Jolbes - El Mundo Tal Como Yo Lo Veo - Albert Einstein

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El mundo tal como yo lo


veo
Autor: Albert Einstein

COLECCIN JOLBES
16

www.jolbes.com

09/03/2013




El mundo tal como yo lo veo
Albert Einstein

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El mundo tal como yo lo veo
Albert Einstein

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El mundo tal como yo lo veo
Albert Einstein

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EL MUNDO TAL COMO YO LO VEO
-Albert Einstein

Qu mala suerte la de nosotros los mortales! Estamos aqu por un breve
perodo, no sabemos con qu propsito, aunque a veces creemos percibirlo.
Pero no hace falta reflexionar mucho para saber, en contacto con la realidad
cotidiana, que uno existe para otras personas: en primer lugar para aquellos de
cuyas sonrisas y de cuyo bienestar depende totalmente nuestra propia
felicidad, y luego para los muchos, para nuestros desconocidos, a cuyos
destinos estamos ligados por lazos de afinidad. Me recuerdo a m mismo cien
veces al da que mi vida interior y mi vida exterior se apoyan en los trabajos de
otros hombres, vivos y muertos, y que debo esforzarme para dar en la misma
medida en que he recibido y an sigo recibiendo. Me atrae profundamente la
vida frugal y suelo tener la agobiante certeza de que acaparo una cuanta
indebida del trabajo de mis semejantes. Las diferencias de clase me parecen
injustificadas y, en ltimo trmino, basadas en la fuerza. Creo tambin que es
bueno para todos, fsica y mental- mente, llevar una vida sencilla y modesta.

No creo en absoluto en la libertad humana en el sentido filosfico. Todos
actuamos no slo bajo presin externa sino tambin en funcin de la necesidad
interna. La frase de Schopenhauer Un hombre puede hacer lo que quiera, pero
no querer lo que quiera, ha sido para m, desde mi juventud, una autntica
inspiracin. Ha sido un constante consuelo en las penalidades de la vida, de la
ma y de las de los dems, y un manantial inagotable de tolerancia. El
comprender esto mitiga, por suerte, ese sentido de la responsabilidad que
fcilmente puede llegar a ser paralizan- te, y nos impide tomarnos a nosotros y
tomar a los dems excesivamente en serio; conduce a un enfoque de la vida
que, en concreto, da al humor el puesto que se merece.


El mundo tal como yo lo veo
Albert Einstein

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Siempre me ha parecido absurdo, desde un punto de vista objetivo, buscar el
significado o el objeto de nuestra propia existencia o de la de todas las
criaturas. Y, sin embargo, todos tenemos ciertos ideales que determinan la
direccin de nuestros esfuerzos y nuestros juicios. En tal sentido, nunca he
perseguido la comodidad y la felicidad como fines en s mismos... Llamo a este
planteamiento tico el ideal de la pocilga. Los ideales que han iluminado mi
camino y me han proporcionado una y otra vez nuevo valor para afrontar la
vida alegremente, han sido Belleza, Bondad y Verdad. Sin un sentimiento de
comunidad con hombres de mentalidad similar, sin ocuparme del mundo
objetivo, sin el eterno inalcanzable en las tareas del arte y de la ciencia, la vida
me habra parecido vaca. Los objetivos triviales de los esfuerzos humanos
(posesiones, xito pblico, lujo) me han parecido despreciables.

Mi profundo sentido de la justicia social y de la responsabilidad social ha
contrastado siempre, curiosamente, con mi notoria falta de necesidad de un
contacto directo con otros seres humanos y otras comunidades humanas. Soy
en verdad un viajero solitario y jams he pertenecido a mi pas, a mi casa, a
mis amigos, ni siquiera a mi familia inmediata, con todo mi corazn. Frente a
todos estos lazos, jams he sentimientos que crecen con los aos. Uno toma
clara conciencia, aunque sin lamentarlo, de los lmites del entendimiento y la
armona con otras personas. No hay duda de que con esto uno pierde parte de
su inocencia y de su tranquilidad; por otra parte, gana una gran independencia
respecto a las opiniones, los hbitos y los juicios de sus semejantes y evita la
tentacin de apoyar su equilibrio interno en tan inseguros cimientos.

Mi ideal poltico es la democracia. Que se respete a cada hombre como
individuo y que no se convierta a ninguno de ellos en dolo. Es una irona del
destino el que yo mismo haya sido objeto de excesiva admiracin y reverencia
por parte de mis semejantes, sin causa ni mrito mo. La causa de esto quiz
sea el deseo, inalcanzable para muchos, de comprender las pocas ideas a las
que he llegado con mis dbiles fuerzas gracias a una lucha incesante. Tengo
plena conciencia de que para que una sociedad pueda lograr sus objetivos es
necesario que haya alguien que piense, dirija y asuma, en trminos generales, la

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responsabilidad. Pero el dirigente no debe imponerse mediante la fuerza, sino
que los hombres deben poder elegir a su dirigente. Soy de la opinin que un
sistema autocrtico de coercin degenera muy pronto. La fuerza atrae siempre
a hombres de escasa moralidad, y considero regla invariable el que a los tiranos
de talento sucedan siempre pcaros. Por esta razn, me he opuesto siempre
apasionadamente a sistemas como los que hay hoy en Italia y en Rusia. Las
causas del descredito de la forma de democracia que existe hoy en Europa no
deben atribuirse al principio democrtico en cuanto tal, sino a la falta de
estabilidad de los gobiernos y al carcter impersonal del sistema electoral.

Creo, a este respecto, que los Estados Unidos han encontrado el camino justo.
Tienen un presidente a quien se elige por un perodo lo bastante largo y con
poder suficiente para ejercer adecuadamente su cargo. Por otra parte, lo que
yo valoro en el sistema poltico alemn es que ampara mucho ms ampliamente
al individuo en caso de necesidad o enfermedad. Lo que es realmente valioso
en el espectculo de la vida humana no es, en mi opinin , el estado poltico,
sino el individuo sensible y creador, la personalidad; slo eso crea lo noble y lo
sublime, mientras que el rebao en cuanto tal, se mantiene torpe en el
pensamiento y torpe en el sentimiento.

Este tema me lleva al peor producto de la vida de rebao, al sistema militar, el
cual detesto. Que un hombre pueda disfrutar desfilando a los compases de una
banda es suficiente para que me resulte despreciable. Le habrn dado su gran
cerebro slo por error; Le habra bastado con mdula espinal desprotegida.
Esta plaga de la civilizacin debera abolirse lo ms rpidamente posible. Ese
culto al hroe, esa violencia insensata y todo ese repugnante absurdo que se
conoce con el nombre de patriotismo. Con qu pasin lo odio! Qu vil y
despreciable me parece la guerra! Prefiero que me descuarticen antes de
tomar parte en actividad tan abominable Tengo tan alta opinin del gnero
humano que creo que este espantajo habra desaparecido con mucho si los
intereses polticos y comerciales, que actan a travs de los centros de
enseanza y de la prensa, no corrompiesen el sentido comn de las gentes.

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La experiencia ms hermosa que tenemos a nuestro alcance es el misterio. Es
la emocin fundamental que est en la cuna del verdadero arte y de la
verdadera ciencia. El que no la conozca y no pueda ya admirarse, y no pueda ya
asombrarse ni maravillarse, est como muerto y tiene los ojos nublados. Fue la
experiencia del misterio (aunque mezclada con el miedo) la que engendr la
religin. La certeza de que existe algo que no podemos alcanzar, nuestra
percepcin de la razn ms profunda y la belleza ms deslumbradora, a las que
nuestras mentes slo pueden acceder en sus formas ms toscas... son esta
certeza y esta emocin las que constituyen la autntica religiosidad. En este
sentido, y slo en ste, es en el que soy un hombre profundamente religioso.
No puedo imaginar a un dios que recompense y castigue a sus criaturas, o que
tenga una voluntad parecida a la que experimentamos dentro de nosotros
mismos. Ni puedo ni querra imaginar que el individuo sobreviva a su muerte
fsica; dejemos que las almas dbiles, por miedo o por absurdo egosmo, se
complazcan en estas ideas. Yo me doy por satisfecho con el misterio de la
eternidad de la vida y con la conciencia de un vislumbre de la estructura
maravillosa del mundo real, junto con el esfuerzo decidido por abarcar una
parte, aunque sea muy pequea, de la Razn que se manifiesta en la
naturaleza.
Publicado por primera vez en Forum and Century, voL 84, p. 193-194, el
nmero 13 de la serie "Forum Film actual". Incluido tambin en Living
Philosophies (p. 3-7), Nueva York, Simon & Schuster.

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