma perfeccionada y
ms desarrollada de nacionalismo burgus, y no como a veces se ha dicho,
su fgura aberrante. El nacionalismo nazi es la realizacin del nacionalismo
burgus.
Eso s, en todas las variantes de nacionalismo burgus liberalis mo, fascismo,
nazismo y stalinismo, la represin sexual familiarista queda instituida con
matices diferentes en cada caso;
386
es el pivote para lograr que desde dentro
del sujeto se logre su alienacin en el objeto y la exaltacin consiguiente del
ingrediente territorialista.
La represin sexual familiarista no slo cumple la funcin de promover la
autoridad heternoma del padre (Fhrer) Estado como anhelo y necesidad
interna del individuo reprimido y debilitado en su personalidad por ese
motivo, segn lo descubri Wilhelm Reich con base en el psicoanlisis, sino
tambin es el pivote para lograr que la ideologa nacionalista se aburguese,
volvindola territorialista.
4. De ah que el nacionalismo proletario deba tomar su energa del equilibrio
entre el cielo (sol) y la tierra, sin exaltar al sol espiritualista.
387
F.3. El materialismo Historico en el origen de la familia, la Propiedad
Privada y el Estado (Comentario al Prefacio de Engels)
F.3.1. Presentacin
El origen de la familia, la Propiedad Privada y el Estado, es la obra escrita y
publicada por Engels, en 1884, apenas un ao despus de la muerte de Marx.
Donde retoma las ltimas investigaciones de ste. Veamos el clebre prefacio
de la primera edicin.
388
contenido conceptual de Heimat debe ceder toda la fuerza a la Tierra. En efecto, Heimatland
signifca literalmente heim (hogar familiar o domicilio), at (aliento, vida), land (tierra, pas). Es
decir, el pas del hogar o domicilio donde se alienta u origina el aliento. Pues el at de Heimatland
es una contraccin de la palabra Atem, es decir, aliento.
386 Para la comparacin del modo nazi y el modo stalinista en este punto, cfr. W Reich, La
revolucin sexual.
387 No es ocioso recordar en este contexto el hecho de que el papado apoy a Hitler y que este
apoyo le fue de gran benefcio entre las masas al movimiento nazi. A partir de aqu deriva
un argumento de fondo para propugnar por la separacin entre el Estado y las distintas
organizaciones religiosas tal y como la Constitucin mexicana lo establece, pero que durante el
gobierno de Fox se ha intentado por todos los medios desvirtuar.
388 El prefacio consta de slo cuatro prrafos. Los comentar en parte, siguiendo su
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 401
Las siguientes pginas vienen a ser, en cierto sentido, la ejecucin de un
testamento. Carlos Marx se dispona a exponer personalmente los resultados
de las investigaciones de Morgan en relacin con las conclusiones de su (hasta
cierto punto, puedo llamarlo nuestro) anlisis materialista de la historia para
esclarecer as, y slo as, todo su alcance. (Engels, El Origen pp. prr. 1).
La forma del escrito (prrafo 1)
Este hombre viejo y sabio que es Engels a los 64 aos de edad ha intencionado
en estas frases sintticas y claras una serie de cuestiones que a lo largo de
toda una vida se han condensado y afrmado. Por eso, toda su profundidad
no es inmediatamente visible y deberemos explicitarlo; sin embargo, no ha
quedado completamente fuera; ciertas resonancias la recuerdan. O, para
decirlo de otro modo, no ha quedado completamente evaporada, sino como
digo: condensada. Y es que en el curso de una vida las ideas recorren un
ciclo similar al del agua: se subliman, se condensan y se precipitan y, an, se
solidifcan pero para evaporarse de nuevo. De hecho, en varios ciclos, segn
los cuales se enriquecen; circulan mientras esperan concentrarse y venir a la
vida, germinar, hacerse pblicas, es decir, volverse genricas, pues en esencia
son ya generales.
Toda obra de la que estos cuatro prrafos son el prefacio, tiene este carcter
sinttico recuperante y a la vez elptico, puesto que ciertos aspectos no se
explicitan sufcientemente, quedan en la penumbra. De ah la mayor difcultad
para sus lectores, paradjicamente acrecida por el hecho de presentrsenos
las ideas con claridad y sencillez meridiana, como quien las expone, es un
hombre que las ha modelado en sus manos durante decenios.
Aquellos lectores que las asumen, fcilmente las dogmatizan; y aquellos
que la critican lo hacen porque no han sabido verlas sino simplista,
esquemticamente, al modo del dogmtico. As que slo la contraposicin
entre corrientes de pensamiento, van logrando, luego, rescatar su rico,
verdadero fondo, no obstante que la contraposicin se d sellada en un crculo
vicioso de incomprensin respecto del escrito y respecto del contrincante. Es
en ese ciclo que se decantan las ideas originales.
As, se nos ofrece la imagen de nuevos ciclos reiterados de evaporacin,
condensacin y precipitacin de las ideas, ocurridas en las discusiones de
otros hombres. Pareciera que el elemento fuido de las mismas slo pudiera
recuperarse fuyendo y siendo toda represa pasajera.
ordenamiento argumental y, en parte, no; ya que prrafos posteriores se encuentran en
conexin directa con el primero y me ha parecido mejor comentarlos junto a ste. De hecho,
el prrafo 1, que abre la exposicin, ofrece dos vertientes argumentales. Una (parte I y III) en
conexin con el segundo prrafo; la otra (parte II en conexin con los prrafos 3 y 4). Comentar
pues, segn esta secuencia.
Jorge Veraza
402
Ideas sintticas/sintetizadas del ncleo concentrado; proceso de recuperacin
operado slo en el curso histrico. Y es que tambin fue toda una historia vital
individual la que se redonde en ellas. Logr sintetizarlas por maduracin.
Advertido esto, vlido para todo el libro y no slo para el prefacio y para
un posible comentario ulterior del mismo y que enfrente a sus intrpretes,
tanto dogmticos como crticos actuales, por el camino de realizar una
mejor interpretacin paso a comentar ya no la forma, sino el contenido
de este inicial pasaje recin citado. (En el inciso D.2.1.2. ofrezco un resumen
preliminar que quiz el lector gustara ver antes de que nos embarquemos en
el comentario paso a paso).
1. El nacimiento del materialismo histrico. Contenido general de inicio:
Crtica general de la sociedad
Primero observemos que al parecer de Engels las investigaciones de Morgan
slo pueden esclarecerse y explicitar todo su alcance mediante el anlisis
materialista de la historia de Marx y en parte de Engels. (Pero tambin todo
el alcance del materialismo histrico).
Estas precisiones nos recuerdan:
Que hacia 1845-1846 ambos autores se enzarzaron en un esclarecimiento
conjunto de sus ideas pasando a redactar un amplio manuscrito crtico de
toda la Ideologa Alemana de entonces y as lo titularon. All fue que hicieron
nuestra esa concepcin.
Engels en 1844-45 haba adelantado algunas ideas histrico-materialistas en
su Situacin de la clase obrera en Inglaterra. Y en 1843 haba consolidado una
concepcin crtica de la economa,
389
que sirvi de apoyo a Marx, incluso para
la redaccin de El Capital (1867).
Marx logr consolidar entre 1843 y 1844 principalmente en sus Manuscritos
Econmico-Filosfcos de 1844 la concepcin materialista de la historia en el
mismo recipiente de la crtica de la economa poltica.
390
As que, en efecto, no sera sino al trabajar conjuntamente en la redaccin de
la Ideologa Alemana que socializaran y pondran en comn una concepcin
que cada uno por su parte haba avanzado; si bien Marx mayormente y casi
389 F. Engels; Esbozo de Crtica de la Economa Poltica, en: Marx y Engels, Escritos Econmicos
Varios, 1973.
390 Consltese al respecto la cronologa biogrfca de Marx en torno a sus estudios de las
sociedades pre-capitalistas elaborada por Andrs Sierra, y que aparece en este mismo nmero
de ITACA.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 403
en toda su complitud en sus Manuscritos de 1844. Esta amistosa plasmacin
comn no slo enriqueci a ambos sino a la propia concepcin elaborada;
previamente: la vivifc y afanz. Pues la reciente comunidad iba con su
contenido terico.
Es ese hasta cierto punto puedo llamarlo nuestro anlisis el que es la
clave. Tambin para interpretar la referencia de Marx del Prefacio del 59 a
su Contribucin a la crtica de la economa poltica, donde refere la escritura
conjunta de la Ideologa Alemana; pero que todos los intrpretes han
malentendido creyendo que slo en 1845-1846 y slo hasta ese trabajo fue
que qued esclarecida la concepcin materialista de la historia y echadas
las cuentas con la flosofa anterior. Pues si Marx indica que ambos echaron
cuentas con su concepcin flosfca anterior, los intrpretes no parecen
tomar en cuenta ese nosotros, esa puesta en comn y esa mutua crtica para
perfeccionar que ambos amigos lograron realizar en medio de un mundo en
donde todo se escinde en tuyo y mo y en esto y aquello. No ven el nosotros y
slo ven la cosa, ven csicamente la fuida y comn gnesis de la concepcin
materialista de la historia. Consiguientemente desvaloran los Manuscritos de
1844; pero tampoco saben rescatar en toda la obra posterior por ejemplo en
la misma Ideologa Alemana todo lo que tiene que ver con aquel escrito:
recortan la concepcin materialista de la historia, pues; y con ella la estrategia
revolucionaria comunista. Vale la pena rescatarla
Pero tenemos que la vida de ambos ha dado como para lograr recuperar
aquellas profundas ideas que, sin embargo, no tenan en sus tempranos
albores sufcientes apoyos cientfcos positivos segn los cuales exponerse.
Ahora bien, las conclusiones de la investigacin antropolgica de Morgan
parecen ofrecer este apoyo. No obstante, ellas mismas carecen de una
concepcin fundada rigurosamente como la que ha guiado a Marx y Engels;
pero que nunca fue expuesta pblicamente de modo completo.
Qu mejor ocasin para Engels que exponer parte de todo ello en esta ejecucin
de un testamento. Qu mejor ocasin porque, adems, a la sazn, l mismo
no haca mucho se encontraba investigando temas antropolgicos anlogos
y que en parte plasm en su escrito La Marca de 1882, elogiada por Marx (18
de diciembre) pocos meses antes de morir.
La ocasin poltica de entonces era igualmente propicia y an exigente de
esa entrega. No es momento para detenernos en ello, pero la situacin era
tan propicia y tanto haba menester del libro que ya en 1891 tuvo su cuarta
edicin alemana, amn de mltiples traducciones.
As, en resumen, Engels nos describe en este breve pasaje ni ms ni menos
que esa operacin complementaria entre Morgan y el materialismo histrico,
Jorge Veraza
404
que es la operacin crtica.
391
Ni ms ni menos que el proyecto de crtica de la
391 Al respecto han insistido algunos antroplogos marxistas. Cfr. Emmanuel Terray; El
Marxismo ante las sociedades primitivas; (Ed. Lozada; Buenos Aires, 1971). Cap. 1: Morgan y la
antropologa contempornea, Maurice Godelier; Economa, Fetichismo y Religin en las Sociedades
Primitivas; (Ed. Siglo XXI; Mxico, 1974), Cap. VIII: Lewis Henry Morgan (1818-1881). En este
ensayo Godelier distingue entre la argumentacin idealista y materialista de Morgan con objeto
de delimitar el acuerdo y el desacuerdo con Marx y Engels. Hctor Daz-Polanco (Cfr. Las teoras
antropolgicas. El evolucionismo; Ed. Lnea; Mxico, 1983) retoma (aunque no cita su fuente) esta
tesis de Godelier con objeto de profundizarla. Morgan explica la evolucin de las instituciones
como el despliegue de ciertas ideas bsicas o principios primarios del pensamiento, a lo cual
se aade paradjicamente la explicacin materialista del desarrollo de la tcnica y las artes
de subsistencia. A esta ltima tesis se adscriben Marx y Engels, pues en el texto de Morgan
resuena la tesis del desarrollo de las fuerzas productivas, como uno de los criterios bsicos
para establecer el grado de avance alcanzado por una sociedad (op. cit., p.190), mientras que
la vertiente idealista observa irnicamente Daz-Polanco ser retomada por los enemigos
acrrimos del evolucionismo, el culturalismo boasiano y ms recientemente, el postulado de
formas primarias y originales a la manera kantiana, reaparece en el enfoque estructuralista de
Lvi-Strauss, con la forma de estructuras mentales elementales (op. cit., p. 194). Aunque Daz-
Polanco, de nuevo no cita, no deja de hacer suyas las ideas de Jean Duvignaud (Cfr. El lenguaje
Perdido; Ed. Siglo XXI; Mxico, 1977. Cap. 2: Morgan): la existencia de estos valores
absolutos; de estos datos tramados constituye la objetividad ideal, a la manera platnica, del
pensamiento de Morgan: cada forma o cada tipo humano (salvajismo, barbarie, civilizacin)
encarna segn su propia forma y siguiendo soluciones siempre originales, los pocos elementos
de una racionalidad que descansa sobre un reducido nmero de ideas. La discontinuidad entre
estos tipos est aqu evidentemente acentuada ms que la evolucin de un tipo a otro, pues no habra
ms Antropologa si la diferencia especfca no fuera ms que una variante de la similitud: se
comprender mejor as por que razn Claude Levi-Strauss dedica sus Estructuras Elementales
del Parentesco (Structures Elementaires de la Parent) a la memoria de Morgan (op. cit., p.
56, subrayado nuestro). Pero Duvignaud quiere indicar lo contrario de Daz-Polanco,
pues a su juicio del primero el idealismo de Morgan es el sntoma de un antievolucionismo
antitecnocentrista que se preocupa ante todo por esclarecer la especifcidad del Otro, el grmen
de un saludable estructuralismo. As pues, la discusin entre marxistas y antroplogos
franceses se enfango en torno al problema de si Morgan era estructuralista o evolucionista.
Todo esto comenz con la esquizoide estigmatizacin que Levi-Strauss hiciera de la obra de
Morgan: Systems of Consanguinity and Affnity of the Human Family (1871); la cual es el anlisis del
parentesco que funda la moderna Antropologa Social, mientras que Ancient Society (1877) es
la obra evolucionista, y supuestamente en tanto tal, etnocentrista. (Cfr. al respecto Antropologa
Estructural; Ed. Siglo XXI; Mxico, 1977, cap. XVII, Raza e Historia) Duvignaud intenta
revalorar Ancient Society desde una ptica antievolucionista culpando ms bien a Engels de una
interpretacin ideolgica evolucionista de Morgan: Hay que distinguir dice Duvignaud
entre estas dos fguras: la de una racionalidad interna que evoca un texto clebre de Ancient
Society () y la de una continuidad que se engendra ella misma, menos acentuada en Morgan
de lo que estara en su comentarista Engels, a quien se le ve ms deseoso de demostrar la
sucesin inecutable y lgica de las estructuras que de describir sus confictos internos()
La consecuencia de los dos temas, el de la identidad de la racionalidad y el de la sucesin
deductiva en la evolucin, aparece sin duda en Morgan, pero nunca confundidos como lo crey
Engels, (o como lo piensan hoy Makarius y, en cierta medida, Godelier en Francia (op. cit., p.
53).
En la vuelta del siglo XIX al XX la Antropologa Culturalista embisti viceralmente contra
Morgan y el evolucionismo, con objeto de cortar todo fundamento cientfco a la crtica total
del materialismo histrico (recurdese la crtica de Durkheim, Lowie, Malinowsky, etc.) Sin
embargo, hoy en da se procede a una asimilacin ms razonable de algunas de las ideas de
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 405
antropologa que debe complementar a la crtica de la economa poltica.
Esta crtica de la antropologa desarrollo de la crtica de la economa
poltica busca recuperar buena parte de la concepcin materialista de
la historia. Aquella parte correspondiente, no a la historia del desarrollo
capitalista particularmente el econmico sino de las formas sociales
precapitalistas, particularmente prehistricas (no obstante que algunas sean
contemporneas al capitalismo) en las que pueden encontrarse las races de
instituciones no econmicas actuales cuya crtica complementaria a la de la
base econmica capitalista: crtica de la familia, del Estado, crtica del derecho
de propiedad privada.
392
No es difcil ver el derrotero que ha tomado Marx hasta buscar plasmar la
crtica de la flosofa del derecho (y del Estado) de Hegel, tambin, en esta
crtica de la antropologa. Su propia crtica de la flosofa del Estado de Hegel
escrita en 1843 y donde la inversin de Hegel es operada globalmente en
forma, es recuperada por este ms desarrollado camino. De hecho Engels
anotar ms adelante una crtica a Hegel en los captulos del libro del libro
destinados al Estado.
Aunque resulta evidente, quiero subrayar que es por esto que dije al principio
que ya este breve pasaje pero todo el libro presenta una serie de cuestiones
Morgan. (De ah que sea una extraa ceremonia obligada de toda la historia del pensamiento
antropolgico el hacer puntilloso recuento de lo vivo y lo muerto en la obra de Morgan). Pero
como la eterna alianza de Engels con la Ancient Society contina haciendo problema, qu mejor
que atribuir a ste la vulgarizacin ideolgica de aquella obra cientfca, todo lo cual tiene por
fundamento el ocultamiento de la diferencia crtica entre Engels y Morgan. A la fecha no tenemos
noticia de ningn estudio que haya establecido cules y cmo son las crticas que el ensayo de
Engels realiza con Morgan, a lo ms declaraciones generales de simpata o aversin; idealista
ste, materialista aqul, estructuralista ste, evolucionistas los dos o alguno de ellos, etc. Tal
parece que la tormenta de insultos y muecas que han recado sobre el evolucionista, as como el
desarrollo de las investigaciones de campo desarrolladas por la Antropologa durante el siglo
XX, exime a cualquiera amigos o enemigos de leer con un mnimo de rigor flolgico y
cientfco el texto de Engels. Es de sealarse una parcial superacin de este vicio en Lawrence
Krader y Raya Dunayevskaya. Cfr. mas abajo la nota correspondiente. Ejemplo paradigmtico
de arrogancia, dogmatismo, superfcialidad y tergiversacin impune, es la referida discusin
francesa entre antroplogos y marxistas.
El presente ensayo rinde homenaje a Engels, atenindose a interpretar la distancia crtica de
Engels y Morgan a partir del conjunto de argumentos adelantados por el propio Engels en
el prlogo de su obra, e invitando al estudio riguroso de la totalidad de la misma. (Nota de
Andrs Barreda).
392 En efecto, en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, la propiedad privada es vista
ms como institucin jurdica que como econmica (lo cual no es captado por ejemplo por
Daz-Polanco (op. cit.) sino que yuxtapone inmediatamente la propiedad privada y la base
econmica con lo que el texto engelsiano pierde toda especifcidad argumental, o mejor dicho
es este aspecto el que interesa especfcamente y para su esclarecimiento se refere tambin su
fundamento econmico.
Jorge Veraza
406
condensadas. Pero asimismo dije que se haban afrmado durante toda
una vida y este segundo aspecto nos enlaza con nuestra segunda observacin;
ya que lo que fue afrmando lo fue no slo en el sentido de irse haciendo ms
frme, sino tambin en el de su asentimiento constante, segn el cual Marx logr
una continuidad sin ruptura de temtica y proexcepcional en la historia
del pensamiento humano. Misma que no ha dejado de poner en ridculo una
y otra vez a todos los que de una u otra forma creen observar o proyectar
en la obra de Marx periodizaciones escisorias ms o menos falaces. Y no es
que Marx no haya sido joven y luego viejo, etc., sino que lo fue manteniendo
una unitaria concepcin poltica y terica vitalmente enarbolada y, por ello,
vivifcante de esa vida.
En efecto, en segundo lugar, podemos decir, que es el programa general de
crtica global de la sociedad burguesa conformado en 1844 por Marx, el que
quiere encontrar singularizacin en esta crtica de la antropologa. Es este
programa la base de la tcita indicacin testamental que Engels busca ejecutar.
Es este programa el que Karl Marx se dispona a exponer personalmente y
no pudo; a exponerlo, por lo menos, en aquello que ya era posible presentarlo
pblicamente, no como mera idea general, sino articulada en investigaciones
concretas.
Y no obstante la asimetra entre esta concepcin y las investigaciones de
Morgan pareca ser posible llenar el hiato, si entre ambas se complementaban
y si la exposicin se conformaba con aquello que en parte concretaba al
programa general. Es decir, que no obstante suscitarse por y para este
programa de crtica global de la sociedad burguesa el escrito deba situarse en
su limitacin particular si quera, efectivamente, realizar aquel programa por
lo menos en parte.
Es conmovedora la fgura del hombre viejo, Karl Marx, poco tiempo antes
de morir, quien se dispona a exponer personalmente los resultados de las
investigaciones de Morgan que le permitiran rescatar de entre las ideas
como si dijramos de entre los muertos su propia concepcin materialista
y compartirla por lo menos en parte hacindola objetiva y comn con sus
lectores.
Esa disposicin senil es lo que extraa. Guarda la fuerza de la juventud,
la fresca idea de comunicar y al comunicar transformar, hacer que lo viejo
sea destruido, volver a la fresca juventud. Ah! Ni ms ni menos que en
una obra que vuelva los ojos a la infancia de la humanidad. Engels fnaliza
el primer prrafo as: Mi trabajo slo medianamente puede reemplazar al
que mi difunto amigo no logr escribir. Sin embargo, tengo a la vista, junto
con extractos detallados que hizo de la obra de Morgan, glosas crticas que
reproduzco aqu, siempre que cabe. (Engels, El origen pp. 3 prr. 1).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 407
Es de resaltar esta formulacin: glosas crticas de Marx ad Lewis Morgan,
por donde queda bien modulada y en corto espacio la relacin que deba
guardar la exposicin de las conclusiones de Morgan hecha por Marx.
Actualmente contamos con las llamadas Notas etnolgicas de Marx, a
las que Engels se refere. Es posible la comparacin con el texto de Engels;
y, de hecho, quienes la han llevado a cabo han credo encontrar serias
discrepancias;
393
somos de la opinin contraria pero no es aqu lugar para
extendernos. Pasemos ahora, ms bien, a comentar el prrafo segundo de
Engels donde nos ofrece una resumida fgura de la concepcin materialista de
la historia resaltando en ella un ingrediente que pocas veces es visto.
1.1. Los dos tipos de fuerzas productivas: Base del desarrollo histrico de la
humanidad (prrafo 2)
El clebre pasaje del Prlogo de 1859 donde Marx resume el hilo conductor
de sus investigaciones inicia as: en la produccin social de su vida, los
hombres contraen relaciones, necesarias, independientes de su voluntad,
relaciones de produccin que corresponden a un grado determinado de
desarrollo de las fuerzas productivas materiales. Podemos observar que de
lo que se trata es de explicar la produccin social de la vida de los hombres, no
slo de explicar su produccin social material. Es decir, no slo la produccin
393 Cfr. por ejemplo y a quienes en otra ocasin dedicaremos un comentario crtico
Lawrence Krader; Los trabajos de Marx y Engels sobre Etnologa Comparada en este mismo
nmero de Itaca; as como Raya Dunayevskaya; Los Cuadernos Etnolgicos de Marx; en la
revista Crtica de la Economa Poltica, nmeros 22/23.
Aprovecho para anotar por lo menos lo indispensable sobre la relacin Engels/Morgan. Morgan
cierra la gran poca del evolucionismo. La teora de la evolucin social obtiene la sntesis ms
notable y completa en Ancient Society, pero con esta obra tambin entra en crisis el evolucionismo
y comienza el predominio en la etnologa de la escuela boaciana de Estados Unidos y de la
Antropologa Social britnica (ngel Palerm; Historia de la Etnologa: Los Evolucionistas; SEP/
ENAH; Mxico, 1976, p. 208). Con lo que el antievolucionismo se hace corriente dominante.
Sabido es que a Morgan se le ha criticado desde muy diversas perspectivas y, particularmente
su periodizacin (sucesin horticultura-pastoreo-agricultura) y sus opiniones sobre las
relaciones de parentesco) precedencia del matriarcado respecto del patriarcado, etc.) y, por
all tambin a Engels. Pero como nosotros comentaremos el prlogo de ste, esos temas no
aparecern. Sin embargo, es pertinente sealar que el eclipse revolucionario en la teora
etnolgica, producido por la accin norteamericana de Boas y de la escuela britnica (Taylor,
etc.) de Antropologa Social, ha resultado ser un fenmeno transitorio (Palerm; Op. Cit.,
introduccin, p. 9). Por lo dems, cabe indicar que no es sufciente aceptar la tesis evolucionista
slo en general y an asentndola, particularmente en el desarrollo de los medios de conseguir
el sustento (o fuerzas productivas); no es sufciente el rechazo del evolucionismo unilineal y su
sustitucin por uno multilineal, si no se singulariza en una periodizacin alternativa a la de
Morgan o que la sepa rescatar y retomar la cuestin de las relaciones de parentesco en direccin
similar a aqulla segn la cual en Morgan es pieza fundamental para la gradacin evolutiva. La
discusin pormenorizada de la periodizacin la dejamos para otra ocasin; pero abordaremos
los fundamentos de la misma recin referida pues son inherentes al materialismo histrico.
Jorge Veraza
408
social de bienes de consumo y produccin, sino tambin la produccin de
los hombres mismos. Pues si la produccin de bienes media la reproduccin
social y reconstituye la vida de los hombres ya existentes, no es sufciente para
suscitar y, por tanto, dar razn de la produccin de nuevos seres humanos no
es idntica con reproduccin biolgica. As pues: En la produccin social de
su vida, los hombres debern producir medios de subsistencia y nuevos
seres humanos.
Ahora bien, las relaciones de produccin necesarias para ambas producciones
son necesariamente duales, as como las fuerzas productivas y su grado de
desarrollo necesarias para ambos procesos de produccin. As, tendremos dos
tipos fundamentales de fuerzas productivas.
394
Pero, como se ve, esta dualidad,
de producciones, relaciones y fuerzas, slo se implica en la sinttica expresin
de Marx de 1859, si bien queda sealada en la formulacin de apertura: en la
produccin social de su vida, etc. repito el subrayado y no slo de sus
bienes de produccin y consumo.
Como dijimos, Engels resalta en su prefacio de 1884 este ingrediente slo
implcito en el Prlogo de Marx de 1859 y, consiguientemente, pasando
desapercibido por muchos:
Segn la teora materialista, el factor decisivo en la historia es, en fn de
cuentas, la produccin y reproduccin de la vida inmediata. Pero esta
produccin y reproduccin son de dos clases. De una parte la produccin de
medios de existencia, de productos alimenticios, de ropa, de vivienda y de
los instrumentos que para producir todo esto se necesitan; de otra parte, la
produccin del hombre mismo, la continuacin de la especie. El orden social
en que viven los hombres en una poca o en un pas dados est condicionado
por esas dos especies de produccin: por el grado de desarrollo del trabajo, de
una parte, y de la familia, de la otra. (Op. cit. pp. 4)
Y a rengln seguido aade la afrmacin siguiente sobre la correlacin que
ambas producciones y fuerzas productivas, etc., guardan en el curso del
desarrollo histrico:
394 Cfr. asimismo La ideologa alemana; Editorial de Cultura Popular; Mxico, 1958, p. 30:
La produccin de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en la procreacin,
se manifesta inmediatamente como una doble relacin de una parte, como una relacin
natural, y de otra como una relacin social; social, en el sentido de que por ella se entiende la
cooperacin de diversos individuos, cualesquiera que sean sus condiciones, de cualquier modo
y para cualquier fn. De donde se desprende que un determinado modo de produccin o una
determinada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de cooperacin o
una determinada fase social, modo de cooperacin que es, a su vez, una fuerza productiva;
que la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el estado social y que,
por tanto, la historia de la humanidad debe estudiarse y elaborarse siempre en conexin con
la historia de la industria y del intercambio (Nota de Patricia King).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 409
Cuanto menos desarrollado est el trabajo ms restringida es la cantidad de
sus productos y, por consiguiente, la riqueza de la sociedad, con tanta mayor
fuerza se manifesta la infuencia dominante de los lazos de parentesco sobre
el rgimen social.
395
La proposicin es evidente, pero requiere explicitar su implcita
fundamentacin. En efecto, la proposicin est autofundamentada y no
requiere de algo externo para sostenerse, es evidente decamos, pero este
fundamento puede pasar desapercibido.
396
Expliquemos: la sociedad se apoya
en dos clases de fuerzas productivas esenciales: aqullas para la produccin
directa de objetos y aqullas para la produccin directa de sujetos; ambas
redundan en la produccin y desarrollo del sujeto social y, precisamente, en
tanto que conservan, incrementan, modifcan y/o utilizan mejor las riquezas
materiales.
Es evidente que el sujeto social se tiene a s mismo a la mano y, por tanto, dispone
de su forma organizativa con mayos facilidad que de su instrumentalidad
material; diferencia que, sobre todo, puede notarse en momentos de urgencia
general cuando no puede esperarse a que sea desarrollada una tecnologa
que responda sufcientemente a los requerimientos de la reproduccin social
caso por ejemplo de las crisis econmicas actuales y es el organismo
cooperativo y, en general, de asociacin el que soporta los embates y da la
alternativa. O, tambin, durante las revoluciones y la forma de organizarse el
sujeto social en ellas como potentsimas fuerzas productivas que conducen a la
sociedad hasta nuevas condiciones generales de reproduccin y desgarran los
lmites productivos sociales y naturales que la aprisionaban. En fn, es evidente
que una forma de asociacin para la reproduccin directa de los individuos
sociales por ejemplo, en su nivel ms bsico, el familiar es decir, una
forma de asociacin para la produccin de la fuerza productiva fundamental,
el sujeto social, ofrece ventajas que otra forma no;
397
as que la remodelacin
de las formas sociales de reproduccin biolgica constituye un expediente
del que la sociedad echa mano constantemente, pero cuya importancia
relativa dentro del conjunto de fuerzas productivas que la sociedad tiene a
mano es evidentemente mayor en pocas en las que las fuerzas productivas
395 Cfr. el comentario de esta cita inciso C.1.1.4. en la pg. 18 del presente ensayo.
396 De hecho ha pasado desapercibida hasta hoy; nos interesa resaltarlo para los casos de J. P.
Sartre y de Claude Melliassoux. Este ltimo la refere, pero se equivoca en la explicacin.
Jean Paul Sartre; Crtica de la razn dialctica; Editorial Lozada; Buenos Aires, 1969, captulo C.
Claude Melliassoux; Mujeres, graneros y capitales; Editorial siglo XXI; Mxico, 1974, Introduccin
y Parte I. Entre otras cosas, Claude Melliassoux reduce la nocin engelsiana de lazos de
parentesco a la de Levi-Strauss de quien hace una brillante crtica.
397 Por ejemplo, revsese la discusin iniciada por los maostas chinos a propsito del camino de
la industrializacin de China, alternativo al de la URSS. O tambin las propuestas desarrollistas
pero que aconsejan una proporcin mayor de mano de obra que de bienes de capital para los
pases subdesarrollados, etc.
Jorge Veraza
410
tecnolgicas son pocas y dbiles. En los albores, el organismo social deber
basarse necesariamente para sobrevivir, mucho ms en su organizacin
colectiva comunitaria o dicho de otro modo en sus fuerzas productivas
procreativas que en sus instrumentos productivos. Los lazos comunitarios
a todo nivel desde el familiar al poltico, constituyen la fuerza productiva ms
poderosa de la sociedad; y, en particular, de esas comunidades tempranas.
Por eso Engels aade:
[]sin embargo, en el marco de este desmembramiento de la sociedad basada
en los lazos de parentesco, la productividad del trabajo aumenta sin cesar,
y con ella se desarrollan la propiedad privada y el cambio, la diferencia
de fortuna, la posibilidad de emplear fuerza de trabajo ajena y, con ello, la
base de los antagonismos de clase: los nuevos elementos sociales, que en el
transcurso de generaciones tratan de adaptar el viejo rgimen social a las
nuevas condiciones hasta que, por fn, la incompatibilidad entre uno y otras
nos lleva a una revolucin completa. (pp. 4)
Es evidente otra vez el desarrollo de las fuerzas productivas tecnolgicas
en el marco de la distribucin organizativa de reproduccin biolgica o
desmembramiento de la sociedad basada en los lazos de parentesco hace
disminuir la infuencia de stos en la funcin de reproduccin social.
398
Engels aade que sobre esta base del desarrollo de las fuerzas productivas
tecnolgicas se desarrolla la propiedad privada, el cambio, etc., hasta llegar a
la explotacin y las clases sociales, etc. Todo lo cual, modifca hasta destruir
los lazos comunitarios; ya que la propiedad privada y las relaciones entre
propietarios privados sustituirn aquellos lazos transformando con ellos
las formas familiares y polticas de reproduccin biolgica del sujeto social.
Nuevas formas de familia y poltica acompaan a este desarrollo.
399
398 Por cierto, el concepto engelsiano/marxiano de lazos de parentesco es a la vez ms general
que el de Levi-Strauss y otro. Ya que se especifca a propsito de concebirlos como fuerzas
productivas (procreativas). Y es esto lo que subraya Engels, etc., ms que la combinatoria y sus
reglas.
399 Aqu ya resalta sobremanera la distancia crtica que media entre Engels y Morgan, y
que ciertamente aproxima al primero a Marx. Pues para Morgan la relacin entre las formas
de familia y el nivel de desarrollo de la tecnologa y las artes de la subsistencia no es algo
conceptualmente resuelto. A lo ms hay un intento de coordinacin general de unos hechos
histricos con otros. Cfr. al respecto la presentacin que hace Marvin Harris en El Desarrollo
de la Teora Antropolgica (Editorial Siglo XXI; Espaa, 1971). Harris va contra de la idea de
Duvignaud (Cfr. ms arriba, nota 3) al sealar que el anlisis sincrnico de Morgan es dbil,
fundamentalmente en lo concerniente a la fundamentacin tecnoeconmica de las formas
de familia, etc.: por empezar con las instituciones del salvajismo inferior: la explicacin que
Morgan daba de la terminologa malaya era que en las condiciones del matrimonio de grupo
tena que resultar imposible descubrir qu varn de la primera generacin ascendente era
padre de ego, y por eso ste llamaba a todos sus posibles padres con un mismo trmino. De
manera parecida, dado que todas las mujeres de la primera generacin eran o la madre real o
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 411
Por ello, aade y le citaremos antes de comentar matizadamente el prrafo
arriba citado lo siguiente:
La sociedad antigua, basada en las uniones gentilicias, salta al aire a
consecuencia del choque de las clases sociales recin formadas; y su lugar lo
ocupa una nueva sociedad organizada en Estado y cuyas unidades inferiores
no son ya gentilicias, sino unidades territoriales; se trata de una sociedad en
la que el rgimen familiar est completamente sometido a las relaciones de
propiedad y en las que se desarrollan libremente las contradicciones de clase
y la lucha de clases, que constituyen el contenido de toda la historia escrita
hasta nuestros das. (pp.4)
F.3.2. Formas comunitarias y estado
1.1.1. Biologa, territorio, estado y sociedad: Las formas de asociacin que
se transforman
Segn esta cita la sustitucin de unas formas por otras, o mejor, la
transformacin de las formas de asociacin y reproduccin biolgica han
consistido en:
Transformacin de uniones gentiles a clasistas. Lo que signifca: de uniones
entre gentes (gentiles) relacionadas por lazos de sangre pero que no pueden
casarse entre s; por ello la gens se constituy poco a poco en una forma
diversa y aparte de la familia, pero an relativa a la reproduccin biolgica
de la especie.
Ahora bien, se trata de la especie humana; la cual forja de por s unos
instrumentos colectivos cada vez mas mediados que la posibilitan y que son
signo de su desarrollo.
La gens a su vez es la base del desarrollo de las clases que la vienen a substituir.
Pero ocurre, adicionalmente, que las clases se encuentran en referencia no
slo de las fuerzas procreativas sino de las fuerzas productivas tcnicas
desarrolladas y de las relaciones de produccin que giran en torno a ellas
y segn las cuales se ha desarrollado la escisin de la sociedad tendiente a
concretar las relaciones de propiedad privada.
Con la clase se nos ofrece, pues, una forma social a la vez continua con la gens
y la familia como formas de reproduccin biolgica o fuerzas productivas
directamente subjetivas pues son su base general de partida pero a la vez
madrastras potenciales, tambin a ellas las designaba con un solo trmino. La conexin con
los criterios tecnolgicos ya era ms vaga y se basaba en la suposicin de que slo una mentalidad
atrofada podra aprobar la promiscuidad y el incesto entre hermanos (op. cit., p. 157) (Nota
de A.B.)
Jorge Veraza
412
discontinua con ellas; pues su desarrollo especfco deriva, ms bien, de las
fuerzas productivas tcnicas y del desarrollo de la propiedad privada.
En la medida en que la clase se convierte en la forma predominante de la
determinacin social se ofrece la expresin de que las fuerzas productivas
tcnicas son relativamente ms importantes en la funcin de reproduccin
social que las fuerzas productivas directamente subjetivas (familiares,
etc.); pues han llegado a generar formas sociales de reproduccin biolgica
muy mediadas (las clases) y que determinadas por ellas (por las fuerzas
productivas tcnicas) subordinan a las formas sociales previas, familia,
gens, etc.
Asi ha ocurrido que la forma y fuerza productiva directa de la reproduccin
biolgica ha quedado subordinada a la forma y fuerza productiva indirecta
de reproduccin biolgica y determinada directamente por las necesidades
de las fuerzas productivas tcnicas no ya por las necesidades directas de
reproduccin biolgica. Todo el desarrollo que va de la gens a la clase se basa
en el desarrollo de la mediacin instrumental tcnica. Misma que ahonda la
escisin social y econmica, por lo que en el curso desarrollo debe suscitarse
la mediacin de la forma clase para coordinar la referida escisin.
As pues, debido a las escisiones y, por tanto, necesarias mediaciones cada
vez ms potentes de las mismas y cada vez ms alejadas de la base biolgico
reproductiva, el desarrollo que va de la gens a la clase implica necesariamente
el surgimiento de una forma organizativa global del conjunto social y de
mediaciones ms mediada que las anteriores y necesariamente aparte de ellas.
As, la transformacin de las fuerzas productivas biolgicas ha consistido
tambin en el paso:
De formas de gobierno orgnicas a formas de gobierno estatales extraadas,
enajenadas respecto del conjunto familiar, gentil y clasista, pero enraizado en
l.
400
Las formas de gobierno orgnicas y estatales son formas de coordinacin
global de la sociedad. Coordinacin tanto de las fuerzas productivas de
reproduccin biolgica y sus relaciones; en fn, coordinan el metabolismo
general del sujeto social.
Las formas de gobierno incluso estatales son por el lado de las tcnicas
y sus relaciones de produccin, son formas sociales derivadas improductivas
lo que no niega que a su vez disponga de medios e infuya en la economa;
por el lado de las fuerzas productivas de la reproduccin biolgica, etc.,
son formas sociales derivadas directamente productivas. Son como si
400 Cfr. Lawrence Krader, La formacin del Estado; Ed. Labor; Barcelona, 1972. Introduccin.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 413
dijramos de la familia de las formas familiares y gentilicias (y clasistas):
formas de organizacin del sujeto social para reproducir su vida social en
cuanto sujeto biolgico humano.
Engels aade respecto del Estado como nueva forma de organizacin
social que sus unidades inferiores no son ya gentilicias sino unidades
territoriales. Por donde, fnalmente, la transformacin de las fuerzas
productivas de reproduccin biolgica ha consistido en el paso:
De unidades gentilicias a unidades territoriales, Y, por tanto, en la
refuncionalizacin del territorio como soporte de las clases y el Estado
Creacin del Estado Nacin.
401
Por qu este paso? Porque la fuerza productiva material fundamental,
fundamento de todos los instrumentos particulares arco, cuchillo, etc.,
arado, ganado, semilla, etc., es la tierra el fundo. Y porque, ahora recin,
las fuerzas productivas tcnicas son de mayor infuencia que las biolgicas
reproductivas.
As pues, el poder social, es decir, el poder de la sociedad para lograr la
afrmacin de su vida se ha instrumentalizado y territorializado, se ha
objetivado exteriormente en cosas instrumentales y materia terrena ; ya
no slo es objetivo en la nueva forma de organizacin social (familiar y de
gobierno) sino que es objetivo en tanto contenido instrumental mediador
y territorial bsico o inmediato. Se ha objetado manifestamente fuera del
cuerpo biolgico y asociado.
Por ello es que tambin, necesariamente, la forma general del gobierno
correspondiente es una forma exterior y sustantiva, con presencia como de
cosa independiente de otras cosas y relaciones, cosa pblica o res pblica,
llamada Estado.
402
No es pues casual el asentamiento territorial del Estado, ni la determinacin
territorial de la nueva unidad bsica de reproduccin biolgica, ms bien que
gentilicia; es correspondiente al desarrollo tcnico o de fuerzas productivas y
ella misma es una nueva fuerza productiva isomorfa con las tcnicas.
401 Cfr. G. F. W. Hegel, Enciclopedia de las ciencias flosfcas; Editorial Porra; Mxico, 1973,
Tercera Parte, pargrafos 536 y 552.
402 Retomo esta tesis en mi Lucha por la Nacin en la globalizacin. Quin lucha y por qu tipo de
nacin?; Ed. Itaca, Paradigmas y Utopa; Mxico, 2005. (Nota insertada en el ao 2001 para la
presente Antologa)
Jorge Veraza
414
1.1.2. Por qu la transformacin se redondea en estado y nacin?
Segn vemos el paso de gens a clase y el de unidad gentilicia a unidad
territorial, ambos redundan en del gobierno orgnico al de Estado; la inversa,
ambos tienen como premisa la gens y sus relaciones constitutivas.
Ello es debido a que la gens es la base orgnica respecto y en el seno de la
cual formas de parentesco incluidas ocurren los desarrollos ulteriores.
As, si las fuerzas productivas tcnicas y con ellas su fundamento general, el
territorio, se desarrollan y desarrollan su poder relativo dentro de las fuerzas
productivas sociales tendremos que las nuevas formas de asociacin que
surjan que a su vez son fuerzas productivas sociales de reproduccin biolgica
ms o menos mediadas y que van desde la familia hasta el gobierno
sern de doble matriz: de reproduccin biolgica y de produccin material;
y donde esta ltima predomina. Por ello, la transformacin de la gens corre
por una doble vertiente: por la vertiente reproductiva biolgica coagulada
en clases; y por la vertiente tcnica instrumental en unidades territoriales. O
tambin puede verse de otro modo el doble movimiento: corre tanto por la
vertiente instrumental particular y coagula en clases pero, a la vez, corre por
la vertiente instrumental general o territorial y coagula en Nacin.
403
El Estado
nucla terminalmente ambos procesos.
Evidentemente que el recorrido instrumental en sus dos aspectos est en
referencia al biolgico y al instrumental tomado de conjunto y entre ellos se
complementan. Veamos las caractersticas y la dinmica del proceso.
En este proceso el rgimen familiar [bsico] est completamente sometido a
las relaciones de propiedad. Territoriales e instrumentales, tanto jurdicas
que es en lo que este pasaje insiste como econmicas que son su base.
La forma de la familia o fuerza productiva de reproduccin biolgica
bsica, variar de estructura o no segn lo requieran las nuevas relaciones
de produccin, propiedad y gobierno as como las ulteriores formas de
reproduccin biolgica o fuerzas productivas de reproduccin biolgica ms
mediadas; pero estn cada vez ms determinadas por el desarrollo tcnico: la
clase, la unidad territorial, el Estado.
403 En mi Lucha por la Nacin en la globalizacin. Quin lucha y por qu tipo de nacin?; Ed.Cit.
corrijo esta idea, sealando a la Nacin en acuerdo a su etimologa como lugar de los
nacimientos y totalidad de las fuerzas productivas procreativas. Slo el Estado es potencia
necesariamente territorializada; as como lo es la nacin capitalista pero no la nacin en general.
De ah mi crtica a Bolvar Echeverra (Cfr. Bolvar Echeverra; El discurso crtico de Marx; Ed.
Era; Mxico, 1986.) por identifcar esta nacin en general con nacin territorializada, al modo
de la nacin capitalista. Tal y como yo lo hiciera, basndome en l; y slo despus corrigiendo.
(Nota insertada en el ao 2001 para la presente Antologa)
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 415
Cada vez ms es desde el Estado y las formas intermedias (clases etc.) que
se determina a las formas bsicas (familia); pero slo debido a que cada vez
ms es la fuerza productiva bsica pero tcnica y no ya de reproduccin
biolgica la que determina la reproduccin social. Por lo que tambin las
formas intermedias que ella determina son lo fundante y determinante frente
al Estado: las clases, la sociedad civil.
As, un doble movimiento tanto formal como de contenido, determinante
de la base hacia la sobreestructura corre a la vez que un movimiento inverso
de mera determinacin formal desde la sobreestructura hacia la base.
Este doble movimiento (y el tercero de sentido inverso y slo formal) nace
de la doble fuente bsica: fuerzas productivas tcnicas/fuerzas productivas
de reproduccin biolgica. Para cuya coordinacin se hizo necesario desde
un inicio un tercer elemento: el gobierno general del colectivo; el cual devino
luego en Estado. Este tercer elemento, igualmente real, determina formalmente
a los dos que coordina y es la base del tercer movimiento observado, el
sobreestructural y, necesariamente, slo formal.
En un inicio este tercer elemento de gobierno de ambos pilares constitutivos
de la sociedad el tcnico y el subjetivo est necesariamente fundido en las
formas de reproduccin biolgica inmediatas o ms mediadas. (la familia es
un Estado en miniatura, se dice).
Pero el desarrollo tcnico e instrumental y sus concomitantes relaciones
de produccin lo van desglosando respecto de las formas de reproduccin
biolgica comunitaria aunque no logran asimilarlo completamente a su propia
vertiente tcnico/productiva. Y ello por la naturaleza interna de la cosa:
1.1.3. Por qu el estado es enajenado y le quedan subordinadas las formas
bsicas de reproduccin biolgica?
Primero debido a que la organizacin y gobierno general lo es de y por l sujeto
social y de ninguna manera del y por el objeto tcnico y territorial, no importa
cunto se desarrollen estas fuerzas productivas. Por ello, siempre existe una
adherencia de la forma de gobierno con las formas de reproduccin biolgica
y siempre es, en parte, forma de reproduccin biolgica muy mediada de la
sociedad. Adems.
Segundo, tampoco se puede fundir la forma de gobierno menos como
Estado a las relaciones productivas de origen tcnico, debido a que el
desarrollo de las fuerzas productivas tcnicas que suscita el desglosamiento
de la forma de gobierno respecto de las de reproduccin biolgica inmediata,
Jorge Veraza
416
es un desarrollo territorial e instrumental csico exterior en ese doble
sentido, general y particular. Al cual le corresponde una forma de gobierno
igualmente csica; a la vez instrumental
404
pues debe ser funcional con
las fuerzas productivas tcnicas y, a la vez, especializada externamente
en instituciones diversas y, en general, como gobernantes de un territorio y
una Nacin
405
funcionalmente diversos respecto de los individuos concretos
y sus relaciones bsicas de reproduccin biolgica tambin gobernadas por
el Estado. De aqu la base para aquel efecto funcional del Estado que se ha
dado en llamar errneamente autonoma relativa. (Concepto althuseriano/
bacherladiano).
Ni que decir, para todo ello es necesario el desglosamiento en clases y de
nuevo, por ello, el Estado se desarrolla como un ingrediente autnomo
respecto de las fuerzas productivas tcnicas y sus relaciones. Precisamente
para mediar/neutralizar las luchas de clases a favor de la clase dominante.
Sin embargo, el prrafo de Engels no parece hablar de clase dominante y otra
dominada; aunque habla de propiedad privada y de contradicciones de clase.
Por ello, comentemos, ahora, el resto del prrafo citado previamente y que
no terminamos de comentar pues quisimos citar el que recin comentamos.
Volvamos a l, pues all se encuentra otro aspecto no argumentado por Engels
y que est en relacin con el del dominio de clase.
Evidentemente, si Engels no argument aqul tampoco se obliga a tratar ste.
Y de hecho ninguno de los dos interesa al argumento general esbozado por el
prrafo de Engels; y es que las formas de familia, propiedad privada y Estado
pueden exponerse como tales formas y segn su dinmica general sin hablar
de ninguna de las dos cuestiones no tratadas, las que slo difcultaran
por hacer ms extenso el argumento. A nosotros nos interesa rescatarles,
porque completan el argumento del Prefacio que vamos haciendo explcito;
argumento presente al modo de Prefacio; y, por tanto, guardando temas
implcitos, se sostiene perfectamente bien de por s. De hecho, tambin el
argumento faltante que avanzamos est implcito en el de Engels, pero
mucho ms mediadamente que los ms arriba expuestos. Por eso dije ms
arriba que slo parece que no se habla, por ejemplo, del surgimiento de clases
dominantes, etc. Ahora citemos de nuevo: La productividad del trabajo
aumenta sin cesar, y con ella se desarrollan la propiedad privada y el cambio,
etc., la diferencia de fortunas, la posibilidad de emplear la fuerza de trabajo
ajena y, con ello, la base de los antagonismos de clase, etc. vamos pues al
comentario:
404 Las concepciones as llamadas instrumentalistas del Estado tienen en este sustrato real
apoyo, no importa cun reduccionistas sean en su anlisis poltico clasista del Estado, etc.
405 Ver Nota No. 16 del presente ensayo. (Nota insertada en el ao 2001 para la presente
Antologa)
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 417
F.3.3 Enajenacin y escasez en el texto de Engels
1.1.4. Un problema a resolver: La marca negativa del desarrollo humano y la
periodizacin histrica
De entrada no vemos por qu habra de ocurrir que el mero incremento de
productividad deber llevar aparejado el desarrollo de la propiedad privada
etc. y de la explotacin. Y tampoco para Engels la cosa es tan simple y
autoevidente ( como le han achacado, por ejemplo, Jean P. Sartre, cap. C de
la Crtica de la Razn Dialctica), pues cabe observar que el aumento de la
produccin tambin lleva aparejada la reconstruccin de lazos comunitarios
negadores e la propiedad privada y el dominio clasista; bien que, a la vez, de
diversa ndole que los lazos de parentesco
406
constitutivos e idnticos con la
comuna social bsica originaria.
407
En resumen:
El desarrollo de las fuerzas productivas (tcnicas) suscrita tanto los lazos
comunitarios de parentesco
408
como la propiedad privada y el dominio clasista
pero, en tercer lugar, tambin suscita los lazos comunitarios libres propios
del socialismo. A la par con ello, en esas tres diversas situaciones histrico
generales (pre capitalismo/capitalismo/ y post capitalismo o socialismo)
409
observamos cada vez una fgura distinta de las formas e reproduccin
biolgicas o fuerzas productivas de orden subjetivo directo.
En la primera situacin histrica el precapitalismo son en principio
predominantes y poco a poco van cediendo ante el desarrollo de las tcnicas;
mismas que suscitan el desarrollo de la propiedad privada en el seno del
mismo del precapitalismo y van destruyendo crecientemente la asociacin
basada en lazos de parentesco hasta generalizar la propiedad privada y
quedar estructurado el capital. As pues, no slo predominantes sino, sobre
406 Para una crtica a la idea de Claude Lvi-Strauss del carcter originario de las leyes de
parentesco cfr. Claude Melliasoux; Mujeres, graneros y capitales; Ed. Siglo XXI; Madrid, 1980.
Parte I. (Nota insertada en el ao 2001 para la presente Antologa)
407 Jean Paul Sartre en su Crtica de la razn dialctica (Op. Cit., Introduccin, parte A, cap
C, Rareza y Modo de Produccin) tambin refere as el caso. Critica por ello a Engels. Sin
embargo, creo que su crtica no es correcta y que la proposicin engelsiana contiene mayor
riqueza que lo que parece a primera vista. Riqueza que es posible descubrir si observamos
como hasta aqu que Engels juega su argumento al igual que Marx en el terreno de la
dialctica entre dos modalidades de fuerzas productivas, las tcnicas y las procreativas, y no slo de
una. Puntualizaremos cmo.
408 Vase Nota al pie No. 19 del presente ensayo. (Nota insertada en el ao 2001 para la
presente Antologa)
409 Que son las determinaciones histricas bsicas de una periodizacin general y sirven de
referencia general constante al discurso de Karl Marx como particularmente se nos presenta en
las Formaciones Sociales Precapitalistas de 1857, etc.
Jorge Veraza
418
todo, predominantes en su nivel inmediato o directamente reproductivo
biolgico, lazos de parentescos familiares.
En la segunda la capitalista y, en general, desde el precapitalismo en la
medida en que las relaciones territoriales, clasistas y estatales ya han sustituido
a las gentilicias la fgura que muestran es subordinada y, sobre todo, en sus
formas mediadas de coordinacin (clase, Estado) ya determinadas, a la vez,
de modo predominante por las fuerzas productivas tcnicas y sus relaciones
de produccin correspondientes. De suerte que las nuevas formas mediadas
e coordinacin son formas franca o evidentemente duales; funcional y
estructuralmente; su dualidad es correspondiente con su ser mediato. No
as la forma inmediata reproductiva familiar, la que tambin ha quedado
determinada tcnico/productivamente pero, en lo fundamental, sigue siendo
predominantemente fuerza productiva de orden subjetivo directo con funcin
biolgico reproductiva.
En la tercera la socialista/comunista se nos ofrece e nuevo el predominio
no de las fuerzas productivas tcnicas y sus relaciones sino de las fuerzas
productivas de orden subjetivo directo con funcin biolgico reproductiva,
pero ya no en sus formas bsicas familiares o directamente biolgicas sino
en sus formas mediadas de asociacin social, de convivencia y gobierno,
una vez eliminada la enajenacin poltica estatalista que las prea; y
concomitantemente, su rasgo productivista, basado en el predominio
alienado de las fuerzas productivas tcnicas sobre el conjunto social que tuvo
su mayor desarrollo bajo el capitalismo. La abolicin/absorcin del Estado
se convierten en posible y necesaria.
De entre las fuerzas productivas procreativas y las fuerzas productivas tcnicas
son stas la determinante bsica de toda sociedad en la medida en que slo
por su despliegue se consigue la produccin objetiva, misma que permite la
reproduccin vital de la sociedad tanto consuntiva como productiva. Soportan
la existencia del ser social en todo momento.
Al respecto es evidentemente secundario el que luego de existir ste
pueda renovarse y crecer dando a luz nuevos seres humanos mediante el
despliegue de las fuerzas productivas directamente subjetivas. Primero es
necesario que el ser social este vivo y as se mantenga. Las fuerzas productivas
procreativas son, en este sentido, premisa constitutiva de las tcnicas, pero
son stas las determinantes bsicas del movimiento concreto de la sociedad en
tanto despliegue vivo. Como tal incluye sus propias premisas.
Con todo ello observamos que si bien la columna vertebral que determina y,
por tanto, explica la variacin de formas sociales y la infuencia relativa de
las clases esenciales de fuerzas productivas, es el desarrollo de las fuerzas
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 419
productivas de tipo tcnico, no es ella directamente la determinacin nica
que explica el surgimiento de la propiedad privada, etc. Puesto que su propio
desarrollo determina fguras diversas a sta y an opuestas, ya sea inferiores,
ya sea superiores.
1.1.4.a. Las positivas fuerzas productivas, su desarrollo y su negativo espejo
Ahora bien, la otra determinacin que explicara el fenmeno en tanto
es una determinacin real del mismo veremos que es, tambin relativa a
las fuerzas productivas tanto tcnicas como subjetivas y por tanto si las
tcnicas son la determinacin bsica entonces es relativa sobre todo a las
fuerzas productivas tcnicas.
Se trata de una determinacin que podramos decir suya o que les es interior.
Pero podemos observarla como suya slo si abrimos nuestra ptica y
concebimos ms rica y concretamente lo que es fuerza productiva tcnica.
La determinacin real a la que aludimos es la materialidad circundante o
condicin material de vida de la sociedad en su aspecto pasivo. Aspecto
pasivo ya que, al contrario, las propias fuerzas productivas tcnicas (y
subjetivas) son condicin material de vida de la sociedad pero en su aspecto
activo. Por eso es que incluyen dentro de s como determinacin que les es
propia, o mejor, que constantemente se apropian a la materialidad circundante
inclusiva de la dimensin territorio pero no reductible de mero espacio.
Estas condiciones materiales pasivas son el punto de partida en referencia
al cual y donde se inicia cada vez todo desarrollo tcnico. As, segn qu
modalidad ofrezca este marco material del desarrollo tcnico este conduce a
una forma histrica u otra.
As lo refere Marx en las Formen de 1857.
410
La situacin concreta que presentan estas condiciones materiales pasivas
o como por su parte la denomina en su Critica de la Razn Dialctica J. P.
Sartre: campo prctico y a la vez sntesis material de las prcticas es lo que
determina el que una vez el desarrollo tcnico conduzca a la escisin social y
luego, a su reconstitucin comunitaria sobre una base superior.
Sartre consecuente con Marx en este punto, aunque puede l creer que
discrepan o que slo lo completa indica, acertadamente, que el conjunto e
relaciones sociales en movimiento de cohesin y, a la vez de desagregacin
410 Cfr. C. Marx, Elementos Fundamentales para la crtica de la economa poltica (Borrador); Editorial
Siglo XXI; Mxico, 1973, pp. 385-386.
Jorge Veraza
420
alcanza su sntesis pasiva y se constituye como modo de produccin, en
gracia, precisamente a la material circundante. La unidad le viene al ser social
por el material practicado (Captulo C de la Crtica e la razn dialctica).
1.1.5. Escasez pasiva y activa: Riqueza y fuerzas productivas limitadas
Segn lo trata Marx en sus Formen, este condicionalmente material pasivo
puede ser tanto natural como ya producto social, y de hecho, siempre es doble;
pero con ponderacin relativa diferencial de cada uno de sus dos elementos,
natural o histrico dentro del conjunto. Ahora bien, porque siempre es tambin
histrico y, en general aunque natural observado no en s sino en relacin
a la sociedad, puede ser nombrado como riqueza; pues sta no es sino la
plataforma objetiva e arranque de toa accin y la meta pasiva de la misma..
El caso es que Engels ha hincado la determinacin del campo prctico o
materialidad circundante segn modalidad, al referirla sucintamente como
riqueza de la sociedad y cantidad de sus productos producidos por las
fuerzas productivas tcnicas, segn pudimos leer en la segunda cita de este
prrafo (Cfr. inciso 1.1 pgina 12).
Ahora bien, en referencia a la modalidad de materialidad circundante
tendremos que las fuerzas productivas tcnicas se ofrecen dbiles o bien
fuertes y adecuados; en su seno van desarrollando aspectos que de dbiles las
superan hacia una fortaleza estructural respecto del campo prctico, respecto
de la riqueza social tanto en su aspecto natural como histricamente producido,
pero en ambos casos pasivo. O bien, que su desarrollo, al fortifcarlas las
enfrenta a un campo prctico ms vasto respecto del cual resultan ser ms
dbiles relativamente que antes frente a un campo prctico ms restringido.
(Ni que decir, sobre esta dialctica entre fuerzas productivas y campo prctico
se juega la de la contradiccin y unidad entre las fuerzas productivas en
general y las relaciones de produccin).
J. P. Sartre ha llamado con todo tino campo prctico escaso y an naturaleza
escasa a esta plataforma rica/miserable de la que parte y con la que tiene
que vrselas el metabolismo social reproductivo. Hay indicaciones de Marx y
Engels en ese mismo sentido, tanto en la Ideologa Alemana donde hablan
explcitamente de escasez como en los Formen donde hablan de riqueza
limitada y an determinada bsicamente por las condiciones naturales
climticas, de suelo y agua, etc.
J. P. Sartre cree ver la ausencia de esta determinacin en el discurso marxista y
consecuentemente la aade. Ciertamente su temtica aportada al respecto
es de enorme importancia, pero ello no signifca que ese concepto no est
pensado en el discurso marxista. (Si bien de otro modo, creemos que mejor).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 421
Ciertamente Marx y Engels gustan ms hablar de fuerzas productivas dbiles
o de fuerzas productivas limitadas que de escasez. Lo cual se explica debido
a que primero, segn puntualizaremos ms abajo la escasez fundamental
es la de fuerzas productivas o dicho de otro modo de relacin hombre-
naturaleza, puesto que las fuerzas productivas no son sino el nudo concreto
de esta relacin; y segundo porque la escasez natural pasiva est siempre en
relacin, es una relacin como dice Sartre y no una cosa entablada entre
la sociedad y la naturaleza; una relacin social constitutiva inmediata de las
fuerzas productivas tcnicas y las subjetivas.
1.1.5.a. Muerte y dolor, insatisfaccin y opresin, relaciones negativas
originarias e intransferibles
Si la modalidad del campo prctico es escasa o, dicho de otro modo, las
fuerzas productivas son dbiles en referencia a las tareas materiales que
deben cumplir y han determinado as la estructuracin de sus relaciones
sociales concomitantes, tendremos que si su situacin primera oblig por
todo ello a que los hombres tuvieran que compartir comunitariamente lo
poco que haba, el desarrollo productivo de estas fuerzas productivas pero
que no las saca de su debilidad o limitacin bsica, que no supera la escasez
posibilita que el individuo ya pueda producir un excedente signifcativo por
sobre su sustento. As pues ser posible y, an, necesaria:
a) La apropiacin privada; y conforme se desarrollara ms las fuerzas
productivas, ms deseable, perseguible; b) que como elemento de esta
apropiacin privada quepa la apropiacin de esclavos o bien de trabajo
excedente explotado en otra forma (siervo, asalariado, etc.).
Esto es as, ya que en condiciones de escasez ningn individuo humano
puede satisfacer completamente sus necesidades y capacidades y hay peligro
permanente de muerte o dolor. Hablo, evidentemente de una muerte no
querida ni en tiempo ni forma; y, por el otro lado, me refero, a que ya no
acaece ms desarrollo del ser vivo sino por insufciencia del mismo. Tambin
me refero a la muerte por simple trozamiento, no azaroso sino sistemtico
segn est dado el campo prctico. Peligro de muerte escasa.
411
La muerte como cancelacin de toda capacidad (y necesidad); el dolor como
profundizacin negativa de la necesidad, o bien como relativa suspensin
dinmica de la necesidad. Ante estos peligros cada individuo buscar
salvarse segn un movimiento puntual y masivo pero desplegado por cada
uno (Darwin es aqu bsico).
411 Cfr. el artculo de Herbert Marcuse, La ideologa de la Muerte; en Ensayos sobre poltica y
cultura Editorial Ariel; Espaa, s. f.
Jorge Veraza
422
Si el colectivo posibilita primero este movimiento, la comunidad ser la fgura
de asociacin. Pero ste slo es un peldao relativo y la escasez y el peligro
de muerte permanecen. As que en medio de esta superacin relativa del
peligro de muerte (relativa porque si cada individuo por separado dadas las
fuerzas productivas tcnicas no podr sobrevivir, en cambio colectivamente
organizado s le es posible); por donde el carcter de fuerza productiva de
produccin subjetiva que tiene la asociacin comunitaria consangunea se
muestre inmediatamente al lado y a la par de su carcter de fuerza productiva
tcnica, en tanto forma de cooperacin laboral no ya de produccin comn
nuevos seres humanos
412
pero para continuar pasemos al siguiente inciso:
1.1.5.b. Superacin relativa de la escasez y desarrollo humano negativo y de
fuerzas productivas
En medio de esta superacin relativa del peligro de muerte escaso
decamos se ofrece el fenmeno en que cada individuo y/o grupo particular
del colectivo podr acceder a unos cuantos bienes ms, a protegerse del dolor
y la muerte con una cortina un poco ms gruesa, a gozar de una vida de otra
suerte inaccesible y a interponer entre l y la naturaleza no su propio esfuerzo
laboral sino el de otro hombre; liberando para s ocio y descanso.
413
Los individuos puestos en estas condiciones si es que se apropian
privadamente de segmentos de riqueza, de suyo y hasta aqu escasa, excluyen
a otros del goce de los mismos accedern a una situacin en la que sus
energas vitales circularn de modo no forzado heternimamente, segn lo
hacen por el imperativo productivo y natural escaso.
En estas condiciones, efectivamente, el desarrollo tcnico y su productividad
desarrollar necesariamente a la propiedad privada y al dominio de clases.
E igualmente, segn proponen Marx y Engels en nuevas condiciones de
escasez relativa con fuerzas productivas dbiles, pero en menor grado
412 No se olviden al respecto las observaciones de Sergei Moscovici (Sociedad Vs. Natura;
Editorial Siglo XXI; Mxico, 1975), donde retomando el conjunto de observaciones recientes de
la etologa elabora una teora de la gnesis social de la especie humana. Las reglas de convivencia
colectiva se convierten en mediacin prctica del proceso de reproduccin, mediacin que
sobredetrmina el cdigo gentico, puramente biolgico, de la reproduccin. El Cdigo Social se
convierte en el instrumento material que abre las puertas al desarrollo de la especie.
Para una recepcin crtica de S. Moscovici recurdese el estudio de Edgar Morin (El Paradigma
Perdido: El paraso Olvidado; Editorial Kairos; Barcelona, 1978), que ubica la sociognesis humana
dentro de un contexto natural ms vasto. Tambin tnganse en cuenta las interesantes sntesis
de divulgacin popular del conjunto de investigaciones etolgicas contemporneas realizadas
por Vitus B. Drscher. Muy especialmente Sobrevivir; Editorial Planeta; Mxico, 1983, Tercera
Parte: El comportamiento social como frmula de supervivencia.
Resulta igualmente interesante a la luz de estos recientes desarrollos interdisciplinarios
las atinadas observaciones de Antn Panneckock realizadas desde 1912 Cfr. Marxismo y
Darwinismo, en la revista Crticas de la Economa Poltica No. 22/23, (Nota de A. B.).
413 Cfr. G. F. W. Hegel; La dialctica del amo y del siervo; en el cap. IV La Autoconciencia;
de su Fenomenologa del Espritu; Editorial Fondo de Cultura Econmica; Mxico, 1974.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 423
tendremos que un nuevo desarrollo de fuerzas productivas tcnicas
propiciar la reunifcacin comunitaria como forma de desarrollo ms
humano y enriquecedor tambin para cada individuo, puesto que, de fondo
las riquezas apropiables privadamente que no son otras sino las csicas,
son ya superabundantes para el individuo; o bien, si se quiere, slo para los
individuos de la clase dominante. Pero no por ello les conferen satisfaccin
sufciente; a la vez que recortan, en tanto apropiadas privadamente la
posibilidad de despliegue de capacidades individuales y sociales; as como,
concretamente, reprimen el desarrollo de las fuerzas productivas tcnicas
y subjetivas sociales que proporcionaran incrementada y perfeccionada
satisfaccin.
Ha sonado la hora de la expropiacin de los expropiadores y de la socializacin
de la produccin y de la apropiacin de las riquezas por ella producidas, dice
Marx en El Capital (T. 1 Seccin VII, Captulo XXIV, 7 Tendencia histrica
de la acumulacin capitalista). Pues ahora la principal escasez proviene de
las relaciones privadas en las que la vida social se reproduce, no tanto e las
fuerzas productivas o el marco natural, aunque sigan siendo estas sus bases.
Nueva y mejor riqueza ya no slo csica ser producida y apropiada slo en
una sociedad comunitaria superior.
Asimismo, las fuerzas productivas tcnicas desarrolladas en el curso de la
historia social, ellas mismas se han unifcado o socializado objetivamente
en grandes sistemas mecnicos automticos; y dado que su produccin y su
despliegue no puede ser privado, individual, sino slo cooperativo colectivo,
cada vez ms imposibilitan objetivamente su apropiacin privada, la que las
limita. Las relaciones de produccin capitalistas se vuelven escasas respecto
de las fuerzas productivas capitalistas. Y cclicamente estalla su discrepancia
permanente en crisis que logran regularla de nuevo.
F.3.4. Cdigo gnetico e individuacin como progreso
1.1.6. Progreso y alienacin desmembramiento del ser social en individuos
y su articulacin
Este desarrollo histrico progresivo porque satisface mejor y a ms
individuos bien que an dentro de la escasez general y a la vez, alienado,
porque ocurre de modo privado, clasista contradictorio y an limitado, de
suerte que incluso alguno de los logros materiales que el saber comunitario total
o de civilizaciones pretritas produjo, se va luego disgregando y perdiendo, de
tal suerte las fuerzas productivas se van haciendo ms magras slo respecto a
la satisfaccin cualitativa de los individuos, aunque se potencien en referencia
a su capacidad de reproducir ampliadamente al aparato productivo y, sobre
todo, numricamente al sujeto social. Este desarrollo histrico progresivo/
Jorge Veraza
424
alienado, decamos, ya se posibilita desde la forma misma que presenta el
colectivo humano en sus orgenes.
En efecto, el colectivo, necesariamente compuesto por individuos cuya
salvacin es necesaria y radicalmente intransferible, individual si bien la
salvacin pueda consistir en una forma colectiva es la base posibilitante del
progreso y de la alienacin. Y como de hecho se concret en forma colectiva,
Engels seala no obstante que tambin en esta forma colectiva original se
ofrece la base de la enajenacin posible ulterior.
As, dice segn recordar el lector en el marco de este desmembramiento
de la sociedad basado en lazos de parentesco etc. (subrayado mo). Por donde
tambin en la asociacin colectiva y an natural, pues basada directamente
en lazos biolgicos de consanguineidad se ofrece ya la distribucin
del colectivo en miembros particulares, (este desmembramiento) cuya
articulacin recproca es concomitante evientemente. Y este desmembramiento
se ofrece no para otra cosa sino para mejor reproducir biolgicamente a los
nuevos individuos y, con ellos, a la especie.
1.1.6.a. La riqueza humana bsica: El hombre y su cdigo gentico
Y es que, los hombres son individuos y, adems, sexuados; su forma de
reproducirse requiere biolgicamente de tal desmembramiento. Asimismo es
necesario que la codifcacin especfca de la reproduccin biolgica resguarde
mediante prohibiciones de matrimonio o cruce entre consanguneos o entre
ciertos consanguneos, padre-hija, etc. resguarde, digo, la riqueza del cdigo
gentico del colectivo y de la especie: condicin bsica de su desarrollo.
414
414 En Engels el problema de la herencia se encuentra en paales (Cfr. La Dialctica de la
Naturaleza con su tesis sobre la sntesis entre Darwin y Kaeckel o la dialctica entre la herencia y
mutacin) pero al igual que en el caso de las formas de parentesco su generalidad especifcada
en el concebirlas como fuerzas productivas le confere riqueza y fuerza ms que restrselas. La
observacin ms o menos familiar de que el cruce entre parientes era nocivo tanto en animales
como en humanos es la base de su argumento. Theodor Dobszhansky (Gentica del Proceso
Evolutivo; Editorial Extemporneos; Mxico, 1975) ha desarrollado actualmente la cuestin
profundizando el concepto de deriva gentica que subyace a aquellas observaciones por lo
menos milenarias. Sin este concepto Engels, sin embargo, atina de fondo en gracia a la referida
especifcacin de la herencia como fuerza productiva. Su artculo El Papel del Trabajo en la
Transformacin del Mono en Hombre ha sido criticado entre otras cosas de lamarkismo,
pues trae a colacin demasiado frecuentemente la explicacin de la evolucin a travs del
uso y funciones prcticas de los seres vivientes, evidentemente a falta de unos conocimientos
cientfcos sobre las leyes de la herencia y an ms del comportamiento del cdigo gentico
en relacin al desarrollo prctico de los individuos de cada especie. No es que en general no
tome Engels en cuenta la herencia, sino que no sabe cmo retenerla a propsito de la evolucin
de las especies. Pero por otro lado, sabe de los nocivos efectos hereditarios de los cruces entre
consanguneos. As que tiene lo necesario para retener a la herencia (al cdigo gentico y a la
deriva gentica, an sin precisarlos ni conocerlos) como fuerza productiva principalsima a
preservar. Y para encontrar en esa preocupacin el ncleo racional principal de las formas de
parentesco.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 425
All la radical caracterstica de fuerzas productivas que tienen las formas de
organizacin familiares; un cordn umbilical las liga a la determinacin
material bsica constitutiva de la existencia del ser humano: su cdigo
gentico, su reproduccin como especie.
415
Sobre la base de este desmembramiento de lazos de parentesco se habr de
dar aquel otro desmembramiento clasista privatizante ulterior al que nos
hemos referido. Todo lo cual nos obliga a avanzar ms detenidamente.
1.1.6.b. Forma, funcion estructura y desarrollo. La pregunta por el origen.
Si refexionamos veremos que con lo anterior se nos ofrece la estructura,
funciones, formas y desarrollo de la sociedad humana. Pero con ello tambin
la remisin a su origen. De hecho, el libro de Engels se llama El Origen de la
Familia, la Prpiedad Privada y el Estado; es decir, el origen de ciertas formas
fundamentales del desarrollo humano.
Algunos intrpretes
416
no han entendido a cabalidad las estructuras, formas,
funciones y panorama del desarrollo humano que hace Engels. En su torpeza,
tampoco han visto la relacin de stos con el origen al que Engels hace
referencia; mismo que preside el discurso de estructuras, formas y funciones
Puede argirse que nada saben no slo Engels sino los primeros grupos humanos, no slo
de cdigos genticos sino incluso del papel que juega el padre en la reproduccin. Pero no
me refero a un hecho conciente solamente. Los grupos humanos, en todo caso, aprendieron
a codifcar de cierto modo su reproduccin y el sustrato bsico que da sentido positivo al
suceso es el referido cdigo gentico a preservar, pero conceptualizado slo ms tarde. Difere
grandemente el desarrollo y capacidades de grupos que han accedido a esta formacin de
fuerza productiva procreativa respecto de aquellos que no. A la prohibicin puede accederse
por un rodeo tcnico; intentando preservar otra riqueza se llega a preservar la gentica, etctera.
Asimismo, antes de preservar el cdigo gentico de los cruces consanguneos, se lo preserva
no especfcamente al escoger ciertos miembros humanos a diferencia de otros en vista de su
cuidado y adscripcin mejores en funciones de jefatura o servicios, etc., interiores al colectivo y
correlativas a su relacin ambiental laborante. (Cfr. Sergei Moscovici, op. cit., captulo primero,
Los primeros Primates, Promotores de la Historia).
La otra cara del asunto tambin reconduce al sustrato bsico referido: el cdigo gentico. La otra
cara estriba en observar que los cruces consanguneos si bien no fortalecen biolgicamente a
cada individuo en mayor medida que lo que logra la prohibicin a este tipo de cruce, s fortalece
el lazo social emotivo y cooperante del colectivo. Algo tanto ms valioso en condiciones de
debilidad de las tcnicas y de enfrentamiento total con la naturaleza (Nota del autor en vista de
aclarar una puntual observacin de Patricia King).
415 M. Godelier expresa una duda ms o menos generalizada en la Antropologa
contempornea al respecto, pues sostiene que no est demostrada biolgicamente la
necesidad de prohibir el incesto. (Cfr. op. cit., p. 263). La necesidad, dice, es social, no biolgica.
Lo menos a reparar es que la socializad de la que Godelier habla es supranatural (Nota de A. B.)
416 Por ejemplo Cfr. Stephen Goldberg en la Inevitabilidad del Patriarcado; Editorial Alianza;
Madrid, 1974. Critica a Engels entre otras cosas por ofrecer slo los rasgos de ciertas
estructuras pero no, ni mucho menos, nada vlido sobre el origen de las mismas segn Engels
pretende en su ttulo.
Jorge Veraza
426
del desarrollo histrico ulterior. Y que si bien se piensa el origen slo puede
explicarse a partir del desarrollo ulterior segn sus formas y estructuras.
Veamos pues brevemente lo referente al origen de estas formas de asociacin.
F.3.4.1. Desarrollo Historico Revolucion Como Recuperacion Del Origen Y
Superacion De La Escasez
1.2. Origen de la comunidad y la escasez. Origen de la familia, la propiedad
privada y el estado (sintesis y paso adelante.)
En primer lugar, un resumen:
En los pasajes que hemos venido citando (todos del segundo prrafo) Engels
ha sentado cinco tesis adscribibles a cada uno, a saber: primera, el doble punto
de partida y apuntalamiento de la sociedad humana segn dos tipos de fuerzas
productivas. Unas biolgico reproductivas o dicho ms propiamente genrico
procreativas y otras igualmente biolgicas y reproductivas, en tanto dirigidas
a reproducir el cuerpo de los seres humanos; adems por tratarse de seres
humanos y no de cualquier otro animal estos lo hacen (se autoreproducen)
mediando entre ellos y los elementos naturales un tipo de fuerzas productivas:
las especfcamente tcnico productivas.
Segunda, las fuerzas productivas procreativas han sido predomintantes en
los albores de la humanidad (cientos de miles de aos); este predominio
decrece en relacin inversa al incremento de la riqueza social y el incremento
de productividad de las fuerzas productivas: las especfcamente tcnico
productivas.
Segunda, las fuerzas productivas procreativas han sido predominantes en los
albores de la humanidad (cientos de miles de aos); este predominio decrece
en relacin inversa al incremento de la riqueza social y el incremento de
productividad de las fuerzas productivas tcnicas.
Tercera, el desarrollo de las fuerzas productivas tcnicas as condicionado por la
escasez y limitacin de la riqueza y por el predominio de las fuerzas productivas
procreativas ha destruido las viejas relaciones, ha ido constituyendo nuevas
cuyo sentido es inverso: privadas, explotadoras, no comunitarias y que arrojan
un creciente excedente mayor que el de formaciones previas.
Cuarta tesis, el desarrollo de la tcnica ha devenido en el sometimiento
o subordinacin de las fuerzas productivas procreativas por las fuerzas
productivas tcnicas, con la consiguiente transformacin de las formas
originales arrojando como resultado el surgimiento de las clases, el Estado,
las unidades territoriales y las unidades de produccin como formas hbridas
de asociacin determinadas por la marca del predominio tecnolgico sobre
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 427
las formas o fuerzas productivas procreativas: el rgimen familiar est
completamente sometido a las relaciones de propiedad (caso de la sociedad
antigua ) y ambas al rgimen de produccin y explotacin de plusvalor (caso
del capitalismo).
Quinta tesis, toda la historia escrita hasta nuestros das presenta este
contenido: predominio creciente de las fuerzas productivas tcnicas sobre las
procreativas ( no casualmente es la escritura como la tcnica la que escribe y
califca este periodo histrico incluso en su nombre).
El desarrollo de las contradicciones y lucha de clases es la expresin de ste
desarrollado sometimiento. Por donde la subordinacin del mundo bajo el
capital, basada en la subsuncin formal y real del proceso de trabajo inmediato
bajo el capital, no es sino el momento culminante de la subordinacin mundial
y total de las fuerzas productivas genrico procreativas inmediatas a las
fuerzas productivas tcnicas.
417
Hagamos un breve resumen del resumen
en vista de poder profundizar en un aspecto esencial nuevo.
En resumen, 1)Estructura dual de las fuerzas productivas humanas; 2)
predominio de las fuerzas productivas procreativas, por sobre las tcnicas
en los albores de la humanidad; 3) el desarrollo creciente de las fuerzas
417 En los Grundrisse (1857) Marx llega a expresar de muy diversas formas cmo la
contradictoriedad y dominacin capitalista manifesta y actualiza una contradictoriedad
y dominacin histricas ms generales (que incluye al precapitalismo), donde la riqueza se
ha autonomizado del conjunto social y lo subsume. Precisamente es por ello que la sociedad
burguesa se aparece como la solucin histrica a la autocontradictoriedad de todas estas
formaciones sociales. En el precapitalismo y el capitalismo nos dice El plustrabajo de la masa
es condicin para el desarrollo de la riqueza general y el no-trabajo de los pocos es condicin
para el desarrollo de las fuerzas generales del cerebro humano. Sin embargo el capitalismo al
perseguir la explotacin ilimitada de la clase obrera crea las condiciones materiales (desarrolla
las fuerzas productivas tcnicas) que hacen posible la solucin de esta necesidad histrica: El
capitalismo es la contradiccin en movimiento porque tiende a reducir el tiempo de trabajo
a un mnimo, mientras que por otra parte pone al tiempo de trabajo como la nica medida y
fuente de riqueza (Cfr. Grundrisse, Vol. 2, p. 592 de la paginacin que aparece entre corchetes).
Tambin recurdese como es que la teora de la subsuncin del trabajo al capital, propia de la
Crtica de la Economa Poltica, tiene su fundamento en otra teora ms general, propia
del materialismo histrico, de la subsuncin del trabajo a la riqueza autonomizada en general.
Comparando la esclavitud y el capitalismo Marx nos dice la riqueza autonomizada en
general slo existe sea por medio del trabajo forzado directo, la esclavitud (o servidumbre), sea
por el trabajo forzado mediado, el trabajo asalariado. Al trabajo forzado directo se le contrapone
la riqueza no como capital, sino como relacin de dominacin; por consiguiente, sobre la base de
aquel trabajo slo se puede reproducir la relacin de dominacin para la cual la riqueza misma
nicamente tiene valor como disfrute, no como riqueza misma; esa relacin, por consiguiente,
nunca puede crear la industria general.
Para una ubicacin general del problema consltese el primer captulo de la tesis de Maestra
de Jorge Veraza, Para la Crtica de las Teoras del Imperialismo en el Anlisis Socio-econmico de
Amrica Latina, Divisin de Estudios de Posgrado, Facultad de Ciencias Polticas, UNAM,
(Nota de A. B.)
Jorge Veraza
428
productivas tcnicas conllev la destruccin de las relaciones comunitarias;
4) el sometimiento de las fuerzas productivas procreativas por las tcnicas
suscit las formas sociales hbridas: clase, Estado, etc., con el consiguiente
predominio de la produccin sobre la familia; 5) la actual subordinacin formal
y real del proceso de trabajo inmediato y por tanto tcnico por el capital, es
a la vez el completo sometimiento de las fuerzas productivas procreativas
bajo las tcnicas; su contradiccin no puede ser en general ms aguda pero
el propio capital la sigue profundizando particularmente; ni la presin sobre
el sujeto social principal fuerza productiva procreativa ( y a la vez tcnico
productiva) puede ser mayor aunque en profundizacin creciente.
Ahora bien, se hace acuciante la pregunta: cmo es que ha quedado marcada
negativamente la historia? De dos formas: primero, bajo el rgimen comunitario
pero segn el predominio de las fuerzas productivas/procreativas (alienacin
material inmediata); segundo (negacin acrecida, mediante la destruccin/
negacin, incluso de los lazos comunitarios segn el desarrollo del predominio
de las fuerzas productivas tcnicas (alienacin histrico mediata).
Pero profundicemos, entonces las preguntas, cmo es que el desarrollo de
las fuerzas productivas (ora procreativas, ora tcnicas) marca negativamente
la histria, la enajena? En efecto, si el desarrollo de las fuerzas productivas,
es de suyo algo positivo para la sociedad por cuanto que segn vemos por
su estructura dual, las fuerzas productivas son algo idntico con la Sociedad,
son la Sociedad misma en tanto fuerza vital colectiva y material afrmando su
vida positivamente. Cmo es entonces, posible que su desarrollo determine
negativamente al conjunto social?
Ciertamente sera absurdo creer que la negatividad en tanto marca negativa,
es decir, en tanto se la concibe como enajenacin, proviene del desarrollo de
las fuerzas productivas en cuanto tales sean tcnicas o procreativas. El error de
los contemporneos incluso algunos marxistas al crecer esto es craso:
Ms bien, ocurre que la marca negativa le llega a la historia proviniendo,
primero, de una pasividad negativa bsica y que la actividad histrica positiva
de las fuerzas productivas no hace sino actualizar; por lo cual pareciera que es
suscitada por ellas. Efectivamente, es el desarrollo de las fuerzas productivas
en tanto operado en un campo prctico de escasez (J. P. Sarte)
418
constitutivo
418 Para evitar malentendidos, dada la gran ignorancia de muchos especialistas
(antroplogos y economistas principalmente), especifcamos que estamos hablando de la
nocin sartreana de escasez. No estamos hablando de la nocin de escasez postulada originalmente
por la teora econmica (marginalismo). Pero en verdad es Thomas Hobbes, en el Leviatn
quien da por primera vez todo su peso al concepto de escasez para explicar la dialctica de las
relaciones sociales. Sartre refexiona originalmente, y critica esta herencia, cuyo aspecto vulgar
efectivamente es ensalzado por la ideologa burguesa y su homo economicus, etc. Esta aclaracin
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 429
es de gran importancia para ubicar el verdadero valor crtico del clebre ensayo de Marshall
Sahilins, La sociedad opulenta primitiva (Cfr. Economa de la Edad de Piedra; Akal Editor; Madrid,
1977), donde se rebate la representacin ordinaria que la antropologa y la economa tenan en
torno a la pobreza de las sociedades de cazadores y recolectores (y por tanto del paleoltico).
Estas sociedades, desde su punto de vista, han dispuesto ms bien de una riqueza abundante,
enmarcada dentro de su sistema limitado de necesidades. El problema comienza cuando una
sociedad de necesidades infnitas como la nuestra quiere enjuiciar etnocentristamente
a aqullas. Con lo cual M. Sahlins pasa de defensor de los cazadores/recolectores a crtico de
la sociedad burguesa. A propsito de ello Marshall Sahlins afrma Las modernas sociedades
capitalistas, no obstante estar abundantemente provistas, se preocupan por la perspectiva de
la escasez. (Lo cual si bien es una observacin atinada, no deja de contrastar con la superfcial
e inexacta presentacin que Sahlins hace de la sociedad capitalista, apoyada en la ptica de la
teora econmica). Pero adems, M. Sahlins se convierte tambin en juez del discurso terico
burgus. Supuestamente aqul que hable de escasez no hace ms que expresar el punto de vista
de la sociedad burguesa: la escasez es el juicio dictado por nuestra Economa y, por tanto,
tambin el axioma que rige nuestra Economa. Sahlins comienza por recortar doblemente a
su talla la nocin de escasez: como categora ideolgica especfcamente burguesa. Ello deriva
de otro recorte histrico ms bsico. Para Sahlins slo existen dos alternativas histricas! (Lo
cual ya le exime obviamente de ser evolucionista unilateral): a la opulencia se puede llegar
por dos caminos diferentes. Las necesidades pueden ser fcilmente satisfechas o produciendo
mucho [la economa de mercado], o bien deseando poco, (la estrategia Zen). La defnicin del
segundo camino resulta sumamente interesante puesto que echa mano precisamente de la
nocin que se pretende demostrar inaplicable a las sociedades de cazadores/recolectores:
la nocin de escasez. Pero existe tambin un camino Zen hacia la opulencia por parte de
premisas algo diferentes de las nuestras: que las necesidades materiales humanas son fnitas
y escasas [?] y los medios tcnicos inalterables pero por regla general adecuados. Adoptando
la estrategia Zen, un pueblo puede gozar de una abundancia material incomparable con
un bajo nivel de vida. Evidentemente Sahlins se est refriendo a la estrategia adoptada por
los cazadores/recolectores. As pues aunque se trata de un modesto ensayo referido a unas
cuantas etnias y a un periodo histrico, el ensayo habla con gran naturalidad de todas las etnias
del planeta y toda la historia de la humanidad, incluida, evidentemente, la que esta por venir.
Extraa manera de proceder para tan destacado alumno de Levi-Strauss y consiguientemente
destacado antietnocentrista. Lo ms curioso de todo estriba en el transfondo de su teora de
la historia Por qu s puede haber una adecuacin entre necesidades infnitas y capacidades
fnitas, resulta imposible una adecuacin entre necesidades infnitas y capacidades infnitas?
Por qu es imposible que las capacidades alcancen a las necesidades? al respecto Sahlins
slo sermonea (estrategia de monje Zen, o de cristiano?) cuando la cultura se aproxim
a la cima de sus logros materiales erigi un altar a lo inalcanzable: Las necesidades Infnitas.
Por qu, repetimos puesto que Sahlins nunca contesta, si es posible que la sociedad burguesa
rompa el sistema limitado de necesidades propio del precapitalismo, resulta imposible una
ruptura paralela del lmite de las capacidades? Pero el malvadomercado capitalista no slo
nos abre un infnito apetito de riqueza, tambin abre un ilimitado desarrollo de las fuerzas
y capacidades productivas, slo que y es el detallito que se le olvida a M. Sahlins estas
capacidades y fuerzas productivas no son capacidades y fuerzas del sujeto social bsico, de
la clase obrera, del conjunto de individuos concretos, sino que son las capacidades y fuerzas
del capital. A los individuos lo nico que les corresponde es la superespecializacin de sus
capacidades que destruye su personalidad individual. As pues, es la sociedad capitalista la
que propone cotidianamente mediante el conjunto de sus represiones prcticas semejante
desequilibrio: extiende tus necesidades/reprime tus capacidades. Cuando Sahlins afrma que
las capacidades no podrn alcanzar nunca a las necesidades lo nico que hace es repetir
alarmistamente lo que el capital tranquila y confortablemente repite da con da. Pero tambin
cuando afrma que esta inadecuacin es irrebasable, repite la cantaleta ms vieja del discurso
Jorge Veraza
430
burgus: el capitalismo es eterno. Si bien en esta postura queda enmascarada al proponer la otra
carta: Regresemos a la estrategia Zen: el problema econmico nos dice puede resolverse
fcilmente empleando las tcnicas del paleoltico (p. 53) qu nos propone?: reducir nuestras
necesidades a las del paleoltico? Extraordinaria ideologa para tiempos de crisis. Ronal Reagan
estar encantado. As pues, los dos grandes caminos histricos de la opulencia extraamente
se conectan y giran obsesivamente en el corazn de la sociedad burguesa misma. Y es que para
M. Sahlins la escasez es algo irrebasable: sea porque las necesidades deben ser (caso del Zen)
escasas, sea porque las capacidades son trgicamente escasas (caso del capitalismo). Si Sahlins
fuera un poco ms sincero podra concluir su ensayo afrmando que no slo el capitalismo,
sino tambin la escasez es algo natural, eterno e irrebasable. As pues, apreciese cun endeble,
acrtica e ideolgico burguesa resulta la tan cacareada crtica de Marshall Sahlins a la nocin
de escasez pues no hace sino dar bandazos desde la propuesta Keynesiana (lujosa) hasta la
monetarista reaganiana (restrictiva).
Sin embargo, el mrito de M. Sahlins consiste en tratar de especifcar histricamente la nocin
de escasez: Sin embargo, la escasez no es una propiedad intrnseca de los medios tcnicos. Es
una relacin entre medios y fnes: Deberamos considerar la posibilidad emprica de que los
cazadores trabajan para sobrevivir, un objetivo fnito, y que el arco y la fecha son adecuados
a este fn (p. 17); el mrito de M. Sahlins, decamos, consiste en evitar medir a la historia con
una sola regla, con una misma canasta de necesidades (la canasta de la sociedad burguesa).
No obstante, cuando afrmamos que cada sociedad cuenta con un sistema de necesidades
especfco no por ello toda sociedad deja de compartir con las dems el hecho de que en
cualquier poca y lugar los hombres siempre tendrn necesidades. Igualmente no dejar de
ser una verdad terica y prctica que esas necesidades son producto de su propio proceso
de reproduccin y autogestin social. Se trata de necesidades humanas, vale decir, creadas
por los propios hombres. As pues, tampoco deja de ser una verdad general, transhistrica,
el hecho de que los hombres necesiten producir sus necesidades, vale decir autogestionarlas y
coordinarlas libremente. Y es precisamente esta ltima necesidad, la necesidad de crear las
propias necesidades, el deseo de deseo, el punto que no aparece en el recuento de la economa
de la edad de piedra hecho por M. Sahlins No ser esto una proyeccin etnocentrista que
quiere ver refejado hasta en el paleoltico la apata y el castramiento del american way of life?
Decir que toda sociedad tiene la necesidad de desarrollar sus necesidades es una afrmacin
tan general e indeterminada que no implica cosifcacin y proyeccin retrospectiva de ninguna
fgura singular del presente O cmo se imagina M. Sahlins que se dio el paso de las sociedades
de cazadores/recolectores a las de agricultores? O sea, que el meritorio afn de nuestro etnlogo
norteamericano, supuestamente, por reconocer la especifcidad de las sociedades primitivas
encubre en verdad la voluntad de desconocer la especifcidad bsica de todo el gnero humano
(incluidos los cazadores/recolectores, japoneses Zen, etc.). Otra postura encontraremos en el
balance que Jean Duvignaud hace de la teora antropolgica (Cfr. El Lenguaje Perdido; Siglo
XXI Eds.) en donde reconoce como caracterstica esencial de todas las culturas la capacidad de
autogestin social. Sin por ello desconocer en ningn momento la especifcad del otro. Por el
contrario es esta unidad general de la especie la que hace de cada cultura y de cada individuo
algo singular, irrepetible, etc.
Nos hemos extendido abundantemente en esta discusin, puesto que precisamente la obra de
M Sahlins se ha convertido en los ltimos tiempos en una de las panaceas empricas
y especializadas ms renombradas contra la teora del materialismo histrico que sostiene
la necesidad histrica general del desarrollo de las fuerzas productivas. El Ensayo de M.
Sahlins pasa por ser entonces la ltima demostracin irrefutable de la existencia de antiguas
sociedades antiproductivistas, supuestamente impensables para el materialismo histrico (Al
respecto recurdese la crtica a Marx de Horst Kurtninsky en La Estructura Libidinal del Dinero;
Editorial Siglo XXI; Mxico, 1976. En este punto, Kurtninsky pasa por alto completamente
la consideracin crtica de Marx sobre el trabajo productivo imperante en las sociedades
precapitalistas, muy especialmente las de aquellas islas del Pacfco, que disponen de gran
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 431
del origen de las sociedades humanas el que ha provocado el desarrollo de
la enajenacin que se organiza procreativa y tcnicamente para enfrentarlo y
sobrevivir en l. Es decir, lo negativo alienante-alienado es la escasez objetiva
en tanto que vivida por la sociedad.
Aunque ya previamente adelantamos sealamientos al respecto; hablemos
sucintamente de en qu consiste la escasez: en la diferencia objetiva
cuantitativa entre si hay o no hay sufciente para la sobrevivencia plena de
todos los individuos sociales y que en la escasez se ofrece como no hay
sufciente en la diferencia objetiva cuantitativa, repito, debe explorarse el
origen de la diferencia cualitativa humana, y an la contradiccin y jerarquas
histricamente producidas entre los hombres: La enajenacin.
Y es que esa diferencia cuantitativa objetiva de riqueza que se ofrece
como escasez signifca inmediatamente posible muerte, dolor posible o
ya presente, posible represin de capacidades y posible insatisfaccin de
necesidades vitales.
419
opulencia pues cuentan con un rbol de pan. Cfr. El Capital, Tomo I, cap. XIV. Cfr.
asimismo los ensayos de Jean Baudrillard El Intercambio Simblico y la Muerte; Venezuela, 1980.
As como del mismo autor La Economa Poltica del Signo; Editorial Siglo XXI; Mxico, 1975
y El Espejo de la Produccin; Gedhisa; Barcelona, 1981). La importancia de este ensayo de M.
Sahlins estriba sin embargo, en el hecho de que pone claramente las cartas sobre la mesa: qu
sistema de capacidades y necesidades propone la Antropologa burguesa y cul el Discurso
crtico comunista de Marx y Engels? (Al respecto de las teoras de Marx consltense entre otros
muchos: Manuscritos Econmicos Filosfcos. Tercer manuscrito El Dinero. La Ideologa Alemana,
Cap. I; los Grundrisse Vol. 1, p. 447 (Editorial Siglo XXI). El Capital, Tomo III, cap. XLVIII; Crtica
al Programa de Gotha, etc. etc.). (Nota de A. B.)
419 En 1877 Engels, expone en lenguaje muy sencillo y explcitamente, el problema de fondo. Si
no explicamos a partir de un fundamento positivo el desarrollo de la autocontrariedad humana
no queda otra alternativa que recurrir a la entelequia del mal como fuerza trascendente y
suprahistrica que da cuenta de la historia: Para la idea socialista, esta nueva concepcin
de la historia tena una importancia culminante. Demostraba que toda la historia hasta hoy,
se ha movido en antagonismos y lucha de clase, que ha habido siempre clases dominantes y
dominadas, explotadoras y explotadas y que la gran mayora de los hombres ha estado siempre
condenada a trabajar mucho y disfrutar poco, por qu? Sencillamente porque en todas las
fases anteriores del desenvolvimiento de la humanidad, la produccin se hallaba todava en un
estado tan incipiente, que el desarrollo histrico slo poda discurrir en esta forma antagnica y
el proceso histrico estaba en lneas generales, en manos de una pequea minora privilegiada,
mientras la gran masa se hallaba condenada a producir, trabajando, su msero sustento y a
acrecentar cada vez ms la riqueza de los privilegiados. Pero esta misma concepcin de la
historia, que explica de un modo tan natural y racional el rgimen de dominacin de clase vigente
hasta nuestros das, que de otro modo slo poda explicarse por la maldad de los hombres, lleva tambin
a la conviccin de que con las fuerzas productivas, tan gigantescamente acrecentadas, de los
tiempos modernos, desaparece, o por lo menos en los pases ms adelantados, hasta el ltimo
pretexto para la divisin de los hombres en dominantes y dominados (Cfr. Marx, Engels;
Obras Escogidas; Editorial Progreso; Mosc, 1955, Carlos Marx, escrito por Engels en Junio de
1877 y publicado en 1878, p. 170) (Nota de A. B.)
Jorge Veraza
432
Se trata de una presin que pesa para la totalidad de los individuos indiferente,
indistintamente, porque, en primer lugar no se ha determinado sobre cul
o que grupo de ellos recaer el mal, la relativa insufciencia. Adems toda
determinacin rigurosa de este hecho, de este derecho es necesariamente
vacilante y rivalizado por quienes lo sufren. ( Cfr. J. P. Sartre, op. cit.)
Por ello, es que la mera diferencia cuantitativa objetiva muta en cualitativa
objetivamente: los individuos luchan entre s por el nmero es decir por
quin de ellos sobrevive y cmo pero no luchan en tanto nmeros, sino en
tanto seres vivos cualitativamente diferenciados y para quienes la muerte etc,
constituye una diferencia cualitativa respecto a la vida.
Las fuerzas productivas al desarrollarse no logran contrarrestar cada vez
sino en mnima parte este condicionamiento general escaso que, de ser slo
externo, va pasando a marcar internamente a las propias relaciones sociales. En
efecto sobre la escasez que se levanta la enajenacin y sta pasa a profundizar
y complejizar la escasez segn argumenta certeramente J. P. Sarte.
420
As, el fundamento dual de la sociedad ha debido enfrentarse tcnica y
procreativamente a la naturaleza para posibilitar la sobrevivencia del ser
social.
La necesariamente originaria debilidad de las fuerzas productivas tcnicas
conlleva el hecho de que en contra partida la naturaleza se presentar
amenazante frente a la sociedad o, bien escasa para satisfacer sus especifcas
necesidades: sociedades de riqueza limitada o escasa cuyo magro excedente
no logra an rebasar este campo escaso general. Eso es lo que hemos tenido
hasta hoy.
Pero entre tanto han crecido las fuerzas productivas tcnicas, todo el desarrollo
histrico podr cambiar de signo. De ser enajenado a desenajenado, de ser
limitado a ser ilimitado, de ser protohumano a ser verdaderamente humano
superador de la escasez; o dicho de otro modo, ser privatizante, clasista y
contradictorio a ser comunitario, genrico comunista y armnico.
Armnico es decir, de estar dominado, primero por las naturales fuerzas
productivas procreativas ms o menos histrico modifcadas para luego,
420 Ahora bien, un comentario crtico a J. P. Sartre no cabe aqu, lo dejaremos para otra ocasin.
Remito a tres textos donde hube criticado este paso esencial: Presentacin de las Tesis Principales
de la Crtica de la Economa Poltica. Un Ejercicio: Georges Bataille, Tesis de Licenciatura; UNAM,
Facultad de Economa; Mxico, 1979, la Introduccin y el cap. V. Tambin Karl Marx y la
Tcnica Desde la perspectiva de la Vida, en la revista Crticas de la Economa Poltica No. 22/23,
Edicin extraordinaria 1984, y el texto del curso sobre Crtica de la Razn Dialctica de Jean
Paul Sartre que junto con otros compaeros impartiera por cuenta del Posgrado de la FCPyS
de la UNAM, durante el mes de septiembre de 1984.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 433
estar dominado por las intermediarias fuerzas productivas tcnicas en
creciente desarrollo progresivo/alienado, el desarrollo histrico pasar a ser
dominado por el sujeto social comunitaria y libremente asociado, en libre
disposicin tanto de sus fuerzas productivas procreativas como de sus fuerzas
productivas tcnicas, condicionndolas armnicamente sin estarles sometido.
Cabe recalcar que el concepto de armona as puntualizado por m segn lo
avanzan Marx y Engels es heredado por ellos de Fourier, quien ocupa lugar
central en el programa que deba cumplir El Origen de la Familia
La perspectiva critico-comunista planteada por K. Marx y F. Engels indica:
la historia humana es la historia en la que se va forjando la humanidad en
tanto sujeto histrico pleno partiendo del grmen natural del mismo. La
historia como proceso sin sujeto es una falacia hegeliana que subordina al
hombre bajo la idea absoluta; luego ha pasado a ser tambin una falacia del
estructuralismo (Althusser
421
) que cree que la tradicin pseudomaterialista de
idea absoluta por estructura (por ejemplo a-dominante, como en el caso
de la escuela althusseriana) resuelve la apora inicial. Cmo se ofrece la
decantacin del sujeto humano hasta arribar a plenitud?, lo hemos visto: en
medio de un proceso contradictorio en el que se nos ofrece la dialctica de
sus dos principios constitutivos o fuerzas productivas procreativas y tcnicas,
confrontadas entre s al momento de confrontar diferencial y simultneamente
a la naturaleza exterior y, entonces, tambin, a la propia naturaleza humana.
Se nos ofrece la imagen general del desarrollo histrico y de la recuperacin
desarrollada del origen.
1.2.1. Las Alineaciones Del Sujeto Social Y Su Proxima Plenitud
En un primer momento el sujeto humano en cuanto tal se haya sometido a
su proceso procreativo genrico natural, todas sus actividades se subordinan
bajo sus formas y fuerzas productivas procreativas. Esta primera alienacin
natural inmediata, as como las subsecuentes es, a la vez, suscitada o es
posible slo debido a que es mediante su fuerza procreativa que el sujeto social
debe enfrentar preferencialmente a la naturaleza para sobrevivir en ella.
Es decir, en gracia a una bsica inadecuacin de la naturaleza para la
reproduccin de la vida humana.
Por ese camino, el sujeto se unilateraliza y se muestra limitado; pero sobrevive
y se desarrolla paulatinamente al desarrollar capacidades particulares. Si
como un todo debe someterse a la naturaleza, particularmente puede, sin
embargo, desarrollarse.
421 Lois Althusser; Contestacin a John Lewis; Siglo XXI Editores; Buenos Aires, 1973.
Jorge Veraza
434
Ahora bien, las partes de un sujeto son sus medios; sus instrumentos exteriores
y son stos, precisamente los que la sociedad va desarrollando poco a poco.
As que la naturaleza pueda ser enfrentada instrumental, tecnolgicamente;
pues slo as puede rasgarse o corroerse el sometimiento natural inmediato
que sufre el sujeto social. Por ello, este proceso progresivo ocurre en el seno
de una primera alienacin natural inmediata, en donde todo el sujeto social
se reduce tendencialmente a su animalidad; en el sentido de que se reduce
tendencialmente a sus fuerzas productivas procreativas inmediatas, aquellas
que le procuran nuevos brazos humanos cuya cooperacin tcnica permite
enfrentar efcazmente a la naturaleza.
422
Se trata de un organismo comunitario,
pero procreativo naturalmente alienado; y esta alienacin idntica aqu con
restriccin la que busca ser resgada mediante el desarrollo tcnico.
La sociedad busca librarse de su alienacin o subordinacin al mero nmero
humano y a la mera existencia (por lo tanto abstracta, cuantitativa) y lo hace al
buscar liberarse de la necesidad forzada natural de nuevos brazos.
423
La funcin de la tcnica es, precisamente sustituir fuerza de trabajo
incrementando la productividad del trabajo en accin.
424
As se posibilita un crecimiento poblacional no slo insertable en las nuevas
tcnicas sino hasta cierto punto superfuas y en parte librado del trabajo; la vida
humana cambia de cualidad y es, cada vez, ms la cualidad de vida la que es
objeto de la voluntad humana (sin que ello quiera decir que la calidad natural
original no haya sido buena sino que no era voluntariamente determinada).
As pues, la voluntad de calidad de vida se sobreaade a la de sobrevivir; y a
este alto deseo qued asociado el origen de la propiedad privada, por lo que
a su lado progresista se refere.
Sin embargo, ocurre que el predominio creciente de la tcnica y la culminacin
de este predominio es precisamente la era capitalista al constituirse en la
fuerza productiva predominante por sobre la fuerza productiva procreativa;
as, si bien va corroyendo la alienacin natural procreativa inmediata lo hace
generando una segunda alienacin, ahora, histricamente producida. Pues
subordina al sujeto social bajo las necesidades de desarrollo del instrumento
422 Gordon Childe retoma el problema del nmero poblacional como parmetro general para
poder medir el desarrollo histrico. Cfr. su obra Los Orgenes de la Civilizacin; Mxico, 1971,
pp. 22-25 (referencia tomada de la obra arriba citada de Hctor Daz-Polanco) (Nota de A. B.)
423 La predominancia de lo cuantitativo sobre lo cualitativo como caracterstica de las formas
originales del desarrollo histrico es referido por Hegel en sus diversas obras. Cfr. Fenomenologa
del Espritu la certeza sensible y el entendimiento. Cfr. igualmente La Enciclopedia, el fragmento
referido a la flosofa del espritu, muy especialmente a las sociedades orientales. Para esto
ltimo consltese muy especialmente La flosofa de la historia y la esttica. (Nota de A. B.)
424 Cfr. Karl Marx El capital, tomo I, cap. XIII, 2, Transferencia de valor de la mquina al
producto.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 435
tcnico y al mundo objetivo de medios que ste implica para funcionar en
sociedad en condiciones de relativa debilidad (medios de circulacin, de
comunicacin, de represin clasista y estatal, etc.)
Se ofrece as la alienacin tcnico productiva segn la cual el hombre se
subordina no ya a su naturaleza inmediata animal sino a su naturaleza
humana en lo que esta tiene de instrumental mediadora: tcnica.
Por su parte, el tercer momento debe subordinar al hombre bajo su naturaleza
humana total; lo que coincide con liberarlo de sus ataduras, es decir, liberarlo
de todas sus alineaciones de origen y estructura dual, procreativa y tecnolgica.
Y es posible.
Pues en el curso de la segunda alienacin, la tecnologa mediata, se han
desarrollado nuevas formas de asociacin genrico procreativa cada vez ms
mediadas y que implican la creciente liberacin del lazo procreativo inmediato,
por cuanto han sido y van siendo determinadas por las necesidades productivas
econmico tecnolgicas; y, as, cada vez ms determinadas desde fuera de su
mbito y a la vez, por voluntad, que las toma segn esta distancia-, para s.
(Sin embargo es una voluntad heternomamente determinada o fuera de s
enajenada). Formas como las clases, la sociedad civil, el Estado, basadas en
una familia modifcada son el resultado.
Las fuerzas productivas procreativas inmediatas han quedado internamente
marcadas segn requerimientos no slo humanos inmediatos o animales
sino tcnico mediatos propios slo del animal humano. Para dar razn de
los rasgos del funcionamiento social del momento, debe considerarse que las
formas que prevalecen son formas alienadas tambin y, doblemente; pero
donde la alienacin productiva es ahora predominante no obstante tratarse de
fuerzas productivas procreativas. Por ello, es el elemento mediato el que rige
no ya el inmediato; por donde, tambin, son las formas de asociacin genrico
procreativas pero ms alejadas de la procreacin (clase, Estado), las que por
ser ms mediadas dominan a las inmediatamente procreativas o familiares.
Por todo ello puede observarse vivirse una presin monstruosa de los
medios sobre los individuos sociales y sobre el sujeto social en general,
premisa y fnalidad de la reproduccin social.
1.2.2. El Sujeto Social Pleno Y La Critica Total De La Sociedad Desde La Vida
Cotidiana
La superacin de la alienacin histrica, idntica con la constitucin del
sujeto social como sujeto pleno regido por su naturaleza humana total, y por
tanto, presentndose y afrmndose como sujeto comunitario y libremente
asociado para autogestionar su procreacin gentica tanto como su sustento
Jorge Veraza
436
consuntivo-productivo es posibilitada, tambin, por la presencia previa de
formas de asociacin procreativa ms mediada (clase, Estado).
Pero el sujeto social debe negar esta enajenacin junto con la enajenacin de la
procreacin inmediata y de la tcnica; pues slo as logra ponerse como sujeto
postitivo asociado y pleno; precisamente, al establecer unas formas genricas
de procreacin mediadas y totales no alineadas (como s lo estn la clase, la
sociedad civil y el Estado) que permiten liberar todas las potencialidades de
las fuerzas productivas inmediatas y de las fuerzas productivas tcnicas.
Por tal motivo, Marx deca (tesis 10 ad. L. Feuerbach) el horizonte del antiguo
materialismo es la sociedad civil (burguesa), el del nuevo materialismo
la humanidad socializada o la sociedad humana plena. La cuestin es la
siguiente:
El sujeto social pleno debe ir produciendo en el seno de la total alienacin
tecnolgica capitalista, no obstante le afrma vitalmente debe ir produciendo,
sus propias formas de organizacin genrico procreativas (partidos, sindicatos,
clulas, clubs, soviets, comunas). Asimismo, conforme avanza la alienacin
tecnolgica y la doble alienacin de las formas de asociacin actuales incluidas
las ya avanzadas por el propio sujeto revolucionario, pues que tambin se
alienan incluso desde recin surgidas o antes, de suerte que el individuo en
cuanto tal va siendo alienado y sometido crecientemente en todas sus esferas
de afrmacin vital y no slo en las tcnico productivas, el sujeto social
revolucionario, digo, debe ir produciendo las formas nuevas de organizacin
genrico procreativas no solo mediadas o polticas sino inmediatas o sociales
y cotidianas: nuevas formas de procreacin inmediatas, nuevas formas de
asociacin comunitaria familiar base de las formas mas mediadas y liberadas,
libertarias de asociacin pblica: comunas, ecologismo, anticapitalismo,
antiestatalismo, feminismo, otras tantas esferas fundamentales de la lucha
proletaria.
Y, sobre todo, es acuciante la necesidad de desarrollo de los individuos en
cuanto tales para enfrentar las alienaciones diversas colectivas, individuales y
estructurales funcionales del capital.
F.3.4.2. Las Fuerzas Productivas Como El Origen Y Dos Robinsonadas
1.2.3. El Origen De Las Comunidades Humanas
El desarrollo sido no es sino el desarrollo o explanamiento del punto de
partida en el seno frtil o agreste de la realidad, la expresin exteriorizada de
las determinaciones del origen operando y vindose a su vez determinadas
por condiciones materiales precisas y a la vez cambiantes; por ello, es slo el
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 437
desarrollo al momento de iluminar sus metas, el que desde ellas no slo
aclara el proceso previo y sus formas, funciones y estructuras, sino que aclara
el origen mismo. Marx deca metafrica y sintticamente: la anatoma del
hombre es la clave de la anatoma del mono.
425
Cul es el origen de la comunidad en cuanto tal?, y cul el de la familia, el
Estado, las clases, la propiedad privada? Engels lo ha expuesto ya en el Prefacio
mismo de su libro, al momento de exponer la estructura y el desarrollo de la
historia humana; ahora bien, sino ha sido captado su planteamiento quiz
se deba a un efecto alienante del propio desarrollo histrico real que pierde
la nocin de la conexin entre desarrollo y origen, entre formas, funciones y
origen: pierde el lazo que las comunica, el lazo genrico comunitario, principio
estructural del materialismo histrico.
Pues en efecto, segn vemos, el desarrollo humano ulterior ha consistido en
la creciente escisin privatizante y clasista de la sociedad, culminante bajo el
modo de produccin capitalista y profundizada en su curso.
El origen de la comunidad humana son sus fuerzas productivas. Ya que
estas no son slo sus medios sino su premisa de existencia y sus resultados
modifcados constantes. Y para decirlo de una vez, la propia comunidad
humana es originalmente fuerza productiva y en y por ellas se origina
constantemente.
La visin predominantemente tecnologista propia de una poca en que las
fuerzas productivas tcnicas predominan sobre las procreativas no sabe ver
a las fuerzas productivas sino como unilateralmente tecnolgicas; por ello no
concibe a la comunidad humana como fuerza productiva; y an le parece que
si se le llama as se la recorta o mounstrifca. Pero es que fuerza productiva es
mucho ms que tcnica.
El tecnologismo ha olvidado y reprimido aquello que liga e identifca a la
tcnica con la comunidad humana en cuanto tal como su parte constitutiva
bsica. Ha olvidado y reprimido prcticamente el otro aspecto de las
fuerzas productivas, su aspecto procreativo genrico, su aspecto de fuerzas
productivas subjetivas directas o que sirven para producir/perfeccionar
directamente individuos: sujetos mediante sujetos.
426
425 Karl Marx; Introduccin a la critica de la economa poltica de 1857; Ediciones Pasado y Presente;
Mxico, 1982.
426 No es casual que el ttulo (y el argumento) del libro de Piero Sraffa que centra la novsima
teora econmica actual sea Produccin de mercancas por medio de mercancas, y segn ello quiera
ser captada la reproduccin de las sociedades contemporneas; las alternativas del cambio
tecnolgico y la gestin de sus crisis.
Jorge Veraza
438
Precisamente aquel aspecto que las relativiza y media, es el que han olvidado.
Incluso cuando M. Heidegger critica a la tecnologa cosifcada lo hace preso
en ella pues olvida por completo que la cooperacin humana es el elemento
esencial de las fuerzas productivas tcnicas. Se encuentra pues muy por
debajo de la crtica de la tecnologa hecha por Marx; particularmente de su
proposicin sobre la construccin de una historia crtica de la tecnologa
427
.
M. Heidegger no ha superado una perspectiva abstracta e individual de la
tcnica.
Pero no por este olvido represivo deja de ser cierto que el origen de la forma
comunitaria humana son las fuerzas productivas segn su doble modalidad
tanto tcnica como procreativa y que la forma comunitaria humana no es de
parte aparte sino una fuerza productiva dual tcnico procreativa. Creadora de
objetos (medios de consumo y medios de produccin) y creadora de sujetos:
unidad de sujeto-objeto: fuerza productiva total. Por donde todas las formas
sociales particulares sea el Estado, la familia, la propiedad privada u otros
se originan en la articulacin de ambas fuerzas productivas en el curso de su
desarrollo.
En efecto, el origen de la asociacin humana no es sino la afrmacin vital de
la sociedad, no es sino la vida de la sociedad misma en tanto que organismo
natural diferenciado en el seno de la naturaleza.
Concentremos el argumento:
El origen es lo mismo que el fundamento y las fuerzas productivas son el
fundamento de la vida humana; el origen y el fundamento son lo mismo que
la fuerza, el poder afrmativo de un ser.
428
Decir el fundamento de la vida humana son las fuerzas productivas tcnicas
y procreativas es lo mismo que decir el fundamento de la vida humana es
la vida humana misma, pero haciendo explcito su unitario principio dual,
el secreto de su origen. Por donde a un tiempo nos referimos al origen de la
vida humana como comunidad; sta se origina en la existencia y coordinacin
de dos tipos de fuerzas productivas. Y en la coordinacin adecuada juega el
pivote de su realizacin.
Ciertamente ambas fuerzas productivas son vitales o biolgicamente
determinadas pues, estamos hablando de la especfca forma humana de vida.
427 Karl Marx; El Capital; Ed. Cit. Cap. XIII, 1 Desarrollo de la maquinara.
428 Cfr. Hegel, Fenomenologa del Espritu, el concepto de fuerza a propsito de la relacin entre
apariencia y esencia. En el captulo III La fuerza y el Entendimiento.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 439
La sociedad se organiza y origina para la afrmacin de su vida al preservar y
desarrollar su cdigo gentico mediante formas de asociacin procreativas.
429
La riqueza de la especie, del colectivo, su ser genrico es su origen y la
organizacin que sta conlleva para ser preservado. Pero igualmente es
necesario el sustento vital de la sociedad, pues slo as su ser genrico se
preserva y desarrolla.
Las fuerzas productivas procreativas o directamente subjetivas se encargan de
lo primero, las fuerzas productivas tcnicas o inmediatamente objetivas y slo
medianamente productoras de sujeto en cuanto tal se encargan de lo segundo.
No son entonces sino expresiones desglosadas de las propias capacidades del
sujeto humano, expresiones de su vida y su vida misma en tanto que se afrma
realmente, concretamente.
1.2.3.a. Discusion Con Otras Posiciones Sobre El Origen De La Sociedad: Dos
Robisnonadas
Cuando se dice el origen y fundamento de la sociedad son los hechos
religiosos, o mejor: la asociacin humana se organiza en torno a los fenmenos
sagrados (hechos totales; Cfr. por ejemplo Marcel Mauss, Bataille, Caloise,
Durkheim, etc.); lo nico que se hace es expresar alienadamente y por
cierto de un modo unilateral el verdadero fundamento dual y vital de la
sociedad. Ya que slo se expresa como fundamento el aspecto referente a las
fuerzas productivas procreativas o directamente subjetivas no otra cosa es
la religin, una fuerza productiva procreativa entre otras pero como si no
fueran inmanentes al sujeto humano, sino como poderes trascendentes que
ste observa extraado y fascinado y lo someten.
430
Se olvida a las fuerzas
productivas tcnicas y, con ello, la base para poder explicar el efectivo
fenmeno de alienacin, extraamiento y fascinacin religiosa y de otro tipo,
incluida la econmica y en general la tecnolgica en especial.
Tambin pueden ofrecerse las variantes: el origen es ertico (Bataille, Marqus
de Sade), sexual (S. Freud) o bien, de lazos de parentesco y procreacin (Levi-
Strauss) o aquella otra de meramente poltico o globalmente cultural (Max
Weber, W. Sombart, V. Malinowsky, etc.) o an slo guerrero (R. Calloise).
429 Cfr. Sergei Moscovici, op. cit. Recurdese la nota 19 ( Nota de Andrs Barreda).
430 O como si se tratase de relaciones sociales puras, ms all de cualquier dimensin
productivo-material, sea de su carcter procreativo, sea de su conexin esencial con las
fuerzas productivas tncicas. Como relaciones sociales que slo giran en torno a lo superfuo,
a lo carente de sentido, a la destruccin de la riqueza o al gasto gratuito, a los impulsos
dionisiacos, etc., etc. (Emilio Durkheim, F. Boss, M. Mauss, Ruth Benedict, B. Malinowsky, G.
Bataille, etc.). (Nota de A. B.)
Jorge Veraza
440
Con ello se siega la posibilidad de descubrir, fnalmente, que los fenmenos
religiosos y sagrados, etc., en lo que no tienen de ilusorios, constituyen
manifestaciones de poderes efectivos del ser humano y, por lo tanto, que
mediante tcnicas apropiadas artsticas, emotivas, meditativas, corporales
o ygicas en general son poderes manifestables y, por tanto, desarrollables.
Son fuerzas productivas directamente subjetivas, partes componentes de la
procreacin genrica. Como tambin son fuerzas productivas directamente
subjetivas la sexualidad, las complicaciones y tcnicas erticas as como
los lazos de parentesco que preservan la riqueza gentica de la especie y la
desarrollan. Tampoco se tiene en cuenta o algo parecido que son fuerzas
productivas directamente subjetivas las formas de organizacin poltica y
social y an de gestin de la vida cotidiana; as como que toda la cultura
en el reservorio herramental sea material, sea espiritual y cognoscitivo
del conjunto de fuerzas productivas tcnicas y procreativas formadas
colectivamente en el presente y el pasado pero en cuanto codifcadas en una
formacin social segn una perspectiva directamente procreativa/subjetiva
y por ende accesibles a cada individuo actual. Finalmente tampoco se ve a la
guerra sorprendmonos ntidamente como expresin de la agresividad
violenta y a sta como capacidad y fuerza productiva subjetiva del hombre
en condiciones de peligro; sino, ms bien, como un poder autnomo y
trascendente, sagrado, fascinador.
Ahora bien, la alienacin recproca de todas estas fuerzas productivas
directamente subjetivas y de sus componentes particulares entre s la que
al mostrrnoslos desarticulados, escindidos, deformados, los presenta, a la
vez, invertidos, impotentes, improductivos, olvidando su funcin de fuerza
productiva y cediendo slo a las tcnicas productivas esta funcin.
431
Y
fjmonos, es, de hecho, el predominio de las fuerzas productivas tcnicas
logrado en un largo proceso histrico el que, tuvo y tiene como resultado
permanente pero que es a la vez la condicin de este predominio la
escisin y marginacin de las fuerzas productivas directamente subjetivas
hasta someter al propio sujeto del proceso de trabajo y ponerlo como
proletario explotado. De tal suerte, la postura culturalista sagrada referida
431 Marvin Harris, en Vacas, Cerdos, Guerras y Brujos. Los Enigmas de la Cultura (Alianza Editorial;
Madrid, 1980) ha condensado una inteligente crtica materialista a la Antropologa de corte
culturalista que ha pretendido autonomizar las esferas religiosas para despus convertirlas
en trascendentes. No obstante, Harris deja fuera de sus consideraciones el contenido material
especfco de las esferas religiosas. (Cfr. el trabajo de Jorge Veraza Karl Marx y la tcnica desde
la perspectiva de la vida; Op. Cit). Si bien Harris reconoce cul es el sentido material econmico
de la sacralizacin de las vacas, etc., no reconoce el sentido material experencial-religioso de las
experiencias religiosas. As pues, fnalmente no deja de estar preso de la fgura occidental de
la religin que partiendo de la escisin cuerpo/mente hace de la experiencia religiosa slo
una cuestin de fe, una cuestin psicolgica de cmo es que se representa en sus cabezas el
mundo, una cuestin EMIC, dira Harris. (Nota de A. B.)
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 441
no hace sino expresar esta alienacin de las fuerzas productivas subjetivas,
organizada por el sometimiento de las mismas bajo las fuerzas productivas
tcnicas y regulado por la propiedad privada creciente. En fn, expresa el
aspecto positivo de sta en su unilateralidad y lo proyecta como positividad
plena de sociedades precapitalistas. Una robinsonada romntica.
Al revs, cuando se refera a las fuerzas productivas como el origen y
fundamento; pero implcitamente se entiende por fuerzas productivas
slo a las tecnolgicas y ahn en un sentido recortadamente herramental y
atomizado an sin llegar a la complejidad de la gran industria (inclusiva de
la cooperacin) y su sistema automtico de mquinas y de las que se deriva
una creciente diversidad de fguras tcnicas por ejemplo la tecnologa
adecuada de los ecologistas actuales, etc., entonces, se comete el error
inverso.
Se expresa la alienacin tecnologista como si no fuera alienacin y como si
fuera todo el fundamento, y se olvida a las fuerzas productivas procreativas
directamente subjetivas sometidas por el aparato tcnico, o lo ms se reconoce
que el proletariado (parte esencial de estas fuerzas productivas directamente
subjetivas) est oprimido y debe ocurrir la revolucin proletaria que lo libere
de la enajenacin, pero no se ve que con l y para que lo est y por tanto,
para liberarlo efectivamente hay que liberar el resto de fuerzas productivas
directamente subjetivas procreativas, desde las religiosas a las cognoscitivas
y desde las polticas y culturales a las sexuales y domsticas; as como que
es necesario liberar de su enajenacin productivista capitalista a las propias
fuerzas productivas tcnicas. Una robisonada positivista.
En un caso se concibe el origen de la sociedad como enajenado y trascendente
respecto de la humanidad al insistir en las solas fuerzas productivas procreativas
pero no como si fueran del hombre sino como poderes automatizados religioso,
cultural, poltico, ertico y cotidiano, es decir, como si no fueran, por tanto,
fuerzas productivas. No es casual que tambin se reniegue del proletariado
pues no obstantes hacerse valer las fuerzas productivas procreativas, de las
que el proletariado es su parte actual esencial, se las hace valer como extraas
al hombre. Una robinsonada romntica ms o menos reaccionaria o ms o
menos contestataria pero interiormente coartada.
En el otro caso, se concibe el origen de la sociedad como no enajenado e
inmanente respecto de la humanidad, pero slo por cuanto se lo concibe
enajenadamente y csicamente como mera tcnica a-la-mano. No es casual
que se reniegue del hecho del proletariado y de palabra se asuma a un sujeto
revolucionario siempre recortado, castrado de todo lo que lo hace ser sujeto
vital y por tanto revolucionario autntico. Una robinsonada tecnocrtico
Jorge Veraza
442
estatalista ms o menos reaccionaria o ms o menos evolucionista, progresista
pero interiormente falseada.
Peor an es la postura implcita en las anteriores y an desglosada
autnomamente. Aquella que, ms bien, se niega a preguntar por el origen.
Preguntar por el origen est prohibido, es ideolgico e importante, etc. Esta
postura ya se desinteresa completamente del fundamento y de fundamentar, y
por tanto, de las fuerzas productivas en general. La historia es aqu un borrn.
L. Althusser represent esta tendencia, infuyente no slo en el positivismo
estalinista sino aun en antialthusserianos de corte anarquista romntico. Su
dualidad interna pudo manifestarse en contragolpe, particularmente entre los
antroplogos; y en parte por su mismo recortado horizonte de especialista
tecnifcado.
Ahora bien, cul es el origen de las clases, la propiedad, la sociedad y el
Estado?
1.2.3.b. El origen dualmente enajenado del estado, la familia y las clases, etc.
Evidentemente, su origen recndito son las propias fuerzas productivas
originales de la sociedad, tanto tcnicas como procreativas, pues ellas mismas
como las posteriores formas jurdicas y polticas no hacen sino expresar una
confguracin histrico determinada de la organizacin del sujeto social. Su
origen lo tenemos en las formas de procreacin genrica primeras: familias
colectivas de diversos modos, gens , tribus, confederaciones, etc. Y Engels las
expone en sus distintos rdenes de complejidad retomando a Morgan.
Su origen especfco deriva del hecho de haber quedado sometida la estructura
familiar y en general las fuerzas productivas procreativas ms o menos
limitadas a las fuerzas productivas tcnicas ms o menos limitadas y a sus
correspondientes e igualmente limitadas relaciones de produccin. El Estado,
las clases, la sociedad civil, la propiedad privada (en tanto relacin jurdica)
son fuerzas productivas directamente subjetivas pero mediatizadas por la
predominancia tcnico productiva.
En efecto, son formas de asociacin doblemente alienadas, limitadas y
contradictorias, pues no slo guardan la limitacin de las formas familiares
y de gobierno pre-capitalista y naturalmente alienadas sino que tambin
la limitacin de fuerzas productivas tcnicas y relaciones de produccin
limitadas pre-capitalistas y capitalistas.
Su origen es dual, no slo en tanto que todo arranca de los dos tipos de
fuerzas productivas sociales; sino, sobre todo, lo es ms especfcamente, en
tanto que sus dos pilares ya eran enajenados. Ellos el Estado, la familia, la
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 443
propiedad privada como resultado, concentran en s la doble enajenacin.
No casualmente presionan al sujeto social concreto en y a cada uno de nosotros
como individuos de modo tal, que, o se alinea an ms o busca contestar
revolucionariamente al doble sometimiento econmico y poltico, ecolgico,
cotidiano, cultural y blico.
432
Por enajenacin y para liberacin, tomar por asalto al Estado, a la sociedad civil,
al derecho de la propiedad privada, al ser de clase, a la familia autoritaria, etc,
y desbancarlos se pone a la orden del da como canales sociales conducentes a
la revolucin global tanto econmica como poltica y cultural.
No obstante, all mismo el peligro de politicismo acecha como forma particular
de la enajenacin que somete al acto revolucionario. De nuevo se pone a la
orden del da tambin la subversin de las formas de organizacin que el
sujeto revolucionario se va dando en su paso a la substitucin por otras ms
altas y adecuadas a su proceso de liberacin.
Cuando se nos dice: el origen del Estado es la poltica
433
no se sale de un
crculo ya preparado y unilaterizado por la enajenacin histrica previa y,
pecisamente en su vertiente tecnologista. Pues es la que logra hipostasiar/
desarticular a lo poltico respecto del resto de componentes de las fuerzas
productivas directamente subjetivas o procreativas genricas.
Cuando se dice: el origen del Estado es la guerra, la conquista, no se sale de
una tautologa reduccionista pero que a la vez es incoherencia. Tautologa
porque se busca afrmar el origen del Estado en tanto brazo violento a partir de
la violencia, slo que ms primitiva y amorfa pero que luego llega a coagular,
a tomar la forma quieta de Estado o a detenerse como Estado. (Ideologa muy
comn en tiempos de guerra o en sus proximidades puesto que la propia
violencia obnubila al observador y no puede salir de la obsesiva repeticin
del objeto angustioso y lo repite de diversas maneras que luego conecta entre
s). Tautologa pero especfcamente reduccionista porque primero
reduce el Estado a su mera expresin violenta guerrera y, luego, pone como
origen del mismo a la violencia guerrera. A la vez, se trata de una tautologa
incoherente y, por tanto, de una no tautologa. Y, por tanto, se nos ofrece una
proposicin doble eclctica pero que se presenta como una; es decir, una mera
representacin imaginaria pero con pretensin de profundo concepto. Repito,
se trata de una tautologa incoherente en la medida en que el Estado como
forma compleja y no slo de organizacin de la violencia no puede reducir
432 Pues la guerra es la negacin concreta de la cultura como un todo, ms que de la Economa.
Pues niega directamente al sujeto social y, por tanto, a los poderes y herramientas particulares
subjetivas concentradas como cultura espiritual y material.
433 Dentro del terreno de la Antropologa poltica los argumentos de G. Bolandier representan
un buen ejemplo. Cfr. Antropologa Poltica; Ed. de Bolsillo; Barcelona, 1976. (Nota de A. B.)
Jorge Veraza
444
su origen al de uno de sus elementos simples y abstractos. Pero la proposicin
busca comprender lo complejo a partir de lo simple operacin en principio
racional pero luego identifcando implcitamente lo simple as alcanzado
con lo complejo, y autojustifca esta operacin irracional en la profundidad
que como aura nimba a eso simple alcanzado. Esta profundidad quiere pasar
por complejidad originaria y obscura ya presente en lo simple y que en lo
complejo no hace sino expresarse, ponerse en escena. Lo sagrado trabaja
aqu profanamente, vulgarmente.
Otras formas de representar el origen del Estado, las clases, la familia, son
an ms pedestres; y en general pierden de vista tanto las confguraciones
histricas de forma de gobierno, asociacin procreacin sociales y las reducen
a sus formas estatales, clasistas, etc.; as como tambin confunden estas
formas con determinaciones meramente naturales intrascendibles. No ven su
doble vertiente histrico natural y, a la vez, por ello, de principio generador
dual: tcnico y procreativo en las que se incluyen las formaciones econmicas
respectivas de todas estas formas sociales desde la familia al Estado.
1.2.3.c. La determinacion capitalista en las formas estatales, civiles y
clasistas, etc.
El Estado, las clases, la sociedad civil y la familia capitalistas en particular
no slo indican este origen; segn el cual fue el sometimiento creciente de
las formas o fuerzas productivas directamente subjetivas a las fuerzas
productivas tcnicas la que nos ofrece como resultado unas formas hbridas y
mediatizadas ms amplias que las formas de parentesco y de gobierno arcaicas
pero doblemente alienadas. Tambin indican el hecho de ser expresiones
sometidas a la potencia econmica llamada capital.
sta acrecienta el sentido y mediacin tecnologista, productivista, economicista
de las formas referidas. Pero aade una determinacin que no presentaban
por s solas: el sometimiento a las relaciones de produccin econmicas
capitalistas; es decir, especifca el predominio tecnolgico como especifcante
econmico y reduce, as, la economa a su vertiente tecnolgica productiva
pasando a marginar fuera de la economa a las formas y fuerzas productivas
directamente subjetivas o procreativo genricas. Por ello se logra:
a) A la vez que la subsuncin formal y subsuncin real del Estado, las clases,
etc. bajo el capital,
b) el que aparezcan como no capital, ya que supuestamente no econmicas
por ser fuerzas productivas subjetivas. Pero se logra, asimismo, con ello
c) deslindar al Estado y a la familia y a las instituciones todas de la sociedad
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 445
civil respecto de las clases; y, sobre todo, respecto de la clase burguesa
dominante. Pero no slo se logra este segundo enmascaramiento, sino adems
d) la escisin entre lo pblico y lo privado. Pues lo pblico se adosa a la
vertiente econmica civil referida al proceso tecnolgico productivo y lo
privado a la vertiente subjetiva, ntima que pretexta no ser aceptada como
econmica. La misma economa resulta, por all, cosifcada.
As el sometimiento del Estado, de la propiedad privada y de la familia,
etc., a las determinaciones econmico capitalistas que ya vemos cmo
son recordadas redunda en someterlos a la necesidad de incrementar las
ganancias y a funcionar en vista de condicionar en su juego recproco
la explotacin de plusvala a la clase obrera. Desde la familia a la lucha de
clases y el Estado y los partidos. Son formas de alienacin y sometimiento,
instrumento del capital.
La propia clase obrera en tanto sometida no slo econmicamente y an
econmicamente pero fuera de la fbrica, sometimiento que se encubre
mediante el recorte de lo que es economa sino social y polticamente, ella
misma, est alienada respecto de s.
434
Y su propio movimiento de liberacin se le aliena permanentemente con todas
sus formas organizativas; pero, tambin, con todos sus logros preliminares
ideolgicos y materiales. Revolucionarios que se creen socialistas no lo
son, teoras que creen ser revolucionarias no lo son y las que son creen que
no lo son; o bien el movimiento de alienacin pasa a deformarlos, aunque
mantenindosele el mismo nombre.
Todas las potencias sociales y econmicas son potencias del capital, todas las
fuerzas productivas, tanto procreativas como tcnicas, son fuerzas productivas
del capital.
F.3.5. Las condiciones de desarrollo del sujeto revolucionario
a) El capital como enajenacion total dual y economica y no economica y su
limite o trmino
El prefacio de Engels, apunta pues, lo siguiente a la hora de tratar el
precapitalismo y en general de la civilizacin.
434 Cfr. Karl Marx y F. Engels. La Sagrada Familia. Crtica a la crtica critica de Bruno Bauer y
consortes; Editorial Grijalbo, Mxico, 1967. Cap. IV, 4 Proudhon.
Jorge Veraza
446
El capital es la sntesis de todas las alienaciones de la historia de la humanidad.
Y, por tanto, de todas las mediaciones particulares mediante las que ha
buscado ser rasgada la alienacin natural inmediata a la vez que la alienacin
tcnica, pero siguiendo un camino tecnisista enajenado, explotador, por lo
tanto, del conjunto del sujeto social; y eso es lo especfco del capitalismo:
concentrar esta dualidad.
El capital es la potencia objetiva, la fuerza productiva tcnica, enajenada
respecto del ser social y mediante la cual busca resolverse la enajenacin; por lo
tanto, no hace sino acrecerla; pero, a la vez, pone las condiciones para superar
las formas primeras de alienacin, aunque con las nuevas, obstaculiza de
nuevo la liberacin. Pero con ellas de nuevo pone condiciones de posibilidad
para superar al conjunto o urge porque la superacin ocurra.
Evidentemente el trmino de este desarrollo recurrente de la enajenacin
como progreso lo ofrece, por un lado, el lmite econmico tcnico mismo, en
tanto alienado respecto, del sujeto social (las crisis son una expresin formal,
la destruccin ecolgica su expresin material y la guerra su festa doble).
Pero, a la vez, el lmite econmico procreativo en tanto separado, deformado
y sometido a las fuerzas productivas tcnicas del capital cuyas expresiones
mediadas e inmediatas son las hipstasis del Estado autoritario; el dominio
desptico clasista, la hipertrofa irracionalista del democratismo, la opresin
familiar y la prostitucin creciente, as como la destruccin emotiva de los
sujetos.
Estos lmites formales especfcos se coordinan a su vez y concretan en la
materialidad que deben trabajar; pues no son sino la expresin de las dos
fuerzas productivas esenciales de la sociedad: la tcnica y la procreativa. En
sntesis, el lmite concreto se concreta entonces geopolticamente como valor de
uso total nocivo llevando a la crisis, tanto econmico/tcnica como econmico
procreativa o poltica. Se vuelve actual la revolucin formalmente nacional
y realmente internacional dadas las conexiones geopolticas del conjunto de
fuerzas productivas que la subtienden.
a.1) Limite Formal Y Concreto Y Sujeto Experimentante Activo: Apropiacion
Concuente Y Concreta
Pero el lmite formal doble y el lmite concreto no lo son todo para la liberacin,
sino que apenas para su condicionamiento necesario. La fundamentacin
sufciente de la libertad no puede agotarse en la necesidad sino que se
redondea en la libertad misma. Esta no puede existir con poder real sino en
tanto afrmada en un mundo objetivo concreto, en un valor de uso concreto
alternativo al capital.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 447
Evidentemente la reconstruccin del valor de uso concreto pasa por el rescate
del precapitalismo, ya que en l el sujeto social y sus fuerzas productivas
procreativas inmediatas son lo predominante y los bienes de consumo y
produccin arreglados a su medida. Sin embargo, el precapitalismo no es
sufciente ya que contiene la alienacin natural inmediata; as como en
menor grado que el capitalismo la econmica y poltica histricas.
Pero en la medida en que lo que se presenta como obstculo general es no
ya la naturaleza escasa original sino la naturaleza tcnicamente producida,
el ingrediente sufciente de la liberacin es, otra vez, como en los orgenes
de la humanidad, la predominancia de la fuerza productiva directamente
subjetiva procreativo-genrica de sus formas ms mediadas hasta las ms
inmediatas y domsticas. Esta fuerza productiva debe destruir al capitalismo
pero tambin apropiarse sus fuerzas productivas tecnolgicas y el conjunto
de dimensiones sociales, polticas, culturales que el capital se ha subordinado
como condiciones de su dominio histrico.
Ahora bien, esta apropiacin conciente no puede ocurrir si no logra diferenciar
concreta y materialmente las fuerzas productivas tcnicas nocivas respecto de
las benfcas, los bienes de consumo nocivos respecto de los benfcos, las
formas de asociacin domstica y de gobierno benfcos y los nocivos, las
formas del saber y la cultura benfcas y las nocivas y, en fn, si no sabe cmo
coordinar de nuevo modo el conjunto benfco resultante; de suerte que ese
modo sea ya un modo de produccin que supere la escasez material y tcnica
por lo menos formalmente (socialismo) y puede preparar la superacin real
de la escasez (comunismo).
Experimentar es forzoso.
a.2) Proceso Revolucionario Material Determinado: Aprendizaje Del Valor
De Uso Comunista Al Irlo Creando
Tal apropiacin conciente y diferencial requiere de un proceso de aprendizaje
concreto e inmediato y, por cierto, masivo pues es el sujeto social como un
todo el que debe gestionarlo. Pero las condiciones capitalistas hacen que las
condiciones materiales aqu de aprendizaje sean propias del capital.
Por lo que en el proceso de aprendizaje concreto inmediato y masivo deber
darse al modo de experimentos aislados, luego codifcables como saber cultural
para poder ser descodifcado en algn momento. Pero a la vez, como proceso
integrado al capitalismo en tanto que el propio capitalismo es contradictorio.
Jorge Veraza
448
Ahora bien, dada esta plena contradictoriedad del capitalismo, ocurre que
si tapa con una mano lo que con la otra destruye, al revs, debe reconstruir
o inventar aquello que sostiene o permite mantener la previa forma de
explotacin capitalista socav. En efecto, al socavarla, puso el capital en
peligro a la explotacin como un todo. Pues en condiciones de dominacin
capitalista total el peligro es ecolgico total, pues el capital ha subordinado a
la naturaleza en su conjunto. De ah que debe paradjica pero necesariamente
retroceder; entre otras cosas, porque aviva la revuelta al momento en que la
requiere para obligarle a reconstruir las condiciones materiales de explotacin.
Podemos decir, por otro lado, que as como es forzosa la creacin de formas
experimentales de tcnica alternativa cada vez ms ecolgica, y as como es
forzosa la creacin de formas experimentales aunque crean ser defnitivas
de poltica revolucionarias tales como partidos, sindicatos, estados, etc.,
son necesarias tambin las formas experimentales de asociacin domstica
procreativa tanto familiares (comunas, etc.) como civiles.
Es necesario con ello, una cultura popular experimental. Pero, de suerte
que no sean slo formas de asociacin sino de gestin de la vida material y,
precisamente, en tanto centradas en valores de uso materiales (diversos)
que impliquen tendencialmente otra tcnica y otra gestin econmica general
de la sociedad. En efecto, las propias formas de organizacin domstica y
poltica, etc. son valor de uso y deben basarse en unos valores de uso diversos
y ser diversas de las formas abstracto represivas productivistas de la sociedad
burguesa: no econmicas, no privada o no pblicas segn el caso, no clasistas
ni en general, inconcientes.
Las nuevas formas deben ser concientemente revolucionarias y, para serlo,
basarse en un marxismo desarrollado y desarrollarlo como producto y valor
de uso domstico permanente y que les permite defnirse clasistamente; pero
sern, con ello, a la vez alternativas reconstitutivas de la emotividad, la
sexualidad, la educacin inicial de los hijos diversas a las existentes segn
formas capitalistas. Lo pblico y lo privado orgnicamente unido no
meramente yuxtapuesto debe volver a vivifcarlas.
Qu formas de familia?
a.3) Las formas comunitarias de familia y su experimentacion generalizada.
Qu formas de familia desarrollar?
Aquellas que en condiciones concretas globales inmediatas y de cierta
temporalidad larga (5 10 aos) y por lo tanto aquellas necesariamente
diversas unas de las otras, no homogneas entre s permitan la preservacin
y desarrollo de la riqueza de la especie: fundamentalmente, la teora
revolucionaria, y los valores de uso materiales diversos y ecologistas, etc.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 449
Aquellas formas de suyo cambiantes, pues en ellas los individuos asociados
deben decantarse mutuamente; y en cada estadio nuevo del proceso la forma
deber cambiar relativamente.
Todas las lacras sociales determinadas por la subordinacin de todas las
esferas previamente alienadas en el precapitalismo a la renovada alienacin
del capital deben ser combatidas. Este combate global y concreto cada vez, es
el que cada vez determina la forma de asociacin. El tipo de comuna, etc
Experimentalmente y de modo sistemtico puede crearse una organizacin
de comunas de diversa forma en las que distintas cuestiones parciales sean
el objeto de combate. Espontneamente se ha dado un desarrollo anlogo en
diversos pases.
Experimentalmente y de modo igualmente sistemtico puede establecerse
un intercambio peridico de experiencias de los resultados de cada combate
parcial.
A la vez que, por otro lado, surgen comunas totales de combate abierto y de
forma abierta y cambiante.
a.4) Los Partidos Actuales Como Formas Que Contengan Fuerzas Productivas
Comunitarias
Los actuales partidos son el instrumento ya listo que permite un experimento
amplio con sus militantes y simpatizantes. De formas dentro de las cuales
puede desarrollarse sistemticamente esta experiencia que ya se desarrolla
dispersa en los mrgenes de los partidos y al margen y, en parte, contra
ellos se convertirn en trabas de esta renovada fuerza productiva y la forma
partido dada, deber saltar por los aires transformndose en otra cosa.
Por otro lado, la experiencia sistemtica y amplia de estas formas que es a la
vez su forja, no pueden operarse de modo concientemente revolucionario y
masivo sin los partidos.
Ciertamente existen los Kibutz, puestos por el Estado Israelita, pero les falta el
aspecto revolucionario conciente a que nos referimos; adems de no hallarse
en proceso de experimentacin y perfeccionamiento diverso y centrados por
un valor de su material determinado concientemente (sistema de necesidades)
sino que ms bien son formas estticas, detenidas.
Al revs. Existen comunas dispersas de corte anarquista suscitadas por
el capital y como contestacin elemental a sus tropelas y cuyo desarrollo
Jorge Veraza
450
mximo e importantsimo ha sido la confederacin feriada de comunas que
peridicamente intercambian experiencias en el Rainbow Gathering,
435
pero
falta aqu tambin el aspecto revolucionario conciente y clasista aunque no
el centramiento en valores de uso materiales concretos alternativos. A la vez,
su carcter disgregado si bien es una ventaja y las preserva no permite
ni la sistematizacin procesual de las experiencias ni resanar un carcter
espontneo que el capital puede barrer en la prxima coyuntura o asimilar si
modifca ciertas cuestiones ecolgicas o de consumo social, etc.
Por ello es que al lado de estas experiencias deben aparecer tambin las que
los partidos incluyan. Al lado y no en lugar de.
2. Las Diferencias Entre El Gran Merito De Morgan Y El Materialismo
Historico
436
Una vez que hemos comentado la exposicin de Engels sobre tesis
fundamentales del materialismo histrico, segn las cuales se nos muestra
evidente la distancia que media entre l y Marx frente a Morgan, a la vez
que el sitio desde donde Marx buscaba esclarecer todo su alcance de los
resultados de las investigaciones de Morgan, podemos pasar a los restantes
pasajes del Prefacio y donde Engels da noticia de los descubrimientos de
Morgan a la par que ofrece un sucinto balance de las diferencias generales
con l, aunque sin mostrar directamente este carcter de balance; ya que
una respetuosa y elegante escritura lo expone buscando resaltar ms las
bondades de la obra de Morgan que puntillosas diferencias. Y es que terica
y polticamente Morgan es un aliado, adems de un autntico renovador
cientfco que ha sufrido la campaa de silencio, la dureza de mollera, el
muro acadmico burocrtico, etc., y el saqueo de otros que, sin embargo, no le
quieren reconocer y cuyos intereses sugiere Engels se identifcan con los
ms reaccionarios de la sociedad burguesa. Veamos:
En Amrica, Morgan descubri de nuevo, y a su modo, la teora materialista
de la historia, descubierta por Marx cuarenta aos antes, y, guindose de ella,
lleg, al contraponer la barbarie y la civilizacin, a los mismos resultados
435 Reunin anual cuya duracin mensual 15 de junio al 15 de julio transcurre cada vez en
un bosque distinto del oeste de los Estados Unidos de Amrica a partir de Woodstock se suscit
la necesidad de reunin peridica de las comunidades alternativas y donde se intercambian
informaciones sobre muchos mtodos alternativos de curacin, tcnica, alimentacin,
procreacin de hijos, misticismo, arte, etc. La Rainbow Family cuya cede se encuentra en
Oregn y cuyo lder es Garrick Beck, hijo de Julian Beck del Living Teather es la comuna
organizadora de este evento que ya cuenta con casi quince aos de edad. El experimento
multitudinario (20 a 30,000 personas) afrma la convivencia pacfca entre los hombres de toda
la tierra y ecolgica con la naturaleza, sin intervencin de casi ningn ingrediente de la vida
civilizada, ni necesidad de polica, ni dinero, etc. (Nota de Mercedes Glvez Cancino).
436 Recurdese la nota No. 4 (Nota de A. B.)
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 451
esenciales que Marx. Sealar que los maestros de la ciencia prehistrica
en Inglaterra procedieron con el Ancient Society de Morgan del mismo modo
que se comportaron con El capital de Marx los economistas gremiales de
Alemania, que estuvieron durante largos aos plagiando a Marx con tanto
celo como empeo ponan en silenciarlo. (p.3 prr. 1 pasaje 2)
En efecto, as como hay una economa poltica vulgar tambin hay una
antropologa vulgar y que parece construir de parte a parte a la academia
inglesa de entonces.
437
Puede observarse cun belevolente es el juicio de Engels hacia Morgan
si contrastamos ste: a los mismos resultados esenciales que Marx con
la real distancia que media entre ambos autores y que Engels mismo pasa
a puntualizar; primero de hecho, a mostrar la resumida concepcin del
materialismo histrico ya en el siguiente prrafo (tercero) y que comentremos
ms arriba, y, segundo, al establecer explcitas diferencias. Esta benevolencia
tiene, como digo, una raz poltico y terica.
Es innegable: hay en efecto, unos mismos resultados esenciales entre
Morgan y Marx si tomamos en su nivel ms general e inmediato el sentido
del concepto de resultados esenciales. Como cuando decimos: en el fondo,
no obstante las diferencias, hay unidad. Es pertinente y fundado, entonces el
inters poltico de expandir la teora del materialismo histrico y de aquellos
de los resultados de Morgan que la apuntalan, etc. Por ello Engels prosigue
con la presentacin diferencial de Morgan despus de haber mostrado las
tesis del materialismo histrico:
El gran mrito de Morgan consiste en haber encontrado en las uniones gentilicias
de los indios norteamericanos la clave para descifrar importantsimos enigmas,
no resueltos an, de la historia antigua de Grecia, Roma y Alemania. Su obra
no ha sido trabajo de un da. Estuvo cerca de cuarenta aos elaborando sus
datos hasta que consigui dominar por completo la materia. Y su esfuerzo no
ha sido vano, pues su libro es uno de los pocos de nuestros das que hacen
poca (p. 4, prr. 3).
Esta clave intelectiva es la que busca ser desarrollada plenamente al
relacionarla con el materialismo histrico. De hecho presenta incluso cierta
debilidad en su contenido y que Engels pasa a indicar inmediatamente en el
siguiente prrafo:
En lo que a continuacin expongo, el lector distinguir fcilmente lo que
pertenece a Morgan y lo que he agregado yo. En los captulos histricos
437 Cfr. la afrmacin de Marx repetida en varios de sus borradores de la carta a Vera Zasulich
en Escritos sobre Rusia (II. La Comuna Rural Rusa); Editorial Siglo XXI; Mxico, 1981.
Jorge Veraza
452
consagrados a Grecia y a Roma no me he limitado a reproducir la
documentacin de Morgan y he aadido todos los datos de que yo dispona.
La parte que trata de los germanos y de los celtas es ma, esencialmente, pues
los documentos de que Morgan dispona al respecto eran de segunda mano
y en cuanto a los germanos aparte de lo que dice Tcito, nicamente conoca
las psimas falsifcaciones liberales del seor Freeman. La argumentacin
econmica he tenido que rehacerla por completo, pues si bien era sufciente
para los fnes que se propona Morgan, no bastaba en absoluto para los que
persegua yo. Finalmente, de por s se desprende que respondo de todas las
conclusiones hechas sin citar a Morgan. (p. 5, prr. 4).
As por un lado, Grecia, Roma, Cltica y Germania son sitios sintomticos
de la diferencia de fondo entre el materialismo histrico y Morgan, de la
diferencia tanto de contenido como de forma; diferencia particular respecto
de estos pueblos pero que conlleva necesariamente una diferencia general.
No obstante que en torno a la clave intelectiva situada en el descubrimiento
de la estructura, forma y funciones generales de la gens Iroquesa se est de
acuerdo, as como en la determinacin general de los periodos histricos. Pero
all mismo tenemos una modifcacin de fondo.
Pues, por otro lado, Engels tuvo que rehacer la argumentacin econmica
subyacente a los periodos y formas histricas y, precisamente, por perseguir
otros fnes que /los/ que se propona Morgan. An sin entrar a pormenorizar
al respecto de este otro fn y esta otra argumentacin econmica en la que este
otro fn toma cuerpo pormenorizacin que no slo pasa por la exploracin
del cuerpo del texto de Engels sino tambin del Ancient Society de Morgan
y las Notas Etnogrfcas de Marx en las que Engels se bas podemos decir:
Engels ha marcado ntidamente todo en lo que los mismos resultados
esenciales no son iguales a los del materialismo histrico; todo en lo que
Engels no digamos Marx no es Morgan. Por cierto, no est con Morgan
en lo referente a la clave del desarrollo histrico econmico, particularmente
en su vertiente tecnolgico productiva, aunque no nicamente.
438
Ocurre que la dual estructura de las fuerzas productivas humanas tanto
procreativas como tecnolgicas ha determinado el descubrimiento de dos
claves intelectivas del desarrollo histrico referentes a cada una de estas dos
vertientes de las fuerzas productivas. Morgan ha encontrado la clave de las
fuerzas productivas en general y de las tecnolgicas en particular, aunque
sin haber pormenorizado pero tampoco violentado el contenido de las
procreativas.
438 A juicio de Diaz-Polanco (op. cit.) el acuerdo entre Engels y Morgan estriba precisamente
en este punto. Ello slo es posible en la medida en que se lleve a cabo una reduccin de la
economa a tecnologa en el texto de Engels. Slo as le parece posible salvar los mritos de
Morgan y su alianza con el materialismo histrico. (Nota de A. B.).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 453
Hoy, en 1884, le parece a Engels que puede presentar la clave dual,
retomando crticamente a Morgan en las premisas, en ciertos contenidos
esenciales, en el tratamiento del desarrollo econmico y fnalmente en ciertas
conclusiones hechas sin citar a Morgan.
Ocurre, asimismo, que en gracia al contenido del asunto el descubrimiento
de cada clave implica condiciones de posibilidad diversas; as como lo que
en ello se implica: motivos, intereses y fnes polticos diversos. La cuestin
de las fuerzas productivas tecnolgicas es la base del desarrollo histrico y
de suyo conllevaron desde el comienzo de su predominio histrico sobre
las fuerzas productivas procreativas la estructuracin de clases, propiedad
privada, explotacin y Estado. Descubrir su clave pasa, obligadamente, por la
constitucin de la conciencia revolucionaria socialista ms radical.
No ocurre lo mismo con la clave de las fuerzas productivas procreativas que
bien puede ser descubierta en condiciones en las que los intereses y fnes
polticos no deben ser tan radicales y problemticos. Ya que es sufciente
el buscar enfrentarse a las condiciones autoritarias prevalecientes en las
sociedades occidentales y que se hilvanan desde la familia, la sociedad
civil y el Estado buscando democratizarlas.
439
El demcrata norteamericano
Morgan pudo, muy bien, ser quien llevara a cabo este descubrimiento; e,
incluso, en tanto que es proclive a la participacin poltica con el Estado
norteamericano.
La propia democracia norteamericana como la ms fresca forma de Estado
capitalista, basamenta esta posibilidad; particularmente por cuanto ya ha
comenzado desde ms o menos 1850 a verse acosada por las tendencias
autoritario/represivas que el desarrollo capitalista norteamericano determina.
All, en ese avatar se sita la alternativa de Morgan.
Engels lo refere de pasada y como un hecho biogrfco a pie de pgina
y a propsito de otro tema, que en el contexto es el fundamental, el de la
investigacin sobre la periodizacin de la historia primitiva establecida
por Morgan y que por aquel entonces 1891, pues la nota a que me refero
se encuentra al fnal del prefacio de la 4ta. Edicin subsiste an en lo
fundamental. Incluso puede afrmarse que este orden va siendo reconocido
439 Al respecto tngase en cuenta las interesantes observaciones de Jean Duvignaud (op. cit.) en
torno al contexto histrico de Morgan (grandes rebeliones militares anticoloniales de los indios
norteamericanos Toro Sentado y Caballo Loco, ideologa democrtica de los emigrados
europeos, proletarios derrotados de la revolucin de 1848, etc.) No obstante, reconstruir muy
sugerentemente este conjunto de signifcaciones polticas que fotaban en el ambiente, no
alcanza, sin embargo, a dar cuenta de la especfca personalidad de Morgan, su liberalismo, su
relacin con el Estado, etc. (Nota de A.B.)
Jorge Veraza
454
generalmente en la misma medida en que se intenta ocultar quin es el autor
de este gran avance.
Dicho lo cual Engels, reitera la alianza con Morgan y seala a la vez el enemigo
comn fundamental frente al que tal alianza cobra sentido. Y a pie de pgina
y como digo indica, como de paso y sin intencin, la diferencia poltica
que media entre l y el demcrata Morgan muy apegado al gobierno de su
pas:
Al regresar de Nueva York en septiembre de 1888, encontr a un exdiputado
al congreso por la suscripcin de Rochester, el cual haba conocido a Lewis
Morgan. Por desgracia, no supo contarme gran cosa acerca de l. Morgan
haba vivido como un particular en Rochester, ocupado nicamente en sus
estudios. Su hermano haba sido coronel y ocupaba un puesto en el Ministerio
de la Guerra en Washington; gracias a la mediacin de este hermano, haba
conseguido interesar al gobierno en sus investigaciones y hacer publicar
varias de sus obras a expensas del erario pblico; mi interlocutor tambin le
haba ayudado varias veces a ello mientras estuvo en el congreso (p. 21 infra).
El propio Marx, en 1881, es explcito al respecto en los borradores de la carta que
fnalmente mandara a la revolucionaria rusa Vera Zaslich. Y precisamente
ms explcito, ya que de una carta se trata; y dirigida a una revolucionaria
socialista, frente a la que slo mostrar el lado fuerte de la alianza con Morgan
no tiene caso y cabe mostrar a la vez la diferencia no slo terica sino poltica
que media entre ambos.
Engels ha sabido retomar la cuestin y presentarla al pblico en general, por
ello no cabe subrayar las diferencias polticas de fondo. Ha sido un error de
intrpretes posteriores creer que Engels discrepaba de Marx a propsito del
juicio frente a Morgan. Ms an, cuando por aqu buscan argir diferencias
de fondo en la concepcin histrico materialista de Marx y la de Engels.
440
Ahora bien, las condiciones histricas han cambiado desde 1891 a la fecha
y entre tanto fueron siendo otras cada vez. De ah el renovado inters por
profundizar en la diferencia con Morgan o en profundizar la clave explicativa
de ste respecto de las relaciones gentilicias (no digamos en la clave explicativa
de Marx respecto del desarrollo histrico general basada en las fuerzas
productivas).
En efecto, el desarrollo de la subordinacin del proceso de trabajo inmediato
y la tcnica bajo el capital ha conllevado necesariamente la expansin
tecnolgica de la sociedad y, por lo tanto, la subordinacin creciente de las
440 Cfr. por ejemplo: Raya Dunayevskaya, op. cit.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 455
fuerzas productivas familiares procreativas y de las formas de asociacin civil
en general bajo las fuerzas productivas tecnolgicas y el capital, su mutuo
dominador.
De tal suerte, nuestra perspectiva actual es poltico prcticamente orgnica
as como la perspectiva de Engels es poltico tericamente orgnica al buscar
unifcar por la clave de las fuerzas productivas procreativas y la clave de las
tecnolgicas, unifcar a Morgan y a Marx, la lucha democrtica y la socialista.
Hoy la lucha democrtica no es autnticamente tal, sino es a la vez desde
ya socialista. Asimismo, la cuestin por las formas de gestin y organizacin
de la vida cotidiana, las formas familiares privadas o colectivas con base
monogmica o no, etc. ha pasado a ser una cuestin poltica socialista radical
por cuanto su subordinacin al capital ha avanzado enormemente y, tambin,
por verse, a la vez, materialmente vulnerada por el dominio tecnolgico que
sobre ellos pesa. No puede ser ms actual el texto de Engels, ni ms necesaria
su profundizacin, as como los desarrollos independientes sobre el tema y
que sepan retomar los principios esenciales que apuntalan al de Engels.
Apndice
441
1884 -1884
Homenaje a El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado
Hace cien aos en 1884 Federico Engels compuso un libro con base
en investigacin propia y en manuscritos etnolgicos de Marx, muerto a
principios de 1883. En homenaje al Origen de la familia, la propiedad privada
y el Estado ofrecemos ste nmero de Itaca. El libro de Engels pone en juego
no slo a la Sociologa, la Antropologa, la ciencia poltica, la Economa, y
la Historia en tanto ciencias especializadas; sino que se sntesis, adems de
conformar una nueva racionalidad histrica global, se apersona de inmediato
como crtica global de la sociedad contempornea, Crtica de la vida cotidiana
incluida, por supuesto.
Ofrecemos una introduccin general al tema (motivo del homenaje). Misma
que si el lector quiere, bien puede leer como conclusin o como un artculo
corto, en el que entre otras cosas se evidencia la conexin orgnica de las
obras juveniles con las seniles de Marx y Engels. Pero si no comentamos cada
artculo, referimos de entrada la difcultad de la traduccin del artculo
indito en espaol de Laurence Krader: Los trabajos de Marx y Engels en
441 La mayor parte del presente Apndice est formado por lo que en 1984 se escribi como la
Editorial de la Revista Itaca, No. 2 (Invierno). Tan slo he hecho algunas modifcaciones para
mejor comprensin de los argumentos.
Jorge Veraza
456
etnologa comparada. La intencin de publicarlo, dado su valor innegable y
ad hoc para este nmero, nos encarg de un trabajo para el que no estbamos
preparados. Pedimos disculpas por anticipado respecto de defciencias de
una traduccin que por lo menos busc retener a toda costa y con precisin lo
que Krader escribi.
Flora Tristn y Federico Engels. En torno a los fundamentos de un feminismo
marxista es el ttulo de un artculo de Concepcin Tonda publicado en el
nmero anterior. Comentario a la crtica que Engels dirigiera a E. Bauer
en 1884 La Sagrada Familia, su autor indica las enseanzas esenciales que
feminismo y marxismo obtenan de su relacin mutua. Como introduccin
general al presente nmero, recuperamos sus tesis principales a propsito
de las principales de Engels 40 aos antes de su redaccin del Origen de la
familia, etc. El invierno es el momento de hacer memoria y retomar lo propio
y prximo del movimiento bsico que premoniza o, bien, permite retomar lo
ms lejano en el pasado.
La premisa de Engels en 1844 para criticar a Edgar Bauer alindose a Flora
Tristn es la siguiente: no slo una parcela sino toda la realidad se pone en
juego en el feminismo, por cuanto cuestiona un aspecto global de sta: la
relacin entre los sexos. (Itaca No. 1. pp. 1). Es decir, la realidad en su aspecto
sensible, o como sensoriedad.
En efecto, la realidad es el conjunto de la riqueza objetiva y subjetiva [Ibd. p. 5
III, prr.. 8 pssim]. As que la crtica de la economa (o de la riqueza) puede
coordinarse con la crtica de las relaciones entre los sexos y de las formas de
sensoriedad en general (valores de uso tcnicos y consuntivos, situaciones,
etc.) generadas por la sociedad contempornea; sta crtica, de las formas
de sensoriedad, es parte importante de la vida cotidiana, pues cuestiona la
estructura pasiva que determina las formas de cotidianeidad; es decir, su
anatoma en lo que tiene de producida y entregada para ser vivenciada. Sobre
la misma se alzan ulteriores y diversas formas de convivencia cuyo ncleo son
las relaciones entre los sexos, pues de la modalidad de su polarizacin depende
la preservacin y desarrollo de las fuerzas procreativas de la sociedad: desde
la familia hasta el gobierno estatal.
La situacin de la mujer es un barmetro del grado de desarrollo de una
sociedad (Fourier). Es decir, del grado de liberacin al que ha accedido
la sociedad; y, entonces, de la situacin de opresin que viven las masas
trabajadoras Por qu? esta medicin exterior se funda en el hecho de que
las masas trabajadoras se relacionan con las fuerzas productivas tcnicas
necesarias para la reproduccin material de la sociedad, y, por su parte, la
mujer constituye el ncleo central de las fuerzas productivas procreativas de
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 457
la sociedad. Ambos tipos de fuerzas productivas se encuentran internamente
correlacionadas, siendo las tcnicas las que soportan al conjunto, por cuanto
garantizan el sustento del nmero humano existente, no slo de nuevos
miembros por nacer. La crtica de la tecnologa por ejemplo en su vertiente
ecologista se halla conectada, as, esencialmente con a crtica de la relacin
entre los sexos, particularmente con la crtica feminista de ella. La crtica
de la economa poltica tiene por corazn la crtica de la tecnologa y a su
complemento. El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado
(1884) constituye la obra clsica donde fue intentada una conexin cientfco-
crtica de estos tpicos. La distincin entre los dos referidos tipos de fuerzas
productivas es el punto de arranque del Origen de la Familia la coordinacin
de los diversos sectores de la crtica social, su meta. Por cierto, la riqueza y su
perspectiva evolutiva de periodizacin del progreso humano tiene la hondura
de la frase de Fourier. Pues es paradjico que como quantum de desarrollo, la
escala propuesta sea un hecho cualitativo: la situacin de la mujer. Adems,
si de un lado es mediante una parte fundamental que se mide al todo social,
esa parte es ya sntesis expresiva de lo que ocurre al interior del fundamento
productivo y procreativo dual; por todo ello la medicin del grado de pobreza
no es simplista sino compleja y matizada. De todos modos es la libertad su
prius.
El prrafo fnal del artculo de Concepcin Tonda rezaba as: de manera
que el desarrollo de nuevas fuerzas productivas subjetivas o procreativas, de
nuevos hombres y nuevas relaciones humanas es un ingrediente esencial de
las revolucin comunista. En lo que sigue haremos explicitas preposiciones
apenas apuntadas o an slo implcitas en su ensayo.
Si por una parte el enriquecimiento del feminismo mediante el marxismo y
de ste por aqul genera nuevas temticas y puntualiza previas, por otra,
precipita una modifcacin formal en los rasgos del discurso crtico. Estas son
las dos vertientes que articulan nuestra introduccin.
As como el hombre y la mujer, el cielo y la tierra y el cielo y el inferno, tambin
la relacin esencial entre comunismo y feminismo resuelve sus paradojas e
insufciencias presentes recprocas.
El desarrollo de y en las comunas electivas constituye la solucin prctica
formal de las antinomias del feminismo actual. Del mismo modo, el desarrollo
de la sensoriedad y la sensualidad constituyen la solucin prctica formal
de las antinomias del comunismo actual; sugera y aqu explicitamos el
artculo de Concepcin Tonda (Itaca, No. 1. p. 5, III. prr. 12 s.s.). Es decir,
la solucin tanto en lo referente a la determinacin de la calidad de la vida y
de los bienes de uso singulares y sensibles (sensoriedad) como la liberacin
sexual y respecto del productivismo (sensualidad).
Jorge Veraza
458
Soluciones prcticas porque no slo son tericas e indicativas sino que,
adems, deben objetivarse para devenir lo que se postula de ellas: ser soluciones.
Y formales, porque como recin expresadas slo estn postuladas y falta
exponer determinadamente sus contenidos precisos cada vez y en general.
Pero es visible, desde ya, la realidad de la recproca conexin y resolucin
aqu propuesta entre feminismo y comunismo. (Ibd.).
Es indudable que una liberacin sexual autntica o no enajenada es posible
slo en la clave feminista; es decir, segn una crtica de las relaciones actuales
entre los sexos en vista de su confguracin afrmativa, no denegando
o disminuyendo a este o a aquel miembro, sea femenino o masculino,
apoyndola, en la positividad o sensualidad esencial de la relacin contra el
productivismo desaforado Habr que aadir que la satisfaccin femenina
es el centro y la gua? Por supuesto la reproduccin social es esencialmente
afrmativa, (y entonces es), forma del desarrollo ilimitado de las capacidades
y necesidades del ser social (Ibd.), de suerte que, la modalidad general de la
gestin cotidiana a operar tanto en lo referente a la confguracin de valores
de uso como en las relaciones entre los sexos y personales en general es
aqulla que corra una senda armnica segn la cual logre expresarse en
ncleo esencial de lo que es la reproduccin social en cuanto tal. Por cierto
no encerrado en lo personal, intimo ni slo sexual; ni tampoco abocada a
exceder lmites consumtivos donde el goce tiene, efectivamente, lugar, por
el error de creer que el goce humano de los valores de uso comienza slo
ms all y excedindose. Habr que subrayarlo: el placer es armona ya por
cuanto constituye el cierre del ciclo iniciado en la creacin: la consumacin es
equilibrio.
Podemos precisar ahora, en segundo lugar, en qu sentido la crtica social
atentica adquiere para serlo rasgos formales femeninos.
Primero, hoy, el fundamento material de la crtica social lo tenemos en el hecho
de que el proletariado produce toda la riqueza (la sensoriedad, la realidad, la
sensualidad) y le es expropiada. As, la crtica social deviene crtica total y
cotidiana tal y como lo es la convivencia entre lo sexos, raz de la reproduccin
humana. Ni qu decir, la crtica deviene radical, en primer lugar econmico
tecnolgica (Ibd. p. 41 prr. 20 s.s.).
Pero adems, debe reconocer otra dimensin femenina de s como propia;
no slo su rasgo de cotidianeidad y, por all, totalidad y radicalidad. Se
trata de una crtica sensiblemente fundada por cotidiana, etc. o dirigida
contra usos y costumbres y, sobre todo, contra confguraciones de los objetos
prcticos de uso diario. As pues, crtica consuntivo reproductiva, procreativa
(Ibd. II, prr.. 6 y s.s.). Lo cual hace cerrar el crculo de la totalidad social.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 459
De suerte que la consecuencia de ello es que la crtica social se determina
como crtica sensual, real o de realidades adems que de discursos total,
cotidiana, econmica, tecnolgica, consuntiva. Y por reproductiva y total se
determina, necesariamente, como rebosante de las particularidades: Crtica
Internacionalista (Ibd. prr. 13). Recurdese el signifcado de la Unin
Obrera internacional propugnada por Flora Tristn.
En cuanto lugar, se trata de una crtica de lo sensible y a fuerza de intimidad
de una crtica de intencin total. (Ibd. prr. 22). Esto debe entenderse as:
la fuerza cohesiva de la totalidad sobre el individuo se revela como una
conexin interna esencial que le es propia, recubierta por conexiones internas
aparenciales, (sensibles). En lo ntimo es que lo esencial es encontrado, pues
son trminos idnticos; y lo esencial no es sino el todo. La intimidad intuye/
descubre la totalidad. As pues, se trata de una crtica de intencin total por
esencial (o ntima) pero, a la vez, que retine esta intimidad slo por el hecho
de ser sensible, siendo sensible y atenta a lo esencial ms que a lo aparencial,
(crtica sensible): unifca lo de adentro y lo de fuera; es decir, la totalidad
existente de su conexin interior, pero a la vez, aquello que le es externo a la
totalidad y an por darse, aquello virtual y que espera utilizarse, llega a ser.
Se trata, por ello, en cuarto lugar, decimos, de una crtica prctica pues deben
realizar aqu y ahora as sea parcial e incompletamente las determinaciones
positivas que descubre en la totalidad social existente y que sta contiene slo
como defciencias o como realidades reprimidas, mediatizadas, virtuales o
an inexistentes de cualquier forma.
En sntesis. se trata de una crtica positivamente (sensible) fundada (total) y
por tanto prctica, creadora de su propia realidad. Es sorprendente que ste
sea, justamente, el modo para construir una autntica antropologa, siendo
que a la vez es el camino de construccin de un nuevo ser humano. La crtica
de las relaciones de parentesco, de las formas culturales y polticas, no slo
econmicas y, en general, de las relaciones entre el hombre y la naturaleza
(por ejemplo la ecotecnologa), etc.
Jorge Veraza
460
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 461
Parte IV:
HEGEL Y FEUD EN LA HISTORIA DEL CAPITALISMO
Y LA RECONTRUCCIN DEL CAPITALISMO EN
EL SIGLO XXI
Jorge Veraza
462
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 463
G. Para pensar la opresin y la emancipacin en
la postmodernidad. Crtica dialctica del amo y el
esclavo en Hegel
442
G.1. Confunsin del liderazgo con dominio explotador
443
1. En todas las pocas habr quien mande y quien obedezca, quien domine
y quien sea dominado. Siempre ha habido seores por encima de la masa y
siempre habr seoreados que necesitan ser guiados y obligados a trabajar
para los seores dominantes. He aqu una nocin del sentido comn en
la que se confunde liderazgo con dominio explota dor cosas en verdad
muy distintas con la intencin de otorgar al seoro y a la explotacin la
universalidad antropolgica e histrica del liderazgo y de quitarle a ste
su funcin libertaria y reducirla a una represora y dominadora a fn de
justifcar y eternizar creando una falsa conciencia conformista en quien
escucha la dominacin y la explotacin de unos hombres por otros. Y es
que el grito de igualdad emblemtico de la modernidad que se levant
en la revolucin inglesa (1642) y an ms claro y extenso en la francesa
(1789) contena implicaciones que trascienden a la sociedad burguesa que
esas revoluciones buscaban desarrollar y consolidar institucionalmente, as
que ese grito fue pronto contestado con la referida nocin forjada por la
aristocracia terrateniente y la alta burguesa, amalgamada por entonces con
aqulla. Pasada la efervescencia revolucionaria y luego de que la marea social
encontrara su nivel en la sociedad burguesa, aquella nocin de la ideologa
do minante se volvi clich del sentido comn, una representacin social tan
propia de la modernidad como la esperanza de igualdad, al modo de dos
peces que se frotaran uno con otro y se persiguieran en crculo sin llegar jams
a defnirse cul de los dos prevalece.
442 Extraido del libro Para pensar la opresin y la emancipacin en la postmodernidad. Crtica
dialctica del amo y el esclavo en Hegel. Mxico, editorial Itaca, 2005.
443 Ibd. Introduccon. p. 13.
Jorge Veraza
464
La nocin del sentido comn pero tambin pieza ideolgica elaborada por
intelectuales a su servicio en polmica con los subor dinados que decreta
la universalidad e inevitabilidad de la opresin y la explotacin entre los
seres humanos debi perfeccionarse ideol gicamente una vez amainada la
tormenta revolucionaria que barriera con el Antiguo Rgimen. Georg Wilhelm
Friedrich Hegel (1770-1831) construy la fgura ms desarrollada de esta pieza
ideolgica en La fenomenologa del espritu (1807).
Hegel quera escribir un libro de comprensin especialmente fcil pero
la Fenomenologa se convirti en una de las obras ms difciles y de ms
profundo signifcado en la historia de la flosofa.
444
Y aunque el tema que
nos ocupa es por dems vulgar y mezquino, la profundidad y complejidad
con que lo expone Hegel lo vuelve oscuro y exige el esfuerzo por aclararlo.
Por otro lado, es difcil exagerar la importancia del asunto para todos los que
vivimos en la modernidad de comienzos del siglo xxi. Tal es la primera razn
que motiv el presente trabajo.
2. Desde el principio la idea de la modernidad troquel con estilo uni versalista
caracterstico al aplicar la idea de igualdad general a todas las pocas pero para
convalidar universalmente lo contrario: la desigualdad. Pero Hegel articul
esta universalidad en toda su extensin con diversos temas y la profundiz en
trminos ticos, psicolgicos, antropolgicos y ontolgicos, amn de darle la
forma abstracta y aun elegante y misteriosa adecuada a la generalidad con
que se propone. As llev la idea hasta sus lmites de extensin e intensidad
conceptuales.
Por eso en el Manifesto del Partido Comunista (1847) aquellos brillantes
discpulos de Hegel que fueran Karl Marx y Friedrich Engels rescataron la idea
del maestro como intuicin profunda acerca de la historia de la humanidad
445
al tiempo en que criticaron su pretensin eternizante, idealista reaccionaria;
as que elaboraron el modo hist rico materialista de trascender la idealizacin
hegeliana de las clases dominantes y la inscripcin en el alma humana de la
opresin y el so metimiento aun en los tiempos igualitarios de la modernidad
y para los tiempos venideros que la revolucionarn.
Hegel no encontr mejor manera de convalidar la idea reaccionaria que
la de sugerir que la relacin entre seor y siervo ya habra sido superada
444 De la presentacin de los editores de Suhrkamp de 1970.
445 La historia [escrita, anota Engels en 1888] de todas las sociedades que han existido hasta
nuestros das es la historia de la lucha de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos,
seores y siervos, maestros y ofciales, en una palabra opresores y oprimidos se enfrentaron
siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha
que termin siempre con la transformacin revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento
de las clases beligerantes (Marx y Engels, Manifesto del Partido Comunista, pp. 21-22).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 465
histricamente hacia una relacin igualitaria entre los seres humanos. No
obstante slo logr proponer una pseudosuperacin que termina por convalidar
la relacin opresiva hasta en el seno de la igualitaria sociedad burguesa. Su
discurso refeja la dualidad de esta sociedad en la que prevalece una igualdad
slo formal entre ciudadanos pero asentada en y recubrindola la muy
real y frrea explotacin del obrero por el capitalista. As, despus de Hegel
todava qued por ser elaborada una superacin autntica de la relacin de
seor y siervo, y para hacerlo se requiri no slo llevarla ms all de Hegel,
hacia la superacin de la relacin entre el capitalista y el obrero asalariado,
sino que, para encontrar las verdaderas premisas de una autntica superacin,
tambin se requiri reelaborar en profundidad las falsas premisas de la
pseudosuperacin que Hegel propuso como autntica.
La segunda razn para ocuparnos en el texto de Hegel responde, pues, a
la necesidad de explicitar la crtica de Marx a las premisas falsas de la alta
concepcin hegeliana en vista de lograr una autntica superacin de la
opresin clasista.
3. El tema es de singular importancia para la poltica revolucionaria y de
la izquierda en general pues no slo tiene que ver con la relacin con el
enemigo el amo que somete sino tambin con las relaciones polticas y
psicosociales internas del movimiento revolucionario. En efecto, debemos
aludir al papel del liderazgo en el movimiento revolu cionario, concomitante
con el papel dirigente del proletariado pero no por ello opresivo en la
revolucin socialista. La denegacin del proletariado como sujeto histrico
y la crtica anarquista al autorita rismo participan de la misma problemtica
y actitud edpicas que la justifcacin hegeliana y del sentido comn
del autoritarismo. De ah la necesidad de diferenciar crticamente entre la
estructura y la confguracin en el problema de la autoridad (Engels).
446
En vista de introducirnos a la dialctica del seor y el siervo o del amo y el
esclavo; el patrn y el obrero, etctera, abrir dos apartados. En el primero
contextualizar el tema terica e histricamente y en el segundo esclarecer las
premisas del asunto y ofrecer unos esquemas para facilitar la comprensin
del clebre pasaje hegeliano.
a) La dialctica del amo y el esclavo hoy
a.1. La globalizacin deba movernos a refexionar de nuevo y con ma yor
profundidad sobre el tema de la dialctica entre el amo y el esclavo pues
esta poca constituye la extensin del sometimiento capitalista a toda la
humanidad y, aun, en medio de una lucha a muerte planetaria emprendida
446 Ver el presente libro, captulo V, 7.5. Amo, jefe, lder y autoridad.
Jorge Veraza
466
por Estados Unidos, hegemn mundial, como guerra contra el terrorismo
en la invasin a Afganistn en 2001 y a Irak en 2004 por orden de George W.
Bush hijo.
El establecimiento de facto del mercado mundial industrial capitalista pone
a la orden del da el avatar de la crisis y la revolucin social segn Marx
(Grundrisse, 1857, p. [175]) a la vez que realiza el horizonte de lo que el Hegel
de la Filosofa de la historia (1822-1831) y de la Filosofa del derecho (1820)
viera como mundo germnico. De ah que a principios de la ltima dcada
del siglo xx Francis Fukuyama (El fn de la historia y el ltimo hombre,1992)
embriagado con un Hegel malversado por el mismo Fukuyama
pudiera publicitar la ilusin del arribo a Jauja alias neoliberalismo y el
consiguiente fn de la his toria pues, segn l, ya no podra ocurrir nada mejor;
as lo indicaba el hecho de que el esclavo que se haba levantado y pareca
triunfante (la URSS) se hundiera para siempre.
a.2. La ideologa de los neoconservadores busheanos gira en torno a
variaciones sobre el tema hegeliano que nos ocupa, en particular la visin de
Samuel Huntington (El choque de civilizaciones, 1996) quien confronta con
inocultable racismo al occidente cristiano y al oriente islmico en un talante
entre apocalptico y geopoltico, con un poco de flosofa y muchos prejuicios
polticos que quiere hacer pasar por ciencia social y donde asoma apenas
disimulada la hegeliana lucha a muerte de las autoconciencias Huntington
asigna soterradamente a occidente el papel de seor y al islam el de siervo
dentro de una ideologa paranoica de salvacin del yo que l y todos los
lectores somos que pretende enredarnos en una complicidad que nos exime
como l ya lo hace de refexionar el asunto en serio.
En el siglo xxi ser imposible comprender nuestro mundo y la cul tura poltica
del mismo sin refexionar a fondo la dialctica del amo y el esclavo que
Hegel expone de modo magistral y sobre todo radical, yendo al fondo, sin
sobreentendidos ni manipulaciones personales, aunque sin dejar de favorecer
al amo, y, por lo tanto, de sintonizarse con el novsimo espectculo mundi.
Desde mediados de los ochenta del siglo xx la cultura de masas se orient
hacia este fascinante tema. Ejemplo descollante son las pelculas del britnico
Riddley Scott. En primer lugar, en The Duelists (1977), en obsesiva lucha a
muerte con esgrima y pistolas (por el reconocimiento); luego en Alien (1979),
donde la tripulacin de obreros espaciales son sacrifcados para permitir el
desarrollo de armas ms letales (el gran negocio!), y el robot y el alien contra los
cuales triunfa la obrera heroica (Sigurney Weaver) son instrumentos del nuevo
seor la empresa multinacional interplanetaria y la herona representa la
re solucin por va femenina de una milenaria dialctica masculina entre amo
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 467
y esclavo; despus, en Blade Runner (1982), con la lucha contra la empresa
multinacional desplegada subrepticiamente por el detective Blade Runner
(Harrison Ford) por salvar su amor, y abiertamente por los robots perfectos
por ser reconocidos como autoconciencias plenas. Y qu no el detective y
su hermosa amante robot perfecta se reconocen recprocamente al superar
obstculos al parecer insalvables, luchando, hasta la muerte si es preciso, por
lograrlo? Despus lleg Telma and Louis (1991), donde las mujeres sometidas
por una cultura machista luchan hasta la muerte por ser reconocidas en su
humanidad. o despus Cristbal Coln (1992), sobre el comienzo de una
historia de ya ms de 500 aos de seoro europeo occidental sobre los siervos
indgenas de Amrica Latina en la que se vislumbran, en medio de cruentas
luchas, momentos de reconocimiento humano.
Riddley Scott no fue la nica pero s la ms emblemtica y tambin refnada
expresin de una cultura de masas que se form como espuma sobre las olas
de la mundializacin del capitalismo devenido en salvaje a partir de la crisis
de 1971-1982, bajo la fgura de contrarrevolucin neoliberal y posmoderna.
a.3. La dialctica del amo y el esclavo es central para la comprensin de las
relaciones sociales propias de las sociedades antagnicas. La im portancia del
tema destaca al distinguir los diversos aspectos del mismo. En primer lugar
el problema en cuanto tal: la dialctica del amo y el esclavo en Hegel y en sus
distintos intrpretes. Asimismo importa no slo la dialctica del dominio y
la servidumbre sino lo que se implica dentro de ella, es decir, la concepcin
hegeliana del trabajo y, sobre todo, de la autorproduccin del hombre, pues
Hegel entiende que sta se rige por el principio del trabajo pero que existe
bajo la modalidad de un enfrentamiento entre el amo y el esclavo cuyo
contenido es el trabajo sometido y el goce del fruto del mismo. Este problema
nos remite a la concepcin de Hegel sobre la historia.
447
Por dos caminos entonces se llega a un tercer gran tema que es el del Estado:
en primer lugar, en tanto ncleo de la sociedad civil, la dialctica del amo y
el esclavo posibilita y requiere la gestin estatal y por lo tanto la esclavitud.
De hecho Hegel desprende de esta dialctica su visin peculiar acerca de la
funcin, estructura y vigencia del Estado. Pero el problema del Estado tambin
se vincula con la dialctica del amo y el esclavo por el camino ms mediado
que lleva a Hegel a la idea de que el Estado preside a la historia universal. Es
sta una toma de posi cin manifesta acerca del Estado y su importancia para
la humanidad.
A este respecto es sumamente signifcativo el hecho no sealado por sus
comentaristas de que la Filosofa del derecho concluya con un captulo
447 Tema del importante texto de Jacques DHondt, Hegel, flsofo de la historia.
Jorge Veraza
468
sobre la historia universal, y precisamente con la poca que Hegel denomina
mundo germnico.
Adems de estos problemas (el dominio, la historia, el trabajo y el Estado),
tenemos que el amo y el esclavo aunque Hegel solamente los trata como
fguras polares de autoconciencia son dos sujetos vivientes, y la vida de
ambos en la misma medida que la dialctica del trabajo y la dialctica de la
historia deriva bsicamente de la dialctica de la vida.
En su obra clsica Ontologa de Hegel 1932, Herbert Marcuse inter preta toda
la obra hegeliana a partir del concepto de vida. Para Marcuse, la clave de la
lgica hegeliana se revela en cuanto la entendemos no como mero movimiento
de pensamiento sino como ontologa, como determinaciones propias del
ser, pero Hegel llega a la concepcin del ser especfcamente como ser en
devenir en tanto que deriva sus proposi ciones de la observacin por
supuesto a partir de los desarrollos de la biologa en tiempos del flosofo de
un ser material preciso: la vida.
Del concepto de vida deriva la forma de los conceptos hegelianos la forma
de su sistema y, en general, la forma del desarrollo de los conceptos en la
lgica dialctica. Lo que Hegel entiende por dialctica en la relacin del amo
y el esclavo, en el trabajo, en la historia, en el Estado y, en lo que entiende
en general por dialctica temas centrales para el pensamiento marxista
depende del modo en que Hegel concibe la vida, cmo la entiende, la desnuda,
la revela o, tambin, oculta ciertos aspectos de la misma, es decir, de cmo la
libera o bien la reprime.
La reedicin virulenta de la acumulacin originaria de capital a escala
planetaria instaurada por la contrarrevolucin neoliberal y pos viviente
moderna durante ya ms de dos dcadas pone a la orden del da, pro fundizado
y complejizado, el tema de la dialctica del amo y el esclavo en mil diapasones
y en mil claves. Los temas nodales de la sociologa las clases, el Estado, la
burocracia, los lderes y las masas (Elias canetti, Masa y poder, 1962) se
volvieron tan complejos que sus con tornos de clase, su fondo esclavizante
se desfgura bajo la ideologa de la pluralidad y la democracia globalizada.
Quiz esta ideologa podra ser momentneamente efcaz contra las formas de
opresin precapitalistas o semicapitalistas, o capitalistas poco desarrolladas y
locales, pero que fnalmente slo sirve para sustituirlas no por una autntica
democracia plural sino por la opresin omnilateral imperialista salvaje de las
empresas multinacionales.
En el contexto de esta confusin epocal avanz, a paso de pistn, el dominio
del capital sobre el mundo.
448
448 Cfr. Jorge Veraza, El siglo de la hegemona mundial de Estados Unidos.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 469
As emergieron lderes de masas caricaturas light de Hitler de diversos estilos
como Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, o como Alberto Fujimori,
Vladimir Putin y Bush hijo. Pero tambin emergieron movimientos sociales
libertarios y lderes autnticos que obligan a la psicologa social a diferenciar
crticamente las realidades y los conceptos dialcticos pertinentes res pecto
de la mera ideologa. Este trabajo de discernimiento en el que destacan
Gustave Le Bon (Psicologa de las multitudes, 1895), Gabriel de Tarde (La
opinin y la multitud, 1901), Sigmund Freud (Psicologa de masas y anlisis
del yo, 1920), Wilhelm Reich (Psicologa de masas del fascismo, 1933) y Sergei
Moscovici (Psicologa de las minoras activas, 1979, y La era de las multitudes,
1981) apenas ha comenzado.
An ms, para que la psicologa social establezca su objeto te rico es condicin
decisiva que pueda distinguir, en las interacciones humanas, la reciprocidad
positiva respecto de la negativa, y para ello es imprescindible criticar la
confusin hegeliana de ambas formas de reciprocidad al presentar como
positivo lo que es negativo la opresin del esclavo en vista de as justifcar
al amo. Ms de fondo, la psicolo ga social debe observar crticamente y con
matiz el desdoblamiento de la autoconciencia en una independiente y otra
dependiente o sujeta y que en Hegel es el paso obligado para transitar del
yo al nosotrospues fuera de las brillantes pero fragmentarias refexiones
de Georges Herbert Mead (Espritu, persona y sociedad, desde el punto de
vista del conductismo social, 1934), de inspiracin hegeliana por cierto esta
ciencia ha descuidado este decisivo aspecto de su constitucin.
a.4. En el tema de la dialctica del amo y el esclavo se pone en juego el dominio
clasista como un todo, terreno en el cual Marx hizo grandes aportaciones sobre
todo porque esclarece el ncleo de este dominio: el sometimiento directo del
trabajo.
Hegel trata el problema del sometimiento del trabajo pero no estable ce
pormenorizadamente sus determinaciones y, por tanto, tampoco las de los
aspectos del dominio de clase extremosa de la esfera del trabajo o correlativos
a sta. La teora de Marx sobre la subsuncin formal y la subsuncin real
del proceso de trabajo inmediato bajo el capital
449
se puede considerar, al
mismo tiempo que como una matizada aproxi macin a la dialctica del amo
y el esclavo, la clave fundamental para subvertir los errores de la concepcin
hegeliana del dominio de clase.
449 Esta teora subyace en el anlisis del proceso de produccin del plusvalor (Karl Marx, El
capital, tomo I, secciones sobre Plusvalor absoluto, Plusvalor relativo y Plusvalor absoluto
y plusvalor relativo). como se sabe, la subsuncin formal corres ponde a la explotacin de la
fuerza de trabajo segn el mtodo del plusvalor absoluto y la subsuncin real al del plusvalor
relativo esto es, sin prolongar ni intensifcar abso lutamente la jornada sino abaratando el
valor de la fuerza de trabajo.
Jorge Veraza
470
Para tratar el problema del sometimiento del trabajo se requiere, en primer
lugar, una concepcin positiva acerca de lo que es trabajo, y es aqu donde
Marx discrepa radicalmente de Hegel. Marx explicita tematizadamente su
postura crtica respecto de Hegel por primera vez en los manuscritos de 1844,
en primer lugar bajo el rubro Trabajo enajenado, parte ltima del primer
manuscrito, y luego, casi para fnalizar el tercer manuscrito, en la Crtica
a la dialctica hegeliana y al sistema hegeliano en general. En este pasaje
encontramos comenta rios de gran importancia acerca de la concepcin
hegeliana del trabajo presente en la Fenomenologa del espritu.
Pero asimismo el sometimiento del trabajo debe ser desglosado en el
sometimiento del sujeto y el sometimiento del objeto el instrumento de
trabajo por ello este problema se conecta con la refexin acerca del desarrollo
tecnolgico (cooperacin, divisin del trabajo, maquinaria). Este tema es
central para Marx en vista de esclarecer problemas como la explotacin de
plusvalor relativo, la subsuncin real del proceso de trabajo, la automatizacin
y la posibilidad de abolir las condiciones histricas bajo las cuales es necesario
producir e intercambiar valores y basarse en trabajo forzado en el tiempo
de trabajo directamente desplegado por cada trabajador (Marx, Grundrisse, p.
[592]) para reproducir la vida del conjunto de la sociedad.
Estos temas se encuentran ya muy desarrollados en el propio Hegel (Filosofa
del derecho), quien los retoma de Adam Smith y aade la puntualizacin
consciente de las conexiones dialcticas entre los mismos pues Adam
Smith describe conexiones dialcticas sin ser consciente de esta modalidad
de su racionalidad.Por otro lado, el sujeto y en especial, en tanto sujeto
vivo, es decir, la fuerza de trabajo o el trabajo vivo, a diferencia del trabajo
muerto debe liberarse del sometimiento al capital. Y para ello debe extraer
de sus propias fuerzas no solamente la produccin de objetos y relaciones de
produccin sino la produccin de nueva historia, de revolucin.
En torno al concepto de vida ahora resituado por Marx debe girar, pues,
el concepto de comunismo y la forma de la revolucin comunista.
450
Lo que
Marx piensa acerca de la vida defne lo que piensa acerca de la dialctica
del amo y el esclavo, el trabajo, la historia, el Estado, la dialctica, el sistema
hegeliano y el sistema capitalista en su conjunto. La concepcin de Marx
sobre el comunismo est, pues, arre glada en referencia al concepto de vida
de manera manifesta, explcita, y ya no slo de manera implcita y como un
secreto que an hay que descubrir en el sistema hegeliano. En ste la vida
tambin funga como matriz de la dialctica, pero de modo esotrico, oculto
bajo distintas capas sucesivas que la subordinan y deniegan.
450 Cfr. Jorge Veraza, Karl Marx y la tcnica. Desde la perspectiva de la vida (1983).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 471
La dialctica del amo y el esclavo no solamente pone en juego el problema
del sometimiento de clase y el del trabajo sino tambin el problema de la
relacin social en cuanto tal: la reciprocidad social o el reconocimiento. Lo
que Hegel piensa acerca de la relacin amo-esclavo es la base para entender
su concepcin acerca de las relaciones humanas en general: el amor, las
posibilidades de libertad de los individuos... El tema del reconocimiento nos
conecta directamente con el problema de la forma (la forma social, la forma
valor, la forma mercanca), en particular los equivalentes generales y las
formas del valor en la so ciedad burguesa. La dialctica del amo y el esclavo
por ejemplo en las formas de conciencia que genera puede ser entendida a
partir de la polaridad entre la forma relativa y la forma equivalente mediante la
cual Marx explica la gnesis del dinero (El capital, tomo i, captulo i, pargrafo
3. El valor de cambio o la forma del valor).
Por otro lado, si el amo se comporta como seor frente al esclavo el Estado
se comporta como amo frente a la sociedad, as que la dialctica del amo
y el esclavo no slo nos conecta con el valor como equivalente y el dinero
como equivalente general, sino tambin con el Estado como equivalente
general de la sociedad, as como con otros tipos de equiva lentes tales como
la forma padre, el liderazgo y la jefatura en general. El Manifesto del Partido
Comunista (1848), con su concepcin del desarrollo de la lucha de clases y de
la abolicin de la misma a travs de la revolucin comunista, lleva hasta sus
ltimas consecuencias la crtica a la dialctica del amo y el esclavo al mismo
tiempo que fgura la mundializacin del capitalismo.
As, pues, los ms variados temas marxistas, todos ellos esenciales,
reencuentran en la dialctica del amo y el esclavo una fuente que permite
comprender mejor su sentido y sus alcances e incluso desarrollarlos ms.
Es casi seguro que en diversos lugares del orbe muchos autores leen y escriben
acerca de la dialctica del amo y el esclavo, e inclusive comentan con pormenor
a Hegel. En todo caso, paso a puntualizar en qu consiste lo especfco de mi
propia lectura de la dialctica del amo y el esclavo.
a.5. En la vuelta del siglo xx al xxi, la necesidad de poner orden en el estudio
de la realidad toda y en la crisis de las ciencias sociales y de trascender
prcticamente esta poca de sometimiento recrudecido, complejizado y
globalizado, ha reactualizado la obra clsica de Von Clausewitz Sobre la
guerra, o el tema de la enajenacin tratado con amplitud por Istvn Mszros
(La teora de la enajenacin en Marx, 1970), por ejemplo, pero tambin la
dialctica del seor y el siervo, de Hegel.
Jorge Veraza
472
En esta dialctica se guarda como tema decisivo, generalmente no visto, el de
la escasez material
451
que presiona para que ocurra realmente esta condicin la
lucha a muerte de la que habla Hegel resulta inmotivada y caprichosa.
Al plantear esta dialctica como una lucha por el reconocimiento entre
autoconciencias aunque de hecho se trata de seres vivientes materialmente
determinados, en Hegel se obnubilan las dimensiones materiales que se
ponen en juego en esta relacin. El flsofo se fja slo o prioritariamente
en el aspecto distributivo de esta relacin, es decir, en el precio que se
atribuye cada uno de los contendientes, esto es, el reconocimiento que cada
autoconciencia quiere lograr, pero olvida la produccin del reconocimiento
en cuanto tal pues no ve ni la sustancia vital ni la sustancia material que
estn en la base de este reconocimiento. As, no ve como problema el tipo de
objetividad den tro de la cual puede brotar la lucha a muerte entre los seres
humanos y ms bien la considera como una dimensin general propia de lo
que es autoconciencia, independientemente de las condiciones materiales en
las que viven los hombres. Segn l, bajo toda condicin material existir, as
sea aminorado, un comportamiento de los seres humanos anlogo al de la
relacin entre el amo y el esclavo.
452
Diversas corrientes polticas de izquierda por ms distantes que se crean de
Hegel soslayan el fondo de escasez material de las luchas sociales. Por otro
lado, para eternizar al sistema capitalista, el liberalis mo y el neoliberalismo
vinculan unilateralmente el progreso tecnolgico al perfeccionamiento
del Estado y de las clases sociales, mismas que luego pasan a ocultar
subrepticiamente con renovados trucos.
Por su parte, el anarquismo pugna por la abolicin del Estado, las clases y
la explotacin pero sin atenerse al soporte que estas realidades tienen en
el desarrollo de las fuerzas productivas tcnicas en general y en un tipo
peculiar de stas, as que, montado en la crtica a la tecnologa capitalista
por antiecolgica e insustentable, retrocede fcil mente hacia situaciones
precapitalistas sin Estado (como Pierre clastres en La sociedad contra el
Estado, 1974) o hacia parasos de la Edad de Piedra sin escasez (como Marshall
451 El concepto de escasez generalmente no asumido por los marxistas durante el siglo xx
es tratado por Karl Marx y Friedrich Engels en La ideologa alemana. Jean Paul Sartre (Crtica
de la razn dialctica, captulo C) lo retoma de Hobbes y de otros y lo tematiza ampliamente en
benefcio del materialismo histrico.
452 Jean Paul Sartre (op. cit., captulo B) supo resaltar crticamente esta condicin fundamental
de la dialctica del amo y el esclavo y, al mismo tiempo, logr indicar que una relacin as
solamente es posible bajo las condiciones materiales de escasez o rareza natural, pero que una
vez superada esta situacin el reconocimiento, la reciprocidad de los seres humanos no tiene
por qu ser al modo de la relacin entre la autoconciencia amo y la autoconciencia esclavo
una lucha a muerte, una reciprocidad negativa sino que bien podra ser una reciprocidad
positiva.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 473
Sahlihs en La economa de la Edad de Piedra, 1972) para proyectarlas como
viables en el futuro una vez disuelta la modernidad. Ante las crisis ecolgicas
tecnolgicamente provocadas se reeditan propuestas de solucin que
como la de Jerry Mander (En ausencia de lo sagrado, 1991) prescinden
olmpicamente de las fuerzas productivas, tema tan malversado por la
ideologa estaliniana de la construccin del socialismo en un solo pas que
concluyera ridiculizada con el derrumbe estrepitoso de la URSS.
El estalinismo quiso combatir la escasez material pero sin pun tualizar el tema
y sin especifcar el tipo de fuerzas productivas que enalteca para forzar el
progreso. Glorifc la tcnica de modo acrtico sin distinguir tipos de tecnologa;
endios a la tcnica capitalista como si fuera la tcnica humana en general y no
un instrumento del dominio de clase, que reproduce este dominio en gracia a
la estructura material de las mquinas especfcamente capitalistas. Tampoco
distingui entre unas fguras de tcnica capitalista ms alienadas que otras,
sea por el deterioro ecolgico que ocasionan (recurdese chernbill) o por los
nocivos valores de uso que producen en tanto tecnologas capitalistas que
son para maximizar la tasa de plusvalor.
As que el derrumbe de la urss y la mofa facilona sobre el tema del desarrollo
de las fuerzas productivas para superar la escasez material y la lucha de clases
es decir, para construir una nueva sociedad socialista o como se la quiera
llamar nos entregan de nuevo, por un rodeo, en brazos de Hegel. Cmo?
Acrticos frente a la escasez de fuerzas productivas tcnicas especfcamente
humanas, listos para que eternicemos las condiciones de dominio del amo
sobre el esclavo no obstante que nuestra intencin sea combatirlas y aun
abolirlas.
As, pues, a propsito de la dialctica del amo y el esclavo pue de ser tratado
el problema de la as llamada por Marx irnicamente prehistoria de la
humanidad (prlogo a la Contribucin a la crtica de la economa poltica
de 1859) o la poca de escasez (Sartre) y de las posibilidades tecnolgicas y
organizativas para superarla. Este tema marxista central comnmente ha sido
olvidado o no visto, incluso despus de que Sartre llamara la atencin sobre el
mismo (creyendo que en Marx no est presente, y luego los marxistas que era
un problema solamente inventado por Sartre). Sin embargo es un problema
objetivo real a partir del cual puede hacerse la crtica materialista de Hegel y
la sociedad burguesa.
El capitalismo globalizado no slo ha extendido y profundizado la dialctica
del amo y el esclavo sino que, al cerrarse sobre s mismo en trminos prcticos
con el derrumbe de la urss, e ideolgicos con la crisis del marxismo y
de las ciencias sociales todas, puestas como siervas del neoliberalismo se
muestra como un escenario hegeliano perfeccionado sin salida, esto es, que
Jorge Veraza
474
simula ser slo esto. De ah la necesidad de criticar a fondo y en detalle la
refexin hegeliana.
a.6. En su pasaje sobre la dialctica del amo y el esclavo, Hegel intenta dar una
explicacin flosfca esencialista, radical, de por qu existe opresin, jerarqua
y explotacin en las sociedades humanas, lo cual involucra la existencia de las
clases y el Estado. Todo ello lo justifca Hegel a partir de la autoconciencia:
en la estructura de la autoconciencia humana, dice, se encuentra el secreto
que hace posibles no solamente el sometimiento o el dominio social sino la
socialidad en general, la reciprocidad y el reconocimiento, o la explicacin
de por qu los hombres en lugar de ser simplemente solos son seres sociales.
Hegel confunde como si fueran uno mismo dos problemas radical mente
distintos: por un lado, por qu existen relaciones sociales ms bien que
individuos solos, y, por otro lado, la existencia de las relaciones sociales de
dominio, es decir, de reconocimiento asimtrico solamente a favor del amo y no
del esclavo en lugar de simple reconocimiento libre entre las autoconciencias.
La interpretacin de Hegel acerca de la autoconciencia est cargada hacia
el lado negativo y ste es su error fundamental, adems de que no observa
ntidamente la condicin mate rial positiva es decir, una naturaleza escasa
sobre la cual es posible que exista tal asimetra. Al contrario, subraya el
carcter negativo de la autoconciencia como determinante de la existencia de
la dialctica del amo y el esclavo.
Cabe hacer notar que muchos marxistas, aunque se adscriben a posiciones
materialistas pues ponen en primer plano el carcter esca so, limitado, de la
riqueza en las sociedades antagnicas insisten en concebir a la autoconciencia
resaltando su lado negativo; incluso Sartre quien, como vimos, supo reconocer
el tipo especfco de materialidad que posibilita una dialctica de opresin.
De ese lado negativo se pretende extraer las fuerzas para la rebe lin. La
posibilidad de enfrentar, contradecir o negar a la sociedad dada parece
derivar de la supuesta negatividad de la autoconciencia. Sobre esta base,
todos los motivos valiosos de los revolucionarios les hacen creer a stos que
la autoconciencia debe permanecer como en Hegel negativa y que la
negatividad debe ser priorizada. Recurdese, por ejemplo, el ttulo por dems
representativo del libro de Theodor W. Adorno, Dialctica negativa, (1966), o
el de Herbert Marcuse, Negaciones, (1968).
Vale la pena, pues, intentar una comprensin positiva de la dialc tica de
la autoconciencia para acceder a una comprensin positiva de la dialctica
histrica y de las posibilidades de la revolucin. Esto es ms necesario
despus del derrumbe del pseudosocialismo real en 1991. El intento de pensar
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 475
la revolucin a partir de la negatividad de la auto-conciencia, del trabajo o de
la praxis material no puede derivar sino en reponer una y otra vez aquello
que en Hegel era consecuencia lgica de la negatividad de la autoconciencia,
es decir, una dialctica de amo y esclavo, un Estado que domina a la sociedad,
una idea que reprime al ser, una lucha a muerte que reprime la posibilidad de
relaciones cordiales y amorosas en la sociedad, en fn, una represin general
de la vida que hace olvidar el hecho de que la vida, efectivamente, est en el
centro.
a.7. Las ltimas tres dcadas del siglo xx han evidenciado el cinismo y la
hipocresa posmodernas esto es, extremadamente vulgares, de pensamiento
dbil con que el capitalismo neoliberal Estados unidos a la vanguardia
someti a la humanidad desde 1982 en el curso de una acumulacin salvaje de
capital que incluy una indita acumulacin originaria mundial. Estos hechos
posibilitan y casi nos empujan a evidenciar el cinismo y la hipocresa
encubiertas pero clsicas del poderoso pensamiento de Hegel; y a la inversa,
al observar la lgica que el argumento de clase tiene en este pensador, se nos
posi bilita reconstruir la lgica del argumento de clase del neoliberalismo, que
pretende ser desclasado, slo tcnico-administrativo, adems de carente de
toda lgica, casual y espontneo.
Ms an, ubicar dnde y por qu en el argumento de clase de Hegel ya
criticado por Marx y por otros encallaron los intelectua les posmodernos
que han servido de comparsa al neoliberalismo no obstante que conocan
y haban asumido las referidas crticas a Hegel. incluso, a veces se trata de
antiguos intelectuales comunistas seguidores de Marx o Lenin, o Mao, o
Gramsci o Trotsky, etctera, como Andr Glucksmann, quien denunciara
brillantemente, en El discurso de la guerra el seoro asesino del imperialismo
estadounidense y sovitico pero que se volvi un derechista posmoderno
hasta llegar, a propsito del 11 de septiembre de 2001, al extremo de hacer
la apologa de la poltica belicista y neoconservadora de G. W. Bush hijo en
un libro (Dostoievski en Manhattan) que constituye una vergenza para los
intelectuales de todo el mundo por la degradacin del pensamiento al que
llega y el grado en que somete su pensamiento al de uno de los seores
dominantes ms imbciles, esquizofrnicos, idiotas y cnicos que han existido.
Este tipo de torcimientos, tan frecuentes en nuestros tiempos, tiene trasfondos
psicolgicos ciertos, pero es innegable que una condicin bsica para que se
susciten es que la crtica al argumento hegeliano que justifca la opresin de
clase fue considerada de manera superfcial. Asumir esta crtica en toda su
profundidad es precisamente lo que el presente libro pretende hacer. Pueda
servir la presente exposicin para en algo restaar el equvoco de aquellos
intelectuales. Si stos se en cuentran ya demasiado petrifcados y anquilosados
en sus prestigiosos prejuicios y nuevos intereses, servir para que las nuevas
Jorge Veraza
476
generaciones de hombres y de mujeres puedan construir una mejor consolidada
con ciencia crtica de la ideologa de dominio en particular respecto de
Hegel y puedan tambin asumir ms a fondo al discurso comunista, en
especial el de Marx.
El desarrollo de la conciencia en el proceso de autoliberacin, signi fca no slo
el desarrollo de los sujetos como autoconciencias libres sino como hombres
y mujeres de carne y hueso que participan en interacciones materiales y
simblicas recprocas en las que la lucha contra el opresor decide y autentifca
sus respectivas biografas y saca a la historia de su actual condicin explotadora
y opresiva de falseamiento y simulacro.
a.8. El presente ensayo se sustenta en la constatacin de la complementareidad
o coopertenencia, en la estructura de la ideologa de la clase dominante, entre
idealismo, tanatismo y nihilismo.
En efecto, el dominio de clase sobre todo el ms desarrollado, el de la
burguesa sobre el proletariado se justifca ideolgicamente mediante la
hipstasis de la idea en general y de la idea de muerte en particular, esto
es, de modo idealista y tanatista. El idealismo refgura en trminos tericos
la orientacin del amo a ser insensible ante las necesidades materiales del
esclavo, pero tambin la mangnifcacin y preponderancia que el amo le
confere a su propia idea, vuelta orden de mando, como creadora de todo lo
existente. La sustantivacin de la idea constitutiva del idealismo cumple
la doble funcin de reprimir las necesidades sociales y exaltar la orden de
mando.
453
Por su parte, el tanatismo prefgura la perspectiva del amo tendiente, por
un lado, a que se le d suma importancia a la amenaza de muerte bajo la
que somete al esclavo, y por otro, a establecer en el esclavo una depresin
conformista creciente, y, en fn, la tesis de que la muerte se inscribe como
mandato del ser no slo desarma al esclavo y arma al amo sino que, adems,
oculta al amo en tanto sujeto que asesina. La vivifcacin de la muerte
453 Dentro del proceso de produccin, el capital se convierte en mando sobre el trabajo, esto
es, sobre la fuerza de trabajo que se pone en movimiento a s misma, o el obrero mismo. El
capital personifcado, el capitalista, cuida de que el obrero ejecute su trabajo como es debido
y con el grado de intensidad adecuado (Marx, El capital, tomo I, Captulo IX, Tasa y masa
de plusvalor, pp. 375-376). El obrero trabaja bajo el control del capitalista, a quien pertenece
el trabajo de aqul. El capitalista vela por que el tra bajo se efectu de la debida manera y
los medios de produccin se empleen con arreglo al fn asignado, por tanto para que no se
desperdicie materia prima y se economice el instrumento de trabajo, o sea que slo se desgaste
en la medida en que lo requiera su uso en el trabajo (ibid., captulo V, Proceso de trabajo y
proceso de valorizacin, p. 224).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 477
subjetivacin y sustantivacin de la muerte y la correlativa mortifcacin de
la vida cumple la triple funcin de amagar y deprimir al esclavo y proteger
al amo.
El idealismo y el tanatismo son, pues, constitutivos de la ideologa de dominio
y en Hegel alcanzan su mximo desarrollo debido a que el pensamiento
hegeliano es tan sistemtico como este mismo desarrollo, de modo que as
como el tanatismo llega a ocultarse detrs del nihi lismo el luminoso idealismo
del flsofo oculta su nihilismo al tiempo en que el mismo idealismo sugiere
ser lo otro que s (materialismo!) pues pretende que todo el ser es enajenacin
de la idea y por ende la idea misma.
Y bien, ya que hemos visto cmo nuestra poca nos remite a la dialctica del
amo y el esclavo, acerqumonos ahora directamente a la Fenomenologa del
espritu, de Hegel.
a.9. En los captulos que siguen se intenta una crtica humanista y materialista
de la dialctica del seor y el siervo de Hegel. Alexandre Kojve (La
dialctica del amo y el esclavo en Hegel) hace una inter pretacin clsica,
pero desafortunadamente insufciente aunque muy infuyente en autores
descollantes del siglo xx.
454
Kojve propone que los planteamientos
expuestos por Hegel son partes del desarrollo del espritu en tanto formas de
relacin y despliegue del hombre crey que mediante la simple traduccin
a trminos humanos y hasta cierto punto materialistas contrarrestaba
repercusiones idealistas del pensamiento de Hegel. De este modo, sin darse
cuenta y queriendo lo contrario, Kojve importa desde Hegel hacia los
flsofos materialistas y revolucionarios del siglo xx as como a las ciencias
sociales toda la problemtica idealista, tantica y reaccionaria de Hegel. A
los cursos de Kojve sobre la Fenomenologa del espritu asistieron entre
otros Georges Batai-lle, Jean Hippolyte, Jacques Lacan y Louis Althusser,
quienes quedaron presos de una u otra manera en el intento de traduccin de
454 Desde enero de 1933, Alexandre Kojve dicta un curso en la Ecole Pratique des
Hautes Etudes de Pars sobre la Fenomenologa del Espritu de Hegel, siguiendo el m todo
interpretativo y basndose en las ideas directivas de un curso anterior de Alexandre Kojve
sobre la flosofa religiosa de Hegel. El curso de Kojve estaba llamado a tener gran trascendencia
porque entre sus oyentes se hallaban quienes seran los flsofos ms representativos de la
posguerra francesa: Jean Paul Sartre, Maurice Merleau Ponty, Jean Hyppolite, Henri Lefebvre,
el padre Fessard, entre otros. De ese modo, la dialctica he-geliana, excluida de los estudios
universitarios franceses a causa de su concomitancia con el marxismo, sera rescatada, despus
de la guerra, por ese grupo de alumnos de Kojve, quienes a partir del existencialismo ateo de
ste, extraeran sus propias conclusiones, de modos muy diversos y personales que van desde
el marxismo hasta el cristianismo.
Estos famosos cursos fueron recopilados por Raymond Queneau y publicados en 1947 bajo el
ttulo de Introduccin a la lectura de Hegel. (Juan Jos Sebreli, prlogo a Tran Duc Thao, El
materialismo de Hegel, pp. 7-8).
Jorge Veraza
478
Kojve y, as, en Hegel; ms an, presos en el tanatismo al reforzar su lectura
de Hegel con el ser-para-la muerte y la remocin del sujeto mediante el Da
sein de Heidegger.
Otros asistentes a los cursos de Kojve como Jean Paul Sartre y Henri Lefebvre
rebasaron los escollos hegelianos transmitidos por Kojve debido a que
pudieron criticar a Heidegger y gracias a la be nfca infuencia de la luminosa
crtica a Hegel del joven Marx de los manuscritos de 1844. Es esta crtica la
que en los siguientes captulos retomaremos e intentaremos contribuir a
consolidar.
a.10. Ocurre un fenmeno curioso. Diversos autores Georg Lukcs (El
joven Hegel, 1954)), Tran Duc Thao (El materialismo de Hegel, 1948), Adolfo
Snchez Vzquez (Filosofa de la praxis, 1967)), etctera han retomado la
crtica general de Marx a la Fenomenologa del espritu para interpretar y
discutir a Hegel, pero sin tener en cuenta las crticas particulares de Marx a
Hegel acerca de la muerte, la negatividad y la naturaleza, etctera, es decir
sin considerar cmo estn integradas a dicha crtica general. De all que en el
discurso de los autores marxistas el concepto de trabajo de Hegel reaparezca
pero reformado.
En el presente libro, pues, abordo la crtica en general y en particu lar a Hegel
en vista de slo as distinguir radicalmente el concepto de trabajo positivo
especfco de Marx respecto de la concepcin negativa de Hegel. Pero esta
es slo una de las dos caras del problema, pues si queremos criticar la
concepcin alienada negativista de Hegel respecto del trabajo deberemos
criticar su concepcin negativista, alienada, del goce. Este es un punto ciego
de la mayora de las interpretaciones y crticas a Hegel, pero resaltantemente
de la concepcin de intencin materialista que sobre el trabajo tiene Georges
Bataille (El erotismo, 1957, La parte maldita, 1947, La nocin de gasto, 1934)
quien intenta concebir en trminos materialistas el goce pero en verdad arriba
a una concepcin radicalmente hegeliana nihilista y por eso irremisiblemente
idealista, lo que de rechazo determina en el mismo sentido nihilista e idealista
su concepto de trabajo. El efecto es similar en Jaques La-can (Subversin
del sujeto y dialctica del deseo en el inconsciente freudiano, 1971) quien
desarrolla la correlativa exaltacin muy materialista en apariencia de la
muerte. Lo mismo vale para el Jean Baudrillard de la Crtica de la economa
poltica del signo, 1972 y de El intercambio simblico y la muerte, 1976,
obsesivamente enzarzado en repetir mecnica y acrticamente a Bataille
aderezado con Proudhon, Lacan, Freud, Durkheim, Althusser y cualquier otro
autor pero, eso s, recalcitrantemente renuente a fundar por cuenta propia los
objetos de los que habla. No es necesario abundar ms para percatarnos de
que estamos frente a la clave que permiti consolidar la plataforma posmo-
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 479
dernista de apologa pseudocrtica de la moderna sociedad burguesa, de
Francois Lyotard (La posmodernidad (explicada a los nios), 1986) a Gianini
Vattimo (El fn de la modernidad. Nihilismo y hermenutica en la cultura
posmoderna, 1985) y tutti cuanti.
La misma perspectiva negativista priva en la idea de trabajo de Jrgen
Habermas (Para la reconstruccin del materialismo histrico, 1975), quien
por ello, cuando intenta criticar a los intelectuales posmodernistas termina
preso con ellos en la misma problemtica hegeliana nihilista (La modernidad,
un proyecto incompleto, 1990). Habermas interpreta el concepto de trabajo
de Marx de modo hegeliano y luego, como as interpretado le parece
insufciente pasa a complementarlo ya no, como Georges Bataille, con un
oscuro y obsesivo concepto de goce sino con una luminosa y justa accin
comunicativa.
En el presente trabajo se sustenta, pues, una concepcin positiva del trabajo y
del goce desde la que se critica la concepcin idealista negativista de Hegel. El
goce en verdad nada destruye y menos an el trabajo, pero Hegel lo sugiere
as, y sin querer, todos hemos actuado hasta aqu como cmplices de estas
ideas, con todas las implicaciones clasistas que ello tiene.
1.9. En mi exposicin aludo a autores fundamentales infuidos por He-gel
como Freud, Heidegger o Bataille y a intrpretes y comentaristas crticos de
Hegel como Lukcs, Kojve, Snchez Vzquez o Tran Duc Thao. Me refero
a estos autores de modo abreviado para triangular con ellos mi argumento
y as situarlo; de esta manera establezco la fundamentacin de mi posicin.
Pero deb posponer la polmica detallada con la mltiple interpretacin
habida sobre Seoro y servidumbre. Otro es el caso de Sartre y Marx, a
quienes refero y aun cito frecuentemente debido, precisamente, a que mi
interpretacin se apoya en ellos.
Dicho esto, no estn por dems algunas palabras sobre mi decisin de
restringir el presente volumen slo al comentario crtico al texto de Hegel y
excluir la discusin con los innmeros intrpretes del clebre pasaje.
De hecho, como la originalidad de cualquier interpretacin, la de la ma resalta
slo en el contraste con otras; ms an, habiendo ya tantas parece no tener
sentido ensayar una a menos que sea evidentemente original. Quien lo intentara
se vera obligado a acompaar lase re cargar el comentario a Hegel con
la polmica con otros intrpretes. Lo que, a su vez, complicara grandemente
la tarea aclaratoria y crtica y el esfuerzo para explicar el sentido preciso de
la crtica a las tesis hegelianas. En realidad este camino volvera imposible la
siempre necesaria tarea de introducir no slo aclarar sino tambin criticar
Jorge Veraza
480
a la argumentacin de Hegel. Irse por las ramas nunca puede ser igual ni
en la ms sofsticada dialctica, o si se quiere maestra sobre un tema que
abordar la cosa misma. Confeso que intent resolver la paradoja mediante un
apndice que incluyera lo correspondiente a la polmica con Lukcs, Kojve,
Hippolite y otros intrpretes de la dialctica del amo y el esclavo, pero el
comentario crtico a cada uno se alargaba desmesuradamente respecto de los
mrgenes de un apndice. En realidad slo un volumen entero poda contener
algo as. Por lo tanto desech tambin la idea del apndice.
Y bien, en verdad no es tan importante resaltar la originalidad de mi intencin
sobre el fondo multicolor de las innumerables interpretaciones, pero s apoyar
el esfuerzo del lector por comprender el texto hegeliano y la relacin de este
con la refexin de Marx, as como ms all de su originalidad hacer
patente la fundamentacin de mi interpretacin y de mi crtica.
Sin embargo, mltiples razones me impiden excusarme de incluir en esta
introduccin la crtica al comentario de Francis Fukuyama sobre el clebre
pasaje de Hegel.
a.11. Hablemos, pues, de los usos de Hegel en el amo y el esclavo de Fukuyama.
Fukuyama no hace en principio sino repetir a Hegel;
455
pues es de su gusto
el canon hegeliano, entre otras cosas, en aquello de que el siervo es cobarde
y por eso es siervo.
456
Aunque si Hegel soslaya el tema de la satisfaccin de
las necesidades y los deseos por centrarse en el tema del reconocimiento
en direccin nica a favor del seor, Fukuyama lo olvida de plano (p.
269). Precisamente porque del recono cimiento quiere transitar a otro suceso
espiritual: la dignidad, el thymos griego ofrecido por el cristianismo al esclavo
como patrimonio de todo ser humano. Adems, Hegel mismo consideraba
su flosofa como la transformacin de la doctrina cristiana, y a la complitud
del proceso histrico solamente una secularizacin del cristianismo (p. 275),
considerando a ste como la ltima gran ideologa de los esclavos (p. 274),
as que el trazo en el que Francis Fukuyama se distingue de Hegel es sutil, casi
invisible.
Repite a Hegel aunque soslaya el tema de las necesidades, y por otro lado
introduce la dignidad (thymos) y la igualdad (como isothymia) cristiana
abstracta (idem.). Por qu o para qu?
Primera razn: el tema de las necesidades reconduce a la materiali dad y a los
hombres de carne y hueso, los cuales, asumidos de frente y racionalmente, se
455 En realidad a Alexandre Kojve (op. cit.).
456 [...] uno, de los combatientes primordiales, temiendo por su vida reconoca al otro y
aceptaba ser su esclavo (Francis Fukuyama, El fn de la historia y el ltimo hombre, captulo
XVIII, Seoro y servidumbre, p. 277).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 481
muestran no como meros individuos sueltos esclavos que recobran dignidad
individual sino que debemos considerarlos como hombres libres vinculados
entre s esencialmente, es decir, como entes comunitarios y, de hecho, como
comunidad de hombres libres vinculados esencialmente, tambin, con sus
condiciones materiales de existencia. Con esto no hacemos sino formular la
base antropolgica y ontolgica de la humanidad, mltiplemente contradicha
a lo largo de la historia bajo diversas confguraciones sociales pero realizable
con necesidad histrica a travs de la negacin prctica revolucionaria de
la confguracin capitalista de sometimiento del trabajador por el burgus. El
comunismo sera precisamente la realizacin prctica de la referida estructura
transhistrica de las relaciones humanas.
La conclusin de Marx (Manuscritos de 1844, tercer manuscrito, incisos
3-6)
457
aqu resumida deriva como vemos de la inversin materialista/
necesitante del mito idealista hegeliano sobre el siervo, el seor y el trabajo.
Pero es precisamente de este ncleo racional del que Francis Fukuyama
se desva y aun acenta su desvo pasando elegir al individualismo
cristiano. Y, en realidad, al individualismo sans frase, pero, eso s, glorifcado
con aquellos renglones fnales onde dice Fukuyama el motor que hizo
avanzar la historia nada ms y nada menos fue el persistente deseo de
reconocimiento el esclavo, y no la ociosa complacencia y la identidad inmvil
del seor (p. 275) por donde Fukuyama nos hace creer que favorece la
liberacin del esclavo.
458
Aunque el motor de su historia sea magro de tan
heroicamente ideal pues carece de la consistencia de la necesidad histrica
bien establecida por Marx de satisfacer las necesidades y os deseos humanos
y que Hegel pese a todo su idealismo codifcaba n su nocin de trabajo,
pero que el sutil trazo de Fukuyama extrava.
La segunda razn: Fukuyama repite a Hegel pero acentuando su idealismo y
aparentando estar del lado del esclavo slo para la hegemona imperialista de
Estados Unidos a travs del desvo respecto de las necesidades y el trabajo hacia
el individualismo thymtico (p. 273). As que no debe sorprendernos que
el thymtico fundamentalismo cristiano individualista de George W. Bush
hijo, seguidor de Samuel Huntington, sea la bandera de la hegemona actual
de Estados Unidos. Ya que Fukuyama, compadre de Huntington, elabor la
457 Estos incisos pertenecen, respectivamente (del 3 al 5), al ttulo Propiedad privada y
comunismo y (el 6) a Crtica a la dialctica y la flosofa hegelianas en general. Los editores
de los Manuscritos de 1844 (responsables de estos ttulos) cometieron el error de cortar
la continuidad del argumento de Marx al intercalar entre los incisos 5 y 6 el 7 bajo el ttulo
Necesidad, produccin y divisin del trabajo, adems del pasaje El dinero que en realidad
es la parte fnal del manuscrito de Marx.
458 Como a inicios de 2004 Bush hijo anunci que su intencin era llevar la democracia y la
libertad a Irak.
Jorge Veraza
482
fundamenta-in (pseudohegeliana) ad hoc del mismo en correspondencia
con la iel Estado liberal (p. 279 y todo el captulo 19 El Estado universal
homogneo).
a.12. Fukuyama escribe en 1991 en ocasin de la presente revolucin liberal
mundial (p. 285), o, para que nos entendamos, neoliberal y de festejo por la
cada de la URSS cuyo rgimen asimila con el marxis mo y el comunismo. Pero
a todo esto, por qu cay la URSS segn Fukuyama? Porque el comunismo
es ideologa de esclavos
459
que no reconoce la dignidad como componente del
ser humano sino slo a la razn y al deseo (p. 283). De ah la insistencia
tcnicamente dicho, hipstasis de la dignidad por parte de Fukuyama, pues
frente a la utopa fallida del comunismo que result ser ms bien totalitarismo
la nica esperanza viable es algo que ya existe pero an no para todos: Estados
Unidos, el Estado liberal moderno.
De lo anterior se desprende que el mejor de los mundos posibles resulta ser,
casualmente, el que existe ante nosotros, y Fukuyama lo ve candorosamente
ya en vas de abolir las viejas barreras de clase esto es, la lucha de clases,
la lucha a muerte del seor y el siervo por medio (sorprendmonos de esta
idiotez!) de la educacin universal (idem.). Es decir, que Fukuyama no pudo
compensar sepultar la utopa libertaria comunista slo con la dignidad
moral, sino que aadi la utopa poltica del idelogo burgus: el capitalismo
desarrollado abole las clases. Al fnal, Fukuyama huyendo de la utopa
totalitaria se revel doblemente utpico y proimperialista.
a.13. Pero retrocedamos un poco: es cierto que en los pases tota litarios de
izquierda o de derecha como los denomina Fukuyama prevalece slo el
deseo y la razn? No ms bien se encuentran stos sometidos a la irrazn de la
dignidad hipertrofada (megathymia) de las clases dominantes, comparsas
burocrticas del Fhrer o de Stalin. Y entonces, es cierto que la urss y dems
pases fueron socialistas lo fueron y no ms bien formas encubiertas de
capitalismo, es decir, basados en la explotacin de plusvalor a la clase obrera?
460
Fukuyama se basa en dos premisas que toma por verdaderas sin serlo.
459 El cristianismo y el comunismo fueron ambos ideologas de esclavos (el segundo, Hegel no
lo previ) que captaron parte de la verdad, pero con el paso del tiempo quedaron al descubierto
las irracionalidades y contradicciones de ambas ideologas. Las sociedades comunistas,
en particular, a despecho de sus principios de libertad e igualdad, resultaron variantes de
sociedades de esclavitud, en las cuales no se reconoca la dignidad de la gran masa de la
poblacin. El hundimiento de la ideologa marxista a fnales de los aos ochenta refejaba, en
cierto sentido, que se haba conseguido un mayor grado de racionalidad en quienes vivan en
tales sociedades y el hecho de que se daban cuenta de que l reconocimiento racional universal
slo poda alcanzarse en un orden social liberal Fukuyama, op. cit., p. 285).
460 Jorge Veraza, Leer el manifesto. Leer nuestro tiempo, 1998.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 483
En realidad Fukuyama se aleja demasiado pronto de la utopa libertaria
comunista para oponerle la fccin democrtica thimtico estadounidense
glorifcada con Hegel y el cristianismo. Por este camino dada la existencia
emprica de Estados Unidos como seor del mundo la economa liberal, la
poltica liberal y la dignidad in dividual abstracta quedan convalidadas como
realidades y como las mejores banderas utpicas por enarbolar si de eso se
trata y no como las imposturas que son.
a.14. En el fondo Fukuyama no se ha percatado que en Marx no est ausente
la dignidad individual sino concretada pues en ste el thymos es asumido
consecuentemente y no slo de palabra como en Platn o Hegel
para realizarlo sin falseamiento; eso mismo que quiere Fukuyama pero
pretendiendo que no est falseado en la realidad del capitalismo neoliberal.
En efecto, la comunidad de hombres libres ligados esencialmente entre s y con
sus condiciones materiales de existencia afrman sus deseos y necesidades no
slo en trminos laborales y racionales o por el lado de la vinculacin esencial
con sus condiciones materiales de existencia, sino que tambin afrman su
libertad y dignidad por el lado de su vnculo esencial recproco. Y precisamente
garantizan esta afrmacin mediante la referida gestin democrtica comn
de sus necesidades y deseos.
Ciertamente en Marx el thymos es asumido consecuentemente como la
libertad del individuo para el resto de individuos y de cada uno de stos para
los dems y para ste; es thymos comunitario porque si no es falso.
Dicho de otro modo, el thymos es lo comunitario su humanidad del
individuo (autntica comunidad individual lo denomina Marx en los
Cuadernos de Pars, 1844) en tanto que ste es reconocido por los otros. Pero
el thymos de Fukuyama es slo la individualidad abstracta del individuo
para l o que no slo tiene sentido para ste, y que busca ser reconocida en esa
abstraccin ensimismada por el Estado, as que se trata de la individualidad
del propietario privado.
Por eso es que dentro de esa abstraccin se introducen dos seo res opresores,
a saber: por un lado, dentro de la dignidad abstracta individual asocial
461
se agazapa el propietario privado capitalista, amo explotador de obreros
asalariados, esto es, de esclavos con apariencia de poseer voluntad libre y
digna que asisten al mercado a vender su fuerza de trabajo precisamente al
burgus, pero tambin, por otro lado, el Estado que reconoce la dignidad
de todos por igual pero atenindose a la precisin del contenido, as que
reconoce el privilegio del burgus como derecho posible de todos a explotar,
461 Kant describe a la sociedad burguesa como una sociedad asocial.
Jorge Veraza
484
y, eso s, ya actual y ac tuante por cuenta de este preciso burgus que estamos
reconociendo en su dignidad de explotador de obreros. S, el Estado que
reconoce es por ello mismo un seor, y no cualquiera sino uno que espejea
en reciprocidad con la dignidad general que reconoce la dignidad que le
reconoce al burgus como presuntamente igual a los dems ciudadanos. El
Estado es el espejo del capital y reconoce al capital como lo real y a s mismo
como el espejo reconocedor, a su vez reconocido por todos los ciudadanos
como benvolo seor reconocedor... sobre todo de la dignidad del burgus.
a.15. Como vemos, es difcil explicitar una impostura cuando est hecha
precisamente para ocultarse. Por eso vemos que un seor (capital) y otro
seor (Estado) dos imposturas que se autoencubren caben en la misma
abstraccin thymtica.
A la impostura del Estado capitalista en tanto presunto realizador de la
libertad muy desgastada ya hacia 1850 pero relanzada en an danadas
sucesivas hasta llegar a la segunda posguerra mundial se aadi a partir
de 1917 la impostura de la URSS como presunto pas socialista, misma que
fue relanzada sucesivamente despus de casi agotarse en ocasin de las
persecuciones estalinianas primero con la muerte de Stalin en 1953 y, luego,
en 1986 con la crtica del culto a la personalidad de Stalin en el xx congreso
del pcus. Y cada vez que decaa la impostura fue relanzada hasta consolidarse
paradjicamente con la cada del socialismo real desde 1989 que segn
Fukuyama cay precisamente por ser socialista realmente sirvi para
relanzar de nuevo la impostura del Estado liberal.
As que la historia del capitalismo se cierra en crculo como un simulacro
no slo ideolgico sino epocal
462
toda vez que las confgura ciones histricas
esto es, econmicas, sociales, polticas y cultura les escenifcaron
prcticamente el equvoco espectculo para todos los participantes en el
cual todos fueron, trgicamente actores y pblico y donde la epifana mostr
realidades transfguradas como si fueran autnticas. Hoy la impostura del
capitalismo neoliberal imperialista globalizado se muestra como guerra
contra el terrorismo y por la democracia y la libertad; es el seor dominante
que se reconoce a s mismo y dice ser recproco e igualitario y su Estado le
replica que es seor de todos y, a la vez, es recproco e igualitario pero en
verdad es opresor y cada vez ms seres humanos lo reconocemos tal como es
en verdad desde que vino al mundo: chorreando sangre y lodo, por todos
los poros, desde la cabeza hasta los pies (Marx, El capital, tomo i, captulo
xxiv La llamada acumulacin originaria, p. 950), ahto de ambicin y sin
dignidad ninguna.
462 Sobre el concepto de simulacro epocal, cfr. Jorge Veraza, Praxis y dialctica de la
naturaleza en la posmodernidad primera parte, as como El siglo de la hegemona mundial de
Estados Unidos, quinta parte.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 485
De extender y consolidar dicho reconocimiento trata el presente libro.
2. Presencia y esquema del pasaje sobre seoro y servidumbre
a) Realidad histrica de la dialctica hegeliana del amo y el esclavo
En la Fenomenologa del espritu, Hegel expone la dialctica del amo y el
esclavo. La dialctica, es decir, una relacin contradictoria. Lo que Hegel
investiga es, pues, la estructura del dominio de clase, la cual, es por supuesto
contradictoria y entonces dinmica, dialc tica. Lo interesante es que intenta
derivar esta estructura de dominio de la estructura de la conciencia y, ms
especfcamente, de la auto-conciencia; es decir sugiere Hegel, que
existen clases sociales y dominio de una clase social sobre otra debido al modo
en que funciona la autoconciencia humana; existe y seguramente existir
dominio de clase porque los hombres piensan de cierto modo, porque su
conciencia se mueve de cierta manera.
En la seccin B de la Fenomenologa del espritu, titulada Autoconciencia,
encontramos un captulo iv llamado La verdad de la certeza de s mismo;
463
es decir, aqu se responde a la pregunta de cmo es que obtengo certeza de
m mismo y que esta certeza al mismo tiempo es verdadera, no simplemente
un sentimiento subjetivo, una mera certeza subjetiva particular, sino que
aun siendo particular (s mismo) participe de lo universal, que sea, pues,
una verdad objetiva. Pues bien, el apartado a de este captulo iv se llama
Independencia y sujecin de la autoconciencia; seoro y servidumbre; es
decir, que la autoconciencia, toda autoconciencia segn Hegel, tiene dos
dimensiones: una independiente y otra sujeta o dominada, dependiente. De
este hecho Hegel quiere derivar lo siguiente: en la historia estas dos fguras
de la autoconciencia de cada hombre se representan repartidas; por un
lado, al aspecto de la autoconciencia humana relativo a la independencia le
corresponde la representacin clasista del seoro, de los seores domi nantes;
mientras que a ese otro aspecto presente en toda autoconciencia humana
relativo a la sujecin le corresponde la existencia de un grupo de hombres que
viven en servidumbre.
As, pues, los aspectos de la autoconciencia humana en general se reparten
histricamente y se corporeizan en grupos distintos de hom bres, unos
como seores, otros como siervos. Hegel piensa que slo as es posible
comprender en esencia, en el fondo, radicalmente, por qu existen dominados
y dominadores, seores y siervos: solamente si arraigamos la respuesta en lo
que es el ser humano en general y en especial su autoconciencia, la capacidad
463 Ver el apndice A Esquema de la Fenomenologa del espritu del presente libro.
Jorge Veraza
486
de los hombres de ser auto-conscientes, es decir, de ser conscientes no slo del
mundo sino de s mismos.
Este mismo apartado sobre Independencia y sujecin de la autoconciencia;
seoro y servidumbre tiene adems de una breve introduccin tres
incisos: 1. La autoconciencia duplicada, 2. La lucha de las autoconciencias
contrapuestas y 3. Seor y siervo. Expliquemos el por qu de tal secuencia
expositiva.
b) Distribucin del argumento de Hegel
En la medida en que la autoconciencia presenta dos dimensiones dentro de s
misma independencia y sujecin es necesario, en primer lugar, observar la
necesidad de que exista una duplicacin de la autoconciencia. As, pues, para
que haya autoconciencia 1 tiene que haber por lo menos una autoconciencia
2, una fuera de la otra, externa a ella. No es posible que haya autoconciencia si
existe un hombre solo; slo hay autoconciencia a travs de otro, en conexin
con otro. En trminos ge nerales, este punto se argumenta en el primer inciso
La autoconciencia duplicada o la duplicacin necesaria de la autoconciencia
en la medida en que la propia autoconciencia Una es dual: al mismo tiempo
sujeta e independiente.
El segundo inciso seala que la duplicacin de la autoconciencia que en el
inciso anterior se consider como medio para llegar al auto-conocimiento
solamente puede ofrecerse bajo el modo de la lucha. No se trata, pues de una
mera duplicacin, de una simple divisin, sino de una lucha y confrontacin
entre autoconciencias.
En tercer lugar, Hegel indica que la fgura concreta de esta lucha de
autoconciencias contrapuestas, el resultado concreto del proceso de
contraposicin y lucha consiste en el surgimiento de dos fguras distintas de
comportamiento humano: por un lado, el seor y, por otro lado, el siervo,
siendo que partimos de la premisa de la libertad de la autoconciencia pero en
tanto dualmente constituida como dependiente y sujeta.
Este es el tema del inciso, 3. Seor y siervo, que a su vez se subdivide
en tres pargrafos; el primero, a) El seoro, presenta el conjunto de la
contraposicin desde la perspectiva del seor. El segun do inciso P) muestra
la contraposicin entre autoconciencias desde la perspectiva del siervo bajo
el ttulo El temor, lo cual sugiere que el siervo es siervo porque ha tenido
miedo y as, con miedo, permanece siendo siervo.
Finalmente, en y) La formacin cultural, se presenta el desarrollo de la
cultura como instrumento de progreso y de liberacin humanos tanto del
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 487
siervo como del amo. Se trata de la perspectiva de la relacin en su conjunto, la
cual es necesariamente dinmica o en desarrollo en gracia a la contraposicin
que se juega en ella (seor/siervo, dominio/ libertad y, en fn, conciencia/
cuerpo). No deja de ser signifcativo que la formacin cultural a travs de
la historia se cargue hacia la toma de conciencia del siervo pues la cultura
es puesta por el trabajo, aunque se trate de una formacin til y tambin
generada para y por el amo.
Hegel se refere sobre todo a autoconciencias serviles. Ms an, la perspectiva
de la autoconciencia en tanto ncleo de la formacin cultural es necesariamente
servil; slo la perspectiva de la razn libera com pletamente. Ese es tema del
captulo v Certeza y verdad de la razn de la Fenomenologa del espritu,
que pertenece a la siguiente seccin caa Razn. La autoconciencia el
individuo en tanto tal es sujeto dominado o siervo frente a la razn o, en
otros trminos, frente a lo general. As sugiere Hegel las cosas. Es digno de
resaltarse lo anterior porque la mayora de los intrpretes (Kojve, Hyppolite)
entienden que en este pasaje Hegel se refere a las formas de autoconciencia
servil y no ms bien a la formacin cultural en general. Pretenden as que slo
los siervos desarrollan por necesidad la cultura, as sea de modo imperfecto
o atado. Pero Hegel ms bien sugiere que por haber siervos es que hay
desarrollo cultural de tipo peculiar, el cual deriva a su vez del hecho de haber
autoconciencia, que esa formacin cultural es desarrollada para y por siervos
y amos si bien se entinta de servidumbre, pero que ello se debe, repito, al
hecho de que se suscita desde la autoconciencia. Es sta lo imperfecto,
lo implcitamente servil que luego se realiza en el siervo, por lo cual ste
desarrollar sobre todo formas culturales serviles. Los intrpretes olvidan
estas mediaciones y presentan las cosas de un modo demasiado favorable
a una perspectiva supuestamente libertaria de Hegel. Pero el caso es ms
complejo; se trata de un desarrollo cul tural libertario/represivo inscrito en
una estructura general represora.
c) Traduccin correcta del ttulo
Vale la pena detenerse en la traduccin literal del ttulo del apartado que
Hegel dedica a la dialctica del amo y el esclavo. Como vimos, se trata del
captulo iv La verdad de la certeza de s mismo, inciso a, cuyo ttulo aparece
traducido al espaol como independencia y sujecin de la autoconciencia.
Seoro y servidumbre. Sin embargo las palabras alemanas que Hegel utiliza
no son propiamente las que debieran ser traducidas como independencia y
sujecin. Independencia se dice en alemn Unabhangigkeit. Se trata de un
trmino literalmente traducido del latn en el que a cada parte del trmino
alemn le corresponde cada parte del trmino latino.
464
As, pues, unabhangig
464 Veamos cmo se construye la palabra: hangen: pender, colgar; abhangen: depender;
Jorge Veraza
488
signifca no depender, no pender de algo. Y bien, el trmino que utiliza Hegel
no es unabhangig sino Selbststandigkeit, formado por el prefjo selbst, que
signifca auto o s mismo y la raz standig, que habla de una postura o una
posicin (la terminacin keit es lo mismo que la terminacin idad en espaol).
As, pues, cuando Hegel habla de seoro y servidumbre est diciendo
autoposicionalidad e inautoposicionalidad de la autoconciencia.
Es decir que la autoconciencia est puesta por s misma, tiene esta caracterstica;
pero al mismo tiempo no est puesta por s misma, tambin tiene esta otra
caracterstica. Y de ah deriva la dimensin de seoro y servidumbre en
la que decanta la dialctica de la relacin entre ambas caractersticas de la
autoconciencia. Por supuesto que, as entendidas las cosas, los conceptos
de autoposicionalidad e inautoposicionalidad son correlativos a los de
independencia y sujecin, pero no son lo mismo. La autoconciencia se pone a
s misma o bien no se pone a s misma, pero el que no se ponga a s misma no
implica directamente que est sujeta, sometida.
Cierto que Hegel quiere extraer de esta inautoposicionalidad de la
autoconciencia el hecho de que lleguemos a servidumbre, pero tam bin
piensa que es posible que la autoconciencia no solamente viva la experiencia
de la dialctica de seoro y servidumbre. La traduccin al espaol ha sido
ms hegeliana que Hegel en el sentido negativo.
No slo, sino que la signifcacin de pender o estar colgado im plicada
en la palabra independencia sugiere una nocin demasiado material de
unas dimensiones que Hegel est pensando de modo completamente ideal.
La conciencia y la autoconciencia por supuesto que ponen o proponen en el
interior de su idealidad, pero es ms difcil verlas pender o colgadas de algo,
como si ellas mismas fueran cosa.
Al traducirlo as se le hace un favor a Hegel, no solamente se subra ya su
carcter represivo, pues se cosifca en parte su pensamiento por nombrarlo
mediante palabras que hacen referencia a seres materiales: la independencia
y la sujecin.
De esta manera la autoconciencia queda demasiado acercada al con cepto de
hombre, es decir, segn la clave en la que, como vimos, lo ley Kojve quien
en parte acert y en parte equivoc muchos trminos.
En fn, el elemento ms importante que quiero resaltar es el siguiente:
estas dos caractersticas de la autoconciencia, su autoposicionalidad y su
unabhangen: independer, no depender; unabhangig: independientemente; Unabhangigkeit:
independidad, independencia.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 489
inautoposicionalidad, derivan de dimensiones propias de todo ser: su estar
defnido positiviamente y su estar defnido negativamente o en referencia a
otros seres; su ser positivo o puesto es lo mismo que el estar puesto por s
mismo. La autoposicionalidad de la autoconciencia nos refere a su afrmacin,
mientras que su defnicin o determinacin negativa nos indica que no est
simplemente puesta por s misma sino por otro ser del cual depende su
ser, su inautoposicionalidad, su aspecto negativo, tal y como todo objeto
desde Spinoza puede ser referido de doble manera, segn la proposicin
afrmatio est negatio
465
: la afrmacin de un objeto es la negacin de otros
objetos.
As, pues, del hecho de que la autoconciencia sea algo especfco deriva
en principio como para todo objeto el hecho de ser defnida al mismo
tiempo positivamente o por s misma, y negativamente o por sus relaciones
con los dems. Pero en la autoconciencia esta doble de terminacin se vuelve
movimiento interior pues ella misma lleva a cabo una accin de autoponerse;
est puesta por s y adems lleva a cabo una accin segn la cual se autopone,
es para s; y no solamente no est puesta por s como lo est cualquier ser
objetivo sino que sufre este hecho como una necesidad de relacin con el
exterior.
Ahora bien, los trminos autoposicionalidad e inautoposicionalidad
simplemente hacen referencia a determinaciones neutrales de los objetos y
tambin de la autoconciencia; sin embargo, resulta curioso que a partir de
aqu vaya a derivarse hacia la relacin de dominio, no neutral sino enajenada,
de seoro y servidumbre.
Al traducirlos como independencia y sujecin, los conceptos de
autoposicionaldiad e inautoposicionalidad pierden su carcter neutral y
aparecen como de suyo cargados negativamente, por eso debe mante nerse
la traduccin literal de los mismos. Es evidente que el concepto de sujecin
ya implica la enajenacin, pero no el simple no estar puesto por uno mismo.
En lo que sigue seguiremos utilizando los trminos independencia y sujecin
como se ha vuelto costumbre al tratar del pasaje de Hegel que nos ocupa.
Quede lo dicho como advertencia sobre el signifcado preciso de los conceptos
hegelianos.
d) Esquema (del problema terico)
En la relacin de sometimiento Hegel descubre que la autoconciencia es una
relacin polar entre dos autoconciencias. Marx descubre esta misma estructura
465 Con base en Platn , Dilogos (El sofsta).
Jorge Veraza
490
en la relacin de valor entre las mercancas (El capital, tomo i, captulo i,
3). As como la independencia del amo adquiere realidad al refejarse en
la sujecin del siervo, el valor de una mercanca adquiere objetividad al
refejarse en el valor de uso de otra mercanca. Por ello es posible representar
(en la fgura 1) la relacin de las autoconciencias mediante el esquema que
Bolvar Echeverra dise para representar la relacin de valor entre las
mercancas.
466
(Desde luego aqu slo es posible presentar como analoga la
identidad entre la estructura de la mercanca y la de la conciencia pues el
desarrollo de este tema rebasara los lmites del presente trabajo.)
FIGURA 1
En primer lugar, Hegel indica (1. La autoconciencia duplicada) que la
autoconciencia est constituida dualmente y presenta las dimen siones: de
independencia y de dependencia o sujecin. En efecto, este uno que es la
autoconciencia muestra sin embargo una estructura dual.
Veamos cmo es que es independiente y cmo dependiente.
De su estructura dual deriva el hecho de que para que haya auto-conciencia,
autoconciencia una, es decir, para que alguien llegue a ser autoconsciente,
tiene que haber por lo menos dos autoconciencias, una duplicacin de la
autoconciencia en la cual se reparten las funciones que aqu aparecen como
contrapuestas. Estas funciones contrarias no pueden coexistir dentro del
mismo saco y, sin embargo, son del mismo saco: la autoconciencia, pues a
sta le es propio ser simultneamente indepen diente y dependiente. Cul es
la manera de resolver la contradiccin? Sacndola fuera de la autoconciencia,
repartindola en autoconciencia 1 y autoconciencia 2, a una de las cuales le
corresponde ser independiente y a la otra dependiente, o, ms bien, a las dos
les corresponden estas dos dimensiones pero cada una se carga ms bien
de un solo lado, sea el de la independencia o bien del de la dependencia.
Esta estructural dual contradictoria hace necesario que la autoconciencia sea
466 Cfr. Bolvar Echeverra, Comentario sobre el punto de partida de El capital, en El
discurso crtico de Marx.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 491
en plural y por lo menos dos. As, pues, con este dualizar la autoconciencia
y contraponerla Hegel busca dar cuenta, paradjicamente, del hecho de la
socialidad, es decir, de que las autoconciencias son esencialmente sociales.
Cada uno de estos dos polos en relacin provenientes de la duplica cin de
la autoconciencia, es decir cada una de estas autoconciencias representa
polarmente un aspecto interno de la autoconciencia. En el primer polo nos
encontramos en el interior de la autoconciencia; en el segundo, en el exterior.
La autoconciencia realizada aparece como duplicacin de auto-conciencias
cuya relacin Hegel llama de reconocimiento. La auto-conciencia logra
autoconocerse a travs del reconocimiento de la otra autoconciencia. As,
pues, en todo este apartado a. Independencia y sujecin de la autoconciencia.
Seoro y servidumbre Hegel investiga la dialctica del reconocimiento.
Despus de duplicarse, la autoconciencia ya puede intentar lograr su cometido:
autoconocerse, constituirse como yo. As, en un segundo inciso (2. La lucha de
las autoconciencias contrapuestas), Hegel nos indica la manera en que ocurre
el reconocimiento o la relacin entre autoconciencias duplicadas: esta relacin,
dice, es al modo de una lu cha y de una contraposicin de autoconciencias.
Este reconocimiento no es, pues, pacfco sino que, necesariamente, ocurre al
modo de lucha, y precisamente lucha a muerte. Aqu, en esta lucha, es donde
las autoconciencias se califcan efectivamente como independiente una y
dependiente la otra.
Si partimos de una unidad que es la autoconciencia y decimos que sin embargo
est dualizada, que contiene dentro de s dos aspectos que se excluyen
mutuamente la independencia y la dependencia, y luego decimos que
esta contradiccin interna va a tener juego mediante una contradiccin
externa pero repartida, de manera que tengamos dos sacos uno para los
perros y otro para los gatos, mientras que antes tenamos en un saco a los
dos y que ahora s es posible que convivan ambos aspectos, de hecho las
autoconciencias se van a relacionar desde fuera. Sin embargo, ya que se
relacionan para reconocerse, ocurre que son contrapuestas; y, s, las veremos
en concreta relacin de re conocimiento slo bajo el aspecto de lucha a muerte,
tal y como antes su unidad interna era explosiva. La explosiva unidad interna
conduce externamente a la lucha a muerte.
En la fgura 2 se representa el movimiento de mutuo reconocimiento entre
autoconciencias. La autoconciencia 1 se constituye como seor al referirse a la
autoconciencia 2 como siervo, pero ste no puede sino realizar un movimiento
simtrico para exigir el reconocimiento en tanto autoconciencia por parte de
la otra, de lo cual resulta inevitablemente la contraposicin.
Jorge Veraza
492
FIGURA 2
As, pues, buena parte del secreto de la proposicin hegeliana es triba en que
desde un principio l afrma que existe una contradiccin y luego simplemente
pasa a desdoblarla y a extraer las consecuencias del movimiento resultante. Si
uno quisiera criticarle a Hegel la lucha a muerte como presunta condicin
de posibilidad esencial del reco nocimiento entre las autoconciencias y dijera:
Me parece correcto lo del principio de conciencia independiente-dependiente
pero no lo de la lucha a muerte, uno se equivoca. Ms bien si uno quiere
criticarle a Hegel el tema de la lucha a muerte hay que criticarle su idea
sobre el reconocimiento de las autoconciencias desdobladas, y si uno quiere
criticarle esta idea hay que criticarle su principio dual de constitucin de la
autoconciencia. Pero, a la vez, no debe dejarse sin fundamento la esencialidad
de la dimensin social, la asociacin de las autoconciencias. Tal es la paradoja
que debe resolver la crtica social y flosfca.
La grandeza de Hegel estriba en haber descubierto aqu una contra diccin y
en desarrollar consecuentemente sus tendencias inmanentes sin encubrirlas
en lo fundamental. Ciertamente no alcanza a ver su fondo no contradictorio, y
de aqu deriva su insufciencia consistente en tomar la parte por el todo. Pero
muchos pensadores posteriores o bien asumen la contradiccin pero no sus
consecuencias pues las ocultan, o bien suprimen la contradiccin sin observar
o determinar ningn fondo unitario ni tampoco ofrecer ninguna razn de
por qu no se trata con la autoconciencia de un fenmeno contradictorio.
Por ello no pueden sino permanecer presos en el mismo terreno bsico de
Hegel pero sin la conciencia que ste alcanz y ofrece sobre el campo
problemtico explorado.
En fn, quiz efectivamente la autoconciencia sea independiente/
dependiente, pero entonces hay que establecer lo qu debemos entender por
independencia y dependencia o sujecin.
467
467 Ya vimos ms arriba cmo Hegel no habla de independencia y sujecin sino de auto-
posicionalidad y de inautoposicionalidad pero asume estos trminos de manera enajenada,
esto es, como idnticos con independencia y sujecin, tal y como fueron imperfectamente
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 493
En tercer lugar (3. Seor y siervo), la fgura de la relacin del seor y el
siervo indica que en el curso de la lucha a muerte alguien ha triunfado y por
ello representa el polo de la autoconciencia independiente pues logra ser
reconocido como algo esencial, es decir, como seor. Mientras que, por
otro lado, tenemos al siervo quien representa al polo de la autoconciencia
dependiente; l no logra reconocimiento sino reconocer al otro como su seor
y a s mismo se tiene como algo in-esencial. Evidentemente se trata de una
relacin de desigualdad por lo cual Hegel indica que las cosas no quedan as
sino que deben progresar.
FIGURA 3
En la fgura 3 se representa este proceso que avanza en cinco pa sos: (i) la
autoconciencia se desdobla en dos aspectos polares cada uno de los cuales se
adscribe (ii) a una de las autoconciencias cada una constituida a su vez por
la misma dualidad que se as (m) se recono cen recprocamente y (iv) entran
en relacin de socialidad, la cual sin embargo Hegel (v) sobredetermina como
lucha a muerte.
En el subinciso a) El seoro se nos muestra que lo que logra el seor es
un reconocimiento disminuido; es decir, que el seor mismo no se encuentra
satisfecho pues quien lo reconoce es un siervo, alguien que no es independiente,
que no es libre y que le entrega, por ende, un reconocimiento inesencial. Por
aqu se ve que se requiere un progreso para que se satisfaga el verdadero
reconocimiento.
En P) El temor se nos indica que hay la posibilidad de ese progreso porque
tambin por cuenta del siervo existe un elemento de insatisfaccin y necesidad
de progreso: el siervo no ha visto anulada su autoconciencia, su necesidad
de autorreconocimiento; solamente se encuentra sujeta, y la sujecin consiste
precisamente en que el seor lo pone a trabajar, es decir, lo interpone entre las
cosas y l. El siervo se encuentra entre el seor y el mundo de la naturaleza.
A travs de esta interposicin en la que despliega trabajo, el siervo va
traducidos al espaol.
Jorge Veraza
494
tomando conciencia de s y del mundo, tambin del seor; es decir, que se va
humanizando y se va reconociendo.
La necesidad de reconocimiento pleno, y precisamente esta posibi lidad del
mismo a travs del trabajo y el temor, hacen que se produzca la formacin
cultural (sub-inciso y). A travs del cuerpo de la cultura producida en el
curso del trabajo humano, el siervo logra autoconocimiento y puede entonces
surgir posteriormente la igualdad, el reconocimiento entre iguales.
En la Filosofa del derecho puede verse que Hegel habla de un peculiar tipo
de igualdad en la que debe persistir la relacin entre el seor y el siervo.
FIGURA 4
As, pues en el apartado a del captulo iv, Hegel parte de una unidad en
el inciso 1 que l dice que es dual y por ello en el inciso 2 la desdobla o
duplica (en los aspectos polares a y 6); despus en el inciso 3 indica que
la relacin entre los polos desdoblados es contradictoria o de lucha a muerte y
que el resultado de esta lucha y contraposicin a muerte es la existencia de la
relacin de siervo y seor la cual presenta una fgura dinmica que de hecho
ha sido la de toda la historia humana (y) La formacin cultural) o, en otros
trminos, que toda la formacin de la cultura responde al hecho de que existe
la contraposicin entre el siervo y el seor.
Hay que notar que Hegel expone fguras de seres humanos concre tos siervo
y seor clasistamente determinados no obstante que en un principio habla
no de seres humanos sino de autoconciencias.
As, pues, Hegel salta desde un aspecto del ser humano hasta ni siquiera
el ser humano en general sino los seres humanos concretos, clasistamente
determinados; parte de una reduccin del ser humano total a slo un aspecto
del mismo, su autoconciencia, y toma eso de autoconciencia como si fuera
el ser humano en cuanto tal, traduce ser humano como autoconciencia.
Se trata de algo as como hombres que no esencialmente comen, que no
esencialmente procrean, que no esencialmente excretan, etctera. Estos actos
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 495
no son, supuestamente, sino meros accidentes. La relacin del hombre con
el mundo de la objetividad externa resulta ser inesencial, mientras que parece
que solamente es esencial el hecho de que los hombres se autoconocen.
El conjunto de necesidades, deseos y capacidades transformadoras aparecen
como secundarios, mientras que la capacidad de tomar con ciencia, una
capacidad de tipo contemplativo, aparece como algo activo y esencial. Las
cosas aparecen a la inversa de lo que son en realidad.
Mediante esta reduccin del ser humano total a slo un aspecto del mismo,
Hegel busca, pues, al fnal, obtener la justifcacin de que necesariamente
existen dos fguras contrapuestas de seres humanos: siervos y seores; o,
en otros trminos, el primer trazo la reduccin del ser humano total a
autoconciencia reprime de hecho el resto de dimensiones del ser humano.
Por eso es que lo que Hegel termina di ciendo es la justifcacin de la represin
no de determinados aspectos del ser humano sino de grupos masivos de seres
humanos: los siervos.
468
Antes de concluir el presente apartado, ilustremos las consecuencias que tiene
reducir al hombre a mera autoconciencia.
Si se nos dice que ser humano = autoconciencia, esto es una men tira, pero no lo
parece. Si te dicen: Eres autoconciencia, un bho con autoconciencia, siempre
buscando la luz, t puedes pensar: Esta afrmacin me elogia en tanto
ser humano y hace a un lado, niega, mis aspectos oscuros. Pero cuidado!,
porque si se te ocurre decir: Puedo ir al bao?, Hegel responder: No, eres
autoconciencia. Por qu sales con esas necesidades?, eso no viene a cuento...
O bien: S, puedes ir, pero despus de que termine la clase... pues lo primero
y esencial es la autconciencia y lo secundario tus necesidades.
Como se ve, hay una reduccin y represin del conjunto de dimen siones
humanas cuando al ser humano en su totalidad se lo defne por una parte del
mismo, se toma la parte por el todo (primer movimiento).
Ahora (segundo movimiento), paso a defnir al todo, al ser huma no, no a la
autoconciencia, sino al ser humano. Encuentro que existe por un lado un ser
humano que es siervo (y s, ojo, seres humanos, no autoconciencias) y por
otro seores que tienen festas, mujeres y lujos, etctera. El siervo tambin
tiene sus necesidades y slo puede satisfacerlas de modo precario. Entonces
voy a defnir a estos hombres (seor y siervo), a este todo de capacidades (por
ejemplo el seor), a partir de lo que defn ya como parte (la autoconciencia).
468 En su Crtica a la dialctica y la flosofa hegelianas en general, en los Manuscritos de
1844, Marx critica la reduccin de hombre a autoconciencia en la Fenomenologa del espritu.
Jorge Veraza
496
De tal modo estoy justifcando de antemano la caracterstica recortada,
reprimida del siervo o del seor. Justifco primero sus caractersticas
recortadas y reprimidas (ser seor, ser siervo) y en segundo lugar digo: Esto
que vemos como algo recortado y reducido es decir, que haya seor y siervo
en el mundo, esta miseria depende de que sto o aqullo en esencia es la
autoconciencia que en cualquier caso es tomado por el todo. Primero defno
a la autoconciencia de manera dual y en segundo lugar en vez de defnir al
hombre defno a la autoconciencia.
As, Hegel hizo un truco dualista en el interior de la autoconciencia. Si slo
hubiera hablado de autoconciencia dualizada no sera completa la justifcacin
del dominio de clase aunque ello puede servir a tal fn; por ello, cuando
adems de hablar de autoconciencia pasa a de fnir al todo, a los seres humanos
concretos, construye una defnicin defectuosa.
Primero hay un movimiento reductivo que no vemos a menos de aflar la
mirada; por ello he tenido que subrayar que si en lugar de ser humano se
dice autoconciencia se est implicando una reduccin. Pri mero Hegel oper
una reduccin implicada y despus procede a exponer progresivamente, a
partir de esa reduccin, lo que segn l sera la construccin del ser humano
completo. Primero hay un movimiento reductivo y luego uno progresivo.
Para ilustrar este procedimiento tomaremos una ecuacin con dos incgnitas;
sta se nos presenta como un problema por resolver y que se formula mediante
una sucesin de variables a, b, x,... y una serie de signos que las relacionan
suma, resta, igualdad. Supongamos que dicho problema representa las
preguntas por qu existe el siervo?, por qu el amo? Slo es posible ver estas
preguntas mediante la combinacin de los trminos. Pongamos el siguiente
ejemplo:
ab - 5y - 9d - 20n + 4 = 3b + 5bc + b + 9d + 20n - 4 + 5y
ab - 5y - 9d - 20n + 4 - 3b + 5bc + b + 9d + 20n - 4 + 5y = 0
Reduciendo la ecuacin, tenemos:
ab - 2b + 5bc = 0
o
ab = 2b + 5bc
Ahora dividamos entre b:
ab/b = 2b/b + 5cb/b
a = 2 + 5c
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 497
En este desarrollo hay un error evidente, pues en el paso de la pri mera a la
segunda ecuacin, al trasladar el segundo trmino al primero e igualar a cero,
debimos invertir los signos de todos los elementos y no slo el del primero pues
de otra manera todo el procedimiento est viciado de origen. Obsrvese que
primero reduzco el problema global y luego realizo una segunda operacin
que aplico sobre el problema global (a cada incgnita), de tal manera que
lo reduzco an ms. Pero esta segunda ecuacin simplifcada me conduce
necesariamente a un resultado equivocado. Todo aparecer sin embargo
como sin equivo cacin ya que a partir de la reduccin pas a reconstruir el
problema. Esta reconstruccin va a parecer como inequvoca; sin embargo,
todo fue construido a partir de una primera reduccin del problema.
As la primera reduccin operada por Hegel implcita es la piedra clave:
la frmula epistemolgica, ontolgica e histrica concreta criticada por Marx:
ser humano = autoconciencia.
Ahora s, vayamos un poco ms despacio. Comentemos la entrada de Hegel,
es decir, antes del inciso 1. La autoconciencia duplicada (la duplicacin de
la autoconciencia), y veamos cmo hace para presen tar la autoconciencia una
como dualmente constituida, es decir, como independencia y sujecin.
e) Por qu y cmo es dual la autoconciencia (la entrada de Hegel)
Dice Hegel: La autoconciencia es en y para s en cuanto que y porque es en s
y para s para otra autoconciencia...
Es decir, que la autoconciencia se defne como tal, puede ser ella, slo en
relacin con o en dependencia respecto de otra.
En efecto, la autoconciencia logra ser consciente o es para s misma consciente
solamente si existe una otra autoconciencia para la cual ella es autoconciencia.
Solamente si existes t y yo para ti soy t, slo entonces yo soy para m mismo
yo. Dice Hegel: la autoconciencia es en [s ] y para s; [es decir, la estructura
de la autoconciencia es as slo en cuanto y] porque es en s y para s para otra
autoconciencia. S de m porque soy para otro; no puedo saber de m si no es
que alguien sabe de m.
Ciertamente: cmo tomas conciencia de ti mismo si no es a travs de los
cuidados de tu madre, en tanto que eres una autoconciencia para tu madre
y ella te trata como autoconciencia, es decir, como alguien que va a hablar, a
caminar y responderle con cario?
Dice Hegel: la autoconciencia es en s y para s, esto es, no slo es en s sino
Jorge Veraza
498
que es para s misma; es algo que se re-conoce, es para s misma: se tiene en
propiedad en cuanto que y porque es en s y para s para otra autoconciencia.
As, pues, como vemos, los trminos estn cruzados, las autoconciencias estn
anudadas, no pueden estar separa das; forzosamente para que una sea tiene
que estar en comunidad con otras. Solas son autoconciencias virtualmente,
pero slo anudadas lo son realmente. Dice Hegel: ... es decir, slo en cuanto
se la reconoce.
As, pues, el concepto de reconocimiento se implica en el de auto-conciencia.
T logras ser, realizar tu autoconciencia, slo porque tu madre te reconoce
como autoconsciente y ella misma es autoconsciente, es decir, slo en tanto
que te reconocen, en tanto que una u otra autoconciencia te reconoce como
autoconsciente. No hay posibilidad de autoconocimiento sin reconocimiento
por parte de otros. Por ejemplo, a aquel nio que constantemente le dicen
que es tonto, que lo deniegan, que no lo quieren sufre distintas maneras de
no reconocimiento, experi menta un desarrollo emocional e intelectual y
a veces incluso fsico disminuido; mientras que al nio que lo quieren
mucho y le aplauden todas sus gracias y le fomentan que crezca, l mismo
testifca cmo es que le cae bien a su mam, a su pap y entonces hace gracias,
empieza a tratar de extraer lo mejor de s mismo porque hay reconocimiento,
desarrolla su autoconocimiento, ubica quin es l dentro de su familia,
etctera. El concepto de reconocimiento, pues, va incluido en el con cepto de
autoconciencia. Desglosemos el concepto de autoconciencia.
Por un lado, tenemos el concepto ms simple de conciencia, concien cia de
objeto. Los seres humanos obtienen conciencia de la objetividad, aprenden las
verdades del mundo y de cmo est construido ste, a travs de tener conciencia
de los distintos aspectos del mundo. El hombre adquiere autoconciencia,
conciencia de s, a partir de tener conciencia de objeto; tiene que mediar con el
mundo para autorreconocerse. Una cosa es la conciencia de objeto y otra cosa
es la conciencia de m mismo, pero solamente puedo llegar a la conciencia
de m mismo esto que supuestamente tengo en intimidad a travs de un
recorrido mediado, a travs del reconocimiento del mundo. Por ejemplo, los
nios no lle gan a decir yo sino hacia los dos aos de edad, pero mientras
tanto han aprendido muchas cosas acerca del mundo e, incluso, algunos ya
hablan de ellas, las designan.
469
As, pues, segn Hegel, primero se establece la conciencia de ob jeto y
despus, sobre la base de sta, se establece la autoconciencia del sujeto. Yo me
autoconozco mediante conciencia de objeto, mediante conciencia del mundo
objetivo; el objeto es un espejo. Solamente me diante este espejo que es la
469 Jean Piaget (Seis estudios de psicologa infantil) apoya su investigacin en las tesis
hegelianas sobre la conciencia y la autoconciencia.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 499
conciencia de objeto llego a conocerme a m mismo, veo mi faz. No tengo sino
aquellos ojos que ven el mundo y no se pueden voltear hacia m, as que slo
puedo autoconocerme si proyecto mi imagen en el mundo.
La conciencia no slo conoce los objetos, sino, adems, en stos conoce su
propia actividad, se autoconoce. Estas tesis indican que llego a m mismo
en tanto ser consciente a travs de un crculo. En efecto, primero ocurre un
movimiento vectorial: yo conozco objetos, un otro objeto. Mi conciencia se
lanza sobre el mundo como una fecha, como un vector, as conozco stos, stos
y aqullos; pero luego logro hacer que la conciencia vuelva sobre m, llego a
ser autoconsciente al llevar a cabo este crculo que pasa a travs de los objetos;
es decir, que es una conciencia que vuelve sobre s, es un re-conocimiento. Yo
ya estaba ah conociendo pero ahora me re-conozco como conociendo. Logro
reconocerme a travs del mundo de los objetos que conozco.
As llegamos, desde el concepto de conciencia, hasta el de autoconciencia.
Hegel avanza hacia el concepto de reconocimiento que vemos im plicado en el
movimiento circular de la autoconciencia aplicable no al mundo de los objetos
sino al propio sujeto. As, pues, hasta aqu hemos visto el reconocimiento como
el crculo de la conciencia que pasa por el mundo y retorna sobre s misma y
se llama autoconciencia. El sujeto se reconoce a travs de conocer el objeto;
el reconocimiento es este crculo que pasa en medio de la objetividad. A esto
lo llamaremos reco nocimiento 1. Por su parte, Hegel lo llama propiamente
autoconciencia.
En segundo lugar, Hegel dice que la autoconciencia slo puede ser tal si se da
en reconocimiento a travs de otra autoconciencia. Ese darse en reconocimiento
signifca que surge un segundo concepto de reconocimiento que no se refere
a la relacin entre un sujeto y el mundo de suerte que desde el mundo,
desde el objeto, el sujeto vuelve sobre s mismo y se vuelve autoconciencia.
Ahora la cosa es ms compleja: slo se puede ser sujeto o autoconciencia 1 o
reconocimiento 1 si hay un sujeto o autoconciencia 2 que se presente afuera,
en el mundo, como objeto entre los dems objetos, pero cuyo comportamiento
no es de objeto sino de sujeto, es decir, de ser consciente con autoconciencia
y, entonces, que me conoce a m y dice para s mismo: ste es consciente y es
autoconsciente y es como yo; y lo mismo le ocurre a l, necesita que yo est
all.
As, pues, en el paso de autoconciencia a reconocimiento entre autoconciencias
tenemos simplemente duplicado el paso de conciencia a autoconciencia
mediada por el mundo de objetos. El paso de la con ciencia a la autoconciencia
se muestra, pues, no slo como un crculo sino como dos crculos cruzados,
al modo de un movimiento infnito o que se retroalimenta a s mismo. En
Jorge Veraza
500
trminos simplifcados, podemos ver un zig-zag: yo solamente soy yo si me
expreso en otro y ese otro se reconoce en m, y l opera conmigo frente a m
un zig-zag idntico (ver fgura 5).
FIGURA 5
Ahora bien, en el momento en que Hegel duplica el movimiento que va de
la conciencia a la autoconciencia para llevarnos al movimiento que va de la
autoconciencia al reconocimiento de las autoconciencias duplicadas, adscribe
el papel del objeto, del mundo de los objetos, a una parte de los sujetos.
470
En el primer movimiento, el que va de la conciencia a la autoconciencia,
cuando yo logro ser consciente del mundo soy sujeto y el mundo objeto,
yo soy activo y el mundo es pasivo, yo soy idea, claridad y el mundo cosa,
materia, opacidad. A travs de esa opacidad puedo refe jarme y entonces
logro una autoconciencia inicial, un reconocimiento 1. Pero solamente logro
un reconocimiento 2, es decir, un reconocimiento de otros, cuando me
conozco a m mismo no por ir a travs del mundo de los objetos sino por ir a
travs del mundo objetivo de los hombres, esos objetos peculiares. Entonces
logro un reconocimiento 2 redondo y ste es al que Hegel llama propiamente
reconocimiento. No slo te reconoces en el espejo sino que lo haces en tanto
que efectivamente el otro te reconoce. Tiene que haber un reconocimiento real
por parte del objeto all afuera, no slo de tu parte. Slo entonces estamos de
acuerdo en que ests siendo reconocido.
As, pues, debemos diferenciar reconocimiento 1 y reconocimiento 2, y saber
que ambos estn incluidos en la exposicin de Hegel, y que el primero es la
base del segundo, pero Hegel slo nombra reconoci miento al segundo.
El reconocimiento 1 tiene que ver con la relacin con el mundo natural,
relacin sujeto-objeto. Me re-conozco como objeto peculiar en el mundo.
470 Al tiempo en que olvida la estructura precisa del mundo, por ejemplo su escasez.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 501
El reconocimiento 2 o reconocimiento propiamente dicho se da en el mundo
social, en la relacin sujeto-sujeto. Soy reconocido por otro. Y aqu estamos
tratando de despejar el hecho de que esta relacin su jeto-sujeto o de dos
autoconciencias duplicadas implica que el papel del objeto que tenamos en
el primer movimiento de la conciencia a la autoconciencia le va a ser adscrito
a uno de los sujetos en relacin. As, pues, qu es lo que piensa Hegel acerca
de los objetos?, pues es desde aqu que Hegel est pensando a esa otra parte
del mundo constituida por los sujetos.
Si Hegel toma a la objetividad como algo muy malo, nocivo, dismi nuido,
igualmente nos presentar a aquella parte del mundo constituida por los
sujetos que sirven de espejo como disminuida, mala, as que va a justifcar
su servidumbre. En efecto, la servidumbre se justifca porque existe materia;
hay servidumbre porque existe objeto. Si bien se piensa, no puede dejar de
haber objeto, pero entonces, segn Hegel, tampoco puede dejar de haber
servidumbre.
Pero no nos adelantemos. Hasta aqu Hegel todava no ha dicho nada de la
servidumbre, slo est defniendo que slo puede haber autoconciencia para
otra autoconciencia, as que el reconocimiento va implicado en el concepto de
autoconciencia, lo cual parece ser cierto: La autoconciencia es en y para s en
cuanto que es en y para s para otra autoconciencia; es decir, slo es en cuanto
se la reconoce.
El carcter clasista del planteamiento hegeliano arraiga en lo que l entiende
por conciencia pues desde este nivel an sin llegar a la autoconciencia y el
reconocimiento Hegel defni a la objetividad de un modo tal que luego le
permitir justifcar la sujecin. Aade Hegel:
El concepto de esta unidad de la autoconciencia en su duplicacin, [(es decir,
las autoconciencias son unitarias en tanto que se encuentran desdobladas, una
autoconciencia solamente es tal si hay afuera una autoconciencia para la cual
ella sea autoconciencia, o sea que aunque se encuentran dos autoconciencias
sin embargo son unitarias porque no lograron ser autoconciencias sueltas sino
slo al reconocerse recprocamente. Ahora viene una defnicin relativa:)] de
la infnitud que se realiza en la autoconciencia.
As, pues, el hecho de que se reconozcan las autoconciencias no es otra cosa
sino la infnitud del cosmos que se realiza en unos objetos fnitos que son
peculiares; no en todo objeto fnito se realiza la infnitud sino slo en aquellos
objetos fnitos que se llaman autoconciencias.
Por qu? Porque el comportamiento de stas consiste en que unifcan
la dualidad para volverla una. Se trata de algo que es al mismo tiempo lo
Jorge Veraza
502
contrario de lo que es. El crculo de una se cruza con el crculo de la otra en
un movimiento que no termina sino que en l siempre se estn reconociendo,
se retroalimentan. La autoconciencia nunca es simple mente ella misma, es
decir, no es algo fnito y concluido sino infnito, algo que no est defnido de
una vez y para siempre sino solamente en el curso de la interrelacin con la
otra autoconciencia. Y lo mismo la otra: no se defne permanentemente sino
en conexin con la primera.
Por eso Hegel establece que aqu se realiza la infnitud: porque las
autoconciencias no estn defnidas de una vez y para siempre. As que si se
pregunta qu es la autoconciencia hay que verlo en el proceso: El concepto de
esta unidad de la autoconciencia en su duplicacin, [es decir,] de la infnitud
que se realiza en la autoconciencia, es una trabazn multilateral y multvoca.
Es decir, que para que exista una contraposicin entre una auto-conciencia y
otra, esta unidad en dualidad debe ser concebible como un conjunto multvoco
de relaciones. Si uno es dos, dos es muchos. De hecho, no slo existe la
conciencia del nio con la madre sino la del nio con el padre, con amigos de
ste y de la madre, etctera; una relacin multvoca, es decir, un nosotros, no
slo una autoconciencia o slo dos sino mltiples, un mundo de relaciones,
como podra ilus trarlo el mercado al cual concurren los propietarios privados
y donde enfrentan una mercanca con otra para reconocer su valor, pero, ms
bien, enfrentan su mercanca con el mundo de las mercancas.
De tal modo que, por una parte, los momentos que aqu se entrelazan
deben ser mantenidos rigurosamente separados: lo que es propio de una
autoconciencia no lo es de la otra; pero, por otra parte, deben ser vistos como
momentos que no se distinguen sino que ambas autoconciencias participan
en una empresa comn, as que deben ser tomadas o reconocidas siempre
en su unidad. Siempre cada momento se defne no por s mismo sino por
oposicin a la otra autoconciencia y, as, en dependencia respecto de ella; de
hecho, en dependencia recproca.
Observemos que en la segunda oracin del prrafo de Hegel arriba citado se
pone en juego a la autoconciencia como una dimensin comn a todos los
seres humanos, tranhistrica; en segundo lugar, la infnitud, es decir, algo no
exclusivo de los seres humanos sino una dimensin natural, y, en tercer lugar,
una forma peculiar de trabazn social anloga a la relacin mercantil la cual
unifca de modo peculiar segn que todos los participantes se encuentran al
mismo tiempo separados y diferenciados y se intercambian unos con otros,
por donde el trmino humano general queda conectado inmediatamente con
el trmino natu ral no humano y, luego, ambos son explicados como lo propio
de una situacin histrica concreta, por ejemplo, la mercantil.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 503
Aqu otra vez debemos prevenirnos, pues Hegel hace un truco ya al momento
de describir la relacin de reconocimiento entre las autoconciencias; en efecto,
identifca una situacin histrico-concreta como la del mercado con una
situacin natural comn a toda historia, propia del ser humano en cuanto tal
y no ms bien slo de sociedades mercantiles.
Hegel justifca implcitamente la relacin mercantil del mismo modo en que
luego justifca la relacin clasista de siervo y seor; aunque hasta ahora no
aparece la palabra mercado ni la palabra siervo, sino slo en la primera
oracin, implicada, la nocin de objeto.
En efecto, si debe haber reconocimiento para que exista autoconciencia, una
de las autoconciencias debe fungir como objeto de la otra y, al mismo tiempo,
como un objeto peculiar en tanto que tambin puede reconocer. Al aparecer
as el objeto, podr ser justifcada la relacin servidumbre-seoro. Ahora han
aparecido las palabras inf nitud y trabazn multilateral y multva con la
que implcitamente se cocina la justifcacin de la relacin entre mltiples
mercancas alias autoconciencias.
Mediante la palabra objeto se justifca la servidumbre y mediante la palabra
infnitud la trabazn mercantil, la existencia de relaciones mercantiles,
dinerarias. Hasta ahora no hemos visto aparecer estas realidades sino en
forma elusiva y entre los vericuetos de un lenguaje muy enredado.
Pasemos a la tercera oracin:
El doble sentido de lo diferenciado se halla en la esencia de la auto-
conciencia que consiste en ser infnita o inmediatamente lo contrario de la
determinabilidad en la que es puesta.
Cada vez que determinas a la autoconciencia, que la defnes o pones como
algo fnito, ella muestra ser infnita; dice: No soy eso sino otro ente. T crees
que me vas a agarrar, pero yo estaba all. Cuando t subes yo bajo, cuando
t vas yo ya vine. La esencia de la autocon ciencia, dice Hegel, consiste en
ser infnita; as que no se agota en una defnicin dada sino que avanza,
siempre se propone como lo contrario de la determinabilidad en la que es
puesta. Por ejemplo, esta autoconciencia es consciente del objeto mesa, es
eso, a eso se reduce; entonces es sufciente con que esa autoconciencia diga:
S, yo soy la autoconciencia del objeto mesa para que ya no quede defnida
inmediatamente como tal; muestra su infnitud, deniega el hecho de que slo
era consciente del objeto mesa porque dijo soy consciente del objeto mesa y
en esta confesin implica que tambin es conciencia de s misma. Cuando t
la pones como consciente del objeto mesa y ella se afrma como tal, entonces
Jorge Veraza
504
es consciente del objeto mesa y, adems, de s misma; y cuando la pones
como consciente del objeto mesa y le dices claro, por eso deca que eras
autoconciencia, porque eres consciente del objeto mesa y de ti, ella dice s,
soy consciente del objeto mesa y de m, ah opera un segundo movimiento
trascendente, pues ya no slo es autoconsciente del objeto mesa y de s sino de
la dualidad, es autoconsciente de que es autoconsciente, y as al infnito, cada
vez implica la negacin del primer momento y la postulacin de lo nuevo. Por
eso dice Hegel: El doble sentido de lo diferenciado se halla en la esencia de
la autoconciencia que consiste en ser infnita o inmediatamente lo contrario
de la determinabilidad en la que es pues ta. Ciertamente lo infnito puede ser
dicho como lo contrario de la determinabilidad en la que es puesta, porque
a la determinabilidad le corresponde lo fnito y determinado. Lo que es fnito
es determinable, lo que es infnito rebasa la determinabilidad.
Pasemos a la cuarta oracin: El desdoblamiento del concepto de esta unidad
espiritual... Esto es, la autoconciencia no puede ser unidad csica, pues
entonces tendra contornos defnidos, fnitos; en cambio al concepto de espritu
le corresponde el concepto de infnitud pues no tiene contornos defnidos sino
en constante modelacin, en actividad permanente. Al concepto de sujeto le
corresponde el de espritu y a ambos el de infnitud. Hegel est presuponiendo
en otros trminos que para ser sujeto se requiere ser espiritual, que slo
as se es infnito y que para que haya algo as como infnito ste debe ser
espiritual. Pero aqu hace trampa porque el infnito es la naturaleza y sta
no es esto espiritual que dice Hegel. As que si hay sujeto ste no puede ser
forzosamente reductible a espritu, pero en lo que dice Hegel se im plican estas
identidades.
Sigamos con la oracin: El desdoblamiento del concepto de esta unidad
espiritual en su duplicacin presenta ante nosotros el movimiento del
reconocimiento.
Aqu termina la introduccin del apartado A. independencia y sujecin de
la autoconciencia; seoro y servidumbre. Ya vemos adnde quera llegar
Hegel: a establecer en qu consiste el concepto de reconocimiento, es decir, en
un movimiento de infnitud activa y de reparticin de papeles al mismo tiempo
que en una actividad circular, que por infnita se desdobla en una trabazn
de multiplicidad de relacio nes. En otros trminos, si preguntamos por qu
vivimos en sociedad y no ms bien solos, Hegel dira que esto no slo es por
necesidad como cree Rosseau, es decir, porque tenemos necesidades y
establecemos un contrato social para satisfacerlas a travs de la divisin del
trabajo. Para Hegel, vivimos en comunidad porque nuestra conciencia est
estructurada de modo tal que le permita autoconocerse y solamente lo hace a
travs de otra conciencia singular pero en tanto que el carcter circular o de
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 505
mutua remisin repetida de una con otra que se muestra en la relacin debe
expresarse en el hecho de que ambas mantienen relaciones multvocas con
las dems. El yo no existe sin el nosotros. Es prioritaria la multilateralidad de
relaciones respecto de una relacin simple o respecto de un elemento, esto es,
respecto de un posible yo aislado.
Hegel explica la existencia de la socialidad como debida al modo en que est
estructurada la conciencia. Lo cual est bien encaminado. Pero al mismo
tiempo tambin da cuenta de por qu existen clases y lucha de clases. Por
qu? Por que as lo exige la estructura de la conciencia, por eso es que en
Hegel todo est confundido en recproca remisin.
f) Madre e hijo frente a seor y siervo
Antes de concluir, cabe retrotraernos a un paso decisivo de la exposicin
antecedente. El ejemplo de la relacin entre la madre y su hijo recin nacido
es en verdad el primero que viene a la mente para ilustrar la idea hegeliana
de que la autoconciencia humana existe slo debido al reconocimiento de otra
autoconciencia humana, pero al incluirlo en este contexto su contraste con
ste nos remite a dos crticas de fondo a la flosofa hegeliana. La primera
crtica seala que la constitucin de la autoconciencia humana no tiene lugar
a travs de la lucha a muerte como Hegel establece, sino por la relacin de
cario y cuidados de la madre hacia su hijo. Resalta, pues, lo forzado de la
idea hegeliana que insiste en presentar a dos adultos ya maduros dispuestos
a luchar pero que carecen de autoconciencia por carecer de reconocimiento y
ello, precisamente, cuando de lo que Hegel quiere tratar es de la gnesis, del
proceso dialctico de constitucin, de la autoconciencia humana. Las reglas de
la ideologa de dominio se han impuesto en el texto hegeliano y, de hecho, en
el privilegiado cerebro del flsofo. Ni el seor ni el siervo hegelianos tuvieron
madre.
La segunda crtica va ms a fondo; observa que en los seres humanos la
conciencia de objeto es posterior a la autoconciencia pues sta se constituye a
travs del proceso de reconocimiento con otra autoconciencia, precisamente
la de la madre. Antes de relacionarnos con el mundo como objeto nos
relacionamos con el sujeto madre y nuestra conciencia de cada objeto y de
todos los objetos mundanos germina en el contexto de la relacin de profundo
reconocimiento entre la madre y el nio precisamente como seres humanos
autoconscientes, uno independiente y el otro materialmente dependiente. En
el ser humano la dialctica de la autoconciencia y del reconocimiento precede
a la de la conciencia.
471
471 Por ello Jean Paul Sartre dice que en el hombre la razn dialctica precede al entendimiento
analtico (Critica de la razn dialctica, Introduccin , parte B).
Jorge Veraza
506
Y esta condicin la compartimos no con todos los seres vivientes, ni siquiera
con todos los animales, pero s con todos los mamferos en tanto que las cras
de stos son vivparas (excepto las del ovparo ornitorrinco, en el que no
obstante el reconocimiento madre-hijo es tambin condicin de posibilidad
para la nutricin, sobrevivencia y desarrollo de la cra). De tal manera, el
desarrollo del cerebro humano es correspondiente con la condicin mamfera
vivpara y sexuada. O, dicho a la inversa, slo en el cerebro humano por
ser el hombre plenamente autoconsciente estas condiciones biolgicas
adquieren realizacin concreta, pues las posibilidades de las mismas no se han
optimizado en los ma mferos inferiores. El carcter generalizado del cerebro
humano es el factor desencadenante de dicha optimizacin y el lenguaje
articulado es producto, instrumento y premisa constante de este tipo de
cerebro. As, pues, el dilogo es anterior a la lucha, y mucho menos a muerte.
Y el cario es anterior al dilogo. Y slo porque Eros se desarrolla de modo
pleno nicamente en los mamferos los seres humanos logran el desarrollo
pleno generalizado del lenguaje, del cerebro y de Eros, s, de la sexualidad
para la cual el recproco reconocimiento bien diferenciado es premisa y
refnado resultado experiencial constante y, aun, evolutivo.
472
La prctica
transformadora desplegada por un mamfero gregario superior con capacidad
de articulacin lingstica lleva adelante, hasta su generalizacin, al conjunto
aqu resumido, y, aun, se lleva a s misma adelante inserta en este contexto
en tanto actividad teleolgica generalizada. De tal manera, sobre la base de
la gnesis natural evolutiva previa ser mamfero vivparo sexuado, con
desarrollo cerebral superior, capacidad de articulacin lingstica y miembros
superiores prensiles y liberados de la actividad motora
473
contenida en su
organismo, la autognesis del hombre se sustenta en su trabajo.
G.2 El mito de la lucha a muerte por el reconocimiento entre conciencias
1. Si Freud analizara este mito...
a) Un mito de origen
En su as llamada Dialctica del amo y el esclavo, Hegel tiene como premisa
no explicada aunque s mencionada un mito de origen. As como la Biblia
cuenta que la mujer fue creada a partir de una costilla de Adn y ste a partir
del barro modelado por Jehov, Hegel nos cuenta el mito del origen de la
existencia del seor y del siervo (los comen taristas de Hegel posteriormente
hablaron de amo y esclavo) y de su la lucha a muerte por el reconocimiento
entre dos autoconciencias. Lucha a muerte que oh paradoja! no debe
472 Acerca de la correspondencia entre la conciencia humana generalizada y la sexualidad
generalizada de nuestra especie, cfr. Peter Wilson, El hombre como promesa.
473 Cfr. Federico Engels, El papel del trabajo en la transformacin del mono en hombre.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 507
llegar a la muerte porque entonces dejara de existir la autoconciencia que
tiene que reconocer a la otra autoconciencia. As que, dicha con propiedad,
se trata de una lucha casi a muerte, y ms bien de una lucha en el curso de la
cual surge la amenaza de muerte sin que la misma deba verifcarse. As, pues,
podramos recurrir a una fgura que Freud utiliza para describir la sublimacin
cultural como deseo sexual coartado-en-su-fn (El malestar en la cultura,
1930) y entonces hablar de una lucha con amenaza de muerte coartada en
su fn.
474
Como se ve, eso de la lucha a muerte por el reconocimiento es
una impostura que forma parte eso s lgicamente del mito de origen
que esa impostura refere, y que nombrado con propiedad sera lucha por el
reconocimiento con amenaza de muerte coartada en su fn.
b) Qu tipo de lucha es sta?
b.1. Un hombre topa con otro y pelean por comida. Si uno mata al otro puede
comer lo que el otro ya no. Si no lo mata pero el otro huye, tambin. Y si el otro
no huye pero accede a compartir sea porque vea intil seguir luchando, est
cansado o calcule que pierde ms si no comparte, etctera entonces tambin
podr comer. No es ste, pues, el tipo de lucha a la que Hegel se refere.
b.2. Un hombre topa con otro y pelean por una cueva u otro tipo de habitacin.
Aqu las posibilidades son como en el caso anterior.
b.3. Un hombre topa con otro y pelean por una mujer. Si uno mata al otro puede
gozar de ella. Tambin si no lo mata y el otro huye. Y si el otro no huye pero
accede a compartir tambin podr gozar de ella. Sin embargo, en este caso se
multiplican las posibilidades al doble porque en cada ocasin la respuesta de
la mujer puede ser contraria a cada uno de aquellos desenlaces; por ejemplo,
si uno mata al otro la mujer puede no querer tener relaciones sexuales con el
sobreviviente precisamente porque mat al primero, etctera. Tampoco es de
este tipo de lucha con mltiples desenlaces del que habla Hegel.
b.4. Un hombre topa con otro y pelean por un territorio de caza o, en
general, de donde se puede obtener alimentos y de vivienda y, aun, donde
hay mujeres para gozar con ellas. Adems, ese territorio ofrece el espacio
imprescindible para estar ah de pie, sentado, comiendo o durmiendo,
etctera.
475
Aqu las posibilidades de desenlace son las mismas que en los
casos primero y segundo pero pudiendo suceder que, aunque con el territorio
474 El resultado de la dialctica del seor y el siervo es el goce del seor y el trabajo del siervo
al servicio de aqul, pero tambin la formacin cultural a partir del trabajo.
475 Actualmente vemos luchas que pueden ser a muerte o no por acceder a un em pleo.
sta puede ser considerada como variante de lucha por un territorio; slo que despus de un
tiempo todava hay que obtener la comida, la habitacin, el vestido y la mujer.
Jorge Veraza
508
se obtenga el alimento, la habitacin y el espacio de vida necesarios, la mujer
se niegue a relacionarse sexualmente con el vencedor. Tampoco esta lucha
mixta por ser por objetos y por suje tos satisface lo que Hegel quiere.
Las luchas por objetos pueden ser a muerte o no, pero Hegel re-As que, por
un rodeo, esta hegeliana lucha con amenaza de muerte coartada en su fn se
toca con el freudiano deseo coartado en su fn generador de cultura quiere
que la lucha de la que l habla sea a muerte necesariamente. Las luchas por
sujetos o mixtas, por objetos y sujetos no se resuelven en lucha a muerte
necesariamente, mientras que la que quiere Hegel slo se resuelve si es a
muerte.
b.5. Una mujer topa con otra y lucha por un hombre o por un territorio (como
en d). Todos los desenlaces posibles en este caso son los mis mos que en los
anteriores. Pero importa observar que Hegel no habla de seora y sierva sino
de seor y siervo, y tiene mucho cuidado de no hacerlo porque los desenlaces
sexuales de esta posible lucha entre mujeres (o entre hombres y mujeres)
complicaran su idea a tal grado que quiz la subvirtieran. En todo caso
Hegel tampoco quiere hablar de esas luchas, sino de una de desenlace nico,
necesariamente a muerte y entre hombres.
c) La situacin fgurada por Hegel
Un hombre topa con otro y pelean por el reconocimiento. Este botn no es
asimilable con un objeto material (comida, vestido, habitacin o territorio)
ni con un sujeto. As que la lucha por este objeto inmaterial parece derivar
sus caractersticas peculiares de la inmaterialidad del objeto en cuestin.
En efecto, el primer desenlace posible, consistente en la muerte de uno de
los dos hombres, es fallido porque deja de existir quien deba otorgar el
reconocimiento. El segundo desenlace posible, consistente en que el otro
huye, tambin es fallido porque se requiere no slo la existencia del otro
para que otorgue el reconocimiento sino que ste sea patente y para ello es
imprescindible la presencia cons ciente del otro.
En fn, si el otro no huye pero accede a compartir con el primero el objeto en
disputa, esto es, el reconocimiento, esto tampoco satisface a Hegel. Al parecer
este objeto a diferencia de todos los objetos materiales, por ser inmaterial,
no puede ser compartido. Hegel lo quiere exclusivo, privado y quien lo posee
no puede ser igual al otro sino seor del otro que por ende no lo posee.
476
476 Hegel dice reconocimiento pero lo que busca en verdad es reconocimiento sometiente o
de dominio; pero lo nombra meramente reconocimiento slo porque quiere enlazarlo con el
tema de la libertad. Como se ve, de este modo prepara un subsiguiente desprop sito pues est
poniendo un reconocimiento sometiente como condicin de lo contrario al sometimiento: la
libertad. Si lo explicitara evidenciara de entrada su absurdo, as que lo someter, y slo ms
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 509
Es de presumirse que el carcter privatizado del reconocimiento no proviene
de su inmaterialidad como parece en los trminos en que Hegel pone las
cosas, sino de que se trata de reconocimiento entre propietarios privados
(cosa que Hegel no dice pero que determina su perspectiva). As que la escena
no es la de un hombre que topa con otro y lucha por el reconocimiento, sino
la de un propietario privado que se hace pasar por hombre sin ms que
topa con otro del mismo talante y con el que lucha por el reconocimiento.
Y bien, no puede haber huida, ni el compartir, ni muerte en esta lucha que
Hegel propone e inventa aunque la simula existente o preexistente y que
pretende no inventar sino esclarecerla o explicar su mecanismo.
Tiene que ser lucha a muerte pero sin llegar a este punto, y donde el miedo
a la muerte que seguira haga que una de las autoconciencias intercambie su
vida por el otorgamiento de reconocimiento hacia la otra autoconciencia. La
lucha que Hegel propone debe culminar en un intercambio pero no mercantil
y pacfco, sino forzado por la muerte pues slo as, sugiere, puede otorgarse
el reconocimiento. As, pues, Hegel supone un intercambio de no morir por
reconocer al otro como seor, como conciencia independiente y soberana
no slo sobre m sino sobre todos los objetos materiales. De eso se trata: de
reconocer a la conciencia como no dependiente de los objetos materiales de
los que, como hombre, esa autoconciencia depende para existir.
Hasta aqu hemos explicitado el modelo de lucha que Hegel tiene en la cabeza
a la hora de hablar de la relacin entre seoro y servidumbre, es decir, el
mito de origen que preside esta relacin y del cual Hegel apunta algunos
rasgos pero no su estructura general. Ahora, al tenerla a la vista, resaltan sus
inconsistencias y forzamientos. As advertidos, cabe observar la exposicin de
Hegel no slo para criticarla, sino para entenderla.
2. Por qu la lucha tiene que ser a muerte?
Hegel requiere que sea as y no con cualquier otra tendencia porque slo
as ocurrira el intercambio entre el reconocimiento otorgado por la
autoconciencia que, al entregarlo, devendr en siervo y el permiso para
vivir otorgado por la autoconciencia que deviene amo.
Pero no podra intercambiarse el reconocimiento por algn otro bien que no
fuera el permiso de vivir? Por ejemplo, yo te reconozco si t me reconoces;
adelante explcita que la verdad de la conciencia independiente es, por tanto, la conciencia
servil [o del siervo] (p. 119). Pero en este punto ya introdujo en el trmino independiente
algunas determinaciones que lo distancian del de libertad, as que en lugar de absurdo Hegel
aparenta transicin dialctica.
Jorge Veraza
510
esto es, intercambiamos reconocimientos. Dado que el reconocimiento tiene su
asiento en la reciprocidad, cabra pensar que el intercambio que le es adecuado
a sta es el de reconocimiento por reconocimiento en trminos de equivalentes.
Pero Hegel quiere u obliga a que este intercambio sea inadecuado, esto es, lo
prohbe pretextando que sera inadecuado pues, segn l, el nico adecuado
es el intercambio asimtrico de reconocimiento por permiso para vivir o, si se
quiere, porque se suspenda la efectuacin de la muerte.
Esta prohibicin que Hegel ejerce pretextando inadecuacin queda
encubierta no slo por este pretexto sino porque ste mismo no es manifestado
sino sustituido por una tesis slo implcita: el intercambio equivalente de
reconocimiento por reconocimiento es imposible. insisto: no meramente
inadecuado sino, aun, imposible, as que ni qu decir que inadecuado. Esta
tesis implcita se revela en algunas afrmaciones explcitas de Hegel que la
sustentaran.
a) En efecto, el reconocimiento no es de un hombre hacia otro sino de
una autoconciencia hacia otra (esto es, no en tanto hombre sino en tanto
autoconciencia), es decir segn Hegel, en tanto conciencia independiente
respecto de la materialidad, aun respecto de la corporei dad humana, as que
como mero ente espiritual, como puro espritu. Pero cmo se lograra algo
as si por ningn lado hay espritus puros, si la autoconciencia est vinculada
vitalmente esto es, para este caso, ontolgicamente al hombre, es decir, a
ese ser natural que es el hombre?
Hegel cree que es posible tal abstraccin el reconocimiento de la pura
autoconciencia y lo formula con conceptos sutiles que no obstante arriban
a un forzamiento: el del siervo por parte del seor que lo obliga a trabajar.
En realidad el forzamiento laboral del seor hacia el siervo es la expresin
del forzamiento conceptual que Hegel efecta pero esconde bajo el aspecto
de sutiles conceptos.
477
De ah que, al fnal aunque el siervo trabaje para el
seor, tampoco ocurre el reconocimiento entre puros espritus o bien del
espritu del siervo hacia el del seor. No puede ocurrir porque ambos siguen
siendo hombres de carne y hueso, pero Hegel pretende que ya ocurri
En qu se basa?
Hegel establece que necesariamente se trata del reconocimiento de la
autoconciencia del seor por parte de la del siervo porque si una autoconciencia
reconoce a otra como autoconciencia, como ser para s, la reconoce como
477 Tambin puede decirse que el origen del forzamiento conceptual hegeliano es la inclinacin
de Hegel por el forzamiento laboral. Lo mismo da que el ocultamiento sea mediante sutiles
conceptos o con simples y brutales prohibiciones o silencios.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 511
conciencia independiente; independiente de la otra, pero, sobre todo, de los
objetos materiales. Adems, para que este re conocimiento sea efectivo, la
autoconciencia servil debe tratar a la del seor y sta sentirse tratada as
como desvinculada de la materiali dad. Y aqu, sin ms, Hegel pone a trabajar
al siervo para desvincular al seor respecto de las cosas que se utilizan para
trabajar, y pone al seor a gozar hasta destruir los objetos naturales y los
producidos por el trabajo, porque slo as el seor se muestra independiente:
al situar como inesenciales pues los destruye esos objetos.
b) El caso es que el seor requiere los objetos para vivir y al consu mirlos
muestra que le son esenciales, pero como al consumirlos a la vez los destruye
Hegel pretende que al gozar de ellos demuestra que le son inesenciales porque
los niega.
Hegel hace esta pequea trampa y lo hemos cogido en ella, y aun en la otra
que venimos cercando, a saber: que como los objetos son necesarios para
vivir, el seor debe procurrselos materialmente; pero como al mismo tiempo
debe ser reconocido como pura autoconciencia, la cosa se resuelve en que el
seor viviente obliga a trabajar a su servicio al siervo viviente para que ste
le procure materialmente esos objetos esenciales para la sobrevivencia y para
que l, el seor, no tenga que trabajar para autoprocurrselos materialmente.
As que si el seor pone a trabajar a su favor al siervo y ste acepta, l es
reconocido por el siervo como autoconciencia pura en tanto ste es reconocido
por aqul en tanto seor que debe ser sustentado materialmente.
Dicho de otro modo: al enseorearse, el seor logra, sin separarse de
su autoconciencia, ser reconocido como si la pura autoconciencia del
seor estuviera separada de l. Hegel ha logrado imaginar algo as como
el reconocimiento de una pura autoconciencia, aunque no ha podido
desvincularla del seor de carne y hueso.
Pero Hegel oculta la imperfeccin de su fguracin nombrndola autoconciencia
del seor, ser para s, conciencia independiente (esto es, positivamente
existente all, afuera, y, adems, puesta por el trabajo de otro en condicin de
independencia prctica respecto de los objetos necesarios, esenciales para su
vida), as que ya no aparecen la carne y los huesos del seor.
c) Reconocimiento de la pura autoconciencia signifca lo mismo, en tonces, que
el seor de carne y hueso no tenga que trabajar para vivir y haga lo que le
pegue en gana con los bienes que emanan del trabajo del siervo, pero Hegel
oculta este signifcado, as que fuerza los trminos para ocultarlo y hacer
como que todo parezca correr lgicamente, no forzadamente y por tanto con
incoherencia de por medio.
Jorge Veraza
512
d) De hecho, la autoconciencia del seor es vida explotadora del trabajo
del siervo porque slo as ella es independiente y pura. Y la autonconciencia
del seor tambin es necesariamente antiecolgica y antifsiolgica porque
slo as demuestra que, para ella en cuanto conciencia independiente,
son inesenciales los objetos y toda la naturaleza, incluso la suya propia.
Explotacin, antiecologa y patolo ga es en lo que se traduce puntualmente
eso del reconocimiento de la autoconciencia; claro, logrado mediante lucha
a muerte de modo esforzado y riesgoso. Por esto ltimo cree Hegel que el
logro es justo, as que el resultado el tal reconocimiento queda justifcado;
esto es, la opresin de clase queda justifcada.
e) El idealismo de Hegel fgura la inmaterialidad o idealidad de la autoconciencia
y del reconocimiento que sta debe otorgar como la razn o causa de fondo de
que la lucha por el reconocimiento debe ser a muerte: precisamente porque,
fnalmente, se trata de forzar a trabajar materialmente a una autoconciencia la
cual es imposible desvincular del hombre al que pertenece, razn por la cual,
si no es forzado, ese hombre se negara a esforzarse y descartarse. Y como
tal voluntad depende de su autoconciencia sta siempre puede decir que se
niega, excepto cuando en esa negativa le vaya su existencia, ligada a la vida
del ser humano que ella rige.
Ms an, la autoconciencia no suspender su negativa a trabajar para el otro
hombre (y su respectiva autoconciencia) y tiene no slo puede que negarse
hasta en tanto le vaya en ello la vida, porque ella misma se ve impulsada a ser
reconocida del mismo modo por la otra autoconciencia, su enemiga, a saber:
como autoconciencia desvinculada de la materialidad del trabajo y del goce
del objeto que aqul produce. No se trata, pues, de negociar mucho o poco
trabajo esforzado, sino de que el ser propio, puro de la autoconciencia slo se
afrma si no trabaja, y si trabaja se ve negado o no reconocido.
As, pues segn Hegel, la lucha a muerte por el reconocimiento entre
hombres deriva del hecho de que stos poseen autoconciencia y sta cree
Hegel se independiza respecto de ellos y busca ser re conocida en puridad.
Pues si la autoconciencia como efectivamente reconoce Hegel no slo no
pudiera independizarse de su cuerpo y del goce que implica reproducirlo sino
que, adems, precisamente debido a esa imposibilidad de la que no puede
ser sino consciente y asumirla como propia, la autoconciencia no buscara
independizarse de su cuer po y del goce para reproducirlo lo cual Hegel
no reconoce aunque parece evidente que as ocurre, entonces buscara ser
reconocida de otro modo, no en puridad sino en tanto parte del ser humano.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 513
3. Del reconocimiento entre los seres humanos
S, de seres humanos autoconscientes que comparten necesidades ma teriales
que deben satisfacer materialmente mediante un trabajo y un consumo
tambin materiales.
Es evidente que el reconocimiento de unos por otros es el de la liber tad de
ambos slo en la medida en que pueda ser, a la par, el reconoci miento de sus
recprocas necesidades, y que, entonces, la dialctica del reconocimiento entre
seres humanos, a la inversa de ser una lucha a muerte como crey Hegel,
es una lucha comn por la vida de ambos, slo posible bajo la forma de la
preservacin y ampliacin comn de sus necesidades y libertades.
La dialctica del reconocimiento entre seres humanos es necesaria mente
comunista y tiende al comunismo, no a la amenaza de muerte para que, por
terror, te veas forzado a trabajar para otro. Hegel dice una cosa por otra: dice
reconocimiento positivo cuando ofrece reciprocidad negativa y relacin de
sometimiento y explotacin y, aun, destruccin material de la naturaleza y
del ser humano.
Hegel, no obstante decir una cosa por otra, refeja analgicamente o en su
apariencia una milenaria realidad palpable en la que la regla ha sido el
sometimiento clasista. Pero este sometimiento deber ser explicado de muy
otro modo que mediante la dialctica del reconocimiento entre autoconciencias
o la del seor y el siervo; en efecto: no por razones del espritu sino por
determinaciones materiales especfcas.
La opresin y la lucha de clases no pueden ser explicadas como debidas a
que la relacin del hombre con la naturaleza no sea esencial como pretende
Hegel sino a que lo es, y esta relacin se confgu ra cada vez de modo
diferente en acuerdo al contorno de los objetos concretos que contiene, es
decir, en acuerdo a un determinado entorno natural e instrumental.
La enajenacin y la opresin clasista no se explican porque el hombre se
relacione con la naturaleza en general, sino porque se liga a una naturaleza
especfcamente escasa (Jean Paul Sartre, Crtica de la razn dialctica,
captulo c ) de la cual Hegel no es consciente en su precisa refexin sobre la
dialctica del reconocimiento, y si lo es fuera de ella si es consciente de la
escasez natural en otras de sus refexiones o en su vida diaria como ocurre con
todo individuo en sus cabales obnubila esta conciencia a la hora de exponer
aquella precisa refexin. De este modo, Hegel amalgama su mente con los
intereses de la clase dominante, la cual, para eternizar su dominio, no quiere
reco nocer las necesidades de las masas ni avenirse a trabajar, as que pasa a
Jorge Veraza
514
desconocer esa necesidad de trabajo y esas necesidades de las masas, es decir,
la materialidad que tambin les es esencial a los individuos que integran dicha
clase social. Hegel es solidario con esa escasez y con la enajenacin clasista
material e ideolgica que le corresponde, lo cual las reproduce en su discurso.
4. La justifcacin clasista hegeliana
a) Si, por un lado, la muerte del otro es la tendencia a la que apunta cada
autoconciencia, por otro lado, cada una debe arriesgar la vida a tal efecto,
dice Hegel, y el flsofo enaltece a quien ms se arriesga, quien no retrocede
por miedo; enaltece, pues, a la autoconciencia a la que luego nombrar como
seor.
As que, otra vez, por qu la lucha por reconocimiento debe ser a muerte?
E incluso, por qu una lucha? La respuesta inmediata con siste en que as
se enaltece al amo por partida doble: por arriesgarse a luchar y por hacerlo
hasta la muerte. Se lo ve activo luchador, no pasivo rentista parsito cual es en
verdad; y se lo ve valiente, casi te merario y no aterrorizado ante la necesidad
de trabajar. Se lo transfgura favorablemente.
b) Ms de fondo, como hemos visto, la lucha debe ser a muerte por que es
una lucha entre idealidades autoconciencias que, a la vez, se encuentran
exteriores entre s, una fuera de la otra.
El contraste entre idealidad y exterioridad sensible materialmente determinada
parece ser la raz de la lucha a muerte entre autoconciencias. La dualidad que
constituye a los seres humanos por ser autoconscientes parecera someterlos
al mismo destino que el despropsito idealista de una dialctica de meras
autoconciencias. Profundicemos en el asunto.
La lucha es a muerte porque enfrenta idealidades exteriores la una respecto
a la otra pero no por esta exterioridad en tanto tal, sino, porque han
olvidado que viven slo porque son materia que se alimenta con materia y,
por ende, han olvidado que viven slo debido a que cooperan con el otro
materialmente existente. (De dnde tal olvido?) Sea dicho esto por lo que
respecta a la exterioridad material que aqu se pone en juego.
Adems, la idealidad necesita de la idealidad en continuidad, as que en
libertad, no de la idealidad en sujecin, cual es la del siervo en relacin a la
del seor.
En fn, a las idealidades en exterioridad les es esencial la materia externa y
tambin el otro en continuidad. Pero Hegel confunde los trminos y quiere
que el objeto material no les sea esencial a las auto-conciencias mientras que
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 515
la idealidad autoconsciente del otro s le sea esencial a la autoconciencia ma
pero slo como exterior o al modo de objeto exterior, esto es, no en continuidad
sino como algo contrapuesto que debo someter si requiero autodefenderme.
c) En efecto, Hegel cree imposible la continuidad ideal entre auto-conciencias
porque las que l ve son externas entre s no por su idealidad sino debido a la
exterioridad en que viven como individuos, esto es, porque la exterioridad las
contrapone, cuando que su sola idealidad las unira continuamente.
Sin embargo, como las autoconciencias son ideales, no podra ser que la
exterioridad las contrapusiera como Hegel supone, pues la sustancia ideal
que las constituye las unifcara por sobre la materialidad contrapuesta. (El
romanticismo aprendi este movimiento del cristianismo y lo exalt en todo
su dramatismo heroico.)
En fn, como son idealidades, no podra ser que la mera materia lidad exterior
las contrapusiera. Pero Hegel cree que la materialidad penetr de alguna
manera en las autoconciencias y ha pasado a sobre-determinarlas. Lo implica
al vincular la existencia de la autoconciencia con la vida del hombre al que
aqulla pertenece. As que ahora el pro blema es el vnculo vital, cuando antes
lo era la materia exterior. Hegel cada vez responsabiliza implcitamente a
nuevos factores en lugar de al mezquino inters de clase.
Ilusin de inmanencia nombr Jean Paul Sartre (La imaginacin, 1936) a
este fenmeno presente en mltiples flsofos, incluido Hegel, consistente en
pensar a la conciencia como si fuera cosa; esto es, como si las cosas se metieran
en la conciencia y la determinaran desde dentro. Slo por esta ilusin de
inmanenecia las autoconciencias exteriores una para la otra abandonan su
continua y afrmativa idealidad y como nias caprichosas y chantajistas
pasan a negarse una a la otra hasta la muerte a menos que sean reconocidas.
d) El caso es que como Hegel ha olvidado que la materia es esencial a la
autoconciencia no acierta a determinar el tipo especfco de ma terialidad que
determina esencialmente a los seres humanos de modo que slo entonces
sus autoconciencias no puedan operar su funcin ideal de afrmacin en
continuidad sino que deben suspenderla debido a que la necesidad de
sobrevivir las enfrenta una contra la otra.
A la inversa, Hegel sugiere que la autoconciencia se determina di rectamente
por la exterioridad. Ya vimos que esto es imposible (ilusin de inmanencia).
Ms an, la mera exterioridad material no slo no nos enfrenta a muerte a
los unos contra los otros sino que, incluso, puede unirnos. Pero la especfca
escasez material s que puede enfrentarnos as y, por all, puede presionar
para que suspendamos nuestra idealidad socializante, libertaria, universalista,
afrmativa y confrmadora del yo y del nosotros.
Jorge Veraza
516
e) Hegel est preso de la escasez y no la ve y atribuye su prisin a otras causas,
as que entrega su alma al opresor y desde all fgura a las autoconciencias de
las que habla.
En efecto, Hegel no se refere a autoconciencias humanas sino de unas en
las que aunque no lo diga, como determinacin esencial, est puesta en
suspenso la idealidad universalista y comunitaria, incluyente. Hegel habla
de autoconciencias exteriores entre s y que introyectan esta exterioridad
recproca como exclusin hasta la muerte de una por la otra. Hegel no habla
de autoconciencia humana sino de autoconciencia excluyente o privada,
no de la autoconciencia del hombre sino de la del propietario privado, sa
que suspende su idealidad universalista y librrima y se atiene a atesorar
y a contar con mezquindad cada grano de su propiedad. Sin embargo, esta
autoconciencia privatizada busca (en el seno de la escasez) el reconocimiento
social de la otra autoconciencia privatizada.
f) As, pues, Hegel no habla de autoconciencia humana sino de autoconciencia
privatizada pero que transita hacia devenir autoconciencia humana socializada,
y que sin embargo, cuando arriba al reconocimiento como autoconciencia
humana socializada no puede dejar de ser auto-conciencia privatizada.
Esta dualidad, despropsito e impostura es la autoconciencia de Hegel,
de la que l habla y la que l despliega como propia; es la auto-conciencia
prevaleciente en la sociedad existente en las condiciones de escasez de
fuerzas productivas sociales denominada sociedad burguesa, integrada por
propietarios privados independientes.
g) Es por todo lo anterior que Hegel necesita llegar desde la autoconciencia
que busca reconocimiento de otra hasta el seoro de una sobre la
servidumbre de la otra, porque slo as transita, luego, a la cultura de la
sociedad burguesa, en donde parece que se levant la opresin clasista en
general porque ya no existe la opresin feudal y se ha arribado a la liberacin
de las autoconciencias mltiples. Pero la humanidad que Hegel vislumbra
aqu no es la humanidad socia lizada propiamente dicha (Marx, tesis ad
Ludwig Feuerbach)
478
sino la humanidad aburguesada o propia de la sociedad
civil integrada por propietarios privados, y estos vericuetos hegelianos slo
sirven para justifcar ideolgicamente las condiciones de privacidad y de
opresin de clase en que viven.
478 El punto de vista del materialismo antiguo es la sociedad civil; el del materialismo
moderno, la sociedad humana o la humanidad social.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 517
H. Recepcin crtica de El malestar en la
cultura (a 75 aos de su publicacin)
H.1. A 150 aos del natalicio de Sigmund Freud y a 75 de El malestar en la
cultura
En los captulos que componen este libro, el lector encontrar un comentario
puntual palabra por palabra de El malestar en la cultura de Sigmund
Freud. Hasta donde s, jams se ha realizado una labor tal, as que en home-
naje a Freud y a su obra he querido poner la mayor atencin posible en esa
refexin con el objeto de que estudiantes, maestros, especialistas y eruditos,
as como del pblico en general dirijan su atencin allegado paradigmtico de
este hombre genial. El comentario puntual conducir a discutir a fondo esta
obra; el tino de nuestras crticas podr convencer a algunos, quiz a otros no,
pero en todo caso el procedimiento dialctico puntual deber impelerlos a leer
o a repasar el texto freudiano comentado y as, por medio del estudio y la dis-
cusin de su obra, se mantendr vivo el pensamiento de Freud entre nuestros
contemporneos. sta es la fnalidad principal de este libro; si adems el tino
de las referidas crticas promueve un desarrollo cientfco efectivo, habremos
de atribuirlo en buena medida tambin al frtil territorio en el que stas se ges-
taron. Por tanto, en cuanto que impulsan a volver la mirada hacia el malestar
en la cultura y al texto de Freud sobre este tema, y en la medida en que nos
llevan ms all de ese malestar, constituyen un homenaje a Sigmund Freud y,
en particular, a su obra El malestar en la cultura.
La historia emocional del siglo XX y del XXI ya infuida por los descubrimientos
de Freud que nos ha acunado y a la que estamos sometidos
479
se prepar a
travs de la historia emocional del siglo XIX, en cuya segunda mitad Sigmund
Freud form su personalidad y formul sus perspectivas epistemolgicas,
479 Jorge Veraza U., Para la historia emocional del siglo xx, taca, Mxico, 2003.
Jorge Veraza
518
emocionales, perceptivas y existenciales. Cul fue la anatoma que estructur
esa historia emocional y cuya osamenta constituye parte fundamental de la
nuestra, tomando en cuenta que no slo hemos de comprender la gesta de
Freud y juzgarla, sino retomar tambin sus logros para aminorar nuestras
desdichas?
1. Las estructuras epocales de la experiencia de Freud
En 2005 se cumplieron 75 aos de la publicacin en 1930 de El malestar
en la cultura, la obra freudiana que refexiona en clave psicoanaltica sobre
la historia de la humanidad en su conjunto. Nacido en 1856, Freud tena un
ao de edad cuando irrumpi en Gran Bretaa la crisis econmica que dara
ocasin e inspiracin a Karl Marx para redactar sus Grundrie der Kritk der
Politischen konomie o Races fundamentales de la crtica de la economa
po ltica borrador de El capital de 1867 pues diez aos antes, en 1847, se
ha ba suscitado una magna crisis econmica en todo el orbe capitalista que
fue coronada por la primera y hasta ahora nica revolucin internacional, la
revolucin de 1848, que barri toda Europa Occidental excepto Gran Bretaa
y parte de la oriental. Esta revolucin es un parteaguas en la historia del capi-
talismo y de la humanidad, pues la divide en un antes, en el que se colm la
medida geopoltica europeo-continental de capital, en esa fecha alcanzada, Y
un despus, en el que se inaugur la medida geopoltica mundial de capital
480,
la cual dura hasta la fecha y en la que se inscribe tanto la vida de Freud como
su obra; en particular, El malestar en la cultura, de la que nos ocuparemos en
el presente libro.
2. La mirada freudiana en el retroceso histrico
El paso de una medida geopoltica de capital a otra se ofreci al modo de
una revolucin internacional, porque implic el agotamiento de la medida
europeo-continental de algo intrnsecamente contradictorio con res pecto a la
sociedad y consigo mismo, como es el capital. Hacia 1848 todo pro gresaba en
direccin a la aurora de un nuevo mundo; el capitalismo madur y mostr que
en su seno contena por mrito propio, ms all del seoro y la servidumbre
feudales la explotacin de clase, ridiculizando con ello la honda refexin
de Hegel sobre dichos tpicos en su Fenomenologa del espritu (1807). De esa
refexin el Manifesto del Partido Comunista, publicado en 1848, no slo hizo
eco para superarla en aquello de que la historia es hasta hoy la historia de la
lucha de clases, etctera, sino que constituye un largo co mentario crtico de
la dialctica de la opresin fgurada y a la vez malversada por Hegel
481
como
480 Jorge Veraza U., Revolucin mundial y medida geopoltica de capital, (Itaca, Mxico, 1999).
481 Jorge Veraza U., Pensar la opresin y la emancipacin desde la posmodernidad. Crtica a la
dialctica del amo y el esclavo de Hegel, !taca, Mxico, 2005.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 519
si dijramos: el inconsciente de la sociedad burguesa fue de nunciado ante sus
propios ojos para que se avergonzara, tomara conciencia de s y se transformara
de raz. Pero a la revolucin europeo-continental de 1848 sigui la recuperacin
econmica inglesa y con ella la contrarrevolucin en el continente europeo, as
como el inicio de la nueva y ms vasta medida geopo ltica de capital recin
dada a luz por la revolucin. En este horizonte contra rrevolucionario se gest
la mirada y el pensamiento de Sigmund Freud inten tando dilucidar crtica
mente su signifcado, oculto tras mscaras superpuestas, de tal suerte que el
aparente progreso del capitalismo y del paso de una medi da a otra involucraba
el retroceso histrico de todas las perspectivas humanas, principalmente por
el inicio de una larga poca en la que la revolucin comu nista anunciada por
el Manifesto qued inactualizada, retrasada hasta nueva orden, mientras que
en los vastos territorios vrgenes mundiales abiertos para la acumulacin de
capital sta tomaba posesin de ellos para alargar por d cadas o centurias la
explotacin de la clase obrera, previa destruccin de los pueblos primitivos
que encontrara a su paso
482
de California a Nueva Guinea, de Australia a
Canad, de Tierra del Fuego a Tailandia, de Turqua a Mxico, de los Urales a
Kamchatka, y de uno a otro polo.
A travs de la expansin territorial del capitalismo se dio el paso his trico de
una medida geopoltica de capital a la otra, e involucr la toma de conciencia
no slo acerca de lo que era el capitalismo y de lo que podra ser, sino tambin
acerca del sujeto histrico que poda revolucionario de raz, e in cluy adems
la toma de conciencia acerca de toda la historia de la civilizacin, lo cual
comport el intento de comprenderla desde el punto de vista psico analtico.
3. La pregunta por el inconsciente y el contrasentido histrico
As pues, los signifcados humanos, culturales e histricos previos quedaron
refuncionalizados en signifcados de sentido contrario pero que su geran ser
consecuentes con los previos. Quid pro quo cuya mayor virulencia tuvo lugar
en la Europa Central, en la Viena donde Sigmund Freud naciera, cre ciera y
pasara casi toda su vida
483
, donde la ambivalencia discursiva, moral y po-
ltica de la sociedad burguesa se tensaba al mximo, pues all colindaban el
de sarrollo histrico oriental capitalista y el precapitalista, con perspectivas
morales y culturales contrapuestas, plurales, superpuestas y sincretizadas
entre diversas etnias alemanas, judas, serbocroatas, etctera. De suerte que los
in dividuos
484
sufran no slo la opresin de clase a nivel econmico, poltico y
482 Carta de K. Marx a Friedrich Engels del 1 O de octubre de 1858.
483 Allan Janik y Stephen Toulmin, La Viena de Wittgenstein, Taurus, Madrid, 1983.
484 La constitucin necesariamente social interactiva de los seres humanos no nos permite
denegar el carcter individuado de la especie y, por ende, la existencia de individuos; esto es,
que somos individuos. Esto nos lleva, ms bien, a especifcar el carcter radicalmente social de
los indivi duos. Jacques Lacan acierta cuando, basndose en el complejo de Edipo, procede a
especifcar socialmente a los individuos; pero se equivoca al denegar la existencia de individuos
Jorge Veraza
520
cultural. sino padecan una humillacin racial inmediata Y una moral sexual
represiva en versiones sincopadas. La familia juda en la que naciera Freud
constitua un microcosmos de las tensiones epocales, geopolticas, clasistas
y culturales que pona en cuestin radicalmente al primognito, que no
sufra en cabeza ajena, sino en cuerpo y alma propios, la dinmica de todos
los engranajes de la maquinaria y la mala digestin en la que la monstruosa
bestia trituraba sus nutrientes, mientras a la luz del da paseaba por la ciudad
cosmopolita la carroza del emperador.
La pregunta por el inconsciente por qu y cmo sufre, o qu le su cede
a un ser humano en su interior, si nace y se forma en las entraas de una
tal sociedad y, sobre todo, cmo responde a todo ello, esa pregunta que
Freud formulara y respondiera hacia 1895, se manifestaba una y otra vez de
manera prctica y sin hallar respuesta en este microcosmos. La cuestin que-
daba sealada con los nombres propios de padres y hermanos o con las pala-
bras comunes que haba que aprender para nombrar las cosas: al tiempo que
esos nombres comunes y propios enmascaraban la generalidad esencial de la
situacin. Freud, cuestionado desde su nacimiento por la situacin, intent res-
ponder de modo radical en un sentido psicolgico construyendo a lo largo de
toda su vida el psicoanlisis. Muy pronto ubic la explicacin de la psicologa
individual en la interaccin familiar, imbricndola pues con la psicologa
del pe queo grupo, donde la psicologa social del tringulo edpico (padre-
madre hijo) es la clave de la neurosis individual. Ya desde entonces Freud
tena una slida base cientfca, no slo para la construccin de la psicologa
social, sino incluso para establecer que toda psicologa [principalmente la de
los indivi duos] es psicologa social, como dir ms tarde en el Prlogo de su
Psicologa de masas y anlisis del yo (1920)
485
.
4. La tcnica y las fuerzas productivas procreativas y el precapitalismo
El desarrollo cosmopolita del capitalismo industrial tiene en Viena, la
magnfca capital del imperio austrohngaro, no slo un paradjico contraste
pueblerino localista, sino sobre todo un crisol de contradicciones extremadas,
tanto por la incongruencia entre la acumulacin de capital y la forma imperial
en el momento de sealar la necesaria formacin social familiar edpica de la psique de cada
uno, lo que seala como base para que despus Lacan deniegue no slo al individuo, sino
incluso al sujeto, entendindolo cada vez ms como un ente sometido a sujecin, como sujeto
a determinaciones sociales, familiares, etctera, pero de ninguna manera como sujeto de tal o
cual accin. Sobre esta base, Louis Althusser (Para leer el capital, Siglo XXI, Mxico) deneg a los
sujetos individuales, e incluso a los colectivos, en favor de las estructuras sociales y econmicas,
vindolos como meros agente de stas; de lo que luego se autocriticara parcialmente tanto en
sus Elementos de autocrtica (Daya, Barcelona, 1974) como en Para una crtica de la prctica terica.
Respuesta a John Lewis. (Siglo XXI, Mxico, 1973).
485 Sigmund Freud, Psicologa de las masas y anlisis del yo (1920), Alianza Editorial, Madrid,
1972.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 521
de economa, gobierno y cultura, como porque el desarrollo tecnolgico capi-
talista arrastra consigo una desproporcin: unas magras fuerzas productivas
procreativas esto es, relaciones entre los sexos, relaciones familiares y do-
msticas, relaciones civiles, polticas y culturales, incongruentes en cuanto
a su moral y despliegue prctico con la pujanza disolvente y fusionante de
la acu mulacin de capital. Esta contradiccin de la sociedad burguesa entre
sus fuer zas productivas tcnicas y sus fuerzas productivas procreativas
486
,
expresada en la de las fuerzas productivas en general con las relaciones sociales
en general, se vio potenciada violentamente al aadrsele la forma imperial
austrohngara que redoblaba con su carcter reaccionario y acartonado la
moral victoriana de las relaciones interpersonales burguesas en general de la
poca.
Por si fuera poco, esta contradiccin interna de la sociedad burguesa
recrudecida por el contexto imperial absolutista como el que ocurre en Viena,
s, esta contradiccin entre las fuerzas productivas tcnicas capitalistas y las
fuerzas productivas procreativas capitalistas, se vio contrastada por las mlti-
ples formas de relacin precapitalista que pervivan en el territorio del imperio
austrohngaro y que enfrentaba tnicamente a todos los sbditos, piel contra
piel, para decirlo de modo fgurado al tiempo que literal, por las xenofobias
mltiples que se gestaban y que ponan en cuestin de raz a cada individuo.
De ah que la poca exaltara el tema psicolgico por sobre los dems, en
par ticular en un sentido neurtico recurrente en el que la represin sexual
era su frida al tiempo que la moral sexual era asumida, y no por la gente,
segn la oportunidad del momento. Y hay que imaginar a Freud de nio
caminando por la calle de la mano de su padre, siendo testigo impotente de
la humillacin que como judos recibieron ambos de un pudiente antisemita,
para hacerse una idea de la conmovedora gravedad de las situaciones vividas
que tenan prepa radas para el ciudadano la ciudad, la calle, el barrio y cada
hogar en la Viena de entonces. As que este nio fue encaminado a ocuparse
intensivamente de la opresin psicolgica vivida en su ciudad.
5. Consumo simblico bsico en crisis
En medio de las contradicciones de la sociedad burguesa entre tec nologa y
procreatividad en sentido amplio
487
y con diversas relaciones preca pitalistas
impuestas coercitivamente de modo imperial absolutista, se pona en cuestin
la formacin de los individuos pertenecientes a dicha sociedad. Quedaba
en cuestin de modo radical lo que debera haber sido en otra situacin
486 Jorge Veraza, El materialismo histrico en El origen de la familia, la propiedad privada y el
Estado de Engels, Revista !taca, no. 1, otoo, 1984.
487 Es decir, todo lo que produce y forma directamente a los sujetos humanos: la sexuali dad, la
vida familiar, la civilidad, la politicidad y la cultura.
Jorge Veraza
522
menos extrema la produccin de una personifcacin normal de las diversas
funciones sociales que la acumulacin de capital requera de sus agentes
sociales. El ser humano en cuanto valor de uso para el capital, o segn fuera
su personifcacin capitalista, obrero o alguien de las clases intermedias,
es lo quedaba en entredicho con el consiguiente sufrimiento psicolgico de
los individuos.
En otros trminos, el conjunto de representaciones sociales, de acti tudes y
de valores ticos y culturales (polticos y econmicos) que rigen la con ducta
de las personas present en la Viena de la segunda mitad del siglo XIX y de
la primera mitad del XX una problematicidad mayscula para ser asumida
por los individuos a los que esos mensajes emocionales y simblicos deban
conformar.
La produccin de dichas mensajes parta de factores heterogneos divergentes
Y contradictorios entre s, pero sincretizados de modo forzado, en un
tiempo y un espacio dados en los que el individuo, las familias y los grupos
experimentaban una continua asfxia. El consumo simblico bsico se vio en-
tonces altamente problematizado por el alto grado de contradiccin entre los
componentes de cada uno de sus bienes de consumo semitico, transforma-
dos por esa contradiccin en bienes nocivos y patgenos ms que formadores
de una personalidad normal.
6. Subsuncin real del consumo bajo el capital y la neurosis
Antes de que existieran la comida chatarra y otras formas de consu mo
material nocivo despus de la dcada de 1950, o incluso la as llamada
por Max Horkheimer o Th. Adorno de la Escuela de Frankfurt industria
cultural, de los aos treinta de ese siglo xx, con mensajes propagandsticos
y espectaculares ideologizados y psicolgicamente manipuladores (nocivos a
nivel del consumo simblico), antes de estas dos formas de consumo nocivo
exis ti el consumo simblico nocivo de las representaciones sociales, de los
valores y actitudes formadoras de la personalidad bsica, agudizado en Viena
con gran impacto en la psicologa personal, lo cual dio pie a la investigacin
psicoanaltica de Sigmund Freud y a su indagacin sobre el inconsciente.
Pues bien, la comida chatarra (nuestro caso 1) Y dems consecuencias nocivas
materiales requieren, para existir, un alto desarrollo tecnolgico y un mercado
nacional y mundial muy desarrollados; la virulencia de la competencia fuerza
a que esa tecnologa alimente el consumismo social, algo que comenz a
ocurrir slo a partir de mediados de la dcada de los cincuenta del siglo XX en
Estados Unidos
488
, ya que slo entonces el sometimiento real, y no slo formal,
488 Jorge Veraza U., Los peligros de comer en el capitalismo, Itaca, Mxico, 2007.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 523
de la industria por el capital fue lo sufcientemente desarrollado como para
impactar negativamente en la estructura material de los bienes de consumo
referidos y pudo ocurrir con anterioridad la emergencia de la industria cultural
(nuestro caso 2) con una semitica plstica y discursiva compuesta por mensa-
jes nocivos, porque para ello slo se requera la existencia de medios de comu-
nicacin de masas como el peridico, el cine y la radio para que la subsuncin
real del consumo bajo el capital ya tuviera lugar de manera efectiva, ya que el
diseo del contenido del mensaje dependa no de un desarrollo tecnolgico
especfco, sino de visiones polticas de dominio y de un pblico amplio que
dominar. En cambio, la subsuncin real del consumo bajo el capital que se
revela en la emisin sistemtica de mensajes simblicos nocivos formadores
de la per sonalidad, tal como ocurri en Europa Central. y por antonomasia
en Viena, entre 1850 Y 1930 no requiere ningn desarrollo tecnolgico
especial (caso 1) Y ni siquiera general (caso 2) de gran envergadura, sino
que es sufciente un desarrollo normal de la maquinaria y la gran industria
capitalista aunado a una situacin social y geopoltica cuya combinacin entre
capitalismo y precapita lismo se ha descrito antes, para que las formas de familia
y de socializacin de las personas quedaran fuertemente determinadas en un
sentido nocivo neuro tizante. Esta subsuncin real del consumo bajo el capital
no ocurra en esta o en aquella fbrica o rama industrial, sino que dependa de
la articulacin de toda la formacin social en sus diversos componentes tanto
locales y naciona les como internacionales.
7. Desarrollo medio de comunicacin y cortocircuito psicolgico cultural
El alto contenido contradictorio de la axiologa y de la semntica social
arraigadas sexualmente y familiarmente lleg a generar un cortocircuito
psicolgico y cultural centroeuropeo y, sobre todo, en Viena
489
.Las
disfunciones jurdicas y polticas que acompaaron a este cortocircuito
psicolgico y cultural revelaban, en medio de toda la contrariedad existente
entre el pujante desarrollo tecnolgico. Y el magro desarrollo de las fuerzas
productivas procreativas de la sociedad burguesa, la contradiccin general del
desarrollo capitalista extrema en Viena por aquellos aos. Pero, adems, este
cortocircuito psicolgico y cultural centroeuropeo. Y especifca mente viens,
era la expresin localizada de una ms vasta contradiccin entre pujante
consolidado desarrollo en los medios de produccin capitalista y el ms
reciente y mucho menos potente desarrollo de los medios de comunicacin,
insufcientes para cubrir la nueva medida geopoltica del capital abierta a partir
de 1850, la medida mundial del capital; pero, simultneamente, los medios
de comunicacin debieron exacerbar su crecimiento a marchas forzadas para
489 Jorge Veraza U, El siglo de la hegemona mundial de Estados Unidos. Gua para comprender
la historia del siglo XX (muy til para el XXI), taca, Mxico, 2004; especialmente la primera
parte.
Jorge Veraza
524
intentar cumplir con los requerimientos de una acumulacin de capital que
se mundializaba pasos agigantados rebasando la medida geopoltica de
capital europeo continental. As que, conforme se desarrollaban los medios
de comunicacin para un mercado internacional acrecido se creaban nuevos
medios de transporte y de comunicacin ad hoc; pero las relaciones sociales,
y en particular las fuerzas productivas procreativas sexuales y familiares,
eran demasiado primitivas en re ferencia a las exigencias de este desarrollo
comunicacional, con lo que se pro duca el referido cortocircuito psicolgico
y cultural
490
precisamente en el centro de Europa, en Viena, donde colindaba
el desarrollo capitalista con el precapitalista oriental que acreca la tensin
de todas las formas sociales y de conducta llevndolas hasta el racismo, esto
es, hasta el repudio del otro en trminos orgnico-corporales como forma
perversa de reconocimiento de su existencia como ser humano.
Conforme ms se desarrollaba el objeto capitalista y ahora sobre todo a
nivel meditico comunicacional, ms entraba en crisis el sujeto huma no en
sus relaciones interpersonales y en su psicologa y cultura.
Los tericos del imperialismo, y no slo el psicoanlisis, son un pro ducto
epocal emblemtico del cortocircuito cultural y psicolgico referido, por el
hecho de que los hijos se revelan edpicamente contra el padre y fguran toda
una nueva fase indita de capitalismo: el imperialismo, que dicen el
padre (esto es, Marx) no conoci; con lo que toda la tctica y la estrategia de la
iz quierda se ver trastocada hasta la fecha.
491
8. La psicologa social freudiana y la subsuncin real del consumo bajo el
capital
La decadencia cultural del capitalismo registrada por Marx conforme la
acumulacin de capital se desarrollaba y de la que fueran prenda la crisis de la
flosofa hegeliana hacia 1835 y la degradacin de la economa poltica cl sica
en vulgar hacia 1825, etctera, la decadencia cultural de la sociedad bur guesa
tematizada por Georg Lukcs
492,
se transform en Viena entre mediados del
siglo XIX y los primeros treinta aos del siglo xx no slo en una crisis cultu-
ral
493
, sino en un franco cortocircuito psicolgico y cultural. De suerte que la
Psicologa general e individual se concret inmediatamente como psicologa
social ya lo vimos, en el tringulo edpico freudiano y pronto sera temati-
zada como psicologa de las multitudes por Gustave Le Bon, y como psicologa
de los pueblos por Wilhelm Wundt. Ambos trabajos inspiraron a Sigmund
490 Ibd.
491 Jorge Veraza U., Para la crtica a las teoras del imperialismo, taca, Mxico, 1987.
492 Jorge Veraza U., Marx y el problema de la decadencia ideolgica, Siglo XXI, Mxico, 1982
493 Massimo Cacciari, Krisis: ensayo sobre la crisis del pensamiento negativo de Nietzsche a
Wittgenstein, Siglo XXI, Mxico, 1982.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 525
Freud para que en 1913 y en 1921, respectivamente, desarrollara su propia psi-
cologa social en Ttem y tab
494
en polmica con Wilhelm Wundt, y en La psi-
cologa de las masas Y el anlisis del yo, en polmica con Le Bon y otros. Todo
esto era emblemtico de que el desarrollo capitalista vena ocurriendo no slo
en una forma cada vez ms extensa, sino que al profundizarse y extenderse
por todo el orbe, la subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el
capi tal, y con ella la explotacin de plusvalor absoluto y relativo, comenz
a ocurrir una subsuncin formal y una subsuncin real de mbitos externos
a la produc cin inmediata. Es decir, junto con el desarrollo capitalista y el
paso de la me dida geopoltica continental de capital a la mundial, se oper un
sometimiento y opresin redoblados de la sociedad bajo la lgica del capital.
En trminos ge nerales, la subsuncin real del proceso de trabajo inmediato
bajo el capital pas a califcarse como subsuncin real del consumo bajo el
capital y, en par ticular, hacia la poca de Freud arraig a nivel psicolgico
individual como pre misa para el sometimiento psicosocial de masas.
495
En 1927, Freud publica El porvenir de una ilusin, en el que refexiona sobre
el desarrollo de la religin en contraste con el desarrollo histrico y cul tural
de la humanidad. Y en 1937 publica Moiss y la religin monotesta
496
, que
particulariza en la raz de la forma peculiar de la religin juda y de la reli-
gin cristiana. Ambas obras involucran refexiones de gran aliento sobre la
cul tura y la historia de la humanidad, as que preparan el anlisis an ms
abarcante de la cultura, la historia, la religin y la psique humana que en
1930 ofreci El malestar en la cultura, obra en la que se redondea la psicologa
social de Freud. Si bien nos fjamos, sta se ha ido forjando conforme el
desarrollo ca pitalista mundial, en especial el europeo, ha sometido cada vez
ms integral mente la vida ciudadana hasta masifcarla, remodelando hbitos
de consumo, la confguracin de las urbes, la alteracin de los ritmos vitales,
y remodelando brutalmente las formas de familia ampliada previas en un
sentido monogmico compulsivo e individualista conforme avanzaban el
desarrollo tecnolgico y la acumulacin de capital en todo el orbe.
494 Sigmund Freud, Ttem y tab, Alianza Editorial, Madrid, 1967.
495 Wilhelm Reich lo registr puntualmente en 1933 en su Psicologa de masas del fas cismo asma;
por supuesto, sin el concepto de subordinacin real del consumo bajo el capital aqu introdu-
cido por m, pero s sus realidades libidinales.
496 Moiss Y la religin monotesta y otros escritos sobre judasmo y antisemitismo, Alianza,
Madrid, 1981. Esta obra fue escrita por Freud en dos tiempos: los dos primeros captulos, que
constituyen los preliminares del texto, los escribi y public viviendo an en Viena en 1937
(aproximadamente un ao antes del inicio de la segunda guerra); el tercero y ms extenso, en el
que despliega un desarrollo profuso del tema, est precedido por dos prlogos en los que se nos
advierte de las ya viejas intenciones y temores de publicar esta parte de su trabajo, el primero
de ellos est fechado en Viena, antes de marzo de 1938 , el segundo unos meses despus
bajo cielos apa rentemente ms seguros, en Londres, junio de 1938. Vase Claudia Romero,
Referencia para el Seminario del Campo Freudiano Subversin del sujeto y dialctica del
deseo, disponible en lnea en <http//:www.scb-id.netlnodu/MoisesYLaReligionMonoteista.
htm>.
Jorge Veraza
526
De hecho, El malestar en la cultura constituye una larga contestacin a los
cuestionamientos que se suscitaron en la discusin que tuvieron Wilhelm
Reich Y Sigmund Freud sobre los temas retomados en el libro, en especial,
so bre la revolucin socialista, el capitalismo y el psicoanlisis. Es una lstima
que Sigmund Freud no explicitara en su libro las posiciones de Reich con las
que po lemiza, pues de otra forma tendramos claves interpretativas puntuales
de su exposicin.
497
9. Lo que hizo el individuo Freud con las estructuras epocales que lo
determinaron hasta la muerte
La experiencia del cortocircuito psicolgico y cultural centroeuropeo, ms
virulento en Viena, condujo a Freud a indagar la psique humana, y las ca-
ractersticas de ese cortocircuito le permitieron resolver sus enigmas al formular
la pregunta por lo inconsciente y al proceder a determinar sus caractersticas
econmico libidinales y tpicas. El cortocircuito psicolgico y cultural, es fun-
cin del desarrollo capitalista general internacional o, si se quiere, mundial; as
que cuando Freud indaga este cortocircuito, su indagacin es funcin posibili-
tada por el desarrollo capitalista general mundial; son las contradicciones de
este desarrollo las que orillan a Freud a indagar la mente humana slo porque
los seres humanos de carne y hueso se ven triturados por esas contradicciones
hasta la carne y el alma. Freud indaga el inconsciente; pero la respuesta de por
qu lo indaga est fuera de la mente en la confguracin del desarrollo capita-
lista en el que le toca vivir y que determina las mentes que investiga Freud y
an a su propia investigacin. Medios de produccin que se contradicen con
medios de comunicacin menos desarrollados -impulsados as a desarrollar-
se-, y ambos medios de produccin capitalistas que se oponen a la poblacin
que se comunica por medio de ellos y produce y consume con ellos. La comu-
nidad domstica capitalista
498
, parte fundamental de las fuerzas productivas
procreativas, es contradicha por los medios de comunicacin y los de
produccin de capital en vistas a remodelarla. Su puesta en crisis es el primer
modo de someterla: y es el que le toca vivir a Freud luego se posibilitar
su remodelacin franca para adecuarla a la acumulacin de capital, lo que
ocurrir apenas a partir de la dcada de los sesenta del siglo XX; con lo que se
topa es con el enloquecimiento en los individuos; el ataque multilateral de la
sociedad burguesa sobre el individuo en vista de someter ms integralmente
a ste y a la familia en cuanto fuerzas productivas procreativas puestas al
servicio de la acumulacin de capital. Esto es, no en cuanto fuerza de trabajo,
497 M. Gonzlez Navarro y G. Delahanty (coordinadores), Psicologa poltica en el Mxico de hoy,
Universidad Autnoma Metropolitana, Mxico, 1995.
498 Formul este concepto en Subsuncin real del consumo bajo el capital y proletariza cin de
la humanidad. De la dcada de los sesentas a los noventas, (taca, Mxico, 1994. Seminario de
El capital de la Facultad de Economa de la UNAM. y est expuesto en Para la historia emocional
del siglo xx, [taca, Mxico, 2003.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 527
sino en cuanto fuerzas vivas procreativas como el capital los requiere tambin
para reproducirse ampliadamente.
En efecto, la combinacin de contradicciones tecnolgicas, sociales, polticas,
culturales y procreativas de la sociedad burguesa centroeuropea se convirti
en una fbrica productora de mensajes socializadores axiolgicos, ac-
titudinales y representacionales nocivos por estar cargados de sentidos alta-
mente contradictorios; as que el consumo simblico bsico encaminado a so-
cializar a 1os individuos ms bien los neurotiza. La neurosis es producida
por efecto de una subsuncin real del consumo bajo el capital que an no
es ejer cida tecnolgicamente por los mltiples capitalistas individuales,
sino que es efectuada slo por el capital social en conjunto, as que afecta la
produccin de socialidad con base en objetos de consumo simblicos ad hoc.
El aparato social productor de los mismos es el que ha quedado puesto en
crisis por el de sarrollo capitalista, y la neurosis es el producto genuino de esta
subsuncin real del consumo bajo el capital general an no especifcada por
ramas industriales.
Todo eso ocurre en el curso de una modalidad de desarrollo capita lista que
se traduce en retroceso histrico respecto de las aspiraciones liberta rias de
la humanidad, pues la medida geopoltica de capital europeo continen tal
colmada ha dado paso a una medida geopoltica de capital mundial an muy
laxamente conformada y que en diversos pases y ramas de la produccin
comienza de cero conforme el capital barre con todas las sociedades precapi-
talistas diseminadas por el planeta. La revolucin comunista se vuelve inactual
y la decadencia cultural ya alcanzada al colmarse la medida geopoltica conti-
nental prosigue, pero alternando con progreso cultural autntico. Esta duali-
dad es prenda de la aparicin de la antropologa como ciencia, as como el
psi coanlisis, ambos enfocados a refexionar sobre el factor subjetivo humano
puesto en crisis por el desarrollo capitalista, uno en la periferia, y otro en
el cen tro del sistema. La ambivalencia del discurso cultural reproduce la
ambivalencia del sentido histrico y, por lo tanto, de la poltica inherente al
acompasamiento de la medida geopoltica europeo-continental con la mundial
conforme ste subsume a la otra y la suplanta. La pregunta por el inconsciente
se suscita en el juego de esta contradiccin geopoltica de medidas de capital en
tanto que impulsan un desarrollo de fuerzas productivas tcnicas dualizado
por el ritmo de crecimiento de los medios de produccin y el de los medios de
transporte y comunicacin, que a su vez se contraponen con las magras fuerzas
productivas procreativas capitalistas, la familia patriarcal y la moral sexual
represiva en la base; todo lo cual se carga virulentamente de explosividad
en una Viena a la vez cosmopolita y pueblerina por su doble condicin de
urbe capitalista cos mopolita e imperial y por la pluralidad heterognea de
etnias precapitalistas que pululan en el imperio austrohngaro. La cacera del
sentido en la que Freud se inscribe conoce la multivocidad en varias lenguas
Jorge Veraza
528
y la ambigedad y la ambivalencia, pero todo se orienta a la subordinacin
de la psique del indi viduo no slo por arriba (cultura/poltica), sino de modo
horizontal y en el cuer po a cuerpo entre las diversas etnias del imperio que
ofrecen la clave sexual, sangunea, epidrmica e histolgica de la conciencia
en sus brutales enfrenta mientos, pogromos, humillaciones y prevalencias.
Sigmund Freud intent rescatar el sentido humano en medio de estos
engranajes mltiples de la maquinaria capitalista mundial entre los que l
mis mo se vio triturado. Logr incluso establecer un ultrasentido inconsciente
de bajo de los mltiples sentidos; pero no pudo rebasar el sometimiento de su
propio horizonte al intentar liberar la psique individual
499
alindose para ello
con la libido sexual, ni cuando extendi hacia la psique social su perspectiva
pero segn una clave sexual placentera ya marcada por la bestia. Marca
negativa que con los aos se desarroll por cuenta propia hasta representarse
como el Seor absoluto, la muerte (Hegel), como principio estructurador
de todos los tiempos. Pero fue entonces, precisamente, cuando Freud intent
pensar toda la historia humana para aliviar el malestar en la cultura que la
aquejaba. Celebramos su gesta y testifcamos su derrota tambin como una
leccin para nuestros propios combates actuales.
H.2. Freud, Hegel y Marx y el malestar de la humanidad
El malestar en la cultura que Sigmund Freud public en 1930, nueve aos
antes de morir, intenta ser la Sntesis de toda su teora. Se trata de la obra ms
ambiciosa de refexin sobre la humanidad que Freud llevara a cabo, puesto
que refexiona sobre roda la historia de la humanidad, desde sus orgenes
hasta el momento ac tual de la civilizacin. Freud afrma que en esta cultura
existe un malestar que no es fsico, sino psicolgico.
As pues, tenemos a un mdico que le toma el pulso a su paciente y diagnstica
que tiene un malestar. La humanidad tiene un malestar psquico, y Freud va a
tratar de explicar por qu y a proponer una posible terapia, una posible solu-
cin a ese malestar. Va a utilizar los logros del psicoanlisis en lo que se refere
a la teora sexual, el complejo de Edipo, la teora de la neurosis, la represin
sexual, as como el principio de muerte, etctera, y va a tratar de diagnosticar
y proponer una posible terapia. En verdad, se trata de una obra de psicologa
social con una pers pectiva muy amplia. El grupo humano que aborda es toda
la humanidad a lo lar go de toda su historia.
499 Si bien toda psicologa es para Freud psicologa social (Psicologa de las masas y an lisis del
yo) esto no nos debe hacer caer en el error de denegar la existencia de una psique individual
distinguible y a la vez articulable con comportamientos sociales resultado de la interaccin
de mlti ples sujetos individuales y. por supuesto, de ninguna manera explicables segn una
remisin mgicas un psiquismo social.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 529
En 1913, Freud haba escrito Ttem y tab, donde discuta con Wilhelm
Wundt el concepto de espritu de los pueblos (Vlkergeist). Se trataba de
una refexin psicosocial, pero restringida a las sociedades primitivas; no era
una refexin acerca de toda la historia de la humanidad. En 1920 public
Psicologa de las masas y anlisis del yo e hizo una refexin psicosocial
discutiendo, sobre todo, a Gustav Le Bon, donde aborda fundamentalmente
los movimientos sociales de la sociedad moderna.
En 1927 public El porvenir de una ilusin, que es una teora de la reli gin,
su origen y su posible absorcin. Aqu tenemos una psicologa social que
se ocupa tanto de las sociedades en las que surge la religin, como de las
sociedades modernas, donde Freud verifca su existencia pero tambin su
extincin. La obra que sigue es precisamente El malestar en la cultura, donde
Freud vuelve sobre el tema de la historia de la humanidad en su conjunto; pero
ya no solamente observa las races de la religin y su posible extincin, sino
la historia de la humanidad en su totalidad en cuanto productora de cultura,
incluida la religin. Por eso decimos que sta es la obra ms ambiciosa y en la
que intenta llevar a cabo la sntesis de to dos sus logros.
Freud tiene la idea general de que la sociedad humana presenta la ima gen de
una olla cerrada a presin y a punto de explotar. Aparentemente ha habido un
gran progreso, pero internamente se vive gran malestar. Las contradicciones
que esta sociedad tiene pueden llevarla a explotar, especialmente las tendencias
ta nticas o de muerte podran conducir a la sociedad a su autodestruccin,
podran originar guerras capaces de acabar con ella. Si se tiene en cuenta
que pronto surgi ra la Segunda Guerra Mundial, y que en 1945 estallara la
primera bomba at mica, no dejan de ser interesantes las ideas de Freud acerca
del malestar en la cul tura Y la necesidad de diagnosticar a este enfermo que es
la humanidad, el cual ilusoriamente cree que est progresando, aunque ms
bien se acerca a una situa cin de autodestruccin. As pues, ser fascinante ir
paso a paso con Freud hacien do el diagnstico de por qu existe ese malestar
que es tan profundo y si se puede resolver o no.
Freud habla de la sociedad o de la historia como cultura; no dice ma lestar
en la humanidad, malestar en la sociedad o en la historia o en la moderni dad,
pues est pensando que el hombre deja de ser un ser meramente natural y se
convierte en un ser histrico por su capacidad de hacer cultura; sin embargo,
esta facultad sita al hombre en una situacin de malestar.
Freud descubre en Ttem y tab lo que llama el tab del incesto; sugiere que
ste es el primer acto cultural y a partir de l los seres humanos dejan de ser
seres naturales y comienzan a ser seres histricos o culturales. As vemos que
se gn Freud se requiere la prohibicin para que exista cultura, para que
Jorge Veraza
530
exista historia, para que exista el ser humano distinto del ser natural. Es la
inscripcin de una prohibicin en la naturaleza lo que origina al hombre como
ser histrico.
Si simplemente sigue su deseo natural y no respeta las relaciones de
parentesco, en tonces comete incesto; mientras simplemente siga sus deseos
sexuales, estar com portndose de manera natural, pero no producir historia,
no producir cultura. Es la prohibicin del incesto entonces la que produce
cultura e historia.
500
Como vemos, la cultura implica represin sexual. En
1930, Freud registra que el ser hu mano cultural, histrico, humanizado, sufre
un profundo malestar. Casi de inme diato puede contestarse que el malestar
que sufre es porque permanentemente vive bajo la represin sexual, pues
sta ha sido la condicin para la cultura. En tr minos generales, esto es lo
que seala Freud, pero aade mayor nmero de mati ces a este argumento
que proviene desde 1913 de Ttem y tab.Sin embargo, todava hay que
dar cuenta de la historia en trminos eco nmicos; por eso es insufciente el
acercamiento de Ttem y tab. El acercamiento de Psicologa de las masas es
de tipo poltico, por lo que tambin resulta insufcien te. En El porvenir de una
ilusin ya indaga en las causas econmicas y del trabajo para que surgiera
la religin. Son estas nuevas causas econmicas y del trabajo las que Freud
retoma en El malestar en la cultura para aadirlas a las causas sexuales y dar
cuenta del desarrollo de la humanidad y de su malestar. Sin embargo, aunque
aade las dimensiones del trabajo y de la economa, Freud no habla en primer
500 Cabe hacer notar que las investigaciones primatolgicas actuales dan un ments a esta idea
freu diana tan extendida e incluso infuyente en la perspectiva ron la que Claude Levi-Strauss
aborda Las estructuras elementales del parentesco (1949). En efecto, los chimpancs muestran una
acusada capacidad natural para evitar el incesto primario tanto entre madre e hijo romo entre
hermanas y hermanos mientras que el incesto entre los machos procreadores y las hijas es muy
comn, basada en su forma de organizaci6n social dados tanto el fuerte vinculo de dominio
en la telaci6n madre hijo que neutraliza el componente agresivo que parece ser totalmente
necesario a la ronsumaci6n de la cpula, como la familiaridad existente entre hermanos que
pro piciara la falta de motivaci6n sexual. Cfr. Capacidad para mantener relaciones sexuales
no promiscuas. Evi tacin del incesto primario, en J. Sabater P, El chimpanc y !os orgenes
de la cultura (Promoci6n Cultural, Barcelona, 1978, pp. 95-97), cuya conclusin relativiza de
manera dramtica la tesis de Freud, pues dice: la evi tacin del incesto parece tener pues un
origen biolgico que si bien se inicia en los primates tiene una expresi6n bastante defnida en
los chimpancs y se sublima, por la cultura, en el hombre. (p. 97). Respecto de la evitaci6n
del incesto padre-hija, es pertinente sefa1ar que la fgura de padre slo existe en la sociedad
humana, ya que es una instituci6n cultural independientemente de si se evita el incesto o no.
As que la prohibicin del incesto pri mario no es necesariamente sexual represiva ni cultural,
sino que tiene una base biolgica en la forma de asocia ci6n natural de los primates superiores;
mientras que, por otro lado, la prohibicin del incesto entre padre e hija s es una institucin
cultural propiamente dicha, peto no puede ser el origen de la cultura Y de la historia, toda vez
que hay por lo menos una instituci6n cultural previa: la instituci6n padre. Para una discusin
matizada del tab del incesto como presunto originador de la cultura humana, Cfr.: Peter J.
Wilson, El hombre como promesa., Fondo de Cultura Econ6mica, Mxico, 1984.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 531
lu gar de sociedad o de historia; habla en primer lugar de cultura; pone en
primer trmino el hecho espiritual o, segn l, el hecho psicolgico; y como
para Freud el hecho psicolgico tiene que ver con la libido, pone en primer
trmino la dimen sin de la prohibicin sexual para pensar la Historia.
Otros autores pensaron la Historia humana desde otra perspectiva; por
ejemplo, Hegel, que tambin hace una flosofa de la historia de la humanidad
en su conjunto y registra un malestar que hay que resolver, parte del espritu
501
;
pero el espritu no tiene que ver, o si acaso muy poco, con la sexualidad; el
espritu debe someter a la materia y los seres humanos viven una dualidad:
son seres espirituales pero corpreos
502
de tal manera que viven unos con
otros como conciencias, pero tambin como seres corporales; son espritus
que se encuentran atados a la mate ria, esclavizados por sus necesidades,
pero que continuamente quieren liberarse y ser reconocidos como espritus.
Los seres humanos luchan unos con otros por este reconocimiento como
conciencias: si t me reconoces como conciencia, entonces debes propiciar mi
libertad. Si no se ponen de acuerdo con el otro, entonces lu chan a muerte por
el reconocimiento de su autoconciencia. As que hay una lucha a muerte, y
en esa lucha alguno cede, se rinde antes de morir y reconoce al otro como
autoconciencia; ste queda como autoconciencia soberana y aqul, someti do
a servir. Uno se convierte en seor y otro en siervo
503
. As ha sido durante
toda la historia de la humanidad: unos oprimen y otros son oprimidos. Los
oprimidos reconocen a sus seores, los reconocen como autoconciencias
libres y trabajan para ellos satisfaciendo sus necesidades. Ellos, los seores,
no tienen que meter las manos en la naturaleza, no tienen que ocuparse del
trabajo de transformarla para satisfacer las necesidades precisamente porque
son autoconciencias libres e inter ponen entre ellos y la naturaleza a los
vencidos
504
. As pues, la Historia comienza con esta lucha a muerte; el siervo
tiene que satisfacer continuamente las necesidades del amo y, entonces, hay
una formacin cultural
505
, la cual depende de esta lucha de clases, y la lucha
de clases est basada en la lucha de las autoconciencias por ser reconocidas en
cuanto entes es pirituales soberanos por sobre la materia.
Aqu tenemos, entonces, una perspectiva distinta del desarrollo de la Historia;
tambin hay un malestar uno se encuentra oprimido por el otro y el otro
501 Cfr. W.G. Hegel, La fenomenologa del espritu, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1996.
502 Cfr.: La Enciclopedia de las ciencias flosfcas, Porra, Mxico, 1985; as como Lecciones sobre la
flosofa de la historia, Revista de Occidente/ Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1955.
503 La fenomenologa del espritu, captulo C. He comentado crticamente la dialctica del
seor y e siervo en Hegel en Pensar la opresin y la emancipacin desde la posmodernidad.
Comentario critico a la dialctica del amo y el esclavo de Hegel, Itaca, Mxico, 2005.
504 Ibd.
505Ibd.
Jorge Veraza
532
oprime; pero, adems, no slo se encuentra un malestar en el oprimido,
sino tambin en el opresor; precisamente por haber logrado el reconocimiento
de una conciencia servil y no de una libre
506
.
He aqu una visin distinta de la de Freud, basada en cuestiones espiri tuales,
econmicas y polticas y en el trabajo como productor de cultura; mientras que
en Freud la produccin de cultura deriva de una represin sexual. En qu
momento hace intervenir Freud el trabajo y la economa? Es muy importante
que observemos eso en su texto, ya que ste es un hecho decisivo, porque con
el trabajo se satisfacen las necesidades para sobrevivir. Freud y Hegel estn
planteando la prioridad del hecho espiritual por sobre los hechos materiales,
pero en clave dis tinta. En Hegel, el espritu no est entintado de sexualidad,
mientras que en Freud s. Freud arraiga al espritu psicolgicamente y a la
psicologa la arraiga en la sexua lidad; por eso en su discurso el trabajo aparece
despus. En cambio, en Hegel hay una conexin directa entre espritu y
trabajo.
La idea de Marx para captar la historia en su conjunto es completamente
distinta. Este autor no concibe a los seres humanos como seres espirituales
en primer lugar; de entrada los considera como seres naturales-materiales,
seres vivientes peculiares que han desarrollado una conciencia como
dimensin biolgica
507
. No es como en Hegel, que a la conciencia se le aade
el ser corpreo, sino que el ser humano viviente como totalidad como un
ser material especfco incluye dentro de esta totalidad compleja el ser
consciente. Las necesidades de sobreviven cia son las iniciales, en segundo
lugar quedan las necesidades de la reproduccin y del placer; y luego viene
cualquier otra necesidad. La manera en que Marx aborda la historia va a ser
muy distinta de como la abordan Hegel o Freud La satisfaccin depende del
trabajo como en Hegel, pero en ste necesariamente pasa por el enfrentamiento
o lucha a muerte entre las autoconciencias. En realidad, este enfren tamiento,
esta lucha de clases, ha sucedido histricamente pero no es forzosa. En Hegel
este hecho es forzoso porque la autoconciencia busca reconocimiento y, en-
tonces, se enfrenta a muerte a la otra autoconciencia para que la reconozca.
Pero esto no es necesario para Marx, porque los seres humanos no son en
primer lugar autoconciencias, sino vivientes, materiales, corpreos, que
satisfacen sus necesida des y pueden trabajar en comn para satisfacerlas
y no necesariamente sometin dose entre s; todos se reconocen como seres
materiales, as que pueden cooperar
508
la explicacin del enfrentamiento
506 Ibd.
507 Karl Marx Y Friedrich Engels, La ideloga alemana, captulo 1, Feuerbach, Pueblos Unidos,
Montevideo, 1968.
508 Individuos que producen en sociedad, o sea, la produccin de los individuos socialmente
deter minada: ste es naturalmente el punto de partida..., Karl Marx, Introduccin general de
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 533
no se encuentra en la conciencia, como quiere creer Hegel, y la solucin del
enfrentamiento de clases tampoco hay que encon trarlo en la conciencia, como
quiere resolver Hegel el malestar. El enfrentamien to entre las clases tiene
su clave en la materialidad circundante
509
, en los instrumen tos existentes y las
condiciones de vida. Hay un malestar en la historia y ste se resuelve al abolir
la lucha de clases con la liberacin de las clases subalternas, especialmente del
proletariado que es la clase trabajadora
510
. De este hecho negativo derivan el
resto de hechos negativos tanto a nivel sexual, de la conciencia, como a nivel
poltico y cultural, etctera.
As pues, tenemos tres versiones de captacin de la Historia de la huma nidad
en su conjunto. Tanto en Hegel como en Marx el trabajo est puesto en primer
lugar; en Hegel como derivado de la conciencia y de una lucha contradic toria
entre autoconciencias, en Marx como una expresin directa de la vitalidad
de los seres humanos en vista de satisfacer sus necesidades. No es un hecho
con tradictorio sino que el trabajo aparece como un hecho positivo que afrma
al hom bre y le permite transformar la naturaleza, objetivar sus fuerzas en la
naturaleza y poner en cooperacin la satisfaccin de necesidades
511
.
1857 a la critica de la economa poltica. En Elementos fundamentales para la critica de la economa
poltica (Grundrisse) 1857-1858/1, Siglo XXI, Mxico, 2005.
509 Prctica e histricamente es decir, en tanto que estamos situados, lo circundante es un
campo prctico ya constituido, que remite a cada uno a estructuras colectivas (ms adelante
veremos lo que esto signifca), la ms fundamental de las cuales es precisamente la rareza
como unidad negativa de la multiplicidad de los hombres (de esta multiplicidad concreta).
Esta unidad es negativa en relacin con los hombres, ya que le viene al hombre por la materia
en cuanto que es inhumana (es decir, en cuanto que su presencia de hombre no es posible sin
luchar en la tierra); lo que signifca que la primera totalizacin por la materia se manifesta (en
el interior de una sociedad determinada y entre grupos sociales autnomos) como posibilidad
de una destruccin comn de rodos y como posibilidad permanente para cada uno de que
esta destruccin por la materia le llegue a travs de la praxis de los otros hombres. Este
primer aspecto de la rareza puede condicionar la unin del grupo en el sentido de que ste,
colectivamente alcanzado, se puede organizar para reaccionar colectivamente (p. 260). La
Historia, tomada este nivel, ofrece un sentido terrible y desesperante; parece, en efecto, que
los hombres estn unidos por una negacin inerte y demonaca que les toma su sustancia (es
decir, su trabajo) para volverla contra todos bajo la forma de inercia activa y de totalizacin por
exterminacin. Vamos a ver que esta extraa relacin con la primera alienacin que de ella
resulta comporta su propia inteligibilidad dialctica en cuanto se examina la relacin de una
multiplicidad de individuos con el campo prctico que los rodea, en tanto que esta relacin es
para cada uno una relacin unvoca de interioridad al unirla dialcticamente con las relaciones
recprocas que les unen. Conviene observar, sin embargo, que esta relacin unvoca de la
materialidad circundante con los individuos se manifesta en nuestra Historia con una forma
particular y contingente, ya que toda la aventura humana al menos hasta ahora es una
lucha encarnizada contra la rareza. Cfr. Jean Paul Sartre, Rareza y modo de produccin, en
Critica de la razn dialctica, Losada, Buenos Aires, 1971, Captulo C, p. 256.
510 Karl Marx, Manifesto del Partido Comunista (1848), Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekn,
1975.
511 Karl Marx, Manuscritos econmicos flosfcos de 1844, Primer manuscrito, Trabajo enajenado
Jorge Veraza
534
El punto de partida de Marx le permite encontrar una concordancia inicial
entre el ser humano y la naturaleza
512
, mientras que en Freud, como en He gel,
la relacin del ser humano con la naturaleza es, de entrada, una relacin pro-
blemtica. En Hegel, es un espritu que se relaciona con la naturaleza, as que
cho can, Y este choque se expresa con nitidez en el choque de un ser humano
con otro ser humano en cuanto seres naturales y al mismo tiempo como seres
autoconscientes.
El punto de partida materialista y vitalista tambin le permite a Marx zafarse
del individualismo porque le posibilita que, a travs del trabajo, los hom bres
puedan cooperar para satisfacer entre todos, colectivamente, sus necesida-
des
513
. En cambio, en Freud y en Hegel el punto de partida espiritual asla a los
in dividuos frente a la naturaleza y a unos frente a otros, y dista de satisfacer
las necesidades.
As pues, aunque Marx parte de una doble prernisa
514
que le permite en contrar
una armona del ser humano con la naturaleza, sabe captar las contradic-
ciones materiales de la Historia, pero parte de un supuesto en el que no hay
con tradiccin bsica entre el ser humano y la naturaleza.
El punto de partida de Freud y Hegel implica una contradiccin en la Historia
y ambos intentan resolverla. Freud no puede resolverla porque su premi sa
terica se lo imposibilita. De entrada no es idealista y capta al ser humano
como ente biolgico sexuado; pero su enfoque psicolgico prioriza las
ideas sobre la ma terialidad, as que redunda en ser psicologicista. Por eso
es importante que obser vemos cmo el ttulo del libro de Freud insiste en
el malestar en la cultura: est enfocando un hecho espiritual; y en el caso
peculiar de Freud, para que exista cul tura debe haber represin sexual. No
habla, en primer lugar, de trabajo; no habla en primer lugar de conjunto de
necesidades, sino de la represin sexual y poste riormente inserta el trabajo,
las necesidades y las luchas de clases, etctera.
H.3. La antropologa de Freud frente a la de las Tesis sobre Feuerbach
1. Las tesis de Marx sobre Feuerbach muestran una concepcin del ser
humano en la que no slo es un ser humano espiritual, pensante, racional;
como era la idea derivada de la Edad Media y de la religin cristiana y que
recuper el racionalismo en Europa. Y tampoco es un hombre, adems de
512 Karl Marx, El Capital, t. 1, captulo V, Proceso de trabajo y proceso de valorizacin;
Proceso de trabajo.
513 Karl Marx, El Capital, t. 1, captulo 1, La mercanca; 4, El fetichismo de la mercanca y
su secreto
514 Quien como yo concibe el desarrollo de la formacin econmica de la sociedad como un pro-
ceso hist6rico-natural (El Capital, prlogo a la primera edicin en alemn).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 535
racional, slo sen sible o contemplativo; como la doctrina que hered la cultura
moderna de los ma terialistas, desde Grecia hasta la Europa moderna. Marx
aade a las dimensiones espirituales y sensoriales de los seres humanos su
capacidad prctica y su accin transformadora sobre el mundo. Esa actividad
prctica transformadora se puede presentar como trabajo y como arte, o
tambin como actividad revolucionaria; dice Marx como actividad crtico-
revolucionaria
515
. La llama as porque los seres humanos producen objetos,
producen mundo; adems, producen a los sujetos que sobreviven con esos
objetos por medio del trabajo; as que por medio del tra bajo los seres humanos
producen objetos y sujetos y, ms an, producen relacio nes entre sujetos Y
objetos y relaciones entre sujetos y sujetos. No hay que entender el trabajo de
una manera limitada, sino con todas sus implicaciones. La propia ac tividad
transformadora humana no solamente se aplica sobre objetos materiales, sino
tambin puede aplicarse sobre las relaciones entre los seres humanos y pue-
den transformarlas.
La visin del ser humano que de aqu emana no es una visin confor mista y
pasiva, sino activa y esperanzada en un mundo mejor. Lo importante de estas
Tesis es que argumentan todos sus puntos. Esta antropologa renovadora
dis cute con las principales corrientes de pensamiento flosfco y social del
siglo XIX. En esta nueva visin del hombre, no solamente ste tiene derecho
a ser libre y a re belarse contra la opresin como ya lo haba manifestado la
Revolucin Francesa, sino tambin Marx encuentra que, de hecho, en esto
consiste el equipo fundamen tal de capacidades humanas, en su capacidad
de transformar el mundo. Cualquier posicin conformista o pasiva del ser
humano es una posicin que no depende de la esencia humana, sino de las
condiciones de existencia, de las condiciones de opresin, de las condiciones
de manipulacin de la conciencia por la religin, por la educacin, por la
televisin, por el intercambio de mercanca, etctera. Ms bien, en trminos
esenciales, el ser humano es transformador en todos sentidos. Sobre todo, es
transformador de su propia forma de vida.
Todo ello es impensable para una psicologa social conformista como es la
psicologa social funcionalista y posibilita la construccin de una psicolo-
515 Tesis 1. El defecto fundamental de todo el materialismo anterior incluido el de
Feuerbach es que slo concibe las cosas, la realidad, la sensoriedad, bajo la forma de objeto
o de contemplacin, pero no como actividad sensorial humana, no como prctica, no de un
modo subjetivo. De aqu que el lado activo fuese desa rrollado por el idealismo, por oposicin
al materialismo, pero slo de un modo abstracto, ya que el idealismo, naturalmente, no conoce
la actividad real, sensorial, como tal. Feuerbach quiere objetos sensoriales, realmente distintos
de los objetos conceptuales; pero tampoco concibe la propia actividad humana como una
actividad objetiva. Por eso, en La esencia del cristianismo slo considera la actitud terica
romo la autnticamente humana, mientras que concibe y fja la prctica slo en su forma
suciamente judaica de manifestarse. Por tanto, no com prende la importancia de la actuacin
revolucionaria, prctico-crtica.
Jorge Veraza
536
ga social combativa, esperanzada, activa. Es notorio que la propuesta
de psicologa genrica de Sergei Moscovici
516
, aunque no las cita, se est
inspirando en la antro pologa que presentaban esta Tesis sobre Feuerbach,
escritas por Marx en 1844. Una psicologa social humanista, genrica crtica
como la que propone Sergei Moscovici, slo se puede construir sobre la base
de una antropologa correspon diente, como la de las Tesis sobre Feuerbach.
Veamos cmo la refexin de Freud sobre el ser humano presenta graves
defciencias. Precisamente Freud discute el tema de la religin, el mismo que
Marx le discute a Feuerbach
517
por su modo insufciente de pensar la realidad.
En efecto, la crtica de la religin que hace Freud es una crtica de la religin
pero sin crtica de la realidad; as que es anloga a la manera en que Ludwig
Feuerbach hace su crtica de la religin. Relanse las tesis 4 y 5 sobre Feuerbach
y se ver cmo en ellas hay una crtica de la religin pero sin crtica de la
realidad, de manera semejante a como ocurre en Freud. Esto es debido a que
el punto de partida metodolgico de Freud es individualista y biologicista.
Es decir, pierde la dimensin histrica del ser humano. Es individualista y
biologicista y por ah redunda en un conformismo pesimista sobre la realidad.
Recurdese cmo retrata la relacin del hombre con la realidad con base en el
principio de placer y la imposibilidad de satisfacer este principio; y por otro
lado, la gran difcultad para transformar el mundo, el dolor o el sufrimiento
efcientemente. Sobre esta base, Freud encierra al ser humano individualmente
en una posicin contemplativa y pesimista que est en bsqueda o exigencia
de ms y ms placer, pero no lo puede satisfacer, y se vuelve impotente para
transformar el mundo.
Vase de qu manera equivocada asume Freud la transformacin del mundo.
En las Tesis sobre Feuerbach, vemos que la capacidad humana de trans formar
el mundo es la que caracteriza al ser humano, la que afrma al ser humano,
la que hace que tanto su sensibilidad como su pensamiento se desarrollen
hasta las ltimas consecuencias. Conforme el pensamiento y la sensoriedad
se aplican a la transformacin del mundo, se vuelven un pensamiento ms
516 Sergei Moscovici, Psicologa de las minoras activas, Morata, Madrid, 1980.
517 Cfr. tesis IV: Feuerbach arranca de la autoenajenacin religiosa, del desdoblamiento del
mundo en un mundo religioso, imaginario, y otro real. Su cometido consiste en disolver d
mW1do religioso, reducin dolo a su base terrenal. No advierte que, despus de realizada esta
labor, queda por hacer lo principal En efecto, el que la base terrenal se separe de s misma y se
plasme en las nubes como reino independiente, slo puede expli car por el propio desgarramiento
y la contradiccin de esta base terrenal consigo misma. Por tanto, lo pri mero que hay que hacer
es comprender sta en su contradiccin y luego revolucionaria prcticamente eliminando la
contradiccin. Por consiguiente, despus de descubrir, ugr., en la familia terrenal el secreto de
la sagrada familia, hay que criticar tericamente y revolucionar prcticamente aqulla, y tesis
V: Feuerbach, no contento con el pensamiento abstracto, apela a la contemplacin sensorial; pero
no concibe la sensoriedad como una actividad sensorial humana prctica (Marx, Tesis sobre
Feuerbach, en Marx-Engels. Obras escogidas en dos tomos, t. II, Progreso, Mosc, 1971).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 537
agudo, ms pro fundo y una sensibilidad esperanzada en lugar de fjista
pasiva, etctera. Por el contrario, vase, por ejemplo, lo que nos dice Freud
acerca de la transformacin del mundo: ms enrgica y radical es la accin de
otro procedimiento: el que ve en la realidad al nico enemigo, fuente de todo
sufrimiento, que nos torna intolerable la existencia, quien, por consiguiente,
es preciso romper toda relacin si se pretende ser feliz en algn sentido
518
Ntese: romper toda relacin con la realidad sera la situacin de alguien
que est loco, que se evade del mundo; pero es segn esta caracterstica,
propia de la esquizofrenia, con la que Freud caracteriza a alguien que quiere
transformar el mundo. Si la primera fgura de alguien que ve a la realidad
como nico enemi go lo sita como el ermitao (pues el ermitao vuelve la
espalda a este mundo y nada quiere tener que ver con l... (p. 26), solitario
se aleja a las montaas, al desierto, a un bosque), hasta aqu parece que la
discusin de Freud va por buen camino; porque, efectivamente, tenemos a
alguien que se est negando al mundo; pero aade: Tambin se puede ir ms
lejos, empendose en transformarlo, construyndose en su lugar un nuevo
mundo en el cual quedan eliminados los rasgos ms intolerables sustituidos
por otros, adecuados a los propios deseos. Esta posicin de transformacin
del mundo, que es la que est en el centro de las Tesis sobre Feuerbach, Freud
la asume como si fuera anloga a la del ermitao que niega al mundo. O como
si fuera anloga a la del loco que no quiere saber nada del mundo. De aqu
se seguira que un revolucionario o es un loco o es un ermitao. La manera
en que Freud est tratando de evaluar a aquellos que buscan la liberacin
de la humanidad o de s mismos es realmente insostenible. Dice: quien en
desesperada rebelda adopte este camino hacia la felicidad, generalmente no
llegar muy lejos, pues la realidad es la ms fuerte [...] [o sea que el conformismo
esta institucionalizado en Freud como principio metodolgico], se convertir
en un loco a quien po cos ayudarn en la realizacin de sus delirios []. Sin
embargo se pretende que todos nos conducimos, en uno u otro punto, igual
que el paranoico, enmendando algn cariz intolerable del mundo, mediante
una creacin desiderativa e incluyendo esta quimera en la realidad. .. (p. 26)
As pues, realizar cualquier transformacin del mundo le parece a Freud
sntoma de paranoia: particular importancia adquiere el caso en el que
numerosos indivi duos emprenden la tentativa de procurarse un seguro de
felicidad y una protec cin contra el dolor por medio de una transformacin
delirante de la realidad. Esta es una crtica a cualquier partido de oposicin:
un grupo de individuos que, intentando buscar la felicidad, llevan a cabo
519
la transformacin delirante de la rea lidad5 es decir, algo que est
completamente desencaminado.
518 Sigmund Freud, El malestar en la cultura, Alianza Editorial, Madrid, 1970, p. 25.
519 No por casualidad la crtica posmoderna (reaccionaria) al movimiento socialista recuper
al Freud de El malestar en la cultura para caracterizar de delirante la utopa socialista.
Jorge Veraza
538
Por donde la apreciacin de Freud acerca de la poltica de izquierda tambin
es realmente aberrante; si bien puede atinar con sentido comn en el caso de
mltiples individuos y grupos de izquierda empricamente existentes.
Ms adelante aade: Tambin las religiones de la humanidad deben ser
consideradas como delirios colectivos. Desde luego, ninguno de los que com-
parten el delirio puede reconocer lo jams como tal. . . (p. 26). As pues,
llegamos a que las religiones se evaden del mundo, inventan un mundo,
y este invento del mundo despus de la muerte es tan delirante como las
posiciones de los revolucio narios de izquierda que construyen una teora con
vistas a mejorar el mundo ac tual, que no esperan un mundo mejor en el futuro
despus de la muerte, en el pa raso, sino que quieren hacer un mundo mejor
dentro de este mundo. Estas dos posiciones opuestas Freud las identifca: las
sugiere como delirios colectivos
520
.
As que, en realidad, para Freud no hay salida de este mundo. Es con servador
de este mundo dado; porque, incluso, el intento de liberacin lo consi dera
anlogo al intento de enajenar el pensamiento. La religin enajena el pensa-
miento; no obstante, cuando los seres humanos intentan construir una teora Y
una prctica para destruir la enajenacin, para destruir al mundo enajenado y
el pensamiento enajenado, Freud tambin considera este acto como enajenado.
As que no puede salir de este crculo vicioso.
El problema no es que dicho crculo no exista realmente, sino que Freud lo
vuelve teora y no un suceso emprico supera ble, lo hace una realidad general
insuperable.
Freud no est observando la revolucin, la prctica crtico-revoluciona ria
de las Tesis sobre Feuerbach como un hecho positivo, precisamente porque no
observa al hombre prctico como el fundamento del ser humano, como una
fuente positiva de afrmacin de los seres humanos sobre el mundo. Freud, ms
bien, tiene otro punto de partida: el hombre contemplativo, no el hombre prc-
tico; el hombre consumista; el ser humano no en permanente transformacin,
sino considerado como un estado, como un conjunto de capacidades, como
un equipo sensorial, como un equipo libidinal para percibir, experimentar
placer. ste es el problema de fundo de la posicin de Freud.
a) No obstante, como describe el mundo de la enajenacin como un mundo sin
salida, pues habla de la dura realidad (la realidad es ms fuerte que cualquier
intento de un individuo por transformarla), atina a sealar que es fcil no
lo dice as, pero lo sugiere, es fcil que un proyecto de liberacin, esto es, de
520 En 1991, Francis Fukuyama en El fn de la historia y el ltimo hombre (Planeta, Mxico, 1991),
tilda de religioso el pensamiento de izquierda, no por dogmtico (aspecto por el cual s puede
llegar a ser reli gioso, como ha sido), sino por pugnar la transformacin del mundo.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 539
revolucin, que intente desenajenar al ser humano, l mismo se convertir en
otra forma de enajenacin. As que el desarrollo de la revolucin en Rusia, por
ejemplo, que intent liberar al pueblo ruso, despus de unos aos se convirti
en una forma de enajenacin con un sacerdote al frente, que era Stalin, y con
todo un culto a la personalidad y un dominio dictatorial ejercido por el
Estado y el partido. Originalmente, este partido se planteaba el proyecto de
liberar a la socie dad, especialmente a las clases oprimidas. As que algo como
esto puede suceder. Pero no por que esto pueda suceder, y haya sucedido,
debemos confundir la liberacin con la esclavitud no obstante, Freud la est
confundiendo. La crtica al dogmatismo de algn lder (de derecha o de
izquierda) que intenta transformar la realidad; la crtica al carcter religioso
de sus ideas polticas, que pretendan ser de liberacin, pero, por ser religiosas,
implican una esclavitud interna; en fn, la crtica a este carcter dogmtico
y religioso, no justifca el criticar a una teora revolucio nada, libertara,
autntica, como si no fuera legtima. y la crtica a las prcticas es clavizantes
de los lderes que han intentado liberar a la humanidad no justifca que los
actos autnticos de liberacin que hayan desplegado sean tachados de no ser
autnticos. Pero eso es lo que Freud est haciendo. De hecho, ocurre que por
una extraa alquimia, en su argumento la revolucin no es revolucin, sino
es clavitud.
521
El realismo que asume Freud para sugerir que es posible que muchos
partidos de izquierda devengan en especies de iglesias y que equipara el
delirio colectivo religioso al delirio colectivo de la poltica de liberacin,
este realismo es positivo; pero estrecho, porque se ata las manos para ver
otras dimensiones de la realidad y lo peor es que, desde estas posiciones, la
transformacin del mundo es vista por Freud como cobarda, como una forma
de negar el mundo, como no enfrentarse al mundo. Es decir, si no aguantamos
el mundo como es, si no nos conformamos, si no nos integramos, es que
somos cobardes. La nuestra es una es pecie de huida del mundo, como la del
ermitao, como la del loco. En realidad, Freud acaba de invertir todo, acaba
de poner las cosas de cabeza; la aceptacin conformista del mundo la est
asumiendo Freud como valenta, como de alguien que en verdad enfrenta el
mundo como es. O sea, para l, enfrentar al mundo es contemplarlo como es
y no cambiado. Es patente su posicin consumista, con templativa. Para l,
enfrentar al mundo no signifca verlo como es y, entonces, transformarlo. As,
vamos percatndonos de dnde es que metodolgicamente Freud pierde el
rumbo.
521 Este efecto implcito en d argumento del Freud de 1930 se convirti sin mencionar a
Freud en punto de partida explcito por primera vez en el argumento de Maurice Merleau-
Ponty en el eplogo de Las aventuras de la dialctica (1955), texto que habra de ser frecuentemente
saqueado por los idelogos posmoder nistas. Un ejemplo descollante de este saqueo de las
posiciones anticomunistas y antimarxistas de Merleau para radicalizarlo hacia la derecha
lo tenemos en Bernard Henry Lvy; vase su El siglo de Sartre, Ediciones B, Barcelona, 2001.
Jorge Veraza
540
2. Su posicin contemplativa se asienta en lo que l considera ser el principio
de placer. Ya veamos que el principio de placer es un gran aporte de Freud
a la psicologa, que indica un punto en el comportamiento humano al mis mo
tiempo realista y racional. Antes de la formulacin de cualquier pensamiento
racional, el comportamiento humano se muestra racional precisamente a
partir del principio de placer, porque establece una adecuacin de los medios
a los fnes como la que la razn podra establecer en vistas de transformar
cualquier objeto para alejarse del dolor y de ese modo preservar la vida y
mejorarla. Sin embargo, la posicin de Sigmund Freud es anloga a la de
Ludwig Feuerbach, aunque Freud subraya la dimensin sexual libidinal de
la contemplacin sensorial. El que Freud incluya el ingrediente sexual en la
contemplacin sensorial subraya el carc ter defciente de la concepcin de la
contemplacin sensorial, pues la capta solamente de manera pasiva. El error
de Freud no es incluir la sexualidad dentro de la contemplacin sensorial;
de hecho, ste es su aporte. El error de Freud no es asu mir la contemplacin
sensorial como una dimensin decisiva del ser humano, sino considerar la
contemplacin sensorial de manera fjista; aunque le incluye la sexualidad, es
fjista la contemplacin sensorial de Freud; por ende, el principio de placer de
Freud se niega a ser prctico, transformador.
Vase cmo capta la felicidad:
Lo que en sentido ms estricto se llama felicidad surge de la satisfac cin, casi
siempre instantnea, de necesidades acumuladas que han alcanzado elevada
tensin, y de acuerdo con esta ndole slo puede darse como fenmeno
episdico
522
Aqu reduce Freud la felicidad a un estado, no la ve como un proceso; haba
un estado de tensin que ahora se alivia, este estado de alivio es lo que
entendemos como felicidad. En primer lugar, reduce la felicidad de proceso
a estado, y luego la reduce a la satisfaccin sexual; ms adelante, Cuando
intenta sacar algunas con clusiones, la primera es: El designio de ser felices
que nos impone el principio de placer es irrealizable, mas no por ello se debe
ni se puede abandonar los esfuerzos por acercarse de cualquier modo a su
realizacin. . . Es sta una posicin dual de Freud: es imposible la realizacin
del principio de placer, no podemos dejar de in tentarlo. Su postura se sita
en el desgarramiento y la tragedia. Estamos someti dos a intentar el placer; el
sometimiento al principio del placer no es nuestra posicin afrmativa, sino
que es una cruz la que cargamos. Es completamente dis placentero tener que
cargar con el principio de placer. La posicin de Freud se vuelve inconsistente,
internamente contradictoria.
523
522 Freud, El malestar en la cultura, p. 27.
523 En Georges Bataille (Cfr. La experiencia interior, 1942) este dualismo desgarrador irracional
qued bien redondeado, y explcitamente tematizado a lo largo de todo d libro, bajo la forma
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 541
Freud dice ms adelante: La felicidad considerada en el sentido limita do,
cuya realizacin parece posible, es meramente un problema de la economa li-
bidinal de cada individuo. . . Aqu reduce la felicidad a la satisfaccin sexual
y, en tonces, depende de la constitucin libidinal de cada individuo.
a) Freud distingue tres tipos de constituciones libidinales:
El ertico: antepondr los vnculos afectivos que lo ligan a otras personas;
El narcisista: se inclinar por s mismo, tiene amor a si mismo,
El hombre de accin: nunca abandonar el mundo exterior en el que pueda
medir sus fuerzas.
Aqu, el hombre de accin deja de ser la caracterstica esencial del ser
humano como ocurre en las Tesis sobre Feuerbach, y se convierte en uno de
los ras gos posibles del aparato o equipo libidinal. Es aquel que se enzarza
con el objeto: no se enzarza con el otro como objeto de placer ni se enzarza
consigo mismo como objeto de placer libidinal, sino que el objeto de placer
libidinal es el objeto externo, el mundo externo. Ntese qu tipo de captacin
de la accin humana, del actuar humano, tiene Freud; simplemente observa el
actuar humano como una relacin del sujeto con el objeto, como un producir
objeto.
524
Es una captacin completamente limitada, pues ya veamos que en
las Tesis sobre Feuerbach la prctica huma na y, entonces, el hombre de
accin es vista como aquella que: 1) transforma al objeto, lo cual implica
entonces una relacin sujeto-objeto; pero, al transformar el objeto, 2) el ser
humano se transforma a s mismo (vase la tesis V
525
, donde ha bla acerca de
la coincidencia de la transformacin del mundo con la transforma cin del
propio sujeto que acta; esta coincidencia slo puede ser concebida como
prctica crtico-revolucionaria; pero esta dimensin de la prctica humana
es in concebible para Freud).
Freud considera el trabajo como una relacin sujeto-objeto que se redu ce a la
transformacin del objeto, un objeto uno y un objeto dos; mientras que en las
Tesis sobre Feuerbach, Marx asume el actuar humano, la accin humana, en
pri mer lugar como una relacin sujeto-objeto que transforma al objeto uno en
un objeto dos; en lo cual la nueva antropologa que est proponiendo Marx
coincide con Freud. Pero, en segundo lugar, Marx establece que, al producir
objetos, el ser humano tiene la posibilidad de producir un nuevo sujeto. As
que las relaciones propias de la prctica se presentan incluyendo una relacin
del no podemos serio todo, pero no podemos dejar de aspirar a serio.
524 Es evidente que Freud recoge habla del sentido comn la frase hombre de accin y
acrti camente la traslada al anlisis cientfco de la realidad psicolgica con todas las cargas
ideolgicas que contiene la fase, aqu denunciadas.
525 Feuerbach, no contento con el pensamiento abstracto, apela a la contemplacin sensorial:,
pero no concibe la sensoriedad como una actividad sensorial humana prctica.
Jorge Veraza
542
sujeto-sujeto, no slo como una relacin sujeto-objeto. Al transformar el
mundo, transformamos las condiciones de vida del resto de los seres humanos;
por lo tanto, si vivan misera blemente, ahora pueden ser seres humanos que
no viven de esa forma; antes hay un sujeto uno, despus hay un sujeto distinto.
La prctica humana no se reduce a la relacin sujeto-objeto, prisionera del
mundo externo, sino que la relacin con el mundo externo se establece de
manera prctico-transformadora para mejorar nuestras relaciones con los
otros, y para mejorar a esos otros y a nosotros mismos. En tercer lugar, no
slo es una relacin sujeto-objeto y una relacin sujeto-sujeto, sino que es una
relacin que hace coincidir la relacin de transformacin con el objeto, con
la relacin de transformacin del sujeto consigo mismo. As pues, la prctica
humana no solamente produce objetos, sino que produce sujetos, relaciones
entre sujetos, otra sociedad: produce tambin otra historia, me produce a m
mis mo como ser humano completamente distinto.
Si rechazamos esta captacin del ser humano como un ser humano
transformador, pero unilateral u objetivistamente reducido, donde la actividad
es vista de manera suciamente judaica, como le crtica Marx a Feuerbach
que es la captacin de la realidad humana que tiene tambin Freud, vemos
a la prc tica humana de manera omnilateral, en todas sus posibilidades,
y aadimos la idea de Freud de que el ser humano en su contemplacin
sensorial, en su principio de placer, incluye como ingrediente esencial a la
libido, ya podemos tener una capta cin del equipo libidinal humano distinta
de la que tiene Freud.
ste capta que hay un tipo humano que es ertico, un tipo humano que es
narcisista y un tipo humano que es el hombre de accin. El hombre de accin
despliega su libido y la deja presa en el objeto, queda atado al mundo exterior
y transforma su libido en poder, en una voluntad de poder. El narcisista
se aleja del mundo y de nosotros; imbuye en l, en su propia persona, el
placer libidinal, su peinado, su cuerpo, sus ideas; se quiere a s mismo, el otro
palidece y el nico que brilla y ofrece satisfaccin es l mismo; as que no hay
relacin con el objeto, el objeto palidece. En cambio, el hombre de accin se
olvida de s mismo y se atie ne slo al objeto. Para el hombre ertico, lo que
vale es la relacin afectiva con el otro sujeto. Ni le importa l ni le importa el
mundo. As pues, stos son tres hombres W1ilaterales, pero no el ser humano.
Freud prohbe continuamente ob servar ese humano como totalidad Aunque
le incluye la dimensin que antes faltaba en la comprensin del ser humano,
la dimensin sexual, esa inclusin no le sirve a Freud para integrar al ser
humano, sino para destotalizarlo o escindirlo de nueva manera.
En realidad, la captacin del ser humano que tiene Marx en las Tesis so bre
Feuerbach puede asumir perfectamente la inclusin de la libido. Entonces te-
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 543
nemos no un hombre ertico-irracional, no un hombre de accin unilateral,
sino un hombre de accin que incluye el narcisismo sin quedar atrapado en
l y, tam bin, un hombre ertico que no queda prisionero; pues stas son tres
formas de enajenacin, tres formas de esclavitud sexual de la personalidad y
de religin, se gn vimos en el caso del hombre de accin revolucionario.
De qu manera supera Marx las distintas unilateralidades y esclavitudes en las
que puede caer el ser humano? Sugiere que no quede escindida la accin so bre
el mundo de la accin sobre uno mismo; y que la accin sobre uno mismo no
quede escindida del mundo de la accin sobre otros. Que quede integrada, que
coincida la transformacin del mundo con la transformacin de uno mismo,
y la transformacin del mundo y de uno mismo con la transformacin de los
otros (sta es la tesis III). De esta manera supera las unilateralidades de Freud,
precisa mente a travs de la accin prctica transformadora revolucionaria.
Como el punto de partida metodolgico de Marx es la accin prctica
transformadora revolucionaria, puede llevar a cabo la vinculacin de las
restantes fguras unilaterales; mientras que, como el punto de partida
metodolgico de Freud no es la accin transformadora, sino la contemplacin
sensorial, a la que aade la sexualidad, el hombre queda escindido segn qu
objeto contempla. Si se contempla a s mismo, ah queda preso; si contempla
al objeto, en el objeto que da preso; si contempla al otro como objeto de placer,
queda preso en el otro. Ni cuando incluye a la prctica transformadora de
objetos, pues la desliga de la trans formacin de los sujetos. En ningn
momento puede vincular a los tres tipos libidinales.
Marx encontr el secreto para poder vincular las tres dimensiones del
ser humano y, as, en lugar de dejado en su unilateralidad, esclavizado, lo
propone como un hombre liberado y que sigue liberando a los dems. Eso
es lo importante de la prctica crtico-revolucionaria que est en el centro
de las Tesis sobre Feuer bach. Pero vemos que Freud, de lo que huye, lo que
ms teme, es la prctica y es a lo que le dedica una crtica mayor. Intentar
transformar el mundo, eso es lo peor para Freud, porque est entre el loco, el
religioso y el ermitao.
Est claro que el hombre de accin no es, para Freud, ningn revolucio nario;
y ste no es hombre de accin. Freud no quiere tildar de locos, ermitaos
(egostas) o ilusos (religiosos) a los capitanes de industria, a los banqueros
y comer ciantes, esos hombres de accin que Freud, como quien no quiere
la cosa, asocia a los hroes de aventuras, segn es la ideologa apologtica
de los pioneros funda dores de Estados Unidos de Amrica. Contraria a
esta caracterizacin psicolgica conservadora es la de Jean Paul Sartre (en
Jorge Veraza
544
su prlogo a Retrato de un aventurero, de Roger Stphane)
526
, que vincula
al revolucionario y al aventurero. No est por dems sealar que el Partido
Comunista Francs preso en la ideologa burguesa rechaz de plano la
sugerencia sartreana que, como vemos, en alguna medida coincide con las
Tesis sobre Feuerbach.
b) As pues, tenemos que en Freud la felicidad es observada como es tado,
no como proceso, por donde se echa de ver que vive bajo el constreimiento
exterior de la autoridad aunque Freud critica el complejo de Edipo, no slo
sita al Estado, a la religin, al padre, etctera, como fguras de la autoridad
que pesa sobre el nio, el propio Freud vive la felicidad como un Estado,
como una situa cin impuesta por la autoridad externa; no como un proceso
de transformacin en la que el propio ser humano va poniendo las reglas,
y va transformando la rea lidad y utilizando los instrumentos de sta para
establecer en cada caso qu es la felicidad Para Freud, es una situacin defnida
de antemano y que, simplemente por el estado de tensin libidinal previo,
puede resolverse en un estado de no-ten sin; o estoy preso por la autoridad,
o la autoridad me permite una satisfaccin.
De esta manera cancela la temporalidad humana de pasado, presente y
futuro, pues en este proceso temporal es donde se verifca la felicidad, es
una expe riencia del tiempo y en el tiempo; mientras que para Freud es un
instante efmero. En el instante efmero condensa el presente, y en el presente,
as instantaneizado, Freud condensa el pasado y el futuro, las mltiples
posibilidades de transforma cin del ser humano. Actualmente no s de arte;
soy ignorante, no s de teora del arte ni s sentarme frente a un cuadro y
captar su belleza; as que mi capacidad de ser feliz se encuentra reducida. Me
puede gustar una muchacha, no un cuadro, pues mi capacidad para ser feliz
se encuentra reducida al hombre ertico. As que, incluso de la muchacha,
algunas cosas no las gozar, precisamente por mi in capacidad para gozar del
arte. Pero qu la felicidad no es un proceso? Qu es lo que est olvidando
Freud? Que tengo la posibilidad de formarme artsticamente, y si antes
no entenda el arte y no me gustaba, maana me gustar, e incluso po dra
volverme artista; no solamente gozar el arte que hacen los otros, sino que yo
mismo disfrutar de mis capacidades artsticas; me habr transformado como
ser humano y transformar el mundo, y me relacionar de otra manera con
una mu chacha o con cualquier otro aspecto del mundo.
Esta condicin procesual de la felicidad, esta transformacin del propio
principio del placer, es lo que no est tomando en cuenta Freud. Y por
eso redun da en conformismo, en contemplacin, en ver a la enajenacin
como algo sin sa lida. As que cuando hace su crtica de la religin, no hace
526 Roger Stphane, Retrato de un aventurero, De la Flor, Buenos Aires, 1968.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 545
simultneamente la cr tica del mundo que produce la religin. Por qu?
Porque dice que ante el mundo tenemos un equipo libidinal y un principio
del placer, y este principio nos exige placer y ms placer, y el mundo no lo
entrega Pero el principio de placer slo exige ms placer o diversos tipos
de placer? Es as el principio de placer, comple tamente separado del mundo?
Obsrvese: la nica actividad que Freud entiende del mundo es la rela cin
sujeto-objeto, y precisamente un sujeto heterogneo respecto de un objeto.
No considera las otras formas de actividad; no entiende que hay un vnculo
esen cial entre el sujeto y el objeto. Y ahora vemos precisamente que su principio
de pla cer est separado del mundo: le exige al mundo lo que el mundo no
puede dar. El principio de placer que captamos como racional, de pronto,
cuando se pone a ha cer exigencias imposibles, se convierte en irracional.
c) El principio de placer de Freud no es un principio autorregulado, sino
una exigencia extrema y loca. Es un principio de placer que nunca encuen tra
satisfaccin, nunca encuentra plenitud, como si no encontrara objeto; pero, por
favor!, si de lo que se trata es de la relacin sujeto-objeto. El principio de pla cer
se satisface en el objeto; pero cmo es el objeto? Pues como t lo produzcas
histricamente. Tienes la capacidad de transformar al objeto; entonces tienes
la capacidad de que tu principio de placer tambin se modifque. As que,
si antes no encontrabas satisfaccin porque el objeto era muy burdo, ahora
encuentras satisfaccin porque has utilizado el objeto, lo has enriquecido;
era un mundo sin arte, ahora es un mundo estticamente producido. Antes
era un mundo que no gustaba, ahora es un mundo que te puede deleitar;
era miserable (tambin eco nmicamente) y lo has enriquecido. Todas estas
posibilidades las est dejando fuera Freud.
Dice, en primer lugar, la satisfaccin ilimitada de todas las necesidades se nos
impone como norma de conducta ms tentadora, pero signifca preferir el placer
a la prudencia, y a poco de practicarla se hacen sentir sus consecuencias.
527
Como se ve, aqu Freud prefere la prudencia al placer, y la prudencia asume
la ley del objeto, mientras que el placer asume nuestra tendencia personal.
De esta for ma se encuentra escindido el sujeto con respecto al objeto. Freud
no propone un principio de placer que se autorregule de acuerdo con el
objeto, y que el objeto sea continuamente transformado por un sujeto: el
placer en Freud es un caos; no si gue una ley, no sigue la ley de la plenitud
de la satisfaccin, sino que nunca se sa tisface. Freud encuentra desquiciado
el principio de placer en los neurticos que asisten a su clnica, y cree que el
principio de placer de toda la humanidad tambin se encuentra desquiciado
de manera escindida respecto del objeto. l ha descubierto el principio de
527 Freud, El malestar en la cultura, p. 21.
Jorge Veraza
546
placer como centro de la mente humana, esto es correcto; pero el modo como
observa el principio de placer es incorrecto. El principio de pla cer est en el
centro de la mente humana, cierto; en el centro de la mente humana est el
placer sexual, cierto; pero de manera autorregulada
528
y transformadora, no
contemplativa y escindida respecto del objeto. Pero en Freud nunca puede
auto rregularse el placer.
Pongamos por caso que yo tengo un gran deseo sexual hoy, ahora, y mientras
no encuentre satisfaccin, mientras no encuentre un objeto de placer con el
cual obtenga satisfaccin, mientras no encuentre un objeto de placer, este
deseo no parece tener lmites; pero entindase que es sufciente con que
encuentre un objeto de placer para que pueda obtener satisfaccin: Pero
yo adoro a esa mu chacha y en ella se satisface mi deseo, mismo que queda
claramente autorregulado. As pues, el principio de placer humano muestra
una capacidad de autorregu lacin interna, precisamente por que el hombre no
es un sujeto puro, sino que es un sujeto objetivo; as que en el objeto encuentra
esencia. Los objetos externos son objeto de la esencia humana pero Freud no
parece considerarlos as.
Hemos presentado una de las posibilidades del principio de placer, pero
tambin hay otra. Ocurre que tengo un deseo sexual, encuentro un objeto de
pla cer del sexo opuesto y satisface mi deseo; pero de pronto digo a esta mujer:
Yo no te conozco; pues s, te quise, pero ya no; ahora quiero a otra. . . Y
despus lo mis mo hago ron otra y nunca parece satisfacerse mi deseo. Esto
que describo es per fectamente real para hombres y mujeres, pero no signifca
que por esta posibilidad de cambiar continuamente de pareja no haya una
regulacin de acuerdo al objeto. Tambin aqu el principio de placer se
autorregula. Su regla est desquiciada. Pero sigue ocurriendo una regulacin
de acuerdo al objeto; es precisamente este objeto el que ya no quiero y quiero
a otro, o sea que permanentemente el principio de placer se autorregula en
referencia a la objetividad. Por qu ya no encuentro satis faccin permanente
en un solo objeto? Hay que indagar cmo se encuentra des quiciada mi
posibilidad de sentir placer. No es porque tengo un ilimitado deseo, sino
porque sufro de impotencia sexual en cierto grado; sufro una imposibilidad
de satisfacerme ron el objeto de placer, as que le rasco poco y la satisfaccin
que encuentro es la que obtengo, pero no tengo la posibilidad de profundizar
en l, de encontrarlo como una fuente permanente de placer. Esta posibilidad
que algunos seres humanos encuentran la he perdido, Y esto que me sucede
no lo vivo como la forma propiamente humana de ser, sino lo sufro romo una
carencia: El da de ayer te am y me senta muy feliz; pero hoy no veo en ti
528 Sobre la aurorregu1acin de las pasiones, vase Wilhelm Reich, La funcin del orgasmo,
Paids, Buenos Aires,
1974, y del mismo autor, El asesinato de cristo, Bruguera, Barcelona, 1980.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 547
nada, me aburres, todo se ha convertido en tedio; antes me ilusionabas, me
entusiasmabas, pero no s qu pasa. Cuando esto lo confesa alguien, o se lo
confesa a s mismo, no lo dice romo si fuera un gran triunfo.
Adems, actualmente hay consejeros de parejas matrimoniales, general mente
psiclogos, que buscan el modo de que la persona que ya tena un gran re-
sentimiento con su pareja y ya no encontraba satisfaccin sexual con ella,
encuen tre modos de olvidar este resentimiento y de perdonar, que de nueva
cuenta vea a su pareja romo una nueva aurora. Pues bien, esta posibilidad,
basada en la terapia psicoanaltica del propio Freud, la olvida ste al momento
de captar el principio de placer que rige esa terapia.
Freud hace grandes aportes cientfcos y grandes descubrimientos, pero su
punto de partida flosfco le imposibilita ser consecuente ron ese principio.
Es un punto de vista biologicista e individualista, y para integrar a estos dos,
adopta una actitud contemplativa que le imposibilita captar el principio de
placer romo principio de autorregulacin y romo un proceso, ni capta la
felicidad romo un proceso en el cual el hombre se transforma a s mismo, al
mundo y a su propia ca pacidad de sentir placer. Freud se encuentra atado
a la felicidad como estado; es decir, a la felicidad admitida por el Estado
prevaleciente en ese momento. Y con eso condensa la sexualidad histrica
del placer y de la felicidad en un mero estado de satisfaccin limitada. El
sujeto aparece como un conjunto de facultades da das, no romo un sujeto que
puede transformar esas facultades justamente en el proceso de transformar
el mundo; al desplegar mis capacidades artsticas y trans formar el objeto
en un objeto de arte, transformo mis propias capacidades, trans formo mis
propias facultades. En la transformacin del objeto es donde ocurre mi propia
transformacin y la autorregulacin correspondiente. Mis facultades no es tn
dadas, sino en posibilidad de ser transformadas.
Pero Freud considera al sujeto como un conjunto de facultades dadas, frente
a un objeto igualmente dado, fjo. Por eso su principio de placer es metafsico,
no es un principio de placer dialctico. De hecho, la ilimitacin de la satisfac-
cin a la que alude aqu Freud se le vuelve imposible. Cmo? Precisamente
por que su deseo siempre resulta coartado; de suerte que las facultades del ser
humano no estn en continuo crecimiento. Por ello, en Freud la satisfaccin
slo podra ser limitada. Pero de satisfaccin ilimitada solamente habla;
porque, en verdad, no la tiene a la mano; habla de ella como de una prediccin
ilusoria, no como una for ma de conducta, o una forma de ser del ser humano.
En realidad, no encuentra posibilidad de obtener satisfaccin, as que queda
insatisfecho. Es una insatisfac cin limitada la que Freud llam satisfaccin
ilimitada. Ha invertido los trmi nos e incluso vuelve imposible la satisfaccin
limitada.
Jorge Veraza
548
3. Ya vimos cules son los puntos positivos de su propuesta y dnde est su
falla. La falla fundamental consiste en haber escindido el placer respecto de la
realidad; el sujeto de placer respecto del objeto de placer, la realidad; y, luego,
slo vinculados de manera externa, mecnica, con el nombre de accin. En
cada hombre de accin parece que Freud habla de la relacin sujeto-objeto
como una relacin esencial; pero, en realidad, mantiene de un lado al principio
de placer se parado del objeto, y al objeto, a la realidad, separada del placer.
No pone en la rea lidad la capacidad de ser transformada por el sujeto y que,
al transformar la realidad, el sujeto se transforma. Esta posibilidad es la que
describen las Tesis sobre Feuerbach como prctica crtico-revolucionaria;
pero no la ha podido captar Freud; ni siquiera capt la posibilidad del arte,
donde hemos visto cmo tambin puedo transformar mis facultades.
Ante esto dice: Mas la ligera narcosis en la que nos sumerge el arte slo
proporciona un refugio fugaz ante los azares de la existencia y carece de
podero su fciente para hacemos olvidar la miseria real
529
As que hay
una miseria real, un mundo feo, displacentero, y el arte lo adorna, y Freud
considera el arte como una mscara, una especie de narcosis que nos hace
ver un mundo bonito en lugar de un mundo feo. Pero realmente el mundo
nunca deja de ser feo, segn Freud como si cuando realmente transformamos
al objeto, l no mirara que realmente lo hemos transformado; pero s, el objeto
deja de ser como es y cambia, ya no es lo que era, y si era feo deja de serlo.
Realmente no es una mera narcosis o una mera mscara.
Y no solamente cambia el objeto. Lo ms importante es que en el sujeto no
ocurre una narcosis, sino una transformacin de toda su sensoriedad, una
transformacin de todas sus facultades; y su principio de placer se acrecienta.
Esto no lo ve Freud Al momento de analizar el arte, ve el arte de una manera
recortada porque el arre implica una relacin sujeto-objeto que no es igual a la
relacin de trabajo
530
. Y ya vimos cul es el gran problema de Freud al abordar
la relacin su jeto-objeto: que escinde al sujeto del objeto, escinde al principio
de placer respecto del principio de realidad Por all es que el arre y la cultura
en un mundo de miseria el arte y la cultura de la escasez, de la poca de
la escasez de la vida humana, los capta Freud como si fueran el arte Y la
cultura en general frente al horror de la existencia.
En realidad, la posicin de Freud, aunque es la de un cientfco materia lista,
que no se atiene a misterios y a espritus, y que, ms bien, intenta reducir
todo espritu a situaciones biolgicas y psicolgicas del ser humano, aun as
tiene un punto de partida metodolgico y flosfco de tipo idealista, porque
separa al su jeto respecto del objeto. La materialidad existente no es, segn
Freud, esencial para el ser humano, como si el ser humano fuera meramente
529 Freud, El molestar en la cultura, p. 24.
530 Cfr. Adolfo Snchez Vzquez, Las ideas estticas de Marx. Ensayos de esttica marxista
(1968), Era, Mxico, 1977.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 549
espiritualidad y la mate ria, el objeto externo, nunca pudiera ser esencial para
este ente puramente espiri tual. Es lo que tenemos en la posicin de Freud: que
el objeto nunca es objeto de la esencia del principio de placer, sino que nunca
satisface al principio de placer; ste siempre se mantiene externo al objeto,
siempre se mantiene insatisfecho res pect0 del objeto; no es un objeto esencial,
es siempre un objeto inesencial, siempre algo despreciable.
ste es el problema fundamental de Freud, haber escindido el principio de
placer respecto del principio de realidad; en segundo lugar, por aqu llegamos
a captar cmo entiende la produccin de cultura, no slo de arre, como
sublima cin; y la sublimacin como una forma de represin. No entiende
la produccin de arte y cultura como una forma de liberacin humana, de
afrmacin, sino de una satisfaccin sustitutiva. La satisfaccin directa sera la
satisfaccin sexual; pero cuando no alcanzamos a satisfacemos sexualmente
porque est prohibido, enton ces la mente humana, en lugar de persistir
queriendo satisfacerse de modo directo, construye un objeto cultural, una
sublimacin de la sexualidad; en eso consiste la cultura. La sublimacin
de los instintos [] contribuye a ello, y su resultado ser ptimo si se sabe
acrecentar el placer del trabajo psquico e intelectual... (p. 27), pero toda
sublimacin es enajenacin cultural, nos evade de la satisfaccin directa que
solamente la sexualidad directa ofrece.
Aqu, Freud capta la libido de manera muy limitada. Por un lado, el ob-
jeto sexual directo no satisface placenteramente, pero sera el que ofrecera
satisfac cin sexual; por otro lado, Freud no encuentra la objetividad -ni la
objetividad cultural, ni la objetividad til, ni la objetividad sexual- como
objeto de la esencia del ser humano. Nuestra relacin con la objetividad, sea
sexual, laboral o artstica sublimada, siempre es una relacin inesencial. El
sujeto de Freud est aislado, no tiene al mundo como objeto de su esencia
531
.
531 Sobre este tema, vase Marx, Manuscritos de 1844, varias ediciones, tercer manuscrito,
Crtica de la dialctica y la flosofa hegelianas en general, p. 117: El hombre es directamente
ser natural. Como ser natural y como ser natural vivo se halla dotado en parte, de fuerzas
naturales, de fuerzas vivas, es un ser natural activo; estas fuerzas existen en l como dotes y
capacidades, como instintos; y, en parte, es, en cuanto ser natural, corpreo, dotado de sentidos
objetivos, un ser que padece, un ser condicionado y limitado, como lo son tam bin el animal y la
planta; es decir, los objetos de sus instintos existen fuera de l, como objetos independientes de
l, pero estos objetos son objetos de sus necesidades, objetos esenciales, indispensables para el
ejercicio y la afrma cin de las fuerzas de su ser. Que el hombre es un ser corpreo, dotado de
una fuerza natural, vivo, real, sensible, objetivo, signifca que tiene por objeto de su ser, de sus
manifestaciones de vida, objetos reales, sensibles o que slo sobre objetos reales, sensibles, puede
exteriorizar su vida. Ser objetivo, natural, sensible, y tener objeto, naturaleza.. sentido fuera de
s, o incluso ser objeto, natural. sentido para un tercero es idntico. El hombre es una necesidad
natural; necesita, por tanto, de una naturaleza fuera de si, de un objeto fuera de si, para poder
satisfacerse, para poder aplacarse. El hambre es la necesidad objetiva que un cuerpo siente de
un objeto existente fuera de l e indispensable para su integracin y la manifestacin de su ser.
El sol es el objeto de la planta, un objeto indispen sable para ella, que confrma su vida, como
la planta es objeto del sol, como exteriorizacin de la fuerza solar; esti muladora de vida, de la
fuerza esencial objetiva del sol.
Jorge Veraza
550
Los objetos de la vida de los seres hu manos no son objetos esenciales para los
seres humanos. Eso solamente sucedera si la materialidad no fuera esencial al
hombre; solamente si d hombre es un esp ritu puro ideal puede suceder algo
as. Freud cae en una posicin idealista por su posicin contemplativa en la
que escinde al sujeto respecto del objeto.
4. Pues bien, la escisin sujeto-objeto como punto de partida de la ex periencia
slo se posibilita en condiciones sociales de escisin de los sujetos entre s.
Tal como ocurre con la aparicin y desarrollo de la propiedad privada en el
in terior de la comunidad humana, desarrollo que termina por destruir a la
comuni dad, lo que da como resultado una sociedad de propietarios privados
independientes entre s y que, por tanto, tienen el poder, vuelto un derecho,
de impedir que el otro acceda a vincularse con el sector de la naturaleza que
les per tenece en propiedad privada. Todo eso tiene profundas implicaciones,
no slo econmicas, polticas y culturales, sino tambin psicolgicas, que son
las que Sig mund Freud refeja acrticamente. As que la propiedad privada
se convierte en punto de partida metodolgica y refexiva en discurso de
Sigmund Freud, rec tora y an promotora de todo lo que este gran hombre
analiza y descubre, y por eso simultneamente lo trastoca. Por eso es que, sin
darse cuenta, al intentar construir una antropologa general conforme la del
propietario privado, creyendo hablar de las pasiones, deseos, capacidades y
necesidades del hombre, no hace sino referir las miserias psicolgicas y el
sufrimiento interminable de los seres humanos cuando viven en condiciones
de escisin radical de los lazos comunitarios y que han olvidado incluso que
esta escisin constituye su mayor sufrimiento, por lo que ni siquiera vislumbra
una salida del horror de la existencia, de la existencia como horror; que este
doblete es el secreto revelado por medio del principio de realidad freudiano.
Por eso es que no tiene acceso sino al hombre como pasin imposible.
532
I. Los manuscritos de 1844 un discurso revolucionario integral: De cmo
los escribi Marx y cmo leerlos para la reconstruccin del marxismo en el
siglo XXI
533
I.1 Concrecin de la enajenacin del trabajo en la civilizacin mundial
actual
534
1. El librito que el lector tiene en sus manos es en primer lugar una invitacin a
la lectura de los Manuscritos de 1844 de Karl Marx (1818-1883), obra luminosa
y profunda de abigarrada ri queza. La invitacin se lleva a cabo en varios tonos,
Un ser que no tiene su naturaleza fuera de s no es un ser natural. no participa de la esencia
de la naturaleza. Un ser que no tiene un objeto fuera de s, no es un ser objetivo. Un ser que
no es de por si objeto para un tercer ser, no tiene un ser por objeto, es decir, no se comporta
objetivamente, su ser no es un ser objetivo. Un ser no objetivo es un no ser:
532 Para decirlo segn la clebre frmula del primer Sartre.
533 Los manuscritos de 1844. Un discurso revolucionario integral. Mxico, editorial Itaca, 2011.
534 Ibd. Prlogo. p.13.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 551
el primero de los cuales es por supuesto cordial; el segundo apela al inters
de nuestra poca, cuya realidad cotidiana totalmente enajenada coincide
sorprendentemente con lo que el joven Marx sostiene en esos manuscritos
que l redactara en Pars a los 26 aos de edad. En efecto, en la vida cotidiana
de la civilizacin mundial actual se concreta la enajenacin del trabajo y de
las necesida des que Marx expone sistemticamente en los Manuscritos de
Pars, as que en virtud de esta dualidad nuestra poca se pre senta como
la materializacin del concepto construido por Marx en esa obra y hoy nos
interesa leerla porque en ella podemos encontrar la clave de nuestra poca (...
de nuestras vidas?).
Pero hay muchos que no slo quieren entender esta poca sino criticarla y
transformarla; para ellos la invitacin a leer los Manuscritos de Pars se hace
en un tono fraternal y que apela al inters pero, tambin, a la oportunidad
como cuando se habla de una ganga en el mercado ya que a inicios del
siglo XXI se ha vuelto urgente la necesidad de construir un discurso crtico
revolucionario integral econmico, social, poltico y cultural y en eso
Karl Marx coincidi por adelantado con los jvenes rebel des de hoy y con los
actuales tericos militantes no tan jvenes pero que sienten amanecer en ellos
y en el clima de la poca una tal necesidad de explicacin y crtica integrales
de la sociedad contempornea. Y bueno, algunos de ellos dirn que ya leyeron
los Manuscritos del 44 y que s, que all hay algo que hay que retomar, pero
que en verdad es poco lo que nos podran decir en nuestro tiempo. Pues bien,
para ellos la invitacin se hace aqu en un tono que ya casi parece advertencia.
En estas pginas se demuestra de manera incontrovertible la necesidad de
releer los Manuscritos de 1844 precisamente porque se critica a fondo el modo
defciente en que han sido editados y se argumenta la necesidad urgente de
editarlos de nuevo modo. No se trata de un prurito de erudicin sino que
en las ediciones existentes quedaron deformados y falseados los argumentos
cientfco-crticos de Marx. Creyendo actuar de buena fe, los editores
literalmente destrozaron el texto de Marx y luego reunieron los fragmentos
dispersos para ofrecerlo as no incompleto pero destrozado como libro.
A ms de siglo y medio de haber sido escritos, los Manus critos de 1844
permanecen desconocidos porque simplemente lemos otro libro aunque con
igual ttulo.
535
Volvamos ahora la mirada a la historia reciente del mar xismo, desde su crisis
de los aos setenta del siglo XX, pasando por su renacimiento relativo a partir
de 1994, y hasta su desen volvimiento en los das que corren, cuando diversos
marxistas intentan construir un discurso crtico revolucionario integral porque
535 Y ni eso siquiera pues Marx titul sus manuscritos Contribucin a la crtica de la economa
nacional (Zur Kritick der National Okonomie) pero los editores los publicaron como
Manuscritos econmico-flosfcos de 1844.
Jorge Veraza
552
algo como eso, y slo eso, necesitan urgentemente los miles de millones de
explotados y oprimidos del mundo.
2. La ms reciente crisis del marxismo inici a fnes de 1974, coincidiendo
con la emergencia del eurocomunismo; se vio recrudecida con el surgimiento
del neoliberalismo en 1979 (Chile) formalizado luego en los gobiernos de
Margaret Thatcher en gran Bretaa y Richard Nixon en Estados Unidos,
y se convirti en catstrofe en 1989, con la cada del Muro de Berln y el
desmembramiento de la URSS en 1991, mientras el neoliberalismo prosegua
su marcha triunfal y la izquierda se desbandaba en defecciones y conversiones,
de marxistas que se decepcionaban de s mismos, del socialismo y de la
revolucin al ver que se desmoronaba lo que haban identifcado durante
dcadas como presunta realizacin del socialismo, de la revolu cin comunista
y del marxismo. Con base en esta identifcacin falaz, se lleg al equvoco
pronstico de Francis Fukuyama (El fn de la Historia y el ltimo hombre)
cuya premisa es la idea de que la sociedad burguesa es el mejor de los mundos
posibles, de que el neoliberalismo es su coronacin y que, en consecuen cia, el
hundimiento del socialismo y el marxismo se debi a su carcter utpico y
falaz.
Esta tendencia general se revirti como consecuencia del levantamiento
del Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional en Chiapas el 1 de enero de
1994, que demostr que los pobres de la Tierra no se sometan sino que se
insubordinaban precisa mente porque la globalizacin neoliberal no forjaba el
mejor de los mundos posibles, que la revolucin era vigente y que haba que
reconstruir las visiones de la sociedad futura. As comenz un renacimiento
del marxismo que ha venido abrindose paso desde entonces en el contexto
general de una crisis que an lo aqueja y que no ha sido revertida por completo.
En efecto, la celebracin de los ciento cincuenta aos de la publicacin
del Manifesto del Partido Comunista en 1998 mostr vitalidad y aportes
originales. Y a fnes de 1999, el movi miento internacional contra la
globalizacin neoliberal dej ver en Seattle la franca reconstitucin de
un sujeto revolucionario colectivo multiforme efectivamente mundial
ms que mera mente internacional, lleno de ideas solidarias, ecolgicas,
antiimperialistas, antihegemonistas y anticapitalistas que recuperaba al
marxismo y al anarquismo y los desarrollaba.
Ya era insoslayable la necesidad de perfeccionar la concien cia histrica y terica
de los activistas en un sentido revolucio nario y para ello era imprescindible
profundizar en el estudio de la obra de Marx, no digamos en el del anarquismo
y de todos los aportes socialistas desde fnes del siglo XVIII, incluidas las
diversas corrientes marxistas del siglo XX. Y a la Batalla de Seattle sigui,
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 553
en 2000, la de Gnova. El movimiento contes tatario altermundista entraba en
auge y cada vez se haca ms patente la necesidad de una teorizacin ms
profunda.
La respuesta blica de Bush hijo en noviembre de 2001 al ataque terrorista contra
las Torres Gemelas de Nueva York logr unifcar a las potencias imperialistas
del orbe en torno a la invasin de Afganistn por Estados Unidos y provoc
el recru decimiento de las respuestas represivas contra los movimientos
sociales en el planeta. As se fren coyunturalmente la emergencia del sujeto
revolucionario mundial democrtico plural y anticapitalista que vena
consolidndose hasta entonces.
Sin embargo, la alianza interimperialista se quebr cuan do, en 2003, Bush hijo
se decidi a invadir Irak so pretexto de capturar a Saddam Hussein, incautarle
armas de destruccin masiva que jams se encontraron y democratizar
ese pas, cuando el verdadero objetivo era que Estados Unidos se apode rara
del petrleo perteneciente al pueblo y se inmiscuyera en la zona de infuencia
de Europa, Rusia y China, y de las ricas reservas acuferas de la regin. As
desde el inicio de la guerra de Irak el sujeto revolucionario mundial entr
en un proceso de reconstitucin y desarrollo irreversible aunque menos
vertiginoso y ms complejo que el que viviera durante los aos noventa del
siglo XX pues fue antecedido por el estallido en 1997 de la crisis econmica
general del neoliberalismo. Esta crisis evidenci que esta poltica econmica
que deba ser aban donada ms bien se la apuntal tercamente contra la
gente y los movimientos sociales de resistencia, y que su inadecuacin con el
proceso de acumulacin mundial de capital sigui co rroyendo las condiciones
del metabolismo social mundial en aras de fomentar las ganancias de las
empresas petroleras, el agrobusiness y las transnacionales farmacuticas, y de
la informtica y fnancieras.
Aunque en la coyuntura de la guerra de Afganistn (2001) el movimiento
altermundista recibi un contragolpe la economa mundial y en especial la
de Estados Unidos sigui menguando, hasta que las directrices econmicas
de Rusia, China, India, Brasil y la Europa continental tomaron cursos
francamente distintos u opuestos a los dictados por Estados Unidos. La
guerra de Bush contra Irak de 2003 patentiz esta desviacin respecto de
Estados Unidos y dio nuevo impulso al movimiento altermundista y a su
sector francamente anticapitalista. As, no obstante que todava en 2004 Bush
hijo logr reelegirse como presidente de Estados Unidos mediante un proceso
electoral fraudulento, pronto se perflaron sntomas de crisis econ mica en
Estados Unidos hasta la debacle de agosto de 2007, mientras el fracaso de
la guerra de Bush contra Irak se volva evidente para la mayora del pueblo
norteamericano de cara a las elecciones presidenciales de noviembre de 2008
en las que fue derrotado el Partido Republicano.
Jorge Veraza
554
Uno de los costos mayores de la intromisin de Bush hijo en la zona de
infuencia europea, rusa y china a travs de la intervencin blica en Irak fue
el descuido del traspatio de Estados Unidos en Amrica Latina excepto
Colombia y Mxico de suerte que los gobiernos de Brasil, Venezuela,
Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y Paraguay fueron
adoptando posiciones nacionalistas y antiimperialistas y remodelaron hacia
el neokeynesianismo sus polticas econ micas, enderezndolas en mayor o
menor grado contra Estados Unidos y la Unin Europea.
Estos factores volvieron prcticamente imposible que el can didato del Partido
Republicano John McCain pudiera ganar la presidencia de su pas, y llevaron
a que el candidato del Partido Demcrata Barack Obama con intenciones
de acabar con la ocupacin norteamericana de Irak, recomponer la economa
estadounidense en un sentido social y renegociar las relaciones del imperio
con el resto del mundo, en especial con Amrica Latina se convirtiera en
el primer presidente estadouniden se de color. La nueva administracin ha
intentado revertir dcadas de errores aunque sin dejar de cometer otros,
y parece abrir un amplio y largo proceso de remodelacin de la hegemona
mundial de Estados Unidos. El ataque terrorista a las Torres Gemelas de
Nueva York, indic que este proce so que llevar dcadas ya era urgente
pero la respuesta militar y represiva de Bush hijo y su reeleccin fraudulenta
lo retrasaron artifcialmente.
536
Entre tanto, el movimiento prctico altermundista anti-globalizacin
neoliberal, antiimperialista y anticapitalista ha seguido creciendo y, a la par,
su necesidad de desarrollo terico lo lleva a recuperar cada vez con mayor
amplitud y profundidad al marxismo, en particular el estudio de la obr de
Karl Marx.
3. Desde mediados de los aos noventa del siglo XX la necesidad de leer El
capital se volvi acuciante entre cada vez mayor nmero de integrantes de
la izquierda en el mundo, y desde 200 tambin la necesidad de construir una
teora revolucionario integral a la altura de los tiempos, no slo econmica y
poltica, sino ambiental y cultural (vida cotidiana incluida). Esta necesidad
radical se manifesta en la obra de Istvn Mszar: publicada por primera vez
en ingls en 1995 (The Merlin Press Londres) y titulada Ms all del capital.
Hacia una teora d la transicin (Vadell Hermanos, Caracas, 2001) cuyo ttul
debe entenderse en el doble sentido de que se basa en El capita de Marx pero
intenta desarrollarlo y apunta a trascender e capitalismo.
536 En mi libro El siglo de la hegemona mundial de Estados Unidos (Itaca, Mxico, 2004), parte
V, analizo el signifcado del atentado terrorista como snto ma del agotamiento del modo de
ejercer la hegemona mundial estadounidense.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 555
Mszars analiza crticamente el capitalismo basndos fundamentalmente
en Karl Marx y en Georg Lukcs, y lo hace con tal consecuencia que llega a
sealar a la URSS como una forma modifcada de capitalismo (captulo XVII).
Lo cito: A lo; idelogos del capitalismo avanzado les gustaba pensar que e
sistema sovitico era diametralmente opuesto al suyo. Tuvieron que despertar
ante la desconcertante verdad de que tan slo s trataba de la otra cara de la
misma moneda. (p. 43) Por eso e: que Mszars , ante la cada del muro
de Berln y el desmembramiento de la URSS, puede mantenerse optimista
y de hecho registra la actualidad del movimiento socialista precisamente
despus de dichos eventos (captulos XVIII-XX). Tambin se base; en Marx y
en Lukcs para analizar crticamente el proyecto y el movimiento socialistas
en vista de ponerlos al da. Per le parece necesario criticar a ambos ya que
cree observar e ellos un doble lmite que impedira criticar al capitalismo al
movimiento socialista. La perspectiva lukacsiana le parece autocontradictoria
e interiormente trgica, si bien retoma l mejor de ella, mientras que ve
inconclusa la perspectiva d Marx. Para l ambas se complementan y deben
ser desarrolladas tanto con base en los principios establecidos por Karl Marx
como en correspondencia con las nuevas realidades del desarrollo capitalista
mundial.
De la profundidad dialctica y buen sentido de Mszars ya da prueba el que
su diagnstico del capitalismo mundial (vivimos una crisis estructural del
sistema del capital, ttulo de la Parte Tres de su libro) no caiga en la ilusin
de que Es tados Unidos ha perdido poder hegemnico, de modo que ello en
la Parte Cuatro de su libro (captulo V, inciso 3) critica las falsas ilusiones
acerca de la declinacin de los Estados Unidos como potencia hegemnica.
De tal manera, para sacar adelante al movimiento socialis ta despus del
desmembramiento de la URSS (1991) y llevarlo efectivamente ms all
del capital, Mszars propugna por una recuperacin crtica de la obra de
Georg Lukcs as como de la de Karl Marx en vista de llevar a cabo no slo la
revolucin sino tambin reformas dentro del capitalismo que benefcien a la
clase obrera y a la poblacin en general.
Pocos aos despus, Eduardo Grner publica El fn de las pequeas historias.
De los estudios culturales, al retorno (imposible) de lo trgico (Paids, Buenos
Aires, 2002), en donde intenta un camino de reconstitucin de una alternativa
terica revolucionaria no dogmtica, reconfortantemente antiestalinista,
recogiendo ideas de Ernst Bloch, Georg Lukcs y Theodor W. Adorno
adems de Friederich Nietzsche y Georges Bataille con la intencin de
conformar un marxismo integral para el siglo XXI. Propuesta que no deja de
ser sugerente y vitalizante aunque a veces los autores que intenta integrar
resultan incompatibles por principio.
Jorge Veraza
556
Por su parte, la propuesta de John Holloway et al. en su Negatividad y
revolucin. Theodor W. Adorno y la poltica, (Universidad Autnoma de
Puebla-Herramienta, Mxico-Buenos Aires, 2007) es ms consistente por
atenerse a sealar rectamente que la alternativa terico-revolucionaria hoy se
inclina en favor de T. W. Adorno, y precisamente de su dia lctica negativa
como mtodo adecuado a una poca como la actual en la que el Gestell
totalitario capitalista se afrma con impunidad a escala global. En los ensayos
reunidos en este libro no slo se combinan temas, perspectivas y autores
al gunos de los colaboradores recuperan a Bataille o a Lacan o a Freud
articulndolos con Adorno, sino que se subraya un mtodo dialctico para
forjar un nuevo discurso revoluciona rio, lo cual manifesta una profunda
necesidad terica que se autoconcibe como alternativa frente a la propuesta
de Antonio Negri y Michael Hardt, sobre todo a partir de su libro Imperio
(Paids, Barcelona, 2002), que creyeron necesario expulsar a la dialctica de la
teora revolucionaria. Estos autores creye ron que para zafarse de la herencia
estaliniana y su Diamat haba que rechazar todos los discursos marxistas
dialcticos, incluso los opuestos al Diamat, comenzando por Lukcs y la
Crtica de la razn dialctica de Jean-Paul Sartre. Todos estos discursos seran
variantes de dialcticas hegelianas positivas desde la perspectiva de Adorno,
segn sus novsimos seguidores que en Negatividad y revolucin polemizan
sobre todo contra Lenin y Lukcs.
La insistencia en la negatividad por parte de John Holloway et al. parece
contestar a las propuestas reformadoras por las que propugna Istvn Mszars,
quien registra en Marx una ac titud profundamente negativa (de negatividad
intransigente) respecto del quehacer poltico dedicado a promover reformas
de la sociedad burguesa, actitud que Mszars cree necesario superar
para combatir efcazmente al capitalismo en las con diciones actuales.
537
De
tal suerte, sobre la base del incmodo de Mszars ante la negatividad
intransigente de Marx respecto de la poltica de reformas, Holloway et al.
fcilmente podran creer convalidada la coincidencia de las perspectivas de
Adorno y Marx no obstante que en realidad diferen profundamente.
Finalmente, en la propuesta de conformacin de un discurso revolucionario
integral para el siglo XXI que ofrece Armando Bartra en sus libros El hombre
de hierro. Los lmites sociales y naturales del capital (Itaca, Mxico, 2008)
y Tomarse la libertad. La dialctica en cuestin (Itaca, Mxico, 2009) lo
fundamental no es la combinacin de autores o el mtodo de construccin
discursiva sino problemas histricos reales. En primer lugar estara la
destruccin ecolgica sistemtica provo cada por la tecnologa capitalista
(el hombre de hierro contra el hombre de carne y hueso, como indica la
metfora de Karl Marx recordada por Bartra) y la tendencia de la acumulacin
537 Vase Istvn Mszars, op. cit., captulo 13, inciso 13.6., p. 559.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 557
de capital a destruir al campesinado a la par de la persistente presencia de
mecanismos intracapitalistas que lo reproducen aunque siempre bajo peores
condiciones.
Estos problemas reales obligan a recomponer el discurso crtico revolucionario
para dar cuenta de ellos; sobre todo a retomar la teora de la subsuncin
formal y la subsuncin real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital,
para desarrollar la teora de la enajenacin. Slo as esta teora podr explicar
las situaciones contemporneas y enarbolar un neoluddismo radicalizado que
recupere al de Marx y al mismo tiempo vaya ms all al liberarlo de lo que
Armando Bartra toma por limi taciones, ambigedades o tibiezas.
Bartra descifra el desarrollo capitalista y la revolucin a partir de la clave
dialctica antiestalinista y antiengelsiana de Jean-Paul Sartre (Crtica de la
razn dialctica) en el seno de la cual debemos dar cuenta de la emergencia
sistemtica de los nuevos sujetos revolucionarios que ya el Herbert Marcuse
de El hombre unidimensional (1964) haba anunciado desde los aos sesenta
del siglo XX. Pero para Armando Bartra hoy esta tarea slo puede llevarse
a cabo reconstruyendo la teora de la acumulacin y el desarrollo de Karl
Marx a partir de aquel momento del proceso de reproduccin capitalista
en el que se garantiza la reproduccin material de los seres humanos, es
decir, a partir de la produccin agrcola, la propiedad y la renta del suelo.
Es en este terreno donde encontramos el fenmeno de la persistencia del
campesinado sujeto fundamental de todas las revoluciones del siglo XX y
de las etnias precapitalistas an sobrevivientes, cuyo modo de produccin es
fundamental mente agrcola. El primer paso en esta reconstruccin es, segn
Bartra, la reformulacin crtica de la teora marxista de la renta del suelo y
la de las clases sociales, pues estas teoras constituyen la base de las ideas
equivocadas acerca del campesinado y los pueblos precapitalistas que
contra toda evidencia no los consideran revolucionarios y que consideran al
proletariado sectariamente como nica clase revolucionaria.
538
Estas posicio-
nes del estalinismo de la Tercera Internacional se mantuvieron de diversas
maneras durante la segunda mitad del siglo XX y contra ellas ha combatido
enjundiosamente Armando Bartra desde los aos setenta.
Estos aportes de Mszars, Grner, Holloway y Bartra son sntomas epocales,
y junto con otros muchos no reseados aqu ponen de manifesto la necesidad
de confgurar un discurso crtico revolucionario integral para el siglo XXI. En
el presente libro se responde a esta necesidad precisamente porque en l se
intenta acotar el argumento de los Manuscritos de 1844.
538 Armando Bartra profundiza esta discusin en su libro anterior El capi tal en su laberinto,
Itaca, Mxico, 2007.
Jorge Veraza
558
4. De cmo escribi el joven Marx sus Manuscritos, precisa mente en contraste
el modo en que han sido editados hasta la fecha, es de lo que se ocupa el
primer ensayo que el lector encontrar ms adelante.
All podremos observar la articulacin completa y exacta del concepto de
enajenacin en Marx en tanto hecho econmico cientfcamente analizado
y perfectamente fundamentado y ver cmo se refutan las opiniones que
pretenden que es insufcien te o como Louis Althusser y su escuela que es
ideolgico, hegeliano o feuerbachiano, etctera.
Asimismo se evidencia que la especfca dialctica mate rialista de Karl Marx
es una dialctica positiva y por lo tanto inversa de la hegeliana, esa s negativa,
pues en los Manus critos de 1844 Marx demuestra que el idealismo de Hegel
es correlato de su nihilismo y que la dialctica debe ser positiva si pretende
ser revolucionaria y til para forjar un discurso revolucionario comunista
integral, pues la dialctica negativa de Hegel era inapropiada para ello no
obstante la opinin de Theodor W. Adorno, quien piensa que la dialctica
slo puede ser positiva en el sentido hegeliano, es decir porque confrma lo
existente, y que slo una dialctica negativa permite criticar a la sociedad
burguesa.
Por otro lado, en el segundo ensayo se seala que en los Manuscritos de Pars,
en el apartado La renta de la tierra, se encuentra la fundamentacin bsica
para la elaboracin de un marxismo ecologista revolucionario y para una
recuperacin respetuosa y revolucionaria del precapitalismo por parte del
movimiento comunista. De tal manera, este apartado del Pri mer Manuscrito
de 1844 y este ensayo mo publicado por vez primera en 1980 parecen
estar dialogando y discutiendo por adelantado con El hombre de hierro (2008)
de Armando Bartra.
En estas pginas de los Manuscritos de 1844, Marx reconoce al campesinado
como clase revolucionaria comunista en la exacta medida en que confuye
con el proletariado en alianza revoluciona ria y que, recprocamente, el
proletariado deviene revolucionario o realiza dicho carcter en confuencia
con el campesinado. Se trata de una relacin dialctica como la que se establece
entre la teora y la prctica que Marx expone en su En torno a la crtica de
la flosofa del derecho y el Estado de Hegel (Introduccin) publicada en
los Anales franco-alemanes en 1843. Anlogamente, en el apartado sobre
la columna La renta del suelo de 1844, parece decir: No podris superar
el carcter revolucionario parcial del campesinado si no lo vinculis con el
proletariado, la clase que produce la totalidad de la riqueza de la sociedad
burguesa. Y no podris realizar el carcter revolucionario total del proletariado
sino con el campesinado, arraigado en la tierra y la naturaleza.
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 559
La interdependencia general entre el amo y el esclavo, entre el seor y el
siervo y entre el burgus y el obrero, explosiva como es, se polariza en una
interdependencia parcial y cmplice entre el capitalista y el terrateniente, por
un lado, y, por otro, en una interdependencia parcial revolucionaria entre el
prole tariado explotado directamente por el capital y el campesinado sobre
quien se recarga indirectamente la fatdica dinmica de la sociedad burguesa
para expoliar al proletariado. La revolu cin comunista se plantea por el lado
del proletariado para recobrar su humanidad alienada por el capital en
el trabajo y en el consumo, como humanismo, y por el lado del campe-
sinado cuyo vnculo con la tierra es continuamente atacado y degradado,
como naturalismo. Humanismo y naturalismo realizados, dice Marx en su
Tercer Manuscrito (Propiedad privada y comunismo) despus de que,
en el apartado de La renta del suelo como resultado de la labor de crtica
sobre la economa poltica mostr a los sujetos colectivos histri camente
determinados como portadores efectivos de dichas tendencias histrico-
universales.
Con la fnalidad de fundamentar la revolucin comunista, su carcter y sus
tendencias tericas y prcticas, en el tercer tomo de El capital Marx perfeccion
la teora de la renta de la tierra de acuerdo con su programa de 1844 aunque
sin abar carlo completamente dadas las restricciones metodolgicas de dicho
tomo y dejando para libros subsiguientes de la crtica de la economa poltica
el cumplimiento de aquel programa. Pero ciertamente en 1851, en su exilio en
Inglaterra, se dedic a criticar puntualmente la teora de la economa poltica
sobre la renta del suelo y a construir una propia despus de perfec cionar su
anlisis de la relacin capital-trabajo en Trabajo asalariado y capital (1846)
hasta revelar el secreto de la explotacin de plusvalor.
Pero esta fundamentacin econmica de la necesidad his trica de la revolucin
comunista se sustenta en una fundamentacin flosfca que se expone en el
inciso 6 del Tercer Manuscrito (en el apartado Crtica a la dialctica y la
flosofa hegeliana en general), en donde Marx decanta una teora dialctica
de la sociedad y de la naturaleza y por lo tanto de la relacin entre el hombre
y la naturaleza consistente con la crtica de las ciencias naturales que Engels
lleva a cabo en la dcada de los sesenta del siglo XIX (su Dialctica de la
naturaleza). Tanto el discurso de Marx como el de Engels son radicalmente
incompatibles con el del Diamat estaliniano, como lo han demostrado por
caminos distintos pero confuentes Ernst Bloch (Proceso y gnesis en Las
nociones de estructura y gnesis, libro colectivo en colaboracin con Lucien
Goldmann, Jean Piaget, Jacques Derrida, Leszek Kolakowski et al., Proteo,
Buenos Aires, 1959), Joseph Ferraro (Tergivers Engels el materialismo de
Marx?, Universidad Autnoma Metropolitana Iztapalapa, 1989, as como
Traicion Engels la dialctica de Marx?, taca, Mxico, 1998), y yo mismo
Jorge Veraza
560
(Praxis y dialctica de la naturaleza en la posmodernidad, taca, Mxico, 1997).
La clave terica y poltica de Marx respecto de la renta y la propiedad del
suelo, y respecto de la revolucin proletaria y campesina tal y como la plasma
en 1844 se puede formular en los siguientes trminos:
En el movimiento de la relacin de propiedad sobre la tierra te nemos
la clave del desarrollo de la revolucin comunista pues en l se expresa
y se resume el movimiento todo de la acumulacin, con su creciente y
caracterstica proletarizacin del conjunto de la poblacin, lo que redunda en
el enfrentamiento entre la burguesa y el proletariado.
539
La revolucin terica de Marx se correlaciona as con el contradictorio
movimiento dialctico de la sociedad burguesa cuando sta suscita de modo
cotidiano el revolucionamiento prctico de s misma a travs de la lucha de
clases, es decir, con la revolucin comunista en curso. En los Manuscritos de
1844 Marx lleva a cabo esta revolucin terica y es plenamente consciente de
ello.
540
Esta ltima afrmacin se comprende al leer el apartado de La renta del
suelo ponindola en relacin con Propiedad privada y comunismo, as
como ambos con la Crtica de la dialctica y la flosofa hegelianas en general
tal como lo hice brevemente en lo que antecede, y si adems se tiene en
cuenta que los Manuscritos de 1844 como un todo se complementan con
una refexin metodolgica general sobre sus contenidos y proce dimientos
argumentativos, y entonces cmo hacer la crtica de la economa poltica, cul
es su objeto terico especfco y su relacin con la revolucin comunista y con
el proletariado que Marx lleva a cabo en el captulo IV 4 Proudhon,
especialmente en la Glosa marginal II de La Sagrada Familia. Crtica de la
crtica de Bruno Bauer y consortes, escrita en 1844 y publicada en 1845. Y no
slo, sino que en el artculo periodstico titulado Notas crticas al artculo: El
rey de Prusia y la reforma social. Por un prusiano escrito paralelamente a la
elaboracin de los Manuscritos de 1844 Marx se refere al levantamiento de
los tejedores de Silesia y extrae de l consecuencias generales para caracterizar
la revolucin comunista a partir de la diferencia en tre las revoluciones
polticas llevadas a cabo por la burguesa, que son revoluciones parciales,
539 Jorge Veraza, La renta de la tierra en los Manuscritos de 1844 de Karl Marx, infra, p. 108.
Este ensayo se public originalmente en Julio Moguer et al., Ensayos sobre la cuestin agraria
y el campesinado, Juan Pablos, Mxico, 1981.
540 El argumento de la renta del suelo es un argumento previamente me ditado y que ofrece
una imagen global de la renta del suelo, una forma y un contenido previstos con anterioridad de
acuerdo con una intencin decidida, y por ello meditado globalmente en referencia a su lugar
expositivo y a una estrategia poltica. Con ello este argumento nos ofrece, entonces, tambin
una imagen global de la intencin poltico-crtica de Marx. (Ibid., p. 85.) Evi dentemente este
prrafo est dirigido contra Louis Althusser (La revolucin terica de Marx).
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 561
y las revoluciones sociales llevadas a cabo por el proletariado, que no son
meramente parciales sino totales, de lo cual se desprende la irreductibilidad
del programa revolucionario del proletariado al de la burguesa; all establece
Marx que la tesis complementaria de la de la revolucin social, radical y total
o integral es la tesis de la autoemancipacin del proletariado (misma que
confrmarn l y Engels en el Manifesto del Partido Comunista de 1848).
5. La vitalidad, originalidad, inteligencia y profundidad que muestra la
conciencia revolucionaria actual en las propuestas reseadas ms arriba es
un signo esperanzador independiente mente de los acuerdos o desacuerdos
particulares que susciten. Y en la medida de mis posibilidades querr aportar
algo a tan loable esfuerzo colectivo.
En trminos generales, es patente que la profundizacin terica de la
conciencia revolucionaria actual est tocando temas que fueron considerados
sistemticamente por el joven Marx en sus Manuscritos de 1844. As que una
relectura de los mismos de cara a nuestras preocupaciones actuales promete
ser fructfera, pues ellos se ocupan no slo de temas econmi cos como
El capital sino sociolgicos, polticos, culturales, naturales, ambientales,
sexuales, religiosos y de vida cotidiana. En otros trminos, se trata de la
enajenacin del trabajo y la produccin en la sociedad burguesa, es decir, en
sntesis, de las necesidades y el consumo, los extremos de la reproduccin de
esta sociedad y de todos los aspectos que entre este alfa y omega se suscitan
tanto en trminos flosfcos como artsticos, cientfcos y ticos.
Un discurso revolucionario integral, una crtica global de la sociedad es lo
que Karl Marx intenta en esos manuscritos en sintona con las necesidades de
desarrollo de la conciencia revolucionaria ante el mercado mundial capitalista
gran industrial realizado, y cuando en todo el planeta la produccin y el
consumo sociales se encuentran sometidos a la acumulacin de capital, y con
ellos todos los mbitos de la vida social.
Jorge Veraza
562
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 563
ANEXO
Tabla de los libros que componen la Antologa.
Parte I. La historia del capitalismo hasta hoy como si lo viera Marx
1 Revolucin Mundial y Medida Geopoltica del Capital. A 150 aos de la
revolucin de 1848. Mxico, editorial Itaca, 1999.
1.1 Prologo. (Pginas: 9 a la 22)
1.2. Introduccin. La especifcacin histrica del manifesto de nuestra
poca. (Pginas: 23 a la 55)
2 El siglo de la hegemona de los Estados Unidos: gua para comprender
la historia del siglo XX, muy til para el siglo XXI. Mxico, editorial Itaca,
2004.
2.1. Advertencia ante la invasin de Irak por parte de Bush hijo. (Pginas:
15 a la 20)
2.2. Introduccin. (Pginas: 21 a la 34)
2.3. Primera parte. Los siete tramos y tres periodos histricos del siglo XX.
2.3.1. Capitulo I. Los siete tramos de la historia mundial contempornea.
(Pginas: 37 a 56)
2.3.2. Capitulo II. Los tres grandes periodos de la historia del siglo XX.
(Pginas: 57 a 66)
2.4. Cuarta parte. Los lmites del siglo XX y su signifcado histrico
universal.
2.4.1. Capitulo I. La subordinacin real del consumo bajo el capital y los
lmites objetivos del capitalismo. (Pginas: 217 a la 237)
2.4.2. Capitulo II. Crtica a cuatro interpretaciones de la historia del siglo
XX: Giovanni Arrighi, Paul Johnson, Erik Hobsbawm y Antonio Negri.
(Pginas: 237 a la 271)
Jorge Veraza
564
Parte II. La subsuncin real del consumo bajo el capital o el capitalismo
contemporneo.
1 Subsuncin real del consumo al capital. Dominacin fsiolgica y
psicolgica en la sociedad contempornea. Mxico, editorial Itaca, 2008
1.1. Gnesis y estructura del concepto de subordinacin real del consumo
bajo el capital. (Pginas: 87 a 1a 55)
1.2. El automvil. (Pginas 213 a la 226)
1.3. Subsuncin del consumo bajo el capital y biotecnologa. (Pginas: 257
a la 288)
2 Economa y Poltica del agua. Mxico, editorial Itaca, 2007
2.1. Prlogo. Estn caciqueando el agua (Pginas: 9 a la 12)
2.2. El agua no es una mercanca ni puede serlo. (Pginas: 13 a la 50)
2.3. Los trucos de los privatizadores del agua. (Pginas: 53 a la 63)
Parte III. El Capital, el mercado mundial y la nacin.
1 Leer EL Capital hoy. Pasajes selectos y problemas decisivos. Mexico,
editorial Itaca, 2007
1.1. Advertencia. (Pginas: 13 a la 14)
1.2. Introduccin. Como leer El Capital en el siglo XXI. (Pginas: 15 a la 30)
1.3. Primera Parte. La estructura argumental de los tres tomos.
1.3.1. Capitulo I. Entorno de la arquitectura de El Capital. (Pginas: 31 a la
68)
2 Lucha por la Nacin en la globalizacin. Mxico, editorial Itaca, 2005
2.1. Prlogo. (Pginas: 11 a la 16)
2.2. Parte I. Nacin y capitalismo.
2.2.1. Capitulo 1. Qu es la nacin? (pginas: 19 a 42)
2.2.2. Capitulo 2. El cuerpo del capital y sus rganos. (Pginas: 43 a la 62)
2.2.3. Capitulo 6. Nacionalismo y proletariado. (Pginas: 99 a la 120)
2.2.4. Capitulo 7. Nacionalismo y socialismo. (Pginas: 121 a la 148)
2.2.5. Nacionalismo y socialismo. Complemento nacional socialismo.
(Pginas: 149 a la 156)
Parte IV. Hegel y Freud en la historia del capitalismo y la reconstruccin del
marxismo en el siglo XXI.
1 Para pensar la opresin y la emancipacin en la postmodernidad. Crtica
dialctica del amo y el esclavo en Hegel. Mxico, editorial Itaca, 2005
1.1. Introduccin. (Pginas: 13 a la 62)
1.2. Capitulo 1. El mito a muerte por el reconocimiento entre conciencias.
(Pginas: 63 a la 76)
Vicepresidencia del Estado Plurinacional 565
2 Recepcin crtica de El Malestar en la cultura. Mexico, editorial Itaca,
2009.
2.1. Prlogo. A ciento cincuenta aos del natalicio de Sigmund Freud y a 75
de El malestar en la cultura. (Pginas: 11 a la 24)
2.2. Capitulo II. Freud, Hegel y Marx y el malestar en la humanidad.
(Pgina 31 a la 38)
2.3. Capitulo V. La antropologa de Freud frente a las tesis sobre Feuerbach.
(Pginas 57 a la 76)
3 Los manuscritos de 1844. Un discurso revolucionario integral. Mxico,
editorial Itaca, 2011.
3.1 Prologo. (Pginas: 9 a la 26)
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