El Sentido Oculto. EL EROTISMO. Piedad Bonnet

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EL SENTIDO OCULTO: EL EROTISMO

Piedad Bonnett
En la parte de En busca del tiempo perdido en que Proust recrea los amores de
Swann y Odette de Crecy, el autor describe el momento en que la pareja va en coche de
caballos y estos, al desbocarse, asustan a Odette. Para calmarla, Swann
...la cogi por el hombro, apoyndola contra su cuerpo para sostenerla!
luego dijo"
#$o hable usted, no se canse ms, cont%steme por se&as. '(e permite
usted que le vuelva a poner bien las )lores esas del escote que casi se
caen en la sacudida* +engo miedo de que las pierda! voy a meterlas un
poco ms.
Odette, que no estaba acostumbrada a que los hombres usaran tantos
rodeos con ella, le dijo"
#S,, s,, hgalo.
Swann lo hace, con gran embara-o, porque es un t,mido irremediable, y luego cede
a la tentacin" acaricia el rostro de Odette. Ella tuerce el cuello, le o)rece sus labios. .l,
entonces, retiene a distancia el rostro de la mujer, que nunca ha besado, y el narrador
dice"
/ es que quiso dejar a su pensamiento tiempo para que acudiera, para
que reconociera el ensue&o que tanto tiempo acarici, para que asistiera
a su reali-acin, lo mismo que se llama a un pariente que quiere mucho
a un hijo nuestro para que presencie sus triun)os. 0ui- Swann posaba
en aquel rostro de Odette, a1n no pose,do, ni siquiera besado, y que
ve,a por una ve-, esa mirada de los d,as de marcha en que queremos
llevarnos un paisaje que nunca se volver a ver.
Esta escena, a mi modo de ver, encierra todos los elementos que permiten hablar
de erotismo" el deseo del cuerpo, la intervencin del esp,ritu que saca este deseo del
mero instinto, y el rito, que trans)orma la necesidad en hecho de cultura.
Si queremos en)rentar el di),cil problema de de)inir el erotismo, tendremos que
empe-ar, como hacen los maestros que tratan sobre el tema, por di)erenciarlo del amor y
de la pura actividad se2ual.
Cuando la literatura habla de amor, habla de amor#pasin, como lo llam 3enis de
4ougemont, es decir, de ese sentimiento impetuoso que nos ataca como una
en)ermedad, y que se caracteri-a por su intensidad y su carcter e),mero" el de 4omeo y
5ulieta, Otelo por 3esd%mona, (adame 6ovary por sus amantes, (eme 6uend,a por
(auricio 6abilonia. El que se aviva con la prohibicin, el que rompe la convencin y est
dispuesto a saltar todos los obstculos. En el amor pasin, en el enamoramiento, hay
subyugacin )rente a un individuo que consideramos 1nico, incomparable, y que a
nuestros ojos se acerca, como dice Platn, al ideal de la per)eccin y la belle-a. El
erotismo, en cambio, es una )uer-a de espectro ms amplio, menos determinado por la
admiracin y la )ascinacin. $o posa sus ojos en uno solo" es un dios dispuesto a
repartirse. Puede haber erotismo sin amor, pero no hay amor sin erotismo, como tampoco
puede haber erotismo sin se2o, sin cuerpo, aunque %ste sea mental, imaginado,
ine2istente. / si el amor es deseo de darse y de poseer, simultneamente, el alma y el
cuerpo del amado, el erotismo, en cambio, si bien involucra el alma propia y ajena, no
aspira a apoderarse del otro, a hacerse uno con su alma. (ientras el erotismo se propicia,
el amor nos domina, nos convierte en vasallos.
Cantan pues distinto el amor y el erotismo. El primero encontr su )orma ms
simblica en el amor cort%s, donde el trovador se declara obsecuente servidor de su
se&ora y %sta es e2altada hasta la ideali-acin, como lo harn tambi%n 3ante y Petrarca.
El segundo, en cambio, debe pasar primero por el cuerpo, esa )orma del alma. Canta as,
a la mujer 7en de 8rei))"
'Cundo el sabor caliente de tus llenos
labios golosos gustar mi gula*
'cundo aquellos tesoros escondidos
que 9apenas# vislumbrara el ojo hambriento
:bastin bicupulado 9diminutas
c1pulas desa)iantes# que decora
sangriento par de diminutas )resas!
:...;
'cundo aqu%llos tesoros recatados
golosamente gustar mi gula*
+ambi%n se di)erencia el erotismo de la pura se2ualidad. (ientras %sta nos hace
comunes con los animales, y se dirige bsicamente a la reproduccin de la especie, el
erotismo busca el placer en s, mismo, no persigue un )in e2terno! pero, adems, mientras
el impulso meramente se2ual representa una amena-a del orden, y debe estar regulado
por leyes morales y sociales, el erotismo es elaboracin espiritual del se2o, <se2ualidad
trans)igurada=, como dir,a Pa-. >nthony 8iddens, quien ha estudiado las trans)ormaciones
de la intimidad en el mundo moderno, nos dice que cuando eros se libera del se2o logra
construir una cultura que mueve a la sociedad hacia delante. / cita a (arcuse" cuando la
se2ualidad se hace eros, la necesidad, esa )uer-a primaria, se organi-a en t%rminos de
proteccin y enriquecimiento de los instintos vitales.
Cuando domamos la se2ualidad, pues, nos despla-amos al erotismo, que es arte, y
que como todo arte est tocado por lo sublime, por la belle-a.
Es en la seduccin donde el erotismo se hace ritual, juego! en cuanto tal, es
cultura, y se di)erencia del cortejo animal, donde las variantes ceremoniales pueden ser
descritas de manera cient,)ica. En la seduccin entre humanos casi todo es impredecible.
<Seducir es morir como realidad y producirse como ilusin= dice 6raudillard. El que seduce
crea para el otro una imagen de s, mismo9 en el mejor de los casos casi id%ntica a s,
mismo# provoca la atms)era ertica, ejerce poder desde la )ragilidad. 7a estrategia
)undamental del seductor consiste en asegurar una especie de intermitencia" estar y no
estar ah,, poder eclipsarse despu%s de haber brillado.
En estos tiempos la seduccin es un arte cada ve- ms di),cil" <en una sociedad en
la que las mujeres estn ms dispuestas para los hombres que nunca 9dice 8iddens#
aunque, y esto es crucial, slo apareciendo iguales a %l :...; 'qu% premio o)rece una
victoria cuando es tan sencilla*=. El primer a)ectado con este cambio es el 3on 5uan, ese
personaje al que slo le interesa la conquista, su proceso, pero que una ve- logra su
objetivo se desinteresa de %l. El 3on 5uan, o su equivalente )emenino 9porque que las
hay las hay 9 en realidad es una me-cla de narcisista e inseguro, que necesita probarse a
?
s, mismo sus poderes erticos y que en el )ondo es casi una met)ora de la impotencia y
de la dependencia" sin las mujeres o sin los hombres el 3on 5uan no e2iste. +ambi%n, por
supuesto, es un trasgresor" el casanova tradicional persigue derrumbar los muros que
protegen <la virtud= de una mujer y tambi%n la virtud misma de la que la posee. Pero como
hoy esa virtud es escasa, o poco se alardea de ella, como ya no se puede dividir las
mujeres en virtuosas y corrompidas, el 3on 5uan ha perdido su ra-n de ser.
7ou >ndreasSalom%, aquella sensual mujer que am a 4il@e, escribi en su libro
sobre el erotismo que la )antas,a es su centro de )ertilidad. / es que no puede haber
erotismo sin imaginacin. Por eso se lo compara con el proceso de creacin, con la
poes,a. En el impulso ertico y en el impulso creador encontramos la misma )uer-a
trascendente, el deseo de hacer divino lo humano. El amor nos hace creativos, dice 7ou
>ndreasSalom%, y lo ertico est necesariamente impregnado de <ardor est%tico=.
Como acto creador que es, el erotismo inventa, sue&a, ideali-a, sublima. 7a
)antas,a late, pues, en su entra&a. 7a )antas,a y las )antas,as, que son dos cosas distintas.
7a primera, hace que el erotismo est% muy cerca del enamoramiento, que implica
invencin del otro, creacin de un ser ine2istente. 6asta pensar en lo que sucede cuando
dejamos de amar a alguien" aquel brillo que lo hac,a 1nico, aquella magia que nos pon,a a
temblar en su presencia, aquella naturale-a divina que nos enceguec,a como si se tratara
de un 3ios, desaparece. 0ueda el triste ser corriente, con sus vulgaridades e
imper)ecciones, y nosotros con la impresin de haber despertado de un sue&o. Porque el
enamoramiento y el erotismo se parecen a la embriague- o a la e2altacin de una droga"
todos los sentidos se e2acerban, la sensibilidad se a)ina, y somos ms )rgiles y ms
audaces o ms cobardes, y en )in, ms locos, o menos cuerdos, seg1n se mire. +an
perdida est la nocin de realidad en el amor que aquella +itania de Sueo de una noche
de Verano, que su)ri el embrujo perverso de Puc@ a trav%s de una )lor puesta sobre sus
ojos, pudo enamorarse de aquel al que primero vio, un artesano convertido en asno.
Ortega y 8asset, en su deseo de apro2imarse y desentra&ar la naturale-a del
enamoramiento, habl de %l, con )rialdad de contabilista, como de una <man,a=, una
obsesin, un estado de <imbecilidad transitoria=, en )in, <un estado de miseria mental en el
que la vida de nuestra conciencia se estrecha, se empobrece, se parali-a.=
>unque qui- sin tanta )uer-a como el amor, tambi%n el erotismo imagina e
inventa, crea )antasmas" alguien sin especiales atributos puede desencadenar pasiones y
obsesiones que seres casi per)ectos no producen.
En cuanto a las )antas,as, suelen surgir de la abstencin, una de las )ormas
e2tremas del erotismo. <El deseo 9dice 6audrillard no se sostiene ms que con la
carencia=. Esa abstencin puede darse por decisin de la voluntad o por imposibilidad. En
el primer caso, encontramos la castidad como un ideal de m,sticos y de santos. Ellos
trans)ieren a otras instancias sus potencialidades erticas. >s,, sabemos que la gran
poes,a m,stica nace de una sublimacin o de una traslacin del sentido ertico a lo divino.
Es La noche oscura de San 5uan de la Cru-, en la que el alma canta el go-o de la
unin con 3ios, estado ms alto de la per)eccin"
AOh noche que guiasteB
AOh noche amable ms que el alboradaB
AOh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el >mado trans)ormadaB
C
Pero tambi%n est la abstencin por imposibilidad, nacida %sta de la prohibicin, la
distancia, o cualquier otro impedimento. $unca es entonces ms doloroso el deseo, ni
ms creador de )antas,as el erotismo. El cuerpo arde en la combustin del )uego
enamorado, lleno de desesperacin e impotencia. > menudo, esta ausencia se convierte
entonces en palabras, bien sea en poemas de ausencia, bien en cartas que a menudo
rebosan erotismo.
<...es urgente que te escriba unas l,neas para decirte que esta semana me )alt tiempo para amarte
de otro modo que con un amor puramente conceptual... escribe Sartre a Simone de 6eauvoir. +e
amo como te am% la noche de $ils Dolgerson, con la misma ternura contenida y el temor de hacerte
da&o que me impulsaba a ro-arte tan slo con mis dedos, algo cien veces ms grato que los ms
violentos transportes, mi querida chiquilla de porcelana.=
/ Pablo $eruda escribe as, a >lbertina, mujer a la que escribi EEE cartas"
<0uisiera hablarte en besos. >s, lograr,a mi necesidad de ti. +ambi%n he so&ado contigo, sue&os
vagos y turbios :...; Estoy con )iebre, nervioso, con )r,o! AahB me hace )alta el calor de tu cari&o que
he olvidado un poco! si supiera que iba a besarte ma&ana, me dormir,a con tranquilidad.=
3entro de ese terreno de la represin y la abstencin, encontramos que ciertas
culturas propenden por la interrupcin del coito no ya como una )orma de plani)icacin
natural sino como una manera de e2acerbar el placer adems de obtener dominio
personal. Pues lo inacabado, sabemos, garanti-a la perduracin del deseo" no hay
pasiones ms atroces que las que deben interrumpirse en su cl,ma2, pues la sed no ha
terminado de ser saciada.
Pero la abstencin, o mejor, la contencin, puede tambi%n hacer parte de un ritual
ertico. En su ensayo <7as recompensas del amor=, 4en% $elli nos cuenta de la e2istencia
de ciertas ceremonias, que podr,an llamarse <ritos probatorios=, y que estn testimoniados
en la literatura ertica proven-al. <Entre el beso y el <acto= :inde)inidamente apla-ado 9nos
cuenta el investigador; hab,a dos )ormas de recompensa secreta que las damas
otorgaban a los se&ores que las cortejaban" la contemplacin de la dama desnuda y el
asag. :$o olvidemos que en el amor cort%s de las cortes proven-ales tales damas eran
siempre casadas;. En el primer caso, los amantes premiados pod,an asistir al momento
en que, antes de acostarse, la dama se desnudaba. Para guardar las apariencias y evitar
las murmuraciones, tal contemplacin se hac,a en aparente clandestinidad, a manera de
espionaje, en complicidad con alguna criada. <7a dama pod,a, acota $elly, seg1n su
)antas,a, mostrarse completamente desnuda o ligeramente desvestida=. El asag, o prueba
de amor, era otra cosa" la dama le permit,a al amante vestido ro-ar su cuerpo o abra-arlo
o besarlo, a condicin de que %l conservara la mezura, lo cual equival,a a una prueba de
que era amada con un amor de cora-n :amor corau; y no simplemente deseada como
objeto carnal.
$elly, que rastrea las secuelas de tales costumbres, nos muestra que las coblas
catalanas dan todav,a testimonio de estas ideas y cita una :verdadera prueba de amor;"
$i el santo padre de 4oma
har,a lo que yo he hecho"
dormir contigo una noche
y no tocar tu cuerpo.
F
Como se&ala Pa-, si la abstencin es un e2tremo del erotismo, en el otro encontramos la
insaciabilidad del libertino! la e2presin ms total de la )iloso),a libertina, nos dice el
escritor me2icano, se encuentra en las obras de Sade, donde <la relacin ertica ideal
implica, por parte del libertino, un poder ilimitado sobre el objeto ertico, unido a una
indi)erencia igualmente sin l,mites sobre su suerte. :...; de ah, que los libertinos de Sade
reclamen siempre la absoluta obediencia de sus v,ctimas=.
El libertino es, como el don 5uan, un coleccionista. '0u% busca el insaciable en
cada acto amoroso, si, como a)irma Gundera, %ste es la eterna repeticin de lo mismo*
+oms, el personaje de La insoportable levedad del ser, tiene la respuesta" <siempre
queda un peque&o porcentaje inimaginable. :...; >dems, la persecucin de lo
inimaginable no termina con el descubrimiento de la desnude-, sino que contin1a ms
all" 'cmo se comportar cuando se desnude* '0u% dir cuando le haga el amor* 'En
qu% tonos sonarn sus suspiros* '0u% muecas tendr grabadas en la cara en el
momento del placer* <7a e2plicacin de Gundera es curiosa. El insaciable, seg1n %l,
estar,a ejecutando un acto de empoderamiento" <3e modo que no era el deseo del placer
:el placer llegaba como un premio, por a&adidura;, sino el deseo de apoderarse del
mundo :de hendir con el escalpelo el cuerpo yacente del mundo; lo que le hac,a ir tras las
mujeres=.
>s, como el poema es lugar donde mejor habita la poes,a, es en el acto de amor 9
y as, decimos para di)erenciarlo del coito, esa palabra que hace re)erencia tan slo al
hecho se2ual es en el acto de amor, dec,a, donde el erotismo puede desplegar todas sus
artes. Este acto, se ha dicho, es la representacin dramtica del deseo de ser uno, del
anhelo de )usin. <+oda la operacin del erotismo tiene como )in alcan-ar el ser en lo ms
,ntimo, hasta el punto del des)allecimiento= dice 6ataille. 7o que el hombre busca en ese
momento es romper la discontinuidad que lo condena a ser un solitario y )undirse con el
otro, romper el dique de su soledad. / sin embargo, le espera el )racaso" <dos orgasmos,
incluso simultneos, no dejan de ser dos= dice >ndr% Comte#Sponville.
Gundera, ese estudioso de las veleidades y pobre-as del amor, tiene algo que
decirnos otra ve-. Day dos maneras de hacer el amor" con los ojos abiertos o con los ojos
cerrados. Cuando Hran- hace el amor con Sabina, cierra los ojos. <El go-o que lo inunda
requiere oscuridad. Esa oscuridad es pura, limpia, sin imgenes ni visiones, esa oscuridad
no tiene )inal, no tiene )ronteras, esa oscuridad es el in)inito que cada uno de nosotros
lleva dentro de s,=.
Para Sabina, en cambio, <un hombre con los ojos cerrados es una ruina de hombre.
> Sabina le desagrada esa visin, no quiere mirar a Hran- y por eso cierra tambi%n los
ojos.= El acto de amor, pues, seg1n Gundera, puede llevarnos hasta el )ondo de nosotros
mismos, aislarnos, ponernos en contacto con lo ms oscuro y recndito, o permitirnos ver
al otro como cuerpo eroti-ado. / digo cuerpo eroti-ado porque en esta situacin el cuerpo
se resemanti-a, habla de una manera distinta a como puede hablar el cuerpo vestido.
>hora bien" si el esp,ritu es el que da vuelo al erotismo, los sentidos son sus
verdaderos conductores el%ctricos. El primero y ms esencial es sin duda la vista, con
todas sus posibilidades. 7as miradas que se cru-an, y que pueden producir emociones y
sacudimientos equivalentes a los de una caricia"
...
In roce al paso,
J
una mirada )uga- entre
las sombras,
bastan para que el
cuerpo se abra en dos,
vido de recibir en s,
mismo
otro cuerpo que sue&e!
mitad y mitad, sue&o
y sue&o, carne y carne,
iguales en )igura,
iguales en amor,
iguales en deseo.
>unque slo sea una
esperan-a,
porque el deseo es
una pregunta cuya
respuesta
nadie sabe.
Son las palabras de 7uis Cernuda.
Pero los ojos propician tambi%n el placer del vouyerismo, desde su )orma ms
inocente, la del que contempla a su pareja en el acto de amor, hasta la del trasgresor, la
del que esp,a perversamente al otro y go-a con su goce. $o hablo, por supuesto, de la
pornogra),a, tan contraria al erotismo, por desprovista de valor est%tico y sutile-a. Como
bien dice 6audrillard, en la pornogra),a <la dimensin de lo real es abolida por el e)ecto de
-oom anatmico :...; Como en los cuadros hiperrealistas, donde se distingue el grano de
la piel de una cara, microscopio inhabitual, y que ni siquiera tiene el encanto de la
inquietante e2tra&e-a. :...; es una visin que acosa a la seduccin a )uer-a de visibilidad.
7e <o)recen :al espectador; ms todav,a=. :...; 7e o)recen tanto, el color, el relieve, el se2o
en alta )idelidad, con los graves y los agudos :la vida, AvayaB; que usted no tiene nada qu%
a&adir, es decir, que dar a cambio=.
$o. El erotismo e2ige sutile-a, y por eso es tan e2tra&o su buen manejo en la
literatura. $o )altan, sin embargo, pginas maestras. Sobre cuestiones de voyeurismo
encontramos un hermoso, delicad,simo relato de Ktalo Calvino en su novela Si una noche
de invierno un viajero! su t,tulo es <Sobre la al)ombra de hojas iluminadas por la luna= y en
%l un joven cuenta cmo llega a la casa del se&or O@eda como su ayudante, cmo conoce
all, a su hija peque&a, (a@i@o, que posee en lo alto de su nuca <una )ina pelusilla negra
que parec,a continuar a lo largo de la espalda=, y a su madre, la se&ora (iyagi, ya un
tanto madura! la belle-a de (a@i@o tienta al joven narrador, que 9hay que decirlo ha
demostrado, )rente al se&or O@eda, su capacidad asombrosa de aislar sensaciones de
todo orden! es, sin embargo la se&ora (iyagi la que, despu%s de varios escarceos, logra
que el joven ayudante introdu-ca, como por casualidad, la mano en el escote de su
@imono. / as, describe el narrador sus impresiones"
7o que suscitaba mi inter%s, en el seno de la se&ora (iyagi, era la corona de
papilas en relieve, de grano grueso o menudo, diseminadas por la super)icie de
una ar%ola de e2tensin considerable, ms juntas en los bordes pero con
avan-adas que llegaban al pice. Presumiblemente estas papilas reg,an cada
una de las sensaciones ms o menos agudas de la receptividad de la se&ora
L
(iyagi, )enmeno que pude veri)icar )cilmente someti%ndolas a ligeras
presiones lo ms locali-adas posible, a intervalos de cerca de un segundo y
comprobando sus reacciones directas en el pe-n e indirectas en el
comportamiento general de la se&ora :...; Este delicado reconocimiento tctil
estaba guiado por m, no slo mediante las yemas de los dedos sino tambi%n
conduciendo del modo ms oportuno mi miembro a planear sobre su seno con
caricia rasante y envolvente, dado que la posicin en la que hab,amos venido a
hallarnos )avorec,a el encuentro de estas -onas nuestras diversamente
ergenas...
El narrador, que se e2tiende un poco ms en los detalles, nos cuenta, por )in"
+ras el panel de papel de la puerta corredera se dibuj el per)il de la muchacha
que se arrodillaba en la estera, adelantaba la cabe-a, asomaba por la jamba el
rostro contra,do en una e2presin jadeante, abr,a los labios, desencajaba los
ojos siguiendo las sacudidas de su madre y las m,as con atraccin y disgusto.
Pero no estaba sola" ms all del pasillo, en el vano de otra puerta una )igura
de hombre estaba inmvil en pie. $o s% cuanto tiempo llevaba all, el se&or
O@eda. (iraba )ijamente, no a su mujer y a m,, sino a su hija que nos miraba.
En su )r,a pupila, en el pliegue )irme de sus labios se re)lejaba el derretimiento
de la se&ora (iyagi re)lejado en la mirada de su hija.
$o acaba, por supuesto, el relato, despu%s de este perverso juego de
miradas, y ustedes debern descubrir el )inal de tales juegos.
Otra pie-a maestra del erotismo oriental que comprende voyeurismo es la
c%lebre novela de /asunari Gawabata La casa de las bellas durmientes. >ll,,
tristes ancianos de la alta sociedad nipona deben limitar sus deseos a mirar cmo
duermen las jvenes a las que les est prohibido tocar.
Por supuesto que los otros sentidos contribuyen tanto como la vista a
desatar el erotismo" el tacto, hecho roce o caricia, a veces mientras ms sutil ms
decididamente sensual! el gusto, que puede establecer relaciones a)iebradas
entre un dura-no y las mejillas de una jovencita, y que ha llevado a escritores
como 7aura Esquivel, Ksabel >llende y D%ctor >bad a relacionar la comida con el
goce se2ual! o el o,do, que se regocija con el gemido, el secreto murmurado en la
oreja, la vo- que se recuerda antes de dormir... y el ol)ato, que tantas veces ha
buscado per)umes, y ms all de los per)umes, olores, <victoriosos, ricos y
corrompidos=, como dir,a 6audelaire, y que permiten hablar a 7en de 8rei)) del
<tu)o ecureo de >)rodita=. >s, le hace decir $avo@ov a Dumbert Dumbert en
7olita" <Empuj% su blandura dentro del cuarto y la segu,. 7e arranqu% la blusa.
3esnud% el resto de su persona. 7e quit% las sandalias, salvajemente, persegu, el
rastro de su in)idelidad. Pero el olor que busqu% en toda ella era tan leve que no
pod,a discernirse del antojo de un manitico=. +ambi%n la violencia puede llegar a
ser ertica.
Sin cuerpo no hay Eros. 3esde los albores de la pintura el cuerpo humano
ha sido cargado de erotismo, unas veces vestido, otras veces desnudo. <7a ropa
dice (ario Perinola es lo que con)iere al hombre su identidad antropolgica,
social y religiosa, en una palabra su ser=. Procede enseguida a e2aminar como
desnudamiento y revestimiento han constituido )ormas de una ertica art,stica"
as,, mientras para el >ntiguo +estamento y los pueblos del Pr2imo Oriente la
desnude- es t,pica de la esclavitud y envilece, para los griegos constituye un ideal
M
est%tico, la mejor manera de representar al hombre en su dimensin ideal. > partir
de ah, el arte desviste y reviste, pone velos o los quita, y tan ertica resulta la
desnude- de la Nenus desnuda de 6ron-ino, a quien Cupido aprieta un seno y
besa en los labios, como la Santa +eresa en %2tasis de 6ernini, con sus amplios
ropajes en movimiento, tan sensuales como un cuerpo, que hablan de un
transporte del alma y los sentidos.
En nuestro tiempo, agrega Perinola, la ertica del desnudamiento y el
revestimiento revive en el strip tease. Pero hace una interesante observacin" en
%ste slo se logra un e)ectivo trnsito ertico cuando la mujer que se desnuda,
gracias a una intensa mirada al espectador, lo incita, lo saca del mero espectculo
y lo en)renta a su potencial desnude-. (irar sin ser visto equivale, en cambio, no
a un actuar sino a quedarse en la pura teor,a.
En el cuerpo humano, como sabemos, ciertas partes poseen en s, mismas
el don del erotismo" las ms obvias, los senos, los genitales, los labios. Pero casi
todo en el cuerpo es susceptible de convertirse en lugar ertico" el cuello, del que
se ocupan tantos poetas, las a2ilas, la espalda, la oreja, los pies. Neamos un
poema de 3ar,o 5aramillo"
+u lengua, tu sabia lengua que inventa mi piel,
+u lengua de )uego que me incendia,
+u lengua que crea el instante de demencia, el delirio del cuerpo enamorado,
+u lengua, ltigo sagrado, brasa dulce,
Knvocacin de los incendios que me saca de m,, que me trans)orma,
+u lengua de carne sin pudores,
+u lengua de entrega que me demanda todo, tu muy m,a lengua,
+u bella lengua que electri-a mis labios, que vuelve tuyo mi cuerpo por ti puri)icado,
+u lengua que me e2plora y me descubre,
+u hermosa lengua que tambi%n sabe decir que me ama.
El erotismo y la poes,a se juntan para hablar de aquello que generalmente no se nombra" senos,
vulva, pene, palabras que as, pronunciadas suenan a catlogo m%dico, a leccin de anatom,a. En
el poema, en cambio, se cargan de deseo! Canta as, 4a)ael >lberti"
>n%mona encantada
Enamorada.
Orqu,dea despeinada
Enamorada.
Caracola ri-ada
Enamorada.
Hlor abierta cerrada
Enamorada.
Nalvas que pueden ser
$egras, rubias, doradas,
4ojas incendio y hasta
Perdidos blancos a1n estremecidos.
7as mujeres, en la tradicin, hemos sido, tal ve-, ms t,midas. De aqu,, sin
embargo, un atrevido poema )emenino, escrito por la espa&ola >na 4ossetti"
Calvin Glein, Inderdrawers
Huera yo como nevada arena
>lrededor de un lirio,
O
Doja de acanto, de tu vientre horma,
O )lor de algodonero que en su nube ocultara
El ms severo mrmol travertino.
Suave estuche de tela, moldura de caricias
Huera yo, y en tu joven turgencia
(e tensara.
Huera yo tu cintura,
Huera el abismo oscuro de tus ingles,
4edondos capiteles para tus muslos )uera,
Huera yo, Calvin Glein.
El erotismo suele ser, tambi%n, )etichista" hace desear vidamente una
cabellera, guardar un mechn como si la parte nos permitiera acceder al todo.
>dorar los -apatos que encerraron unos pies, como le ocurre a uno de los
amantes de (adame 6ovary. 4obar una prenda, acariciarla, olerla, como si nos
pudiera devolver a su due&o"
Esa ropita tuya que
tiene tu olor y apareci entre mis ropas
silencioso el total tal ve- amndose
temblando lejos de los dos
lejos como los dos
al )ondo del cajn
escribe el poeta argentino 5uan 8elman. / su poema, juguetn, resulta
intensamente ertico.
4oland 6arthes escribi alguna ve-, en lugar que ya no recuerdo, de la
conversacin como un espacio para el erotismo. Suscribo tal a)irmacin. $o s%
cmo ser para los hombres, pero a las mujeres la inteligencia masculina nos
resulta pro)undamente ertica. $os seduce tanto un poema como un teorema en
una boca inteligente. Porque el lenguaje tiene potencialidades erticas in)initas"
desde la palabra en la que brilla el ingenio seductor hasta la obscenidad dicha en
vo- baja, instrumento del amante en ciertos momentos del amor.
7as condiciones prcticas, las circunstancias, pueden ser acicate del
erotismo pero pueden ser tambi%n su perdicin. 8iddens ha mostrado cmo la
disciplina del trabajo moderno slo puede darse en la medida en que el cuerpo
pierda su erotismo Provocadoramente, por supuesto, parte del personal )emenino
que labora en nuestras o)icinas, se viste desentendi%ndose de tales e2igencias. El
riesgo es el de que la distraccin y las naturales perturbaciones causadas por
escotes y mini)aldas desestabilicen los ritmos de trabajo. 7a liberacin del trabajo,
en cambio, reeroti-a los cuerpos, los devuelve al territorio de la posible seduccin.
>sistimos, sin embargo, a una banali-acin de lo ertico. 7a desnude- por
la desnude-, la e2presin directa del deseo, la trivialidad dis)ra-ada de erotismo
desembocan en la vulgaridad, en la ausencia de misterio, en lo que 6audrillard ha
llamado porno#est%reo.
Porque lo ertico no es juego irrelevante. 3entro de %l habita el deseo de lo
divino y tambi%n la pulsin de la muerte. En su e2traordinario libro lo ha mostrado
bien 8eorge 6ataille" en el hombre hay un impulso que lo lleva a e2ceder los
l,mites, a transgredir. En ese camino erotismo y muerte se juntan. El imperio de
P
los sentidos, la pel,cula de $agisa Oshima, lo ha mostrado con dure-a y
sensibilidad. El deseo es devorador, y el erotismo en su re)inamiento puede llevar
a la muerte como un orgasmo. Porque en su b1squeda de lo absoluto, eros es
uno de los caminos posibles. En el goce supremo tocamos la divinidad y tambi%n
la nada, la oscuridad total. Es la )orma per)ecta, qui-, de olvidar que, como cant
4osario Castellanos, el hombre es animal de soledades.
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