Federico Cervantes - Felipe Ángeles y La Revolución de 1913

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C OL E C C I N

Bicentenario Campeche Solidario


FELIPE ANGELES
y la Revolucin de 1913
Federico Cervantes
B I OGR AF A
( 1 8 6 9 - 1 9 1 9 )
CAMPECHE, MXICO
2010
FEDERICO CERVANTES
Felipe Angeles
y
La revolucin de 1913
Felipe Angeles
y La Revolucin de 1913
Primera edicin 2010.
Primera edicin fecha desconocida.
Segunda edicin 1943
Tercera edicin 2010
GOBIERNO DEL ESTADO DE CAMPECHE 2009-2015
Comit Organizador de la Conmemoracin del Bicentenario del
Inicio del Movimiento de Independencia Nacional y del
Centenario del Inicio de la Revolucin Mexicana.
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
Secretara de Cultura
ISBN: En trmite.
San Francisco de Campeche, Campeche. Mxico 2010.
Comit Organizador de la Conmemoracin del
Bicentenario del Inicio del Movimiento de Independencia Nacional
y del Centenario del Inicio de la Revolucin Mexicana.
Lic. Fernando Ortega Berns
Gobernador Constitucional del Estado
PRESIDENTE
Lic. Carlos Prez Cmara
COORDINADOR GENERAL DEL
CONSEJO CONSULTIVO
Lic. Alfonso Esquivel Campos
SECRETARIO EJECUTIVO
Mtro. Jos Manuel Alcocer Berns
SECRETARIO TCNICO
2010, Ao de la Patria. Bicentenario del Inicio de la Independencia Nacional y
Centenario del Inicio de la Revolucin Mexicana.
U
no de los personajes quiz poco conocidos en la historia
de la revolucin es Felipe Angeles, un gran militar y
estratega de las fuerzas villistas y gracias a l Villa pudo
ganar diferentes batallas contra los ejrcitos enemigos. La
obra que hoy presentamos es una biografa poco conocida
del personaje que gracias a sus conocimientos militares es
considerado como uno de los hroes revolucionarios ms
importantes.
La comisin editorial consciente de la importancia y
con motivo de los festejos que se conmemoran y a casi
100 aos de su muerte, decidi publicar esta obra como
un homenaje al personaje que fue crucial en el movimiento
revolucionario.
La Comisin Editorial
PRES ENTACI N
9
E
ntre los hijos notables del Colegio Militar, cuna de hombres completos
y de tipos heroicos descuella, con brillo inmaculado, la gura de un
joven trigueo venido de la clase media provinciana quien, tenaz en el
estudio y educado en un medio como el de esa institucin gloriosa de
Chapultepec que fu conocida como la ms democrtica Escuela del
Honor, se fu elevando en su cultura y valimiento hasta terminar una
brillante carrera cientca y hacerse notable en el Ejrcito; sirvi con
delidad y pericia al gobierno legtimo, fu comprendido y estimado en
su virtud y en su valer por el Presidente Madero, desarroll una campaa
militar de alto humanitarismo contra la rebelin zapatista y tras la traicin y
el sacricio de los primeros mandatarios, abraz la causa constitucionalista
como revolucionario. A pesar de sus triunfos guerreros, como militar
civilizado no fu de quienes dejaron amargas huellas a su paso, antes por
el contrario, donde quiera que se le conoci fu estimado.
Por constitucionalista y demcrata, Angeles era antagonista
consciente de todo despotismo. Por eso descubri en los procedimientos
del Primer Jefe Carranza que ste era anti-revolucionario, empero para
no quitarle unidad a la revolucin armada, mientras subsistiera el
enemigo huertista, aconsej la sumisin al Jefe que iba defraudando
los ideales democrticos.
La Convencin Nacional Revolucionaria destituy a Carranza y
deni la escisin en dos campos: el del personalismo carrancista y el
del impersonalismo revolucionario. Como convencionalista, Angeles
luch en contra de Carranza y fu de los vencidos por la fuerza pero
no por la razn.
PROEMI O
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El triunfo militar de Carranza le permiti cimentar su dictadura y, en
un alarde de poder absolutista y de gloria de reformador, abrogar la
Constitucin de 1857, l que era el Primer Jefe del constitucionalismo
defensor (?) de la Constitucin por cuya violacin haba convocado al
pueblo para levantarse en armas, respetndola!
La nueva Constitucin no era otra sino la antigua con reformas
importantes que bien pudieron, y debieron hacerse bajo el amparo
legal de la gloriosa Constitucin de 57, ya que sta sealaba el
procedimiento legtimo para reformarla, no habiendo necesidad
de llamar nueva a la que, plasmada en ella, haba de mantener la
unidad histrica poltica tradicional al continuar la misma forma de
gobierno, el concepto de soberana poltica y la estructura legal de
la Repblica.
Claro est que en los tiempos actuales resultara anacrnico objetar
el origen de la Constitucin que nos rige y que, con sus reformas
avanzadas, largos aos de vigencia han legitimado. Pero en aquella
poca, con la supuesta nueva Constitucin se abjuraba de la que haba
dado vida y razn al gran movimiento revolucionario de 1913. Lo mismo
se pensara ahora si una revolucin, surgida en defensa de la actual
Constitucin, sirviera para derogarla
Pero adems, el rgimen de Carranza, dictatorial y plagado de
inmoralidades y errores, vivi bajo la continua inquietud de la rebelin
sostenida en las montaas del Norte y del Sur por Villa, Zapata y otros
rebeldes. Los Estados Unidos mostraron entonces seria impaciencia por
la turbulencia mexicana; adems, la prensa capitalista peda a grandes
voces la intervencin: grandes nancieros de los EE. UU. declaraban
que queran la guerra que marchando hacia el Sur las fuerzas de
los Estados Unidos deben llevar a Mxico la ley que conviene a los
intereses del capital norteamericano. La intervencin pareca inminente
dada la potencia militar de un pueblo que haba movilizado millones
de hombres, cosechando rpida victoria.
Entonces Angeles, desterrado desde el reconocimiento de Carranza
por el gobierno americano, tom la resolucin heroica de volver al
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campo rebelde abanderado con la Constitucin de 57. Segua siendo
rebelde por constistitucionalista y su rebelda de principios era la
rebelda virtud, no la rebelda de ambiciones bastardas. Aspiraba a la
unicacin e iba en busca de ella.
Considerando a Villa como importante factor en la accin, intent
apartarlo de su crueldad, educar sus costumbres y orientarlo en el
concepto democrtico. Villa lo acogi y le signic cario y estimacin,
pero la diferencia de educacin, de criterio y de procedimientos, los
separ: Angeles era ferviente maderista y al Villa maderista de ayer,
sus allegados le empezaban a imbuir el antimaderismo; Angeles era
admirador de la gran nacin norteamericana y Villa la detestaba;
Angeles preconizaba no slo el respeto a la vida sino hasta el honor
para los vencidos y Villa a duras penas poda substraerse a la crueldad;
Angeles quera una accin militar continuada y Villa, mejor conocedor
del terreno y de las circunstancias, prefera mantener la guerra de
guerrillas.
Alejado de Villa, en vida trashumante, acogido al asilo de un villista
en una cueva de la montaa, fu entregado por ste que se amnisti
y codici el premio ofrecido a la traicin.
El ms rencoroso enemigo de Angeles, Carranza, en el poder,
orden que se juzgara al reo en Consejo de Guerra extraordinario por
rebelin militar en campaa; era mandarlo al patbulo. Comprendiendo
Angeles que el Consejo no era ms que una farsa siniestra, que su
sentencia estaba dictada, apenas trat de defenderse, pero se empe
en ensear hasta a sus mismos verdugos los principios morales que
inamaban su alma. Habl con admirable valor civil de nuestros grandes
defectos nacionales y de sus convicciones democrtico-socialistas;
produjo bellas palabras de amor y de perdn que conmovieron y
arrancaron el aplauso del pueblo que llenaba el teatro de los Hroes,
de Chihuahua.
Para ese revolucionario extraordinario que llamaba hermanos
equivocados a los adversarios polticos, que no rob ni asesin y
que infatigablemente salv del patbulo a cuantos pudo, no hubo la
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justicia de un proceso civil; tampoco hubo el amparo de la Justicia ni
la intencin del indulto. S bin le dijo a su defensor que mi vida
depende de un hombre solamente.
Fu al patbulo con estoica dignidad, con el valor consciente de
los grandes hombres: despus de disertar sobre cuestiones loscas
ante quienes tristemente lo despedan, di cortsmente un abrazo, para
todos, a su defensor; fu a colocarse ante el pelotn de la ejecucin
con insuperable entereza.
La vida y la muerte de Felipe Angeles, son ejemplares; quienes sin
comprenderlo lo han atacado innoblemente, debieran meditar para
decirnos: Qu otro militar revolucionario alcanz la cultura y demostr
el civismo de Angeles; quin fu ms competente, ms honrado y
ms generoso; quin fu ms desinteresado y qu apoteosis de ms
admirable serenidad ha sido, en nuestros tiempos, mejor que la de su
muerte?
Angeles fu tcnico notable, probo ciudadano, el defensor de la
legalidad y representativo del maderismo que es democracia. Combati
con herosmo por los ideales populares; amaba al pueblo que sufre;
represent la conviccin revolucionaria y el espritu democrtico que
no claudica. Fu hombre virtuoso, fu hombre de accin, fu hombre
completo.
Con la rigidez de una echa, sigui un camino rectilneo que
culmin en la ofrenda de su vida!
El verdadero mrito de hombre semejante, no debe ser regateado
por diferencias polticas o por personalismos; quien honra a los
enemigos se honra a s mismo, y si tan pocos hombres pblicos resisten
victoriosamente a un examen crtico, no hay que restarle gloria a un
representativo de la Revolucin de principios.
Porque la Revolucin necesita justificarse con semejantes
hombres!
* * *
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Fiel al recuerdo de quien fuera maestro de la juventud; del hombre
modelo en quien, mejor que en los dems, descubr no slo cultura
superior sino grandeza de alma; discpulo y amigo del nico hombre
completo, del superhombre contemporneo que me haya inspirado
verdadera admiracin, que inculcaba ciencia y bondad y en quien, como
rara virtud de los hombres, encontr la ms grandiosa ecuanimidad;
para ese gran revolucionario, demcrata socialista que muri sin odios,
con el estoicismo, la sencillez y la serenidad de Scrates presento,
reverente, el homenaje modesto de esta biografa.
Para m que he admirado a pocos hombres y que no he adulado
a nadie, el ejemplo del maestro Angeles y su inuencia moral han
constituido herencia de honor recogida de su vida generosa.
La actuacin militar, ciudadana y revolucionaria de Angeles es un
paradigma. En vano la pasin y la ignorancia han querido empaar una
vida que tuvo la pureza, la rmeza y la diafanidad del cristal!
EL AUTOR.
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E
L PADRE DE NUESTRO BIOGRAFIADO.Se llamaba Felipe
Angeles, era oriundo de Molango; mestizo de la clase media
humilde en quien predominaba la sangre indgena; era alto y hombre
de a caballo que se ocupaba del cultivo de la tierra y cra de ganado.
Cas en segundas nupcias con la seora Juana Ramrez, de su misma
clase social, virtuosa y buena como la mayor parte de nuestras mujeres
mexicanas. En ese matrimonio tuvieron cuatro hijos: Eduardo, Cristina,
Felipe y Leopoldo.
Habiendo enviudado por segunda vez, tuvo vida y energa para
casarse nuevamente formando una tercera familia llegando a fallecer
hasta a los setenta y cinco aos de edad, lo cual d idea de su vitalidad
y buenas costumbres. Sus hijos fueron doce en total.
D. Felipe Angeles prest servicios militares al gobierno de la
Repblica desde 1847 contra la invasin americana y despus, desde
1862; luchando hasta mil ochocientos sesenta y siete contra el llamado
imperio, habiendo alcanzado el grado de Coronel que ostent como
Jefe de la Segunda Brigada de la Divisin del segundo Distrito del
Estado de Mxico, en el sitio de Quertaro. La patente de Coronel
le fu expedida por acuerdo y con signatura del Benemrito Benito
Jurez, en su calidad de Presidente de la Repblica.
Combatiendo contra la invasin francesa en los llanos de Tuscuapa,
cerca de Zacualtipn y comandando una guerrilla de doscientos
hombres fu herido gravemente en la cabeza. Durante el asalto a una
posicin enemiga un bayonetazo le perfor la mueca. Y en la sierra de
Tlanchinol detuvo a una numerosa columna enemiga con un centenar
CAPI TUL O I
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de patriotas rodando enormes piedras sobre el anco de la montaa
y haciendo circular a su gente en la cresta para hacer creer al enemigo
que su efectivo era numeroso. Contbase entre sus contemporneos la
hazaa de haberse aproximado a un campamento enemigo cubrindose
de ramas para no ser visto logrando valiosos informes de guerra. Era,
en suma, un guerrillero audaz y valiente.
Al triunfo de las armas republicanas se retir a la vida privada
diciendo la Patria ya no necesita de mis servicios. Cuando el gobierno
expidi bonos en pago de muchos haberes atrasados, el Coronel
Angeles se neg a recibirlos porque deca, yo he servido a la Nacin,
no por la paga, sino por el deber.
D. Felipe Angeles fu jefe Poltico de varios distritos del Estado
de Hidalgo: En Molango dos veces, en Zacualtipn, en Ixmiquilpan,
en Atotonilco el Grande, en Huejutla y en Jacala, lugares todos en los
que fu bien querido porque no era el tipo odioso de Jefes Polticos
que tiranizaban al pueblo, sino que se caracterizaba por su carcter
sencillo, su espritu justiciero, su rectitud, su conducta intachable y
grande amor a su pueblo.
Posteriormente ocup la Administracin de Rentas de la Aduana de
Zacualtipn, muy importante porque por all pasaban las mercancas que
venan del Puerto de Veracruz a la Capital de la Repblica, y como fuera
amenazado por los contrabandistas debido a que, con toda honradez
vigilaba que no fueran defraudados los intereses de la Nacin, dijo l
que con la Ley en una mano y el sombrero en la otra, no le tema a
una pieza de ochenta (los mayores caones de la poca).
Cuando en vista de los buenos servicios del Coronel Felipe Angeles,
sr., el gobierno del Estado de Hidalgo le asign una pensin, aquel
ameritado patriota se sinti ofendido y dijo: Si no sirvo, que me
manden a mi casa, pero no me paguen lo que no devengo.
El gobierno del Genl. Daz le otorg la condecoracin que el
Congreso vot para los sitiadores de la Plaza de Quertaro.
El anciano liberal defensor de la Repblica, recomend a sus
parientes que, cuando muriera, no vistieran su cadver sino que lo
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amortajaran en el lienzo de una bandera tricolor que l haca ondear en
las ceremonias cvicas y que lo acompa hasta la tumba (en Molango
el ao de mil ochocientos noventa y nueve).
EL HIJO.-Hijo de un padre tan honorable, Felipe Angeles tuvo
desde su infancia, ejemplos de rectitud y patriotismo. Naci en Za-
cualtipn, del Estado de Hidalgo, el 13 de junio de 1869. Su niez la
pas en Huejutla y despus en Molango a donde, como dijimos, su
padre fu jefe Poltico por dos veces. Inici su instruccin primaria en
Huejutla (Cabecera de Distrito), y la continu en la Escuela de Molan-
go en la que uno de sus mejores maestros fu el Prof. Arcadio Castro
quien descubri, en aquel joven sencillo, una clara inteligencia. Felipe
alternaba sus horas de escuela con largas excursiones que realizaba
por los pintorescos alrededores de su pueblo.
Terminada su instruccin primaria, el joven Angeles fue enviado
al Instituto Literario de Pachuca, bajo la tutora de un excelente
amigo de su padre, el Sr. Arnaldo Laroul, hombre generoso que
entregaba a Felipe las mesadas con que su padre deseaba pagar el
sostenimiento del estudiante. A la vez que haca sus estudios, Felipe
adquiri, en aquel medio provinciano, acin por las peleas de gallos;
en la feria anual de San Francisco, en Pachuca, se jugaban grandes
apuestas en el palenque de gallos al que concurra el Gobernador
del Estado, Gral. D. Rafael Cravioto. Felipe haba perdido su dinero
en las apuestas y quedndole solamente dos pesos que enseaba
en la mano se puso de pie y grit enrgicamente: seores: no
hay quin le pare a estos dos pesos? el Gobernador Cravioto se
los tom sin preguntarle a qu gallo apostaba y terminada la pelea
le dijo: tenga Ud., se ha ganado diez pesos, por el garbo con que
sabe hablar en pblico. Sabido esto en Molango por el padre de
Felipe, lo llam al hogar paterno y como all continuara cuidando
algunos gallos escogidos de pelea, su padre tom la determinacin
de sacricar al gallo preferido el cual fue servido en la comida ante la
mirada de sorpresa y pesadumbre del joven, que as qued curado
de aquella acin.
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EL ESTUDIANTE.Felipe Angeles fue enviado al Colegio Militar de
Chapultepec a donde ingres el ao de mil ochocientos ochenta y tres
a los 14 aos de edad. Aquel joven provinciano demostr su talento
desde los primeros aos pues se distingui en sus estudios obteniendo
las mejores calicaciones, especialmente en Matemticas, que eran
cursadas con mayor extensin que en toda Escuela del pas, realizando
as una brillante carrera fuente de su prestigio. Sus compaeros acudan
a l para que les explicara los temas ms arduos y sus superiores lo
estimaron no slo por su aplicacin sino por su buena conducta. Fu
tan notable el aprovechamiento del joven alumno ascendido sucesi-
vamente a Cabo (1885) y Sargento (1887) que cuando el Profesor de
Mecnica Analtica tuvo que dejar su ctedra y los Jefes del Colegio
Militar le preguntaron quin podra substituirlo en tan difcil asignatura,
Chicho Prado, el sabio matemtico, contest que estimaba que bien
podra substiturlo el alumno Felipe Angeles. Como consta en su hoja
de servicios; sus calicaciones son excelentes especialmente en Ma-
temticas puras y aplicadas en que casi siempre obtuvo la calicacin
suprema (tres sobresalientes). Sin embargo, es curioso conrmar lo que
en vida nos deca el Gral. Angeles: Yo siempre he sido muy malo para
el dibujo y ciertamente, la nica materia de su carrera en que pas
con mayora, fue la de dibujo. Tampoco se distingui en ingls. En
cambio, consta que en 1890, siendo an Sargento alumno, desempe
sin remuneracin, la clase de Mecnica Analtica para la que el sabio
Chicho Prado lo consider opto como maestro!
DESDE JOVEN FUE VERAZ Y RESUELTO.Para dar una oportu-
nidad al talentoso alumno, el Director del Colegio lo design como
orador en una de las ceremonias anuales de reparticin de premios.
Tom Angeles el encargo con entusiasmo y produjo una valiente alocu-
cin que el Ingeniero Vito Alessio Robles nos reere con estas palabras:
callado por naturaleza, era en el fondo un gran rebelde potencial.En
presencia del Genl. Daz que presida el acto con un squito de ge-
nerales gloriosos e ignorantes, ante el escndalo y la indignacin de
estos ltimos, se reri a la evolucin de la educacin militar y expres
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la necesidad de excluir de los mandos militares a los macheteros ms
o menos gloriosos e incultos. Aquellos generales pusieron el grito en
el cielo e hicieron una representacin ante el Genl. Daz, pidiendo el
procesamiento de Angeles. El Presidente, con muy buen sentido, no
accedi a la necia instancia. Respondi a los generales que el joven
Angeles tena razn.
Despus de ocho aos de notables estudios, Angeles obtuvo el
ttulo de Teniente de Ingenieros (ao de mil ochocientos noventa y
dos) siendo comisionado en el Batalln de Zapadores con cuyo cuerpo
dirigi el trazo y excavaciones del canal del ro Duero en Zamora,
Mich. Angeles desempe despus importantes comisiones que
pueden sintetizarse as. Estudio y reformas del material de guerra,
elaboracin de plvora sin humo y formacin de tablas de tiro para
las que se necesitan profundos conocimientos en Matemticas (adapt
las tablas de tiro del material de artillera Shneider Cannet). Profesor
de Matemticas, Mecnica Analtica y Balstica Interior y Exterior en el
Colegio Militar; Profesor de Teora y Prctica de Tiro en la Escuela Militar
de Aspirantes y de Tctica Aplicada en la Escuela de Tiro de la que fu
Director. Importantes comisiones: Consta en su hoja de SERVICIOS
MERITORIOS, que como Profesor del 2o. Curso de Artillera escribi un
texto de Balstica Exterior as como dos folletos sobre Formulario de
las Velocidades y Presiones en las Armas de Fuego como ampliacin
de la Balstica Interior y Arreglo del Tiro de Artillera como aplicacin
del Clculo de Probabilidades, as como que form con sus discpulos
las tablas de tiro del can de montaa sistema Bange; determin
adems, las caractersticas de la plvora mexicana.
Repblica Mexicana.Colegio Militar.Direccin.
NOTICIA del concepto, aptitud, instruccin, adelanto y conducta
civil y militar del Teniente de la P.M.F. de Ingenieros Felipe Angeles,
comisionado en la 2a. Compaa de este Colegio.
Este oficial es de buen carcter, muy buenas costumbres,
educacin y tiene espritu militar. Es muy apto para el desempeo de
sus obligaciones, muy inteligente en la profesin y principalmente en
El Joven Ocial
Felipe Angeles.
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el ramo de Matemticas puras y aplicadas. Es muy estudioso, observa
muy buena conducta civil y militar y es arreglado en sus gastos.
Chapultepec, febrero 28 de 1894.
El Genl. Corl. Director.Juan Villegas.
FORMACION DEL PRIMER BATALLON DE ARTILLERIA.Por aquel
entonces el Genl. Prez inici la formacin del cuerpo especial de Ar-
tillera y para prestigiarlo con ociales de vala, pidi a Angeles, quien
fu incorporado como Capitn Segundo Tcnico de Artillera el ao
de mil ochocientos noventa y cuatro. En Mayo de este ao se le haba
destinado en la Fundicin Nacional.
Despus de otras comisiones que desempe con acierto y
honradez, fu ascendido a Capitn Primero y llevado, a peticin
del Genl. Villegas, honorable Director del Colegio Militar, como
Comandante de la 2a. compaa.
Dice el Ing. Alessio Robles: Conoc al despus Genl. Angeles el
14 de enero de 1898. El que sto escribe era entonces alumno de la
Segunda Compaa del Colegio Militar de Chapultepec. En la lista
de seis se present armada la citada Segunda Compaa para dar a
reconocer al nuevo Comandante de ella, el Capitn primero tcnico de
artillera Felipe Angeles. La ceremonia fue sencilla. Vimos al frente de
la compaa a un ocial de veintiocho aos, con la espada al hombro,
uniformado de gala y con la carrillera calada. El cuerpo alto, erguido
y esbelto, era el verdadero tipo del mestizo, con la tez bronceada,
frente grande, nariz aguilina, que recordaba las testas de los caballeros
guilas, expresivos ojos negros; boca grande, sombreada por un ralo
bigotillo.
Su nombre era un orgullo para el Colegio Militar. Estaba rodeado
de una aureola de prestigio y de leyenda. Inspiraba respeto y simpata.
Se le consideraba como el ocial ms inteligente y culto del Ejrcito,
era adems, un atleta vigoroso y gil, un excelente gimnasta y un
consumado caballista. Se impona por su saber y por su fuerza fsica y
moral. Sin embargo, la caracterstica que ms se destacaba en aquella
varonil y simptica gura era la modestia, una gran modestia. Aseado
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siempre y correcto y caballeroso sin afectacin, no lo abandonaba nunca
una amable sonrisa que dejaba ver dos hileras de dientes perfectos y
blanqusimos.
Las aptitudes de Angeles eran fsicas como intelectuales. En
gimnasia se distingui desde alumno como consumado barrista
tanto que, este frecuente vigoroso esfuerzo, le conform los hombros
ligeramente cados lo que, a pesar de su gallarda, contribua a darle
un aire de sencillez o de humildad. Excelente corredor y saltador tena
la costumbre, cuando alumno, de ejercitarse por las noches y una de
sus habilidades consista en saltar sucesivamente por encima de todas
las camas del largo dormitorio.
En la NOTICIA referente al Capitn Primero Angeles el Gral. Villegas
asent: Este ocial hizo sus estudios con notable aprovechamiento,
es muy inteligente y estudioso, afecto a la carrera militar y apto para
el servicio de las y el facultativo. Es de buena constitucin fsica, se
presenta en su exterior con propiedad y ha observado buena conducta
civil y militar. Chapultepec, enero 31 de 1898.
NOBLE EMULACION.Al mismo tiempo que l, fu nombrado
comandante de la otra compaa, el capitn Rafael Egua Liz, ocial
distinguido y de empuje, que pronto estuvo en noble competencia con
el capitn Angeles. Aquellas dos recias voluntades inteligentes trataron
de superarse en la noble justa del cumplimiento del deber, dando realce
notable a la Gloriosa Institucin de Chapultepec. La fama de aquellos
dos distinguidos ociales, cundi por todo el Ejrcito y fueron ellos los
prototipos del militar gallardo, viril e inteligente.
NOTA.El caballeroso Genl. Rafael Egua Liz, incorporado a la
Revolucin despus de disuelto el Ejrcito federal, tuvo tambin un n
trgico; fue fusilado infamemente por el llamado Genl. Santibez en
Chivela, Oax. abrazado de su hijo en pattico drama; Santibez fu
tambin el asesino de Don Jess Carranza; fu posteriormente fusilado
implorando, de rodillas, la vida.
PROF. SUBSTITUTO GRAL.Tanta era la competencia intelectual
y docente del capitn Angeles que el Director, Genl. Juan Villegas, lo
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nombraba substituto en las ausencias accidentales de los Profesores,
cualesquiera que fuese la asignatura, hasta que Angeles protest que
se le mandara como substituto universal; consciente de la responsabi-
lidad pedaggica, era celoso de su prestigio. Obtuvo, por oposicin,
una ctedra de Matemticas en la Esc. Nal. Preparatoria.
Angeles escribi sobre balstica exterior, de que era Profesor, un
libro que hasta hace poco tiempo sirvi de texto en el Colegio Militar.
El Ing. Alessio Robles reere: Quiero dejar aqu consignada una
conversacin que me llen de orgullo por el honor que implicaba para
Mxico. En 1912, siendo yo agregado militar a la Legacin de Mxico en
Italia, hice varias visitas de estudio a las Escuelas militares de Turn. En
una de ellas fui presentado al capitn Braccialini, Profesor de balstica de
gran renombre internacional, pues sus brillantes estudios eran citados
en todos los libros de texto. Le dije que ya conoca su nombre e hice
mencin de sus estudios sobre artillera consignados en las obras de
texto norteamericanas. Aquel sabio capitn, de cabeza y mostachos
enteramente blancos, contest: ustedes en Mxico tienen un gran
matemtico y un gran artillero, del que deben enorgullecerse: El capitn
Angeles. Sus brillantes estudios sobre mtodos de tiro son notables y
han sido universalmente adoptados.
NOTA.Angeles escriba un tratado de Fsica, cuando las
necesidades de la campaa le hicieron suspender sus trabajos
cientcos.
Las diversas comisiones magisteriales o tcnicas conadas a Angeles
revelan sus amplios conocimientos en Matemticas; pero importa
armar que quienes escucharon por varios aos las enseanzas de ese
Maestro en Matemticas Superiores, puras o aplicadas, reconocen que
los conocimientos de Angeles eran profundos y en algunos aspectos
llegaban a lo genial. Entre sus contemporneos no haba quien pudiera
superarlo.
COMISIONADO EN EL EXTRANJERO.Del Colegio Militar sali
el capitn Angeles comisionado (26 Sep. 1901) para inspeccionar el
material de 75 m.m. de artillera Schneider Cannet que el gobierno
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mexicano haba adquirido en Francia. Desempeando esta comisin
recibi la noticia de su ascenso a Mayor y al regresar, despus de ao
y medio a Mxico, el 16 de Enero de 1904, fu encargado del Detall
del Colegio Militar donde, como Profesor de Geometra Descriptiva,
escribi un curso de lecciones resueltas por sus propios alumnos, segn
los mtodos que haba observado en Europa.
En el puesto de Jefe del Detall lo conoci el autor de esta biografa
quien fu su discpulo en Matemticas y aprendi a admirarlo por su
talento y probidad. Sin perder su marcialidad, el maestro Angeles,
de pies y manos pequeas a pesar de su alta estatura, tena modales
nos y modestos; siempre se diriga a nosotros con la sonrisa en los
labios, en tono amable y comedido moviendo, al hablar, las manos con
discrecin. Su paso era menudo, al andar, con frecuencia extenda el
brazo para descubrir el puo lmpido de la camisa y se llevaba despus
la mano al bigote para atuzrselo. Cuando vesta de paisano usaba
invariablemente el cuello alto sin doblez y la pequea corbata negra.
Razonador y convincente, nunca se exaltaba ni dejaba de usar palabras
comedidas. Indudablemente que la gran cultura del maestro Angeles
lo haba hecho evolucionar perfeccionndose hasta la ms completa
caballerosidad, pues cuentan algunos de sus contemporneos que,
siendo alumno, su superioridad intelectual lo haca decir a quien
no le entenda: qu tonto eres! y hasta le atribuan, como frase
contundente, para quien desbarraba en el pizarrn qu bruto; borre
y sintese!
La evolucin del maestro, el jefe y el amigo, fu tan notable,
que cuando posteriormente, como subalterno inmediato, lo trat
ntimamente en la campaa revolucionaria, las prendas de su carcter
me cautivaron ms que su talento y pude, conscientemente, admirarlo
como al hombre ms completo que he conocido!
SU HONRADEZ Y VALOR CIVIL.Comisionado en 15 de agosto
de 1904 con otros jefes y bajo las rdenes del Genl. Dvila, Angeles
march a Estados Unidos para estudiar la plvora sin humo que el
inventor americano Hudson Maxim propuso en venta al gobierno de
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Mxico. El entonces Subsecretario de Guerra, Genl. Rosalino Martnez,
tena empeo en que se aceptara para el Ejrcito la plvora del inventor
Maxim y el Sr. Lic. Rosendo Pineda, prominente poltico, concurri a
los Estados Unidos para recomendar su adquisicin. En un banquete
ofrecido a la comisin mexicana en Landing New Jersey, el Lic. Pineda
se expres encomisticamente, del inventor y de la excelente plvora
con que se iba a beneciar el Ejrcito mexicano. Al terminar la co-
mida, Angeles dijo a sus compaeros de comisin: el Lic. Pineda ya
di su opinin sobre la plvora Maxim; ahora falta la nuestra, y sta
fu adversa porque, como lo demostraron tcnicamente al autor, su
plvora era muy rompiente. El Sr. Maxim reconoci la justicia del fallo
desfavorable y aunque la comisin militar mexicana fu repuesta por
dos veces, aquel fallo prevaleci.
Aos despus, cuando el Genl. Angeles militaba en la Divisin del
Norte y la prensa anunci el cisma con Carranza, Maxim, recordando
la rectitud de Angeles, dijo enfticamente: ah donde Angeles est,
est la razn. Despus fue comisionado a Europa.
NOTA.Noticia de la conducta, aplicacin y aptitud observada
en el presente mes por el Mayor Felipe Angeles.Conducta
buena.Aplicacin, muy buena.Aptitud, muy buena.Este
Jefe ha trabajado con empeo como Jefe de los grupos que
tiene a su cargo e hizo un arreglo del estudio hecho por la Ocina
Tcnica del Creusot, sobre la fabricacin de los frenos hidrulicos y
recuperadores de resorte.En el presente mes volvi a la Fbrica de
St. Chaumond para terminar el reconocimiento de las envolturas, y
cascos y cpsulas contratadas en esta Fbrica.Le Creusot, julio 31
de 1902.El Crel. Jefe de la Comisin.Gilberto Luna. El mismo
Jefe informa en 30 de nov. de 1902 que Angeles escribe un Curso,
sobre la Regla de Clculo.
La honradez, sinceridad y talento del mayor Angeles le concitaron
en el Ejrcito no pocos enemigos poderosos, entre ellos el Gral.
Mondragn, cuya enemistad se tradujo en 1904 en una injusta posterga
que fu resuelta, por acuerdo del Genl. Daz, en su ascenso a Tte. Crel.
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Tcnico de Artillera, cuando D. Rafael Egua Liz haba sido ascendido
a Tte. Crel. Tctico de la misma arma.
Angeles Felipe Teniente Coronel de Artillera.
Mxico Marzo 4 de 1905.Con esta fecha se le expidi despacho
de Teniente Coronel Tcnico de Artillera permanente con la antigedad
de quince de Septiembre de 1904 en reposicin del que se haba
expedido con fecha 5 de octubre del mismo ao, en el concepto de
que gurar en el escalafn del Cuerpo de Artillera, antes del de su
mismo empleo Rafael Egua Liz.
Es oportuno decir que Angeles tuvo admiracin y guard gratitud
por el Genl. Daz por ms que, en principio, era rebelde a todas las
dictaduras. Cuando, posteriormente, en tiempos del Presidente
Madero, siendo l Jefe de las Operaciones en el Sur, hubo festejos en
Cuernavaca, en momentos de expansin del pueblo, se escucharon
vivas a Porrio Daz; lejos de molestarse por ello, habl expresando
que quizs eran inoportunos esos vivas, pero reconoca que habra,
sin duda corazones agradecidos al Estadista, como l mismo senta el
suyo lleno de gratitud; actitud liberal que fu motivo de censuras para
el Gral. Angeles.
ARRESTADO POR DEFENDER EL PRESTIGIO DE SU ESCUELA.De
vuelta de Estados Unidos el Tte. Crel. Angeles fue comisionado en el
primer Regimiento de Artillera hasta que ascendi a Crel. (24 Enero
1908), siendo nombrado Director de la Escuela de Tiro. Por aquella
poca se fund la Escuela Militar de Aspirantes que signicaba un
adelanto en el reclutamiento de ociales (subtenientes) destinados a
las. Angeles aplaudi la idea de formacin de tal Escuela y hasta sirvi
en ella como Profesor de Teora y Prctica de Tiro; pero cuando advirti
que sus creadores pretendan hacerla aparecer como una institucin
superior al Colegio Militar de Chapultepec, en una poltica tendiente
a hacerlo desaparecer, no vacil en publicar un comentario en el que
armaba que la instruccin adquirida por los aspirantes en sus tres
semestres de estudios, poda ser repasada por un alumno de aos
superiores del Colegio de Chapultepec, durante una sobre mesa.
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Esta declaracin le vali al coronel Angeles un arresto, por orden
superior, y el Jefe del Departamento de Artillera encontr manera de
alejarlo comisionndolo de nuevo en Europa (4 de marzo de 1909) para
estudiar los mtodos de la Escuela de Aplicacin de Fontainebleau y
al cabo de un ao, hacer otro ao de estudios en la Escuela de Tiro
de Mailly. Estuvo tambin en dos regimientos de artillera francesa,
uno de los cuales comandaba el coronel Fayolle quien despus gur
como general en jefe del Ejrcito en la gran guerra europea de 1914.
Angeles recibi del gobierno francs la condecoracin de Caballero
de la Legin de Honor.
Secretara de Guerra y Marina.Depto. de Archivo y Biblioteca.
Angeles Felipe. Crel., artculo publica en El Diario el 13 del actual,
acuerdo:Pase al Depto. de Justicia a n de que opine si hay alguna
responsabilidad que exigir a su autor.Sr. Srio.: El citado Coronel
Angeles public en El Diario citado, un artculo con el rubro
Importante a la Sociedad Mexicana y a los Ociales del Ejrcito,
comentando algunas reexiones publicadas por el Capitn Primero
Nicols Martnez, en Revista del Ejrcito y Marina correspondiente del
primero del actual, en que haca alguna comparacin entre la Escuela
Militar de Aspirantes y la Escuela Especial Militar de St. Cyr, en Francia;
y lo comenta no slo en trminos poco patriticos, sino con notable
menosprecio a la Escuela Militar de Aspirantes; su propsito, segn
parece, es demostrar que los ociales del Colegio Militar (sic) y los
de esta ltima Escuela, son ociales transitorios de una ilustracin en
extremo deciente, y expone que cualquier curso profesional, de los
que se estudian en Tlalpan, tiene tan poca extensin y es tan elemental,
que un alumno de sexto ao del Colegio Militar de Chapultepec puede
aprenderlo muy bien en una sobremesa, concepto, que adems de ser
despreciativo para aquella Escuela de Aspirantes, origina antagonismos
notoriamente perjudiciales, tibieza para los que pretenden seguir la
carrera militar en dicha Escuela y menosprecio ante la sociedad en
general. Es un hecho que en la Escuela de Aspirantes se hacen estudios
mucho menos extensos que los del Colegio Militar, pero precisamente
28
ese fu el propsito de la Sra. de Guerra al fundar aquella Escuela, pues
se trataba de abreviar la carrera para cubrir las vacantes en extremo
numerosas de los ociales subalternos, as es que el articulista, con el
laudable n que se propone, pero prcticamente es imposible en mi
concepto, debe, como todo ciudadano y especialmente como militar,
encaminar sus estudios a que se corrija tal o cual defecto, pero nunca
vertiendo frases que envuelvan un desprecio y a la vez, una murmuracin
a un establecimiento de Educacin Militar ocial, cuyo plan de estudios
ha sido aprobado por la superioridad. No me corresponde comentar los
artculos del citado Crel. Angeles, pero considero que se ha excedido
en sus apreciaciones ante el respeto que debe guardar a toda orden
del Superior, y previendo que la polmica que pretende sostener y que
as pregona da a da, ha de ser ms acalorada, me permito proponer a
Ud. se sirva acordar, si a bien lo tiene, se imponga por ahora al citado
Coronel Angeles, un arresto de ocho das en un Cuartel de Artillera, por
la forma irrespetuosa con que se ha expresado de esa Institucin Ocial
de enseanza militar en el artculo que bajo su rma fu publicado
en el peridico El Diario fecha 12 del actual.Mxico, Abril 20 de
1908.El Crel. Lic. Jefe del Depto. J. Vzquez (ilegible).
Aquella opinin fue aprobada por la superioridad, publicada en la
orden general de la Plaza, cumplida y anotada en la hoja de servicios de
Angeles. Lo cual no impidi que, en seguida, se le dieran importantes
comisiones tcnicas.
El 15 de Octubre de 1908 le fue concedida la Cruz de Honor, por
ms de 25 aos de servicios sin interrupcin.
El Crel. Angeles fu pues, en el Ejrcito mexicano, un distinguido
militar cuya honradez y competencia eran estorbo y motivo de celos
para los jefes incompetentes, intrigantes o negociantes. Se le mantena
alejado de Mxico para evitar sus crticas y sus verdades, pero se le
ocupaba en importantes comisiones tcnicas.
En Angeles haban incubado, desde joven, la honradez y la verdad
que son rebeldes.
29
C
uando se inici la Revolucin de 1910, Angeles solicit volver al
pas para compartir la amargura comn pero su demanda fu mal
recibida, valindole al solicitante su permanencia en el Extranjero.
Sra. de Guerra y Marina.Depto. de Artillera.En contestacin
al ocio de Ud., de fecha 24 del mes prximo pasado, le maniesto que
no hay nada de cierto en lo que la prensa de Francia publica. El pas
est tranquilo y si desgraciadamente ocurre algo, se le llamar a Ud.
como lo desea.-Libertad y Constitucin.Mxico, diciembre 13 de
1910. G. COSIO.Al C. Crel. de Artillera Felipe Angeles.Orleans,
Francia.
SU IDENTIFICACION CON EL GOBIERNO REVOLUCIONARIO.El
Presidente Madero tuvo informacin de la personalidad de Angeles,
por referencias de los discpulos y admiradores de ste y fu llamado
de Europa a nes de 1911; lleg a Mxico, procedente de Francia el
1o. de enero de 1912. El da 8 del mismo mes tom posesin como
Director del Colegio Militar de Chapultepec, puesto que le asign el
Presidente Madero.
El 2 de junio del mismo ao Angeles fue ascendido a Gral.
Brigadier.
SU GESTION COMO DIRECTOR DEL COL. MIL.El Colegio Militar
recibi un gran impulso progresista bajo la direccin de Angeles quien
llam a su Escuela a Ociales seleccionados de las carreras cientcas e
implant reformas de ndole administrativa y moral que constituyeron
sabia vivicadora. Fue establecido un Casino de ociales, se organi-
zaban con frecuencia estas sociales y culturales en que participaban
CAPI TUL O I I
30
ociales y alumnos; se hizo intervenir a stos en la vigilancia del aprovi-
sionamiento y alimentacin; fueron suprimidas ciertas formas groseras
cuartelarias; los alumnos obtenan permiso para salir, bajo su palabra,
que era smbolo de honor, las compaas de alumnos eran entrenadas
en prcticas tcticas y deportivas; se empezaron a estudiar nuevos
mtodos y formas de aprovechamiento y, en general, la Institucin fue
encauzada por una senda de perfeccionamiento. Creca la fama de
esta Escuela modelo, formadora de ociales aptos, cultos y honrados;
descollaba en los deportes y en la importancia de sus programas de
estudios y esa Escuela form a numerosos ociales que, andando el
tiempo, ya fuera del Ejrcito, han demostrado ser hombres trabajadores,
ecientes y honorables.
El Sr. Genl. Juan Manuel Torrea, dice en su libro La vida de una
Institucin Gloriosa.Despus de los premios correspondientes al
ao de 1911, la Sra. de Guerra dispuso que el Crel. Felipe Angeles
recibiera la Direccin del Colegio Militar.El inteligente, culto y
discutido militar, imprimi una vigorosa marcha a la educacin militar,
siendo de grande trascendencia las dos importantes cuestiones que
someti a la consideracin del Profesorado y que deberan signicar
un positivo benecio para los alumnos. Las dos reformas radicales que
propona el ilustrado Director del Colegio se referan a cambiar de un
modo radical el sistema de exmenes establecido desde aos atrs y
procurar la facilitacin de los trabajos de la Junta Facultativa. El proyecto
del Director tenda a suprimir la deciente instruccin adquirida en
el Colegio en algunos captulos, ya que era bien conocido, que no
obstante el talento y la ilustracin de determinados elementos, ni esos
mismos que sobresalan, dejaban de experimentar dicultades para
redactar un informe, escribir una memoria y an para formular un simple
ocio comunicando las novedades de una guardia. La Junta Facultativa
la divida el nuevo Director formando grupos con los Profesores que
tuvieran encomendadas materias similares en cunto a su enseanza.
Durante la gestin directiva del Crel. Angeles se estableci en el
Colegio Militar por primera vez el Casino, habiendo asistido al acto
31
el Presidente de la Repblica C. Francisco I. Madero, el Secretario
de Guerra y las ms altas autoridades de la Plaza.Durante el acto
de la inauguracin produjo una conceptuosa y elegante alocucin el
Crel. Angeles y entre otras cosas dijo las siguientes: Nos haremos
insensiblemente mejores hombres de sociedad y mejores hombres
de las.As se eleva el nivel del ocial, que sin perder su contacto
honroso, gurar con igual donaire en las humildes las de la tropa que
en elevados escaos de las clases superiores.
El establecimiento del Casino, antes haba tenido serios opositores,
porque se crea que podra ser lugar en que se pudiera relajar la
disciplina. Se vio que no haba razn para abrigar tales temores y que
todo estribaba en que se observara una reglamentacin adecuada
para el medio nuestro y fu as cmo durante todo el tiempo, en las
reuniones sociales para las que se abolieron prevenciones antiguas,
no hubo que corregirse la menor falta de disciplina, ni el rompimiento
de algunas de las tradiciones caballerescas de educacin y de cultura
de los alumnos.
La inauguracin del Casino Militar de Chapultepec fue solemnizada
con un banquete al que concurrieron como invitados de honor el
Presidente Madero y el Vice-presidente Pino Surez. El Capitn
Cervantes, que haba sido llevado como ayudante del Colegio por el
Gral. Angeles, ofreci la comida con frases de entusiasta devocin a
la Madre Escuela y a la gloriosa carrera de las Armas. Muy agradado
el Sr. Madero, dirigindose al Genl. Angeles le dijo: Oiga General,
necesitamos que ese ocial ascienda; vamos a mandarlo a la campaa
del Norte. A lo que el Genl. Angeles contest: mandarlo con aquellos
elementos, sera procurar que se corrompiera. Mejor mndelo Ud., a
Europa.Cervantes haba venido de Europa, a donde fu enviado
desde principios de 1910 por acuerdo del Genl. Daz para que estudiara
cuestiones de Aeronutica. La comisin Tcnica del Departamento de
Ingenieros que estudi su informe, opin que deba volver a completar
su especializacin ya que haba obtenido los ttulos de piloto de globos
y de aeroplanos. Las rdenes de marcha haban sido giradas, pero con
32
motivo de la rebelin de Pascual Orozco, Cervantes solicit suspender
su marcha a Europa y ser enviado a la campaa; esto no lo logr porque
los ociales de Estado Mayor del Genl. Gonzlez Salas no queran
ingenieros. Ya se sabe el trgico resultado de la campaa iniciada en
el Norte por ese honorable general a quien la reaccin vilipendi.
Con aquellos antecedentes, y por sugestin del Genl. Angeles,
en uno de sus paseos matinales a caballo, el Sr. Madero pregunt a
Cervantes si se comprometa a establecer en Mxico la Escuela de
Aviacin, a su regreso de Europa, cuando terminara su especializacin;
a lo que el interpelado contest armativamente. Las rdenes fueron
libradas y Cervantes march a la Escuela Sup. de Aeronutica de Pars
y a las fbricas de motores y aeroplanos cuando el Genl. Angeles
era nombrado Jefe de las Operaciones en el Sur de la Repblica. En
su oportunidad referiremos cmo Cervantes volvi a unirse con su
maestro.
Cuando, como dijimos, en julio de 1912, el Genl. Angeles fue
ascendido a Genl. Brigadier, la primera comisin de guerra de la
Cmara de Senadores interpel al entonces Secretario de Guerra y
Marina, sobre el motivo por el cual fue preferido el citado coronel a
otros ms antiguos. La respuesta fu que la preferencia se basaba en
la diferencia de condiciones y aptitudes entre stos y aqul, pues que
distan mucho los unos y los otros. El dictamen favorable, produjo la
raticacin, por unanimidad de votos, en la sesin del 15 de noviembre
de 1912.
LOS VOLUNTARIOS DEL DISTRITO FEDERAL.Por aquella poca
ocurri la rebelin orozquista. Para levantar el espritu cvico en favor
del gobierno, Angeles organiz con gran actividad, los cuerpos de
voluntarios del D. F. que formados con elementos de todas las clases
sociales y constituidos en compaas y batallones homogneos, llegaron
a deslar frente a Palacio, por militares, con buena formacin y disciplina
militar, dispuestos a defender al gobierno constituido.
LA AMISTAD DE MADERO Y ANGELES.A medida que el Presi-
dente iba tratando y conociendo a Angeles se fue estableciendo entre
33
ellos una mutua estimacin y afecto que los uni, porque, la ideologa
democrtica, las caractersticas de sencillez y franqueza y los ideales de
justicia de Angeles, armonizaban plenamente con las virtudes elevadas
de aquel noble y bien intencionado Presidente.
En las largas correras que Madero haca a caballo por los
alrededores de la Capital, casi siempre lo acompaaba el Genl. Angeles
con algunos ociales y alumnos del Colegio Militar. Escuchamos en una
ocasin esta ingenua conversacin: Madero.Luego que yo termine
mi perodo presidencial me ir a Europa para descansar de tantas
dicultades.Genl. Angeles:Ojal que yo pudiera acompaarlo a
Europa, Sr. Presidente. Madero:Ya veremos Genl. Ud. permanecer
donde sean ms tiles sus servicios.
Y as, en amenas conversaciones, dos hombres puros y bien
intencionados, intimaron un afecto que persever en Angeles
despus del sacricio de Madero pues, como veremos, defendi la
doctrina democrtica y la noble personalidad del Presidente Mrtir,
malquistndose con Carranza y hasta con Villa y llegando al mismo
sacricio, como maderista incorruptible.
LA CAMPAA DE MORELOS.Deseando Madero aplacar la
rebelin zapatista, resolvi en julio de 1912, substituir al Genl. J. I.
Robles con el Genl. Angeles.
Sra. de Estado y del Despacho de Guerra y Marina.Depto. de
Estado Mayor.Mxico 3 de agosto de 1912.Dispone el C. Secretario
del Ramo se nombre Jefe interino de la 7a. Zona Militar con el mando
de las fuerzas que operan en el Estado de Morelos, al Genl. Brigadier
de Atillera Felipe Angeles a n de que vuelva a hacerse cargo de la
Direccin del Colegio Militar al terminar la campaa en dicho Estado;
quedando al frente de dicho plantel, el actual Sub-director Tte. Crel. de
igual arma Vctor Hernndez Covarrubias.Lo que comunico a Ud. etc.
El Genl. Brigadier Jefe del Departamento.ENRIQUE TORROELLA.
El Genl. Angeles eligi entre sus ayudantes al capitn Tcnico de
Artillera Gustavo Bazn y al capitn de la misma arma Jos Hern
Gonzlez, distinguidos ociales que, posteriormente, siguieron al
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Genl. a la Revolucin pereciendo en la batalla de Hermosillo, Sonora,
el Genl. Hern Gonzlez Gonzalitos, quien fue prototipo del militar
competente y pundonoroso.
March pues el Genl. Angeles a Morelos y pudo entonces verse
que ste no solamente era un militar competente sino que sus medidas
de carcter poltico, demostraban gran sagacidad; sus inteligentes
procedimientos consistan en no rehuir la lucha armada pero s, evitar la
persecucin despiadada y los procedimientos de sanguinaria violencia;
no destruyendo pueblos, ni quemando sementeras ni colgando
inocentes, o culpables, ni caoneando templos y caseros sino, por
el contrario, impidiendo que militares crueles intentaran ahogar en
sangre y ruinas a un pueblo cuya rebelin se explicaba Angeles por la
indignacin y la legtima defensa de sus habitantes.
El Genl. Robles haba desarrollado una campaa de exterminio.
Blanquet, Jimnez Riveroll e Izquierdo, Jefes del 29 Batalln mataban,
incendiaban y propagaban por la prensa grandes acciones militares.
Jimnez Castro se jactaba de haber colgado de cada rbol del Estado
de Morelos, a un zapatista!
En aquella poca la regla era que los reporteros solamente
dieran noticias de prensa que halagaran a los Jefes de Operaciones,
quienes ejercan estricta censura; Huerta as lo haca en la campaa
del Norte de donde corri al periodista Herald Brandon, porque no
deca bastantes mentiras que lo adularan. Cuando Brandon se acerc
en Morelos al Genl. Angeles, qued sorprendido de que lo exhortara
a solamente decir la verdad; cautivado por la sencillez de este Jefe
de Operaciones, public declaraciones que causaron gran alboroto
en los crculos militares, porque contenan verdades amargas para
quienes se hacan bombo con la campaa militar. Segn Angeles, el
problema de Morelos era ms problema de justicia que de armas;
los militares haban hecho ms males, destruccin e injusticias
que pacicacin y triunfos. Los militaristas anti-revolucionarios,
ligados con la reaccin, criticaron acerbamente, aquellas sinceras
declaraciones.
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La mejor demostracin de que Angeles tena razn, fu que la
pacificacin se iba logrando por medio de los procedimientos que
preconizaba, sin necesidad de drsticas medidas y que, aos despus,
Zapata y Genovevo de la O. le dijeron que durante su campaa en Morelos,
los estaba desarmando porque haba sido bueno con el pueblo.
Cuando el Genl. Angeles estuvo preso en la Penitenciara del D. F.,
despus de la Decena Trgica, trab amistad con el Tuerto Morales,
ensendole a leer y a escribir; ste, en una de sus condencias le dijo:
Mi Genl. ya los hombres de la regin por donde yo andaba, no quieren
seguir peleando porque Ud. dej trazado el camino de la justicia y
porque creemos que sus informes sirvan a cualquier Gobierno para
ensearle la verdadera causa de la guerra.
Cuando, el ao de 1914, la Convencin Nacional Revolucionaria
en Aguascalientes comision al Genl. Angeles para ir a convencer al
Gral. Zapata de que mandara una delegacin a dicha Convencin, a
nuestra llegada a Cuernavaca, Zapata esperaba a Angeles parado en la
entrada del Banco de Morelos. Haba expectacin por saber cmo sera
recibido quien fuera antes enemigo, como Jefe de las Operaciones en
Morelos, y un silencio angustioso se produjo cuando el Genl. Angeles,
descendiendo del automvil, pasaba cerca del Genl. Genovevo de la
O. quien montaba un nervioso caballito. Sealndolo con el dedo,
pregunt en voz alta y tono festivo: Este es el Genl. Angeles? y
como se le contestara armativamente dijo, entusiasmado: venga un
abrazo. Los adversarios se reconciliaban con un abrazo efusivo que
antes haban preparado el humanitarismo y la elevada comprensin del
militar y del siclogo! Relato que tambin hace el Genl. Angeles y
que el autor presenci como ayudante del citado militar.
NOTA.En las memorias del general zapatista Gildardo Magaa
Emiliano Zapata y el agrarismo en Mxico, reprodujo el artculo
Genovevo de la O. del Genl. Angeles y rerindose al cambio de
Jefe de Operaciones de Morelos dice: El 13 de agosto los bizarros
alumnos del Colegio Militar despedan en la estacin de Buenavista a
su Director, General Felipe Angeles.
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Partidario de las ideas nuevas, de amplio criterio revolucionario,
ecunime y justiciero, el talentoso jefe militar iba a la campaa a cumplir
con su deber, sin los prejuicios necios y sin la soberbia estulticia de su
antecesor. Bien pronto comprendi que la exacerbacin de la guerra en
la regin suriana se deba a los abusos, a los atropellos, a los crmenes
cometidos por las fuerzas federales, y sus primeras disposiciones fueron
rdenes de arresto en contra de algunos ociales, varios de los cuales
hubieron de ser procesados por robos de ganados y otros delitos de
orden comn, consumados al perseguir al enemigo.
Esta era la ocialidad subordinada a Juvencio Robles; militares
que jams se preocuparon de la campaa a ellos encomendada, ni de
las tropas a su mando, la miserable carne de can siempre fatigada
y hambrienta que slo saba, imitando el ejemplo de sus superiores,
asesinar, incendiar y robar
La soldadesca ebria y amoral, aleccionada por Juvencio Robles, vea
en cada indgena, en cada morador de la regin suriana, a un terrible
enemigo, a un hombre fuera de la ley, condenado por la sociedad
integrada por los expoleadores del pueblo, por los ricos hacendados,
por los favorecidos por el poder de los gobernantes; y obraba as,
implacable, despiadadamente, sin importarle sacricar inocentes, en
ciega obediencia a una consigna cuya nalidad ignoraba.
Angeles, por el contrario, fu a Morelos, estudi minuciosa, serena,
imparcial y sabiamente la situacin; descubri el mal que gangrenaba al
Gobierno de Madero y habl claro, con sinceridad, con franqueza, con
honradez, sin parar mientes en los denuestos que su actitud arranc
a la prensa mercenaria que, desde entonces alentaba y serva a los
traidores de 1913; pero, ni Madero, de quien Angeles era ferviente
partidario y leal amigo, supo comprenderlo o ni l quiso dar odos al
pundonoroso y consciente general.
Cuan doloroso y trgico vino con el tiempo a conrmarse la sabia
opinin del ms tarde estico sacricado de Chihuahua!.
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GENOVEVO DE LA O.
Por el Genl. Felipe Angeles.
(A mi buen amigo el distinguido cubano Manuel Mrquez Sterling,
en comprobacin de una crtica que hice, en afectuosa carta de
felicitacin a su libro Los ltimos das del Presidente Madero. Dic.
de 1919. La Patria, El Paso, Tex.).
No conozco bien al hombre; no podr hablar de l, como lo hara
de Francisco Villa; pero Genovevo cabe bien dentro del marco de un
artculo, mientras que Francisco Villa apenas cabra en las pginas de
un libro.
Apenado por haber sido enviado a dirigir la guerra del Sur en el
vasto territorio de cinco Estados, Mxico, Morelos, Puebla, Tlaxcala
y Guerrero sin que se me hayan permitido unos cuantos das para
enterarme del estado de la campaa, sacado violentamente de una
ardua tarea de reorganizacin del Colegio Militar, iba yo en el tren de
Cuernavaca escoltado por la tropa del Crel. Jimnez Castro.
Avisadas las tropas de los destacamentos de que el nuevo Jefe
de la campaa iba en el tren, me esperaban formados a lo largo de la
va. Los soldados parecan sin alimentos, amarillos los rostros, sucios y
desgarrados los uniformes.
En dnde estn los cuarteles? pregunt. Dnde duermen los
soldados, dnde se protegen de las lluvias?
Pobres soldados, vivan a la intemperie en aquellas elevadas cimas
de lluvias frecuentes, casi continuas todo el ao! No tener siquiera un
pedacito de tierra seca donde echarse a dormir!
Al llegar a Tres Maras nos encontramos con la novedad de que
en el destacamento se haba capturado a un espa zapatista. Este
acontecimiento est ligado con el acto ms trascendental de mi vida.
No puedo relatarlo por falta de espacio.
Los ociales del destacamento estaban indignados; haba que
colgarlo inmediatamente; no caba la menor duda de su culpabilidad,
y no era perdonable la menor vacilacin. No haca mucho haba ido al
mismo destacamento otro espa, y una vacilacin, una torpeza, haba
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hecho posible su evasin. Todos los soldados estaban ebrios, el espa
haba llevado la noticia al enemigo y Genovevo de la O. lleg de noche
con sus zapatistas y acab con el destacamento. Al recordar las escenas
ocurridas, y como al otro da encontraron el campo las tropas de auxilio,
daba escalofro. As apareci ante m por primera vez, la gura fatdica
de Genovevo de la O. As aparece, en general, a toda la sociedad, el
heroico soldado zapatista.
Mientras estuve encargado de la campaa del Sur, Genovevo fu
el jefe zapatista ms activo; tuvimos con l dos combates, uno en la
hacienda de Micatitln y el otro en el cerro de La Trinchera, que voy
a relatar.
La vspera del combate en la hacienda un seor me inform que
tena noticias de que Genovevo preparaba el ataque para el da
siguiente.
Llova torrencialmente la tarde de esa vspera y me apenaba dar
a los destacamentos circunvecinos al objetivo del enemigo la orden
de concentracin. Vacilaba yo en darla, porque haca tiempo haba yo
cambiado radicalmente la poltica de mi antecesor, el Genl. Robles, y
tena por ello descontentos a mis ociales. Si el ataque del enemigo
no se vericaba, los ociales no me perdonaran que hiciera mover las
tropas bajo la lluvia torrencial. Orden nalmente, que el movimiento
de tropas se vericara en la noche a diversas horas, segn la lejana
de cada destacamento. Al da siguiente, muy temprano el empuje del
capitn Galavz, que muri en el combate, casi derrot al enemigo,
acabado de destrozar por el regimiento de Triana. Galavz y Reyes,
un valiente revolucionario de Gmez Palacio, fueron los hroes de la
jornada. Yo me empe en acreditar al Crel. de Estado Mayor Alberto
Btiz, que mand en tren y con tropas numerosas, dndole el mando
supremo; poro l evadi el combate, yndose cerca de Jojutla, y
resistindose despus a hacer una persecucin a fondo, como se lo
orden repetidas veces.
El combate de La Trinchera fu ms honorco para Genovevo
porque en l no tuvieron real xito las tropas del gobierno.
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La Trinchera es un cerro que est entre Santa Mara y Huitzilac; ese
cerro domina en casi toda su extensin el camino entre los dos pueblos
mencionados, y est separado del mismo por el hondo y pedregoso
lecho de un arroyo. As pues, para atacar la trinchera desde el camino
por un combate de frente, se necesita una superioridad numrica muy
grande. Detrs de la Trinchera, hay una escabrossima serrana que
termina en una ranchera que era el Cuartel General de Genovevo,
cerca de Santiago Tianguistengo, del Estado de Mxico.
Quiero relatar este combate con ms detalles que el anterior, porque
la importancia que le dimos y la fuerza que desplegamos hacen honor
a Genovevo.
Un da haba salido a pie de Cuernavaca a Mxico, el Capitn
Gonzalitos, y a poco recib la noticia de que los zapatistas, en la maana
de ese mismo da, haban dado muerte a un muchachito vendedor de
peridicos en el camino, frente a la Trinchera. Creamos que tambin a
Gonzalitos lo haban muerto; pero a poco, por telfono supimos que-
internndose al monte haba escapado, y que, sin novedad, Gonzalitos
prosegua su camino hacia Mxico.
Un da despus supimos que en el mismo lugar del camino,
frente a la Trinchera, los zapatistas haban detenido y robado a unas
soldaderas. Mand el destacamento de Cruz de Piedra, que era el
ms inmediato (estara como a tres kilmetros de la Trinchera), para
que despejara el camino y persiguiera a los zapatistas. Tuvieron las
fuerzas de ese destacamento un combate con los zapatistas y me
inform el Jefe del destacamento que haba derrotado al enemigo;
pero por lo que supe despus, eso era falso, pues slo se haba
tiroteado el destacamento con el enemigo y en seguida retirado a
Cruz de Piedra.
Por el jefe del destacamento de Huitzilac fui informado de la falsedad
del parte del de Cruz de Piedra, y por ello mand en seguida al capitn
Osorno, que se haba distinguido frecuentemente en persecuciones
al enemigo, para que con una compaa lo batiera y arrojara de la
Trinchera. Osorno dio parte de que haba desalojado al enemigo.
40
Un da despus volvi a informarme el jefe de Huitzilac, Crel.
Viruegas, que los zapatistas continuaban en su puesto y de que eran
muy numerosos.
Me resist a creer que un ocial tan valiente y caballeroso como
Osorno, diera un parte falso; pero me indujo fuertemente a cerciorarme
de la veracidad de la informacin de Viruegas, el hecho de que
Gonzalitos deba regresar a pi de Mxico, la tarde de ese mismo
da. As es que despus de comer pens en ir a hacer personalmente
un reconocimiento con slo los ociales de mi Estado Mayor. Ya en
camino reexion que si acaso nos atacaban los zapatistas y mataban
a alguno de mis ociales, la prensa de Mxico recibira la noticia con
inmensa alegra y que gritara a voz en cuello mi impericia y mi tonto
espritu de aventura, y decid escoltarme con tropas del destacamento
de Buena Vista (Hacienda inmediata a Cuernavaca); pero las tropas
de ese destacamento haban salido a algn servicio y slo pudieron
darme 13 soldados. Eso era peor que nada; porque sin soldados de
infantera podramos muy fcilmente escapar del enemigo en caso
de encontrarlo numeroso, mientras que con una pequea escolta de
infantera no podramos escapar. A esos 13 soldados agregu 40 que
encontr en Cruz de Piedra: total, 53 soldados.
Una casualidad nos salv de haber sido derrotados; consisti la
casualidad en detener a mis soldados para simular una maniobra
por va de ejercicio en un lugar que sin saberlo yo, estaba oculto de
la vista del enemigo. Seguramente ste que nos haba visto venir,
estaba esperando que pasramos del lugar donde por casualidad
nos habamos detenido, para romper el fuego. Si hubiramos pasado
un poco ms adelante, el enemigo hubiera matado a casi todos mis
soldados en unos cuntos segundos, y hubiera dispersado a los pocos
que hubieran quedado, porque estbamos como a doscientos metros
del enemigo y ste era por lo menos de quinientos hombres, segn
supe despus. Apost bien a mis soldados parapetndolos con el borde
del camino y quince de ellos mandados por un sargento, iban a servir
como exploradores, que tenan por misin marchar hacia la Trinchera,
41
bajo el amparo de los dems que quedaban apostados, con objeto
de cerciorarse de si efectivamente el cerro haba ya sido abandonado.
Apenas avanzaron los exploradores unos cuantos pasos quedaron a
descubierto y fueron recibidos por un nutrido fuego cuya intensidad
haca comprender lo numeroso del enemigo. Afortunadamente s era
imposible para nosotros llegar a la Trinchera por encontrarse de por
medio la barranca del ro y por nuestra inferioridad numrica, era difcil
para el enemigo atravesar sin peligro ese obstculo. Repuestos de la
sorpresa, pudimos apreciar bien la situacin y estimar que mientras
hubiera bastante luz, el enemigo no podra pasar el obstculo.
El tiroteo orient a Gonzalitos (quien regresaba a pi de Mxico)
para saber qu camino debera seguir, y con una escolta de 12 hombres
que tom de Hiutzilac, en el momento preciso en que los zapatistas
nos anunciaban que nos iban a cortar la retirada, por una vereda que
Gonzalitos conoca bien. Apostamos la escolta de Gonzalitos en la salida
de esa vereda y cuando los zapatistas avanzaban por ella, los hicimos
retroceder. Haba yo ido con tropas para salvar a Gonzalitos y ste, a
su vez, nos salvaba con sus tropas y su conocimiento del terreno.
Tan cerca estuvimos los combatientes que se oan claramente las
voces infantiles de los zapatistas que decan: vendidos de Madero,
vengan por su peso y nuestros soldados contestaban hay les van
sus tierritas.
En la noche nos retiramos a Cuernavaca y di la orden para que al da
siguiente fuera todo un batalln que haba en esa ciudad, disponible
para expediciones contra las partidas zapatistas que pudieran aparecer
en cualquier regin del Estado de Morelos, y lo mand a las rdenes
de su jefe el Crel. Tamayo. Nunca cre que todo el batalln fuera
insuciente para batir a los zapatistas de la Trinchera; pero s descon
de la pericia de su jefe, por lo cual le di un valiente ocial de mi
Estado Mayor, el teniente San Romn, que me haba acompaado en
el reconocimiento referido y que, por consiguiente, estaba en aptitud
de evitar al Crel. Tamayo cualquier sorpresa del enemigo. A pesar de
sto, el Crel. despleg su batalln enteramente a descubierto, bajo el
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fuego cercano de los de la Trinchera, y despus de breve combate tuvo
que retirarse al amparo del fuego de dos ametralladoras, una de ellas
manejada por el mismo San Romn, quien fu herido mortalmente.
El fracaso del Crel. Tamayo fu de importancia, porque desmoraliz
a la nica tropa disponible para expediciones. Me habra sido fcil
relevar con ese batalln algunos destacamentos y tomar parte de otros
para tener tropas frescas y sucientes con que emprender un nuevo
ataque; pero no quise debilitar las fuerzas de los destacamentos y
guarniciones de los pueblos y haciendas, para no infundir ninguna
alarma, y pedi a Mxico que se me enviara un batalln y una batera.
Pasaba a la sazn por la Capital el 29. batalln y me lo enviaron.
El Genl. Blanquet que mandaba ese batalln tard una semana en
llegar, y, mientras, se esparci la noticia entre los zapatistas de que
no habamos podido desalojar a Genovevo de la Trinchera, y sto,
naturalmente, constituy un triunfo moral para los zapatistas de todo
el Estado.
Cuando el Genl. Blanquet se puso en comunicacin conmigo desde
Tres Maras, lo enter de la operacin que bamos a emprender y que
consista esencialmente en que yo jara al enemigo por un combate
de frente, con un batalln y una batera y que mientras el enemigo
estaba entretenido conmigo, Blanquet bajara de Huitzilac y caera
por la espalda.
Esa sera la operacin principal, completada por las dos siguientes
secundarias. Seguramente los dispersos de las tropas de Genovevo
escaparan por la sierra hacia la ranchera que les serva de Cuartel
General, por lo cual orden al Genl. Velzquez (quien mandaba las
tropas del Estado de Mxico) que mandara con anticipacin fuerzas
que los batieran. Por otra parte, era de esperarse que las diversas
partidas zapatistas acudieran al auxilio de Genovevo, hostilizando por
la espalda al batalln del Crel. Tamayo, que jara de frente al enemigo
de la Trinchera. Para impedirlo, los destacamentos que estaban por
esa regin, el Fuerte, la Herradura, etc., fueron movidos ligeramente y
puestos en comunicacin para obrar como el caso lo requiriera.
43
El combate en la Trinchera durara tres horas, desalojamos
al enemigo, tomamos posesin del cerro y establecimos ah un
destacamento en un cuartel y forticacin muy confortables.
El triunfo fue celebrado por la prensa y otorgado naturalmente
a Blanquet, el enemigo latente del gobierno. Este Genl. fu
fotograado por sus reporteros en unin ma; yo muy limpiecito y
de pi, como quien no ha trabajado gran cosa (y sta era la realidad
para ambos) y Blanquet a un lado, dormido en el suelo, muerto de
fatiga.
Mis oficiales estaban muy orgullosos del buen xito de mis
previsiones, pues al tomar posesin del cerro de la Trinchera, vimos el
combate de nuestros destacamentos, que por el lado de la Herradura
rechazaban a las partidas zapatistas que intentaron hostilizarnos por
la espalda.
Pero en realidad el triunfo era de Genovevo, que por diez das haba
desaado desde la altura de la Trinchera a las tropas del gobierno, y
nalmente se iba casi intacto, segn voy a explicar.
El destacamento que del Estado de Mxico haba enviado el Gral.
Velzquez, cay en una emboscada y fue rechazado en Ocuila, antes
de llegar a su destino para batir a los dispersos zapatistas.
Nuestro fuego de frente debe de haber hecho muy poco efecto.
Esa impresin tuve desde luego y la conrm despus por rumores
que me venan de nuestros enemigos.
El Gral. Blanquet que deba caer por sorpresa sobre la espalda del
enemigo, en lugar de acercarse silenciosamente, despleg su batalln
y maniobr a toques de corneta, como diciendo al enemigo: All
vamos por tu espalda, t sabes si nos esperas, y el enemigo dijo mil
gracias, hasta luego.
Veremos adelante quin es Genovevo y se juzgar imparcialmente
si estas hazaas insignicantes para un general, no son meritsimas para
un humildsimo indito.
Muy interesado inquir quin era Genovevo, entre extranjeros y
mexicanos, entre maderistas, antimaderistas y netamente zapatistas,
44
y adquir la certeza de que era simplemente un carbonero del pueblo
de Santa Mara, muy trabajador, muy cumplido en sus compromisos y
muy pacco.
Por qu entonces se ha rebelado contra el gobierno? Nadie se
atreva a contestar: los ms osados y sinceros llegaron sin embargo
a decirme que se haba rebelado porque mataron a personas de su
familia; algunos decan que la vctima haba sido el padre, otros la
madre, otros la hermana; no supe de jo quin o quines de su familia
haban sido sacricados.
Pero quin era el responsable? Ah era donde todos permanecan
mudos.
La casualidad me llev a saber la realidad suciente de los motivos
que tuvo Genovevo para rebelarse contra el gobierno.
El noble y valiente Teniente Coronel Alvrez, que primero haba
colaborado dcilmente en la poltica de exterminio del General
Juvencio Robles, ahora colaboraba con igual docilidad en la poltica
ma de amor y reconstruccin.
Habamos logrado juntar casi por completo a los ahora nmadas que
anteriormente formaban el pueblo de Huitzilac. Los habamos ayudado
a reconstruir sus casas y no slo, sino que los habamos hecho nuestros
amigos y los habamos armado. Un da que supe que el destacamento
federal al mando de Alvrez haba salido de Huitzilac a algn servicio, fui
a ver a Alvrez para invitarlo a una excursin a una laguna que existe en
medio de la intrincada sierra de las hazaas de Genovevo. No podemos
ir, mi General, me contest, porque mi tropa ha salido a un servicio.
Pero el pueblo est armado y l puede escoltarnos, le repliqu.
Alvrez me mir con sorpresa y quiz con un oscuro pensamiento
de desaprobacin. Era un hombre bueno; pero estaba embebido del
prejuicio anti-indgena.
Hicimos una larga e interesantsima excursin y sent la inmensa
satisfaccin de ver que mis amigos los pobres, los expoliados, los
perseguidos, los indignos de conanza, me entendan, eran buenos y
leales y se acercaban y se me pegaban al corazn.
45
Haba emprendido en Santa Mara, idntica labor a la ya insinuada
acerca de Huitzilac; pero ah no tena yo un colaborador tan ecaz como
Alvrez.
Cuando exista ese pueblo, patria del ex-gobernador porrista
Alarcn, tena una situacin privilegiada y todos los encantos. Ahora
era una ruina, como de un pueblo anterior a la conquista. La iglesia era
a la vez un cuartel y una caballeriza del ejrcito federal. Todo aquello
era una terrible acta de acusacin contra el gobierno. Para qu ser
ms explcito? Alguna vez lo dir todo si es preciso.
Sobre aquellas ruinas desoladas vibraba el clarn del destacamento
de Cruz de Piedra, dominndolo todo en el encanto del delicioso valle
de Morelos.
Yo, un descredo, me avergonc de la obra del gobierno y, un indio,
me apesadumbr de imaginarme a mis hermanos sin hogar, errantes
como eras en los bosques.
Y empec la reconstruccin. Ya la iglesia no fu un cuartel y una
caballeriza; la repar de los caonazos, la pint y la decor. Y as, nueve-
cita y sola pareca ms triste y era una protesta ms enrgica.
Los antiguos pobladores empezaron a cultivar sus pequeas hortalizas y
luego a construir sus jacales para vivir provisionalmente, mientras construan
sus casas. La cosa marchaba muy bien y muy aprisa cuando renaci la vieja
intriga que me puso en la pista de por qu se rebel Genovevo.
Estaba yo en mi ocina cuando se me present un semi-soldado
federal. No vale la pena que explique la palabra compuesta semi-
soldado. All estn unos enviados de Genovevo que vienen a matar
a Ud., me dijo.
Me caus risa y curiosidad la noticia. Pero cmo sabes t eso? le
dije.
Muy bien, seor, porque los conozco, se que estn con Genovevo
y le dijeron a Doa Fulana que les hizo un almuerzo, a qu venan.
Era aquello inverosmil, pero poco a poco me pareci posible.
Por supuesto que voy haciendo este relato sin pretender escribir
en los dilogos exactamente las palabras empleadas, tanto porque no
46
es indispensable, como por necesidades literarias y como porque no
recuerdo exactamente las expresiones reales, aunque este proceder
merezca los reproches de la Revista Mexicana, de San Antonio, Texas,
que al comentar mi artculo de combate Daz, Madero y Carranza me
incrimina por no citar textualmente las palabras de Cabral, en lugar de
contestar el asunto principal para los porristas, que consiste en que
es ridculo que quieran arrebatarnos la bandera democrtica diciendo
que siempre la han tenido entre sus manos.
S, seor, prosigui el semi-soldado, la seora del almuerzo es
tambin de Santa Mara y yo tambin. Y sac de la bolsa una larga
lista. Era la lista de los ex-habitantes de Santa Mara. Vea Ud. seor,
ste est con Genovevo; ste tambin; ste ya muri, muri en tal parte
de tal enfermedad; ste muri en tal combate, lo hirieron en el pecho;
ste est en Tepoxtln, etc., etc., y luego cambiando de asunto: Ya
se convencieron de que a Ud. es muy fcil matarlo, porque sale solo
por los campos y es muy conanzudo, y vienen a matarlo a cuchillo;
se lo dijeron a la seora que les sirve el almuerzo, y ahorita estn all
sentados frente al Palacio de Corts.
Todo eso dicho muy largo y muy confuso, y muy despacio, y muy
torpemente.
Bien, le dije, toma esta orden y ve a tal cuartel para que te den
una tropa y los aprehendas.
Al poco tiempo volvi y me dijo: Seor, ya se fueron.
Pues mira, le dije, otra vez no te dilates tanto para decir las cosas;
conserva esta orden y cuando los vuelvas a ver, muy calladito y muy de
prisa vas por la tropa; los aprehendes y me los traes.
No haban transcurrido ocho das y ya estaban presos.
Muy ocupado estaba yo cuando me lo participaron y no pude desde
luego estudiar el asunto. Cuando me desocup, cansado y con el juicio
torpe, ped que me trajeran a los presos.
Cual no sera mi sorpresa al ver que los presos eran los mismos a
quienes estaba yo protegiendo y ayudando a reconstruir sus casas! Por
cansancio cerebral me cupo un momento la duda de si sera fundado
47
el cargo que les hacan. Me hubiera bastado pensar que a ellos se
los hubiera podido aprehender cualquier da y que al haber dejado
transcurrir casi una semana haba sido totalmente meditado.
Pero es posible que Uds. pretendan asesinarme?.
Quin le dijo a Ud. eso? me preguntaron al instante aquellos
indios reservados que a m me hacan el honor de tener conanza.
Fulano de tal contest.
Ah! se explica; ese es el hombre que nos ha hecho tantos males;
era de nuestro pueblo y le serva de espa al General Robles; por l
mataron a muchos del pueblo.
Seguramente que aquellos decan la verdad; ya estaba yo en
la buena pista. Algunos das ms tarde me telefone el jefe del
destacamento de Cruz de Piedra dicindome que haban atacado
al destacamento desde las ruinas del pueblo de Santa Mara, que l
haba bajado con su tropa, haba aprehendido a los agresores y los
tena presos.
No haga Ud. nada a los presos le dije, dentro de unos minutos
estoy con Ud. y me fui al galope.
Eran los mismos que me queran asesinar!
Pero dnde estn las armas de estos seores?, pregunt al jefe del
destacamento.
No las pudimos encontrar, respondi el ocial.
Y los indios confesaban que haban odo partir desde el pueblo los
primeros tiros; pero que no vieron quienes los dispararon.
En pocas palabras enter al ocial que tena yo la seguridad de que
aquellos indios no eran culpables y que estaba yo en vas de descubrir
una interesante intriga.
Pngalos en libertad y protjalos Ud. en su trabajo en el pueblo,
orden al ocial.
Obedeci bien, pero le en sus ojos la incredulidad.
Inmediatamente fui a ver al seor Gobernador del Estado, el Ing.
Patricio Leyva, mi amigo y condiscpulo. Lo enter de todo lo sucedido
y del afn que tena por descubrir la intriga.
48
Bien, me dijo, no la ha descubierto todava, porque no est Ud.
enterado de las cosas del Estado. Desde hace mucho tiempo estn de
pleito el pueblo de Santa Mara y la Hacienda de Temixco y el motivo
es un terreno en discusin. En tiempo del Gobernador Alarcn le
dieron el triunfo a la Hacienda y desde entonces est muy disgustado
el pueblo. La intriga fu muy sucia, como suceda frecuentemente en
tiempos de Daz. Por la buena y con habilidad, hicieron que Santa
Mara nombrara un delegado para entenderse con otro de Temixco.
Compraron fcilmente al delegado del pueblo y ste decidi con el otro
delegado que el terreno en litigio quedara a favor de la Hacienda y que
sta dara al pueblo 15,000 pesos. Se hicieron todos los documentos,
se legaliz el convenio y se depositaron los $ 15,000.00, en el Banco,
a disposicin del pueblo. Este se enoj, y no admiti, protest; pero
la cosa estaba ya hecha y las autoridades la apoyaban. Esta situacin
se agrav, porque una vez estando el pueblo necesitado de dinero,
tom $3,000, de los $15,000.00 depositados. Cuando el gobierno del
seor Madero se estableci, los del pueblo revivieron el litigio y era muy
probable que ahora las autoridades dieran la razn al pueblo. El camino
que sus enemigos encontraron fcil, fu el de presentar al pueblo como
rebelde indmito al que es preciso exterminar y lo consiguieron, en
efecto, como usted sabe. Y ahora quieren probablemente que usted
desista de su empeo en reconstruir el pueblo.
Voy a ser lo ms benvolo posible con el seor general D. Juvencio
Robles y a emplear las palabras ms suaves. Voy a suponer que no haya
sido cmplice en la intriga de exterminar el pueblo; voy a suponer que
haya estado en mi caso; pero que l no tuvo ni la actividad mental, ni
fsica, necesarias; o que su amistad con los prceres del partido cientco
lo predispusiera en contra de los indios y en favor de sus expoliadores.
Y en esa actitud voy a hacer una evocacin de los acontecimientos que
produjeron la rebelin del trabajador, cumplido y pacco carbonero
de Santa Mara.
La mano de la intriga se mueve en las sombras misteriosas.
Las delegaciones hbiles traen consigo los colgamientos de los
49
habitantes ms connotados del pueblo de Santa Mara. El malestar
y disgusto crecen primero tmida y ocultamente y despus cada vez
ms ostensibles; algunos, los menos sufridos, abandonan el pueblo y
se incorporan a Zapata. Los ms sufren y almacenan odio. Luego, la
conspiracin y las expresiones de disgusto se tornan poco a poco en
desafos, hasta que nalmente viene la amenaza del Genl. Robles. Si
el pueblo no se somete, ir la tropa a someterlo y el pueblo contesta
que venga y la recibiremos con balazos. Y as fu, y se dio la batalla de
Santa Mara, que tuvo en la Capital la resonancia de un acontecimiento
histrico que hace poca. El insigne artillero Guillermo Rubio Navarrete
se cubri de gloria; casi todos los ociales fueron ascendidos, y hasta
un ayudante del Presidente de la Repblica, Justiniano Gmez, que fu
a presenciar la batalla, tuvo que ser ascendido, en realidad para ganar
su testimonio de tan distinguido hecho de armas, y ocialmente por
haber tomado una activa participacin en la batalla.
Y qu es lo que en verdad haba pasado?
Que con unas cuantas armas, los habitantes de Santa Mara haban
cumplido su palabra de recibir a balazos a las tropas del gobierno,
que esos habitantes se batieron heroicamente, y que mucho tiempo
despus de que los defensores del pueblo fueron desalojados, entraron
las tropas del gobierno y mataron a muchos inocentes, entre otros a
alguno o algunos de los miembros de la familia de Genovevo de la O.,
y que ste desde entonces se levant en armas, y se transform de
carbonero en enemigo de la injusticia de tan inicuos colaboradores de
un gobierno bien intencionado, pero psimamente servido.
Y ahora Genovevo, de vctima de la codicia por un terreno, de
vctima de la estulticia o parcialidad de un general, de vctima de la
sed de ascensos de los ociales, se haba convertido en colaborador
de los enemigos del gobierno.
Despus, as como la prensa elogiaba a Robles, Blanquet y Huerta,
por ser enemigos latentes del gobierno; as se abultaba la actividad de
Genovevo para hacer creer que a pasos agigantados se derrumbaba
el gobierno del seor Madero.
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Una vez en Chapultepec me deca bromeando mi esposa: Cmo
te prueba la campaa, has engordado, o ser la lejana de tu mujer lo
que te hace tanto bien?.
Pocos das despus los peridicos de Mxico traan la noticia de que
Genovevo haba tomado a Cuernavaca y era gobernador del Estado;
que a m me haba pasado a cuchillo y que mis ociales de Estado
Mayor huan por el texcal. Mi esposa crey la noticia y como medio
de tener alguna informacin me puso un telegrama preguntndome
cmo segua yo. Record la broma y contest: engordando. No
me pas siquiera por la imaginacin la angustia de mi esposa, ni las
indignidades de la prensa.
La campaa de sta fu tan activa que al seor Presidente le pareci
de efecto poltico que hiciera yo una excursin aparatosa al Estado de
Mxico, que quemara el cuartel general de Genovevo, y que me hiciera
acompaar del batalln de Blanquet, que ahora estaba encargado de
las tropas de ese Estado, para que la prensa de oposicin hiciera ruido
a la excursin.
Le orden a Blanquet que estuviera el 29 batalln cierto da en
Malinalco, un hermoso pueblecito del Estado de Mxico. Y estuvo all, en
efecto, juntamente con los carabineros de Coahuila. Afortunadamente
para el pueblo (como se comprender despus), llegaron pocos minutos
despus que las tropas de Morelos.
Se deca que ese pueblo era muy frecuentado por Genovevo; de
la exactitud de sto adquir la conviccin por un acontecimiento que
es pertinente referir.
Un rico seor de Malinalco nos invit a comer. Al tomar la copa de
aperitivo, el teniente coronel Jimnez Riveroll, que era el que en realidad
mandaba todas las expediciones del 29o. se empeaba en aprehender
a una seora que viva en Malinalco. Al principio slo me daba por razn
(que seguramente era suciente para su jefe el general Blanquet) que
la seora era querida de Genovevo; pero como yo me re de la razn,
tuvo que suspender su empeo. A los postres volvi a insistir con
nuevas razones, que apoyaba con el testimonio del antrin. Era una
51
inmoralidad su presencia en la poblacin, un motivo de disgusto para
toda ella y una amenaza, porque atraa frecuentemente a Genovevo, y
la sociedad deseaba su alejamiento.
Desde luego pens que estos nuevos motivos eran una invencin
del teniente coronel Riveroll, a quien apoyaba el dueo de la casa
quiz slo por cortesa; pero yo segua una conducta invariable de
prudencia, sin chocar brutalmente con mis subalternos, a no ser que
el caso imperiosamente lo exigiera. As es que acced a la peticin de
Riveroll, permitiendo que condujera a Toluca a la seora en cuestin.
Mis enemigos vern en eso una falta imperdonable, porque exigen del
contrario una conducta idealmente perfecta y toleran en el amigo las
atrocidades ms grandes.
Tengo la costumbre de visitar las iglesias en cada pueblo que
no conozco bien, para observar el terreno desde las torres y tener la
primera idea acerca de su conguracin para establecer el servicio de
seguridad. Acompaado de mi condiscpulo del Colegio Militar el Ing.
Rafael izquierdo (bajo el mando de Riveroll) nos sentamos a platicar
sobre las bvedas de una iglesita muy interesante, situada en uno de
los barrios de Malinalco. Por la conversacin de Izquierdo senta yo
que un obstculo inmaterial nos separaba; tena algo secreto que no
poda decir y, sin embargo, el recuerdo de los das que pasamos juntos
en Chapultepec lo impulsaba hacia m. Si usted supiera, me deca,
la conspiracin que hay y quines son los comprometidos en ella, se
asombrara usted.
No puedo ser explcito en sto porque requerira muchas pginas,
y no quiero tampoco hacer conclusiones sin el desarrollo cabal de
mi pensamiento porque atraera ataques de mis enemigos, aun los
menos intransigentes; pero s dir que despus de la Decena Trgica
entend todo lo que Izquierdo no me pudo decir, y algo de ese todo es
lo siguiente: Que Blanquet y los jefes del 29o. batalln estaban desde
esa fecha en conspiracin contra el gobierno del seor Madero.
Salimos al da siguiente para Ocuila, Riveroll con las tropas del
Estado de Mxico directamente y yo con las del Estado de Morelos,
52
rodeando por Chalma. En Malinalco nos informaron que con seguridad
encontraramos. a los zapatistas en Ocuila y tramamos caerles de frente
y por la espalda.
El camino que yo segu es maravilloso. Los catlicos podran
aprovechar muy bien el encanto de aquel camino cubierto de hermosos
rboles y encajonado entre majestuosas montaas, en prestigios del
seor de Chalma. Los creyentes infaliblemente sienten ah la presencia
de Dios.
Los pobres habitantes de aquellas regiones huan de nuestra
vecindad y desde las cumbres de las montaas presenciaban el desle
de las tropas.
Las soldaderas, al ver las siluetas de aquellas gentes proyectadas
en el cielo, me pedan que las tropas tiraran sobre aquellos zapatistas,
suponiendo que cada uno de esos hombres, o mujeres, o nios, era un
enemigo con una carabina, y al rehusarme, comentaban: Ah qu mi
general tan bueno, que no quiere que maten a los zapatistas!
Aquellas heroicas mujeres no sospechaban que esas gentes eran
los habitantes de los pueblos que huan de nuestra vecindad por los
infames atropellos de que haban sido vctimas; no comprendan que
con ellas tenan causa comn, y tambin pedan su exterminio. Pensaban
lo mismo que Jimnez Castro, que se gloriaba de haber colgado de
cada rbol de Morelos a un habitante del Estado; pero, tambin como
en Jimnez Castro, trabajaba en ellas lentamente la nueva idea. Jimnez
Castro, que haba sido el ms enrgico opositor de mi poltica, la imit
en tiempos de Huerta, cuando ste lo hizo Gobernador del Estado.
Desgraciadamente llegu a Ocuila despus de Riveroll, que haba
inventado ya una batalla contra los habitantes del pueblo y colgado a
algunos infelices.
Al llegar pregunt a todos los que cre conveniente, del pueblo y
de las tropas mismas: todas las informaciones eran concordantes.
La informacin de una linda muchacha de veinte aos, una de la
seccin de prostitutas de Toluca que traan los ociales de Riveroll, fu
la ms pintoresca.
53
De pie la muchacha, contaba accionando con todo su gracioso
cuerpo, a la vez delgado, redondo y fuerte. Extendiendo los exibles
brazos simulaba el arco de las tropas llegando en torno del pueblo.
El fuego era nutrido, los habitantes asomaban la cara en las puertas y
luego se escondan, tal vez se tiraban al suelo o se metan debajo de las
camas; algunos corran despavoridos por las calles. Un infeliz sali con
una pistola antiqusima en las manos, una pistola descompuesta; era
probablemente un desequilibrado que al ser rodeado por los soldados
exclam, tirando la pistola y levantando las manos: estoy dado.
S, eh? pues te vamos a colgar, le dijo alguno de los ociales.
Y la linda muchacha se embelleca an ms, ponindose seria.
Se puso el pobre hombre muy descolorido continuaba la
muchacha dijo Oh, mundo engaador!, y le pusieron el lazo, y
lo izaron, y estir los pies, y agach la cabeza, y sac la lengua, una
lengua muy larga!.
Imitando, la muchacha sacaba tambin la lengua, delgada y roja,
agachaba la cabeza y se le llenaban de espanto los grandes ojos
negros.
Yo pensaba: y sto pasa cerca de m, casi en mi presencia!
Acababa yo de visitar la Iglesia que domina admirable y
artsticamente aquel simptico pueblo de indios y de platicar con el
curita, y recorra yo los lugares donde estaban acantonadas las tropas,
cuando en la guardia del 29 batalln me encontr a una seora ya de
edad, gruesa, con la dentadura imperfecta y hermosos colores en la
cara, que estaba llorando abundante y silenciosamente.
Qu le pasa a la seora? pregunt al ocial de guardia.
No s, mi general, contest.
Qu le pasa a usted, seora? le pregunt.
Nada, respondi enfadada Quin es esta seora? volv
a preguntar al ocial de guardia.Es la querida de Genovevo de la
O. Bien, dije al ocial, voy a buscar algo que comer y como dentro de
una hora estar en esa casa, que es donde me alojo, mndeme usted
entonces a esta seora.
54
Quera yo hablar a solas con ella, para saber qu le pasaba.Cmo
no he de llorar, me dijo, si lo que no me ha pasado con los zapatistas
me pas con las tropas de usted.
Cuando se convenci de que yo no haba tomado participacin en
su desgracia me contest, ya de buen modo, lo que la apenaba.
S es cierto, Genovevo de la O. tiene relaciones conmigo. Por qu
no? yo no pierdo nada; pero no me ha impulsado el amor, sino el deber
de defender aunque sea con mis faltas el honor de mis hermanitas. Y
mi amistad con Genovevo protegi la virginidad de mis hermanas. Pero
centra la perdia de los ociales de usted no he podido luchar. Fueron
a mi casa me dijeron que si yo no aceptaba estar con uno de ellos me
traeran presa, pero que si aceptaba me daran un salvo conducto; y
acept y me encerr en un cuarto con un ocial, y mientras los dems
violaron a mis hermanitas. Usted comprender ahora mi pena.
Siento mucho no seguir el curso de este asunto; sto basta en un
artculo dedicado en honor de Genovevo y para vergenza nuestra.
La exposicin completa nos llevara ms adentro del inerno en que
vivimos.
Me inform de la situacin topogrca de la ranchera, cuyo nombre
he olvidado y que segn fama serva de cuartel General a Genovevo.
El camino desde Ocuita hasta ese cuartel general es descubierto, pasa
por terrenos casi planos y el cuartel general estaba en la hondonada
de un vallecito, situado un poco antes de Santiago Tianguistengo, en
la boca de la sierra que termina en Huitzilac.
Di la orden de marcha; la caballera de los carabineros de Coahuila
ira delante, (como caballera independiente), dos compaas de las
tropas de Morelos iran de vanguardia, y el resto formara el grueso
en donde, a la cola, ira el 29 batalln de Riveroll para que no pudiera
volver a inventar batallas.
Cerca ya del cuartel general de Genovevo, yendo yo a la cabeza
del grueso, vi que algunos de los carabineros de Coahuila corran por
nuestro anco y se me gur que iban en direccin del enemigo. Eso
me desagrad; cre que el enemigo caa sobre nuestro anco y pens
55
desde luego detener las tropas para maniobrar hacia ese anco; pero
pronto me convenc de que estaba yo equivocado: los carabineros de
Coahuila no galopaban hacia el enemigo, sino hacia unos caballos que
pacan en el potrero y que se queran robar.
Jimnez Riveroll envi un ocial para solicitar que lo pasara yo a la
cabeza, y para advertirme que nos iban a sorprender y a derrotar. Le
contest yo que no tuviera cuidado, que ya saba que su batalln era
muy bueno; pero que recordara que las buenas tropas, como la guardia
de Napolen, se reservaban para lo ltimo: para el evenement como
deca ese gran capitn.
Al llegar nalmente a nuestro objetivo, los carabineros de Osuna
dispararon algunos tiros, quiz sobre rezagados del campamento de
Genovevo. La Vanguardia formada por tropas de Morelos, que ya
fraternizaban conmigo, y tenan el mismo espritu que yo, entraron
desplegadas, pero sin disparar un solo tiro. El grueso de las tropas
entr en columna de viaje, al paso redoblado.
Se conoce que Riveroll no trag los elogios que hice a su batalln
por conducto del ocial que me envi, porque estaba atufado y no se
me acerc en todo el da.
En aquella ranchera sin un solo habitante, cada casita tena un cuarto
habitacin, una cocinita y una pequea caballeriza. Pareca realmente
un campamento muy bien organizado. Lo sera realmente?
En la noche, acurrucado de fro en mi catrecito de campaa, tena
yo los ojos muy abiertos en la oscuridad.
Los tiros de los centinelas del servicio de seguridad se centuplicaban
por el eco de las montaas y semejaban el sonido que produjera al ser
rasgada una pieza largusima de manta de esa manta triguea con
que se hacen sus vestidos nuestros indios.
Nunca me haban producido ms placer los tiros!
S, pensaba yo, que tiren los soldados; aqu nadie los oye; aqu no
sucede lo que en Cuernavaca; all un tiro que se le sale a un soldado
es transformado por los reporteros en una batalla que nos dan y nos
ganan los zapatistas; aqu no nos oye ningn reportero, aqu pueden
56
tirar los soldados. El eco era largo y pareca continuo; seguramente no
era slo producido por los ancos de las estribaciones de los cerros, sino
tambin por los troncos de los rboles, por las ramas y las hojas; y me
dorm pensando en el maravilloso libro de Helmholtz, Las sensaciones
del tono, la primera base cientca de la msica.
Al da siguiente formamos la tropa y le hice saber a Jimnez Riveroll
que daba yo por concluida la expedicin y que l debera marchar
a Toluca con las tropas que haba trado. Nosotros seguiramos a
Cuernavaca por Santiago Tianguistengo, Jalatlaco y Tres Maras.
Adems, le orden que mandara quemar el campamento. Sus ojos
brillaron de alegra, como diciendo: Vaya hombre, hasta que empieza
usted a ser sensato!
Qu espectculo ms salvaje el del incendio de un poblado! se me
gur ver al Presidente con sus ojos bondadosos y estuve seguro de
que si hubiera estado all, habra ordenado: mande usted que apaguen
ese fuego, que lo apaguen a toda costa!
Qu nal de excursin ms desagradable! parece que andbamos
trabajando por la gloria y justicacin de Genovevo.
Desde Santiago Tianguistengo el camino asciende casi en lnea
recta, asciende muy alto, muy alto. Y desde la cumbre se ve hermossimo
el valle de Toluca, la ciudad y los pueblos diluidos en la diafanidad del
delgado aire a gran altura sobre el nivel del mar, de aquel valle y de
aquella alta cumbre.
Es indecible la impresin de desagrado que experiment al ver desde
la cumbre el pavoroso aspecto con que se me apareci el valle aquella
vez. Riveroll haba ido quemando a su paso las cosechas hacinadas
a la orilla del camino y apareca ste delineado, desde Santiago.
Tianguistengo hasta cerca de Toluca, con hogueras neronianas. Lo
peor del caso era que Riveroll poda decir que yo le haba dado el
ejemplo, quemando el campo de Genovevo. Y lo ms triste an era
que, segn, supe despus, Genovevo estaba en la cumbre emboscado,
vindonos pasar: el mismo Genovevo me lo comprob posteriormente
en Cuernavaca. Lo vimos a Ud. pasar, y aunque no hubiramos podido
57
combatir contra sus tropas, lo habramos podido matar a Ud., pero
para qu lo matbamos? Ud. haba sido bueno con nosotros.
Slo me falta una plumada para acabar de referir lo ms importante
que s de Genovevo.
El relato de la embajada que me di la Convencin de Aguascalientes
para los zapatistas sera, si lo hiciera, de lo ms honorco para Zapata,
pero empleara mucho espacio y no sera pertinente. Slo voy a
referirme a ella para dar el brochazo que le falta.
Fuimos los de la comisin, en automvil de Mxico a Cuernavaca.
En todos los destacamentos zapatistas del camino se nos recibi casi
calurosamente con honores militares y discursos ociales; pero en
Cuernavaca, alrededor de Zapata, haba expectacin, incertidumbre
y fro. Zapata estaba esperndonos de pie en la entrada del Banco de
Morelos; Genovevo estaba fuera, a un lado de la puerta, montado en
uno de esos caballos que son apenas de ms talla que un perro grande.
Cuando llegamos a su inmediacin, Genovevo pregunt con voz jovial,
extendiendo el brazo y apuntndome con el dedo: Este es el Gral.
Angeles? Y como recibiera informacin armativa, dijo efusivamente
venga un abrazo, me estrech en sus brazos, el pueblo aplaudi y
se interrumpi as por un minuto, el fro de la recepcin.
Ahora pregunto yo, tiene derecho la sociedad que ampara
los despojos que hacen los privilegiados contra los pueblos de los
desheredados; tiene derecho la sociedad que permite el asesinato
por los jefes militares, de los humildes indios, vctimas de bajas y viles
intrigas; tiene derecho la sociedad que tolera la explotacin de la guerra
que hacen los ociales para progresar en su profesin, a costa de la vida
de las familias de esos pueblos; tiene derecho la sociedad que no ve con
horror el incendio de las poblaciones, la conversin de los templos en
cuarteles y caballerizas, que ve impasible que los indios son expulsados
de sus hogares y andan errantes por los bosques como eras, tiene
derecho esa sociedad a reprochar a Genovevo que haga una guerra sin
cuartel a sus verdugos y que caiga a media noche sobre un campamento
de soldados ahogados por el alcohol y los sacrique?
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El historiador de corazn, poeta liberal y amigo de mi patria, pinta
con mano maestra la gura de Madero, el bondadoso apstol de la
democracia y quiere hallar en cada revolucionario un idealista, un
redentor de genio, socialista o simplemente demcrata. Quiz v a los
zapatistas incultos rodeados de consejeros incompetentes, cometiendo
graves errores de administracin, de justicia, y, en general, de gobierno.
Los v reacios, con justsima razn a aliarse al nuevo tirano, porque lo
sienten enemigo. Y como fueron enemigos del bueno y justo de Madero
y persisten enemigos del falso continuador de la obra de aqul, el
historiador, entristecido, los juzga elementos eternos de rebelda.
Tendr razn el historiador?
Las aspiraciones verdaderas de esos heroicos descendientes de
Guerrero el insurgente, no son las de sus maniestos, por otros escritos.
Sus aspiraciones son ms altas y ms justas: desean que el vergel de
Morelos no sea para ellos un inerno, exigen que se les deje gozar el
paraso con que les brinda su encantadora patria.
No tiene derecho la sociedad. No tiene razn el historiador. Es
justicada la actitud de los zapatistas.
El culpable de que la anarqua se perpete, es el hombre de
Estado que tiene helado el corazn y no entiende de amor. Ellos que
exigen justicia, que tienen necesidad de justicia, quieren una mano
verdaderamente amiga y saben responder a ella con nobleza.
Debemos, los mexicanos, estar orgullosos de esos valientes y altivos
indios y anhelar ardientemente la aparicin de un Zorrilla de San Martn
que cante sus epopeyas!
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A
CTITUD DE ANGELES DURANTE EL CUARTELAZO.Segua
el Genl. Angeles de Jefe de las Operaciones, en el Sur, cuando
acontecieron los hechos bochornosos del cuartelazo. El Presidente
Madero teniendo malos informes respecto a la delidad de Huerta,
pens en la conveniencia de darle a Angeles el mando de las tropas,
pero ste, modestamente, hizo ver que siendo Brigadier, su designacin
molestara el orgullo de los Genls. de mayor graduacin y ms
antiguos que l. Ya con anterioridad deseaba Madero que Angeles
fuese el Secretario de la Guerra, pero el tacto y la sencillez de Angeles
slo aceptaron, la idea de que se nombrara a un general antiguo y
prestigiado como Trevio, Secretario de Guerra y a l Subsecretario.
Los ociales del Estado Mayor Presidencial Garmendia y Robert,
hijos del Colegio de Chapultepec, sugirieron entonces al seor Madero,
la solucin consistente en nombrar jefe de las operaciones en el D. F.
al Ministro de la Guerra y Jefe de su Estado Mayor al Genl. Angeles.
La idea fue aceptada por el seor Madero quien la comunic a los
Grales. Garca Pea y Huerta pero esta orden no fue cumplida y Huerta
continu en su labor de perdia, retardando el anunciado asalto a la
Ciudadela, y prometiendo siempre, con lujo de juramentos y servilismo,
que acabara con los sublevados. Cuando la alarma y las sospechas de
deslealtad tomaron cuerpo en el nimo del Presidente, desconando
de todos, sali subrepticiamente para Cuernavaca en busca de ese
Genl. Angeles en quien tena conanza ilimitada.
Para dar una idea de cmo el nimo de Madero era legalista y
noble, como el de Angeles, referir, como nos lo cont D. Alfredo
CAPI TUL O I I I
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Alvarez, honorable y puritano maderista, que durante el trayecto a
Cuernavaca, acompaado del heroico capitn Gustavo Garmendia y
del Sr. Alvarez, ardiendo en indignacin deca Gustavo al Sr. Madero:
ahora s, Sr. Presidente, cuando regresemos a Mxico hay que fusilar
a todos los traidores inmediatamente, a lo que el aludido respondi
con ecuanimidad imperturbable: s, Gustavo; luego que regresemos
a la Capital, vamos a consultar con algn abogado, la forma legal de
procesar a los indentes
Reere D. Manuel Bonilla Jr., en su libro El Rgimen Maderista
78.
LA EXCURSION DE MADERO A CUERNAVACA.El seor Made-
ro, como he dicho, despus de salir de Palacio, se encamin hacia el
Estado de Morelos por el camino de automvil, llegando a Cuernavaca,
la Capital, en la noche, del mismo domingo 9. Se aloj en el Palacio de
Gobierno, donde no era esperado. El seor Ingeniero Patricio Leyva,
Gobernador de Morelos, lo recibi y atendi como era debido, y esa
misma noche pudo el Presidente Madero hablar con el general Felipe
Angeles, a quien iba buscando. Despus de discutir la situacin, con-
vinieron ambos en que el deber del Presidente era permanecer en su
despacho ocial, mientras los militares sofocaban la rebelin.El Gral.
Angeles crey prudente transladarse a Mxico con todas sus fuerzas,
ya que vea que el Presidente estaba rodeado de traidores y l poda,
en caso dado, evitar un crimen.El seor Madero tena la intencin
de conar al general Angeles el mando de las tropas que lo defendan
en la Capital y as lo hubiera hecho a no haber mediado otras graves
circunstancias que impidieron la realizacin de esta medida con la que
seguramente el Gobierno se hubiera salvado y los criminales destruc-
tores de Mxico hubieran recibido su castigo inmediatamente.
Durante la maana del lunes, los seores Madero y Angeles, as
como el Gobernador Leyva, se dedicaron a perfeccionar el proyecto
y entre tanto las fuerzas militares recibieron rdenes de ponerse
en camino hacia Cuernavaca, para de all dirigirse violentamente a
Mxico: El Genl. Angeles, militar de primer orden, militar de un tipo
61
hasta hoy desconocido en nuestro medio, hombre de talento y de
completa cultura, reejaba sus mritos en sus tropas que eran las mejor
disciplinadas y las ms bien organizadas de todas las que estaban
en campaa. En un momento pudo reunir su artillera y la parte ms
considerable del efectivo de las otras armas, estando la noche del lunes
10 en aptitud de emprender la marcha hacia la ciudad de Mxico.
LA REORGANIZACION DE LAS FUERZAS.Al regresar el Sr.
Madero, lo primero que propuso, fue que el Sr. Genl. Angeles se encar-
gara de reorganizar la lnea de batalla para preparar el asalto decisivo
a la ciudadela, y que se destituyera a Huerta, colocndose a Angeles
como Jefe. La noticia de la entrevista de Huerta y Daz la recibi al
llegar, y como es de suponerse, le caus un psimo efecto, viniendo a
conrmar lo que le haba dicho D. Gustavo el domingo en la maana
al encontrarse en la esquina de San Juan de Letrn y San Francisco.
(Que el Genl. Huerta era uno de los conspiradores). Parece que fu el
mismo D. Gustavo el que llev la informacin sobre este concilibulo
y el que ms lo anim a quitarse de encima al que ya se perlaba si-
niestramente como un traidor.
Empero, los seores ministros al discutir el asunto, hicieron
observar que el Genl. Angeles era en realidad coronel pues el Senado
no haba comunicado an su aprobacin al ascenso (sic) y en todo
caso slo se le poda considerar como brigadier y de una antigedad
completamente reciente. Haba en las fuerzas que combatan, otros
militares de ms alta graduacin o de la misma, pero de una antigedad
mayor que la del Genl. Angeles y teman que su susceptibilidad se
lastimara si se los pona como jefe a Angeles, a quien muchos de ellos
no queran porque le tenan envidia debido a su excepcional talento o
simplemente porque nunca quiso participar de las pequeas miserias
que llevaban a aquellos seores a creerse insultados o despreciados
cuando el Presidente Madero, de quien Angeles era devoto y particular
amigo, ascenda a alguien o reprochaba a la corporacin algunas de sus
indignidades o defectos, que se propona corregir. Esto era ms que
probable, pues nada menos que el ascenso del Genl. Angeles haba
62
sido calicado de inmerecido, como el del seor Garca Pea, y los
otros, a que ya en otro lugar me he referido. Contando con tan escasos
elementos, si se introduca el desaliento o la envidia, el fracaso era
ms que seguro, inevitable. Como hecho convincentsimo presentaron
al Sr. Madero el de que se haba combatido en la 6a. Comisara, que
el combate haba sido muy sangriento, y por lo mismo, aquellos
hombres ya no podan ser amigos ni entrar en tratos ningunos, dado
que se atacaban a balazos y con verdadera furia. No haba habido ms
defecciones, y Huerta haba mandado fusilar a algunos espas. Era
claro que los campos estaban ya deslindados, y que los militares que
se encontraban al lado del Gobierno, eran los verdaderos leales, en
quienes se poda conar. No haba que remover a nadie, ni se deba
dar odo a chismes como el de la conferencia de El Globo por
ejemplo.
Desisti pues, de su proyecto, y dej a Huerta como Jefe de la Plaza
y encargado de las Operaciones, yendo el Genl. Angeles a ocupar la
Jefatura de un Sector, el de Occidente, emplazando sus caones en
varios puntos, desde la calzada de la Teja, en una llanura que haba
cerca de la Legacin Britnica, por un lado del Parque Espaol, hasta
los alrededores de la Embajada yanqui, sobre la avenida Chapultepec,
Sus infanteras las tendi desde este ltimo lugar hasta la esquina del
Caf Coln, frente al paseo de la Reforma.
CUMPLIO CON SU DEBER.Frente a la Ciudadela, el Genl. Angeles
cumpli con su deber ametrallndola aunque sin efectos apreciables
porque no contaba ms que con granadas Shrapnel (de balines) y abrir
brocha en los gruesos muros de la Ciudadela habra exigido numerosos
impactos de granadas de alto poder explosivo con que no contaba.
La situacin de Angeles era muy delicada no slo por la mala
voluntad de los altos jefes que conspiraban, sino porque era bien
conocida su incorruptibilidad y su adhesin personal al Sr. Madero.
El da de la traicin, al ser aprehendidos en Palacio el Presidente
y el Vice-Presidente, los traidores tuvieron buen cuidado de mandar
llamar al Gral. Angeles para que se presentara en la Comandancia
63
Militar a recibir rdenes. Angeles obedeci ignorando la traicin y
fu aprehendido inopinadamente.
En un artculo que el Sr. Juan Snchez Azcona public en El
Universal el 3 de dic. de 1927, dice: al sobrevenir la traicin de Huerta
y ser aprehendido el Presidente, pudimos escapar a duras penas del
Palacio Nacional, donde nos encontrbamos, el Lic. Jess Urueta, el
Cap. Gustavo Garmendia y yo, quienes sin vacilar acudimos al sector
al mando de Angeles (Paseo de la Reforma, con cuartel en el Hotel
Imperial) para informarle de lo que acababa de acontecer, y pedir su
accin para intervenir en lo posible, pero ya el Gral. Angeles haba sido
llamado de urgencia por Huerta, quien lo aprehendi y slo pudimos
hablar con el entonces Tte. Crel. Miguel Bernard, quien vive an y
puede atestiguarlo.
El Sr. Lic. Federico Gonzlez Garza tambin nos reri cmo,
Garmendia escap por los corredores que conducen al patio de la
Secretara de Guerra y es indudable que corri presurosamente en
busca del Gral. Angeles sin encontrarlo, pues solamente habl con el
Tte. Crel. Bernard.
Finalmente, el Sr. Gral. Joaqun Casarn nos reri aos despus,
que l y el entonces Cap. Federico Montes, fueron tambin a buscar al
Gral. Angeles momentos despus de la aprehensin del Sr. Madero y se
enteraron de que Angeles haba acudido, llamado al Palacio Nacional,
ignorando lo que haba acaecido.
Es indudable que otras personas hayan tambin buscado al Genl.
Angeles, conociendo su adhesin y lealtad, y que algunas pueden
haber confundido al Genl. con su Jefe de Estado Mayor, entonces
Tte Crel. Miguel Bernard, quien qued con el mando accidental del
sector. No hace muchos aos el Genl. Bernard hombre circunspecto
y honorable, conrm que buscaban al Genl. Angeles en su cuartel
general, donde Bernard haba quedado, cuando ya haba salido con
destino al Palacio.
En una conversacin ntima que, de sobremesa, tuvimos el Sr.
Ing. Enrique Zepeda, el autor y el Genl. Bernard, el primero le hizo
64
exabrupto, la pregunta de por qu, cuando Madero fue aprehendido
y Angeles sorprendido en Palacio, no haba acudido con las fuerzas a su
mando, para salvar al Presidente y al Jefe?; el Sr. Bernard nos contest
con sinceridad y pesadumbre que por el mal comprendido espritu de
disciplina, que slo se atiene a obedecer rdenes, lamentaba, muy
de veras, haber perdido la oportunidad ms grande de su vida, para
ocupar un puesto glorioso en la Historia!
TESTIMONIO.Cuando Angeles fue encerrado en el mismo cuarto
del Palacio Nal. en que lo estaban los seores Madero y Pino Surez
y el honorable Ministro de Cuba, M. Mrquez Sterling se present en
dicho cuarto, vio a Angeles, segn reere en su libro: Los ltimos das
del Presidente Madero:
Echado en un sof, el Genl. Angeles sonrea con tristeza. Es hombre
de porte distinguido; alto, delgado, sereno; ojos grandes, expresivos;
sonoma inteligente y nas maneras. Cuando le dieron orden de
volverse contra Madero, se neg a obedecer. Acababa de cambiarse
la ropa de campaa por el traje de paisano. Y era el nico de todos los
presentes, que no aba en la esperanza ilusoria del viaje a Cuba. Una
hora despus me deca, con su lenguaje militar, ante la sospecha de
un horrible desenlace: A D. Pancho lo truenan...
En otra entrevista de Mrquez Sterling con Madero ste le dijo
ingenuamente: He pedido que la escolta del tren la mande el Genl.
Angeles para llevrmelo a la Habana. Es un magnco profesor del arma
de artillera. No cree Ud., que el Presidente Gmez le d empleo til
en la Escuela Militar? Escrbale Ministro, en mi nombre; recomindelo.
Si dejara al Genl. aqu, acabaran por fusilarlo
Angeles opin que no saldran vivos del fatdico trance.
La penltima noche en que el Sr. Mrquez Sterling durmi en el
mismo cuarto de los prisioneros, al despertar en la madrugada el Sr.
Pino Surez le murmur: al Genl. Angeles no se atrevern a tocarlo. El
Ejrcito lo quiere; porque vale mucho y, adems, porque fu maestro
de sus ociales. Huerta peca por astucia, y no disgustar, fusilndolo,
al nico apoyo de su gobierno.
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Paginas despus y rerindose al asesinato de los mandatarios,
dice: El testimonio del Genl. Angeles me permiti asegurar, un ao
despus, que en este punto se equivocaban (quienes crean que
Madero y Pino Surez haban sido muertos en Palacio).
Aquella tarde, la del crimen, haba instalado el Gobierno en la
prisin, tres catres de campaa, con sus colchones, prenda engaosa de
larga permanencia en el lugar. Saba ya Madero el martirio de Gustavo,
y, en silencio, domaba su dolor. Sobre las diez de la noche, se acostaron
los prisioneros: a la izquierda del centinela el catre de Angeles: el de.
Pino Surez al frente; a la derecha, el de Madero.
D. Pancho envuelto en su frazada reere Angeles ocult
la cabeza. Apagronse las luces. Y yo creo que lloraba por Gustavo.
Transcurrieron veinte minutos y de improviso iluminse la habitacin. Un
ocial llamado Chicarro, penetr con el mayor Francisco Crdenas y dijo
seores, levntense; alarmado pregunt: y sto qu es? adnde
piensan llevarnos? Chicarro entregara los presos a Crdenas; y ambos
esquivaron el contestar con precisin. Pero, Angeles, insisti con tono
imperativo de general a subalterno: vamos, digan ustedes qu es
sto? Los llevaremos fuera balbuce Chicarro.A la Penitenciara a
ellos, a usted no, general. Entonces van a dormir all? Crdenas movi
la cabeza armativamente. Y cmo no se ha ordenado que trasladen
la ropa y las camas?.
Los ociales procuraban evadir la respuesta. Al n, Crdenas gru:
mandaremos a buscarlas despus
Pino Surez, ya en pie, se vesta con ligereza. Madero incorporndose
violentamente, hizo esta pregunta: Por qu no me avisaron antes? la
frazada haba revuelto los cabellos y la negra barba de D. Pancho, aade
Angeles, y su sonoma me pareci alterada. Observ huella de lgrimas en
el rostro. Pero en el acto, recobr su habitual aspecto, resignado a la suerte
que le tocara: Insuperables el valor y la entereza de su alma. Pino Surez
pas al cuarto de la guardia, en donde le registraron minuciosamente.
Quiso regresar y el centinela se lo impidi: Atrs!. D. Pancho, sentado
en su catre, cambiaba conmigo sus ltimas palabras
66
Angeles (a los ociales): voy yo tambin?
Crdenas:No Gral. usted se queda aqu. Es la orden que
tenemos.
El Presidente abraz a su el amigo y cuando los dos mrtires
caminaban hacia el patio, entre bayonetas, Pino Surez advirti que
no se haba despedido de Angeles. Y, desde lejos, agitando la mano
sobre las cabezas de la indiferente soldadesca, grit: Adis, mi
General!
Dos automviles los llevaron por camino extraviado.
En la Penitenciara dice Angeles algunos presos de quienes
a poco fui compaero, escucharon doce o catorce balazos, disparados
sucesivamente...
Esta versin fu conrmada, muy posteriormente, con las declara-
ciones del verdugo Crdenas, en Guatemala.
Despus del torvo asesinato del Presidente Madero y de su noble
compaero el Vice-presidente Pino Surez, Angeles fue llamado por
el Genl. Manuel Mondragn, nombrado Ministro de la Guerra quien,
siendo padrino de Angeles, simul tratarlo con amistad y consideracin
a pesar de que estaban, desde antes, muy alejados porque, en diversas
ocasiones, el Genl. Angeles rechaz con sus dictmenes las compras
de armas que Mondragn haba negociado, as como los caones de
que l se haca pasar como inventor.
Sin embargo, en esta vez Mondragn le dijo que quedaba en
libertad; que sus procedimientos haban sido correctos en los das
anteriores y agreg: Ya v Ud. cmo mis procedimientos dan mejor
resultado que los suyos? Angeles le contest que l siempre haba
estado contra los malos poderosos, cualesquiera que fuera la suerte
que corriera.
En ocio del 24 de Febrero de 1913, el Gral. Manuel Mondragn
nombrado como Secretario de la Guerra comunicaba, por disposicin
del Presidente, que el Genl. Angeles fuese enviado a Blgica como
agregado militar de la Legacin Mexicana; como se puede ver en su
hoja de servicios.
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Con fecha 2 de marzo la misma autoridad dispuso que quedara
sin efecto la marcha a Europa del Genl. Angeles, quedando en
disponibilidad y causando baja como Director del Colegio Militar.
Ms tarde fu reducido nuevamente a prisin por rdenes de Huerta
y sometido a un proceso especioso por haberse acogido acusaciones
de malquerientes. Entre los abogados que le fueron ofrecidos para
defenderlo, acept al Lic. Manuel Calero, quien hizo diversas gestiones
para lograr la libertad de su defenso, especialmente cuando el Juez
instructor declar agotadas las investigaciones en el proceso que se le
segua. El Sr. Lic. Calero reere en escritos que se darn a conocer, que
Huerta tena empeo en que Angeles permaneciera preso y que slo
logr la anuencia de ponerlo en libertad cuando lo convenci de que
Angeles no hara nada en contra suya y le propuso que lo desterrara.
Huerta acept esta proposicin porque Carranza haba sido derrotado y
emprendi su retirada para Sonora, pensando que haba acabado con la
Revolucin. Acord pues, expulsar a Angeles del pas, dando la versin
ocial de que iba comisionado a Francia a visitar establecimientos
militares, debiendo marcharse en el mismo vapor en que saldra el Lic.
Francisco Len de la Barra, quien lo vigilara.
Al salir de la prisin y temiendo Angeles que, so pretexto de
desercin, se le asesinara, ocurri al Palacio Nacional para hablar
con Blanquet solicitando que se le expidiese una orden de ex-
carcelamiento o salvo-conducto. Blanquet lo recibi con miradas de
odiosidad y de reto; no supo qu contestar a Angeles; ese mismo da
fu vuelto a la prisin, donde estuvo seis meses, hasta que su defensor
le fu a comunicar que deba marcharse cuanto antes, ofrecindole
generosamente los elementos pecuniarios con que transladarse con
su familia a Francia.
Con fecha 1o. de abril el Procurador Gral. Militar ordena a la
Comandancia Militar proceda contra Felipe Angeles por el delito de
violencias contra las personas en general, a reserva de hacerlo tambin
contra los que resulten responsables, y que, al efecto se designe Juez
especial al Genl. Brigadier Manuel Gordillo Escudero, a quien se debe
68
remitir la denuncia que motiv dicho procedimiento, habiendo ya esta
Procuradura General dado cumplimiento al superior acuerdo de Ud.,
etc..
El Juez especial Gordillo Escudero decret la formal prisin (5 de
abril de 1913) y este proceso pas sucesivamente a otros 4 generales
nombrados jueces especiales: Genl. Brig. Francisco de P. Mndez el
13 de junio; Genl. de Brig. Eduardo Paz y Genl. Brigadier Juan Quintas
Arroyo en 22 de julio de 1912 y nalmente Genl. Javier de Maure en 26
de julio del mismo ao.
Con fecha 29 de julio de 1912, el Genl. Comandante Militar E.S.
Carmona dice al Genl. Secretario de Guerra: C. Secretario:Tengo
la honra de participar a Ud. para su superior conocimiento que de
conformidad con el artculo 39 de la Ley de Procedimientos penales en el
Fuero de Guerra, reformado por decreto del 12 del mes de junio ltimo,
se ha dispuesto se suspendan los efectos de la orden de proceder en
la causa que por el delito de violencia contra las personas en general,
se instruye contra el Genl. Brigadier Felipe Angeles, por cuyo motivo
se ha ordenado sea puesto desde luego en libertad, etc..
Otro ocio de 29 de julio de 1913, al C. Secretario de Guerra dice:
Que en vista de las instrucciones de Ud., respecto a la necesidad de
que el procesado Genl. Felipe Angeles desempee las comisiones que
se le han nombrado, y las cuales esta Comandancia las estima como
motivos graves del orden militar, es de suspenderse y se suspende el
procedimiento de la causa iniciada contra el referido Gral., en uso de
las facultades que me concede el art. 39 reformado de la Ley Procesal
Militar; no rindiendo el informe justicativo de Ley por motivo de
que las comisiones nombradas proceden de la misma superioridad,
suplicndole a Ud. se sirva comunicarme su aprobacin as como al
Supremo Tribunal Militar y al Procurador General del Ramo.Tengo
el honor, etc.Firmado E. S. CARMONA.
El Genl. Angeles sali de la penitenciara el 29 de julio para tomar
el tren; con fecha 31 del mismo mes, A. Blanquet, Secretario de Guerra
y Marina, comunic: Dispone el Presidente I. de la R. que el Genl.
69
Brigadier de Art. Felipe Angeles marche en comisin del servicio a
Francia, autorizndolo para viajar en territorio de dicho pas, con objeto
de hacer estudios sobre materiales de artillera; etc.
Varias personas, de entre los reaccionarios, han atribuido a Angeles,
que adquiri compromisos con Huerta y hasta dio su palabra de honor
de que no se opondra a su gobierno. En vista de esas versiones
deshonrosas, el autor de esta biografa, quien recibi de labios del
Genl. Angeles el anterior relato, solicit y obtuvo del Sr. Lic. Calero la
publicacin de la carta que a continuacin insertamos: y que apareci
en la Revista Mexicana de Sn. Antonio, Texas y en la Patria, de El
Paso, Texas, el 17 de febrero de 1919:
UNA CARTA DEL LIC. M. CALERO.
Hemos recibido para su insercin, la siguiente carta del distinguido
abogado mexicano, y que en copia fue enviada al Sr. Lic. D. Nemesio
Garca Naranjo, y con mucho gusto la insertamos, pues viene a aclarar
un punto respecto al general Felipe Angeles, y al cual se reri, en su
defensa, el seor Federico Cervantes en alguna de las sesiones de
la Asociacin Unionista Mexicana del Liberty Hall, quedando as
conrmadas las aseveraciones hechas por el citado seor Cervantes.
Dice as la carta de referencia:
New York, febrero 2 de 1919.Sr. Lic. D. Nemesio Garca Naranjo.
P. C. BOX 774 San Antonio, Texas. Estimado seor, compaero
y amigo.Leyendo hace algunos das el semanario humorstico
Chiltipiqun propiedad de la empresa periodstica tan inteligentemente
dirigida por usted, encontr en el nmero correspondiente al 21 de
enero ltimo un artculo intitulado La odisea de un General, dedicado
al Genl. D. Felipe Angeles.Uno de los prrafos del artculo dice as:
El Genl. Angeles empe una vez su palabra de honor, una vez en
que se hallaba procesado por haber fusilado a un nio cerca del Caf
Coln en Mxico. El Genl. Huerta era Jefe del Gobierno de Mxico y
en atencin a los mritos del Genl. Angeles, indult a ste, es decir, lo
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libr de un enojoso proceso, envindolo al extranjero con una comisin
cualquiera. El exdirector del Colegio Militar acept la merced que se
le haca, jur lealtad, empe su palabra de soldado, ofreciendo sobre
ella que no hara armas en contra de quien lo libraba de una segura
pena, y march a Europa si Europa est en el Estado de Chihuahua,
etc., etc..
Soy amigo del seor Genl. Angeles y fui su nico defensor en
el proceso a que se alude. Conozco, pues, los hechos; y como en los
prrafos transcritos stos aparecen alterados, considero un deber de mi
parte hacer una somera exposicin del caso, tanto ms cuanto que a la
persona aludida en el artculo, ahora en la imposibilidad de defenderse,
se le hacen cargos graves que afectan su honor.
El seor Angeles fue, en efecto, acusado de haber mandado fusilar
no precisamente a un nio, sino a un joven de 18 a 20 aos, que fu
aprehendido en los momentos en que trataba de seducir a todo un
batalln para que se desertara de las las del Gobierno y se uniera a
los sublevados. Esto ocurri durante las operaciones militares contra
la Ciudadela, en lo que di entonces en llamarse la Decena Trgica.
Las fuerzas que dicho joven trataba de corromper, pertenecan a una
brigada a las rdenes del general Angeles y estaban en esos momentos
bajo el fuego del enemigo.
Si el general Angeles hubiera fusilado al joven corruptor, habra
procedido correctamente. Durante los ltimos combates en el frente
francs, el general Pershing orden que fuera fusilado, sin formacin
de causa, todo individuo aprehendido en el acto de inducir a las tropas
americanas a que faltaran a sus deberes militares. Estas son las duras
exigencias de la guerra.
Pero en el proceso que se form al general Angeles, bajo la
direccin de un Juez instructor muy inteligente, muy hbil y hostil al
procesado Gordillo Escudero no pudo probarse el hecho que
motiv la acusacin, por lo cual el general Angeles debi haber sido
puesto en libertad. Sin embargo por motivos que no es pertinente
recordar, el general Huerta se empe en que el general Angeles
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siguiera indenidamente en la Penitenciara y al efecto orden que no se
declarara concluida la instruccin del proceso, no obstante que el juez
le manifest, en mi presencia que la averiguacin estaba agotada.
En esta situacin y comprendiendo lo ftil que sera valerme de
los recursos legales para que al general Angeles se le hiciera justicia,
propuse al general Huerta que aqul fuera desterrado, para lo cual
bastaba con que la Secretara de Guerra, usando de una facultad
consignada en las leyes militares, mandara suspender el proceso con
el pretexto de que necesitaba utilizar los servicios del procesado.
Despus de muchos incidentes que sera largo referir, se resolvi
al n que el general Angeles marchara a Europa a hacer los estudios
militares que estimara convenientes. No se le j programa ni pas de
residencia, ni se le di instruccin alguna especca que sirviera para
disimular el verdadero objeto de la supuesta comisin, que no era otro
que el de expulsarlo del pas. Por ltimo, el comisionado sali de la
Penitenciara momentos antes de partir el tren que lo condujo a Vera-
cruz, sin que se le ministraran viticos, ni pagas de marcha, ni recursos
de ninguna especie. Un amigo suyo tuvo que pagar los pasajes del
general y de su familia desde la ciudad de Mxico hasta la de Pars.
Sus sueldos regulares le fueron suspendidos poco tiempo despus de
su llegada a Europa.
De lo anterior resulta que el general Angeles no recibi merced
alguna del general Huerta, a no ser que se concepte como tal la
sustitucin de una prisin arbitraria por el destierro.
A nadie le jur lealtad el general Angeles, ni a nadie empe su
palabra de soldado. Tampoco se le exigieron seguridades de ninguna
especie como condicin para que se le expulsara de la Repblica. Yo
fui el nico intermediario entre el general Angeles y los funcionarios
del Gobierno que tuvieron participacin en estos arreglos y puedo
asegurar que jams se trat de obtener de aquel promesa alguna que
entraara la menor cortapisa a su libertad de accin.
Ya v usted, seor compaero, que el general Angeles no
quebrant ninguno de los cnones del honor al rebelarse contra el
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gobierno del general Huerta. Acaso, se diga que un militar falta a su
honor cuando se subleva contra el gobierno; pero el anlisis de esta
cuestin desvirtuara el propsito de la presente carta. En el caso
concreto la tesis es por lo menos discutible si se tiene en cuenta que el
gobierno contra el que se sublev el General Angeles haba tenido por
origen una sublevacin militar, y que la rebelin de aquel fu coetnea
de la disolucin del Congreso, es decir, de la desaparicin del orden
constitucional en Mxico.
Ruego a usted que, como un acto de justicia y en obsequio a la
verdad histrica se digne publicar esta carta, por lo que le anticipo
mi sincero agradecimiento.Soy de usted muy atento, adicto amigo
y servidor.MANUEL CALERO.
El general Angeles fue desterrado a Francia el 29 de agosto de 1913
bajo la vigilancia del Ministro de la Barra y luego que lleg a Pars, se
puso en contacto con el seor Lic. Miguel Daz Lombardo que era el
representante de la Revolucin en aquel pas.
Blanquet cablegra el 26 de septiembre de 1913, al Ministro de
Mxico en Pars: Srvase informar dnde se encuentra Genl. Felipe
Angeles.
El Genl. Angeles (ya para embarcarse) dirigi de El Havre, Francia,
con fecha 6 de octubre de 1913, una comunicacin al Sr. Lic. Francisco
Len de la Barra, informndole haber regresado de Inglaterra y
manifestndole que en El Havre se detendra para hacer estudios de
fabricacin del material de artillera.
El Cnsul de Mxico en Nogales, Arizona, telegra al Srio. de
Guerra con fecha 17 de octubre de 1913: Anoche lleg sigilosamente
a Nogales, Sonora, Genl. Felipe Angeles.
NUESTRA REBELDIA.Haba en Francia un grupo de ociales de
las carreras cientcas (Ingenieros, Artilleros y de Estado Mayor) quie-
nes, desde el perodo gubernamental del seor Madero, haban sido
enviados a hacer estudios en diversas comisiones tcnicas.
Los referidos ociales se reunan en Pars peridicamente,
comen-tando las noticias que, tardamente, llegaban de la patria
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ausente. Los detalles del cuartelazo y la traicin de Huerta haban
conmovido el nimo de ociales que haban bebido sus enseanzas
en Chapultepec, Escuela del Honor, y entre stos se form un
ambiente de indignacin cuando alguien inform que la prensa de
Mxico anunci que se levantara un monumento a los aspirantes
por su heroico comportamiento. Sin embargo, las noticias que
llegaban de Mxico eran imperfectas y hasta contradictorias porque
las inspiraba el criterio reaccionario; la conrmacin de la verdad
era tardada y aunque en principio el grupo de ociales a que nos
referimos reprobaba el cuartelazo y la traicin, como un deshonor
para el Ejrcito al que pertenecan, era laborioso el proceso de
una honda reexin poltica tras la que germinaba la idea de
rebelin.
Se reconoci, en las juntas que celebraba ese grupo de ociales,
que el Ejrcito haba sido deshonrado y que, disueltas las Cmaras, el
gobierno de Huerta haba consumado un golpe de Estado; era pues
necesario no solamente apartarse de l, sino marchar al campo de la
revolucin que se ergua vengadora y enarbolaba la bandera de la
Constitucin. Pero, para varios compaeros, era dursimo resolverse a
abandonar una carrera laboriosamente lograda, la desercin, y hasta la
rebelin, eran pasos de trascendencia, haba dudas de cmo podran
ser recibidos en las las revolucionarias, etc., etc. Por n, en una junta
se resolvi que todos ellos se incorporaran a la Revolucin y se pens
en buscar a un jefe que los encabezara. Desde luego se pens en el
Genl. Angeles, maestro de todos ellos y de quien se saba que estaba
por llegar, desterrado, a Pars. Quien sto escribe, fue comisionado
para buscarlo e invitarlo a una comida en la que le plantearamos
nuestro deseo, pidindole que nos condujera a la lucha. Cuando el
Capitn Cervantes acudi a la casa del Genl. Angeles en Pars, Clarita,
su dignsima esposa, le dijo primero que el Genl. haba salido a Londres
para internar en un colegio a su hijo Alberto; pero, das despus, cuando
insisti en verlo, le confes que el Genl. haba marchado a la Revolucin.
Los arreglos de su partida y su incorporacin al movimiento armado,
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haban sido ultimados con el Lic. Miguel Daz Lombardo, representante
de la Revolucin en Francia, y su marcha haba sido sigilosa. Les haba
pues, ganado la delantera.
El capitn de artillera Gustavo Bazn, recibi, pocos das despus,
una carta en la que el Genl. lo invitaba a seguirlo y Cervantes asegur
a este compaero que saldra tras l. Ellos dos, se presentaron en
diciembre de 1913 a la Revolucin y fueron ellos los nicos que
cumplieron el compromiso contrado; los dems ociales siguieron
la suerte del Ejrcito federal. Quien esto escribe, antes de partir, tuvo
el escrpulo de pedir su baja del Ejrcito, por ser sus convicciones
antagnicas de la existencia y de los procedimientos del rgimen
usurpador de Victoriano Huerta.
El capitn Cervantes, como el Genl. Angeles, tuvo el honor de ser
dado de baja de la institucin militar que fue mancillada con la traicin,
por indigno de pertenecer al Ejrcito!
El Presidente interino de la Repblica ha tenido a bien disponer
que con fecha 8 de noviembre del ao prximo pasado, cause baja
por indigno de pertenecer al Ejrcito el Genl. Brigadier de artillera
Felipe Angeles, a reserva de exigirle las responsabilidades a que se ha
hecho acreedor.Lo que tengo la honra de comunicar a Ud. para su
conocimiento y efectos, reiterndole mi atenta consideracin.Libertad
y Constitucin, Mxico, marzo 28 de 1914.rmado A. BLANQUET.
75
C
OMO FUE RECIBIDO ANGELES EN SONORA.Cuando en
noviembre de 1913 el Genl. Angeles se present en Sonora ante el
Primer Jefe del Ejrcito Constitucionalista, iba prestigiado no slo como
militar, sino como maderista; su lealtad al Presidente Mrtir, como su
elevada cultura, eran la mejor recomendacin para que se considerara
su ingreso a la Revolucin, como motivo de regocijo. En Nogales se
hizo una esta en su honor y el Sr. Carranza anunci que Angeles sera
designado Secretario de la Guerra.
Al saberse aquella designacin tan honrosa para Angeles, el Genl.
Obregn se confabul con otros generales revolucionarios y endilg
al primer Jefe una protesta porque nombraba Ministro de la Guerra a
un ex-federal. Se explica la actitud de Obregn, porque en esa poca
haba, entre los revolucionarios, un sentimiento comn de antipata y
hasta de odiosidad por todo lo que oliera a ex-federal, sentimiento
que Obregn supo aprovechar estando en plena ascensin militar,
acabando de cosechar lauros guerreros y anhelando conquistar muchos
ms. Su ambicin, no poda tolerar que se distinguiera con un puesto
prominente a un general ex-federal, recin llegado, aunque ste
fuera maderista integrrimo y tan revolucionario como el que ms.
Lo grave era que Angeles representaba al militar culto y competente;
sto provocaba los celos de los futuros caudillos y representaba para
Obregn un latente obstculo para su engrandecimiento personal.
Carranza tuvo la debilidad de aceptar la protesta, designando a
Angeles Subsecretario encargado del Despacho, con lo cual lastim
la natural sensibilidad de quien llegaba a la Revolucin con los brazos
abiertos.
CAPI TUL O I V
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Al acercarse Angeles al Sr. Carranza, crey, de buena f, que se
acercaba al vengador de Madero, al restaurador de la Constitucin
violada; era el Primer Jefe del Ejrcito Constitucionalista y pens que en
ese gobernador que haba tenido el gesto valiente de lanzarle el guante a
Huerta, encontrara al demcrata defensor de los ideales populares. Pero
Angeles ignoraba que Carranza senta antipata, si n desprecio, por los
maderistas a quienes consideraba responsables del fracaso de Madero
cuyo rgimen no tena Carranza la menor intencin de continuar, sino
que consideraba que el rgimen que l inauguraba era una etapa, muy
distinta, de la vida poltica de Mxico. Y as era en efecto, porque si para
aquel noble mandatario la frmula de su gobierno quiso ser la bondad
y el amor, el respeto a la Ley y el perfeccionamiento de la democracia,
para Carranza era necesario gobernar con mano de hierro, imponiendo
la revolucin por la razn o por la fuerza segn rezaban los arcos con
que le gustaba ser recibido en los lugares que visitaba.
El Sr. Lic. Heriberto Barrn en su artculo Cmo empez el
Villismo publicado, en La Prensa en julio de 1932, dice: Desde mis
primeras conversaciones en Hermosillo, qued convencido de que el
Sr. Carranza profesaba un invencible desprecio hacia todos aquellos
que haban militado en las las maderistas, hacindoles responsables
del fracaso de la administracin de don Francisco I. Madero. Como
he dicho, llegu a Hermosillo a nes de 1912 y como se aproximara el
primer aniversario de la muerte de los seores Madero y Pino Surez,
propuse al Sr. Carranza que expidiera un decreto declarando da de luto
nacional aquel en que el Presidente Madero y el Vice-Presidente Pino
Surez, fueren asesinados, tanto como un justo tributo a la memoria
de ambos, como para atraerse a todos los maderistas. El Sr. Carranza
dio treguas al asunto, dicindome que lo pensara, pero me expres
que tanto el Sr. Madero como Pino Surez, por sus torpezas y las de
sus partidarios, tenan la culpa de lo que les haba acontecido y por lo
mismo, no debera gloricarse su memoria.
Basta con lo que llevo dicho para comprender que todos lo que al
lado del Sr. Madero desempearon puestos ntimos y de importancia
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poltica, reciban de parte de D. Venustiano una acogida glacial que los
haca alejarse inmediatamente y buscar otro punto a donde dirigirse y
otro personaje a quien acercarse.Me consta que en un principio
todos los maderistas tuvieron intencin de ayudar con sinceridad
y entusiasmo al Sr. Carranza, inclusive los hermanos del Presidente
asesinado: pero al enterarse de que el Primer Jefe no slo los reciba
con frialdad; sino que los rechazaba, fueron a refugiarse con el Genl.
Francisco Villa, quien al contrario de D. Venustiano, los reciba con los
brazos abiertos
As fu como poco a poco, rechazados por el Sr. Carranza,
fu formndose en derredor del Genl. Francisco Villa un ncleo
de revolucionarios enemigos de Huerta pero poco adictos al Sr.
Carranza.
Zubran, Secretario de Gobernacin del Gobierno Provisional,
se haba convertido en un tirano, atrabiliario y egosta, mucho ms
autoritario que el mismo Sr. Carranza. El fu quien ms contribuy a
que los maderistas se alejaran de D. Venustiano y a que Villa empezara
a sentirse, lastimado por el Primer Jefe. Estando en Washington
Zubran en el desempeo de una misin diplomtica, publicaba en
los peridicos norteamericanos declaraciones furibundas contra Villa
y todos sus amigos, secundado por Herminio Prez Abreu.
En otro artculo Lo que he visto en Mxico del 6 de julio de 1932,
el mismo autor asienta:Poco tiempo despus de mi llegada a Sonora,
ingres como redactor al diario La Voz de Sonora con los hermanos
Campero. Entonces elogi a Villa por sus primeras victorias y recib de
l cartas muy amistosas. Sabedor de sto el Sr. Carranza, me mand
llamar y me suplic que no me volviera a ocupar de Villa en mis artculos,
pues era un hombre al que no haba que darle prestigio.
A su vez, el periodista D. Rafael Martnez Rip Rip, rerindose
al Antimaderismo de Carranza, en El Grco del 19 de junio
de 1930, public el relato de cmo el Sr. Carranza se neg siempre
a honrar la memoria de Madero y cmo al negarse a concurrir al
descubrimiento de la estatua del Presidente Madero, en Villa Gustavo
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Madero, le explic condencialmente: Si yo me hubiese presentado
como continuador de la obra poltica de D. Pancho, habra tenido que
cargar con el cumplimiento de sus ofrecimientos, y a m como a l, se
me demandara constantemente que convirtiera en realidades esos
ofrecimientos. Yo, al levantarme en armas, expres categricamente que
lo haca para restaurar el orden constitucional, pero me abstuve de
formular promesas y evit que se hablase de algunas en nombre mo.
Con respecto al telegrama de que Ud. me habla, estoy al tanto de lo
que se ha dicho en el peridico Redencin y de las armaciones de
Bauche Alcalde. Es verdad que estuve a punto de iniciar un movimiento
al parecer en contra del gobierno del Sr. Madero, pero para salvarlo
a l y principalmente a la Revolucin. Ya prevea yo que los enemigos
recurriran a la venganza y que la bondad del Sr. Madero sera la puerta
por donde entraran para satisfacerla. Pero si hoy dijese yo eso no se
me creera, pensndose que el mvil era quitarlo a l de la Presidencia
para ocuparla yo. Vea Ud. Sr. Martnez, que s tengo razn para no asistir
a las ceremonias en honor de Madero. No quiero que se me juzgue
hipcrita. Preero abstenerme. Me representar en el descubrimiento
de su estatua a Madero, el Sr. Lic. Aguirre Berlanga.Abandon el
saln de la Presidencia pensando en las frases de D. Venustiano. Y
me dije: Bien. Esto explica el por qu de su abstencin tratndose de
ceremonias en memoria de D. Pancho, y por qu no quiso aparecer
como continuador de la obra del Sr. Madero; pero por qu ha tenido
tan ostentosa mala voluntad para colaboradores del Presidente
asesinado, para los maderistas en general? Hay algo ms al respecto
y que no me dijo D. Venustiano?
COMO ERA CARRANZA.Era D. Venustiano, un tipo adusto,
corpulento, de edad bien madura pero erguido y austero; de pocas
palabras, parco en ademanes, aspecto saludable y trato sereno pero
fro en su seriedad, sin ser descorts excepto cuando se irritaba. Afecto
a montar, con aire de hombre de campo, actitudes de calma aparente,
mirada apacible y continente respetable que aumentaba el uso de
anteojos oscuros y larga barba casi blanca. El Sr. Carranza ocultaba
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fealdad que disimulaban aquellos aditamentos y ocultaba tambin
un carcter desptico; hablaba despacio careciendo de uidez en la
expresin; era versado en Historia Patria de la que haca frecuentes
citas, pareciendo que su prototipo, a quien se propona imitar, era D.
Benito Jurez; se descubra que no era grande su cultura, pero posea
experiencia y malicia bastante para abordar y resolver, ms o menos
arbitrariamente, los variados asuntos que se presentaban. Su tempe-
ramento era caprichoso y absolutista, no le agradaba la contradiccin,
a veces aqueaba en sostener su determinaciones y otras persista en
ellas tenazmente.
Rodeado de personas de poca vala, lo que l procuraba era
adhesin y adulacin; quienes incorporndose a la lucha acudan a
presentrsele, eran mantenidos a su lado para estudiarlos; si su adhesin
era incondicional, con ribetes de adulatoria, esos hombres eran de los
suyos; quienes tenan personalidad y espritu independiente, quienes
no se plegaban a su frula caprichosa, no eran de los suyos.
Al Sr. Carranza le gustaban las ceremonias y los honores a su
persona, usaba siempre un uniforme sin insignias y un sombrero
texano; la guardia le haca honores a su llegada y a su salida. En sus
viajes y visitas a las poblaciones, en las que se presentaba como para
que fueran conociendo al futuro jefe de la Nacin, al aproximarse el
tren a la estacin, apareca en la plataforma encuadrado por solcitos
ociales de su Estado Mayor, quienes se disputaban los puestos ms
cercanos para no faltar en los retratos que, fotgrafos de a bordo,
tomaban indefectiblemente. Raras veces arengaba al pueblo; prefera
valerse de oradores ociales.
En los viajes que hicimos con el Sr. Carranza al sur de Sonora (Cruz
de Piedra, frente a Guaymas, Alamos, Culiacn), el Gral. Angeles senta
repugnancia por aquellas poses cortesanas y permaneca sentado
apaciblemente en el carro del tren que nos conduca; alguna vez el Sr.
Carranza le indic que lo acompaara a la plataforma; los ayudantes lo
desalojaron de su lado, porque Carranza tena que aparecer encuadrado
por ellos.
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Angeles se encontr pues, con un jefe que era la anttesis de
Madero; y bien pronto se convenci de que el Sr. Carranza no solamente
criticaba acerbadamente la poltica maderista, sino que senta antipata
por los maderistas y se negaba a celebrar el triunfo de la Revolucin
de 1910 y especialmente los aniversarios luctuosos de Madero, porque
el maderismo, como recuerdo, como doctrina y como ideal, le eran
repugnantes. El Sr. Carranza cifraba su poltica en el respeto a su
persona en la adhesin a su persona y en el prestigio de su persona;
tena alma de dictador.
En aquel medio o camarilla que rodeaba a Carranza la cortesana
tena que ser repugnante para un hombre sencillo; las entradas y salidas
al cuartel general con toques militares, las comidas y las presentaciones
que se manifestaban como continuo homenaje al Primer Jefe, con mudo
respeto, aceptacin de sus opiniones y actitudes de hijos de familia
ante un patriarca de tiempos pretritos. Todo ello contribua a hacer
poco grato el ambiente del Sr. Carranza.
En su supuesta funcin de Subsecretario de la Guerra, Angeles
se dio cuenta de que el Primer Jefe no atenda a iniciativas, que a
menudo contradeca, ni daba lugar al desarrollo de otras actividades
que su capricho; quera amanuenses y servidores y no colaboradores
que pudieran poner en entre dicho su suciencia.
Ansiaba Angeles marchar a la campaa para entrar en accin, aplicar
en servicio de la Revolucin su saber y sus aptitudes, pero Carranza
lo tena atado de un pie como a los gallos, en una ocina en la que
resultaban nugatorias sus iniciativas.
SITUACION PENOSA Y AMBIGUA.La situacin de los pocos ex-
federales que por aquella poca, nos incorporamos a la Revolucin,
era bastante penosa y ambigua porque sentamos en el ambiente una
extraa malquerencia originada, seguramente, en un sentimiento de
antagonismo y de envidia hacia los militares de carrera, sin comprender
que nosotros bamos a la revolucin realizando un verdadero sacricio
en contra de tradiciones y de una carrera lograda con grandes esfuer-
zos, abandonando familias e intereses, por sostener los ideales de la
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Democracia. Los primeros en incorporarse en Sonora con el Primer
Jefe fueron el hoy Genl. Joaqun V. Cazarn y nuestro compaero y
coterrneo Gustavo Garmendia, brillante hijo del Colegio Militar, quie-
nes desempeaban el honroso puesto de ayudantes del Presidente
Madero; Gustavo fu uno de quienes castigaron con la muerte de Ri-
veroll el atentado en que el Presidente iba a ser asesinado en Palacio.
Garmendia escap de la Capital y en una fuga que en Manzanillo tuvo
aspectos de audacia y herosmo, logr embarcar para Estados Unidos
incorporndose en Sonora al Primer Jefe. A pesar de los mritos del
mayor de artillera Gustavo Garmendia, en aqul medio de militares
improvisados se sinti hostilizado y hasta lleg a tener un lance per-
sonal en que hizo sentir el vigor de sus msculos; Gustavo se senta
ansioso de ir a la lucha para demostrar su valimiento y hombra y fue
puesto a las rdenes del Genl. Obregn en la marcha sobre Sinaloa,
para atacar Culiacn. El General Obregn le tena marcada antipata;
se expresaba de l como despus se expresaba de Angeles y el Te-
niente Coronel Gustavo Garmendia encabezando las tropas puestas
a su mando, asalt y tom uno de los fuertes que protegan Culiacn,
siendo el primero en saltar sobre el parapeto y recibiendo un balazo en
el muslo, que le destroz la arteria femural. La falta de atencin mdica
hizo que Gustavo se fuese desangrando hasta fallecer con admirable
estoicismo. Demostr, conquistando la gloria militar del soldado, que
era un valiente y un hroe.
Cuando acompaamos a la comitiva del Sr. Carranza hacia Culiacn,
la situacin de Gustavo Bazn y la ma era dudosa por indenida pues
se nos lleg a expedir el nombramiento de Mayores hasta febrero de
1914. Mientras tanto, no sabamos siquiera si ramos conceptuados
como militares no obstante que estbamos incorporados en el Estado
Mayor del Sr. Carranza. Viajbamos en un furgn (carro caja) en el que
tenamos arreglados nuestros catres de campaa el Genl. Angeles
y sus dos o tres discpulos, y a este furgn se haba incorporado el
distinguido Tte. Corl. mdico cirujano Surez Gamboa, hombre culto
con quien conversbamos amenamente sobre cuestiones de ciencias.
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Desgraciadamente, y sto yo lo ignoraba, el mencionado Dr. sufra de
alucinaciones mentales.
Cuando nos detuvimos en la estacin de El Palmito, cerca de
Culiacn, la comitiva ocial se dirigi a visitar la tumba de Gustavo
Garmendia y como yo no pude concurrir, porque careca de cabalgadura,
me qued en nuestro furgn. A poco lleg el Dr. Surez Gamboa y en
forma altanera, injuriosa, se expres muy mal de m y del Genl. Angeles.
Como yo, sorprendido, le reclamara semejante actitud, sumamente
exaltado me injuri y blandiendo la pistola se fu sobre m; en legtima
defensa, de un golpe lo sujet por la mano y por el cuello derribndolo
al suelo y ejerciendo presin, para desarmarlo. Entonces se puso a
dar grandes voces pidiendo auxilio y fui aprehendido y arrestado, con
centinela de vista, por soldados yaquis.
Cuando volvi la comitiva ocial, el seor Surez Gamboa me salv
de este trance con su propia declaracin ante el Primer Jefe, pues dijo
que siendo yo un joven decente y educado, me haba vuelto loco y lo
haba agredido como una pantera cachetendolo y escupindolo,
ensucindolo y estando a punto de matarlo. Conocidos los antecedentes
patolgicos del Dr. Surez Gamboa, y enterado el Genl. Angeles de tan
desagradable incidente, fui puesto en inmediata libertad.
En varias ocasiones el Genl. Angeles le signic al Sr. Carranza su
deseo de ir a la lucha y otras tantas se le contest que deba esperar.
Cuando los mayores Bazn y quin sto escribe, despus de haber
sido bien recibidos y ascendidos por el Primer Jefe que los incorpor
a su Estado Mayor, tambin signicaron su anhelo de ser enviados
a la campaa, el Sr. Carranza les contest que an no era tiempo,
que permanecieran en su Estado Mayor, para identicarse con la
Revolucin. Quera esto decir, que el Sr. Carranza consideraba que l
era la Revolucin y que quienes no se identicaran con l, convirtindose
en carrancistas, no eran revolucionarios.
El Genl. Angeles logr, a duras penas, que se le mandara a practicar
un reconocimiento a los alrededores de Mazatln, plaza sitiada por
las tropas del Genl. Carrasco. Cervantes lo acompa a esa gira
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en que guiados por el activo Tte. Crel. Angel Flores, recorrieron en
reconocimiento de ocial, aquellos parajes desiertos, de chaparral, por
donde, subrepticiamente, hacan sus incursiones ambos contendientes.
En noche de luna y caminando por lugares solitarios, el Genl. Angeles
discurra sobre temas militares pero, en ms de una vez, el maestro
tambin explicaba teoras Matemticas. Aquellos das, cabalgando,
respiraba a sus anchas y se senta satisfecho de su alejamiento de
antesalas y cortesanas.
Una noche, paseando en la Plaza de El Rosario, dijo el Genl. Angeles
a quien esto escribe: Hombre, yo he tratado con toda simpata y
atencin (hasta lo haba agasajado con una comida) al Gral. Obregn
y, sin embargo he sabido que se expresa muy mal de m.Voy a
reclamrselo. Entonces su ayudante, que gozaba de toda su benvola
conanza le contest: Mi Genl. esos han de ser chismes; pero en caso
de ser cierto, no me parece que Ud. le reclame, porque si el Genl.
Obregn lo conrma, eso dara lugar a un conicto inoportuno, y si lo
niega, quedarn con un sentimiento que los separe. Call el General
Angeles y Obregn sigui en su labor de malquistarlo, tanto que,
cuando, poco despus, Carranza emprendi la marcha (por tierra)
para Chihuahua y design al Genl. Angeles Jefe de su escolta, el
Genl. Obregn, al despedirse del Primer Jefe le dijo estas palabras,
de sindresis incomprensible, pero muy signicativas; tengo la pena
de comunicarle que el comportamiento del Genl. Angeles no es
correcto, pues no sabr corresponder a las consideraciones que Ud.
le ha guardado. Criterio ste de que participan otras personas que
han atacado al Gral. Angeles, porque incurren en el error de creer que
porque algn hombre nos ha dispensado consideracin o cortesa
(stas fueron negativas de Carranza hacia Angeles) estamos obligados
a perdonar sus errores graves, a ocultar sus defectos y a volvernos sus
incondicionales.
En su viaje a Alamos acompaamos al Primer Jefe, con su squito.
La inecacia y prolongacin del sitio de Guaymas, hizo pensar a quien
sto escribe, que con una o dos escuadrillas de aeroplanos se podra
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bombardear esa plaza, debilitando la defensa y ejerciendo presin moral
en la guarnicin y hasta en la poblacin civil. Crea que con unos cuantos
bombardeos se facilitara el asalto y se apresurara la rendicin o la
evacuacin de este Puerto que no poda ser atacado por mar. Conado
este proyecto al Genl. Angeles, le pareci bueno; entonces le fu planteado
al Sr. Carranza a bordo del tren y en presencia del Genl. Obiegn. Quien
esto escribe hizo su exposicin con calor y entusiasmo
Y el Genl. Obregn, dndole palmaditas en la pierna, calic el
proyecto de excelente idea. El Sr. Carranza escuch impasible, y
anunci que al siguiente da resolvera. Se trataba de adquirir en Estados
Unidos doce aeroplanos y de fabricar granadas. Al da siguiente, inform
al solicitante que su iniciativa le pareca buena y que iba a mandar al
capitn Alberto Salinas (su sobrino), a Estados Unidos, para adquirir dos
aeroplanos mientras que el de la iniciativa marchara a Chihuahua para
fabricar bombas. Al serle presentadas con calor, objeciones consistentes
en que, si el efecto destructor y desmoralizante de doce aeroplanos,
era formidable, el de dos aeroplanos resultara casi insignicante, el
Sr. Carranza contest con enfado: se van a comprar solamente dos
aeroplanos, porque ya lo dije. A los pocos das parti Cervantes para
Chihuahua con una orden del Primer Jefe para que el Genl. Villa le diese
facilidades de fabricacin de granadas en la fundicin de Chihuahua.
ERRORES POLITICOS.Independientemente de la falta de ad-
hesin personal, el Genl. Angeles se di cuenta de los graves errores
polticos del Sr. Carranza, de los que sintetizaremos algunos impor-
tantes: cuando Carranza fue batido por las tropas huertistas y se retir
hacia Sonora para protegerse con los elementos revolucionarios de
ese Estado, el Gobernador D. Jos Mara Maytorena lo recibi con los
brazos abiertos, pero pronto pudo advertir que pareciendo Obregn
el hombre fuerte, a l se inclinaba Carranza en sus preferencias. Am-
bicioso e infatuado, Obregn fue desarrollando una presin poltico-
militar en que Carranza lo apoyaba; Maytorena se sinti abandonado
y entonces en ocasin de una comida, manifest enrgica y virilmente
su disgusto y pidi al Sr. Carranza que pusiera enrgico remedio a la
85
situacin. Carranza sali de Sonora y no puso remedio a esa situacin.
El Genl. Angeles sugiri entonces que se diera a Obregn la cartera
de Guerra, lo cual lo alejara de Sonora, para evitar el conicto que se
avecinaba; Carranza al saberlo, dijo: el Gral. Angeles es un patriota
y cuando ya lejos de Sonora, Maytorena le escribi pidindole apoyo
como Gobernador Constitucional (maderista), Carranza anunci que
la dicultad se arreglar, porque Obregn tendra que marchar al Sur
y Calles (otro enemigo de Maytorena) se ira con l; sin embargo, dej
a ste como Jefe de las Armas en Sonora. La esencia del conicto era
que Maytorena reclamaba respeto para sus funciones de Gobernador
legtimo, que Carranza quiso deponerlo y hasta le exigi su renuncia,
a lo que Maytorena se neg y que el conicto surgi seriamente pues
Calles recibi orden telegrca, segn l mismo lo dijo al Genl. Villa
cuando ste lo llam al orden desde Torren, que tena consigna
de Carranza para aplicar a Maytorena y a los suyos la Ley del 25 de
enero. El Gobernador Maytorena fu obligado a preparar barricadas,
a hacerse fuerte en el Palacio y a requerir sus fuerzas militares. Entre
tanto, Carranza enviaba como delegado conciliador al Ing. Bonillas. La
aprehensin del Gral. Alvarado y el encuentro habido entre las tropas
de Calles y los yaquis de Maytorena, mostraron el xito del comisionado
de paz y el resultado de aquella poltica.
El Gral. Lucio Blanco, despus de la ocupacin de Matamoros haba
ordenado el reparto de la Hacienda Los Borregos entre los labriegos
pobres; Carranza reprob esa medida revolucionaria y llam a Blanco
para tenerlo humillado a su lado, hasta que lo puso a las rdenes de
Obregn.
En el Estado de Sinaloa, Carranza pretendi destituir al Gobernador
Constitucional Riveros; pero se abstuvo de ello sin denir, sin embargo,
su resolucin, cuando not oposicin en los Genls. revolucionarios que
operaban en aquel Estado. El Genl. Carrasco le dijo a Carranza que si
quitaba a Riveros de Sinaloa, l se volvera zapatista. Tambin Riveros,
ante la presin militarista que lo amenazaba, aprehendi y encarcel
al Genl. Iturbe.
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El Genl. Buelna, modesto pero valientsimo revolucionario, que
operaba a la sazn en el Territorio de Tepic y haba tomado Acaponeta
a gritos y sombrerazos porque careca de elementos, pidi, en
vano, armas y municiones con qu continuar la lucha; Obregn le puso
obstculos en la frontera para pasar y vender plata y para recoger armas
y municiones, hasta que Buelna mand a un enviado condencial para
presentar sus quejas a Villa, porque Carranza tampoco le haca caso.
COMO FUE ANGELES CON VILLA. Cuando el Sr. Carranza se
trasladaba por tierra hacia Chihuahua, Villa le inform de la toma de
la capital de ese Estado y de Ojinaga, acciones con las cuales termina-
ba brillantemente su campaa, habiendo limpiado de enemigos, ese
grande Estado de la Repblica. El Gral. Angeles le dirigi a Villa un
telegrama felicitndolo encomisticamente por sus brillantes triunfos y
signicndole el gusto que le dara presenciar su prxima batalla. Villa
contest afectuosamente a ese mensaje y dirigindose al Sr. Carranza
le pidi que el Genl. Angeles se incorporase a la Divisin del Norte.
Carranza mostr el telegrama a Angeles comentando, con irona las
pretensiones de Villa; pero Angeles acept la idea con agrado, con lo
cual el Sr. Carranza lo autoriz a dirigirse a Chihuahua, de Agua Prieta,
por tren, mientras ellos tardaban en llegar por tierra.
Cuando el Genl. Angeles anunci a Villa su arribo a Ciudad Jurez y la
noticia se propal entre los varios elementos de la Divisin del Norte, le
fue preparada una calurosa recepcin. Villa tuvo la ingenuidad de dictar
un telegrama de salutacin a Angeles, por el cual pona a sus rdenes
todas las fuerzas de la Divisin a su mando. Era, indudablemente, una
cortesa de Villa para quien ocupaba el puesto de Secretario de Guerra;
alguno de los allegados de Villa le hizo notar que no pareca propio
decir que l, y toda la Divisin del Norte, se ponan a las rdenes del
Genl. Angeles y entonces Villa modic el mensaje en el sentido de
que tendra verdadera satisfaccin si el Genl. Angeles tomaba el mando
de la artillera de la Divisin del Norte. La artillera de Villa contaba ya,
con cerca de cuarenta bocas de fuego y con algunos ociales artilleros
exfederales a quienes Villa amnisti con la anuencia de Carranza.
87
Y as fue como Angeles se incorpor a esa Divisin del Norte,
cuyos triunfos resonantes constituyeron el ms poderoso ariete
que derrumb las fuerzas militares en que se apoyaba el usurpador
Victoriano Huerta.
La noche de la llegada de Angeles a Chihuahua, toda la ocialidad
de artillera y otros jefes le ofrecieron una cena, signicndole el regocijo
con que acogan su jefatura.
La sencillez de Angeles tuvo muy buena acogida en el nimo
receloso y hosco de Villa y bien pronto se entabl entre ambos, una
sincera amistad. Villa no poda sentir celos por quien precedido de fama
militar, y siendo sincero maderista, acceda modestamente a ponerse
a sus rdenes, para colaborar en la accin militar revolucionaria. Se
inici, desde luego, la organizacin de la artillera de la Divisin del
Norte, formando dos regimientos, de tres bateras cada uno, con los
coroneles Martiniano Servn y Manuel Garca Santibez, artillera que
tuvo importantsima inuencia en los posteriores hechos de armas que
culminaron con la batalla de Zacatecas.
El Sr. Carranza lleg a Chihuahua cuando se hacan los aprestos
para lo batalla de Torren.
De la impresin que Villa tuvo al conocer al Primer Jefe, el Dr. Ramn
Puente en sus Memorias de Francisco Villa, Narradas por El Mismo
dice: Aguardaba la entrevista con Carranza como un acontecimiento
del que yo me imaginaba que resultara mucho bien, porque a pesar
de lo que me decan en su contra, no me quera dejar arrastrar por las
impresiones ajenas, pues no se me ocultaba que al derredor del que
ocupa un puesto elevado, hay siempre muchas envidias. Pero lleg
el da en que nos viramos el Primer Jefe y yo, y entonces, las cosas
cambiaron en absoluto. Mi primer impulso fu de respeto hacia aqul
anciano que traa la representacin del honor y la justicia, por la que
nuestra gente se mora en los combates. Lo abrac muy conmovido,
pero a las pocas palabras que hablamos, mi sangre se empez a helar,
porque comprend que no le podra abrir mi corazn, pues para l, no
era yo un amigo, sino un rival. Jams me miraba derecho, y toda su
88
conversacin se reduca a recalcarme nuestras diferencias de origen
hacindome ver que l lo haba sido todo: Desde Presidente Municipal,
Jefe Poltico, Gobernador, Senador, hasta Primer Jefe y en explicarme
cosas de decretos y de Leyes que yo no entenda, pero que no era el
punto claro de nuestras cuestiones.Entonces me limit a escucharlo
jndome en todos sus movimientos, y cuando vi que se levantaba
las antiparras para leer algn escrito, aquello sin saber por qu no me
gust, porque d en gurarme que lo de traer anteojos era nada ms
puro pretexto. Cre entonces tener en frente de m a un escribano y
no a un caudillo popular; al amo de una hacienda y no al intrprete de
las esperanzas de los labriegos.Nada haba de comn entre aquel
hombre y yo; l era un poltico y yo un humilde luchador; l quera a
toda costa la Presidencia de Mxico y yo quera muchas cosas para
mi Patria, que l no poda entender; pero ni as se me achic el
entusiasmo, y acept para dentro de m todos los riesgos de la lucha:
ira hasta contra l si las cosas no se encarrilaban por donde deban
orientarseNos separamos aparentemente en buena armona,
y a pesar del esfuerzo que me cost ngir, y de las ganas de acabar
con la falsedad de aqul hombre que me haba dicho muy claro, que
al pueblo no haba que hacerle promesas, porque nuestra lucha no
era la misma que la de Madero, ni tena que ver nada con las luchas
agrarias de Zapata, me aguant el disgusto y me fui a atacar Torren,
porque saba que era mi principal deber con los revolucionarios, y mi
compromiso conmigo mismo.
Se hacan aprestos para la batalla de Torren; el Genl. Villa enviaba
sus numerosas fuerzas en varios trenes militares y se embarcaba l mismo
acompaado del Genl. Angeles quien, como veremos en seguida,
desarroll, desde entonces, una discreta misin de consejero y amigo
de Villa y de Comandante de su Artillera.
89
L
A BATALLA DE TORREON.Las tropas que el Genl. Villa embarc
para ira combatir a Torren, sumaban unos ocho mil hombres a los
cuales se unieron, en la comarca lagunera, otros contingentes que le
dieron a la Divisin del Norte efectivo de unos diez mil combatientes.
Impulsados stos por su espritu guerrero y conducidos por la
indomable energa que Villa difunda entre los jefes de sus unidades,
se libraron terribles encuentros en una sucesin de once das de lucha
denodada y tenaz, conquistando, tras de ser rechazados repetidas
veces, una a una las posiciones avanzadas, apoderndose de la primera
lnea de defensa: Tlahualilo, Bermejillo y Mapim y encontrando una
formidable resistencia en el frente de San Pedro de las Colonias a
Sacramento y Gmez Palacio, que puso a prueba el valor sostenido
de las tropas revolucionarias, en contra de tropas de igual efectivo,
pero disciplinadas, con buenas armas y parque, ocupando sobre todo,
puestos dominantes y forticados, y que maniobraban conducidas por
ociales de carrera y pundonor. Estaban pues, las tropas federales, en
mejores condiciones de posicin, armamento y disciplina; pero, su
espritu de lucha, defendiendo una mala causa, no poda compararse
con el de los revolucionarios.
En Bermejillo de donde el destacamento enemigo fue desalojado
arrolladoramente, se encontr que el telfono a Torren, funcionaba
bien: entonces el Genl. Angeles tuvo la idea de pedir comunicacin,
logrando hablar con el jefe de aquella guarnicin Genl. Jos Refugio
Velasco, quien pareci sorprendido de que el enemigo le hablase desde
Bermejillo. Djole el Genl. Angeles que, cumpliendo con un deber de
CAPI TUL O V
90
humanitarismo, para evitar la prdida de muchas vidas y, seguro de
que las tropas federales no podran contener el avance de las fuerzas
revolucionarias, le peda que la plaza de Torren fuese entregada.
Angeles entendi que Velasco le contestaba que eran intiles sus
palabras y escuch que otra persona le hablaba, posiblemente para
identicar su voz, y esa persona era un coronel, de los que haban sido
sus discpulos, quien le expres que eran los revolucionarios quienes
deban rendirse al gobierno del Genl. Huerta. La comunicacin qued
cortada, pero, pasado un buen rato, se oy la llamada telefnica
y entonces Villa, para evitarle a Angeles un mal rato, contest
personalmente entablndose un dilogo en el que Villa acab por
indignarse increpando a quien le ofenda y ofrecindole que lo habra
de agarrar para inculcarle las enseanzas de la guerra.
La batalla se inici propiamente en 21 de marzo de 1914, da
que se combati hasta despus de media noche. El da 22 las
fuerzas avanzaron teniendo como centro la lnea del ferrocarril,
con la artillera y un sostn de dos batallones; las alas desplegadas
en tiradores ocupaban un frente de diez kilmetros. Las tropas
avanzadas enemigas se fueron reconcentrando hacia Gmez Palacio, y
contaban con atrincheramientos protegidos por bateras establecidas
en varias posiciones del Cerro de la Pila; desde all hicieron tenaz
resistencia y causaron numerosas bajas a las tropas revolucionarias.
Las bateras de Angeles, emplazadas en San Ignacio, vomitaban su
metralla generalizndose la batalla, pero sin resultado favorable. Un
movimiento envolvente por el ala derecha estuvo a punto de constituir
una derrota; Villa tuvo que cargar personalmente por esa ala, logrando
aproximarse a C. Lerdo. Sin embargo de lo cual, las tropas tuvieron
que replegarse hasta el Vergel.
Entre tanto, Sacramento haba sido tomada y rechazadas las
tropas que lo defendan, dispersndose en su huda rumbo a Gmez
Palacio.
Un nuevo esfuerzo del ala derecha hizo que los revolucionarios se
apoderaran de C. Lerdo.
91
De nuevo, el da 24, reconcentradas y reorganizadas las tropas en
el Vergel, llamados los refuerzos con que se poda contar, cortadas
las comunicaciones con Parras, Monterrey y Saltillo (las vas fueron
levantadas) se esper al tercer da, mientras la artillera era ocultamente
emplazada por la noche lo ms cerca posible de las posiciones
enemigas.
Se inici el ataque sobre el cerro de la Pila, el centro atac por
la va hacia Gmez Palacio protegido por la artillera; el ala izquierda
atac Gmez Palacio por el oriente. Combatan en el ala derecha unos
cuatro mil doscientos hombres; dos mil quinientos por el frente y dos
mil trescientos por el ala izquierda.
La artillera apoyaba el ataque con ecacia, colocada demasiado
cerca del enemigo, porque las granadas de can eran fabricadas
en Chihuahua y, por defectuosas, tenan poco alcance para batir las
posiciones ms lejanas.
Villa y Angeles cambiaban con frecuencia sus impresiones para
vigilar y hacer ms ecaces las maniobras del campo de batalla. Las
tropas forticadas en el cerro de la Pila y bien apoyadas por sus bateras,
se batan con ardor y fu la lucha por la posesin de ese cerro, que
pareca la llave de la posicin, la ms encarnizada y sangrienta de la
noche del 25 de marzo en que, a duras penas, lograron los asaltantes
apoderarse de dos de las cinco posiciones forticadas del enemigo.
Las fuerzas federales, tendidas hasta C. Lerdo, fueron batidas y se
reconcentraron en Gmez Palacio.
Al da siguiente, los federales emprendieron un terrible contra-
ataque, logrando recuperar las posiciones del cerro de la Pila que haban
perdido el da anterior. La mortandad era espantosa. Alentadas con
este triunfo, las tropas enemigas atacaron el centro con su caballera y
estuvieron a punto de llegar hasta la artillera de Angeles, emplazada
osadamente. Algunos de los artilleros tuvieron un momento de pnico
cuando los primeros caballos enemigos llegaron hasta ellos. El Genl.
Angeles y sus ociales tomaron sus revlvers e impusieron la disciplina,
logrando que los artilleros dispararan sus caones y sus carabinas,
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conteniendo as la carga de la caballera, a la que fuerzas nuestras de
auxilio lograron rechazar.
De nuevo reconcentrado el grueso de las tropas en el Vergel, al
da siguiente por la tarde la caballera enemiga avanz hasta acercarse
a unos ochocientos metros, retirndose en seguida, lentamente, a la
ciudad. Villa orden para en la noche un ataque general con el resultado
de que, Gmez Palacio, que ya haba sido evacuado, fuese ocupado
entrando las tropas revolucionarias a las nueve de la noche del 26 de
marzo. Villa comunic al Primer Jefe, quien llegaba en trnsito de
Sonora a Chihuahua, este triunfo inicial, informndole de lo costoso
que le estaba resultando por las bajas sufridas.
Desde Gmez Palacio fue enviada de nuevo una comunicacin al
Genl. Velasco, pidindole, en forma comedida, la rendicin de la plaza;
documento que se encarg de llevarle el Cnsul ingls en Torren. Se
pasaron dos das en duelos de artillera.
Habindose tomado posiciones que iban cerrando el cerco a
Torren (algunas tropas se acercaron al Can del Huarache) el 28 de.
marzo por la noche se inici nueva batalla, la artillera del Genl. Angeles
provoc incendios en Torren y de nuevo se realizaron enconados
ataques sobre los cerros de Calabazas y Santa Rosa; el primero fue
tomado a sangre y fuego; el can del Huarache fue desalojado de
enemigos. Santa Rosa y la Polvorera tambin fueron tomados pero,
al amanecer, el enemigo contra atac y recuper esas posiciones,
generalizndose de nuevo la lucha y logrando, algunos de nuestros
combatientes, acercarse hasta la Alameda de Torren.
Entre tanto, se supo que tropas enemigas se aproximaban en
varios trenes por la lnea de Hiplito y San Pedro, en auxilio de Torren.
El Genl. Villa se lamentaba, con gran indignacin, de. que el Genl.
Pablo Gonzlez hubiese faltado al compromiso de cortar esa lnea de
comunicaciones.
Al medio da se reinici un ataque por el centro con duelo de
artillera y tambin se atac por el poniente. Con grandes prdidas fu
tomado parte del cerro de Calabazas y el centro logr hacer retroceder
93
al enemigo hasta la presa del Coyote. Combatiendo todo el da, por
todos lados, algunos soldados revolucionarios lograron penetrar hasta
el mercado de Torren.
Todava el 30 de marzo el enemigo contestaba al ataque con bros.
La artillera se aproximaba temerariamente siendo acalladas algunas
de sus piezas; las tropas federales contaban con granadas de can
de fabricacin europea y sus ociales mantenan un vivo caoneo. La
resistencia del enemigo era tan tenaz como el ataque de las tropas
revolucionarias cuyo parque, especialmente el de artillera, era de
inferior calidad, fabricado en Chihuahua.
Un correo del campo enemigo trae carta del agente norteamericano
solicitando una conferencia; es enviado un parlamentario, J. Santos Coy,
quien valientemente acepta llegar hasta la presencia del Gral. Velasco;
peda ste armisticio de 48 horas para recoger heridos y enterrar a sus
muertos; Villa lo rehusa (veremos que acertadamente) y pide de nuevo
la rendicin de la Plaza y, como no se obtuviera respuesta, se reanuda
la lucha, que se hace pica en ese famoso cerro de las Calabazas; un
Genl. Villista est a punto de ser fusilado por abandonar la posicin
y las lneas frreas del sur, la de Saltillo, la de Monterrey, la del Norte
y la de Durango, son cortadas para impedir que el enemigo reciba
refuerzos.
El da primero de abril se segua combatiendo tenazmente y las
tropas de la Divisin del Norte haban sufrido cerca de dos mil bajas y
consumido la mayor parte de su parque y provisiones.
El Genl. ngeles sugiri que se dejara libre la salida del enemigo
hacia Saltillo, y Villa requera nuevos refuerzos. Los hermanos Arrieta de
Durango, con bastantes hombres bien equipados, haban desobedecido
la orden de acudir a la batalla de Torren.
Por la noche se sigui combatiendo por todos lados hasta que las
posiciones altas fueron dominadas despus de una seria resistencia del
enemigo. La lucha lleg hasta las casas de la ciudad en ataques con
Granadas de mano y por n, el 2 de abril de 1914 como a las cuatro de
la tarde, protegidas por una gran polvareda levantada por fuerte viento,
94
se retiraron las tropas federales de Torren, ciudad que fue ocupada
por las tropas ms avanzadas.
El Genl. Villa, con la Divisin del Norte, haca su entrada triunfal
el 3 de abril de 1914 y la artillera de Angeles era saludada con
admiracin.
El Primer Jefe recibi mensaje en que se le participaba triunfo tan
importante y las tropas eran acuarteladas para preparase prontamente
a una nueva accin guerrera.
Reseada, a grandes rasgos, la batalla de Torren (que otros escritores
como el Genl. R. Gonzlez Garza, han descrito detalladamente), basta
agregar que tan sealada victoria tuvo considerable resonancia pues,
quebrantando el poder de uno de los efectivos ms fuertes que Huerta
pudo presentar en una posicin forticada, su derrota demostr el
gran poder combativo de la Divisin del Norte. Conviene observar la
armona y la ecacia con que el Genl. Angeles colabor en esa batalla y
cmo, acabndose de conocer, se estableci un perfecto entendimiento
entre el gran guerrero intuitivo Villa y el culto y sapiente militar. Era
que ambos perseguan el mismo ideal de redencin de los de abajo y
que, como sinceros maderistas, aspiraban al establecimiento de una
forma de gobierno democrtica porque, constitucionalistas de verdad,
odiaban la dictadura.
Villa atribua el triunfo al herosmo de sus hombres que eran la masa
popular levantada en armas.
Si estos hombres no hubieran sacricado su vida por el triunfo,
yo no estara aqu ni Torren habra cado en mis manos. Si muchos
hombres como stos no hubieran muerto ya, y otros muchos como
ellos no estuvieran muriendo ahora en toda la Repblica por su apego
a la Revolucin, nuestra Revolucin no prosperara, ms que hubiera
muchos jefes, y ms que muchos Licenciados y muchos hombres de
conocimientos tocante a todas las cosas blasonaran la verdad de nuestra
causa. Estos hombres humildes que ya cayeron sin vida, y todos los
que han sufrido en nuestros hospitales, o estn sufriendo all ahora, y
all dejan el tributo de su sangre, o de sus miembros, o de su buena
95
salud, y todos los que no padecieron herida en el cuerpo porque no les
toc el azar de las balas, pero entraron dentro del recinto de la muerte
en su lucha por el bien del pobre y su libertad, todos esos, seor, son
los grandes hroes de esta guerra, no los licenciados de los libros ni
los generales de las victorias, y son ellos los que merecen el honor de
nuestros corazones, y los que en su memoria, o en su persona, o en
las personas de sus madres, o de sus hijos sin amparo, deben disfrutar
su parte del benecio que andamos conquistando.Memorias de
Pancho Villa, por Martn Luis Guzrnn.
La victoria del centro estratgico de Torren, con ser tan costosa y
esforzada, no era completa, militarmente hablando, porque se haba
permitido al enemigo la retirada hacia S. Pedro de las Colonias. Cierto
es que aquellas tropas llevaban el sabor de la derrota al darse cuenta
del empuje de la Divisin del Norte; pero, a S. Pedro de las Colonias
haban llegado grandes refuerzos, los que, con urgencia, haba pedido
el Genl. Velasco desde Torren, y que no pudieron llegar a tiempo de
impedir la evacuacin de esta Plaza.
S. PEDRO DE LAS COLONIAS.En S. Pedro se reunieron doce
mil hombres de tropa mandados por ms de doce generales y all se
hicieron fuertes para librar nueva batalla. Pero, aqu no tenan posicio-
nes dominantes y atrincheradas como en Torren, en donde se haba
estudiado con toda anticipacin la defensa y formado planos que fue-
ron recogidos por el Genl. Angeles en una de las embestidas a Gmez
Palacio. Ahora se librara una batalla campal en la que el aliento victo-
rioso y, la maniobra acertada, hicieron que las tropas federales fueran
derrotadas el 14 de abril de 1914, en una nal jornada, abandonando
trenes, caones, parque y numerosos heridos y prisioneros, huyendo
desordenadamente en precipitada fuga.
Aunque el amago a la Plaza de San Pedro de las Colonias se inici
desde el 5 de abril con las tropas que Villa iba acumulando, proce-
dentes de Torren, no fu sino hasta el 9 de abril cuando el Genl. Villa
logr reunir a todos sus elementos. Entre tanto, las tropas que ocupaban
San Pedro no eran muy numerosas porque los elementos que se haban
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retirado de Torren al mando del general Velasco, estaban en Viesca.
Sin embargo, un convoy militar que fue protegido con costosos ataques
en el frente de San Pedro, llev, hasta la Soledad, municiones que
permitieron al general Velasco llegar hasta San Pedro de las Colonias
el da 10 de abril que se combati duramente y que la artillera del
Genl. Angeles logr enlar el frente enemigo batindolo hasta agotar
su parque. La llegada de la columna de Velasco oblig a las tropas de
Villa a replegar su ala derecha, pero el da 12 se formaliz la batalla que
hizo retroceder al enemigo hasta las casas de la poblacin en donde
empezaron a incendiar diversos edicios. En una defensa desesperada,
las alas enemigas pretendieron atacar con su caballera, pero sta fue
contenida y rechazada. Por la noche de ese da las tropas federales se
retiraron en desorden, dejando los campos de batalla sembrados de
cadveres y abandonando casi toda su impedimenta.
Los partes de Villa y de Angeles fueron los siguientes:
S. Pedro, Coah. 14 de abril de 1914. Primer Jefe. Chihuahua.
Conrmo en todas sus partes mi anterior, agregando que el enemigo
en nmero de doce mil hombres estaba comandado por los generales
Velasco, Valdez, Maass, Casso Lpez, Maure, Garca Hidalgo, Romero,
Mariano Ruiz, Arturo Alvarez, Monasterio, Btiz, Paliza, Aguirre,
Crdenas, Corrales, Campa, Argumedo y otros poco conocidos. En su
precipitada fuga, abandonaban trenes, mucho material rodante, once
caones, los ms inutilizados, varios cientos de granadas tiles, carros
de municiones, ambulancia y muchos heridos. Antes de salir forzaron
a las familias, para que abandonaran la plaza, despus incendiaron
el Mercado, el Hotel Mxico, el almacn las Amazonas y todas
las propiedades de los Sres. Madero. Son incalculables las prdidas
sufridas por este acto de barbarie, afortunadamente no lograron
incendiar el resto de la poblacin, porque los paccos y nuestras
fuerzas impidieron se propagara el fuego. Segn datos dedignos, el
resto de las Divisiones aqu reunidas caminan desordenamente y en las
peores condiciones. Todos los habitantes, ricos y pobres, han sufrido
diez das sin nada que comer; me preocupo por remediar este mal; no
97
puedo precisar todava el nmero de bajas hechas al enemigo, pero
puedo asegurar que pasan de tres mil quinientos muertos, heridos,
prisioneros y dispersos; por nuestra parte, seiscientos cincuenta heridos,
no contndose ningn jefe mayor de coronel. No terminar de levantar
el campo hasta maana, porque es muy extenso. Me es satisfactorio
informar a Ud. que todos los brigadieres a mis rdenes supieron cumplir
con su deber. Me permito insistir sobre el pronto envo de dinero para
poder levantar esta comarca, as como satisfacer las necesidades de
los diecisis mil hombres a mis rdenes. Dgnese aceptar el cario y
subordinacin de siempre. El Genl. en Jefe de la Divisin del Norte,
FRANCISCO VILLLA.
S. Pedro de las Colonias, abril 15 de 1914. C. Primer Jefe del E. C,
Chihuahua, Chih. Si no fuera por la expectacin mundial que haba
por la toma de Torren, la batalla de S. Pedro de las Colonias sera
mucho ms importante, porque, en realidad lo es intrnsecamente.
Todos los generales de conanza de Huerta estaban en S. Pedro, y
por telegramas recogidos en el Cuartel General huertista aqu, se
v que en ellos cifraba Huerta el sostenimiento de su Gobierno, y
que han quedado despus de la derrota en un estado completo de
desmoralizacin. Si las tropas del seor Genl. Gonzlez salieran por
Hiplito y General Cepeda al encuentro del enemigo, que sali de sta
a la desbandada, lo aniquilaran por completo, y quiz sto diera n a
la campaa. Suplico encarezca al Genl. Gonzlez la urgente necesidad
de que salga al encuentro de dicho enemigo.Respetuosamente,
FELIPE ANGELES.
Las tropas del Genl. Gonzlez ni siquiera se aproximaban al enemigo
que hua, para consumar la derrota, como lo mandaba la prometida
cooperacin en la campaa militar.
REGRESO A CHIHUAHUA.Los generales Villa y Angeles regre-
saron a Chihuahua, donde permaneca el Sr. Carranza, para resolver
los problemas de atencin de los numerosos heridos (el honorable
revolucionario y cirujano Dr. Miguel Silva, ex-Gobernador maderista
de Michoacn, haba sido encargado del importante Hospital Militar
98
de Chihuahua) de abastecimiento de equipo armas y municiones y de
reorganizacin de la Divisin del Norte para proseguir la campaa.
NOTA.En Chihuahua el Genl. Angeles fu a visitar a su discpulo el
mayor de Ings. Cervantes, que haba sufrido una grave cada al pilotear
un aeroplano que el capitn Salinas haba comprado en EE. UU. y
respecto al cual Cervantes peda que la casa vendedora hiciera pruebas
de recepcin. El piloto que entreg el aparato y que hizo algunos vuelos
de exhibicin, a 200 metros de altura sobre C. Jurez, se neg a hacer,
con Cervantes, una prueba de elevacin, alegando que el aparato ya
haba sido aceptado y pagado y que l no tena ms que entregarlo.
Cervantes present al Primer Jefe un informe desfavorable a ese aparato
por carecer del poder ascencional requerido para un aeroplano militar.
El Sr. Carranza rega al Capitn Salinas por haberle asegurado que
el aparato era excelente y a ambos les dijo en tono de reproche, que
ese aparato haba costado 30,000 pesos. Desagradado con la actitud
del Sr. Carranza, Cervantes le dijo que a pesar de todo, l lo probara y
en Mpula, al sur de Chihuahua, al primer vuelo de ensayo, sufri una
cada quedando debajo del aparato que se volte.
El capitn Salinas, portndose como un buen compaero, recogi
a Cervantes aplicndole un gran algodn con yodo en la cara herida
y esta precaucin, como la inmediata y hbil operacin practicada
por el Dr. Miguel Silva, en el Hospital de Chihuahua, hicieron que
fuese cerrada y curada la lesin. El Sr. Lic. y magistrado Jos Ortiz
Rodrguez, dice en su folleto El Dr. Miguel Silva rerindose a las
notables operaciones practicadas por el dignsimo revolucionario y hbil
cirujano: Cuando La Divisin del Norte inici el uso de aeroplanos,
en los suburbios de Chihuahua se desplom uno manejado por el Ing.
y Gral. Federico Cervantes. El crneo del tripulante sufri fracturas y
fuertes desprendimientos y desgarraduras de la piel y msculos de su
cara. Silva lo san, dejndolo en condiciones tales que hoy casi nadie
puede percibir cicatrices en el rostro del herido.
Cuando Cervantes pudo salir a la calle, el Sr. Carranza lo invit
a comer, en muestra de estimacin. El Gral. Angeles al verlo con la
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cara vendada, le dijo: cualquier da se va Ud. a matar y yo lo necesito
voy a decirle a D. Venustiano que Ud. se va conmigo. As volvi Cer-
vantes al lado de su maestro, tomando parte en las acciones de que des-
pus nos ocuparemos.
Consumadas las derrotas de Torren y S. Pedro de las Colonias, la
idea lgica de Villa y de Angeles era que se deba continuar la campaa
directamente hacia el sur, mientras el Genl. Gonzlez avanzaba por
el oriente y Obregn por occidente (a pesar de la impoltica medida
tomada desde Sonora por el Sr. Carranza, de que la divisin del Norte
perteneciera el cuerpo de ejrcito de occidente y, por consiguiente,
Villa quedara a las rdenes de Obregn.)
Cuando l Sr. Carranza vino a Chihuahua, su aparente intencin
era la de marchar unido a la Divisin del Norte; pero desde que
Villa y l se empezaron a tratar surgi, como vimos, una pugna
apenas disimulada por ambos. El Sr. Carranza no reciba los halagos,
honores y paradas que tanto le agradaban y a Villa le disgustaban
las tendencias dictatoriales del Sr. Carranza quien, pretendindole
imponer al Genl. Chao, nombrado por Carranza Gobernador de
Chihuahua; provoc las iras de Villa, que estuvo a punto de fusilar
a Chao.
A nes del mes de abril y con motivo de la ocupacin de Veracruz
por el Ejrcito norteamericano, Villa recibi mensajes de los exfederales
en que lo exhortaban a la unin en defensa del territorio nacional.
Tambin el Genl. Angeles recibi mensajes de antiguos compaeros
del Ejrcito, entre quienes se contaba el Gral. Maass, invitndolo a
unirse con ellos para combatir al invasor extranjero. El Genl. Angeles
los contest que los causantes de la invasin eran ellos por apoyar al
gobierno de la usurpacin; que l sabra estar a la altura de su deber
patritico, pero que no pensaron que iba a abjurar de la Revolucin,
unindose con ellos, sino que, deslindados los campos, luchara en el
bando a donde lo haban llevado sus convicciones.
100
EMPIEZAN LAS DIFICULTADES. El Sr. Carranza se traslad a Torren
y fu grande su disgusto al no ser recibido con todos los honores que
correspondan a su alta investidura.
En junta con los Grales. de la Divisin del Norte, presidida por el
Sr. Carranza, fue examinada la situacin militar; los federales haban
evacuado el norte de Coahuila y Monterrey; en Saltillo se haban
reconcentrado los contingentes federales que se retiraban del Norte y
los que haban llegado derrotados de S. Pedro de las Colonias. Lgico
era pensar que las tropas del Gral. Pablo Gonzlez deban atacar Saltillo,
mientras la Divisin del Norte marchaba sobre Zacatecas. En acalorada
discusin el Sr. Carranza insisti en que Villa fuera sobre Saltillo, y
Villa acab por acceder diciendo que si el Jefe quera que le tomaran
primero Saltillo, as se hara desde luego. En consecuencia se dieron
las rdenes para marchar en aquella direccin.
Lo que el Sr. Carranza se propona era retardar el avance de Villa
hacia el Sur, mientras creaba una Divisin que le cerrara el paso para
impedirle mayores triunfos y prestigio. Fu as como se dirigi a Du--
rango, llegando el 10 de mayo y se puso en contact con los Grales.
Arrieta, ordenndoles, contra el deseo de Villa de que se incorporaran
a la Divisin del Norte, que marcharan a incorporarse con Obregn. Y
a Natera le orden que con Triana y otros se prepararan para la toma
de Zacatecas que ambos crean sera fcil empresa, dadas las derrotas
sufridas por los federales.
De artculos que el Lic. Heriberto Barrn public en la Prensa
en febrero de 1932, entresacamos los siguientes prrafos: Meses
despus, cuando en unin de los seores Fernando Iglesias Caldern
y D. Leopoldo Hurtado y Espinosa, el mes de mayo de 1914, pas
por Torren rumbo a Durango para unirme al Sr. Carranza, la Divisin
del Norte nos di un Banquete, y al nal de l brind en trminos
entusiastas y afectuosos elogiando al Gral. Villa, de quien entonces
obtuve un maniesto protestando su lealtad al Sr. Carranza. Pues
bien, al llegar a Durango, el Primer Jefe me recibi con acritud y sus
primeras frases fueron stas: Ya s que en Torren brind Ud. por ese
101
bandido de Villa, ponindolo por las nubes. Al presentar al Primer
Jefe el maniesto de Villa me dijo: con maniesto y sin l no tardar
Villa en rebelarse contra m, pero estoy dispuesto a someterlo.No
puede haber prueba ms fehaciente de los celos del Sr. Carranza de
que habla el Gral. Angeles en su maniesto (que en su oportunidad
daremos a conocer).
En otro artculo del mismo autor y del mismo mes de 1932, reere
el Lic. Barrn que fu a entrevistar al Genl. Angeles y, contest a sus
preguntas: Lic. me contest Angeles, voy a hablarle con franqueza y
condencialmente ya que me ha mostrado Ud. ser un amigo sincero
y de buena f, animado de sentimientos patriticos. De la tirantez
de relaciones entre el Genl. Villa, sus subordinados y amigos y D.
Venustiano y los suyos, nadie sino este ltimo es quien tiene la culpa,
por sus tendencias absolutistas y dictatoriales y por sus procedimientos
porrianos. Todos los que fueron amigos del Presidente Madero se
acercaron con entusiasmo al Sr. Carranza viendo en l al Jefe de la
Revolucin, para ofrecerle cada uno, dentro de sus posibilidades su
cooperacin, pero el Sr. Carranza los rechaz con rudeza, dndoles a
entender que despreciaba la memoria del Sr. Madero tanto como a los
maderistas. Naturalmente stos, ofendidos con una repulsa tan injusta,
buscaron entre los jefes revolucionarios, alguno que los acogiera con
benevolencia y encontraron desde luego al Genl. Villa, quien estima
muy sinceramente a todos los que sirvieron con lealtad al Sr. Madero.
Tal fu el principio de esta divisin, y nadie, sino D. Venustiano, quien
slo busca servidores sumisos e incondicionales, tiene la culpa. A Ud. le
consta, pues le hice mis condencias en Sonora, el trato ignominioso que
yo recib cuando llegu con tanto entusiasmo a servir a la Revolucin y al
hacerme venir de Europa, se me ofreci la Secretara de Guerra.Pero
no es eso todo: D. Venustiano tiene algunos procedimientos netamente
porrianos aunque no aplicados con el genio que tena D. Porrio. Procura
algunas veces enemistar unos con otros a constitucionalistas prominentes,
usando la mxima de Maquiavelo de divide y reinars y lo que con
eso logra es sembrar la discordia por donde pasa. Ya Ud. sabe que en
102
Sonora ha fomentado la discordia entre el Gobernador Maytorena y los
generales Obregn y Calles, y los principales jefes de la Divisin del
Noroeste, sirvindole admirablemente para eso su lugarteniente Zubaran.
Aunque Obregn y Calles son mis enemigos, no dejo de comprender
que el Sr. Carranza debera haber ofrecido al Sr. Maytorena algn otro
puesto, poniendo de gobernador de Sonora un allegado de Obregn
y Calles para que todo marchara bien. Ud. le dio ese sano consejo y no
le prest la menor atencin. Cul es el resultado? que Hill y Calles que
han quedado en Sonora, procuran la manera de derrotar a Maytorena y
ste se deende oponiendo la violencia a la violencia. De manera que
Sonora, como ahora Chihuahua, es un semillero de discordias sembradas
todas por D. Venustiano. El nombramiento de Chao, uno de los mejores
amigos y hasta compadre del Genl. Villa, no ha tenido otro objeto que
enemistarlos para que Chao sirva los intereses ocultos de la Primera
Jefatura que, como claramente se observa, pretende nulicar al Genl.
Villa y disolver la brillante y victoriosa Divisin del Norte, que ste tiene
bajo su mando. Ha procurado tambin D. Venustiano ganarse algunos
jefes militares adictos a Villa como a Maclovio Herrera y su hermano,
y no cesa de hablarles mal de Villa y decirles que ste est pronto a
defeccionar y que deben estar preparados para atacarlo en ese caso;
nada de esto lo ignoramos y debe Ud. comprender el efecto que nos
causar. Hace muy pocos das tuvimos una junta aqu en Torren para
determinar qu Plaza debera ser atacada por la Divisin del Norte en
primer trmino si Saltillo o Zacatecas; lo lgico era atacar esta ltima y
volver luego sobre Saltillo donde los federales quedaban embotellados,
pero D. Venustiano, con la terquedad que Ud. le conoce, sostuvo que
Saltillo debera ser atacado primero, hasta convencer a Villa. Su objeto
no es otro que evitar una nueva victoria de la Divisin del Norte, y de
aqu fu D. Venustiano a Sombrerete a ponerse de acuerdo con el Genl.
Natera para que sean l y los hermanos Arrieta a quienes D. Venustiano
ha enemistado tambin con Villa, quienes ataquen a Zacatecas, lo que
se est tramitando en estos momentos y Ud. ver como Natera y los
Arrieta saldrn derrotados, fracaso que no le importar a D. Venustiano
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con tal de salirse con la suya. Sabemos tambin que est tratando de
formar un nuevo cuerpo de Ejrcito que se denominar del Centro para
evitar que Villa y nosotros avancemos hacia la ciudad de Mxico. Para
eso pretende desmembrar la poderosa Divisin del Norte.Despus
de conocer todas estas maquinaciones, ya Ud. se imaginar en qu
estado de nimo estaremos el Genl. Villa y todos sus subordinados y
amigos.Por lo que respecta a las relaciones internacionales, Ud. sabr
que D. Venustiano estuvo a punto de envolverles en una guerra con los
Estados Unidos, en su imprudente nota en la que casi se puso del lado
de Huerta por la invasin de Veracruz provocada por el usurpador. Fu
necesario que Villa salvara la situacin declarando que aunque todos
los constitucionalistas reprobbamos la ocupacin de Veracruz, era a
Huerta, que la haba provocado, a quien competa rechazarla y resolver
la situacin internacional que ella haba provocado.Yo dije a Ud. en
Sonora que mi conducta dependera de la que siguiera con Villa y sus
subordinados el Sr. Carranza, ya que yo vendra a servir en la Divisin
del Norte. Ya v Ud. que la conducta del Primer Jefe hacia nosotros no
puede ser peor y por lo mismo estamos a la defensiva, y dispuestos
a todo. Lo mejor es dejar correr los sucesos, y si la discordia sigue
adelante, reunir una Convencin como dije a Ud. en Sonora, de todos
los principales Jefes militares y prominentes civiles, para determinar si
se substituye a D. Venustiano por otro Jefe que conserve la armona en
las las constitucionalistas y evite rodearse de una camarilla de serviles e
incondicionales.Yo escuch con estupor aquello furibunda requisitoria
contra el Primer Jefe, pesando en mi conciencia todos los cargos que le
haca el Genl. Angeles y confesndome, en mi interior, que casi todos
aquellos cargos eran justicados
El Sr. Carranza orden pues, en Durango, que las tropas de los
generales Natera, Arrieta, Carrillo y Triana, atacaran la plaza de
Zacatecas, habiendo asegurado los primeros que la tomaran sin
necesidad de la cooperacin de Villa.
En sus Memorias de D. Venustiano Carranza por el Gral. Juan
Barragn, conrma ste: La idea del Sr. Carranza de apoderarse de
104
Zacatecas con fuerzas de los Genls. Natera y Arrieta, que no dependan
de la Divisin del Norte, era la de restar elementos a Villa y poder
demostrar a la opinin pblica que no nicamente este jefe estaba
en posibilidad de obtener triunfos de importancia, sino tambin los
dems caudillos de la Revolucin, pues era mucha y muy peligrosa la
propaganda que se haca tanto en el pas como en los Estados Unidos,
mostrando a Villa como el nico capaz de dominar la situacin, y sobre
todo, ya l mismo haba dado muestras de sus ambiciones.
LA BATALLA DE PAREDON.El Genl. Villa avanz con sus tropas,
sobre Saltillo y bien pronto se supo que en Paredn (punto estratgica
de bifurcacin de vas) haba una fuerte guarnicin de 5000 hombres,
para detener el avance de los revolucionarios.
Las tropas de la Divisin del Norte haban avanzado por la va frrea
hasta encontrarla destruida en Hiplito; el Genl. Angeles haba tomado
el mando de la vanguardia detenindose en Sauceda en donde practic,
exploraciones e hizo un estudio de la situacin, comunicndole al Genl.
Villa que, en su concepto, no haba que esperar a la reconstruccin de
la va, pues consideraba urgente atacar al enemigo violentamente para
impedirle que tuviera tiempo de retirarse destruyendo la va frrea hacia
Saltillo. Formul un plan de ataque en dos columnas, una que atacase
directamente al enemigo y otra que lo amagase por la retaguardia. El
plan de Angeles fue aprobado en todas sus partes y las columnas de la
Divisin del Norte, se dirigieron una sobre Paredn con la artillera, que
tuvo que hacer un gran rodeo, y la otra sobre la Estacin Zertuche.
Al llegar a la proximidad de Paredn el da 17 de mayo de 1914,
se hizo un alto para reconcentrar numerosas tropas de caballera y el
Genl. Villa previno a sus jefes que se lanzaran al asalto a la seal que
l dara haciendo estallar una granada de mano.
Al tomar contacto con el enemigo, la caballera de la Divisin
del Norte se precipit sobre l y las tropas de infantera enemigas se
sintieron sorprendidas por una acometida tan resuelta.
Previendo el Genl. Angeles que se desarrollara una batalla formal,
me envi hacia la retaguardia con rdenes para que el compaero
105
mayor Gustavo Bazn avanzara con la artillera, al galope, a tomar parte
en la accin, apoyando a las otras armas. Cumplida la orden, regres con
toda celeridad para no perder la accin y pude entonces contemplar
que las tropas villistas barran materialmente con el enemigo y hasta
lo desbordaban por sus ancos; de manera que con la sorpresa de tan
brutal agresin, fu poco lo que resistieron cayendo prisioneros en
gran nmero. La artillera no tuvo tiempo de llegar y tomar posiciones.
Se hizo una gran mortandad y la mayor parte de los sobrevivientes se
rindieron. Fu tan grande la confusin al rodear al enemigo que, al
avanzar sobre este campo de lucha, el Genl. Angeles seguido de su
Estado Mayor, un grupo de las propias tropas villistas nos tirote creyendo
que ramos enemigos. Se segua escuchando un persistente tiroteo
con el que eran alcanzados los pocos fugitivos; pero, hacia la estacin,
y a pesar de que ya no haba enemigo al frente, tambin se escuchaban
repetidos disparos. Al preguntarle al Genl. Angeles, con extraeza, a
qu obedecera so, nos dijo con tono de amargura, que eran
las ejecuciones que los vencedores hacan en sus prisioneros
inermes!
Llegando a la estacin de Paredn, pude an contemplar cmo tres
ociales del Ejrcito vencido, eran alineados frente a un paredn para
que los ejecutaran y entonces, con la presteza que el caso requera,
logr que el Genl. Angeles reclamara esos hombres al Genl. Villa,
dicindole que podan ser tiles para las fuerzas de la Divisin del Norte
y que yo me encargara de formar con ellos y los diversos prisioneros
de la clase de soldados, un batalln al que yo impartira instruccin y
enterara de los ideales de la Revolucin por los que pelebamos. La
mayor parte de estos prisioneros haban sido cogidos de leva, en Mxico
por el infame procedimiento de dar exhibiciones cinematogrcas para
hombres solos y echar leva de los curiosos.
Obtenida la aquiescencia del Genl. Villa, corr a rescatar del paredn
a esos prisioneros y tengo el agrado de decir que despus continuaron
su carrera en las las de la Revolucin y todava guran entre la ocialidad
del Ejrcito actual, como elementos tiles y pundonorosos.
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A poco de terminada la accin de Paredn, mi compaero
Gonzalitos Jos Hern Gonzlez, me inform que en el campo estaba
tirado debajo de un matorral, un ocial que haba sido compaero
nuestro. Suger que inmediatamente lo recogieran para prestarle
atencin y con sorpresa y amargura pude ver que se trataba del Tte. Crel.
Domingo Lpez de Rivera, joven simptico y estimable de los salidos
del Colegio Militar, con una buena educacin, que representaba una
esperanza entre la ocialidad; dicho compaero que haba permanecido
en las las de Victoriano Huerta, llevaba, segn nos dijo, una bolsa de
cuero repleta de billetes (era pagador). A la hora del desastre, cuando
sus tropas se dispersaron, pretendi ocultarse detrs de unos matorrales
y fue sorprendido por uno de los soldados de la Revolucin quien lo
intim a que se rindiera y le entregara, desde luego, aquella bolsa; un
gesto instintivo de resistencia de Lpez de Rivera hizo que su agresor
le disparara un tiro a quemarropa, volndole gran parte del muslo; en
estas condiciones, gravemente herido, fu recogido por la ambulancia
y trado a donde estbamos. Por humanidad y compaerismo llamamos
prontamente al mdico de la brigada de Angeles para que le prestara
inmediata atencin; el mdico nos dijo que la herida era grave pero
no mortal y le aplic la primera curacin al herido. Estas atenciones
que se impartieron tambin a los heridos nuestros, provocaron entre
los compaeros revolucionarios un descontento que, como con mucha
verdad reere el Genl. Villa en sus memorias, culminaron con la peticin
que Fierro hizo de que le entregaran a ese ocial para fusilarlo. Villa,
atendiendo a las consideraciones de humanitarismo que Angeles
le hizo, se neg a que ese ocial fuese entregado y, de ese modo,
momentneamente logramos salvarle la vida; pero entonces surgi
el problema de tener que evacuarlo hasta los hospitales de sangre,
a retaguardia de la Divisin del Norte, para que pudiera ser curado.
Dispuse que en mi catre de campaa y conducido por doce hombres de
los mismos prisioneros de la clase de tropa, que iran turnndose, Lpez
de Rivera fuese conducido a la primera estacin de retaguardia para
que, embarcndolo, llegase a Torren donde, en el hospital de sangre,
107
eran atendidos los heridos de gravedad. Al despedirme de Lpez de
Rivera, ste me expres sus temores de que en el camino fuese agredido
y, con amargura, sin negarle yo el peligro, que efectivamente exista,
le hice ver que de quedarse cerca de nosotros, corra el doble peligro
de que tambin lo agredieran o de agravar su situacin y morir como
consecuencia de la infeccin de su herida; me desped de l leyendo en
sus ojos una amarga resignacin que era un presentimiento. En efecto,
haba logrado nuestro compaero, adversario accidental, ser evacuado
unas dos o tres estaciones a retaguardia, cuando advirtiendo su pelo
rubio y su apariencia de ocial, fu interrogado rudamente por uno de
los Genls. de la Divisin del Norte (Santiago Ramrez, posteriormente
fusilado en Saltillo) quien all se encontraba y que era de aquellos que
no participaban de las ideas de humanitarismo en que abundbamos
nosotros. Al obtener contestacin categrica de este ocial, de que
era teniente coronel del ejrcito federal, fu sacado del tren y pasado
por las armas, sentado al lado de la va.
A pesar de que el Genl. Angeles procuraba desarrollar cerca de
Villa una inuencia humanitarista para lograr inltrar en el nimo de los
luchadores de la Revolucin, que los enemigos a quienes combatamos,
una vez rendidos deban ser considerados con clemencia por tratarse de
compatriotas y porque los seres rendidos, por inermes, deben inspirar
compasin ms bien que odiosidad, muchos ociales y jefes eran
ejecutados en forma violenta; la lucha exacerba pasiones y rencores
muy difciles de refrenar en hombres de escasa civilizacin.
Por eso hemos sostenido que es indispensable que a la juventud
militar se le inculque, con el derecho de la guerra, el respeto a la vida
de los vencidos, especialmente cuando stos se rinden; y que ese
mandato debe considerarse como sagrado, sobre todo si se trata de
compatriotas, debido a que muchas vidas de ociales bien preparados,
fueron segadas cuando podan haber sido tiles a la Nacin. Prueba
de esto ltimo es que buen nmero de ociales del antiguo Ejrcito
federal que posteriormente fueron admitidos en las las del Ejrcito
Revolucionario, han continuado una brillante carrera siendo ociales
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bien preparados, leales y cumplidos. Si ellos cometieron el grave
error de continuar en las las del usurpador Huerta, por un absurdo
sentimiento de disciplina militar, despus recticaron su camino y
hasta han prestado contingente valioso en las acciones del Ejrcito por
sostener las instituciones polticas que nos rigen.
En el campo de batalla de Paredn fu encontrado, entre otros,
el cadver del Genl. Osorno, anteriormente capitn a las rdenes del
Genl. Angeles, en la campaa de Morelos, a quien consideraba como
un ocial muy cumplido. En seguida nos referimos a la amargura de
su agona. Tambin fu encontrado, en un cerro, el cadver del Genl.
y Lic. Ignacio Muoz quien se bati valientemente hasta ser muerto y
el del instruido Crel. de ingenieros J. Gmez Linares.
NOTA.Considerando el caso de la muerte del general Osorno
como tpico de aquellos ociales del ejrcito federal que por un
principio de obediencia pasiva continuaron al lado del usurpador
Victoriano Huerta, deseo presentar las siguientes consideraciones:
He sostenido siempre que los militares en general no deben
mezclarse en la poltica y este criterio ha sido por n, denitivamente
acogido por el actual gobierno de Mxico. Pero no puedo aceptar
que en los casos polticos ms graves, un oficial subordine su
reexin, su ciudadana y hasta su dignidad a un errneo concepto
de obediencia pasiva que estara bien en un inconsciente o en un
incondicional atento, tan slo, a obedecer ciegamente al superior. Por
el contrario, la obediencia de un militar debe caracterizarse por ser
libre y conscientemente consentida; el concepto del honor militar, base
moral del Ejrcito estriba en la disciplina consciente y en el sacricio
voluntario de intereses, pasiones y apetitos en pro de la estabilidad
del gobierno constituido. Pero el militar no debe confundirse con un
autmata; la obediencia pasiva es reprobable en seres racionales; se
debe obedecer colaborando con espontaneidad y atingencia en el
desarrollo de toda iniciativa o en el cumplimiento de una orden que
obedece a intereses superiores. Pero sto no quiere decir que el ocial,
en aras de la obediencia pasiva, abdique de sus convicciones.
109
Cuando la renuncia forzada del Sr. Madero fu aceptada por el
Congreso y Huerta fu designado Presidente Provisional, los militares
del Ejrcito federal tuvieron una excusa legal para seguir al lado
del usurpador; pero el asesinato del Presidente Madero y del Vice-
presidente Pino Surez y posteriormente la disolucin del Congreso
y los crmenes con que Huerta pretenda consolidar su espurio poder,
debieron haber sido motivos bastantes para que en los militares
conscientes, surgiera la interrogacin angustiosa de dnde estaba la
legalidad y dnde estaba el deber?
En este conicto de conciencia pudieron ms la inercia, y los
intereses creados; separarse del Ejrcito implicaba un gran esfuerzo
de voluntad; renunciar al grado militar, a los mritos contrados, a una
carrera laboriosamente encauzada; abandonar a la familia, lanzarse a
una situacin catica, llena de escollos y de dudas, era algo superior a
la fuerza de la costumbre; y sin embargo ese era el deber!
Yo s que muchos militares se plantearon el problema y conocieron
claramente su solucin: darse de baja y marchar resueltamente a donde
estaban las convicciones. Pero, y la familia? y las amenazas de muerte
del dictador? cmo llegar hasta las las revolucionarias? cmo nos
recibiran? Dudas e interrogaciones, vacilaciones e indecisin cuyas
desastrosas consecuencias se pueden deducir con solo meditar en
el caso de Osorno, ejemplo de otros muchos, que el Lic. M. Calero
presenta en el libro Un Decenio de Poltica Mexicana, que dedic
al general Angeles:
Cuando Huerta se apoder de la persona del Presidente, mientras
los repiques de todos los campanarios anunciaban a los habitantes de
la Capital tan fausto suceso, un Capitn de Artillera de la Brigada de
Ud. amigo de Ud. y conocido mo.Francisco Osornose acerc a la
puerta de mi refugio de la Legacin Britnica y solicit hablar conmigo.
Osorno estaba visiblemente agitado. Al preguntarle yo si el toque de las
campanas anunciaba, en efecto, la terminacin de la lucha, di rienda
suelta a su emocin y llorando de rabia me dijo estas o parecidas palabras:
De qu sirve que a los soldados se nos eduque en la religin del honor
110
y se nos ensee que debemos dar la vida por sostener al gobierno y a las
instituciones, si a la hora en que a un General en Jefe le viene en gana
destruir las instituciones y el Gobierno puede, impunemente, realizarlo,
obligndonos a los subalternos a devorar semejante ignominia, si no
queremos ser fusilados?. Y Osorno se mezaba los cabellos y juraba que,
en primera oportunidad, se dara de baja y arrojara de s un uniforme que lo
deshonraba. Yo trat de calmar su arrebato que, por otra parte, encontr muy
justicado, y aplaud su determinacin.Pocos, muy pocos das despus de
esta penosa escena me abord en plena calle un joven que luca amante
uniforme de Mayor: era Osorno. Sin disimular mi sorpresa, le pregunt qu
signicaban sus nuevas insignias despus de las apasionadas manifestaciones
de que me haba hecho testigo. Qu quiere Ud. me contest; as es la vida
ante el halago del ascenso con que se me brind y la perspectiva de
otros ascensos, tuve que someterme. Soy pobre, tengo familia, etc.
etc.
Pude entonces apreciar, ante lo que de bulto presenciaba, el
abisme de degradacin en que la dictadura hunda al Ejrcito.
Osorno, y otros muchos que cayeron en la aagaza, pas a
granzancadas y en pocos meses, de capitn a general, y sacrific
obscuramente su vida en defensa de un rgimen al que ya haba sacricado
los ms nobles principios de la moral militar y del deber cvico.
El eplogo de este caso doloroso es el que presenciamos: el cadver
del general Osorno fu encontrado a un lado del camino de la retirada en
la batalla de Paredn, debajo de un matorral hasta donde pudo arrastrarse
el moribundo. Sus ltimos instantes deben haber sido horribles por su
amarga y trgica irona: UN GENERAL EN PLENA JUVENTUD, MORIR
ABANDONADO, POR UNA CAUSA Y EN DEFENSA DE UN GOBIERNO
A LOS QUE EN EL FONDO DE SU ALMA, EL MISMO MALDECIA!
OCUPACION DE SALTILLO.Tras la derrota de Paredn, los es-
casos restos de aquella vanguardia de 5,000 hombres que llegaron a
Saltillo, dieron noticia del desastre consumado tan aplastantemente y
entonces la guarnicin desmoralizada de Saltillo, evacu esta poblacin
que fu ocupada a medio da del 21 de mayo de 1914, por fuerzas de
111
la vanguardia al mando del Gral. Robles. El enemigo haba saqueado
todo el comercio de la ciudad e incendiado el importante casino que
se encuentra en el centro y como en su retirada encontrase destruidas
las vas, march por tierra hacia San Luis Potos a donde los restos
maltrechos de fuerzas tan castigadas, no pudieron reorganizarse ni
volvieron a ofrecer resistencia. Tan grande as haba sido la desmorali-
zacin producida por las derrotas.
En Saltillo permanecieron Villa y Angeles el tiempo necesario
para esperar a que el Sr. Carranza llegase a la capital de su Estado,
recuperada con el brazo vigoroso de Francisco Villa.
En Saltillo, a donde haba llegado con nosotros el Dr. Miguel Silva
que desde que me oper la herida fu para m un amigo paternal y
carioso, y quien ms tarde habra todava de atenderme de una fractura
de la clavcula, me hablaba en el balcn de la casa que ocupamos,
expresndose con gravedad de la situacin poltica y de los celos que
Villa haba despertado por sus triunfos militares.
El Gral. Villa estaba impaciente por volver a Torren para preparar
la marcha de sus tropas victoriosas rumbo a Zacatecas y, regresamos a
esta poblacin a donde se hacan todos los preparativos del caso.
De regreso a Durango y ya para marchar a Saltillo que Villa haba
puesto en manos de D. Pablo Gonzlez, el Sr. Carranza lleg a Torren
donde tuvo desagradables impresiones porque no era recibido ni
servido con la presteza y honores que le agradaban. Desagradado
Villa porque el Sr. Carranza estaba destituyendo a sus altos empleados
de conanza y deseando evitar tratar con el Sr. Carranza, se fu a
Chihuahua. En el casino de La Laguna le fu ofrecido al Primer Jefe
un banquete en el que Angeles, con el mismo valor civil que usara all
cuando era joven, declar que los hombres de la Divisin del Norte
tenan culto por la memoria de Madero y que, como buenos maderistas,
aspiraban a que el triunfo de la Revolucin trajese un gobierno de
principios ya que as como haban luchado contra la dictadura y contra
la usurpacin, ahora se esforzaran porque fuese respetada la Ley y se
observaran las formas de la democracia. Este discurso caus muy mala
112
impresin al Sr. Carranza, porque comprendi que era una alusin a
los procedimientos dictatoriales que a l le parecan actos de energa
en el ejercicio de la autoridad, pero que tan mala impresin venan
causando en los verdaderos revolucionarios.
NOTA.En Torren, con motivo del cumpleaos del Genl. Angeles, fu
organizada una esta militar en la que Joaqun Bauche Alcalde, (se contaba
entre los dorados) y yo, dimos una exhibicin de esgrima. Los detalles de
aqul asalto despertaban la curiosidad de Villa y de sus Ociales, y aunque
complacidos, despus de aplaudir la destreza de los contendientes, decan
pasndose la mano por sus revlvers: Mejor nos atenemos a sta.
En Chihuahua, la sociedad, a pesar de su reserva, por el temor
que inspiraban los revolucionarios, recibi con marcada simpata a los
ociales del Estado Mayor de Angeles, quienes con la aquiescencia del
general, organizaron estas sociales muy bien concurridas y concursos
deportivos en que guraban como reinas, las muchachas ms guapas
de aquella capital. En un concurso de obstculos que organizamos, se
lucieron los ociales procedentes del Colegio Militar pues, montando
en albordones, saltaron gilmente los obstculos interpuestos. Al
ver aquello Villa, Fierro, y algn otro general, quienes se presentaron
montados, se entusiasmaron a saltar los obstculos y pudo verse
entonces cmo, a pesar de ser estos revolucionarios, hombres de a
caballo, su tcnica para saltar y su pesada montura (la silla vaquera)
eran mayores obstculos; saltaron defectuosamente y Fierro se qued
montado sobre uno de los obstculos. En cambio de sto, que podra
tomarse como una crtica, diremos que despus, cuando Villa march
de Chihuahua a Sonora, en una lastimosa travesa, uno de aquellos
ociales que saltaban tan bien, intentaba penosamente poner a su
caballo espiado, una herradura que haba perdido. Villa lo vi y con aire
paternal, le dijo: mire, muchachito; as se hace y herr hbilmente
aquel caballo.
No hay que olvidar que la intensa campaa que Villa haba
desarrollado, la prolongada y cruenta batalla de Torren y las de San
Pedro de las Colonias y Paredn, reclamaban no solamente descanso
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para la Divisin del Norte, sino que sta necesitaba reponer su
caballada, reintegrar sus diezmadas las, municionarse y avituallarse
debidamente para poder emprender su campaa hacia el Sur.
Villa haba accedido a tomar Saltillo, distrayendo sus fuerzas cuando
las tropas de D. Pablo Gonzlez podan haber intentado esta accin pero
ya hemos visto que el Sr. Carranza buscaba la manera de evitar-que Villa
continuase su marcha triunfal en direccin al centro de la Repblica.
Obedeciendo las rdenes de Carranza, el Genl. Natera inici el 10 de
junio, ataques sobre la plaza de Zacatecas que duraron hasta el da 12 en
que sus tropas fueron rechazadas. Al tener el Sr. Carranza noticias de ese
fracaso, le orden al Genl. Villa que enviara, al mando de un jefe subalterno,
3,000 hombres primero, recticando que fuesen con alguna artillera 5,000
hombres el 12 de junio. El Genl. Villa contest al Sr. Carranza hacindole
ver que no siendo bastante el refuerzo pedido para que Natera pudiera
tomar la plaza, crea ms conveniente que se le permitiera marchar con
toda la Divisin de su mando, seguro de que solo as se obtendra el xito
deseado y se evitara intil derramamiento de sangre
GRAVE INCIDENTE.RENUNCIA DE VILLA.LA DESOBEDIEN-
CIA.En vez de acceder a splica tan razonable, el Sr. Carranza insisti
en ordenar que se enviaran a Zacatecas solamente 5,000 hombres, insis-
tencia para la cual el primer Jefe no daba ms razones que su autoridad
indiscutible; tan errnea disposicin que pondra a las tropas enviadas
en condiciones de ser batidas en detalle tropas que, por otra parte,
llegaran demasiado tarde porque la va frrea an no estaba expedita,
fu sometida a la consideracin de los principales jefes de la Divisin
del Norte, quienes acordaron reiterar al Sr. Carranza la splica de que les
permitiera ir sobre Zacatecas con todas las fuerzas de la Divisin, para
no desmembrarla intilmente. La contestacin de Carranza fu categ-
rica y rotundamente negativa. Entonces Villa, grandemente disgustado
por la intransigencia del Sr. Carranza, con quien mantena conferencia
telegrca, en un momento de exaltacin le manifest que renunciaba
como Jefe de la Divisin del Norte y que dijera a quin le entregaba
el mando de las fuerzas. El Sr. Carranza acept la renuncia con signi-
116
cativo apresuramiento, dicindole a Villa que se fuera de Gobernador
a Chihuahua, convoc a los Genls. de la Divisin del Norte para que
designaran un jefe, provisionalmente, y sucedi entonces lo que era
natural en aquellas circunstancias; ninguno de los Genls. de la Divisin
del Norte, estuvo conforme con la resolucin del Primer Jefe y luego de
una desorientacin y acaloramiento indecibles, acordaron telegraarle
dicindole que reconsiderara la aceptacin de la renuncia de Villa, y
como Carranza contestara que no poda dejar de aceptar esa renuncia y
reiteraba que se designarse un jefe provisional, los Genls. de la Divisin
del Norte le manifestaron en forma enrgica y reprensiva que, a pesar
de la renuncia aceptada y por estimar que tal aceptacin sera de graves
consecuencias para el xito de la campaa, seguiran reconociendo la
jefatura del Genl. Villa en la Divisin del Norte pues consideraban los
servicios de ste como indispensables para el buen xito de la campaa.
En consecuencia, marchaban sobre Zacatecas para batir al enemigo.
Este acto de desobediencia fue interpretado por el Sr. Carranza
como una grave insubordinacin, que di lugar a las ms apasionadas
acusaciones en contra de Villa y a que se considerara como autor de
todo ello al Gral. Felipe Angeles a quien Carranza sealaba como el
responsable de la situacin, diciendo que ya haba aparecido el judas
con lo cual l se consideraba, implcitamente, como un Mesas.
Y mientras la Divisin del Norte libraba en Zacatecas la batalla ms
brillante y completa de toda la Revolucin, considerando que el deber
ms importante y patritico era vencer al enemigo comn, los elementos
carrancistas hacan planes y preparativos aprestndose a atacar a Villa,
a quien consideraban ya como un rebelde, por la espalda.
Damos a continuacin el relato de la batalla de Zacatecas tomado
del diario del Genl. Felipe Angeles. En seguida transcribiremos la jus-
ticacin que el Genl. Angeles hizo de la desobediencia de la Divisin
del Norte y despus de nuestro propio comentario, reproduciremos la
descripcin de aqul importantsimo hecho de armas, segn nuestras
impresiones personales.
117
Da 17 de junio.
E
l mircoles 17 de junio de 1914 nos embarcamos en Torren, desde
muy temprano, para marchar hacia Zacatecas. Mi artillera iba en
cinco trenes; cuatro para sendos grupos, y el quinto para mi estado
mayor, el servicio sanitario, la proveedura y los obreros.
A las 8 de la maana tena que partir el primer tren y cada uno de
los dems, 15 minutos despus del anterior; pero el 5o. descarril al
salir, por mal estado de la va y no pudo partir sino hasta las dos de la
tarde.
El viaje fu lento. Repetidas veces llovi sobre la tropa sin
abrigos.
Da 19 de junio.
El 19 en la maana llegamos a Calera y desembarcamos
inmediatamente.
Calera est como a 25 kilmetros de Zacatecas. Ah haban
desembarcado las tropas que me precedieron y permanecan acampadas
en las inmediaciones.
Por la buena amistad y conanza que me dispensa el Jefe de la
Divisin, tom la iniciativa para hacer el reconocimiento y distribuir
las tropas alrededor de Zacatecas, en posiciones cercanas, de donde
partieron para el ataque.
CAPI TUL O VI
BATALLA DE ZACATECAS
Descripcin tomada del Diario del Genl. Felipe Angeles
118
Fu a mi carro a visitarme el seor general Chao, que acababa de
llegar, me indic donde estaba acampada su tropa y me prometi una
escolta de 30 hombres para un reconocimiento hacia Morelos, que le
anunci. Yo mismo acompaar a Ud., me dijo.
En el camino encontramos un ranchito abandonado, San Vicente, a 3
kilmetros de Morelos, que mand reconocer. Ah nos alcanz la escolta,
que se dividi en tres partes para explorar: un reconocimiento de ocial
fue dirigido hacia los cerros de enfrente; otro, hacia una hondonada y
luego a unos cerros de la izquierda, y el resto hacia Morelos.
Vecinos de este pueblo y labradores de los campos por donde
atravesbamos, nos informaron que venan huyendo del enemigo
que acababa de llegar a Morelos, pretendiendo quemar los forrajes y
provisiones; nos mostraban las siluetas de los jinetes enemigos en las
crestas de los cerros prximos y nos aseguraban que los disparos que
se escuchaban por la derecha eran del enemigo que haba pasado ya
Morelos,
Probablemente el enemigo vio que ramos pocos, tal vez hasta nos
cont, y decidido, avanz sobre nosotros, al galope y tirotendonos.
Nos retiramos al paso, observndolo, hacia San Vicente; all nos
parapetamos y sostuvimos un pequeo tiroteo de media hora, hasta
que el enemigo se retir, en orden.
Luego que se oy el tiroteo en el campamento de Calera, el general
Urbina envi en nuestra ayuda al intrpido general Trinidad Rodrguez
con su brigada Cuauhtmoc, que barri al enemigo de los cerros de
enfrente, a donde subimos en seguida.
Desde un cerro alto que est junto a Morelos, vimos un nuevo
paisaje, hermossimo. A lo lejos, la capilla de Vetagrande se encaramaba
atrevida y se proyectaba en los cielos; un poco a la derecha, cerros muy
altos y misteriosos, llenos de excavaciones de minas o forticaciones: tal
vez sobre ellos estara el enemigo; ms a la derecha y a nuestros pies,
la alfombra verde de los campos, sembrados de pueblos y de rboles.
All abajo, en el nacimiento del cerro desde donde observbamos, un
ladrar de perros y el tiroteo de los soldados, los enemigos que huan
119
y los nuestros que los perseguan con entusiasmo y precipitacin,
tratando algunos de cortar a aquellos la retirada.
Sera bueno, dije al general Trinidad Rodrguez, que su tropa se
detuviera en Morelos y enviara puestos avanzados a aquellas lomas de
enfrente. Yo voy a traer la artillera para acantonarla en Morelos.
El mayor Bazn fu a ese pueblo para buscar los alojamientos,
los dems nos regresamos a Calera. Di la orden para que la artillera
marchara a Morelos. El grupo de Carrillo parti desde luego.
Un ocial me peda instrucciones de parte del general Maclovio
Herrera; informndome que acababa de llegar.
Fui a ver al seor general Herrera; le dije que no haba yo recibido
rdenes para tomar el mando de las tropas de Calera, que tal vez tuviera ese
mando el general Urbina; pero que le aconsejaba yo se fuera a Cieneguilla,
lugar an no ocupado por tropas, con agua y forrajes, y desde donde podra
partir para el ataque, cuando se ordenara. Yo no conoca Cieneguilla ms
que por informes de mi gua y por la carta. Promet al general Herrera
visitarlo al da siguiente para estudiar el terreno desde el punto de vista
del empleo de la artillera y resolver cunta podra enviarle.
Los grupos de Saavedra, Jurado y Luvano, partieron tambin para
Morelos.
Cay un formidable aguacero y luego sopl un viento fuerte.
Bastante avanzada la noche llegamos a Morelos, los tres grupos y
mi estado mayor. Supe ah, que Trinidad Rodrguez haba perseguido al
enemigo ms all de las Pilas y de Hacienda Nueva, y que haba pedido
auxilio al grupo de Carrillo para atacar al enemigo, hecho fuerte en el
cerro y mina de Loreto.
Da 20 de Junio.
Tom mi bao en una tinita minscula.
El general Pnlo Natera fu a saludarme; iba montado en un
caballito muy chico, pero de ley. Desayunamos juntos. Prometi
acompaarme con su escolta y an guiarme en el reconocimiento.
120
Marchamos desde luego a Vetagrande, un mineral famoso; pueble-
cito ahora muy triste, casi muerto.
En la cima del cerro cercano vimos un panorama hermoso. A la
derecha el Valle de Calera y Fresnillo, muy grande y muy all abajo,
con muchos poblados disueltos en la radiosa luz de la maana. Al
frente, un extremo de la ciudad de Zacatecas, entre los cerros del
Grillo y de la Bufa: dos formidables posiciones forticadas. Entre los
dos cerros, all en el fondo, detrs de la punta visible de la ciudad,
el cerro Clrigos. Detrs de la Bufa, una montaa coronada por una
meseta muy amplia, azuleando en la lejana, bajo algunas nubecillas
vaporosas: como copos de algodn ingrvido. A nuestra izquierda,
un talweg que arranca casi de nuestros pies y remata cerca de
Guadalupe; pueblo que no se ve, pero que se adivina detrs de un
cerrito cnico. En la misma direccin y ms lejos, el espejo de una
laguna, en cuyas orillas se ven alegres caseros. Y entre nosotros y
Zacatecas, dos lneas de lomeros, una hacia el Grillo y la otra hacia
la Bufa, partiendo ambas de las ruinas de un casero de adobes, que
fu en otro tiempo la mina de la Plata.
Ah tendra lugar seguramente la parte ms importante de la batalla.
De ah no poda desprender los ojos. Poco a poco me fui dirigiendo
a ese campo futuro de batalla; el general Natera me segua de cerca,
el coronel Gonzalitos, discretamente, como a cien metros: los ociales
del estado mayor y la escolta yacan ocultos y desmontados del otro
lado del cerro alto.
Sera bueno, dije al simptico general Natera, que se trajeran nuestros
caballos y que la escolta avanzara a ese casero (la mina de La Plata) y se
apoderara de l, para que viramos ms de cerca y con tranquilidad.
Al pasar la escolta por el camino del puerto, tron repetidas veces
el can de la Bufa y despus se oy el tiroteo de la lucha en el casero,
que al n fu tomado por la escolta mandada por el mayor Caloca: un
joven que el ao pasado abandon el Colegio Militar de Chapultepec
en busca ma, y respecto a quien el seor Carranza orden se quedara
con el general Natera.
121
Despus de reconocer bien ese terreno: anduvimos un poco por
el talweg que termina cerca de Guadalupe y regresamos a comer a
Morelos. Orden al mayor Bazn que en la tarde marchara con los dos
primeros grupos a Vetagrande y que en la noche emplazara esa artillera
en posiciones desenladas, que batieran el Grillo y la Bufa.
Comimos bien y alegremente con el general Natera y nos dimos
cita para las tres de la tarde, con objeto de ir a reconocer el terreno por
Cieneguilla, donde estaban las tropas de los generales Herrera y Chao.
Como a las dos fui a visitar al general Urbina, alojado en la casa
Municipal. Estaban con l Natera, Triana, Contreras y otros ociales.
Ya haban convenido en que las tropas de los tres ltimos generales
mencionados, ms las de Bauelos, Domnguez y Caloca iran a
Guadalupe a tomar posiciones. As es que, me dijo Natera, quedo ya
relevado del compromiso de acompaar a ud. en el reconocimiento de
la tarde. Inform a Urbina de que iba a mandar dos grupos a Vetagrande
para emplazarlos en la noche en el terreno en que a mi juicio iba a
desarrollarse la parte ms importante de la batalla, y le supliqu me
enviara tropas que sirvieran de sostn a esa artillera. Me envi, en
efecto, parte de su brigada, la brigada al mando del general Ceniceros
y un regimiento de la brigada Villa.
Un enviado del general Herrera fu a buscarme a Morelos y a
recordarme que le haba prometido ir a visitarlo para estudiar el terreno
desde el punto de vista del empleo de la artillera. El mayor Cervantes, el
Capitn Espinosa de los Monteros y yo, marchamos hacia San Antonio,
a donde ya las tropas de Herrera y Chao haban avanzado. La artillera
del Grillo bata el terreno que recorramos, cercano de la va frrea,
y haba acertado un caonazo a una locomotora de nuestros trenes,
tendidos desde Pimienta a Fresnillo.
Cuidado por ah ms vale por ac!. Nos deca el oficial
enviado del general Herrera, que nos serva de gua.Por no tomar
precauciones nos hirieron al ocial fulano y a sutano. All arriba, ve Ud.
esa tierra removida? Es de una mina; ah hay muchos federales, nos han
hecho un fuego del demonio.
122
Mi caballo Ney ya no manqueaba, y era una delicia su paso largo
y su galope vigoroso, pero sin sacudidas, al impulso de sus delgados
y potentes remos.
Encontramos al general Herrera en San Antonio, dentro de una casa
oscura llena de ociales tendidos en el suelo. De entre ellos sali el
general, con su buen humor de siempre.Buenas tardes, mi general,
ahorita vamos a ver el terreno, espero nadams que me ensillen mi
caballo o me ir en este.De quin es este caballo?
Y subimos a una lomita. Cuidado, seores, pongan pie en tierra,
desde all hacen muy buenos tiros!
Obedecimos: desmontamos para ir a la cresta; el general Herrera
permaneci a caballo.
Enfrente de la lomita que ocupbamos haba otra baja tambin y
luego otra ms alta, bien ocupada por el enemigo y dominada muy de
cerca por el Grillo y la Bufa. A la derecha estaba el cerro de Clrigos,
coronado por puntitos negros (el enemigo en acecho) y ms a la
derecha, la montaa cuya cima era la alta y amplia mesa, vista ya en la
maana detrs de la Bufa. Tambin en esa mesa haba puntitos negros
eran amigos o enemigos? No lo sabamos.
Ve Ud. mi general, me decan aquella mina? Esa es el Rayo y
aqullas otras cosas? aqul corraln largo? All hay muchos pelones;
pero mndenos Ud. unos dos caones y les pegamos hasta debajo de
la lengua. Aqu estar bueno para tirar sobre aquellas posiciones?.
No, aqu est muy lejos, contest. Voy a mandar seis caones
que tengo disponibles, pero no los emplacen aqu; por lo menos en
esa lomita de enfrente, y mejor sera por all, del lado derecho. Hay
que acercar los caones para ver claramente que se est batiendo
al enemigo; y no hay que tirar ms que cuando la infantera se lanza
al asalto. Ya saben, la artillera intimida; cuando el can truena, el
enemigo se esconde y nuestra infantera avanza, y cuando el enemigo
se atreve a asomar la cabeza, ya tiene a la infantera nuestra encima, y
abandona apresurado la posicin.
El enemigo no nos hizo un solo disparo.
123
Nos despedimos deseando estar juntos durante el combate. Un
ocial nos acompa para que a su regreso sirviera de gua a la artillera
que yo enviara.
Cmo cambia el aspecto del terreno a la vuelta! y es ms largo el
camino, sobre todo para los caballos. En el cerro de la Sierpe se oa un
tiroteo persistente. De Zacatecas sala una humareda que se elevaba
muy alto y me pareci eso un indicio de que la guarnicin federal iba
a abandonar a Zacatecas. Me informaron que desde la posicin del
general Herrera se poda ir ms rpidamente a Guadalupe que desde
Vetagrande, sobre todo para la artillera, y pens que sera conveniente
enviar todo el tercer grupo a San Antonio, en lugar de las 6 piezas
que primero haba resuelto mandar: Si los federales se retiraban se
iran por Guadalupe, y era necesario que el general Herrera tuviera
artillera numerosa para que estuviera en aptitud de perseguirlos con
ms ecacia.
Al pasar por las Pilas orden al Mayor Carrillo que inmediatamente
marchara a San Antonio a ponerse a las rdenes del general Herrera
para apoyar sus ataques.
Cenamos contentos y dormimos felices.
Da 21 de Junio.
Tom, mi bao un poco preocupado por no saber si las tropas que
servan de sostn a los dos grupos de artillera, establecidos la noche
anterior entre Vetagrande y Zacatecas, estaran bien colocadas y seran
ecaces.
Orden al coronel Gonzalitos, que su batalln marchara de Las Pilas
a Vetagrande para ayudar a proteger la artillera, y en seguida march
con mi estado mayor, un poco de prisa.
Llegamos a Vetagrande cuando un enviado del general Natera me
entreg un pliego de ste, en el que me preguntaba qu saba yo del
ataque de ese da y qu misin tendran sus tropas.
124
Le contest, tambin por escrito, que no crea yo que ese da
comenzara el ataque: primero, porque an no haba llegado el general
Villa y l deba ser quien dirigiera la batalla; segundo, porque an no
haban llegado las tropas y era una falta militar no emplear todas las
disponibles, y tercero, porque an no haban llegado las municiones,
y no deba principiarse la batalla sin las municiones de reserva.
En cuanto a la misin que incumbira a sus tropas, cuando
atacaran Guadalupe, crea yo que deba ser doble: primera, impedir
la llegada de refuerzos de Aguascalientes, destruyendo la va frrea
y destacando tropas para detener esos refuerzos; segunda, impedir
la salida de la guarnicin de Zacatecas por el rumbo de Guadalupe
hacia Aguascalientes, por medio de tropas situadas en Guadalupe y
sus inmediaciones. Ambas tropas deberan estar ligadas para prestarse
mutuo apoyo.
Haba en las estrechas calles de Vetagrande acumulacin de carros
del servicio de aprovisionamiento de la artillera. Mand buscar locales
para alojar a mi estado mayor y establecer el hospital; fuimos en seguida
a ver desde el cerro alto las posiciones tomadas por la artillera.
La batera del capitn Quiroz haba sido designada para ocupar
la cima de ese cerro alto: sus carros obstruan el camino; la entrada
en batera marchaba muy lentamente por la gran pendiente del
terreno que exiga doblarlos tiros de mulas. Pusimos pie a tierra. All
arriba vimos dos caones y a sus sirvientes muy afanados, obrando
sobre las ruedas y la contera para llevar los caones a sus posiciones
denitivas. Los generales Trinidad y Jos Rodrguez vinieron a saludarme
entusiasmados, como siempre apenas comenzaba el combate. Sobre
la falda opuesta al enemigo del cerro alto donde estbamos, haba
muchos caballos ensillados y sueltos pertenecientes al sostn de la
artillera que estaba emplazndose. El enemigo caoneaba con ardor
nuestra batera, los soldados del sostn yacan pecho a tierra detrs
de pequeos parapetos de piedra y los artilleros trabajaban recelosos,
porque la artillera enemiga ya los haba hecho algunas bajas. En un
momento de descuido de los artilleros, un avantrn recul, primero
125
lentamente, luego ms aprisa; algunos artilleros quisieron detenerlo
sin xito. El avantrn empez a voltear rpidamente y se dirigi hacia
donde estaban los caballos sueltos; ya fu imposible detenerlo y todo el
mundo senta angustia por los caballos que en su carrera podra matar;
pera stos se hacan a un lado oportunamente y el avantrn segua
volteando y saltando a veces, hasta que lleg al fondo del abismo. All
a lo lejos se vea el valle inmenso, sembrado de pueblecitos, y rboles
envueltos en la deslumbrante claridad del da.
Del otro lado del cerro alto, en la direccin de Guadalupe y sobre
el lomero de la mina de la Plata, se vean las cinco bateras, con sus
artilleros inmviles detrs de las corazas, o bien haciendo sus trincheras
para abrigarse mejor del fuego persistente del enemigo. Las bateras
haban recibido orden de tomar posiciones, y de no tirar, a pesar del
fuego del adversario. Enfrente de las bateras se distinguan los sostenes
con sus soldados vestidos de kaki, tendidos pecho tierra, o bien entre
las ruinas del casero.
Ms lejos y a la derecha, en la mina del cerro de Loreto, el enemigo
se bata con las brigadas Villa y Cuauhtmoc, tendidas a lo largo de-
una cresta situada all abajo, sobre el costado. Ms lejos an, ascenda
la cresta de la Sierpe, parecida al espinazo de un animal gigantesco,
poblada de puntitos negros, enlados desde el cerro alto de donde
observbamos, pero asomando solo la cabeza del lado de Hacienda
Nueva y de las Pilas, en donde tenamos tropas.
Los caones del Grillo y de la Bufa tronaban siempre y nuestros
artilleros, inmviles, reciban las granadas enemigas.
All, en el extremo diametralmente opuesto a nuestra posicin,
Chao y Herrera se batan.
En la tarde establecimos el hospital en los bajos de nuestro
alojamiento, visitamos las bateras avanzadas y elegimos los puestos
de socorro para los heridos.
Llovi despiadadamente sobre nuestros artilleros sin abrigos.
Al retirarnos a Vetagrande, omos los lamentos desgarradores
de los heridos graves y vimos los muertos que yacan en el patio,
126
tendidos sobre camillas, cubierta la cara con un pauelo. Alguien nos
cont los grandes destrozos que haban hecho dos granadas, una del
enemigo que haba pegado en una coraza de la batera de Quiroz y
otra nuestra que hizo explosin en las manos del artillero que le pona
el percutor.
Los caones Schneider-Canet al hacer algunos tiros de arreglo,
no pudieron volver a entrar en batera y el mayor Cervantes parti
para San Antonio, ya de noche, en busca del teniente Perdomo, para
que pusiera en corriente los frenos de esos caones. Tras de fatigosa
caminata, Cervantes regres con Perdomo a Vetagrande, a las tres de
la maana.
Da 22 de Junio.
Despert muy temprano, preocupado por las lluvias que haban
cado sobre mis soldados, por el servicio de alimentacin de la artillera
que no era tan satisfactorio como hubiera yo deseado y porque los
frenos de los caones Schneider-Canet no funcionaban bien, tal vez
porque los obreros los haban cargado mal o porque las cargas de
proyeccin de los proyectiles eran defectuosas.
Recomend a Bazn fuera a dar sus rdenes para el buen
funcionamiento del servicio de avituallamiento, a Perdomo y a Espinosa
de los Monteros que fueran a tratar de componer los frenos y al mayor
Angeles que estableciera los puestos de socorro de los heridos.
Supe que haba llegado a Morelos la brigada Zaragoza, bajo el
mando del general Ral Madero, y part para ese pueblo con objeto
de llevarme a Vetagrande la brigada; pero, platicando con el general
Urbina, en Morelos, me enter de que ya estaba destinada la brigada
Zaragoza a otra posicin y hube de conformarme con interesar a Ral
a que visitara las posiciones cercanas a Vetagrande
Yendo de camino para ese mineral, nos alcanz un ocial y nos
dijo que el general Urbina haba modicado la orden para la brigada
Zaragoza, en el sentido de que fuera al terreno ocupado por la artillera.
127
Esto me comprob una vez ms el buen tacto del general Urbina para
mandar, y el deseo de complacer a todo el mundo sin perjuicio del
servicio.
Visit con Ral la batera de Quiroz, desde donde le mostr todas
las posiciones.
Despus de comer, Ral se fu a ver su tropa y yo me encaminaba
a visitar la artillera, cuando el Teniente Trucios me hizo saber que el
general Villa acababa de llegar y vena tras de nosotros.
Lo vimos, como siempre, carioso y entusiasta, montado en un
caballito brioso del general Urbina.
Me ofrec a mostrarle las posiciones del campo de batalla. Fuimos
a ver las bateras y cuando avanzbamos ms all nos encontramos a
Gonzalitos que nos gui por los caminos mejor cubiertos. En las ruinas
de la mina de la Plata examin los grandes corralones, para avanzar a
ellos en la noche con las bateras. Orden a Espinosa de los Monteros
fuera a traer al mayor Jurado para sealarle las posiciones que deberan
tomar esa misma noche sus tres bateras y a Saavedra la posicin de
una de las suyas, cerca del casero de la mina y en frente de la Bufa.
Gonzalitos me inform de otra posicin muy buena para tirar sobre la
Bufa y la colina prxima a sta, y lo comision para que la sealara a
Saavedra y le ordenara tomarla en la noche.
De regreso; llev al Sr. General Villa a la posicin de Quiroz. Desde
all le mostr todo el campo de batalla.
Me dijo: Usted y Urbina entrarn por ah, al frente de las bateras;
yo vendr por el costado derecho, tambin atacando el cerro de
Loreto. Urbina recomend que la batera de Quiroz tirara sobre un
cerro que anqueaba a las tropas del general Villa, que atacaran
Loreto.
Ya para retirarme, me orden el general Villa que relevara con la
brigada Zaragoza la parte de la de Morelos que serva de sostn a la
artillera
Hicimos avanzar a la brigada Zaragoza por un camino desenlado.
Slo al pasar por un puerto quedaba descubierta; pero ah ordenamos
128
que pasara la tropa por pequeos grupos y al galope. En el talweg
que est detrs de la posicin que an tena la artillera, la tropa de la
brigada ech pie a tierra y se form sin caballos.
Madero, el mayor Angeles, Cervantes, Espinosa de los Monteros y
yo, avanzamos para mostrar al primero las posiciones que con su tropa
deba relevar.
La noche estaba hmeda, nublada y sumamente obscura. La
nica claridad era la luz del faro de la Bufa que giraba continuamente,
detenindose a veces sobre el terreno que deseaba vanamente
explorar.
A pesar de que en el da haba visto varias veces el campo que
recorramos, esa noche andaba con extrema dicultad, metindome
frecuentemente en los numerosos charcos que haban formado los
aguaceros. Por fortuna nos encontramos a un muchacho de nuestras
avanzadas que nos gui.
Regresamos con dicultad. A ratos pareca que la escasa luz del faro
nos segua. Por n encontramos a la tropa de la brigada Zaragoza, pie
a tierra, y ella nos indic el lugar a donde estaban nuestros caballos.
Montamos y partimos hacia Vetagrande, bajo la menuda lluvia, por el
camino ms corto, que no estbamos acostumbrados a seguir, por la
necesidad de ir desenlados.
El que iba a la cabeza era el nico, tal vez, que haca esfuerzos por
adivinar el camino; nosotros seguamos conados y taciturnos la marcha
del primero. Era una procesin deliciosa, una procesin de fantasmas,
alejndose del enemigo que dorma sueos de pesadilla, all alrededor
de aquel faro que no era sino un sntoma de miedo, que no serva para
otra cosa, sino para hacer creer que serva de algo.
Cenamos alegres en compaa de don Angel Caso y de dos mdicos
del servicio sanitario de la brigada. El primero me consult desde dnde
podra presenciar la batalla del da siguiente.
Dormimos bien.
129
Da 23 de junio.
Despertamos tarde; me afeit, me ba y cambi de ropa interior;
desayunamos, montamos a caballo; yo en mi Curley, brillante y
musculoso.
Un ayudante del coronel Gonzalitos, peda instrucciones por escrito:
se las di y repet verbalmente al mismo coronel, a quien encontramos
ms adelante.
Fuimos a ver al general Ceniceros, para sealarle su misin en el
combate. El y Gonzalitos, tomaran el cerro de la Tierra Negra, vecino
de la Bufa, bajo el amparo del fuego de las bateras de Saavedra. Ral
Madero, tomara el cerro de la tierra colorada (el de Loreto), bajo el
amparo de las bateras de Jurado, al mismo tiempo que atacaran por
la derecha las tropas que vendran con el general Villa.
Dejamos los caballos al abrigo de las balas, y pie a tierra avanzamos
a las ruinas de la mina de la Plata.
Nuestra artillera haba desaparecido de sus posiciones primitivas
para tomar otras invisibles y muy prximas al enemigo; tres bateras
(el grupo de Jurado), fueron colocadas dentro de los corralones de las
ruinas de la mina de la Plata; una de Saavedra, prxima a esas ruinas,
sobre el llano, pero detrs de la cresta de una pequesima eminencia
y frente a la Bufa; otra en la extrema izquierda, tambin frente a la Bufa
y bien cubierta, detrs de una cresta; la tercera batera del grupo de
Saavedra, continuaba en el cerro alto de Vetagrande.
El enemigo debe de haberse sorprendido de la desaparicin de nuestras
bateras, emplazadas dos das antes sin combatir; su can callaba, pero las
balitas de fusil silbaban como mosquitos veloces de vuelo rectilneo.
Adentro de los corralones, encontramos a Ral Madero. Todo est
listo, mi general, pero no son ms que las nueve. A las diez deba comenzar
la batalla.
El ingeniero Enrique Valle, que llegaba corriendo, me dijo: Vengo
a ponerme a sus rdenes para lo que le pueda servir, me entiende
usted?.
130
Un ocial del general Aguirre Benavides, me dijo que la brigada
Robles, que traa ste, esperaba rdenes de alguno. Que se sirva
traerla aqu, contest, la emplearemos como reserva. Pero despus
creyndola ms til en el ataque sobre el cerro de la tierra negra, lo
invit a que la lanzara en cooperacin con el general Ceniceros y el
coronel Gonzalitos.
Que vengan los jefes de grupo, mand, y al presentarse, los reiter
las rdenes para los ataques. No faltaban ms que veinte minutos; todos
deban estar en sus puestos y empezara el fuego a las diez en punto.
Por all, en la direccin de Hacienda Nueva, se oy el primer tiroteo.
Ah vena el general Villa.
Los veinticuatro caones prximos, emplazados entre Vetagrande
y Zacatecas, tronaron; sus proyectiles rasgaron el aire con silbidos de
muerte y explotaron unos en el cerro de la tierra negra y otros en Loreto.
Las entraas de las montaas prximas, parecieron desgarrarse mil
veces por efecto del eco. Y las tropas de infantera avanzaron sobre el
monte de esmeralda que cubra las lomas.
Por el lado de San Antonio, all, por la alta meseta y por la Villa de
Guadalupe, tronaban tambin caones y fusiles y silbaban millares de
proyectiles; las montaas todas prolongaban las detonaciones, como
si se rasgaran en sus ancos, millares de piezas de tela.
De Zacatecas, del Grillo, de la Bufa, del cerro de Clrigos y de todas
las posiciones federales, detonaban tambin las armas, intensicando
aquel pico concierto.
Las granadas enemigas comenzaban a explotar en nuestra direccin;
pero muy altas y muy largas.
Alguien dijo que nos crean demasiado lejos, detrs de los
paredones; otro asegur que tiraban sobre la caballera nuestra, que
entraba en accin por la derecha. Otras granadas caan detrs de
nosotros, tal vez tiradas sobre la ms prxima batera de Saavedra.
Uno lleg corriendo y nos inform que la batera de la derecha
de Jurado, estaba siendo batida por la artillera enemiga; otro dijo
que nos haban matado dos mulas de un granadazo; un tercero; que
131
haban desmontado la primera pieza de la ms prxima batera de
Saavedra.
Venga usted a ver, mi general, por aqu, por esta puerta; vea
usted como casi todos los rastrillos caen detrs de la batera. La primera
pieza ya no tena sirvientes y en las otras, estaban inmviles detrs de
las corazas. Las granadas enemigas zumbaban y estallaban en el aire,
lanzando su haz de balas o rebotaban con golpe seco y estallaban
despus lanzando de frente sus balas y de lado las piedras y tierra del
suelo; era aquel, un huracn trgico y aterrador.
Volv a mi observatorio primitivo, desde donde no poda ver el
efecto de las bateras que tiraban sobre el cerro de la tierra negra y
donde slo perciba el de las bateras que batan el cerro de la tierra
colorada, el cerro de Loreto.
Quiz all, en la tierra colorada removida, nuestras granadas
soplaran tambin su huracn trgico; pero vistas por nosotros causaban
una impresin de regocijo, aunque (despus de los primeros minutos)
pareca que caan sobre parapetos y trincheras abandonadas, porque
los puntitos negros que primero se agitaban sobre la roja tierra, ya
haban desaparecido.
Mire usted a los nuestros, qu cerca estn ya del enemigo! Vea
usted, la banderita nuestra es la ms adelantada.
Vea usted, vea usted; Valos pasar: vea usted cmo se van ya!
Nuestros soldados lanzaron gritos de alegra; las piezas alargaron
su tiro y nuestros infantes se lanzaron al ataque precipitadamente. La
banderita tricolor ame airosa en la posicin conquistada. Eran las
diez y veinticinco minutos de la maana.
Poco tiempo despus la falda del cerro de Loreto se pobl de infantes
nuestros que suban lenta y penosamente; los caballos fueron llegando,
lentamente tambin. Despus, todos se vean bien formados y abrigados.
Era llegado el tiempo de cambiar de posicin. Ruego al mayor
Cervantes vaya a ordenar que traigan nuestros caballos para hacer el
reconocimiento de Loreto y decidir el camino y nuevo emplazamiento
del grupo de bateras de Jurado.
132
El capitn Durn bata la posicin intermedia entre Loreto y el Grillo;
aprobando, lo autoric a que continuara.
Galopando con mi Estado Mayor hacia Loreto, encontramos al
seor General Villa, y su squito; aquel vena en su poderoso alazn,
requiriendo la artillera para establecerla en Loreto. Ya viene, mi
general, le contest. Y proseguimos al paso hacia Loreto.
Se percatara el enemigo de que en el grupo de jinetes en que
bamos, marchaba el general Villa? Tal vez; pero por lo menos debo
de haber adivinado en el encuentro la fusin de dos Estados Mayores
importantes, porque nos sigui con sus fuegos en todo el trayecto. El
jefe nos impona el aire y nosotros obedecamos. Quines caeran
en el camino? Ojal no fuera el jefe! Las balas pasaban zumbando
y se incrustaban en la tierra con un golpe recio y seco.
El caballo del mayor Bazn fue herido en un casco, y su asistente,
en un hombro. Eso fu todo.
En Loreto la lluvia de las balas era copiosa. De dnde venan?
Quin sabe! Tal vez de todas partes; pero no se pensaba en tirar
sobre ese enemigo misterioso; toda la atencin se concentraba en
apoyar el ataque de la infantera del general Servn, que ascenda por
los ancos de la elevada Sierpe y estaba a punto de ser rechazado.
Todas nuestras tropas de Loreto tiraban sobre la cima de la Sierpes,
sin que la ayuda a Servn pareciera ecaz. El general Villa hizo establecer
en el ngulo de una casa, una ametralladora que abri su fuego tambin
sobre la Sierpe, sin que tampoco ella facilitara el avance de Servn.
Y la artillera no poda llegar. A veces, los minutos parecen horas!
Por n, lleg un can y luego otros, al mando de Durn. El primer
caonazo son alegremente en los odos nuestros, y probablemente muy
desagradablemente en los de los defensores de la Sierpe. Los primeros:
tiros que hicieron blanco, regocijaron a toda nuestra tropa de Loreto,
y al cabo de 15 minutos el enemigo comenz a evacuar la posicin.
Nuestra banderita tricolor ame en la cima y nuestros soldados lanzaron
frenticos hurras de entusiasmo. La infantera toda de Servn, subi por
los empinados ancos de la Sierpe a la anhelada cima.
133
Y como sta domina al Grillo, su toma fu el segundo paso para la
conquista de la ms fuerte posicin del enemigo.
Los caones que batieron la Sierpe no podan ser utilizados en la
misma posicin para tirar sobre el Grillo; haba que pasarlos al frente de
las casas en un patio limitado hacia el enemigo por un muro en arco de
crculo que tena aberturas utilizables como caoneras. Pero de ese lado
de las casas soplaba un huracn de muerte; las balitas de fusil silbaban
rpidas y las granadas estallaban estruendosamente. Pocos cuerpos se
quedaban erguidos, pocas frentes se conservaban altas.
Di orden al capitn Durn de que mandara traer los armones y
entrara en batera frente a las casas pasando por la derecha, por donde
estuvo establecida la ametralladora, y me dirig, en seguida, a hacer
entrar las dems piezas que apercib por la izquierda.
Haba por ese lado, detrs de las casas, un amontonamiento
desordenado de soldados, de caballos, de carruajes, de artillera con
los tiros pegados, pero sin sirvientes ni ociales.
Cost mucho trabajo conseguir que reaparecieran los trenistas y
los ociales y que stos condujeran los caones al patio de que se ha
hecho mencin, pasando por un camino estrecho, muy visible para el
enemigo y perfectamente batido por su artillera. Menester fue hacer
uso del revlver y revestirse de la ms feroz energa.
Bajo el mismo impulso que movi la artillera, avanz tambin la parte
de nuestra infantera que se haba rezagado; avanz con el dorso encorvado
y quiso ponerse al abrigo del muro circular, de donde lo empujamos hacia
el enemigo mostrndole el ejemplo del resto de la infantera nuestra que
se bata 1,000 metros adelante. Era interesantsimo el seudo-avance de esa
nuestra infantera rezagada; pareca que soplaba delante de ellos un viento
formidable que muy a su pesar, oblicuaba su marcha y la haca retroceder
cuando quera avanzar. Queridos soldados del pueblo, obligados por
deber a ser heroicos, cuando sus almas tiemblan y sus piernas aquean!
Una batera qued emplazada en aquel patio; una batera que tir
sobre el Grillo, mientras reciba no slo el fuego de la artillera de esa
posicin, sino tambin y sobre todo, el de la Bufa.
134
Si nos rechazaban de Loreto, si de ah rechazaban a la artillera, ya
no podra nuestra infantera proseguir sobre el Grillo; era necesario
batirse all denodadamente, a pesar del violento fuego que el enemigo
tena, casi todo concentrado sobre Loreto.
La artillera, un momento antes aterrorizada, estaba de nuevo
enardecida y brava: trabajaba ahora heroicamente en medio de la lluvia
de plomo y acero.
El general Villa, de pie sobre un montn de piedras, segua
atentamente el trabajo de los artilleros, el progreso muy lento y penoso,
de nuestra infantera y la febril actividad del enemigo, que haba ya
sentido el rudo empuje de la Divisin del Norte, y presenta la derrota,
aunque tal vez no, la gran hecatombe, la gran catstrofe nal.
De repente una gran detonacin; a tres metros de nosotros una
nube de humo y polvo y alaridos de pavor.
Cremos que un torpedo enemigo haba hecho blanco sobre la
pieza ms prxima a nosotros y que tal vez haba matado a todos sus
sirvientes.
Cuando el humo y el polvo se disiparon vimos varios muertos:
uno, con las dos manos arrancadas de cuajo mostrando al extremo
los huesos de los antebrazos, la cabeza despedazada y el vientre
destrozado y con las ropas ennegrecidas; yaca inmvil, como si hiciera
horas que estuviera muerto. Otro de los que ms impresionaban,
era un herido que tena cara de espanto y en la boca un buche de
sangre de la que se escapaba un hilo por los entreabiertos labios,
temblorosos de dolor.
No haba sido un torpedo enemigo; sino una granada nuestra
que al prepararse haba estallado. Era necesario no dejar reexionar a
nuestros artilleros; que no se dieran cuenta del peligro que haba en
manejar nuestras granadas; era necesario aturdirlos, cualquiera que
fuera el medio.
No ha pasado nada les grit, hay que continuar sin descanso.
Algunos se tienen que morir, y para que no nos muramos nosotros, es
necesario matar al enemigo. Fuego sin interrupcin!
135
El fuego continu ms nutrido que antes. El general Villa, se retir
algunos pasos y se acost en un montn de arena. No sabe usted,
me dijo, cunto dolor me causa una muerte semejante de mis
muchachos. Que los mate el enemigo, pase; pero que los maten
nuestras mismas armas, no lo puedo soportar sin dolor.
Qu haremos, continu, para que nuestra infantera siga
avanzando? Me parece que est ya un poco quebrantada.
Est ya muy cansada contest-. De un solo empuje no se
puede desalojar al enemigo de todas sus posiciones. Quiere usted
que Cervantes vaya a dar la orden para que la infantera avance?
Y parti Cervantes entusiasmado de ver que se le utilizaba en esa
comisin.
All le vimos muy lejos, con su sombrero arriscado de un lado, al
galope acompasado de su caballo alazn.
El general Ral Madero, dijo que sus tropas estaban agotadas y
peda tropas frescas para lanzarlas al asalto del Grillo.
Mi asistente Baca, nos trajo la comida que compartimos con el
general Villa y con los ociales que por ah estaban.
Comimos alegremente dentro de un casern de techo acribillado
por nuestras granadas. Nunca con ms gusto he visto un destrozo
semejante.
Para hacer la digestin, Cervantes y yo salimos a dar un paseo.
Nos encontramos un caballo herido que rematamos por compasin.
Muy dbiles parecan las detonaciones de las pistolas a nuestros odos
ensordecidos.
A medida que avanzbamos, se nos haca ms perceptible el ruido
de la lucha, y otra vez volvimos a enardecernos.
Vamos de aquel lado, decid, y dej un recado para el general Villa,
participndole mi alejamiento.
Envi al capitn Quiroz, la orden de que abandonara el cerro alto
de Vetagrande y se trasladara al Grillo, donde recibira nuevas rdenes.
Cre seguro que mientras tardaba Quiroz en trasladarse, el Grillo caera
en nuestro poder.
136
Saboreamos el galope de nuestros caballos, cuando percibimos a
Gonzalitos, cojeando. Se haba dislocado un pie.
S, seor, ya com, me dijo sonriendo.
Todo iba bien de aquel lado; la colina de la tierra negra fue tomada
desde luego y ahora sus soldados se batan con los de la Bufa.
Mand avanzar una de las bateras de Saavedra a la colina que est
a la espalda de la tierra negra, desde donde se vean admirablemente
Zacatecas, la Bufa y el camino de Zacatecas a Guadalupe.
Por all lejos, del otro lado de Zacatecas, entre la Bufa y el Grillo,
se vean tropas, seguramente nuestras, que se haban apoderado de
una casa blanca y de un gran corraln de junto. Probablemente eran
las tropas de Herrera, Chao y Ortega.
Cerca de nosotros en nuestra posicin, haba algunos infantes
rezagados, de esos que siempre tienen pretexto para quedarse atrs.
La batera de Saavedra se emplaz en la nueva posicin y abri su
fuego sobre la Bufa.
Ya la lucha tena un aspecto completo de victoria prxima. La Bufa
y el Grillo hacan dbil resistencia. En mi concepto, todo era cuestin
de tiempo, para dejar germinar en el enemigo la idea de la derrota.
Del centro de la ciudad se elev de pronto un humo amarillo, como
si estuviera muy mezclado con polvo. Tal vez un incendio, quiz una
explosin. Sacamos los relojes; eran las 5 h. 50 m. de la tarde.
Por todos lados nuestras tropas circundaban al enemigo y lo
estrechaban ms y ms. Qu va a ser de l? Por dnde intentar
salir?
El ingeniero Valle, el mayor Cervantes, mi hermano y yo veamos
muchas tropas en el camino de Zacatecas a Guadalajara y nos alegraba
verlas tan distintamente.
A medida que el tiempo transcurra se vean ms soldados, ms
agrupados y como si trataran de formarse. Luego percibimos una lnea
delgada de infantera que preceda a los jinetes estando stos ltimos
en columna densa. Qu intentaban? Acaso una salida? Pero en
ese orden!!
137
Los vimos avanzar hacia Guadalupe despus de retroceder,
desorganizados, sin distinguir bien a la tropa nuestra que los
rechazaba.
En seguida se movieron hacia Jerez y retrocedieron. Intentaron
despus salir por Vetagrande, del lado donde estbamos, y
mandamos cazarlos a los infantes rezagados que estaban con
nosotros. No tengan miedo les dije, no han de combatir, van
ya de huida, no se trata ms que de exterminarlos. Volvieron a
retroceder.
Finalmente, nos pareci ver que hacan un ltimo esfuerzo,
desesperado, para lograr poder salir por donde primero lo intentaron,
por Guadalupe. Y presenciamos la ms completa desorganizacin. No
los veamos caer, pero lo adivinbamos. Lo coneso sin rubor, los vea
aniquilar en el colmo del regocijo; porque miraba las cosas desde el
punto de vista artstico, del xito de la labor hecha, de la obra maestra
terminada. Y mand decir al general Villa: Ya ganamos, mi general.
Y, efectivamente, ya la batalla poda darse por terminada, aunque
faltaran muchos tiros por dispararse.
Por el Sur, del lado de los generales Herrera, Chao y Ortega, all en
la casa blanca con su corraln inmenso, se vean los resplandores de
los fogonazos del can, como cardillos de espejitos diminutos.
Del Grillo empezaban a descender poco a poquito, los puntitos
negros rumbo a la ciudad.
Abajo de nosotros, a orillas del camino de Vetagrande, vimos una
presa de agua azul, muy limpia, al borde de unas casitas tranquilas.
Fuimos a visitarlas a pie, de paseo. La batalla ya no nos inquietaba.
A medida que nos alejbamos de las bateras de la izquierda,
percibamos mejor los caonazos de las de la derecha, que tiraban
sobre el Grillo, de cuya cima se iban retirando los federales, al parecer
tranquila y lentamente.
En las casitas abandonadas de junto a la presa reinaba una gran
quietud, turbada slo por una pareja de asnos que se hacan caricias. De
cuando en cuando, zumbaba una que otra balita, extraviada tal vez.
138
El mayor Cervantes, al lado del ingeniero Valle y del mayor Angeles,
yaca vientre en tierra apoyado, por detrs en las puntas de los pies y por
delante en los codos, con el sombrero a media cabeza, para observar
en el campo de sus gemelos detalles del combate en la Bufa, entre
las casas de la pintoresca Zacatecas, o all lejos, en la casa blanca con
su corraln adjunto, en donde a la simple vista se perciban algunas
siluetas de jinetes y el cardillo perenne del grupo de bateras del mayor
Carrillo.
Margarito Orozco, el valiente y entusiasta mutilado, vena al galope
de su brioso caballo.
Buenas tardes, mi general, parece que ya vamos acabando.
S; eche pie a tierra; daremos una vuelta por la presa.
Nos sentamos a platicar en el muro de la presa, de nuestros ideales,
de la felicidad de todo el mundo, y me dej encantado el alma grande
y buena de mi amigo.
Un soldado nuestro vena de Zacatecas, muerto de sed; bebi
aventndose el agua a la boca con la mano.
La brisa de la tarde nos llevaba la peste de un caballo muerto,
tirado a pocos pasos.
Regres a unirme con mis ayudantes y vi la cima del Grillo, llena
ya de infantes nuestros, que descendan de derecha a izquierda sobre
Zacatecas y tambin vi que empezaban a entrar tropas nuestras a la
Bufa, por la izquierda.
Ahora, pens, ya no falta ms que la parte final, muy
desagradable, de la entrada a la ciudad conquistada, de la muerte
de los rezagados enemigos, que se van de este mundo llenos de
espanto.
Cervantes y Valle se interesaban por ver esta fase de la lucha: los
comision para que entraran desde luego en Zacatecas y buscaran
alojamiento para la tropa y el Estado Mayor, mientras nosotros iramos
a Vetagrande, al arreglo, del traslado del hospital y las cocinas.
139
El capitn Espinosa de los Monteros, fu el comisionado para llevar
la orden a las bateras, de marchar a Zacatecas y acuartelarse donde el
mayor Cervantes indicara. Orden que fue recibida con hurras.
Eran las 6 h. 45 m. de la tarde; la temperatura era deliciosa; el sol
de la gloria de este da 23 de junio, mora apaciblemente.
Regres con mi hermano y mi asistente. Por aquel terreno, que
fu por mucho tiempo del enemigo y que pocas horas antes era
furiosamente disputado, podamos marchar tranquilos por su gran ruta
visible de Zacatecas, por el puerto lleno de rastrillazos de las granadas
enemigas.
Muchachos, pueden irse ya a Zacatecas. La ciudad es nuestra,
deca yo a los soldados que encontraba en el camino.
El doctor Wishman, vacil primero y nos sigui gran trecho, pero
al n, se decidi por entrar esa misma noche en Zacatecas.
En Vetagrande recibieron con gran gusto la noticia del triunfo.
Mi excitacin al principio de la lucha se haba disipado a la hora del
crepsculo, y ahora, en las tinieblas, yaca yo tranquilamente tendido
en mi catre de campaa y volva a ver las fases de la clsica batalla
adivinada, dada con tropas revolucionarias que se organizaban e
instruan a medida que crecan.
Volva a ver el ataque principal hecho sobre la lnea de la Bufa,
el Grillo, de frente por las tropas de Ceniceros, Aguirre, Benavides,
Gonzalitos y Ral Madero, apoyadas por la artillera, y de anco por
las tropas de Trinidad y Jos Rodrguez, de don Rosalo Hernndez,
Almanza y toda la infantera, en suma de diez mil hombres. Rechazada
la defensa de este frente principal, la guarnicin no podra continuar la
resistencia, por estar la ciudad ubicada en caadas dominadas por el
Grillo y la Bufa, y pretendera salir por el Sur o por el Este. La salida por
el Sur era improbable, porque la lnea de comunicaciones estaba al Este,
por Guadalupe, hacia Aguascalientes. Bastaran pues, tres mil hombres
nuestros que atacando por el Sur, taparan la salida de ese rumbo. En
cambio en Guadalupe era necesaria una fuerte reserva, siete mil hombres,
con el centro en Guadalupe y las alas obstruyendo la salida para Jerez
140
y Vetagrande. All se dara el golpe de masa al enemigo desmoralizado
por el ataque principal y dispuesto a abandonar la ciudad.
Y en el desarrollo de la accin, qu correccin y qu armona
en la colocacin de la infantera y la artillera. La artillera obrando en
masas y con el casi exclusivo objeto, de batir y neutralizar las tropas
de la posicin que deseaba conquistar la infantera, pues apenas si se
empleaba una batera como contra batera, y la infantera marchando
resueltamente sobre la posicin, desde que la neutralizacin se
realizaba. Qu satisfaccin la de haber conseguido esta liga de las
armas, apenas iniciada en San Pedro de las Colonias, con Madero y
Aguirre Benavides, despus del desconcierto de Torren, ganada a
fuerza de tenacidad y bravura! Y haberla realizado con tanta perfeccin,
al grado de que todo el mundo siente la necesidad de esa cooperacin
armnica!
Y volva a ver la batalla condensada en un ataque de frente de las
dos armas en concierto armnico, la salida al Sur tapada, y la reserva
al Este, para dar el golpe de mazo al enemigo en derrota.
Y sobre esa concepcin terica, que resuma en grandes lineamientos
la batalla, vea yo acumularse los episodios que ms gratamente me
impresionaron: la precisin de las fases; el mpetu del ataque; el huracn
de acero y plomo; las detonaciones de las armas multiplicadas al innito
por el eco que simulaba un cataclismo; el esfuerzo heroico de las almas
dbiles para marchar encorvados contra la tempestad de la muerte;
las muertes sbitas y trgicas tras las explosiones de las granadas;
los heridos heroicos, que como Rodolfo Fierro, andan chorreando en
sangre, olvidados de su persona, por seguir colaborando ecazmente
en el combate; por los heridos que de golpe quedaban inhabilitados
para continuar la lucha y que se alejan tristemente del combate como
el intrpido Trinidad Rodrguez, a quien la muerte sorprendi cuando la
vida le deca enamorada: No te vayas, no es tiempo todava. Y, tantas
y tantas cosas hermosas. Y nalmente, la serena cada de la tarde, con la
plena seguridad de la victoria que viene sonriente y cariosa a acariciar
la frente de Francisco Villa, el glorioso y bravo soldado del pueblo.
141
Bajo el encanto de la obra clsica de ese da feliz, me hund
plcidamente en un sueo reparador y sin aprensiones.
Da 24 de junio.
A la maana siguiente, entramos en Zacatecas, visitando el campo
de batalla por el lado de la Bufa: en verdaderos nidos de guilas se
haba hecho fuerte el enemigo.
Pocos muertos haba por ah; pero casi todos, estaban atrozmente
heridos y sus actitudes revelaban una agona dolorosa.
Buscbamos como botn, los tiles de zapa y el material y municiones
de artillera.
Con vigilantes, asegurbamos la posesin de las cosas que bamos
hallando, mientras mandbamos tropas a recogerlas.
Dentro de la ciudad haba muchos ms muertos: con las heridas
invariablemente en la cabeza.
La acumulacin de nuestros soldados haca por todas partes
intransitables las calles de la ciudad.
Los escombros de la Jefatura de Armas, obstruan las calles
circunvecinas. Segn decan en la ciudad, familias enteras perecieron
en el derrumbe de ese edicio, hecho por los federales, no s con qu
propsito.
Tanta era la tropa, que Cervantes no pudo encontrar alojamiento
para la artillera y decid ir a buscarlo en la direccin de Aguascalientes,
en Guadalupe o ms all, cerca de la laguna de Pedernillo, cuyo
espejo vimos desde que por primera vez subimos al cerro alto de
Vetagrande.
Oh, el camino de Zacatecas a Guadalupe!!
Una ternura innita me oprima el corazn. Lo que la vspera me-
caus tanto regocijo, como indicio inequvoco de triunfo, ahora me
conmova hondamente.
Los siete kilmetros de carretera entre Zacatecas y Guadalupe y
las regiones prximas, de uno y otro lado de esa carretera, estaban
142
llenas de cadveres, al grado de imposibilitar al principio el trnsito
de carruajes. Los cadveres all tendidos eran, por lo menos, los ocho
dcimos de los federales muertos el da anterior en todo el campo de
batalla.
Los caballos muertos ya no tenan monturas, ni bridas, y los soldados,
ni armas, ni tocado, ni calzado, y muchos, ni an ropa exterior.
Por la calidad de las prendas interiores del vestido, muchos de los
muertos revelaban haber sido ociales.
Gracias a la fra temperatura de Zacatecas, los cadveres an no
apestaban, y se podan observar sin repugnancia.
Todos los caballos estaban ya inados por los gases, con los remos
rgidos y separados. En los soldados, aunque ya haban sido movidos al
despojarlos de sus zapatos y ropa exterior, haba innidad de actitudes
y de expresiones; quienes haban muerto plcidamente y slo parecan
dormir; quienes guardaban actitud desesperada y la mueca del dolor
y del espanto.
Y pensar que la mayor parte de esos muertos fueron recogidos de
leva por ser enemigos de Huerta y por consiguiente amigos nuestros! Y
pensar que algunos de ellos eran mis amigos, que la inercia del rebao
mantuvo del lado de la injusticia!
En Guadalupe, (como en Zacatecas), los vecinos estaban
amedrentados. Sus propiedades seran respetadas? Est bien decan;
que aprovechen los soldados lo que tengo, para eso es, pero que
respeten mi vida, la de mi esposa y la de mis hijos.
Una seora en un parto prematuro, haba muerto de espanto.
Y todos pedan salvo-conductos, y todos se disputaban el honor de
invitar a comer a los jefes principales, para que tuvieran garantas.
La guerra, para nosotros los ociales llena de encantos, produca
innidad de penas y de desgracias, pero cada quin debe verla segn
su ocio. Lo que para unos es una calamidad, para los otros es un arte
grandioso.
En la mina de la F me aloj con el Estado Mayor, la tropa qued
en Guadalupe.
143
Muy agradecidos quedamos de la hospitalidad bien dispuesta que
nos dieron los seores Noble.
Da 25 de junio.
Sobre mi Turena, que saltaba deliciosamente los muros y las anchas
zanjas, fui a rogar al general Villa que me diera cuatro brigadas de
caballera para ir a tomar a Aguascalientes
Le voy a dar siete, mi general. Y dio las rdenes a los jefes de ellas;
y yo di la ma de marcha para el da siguiente. Gozossimo me frotaba
las manos; el domingo entraramos seguramente en Aguascalientes.
ORDEN QUE TRANSMITIO EL MAYOR CERVANTES.
Cuartel General en la F, 25 de Junio de 1914. Orden de la
Columna expedicionaria.
NOTA.Debiendo partir maana para Aguascalientes, las
Brigadas que estn al mando de los Sres. Generales: Eugenio Aguirre B.,
Severino Ceniceros, Calixto Contreras, Mximo Garca, Pnlo Natera,
Isaac Arroyo y Ral Madero, maana a las ocho de la maana estarn
reunidas a la salida del pueblo de Guadalupe, en donde un ocial del
Estado Mayor, dar a conocer cules son las brigadas que forman la
vanguardia, y el orden de marcha de las tropas del grueso.Cada Jefe
de Brigada me enviar maana, a las siete de la maana, a la mina de
la F (Ro Tinto, cerca de Guadalupe), un ocial y cuatro individuos de
tropa que me servirn para comunicar las rdenes a sus respectivas
brigadas a la ver que de escolta.Zacatecas, 25 de Junio de 1914.El
General, Felipe Angeles.
Pero la suerte dispuso las cosas de otro modo.
Nuestro jefe se haba desvelado pensando en la situacin de la
Divisin del Norte.
Conados en que, como nosotros, todos los dems guerreros
constitucionalistas no tendran ms afn que marchar hacia el Sur,
144
sobre Mxico, ros bamos yendo muy adelante. Pero no tenamos
municiones sino para dos grandes batallas; por Ciudad Jurez no
podamos introducir municiones, ni nuestros amigos las dejaban pasar
por Tampico, ni sacar carbn por Monclova.
El licenciado Miguel Alesio Robles, enviado del Cuerpo de Ejrcito
del N. E., para iniciar plticas con nosotros, se haba informado de
que nuestra actitud era enteramente de armona, que si nosotros
desobedecimos la orden para que el general Villa dejara el mando
de la Divisin del Norte, se debi a que esa orden traera, como
consecuencia, males incalculables para la causa y para la patria, que
estbamos en la obligacin de evitar:
1
que no tenamos ms deseo que
marchar rpidamente hacia Mxico, y que invitbamos al Cuerpo del
N. E. a marchar desde luego sobre San Luis Potos.
Y nuestro regreso al Norte se hizo indispensable.
Y despus del pacto de Torren, y cuando nos percibimos de la
trascendencia de la batalla de Zacatecas, pensamos: nuestros amigos
pueden entrar fcilmente en la Capital de la Repblica; si acaso es
necesaria nuestra ayuda en el combate, marcharemos hacia el Sur;
pero mientras tanto, vale ms regresar al Norte y alejar la posibilidad
de una nueva crisis, tan fcil de provocar.
Da 8 de julio.
Triste y a la vez delicioso rodar de nuestros trenes por los ahora
verdes campos del Estado de Chihuahua!
Rpido desle de postes y arbustos ante el cuadro de una ventanilla,
tras de la cual garabati estos apuntes sobre mis rodillas!
1 Algn da explicar esto in extenso.
145
E
l da 14 de junio de 1914, los generales de la Divisin del Norte,
rehusaron obedecer la orden del Primer Jefe del Ejrcito
Constitucionalista, que prescriba designar entre ellos a un Jefe interino
de la Divisin, mientras el seor Carranza nombraba al jefe denitivo
que haba de mandarla.
Entonces la prensa carrancista nos insult, todo lo que quiso y pudo,
y el mismo Primer Jefe, se lanz a intemperancias de lenguaje diciendo,
entre otras cosas, en un brindis en Monterrey, que el Gral. Angeles, no
poda menos que ser un judas, habiendo sido un federal.
En esa poca, debimos ser discretos, a pesar de los ataques que
suframos, porque tenamos al frente al enemigo huertista y era una
grave falta contra nuestra causa la denitiva escisin; pero actualmente,
no existe ya ese motivo para seguir guardando silencio y debemos
dar una explicacin de nuestra conducta a los mexicanos y al mundo
entero.
No queremos probar que el seor Carranza siente celos (y los siente
desde su permanencia en Sonora), por el prestigio creciente del Gral.
Villa y recelo por el poder de la llamada Divisin del Norte, que es, en
realidad, por su efectivo, un cuerpo de ejrcito.
Y no queremos hacer esa prueba por tres razones: primera, porque
es larga, e includa aqu, dara a esta nota una extensin mayor que la
conveniente para la forma en que debe publicarse; segunda, porque
bastara hacerla para producir un nueve rompimiento, y estamos
CAPI TUL O VI I
Justicacion de la Desobediencia de los
Generales de la Divisin del Norte en Torren,
el mes de Junio de 1914
Por el General Felipe Angeles.
146
dispuestos a hacer todo lo posible por evitarlo, y tercera, porque esa
asercin est en la conciencia de todos.
En San Pedro de las Colonias, la Divisin del Norte destruy los
numerosos refuerzos huertistas que venan al socorro de Torren y en
seguida regres a esta ciudad para seguir sus operaciones por la lnea
frrea del Central que, pasando por Zacatecas y Aguascalientes, va a
la capital de la Repblica.
Esos refuerzos huertistas no debieron haber pasado de Saltillo y
Monterrey, pues el general don Pablo Gonzlez, se comprometi con el
general Villa a no dejar pasar ni un solo soldado enemigo para Torren,
mientras la Divisin del Norte estuviera atacando esta ciudad.
Es tambin muy interesante saber que el seor Carranza no tena
inters en la cada de Torren, atacada por el general Villa, como lo
prueba la contestacin que dio a don Lzaro de la Garza, nuestro agente
nanciero en Ciudad Jurez, cuando este lo apremiaba para evitar con
ecacia que pasaran los mencionados refuerzos: Yo no he ordenado
que se ataque Torren, contest el Primer Jefe muy framente; como
quien dice: Qu me importa que pasen los refuerzos huertistas y fracase
el ataque de Torren, si yo no he dado orden para ese ataque?
La lnea de operaciones Zacatecas-Aguascalientes era naturalmente
la indicada para nosotros, con objeto de que simultnea y
convergentemente, avanzaran hacia Mxico los tres grupos principales
de tropas constitucionalistas: la Divisin de Pablo Gonzlez, por Saltillo
y San Luis Potos: la de Villa, por Zacatecas y Aguascalientes y la de
Obregn, por Tepic y Guadalajara.
La marcha as, era indispensable, sobre todo para el general Villa,
que desde el principio haba obrado con entera independencia y
que, en vista de que el Primer Jefe no le daba ningn elemento, tena
organizado un servicio propio de retaguardia, que necesitaba funcionar
sin los entorpecimientos producidos por la intervencin de cualquiera
autoridad no sometida al mando del general Villa.
Esa independencia haba sido extraordinariamente ecaz, pues dio
a la Divisin del Norte tal poder e importancia, que atrajo la atencin
147
principal de las fuerzas enemigas y las oblig a llevar su centro de
gravedad sobre la lnea de operaciones de la Divisin del Norte, para
impedirle el paso. Haba, pues, que conservar esa independencia y la
posesin exclusiva de su lnea de comunicaciones, para mantener la
ecacia de la Divisin.
En consecuencia, habiendo vencido a las tropas huertistas que
defendan Torren y, en San Pedro de las Colonias, a los refuerzos que
dej pasar el general don Pablo Gonzlez, la Divisin del Norte volvi
a Torren, para reunir todas las municiones y vveres que fuera posible,
esperando que la va frrea estuviera reparada, para emprender la
marcha sobre Zacatecas.
En esta situacin, el seor Carranza orden que la Divisin del Norte
marchara a atacar Saltillo, labor que incumba naturalmente a la Divisin
del Noreste, que desde haca tiempo haba tomado a Monterrey,
evacuada por los federales ante el ataque de tropas que ellos crean
reforzadas por el general Villa. Aunque el cumplimiento de esa orden
del seor Carranza retardaba las operaciones sobre su lnea natural de
avance y haca gastar municiones y vveres destinados a otra labor, el
general Villa se dirigi con gusto a Saltillo, para ayudar a la Divisin del
Noreste que pareca impotente para esa empresa y, tambin, para dar
al seor Carranza la satisfaccin inmediata de volver a ocupar la capital
del Estado de que era Gobernador Constitucional.
Una brillante maniobra de la Divisin del Norte, extermin 5,000
federales en Paredn, en un par de horas, y descarril tres trenes
en Certuche, produciendo el pnico en la guarnicin de Saltillo y
apresurando la evacuacin de esta ciudad. Pudo entonces el general
Villa poner la capital Coahuilense en manos de las autoridades civiles
designadas por el seor Carranza.
La Divisin del Norte habra podido proseguir sobre San Luis,
pisando los talones del amedrentado enemigo; pero no hizo, porque
su lnea de comunicaciones habra quedado interceptada por las tropas
del general Gonzlez que, obrando de acuerdo con el seor Carranza,
podra entonces dilcultar el aprovisionamiento de la Divisin.
148
As, pues, el general Villa regres a Torren, para conservar la
ecacia de su divisin con disgusto del Primer Jefe.
Ya en Torren, el general Villa tuvo conocimiento de que mientras
l trabajaba para reconquistar para el seor Carranza la capital de su
Estado, este seor reforzaba las tropas del general Natera, y lo induca a
atacar Zacatecas a n de restar gloria y prestigio a la Divisin del Norte,
evitando que aquella tomara esa ciudad y, tal vez, para bloquearle al
frente su lnea de operaciones.
El general Villa se disgust naturalmente por esta intriga poltica
y lament que se hubiera hecho con intervencin del general Natera,
por quien tiene simpatas y por cuyo prestigio y gloria se interesa, como
lo prueba el hecho de haberlo enviado a Ojinago con el mando de las
aguerridas tropas de Chihuahua, para darle un triunfo seguro.
Por otra parte, el general Villa previ desde luego que esa maniobra
poltica dara resultados contraproducentes porque, apreciando
debidamente las fuerzas militares contendientes, de Natera y de
Medina Barrn, augur la derrota de las fuerzas constitucionalistas, lo
que servira para hacer resaltar ms, despus, el indudable triunfo de
la Divisin del Norte que, en seguida y fcilmente, dara al traste con
la resistencia de Zacatecas, aun cuando su guarnicin aumentara con
los posibles refuerzos de San Luis y Aguascalientes.
Esta maniobra poltica era burdamente torpe y, adems, llevaba
aparejada una falta militar imperdonable, porque contrariaba un
principio elemental del arte de la guerra.
Para una accin de guerra deben de emplearse todas las fuerzas
disponibles, reza el principio aludido.
En la clsica guerra franco-alemana y para la batalla de Saint Privat,
el insigne mariscal de Moltke, crey que tena cerca de las tropas
francesas bastantes alemanas y que poda prescindir del ejrcito que
se haba batido en Froeschviller, a las rdenes del prncipe heredero
de Prusia.
De Moltke estuvo durante la batalla de Saint Privat, en el ala derecha,
presenci el fracaso de todos los ataques de las tropas alemanas, y se
149
retir del campo creyendo que haba perdido la batalla. Al da siguiente
supo que el intrpido Jefe del XII Cuerpo, por un movimiento envolvente
sobre el ala derecha francesa, haba decidido el triunfo de las tropas
prusianas y exclam: He aprendido una vez ms, pero ahora en el
campo de batalla, que nunca se tiene demasiadas fuerzas.
Desde entonces el principio se ha vulgarizado.
El general Villa est ntimamente penetrado de l como lo prueba
toda su brillante campaa revolucionaria, y se ha hecho patente que ha
sido el nico que no ha dividido sus tropas y que en todos los combates
se ha presentado con todas ellas. En Sacramento acab de convencerse
de que ni aun para las operaciones secundarias algo importantes, si
el objeto principal es derrotar al enemigo, deben emplearse tropas
apenas en exceso. Tiene usted razn, me deca, cuando le cambiaba el
enunciado del principio por este otro hasta para aplastar a un mosquito
deben emplearse todas las fuerzas.
Adems de la profunda conviccin de la verdad de ese principio,
estaba el general Villa en guardia contra la accin debilitante del seor,
Carranza, quien fcilmente y con cualquier pretexto, poda ordenarle
que dividiera sus fuerzas, haciendo despus que las destacadas cayeron
bajo otras manos y, por maniobra sencillsima, escaparan para siempre
de su mando.
El ataque de Natera a Zacatecas, empez el 10 de junio y dur hasta
el da 12, da en que sus tropas fueron rechazadas. En esa poca, por
el estado de atraso de la reparacin de la va frrea, el general Villa
estimaba que las tropas que salieran de Torren, llegaran a Zacatecas
al cabo de 5 das y que las tropas de Natera no soportaran un combate
de esa duracin y, por consecuencia, juzgaba intiles los refuerzos que
ordenaba el seor Carranza de 3,000 hombres, el da 11 y de 5,000 con
alguna artillera el da 12.
El da 13 los constitucionalistas de Natera ya haban sido rechazados
y el seor Carranza insista en que se enviara el refuerzo, negndose
a admitir la proposicin que le haca el general Villa de marchar con
toda la Divisin.
150
Evidente era que en un solo da no podran salir de Torren todas
las fuerzas de la Divisin, ni aun siquiera todo el refuerzo requerido.
Por qu entonces, oponerse a que tras de los refuerzos marcharan las
dems tropas? Sencillamente, porque de ese modo fracasara la intriga:
a Villa y a la Divisin del Norte se atribuira el triunfo.
De lo expuesto, se desprende claramente que el general Villa tena
cuatro razones para resistirse a obedecer la orden del seor Carranza,
de enviar un refuerzo al general Natera.
Primera: El refuerzo sera intil, porque cuando ms pronto llegara
a Zacatecas el 16 y las tropas de Natera no podran resistir hasta esa
fecha y, efectivamente, no resistieron sino hasta el 12.
Segunda: Para la batalla haba que emplear, segn un principio
fundamental del arte de la guerra, todas las fuerzas disponibles;
porque el desprecio a este principio conduce a la derrota, o cuando
menos, a un despilfarro de vidas de los soldados, que todo jefe est
en la obligacin de evitar. El seor Carranza es responsable de las
vidas de los soldados de Natera sacricados intilmente en una intriga
poltica.
Tercera: El envo de refuerzos podra reducirse en ltimo resultado
a una sustraccin de fuerzas para la Divisin del Norte, como poda
inferirse del deseo, desde haca tiempo bien maniesta, de mermar el
poder de la Divisin y del empeo en que el refuerzo se enviara de las
tropas de los generales Robles y Urbina que, segn el seor Carranza,
no pertenecan a la Divisin.
Cuarta: El general Villa tena repugnancia a colaborar en una intriga
poltica, urdida contra l, y la Divisin del Norte.
El general Villa pens: si propongo ir al auxilio de Natera con
todas las tropas de la Divisin, el seor Carranza no podr oponerse,
porque no tiene argumento que exhibir; pero se equivoc, porque
para el seor Carranza el yo lo mando es suciente razn aun en
los ms trascendentales actos, aunque con l sacrique a los patriotas
que se agruparon a su alrededor, con el nico objeto de darle unidad
a la Revolucin.
151
Y no slo, sino que al despotismo uni la ofensa y el menosprecio de
las aptitudes guerreras del general Villa, universalmente conocidas.
En efecto, cuando el general Villa pregunt al seor Carranza, el
da 18 quin haba mandado a Natera a atacar Zacatecas, sin fuerzas
sucientes, para que lo rechazaran, le contest que a Villa le haba
pasado lo mismo en Chihuahua, que no pudo tomar por escasez de
tropas y que en Torren, le habra pasado otro tanto, si el seor Carranza
no le hubiera procurado fuerzas.
Slo por malevolencia o completa ignorancia de las cosas militares
pueden equiparse los ataques de Chihuahua por el general Villa, y de
Zacatecas por el general Natera.
En Zacatecas, Natera tena todas las tropas de la Divisin del Norte
disponibles para cooperar con l y fu un reprensible error de quien no
quiso utilizarlas. En Chihuahua no haba fuerzas a quienes invitar para
el ataque, y con las del general Villa solamente haba que proceder.
Pero hay ms, en Zacatecas tuvo Natera un fracaso por culpa de
Carranza, mientras que en Chihuahua inici Villa una serie de maniobras
estratgicas que constituyen la parte ms brillante de su campaa y
que le atrajeron la atencin mundial y la grandeza militar.
Con tropas y municiones insucientes ataca a Chihuahua por
el Oriente, nge un fracaso, marcha de noche, hace un rodeo para
apoderarse al Norte de la va frrea, aprisiona un tren y con la ms
despierta y previsora inteligencia, que no olvida un detalle, engaa al
enemigo en Ciudad Jurez, que le crea a inmediaciones de Chihuahua,
y llega en tren hasta el corazn de la ciudad, donde sorprende y derrota
a la guarnicin.
Mientras tanto, ha hecho marchar pie a tierra hacia Ciudad Jurez,
el resto de sus tropas, para retardar al enemigo y tener tiempo de
equiparse y municionarse.
Al aproximarse el enemigo a Ciudad Jurez, sale a su encuentro,
para evitar complicaciones internacionales; lo derrota en Tierra Blanca
y lo persigue hacia Chihuahua, de donde el enemigo, lleno de pnico,
corre para Ojinaga, camino de Coahuila, huyendo para siempre de Villa,
152
que lo alcanza, detiene y derrota en Ojinaga, poniendo as trmino a
la campaa de Chihuahua.
Por otra parte, es vanagloria del seor Carranza el creer que en
Torren las tropas que coadyuvaron con Villa, acudieron por su orden
y no por invitacin de ste. Que los Jefes de esas tropas fallen quien
dice la verdad.
Al ver el general Villa que el seor Carranza aade a la intriga
poltica el menosprecio a su labor militar, tiene una suprema decepcin
del Primer Jefe del Ejrcito Constitucionalista y se resuelve a dimitir
un mando ante un jefe que no lo ha dado, ni le ha prestado la menor
ayuda. Slo el que conozca las ligas de afecto que unen al general
Villa con los jefes y soldados de la Divisin, fortalecidas por una vida
de privaciones y auroleadas con cien victorias, podr comprender el
sacricio que haca con la renunciacin del mando.
En este momento crtico intervine por primera vez.
Era el da 13 y en la maana estaba yo en la recmara del coronel
Roque Gonzlez Garza, cuando una persona me dijo: Le habla a
usted el seor general Villa, y me condujo a la pieza que serva de
ocina telegrca.
La pieza estaba llena de empleados y ociales, cuyas sonomas
alertas y serias revelaban la gravedad de una situacin que para m
era desconocida. Todos se encontraban de pie, con excepcin del
telegrasta (cuya mesita de trabajo se hallaba en un rincn) que
sentado volva la espalda al recinto de la sala, y del general Villa, que
tambin sentado junto y al lado del telegrasta, daba la espalda a
la mesita. En frente del general haba una silla vaca que me invit a
ocupar.
A ver que hace Ud. con esos elementos, mi general, me dijo,
yo ya me voy.
No entendiendo, no supe qu contestar; pero la atencin del
general estaba divagada y no pareca esperar respuesta alguna.
Las conversaciones un momento suspendidas a mi entrada, volvieron
a empezar, llenas de expresiones de disgusto y de protestas.
153
Pero a ver, de qu se trata? enteren al general, deca Roque
Gonzlez Garza, que me haba seguido y estaba de pie junto al telegrasta.
Qu antecedentes hay, qu telegramas se han cruzado?.
Nadie hizo caso, y las frases de disgusto, salpicadas algunas de
esperanza, continuaban.
Poco a poco me enter de lo que se trataba: de los refuerzos
pedidos, de la resistencia del general a enviarlos, de los recientes
telegramas cambiados en la conferencia, del juicio del seor Carranza
respecto a los ataques de Chihuahua y de Torren, y de que el general
Villa haba hecho dimisin del mando.
Esto ltimo j toda mi atencin y me hiri de golpe la contestacin
que en Saltillo elaboraba el seor Carranza.
Va a aceptar al instante, arm.
Imposible! dijeron algunos.
Va a aceptar, repet.
Segundos despus acept, efectivamente.
Imposible me sera describir la escena que sucedi a esta aceptacin,
porque no pude observarla a causa de la gravedad de la crisis.
Yo permaneca sentado, inclinado hacia el general Villa, apoyando
el codo izquierdo sobre el muslo del mismo lado, de espaldas a los
que de pie hablaban y se agitaban en la pieza.
Trataba de inferior cul sera la trascendencia del abandono del
mando de la Divisin en las circunstancias acaecidas, distrado a cada
instante por las exclamaciones de mis compaeros.
Entre las frases que escuchaba, una yo me voy a comer races
a la sierra, de Trinidad Rodrguez, semejante a otras que no es
conveniente repetir, cristaliz una idea: LA DIVISION DEL NORTE VA
A DISOLVERSE, y ante la injusticia hecha al jefe querido y glorioso, tal
vez VA A REBELARSE.
Por telegrama, recibimos los generales de la Divisin del Norte
la orden del seor Carranza de designar un jefe de ella, provisional,
mientras el Primer Jefe del Ejrcito Constitucionalista nombraba al que
denitivamente debera encargarse del mando de la Divisin.
154
Haba quienes profetizaran que ese encargo recaera en don Jess
Carranza; otros, en el general Chao, y algunos guasones, en Jacinto
Trevio.
No pudiendo congregarse prontamente los generales, se j la
reunin para el siguiente da 14.
Cul fu el proceso mental de cada quin? Imposible jarlo;
pero debi de ser semejante en casi todos, porque el acuerdo fu
fcil.
La obediencia al seor Carranza traera seguramente la disolucin
de la Divisin y, posiblemente, la rebelin.
La disolucin restara del lado constitucionalista la tropa ms
poderosa; levantara la moral del enemigo, abatida en Torren y San
Pedro de las Colonias, como qued probado en Paredn y Saltillo;
dara lugar a una nueva organizacin del enemigo y, a estas fechas, lo
tendramos an luchando con nuevos bros y con recursos abundantes,
que habran brotado de las arcas de los verdaderos enemigos de la
Libertad y de la Democracia.
La disolucin, acompaada de la rebelin, aplazara por muchos aos
el triunfo de nuestras armas y la realizacin de nuestros desiderata.
La solucin se impona: Era necesaria la desobediencia, encauzndola
por decirlo as; una desobediencia insignicante, sin trascendencia para
la causa constitucionalista, aunque hiriera el orgullo de un hombre y
contrariara el gigantesco capricho de un dspota.
Pero antes, era indispensable intentar la revocacin de la resolucin
del seor Carranza, con el objeto de que el general Villa conservara el
mando y la crisis quedara conjurada.
Algunos creyeron que el seor Carranza revocara su orden;
otros estbamos seguros de que no hara tal cosa, y slo pedimos
atentamente la revocacin, como un acto indispensable para nuestra
futura justicacin.
Cuando el seor Carranza contest negando la revocacin y
asegurando que haba medido la trascendencia de su resolucin, los
que abrigaron la vana esperanza de la revocacin, se indignaron y
155
propusieron una respuesta dura; los dems aconsejamos la moderacin
acompaada de la rmeza y propusimos un telegrama correcto en la
forma, anunciando que nos veramos en la necesidad de desobedecer;
que, suplicaramos al seor general Villa reasumiera el mando, y
que continuaramos la campaa, como si ningn acontecimiento
desagradable hubiera ocurrido en ese da. Es decir, como si el seor
Carranza no se hubiera encaprichado en una disposicin absurda.
Este telegrama, al parecer, cerraba el incidente, y no requera
respuesta; pero sta vino en una forma increble, simulando no
entender nuestra resolucin, que habamos calicado de irrevocable,
y llamando a los que de nosotros juzgaba ms peligrosos. Fu hasta
entonces, cuando el general Villa hizo saber a todos los generales, que
el conicto entre l y el seor Carranza no haba nacido el da 13 de ese
mes, sino que arrancaba de muy lejos y estaba lleno de incidentes y de
intrigas que tendan a eliminarlo y a quitarle el prestigio que, asegur
modestamente, le haban dado su fortuna, la pericia de sus generales
y el valor y patriotismo de sus soldados.
Esta angustiosa situacin, dijo dolorosamente emocionado, me
hace sufrir hace mucho tiempo. He guardado silencio, porque con
ustedes no quiero compartir ms que los triunfos y las glorias; pero
ahora tengo obligacin de informarles de todo lo que pasa. Y vaci
su corazn y, por ltimo, nos hizo conocer los telegramas de ese da
que mostraban la activsima campaa que se haca en Washington,
encabezada por el licenciado Rafael Zubaran, en contra de la Divisin
del Norte. Un telegrama, sobre todo, indign a los oyentes: aquel en
que se revelaban las intrigas para impedir el envo de municiones a la
Divisin.
Entonces nos resolvimos a decir al seor Carranza, claramente, todo
nuestro pensamiento, que condensamos en el siguiente telegrama:
De Torren a Saltillo, junio 15 de 1914. Seor D. Venustiano
Carranza.
Su ltimo telegrama nos hace suponer que Ud. no ha entendido o
no ha querido entender nuestros dos anteriores. Ellos dicen en su parte
156
ms importante, que nosotros no tomamos en cuenta la disposicin
de Ud. que ordena deje el seor general Villa el mando de la Divisin
del Norte, y no podamos tomar otra actitud en contra de disposicin
tan impoltica, anticonstitucionalista y antipatritica.
Hemos convencido al seor general Villa de que los compromisos
que tiene contrados con la patria, le obligan a continuar con el mando
de la Divisin del Norte, como si Ud. no hubiera tomado la malvola
resolucin de privar a nuestra causa democrtica de su Jefe ms
prestigiado, en quien los liberales y demcratas mexicanos tienen
cifradas sus ms caras esperanzas.
Si l lo escuchara a Ud., el pueblo mexicano, que ansa el triunfo
de nuestra causa, no slo anatematizara a Ud. por resolucin tan
disparatada, sino que vituperara tambin al hombre que, en camino
de libertar a su pas de la opresin brutal de nuestros enemigos,
abandonaba las armas por sujetarse a un principio de obediencia, a
un Jefe que va defraudando las esperanzas del pueblo, por su actitud
dictatorial, su labor de desunin en los Estados que recorre y su
desacierto en la direccin de nuestras relaciones exteriores.
Sabemos bien que esperaba Ud. la ocasin de apagar un sol
que opaca el brillo de Ud. y contrara su deseo de que no haya en la
Revolucin hombre de poder que no sea incondicional carrancista; pero
sobre los intereses de Ud. estn los del pueblo mexicano, a quien es
indispensable la prestigiada y victoriosa espada del general Villa.
Por todo lo expuesto, participamos a Ud. que la resolucin de
marchar hacia el Sur, es terminante y, por consiguiente, no pueden ir a
esa los generales que indica. De Ud. atentamente.
Firmado por todos los generales de la Divisin del Norte.
Y para hacer comprender al seor Carranza y a todo el mundo
que nuestra desobediencia no traera consecuencias nocivas a la
lucha que tenamos empeada contra el enemigo comn, marchamos
inmediatamente a Zacatecas (el da 16). Las tropas estuvieron reunidas
en los alrededores de esa ciudad el 22 y el 23, dimos la batalla, de cuyo
resultado se rindi parte al seor Carranza, para que se percatara de
157
que nuestra desobediencia del da 14, no implicaba desconocimiento
a la Jefatura de que le invisti una mayora de revolucionarios, con el
nico objeto de darle unidad visible a la Revolucin.
Chihuahua, 12 de agosto de 1914. FELIPE ANGELES
LA DESOBEDIENCIA DE LA DIVISION DEL NORTE.
RESPONSABILIDAD DEL GENL. FELIPE ANGELES.
El falso principio de la obediencia absoluta, de esa obediencia ciega,
sin reexin y sin reparos que hace al hombre un autmata, es una forma
de origen aristocrtico fomentada por los autcratas. Csares, reyes y
emperadores, cuando tuvieron en sus manos la mayor suma de poder
para subyugar al pueblo, se atribuyeron origen divino y en su osada
apoyados por la fuerza bruta, se consideraron autorizados para exigir
obediencia absoluta declarando que sus actos de gobierno estaban
inspirados por la divinidad y que solamente a sta, PERO NO A LOS
HOMBRES, era a quien tendran que rendirle cuenta de sus actos.
Con ese criterio, los pueblos sufrieron el absolutismo y con
semejante doctrina, se crearon ejrcitos que eran sacricados en aras
del capricho y de las ambiciones de los dspotas.
La democracia haba sido predicada haca bastante tiempo, pero
todava no haba arraigado para convertirse en accin, en la conciencia
popular.
En Tenochtitln, conquistado y dominado por el absolutismo de los
reyes de Espaa, ese mismo criterio rigi durante siglos. El Virrey era
en Nueva Espaa, el representante del despotismo, y como dijera el
Duque de Linares: Si el que viene a gobernar este reino no se acuerda
repetidas veces que la residencia ms rigurosa es la que se ha de tomar
al Virrey en su juicio particular por la Majestad Divina, puede ser ms
soberano que el Gran Turco, pues no discurrir maldad que no haya
quien se la facilite, ni practicar tirana que no se le consienta. Y Carlos
III, que no consultaba la voluntad popular, ni admita resistencias, deca
en una de sus pragmticas: No pertenece a los particulares juzgar o
158
interpretar las disposiciones del Soberano, lo que el Virrey de Nueva
Espaa plante crudamente con estas palabras de un clebre bando:
De una vez para lo venidero deben saber los vasallos del Gran Monarca
que ocupa el trono de Espaa, que nacieron para callar y obedecer, y
no para discurrir ni opinar en los altos asuntos del gobierno. Con tales
doctrinas, ya se comprender cmo el despotismo ahogaba los anhelos
de la democracia. Y si esa era la obediencia de los civiles, cunto ms
ciega y absoluta tendra que ser la de los militares.
Pero, Napolen mismo, el genio de la guerra que inmol ms
soldados en apariencia por llevar las ideas revolucionarias a toda
Europa, pero en verdad, por afn de gloria y de poder, nuevo Csar,
destruy, sin embargo, el falso principio de la obediencia absoluta
cuando hizo ejecutar al capitn de granaderos Borderieux, por haber
obedecido ciegamente al general Mallet en su conspiracin contra el
Emperador Soy hijo de la tropa; el campanario de mi aldea son las
guilas del Emperador He obedecido, como obedezco desde hace
veinticuatro aos; declar ante el consejo de guerra. Fu, no obstante,
condenado a muerte y ya frente al cuadro, con la delidad ciega del
perro que lame la mano del amo que lo hiere, grit: Viva el Emperador!
y todava con los estertores de la muerte repiti: Vive IEmpereur!
La obediencia absoluta qued desde entonces condenada; cundo
se obedece, hay que hacerlo conscientemente!
Volviendo a los tiempos modernos en que se gobierna y manda en
nombre del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, conviene recordar
que la larga dictadura del general Daz y el rigor con que estableci la
paz mecnica reprimiendo todo intento de rebelin, dieron lugar a la
formacin de un ejrcito profesional cuya adhesin al dictador nubl
la idea superior de que el ejrcito no es defensor de una persona,
sino sostenedor de las instituciones. Y aunque al triunfo de Madero
ese ejrcito profesional cumpli con su obligacin de apoyar al nuevo
mandatario legtimamente elegido, en su conducta posterior, despus
de la cruenta traicin de Victoriano Huerta, su actitud qued de nuevo
nublada por la ceguera del falso principio de la obediencia absoluta.
159
Haba en el ejrcito federal ociales pundonorosos e inteligentes,
pero la idea de que ellos no tenan que reexionar, discutir y resolver
sobre el origen del Gobierno de Huerta, sino callar y obedecer, hizo
que, salvo raras excepciones, el cuartelazo, la traicin y la disolucin
de las Cmaras, no los moviera a pedir su baja y marcharse a las las
de la Revolucin.
Con tales antecedentes, se comprende que una falsa idea que
imper por siglos en la conciencia humana todava pueda cegar
el criterio de quienes con ms pasin que raciocinio, condenan la
desobediencia de la Divisin del Norte, en julio de 1914, como si se
tratara de un crimen de lesa majestad.
Hay que advertir que se trataba de la desobediencia a un Jefe que
careca de investidura legal; de un Jefe aceptado tcitamente como
tal, pero que estaba lejos de representar la autoridad que emana de un
poder constitucional; desobedecerlo no era ni un crimen ni un delito.
En su justicacin, el general Angeles, demostr, tcnicamente,
lo absurdo de la orden del seor Carranza, al querer que la Divisin
del Norte se fragmentara, no para asegurar el triunfo, sino, segn
declaracin de sus mismos panegiristas, para restarle elementos al
temible guerrillero. La batalla de Zacatecas, librada pocos das despus,
demostr por su innegable importancia militar de terribles efectos,
que los Jefes de la Divisin del Norte tuvieron razn de no exponerse,
por una ciega obediencia al Primer Jefe, a ser batidos en detall,
comprometiendo los intereses superiores de la causa revolucionaria.
Todos los generales de la Divisin del Norte, rmaron el telegrama
de reproches y desobediencia y con ello dieron una prueba de valor
civil.
En cambio, es muy importante reexionar en las consecuencias de la
actitud intransigente de Carranza, si en vez de que Angeles aconsejara la
MODERACION Y SEALARA HABILMENTE UN OBJETIVO SUPERIOR
A LOS REVOLUCIONARIOS, las explosiones de ira de los jefes de la
Divisin del Norte, hubieran sido enderezadas en contra de la persona
de don Venustiano Carranza. Desde luego se debe aceptar que si como
160
todos lo reconocen, la Divisin del Norte era, en ese momento, la ms
poderosa fuerza rebelde organizada, su disolucin por obediencia a un
falso principio, o por los deseos de Carranza de anular a Villa, le habra
restado a la revolucin tanta fuerza, que el triunfo de la causa se habra
retardado quien sabe hasta cuando. Las tropas de don Pablo Gonzlez,
habran seguido en su habitual inactividad y mientras, los efectivos
federales de Zacatecas y otras guarniciones, con dejar unas cuntas tropas
que enmascararan su movimiento, habran sido trasladadas para reforzar
a las tropas de Guadalajara, haciendo, por la aplastante superioridad
numrica, nugatorios los esfuerzos del general Obregn.
Pero, todava ms: si los hombres del Norte, se consideraban
lesionados y amagados por la hostilidad de Carranza, lo humano habra
sido que a no mediar un hombre QUE ACONSEJO LA MODERACION
Y LA PRUDENCIA, las pasiones desbordantes hubiesen arrastrado a la
Divisin del Norte a combatir desde luego a Carranza, quien a pesar
de que hubiera sido auxiliado por don Pablo Gonzlez, habra sufrido
la ms probable derrota. De este modo se habra precipitada la divisin
de las fuerzas revolucionarias antes del triunfo sobre los huertistas.
La resolucin de marchar sobre Zacatecas con todos los elementos
de la Divisin del Norte, y el terrible asalto all librado hasta
aniquilar totalmente a la guarnicin huertista, COMO SI NINGUN
ACONTECIMIENTO DESAGRADABLE HUBIERA OCURRIDO con
Carranza, se debe reconocer como un acto de habilsima inteligencia y
de patriotismo. El genio malo de ANGELES, EVITABA LA AGRESION A
CARRANZA, ENCAUZANDO Y DIRIGIENDO INTELECTUALMENTE LA
FUERZA DE LA DIVISION DEL NORTE EN CONTRA DEL USURPADOR
VICTORIANO HUERTA; y de este modo, NO POR PRIMERA VEZ,
SINO UNA DE TANTAS VECES, ANGELES DESVIABA LA MANO
FRATRICIDA DE CAIN! No de otro modo puede interpretarse el gesto
del correligionario que se desentiende de la terquedad y torpeza y
hasta del amago del compaero, para enderezar toda su atencin y
el esfuerzo generoso de las tropas del pueblo, en contra del enemigo
comn, del torvo usurpador.
161
Con cunta razn dijeron a Carranza los generales de la Divisin
del Norte, en su histrico mensaje, al referirse a la festinada aceptacin
del retiro de Villa: Si l lo escuchara a usted, el pueblo mexicano que
ansa el triunfo de nuestra causa, no slo anatematizara a usted por
resolucin tan disparatada, sino que vituperara tambin al hombre que,
en camino de libertar a su pas de la opresin brutal de sus enemigos,
abandonaba las armas para sujetarse a un principio de obediencia a
un jefe que va defraudando las esperanzas del pueblo por su actitud
dictatorial.
Despus de la batalla de Zacatecas, se rindi parte con todos
sus pormenores a Carranza, para que se percatara de que nuestra
desobediencia del da 14 no implicaba desconocimiento a la Jefatura
de que lo invisti la mayora de revolucionarios con el nico objeto de
darle unidad visible a la revolucin.
Mientras los hijos del pueblo, ciudadanos armados de la revolucin,
se batan y moran denodadamente en Zacatecas, el seor Carranza
declaraba en un banquete que ya haba aparecido el judas, sto es,
se consideraba l mismo como un nuevo Redentor o Mesas a quien era
grave desacato desobedecer. Y para conrmar su autoridad absolutista,
enviaba al campo de batalla, dirigido al general Angeles, un telegrama
en que le comunicaba que quedaba destituido del cargo de Secretario
de Guerra encargado del Despacho (Sic).
Entre mis impresiones de campaa, recuerdo que en Zacatecas, en
el momento culminante del duelo de la artillera, cuando el enemigo
huertista nos enviaba una andanada de metrallazos, el valiente general
Trinidad Rodrguez, se despeda de nosotros, (para siempre) con estas
palabras: Yo ya me voy de estos rastrillazos, y se fu con sus tropas
para recibir una bala que le atraves el cuello dndole la muerte.
Entre tanto, Angeles, cerebro de aquella notable batalla, impasible,
en su puesto de honor, recibi el mensaje de Carranza y con una sonrisa
apacible, peculiar de los indios de nuestra raza, me dijo:Mire Ud.
mostrndome el kase de la destitucin!
162
General Felipe Angeles
Montando su caballo Pancho Villa.
163
E
l asalto y toma de la plaza de Zacatecas es particularmente notable
porque, en mi concepto, es el encuentro que ms se aproxima, en
todas sus fases, a la batalla completa. Sus resultados, desastrosos para
los federales, constituyeron el ms formidable golpe que desmoron
al gobierno usurpador de Victoriano Huerta.
Dicha batalla, presenta todas las fases: reconocimientos preliminares,
toma de contacto con el enemigo, estrechamiento del crculo del
sitio, distribucin ordenada de las tropas, eleccin de posiciones y
establecimiento meditado de la artillera; empleo ecacsimo de sta
para apoyar el avance de las otras armas, eleccin de un frente principal
de ataque, y de una reserva; desarrollo regular y previsto de la batalla,
asalto metodizado de las posiciones, esfuerzo nal y persecucin, tan
ecaz, que la reserva aniquil a las tropas en su retirada.
La calidad de las posiciones de la defensa, que parecan
inexpugnables y los efectivos combatientes, eran estos: 12,000
hombres defendan la plaza en bien elegidos atrincheramientos; 20,000
revolucionarios la sitiaban para asaltarla.
Adelantaremos los resultados, diciendo que fueron tomados seis
cerros atrincherados y que la guarnicin de Zacatecas, fue aniquilada
en slo nueve horas de lucha.
DESCRIPCION. La ciudad de Zacatecas, capital del Estado del
mismo nombre, tiene una poblacin de unos treinta mil habitantes y se
encuentra en una olla o barranca rodeada de eminencias. Situada en
la Mesa Central Mexicana, su altitud es de 2,400 metros, circunstancia
que la hace tener un clima fresco y agradable durante el verano.
CAPI TUL O VI I I
COMO FUE LA BATALLA DE ZACATECAS
164
Por razn de la conguracin del terreno, la ciudad se alarga de
Norte a Sur, abundando en su parte cntrica las construcciones de dos
Pisos, debido a falta de espacio.
Parece como que la ciudad serpentea en el sentido del talweg, y
que intenta dilatarse a lo ancho por sobre los lomeros del lado oriental,
ltimas estribaciones del cerro de Bolsas, y al Poniente, por sobre las
faldas del cerro del Grillo.
Para llegar a Zacatecas, viniendo del Norte, se tiene que doblar una
barrera formada por eminencias que sobrepasan, de 300 a 500 metros,
el nivel de la ciudad.
Vetagrande, mineral famoso de otros tiempos, se oculta detrs de
esas eminencias y por su pueblecillo tristn y semiabandonado, pasa
un camino carretero que viene del pueblo de Morelos y que se dirige a
la capital, buscando la pendiente favorable del terreno, encorvndose
por sobre las cimas y dirigindose hacia el Sur, hasta entrar en la punta
Norte de la ciudad.
Otro camino carretero conduce del Oriente, viniendo de
Aguascalientes, para pasar por el pueblo de Guadalupe, a siete
kilmetros de la ciudad y entrar, con ligera pendiente ascendente, por
el can que separa al cerro altiplanicie de Bolsas, del cerro fortaleza
de la Bufa, memorable este ltimo por el asalto que en 1872 dio en l,
el general, Rocha, a los generales fronterizos que lo defendan peleando
en contra del gobierno del Presidente Jurez.
Un tercer camino conduce del Suroeste a Zacatecas, (camino de Jerez),
doblando lomeros y entrando por la punta sur de la ciudad, por donde
penetra la va frrea y donde se encuentra la estacin del ferrocarril.
De manera que los tres caminos mencionados, salen de Zacatecas al
Norte, al Oriente y al Sur, y constituyen las vas carreteras que comunican
con el exterior, aunque despus se bifurcan en otras direcciones.
La va frrea sigue sensiblemente paralela al camino de Guadalupe,
hacia el Sur, y en esa direccin se aleja de la ciudad.
Yendo de Vetagrande a Zacatecas, de Norte a Sur, se encuentra
inmediatamente una fuerte elevacin del terreno, desde la que se
165
distingue el comienzo o extremidad de la ciudad, all en el fondo,
como resguardada al frente y hacia nosotros, por un cerro colorado de
mediana elevacin, cerro de Loreto, fuertemente forticado y por un
centinela, guardaanco, alto y alargado en forma de espinazo y que
se llama cerro de la Sierpe.
Encuadrando la ciudad, cerca de ella, y como dos colosos que la
guardan, se yerguen por el Oriente, el cerro de la Bufa, de ancos poco
accesibles, forticado y artillado y en el que se distinguen, dominando
el valle, un observatorio, un castillo-parroquia y la Bufa, propiamente
dicha, (peasco acantilado que corona la cspide), sobremontada por
un faro que funcionar incansablemente, la noche anterior a la batalla. A
este cerro precede, paralelamente, dndole frente, otro cerro alargado
que lo protege como primera posicin importante que habr que tomar
antes de acercarse a l.
Por el Poniente se levanta, redondo y dominante tambin, el
segundo coloso, cerro del Grillo, elevacin importante que constituye la
llave de la posicin y que ha sido cuidadosamente forticado, artillado
y reforzado por numerosas tropas.
Hacia el sureste se distingue una grande y alargada elevacin que
forma garganta con la Bufa, y que, un poco alejada de Zacatecas,
presenta una gran meseta denominada de Bolsas.
Finalmente, al Sur se distingue un cerro puntiagudo y alto, que se
eleva en forma de cono y que se halla guarnecido con tropas; es el
cerro de Clrigos.
Para entrar en la ciudad, rodeada de esas fuertes posiciones
naturales, forticadas y guarnecidas por ms de 10,000 hombres,
habr pues que marchar en una de las tres direcciones principales de
caminos sealados, disputando previamente la posesin de las alturas
dominantes.
Las tropas de la Divisin del Norte, llegadas de Torren y acampadas
a una jornada de Zacatecas, pudieron aproximarse a los alrededores
de la ciudad despus de un reconocimiento iniciado por el general
Angeles y su Estado Mayor, con una escolta de 20 hombres y de haber
166
librado combate en el rancho de San Vicente, con una columna de unos
200 hombres de Argumedo, que incursionaban por los alrededores de
Zacatecas. Este combate estuvo a punto de sernos adverso; fue librado
con escolta del general Chao, y oportunamente apoyado por el general
Trinidad Rodrguez quien, con sus tropas, repleg al enemigo hasta sus
posiciones de defensa.
Otros reconocimientos nos ensearon que por el Suroeste, los
lomeros que llegan a la ciudad, estaban bien batidos por los fuegos
de diversos atrincheramientos, al parecer sabiamente elegidos y ste
ser, quizs, el frente ms fuerte de la defensa. El enemigo pens que
por all se iniciara el ataque principal. Por el lado Norte se presentaba
en cambio, una zona ondulada, aunque dominada por el fuego de los
varios centinelas mencionados.
El cerebro director. Como resultado del primer reconocimiento
iniciado desde la estacin de Calera y de los dems reconocimientos,
el general Angeles, medita y prepara un plan de ataque, acabando
por elegir el ltimo frente mencionado como el ms conveniente
para el ataque principal, porque la artillera puede elegir posiciones
enfrentndose con la artillera enemiga y porque se puede tambin,
muy principalmente, apoyar a las tropas de infantera que habrn de
asaltar las posiciones elevadas.
En Vetagrande qued establecido el cuartel general de la artillera
y de la brigada de infantera del general Angeles, que fu quien hizo
eleccin de las primeras posiciones, con dos das de anterioridad al de
la batalla, y quien ide el dispositivo que haban de aprobar plenamente
el general Villa y sus dems generales.
El caoneo sufrido pasivamente (para no sealar sus posiciones),
la antevspera y la vspera por la artillera, los combates parciales
librados por el Noroeste con tropas del general Trinidad Rodrguez,
y por el Suroeste con las del general Maclovio Herrera, muestran, por
las bajas sufridas especialmente en tropas de este ltimo general, que
result tambin herido en un brazo, y por los efectos causados en la
artillera (dos piezas desmontadas, artilleros muertos y heridos), que la
167
infantera del enemigo est presta a la defensa y que su artillera tiene
bien medidas las distancias y referidas de antemano las posiciones.
DISPOSITIVO Y ORDEN DE ATAQUE.El da 22 de junio de 1914 se
di la orden de que al siguiente da, a las diez de la maana, acumuladas
ya las reservas y las municiones de reserva, la artillera rompiera el
fuego sobre las posiciones enemigas a las que habra de aproximarse
la noche anterior, todo lo necesario para hacer ecaz el fuego, y que
todas las fuerzas de la Divisin del Norte, emprendieran el ataque
segn disposicin del general Villa, que lleg la vspera y enterado de
la situacin, aprob el dispositivo adoptado por Angeles.
Las tropas quedaron repartidas y atacaron segn el siguiente
dispositivo.
Por el Norte, y resueltas a apoderarse de la posicin anterior a la
Bufa y del camino que conduce a Zacatecas, las brigadas Ceniceros,
Morelos, del general Urbina, Robles, del general Benavides,
tercer batalln del coronel Hern Gonzlez y parte de la Zaragoza,
del general R. Madero, con un efectivo total de 3,000 hombres. Por el
Norte, ligadas con las anteriores, otra parte de la brigada Madero,
y parte de la Ceniceros, con unos 1,500 hombres; por el Noroeste
las brigadas Villa, del general J. Rodrguez; Cuauhtmoc, de los
generales T. Rodrguez y Rosalo Hernndez, con un total de 4,500
hombres; por el Oeste, Zapadores, del general Servn y tropas al
mando del general Almanza, con unos 2,500 hombres; por el Sur y
Suroeste, brigadas Herrera, Ortega y Chao, con unos 3,000 hombres;
por el Oriente y extendidas hasta Guadalupe, las tropas de los
generales Arrieta, Natera, Bauelos, Domnguez, Triana y Carrillo,
con unos 5,000 hombres. Estas ltimas tropas se haban apoderado
ya de Guadalupe, cortando la va y cerrando el paso, segn indicacin
del general Angeles, a los trenes y tropas que pudieran venir de
Aguascalientes, en auxilio de los sitiados, y fungiran como reserva
para la persecucin, en la probable retirada de las tropas sitiadas.
Especialmente las tropas del general Natera ocupaban, en actitud
espectante, la meseta de Bolsas.
168
La artillera se distribuy en dos grupos: el menor compuesto de
dos bateras, con las tropas del general Herrera, dispuesto a apoyar
el ataque de ste o contribuir a la persecucin si la guarnicin de
Zacatecas se retiraba prematuramente, como pareca sospecharse
de una humareda que se distingui el da anterior y que podra ser
debida a que, segn brbara costumbre, el enemigo incendiaba las
casas antes de marcharse, como hicieron en San Pedro de las Colonias
y en Saltillo. El grupo principal de la artillera marchara de las primeras
posiciones elegidas, batidas hasta entonces pasivamente por la artillera
enemiga (tenan rdenes de no descubrirse contestando el fuego), hasta
colocarse por la noche, ms cerca todava, para asegurar ecaz apoyo
a la infantera. Las piezas seran protegidas, en las crestas del lomero,
por atrincheramientos de campaa o con un casero medio derrudo
llamado Mina de la Plata.
El detalle del dispositivo de la artillera fu como sigue: por
el Norte siete bateras con caones de 75 mm, mandadas por los
capitanes Jos Roldn, Gustavo Durn Gonzlez, Francisco Quiroz,
Jos Mara Trejo, Felipe Ortega, F. Rojas y Francisco Garcilita,
formando dos grupos a las rdenes de los mayores Miguel Saavedra
(quien se distingua por su valenta, lleg a general, y muri colgado
de un rbol, en Chihuahua, por rdenes del Gral. Murgua), y Jos
Mara Jurado. Total, 28 piezas. Grupo de tres bateras de 80 mm
tipo poderoso, con los capitanes Jos Tapia, Carlos Trigos y Carlos
Amezaga, mandados por el mayor Luvano; 12 piezas que no
entraron en accin por falta de espacio.
Por el Sur: seccin de dos caones de 80 m.m. tipo ligero, al mando
del teniente. Francisco Falco; batera de montaa de 70 m.m. tipo ligero
al mando del Tte. Antonio Licona y batera de 75 m.m. S. Vickers,al
mando del teniente Roberto Perdomo (a quien debo estos datos),
mandados por el mayor Jos Carrillo. Total diez piezas.
Se contaba adems con el can El nio, de 80 m.m. tipo
poderoso, que estaba montado sobre una plataforma en la va frrea,
en Pimienta, y al cuidado del teniente Trucios.
169
Poco antes de la batalla, el casero de la mina de la Plata servira
de punto de observacin del general Angeles, en la primera fase
del encuentro; y servira tambin de posicin oculta para la reserva
de infantera que habra de apoyar el ataque principal, a la hora
indicada.
La infantera, presta desde la noche anterior en sus posiciones,
formaba un gran arco de crculo cuyos extremos apuntaban hacia la
Bufa por un lado y hacia la Sierpe por el otro. Las lomas que daban
frente al cerro de Bolsas, una lomita redonda, el casero del Edn y otras
lomas de la derecha, constituan, lo mismo que algunas casas aisladas,
puntos de apoyo del arco de fuego del ataque principal.
EL DIA DE LA BATALLA.
El da 23 de junio de 1914, amaneci nublado, con niebla que no
amenguaba la intensa luz de un brillante sol de verano. Las nubecillas
vaporosas se arrastraban lentamente sobre las cspides de los cerros
como desperezndose con negligencia sobre sus ltimos cojines
terrestres; y el sol lograba escapar de trecho en trecho, por entre la niebla
que se recoga en cmulos de algodn, lanzando a la tierra, furtivos
dardos de oro. Pareca que escudriaba por entre veredas y campos,
donde estaba la legin de valientes que habra de recoger un lauro ms
para el ejrcito del pueblo, donde yacan los cadveres diseminados y
donde se oreaba la sangre vertida por algunos de los hroes de la vspera,
como si quisiera exhibir ese riego fecundo de los que, en defensa de la
democracia, se apresuraban a ganar la gloria militar.
La antevspera haba yo sido enviado por el general Angeles,
haciendo un gran rodeo, a buscar al teniente Perdomo, para que viniera
a reparar una pieza de artillera que se haba descompuesto, comisin
que cumpl caminando toda la noche para regresar a la madrugada
del da siguiente.
Despus de una noche tranquila (la vspera), reparadora de
fuerzas y germinadora de nuevas energas y de reexiones para la
170
jornada que se avecinaba, despert el grupo de ociales del general
Angeles y luego de haber desayunado, se aprest a montar para
seguir al jefe. Unas galletas deslizadas furtivamente en los bolsillos
y un paquete de vendas depositado en la bolsa del camarada,
denunciaban la previsin de una lucha en que el peligro es incentivo
de honor.
Por lo dems, despus de los preparativos y las rdenes de estilo,
el general y sus ociales marchan al campo del honor, una hora antes
de la cita.
Las tropas haban pasado una noche lluviosa, en vigilia, en sus
posiciones avanzadas. Ahora el sol haba desgarrado el velo de la niebla
e inundaba de claridad el campo multicolor en que, a manera de puntos,
se distinguan, ac, y all, los soldados de las tropas contendientes.
Un viento fresco soplaba del noreste, y haba alejado la lluvia que
se avecinaba como resultado del frecuente estampido del can al
conmover la atmsfera.
En el fondo de la barranca vigilada siempre por sus potentes
centinelas, se nos antojaba que la ciudad de Zacatecas se escurra,
como alejndose, ante nuestra codicia como lugar futuro de reunin.
La artillera ocupaba ya sus nuevos emplazamientos. Al avanzar con
el general inspeccionbamos el campo, dejbamos a retaguardia,
protegidos, los puestos de socorro, los tiros y avantrenes, as como
nuestras cabalgaduras y, a pie nos dirigimos hacia el casern derruido
en el que momentneamente habramos de protegernos mientras se
comunicaban las ltimas rdenes.
En el patio principal de los caserones y ocultas de la vista del
enemigo, se hallaban dos bateras del grupo de Jurado. Encuadrando
los caserones, a derecha e izquierda, otras bateras se protegan con
las crestas del terreno y con las trincheras del campo de batalla que los
artilleros haban excavado durante la noche. Por el lado izquierdo de
nuestro frente, se avanzaba osadamente, otra batera ms, del grupo del
mayor Saavedra, protegindose de modo anlogo a como se protegan
las bateras anteriores; desde la altura que tenamos a retaguardia,
171
y sobre el cerro cercano a Vetagrande, dos bateras apoyaban a las
anteriores con sus fuegos dominantes.
SE ROMPE EL FUEGO.Antes de las diez de la maana, la
impaciente infantera de los primeros puestos, entablaba la conversacin
del fuego con el adversario y la artillera enemiga, desde el Grillo y la
Bufa, lanzaba por encima de nosotros, a una caballera que se descubra
avanzando a tomar sus posiciones, la andada rugiente de su metralla.
Nosotros esperbamos con impaciencia la hora solemne del
combate; con el afn de cumplir bien un deber imperioso, con el inters
de descubrir intensas emociones, con la ambicin de quien quiere para
sus correligionarios, para su partido y para s, nuevas palmas y nuevos
triunfos.
Provisionalmente protegido por los paredones, se me antojaba
pensar que la artillera enemiga sera numerosa, que hasta aquel
momento no haba revelado toda su potencia, y que los caserones que
nos protegan y en los que estaban emplazadas dos bateras, iban a
atraer, como a un nido de proyectiles, las iras de las piezas enemigas,
y dentro de pocos momentos, aquellos caserones quedaran reducidos
a escombros. Me alegraba yo de que, por propia iniciativa, la infantera
de reserva no se hubiese establecido all, preriendo distribuirse de
antemano cerca de la lnea de fuego, me retintineaba, con curiosidad
y con recelo, la frase de mi general:Mejor que tiren hacia el casero,
porque de ese modo no le tirarn a la infantera; atraeremos sobre la
artillera todo el fuego del enemigo, permitiendo a la infantera que
avance y nosotros sentiremos mucho ms bonito.
El general Angeles consideraba el combate como una esta marcial
en la que se goza y a la que se concurre con espritu de mosquetero,
lleno de alborozo, vestido de limpio (higinicamente para el caso de
resultar herido), y hasta con coquetera; antes de montar a caballo
se haba baado, se haba razurado y se haba atuzado el bigote
cuidadosamente.
172
COMBATE DE LORETO. Y MUERTE DEL
GRAL. TRINIDAD RODRIGUEZ.
Momentos antes de las diez de la maana, la impaciente infantera
rompe o arrecia el fuego de sus fusiles y, a las diez en punto, primero
intermitentemente, despus en conjunto, nuestra artillera resuena
estruendosamente en la esta. El punto principal a donde dirige sus
fuegos, por el momento, es el cerro colorado de Loreto, que es batido
ecazmente protegiendo el avance de la infantera. Esta se lanza
valientemente, desalojando al enemigo de la trinchera en la falda de
dicho cerro, espera el nuevo efecto de la artillera, que no se hace
esperar, bombardeando la cspide del cerro, obligando a la infantera
enemiga a ocultarse. Pronto, con los primeros dragones que siguen
al abanderado, ste hace erguir su bandera que ondea alegremente
sobre el fortn conquistado del cerro de Loreto, primera posicin
importante arrebatada al enemigo. Al iniciarse este asalto, el valiente
y joven general Trinidad Rodrguez, que acababa de dejarnos porque
no le gustaban aquellos rastrillazos de la artillera enemiga, perdi
gloriosamente la vida arrancada por una bala que le atraves el cuello.
Nos contaban amigos suyos que, antes de morir, tom un trago de
aguardiente para ver (?) s no era muy grave la herida
Durante este momento de la lucha en que el casero no fue
destrudo, pero en el que una pieza fue desmontada por las granadas
enemigas, pudimos observar muy de cerca esta primera fase de la lucha,
sin que las balas, que silbaban aguda y dolorosamente, ni las granadas
que al explotar nos conmovan muy de cerca, quitasen inters a esta
importante escena.
EL APOYO DE LA ARTILLERIA.
Viendo que la batera de la izquierda del casero haca buenos tiros
en direccin a Loreto, pero que los impactos resultaban cortos, porque
nuestras tropas ya ocupaban hasta media falda, el general me permiti
173
que fuera a hacer corregir ese tiro. Con unas cuantas indicaciones,
el capitn Roldn, cuya batera vigilaba el valiente mayor Saavedra,
mejor su tiro e hizo excelentes impactos sobre la trinchera misma de
la cspide del cerro de Loreto.
El resultado, ya consignado, no se hizo esperar con la ocupacin
de la posicin por nuestras tropas. El asalto y toma de Loreto, tard
25 minutos.
Estaba yo en la batera antes mencionada, cuando se present el
general Urbina, observando el combate y preguntando por el general
Angeles. Le rogu que no se acercara con su escolta montada por el
peligro de atraer el fuego enemigo, pues acababan de herir a varios
artilleros, y le indiqu a donde estaba el general Angeles.
La infantera de nuestra ala izquierda apoyada por las bateras de
ese lado, rechazaba tambin la lnea de fuego enemiga que estaba
posesionada del cerro anterior al de la Bufa. Se logr que dicha
infantera se retirara para concentrarse en la Bufa misma en cuya cresta
se estableci fuertemente, sosteniendo con los nuestros un nutrido
tiroteo.
Momentos despus de que volv al casero, me deca el general
Angeles que las piezas de la batera oculta se haban inutilizado con
el fuego y el capitn. E. de los Monteros acuda a ver si tenan pronto
arreglo.
El COMBATE DE LA SIERPE.
Por indicacin del general, fui en busca de nuestras cabalgaduras
para ocurrir a un nuevo punto de la lucha. Entre tanto, las otras bateras
continuaban su fuego tenazmente.
Bien pronto, cuando ya era nuestro el cerro de Loreto, el combate se
singulariz en el espinazo del cerro de la Sierpe. El general orden que
la artillera avanzara y, seguido de su Estado Mayor ocurre, al galope,
al teatro de este nuevo pasaje pico. Al pasar cerca de la batera del
capitn Durn Gonzlez, le ordena que bata el nuevo objetivo, y poco
174
despus, a medio camino, se encuentra al general Villa quien, seguido
de su escolta, vena tambin al galope en busca del general Angeles
y de su artillera.
Se detienen ambos generales y se agrupan sus escoltas, los dos
je-fes se saludan y dialogan, el general Villa, preguntando por la
artillera para atacar al enemigo de la Sierpe, y Angeles, asegurndole
que ya orden que avanzara. El grupo se dirige al lugar de la lucha,
destacndose, a la cabeza, la recia y marcial gura de Villa, quien
conversa amigablemente con Angeles a su lado. Atrs vienen, al paso,
las dos escoltas y entre ese grupo que debe llamar la atencin del
enemigo, numerosas balas buscan vctimas con insistencia, saliendo
herido solamente el caballo del mayor Bazn y un asistente.
Yo haba acudido a ordenar a todas las bateras inmediatas, que
concurrieran con sus piezas tiles a la nueva posicin avanzada; el
capitn Durn me hizo algunas objeciones porque su fuego era
excelente y acababa de recibir orden verbal del general. Le expres
que mi orden era de la misma fuente, pero posterior y acto continuo,
me dirig al casern inmediato al cerro de Loreto (mina del mismo
nombre), del que nos separaba una hondonada. All haban llegado
los generales Villa y Angeles, con sus acompaantes.
E! fuego de la artillera enemiga ruga por encima de las casas y las
balas, con sus silbidos estridentes, quitaban el deseo de asomarse por
la arista del muro. Sin embargo, al general Angeles le ocurri subir a la
azotea de esa casa, para apreciar mejor la situacin. Yo lo acompa e
hice de tripas corazn para permanecer inalterable al lado de mi jefe
imperturbable, mientras que las balas silbaban por nuestras cabezas
como si estuviramos cerca de un panal de abejas; es que a esa casa
todos los contrarios le tiraban al ver la aglomeracin de tropas. Tras una
exposicin que se me antoj innecesaria, invit al general a descender,
y ste accedi con la sonrisa en los labios.
El fuego arreciaba, las tropas de la derecha se batan con entusiasmo
y en un empuje vigoroso, subieron hasta media falda de la empinada
pendiente de la Sierpe haciendo que el enemigo se parapetara en las
175
trincheras de la cumbre resuelto a no dejarse arrebatar la posicin, la
fuerte pendiente y la rapidez del impulso, restaron fuerzas a nuestras
tropas, que empezaban a agotarse y tener un momento de aqueza
que hizo al enemigo envalentonarse y salir de sus atrincheramientos
principiando a rechazar a los nuestros.
En ese momento culminante de la lucha, que recuerdo como si la
estuviera viendo, un ocial conocido cay como si hubiera sido mortal-
mente herido, y se qued inmvil. Este, ya liquid, pens yo, pero
grande fue mi sorpresa y alegra cuando pocos momentos despus, en
el momento que los nuestros se reponan, lo vi erguirse prestamente
para la persecucin. Era que, maliciosamente, se haba hecho el muerto
cuando vio que los rechazaban.
El general Villa hizo que se colocara una ametralladora en el ngulo
de la casa desde la que presenciamos este pasaje, pero, a pesar de su
fuego rpido, no pareca causar efecto sensible sobre el enemigo.
Los defensores de la Sierpe, se han erguido y ahora descienden en
bastante nmero haciendo fuego mortfero sobre los ms valientes de
nuestros hombres que han llegado a unos cuantos pasos de ellos. Los
luchadores se baten desesperadamente; el momento es angustioso:
quienes nos rodean voltean la cara hacia nosotros preguntando por la
artillera; el general Angeles me ordena que corra a traer aunque sea
una pieza; voy por ella y antes de que pase mucho tiempo, acudo con
un can seguido de otro, que se colocan inmediatamente en batera,
al descubierto, sobre el terreno disponible.
EMOCIONANTE APOYO DE LA ARTILLERIA.
Todo el mundo dirige ansiosas miradas a las piezas y est suspenso
del resultado. Yo ayudo a apuntar el primer can. El valiente capitn
Durn Gonzlez llega a tomar el mando de su seccin; me apresto
a observar all mismo el tiro y pronto, al segundo disparo, nuestras
granadas explotan en medio del enemigo. El efecto moral no se hace
esperar; empieza la huda de los contrarios, los nuestros avanzan de
176
nuevo con ms resolucin, se escuchan bravos y aplausos entre
quienes nos rodean y la fanfarra de la diana se hace sonar para
acompaar con vivas, gritos y lgrimas de emocin, nuestra bandera
que ya ota en la cspide de la Sierpe. Esta posicin tard quince
minutos en caer, desde que fue atacada por la artillera.
Continuamos el fuego sobre la falda del cerro por la que el enemigo
se retiraba.
Sin prdida de tiempo, son adelantados, resueltamente, los caones
que van llegando, hasta la explanada que se encuentra delante de la
casa.
Los artilleros redoblan sus energas y baten furiosamente a caonazos
el cerro del Grillo. Este y la Bufa, nos contestan con empeoso arresto
y sus proyectiles, unas veces largos, otras cortos, nos llevan, hasta
ese momento, solamente el polvo y los gases de sus explosiones. Sin
embargo una granada enemiga no tarda en explotar a inmediaciones
de una de las piezas, haciendo vctimas. Pero los disciplinados artilleros
no cesan en su lucha; las balas zumban como moscos y los sirvientes
de las piezas cargan, preparan, apuntan y hacen fuego.
GRAVE ACCIDENTE.
Los generales Villa y Angeles, algunos otros ociales y quien
relata, nos acercamos a un can que haca fuego rpido y certero y
nos subimos a un montn inmediato de piedras, para observar mejor.
Sbitamente, una explosin ms recia que el estampido del can que
tenemos o dos metros, nos ciega, nos ensordece y nos llena de tierra y
humo. Aturdidos, escuchamos gritos de espanto y los gemidos, o ms
bien: alaridos, de un artillero herido que arroja sangre por la boca.
Nos toc una granada enemiga, pens yo; y cuando el polvo y el
humo empezaron a disiparse, pudimos ver un cuadro pattico que, con
sorpresa para mis futuras reexiones, no me caus en ese momento
mayor emocin. Cerca de la pieza y a retaguardia, se encontraban los
restos mutilados de un artillero (el arreglador de espoletas), con las
177
manos voladas, el pecho hundido y la cara y el crneo destrozados. A
un lado se levantaban otros heridos, ensangrentados, llenos de espanto
y de dolor, segn lo hacan comprender sus gestos y, lamentaciones y,
en todas direcciones, los sirvientes de las piezas corran despavoridos.
El artillero muerto nos haba salvado con su cuerpo que recibi toda
la fuerza de la explosin.
Ayudamos al general Angeles a volver a los artilleros al pie de sus
caones, levantndoles el nimo con gritos de mando y recordndoles
su heroico deber. Queridos soldados del pueblo dice el general
Angeles en sus memorias, obligados por el deber a ser heroicos,
cuando sus almas tiemblan y sus piernas aquean!
OTROS SOLDADOS ATERRORIZADOS.
Observando semblantes cadavricos, caras descompuestas por
el terror, este cuadro de emocionantes notas se completa con un
grupo como de veinte tiradores, que aparece cerca de nosotros con
los rostros plidos, los dorsos encorvados y prestos a pararse detrs
del primer objeto que ofrezcan proteccin, o a tirarse en el suelo. El
general se enardece al verlos, les llama cobardes y les ordena que
sigan hacia el frente en que se baten sus compaeros; obedecen a
medias, agazapndose y marchando de lado casi en cuatro patas,
como los cangrejos que eluden el peligro oblicuamente. El general los
increpa y saca el revlver para amedrentarlos; yo lo secundo y por n,
aquellos hombres vencen el miedo, es decir, se vuelven valientes y van
a incorporarse con sus compaeros a la lnea de fuego
HONROSA COMISION DURANTE UNA TREGUA.
El combate disminuye de intensidad; la artillera sigue batiendo
al Grillo, pero las tropas detienen su avance. El mayor Fierros se
presenta con la pierna atravesada por una bala. El general Villa quiere
que contine el avance impulsando a las tropas sobre la posicin
178
del Grillo. Careciendo de ayudante por el momento, se dispone a
marchar l mismo, pero el general Angeles adivina mi pensamiento
y le dice que yo puedo ir llevando sus rdenes. El general Villa
acepta y part al galope hacia la ms avanzada lnea de fuego. Y
parti Cervantes, entusiasmado de ver que se le utilizaba en aquella
comisin. All le vimos muy lejos, con su sombrero arriscado de
un lado, al galope acompasado de su caballo alazn. (Apuntes del
general Angeles).
Las balas saludaban mi paso silbando caprichosamente y dando
lugar a que mi caballo aumentara su desconanza con un galope
irregular, porque le incomodaba en su recorrido, la vista de cadveres
an calientes. Pobre caballo servicial que ms tarde habra de quedarse
abandonado, herido en un combate; cuando lo dej, cre ver lgrimas
en sus ojos!
En unas casitas de enfrente encontr a las tropas que disparaban
protegindose con salientes del terreno, salud a algunos ociales del
Estado Mayor (Santoscoy, coronel Albores y otros), y acud al general
Madero, que all se encontraba. Djele que el general Villa deseaba que
las tropas siguiesen avanzando y le pregunt si no estimaba conveniente
que hiciramos marchar a las all presentes. El me contest que esas
tropas apoyaban por el momento a otras que intentaban avanzar, que
no crea conveniente, por tanto, hacerlas marchar y que teniendo ya
muy poco efectivo, rogaba al general que le mandara refuerzos.
Refuerzos ya no haba y las tropas estaban cansadas.
El Grillo empezaba a ser desalojado por el efecto del fuego de
nuestra artillera. Era la una de la tarde y las tropas daban seales
de agotamiento. La Bufa se haba acallado. Las tropas tuvieron una
tregua.
La primera gran fase de la batalla haba, pues, terminado, con la
conquista de las posiciones: delantera de la Bufa, cerro de Loreto y la
Sierpe.
Ahora el fuego de la artillera enemiga se cebaba, por el Sur,
sobre las tropas de Chao, Herrera, Ortega y Servn, que se batan
179
encarnizadamente escuchndose, por all, el fuerte tiroteo que
denunciaba la pujanza del combate.
SEGUNDA FASE DE LA BATALLA.
Dentro de la casa en que habamos presenciado las escenas
descritas y que las granadas contrarias haban perforado de lado
a lado, pero sin derrumbarla; cerca de un hogar que el enemigo
haba encendido cuando la posicin era suya, esto es en terreno
conquistado, Vaca, el asistente del general Angeles, nos llev un
frugal almuerzo que compartimos con el general Villa. Comimos con
acompaamiento de estampidos de can y, de sobre mesa, salimos
a la explanada donde, parado en tres patas, estaba un desgraciado
caballo al que una granada le haba volado una mano. Lo nalizamos a
balazos; los disparos de nuestras pistolas parecan insignicantes para
nuestros odos ensordecidos por los mltiples y roncos estampidos
del can!
Aprovechando esta tregua, montamos a caballo y nos dirigimos al
ala izquierda para ver de cerca los progresos realizados de ese lado.
Sobre la marcha, previendo los acontecimientos, el general Angeles
me ordenaba que enviara al capitn Quiroz, cuya batera no haba
descansado de caonear al enemigo, esta orden escritaMarche Ud.
a tomar posicin al Grillo, en donde recibir rdenes.
Lo posicin tomada por las tropas del ala izquierda, permaneca
fuertemente sostenida, entre otras, por tropas del coronel Gonzalitos
quien acudi a informarnos del desarrollo de la accin por esa ala.
Continuaba fuerte y nutrido fuego contra las tropas que se parapetaban
en la posicin de la Bufa. La artillera de sta, continuaba haciendo
fuego alternativamente hacia el Sur y hacia Loreto.
El cerro del Grillo haba quedado desguarnecido como por espacio
de una hora. Pero, a poco se vi que el enemigo volva a ocuparlo con
numerosas tropas de refresco, y sus caones no tardaron en vomitar
fuego nuevamente.
180
Nuestras tropas haban tomado aliento; la artillera, principalmente la
batera de Quiroz, establecida ahora en la mina de Loreto, bata de nuevo,
con furor, las trincheras de el Grillo y no tardamos en ver, primero hombres
aislados que se retiraban al paso; despus grupos que se retiraban
agazapndose, y por ltimo un verdadero cordn humano que descenda,
aceleradamente, huyendo del cerro para internarse en Zacatecas. Nuestra
artillera los sigui en su retirada y los puso en fuga.
INDICIOS DE LA DERROTA.
Diez minutos antes de las seis de la tarde se vio hacia el centro de la
ciudad, una gran humareda. El general nos dice:-Ya estn quemando
Zacatecas. El ingeniero Valle, trat de situarnos en el plano el lugar
probable de donde parta la humareda; pareca ser el mercado. Yo hice
notar que el humo se disipaba prontamente, lo que haca suponer que
se trataba de una explosin y no de un incendio; conclusin que, como
adelante veremos, fue conrmada: toda la manzana haba sido volada.
Momentos despus, nuestras tropas avanzaban, escalando y
ocupando el fuerte del Grillo, en el que plantaron hasta dos banderas
victoriosas.
Entre tanto, por el Sur, arreciaba el combate. En el campo de mis
gemelos pude distinguir que tambin por ese lado, se replegaba el
enemigo hacia la ciudad, obligado por el empuje de las tropas que lo
acometan. El cerro del Clrigo que haba estado siendo objeto de rudo
ataque haba cado seguramente en manos de los nuestros.
Por nuestra ala izquierda, a donde hemos hecho avanzar una batera,
iniciamos el fuego, a corta distancia, contra la Bufa. De ah siguen
disparando, pero no persistentemente sobre nosotros, sino radiando
en todas direcciones, como si sintieran por todos lados la inminencia
del peligro.
A la distancia a que nos encontramos, jo mis gemelos hacia la
pieza enemiga, atento a vislumbrar el fongozo y prevengo con un grito
a nuestro grupo para que se oculte. Acto continuo, pasan por sobre
181
nosotros los proyectiles disparados de la Bufa, semejando gigantescos
pjaros zumbadores de resonar sinuoso, que van a estrellarse
desesperadamente atrs de nuestras posiciones avanzadas.
LA RETIRADA Y LA PERSECUCION.
La artillera de la Bufa cambia de blanco; parece que otro enemigo
ms cercano an, le amenaza y nosotros podemos impunemente
asomarnos hacia el camino que conduce a Guadalupe. All descubrimos
con alegra tropas enemigas montadas, que se alejan al galope hacia el
pueblo mencionado. Poco despus vuelven grupos; intentan de nuevo,
intilmente, la salida y por n, abandonan el camino y en el ms completo
desorden, junto con su infantera, se arremolinan en el campo, como lo
hara una manada de borregos. Desde nuestro ocasional observatorio,
podemos cazarlos, pero al llegar un grupo de soldados para hacerles fuego,
un ocial me hace notar: que nuestra gente rodea al enemigo y podramos
tambin herirla. Suspendemos nuestra orden de fuego y observamos.
El general Angeles manda decir al general Villa, que "ya
ganamos
Las tropas de reserva, apostadas en Guadalupe, y en los ancos
del desladero, haban cortado toda retirada al enemigo y estaban
destrozndolo a quemarropa.
Entre tanto, la artillera segua haciendo certeros disparos a la Bufa,
que ya no responda. La gente de esta posicin se pona en cobro y
nuestros infantes iniciaban el acceso al cerro.
La gente del Sur, arreciaba en su empuje. El enemigo hua en
carrera desenfrenada hacia la ciudad y los ocupantes nuestros del Grillo,
bajaban a encontrarlos.
Finalmente, el enemigo hua tambin de la Bufa hacia el camino
de Guadalupe.
Nuestras tropas entraban a sangre y fuego, en la ciudad de
Zacatecas!
182
DESENLACE CATASTROFICO.
Obtuve permiso del general para avanzar con el Ing. Valle hacia la
ciudad con el objeto de asegurar alojamiento para nuestras tropas. Pero
mi principal deseo era que, ya que haba yo disfrutado de las emociones
y del panorama terrible de tan completa batalla, ayudado por mis
excelentes gemelos, presenciara yo tambin la ltima fase de la lucha,
aquella en que las tropas vencidas huyen en completo desorden y en
que las vencedoras, desordenadamente tambin, pero terriblemente
agresivas, entran y se apoderan de la ltima presa.
Por el camino reclutamos algunos dispersos y, con las armas listas para
cualquier evento, penetramos a las siete de la tarde en la ciudad, todava
alumbrada por los resplandores de un magnco sol de verano.
El enemigo, acorralado y vencido, haba cado muerto o
prisionero.
La gente del barrio se asomaba medrosamente por puertas y
ventanas; pero hacia el centro de la ciudad, en que se escuchaban
imprecaciones, descargas y dianas, la confusin era completa; diez mil
hombres, por lo menos, hacan irrupcin, invadiendo la ciudad, cuyas
casas tenan puertas y ventanas fuertemente cerradas.
Ola a plvora y a carne humana!
Los cadveres yacan, escurrindoles an la sangre, por sobre el piso
de las calles y los vencedores, embriagados con el triunfo, despus de
la lucha, llamaban a las casas con fuertes culatazos o disparaban hacia
las ventanas, cuyos vidrios rompan. Los alambres de la lnea telegrca
yacan por tierra, estorbando el paso.
Diversos grupos de vencedores se disputaban y arrastraban por las
calles carruajes que acababan de encontrar o que haban extrado de
las cocheras, era el avance de los carruajes.
Algunas tiendas eran saqueadas, adems, por vencedores que,
al da siguiente, habran de pagar el robo con la vida. Hubo sesenta
ejecuciones por saqueo.
183
SALVAJISMO DE LOS VENCIDOS.
En el centro de la ciudad en que apenas se poda transitar por el
gento militar, se vean los escombros de una gran casa; el Banco de
Zacatecas y la Jefatura de Armas, que haban sido volados por los
federales. A los lados de esas construcciones, y en las de en frente,
las casas mostraban sus ventanas y balcones despedazados y los
muros agrietados por formidable explosin. Como postrera y brbara
venganza, los vencidos haban volado con dinamita una manzana
entera, con todo y habitantes! Pero la guarnicin de doce mil hombres,
expiaba este crimen, con el aniquilamiento!
AQUELLA NOCHE.
Huyendo del desorden, de las imprecaciones y de los disparos, que
chispeaban siniestramente en las sombras de la noche, resonando con
eco pavoroso en los enlados callejones, nos refugiamos en la casa de
unos conocidos. El susto los tena an plidos. Nos obsequiaron con
una frugal cena y ms tarde, cuando la alharaca hubo amenguado,
obtuve de uno de ellos, el sacricio de que saliera conmigo a la calle
para mostrarme dnde poda encontrar alojamiento para la artillera.
Una noche de cielo estrellado, pero obscura, permita apenas evitar
tropezar, a cada paso, con cadveres de los que nuestros caballos
se apartaban, azorados. Los hombres que no haban encontrado
alojamiento, se acostaban en las bancas de los jardines.
En el portal de la plaza de la Independencia, un gran nmero de
esos hombres, dorma a pierna suelta, alternando con los cadveres
de los vencidos, que dorman el sueo eterno!
La vida y la muerte se daban la mano, en sueo macabro, la
noche de la victoria, alumbrada tenuemente por la luz de las estrellas
cintilantes El cielo contemplaba impasible, tanto sacricio por un
usurpador, y tanto dolor por un ideal de democracia!
Aquella noche dorm profundamente.
184
AL DIA SIGUIENTE, CUADRO DE HORROR.
Al da siguiente tuve que ir por el camino de Guadalupe y ver el
resultado fantstico de la persecucin.
La va carretera, el arroyo y los campos que lo bordean estaban
regados de despojos y sembrados de cadveres. Cachuchas militares,
chaquetines, etc., daban idea de un campo de suprema lucha. All se
poda estudiar, por los gestos y las actitudes de tantos muertos, la
psicologa macabra de la muerte violenta. Haba unos que, en actitud
casi natural, revelaban no haber sufrido mucho; pero los ms tenan
retratada en el rostro la mueca de la desesperacin con que huan;
cubrindose la cara con las manos en seal de espanto, en unos, o de
implorar clemencia, en otros. Todo ello indicaba la hecatombe de una
retirada imposible.
Haba algunos cadveres que haban recibido la muerte
instantneamente al hacer el ademn propio de quien se siente
lanzado por el caballo; con las manos llevadas lateralmente en ademn
violento.
La mayor parte haban sido heridos en la cabeza. Entre los cadveres
se vean cuerpos de mujeres y nios.
Muchos ociales denunciaban su categora por la calidad de sus
ropas interiores, especialmente los calcetines; porque las prendas
exteriores de vestir, haban desaparecido.
Despus supimos que algn general, excompaero nuestro,
muy estimado en un rasgo de ingenua desesperacin, temeroso
de ser sorprendido en su escondite, se visti de gala, y creyendo
que lo respetaran, sali preguntando por el general Angeles, para
rendrsele caballerosamente; aquel pundonoroso militar, quera rendir
su espada; pero antes de saber dnde estaba Angeles, fue detenido
y ejecutado
Y pensar que la mayor parte de esos muertos fueron cogidos
de leva por ser enemigos de Huerta y, por ende, amigos nuestros!
185
Y pensar que algunos de ellos eran mis amigos, a quienes la inercia
del rebao mantuvo del Iado de la injusticia (Apuntes del genera!
Angeles).
Hasta los caballos tenan actitudes de espanto. Haba algunos
que, metida la cabeza entre las manos, por debajo del cuerpo,
se haban aplastado con la muerte. Alguno vi que tena la cabeza
cubierta con una cachucha militar (macabra chanza de algn ocioso);
otro luca en la pata levantada, los galones de la manga de un capitn
incgnito.
Un energmeno en estado de ebriedad, cebaba su venganza y su
bajo instinto, balaceando a quemarropa, las entraas de un cadver.
Al lado de una tapia, en un precipicio de algunos metros, varios
jinetes en su huda desesperada, haban saltado con todo y cabalgadura,
estrellndose en el fondo del arroyo.
El trnsito era difcil, pues los carruajes apenas encontraban paso
sin rodar por sobre los pies de un hombre o las patas de algn caballo,
muertos.
Este cuadro de horror se prolongaba hasta adelante de Guadalupe
(ms de siete kilmetros).
Se aseguraba que slo consiguieron salir de Zacatecas, ochenta
o cien jinetes de excelentes caballos y fortuna. Probablemente, los
convencidos de que seran derrotados, se adelantaron en la huda.
(El general ex federal Olea, arma en su informacin respecto a esta
batalla, que fueron 200 los nicos que escaparon).
A mi regreso a la ciudad, encontr largas cuerdas de prisioneros
ocupados en acarrear armas y cadveres. Los numerosos pozos de
minas, haban sido llenados con despojos humanos.
A los lados del camino y por la estacin, haba hacinamientos de
cadveres que, no pudiendo ya ser sepultados, iban a ser quemados
con petrleo.
La ciudad se ilumin aquella noche, con siniestros resplandores
de hogueras humanas!
Era insoportable el acre hedor de la carne humana!
186
Lo guarnicin de 12,000 hombres fue aniquilada en nueve horas
de lucha!
La victoria fue completa, denitiva y picamente grandiosa!
La persecucin fue sangrienta y el aspecto de esos campos en que
pasearon la desolacin y la muerte, pareca horripilante!
COMENTARIOS.
En la revista L Ilustration Francaise, publicacin seria de
aquella poca, el seor Reginal Cann, como enviado especial, hizo
relata de la batalla de Zacatecas, reriendo que dicha plaza era
considerada como inexpugnable, pero que tena el defecto de que
sus lneas de defensa alcanzaban gran desarrollo, lo cual exiga fuerte
guarnicin. Critic que los fuertes no estuvieran comunicados, de tal
suerte que tenan que defenderse aisladamente. Y tambin critic
que los federales no hubieran preparado obras serias de defensa,
para lo cual tuvieron tiempo, hombres y material. Pero necesitaban
saber y actividad. Aparentemente los ociales federales no posean
ni lo uno ni lo otro. Yo considero que hubo apata y deciencia en
el mando.
El escritor de referencia critic tambin que las trincheras de
los federales se redujesen a crculos de unos cincuenta metros que
parecan emplazadas en lo ms alto y lo ms a la vista del enemigo,
con casetas de madera y techo acanalado, excelente punto de vista
para la artillera enemiga.
Dice el escritor a quien cito, que los contingentes de Zacatecas
y Durango (Arrieta y Natera) eran de 7,000 hombres por todo y que
la Divisin del Norte se compona de 18,000 hombres con 42 piezas
de artillera, datos que publico a ttulo de imparcialidad, pero que
considero exagerados respecto al nmero de hombres porque, segn
costumbre nuestra, los datos numricos de efectivos militares siempre
son inados. Sin embargo, en el plano que fue publicado con el artculo
a que hago referencia, los efectivos anotados ascienden a 22,900
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hombres solamente. Los datos que yo consegu, recogidos en nuestras
propias fuentes, slo arrojan un efectivo total de 20,500 hombres.
El mismo autor seala para la guarnicin de Zacatecas, 14,000
hombres con 12 caones. (Recogimos 13 caones). Respecto a nuestra
artillera ya seal exactamente los efectivos.
Natera y Arrieta, dice el escritor Cann, atacaron el 12 de junio por el
Norte y el Sur, y sufrieron grave fracaso por no concurrir al ataque con
las fuerzas que estaban en Torren (la Divisin del Norte). Ya hemos
explicado que esto obedeci al grave error militar y la mala intencin
de Carranza por evitar que Villa cosechara un nuevo triunfo.
La artillera de la guarnicin de Zacatecas, usaba obuses de calidad
superior y granadas de tiempo, europeas, mientras que nosotros, con
excepcin de los caones del teniente Perdomo, usbamos granadas
percutentes fabricadas en la fundicin de Chihuahua, con mucha
deciencia. Sin embargo, nuestra artillera era superior en nmero y
su empleo acertado constituy formidable proteccin de las tropas
asaltantes, lo cual explica el reducido nmero de bajas que sufrimos.
El escritor a quien me vengo reriendo, dijo que las bajas de los
federales fueron de ms de 5,000 muertos y el resto cayeron heridos o
prisioneros. El ejrcito del general Medina Barrn, ya no existe. Nos
atribuye 2,000 bajas de las cuales 500 fueron muertos. Yo estimo que
nuestras bajas fueron menores, por las razones sealadas; superioridad
de nuestra artillera y admirable ecacia en proteger a las columnas
asaltantes.
Concluye el escritor citado diciendo que esta sangrienta accin
de armas, ha presentado dos fases: el combate y la carnicera, imagen
reducida de las victorias de Mario y Anbal. Villa no se content con
la victoria, sino que busc el aniquilamiento del adversario.
Termina diciendo: La inferioridad de los federales no quita nada
al mrito de los vencedores. Los dispositivos tomados para el ataque,
prueban que el comando posee un seguro instinto de la guerra y de la
utilizacin del terreno. La ejecucin es toda, tan notable por la rapidez
del movimiento ofensivo y su vigor poco comn, que para obtener, en
190
tan poco tiempo, un resultado tan completo, precisa una organizacin
relativamente avanzada y procedimientos de combate que mucho se
aproximan a los nuestros; lo que no se crea generalmente.
Yo agrego que la concepcin del dispositivo de ataque fue idea
del general, Angeles; que todos los generales, Villa inclusive, apoyaron
y secundaron, esa idea. La ejecucin fue obra del mando de ociales
valientes y de la intrepidez de los soldados de la Divisin del Norte.
DESMORONAMIENTO DEL HUERTISMO.
La derrota iningida al ejrcito de Huerta en Zacatecas, tuvo tal
resonancia y caus tal quebranto en la moral del enemigo, que ste
inici la retirada general de sus tropas que ocupaban San Luis Potos,
por el Oriente y Guadalajara, por el Occidente.
La Divisin del Norte, pudo marchar triunfalmente rumbo a la Capital
de la Repblica, y segn la orden de marcha que insert al nal de los
apuntes del general Angeles, se aprestaban cinco brigadas mandadas
por ste, para marchar sobre Aguascalientes, cuando una orden
inesperada del general Villa, nos hizo regresar rumbo a Torren.
Era que Carranza haba tomado una actitud hostil y que en vez de
fomentar la prosecucin de tan brillantes operaciones militares, que
conducan seguramente al triunfo inmediato de la Revolucin, negaba
el paso del carbn para las mquinas de nuestros trenes, y haca sentir
su resuelta mala voluntad hacia la Divisin del Norte. Entonces sta en
vez de hacer armas contra quien la hostilizaba, obr con la prudencia
que Angeles haba aconsejado y que la gravedad del caso requera
retirndose primero a Torren y despus hasta Chihuahua, dejando
as que otros cosecharan los frutos de la victoria.
REFLEXIONES MORALES.
Han transcurrido muchos aos desde que se libr la sangrienta
batalla de Zacatecas, y todava estn frescos en mi memoria los detalles
191
de aquella impresionante accin de armas, a la que concurrimos con
el entusiasmo de la juventud y con el afn ingenuo y desinteresado
de contribuir a que el pueblo mexicano disfrutara de conquistas
democrticas que tanto sacricio le han costado.
Despus del tiempo transcurrido, mis convicciones no han
cambiado, pero mi criterio ha sufrido la necesaria evolucin, hasta llegar
a convencerme de que la guerra, es mezquina en sus frutos para un costo
tan cruento. Pero, tambin reexiono, en que es intil medir los resultados,
puesto que la guerra no la provoca o decide, ni la impide, un hombre por
inuyente que sea, sino que es como las enfermedades el resultado de
una crisis social preparada con miserias, con injusticias y con atropellos.
De cualquiera manera, lo cierto es que, durante esos perodos de
lucha brutal, los instintos salvajes del hombre se exacerban, la bestia
humana reaparece y los ms bajos instintos se esgrimen con lujo de
crueldad, slo contenida, a veces, por la disciplina de la muerte.
Tengo muy presente que Angeles y los ociales que lo seguamos,
algunos despus de haber estado en Europa militando en las las del
Ejrcito Francs, tenamos, como pocos revolucionarios honorables,
un concepto tcnico y brillante de la guerra; pero nuestro entusiasmo
guerrero tena un aspecto caballeresco que nos haca repugnar toda
violencia y toda ejecucin que se efectuara despus del acto psicolgico
del combate, de aqul en que la tropa procura aniquilar al adversario,
mientras ms pronto, mejor porque, por singular paradoja, la accin
de armas violenta, ahorra muchas vidas y sufrimientos.
Profesbamos el criterio de que no puede ser tolerable ejecutar a
los prisioneros de guerra, porque stos son seres cados o rendidos o
quienes se los debe tener compasin, pero no odiosidad.
Muchas veces en la campaa sentimos de cerca la desaprobacin y
hasta el enojo de nuestros compaeros de armas, los revolucionarios,
por nuestro afn de evitar las ejecuciones de prisioneros despus de
consumada la victoria. Ya refer cmo en Paredn, pudimos rescatar
prisioneros del cuadro de las ejecuciones y cmo nuestro amigo y
excompaero Lpez de Rivera, fue vctima de la saa y la crueldad.
192
Yo estimo que a la juventud mexicana en general y especialmente
a quienes por dedicarse a la carrera de las armas, se les dan a conocer
las leyes de la guerra, hay que inculcrseles ideas de lucha humanitaria
para que, si el destino los conduce, alguna vez, a defender los derechos
del pueblo con las armas en la mano, recuerden las doctrinas del
humanitarismo y refrenen su furor para con el vencido, comprendiendo
que, sobre todo en la guerra civil, se trata de compatriotas equivocados
cuyas vidas todava pueden serle tiles a la Patria.
Nosotros preconizamos desde entonces, y as lo pusimos siempre
prctica, que si la guerra es un mal inevitable, la crueldad es innecesaria
y degradante. Se debe ser benigno con los vencidos.
Fuimos nosotros a la guerra, eles a la tradicin de ese gigante
de la magnanimidad que se llam Nicols Bravo, y a semejanza de su
actitud, evitamos los sacricios victimarios, y consideramos el perdn
como un deber del hombre civilizado!
La guerra civil nos dej el amargo sabor de una cruel experiencia,
pero tenemos el orgullo de decir que de ella salimos, sin que nos
manchara el dinero ni nos salpicara la sangre de las vctimas inermes!
193
G
RAVE SITUACION.La situacin creada por la desobediencia
de la Divisin del Norte, a pesar de que sta haba cosechado un
gran triunfo para la revolucin, se hizo grave porque el seor Carranza
no quiso tratar el incidente con habilidad poltica, sino que tomndolo
con todo amor propia, a pesar de que se le dio parte de la batalla
reconociendo as su jefatura, su actitud fue de franca hostilidad.
La prensa carrancista en los Estados Unidos haca una terrible
campaa en contra de los elementos de la Divisin del Norte,
llamndoles traidores, y los agentes de Carranza gestionaban ante las
autoridades norteamericanos que se le impidiera a Villa recibir fuerte
pedido de armas y municiones que ya haba contratado. Orden
tambin que se detuviera en Tampico un cargamento de pertrechos
de guerra que llegaban para Villa, y prohibi que se le enviaran los
furgones de carbn que tanto le urgan.
Si hubiera contado con fuerzas sucientes, no habra vacilado en
atacar a la Divisin del Norte; pero sta inspiraba respeto y Villa tom
la prudente actitud de permanecer poco tiempo en Torren y luego
retirarse a Chihuahua, con la mayor parte de las fuerzas de la Divisin
del Norte, demostrando as, que su actitud no era agresiva.
LAS CONFERENCIAS DE TORREON.Entonces los generales
de la Divisin del Noreste, al mando del Genl. Pablo Gonzlez diri-
gieron a los de la Divisin del Norte una exhortacin fraternal a la
concordia, manifestando estar dispuestos a enviar una comisin para
que conferenciara con las personas que los de la Divisin del Norte
designaran.
CAPI TUL O I X
194
La idea fue desde luego, aceptada, y del 4 al 8 de julio, se celebraron
las conferencias de Torren, en las que la Divisin del Noreste estaba
representada por los generales Antonio I. Villarreal, Cesreo Castro y
Luis Caballero. A la Divisin del Norte la representaban el doctor Miguel
Silva, el ingeniero Manuel Bonilla y el general Jos Isabel Robles
En estas importantes conferencias y luego que los delegados
presentaron su representacin, la delegacin del Norte, haciendo ver
las causas de tan graves dicultades y la imperiosa necesidad de que la
revolucin fuese encauzada dando cumplimiento al plan de Guadalupe,
propuso claramente el restablecimiento de la Ley; el nombramiento de
autoridades provisionales en el orden poltico y judicial; la convocatoria
para elecciones y, por ltimo, la formacin de una convencin que
resolviera los diferentes problemas domsticos de la revolucin y
diera forma a los anhelos populares. Todo como un plan que debera
cumplirse al triunfo denitivo de la revolucin
Los acuerdos aprobados, despus de bastantes discusiones, por
los representantes de ambas divisiones, fueron los siguientes:
La Divisin del Norte reconoce como Primer Jefe del Ejrcito
Constitucionalista al seor don Venustiano Carranza, y solemnemente
le reitera su adhesin.
El seor general don Francisco Villa, continuar como jefe do la.
Divisin del Norte.
Las Divisiones del Ejrcito Constitucionalista, recibirn de la
primera Jefatura, todos los elementos que necesiten para la pronta y
buena marcha de los operaciones militares, dejando a la iniciativa de sus
respectivos jefes libertad de accin en el orden administrativo y militar
cuando las circunstancias as lo exijan; pero quedando obligados a dar
cuenta de sus actos con la debida oportunidad para su raticacin o
recticacin por parte de la primera Jefatura.
Otra clusula presentaba a la consideracin del Primer jefe una lista de
personajes de la Revolucin, para integrar la Junta Consultiva de Gobierno.
Al tomar posesin el C. Primer Jefe del Ejrcito Constitucionalista,
conforme al Plan de Guadalupe, del cargo de Presidente Interino de la
195
Repblica, convocar a una convencin que tendr por objeto discutir
y jar la fecha en que se veriquen las elecciones, el Programa de
Gobierno que debern poner en prctica los funcionarios que resulten
electos y los dems asuntos de inters nacional. La Convencin quedar
integrada por delegados del Ejrcito Constitucionalista, nombrados en
juntas de jefes militares, a razn de un delegado por cada mil hombres
de tropa. Cada delegado a la Convencin acreditar su carcter por
medio de una credencial que ser visada por el Jefe de la Divisin
respectiva.
En otra clusula se recomendaba la solucin del conicto en Sonora,
respetando la soberana del Estado y la persona del Gobernador electo
constitucionalmente.
En otra clusula ms, se consideraba como facultad exclusiva
del Primer Jefe, el nombramiento y remocin de empleados de la
administracin general.
La clusula final deca as: Siendo la actual contienda una
lucha de los desheredados contra los abusos de los poderosos y
comprendiendo que las causas de las desgracias que aigen al pas
emanan del pretorianismo, de la plutocracia y de lo clereca, las
Divisiones del Norte, y del Noreste, se comprometen solemnemente
a combatir hasta que desaparezca por completo el Ejrcito ex-Federal,
el que ser sustituido por el Ejrcito constitucionalista; a implantar en
nuestra Nacin el rgimen democrtico; a procurar el bienestar de los
obreros; a emancipar econmicamente a los campesinos haciendo
una distribucin equitativa de tierras o por otros medios que tiendan
a la resolucin del problema agrario, y a corregir, castigar y exigir las
debidas responsabilidades, a los miembros del Clero Catlico Romano
que material o intelectualmente hayan ayudado al usurpador Victoriano
Huerta.
El documento fechado en Torren, Coahuila, el 8 de julio de 1914
fue rmado por los seis representantes ya mencionados de las Divisiones
del Noreste y del Norte, y por los secretarios E. Meade Fierro y R.
Gonzlez Garza.
196
Hubo adems, en las conferencias de Torren, otros acuerdos
privados cuyo contenido se deducir por las respuestas negativas que
el seor Carranza los dio.
La respuesta de Carranza al protocolo de las conferencias
celebradas deca que aprobaba en lo general los acuerdos tomados,
y que respecto a la Convencin propuesta, el Primer Jefe, resolva que
cuando tomara posesin de la Presidencia interina de la Repblica,
convocara a una junta que se compondra de todos los generales con
mando de fuerza y de los Gobernadores de las Estados.
Como se ve, la Intencin democrtica de la representacin en la
Convencin, que se le haba propuesto, quedaba desvirtuada porque
generales y Gobernadores, como subordinados del Primer Jefe, no
haran ms que lo que ste quisiera.
Respecto a la clusula octava, que es la ltima de las que hemos
transcrito, manifestaba el Primer Jefe: que los asuntos emitidos en ella
son ajenos al incidente que motiv las conferencias. Es decir, que el
seor Carranza no les daba importancia.
Respecto a los acuerdos privados, Carranza se neg a designar a
la llamada Divisin del Norte como un Cuerpo de Ejrcito, a pesar de
que su efectivo lo justicaba, porque dicha Divisin est comprendida
en el cuerpo de Ejrcito del Noroeste, con lo cual se persista en
el absurdo administrativo, antimilitar y antipoltico, de subordinar
al general Villa a las rdenes del general Obregn. Por otra parte,
Carranza se negaba a conceder el ascenso a general de Divisin para
el general Villa, pesar de las resonantes victorias de ste y no obstante
que haba ascendido a Divisionarios a los generales Pablo Gonzlez
y Alvaro Obregn
Tambin se neg el seor Carraza a reponer en su cargo de
Subsecretario de Guerra, al general Felipe Angeles a pesar de que
se peda solamente como una reparacin, en la inteligencia de que
ngeles presentara, enseguida, su renuncia.
Finalmente, despus de todas estas negativas, el seor Carranza
manifestaba; acepto la satisfaccin amplia y cumplida que me dan con
197
motivo de los mensajes y notas del 14 de junio prximo anterior; de
manera que lo nico que verdaderamente satisfaca al seor Carranza,
era que se le presentaran excusas, pero sin que l pensara recticar sus
procedimientos errneos impolticos.
EL ESTADO MAYOR DE ANGELES. Hasta la batalla de Zacate-
cas, el general Angeles no haba tenido ms que ociales ayudantes
entre quienes nos contbamos Jos Hern Gonzlez (ahora con mando
de infantera), Gustavo Bazn (con mando de artillera) y yo; el Cap. Es-
pinosa de los Monteros y el Mayor Eduardo Angeles, hermano mayor
del general, quien se haba incorporado recientemente despus de
una azarosa odisea para unirse a la Revolucin y quien posteriormente,
alcanz el grado de coronel, en la Divisin del Norte, por especiales
mritos en campaa. Tambin se acababan de incorporar el Cap. Euge-
nio Aguilar, el joven Angel Caso y los ingenieros Julio Prieto y Enrique
del Valle Estaba cerca de nosotros el doctor Federico Wishman, ex-
tranjero que se port muy bien en la batalla de Zacatecas, recogiendo
valientemente a nuestros heridos del campo de batalla.
Ahora y por indicaciones del general Villa, el general Angeles
constituy su Estado Mayor, del que me design jefe (acababa yo de ser
ascendido a Tte. Coronel por mritos en campaa) integrndolo, a ms
de las personas mencionadas, con jvenes de honorable procedencia,
quienes despus habran de distinguirse por su lealtad y valenta,
tales como Alfonso y Rafael Iturbide (el primero muri heroicamente
en la batalla de Len), Fernando Liceaga, Manuel Icaza, Luis Espinosa
Casanova, Jos de Lara, Ramn Villanueva (a quien cariosamente
llambamos el zapatista) y los ociales zapatistas Francisco Cuervo
Martnez (profesor y poeta que compuso una oda a la batalla de
Zacatecas) y Alberto Quiroz, as como el doctor Quiroprctico Salvador
Anaya y Arrieta. Posteriormente ingresaron al Estado Mayor del general
Angeles varios Jefes ex-federales de los ms honorables como Manuel
Cabrera, Jos Romero, quien posteriormente me substituy en la
jefatura del Estado Mayor cuando fui enviado a la Convencin Nacional
Revolucionaria en representacin del General Angeles, general M. Luna,
198
Manuel Caldern, Carlos Arango, Ricardo Gutirrez, Fausto Villanueva
Antonio Espinosa, Doctor Cuarn, Eduardo Manrique de Lara, Agustn
Garza Faras, general Joaqun Mendoza Soto, y Roberto Morelos
Zaragoza, quienes desempearon importantes comisiones.
El general Angeles y su Estado Mayor tenan su cuartel general
(de la Brigada Angeles) a bordo de un carro de tercera sin asientos
llamado Zacatecas en el que de da se armaban mesas y sillas de
campaa y por la noche se tendan catres de campaa. Un pequeo
compartimiento era el gabinete del general. En un carro inmediato
haba cocina y comedor anexos y una despensa que provea a las
comidas, las cuales se hacan conjuntamente.
El general Villa acostumbraba dar a sus ociales, despus de
las acciones de guerra, valiosas graticaciones. Esta costumbre no
rez con los ociales del Estado Mayor del general Angeles, quienes
siempre estuvieron atenidos a su sueldo. Era el general sumamente
parco en halagos, alabanzas y ascensos; los ociales a sus rdenes
se acostumbraban pronto a un trato cordial, pero del que estaban
poscritas as la adulacin como las malas costumbres. El general
Angeles era hombre probo y exquisitamente aseado; siempre tomaba
su bao matinal; nunca su lenguaje fue obsceno, no fumaba, ni lleg a
embriagarse, lo cual no quiere decir que rehusara alguna vez gustar, en
la mesa, un buen trago de vino. Deca el general que el vicio de fumar
es el vicio del mono, porque se adquiere por pura imitacin, ya que los
primeros ensayos del fumador son de lo ms desagradable; y que el
vicio de la embriaguez arraigaba en personas de dbil voluntad.
Sabedor Villa de que la familia del general Angeles haba llegado a
Estados Unidos, dispuso que se le pasara una mensualidad para vivir; el
general Angeles, dando muestras de exquisita delicadeza, no volvi a rmar la
nmina ni a cobrar los haberes que le correspondan por su categora y mando.
Curioso es referir que en Chihuahua, Angeles invit especialmente, a
comer a Villa y ociales de su Estado Mayor, preparndole un banquete
rociado con los mejores caldos. Villa concurri pero, segn su costumbre
de exagerada desconanza con la comida, no prob bocado y cuando
199
Angeles le ofreci una copa de vino. Villa le dijo en tono de victoria. Ah
s me lo llevo, mi general; yo nunca pruebo una gota de vino!
En efecto, Villa no tomaba, ni tampoco fumaba, tena marcada
aversin por los borrachos. Su abstinencia como su temor habitual de
que lo envenenaran, era seguramente, producto de su vida azarosa y
llena de acechanzas.
Un seor a quien despus conoc en la Penitenciara de Leavenworth,
Kansas, E. U., apellidado del Valle, me reri que en una de las correras
de Villa por su pueblo, dio muerte a su padre por enemigo poltico y
que a l se lo llev prisionero, con amenazas de muerte, haciendo que
en cada lugar a donde Villa llegaba a comer, su prisionero probara la
comida y no tomndola hasta que vea que no lo daaba. Un da que
del Valle se rebel de que lo tratara como a un perro, hacindolo probar
lo que Villa sospechaba que pudiera estar envenenado, la indignacin
de Villa fue grande: de un sablazo que le hundi el crneo, lo dej por
muerto. El Sr. del Valle todava vive.
Recin llegados a Torren procedentes de Zacatecas, se nos
present disfrazado estrambticamente, el Sr. Octavio Serrano,
compaero que fue del Colegio Militar (le llambamos El Ronco)
y quien como Jefe de la Polica en Zacatecas, a la hora de la derrota
haba escapado de la matanza escondindose hbilmente primero y
despus viajando en los trucks de nuestros propios trenes. Serrano fue
acogido por nosotros, acompandonos hasta Chihuahua donde un
jefe militar averigu que haba sido peln, en Zacatecas y estuvo a
punto de fusilarlo. El general Angeles lo salv hablndole con energa
al Comandante Militar quien lo tena en capilla, y yo lo recog y conduje
hasta ciudad Jurez, ponindolo, a salvo, del lado americano. Serrano
se abri paso en el extranjero trabajando afanosamente y ahora es rico
hombre de negocios.
En Torren, al presentarme un da en el Cuartel de la Artillera, el
General Angeles me llam dicindome: Oiga, Cervantes; hgame favor
de escribir un ocio para el mayor Rubn Morales, manifestndole que
queda dado de baja por indigno de pertenecer a la Divisin del Norte; le
200
entrega Ud. el ocio y le dice que se marche inmediatamente. Aquella
orden me caus estupor porque yo senta amistad hacia Morales, era mi
conterrneo y yo lo haba tratado en el Colegio Militar, Le dije entonces
al General Angeles: Mi General, esa baja es terrible para un militar.
Entonces el general, apresurndose a contestarme antes de que yo
abogara por mi paisano, me dijo: Yo s por qu se lo digo, Cervantes;
haga Ud. el ocio como se lo indico. Me puse a la mquina, escrib el
ocio y luego que el General lo rm, se lo llev a Morales dicindole:
Oiga, paisa, qu ha pasado?; mire esto! Morales, intensamente
plido, ley aquella comunicacin y casi sin decirme nada, se march.
Supe despus, que Morales se incorpor con el Sr. Carranza y obtuvo
ascensos y buenas posiciones ociales.
Sin prejuzgar respecto de aquella baja, ella explica la saa con que
Morales ha atacado posteriormente la memoria del General Angeles, a
quien l pretende haber sido de quienes lo recomendaron con el seor
Madero, para Director del Colegio Militar.
LA PRIMERA JUNTA MILITAR.Como antes se dijo, el seor Ca-
rranza, decidi convocar una junta militar que debera reunirse en la
ciudad de Mxico, el 1o. de octubre, la cual sera integrada por los jefes
militares en servicio activo, y los Gobernadores de los Estados,jefes
militares tambin, o sus representantes personales.
Coincidiendo con la convocatoria a esta junta, y temindose, no sin
razn, que los jefes de la Divisin del Norte no estuvieran dispuestos
a concurrir a ella, el general Obregn, se dirigi a Chihuahua a efecto
de conferenciar con dichos jefes y arreglar, si era posible, todas las
desavenencias que existan entre stos y el seor Carranza.
Despus de varias conferencias, los generales Villa y Obregn,
contestaron al Primer Jefe, en nombre de las divisiones de su mando,
que la organizacin de la junta convocada no estaba de acuerdo con las
tendencias democrticas, puesto que los generales en servicio activo y
los gobernadores de los Estados, no eran los legtimos representantes de
los soldados revolucionarios, sino ms bien los subordinados del Primer
jefe. Llambanle a ste de nuevo la atencin sobre la urgente necesidad
201
de restablecer el orden constitucional, y le anunciaban que concurriran
a la junta citada, pero en la inteligencia de que en ella se tratara, de
preferencia, la raticacin de Presidente Provisional en favor del mismo
seor Carranza, de acuerdo con el Plan de Guadalupe, de la convocatoria
inmediata a elecciones, y de la reparticin de las tierras, asunto este ltimo
que se sometera posteriormente a la aprobacin del Congreso.
Antes de esto, y con fecha 9 de septiembre, los mismos generales
Obregn y Villa, haban dirigido al seor Carranza, un memorndum,
del que copiamos a continuacin algunos prrafos importantes a n
de que se vea cmo pensaban entonces dichos generales.
El movimiento revolucionario de 1910 contra la prolongada
dictadura del general Daz, y su resurgimiento en 1913 contra el
gobierno del general Huerta, por su carcter eminentemente vigoroso
y popular, sintetizan las justas aspiraciones de las clases oprimidas de
Mxico por restablecer un gobierno democrtico, que garantice su
mejoramiento econmico y el ejercicio real de sus derechos.
Otro rgimen que no sea la expresin de la voluntad popular, no
hara sino prolongar la lucha iniciada en 1910, sin otro lmite que la
realizacin de sus ideales o el completo aniquilamiento del pas.
Es necesario, pues, cegar para siempre ese manantial de sangre
que por tantos aos ha empapado nuestro suelo. Es necesario inltrar
las oscuras pupilas del indio y del mestizo, no ya con el incendio de las
armas, sino con los blancos destellos de la Ley. Es preciso iluminar en esas
almas donde el engao y la injusticia han creado tantas desconanzas y
tantos odios, la verdad y la f que encaucen y fortalezcan su voluntad.
La revolucin ha creado con el pueblo compromisos que debe
cumplir; ella ha grabado en sus banderas la palabra constitucionalismo,
y bajo esa ensea se han perdido muchos intereses y muchas vidas.
El pueblo mexicano ha comprado con su sangre el derecho de
ser gobernado con la Ley, a cuyo amparo slo puede existir la libertad
dentro del orden y la justicia sin la tirana.
Es preciso, pues, que antes que el soldado se haya limpiado
el polvo del camino y enjugado el sudor del combate, sea ya un
202
ciudadano. Es preciso que la Ley impere sobre los musers aun
calientes
Tan bellas expresiones, redactadas, segn parece, por el dignsimo
revolucionario y doctor don Miguel Silva,
1
qu lejos estaban por cierto
de ser comprendidas por el seor Carranza!.
***
Como se ve por las citas anteriores, las tres divisiones ms poderosas
del Ejrcito constitucionalista, expresaban por conducto de sus jefes,
un acuerdo perfecto de tendencias en el sentido de formar una
convencin que se encargara: de estudiar las reformas revolucionarias
para procurar su realizacin; de obligar al Primer Jefe a que deniera su
actitud aceptando la Presidencia provisional; y de formar el programa de
gobierno al que debera sujetarse el Presidente electo a n de restituir
cuanto antes al pas el rgimen legal.
La junta de jefes militares se reuni en Mxico en la fecha citada;
pero ni la Divisin del Norte, ni los gobiernos de Sonora y Sinaloa,
menos an los zapatistas, enviaron a ella sus representantes por los
motivos que vamos a referir.
Cuando la convocatoria del seor Carranza se recibi en Chihuahua,
se encontraba en esta ciudad el general Obregn, conferenciando,
como ya lo hemos dicho, con los jefes del Norte, a n de arreglar
sus diferencias con el Primer Jefe. Despus de varias juntas se lleg
al avenimiento deseado; pero, desgraciadamente, esto slo fue en
1 El distinguido doctor don Miguel Silva, revolucionario y liberal de grandes mritos, aban-
donado y pobre falleci en La Habana, era donde se haba refugiado vctima de las perse-
cuciones del seor Carranza. Estando ya grave de la enfermedad que lo llev al sepulcro, el
seor Mrquez Sterling solicit del seor Carranza que permitiera al ilustre expatriado ir a
morir a Mxico; pero esta solicitud fue contestada lacnicamente con la palabra imposible!
La prensa de la capital cubana le dedic al doctor Silva, con motivo de su fallecimiento,
hermosos artculos, llamndolo patriota incorruptible y sin mancha.
203
apariencia, pues lo desconanza y las pasiones entraron en juego, y
el propio general Obregn, a quien se acus de conspirar contra el
general Villa, sobornando a algunos de sus subordinados, estuvo a
punto de ser fusilado por ste a instigaciones de Urbina.
En estas circunstancias, se recibi la convocatoria para la junta de
Mxico, y los jefes del Norte, se reunieron para discutirla, acordando
despus de varias sesiones acaloradas, que concurriran a dicha junta a
cuyo efecto, fueron designados para marchar los primeros a la capital,
los generales Aguirre Benavides y Jos Isabel Robles, y el entonces
coronel R. Gonzlez Garza, llevando este ltimo la representacin
personal del general Villa.
Ese mismo da salieron de Chihuahua, acompaados del general
Obregn, en la inteligencia de que en seguida marcharan los dems
jefes pero el seor Carranza, suponiendo que Obregn estaba
preso y amagado y obrando precipitadamente, mand interrumpir
la va del Central entre Aguascalientes y Zacatecas, impidiendo a los
representantes del Norte que llegaran a la Capital.
Al tener conocimiento el general Villa de la hostil e injusticada
actitud del Primer jefe, orden que se detuviera el tren de los generales
Robles y sus compaeros, e hizo contramarchar a stos hasta Chihuahua,
reuni luego a todos los jefes de la Divisin del Norte, les consult lo
que deba hacerse, y se resolvi el rompimiento denitivo con el seor
Carranza, dadose, desde luego, orden de marcha a la mayor parte de
las fuerzas de que poda disponerse, rumbo al Sur.
Pasaron algunos das. Uno de stos, los generales Villa y Obregn,
que seguan tratando de arreglar aquella situacin, tuvieron un serio
altercado, durante el cual el primero propuso que salieran ambos de
Mxico, lo mismo que el seor Carranza, para cortar de raz los motivos de
las disidencias entre los revolucionarios. El general Obregn contest que,
por su parte, no tena inconveniente en abandonar el pas; pero que para
obrar denitivamente, necesitaba estar en Mxico. Fu entonces cuando
su vida corri mayor peligro, pues el doctor Dussart, quien se encontraba
en una habitacin prxima a aquella en que tena lugar la discusin, no
204
ces de instigar al general Villa, para que lo fusilara inmediatamente, lo
que pudo evitarse gracias a la oportuna intervencin de los generales Ral
Madero, Aguirre Benavides, Felipe Angeles y R. Gonzlez Garza.
Se dej al n en libertad al general Obregn para que regresara
a Mxico, y uno de sus salvadores, el Coronel R. Gonzlez Garza, no
queriendo abandonarlo en previsin de nuevos peligros para su vida,
decidi acompaarlo, y as lo hizo, hasta dejarlo en sus propios trenes,
en la estacin de La Colorada, entre Zacatecas y Torren, no sin haber
corrido l mismo graves peligros en el camino por negarse a entregarlo
a las fuerzas de Urbina, para que fuera fusilado.
Obregn se despidi, agradecido, de los generales Aguirre
Benavides y Robles, que se reunieron tambin a l en el camino, y del
coronel Gonzlez Garza, jurndoles que hara todo lo posible para
obligar al seor Carranza a que cambiara de actitud hacia la Divisin
del Norte; y ellos, a su vez le ofrecieron interponer toda su inuencia
para que no se rompieran las hostilidades hasta en tanto l les enviara
noticias de sus gestiones ante el Primer Jefe.
El general Obregn regres pocos das despus, acompaado
de los generales Hay, Iturbe, Garca Aragn y Saucedo, con objeto de
hablar con los jefes del Norte, en nombre de la junta de Mxico.
La conferencia tuvo lugar en Zacatecas, habiendo asistido a ella el
general Villa, (no as Obregn) y se acord que para que los jefes del
Norte pudieran concurrir a la junta, sta se trasladara a la ciudad de
Aguascalientes, cuyo Estado se conservara neutral.
Entre tanto el seor Carranza, se present en la Asamblea militar de
Mxico, y en un largo discurso, renunci ante ella la Primera Jefatura.
La Asamblea acept la renuncia del seor Carranza; pero el licenciado
Cabrera, abord inmediatamente la tribuna, pronunci un discurso
perfectamente meditado, e hizo que los jefes militares, all reunidos,
volvieran sobre sus pasos, aplazndose toda resolucin sobre el asunto,
hasta que la junta se trasladara a la ciudad de Aguascalientes.
205
La inauguracin solemne. Las primeras discusiones.Los
acuerdos tomados. La destitucin del seor Carranza.
El nombramiento de Presidente Provisional.La desercin
carrancista.
L
a primera junta formal de la Convencin Nacional Revolucionaria, se
efectu en Aguascalientes, el da 14 de octubre de 1914, despus de
que villistas y carrancistas, haban celebrado, en la mayor cordialidad,
varias juntas previas olvidando, al parecer, sus resentimientos pasados.
De esta primera junta formal slo mencionaremos un acuerdo
importante, relativo a que, siendo la faccin zapatista uno de los ncleos
revolucionarios de mayor signicacin, y considerndose indispensable
su concurso para que la Convencin estuviera debidamente integrada,
deba nombrarse una comisin, entre los mismos delegados, con
objeto de que se dirigiera a Cuernavaca y conferenciara con el general
Zapata y los dems jefes surianos, invitndolos para que enviaran sus
representantes a la Convencin.
Ello presentaba serias dicultades, siendo la mayor de todas, el que la
fraccin zapatista mantenase an en actitud hostil al constitucionalismo, en
virtud de haber fracasado los esfuerzos del seor Carranza, para someterla.
No obstante, se nombr la comisin, presidida por el general Angeles,
1

1 Formaban parte de esta delegacin los generales Rafael Buelna y Calixto Contreras, yo iba
como ayudante del general Angeles. Los zapatistas nos agasajaron. En un banquete, por
boda que se celebraba, me v obligado, para no signicar desaire, a comer un mole negro
que quemaba como lumbre y a beber cataln. El resultado fue una intoxicacin mortal de
la que me salv, no sin quedar enfermo, largo tiempo, del intestino.
CAPI TUL O X
II
LA CONVENCION DE AGUASCALIENTES
206
y sta cumpli satisfactoriamente su cometido, regresando, pocos das
despus, con la delegacin suriana.
Ya antes anticipamos, y el general Angeles lo reere en su artculo
sobre Genovevo de la O., cmo, a pesar de haber sido el general
Angeles su adversario en la campaa de Morelos, Zapata y el mismo
general Genovevo de la O., lo recibieron cordialmente, logrndose
que, por el buen xito de esa embajada, la Convencin Nacional
Revolucionaria, quedara integrada con representantes de todas las
facciones levantadas en armas; 180 generales o sus representantes, de
los que 27 formaban la delegacin zapatista.
Nota.A nuestro paso por Mxico rumbo a Cuernavaca, los
generales Lucio Blanco, Rafael Buelna y Angeles, con sus ociales,
visitaron a los compaeros revolucionarios a quienes Carranza tena
en la penitenciara, presos. Eran estos, el Ing. Manuel Bonilla, el Lic.
Jos Ortiz Rodrguez, Martn Luis Guzmn, Enrique Llorente, Carlos
Domnguez, Luis Zamora Plowes, Luis G. Malvaez y Abel Serratos. En
el tren especial que conducira al Genl. Angeles y dems miembros
de la Comisin, rumbo a Aguascalientes, hall asilo el Sr. Lic. Jos
Vasconcelos, quien hua de las persecuciones carrancistas.
***
Se consider totalmente integrada la Convencin, y en seguida fu
solemnemente inaugurada, declarndose SOBERANA.
Explicaremos en breves palabras el motivo de haberse declarado
SOBERANA la Convencin.
Desde las primeras conferencias privadas, que los delegados
celebraron en Aguascalientes, conferencias que tenan por objeto
precisar el programa de los trabajos que habra de llevar a efecto la
Convencin, acordaron que, en virtud de ser una de las nalidades de
esta, la unicacin revolucionaria, empezando por el acercamiento de
las facciones carrancista y villista, que hasta entonces haban estado
divididas, se haca indispensable separar de sus puestos tanto al
207
seor Carranza como al general Villa, cuyas personalidades tenan en
constante escisin a sus respectivos partidarios y eran la causa eciente
de todas sus desavenencias
Dicha separacin era, sin embargo, irrealizable, mientras la
Convencin no pasar de ser una junta de jefes militares, que,
aunque ms numerosa que la de Mxico, por encontrarse ya en
ella los delegados del Norte, careca de autoridad, desde el punto
de vista legal, para imponer sus decisiones tanto al seor Carranza,
como al general Villa, quienes, llegado el caso, podran hacer valer su
representacin jerrquica.
Discutiose el punto, y juzgndose que la asamblea necesitaba
constituir, como entidad, una autoridad suprema, se acord declararla
SOBERANA, a n de que decisiones y acuerdos tuvieran mayor fuerza
moral y autoridad ms efectiva; sobre todo en el caso especial de la
separacin del seor Carranza y del general Villa.
La soberana de la Convencin no tuvo, pues, el objeto de dar a sta
un poder absoluto o ilimitado, como lo arman algunos historiadores
reaccionarios; ni tampoco el de convertirla en congreso constituyente,
a semejanza del que posteriormente form, con carrancistas
exclusivamente, el seor Carranza.
Que el seor Carranza reconoci esta soberana, lo prueba el hecho
de que al comunicarle telegrcamente la inauguracin solemne de la
CONVENCION SOBERANA, mand izar el Pabelln Nacional en todos
los edicios pblicos de la capital, dando al acontecimiento un carcter
de esta nacional. Adems, desde que la Convencin fu inaugurada,
ningn asunto de importancia resolvi por s slo el seor Carranza, como
sucedi en lo referente a la desocupacin de Veracruz por las tropas
americanas, caso que consult a la Asamblea antes de tratarlo.
***
La inauguracin de la Convencin Soberana se veric en medio
de un entusiasmo indescriptible. Crease de buena f que aquel acto
208
histrico y solemne, iba a ser el eplogo de la ms justa, aunque tambin
la ms sangrienta de las revoluciones que han enturbiado el cielo de la
Patria. En aquel instante todos los corazones latan regocijadamente,
todas las manos aplaudan, todos los pechos entonaban el Himno Patrio,
y de todas las bocas salan bellas palabras de amor y de concordia
Los seores delegados abordaron la tribuna y pronunciaron
elocuentes discursos, en los cuales campearon las ideas y sentimientos
ms elevados, siendo particularmente buenos por su magnfica
estructura, los de los generales Antonio I. Villarreal, y Roque Gonzlez
Garza; por ms que el del primero se inspir en un socialismo radical
e intransigente, y el del segundo, en una prudente moderacin, llena
de conceptuosos razonamientos sobre la misin reconstructora de la
Revolucin triunfante.
Habl tambin el general Obregn, empezando por decir que l no
traicionaba a nadie, aunque al llegar a la Convencin era un cadver
moral, porque, cuando estaba en Chihuahua, se deca en Mxico:
Obregn traiciona a Carranza, y, cuando estaba en Mxico, decan en
Chihuahua: Obregn traiciona a Villa. Continu disertando sobre la
delidad hasta despus de la muerte, comparndola con la del perro
de un soldado suyo, que muri junto a la tumba de ste; y termin su
discurso con estas signicativas palabras: Hay que ser los perros de
la Convencin, seores delegados! y luego: Creo que si acaeciera
una catstrofe que destruyera nuestra Asamblea, UN DELEGADO
QUE QUEDARA VIVO TENDRIA DERECHO A LEVANTAR EL PENDON
CONVENCIONISTA EN CUALQUIER RINCON DE LA REPUBLICA
Esta catstrofe la produjeron l y sus amigos, ms tarde y se retiraron
no a uno sino a varios rincones de la Repblica, ms no para levantar y
defender el pendn convencionista, sino para combatirlo, encendiendo
de nuevo la guerra fratricida.
Viene a propsito recordar otro de los detalles inaugurales de la
Convencin en Aguascalientes.
Alimentando los generales Obregn y Hay, cada uno por su parte,
la esperanza de llegar a la Presidencia de la Repblica, mediante
209
el apoyo de los delegados carrancistas, y no conformes para sus
propsitos ulteriores, con el juramento que iban a prestar los delegados
de cumplir y hacer cumplir los acuerdos de la Asamblea, idearon
obligarlos a que, adems, inscribieran sus nombres sobre el sagrado
lienzo tricolor, que haba sido adoptado, a iniciativa de los mismos
generales, como Estandarte de la Convencin. As lo hicieron todos
los delegados, inclusive los generales Obregn y Hay, quienes sin
embargo, das despus, al ver fallidas sus esperanzas presidenciales,
iniciaron la desercin
El primer asunto de que trat la Convencin, al quedar formalmente
instalada, fue la desocupacin de Veracruz por las tropas americanas.
El Gobierno de Washington haba dado a entender que esta
desocupacin se llevara a efecto tan pronto como fuera un hecho la
pacicacin del pas, mediante el acercamiento de todas las facciones
revolucionarias; acercamiento que, prcticamente, se haba logrado
ya al quedar representados en el seno de la Asamblea los diferentes
grupos militares de la Revolucin.
La Asamblea se propona, pues, tratar el asunto por las vas
diplomticas, segura de obtener por este camino la desocupacin
referida; pero, en todo caso, resuelta estaba tambin a no cometer la
indignidad que ya haba cometido antes el general Huerta, aceptando
tcitamente la violacin del territorio nacional, sin tener un gesto de
altivez y de patriotismo
Celebrronse varias sesiones secretas, y en ellas se acord dar
instrucciones al seor Carranza, para que se dirigiera inmediatamente al
Gobierno de Washington e iniciara con l las negociaciones respectivas,
sujetando stas, se entiende, a la aprobacin de la Asamblea.
Como se esperaba, el Gobierno de Washington cumpli su
ofrecimiento; pocos das despus las tropas americanas salan de
Veracruz, y la Convencin Nacional Revolucionaria escriba este hecho
que tanto le honra, en la primera pgina de su historia.
Continuaron las sesiones de la Asamblea, y en ellas, las discusiones
acaloradas y violentas sobre la urgencia de separar de sus puestos al
210
seor Carranza y al general Villa, los dos grandes obstculos con que,
decase, tropezaba la Convencin para que sus buenos propsitos
pudieran realizarse. Se resolvi al n separarlos, y en seguida se los
comunic el acuerdo, dndoseles un voto de gracias por los importantes
servicios que haban prestado a la causa revolucionaria. Al seor
Carranza se le conri, adems, el grado de general de divisin.
Separado el seor Carranza, se nombr Presidente Provisional al
general Eulalio Gutirrez, por un trmino provisorio, dndosele al Primer
jefe un plazo de pocos das para que le hiciera entrega de su puesto.*
Fechado en Aguascalientes el 6 de noviembre de 1914, fue
publicado el siguiente Maniesto a la Nacin, rmado por 180
representantes de la Revolucin.
MEXICANOS:
La convencin del 10 de Octubre, se ha reunido con el objeto de
unicar el criterio revolucionario para determinar las bases y orientacin
del nuevo Gobierno de la Repblica, inspiradas en la opinin de la
mayora de los ciudadanos armados, para que ese gobierno realice los
ideales de la revolucin y las instituciones democrticas, pues de este
modo cumplimos con el compromiso solemne contrado con la Nacin;
de substituir a la tirana por un gobierno que satisfaga las necesidades
pblicas actuales. Y esa misma Convencin se ha declarado Soberana,
para hacer efectivas y obligatorias sus resoluciones para todos los
Jefes del Ejrcito, evitndose de esa manera la dictadura que podra
resultar de permitir, a cualquiera de ellos, que tratara de imponer
aisladamente su voluntad y su opinin al resto de los ciudadanos de
la Repblica.Somos el Poder Supremo Nacional porque hemos sido
el Supremo Poder de la Revolucin. Nuestro movimiento armado no
triunf de la reaccin debido al esfuerzo de uno solo de sus jefes,
sino en virtud del concurso que hemos prestado todos para ello.Y
del mismo modo que obedecimos a una sola idea y estuvimos
animados de una sola aspiracin de redencin y de progreso para
211
lanzarnos contra la dictadura, de esa misma manera e impulsados
por los mismos sentimientos nos hemos reunido en esta Convencin,
ya no para derrocar y para destruir, sino para organizar y construir el
nuevo gobierno Republicano en el cual se han de sintetizar todos
nuestros ideales y todas nuestras tendencias.Esta Convencin es
Soberana, porque en ella est sintetizada la fuerza y el pensamiento
de la revolucin.Para nosotros, deben concluir los tiranos, y para
la Convencin es una necesidad primordial hacer efectiva la paz en
la Repblica.Constitudos as en Asamblea, para ser escuchados
y en Poder Supremo de la Nacin para ser obedecidos, podremos
acabar para siempre con las ambiciones individuales de Poder,
con las intrigas de Gabinete y con la inmoral y antipatritica labor
de incondicionalismo.La Repblica entera ha cifrado todas sus
esperanzas de mejoramiento social y poltico en esta Convencin,
y para satisfacer sus anhelos, debemos hacer respetar nuestras
resoluciones, no precisamente porque contamos con la fuerza de las
armas para ello, sino porque nos apoya la inquebrantable fuerza de la
opinin pblica.Se ha pretendido relegarnos a un papel secundario
con el pretexto de que somos o debemos ser la representacin genuina
de un hombre; siendo as que constitumos la base democrtica del
futuro Gobierno, en nuestro carcter de Asamblea preconstituyente.
Conscientes pues del papel histrico que desempeamos en este
instante, y asumiendo la responsabilidad de la suerte de la Repblica,
hemos elegido al Presidente Provisional de ella, y declaramos que
estamos resueltos a sostenerlo, a pesar de todos los obstculos, contra
todas las rebeldas y sobre todas las ambiciones de aquellos que
inspirados slo en intereses mezquinos no se resuelven a colaborar
en la nueva organizacin del Gobierno Nacional emanado de la
Revolucin.MEXICANOS: La primera Asamblea preconstituyente,
emanada del movimiento revolucionario que derroc a las dictaduras
que acaban de pasar, os demanda vuestra colaboracin unnime en
la cual estn vinculados los destinos nacionales, y debis estar ciertos
de que al proceder as, habris merecido el bien de la Patria.
212
Das despus, la Convencin recibi una respuesta del seor
Carranza, llena de evasivas y condiciones para entregar la Primera
Jefatura, respuesta que dio motivo a que el general Gutirrez iniciara
con l una serie de plticas amistosas, por telgrafo, tratando de
convencerlo a que se sometiera, sin condiciones de ningn gnero,
a lo dispuesto por la Convencin Soberana
2
, ya que sta, en perfecto
derecho, haba acordado separarlo de su puesto. El general Gutirrez,
insisti tambin, en sus plticas con el seor Carranza, en las fatales
consecuencias que para el pas podra tener su actitud rebelde, y
lo excit repetidas veces a que honrada y paccamente, le hiciera
entrega de la Primera Jefatura, nica manera de evitar que se siguiera
derramando la sangre mexicana, en una lucha cuya responsabilidad
sera toda de quien la provocaba, oponindose a la voluntad de los
revolucionarios.
Patritica y leal, pero tambin intil, fu la amistosa tentativa
del general Gutirrez, para convencer al seor Carranza; ste se
mantuvo intransigente, y acab por llamar a los generales que le eran
personalmente adictos, obligndolos a desautorizar a sus representantes
y a desconocer, nalmente, a la Convencin. Es fama que a los generales
que se presentaban a rendirle sumisin despus de que haban votado
su destitucin los premiaba con $ 10.000 Corrupcin que el general
Obregn haba de perfeccionar ms tarde con sus famosos caonazos
de $ 50.000, a los cuales, deca, no haba general que resistiera!
El general Villa, en cambio, contest sometindose a lo dispuesto
por la Asamblea y ofreciendo entregar el mando de sus fuerzas a quien
se le ordenara; ofrecimiento que cumpli en efecto, tres o cuatro das,
despus, entregando la Divisin del Norte al general Gutirrez.
Cuando la actitud del seor Carranza y su negativa para entregar
la Primera Jefatura, fueron conocidas por la Asamblea, sta vi
amenazada su integridad con la probable desercin de los delegados
netamente carrancistas; y, con tal motivo, tom el acuerdo de que para
2 Esta respuesta di lugar tambin, a que varios delegados carrancistas solicitaron la recon-
sideracin del acuerdo, dando como esto una prueba de su poco valor civil.
213
las sesiones futuras, el qurum estara formado por la mitad ms uno
de los delegados que permanecieran feles.
Antes de sto se haban nombrado ya diferente comisiones una de
las cuales fu la de Programa, que tena a su cargo estudiar y presentar
a la Convencin las reformas revolucionarias que deberan implantarse,
a n de que fueran discutidas y aprobadas.
Por ltimo, agotadas las gestiones paccas del Presidente Gutirrez,
para someter al seor Carranza, el ex-Primer Jefe y sus partidarios,
fueron declarados formalmente rebeldes a la Convencin dando sta
amplias facultades al general Gutirrez para que iniciara contra ellos
operaciones militares.
El general Gutirrez, a su vez, despus de haber recibido como ya
lo hemos dicho, las fuerzas del general Villa, devolvi a ste el mando,
y lo nombr, adems, Jefe de las Operaciones, ordenndole que
marchara en seguida rumbo a la capital de Mxico; lo que el general
Villa hizo sin tropiezo alguno, pues los carrancistas le dejaban libre el
paso, retirndose a diversas partes del pas, y principalmente a Veracruz,
con el seor Carranza.
Al mismo tiempo, la esperada desercin de los delegados
carrancistas dio principio, y en vergonzosa caravana, algunos de
ellos abandonaron su honroso puesto en la Convencin se fueron
ocultamente a Mxico a reunirse con su jefe.
COMENTARIO Y CONSIDERACIONES
Al llegar a este punto de nuestro histrico relato no queremos dejar
inadvertidas algunas consideraciones.
Es indudable que a pesar de haberse convertido nuevamente al
carrancismo algunos de los ms connotados convencionistas, tenan
del Primer Jefe un psimo concepto. Ello se puede colegir de los
documentos que hemos sealado; de los discursos que pronunciaron en
214
la Asamblea y de las resoluciones que apoyaron en ella con su voto, tales
como la separacin misma del seor Carranza. Pero, si sto no fuera
bastante a demostrarlo, supimos que varios de los ms connotados
carrancistas, se reunieron en Mxico antes de la inauguracin de la
Asamblea, y pactaron la destitucin del seor Carranza. Slo el llamado
general Bringas, quien posteriormente fu fusilado y que formaba parte
de aquella junta, se neg a rmar el pacto, siendo obligado a ello por
los dems conjurados, revlver en mano.
Deben, pues, estos seores, haber vacilado mucho antes de unirse
otra vez al seor Carranza, a quien no los llevaban de seguro ni la
adhesin, ni la estimacin, sino la ambicin y el clculo.
Lo ms probable es, tambin, que ante la disyuntiva de acogerse
al seor Carranza o subordinarse al general Villa, a quien tanto teman,
hayan optado por lo primero y acaso sta, entre otras razones, haya
hecho que el carrancismo sacara fuerza cohesiva de su propia debilidad.
De otra manera, la gura poltica del Seor Carranza, que tantos errores
cometiera, se habra desvanecido para siempre porque, careca de
popularidad y, como veremos en seguida, era muy fuerte la Divisin
del Norte que hizo una marcha triunfal hasta la capital de la Repblica,
donde desl con sus grandes contingentes debidamente armados y
disciplinados.
Acontecimientos que brevemente explicaremos, impidieron que
la retirada precipitada de Carranza y sus huestes, se convirtiera en un
desastre, porque es indudable que la Divisin del Norte, habra llegado
victoriosa hasta Veracruz. Pero a Carranza le sirvieron su tenacidad y
los errores de Villa. Lo que pareca un fracaso, porque era el fracaso
poltico de una incipiente dictadura y el fracaso militar de un dictador,
se convirti, poco a poco, en el triunfo del Primer Jefe, por obra de
militares que abandonaron la Convencin a pesar de solemne juramento
y entre quienes se destac el general Obregn.
Intil es juzgar a quienes, en la Convencin Nacional Revolucionaria,
destituyeron a Carranza, para despus rendirle parias. Carranza conrm
su poder por la aquiescencia provisional de sus jefes militares, no como
215
Presidente Provisional en obediencia al Plan de Guadalupe, sino como
Primer Jefe Encargado del Poder Ejecutivo.
El inventado perodo pre-constitucional, le permiti consolidarse
en el poder y aunque el principio de NO REELECCION como el de
SUFRAGIO EFECTIVO, quedaron defraudados, Carranza fu reelecto
Presidente Constitucional; actitud poltica histrica por dems elocuente
para justicar que los convencionalistas tenan razn para oponerse, en
tiempo oportuno, a las ambiciones de poder del seor Carranza.
Obregn, como caudillo militar del carrancismo, haba de ser
con el tiempo quien ms justicara el desconocimiento de Carranza,
cuando a los militares revolucionarios slo los ligaba con el Primer Jefe
un acuerdo tcito de lucha pero no una obligacin legal ni moral de
apoyo poltico personal.
NOTA.Siendo Obregn Presidente en 1920, lo entrevistaban
con frecuencia los periodistas, el seor Rodolfo Toquero, entre ellos,
quien fu miembro de la Convencin Nacional Revolucionaria. En
una ocasin que al general Obregn le dijeron que Toquero haba
sido convencionista, quizs con la malvola intencin de malquistarlo,
Obregn se puso rojo y dirigindose a Toquero le expres que antes lo
estimaba; pero que ahora, al saber que haba sido convencionista,
lo estimaba ms, todava, porque los convencionistas haban tenido
la razn. Este reconocimiento de Obregn, fu tambin expresado a
los licenciados Rodrigo Gmez y Antonio Daz Soto y Gama en ocasin
del Congreso agrarista de ese ao.
El Plan de Agua Prieta, desconoci al Presidente Carranza, porque
despus de largos aos de disfrutar el poder, pretenda perpetuarse
en un testaferro impopular e inocuo. Ese Plan y quienes lo siguieron,
confirmaron pues, ante la historia la razn convencionalista del
desconocimiento de Carranza; con la diferencia de que Obregn
y los suyos, desconocieron a quien ellos mismos apoyaron para la
Presidencia, en pleno perodo constitucional.
Si al triunfo de la revolucin armada, esto es, cuando Victoriano Huerta
y su ejrcito fueron vencidos, se hubiese restablecido la Constitucin,
216
se le hubiesen hecho reformas que la revolucin peda (vanse los
Programas de Reformas Poltico-sociales de la Convencin Nacional
Revolucionaria), y si concomitantemente a la Presidencia provisional
que el seor Carranza debi asumir, se hubieran hecho elecciones en
que como lo pedan los de la Divisin del Norte, no hubiese candidatos
militares, la familia revolucionaria no se habra dividido, no se habra
derramado tanta sangre mexicana, ni habra tardado tanto tiempo el
encausamiento de las reivindicaciones populares, porque la Revolucin,
cimentada en principios democrticos, no habra sido subvertida ni se
habra corrompido con el personalismo, ni con el incondicionalismo
que es el fango de abyeccin poltica.
La vuelta inmediata al orden constitucional y el respeto a las formas
legales, con todo y las deciencias de nuestro medio social, habran
sido la ms honrosa justicacin de los constitucionalistas y la iniciacin
de un sistema de gobierno civilista que no por legtimo, sera menos
revolucionario.
La Revolucin se habra encausado por el sendero de la Ley y de
la honestidad, dignicndose.
217
L
A MARCHA SOBRE MEXICO.La Divisin del Norte, reuni sus
mejores contingentes y emprendi su marcha en numerosos trenes
militares. Las tropas del Gral. P. Gonzlez a las rdenes del general
Elizondo sufrieron completa derrota en S. Francisco del Rincn no
volviendo a ofrecer resistencia; salvo ligeros tiroteos, se puede armar que
no hubo resistencia en el largo recorrido hasta la capital de la Repblica.
Donde quiera las guarniciones carrancistas huan precipitadamente y la
marcha de los trenes era cada vez ms acelerada.
El general Villa con al general Angeles el mando de la vanguardia
y ste militar, dndose cuenta del estado de nimo del adversario,
ordenaba que el movimiento de los trenes no se detuviera hasta
encontrar serio obstculo, el cual ya no exista.
Cuando nos aproximbamos a la capital, las fuerzas zapatistas,
aliadas nuestras, la haban ocupado paccamente y poco despus
la Divisin del Norte lleg para acantonarse en los alrededores de la
hacienda de los Morales, con sus trenes.
En la marcha haca la capital y al llegar el tren de vanguardia cerca
del cruzamiento de las lneas frreas del Central y el Nacional, en la Y
griega, adelante de Quertaro, ocurri un incidente que creo oportuno
referir por la conexin que tiene con la personalidad del general
Angeles. Advirtiendo que, contra sus rdenes expresas, nuestro tren se
detena ms del tiempo prudente, el general Angeles me encomend
que fuese a inquirir la causa y a reiterar la orden de que no se detuviera
la marcha. Ya en Quertaro haba ocurrido una seria dicultad porque
aprehendieron al coronel Gonzalitos, por tratar de impedir abusos de
CAPI TUL O XI
218
las tropas, imponiendo el orden como Jefe de da. Me dirig hacia la
locomotora de nuestro tren y fui informado de que el general Urbina
haba ordenado que su tren se cruzara, bloqueando ambas vas, porque
ya no quera que otro tren pasara adelante del suyo. Pareca que
Urbina estaba celoso de que Angeles comandara la vanguardia. Acud
en busca del general Urbina y, ociales de su Estado Mayor, quienes
estaban al lado de su tren, me recibieron de muy mal modo y me dijeron
que no poda ver a su general, pero que l haba ordenado el alto.
Comprendiendo que esto iba a originar un conicto, quizs un
altercado que poda asumir graves proporciones, fui a dar parte al
general Angeles, y como ste me dijera: vamos a ver al general
Urbina, yo llam a varios ociales del Estado Mayor y los previne que
tuvieran prestas sus armas.
El general Angeles lleg al Tren de Urbina, y ya ste esperaba
rodeado de sus ociales. Y cuando yo pensaba que habra reclamos,
reproches y disputa, tuve una gran leccin de las que el maestro, saba
dar: Salud cortsmente a Urbina, le dio la mano y le platic, afable
y sencillamente, de cosas ajenas al asunto que nos llevaba. Urbina,
nervioso y desconcertado, inici pltica sobre cmo seguira la marcha
de los trenes, y entonces Angeles, con la mayor naturalidad, como sobre
algo que no tena importancia, le contest: Hombre, s general; por
cul de las dos vas quisiera Ud. seguir?. Urbina pareci pensarlo y
como un nio, contest Por la del Mexicano. Muy bien, general,
agreg Angeles: as seguiremos paralelamente y ocupando, a la misma
altura, un frente mayor. Y, acto seguido, se dieron las rdenes. De este
modo aquel hombre inteligente y ecunime, se impuso, discretamente,
sobre la desconanza y la envidia del general Urbina.
Resulta oportuno referir que, comentando la aparente indiferencia
con que el general Angeles reciba hasta las noticias ms alarmantes
o desagradables, usando de una ruda franqueza, que me permita
la estimacin con que aquel jefe y maestro me distinguiera, le dije
alguna vez, en un rapto de excitacin: Pero, oiga, mi general; si
parece que Ud. no tiene nervios! Nada le conmueve!. Entonces
219
l, con esa mirada apacible, que haca afable el prpado izquierdo
ms cado que el derecho, y la voz mesurada, me contest: Que
mal me conoce Ud., Cervantes! Yo soy muy nervioso, pero procuro
dominarme derivando mi nerviosidad en alguna actividad fsica. Me
sent cohibido al reconocer mi psimo espritu de observacin y, desde
aquel da, insist en observar al jefe y al amigo, con quien conviva en la
campaa militar. Nunca descubr que se exaltara por la indignacin o la
sorpresa; las ms fuertes impresiones que a m me irritaban, enardecan
o alarmaban, en l no aparecan; se paseaba silenciosamente y peda
que le ensillaran un caballo; yo lo acompaaba con uno o dos ociales;
galopaba rtmicamente sobre alguno de sus excelentes caballos y a los
pocos minutos entablaba conversacin, como si nada desagradable
hubiese acontecido. Era completo el dominio de su temperamento
nervioso; era un maestro de la ecuanimidad!
PREPARATIVOS. LA PROSECUSION DE LA CAMPAA.Las nume-
rosas tropas de la Divisin del Norte se haban detenido en los escapes
de la va frrea entre Tacuba y la hacienda de los Morales. El desle
triunfal de dichas tropas era retardado porque se quera adiestrarlas
bien para la prxima campaa y para que el desle fuese gallardo.
A ms de la artillera, el general Villa, haba conado a Angeles la
organizacin de la infantera la cual fu puesta al cuidado directo del
coronel Jos Hern Gonzlez Gonzalitos, el joven militar, diligente,
apto y pundonoroso a quien Villa, en un gesto de estimacin y cario,
desusados en l, ascendi en Torren, despus de la batalla, de mayor
a coronel, conndole el mando de un batalln de infantera. Imbuido
en la moderna tcnica militar y de acuerdo con las instrucciones de
Angeles, Gonzalitos organizaba dicha infantera por el sistema tercia-
rio y la preparaba para deslar con tanta marcialidad, como la de las
mejores del Ejrcito.
Conversando en el carro de nuestro cuartel general con los ociales,
del Estado Mayor y frotndome las manos, deca yo a mis compaeros:
Muchachos!, qu paseadas nos vamos a dar en Mxico!. El
general Angeles, escuchaba y replicndome, dijo:Nada de so; si el
220
general Villa hace caso de mi consejo, marcharemos, inmediatamente,
sobre Veracruz.La atingencia de esta opinin del general Angeles,
se comprender si referimos que en la histrica entrevista que el 3 de
octubre de 1914 tuvieron en Xochimilco, Villa y Zapata, al da siguiente
del desle, al tratarse afablemente, se dieron un fuerte abrazo con la
sincera expresin de aliados en una misma causa revolucionaria; pero
Villa y Zapata, eran igualmente desconados y a la hora de los convenios,
respecto a cmo iban a desarrollar su accin, Zapata pidi a Villa que la
campaa se dividiera en dos grandes zonas de Operaciones: Villa, de
Mxico haca el Norte de la Repblica y Zapata, de Mxico al Sur. La
peticin del general Zapata obedeca, indudablemente, al propsito
de que Villa no interviniera en territorio dominado por el Zapatismo
y a que se evitara que el uno tuviera que subordinarse al otro en el
desarrollo de las operaciones militares. Haba cierto orgullo, egosmo
y desconanza por las cuales el caudillo del Sur pretenda mantener
su independencia de accin y su prestigio personal; para lo cual slo
peda auxilios en parque del aliado Jefe de la Divisin del Norte, quien,
desde luego, le ofreci un milln de cartuchos. En aquellos momentos
de cordialidad, cuando con el abrazo de Xochimilco se pactaba la
alianza formal de las dos numerosas facciones revolucionarias, Villa
comprendi que una negativa a lo que Zapata quera, signicara, no
solamente una nota discordante, sino un principio de desavenencia y
recelo; su pensamiento malicioso debe de haber medido, sin embargo,
la incapacidad militar de Zapata para oponerse con buen xito al
carrancismo y por su imaginacin debe de haber cruzado el recuerdo
de la atinada iniciativa del general Angeles que propona continuar,
inmediatamente, la marcha de las fuerzas de la Divisin del Norte sobre
Veracruz. La peticin de Zapata paralizaba este intento, puesto que
Puebla era considerada en la zona Zapatista, ocupada por las tropas
del Jefe Suriano.
Acept Villa el convenio, pero en su interior debe de haber alentado
la idea de que accediendo, dara oportunidad para que las fuerzas
zapatistas exhibieran su ineptitud para contener a las fuerzas carrancistas,
221
y entonces l, Villa, Vendra a arreglar las cosas, demostrando, con su
fuerza arrolladora, que l era el verdadero caudillo militar.
Ese pensamiento y ese pacto, fueron el ms grave error en la alianza
de las dos facciones revolucionarias y se puede asegurar que esa falta
militar, no persiguiendo, hasta desbaratarlo, al enemigo que se retiraba
reconcentrndose en Veracruz, fu una de las causas ms importantes
de la derrota de la Convencin Nacional Revolucionaria la que, en
principio, tena la bandera de la Revolucin y cuyo impersonalismo se
hizo patente, por los de la Divisin del Norte, al sostener que ningn
militar deba gurar como candidato a la Presidencia de la Repblica.
Si Villa, de acuerdo con aquella opinin tcnica-militar de Angeles,
hubiera ordenado que la Divisin del Norte marchara, incontinente,
sobre Veracruz, la Convencin habra consumado el triunfo, porque
habra impedido que con los numerosos elementos del Ejrcito Ex-
Federal que Obregn se llev de la capital y con el largo tiempo que
dispuso, se organizaran empeosamente los elementos que despus
vinieron a ocupar la capital y marcharon al Bajo a librar las sonadas
batallas en que Villa, por su apresuramiento e intemperancia, y contra
la opinin de Angeles, combati en Celaya y Len.
Para completar este concepto general de las causas de la derrota
de la Convencin, adelantar esta explicacin:
Estando en Mxico el Gobierno Provisional de la Convencin y
sesionando sta entre alarmas y discusiones, pues acababa de huir
el Presidente Provisional Genl. Eulalio Gutirrez, propuse en el seno
de dicha Convencin, en sesin del 18 de enero de 1915, que las
contadas fuerzas de la Divisin del Norte, que an quedaban en la
capital no se fueran sino, antes bien, se pidieran a Villa refuerzos con
que sostener la situacin. A esto objet el licenciado y representante
del Genl. Zapata, Antonio Daz Soto y Gama, declarando:El Ejrcito
del Sur se compromete a defender a Mxico, tanto del lado de Puebla,
como del lado de Pachuca. El resultado de esta defensa, en la que
participamos, fu la ocupacin de la capital por las tropas del Genl.
Obregn.
222
La vspera o ante-vspera de la ocupacin de la capital, nos
retirbamos con el gobierno de la Convencin, rumbo a Cuernavaca.
A mi paso por San Angel, el 27 de enero de 1915, tuve la fortuna de
lograr comunicacin telegrca hasta Monterrey y conferenciar con el
Genl. Felipe Angeles, informndole que el Genl. Obregn ocupaba
la capital de la Repblica, con unos diez mil hombres, bien armados y
pertrechados y que sabamos que esa ocupacin era provisional para
marchar rumbo al norte de la Repblica. El Genl. Angeles me agradeci
el informe y como respuesta, me encareci que nos acercramos al
Genl. Zapata para urgirle la imperiosa necesidad de que la lnea de
comunicaciones del Genl. Obregn, fuese cortada. Luego que llegu
a Cuernavaca reunido con mi tenaz compaero Alberto B. Pia y con el
doctor Angel Castellanos, as como con Jos G. Nieto, delegados en la
Convencin, nos acercamos al Genl. Zapata y le comuniqu el mensaje
del Genl. Angeles, pintndole la situacin con los ms vivos colores y
ofrecindonos personalmente para contribuir a que la lnea frrea de
comunicaciones de Obregn fuese cortada. Zapata nos escuch con
visible enfado por la exigencia que nuestra peticin implicaba y nos
contest, helando nuestro entusiasmo, que l no poda comprometer
a sus tropas.
Si Zapata, con sus numerosas huestes hubiese destruido,
sistemticamente, la largusima lnea frrea que surta a Obregn de
abastecimientos de boca y guerra, Villa lo habra derrotado. Si el zapatismo
hubiera tenido a la cabeza un verdadero caudillo militar, a ms de un corifeo
del agrarismo como lo fu Zapata, la alianza de la Divisin del Norte con el
zapatismo, esto es, la Convencin Nacional Revolucionaria y su Gobierno,
habran triunfado contra el personalismo carrancista.
LAS OPERACIONES DEL NORTE.
Dijimos que al llegar, en noviembre de 1914, al Valle de Mxico, la
Divisin del Norte se entrenaba, especialmente la infantera y la artillera
bajo la direccin del Genl. Angeles, en los campos de Tacuba, antes de
223
deslar por la capital de la Repblica. El 6 de diciembre se veric ese
desle que fue espectacular no solamente por el nmero de combatientes
(treinta mil hombres), sino por la correcta organizacin y formacin de
esas tropas que ungidas, repetidas veces, por la victoria y no habiendo
encontrado resistencia seria de los carrancistas en su largo recorrido
desde el centro de la Repblica, estaban ansiosas por luchar.
La Convencin Nacional Revolucionaria iba a instalarse en la
Cmara de Diputados y la conrmada alianza con el zapatismo, pareca
promisoria de excelentes resultados, despus de la cordial entrevista
Villa-Zapata, en Xochimilco y de los errneos arreglos de campaa
a que antes nos hemos referido. A los pocos das, se supo que una
columna mandada por los Genls. Maclovio Herrera y Antonio Villarreal,
amagaban la regin lagunera, lo cual constitua una amenaza para la
lnea de comunicaciones de la Divisin del Norte.
Entonces Villa dispuso que el Genl. Angeles encabezara una
columna de tropas que habran de oponerse a las ya mencionadas. Los
trenes de la columna a las rdenes de Angeles, salieron de Mxico y
despus de detenerse en Torren, se dirigieron rumbo al Oriente en
busca del enemigo.
NOTA: Al llegar a Viezca donde el Genl. Santiago Ramrez intent
soliviantar a la tropa e insubordinarse. El Genl. Angeles, quin conceda
gran importancia a las futuras actividades poltico-gubernamentales de
la Convencin Nacional Revolucionaria, me dijo que necesitaba, como
representante, a una persona de principios que tuviese facultades para las lides
parlamentarias y que se haba jado en m, lamentando que yo me alejara de
su lado, pero considerando que sera muy til en la Convencin. Sin replicar por
el honroso halago y la no menos honrosa designacin como su representante,
regres a Mxico incorporndome a la Convencin Nacional Revolucionaria,
y siguiendo su suerte y peripecias, as como mi carrera militar.
Por eso, siguiendo la trayectoria de mi ilustre biograado, transcribo
a continuacin las versiones de dos actores (testigos presenciales),
honorables y veraces, y, al nal, un resumen tcnico de la notable
maniobra estratgica de Ramos Arizpe.
225
L
a fama que justamente tiene el Genl. Angeles de haber sido un
gran General, es reconocida por todos, si bien los detalles de
su actuacin en las diferentes batallas en que tuvo participacin o el
mando directo, son muy poco conocidos. Esto me ha hecho romper mi
determinado propsito de no hablar de hechos de armas fratricidas que
me duele recordar, para dar a conocer a nuestros incipientes ociales
el retrato de uno de los ms valientes generales con que cont la
Revolucin y el ms culto, as como el ms humanitario.
Una el Genl. Angeles un valor temerario a una afabilidad extrema
y una cultura poco comn. En el antiguo Ejrcito del que form parte
y en el que obtuvo el grado de general, era considerado como uno de
los ms brillantes ociales de artillera, y durante la campaa que Villa
inici sobre Torren y en todas las otras acciones de guerra en que
intervino, se demostr un tctico consumado, pero donde ms brillaron
sus dotes como general y sus profundos conocimientos como estratega,
fue a no dudarlo, en la preparacin y en el desarrollo que culmin en
la batalla de Ramos Arizpe, que voy ahora a narrar.
Mandaba Angeles una Divisin de infantera, compuesta de cuatro
medias brigadas al mando de los Genls. Triana (El Cura), Servn (El
Chojo), Santiago Ramrez y Gonzalitos, con una numerosa artillera al
mando del coronel Gustavo Durn, y como jefe de Estado Mayor, tena
al coronel Romero, con un total de cinco mil quinientas plazas, y yo tena
CAPI TUL O XI I
El General Angeles en la Batalla de
Ramos Arizpe.
Por el General Emilio Madero.
226
a mis rdenes otra de caballera compuesta de las brigadas del Genl.
Ral Madero, del Genl. Mximo Garca y del general Orestes Pereyra,
ms dos regimientos sueltos y dos bateras de montaa a las rdenes
del coronel Jurado, con un efectivo total de ms de 6000 hombres.
Por rdenes de Villa, las dos Divisiones operaban a las rdenes de
Angeles.
Habame dado rdenes el Genl. Angeles de que saliendo por tierra,
de Torren, desalojara de Parras a una fuerza carrancista que, fuerte en
5.000 hombres haba tomado Parras, y que la mandaba Poncho Vzquez,
y despus de cumplida esta orden, de avanzar sobre Genl. Cepeda para
combatir a otra igual a las rdenes de Ildefonso Ramos, al que derrot,
igualmente, tomndolo prisionero con dos coroneles y 800 soldados.
El Genl. Angeles haba avanzado por tren hasta Hiplito, y dejando
en ese lugar un destacamento de 500 hombres, se junt conmigo en
Genl. Cepeda, tomando desde entonces el mando directo de toda la
columna.
Ya posesionados de esa poblacin, tuvimos dos noticias de la
mayor importancia; la primera, que el general Luis Gutirrez estaba
evacuando Saltillo, como consecuencia de la derrota que mis tropas
le haban inigido a las de Ramos, y la segunda, que Maclovio Herrera,
con 8,000 hombres haba destrudo el destacamento que habamos
dejado en Hiplito. Con la destruccin de este destacamento, quedaba
descubierta y seriamente amenazada nuestra retaguardia y Torren,
nuestra base, en peligro.
Nuestra alarma fue grandsima; Maclovio, con 8.000 hombres, era
temible por su audacia y por su actividad. Adems, con los destrozados
restos de las tropas de Luis Gutirrez, an se podan juntar 14,000
hombres y nosotros slo contbamos con 11.000 hombres que estaban
en Genl. Cepeda. Las vas de comunicacin por F.C. estaban en poder
de los carrancistas y podan movilizar sus tropas rpidamente a donde
quisieran. Afortunadamente recibimos noticias que, cumpliendo las
rdenes de Angeles, la va a Torren estaba destruida.
En esta situacin fue donde los conocimientos militares y la
audacia del Genl. Angeles, nos dieron un triunfo completo y brillante.
227
Su razonamiento fue el siguiente: Nuestras comunicaciones estn
amenazadas, pero las de ellos lo estn igualmente, ellos para tomar
Torren, necesitan avanzar por lo menos cinco jornadas, mientras que
nosotros estamos slo a una de Saltillo, que es la llave de su base,
Monterrey; con esto tenemos una ventaja muy grande sobre ellos, pues
el primero que haga sentir su fuerza en la retaguardia del contrario,
obtendr el triunfo; por tanto, adelante, a toda prisa, sobre Saltillo.
Estas fueron las disposiciones que di a sus tropas: el Genl. M.
Garca con su brigada que tena 2,200 plazas, la destac sobre Hiplito,
con rdenes de inquietar el anco o la retaguardia de Maclovio Herrera,
si es que ste avanzaba sobre Torren; la infantera de su Divisin con
la artillera pesada, que se pusiera en marcha a esa hora, las dos de la
tarde, sobre Saltillo, a m, que con el resto de mi tropa me pusiera en
marcha en la madrugada, siguiendo a la infantera, y l con su Estado
Mayor, sali inmediatamente para el frente de Saltillo para violentar la
marcha de la tropa.
Era tal el entusiasmo del general, que fue el primero en llegar a
Saltillo y slo lo precedieron su Jefe de Estado Mayor y el coronel J. M.
Aguilar, que a su nombre fueron a tomar la plaza y a ofrecer garantas
as como a recibir la adhesin de un coronel carrancista que con 600
hombres se haba ofrecido pasar a nuestro bando. Poco despus fueron
llegando las tropas y se establecieron las avanzadas por el rumbo de
Ramos Arizpe, donde ya tenamos noticias de que a las derrotadas tropas
de Luis Gutirrez, se comenzaban a incorporar las de Maclovio Herrera, y
las de Antonio Villarreal, que de Monterrey haba avanzado y con el que
no habamos contado. Los carrancistas podan pues, contar con cerca
de 14.000 hombres si todas sus tropas se juntaban. Una imprudencia
de los generales enemigos y la pronta respuesta de Angeles, evit que
se realizaran los planes del enemigo; y fue que habiendo mandado
una columna a tirotear nuestras avanzadas, dicha columna no slo las
tirote, sino que, entusiasmada, las arroll sobre Saltillo, obligando al
Genl. Angeles a dar comienzo a la batalla desde esa hora, que seran
como las cinco de la tarde. Al ver nuestras avanzadas arrolladas sali
el general violentamente al frente, para contenerlas con su presencia
228
dndome a m orden de que juntara las tropas que pudiera y saliera
para el frente y una hora despus, llegu con uno de los batallones de
la Divisin Angeles, seguido de otros dos, que pronto restablecieron
la lnea de batalla, conteniendo al enemigo.
Cuando llegu en auxilio del general, estaba ste a menos de 20
metros de la lnea enemiga y a punto de ser copado. Su calma y su
sonrisa eran las de siempre.
Para el da siguiente, dio Angeles estas rdenes: a m, con mi
Divisin que ya haba avanzado, retrocediera un poco, para tomar
camino que haba por la derecha de nuestro lnea y que pasando por la
fbrica de La Libertad, tomara el rumbo de Ramos Arizpe, buscando el
anco izquierdo del enemigo donde lo encontrara; y de no encontrarlo
atacara a R.A. por la izquierda. En el centro se coloc l con toda su
infantera y su artillera pesada; dej a la media brigada de Ramrez, a
la retaguardia, de reserva, y las otras tres las coloc en unas zanjas que
ah se encontraban dando frente al enemigo. La artillera la coloc a la
izquierda de su centro y, a la extrema izquierda de su lnea, al coronel
desertor, y yo de mis trabucos y por no parecerme sucientemente
defendido este anco, destaqu como extrema izquierda a uno de
los dos regimientos sueltos con que contaba y que lo mandaba el
coronel S. Reyes. Las rdenes eran de romper el fuego, al rayar el alba
y a m cuando tomara contacto con el enemigo. Todo fue movimiento
y actividad esa noche.
Angeles numer a sus ayudantes y personalmente recorri la lnea
de su infantera, dando a cada Genl. instrucciones personales de lo
que deban hacer. La neblina era intensa y al romper el fuego, grande
fue la sorpresa de Angeles al notar tiroteo en su anco izquierdo.
Despach al ayudante de turno que era Aguilar, a ver lo que pasaba
y dar instrucciones a Durn de que rompiera el fuego de la artillera,
sin tener ms objetivo que el frente del enemigo. A la infantera le
di orden de avanzar a paso de carga y pronto la lnea enemiga se
comenz a replegar.
Yo por mi parte, haba encontrado a un fuerte ncleo del enemigo
posesionado de la fbrica de La Libertad, y al desalojarlo y perseguirlo,
229
como se me haba ordenado, introduje en la retaguardia del enemigo
otro elemento de desorden y de confusin, que dio al traste con la
entereza de Maclovio y con la cachaza de Antonio Villarreal que en
desorden sin igual emprendieron la retirada, dejndonos de botn los
trenes y ms de mil prisioneros, as como un milln de cartuchos que
mucho necesitbamos por estar tan lejos de nuestra base.
NOTA DEL A.El general Jess Garza, arm en un remitido al
periodista Martn L. Guzmn; que el general Herrera dispuso el orden
de batalla, dirigi el combate y llor la derrota, querindose dejar matar
por haberla sufrido.
El resultado de esta batalla, fue la toma de Monterrey, sin disparar
un solo tiro. Nuestro objetivo estaba tomado.
Ya en Monterrey, desde un balcn del Hotel Iturbide, dijo Angeles
su famoso discurso en que llamaba a los enemigos hermanos, y que
tanto di que rer a Obregn, y dems generales, que consideraban a
los enemigos polticos como eras dainas.
Angeles por su humanitarismo, ha de ser comparado en nuestra historia
a Bravo, y el ms digno discpulo de Madero; por su ciencia militar y por su
perspicacia, a Miramn: y por su modestia, slo encuentro en los anales
revolucionarios, al ilustre Pino Surez. Ojal que pronto se le haga justicia
a su memoria!Emilio Madero.Monterrey, febrero de 1931.
LA BATALLA DE RAMOS ARIZPE.Por Jos de Lara,
ex-Comandante del Estado mayor del genl. Felipe Angeles.
El seor de Lara, despus de explicar que a nes de diciembre de
1941, tropas carrancistas avanzaban por el Sur de Coahuila, en direccin
a Torren, centro de aprovisionamiento de la Divisin del Norte,que
ocuparon la ciudad de Parras y que en sus avanzadas llegaron hasta
las cercanas de San Pedro y de Viesca, contina su relato en la forma
siguiente:
Componan su columna (doce trenes) los regimientos de
infantera nmeros uno, dos, tres y cuatro, al mando de los Genls.
230
Martiniano Servn, Santiago Ramrez, Pedro Brocamontes y Domingo
Triana, respectivamente; la Brigada Silva, a las rdenes del Genl.
Macario Silva, y dos tercios de artillera a las rdenes respectivas de
los Genls. Jos Mara Jurado y Saavedra.
Llegada la columna a Torren, sali inmediatamente rumbo a Viesca,
donde se instal el cuartel general; los trenes con las tropas continuaron
hasta Bilbao, ocho y medio kilmetros adelante, donde comenzaba
la destruccin de la va que efectuaron las tropas carrancistas en su
retirada. El Genl. Angeles orden que se dejaran los trenes en Bilbao,
para avanzar por tierra sobre Parras y se preparaba la marcha cuando
el Genl. Emilio Madero comunic haber ocupado la plaza, que haba
sido abandonada.
Esta circunstancia, hizo que el Genl. Angeles modicara sus planes;
la destruccin de la va que era de gran extensin y las tropas de
infantera villistas, no estaban habituadas a la marcha. Decidi, pues
regresar a Torren, para tomar la va Hiplito, donde se tena noticia
de que la destruccin se extenda en un trayecto de solo 15 kilmetros
a partir de la estacin de Marte.
Llegamos a Marte por los das del 28 al 30 de diciembre; la ltima
noche del ao la pasamos all y recibimos el nuevo ao de 1915 con
las demostraciones de jbilo usuales.
La reparacin de la va se haca lentamente, con el enemigo al
frente, por una cuadrilla de trabajadores protegidos por una escolta
que estaba al mando del teniente coronel Jos Bravo, encargado de
los trabajos
El Genl. Angeles, quiso activar las operaciones; an recuerdo cmo
el 2 de enero, sentados ante las toscas mesas plegadizas que nos servan
para trabajar a bordo de nuestro ZACATECAS (el carro del Cuartel
General, un modesto carro de tercera clase, al que se le haban quitado
los asientos y que de da serva como ocina y de noche, levantadas las
mesas, tendidos en su lugar los catres de campaa como dormitorio),
nos explic su propsito: se trataba de intentar un cambio de base de
operaciones, maniobra estratgica semejante a la que realiz, creo
que nos dijo Sherman en la Guerra Americana de Sucesin. Nuestra
231
base era Torren; el enemigo ocupaba Saltillo; Aguirre Benavides
hasta esos momentos, leal a la Convencin, ocupaba San Luis Potos,
si abandonbamos la lnea Torren-Saltillo, sobre la que operbamos
y descendamos hacia el Suroeste, buscando la lnea frrea de Saltillo
para atacar esta poblacin por el sur, ponindonos en contacto con
Aguirre Benavides; tenamos probabilidades de xitos mayores todava
si logrbamos engaar al enemigo, retenindolo frente a nuestras
posiciones abandonadas, y por consiguiente, atacndolo por donde
no nos esperaba.
Maduro el plan, el 3 de enero se dictaron las rdenes del caso;
los trabajos de reparacin continuaron adelante; la brigada del Genl.
Macario Silva, quedaba en Marte, escoltando los veintitantos trenes que
haban transportado a la columna y que quedaban a las rdenes de uno
de los jefes de conanza, miembro del Estado Mayor de la Brigada, a
quien dio instrucciones reservadas para el mejor xito de la misin, y
que consista en hacer que se aparentasen los movimientos de tropas
usuales en el campamento. En caso de ataque, se resistira, cediendo
el terreno palmo a palmo.
Las tropas marcharan por tierra, siguiendo el itinerario Hacienda
de Segun, General Cepeda, Saltillo.
El 4 de enero, al amanecer, se inici la marcha como a las ocho de
la noche y en medio de un torrencial aguacero, llegamos a Guadalupe,
acomodndonos como pudimos, para pasar la noche no sin que antes
se estableciera el servicio de seguridad correspondiente.
En la maana del 5, el que esto escribe, tratando de buscar
alimentos, dio con una casa en la que haba telfono. Intrigado,
descolgu la bocina y despus de llamar fui sorprendido grandemente
cuando contest Saltillo y hacindome pasar por carrancista, ped
comunicacin con la Jefatura de la Guarnicin. El ocial que me
contest no tuvo empacho en tomarme por uno de sus camaradas
y as le dije que andaba de servicio de exploracin y que no haba
encontrado enemigo.
Comuniqu mi descubrimiento al jefe de la columna, quien volvi
a comunicarse con Saltillo, y hbilmente consigui el informe de que
232
General Cepeda estaba guarnecida por 300 hombres al mando del
Genl. Ignacio Ramos; entonces, decidi descansar ese da y hacer una
marcha nocturna para sorprender a dicha guarnicin.
En la noche del 5 se emprendi la marcha rumbo a General Cepeda
y al amanecer del 6, despus de un tiroteo insignicante, se entregaban
prisioneros el Genl. Ramos, el coronel yaqui Flix y los 300 soldados de
guarnicin. El da 7 llegamos a Saltillo, incorporndose ese mismo da el
coronel Mariano Sandoval, que con 300 hombres haba abandonado al
carrancismo y que dio amplios informes sobre los efectivos y situacin
del enemigo. Segn l, haba en Saltillo 15.000 hombres mandados por
los Genl. Antonio I. Villarreal, Herrera, Antonio de los Santos y otros
ms que no recuerdo.
En Marte el combate se inici con la bravura clsica del Genl.
Herrera; pero la escolta resisti con no menos bravura y tenacidad. El
Jefe de trenes, Salinas competente y viejo ferrocarrilero secundado
hbilmente por los maquinistas y conductores, entre ellos recuerdo por
su actividad a Calvillo, tuvo tiempo de sacar todos los trenes, diez de
ellos con las mquinas muertas, mientras que la escolta se replegaba
combatiendo. Para dar idea de la resistencia de esta tropa, dir que
quedaron tendidos en el campo de batalla ms de la tercera parte
de sus efectivos, pero no qued en poder de los atacantes ni un solo
tren, ni un solo carro. Los trenes se replegaron hasta San Pedro de las
Colonias; los restos de la escolta ocuparon Benavides, de este lado de
Sn. Pedro, para contener al adversario que, sin embargo, no persigui
tal vez porque tuvo entonces conocimiento de la marcha de la columna
rumbo a Saltillo y retrocedi violentamente para incorporarse al grueso
de la columna carrancista que haba salido de la capital del Estado en
retirada por la aproximacin de nuestras fuerzas. El da 7, llegamos a
Saltillo, sin disparar un tiro.
Los informes obtenidos en Saltillo, daban cuenta de la presencia del
enemigo en Ramos Arizpe, distante 15 kilmetros y en consecuencia,
el Genl. Angeles dict la orden de ataque para el da siguiente.
Al amanecer del da 8, una densa neblina cubra el campo. Sin
embargo, a las 5 de ]a maana todas las unidades avanzaban al
233
ataque, y cuando creamos que el enemigo se retiraba una vez ms, el
4o. regimiento del Genl. Triana, rompa el fuego sobre las posiciones
enemigas. Eran las 6 de la maana en punto. Instalado el cuartel general
en unas casas de adobe en pleno campo, procedi el general a dar
sus rdenes para que todo continuara como nos lo haba dicho; me
acuerdo muy bien de que el Genl. Ral Madero, era el comisionado
para cortar la retirada por el ala derecha, as mismo el entonces coronel
Jos Hern Gonzlez, con su valenta acostumbrada, atacaba por la
va a la izquierda. Este jefe se port como un valiente en esa accin, lo
que le amerit ser ascendido al grado inmediato. Muy presente tengo
cuando el Genl. Angeles mand al ayudante, seor ingeniero Luis
Espinosa y Casanova, que hoy trabaja en la Compaa de Luz y Fuerza,
para comunicar al coronel Gonzalitos, que haba que atacar la estacin
pues era uno de los puntos principales, cosa que se realiz, como el
Genl. quera, siendo esto una de las causas por la cual el enemigo, en
su confusin de retirada hiciera chocar las mquinas.
NOTA DE OTRO TESTIGO PRESENCIAL:Habindose extendido
el enemigo sobre su ala derecha, debilit su centro sobre el que hicie-
ron presin las tropas de Angeles, llegando a luchar cuerpo a cuerpo.
El coronel Avila vio al general Maclovio Herrera a muy corta distancia,
y ambos entablaron un duelo a balazos, cayendo Avila gravemente
herido.
Gonzalitos, quien con un fusil Rexer estaba en la lnea de fuego,
as como el Gral. M. Servn, fueron los primeros en llegar a la estacin
de Ramos Arizpe donde en gran confusin, se movan las mquinas del
ferrocarril acabando por chocar e impedir todo movimiento. Al llegar el
Gral. Servn a la estacin, fue muerto por varios disparos de musser.
La batalla se empe rabiosa por ambas partes; pero nunca
retrocedieron las tropas nuestras, ni mucho menos hubo confusiones;
el 2o. regimiento de infantera que mandaba el Genl. Santiago
Ramrez, que constitua la reserva, no lleg a entrar en accin, y a esta
circunstancia se debi que Ramrez fuera designado para guarnecer a
Saltillo, y ms tarde para asumir, por disposicin de Villa el Gobierno
Civil y Militar del Estado de Coahuila, donde, debido a los excesos
234
que cometi fue posteriormente fusilado por Espinosa Mireles, cuando
atendiendo a invitaciones del Genl. Jacinto Trevio, se le present
en Chihuahua, para combatir a los americanos y en vez de esto, fue
enviado al patbulo.
El Genl. Martiniano Servn, que como he dicho mandaba, el
primer regimiento de Infantera, fue herido en el vientre por tres
balazos de musser cuando avanzaba al frente de sus tropas; se le
condujo a Saltillo. Pero antes de morir, al decirle el mdico que sus
heridas eran mortales, exclam: Ya ve, doctorcito, esto se saca
uno por patriota, hijo de la zumbada.Una hora despus haba
muerto.
A las cuatro de la tarde el enemigo hua por todas partes
perseguido por nuestra caballera, la que captur siete trenes que
no pudieron escapar porque chocaron los dos de adelante, y as
capturamos el pullman que serva de Cuartel General, donde cosa
curiosa, como trofeo militar recogimos gran cantidad de bloomers y
camisones femeninos de buena seda perfumada y orlada de encajes,
que denotaban la calidad de los ocupantes de este carro.
Entre lo que se recogi de importancia, estaba el archivo; despus
de descifrarlo, pues los telegramas estaban en clave, encontramos
noticias que nos hicieron saber que don Eulalio Gutirrez y su gobierno
provisional, estaban de acuerdo con el carrancismo.
Tambin me acuerdo que pagu cinco pesos por un no texano
Stetson, con una hermosa guila de oro, insignia de Genl. de
brigada.
A las 6 de la tardo, el Genl. Angeles, hizo formar a los 3,000
prisioneros hechos en el campo de batalla y los del General Cepeda,
y los exhort a no tomar las armas contra la Convencin. Todos
protestaron no hacerlo, ponindolos en libertad. El Genl. Ramos
tambin protest no combatir, y a los dos das de este juramento ya
se encontraba en el lado enemigo.
Cuando todos los jefes victoriosos epilogaban sus triunfos en otras
partes con una carnicera de prisioneros, el Genl. Angeles nunca lo
hizo.
235
NOTA DEL A.Esta actitud humanitaria de Angeles, contrasta
con la de quienes despus de la batalla de Celaya, segn me lo relat
testigo presencial, hicieron ametrallar a numerosos ociales prisioneros
encerrados en un corral de chivas, y despus fue formada una pira
en la que perecieron con el fuego, los cuerpos heridos agonizantes
de las vctimas. Como este terrible ejemplo de salvajismo y crueldad,
hay muchos de ambos bandos. En realidad, fueron raros los jefes
revolucionarios honorables que supieron respetar al vencido.
RESUMEN:-Semejante a la maniobra del Genl. Sherman, durante
la guerra civil norteamericana, el Genl. Angeles realiz una de cambio
de lnea de comunicaciones, que culmin con la derrota de un fuerte
ncleo de tropas carrancistas en Ramos Arizpe, Estado de Coahuila.
Las fuerzas enemigas, a las rdenes de los Genls. Herrera, Villarreal
y otros, amenazaron la regin lagunera y las del Genl. Angeles, tenan
por objetivo la capital de Coahuila. La maniobra consista en dejar la
lnea de comunicaciones Mxico, Aguascalientes, Torren, por la de
Mxico, Aguascalientes, San Luis Potos.
Mientras las tropas carrancistas reparaban la va de Hiplito a
Torren, las tropas de Angeles, exploraban hasta La Pea, por la va del
F. C. Coahuila y Pacco; fuerzas a las rdenes de los Genls. Madero y
Pereyra, haban desalojado a los carrancistas, de Cadillal y Parras. Se
proceda a reconstruir la misma va entre Torren e Hiplito, del F. C.
Central, en sentido contrario, hasta que ambos enemigos se observaron
entre Marte y Brisa.
Entonces, el Genl. Angeles, march rpidamente con sus tropas,
por tierra desde Marte, describiendo un arco en direccin Sur, Oriente,
Norte, aproximndose a Saltillo. Habiendo dejado un destacamento
de caballera sobre la va en reparacin; cuando las tropas carrancistas
trabaron combate con esa caballera, las fuerzas a las rdenes de
Angeles, se aproximaban a la capital de Coahuila, a la vez que Madero
y Pereyra, reunindose en Segun, derrotaban entre General Cepeda y
Jaralito, a los carrancistas, hacindoles prisioneros un general, un coronel
y 500 hombres. De General Cepeda se destac tropa de caballera a
La Rosita, amenazando anco y retaguardia del enemigo estacionado
236
en Marte e Hiplito. Al darse cuento los generales carrancistas de la
aproximacin de Angeles sobre Saltillo, se pusieron en marcha hacia
esta capital, pero las tropas derrotadas entre General Cepeda y Jaralito,
hicieron cundir la desmoralizacin entre las de Saltillo, las que evacuaron
esta ciudad que fue ocupada, sin resistencia, por las tropas del Genl.
Angeles, el 6 de enero de 1915.
Al da siguiente por la tarde, se aproximaron las tropas del general
Herrera, al Norte de Saltillo, por Ramos Arizpe, intentando llegar
antes que las del general Angeles. Fueron, desde luego, detenidas
valientemente por un puesto avanzado que combati hasta concluir el
da; durante la noche, los defensores de Saltillo, tomaron posiciones.
El da 8 de enero de 1915, a las 7 y media de la maana, avanzaron
las tropas de Angeles, rechazando a los carrancistas, rompiendo sus
lneas de combate y obligndolos a retirarse en desorden. Las tropas
del general Angeles rebasaron Ramos Arizpe, apoderndose de
los trenes del enemigo constituidos por 14 locomotoras y 94 carros
(entre furgones, jaulas, tanques, plataformas, express y especiales).
Los carrancistas quemaron al hur unos 18 furgones dejando intacto
el resto. Se recogieron dos millones, aproximadamente, de cartuchos
para fusil y once mil granadas para can, de fabricacin francesa, as
como vestuario, armamento y equipo nuevos y gran cantidad de armas
usadas pero en buen estado.
La orden de combate dictada por el general Angeles fu la
siguiente:
Cuartel General en Saltillo, Coah., 7 de enero de 1915.
a las 9 P. M.
ORDEN GENERAL DE COMBATE de la
columna a las rdenes del Genl. Felipe Angeles:
I.La lnea de fuego est cubierta por el primer regimiento situado
al Este del camino que va de Saltillo a Ramos Arizpe; por el cuarto
regimiento de infantera, situado al Oeste del mismo camino y por la
237
infantera de la brigada Toribio Ortega. En la extrema ala izquierda,
hay cien jinetes del coronel Mariano Sandoval y el ala derecha est
formada por las brigadas de caballera, primera de Durango y Toribio
Ortega. El camino de Saltillo a Arteaga, est cubierto por la infantera
de la primera brigada de Durango. Como reserva han quedado los
Regimientos de infantera segundo y tercero.
II.El primero y cuarto regimientos de infantera emprendern el
ataque a las 7 de la maana, avanzando paralelamente a uno y otro
lado del camino de Saltillo a Ramos Arizpe.
III.La Caballera en el ala derecha ejecutar un movimiento de
anco, emprendiendo su avance a las 6 de la maana, pasando por
La Libertad, hasta encontrar el camino de Arteaga a Ramos Arizpe,
siguiendo su marcha sobre este ltimo punto, a n de amenazar al
enemigo por su anco izquierdo o su retaguardia.
IV.La artillera que no sea de montaa, coadyuvar con sus fuegos
al ataque de la infantera, por el frente.
V.La artillera de montaa seguir a la caballera del ala derecha
para apoyar el movimiento de anco de sta.
VI.El Jefe de las fuerzas estar maana durante el combate, sobre
el camino de Saltillo a Ramos Arizpe, permaneciendo, al principio
del combate, en una casa situada a un kilmetro al Norte de Saltillo,
avanzando despus sobre el mismo camino, para estar siempre cerca
de las tropas
VII.Los puestos de primera curacin estarn situadas a retaguardia
de la lnea de combate sobre el camino de Saltillo a Ramos Arizpe.
VIII.Se recuerda a los Jefes de regimiento y divisin de caballera,
la disposicin relativa a sus municiones de reserva, que debern estar
prximas a los cuerpos para facilitar el aprovisionamiento de la lnea de
fuego. Igualmente se recuerda la necesidad de evitar el consumo intil
de municiones mientras no se tenga al enemigo a distancia efectiva
de combate.
IX.El Presidente Municipal de Saltillo, tiene la comisin de proveer
a las tropas de las raciones necesarias en carne, caf preparado y tortillas
para distribuirlas a la tropa maana a la hora oportuna.
238
X.La impedimenta de los regimientos permanecer agrupada en
lugares cntricos de la poblacin, sin entorpecer el trnsito.El Genl.
en Jefe Felipe Angeles.
Despus de la batalla de Ramos Arizpe, el Genl. Angeles, reorganiz
prontamente su columna y emprendi la marcha sobre Monterrey
aprovechando la va hasta estacin Bravo y pie a tierra hasta la capital
de Nuevo Len, combatiendo y derrotando a tropas que se oponan a
su paso en Icamole y el Fraile.
En Monterrey, Angeles habl al pueblo expresando los ideales
de la revolucin ofreciendo el respeto de garantas y como una
numerosa comisin de seoras se acercara a l pidindole que
les diera permiso para abrir sus iglesias, el general les contest
que aunque l no era catlico, podan hacerlo con toda libertad,
pues era por la libertad por lo que l vena luchando. Actitud que
contrastaba con la de otros generales que se haban complacido en
fusilar y quemar santos.
Habiendo en Monterrey una gran escasez de artculos de primera
necesidad, el Genl. Angeles hizo importar una gran cantidad de maz
el cual puso en manos de la Cmara de Comercio para que, al costo
se distribuyese equitativamente entre la poblacin que al efecto fue
empadronada.
Tambin es debido referir que en Saltillo, despus de la batalla de
Ramos Arizpe, el Genl. Angeles cubri religiosamente el importe de
las provisiones que se pidieron al Presidente Municipal para las tropas
combatientes; que as mismo se pag a todos los chauferes el da que
fueron requisados cuantos automviles haba en la ciudad para los
transportes de urgencia, y que hasta a les pequeos propietarios de los
terrenos de San Diego, se los indemniz por el perjuicio que sufrieron
al ser trillados sus campos de trigo por las tropas combatientes.
Los caballos de Angeles.Como buen caballista, el Genl. Angeles
era muy afecto a tener buenos caballos a los que pona nombres de
militares notables, o de personas de su estimacin. As sus excelentes
caballos de campaa fueron designados como: Ney, Turena,
Curely, Wilson, Maderito, Lucio Blanco y Pancho Villa.
239
En una ocasin que el Genl. Villa visit la caballeriza de Angeles,
pregunt al asistente cmo se llamaban los caballos de este general;
y cuando oy que uno era designado como Pancho Villa le dijo al
asistente que lo ensillara para montarlo. El Gral. Angeles montaba en
albardn y cuando el caballo sinti la silla vaquera de Villa se encabrit
y no se dej montar. Al desistir Villa de su intento dijo: Qu bueno es
mi Genl. Angeles para ponerle nombres a sus caballos, este es igualito
a m!
PREPARATIVOS DE VILLA PARA LA BATALLA DE CELAYA
El 29 de marzo, cabalgando el Genl. Angeles en la calzada de la
Unin donde pasaba revista, en Monterrey, cay con todo y caballo
luxndose un pie. A pesar de ello, sali en tren al da siguiente para
Torren a donde Villa fue a entrevistarlo. El Genl. Angeles le haba
puesto un mensaje desde Monterrey, aconsejndole que no fuera a
presentar batalla a Celaya. En Torren le reiter su opinin adversa,
explicando que Obregn vena fuerte y que era un error apresurarse
en una accin para la que no tena todas las fuerzas ni el parque
disponibles; pero Villa ya haba enviado sus trenes y crea tarea fcil
pegarle al perfumado, segn sus propias palabras.
En la batalla de Celaya, se perdi gran parte de la artillera y
hubo ms de tres mil muertos. No intentamos la descripcin de esta
importante y desastrosa accin de armas, porque nuestra tarea se
contrae a pasajes en que tom parte nuestro biograado, el Genl.
Angeles, de cuyos labios recogimos parte del relato que sigue.
El 20 de abril de 1914 sali Angeles para Aguascalientes, donde
encontr al Genl. Villa, muy disgustado por la derrota y con el propsito
de resistir en Len, Guanajuato, a donde ya haba enviado a varios
generales con tropas.
El Genl. Angeles sostena la tesis de que deba retrocederse
bastante, hasta Torren o Chihuahua, destruyendo la va, para dar
tiempo de reorganizar y acumular tropas preparndolas para una
seria accin en terreno bien elegido, ya que el Genl. Obregn segua
240
recibiendo refuerzos y estaba crecido por el triunfo. Pero Villa tena el
concepto vulgar de que retroceder era deshonroso. Mand pues al
Genl. Angeles a Len, para que estudiara la posicin. El Genl. Angeles
lleg a esta ltima poblacin y despus de reprender severamente
a generales que andaban en francachelas, recorri los alrededores
informndole a Villa que la posicin era muy mala porque tena un
frente demasiado amplio y sin apoyos naturales en los ancos. A pesar
de esto, Villa conrm que all se combatira.
LA BATALLA DE LEON
El frente de batalla se extendera en unos 20 kilmetros desde la
hacienda de Otates hasta la serrana por el rumbo de Santa Ana del
Conde extensin en la que, como lo calcul Angeles, la densidad de
combatientes en la lnea de fuego resultaba peligrosa, por dbil.
Desde el da 8 de mayo, se libraron reidos combates en los
Otates, donde el enemigo quit a Villa posiciones y las tropas de
ste las recuperaron. Tambin se combata en los dems puntos del
frente, generalizndose la batalla el da 21 desde Otates hasta Santa
Ana. El ala derecha era la ms castigada, pues las tropas enemigas
en las lomas de Trinidad y en la hacienda de la Loza, eran numerosas
y estaban bien atrincheradas. Los varios intentos de asalto de las
tropas de Villa, fueron rechazados con grandes prdidas. Despus
de combatir todo el da hubo una tregua por el agotamiento de las
propias fuerzas y la falta de ataque de los contrarios, limitndose la
accin a tiroteos aislados.
El Genl. Villa, estaba desesperado; l cuyo sistema era el del asalto,
haba encontrado que la tctica de Obregn lo venca, porque saba
atrincherarse, como en Celaya, resistiendo hasta que la furia de las
tropas contrarias se agotaba en audaces esfuerzos, brillantes pero
estriles, aprovechando, despus el momento oportuno para contra
atacar.
Un da muy caluroso, el Genl. Angeles, encontr a Villa en su
alojamiento de Len, completamente desnudo y tendido sobre el suelo.
241
Irguindose, le dijo a quin llegaba:Hora s mi general, ya tengo
un plan para derrotar a estos tales.Cul es ese plan?inquiri
Angeles con desconanza. Entonces Villa explic que con todas las
caballeras se ira en marcha oculta por la sierra de Otates para salir por
Chichimequillas a Silao y caerle al enemigo por la retaguardia. El plan
es muy audaz repuso Angeles; Pero Ud. tal vez no ha reparado en
que al retirar tropas del frente, deja la lnea de batalla muy debilitada
y sin reservas; con tan escasa densidad, puede ser rota en cualquier
punto y agreg:Yo acepto la idea de Ud. pero con la condicin,
para no fracasar, de que la infantera que se queda, sea recogida por la
noche en los trenes para retirarse, al avanzar el enemigo. Villa prometi
que as se hara, pero no lo cumpli porque, repetimos, su idea, de la
retirada, le era ingrata.
El 31 de mayo sali Villa con su caballera sin que el enemigo se
diera cuenta y el 1o. de junio atac Silao en la madrugada, derrotando
a sus defensores, despus de tomar la plaza, persiguiendo al enemigo
por Chichimequillas y Npoles. Adems, quem y destruy la va. El
enemigo se sinti pues, seriamente atacado por su retaguardia y pens
retirarse resolviendo, como resultado natural, avanzar, como nica
salida, por Santa Ana del Conde, por donde, precisamente era dbil
la resistencia de las tropas villistas.
Despus de la toma de Silao en que el tren del Genl. Obregn
qued cortado, Villa pens que haba encerrado al enemigo y que los
matara de hambre.
Reere un ocial del Estado Mayor del Genl. Angeles, que ste
reuni a sus ociales para cambiar impresiones sobre la marcha de
las operaciones y que les pidi su opinin respecto a cmo vean el
probable desenlace de la batallaMi general,le decan, la batalla
est ganada, y creemos que ser cuestin de momentos la retirada del
enemigo.Pues yo creo lo contrario, contest Angeles, y pienso
que antes de una semana podemos ser derrotados.
El Genl. Angeles hizo del conocimiento de Villa que el enemigo
practicaba exploraciones por la hacienda de Santa Ana del Conde
y que muy probablemente por all atacara, considerando que era
242
indispensable reforzar ese lugar del frente con las tropas del Genl.
Siez, que perdan el tiempo entre Silao y Trinidad, deteniendo el
tren del Genl. Obregn cuando esos 5,000 hombres podan moverse
de noche y atacar la hacienda de Santa Ana antes de que el enemigo
tomara la ofensiva. A ltima hora hizo enviar rdenes urgentes para que
Angeles concentrara tropas y atacara al amanecer del da siguiente por
Otates. Con toda violencia se recogieron tropas del kilmetro 406, y se
emplaz la artillera frente a Santa Ana emprendiendo fuerte caoneo
y tiroteo.
Se combati el 4 de julio y el da 5 fuertes contingentes acumulados
por el enemigo, atacaron vigorosamente; algunos jefes villistas de ala
derecha defeccionaron y los carrancistas pusieron en fuga a las tropas de
Villa. La retirada fue desastrosa.Tena razn el Genl. Angeles! dijo
Villa intentando una infructuosa resistencia con sus dorados y con tropa
de Siez, cuando el Genl. Calixto Contreras ya haba sido derrotado.
De manera que ste, que Obregn calic como el ms importante
triunfo de nuestras armas, lo fue efectivamente, y cost a las tropas de Villa
grandes prdidas en hombres, artillera, pertrechos y trenes. De esta derrota
particip Angeles, pero fue sta una accin de armas a la que l se opona
previendo las consecuencias, puesto que la posicin, de acuerdo con su
criterio expresado, era psima defensivamente, los efectivos eran insucientes
y las tropas estaban desmoralizadas por el reciente fracaso de Celaya.
NOTA.Desde que Villa tuvo noticia en Mxico de las actividades
carrancistas en el Norte, resolvi retirarse a Torren y Chihuahua porque
le dijo a Angeles, yo creo que me tienen preparada una carnada por
all. Pero no hizo caso de las reiteradas recomendaciones de Angeles
aconsejndole que no fuera a dividir sus tropas. Ya que haba retirado,
prcticamente, todos los efectivos de la Divisin del Norte que haba
llevado a Mxico, la idea de Angeles era que desarrollara una actividad
estratgica de lneas interiores esto es que, enmascarando con
pocos efectivos los tres frentes de lucha que se le presentaban: Maclovio
Herrera y otros Genls. por el Oriente (Monterrey); Dieguez y otros por
el Occidente y Obregn por el Sur, debi acudir sucesivamente a cada
frente con el grueso de sus efectivos para asegurar la victoria. En vez de
243
eso, mand a Angeles al Oriente, donde triunf, pero mand a Fierro
a Guadalajara con pocos efectivos para que resultara derrotado, y
aunque esa derrota fue reparada con la accin de las cuestas de Sayula,
para atacar a Obregn que representaba el ms serio amago, no quiso
hacer caso de las observaciones de Angeles, quien le haca ver que no
haba reunido todos los efectivos que poda acumular y sobre todo, no
tena parque bastante para una batalla seria. Villa insisti en que no los
necesitaba y en que el parque se lo quitara a Obregn.
Obregn, en cambio, supo atrincherarse para resistir la acometida
de Villa y despus de agotarlo, imponerle la victoria. El mismo Genl.
Obregn habra de usar con bastante habilidad la estrategia de las
Lneas interiores cuando, siendo Presidente, tuvo que combatir la
rebelin de la Huertista.
LA TENACIDAD DE VILLA.
Todava, la tenacidad indomable de Villa, no gallo de pelea que
haba perdido la sensatez, quiso hacer resistencia en Aguascalientes.
Angeles aconsejaba que puesto que las tropas haban perdido la fuerza
moral: era indispensable dar una larga tregua y proceder a una completa
reorganizacin, para lo cual propona que hiciera una evacuacin general,
destruyendo las vas, para marchar a Chihuahua y Sonora, y all, reiniciar el
movimiento. Villa ya no oa a nadie y furioso por sus fracasos, sin comprender
la sicologa de sus sufridos, valientes y decepcionados soldados, insisti
en su resistencia en Aguascalientes hasta la derrota total.
Y sin embargo de tanto descalabro, nadie puede dejar de admirar la
formidable tenacidad, la indomable rebelda de ese hombre extraordinario
que de los fracasos resurgi nuevamente como temible guerrillero, que
desa la ira Norteamericana y la persecucin de numerosas tropas
extranjeras y carrancistas; que puso en peligro la estabilidad y en jaque
y desconcierto la tranquilidad de los vencedores y que al n pact con
el gobierno en una cesacin de hostilidades, que no rendicin, para
que al n fuese muerto, pero no en la lucha, sino por manos aleves de
244
matoides que lo cazaron como a una era con todas las precauciones de
la alevosa y la ventaja, en plena paz del notable guerrillero.
Quien haya ledo a Facundo, de Sarmiento, encontrar grandes
analogas. Villa estaba destinado a morir por la violencia; fue un
extraordinario conductor de hombres y, hay que decirlo con todo valor civil:
rob y mat, como casi todos los otros; pero lo que rob no fue para
enriquecerse; en vez de crearse una fortuna personal, todo lo reparta entre
sus soldados y entre el pueblo. Villa reconoca ingenuamente la inferioridad
de su instruccin, pero era un gran intuitivo y era grande su experiencia
para mandar y para luchar, a pesar de su incultura, era menos egosta que
los otros caudillos, pues no aspiraba a la riqueza ni al poder; no aspiraba a
la Presidencia ni se qued en sus manos nada de los millones de pesos que
manej para luchar y repartir; en cambio, senta verdadero amor, salvaje si
se quiere, por el pueblo y especialmente por la niez humilde.
Lo larga lucha de este guerrero y patriota mexicano, fue denodada
y gigantesca, como la de ninguno otro, por defender los anhelos y las
aspiraciones de los de abajo.
Pancho Villa, el Napolen Mexicano como le llamaron los
norteamericanos, el bandido fuera de la Ley, como ms tarde habran
de calicarlo sus adoloridos enemigos, no pudo ser de los sumisos ni
de los incondicionales; fu un rebelde a toda dictadura que, con el
alma lastimada por quienes menospreciaban su labor y fraguaban su
aniquilamiento libr, sin embargo, las ms notables batallas que dieron
el triunfo a la Revolucin.
Al brazo esforzado del gran guerrillero mexicano, le debe gratitud el
pueblo; porque hay que reconocer en este Centauro de la Guerra, al
prototipo audaz y valeroso del mexicano que, con todos sus vicios y toda
su incultura, encarna el msculo y la accin del herosmo mexicano.
Pancho Villa el hroe vilipendiado, alienta en la leyenda, en !a poesa y en
la cancin populares; en el radio y en el cine; en el libro es el espritu audaz
de valor y rebelda, ansia de justicia, que vibra en el corazn de la gleba, en
el sentimiento popular. Y este multiforme recuerdo, es el monumento que
el PUEBLO le ha levantado espontneamente a la Revolucin.
245
E
L RECONOCIMIENTO DE CARRANZA.Mientras se desarrollaba
en el pas la sangrienta campaa entre convencionalistas y
carrancistas los agentes del seor Carranza reclutaban y compraban
las gestiones de diversos polticos de Estados Unidos, en busca del
ansiado reconocimiento de la Casa Blanca. Wilson exigi que Carranza
hiciera una declaracin pblica respecto a la poltica que seguira su
gobierno y Carranza acept y devolvi, con todas las formalidades, a
Washington, el mensaje que haba sido preparado por Cole, John Lind
y Charles Douglas, abogado de Carranza en Washington.
Fueron activsimas las gestiones de los polticos interesados,
americanos y mexicanos, cerca de la Casa Blanca. El Gobierno de
Washington consider esencial para el reconocimiento de Carranza, la
seguridad de que ste lanzara una proclama, la cual fue preparada en
la ocina del Gobernador Folk, por ste, Cole y Arrendondo. Despus
fue sometida a la censura del Presidente Wilson y, con las correcciones
que ste le hizo, devuelta por conducto del Secretario Bryan quien la
mand a Folk para que Cole la enviara a Carranza, quien le contest:
Veracruz, mayo 23 de 1915.
Richard C. Cole:A cargo de la Embajada Mexicana, Washington
D. F.Su atento mensaje recibido.La Proclama ser publicada
en tiempo oportuno.Saludo a Ud. muy afectuosamente.V.
CARRANZA.
Los detalles de este relato, publicados posteriormente por Cole,
revelan que desde el mes de abril de 1915, estaba casi resuelto el
reconocimiento de Carranza, con la condicin de que ste hiciera
CAPI TUL O XI I I
246
declaraciones que no solamente le eran sugeridas sino confeccionadas
por los personajes ociales del gobierno Norteamericano.
Sin embargo, el Gobierno de Washington, dirigi a mediados de
agosto nueva nota a los jefes revolucionarios, invitndolos a aceptar
la mediacin amistosa de los seores representantes de las repblicas
sud americanas, Argentina, Chile y Brasil para celebrar conferencias,
agregando que el gobierno de Washington reconocera como
gobierno da FACTO en Mxico, al hombre o grupo de hombres que
demostrara mayor capacidad moral y material para restablecer el
orden constitucional y dar garantas a nacionales y extranjeros en
sus vidas e intereses.
El Gobierno Convencionista y los diferentes generales a quienes
lleg aquella excitativa, aceptaron la invitacin y se dispusieron a
enviar sus representantes. En cambio el seor Carranza, se neg
terminantemente, claro est, en vista de las favorables gestiones
realizadas.
En una junta de jefes militares habida en Torren, fueron elegidos
como representantes: el Genl. Felipe Angeles, el Lic. Miguel Daz
Lombardo, el Lic. Francisco Escudero, don Enrique Llorente, el Genl.
Ral Madero y el Genl. Roque Gonzlez Garza. El Genl. Villa autoriz a
este ltimo para que asegurara que l estaba dispuesto a abandonar
el pas, si ello era necesario, para que la paz pudiera realizarse.
Cuando en las conferencias que con este motivo se suscitaron, se
pregunt a los delegados convencionistas que quin ganara en la
prxima batalla que estaba por librarse en Aguascalientes? varios de
los seores delegados estimaron poltico y prudente asegurar que sera
Villa quien ganara; slo Angeles, al ser interrogado, contest:Ganar
Obregn.Por encima de su partidarismo poltico y de sus intereses,
Angeles deca la verdad de sus convicciones.
LAS CONFERENCIAS DEL A. B. C. tuvieron un resultado negativo
pues el 19 de octubre de 1915, el seor Carranza, fue reconocido por
el Gobierno de Washington como gobernante de facto; los gobiernos
del A.B.C. hicieron lo mismo poco despus.
247
EL EXILIO.El Genl. Angeles permaneci en Estados Unidos, como
exiliado poltico residiendo en la ciudad de El Paso, con grandes dicul-
tades econmicas, porque l no haba amasado fortuna alguna. Casi de
la miseria lo rescat la generosa amistad del Genl. Jos Mara Maytorena,
ex-Gobernador Constitucional del Estado de Sonora, quien le facilit
elementos para adquirir un rancho y tratar de vivir modestamente.
En el rancho de El Bosque cerca de El Paso, Tex., y al otro lado del
Ro Bravo, se estableci el Genl. Angeles, con su familia formada por
la seora su esposa Clara Kraus de Angeles y sus hijos Alberto, Isabel,
Felipe y Julio. Estos entonces contaran unos doce aos.
La vida del general Angeles, en El Paso, Tex., fu de rudo trabajo,
sin embargo de lo cual, el negocio del rancho vino a menos y termin
con el fracaso econmico a pesar de que el hijo mayor, Alberto, trabaj
heroicamente por salvar los intereses de la familia.
Poco despus de la llegada de Angeles al destierro, lleg a la
ciudad de El Paso, Dic. de 1915, quien esto escribe, despus de haber
participado en las luchas y actividades de la Convencin Nacional
Revolucionaria, con cuyo gobierno alcanz la categora de General de
Brigada y ocup el honroso puesto de Ministro de Comunicaciones
en el Gabinete del Gobierno Provisional del honorable revolucionario
licenciado Francisco Lagos Chzaro.
En el desasociego de la lucha militar y poltica, amagada por el
enemigo y hasta por los propios amigos zapatistas, la Convencin
Nacional Revolucionaria cumpli su misin poltica gubernamental,
pues, habiendo aprobado que la vuelta al rgimen constitucional se
iniciara el 1 de enero de 1916, instituy el sistema parlamentario de
gobierno y termin tras largas, acaloradas y sonadas discusiones, el
Programa de Reformas Econmicas y Sociales, sobre el cual habran
de legislar las futuras Cmaras, tomndolo como norma revolucionaria;
programa que contiene, en sntesis, todas las reformas que han venido
siendo objeto de leyes y decretos en la gestin legislativa de gobiernos
que han credo estar dentro del credo revolucionario, aunque la forma
del Ejecutivo siguiera siendo de esencia dictatorial.
248
La Convencin y sus fuerzas haban luchado en el Valle de Mxico,
haban evacuado la capital, instalndose en Cuernavaca; haban vuelto a
la capital, para evacuarla de nuevo, instalndose en Toluca y nalmente
despus de rudos combates, realiz una desastrosa marcha desde
Toluca hasta Torren, librando combates en la mayora de los cuales
fu batido, pues careca de municiones.
En la hacienda de Gruidora, del Estado de Zacatecas, tropas
del Genl. Trevio le infringieron una derrota en que Cervantes luch
cuerpo a cuerpo con el jefe de la columna enemiga teniente coronel J.
Aguilar y Fras. Aquello fu la dispersin y, despus de penosas jornadas
Cervantes pudo llegar a la frontera presentndose en El Paso, Texas,
ante su Jefe y amigo el Genl. Angeles, quien al verlo, estrechndolo
cariosamente, le dijo estas palabras: Me ha sacado Ud. una de las dos
espinas que tena clavadas en el corazn, pues yo saba que primero
Gonzalitos y despus Ud. haban muerto en la campaa.El Genl. Jos
Hern Gonzlez, el ms honorable, pundonoroso y valiente discpulo
de Angeles, sigui a Villa por un sentimiento de amor propio y en e!
ataque a Hermosillo. Son., fue muerto combatiendo a la cabeza de sus
tropas de infantera; lo acompaaba Alberto Angeles el muy inteligente
Ing. hermano menor del Genl.
Las palabras afectuosas del Genl. Angeles tuvieron para m
una profunda signicacin porque, como ya lo he expresado, este
maestro era sumamente parco en halagos, del mismo modo que no
era hombre de exponsiones que revelaran sus hondos sentimientos.
A Angeles nunca lo vi emocionarse, menos llorar, como tampoco le vi
arrebatos de clera o de gran alegra; era un temperamento indgena
de sorprendente ponderacin que ejerca perfecto dominio sobre
lo afectivo; desvaneca, con imponderable voluntad, hasta las ms
terribles impresiones y procuraba someterlo todo al crisol de la reexin
y del raciocinio. El Genl. Angeles, como un hombre de ciencia, era
enamorado de la verdad y de la justicia; como un verdadero intelectual
y raro poseedor de la ecuanimidad, pareca fro e inconmovible.
249
EL GENERAL JOSE HERON GONZALEZ
(El General Gonzalitos).
Quienes conocimos (all por el ao de 1905) como alumno del
Colegio Militar a aquel jovencito oriundo de Huauchinango, Pue.,
lo distinguimos con el tratamiento carioso de Gonzalitos o de
Pepito, por su estatura pequea y su aspecto de nio siempre afable
y sonriente. Sin embargo y quizs por una reaccin en contra de ese
tratamiento que podra parecerle impropio, dado su temperamento
viril, Gonzalitos se distingui por su disciplina estricta y por su nunca
desmentido cumplimiento del deber. A pesar de su afable carcter,
cuando fue ascendido sucesivamente a cabo y sargento de alumnos,
se mostr enrgico y estricto en el mando. De este modo, quienes lo
conocieron aprendieron a estimar en l al militar caballeroso y lleno de
pundonor; incapaz de ofender a nadie pero susceptible de todas las
energas cuando se trataba del servicio militar. En l se cumpli aquel
adagio de que lo corts no quita lo valiente, como veremos por su
actuacin militar y revolucionaria.
No puedo olvidar que en ocasin de una exhibicin atltica del
Colegio Militar, en las postrimeras del gobierno del general Daz, dada
la pequeez y ligereza de Gonzalitos, se le comision para que formase
la cspide de una pirmide humana de cinco cuerpos que, como una
muestra del adelanto gimnstico de los alumnos, fue presentada en una
exhibicin que se realiz en el patio Juan de la Barrera, en presencia
del Presidente de la Repblica, y de altos personajes. Gonzalitos escal
con habilidad y asombro de los espectadores aquella pirmide humana
y encontrndose en la cspide de sta, elev los brazos en seal de
triunfo en medio de la expectacin y de los aplausos de la concurrencia;
pero en esta clase de maniobras el descenso es ms peligroso que la
subida; un ligero bamboleo de los de abajo hizo que los dos alumnos del
penltimo cuerpo oscilaran ligeramente provocando el desequilibrio en
la posicin de Gonzalitos, quien desamparado en situacin tan inestable
no teniendo de donde asirse, se fu de espaldas y cay pesadamente
250
sobre el suelo formado de tablones, se golpe la regin cervical y
qued en estado comatoso. Aquel incidente conmovi a la concurrencia
y exalt el sentimiento del general Daz, que se acerc presuroso a
Gonzalitos y vio que lo condujeran a la enfermera. Despus de largos
das de cama, Gonzalitos logr recuperarse de tan grave accidente.
Aos despus que he pensado con cario en tan infortunado amigo,
he tenido, recordando aquel accidente, algo as como el presagio
funesto de su vida. Valiosa por los conocimientos adquiridos en la
soberbia Escuela de Chapultepec, inmaculada por la moralidad y el
estricto cumplimiento del deber; brillante y fugaz, por el ascenso a la
cspide de la gloria militar y despus, trgicamente cortada por cada
vertiginosa, de cara al Sol.
Veremos en efecto, que el entonces capitn tcnico de artillera
Jos Hern Gonzlez, escal rpida y merecidamente la jerarqua
militar hasta general brigadier, por mritos en campaa; se bati
valientemente en diversas acciones de guerra y pereci en el ataque
a Hermosillo.
El Capitn Gonzalitos march como ayudante del general Angeles
a la campaa de Morelos, en 1912, y prest inestimables servicios a
su jefe, hacindose estimar merecidamente; fu tambin de los pocos
ociales que tuvieron energa y conviccin bastante para separarse del
gobierno inmoral de Victoriano Huerta, incorporndose a la revolucin
en Sonora cuando apenas dos o tres ociales tcnicos salidos de
Chapultepec, nos habamos agregado a dicha revolucin.
Gustavo Garmendia, el brillante y valeroso hijo del Colegio de
Chapultepec, que el primero, se uni a la revolucin, acababa de
perecer cubrindose de gloria militar al asaltar y tomar uno de los
reductos que protegan a Culiacn, cuando marchaba a la conquista
de la posicin a la cabeza de sus tropas.
Ahora Gonzalitos se presentaba humildemente, como era peculiar
de su carcter, para incorporarse al maestro de la juventud militar
sana, general Felipe Angeles. Nosotros lo recibimos con los brazos
abiertos porque sabamos cunto vala este inteligente ocial y el
251
general Angeles lo distingui desde luego con su ms grande afecto.
No olvidaba el general la actividad de Gonzalitos, quien ya haba
demostrado sus aptitudes y hasta realiz la proeza de hacer una jornada
con unos cuantos soldados desde Mxico hasta Cuernavaca, a travs
de una zona plagada de guerrillas enemigas.
Para dar una idea de la humildad y del aspecto juvenil de Gonzalitos,
cuya estatura era baja, su cuerpo delgado, su tez sonrosada y lampia,
dir que daba la impresin de ser un jovencito a pesar de que entonces
tendra como 26 aos y referir lo siguiente: Cuando el general Angeles
pas por Agua Prieta, Gonzalitos ostentaba el grado de coronel: vesta
de paisano y paseando por cerca del mercado de aquella poblacin
vio que unas seoritas de la buena sociedad local se aproximaban a l
y lo invitaban a que las ayudase a cargar algunos bultos que para ellas
resultaban demasiado pesados, dndole el tratamiento de muchachito
y ofrecindole una propina para luego que llegasen a su casa. Gonzalitos
no puso la menor objecin y con presteza carg los paquetes que le
encomendaban, llevndolos hasta la casa de las seoritas de quienes
rehus con toda cortesa la remuneracin que le ofrecan.
Cul no sera la sorpresa de esas seoritas, cuando al ofrecerse en
su casa un agasajo al general Angeles, Gonzalitos lleg uniformado,
siendo presentado a la familia con estas frases: Tengo el gusto
de presentarles al seor coronel Gonzlez. Las seoritas a que me
vengo reriendo no salan de su asombro y pena, deshacindose en
disculpas y comentando, con alabanza, la modestia extraordinaria de
aquel joven militar.
Cuando Jos Hern Gonzlez, se present a la revolucin ostentaba
el grado de capitn y pocos meses despus fue ascendido por el
Primer Jefe a mayor, con el general Angeles march a incorporarse
a las fuerzas de la Divisin del Norte. Cuando Villa conoci a
Gonzalitos, no hizo ningn aprecio de l porque ste era retrado y no
acostumbraba presentarse a sus jefes ms que cuando lo reclamaba
el servicio militar, en el cual, como ya he dicho, era estricto y cumplido
fuera de toda ponderacin. Pero Villa era un intuitivo y bien pronto
252
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253
al notar los ecientes servicios de ese joven ocial que se distingui
en la tenaz batalla de Torren, y que a pesar de la conanza y cario
de Angeles, nunca haca mrito de sus hazaas y slo se presentaba
para recibir rdenes o dar parte de haberlas cumplido, empez a
observarlo y en unos cuantos das pas, de la indiferencia a la ms
grande estimacin.
Despus de la batalla de Torren y contrariando las reglas
escalafonarias, Villa cit a las tropas a una formacin en la Plaza de
Armas y ante la sorpresa de jefes y ociales, entresacando tropas hasta
completar el efectivo de un regimiento, areng a esas tropas a la manera
que l acostumbraba hacerlo, y presentando a Gonzalitos como un
ejemplo, les dijo que por sus mritos militares le conceda desde luego
el grado de coronel y la jefatura de aquellas fuerzas.
El coronel Gonzlez no se envaneci con tamaa distincin, sino
que, con una honradez peculiar de las almas grandes, se sinti obligado
en su pundonor y sigui cumpliendo como el mejor, distinguindose
en las diversas acciones de guerra y haciendo resaltar la extraordinaria
disciplina de las tropas confiadas a su mando. Yo le vi batirse
denodadamente en la batalla de Zacatecas, y continuar al frente de
sus tropas a pesar de haberse luxado un pie; y supe todava de otras
hazaas guerreras: sus tropas eran apoyo infalible de las maniobras
tcnicas y estratgicas de la brigada Angeles, y por su ejemplo,
constituan estmulo.
Despus de que el general Angeles organiz la artillera de la
Divisin del Norte, que hizo sentir su empuje victorioso en la batalla
de Zacatecas, el general Villa quiso que organizara la infantera. Fu
Gonzalitos el instructor y organizador de los primeros batallones y a su
espritu disciplinario se debi la formacin de batallones que deslaron
en Mxico en octubre de 1914 cuando la Divisin del Norte se present,
revelando con su formacin y maniobras, que eran excelentes tropas
de lnea.
Las tropas de Gonzalitos, tomaron parte en la batalla de Ramos Arizpe,
en la que Angeles derrot a tres generales adversarios. Gonzalitos fue
254
ascendido a general por mritos en campaa. En la batalla de Celaya, la
infantera, al mando del general Gonzlez, sostuvo valientemente el mayor
peso del ataque enemigo, siendo casi aniquilada.
Despus de la derrota de Len y de la retirada hasta Chihuahua,
cuando todos se alejaban de Villa, porque se iniciaba la dispersin,
Gonzalitos a quien Villa mismo le haba gastado graves inconsecuencias
por la derrota de Celaya, sin comprender el herosmo de las tropas
de Gonzalitos, ste se present en Chihuahua a despedirse de Villa,
y entonces ste, en tono carioso y doliente, le dijo estas palabras:
Est bueno, Gonzalitos; usted tambin a quien tanto cario le
he tenido, me abandona como los dems. Gonzalitos se sinti
enardecido en su dignidad, y le contest que si todava era estimado,
lo seguira hasta donde fuera.
Las tropas de infantera del general Jos Hern Gonzlez, fueron
con Villa hasta Sonora y tomaron parte en la desastrosa batalla de
Hermosillo.
En esta accin de armas, pretendiendo hacer que la retirada de
sus tropas fuese ordenada, aquel militar, cuya vida fu de una gran
humildad, de gran pundonor y de cumplida competencia como militar
tcnico, fue atravesado por una bala enemiga que le produjo la muerte
pocas horas despus.
Al dedicar estas lneas al recuerdo de un joven militar a quien le
tuve afecto fraternal y ante cuyas prendas militares me descubro, le
rindo homenaje a una virtud superior. Pocos habr que recuerden a ese
joven revolucionario cuyo gran valor intrnseco y el brillo de su actuacin
quedaban ocultos por una caracterstica humildad.
Pero si alguno de los hijos de Chapultepec, discpulos de Angeles,
merece frases elogiosas y homenaje sincero, nadie podr negar que el
general Jos Hern Gonzlez, Gonzalitos, fu el prototipo del militar
pundonoroso que ms los justica.
LOS EXILIADOS.Los pocos discpulos de Angeles que nos haba-
mos acercado a l en el exilio, Gustavo Bazn, Eugenio Aguilar y sus
hermanos, Manuel Cabrera, Eduardo Angeles, algunos otros ex-ociales
255
y yo, nos encontrbamos en un destierro que se haca ms amargo
por la hostilidad del medio. Los carrancistas nos tildaban de villistas
y zapatistas para malquistarnos con los norteamericanos y stos que
no hacan gran aprecio de las cuestiones polticas, s exacerbaban su
prejuicio racial que, para los pobres, es feroz en la frontera. Los mexi-
canos eran all considerados como de una raza inferior y tratados con
desconsideracin y hasta con descortesa. Encontrar trabajo era algo
casi imposible, intent servir como profesor de espaol, en alguna de
las escuelas (High School) de El Paso, o San Antonio, Tex., y aunque
me cerciorase de que los profesores de espaol, de esas escuelas, no
hablaban espaol, no logr obtener una ctedra, ni como ayudante,
porque no era ciudadano americano. En nuestro desamparo, preferimos
ganarnos la vida manejando automviles, en un sistema llamado Jitney,
de circuito cerrado, por cuya carrera se cobraban cinco cntimos ame-
ricanos. Y as, con rudo trabajo, nos ganbamos el sustento. El trabajo
humilde no nos humillaba, pero el mal trato de los norteamericanos,
nos amargaba la existencia. Por nuestro espritu rebelde, en defensa
de legtimos derechos, ms de una vez tuvimos grandes disgustos con
autoridades y con ciudadanos texanos.
Entre los desterrados del rgimen vencido, haba algunos hombres
prominentes, y hasta generales huertistas, quienes, no sabiendo trabajar
pasaban miserias y humillaciones.
Un exiliado distinguido, el licenciado Miguel Bolaos Cacho, ex
Gobernador de Oaxaca, public, por aquel entonces, un artculo en
que recomendaba la sumisin al gobierno de Carranza; en larga carta
abierta, publiqu mi refutacin que, a continuacin insert, para que
se vea cual era nuestra ideologa.
A LOS EX-PATRIADOS MEXICANOS.
El ilustre seor licenciado don Miguel Bolaos Cacho, distinguido
poeta, ex-Magistrado, ex-Senador, y ex-Gobernador Constitucional de
Oaxaca, su Estado natal, ha publicado un interesante artculo dedicado
256
a los expatriados mexicanos, aconsejando la sumisin al gobierno
actual de Mxico, patrocinando la idea en ocasin de la integracin
de la Jefatura del Poder Ejecutivo de Mxico y de la instalacin de un
congreso nacional dentro de las circunstancias y del medio ambiente
del pas.
Considera el seor licenciado Bolaos Cacho que es indispensable
que alguien tome esa iniciativa dada la anarqua moral que reina entre
los expatriados, y, sin eufemismos ni vacilaciones, seale los nuevos
derroteros que se abren a nuestra mentalidad de hombres conscientes
y a nuestros generosos anhelos de mexicanos.
Nosotros vamos a comentar el mencionado artculo para sealar
nuestras opiniones diferentes; bien entendido que el criterio que a uno
y a otro informa, dimana de doctrinas opuestas, ya que no pueden ser
comunes los principios de aquellos que, como lo conesa el licenciado
Bolaos Cacho no han militado en las las revolucionarias, aunque
acepten de buena voluntad sus postulados y en una buena parte sus
reivindicaciones, y los de quienes estamos indenticados con la causa
revolucionaria.
El seor licenciado Bolaos Cacho, arma, al hacer historia, como
recordacin de antecedentes, que aunque el gobierno del Seor
Madero satisfaca en principio, las aspiraciones desbordantes del
momento histrico, encontrando, por ello, en su gnesis la ms inusitada
popularidad, cay ante la opinin consciente a los pocos meses de
su inauguracin, porque naci muerto, debido a su impaciente
radicalismo terico inicial y sus excesivas complacencias habituales.
Armacin que no podemos aceptar porque nos parece poco verosmil
que un gobierno nacido, como ninguno otro, del sufragio efectivo del
pueblo o que, como el mismo seor articulista lo asiente: tuvo en su
gnesis la ms inusitada popularidad, haya podido nacer muerto,
por efecto del radicalismo inicial patrimonio inevitable de todo partido
poltico triunfante que empieza a gobernar, y de una complacencia
posterior que, como lo seala la historia, ha sido prctica usual de los
gobernantes de sabia poltica.
257
Que si generosa fue la complacencia del Sr. Madero en el pacto
de C. Jurez, cuando la revolucin se ergua arrolladora y amenazante,
sabia y poltica, fue su complacencia para con los vencidos cuando,
elevado a la Primera Magistratura del pas, pens utilizar a los hombres
de vala que, no por pertenecer a otros partidos, dejaban de ser masa
importante de las fuerzas vivas de la nacionalidad.
El general Daz tuvo menos popularidad cuando lleg a la
Presidencia, no como Madero, por el sufragio del pueblo, pero en los
primeros aos de su gobierno respet las formas legales y aprovech
a sus enemigos polticos para servirle a la Nacin; esa fu, entre otras,
la causa de su buen xito.
Seguramente que si los elementos conscientes del partido
reaccionario hubieran previsto con ms sabidura y menos perversidad,
habran comprendido que la oposicin y las intrigas que hicieron
al gobierno legtimo, eran ms graves por sus consecuencias para
los intereses de su propio partido y, sobre todo, para los intereses
nacionales, que la adhesin cvica que, entonces s, urga, con mandato
imperioso, la salud pblica y la decisin del pueblo soberano. Porque
nadie pone en tela de juicio la legalidad de las elecciones del Primer
Mandatario, ni nadie ms que unos cuantos huertistas, impenitentes o
desahuciados, oculta que, como lo asienta el escritor a quien refutamos,
el cuartelazo que derrib a Madero no pudo entraar, como no
entra, la solucin adecuada y legtima; porque en todo caso, la
terminacin pacca del perodo del seor Madero, habra sido mucho
menos daosa a la Nacin, aun en el supuesto de que ese gobierno no
hubiera podido encarrilarse bien, que su violento aniquilamiento
Armamos pues, nosotros, que la cada del gobierno del seor
Madero, no fue debida ni a radicalismo ni a complacencia, sino a la labor
de intriga y de oposicin sistemtica de una parte consciente, pero insana,
del partido reaccionario; a la traicin de una parte del Ejrcito, hecho
vergonzoso que por desgracia, es repeticin de otros que registra nuestra
historia desde que se inici la independencia (por eso hemos defendido
la idea del servicio militar obligatorio), y al asesinato poltico.
258
Siempre nos ha sorprendido por su poca sindresis, la explicacin
que hasta algunos correligionarios parecen aceptar, de la cada del seor
Madero, pretendiendo que se debi a su bondad y mansedumbre. En
verdad que stas no eran como las del Nazareno, que pusiera una mejilla
cuando haba sido abofeteado en la otra, sino que consista en un afn,
inapreciable como virtud suprema, de respetar la Ley y de practicar la
democracia. La eleccin del seor licenciado Bolaos Cacho, como
gobernador de Oaxaca, es prueba de tal aserto, pues, no siendo l
candidato ocial, se respet, sin embargo, el sufragio del pueblo.
Y nunca podremos aceptar, por contraria a la moral y al sentido de
la lgica, la idea de que la virtud pueda ser funesta para el gobernante,
an en pueblos poco civilizados como el nuestro.
El hecho es que, por ofuscacin o por dolo, muchos pretenden
explicar los acontecimientos del cuartelazo, atribuyndoles por
causa, las virtudes exaltadas o las debilidades de la vctima, mejor que
atribuirlo, como es lgico, a los antecedentes, a la inmoralidad y a las
maniobras siniestras de los victimarios. Madero no habra muerto, dicen,
si hubiera fusilado a Flix Daz y a todos los otros, es decir, Madero
no habra muerto si en vez de ser magnnimo y respetuoso de la Ley,
hubiera sido pequeo, dspota y sanguinario. Y, triste es decirlo, con
este juicio profundamente errneo, pero generalmente aceptado; con
ese criterio amoral expresado por boca del mismo seor Carranza,
se ha pretendido gobernar al pas durante el rgimen de facto, y se
piensa an gobernarlo, dando as, indicio inequvoco de la tirana que,
a despecho de todos los principios revolucionarios, sigue amenazando
a la nacin.
En el informe presentado el 15 de abril por el seor Carranza, declar
que si don Francisco I. Madero, hubiera castigado con severidad a sus
enemigos, la reaccin no lo habra derrocado. Y con anterioridad, en el
memorndum presentado por el licenciado Charles Douglas, cuando
se solicitaba el reconocimiento al gobierno de los Estados Unidos,
Carranza, arm que: Si, Madero hubiera seguido este camino (el
que l ha seguido), hoy (entonces), habra paz en Mxico.
259
As es cmo el precepto de la mano de hierro, el falso principio de primero
la fuerza que el derecho, aberracin del poder omnmodo, fue revelando
que en el apstol constitucionalista del Plan de Guadalupe, se ocultaba el
descendiente de la estirpe de Maxtla, de Santa Anna y de Victoriano Huerta
Pero, volviendo a nuestro tema, preguntamos nosotros: Qu
gobierno, por fuerte que parezca, puede sostenerse cuando el Ejrcito,
la institucin militar en cuyo honor y lealtad descansa, lo traiciona?
Ninguno seguramente, ni el ms popular de ellos.
La intriga de la clase directora, la traicin del Ejrcito y el asesinato
poltico, tres hechos que dan idea del nivel moral de ciertos hombres y que,
con exclusin del pueblo, se singularizaron en un grupo de politicastros,
en una parte del ejrcito, la ms corrompida, y en un puado de sicarios,
son fuerza destructora de cualquier gobierno, cuando sorprenden a la
opinin pblica, pero no pueden estar justicados por el radicalismo
o por la mansedumbre, ni an por la ineptitud de un gobernante. De
manera que, tras los acontecimientos de febrero de 1913, no siendo
popular el huertismo, la opinin revolucionaria, que era prepotente, por
ser la verdadera opinin pblica, pletrica de legitimidad, exaltada por
la idea vengadora, tena que triunfar indefectiblemente.
Y con razn debieron, desde entonces, no de ahora, los hombres
de honradez y valor sucientes, como el seor licenciado Bolaos
Cacho, rendirse a la evidencia reconociendo categricamente la
realidad y la legitimidad de la Revolucin.
De manera que hasta aqu, en lo que se reere a esta conclusin, y
aunque por consideraciones y con criterio diverso, estamos contestes;
con el escritor citado.
Pero de ah a reconocer, como errneamente lo hace el mencionado
jurisconsulto, que la Revolucin ha triunfado porque ha triunfado el
carrancismo y que, por tanto, los expatriados deben someterse o
dimitir con lealtad y patritica intencin, media una gran diferencia
como vamos a verlo.
Para nosotros el triunfo de la revolucin estriba en la implantacin,
de la mayora de los principios revolucionarios. Para nosotros, el triunfo
260
en los campos de batalla y en el dominio de la poltica mexicana
a que se reere el seor licenciado Bolaos Cacho, obtenido contra
el ejrcito que sirvi a Victoriano Huerta y contra la reaccin, (si que
tambin contra la tendencia legalista despus), no bastan para declarar
que la Revolucin ha triunfado verdaderamente; porque este triunfo de
la fuerza que se cita, para ser legtimo, necesita la sancin del derecho
y el ejercicio del precepto democrtico.
Ahora bien, desde que se entrevi el triunfo de las armas
revolucionarias, se inici la ambicin a la gobernacin del pas, por una
casta revolucionaria personalista, que, gradualmente, fue quebrantando
todos los principios.
Sintetizando, diremos que, primero se provoc la divisin entre los
mismos elementos revolucionarios por actos dictatoriales contrarios
a la tendencia democrtica; despus se burl el pacto de Guadalupe
que prevena que el Primer Jefe asumira la Presidencia Provisional;
ms tarde se desconoci la autoridad de la Convencin de la que, por
razn y derecho, se haba reconocido expresamente la superioridad al
presentar ante ella su renuncia la Primera Jefatura y al consultarle, para
que las resolviera, las cuestiones importantes, tales como las gestiones
de la desocupacin de Veracruz por las tropas americanas.
La rebelda a la Convencin, originada porque, usando de perfecto
derecho, la representacin revolucionaria retiraba de Carranza la Primera
Jefatura singulariz la postulacin franca del personalismo y trajo, tras
el triunfo de las armas, completado con auxilio del reconocimiento
extranjero, una era de gobierno llamado de facto durante el cual,
bajo la bandera constitucionalista se han hollado todas las garantas
individuales y se desarrollaron persecuciones nunca vistas, arrebatando
la propiedad y privando de la vida a innumerables mexicanos. A esos
desgraciados se les aplicaba como arbitrio, a veces la incautacin o
la terrible ley decretada por Jurez, el ao de 1862 y aplicable a los
traidores a la Patria!!!
Al nal de este nefasto perodo preconstitucional, haba generales
que resultaban seores de horca y cuchillo y que, sin ley ni freno,
261
tiranizaban y se enriquecan con pasmoso cinismo.
1
Y se vio tambin un
congreso llamado constituyente, nacido del seno del constitucionalismo
e impuesto por el Primer Jefe, que daba engendro a una nueva
constitucin nacional! La sagrada constitucin de 1857, por cuyo respeto,
oh, irona! se levantaron en armas, era de ese modo respetada! Y ms
todava, para conrmar la ms sangrienta de las burlas a las instituciones
de la Repblica, para escarnecer los principios del sufragio efectivo y
de la no reeleccin, que como institucin nacional, por ley y por causa
haba sostenido el pueblo mexicano, se convoc a elecciones en las que
no podran ser votados otros ciudadanos que los amigos de la causa,
esto es, de la casta; la presin militarista circunscribi, adems de la
convocatoria exclusivista, el sufragio, y el Primer Jefe continu en el Poder
como resultado de un portentoso escrutinio que dio al seor Carranza
la unanimidad de los votos! Era el nico candidato!
Desgraciada repblica aquella que no encuentra ms que a un
solo hombre, como al nico capaz de regir sus destinos!! Democracia,
democracia, cuntos atentados se cometen en tu nombre!!
Cuando en el ao de 1876, el general Daz asumi el poder en forma
anloga a como lo ha hecho el seor Carranza, 41 aos despus, su
administracin se distingui, sin embargo, por el respeto a las formas
legales y por una exquisita moralidad en el manejo de caudales; no
obstante que Daz tena conquistados en los campos de batalla, fama
y prestigio envidiables, sus partidarios no tuvieron, ni aun en el primer
perodo presidencial, el descaro de declarar que, por tratarse de un
super-hombre, se haca excepcin del principio de no reeleccin.
La frmula de los hombres nicos, que ha sido la palabra mgica
de las peores tiranas y a cuyo conjuro subieron al poder: don Agustn
de Iturbide, don Antonio Lpez de Santa Anna sirvi de nuevo para
exaltar a la presidencia a don Venustiano Carranza.
1 NOTAEn los das memorables de la Convencin N. Revolucionaria en Mxico, arm
que muchos hombres haban acudido a la Revolucin no por principios, sino para po-
der escalar altos puestos, a pesar de su incultura, y enriquecerse en ellos. Humildes
revolucionarios de hoy, sern los burgueses de maana, dije. No basta ahora pasar
lista de los enriquecidos, para conrmar la verdad de aquella prediccin?
262
Para ese gobierno, as constituido, aconseja el seor licenciado
Bolaos Cacho, la sumisin; y es esa clase de gobierno la que dicho
seor licenciado espera que se perpete en su Patria, pues toda lucha
contra l le parece irrealizable e incompatible con las resistencias
fsicas y morales de la nacin, y por tanto, anti-patritica.
Pues bien, nosotros respetamos esa opinin, pero no podemos
aceptar semejante consejo slo compatible con las doctrinas de quienes
toman como buenas las dictaduras, pero que no se compadece con el
credo de quienes aceptan de buena voluntad substancialmente los
postulados y buena parte de las reivindicaciones de la revolucin.
No porque haya un gobierno constituido, existe para nosotros,
ni para nadie que lo reexione, un gobierno constitucional y, por
consiguiente, legtimo. Y si la legitimidad del gobierno obliga a todo
ciudadano a la sumisin y al respeto, como deberes cvicos, la existencia
de un gobierno constituido, pero no constitucional, slo implica una
actitud discrecional. Y aqu surge naturalmente una duda respecto a los
postulados cvicos del seor licenciado Bolaos Cacho, uno de cuyos
prrafos dice as: Esa sumisin (al gobierno actual) que constituir la
ms alta y elocuente muestra de civismo signicar un nobilsimo
sacricio en aras de superiores intereses; sacricio que, para ser fecundo
y compensar moralmente la magnitud de nuestro altruismo, ha de ser
profundamente sincero, etc..
Nosotros entendemos que el civismo es el celo patritico del
ciudadano y que, para ser fecundo, altruista y sincero, necesita adunarse
con la virtud poltica. Esta consiste, como la dene Montesquieu, en
el amor de la igualdad. Cmo pues, va a ser noble sacricio el de la
sumisin a la dictadura, cuando sta es el ejercicio desptico del poder,
arbitrariedad en principio y desigualdad en esencia?
De seguro que el seor licenciado Bolaos Cacho, ha equivocado
la expresin de su altruismo cvico, como lo conrma el hecho de que
estime que los servicios por l prestados en la cosa pblica durante
largos aos, le dan derecho de dar por cumplidos en este punto (el
de su participacin en la poltica) sus deberes cvicos.
263
Ese derecho, o por mejor decir, esa exencin, slo es aplicable
a hombres decrpitos, pues considerada en hombres que gozan
de todas sus facultades, solamente podra atribuirse al egosmo o
a la negligencia, ante la obligacin en que est todo ciudadano de
interesarse con devocin en los destinos de su Patria, cualesquiera que
sean los servicios prestados.
Pero el seor licenciado Bolaos Cacho, segn propia declaracin:
Tiene la honradez y el valor civil sucientes para rendirse a la evidencia
(a la obediencia diramos nosotros) reconociendo categricamente la
realidad y la legitimidad del triunfo de la revolucin. Creemos de buena
f, dada la elevada cultura del seor licenciado Bolaos Cacho, que
l se rinde deliberadamente, pero por razones que no nos incumben,
a la imposicin de la casta imperante. Y as se comprende al leer este
prrafo que expresa esperanza o quizs, segn se nos ocurre a nosotros,
amarga duda: De esperarse es que, al suprimirse los procedimientos
extraordinarios y anormales de la era revolucionaria el nuevo gobierno,
a la par que se robustezca y consolide, vaya poniendo en prctica
medidas adecuadas del orden constitucional y civil que la evolucin
misma de su rgimen y el mejoramiento de ste habr de requerir para
la viabilidad efectiva de la funcin gubernamental, dentro del respeto
al derecho ajeno; medidas que implicarn, sin duda, la abolicin o
la modicacin de las disposiciones y de los actos inconciliables con
la respetabilidad del Poder pblico, y con el ejercicio de la libertad
individual, bien entendida.
Para nosotros que creemos, de toda buena f, estar identicados
con la idea revolucionaria, para nosotros que hemos militado en las las
revolucionarias, para nosotros los que aceptamos con todo valor civil y con
entereza, parte de la tremenda responsabilidad de la revolucin, el aspecto
legtimo del gobierno y la sumisin leal a los gobernantes slo puede
derivar, en sntesis, de las siguientes consideraciones de principio:
Las revoluciones, como todos los actos de violencia colectiva, tienen
una explicacin, pero necesitan, para justicarse no slo obedecer a una
causa buena, sino tener un resultado benco para la colectividad.
264
La revolucin mexicana se inici en 1910, para redimir al pueblo en
sus aspiraciones de libertad; y se continu en 1913, con la bandera de
la Constitucin. Respondi pues, a una causa buena; era la causa de
la Democracia. Por eso venci a quienes se opusieron a ella. Pero, el
principio de la democracia es la virtud y entre los hombres llamados
revolucionarios, no predominaba aquella cualidad porque suele suceder
que los menos son los hombres de principios, y los ms son los hombres
ambiciosos. Tuvo, pues, que renovarse la lucha y, en un perodo que an
dura, la fuerza del personalismo, se impuso sobre la idea superior. Pero
habr desaparecido sta?No, seguramente porque si la lucha que
ha conmovido a la Repblica durante seis aos, tuvo por propsito la
desaparicin del rgimen dictatorial, la opinin nacional que es el anhelo
de la mayora, el pueblo que es el soberano, no puede quedar satisfecho
con una nueva dictadura. Nuevamente, la causa de la democracia, tendr
que vencer, en Mxico, a quienes se oponen a ella.
Cuando la gobernacin del pas est en manos de los elegidos
del pueblo, y los mandatarios de la Nacin, sean sus servidores y no
sus amos; cuando se respete la Ley, entonces, un deber imperioso,
el de la propia conciencia, impulsar a todo ciudadano honrado a la
sumisin, a la obediencia y al respeto. Cuando se hayan conquistado
las conciencias, que son invulnerables por la fuerza, entonces se habr
triunfado. Y ese ser el triunfo denitivo!
Y si ese triunfo no llegare, cuando la edad, la miseria, el ostracismo
y la impotencia nos hicieren perder tan caras ilusiones, cuando
reconociramos que la revolucin haba fracasado, volveramos pero
calladamente!, a la Patria irredenta, si no amparados por el manto
de la Ley, cuando menos envueltos en la serena protesta de nuestro
silencio, tristes quizs por nuestra debilidad, pero no avergonzados de
nuestra derrota, ni menos an so nunca!, arrepentidos o retractados
de nuestras convicciones.F. Cervantes.
NOTA.El autor sufri las amarguras del destierro, por ms de
cinco aos, y no volvi al pas sino hasta que desapareci el rgimen
de Carranza (en 1921).
265
V
IGOROSO ARTICULO DE ANGELES.El general Angeles, a su
vez, en el vigoroso artculo que sigue, contest a los enconados
ataques que carrancistas y reaccionarios le dirigan:
En la revolucin de 1913, peleamos contra la reaccin dictatorial,
peleamos por rearmar el triunfo de la revolucin de 1910, ilusoriamente
destruido por la traicin de Huerta. Desde el principio, muchos
descubrimos que Carranza nos llevaba a una nueva dictadura. Estar
desde luego contra Carranza, hubiera sido fortalecer a Huerta, hubiera
sido un crimen. Divididos ya en espritu, continuamos la guerra contra
Huerta. Cuando Carranza vi rota la fuerza moral huertista, provoc
el rompimiento con Villa, prohibindole que obtuviera la victoria de
Zacatecas. Todos los generales de la Divisin del Norte, hablaron de
dispersarse, y, algunos, de ir sobre Carranza o a las montaas. Eso habra
encendido de nuevo la moral en el alma de los huertistas, y yo me opuse
a ello. Yo redact el telegrama que cruz el rostro de Carranza, como
un fuetazo; por m fuimos a Zacatecas y vencimos nalmente a Huerta.
Yo soy el culpable de que, desoyendo los despticos mandatos de
Carranza, hayamos ido a dar el ltimo golpe de muerte a los huertistas;
yo soy el culpable de haberle dicho a Carranza su miseria moral, su
envidia, su falta de patriotismo, su ambicin, su despotismo. Despus
de Zacatecas, la Divisin del Norte se volvi a subordinar a Carranza,
para facilitar a la Revolucin el triunfo completo. Ah, propiamente,
termin la lucha contra la reaccin dictatorial y empez la lucha contra
la nueva dictadura. Estamos satisfechos de nuestra obra: entre Huerta
y Carranza, preferimos a Carranza.
CAPI TUL O XI V
266
Con esa conducta, me hice reo de dos enormes delitos: el de haber
sido factor implacable contra el huertismo y el de haber arrancado la
careta democrtica de Carranza.
Carranza dijo, desde luego, que mi accin era igual a la traicin de
Huerta; los carrancistas dijeron por la prensa de la Repblica, y por la
de los Estados Unidos, que yo estaba en connivencia con los porristas
y con los huertistas; inventaron una carta del seor general Daz, y otra
del seor Limantour, en las que se me encargaba tornar la revolucin
en favor de ellos, y luego, me acusaron de venir a los Estados Unidos
a vender mi espada a la reaccin.
Los huertistas dicen ahora en La Prensa, de San Antonio, Texas,
que deseo la amnista de Carranza, que pretendo venderle mi espada
a Carranza.
No hay duda, carrancistas y huertistas, son del mismo nivel moral,
son igualmente inescrupulosos.
Los carrancistas, cuando hablan de m, dicen que estuve con Huerta
porque quieren herirme en el corazn; los huertistas me llaman general
ex-villista, porque piensan que me humilla haber militado a las rdenes
del seor general Villa.
Pues sepan carrancistas y huertistas, que sus ataques me benecian
porque prueban, hasta la evidencia, que no estoy con ninguno de
ellos.
Pues sepan carrancistas y huertistas, que no me humilla el haber
servido a las rdenes de Villa, que al contrario, me enorgullece. Me
enorgullece haber sentido por largos meses el afecto y estimacin de
un hombre como Villa, y me entristece el pensar que, entre todo el
montn de intelectuales del pas, no hay un hombre de las energas de
Villa que, a diferencia de Villa que no puede entender la democracia
por insuciente cultura, sea capaz de salvarlos del pertinaz azote de la
dictadura que tiene encorvadas las espaldas de los mexicanos.
Pues sepan carrancistas y huertistas, que estoy con Villa, y con Zapata
y con Genovevo de la O., y con todos los pobres que no se someten a
la injusticia y que no presentan las espaldas al ltigo de los dictadores,
267
que me enorgullezco de ello; que me entristece que mis inescrupulosos
enemigos, siendo mexicanos, no aborrezcan el ltigo del amo y vayan,
poco a poco, mendigando, como Bolaos Cacho, Urbina y Tablada, el
arrimo y el derecho de lamer las botas del dictador.
Sepan que, en el destierro pasar mi vida entera, antes que inclinar
la frente, o que morir ahorcado de un rbol a manos de un huertista
o de un carrancista, por el delito capital de odiar las dictaduras; o que
algn da colaborar con xito en conquistar la libertad y la justicia,
para todos, an para ellos.F. Angeles.
SITUACION DE ANGELES EN EL DESTIERRO.La cercana del
rancho de Angeles a la frontera (estaba a 500 metros del Ro Bravo), y
ciertos actos de hostilidad de las autoridades de El Paso, Tex., incita-
das por el Cnsul y dems autoridades carrancistas que nos vigilaban
y calumniaban, dieron lugar a la intranquilidad de la familia Angeles,
hacindole temer que, con la tolerancia de las autoridades fronterizas,
alguna partida los atacara como hicieron en Arizona con el seor May-
torena, cuyos caballos fueron muertos, incendindole su caballeriza.
El Presidente Municipal de El Paso, (The Mayor), Tom Lee, hombre
de poca cultura y malos modales, mand llamar a Angeles a su presencia
para regaarlo porque haba publicado opiniones desfavorables a
Carranza. De esta intolerancia, contraria a la libertad de pensamiento,
Angeles fue desagraviado por el general jefe de esa zona militar, quien
dijo a Angeles, que no hiciera caso de las maneras de Tom Lee, porque
ste era un Cow boy.
Los amigos revolucionarios del general Angeles, lo invitaban
insistentemente a que se trasladara a Nueva York, donde eran discutidas
y comentadas por los mexicanos, la situacin creada por la dictadura
de Carranza y la indomable rebelda de Villa, de Zapata y de otros
varios jefes rebeldes.
El general Angeles, resolvi pues, transladarse a Nueva York,
dejando a su familia en El Paso, Tex., con los pocos intereses de que
vivan y sujetndose l a una vida de privaciones que revelaban su
humildad y su espritu losco. Su modesta existencia transcurra con
268
la melancola que era peculiar de ese semi-indio que albergaba en su
corazn amor por la ciencia, por las ideas generosas y, sobre todo, por el
pueblo humilde. Angeles remendaba y lavaba su ropa en un cuartucho
de alto piso de Nueva York, cuando no se entregaba a la lectura y
meditacin de sus compaeros inseparables: los libros. Pero dentro de
aquella alma meditativa, de apariencia apacible, arda el fuego sagrado
de santa rebelda. No poda soportar que su patria estuviera de nuevo
bajo el yugo de la tirana; por eso, sus diversos artculos, publicados en
la prensa mexicana asilada en los Estados Unidos, sostenan el credo
revolucionario y clamaban contra la dictadura.
OPINION GENERAL.Eran numerosos los revolucionarios des-
terrados en las poblaciones de la frontera con Estados Unidos, a los
que se agregaban los reaccionarios aumentando considerablemente
la poblacin otante de ciudades como la de El Paso, Texas, San An-
tonio, Laredo y hasta Nogales, al grado de que esas poblaciones y las
ciudades mismas tuvieron inusitado crecimiento. Persista entre todos
estos elementos, la creencia de que la dictadura de Carranza, era fu-
nesta para el pas en el que se adverta, claramente, gran estado de
miseria y de desequilibrio social para el que, el solo remedio, tendra
que ser un verdadero espritu de reconstruccin del pas pero dentro
del orden legal y de las formas democrticas, aunque persistiera, como
era debido y natural, el espritu revolucionario. Se haca indispensable el
libre ejercicio de las libertades pblicas y la limitacin del sistema de las
dictaduras militares, tanto que haba una marcada tendencia a desear
un gobierno civilista, y por eso se peda la vuelta al orden constitucional
destruido desde el 19 de febrero de 1913, orden que se iniciara con
un congreso legtimo que diese forma legal a las reformas reclamadas
y planteadas por la revolucin, pero con autoridades emanadas del
sufragio efectivo, que resultaran realmente electas por el pueblo, lo
cual exiga garantizar el ejercicio de los derechos civiles, sin distincin
de partidos o de credos. Lejos de esto, el seor Carranza, se haba
armado en el poder creando un perodo llamado pre-constitucional,
desconociendo la Constitucin por cuyo respeto haba surgido la revo-
269
lucin y convocando a elecciones para un Congreso Constituyente, en
las que no tuvieron derecho a votar los considerados como enemigos de
la causa. Con estos auspicios, y aunque la nueva constitucin resultar
buena, tena un grave vicio de origen. Por otra parte esa constitucin
haca ms fuerte el Poder Ejecutivo, con lo cual se volva a regmenes
de tendencias dictatoriales.
En suma, el seor Carranza, como gobernador constitucional del
Estado de Coahuila, apoyndose en un decreto de su Legislatura,
tuvo el gesto valiente de lanzarse a la lucha armada para restablecer el
orden constitucional interrumpido por Huerta; al asumir la jefatura del
movimiento rebelde, daba a la Revolucin el ttulo de constitucionalista.
Desconocer, al triunfo, esa Constitucin que haba sido la bandera
de la rebelin, era romper con los ttulos ms legtimos. La nica
explicacin para tan grave inconsecuencia, como era desconocer la
Ley Suprema que haba dado nombre a la Revolucin, era no asumir
responsabilidades ni tener que dar cuenta de sus actos al mismo
tiempo que, obrando arbitrariamente, preparar una situacin propicia
para legalizar la nueva dictadura. Por eso tambin las elecciones
presidenciales limitaron el sufragio prohibindolo a los enemigos
de la causa. Cierto es que como tales, no slo eran considerados los
revolucionarios disidentes que se oponan a la dictadura de Carranza,
sino tambin los reaccionarios, quienes ahora pretendan enarbolar
la bandera de la constitucin de 57, que ellos mismos haban abatido
apoyando a Victoriano Huerta.
El criterio legalista que hemos apuntado, se v claramente expuesto
en los siguientes artculos publicados en mayo de 1917 por el general
Angeles:
OTROS ARTICULOS DE ANGELES.De la entrevista
Creelman a la constitucin de Quertaro.
La entrevista Creelman anunci a la Nacin un cambio trascendental
en la poltica del seor general Daz. En opinin de ste, el pueblo
270
mexicano estaba ya apto para la democracia, y por tanto el dictador
vera con gusto la formacin de los partidos polticos, indispensables
para la marcha normal de una sociedad, y volvera al pueblo las
libertades que le haba detentado.
Desgraciadamente no cumpli esta ltima promesa, de capital
importancia, por lo que el pueblo qued profundamente disgustado;
llev a tal extremo la falta de cumplimiento, que no permiti siquiera
la libre eleccin de Vice-Presidente de la Repblica, amenazndonos
con continuar su rgimen desptico, ms all de su propia vida.
Esa conducta desencaden la revolucin democrtica de 1910,
que el pueblo bautiz con el nombre de maderista.
Mltiples circunstancias impidieron al seor general Daz, al nal
de su gobierno, llegar hasta el corazn del pueblo; pero felizmente,
cuando la fuerza de la revolucin, aunque naciente, le hizo comprender
que la opinin pblica estaba contra l, abandon la lucha, ahorrando
la sangre de sus compatriotas.
El jefe de la revolucin era un hombre sincero y generoso. Haba
luchado por la libertad, y dio al pueblo todas las libertades que las
leyes le otorgan; haba hecho las paces con el enemigo, y le abri
caballerosamente los brazos.
Pero el enemigo no pudo soportar su derrota. Haba perdido
sus privilegios, aunque conservaba todos sus intereses, legtimos o
ilegtimos. No pudo sufrir que revolucionarios menos aptos, ocuparan
muchos puestos importantes y que se les hubiera escapado la inuencia
poltica. Estaba acostumbrado a respetar al dictador como a un semidis
pero no sufra que en su lugar estuviera un hombre sencillo, modesto,
sin lejanos precedentes polticos, sin grandeza corporal.
Y se rebel con todo su poder, al amparo de todas las garantas.
Hizo una vergonzosa campaa de prensa. Halag a todo el que tuviera
alguna tendencia a la oposicin. Con de la Barra y Huerta, intrig para
enemistar a Zapata; con Robles, asesinando a los indios, despojndolos
de sus propiedades, hizo implacable y justsima la rebelin del Sur.
Halag a Orozco, lo hizo aparecer como postergado y lo rebel. Levant
271
a Huerta, lo ensalz, lo empuj a la rebelin; azuz al Ejrcito, y su
obra culmin en la Embajada americana, con la traicin de Huerta y el
asesinato del Presidente y el Vice-Presidente de la Repblica.
El Presidente Madero reconoca la necesidad imprescindible de
la colaboracin de los intelectuales en su administracin, aunque la
mayora hubiera servido al gobierno del general Daz, y no temi nunca
a los capitalistas (de corazn ligados al viejo rgimen), porque estimaba,
con excepcional tino, que un atentado contra su vida era un atentado
contra los intereses materiales de sus enemigos polticos.
La clarividencia del Presidente demcrata, vena de su alma serena
y de su deseo de gobernar en benecio de toda la nacin; la ceguedad
de sus inteligentes enemigos vena de su odio apasionado y de su
ambicin del poder y privilegios perdidos.
Con el brutal asesinato de los elegidos del pueblo, el criterio de
ste, vacilante ya, readquiri su rmeza, movido por el fuerte sentimiento
de afeccin hacia aquellas dos vctimas, cuya pasin dominante fu el
amor a los humildes.
Y vino la guerra de stos, la salvaje y justa revolucin de 1913.
De todos los errores, de todos los feroces atentados de sta, son
culpables los asesinos de Madero y Pino Surez, y los que alrededor
de esos asesinos formaron ambiente propicio al gran criminal poltico,
Victoriano Huerta. La causa de la causa, es causa de lo causado.
Los errores de la revolucin de 1913, proceden de dos fuentes:
Primera.La desgracia de haber tenido como jefe a un hijo
legtimo de la dictadura porriana, ambicioso de poder desptico.
Segunda.La incultura natural de la clase baja del pueblo, en
lucha con la cultura, por los crmenes polticos de febrero. La primera
fue slo una desgracia accidental, de trascendencia engaadoramente
halagea para los enemigos de la democracia. El sumiso servidor
de Porrio Daz, neg que la revolucin de 1913, fuera la persistente
voluntad del pueblo para rearmar el triunfo de la de 1910, ilusoriamente
destruido con los atentados de febrero. En consecuencia, apart de
s a los demcratas de la revolucin maderista, con el pretexto de ser
272
ajenos a la nueva causa, aunque en realidad, por no ser incondicionales
amigos que apoyaran sus ambiciones personales. Naci as, dividida
la revolucin, y el menos perspicaz pudo, desde el principio, profetizar
el rompimiento nal, que la Convencin de Aguascalientes no pudo
evitar, porque la intriga haba ya minado la unidad revolucionaria; aparte
de que en el seno de sta haba una dualidad socialista: la radical
revolucionaria, reconocida como irrealizable por los mismos discpulos
de Marx, y la demcrata evolucionista.
La fuente segunda, fue una circunstancia esencial del fenmeno
sociolgico, y sus consecuencias constituyeron una inevitable fase de
la revolucin y un justo castigo a los enemigos de la democracia, por
haber incurrido en el craso error de asesinar a quien era amparo de sus
intereses, provocando la tempestuosa clera del pueblo.
Hoy la revolucin de 1910, ha triunfado en casi todas las conciencias:
la frase clebre despus del seor general Daz, la ley, que era arma de
combate contra la amenaza militarista de Reyes, y que fue repudiada en
1910, cuando se convirti en bandera sinceramente venerada en manos
del Presidente demcrata, ahora es desideratum de la Repblica entera.
Y an se ha ido ms all, porque la admirable tenacidad del hroe suriano,
Emiliano Zapata, ha formado la conviccin de que hay en la nacin un
problema agrario de resolucin urgente, y porque el ardiente anhelo
revolucionario de mejorar la condicin mental y fsica de la clase pobre, y
de modicar algunas leyes que conservan trazas de privilegio a las clases
acomodadas, ha hecho patentes estas necesidades nacionales, que
deben satisfacerse indispensablemente para lograr una paz orgnica.
Por otro lado, hoy es opinin unnime que la conscacin de la
propiedad y el despojo de toda clase de bienes, no fu ms que una
violenta venganza que destruy la riqueza y que merm enormemente
el prestigio de la causa revolucionaria. Hoy la nacin est convencida,
adems, de que no se puede gobernar sin personal idneo, y que la
gente que no est dotada excepcionalmente por la naturaleza, no
puede encumbrarse repentinamente a un alto puesto sin convertirse
en autoridad arbitraria y de insultante grosera.
273
El triunfo de los ideales revolucionarios en las conciencias, y la clara
percepcin de los errores y excesos de los hombres de la revolucin,
son las primeras luces de la aurora en esta lgubre noche de pesadilla
porque atraviesa la Repblica. As, en efecto, puede llamarse su
situacin actual, porque asuelan su territorio la anarqua, el hambre y
las enfermedades que ms trascienden en la potencia vital de la raza;
porque mueren los nios a millares, mutilando tristemente el porvenir,
seguro ya de raquitismo por empobrecimiento de la sangre, y porque
la amenaza de la prdida perpetua de la soberana nacional o de la
desintegracin del suelo mexicano, es inminente, y ser una realidad
si seguimos olvidando que somos un pueblo dbil.
En todas partes la desesperacin y la rebelin de los espritus
estallan y buscan una real bandera nacional que detenga el curso de
los odios y conjure todos los peligros.Felipe Angeles.
EL ASPECTO LEGALISTA.AL MARGEN DE LA CONSTITU-
CION DE QUERETARO.Lo ms rme y respetable de una nacin
debe ser su Ley fundamental, porque es la base de sus instituciones, y
porque es la expresin de la suprema voluntad del pueblo.
Todas las reformas que pretendan hacerle los representantes de
ste, para adaptarla a la evolucin de la sociedad, deben hacerse por los
medios cautos que la misma constitucin prescribe, dando completas
libertades a todas las formas de manifestacin del pensamiento, para
consultar concienzudamente la opinin de toda la Repblica.
Si se recurre a la violencia para modicarla, si se reforma por una sola faccin
y se impone por la fuerza sobre la voluntad de la Nacin, se veja la soberana
de sta y se destruye, como dijo Washington, el libre gobierno del pas.
Desde la promulgacin de nuestra ley fundamental, el 5 de febrero
de 1857, el pueblo mexicano la ha ostentado con orgullo como bandera
nacional, y ha declarado que todas las autoridades del pas estn
obligadas a respetar los preceptos de esa Constitucin.
La revolucin de 1910, tuvo por causa las usurpaciones de poder
de Porrio Daz, y por n principal, hacer respetar los preceptos de la
Constitucin.
274
La revolucin de 1913 fue iniciada enarbolando la bandera
de nuestra Ley fundamental para derrocar al gobierno de Huerta,
constituido, mediante una violacin de esa Ley. Para grabar bien en la
imaginacin de todos su actitud constitucional, Venustiano Carranza
llam a su ejrcito, Ejrcito Constitucionalista, y a su gobierno, Gobierno
Constitucionalista.
Uno de los artculos de esa ley prescribe que si por trastorno
del orden pblico se interrumpe la observancia de la Constitucin,
recobrar sta su imperio automticamente al restablecerse la paz.
Venustiano Carranza, en vez de acatar esta prescripcin, derog la
Constitucin, porque le impeda ser Presidente de la Repblica. De este
modo cometi no slo el mayor atentado posible contra la soberana de
la Nacin, sino el acto pblico ms impdico, habindose levantado en
armas para protestar contra un desacato a la Ley fundamental; derog
sta al triunfo, slo porque era una traba para satisfacer su ambicin
de poder.
Esta ambicin gui sus actos desde los comienzos de la revolucin,
nombrando como autoridades o premiando con ascensos militares a
sus amigos incondicionales, permitiendo que los militares befaran a las
autoridades ya establecidas que conservaron su dignidad, alejando de
s a los demcratas independientes, menosprecindolos y haciendo
contra ellos toda clase de intrigas e injusticias, que provocaron la
escisin revolucionaria.
La Convencin de Aguascalientes, hizo un esfuerzo para impedir esa
escisin, votando casi unnimemente la eliminacin de Carranza que al n
no pudo lograrse porque la intriga haba ya minado hondamente la unidad
revolucionaria, y porque, fundamentalmente, esa unidad no exista, pues en
el seno de la revolucin se marcaban dos tendencias: una socialista radical,
jacobina, presuntuosa y brutal, que produjo la Constitucin de Quertaro,
y la otra netamente democrtica, de amor hacia nuestro pueblo humilde,
que aviv la prdica de Madero, y con la vista ja en el ideal socialista, que
luce en el porvenir como un faro de esperanza y de equidad, suprema, y
al que la civilizacin presente va marchando en su evolucin, gracias a la
275
batalla perpetua que libraban el capital y el trabajo, creando un equilibrio
social inestable, siempre roto en favor del trabajo, el cual va obteniendo
as trascendentes victorias y suprimiendo, palmo a palmo, las injustas
desigualdades sociales, sublimemente anatematizadas por las inteligencias
ms elevadas y las almas ms generosas de la humanidad.
El criterio legal de la gente sensata est contenido en el siguiente
captulo del libro Un Decenio de Poltica Mexicana por el Lic. Manuel
Calero: (1920).
EL ERROR MAXIMO DE CARRANZA.La constitucin de
Quertaro fu una sorpresa para todos los mexicanos, sin exceptuar
a los hombres de la revolucin. Esta se haba iniciado y proseguido
con el propsito solemnemente declarado, de respetar el orden legal,
segn lo dene la Constitucin de 1857, y a nadie le haba ocurrido, ni
an a los que juzgbamos urgente introducir en esa ley fundamental
radicales reformas, que fuera necesario, o siquiera conveniente, llegar
hasta la subversin total de la Constitucin. Ni el mismo Carranza haba
pensado en ello cuando se declar Reformador Supremo, como se
inere del famoso decreto de Reformas al Plan de Guadalupe, en el
cual se hizo referencia al orden constitucional, sin insinuacin alguna
que dejara traducir el propsito de adoptar una constitucin nueva. No
slo, sino que muchos meses despus de promulgado el citado decreto
de reformas, don Venustiano dirigi ardorosas solicitudes al gobierno
de Washington, pidiendo ser reconocido como jefe de la Repblica e
invocando como ttulo para ello tanto la investidura (imaginaria, como
lo hemos visto) que le daba la Constitucin, como lo que l llamaba
sus esfuerzos por restablecer la plena vigencia de la misma.
En el pueblo, por otra parte, no se not manifestacin alguna,
por leve que ella fuera, en el sentido de pedir una nueva constitucin.
El elemento revolucionario tampoco di a entender que aspirara a
semejante cambio. La noticia de que ste iba a realizarse fue dada
tardamente por el Primer Jefe, como una determinacin personal,
tomada de propia autoridad, cuando se sinti sucientemente fuerte
para que nadie contrarrestara su deseo.
276
Nunca se haba visto en dictador alguno en Mxico, una exhibicin
ms gallarda del ejercicio del poder absoluto. Ya el Primer Jefe haba
revelado el concepto que tena de su autoridad, al expedir en Veracruz
tres o cuatro decretos de modicaciones a la Constitucin; pero
esta inconcebible usurpacin del poder constituyente reconoca, sin
embargo, la vigencia de la Constitucin y nadie pudo sospecharse que
despus de hacerle a sta repetidas modicaciones, Carranza habra
de decretar su completa derogacin.
La lectura del Almodrote de Quertaro, convence de que era
innecesario expedir una constitucin totalmente nueva. El Almodrote no
innova la forma de gobierno, ni cambia los conceptos de la soberana
poltica, ni la estructura legal de la Repblica; y las novedades que
entraa pudieron muy bien haberse intentado en forma de adiciones
y reformas a la vieja Constitucin.
Qu motivo haba, pues, para la subversin total de sta? No
puede darse otro admisible que el de la vanidad del seor Carranza,
ansioso de coronar su fama con el ttulo de legislador epnimo de
Mxico.
Pero esta vanidad, tan pueril como desmesurada, ha sido fecunda
en consecuencias desastrosas. Carranza demostr, al dejarse vencer
por ella, que ignora el valor de las fuerzas histricas, que conducen a
los pueblos y marcan la ruta de su destino. La Constitucin de 57, es
por s sola, un haz de esas fuerzas histricas, porque se identica con
los nombres ms caros al sentimiento popular, con nuestras luchas
ms nobles, con nuestros triunfos ms gloriosos; esplende en la
espada de Gonzlez Ortega, truena en los caones de Zaragoza, est
unida con la sangre de Ocampo, de Degollado y de Leandro Valle,
es lbaro de la Patria en Paso del Norte y smbolo de la Repblica
inmortal en el Cerro de las Campanas. Es, en una palabra, como
dice el ms severo, pero el ms inteligente de sus crticos, Rabasa,
el lazo de unin de los espritus en una conciencia nacional.
A un pueblo no se le arrebatan impunemente sus tradiciones y es,
a la vez, criminal todo esfuerzo que tienda a arrebatrselas. Es, tambin,
277
increblemente torpe y antipatritico, porque ello equivale a disgregar
el sentimiento pblico, despus de una labor de integracin que ha
durado sesenta aos y que haba producido un acuerdo cabal respecto
de conceptos cvicos fundamentales.
Si la revolucin se hubiera hecho, como la de Ayutla, para darle
al pas una nueva Constitucin, no tendramos nada que objetar con
la expedicin del Almodrote, puesto que la revolucin triunf: habra
as cumplido su promesa; pero cuando se comete el fraude de ofrecer
al pueblo restablecimiento de su Constitucin, para darle, en lugar de
ella, un cdigo mancer, concebido en el pecado, no es de extraar
que las consecuencias de este ultraje sean las gravsimas que estamos
presenciando.
El gobierno de Carranza es por todas partes combatido en nombre
de la Constitucin de 1857; ella es y ser una bandera para todas las
rebeliones. Triunfarn stas o no, pero, en todo caso, el seor Carranza
y sus partidarios, deben convencerse de que siempre habr agitaciones
por el restablecimiento de la Constitucin. No se comprende cmo
Carranza y sus fautores fueron incapaces de prever que el paso que
daban era un desafo al sentimiento pblico.
Y no se diga que, por lo menos, las innovaciones substanciales
introducidas por el Almodrote en nuestro sistema jurdico, fueron una
exigencia del pueblo o de las porciones del pueblo directamente
afectadas por aqullas.Cmo haban de desear los habitantes de
la regin productora del petrleo, el que se les hiciera vctimas del
colosal despojo de la propiedad del subsuelo, que les aseguraban leyes
preexistentes? Esos propietarios no estuvieron siquiera representados
en el llamado Congreso Constituyente, por la razn de que su zona se
hallaba substrada entonces a la autoridad del gobierno carrancista; en
ltimo caso aquellos no son los grandes terratenientes, los latifundistas
contra los que haba tronado sus iras la revolucin, sino una multitud
de rancheros en pequeo, muchos de ellos simples parcioneros
en propiedades indivisas, para quienes la explotacin del subsuelo
petrolfero ha abierto los horizontes de una legtima prosperidad.
278
Basta leer los procedimientos para la aprobacin del tristemente
clebre artculo 27, para acabar de convencerse de la impureza de su
origen.
El dictamen parlamentario que consultaba su aprobacin, fu
presentado el 29 de enero de 1917, o sea, la antevspera del da en que
se rm la constitucin. El debate se llev a cabo sin que se imprimiera
el dictamen, el cual, por lo mismo, no pudo ser estudiado por los
legisladores, muchos de los cuales roncaban en sus curules al iniciarse
las votaciones, siendo preciso despertarlos para que pudieran votar!
As, de esta guisa, y con tamaa festinacin, el Congreso
Constituyente, dict las disposiciones legislativas ms trascendentales
que se haban expedido en Mxico desde las Leyes de Reforma.
Otro artculo tambin de gran importancia, el 123, que incorpora
a la Constitucin ciertas disposiciones que son la quinta esencia del
socialismo, algunas de las cuales, sin embargo, son legtimas conquistas
de la civilizacin, fu, como el 27, aprobado a la birlonga por el famoso
Constituyente.
Al dictamen se le dispensaron los trmites, y en una tarde y una
noche se despach todo el artculo!
Como ver usted por los datos que anteceden, los preceptos
de ms novedad y trascendencia, los que mayormente trastornan
el orden social, no fueron una elaboracin concienzuda y cuidadosa
de verdaderos legisladores, sino obra de la imposicin de cuistres
jacobinos y cuistres socialistas sobre la voluntad inconsistente de una
mayora inculta, incapaz de medir el alcance de los preceptos que
aprobaba.
Qu derecho tenan esos cuistres para hacer al pueblo
mexicano vctima de sus caprichos o de sus teoras? El mismo que
tuvo ese otro cuistre, el odioso Carrier, cuando ofreci convertir a
Francia en un cementerio antes que dejar de regenerarla a su manera!
El legislador en una democracia, no es absoluto, ni soberano: su misin
es interpretar los deseos y satisfacer las necesidades de progreso del
pueblo a quien representa. Es verdad que los diputados de Quertaro,
279
no representaban al pueblo, ni siquiera lo pretendieron, que de otro
modo habran comenzado el almodrote con la solemne frmula de los
Constituyentes de Ayutla: con la autoridad del pueblo mexicano,
pero tericamente representaban a la revolucin, puesto que haban
sido electos (?) segn la convocatoria respectiva, por el elemento
revolucionario, con exclusin de cualquiera otro. Sin embargo el
elemento revolucionario jams pretendi las novedades aludidas,
mucho menos una nueva constitucin.
Esta fu, pues, el resultado de una forma colectiva del mismo
proceso mental de don Venustiano, cuando se crey con derecho a
ser reformador, segn l entendiera el inters del pueblo, la forma
ms cruda del despotismo autoritario y dictatorial.
***
Un artculo muy comentado del general Angeles, fu el que public
en El Tucsonense
;
de Tucson, Arizona, el 31 de agosto de 1918. En
l, como se ver, hace una descripcin sinttica de los tres hombres
pblicos correspondientes al ciclo de la revolucin contempornea.
DIAZ, MADERO Y CARRANZA.Daz fu un soldado glorioso:
luch por la independencia y an ms, por la soberana de su patria. Fu
un administrador inteligente; pero aprovech su prestigio de caudillo
y las armas de su ejrcito para poner su voluntad sobre la del pueblo:
no respet nuestras instituciones democrticas, no obedeci la ley,
usurp funciones, fu dictador.
Madero fu el ciudadano valeroso que surgiendo del seno de un
pueblo acostumbrado a respetar la voluntad del dspota, dijo lo que
el pas saba y que nadie se atreva a murmurar siquiera: sistematizando
los cargos al dictador, prob que a pesar de las aptitudes y cualidades
de Daz, su gobierno no poda ser eficaz; era malo ms all de
sus intenciones. No puede nunca ser ecaz una farsa de gobierno
democrtico. Madero tuvo dos excelsitudes, fue demcrata y fue
bueno.
280
Carranza es un hombre inteligente y malo. Aprovech el crimen
de la reaccin partidaria de la dictadura, para protestar en nombre
del pueblo, y como gobernador de Coahuila, por el desacato a la
Constitucin de 1857. Pero l mismo, era un partidario de la dictadura
y un ambicioso de poder. Y vimos en 1913 el fenmeno antittico de
una revolucin democrtica encabezada por un hombre de tendencias
dictatoriales perfectamente denidas, y vimos desde el principio, que
la guerra iba al abismo, que la lucha del pueblo contra la reaccin
dictatorial porrista, que la lucha del pueblo por rearmar el triunfo
de la revolucin de 1910, era en la mente de Carranza una nueva
revolucin, netamente suya personal, que estaba, no slo contra
la reaccin porrista, sino contra los demcratas de 1910. Carranza
someta a los revolucionarios a un examen preliminar que revelara si eran
partidarios suyos personales. Con los que lo sufran favorablemente,
iba estableciendo los cimientos de su futura dictadura; los otros eran
discretamente rechazados.
As naci el conicto revolucionario, perceptible en Sonora, por la
hostilidad contra Maytorena, patente despus por el celo de Carranza
hacia Villa, al obstinarse en rehusarle la victoria de Zacatecas, y que
estall nalmente en Aguascalientes, cuando el ejrcito revolucionario
destituy a Carranza.
As se provoc la primera protesta contra la nueva dictadura, ese
pertinaz azote de la sociedad mexicana.
Pero Carranza es no slo culpable de haber utilizado la revolucin
democrtica para restaurar la dictadura en benecio suyo, es tambin
culpable de otros dos delitos.
La tragedia de febrero de 1913, indign al pueblo contra la reaccin
dictatorial, que consider formada (haciendo una extensin inmoderada),
por toda la gente decente, como impropiamente decimos en Mxico. As
pues, tener el espritu cultivado, vestir con propiedad, o tener riquezas
materiales eran, individualmente, caractersticas sucientes de todo
enemigo de la revolucin y fu, de ese modo, en la vaga conciencia
popular, la revolucin de 1913, una guerra de clases. Los leaders naturales
281
del pueblo en esa apreciacin errnea, fueron los que con el solo bagaje
de la instruccin primaria, haban ledo, sin entender, las doctrinas
socialistas. Desposeer al enemigo de sus riquezas, fu su primer impulso.
El segundo delito de Carranza, es haber apoyado con su autoridad de
jefe de la revolucin, ese impulso: mezcla confusa de justa reivindicacin
y de instinto de rapia.
Los maderistas (como dice el pueblo), los demcratas (como
debiera decir el pueblo), fueron los que, obligados por la actitud
de Carranza, opusieron la primera resistencia a que la revolucin
democrtica tomara el rumbo de una nueva dictadura, y ellos mismos
se opusieron tambin a la guerra de odio y despojo, a la guerra de
clases, aunque de esta segunda resistencia, slo hubiera habido un
acto ostensible, la separacin temporal de Maytorena del gobierno
de Sonora.
En el tercer delito, Carranza, es cmplice de Huerta. Este dijo:
Har la paz cueste lo que cueste, y aqul contest con la Ley Jurez;
entre los dos cavaron un abismo para llenarlo de sangre mexicana.
Madero pele por la libertad y dio libertad.
Carranza ha dicho que la libertad es un error y una candidez.
Madero pele por nuestras instituciones democrticas y
Carranza piensa como Pineda, que la democracia es una utopa y una
insensatez.
Madero era un corazn de oro y Carranza es un corazn de
acero.
Madero abri los brazos al enemigo y juzg que deba gobernar
en benecio de todos los mexicanos; Carranza tiene constantemente
cerrados los puos contra los enemigos y cree que debe gobernar slo
en benecio de los que lo apoyan.
Madero ni perdon ni conden, dej a Flix Daz y a Bernardo
Reyes en manos de la Ley; Carranza, como Porrio Daz, mata a sus
enemigos invocando la salud pblica.
Los porristas dicen: Daz haca bien, pero Carranza hace mal.
Los carrancistas dicen: Daz haca mal, pero Carranza hace bien.
282
La historia empieza a decir: slo Madero haca bien.
Cabral, otro hombre bueno como Madero, le dice al jefe de las
fuerzas de Sonora: Lo invito a que no matemos a nuestros prisioneros.
Si a pesar de mi invitacin Ud. los mata (como creo que suceder), yo
salvar la vida de mis prisioneros, porque son mis hermanos, hijos de
la misma patria que yo: la historia nos juzgar. He ah el maderismo
que surge de nuevo. Y la historia seguramente dir: Como Madero,
Cabral haca bien.
Carranza, que es el enemigo mayor que Madero tiene entre los
pseudo-revolucionarios, ha prestado los mejores servicios a Madero
y a la causa democrtica; porque Carranza, adoptando una poltica
opuesta a la de Madero, ha demostrado la bondad de la poltica
de ste. Madero muri, pero salv su causa; Carranza vive, pero su
dictadura, que prdamente asegura estar en favor del pueblo bajo,
est condenada a muerte como lo fu la de Porrio Daz. La bondad
de Madero resplandece an en las abatidas frentes de sus asesinos, y
la dureza inexible de Carranza envuelve, poco a poco, a su gobierno
en la tiniebla fra de que habla Homero.
Hace tiempo he dicho yo: la revolucin democrtica de 1910
ha triunfado en casi todas las conciencias y era esta una verdad
inconfesada por nuestros enemigos polticos. Ahora, dicen en su
rgano ms caracterizado La Revista Mexicana, de San Antonio,
Texas: Nosotros profesamos tambin los principios fundamentales
proclamados por la revolucin; pero queremos implantarlos por medio
de los procedimientos indicados por la Suprema Ley de la Nacin.
Pues, qu otra cosa queran los revolucionarios de 1910?
Carranza est prestando a la Nacin el servicio de facilitar el decir
a los dictatoriales porristas que estn por el respeto a la ley, con el
pretexto de que Carranza y los que lo apoyan son dictatoriales como
los porristas. Estos quieren, por un acto de prestidigitacin, hacer creer
que la revolucin de 1910 y la faccin democrtica de 1913, son tambin
dictatoriales y que, en consecuencia, ellos, que son anti-revolucionarios,
son demcratas.
283
Vaya unos demcratas porristas!
Hacer culpable a la revolucin de 1910, y a la faccin democrtica,
de 1913, del delito dictatorial de Carranza y de quienes lo apoyan,
est bueno slo para que los porristas conesen que la dictadura es
aborrecible, sea el dictador Porrio Daz, Huerta o Carranza.
He ah el terreno de unin de todos los mexicanos, porristas,
carrancistas, zapatistas, villistas o demcratas: acatamiento a nuestras
instituciones democrticas de 57, y obediencia a todas nuestras
leyes.
Esa es la bandera nacional que salvar a la Patria de un peligro
hace mucho tiempo inminente; dentro de esa frmula caben todos los
partidos y especialmente los dos que inevitablemente existen en todos
los pases; el de los progresistas atrevidos, amantes de todo cambio, y
el de los tmidos conservadores, temerosos de toda innovacin.
Y entonces, entre, las siluetas duras del glorioso soldado de
nuestra segunda independencia y del anti-maderista Carranza, surgir
risuea y luminosa, la gura del humilde y bueno de Madero.FELIPE
ANGELES.
285
L
os intelectuales revolucionarios desterrados, estimaban que era
necesaria la formacin de una agrupacin seria que congregase
a todos aquellos mexicanos de buena voluntad y principios
revolucionarios, tratando de unicar la tendencia y hasta la accin de
todos los mexicanos de dentro y de fuera, para lograr el restablecimiento
de la paz orgnica en Mxico.
Este propsito, se haca imperioso ante la consideracin de
que Estados Unidos haba constituido un formidable ejrcito que,
al volver victorioso de Europa, desarrollara en Norteamrica una
inuencia del espritu militarista que, posiblemente, exigira triunfos
e imposiciones apoyadas por la fuerza militar, los que tendran su
mejor derivativo en someter a un vecino turbulento como Mxico,
cuya continua rebelda, la de las facciones revolucionarias, haca
precaria la estabilidad de un gobierno que no responda a los anhelos
nacionales. En Angeles el temor de la intervencin norteamericana era
una obsesin. Terminada la guerra europea,deca, el poderoso
ejrcito norteamericano tendr una fcil presa en que satisfacer las
no saciadas garras del nuevo militarismo, con ese nuestro pobre
Mxico, que sigue siendo devastado y debilitado en la pugna con su
dictador. Urge unicar la Revolucin, imponerle respeto al dictador
y encauzarnos por el sendero de la paz orgnica, para ser fuertes y
para ser respetables.
Se form pues, en Nueva York, una Alianza Liberal Mexicana, con
agrupaciones hermanas en las principales poblaciones fronterizas en
que abundaban los mexicanos.
CAPI TUL O XV
FORMACION DE UNA ALIANZA.
286
El Comit Ejecutivo de la Alianza Liberal Mexicana en Nueva York,
estaba integrado por las siguiente personas: Vocales: general Felipe
Angeles, general Antonio I. Villarreal, y seor Enrique C. Llorente.
Secretarios: Enrique Santibez, M. Icaza Morn,y general J. P. del
Valle.-Tesorero: licenciado Federico Gonzlez Garza.
En la Alianza de Nueva York, guraban revolucionarios distinguidos
como el licenciado Miguel Daz Lombardo, el licenciado Ismael Palafox,
el general Jos Mara Maytorena, don Leopoldo Hurtado y Espinosa,
el doctor Ramn Puente y el licenciado Ramn Prida.
El licenciado don Miguel Daz Lombardo, se mantena en
comunicacin con el general Villa, y logr que no slo estuviera ste
de acuerdo con la idea unicadora de la Alianza Liberal Mexicana, sino
que aceptara y proclamara el plan que le fu enviado y que contena las
mismas ideas fundamentales que veremos en el maniesto del general
Angeles y que principalmente se reeren a considerar la Constitucin
de 1857, como la Carta Magna de la Repblica Mexicana, y a prevenir
el militarismo con la prohibicin de que los caudillos sean candidatos
a la Presidencia de la Repblica.
El general Villa no solamente signic de este modo su aquiescencia
con la publicacin del Plan que llam de Ro Florido, sino que le
escribi al general Angeles, dicindole que tendra mucho gusto en
recibir su visita.
La idea de la unicacin del elemento revolucionario, bajo la
bandera de la Constitucin de 1857, era unnime entre todos los
revolucionarios que no fueran los carrancistas.
Como un ejemplo de esa unidad de criterio, transcribimos algunos
conceptos de una carta que el licenciado Francisco Escudero, diriga al
general Roque Gonzlez Garza, en febrero de 1918, desde La Habana,
que era su lugar de residencia (en el destierro).
Creo y profeso ahora con mayor fuerza que jams, que solamente
la probidad moral absoluta en la clase directora, puede traer la salvacin
de Mxico; que nuestro doliente pueblo aspira a una regeneracin
moral que le permita la paz orgnica de que tanto ha menester para
287
curar sus innumerables dolencias y una libertad fcil y fecunda, suave
gobierno de las mayoras, exible tnica que abrigue en sus amplios
vuelos al ms grande nmero posible de intereses.
Ya no ms opresiones en nombre de la libertad; ya no ms
despojos, pillajes, atropellos; ya no ms sangre
Creo que despus de este horrible y macabro ensayo de Gobierno
carrancista, verdadera pesadilla de orate, se impone una reconstruccin,
cual la que soara el gran Madero, con la circunstancia de que despus
del terror blanco de la reaccin con Huerta, y del terror rojo con los
jacobinos con Carranza y Cabrera, entiendo que el pas estar ya en
capacidad de apreciar los benecios de un programa de gobierno
progresista, humano, demcrata y honestamente revolucionario en
cuanto se trata de hacer gozar de los bienes que hace llover sobre los
pueblos la existencia de una justicia incorruptible y pareja, a la gente
hasta aqu desvalida y pobre, en cuanto se adapten a la Constitucin
de 57, (la nica, la Constitucin por antonomasia), los preceptos que
la modernicen y la pongan en consonancia con el siglo, y en cuanto a
los graves problemas nacionales sean tratados y resueltos con espritu
de equidad y ausencia de faccionismo
La alianza Liberal Mexicana de El Paso, Tex., gemela de la de
Nueva York, public las bases constitutivas, que damos a conocer,
porque contienen la misma ideologa que presidi la formacin de tan
importantes agrupaciones.
COMITE EJECUTIVO LOCAL DE EL PASO
Vocales: ingeniero Manuel Bonilla, ingeniero Federico Cervantes,
general Macrino J. Martnez; Tesorero: Miguel Baco Ronquillo;
Secretarios: G. Mndez Valerdi, Eduardo Angeles, Manuel David
Camarena.
Bases fundamentales de la Alianza Liberal Mexicana:
1.La Alianza Liberal Mexicana, har labor de concordia nacional,
empendose porque las distintas facciones liberales en pugna, se
288
concilien y uniquen a n de que se llegue a establecer la paz orgnica
en nuestro pas y al amparo de ella, se realicen los ideales de redencin
a que maniestamente aspira el Pueblo Mexicano, y por los cuales ha
venido luchando desde 1910.
2.Esta agrupacin, por todos los medios de propaganda de
que pueda disponer, tratar de que se hagan efectivas en Mxico, las
garantas individuales y la tolerancia de todas las opiniones.
3.La Alianza Liberal Mexicana, har, asimismo, propaganda
para fomentar la cordialidad de relaciones de Mxico con los pases
extranjeros, de preferencia con los del Continente Americano, a la vez
que estimular el sentimiento de mutuo respeto a la soberana de las
naciones.
4.Procurar la organizacin y desarrollo de uniones obreras y
agrcolas y que estas uniones se pongan en relacin con otras similares
extranjeras, a n de asegurar, por medio del intercambio de ideas y
de la cooperacin internacional, la mayor eciencia posible del trabajo
nacional, el mayor bienestar de los trabajadores y el justo equilibrio
entre el capital y el trabajo.
5.La Alianza Liberal Mexicana, no constituye un partido poltico
militante. Es una asociacin patritica que tiene por objeto coadyuvar
a la reconstruccin del pas.
6.Para pertenecer a esta agrupacin se requiere ser ciudadano
mexicano, de liacin liberal y no haber estado inodado en la traicin
de Victoriano Huerta, y los subsecuentes asesinatos de mandatarios
pblicos.
Una vez constituda esta Alianza, la admisin de nuevos miembros
se har por mayora de votos, segn lo determine el reglamento
respectivo.
PROPOSITOS
Artculo 1o.La Alianza persigue, como objeto esencial, el
restablecimiento de la paz en Mxico y considera que slo puede ser
289
estable una paz que tenga por base principios de justicia y la satisfaccin
de las necesidades y anhelos del Pueblo Mexicano. En consecuencia,
para obtener y cimentar dicha paz, tendr como norma de sus trabajos
los siguientes postulados:
1.La conservacin de la independencia, soberana e integridad
nacionales.
2.El restablecimiento del orden pblico.
3.El respeto absoluto, por parte de las autoridades civiles y
militares, de las garantas individuales que al hombre y al ciudadano
reconoce la Constitucin.
4.El respeto absoluto a todas las creencias religiosas, de acuerdo
con las doctrinas que informan las Leyes de Reforma.
5.El reconocimiento del derecho de todo mexicano, para residir
en el pas, cualesquiera que sean sus opiniones polticas, econmicas
y religiosas.
6.La necesidad de organizar la administracin de Justicia, para
que sta se imparta gratuita, pronta, imparcial y equitativamente,
haciendo que los tribunales sean de fcil acceso a todos los habitantes
del pas.
7.La urgencia de difundir la instruccin primaria hasta los ms
remotos lugares del mismo.
8.La conveniencia de estimular la pequea propiedad, dando
facilidades para la explotacin y distribucin de tierras a los agricultores
en pequeo. En todo caso se respetarn los derechos adquiridos
legtimamente y se compensar a los propietarios cuyos terrenos sea
necesario expropiar en benecio de los pueblos.
9.El establecimiento denitivo de la independencia econmica
de Mxico, por medio de la explotacin de sus riquezas naturales,
sobre la base de la equidad en el cambio internacional de productos
y valores y del respeto a los derechos ya adquiridos.
10.Sostener los principios constitucionales del Sufragio Efectivo y
la No Reeleccin, en el concepto de que la persona que ocupe o haya
ocupado un puesto del Poder Ejecutivo de eleccin popular, dentro
290
de los seis meses anteriores al da de la eleccin, por ningn motivo
podr ser electa para desempear el mismo puesto,
11.La necesidad de proteger al trabajador del campo y del taller,
procurando su mejoramiento moral y econmico y el justo equilibrio
del capital y el trabajo, para que conjuntamente hagan prosperar la
riqueza nacional.
12.Procurar que la responsabilidad de todos los funcionarios
pblicos sea ecaz; desde el Presidente de la Repblica, que ser
responsable por la violacin del sufragio, atentados a la Constitucin y
delitos graves del orden comn; los funcionarios judiciales que lo sern
por violacin al texto expreso de la Ley o a los principios generales de
Derecho, y los dems funcionarios por los delitos que exprese la Ley
respectiva.
Artculo 2o.La Alianza Liberal Mexicana, dedicar todas
sus energas a la propaganda de la idea esencial que informa su
existencia. Al efecto, todos sus miembros procurarn por medio de
la prensa, la correspondencia, conversaciones, mtines, reuniones
sociales y en general, por cuantos medios estn a su alcance,
llevar al nimo de todos los mexicanos, dentro y fuera del pas,
la conveniencia de coordinar sus esfuerzos para hacer una Paz
orgnica en Mxico.
Artculo 3o.Para conseguir el objeto que se desea, la Alianza se
pondr en contacto, por cuantos medios sean posibles, con los distintos
grupos liberales, invitndolos a que establezcan en el mayor nmero
de poblaciones de la Repblica, juntas similares a la constituda en
esta ciudad, dando aviso de su instalacin a cualquiera de las juntas
locales de la Alianza.
Artculo 4o.Se invitar a los mexicanos residentes en el extranjero
y que estn dentro de las condiciones de la sexta Base Constitutiva, para
que se renan en la ciudad donde residan, y funden juntas similares,
aceptando las bases de esta Alianza.
Artculo 5o.Igualmente, se invitar a los ciudadanos mexicanos
que hayan militado en los partidos hostiles a la revolucin de 1910,
291
y o los que sin haber tomado participacin activa en la poltica,
no quieran adherirse al credo poltico de la Alianza Liberal, a
que constituyan agrupaciones similares a sta, y a que nombren
delegados que estudien y discutan con delegados de la Alianza,
la forma en que puedan aunar sus esfuerzos en pro de la Paz y las
dems cuestiones que afectan al inters de Mxico como Nacin
soberana.
Artculo 6o.Las agrupaciones extraas a la Alianza, podrn
proponer cuestiones de inters nacional, aun cuando no estn
comprendidas en el programa de sta, pero no se aceptarn las que
entraen discusin de los principios econmico-polticos que ella
profesa. La Junta local ante la que se presenten dichas cuestiones, las
har circular dentro de las dems juntas, para que se discutan y voten
en la forma que queda establecida en este reglamento.
Artculo 7o.Se invitar tambin a las asociaciones obreras
mexicanas existentes en Mxico o en el extranjero, a que se adhieran
a esta Alianza y unan sus esfuerzos en pro de la paz de la Nacin.
Artculo 8o.Las juntas locales que se establezcan en Mxico,
procurarn ponerse en contacto con todas las clases sociales y
agrupaciones polticas que acepten nuestros postulados, para
el efecto de hacerles comprender la necesidad de coordinar los
esfuerzos de todos los mexicanos para implantar una paz orgnica en
la Repblica.
Artculo 9o.En las localidades que sea posible, tanto en Mxico,
como en el extranjero, se har uso de la prensa peridica, bien fundando
rganos de la Alianza o aceptando como tales a cualquiera de los
peridicos prestigiados que ya existen.
Artculo 10o.La Alianza se pondr en contacto con las asociaciones
americanas y europeas que se dedican a estudio o propaganda activa
de las cuestiones que se relacionan con la independencia absoluta de
los pueblos, segn el principio de las nacionalidades, con las cuestiones
econmicas de orden internacional y con el mejoramiento de la clase
trabajadora.
292
LA IDEOLOGIA DE ANGELES
El general Angeles, fu miembro del Comit Ejecutivo de la Alianza
Liberal Mexicana de Nueva York, y la circunstancia de que se invocara
con frecuencia el principio liberal, signicando fundamentalmente
la libertad, y que la misma Alianza adoptara el calicativo de liberal,
podra hacer pensar que Angeles tuviera una ideologa estancada
en los conceptos del liberalismo clsico; por el contrario, su criterio
era avanzado, socialista, (pero no radical), como se conrmar con la
lectura de tres de los interesantes artculos que public entre junio y
julio de 1917.
ERRORES DE REVOLUCIONARIOS
Y HABILIDADES DE DESPOTAS
"Obtener el mejor desarrollo fsico y mental de la juventud, es
la aspiracin ms elevada de la humanidad. El orecimiento de sta
se obtendr por el embellecimiento fsico y espiritual de los seres
humanos.
Los lsofos socialistas han evidenciado que ese desarrollo tiene
lugar actualmente en condiciones lamentables, y han inferido que
son demasiado amplios los derechos y las responsabilidades que
ahora tienen los padres de familia para la creacin y educacin de
sus hijos. Piensan que la sociedad no protege sucientemente a los
nios contra la negligencia, incompetencia, egosmo o perversidad
de muchos padres, y que no ayuda y alienta bastante a otros. De ello
resulta un desarrollo defectuoso de los nios, muy inferior al que son
capaces de producir los actuales recursos de la civilizacin.
Los socialistas sostienen que la comunidad debera, y que esa es
su principal obligacin, considerar como un servicio pblico el cuidado
del sostenimiento y educacin de los nios sin menoscabo del amor y
orgullo de los padres, quienes ms bien sentiran as estimulados esos
sentimientos.
293
El delicado y trascendente servicio pblico de la creacin y
educacin de la juventud en la comunidad, requerira recursos
cuantiosos que no pueden obtenerse sin grandes alteraciones en las
condiciones econmicas de la sociedad.
Estudiando esas condiciones, se palpa el desorden lgico
y consiguiente al presente rgimen individualista, que produce
obstrucciones y un despilfarro colosal de energa, retardando el
progreso y produciendo un caudal innito de cruel sufrimiento.
De ah ineren correctamente los socialistas que el derecho de
propiedad ha sido enorme y daosamente exagerado, pues que se
ha extendido a una multitud de cosas que propiamente constituyen la
herencia de la raza, y sostienen que la comunidad debe ser la poseedora
y administradora de toda la riqueza acumulada en el pasado y que,
por tanto, la propiedad individual debe perecer con el individuo y la
riqueza correspondiente, ser heredada por la sociedad, para benecio
general.
Con ese cambio del rgimen de la propiedad privada al de la
propiedad colectiva, la comunidad llegara a obtener los recursos
sucientes para atender al pleno desarrollo de la niez, y para conseguir
el orecimiento de la raza en una hermosa juventud, de belleza a la vez
corporal y espiritual.
Pero los primeros lsofos socialistas creyeron que ese cambio
podra realizarse bruscamente. En la actualidad, socialistas y
economistas, de comn acuerdo, opinan que el cambio slo ser
posible por evolucin, conservando siempre el equilibrio dinmico
social, y a paso y medida que lo haga posible el adelantamiento de
cada sociedad.
Al hablarse de equilibrio social no quiere signicarse que haya de
evitarse la guerra; sino solamente que el cambio social corresponda
al adelantamiento logrado, con el n de suprimir en la marcha de las
sociedades todo retardo intil producido en virtud de la ley sociolgica
siguiente:
294
LA MARCHA DE CADA SOCIEDAD EN EL MUNDO SE HACE EN
EL SENTIDO DE LA TENDENCIA SOCIALISTA; PERO SI UN CAMBIO
EN LA LEGISLACION HA IDO MAS ALLA DE LO QUE REQUIERE EL
PRESENTE ESTADO DE ADELANTO, LA MARCHA DE LA SOCIEDAD
CORRESPONDIENTE SERA REGRESIVA, ESTO ES, SE REALIZARA EN
EL SENTIDO DE LAS FUERZAS CONSERVADORAS.
Mxico, desgraciadamente, por causas complexas, es uno de
los pases ms atrasados de la Tierra. A pesar de eso, los carrancistas
acaban de proveerlo con una constitucin que destruye de golpe,
en principio, el rgimen de la propiedad privada ilimitada, y es por
ese concepto, aunque nicamente por ese slo, la constitucin ms
avanzada de todos los pases.
El disimbolismo entre el atraso nacional y el adelanto (aunque no
sea ms que en un asunto), es un tremendo disparate.
No ya el adelanto socialista consecuente al salto colosal de cambio
de rgimen de la propiedad privada a la propiedad colectiva, sino
otros innitamente menos trascendentes, requieren un adelanto de la
sociedad del que est muy lejos Mxico.
Recomiendo a los responsables del artculo de la Constitucin
carrancista, la lectura, no de libros profundos, escritos por pensadores
socialistas, sino la de los divulgadores de las aspiraciones de stos,
como New Worlds for Old, del insigne literato ingls H. G. Wells,
que en la pgina 113 dice:
Pero es necesario tener bien presente la completa dependencia
del socialismo, de un alto nivel intelectual, producido por la
educacin y en una atmsfera de plena libertad. Las instituciones
socialistas son slo posibles en un Estado civilizado, en el cual toda la
poblacin sepa leer, escribir, discutir, participar y, en una considerable
medida, entender. La educacin debe preceder al Estado socialista.
El socialismo moderno requiere una larga preparacin en ciertas
ideas generales; es imposible en una comunidad iliteraria, en
una comunidad bajamente egosta (ste es nuestro caso,
desgraciadamente) o en una comunidad sin capacidad para usar
295
la maquinaria y aparatos de la civilizacin. Un pueblo iliterario
puede trocar su intentado socialismo por una especie de tirana
burocrtica, o ms bien monarqua, en la que todo pertenece al Rey.
El socialismo presupone inteligencia y exige como fundamentos,
escuelas, ciencia organizada, literatura y entendimiento general de
los negocios del Estado.
No censuro con saa los errores de legislacin de los revolucionarios,
cometidos por ignorancia, aunque con la mejor intencin.
Como he dicho en otro artculo publicado en este peridico,
(El Colmillo, de San Antonio Texas),los errores de la revolucin
provienen de dos fuentes: de la ignorancia del pueblo que en 1913 se
levant indignado por los asesinatos de Madero y Pino Surez, y de la
desgracia de haber sido encabezado por un dspota el movimiento
que trat de rearmar el triunfo democrtico de 1910, ilusoriamente
destruido por los asesinatos mencionados.
Los revolucionarios de 1913 no son culpables de su ignorancia,
ni son culpables de haberse lanzado a la lucha. Los culpables de
ambas cosas son los que, primero, gobernando un largusimo perodo,
descuidaron la educacin del pueblo y despus, por recobrar el poder
y privilegios perdidos, asesinaron a quien era amparo de sus intereses,
provocando la clera del pueblo.
Todo hombre justo absolver los errores de legislacin cometidos
por ignorancia y los atentados salvajes cometidos durante la guerra
por terrible indignacin. Pero todos los hombres honrados deben
condenar que el jefe de la revolucin haya estimulado y aprobado un
salvaje desbordamiento de pasiones y que despus haya derogado
impdicamente la Constitucin de 57, (habindose levantado en armas
para hacerla respetar) para poder ser Presidente de la Repblica y para
reformarla asegurando su despotismo y sentenciando a muerte a sus
enemigos polticos.
Las reformas netamente socialistas no le importan a Carranza,
sino en lo que aumenten su poder desptico o en lo que le atraiga
las simpatas de los obreros; pero es indudable que tratar de
296
derogarlas, porque su subsistencia producira el derrumbamiento
estruendoso de su gobierno, y slo ha de esperar la oportunidad
para hacerlo.
Pero as como los atentados de febrero de 1913, no hicieron
fracasar la revolucin democrtica de 1910, tampoco las habilidades
de Carranza la harn fracasar, substituyendo la dictadura ilustrada de
Porrio Daz por la rapaz de Venustiano Carranza.
Pero, volvamos a la primera tesis.
Para m la creacin y educacin de la juventud es una tarea sagrada,
y abundo en las ideas socialistas a este respecto. Pero, sumiso a las
leyes cientcas de la evolucin de la sociedad, me resigno a la sola
posibilidad que actualmente tiene la comunidad, de consagrarse a la
parte del desarrollo de la juventud que puede realizarse en las escuelas
ociales y particulares.
Amante de la libertad en todas sus manifestaciones, aplaudo la
libertad religiosa, y es consecuente con esa libertad, la prescripcin de
que la enseanza en las escuelas ociales sea laica.
Fundado o no el temor de que en algunas escuelas particulares,
se apoderen los maestros de la cera blanda de las almas infantiles
para modelarla adecuadamente a bastardas y egostas intenciones,
me parece indispensable la inspeccin en ellas de delegados de la
comunidad.
Pero prohibir la enseanza de las religiones de una manera
absoluta, aun en las escuelas superiores particulares, me parece no
slo incompatible con la libertad religiosa, sino incompatible tambin
con la existencia de las religiones y, por tanto, constituye otro enorme
disparate de la Constitucin carrancista.
La ciencia de la moral est en mantillas, y la vida en las escuelas
es insuciente para la educacin moral. La moral de la juventud se
adquiere principalmente en el seno de la familia y de la sociedad, y las
religiones son las instituciones que ms contribuyen a esa educacin,
con sus doctrinas y con los tesoros derrochados para la celebracin de
sus ritos, que tan ecaces son.
297
Todo el mundo tiene una religin, todo el mundo tiene una f.
Ciencias, adquieren una nueva f, la f en que la labor cientca va
descubriendo una a una las leyes que rigen el mundo y alivian a la
humanidad de sus dolores, y una religin: el amor a la humanidad,.
Las almas egostas y desiertas, sin ideal, sin f, sin religin, son
una monstruosidad.
Temer a una institucin fuerte, como el Ejrcito, consagrado a
defender los ms caros intereses de la Patria, porque la disciplina,
que es su alma y su fuerza, pueda convertirlo en un momento dado en
una institucin peligrosa, y por eso suprimirlo, es cometer un crimen
estupendo, dejando a la Nacin inerme en medio de este mundo an
semi-salvaje.
Temer a una institucin fuerte, como en nuestro pas, la iglesia
catlica, porque la disciplina que es su alma y su fuerza, pueda
convertirla en una institucin peligrosa, y por eso suprimir todas las
religiones, es un error estupendo de ignorancia supina, es dejar helado
el corazn de nuestro pobre pueblo, en donde la accin poco ecaz
de nuestros gobernantes, ha conquistado poca gratitud; es apagar en
el alma obscura de nuestros pobres indios, la nica lamparita de aceite
que alumbra tristemente su infortunio.FELIPE ANGELES.
"EDUCACION"
Profesores norteamericanos, en un interesante estudio reciente,
hecho con la colaboracin de dos educadores mexicanos, llegan a la
conclusin condensada en el prrafo siguiente:
Los revolucionarios mexicanos piensan que lo que necesitan
sus compatriotas es libertad y tierras. Nosotros creemos que lo que
necesitan es educacin. En su turbulenta vida han destinado el dinero
a la guerra y slo en sus respiros han consagrado algo a las escuelas.
Tan necesitados estn de ellas, que el establecimiento en su pas de
una gran universidad, sera negocio que costeara. Establecindola, los
ayudaramos como buenos vecinos y amigos.
298
Estoy de acuerdo: lo que necesitamos es educacin, en
toda la extensin y fuerza del trmino; para dar vigor al cuerpo,
luz a la inteligencia, bondad al alma; para que podamos trabajar
armoniosamente dando garantas a todas las vidas y a todos los
intereses, amando a todos los mexicanos como hermanos, olvidando
los errores de todos y teniendo presente constantemente, que la falta
de cumplimiento a nuestras obligaciones internacionales, que lleva
aparejada la obediencia a la Constitucin carrancista, obligar a los
Estados Unidos a la intervencin armada, ahora diferida porque la
guerra europea urge el empleo de toda la energa americana, en dinero,
en material de guerra, en alimentos, en soldados.
Por falta de moralidad, nuestro gran hombre, el general Daz,
usurpaba funciones y mintiendo por ltima vez en la entrevista
Creelman, desencaden la revolucin de 1910. Por falta de moralidad,
los administradores porristas gobernaban dando preferencia a sus
intereses personales. Por falta de moralidad y de inteligencia, los
antimaderistas hicieron una infame campaa de prensa, empujaron
a una fraccin del Ejrcito a la traicin y asesinaron al Presidente
y al Vice-presidente de la Repblica. Por falta de moralidad, los
mismos antimaderistas sostuvieron el gobierno de un hombre como
Huerta: dipsmano, perverso, ignorante, prostitudo, que convirti
en Presidencia los prostbulos. Por falta de moralidad, la indignacin
revolucionaria se convirti en desenfrenado robo y salvaje carnicera.
Por falta de moralidad, Carranza, que como gobernador de Coahuila,
se levant en armas con el objeto de hacer respetar la Constitucin
de 57, la derog al triunfo para poder ser Presidente de la Repblica,
y la reemplaz por otra que desequilibra los poderes, dando
preponderancia al Ejecutivo, y que condena a muerte a sus enemigos
polticos. Por falta de instruccin, los revolucionarios, pensando hacer
un bien al pas, han suprimido de golpe, en principio, el rgimen de
la propiedad privada, sin darse cuenta de que con eso, en un pas
tan atrasado como Mxico, slo crean un despotismo innitamente
peor que el de Porrio Daz; han procurado la muerte de la industria
299
y, en consecuencia, el pauperismo de los obreros, o bien, con los
impuestos aduanales a las mercancas extranjeras han hecho un
burdo engao a los trabajadores, porque lo que se les aumenta en
salarios lo tienen que desembolsar al comprar las mercancas, cuyo
precio crece debido a los impuestos, y por ltimo, han convertido
la industria en una carga para todos los habitantes del pas, con la
nica excepcin de los capitalistas industriales, contra quienes se
aparenta que la legislacin ha sido fraguada. Por falta de instruccin
y de moralidad, los que han encumbrado a la Presidencia a Carranza,
a pesar de su anticarrancismo patentizado ayer en la Convencin
de Aguascalientes, y hoy en el Congreso carrancista, aprobaron
en Quertaro una Constitucin que menosprecia las obligaciones
internacionales de nuestro pas. Por ceguera intelectual, los
revolucionarios no ven que estn deshauciando a nuestra patria en
la conciencia del gobierno americano, el que solo por preocupacin
del gravsimo problema europeo, que ha cogido en su engranaje un
dedo, o un brazo quiz, de la unin americana, aplaza la intervencin
armada en nuestros asuntos. Por falta de instruccin, nuestros
intelectuales, que en sus vuelos apenas se elevan al profesionismo,
pero que nunca se remontan a las alturas de la ciencia para abarcar
con la vista un buen trecho del porvenir, no se dan cuenta de que
el liberalismo es un ideal del pasado y que en la actualidad, hay un
nuevo anhelo de justicia, por haberse demostrado plenamente lo
catico, lo anticientco de la sociedad actual, de la propiedad de
los instrumentos de produccin y de la libre competencia, sin plan
y sin organizacin, injusta e ineciente. Por deciencia de nuestra
educacin, que cultiva medianamente la inteligencia pero que
descuida por completo el cuerpo y el carcter, presenciamos la
bancarrota de nuestra clase, culta, que afeminadamente rehuye toda
lucha corporal, que la nica arma que puede esgrimir su enclenque
brazo es la intriga, y que ve destruida por la anarqua su patria sin
lanzarse a la lucha, porque su nica manera de colaborar en el
progreso del pas, es dando su pensamiento en los serenos tiempos
300
de paz. Por falta de educacin que les temple el alma, los hombres
que han hecho una fortuna con la inteligencia o con el sudor de su
frente, o de la de sus padres, ven destruidas sus propiedades por la
rapia de las turbas armadas, revolucionarios o gobernantes, o las
ven arrebatadas por las leyes de legisladores ignorantes, sin protestar
como hombres, y permanecen constantemente en acecho para
olfatear dnde quedar nalmente el triunfo y cmo tendrn que
proceder para salvar lo ms que se pueda de la fortuna, aunque sea
con humillacin. Por falta de rectitud de alma y por carencia absoluta
de patriotismo, muchos de esos ricos acarician la esperanza, unos
maniestamente y otros en secreto, de la intervencin americana,
que ponga trmino a la anarqua de nuestro pas, y los deje en la
tranquila posesin de sus riquezas, o de que con la anexin a Estados
Unidos, suba el valor de sus propiedades. Por falta de virilidad, el
pueblo sufre pacientemente toda clase de atropellos, de despojos,
de injusticias; como hembra esculida y agobiada, eleva sus oraciones
porque la posea el menos salvaje, aunque sea un dspota, impostor,
un impdico hombre poltico. Si no l, quin? pregunta con femenil
desaliento, como si necesitara indispensablemente un dueo, un
amo; como si la revolucin no se hubiera hecho para librarnos de
los amos, para que vuelva el gobierno a manos del mismo pueblo y
para que ste elija en cada regin a los hombres honrados, justos,
sensatos y buenos que conozca personalmente, y los obligue a
fungir como sirvientes de su voluntad expresada en las leyes, y no
como sus seores. Por falta de educacin, el pueblo trabajador ha
sufrido todas las afrentas; ha visto menospreciadas sus creencias
religiosas, convertidos sus templos en cuarteles y caballerizas; ha
sido cogido de leva y llevado al matadero, fusilado sin piedad por
todos los partidos, robado sin rubor en sus mseras propiedades,
violadas sus mujeres y sus hijas, quemados sus pueblos, entregado
a la peste, obligado a abandonar sus hogares para buscar refugio
en las ciudades, y a reconcentrar en sus corazones la tristeza ms
honda y la desesperacin ms completa.
301
Cuando el hambre atanacee furiosamente los estmagos de las
conciencias sin luz, y la vergenza coloree las mejillas eternamente
plidas de los conscientes, y brote arrolladora la accin salvadora, si
sta llega por fortuna antes de la intervencin extranjera, nuestro primer
deber consistir en fomentar una educacin completa, que ni deje en
las tinieblas al indio, ni afemine a los intelectuales, y que extraiga el odio
vergonzoso de que estamos repletos para todos nuestros compatriotas
que no pertenecen a nuestro partido.FELIPE ANGELES.
"EL LIBERALISMO ES UN IDEAL DEL PASADO"
"La gloriosa revolucin francesa hiri de muerte en todo el mundo
a la servidumbre feudal y cre a la sociedad burguesa.
La triloga luminosa: Libertad, Igualdad, Fraternidad, condensaba
vagamente el ideal del partido poltico que entonces haca progresar
la sociedad. Ese ideal se condens an ms en la palabra Liberalismo,
derivada del vocablo que en la triloga signicaba el progreso ms
anhelado y la conquista ms efectiva.
Nuestros padres, los liberales que nos dieron la Constitucin de
57, nacieron en el apogeo de la sociedad burguesa, cuando la estrella
del Liberalismo, brillaba con ms intensos fulgores.
Sin embargo, desde la poca del nacimiento de los hombres de
la plyade juarista, ya los precursores de la nueva libertad, como la
llama eufemsticamente el presidente Wilson, predicaban las utopas
de sus nobles ensueos.
Apenas nacida la sociedad burguesa, ya se sentan sus defectos,
y los poetas de la ciencia, los socilogos exploradores del futuro,
criticaban confusamente la sociedad actual y bosquejaban proyectos
de la sociedad en un porvenir cercano.
Poco a poco la crtica de la sociedad actual fu precisndose. En
pleno orecimiento de la economa poltica, cuando esta ciencia haba
sido elevada a la misma altura que las ciencias naturales y cuando se
empezaba a tratar sus asuntos con auxilio del clculo matemtico,
302
dndole precisin y autoridad aplastante, el genio de Carlos Marx,
puntualiz cientcamente la crtica de la sociedad burguesa, entr a
caballo al templo de la economa poltica, rompi los viejos dolos y
facilit a los lsofos del presente, denir el nuevo anhelo.
Un negocio, no es una especulacin hecha exclusivamente para
benecio privado, deca el Gobernador de New Jersey, hoy Presidente
de Estados Unidos; un negocio es un trabajo hecho para benecio
pblico y que proporciona un benecio a los empresarios, y la poltica
es la tarea de determinar si el beneficio corresponde al servicio
prestado.
La nueva libertad no es la libertad del Liberalismo; New Freedom,
es un nuevo anhelo.
New Freedom, es un eufemismo de un hbil poltico. Yo, que no
tengo nada de poltico y que gusto de decir las cosas crudamente, digo
que el nuevo anhelo consiste en corregir las injusticias que la crtica de
la sociedad actual ha determinado con precisin cientca: la tendencia
socialista y el nuevo anhelo, son una misma cosa.
En un artculo intitulado Educacin, arm que el Liberalismo
era un anhelo del pasado y caliqu la sociedad actual de catica, anti-
cientca, sin plan y sin organizacin, injusta e ineciente.
Fui criticado por esas armaciones en el peridico que dirige el
seor licenciado don Nemesio Garca Naranjo. Por el texto de la crtica
se percibe claramente que fue hecha en parte por malevolencia y en
parte sinceramente. Escribo este artculo a guisa de raticacin de esas
armaciones.
Los trabajos que en colaboracin hicieron Marx y Engels, y despus
los discpulos de stos, dejaron bien establecido que las fuerzas
econmicas predominan marcadamente en la marcha de las sociedades.
Como las caractersticas econmicas de la sociedad actual son la libre
competencia y el derecho a la propiedad privada ilimitada, llam en el
artculo aludido, para precisar mejor esas caractersticas econmicas,
a la sociedad actual, de la propiedad privada de los instrumentos de
produccin y de la libre competencia.
303
La libre competencia es la que hace que la produccin sea sin
plan, sin organizacin, catica y, por consiguiente, anticientca e
ineciente.
La propiedad privada de los instrumentos de produccin y ms
generalmente an, el derecho a la propiedad privada ilimitada, es lo
que justica el calicativo de injusta a la sociedad actual.
Estas dos proposiciones no son asunto de un peridico de la
naturaleza de ste, ni hay aqu espacio suciente para ellas.
Fueron magistralmente tratadas por Marx, en el primer tomo de
su obra El Capital. No recomiendo la lectura de este libro porque
es profundo y, adems, porque su tecnicismo es diferente del usado
actualmente, lo cual aumenta la dicultad de su comprensin.
Sostenan los economistas que la libre competencia satisface las
necesidades de la demanda mejor que lo que podra obtenerse por un
clculo previo o por un registro experimental de esa demanda, seguida
de la organizacin del trabajo para la produccin de las mercancas
necesitadas.
Lo absurdo de esa armacin est ahora bien probado. Cuando
una mercanca se vende bien y rinde grandes utilidades, mucha gente
se resuelve a producirla; pero nadie sabe de antemano si la prxima
produccin ser o no ajustada a la demanda; y muchas veces resulta
un exceso de produccin, y por consecuencia, un rebajo considerable
en el valor de la cosa producida. La produccin as es ciega, sin plan y
sin organizacin y por ende, ineciente. Esa produccin es propia de
una sociedad salvaje; pero indigna de una sociedad adelantada, de
ciencia desarrollada. La sociedad actual merece mejor organizacin
en la produccin. Esta debera ser de acuerdo con las necesidades
de consumo calculadas de antemano, y organizada con la divisin del
trabajo llevada al lmite, para obtener el mximo rendimiento con el
mnimo esfuerzo.
Adems, la libre competencia trae consigo un despilfarro de
energa, tanto en la produccin como en el cambio. En la produccin,
varias industrias productoras del mismo artculo, requieren mayor
304
personal, a la vez por las necesidades de la administracin y porque
la divisin del trabajo no se lleva al extremo. El despilfarro se hace
evidente comparando el sistematizado trabajo de la reparticin de
cartas del monopolio del Correo, con el catico de la distribucin de
las lecheras en competencia.
La libre competencia requiere un gasto colosal en anuncios que
se recargan al valor de la mercanca, y un incremento de empleo de
gente, que en un sistema organizado de produccin sera innecesario,
como abogados, polica, banqueros, corredores y agentes de diversas
clases.
Como en los sistemas planetarios la sencilla ley de la gravitacin
universal elimina el caos de las rbitas y establece la armona de
los astros, as la ley del equilibrio social eliminara el caos de la libre
competencia, pues la competencia se mata a s misma y conduce a los
monopolios.
Desde que la imperfeccin de la sociedad burguesa fu claramente
establecida, la tendencia socialista modica y hace progresar ms
armoniosamente a la sociedad.
Cuando los hombres de mi generacin, estbamos en las aulas,
oamos con religioso silencio desde los plpitos de los templos
econmicos, las prdicas de los economistas; escuchbamos las
metafsicas demostraciones del derecho de propiedad, y nos reamos
del desequilibrio mental de Prudhome, que en la pasin de la lucha
gritaba que la propiedad es un robo.
No imaginbamos que en el terreno cientco el triunfo de los
locos era ya un hecho consumado.
Desde entonces la verdad inundaba poco a poco de nueva luz al
mundo.
Esos locos de antao, murindose de hambre en el destierro, con
la fuerza de la verdad esparcida fcilmente en la atmsfera de libertad
de la sociedad del Liberalismo, conquistaban poco a poco al mundo.
Locos o criminales entonces, habitando las crceles o desterrados
de su patria, van ahora invadiendo los gobiernos, y ya cuentan con
305
casi la mitad de la representacin popular en el Reigstach, y ya casi
gobiernan en Francia, y ya imperan en algunas colonias inglesas, y
ya tienen un Presidente en Estados Unidos que seala como gua la
nueva libertad.
La propiedad privada de los instrumentos de produccin y cambio,
produce la esclavitud industrial que substituy a la esclavitud feudal
destruida por el Liberalismo. Es parte del nuevo anhelo la supresin
de la esclavitud industrial, la consecucin de la nueva libertad del
Presidente Wilson, quien asegura ser de la incumbencia del Estado
determinar la equidad de los benecios de los capitalistas.
No ms explotaciones del obrero!
El derecho a la propiedad privada ilimitada es ahora claramente
injusto; produce el ocio perpetuo y la degeneracin de muchos ricos, al
lado de pobres que mueren de tanto trabajar o que mueren de hambre
sin encontrar trabajo.
La sociedad actual es palpablemente injusta.
Pero el si stema de l a soci edad burguesa ( de l a l i bre
competencia y de la propiedad privada ilimitada), va pasando
rpidamente, gracias a los trabajos de los utopistas de la primera
mitad del siglo pasado, del socialismo marxista de la segunda mitad
del siglo de las luces, y del socialismo evolutivo del amanecer del
nuevo siglo.
Toda la dicultad estriba en el ensanchamiento del crculo de
las ideas de cada habitante de la sociedad actual, y en encontrar los
medios prcticos que aceleren la evolucin.
Pero por poco que se medite y se vuelva atrs la cara para ver el
camino recorrido, se convence uno de que el triunfo es ya seguro.
Los economistas que eran los adversarios naturales de los
socialistas, ahora son casi todos socialistas. Los socialistas regresan
de los destierros o salen de las crceles para gurar en los gobiernos;
la legislacin cambia rpidamente en cada pas, siempre inuida por
el partido socialista, aunque la iniciativa parta de Bismark mismo, a
quien Bebel le contesta: Piensa Ud. conquistarnos adelantndose
306
a nuestras peticiones, pero olvida usted que somos insaciables y que
seguiremos pidiendo, porque tenemos derecho a mucho.
El crculo de las ideas se ensancha de varios modos: por los libros,
en la tribuna, en el plpito, en el peridico; pero lo que impresiona ms
vivamente las inteligencias de las masas es el ejemplo: la revolucin
rusa valdr lo que una montaa de prensa y propaganda.
La guerra europea actual era profetizada por todos los hombres
de Estado, desde nes de la primera dcada del presente siglo; pero
los gabinetes europeos no vieron claro que la guerra que iba a nacer
de una rivalidad internacional, entregara las naciones a la accin de
la tendencia socialista, que es el anhelo mundial. Y, de esa manera, la
terrible guerra dar los ms preciados frutos de libertad y de justicia.
FELIPE ANGELES.
307
C
OMO VOLVIO ANGELES AL TERRITORIO NACIONAL.
Rerindonos nuevamente a la Alianza Liberal Mexicana, diremos
que tuvo gran nmero de proslitos. En la ciudad de El Paso, Texas, (y
lo mismo en otras ciudades), se llevaron a cabo importantes sesiones
pblicas en el Auditorium (Liberty Hall) de la ciudad y sus actividades
hallaron eco no slo entre numerosos desterrados sino entre mexicanos
paccos o rebeldes del territorio nacional.
Varios de los rebeldes levantados en armas, Villa especialmente,
reconocan la necesidad de que la Revolucin entrase en una fase de
unicacin que trajera consigo la pacicacin del pas. Pero todos se
daban cuenta de que Carranza en el poder no tratara con los rebeldes,
pues a pesar de la lucha tenaz con que Villa, Zapata y otros, haban
mantenido al Gobierno en continua inquietud, obligndolo a gastar
grandes sumas y sacricar muchas vidas, su poltica no era de patriticas
transacciones, sino de inexorable odiosidad hacia todos aquellos que
se hubiesen opuesto a su gobierno personalista.
Entonces se pens en que la unicacin de las facciones rebeldes
era an ms urgente, porque slo haciendo sentir la fuerza de la
unicacin podra la oposicin lograr que se aceptasen transacciones.
Pero para lograr esa unicacin se haca necesario un hombre con
bastante personalidad, inteligencia y resolucin para internarse en
territorio mexicano y ponerse en comunicacin con los distintos jefes
rebeldes invitndolos a que adoptasen los principios polticos de la
Alianza y una Jefatura de las operaciones, pues la rebelda pareca
dispersa por falta de coordinacin.
CAPI TUL O XVI
308
Angeles se impuso la grave tarea de desempear tan arriesgada
misin y secretamente, inici sus actividades tendientes a internarse
en territorio mexicano.
Viviendo yo en El Paso, Texas, sostena correspondencia poco
frecuente con el general, que era poco afecto a escribir. En una de
sus misivas, me indic que pensaba en la posibilidad de ir a visitar
a Villa. Ignorando yo su resolucin, me apresur a darle mi opinin
desfavorable, iniciando explicaciones que el general cort con un
recado en que me deca que sospechaba que su correspondencia era
censurada.
Desde nes de julio de 1918, no volv a tener comunicacin con el
general Angeles, hasta que, un da de nes de noviembre, el coronel
Eduardo Angeles lleg a decirme que el general estaba en El Paso, y
deseaba hablar conmigo.
Acud a su casa y entonces me inform que se iba para territorio
mexicano.
Mi actitud fue de franca oposicin a semejante idea que me pareca
apresurada e inconveniente. Argument con calor durante toda la tarde.
Su esposa Clarita y su hija Chabela daban razn a mis argumentos,
pero el general que me escuchaba amablemente, los rebata. Le arga
yo que no teniendo fuerzas que lo protegieran, ira inmediatamente a
parar con Villa; que toda la gente interpretara que haba ido a ponerse
a las rdenes de ste, lo cual le acarreara malquerencia de los Estados
Unidos, porque desde el asalto a Columbus, en marzo de 1916, Villa
era considerado por los norteamericanos, como por los carrancistas,
como un bandido fuera de la Ley; los mexicanos que quisieran seguirlo,
se sentiran cohibidos por el temor que Villa inspiraba.
El general Angeles, me explic la misin que se propona llevar a
cabo y que su intencin no era precisamente incorporarse con Villa, sino
entrevistar a todos los revolucionarios levantados en armas; pero que,
por otra parte, buscar a Villa y considerarlo como una de las fuerzas
vivas de la rebelin no le pareca peligroso ni desprestigiante; que
recordara yo que Cristo anduvo con bandoleros y que no por eso fue
309
un perverso; que haba que tratar a Villa para procurar que se moderara
en sus procedimientos de crueldad y que el fondo de la intencin de
ese guerrillero era bueno y su tenacidad y amor al pueblo humilde,
eran una gran fuerza revolucionaria
Como viera yo que a pesar de su condescendencia en discutir
conmigo, el general rebata todas mis objeciones, acab por
confirmar que haba tomado una resolucin inquebrantable, y
entonces le pregunt si su resolucin era denitiva. S, me dijo
absolutamente . Entonces, mi general, le dije , no me
queda ms que secundarlo a Ud. Desgraciadamente yo no estaba
prevenido para esto y viviendo en la pobreza, con el trabajo diario
de mi Jitney, no puedo acompaarlo desde luego pero le ofrezco
que en un plazo de tres meses me le incorporar con un grupo de
ociales, de quienes formaron su Estado Mayor, y que lo seguiremos
por donde usted vaya.
El general cruz el Ro Bravo, por San Belisario, la noche del 11 de
diciembre de 1918, acompaado por don Alfonso Gmez Morentn,
el infatigable coronel, agente condencial de Villa, con dos amigos y
sus guas.
El general Villa, haba enviado al coronel Gmez Morentn, hasta
Nueva York, anuncindole, como un secreto que a nadie divulgara, que
se propona tomar Villa Ahumada, para intentar una nueva sorpresa
sobre Ciudad Jurez, y que al tomar esta plaza fronteriza, podran
pasar el general Angeles y otros varios partidarios. La sorpresa sobre
Ciudad Jurez, se frustr porque no logr apoderarse de un tren y en
la frontera se previnieron haciendo fracasar su plan.
Al saber Gmez Morentn que aquel plan haba fallado, inform al
general Angeles, quien ya estaba en El Paso, que volvera solo con Villa
para que ste le diera nuevas instrucciones; pero el general Angeles le
contest: No, yo me voy con Ud. de cualquiera manera . Y as
fue como, pasando la frontera, fueron a dar a Cuchillo Parado, donde
se informaron de que el lugar de reunin sealado por Villa, para pocas
semanas despus, sera Tosesihua.
310
Antes de la salida del general, me dio unas cortas declaraciones
que fueron publicadas luego que se supo que haba cruzado la frontera.
Tambin le ped que me diera sus datos biogrcos que extract a
su dictado y un maniesto que fue publicado posteriormente, en el
aniversario de la Constitucin de 1857.
Las declaraciones fueron las siguientes:
Los mexicanos de tendencias polticas diversas deben apresurarse
a pactar las bases segn las cuales se restablezca el orden en Mxico y
se constituya un gobierno respetable que, satisfaciendo hasta donde
sea posible las aspiraciones del pueblo mexicano, de cumplimiento a
nuestras obligaciones internacionales, a n de evitar la intervencin de
otros pases en nuestros asuntos interiores.
Al internarme en territorio mexicano yo procurar que se alien
en la idea demcrata-progresista todos los elementos levantados en
armas contra el actual gobierno.
Si la UNION que persiguen mis compatriotas expatriados no se
verica porque el odio entre los partidos polticos sea ms intenso que
el amor a la patria, yo permanecer en suelo mexicano luchando por
los ideales expresados en mi convocatoria.FELIPE ANGELES.
El maniesto de Angeles publicado en La Patria El Paso, Texas,
el 5 de febrero de 1919, fue el siguiente:
En menos de medio siglo despus de nuestra emancipacin de
la gloriosa Espaa, el movimiento liberal mexicano cristaliz en la
Constitucin de 1857, integrada con las Leyes de Reforma, para cuya
obediencia ha sido un inmenso obstculo el gobierno de caudillos,
sostenidos por un ejrcito modelado a la usanza de los tiempos pre-
democrticos.
Bajo el frreo gobierno de dictadores, la constante aspiracin
del pueblo ha consistido en ser gobernado por los preceptos de esa
Constitucin, y esa aspiracin se ha mezclado con vagos anhelos de
reformas que hagan desaparecer injusticias y malestares sociales.
En breve frase pueden condensarse los desiderata del pueblo,
diciendo que la sociedad mexicana tiende a asegurar y a perfeccionar la
311
democracia y dentro de ella, a corregir las injusticias que ha producido
una viciosa organizacin social y a prevenir las que en el futuro pudiera
producir.
La primera fase de esa evolucin debe indispensablemente
iniciarse con el acatamiento del primer principio de orden en una nacin:
LA INDEROGABILIDAD DE SU LEY FUNDAMENTAL; esa primera fase
debe partir del imperio efectivo de la Constitucin de 1857, y debe
consistir en el establecimiento de un gobierno democrtico legtimo.
Para que pueda existir un gobierno democrtico, es decir, un
gobierno de autoridades real y libremente elegidas, que consignen
en nuevas leyes las reformas que anhele el pueblo y que gobiernen
como servidores del pueblo y para benecio del pueblo, y no de las
autoridades mismas, es indispensable destruir el caudillaje y suprimir
el ejrcito que sirve al caudillo como instrumento de tirana.
Todo caudillo satisface naturalmente las condiciones de un dictador
y sus tropas constituyen el instrumento ms adecuado a su despotismo.
Adems, ese ejrcito, aparte de que es impropio para los altos nes
a que debe estar destinado, se convierte sin dicultad en rgano de
opresin. Por lo tanto, si queremos asegurar la democracia, debemos
acabar para siempre con el gobierno de la espada, inhabilitando a
todo caudillo para ser elegido como Presidente de la Repblica, e
instituyendo un ejrcito genuinamente nacional, representante del
pueblo entero e inadecuado para sofocar las manifestaciones del
sentimiento popular.
En tiempos del militarismo que origin incidentalmente el
gran Cromwell, Inglaterra llam al heredero del decapitado reo de
absolutismo, aterrorizada a la sola idea de tener que soportar el
despotismo humillante y odioso de tiranos sin gloria, elevados al poder
por revoluciones militares que se suceden a cortos intervalos.
Restaurar la Constitucin de 1857, y romper para siempre
la espada opresora, con objeto de asegurar definitivamente el
establecimiento de la democracia de nuestro pas, deben ser nuestros
inmediatos ideales; hacer las reformas que exige nuestro estado social
312
actual, ser en seguida la obra de los representantes del pueblo,
cuya labor continua e indenida perfeccionar nuestras instituciones
democrticas y har de nuestra patria una adelantada y justa sociedad
fraternal.
Imponer con las armas, reformas que dictan la voluntad de un
jefe o de un partido, es reincidir en el despotismo y menospreciar las
instituciones democrticas.
Si en la conciencia nacional existe, como yo creo, la conviccin
de que la sociedad mexicana necesita urgentemente reformas que
afecten a toda la nacin o que sean meramente locales, las instituciones
democrticas garantizan su realizacin.
Lo que indudablemente requiere la nacin para salvarse de esta
tremenda crisis econmica que han creado la Constitucin de Quertaro
y la inmoralidad y estrecho criterio de odio e intransigencia de las
autoridades carrancistas, es trabajar; pero para trabajar cada quien
necesita plenas garantas en su vida y en sus intereses y el fraternal
apoyo de sus compatriotas, y la ayuda servicial y justiciera de todas
las autoridades.
Trabajar en armoniosa confraternidad, es no slo necesario para
salir de esta tremenda crisis econmica, es tambin un estricto deber
patritico, para evitar el peligro de un inmenso sacricio y de una
trascendente humillacin, pues no podemos asegurar que la doctrina
wilsoniana (que nos reconoce el derecho de pelear nuestras propias
batallas por la libertad, aunque en ellas algunos ciudadanos americanos
resientan inevitables perjuicios), siga acatndose por el gran pueblo
americano cuando tenga una nueva administracin y millones de
soldados ya desocupados.
La vecindad de Estados Unidos, (pas poderoso en fase avanzada
de civilizacin), constituye durante nuestras luchas intestinas un peligro
inminente, que no podr conjurarse con la actitud demaggica de
Carranza, quien adula y fomenta el sentimiento antiamericano y hace
concebir ilusiones de alianzas imposibles e inecaces; sino con una
poltica de sincera amistad, de aspiracin a los mismos ideales y de
313
respeto mutuo a toda clase de intereses y derechos, especialmente el
de la soberana.
Ante la gravedad de una situacin y de una actitud que
comprometen el porvenir de mi patria, con el derecho que tengo como
mexicano y cumpliendo con el deber que impone a todo ciudadano la
voluntad nacional consignada en la Constitucin de 1857, convoco A
TODO EL PUEBLO MEXICANO para luchar por la restauracin de esa
ley fundamental, tal cual la encontraron los funestos acontecimientos
de febrero de 1913, y por la extirpacin del gobierno de caudillos, que
con la fuerza de un ejrcito opresor ahogan en sangre las libertades
del pueblo.
Para lograr estos propsitos y establecer un gobierno democrtico,
propongo lo siguiente a mis conciudadanos que estn ya levantados
o se levanten despus en armas desconociendo a las autoridades
carrancistas:
Que durante la lucha, vayamos protegiendo el nombramiento
de autoridades locales provisionales designadas por el voto pblico,
siguiendo lo ms cerca posible el espritu de las leyes, y que nos
esforcemos porque toda persona sea respetada en sus intereses legtimos
hasta donde lo permitan las necesidades de la guerra entre civilizados.
Que a medida que vayan pacicndose los Estados, sus gobernadores
convoquen a elecciones de autoridades locales denitivas. Que cuando
hayamos triunfado, el jefe militar de faccin, que por designacin de
los comandantes de las otras facciones revolucionarias sea nombrado
jefe supremo para acaudillar la revolucin, convoque a elecciones
de autoridades federales. Que velemos porque en las elecciones se
respete el sufragio de todos los ciudadanos, CUALQUIERA QUE SEA
EL PARTIDO A QUE PERTENEZCAN. Que para realizar uno de los
ideales a que aspiramos, LA EXTINCION DEL CAUDILLAJE, quede
necesariamente excluida de dichas elecciones la candidatura del
caudillo. Que el Congreso de la Unin, en el libre ejercicio de sus
facultades, rechace o legitime la obra legislativa y administrativa de
pasadas asambleas y gobiernos revolucionarios.
314
Vine del pueblo y era yo exclusivamente un soldado. La ignominia
de febrero de 1913, me hizo un ciudadano y me arroj a la revolucin
en calidad de devoto de nuestras instituciones democrticas. Ahora
de nuevo, por constitucionalista y demcrata, vuelvo a la lucha armada
contra el caudillo que se opuso a Huerta, en nombre de la Constitucin
de 1857, y que impdicamente la abrog al triunfo (retrotrayendo as
al pueblo mexicano a la era catica de los tiempos de Santa Anna,
en la que an no tenamos carta constitucional estable de nuestras
instituciones), que se llama demcrata y que, cosa inaudita, priv del
voto a los no carrancistas, y que para coronar sus atentados, impuso a
la nacin con la fuerza de las armas, una nueva ley fundamental que,
suprimiendo la responsabilidad del Presidente de la Repblica, por
sus violaciones al sufragio, ha inmunizado el procedimiento absolutista
de Porrio Daz, consistente en substituir la voluntad nacional por la
del Ejecutivo, para ser el nico elector, fuente de todo poder y rbitro
absoluto de los destinos de la patria. Esta serie de atentados y la
rapacidad de la administracin carrancista, nos han llevado a la ruina
econmica y a la anarqua, y si no subvirtiramos al actual gobierno,
nos llevaran indudablemente a la prdida de nuestra soberana o a la
mutilacin del territorio nacional.
El lbaro democrtico que empu Madero contra la dictadura,
es la misma bandera revolucionaria que enarbol Jurez a la cabeza
del viejo e histrico partido liberal; es la misma ensea nacional que
simboliz a la patria en las guerras contra la intervencin francesa y
el imperio de Maximiliano; es el mismo emblema que al triunfo de
la Repblica, en esas guerras de nuestra segunda independencia, se
transform en expresin consagrada de la voluntad nacional y en rme
base de nuestras veneradas y anheladas instituciones democrticas y,
nalmente, con el respeto unnime nacional a esa ley fundamental,
durante medio siglo, ese pabelln que tiene todos los prestigios y la
gloria de todas las victorias, esa Constitucin de 1857, es el hecho que
ante el mundo entero prueba la existencia de la Nacin Mexicana, en
el concierto de los pueblos libres, organizados.
315
Hoy, como en el octavo ao de nuestra lucha por la independencia,
el pas est exhausto de riqueza y el pueblo est agobiado de
sufrimientos y decepcionado, del movimiento libertario de 1910, por
la impostura de Carranza. Pero tengo la rme conviccin de que as
como hace un siglo yaca en el seno de las cenizas el fuego sagrado
de la independencia que al n se consum, ahora, yace la llama de la
democracia que establecer denitivamente el imperio de la ley y que
extirpar para siempre la plaga de los caudillos dictadores.
Esta batalla democrtica, aparentemente fracasada por el perjurio
de Carranza, que no teniendo apoyo de sus tropas, recurri a la
corrupcin de ellas para tenerlo, que an as no quiso abandonar un
solo momento el Poder Ejecutivo, por temor de no poder recuperarlo y
que tuvo que derogar la Constitucin para remover el obstculo que le
impeda ser Presidente de la Repblica, esta lucha democrtica, repito,
castigando a perjuro que por satisfacer una vanagloria efmera no tuvo
escrpulos en retrotraer a su patria a la era ctica de los principios
de una sociedad que an no tiene carta fundamental estable de sus
instituciones, cerrar un ciclo de nuestra evolucin y aanzar el rgimen
efectivo de la democracia.
Quedar establecida, entonces, la indispensable base para el futuro
engrandecimiento de la patria, en cuyo seno luchen los partidos y se
impongan las reformas con el nmero de los votos y no con el de las
bayonetas.
Solo entonces tendremos un gobierno fuerte; no porque el
Presidente de la Repblica sea un enrgico dictador apoyado en
sus caones, sino porque siendo un el mandatario, obediente de la
voluntad nacional consignada en las leyes, est resueltamente sostenido
por el pueblo que lo invisti de autoridad y que considera el menoscabo
de esa autoridad como menoscabo del honor nacional.
FELIPE ANGELES.
El general Villa haba recibido por conducto del coronel Alfonso
Gmez Morentn, quien fue a Nueva York y estuvo presente en una junta
316
del Comit Ejecutivo de la Alianza Liberal Mexicana, los lineamientos
de un plan que el licenciado Miguel Daz Lombardo, como Presidente
del Comit, le enviaba, y que, fundamentalmente, proclamaba la
Constitucin de 1857 como la legtima, tal como el general Angeles lo
haca en su maniesto.
El Plan fue formulado, segn parece, por el general Antonio I.
Villarreal, y tenda a la unicacin de todas las facciones revolucionarias,
bajo la bandera de la Constitucin de 57.
Puesto este Plan en conocimiento de los jefes que acompaaban a
Villa, fu aprobado en todas sus partes y rmado bajo la denominacin
de Plan de Ro Florido, lugar en que Villa reuni a sus tropas.
Cuando se le dio lectura, para conocimiento de sus hombres, todos
prorrumpieron en aclamaciones y vivas para el general Villa.
GESTIONES PARA INCORPORARNOS
AL GENERAL ANGELES
Habiendo perdido contacto con el general Angeles, me dediqu
con tesn a reunir a los compaeros que haban de incorporrsele
conmigo; con grandes sacricios nos fuimos procurando dinero para ir
comprando caballos y equipo y, con el sigilo posible, nos organizamos
en un grupo de 18 personas para cruzar la frontera el 18 de marzo de
1919, cumpliendo as lo que haba yo prometido al general Angeles.
Entre los comprometidos estaba un espa carrancista, que haba
logrado mi conanza dndome frecuentes seguridades de delidad
y espritu revolucionario. Este tena a las autoridades carrancistas de
Ciudad Jurez y a las americanas de El Paso, al tanto de nuestros
preparativos. A media noche y cerca del Ro Bravo, en Socorro, N. M.,
fuimos aprehendidos por los agentes norteamericanos y conducidos
al fuerte Bliss, donde se nos encerr para ser consignados a las
autoridades por violacin a las leyes de neutralidad.
Procuramos, desde luego, concentrar la responsabilidad entre los
ms conscientes, y fuimos llevados a jurado el 14 de abril de 1919,
317
Magdaleno Flores, Jess Chacn, Manuel Icaza, Fernando Liceaga,
Rafael Iturbide y yo.
La Alianza Liberal Mexicana, nos procur la defensa de buenos
abogados, como Wilchard, Ohms y Howard. El Jurado fue sonado y la
votacin result reida habiendo sido declarados culpables por mayora
de siete votos contra cinco que nos absolvan.
La defensa se fund en que nosotros bamos a territorio mexicano
en propaganda de nuestros ideales polticos; que no entrbamos por
la aduana fronteriza porque seramos hostilizados y que llevbamos
armas para defendernos.
Antes del jurado los agentes recurrieron a procedimientos ilegales
como el de desvelar a dos de los compaeros y, agotados, llevarlos
de madrugada a un despacho en que les aseguraron platicaran
confidencialmente, como amigos, mientras taqugrafos ocultos
tomaban sus declaraciones. Durante el jurado se aclar que uno de
los innodados, quien tuvo el cinismo de presentarse como testigo
de cargo, era Jos Velzquez de la Rosa, espa a sueldo del Cnsul
mexicano ($75.00 mensuales). Los defensores hicieron que yo fuese
el nico declarante y durante el interrogatorio tuve que protestar en
contra del agente del ministerio pblico, quien no cesaba de acusarnos
como villistas de siniestras intenciones.
En cambio, los defensores hicieron valer nuestros antecedentes
culturales llamndole vbora al espa delator, quien se haba captado
mi conanza con reiteradas protestas de delidad y admiracin por el
general Angeles.
El 16 de abril de 1919, fuimos declarados culpables de violar las
leyes de neutralidad norteamericana y, tres das despus, el Juez
Smith, nos llam a su presencia y, visiblemente conmovido, nos dijo
palabras de simpata, dando a entender que tena instrucciones
de su gobierno, de aplicar sentencias drsticas. Cuando nos invit
a hablar, le expres que asuma toda la responsabilidad y slo
peda benevolencia para mis nobles y leales compaeros. Me refer
especialmente a la saa con que el agente del ministerio pblico
318
haba tratado al compaero Flores, injurindolo porque le vea
cara de indio. El juez le redujo a este compaero en seis meses la
sentencia y siendo la pena mxima de cinco aos y trece mil dlares
de multa, nos sentenci a dos aos de reclusin en la Penitenciara
de Leavenworth, Kansas, a la cual fuimos conducidos, y en cuya
admirable institucin federal estudi la magnca organizacin
penitenciaria que tiene y conoc a bastantes hombres revolucionarios,
de elevada cultura, que se haban negado a ir a la guerra europea,
y que eran designados como Conscientious objectors. Tambin
conoc y trat a varios revolucionarios mexicanos, entre quienes sent
verdadera estimacin por los hermanes Ricardo y Enrique Flores
Magn y por el general Juan G. Cabral.
NUESTRO CRITERIO POLITICO REVOLUCIONARIO.Entre los
numerosos mexicanos que vivan en las ciudades importantes de la
frontera, tales como El Paso y San Antonio, cuyo crecimiento haba sido
extraordinario y en que la mayor parte de la poblacin eran mexicanos,
predominaba el sentimiento anticarrancista. Sin embargo, el sector
reaccionario de esa poblacin no cesaba de criticar a los revoluciona-
rios y, aunque ellos mismos tenan en Mxico elementos rebeldes con
quienes simpatizaban, no por eso dejaban de criticar la persistencia de
la rebelda de los verdaderos revolucionarios, que les impeda disfrutar
de una paz, cualquiera que ella fuese para dedicarse a hacer toda clase
de negocios. Adems, todos teman la intervencin norteamericana.
Nosotros sostuvimos la tesis de la rebelda poltica con conceptos
como los contenidos en los siguientes artculos.
INDIFERENTISMO.Refutacin publicada en Mxico Libre, de
Nogales, Ariz., en septiembre de 1918.
Hemos llegado a un estado de escepticismo poltico, que casi
puede decirse que estamos dispuestos de buen grado a abdicar
de nuestros derechos, y nos conformamos con que nos rija una
voluntad omnmoda, con tal de que ella introduzca alguna evolucin
gubernamental que nos capacite para el rpido desarrollo de los
negocios
319
Leamos este singular prefacio en uno de los editoriales de La
Prensa, que nos dej duda profunda respecto a la mentalidad y a la
entereza de los hombres que piensan y que escriben.
Cierto es que hay momentos de pesimismo en que la voluntad
claudica y en que nuestro sentimentalismo toca los lmites
patolgicos de la neurastenia. Comprendemos tambin hasta donde
puede llegar la depresin de quienes consumimos diariamente el
pan amargo de exilio que es abandono, que es soledad, que es
nostalgia y que, las ms de las veces, es miseria y dolor. Pero no por
eso debemos dejar de refutar conceptos que pueden traducirse en
enseanzas contrarias a la moral cvica de que tanto ha menester
la raza mexicana.
Estar dispuestos a abdicar de nuestros derechos y conformarnos
con que nos rija una voluntad omnmoda, sera, en otras palabras,
renunciar a la libertad y resignarse a ser un paria o un esclavo y eso,
no puede aceptarlo conscientemente, ningn hombre civilizado. Pero,
ms todava, la condicin de esa original resignacin: con tal de que
introduzca alguna evolucin gubernamental que nos capacite para el
rpido desarrollo de los negocios, sera la ms judaica declaracin
que hubisemos escuchado de boca de un mexicano; sera la ms
franca manifestacin de utilitarismo que busca en el desarrollo de los
negocios, la frmula de salvacin, aunque deje en sus canjes, toda la
dignidad ciudadana y todos los humanos ideales de justicia.
Esto nos recuerda la crtica que Guglielmo Ferrero, hace del ideal
de podero predominante en una raza, comparndolo con el ideal de
perfeccionamiento de la raza latina.
El ideal de perfeccin, dice, se compone de elementos
distintos, siendo los ms importantes la tradicin intelectual, literaria,
artstica, jurdica y poltica greco-latina, las aspiraciones morales
y polticas nuevas, nacidas en el transcurso de los siglos XVIII y XIX.
Esto es, el ideal que nos impone la belleza, la verdad, la justicia, el
perfeccionamiento moral de los individuos y de las instituciones como
nes de la vida.
320
El otro ideal naci en los dos ltimos siglos, a medida que los
hombres fueron viendo que podan aduearse de las fuerzas de la
naturaleza embriagados por sus xitos; por la riqueza que han logrado
producir con gran rapidez los hombres modernos han considerado
como un ideal de la vida a la vez bello, elevado y casi heroico, el
indenido e ilimitado aumento del podero humano
Grande es el error de creer que el solo progreso material puede
hacer la felicidad de los pueblos. La dicha terrenal de la mayora, el
disfrute de la vida en su forma ms tendiente a la perfeccin, slo
se consigue cuando la libertad y el nivel moral de los hombres,
independientemente de la riqueza, son los ms elevados. De qu
le servira a una nacin poseer todo el oro del mundo si la codicia,
la envidia y las mil taras de su moralidad se agregaran a la falta
de libertades pblicas, para hacer un inerno la vida en sociedad?
Qu hombre habra, por otra parte, que cediera conscientemente
su libertad por la riqueza material? La civilizacin, tendencia de
perfeccionamiento de la humanidad que, segn la dene Spencer, es
el progreso hacia aquella constitucin del hombre y de la sociedad
que se requiere para la completa manifestacin de la individualidad,
no puede orecer donde el gobierno lo es todo y el individuo
nada, es decir, donde rige esa voluntad omnmoda a que parece
resignarse el seor editorialista de referencia.
La renunciacin de los derechos, el laisser faire de los ciudadanos
imperfectos, es la ms lastimosa contribucin para el decaimiento de
las nacionalidades.
Y no slo la renunciacin, sino hasta la lenidad en el cumplimiento
de los deberes cvicos y en el ejercicio de los derechos, son el ejemplo
ms pernicioso que puede tener un pueblo. La ms desquiciadora
actitud que haya contribuido a nuestra pobreza tica nacional, el ms
cierto apoyo que hayan tenido las dictaduras mexicanas, han sido el
indiferentismo de las clases superiores de la sociedad y la punible
resignacin con que han contemplado la perversidad y la injusticia de
las autoridades.
321
No hay duda, por ejemplo, de que el carrancismo, con todos sus
atentados y con todo su salvajismo, ha sido la consecuencia y el castigo
de una sociedad que en parte aplaudi y en parte se resign ante el
espectculo denigrante del cuartelazo, de la traicin, del asesinato
poltico y de la violacin de la Constitucin y que, todava despus
de la tragedia revolucionaria, vuelve a soportar el yugo de las mismas
violaciones a los derechos ciudadanos.
Muchos hombres ngen desprecio por las convulsiones de nuestra
nacionalidad, a otros les importa poco la humillacin con tal de que
puedan hacer sus negocios; los ms se apartan discretamente de la
revolucin y de la poltica porque su moralidad o su temperamento
(ser su cobarda?), as se lo aconseja. El alzamiento de hombros es,
por desgracia, la tctica egosta de tantos mexicanos que piensan y que
razonan. Y bien, preguntamos nosotros, cmo podr salvarse la nacin
con la inercia poltica que es la renunciacin de toda actividad cvica;
acaso en el pas se va a operar el milagro de la educacin del pueblo,
y la raza va a redimirse con la indiferencia de sus hombres ilustrados?
Reexionando en las razones elementales que, para todos, entraa
la necesidad de actividad, se ver, tras corto razonamiento, cmo es
imperioso el mandato de la conciencia. Queremos que la vida sea feliz
para el pueblo mexicano, para nosotros mismos? Pues veamos en qu
consiste la verdadera felicidad.
La felicidad implica el goce armnico de todas las facultades, goce que
slo se consigue cuando existe la libertad de accin que es generadora
del bienestar econmico, entre otros. El hombre necesita para ser feliz,
satisfacer su cuerpo y su espritu, emanciparse de las persecuciones y
de las injusticias, de los prejuicios y de las bajas pasiones, edicando su
moralidad sobre sus derechos que son la libertad de cada uno, limitada
solamente por anlogas libertades de los dems.
Un individuo puede desentenderse de estas reexiones y pensar
que est exento de peligro, pero craso es su error: cada uno de los
individuos sufre las consecuencias bencas o perjudiciales del medio
en que vive; los males acumulados en la sociedad, repercuten, de modo
322
ineludible, sobre cada uno de sus miembros. Indirectamente, cada
uno contribuye con su actitud y con sus actos, a tener un buen o mal
gobierno, cada uno ayuda al ejercicio de las libertades o de la tirana,
cada uno encarece o abarata la vida, cada uno enaltece o amengua
la moral pblica, cada uno enriquece o empobrece la educacin
nacional, cada uno envilece o exalta la nacionalidad; todos y cada uno
contribuyen a la felicidad o a la desdicha de su pueblo!
Dice Spencer el gran lsofo ingls: Cuando, despus de observar
las reacciones producidas por la falta de equidad, el ciudadano
contempla la relacin que l mismo guarda con el cuerpo poltico
debe quedar impresionado con la saludable verdad de que, nadie
puede ser perfectamente libre hasta que todos son libres; nadie puede
ser perfectamente moral hasta que todos son morales; nadie puede
ser perfectamente feliz hasta que todos son felices.
Y, para terminar, preguntamos nosotros; si el seor editorialista de
La Prensa, y otros mexicanos ilustrados, ya no quieren libertades
y derechos polticos, cmo quieren y cmo entienden que pueda
salvarse la nacionalidad? Con los solos negocios? F. Cervantes.
EL AFAN DE PAZ Y EL ESPIRITU DE REBELDA.(Publicado en "La
Patria"), en septiembre de 1919.
"La sumisin a la autoridad decrece, a medida que la moralidad y
la inteligencia crecen".Spencer.
El xito con que se celebraron las estas patrias en la ciudad de El
Paso, y los buenos auspicios con que se inici la campaa del Comit
de Paz de las Asociaciones Unidas, son indicios inequvocos de la
existencia de un marcado sentimiento nacionalista y de un comn afn
de paz entre los expatriados mexicanos.
Haciendo un ligero examen de ambas manifestaciones se llega, sin
embargo, a conclusiones sorprendentes:
El patriotismo es en verdad una gran virtud de egosmo colectivo,
indispensable cuando el pas se ve amenazado, porque su exaltacin
permite organizar la defensa nacional y porque, mejor que eso, con l
se puede orientar y forticar el alma de la raza.
323
El patriotismo tiene mucho de instintivo, y mucho de racional, e
importa que ambos conceptos sean bien comprendidos porque si es
cierto que el patriotismo instintivo es una gran fuerza pasional que obra
milagros, cierto es tambin que las pasiones necesitan ser encauzadas
por la razn para dar resultados magncos. El patriotismo instintivo
es como el amor lial, por ejemplo; impulsa a los buenos hijos a la
defensa de la madre; pero resulta a veces que, desviado ese instinto
de su cauce racional, sus resultados son contraproducentes. Un hijo no
podra ver a su madre moribunda o desfallecida por el hambre sin acudir
presuroso en su auxilio, pero, un insensato amor hara alimentarla en
el momento con tal abundancia y exageracin, que le provocaran la
muerte. En cambio, esa solicitud dirigida por la inteligencia, hara aplicar
el remedio con habilidad y parsimonia hasta producir los resultados
ms saludables.
Hacemos este parangn a propsito de la actitud errnea que los
compatriotas pudieran asumir. Amenazado el pas con la intervencin
extranjera, pobre y abatido, no tanto por la guerra civil cuanto por la
perversidad de sus hombres dirigentes, se cree que el remedio pimo
es la paz inmediata, a toda costa, y a esa palabra se aferran muchos
como a la frmula mgica que habr de alejarnos de miserias, peligros
y acechanzas.
En el terreno del patriotismo instintivo, muchos mexicanos cierran
los ojos para aceptar al carrancismo deglutindolo como una amarga
pldora, y creyendo que la culpa de la guerra la tienen los revolucionarios;
de buena gana los daran un jaln de orejas para que se dejaran de
luchas y de esfuerzos y se sometieran al seudo-pacicador quien, con
su dictadura, nos brinda la paz mecnica! y sto, sin referirnos a
aquellos egostas mexicanos, que sin preocuparse en nada por la forma
del gobierno nacional, detestan la revuelta por cobarda o porque ella
no favorece inmediatamente sus intereses personales
Si por negra desgracia para Mxico, el espritu de la rebelin muriera
de nuevo durante la presente generacin, a manos de don Venustiano
Carranza, no tardaramos mucho en or asombrados, que haba surgido
324
un nuevo hroe de la paz, edicin multiplicada en sus defectos, del
hroe de los treinta aos de dictadura. Don Venustiano habra matado,
como lo hizo don Porrio, toda oposicin que es madre de las libertades
pblicas, y su obra sera ensalzada y aplaudida por aquellos de nuestros
insensatos compatriotas que en su ignorancia y en su estulta miseria
moral, cerraba de nuevo los ojos a la luz de la libertad para seguir
viviendo en el limbo misrrimo de un oprobioso vasallaje. Paz, dicen
todos; paz sale de todas las bocas y paz dicen los carrancistas unindose
a este coro de voces, pero no con la angustia de aquellos corazones
ingenuos, sino con el anhelo de que la paz mecnica que nos amenaza,
conrme su enriquecimiento y borre sus crmenes.
Y, sin embargo, qu decepcin le causar a unos y otros la reexin
profunda y honrada de que si Mxico no tiene paz, si no prospera, si no se
engrandece y si no es respetado, no es por causa de los revolucionarios,
sino por causa de los tiranos! La existencia de la tirana es para una nacin
la ms peligrosa prueba de atraso y de envilecimiento.
Nunca, en la historia de los pueblos, la rebelin ha sido causa de
desgracia nacional; antes por el contrario, all donde la rebelin se
ha hecho secular y donde el fuego sagrado de las reivindicaciones
populares se ha mantenido encendido, a travs de las generaciones,
es donde el pueblo ha conquistado el mximo de grandeza, porque
ha disputado, hasta obtenerla, la ansiada libertad.
El pueblo ingls, cuya civilizacin y cuyas libertades son motivo de
envidia para la humanidad entera, luch sin tregua ni descanso, por
largas generaciones, en contra de los opresores; primero fueron los
seores feudales, los nobles, los que unidos con el pueblo disputaron
el poder al rey; las montaas de Escocia constituyeron el baluarte
donde se protegi, por largos aos, la idea libertaria; y, donde despus,
cuando los nobles y los reyes se unieron para subyugar al pueblo,
ya que la misma iglesia catlica se haba asociado con los tiranos, el
protestantismo se asoci con el pueblo y los defensores de la iglesia
reformista, identicados con los oprimidos, continuaron la lucha hasta
conseguir la victoria.
325
Aquel pueblo generoso no retrocedi ante las persecuciones, ante
la miseria y la ruina; la muerte misma no lo arredraba y mil veces sac
fuerzas de su postracin para reconstruir sus pueblos arrasados, para
fertilizar de nuevo sus tierras abandonadas, para engendrar nuevas
familias que suplieran a las tragedias de su sangre, para, nalmente,
tras una brega gloriosa, llegar a la conquista de la democracia.
El distinguido escritor Buckle, al referirse a la indomable rebelda de
los nobles escoceses del siglo XV, asienta que: El mal que actualmente
engendraron, fue ciertamente inmenso; pero evitaron otros males que
habran sido peores. Causando la presente anarqua, aseguraron la
futura libertad!.
As puede armarse de la rebelin mexicana; para salvacin de
nuestro progreso poltico, a pesar de todas las crticas intrusas y a
pesar de todos los dicterios apasionados, sigue sostenindose en
valles y montaas, luchando por las libertades del pueblo. Los llamados
bandidos, los supuestos responsables de la anarqua actual, sern para
la historia los sostenedores del pendn libertario. A ellos, si tenemos
la fortuna de que no mate su anhelo la inercia nacional, les deberemos
los mexicanos un inmenso paso dado en el camino de la civilizacin. Si
como se lo propone, la revolucin consigue deponer al usurpador para
que se respete el sufragio y se reconozca por todos la inviolabilidad
de la ley suprema de la nacin, Mxico habr progresado, en diez
aos de lucha civil, ms de lo que ha avanzado en todos los siglos de
su historia.
Por eso urge que los mexicanos se compenetren de la necesidad en
que estn de amar a su pas con patriotismo consciente, persuadindose
del peligro trascendental que encierra el establecimiento denitivo de
la nueva dictadura.
La revolucin de 1910, triunf alimentada con principios de
democracia; faltaba tan slo cimentar tan preciosas conquistas. La
revolucin de 1913, fue una revolucin punitiva de la traicin y la
usurpacin; pero nunca debi producir mengua en las instituciones
polticas a no haber sido porque Carranza se aprovech arteramente
326
de ese triunfo del pueblo, para establecer su autocracia. Esto constituye
ante la Historia una traicin y tambin una usurpacin. El pueblo ha sido
burlado por una faccin que se arm para defenderlo; la ausencia de
principios de una parte de los revolucionarios, ha encontrado apoyo
en la claudicante actitud de quienes todava no se apasionan por sus
derechos. Dice el gran lsofo ingls, Spencer, que: La autocracia
presupone inferioridad de naturaleza tanto en el gobernante como en
los gobernados; de un lado un fro y egosta sacricio de la voluntad
de los otros a la propia; del otro lado un bajo y cobarde abandono de
las demandas de la humanidad.
El pueblo mexicano necesita vindicarse ya que s es cierto que lo
agobia un torpe espritu de sumisin que tras de la conquista, le han
dejado sucesivas dictaduras, cierto es tambin que su despertar y el
calor de su lucha en 1910 y en 1913, han sido dignos de una gran causa
y de un pueblo viril.
Amparados con el ttulo de revolucionarios y con sus reformas de
1917, los de la faccin carrancista pretenden sintetizar de nuevo la
dictadura. Las reformas de la Constitucin, aun cuando signicaran
realmente un gran adelanto desde el punto de vista terico, (y creemos
que algunas de ellas son buenas), adoleceran del defecto de nulidad
porque contra el texto expreso de la Suprema Ley, fueron impuestas por
un jefe revolucionario y legisladas por un grupo arbitrariamente elegido
y porque se ignora si ellas corresponden realmente al desideratum
nacional.
Buckle dice: Ninguna reforma puede producir realmente bienes,
a menos que sea trabajo de la opinin pblica, y a menos de que el
pueblo mismo tome la iniciativa.
Suponiendo que las reformas carrancistas fueran perfectas, no
hay que perder de vista, y en esto consiste el espejismo, que an la
mejor constitucin del mundo sera letra muerta para los gobiernos
dictatoriales.
El pueblo debe recordar su amarga experiencia de la poca
porriana con toda su cohorte de farsas constitucionales. Hablaba el
327
dictador de respeto a la Ley, de que haba que tener fe en la justicia;
haba elecciones y fallos judiciales y apelaciones a la Suprema Corte; se
llenaban, en suma, todos los requisitos de forma; pero en realidad todo
era un miserable fraude. Ni haba elecciones, ni los jueces ni la Suprema
Corte impartan justicia, ni dejaban de ser todos los funcionarios otra
cosa que los instrumentos de vil imposicin del tirano.
De modo anlogo, pero centuplicado en todos sus defectos, el
sistema actual viola todos los preceptos constitucionales. No vala la
pena que hubieran confeccionado su constitucin; la administracin de
justicia en Mxico da asco; las elecciones todas son viles imposturas;
donde quiera se observa la descarada imposicin del dictador. Quien
quiera que se tome el trabajo de leer uno por uno, los artculos de esa
constitucin, quedar sorprendido, de la facilidad y abundancia con que
puede ir citando casos de violacin agrante. Garantas constitucionales,
sufragio efectivo, derechos de propiedad, libertad de palabra, prensa
o enseanza, etc., son letra muerta para los actuales mandatarios del
pas. El escarnio tiene que ser completo puesto que los altos empleos
pblicos estn ocupados por lo general, por ignorantes, por ladrones
o por hombres sin moralidad y sin ideales.
Se quiere ms cinismo que el de invocar el respeto a una Constitucin
para derogarla?, que el de suprimir una dictadura, derrocada por el
esfuerzo del pueblo, para substituirla con un despotismo ms salvaje
y cruel que todos los anteriores?
A dnde estn, pues, las energas y la dignidad de ese pueblo
que ha dado su sangre generosa en diez aos de lucha y que no
acaba de levantarse en masa contra la tirana de sus opresores?
Dnde estn esas energas populares que ahuyentaron al dictador
de los prestigios guerreros, al jefe de treinta aos de sumisin, que
ahora no derriban de un soplo al general sin lauros, al revolucionario
sin principios?
Qu, ha vuelto a renacer el moho de la inercia en los corazones de los
defensores de la libertad? Van a dejarse borrar, por manos del mediocre
tirano, las inmensas y preciosas conquistas polticas de 1910?
328
Si ese fuera el eplogo de la cruenta lucha; si los lauros de las
batallas libradas por el pueblo se fueran a colgar de la levita de don
Venustiano Carranza, entonces, tendran razn los reaccionarios. Ms
hubiera valido dejar inmarcesibles los lauros del hroe del 2 de abril y
de la Carbonera!
Pero no. Tenemos f en que ni el pueblo ha perdido su dignidad
ni deja de odiar la tirana. La salvacin ha de venir anunciada, como
ya lo est, por el peso de la opinin pblica y consumada por el brazo
prepotente de ese mismo pueblo.
Cierto es que todos queremos paz; pero paz orgnica constitucional.
Cierto es que todos quisiramos apoyar a nuestros gobernantes, pero
si fueran elegidos por el pueblo.
La amenaza de la intervencin nos alarma, pero no nos intimida,
porque sabemos que no es la rebelda la que la provoca; es el capitalismo
extranjero que se valdr de cualquier pretexto, y es el dictador quien
dar oportunidad para todos los pretextos. La injusticia de una agresin
no amenguara el derecho de defender la libertad. Esta es tanto o ms
preciosa que la misma independencia.
La nica solucin definitiva y justa de nuestras zozobras es,
indudablemente, la paz; pero una paz sin condiciones, una paz sin
yugo, una paz sin dictadura, una paz sin carrancismos.
Y mientras los tiranos subsistan, quiera nuestra honra de mexicanos
que no se apague el fuego de la bendita rebelda!
329
C
OMO FUE RECIBIDO ANGELES POR VILLA.Como un mes
despus de haber cruzado el general Angeles la frontera, se reuni
con Villa en Tosesihua. Veamos como reere don Jos C. Valadez, ese
encuentro y el empeo que Angeles tom en las actividades de Villa
y en la organizacin de sus tropas. Entresacamos de: "Cmo era el
general Francisco Villa", los siguientes prrafos:
Cuando Villa y Angeles se vieron, ambos abrieron los brazos y
estrechndose fuertemente, los dos exclamaron: Mi general
Mi general, esta guerra de guerrillas le ha sentado bien a Ud., dijo
Angeles a Villa, desprendindose de sus brazos. Mi general, esa vida
de Nueva York, le ha sentado bien, respondi el guerrillero.
No se crea, mi general, dijo Angeles , esa vida cmoda de
buen burgus me ha hecho mucho dao para la campaa; me siento
caballero de saln; traigo el cuerpo entumecido, y desde que cruc la
lnea vengo sintiendo los rigores del invierno que no senta durante la
ltima campaa que hice a su lado.
Pos mi general, contest Villa, sonriente, ya sabe que tiene
a su disposicin buenos caballitos y como aqu estaremos todo el
tiempo que Ud. disponga, ya puede irse desentumiendo
Bueno, mi general, Ud. me organiza a la gente y mientras que la
organiza yo seguir jugando con los changuitos. Qu le parece?
Lo que Ud. mande, mi general.
Villa tom del brazo a Angeles y lo llev hasta un lugar apartado,
donde estuvieron platicando animadamente durante varias horas.
CAPI TUL O XVI I
330
"EJERCICIOS PARA ADELGAZAR"
"Desde el da siguiente de la llegada del general Angeles a
Tosesihua, la vida en el campamento revolucionario sufri una verdadera
transformacin.
"Ante l os dosci entos y tantos revol uci onari os que se
encontraban en el rancho, el general Angeles hizo que el general
Villa corriera.
Sin hacer protesta alguna, el guerrillero obedeca al pie de la letra
las rdenes del ex-Director del Colegio Militar.
A ver, mi general, ahora vamos con la carrera de cincuenta
metros como si fuera usted cadete necesita usted adelgazar
aqu est la lnea de arranque, y espreme
Y Angeles, a grandes pasos, meda los cincuenta metros, parando
un soldado al n de la pista, y volviendo al guerrillero, agregaba:
Apriete bien los labios; todo el ejercicio con las piernas; haga
todos los menores movimientos con el cuerpo para no fatigarse; con
los hombros a plomo mi general, como cuando monta a caballo
Ahora, uno, dos, y tres!
Sonriente y obedeciendo como un nio, el guerrillero emprenda
la carrera; el general Angeles lo segua muy de cerca, ordenando de
cuando en cuando:
No pierda el paso, mi general una, dos, una, dos
La primera vez, el guerrillero se detuvo a la mitad de la carrera.
Volvi la vista hacia los oficiales y soldados que atentamente le
miraban.
Nadie se mova. Todos parecan estar sorprendidos de ver al
general obedeciendo al pie de la letra las indicaciones del ex-Director
del Colegio Militar.
Qu le pas mi general?, le pregunt en tono de reproche
el general Angeles al ver que se detena, aadiendo: ya s que se
cansCansarme, mi general? Cansarme?, contest el guerrillero
con viveza, reemprendiendo la carrera.
331
Apriete los labios, mi general; todo el ejercicio con las
piernas, repiti Angeles, al reemprender Villa la carrera.
El general Villa renqueaba un poco de cuando en cuando;
claramente se vea que haca un esfuerzo por llegar victorioso a la
meta.
Cuando el general lleg hasta el n de la improvisada meta,
exclam radiante:
Bueno, mi general, hasta que me han hecho correr!
Los dos generales rieron de muy buena gana, y tomados del brazo
como dos buenos camaradas, regresaron paso a paso.
Despus de la primera carrera, el general mir las caras de sus
ayudantes y soldados, y satisfecho, seguro de haber probado que a
pesar de su enorme cuerpo de campesino era gil, acept correr parejas
con el general Angeles.
As fueron sucedindose los das y el general Villa demostraba en
cada leccin que haca grandes progresos, no pudiendo ocultar su
alegra cuando Angeles le deca:
Mi general, tiene usted, la resistencia de un cadete del
Colegio Militar
LOS PLANES DE ORGANIZACION
"Cuando terminaba las clases del general Villa, el ex-Director
del Colegio Militar de Chapultepec, haca que todos los ociales se
colocaran en la raya de arranque de la improvisada pista y los haca
correr, primero cincuenta metros, y despus cien.
"Angeles, incansable, segua dando clase de gimnasia a los
soldados. El guerrillero no lo perda de vista y en alguna ocasin tomaba
participacin directa en el ejercicio.
Despus de la clase de gimnasia a los soldados, los dos generales
casi siempre seguidos de varios ayudantes y amigos, se sentaban bajo
un sencillo tejado del pueblo. Angeles explicaba entonces a Villa cmo
pretenda organizar las las del Ejrcito Reconstructor Nacional.
332
"El nuevo Ejrcito revolucionario, segn el proyecto de Angeles,
estara formado por tercios y cabalgatas en vez de escuadrones y
regimientos.
Villa escuchaba atentamente los planes de Angeles, limitndose
a hacer este nico comentario;
Mi general usted sabe ms que yo en cuestiones de leyes.
Los das transcurran paccamente en el campamento, y mientras
llegaba la hora de reiniciar la campaa, las actividades eran cada da
mayores bajo la direccin y el entusiasmo de Angeles.
ANGELES QUERIA UN MEXICO NUEVO
"No haban pasado ms de tres semanas, cuando Villa y Angeles
tuvieron un fuerte choque que por de pronto hubo de interrumpir los
ejercicios que el guerrillero haca todos los das en la maana.
"Desde su llegada a Tosesihua, el general Angeles hablaba con
vehemencia, sobre los progresos de los Estados Unidos. Muchos
y grandes eran los elogios que haca del pueblo americano y sola
decir:
"Cuando triunfemos, debemos modernizar a nuestro pueblo; hay
que arrancarle todas esas viejas tradiciones que lo hacen vivir medio
siglo atrs de la civilizacin; nuestra tarea debe empezar por arrancar
los prejuicios de sexos; esos hogares de tipo arcaico que abundan en el
pas, los debemos transformar como lo han hecho los americanos La
familia debe constituirse por entendimiento, y no por costumbre
"El general Villa pareca no darle importancia a las palabras de
Angeles, hasta que una noche dijo, con energa:
Mi general por lo que parece, usted se me ha agringado
Mire mi general, vamos derrocando a Carranza y luego dejaremos
que el pueblo resuelva por s mismo sus destinos.
Pero mi general, contest Angeles con serenidad, no cree
usted, que desde ahora debemos ir dando a conocer los propsitos
de la revolucin? Creo, mi general, que debemos levantar la bandera
333
de un Mxico nuevo, si no, vamos a caer en los mismos errores del
carrancismo, que nos ha lanzado una Constitucin sin preocuparse por
la evolucin de la mentalidad de nuestro pueblo.
El general Angeles pareca un conferencista, y as disert por cerca
de una hora.
Villa lo dej hablar, haciendo este nal comentario:
Mi general todo est bueno menos que agringue usted a
mi pueblo
Los planes de la nueva campaa, discutidos serenamente entre
Villa y Angeles, mientras que la pequea columna revolucionaria se
mova lentamente hacia el Occidente, hicieron renacer la armona entre
los dos jefes.
La armona, sin embargo, dur poco tiempo; la tctica del
militar y la audacia del guerrillero, fueron la causa de un denitivo
distanciamiento.
Durante la marcha de la columna revolucionaria a las rdenes
directas del general Villa, desde Tosesihua, hasta la sierra de Santa
Gertrudis, el general Angeles dijo a Gmez Morentn: Yo no entiendo
la tctica del general Villa
En la marcha hacia la sierra de Santa Gertrudis, el general Villa
desapareca por das enteros, yendo algunas veces hacia el Sur, otras
hacia el Norte y por n, pareciendo retroceder el camino andado.
Pocas veces se reuna al grueso de la columna y cuando lo haca
era siempre para informar al general Angeles sobre los movimientos de
los federales y era entonces cuando ambos jefes discutan planes.
Los dos generales siempre platicaban solos y aunque algunas veces
llegaban hasta los ociales que los seguan a cierta distancia alguna
que otra palabra dicha con tono enrgico por el general Villa, jams
se supo de qu hablaban.
Al llegar a la sierra de Santa Gertrudis, habiendo logrado evitar
felizmente todo contacto con los federales al mismo tiempo que
borrando todas las huellas de la columna, Angeles y Villa celebraron
una larga conferencia con los lugartenientes del guerrillero.
334
En esta conferencia, los dos jefes empezaron a disentir abiertamente
sobre la tctica que debera adoptarse en la campaa.
Mientras que el general Angeles sostena que deberan atacarse
las plazas fuertes que presentaran ventajas, el general Villa insista en
continuar la guerra de guerrillas durante unos cuantos meses ms hasta
contar con los elementos sucientes para emprender una ofensiva
formal.
Los generales llegaron al n a ponerse momentneamente de
acuerdo al aprobarse que la guerra de guerrillas continuara hasta el
mes de abril de 1919. En abril se procedera al fraccionamiento para
dar descanso a la gente y a la caballada, al mismo tiempo que para
hacerse de ms pertrechos, y en junio se iniciara la ofensiva atacando
Chihuahua o Ciudad Jurez.
Durante la campaa de marzo y abril, Villa y Angeles permanecieron
en la sierra, mientras los revolucionarios a las rdenes de Martn Lpez,
atacaban las plazas de poca importancia, dedicndose especialmente
a caer sobre los pequeos destacamentos de defensas sociales o
federales.
En los ultimes das de abril la concentracin se llev a cabo a unas
cuantas leguas al Sur de la ciudad de Chihuahua.
Con mil quinientos hombres perfectamente bien armados y
municionados, avanzaron por tierra hacia el Norte.
Los revolucionarios pasaron rozando los suburbios de la
ciudad de Chihuahua, provocando una gran alarma a la guarnicin
federal, que pareca estar muy ajena a la proximidad de las fuerzas
villistas.
Despus de un pequeo alto a las puertas de la capital del Estado,
y mientras los federales les disparaban unos cuantos caonazos, los
revolucionarios continuaron hacia el Norte a lo largo de la va frrea.
El general Villa orden que la va fuera destruida, y la tarea se llev
a cabo conforme los villistas iban avanzando.
De trecho en trecho se apilaban los durmientes y encima de ellos
eran colocados los rieles; el fuego haca el resto.
335
Cerca de 80 kilmetros de va quedaron totalmente destruidos
hasta que los villistas llegaron a una estacin donde lograron detener
una mquina y dos furgones de carga.
A bordo de los dos carros, el general hizo que saliera un grupo de
hombres hacia el Norte, ordenando que se cuidara de ser descubierto
por los federales.
La gente fue trasladada as hasta las cercanas de Samalayuca. Los
ltimos en salir fueron Villa, Angeles y sus lugartenientes.
En el trayecto de Samalayuca, el guerrillero, de acuerdo con el general
Angeles, traz los planes para el ataque a Ciudad Jurez, determinando
que las operaciones quedaran a cargo del general Martn Lpez.
Lpez fue instrudo primero por Villa y despus por Angeles, para
que el ataque a la plaza fronteriza fuera llevado a cabo por el Oriente y
Occidente a n de evitar que las balas pasaran a territorio americano.
Villa concentr sus fuerzas en Samalayuca e inmediatamente las
hizo avanzar a las rdenes de Lpez sobre Ciudad Jurez.
EL ATAQUE A CIUDAD JUAREZ
OBSERVACION
En este punto del relato, estimo oportuno decir que, segn
declaraciones del general Angeles, que fueron publicadas en El Paso,
Texas, los das siguientes a este asalto a Ciudad Jurez, el general
Angeles no solamente dej de tomar parte activa en el ataque, sino
que con anterioridad le expres abiertamente al general Villa que ese
ataque era sumamente peligroso porque, indudablemente, iban a
tropezar con la maniesta hostilidad de los norteamericanos.
El primer ataque a Ciudad Jurez, fue tan violento que los federales
se reconcentraron en el fuerte Hidalgo, dejando la ciudad en manos
de los invasores, quienes se dedicaron al saqueo, lo cual aprovecharon
los defensores para rechazar a los atacantes.
Por la tarde, Villa personalmente, dirigi un nuevo asalto por el
lado del hipdromo, y cuando estaban empeados en el combate, se
336
supo que las tropas americanas cruzaban la frontera amagando a los
villistas. Villa reconcentr sus tropas en las Partidas, y al da siguiente,
los caones del fuerte Bliss, de El Paso, hicieron fuego sobre las tropas
asaltantes mientras que las tropas norteamericanas avanzaban, despus
de cruzar el ro Bravo. (La frontera).
El general Villa se retir hacia el Sur y en Samalayuca tom un
pequeo tren para continuar hasta Villa Ahumada.
El general Villa pregunt a Angeles si convendra formular una
interrogacin al general Erwin, comandante militar de El Paso, respecto
a la actitud hostil de las tropas norteamericanas, y al obtener una
respuesta armativa, Angeles y Gmez Morentn, se aproximaron a la
frontera ponindose en contacto con amigos y partidarios de conanza,
del otro lado del Ro Bravo.
El general Angeles redact entonces una comunicacin dirigida
al general americano, dicindole que tena deseos de celebrar con l
una conferencia, a n de conocer las causas por las cuales las tropas de
Estados Unidos haban tomado participacin en el combate de Ciudad
Jurez. La comunicacin redactada por Angeles estaba hbilmente
formulada, terminando por manifestar que la peticin estaba basada
en la camaradera que siempre ha reinado entre los militares de todos
los pases, y no en representacin de una faccin poltica mexicana.
El coronel Gmez Morentn llev valientemente la comunicacin,
atravesando el Ro Bravo y asesorndose del buen amigo de Villa, don
Teodoro Kyriacopulos y del ingeniero don Manuel Bonilla, quien lo
interpretara.
Conducidos los tres villistas ante el general Erwin en su casa, ste
pregunt: Quin es la persona que viene de Mxico? Gmez
Morentn se adelant y entreg la comunicacin escrita por Angeles.
Despus de leer lentamente la carta, el general Erwin cit a los
interesados para una hora despus en el cuartel general donde, despus
de una larga espera fueron introducidos al despacho del general
en jefe a quien rodeaban gran nmero de personas, militares en su
mayor parte. Entonces Erwin, le dijo a Gmez Morentn con sequedad:
337
Caballero, informe usted a la persona que rma la carta que usted
me ha entregado, que el gobierno americano ha reconocido a un
gobierno en Mxico, y que por lo tanto, no puedo dar las explicaciones
que se me piden.
Despus, Gmez Morentn, fue interrogado si haba entrado
legalmente a los Estados Unidos, y como el interrogado contestara
que haba cruzado la frontera por un lugar cercano a Ciudad Jurez,
Erwin agreg: Como usted ha infringido las leyes de inmigracin
de los Estados Unidos, me veo en la necesidad de entregarlo al
Departamento de Justicia; y dio las buenas noches, mientras Gmez
Morentn era conducido en automvil hasta Isleta e invitado a repasar
el Ro, volviendo a territorio mexicano.
Como consecuencia de aquel fracaso, Villa y Angeles tomaron una
resolucin secreta marchando el primero con el grueso de la columna
hacia el Norte del Estado de Chihuahua, mientras Angeles se diriga
hacia el Sur con un pequeo grupo.
Villa y Angeles volvieron a reunirse en los lmites del Estado de
Durango, donde las tropas de Villa asaltaron un tren que avanzaba de
Torren a Durango, siendo rechazados y en cuya retirada fue muerto
el general Martn Lpez.
OTRO PARENTESIS EN LA CAMPAA
"Al entrar nuevamente en territorio chihuahuense, el general
dispuso el fraccionamiento de sus fuerzas, sealando como lugar de
reunin para la prxima campaa la regin de San Jos del Sitio.
"Acompaado del general Angeles y de un reducido grupo de
hombres, el general Villa, anduvo vagando por la sierra durante cuatro
semanas.
"Un da, el general Angeles, le dijo:
Mi general, hasta ahora no puedo comprender su tctica. Por
qu estos constantes fraccionamientos que dejan empezadas las
campaas?
338
Mi general, explic Villa las campaas son muy duras, y
como no tenemos muchos elementos necesitamos dejar descansar
a la gente y a la caballada. Pa qu nos servira la gente cansada? Y
si la caballada se nos cansa, dnde la reponemos? No es lo mismo
ahora que hace cinco aos, cuando matbamos caballos por cientos
y en unas cuantas horas los reponamos de las haciendas. Pero ahora,
mi general, ya ve usted que no hay caballada en todo Chihuahua,
y que dentro de poco vamos a tener que meternos a Coahuila o a
Nuevo Len, para proveernos, porque lo que es ya Chihuahua no
sirve para hacer revoluciones.
Pero mi general insisti Angeles, por qu no seguir una
campaa pareja, siquiera por seis meses? En seis meses podramos
avanzar mucho y quitar elementos al enemigo; pero resulta que con
estos fraccionamientos, damos lugar a que los carrancistas se rehagan.
Adems, mi general, este andar errante por las montaas me parece
muy meritorio para un jefe de guerrillas, pero no para un general en
jefe del Ejrcito Reconstructor Nacional.
Bueno, mi general, pos si ya le he dado a usted, facultades
pa que organice el ejrcito, porque no lo organiza?, contest Villa
con cierto disgusto.
Mi general, porque esperaba el resultado del asalto a Durango,
donde le hubiera propuesto a usted que hubiramos establecido el
cuartel general agreg el ex-Director del Colegio Militar.
Bueno, mi general pos esprese pa la prxima campaa; la
gente est a su disposicin y haga los planes que quiera
El general Angeles insista en que deba bajarse de la sierra al valle
para procurar elementos de vida a las tropas que vivan con miles de
privaciones y entonces consult con Villa bajar al frente de un grupo
de hombres para procurarse alimentos. Villa le contest que estaba en
libertad de hacerlo.
LA ULTIMA DESPEDIDA.Varios das despus, el ex-Director del
Colegio Militar, acompaado de una docena de hombres armados,
abandonaba el campamento.
339
Los generales se abrazaron cariosamente.
Mi general, recomend Villa a Angeles, lo esperar aqu
mismo dentro de cinco semanas, y solamente le encargo que bajen al
valle por el lado Sur de la sierra para que los changuitos no puedan
encontrar las huellas de este campamento.
Pierda cuidado mi general, que me har de elementos en los
puebles vecinos y que regresar aqu dentro de cinco semanas.
El general Villa, tristemente, vi cmo el general Angeles se
alejaba. Pareca que presenta que no lo volvera a ver.
Casi todo un da estuvo como clavado el guerrillero en el punto ms
alto del campamento, siguiendo con la vista la pequea polvareda que
levantaba en su marcha el grupo a las rdenes del general Angeles.
Durante el tiempo que dur el fraccionamiento, Villa estuvo
pendiente de los informes que de cuando en cuando le llevaban los
exploradores, sobre los movimientos del general Angeles.
Lleg el da de la concentracin, y el guerrillero recibi un propio
del general Angeles, por conducto del cual le haca saber que haba
resuelto seguir al frente del grupo
La resolucin de Angeles fue recibida por el general Villa
framente.
Es indudable que entre Villa y Angeles, haba surgido un enfriamiento
de la cordialidad, no un rompimiento que les hiciera perder su mutua
amistad y estimacin, que puede explicarse en parte por el hecho
de que Angeles trataba de hacerle comprender a Villa que la nacin
norteamericana era un pueblo de civilizacin superior, cuyas costumbres
buenas era conveniente imitar.
Villa senta repulsin y odio por los americanos desde que
reconocieron a Carranza, despus de signicarse como amigos, y hasta
como admiradores suyos; mayor fue su odiosidad cuando al dirigirse
a Sonora fue rechazado de Agua Prieta, debido a que el gobierno
americano haba permitido el paso, por su territorio, de trenes con
tropas que fueron a reforzar aquella guarnicin; pero la odiosidad de
Villa, que se convirti en terrible pasin y que fue, segn parece la causa
340
ms plausible de su asalto a Columbus, creci cuando supo que en El
Paso, Tex., 19 mexicanos presos a quienes se baaba con gasolina,
como radical medida de aseo, fueron vctimas de un incendio de la
gasolina, pereciendo carbonizados.
En el cerebro de Villa no caba ni la disculpa ni la amistad para los
gringos, a quienes consideraba, con un patriotismo primitivo, como los
enemigos jurados de su raza. Y, naturalmente, las prdicas de Angeles
hablando de la civilizacin y la cultura del pueblo americano, le parecan
a Villa y a sus hombres, blasfemias hijas del agringamiento.
Otro motivo de enfriamiento era que Villa pareca malgastar sus
extraordinarias energas y las de sus partidarios, en acciones de guerrillas
y que, cuando lograba triunfos importantes no los completaba con
otras acciones, sino que disolva sus columnas, para darles descanso,
perdiendo as todas las ventajas que sus triunfos le ofrecan, puesto
que dejaba que las guarniciones derrotadas se repusieran.
Pero haba un motivo moral que constitua la principal causa
de disentimiento: la lucha, con todas sus privaciones, y el continuo
peligro que los asechaba, haca que los hombres de Villa se volvieran
como lobos y que sus instintos fueran carniceros y crueles. Villa no
gustaba de perdonar a sus prisioneros y Angeles aun con peligro
de su vida, ejerca un verdadero apostolado por salvar la vida de
esos prisioneros. En Moctezuma, donde el enemigo hizo una tenaz
resistencia, logr con trabajos, salvar algunos de los soldados que
cayeron prisioneros.
En Parral, Angeles conrm la salvacin de los sitiados en el cerro
de la Cruz, porque stos, sabiendo que Angeles era humanitario, lo
mandaron llamar para decirle que se rendiran si l les garantizaba la
vida; que Villa ofreca respetarla en un pliego que recibieron, pero que
desconaban. Angeles recogi el pliego como testimonio de la pro-
mesa de Villa, logrando que fueran salvados todos esos prisioneros
entre quienes se encontraban los de la Defensa Social. Los nicos
que no escaparon de la ejecucin fueron los Herrera (don Jos de la
Luz e hijos), porque Villa declaraba que eran traidores a la Patria por
341
haber acogido y proporcionado vveres a los invasores norteamericanos,
cuando el pueblo se amotin en contra de ellos, dirigido y exaltado
por una heroica mexicana.
En Parral, el general Angeles dijo un discurso al pueblo, en la
plaza Hidalgo el 22 de abril de 1919, cuyo extracto consignamos en
seguida:
DISCURSO DE ANGELES:
"Hace pocos das viniendo a caballo, ya muy cerca de esta ciudad,
haca yo al general Villa algunos tiernos recuerdos de mi pueblo
natal y de Chapultepec, donde me eduqu. "Yo nac en Durango,
replic el general, pero vine a Chihuahua desde muy muchacho
y ahora quiero a este Estado como si fuera mi patria natal, y aqu me
conocen hasta las piedras. De esta regin conozco hasta los menores
accidentes del terreno y al verlo ahora, de nuevo, se me arrasan los
ojos de lgrimas".
El general Angeles hablando en seguida por s mismo, continu
durante nuestra reciente lucha con las fuerzas carrancistas, viendo
desde el picacho del cerro de la Iguana esta hermosa ciudad tendida
a mis pies, arda yo en deseos de que se apagara la voz de los fusiles
para que tuviera yo el placer, como en efecto lo he tenido dos veces,
de hablar a ustedes con palabras que salen de mi corazn. Ahora voy
a hacerlo una vez ms, pero en compaa de mi amigo el general Villa
y, desde luego, le doy las ms cumplidas gracias por el honor que me
hace dndome el primer lugar en el uso de la palabra. Procurar ser
breve para no fatigar la atencin de ustedes y dejarles toda su fuerza
intelectual, para escuchar las trascendentes palabras del general Villa.
Sern trascendentes, porque l manda las fuerzas revolucionarias que
operan en Chihuahua, porque sern promesas, porque sern prendas
que da a ustedes y que se ver obligado a cumplir. Mientras tanto,
continuar mi pltica de ayer acerca de los ideales por los que estamos
luchando en esta guerra.
342
El general Angeles explic en seguida en qu consiste la democracia
y cul es la forma especial de las instituciones democrticas en Mxico.
Hizo una pintura brillante del general Porrio Daz, considerndolo
como un ilustre mexicano, un distinguido liberal, un guerrero de
genio, un patriota insigne en la guerra de segunda independencia
y, nalmente, un administrador inteligente, un diplomtico de no
tacto, un carcter esmeradamente modelado en acero y un hombre
extraordinariamente atractivo.
Pero, en seguida, lo acus de actos de injusticia y crueldad, citando
los asesinatos de Veracruz y Tomochic. Dijo que el mayor cargo que tena
que hacer al general Daz, consista en no haber respetado la Ley. Para
que a sus oyentes no pareciera el cargo insignicante, explic cmo por
haberse constituido en un elector de jueces, gobernadores, senadores,
diputados, jefes polticos y presidentes municipales, menospreci y
holl las instituciones democrticas, convirtiendo su gobierno en una
autocracia ms absoluta que la de los zares de Rusia y, nalmente, lo
acus de haber desencadenado la revolucin al no cumplir las promesas
que hizo al pueblo en la famosa entrevista Creelman.
Dijo que Mxico, hasta la fecha, no haba sido gobernado
democrticamente, por dos constantes calamidades: el gobierno de
caudillos que se aprovechaban de su prestigio y popularidad, para
convertirse en dictadores; y los ejrcitos revolucionarios, que sostienen
incondicionalmente a sus caudillos. Afortunadamente, aadi, el
general Villa en su PLAN DE RIO FLORIDO, inhabilita a todos los
militares para el desempeo de empleos civiles y, expresamente va
a declararle en seguida: har desaparecer el ejrcito revolucionario,
sustituyndolo con un ejrcito netamente nacional, salido de todas
las clases sociales e inadecuado para convertirse en instrumento de la
tirana y en rgano de la opresin.
A continuacin el general Angeles, dijo: La historia no dir
una sola palabra acerca de m, porque no lo merezco; soy un polvo
insignicante que el viento de maana barrer; pero el general Villa s
tiene derecho a palabras de la Historia que sern de elogio si cumple
343
sus promesas y si, despus de haber luchado contra las dictaduras de
Daz, de Huerta y de Carranza, colabora en establecer las prcticas
democrticas en nuestro pas.
Los porristas acostumbraban decir que la democracia en Mxico
era imposible, a causa de la ignorancia del pueblo; pero yo les he
explicado a ustedes, en mi primera pltica, por qu esto es un error.
Los verdaderos obstculos de la democracia en nuestro pas son dos:
la ambicin de los caudillos que se olvidan siempre de sus promesas
democrticas, y la falta de voluntad del pueblo que nunca se ha resuelto
a tomar una enrgica participacin en los asuntos pblicos y que ha
visto siempre, con indiferencia y sumisin, el nombramiento de las
autoridades del pas. Continu diciendo que cualquiera otra revolucin,
por ejemplo la de independencia, pudo haberse llevado acabo con slo
las fuerzas revolucionarias, pero que esta revolucin democrtica, no
podra terminarse con xito, sin la cooperacin de todo el pueblo.
Yo no soy, dijo un partidario personalista de Villa, de Zapata,
o de cualquiera otro jefe revolucionario: yo soy partidario de ustedes,
del pueblo, de mi patria, no solamente de los pobres, sino de los ricos
tambin. Estoy con los revolucionarios, porque ellos estn con la justicia
y contra la dictadura, pero no deendo sus errores. En la lucha de
clases, estoy con los explotados y en contra de los explotadores; pero
no se me escapa que el movimiento de fraternidad social debe ser lento,
especialmente en los pases en donde las masas carecen de educacin
y los administradores de honradez. Pero debemos hacer todo lo posible
por disminuir las injusticias de la presente sociedad capitalista.
Estar ciegamente contra el rico, es estar contra las fuerzas
inteligentes del pas. Los ricos son los hombres que, dentro de la Ley
y la organizacin actual de la sociedad, tienen la inteligencia necesaria
para salir victoriosos en la lucha egosta de los sistemas reinantes. La
tendencia debe consistir en destruir estos sistemas, pero no en destruir
a los hombres ms inteligentes que tenemos.
Estar contra los extranjeros que nos traen la ciencia, que saben
cmo se explotan las riquezas naturales y aportan los capitales
344
indispensables para esa explotacin, es insensato y es falta de respeto
a nuestras obligaciones internacionales y a nuestra voluntad colectiva:
esto es, a nuestras leyes, bajo cuya proteccin han venido a desarrollar
la prosperidad de nuestro pas.
Estar contra la religin y no solamente contra los abusos del
clero, es herir nuestros ms nobles sentimientos y oponerse a
todas las escuelas de moral. La ciencia de la moral y la losofa,
que ennoblecen el alma, estn slo al alcance de los hombres ms
inteligentes de la tierra; las masas necesitan los ritos de la religin
para moralizarse. De idntica manera, la disciplina militar, que no
es ms que un espritu de colaboracin, podra lograrse sin las
prcticas habituales en todos los pases, pero las masas necesitan
los ritos militares, que hemos aprendido de las religiones. Los
militares tenemos el culto de la Patria y nuestra bandera tricolor es
su emblema y smbolo; por eso no tenemos razn en burlarnos de
la adoracin de otros, a los santos de la religin catlica. Si somos
liberales, debemos respetar la libertad de conciencia y no debemos
quemar los santos, por la misma razn que no permitiremos a nadie
quemar nuestra bandera.
Yo he venido, dijo el general Angeles, a colaborar con la
revolucin para ennoblecer la lucha, no solamente para que las vidas
de los prisioneros sean respetadas, sino tambin para que se les
honre por su valor; ES ADEMAS NUESTRA OBLIGACION tratar con
decoro al enemigo; cumpliendo esa obligacin, no daremos lugar a
que alguien pueda imitar al ilustre muerto, Teodoro Roosevelt, quien
dijo en un discurso clebre, al referirse a nosotros: Los bandidos, como
ellos se llaman entre s
Pero sobre todo, yo he venido a matar la pasiva actitud y sumisin
de ustedes, a despertar su entusiasmo, a inamar sus corazones con la
llama democrtica que arde en el mo.
Empuen las armas, nunca confen sus destinos en las manos de
un caudillo; obtengan la prosperidad del pas por propio esfuerzo,
primero por resuelta actitud democrtica, y despus, por medio del
345
trabajo diario. Si esto hacen, viviremos en paz con nosotros mismos
y en armona con los otros pueblos de la tierra, especialmente con
nuestros vecinos.
Las peroraciones de Angeles, eran escuchadas por Villa con gran
atencin y es indudable que iban haciendo huella en su nimo, pero
era difcil dominar sus instintos, sobre todo porque, como sucede con
los caudillos militares, todos los hombres que lo rodeaban aceptaban
sus ideas y sus hechos sin reparos, nadie se atreva a contradecirlo; el
nico que lo haca era Angeles.
Con anterioridad y a pesar del cario que Villa signicaba a Angeles,
al grado de que l, tan desconado, dorma a veces, a su lado y hasta
lo tapaba con su propio sarape, una noche disputaron porque Villa
armaba que Madero haba sido un imbcil, que se dejaba dominar
por otros y que a l no lo haba sacado de la crcel. Madero no
me puso libre, porque no tena pantalones. Angeles le replic que
Madero no era un imbcil: que no lo haba sacado de la crcel, porque
respetaba la Ley y no quera imponrsele a un juez; Villa le replic y
ambos alzaron la voz, exaltndose hasta hacer que su gente acudiese,
agrupndose en derredor de ellos. Villa se calm aparentemente, pero,
un rato despus, le dijo a Angeles: General, tiene usted razn. Ud.
ha sido el nico hombre a quien he permitido que me contradiga y no
lo he mandado fusilar!
En otra ocasin, se presentaron dos hombres manifestando que
eran desertores del carrancismo, que deseaban incorporarse con Villa.
Este descon de aquellos desconocidos y, luego de interrogarlos, dio
orden de que los colgaran. Angeles, que estaba cerca, protest con gran
descontento y pregunt que cmo iban a matar a dos hombres que
podan ser inocentes? Entonces, Villa orden que uno fuera colgado;
el otro aterrorizado, confes que eran enviados como espas, por un
jefe carrancista. Villa le hizo que fuera a declarar, eso mismo, ante el
general Angeles, y cuando ste, a su vez, se indign dicindole que
deban fusilarlo. Villa le coment; Ya ve mi general, Ud. que no
quiere que se mate a nadie?
346
Los sentimientos de Angeles, de piedad hacia los humildes, llegaron
a un extremo que los hombres de Villa juzgaron mal. Dicen, que al
aproximarse a los pueblos, Angeles se adelantaba y les deca a los-
habitantes: Ya vienen las tropas; escondan su maicito para que no
se los quiten y los dejen sin tener que comer. Hasta que le rerieron
el detalle, cierto o falso, a Villa, ste le dijo al general Angeles que no
se le adelantara.
Angeles se haba propuesto, ingenuamente, aprovechar su
permanencia con Villa, para civilizarlo, suavizando sus violencias; pero su
idea fundamental era ponerse en comunicacin con la mayor parte de
los rebeldes, levantados en armas, para lograr la unicacin propuesta
por la Alianza Liberal Mexicana. Cuando le dijo a Villa que le prestara
una escolta para dirigirse con ella en busca de los jefes rebeldes. Villa
lo disuadi hacindole ver que eso era tan difcil, que si lo intentaba,
no tardara en ser muerto por las tropas gobiernistas; que, mejor, iban
a mandar enviados que llevaran comunicaciones por escrito a los jefes
de las fuerzas levantadas en armas.
Obligado pues, a permanecer cerca de Villa, en una situacin que no
resultaba de su agrado, porque observaba que quienes rodeaban a este
guerrero no eran capaces de contradecirlo en nada, aplaudiendo, por el
contrario, hasta sus ms grandes disparates; alejado ideolgicamente
de l y sin tomar parte en las operaciones, porque eran de guerrillas
y l no tena efectivos a su mando, despus de cinco meses, quizs
un tanto decepcionado, resolvi alejarse de Villa, mientras llegaban
las adhesiones de los jefes rebeldes para la unicacin y podan
emprenderse operaciones de importancia. Se fu a Norias Pintas,
don-de estuvo mes y medio, despus emigr rumbo a la Boquilla;
anduvo despus por Parral y Balleza, donde permaneci oculto. Volvi
despus por la hacienda de Talamantes y San Jos del Sitio, hasta
que, cumplindose el plazo que Villa haba sealado para que se le
incorporaran y no deseando reunirse con l, tras una vida errante que
agot a sus cabalgaduras y a los pocos hombres que lo seguan, acept
el refugio de una cueva en la montaa que le ofreca Flix Salas (un
347
nuevo judas villista), mientras llegaban las esperadas adhesiones y Villa
reuna mayores contingentes para emprender operaciones coordinadas
con la unicacin de los rebeldes.
Viviendo una vida miserable de privaciones, en la cueva, la traicin
y la codicia del premio que haba sido ofrecido por la cabeza de Villa
o de Angeles, llev a los aprehensores hasta la guarida de Angeles,
quien intent huir pero, con psima cabalgadura, acab por entregarse
sin hacer resistencia.
349
D
amos a continuacin la informacin publicada en la prensa
de Chihuahua, y de El Paso, Texas, relativa a las noticias de la
aprehensin del general Felipe Angeles.
El Estado de Chihuahua, despus de pasar por todas las alternativas
sangrientas, crueles, de un perodo de revolucin que llevaba diez
aos de existencia, pareca no conmoverse ya ante los mayores
sucesos que iban registrndose en toda la Repblica, de cuyos sucesos
entonces se signicaban el encarcelamiento del Cnsul Jenkins y las
nuevas actividades de Francisco Villa que, por esos das, haca acopio
de elementos de guerra teniendo su Cuartel General en la regin
de Palomas. El general Manuel M. Diguez, a la sazn Jefe de las
operaciones militares en el Norte de la Repblica, haca creer, con gran
aparato de fuerza en las principales ciudades de la expresada regin,
que era dueo de las circunstancias.
Todo, todo contribua a aletargar los nimos de los que por
aquel entonces nos veamos forzados a no salir de un Estado cuyos
sufrimientos y sacricios durante la Revolucin, no haba pluma lo
sucientemente apta para redactar. Pero as y todo, un inesperado
suceso vino a ponernos en un estado de excitacin a la que bien puedo
asegurar que no fue ajeno ser alguno de los que ocasin tuvimos de
estar en el teatro de los acontecimientos.
Aquel suceso extraordinario, sensacional, que as nos conmova,
dilo a conocer el 18 de noviembre de 1919, el peridico que bajo
mi direccin, denominado El Correo del Norte, representaba en
Chihuahua, la oposicin al rgimen del C. Venustiano Carranza,
CAPI TUL O XVI I I
LA APREHENSION DE ANGELES.
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oposicin creada a fuerza de pretender imponer silencio ante los
fracasos militares y administrativos que en la misma poca se sucedan
en Chihuahua, y debido a la cual no pudo ocultarse ms das la noticia
de la aprehensin del general Felipe Angeles, suceso que fue el que
ocasion aquella conmocin y al que quisiera referirme con la extensin
de detalles, desconocidos en su totalidad para la mayora de los
habitantes de la Repblica, con que hube de documentarme para
estar en aptitud de hacer verdica informacin que ahora, solo para
rendir homenaje de admiracin a aquel militar pundonoroso y buen
ciudadano, relato someramente.
LA NOTICIA DE LA APREHENSION
Como digo, el 18 de noviembre dise a conocer en la ciudad de
Chihuahua la noticia de que el general Felipe Angeles, a quien se
tena como el principal lugarteniente de Villa, haba sido capturado,
que estaba por llegar a la poblacin de Parral, de donde seguramente
sera trasladado a la ciudad de Mxico, para all ser juzgado. Todos
dudaban de aquella noticia, acostumbrados como estbamos a
que frecuentemente se nos dieran informes de grandes triunfos de
los rebeldes que en esa poca eran combatidos por las fuerzas del
gobierno de la Nacin. La credulidad pblica no se manifest sino
cuando el general Diguez, que un da antes haba salido violentamente
para Camargo, ocialmente comunic la nueva diciendo que Angeles
haba sido capturado en la regin de Balleza, y que sera llevado a
Chihuahua, a su disposicin.
En efecto, el general Angeles, el da 15 del citado mes de noviembre,
haba cado prisionero, juntamente con otros cuatro hombres, en un
punto del Valle de los Olivos, de la Defensa Social de ese lugar, al
mando del mayor Gabino Sandoval, que era quien, al frente de una
escolta, llev a sus prisioneros a Parral, de all a Camargo y nalmente
a Chihuahua, hacindolos viajar en un furgn de carga y llegando a
esta ltima ciudad la tarde del da 21.
352
Durante el incmodo viaje, el general Angeles lea la Vida de
Jess, de Ernesto Renn, libro ste que, junto con una historia de
Napolen, traa en las cantinas de su silla cuando lo capturaron, a
cuya lectura se entregaba en la soledad de aquel apartado lugar en
que est situada la cueva que le sirvi de morada, o ya platicaba con
sus custodios, sin que se le notara fatiga, ni decaimiento alguno, con
una entereza que subyugaba y que demostraba la tranquilidad de su
conciencia y la rmeza de sus convicciones.
En la ciudad de Chihuahua, los peridicos locales seguan dando
informes acerca de la captura. La sensacional noticia se hizo conocer
por medio de extras y los habitantes de aquella capital, que desde que
la Divisin del Norte se posesionara de la plaza, tuvieran como husped
al general Angeles, con quien se familiarizaron y a quien trataron y
apreciaron, seguan con gran atencin la marcha de los sucesos y ms
cuando plenamente conrmada la noticia, se anunci que el prisionero
sera llevado a la expresada ciudad.
Se hizo del dominio pblico que el da 22 arribara el seor gene-
ral Angeles a la ciudad de Chihuahua, por lo que millares de almas se
dirigieron a la estacin a esperarlo.
El gobierno tom precauciones encaminadas a que el prisionero no
fuera a ser libertado por individuos que bien pudieran haberse revuelto
entre los espectadores. Una doble valla de soldados del 62 batalln y
del tercer regimiento, se apost en la estacin.
La multitud se hacia ms compacta, a cada momento, pudindose
decir que casi todo Chihuahua se di cita para recibir al general
Angeles.
Se oy el silbato de una locomotora y el pblico crey que era la del
tren que conduca al prisionero. Cuando el tren lleg a la estacin se
vio que ste era especia], en uno de cuyos lujosos carros haba llegado
el general Diguez.
Minutos despus repercuti otro silbato y la ansiosa multitud segua
con la vista a una mquina que arrastraba modesto tren, en el cual s
vena el ex-Director del Colegio Militar de Chapultepec.
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Hizo alto el tren y del furgn de que ya se ha hecho mencin,
echaron pie a tierra algunos soldados del 48 batalln, que eran los que
venan custodiando y cinco de los miembros de las Defensas Sociales,
de los que haban efectuado la aprehensin, entre los que se hallaba
Gabino Sandoval.
Cuando abandon el carro el seor general Angeles, hacia l se
dirigieron todas las miradas, con profundo respeto; un absoluto silencio
rein en aquel lugar y de los millares de espectadores, no sala ni el mas
leve murmullo. Aquel signicativo silencio, slo fue interrumpido por e!
ligero ruido que produca una cmara cinematogrca, que funcionaba
sacando una pelcula del arribo de aquel hombre que hubiera prestado
importantes servicios a la causa del pueblo.
Vesta el seor general Angeles, un uniforme de kaki, usado. En su
rostro se vean huellas hechas por la vida llevada a la intemperie, algo
tostado por el sol; pero en su brillante mirada se lea su inteligencia y
su fuerte voluntad. Sin afectaciones, con la mayor naturalidad, march
en medio de sus custodios hasta un automvil que se hallaba cerca
del furgn, habiendo tomado asiento entre dos ociales y siendo
conducido por las calles de la ciudad, a toda carrera, al cuartel del 21
regimiento.
CORRESPONDENCIA ENTRE ANGELES Y SU FAMILIA
Era del dominio pblico que Angeles haba recibido en su prisin del
cuartel del 21 regimiento de caballera, varios mensajes que por orden
expresa del general Diguez, no haban sido sometidos a censura.
Uno de los telegramas recibidos por el prisionero, estaba rmado
por su hijo mayor, Alberto Angeles y Krauss, quien desde la ciudad
de Nueva York, donde se encontraba la familia Angeles, deca al
prisionero estas o parecidas palabras: En estos momentos de
grandes sufrimientos, nos unimos todos para enviarte un carioso
saludo y decirte que nuestros amigos en Mxico trabajan con f por
ti. Alberto ANGELES.
356
El general Angeles contest: Alberto Angeles, Nueva York.
Estoy contento. S amante y carioso con tu madre. Eres el mayor
de mis hijos y debes velar por ella y por tus hermanos. S siempre
un ciudadano patriota, honrado y celoso en el cumplimiento de tus
deberes, y procura que lo sean tambin tus hermanos. Reciban todos,
cariosos besos de tu padre.FELIPE ANGELES.
NOTA DEL AUTOR.Los hijos del general Angeles, fueron cuatro:
Isabel, casada actualmente y con familia en Nueva York, Alberto y Felipe,
que viven actualmente en Mxico como honorables y cultos ciudadanos
y Julio en Estados Unidos.
Careciendo de dinero para pagar el importe de este mensaje, los
ociales del 21 regimiento de caballera hicieron una colecta que les fue
devuelta, porque el general Diguez aport la cantidad necesaria.
El general Diguez recibi numerosos mensajes referentes al
juicio de Angeles. Uno de esos mensajes provena de los miembros
de la extinta Defensa Social de Hidalgo del Parral, solicitando que se
perdonara la vida a Angeles, ya que ste procur que los villistas no
cometieran atrocidades cuando ocuparon la ciudad e inuy para que
se dejara en libertad a diversos prisioneros.
TELEGRAMAS
El general Diguez recibi del Presidente de la Repblica, un
mensaje que deca, poco ms o menos: Seor general don Manuel
M. Diguez, Chihuahua.Enterado de la formacin del Consejo de
Guerra que juzgar a Felipe Angeles.Cmplase en todo con la Ley,
sin admitir inuencias de ninguna especie ni en favor ni en contra del
reo. Saldolo afectuosamente. V. CARRANZA.
Nota.Despus se ver que hubo en el proceso un telegrama
del general Frausto, en el que ordena que se juzgue a Angeles por
rebelin, as como que las fuerzas que operan en el Estado, estn
consideradas como en campaa.
357
SE PIDIO UN PREMIO PARA GABINO SANDOVAL
Al mismo tiempo que el jefe de las operaciones informaba al
Presidente de la Repblica, pidi que se concediera un premio de
10,000 pesos, oro nacional, al Jefe de la Defensa Social de los Olivos,
mayor Gabino Sandoval, quien personalmente captur a Angeles.
EN LA CELDA DEL REO.Ocupaba el general Angeles una pie-
za como de cinco metros por lado, pintada de blanco y con piso de
ladrillo. El menaje se reduce a una cama con ropa limpia, una mesa,
un lababo y dos sillas, as como una pequea tina de lmina en la cual
al llegar nosotros, acababa de tomar su bao matinal. Sobre la mesa
encontrbanse dos o tres libros y esparcidos varios papeles. Como
an era muy de maana y la luz del da era muy escasa, sobre la mesa
haba una linterna que con su mortecina luz y a travs de su ahumada
bombilla daba un aspecto de tristeza a la habitacin.
En los momentos en que entrbamos en la habitacin del
prisionero, ste estaba terminando de vestirse. Nos brind los nicos
asientos que haba en la habitacin sentndose l sobre la cama
de hierro hasta un momento en que, tomando ms viveza nuestra
conversacin, se puso de pie, dando vueltas en la habitacin como
queriendo entrar en calor y haciendo esto hasta que nos despedimos
de l.
Nuestra pltica con el prisionero no pudo ser muy larga; el permiso
que nos fue otorgado para que ella se efectuara, sealaba el plazo de
cinco minutos de duracin.
Sin embargo, en lo acalorado de las preguntas y contestaciones,
dadas con toda claridad por Angeles, el tiempo transcurri rpido, y
fue ms de un cuarto de hora el que permanecimos en el interior de la
celda nmero 8, que es la ocupada por nuestro entrevistado.
El general Angeles muestra mucho mejor aspecto fsico que el da
que lo vimos llegar prisionero a esta ciudad; encuntrase perfectamente
rasurado; porta un traje de mezclilla a rayas y unos zapatos bajos de
lona blanca. Su conversacin es amena y uyen sus palabras con gran
358
facilidad, si bien antes de responder a nuestras preguntas pensaba un
momento lo que iba a contestarnos.
Procuramos verter en estas lneas las palabras textuales de nuestras
preguntas y de las respuestas del seor Angeles.
-Quiere usted hacernos favor de narrarnos, en pocas palabras
cmo fue su captura por las fuerzas del gobierno?
Angeles.Con todo gusto. Encontrndome yo en condiciones
bastante difciles en la sierra, en donde llegu a pasarme das enteros
sin probar alimento, Flix Salas, antiguo jefe de la escolta de Martn
Lpez, me ofreci que me hospedara en su casa, que no era otra cosa
que una cueva en donde viva en unin de su mujer, y en donde, en un
principio, fui atendido por ambos con toda clase de consideraciones, y
se me proporcionaban tortillas y frijoles; poco tiempo despus de esto,
Salas se amnisti y seal a las fuerzas del Gobierno el lugar en que yo
me encontraba, llegaron all y me aprehendieron sin mayor dicultad.
No hizo usted, como se dice, resistencia a sus aprehensores?
Angeles.No seor, ninguna. Ellos me ofrecieron que respetaran
mi vida y yo me entregu, como dejo dicho, sin hacer resistencia,
Quiere usted decirnos, con qu objeto pas nuevamente a
territorio mexicano, si, como se deca, no estaba usted de acuerdo con
el proceder vandlico de Villa?
Angeles.Yo vine a Mxico a procurar la unin de todos los
mexicanos, para con ello, impedir la intervencin americana en nuestro
pas. Habase formado en Nueva York la Alianza Liberal Mexicana, que
tiene por objeto procurar el acercamiento de todos los mexicanos en
estos momentos de peligro para nuestro pas, pues con la terminacin
de la guerra europea, todas las naciones del mundo estn pendientes
de nosotros y culpan a los Estados Unidos del estado de revolucin
que perdura aqu, por lo que, dicha Alianza, de la cual yo formo parte,
se empe en hacer labor de concordia; y conociendo, como conozco,
a los elementos revolucionarios del Norte y Sur del pas, quise venir
a procurar ese acercamiento, pues considerbamos que los Estados
Unidos tomaran medidas enrgicas contra Mxico, en caso de que no
359
llegramos a zanjar nuestras dicultades en un perodo de tiempo muy
limitado. Como soy, ante todo patriota, quise, aun a riesgo de mi vida,
contribuir en la medida de mis fuerzas, a impedir que un pas extrao
viniera a pacicarnos.
A propsito de la guerra europea, quiere Ud. decirnos si es cierto
que Ud. tena en Nueva York la comisin de revisar el armamento que
para Francia se embarcaba?
Angeles.No es cierto. Esa es una de tantas versiones sin
fundamento, que alrededor de m se han bordado. La prensa de Mxico,
asent esa versin sin preocuparse por conrmarla, pues en verdad,
dicha prensa gasta poco dinero en informaciones. La comisin de que
Uds. me hablan, hubiera sido muy honrosa para m, pero era imposible
que se me hubiera concedido.
Que ingerencia tom Ud. en el ltimo ataque de Villa a Ciudad
Jurez
Angeles.Absolutamente ninguna. Yo me opona a que Villa
fuera a la frontera. Se lo dije en repetidas ocasiones, e hice ver que
no era querido por los americanos, as como tampoco lo era Martn
Lpez, por ser hermano de Pablo, y que, por tanto, el acercarse a la
lnea divisoria era inoportuno. Despus del ataque a Ciudad Jurez
me concret a tratar de averiguar el por qu de la intervencin de las
fuerzas americanas.
Quisiera Ud. darnos su opinin sobre la Constitucin de 1917?
Angeles.La encuentro con algunos adelantos muy acertados,
sobre todo en cuestin de legislacin social; me hubiera gustado
para que a la de 57 se le hubieran hecho reformas que trajeran por
consecuencia que quedara como est la actual, pero no soy partidario
de que se haya hecho una nueva constitucin, por muy buena que sta
sea, pues considero que en ningn pas del mundo debe permitirse tal
cosa, y extrao an ms que quien haya derogado la Constitucin de
57, fuera un Gobierno que naci de una revolucin que se hizo para
derrocar a quienes violaban la Carta Magna. Y qu opina Ud. de
Villa?
360
Angeles.Villa es un hombre a quien han hecho malo, tanto los
Gobiernos despticos que hemos tenido, como los que lo rodean. Los
Gobiernos al lanzarlo a los desiertos y perseguirlo, lo han vuelto era, y
los que andan con l, con aprobar sus mayores barbaridades. Villa en
el fondo es bueno, de l se hubiera podido hacer un buen ciudadano,
con sus amigos es todo bondad.
Si Villa es bueno con sus amigos, cmo se explica que a sus ms
queridos, como el compadre Urbina y otros, los mandara matar?
Angeles.Arrebatos que suele tener.
Qu impresiones ha recibido Ud. desde que cay prisionero?
Angeles.Muy buenas; veo el contraste que hay en las poblaciones
con las que he pasado, las veces que entr en ellas despus de los
combates y que presentaban un aspecto sucio y triste, y ahora se
ve movimiento, alegra y limpieza. He sido objeto de un sinnmero
de atenciones de parte de todos, principalmente del seor general
Diguez, a quien conoc hace algn tiempo en Sinaloa. Se me han
suministrado toda clase de comodidades, compatibles con mi estado
de prisionero. Estoy muy agradecido para todos. Han sido muy nos.
Despus de esta serie de preguntas y respuestas, el general Angeles,
nos habl de la revolucin, dicindonos que es un revolucionario de
corazn, que lo ha sido siempre, desde el tiempo del general Daz; que
l quiso mucho a don Francisco Madero, quien no tuvo, como se le
achacaba, el error de ser demasiado clemente para con sus enemigos,
pues puede ms el amor que la fuerza; que el error fue de sus
enemigos al suprimirlo, error de que ms tarde vinieron a convencerse
ellos mismos. Que una de las decepciones ms grandes de su vida,
fue la muerte del seor Madero, lo cual considera como uno de los
crmenes ms grandes que registra nuestra Historia.
Nosotros vimos sobre su mesa una mquina de escribir; preguntamos al
cautivo:Estaba Ud. escribiendo, general? S, escrib algo anoche.
A su familia?
Angeles vacil un momento. Despus con voz queda nos dijo:No;
a mi familia, no. No s la direccin de ella en Nueva York. Recuerdo
361
solamente que en El Paso, vivamos en la calle de Wyoming, en una
casita que ocupa toda ella la manzana, pero no puedo precisar si mi
esposa y mis hijos viven an en esa casa, pues hace ms de un ao,
que sal de all.
Al tocar este punto, hablamos extensamente al prisionero de sus
hijos e hija.
Visiblemente emocionado, el preso iba y vena en la pequea
habitacin en que nos encontrbamos. Despus, con frases que
dejaba sin terminar, nos deca Digan Uds. que en los ratos en que
me reconcentro en m mismo ellos son mi nico consuelo que no
he dejado de pensar en ellos ni un slo momento; que cuando yo
muera para ellos sern tambin mis ltimos pensamientos
En estos momentos un oficial del 21 regimiento, que haba
presenciado la entrevista, nos manifest que el tiempo que se nos
seal para hablar con Angeles haba transcurrido ya, y que era hora
de que nos retirramos
Y al salir, como quisiramos tomar una fotografa de l, y solicitamos
su consentimiento, nos dijo:
Estoy muy mal vestido qu pensarn mis amigos antes que
yo vesta muy bien?
Pero cuando le dimos nuestra palabra de que esos retratos jams
seran publicados en los peridicos, por reservarlos nosotros para
nuestros lbumes, consinti. Al despedirnos, Angeles sonri y nos
dijo: Hasta luego.- (De El Heraldo, de Chihuahua).
EL CONSEJO DE GUERRA EN LA CIUDAD DE CHIHUAHUA.En
la Ciudad de Chihuahua se abrigaba la esperanza de que el general
Angeles no sera fusilado, ya que por varios das se le haba respetado
la vida, la cual bien se le pudo haber quitado en el camino como se hizo
con uno de sus compaeros, el mayor Jos Muoz, quien fue ejecutado
en Camargo, cuando era conducido para Chihuahua.
Sin embargo, bien pronto corrieron rumores alarmantes que
fueron tomando cuerpo dicindose que el prisionero iba a ser juzgado
militarmente en Consejo de Guerra.
362
La conrmacin de que se iba a formar Consejo de Guerra para
el general Angeles y sus compaeros, fue dada a conocer por los
peridicos de Chihuahua, as como que el acto se vericara en el gran
teatro de los Hroes.
Nadie quera quedarse sin asistir a tan importante juicio, que ha
sido una de los ms sensacionales en toda la Repblica. En vista de
esto, las autoridades militares tuvieron que expedir tarjetas de permiso
en nmero como de 5,000 personas que estuvieron en aquel Consejo,
dicen que en todo el gran teatro no haba un slo claro, que las
localidades estaban llenas a reventar y que muchos de los asistentes,
temerosos de perder sus sitios, se abstuvieron hasta de salir a comer,
durante todo el tiempo que dur el Consejo.
La noche misma en que el general Angeles y sus compaeros de
infortunio fueron encerrados en el cuartel del 21 regimiento, inmediato a
la Penitenciara del Estado, destinndoseles tres habitaciones distintas,
inicise la formacin de la causa, nombrndose Juez Instructor al
licenciado Leandro Daz de Len, quien en esa fecha comenz a
tomar su declaracin a los detenidos a quienes tuve oportunidad de
ver, sin que se me permitiera hablar con ellos, pues fueron sujetos
a incomunicacin, para lo cual se les puso con centinela de vista;
ponindose tambin sobre las armas a todo el regimiento en el cual
estaban prisioneros.
Los tres acusados designaron, esa misma noche, sus defensores
a los licenciados Alberto Lpez Hermosa y Alfonso Gmez Luna,
quienes, juntamente con otras personas entre las que principalmente
se encon-traban damas de la sociedad chihuahuense, iniciaron
sus labores en favor de los encausados, solicitando amparo de la
Justicia de la Unin, habindose concedido la suspensin del
Consejo de Guerra, pero cuya suspensin se negaron a conceder
las autoridades militares, ocultndose el general Diguez, por
lo cual se recurri ms tarde a la Suprema Corte de Justicia de la
Nacin, cuya conrmacin del auto del inferior se recibi cuando
Angeles haba sido ya sentenciado; se atribuy el retardo de esa
363
respuesta, a que la lnea telegrca con Mxico, haba sido cortada
por los rebeldes.
Dada cuenta al general Diguez de la formacin del proceso,
inmediatamente se convoc a un Consejo Extraordinario de Guerra,
que debera iniciarse el lunes 24 y que tendra efecto en el teatro de
los Hroes, como en efecto sucedi.
Mucho antes de que llegara la hora sealada para principiar el
Consejo, numeroso pblico se congreg en el teatro, cuyas puertas
fueron forzadas por la multitud a pesar de la oposicin desplegada por
las tropas enviadas para cuidar el orden. Llegado, pues, el instante de
iniciarse la audiencia, ya no caba un alma en el teatro, y en las afueras
de l haba millares de gentes que aguardaban ansiosas saber, por los
que salan, todo lo que iba ocurriendo.
El personal que form el dicho Consejo fue el siguiente: Presidente,
general Gabriel Gavira. Vocales: generales brigadieres Miguel M.
Acosta, Fernando Peraldi, Silvino M. Garca y Jos Gonzalo Escobar;
Juez Instructor, general y licenciado Leandro M. Daz de Len; Asesor,
coronel Toms Lpez Linares; Agente del Ministerio Pblico, general
y licenciado, Vctores Prieto; Defensor de Ocio, general y licenciado
Alfonso Gmez Luna. A parte de esta defensa gur el licenciado
Alberto Lpez Hermosa, negndose a asumir tal carcter el licenciado
Pascual del Avellano, que a ltima hora fue designado por el general
Angeles.
LA AUDIENCIA.Quien esto escribe quisiera transcribir todas las
escenas que se desarrollaron desde que el general Angeles, a bordo
de un automvil y sus compaeros de infortunio, Arce y Trillo, en otro
auto, llegaron al teatro de los Hroes, a eso de las ocho y cuarto de la
maana del lunes designado para efectuar el Consejo, hasta las doce
de la noche del da siguiente, martes, en que el que fuera Director
del Colegio Militar y gura prominente en el Ejrcito y en la poltica
de nuestro pas, sali de aquel recinto encaminando sus pasos hacia
la tumba; pero ante la imposibilidad de hacerlo en el poco espacio
de que dispongo en este peridico, doy una idea de lo acontecido,
364
transcribiendo ntegra, la versin taquigrca del interrogatorio a
que el general Angeles fue sujeto y que rindi, ponindose de pie,
ante grandsima expectacin por parte de la concurrencia, que varias
ocasiones le tribut prolongados aplausos.
LA LLEGADA DE LOS REOS, ANGELES Y OTROS DOS.Debida-
mente custodiados por un grupo de soldados del 21 regimiento de
caballera, llegaron el general Felipe Angeles, el ex-mayor Eduardo
Enciso de Arce y el joven Antonio Trillo.
Como a unos cinco metros de la mesa del Consejo de Guerra,
fueron colocadas tres sillas en las que tomaron asiento, en la central,
el ex-Director del Colegio Militar, a su derecha Enciso de Arce y a su
izquierda, Trillo.
Despus de varios ligeros incidentes entre los defensores y los
vocales por razones de competencia, el general Gabriel Gavira,
Presidente, declar formalmente instalado el Consejo de Guerra que
deba juzgar a los tres reos mencionados, por el delito de rebelin,
acumulndose al mayor Arce el cargo de desercin frente al enemigo,
que tuvo lugar en Hidalgo del Parral, en ocasin de la entrada de los
villistas.
365
E
L GENERAL GAVIRA DA PRINCIPIO AL INTERROGATORIO.
(Versin taquigrca).
General Felipe Angeles, favor de ponerse de pie.
Perdn, no soy general; lo he sido.
Favor de darme sus generales.
Me llamo Felipe Angeles, soy hijo de Felipe y de Juana Ramrez;
nacido en Zacuaitipn, Estado de Hidalgo, el da 13 de junio de 1869;
as es que tengo ms de 50 aos de edad, y de estado civil, casado.
Puede usted sentarse.
Qu haca Ud. en las sierras del Distrito de Hidalgo, cuando fue
capturado?
Me encontraba en una cueva donde viva el antiguo jefe de la
escolta de Martn Lpez, Flix Salas, esperando unas actas de adhesin
que deban llegarme del Sur, cuando Salas se amnisti al Gobierno,
delatando mi presencia en una cueva y dando lugar a que se enviaran
todas las defensas en mi persecucin, y se me aprehendiera sin ninguna
resistencia de mi parte.
-Qu especie de actas de adhesin eran las que Ud. esperaba,
y a las que acaba de referirse?
Esas actas se reeren nicamente al desempeo de la labor que
yo mismo me haba asignado, de buscar la unin de todos los mexicanos
en los difciles momentos porque atravesaba el pas, cuando yo regres
de los Estados Unidos.
En la ciudad de Nueva York, se haba formado una Alianza Liberal
Mexicana, cuyos nes era trabajar activamente para buscar la unin
CAPI TUL O XI X
366
entre los diferentes bandos existentes en nuestra patria, con el objeto
de estar en posibilidad de evitar la intervencin de los Estados Unidos
que pareca inminente tan luego como terminara la guerra europea,
por razn de los mltiples atentados cometidos contra los extranjeros,
que haban presentado serias reclamaciones para que sus gobiernos
las hicieran al de Mxico.
En la Alianza Liberal Mexicana, qu clase de persones podan
ingresar para coadyuvar con ellas en su proyecto de unir a todos los
mexicanos?
Todos, con excepcin de los directamente responsables del
cuartelezo de febrero de 1913, y de los asesinatos del Presidente y del
Vice-Presidente de la Repblica, siendo el objeto de la agrupacin el
procurar que fuera evitada la intervencin de los Estados Unidos en
los asuntos interiores de nuestro pas.
En este momento el general Gonzalo Escobar, Vocal del Consejo de
Guerra, pide permiso, que le fue concedido, para dirigirse al acusado
Angeles, hacindolo de stos o parecidos trminos.
No creo que el modo de unir a los mexicanos y de evitar una
intervencin de los Estados Unidos en nuestros asuntos interiores por
medio de la fuerza, sea el de atacar a Ciudad Jurez, como lo hicieron
los villistas a mediados del mes de junio anterior, dando origen a uno
de los ms delicados incidentes internacionales que se han presentado
en los ltimos aos, y que estuvo a punto de provocar la intervencin
americana.
El licenciado Alfonso Gmez Luna, defensor, pidi permiso para
hablar, manifestando que, por el momento, los vocales del Consejo
de Guerra, no estn capacitados para hacer cargos al prisionero, cosa
que harn despus en unin del Agente del Ministerio Publico, y que
deben limitarse a tan slo interrogar.
El incidente fue satisfactoriamente terminado y continu el
interrogatorio del general Gabriel Gavira.
Contestando al general Escobar, Angeles se expres en los
siguientes trminos:
367
Mi actuacin al lado de Villa, era sumamente delicada, y por ello
no pude iniciar desde el primer momento, mis trabajos para que Villa
suspendiera la lucha. Vine a hacer labor humanitaria y principi tratando
de que Villa suspendiera las rdenes de ejecucin de los prisioneros
que caan en su poder despus de combate.
En qu fecha lleg Ud. al Estado de Chihuahua, para unirse
con Villa?
El 11 de diciembre anterior, es decir, hace cerca de un ao, pero
solamente cinco meses estuve con villa, pues a raz de los acontecimientos
de Ciudad Jurez, me separ de l. Desde mi separacin de Villa,
permanec mucho tiempo en Norias Pintas, ocupado solamente de
hacer propaganda de las ideas en pro de la unin entre los habitantes
de aquellas regiones, muy poco numerosas por cierto, tambin prestaba
atencin a la batida que los soldados del gobierno daban a las tropas
del Coronel Morales, procurando escapar tan luego como vea que se
aproximaban los soldados federales, pero regresando a Norias Pintas,
tan luego como me lo permitan las circunstancias. Por n mi presencia
en la regin se hizo imposible, y abandon Norias Pintas.
La prensa entera del pas y gran parte de la de los Estados Unidos,
dijo que Ud. haba sido nombrado por Villa, Presidente Provisional de
la Repblica, o que Villa le haba reconocido esa calidad, que haba
otorgado a Ud. la Alianza Liberal Mexicana, cuya matriz est en Nueva
York.
La prensa de todo el mundo, especialmente la de nuestro pas,
gasta muy poco dinero en obtener informaciones precisas sobre
los asuntos de ms trascendencia, que deban ser cuidadosamente
tratados. La versin de que yo haya aparecido como Presidente
Provisional, es absolutamente falsa. Todos los que militaron en las
las del villismo, que ahora estn amnistiados o prisioneros, pueden
atestiguar que yo nunca gur como Presidente. Aqu mismo, entre los
testigos, los miembros de la Defensa Social que me capturaron, y estos
dos compaeros de infortunio que tengo a mi lado, pueden manifestar
lo que aseguro en estos instantes.
368
La misma prensa, y as lo acabo de manifestar a unos periodistas
que me entrevistaron hoy en la maana, ha aseverado una falsedad al
decir que yo tena en Nueva York un importante puesto en la inspeccin
de las municiones que eran enviadas a Francia durante la guerra. Todo
eso es falso, todo. Sera muy honroso para m el haber sido Inspector
de municiones, pero es imposible.
Yo considero que una de las ms graves dicultades porque
atraviesa el pas estriba en que los hombres sin ninguna educacin,
hombres sin cultura, hombres que no son de Estado, ocupen los
altos puestos y que se atrevan a tratar de solucionar los dicilsimos
problemas que se han presentado.
Yo mismo, que he dedicado toda mi vida al estudio, que an a los
cuarenta aos, procuraba aprender, no me considero con capacidad
suciente para ocupar el primer puesto de la Repblica, que me
achacaban mis enemigos.
A la prensa y al pblico en general, se les ha metido en la cabeza
que yo soy Presidente Provisional de Villa, como se les meti que
era el jefe de la artillera de Villa. En los Estados Unidos, los peridicos,
cuando llegan a referirse a m, siempre dicen: El jefe de la Artillera
de Francisco Villa. Esta frase al repetirse rerindose a m, miles de
veces, es mi eterna pesadilla.
Antes, cuando yo era un ocial, mis compaeros dieron en decir que
yo era un matemtico. Angeles es un matemtico, matemtico,me
decan unos, matemtico, me decan otros y aquella palabra fue
mi obsesin, mi pesadilla. Parecame que queran signicar que era
yo un viejo sabio de negras gafas, encorvado y cubierto con amplia
bata negra Matemtico Se les guraba que yo no poda montar
a caballo, dedicarme a la gimnasia militar, a las prcticas de guerra
No, yo era un matemtico y nada ms
Despus les dio por llamarme artillero yo era solamente un artillero,
y no un ocial, ni un matemtico Los ociales del Estado Mayor, decan
que yo no tena conocimientos algunos de tctica, que no saba nada de
tcnica, que desconoca la guerra; que yo era solamente un artillero
369
As pasa ahora, soy el Presidente y as lo dicen todos
General Gavira: Usted es un militar competente, un cientco,
ms no en el sentido que le hemos querido dar a la palabra en los
ltimos aos, sino un hombre de ciencia, en el ramo de la guerra.
La llegada de Ud. al pas, concuerda con el anuncio del desembarco
de Aureliano Blanquet, en las costas del Golfo, para hacer labor en
contra del Gobierno establecido. Usted era considerado despus por
la prensa como el cerebro de la revolucin. No pueden coincidir los
regresos al pas, de Ud. y de Blanquet, demostrando que la Alianza
Liberal Mexicana persegua diversos nes que los de buscar la unin
entre los mexicanos?
Angeles.La Junta Central de la Alianza Liberal Mexicana, no tiene
participacin ninguna en la venida ma al pas. La prensa de Estados
Unidos, public y coment extensamente una carta que yo dej a
mi esposa, que claramente expresaba que yo vena a Mxico para
desarrollar una labor de concordia, y en ningn modo para oponerme
con las armas en la mano al gobierno.
Una ofensa se me hace al decir que yo poda congeniar con
elementos porristas a quienes odiara, si el odio no sentara mal en mi
alma. Odiara a Blanquet, porque es principal autor del cuartelazo de
febrero, del que Huerta, a pesar de su amoralidad, no es responsable
ms que a medias. Odiara a Blanquet, porque es feroz, intil como
militar, de inteligencia estrecha.
La opinin pblica estuvo contra l desde que caone al pueblo
en la plaza de toros de la Angelpolis, que hizo que los porristas lo
incensaran para convertirlo ms tarde en un instrumento de sus mismos
elementos. La prensa antimaderista tambin contribuy mucho a hacer
de este hecho salvaje un mrito ms para Blanquet.
En lo que respecta a su incapacidad militar, puedo atestiguarla, pues
fu su superior cuando yo era jefe de las Operaciones Militares en los
Estados de Morelos, Guerrero, Tlaxcala y Puebla, donde yo, siguiendo
un plan de dar garantas, haba diseminado mis fuerzas en guarniciones
en todos los pueblos, que no eran atacados por los zapatistas. La poca
370
pericia de Blanquet, qued demostrada en cierta ocasin, cuando yo
le haba ordenado sorprendiera al enemigo, sali a tambor batiente y
dando toques de corneta que hicieron huir a los zapatistas.
(Este caso lo reere Angeles con lujo de detalles que no creemos
indispensable reproducir).
Yo protesto por la idea de ligarme con Blanquet. En cuanto a Flix
Daz, era hombre bueno, aunque inepto. Hemos estado siempre contra
ellos y no solicitamos ni aceptamos su adhesin.
Yo he sido puesto por los porristas, usando de una frase vulgar,
como lazo de cochino. Que yo recib instruccin del general Daz,
falso!; la recib con el dinero del pueblo!; que recib favores, comisiones,
atenciones del general Daz, no es esto; es que se me hizo justicia, en
la idea propia de la palabra.
Madero deca que el general Daz tena una f ciega en la fuerza
de las armas, sin jarse que valen ms las ideas que la fuerza, que vale
ms el amor que la fuerza; si se somete a los pueblos, aherrojndolos,
slo se lograr establecer una paz mecnica, no una paz orgnica. No
hay que hacer uso de las armas para someter a un pueblo, hay que
hacer uso de la pasin contraria, el amor.
Madero era benvolo con todos sus enemigos, y sin embargo,
estos enemigos seguan en su contra, hasta hacerlo caer. La muerte
de Madero, hizo ms bien al pas que todas las gestiones que hizo en
su vida.
Si se hubiera seguido predicando y llevando a cabo su doctrina, la
Repblica habra avanzado.
Los enemigos de Madero comprendieron su error. Los enemigos
polticos del actual gobierno desean, fervientemente, colaborar por
el establecimiento del orden y de la prosperidad de Mxico. Muchos
de ellos son sumamente ilustrados, y asesoraran a los revolucionarios
para resolver los problemas nacionales.
(De esta larga peroracin de Angeles, hemos tomado solamente
lo principal, sin hacer caso de muchsimos pequeos detalles que no
son de importancia para el pblico).
371
General Gavira.Los elementos que son hostiles al gobierno, y que
estn en Nueva York, se valieron de Ud. para hacerse de partidarios
procurando amenguar los rigores de la guerra. Y pude apreciar desde
Durango, que la unin de Ud. con Villa signicaba un tratamiento
benigno para con los prisioneros, y todo ello por su inuencia. Luego
supusimos que la brutalidad de Villa le trajo el mayor desprestigio, y
que ese grupo de elementos hostiles, tratando de poner un dique a
ese desprestigio, haba conado a la inteligencia de Ud. el trabajo de
mejorar la monstruosa actitud de Villa.
Angeles.En Mxico tenemos muy fuertes pasiones y nunca
creemos en la bondad de nuestros enemigos. La formacin de la
Alianza Liberal Mexicana, se debe a un seor Iglesias, de Puerto Rico,
que en tiempo de intervencin de Estados Unidos en su pas, prest sus
servicios a la causa nacional. Iglesias hizo que el partido antiamericano
ganara muchas elecciones de funcionarios, y se capt simpatas hasta
en los Estados Unidos. Trat con la American Federation of Labor, y
esta asociacin lo envi a Mxico con una comisin para los obreros.
Iglesias no fu ante el gobierno mexicano, pues no era oportuno. Slo
trat con obreros, industriales, hombres de ciencia, profesionistas, etc.,
de ellos sac como consecuencia la falta de estabilidad del gobierno,
Iglesias inform que Mxico iba hacia la intervencin, pero mostrndose
optimista al suponer que la sociedad unira sus esfuerzos pare evitar
ms disturbios en nuestro pas.
Iglesias, reconocido socialista, conoci a Antonio I. Villarreal, que
lo es tambin y lo convenci de la necesidad de hacer gestiones en
favor de Mxico; Villarreal viva cerca de Enrique Llorente y a pesar de
que eran de bandos opuestos, se entendieron. Llorente tema que el
proyecto de Villarreal fuera una maquinacin, pero yo le cre; expuso sus
ideas con tanta vehemencia, mostr la situacin de un modo tan claro
que conamos en l unos cuantos, pero ramos pocos, y procuramos
reunirnos ms, lo que llegamos a hacer pblicamente en un saln que se
encuentra en la Union Square, de Nueva York. La fraternidad nacional era
el objeto de la nueva sociedad que se llam Alianza Liberal Mexicana.
372
Cuando yo penetr en Chihuahua, vine buscando a Villa para
pedirle magnanimidad en el trato de los prisioneros, e hice gestiones
pare pasarme al Sur, para hacer la misma labor cerca de los dems
jefes rebeldes, pero se me aconsej que no lo hiciera, pues mi
desconocimiento del terreno haca fcil mi captura, y mand emisarios
cuyo regreso esperaba cuando fui aprehendido.
Mi objeto al venir a Chihuahua, fue corregir los errores de Villa.
La dominacin espaola de tres siglos y los gobiernos despticos y
dictatoriales, han hecho servil al pueblo. Los soldados de Villa no le
objetan ninguna de las atrocidades que les ordena hacer; tanto los
pequeos grupos, como los grandes, cuando l abre la boca, aplauden
aunque sea un disparate. Culpo del estado actual de Villa y los suyos
a los gobiernos que no han tenido compasin de los desheredados, y
que los han vuelto eras. Adems, a Villa lo han echado a perder sus
cmplices. Por corregir esos errores, expuse mi vida. A pesar de las
antiguas relaciones con Villa, expuse mi vida al venir a tratar con l que
us de la tctica de amedrentarme para que no lo contradijera.
La primera discusin la tuvimos en Tosesihua, porque llam imbcil
a Madero; yo le contest y fuimos subiendo de tono hasta gritarnos.
Los soldados de Villa esperaban que me mandara ahorcar, como lo
haca con todos los que lo contradicen, pero no fue as. Despus, ya
calmado, Villa me dijo:Ud. es el primer nombre que me contradice
y no ha muerto. Esto no hizo ms que conrmarme en mi opinin de
que Villa hubiera podido ser bueno, si no hubiera sido por los dspotas
y por los serviles.
( Nota: La peroraci n de Angel es, ha si do sumamente
condensada.)
General Gavira.Dice Ud. que acompa a Villa durante cinco
meses, pudiera referirnos en cuntos combates ha estado y por qu
en Parral peror Ud. al pueblo y tom parte en gestionar la rendicin
de los defensores de esa plaza?
Angeles.Nunca tom participacin en combate alguno, y si en Parral
contribu a la rendicin de una parte de los defensores, fu porque cuando
373
stos estaban sitiados en el cerro de la Cruz, el coronel Ernesto Ros, jefe
de la escolta del general Villa, me llam dicindome que los soldados
del gobierno me requeran. Sub al cerro, y el jefe de los soldados, me
dijo, que se rendiran en el acto si yo les garantizaba la vida, pues Villa les
ofreca respetarla en un pliego que ms tarde di a guardar a un seor de
apellido Baca, que vive detrs de la Parroquia, con el nimo de publicar
ese documento, ms tarde, si Villa no cumpla con lo ofrecido
General Gavira.En los dems combates, qu papel desempeaba
Ud.?
Angeles.Ninguno.
General Gavira.Algn tiempo despus de su llegada, varios
ociales de su Estado Mayor, trataron de unirse con Ud. y fueron
detenidos por las autoridades americanas. Si su misin hubiera sido
solamente pacca, qu necesidad haba de ociales de Estado
Mayor?
Angeles.Ellos no tuvieron conocimiento de mi salida, pues desde
luego es de suponerse que debera haber sido reservado con todo el
mundo para tener xito en mi empresa, pues de lo contrario hubiera
sido capturado al pasar la frontera. Algunos amigos mos que despus
supieron por la prensa que yo me encontraba en territorio mexicano,
supusieron que nuevamente me haba lanzado a la lucha y se dispusieron
a venir en mi busca, habindolo comunicado as a diversas personas,
que fue por lo que las autoridades americanas tuvieron conocimiento
del intentado pase y los aprehendieron.
General Gavira.Est Ud. en desacuerdo con la Constitucin de
1917?
Angeles.S, en efecto, estoy en desacuerdo con la reforma
hecha a la Constitucin de 1857, porque sta no debe ser reformada
con frecuencia, debe respetrsela por signicar nuestra nacionalidad.
Comprendo que la Constitucin del 57 debera ser enmendada y
convengo en que la de 1917 tiene buenas cosas, pero no admito que
los llamados constitucionalistas deroguen la Constitucin por la cual
pelearon. El estar disgustado as, no signica que est yo en rebelda,
374
pues mis nicas intenciones han sido unir a los mexicanos, habiendo que
comenzar por partes, fueran stas las que fueran, por lo que primero me
un a los revolucionarios y no a los federales, pues tem adems sufrir,
ya que existen antagonismos entre algunos de stos y yo.
General Gavira.Ud. form parte de la Divisin del Norte. No fue
Ud. quien tom a mal que Villa obedeciera al Primer Jefe y le aconsej
rebelarse?
Angeles.S, form parte de la Divisin del Norte y no fue por
enemistad con Carranza por lo que segu al lado de Villa. La escisin
entre ambos ya exista desde Sonora, y por eso el Primer Jefe decidi
venir a Chihuahua, nombrndome a m jefe de su escolta. Ya en camino
de este Estado, en un rancho cercano a Agua Prieta, Carranza recibi un
mensaje de Villa, en que peda que cooperara yo con l en el ataque a
Torren, lo que acept gustoso cuando me lo comunic Carranza, tanto
por ser til a la revolucin como por apartarme de algunos jefes que mal
me haban visto desde que fui a Sinaloa. A propsito, recuerdo que al
llegar ahora a Santa Rosala (Camargo), el general Diguez me llam a
su carro donde me dijo que no se explicaba mi conducta al separarme
del lado de Carranza; lo que crea haba sido producto de la frialdad
con que se me haba recibido en Sinaloa. Nunca he sido conspirador
ni nadie se ha atrevido a decrmelo, y una prueba de mi lealtad, es mi
conducta para con el seor Madero, durante la Decena Trgica, hasta ser
hecho prisionero como l y Pino Surez. Asesinados ya el Presidente y el
Vice-Presidente, me llam el Ministro de la Guerra, general Mondragn,
quien despus de decirme que quedaba en libertad, me dijo tambin
que mis procedimientos durante la Decena haban sido buenos. Advierto
que Mondragn era padrino mo, y que con l estaba disgustado
porque muchas veces rechac las compras de armas que a l le estaban
encomendadas, as como los caones de que l se ha dicho inventor.
Contest a Mondragn que siempre he estado contra los poderosos,
cualquiera que sea la suerte que corra. Ms tarde fu nuevamente reducido
a prisin por orden de Huerta, y habindome ofrecido varios abogados
defenderme, slo acept al licenciado Manuel Calero, quien despus de
375
que yo haba pasado varios meses en la prisin, una vez se present en
la Penitenciara, dicindome que Huerta me dejaba en libertad, con la
condicin de que marchase a Europa inmediatamente, no comisionado
como se ha dicho. Aceptada mi libertad y temiendo ser considerado
como desertor y asesinado, ocurr al Palacio Nacional, donde habl con
Blanquet, solicitando una orden que amparara mi ex-carcelamiento.
Blanquet no supo qu contestarme y ese mismo da se me regres a la
prisin. Cuando Carranza fue derrotado yndose para Sonora, Huerta
crey haber terminado con la revolucin, y fu entonces cuando se acord
denitivamente expulsarme del pas, pero para justicar esa expulsin
se invent que iba comisionado a Francia a visitar establecimientos
militares que ya conoca, debiendo marcharme en el mismo vapor que
el licenciado Francisco Len de la Barra. No pude marchar en ese vapor;
pero lo hice en el siguiente, acompaado de mi familia y de un alemn y
un rabe que ofrecieron resguardarme de ser asesinado. Ya en Francia,
nunca recib un slo centavo para mi manutencin, y all fue donde tuve
varias plticas con el licenciado Miguel Daz Lombardo, quien me propuso
unirme a Carranza, lo que desde luego acept gustoso, habindoseme
entregado 2,000 pesos, 1,000 para el viaje y el resto que dej a mi familia.
Llegu a Sonora y el seor Carranza desde luego me acept a su lado,
dndome el nombramiento de Secretario de Guerra en el Gabinete
que estaba formando, pero este puesto nunca lo desempe, pues
ms tarde y por mediacin del licenciado Francisco Escudero, supe que
se haba reconsiderado ese nombramiento, designndome entonces
Sub-Secretario de Guerra, puesto que tampoco desempe como era
debido, pues nunca dict orden alguna. Esto y mis deseos de cooperar
efectivamente en la revolucin, fue lo que me hizo aceptar gustoso el
cooperar al lado de Villa. Estando ya en Torren, supe que Carranza haba
dado rdenes para que dos o tres mil hombres de la Divisin del Norte,
fueran a auxiliar al general Pnlo Natera, en el ataque a Zacatecas, lo
que disgust a la mayor parte de los Jefes y Ociales, quienes creyeron
que mejor sera que toda la Divisin tomara parte en este hecho de
armas, para asegurar el xito, como sucedi.
376
General Gavira.Desde entonces tuvo Ud. dominio sobre Villa, con
quien estuvo hasta su fracaso en Celaya; y por qu, conociendo bien
sus monstruosidades y estando en los Estados Unidos, vino nuevamente
a unirse a l?
Angeles.Siento que Ud. abunde en creencias que son del vulgo,
como cuando se hablaba de que yo era un matemtico, un artillero
La misin que me trajo al lado mexicano, fue el aconsejar a Villa, porque
es necesario aconsejarlo. Esa fue la misin que yo tuve durante los
cinco meses que estuve con l El seor Presidente del Consejo cree
que me perjudica mucho el contacto con el seor general Villa, cree
que me perjudica porque la gente juzga segn las viejas costumbres,
arraigadas, por las compaas de uno. Es lo que pasa ahora a Trillito;
(rerindose a Antonio Trillo, que con l y Arce, estaban en el banquillo
de las acusados), que se le ha visto conmigo y eso ha sido suciente para
que se le acuse. Como lo he dicho antes, la misin que yo traje fu de
conciliacin, fue de aconsejar a Villa, porque Villa es bueno en el fondo;
a Villa lo han hecho malo las circunstancias, los hombres, las injusticias,
eso es lo que le ha perjudicado quiz. Por fortuna el seor Otero y
Gama, que manda el 21 regimiento, ha tenido nas atenciones para
m, las cuales yo agradecer siempre. Ha sido sumamente bondadoso,
a penas si ha cruzado unas cuantas palabras conmigo, pero he visto en
l un verdadero hombre
Yo llegu aqu en unas condiciones desastrosas y siento encontrarme
mal vestido, como me encuentro al presentarme ante este Consejo. Esta
ropa que traigo me la regal mi aprehensor; despus, cuando llegu
a Parral, muchas damas, gente del mismo pueblo, intercedieron por
m y aun conservo una moneda la que no he querido gastar, que me
regal una seora; y aunque yo le dije:gurdela, seora, tengo lo
suciente, ella se empe y dijo: Djelo; y es la que ahora conservo
como una reliquia Siempre he visto que las ropas inuyen mucho en
ciertas circunstancias; esto me preocupaba relativamente porque quera
presentarme algo mejor de como estoy; pero ya que no puedo, a este
punto no le doy mucho inters, ya que no he tenido oportunidad para
377
presentarme como quisiera ante el pueblo que me ve tan mal vestido
como ando Una idea de esa naturaleza suger a los ociales de mi
Estado Mayor, cuando yo serv en las tropas de la Divisin del Norte,
cuando en Aguascalientes quise hacer obra de paz aun dentro de la
misma revolucin. Recuerdo de un detalle que sirve para indicar lo que
signica la ropa al presentarse ante un individuo: Cuando yo llegu a
Mxico, fui recibido por el general Lucio Blanco, que ofreci ayudarme
y defenderme. Era la residencia del general Lucio Blanco, una quinta de
recreo a donde llegaban a solicitar audiencia muchas personas; unas
salan y otras llegaban y preguntaban, y an me pas a m mismo, que
por la condicin desastrosa de mis ropas, no se me conoca, y se me
juzgaba como al mozo, pues me preguntaban a media voz: Est
aqu el general Angeles?Y yo las pasaba y les deca: Yo soy, a sus
rdenes
General Gavira.(Interrumpindole). Suplico al seor general
Angeles, se sirva concretar ms sus declaraciones y eximirse de entrar
en muchos detalles.
Angeles.(Un tanto nervioso). Creo, seor Presidente, que si
ustedes, seores, me van a fusilar, es necesario que me justique
Qu perjuicio recibe la sociedad? Qu pierde este pblico que me
escucha, o en qu se perjudica este Consejo, con que yo explique mi
conducta?
El defensor Gmez Luna.Protesto enrgicamente y pido se haga
constar mi protesta, por la llamada de atencin del seor Presidente
que coarta la libertad de mi defenso, el seor general Angeles.
General Gavira.Yo nosotros, no tenemos intencin de causar
mal ninguno; lo nico que se ha hecho es suplicar al acusado que
condense algunos detalles para poder darnos una explicacin lgica
de lo que se le interroga.
Angeles.Pues s, seores; explicaba yo la manera de juzgar de los
ociales de mi Estado Mayor, que coincide con la manera de juzgar a un
individuo mal vestido. Sucedi tambin que una ocasin lleg a la casa
del general Lucio Blanco, una seora a quien yo vea que se pasaba el
378
tiempo esperando y que continuaba yendo sin ser recibida hasta que,
un da, en las condiciones en que me encontraba, me acerqu a ella
y le pregunt lo que deseaba Ella entonces me dijo a media voz:
Me hiciera favor de decirme si est aqu el general Angeles?Y yo
le contest:Yo soy, y ella se disculp dicindome que crea que
yo era un mozo y me explic luego el objeto de su visita, que era, el
procurar ver al general Blanco, para que le proporcionara un pase de
ferrocarril, pues estaba en muy malas condiciones y necesitaba salir
para otro lugar. Entonces yo le ofrec alojamiento en mi carro y viaj
en mi tren hasta el lugar aludido; pero sucedi que no tena donde ir,
que careca de familia y le permit permaneciera conmigo hasta que
un da ella misma me dijo que ya se iba. Yo comprend que haba entre
mis ociales frecuentes hablillas porque permita que aquella seora
estuviera conmigo y comiera con nosotros, pero hasta despus que se
haba ido supe, por ellos mismos, que aquella mujer era una mujer mala.
Yo me senta satisfecho de haber cometido una buena accin y no me
importaban los reproches; muchas veces se dice: hay que proteger a
los de arriba, a los de abajo hay que expulsarlos. La gente ilustrada
que conoce la vida, tiene suciente capacidad para comprender todos
los reproches que se le hacen. As pues, no todos los que andan
con los villistas son culpables; muchos van forzados; otros, porque
con ellos se han cometido injusticias; otros por no caer prisioneros
como le ha pasado a Trillito; y, as quieren que este muchacho sepa
discernir!(Angeles hace una pausa, psase la mano por la frente,
cierra los ojos y aade): efectivamente, no puede uno acercarse a
los criminales porque lo juzgan como tal; es necesario ir siempre al
lado de los grandes, de los poderosos, aunque esos grandes y esos
poderosos estn sujetos a las mismas pasiones que los dems. Oh,
los grandes, los del poder, los de arriba que jams admiten conceder
razn! El que ha ledo a Vctor Hugo, ve a Juan Valjean, viendo sufrir
a sus hijos, que roba para ellos y lo meten a la crcel y lo vituperan sin
saber que se ha rebelado contra s mismo y ha delinquido por amor.
Hasta a un perro que se acerque a un delincuente, se le desaloja; a
379
nadie se le puede uno acercar, sino a quien est en grandeza. Juntarse
a un individuo como Villa, aconsejarlo y salvar a la sociedad de Parral,
como yo lo hice, procurando hacer siempre el mayor bien posible, creo
que es necesario acercarse al que necesita consejo y gua para decirle:
sto debes hacer. Es necesario, as mismo, hacer comprender a las
masas que una evolucin democrtica se lleva a cabo ensendole a
cada quien, que no debe ser servil; es necesario hacerle comprender
que entre las grandes potencias interiores, la primera es la voluntad,
la voluntad que debe ser la nica dominadora en el individuo, la que
debe robustecer porque es la que debe normar los actos de su vida;
antiguamente, los jurados eran verdaderos jurados; no eran como los
actuales. Entonces era el pueblo el que se reuna, como hoy est reunido
en este saln el pueblo de Chihuahua, y el mismo pueblo discerna
sobre una acusacin. Ahora son individuos representantes del pueblo
o autoridades las que deciden y es, muchas veces, imposible evitar
la imposicin y que en esos jurados se haga lo que quiera el de
arriba Los Estados, antiguamente s eran verdaderos Estados; tenan
ideas propias, principios propios; ser, moral y fsicamente libres, para
de esa manera constituir la grandeza de su nacin. Yo he venido al
pas con un deseo intenso de cumplir con los nes que se propone la
Liga Liberal Mexicana establecida en Nueva York, y que son procurar,
nicamente, la unin entre todos los mexicanos, por lo que no tuve
inconveniente en procurar la adhesin de Villa a la Liga, para ir con l
y aconsejarlo. Cuando llegu, me toc unirme con una partida que me
llev a presencia de Villa, con el cual anduve cinco meses predicando
en todos los lugares a donde llegbamos, los principios de fraternidad
que deben unir a todos los hombres, hasta que me separ de l, por no
convenir con su conducta para con los prisioneros, a quienes fusilaba,
idea que trat de quitarle, como se la quit en efecto, en muchas
ocasiones; hasta que, ltimamente, despus de separado de l, me
toc unirme con los que hoy me han traicionado; y esos que ahora me
traicionan y que se levantan contra m, son los mismos asaltantes de
Columbus, los violadores de muchachitas de trece a catorce aos; los
380
que han robado y asesinado; son los mismos que ahora me decan: mi
general, vngase conado; lo trataremos con consideracin, como nos
ha tratado usted siempre; le daremos toda clase de garantas a pesar
de venir prisionero; y son ellos los que me hacan esas promesas, los
asaltantes de Columbus, los que me han entregado y se levantan contra
m!. (Un aplauso ensordecedor estalla en la sala y el Presidente del
Consejo mustrase excitado).
General Gavira.Se recuerda al pblico se abstenga de hacer toda
manifestacin en pro o en contra del acusado, pues de lo contrario,
mandar desalojar el saln.Cuntos hombresdirigindose a
Angeles, llevaba Ud. cuando lo aprehendieron?
Angeles.Por decirlo as, slo me acompaaban el mayor Arce y
el joven Trillo, que eran los que estaban conmigo y que, poco a poco,
haban llegado a adquirir mi afecto. Trillito se haba unido conmigo
porque se haba fracturado un brazo al caer de una yegua bruta. Ellos
se encontraban en vigilancia y se pusieron a platicar; y cuando dijeron:
ah viene el enemigo, no tuvimos tiempo de ensillar sino muy a la
ligera, tanto, que a mi me toc un caballo que pareca una rata y del
cual casi me arrastraban los pies. La prueba ms palpable de lo que
declaro, es que uno de los muchachos pertenecientes a las tropas del
general Moreno, quien por casualidad se encontraba cerca de m, tuvo
que ir a la estacin cercana y se llev mi caballo que era el mejor que
yo traa, dejndome a pie; ya en este caso los amigos queran que Tri-
llito, que traa buen caballo, me lo facilitara; pero yo no quise porque le
tena simpata por su adhesin. Esa es la causa por la que me dejaron
aquel caballo en el cual corr, cuando fui aprehendido. Solamente el
mayor Arce y Trillo, que se hallaban de vigilancia, y otros dos, estaban
conmigo. Yo fui llevado, despus, a una cueva donde Flix Salas, das
antes, me di alojamiento
El General Gavira.El Jefe de la Defensa Social maniesta en sus
declaraciones, que Flix Salas le manifest que Ud. se encontraba en
las cuevas al frente de 20 hombres; dice que con ese dato, se puso
en busca de Ud. y que despus de caminar dos noches y dos das
381
por aquellos contornos, repentinamente se encontraron como con
16 hombres con los que sostuvieron un tiroteo como de un cuarto
de hora; que cinco de aquellos lograron montar a caballo y retirarse,
salvndose de ser capturados; que hicieron varios muertos, y que de
los 16, capturaron un prisionero que les dio los datos de que Ud. era
uno de los que huan, dndoles las seas del caballo que montaba.
Dice adems que encontraron nueve caballos y unas chaparreras con
las letras F. A., cinco o seis mausers 30/30, y esto revela que era un
ncleo mayor el que haba: dice que continu la persecucin hasta que
dieron con las huellas de Ud. y de sus acompaantes que eran cuatro;
que al n los alcanzaron sorprendiendo al mayor Arce y a Trillo, que
eran vigas y que entonces se veric el encuentro, disparando Uds.
sus armas y huyendo. El Jefe de la Defensa, viendo los detalles que
le haban dado del caballo que Ud. montaba, agrega que ya no quiso
hacer uso de su arma, sino que cogiendo su reata trat de lazarlo, y
que al perseguirlo le intimaba a Ud. rendicin, a lo que Ud. le dijo que
si no lo mataba estaba dispuesto a entregarse y que Ud. enfund su
pistola y se entreg.
Angeles.Efectivamente, pero creo que debe hacerse una
aclaracin, pues extrao que se digan cosas que no son ciertas, lo
que no revela sino un nuevo defecto nacional. El pueblo mexicano,
desgraciadamente no es verdico, lo dominan sus pasiones y siempre
recurre a la mentira y a la falsedad. Me acuerdo yo de una vez que
recib en Morelos un parte que deca:Enemigo al frente, pero en
nmero superior; maana lo ataco y lo derroto.Yo comprend que
en aquel parte lo que haba de importante era que el enemigo, en
nmero superior, podra derrotar a esas fuerzas y desde luego, tom
providencias y orden que una columna saliera en auxilio de mis fuerzas;
y es que basta una palabra para descifrar, muchas veces, un parte que se
rinde a la superioridad y que despus se comprueba. Pero aqu sucede
lo contrario: el parte arma una cosa y los hechos pasaron de otro modo.
El seor Gabino Sandoval ha sido muy bondadoso y caballeroso, pues
me regal este vestido que traigo; pero su bondad y caballerosidad
382
da; pero s supe que la reunin de las tropas villistas iba a ser ms al
Sur. Si yo, tratara de evitar toda idea en mi contra, dira que la reunin
era en Palomas, pero no es as y yo no iba a esa reunin.
General Gavira.Ud., que criticaba las reformas a la Constitucin
se encontraba de acuerdo con esas rdenes de irse a reunir all para
discutir esas reformas de que nos ha hablado?
Angeles.Las reformas me parecen muy buenas; las leyes
deben reformarse conforme lo necesita el pueblo; y respecto a la
Constitucin de 57, quiz necesitara esas reformas, pero me ha
parecido mal la manera como las han hecho Quiero manifestar en
este momento una evolucin de mi mentalidad. En Aguascalientes,
yo me sorprend de que muchos fueran socialistas. El socialismo es
un movimiento general en todo el mundo, y de respetabilidad, que
no podr ser vencido. El progreso del mundo est de acuerdo con los
socialistas. Cuando yo me fui a los Estados Unidos, comenc a estudiar
el socialismo, vi que en el fondo es un movimiento de fraternidad y
de amor entre los hombres de las distintas partes del universo. La
fraternidad ser un movimiento, como lo ha sido, que ha impulsado a
la sociedad, por siglos y siglos, hacia el bienestar de las masas; esas
masas que se debaten en sus luchas, esas muchedumbres que son
muchedumbres en todas partes El pobre se ve siempre abajo y el
rico, poco o nada se preocupa por el necesitado: por eso protestan
las masas, por esa falta de igualdad en las leyes, es por lo que se
lucha. Un comunista austraco ha probado que si todos los hombres
del mundo, trabajaran solamente tres horas diarias, habra mucha
ms riqueza; pero resulta que unos son los que trabajan y otros los
que comen bien. (Aplausos ruidosos). Esos aplausos no son para m,
lo son para el socialismo, para las ideas de fraternidad y de amor
que fueron las que en un principio animaron a los convencionistas
de Aguascalientes, y a los mismos constitucionalistas; que trataron
de unir los intereses de la Nacin, de las distintas clases sociales del
pas y cimentar la Ley en principios de equidad y de justicia; pero
se impusieron las pasiones; la ignorancia de nuevo oscureci las
383
inteligencias, y yo coneso rmemente que a eso debemos todos
Ios males que en estos momentos agobian a la Nacin.
El constitucionalismo me ha imbuido en esta ruta. Tuvo principios
buenos, principios de un socialismo puro, que son buenos para este
pueblo que necesita mucho de la luz de la ciencia y de la verdad, porque
no hay que negarlo, nuestra sociedad es instruda a medias y tiene una
educacin afeminada.
La gente se ocupa tan slo en adquirir los medios para vivir y por
adquirir un ttulo con el cual se cree salvaguardada; pero la vida tiene
muchos escollos y el hombre debe ser hombre primero, despus padre
o madre, segn su sexo, y sentir deberes para con la sociedad a la cual
debe honor y respeto. En la educacin de nosotros falta lo principal:
principios slidos para la vida, educacin interior, que es la que hace
a los hombres grandes. Si en esta revolucin se cometen errores, es
porque toda la educacin se limita a una verdadera frmula. El pueblo
bajo vive en la ignorancia y nadie se preocupa por su emancipacin.
El hombre intelectual naturalmente tiene que apartarse de l. Esa
diferencia ha hecho nacer el odio de los que no saben contra los que
saben, de los que no tienen contra los que tienen; pero ese odio ha
nacido tan slo del corazn de los ignorantes o de los ambiciosos, o
de los que teniendo cierta capacidad intelectual, se han valido y han
explotado la ignorancia de las masas, para satisfacer sus ambiciones
y sus deseos desordenados. Si los hombres inteligentes de Mxico
hubieran tomado una parte activa y directa en esta lucha, la revolucin
no hubiera sido tan anrquica, hubiera terminado pronto Las pasiones
malas no se engendran sino por la falta de educacin y si, como he
dicho, los hombres no tuvieran una educacin afeminada, la evolucin
se hubiera ya realizado; pero actualmente, los hombres, entre ellos los
licenciados, los mdicos, etc., no tiene ms que su ttulo: se preocupan
por vivir sin prestar un servicio efectivo a su pas.
Si los hombres intelectuales hubieran seguido una causa noble,
sta hubiera triunfado y tendra que sostenerse por ser la causa de la
inteligencia. Ahora me acuerdo de que Villa, dijo en cierta ocasin que
384
llegamos a un pueblo:General, pues ya ve, no nos siguen ms que
puros vaqueritos; as es que tendremos un gobierno de puros vaqueri-
tosBueno sera,dije yo, y divino resultara el gobierno
Y eso es lo que pasa: los constitucionalistas estn como estn,
por no llamar para resolver los problemas nacionales, a los hombres
inteligentes del pas; pero no, se les destierra, se los mantiene en el
extranjero, se les impide la vuelta a la patria y se les odia. Por eso
estn como estn!
El caudillaje es otro de los peligros, y muy malo, que ha reducido a
nuestro pueblo al estado en que hoy nos hallamos: todo mundo sigue
a un caudillo y lo apoya, no a los principios.
En mis prdicas no he dicho nada contra la Constitucin; yo he
predicado la fraternidad; he predicado una doctrina de conciliacin
y de amor. La gente muy poco entiende eso. Por desgracia, nuestro
pueblo no est an en la poca en que deba hablrsele de otra cosa
que de lo contrario a todo lo que sea odio y venganza; por eso su
infelicidad, por eso se preocupa muy poco por analizar el espritu de
las leyes que nos rigen, por comprender, cuando menos, los deberes y
los derechos que le asisten. Para que el pueblo mexicano sea feliz, es
menester que l quiera serlo; es necesario que cada uno se preocupe
por su mejoramiento, que, de corazn, tenga iniciativa propia, que
hable por s mismo. Villa deca una vez:Nosotros estamos luchando
por la conveniencia de Uds.Pero el pueblo entiende muy poco
de estas cosas. La democracia tambin consiste en que cada uno se
baste a s mismo para que, en unin de los dems, pueda ser libre y,
por tanto, disponer de libertad en su gobierno, en sus hechos, en su
vida propia.
Me han dicho que yo he hablado en contra de la Constitucin y
de las dems leyes que actualmente rigen al pueblo, pero eso no es
cierto. A la gente no puede decrsele eso, primero, porque no entiende;
despus, porque no comprende el espritu verdadero de cmo uno lo
hace y eso es sembrar odios en su corazn, que ni ellos mismos saben
a quien se deben. Yo he dicho nicamente, que las leyes deben ser
385
la expresin de la voluntad y de la conveniencia de todo un pueblo
y que para ello es necesario que los diputados que van a hacer esas
leyes, vayan instrudos sobre lo que deben hacer; que sean los mismos
que los eligen, los que los llamen la atencin sobre lo que necesitan
para el provecho comn; que se necesita construir esta presa, ampliar
aquellas calles, fomentar tales o cuales espectculos, etc. pero ha
sucedido que en un pueblo, sus habitantes no saben siquiera quin
es su diputado.
General Gavira.General Angeles: De acuerdo con la Liga Liberal,
no persigue Ud. la cada del gobierno?
Angeles.No: yo predicaba la fraternidad, la unin entre los
distintos elementos del pas, porque presuma que despus de la guerra
en que estn envueltos los Estados Unidos, tomaran stos algunas
disposiciones contra Mxico. La prdica que yo haca era en mi nombre
propio, por m mismo y sin estar inuenciado por nadie. Yo he enseado,
como maestro que he sido toda mi vida; yo he predicado la igualdad
social, pues nada ms desastroso que tamaas desigualdades; los unos
trabajan y no comen los otros se mueren de tanto comer!
General Gavira.Cuntos combates fueron en los que Ud. se
encontr, aunque, dice, que sin mando de fuerzas?
Angeles.Si se me permite hacer recuerdos para ayudar mi
memoria El primero fu en Moctezuma. All haba como 60 defensores
que se portaron heroicamente, protegidos en una casa desde donde
hacan gran resistencia. Ya anteriormente, Villa me haba dicho que iba
a fusilar a todos los prisioneros. Yo lo disuad de esa idea y, cuando
el combate de Moctezuma, aquellos 60 hombres que estaban en una
casa donde haba mucha paja, resistan con xito, hasta que, con una
bomba de mano, se hizo incendiar la paja y empezaron a salir medio
asxiados por el humo. Al salir mataron a uno, a los otros los cogieron
prisioneros y se les quiso matar, pero yo logr salvar a algunos de
ellos. Me acuerdo ahora de una vez que, en una reunin en la casa de
un amigo mo llamado Hudson Maxim, un sabio ilustre americano, un
inventor de Genio, hermano de Maxim, el de las ametralladoras, me
386
dijo: Ustedes los mexicanos acostumbran matar a los prisioneros,
y yo nunca he sentido tanto rubor como cuando tuve que decirle: s,
seor. Por eso yo siempre procuraba disuadir a Villa de esos hechos.
El me deca que cortar las orejas a la gente, les excitaba mucho y no
daba resultado; me deca tambin, que a todos los villistas que el
gobierno coga, los mataba y que, como represalia, haca igual con los
del gobierno. Yo le contestaba que las represalias no estn justicadas
porque son hechos salvajes. Entonces l me prometi no matarlos y, sin
embargo, falt a su palabra. Fracas all, en parte, mi labor humanitaria
y ello me produjo una gran desilusin.
Despus de Moctezuma, me toc otro combate en Babonoyaba; de
all, despus, en Parral. No es necesario decir lo que hice all, el pueblo
bien lo sabe y, hoy, ahora que he venido prisionero, varias damas han
intercedido por m. Una cosa s digo, y es que el pueblo mexicano
tiene nobles virtudes que le harn grande. All, les dije a los de la
Defensa Social de que era Jefe un joven de apellido Rodi: Uds.
deben cumplir con su deber; y aun la misma familia de este joven
me dijo un da: Qu hacemos, general? A lo que yo contest al
padre:Esconda a su hijo, es un deber. All Villa pretendi ejercer
represalias sobre la familia del citado Rodi y la desterr, pero despus,
se le permiti volver a su residencia. La segunda vez que entr Villa en
Parral, se port bien.
Despus nos vinimos a Ciudad Jurez; no entr al combate, pues
me qued algo retirado de all. En Jurez me parece haber hecho algo
bien: entre los prisioneros que se tomaron, vena uno herido con un
tiro en la quijada que le deshizo los dientes; lo llevaron conmigo y yo
entonces pretend atenderlo y curarlo, procurando esconderlo de Villa;
pero un da lleg ste y le pregunt al herido: Y Ud. qu es? y
ste le dijo: carrancista; entonces quiso matarlo, pero logr, al
n disuadirlo y le salv la vida. Ese prisionero me mostr despus, de
varias maneras, su agradecimiento. Y ese es mi premio.
General Gavira.Se le acusa a Ud. de la voladura de un tanque de
ferrocarril. No recuerda algo de eso?
387
Angeles.No hubo nada de ferrocarriles. Despus de Jurez, las
tropas americanas corrieron a los villistas al Sur y Villa estaba muy enojado
con los americanos. Yo voy a confesar un pecado muy grande: nosotros los
mexicanos, somos enemigos de los americanos, sencillamente, porque
no los conocemos; conocemos a los americanos de la frontera, pero no
a los del Norte, que son los que hacen progresar a esa gran nacin, a ese
gran pueblo semejante al pueblo de Roma cuando su orecimiento. Los
Estados Unidos, son una gran nacin de la que yo quisiera que furamos
siempre amigos; y no podemos ser amigos de los Estados Unidos, porque
cada uno de nosotros siente que all est el peligro para los mexicanos,
y siente miedo hacia los Estados Unidos. Efectivamente, el peligro viene
de all, por la grandeza del pueblo americano y por el atraso del pueblo
mexicano. Los americanos creen que su moral es muy elevada; pero en
tratndose de un raza y otra, segn lo dijo Kauski, no est muy elevado el
sentido moral de los americanos. Estos nos creen de una raza muy inferior
a la suya y estos hechos, como todos los que guran en el mundo fsico,
as como en el mundo social, tienen una explicacin; hay que evitar los
peligros y no obedecer a los impulsos del odio.
Uno de los motivos de mis disgustos con Villa, y que originaron mi
separacin de l, es su odio contra los americanos. Los hombres rsticos
como l, creen que el que no tiene odio no es hombre. Esto, pudiera
estar justicado por su ignorancia, pero no lo est en los de arriba, en
los que tienen el poder; el odio del que est arriba, es salvaje. Esa fu
la causa de que yo me alejara de Villa: el no querer hablar contra los
americanos.
Muchas veces, cuando trato de corregir los defectos de los
mexicanos y les presento las virtudes de los americanos, me critican.
Uno de nuestros peores defectos es la odiosidad y la falta del principio
del amor para s mismo y para con los dems.
Cristo predic siempre la pureza de alma y cuerpo. Su religin
se resume en tres palabras: pureza, amor, esperanza. Me referir
ligeramente a la pureza: la pureza consiste en la limpieza de la casa,
del vestido, de las calles, de toda una poblacin; pero la limpieza,
388
ms que en todo, ms que en el exterior, debe ser en el alma. El odio
es la impureza del corazn que debe hacerse desaparecer para que
nicamente lo llene el amor. Entonces sern felices los hombres, sobre
todas las cosas. El odio a los vicios y a los malos hbitos, ese s debe
abrigarse, porque en este caso se llega a la misma conclusin: que el
odio a las malas costumbres es el amor a la virtud.
General Gavira.Suplicamos a Ud. se sirva decirnos lo que pas
en Moctezuma.
Angeles.Pues, como ya dije, a unos prisioneros pude salvarlos,
a otros no. Yo le deca a Villa que a los vencidos no hay que matarlos,
sino que hay que honrarlos cuando se conducen dignamente, y hay que
tratarlos con decoro recuerdo que, una vez, el Presidente Roosevelt, en
un discurso memorable que yo tambin escuch, dijo de los mexicanos:
Los bandidos, como ellos se llaman entre s Para evitar esto,
es necesario que nos tratemos con ms decoro. Los del Norte llaman
a los del Sur, changos, pero los del Sur, o los changos, merecen
ms compasin porque tienen menor grado de adelanto que los del
Norte, y son ms incultos en sus costumbres. No hay gracia ninguna en
querer a los bonitos y a los poderosos; lo elogiable es juntarse con los
pobres y los humildes, y ayudarlos. Esa es la gracia. Yo tambin soy del
Sur, es decir, yo tambin soy chango y, sin embargo, quiero a los de
Chihuahua, porque son bondadosos, porque son mejores y ms libres
que los del Sur; aqu estn ms adelantados.
Recuerdo tambin que, cuando la campaa del Sur, las tropas
no hacan la paz, sino que encendan ms la guerra; desolaban y
devastaban, y era natural que contra ellas se rebelaran. Esa es la causa
de las revoluciones: la injusticia, y hasta estoy por decir que toda
revolucin es justicada y que tiene su razn de ser.
Aqu en Mxico, tenemos muy poca cultura; el colmo en nuestro
pas es ser licenciado o doctor y, sin embargo, carecemos de hombres
que den una instruccin superior y efectiva.
A continuacin, el Presidente pidi a los Vocales que interrogaran
al acusado; pero habindose abstenido de hacerlo, el Agente del
389
Ministerio Pblico lo hizo objeto de varias preguntas. Como el
ciudadano representante de la sociedad preguntase al acusado cul
era su manera de pensar, ste, en un arranque de elocuencia, dijo:
En el sagrado hogar del alma, o sea la conciencia, nada ni nadie
debe entrar; entrando despus en diversas consideraciones para
terminar diciendo que, con profundo respeto, poda decir al Agente
del Ministerio Pblico que, qu le importaba lo que pensara, ya que
tena que basarse en hechos concretos y no en pensamientos?
Otras preguntas hizo el licenciado Vctores Prieto, Agente del
Ministerio Pblico, que Angeles contest con gran entereza, sobre
todo cuando dijo textual: Cuando estuve en Aguascalientes, en la
Convencin, sufr ms de lo que sufro actualmente SE QUE ME VAN
A MATAR PERO TAMBIEN SE QUE MI MUERTE HARA MAS POR LA
CAUSA DEMOCRATICA, PORQUE LA SANGRE DE LOS MARTIRES
FECUNDIZA LAS GRANDES CAUSAS. La gente que me escucha sabe
que se me acusa de ser hombre perverso y ella me comprende
391
I
NTERROGATORIO DE LOS DEFENSORES.Interroga despus al
reo el defensor, licenciado Gmez Luna, el cual pregunta si es cierto
que ha desconocido la Constitucin de 1917, y si se encontraba en
rebelda contra el gobierno actual, citando para mayor comprensin
del reo, el artculo que dene cul es la rebelda.
Angeles dice que estaba en el extranjero, y que no es hostil al
gobierno, jurdicamente hablando, pues slo predicaba la fraternidad
por su propia cuenta, sin obedecer rdenes determinadas.
Lpez Hermosa interroga tambin al reo, sobre si cree ser general
actualmente, contestando que n, pues en el escalafn del Ejrcito,
no gura para nada ni tiene patente expedida por la Secretara de
Guerra. Valindose de esto, la defensa pide al Consejo se solicite por
la va telegrca a la Secretara mencionada, que diga si Angeles, es
actualmente militar o no, peticin que tras de algunos debates sin
importancia, es desechada en parte, pues esos informes se pedirn
cuando sea oportuno y despus de conocer las constancias procesales,
dando esto lugar a que la defensa proteste y el Presidente del
Consejo de Guerra, se dirija al pblico para manifestar que deben
creer en la honradez de todos y cada uno de los que integran el
dicho Consejo, ya que ellos no son de los que obedecen consigna
y slo cumplen con su deber, declaracin que el ciudadano general
Gabriel Gavira protesta hacer bajo su honor de militar.
VARIOS DETALLES DE LA VIDA DE ANGELES.Lpez Hermosa se
dirige al reo, y le dice que desea conocer algunos detalles de su vida, a
lo que el prisionero contesta que, contrariando su modestia, lo har.
CAPI TUL O XX
392
Dice que fue alumno del Colegio Militar, siendo siempre su ambicin
la de llegar a Director de dicho establecimiento, para lo cual estudiaba
da y noche, hasta lograrlo, viendo siempre la manera de ser til a su
patria.
Dice que cuando Huerta traicion, algunos personajes quisieron,
hacerlo cambiar de opinin, invocando, para ello, su inmenso amor
al citado Colegio, cosa que no lograron. Habla despus sobre la
organizacin del Ejrcito Federal y sus grandsimos defectos, sealando
los que actualmente adolece, citando adems, varias ancdotas
referentes a los Estados Mayores de Francia y a su organizacin, as
como a los sucios negocios que Mondragn haca, y en los cuales l
nunca quiso ser partcipe.
A pregunta especial que se le hace, maniesta que carece de
medios para vivir, pues nunca se ha preocupado por el dinero, citando
el caso de que la ropa que trae se la facilit el mayor Sandoval, y que
conserva en el bolsillo la moneda que le fue obsequiada por una dama
de Parral y la guarda como un recuerdo.
Ha recibido Ud. alguna condecoracin? pregunta Lpez
Hermosa.
S, contesta el reo, soy Caballero de la Legin de Honor de
Francia, y tengo permiso para usar la condecoracin, concedido por
la Cmara de Diputados.
Contesta despus, que slo portaba una pistola cuando entr en
territorio mexicano, y que no se ha alzado en contra del gobierno,
pues ha venido, como ya dijo, tan slo a hacer labor de unin entre
los diferentes grupos polticos, practicando y haciendo conocer la
verdadera democracia.
SE SUSPENDE LA AUDIENCIA.En vista de lo avanzado de la hora,
Lpez Hermosa solicita del ciudadano Presidente del Consejo, que
suspenda la audiencia por una hora, para que descansen y tomen sus
alimentos, tanto los miembros del Consejo como los procesados.
El general Gavira declara que la audiencia se suspende por una
hora, para reanudarse a las seis de la tarde.
393
SE REANUDA LA AUDIENCIA.La lectura de las constancias pro-
cesales es llevada a cabo por el teniente coronel Hinojosa, los detalles
estn contenidos en lo que testigos y reos manifestaron.
Hay tambin en autos del proceso, un telegrama del Procurador
General de Justicia Militar, Fraustro, en el que ordena al Jefe de
Operaciones que se juzgue a Angeles por rebelin y a Trillo y
Arce por rebelin y desercin frente al enemigo; as como que
las fuerzas que operan en el Estado estn consideradas como
en campaa. Tambin estn en el proceso los nombramientos que
el general Angeles, hace como sus defensores en las personas del
licenciado Pascual del Avellano y Alberto Lpez Hermosa, el primero
de los cuales fue revocado.
Vienen despus los testimonios del hoy teniente coronel Gabino
Sandoval, quien ratica sus declaraciones anteriores; los de Flix
Salas, antiguo miembro de la gavilla de Martn Lpez, quien tambin
ratica sus declaraciones en todo iguales a las de Sandoval. Asimismo,
atestigua Arnulfo Basurto quien como los anteriores, maniesta que vio
hacer fuego a Angeles, cuando iba a ser aprehendido y que tambin
le consta que era jefe de los villistas cuando el fracasado ataque a
Camargo.
El ltimo testigo es Francisco Vzquez, que se encuentra
amnistiado, y quien maniesta que no pudo ver si Angeles haca
fuego por estar distante, pero que vio los movimientos de la mano,
por lo que cree que s us su pistola, y pudo ver una arma de las
mencionadas, que fue recogida, la cual tena todos los casquillos
disparados.
LOS CAREOS.Angeles y Sandoval son careados, y ambos se
mantienen en el dicho de sus declaraciones y lo mismo sucede con
Flix Salas, Basurto y Angeles.
Se mand suspender el Consejo por media hora, para dar lugar
tanto a los miembros del Tribunal, como a los prisioneros, para que
tomen un refrigerio.
La suspensin se efectu a las ocho treinta de la noche.
394
La audiencia vuelve a reanudarse a las diez treinta y cinco de la
noche.
La defensa insiste en su solicitud hecha en la maana, de que se
recabara por la va telegrca, informe de la Secretara de Guerra y
Marina, sobre si los acusados constaban en el Escalafn del Ejrcito
Nacional.
Esta nueva solicitud, provoc otra discusin entre el Presidente
del Consejo y el Agente del Ministerio Pblico, por una parte, y los
defensores por la otra; sostenan los primeros que no era procedente
pedir tal informe, por constarles demasiado a los miembros del Consejo,
el carcter militar de los acusados y que, a mayor abundamiento, no
haba tiempo dada la rapidez con que deben ser llevados a cabo los
Consejos de Guerra Extraordinarios, a que llegara el informe que se
trataba de recabar, pues siendo de noche, las ocinas de Mxico se
encontraban cerradas, y que la audiencia no poda ser suspendida por
ms de seis horas.
Nuevamente salieron a relucir diversos artculos de los Cdigos
de Procedimientos Penales Militares y de la Ordenanza General del
Ejrcito, sealados unos por la defensa y otros por el seor Agente del
Ministerio Pblico. Una vez que la Presidencia consider sucientemente
discutido el punto, acord que no era de accederse a lo que solicitaban
los defensores de los reos.
LA DEFENSA HIZO QUE SE ASENTARA EN EL ACTA SU FORMAL,
ENERGICA Y RESPETUOSA PROTESTA POR LA DETERMINACION
DEL CONSEJO.
LA VOZ DE LA ACUSACION.El Agente del Ministerio Pblico,
licenciado Vctores Prieto, pidi la palabra para hacer su enrgica acusa-
cin. En una fulminante requisitoria, desat sobre Angeles y Enciso de
Arce, el fuego de su ira, hacindoles a ambos los ms duros cargos.
Dijo el seor Vctores Prieto, con profundo irona, que Angeles vena
ante el Consejo de Guerra querindose hacer pasar por un apstol, por
un predicador de amor y que, tratando de parodiar las santas prdicas
de Jess de Nazaret, deca venir predicando fraternidad y unin, pero
395
que en realidad, esas palabras de fraternidad y unin, en la prdica de
Angeles, deberan considerarse como desunin y desfraternidad; que
el acusado, con su elocuente palabrera socialista trataba de cubrir, con
una mscara falsa, sus grandes crmenes.
No es mi voz, raqutica y pobre, la que debiera levantarse ante este
respetable Tribunal, en estos momentos en que la conciencia pblica
nacional, tiene una ocasin histrica de formular la ms tremenda
de sus requisitorias y reclamar de los representantes de la justicia, la
imposicin de una pena ejemplar para el que, haciendo plegar sus
alas al guila simblica que la Patria coloc un da sobre su cabeza, se
apart de su senda patritica empezada bajo la inspiracin del Maestro
de la Democracia, don Francisco I. Madero, para ir a someterse con
su espada, con su escudo, con su intelectualidad y con sus gloriosas
preseas, al bandolero feroz que como centauro ebrio pisotea todava
nuestra institucin, flagela con su genio perverso la tranquilidad
social, detiene en su sombra todas las actividades sociales, polticas,
industriales y comerciales y provoca conictos internacionales con su
inconciencia rabiosa.
Pero si es dbil mi voz, si est muy lejos de ella el genio de
Esquilo o el de Shakespeare, para describir cumplidamente Ios girones
de tragedia que cruzan en las imaginaciones de los que en estos
momentos me escuchan, he de cumplir mi deber, ya que previamente
en causas como la presente, el juicio se haya de antemano substanciado
ventajosamente ante la opinin pblica y pronunciada se encuentra
ya por ella la sentencia que debe vindicar los intereses sociales; he de
cumplir un deber, si lo que he de expresar lo sienten todos los que me
escuchan. Lo sienten tambin los que con su presencia han venido a
completar la solemnidad del acto, y lo sienten tambin aquellos cuyos
sentimientos de nobleza y de piedad borra pasajeramente la ms
grande de las culpas.
Abandonado, pues, en mis escasas fuerzas, paso a formular la
requisitoria de Ley, etc., etc.
Para terminar, sent las siguientes conclusiones:
396
Acuso a Felipe Angeles, del delito de rebelin.
El caso est comprendido en los artculos 313, 1095 y 1121 de las
leyes procesales militares.
La pena que conforme a dichos artculos corresponde al procesado,
es: LA DE MUERTE.
Sobre el acusado Arce, tambin descarg acusaciones tremendas,
juzgndolo culpable de los delitos de rebelin y desercin, y para l
tambin pidi la pena capital.
En cuanto al soldado Antonio Trillo, no lo consider como desertor
y solo lo acus por el delito de rebelin, pidiendo para l la pena de
diez aos de prisin.
Declar asimismo, el Agente del Ministerio Pblico, QUE EL CON-
SEJO DE GUERRA EXTRAORDINARIO INSTALADO PARA JUZGAR
A LOS SEORES ANGELES, ENCISO DE ARCE Y TRILLO, ERA
COMPETENTE PARA JUZGARLOS.
LA VOZ DE LA DEFENSA.El Sr. licenciado Alfonso Gmez Luna, en
brillante peroracin, que publicamos ntegra, sostuvo la inculpabilidad
de sus defensos y la incompetencia del Consejo de Guerra y pidi, a
nombre de la justicia, que fueran absueltos.
Alegato del licenciado Gmez Luna.
Seor Presidente del Consejo de Guerra; seores vocales:
Como defensor de los procesados Felipe Angeles, Nstor Enciso de
Arce y Antonio Trillo, tengo la honra de dirigir mi palabra al muy honorable
Consejo, en la seguridad que habr de obtener lo que deseo, porque sus
miembros son personas ilustradas, de recto criterio y que no tienen ms
miras que la justicia; y en este caso, la que asiste a mis defensos, es palpable
y lo revela el proceso. Cada una de sus pginas dice a esta defensa, que
no son autores del delito que se les imputa y por lo mismo, yo no dudo
de obtener la absolucin de las personas a quienes deendo.
Se trata, seores vocales, de un caso excepcional, pero por este
calicativo que le doy no deja de ser de fcil resolucin, porque ya lo
397
dije, el proceso no revela la criminalidad de Angeles, Enciso de Arce y
Trillo y, donde no hay prueba, no cabe otro recurso que la absolucin.
Lo que no existe en el proceso, dicen los antiguos juristas, no existe
en el Mundo.
De aqu concluyo que si no existe la demostracin del delito
imputado a mis defensos, el Consejo, si ha de hacer justicia, habr de
levantarse en una voz y proclamar: Los que estn all sentados en esos
bancos deben ser absueltos.
Comenzar por las imputaciones que ha hecho el Ministerio
Pblico, en su requisitoria al seor Felipe Angeles.
De qu le acusa?Nada menos que de un delito terrible, un
delito que reviste un carcter poltico, el DELITO DE REBELION.
Ah!, tal delito no existe demostrado, porque primero debe existir la
comprobacin del cuerpo del delito, y despus la intencin criminosa
de haberse perpetrado aquel, para que un individuo pueda decirse
reo de determinado delito.
La rebelin. Pero, qu signica esta palabra?El artculo 313
de la Ley Penal Militar, que es el invocado por el Ministerio Pblico,
dice qu sern castigados con la pena de muerte, los militares que
sustrayndose a obediencia del Gobierno y aprovechndose de las
fuerzas que manden o de los elementos que hayan sido puestos a su
disposicin, se alzan en actitud hostil para contradecir cualquiera de
los preceptos de la Constitucin Federal.
Lo primero que exige la Ley, es el carcter militar. Y, lo tuvo el
inculpado cuando dicen que se alz contra el Gobierno? Dnde est
la demostracin de su carcter militar?Porque aqu, seores vocales,
se trata de un delito puramente militar y primero es ser militar para que
pueda cometerse el mencionado delito. El proceso no revela nada.
Los testigos nada nos expresan sobre el particular.Dnde est la
infraccin material de este delito y en qu consiste el cuerpo del mismo
o los elementos externos, como se los llama en la prctica?Yo, por
ms que los he buscado en las pginas de ese proceso, no encuentro
un dato, un indicio siquiera de la rebelin. No juzgo que se haya
398
demostrado que el prevenido mandaba fuerzas, no distingo en qu
consiste la distraccin a alguna orden del Gobierno, ni que se perciba
ningn plan poltico, con el objeto de contrariar la Constitucin, a
menos que todos los constituyentes de 1917, y el pas en general sean
autores de ese delito, porque la Constitucin que entonces rega, se
reform.
Si no existe pues, demostrado el cuerpo del delito de rebelin, no
hay autor de tal delito, y en consecuencia, la tesis que deendo, o sea
la absolucin de Angeles, debe ser acordada, lo mismo que la de los
otros dos procesados. Pero, yo por convenir en algo con la acusacin
pblica, concedo por un momento que se demostraran los caracteres
externos del delito de rebelin, y tambin que los procesados tomaran
participacin en el mismo y hasta que coadyuvaran a consumarlo.
En este caso, ha de decirse que son culpables del mencionado
delito y acreedores a la terrible pena con que se les amenaza?No,
seores vocales, y la contestacin que he expuesto al Consejo me
la ha suministrado la misma Ley Penal que rige entre los militares. Si
se consuma una rebelin, los responsables no sern castigados, si
incondicionalmente se rinden a la primera intimacin que les haga
algn jefe por parte del Gobierno. Ahora bien, el proceso revela que mis
defendidos fueron sorprendidos en un punto que se llama Las Moras,
perteneciente, segn creo, al Distrito de Hidalgo, y su aprehensor, el
mayor Gabino Sandoval, intim a aquellos su rendicin y aceptaron mis
defensos sin obstculos, sin objecin de ningn gnero, actuando de
esta manera un esforzado Jefe de las Defensas Sociales.Cmo ha
pues de castigarse a los acusados?De ninguna manera.
Las ideas que indico sobre un delito, sobre su comisin dir mejor,
son de suyo claras, surgen de la esencia de toda infraccin penal, y
faltando una de ellas, es absolutamente imposible que haya delito
ni, por lo mismo, delincuente. Se necesita, seores vocales, un sujeto
del delito, un objeto, la materialidad del mismo, y el lazo neo-jurdico
que una al autor con su obra. Pues bien: all tenis tres acusados, los
tres han rendido sus declaraciones, testigos de cargo han declarado,
399
no exentos de tacha, que es intil indicar cules sean, porque se trata
de sus aprehensores, ms el objeto del delito no se ha demostrado,
ni menos an la materialidad del mismo, conviene saber, los hechos
externos en que aquella consiste, o como antes he expuesto, la
comprobacin del cuerpo del delito de rebelin. No es entonces dable,
al Honorable Consejo, dictar un fallo condenatorio. Donde la duda
existe, la absolucin se impone. No ha explicado el seor Angeles,
de una manera detallada su conducta desde la Convencin celebrada
en Aguascalientes? No os ha hablado de una Liga Liberal, para
unir todos los partidos, que por desgracia trataban de desquiciar las
bases en que se funda nuestra sociedad en lo que se reere al derecho
pblico?Y, en qu combate se le ha visto mandar tal y cual faccin,
hacer prisioneros y tomar alguna resolucin respecto a ellos?En
ninguno, seores. Cmo pues, imputarle el delito a que llevo hecho
referencia?Yo, en los pocos instantes, por decirlo as, de que he
disfrutado para pensar sobre el contenido de ese proceso, he visto
delinearse la conducta de los procesados y no me parece que sea
criminal. Estar equivocado; el error es el patrimonio de todos, pero
en favor de la verdad.
No creo que deba agregar ms a esta sencilla defensa por cuanto
la dicta mi conciencia, ajena de toda preocupacin. Soy defensor de
ocio y mi papel no es tergiversar los hechos, sino exponerlos tal cual los
revela una causa o proceso, y el que est all me indica elocuentemente
la irresponsabilidad de mis defendidos.
Voy a exponer a los Honorables miembros del Consejo de Guerra,
que me escuchan, unas cuantas palabras sobre su competencia; y aun
cuando parezca extrao que lo trate en este momento, debindome
haber ocupado al principio, manifestar haber obrado as nicamente
por el deseo, por la ansiedad que me impulsa a proclamar dentro de
los muros de este recinto, la inocencia de los acusados.
Sabido es que desde antao se abolieron los fueros especiales,
quedando subsistente tan slo el de guerra para los delitos y faltas,
contra la disciplina militar.
400
Esto dicho, mi mente abriga la idea de que el Consejo de Guerra,
no tiene jurisdiccin para aquilatar la conducta de los prevenidos.
La rebelin, es un delito contra la disciplina militar?La defensa lo
duda
La rebelin indica la idea que antes manifest. Es una especie
de delito revestido, en cierto modo, de un carcter poltico; y no es
lo mismo, verbi gracia, murmurar de un Jefe, no asistir a revistas, que
pretender un cambio de las autoridades, o bien impedir por los medios
posibles, que se verique la eleccin de algn funcionario del orden
administrativo o judicial. Pero en la hiptesis de que esto no fuese as, el
artculo 13 de la Constitucin Federal de la Repblica, viene en mi auxilio
proporcionndome medios para demostrar la proposicin asentada.
La Ley que design, en su artculo 13 previene que los tribunales
militares en ningn caso, y por ningn motivo, podrn extender su
jurisdiccin sobre personas que no pertenezcan al Ejrcito.
Ahora bien, los inculpados, Angeles, Enciso de Arce y Trillo, son
militares?Sera difcil, por no decir imposible sostener la armativa. El
carcter militar no se demuestra con declaraciones de testigos, porque
las cualidades que corresponden a ciertas personas y que no son de las
que poseen todos los hombres, requieren un ttulo para demostrarlo.
As, por ejemplo, la cualidad de abogado, la de mdico, etc., no se
demuestran con el dicho del que las posee, ni con el de testigos,
sino con documentos fehacientes expedidos por las autoridades o
corporaciones encargadas de ello. No es esto evidente, seores del
Consejo?S lo es, porque lo evidente de una proposicin no necesita
raciocinio para demostrarlo.
As es en verdad. Abro un libro, que todos los que nos encontramos
aqu en este saln, con el carcter de vocales del Consejo de Guerra, de
Acusador Pblico y defensores, conocemos. Ese libro es la Ordenanza
General del Ejrcito, la que en su artculo 921 dice que el carcter
militar slo se demuestra con el nombramiento expedido por las
autoridades a quienes concierne hacer tal cosa. En la causa no consta
el nombramiento, el ttulo de militares que se atribuye a los prevenidos;
401
debe por consiguiente, decirse que no se acredit el carcter militar
de los que estn all en el banquillo de los acusados, y en este caso,
la incompetencia del Honorable Consejo, al que tengo la honra de
dirigirme, est demostrada.
Si no temiese fatigar la atencin de los seores vocales del Consejo
de Guerra, me ocupara del delito de desercin que se imputa a uno de
los clientes. La lgica me manda que cuando no haya pruebas, ni remotas
siquiera, de un delito, el papel de la defensa, es negar la comisin de
aquel. No hay desercin ni menos frente al enemigo, que nunca ningn
prisionero ha sido considerado ni lo ser, como desertor.
He demostrado a mi modo de ver, que falta la comprobacin del
cuerpo del delito de rebelin, que la ordenanza se ocupa de los delitos
puramente militares, o sea de aquellos que slo pueden cometerse
por militares; y stos son las personas de la clase de soldados y tambin
los funcionarios militares que pertenezcan al Ejrcito Mexicano. Los que
han sido acusados, no son militares, no; son paisanos y en este caso, el
Consejo debi haber declinado su jurisdiccin y no juzgarlos.
He concluido. En cuanto mis dbiles fuerzas me lo permiten,
trabaj esta defensa. Ahora, toca a vosotros resolver sobre la suerte
de los acusados; pero yo no cerrar mis labios sin recordaros antes, a
vosotros guerreros esforzados y hombres de corazn, que un antiguo
lsofo, Sneca, en ocasin semejante a la en que nos encontrarnos,
pronunci estas palabras que a travs de los siglos ha conservado la
Historia: Res est sacra miser.S, seores; todo hombre cado en
desgracia, ha de verse como una cosa sagrada.
EL OTRO DEFENSOR.El licenciado Lpez Hermosa, con su pe-
culiar facilidad de palabra, pronunci una bella pieza oratoria en la cual
verti conceptos muy apropiados para el n que persigue, y termin
pidiendo al Consejo, que haciendo un lado los odios de partido, que
ya es hora de que desaparezcan de entre nosotros, fuera clemente para
con los tres infortunados que se encontraban en el banquillo.
El Agente del Ministerio Pblico, replic a los defensores y en la
rplica se suscit un pequeo altercado entre l y el licenciado Lpez
402
Hermosa, debido a ciertas frases vertidas por ste en el calor de su
peroracin; el licenciado Lpez Hermosa, no tuvo inconveniente en
retirar las palabras que desagradaban al licenciado Vctores Prieto.
LAS PALABRAS DE ANGELES.Se concedi permiso al acusado,
general Felipe Angeles, para que hiciera uso de la palabra, y ponin-
dose en pie, con voz robusta dijo que ya se encontraba sin fuerzas
para seguir luchando por salvar la vida, que l ya no quera defenderla
en esos momentos, que lo que defenda eran sus acciones; entr en
nuevas disertaciones de orden moral y termin diciendo:
Yo no abrigo odios contra nadie, pues nunca los he abrigado;
cuando luchaba en poca pasada contra el Gobierno, no le tena
odio as como tampoco lo tena cuando Madero me envi a combatir
a los zapatistas. El cario que manifestaba a todos all hizo que los
habitantes de aquella regin me llamaran zapatista, no porque lo
fuera, sino porque as se acostumbraba llamar all a los que estimaban
a los pobres y humildes y se dio ms de una ocasin el caso de que
acompaado slo por mi asistente, atraves una regin por cerca de
donde se hallaba el enemigo, que me vio, y fu respetado.
Tambin en Monterrey, cuando los constitucionalistas entraron
a esa plaza, el pueblo me hizo hablar y rerindome a los enemigos,
deca yo que eran nuestros hermanos equivocados; ello origin el
que desde entonces nuestros enemigos se dieron chuela entre s,
llamndose hermanos equivocados, como pudieran haberse llamado
de cualquiera otra manera.
Ahora mismo, no tengo odio para ningn constitucionalista,
como no lo tengo para ningn federal, para ningn huertista, para
ningn porrista; por el contrario, siento cario entraable para todos
los mexicanos de cualquier creencia, religin o credo poltico. Ese ha
sido mi defecto, amar a todos los mexicanos, y es ms, amar a toda
la humanidad, amar, hasta a los animales, porque a veces somos
nosotros ms malos que ellos. He llegado hasta creer, que es salvaje
matarlos, para alimentarnos con ellos. Amo tambin a todas las cosas
de la tierra, los paisajes, los paisajes de mi tierra especialmente, han
403
sido mi pasin; amo el sistema planetario, la nebulosa que se tiende
en lo inmenso del cielo, las estrellas, los mundos que gravitan en la
inmensidad del espacio, lo amo todo!
Si me mezcl en poltica en tiempos pasados, no abrigu
sentimiento alguno de odio jams, y en cambio tuve amor por
determinadas instituciones. Despus del fracaso de Villa, me dediqu
en los Estados Unidos a estudiar el socialismo, que es altamente
fraternal; reconoc que ese sentimiento se extiende por todo el mundo
y que a l se deben las conmociones populares actuales. Tambin
mi amor a la democracia es un hecho; se creer que soy motivo de
discordia y que tan slo me gusta la rebelin, que me gustara ver que
mi Patria se incendiara en llamas enormes pero no es as. Quiero que
los constitucionalistas que ahora imperan se consoliden; que abran sus
brazos a todos sus hermanos, que se instruyan, que formen un gobierno
ejemplar y que exploten debidamente las enormes riquezas que harn
orecer a la Patria.
Los mexicanos todos abrigamos un sentimiento de repulsin hacia
los americanos. Ese sentimiento, es el sentimiento instintivo del peligro
que sentimos en el corazn, como se percibe la sensacin del peligro,
en las clulas. Yo admiro a los Estados Unidos, porque son un gran
pueblo al que comparo con Roma; pero no quiero que ese pueblo,
como Roma, absorba a todas las naciones. Creo que habr respeto
para las naciones dbiles, cuando sea un hecho la Liga que proponen
el Presidente Wilson y otros grandes hombres de Estado; espero
que entonces Mxico tendr oportunidad de escapar de una guerra,
logrando la amistad de los Estados Unidos, y no sufrir la vergenza
de ser conquistado y absorbido por ese pas.
Hago fervientes votos porque nuestros estadistas resuelvan
acertadamente los rduos problemas de la Nacin, y digo todo esto
para que despus que se dicte mi sentencia de muerte, y yo haya
desaparecido, no se crea que yo fui un hombre malo
LA DELIBERACION.Despus de que el ex-mayor Enciso Arce,
tambin hizo uso de la palabra exponiendo que no puede acusr-
404
sele de traidor porque fue aprehendido por los villistas y obligado a
seguirlos, esperando una oportunidad para volver, agreg que ira al
patbulo con la conviccin de su inocencia y que deseaba legar a sus
hijos la misma herencia de honor que haba recibido de su padre. El
Presidente del Consejo, general Gabriel Gavira, toma la protesta de
Ley a los vocales del mismo, declarando formalmente que el Consejo
de Guerra extraordinario es competente para juzgar y condenar a los
acusados Angeles, Enciso de Arce y Trillo, por los delitos de rebelin
y desercin frente al enemigo.
El Asesor Militar, general y licenciado Salvador Franco Uras,
formula el interrogatorio a que deben contestar los miembros del
Consejo para decidir la suerte de los acusados, interrogatorio que
la defensa pide se reforme suprimiendo alguna de las preguntas y
modicando otras.
Poco despus de las cuatro y media de la maana, el mismo general
Gavira, declara suspendida la sesin por cinco horas para descanso,
debiendo reanudarse a las diez de la maana.
La deliberacin de los miembros del Consejo principi despus
de las once de la maana, habindose llenado previamente algunas
formalidades legales.
Angeles y sus compaeros, quienes haban sido conducidos
al cuartel del 21 regimiento, donde estaban sus celdas, fueron
llevados de nuevo al foro del Teatro de los Hroes, cerca de las
diez de la maana. A esta hora, el amplio recinto del Coliseo de
la Plaza Hidalgo, se encontraba pletrico de concurrencia que
pacientemente, esper durante varias horas hasta conocer el
resultado de las deliberaciones de los miembros del Consejo, y la
lectura de la sentencia denitiva.
Mientras duraban las deliberaciones del Consejo, Angeles y sus
compaeros se encontraban en la parte posterior del foro, donde
algunos militares y civiles cruzaban con ellos breves frases de aliento.
Angeles se mostraba sonriente, y slo al ser interrogado sobre
si tena conocimiento de que sus familiares venan en camino para
405
Chihuahua, se mostr un poco nervioso y dijo: No lo creo, ni lo deseo.
Para m solo, esto es un juego de nios; estando aqu mi familia sera
muy diferente.
EL RECURSO DE AMPARO.Los seores licenciados Alberto Lpez
Hermosa y Alfonso Gmez Luna, defensores de los reos, interpusieron
el recurso de amparo, ante la Suprema Corte de la Nacin, contra actos
del Consejo de Guerra Extraordinario que los juzga. A la solicitud de
amparo, contest la Suprema Corte lo que sigue:
Mxico, 25 de noviembre de 1919.A un telegrama de los seores
Gmez Luna y Alberto Lpez Hermosa, por medio del que interponen
directamente ante esta Corte el recurso de amparo a favor de los seores
Felipe Angeles, Nstor Enciso de Arce y Antonio Trillo, contra actos del
Consejo Extraordinario de Guerra de la plaza de Chihuahua, recay el
siguiente acuerdo de esta fecha: Frmese y regstrese el expediente
respectivo con la demanda de amparo formulada por Alfonso Gmez
Luna y Alberto Lpez Hermosa, como defensores de Felipe Angeles,
Nstor Enciso y Antonio Trillo, contra actos del Consejo de Guerra
Extraordinario de la Plaza de Chihuahua, por conducto del Juzgado del
Distrito, dgase a los mencionados defensores, que la suspensin del
acto, debe solicitarse ante la misma autoridad responsable, de acuerdo
con lo prevenido en la fraccin V del artculo 107 de la Constitucin
y que recaben de dicha autoridad y remitan a esta Suprema Corte,
las copias certicadas a que se reere la fraccin VIII del precepto
constitucional antes citado, y en relacin con lo que disponen los
artculos 100, 101 y 102 de la Ley reglamentaria, de los artculos 103 y
104 del Cdigo Poltico. Por la va telegrca comunquese este acuerdo
a los interesados. As lo acord la Suprema Corte de Justicia de la
Nacin.Doy f.Comuniclo para sus efectos y conocimiento de A.
J. J. Orozco, R.
ACTITUD DE LA CAMARA CARRANCISTA.En la sesin de la
Cmara de Diputados del 25 de noviembre de 1919, el Secretario
inform que se haba recibido el siguiente mensaje:Ciudadanos
Secretarios de la Cmara de Diputados:Hoy, a las 11.30 de la
406
maana, nos juzgan en Consejo de Guerra extraordinario, imputn-
donos el delito de rebelin militar. No podr demostrarse nuestra
calidad de militares; en consecuencia, no hemos cometido tal delito
militar. Tememos por nuestra existencia y suplicamos a ustedes den
cuenta a esa H. Cmara con este mensaje, a n de que acuerden
lo conveniente. FELIPE ANGELES, NESTOR ENCISO, ANTONIO
TRILLO.Rbricas.
El trmite que se daba a ese telegrama era que fuera turnado a la 1a.
Comisin de Peticiones. El diputado y licenciado Alfonso Toro se opuso,
reclamando el trmite porque se trataba de un caso urgente; estaba
de por medio la vida de tres ciudadanos y cualesquiera que fuesen
sus convicciones polticas, tenan derecho a gozar de las garantas
constitucionales y exigir que los juzgaran autoridades competentes.
No debemos permitir deca el licenciado Toro, que se cometa un
atentado
El Secretario Saldaa, dice:-Por mera consideracin se ha dado
cuenta de este mensaje al que ni lectura debi darse, porque se trata
de individuos que estn fuera de la Ley El diputado Toro, pregunta
intrigado:Quin declar a Angeles y compaeros fuera de la Ley?
Fue su Seora el seor Presidente?.Se producen en la Cmara
protestas, gritos y numerosos aplausos.
El licenciado y diputado Mariano Leal observa que la declaracin
del Presidente de la Cmara, es absurda.No, dice, Angeles
est dentro de la Ley, y buena prueba es que lo estn juzgando con
sujecin a las leyes.
El Secretario Saldaa, dice:Ocialmente la Presidencia no
puede hacer declaraciones de que estos individuos estn fuera de
la Ley. Pero ya lo hizo Le interrumpe Saldaa:Se trata de
rebeldes y por ello la Presidencia dijo que estn fuera de la Ley.
Diputado A. Toro:Est de por medio la vida de varios hombres
qu nos importa saber si son rebeldes, o no son rebeldes? S
nos importa!, grita un diputado.Diputado Toro: Se trata de
compatriotas, de Angeles, brillante soldado que honr a su patria
407
en el extranjero, que contrajo merecimientos por su delidad al
gobierno de Madero, en los das de la traicin pretoriana; que puso
su valor y su talento al servicio de la Revolucin y supo darle das de
gloria en Torren y Zacatecas. A un hombre de tales antecedentes
no debemos permitir que lo maten contra las disposiciones de la
Ley, y esto lo permitiremos al no evitar que lo juzgue un tribunal
incompetente. Propongo que el telegrama sea transcrito al Presidente
de la Repblica, inmediatamente, porque el tiempo vuela, y quizs
ya sea tarde.
El general Marciano Gonzlez se opuso; opin que nada en este
asunto tiene que ver la Cmara. No debe torcerse el curso de la Ley.
La Asamblea, por mayora, aprob el trmite de la Mesa.
MAS TELEGRAMAS DE AMPAROLa comisin de damas de Chi-
huahua, a la que nos referimos antes, ha hecho diversas gestiones ante
las autoridades militares de esta plaza, sin haber podido ser escuchadas
por el general Manuel M. Diguez, a quien no pudieron encontrar en su
tren especial, por hallarse sumamente atareado con diferentes asuntos
que merecen su especial atencin.
Una gran cantidad de seoras y de familias se ha dirigido al C.
Presidente de la Repblica solicitando an antes que se dicte la
sentencia denitiva, el indulto para los procesados, sin haber recibido
contestacin alguna de sus mensajes.
Uno de los telegramas solicita gracia para los reos, diciendo al seor
Carranza:Por el inolvidable recuerdo de su distinguida esposa
y otras frases semejantes, tendientes a excitar la compasin del alto
funcionario. Para el envo de uno de esos mensajes sumamente
largo, pues constaba de unas mil doscientas palabras, y dirigido al Sr.
Presidente de la Repblica, las damas solicitaron las rmas de personas
conocidas de la ciudad, quienes en parte se prestaron a satisfacer los
deseos de las peticionarias.
Mientras la defensa y las damas llevaban a cabo tales gestiones, los
miembros del Consejo de Guerra contestaban, en sesin secreta, los
interrogatorios a que fueron sometidos, para dictar su fallo. Dado el
408
nmero de preguntas que contienen esos interrogatorios, y lo delicado
del asunto en estudio, la sesin secreta se prolong por muchas horas
pasando luego los miembros del Consejo, en unin de los abogados
que los asesoran, a formular la sentencia.
A pesar del tiempo que los vocales del Consejo emplearon en sus
deliberaciones, pues permanecieron como dos horas en sesin secreta,
los numerossimos espectadores que llenaba literalmente la amplia
sala, no mostraron impaciencia alguna, permaneciendo sentados por
temor a que sus lugares fuesen ocupados por quienes, de pie, llenaban
los pasillos.
409
L
OS CONSIDERANDOS Y LA SENTENCIA.A las diez y quince
minutos de la noche, el Presidente del Consejo de Guerra, declar
abierta nuevamente la audiencia y el defensor, licenciado Lpez
Hermosa, solicit hacer uso de la palabra, a cuya solicitud, no se le
contest por el Presidente del Consejo. En seguida, el general Escobar,
con robusta voz, dio la orden de:Firmes presenten armas!. Todos
los militares presentes obedecieron la orden, habindose puesto de pie
todos los concurrentes al acto. El licenciado Juez Instructor, dio lectura
a la sentencia, lectura que dur por espacio de una hora.
CONSIDERANDO PRIMERO.El procedimiento en el caso presente,
desde el momento en que ha tenido por base la comprobacin de la
existencia de un hecho reputado como delito por la Ley, como es el
que menciona la orden de proceder dictada por el ciudadano general
en Jefe de las Operaciones Militares en el Norte de la Repblica, por
acuerdo de la Secretara de Guerra, y en las diligencias practicadas por
el ciudadano Juez Instructor Militar, se ajust a derecho, de acuerdo con
lo prevenido por el artculo 46 de la Ley de Procedimientos Penales en
el fuero de Guerra. Establecida en la legalidad dicha por lo que toca a
la forma comn que debe usarlo en el procedimiento, aparece tambin
comprobada, en cuanto al caso excepcional de esta causa que se ha
visto en Consejo de Guerra Extraordinario, ya que estn cubiertos los
extremos del artculo 390 de la Ley procesal citada, segn se justica con
las constancias de autos en que aparece glosada la orden de procesar
que antes se mencion expedida por la autoridad competente, segn
lo prevenido en el artculo VII de la Ley de Organizacin y Competencia
CAPI TUL O XXI
410
de los Tribunales Militares, y con los requisitos que el mismo artculo
390, en relacin con el 36 de la referida Ley Procesal, exigen.
CONSIDERANDO SEGUNDO.El Consejo de Guerra Extraordinario
es competente para juzgar del caso actual sometido a su jurisdiccin,
a pesar de lo alegado en contrario por los acusados y sus defensores,
si se relacionan las constancias de autos, con los preceptos legales y
reglamentarios que deben regir en este asunto. Los acusados y sus
defensores propusieron las siguientes objeciones: 1a.Ilegalidad
del procedimiento en virtud de que, ordenando el artculo 15 de la
Constitucin General de la Repblica, que en cualquier clase de asuntos
penales en que se halle complicado como responsable un paisano, ser
la autoridad civil a quien corresponda el conocimiento del negocio, esa
autoridad deba haber conocido del presente, supuesto que, segn sus
apreciaciones, los tres acusados son paisanos, sin que en autos aparezca
comprobado alguno que conforme a la Ley revele la calidad de militares
que se les atribuye. 2a.Que no habindose formado auto de formal
prisin en contra de los acusados, segn lo previene la Constitucin
General de la Repblica, en su artculo 19, estn siendo ilegalmente
juzgados. 3a.Que no habiendo sido aprehendidos in fraganti los
acusados y siendo este un hecho de los requisitos exigidos para que
sea Juez un Consejo de Guerra Extraordinario, se est procediendo
ilegalmente en su contra. 4a.Que no estando comprobados los
elementos constitutivos del delito de rebelin, estn siendo tambin
ilegalmente juzgados los reos.
Tales objeciones carecen de fundamento a pesar de los esfuerzos
que los acusados y los defensores han hecho, para justicar su aserto,
y dejarlo comprobado. En efecto: Si bien es cierto que el artculo 921
de la Ordenanza General del Ejrcito, dice que ningn individuo del
Ejrcito podr considerarse en posesin del empleo que se le conera,
si no tiene la patente respectiva, tambin lo es que esa disposicin en
manera alguna signica que tal patente sea requisito indispensable
para comprobar en cualquier momento la calidad de militar en un
individuo; pues examinando slo la misma redaccin del referido
411
artculo, vemos que comienza con los siguientes trminos:Ningn
individuo del Ejrcito para agregar despus las palabras que antes se
han dicho; lo cual da idea clara de que hay individuos del Ejrcito con
dos calidades, unos considerados en posesin del empleo y que son
aquellos que han recibido su patente y otros que siendo individuos del
Ejrcito, no pueden ser considerados en posesin de su empleo por
falta de esos requisitos. Esta sola diferencia, que el mismo artculo 921
establece, revela claramente, que no es la presentacin de la patente,
en un caso dado, el nico medio para comprobar el carcter militar
de un individuo. Se ve constantemente el caso de que individuos
que ingresan al Ejrcito, tanto con el grado efectivo, como con el
grado asimilado, empiezan a ejercer sus funciones antes de que se los
expida su patente, pues casi de un modo invariable se les concede
por la Secretara de Estado, determinado tiempo para obtener dicha
patente. Adems sera verdaderamente pueril negar el carcter de
militares a individuos que de la milicia han hecho su profesin, que por
tal motivo han servido siempre en el ramo militar, que han gozado de
las prerrogativas y derechos militares, en ocasin en que la premura
exigida por las mismas Leyes, para cumplir tales o cuales formalidades,
como en el caso de Consejos Extraordinarios de Guerra, traen consigo
la imposibilidad de presentar a la vista, documentos que el mismo
interesado puede fcil y dolosamente ocultar, para no estar al perjuicio
de las disposiciones con que otras veces se han beneciado. Si, pues,
no es requisito indispensable ni el nico medio de prueba para justicar
el carcter militar de una persona, el documento de referencia, debe
estarse indiscutiblemente a lo prevenido no solamente por la Ley
expresa, sino a los principios generales de derecho y aceptar que el
carcter militar de una persona, se justica por los dems medios de
prueba que la Ley establece. A mayor abundamiento, existen la circular
nmero 14356 de la Seccin de Justicia dependiente de la Secretara
de Guerra y Marina, que previene que no debe desconocerse el
carcter militar de individuos del Ejrcito, sino cuando expresamente
la expresada Secretara los hubiere desconocido. As pues, teniendo
412
por lo que toca al acusado Angeles, la propia confesin de ser militar
de profesin, de haber obtenido el grado de general brigadier, de
haber servido con este grado al Ejrcito, tanto en la poca anterior a la
usurpacin de Huerta, como en la posterior bajo las rdenes del seor
don Venustiano Carranza, actualmente Presidente de la Repblica,
confesin que conforme al artculo 205 de la Ley Procesal Militar y
no existiendo prueba alguna de que la Secretara de Guerra haya
desconocido expresamente al general Angeles, su grado respectivo,
sino que ms bien le da ese ttulo, como se justica por el telegrama
que obra a fojas 28 de estos autos, que claramente dice se procese al
general Angeles, por delito de rebelin; y no habiendo por otra parte,
presentado el reo ni tampoco sus defensores, prueba alguna de haber
perdido tal carcter militar, y tener el que en la audiencia pretendi
darse de paisano, es de tenerse a dicho acusado, como militar. Por lo
que respecta a los acusados Arce y Trillo, militan no slo las razones
expuestas por considerarlos militares, sino que existen tambin las
listas de revistas y ocios de la Secretara de Guerra y Marina, que
se pusieron a la vista durante el Consejo y que con su carcter de
documentos autnticos hacen prueba plena, 206, 207 y 210 del Cdigo
de Procedimientos Penales en el Fuero de Guerra.
La segunda de las referidas objeciones no es seria, ni casi debiera
tomarse en cuenta; pero bastar para considerarla perfectamente
destruida el tomar en cuenta que el artculo 13 Constitucional, al
establecer de un modo claro y terminante el Fuero Especial de Guerra,
no poda cometer la inconsecuencia que en los procedimientos
para l establecidos se siguieran exactamente los trmites de Fuero
Comn, y hasta se designaran con iguales tecnicismos. Ese artculo,
el 13 Constitucional, establece una excepcin al precepto general,
contenido en el diccionario de la misma carta fundamental; y si la Ley
de la materia no establece el que en los asuntos que deben someterse
a un Consejo Extraordinario de Guerra, se dicte auto de formal prisin,
no se ve la razn de exigir un auto que recibiera ese nombre, pues sin
duda el legislador estim que tal auto, aunque no se llamara de formal
413
prisin, quedaba comprendido bien en la resolucin de la Autoridad
Militar al remitir un acta de Polica Judicial al Juez Instructor o bien en la
resolucin de ste al remitir las diligencias respectivas al Presidente del
Consejo Extraordinario, ya que cualquiera de estas resoluciones deben
ser dictadas antes de las 72 horas que las Leyes jan para pronunciar
el auto de formal prisin en el procedimiento ordinario.
Por lo que toca a la tercera objecin hecha por los defensores y los
acusados, de que no fueron sorprendidos en agrante delito, basta
recurrir a las declaraciones rendidas por los testigos que fueron
examinados durante la audiencia, de cuyos datos se desprende
precisamente lo contrario; esto es, que si Felipe Angeles y coacusados
fueron aprehendidos se debi al hecho de que tales individuos al frente
y en compaa de la partida derrotada dos das antes fueron reconocidos
por sus perseguidores pertenecientes a las fuerzas del Gobierno que
tenan por objeto el de buscarlos y capturar a los enemigos de nuestras
instituciones, y a los que luchaban por el derrocamiento del Gobierno
de la Repblica, como las fuerzas villistas, a las cuales pertenecen los
acusados. En efecto, el Jefe de la Defensa Social, Gabino Sandoval,
tuvo conocimiento de la estancia de Angeles y sus compaeros en el
lugar en donde se desarroll la accin a que se reere en su testimonio
y de la concurrencia de ello, en dicha accin, sin que baste a excluirlos
de responsabilidad el hecho de que los mismos acusados maniestan
no haber usado sus armas, porque conforme a los tratadistas modernos
del Derecho Penal, la responsabilidad, en Ios crmenes colectivos, debe
ser tambin colectiva. Adems y suponiendo por un momento verdicas
las declaraciones de Ios procesados stas ante la fuerza jurdica
producida por las de los testigos, tienen que claudicar y caer desde su
base; porque quienes establecen la concurrencia de los reos en el
combate de referencia, vericado das antes de su captura, son los
mismos que fueron compaeros de ellos en su lucha por derribar a las
autoridades constituidas. A mayor abundamiento, de tales testimonios
se desprende que Gabino Sandoval y sus soldados al descubrir que
Angeles y socios formaban parte de la partida rebelde, no los perdieron
414
de vista y siguieron sus huellas, y ponindolos a su alcance, emprendieron
la persecucin cuyo resultado es ya conocido. Estos elementos vienen
a comprobar la circunstancia a que se reere al artculo 333 fraccin I
de la Ley de Organizacin y Competencia de los Tribunales Militares,
cuya circunstancia debe considerarse demostrada por los medios de
prueba que sealan los artculos 205 y 212 de la Ley de Enjuiciamiento
Militar.Por lo que toca a la cuarta de las objeciones antes dichas y en
lo que ellas se relaciona con el actual Felipe Angeles, la propia confesin
de ste, que segn el artculo 205 antes mencionado, hace prueba
plena, de muestra que estaba sustrado a la obediencia del Gobierne
General de la Repblica, pues todos los hechos que l mencion en
sus diversas exposiciones, aun querindolas aparecer como hechos no
tendientes a esa sustraccin, son la ms clara manifestacin de lo que
se asevera, ya que no otra cosa signica el que el acusado se haya
acogido al amparo de las fuerzas comandadas por el rebelde Francisco
Villa, que con l haya sostenido diversos combates, que no haya querido
presentarse a las autoridades existentes en la Repblica, que no haya
reconocido a stas, ni al Presidente de ella, procurando siempre ponerse
fuera de su alcance, que haya desconocido el valor y fuerza de la
Constitucin que rige en la Nacin y todos los dems actos relatados
por l mismo, como actos inocentes y no de desobediencia, como real
y efectivamente lo son a pesar de lo que asevera; ya que no otra cosa
signica el que el acusado se haya pensado que cuando tom el mando
de la columna que estaba a las rdenes de Martn Lpez, por acuerdo
del rebelde Francisco Villa, lo hizo solamente para lograr una conferencia
con el Jefe de la Plaza de Camargo; y que contra todo lo aseverado
por los testigos, diga no haber hecho uso de sus armas y traer su pistola
nicamente para los lobos. La misma desobediencia, por lo que toca
a los acusados Nstor Enciso de Arce y Antonio Trillo, aparece tambin
comprobada por su propia confesin, pues uno y otro, aunque
disculpndose tambin por no haber asistido a los combates de los
rebeldes villistas con las fuerzas del gobierno, mas que como simples
espectadores y haber tenido las intenciones de presentarse ante las
415
autoridades constitudas, no hacindolo por falta de oportunidad, esas
disculpas, resultan vanas e inverosmiles, puesto que es incomprensible
que hombres que han hecho de las armas su profesin, que han estado
acostumbrados a tomar parte activa en todas las funciones de armas
en que tuvieran oportunidad de estar presentes, guardaran, como
dicen, actitud expectante, que sin duda les hubiera acarreado
probabilidades de perder su vida a manos de los rebeldes villistas de
quienes se hicieron compaeros, al notar que en semejantes ocasiones
en que es indispensable la cooperacin del mayor nmero de
actividades, se eximan de ejercer las suyas, tanto ms cuanto que,
como ellos mismos maniestan, Villa, bandolero vulgar y asesino feroz,
castigaba con la pena de muerte resistencias semejantes y sobre todo
a individuos en quienes era de suponer fundadamente recaa su
desconanza por haber pertenecido en poca no muy lejana a las
fuerzas del gobierno que lo bata. Que los acusados Angeles y Arce se
aprovechaban de fuerzas; que mandaban y de elementos que el
gobierno puso a su disposicin, no cabe dudarlo. La confesin del
primero sobre el hecho de que Francisco Villa conservaba cuando l
lo acompaaba, fuerzas de que en mil novecientos trece y catorce, se
llamaban de la Divisin del Norte, justican plenamente la existencia
de ese elemento constitutivo del delito, ya que l mismo, ha confesado
que despus de haber sido nombrado Subsecretario de Guerra por el
seor don Venustiano Carranza, cuando era el Primer Jefe de las fuerzas
constitucionalistas, lo envi a colaborar con Villa, con carcter de
general brigadier, en la campaa que se haca contra las fuerzas del
usurpador Huerta. Se objeta que en la poca en que Angeles recibi
esa orden y fu a comandar fuerzas armadas de la Divisin del Norte,
el seor Carranza no era Presidente de la Repblica; pero debe tenerse
en consideracin que para Angeles s lo era, como lo era para todos
los que en esa poca llevaron el ttulo de constitucionalistas. Se niega
tal cosa; pero no hay ms que recordar el talento, la cultura y el
conocimiento de los negocios pblicos que Angeles ha revelado, para
estar cierto que l saba perfectamente bien que el nombramiento de
416
Secretario o de Subsecretario de cualquiera de los departamentos de
Estado, no poda conferirlo, ms que quien tuviera el carcter de
Presidente de la Repblica, si entonces Angeles acept y us de su
cargo, reconociendo por ese solo hecho el carcter dicho y obteniendo
con ello los benecios consiguientes, no es de aceptarse que en la
actualidad niegue la realidad de tal carcter y niegue que el Gobierno
de la Repblica puso a su disposicin elementos armados con los que
se rebel, primero, al surgir la discordia que l dice, de Aguascalientes,
aprovechndolos despus en la parte que naturalmente le restaban,
hasta el momento de su captura, para poder, al amparo de ellos, sentirse
bastante fuerte, segn lo ha manifestado en sus declaraciones, para
no considerarse obligado a reconocer ni al actual Presidente de la
Repblica ni a ninguna de las autoridades que en ella funcionan. Sobre
esta objecin y en lo que respecta a Enciso de Arce y Trillo, la confesin
del primero prueba plenamente tambin que con fuerzas pocas o
muchas, del 59 Batalln, del que era segundo Jefe, y que mand como
Jefe nato el segundo da del ataque a Parral, por los rebeldes villistas,
se entreg al enemigo, y con l permaneci hasta el momento de su
captura, siendo indudable que esos hombres que estaban a su mando
y los elementos de guerra con que contaba, fueron puestos a su
disposicin, aunque de una manera indirecta, como es la sucesin de
mando militar, por el Gobierno de la Repblica. El segundo de los
ltimos, o sea Trillo, no dispuso de fuerzas, porque en su calidad de
soldado no las mandaba; pero s con su arma, parque y caballo,
permaneci con los rebeldes villistas hasta su captura. En cuanto a que
el general Angeles se sustrajo a la obediencia del Gobierno, aprovech
de las fuerzas que mandaba y dispuso de los elementos que haban
sido puestos a su disposicin para contrariar preceptos de la
Constitucin General de la Repblica, bastan sus propias declaraciones
o sea la confesin que hace prueba plena, para estimar completamente
justicado el cargo, ya que, l mismo, ha manifestado que no reconoce
ni al Presidente, ni a ninguna autoridad; que siempre se pona fuera
del alcance de stas, por temor a ser capturado, que vena a procurar
417
fructicaran entre el pueblo las doctrinas que dice se haba hecho el
nimo de hacerle comprender; siendo inconcuso que, para que, segn
sus propsitos, pudieran tales doctrinas ser practicadas, necesitaban
de autoridades distintas a las existentes en la Repblica, y como esas
autoridades no podran dejar de funcionar sin los medios que para ello
establece la Constitucin de 1917, Constitucin que el seor Angeles
desconoce en lo absoluto y rechaza por haber sido, segn su parecer,
fundada en virtud de procedimientos inadecuados, es claro que el
objeto de todos esos actos y todos los dems que durante el proceso
ha manifestado tambin venan a contrariar los preceptos de la referida
Constitucin.
CONSIDERANDO TERCERO.Que comprobada la legalidad del
procedimiento, la competencia del Consejo de Guerra Extraordinario
para juzgar y fallar en la existencia del delito, as como la responsabilidad
criminal de los acusados, que ha quedado demostrada por los mismos
reconocimientos y fundamentos de la Ley que se expresaron en las
consideraciones anteriores, procede examinar cules son las penas que a
cada uno de los acusados debe aplicrseles, tomando en consideracin
lo resuelto por el Consejo a los interrogatorios respectivos, supuesto
que, por ellos aparece en Enciso de Arce y Trillo, que son inocentes del
delito de desercin frente al enemigo, debiendo, en consecuencia, ser
absueltos del cargo que con tal motivo se les formul. Que debiendo
tenerse en cuenta tambin lo resuelto por el Consejo en la sesin
que se celebr para contestar los interrogatorios formulados, que en
su concepto concurren en favor del acusado Nstor Enciso de Arce,
las circunstancias atenuantes de buena conducta anterior, confesin
circunstanciada y la idea del mismo Consejo de obrar tomando en
consideracin los principios de estricta justicia; y respecto a Antonio
E. Trillo, la de ser tan rudo que en el acto de cometer el delito no tuvo
el discernimiento necesario para conocer toda la ilicitud de aquel; la
ignorancia de las Leyes Penales y Militares y la de la buena conducta
anterior, son aplicables a los procesados, las siguientes disposiciones
legales: al general Felipe Angeles, el artculo 315 de la Ley Penal Militar;
418
al mayor Nstor Enciso de Arce, los artculos 315, 94, 95 inciso 3o. de
la fraccin 1a. y 96 fraccin 1a. de la Ley Penal Militar y, 39, fracciones
1a. y 4a. del Cdigo Penal del Distrito Federal; y respecto a Trillo, los
artculos 315, 314, 92 y 15 de la Ley Penal Militar, y 39 fraccin X y XV,
42 fraccin VII del Cdigo Penal del Distrito Federal.
Por todo lo expuesto, con fundamento en los preceptos legales
ya invocados y adems, en los artculos 131,108 fraccin I de la Ley
de Organizacin y competencia de los Tribunales Militares, 262 del
Cdigo de Procedimientos Penales en el Fuero de Guerra y 9o. del
Cdigo Penal del Distrito Federal, el Consejo debe fallar y falla, con
las siguientes
PROPOSICIONES.
PRIMERA.Se absuelve al mayor Nstor Enciso de Arce y soldado
Antonio E. Trillo, de los delitos de desercin en frente al enemigo.
SEGUNDA.Por el delito de rebelin, se condena a los acusados,
general Felipe Angeles y mayor Nstor Enciso de Arce, a sufrir la pena
capital.
TERCERA.-Se substituye en favor del mayor Nstor Enciso
de Arce, la pena impuesta, por la extraordinaria de veinte aos de
prisin.
CUARTA.Por el delito de rebelin se condena al soldado Antonio
E. Trillo, a sufrir la pena de seis aos, ocho meses de prisin ordinaria,
ms una cuarta parte de retencin en su caso.
QUINTA.Amonstese a los reos acusados a prisin que no
reincidan.
SEXTA.-Quedan los reos a disposicin del general en Jefe de las
Operaciones Militares en el Norte, para los efectos legales.
As denitivamente juzgado, lo sentenci el Consejo de Guerra
Extraordinario, rmando los que lo integran.
ACTITUD DE LOS SENTENCIADOS. El general Angeles, oy la
sentencia que lo condenaba a muerte, con una serenidad absoluta, no
419
notndose en su cara ni una contraccin nerviosa.
Enciso de Arce, al ser noticado de que era condenado a la pena
capital, palideci, un poco, pero en seguida que se avis que dicha
pena le haba sido conmutada por la de veinte aos de prisin, una
sonrisa de satisfaccin pas por su rostro.
El joven Trillo, despus que le fue conmutada la pena que se le
aplicaba, llor de emocin, habiendo sido la primera manifestacin
de que comprenda la importancia del juicio que se le segua, pues
mientras dur, pareca sumido en una inconsciencia absoluta.
Durante el tiempo que tard la lectura, el silencio que imperaba
en la amplia sala era imponente, mxime si se tena en cuenta que
presenciaban el acto no menos de tres mil personas.
Con Angeles y Enciso de Arce, platicamos un momento despus
que les fue noticada la sentencia, y en cuanto al general Angeles,
tenemos que manifestar, que verdaderamente nos asombr su entereza
y la frescura con que hablaba de su fusilamiento tan prximo, como si
se tratara de su viaje.
Lo vimos felicitar a Enciso de Arce, por la suerte que le cupo, y
en algunas ocasiones, proferir bromas y rer tranquilamente. Nos dijo
que se alegraba que a su familia le hubiera sido imposible venir a esta
ciudad, pues esto hubiera sido slo un motivo de mayores sufrimientos
para ella, mxime para su seora, que se encuentra enferma. No quiso
escribirles por considerar no tener nada que decirles, que demasiado
podran saber los detalles de su triste n por medio de la prensa. Al
hablar de su familia, se notaba que una nube de tristeza pasaba por su
rostro. Acept desde luego que lo acompaara un sacerdote catlico
que varias caritativas y compasivas damas le ofrecieron llevarle.
El seor coronel Otero y Gama, jefe de la Guarnicin de la Plaza,
manifest que podran pasar a ver al general Angeles, quienes l
gustara, tanto un sacerdote como un notario o los amigos que quisiera
recibir.
Arce estaba contento, pues al or la pena que le fue dictada al
general Angeles y aun desde antes, crea que l correra la misma suerte,
420
y cuando le fue comunicada la conmutacin de la sentencia por la de
prisin de veinte aos, experiment una intenssima impresin de gusto,
pero un momento despus, cuando con l hablamos, le haba surgido
la natural inconformidad propia de todo humano, de no estar conforme
con su destino, pues ya se lamentaba de lo largo de su encarcelamiento
y haca cuentas de lo viejo que saldra de la crcel.
Terminado que hubo de leerse la sentencia, en todo condenatoria
para el general Angeles, los reos fueron conducidos al cuartel que
ocupaba el 21 Regimiento.
La peregrinacin que Angeles llam CALVARIO, se llev a efecto
luego.
En un potente auto, tomaron asiento el coronel Otero, jefe de la
guarnicin, el mayor Elguero y el acusado, yendo en otro los soldados
que formaban la escolta encargada de vigilar al reo.
TELEGRAMA DE DIEGUEZ.
Chihuahua, Chih., 26 de novbre. de 1919.
Al ciudadano Ocial Mayor de la Secretara de Guerra y Marina.
Mxico, D. F.
Permtole manifestarle que el Consejo de Guerra Extraordinario, que
se reuni para fallar en la causa instruida en contra del EX-GENERAL
FEDERAL Felipe Angeles; mayor Nstor Enciso y soldado Antonio Trillo,
pronunci anoche, a las once y quince, la sentencia, condenando al
primero a la pena de muerte, al segundo, a veinte aos de prisin y al
tercero, a seis aos, ocho meses.El general M. M. Diguez.
LA POSTRERA NOCHE.Llegado que hubo el seor general An-
geles al Cuartel del 21 Regimiento, se le pas a la pieza en que estuvo
desde el da en que arrib a esta ciudad, en cuyo local, que medira, unos
cuatro metros en cuadro, no haba ms mobiliario que un catre de erro
con su correspondiente ropa de cama, varias sillas y una mesa donde
arda un quinqu y estaba dispuesta la cena llevada de un restaurante,
y sobre la que tambin se hallaba un amante traje negro de casimir y
421
ropa interior que fue enviada por varias damas que mucho intercedieron
por l. Haba adems recado de escribir. Cuando quien escribe lleg al
alojamiento y capilla del general Angeles, ste se encontraba acompa-
ado del Jefe de la Guarnicin, del mayor Francisco A. Helguera, de su
defensor, seor licenciado Gmez Luna, del presbtero, seor Valencia
y de las seoras de Revilla, Seijas de Galvn y otras varias con quienes
conversaba despreocupadamente. El presbtero Valencia, en ese enton-
ces, trat de hacer a Angeles que se confesara, habindose trabado con
este una discusin que fue escuchada silenciosamente por los presentes,
acerca de la religin catlica, vindola Angeles desde el punto de vista
losco, en cuya materia era un gran erudito. Habl tambin sobre la
vida de Cristo, muy ampliamente y discuti acerca del alma y del cuerpo,
e igualmente, sobre la historia de las religiones. Habl, adems, sobre
la mujer, especialmente de la mexicana, la que dijo era el mejor tesoro
de la humanidad, por su abnegacin y su amor, aadiendo que innita-
mente vale ms que el hombre y a la que el Gobierno debe educar hasta
lograr su emancipacin del hombre. De la mujer francesa, dijo que era
graciosa, encantadora y frvola, todo lo cual la hace inferior moralmente
a la mexicana. Y en cuanto a la mujer norteamericana, expres que era
fra, calculadora y haca del hombre un esclavo. Posteriormente, y cuando
las seoras mencionadas se haban ausentado, as como otros de los
que estaban presentes, el padre Valencia, nuevamente quiso cumplir
con su ministerio, a lo que Angeles terminantemente se neg, diciendo
que, aunque era cristiano, no admita aquel auxilio de la religin cat-
lica, mixticada por la labor del clero romano. Mejor que un confesor,
dijo, debera estar aqu un psiclogo que estudiara, en provecho
de la humanidad, los ltimos momentos de un hombre que teniendo
amor a la vida no teme perderla. En esto record a su aprehensor Gabino
Sandoval, mostrndose indignado porque ste asent que l se haba
rendido despus de recibir la oferta de que se le perdonara la vida.
1
1 Nota del Autor.En carta que el presbtero Valencia, escribi poco despus a un amigo suyo,
le haca relato circunstanciado de la actitud de Angeles, al negarse a aceptar los auxilios
espirituales de la confesin, para absolverlo, extrandose de tal actitud cuando, segn
deca, el mismo Napolen Bonaparte, acept gustoso, al morir, los auxilios de la religin,
422
COMISIONES DE DAMAS VISITAN A ANGELESYa en el cuartel
del 21 Regimiento, los defensores del acusado permanecieron con l
por espacio de algn tiempo, pasando tambin a saludarlo una comi-
sin de damas que estuvo haciendo cuantas gestiones pudo en favor
de Angeles, as como varios ex-discpulos y amigos del sentenciado
a muerte.
Las plticas fueron largas, y en ellas Angeles demostr su buen
humor, no desmentido a pesar de la difcil situacin en que se
encontraba, haciendo que varias veces, los presentes lanzaran sonoras
risas.
SUS RECOMENDACIONES.La mayor parte de las personas all
presentes, a las que momentos antes se haban unido algunos ociales
del Ejrcito, que en otros tiempos fueron sus discpulos, y que ocurrieron
a saludarlo, se retiraron a eso de las dos de la madrugada quedando
solamente el coronel Otero, el mayor Helguera, el padre Valencia, el
licenciado Gmez Luna, los centinelas de vista y el que esto escribe, a
quien lo mismo que algunas otras personas que se lo pidieron, dedic
varios autgrafos. Sirvindole de amanuense nuestro director, hizo
despus al general Angeles algunos apuntes, que entreg a su defen-
sor el licenciado Gmez Luna, a quien encarg escribiera al licenciado
Manuel Calero y Sierra, dicindole que hasta sus ltimos momentos le
viva agradecido por los servicios que le prest en otros tiempos, as
como al ingeniero Manuel Bonilla, y a su familia para la que redact una
carta que dice: 26 de noviembre de 1919. En el Cuartel del 21 Regi-
miento.Chihuahua.Adorada Clarita: Estoy acostado descansando
dulcemente. Oigo murmurar la voz piadosa de algunos amigos que me
acompaan en mis ltimas horas. Mi espritu se encuentra en s mismo
y pienso con afecto intenssimo, en t, en Chabela, en Alberto, en Julio
confesndose. Deca pues, el padre Valencia, que Angeles haba muerto como un anima-
lito. Razn tena Angeles, al decir que lo que l necesitaba era un psiclogo que fuera a
estudiar la actitud de un hombre (extraordinario) que amando la vida, no le tema a la
muerte! El Padre Valencia no tena nada de psiclogo; si hubiera sido ms inteligente, habra
comprendido a aquel hombre que al morir sin miedo, sin reproches, sin odios y sin rencores,
estaba absuelto por la limpieza de su conciencia tranquila!
423
y en Felipe. Siempre he hecho lo mismo en todo el tiempo desde que
me separ de Uds. Hago votos fervientes para que conserves tu salud
y por la felicidad de Chabela. Tengo la ms rme esperanza de que
mis tres hijos sern amantsimos para ti y para su Patria Diles que
los ltimos instantes de mi vida los dedicar al recuerdo de ustedes,
y que les envo un ardientsimo beso para todos ustedesFELIPE
ANGELES. Cuando hubo terminado esta carta, el general Angeles,
que me la redact sentado al borde de su cama, se acost, quedando
dormido luego, tranquilamente, habiendo despertado a eso de las
cuatro y media de la maana en que reanud la conversacin con su
defensor Gmez Luna, a quien hizo otros varios encargos y redact
una carta para su hijo Alberto, que radica en Nueva York; y habiendo
preguntado que quin recogera su cuerpo y habindosele contestado
que la familia Revilla, suplic que se evitaran gastos a sta, pues saba
que carecan de elementos.
La carta dictada a su defensor, para su esposa, dice as:
Chihuahua, 26 de noviembre de 1919.
Adorada Clarita: Hace pocos minutos, estando semidormido, te
escrib una carta, que, sin rmar, llev el seor D. Jess del Pozo. Te
escribo esta otra que te entregar mi bondadoso defensor el seor
Licenciado Alfonso Gmez Luna, que juntamente con el seor Abogado
Alberto Lpez Hermosa, se afan magnnima y desinteresadamente en
librarme de la muerte. Recompensmosle con nuestro afecto y gratitud,
ya que no podemos hacerlo de otro modo. Tengo inefable recuerdo
del carioso afecto de muchos amigos que me rodearon en mis ltimas
horas, hasta hace pocos minutos; as como las muestras de simpata de
las patriticas sociedades de Parral y de Chihuahua.
Mi cuerpo va a ser recogido por la familia Revilla, que tuvo para m
asiduas y delicadas atenciones. Desde que me separ de t en diciembre
del ao pasado, he pensado en ustedes, siempre que mi espritu se
ha reconcentrado en s mismo. He tenido hasta ahora ternura y amor
424
innitos por la humanidad y para todos los seres del Universo; desde
este instante mi ternura, mi amor y mi recuerdo sern para ti y para
nuestros cuatro hijos.FELIPE ANGELES. (Rbrica)
Su ropa nueva, que le haba sido llevada y que no quiso ponerse,
dispuso la recogiera el licenciado Gmez Luna.
EL SENTENCIADO DEJA ALGUNOS RECUERDOS ESCRITOS.Al-
gunos autgrafos dedic Angeles a amigos que lo acompaaron en
sus ltimos momentos. Uno de ellos dice: La mujer mexicana es la
mayor riqueza, que tiene nuestra Patria.FELIPE ANGELES.Dedi-
catoria puesta sobre el retrato de la seora esposa de un redactor de
El Heraldo.
Otros pensamientos dej a varias personas, disculpndose de que
quizs no fuesen expresados correctamente, porque comprenda que sus
ideas empezaban a ser algo confusas, tal vez hasta incoherentes, debido
a la fuerte tensin nerviosa en que se encontraba su organismo.
Como le fueron ofrecidos algunos tacos manifest que no los
tomaba debido a que su estmago rechazaba en el momento todo
trabajo, entrando tambin en diversas disertaciones de siologa sobre
este asunto.
LA ENTEREZA DE ANGELES.Lleg un momento en que los que se
encontraban presentes no pudieron reprimir su emocin y las lgrimas
brotaron de sus ojos. Angeles, sereno, se dirigi a todos y en particular
a su defensor licenciado Gmez Luna, manifestndole que no lloraran
pues si bien l mora, no se le haca sino un favor, puesto que estaba
ya bastante viejo, y para nada serva (tena 50 aos).
Ante el valor de Angeles, los presentes refrenaron sus arranques
de sentimentalismo y trataron de llevar al espritu del sentenciado, una
esperanza. Angeles dijo a su defensor en tono de suprema conformidad;
Es por dems, licenciado que haga Ud. gestiones; s que debo
morir hoy mismo; pero cumpla con su deber
El mayor Enciso de Arce, quien se encontraba tambin en el
cuarto de Angeles, se abraz al general sollozando profundamente, y
entonces, Angeles, haciendo un esfuerzo para aparecer tranquilo, con
425
una tranquilidad que se antoja espartana, trat de consolar al amigo
signicando conformidad con su sentencia.
Entre tanto, el sentenciado Trillo, lloraba a gritos hasta que se le
condujo a otra pieza en donde qued profundamente dormido.
LOS ULTIMOS MOMENTOS.Como a las seis de la maana comen-
zaron a llegar al cuartel diversas fracciones de tropa, as como el pelotn
encargado de consumar la ejecucin, compuesto de diez soldados, al
mando de un teniente, todos pertenecientes al 21 Regimiento.
Las fuerzas formaron en derredor del patio en donde debera
efectuarse el fusilamiento de Angeles, en tanto que ste, serenamente
despierto, se preparaba para el instante supremo.
Sin advertir en l el ms ligero temor y notndosele solo una
marcada palidez en el rostro, el general Angeles, desde su lecho,
continu charlando con los presentes. Relat de nuevo algunos
episodios de su vida y tuvo algunas bromas, especialmente para
Antonio Trillo, a quien hizo llevar a su presencia, e igualmente al
mayor Arce, a quien tambin dedic un pensamiento calzado con
su rma, inquiriendo, adems, por el lugar en que stos cumpliran
su sentencia. Minutos antes de la seis de la maana, se present el
licenciado Daz de Len, para cumplir con sus ltimas obligaciones
como Juez del general Angeles, quien lo salud afectuosamente,
invitndolo a pasar a su pieza, pues aquel desde afuera haca entrega
del reo al Jefe encargado de la ejecucin.
En estos momentos se escuchaban las voces de mando de los
ociales y los pasos marcados por los soldados que iban a formar el
cuadro por lo que, al percatarse de ello, Angeles pregunt si ya se
acercaba la hora y habindose contestado armativamente, apart las
ropas de cama que lo cubran y violentamente se puso el pantaln y
calz los zapatos de lona con que lo habamos visto. Vestido ya, se cobij
con una frazada y sentndose en una silla, junto a la mesa que haba en
el recinto, pudo observar todos los preparativos para la formacin del
cuadro. En los momentos en que el Jefe de la Guarnicin entregaba
el reo al Jefe de da, mayor Ignacio L. Campos, encargado de hacer
426
cumplir la sentencia, pregunt a ste donde era el lugar en que debera
de colocarse para recibir la descarga, solicitando como gracia, pues no
deseaba dirigirse a nadie, que los fusiles estuvieran preparados para
que en el preciso instante en que llegara frente al pelotn, se hiciera
la descarga, a lo cual se accedi.
El general Escobar (uno de los vocales del Consejo, que lo
sentenci a muerte), se encontraba presente en esos momentos y
tuvo la imprudencia de suplicar al general Angeles, le escribiera algn
pensamiento. Aquel, sentndose, escribi algunas frases llenas de
realismo, referentes al Ejrcito, entregando la libreta al general Escobar,
el cual, emocionado, dio las gracias
LA EJECUCION.El cuadro era imponente. La luz mortecina del
da apenas iluminaba la estancia en que el general Angeles se hallaba
sentado, rodeado ya de muchas personas que, silenciosas, trmulas
de emocin, miraban al reo, el que tranquilamente, aguardaba la seal
para ir a ponerse frente a sus ejecutores.
Nadie osaba interrumpir aquel silencio. Afuera de la estancia, slo
se oan los pasos de los soldados y los ociales que mandaban:Por
la derecha, alinearse! Firmes!
A una seal que le hizo el mayor Campos, Angeles se levant de
su asiento, tir sobre la cama la frazada con que se cubra, y dando un
fuerte abrazo al licenciado Gmez Luna, dijo en alta voz, que era el de
despedida para todos, y que haca votos por el restablecimiento de la
paz en la Repblica.
Luego, violentamente, se dirigi al lugar de la ejecucin y apenas
se haba colocado frente al pelotn mandado por el teniente Ramn
Ortiz, se escuch la voz de ste que ordenaba:Fuego!, y casi al
mismo tiempo, unsona descarga.
El cuerpo del general Angeles, cay sobre su costado izquierdo
en semiexin con el brazo debajo de la cabeza, con los estertores de
la agona y uno de los soldados de la escolta, le dio el tiro de gracia
que termin con la vida de quien fuera gloria de nuestro Ejrcito
Nacional.
427
E
l licenciado Gmez Luna, solicit y obtuvo permiso para que
el cadver de Angeles le fuera entregado para velarlo y darle
sepultura acompandolo hasta el Hospital de donde fue llevado a la
casa del seor Leonardo Revilla, en la calle de Morelos.
El sepelio del infortunado general Angeles se veric despus de
haber sido velado por varias horas, a donde miles de vecinos deslaron
para contemplar, por ltima vez, los despojos del hombre que haba
muerto por la causa popular.
Hombres, mujeres, y nios de todas clases lo acompaaron
silenciosamente hasta el cementerio.
1
Cinco mil personas, entre ellas las ms prominentes de la ciudad de
Chihuahua, asistieron a sus funerales; el doctor Gmez y tres ms de sus
amigos, conducan el cadver sobre sus hombros al panten, cuando
se presentaron unos soldados, al llegar al paseo Bolvar, exigiendo
que no se condujera en esa forma al cadver, quiz temiendo una
demostracin popular. Se coloc entonces el fretro en un automvil
que caminaba como a un kilmetro de distancia por delante de la
silenciosa procesin. Pero el pueblo inmediatamente se provey de
autos y coches para seguir los despojos fnebres del general Angeles,
1 NOTA.El seor don Leonardo Revilla, su virtuosa esposa y sus hijas, el Lic. Gmez Luna,
defensor, el Dr. Gmez y otras personas, as como el humilde y sufrido pueblo de Chihuahua,
dieron una demostracin admirable de lo que son la amistad, la estimacin y el valor civil,
como virtudes relevantes que surgen en momentos de prueba. Al ajusticiado Angeles, el
verdadero pueblo virtuoso, lo acompa con dolor!
CAPI TUL O XXI I
LOS RESTOS DE ANGELES,
PIADOSAMENTE RECOGIDOS
El pueblo de Chihuahua acompaa al fretro del ilustre desaparecido.
429
pudiendo as acompaarlo hasta el cementerio. Toda la tarde del
mircoles el cadver haba estado expuesto en la casa de la seora
Revilla, y de all sali el cortejo hasta el sitio del entierro.
Las autoridades, no obstante que toda la ciudad se haba vestido
de luto, tomaron las ms grandes precauciones, en previsin de alguna
manifestacin hostil.
DETALLES COMPLEMENTARIOS.Damas piadosas de la ciudad
haban enviado al reo un traje negro y algunas prendas de ropa blanca,
as como recado de escribir. Esta ropa no se la quiso poner el general,
devolvindola delicadamente.
En la guarnicin de la plaza de Chihuahua, se estuvieron recibiendo
muy numerosos mensajes telegrcos para el general Diguez, en los
que se peda respeto para la vida del general Angeles. Diguez sali
la noche anterior para Camargo, para evitarse compromisos.
Periodistas y particulares llegaron procedentes de El Paso, Texas,
as como el seor J. de Bruno Prez, representante de los diputados
texanos y de Carlos Bee, quien le haba comisionado para recabar los
detalles referentes al proceso del general Angeles.
HABLA UN TESTIGO PRESENCIAL.El doctor L. M. Gmez, visit
frecuentemente, con permiso del general Diguez, al general Angeles,
y reere los detalles de la ejecucin considerndola como el hecho ms
brutal que haya contemplado. El encargado de dar el tiro de gracia al
agonizante, le puso el pie en el cuello, descargando su pistola sobre la
cabeza de la vctima. Las balas haban hecho estragos en el estmago
sin producir la muerte instantnea del sacricado.
El doctor Gmez hizo cuntas gestiones pudo para salvar la vida
del general Angeles, y al darle ste las gracias y ser informado de que
numerosas personas de Estados Unidos se interesaban por su vida le
dijo: Yo s que el pueblo de los Estados Unidos est en simpata
conmigo, como yo lo estoy con l; pero bien s que tengo que morir
maana entre cinco y siete. Al preguntrsele cmo lo saba,
respondi: Porque este Consejo nada tiene que ver con mi suerte;
est en las manos de un hombre que es Venustiano Carranza. Agradezco
430
mucho lo que Ud. hace por m, pero si todos los Estados Unidos y todo
el mundo estuvieran al lado de Ud. sera tambin ejecutado. Si Ud.
desea ver a quienes se propone hablar por m, puede hacerlo, pero
bien s que nada conseguir.
Vi entonces al general Diguez, dice el doctor Gmez. Este me
recibi bien; pero al saber que iba a interceder por la vida del general
Angeles, sonri y me dijo: No piense usted que nosotros vamos a
matar al general Angeles; no lo ejecutaremos, aunque ignoramos lo
que resolver el Consejo de Guerra.
Al notar que dudaba de lo que deca, agreg: Le dir a usted
la verdad: yo no tengo nada que ver en este caso, por ms que hiciera
todo lo que fuera posible para salvar al general Angeles, el Consejo y
el Presidente Carranza, son los nicos que pueden salvarle la vida.
Fui a ver despus al Presidente del Consejo, Gavira y al Gobernador
del Estado. Este ltimo me dijo que era asunto militar, y que nada
poda hacer, que si fuera un caso civil poda salvar la vida del general
Angeles; que senta mucho que se arrancara la vida a un hombre hbil
e ilustrado como l.
Una comisin de seoras distinguidas, entre las que se encontraba
la esposa del Cnsul francs, fueron a ver al general Angeles, todas me
pidieron que viera a los americanos de ms inuencia y les pidiera su
ayuda. As lo hice, pero la mayor parte de ellos, por razones comerciales
no quisieron hacer nada.
Se envi un telegrama al Presidente Carranza, rmado por los
vecinos ms conspicuos de Chihuahua, entre ellos el Cnsul francs y
el doctor Castellanos, pero Carranza no se dign contestar el mensaje.
Despus, ya a nadie se permiti que viera al general Angeles. Fui la
nica persona que logr darle cuenta de nuestras gestiones, y al or,
que nada se haba podido hacer en su favor, sonri y dijo: Ya lo
saba; pero para el hombre que no tiene miedo, da lo mismo morir
hoy que maana. He vivido bastante para recibir la muerte. Lo siento
nicamente por la suerte que tengan mi familia y mi Patria. De El
Paso Morning Times.
431
ALGUNAS DE LAS NUMEROSAS PETICIONES HECHAS ANTE
CARRANZA EN FAVOR DEL GRAL. ANGELESEl ingeniero Domingo
Lpez, culto e instruido militar mexicano salido de Chapultepec, donde
fue discpulo de Angeles, ingeniero qumico por muchos aos en una
fbrica de productos qumicos norteamericana, dirigi a Carranza, el
siguiente mensaje:
St. Albans, W. Va. noviembre 2 de 1919. Seor don Venustiano
Carranza, Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.Ciudad de
Mxico.
Seor: El temor de que en nombre de la justicia vaya a perpetrarse
un acto inhumano en la persona del ciudadano don Felipe Angeles,
actualmente en manos de los soldados de usted, me mueve a dirigirme
a su seora, con el respeto necesario, en demanda de garantas y
respeto para la vida del mal afortunado campen de la Ley.
No se me escapan la importancia y trascendencia que en el
momento actual tienen los antecedentes de este hombre limpio,
antecedentes que por intachables resultan de dos los, segn sea quien
los juzgue. Sin embargo, el aspecto legal del caso no presta lugar a
duda. Se trata de un reo de rebelin y no de un ENEMIGO PERSONAL
de Ud., ni menos de UN BANDIDO FUERA DE LA LEY: se trata de un
hombre cuyos ideales predicados y por los que se aprestaba a combatir,
son: el restablecimiento absoluto a los mandatos del pueblo. Es el
mismo delito que Ud. llev encima mientras fue rebelde, y para mayor
coincidencia, las circunstancias de ayer no son muy distintas de las de
hoy. En efecto, aquel poder que Ud. combati, naci del terror y de la
violencia; el actual surgi del terror y de la intriga, y no existira si no
fuese por el apoyo de las bayonetas. Ud. invoc la Constitucin de 57,
para levantarse en armas y l sostiene an la bandera que su seora
abandonara para asirse a la Presidencia. El, como Ud., vio escarnecidos
los derechos del pueblo, y sali a reivindicarlos haciendo uso de los
nicos medios para tratar con los autcratas: las armas!, no sin haber
esperado por largo tiempo que la Ley y la justicia imperaran de uno a
otro confn en el pas.
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Preciso es aclarar que el paralelo bosquejado no ha sido para
deprimir a Ud., ni para elevar al reo; sino para hacer ostensible que los
motivos de orgullo y satisfaccin para Ud., para l constituirn delitos
graves, previstos y penados severamente por las Leyes.
Agregando a lo anterior la frecuente comisin de violencias y
atentados, as como la ausencia absoluta de respeto por las vidas de
los hombres, resultan perfectamente justicados los temores a que me
he referido al comienzo de esta carta, por cuyo motivo excito a Ud.
para que cumpliendo con sus deberes, se den garantas al C. Felipe
Angeles; no como un acto de piedad o de misericordia que sera
ultrajante para su honorabilidad, sino como un acto de justicia. Soy de
Ud. respetuosamente, S. S.Ing. D. LOPEZ.
Washington, noviembre 22.Muchos funcionarios y particulares
de esta capital y de otras ciudades de los Estados Unidos, han enviando
telegramas a sus amigos de Mxico, pidindoles que persuadan al
Presidente Carranza, de la necesidad de respetar la vida del general
Felipe Angeles, de quien se dice est siendo juzgado por una corte
marcial en la ciudad de Chihuahua.
Nueva York, noviembre 22.Un pedimento para salvar la vida
del general Felipe Angeles, que comparecer ante una corte marcial,
despus de haber sido capturado por tropas mexicanas, fue enviado ayer
al Presidente Carranza, por Federico Gonzlez Garza, ex-Gobernador
del Distrito Federal, durante la administracin de Madero. Gonzlez
Garza, implora la clemencia para Angeles, debido a la delidad de
ste a la causa que tanto Carranza, como Garza, sostuvieron durante
la Decena Trgica, que fue el principio de la cada del Gobierno de
Madero.
Mucha sangre mexicana, dice en su telegrama el seor Gonzlez
Garza, se ha derramado ya. Por la memoria de su esposa, cuyos restos
an estn, quiz, calientes; por la memoria de su hermano, sacricado
en el altar de la pasin poltica; por la memoria de Madero, precursor
de la redencin cvica de Mxico, no permita que la de un ciudadano
leal a su patria y a sus principios, sea derramada.
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El general David de la Fuente, que lleg ayer a la ciudad, de paso
para Los Angeles, Cal., a donde va a continuar sus trabajos encaminados
a la unin de los mexicanos para hacer la paz de Mxico, dijo, al hablar
de la captura del general Angeles, que su ejecucin sera un crimen,
pues es un hombre noble, patriota y una conspicua personalidad
poltica mexicana.
El general de la Fuente, ex-condiscpulo del general Angeles, pues
los dos estudiaron en el Colegio Militar de Chapultepec, viviendo juntos
en aquella institucin durante siete aos, y por tres aos los dos fueron
profesores de artillera en el mismo Colegio: Aunque distanciado
de l por cuestiones polticas, dijosiempre lo consider como un
hombre de honor; y al marchar la ltima vez a Mxico, no iba realmente
a unirse a Villa, sino a derrocar al gobierno de Carranza, y a trabajar
por la unin nacional
Es verdad que se le considera como uno de los mejores artilleros
del mundo, habiendo recibido diplomas no slo en Mxico, sino
tambin en Europa. Como los nativos del Estado de Hidalgo, de donde
es oriundo, pertenece a la raza zapoteca.
No debe juzgrsele ante una corte marcial, pues no ha cometido un
delito del orden militar. Unicamente se le deber juzgar como rebelde
y quiz, de destruccin de la propiedad del Gobierno, y por esto, se
le debe consignar al Juzgado del Distrito, tal como sucedi con los
villistas que ltimamente fueron juzgados en Ciudad Jurez.El Paso
Morning Times.
El Paso, Tex., noviembre 21 de 1919.Seor Presidente Venustia-
no Carranza.Palacio Nacional.Mxico.Va Glveston.
Agrupaciones mexicanas unidas trabajan por restablecimiento paz
Mxico, estiman debe respetarse vida general Angeles, consignndolo
tribunales competentes para ser juzgado con apego a la Ley, acto
trascendental futura paz Repblica.Alianza Nacionalista.
Asociacin Unionista Mexicana.
Comit Mexicano de Paz.Unin Pacista Mexicana,
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Indulto para el general Felipe Angeles.
El general Felipe Angeles, a la hora de circular este nmero, puede
haber sido ejecutado, puede vivir an. No lo sabemos.
Ahora bien; una corriente unnime de simpata nacional se ha vuelto
hacia la interesante personalidad de aquel soldado, cuyos servicios
a la Revolucin no se atrevern a negar ni sus ms encarnizados
enemigos.
Al general Felipe Angeles se le seala como un elemento de
valer, con grandes conocimientos tcnicos en la milicia, como una
intelectualidad en el dominio rido de las matemticas, como un
hombre, en n, capaz de ser til a su patria y, nunca, ni los mismos
peridicos ministeriales, han acusado a Felipe Angeles, de ser un
bandolero merecedor de la horca.
No tememos equivocarnos al asegurar que el pas recibira con
jbilo el indulto de Felipe Angeles.
REVOLUCION no pide clemencia al gobierno.
REVOLUCION no implora perdn, para un hombre de quien no
sabe siquiera si querr ser perdonado.
REVOLUCION, sencillamente, cumple su deber al convertirse
en intrprete de la opinin, trasmitiendo al gobierno, y muy
particularmente, al C. Carranza, el consenso unnime del sentir
nacional.-REVOLUCION. Mxico 26 de noviembre de 1919.
No podemos menos que admirar al que en la suprema prueba
demuestra ser un hombre. Sean cuales fueren los errores de Angeles,
su actitud actual, es la de un varn, y de un soldado. La guerra es
cuestin de vida o muerte, y el que elige la carrera de las armas no
tiene derecho a lamentarse como una mujerzuela, como no lo hace
Angeles.
Adems, se hallaba en el campo, en contra de Carranza, y no se puede
evitar el comparar su actividad y su actual actitud, con la de los que rehuyen
el peligro y los que han llorado a la hora de verse en l y hasta se han puesto
de rodillas implorando perdn, y los que estn entrando a la ergstula
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carrrancista, doblando la cabeza bajo las horcas caudinas de la amnista.
El gobierno de Carranza, si fuera de hombres y no de ridculos y falsarios,
conservara la vida de Angeles, tan slo por lo que vale, en los momentos
actuales, eso tan raro y fundamental: UN HOMBRE; pero tememos que
esa sea la razn principal para que no soporten su presencia El Heraldo
de Mxico. Los Angeles, Cal. Nov. 26 de 1919.
C. Venustiano Carranza.La magnanimidad y la clemencia
consolidan y hacen fuerte una causa. Se presenta en este momento la
oportunidad de que levante Ud. alto el nombre de Mxico, respetando
la vida de Angeles.
Este acto ser aplaudido universalmente. Bravo perdonando a sus
enemigos, y Madero salvando la vida de Navarro en Ciudad Jurez, son
ejemplos que la historia humana ha recogido entre sus pginas.
Ms enemigos ha restado a su administracin la conducta seguida
con Morelos Zaragoza, que la saa con la que se sacricaron a Daz
Cevallos y a sus compaeros. No arroje una mancha imperecedera sobre
su nombre, ni otra mcula roja ms sobre la Nacin Mexicana.
La nobleza es caracterstica del mexicano, Sea Ud. ante todo,
mexicano!.La Patria, El Paso Texas, Nov. 21 de 1919.
DESPUES DE CONOCIDA LA NOTICIA DEL FUSILAMIENTO DE
ANGELESDe la ocina de El Universal, en Nueva YorkNueva
York, noviembre 27.Todos los diarios de esta ciudad, publicaron
en sus ediciones de esta maana, extensas notas relacionadas con
el fusilamiento del ex-federal Felipe Angeles. No hay uno slo de los
peridicos neoyorkinos, que no hable del extinto militar, llenando sus
columnas con su biografa, y relatando hechos en que el ex-general
tom parte durante el gobierno del seor Madero, y despus durante
les revolucin constitucionalista.
Puede decirse que los adjetivos se han agotado, al hablar del
ex-general Angeles; unos peridicos le llaman valiente, organizador
extraordinario, buen artillero, etc. y otros hacen notar la forma
tranquila en que recibi la muerte, disponiendo l su ejecucin, y
escogiendo un lugar junto a la pared ante la cual fue ejecutado.
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Un importante diario, relata los ltimos momentos de Angeles,
diciendo que antes de morir elogi a los Estados Unidos. Y termina
diciendo que la gran repblica francesa le debe servicios al ex-general
Angeles, quien la ayud a obtener la victoria sobre Alemania, pues que
perfeccion los caones de 75 mm.
San Antonio, Texas, noviembre 26 de 1919.Seor Venustiano
Carranza.Ciudad de Mxico.Hombres que como Ud. olvidan por
pasin los grandes servicios prestados a Mxico por el patriota Angeles,
merecen la condenacin de su pueblo.Firmado Roque Gonzlez
Garza.
Contestacin de Juan Barragn.
Ciudad de Mxico, noviembre 27 de 1919.Roque Gonzlez Garza,
Co. Consulado Mexicano.S. Antonio, Tex.
La nula signicacin tus apreciaciones en mensaje dirigido al seor
Presidente, oblgame no entregarlo propio Primer Magistrado. Dado
tu reconocido valor, sera conveniente te presentaras campo enemigo,
seguro correr misma suerte que tu defenso general.Firmado:
Barragn.
NOTA.Personas dedignas me han asegurado que quien fuera
Jefe del Estado Mayor de Carranza, se jacta de haber procurado la
ejecucin de Angeles, y que, cuando el general Diguez en un gesto
de honradez telegra a Carranza en el sentido de que legalmente,
Angeles no era militar y sera grave error que lo ejecutaran, la respuesta
fu un recordatorio de las reglas que la Ordenanza previene para la
ejecucin de los reos militares condenados a muerte!
NOTA:La honorable viuda de Madero, el Presidente mrtir,
ocurri a Carranza pidindole respetara la vida de Angeles y aqul le
hizo concebir la esperanza del indulto. Pero el rencor de Carranza era
inexorable.
Isabel, la hija del general Angeles, dirigi a la seorita Carranza;
a Chapultepec, un mensaje angustioso pidindole en nombre de su
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madre y de sus hermanos, e invocando toda la piedad de su alma,
toda la generosidad de su corazn y toda la bondad de su espritu,
que salvara a su padre del patbulo. El mensaje terminaba con estas
palabras profticas: repare, seorita, en que tambin usted tiene
padre. Telegrama desgarrador que no tuvo respuesta.
La descarga que priv de la vida a Angeles tuvo eco trgico, seis
meses despus, con los disparos de Tlaxcalantongo
Ciudad de Mxico, noviembre 26.El general brigadier don
Felipe Angeles, del antiguo Ejrcito federal, Director que fue durante
la presidencia de don Francisco Madero, del Colegio de Chapultepec,
y segundo en jefe del movimiento revolucionario de Chihuahua, desde
el mes de noviembre de 1918, fue fusilado hoy, a las seis treinta de
la maana, por las autoridades militares carrancistas de la ciudad de
Chihuahua, despus de haber sido sometido a un Consejo de Guerra
que le conden a sufrir la ltima pena.
Nada pudo arrancar al general Angeles de las manos de sus
verdugos. La justicia federal a quien acudieron sus defensores
buscando un aplazamiento de la ejecucin, se mostr sorda a todo
razonamiento. Parece ser que haba el propsito deliberado de privar
a Mxico de un hombre que pudo serle til en lo futuro. Carranza le
tema; se mostraba celoso de l desde la poca en que se produjeron
las primeras desavenencias revolucionarias de 1914, y tal vez estos
viejos resentimientos, obraron sobre l y lo determinaron a sacricar
brbaramente a su enemigo.
Hay una excitacin tremenda en esta ciudad. Los pormenores
del fusilamiento de Angeles, que muri como han muerto hasta hoy
todos los hijos del Colegio de Chapultepec, noble y valerosamente,
han provocado un sentimiento de odio contra el gobierno. Se cree, en
general, que fue un acto torpe de Carranza. Se supone que si el valiente
ex-federal hubiera sido agraciado con un acto de magnanimidad de
parte del Ejecutivo, la prevencin y hostilidad de que ste es objeto
en toda la Nacin, hubiera disminuido un tanto. Y hasta algunos llegan
a conjeturar, que el perdn de Angeles hubiera sido el principio de
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la pacicacin del Estado de Chihuahua, porque los enemigos de
Carranza, en esa Entidad federativa, hubieran visto en ese perdn una
reaccin saludable en los procedimientos del gobierno.
El vaco, que ya exista en torno de Carranza, es ahora absoluto.
La sociedad est alarmada e indignada al mismo tiempo. Y no se habla
con desdn de los hombres de gobierno, sino con asco. Y salen a
luz, en fnebre y sangrienta procesin, sus crmenes ms recientes: la
decapitacin de Alvarez, el homicidio de Daz Cevallos. Y la sociedad
se pregunta, si un gobierno as, que vive del crimen, por el crimen y
para el crimen, tiene derecho a la existencia.
Fuera del mundo carrancista, todos los elementos de la sociedad
pidieron gracia para el general Angeles. Amigos y enemigos, hombres
y mujeres, nacionales y extranjeros. Fue un clamor general que se elev
de frontera a frontera de la Repblica. Pero todo fue intil. Carranza no
ha sabido nunca donde acaba el crimen y donde empieza la justicia.
Penosa impresin caus en San Antonio el fusilamiento del seor
general don Felipe Angeles, y esa pena comparti con el elemento
mexicano la sociedad norteamericana, y se tradujo en explosiones de
odio y amenaza contra los responsables de ese crimen.
La sangre de Angeles ahogar a Carranza. Nos deca con tono
de conviccin un antiguo compaero de armas del extinto general.
Y otro, ms vehemente todava, exclam en tono de amenaza:
Nos cobraremos en sangre esa sangre.
Una seora norteamericana, que ha vivido en Mxico, y que est
familiarizada con la gente y las costumbres de nuestro pas, dijo estas
palabras a un redactor de este peridico: Ese crimen no quedar
impune. Los refugiados mexicanos enemigos polticos del general
Angeles, tambin desaprueban en trminos enrgicos la conducta
seguida por Carranza en este caso.
Carranza, es ingrato, nos dijo un viejo soldado de la Repblica.
Sin la intervencin militar de Angeles en el movimiento armado de 1913,
no estara donde est; y un periodista reaccionario, se produjo en estos
trminos: Desaprobamos el crimen quien quiera que sea la vctima.
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Es monstruoso lo que pasa en Mxico: los bandidos ajusticiando a
los Caballeros de la Legin de Honor. Puede decirse que en torno de
Carranza se ha despertado una tempestad de odios.
El Trabajo, San Antonio, Texas, Nov. 30 de 1919.
MAS PROTESTAS POR LA MUERTE DE ANGELES.Salvatierra, dic.
9 de 1919.(Especial para Revolucin.)Todo el pueblo mexicano
honrado condena y execra el asesinato de Felipe Angeles, inspirado
por el tirano en complicidad con los mismos que con las bayonetas
nos lo impusieron.
En nombre, pues, del pueblo mexicano, justo es arrojar al rostro
de los criminales ociales, en el orden que les corresponde, segn
su categora, su villana y el fallo popular condenatorio, y a decirles
que si ya que ellos repican a gloria por el desenlace sanguinario del
drama de Angeles, tambin el pueblo mexicano entona aleluyas por
el mismo suceso, pues sin paradoja, por razones distintas, un mismo
hecho produce igual satisfaccin en el Gobierno y en nosotros, aunque
los sentimientos que animan a unos y a otros sean la mayor de las
anttesis. El Gobierno est contento porque se dice: SUPRIMI AL MAS
FORMIDABLE DE MIS ENEMIGOS, y el pueblo contesta: Contra mis
deseos y atropellando la Ley, destruste una vida til; suprimiste un
hombre que haca honor a la Patria y era admirado en el extranjero.
Mejor as! Mientras ms os afanis en continuar por esa senda, ms
os acercis al n; vibra an la frase del asesinado: LA SANGRE DE LOS
MARTIRES FECUNDA LAS BUENAS CAUSAS. Exclamamos: Continuad,
carrancismo, vuestra ebriedad de sangre! Vuestro despilfarro del tesoro
pblico! Continuad la imposicin, gobernantes! Seguid adelante
con vuestros atropellos a la justicia! Consumad la imposicin del
Presidente de la Repblica! Seguid la senda que llevis, que por el
pueblo laboris!REVOLUCION. Mxico, D. F., dic. 15 de 1919.
QUE OPINA UD. DEL FUSILAMIENTO DEL GENERAL ANGELES?
El primer Jefe a quien hicimos la anterior pregunta fue al general de
divisin, don Joaqun Tllez, quien se sirvi respondernos: Yo creo
que es un crimen innecesario.
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El general de divisin, don Arnoldo Casso Lpez, militar prestigiado,
respetado como el anterior, nos respondi: Opino que se ha
sacricado sin razn a un hombre que hubiera sido ms tarde muy til
a nuestro pas.
El seor general de brigada, don Genaro Tras, se sirvi manifestarnos:
Opino que es un acto ilegal e inhumano bajo todos conceptos, pues
Angeles, segn los mismos carrancistas, no era militar, sino civil, y no
debi haber sido juzgado por un Consejo de Guerra. Juzgado por un
tribunal civil, no hubiera sido sentenciado a muerte. Inhumano, porque
se deja con su muerte, en la ms desesperada situacin a una esposa
y a varios pequeos hijos.
El seor teniente coronel, don Salvador Altamirano, ex-profesor
del Colegio Militar, se conmovi extraordinariamente cuando le
comunicamos la noticia y nos dijo: Estos bandidos han matado un
cerebro, no a un hombre!Y, aadi algunos apstrofes hijos de la
ms sincera indignacin.
A los mismos seores Ies hicimos esta pregunta:
Se dijo que el fusilamiento de Angeles sera un caso de ejemplaridad
para los enemigos del carrancismo, cree Ud. que ser benecioso
para el gobierno?
El general Tllez, dijo: Lejos de ser benecioso al carrancismo,
le ser funesto, pues da cabal idea de debilidad y de temor.
El general Casso Lpez, contest: Bajo todos conceptos, la muerte
de un militar mexicano tan eminente como lo fue el seor general Felipe
Angeles, dar un resultado contraproducente al carrancismo.
El general Tras nos dijo: Tales medidas de rigor en la forma en que
los carrancistas las estn llevando a cabo, me parecen ya extemporneas,
por creer que ha pasado ya el tiempo de los castigos ejemplares, y que
sera ms benecioso para el carrancismo emplear ciertas medidas de
nobleza y generosidad para con sus enemigos vencidos.
El teniente corone! Altamirano opina en trminos enrgicos,
que es un acto estpido, de barbarie inconcebible y slo digno del
carrancismo.
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La opinin nuestra ya est expresada de antemano.
No es una exageracin, no es una paradoja, es la verdad. La sangre
de Felipe Angeles, que nunca debi ser derramada de tan infame
manera como se ha hecho, caer sobre Venustiano Carranza. Estas
frases sacramentales las hemos odo en labios de mujeres mexicanas,
que han venido a la redaccin de este diario, con lgrimas en los ojos,
para protestar contra el crimen que acaba de ensombrecer los fastos
gloriosos de Chihuahua.
LO QUE DICE EL SEOR CORONEL ROCHA.El seor coronel
don Juan Jos Rocha nos dijo refirindose a las dos preguntas
anteriores: La ejecucin del general Angeles es una ignominia para
el carrancismo, porque no era militar, segn las mismas determinaciones
de los dominadores en Mxico. Es el mismo caso del general Francisco
de P. Alvarez. En estos casos de la jurisdiccin civil, los delitos polticos
no son castigados con la pena de muerte.
Los compaeros, agreg, no deben desanimarse por este suceso
que ha de resultar a la postre contraproducente, como ha resultado
en el Sur.
LO QUE DICE EL CAPITAN LOPEZ RANGEL.Este ao, para
ese abominable gobierno de Carranza, ha sido quizs, un ao de
gloria; han credo los carrancistas que con asesinar a Zapata, Blanquet
y Angeles, el gobierno se consolida. No, eso nunca: Un crimen
como ste no demuestra sino una debilidad extrema y una cobarda
inaudita
La Repblica, El Paso, Texas, nov. 27 de 1919.
FIN DE LA TRAGEDIA!.PRIMERO EL.DESPUES ELLA.PO-
BRES HUERFANOS!
De El Universal, de Mxico, tomamos el siguiente prrafo:
Prensa Asociada.Nueva York, diciembre 8.La seora Clara Kraus
de Angeles, muri aqu el domingo llamando todava a su esposo, el ex-
general Felipe Angeles, pues ignoraba que hubiera sido ejecutado; fue
sepultada hoy. Su cuerpo permanecer en una fosa de un cementerio
de Nueva York, hasta que sea posible llevar el cadver del ex-general
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a la ciudad de Mxico y sepultarlo all, en unin del de su esposa y en
una misma tumba.
Las ltimas palabras de la seora de Angeles fueron para enviar
a su esposo un mensaje en el que le peda que no se aigiera por su
muerte y que tuviera valor.
Nueva York, diciembre 8.Con motivo del fallecimiento de la esposa
del ex-general Angeles, todos los principales peridicos consagran a la
memoria de la extinta dama, expresivos artculos necrolgicos. Algunos
de dichos peridicos publican el retrato de la seora de Angeles.
EL LINCHAMIENTO DEL GENERAL ANGELES.
Por el Lic. Manuel CALERO.
(Captulo adicional del libro Un Decenio de Poltica Mexicana,
dedicado al general Angeles, en 1920).
Varas veces me asalt el temor, mientras escriba las pginas
anteriores, de que el hombre a quien iban dedicadas cayera en manos
de sus enemigos. Angeles se haba lanzado a una aventura peligrosa,
y era para m seguro que, si fracasaba, su vida sera el precio de su
fracaso. Los patbulos en el Mxico de hoy son erigidos para sacricar
a hombres de bien, y Angeles, vencido, nada poda esperar sino la
muerte.
Por qu este suceso caus tan viva sensacin dentro y fuera de
mi pas, no obstante que el mundo entero est acostumbrado a ver
que el derecho de los mexicanos a la vida es hoy por hoy el ms frgil
de los derechos?
Por qu los principales diarios de los Estados Unidos, publicaron
editoriales cuando Angeles cay prisionero y condenaron despus su
muerte como un asesinato? Por qu millares de particulares, nacionales
y extranjeros, y aun algunos gobiernos amigos de Mxico, intercedieron
porque la vida de Angeles fuera respetada?Algo singular deba
haber en la personalidad de ste para que se produjera en favor suyo
tan intenso movimiento de simpata, y algo de extraordinariamente
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repugnante debe haber habido en la actitud de sus verdugos para
provocar un movimiento de indignacin.
Felipe Angeles era un apasionado de la ciencia y de la justicia y, por
lo tanto, un rebelde contra el medio en que le toc nacer y vivir.
Desde su poca de estudiante, en la que obtuvo brillantsimos
triunfos y estableci la base de su fama, y ms tarde, durante su carrera
de ocial en el Ejrcito y de profesor en la Escuela Militar, Angeles se
manifest constantemente inconforme con los mtodos anti-cientcos
y rutinarios de los viejos soldados, y, en una esfera ms amplia, con las
injusticias de nuestra organizacin social. La elevacin de su inteligencia,
su intenso amor al estudio, su afn de progreso, se conjuntaban en su
espritu con una bondad exquisita, de la que era reejo su vehemente
inters por los desvalidos.
Honrado en sus actos y sincero en la expresin de sus sentimientos
y opiniones, su franqueza le acarre algunas veces la censura de sus
superiores y aun castigos disciplinarios. Empero, su reputacin de
hombre sabio y bueno y de competentsimo ocial, acabaron por
conquistarle en el Ejrcito un nombre distinguido, y por asegurarle la
estimacin y el respeto de sus compaeros de armas.
Ya con el grado de coronel, y despus de varios aos de permanecer
en Francia, consagrado a importantes estudios militares, volvi a Mxico
a nes de 1911, bajo el gobierno del seor Madero. El Presidente tena
informes de los merecimientos de Angeles, y le llam a su lado. Pronto
se estableci entre estos dos hombres buenos una inteligencia cordial.
Cuando el gobierno de Madero cay, Huerta encarcel a Angeles,
con quien saba que no poda contar. Angeles era no slo el a la
persona del Presidente, sino el prototipo del honor militar. Yo creo, y
conmigo muchos otros, que Huerta respet la vida de Angeles, por
temor al movimiento de indignacin que el asesinato de ste habra
provocado en el Ejrcito.
A poco de sacrificado el seor Madero, Angeles fue puesto
en libertad; pero algunos das despus surgi un pretexto que
Huerta aprovech para encarcelarlo de nuevo. Durante los das del
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pronunciamiento de la Ciudadela un joven de honorable familia,
ardoroso felicista, trat de sublevar a un batalln de la brigada
mandada por Angeles. El batalln se hallaba al frente del enemigo, en
la lnea de fuego, y el joven corruptor, aprehendido in fraganti, habra
sido fusilado en presencia de la tropa, si la bondad de Angeles no
hubiera repugnado ese acto terrible, pero legtimo, de rigor. El joven
muri despus trgicamente, y sus familiares denunciaron el hecho a
la autoridad militar. Huerta determin entonces sujetar a Angeles a un
proceso para tenerlo asegurado.
Mi trato estrecho con Angeles data de esa poca. Acept ser su
defensor y me propuse salvarlo cuando me convenc de que el proceso
era slo un instrumento de persecucin poltica. La delidad militar
de Angeles al gobierno de Madero, me inspiraba profundo respeto
para el procesado y mis frecuentes y largas conversaciones con ste
despertaron en m sentimientos de admiracin por sus virtudes y su
talento.
Huerta me haba dicho que como Angeles tena muchos
enemigos, era preferible, para su seguridad, que permaneciera
indenidamente en la crcel y que el proceso siguiera abierto, tambin
indenidamente, a pesar de que las investigaciones del juez instructor
slo daban resultados negativos; y esto me decidi a emprender con
el dictador una lucha difcil y tenaz, que dur varios meses, hasta lograr
que a Angeles se le pusiera en libertad, a pretexto del desempeo de
una comisin en Europa.
Algunos malquerientes de Angeles, han dicho que ste empe
su palabra de honor de ser el al gobierno de Huerta, y que a tal
precio obtuvo su libertad; y hay quien agrega que a Angeles se le
con en Europa una comisin honrosa y de conanza. Todo esto
es inexacto. Ahora que Angeles ha muerto, puedo decir que a m
me debi su libertad, y que todas las maniobras que produjeron
este resultado fueron obra exclusivamente ma, sin que Angeles
tomara parte en ello, ni se le exigiera cosa alguna, mucho menos
promesas solemnes. Lo de la comisin en Europa, fue una farsa,
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un mero expediente para cubrir una frmula de las leyes militares,
pues Angeles era puesto en libertad estando sujeto a proceso. Al
comisionado no se le dieron instrucciones, ni se le j lugar de
residencia, ni se le impusieron obligaciones determinadas. Por
ltimo, no se le dieron recursos para salir de la Repblica, siendo
necesario que yo, personalmente, proporcionara el valor de los
pasajes de Angeles y su familia de la ciudad de Mxico a la de
Pars.
La verdad es que en el momento en que obtuve la liberacin de
Angeles, Huerta crea que haba dominado a la revolucin: era el
momento psicolgico. Finga Huerta adems, menosprecio por los
conocimientos y aptitudes militares de mi amigo, de quien deca que
solo era un matemtico. Pronto se convenci de que era verdadero
general.
Angeles fue de los hombres sinceros y candorosos que al estallar el
movimiento contra Huerta, vieron en Carranza, al vengador de Madero
y al continuador de los esfuerzos de ste por el establecimiento de un
gobierno democrtico. Angeles se gur que el viejo senador porrista,
se haba contagiado del entusiasmo de Madero por las libertades
populares, y a poco de llegar a Europa regres a Mxico a prestar sus
servicios a la revolucin.
Era esto en el momento en que Carranza vencido en Coahuila, se
amparaba bajo la sombra generosa de don Jos Mara Maytorena, el
demcrata y patriota Gobernador de Sonora.
Con los mismos ttulos que Carranza, puesto que tambin era
gobernador constitucional de un Estado, con tropas organizadas y
otros elementos valiosos, Maytorena haba tenido la abnegacin de
recibir a Carranza, de socorrerlo hasta el extremo de darle ropas con
qu vestirse, y de reconocerlo como Jefe de la Revolucin, creyendo
como Angeles, como tantos otros, que Carranza obraba de buena fe
y que su jefatura garantizaba la lucha contra la reaccin y el triunfo de
la causa democrtica. Maytorena salv a la revolucin por lo cual no
es de extraarse que ahora se encuentre en el destierro.
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Ya he dicho en uno de los captulos de este libro cmo Angeles
se equivoc, cmo se equivocaron todos. El primer sacricado fue el
licenciado don Francisco Escudero, Ministro de Relaciones del gobierno
revolucionario, hombre cultsimo y de personalidad propia, a quien
Carranza, por lo mismo, no pudo tolerar. Despus sigui Angeles,
que tuvo que arrojarse en brazos de Francisco Villa, para redimirse de
su intolerable situacin al lado de Carranza, para quien el mrito y las
virtudes de sus subalternos son una sombra y un estorbo.
Empez entonces la poca ms interesante de la vida del general
Angeles.
Forzado a convivir con un hombre inculto, de instintos feroces, pero
dotado, a la vez, de superior inteligencia y de formidables aptitudes de
caudillo, Angeles tuvo que desplegar una habilidad exquisita para no
sacricar su honra y obtener de la fuerza moral de Villa todo el provecho
posible para el triunfo de la Revolucin. Por lo pronto, a Angeles
le preocupaba el problema militar; destruir a Huerta y a su ejrcito;
despus abordara el problema poltico: que para l consista en frustrar
las ambiciones dictatoriales del Primer Jefe de la Revolucin.
Cuando se escriba la biografa de Angeles, se conocern los
esfuerzos de ste,a menudo altamente fructuosos,por atenuar la
ferocidad implacable de Villa y de sus hombres. Un espritu renado
y culto, enamorado de la justicia, no poda pasar con indiferencia por
los excesos de los revolucionarios y el despotismo sin freno de los
cabecillas. Contra todo esto luch sin cesar, con riesgo constante de
su vida; y poniendo, adems, sus vastsimos conocimientos militares al
servicio de la causa que defenda, contribuy, en grado decisivo, a los
triunfos de la Divisin del Norte, y a la reputacin de invencible que
sta conquist.
Cuando engredo con su propia fama, Villa empez a creer que
poda prescindir del concurso de Angeles, la suerte le volte la espalda.
Los triunfos del general Obregn sobre la Divisin del Norte fueron
previstos y predichos por el general Angeles; pero Villa desde los
consejos de su antiguo mentor y fue derecho a la derrota. Despus de
447
estos sucesos, Angeles busc el camino del destierro y se consagr
por dos o tres aos, en medio de la ms completa pobreza, al estudio
y a la meditacin.
Angeles era meditabundo y melanclico. Con fuerte proporcin de
sangre india, tena la caracterstica tristeza de los hombres de esta raza.
Sus pasiones, aunque intensas, no eran explosivas; tena gran dominio
sobre s mismo y un espritu de implacable crtica para sus propios
actos. Su profunda simpata hacia todos los sufrimientos humanos,
lo fue haciendo descender irresistiblemente por la pendiente del
socialismo; pero sus conclusiones radicales eran siempre mitigadas por
el contrapeso de su gran cultura cientca. Amaba a los pobres, a los
ignorantes, a los humildes; pero a la vez comprenda que los problemas
del gobierno, que los problemas humanos, no podan ser resueltos por
los incultos. Este concepto era tan rme en su espritu, que no pudo
dejar de enunciarlo ante los sicarios de Carranza, que formaron la corte
marcial que lo mand al patbulo.
Sin embargo, su amor por el pueblo bajo le haca reincidir en el
error de creer que aquel posea la virtud innata de saber escoger a los
hombres mejores, a los estadistas ms preparados para gobernarlo;
y aplicando esta nocin a la democracia mexicana, soaba con el
advenimiento de un rgimen en el que nuestras grandes masas
analfabetas llevaran al Poder, a los sabios, para que stos sealaran a
aquellas el camino del progreso y de la justicia.
As no es de extraar que ansiara la cada de Carranza, a quien
declaraba dotado de inteligencia orientada hacia el mal. Se dola
de que hombres incultos, y hasta asesinos y ladrones, se hubieran
apoderado de los puestos pblicos y desplegaran sobre los pobres su
despotismo ignaro y opresor. El pueblo, al que Madero haba soado
redimir, por el que Angeles haba credo luchar, haba sido burlado por
la Revolucin.
Pero sobre todos estos sentimientos, en Angeles actuaba dominante
uno: el amor a la Patria. Crea que la intervencin armada de los Estados
Unidos sera inevitable consecuencia de las torpezas y desafueros del
448
carrancismo, y no tena esperanza de que ese peligro fuera conjurado
mientras el carrancismo subsistiera. Esto era en l una obsesin, que se
agravaba cada vez que la diplomacia poco diplomtica del gobierno
americano y la bravuconera de Carranza, dirigida a la galera latino-
americana, dejaba pendiente la soberana de Mxico, del hilo frgil de
la paciencia del Presidente Wilson.
Angeles vea con ojo tcnico la potencia militar de este pas y la
comparaba con amargura con la nuestra, que tan a fondo conoca. No
le haca mella la consideracin que tan a menudo hacen los charlatanes
a los que quieren engaarse a s mismos, sobre el escudo que para
nosotros represente el sentimiento de solidaridad de los otros pueblos
de nuestra raza, porque vea la impunidad con que el gobierno de los
Estados Unidos interviene, segn le place, en los asuntos interiores
de algunos pases de este Continente. Citaba a menudo el caso de
la Repblica Dominicana, borrada del mapa de los pueblos libres por
el Presidente Wilson, a ciencia y paciencia de los gobiernos de los
pases hermanos, y sin la protesta del gobierno de Carranza, que tanto
alardeaba de defensor de los fueros latino-americanos.
Si en mucho de esto Angeles tena razn, se equivocaba en su juicio
sobre el temperamento del pueblo de los Estados Unidos. Se guraba
que la guerra de Europa, iba a suscitar entre nuestros vecinos el espritu
guerrero, la pasin por la aventura militar, y crea rmemente que al
volver triunfantes de los campos de Francia las huestes norteamericanas,
su desbordamiento sobre Mxico sera inevitable. No se daba cuenta de
la fuerza de absorcin que la vida civil tiene en esta sociedad organizada
para el trabajo, y supona que el que ha sido guerrero, seguira sindolo
y empujara a los dems a una aventura de conquista, al menor pretexto
que para ello surgiera.
Abrumado por estos presentimientos, crey que su deber era
estar en territorio mexicano. Si lograba eliminar la causa suprema de
nuestros males,segn l la dictadura de Carranza, se abrira para
Mxico una era de justicia interior y de seguridad internacional. Si no
poda realizar su propsito, estara, cuando menos, en aptitud de luchar
449
contra la invasin, si sta llegaba a sobrevenir. Solo y sin recursos, entr
a territorio mexicano la noche del 11 de diciembre de 1918.
A pesar de nuestros frecuentes desacuerdos, a menudo profundos,
Angeles me hizo condente de sus intenciones. Estas consistan,
primeramente, en reunir en un haz, por obra del convencimiento, a todas
las-facciones adversas a Carranza, para hacer con ellas la guerra, si ello
era necesario, una guerra humanitaria, sin fusilamientos de prisioneros.
Despus, restablecera el rgimen de la constitucin de 1857, bajo
la condicin precisa de que ni l ni ninguno de sus lugartenientes
habra de aspirar a la Presidencia de la Repblica. Llamara a todos los
mexicanos, aun a los carrancistas, a la concordia y a la unin, y buscara
la cooperacin de los hombres ms aptos para resolver los problemas
nacionales. El pueblo me seguir, armaba, a no ser que admitamos
que nuestros compatriotas estn satisfechos con vivir bajo la opresin
de una dictadura.
Su primer paso en esta empresa habra de ser la conquista moral
de Francisco Villa. Aprovechando la transformacin que, segn
Angeles, se haba operado en el espritu de Villa, por las derrotas y
las decepciones. Quera hacer entrar a ste por el sendero del bien;
pretenda humanizarlo y, adems, convencerlo de que su papel en la
reconstruccin de la Repblica, tendra que ser, por la fuerza, secundario,
mientras no probara con hechos positivos que haba abandonado para
siempre sus procedimientos de implacable ferocidad! Pretenda, en
suma, convertirse en domador de eras.
Como mi amigo no poda convencerme, agot, a mi vez, los
argumentes para disuadirlo de tan peligrosa aventura. Varias veces le dije
que al gurrmelo en los destierros de Chihuahua, vena a mi memoria
un absurdo cuadro del pintor espaol Fabrs, que representa al Padre
Hidalgo, lanzando gritos en medio de la desolacin del desierto, cuadro
que adorna o adornaba uno de los muros del Saln de Embajadores
de nuestro Palacio Nacional de Mxico, y a esta comparacin alude
Angeles en la carta de despedida que me dirigi casi en momentos de
cruzar la frontera. No crea yo insensato, el que pretendiera reunir en
450
torno de su bandera a las facciones de la Revolucin; pero estimaba yo
que el primer paso,la obra de apostolado cerca de Villa,iba a ser
el escollo en el que todo esfuerzo habra de estrellarse. Respecto del
apoyo popular, nuestras opiniones tambin diferan. El pueblo mexicano
est muy lejos de sentirse satisfecho bajo el rgimen corrompido del
carrancismo; pero ese pueblo no ha alcanzado por desgracia, el grado
necesario de adelanto para poder erguirse y sacudir la fuerza que lo
abate.
Cundo ha sido el carrancismo un rgimen popular, que cuente
con la opinin pblica?No digo ahora, cuando los rganos de la
prensa revolucionaria, los diputados revolucionarios y aun los generales
revolucionarios proclaman, en todos los tonos, que la Revolucin ha
fracasado, que ha hecho bancarrota; ni aun en los tiempos de su apogeo,
cuando acababa de triunfar de todos sus enemigos y se alzaba orgulloso
sobre el pavs de la victoria, la Revolucin carrancista ha contado con
la simpata y el aplauso del pueblo. Los mismos revolucionarios, los
de buena fas lo confesaron entonces. Ah estn las palabras del
diputado a la asamblea constituyente de Quertaro, Machorro Narvez,
ahora Subsecretario en el Gabinete de Carranza, que en un arranque de
sinceridad dijo a sus colegisladores queretanos en diciembre de 1916:
La revolucin actual todava no es popular en Mxico. La MAYORIA
del pueblo mexicano est todava contra la Revolucin; las clases altas,
las clases medias en gran parte, y el elemento intelectual antiguo, estn
contra la Revolucin; las clases trabajadoras de cierta categora, los
empleados particulares, los que forman principalmente la clase media,
estn contra la Revolucin; todava somos la minora
Y todava siguen sindolo. Empero, esas clases altas, esa clase
media, ese elemento intelectual, esas clases trabajadoras, todos y todas
tienen que resignarse a esperar a que el carrancismo se purique, si
puede, o a que acabe de disolverse en su propia podredumbre. Sin
fusiles ni municiones, nuestro pueblo,la parte de l susceptible de
reaccionar,no se lanzar sobre la boca de los fusiles que en manos
de Carranza puso la complacencia extraviada del Presidente Wilson.
451
Angeles, al igual que Madero, crea que el entusiasmo de las masas era
suciente para derribar la dictadura y, como Pedro el Ermitao, solo
y sin ms armas que su f, pretendi convocar a los guerreros y a los
pueblos a una heroica cruzada por la conquista de la libertad.
Con ruda franqueza conden estos proyectos, nobles pero utpicos.
Yo quera reservar a Angeles, por si llega el momento de tener que
luchar por la soberana de Mxico, y le haca ver que careca de las
cualidades del caudillo y tambin de las del apstol. No era ni un
Morelos, ni un Madero. En cambio, era un general a la moderna, a la
Foch, lleno de ciencia y de experiencia, llamado quiz a satisfacer una
suprema necesidad nacional.
Deba, por ahora, permanecer en el destierro, cooperando a la labor
que nos hemos impuesto algunos de los desterrados como un supremo
deber: la de contrarrestar siniestras maniobras contra la soberana de
nuestra patria, que origina e incita con sus incesantes torpezas el mismo
gobierno de Carranza.
Angeles no quiso escucharme: su patriotismo impaciente y su ciega
f en la abnegacin de nuestro pueblo, lo lanzaron a la aventura que
le cost la vida.
He dicho que al cruzar la frontera me escribi unas lneas de
despedida.
No resisto a transcribirlas,aunque me dediquen inmerecido
elogio, dictado por una sincera amistad,porque ellas, mejor que
cuanto pueda decirse, reejan la nobleza del espritu de Angeles, la
delicadeza de sus sentimientos, la elevacin de sus ideales.
La carta dice as: El Paso, dic. 11 de 1918.Sr. Lic. D. Manuel
Calero.New York, N. Y.Querido y buen amigo:Dentro de breve
plazo podr Ud. hacerme rclame, mandarme hacer un cuadro como
el Hidalgo de Fabrs.
Yo hubiera querido no estar tan solo, hubiera querido ir acompaado
de unos 20 patriotas bien conocidos en la Repblica; pero no los
encontr; quiz muchos queran, pero no podan por su educacin de
gentes renadas, delicadsimas.
452
Ser una vergenza para los mexicanos que no agoten sus recursos
en la solucin de nuestro problema, para evitar la intervencin de los
Estados Unidos. Ud., es uno de los mexicanos ms brillantes, ms
conocidos, ms reputados, de ms recursos. Debe Ud. hacer todo lo
que pueda. Haga Ud. un bravo llamamiento a todos los liberales, a todos
los mexicanos de vala que la intransigencia de algunos revolucionarios
haya excludo de la Alianza Liberal Mexicana, arriesgue Ud. su propio
bienestar y aun el de su familia.
Coopere Ud. valientemente a evitarnos una humillacin. Yo voy a
trabajar, con gentes ignorantes y salvajes, a quienes tal vez la guerra
haya empeorado; voy a tocarles la bra humanitaria y la bra patritica.
Y si yo, si Ud., si todos los mexicanos que hagamos todo lo posible por
evitar una afrenta a nuestro pas y una restriccin a su soberana, no
tenemos xito, habremos por lo menos, cumplido con nuestro deber
y salvado nuestro honor.
Me voy con la esperanza de que as lo har Ud.
Sabe Ud. bien que conozco todo a lo que me expongo. Estoy viejo
ya y no podr resistir fcilmente la inclemencia de la vida a campo
raso, sin alimentos, sin vestidos y sucia en extremo. Voy a andar entre
gente que por ignorancia y salvajismo comete crmenes, sin darse
cuenta de que lo son; y naturalmente su buen amigo, el piadoso
Seor (omito el nombre por tratarse de un estimado amigo mo), me
llamar bandido. Siendo Villa uno de los factores ms importantes en
la lucha actual, tendr que esforzarme para convertirlo de elemento de
anarqua en elemento de orden y eso seguramente ser aprovechado
por mis enemigos para desacreditarme ante el gobierno y pueblo
americanos.
A pesar de todo, voy con f, porque voy a cumplir un deber y
porque confo en que mis buenos amigos me ayudarn a tener xito
o me vindicarn si fracaso.
Mi hijo Alberto quera venir conmigo, pero yo no quise quitarle
su amparo a mi familia. Se queda en Nueva York, para procurarse los
medios para su propia subsistencia y luego los de toda la familia. Es
453
difcil la misin, pero l es animoso e inteligente, y adems, confo en
que los buenos amigos, como Ud., lo alienten y aconsejen.
El le entregar a Ud. esta carta. Dgale que lo visite y aconsjele
que no deje de ir a la escuela en las noches y al gimnasio los sbados
y domingos. Que estudie las ciencias fsicas y que se dedique a
alguna industria que sea aplicacin de ellas. Que sea un caballero
por el cuidado de s mismo, por la moral y las maneras. Que por ms
que comprenda el atraso de nuestro pas, y la incomodidad de vivir
en l, no le pierda el amor y que siempre se considere con el deber
de hacer todos los esfuerzos posibles por su mejoramiento. Que no
olvide que la felicidad de las masas es condicin indispensable para
la tranquilidad del pas. En n, Ud. sabr mejor que yo, qu es lo que
ha de aconsejarle.
Tenga la bondad de presentar mis homenajes a la seora su esposa;
suplquele que me perdone por no haber ido a visitarla despus de
aquella vez que se dign sentarme a su mesa; de mis afectuosos saludos
a todos sus hijos (espero que todos estn bien de salud) y reciba Ud.
un apretado abrazo mo.FELIPE ANGELES.
Como era de esperarse, Angeles sufri su primer fracaso al
ponerse al habla con Francisco Villa. El feroz condottiero del Norte,
no estaba corregido, ni siquiera amansado. Su estrella parece haber
llegado al ocaso, no por la ecacia de la persecucin del gobierno,
sino por la enemistad formidable de los Estados Unidos, que alcanza
manifestaciones increbles con el beneplcito, si no con el aplauso de
Carranza.
No cabe duda que la presencia de Angeles en el campo Villista
oper momentneamente como una poderosa fuerza de atraccin,
que se tradujo en el inmediato fortalecimiento de las huestes de Villa
y en xitos ruidosos, (como la toma de Parral y la de Ciudad Jurez),
en los que, sin embargo, Angeles no tuvo ninguna participacin
militar. Es lcito suponer que si la plaza de Ciudad Jurez hubiera sido
conservada, los propsitos de Angeles habran empezado a tomar
cuerpo; pero en sta, como en otras ocasiones, Carranza vio venir en
454
su auxilio la ayuda militar de los Estados Unidos. Villa fue caoneado
desde la margen izquierda del Bravo, y arrojado despus de Jurez
por una brigada del ejrcito americano, con la beatca complacencia
del general carrancista, que haba huido con sus tropas a un arrabal
de la poblacin. Esta ocurrencia se llama en mi diccionario un acto
de intervencin, un atentado contra la soberana de Mxico; pero el
gobierno de Carranza, no slo no protest contra ella,la diplomacia
bravucona nicamente reluce cuando la intervencin es adversa a
los intereses del gobierno,sino que la cancillera mexicana declar
cerrado el incidente, tan pronto como las tropas invasoras, realizado
su cometido, recruzaron el puente internacional.
Qu hizo Angeles, despus de este desventurado suceso?
Presumo que Villa no pudo o no quiso proporcionarle los recursos
necesarios para internarse en el pas, en busca de medio ms propicio.
Y as, aquel hombre de hbitos renados, de cultura exquisita, vivi
varios meses la vida de nuestros subcivilizados. Cuando por obra de
traicin fue aprehendido, se alojaba en una caverna y eran sus ropas
srdidos harapos!
El fusilamiento de Angeles es un asesinato, un verdadero
linchamiento. El linchamiento no es ms que el sacricio de la vida
de un hombre, sin forma de juicio y por quienes no tienen el derecho
de matarlo. Cuando una turba mata a un hombre, el linchamiento se
realiza por el pueblo con menosprecio de las funciones de la autoridad;
cuando lo realiza la autoridad, ello es con menosprecio de los derechos
del pueblo. El linchamiento popular es menos repugnante que el
linchamiento ocial, porque aunque el pueblo tiene la obligacin de
obedecer la Ley, no es su funcin hacerla obedecer; mientras que
el linchamiento ejecutado por la autoridad lleva la doble mcula de
ser una violacin a la Ley, y de que sta violacin es consumada por
quien tiene como funcin principal hacer que se respeten las Leyes.
El linchamiento popular es una manifestacin morbosa de la libertad
democrtica; el linchamiento ocial es la ms cruel manifestacin del
despotismo de un poder absoluto e irresponsable.
455
Por eso en los pases de la Amrica Latina, que no han logrado
establecer un rgimen de libertad, los linchamientos son obra del poder
pblico. En los Estados Unidos, son obra de las masas del pueblo.
Los linchamientos ociales en Mxico toman ordinariamente la forma
que l pueblo designa con el mote de Ley fuga; pero en el caso
de Angeles la autoridad quiso, por tratarse de un mexicano ilustre,
dignicar el linchamiento con la farsa solemne de un procedimiento
judicial. Carranza as lo dispuso y telegra a sus sicarios de Chihuahua
estas pomposas e hipcritas palabras: Cmplase la Ley sin admitir
inuencias de ninguna especie, ni a favor ni en contra del reo, lo cual
traducido a su verdadero signicado quiere decir: asesnese a Angeles,
sin hacer caso de las Leyes, y as se hizo.
NOTA DEL AUTOR. Al tenerse noticia en Mxico, de la aprehen-
sin de Angeles, el Procurador de Justicia Militar, Fraustro, telegra al
Jefe de las Operaciones en Chihuahua, por orden de Carranza, que se
juzgara al general Angeles por un Consejo de Guerra extraordinaria y
por rebelin en campaa. Era la orden de darle muerte.
El actual gobierno de Mxico, ha perdido todo pudor en la
consumacin de esta clase de crmenes y el mismo Carranza, habla de
los linchamientos ociales como de la cosa ms natural del mundo.
Lase si no el siguiente prrafo del mensaje ledo ante el Congreso, por
el propio Presidente Carranza, el 1o. de septiembre del ao ltimo:
El 14 de agosto prximo pasado, la Embajada de los Estados
Unidos, se quej de que las ocinas que la compaa de petrleo
denominada Pen-Mex Fuel Company, tiene establecidas en Tuxpam,
haban sido robadas. En una segunda comunicacin, cinco das despus
del robo, insista en que se diesen garantas y expresbase en trminos
poco benvolos. En la misma fecha, nuestras autoridades ya haban
descubierto que los ladrones eran cuatro empleados de la misma
Compaa, dos de los cuales fueron fusilados, recuperndose parte
del dinero, que fue devuelto a su dueo.
Con qu desparpajo se proclama el asesinato ocial! Dos pobres
hombres fueron fusilados por haber robado dinero a la empresa a
456
quien servan. Si Carranza aplicara este sistema a todos los ladrones,
presenciaramos verdaderas vsperas sicilianas de funcionarios
y empleados de la administracin y de generales del Ejrcito.
Naturalmente los empleados de la Pen-Mex Fuel Company, no fueron
sometidos a proceso, como se desprende de las palabras del mensaje
presidencial, y porque no hay ley ninguna sucientemente brbara para
castigar con la prdida de la vida al empleado inel que dispone de
dinero de su patrn. Todava ms: en el Estado de Veracruz, donde se
cometi el robo real o supuesto, est abolida la pena de muerte. El
fusilamiento a que alude Carranza, fu, por lo mismo, un linchamiento
ocial. Como no medi proceso, ni los fusilados tuvieron oportunidad
de defenderse, cabe la duda de si ellos fueron, en verdad, los ladrones.
No importa, ni un varn fuerte como Carranza debe abrigar estos
escrpulos mongiles. Se trataba de dos pobres diablos de mexicanos
y era preciso satisfacer al gobierno de los Estados Unidos, por ser la
empresa robada una compaa americana. Por supuesto, que como
el gobierno de los Estados Unidos, no exiga ni esperaba semejante
monstruosidad, la satisfaccin que le dio el gobierno de Mxico, fue
slo una exhibicin inverecunda de barbarie y una nueva prueba de
que el gobierno que debemos a la proteccin del Presidente Wilson,
lincha a sus propios ciudadanos y se jacta de su hazaa, por boca, nada
menos, que del Presidente de la Repblica.
Para qu sealar otros casos parecidos, cuando no ms graves?
El ex-general Alvarez, del extinto Ejrcito federal, fue, como
Angeles, linchado a travs de la farsa de un Consejo de Guerra, con la
circunstancia gravsima de que el juzgado del Distrito y la misma Corte
Suprema de Justicia de la Nacin haban ordenado, en cumplimiento
de una disposicin de la ley,de la Constitucin nada menos,que
se suspendiera la ejecucin de la sentencia.
Alvarez fue fusilado con lujo de crueldad,sentado en una silla por
estar herido y no poder sostenerse en pie,y el tribunal ms alto del
pas qued burlado sin que por ello se haya exigido responsabilidad
alguna a los asesinos.
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Otro ex-general llamado Daz Ceballos y tres personas ms fueron
fusilados ha poco, sin forma de juicio, por tropas de Pablo Gonzlez. Se
los supona complicados en una conspiracin contra el gobierno. Por
artes de magia, otros dos individuos, a quienes el gobierno acusaba
de ser jefes y directores de la conspiracin, lograron escapar de los
sicarios carrancistas y caer en manos de la justicia civil. El juez hizo
la investigacin del caso y puso en libertad a estos dos hombres,
declarando que no haba habido conspiracin ni delito alguno, pero
las tumbas de Daz Ceballos y sus tres compaeros estn ah como
monumentos conmemorativos de este nuevo linchamiento ocial!
En cambio, el general Morelos Zaragoza, tambin del extinguido
Ejrcito federal, capturado, al igual de Alvarez, con las armas en la
mano, fue consignado a la justicia civil, como lo manda la Constitucin
de 1917, y en consecuencia, salv la vida; pero Morelos Zaragoza tena
con Carranza viejas complicidades polticas: ambos haban sido eles
servidores de don Bernardo Reyes, y el Presidente actual de Mxico,
debe haber sentido repugnancia por matar a este antiguo correligionario
suyo. El suceso, por el contraste que seala, es la demostracin ms
clara de que Carranza, se ha arrogado la facultad de disponer de la
vida de sus conciudadanos.
Vengamos al linchamiento de Felipe Angeles. Para que se le
sometiera a Consejo de Guerra, se necesitaban dos condiciones
concurrentes: que Angeles fuera militar y que su delito, si lo haba,
fuera de carcter militar. Si faltaba alguna de estas dos condiciones,
Angeles deba ser consignado a la justicia civil.
Legalmente hablando, Angeles no era militar, porque nunca haba
estado al servicio militar del gobierno actual de Mxico, ni guraba
en el escalafn de su Ejrcito. Si el general Pershing fuera a Mxico y
cometiera un delito, no podra ser juzgado como militar, porque aunque
sea un general distinguido, en Mxico sera slo un civil. Los generales
del antiguo Ejrcito federal, no son ya militares, porque dicho Ejrcito
qued disuelto. El carcter militar que tiene un hombre solo dimana
de sus servicios a determinado gobierno.
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Angeles nunca sirvi al gobierno constitucional de Carranza. Sirvi
a una revolucin cuando Carranza fue jefe de ella, pero la Revolucin
se fraccion en dos bandos, el de Carranza y el de la Convencin, y
Angeles, hizo causa comn con sta.
Lo ms singular del caso es que, cuando se fraccion la Revolucin,
Carranza, se convirti en rebelde. La Convencin era, ante el criterio
revolucionario, la autoridad suprema, que Carranza reconoci
expresamente cuando resign ante ella su poderes de Primer Jefe,
y si Carranza mismo reconoci el poder soberano de la Convencin, no
se podr reprochar a Angeles que haya hecho cosa igual. Por lo pronto,
la Convencin no admiti la renuncia de Carranza; pero poco despus
resolvi separarlo del mando y nombrar a Eulalio Gutirrez, Presidente
provisional de la Repblica. Entonces Carranza, que nunca quiso
sinceramente soltar el poder,para qu se hacen las revoluciones?,
se rebel contra la Convencin, contra la misma autoridad suprema
que l expresamente haba reconocido. Sobrevino la lucha entre la
Convencin y el rebelde Carranza y la suerte de la guerra, con el
aditamento de la ayuda del Presidente Wilson, favoreci a Carranza.
Pudo, entonces, ste ltimo declarar rebeldes a los que haban
sostenido a la Convencin?Los convencionistas eran sus enemigos
polticos y adversarios militares; pero no eran rebeldes a Carranza en
el sentido legal de la palabra.
Fijada as la lnea de separacin entre convencionistas y carrancistas,
los primeros vinieron a quedar simplemente en la categora de vencidos.
El Ejrcito del Gobierno carrancista lo formaron slo los vencedores:
los vencidos quedaron fuera de cuadro. Despus, cuando se organiz
el gobierno constitucional, cuando Carranza lleg a la Presidencia
por medio de una de esas maniobras que en Mxico y en otros pases
latino americanos llamamos elecciones, indefectiblemente favorables
al candidato nico, que es el jefe de la faccin triunfante, el Ejrcito
vencedor se convirti en el Ejrcito de la Repblica. En l no guraron
los vencidos convencionistas, ni en su escalafn jams fue inscrito el
nombre de Felipe Angeles. Este no era pues, miembro del Ejrcito, como
459
no lo es ninguno de los militares del extinto Ejrcito federal, tambin
vencido. La Suprema Corte de Justicia carrancista, ha declarado que
los que se hallan en este caso, no son militares, sino civiles.
Angeles, conviene observarlo, no ha obtenido grado alguno militar
durante la Revolucin. Mientras Carranza nombraba divisionarios a
Cndido Aguilar, a Pablo Gonzlez, a Francisco Villa, Angeles segua
ostentando su modesto grado de brigadier del antiguo Ejrcito federal,
que le concedi el Presidente Madero. Nunca fue ms.
Y si Angeles no era miembro del Ejrcito carrancista, que es
el Ejrcito ocial de Mxico, no era militar en el sentido legal de
la palabra. Poco importaba, por otra parte, que por una maliciosa
torsin del sentido de la palabra, fuera declarado miembro del
Ejrcito: aun as, aun siendo deveras militar, era indispensable que
el delito que se le imputaba fuera de carcter militar, para que se le
pudieran aplicar las leyes penales militares. Faltaba en todo caso,
la condicin de que la rebelin que se deca haba cometido, desde
que entr a Mxico, en diciembre de 1918 hubiera sido realizada
con soldados del Ejrcito carrancista, o con elementos militares del
gobierno. Es patente, y Angeles lo prob en su farsa de proceso,
que cuando lo capturaron no estaba alzado en armas, ni tena a sus
rdenes fuerza alguna, mucho menos de soldados del gobierno, ni
tena armas ni pertrechos pertenecientes al gobierno: no los tena
de ninguna clase.
Sin embargo, se le aplic el artculo de la ley penal militar que
dispone que sean castigados con la pena de muerte los MILITARES
que sustrayndose a la obediencia del gobierno y aprovechndose de
las fuerzas del gobierno que tengan bajo su mando o de los elementos
que el gobierno haya puesto a su disposicin, se alcen en actitud hostil
contra el propio gobierno.
Ya se ve cmo ni uno solo de los requisitos que exige la ley exista en
el caso, pero a Angeles se le sentenci a sufrir la pena capital. Se acat
as la consigna de Carranza; se cumpli en todo con la ley violndola
en todas sus partes! Esto era lo que Carranza quera.
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Hay ms aun: conforme a precepto expreso de la Constitucin
carrancista de 1917, slo puede ser juzgado por un tribunal militar
el que sea reo de delitos contra la disciplina militar, si, adems, el
propio reo es militar, es decir, s pertenece al Ejrcito; y agrega el
precepto:Por ningn motivo podrn (los tribunales militares)
extender su jurisdiccin sobre personas QUE NO PERTENEZCAN AL
EJERCITO. Poco importa, pues, que el acusado haya sido alguna
vez militar. La Constitucin, la ley suprema del pas, protege contra los
rigores de la jurisdiccin de los tribunales militares, a todo individuo
que no pertenezca al Ejrcito, cuando comete el delito. Angeles no
guraba, ya lo he dicho, en el escalafn del Ejrcito actual de Mxico;
su nombre apareca en el escalafn de un Ejrcito que haba dejado
de existir. El Consejo de Guerra que le juzg fue, en consecuencia,
un tribunal incompetente.
La ley que reglamenta el juicio de amparo,precioso medio
establecido por viejos y sabios legisladores para proteger al hombre
contra los atentados de la autoridad,dispone que los Jueces de
Distrito, y aun los jueces comunes suspendan de plano toda sentencia
que condene a un hombre a perder la vida. (He hecho ya notar cmo
fueron burlados estos preceptos en el caso del general Alvarez).
Tambin debe ser suspendido un procedimiento penal cuando con
l se viola alguna garanta constitucional, una de las cuales consiste
en que nadie puede ser juzgado por tribunales incompetentes. Era
el caso de Angeles. Este resumi as, al defenderse ante el Consejo
de Guerra, las violaciones legales de que era vctima: El Consejo,
dijo,-es incompetente; pero se lleva a cabo. Lo manda suspender
un juez competente, y contina. Es necesario ver la pasin poltica
de por medio. Se exigi a mi defensor que presentara las pruebas
documentales de que NO ERA yo militar; PERO NO ES LA DEFENSA
LA QUE DEBE PROBAR, SINO EL ACUSADOR.
Quin puede dudar ahora que Angeles no fue juzgado, sino
simplemente asesinado? La sentencia se dict al anochecer, y al
amanecer del da siguiente, Angeles era pasado por las armas. Para que
461
no faltara ni el ms exquisito renamiento de crueldad en el asesinato,
los proyectiles disparados sobre Angeles, fueron balas expansivas, que
le abrieron en el vientre tremenda oquedad por la que saltaron, en
borbotn horrible, los intestinos de la vctima.
Carranza en esos mismos das, opona su veto al restablecimiento
de las corridas de toros, porque chocaba a sus sentimientos de piedad
ver saltar los intestinos de los caballos heridos por el asta de la res.
Cuando se me aplique la pena de muerte y yo haya desaparecido,
mi nico anhelo es que no se diga que fui un hombre malo,dijo
Angeles ante sus verdugos. As ha sido; la opinin pblica ha dado su
fallo. Angeles fue un hombre sabio, justo, bueno. Como en Madero,
la bondad fue su ms alta virtud.
Esto no era motivo para que Carranza sintiera por l conmiseracin.
Ni siquiera hubo de conmoverle un sentimiento de gratitud, al que
difcilmente otro hombre se hubiera substrado: Carranza es Presidente
de Mxico, porque Felipe Angeles gan para l las grandes victorias
que destruyeron el poder militar del general Huerta; pero el beneciado
de estas proezas no pudo ser capaz de agradecerlas!
Si Carranza se hubiera limitado a privar a Angeles de la libertad,
habra con ello reservado para la Repblica al mexicano ms competente
en asuntos militares entre todos los compatriotas de esta generacin.
Nadie como Angeles, para reorganizar el Ejrcito nacional, que hoy slo
es indisciplinada turba de bandoleros. Nadie como l, para organizar
una defensa en caso de conicto exterior. Nadie ms apto para educar
a la juventud militar y preparar en la ciencia y en la religin del honor
a los futuros ociales despus del desastre del antiguo Ejrcito de
lnea. Calmadas las pasiones, restablecida la paz, el saber, la pericia,
las virtudes de Angeles habran sido una valiossima partida en el haber
nacional. Carranza saba todo esto; pero al tener a Angeles en su poder
no pudo prescindir de la voluptuosidad de darse un bao confortativo
de sangre
Es excusable este sacrificio siquiera ante el criterio vulgar
latinoamericano de que, un Presidente que no mata es un Presidente
462
perdido?Yo no lo creo, porque aun dentro de este criterio infame,
es inevitable hacer distinciones. Carranza debi haber visto que
Angeles haba fracasado como adversario del gobierno en el campo
de la rebelin. Despus de un ao de hallarse en territorio mexicano
no haba podido reunir fuerza alguna, ni emprender operaciones
militares de ninguna especie. El impulso que su presencia infundi al
movimiento villista se haba totalmente apagado, despus de la derrota
sufrida por Villa a manos de las tropas invasoras de los Estados Unidos.
Estaba, probado que Angeles no poda congeniar con el antiguo jefe
de la Divisin del Norte, y que haba fracasado en sus empeos de
domesticar a esta era y por sealarle una nueva lnea de conducta.
Al frente de un ejrcito, Angeles habra sido un enemigo formidable;
pero tambin estaba ya probado que no poda formar ejrcito alguno,
como ningn rebelde lo forma en nuestro pas, mientras el gobierno
americano sostenga y proteja al gobierno establecido en Mxico. Por
su cultura, por su educacin, por su concepto del deber, Angeles no
poda convertirse en un guerrillero, y entregarse a actividades en que
se confunden la guerra y el bandolerismo. Carranza tambin saba
todo esto, pues conoca a su prisionero, y nunca pudo haber credo de
buena f que el sacricio de ste era una suprema necesidad poltica,
una exigencia de salud pblica.
Qu resultados producir este crimen?Nadie puede predecirlo
an; pero es claro que, cuando menos, ha aadido un cargo formidable
al cmulo de malas voluntades, de desencantos y de odios, engendrado
por el gobierno carrancista. No es lcito suponer que vea aumentar
el nmero de sus adeptos y que conquiste la adhesin del pueblo,
un rgimen que ha elevado el linchamiento ocial a la categora de
procedimiento de gobierno.
463
Discurso pronunciado por el ingeniero
Vito Alessio Robles, en la solemne velada
conmemorativa en noviembre de 1922.
Seoras, Seoritas y seores:
E
s para m altsima distincin el haber sido designado para rendir
un respetuoso homenaje a la memoria del maestro sacricado
brbaramente en un amanecer gris, por la sed de sangre de una
administracin capitaneada por un vetusto cacique, mulo de los Silas,
de los Tiberios, de los Francias, de los Rosas y de los Santa Annas.
Conoc al maestro Angeles, en los primeros aos de mi juventud.
Era entonces capitn de la segunda compaa del heroico Colegio
Militar, institucin pletrica de honor, de patriotismo, de democracia
y de gloriosas tradiciones.
Todos respetbamos y queramos al apuesto, caballeroso y culto
comandante de compaa, superior de verdad, superior a todos, no
porque en sus insignias llevara un galn o una espiguilla ms, sino por
altsimas dotes morales e intelectuales.
Se reconoca su inteligencia, su cultura verdaderamente integral, su
extenso saber, su modestia suma y su noble caballerosidad.
Aunque parezca raro a algunos puedo asegurar que el Colegio
Militar de Chapultepec ha sido la institucin ms genuinamente
democrtica, por no decir la nica, que ha existido en Mxico, desde
los turbulentos das de la Independencia hasta nuestra poca. All el
uniforme nivelaba a los ms humildes con los ms encumbrados, a los
CAPI TUL O XXI I I
464
vstagos de familias poderosas con los de familias pauprrimas; all
por boca de los superiores gobernaba nicamente la impersonalidad
soberana de la ley, traducida en mandamientos inviolables; all los jefes
superiores de la escuela eran ellos mismos, humildes y dechados de
honradez. El general Villegas, el heroicamente honrado, como le
llamara en cierta ocasin el maestro Angeles, quien fue director por
muchos aos, descenda de una humildsima familia de agricultores
del Estado de Mxico. Los sub-directores, primero el coronel Plata y
luego el teniente coronel Torroella, hombres cultsimos y de moralidad
y conducta ejemplares; los mayores, primero Martn L. Guzman,
representacin exacta del honor militar y despus el heroico y sabio
Tamborrel, con una plyade de capitanes y tenientes elegidos entre lo
mejor de lo mejor del Ejrcito, y entre ellos descollaba por su apego
al cumplimiento del deber, por su honradez y por su inteligencia, el
gallardo comandante de la segunda compaa.
Puede tambin asegurarse que el Colegio Militar de Chapultepec,
segn frase atinada de don Justo Sierra, era una verdadera casa de
educacin, mientras en la ciudad de los lagos muertos, slo se haban
formado imperfectos planteles de educacin, puede asegurarse,
repito, que el referido plantel de educacin militar, no era el adecuado,
ni guardaba proporciones con el Ejrcito de esa poca, cuyos soldados
se reclutaban por el inicuo procedimiento de la leva en el sentido
depresivo de la palabra, y en donde la mayora de sus jefes eran restos de
luchas gloriosas en pro de la segunda independencia, pero ignorantes
casi todos y algunos de ellos amorales en grado sumo y de all que el
alumno formado dentro de los ms estrictos principios del honor militar
y de la moralidad, al ingresar a las las del ejrcito, se encontraba con
un mundo nuevo, que ni siquiera se haba imaginado, y de all que
los que tenan bien formada su voluntad y bien templado su carcter
sufrieran persecuciones y molestias injusticadas, como le aconteci al
maestro Angeles, cuya vida altiva y azarosa de ocial subalterno merece
sealarse como ejemplo de honradez y de constancia. El ocial Angeles
dictamin siempre en contra de los inventos de Mondragn, censur
465
acremente la organizacin de la Escuela Militar de Aspirantes, y cuando
quiso que se implantasen nuevos mtodos, que se siguiesen nuevas
rutas, que se jasen modernas orientaciones, tropez con el misonesmo
inveterado de los jefes caducos, con la inercia arraigada de superiores
ignorantes, y de all que el ocial Angeles, a quien pudiera llamarse el
primer rebelde de aquella poca, sufriera persecuciones inmotivadas
y arrestos injusticados, como el que le fuera impuesto por el general
Rosalino Martnez, en aquel entonces Secretario de Guerra y Marina.
A guisa de destierro, con el pretexto de que perfeccionara sus
estudios en la escuela de artillera de Fontainebleau, fue enviado a la
gloriosa Francia, y el coronel Angeles que haba tenido el honor de
ser profesor del Colegio Militar de Chapultepec, aun antes de haber
terminado sus estudios, que era reputado como el primer artillero
tcnico de Mxico, que era considerado como el primer matemtico de
la Repblica, y que haba sido profesor por muchos aos de balstica,
obtuvo triunfos clamorosos en aquella excelente escuela francesa,
se distingui sobremanera y recibi honores que se reejaron sobre
Mxico.
El apstol Madero y el maestro Angeles, se conocieron y se
comprendieron y el general Angeles, fue designado por el apstol para
ocupar el puesto que por derecho le corresponda: el de educador de
la juventud militar de Mxico, y fue nombrado director del glorioso
plantel de las gestas democrticas y de las tradiciones heroicas. Sin
perder su carcter de director, el maestro fue nombrado por Madero,
para dirigir las operaciones militares en el Estado de Morelos, y fue
censurado acremente, porque el general Angeles no consinti en
volverse instrumento de los latifundistas encomenderos, haciendo
declaraciones que public toda la prensa, en que expresaba de una
manera clara y categrica que los agraristas del Sur tenan razn para
luchar mientras no se los diera satisfaccin por los agravios que reciban
de los caballeros feudales, enseoreados de la comarca. Y el tiempo
que es padre de prodigios, como dijera Hariri de Basra, ha justicado
en lo absoluto la manera de sentir del general Angeles.
466
Conocis de sobra la conanza que el apstol Madero tena en la
lealtad, en el valor y en la aptitud del general Angeles y sabis de sobra
que la actitud noble y levantada del maestro hizo que compartiera
con el apstol las amarguras de la prisin, y que se desencadenaran
sobre l todas las iras de los pretorianos; sabis que ofreci su espada
y su vida al servicio del Constitucionalismo, y que con el alma plena
de entusiasmo, de ideales y de desinters, juzg que podra ser til
a la causa del pueblo y que contribuira con su valor al castigo de los
culpables del nefado crimen. Hubo muchos revolucionarios que se
equivocaron con Carranza, pero el general Angeles, conoci antes
que nadie, que el vetusto cacique de Cuatro Cinegas, rodeado
por un crculo de efebos intrigantes, no buscaba por medio de la
Revolucin, ms sangrienta que ha asolado al pas, el mejoramiento
del pueblo mexicano. El maestro Angeles, psiclogo completo y
socilogo consumado, comprendi que aquel cacique vido de poder
y de mando, trataba nicamente de sostenerse en el primer puesto;
vio que dejaba a sus favoritos enriquecerse, palp que estimulaba a
esos incondicionales para que intrigaran y dividieran a los hombres de
ideales y de corazn bien puesto que en las llanuras y en las montaas
ofrendaban sus existencias y exponan sus vidas en pro de los ideales
revolucionarios del mejoramiento colectivo.
La primera desilusin del maestro Angeles, fue encontrar como uno
de los principales consejeros de Carranza, a Rafael Zubarn, enemigo
acrrimo de Madero, y a quien en los peridicos revolucionarios editados
en la frontera Norte, se calumniaba sangrientamente, asegurando que se
haba encontrado entre los defensores de la Ciudadela. Esta era una torpe
calumnia, Zubarn, aunque odiaba implacablemente a Madero, y era uno de
los ms ardientes simpatizadores de Reyes, no estuvo en la Ciudadela por la
sencilla razn de que Rafael Zubarn Copmany, nunca se ha encontrado en
los lugares de peligro. Pero all en el Gabinete de Carranza, con quien estaba
unido por los vnculos del reyismo, hizo furibunda labor de zapa, contra la
memoria de Madero y contra todos los maderistas inmaculados que fueron a
prestar sus servicios en las las revolucionarias, contra el sabio e inmaculado
467
michoacano doctor Miguel Silva, contra Daz Lombardo, contra Angeles, y
la prueba de ello existe en la interesante obra: Los asesinos de los seores
Madero y Pino Surez, por el licenciado Calixto Maldonado R., que en la
pgina 16, dice textualmente: En Hermosillo y al comenzar el movimiento
armado contra Huerta, el licenciado Rafael Zubarn Copmany, entonces
encargado de la Secretara de Gobernacin del Gabinete prepotestativo
de Carranza, se encargaba de decir a los revolucionarios que esa revolucin
era carrancista, que el maderismo haba desaparecido por inepto y la mejor
prueba de tal ineptitud era la cada del Gobierno de Madero
Carranza el viejo senador porrista de consigna, el perenne adorador
del general Reyes, ya en su ancianidad, no haba de evolucionar y no
evolucion.
En todos sus actos pareca parodiar al rey sol: la revolucin soy
yo, y durante la lucha y despus de ella, tanto en el sombro y luctuoso
perodo del preconstitucionalismo, como durante su reeleccin, pues no
otra cosa fue su eleccin a Presidente Constitucional, inmediatamente
despus de haber sido encargado del Poder Ejecutivo, quiso convertirse
en ridcula parodia del Presidente norteamericano Jackson, violento y
enrgico, quien a cada momento repeta:El botn para el vencedor
el que tiene el poder tiene en su mano la bolsa y forma con sus amigos
e incondicionales, una casta privilegiada.
El general Obregn, a cuyo esfuerzo y victorias debi Carranza su
elevacin y consolidacin en el poder, tuvo que retirarse asqueado por
la corrupcin, ambiente y por la inmoralidad que imperaba soberana
en el entourage del mulo de Sila, de Tiberio, del doctor Francia,
de Rosas y de Santa Anna.
Y el general Obregn, en 1919, desde el rincn de la Repblica a
donde se haba retirado para no codearse con los autores de los robos
del automvil gris, lanz su famoso maniesto programa en que, en
forma atinada y clara, hablaba de la necesidad de resolver el problema
moral iniciado, de emprender una campaa enrgica de depuracin,
empezando por los miembros del Ejrcito que han abandonado el
camino del honor y llevndola a todos los ramos de la administracin,
468
con todos aquellos funcionarios que han credo que la Revolucin llev
como nalidad nica, enriquecer a los que se incorporaron a ella, y
sealaba con frase dura y candente el amargo fruto que han ofrecido
como resultado nuestras revoluciones anteriores:No permitirle al
pas librarse de sus libertadores.
El general Calles, nombrado ministro por Carranza, slo quiso durar
en su puesto pocos das, y a su regreso a Sonora, se expres ante varios
periodistas, de la manera siguiente:Durante mi corta estancia en la
capital de la Repblica, como miembro del Gabinete de Carranza, pude
darme cuenta de la inmoralidad del mismo y de cmo al lado de ese
individuo sin escrpulo, existe una camarilla corrompida que encabeza
el Jefe del Estado Mayor Presidencial, general Juan Barragn. All en el
Estado Mayor, se especula con todo, se venden empleos y concesiones,
se autorizan robos al Erario Nacional, se traca con los bonos de los
haberes de los jefes y ociales del Ejrcito, y hasta con las pensiones
de las viudas y hurfanos de los soldados de la Revolucin.
Tal era Carranza. Queda descrito admirablemente el autcrata y
su squito de intrigantes convenencieros, que no hicieron otra cosa
durante la lucha, que intrigar y dividir, y que a la hora del triunfo
enlodaron la Revolucin improvisando de la noche a la maana,
fortunas colosales. El vetusto cacique pueblerino, el vetusto senador
porrista, mudo y de consigna, el vetusto admirador incondicional de
los mtodos de gobierno preconizados por el general Reyes, el vetusto
Gobernador ocasional de Coahuila, el vetusto Primer Jefe del Ejrcito
Constitucionalista, el vetusto Presidente de la Repblica no poda
evolucionar y no evolucion. El maestro Angeles, demcrata sincero,
no poda estar al lado de un autcrata; l, socialista convencido, no
poda transigir con el antiguo encomendero y poseedor de tiendas de
raya. El hombre de honradez acrisolada, no poda estar conforme con
el hombre que convirti la Revolucin en una lucha a base de botn; el
hombre desinteresado, no poda combatir al lado del ambicioso vulgar;
el hombre que evit, exponiendo su vida, el fusilamiento de indefensos
prisioneros, no poda permanecer al lado del hombre vido de sangre
469
que enton himnos a Huitzilopoxtli, desenterrando la fatdica Ley
Jurez Angeles y Carranza, eran dos polos opuestos y Angeles fue
el primero que se retir de Carranza. Despus de l se retiraron del
autcrata todos los hombres honrados.
Angeles donde quiera procur hacer labor de fraternidad, de
amor, de honradez, Angeles salv la vida a 2,000 prisioneros despus
del combate de Paredn; Angeles durante su fulmnea y arrolladora
campaa en los Estados de Coahuila y Nuevo Len, nunca permiti
que sus tropas cometieran el menor atropello, hombre de orden, no
toler el menor exceso a sus soldados ebrios de victoria.
Todos los habitantes del Sur de Coahuila y los de Nuevo Len,
hablan con elogio, del general Angeles. Los habitantes de Hidalgo del
Parral bendicen la memoria del maestro.
Y lleg el fin del general Angeles. Despus de innumerosos
sufrimientos en las estepas y en las montaas chihuahuenses, despus
de una penosa peregrinacin, cuando se encontraba exhausto, la
traicin lo entreg en manos de sus mortales enemigos, y vino la farsa
inicua de un Consejo de Guerra sumarsimo, y all el maestro ni siquiera
trat de defenderse.
A las preguntas del pretoriano que, por irona del destino presida el
Consejo de Guerra, general que se haba sublevado contra el Gobierno
legtimo de Madero, y que despus desconoci al propio Carranza,
el maestro contestaba con frases unciosas predicando la fraternidad,
el amor, el socialismo sincero, la pureza de alma, la exaltacin de
los humildes.Para qu defenderse?Para qu invocar textos
legales?El maestro saba que aquellos sayones haban recibido
rdenes terminantes de Carranza de condenarlo a muerte y preri legar
a sus hijos y a todos los mexicanos, en aquellos solemnes momentos,
una honda, una admirable leccin de patriotismo y fraternidad.
Y en una fra maana gris, el distinguido alumno del Colegio Militar
de Chapultepec, el aprovechado discpulo de la Escuela de Artillera de
Fonteinebleau, el cultsimo profesor, el gran matemtico, el competente
artillero, el gran rebelde, el hombre de acrisolada honradez, el socialista
470
convencido, el amigo de los humildes, en una maana en que no quiso
brillar el sol, el maestro cay acribillado por una veintena de balas
homicidas.
Mi muerte har ms bien a la causa democrtica que todas las
gestiones de mi vida. La sangre de los mrtires fecundiza las buenas
causas,as dijo el maestro momentos antes de morir, y no hay la
menor duda que as como la muerte de Madero inuy de una manera
determinante en el desquiciamiento de Huerta, el asesinato de Angeles
fue el principio del derrocamiento estruendoso de Carranza.Hay
que creer en la justicia inmanente!Sean cuales fueren nuestras ideas,
nuestras opiniones, debemos aprender en la sangre del mrtir y en
la calidad misma de sus asesinos hasta dnde puede conducirnos el
espritu de discordia. No debemos olvidar que es un torrente impetuoso
que arrastra a los pueblos y que debemos sacricar en aras de la patria
todas nuestras afecciones personales.
Y t, sombra venerable del ilustre mrtir, recibe nuestras lgrimas
con que quisiramos a un mismo tiempo devolverte la vida y lavar
la mano sangrienta que caus tus heridas. Tu nombre augusto ser
escrito con caracteres de oro en los fastos de la patria y el corazn de
sus hijos eternamente lo conservar marcado con un sello indeleble de
profundo amor. En tu ejemplo hallar siempre el magistrado la rmeza;
la intrepidez el soldado, y la juventud un noble desinters, y todos
los que tuvimos el altsimo honor de contarnos entre tus amigos y tus
discpulos, un noble smbolo de honor y de patriotismo.
Descansa en paz y que tu sangre sea fecunda para la causa
democrtica!
471
Discurso pronunciado por el Ing. Federico Cervantes, en la
solemne velada conmemorativa del segundo aniversario de la
inmolacin del Gral. Felipe Angeles, en Noviembre de 1921.
Seoras; seores:
En su progresiva evolucin, el hombre que se instruye y que se
perfecciona, pasa sucesivamente por las tres fases que Augusto Compte
sealara como la ley del desarrollo humano. El perodo teolgico o
cticio, en el que en casos de agravio, por impotencia se invoca en
nombre de la justicia la venganza de los dioses; el perodo metafsico
o de transicin, en que se llama a la justicia inmanente, sin saber, en
realidad, lo que es ella; y el perodo cientco o positivo, estado mental
superior que aleja al hombre de la pasin y de las falsas creencias y que
le da bastante conciencia de las cosas. En este perodo elevado de la
cultura humana, la justicia se cifra en la obra social y se encuentra en la
funcin colectiva de las sociedades. Y es analizando los acontecimientos
sociales, hasta donde la ciencia lo permite, como se puede comprender
la trascendencia de ciertos actos inmorales.
Al referirme a Felipe Angeles, podra dejar vibrar con profundo
sentimiento las bras de mi corazn, excitando en mi auditorio la
indignacin que nace con el relato de los detalles de su asesinato.
Pero Angeles era un ciudadano de altsima cultura, l haba llegado a
la tercera fase del desarrollo humano, y sera indigno de su memoria
el que al invocar su nombre, no hiciramos un esfuerzo por ahogar
las pasiones, ocupndonos tan slo del aspecto positivo moral de
su desaparicin. Quiero por eso, conarme a sereno razonamiento,
pues slo de ese modo podr ser digno, durante mi peroracin, de la
magnanimidad y de la pureza del maestro.
Se trata, por otra parte, de un demcrata luchador que se distingui
en las ms notables acciones guerreras de la Revolucin, pero cuyas
gestiones no fueron coronadas por el xito; de un convencido que
fue como nosotros al destierro, cuando los convencionalistas fuimos
vencidos por la fuerza, a pesar de que poseamos la razn, y que volvi
472
al pas en noble afn de redencin, para ser entregado por un judas.
Solo y abandonado en las garras de sus ms implacables enemigos,
muri en desgracia.
Al ocuparme de su heroica figura, mi actitud resulta, pues,
insospechable de intereses, de pasiones mezquinas; a ello me mueve
tan slo un anhelo de estricta moral y de justicia.
Cuando juzgamos a algn hombre contemporneo, lgica e
instintivamente hacemos parangn con otros hombres, porque slo
comparando se puede medir; y aunque de jvenes ejercitamos
defectuosamente ese trabajo mental, cegados en nuestra admiracin
por el amor que sentimos hacia nuestros padres a quienes creemos
dotados de todas las virtudes, pronto con el perfeccionamiento de
nuestro criterio, descubrimos que tambin ellos tienen sus defectos y
entonces, en un afn mas amplio y ms sereno, ecunime, buscamos
a hombres que brinden ejemplos grandiosos de virtud. Suele suceder
que pocos hay que resistan al anlisis, pero de los que quedan nuestra
admiracin se entrega a aqullos que estudiados en todos los aspectos
de su vida, nos dejan la franca impresin de hombres completos. Son
stos los que presentan el tringulo de las facultades humanas: el
carcter, que es excelsa virtud de accin, el talento, que es don natural
desarrollable y la inteligencia, que es el intelecto cultivado. Cuando
hemos encontrado al hombre que representa ese grado superior de
la perfeccin humana, tenemos el deber cvico de llamar su ejemplo
a la contemplacin de nuestros conciudadanos, porque en todos
est la obligacin de buscar, como Digenes, la vida de hombres que
ejemplaricen la virtud. Sin ejemplo, no hay emulacin. Quienes no
encuentran a un hombre superior en el camino de su vida, son estultos,
incultivados o pobres escpticos.
Lo doloroso de este dilema es que donde abunda la incultura, la
ausencia de criterio hace rendir admiracin inconsciente, cuando no
interesada, a hombres que estn lejos de constituir ejemplo edicante;
por eso se observa con frecuencia, como una aberracin de las
sociedades incivilizadas, que quienes triunfan, aunque sea por medios
473
ilcitos, son los que tienen los sufragios de la admiracin popular, y por
eso sucede, como deca Madero, que En vez de ser la virtud y el mrito,
los que llevan a los altos puestos, con frecuencia ocupan stos aqullos
que no gobiernan sino en vista de sus propios intereses, retardando
de este modo, la evolucin de la humanidad.
Angeles dijo a este propsito, durante su jurado, con admirable
valor civil, estas palabras:Yo considero que una de las ms graves
dicultades porque atraviesa el pas, estriba en que hombres sin ninguna
educacin, hombres sin cultura, hombres que no son de Estado, ocupan
los altos puestos y se atreven a tratar de solucionar los dicilsimos
problemas que se han presentado.
Y rerindose al falso cargo que se le haca, de haber sido nombrado
Presidente Provisional por la Alianza Liberal Mexicana, agreg: Yo
mismo, que he dedicado toda mi vida al estudio y que an a los cuarenta
aos me esforzaba por aprender, no me considero con capacidad
suciente para aspirar al primer puesto de la Repblica, que me achacan
mis enemigos.
Y sin embargo de tanta modestia, procurando yo justipreciar a los
hombres ante mi ideal de perfeccin, no he encontrado individuo que
cautive ms mi admiracin, que Felipe Angeles. Lo conoc en su bien
ganada reputacin de hombre de ciencia y de militar de prestigioso
empuje; lo tuve de maestro y de jefe en el glorioso Colegio de
Chapultepec y antes que el amor, fu la admiracin consciente la que
conquist mi devocin.
Faltbame, sin embargo, el examen ms fecundo, necesitaba yo
conocer al hombre ntimamente, y tuve la fortuna de vivir a su lado, de
recoger sus ms sencillas impresiones, de observar todos sus actos en
la azarosa vida de campaa.
Entonces creci mi admiracin, porque aquel hombre no slo era
individuo de ciencia y de talento, sino que las prendas de su carcter
eran insuperables. Sereno en todos los trances de su vida, siempre
razonador, jams violento o encolerizado, aquel maestro ideal nos daba
una leccin en cada uno de sus actos. Sus convicciones arraigadas de
474
integrrimo demcrata, su honradez acrisolada y su benevolencia que,
como su eterna sonrisa, nunca lo abandonaron; su ingenuidad y su
humildad a pesar de su enorme vala, nos ensearon como se puede
ser militar con perfecto espritu democrtico, como se puede ser activo
y enrgico soldado, sin abandonar la ms exquisita caballerosidad, y
como resalta, por parangn con otros hombres, que la arrogancia y la
altivez con los humildes, la crueldad con los vencidos y la vanidad y el
orgullo, son patrimonio de los ignorantes o de los imbciles.
Pero, no podra yo relatar sin extenderme demasiado, los fecundos
ejemplos de su vida; vosotros los conoceris en sus datos biogrcos
que publicaremos. Slo quiero decir, para completar mi exposicin, que
si aquel hombre fue grande en los azares de la vida, en los que como
hombre y como militar venci con maestra, heroico y magnnimo fue
a la hora de su muerte. Juzgado con la ms artera intencin de jueces
incompetentes y perversos, fue acusado de crmenes que no haba
cometido; entregado a las manos de sus inverecundos enemigos,
persuadido de que iba a morir, tuvo, no obstante, la entereza de
confundirlos con sus serenas y elocuentes respuestas.
El pblico que durante su jurado llenaba el Teatro de los Hroes
de Chihuahua, esto es, el pueblo, su aliado e impotente amigo, lo
aplauda entusiastamente, a pesar de lo terrible del momento, mientras
que sus verdugos festinaban con cabalas la sentencia de muerte!
Cuando el que funga de representante de la sociedad hubo vaciado
sobre l su msera invectiva, diciendo que el reo trataba de ocultar
tras una mscara de falsedades sus grandes () crmenes, y pidi para
l la muerte, levantndose sin indignacin ante aquellos verdugos, dijo
estas bellas palabras que son un himno de amor y de perdn:Yo no
abrigo odios contra nadie; nunca los he abrigado; cuando luchaba
contra el gobierno, no le tena odio, as como tampoco le tena
cuando Madero me envi a combatir a los zapatistas; el cario que
manifestaba a stos, hizo que me llamaran zapatista
En Monterrey, rerindome a los enemigos, deca yo que eran
nuestros hermanos equivocados; Ahora mismo no tengo odios
475
para ningn constitucionalista, como no lo tengo por ningn federal,
por ningn huertista, por ningn porrista; por el contrario, siento
cario entraable por todos los mexicanos, de cualquiera creencia
religiosa o credo poltico que sean. Ese ha sido mi defecto, () amar
a todos los mexicanos y, es ms, amar a toda la humanidad, amar
hasta a los animales, porque a veces somos nosotros ms malos
que ellos. He llegado hasta a pensar que es salvaje matarlos para
alimentarnos con su carne
Amo tambin a todas las cosas de la tierra, los paisajes, los de
mi patria especialmente, que han sido mi pasin. Amo el sistema
planetario, la nebulosa que se tiende en el inmenso cielo, las
estrellas, los mundos que gravitan en la inmensidad del espacio,
lo amo todo!
Si me mezcl en poltica en tiempos pasados, no abrigu
jams sentimiento alguno de odio, y en cambio, tuve amor por
determinadas instituciones. Despus del fracaso de Villa, me
dediqu en Estados Unidos a estudiar el socialismo, que es altamente
fraternal; reconoc que este sentimiento se extiende por el mundo
y que a l se deben las conmociones populares actuales
Tambin amo la democracia. Se creer que soy motivo de
discordia, y que tan slo me agrada la rebelin, que me gustara
ver que mi patria se incendiara con enormes llamas, pero no es as.
Quiero que los constitucionalistas que ahora imperan, se consoliden;
que abran sus brazos a todos sus hermanos; que se instruyan, que
formen un gobierno ejemplar
Espero que Mxico tendr oportunidad de escapar de una gran
guerra internacional, logrando la amistad de los Estados Unidos,
y no sufrir la vergenza de ser conquistado y absorbido por ese
poderoso pas. Hago fervientes votos porque nuestros estadistas
resuelvan acertadamente los arduos problemas de la Nacin, y,
digo todo esto, para que despus de que se dicte mi sentencia
de muerte, y yo haya desaparecido, no se crea que fui un hombre
perverso
476
Sublime invocacin de superhombre que resuelto al sacricio, no
cuida ya de la vida, pero se preocupa de la honra!
Y aquel jurado de consigna, incapaz de comprender la grandeza de
ese hombre bueno, lo mand al patbulo. Se invoc el nombre de la
ley para burlarla, ejerciendo implacable venganza del dspota dictador.
Angeles fue juzgado por obediencia a una consigna, con un tribunal
incompetente. Se le acus y se le conden despreciando la orden de
suspensin de un juez y ante el amparo pedido y la peticin del indulto
que sala de todas las bocas, se festin el asesinato. Y, sabis cul es la
talla moral de quienes lo juzgaron? No quiero degradar mi peroracin;
baste con saber que el presidente del jurado que conden a muerte a
ese mexicano ilustre, no se ruboriz siquiera al recuerdo de que l mismo,
ahora convertido en juez, se haba rebelado al gobierno legtimo del
Presidente Francisco I. Madero, y viva no s si gracias a la generosidad o
al desprecio de aquel demcrata. De manera que el reo perdonado del
grave delito de rebelin militar, ahora condenaba a muerte, achacndole
su crimen, a este defensor de la democracia. Esta accin monstruosa,
propia de los feroces tiempos del carrancismo, no debe admirarnos.
Pero en la poca actual, llamada de concordia, en los escaos del alto
Cuerpo Legislativo, se sientan todava representantes que arman que:
Carranza hizo bien en mandar fusilar a Felipe Angeles
Yo estara movido a desbordar el apstrofe de mi indignacin contra
tanta barbarie, si no fuera porque, como he dicho, hay que esforzarse por
ser digno del maestro. Pero es innegable que la misin educadora y cultural
que con patritico empeo se propone intensicar el seor Secretario
de Instruccin Pblica, no debe limitarse a nuestro pueblo humilde; urge
extenderla hasta las altas esferas del gobierno, porque, sin el sentido moral,
y sin el buen ejemplo de los mayores, difcil ser educar decentemente
a las generaciones que nos siguen. Necesitamos humanizar a muchos
prohombres (), civilizarlos, alejarlos del fango y del salvajismo!
Afortunadamente, el bien tiene que triunfar tarde o temprano, y los
senadores honorables, algunos de los cuales se sientan entre nosotros,
habrn de desarrollar su inuencia salvadora.
477
Pero, volviendo a los jueces militares que condenaron a Felipe
Angeles, cabe decir que mientras en el Ejrcito perduren elementos
que, desconociendo la misin elevadsima del militar de pundonor,
lo mismo se prestan a servir de jueces de consigna que de esbirros;
mientras haya violadores de la Ley que pongan la fuerza por encima del
derecho, el servilismo antes que la dignidad y la conveniencia arriba de
las convicciones, la sociedad no podr sentir que el Ejrcito es sostn
y salvaguardia de las instituciones democrticas, y el mismo Gobierno
no podr estar seguro de que sus espaldas estn protegidas por la
delidad de sus generales. La gran fuerza moralizadora de la Institucin
Militar, estriba en extirpar de ella todo lo que pueda corromper, y en
exigir la ms estricta moralidad en los antecedentes de los militares. Y
la ms elemental idea de justicia, pedira con la opinin pblica que,
no por ideas de venganza, sino por razones de indeclinable reparacin
social, el proceso de Felipe Angeles fuera revisado.
Aplicada la pena de muerte,ha dicho uno de los actuales
Secretarios de Estado,a prisioneros que deben ser considerados
como polticos, o aplicada en nombre de la ordenanza aparentemente,
pero en puridad de verdad por intereses apasionados de partido, es
una espantosa, incalicable inmoralidad, que tiene que producir asco
y horror a una conciencia honrada. Y bien, seores, a pesar del asco y
del horror que el asesinato de Felipe Angeles provocara lo mismo en el
pas que en el extranjero, donde se coment en forma vergonzosa para
los mexicanos la matanza de un Caballero de la Legin de Honor de
Francia, los responsables de esa incalicable inmoralidad, gozan an
en el Ejrcito de las consideraciones y honores de una alta jerarqua.
Desgraciadamente para nuestra reputacin y regeneracin
nacionales, la inuencia y el criterio carrancista, dejaron una profunda
huella de degradacin social que an no se borra. La generacin
que ahora se forma, contempla todava como un funesto ejemplo,
el xito de la inmoralidad. La Revolucin, a la que fuimos nosotros
por ideales de justicia, y a la que llevamos de buena f todo lo que
tenamos: juventud, porvenir, carrera, patrimonio; esa Revolucin de
478
la que no hemos abjurado, ni abjuraremos nunca, y de la cual salimos
con las manos limpias de sangre y los bolsillos exhaustos; vencidos,
pero con la frente muy alta; esa lucha por cuyos ideales dieron la
vida generosamente hombres de mucha vala, compaeros nuestros
convencidos o convertidos a nuestra causa y tantos del bando contrario,
hermanos equivocados, como dijera el general Angeles. No!; esa lucha
no poda ser para asesinar, robar y enriquecerse a costa del pueblo; y sin
embargo, generales y polticos de aquel tirano sin gloria, que defraud
a la Revolucin, enriquecidos y con crmenes, gozan de una tranquila
vida paseando no slo en el extranjero, sino aun en las mismas calles
de la capital, su impunidad y su cinismo. Si ese fuera el ejemplo que
hubieran de imitar nuestros descendientes, entonces, gobernantes y
polticos, deberan temblar por sus cabezas, y maldecir nosotros, de
antemano, de la suerte y de la honra de nuestros hijos!
Mi General! Maestro!:
Puesto que en la funcin superior de una sociedad civilizada esta
la justicia, si hemos de ser una nacin de civilizados, las generaciones
que te siguen habrn de pregonar tu nombre de mrtir, grabndolo
en la Historia!
Fuiste el continuador ms conspicuo de la obra redentora del
apstol Madero, y como l, tus fuertes convicciones las defendiste con
la accin, que es la nica reveladora del carcter.
Tu vida y tu muerte son ejemplares, por lo grandes. No slo fuiste
sabio, sino que fuiste integrrimo; no slo fuiste maestro de honor
de la juventud militar, sino que te elevaste a conductor de hombres, a
triunfador de genio militar. Y, para coronar tanta grandeza, ceiste las
palmas del martirio!
Caste en manos de tus ms indignos enemigos, y sin embargo, eres
de los pocos magnnimos que fueron al sacricio sin alardes, sin odios, sin
reproches, con sentimientos de amor y con palabras de perdn, erguido
con el valor de los hroes y tranquilo con la serenidad de los justos.
Por eso tu nombre inmaculado es el ms digno de gurar, con el del
Presidente Mrtir, en el lugar de honor de la suprema Democracia!
479
NUESTRA ACTITUD
Fieles al recuerdo que alienta nuestra moral y nuestro optimismo,
hemos rendido homenaje de admiracin consciente al hombre que por
el camino de la virtud y del saber, de la ecuanimidad y del altruismo,
alcanz los lmites de la perfeccin. Nuestro homenaje, desinteresado
en el sentido de que no nos guiaron conveniencias mezquinas, ha sido
interesado en el sentido de los intereses elevados, porque la recordacin
del sabio desaparecido es modelo para el propio perfeccionamiento.
Nuestro homenaje, al que ao por ao le hemos dado la signicacin
respetuosa y cordial de un culto, no puede ser confundido con aquella
propaganda que sirve de pretexto para desahogos o lisonja cuando
es comn adular a los hombres del poder exaltando supuestas
virtudes, por razn de conveniencias del momento para, luego que
caen, olvidarlos. Al rememorar nosotros la vida de Felipe Angeles,
estimamos realizar una sincera labor cvica, pues es preciso enaltecer
a aqullos a quienes no alcanza la adulacin y que, sin embargo de
haber desaparecido, no han dejado de inuir en lo que de honorable
tiene nuestro medio social.
La obra de Felipe Angeles, en servicio de la verdadera Revolucin,
de la de accin y de principios, con ser grande y fecunda, qued
frustrada porque el propsito convencionalista revolucionario que era
genuinamente partidario de la Constitucin, democrtico y progresista,
no alcanz su realizacin al ser vencido por el carrancismo. Pero los
principios de la Convencin Nacional Revolucionaria, y la razn de
haber repudiado a Carranza, por su ambicin de poder y su despotismo
corruptor, qued, aos ms tarde, justicada con el derrocamiento del
dictador. Y sin embargo, de que esto signic un cambio de orientacin
poltica, la cesacin de muchas persecuciones e injusticias o inmoralidades
y la vuelta del amargo destierro para muchos expatriados, nosotros no
fuimos de quienes aplaudieron la tragedia de Tlaxcalantongo.
Nuestras convicciones nos vedan aplaudir, o siquiera disculpar, el
asesinato poltico, ni an de los enemigos ms enconados, porque la
480
supresin de los hombres no constituye un castigo ni es argumento en favor
de los principios y, en cambio, es signo de crueldad y de salvajismo que
deshonra a la nacin y mancha indeleblemente a quienes lo cometen.
En el caso del asesinato poltico de Felipe Angeles, que fue muy
comentado en el extranjero, no slo se desprestigi al pas en que
se mata a pesar de la proteccin de las leyes, sino que al privar a
la Repblica de un ciudadano que adunaba las notables facultades
tcnicas y morales de un conspicuo militar, el desinters y las virtudes
de un verdadero revolucionario, se contribuy a la obra infame y
cruenta con que los odios y los rencores han degradado al pueblo
ennegreciendo la idea redentora de los verdaderos principios.
Y a pesar de infame atentado y persecuciones sufridas cuando no
haba garantas, al condenar ese asesinato, en nuestra tarea honrosa de
defender la memoria de Angeles, repetimos que en nuestros corazones
no anidan ni el odio ni el rencor; deseamos que nuestros compatriotas
se eleven por encima de sus pasiones y se inspiren en el ejemplo
edicante que dieron Madero y Angeles, como impolutos mrtires de
la democracia mexicana.
Que el modelo de esa vida ejemplar que hemos presentado, ensee
a refrenar odios y atemperar pasiones para llegar a comprender que
las mejores causas son aquellas que triunfan por el convencimiento
y por el amor, y que los mejores hombres, los que hacen Patria,
aquellos que dejan huellas edicantes e imperecederas, no son los
que luchan para s, por el poder y por la riqueza, sino los que luchan
desinteresadamente por el bienestar comn, predicando la verdad y
defendiendo la justicia.
Que reexionen en que el objeto de la vida que es corta, no debe
cifrarse en la consecucin de apetitos mezquinos; que la concupiscencia
degrada; que no slo de pan vive el hombre, sino que entre los
elementos que integran la felicidad que todos buscamos estn: una
conciencia limpia, benevolencia que perdona o disculpa, amor a la
ciencia que perfecciona y piedad para los dbiles, que son los ms;
generosidad que se debe ejercitar en pro de esa raza indgena de
481
nuestro hermoso pas a la que nos hemos empeado en procurar
libertades y, a pesar de la sangre que ha derramado, no hemos logrado
redimir por la elevacin intelectual y el mejoramiento econmico.
Inters sincero por esos parias de nuestra Nacin que labran la tierra
y nos dan el producto de su trabajo con el sudor de su frente humilde
y sufrida. Altruismo para esos hermanos nuestros de la tez cobriza,
raza estoica de humildes a quienes am y defendi tenazmente; por
quienes luch con denuedo y por cuya redencin ofrend la vida, con
apostlica resignacin, el inmaculado general Felipe Angeles!
No debo terminar esta rememoracin sin hacer partcipe de nuestro
homenaje a la dignsima matrona que comparti con Felipe Angeles,
una vida generosa de nobles aspiraciones. No quiero olvidar en su
sufrimiento a Clara Krauss de Angeles, la hermosa y leal compaera
que identic su vida con la del demcrata de accin. Ella, como toda
mujer mexicana, dotada de una exquisita sensibilidad, alent nobles
esperanzas; pero sufri lo indecible desde que la ausencia de noticias
del guerrero haca temer funesto desenlace.
La madre y la esposa mexicanas, que son todo ternura y amor, no
pueden ocultar las lgrimas de sus amargas emociones. As Clarita, la
noble amiga, la dignsima compaera del demcrata luchador, amarg
su existencia con la angustia y la incertidumbre.
En el destierro y en el lecho del dolor, ignorando el desenlace
trgico del general Angeles, desolada por la intuicin, agobiada por los
presentimientos y la enfermedad que en ella se cebaban, sintindose
morir, recomend a los suyos: Dganle a Felipe que me perdone que
lo deje, que para l son mis ltimos pensamientos, que me dispense
Y expir tristemente.
El patriota ya haba partido; la esperaba en la gloria patria, en el
olimpo de los hroes a donde tambin van mujeres que, como las
espartanas, no solamente dieron hijos fuertes y nobles a la patria,
sino que compartieron con sus maridos la conviccin, la virtud y el
sufrimiento!
483
P
or iniciativa de un grupo de hidalguenses honorables, fue
constitudo un Comit Pro-translado de los Restos del general
D. Felipe Angeles de Chihuahua a Pachuca. Dicho Comit tuvo como
Presidentes Honorarios a los seores licenciado Javier Rojo Gmez,
general Manuel F. Enrquez y licenciado J. Jess Gonzlez Gallo;
Presidente, licenciado Rodolfo Asiain y Secretario, coronel Manuel
Angeles.
Contando con el apoyo moral y material del C. Presidente de la
Repblica, general de divisin Manuel Avila Camacho, una comisin
formada por miembros del Comit hidalguense y por los representantes
del Ejecutivo, de la Cmara de Diputados del Congreso de la Unin y
de la Cmara y autoridades del Estado de Hidalgo, as como miembros
del Estado Mayor del extinto general Angeles, se transladaron a
Chihuahua donde, el 22 de noviembre de 1941 fueron exhumados los
restos mortales del general Felipe Angeles y colocados en elegante
urna; con grandes honores militares y civiles. Seguidos por el pueblo
chihuahuense, fueron conducidos en procesin cvica hasta el Teatro
de los Hroes convertido en capilla ardiente. En el vestbulo de este
Teatro en que fuera sentenciado Angeles en 1919, se j al muro una
placa de bronce alusiva al sacricio de la vctima.
El heroico pueblo chihuahuense visit e hizo guardia al fretro
durante todo el da. En la noche se celebr una solemne velada y
durante ella fue otorgada una medalla de oro y un pergamino, rmado
por viejos revolucionarios de la Divisin del Norte, a la dignsima
seora Dolores R. de Revilla, en reconocimiento de su nobleza y valor
VINDICACION
484
civil, al recoger, amortajar, velar y sepultar los restos del revolucionario
sacricado, hace 22 aos.
Numerosa comitiva condujo esa noche la urna funeraria a la estacin
del Ferrocarril y, a pesar de la distancia, muchas personas se disputaban
el honor de llevar las ofrendas orales.
En Zacatecas, Zac., autoridades y pueblo dispensaron fervorosa
acogida a los restos de Angeles. En la Cmara de Diputados se le form
capilla ardiente y en severa ceremonia fueron pronunciados elocuentes
discursos. Numerosas eran las ofrendas orales.
Los restos fueron acompaados desde la estacin y a su regreso,
para despedirlos, por la Guarnicin de la Plaza seguida del pueblo que
les dio sentida hospitalidad.
En Torren, Coah., y a pesar de no haberse previsto una recepcin
ocial, numerosas personas hicieron honores, se recibieron cartas
y diplomas; viejos revolucionarios y gente del pueblo, en forma
conmovedora, humedecieron con lgrimas, al besarla, la bandera que
cubra la urna funeraria.
En diversas estaciones del trnsito se congregaba el pueblo
respetuosamente para: saludar a Angeles.
En Aguascaliente, Ags., hubo delegaciones especiales, discursos y
honores de autoridades civiles y militares.
En Mxico y ante numeroso pblico de admiradores, los restos de
Angeles fueron recibidos, la noche del 25 de noviembre, en la estacin
del Ferrocarril Central, formando valla los cadetes del Colegio Militar
que acompaaron la urna hasta el Palacio de Bellas Artes donde, en
solemne velada, se honr al ilustre desaparecido.
Los restos de Angeles fueron despus conducidos al Colegio Militar,
donde se form capilla ardiente, haciendo honores a quien fuera sabio
Maestro y Director de aquella gloriosa Institucin.
El da 26 de noviembre, aniversario de la muerte del general
Angeles, los restos fueron conducidos al Estado de Hidalgo; las
autoridades hidalguenses los recibieron en Tizayuca con signicativa
ceremonia y discursos de bienvenida. Numerosa comitiva presidida
485
por los representantes de altas autoridades de la Repblica, por los de
los Estados de Hidalgo y Chihuahua y por Veteranos Revolucionarios
y delegaciones, fue conducida en unos cien automviles, llegando a
Pachuca, Hgo., donde esperaba el pueblo en multitud, dispensando una
magnca recepcin, con procesin cvica, por la ciudad engalanada.
En sesin solemne, la Cmara de Diputados dio acogida a los restos
del HIJO PREDILECTO DEL ESTADO DE HIDALGO declarado as
por decreto de la Legislatura del 15 de noviembre de 1941.
El general Felipe Angeles fue honrado con la CONDECORACION
DEL MERITO REVOLUCIONARIO por acuerdo especial del C.
Presidente de la Repblica, Jefe del Ejrcito Nacional.
Una placa descubierta por el Presidente Municipal de la ciudad de
Pachuca, dio nombre al Jardn Felipe Angeles.
En el Panten Municipal de la ciudad de Pachuca, en un hermoso
monumento ptreo, rematado con magnco busto en bronce del
general Angeles y previos los honores militares y los discursos, ante
numeroso pblico que fu a despedirla, la urna funeraria qued
depositada en su cripta, siendo saludada con el toque militar de
silencio.
Todava por la noche de ese da se celebr en el Teatro Bartolom
de Medina una gran velada literaria-musical en honor de Angeles.
ASI, CON EL CONSENSO DE LA PRIMERA AUTORIDAD DE LA
REPUBLICA, Y LAS DE LOS ESTADOS MENCIONADOS, CON EL
HOMENAJE SINCERO DEL PUEBLO QUE VENERA SU RECUERDO;
SATISFACIENDO A LA OPINION PUBLICA SENSATA, SE HIZO POSTUMA
REPARACION JUSTICIERA AL GRAN REBELDE SACRIFICADO, A FELIPE
ANGELES, EL SABIO Y PATRIOTA REVOLUCIONARIO MEXICANO.
FIN.
El mausoleo del Gral. Angeles en Pachuca.
487
Presentacin ..............................................................................................5

PROEMIO ..................................................................................................9
CAPITULO I
EL PADRE DE NUESTRO BIOGRAFIADO ........................................ 15
EL HIJO ................................................................................................. 17
EL ESTUDIANTE.DESDE JOVEN FUE VERAZ Y RESUELTO ........ 18
EL JOVEN OFICIAL FELIPE ANGELES (Lmina). .............................. 20
FORMACION DEL PRIMER BATALLON DE ARTILLERIA ................. 21
NOBLE EMULACION .PROF. SUBSTITUTO GRAL ....................... 22
COMISIONADO EN EL EXTRANJERO.............................................. 23
SU HONRADEZ Y VALOR CIVIL .......................................................... 24
ARRESTADO POR DEFENDER EL PRESTIGIO DE SU ESCUELA .... 26
CAPITULO II
SU IDENTIFICACION CON EL GOBIERNO
REVOLUCIONARIO . SU GESTION COMO DIRECTOR
DEL COLEGIO MILITAR ...................................................................... 29
LOS VOLUNTARIOS DEL D. F. . LA AMISTAD DE
MADERO Y ANGELES ......................................................................... 32
LA CAMPAA DE MORELOS ............................................................. 33
GENOVEVO DE LA O. POR EL GRAL. FELIPE ANGELES............ 37
CAPITULO III
ACTITUD DE ANGELES DURANTE EL CUARTELAZO .................... 59
LA EXCURSION DE MADERO A CUERNAVACA .............................. 60
LA REORGANIZACION DE LAS FUERZAS ........................................ 61
CUMPLIO CON SU DEBER ................................................................. 62
TESTIMONIO ....................................................................................... 64
UNA CARTA DEL LIC. M. CALERO ................................................ 69
NUESTRA REBELDIA ........................................................................... 72
NDI CE
Pgina
488
CAPITULO IV
COMO FUE RECIBIDO ANGELES EN SONORA ............................. 75
COMO ERA CARRANZA ..................................................................... 78
SITUACION PENOSA Y AMBIGUA .................................................... 80
ERRORES POLITICOS ......................................................................... 84
COMO FUE ANGELES CON VILLA ................................................... 86
CAPITULO V
LA BATALLA DE TORREON ................................................................ 89
SAN PEDRO DE LAS COLONIAS ...................................................... 95
REGRESO A CHIHUAHUA .................................................................. 97
EMPIEZAN LAS DIFICULTADES ....................................................... 100
LA BATALLA DE PAREDON .............................................................. 104
OCUPACION DE SALTILLO .............................................................. 110
HONORABLES DIRECTORAS DE
LA CRUZ ROJA EN TORREON, CON EL GRAL. ANGELES
Y EL JEFE DE SU E. M. (Lmina) ....................................................... 113
GRAVE INCIDENTE.RENUNCIA DE VILLA.
LA DESOBEDIENCIA......................................................................... 115
CAPITULO VI. BATALLA DE ZACATECAS. (Descripcin tomada del Diario
del Gral. Felipe Angeles)
ORDEN QUE TRANSMITIO EL MAYOR CEVENTES ...................... 143
CAPITULO VII. JUSTIFICACION DE LA DESOBEDIENCIA DE LOS
GRALS. DE LA DIVISION DEL NORTE EN TORREON,
EL MES DE JUNIO DE 1914.- POR EL GRAL. FELIPE ANGELES
LA DESOBEDIENCIA DE LA DIVISION DEL NORTE.
RESPONSABILIDAD DEL GRAL. FELIPE ANGELES. ...................... 157
GRAL. FELIPE ANGELES montando su caballo
Pancho Villa. (Lmina) .................................................................... 162
CAPITULO VIII. COMO FUE LA BATALLA DE ZACATECAS
COMENTARIOS. ................................................................................ 186
DESPUS DE LA BATALLA. EL GRAL. ANGELES
Y SUS AYUDANTES. (Lmina) .......................................................... 187
REFLEXIONES MORALES. ................................................................ 190
Pgina
489
CAPITULO IX
GRAVE SITUACION. LAS CONFERENCIAS DE TORREON ...... 193
EL ESTADO MAYOR DE ANGELES .................................................. 197
LA PRIMERA JUNTA MILITAR ........................................................... 200
CAPITULO X. LA CONVENCION DE AGUASCALIENTES
COMENTARIO Y CONSIDERACIONES .......................................... 213
CAPITULO XI
LA MARCHA SOBRE MEXICO ......................................................... 217
PREPARATIVOS. LA PROSECUSION DE LA CAMPAA ............ 219
LAS OPERACIONES DEL NORTE. ................................................... 222
CAPITULO XII. EL GENERAL ANGELES EN LA BATALLA DE RAMOS
ARIZPE.Por el General Emilio Madero.
LA BATALLA DE RAMOS ARIZPE.Por Jos de Lara,
ex-Comandante del Estado Mayor del Gral.
Felipe Angeles. .................................................................................. 229
NOTA DE OTRO TESTIGO PRESENCIAL ....................................... 233
RESUMEN ........................................................................................... 235
ORDEN GENERAL DE COMBATE DE LA COLUMNA a las
rdenes del Gral. Felipe Angeles ..................................................... 236
PREPARATIVOS DE VILLA PARA LA
BATALLA DE CELAYA ........................................................................ 239
LA BATALLA DE LEON ...................................................................... 240
LA TENACIDAD DE VILLA. ............................................................... 243
CAPITULO XIII
EL RECONOCIMIENTO DE CARRANZA ......................................... 245
EL EXILIO ............................................................................................ 247
EL GENERAL JOSE HERON GONZALEZ
(el General Gonzalitos). ..................................................................... 249
LOS EXILIADOS ................................................................................. 254
A LOS EX-PATRIADOS MEXICANOS. .............................................. 255
CAPITULO XIV
VIGOROSO ARTICULO DE ANGELES ............................................ 265
SITUACION DE ANGELES EN EL DESTIERRO ............................... 267
OPINION GENERAL .......................................................................... 268
Pgina
490
OTROS ARTICULOS DE ANGELES.
De la entrevista Creelman a la Constitucin de Quertaro. ...... 269
EL ASPECTO LEGALISTA.Al margen
de la Constitucin de Quertaro .................................................... 273
EL ERROR MAXIMO DE CARRANZA
Por el Lic. Manuel Calero (1920) ....................................................... 275
DIAZ, MADERO Y CARRANZA. Por el Gral. Felipe Angeles ... 279
CAPITULO XV. FORMACION DE UNA ALIANZA.
COMITE EJECUTIVO LOCAL DE EL PASO ..................................... 287
PROPOSITOS ..................................................................................... 288
LA IDEOLOGIA DE ANGELES
Errores de revolucionarios y habilidades de dspotas ............... 292
EDUCACION. Por el Gral. Angeles .............................................. 297
"EL LIBERALISMO ES UN IDEAL DEL PASADO" ........................... 301
CAPITULO XVI
COMO VOLVIO ANGELES AL
TERRITORIO NACIONAL .................................................................. 307
LAS DECLARACIONES Y EL MANIFIESTO DE ANGELES ............. 310
GESTIONES PARA INCORPORARNOS
AL GRAL. ANGELES .......................................................................... 316
NUESTRO CRITERIO POLITICO
REVOLUCIONARIO. Indiferentismo ......................................... 319
EL AFAN DE PAZ Y EL ESPIRITU DE REBELDA .............................. 322
CAPITULO XVII
COMO FUE RECIBIDO ANGELES POR VILLA. ............................... 329
"EJERCICIOS PARA ADELGAZAR" ................................................. 330
LOS PLANES DE ORGANIZACION.
Angeles quera un Mxico nuevo ..................................................... 331
EL ATAQUE A CIUDAD JUAREZ. Observacin ........................... 335
OTRO PARENTESIS EN LA CAMPAA ........................................... 337
LA ULTIMA DESPEDIDA .................................................................... 339
DISCURSO DE ANGELES ................................................................. 341
Pgina
491
CAPITULO XVIII. LA APREHENSION DE ANGELES.
AUTGRAFO DE D. FELIPE ANGELES CUANDO PAS POR
PARRAL PRISIONERO, PREVIENDO QUE SERA SACRIFICADO.
(Lmina). ............................................................................................. 350
LA NOTICIA DE LA APREHENSION ................................................ 351
EL PRISIONERO FILSOFO, AL DESCENDER DEL FURGN
EN QUE LO CONDUJERON A CHIHUAHUA.(Lmina) .................. 353
CORRESPONDENCIA ENTRE
ANGELES Y SU FAMILIA ................................................................... 355
TELEGRAMAS. Se pidio un premio
para Gabino Sandoval.En la celda del reo .................................. 357
EL CONSEJO DE GUERRA EN
LA CIUDAD DE CHIHUAHUA ........................................................... 361
LA LLEGADA DE LOS REOS,
ANGELES Y OTROS DOS ................................................................. 364
CAPITULO XIX
EL GRAL. GAVIRA DA PRINCIPIO AL
INTERROGATORIO. (Versin taquigrca). ..................................... 365
CAPITULO XX
INTERROGATORIO DE LOS DEFENSORES.
VARIOS DETALLES DE LA VIDA DE ANGELES ............................... 391
SE SUSPENDE LA AUDIENCIA ........................................................ 392
SE REANUDA LA AUDIENCIA . LOS CAREOS ........................... 393
LA VOZ DE LA ACUSACION ........................................................... 394
LA VOZ DE LA DEFENSA.................................................................. 396
EL OTRO DEFENSOR ....................................................................... 401
LAS PALABRAS DE ANGELES .......................................................... 402
LA DELIBERACION ............................................................................ 403
EL RECURSO DE AMPARO . ACTITUD DE LA
CAMARA CARRANCISTA ................................................................. 405
MAS TELEGRAMAS DE AMPARO.................................................... 407
CAPITULO XXI
LOS CONSIDERANDOS Y LA SENTENCIA .................................... 409
PROPOSICIONES.
ACTITUD DE LOS SENTENCIADOS ................................................ 418
TELEGRAMA DE DIEGUEZ.LA POSTRERA NOCHE .................. 420
Pgina
492
COMISIONES DE DAMAS VISITAN A ANGELES.
SUS RECOMENDACIONES .............................................................. 422
EL SENTENCIADO DEJA ALGUNOS
RECUERDOS ESCRITOS.LA ENTEREZA DE ANGELES ............. 424
LOS ULTIMOS MOMENTOS ............................................................ 425
LA EJECUCION.................................................................................. 426
CAPITULO XXII LOS RESTOS DE ANGELES,
PIADOSAMENTE RECOGIDOS
EL PUEBLO DE CHIHUAHUA ACOMPAA
AL FERETRO DEL ILUSTRE DESAPARECIDO.(Lmina) .................. 427
DETALLES COMPLEMENTARIOS.
HABLA UN TESTIGO PRESENCIAL ................................................. 429
ALGUNAS DE LAS NUMEROSAS PETICIONES
HECHAS ANTE CARRANZA EN FAVOR
DEL GRAL. ANGELES ........................................................................ 431
DESPUES DE CONOCIDA LA NOTICIA
DEL FUSILAMIENTO DE ANGELES ................................................. 435
MAS PROTESTAS POR LA MUERTE DE ANGELES ....................... 439
FIN DE LA TRAGEDIA.Primero l.
Despus ella.Pobres hurfanos! ................................................. 441
EL LINCHAMIENTO DEL GENERAL ANGELES.
Por el Lic. Manuel Calero. ................................................................. 442
CAPITULO XXIII
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL ING. VITO ALESSIO
ROBLES, EN LA SOLEMNE VELADA CONMEMORATIVA,
EN NOVIEMBRE DE 1922. ................................................................ 463
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL ING. FEDERICO
CERVANTES EN LA SOLEMNE VELADA CONMEMORATIVA
DEL SEGUNDO ANIVERSARIO DE LA INMOLACIN DEL
GRAL. FELIPE ANGELES, EN NOVIEMBRE DE 1921. .................... 471
NUESTRA ACTITUD ..............................................................................479
VINDICACION ......................................................................................483
EL MAUSOLEO DEL GRAL. ANGELES EN PACHUCA. .................. 486
Pgina
COLOFN
La presente edicin se termin de imprimir
en el mes de octubre de 2010, en los talleres
de Multi Impresos en la ciudad de San
Francisco de Campeche. El tiraje fue de
1,000 ejemplares.

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