Meny, Yves y Jean Claude Thoenig
Meny, Yves y Jean Claude Thoenig
Meny, Yves y Jean Claude Thoenig
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En materia de poltica pblica, y salvo excepciones, es preferible para el
analista partir de la hiptesis de que el sujeto es utilitarista y egocntrico.
Esto se traduce de tres maneras en las percepciones y los comportamientos
del pblico.
i) Los costos tienden a imponerse sobre los beneficios. A igual grado
de concentracin y difusin, los afectados son mucho ms sensibles al
precio que pagarn que a las ventajas que recibirn. La prdida oculta el
beneficio.
ii) El corto plazo importa ms que el medio plazo. En otras palabras,
los efectos inmediatos movilizan ms que las consecuencias diferidas en el
tiempo.
102 LAS POLTICAS PBLICAS
iii) Los costos y beneficios que afectan a pequeos grupos se imponen
a los costos y beneficios que afectan a vastas poblaciones. La repercusin in-
dividualizada moviliza mucho ms que la repercusin colectiva y annima.
Esta escala de utilidades, completada por los tres comportamientos des-
critos, permite clasificar el estilo de accin adoptado por una autoridad p-
blica (Padioleau, 1982). As, en Francia, las polticas de reformas fiscales
se caracterizan por la multiplicacin de medidas del tipo costos difusos
(alza de la fiscalidad indirecta) y por una actitud conservadora de las exen-
ciones particulares del tipo beneficios concentrados (desgravaciones por
categoras en materia de IRPF, etc.). De ah, la siguiente paradoja: los con-
tribuyentes afectados rechazan ms la supresin de un favor marginal (por
ejemplo, el privilegio de cosechero destilador, que concierne a un pequeo
nmero de contribuyentes) que una presin fiscal fuerte (por ejemplo, el al-
za del impuesto sobre carburantes, cuantiosa sangra que afecta a varios
millones de ellos). Por esto se pueden caracterizar las polticas pblicas se-
gn su grado de universalidad o, al contrario, de particularismo: las polti-
cas multiplican las situaciones particulares de los interesados, o introducen
principios de tratamiento de situaciones generales?
Disponemos de numerosos trabajos que ofrecen criterios de clasificacin
de las polticas pblicas. Cabe mencionar especialmente:
- Los mtodos de conduccin poltica (Offe, 1975). La clasificacin
distingue: 1) las prohibiciones y los estmulos; 2) la provisin de bienes y
servicios; y 3) los procedimientos. Esta clasificacin ha sido revisada
(Scharpf, 1976) distinguiendo de manera ms detallada los intrumentos de
influencia del Estado en: 1) prohibiciones; 2) estmulos; 3) bienes y servicios
provistos por el Estado; 4) consecuencias provocadas por las infraestructuras
pblicas; y 5) procedimientos. La accin pblica es puntual o global en su
realizacin? Se dirige a las nuevas situaciones que se van a generar o se
orienta hacia el tratamiento de las causas de disfuncin social? Se trata de
erradicar problemas existentes o de evitar que aparezcan nuevos problemas?
- Los instrumentos de gestin administrativa (Mayntz, 1978). Se pue-
den dividir en: 1) normas de prohibicin y de requerimiento; 2) autorizacio-
nes de actividades privadas; 3) transferencias financieras; 4) estmulos finan-
cieros (subvenciones, etc.); y 5) provisin de bienes y servicios.
- La funcin de conduccin social del Estado (Hucke, 1980). Se des-
pliega en los siguientes mbitos: la regulacin jurdica, la poltica social, la
conduccin econmica, las prestaciones simblicas.
- Los instrumentos de gobierno (Hood, 1983). La autoridad pblica
dispone de dos mecanismos de control sobre la sociedad: los detectores (ins-
trumentos para recoger informacin) y los realizadores (herramientas para
generar impactos sobre la sociedad). Tiene a su disposicin cuatro recursos:
el tesoro (el dinero y otros recursos fungibles), la autoridad (la posesin de
EL ANLISIS
103
poder legal o legtimo), la organizacin (la disposicin de personal, ma-
teriales, equipos), la nodalidad (el Estado se sita en el centro de un
tejido social o de informacin). La combinacin de estos dos mecanis-
mos y de estos cuatro recursos genera los tipos especficos de las polti-
cas pblicas.
4. El sistema de accin
Una de las reglas de oro del anlisis es considerar una poltica pblica
como un sistema de accin pblica. Desde esta perspectiva, se subrayan la
forma de operar de una autoridad gubernamental (o varias, llegado el caso),
la forma de abordar y tratar una sustancia o un contenido especfico. Se nece-
sitan tres conceptos para realizar correctamente esta tarea: el sistema de acto-
res, el de la actividad y, por ltimo, el del proceso.
- La autoridad gubernamental es el actor central de una poltica pbli-
ca. Al mismo tiempo, no es el nico jugador activo, puesto que se mueve en
interdependencia con otros actores: organismos encargados de ejecutar sus
decisiones, sujetos que reaccionan a las realizaciones as producidas, grupos
de intereses u otras instituciones que ejercen influencia sobre la accin pro-
yectada o en curso. Los sujetos no permanecen pasivos, aunque puedan pare-
cerlo a priori. Su forma de respuesta los convierte en algo ms que blancos
inertes (Hirschaman, 1972). Estas relaciones de interdependencia estructuran
un verdadero sistema que el analista debe identificar y cuyo camino ha de
seguir.
Sin embargo, el reparto de los actores tiene muchas posibilidades de
cambiar de una poltica a otra. Incluso para una poltica determinada, su en-
trada y salida de escena debe ser seguida meticulosamente. Ciertos actores
pueden aparecer intermitentemente, para despus desaparecer, y reaparecer
interpretando otro papel. El sistema de actores es elstico: las variaciones en
su composicin pueden desorientar a un analista que se contente con obser-
var los acontecimientos a travs de la lupa de las instituciones polticas for-
males. La accin pblica no se limita a los actores formales: polticos y fun-
cionarios. Incorpora a otros actores que, en principio, no tienen nada que ver
con el juego poltico, pero cuyo comportamiento y presencia cuentan en la
medida en que las realizaciones pblicas se transforman en impactos socia-
les. El analista ha de identificar la influencia social que una poltica pblica
teje en tomo a ella y estudiar de qu modo los actores, manejando sus rela-
ciones de interdependencia dentro de un sistema que esta poltica estructura,
contribuyen al curso de los acontecimientos.
- Si bien la actividad de los actores y su impacto sobre el contenido de
la poltica pblica forman la base emprica de la observacin, el analista
debe, no obstante, mostrarse muy prudente. Ciertamente, se debe prestar
104 LAS POLTICAS PBLICAS
atencin a los actos, comportamientos y discursos visibles, que se puedan
describir. Sin embargo, existen actividades invisibles cargadas de sentido.
Una poltica pblica, recordmoslo, es un conjunto de actos y de no ac-
tos. No intervenir, cuando un actor percibe que la situacin es significativa,
representa para l una respuesta posible entre otras actitudes. En ltima ins-
tancia, ciertas polticas pblicas son definibles como no programas: en otras
palabras, una autoridad pblica elige colocarse fuera de la accin.
Por otra parte, la actividad de un actor no se traduce nicamente en ges-
tos concretos, materialmente identificables. Las respuestas pueden ser, al
contrario, abstractas, simblicas; pueden pertenecer al universo de los signos
o del discurso (Edelman, 1976). As, se hablar de polticas simblicas a pro-
psito de actividades pblicas cuya esencia consiste no en actuar, sino en de-
cir, hacer saber y creer que se acta o que se preocupa por actuar. Los medios
de comunicacin de masas son las fuentes ms ricas en este aspecto
(Edelman, 1977).
- Por ltimo, no es indispensable que una actividad se presente como
un cambio o una innovacin en relacin con las actividades anteriores, a fin
de considerarla como objeto apto para el anlisis. Ciertamente, una poltica
pblica impacta a menudo porque introduce una ruptura o una inflexin con
respecto a la situacin anterior. El elemento de novedad o de no continuidad
atrae la atencin. Pero este elemento puede ocultar el carcter conservador o
rutinario de la accin gubernamental. Muchas decisiones pblicas se caracte-
rizan, al contrario, por su rutina, por la suma de respuestas repetitivas, por la
prolongacin de lo idntico. Pensemos en el presupuesto anual de un Estado
que traslada de un ao al otro del 95 al 97 % de su contenido (Wildavsky,
1964). En resumen, la no novedad representa un rasgo esencial y significati-
vo de las actividades gubernamentales.
Para el analista, el proceso de una poltica es el complemento indisocia-
ble de su sustancia: proceso y contenido constituyen las dos caras de una
misma realidad. El trabajo gubernamental no se limita a la toma de decisin;
se extiende en el tiempo, ms arriba, pero tambin ms abajo d lo que, a
menudo y sin razn, se considera la intervencin ms noble y significativa.
Adems, el transcurso del tiempo, la duracin, es en s mismo un elemento
estructurante de la accin gubernamental y de otros actores no gubernamen-
tales. "
En definitiva, el problema que se plantea al analista es la manera de des-
componer su objeto de estudio en elementos empricos ms finos sin por ello
perder de vista el conjunto del paisaje. Para ello, se han propuesto mltiples
claves analticas. La elaborada por Jones sigue siendo, todava hoy, un punto
de referencia (Jones, 1970). Por su facilidad de manejo, constituye uno de los
instrumentos heursticos ofrecidos por la literatura que deja mayor espacio a
la serendipity, es decir, al descubrimiento de hechos pertinentes (Merton.
1965).
Para Jones, en efecto, el proceso puede descomponerse analticamente
EL ANLISIS
105
como una secuencia de actividades, desde el inicio hasta el final, desde un
problema hasta los resultados. Cinco fases principales componen este pro-
ceso:
La identificacin de un problema: el sistema poltico advierte que un
problema exige un tratamiento y lo incluye en la agenda de una autoridad p-
blica.
- La formulacin de soluciones: se estudian las respuestas, se elaboran
y se negocian para establecer un proceso de accin por la autoridad pblica.
- La toma de decisin: el decisor pblico oficialmente habilitado elige
una solucin particular que se convierte en poltica legtima.
- La ejecucin del programa: una poltica es aplicada y administrada
sobre el terreno. Es la fase ejecutiva.
- La terminacin de la accin: se produce una evaluacin de resultados
que desemboca en el final de la accin emprendida.
Cada fase, cada una de sus funciones, se caracteriza por actividades con-
cretas y particulares en el seno de la autoridad pblica; por ejemplo: el traba-
jo legislativo, la preparacin de la decisin en los gabinetes ministeriales, la
decisin del gobierno, la gestin burocrtica; o en torno a ella, la accin co-
lectiva, los grupos de presin, las campaas de prensa. A cada fase corres-
ponden un sistema de accin especfico, actores y relaciones, compromisos y
estructuras sociales.
Tomado al pie de la letra, este marco de referencia parece demasiado rgi-
do, lineal y formal. Su utilidad radica en la flexibilidad con que Jones la
maneja.
As, el proceso es un ciclo ms o menos cerrado sobre s mismo. La eva-
luacin de los resultados, sea cual sea la forma que tome, precede a la fase de
resolucin del problema. Pero, el final tambin puede ser el comienzo! La
evaluacin, ms que desembocar en la terminacin, desencadena una vuelta
atrs: el problema se considera como no resuelto, y se introducen ajustes re-
troactivos, mediante una nueva formulacin del problema inicial o a travs
de una gestin ms satisfactoria en la fase de ejecucin del programa. El pro-
ceso est abierto a toda clase de efectos de retroaccin.
Por otra parte, una fase no sigue necesariamente a la precedente: las fases
pueden superponerse, retroceder en su secuencia cronolgica o, tambin,
ciertas actividades funcionales, pueden no aparecer nunca a lo largo del pro-
ceso. Por ejemplo: una poltica puede desaparecer puesto que jams se ejecu-
t, o proseguir sin que a nadie se le ocurra relacionarla con resultados con-
cretos. Del mismo modo, hay decisiones tomadas por una autoridad pblica
que no han sido precedidas de ninguna actividad de formulacin de solucio-
nes o que tampoco responden a una demanda poltica, a un problema identi-
~ d o anteriormente: ex post, despus de tomada la decisin, un problema se
Identifica o racionaliza y se elaboran estudios para justificar la eleccin.
Proceso de las actividades gubernamentales: un cuadro (adaptado libremente de Iones, 1970)
Propuesta
, de una respuesta 1\
.)........, ..- "' , .
Adecuacin
a los criterios
Estudio
de soluciones
Elaboracin
de respuestas
.
Accin poltica
o reajuste !
;:r.-m-:..... .......,,........ ......:
Impacto
sobre el terreno
Poltica efectiva
de accin
-
Toma Aplicacin Evaluacin
dela decisin de la accin de los resultados
Creacin Ejecucin Reacciones
de una coalicin
< a la accin
I
Legitimacin de
"
Gestin Juicio
la poltica elegida
.,
y administracin sobre los efectos
@
!
i
I
Produccin
li I
Expresin
i
de efectos
..."T'"
i r
Formulacin
de una solucin
o de unaaccin
Agregado
de intereses
Identificacin
de unproblema
Organizacin l!
de las demandas
I
Definicin
de un problema
Apreciacin de
los acontecimientos .
.;;
Representacin "
y acceso ante las
autoridades pblicas
Demanda
de la accin pblica f
..........................................................1
t__
Resolucin i':
de un problema :;:
o final de una poltica )
i ..Z...Z:.... :... ......... ""77..H?'.........-..::... :... ...."s ....
EL ANLISIS
107
En resumen, el proceso es atravesado por fenmenos que siguen distintos
caminos: una actividad lgicamente anterior condiciona la siguiente; una
fase lgicamente posterior, al contrario, condiciona y precede incluso a la an-
terior. Igualmente, puede no haber relaciones significativas entre las diversas
fases que se encadenan, ya que lo que sucede en determinado momento no
mantiene relacin alguna con lo que ocurre en otro momento.
Con los actores sucede como con las actividades. Que a cada fase corres-
ponda un sistema de accin que le es particular, es una hiptesis que hay que
verificar caso por caso mediante la confrontacin con la realidad, y no un
postulado. Ciertos sistemas de accin pueden ser idnticos en cada fase, te-
ner los mismos actores presentes o ausentes, relaciones de poder y estructu-
ras que conducen a idnticos resultados. La forma misma en que se distribu-
yen los actores entre las fases de actuacin gubernamental es un dato alta-
mente significativo. El cuadro establecido por Jones sugiere que la salida a
escena de los actores --decidida libremente o impuesta- en tal o cual fase,
condiciona la naturaleza de los programas de accin. Esta aparicin es posi-
ble en diversos momentos, antes de la decisin -lo que, por otra parte, la
ciencia poltica ya haba subrayado extensamente- pero tambin en el mo-
mento de la ejecucin y en el de la evaluacin, siendo quizs sta la aporta-
cin ms original del anlisis de las polticas pblicas en este estadio. Los ac-
tores, los problemas, las soluciones, las decisiones no son necesariamente es-
tables: pueden cambiar sobre la marcha, ajustarse, redefinirse, desaparecer o
reemerger a medida que la accin poltica progresa.
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CAPTULO IV
LA APARICIN DE LOS PROBLEMAS PBLICOS
Qu razones, qu condiciones, llevan a actuar o no actuar a una autori-
dad pblica? De dnde surgen las polticas pblicas? Cmo se construyen
los problemas sociales?
La cuestin parece simple. La respuesta lo es mucho menos. El analista
se debe liberar de los reflejos que le impiden abordar correctamente los he-
chos. Con frecuencia observamos tres reflejos que son otras tantas desviacio-
nes potenciales:
- La descripcin llana. Consiste en bosquejar el decorado histrico o
contextual en que se desarrollar la intervencin gubernamental con la ayuda
de una lista ms o menos inconexa de informaciones generales. Cundo
ocurren los acontecimientos, quines son los protagonistas, en qu zona del
cambio se producen? Estas seales dan una nota ambiental, ponen en escena
los problemas y los actores, pero no bastan para explicar la gnesis de la ac-
cin pblica, el porqu de los acontecimientos.
- La fascinacin por la decisin. En este caso, se presta a la toma de
decisin una atencin casi exclusiva. Cul es la psicologa de quien decide,
qu acontencimientos se desarrollan en el momento en que se fijan las opcio-
nes, qu razonamientos se escuchan en el escenario? El riesgo de error con-
siste en valorizar la decisin como nico momento clave de una poltica p-
blica y, en consecuencia, ocultar los acontecimientos anteriores a ella, espe-
cialmente las condiciones en que nace el problema. La decisin, es una
reaccin a los acontecimientos, a las necesidades? Por otra parte, todos los
grupos perciben el problema de la misma manera?
- La desviacin macrocontextual mecanicista. Aqu, el analista se es-
fuerza por explicar en qu medida una poltica pblica es una resultante, un
~ t o dependiente de causas que provienen de otro orden de cosas: por
ejemplo, las exigencias del desarrollo socioeconmico, la ideologa domi-
nante, las aspiraciones de los subordinados. Haciendo esto, el riesgo de des-
110 LAS POLTICAS PBLICAS
viacin es grande porque la explicacin invocada es de una envergadura tan
general que pierde su capacidad para demostrar por qu tal aspecto, y no
otro, de una decisin se ha impuesto finalmente. Se planea sobre la generali-
dad, se impregna de sobredeterminismo. Por ejemplo: la aparicin de la pol-
tica de carreteras en Francia se explicar por el costo creciente, para la colec-
tividad, de los accidentes y de sus vctimas. Por lo tanto, queda por demos-
trar por qu surge en 1970 y no antes, o por qu privilegia la lucha contra el
exceso de velocidad en detrimento del control del alcoholismo al volante. De
una manera totalmente distinta, en los trabajos de Easton hallamos un enfo-
que cercano, a travs de la dualidad input-output (Easton, 1973). Las deman-
das (diferenciacin social, competencia entre partidos, etc.) provocan la
formulacin de respuestas (polticas sociales, polticas econmicas, etc.).
El sistema de accin pblica funciona, en efecto, como una caja negra
cuya influencia sobre la polaridad necesidades-respuestas sera desdeable
(Mitchell, Michell, 1969).
l. El nacimiento de una poltica pblica
Una cosa es cierta: las polticas pblicas no se reducen a accidentes o ca-
sualidades, ni a necesidades de las que puedan escapar las autoridades. Por
ello es esencial estudiar su origen.
La gnesis de las polticas pblicas es, sin embargo, un erial apenas culti-
vado. Tres visiones o cliss estorban nuestros modos de razonar e inducen a
una visin a veces muy limitada del proceso de surgimiento.
\
1.1. EL ASCENSO DEMOCRTICO REPRESENTATIVO
En este escenario, lo primero es lo que ocurre en la base, sobre el te-
rreno: las necesidades de los habitantes, los problemas de talo cual sec-
tor. Estas necesidades y estos problemas se ven como otros tantos dese-
quilibrios que, cuando crecen, son objeto de procedimientos (iniciati-
vas, elecciones, etc.) y de relevos cualificados, intermediarios polticos
que, en nombre de sus mandantes, presionarn sobre la autoridad pbli-
ca competente para que intervenga. En resumen.jel nacimiento recuerda
un proceso de ascenso a partir de demandas aisladas/stas son reagru-
padas posteriormente por los grupos de inters y por los partidos, que se
convierten en sus intrpretes, interpelando a los mximos responsables
gubernamentales de la sociedad poltica. Cuando los intermediarios no
bastan, la autoridad pblica recurre a mtodos de escucha: estudios de
necesidades, marketing, etc. Primero aparecen las necesidades, la ac-
cin pblica llega al final, lo que se asemeja mucho a una robinsona-
da del sistema poltico, visin ingenua de la democracia consensual y
Jerarqua
poltica
Autoridades
pblicas
Intermediarios
Poblacin
EL ANLISIS
La necesidad
condiCioT la oferta
Representacin
consens/
.>
Exprestn
111
transparente. Las necesidades ascienden y la autoridad pblica est a la
escucha.
1.2. LA TIRANA DE LA OFERTA
Al contrario, en esta representacin las necesidades vuelven a descender.
Son las autoridades pblicas quienes modelan las necesidades. La oferta gu-
bernamental estructura y condiciona las necesidades de accin pblica que
experimenta la poblacin. La gente quiere lo que se le da para consumir, y no
quiere lo que se les rehsa. En su versin suave, este escenario muestra
hasta qu punto los administrados terminan por aceptar como aspiraciones
propias los bienes y servicios que son capaces de ofrecerles los decisores p-
blicos. El tacto, pero tambin la falta del mismo de los actores polticos y ad-
ministrativos define lo que los administrados perciben o interpretan como
normal, eficaz y deseable. Por ejemplo, se resuelve el problema de la po-
breza cuando la asistencia pblica distribuye ayuda entre quienes ella clasifi-
ca como pobres. En su versin dura, este escenario desemboca en las hip-
tesis de manipulacin, de violacin deliberada de las masas. As, gracias a los
medios de comunicacin y a travs de la propaganda, una autoridad pblica
podr convencer a sus administrados de que ya no hay desposedos en el
pas, y de que la lucha contra la pobreza ya no se impone, o al contrario, de
q ~ la pobreza es considerable, justificando una duplicacin de las presta-
CIOnes presupuestarias pblicas. Lo de arriba condiciona lo de abajo, la vi-
sin jerarquizada es reemplazada por un proceso descendente. Anlisis
~ m o los propuestos por Bachrach y Baratz, se aproximan a este razona-
rrnento por el lugar preeminente que conceden a un parmetro: el deseo de
la autoridad pblica de mantener su poder (Bachrach, Baratz, 1970). Por
esto, la autoridad querr reforzar los valores sociopolticos que legitiman su
accin ante el pueblo, pero evitar tratar todo problema que no contribuya
al. mantenimiento de su poder. Esta estrategia cnica genera demandas y
ofertas inofensivas para las autoridades en el poder.
112 LAS POLTICAS PBLICAS
Jerarqua
poltica
Autoridades
pblicas
Poblacin
La oferta
condiciona la necesidad
-+---------------_. Tiempo
Los conceptos de oferta y demanda son metamorfosis ms o menos fruc-
tferas para el anlisis. Saber cul de las dos, oferta o demanda, precede a la
la otra, supone que cada trmino del juego poltico y social est separado y
claramente definido. Sin embargo, no es se el caso. Ms en concreto, la
oferta y la demanda se determinan cada una a travs del poder poltico, de
sus mecanismos concretos y su simbologa.
1.3. LA ILUSIN NATALISTA
Decir que una poltica pblica nace es, a la vez, correcto y peligroso. El
nacimiento puede significar que existen acontecimientos iniciales, identifica-
bles en el tiempo y en el espacio, que impulsarn una secuencia de acciones e
interacciones al trmino de la cual surgir una poltica pblica. En cambio,
nacimiento no significa necesariamente que una poltica pblica, nazca en el
vaco, por t:l simple efecto de las demandas y las ofertas, de necesidades so-
ciales y de respuestas pblicas. Son posibles otros escenarios. 'Una accin
pblica puede nacer porque una poltica pblica ya existente, en el curso de
su fase de ejecucin o aun despus de su terminacin, plantea dificultades,
encuentra obstculos, modifica situaciones que llevan a la autoridad pblica
a intervenir nuevamente en otro aspecto, de otra manera, a travs de fenme-
nos de efectos ligados. En otras palabras, las polticas pblicas se alimentan
en buena parte de s mismas. No hay necesidad alguna de que se generen de
manera casi espontnea, las unas al margen de las otras, por el nico y exclu-
sivo estmulo inicial de la oferta y la demanda.
El inters manifestado por la fase monte de los procesos de deci-
sin no es reciente. Ha sido, incluso, un tema clsico, en particular en el
enfoque llamado de los grupos de presin (Meynaud, 1960). Segn
ste, la escena poltica es un lugar de enfrentamientos y negociaciones en-
tre grupos de intereses, partidos, sindicatos, rganos econmicos, asocia-
ciones, etc. Fundamentalmente, cada grupo persigue su propio inters, re-
flejado en sus demandas, declaraciones, alianzas. En sntesis, el enfoque
EL ANLISIS
Poltica pblica A
-.
Poltica pblica B
-,
Poltica pblica e
/
113
--1----------------__. Tiempo
de los grupos de presin ha desvelado y desencantado, de forma muy
oportuna la visin idealista del trabajo poltico, en especial, en las fases
de deliberacin y decisin. Bajo la tapadera del inters general y del go-
bierno democrtico, hormiguean los intereses sectoriales y los jugadores
utilitaristas. No obstante, las limitaciones de este enfoque explican en parte
su decadencia despus de algunos aos. Por una parte, segn ste, la ley
del grupo ms fuerte es lo que modela esencialmente el surgimiento de las
polticas. Por otra parte, se ponen en entredicho los procedimientos del tra-
bajo poltico y el contenido de los problemas, ya sea porque no influyan el
curso de la lucha en la jungla de los intereses, ya porque quedan simple-
mente reducidos a variables dependientes, productos del verdadero jue-
go poltico.
Recientemente, aunque de manera tmida, los politlogos han tratado de
comprender cmo emergen las polticas pblicas. Para ello, se han planteado
dos exigencias suplementarias:
- Tender un puente entre el estudio de lo que sucede en el seno del sis-
tema poltico y el estudio de lo que ocurre en de la opinin pblica, en
sentido amplio. Esto significa especialmente que ya no se tomar como ver-
dad evanglica que hay, por un lado, fenmenos puramente cognoscitivos y
culturales en una poblacin pasiva y marginada, y por otro lado, agentes acti-
vos que hacen poltica en una arena especializada, en el centro.
- Admitir, a ttulo de hiptesis que debe verificarse, que en la socie-
dad existe una pluralidad de situaciones, de actores y de problemas.
al analista constatar hasta qu punto esta pluralidad est efec-
tIvamente presente, si existen muchos escenarios polticos, muchas jerarquas
de problemas. Si no es el caso, la pluralidad se esfuma, el encadenamiento
entre los actores y los problemas se vuelve tan fuerte que se llega a una es-
tructura monoltica y jerrquica donde los ms fuertes son siempre los ms
fuertes.
Tambin puede formularse otra versin de esta exigencia metodolgica.
114 LAS POLTICAS PBLICAS
La confusin y el malentendido son algo corriente en el surgimiento de las
polticas pblicas. La poblacin siente una necesidad A, que la autoridad p-
blica interpreta como un problema de tipo B, al que se le dar una solucin
conveniente en una situacin tambin distinta, la de tipo C. Por lo dems, el
poder no es necesariamente reducible a un juego de suma cero en el que lo
que uno gane lo pierde el otro. El juego puede ser de suma positiva -todos
los jugadores ganan, algunos ms que otros- o negativa: todos los jugadores
pierden en el juego.
2. Un aparato conceptual
La construccin de un lenguaje conceptual original ha constituido un
paso adelante decisivo para el surgimiento de las polticas pblicas. En este
aspecto es destacable el trabajo propuesto por Cobb y Elder (Cobb, Elder,
1977). Qu impulsa pues a actuar a las autoridades pblicas?
Un primer concepto es el de agenda.
La agenda se puede definir como el conjunto de los problemas que ape-
lan a un debate pblico, incluso a la intervencin (activa) de las autoridades
pblicas legtimas (Padioleau, 1982, p. 25). En otras palabras: una autoridad
pblica administra una agenda, ms o menos llena segn las circunstancias.
Hay que cuidarse de no confundir dicha agenda con una orden del da o un
programa. Una orden del da es un momento institucionalizado que establece
una lista de tratamiento de problemas. Un programa es una plataforma de in-
tenciones destinada a llamar la atencin de un pblico (electoral, parlamenta-
rio). La agenda, en cambio, designa un conjunto de problemas objeto de con-
troversias pblicas. Dichos problemas, cuya enumeracin vara con el tiempo
-la agenda deber tenerlo en cuenta-, exigen la intervencin de la autori-
dad pblica. Ello significa que todos los problemas posibles no se hallan
contenidos al mismo tiempo en la agenda de la misma autoridad. Algunos fi-
guran en ella y otros no. Nos hallamos, pues, frente a un mecanismo selecti-
vo que deja pasar o no talo cual problema. Lo que los polticos llaman poner
en la agenda o inscribir en la agenda, aparece como un mecanismo esencial
en una sociedad poltica.
Existen dos tipos principales de agendas.
Una es la agenda institucional. Rene los problemas que dependen fun-
cionalmente o por consenso de la competencia de la autoridad pblica consi-
derada. As, la constitucin de un Estado o los estatutos de una entidad local,
enumeran los problemas, institucionalizan su modo de emergencia, el calen-
dario y la orden del da de los rganos polticos y administrativos competen-
tes. El ejemplo clsico es el presupuesto. Es anual, automtico, estandariza-
do. Otros problemas pueden tener una naturaleza distinta, porque su emer-
gencia puede no estar institucionalmente definida o no intervenir en forma
EL ANLISIS 115
recurrente. De todas formas, los procedimientos establecidos por la nonna o
por la tradicin codifican el contenido y la programacin de los problemas,
el mbito natural o consensual de la intervencin pblica.
El otro tipo de agenda es la coyuntural o sistmica. Est constituida por
problemas que, al contrario del primero, no pertenecen a la competencia ha-
bitual o natural de la autoridad pblica. El ejemplo ms puro es el dere-
cho a dar la vida, al menos en un pas como Francia actualmente. A priori se
trata de una libertad importante de los individuos y -con pocas excepcio-
nes- nicamente de ellos, quedando excluida la intervencin de toda autori-
dad en la procreacin. Ahora bien, con los recientes descubrimientos de la
biologa, son posibles nuevas formas de procreacin: bebs probeta, madres
de alquiler o manipulaciones genticas. El hecho es que hoy el Estado se
preocupa por saber si debe o no actuar en la materia, dictar las reglas de jue-
go para limitar los comportamientos que la aplicacin de estas tcnicas ha
hecho posible.
Ambos tipos de agenda representan los ideales-tipo. En realidad, la fron-
tera que los separa resulta mucho menos clara. Tambin es fluctuante. Lo
que, en definitiva, caracteriza la agenda es el grado de consenso o, al contra-
rio, de conflicto que suscita el problema considerado.
Casi siempre, el consenso no es total o unnime, y el conflicto no es ge-
neral o irreductible. En realidad, nadie discute verdaderamente el principio
de un presupuesto. En el polo opuesto, durante largos aos la guerra entre
partidarios de la escuela laica, monopolio del Estado, y defensores de la es-
cuela privada, haca irreconciliables las posiciones antagnicas. No obstante,
en la mayor parte de los casos un importante elemento de controversia sub-
siste en cuanto a la oportunidad para que la autoridad pblica intervenga o no
en la cuestin y cmo ha de hacerlo.
El analista tambin se esfuerza en mostrar que la incorporacin a la agen-
da es un momento privilegiado del debate, ya sea ste evidente -identifica-
ble a travs de las intervenciones, manifestaciones, tomas de posicin pbli-
cas, etc.- o silencioso --distinguible por el hecho de que los actores o los
grupos sociales no comparten, por ideologa, por inters, por tradicin, los
mismos valores en cuanto a lo deseable de la intervencin pblica-o El de-
bate, la controversia, traducen las divergencias de opinin, normas, intereses,
percepciones y juicios cognoscitivos. Estas divergencias atraviesan la opi-
nin pblica o, cuanto menos, los grupos y actores individuales que operan
durante el proceso de incorporacin a la agenda.
Se llama desafo a todo problema en tomo al cual se produce un debate o
una controversia que es objeto de valoraciones contrastadas. Un desafo no
existe en s mismo sino en relacin con los actores especficos que, la mayo-
ra de las veces, son portadores de prioridades diferentes. La incorporacin a
la agenda se presenta, entonces, como un proceso de concurrencia entre desa-
fos mltiples y entre jerarquas de prioridades heterogneas.
116 LAS POLTICAS PBLICAS
El conflicto puede expresarse en trminos de intereses materiales, de pri-
vilegios sociales, de influencia poltica, pero se manifiesta tambin en clave
normativa y cognoscitiva. Las representaciones de los fenmenos, el sentido
y el significado que se da a los hechos, varan de un medio a otro, e inclu-
so en el tiempo. El ejemplo evidente es el del sentido dado a las estadsticas
sobre desempleo: cundo el nmero de parados es considerado insostenible
y exige una intervencin pblica? A partir de 2 millones, de 2,5 millones o
de 3 millones? Lo demasiado es demasiado representa un umbralo un in-
termitente cuyo sentido vara segn los medios sociales y las coyunturas.
Cada uno juzga segn su propia vara si una cuestin es o no un problema.
Frente a un conflicto, nadie es igual a los dems. A este respecto, Cobb y
Elder proponen diferenciar los grupos en trminos de capacidad para movili-
zarse en tomo a los problemas. Se pueden distinguir as, en materia de incor-
poracin a la agenda:
i) Los actores propiamente dichos. Se movilizan social y polticamente
a travs de formas de participacin y de organizacin (partidos, asociaciones,
movimientos sociales, etc.). Los ms activos constituyen los grupos de iden-
tificacin. Los menos activos se erigen en grupos de atencin en relacin al
problema.
ii) Los pblicos. Son espectadores. Los ms implicados e informados
son los pblicos interesados; los ms alejados o extraos componen el pbli-
co en general.
Todo esfuerzo tipolgico tiene un valor relativo. Ello permite romper con
la divisin tradicional entre hombres polticos, que hacen poltica, y el pbli-
co, que emite sus opiniones. En cada incorporacin a la agenda, el analista
debe aceptar la probabilidad de que la distribucin entre actores y pblicos
sea especfica, no idntica de un problema a otro. Son numerosos los ejem-
plos que muestran a los profesionales de la poltica, totalmente sobrepasados
por las organizaciones o los movimientos militantes, convertirse en pblico
ms o menos interesado. As sucedi cuando el gobierno francs asumi, en
1974-1975, la liberalizacin del IVG (interrupcin voluntaria del embarazo).
La clase poltica qued fuera de juego. Los actores principales eran el movi-
miento feminista y sus portavoces, como Gisele Halimi, y Giscard d'Estaing,
nuevo presidente de la Repblica. Pese a lo dicho, no habra que concluir que
todo cambio radical, toda irrupcin de nuevos desafos, sobrepasa a los pro-
fesionales de la poltica, gracias a la accin de los movimientos sociales que
atraen a los medios de comunicacin o alteran el orden pblico. El conserva-
durismo y el cambio no se distribuyen de forma tan esquemtica entre ambos
campos, el de los notables y el de la calle.
El concepto de actor puede llevarse ms adelante. Se llega a hablar inclu-
so de la existencia de una poltica empresarial. A la manera de un empresa-
rio que acta sobre el mercado econmico, los individuos, grupos, mov-
EL ANLISIS
117
mientos, coaliciones, movilizan los recursos en el mercado poltico y ponen
en marcha estrategias para obligar a una autoridad pblica a tomar en cuenta
un nuevo desafo.
Bardach lo demostr a propsito de la poltica de salud mental adoptada
por el Estado de California entre 1964 y 1967 (Bardach, 1972). Un diputado
republicano de la asamblea del Estado, Lanterman, hizo aprobar una ley que
prohiba que los enfermos mentales juzgados fueran recluidos contra su vo-
luntad en instituciones cerradas. Esta reforma liberal (hasta entonces cada
mes se internaban 1.000 personas) introdujo una poltica totalmente nueva de
ayuda y tratamiento en medio abierto.
Dos tipos principales de empresarios polticos pueden identificarse a tra-
vs de la literatura cientfica.
El primero rene grupos, medios o individuos que integran lites socia-
les, culturales, econmicas o polticas. Se trata de los grandes notables (par-
lamentarios, jefes de partidos), las figuras preeminentes de la economa y de
la cultura y las personalidades del mundo sindical.
El segundo tipo de empresarios polticos se encuentra en el seno de
conjuntos ms difusos y annimos. A menudo, el activismo y el nmero,
la agitacin y la radicalizacin son los elementos que suplen el dficit de
capital elitista, la falta de notoriedad, de influencia, los contactos para lle-
gar a la autoridad pblica. Surgen asociaciones especializadas que se es-
tructuran en tomo a una reivindicacin. ste fue el caso, por ejemplo, de
las 16.000 asociaciones aparecidas en Francia a mediados de los setenta,
para promover la defensa del medio ambiente frente a proyectos de obras
pblicas (autopistas, urbanismo, etc.) emprendidas por los poderes pbli-
cos locales y nacionales. Sin embargo, estos empresarios polticos espe-
~ i l i z o s en una causa pierden a menudo influencia y apoyos cuando la
Inclusin en la agenda deja de ser la fase crtica. As, se encuentran mal
parados cuando el desafo ha sido tomado en cuenta -total o parcial-
mente- por la autoridad pblica y se trata de ejecutar, de administrar las
respuestas concretas. Otra faceta del empresario poltico reside en las or-
ganizaciones plurifuncionales. Es el caso de ciertas confederaciones sindi-
cales que, fuera de su plataforma reivindicativa tradicional, plantean a ve-
ces desafos paralelos (por ejemplo, la ayuda alimentaria al pueblo pola-
co planteada por la CFDT).
Un empresario poltico se moviliza en funcin de objetivos variados.
Cobb y Elder, rompiendo con la estrechez de los paradigmas marxistas (el
comportamiento refleja el inters de clase) y neoliberales (el comportamiento
es, en principio, utilitarista o selfish, para retomar la expresin inglesa), re-
cuerdan que estos objetivos revisten al menos cuatro tipos diferentes, y que
cada uno de ellos induce un proceso de accin particular:
i) El reajuste. Un medio particular siente, en un momento dado, que
su situacin, sus intereses, son tratados de manera desequilibrada, nsatisfac-
118 LAS POLTICAS PBLICAS
toria para l. Ante ello, decide constituirse en empresario poltico. Su objeti-
vo consistir en conseguir que su situacin sea corregida por la autoridad p-
blica. El empresario acta para s mismo.
ii) La explotacin. El empresario poltico acta para otros. Cristaliza,
enuncia, amplifica un problema sentido de manera ms o menos manifiesta
por otro medio que no es el suyo. Lo torna a su cargo, lo convierte en su pro-
blema y se identifica con l. Su objetivo, en este caso, es sacar provecho para
s mismo en tanto que empresario poltico, por ejemplo, incorporando a su
propio proyecto el reconocimiento de sus defendidos.
iii) La mejora. El empresario poltico no saca ningn beneficio perso-
nal del problema del cual se apodera, ni indirectamente (como beneficiario
eventual), ni individualmente (corno portavoz o abogado). Interviene en
nombre del inters pblico. Su objetivo consiste en evitar desequilibrios y
amenazas perjudiciales para toda la colectividad, o hacer triunfar una utopa
por altruismo o por ideologa.
iv) La reaccin circunstancial. Este caso se caracteriza por la ausen-
cia de empresario poltico activo. En cierta manera, la inclusin en la agen-
da de un desafo se impone por s misma, por accidente. Los aconteci-
mientos exteriores ejercen una presin tal, que el desafo se incorpora
automticamente a la agenda. Una ilustracin de lo anterior es el acci-
dente automovilstico ocurrido en Beaune ene 1984 (cincuenta nios que-
mados vivos), que llev a los poderes pblicos a inscribir, con carcter de
urgencia, en el orden del da el problema de la seguridad en los transportes
pblicos de pasajeros.
3. La formulacin de los problemas
Cmo se generan los problemas que originan la intervencin pblica?
Es conveniente distinguir dos estadios en el trabajo poltico:
- uno concierne a la fase de definicin de un problema, la formulacin
de las demandas;
- el otro se refiere a las estrategias de respuesta desplegadas frente a
las demandas.
Esta distincin en dos fases no significa de forma necesaria que la ~
mera preceda cronolgicamente a la segunda (lo que hemos llamado el peli-
gro de la robinsonada democrtica). En efecto, es muy posible imaginar
que preexiste una respuesta, seguida de una fase de formulacin de la de-
manda.
EL ANLISIS
119
En su anlisis de los problemas sociales, Becker demuestra que la
existencia de un problema social procede de dos fuentes posibles:
-- las carencias objetivas de una sociedad;
-- pero, ante todo, la decisin subjetiva de los que, en nombre de sta,
califican dicho fenmeno de problema social (Becker, 1964).
En efecto, el origen de una demanda social y de las necesidades que, su-
puestamente, expresa esta demanda, se sita en la esfera poltica; esto signi-
fica que las necesidades no se definen ni se enuncian con toda claridad. La
visin de las necesidades es selectiva.
Existen necesidades en materia de accin pblica?
Para una empresa privada, el criterio de la realidad de una necesidad en
el mercado econmico puede formularse as: es necesidad todo lo transfor-
mable en demanda solvente.
Un servicio pblico puede guiarse por este criterio. Se le pueden aplicar
muchos sustitutos:
- La necesidad normativa. La definen as terceras personas (expertos,
polticos), de acuerdo con sus propios valores (profesionales o ticos), po-
nindose en el lugar del consumidor.
- La necesidad sentida. Su expresin es indirecta: la poblacin traduce
su existencia mediante sus deseos y motivaciones; corresponde a los espe-
cialistas explicitar el aspecto latente de la necesidad.
- La necesidad expresada: actos concretos traducen su existencia (ac-
tos de consumo, etc.).
- La necesidad comparativa: se genera cuando se compara entre ellas
dos o varias situaciones sociales o geogrficas, en trminos de nivel de ser-
vicio, y se utiliza una como indicador de los comportamientos futuros de
los consumidores en las otras.
El concepto de necesidad es delicado y hasta peligroso si sta se conci-
be como una exigencia en s. Puede utilizarse teniendo presente que las ne-
cesidades de tipo normativo son, en general, las ms frecuentes. Los consu-
midores o el pblico hablan poco; en cambio, muchos otros actores sociales
lo hacen en su nombre: el empresario poltico, el abogado de una causa, el
promotor de un inters social, y la misma autoridad pblica afectada.
Del mismo modo que no dispone de necesidades claramente expresadas,
una autoridad pblica tampoco tiene criterios claros para determinar objeti-
vos. Mientras que la empresa privada puede definir las escalas y los par-
metros de forma relativamente simple y unvoca (cifra de negocios, margen
utilidades, imagen de marca, etc.), para la autoridad pblica esa defini-
cones mucho ms compleja. De ah la bsqueda de sustitutos que permitan
definir estados orientativos; por ejemplo, el movimiento de los indicadores
120 LAS POLTICAS PBLICAS
sociales que fija indicadores de estados normativos (Cazes, 1970). Sin em-
bargo, dichos indicadores son muy abstractos, ya que su traduccin concre-
ta es, a la vez, tcnicamente difcil y delicada, desde el punto de vista nor-
mativo. Cmo medir el nivel educativo de una poblacin? Por medio del
analfabetismo? No basta. Con el nmero de diplomas de enseanza secun-
daria? Tampoco es evidente. En resumen, ningn indicador social suscita el
consenso necesario. Nadie ve los mismos hechos, porque cada cual tiene in-
tereses divergentes. La experiencia muestra que, en la prctica, existen po-
cos indicadores de estados que sean descriptivamente vlidos.
Otra perspectiva, ms antropolgica, consiste en privilegiar el con-
cepto de problema pblico como palanca para la formulacin de las
agendas. Las acciones pblicas son formas culturales, con su retrica y
sus ritos.
Desde este punto de vista, un problema pblico es una construccin so-
cial, un hecho cultural que obedece a una estructura cognoscitiva y moral
(Gusfield, 1981). Por una parte, en una sociedad existen creencias sobre las
situaciones y los acontecimientos que dan nacimiento a un problema. Por
otra, el aspecto moral se traduce en juicios que definen el acontecimiento
como insoportable e inmoral y, por consiguiente, debe conducir a una ac-
cin de cambio. Conocimiento y juicio moral se combinan para que un fe-
nmeno se transforme en problema y en desafo.
Un problema pblico es socialmente asumido: se genera un proceso de
responsabilizacin por parte de talo cual segmento de la sociedad.}Un gru-
po determinado decide que un problema es acreedor a una intervencin p-
blica porque dicho grupo tiene capacidad, autoridad para promoverlo como
tal.LPuede exigir una accin pblica para que se haga algo al respecto.
Gusfield toma como ejemplo a este respecto el problema de la homosexua-
lidad en Estados Unidos. Los psiquiatras han sido sus propietarios, es
decir, la autoridad a la que recurran los otros grupos para obtener una defi-
nicin y soluciones, con lo que la homosexualidad se ha visto psiquiatriza-
da como problema pblico. Puede ocurrir, no obstante, que un grupo pier-
da su estatuto de propiedad a favor de otras instituciones o medios. El
problema pblico tiene todas las posibilidades de verse redefinido en su es-
tructura cognoscitiva y moral. De esta manera, la homosexualidad se con-
virti en una iniciativa cvica en manos de grupos que luchaban por la
igualdad de derechos para las minoras.
Queda por comprender el contenido de la descripcin y de la solucin
que se da al problema. El concepto de responsabilidad abarca dos sentidos.
Uno es casual: el acontecimiento A es responsdable del acontecimiento B?
Cmo es posible el hecho B? Se sita en el universo de la creencia y del
conocimiento. El otro sentido responde a la pregunta qu hacer respecto a
B? Entramos en el mbito de la responsabilidad poltica y moral: alguien
debe hacer algo para que esto cambie, para que B no sea ya lo que era. El
proceso entonces observable es resolver quin debe encargarse. El pro
ce-
EL ANLISIS
121
so observable es, por tanto, el de la decisin de quin debe asumir la res-
ponsabilidad?
La estructura de los problemas pblicos (oo.) es un escenario de conflic-
tos en el que un conjunto de grupos y de instituciones, que incluyen a me-
nudo los organismos pblicos, compiten y luchan por la apropiacin y la
desapropiacin, la aceptacin de teoras causales y la fijacin de la respon-
sabilidad. Aqu conocimiento y poltica estn en contacto el uno con la
otra (Gusfield, 1981, p. 15). La definicin de un problema es un mbito de
controversia. Si hay controversia es porque:
- Tal formulacin concreta implica consecuencias juzgadas inacepta-
bies para una o varias de las partes implicadas: pueden verse recortadas
ciertas ventajas, se imponen obligaciones.
- Las partes se sienten afectadas ante un problema que pone en cues-
tin principios fundamentales, valores absolutos; una especie de combate
maniqueo entre el bien y el mal sin compromiso posible. Las posiciones
son irreductibles, por lo que la formulacin adopta un tono de guerra de
religin.
- Hay refuerzos exteriores que pueden movilizarse si uno o varios ac-
tores pblicos solicitan su apoyo. De ah una funcin preventiva del conflic-
to, utilizada por los actores y los pblicos que no estn dispuestos a aceptar
la llegada de esos refuerzos.
En general, es raro que la definicin inicial de un problema permanezca
estable e invariable. Tiene todas las posibilidades de cambiar sobre la mar-
cha, de reajustarse, de modificar su contenido y sus trminos, porque esta
definicin es en s misma un desafo poltico mayor. Cmo se redefinen
los problemas en el curso del proceso?
Algunos actores recurren a estrategias de redefinicin. El beneficio que
esperan obtener puede consistir en ensanchar la base de los pblicos afecta-
dos, obtener el sostn y la movilizacin de nuevos grupos. Reformular el
problema y la demanda de accin pblica permite igualmente al empresario
poltico modificar el reparto social, cambiando las discrepancias tradiciona-
les que separan a los pblicos interesados, o potencialmente favorables, de
los pblicos no interesados o perjudicados. Ampliar los actores y los pbli-
cos afectados constituye la estrategia de base. Por ello, tan a menudo, las
fuerzas inicialmente presentes no tienen mucho que ver con las que se en-
cuentran en la llegada. Mientras tanto, los jugadores han cambiado o am-
pliado sus filas. Paralelamente, el problema ha cambiado tambin, cargn-
dose ms o menos de controversias.
En qu condiciones un problema afecta a un pblico ms extenso?
Cobb y Elder enumeran cinco parmetros que aumentan esta probabilidad:
- La ambigedad de la definicin del problema. Debe ser ambiguo,
audible para muchas longitudes de onda; facilitar, con su vaguedad, mu-
chas posibilidades de acceso, un rastrillaje ancho, y alianzas amplias.
- Su simplicidad. El problema debe ser enunciado en trminos sim-
ples, no complejos.
- Su persistencia en el tiempo. El problema gana si no es definido en
un espacio efmero, demasiado momentneo, sino al contrario, en uno rela-
tivamente persistente, inscribindolo en la duracin.
- Su novedad. Un problema nuevo, sin historia, engancha mucho
ms que un tema recurrente, que arrastra una experiencia pasada, en la cual
ya ha sido expuesto el objetivo buscado.
- El carcter imperfecto del problema. Los pblicos se muestran mu-
cho ms sensibles a iniciativas que adolecen de anomalas e imperfeccio-
nes, que a causas demasiado bien pulidas y desmenuzadas.
122 LAS POLTICAS PBLICAS
La reformulacin de un conflicto, de un problema, se despliega muy a
menudo en el terreno de los smbolos. Por smbolos entendemos aqu los va-
lores y las normas emocionalmente movilizadoras, porque son compartidas
extensamente por ciertos medios. As, los empresarios polticos saben muy
bien apelar en el momento oportuno a smbolos tales como el inters general
del pas, el porvenir de la economa nacional o la justicia social; temas o pro-
blemas tan localistas y particulares como la obtencin de subvenciones p-
blicas para las estaciones de esqu, en caso de falta de nieve, o la presencia
de un mecnico-piloto en las cabinas de los nuevos Airbus de Air Inter.
Se cometera un error si se rebajaran tales estrategias al nivel de las
prcticas demaggicas, viejos artificios que sirven para racionalizar el cor-
porativismo inconfesable. De hecho, proceden de una reformulacin por
medio de la movilizacin de valores a fin de incluir pblicos ms extensos
en el juego. Hablaremos entonces de estrategia de globalizacin. Cuanto
ms se transforme un problema en un tema de resonancia emocional, ms
se acentuar su credibilidad y ms importantes sern los pblicos que pres-
ten su apoyo, La condicin necesaria para que este encadenamiento sim-
blico (<<nosotros es tambin vosotros) consiga cambiar las relaciones de
fuerza, depende del hecho de que amplias fracciones de la poblacin se ma-
nifiesten sensibles a los valores invocados. Una muestra viene dada por la
relativa simpata que ha suscitado el movimiento estudiantil durante las ma-
nifestaciones de diciembre de 1986 contra el proyecto de ley llamado
Devaquet entre los padres burgueses cuyos hijos desfilaban en las calles.
A la inversa, puede haber prdida de credibilidad; por ejemplo, el argumen-
to del mantenimiento del poder de compra, menos movilizador al final de
la dcada de 1980 que diez aos antes. Por otra parte, un martillo no puede
servir para matar una mosca. Si el referente simblico es demasiado intenso
en relacin con un problema cuya evidencia no ha sido establecida, el capi-
tal movilizado se despilfarrar. Igualmente, a una ampliacin fuerte no le
bastan los smbolos dbiles: la ampliacin del pblico no seguir-.
EL ANLISIS 123
Los medios de informacin desempean un papel absolutamente pri-
mordial en el proceso de aceleracin o atenuacin de un desafo, de desmo-
vilizacin o ampliacin de los pblicos demandantes. Los empresarios en
busca de accin pblica pueden utilizar los medios de comunicacin de di-
versas maneras. Una es despertar la sensibilidad de un pblico ms amplio,
llamar su atencin. Otra, ms brutal, consiste en provocar un aconteci-
miento, por ejemplo, forzando a un grupo a entrar en escena, interpelando-
lo. Los medios de comunicacin tambin pueden volverse contra las estra-
tegias de los empresarios polticos, induciendo efectos que, al contrario, di-
suadan a los pblicos potenciales de sentirse afectados.
4. La inclusin en la agenda
El acceso a la agenda no es libre o neutro. El control de este acceso pro-
vee un recurso poltico decisivo a quien lo detenta. Se ven aparecer verda-
deros guardianes de la agenda. Su funcin consiste en reducir la presin
cuando crece demasiado, negociar una demanda, hacer aceptable la presin,
formalizarla, lograr que se la tome en cuenta segn los cdigos admitidos.
Tratar o no tal informe, el orden mismo de discusin de las cuestiones,
cuando no su formulacin, son otros tantos obstculos posibles a la circula-
cin de los desafos. En trminos de agenda coyuntural, se imagina fcil-
mente el potencial de influencia de que puede disponer la prensa, por ejem-
plo, dedicando la portada a un problema o, al contrario, silenciando el tema
en sus columnas. El control de la agenda ha suscitado una serie de trabajos
sobre el funcionamiento de los rganos legislativos, en particular en
Estados Unidos (Bendor, Moe, 1986; Romer, Rosenthal, 1978). En cambio,
sigue siendo un tema prcticamente virgen en los pases europeos.
4.1. LAS CONDICIONES
Cobb y Elder definen las condiciones necesarias y suficientes para que
un tema o un problema sea incluido en una agenda gubernamental.
Distinguen tres casos:
i) El tema o el problema debe ser competencia de las autoridades p-
blicas en general, o de una autoridad pblica particular. La competencia no
debe ser aqu interpretada en su sentido puramente jurdico o institucional,
sino en una perspectiva ms amplia. La accin poltica a veces observable
en el momento de la inclusin en agenda, consiste precisamente en poner en
tela de juicio la cartera de las tareas que competen a la autoridad pblica.
Ciertos actores desean que se incluyan nuevas tareas: por ejemplo, legislar
en materia de procreacin. Otros quieren limitarlas, por ejemplo, desregu-
landa el transporte areo o privatizando las empresas. La competencia de una
autoridad pblica es extensible o limitable, y la formalizacin jurdica de las
carteras de actividades no hace ms que traducir ms o menos adecuadamente
las presiones polticas. Competencia significa aqu que la autoridad pblica es
percibida o se percibe a s misma como capaz de prestar atencin.
En este estadio, el analista deber estar atento a un punto importante. La
capacidad de atencin y de escucha gubernamental no significa que la auto-
ridad pblica deba actuar. La atencin es, en todo caso, susceptible de de-
sembocar en la no accin, y esto por diversas razones. As, para la autoridad
pblica, el simple hecho de prestar atencin a un desafo -por ejemplo,
una declaracin a la televisin para sealar que se ocupar del tema- tiene
valor de gesto polticamente significativo. Lo importante no era mostrar
que la autoridad pblica se ocupa del problema, que no es ni sorda ni insen-
sible? En el fondo, poco importa que se origine una accin. En su versin
ms maquiavlica, esta estrategia consiste en echar tierra sobre un desa-
fo, ahogndolo en procedimientos, dejndolo para ms adelante, confin-
dolo a grupos de expertos encargados de desbrozarlo.
ii) Otra condicin de inclusin en la agenda nos lleva nuevamente a
recordar que un desafo es objeto de percepciones problemticas, que lo
definen como merecedor de la atencin pblica. Esta situacin, presente o
futura, se percibe como insatisfactoria. Aparecen diferencias entre lo que es
y lo que debera ser. Estas diferencias son lo suficientemente acentuadas, en
la percepcin que se tiene de ellas, como para que la situacin resulte ina-
ceptable y se exija la accin poltica. La conciencia de esta situacin es asu-
mida por los actores polticos o por otros medios.
iii) Por ltimo, este problema y el que puede constituir deben ser
abordables en trminos de atencin pblica. Dicho de otra manera, toda
demanda debe ser codificada, traducida a un lenguaje adecuado para que
la autoridad pblica pueda escucharla o tratarla. En cierta manera, se poli-
tiza publicitndose. En efecto, abundan los problemas llamados de socie-
dad, y cada individuo o grupo tiene una demanda por satisfacer que mere-
ce atencin. Sin embargo, hace falta plantear el problema y ser capaz de
formular la demanda en los trminos de la accin poltica y pblica. El
conocimiento de este cdigo constituye un capital cultural para quienes lo
poseen: saber a qu puertas llamar, por quin ser escuchado, cmo formu-
lar la demanda para que sea audible (tcnicamente, en trminos de inters,
ideolgicamente) y en qu momento. El manejo de este capital explica
ampliamente la extrema popularidad de que gozan, en particular en el me-
dio rural, algunos electos como los alcaldes. Entre la poblacin que tiene
demandas planteadas y los servicios pblicos (Educacin,
Tesoro, Ejrcito, Correos y Telgrafos, Telfonos, EDF), que parecen leJa-
nos e inaccesibles, el electo sirve de intermediario, tanto ms eficaz cuan-
to que domina el cdigo que permite el intercambio de anulaciones Yde
favores (Thcenig, 1975).
124 LAS POLTICAS PBLICAS
EL ANLISIS 125
-
Para que un problema se incluya en una agenda coyuntural, los actores
deben dominarlo. Sin embargo, no es suficiente que los empresarios polti-
cos se activen ante los guardianes de la agenda: otros factores permiten ace-
lerar la inclusin.
Por una parte, a menudo los empresarios polticos parecen amenazado-
res a los ojos de la clase poltica y de las autoridades pblicas, que se sien-
ten acusadas y criticadas. Frente a ellas, los empresarios polticos practican
una tctica de chantaje. Se presentan como los mensajeros o los intermedia-
rios sin los cuales no podr encontrarse a tiempo ninguna solucin razona-
ble. Quieren salvar el orden establecido antes de que sea demasiado tarde.
Despus de m, el diluvio; yo no respondo de nada si...: su chantaje es
alusivo. Quieren arrancar algo al mismo tiempo que ofrecer una solucin a
la autoridad pblica.
La aceleracin resulta tambin del hecho de que los grupos interesa-
dos, si no se sitan en primera lnea como militantes activos, actan en
todo caso en el mismo sentido que los grupos identificados totalmente con
el tema. Pesan, en efecto, con un peso silencioso pero real, por su capaci-
dad de represalia ms o menos directa en el tiempo. Es clsica, en este as-
pecto, la amenaza de votar mal en las prximas elecciones, amenaza su-
mamente anticipada por los gobernantes, de manera a veces incluso exa-
gerada en relacin con las probabilidades reales de que tales amenazas se
cumplan.
4.2. LAS RESPUESTAS
Una autoridad pblica dispone de una variedad de respuestas frente a
una demanda incluida en la agenda.
Puede rechazar la inclusin del desafo. Tiene abierta la opcin de un
rechazo total o, al contrario, de una tctica ms indirecta de corrupcin.
Puede actuar sobre el mismo problema: desactivndolo, bloquendolo, to-
mndolo a broma, etc. Su accin tambin se puede desplazar hacia los em-
presarios polticos y los grupos (de identificacin y de atencin) evitando
parecer que adopta una posicin sobre el problema propiamente dicho: de-
sacreditando a los lderes, sobrepasndolos para dirigirse directamente a los
grupos, exacerbando las rivalidades internas, etc.
La otra alternativa es responder a la demanda favorablemente, en princi-
pio, pero segn grados muy distintos.
La autoridad pblica muestra una atencin positiva, modula tcticamen-
te su accin concreta. As, puede:
-- mandar una seal simblica. Por ejemplo, recibir y escuchar a una
delegacin, prestando un odo atento a los argumentos de los empresarios
polticos;
126 LAS POLTICAS PBLICAS
invocar un imponderable que le permita escapar a la accin. Por
ejemplo, declarar que est dispuesta a actuar y ayudar, pero que se lo impi-
den razones de fuerza mayor;
- postergar el examen del problema. As, la creacin de comisiones de
expertos es un medio clsico para retrasar los plazos;
- establecer un procedimiento para el tratamiento del problema, pero
sin compromiso en cuanto al contenido. La puesta en marcha de un servicio
especializado al que se confa la definicin de procedimientos especficos
constituye una ilustracin de 10anterior;
- reglamentar una pequea parte del problema que tenga un valor sim-
blico, pero sin atacar verdaderamente el fondo. Por ejemplo, conceder una
subvencin excepcional para Navidad a los desempleados en lugar de reco-
nocerles unos derechos;
- tomar en cuenta la demanda en su conjunto;
- anticiparse al surgimiento de la demanda, sin esperar a que se desa-
rrolle a travs de otros empresarios polticos.
La oferta que una autoridad pblica dirige a las demandas de atencin
responde a otras caractersticas particulares.
En general, tras una larga demora, genera un servicio o un producto.
Inmediatamente, el pblico es incompetente: para juzgar su posible calidad
(falta de comparacin posible, porque est adaptada por expertos, que defi-
nen su carcter operacional y los criterios de xito-fracaso --en educacin o
salud-, etc.), para anticipar su contenido concreto y tcnico y las alternati-
vas posibles; para proyectarse hacia el futuro, tal como ser afectado por el
cambio inducido por la accin pblica. La respuesta pblica reviste, por otra
parte, un aspecto que es una respuesta no a un problema aislado, sino a una
clase de situaciones idnticas. El equipamiento colectivo, por ejemplo, est
para satisfacer a mucha gente, pero a nadie en particular. El bien o el servi-
cio son complejos por naturaleza; estn comprometidos entre los medios es-
pecficos y los objetivos generales.
Sin embargo, la oferta encubre tambin algo ms que un servicio o un
producto. Une, simblica, emocional y polticamente al consumidor o a los
administrados a la autoridad pblica que dispensa una solucin. Este as-
pecto de las cosas es esencial ya que, ms all del consumo o de la presta-
cin, la accin pblica est marcada por un imperativo de legitimidad
(Laufer, Burlaud, 1980). Este imperativo es particularmente fuerte en el seno
de las entidades locales. Se trata, para ellas, de justificar su accin conven-
ciendo a sus pblicos. De ah el recurso a los criterios de justicia, equidad y
eficacia. Los pblicos a los que se apunta no son necesariamente los mismos
que los consumidores potenciales; a menudo son muy diferentes: los electo-
res, los adversarios, etc. Legitimar consiste, en este caso, en tratar de dirigir
las fuerzas conflictivas que rodean a la autoridad pblica.
EL ANLISIS 127
Por qu el contexto social y poltico en el que se mueve una autoridad
gubernamental tiende tanto a las controversias y los conflictos? Por qu no
puede gobernar por consenso? Existen dos razones al menos:
- el entorno es social y econmicamente heterogneo, por sus intere-
ses y sus valores;
- con sus intervenciones, la autoridad pblica modifica --o cree que
puede hacerlo- el equilibrio, la naturaleza y el juego de los intereses.
A partir de la formacin de su agenda, la autoridad pblica se ve impul-
sada a utilizar medios concretos, pero tambin y sobre todo, simblicos,
para responder y administrar el carcter potencialmente conflictivo de las
demandas que recibe. Busca educar a los pblicos, sobrepasar a los empre-
sarios polticos, desactivar las oposiciones y codificar las crticas y las apro-
baciones. La comunicacin poltica, que utiliza abundantemente los medios
de comunicacin, prolonga en este sentido las tcnicas ms clsicas me-
diante las cuales el Estado y quienes lo gobiernan pesan sobre la poltica, no
slo proveyendo bienes y servicios pblicos, sino tratando de modelar las
aspiraciones de sus administrados, su contenido y la manera de traducirlos
en trminos de controversias polticas.
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CAPiTULO V
LA DECISIN PBLICA
Actuar es tomar decisiones. La decisin ocupa un lugar esencial en la je-
rarqua de los actos pblicos, porque en ese preciso momento se juega la par-
tida. Un responsable administrativo resuelve. Se seleccionan las soluciones.
Una serie de acontecimientos derivan de ellas. Los interesados en la poltica
pblica considerada vern afectada su situacin. El porvenir parece compro-
metido de manera irreversible.
En la vida concreta de la gestin pblica todo concurre a la revaloracin,
cuando no a la sacralizacin, de la toma de decisiones. La Constitucin o el
organigrama precisan, a veces detalladamente, quin tiene derecho a firmar,
en qu circunstancias, al final de qu trmites. El decisor final es la persona
que cuenta, aquella cuyos humores, intereses y gestos se espan. Se le deben
honores. Porque todo, en definitiva, descansa sobre sus espaldas y compro-
mete su responsabilidad. En casa de la poltica, el decisor trabaja en el piso
principal, como el capitn en un barco. Los consejeros o los expertos, si bien
ayudan a decantar el problema y a generar alternativas, permanecen en la
bodega.
En principio, el momento de la decisin representa el apogeo del trabajo
poltico y administrativo. El resto parece secundario. sta es, en parte, la ra-
zn por la cual, a los ojos del observador de la cosa pblica, la decisin tiene
valor privilegiado como reveladora del sistema poltico y, en consecuencia,
de la estructura profunda de las comunidades y de las sociedades. Porque
quien tiene la decisin ejerce el verdadero poder.
l. La decisin pblica no es lo que parece
La primaca del acto de decisin es un postulado o una hiptesis? Una
buena higiene intelectual aconseja tomarla como una hiptesis que se trata,
precisamente, de confrontar con hechos concretos. El camino parece eviden-
te, pero los resultados pueden sorprender.
130 LAS POLTICAS PBLICAS
1.1. UN REVELADOR CONTROVERTIDO
La decisin es reveladora de la estructura del poder poltico y social o,
al contrario, enturbia y confunde la realidad de las relaciones de fuerza? De
la interrogacin metodolgica uno se desliza, si no est muy alerta, hacia la
controversia ideolgica. El clebre debate nacido a principios de la dcada de
1960 entre los politlogos Dahl y Hunter, en Estados Unidos, da buena cuen-
ta de ello. En el centro de sus preocupaciones se encuentra una pregunta co-
mn: cmo se distribuye el poder en las ciudades?
Dahl estudia el caso de New Haven (Dahl, 1961). Examina, especial-
mente, la manera como se toman importantes decisiones municipales (urba-
nismo, etc.). A este respecto, observa que mltiples actores intervienen a lo
largo de procesos diluidos en el tiempo. Sin duda, el alcalde dispone de un pa-
pel importante. Sin embargo, dentro o fuera del municipio, entran en juego
otros individuos o grupos cuyos deseos y negativas debe tener en cuenta el al-
calde. La persona que decide no est sola ni es omnipotente; lejos de ello. En
su sustancia, el poder se reparte entre numerosos jugadores, cuyo peso vara
segn las apuestas que les ataen. Hay un juego en la sociedad poltica, y el
decisor formal no es libre. Ms an, los hilos de la decisin no los manipulan
los mismos jugadores. El poder es difuso y el juego, pluralista. La decisin
pblica es un compromiso entre mltiples actores interdependientes.
Hunter, por su parte, estudia la ciudad de Atlanta (Hunter, 1963). Niega
todo valor a cualquier enfoque decisorio. La persona que decide, segn l, no
es autnoma. Es juguete de fuerzas sociales que la dominan. La decisin,
vista como un momento concreto, es un seuelo, una cortina de humo. Las
opciones resultan de una lgica que responde a la tirana de los intereses, es-
pecialmente de los ms fuertes (medios financieros, industriales, etc.). Los
poderosos no intervienen activa y ruidosamente en los procesos de deci-
sin. Les basta con ser. Los dems -polticos, responsables municipales-
no tienen otra opcin que no sea hacerse cargo de sus intereses. El decisor
pblico depende, pues, de terceros contra los cuales no puede decidir. Hunter
lo demuestra sustituyendo el enfoque llamado decisorio por un enfoque re-
putacional. En otros trminos: interroga a los expertos que conocen bien los
asuntos pblicos y los mecanismos de influencia en la ciudad, y busca identi-
ficar quin cuenta ms. Resulta de ello un poder distribuido en forma de
pirmide, concentrado en las manos de un pequeo grupo, de una oligarqua
que mueve todos los hilos para ampliar sus intereses.
La reconciliacin de Dahl y Hunter es imposible. En efecto, el debate en-
cubre dos visiones inconciliables de la sociedad y del poder: en Hunter, una
estructura estratificada y jerrquica en la que lo que ganan algunos lo pierde
la mayor parte; en Dahl, un conjunto de procesos interactivos y cambiantes
da una suma global positiva. Metodolgicamente, la cuestin se plantea de
1.2. UNA REALIDAD MLTIPLE
forma directa: ocurre algo pertinente en materia de poltica pblica en el
momento de la decisin? El decisor es un actor que cuenta?
I
!
I
EL ANLISIS
131
Existe una abundante literatura en materia de decisin. Las ciencias so-
ciales han privilegiado el estudio de lo grande, y no es una casualidad: a
decisiones excepcionales, decisores importantes. Por ejemplo, un momento
dramtico, como la crisis de los misiles de Cuba, que en octubre de 1962 en-
frent a Estados Unidos y a la Unin Sovitica, llevndoles al borde de la
guerra nuclear (Allison, 1971). O bien la funcin de presidente de Estados
Unidos (Neustadt, 1960; Johnson, 1974). Procediendo as, las ciencias socia-
les contribuyen a alimentar el fenmeno de la valoracin de la decisin. En
efecto, se entiende, implcitamente, que una decisin nica es una gran de-
cisin, un momento nico de eleccin que marca una discontinuidad en el
tiempo y en el espacio y que viene de arriba. Esta decisin tiene, pues, una
historia. En esto se opone a la pequea decisin, mecanismo de rutina, re-
petitivo, cuyo aporte es marginal y emana del medio o de la base. La peque-
a decisin es automtica, sin historia, y por lo tanto sin inters.
No obstante, ciertos resultados no dejan de sorprender y de embrollar las
pistas, poniendo en duda estos prejuicios. As, el presidente de Estados
Unidos, supremo seor de la paz y de la guerra, preside, pero no decide ver-
daderamente. Casi no controla la accin; ratifica soluciones de las que es pri-
sionero y que resultan de compromisos, de rutinas surgidas de su administra-
cin. El camino que conduce a las grandes decisiones, aunque tenga la apa-
riencia de la racionalidad, est sembrado de acontecimientos imprevistos, de
senderos tortuosos, de luchas intestinas, de mltiples participantes, de consi-
deraciones extravagantes. Por su parte, las pequeas decisiones no son
siempre automticas, simples, ni carentes de historia.
La formulacin de polticas por las autoridades pblicas y la forma en
que se legitiman las opciones de los decisores han provocado la curiosidad
de los socilogos y de los politlogos a travs de numerosos estudios de ca-
sos concretos. Uno de ellos, convertido en un clsico, pone de manifiesto el
carcter activo de ciertos actores polticos que se transforman en promotores-
elaboradores de decisiones (Bardach, 1972). Tambin disponemos de una
sntesis del estado de los conocimientos relativos a los procesos decisorios a
nivel federal en Estados Unidos (Ripley, Fralklin, 1984).
Algunos estudios detallados realizados en Francia cubren las polticas
pblicas nacionales, postergando el nivel local. Sus resultados sugieren una
observacin de orden general: existe una gran variedad de situaciones con-
cretas a partir del momento en que estn en juego decisiones importantes
(Suleiman, 1976; Zysman, 1977; Grmion, 1979; Padioleau, 1981; Jobert,
Muller, 1987; Thcenig, 1987).
132 LAS POLTICAS PBLICAS
As, el 30 de diciembre de 1958, el gobierno dict una ordenanza que re-
formaba los estudios mdicos y las estructuras hospitalarias (Jamous, 1969).
Esta decisin representaba una ruptura espectacular en el medio sanitario: in-
troduccin de la dedicacin a tiempo completo para los residentes de los hos-
pitales universitarios; institucin de un concurso oposicin para el ingreso,
nacional y annimo, de mdicos internos; e introduccin de la biologa en los
estudios de medicina. Haba un antes; en adelante habr un despus. Entre
ambos, se imponen cambios revolucionarios a los hospitales y mdicos de
los hospitales universitarios.
Jamous caracteriza esta decisin con los rasgos siguientes:
- Es global. En efecto, afecta al funcionamiento cotidiano del hospital,
a las ramificaciones de la enseanza de la medicina, a la investigacin mdi-
ca en todos los hospitales clnicos del pas y lo hace de manera uniforme.
- Es poltica. En un sector donde dominaban el corporativismo, el
nepotismo y la referencia a la profesin liberal, la decisin inyecta nuevos
valores, tales como la condicin de funcionario y la igualdad de oportuni-
dades.
- Es autoritaria. El gobierno confi a un gran pediatra, Robert Debr,
padre del primer ministro de la poca, la preparacin de las opciones. Se
apoy en una pequea red personal de especialistas y de jvenes mdicos. La
consulta se redujo al mnimo. La preparacin se llev a cabo con toda discre-
cin, sin negociar con los intereses establecidos.
Exista desde haca algunos aos un retraso acumulado por el sector m-
dico y hospitalario universitario francs. Las necesidades de reforma eran
evidentes, pero no se avanzaba en la adopcin de medidas concretas. Pasar
de la necesidad y del problema a un acto pblico que determinara las solu-
ciones y las ratificara oficialmente no constitua un paso evidente y necesa-
rio. Faltaba an la cristalizacin de dicha necesidad. Jamous distingue tres
grupos de factores que, ligndose los unos con los otros, provocaran la
reforma:
i) Condiciones sociohistricas. Por ejemplo, se toma conciencia de
un desfase creciente entre las disfunciones del sistema mdico y hospitalario
universitario y las posibilidades tericas de rendimiento de que es capaz la
medicina. Una categora socioprofesional nueva dentro del medio (jvenes
mdicos formados en nuevas tcnicas) se aduea de soluciones de recambio
tcnicamente coherentes y las propone. Estas soluciones se presentan de tal
manera que parecen responder a demandas sociales generalizadas (ms fcil
acceso a los hospitales, etc.). Encuentran una voluntad poltica convergente
en contra de las principales administraciones afectadas que bloquean el
cambio. .
EL ANLISIS
133
ii) Una personalidad reformadora. Estas condiciones llevan a recurrir
a una personalidad responsable de preparar la decisin. Robert Debr, mdi-
co de renombre mundial, tiene la confianza del gobierno y posee carisma, au-
toridad y legitimidad en el medio facultativo. La reforma no afecta a sus inte-
reses personales. Suscribe resueltamente la solucin propuesta por los jve-
nes reformadores.
iii) Un estilo de decisin. La decisin se toma segn un estilo muy
particular: es global y autoritaria y hace referencia a valores polticos y so-
ciales (igualdad en el acceso a las prestaciones pblicas).
A polticas pblicas diferentes, decisiones diferentes. Esto es lo que su-
giere un anlisis sobre las medidas tomadas por el gobierno con vistas a crear
escalafones regionales (Grmion, 1979).
El 14 de marzo de 1964, el Joumal officiel publica tres decretos que co-
rresponden a la poltica constitutiva. Se reorganizan los servicios territoriales
del Estado. El prefecto de departamento es investido de una funcin de coor-
dinacin del conjunto de organismos estatales que, sobre el terreno, represen-
tan a los ministerios parisinos. Pero, sobre todo, se crea una circunscripcin
de accin regional. Se nombra un prefecto de regin y se ponen en marcha
nuevos servicios regionales del Estado. Su misin es gestionar el reparto de
las inversiones pblicas estatales entre los departamentos. A su lado se cons-
tituye la CODER (Commission de Dveloppement conomique Rgional),
asamblea de carcter consultivo. Rene personalidades del mundo socioeco-
nmico regional nombradas por el Estado para dar su opinin sobre las pol-
ticas de inters general. La regionalizacin y la desconcentracin de la ges-
tin de los asuntos pblicos en Francia se han puesto efectivamente en
marcha.
Estas medidas, largamente esperadas, tienen amplia repercusin.
Formalmente, llevan la marca del primer ministro Pompidou y, sobre todo,
del ministro delegado para la ordenacin territorial, Guichard. Catherine
Grmion muestra que, de hecho, el decisor pblico no es monoltico. Las
medidas fueron elaboradas a travs de un proceso largo y complicado que
moviliz numerosos actores. No hay una decisin ni un decisor, sino una
serie de estrategias y de compromisos entre dos puntos de vista, entre gru-
pos que no comparten la misma solucin. En sntesis, la voluntad del esca-
ln poltico sirve de impulso; sin embargo, la decisin es llevada a cabo
esencialmente por un sector de altos funcionarios. Miembros de diferentes
ministerios, prefectos, miembros del Consejo de Estado e ingenieros de
caminos, persiguen objetivos heterogneos, propios de sus funciones y
de su posicin dentro del aparato del Estado. La accin poltica interviene
de manera intermitente, para sealar el objetivo general y, despus, para
arbitrar las medidas de detalle. La batuta pasa rpidamente a manos de los
gabinetes ministeriales, los directores de gabinete, los grandes cuerpos y
134
LAS POLTICAS PBLICAS
otras inspecciones generales. De esta forma, el objetivo general (descen-
tralizar y movilizar nuevos notables) queda ahogado en provecho de ajus-
tes concretos, cuyo criterio de aceptacin se enmarca en los intereses sec-
toriales, representados por los altos funcionarios. A su manera, la gran
idea da a luz un ratn. La decisin, como innovacin, es inversamente
proporcional a la distancia de los altos funcionarios expertos que partici-
pan en el proceso con respecto al sistema administrativo propiamente di-
cho. Tener ambos pies en el sistema, en trminos de funciones ocupadas y
de carrera individual, vuelve miope ante el cambio y conservador en las
proposiciones.
Los trabajos de Jemous y Grmion ilustran proposiciones ms generales
tales como:
- El decisor poltico sirve de detonador para la elaboracin de nuevas
polticas pblicas.
- Aunque sea l quien firma y resuelve en ltima instancia, se apoya en
soluciones concretas cuya formulacin detallada, tcnicamente constituida,
no es obra suya.
- Terceros grupos proveen estas soluciones, elaboran las opciones y
aseguran su legitimidad operacional.
- En definitiva, las medidas adoptadas no son necesariamente respues-
tas obligatorias a las exigencias generales de la sociedad y de sus represen-
tantes polticos, sino el producto de actividades intermediarias de expertos y
de consejeros.
Por ltimo, se puede preguntar, razonablemente, si quien decide en lo
formal decide de verdad, y tambin si hay una decisin reconocible y adopta-
da en un momento dado.
La tecnocracia no est lejos. Eso explica la creacin, en 1966-1967, del
Ministerio de Equipamiento (Theenig, 1987). Esta iniciativa mezcla aspectos
constitutivos -fusin de los servicios de construccin y de los de obras p-
blicas- y redefiniciones de la poltica urbana: nuevas medidas en los mbi-
tos del transporte, la vivienda y la ingeniera civil pblica. El presidente de la
Repblica, De Gaulle, y el ministro de Equipamiento, Pisani, son los masca-
rones de proa. Sin embargo, la influencia del cuerpo de ingenieros de cami-
nos aparece como primordial desde antes de la decisin poltica formal, y
despus en la elaboracin de las medidas sucesivas que la traducen en pro-
gramas concretos de accin. El cuerpo se apodera de exigencias sociales,
econmicas y polticas, las frena o las amplifica de acuerdo con sus necesida-
des, en la medida en que ve en ellas oportunidades compatibles con la exten-
sin de su empresa en el aparato del Estado. Modela las soluciones de las
que tiene el monopolio, aparta las que pueden atacar este monopolio, y trans-
forma en iniciativas tcnicas, tratables bajo la forma de medidas administrati-
EL ANLISIS
135
vas, las necesidades de equipamiento colectivo de una sociedad cuya expre-
sin es, sin embargo, del orden de la accin poltica.
De ah a ver desaparecer completamente el momento de la decisin y el
decisor, no hay ms que un paso. Este paso se da cuando la poltica pblica
compromete, incluso, el destino mismo de la colectividad.
Esto es lo que sugiere la observacin de la poltica nuclear (Simonnot,
1978). Durante ms de 30 aos, desde finales de los cuarenta hasta comien-
zos de los ochenta, un pequeo grupo cerrado de industriales, de altos fun-
cionarios tcnicos (ingenieros de minas) y de dirigentes de empresas pblicas
(EDF, CEA) agrupados en la comisin PEON (comisin consultiva para la
produccin de electricidad de origen nuclear) elabor las opciones y decidi
las medidas de Estado para la actividad nuclear civil y militar. Lo hizo al
abrigo de toda verdadera interferencia gubernamental y sin ningn debate
pblico. As, se puede preguntar cundo se decidi la fabricacin de la bom-
ba nuclear por Francia. Los hechos muestran, ante la estupefaccin general,
que jams ninguna autoridad pblica lo ha sabido. No hay fechas ni respon-
sables identificables. La bomba atmica francesa no se decidi. Se hizo poco
a poco hasta que, un da, Francia se despert con un arsenal nuclear incipien-
te a su disposicin.
Este tipo de comprobaciones pueden afectar a la sensibilidad cvica o ti-
ca. La responsabilidad poltica y el debate pblico aparecen ocultos, y los go-
biernos son vctimas del engao de la tecnocracia, abdicando de su papel. Sin
embargo, el juicio moral no es suficiente. Adems, puede hacer fracasar el
intento de comprensin de las condiciones necesarias para el acto decisional.
Tal vez el problema, si lo hay, reside en parte en la usurpacin de la decisin
pblica por terceros, expertos o tecncratas. Otra pregunta merece ser formu-
lada, no moral ni cvica sino intelectualmente: y si la forma en que razona-
mos habitualmente sobre la decisin poltica no fuera la adecuada?
2. Las actividades decisorias
De qu est hecha una decisin en materia de poltica pblica? Buscar
sus caractersticas profundas es una forma de proceder frecuentemente utili-
zada por las ciencias sociales. La finalidad del ejercicio consiste en poner de
manifiesto las especificaciones propias de este tipo de decisin comparndo-
las, ms o menos explcitamente, con las decisiones en otros sectores o cam-
pos (pequeos grupos, empresas, etc.).
Un enfoque corriente consiste en inventariar y nombrar las fases elemen-
tales necesarias para la constitucin del llamado proceso de toma de decisio-
nes pblicas (Lasswell, 1979; Brewer, De Lon, 1983). Se est de acuerdo,
en general, en considerar que un proceso rene las actividades y los actores
en tomo a dos fases principales: la fase de formulacin y la de legitimacin
(Jones, 1970).
136
LAS POLTICAS PBLICAS
La formulacin designa el trabajo mediante el cual una apuesta se
inscribe en la agenda gubernamental o un problema se transforma en alterna-
tivas para la accin, en soluciones.
Esta fase, tambin llamada de preparacin, abarca diversas actividades
que se diferencian en teora unas de otras, porque en los hechos, todo se
puede ocultar o confundir. Los responsables polticos, sus gabinetes, sus
servicios realizan estudios para decantar el desafo, separar las facetas
operativas, identificar los parmetros que provocan el problema, movilizar
el conocimiento disponible y, por ltimo, establecer un diagnstico. La
imaginacin, ms o menos creativa, se moviliza a fin de suscitar alternati-
vas y elaborar un estado deseable hacia el cual encaminarse. Se hacen pre-
visiones y se emiten opiniones sobre los mritos de las alternativas, sobre
lo aceptable de las soluciones, sobre el devenir del problema una vez que
se haya tomado la decisin.
La formulacin, a su vez, se puede subdividir en dos fases: la del anlisis
y la de la seleccin.
El anlisis define la labor de investigacin del problema, se buscan las
opciones y las alternativas. Se anticipan y explicitan las consecuencias, ven-
tajas e inconvenientes, los efectos inducidos y los efectos buscados. La cues-
tin se centra en saber si es necesario actuar o no, y qu resultara de no ha-
cer nada. La caracterstica del trabajo de anlisis es un ir y venir entre la sim-
plificacin y la complejidad, ya se trate de los objetivos, las soluciones o los
efectos. Investigar no es nada fcil: una autoridad pblica que no llega a
comprender lo que sucede, problemas complejos que se simplifican hasta la
caricatura, datos cuya pertinencia y finalidad quedan por verificar, polarida-
des causas-efectos recuerdan la historia de la gallina y el huevo.
La seleccin es el proceso de reduccin de las opciones a una sola. Se
acompaa de tensiones que ocultan divergencias normativas y utilitaristas.
Puede ser el momento en que se expresan y tratan los conflictos: los hechos o
el anlisis no son neutros para los actores; en todo caso, no ms que los obje-
tivos. 'Compromisos, negociaciones, coaliciones, sobrentendidos, claroscu-
ros, constituyen otras tantas alternativas generadas en el curso de este proce-
so. La revalorizacin de opciones alternativas permite la expresin de tcti-
cas tan variadas como el recurso a los valores, la propaganda, la comunica-
cin o el chantaje. La promocin poltica acompaa estrechamente la selec-
cin de una alternativa.
La mayor parte de los autores estn de acuerdo en reconocer que, en la
fase de formulacin, la sustancia y el proceso estn estrechamente entremez-
clados. Ni los objetivos estn definidos desde el principio, ni los medios se
catalogan despus, de forma deductiva. Al contrario, la explicitacin de los
objetivos y la exploracin de los medios progresan a la par, por iteraciones
sucesivas. Las autoridades pblicas se mueven mucho, pero, al comienzo, no
siempre saben lo que hacen, cul es el problema que se plantea. A menudo,
debern esperar el final del trayecto para saber lo que buscan realmente. La
EL ANLISIS
137
interpretacin entre el contenido y la forma sugiere que si en la accin pbli-
ca los valores o las ideologas desempean un papel importante, la factibili-
dad y el realismo tambin cuentan mucho en la calidad de la formulacin que
adopta el decisor pblico. Una alternativa se presenta, por tanto, como un
clculo social que mezcla la factibilidad poltica -el objetivo y la solucin
son admisibles para terceros, son aceptables para quienes deben decidir?- y
la racionalidad tcnica -el objetivo y la solucin son pertinentes y compa-
tibles entre s?-.
Una caracterstica del proceso de decisin reside en el encadenamien-
to de las actividades. En efecto, durante el proceso, no slo entran y salen
de escena numerosos actores -ministros, parlamentarios, altos funciona-
rios de los gabinetes ministeriales y de las administraciones, lobbystas-s-
sino que el progreso mismo del proceso no es necesariamente lineal. El
anlisis del problema no precede necesariamente a la formulacin de so-
luciones; la puede seguir. El anlisis o examen del problema puede que-
dar paralizado durante el camino. Otro problema distinto sustituye al pro-
blema de partida, o bien emerge durante el proceso, ligado poco o mucho
al problema inicial. La agenda se transforma, se extiende o se contrae.
O bien aparecen opciones que no tienen demasiado que ver con el dato
considerado, pero que atraen la atencin de los actores. La formulacin
se subcontrata a terceros, que transforman completamente el problema,
tomando el control del proceso en su provecho. En resumen: la fase de
formulacin puede revestir aspectos en apariencia desordenados, diluidos
en el tiempo y no lineales.
- En cambio, la fase de legitimacin parece ms breve y ms identifica-
ble. En el sentido estricto del trmino, coincide con que el responsable for-
mal, el individuo o el grupo al que institucionalmente le corresponde el dere-
cho y el deber de resolver, resuelve. Vota, firma, decide. En teora, posee
la autoridad, el monopolio de las opciones. Puede aceptar o rechazar la selec-
cin inicial, puede actuar discrecionalmente. No est obligado a adoptar la
opinin de los consejeros, los expertos y los otros actores. Tiene la posibili-
dad de hacer y deshacer.
En la prctica, lo ltimo ocurre raramente. A veces, quien decide ratifi-
ca pura y simplemente la actividad de seleccin. O bien modifica slo un de-
talle de la opcin que ha sido preparada. Quiere decir esto que es prisionero
del proceso anterior? S y no.
Quien decide no tiene tiempo para hacerlo todo. Le falta influencia
para destruir los compromisos que neutralizan o movilizan, hoy o maa-
na, a otros actores que cuentan. Le faltan el conocimiento y la informa-
cin sobre la tecnicidad de las iniciativas y de las opciones posibles. Al
mismo tiempo, en sentido inverso, puede estar convencido de que sus
consejeros o colaboradores han anticipado sus intereses, sus valores, sus
preferencias.
La legitimacin no es un acto protocolario, aun cuando el decisor se con-
138 LAS POLTICAS PBLICAS
tenta con ratificar el trabajo elaborado anteriormente. Posee su valor agrega-
do, que es poltica y simblicamente decisivo: por su voto, por su firma, re-
viste de legitimidad la opcin y la hace oficial, portadora de autoridad e irre-
versible. El trabajo de legitimacin consiste, pues, en aportar una solucin de
acuerdo con un criterio de eleccin que la haga aceptable a los ojos de terce-
ros. Se trata de conformar la solucin a las normas que comparten los subor-
dinados, los lderes polticos o el pblico. En lo sucesivo, si alguien puede
discutir la opcin, deber exponerse a transgredir las normas compartidas co-
lectivamente, pagando un costo muy alto, discutiendo la constitucionalidad
del sistema poltico, la legalidad de los procedimientos, recurriendo a la ame-
naza (la calle, la huelga, la guerra civil), etc.
El sistema poltico francs ofrece, a este respecto, oportunidades muy
elaboradas. Los terceros pueden recurrir a las instituciones de apelacin
(Consejo constitucional, tribunales administrativos, Consejo de Estado). El
decisor mismo dispone de la facultad de tomar la decisin en principio -pu-
blicacin de leyes en el Journal officiel por ejemplo-, retrasando, no obs-
tante, las modalidades concretas de aplicacin por los servicios administrati-
vos -no publicacin de los decretos de aplicacin-o La historia est llena
de principios que esperan siempre su operatividad instrumental, en una se-
cuencia marcada por dos tiempos decisorios diferentes, sin que uno implique
necesariamente el otro.
En ltima instancia, conviene interrogarse sobre el estatuto mismo de la
decisin pblica. Una visin positivista de las cosas es no considerar como
decisin pertinente ms que la actividad que conduce a una autoridad pblica
a legitimar una opcin. Cuando el proceso llega a su trmino, se vuelve obje-
to de atencin y de significacin para el comportamiento de las polticas p-
blicas. Una visin as es manifiestamente errnea. La no decisin existe, y
traduce una actividad al menos igualmente significativa de la actividad pbli-
ca (Bachrach, Baratz, 1963). El desafo inscrito en la agenda no se ha tradu-
cido ciertamente en una opcin, pero ha sido tratado.
Una no decisin encubre un conjunto de actividades que sirven para sos-
tener la movilizacin de valores, procedimientos, ritos y actores, con el fin
de legitimar la no accin de una autoridad pblica. Todo sucede como si sta
decidiera no decidir, o ms concretamente, como si decidiera enterrar el pro-
blema. Su poder, en efecto, no se manifiesta slo en el hecho de resolver los
problemas por medio de la accin positiva. Adopta, igualmente, la actitud de
esquivar el cambio.
Bachrach y Baratz identifican cuatro tipos de estrategias de no decisin:
- el uso de la fuerza por la autoridad pblica;
- las amenazas de sancin para los partidarios de una reforma;
la propaganda, la difusin de nuevas normas sociales y polticas;
- el cambio en los procedimientos del trabajo gubernamental.
EL ANLISIS 139
Insisten as en el uso de la coercin y en el recurso al golpe de fuerza. En
efecto, la realidad muestra un abanico muy extenso y sutil de estrategias que
permiten a una autoridad pblica enterrar una iniciativa o negar la necesidad
de un tratamiento adecuado.
Por ejemplo, ante el aumento de los problemas ligados a la nacionaliza-
cin de los inmigrantes, el gobierno optar por confiar su examen a una co-
misin de expertos que trabajen en sesiones pblicas televisadas (comisin
Long en 1987). Una forma para ganar tiempo, para demostrar a los partida-
rios y a los adversarios que el problema no es simple, y esperar el olvido o, al
menos, el mantenimiento-del statu quo.
3. La racionalidad del decisor
La decisin genera comportamientos, actividades de uno o varios actores
que, enfrentados a los problemas, se encuentran en situacin de elegir. Dicho
proceso desemboca en un resultado que llamarnos solucin. Esta definicin
general se aplica a todo tipo de situaciones cotidianas: actos de compra, la re-
lacin de mando en una organizacin, la conduccin de un automvil, etc.
Sirve igualmente, al menos en una primera etapa, para calificar las decisiones
en el campo de las polticas pblicas. Falta dotarla de una buena teora, de
instrumentos conceptuales y analticos que expliquen el porqu y el cmo de
los comportamientos decisorios.
3.1. LA RACIONALIDAD ABSOLUTA
Casi espontneamente, se impone un modelo aclaratorio: el del decisor
racional.
La secuencia de actividades que abarca est muy estructurada. De entra-
da, hay un actor que, enfrentado a un problema, se encuentra en situacin de
elegir. Elige sus preferencias, se propone objetivos, fija sus valores, seleccio-
na sus ventajas. Luego busca las alternativas disponibles para responder el
problema. Hace un inventario exhaustivo de ellas e identifica sus efectos y
sus mritos especficos. Seguidamente adopta un criterio de eleccin tan ob-
jetivo como sea posible; es decir, que permita determinar la mejor relacin
entre las ventajas y los inconvenientes de cada alternativa. La cantidad de al-
ternativas disponibles ser explorada finalmente con la ayuda de este criterio,
y de all saldr la solucin.
Por ejemplo, debo comprar un kilo de azcar blanco en polvo. Decido
adquirirlo al precio ms barato en un radio de 800 metros. Localizo todas las
tiendas que venden este tipo de producto, anotando el precio y la distancia
geogrfica. Torno el criterio del precio y la distancia corno puntos de compa-
racin. Finalmente, elijo la tienda ms barata y ms cercana.
140 LAS POLTICAS PBLICAS
Lo mismo debe hacer un ministro o un alcalde en materia de polticas p-
blicas: el problema y su anlisis preceder a una decisin sobre la base de
criterios racionales y objetivos.
L-_ Recurso a un criterio objetivo
L Eleccin de una solucin
El decisor y el problema
LIdentificacin de sus preferencias
L Bsqueda de todas las alternativas posibles
y de sus efectos
I
Este modelo de comportamiento es positivo. Porque lo esencial para
quien debe decidir es concentrarse en el problema, en el contenido de las al-
ternativas y las preferencias, y en la eleccin de un buen criterio, adecuado a
ese contenido. Decidir consiste en maximizar u optimizar los resultados en
relacin con los costos, y las ventajas en relacin con los inconvenientes. La
consecuencia es que, actuando as, la solucin que se elija ser, necesaria-
mente, la mejor de las alternativas consideradas. En resumen, la persona que
decide, si acta de modo racional, adopta un comportamiento en el que ni-
camente cuentan la verdad, la inteligencia y el saber como motores del pro-
ceso de actividades.
Para que esto suceda, es necesario que se cumplan ciertas condiciones.
La teora del decisor racional descansa en estos postulados:
- en cualquier circunstancia hay un criterio objetivo accesible a quien
debe decidir y cuyo valor comparte todo el mundo, si es razonable;
- las preferencias no son ambiguas sino estables y explcitas;
- el decisor conoce o puede conocer todas las alternativas posibles. El
mundo es una casa transparente;
- el decisor se comporta como puro intelecto, como una mquina inteli-
gente. Nada lo moviliza, salvo el problema que gestiona.
3.2. LA RACIONALIDAD LIMITADA
Realidad o utopa? El aporte capital de Simon, economista, experto en
psicologa cognoscitiva y uno de los fundadores de la inteligencia artificial,
consiste en haber demostrado que esta teora es irreal. Trat de aplicarla a la
toma de decisiones en las grandes empresas, pero advirti que sus postulados
eran errneos.
EL ANLISIS
141
El decisor racional se comporta como si se moviera en el mundo de la ra-
cionalidad triunfante o absoluta. Ningn condicionamiento cognoscitivo o
poltico pesa sobre l y sobre su situacin. Resumiendo: se sita en el univer-
so de la ilusin, es decir, en el normativo.
En la realidad, quien decide tropieza con mayores apremios. Las obliga-
ciones que administra dependen de diversos factores:
i) La informacin falta y cuesta. No se accede a ella gratuitamente, y
significa un costo de investigacin para quien decide. El precio que paga
puede consistir en el tiempo transcurrido o en la dependencia de terceros que
poseen la informacin y a los que hay que devolverles el favor (poder, con-
trapartida, etc.). Por otra parte, no es evidente su asimilacin. Por ejemplo:
una informacin puede poner en cuestin la visin del mundo (1os valores)
que, por su experiencia o por prejuicios de su educacin, ha adquirido la per-
sona que debe decidir. En este caso, y con el fin de disminuir las tensiones
que crea en l esta disonancia cognoscitiva (separacin entre valores subjeti-
vos e informacin objetiva), el decisor preferir dejar de lado la informacin
y salvaguardar su visin del mundo.
ii) Los criterios de eleccin son escasos. Los mtodos disponibles
para definir lo ptimo, o toda aproximacin a un arbitraje entre ventajas e in-
convenientes, son poco numerosos. As, siempre se recuerdan los mismos
ejemplos en materia de opciones pblicas que pueden apoyarse en una varie-
dad de criterios cientficos que permiten comparar las alternativas entre ellas:
las decisiones en el campo de las grandes infraestructuras de transportes
(construccin de carreteras, extensin de las redes ferroviarias, etc.). No obs-
tante, las reas para las que existen mtodos son escasas. Lo son an ms, los
sectores en los que hay consenso social y poltico para la aplicacin de estos
criterios.
iii) Vara la capacidad para generar un inventario exhaustivo de las al-
ternativas. El decisor racional hace un inventario de todas las alternativas y
de sus mritos respectivos. Pero, aqu tambin, existen importantes limitacio-
nes ligadas a la naturaleza del comportamiento cognoscitivo. As, los indivi-
duos varan en su capacidad de administrar la complejidad. Algunos no pueden
pasar a la accin sin disponer de una masa considerable de informaciones.
Cuanto ms complejo parece el problema, ms decantada parece la situacin y
ms dispuestos se muestran stos a actuar. Otros, al contrario, no pueden deci-
dir si las alternativas no han sido reducidas al mnimo: un exceso de opciones y
datos sobre sus mritos evidencia un proceso mal decantado.
iv) La necesidad de elegir desencadena una tensin psicolgica. Un
proceso de decisin traduce a menudo momentos de incertidumbre, presin y
tensin. Est en juego el porvenir, estn en discusin intereses, y se ven afee-
142 LAS POLTICAS PBLICAS
tados ciertos administrados. Existen motivos suficientes para que se desesta-
bilicen los egos bajo el peso de las responsabilidades. El presidente Lyndon
Johnson, un poltico ms bien experto, no se levantaba por las noches, abru-
mado por la angustia, para pasearse ante los retratos de sus predecesores? La
capacidad del decisor para soportar psicolgicamente la eleccin vara de
forma considerable de una persona a otra. Por ejemplo, tal poltico no sopor-
ta que la indecisin se prolongue, y pondr lo ms rpidamente posible un
punto final a la incertidumbre. Exagerando, toda decisin es buena, cualquie-
ra que sea, con tal que se acaben las dudas.
Durante la decisin, el actor maneja a la vez:
un contenido, un problema;
un proceso, una situacin.
La racionalidad absoluta no tiene sentido, salvo que se admita que encu-
bre situaciones en las que la persona que decide se comporta como una m-
quina programada para la tarea pendiente de resolver. Pero ste no es el caso.
Los compromisos ejercen una dura tirana sobre el proceso, sobre la situa-
cin. Lo subjetivo, lo sectorial, lo no consensual o lo no reproducible por
terceros constituye un dato esencial. Es cierto que hay racionalidad, pero se
trata de una racionalidad limitada.
No faltan anlisis que demuestran la utopa de un enfoque racional de la
decisin pblica, aun cuando a la inteligencia de los hombres se sumen los
mtodos llamados modernos o cientficos. Se pueden citar otros ejemplos de
este gnero de fracasos:
- el PERT (Program Evaluation and Review Technique) aplicado al
programa de construccin de cohetes nucleares Polaris para submarinos
(Sapolsky, 1972);
- el anlisis de sistema resultante de la investigacin operacional, y
utilizado por diversos programas federales norteamericanos (Hoos,
1972);
- la teora de la escalada y el recurso a cerebros universitarios en el
caso de la crisis de los misiles de Cuba (Allison, 1971);
- el PPBS (Planning Programming Busgeting System) como instru-
mento de renovacin del proceso presupuestario en Estados Unidos
(Wildavsky, 1970). Su versin francesa, la RCB (Rationalisation des
Choix Budgtaires), y su uso en los ministerios para la eleccin de las po-
lticas.
El modelo de la racionalidad limitada comprende el comportamiento de
un decisor que gestiona un compromiso entre un problema y los apremios
de la situacin. Hace lo mejor que puede all donde se encuentra.
Problema
!__-... Preferencias
del decisor
L
EL ANLISIS
Obligaciones
del decisor
Bsqueda de una variedad
restringida de alternativas
1
Recurso a un criterio
","""'bl.'!d. opcin..
Seleccin de una solucin
satisfactoria
143
Contexto
La actividad del decisor consiste en recordar y explorar el pequeo n-
mero de alternativas de que dispone, que conoce o que le parecen aceptables
a l y a terceros. Minimiza la bsqueda y el anlisis de las alternativas.
Seguidamente, adopta un criterio de juicio razonable, mezcla de racionalidad
y de intuicin. Finalmente, en el conjunto de alternativas exploradas, se de-
tiene en la primera solucin que les parece satisfactoria a l y a los dems.
No busca lo mejor o lo ptimo; se contenta con evitar lo peor o lo menos ra-
zonable. Quien decide concilia factores de dos rdenes diferentes (Cyert,
March, 1976).
Concretamente, este modelo se traduce en estrategias de decisin tales
como:
El decisor adopta, de entrada, una alternativa privilegiada, que prefie-
re y que revaloriza, oponindole alternativas que la rechazan (la estrategia de
la alternativa pivote).
- El recurso a los antecedentes, a la experiencia, al oficio; es decir, a al-
ternativas ya utilizadas por quien decide o por otros y que han sentado juris-
prudencia. Se hace hoy como se haca ayer.
- La referencia a criterios con apariencia de normas, con bases seudo-
cientficas, verdades parcialmente racionales y admitidas en el ambiente (lo
que los ingleses llaman las rules of thumb). Ejemplo tpico de esta estrategia
en poltica pblica es la idea de que una poblacin inmigrada que sobrepase
el 15 % en un territorio desencadena brotes racistas en la colectividad. Una
verdad comprobada ayer en un territorio A se transforma en criterio para ma-
ana en un territorio B, si es preciso apoyndose en artculos cientficos o
con la pretensin de serlo.
144 LAS POLTICAS PBLICAS
La dualidad racionalidad de sustancia/racionalidad de proceso debe com-
pletarse con otra polaridad en el caso del decisor pblico: la formada por la
racionalidad de sustancia y la racionalidad poltica. En efecto, el actor pbli-
co se sita igualmente en un escenario poltico donde el xito (o el fracaso),
juzgado por terceros, se evala a plazo, con un desfase temporal.
La racionalidad de sustancia se caracteriza porque los actores empean
ex ante su posicin, su responsabilidad, su nombre, en una de las opciones,
en el contenido o el encadenamiento metas-soluciones-efectos que sta po-
see. Frente a terceros, en el mismo momento o al cabo de cierto tiempo, los
actores se muestran o mostrarn partidarios de esa opcin. Cuando sus
efectos se manifiesten, los terceros la considerarn acertada si siguen el
sentido marcado, y errnea si son contrarios. Los actores se comportan
ideolgicamente: su verdad compromete su seguridad o su imagen pbli-
ca o poltica.
La racionalidad poltica es diferente. Los actores no se atan de manera
unvoca a una opcin con preferencia a otra. Evitan tomar abiertamente parti-
do sobre el fondo y no se comprometen de manera irreversible. Al contrario,
mantienen muchas opciones abiertas, con el fin de recuperar los efectos a
plazo, cualesquiera sean estos efectos y la opcin elegida. Porque su estrate-
gia para el xito se desarrolla a un nivel distinto del contenido de la decisin.
Para stos se trata de mantenerse en su papel hoy y siempre y, si es posible,
capitalizar los beneficios ex post que encuentren en el fondo del problema.
Las decisiones pasan, los actos quedan: el pragmatismo y el maquiavelismo
permiten volver sobre sus pasos al responsable de la decisin.
)El paradigma elaborado por Simon ofrece la clave para comprender por
que un decisor pblico se comporta como lo hace. Queda por aclarar el pro-
ceso mismo de la decisin: cmo progresa la iteracin y conduce a optar por
la solucin.
4. El proceso decisorio
El contexto en el cual se elabora un proceso de decisin, influye en su
contenido? Las ciencias sociales han puesto de manifiesto este determinismo
identificndolo, ms particularmente, con cuatro factores primordiales:
- el papel desempeado por el decisor;
- los procedimientos que intervienen en el proceso;
- las relaciones de influencia y de poder entre los actores;
- la ambigedad y el malentendido como factores de la accin.
Esta lista refleja una propiedad estructural importante. En efecto, para los
dos primeros factores, lo que haga o no quien decide cuenta para la eleccin
final; el contexto es slo uno de los principales condicionantes. En los dos l-
EL ANLISIS
145
timos, el decisor desaparece como actor privilegiado: en realidad, el que deci-
de es el contexto; el sistema se impone sobre el responsable de la decisin.
4.1. EL COMPROMISO DEL PAPEL
Un papel est compuesto por las expectativas y los valores con los que
un medio presiona sobre una jerarqua, una funcin pblica, un mandato
electivo: el jefe, el alcalde, el ministro. La presin social expresa su existen-
cia. El individuo que ocupa esta posicin, esta funcin, este mandato, tiene
que adaptarse necesariamente -y carece de libertad para no hacerlo- a las
esperanzas y a los valores de esa presin, salvo que se arriesgue a perder su
estatuto, su credibilidad o incluso su situacin. La presin social espera del
ministro que se adapte a los hbitos, que se comporte de acuerdo con la ima-
gen que la clase poltica y la opinin pblica tienen de lo que es un ministro.
El mecanismo induce efectos conservadores y compromete poderosamente la
eleccin de las alternativas.
Esto se demuestra en los cuadros dirigentes de las grandes empresas
(Mintzberg, 1980). En teora, es el hombre situado en lo alto de la jerarqua
(el director general y sus colaboradores directos) quien toma las grandes de-
cisiones: la estrategia de la empresa a medio plazo, su presupuesto anual, etc.
Pero, aun en las empresas muy bien conducidas, la teora del cuadro dirigen-
te planificador de lo esencial no corresponde a la realidad de su comporta-
miento. Al contrario, el cuadro dirigente dedica muy poco tiempo a tomar
decisiones, y menos an sobre asuntos esenciales para la empresa. Su activi-
dad se parece a un frentico script de cine hecho de flashes incoherentes en-
tre ellos, porque se compone de tareas:
- extremadamente variadas: Mintzberg distingue 16 clases diferentes,
que van desde el mascarn de proa y el jefe de protocolo, hasta el decisor y
el comunicador;
- realizadas brevemente: la media de una secuencia consagrada a una
tarea es apenas de nueve minutos;
- yuxtapuestas y fragmentadas: el cuadro dirigente pasa, sin transicin,
de una reunin con un colaborador que se retira, al arbitraje de un conflicto
entre dos servicios.
Peor an: cuando se ocupa de grandes decisiones, lo hace segn un estilo
muy particular:
- intuitivo y no sinptico. Decide antes de tener una visin de conjunto
y sin poseer informacin;
- privilegiando la informacin verbal y concreta sobre la informacin
escrita y sustancial. No lee los informes.
146 LAS POLTICAS PBLICAS
Segn Mitzberg, si los cuadros dirigentes adoptan un comportamiento
hecho de pedazos y de fragmentos dispersos, extravertido y no analtico, es
porque se deben ajustar a papeles concretos. Sus colegas y colaboradores es-
peran de ellos que se adapten a este comportamiento. Si el director general
quiere aprovechar las oportunidades, comunicarse con terceros, empearse
en la accin, debe fundirse en su papel. sta es la parte del conjunto que per-
mite al gran decisor actuar sobre y a travs de los otros. Un ministro pasa el
15 % de su tiempo inaugurando monumentos y distribuyendo medallas por-
que son actos decisivos. El papel protocolario legitima su accin ante la opi-
nin pblica.
4.2. LA TIRANA DE LOS PROCEDIMIENTOS
Los procedimientos imponen condicionamientos, cuando no exigencias,
al proceso de decisin. Ms concretamente, en materia de polticas pblicas
se observan tres tipos de procedimientos:
- Las reglas. El ejemplo que se nos ocurre espontneamente es el de la
Constitucin de un pas o de la carta municipal. sta fija el derecho a decidir,
cundo, sobre qu y de qu manera. Estipula los plazos, los modos de con-
sulta, los otros actores que debern dar su opinin, las formas de transmisin,
los modos de control relativos al respeto de las normas.
- Los circuitos de comunicacin. Se conoce la influencia que puede te-
ner sobre un alcalde o sobre un primer ministro el intermediario con que
cuenta para recoger informacin sobre un problema. As, a pesar de su buena
voluntad y su aparente tecnicismo, el consejero del decisor influye en el resu-
men de la informacin que presenta. El gabinete de un ministro acta a veces
como una pantalla entre el decisor al que est obligado a servir y la realidad
que lo rodea. En efecto, la informacin no circula libremente, como una mer-
cadera neutra. Por otra parte, cada actor percibe el mundo en funcin de
perspectivas que le son propias. El mensaje hace el mensaje, se ha dicho a
propsito de los medios de comunicacin. El circuito de comunicacin brin-
da la solucin, se dir refirindose a la decisin.
- La divisin de tareas. Dividir las tareas entre servicios no es un
kriegspiel anodino del organigrama. Significa tambin prejuzgar una teora
del problema que se ha de tratar. As, confiar el conjunto de informes agr-
colas a un ministro encargado especficamente de la agricultura, induce una
poltica bastante ms atenta a los agricultores que el tratamiento de dichos
informes por varios ministros (agricultura, pero tambin finanzas, asuntos
europeos, etc.). Igualmente, se dan polticas pblicas municipales total-
mente distintas en las ciudades francesas y en las britnicas. La ausencia en
Inglaterra, o la presencia en Francia, de un rgano poltico integrador pode-
roso, como el alcalde, el alto grado de especializacin y de profesionaliza-
EL ANLISIS
147
cin de los servicios municipales al otro lado del canal de la Mancha, y
su mayor debilidad en el continente, tienen un peso esencial en las deci-
sienes.
Esta tirana de los procedimientos sugiere que, a fin de cuentas, como
fruto de la actividad de quien decide, la decisin es producto de los procedi-
mientos que el decisor afronta (March, Simon, 1964).
4.3. LA DINMICA DE LOS JUEGOS DE PODER
Al igual que las empresas y los partidos, los servicios pblicos funcionan
como conjuntos de organizaciones plurales o pluralistas. Los distintos
elementos, oficinas, grupos y profesiones que los componen no obedecen en
sus comportamientos cotidianos a objetivos unvocos comunes que se im-
pondran a todos de la misma manera. Cada uno persigue sus intereses secto-
riales, manifiesta su propia visin de lo que es eficaz y racional. No hay ra-
cionalidad colectiva nica. Crozier, en sus anlisis de los servicios de che-
ques postales y de la manufactura de tabacos (Crozier, 1964), da una muestra
espectacular de esta diferenciacin intraorganizacional.
Los ajustes entre actores se practican en tomo a las relaciones de poder
que se tejen entre ellos. Los actores que controlan poderosas incertidumbres
de las que dependen terceros, si no toda la organizacin, hacen que estos ter-
ceros y la organizacin dependan de la negociacin de su buena voluntad.
Imponen su propia racionalidad, sus propias reglas de juego. Sin embargo, a
menudo, el poder no est en manos de los escalones ms altos de la jerarqua,
sino en los niveles de base o en la periferia. Quienes deciden formalmente no
tienen informacin y actan de manera abstracta, por principios generales.
Los que ejecutan las decisiones adaptan a las circunstancias locales los prin-
cipios decididos por la cspide y poseen informacin que ocultan celosamen-
te en la manga. Porque, en definitiva, nadie tiene inters en comunicarse con
el otro; cada uno se reserva un margen de autonoma frente a los dems y se
protege contra las consecuencias de su forma de actuar. De ah un crculo vi-
cioso de desajustes que se refuerzan mutuamente, quedando la decisin cada
vez ms separada de la ejecucin, centralizada en la cspide, mientras el de-
cisor recurre, cada vez ms, a criterios reglamentarios para actuar sobre los
problemas en la base. La Administracin francesa es un ejemplo caractersti-
co de organizaciones que estallan en mil racionalidades sectoriales yuxta-
puestas, que eclosionan entre ellas y que la jerarqua no puede integrar
(Dupuy, Thoenig, 1985).
Frente a universos tan plurales y explosivos la iteracin de la decisin de-
pende del manejo del poder. La cuestin es saber quin tiene el poder para
anticipar el proceso. Sin embargo, el poder, aunque est repartido desigual-
148 LAS POLTICAS PBLICAS
mente entre los actores, nunca es acaparado por un solo grupo o actor. Los
otros se reservan sus bazas, que aun siendo dbiles no son menos reales, por-
que el actor ms poderoso no puede hacerlo todo solo y necesita de la coope-
racin ajena. A partir de ah, se desarrollan procesos de intercambio y nego-
ciacin que se traducen en compromisos tcitos.
En un universo plural, la decisin depende del orden de los compromi-
sos. El decisor no tendr verdaderamente margen de accin sobre ella si, ade-
ms, no ocupa una posicin de poder frente a aquellos cuya adhesin y ayuda
moviliza. Si no es el caso, y esto sucede a menudo, no pasar de mero ratifi-
cador pasivo de los compromisos tolerables para la organizacin y que, de
cierta manera, le impone la relacin de fuerzas. El contexto est primero, no
el problema de cuya decisin se trata.
Esta imagen de la decisin como Realpolitik de la influencia y del poder,
es pesimista. Se opone a una estrategia de accin que aqu llamaremos sinp-
tica. Esta ltima postula que, de entrada, hay que poner los problemas sobre
el tapete con toda transparencia y en todas sus dimensiones (preferencias, al-
ternativas, efectos). El decisor debe afrontar la eleccin con las cartas en la
mano, y la norma de eleccin debe ser aspirar a la perfeccin, al ideal. Ahora
bien, frente a un universo plural, dicha estrategia es irrealista y est condena-
da al fracaso. De ah otra estrategia, denominada incrementalismo disjunto
(Lindblom, 1959 y 1968; Braybrooke, Lindblom, 1970).
Lo posible es la referencia para la accin. Un universo plural se presenta,
en efecto, como una caja negra en la que no existe ningn consenso posible:
ni sobre el problema, ni sobre las preferencias, las alternativas y los criterios
de eleccin. Por tanto, el cambio -o la decisin- slo puede ser inducido
margen, de forma indirecta. Para el decisor, un proceso incremental disjun-
to se caracteriza por la adopcin de comportamientos tales como:
- no insistir sobre el contenido, no identificarse o encerrarse en el pro-
blema o en una alternativa (so pena de parecer que se toma partido y, por lo
tanto, de que uno se erige en portavoz de un punto de vista particular no
aceptado por las dems partes interesadas);
- actuar cada vez que se pueda y que se presente una ocasin (por lo
tanto, no forzar la decisin);
- aceptar el tratamiento de problemas anodinos, aun parcial o lejana-
mente relacionados con el problema central (un paso cada vez);
- estar dispuesto a intercambiar concesiones con los jugadores con los
cuales se trata de actuar (dos pasos adelante, un paso atrs);
- multiplicar las coaliciones con numerosos jugadores sobre mltiples
puntos (no crear divergencias radicales entre dos campos opuestos);
- gestionar el tiempo como un recurso del juego.
Se trata de una verdadera homeopata del cambio: un sistema complejo,
atravesado por fenmenos de poder, se transforma en pequeas dosis inyec-
EL ANLISIS
149
tadas en mltiples puntos. La decisin, en este caso, no consiste en conseguir
la curacin, sino en alejar el mal: hacer menos mal que antes, descartar lo
peor o lo insoportable.
4.4. LA ANARQUA ORGANIZADA
Las decisiones se toman sin que nadie se d verdaderamente cuenta.
Despus se percibe que se ha hecho algo parecido a una opcin. No es eviden:
te ni identificable quin, cundo, cmo y por qu. La observacin muestra
que, a veces, las organizaciones se comportan de una manera desconcertante.
Buscan poner en marcha soluciones de rutina, ms que solucionar problemas
nuevos. Establecen una mala relacin entre los problemas por resolver y las
soluciones disponibles. Y, cuando consideran los problemas y las soluciones,
no los evalan en trminos de sus respectivas preferencias comparadas sobre
una escala graduada, sino que las evalan en relacin a juicios y afirmaciones
extremas: algo est bien o mal en s; no un poco mejor o un poco peor que al-
guna otra cosa. Entre el xito y el error no hay lugar para matices.
Este tipo de situacin se encuentra en las anarquas organizadas (March,
1988). Es el caso de organizaciones muy informales: ciertas asociaciones o
colectividades religiosas. Inversamente, es tambin el caso de conjuntos bien
estructurados: el ejrcito en tiempos de paz, las grandes universidades. As,
advertimos que la construccin del metro regional parisino (RER), en el cur-
so de la dcada de 1960 no se puede referir a un acto de decisin preciso, 10-
calizable en el tiempo, atribuible a un responsable y constitutivo del RER en
cuanto tal (Sfez, 1981). Sera necesario, por ejemplo, remontarse hasta la
apertura de una va experimental de ferrocarril subterrneo, en el curso de los
aos veinte? O bien la idea naci un da de verano de 1960 en la cabeza de
un ministro de Obras Pblicas que se diriga en bicicleta a su despacho?
La ambigedad y la confusin constituyen las propiedades colectivas del
funcionamiento real de estos conjuntos. No hay casi consenso; la opacidad es
grande y el equvoco est generalizado. Estas propiedades afectan:
- A los fines y las preferencias: se formulan de una forma abstracta
y normalizada. Coexisten competitivamente.
- A las actividades y a las tareas: se caracterizan por la ambigedad y
la vaguedad.
- A los procedimientos y las maneras de hacer: son intercambiables
y equvocas.
- A los participantes y a los actores: su disponibilidad y su participa-
cin son fluidas. Agunos no estn presentes cuando deberan estarlo; otros
intervienen sin invitacin o mandato.
Para que se desarrolle un proceso de eleccin, es necesario que se esta-
150 LAS POLTICAS PBLICAS
blezca un encadenamiento entre estos cuatro elementos. Ms concretamente,
el proceso pone en relacin:
- Un problema (P). Un problema traduce un objetivo o una preferencia.
Un objetivo o una preferencia se traducen en que el individuo les concede
una atencin especial, se preocupa por ellos.
- La ocasin de una eleccin (O). Es un caso particular de procedi-
miento o de forma de hacer: por ejemplo, el establecimiento de un presu-
puesto o el encuentro de dos personas en un ascensor. Es un momento en
cuyo transcurso un conjunto produce un comportamiento llamado decisin.
- Una solucin (S). Tiene el aspecto de una actividad o de una tarea.
Alguien hace algo que toma la forma de una decisin a los ojos de talo cual
actor en la organizacin.
- Los actores (A). Un actor es un individuo o un grupo cuya atencin
hacia un problema, o el apego que tiene por una solucin, lo deciden a parti-
cipar en el proceso decisorio. Dedica su tiempo a estar presente y pesar en las
decisiones.
A priori se puede esperar que el encadenamiento se produzca as:
p
-------. 0------.... A -------...... S
Una observacin ms atenta muestra que esta confluencia no es sino una
entre otras posibles. As se encontrarn encadenamientos del tipo:
S -------.. O ------.... P -------.. A
O -------. A -------.. S ------.... p
A -------. S ------+-. P ------....O
Etctera.
No faltan ejemplos de confluencias distintas.
Un ministro comprueba la necesidad de actuar de manera visible en la es-
cena poltica pblica (A). Busca una idea nueva y la encuentra (S). No recibe
apoyo para llevarla a cabo. Bruscamente, se produce un acontecimiento cuyo
impacto explotar (P). Presenta su solucin al problema ante el Consejo de
Ministros, que la adopta (O).
La elaboracin de un presupuesto es una circunstancia favorable para las
elecciones (O). Hay una participacin activa entre ciertos grupos de presin
para obtener ventajas del gobierno: subvenciones o desgravaciones (S).
EL ANLISIS 151
Buscan el apoyo de tal ministro o de tales partidos (A). Y crean un aconteci-
miento para reforzar su demanda: huelga, manifestacin, amenazas de voto
de castigo, etc. (P).
Por otra parte, y esto puede ser an ms importante para comprender las
polticas pblicas, el encadenamiento es diferente segn los actores afectados
por el mismo proceso de eleccin. Lo que es una solucin para uno, constitu-
ye un problema para otro. La poltica relativa al transporte de mercancas por
carretera es una muestra de ello. El fraude que practican los camioneros (in-
cumplimiento de la duracin mxima del tiempo de conduccin, exceso de la
velocidad autorizada en carretera, etc.) es un problema para el ministro de
Transportes, porque provoca accidentes que pueden crispar la opinin pblica,
Al contrario, es una solucin para los fletadores porque les permite ofrecer
mejor precio a los cargadores en una situacin de fuerte competencia. Otro
caso clsico: las controversias sobre si una decisin ha sido o no tomada en un
momento dado. En una negociacin social, el Estado patrn considera que se
ha alcanzado el acuerdo cuando los representantes sindicales han aceptado un
compromiso en la mesa de negociacin, pero estos ltimos estiman que el
acuerdo ser definitivo cuando los trabajadores desconvoquen la huelga.
En una anarqua organizada, el encadenamiento se produce entre solucio-
nes, problemas, actores y ocasiones de eleccin, gracias a dos condiciones: el
tiempo y el malentendido. Dicho de otra forma: el proceso de reencuentro y
de confluencia entre estos cuatro factores muestra una lgica casi aleatoria.
Una anarqua organizada se parece, en efecto, en muchos aspectos, a un cubo
de basura. En un cubo de basura, ciertamente, se amontonan desordenada-
mente toda clase de detritos heterogneos, sin relacin entre s. Lo mismo su-
cede en un conjunto social complejo, donde se acumula un inventario consi-
derable de soluciones potenciales, de problemas latentes, de actores rituales,
de ocasiones posibles de seleccin. Una decisin es, entonces, el encadena-
miento de algunos de estos elementos entre ellos a travs de la duracin y del
malentendido. Es una construccin cuyo devenir no es fatal o necesario, sino
una configuracin entre muchas otras posibles.
Una decisin slo existe porque ciertos actores o terceros la perciben
como tal. En una anarqua organizada, como lo demuestra gran nmero de
estudios empricos realizados a partir del modelo elaborado por March y
Olsen, tienen lugar tres procesos principales de encadenamiento decisional:
- La eleccin final realizada responde a un problema, ya sea el conside-
rado al comienzo u otro que lo haya sustituido sobre la marcha. La observa-
cin de los hechos sugiere que este proceso, estadsticamente, es un caso que
se da con escasa frecuencia. En otros trminos, pocas decisiones pblicas
pueden ser conectadas a problemas claramente identificables.
- La opcin no responde, o ya no responde a un problema. El problema
se ha perdido de vista a lo largo del camino o nadie lo ha evocado nunca. La
eleccin se realiz gracias al descarte de todo problema, en una especie de
152 LAS POLTICAS PBLICAS
fuga hacia delante. sta es una situacin mucho ms frecuente que la prime-
ra. La ausencia de problema hace posible la eleccin de un acto.
- El problema ha sido descartado y no tuvo lugar una eleccin final. El
proceso se ha detenido por abandono.
Frente a un contexto decisional que funciona siguiendo el modelo del
cubo de basura, toda racionalidad prescriptiva es, en ltima instancia, intil.
Faltan, en efecto, dos condiciones necesarias:
- Los actores, en la escena decisional, modifican sin cesar sus percep-
ciones de los problemas para justificar su accin, sus soluciones, su defini-
cin del momento de eleccin, su forma de considerar las partes interesadas
que se incluirn en el proceso.
- Existen pocas reglas, normas u obligaciones que se impongan a todos
y que estructuren el proceso conducente a la toma de decisin.
Entonces, qu puede hacer quien dirige un cubo de basura? Pueden ac-
tuar los jefes de anarquas organizadas? En cualquier caso, no les sirve de
nada tomar, ellos mismos y autoritariamente, las decisiones ni intervenir de
una manera tctica (por incrementalismo disjunto) o aun recurrir a instru-
mentos cuantificados. El resto del cubo percibira sus decisiones como par-
ciales, retorcidas. Las coaliciones seran muy dbiles y muy frgiles. Los ar-
gumentos tcnicos, las cifras y los datos no seran crebles. Al contrario, si
los dirigentes quieren mantener un margen de juego, haran mejor en distan-
ciarse y mantener las manos libres para las cosas esenciales. Delegan, creen
en las virtudes de la competencia interna y de los conflictos (que gane el me-
jor) y tienen confianza en la capacidad del cubo de basura. Para actuar hay,
sin embargo, dos reas que slo ellos controlan: la eleccin de los dirigentes
intermedios, que convierten en un tema privativo, mediante la cual crean la-
zos de lealtad personal; y la redefinicin peridica de las estructuras formales
(organigrama, etc.), por la cual pueden remover de tanto en tanto el cubo,
como el bastn en el hormiguero, y hacer pesar la amenaza y la incertidum-
bre sobre las autonomas fragmentadas.
5. El estilo decisorio
La teora de la decisin aplicada a las polticas pblicas tiene por objeto
explicar si hay correspondencias, correlaciones, cuando no relaciones de cau-
sa a efecto, entre las actividades que abarca, las caractersticas contextuales
que identifica y el contenido de las orientaciones hacia la accin que el pro-
ceso produce. La tarea de las ciencias sociales y polticas, en este aspecto,
est lejos de haber terminado. Sin embargo, algunas certezas parciales ya es-
tn disponibles. Pueden resumirse de la siguiente manera.
EL ANLISIS
153
La sustancia de las decisiones depende, por la estrategia de los decisores
que intervienen, de la naturaleza de los problemas. Depende tambin, estre-
chamente, del contexto institucional, organizativo y sociopoltico en el que
se mueven quienes deciden. Por ello:
- el modelo de incrementalismo disyunto, elaborado por Lindblom, se
adapta a los escenarios de accin fragmentados y pluralistas;
- el modelo de la tirana de los procedimientos muestra el comporta-
miento de quienes deciden haciendo frente a medios burocrticos centraliza-
dos, estratificados y sumergidos en el formalismo de las estructuras;
- el proceso casi aleatorio, hecho de malentendidos, ambigedades y
embustes (de comportamientos de tramposos), muestra un universo en el
que las reglas sobre las reglas no logran un mnimo de cohesin colectiva ni
de consenso;
- la presin de la conformidad con el papel se encuentra en contextos-
cuyas normas adscriptivas (estatuto, partidos, etc.) desplazan las considera-
ciones adquisitivas, y los criterios de eficiencia y de eficacia, como es el caso
en medios muy integrados y socialmente protegidos.
El cajn de las herramientas analticas contiene mltiples claves para
aclarar la complejidad de situaciones y actividades que conducen a una op-
cin legtima. Una demostracin espectacular desde el punto de vista peda-
ggico se encuentra en la crisis que, en octubre de 1962, opuso a Estados
Unidos y la Unin Sovitica a propsito de la instalacin, por esta ltima, de
misiles nucleares en la isla de Cuba. Esta crisis se tradujo en una extrema
tensin que estuvo a punto de conducir a la guerra mundial. En efecto, el go-
bierno norteamericano se da cuenta, durante el verano, de que los soviticos
arman a su aliado con misiles ofensivos que pueden atacar el territorio esta-
dounidense. El presidente Kennedy exige su retirada poniendo a Kruschev
ante una prueba de fuerza diplomtica y psicolgica, y estableciendo luego
un bloqueo naval a la isla a fin de impedir que los barcos soviticos sigan
instalando las armas. Kruschev termina por ceder y retira los cohetes de
Cuba. Esta crisis ha sido estudiada por Allison (Allison, 1971). Examinando
esencialmente la conducta del gobierno norteamericano, repasa los hechos
utilizando sucesivamente tres enfoques decisorios diferentes:
- Un enfoque en trminos racionales. A primera vista, esta crisis ha
sido conducida por las autoridades norteamericanas segn los principios de
la respuesta gradual, es decir, aplicando un esquema de racionalidad absolu-
ta: formulacin de soluciones variadas, comparacin de sus costos y ventajas
respectivas con la ayuda de tcnicos y de expertos de alto nivel, recoleccin
de un mximo de informacin, eleccin final efectuada segn un criterio de
optimacin (mayores ventajas al menor costo) y aplicacin inmediata. El
bloqueo naval, la solucin elegida, permite alcanzar el resultado. Allison de-
154 LAS POLTICAS PBLICAS
muestra que, en realidad, este sistema racional no fue el que se sigui verda-
deramente. De hecho, la informacin utilizada a menudo era precaria y a ve-
ces escasa: los cohetes eran realmente ofensivos? La aplicacin del bloqueo
naval no fue tan estricta, ya que la marina estadounidense oper a 200 millas
de las costas de Cuba y no a 80 como exiga Kennedy.
- Un enfoque en trminos de sociologa de las organizaciones. Allison
interpreta una parte de los fallos del esquema racional con la ayuda de
conceptos desarrollados por el modelo de la racionalidad limitada. Las solu-
ciones elegidas para responder a los soviticos lo fueron porque estaban de-
terminadas, no por la calidad intelectual de quienes decidieron (Kennedy y
su estado mayor), sino por las caractersticas de las organizaciones a las cua-
les pertenecan. El gobierno norteamericano es un armazn heterogneo de
ministerios que recelan los unos de los otros y que tienen sus propias rutinas:
el Departamento de Estado, la CIA, la Casa Blanca, el Pentgono, etc. La cri-
sis se convierte en un desafo que cada uno intenta utilizar en su provecho,
algunos contra los soviticos, pero tambin para lograr una ventaja sobre el
vecino: los aviadores norteamericanos quieren desquitarse del ejrcito de tie-
rra, la CIA de los diplomticos, etc.
En cuanto a las formas de actuar, estn condicionadas por la habilidad de
cada servicio. El bloqueo se realiza a 200 millas -lo que deja menos tiempo
a Kruschev para reaccionar sin perder prestigio y acrecienta el riesgo de en-
frentamiento militar entre ambas marinas- porque la US Navy dispone, des-
de hace mucho tiempo, de un plan de bloqueo a 200 millas que saca de sus
cajones para esta ocasin.
- Un enfoque en trminos de mercado poltico. Allison muestra, final-
mente, que otros comportamientos norteamericanos se explican porque, al
mismo tiempo que se enfrenta a una crisis internacional que opone a su pas
a la URSS, Kennedy es un operador poltico que se mueve en un mercado
poltico y electoral interior, en su propio pas. Las elecciones estn a la vista,
en otoo, para renovar una parte del Congreso. Hay que tranquilizar y tener
en cuenta a la opinin pblica, tanto ms cuanto que Kennedy debe borrar la
mala imagen producida por el fracaso de Baha de los Cochinos, tentativa de
invasin militar de la isla de Cuba orquestada por la CIA a principios
de 1961, en el momento en que Kennedy asuma la presidencia.
Se ha sugerido una cuarta perspectiva, basada en un enfoque decisional
por objeciones, para explicar esta crisis y su gestin por Estados Unidos. En
otras palabras, la decisin es una secuencia de interacciones cuya dinmica
proviene de las objeciones que los mltiples actores expresan por tumo a las
opciones y a las soluciones que se proponen. Para los actores, lo racional no
es resolver el problema de la presencia de misiles ofensivos en manos de 10&
soviticos y en suelo cubano, sino de solucionar los errores que cada uno
EL ANLISIS
155
considera insoportables desde su punto de vista y que estas opciones aca-
rrean. Para el presidente Kennedy es el riesgo de conflicto armado con
la URSS; para el ejrcito de tierra norteamericano, la influencia de la
aviacin en el tratamiento militar del conflicto; para la diplomacia del
Departamento de Estado, el canje de la retirada de los misiles por el
abandono de Berln Oeste por los aliados (Anderson, 1983).
Resumiendo: abundan modelos de interpretacin que permiten explicar el
resultado de un proceso de decisin, pero tambin su estilo. Las ciencias so-
ciales han tratado de establecer si hay un nexo entre el estilo del proceso y
las propias decisiones en la materia adoptadas en tomo a la mesa. Dos par-
metros dejan ms precisamente su huella en el proceso decisional:
- El grado de acuerdo o desacuerdo existente entre los que participan
en la decisin acerca de los objetivos y los valores ligados al problema que
se considera. Hay consenso o, al contrario, divergencia?
- El grado de certeza o incertidumbre que prevalece entre los actores en
cuanto a los medios que deben utilizarse, al conocimiento de los hechos y a
la eficiencia de las soluciones. Los hechos y los mtodos para tratarlas son
claros y evidentes o bien nos hallarnos en una situacin de vaguedad, de co-
nocimiento dbil, de incertidumbre?
Grado de acuerdo sobre los objetivos y los valores
Grado de acuerdo sobre los objetivos y los valores
Alto Dbil
Proceso programado Proceso negociado
Rutinas; automatismos; Debates ideolgicos;
Alto no acontecimientos. recurso a la experiencia
Tecnificacin, ya la tradicin.
burocratizacin Controversias oficiales
Grado de certeza
Yplanificacin.
y compromisos ocultos.
sobre los medios,
los hechos y
el conocimiento
Proceso pragmtico Proceso catico
Dbil
Recurso a los expertos, Prevencin;
empirismo (lo mejor descentralizacin,
que se pueda), bsqueda recurso a la autoridad
de variantes estratgicas. o al hombre providencial.
.":.: ::::::''':::..::::::::::... .. ":.. . ... -.:-:... ::::::::;:::$$$:.::;:.......;..; ....w ....
156 LAS POLTICAS PBLICAS
El cruce de ambos parmetros da como resultado un proceso decisorio
muy diferente desde el punt de vista de sus caractersticas.
El estilo de decisin est unido al contenido de las polticas pblicas?
La imaginacin sociolgica no busca sino apoderarse de tales hiptesis. As,
en Francia, las polticas constitutivas estaran dirigidas de un modo autorita-
rio, mientras que las medidas reglamentarias seran ms bien el resultado de
compromisos negociados. El comienzo de la V Repblica marcara el apogeo
de un estilo decisorio que mezcla el autoritarismo poltico con la tecnocracia
de los expertos, desembocando en medidas globales. Sin embargo, conside-
rar que las pocas posteriores siguieron el estilo inverso parece una sntesis
peligrosa. Despus de todo, quiz haya que aceptar que la complejidad y la
negociacin constituyen, hoy como ayer, un dato del que ninguna autoridad
pblica nacional puede hacer abstraccin, aun cuando el gobierno parece ac-
tuar por decreto.
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CAPTULO VI
LA IMPLEMENTACIN
La implementacin designa la fase de una poltica pblica durante la cual se
generan actos y efectos a partir de un marco normativo de intenciones, de textos
o de discursos. Poner en prctica, ejecutar, dirigir, administrar: no faltan pala-
bras para identificar lo que, a primera vista, parece evidente a cada uno. Sin em-
bargo, las ciencias sociales adoptan una terminologa particular. En francs es
cuestin de poner en prctica (mettre en Q?uvre); en ingls, de implementation. *
En efecto, la ejecucin de una poltica pblica debe generar necesariamente
efectos? Lo esencial puede estar ah: un trmino especfico como implementar
denota, por parte del analista, la prudencia de no prejuzgar el contenido y el pro-
ceso, rompiendo, si es preciso, con el sentido comn.
l. El enfoque top-down
Por qu interesarse en la ejecucin? En las polticas pblicas ocurre
como en muchos otros actos. La decisin ha sido tomada en el centro; aparen-
, temente, ya se ha hecho lo esencial. El resto se reduce a un asunto de ejecucin
en la periferia. En condiciones normales, la ejecucin es un arte menor.
1.1. UN RAZONAMIENTO LINEAL
El hecho es que, cultural mente, se subestima el momento de la implementa-
cin. Continuamos transnitiendo representaciones de lo real que quitan importan-
cia al papel que pueden cumplir los ejecutores. Si quienes deciden actan en la es-
cena poltica, los que ejecutan, por su parte, se despliegan en los aparatos adminis-
trativos. Las metforas no son inocentes en esta materia. Tres creencias estructu-
ran ms precisamente este razonaniento:
* Aqu hablaremos indistintamente de ejecucin, implementacin o puesta en prctica.
(N. del T.)
EL ANLISIS
159
- La primaca jerrquica de la autoridad. La administracin, que es la
espina dorsal de la implementacin, se parece a una pirmide jerarquizada
y centralizada. La orden es suficiente para que los decisores, situados en la
cspide, sean obedecidos progresivamente hasta llegar a los ejecutores
que actan en la base. En la perspectiva dibujada a este respecto por Max
Weber, la burocracia simboliza el modo de autoridad ms racional, y la
regla acta como el principio legtimo ms constrictivo. Ejecutar significa
que los circuitos de control jerrquico bastan para asegurar los actos
deseados.
- La distincin entre el universo poltico y el mundo administrativo.
Hay dos esferas radicalmente distintas en la actividad pblica. Una corres-
ponde a los responsables elegidos por votacin. Otra rene a los funciona-
rios. Cada una procede con normas especficas. Sin embargo, el mundo ad-
ministrativo no representa ningn desafo especial en la medida en que el in-
ters general, la neutralidad poltica y la profesionalidad constituyen referen-
cias objetivas.
- La bsqueda del principio de eficiencia. Existe en el seno de las orga-
nizaciones un principio fundador que ordena la buena gestin diaria: la opti-
mizacin de los recursos y los resultados. La eficiencia deriva de mtodos de
trabajo, de procedimientos cientficamente establecidos a los que toda perso-
na que se considere racional debe adherirse. sta es, por ejemplo, la perspec-
tiva desarrollada en los aos 1920-1930 por la escuela gestionaria inspirada
por Fayol.
De ah una visin que minimiza el significado de la implementacin en el
trabajo poltico. Poca autoridad discrecional y ninguna libertad de accin de
tipo poltico se permiten a los escalones de ejecucin de una estructura de
mando situada arriba, en el centro, en la cspide de la mquina. Implementar
significa aqu que:
- quien decide asigna al ejecutor una tarea sobre la base de criterios
tcnicos, impersonales, de competencia y de legalidad;
- la poltica pblica se comunica y confa al ejecutor bajo la forma de
interacciones especficas detalladas, procedimientos operacionales y progra-
mas de actividad;
- el ejecutor pone en prctica las instrucciones conforme a los objetivos
y las indicaciones dadas por el decisor.
Segn esta ptica, existe, pues, una separacin neta entre la concepcin
de una poltica y su ejecucin. Adems, sta es posterior a aquella que la pre-
cede. Dicho de otra manera, una poltica no se enuncia realizndola sobre el
terreno; preexiste a su ejecucin.
Esta perspectiva se denomina a menudo top-down en la literatura anglo-
sajona. Describe la puesta en prctica como una secuencia lineal que des-
160
LAS pOLTICAS PBLICAS
ciende del centro hacia la periferia. Lo alto gobierna por la definicin del
sentido y de los fines, y por el mantenimiento de la autoridad. La base aplica,
por conformidad a la jerarqua y por apropiacin instrumental.
El enfoque top-down de la ejecucin
Centro
Periferia
I
Formulacin
de la decisin
Ejecucin
instrumental
Impacto I
sobre el terreno I
Tiempo que pasa
El paso del centro a la periferia se traduce por la transformacin de los
objetivos en medios, por la sustitucin de la poltica por la tcnica, por la de-
saparicin de los desafos conflictivos en provecho de las racionalidades ges-
tionarias.
1.2. EL DOMINIO DE LA ACCIN
El enfoque top-down parece creble. Las instituciones administrativas de
los Estados modernos estn edificadas sobre estas premisas. Es tambin inte-
lectualmente elegante. En fin, en un mundo ideal, provee la solucin a la ges-
tin de la intendencia diaria.
Los socilogos de la organizacin la han completado observando el otro
lado del espejo; es decir, la vida diaria en los despachos. Han descubierto
averas en la mquina. As, estudian los comportamientos reales que adop-
tan los escalones de ejecucin en la base de los servicios pblicos: los encar-
gados de la ventanilla en una prefectura (Worms, 1965), los obreros de man-
tenimiento en el Servicio de Explotacin Industrial de Tabacos y Cerillas
(Crozier, 1964), el guarda forestal en la Administracin federal norteameri-
cana (Kaufmann, 1967) o los servicios locales de la Tennessee VaIley
Authority (Selznick, 1949). La misma observacin se impone en todos los
casos: lo que sucede en la base de la maquinaria piramidal es mucho ms
complicado de lo que cree la cumbre.
Hay una importante autonoma de accin. Los ejecutores, cuyos compor-
tamientos estn, en principio, condicionados por los procedimientos tcnicos
y administrativos, se los apropian discrecionalmente, hasta convertirlos en
EL ANLISIS 161
soporte de su propio poder interno frente a sus jefes o subordinados y clien-
tes exteriores. En la base se desarrolla una vida compleja que no tiene gran
cosa que ver con la racionalidad a que la cspide pretende atenerse, hecha
de juegos de influencia y de negociaciones en torno a la aplicacin de las
normas y de los procedimientos. La naturaleza de las prestaciones pblicas
est condicionada por los escalones de ejecucin, cuyas particulares lgicas
de accin -nacidas como consecuencia de reacciones psicolgicas, presio-
nes jerrquicas o estrategias de poder- modifican el modo de transforma-
cin como los de los objetivos generales en una realidad para el usuario a
nivel local. A su manera, la base es activa. Escapa a las rdenes y al con-
trol de la cumbre. La no ejecucin plantea, por tanto, un problema de capa-
cidad de control y de coordinacin. La ejecucin es una fuente de disfun-
ciones.
El enfoque top-down basa su estatuto en su capacidad de plantear una
perspectiva dirigida hacia la accin, con tonalidad gestionaria. Trata de res-
ponder a cuestiones concretas. Por qu se observan tantos errores y tantas
disfunciones en la ejecucin de las polticas pblicas? Es verdaderamente
posible una implementacin perfecta, teniendo en cuenta la complejidad del
mundo moderno?
La solucin pasa por una revisin .de las condiciones de partida que es
necesario satisfacer para que las disfunciones sean mnimas (Hood, 1976;
Fesler, 1980; Gunn, 1987). Algunas de estas precondiciones, requeridas para
aspirar a la perfeccin, se hallan, de entrada, fuera del alcance de los ejecuto-
res. Por ejemplo, un contexto poltico, las disposiciones pblicas, los marcos
institucionales constituyen otros tantos condicionamientos para los ejecuto-
res. En cambio, otras variables dependen de sus atribuciones; los ejecutores
las pueden enmendar o moldear ms o menos (Hogwood, Gunn, 1984). As:
- el horizonte de tiempo disponible, la duracin y el calendario pre-
vistos;
- el acceso a los recursos suficientes -ni demasiado ni poco- y la
disponibilidad de recursos adecuados;
- la conformidad de la teora de cambio social sobre la que descansa la
concepcin de la poltica pblica; es decir, el hecho de que exista realmente
una relacin entre las consecuencias esperadas y las intervenciones pblicas;
- la existencia de un circuito lo ms corto posible entre el decisor y el
ejecutor;
- que para una poltica pblica haya un solo ejecutor, claramente desig-
nado y con libertad de movimientos;
- la buena comprensin y el acuerdo personal de los ejecutores en
cuanto a los objetivos que se han de promover, condiciones necesarias para
su motivacin;
- la existencia de procedimientos y de tareas bien especificados y orga-
nizados segn una secuencia correcta;
162 LAS POLTICAS PBLICAS
una comunicacin y una coordinacin perfectas entre los ejecu-
tantes;
- la obediencia perfecta, es decir, la ausencia de resistencias de los eje-
cutores frente a la autoridad que decide.
De las observaciones empricas puede extraerse un modelo prescripti-
vo (Brewer, Lon, 1983). As, las dificultades de ejecucin se acrecientan
cuando:
- la fuente de la poltica y el nivel de autoridad donde se ha concebido
el contenido, se encuentran alejados de los ejecutores;
- a la poltica que se va a ejecutar le faltan claridad y precisin en la
formulacin de los programas concretos destinados a alcanzar los objetivos
deseados, sea por su carcter demasiado sucinto o abstracto, sea por las com-
plicaciones que pesan sobre ella;
- la poltica desencadena reacciones hostiles en la opinin pblica o ve-
leidades de captacin en intereses particulares, frente a los cuales los ejecuto-
res se encuentran desarmados;
- a los ejecutores no se les ofrecen estmulos positivos para el xito.
El problema del control de la ejecucin ha sido relanzado al comprobarse
que cuanto ms multiplican los gobiernos sus intervenciones, menos se tra-
ducen stas en resultados. La intendencia ya no sigue. Dunsire habla de im-
plementation gap (Dunsire, 1978). El fenmeno se vuelve patente desde el
final de los aos sesenta en Estados Unidos y en Europa. El Estado no cesa
de legislar, pero en la prctica no pasa gran cosa, obien se produce lo contra-
rio de lo esperado.
Es el caso del proyecto de Gran Sociedad apadrinado por el presi-
dente L. B. Johnson. Durante algunos aos, el Congreso norteamericano
adopta un nmero considerable de nuevas intervenciones federales en
campos tan variados como la ayuda social y el urbanismo. Las decisiones
se votan rpidamente y sin dificultad. Pero el desencanto no tarda en sur-
gir. Por una parte, las nuevas prestaciones se retrasan debido a la satura-
cin de los servicios responsables. Por otra parte, se plantea la duda de si
las decisiones adoptadas por el Congreso y el ejecutivo federal no estn
ms pensadas para demostrar que se decide, que para ser ejecutadas. Su
contenido es ambiguo, vago o abstracto; un catlogo de deseos ms que
un dispositivo operativo. Los ejecutores, abrumados por la tarea y critica-
dos por el pblico, son objeto de fuertes presiones (Derthick, 1972;
Radin, 1977).
De ah las llamadas al orden de los politlogos (Lowi, 1969). El go-
bierno federal ha pasado, a lo largo de su historia, de lo particular a lo
general. As, la lnterstate Commerce Act, de 1887, era una buena ley
porque era concreta, pues afectaba a un mbito particular si no menor
EL ANLISIS 163
del comercio -nicamente los ferrocarriles-, y sus ejecutores dispo-
nan de flexibilidad para aplicarla. En el siglo xx las leyes intentan con-
trolar globalmente el comportamiento humano, en forma de peticiones
de principio llevadas a lo universal -lo que Lowi llama el entorno de
la conducta- al mismo tiempo que endurecen sus modalidades de apli-
cacin. Tal es el caso de las Civil Right Acts destinadas a combatir, de
manera sinptica, frontalmente y hasta la erradicacin completa, la dis-
criminacin racial y sexual. La consecuencia es una degradacin de cri-
terios de aplicacin de las polticas pblicas y, al mismo tiempo, una
crisis de confianza creciente de la poblacin frente a los poderes pbli-
cos. En efecto, cuanto ms tratan los polticos de temas generales, ma-
yores dificultades experimentan los servicios pblicos para orientar su
ejecucin y mayor espacio se abre para las intervenciones de los grupos
de presin, quienes tratarn de influir en la aplicacin de la ley segn
sus puntos de vista.
Lo mismo se comprueba en las polticas pblicas de Francia. Ense-
anza superior, poltica industrial, proteccin del medio ambiente, trans-
portes, urbanismo: tanto los gobiernos de izquierda como los de derecha
han dotado los distintos sectores de leyes-marco de carcter exhaustivo.
Sobre el terreno, ya es otra historia. Los servicios ejecutivos no disponen
de la base local ni de los instrumentos tcnico-jurdicos necesarios, por
ejemplo, limitar la contaminacin industrial. Con respecto a la descentrali-
zacin, el desfase entre la teora y la prctica se revela todava ms espec-
tacular. Las grandes polticas de reforma destinadas a fomentar la participa-
cin de las fuerzas vivas y los ciudadanos desembocan en pequeas combi-
naciones locales que reequilibran los poderes entre los representantes del
Estado -el prefecto- y los funcionarios electos comunales o departamen-
tales: el alcalde, el presidente del Consejo General (Grmion, 1976; Dupuy,
Threnig, 1985).
A partir de la dificultad de los poderes pblicos, no ya para decidir, sino
para hacer, se recomendar al Estado que abandone sus proyectos sinpticos
en provecho de un enfoque ms realista, tomando en cuenta las rigideces bu-
rocrticas internas de las administraciones y la fuerza de los acuerdos locales
entre sus representantes y los grupos de intereses: electos, notables econmi-
cos y sociales, etc. (Crozier, 1987). El criterio de eficiencia no es la coheren-
cia de la decisin ni el apoyo que recibe entre las lites, sino su factibilidad,
los efectos de palanca reales que puede generar en el momento de la ejecu-
cin. sta se ve rehabilitada como un problema colectivo mayor. Se convier-
te, incluso, en un recurso de aprendizaje y de adhesin para los vrtices del
Estado, separados de la informacin concreta y de la comunicacin con los
administrados.
A fin de cuentas, ms que un problema de gestin y control de los apara-
tos administrativos, no es el propio enfoque top-down, sus postulados mis-
mos, lo que debe ser puesto en duda?
164 LAS POLTICAS PBLICAS
2. Razonamientos alternativos
A partir de los aos setenta, una literatura cientfica especializada se
aduea progresivamente del tema de la ejecucin de las polticas pblicas.
(Para una resea de los trabajos norteamericanos vase Yin, 1980.)
Una referencia ya clsica es el estudio realizado por la Universidad de
California, en Berkeley (Pressman, Wildavsky, 1973). En 1966, la Economic
Development Administration, un organismo federal, concede subvenciones a
empresas de la ciudad de Oakland -en forma de aumento de sus capitales-
para crear empleos para desocupados de larga duracin. Se acuerda destinar
23 millones de dlares a este fin. As se crearn 3.000 empleos. Tres aos
ms tarde slo se haban gastado 4 millones, generadores de 68 nuevos
empleos.
En ciertos aspectos, este trabajo no se caracteriza por una gran originali-
dad. Enumera la larga lista de errores, desventuras, obstculos, distorsiones y
disfunciones, a las que se ve sometido el programa desde su concepcin, en
Washington, hasta su ejecucin prctica, a 4.500 km de distancia, en
Oakland. La situacin se complica debido a la implicacin de innumerables
intermediarios, servicios pblicos y organismos locales en la gestin.
Pressman y Wildavsky no ofrecen un nuevo modelo explcito: desde su pun-
to de vista, la ejecucin sigue una secuencia lineal, unidireccional, en la cual
lo de arriba, o la cspide, condiciona lo de abajo, o las condiciones de accin
en la base, sin ningn tipo de retroaccin. No obstante, el libro merece una
lectura atenta porque seala dos vas estimulantes. Por una parte, anula toda
diferencia entre actores polticos y actores tcnicos, ya que cada uno a su
modo contribuye a pervertir el proceso. Por otra parte, para Wildavsky y
Pressman, toda realizacin, toda accin, est o no en la lnea de la poltica
formulada al comienzo, significa una actividad de puesta en prctica.
La implementacin se revela como un escenario en el que intervienen ac-
\ tores que no permanecen neutros ni pasivos. El contenido de una poltica p-
blica est condicionado tanto por su ejecucin como por la decisin (Radin,
1977). A partir de ah, esta perspectiva ser explotada por numerosos estu-
dios, con objeto de construir una teora poltica (y no una teora gestionaria)
de la ejecucin (Nakamura, 1980; McLaughlin, 1983).
El papel de los ejecutores parece determinante. Otro investigador de
Berkeley, observando lo que sucede una vez que ha sido adoptada una ley,
comprueba que el juego est lejos de haber terminado (Bardach, 1977). La
decisin, tomada por los polticos californianos, de reformar la poltica relati-
va a los enfermos mentales pasa por las manos de los administradores.
Bardach observa que su contenido contina siendo reformulado, enmendado,
transformado. En efecto, los ejecutores adoptan posiciones frente al tema:
distraccin de los recursos, deformacin de los objetivos, elusin de los con-
troles exteriores, uso de la ley para aplicarla a otras polticas pblicas. La pa-
noplia est repleta de las mltiples formas que revisten las estrategias y las
EL ANLISIS
165
tcticas de aquellos a quienes la ley ha sido confiada para su ejecucin. A su
manera, el ejecutor es un empresario poltico.
La lnea divisoria entre el enfoque top-down y razonamientos de otro or-
den, emerge ntidamente cuando se leen las prescripciones que los autores
extraen de sus observaciones, y los consejos que dan para actuar mejor.
Pressman y Wildavsky recomiendan a los decisores que minimicen las
disfunciones, anticipando al mximo desde el comienzo, desde la formula-
cin de la poltica, las condiciones concretas que presidirn la ejecucin. En
la medida de lo posible, se requiere sencillez, por ejemplo, evitando recurrir
a intermediarios autnomos, a terceros ejecutores. Tras examinar una serie de
decisiones tomadas en reas tales como la contaminacin del aire, la protec-
cin del litoral, las nuevas ciudades y la educacin, otros autores identifican
las condiciones que deben cumplirse para que la puesta en prctica tenga xi-
to (Mazmanian, Sabatier, 1983). En su opinin, se pueden evitar problemas
si quienes deciden formulan directrices de actuacin no ambiguas, de las que
sean conscientes los actores y cuyos criterios estn claros. No obstante, qu
sucede cuando la caracterstica de la accin poltica, es decir, el conflicto y la
ambigedad, marca con su sello la situacin? Como recuerdan Barret y Hill,
numerosas polticas se fundan en ajustes entre contradicciones o entre oposi-
ciones (Barret, Hill, 1982). En efecto, el compromiso, deseado o no, explci-
to o tcito, permite avanzar a la accin pblica. Este compromiso puede ad-
quirir diversas formas:
- la existencia de normas, valores, visiones objetivamente contradicto-
rias entre s o que se consideran conflictivos;
- la necesidad de los decisores de respetar de antemano o ganar para su
causa a los actores e intereses que ocuparn un lugar clave en el momento de
la ejecucin;
- el hecho de realizar concesiones, de eliminar la posible oposicin de
los que se vern afectados por la ejecucin y que pueden alborotar polti-
camente en esa etapa del proceso.
Por otra parte, ocurre que una poltica pblica sea concebida y modelada
sin prestar atencin a la manera en que los actores sociales son capaces de
sortearla o neutralizarla. La ingenuidad de los conceptores tropezar enton-
ces con la sorpresa de las reacciones de la sociedad: creen hacer el bien, pero
los presuntos beneficiarios se sienten agredidos y los enemigos velan. Lo tes-
timonian las polticas de reforma global de la educacin lanzadas en Francia
en 1982 por Savary y en 1986 por Devaquet.
El recurso de las autoridades competentes a polticas ambiguas, abstrac-
tas, operativamente vagas, refuerza el papel de los ejecutores. Parece como si
la decisin pertinente para los interesados estuviera descentralizada hacia los
escalones de ejecucin. De ah la paradoja de que, diariamente, el ejecutor
deba resolver con sus actos el problema de la ausencia de consenso o el falso
166 LAS POLTICAS PBLICAS
consenso que presidi la formulacin de las soluciones entre quienes tienen
formalmente esa responsabilidad (parlamento, gobierno, etc.).
Es lo que demuestra, por ejemplo, la ley sobre la limpieza de bosques
(Padioleau, 1982). Votada apresuradamente por el Parlamento un 31 de di-
ciembre, sin oposicin aparente, sin embargo, afecta de manera directa a los
silvicultores a los que estimula a explotar mejor sus bienes, so pena de apli-
carles unos impuestos. En realidad, el texto de la leyes bastante vago en lo
relativo al importe real de los impuestos y al clculo de sus bases tributarias.
Se confi a cada prefecto de departamento su aplicacin detallada, ajustando
las tarifas segn las circunstancias locales: tipos de bosques, climatologa, ta-
mao de las propiedades, etc. De hecho, segn su criterio, el prefecto podr
penalizar al silvicultor con una suma discreta o, al contrario, con una suma
cinco o seis veces mayor, es decir, una verdadera sancin financiera. En la
prctica se dan tantas soluciones como situaciones departamentales: cada
prefecto hace su poltica forestal, respetando siempre escrupulosamente la
ley. En este preciso momento, empiezan a movilizarse los intereses forestales
afectados. Asombrosamente mudas hasta entonces en el plano nacional, las
agrupaciones de silvicultores se manifiestan localmente tras la adopcin de la
ley, cuando el ejecutor, funcionario del Estado, pasa a la accin. El resultado
es espectacular: en la mayora de los casos, el prefecto debe contemporizar y
aceptar la base impositiva mnima, frente a unos lobbies que han aceptado t-
citamente una ley en apariencia moderna -rehabilitar el patrimonio econ-
mico que es el bosque-, encerrando sus ardores en la discrecin de las ante-
cmaras administrativas de provincias.
Presiones, negociaciones, regateos: la ejecucin es la continuacin de la
lucha poltica bajo formas especficas. La ambigedad de los textos y la fle-
xibilidad de las disposiciones extienden el juego poltico hasta el ejecutor.
Podremos contentamos ahora con hablar de disfunciones en la base, de las
que sera vctima la cumbre? De hecho, el decisor descarga sobre el ejecutor
una parte del trabajo poltico propiamente dicho. El legislador nacional no
puede ser tan inconsciente o ingenuo como para no preverlo. Por ejemplo,
confiando a los prefectos la aplicacin de un impuesto --en el caso de la lim-
pieza de bosques- el decisor se muestra capaz de anunciar una poltica con
la que contenta a sus partidarios sin castigar irremediablemente a los afecta-
dos que amenaza penalizar. stos pueden esperar. Y el decisor gana tiempo y
no se compromete irreparablemente en una direccin demasiado rgida.
Siempre podr explicar que si la ejecucin se atasca, habr hecho lo que ha
podido y que, decididamente, las resistencias burocrticas frente al cambio
son demasiado fuertes. La ambigedad gua su accin.
Si la formulacin de la poltica pblica se toma como punto de referencia y
su aplicacin se presenta como una sucesin de xitos o de fracasos en relacin
a este punto, cmo escapar a una perspectiva basada en el decisor?
Inspirndose en la teora del public choice, Hjern propone un enfoque
bottom up, que vaya de abajo arriba (Hjern, Porter, 1980). Partiendo de
ELANLIsrs
167
las situaciones concretas de los interesados prescribe un proceso ascen-
dente de la ejecucin, que aplica especialmente a los pases de economa
mixta (Hull, Hjern, 1983). La frmula bottom up seduce, aun cuando ana-
lticamente parece ms crtica que constructiva. En un importante artcu-
lo, Elmore propone por su parte un razonamiento de retroceso o back-
ward mapping, que aplica a las polticas de empleo para la juventud
(Elmore, 1987). Hay que abandonar lo que llama la noble mentira de la
ciencia administrativa, o sea, la idea de que quienes deciden controlan o
pueden controlar a los ejecutores. Al contrario, el punto de partida se si-
ta en la formulacin concreta del comportamiento o de la situacin que,
en la prctica, incita a intervenir a una autoridad pblica. Despus, se tra-
ta de definir las soluciones organizativas, a travs de las cuales este com-
portamiento o esta situacin pueden verse afectados o modificados por la
poltica pblica, observando el efecto esperado. Este razonamiento inver-
tido permite determinar el punto de contacto ms inmediato entre el pro-
blema y la poltica, en un mundo donde ni los polticos ni los decisores
resuelven los problemas, sino las personas ms prximas al comporta-
miento o la situacin que se pretende resolver.
La teora de la ejecucin, lanzada a comienzos de los aos setenta por la
ciencia poltica norteamericana a raz de la controversia ideolgica sobre el
proyecto de Gran Sociedad, encuentra un relevo fecundo en Europa occi-
dental desde fines de la dcada de los setenta, en particular en Gran Bretaa
(para un panorama de estos trabajos, vase Hogwood, Gunn, 1984) y en la
RFA (vase especialmente el programa de investigaciones coordinadas por
Mayntz, 1980).
Un avance importante provendr del enfoque sistmico. ste ofrece, en
efecto, dos ventajas. Descubre los efectos de retroaccin que ocasiona el con-
tenido mismo de la poltica pblica; y habilita la ejecucin como una activi-
dad constitutiva del sistema poltico.
Ms que lineal y unidireccional, el proceso de ejecucin aparece movi-
do por un principio de circularidad. Puede definirse como: 1) una declara-
cin de preferencias gubernamentales, 2) mediatizada por un cierto nme-
ro de actores, y 3) que crean un proceso circular caracterizado por relacio-
nes recprocas de poder y las negociaciones (Rein, Rabinovitz, 1978). En
otras palabras, todo participante en el proceso de ejecucin puede interve-
nir en cualquier momento en otra parte del mismo proceso, aunque formal-
mente su turno haya pasado. La decisin jams est definitivamente toma-
da, incluso cuando est en manos de los ejecutores. Rein y Rabinovitz ob-
servan que en el momento de la ejecucin, el juego est dominado, en pro-
porciones variables, por tres imperativos diferentes que pueden ser ms o
menos conflictivos entre s:
- un imperativo legal: el respeto de los actores por la legalidad y por la
subordinacin jerrquica a las autoridades competentes;
168 LASPOLTICASPBLICAS
un imperativo organizativo: el apego que los actores manifiesten por
normas tales como el inters del servicio, la factibilidad tcnica, la moral
profesional, etc.;
- un imperativo concensual: la bsqueda por los actores de un nivel de
acuerdo aceptable entre las partes influyentes que tienen un inters afectado
por la poltica ejecutada.
Dado el carcter crnicamente inestable de la ejecucin, la conciliacin
entre los tres imperativos es incierta hasta el final.
3. Un marco analtico
La ejecucin de una poltica pblica se caracteriza por un conjunto de ac-
tividades individuales u organizativas que transforman conductas en el marco
de un contexto prescriptivo establecido por una autoridad pblica competen-
te. Esta definicin analtica da cuenta de dos facetas de la ejecucin: una
orientacin normativa que incluye el cambio social y un sistema de accin
compuesto normalmente por muchos actores.
3.1. LA TEORA DEL PROCESO DE CAMBIO
Ejecutar es aplicar un programa de accin a un problema, a una situacin
o a un comportamiento. Ello implica modificaciones y perturbaciones en re-
lacin al estado natural de la gente y de las cosas inducidas, suscitadas o
solicitadas. Un cierto nmero de ciudadanos, de interesados, vern su mbito
de comportamiento convertido en blanco de los ejecutores. Se trata de obte-
ner que, en los contextos as perturbados, los individuos y los grupos cam-
bien a partir de deseos y de incitaciones ms o menos directas procedentes de
los actores pblicos. Por ejemplo: los policas y los gendarmes controlan la
velocidad de los vehculos, se dejan ver en las carreteras, informan al pblico
a travs de campaas llamadas educativas, para que los conductores no so-
brepasen los 90 km/h.
Si, como ha sido demostrado anteriormente, toda poltica pblica encubre
una teora del cambio social, la ejecucin constituye, en este aspecto, su
prueba de la verdad. Se considera que existen relaciones de causa a efecto
--con razn o sin ella, sta es otra historia- entre las intervenciones pbli-
cas y la situacin de los subordinados: por ejemplo, la limitacin de la velo-
cidad, variable independiente, debera hacer disminuir el nmero de acciden-
tes graves en carretera. Pero una poltica pblica no se contenta, implcita o
explcitamente, con tomar a su cargo una causalidad al nivel ms global refe-
rida nicamente a sus finalidades o a los indicadores de resultados. A travs
del dispositivo de ejecucin que utiliza o pone en pie con este fin, admite
EL ANLISIS
169
tambin apuestas sobre aspectos ms precisos, especialmente sobre la ca-
pacidad de los ejecutores para apropiarse de las prescripciones y actuar
sobre los interesados. Estos postulados, de orden ms operativo, estipulan,
por ejemplo, en materia de prevencin en carretera, que el miedo al poli-
ca -las medidas represivas como las multas, retirada de permisos de
conducir, etc.- bastar para provocar el respeto de las normas entre los
conductores, pero tambin que el polica desear asustar, que establecer
controles, y que asimilar los procedimientos definidos para vigilar y cas-
tigar. Tanto como el destinatario, es el ejecutor quien se convierte en un
elemento clave en el proceso de cambio social que encubre una poltica
pblica. Las apuestas que recibe, son correctas y actuar anticipadamen-
te, o son equivocadas y ocurrir algo distinto?
De ah la necesidad imperiosa para el analista de aclarar los principales
postulados tericos que encubre una poltica pblica en materia de cambio
social. Por qu razones se generan en el terreno efectos deducidos de una
cosa a otra? La dificultad consiste en que el paradigma del cambio social, por
lo general, no est especificado abiertamente ni se halla desprovisto de ambi-
gedad. Sin embargo, podemos utilizar una clave que permite descubrir rpi-
damente algunos parmetros esenciales:
i) Los objetivos enunciados o enfocados
- Existen criterios prescritos por la autoridad pblica? Por ejemplo,
se han dictado criterios cuantitativos o cualitativos en cuanto a los resulta-
dos que han de generarse, en trminos de nmero o de nivel?
- Cul es la naturaleza de esos criterios? Son blandos o duros,
son laxos o apremiantes, ambiguos o unvocos?
ii) El horizonte de tiempo cubierto
- Existen plazos dados para que la ejecucin genere resultados?
- Estos plazos estn estipulados de manera precisa o vaga, segn una
progresin escalonada en el tiempo o slo por un tope final?
El postulado del plazo es una pieza maestra de la teora de la ejecu-
cin. La autoridad pblica administra un desfase. Legisla en un momento
t, sus prescripciones se aplican desde el da siguiente o algunos meses ms
tarde y su ejecucin puede demorarse sin lmite o durante un plazo relati-
vamente largo. No obstante, existe el riesgo de que en t + n cambie el
contexto global del problema. Las disposiciones normativas que comporta
la decisin, anticipan o no esa evolucin? As, unos decretos-ley de 1945
han regido durante cuarenta y un aos las prcticas comerciales de
Francia. Elaborados en un perodo de mercado negro para proteger a los
compradores contra la negativa de los comerciantes a vender, continuaron
170 LAS POLTICAS PBLICAS
vigentes en perodos de abundancia econmica, pese a que la relacin de
fuerzas econmicas se haba invertido en favor del comprador y en detri-
mento del productor (Dupuy, Theenig, 1986).
iii) Los administrados afectados
- La poltica pblica desarrolla hiptesis sobre su forma de adaptarse
a las prescripciones? Por ejemplo, se espera de los administrados que se
conformen, que se resistan, o incluso que aprendan en funcin de procesos
indirectos y difusos en el tiempo?
- Qu tipo de incitaciones reciben? Son inexistentes o numerosas,
punitivas ---el bastn-, incitadoras -la zanahoria- o una combinacin de
ambas?
iv) Los ejecutores movilizados
- Existen postulados o expectativas en cuanto a su modo de apropia-
cin de la poltica pblica? Por ejemplo, por conformismo jerrquico, por
adhesin a la causa de la que tratan las medidas, etc.
- Su inters en apropiarse de las medidas pblicas es marginal o prio-
ritario en relacin a sus actividades diarias? Administrarn un problema
nico, que es el tratado por la poltica pblica definida, o bien este proble-
ma es una actividad entre otras?
En efecto, a menudo los decisores recurren a terceros para ejecutar
sus prescripciones: agencias tcnicas, servicios administrativos, funcio-
narios pblicos, etc. El ejecutor no es neutro: el analista deber apreciar
los postulados que dicho recurso significa en cuanto a la racionalidad que
el decisor atribuye al ejecutor, en cuanto a su capacidad para distanciarse
del problema y a su voluntad de ensuciarse las manos. Se trata de in-
dividuos o de instituciones? Son stas privadas o pblicas? Tiene el
monopolio un solo ejecutor o la responsabilidad est repartida entre va-
rios? El ejecutor puede trabajar para distintos prescriptores: las direccio-
nes departamentales de Equipamiento se encargan de ejecutar las polti-
cas definidas por su jerarqua, el ministro de Equipamiento, pero se ocu-
pan, adems, de las tareas que les confan otros ministros, como los de
Transportes o Industria. La confusin puede llegar incluso al extremo de
que el ejecutor trabaje para sus propios subordinados. Las mismas
Direcciones generales realizan obras para los entes locales, mediante re-
tribucin; entes locales clientes cuyos actos controlan las Direcciones ge-
nerales en nombre del Estado: el tutor es, al mismo tiempo, proveedor. En
resumen: la apelacin a los ejecutores establece una mediacin entre el
decisor y el subordinado que, segn el caso, hace de pantalla o de inter-
mediario; endurece o, al contrario, relaja la coercin pblica.
3.2. EL SISTEMA DE ACCIN
EL ANLISIS
171
Si se desea romper con la perspectiva administrativista o top-down, hay
que evitar dos trampas. La primera lleva a pensar que toda poltica pblica
engendra, casi ex nihilo, un proceso de ejecucin que le es especfico. En
otros trminos, una poltica dada es necesariamente el problema principal del
que se ocupa el ejecutor y, en cada nueva decisin, el juego de la ejecucin
se distribuye nuevamente entre los jugadores. La segunda, que es un poco su
contraria, contempla el proceso de ejecucin como el camino, a veces difcil,
que debe abrirse una decisin a travs del aparato administrativo preexisten-
te. Dicho de otra forma: las burocracias son alrgicas a toda innovacin, y el
aparato administrativo es monoltico. Tomadas como hiptesis pendientes de
verificacin, estas dos representaciones son aceptables si se confrontan cori
los hechos. Admitidas como postulado, prejuzgan la observacin de los he-
chos y sus interpretaciones.
La ejecucin estructura un campo de accin en el que intervienen nume-
rosos actores: los encargados formalmente de la ejecucin -por ejemplo, los
servicios exteriores del Estado-, y otros actores ms lejanos, en principio
no afectados, pero que se movilizan porque la ejecucin representa un desa-
fo para ellos o para sus mandatarios -por ejemplo, los notables locales-o
Qu har el analista de las polticas pblicas, provisto de una visin ms
neutra de los fenmenos? Tratar de confrontar la teora con la prctica, el
esquema prescriptivo con los hechos reales que puede observar.
Desde este punto de vista se puede establecer una til distincin entre lo
que Mayntz llama una estructura de ejecucin y lo que denomina un proceso
de ejecucin (Mayntz, 1980).
Proceso designa la teora o la prescripcin: cmo la autoridad pblica
competente o el decisor percibe, define y fija la ejecucin; las disposiciones
contenidas o inferidas por la poltica (los problemas que se deben resolver,
los criterios que han de aplicarse, los procedimientos con los que el decisor
dota la ejecucin para que se produzca el cambio). Un proceso abarca, por
tanto, un campo social deseado, afectado o proyectado. Lo que hemos visto
antes en este captulo.
Por su parte, la estructura designa la realidad de los fenmenos, el aspec-
to concreto, tal como se desprende de la ejecucin aplicada a los hechos. Se
establece un conjunto de relaciones entre los actores. Se viven los problemas
y se aplcan los criterios de un cierto modo. En sntesis: la estructura es el
sistema de accin cuando la ejecucin aparece efectivamente en la escena
social.
El anlisis consiste en confrontar las dos caras de la ejecucin, el pro-
ceso y la estructura, lo prescriptivo y lo efectivo. La mayor parte de los
estudios demuestran que ambas caras no son idnticas, desde el punto de
vista de los problemas o de los objetivos y desde el de los criterios de ac-
cin y aun de los procedimientos. Las cosas no suceden como lo esperan,
172
LAS POLTICAS PBLICAS
creen y modelan los actores pblicos. En s misma, esta comprobacin es
relativamente trivial, aunque resulte til para quienes dirigen la accin p-
blica conocer las desviaciones que aparecen entre los objetivos y las reali-
zaciones diarias.
A partir de una poltica federal de ayudas a la vivienda en la RFA,
Wollmann muestra que los municipios, lejos de comportarse como beneficia-
rios pasivos del man llegado de Bonn, se activan hasta adoptar comporta-
mientos comparables a verdaderas contraejecuciones (Wollmann, 1983). La
base se apropia de la direccin de la puesta en prctica jugando contra el de-
cisor, pero, paradjicamente, desplegando estrategias alternativas, diferentes
a las adoptadas por Bonn, permite una aplicacin en segundo grado de la po-
ltica federal y un progreso de las ayudas a la vivienda en beneficio de los ha-
bitantes. La reaccin provocada por la accin federal constituye un progreso
con respecto a la situacin anterior.
Este tipo de observacin sugiere una propiedad ms general. Los ejecuto-
res y los destinatarios de las prescripciones no forman dos universos separa-
dos por lo que unos recibiran pasivamente las rdenes o sufriran en silencio
las intervenciones de los otros. Hay interaccin, cambio y juego poltico. De
la misma manera, la estructura no sigue al proceso, sino que hay retroaccin
o sistema entre ellos. De ello se ocupar el anlisis de las polticas pblicas.
Por ejemplo, en un momento 1 + n de su ejecucin concreta, un programa de
accin corre el riesgo de no parecerse en su proceso a lo que era en el mo-
mento 1, cuando fue formulado. El propio decisor puede cambiar sus pres-
cripciones o su teora, sobre la marcha, ya que stas no tienen por qu mante-
nerse necesariamente, tal como eran en el momento inicial. La evolucin del
proceso normativo puede explicarse por tres razones:
-, La inestabilidad o el cambio inesperado del decisor. As, la poltica
de lucha contra el fraude fiscal puede aplicarse de manera distinta por un go-
bierno que siente la tentacin de ser ms tolerante por la proximidad de las
elecciones, y por un gobierno recientemente nombrado, que multiplicar los
controles. .
- La retroaccin o aprendizaje a partir de la ejecucin, que conduce a la
autoridad pblica a modificar el contenido de la poltica inicial bajo la pre-
sin de los hechos y de la base..
- La implementacin sirve de momento revelador de la ambigedad
de una poltica pblica que contiene una agenda oculta o latente, bajo
la agenda declarada o manifiesta. ste puede ser el sentido de las polti-
cas de subvenciones a los agricultores cuando benefician, sobre todo, a
ciertas profesiones concentradas en determinadas regiones o circunscrip-
ciones electorales prximas a los candidatos a las elecciones o a los go-
bernantes.
Resumiendo: la ejecucin se desarrolla segn una dinmica propia.
EL ANLISIS
El campo de anlisis de la ejecucin
173
Prescripciones
de la ejecucin
Autoridades
que conciben
y decisores
Objetivos
y contenido
Proceso de la ejecucin
(prescripciones y objetivos)
Ciudadanos
Ejecutores
oficiales
y de hecho
Otros
participantes
'-" ,.."" "",.,!
Estructura de la ejecucin
(sistema de accin real)
Por otra parte, el cambio dispuesto por la autoridad pblica, pero tambin
sus efectos sobre el terreno, pueden revestir diversas formas. Los conducto-
res de automviles no viajan tan de prisa como antes, los jvenes desocupa-
dos encuentran empleo, las familias con bajos salarios disponen de aloja-
miento con alquileres moderados. Una visin algo apresurada de la ejecucin
sera revalorizar, tanto en los procesos prescriptivos como en los sistemas de
accin, los nicos ndices de transformacin visibles o materiales: conductas
observables, flujos econmicos, etc. El cambio generado en el momento de
la ejecucin puede ocultar formas menos materiales y en apariencia ms sub-
jetivas: por ejemplo, las modificaciones de actitudes o de capacidades cog-
noscitivas de un pueblo. Se estar atento a no privilegiar una concepcin ac-
tivista del cambio, olvidando o minimizando lo psicolgico, lo cultural y lo
social.
En apariencia, ciertas ejecuciones no desembocan en nada, ni sobre el te-
rreno ni tampoco en trminos prescriptivos, como si la poltica pblica se de-
tuviera en la decisin. Las declaraciones gubernamentales no se extienden a
los momentos de la operacin. Los textos rubricados por la autoridad se pier-
den en la masa de medidas olvidadas. No se trata en este caso de ejecuciones
fracasadas porque obstculos y disfunciones se acumulan en el camino de los
ejecutores. Se puede hablar de no ejecuciones; es decir, que no recurren a
174 LAS POLTICASPBLICAS
ningn proceso aparente de ejecucin (contratacin de ejecutores, etc.).
Cabra suponer por lo tanto que, al no haber ejecucin, al menos en los as-
pectos identificables empricamente, no pasa nada significativo? El concepto
de poltica simblica alcanza aqu todo su sentido (Edelman, 1976). Una po-
ltica simblica no consiste en no hacer algo, como si la accin abortara y
perdiera todo sentido como consecuencia de olvidos y negligencias, de subo-
cupacin o de incompetencia de las autoridades pblicas. Designa un hecho
positivo, una intencin o un mandato de orden particular. Lo importante es
que la decisin se haya tomado. Si la aplicacin no le sigue, si no existe eje-
cucin, es porque el desafo reside en la obtencin por la autoridad pblica
de un efecto de anuncio en el pblico o en los interesados. A su manera, el
efecto de anuncio es un hecho, un cambio, porque modifica las percepciones,
las esperanzas y tambin los comportamientos. Puede obedecer a diversas in-
tenciones. Por ejemplo, a propsito de un desafo que le molesta, pero sobre
el cual no le parece oportuno comprometerse, el gobierno promulga una de-
claracin de poltica general, un catlogo de intenciones o incluso una ley-
marco, desactivando por un tiempo las presiones que se ejercen sobre l.
O bien enva un mensaje al pblico especfico, para decirle que se ocupa de
sus problemas, pero postergando las medidas concretas. Dos recursos se
ofrecen para hacerlo. Uno deriva de la importancia de la radio y, sobre todo,
de la televisin para los lderes polticos, como si una declaracin de inten-
ciones fuera ya un problema tratado a medias. El otro es ms institucional: el
desfase, que puede tomar varios aos y que un gobierno puede administrar
como una poltica simblica, entre la votacin de una ley por el parlamento y
la publicacin en el Boletn Oficial de los textos de aplicacin que desenca-
denan la ejecucin legal y administrativa.
3.3. UN EJEMPLO: LA POLTICA DEL TRANSPORTE DE MERCANCAS
POR CARRETERA
En Francia, el transporte de mercancas por carretera ofrece un ejemplo
concreto de poltica pblica al que se puede aplicar el marco analtico que
hemos desarrollado en materia de ejecucin.
Los poderes pblicos imponen condiciones concretas al transporte en ca-
miones pesados en el territorio nacional. Numerosas disposiciones regulan
los aspectos ms variados del tema. As, los vehculos deben ser adecuados a
normas tcnicas que conciernen a su equipamiento y a su estado. El Cdigo
de Circulacin dicta disposiciones de conducta: velocidad mxima de los ca-
miones pesados autorizada en las carreteras, das en los cuales est prohibida
su circulacin, etc. Una reglamentacin social especifica la duracin mxi-
ma, diaria y semanal, de los tumos de conduccin. Tambin estn reglamen-
tadas por el Estado las condiciones de acceso al mercado. Cuando un camio-
nero transporta un flete por cuenta de un cliente o de un cargador, la transac-
EL ANLISIS
175
cin est sometida a una tarifa elaborada por el Ministerio de Transportes,
que fija, para cada tipo de mercancas, los parmetros dentro de los cuales
debe situarse obligatoriamente el precio facturado. Y si un mismo camionero
transporta la carga de una regin a otra, debe disponer de un permiso exten-
dido por los poderes pblicos con criterios restrictivos.
Estas intervenciones estatales en materia de trfico de mercancas por ca-
rretera son slo un aspecto de una poltica ms global de transportes. Su
ejecucin efectiva ha sido ya explicada detalladamente (vase captulo 4 de
Dupuy, Theenig, 1985). Nos contentaremos aqu con retomar algunos resulta-
dos ordenndolos de acuerdo con la base de la metodologa que hemos pre-
sentado.
i) La teora del proceso de ejecucin. A travs de la masa de medidas
que despliega el Estado, se percibe alguna representacin de cmo se tradu-
cir la accin pblica sobre el terreno? En otras palabras: existen postulados
explcitos o implcitos que sirvan de base a las prescripciones pblicas?
En el caso del transporte por carretera, la respuesta es claramente afirma-
tiva. El Ministerio de Transportes y los textos cuya gestin asume dejan en-
trever una teora de cambio mediante la ejecucin.
En primer lugar, aparece un postulado que asimila la funcin concreta
del transporte esencialmente a la funcin de vehicular. Es como si el Estado
eligiera tocar un blanco privilegiado, uno solo: el vehicular; es decir, el acto
y el actor del desplazamiento fsico del flete de un punto A a un punto B del
territorio. En otras palabras, toda la reglamentacin concierne a los camio-
neros. En cambio, lo que sucede antes de la partida del camin o lo que pasa
despus de su llegada al lugar de destino, escapa al dominio pblico. Por
ejemplo, en la cadena, que puede ser muy larga en materia de transporte,
que se extiende entre el cargador que tiene un flete para transportar y la
recepcin final por el destinatario, intervienen otras funciones, otros acto-
res: los agentes que proveen un vehculo al cargador; los consignatarios que
aseguran volmenes suficientes reagrupando mercancas procedentes de
muchos cargadores; los almacenistas a los que el destinatario se dirige para
retirar el flete a su llegada, etc. La poltica del Estado no se ocupa de estos
actores, que considera auxiliares del transporte. Para l, el eje del trans-
porte es el camionero.
Por otra parte, un postulado complementario privilegia la competencia
entre medios de transporte, precisamente entre la carretera y el ferrocarril,
como motor principal de la evolucin. Es como si, vista por el Estado, la si-
tuacin de los camioneros dependiera principalmente del modo como los car-
gadores eligen su medio de transporte: confan sus fletes antes a la SNCF, el
gigantesco monopolio ferroviario, que a decenas de millares de pequeos y
medianos camioneros? De ah la idea de que el cargador es muy flexible en
sus opciones y sensible a los precios. De ah, tambin, la conclusin de que
el Estado debe intervenir para preservar un justo equilibrio entre el ferrocarril
176
LAS POLTICAS PBLICAS
y la carretera asegurando, en lneas generales, una relativa proteccin al ser-
vicio pblico y a su red ferroviaria frente a la agresividad comercial de los
transportistas privados.
Por otra parte, el Estado se adjudica la funcin de ejecutor privilegiado
de sus medidas. Se siente capaz de provocar l solo el cambio. Depositarios
del inters general, y conforme a las disposiciones dictadas desde Pars, los
servicios de polica -CRS, gendarmes, policas urbanas- y las direcciones
de Equipamiento repartidas por el territorio, se sienten capaces de transfor-
mar el estado natural del mercado del transporte. Los poderes pblicos se si-
tan as, en el centro de ese mercado. A diario, sus agentes actan como los
arquitectos de un orden de cosas diferente.
Por ltimo, un postulado gua la accin pblica, que encontramos en nu-
merosos sectores, y no slo en la poltica de Transportes. Dicho postulado es-
tipula que el mejor camino para gestionar un problema es el ms corto, el
ms directo. Un problema, es decir, una situacin no deseada, se resuelve si
la accin pblica interviene en la fuente, en la causa aparente o real. Este ra-
zonamiento lineal --o balstico- se traduce en el sector del transporte por
carretera en que el Ministerio de Transportes administra dos problemas: la
seguridad vial (es decir, el nmero excesivo de accidentes graves en los que
se hallan implicados los camiones pesados) y el fraude (o sea, la importante
proporcin de violaciones de la reglamentacin por parte de estos vehculos).
Para actuar concretamente sobre ambos, el Ministerio dispone de dos res-
puestas o herramientas de intervencin: multiplicar los controles en las carre-
teras y reglamentar ms. Todo sucede como si la causa de los problemas ~
tuviera identificada --en este caso, el comportamiento del transportista- y
el blanco al que apuntar fuera esta causa y nada ms que ella: el transportista.
ii) El sistema de accin. Cules son las lgicas que guan efectiva-
mente los comportamientos sobre el terreno de los ejecutores y de los afecta-
dos? De qu manera la poltica pblica es objeto de apropiacin?
Una primera comprobacin se impone en cuanto al funcionamiento con-
creto del transporte por carretera. Efectivamente, el fraude constituye una
prctica muy extendida. Si ste es el caso, la razn obedece a la funcin que
cumple la violacin de las normas pblicas. Paradjicamente, si el fraude
significa un problema grave para el Ministerio de Transportes, representa, en
cambio, una solucin para el camionero. ste viola las reglas porque dicha
prctica le da una buena oportunidad, a veces la nica de que dispone, para
sobrevivir econmicamente frente a la competencia salvaje que mantiene con
los otros camioneros en el acceso al flete. En un mercado dominado por la
demanda, los oferentes de transporte tienen ventaja sobre sus rivales cuando
pueden rebajar los costos. Sin embargo, cualquier fraude, relativo a las tari-
fas o a la duracin del trabajo, equivale, en definitiva, a ofrecer un precio
ms bajo o a sufrir costos menos elevados para obtener los fletes.
En efecto, la competencia diaria no se ejerce a travs de la rivalidad in-
EL ANLISIS 177
termodal entre el ferrocarril y la carretera. Las posibilidades reales de sustitu-
cin de que dispone el cargador son relativamente dbiles a corto plazo. Las
rivalidades suceden dentro mismo del mundo de la carretera, entre transpor-
tistas. El artesano de la carretera no puede conducir su vehculo y buscar
clientes al mismo tiempo. Debe amortizar un vehculo que cuesta muy caro,
y para ello desplazarse fuera de la regin. Entonces, cmo encontrar fletes?
Para ello, el camionero se dirige a terceros, que no son los cargadores, sino
auxiliares. stos, mediante retribuciones y rebajas, destilan selectivamente
los fletes que le confan los cargadores. Prevalece la oferta ms barata. De
ah una segunda paradoja: el camionero, este blanco prioritario de la pres-
cripcin pblica, es de hecho el actor ms dbil del mercado porque es el que
depende ms de terceros. Triunfa el que ofrece las mejores condiciones, lo
que significa, en muchos casos, transgredir los lmites legales de velocidad,
tarifas, duracin del trabajo. Los intermediarios, consignatarios, etc., exclui-
dos de la ejecucin de la poltica de transportes, actan sin embargo como
eje de las transacciones entre empresarios y camioneros. Frente a una regla-
mentacin compleja, la demanda recurre a los intermediarios, y stos saben
cmo presionar sobre los precios, dejando a los camioneros asumir la respon-
sabilidad del fraude. Resumiendo: el funcionamiento efectivo del mercado
tiene poco que ver con las prescripciones pblicas y con la representacin de
la accin que stas contienen.
En este contexto, la ejecucin de la reglamentacin pblica por los agen-
tes pblicos revela una paradoja. Encargados de hacer respetar la poltica
vial, los funcionarios viven a menudo esta tarea como una obligacin desa-
gradable cuyas consecuencias tienden a minimizar en los niveles que les co-
rresponden. As, en su sector, el gendarme prefiere cerrar los ojos a las in-
fracciones imputables a los camioneros, antes que arriesgarse a sufrir, por
una aplicacin ortodoxa de la reglamentacin y por el establecimiento de
controles rgidos en las carreteras, la impopularidad en su medio local, cuan-
do no la presin que los notables -los profesionales de la carretera por me-
dio de los representantes del sector, o del prefecto-- pudieran ejercer sobre
sus jefes jerrquicos con objeto de moderar su celo. Para l, controlar los ca-
miones pesados se convierte en un trabajo molesto, una tarea de segundo
rango, en tanto quedan muchas tareas ms urgentes por ejecutar, que resolve-
r ms eficazmente si cuenta con el apoyo de la poblacin local: la lucha
contra otras formas de delincuencia, etc. De ah el origen de una prctica de
los ejecutores: con relacin a las normas rgidas y uniformes dictadas por el
Estado -carga de los camiones, velocidad de los vehculos, etc.-, los eje-
cutores, en este caso los policas, toleran componendas, cuando no las llevan
a cabo ellos mismos. Alientan la flexibilidad, zonas libres ms o menos ex-
tensas. No se tolera todo tipo de fraude; simplemente se extienden los lmites
establecidos por la regla. En el departamento A, y para los camioneros dellu-
gar, la gendarmera cierra los ojos si el cargamento sobrepasa las 3 toneladas,
lmite formal establecido por la ley. En el departamento B, la tolerancia se
178
LAS POLTICAS PBLICAS
eleva a las 5 toneladas, pero slo la otorga la gendarmera local, no el servi-
cio de Equipamiento.
De ah una inversin completa de la funcin de la reglamentacin entre
las prescripciones y el sistema de accin. La reglamentacin dictada por el
Estado en busca de objetivos tales como la seguridad en carretera o la protec-
cin econmica de los ferrocarriles sirve, de hecho, para conceder a los acto-
res bazas u obligaciones para negociar sus relaciones y sus transacciones. La
tarifa de precios de transporte es utilizada por el auxiliar como precio base
(por debajo del cual, en principio, est prohibido facturar), como precio de
referencia en relacin al cual los auxiliares negocian con el camionero que
ofrezca la mejor rebaja. El camin ms competitivo es el que mejor sabe es-
quivar la reglamentacin: de ah la paradoja que los camioneros aprovechen
las complejidades de la reglamentacin para convertirse en expertos de ges-
tin del fraude. El ejecutor mismo usa la reglamentacin como medio de
cambio: flexible con los camioneros locales, el gendarme espera, a cambio,
su cooperacin en otros planos, como el suministro de informacin o la no
intervencin de polticos notables ante sus superiores.
Dupuy y Thoenig demuestran que el mercado concreto del transporte
por carretera funciona como un sistema social fuertemente integrado, a
pesar de la cultura de cada uno para s, la dureza de las transacciones
econmicas y la compartimentacin establecida por los auxiliares entre
clientes y transportistas. Un inters comn rene los tres grupos de acto-
res: que los costos inducidos por las tcticas de fraude (accidentes, des-
gaste de las carreteras, etc.) representan sobre pagadores ajenos a este
mercado; es decir, en lo esencial, a travs de los seguros y de la seguridad
social, mediante las cotizaciones de los conductores de vehculos ligeros
y de los contribuyentes.
Por su parte, los poderes pblicos aparecen como actores perifricos en
relacin a este sistema, en su calidad de ejecutores y tambin de decisores.
A excepcin de las clulas especializadas de Equipamiento, para las que el
control de los camioneros constituye la nica tarea, ninguna fuerza de polica
asume este trabajo como prioritario. Por otra parte, las situaciones de crisis
nacional debidas a los movimientos sociales por parte de los transportistas,
como el bloqueo de carreteras, subrayan las dificultades del Ministerio de
Transportes para imponer un mnimo de orden. En este conflicto, las solucio-
nes adoptadas por el gobierno han consistido en satisfacer las reivindicacio-
nes de los transportistas relajando los controles e inyectndoles, mediante re-
bajas del IVA sobre el gasleo, ventajas suplementarias para permitir a los
camioneros hacer recaer el costo de sus actividades sobre terceros (en este
caso, el presupuesto del Estado). Aunque formalmente hay una poltica sec-
torial de transportes por carretera muy completa, la realidad del poder no est
en manos del Ministerio de Transportes, que tiene la responsabilidad, sino,
sobre todo, en el de Finanzas a travs de los impuestos que gravan el gasleo
y la tutela de los seguros.
EL ANLISIS 179
Coexisten as dos perspectivas muy diferentes de accin pblica en mate-
ria de transporte por carretera. Una es prescriptiva y sectorial, de tipo top
down:
I
::
Ministerio de Transportes
/--
............................................,.. ........................ ...............................
-"-\
I1
Policas
ij
[::J
Servicios
.:
Gendarmera
urbanas
.?:
locales de
.,;'
Equipamiento
::
...:.:.:.:.:.:...:.:.:.:.: :.:.:.:...:.:.:.:.:.:.:.:.:.:-:.:.:.:.:.:-:.:.:.:.,.:..':.:.J
1
Los que piensan
Los que ponen
en prctica
I Camioneros Los sujetos
..:.:.:.:.:.:.:.:.: :.:.:.:.:.:.:.:.:.: :.:.: :.:.:.'.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.,.:.:.:._,:.:.:.' :.:.:.:.:.:.:.:.: :.-.': :.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:......:.:.: :.:.:.:.:.:.:...:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.:.: : : :.:. :.: :.:.: ,:,',:,:,:,:,:: :.:.,..; :.:.:.;"
La otra es sistmica y poltica, y se apoya en la regulacin efectiva del
mercado del transporte:
Ministerio
de Transportes
,",,,................1
Reglamentacin
sobre camiones
..
Tutela del ramo
de los seguros
Ministerio
de Finanzas
.....,.....,... ,w,.., ....[
VA
Ministerio
de Educacin
..., ..,. "1
Tutela de
la industria pesada
ArielCienciaPolitica
Alejandro Nieto
La organizacin del desgobierno
Norberto Bobbio yotros
Crisis de la democracia
ngel Latorre
Introduccin al Derecho
H. Portelti yotros
Socialdemocracia ydefensa europea
Peter Singer
Democracia ydesobediencia
Norberto Bobbio
Las ideologias yel poder en crisis
Francisco LpezNieto
.La Administracin pblica en Espaa
Ferran Requejo
Las democracias
Antonio Cassese
Los derechos humanos
en el mundo contemporneo
Hans Kelsen
Qu es la justicia?
Julio GmezPomar
Teoria ytcnicas de negociacin