CUENTOS PARA NO DESPERTAR

CHESTER SWANN
CUENTOS PARA NO DESPERTAR
Chester Swann
[email protected] [email protected] www.tetraskelion.org Diseo, diagramacin, vietas y cubiertas del autor.

Obra registrada en el Registro Nacional de Derechos de Autor Del Ministerio de Industria y Comercio de la Repblica del Paraguay Art. 34 del Decreto N 5.159 del 13 de setiembre de 1999 A los efectos de lo que establece el Art. N 153 De la Ley N 1.328/98 De Derechos de Autor y Conexos
Asuncin - Paraguay 2007
Edicin en soporte electrnico pdf. ISBN...
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TETRASKELION
Cuentos para no despertar
2007
INDICE DEL CONTENIDO

Sobrevivientes annimos Rgulus Enterrados vivos Huamn El hueso La danza de los dioses La fuga Serenata para la Muerte Vrgenes de plstico La Iglesia Negra Jasuk Vend Los pioneros de Cygnus La puerta prohibida 7 17 27 39 51 71 81 101 129 143 153 163 175
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Sobrevivientes annimos
Primer Premio del Concurso de Cuento Breve 2006 Juan S. Netto Organizado por Escritoras Paraguayas Asociadas y la Universidad Iberoamericana de Asuncin.
Mire usted doctor que, aqu donde me ve, sin nimo alguno de autobombo que de eso abunda a raudales por los andurriales urbanoides que rodean nuestra humanidad, estoy de vuelta de un largo y ancho periplo infernal por los caminos reales y plebeyos de este pas que yace postrado bajo mi pie descalzo y devorado por los devastadores colmillos de la necesidad y del corrupto dolo oficial, que la incrementa, da a da, hasta ms all de lo posible. Recuerdo cuando mov inicialmente las de andar, hace varios aos tras recibir mi ttulo de bachiller y ser licenciado de la milicia obligatoria, magna cum laude pero desempleado y al borde de la miseria, en direccin a esa ciudad, ahora de nombre trocado y troquelado en rumbo de colisin al sol, despus de aquel golpazo, febrerizado e histrinico, como culebrn centroamericano, que depusiera al mandn nomenclador originario de apellido teutn recuerda usted, doctor? Me haba hecho el despropsito de meterme en el cacumen cuanto pasara ante el rasero de mis ojos perspicaces, que muchos conoci-
dos apenas perciben una nfima porcin de cuanto los rodea a lo largo de su vida, y se extravan en lo mejor de ella por su ausente percepcin. Pero no lo voy a entretener con detalles nimios y rutinarios emergentes al paso de mi relativa relacin, sino que tomar al abordaje, cual intrpido maringote-galeote de chinchorro fluvial con nfulas transocenicas, el asunto que me ha trado hasta sus pacientes orejas, oidoras, atentas de palabras coloridas, de emociones mal contenidas; o ensombrecidas de angustias inconfesas y despoetizadas. Largos das he movido patacones descalzos y gastados de andar, para apropincuarme en ese entonces a la capital de la mosca dulce de color verde Wshington; antes, mucho antes del triquitroque involuntario de la nomenclatura germanoica que esa ciudad fronteriza ostentaba antes del golpe del 89, como ejemplo de adulonera mendaz y chabacana. Esa ciudad, entonces en vas de catica expansin gracias a las obras elefantisicas con altas cotas de represividad llevadas a cabo por esos das, herva de aventureros, buscavidas, ganapanes, robacoches, tahres, traficantes, mulas, chulos, sicarios, contrabandistas y hasta gente de trabajo como yo, vea usted. El objeto del desplazamiento mo hacia los lares orientales porque, crea usted, doctor, haba ms turcos, hindes, vietnamitas, japoneses, coreanos y chinos, que en las mismsimas Hong Kong o Singapur, era el encomiable deseo de trabajar en dicha obra, noms fuese de carretillero o removedor de escombros a manopla
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callosa y desnuda, con tal de engordar mis esculidas faltriqueras llenas de pauprrimo espacio, que no de efectivo circulante. Vea usted, que a patitas y con la golilla carente de combustible masticable, condumio o bebistrajo alguno que a veces mendigaba un plato aqu y un jarro all, changueando labores de pen de patio, la hgira desde Asuncin hasta Itaip, se hizo ms larga que puteada de italiano tartamudo o esperanza de pobre, pero finalmente pude arribar, aunque algo magro y cansado, a la meca de mis desvelos; tarea harto fatigosa que me demandara ms de dos semanas, pues que ningn colectivero o piloto de terrenaves de pasajeros lo levanta a uno, spalo usted, doctor, sin la oblacin correspondiente del importe por el desplazamiento espacial. Tampoco nadie da un aventn a nadie, por esas rutas pletricas de corsarios de tomo y lomo, proveedores del parque automotor de contramano; es decir transferido, manu militari, de viva fuerza al prjimo, como se estila en este pas; sin contar con que la facha harto rada de este servidor civil, poco predispona a la confiabilidad del prjimo, an exhibiendo ttulo de bachiller, medio arrugado, pero ttulo al fin. Como le digo s seor! ha sido aqulla una peregrinacin digna de Pedro el Ermitao a la sarracena Jerusaln; pero pude arribar a buen puerto das ms tarde, para postularme a la gleba servil del peonazgo raso, tras franquear varios portones-coladores, pletricos de ojos avizorantes y olfatos perdigueros de dogos brasiguayos de
poco ladrar y mucho morder. Si me permite la digresin, doctor, comparara tal obra con los piramidales delirios de los faraones egipcianos o se dice egipcienses? No importa. Pero me barruntaba en el caletre una comparacin semejante, aunque olvid las lecciones de Sarthou y Michelet. Claro est que, para ser admitido en reas restrictas, deba contar con el visto bueno del caudillo poltico de alguna seccional oficialista local, de hematolgica divisa punz. Adems deb pagar derecho de piso en varias reas conflictivas, como el comedor y el barracn-dormitorio colectivo. La ventaja aparente de ser soltero y sin martirimonio en perspectiva a corto y mediano plazo, fue un privilegio intil como peine de calvo. Por ser libre, sin compromiso y sin herederos, fui destinado a tareas ms denigrantes y riesgosientas que las de domador de tigres siberianos sub-alimentados. Desde ser conductor carretillero, en inseguros andamios pendientes y pendulantes como deuda externa, a colocador de bananas vivas de explosivos demolientes, mire usted. El sper ingeniero aqul si, ese mismo que despus sera el segundo peor presidente de este pas, que el ganador del primer puesto es ste otro de ahora, no nos perdonaba una. Varias veces estuve a un tristristris de hacerme bollo, bajo la pesada cobija mortuoria de piedras, arena y lodo arenisco de geolgica raigambre y prosapia, que medio diluviaba sobre m a cada pumpunazo de las bananas. Mire usted, doctor, que si no fuera por la virgencita de Caacup y
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se otro que no me acuerdo ahora s, ese barbudo coronado con espinas y aspecto de fakir sagrado, y gracias por recordrmelo, estara viendo crecer races de malezas en algn campo non sancto de por ahicito noms. Fueron aqullos, crame, los anmicos e inflacionarios aborgenes ms duramente ganados de toda mi profesin de corredor de liebres. Como le digo doctor, pas por situaciones lmite que haran parar los pelos del corazn al ms pintado y altanero, sin sufrir an mengua de extremidades o extremismos en mi humanidad, hasta ese da. Siempre trataba de hurtarle mi magra osamenta a las angurrientas parcas, con fintas y gambitos ajedrecsticos; pero ya ve usted, a veces uno se olvida de algo, se distrae con el paisaje o con los desaforados gritos de los capataces, quedando de improviso sin comerla ni beberla en la lnea de fuego de bananas de trotyl, que casi me despanzurran y borran de la nmina ms de una vez. Slo en mi zona de obras, las nias de mis ojos se hicieron adlteras viendo morir, o quedar intiles como gallos capones, a varios compaeros, a causa de renuncios y relajos de las normas de seguridad, si es que las haba. Pero mire usted, que el susodicho de incompleto cuerpo presente quien le habla, es poco propenso a exageraciones y no le chamullo ms que lo esencial, que para lo otro estn los polticos. En un slo ao deban haber finado ms de cien prjimos, quedado lisiados e inservibles (salvo para invocar a la ca-
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ridad) otros tantos, y me quedo cortina todava, que no tuve modo de tener en la sabiola datos ajenos a mi rea especfica de trabajo. Apenas, como le digo, pude registrar en mis neuronas lo visto y odo, huyendo de mi conocencia lo dems, que por otra parte era secreto de Estado Jodido. Fue justamente una maana, en que se proyectaba el desvo del aguachento Paran, que ostentaba en sus caudales ms agua que todas las industrias lcteas del pas, experiment aquello que me condujera hasta sus ojos y orejas, en este bar de mala muerte y peor vida. Recuerdo que, das antes, se colocaron las cargas que deban abrir el canallesco canal de desvo, ante expectable pblico, periodistas, turistas atrabiliarios, autoridades civiles e incivilizadas, tcnicos y, por supuesto, la peonada recia y montaraz de turno, aunque no en palco alguno. Justo a m me tocara el reparto de las mechas y bananas, con otros dos amigos solteros amancebados que ligaron de rebote la patriada. Mire, usted, que el primer error podra ser el ltimo en tales instancias, por lo que extremamos perspicacia y temperancia para no confundir nada ni ahorrar espoletas. Adems, por comprometer su presencia el general presidente se que nos peda creer que ramos felices y no lo sabamos, sus fieles cancerberos militares nos vigilaban durante la siembra de trotyl para evitar posible mal uso de dicho material expansivo, accidentalmente o no. Pues mire
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que el general tena una paranoia que no le caba en el uniforme y desconfiaba hasta de su familia, igual que el Lpez aqul, que mandara fusilar a sus hermanos y muchos ms por un chisme de comadres. Al final, bajo la atenta mirada de sus gorilas, terminamos de colocar todo en orden para la ceremonia, slo que olvid la hora exacta del vicheo de la escena explosionante que se preparaba con precisin administrativa; pero tampoco tena reloj para cotejar. Tal vez usted se preguntase, el porqu de esta maratn lingstica que me tiene derrochando material hidrante bucal, en un aparentemente incoherente relato querencioso, acerca de mis pasares y pesares; pero la razn de mi atroz verborragia, trepidante y saturadora que abruma las pacientes antenas parablicas en estreo que lleva usted por orejas, es la necesidad de dar curso de solucin, que no desolacin, a esta carencia pauperizante, y solicitar su apoyo, vea usted, que buena falta me hace en mi menesterosidad actual a causa de lo que puede usted contemplar en estos momentos. Como le iba parloteando, el horrsono cantero de obras hbose cubierto de banderas y gualdrapazos ruidosos de trapos flameantes, de todos los colores, menos el de la justicia, claro. Bandas
militares atronaban los aires con sones patrioteros, marchas y agresivos himnos beligerantes poco realistas, esperando la hora uncial del inicio de la explosiva ceremonia del desvo del ro Paran; que a
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su vez dara puntapi inaugural a las obras represivas de la futura hidroelctrica binacional en la construccin y mononacional en el reparto de kilovatios, vea usted. Este servidor corra de aqu para all, compitiendo mi derrame de sudor con el discurriente Paran, espoleado por capataces y capangas para dejar todo a punto de caramelo en honor a los egregios presentes que nos honraran con su visita, en ese pozo infernal llamado eufemsticamente sitio de obras y al cual lo llamabamos nosotros, los obreros: "las tripas del diablo", que la garganta del maloso estaba un poco ms all en las cataratas de Yguaz, pero slo para turistas con divisas convertibles y poder adquisitivo. Muchos compaeros mos haban sido digeridos ya, por ese famlico entripado del que le hablo. Y yo me hallaba colocando banderas, tablados escnicos, luces y asientos para los espectadores, amn de carteles en guaran, castellano y portugus y la mar en bicicleta. El que esto le parlotea, en tanto, corre que te trota, como caballo de tiro... o equino esquizofrentico de mercado cuatro, bajo las rdenes vociferantes de los perezosos capataces; hasta que lleg la hora del ceredemonio o lo que fuese y me dejaron en paz. Aprovech la breve tregua discursera, para higienizarme superficialmente en un hilillo de agua de lo que en das mejores fuera un arroyo, antes de dirigirme a la zona de seguridad; por lo visto se me fue la mano en la esclarecedora tarea de espantar mis humores y librarme de la polva-
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reda roja, que inclemente curta mi epidermis transpirada. Tarde ca en cuenta de mi descuido, cuando escuch la sirena, casi en cueros, que apenas pude tomar mis radas prendas antes de salir corriendo como alma hacia el diablo por la autopista de la placentera perdicin. En dicho menester me hallaba, a menos de un centenar de metros cuando se produjo la cacofnica explosin, en una mega escala deciblica nunca sentida por mis odos. La granizada de pelotillas de basalto, cantos rodados y barro colorado no me daba tregua ni cuartel y qued all mismo, con las secuelas que usted contempla ahorita. Tras el burumbumbum ceremonial, me recogieron de all para arrojarme como saco de batatas en el dispensario de la empresa, Luego de dos largos meses de convalecencia, fui despedido sin indemnizacin por no cumplir las normas de seguridad y otros etcteras, que me dejaron en la inopia. Encima, por toda compensacin, me resarcieron con un par de poco ortopdicas muletas de basta madera astillada y pasaje de regreso a mi punto de partida, teniendo la interdiccin de ingresar de nuevo al sitio para ulteriores reclamos a los gerontes de recursos inhumanos. Ha visto usted? Con una pierna y media, un brazo izquierdo semi-triturado y sin blanca, pas a engrosar el padrn de mendigos callejeros de la capital, con menos de treinta aares encima, que no s cuntos me quedan enfrente. Vea usted, doctor, que mis muletas y muletillas no mienten y testimonian esbozando con harta elocuencia cuanto me hubo acon-
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tecido. Usted que curte la onda leguleya y laboral del foro nacional, me ha sido recomendado por otros amigos, colegas, de oficio vacante, paro sofocante y miseria galopante, a fin de apoyar mis justas pretensiones de resarcimiento ecumnico, perdn, quise decir econmico, a trueque de mis discapacidades adquiridas en cumplimiento del deber. Adems, me dijeron que usted puede litigar para una justa indemnizacin a cambio de mi invalidez. Ah! No hay caso, doctor? No se anima a enfrentarse usted con esos tiburones y empresaurios, esgrimiendo la querella reivindicatoria de un obrero mojarrita e insolvente? Entonces, doctor, lamento haberlo entretenido de sus sesudas labores de docto auxiliar de la justicia. Reciba usted mis excusas y perdneme nuevamente, por olvidar en qu pas estoy sobreviviendo.
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Rgulus
Asdrbal Ben Barkha el general cartagins, encar al cnsul romano parlamentario prisionero, con la prepotencia del que se cree triunfador. La guerra con Roma an estaba indecisa, mas los del partido Hannon o de los mercaderes, no queran prolongarla ms y ordenaron por mayora de la asamblea a ofertar a la loba capitolina una paz honrosa bajo las clusulas de reparto igualitario del Mediterrneo al cual los romanos denominaban Mare Nostrum y un canje de prisioneros romanos por los suyos. Cmo puedo fiarme de ti y de que regresars con una respuesta de Roma, an sabiendo lo que te espera en caso de rechazo? Ests hablando con un romano, perro pnico! Nuestra palabra es una garanta de veracidad respondi Rgulus, con altivez pero sin furia, pues sinti que no la habra menester frente al enemigo. Cuidado deberas tener de tus palabras, hijo de loba! O no sabes con quin ests hablando? respondi airado el general cartagins, llevando amenazadoramente la mano izquierda al pomo de su pesada espada de bronce templado.
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La vida es breve y hay que honrarla, por tanto, no me metes miedo, amo de un ejrcito de esclavos replic Rgulus altivo. He de saber morir como un romano, si se da la ocasin, y de seguro se dar, porque abogar por el rechazo a tu prfida oferta, ms producto de vuestra debilidad, que de vuestra magnanimidad y buena fe. Pues a fe ma que as ser, lobo carroero gru Asdrbal Ben Barkha. Ahora vers cuanto te espera, de regresar con un rechazo de parte de los tuyos. Llvenselo al atrium negro! orden a dos robustos y acorazados guardias palaciegos de mirada turbia de vino y nepenthe. stos, condujeron a Rgulus al lugar citado sin que ste perdiese un pice de dignidad patricia que ostentaba por todo blasn en su noble rostro. Una vez all, contemplaron un maloliente sarcfago abierto. En l, un joven nubio de apenas dieciocho o veinte aos, estaba inmovilizado desde haca varios das, con sus prpados mutilados y agonizando al ardiente sol africano. La tapa del mismo, erizada de largas pas de metal, aguardaba para cebarse en sus carnes. Rgulus impasible vio cmo un verdugo cerraba la tapa mientras los gritos agnicos del joven laceraran el alma de quienquiera que la tuviese. El cnsul romano se encogi de hombros, estoico e indiferente, cuando volvi a abrirse la tapa, mostrando el horrible resultado
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del suplicio, que le aguardara a su regreso de Roma; salvo que convenciese a los compatriotas de aceptar la oferta de paz de Cartago e hiciese cuanto esperaban de l los pnicos. Es cierto que Roma seoreaba en el continente y sus legiones impusieran la pax romana a media Europa; pero no lo era menos, el hecho de que Cartago dispona de una flota envidiable de guerra y de comercio, con que mantener una larga guerra de indefinida cresolucin. Rgulus, era rehn de los cartagineses y por su investidura consular, pretendan que abogase por el cese de las hostilidades, a cambio de compartir ambas potencias el mbito mediterrneo en condominio. Catn, el censor, insista constantemente al acabar sus alocuciones en el Senado: Delenda est Carthago, con machacona insistencia. Rgulus era aliado del partido de Catn, pero si regresaba con una negativa, deba esperar lo peor de Ben Barkha y su belicoso padre Amlcar Barkha, jurados ambos en destruir a Roma. Cartago, heredera de Fenicia en lo comercial, tambin lo era en lo moral. Profesaban la doblez como virtud; el engao como filosofa y el culto al lucro como religin. Roma, en cambio, honraba la palabra y la austeridad por sobre cualquier otro valor social. Rgulus era tan romano como la misma loba que amamantara a Rmulo y Remo y tan estoico como Scrates. Deba dar su palabra a los enemigos de Roma, de que
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regresara con la respuesta, negativa o afirmativa de la repblica a las pretensiones de Cartago. Tras la cruel demostracin de su probable destino, Rgulus jur a Asdrbal que regresara, y luego fue conducido a la nave que lo trasladara a Siracusa, desde donde reembarcara en una nave romana. Veinte das ms tarde, Rgulus compareci ante el senado romano y stas fueron sus palabras: He sido utilizado para transmitiros de parte de nuestros enemigos su propuesta de paz, a trueque de compartir con esos buitres el Mare Nostrum, pero no os engais con la perfidia pnica. Cartago debe ser destruida para gloria y tranquilidad de Roma. De mi parte, os ruego que rechacis la oferta, de quienes quieren nuestra ruina en precio a su prosperidad y opulencia. Roma nunca ha inclinado sus guilas ante mercenarios y esclavos, como lo son los soldados de Cartago. Os doy la palabra para decidir, honorables miembros de este senado. S que he de sufrir el suplicio en manos de nuestros enemigos, pero la dignidad de Roma est primero. Hablad! La mujer y los hijos del cnsul Rgulus sollozaron quedamente, pero aprobaron sus palabras. El senador Porcius Lontanus pidi la palabra, y, tras alabar la postura del cnsul solicit el apoyo de la plenaria a fin de proseguir la guerra sin pausa, para detener la
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piratera pnica. Lo que significara poner coto a sus pretensiones de colonizar toda la Espaa ulterior, Siracusa (Sicilia), Acaya (Grecia), las Baleares y parte de la Galia. Lucharan sin condiciones ni concesiones. Nuestras leyes y conducta hacen la diferencia exclam Lontanus. Luego prosigui. No podemos fiarnos de mercaderes ni filibusteros de medio pelo, artfices de la falsedad y la mentira. Rgulus supo pronto que debera enfrentar a su destino, y apenas intuy que, por no escaso margen, triunfara la causa de la no contemporizacin, llevando la guerra con Cartago hasta las ltimas consecuencias. Hizo llamar a un albacea a quien dict su testamento familiar, poltico y filosfico. Se despidi de los suyos y se dispuso a partir hacia Siracusa, desde donde retornara a Cartago. Su aya etope, Alcyone, le acerc una pcima en un minsculo frasco de cristal de roca. Te ayudar en el trance, amo. Su efecto es casi instantneo djole la mulata abisinia que lo criara de nio con su leche. La madre de Rgulus hubo muerto en parto. No me har falta respondi Rgulus. Alcyone no insisti en tal menester, pero le rog que la llevase consigo, an sabiendo su precio. Rgulus le concedi su deseo. Poco ms tarde, ste y sus pocos acompaantes embarcaban rumbo a un incierto destino. Puntualmente, segn lo calculado, el cnsul puso pie en Car-
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tago. Hannibal Ben Barkha lo recibi con desdeosa sonrisa y sardonica gesticulacin. Si rechazsteis nuestra propuesta de paz, no esperes misericordia alguna oh, romano! Ni esperes que te la ruegue chacal norafricano. Y tengo el placer de ser yo mismo el portador del rechazo de la augusta Roma. Haz lo que te plazca, pero ten por seguro que ser vengado y que de los muros de Cartago no han de quedar sino cenizas, y de la memoria de tus descendientes se olvidar la historia, cual si nunca hubiseis existido. Hannibal Ben Barkha sonri nuevamente. No tema a los romanos y habra de darles duras batallas por mucho tiempo an, antes de consumarse su derrota. Pero esto, l an no lo saba. Crea contar con la alianza de los enemigos de Roma que eran muchos; entre ellos los galos, cimbrios, teutones y germanos transalpinos. Tambin los beros odiaban a la loba y muchos pueblos africanos eran aliados del general Asdrbal, cuado de Hannibal. Ignoraba an ste, que los mercenarios nunca son de fiar y sus lealtades son volubles y banales como los vientos. Nunca soplan en una sola direccin, salvo que oliesen el oro de un mismo amo. Mas an as, Roma todava poda contar con legiones de hombres libres, no uncidos al yugo del oro ajeno ni a otra autoridad que no fuese la repblica. Rgulus estaba hecho de tal madera y del mismo bronce de sus espa-
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das. Tras recibir los insultos e invectivas de la multitud a lo largo del camino que lo condujo ante Amlcar y la asamblea de los notables cartagineses, Rgulus psose a rememorar su vida y obras. La litera que lo conduca entre tumbos, tropiezos y barquinazos no tena apuro alguno en depositarlo a los pies del verdugo, que sin duda lo esperaba. La noticia de la reanudacin de las hostilidades y el rechazo del senado romano haba cundido por la ciudad, inflamando a los belicosos del partido de los Barkha y desilusionando a los mercaderes del partido de Hannon, que esperaban lucrar en paz con su cadena de distribucin de mercancas y sus colonias en el Mediterrneo. Rgulus, indiferente a todo cuanto estaba aconteciendo en la capital enemiga, iba rumiando pensamientos. De pronto se vio a s mismo en el sarcfago de la muerte y se estremeci levemente. No durar mucho pens. No me har falta el veneno de Alcyone, y es probable que tambin ella y mi squito sean sacrificados por estos brbaros. Pero rogar para que sean amnistiados y puedan regresar a Roma con mis despojos y su testimonio. Luego, otros pensamientos ocuparon su mente. Record a sus hijos Tulio y Manlio, an de corta edad, pero prontos a empuar espada y a su hija Marcia a punto de casarse con el tribuno Gallio. Memor las campaas en Agrigento y sus correras por la Sicilia siracusana con
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las legiones de Varo, el cual, sin que Rgulus lo supiera, sera derrotado por Hannibal en su ltimo triunfo en territorio italiano. Se sinti en paz consigo, con su familia y con la repblica, anhelando con todas sus fuerzas el triunfo de Roma sobre los brbaros de Africa del Norte y sus mercenarios lacedemonios y nubios. El suplicio podra durar varios das antes de sufrir la muerte cruel con otros prisioneros cados en la batalla de Agrigento frente a las tropas de Xantipo el lacedemonio, aliado a sueldo de Cartago, el cual, poco despus, fue despedido con ricos presentes y muerto a traicin en el camino de regreso por los cartagineses, en pago a sus servicios. Rgulus se acercaba poco a poco al palacio de la asamblea, donde sera interpelado por los notables del partido Hannon. Tena instrucciones precisas del senado para anunciar la reanudacin de las hostilidades, pese a las constantes derrotas romanas. La moral de los legionarios an estaba en las cotas ms altas, y los pnicos no las tenan todas consigo, ya que dependan de mercenarios que no tardaran en intentar dominar a la propia Cartago, la que recin tres aos ms tarde se deshara de ellos en lucha cruel de exterminio. Asdrbal, que estaba destinado a sustituir a Amlcar y tena la secreta aspiracin de llegar a tirano de Cartago, iba al frente de la comitiva de prisioneros romanos. Pensaba solicitar la gracia de ejecutar personalmente a los prisioneros de Agrigento, entre ellos a
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Rgulus y sus acompaantes. Ignoraba Asdrbal que dos hijos suyos y otros cartagineses notables estaban presos en Roma y, tras la ejecucin de los prisioneros, seran tratados de igual forma por los hijos del cnsul romano, quienes estaban en edad de servir con las armas a la repblica. La guerra durara an varios aos y sera harto cruel y despiadada, antes de consumarse definitivamente la ruina de Cartago y la hegemona de Roma en la cuenca del Mare Nostrum. Rgulus pudo intuir que su muerte atroz alzara a los indignados compatriotas a una lucha ardorosa, que acabara por deshacer el imperio esclavista de Cartago, con disfraz de repblica, en manos de Scipio Africanus. Pero mucha sangre debera fluir an antes de demoler ese antro de piratas-mercaderes que intentaban colonizar a una Europa an brbara y hambrienta de opulencia. Las llanuras de Agrigento fueron testigos de la derrota momentnea de Roma a manos de mercenarios al servicio de Cartago. All fueron hechos prisioneros ms de cinco mil legionarios, quienes esclavos en las minas de cobre de Cyprus y en las factoras de murex, aguardaban ser sacrificados con Rgulus, su caudillo. Muchas derrotas aguardaban an a los hijos de la loba capitolina en el spero sendero de la gloria y el martirio. La multitud abuche al cnsul en momentos en que le fueron arrancados los prpados y su cuerpo fuera estaqueado bajo el ar-
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diente sol. Slo su aya Alcyone, fue autorizada a regresar, con los despojos de Rgulus y su escaso squito a Roma. Pero ese cadver, en olor de coraje, fue la causa de la ruina definitiva de Cartago, que, en resumidas cuentas, sera definitivamente borrada de los mapas y derrotada con su ejrcito de mercenarios mandados por mercaderes a manos y espadas de un ejrcito de hombres libres comandados por filsofos.
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Enterrados vivos
Los reclusos del Pabelln D, oyeron el grito estentreo del viejo celador Zelaya, ms conocido como "Tukumb", a causa de su inseparable ltigo de siete cabos trenzados. En el vientre de la noche cristalizada de fro y soledad, las tristes galeras resonaron en un ominoso eco autoritario: Todos los internos fuera de sus celdas! Fuera todos, que hay revisacin! Hasta tres, para salir de las celdas! Que el diablo te coja en su santo infierno! mascull Ivo Da Costa el pedrojuanino, en espera de sentencia desde haca siete aos, por el execrable crimen de tener una parcela de marihuana a su cuidadp por cuenta de un poltico no imputable. Hijos de mil leches! gru el petiso Sapar, el de los ojos verde-gatuno, antes de levantarse de mala gana del duro suelo de la celda de piso superior del Pabelln D, tumba de los sin-condena. Se vena el maln carcelario para revisar sus pertenencias y deba deshacerse del fardelillo de marihuana que compr de un guar-
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diacrcel. Dnde lo habra dejado? De pronto record que estaba en su bolsillo. Prestamente lo arroj por la ventana sin cristales que miraba al sur, por donde el viento austral los visitaba sin ser invitado en las noches ms fras, como burlndose de sus penurias de olvidado de todos. Hasta del mismo olvido. Y, de seguro, los guardias restantes estaran abajo, listos para coger cuanto se arrojase desde los ventanucos de las celdas para venderlo despus a otros.
Todos salieron al corredor con las manos en los bolsillos, si los tuviesen, ya que la temperatura pareca haber salido huyendo en estampida de un refrigerador desbocado. Los policas de las fuerzas especiales de choque, aparecieron por las rejas que oficiaban de entrada al pabelln con fusiles de asalto, metralletas, caretas antigs, chalecos blindados y equipo de guerra, como si en lugar de vaciar celdas, fuesen a Viet Nam a competir con Rambo. Los feroces y sdicos guardiacrceles venan detrs y, cachiporra en mano, obligaban golpes mediante a los rezagados a salir para el cateo. Tras varios minutos de terror y nerviosismo, los fiscales intervinientes comenzaron a retirar la cosecha de la noche en medio de fuertes medidas de inseguridad: puales caseros, paquetes de sustancias desconocidas, petacas de caa y alcohol de quemar, as como objetos sospechosos varios, cartas, revistas, libros y ropa vieja. Nada se salv de la requisa forzada.
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Una hora ms tarde, los reclusos an seguan tiritando y rechinando dientes en los pasillos, aunque algo ms acostumbrados al fro. Los fueron llevando luego al patio de la prisin, en fila india y con las manos sobre las cabezas. Otra noche ms hurtada al descanso por dems magro de los presos de la crcel pblica capitalina. Los tendran all, a la intemperie hasta la culminacin del cateo y la individualizacin de los propietarios, de los artculos prohibidos hallados en las celdas, inmisericordes como la ley de la desigualdad y sus cancerberos. Faltaba poco para amanecer, si puede llamarse amanecer a otro da ms en el infierno terrenal denominado Tacumb, y an seguan tendidos a la intemperie en el glido patio con las manos en las nucas, bajo la frula de los policas especiales y perros, amaestrados para destrozar al primero que saliese de fila. Los fiscales mandaron extender unas radas mantas en el pasillo, donde se depositaron los objetos prohibidos con los nmeros de cada celda a fin de identificar a quienes las ocupaban y castigarlos de acuerdo a la gravedad del caso. Para la media maana, muchos reclusos desaparecieron rumbo a la ttrica prisin de Emboscada, antesala de la muerte en vida, y los ms afortunados fueron a parar a las celdas aisladas de la prisin, o a jaulas al aire libre, donde se pudran los rebeldes y dscolos, al viento, la lluvia o al sol. Daba igual. La igualdad de la Ley no era para todos, evidentemente.
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Tras el aguanoso matecocido reforzado con tres duras galletas de harina y agua y dosis de bromuro para atenuar las fogosidades genitales de los presos, volvi la calma momentnea en el atroz sitio. Poco ms tarde, seguramente, la vivaz presencia de la prensa documentara el cacheo de celdas y sus resultados, aunque ello no cambiara nada la corrupta rutina de la prisin "modelo" del pas. Ningn periodista preguntara a los presos castigados, quin de los guardias le hubo vendido el toco de marihuana o el pual con que pensaba defenderse o matar. Ningn escriba de prensa sabra jams el turbio negocio de las autoridades de la crcel que abasteca a los reclusos de alcohol o drogas e incluso de armas a buen precio y hasta de mazos de naipes de tramposa estirpe. Porque en Tacumb, situada ms all del lmite del mundo de los vivos, todo tiene precio. Absolutamente todo. Desde un cigarrillo liado a mano, hasta la anticipada libertad va escape, o permisos para salir de vez en cuando, dar un golpe y regresar. Como en todo submundo, la vida humana vale muy poco y se cotiza de acuerdo al estatus de la posible vctima. El chaqueo y rubio VeraPuk, preso por abigeato, comparta celdas con el luqueo Marmolejo, condenado a treinta pirulos por parricidio, aunque ste nunca quiso dar su versin a los compaeros... hasta ese da. Ellos habitaban en el Pabelln A, donde estn
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los sentenciados; los enterrados vivos de la sociedad, que elude contemplarse en ese espejo de las miserias humanas que es la crcel. Los presos no tienen otra alternativa, que acoplarse a la cadena de corrupcin que impera absoluta en el lugar, que, por otra parte, es un reflejo de lo que es el pas entero y por qu no? el mundo en que sobrevivimos. Hoy hase 2.570 das que estoy en Tacumb. Mi abogado hase 8 mese que no aparese por ac depuez de que le entregu 100.000 guaran para que haga revisar mi cazo. Ni mi pariente cura ya no viene a verme. Seguro que mi mujer ya se muri de hambre o se fue a Buenos Aire a trabajar. Ya no se mz que voy a haser en este infierno mbore de Tacumb. Ayer mataron a golpes a Jimnes, el de la selda 8, pero le clavaron todo mal para culpar por nosotro. Lo juese se olvida todo de nosotro y eso que ecriben para lo diario tampoco dise la verdad sobre nuetro cazo y solo cree lo que dise la polica y eso guardia corruto y mbore que miente todo por nosotro, solo porque somo pobre y no tiene plata como eso ricachones que estn alla cerca de la guardia con ventilador y todo, por robar mucho y vaciar banco y estafar al monton.
El papel no tena firma, pero el fiscal interviniente supo de quin se trataba: Nicasio Perer, oriundo de Horqueta, causa: homicidio en defensa del honor de su madre, brutalmente apaleada por su
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padrastro dipsmano, o mejor; borracho a secas. La violencia familiar an era tema tab para la justicia y el juez de la causa se desentendi del caso por que no haba millones en juego. El recluso no tena sentencia y ni siquiera fue citado a declarar. El fiscal, novato como era en cuestiones penales, trataba de que se hiciese justicia, pero no imaginaba que sta es an artculo suntuario, en este pas de jazmines con olor de carroa llamado Paraguay; que por algo termina en ay, como si el dolor fuera la constante en su historia. Triganlo a Nicasio Perer! orden al guardiacrcel el fiscal. Rato ms tarde, el susodicho estaba ante l, con la misma expresin de incredulidad y tristeza que decoraba las facciones de los ms de 1.800 enterrados vivos en las mazmorras oficiales, donde apenas cabra menos de la mitad con incmoda holgura. No tengo mucho tiempo comenz el fiscal pero quiero que me relate a fondo su caso, y le prometo que insistir en que el juez retome su proceso. Nicasio call unos instantes, como dudando de gastar saliva intilmente. Quin se fijara en un annimo ciudadano encausado por homicidio, y encima contra la autoridad paterna? Pero intentara de nuevo. Por lo menos, algunos periodistas estaban all y nada perdera, salvo un poco de tiempo que, de momento, le sobraba. Esa noche estaba ayudando a mam a preparar la cena y sin darme cuenta volqu y romp una botella de caa de mi padrastro.
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El vino al escuchar el ruido y comenz a pegarme con los puos, y luego salt sobre mi mam que intent defenderme. Ah no pude aguantarme ms, seor fiscal, y tom un cuchillito de sos de mesa y le clav por su lomo varias veces, y el muy maldito segua golpeando a mi mam... hasta que se dio vuelta y le degoll de un tajo. As se pudra en los infiernos el muy hijo de puta! Ahora, ni mi mam no viene a verme, y encima, me ret mucho por matar a su hombre sabe? Dicen que el amor ciego, pero ha de ser tambin sordo, rengo y manco adems. El fiscal lo escuch atentamente y trat de rememorar lo que pudo acerca de Nicasio. A lo sumo tendra diecisiete aos cuando ocurri el homicidio; el hombre no tena antecedentes ni gozaba del odio de sus vecinos. Incluso, acababa de salir con permiso del cuartel. Y como ste, haba tantos casos en que, por no jugarse grandes sumas de dinero, se estancaban en los cajones del laxo Poder Judicial. Esta es nuestra justicia pronta y barata pens desalentado el fiscal. Pero lo intentara una vez ms. Era el trigsimo cuarto ao del reinado del tirano Stroessner y apenas se poda vislumbrar un rayo de esperanza, copado como estaba el Estado de ejemplares corruptos y corruptores, como el propio Dr. Morales (cmo seran los inmorales!), presidente de la Suprema Corte, nombrado a dedo por el presidente, a quien sucediera el Dr. Luis Mara Argaa, gran prcer del acomodo y el oportunismo.
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El fiscal estrech la mano del recluso, como despidindolo y le dijo apenas con un susurro: Fuerza y nimo, Nicasio! El juez tendr que orme. Nicasio congel unos instantes su incredulidad y trat de inyectarse unos miligramos de esperanza, pero la jeringa se le quebr en seguida. Lo vea difcil y dudaba de las palabras del fiscal, pese a sus aprentemente buenas intenciones y afabilidad.
"Ese tipo seguro que es un mbre de primera. Apenas sali de este infierno y ya se olvid de m. Ya hase 3.006 das que me pudro enterrado vivo en este chiquero y el fiscal se ni su sombra asoma por aqu. Seguro que en la prxima requisa va a apareser por ah noms y ni me va a saludar con la cabeza. Y es capaz que ni siquiera pregunta por m. Los del pabelln B me invitaron a jugar un truco, pero seguro que es para vigilarnos mejor. Un da de estos voy a pasar por ah. Aqu en el Pabelln C hay purete maricas y ya me arrinconaron dos vece. Por qu diablos mam no viene a visitarme y mi hermano sos ni asoma el pico por esta crsel de cuerpos y alma. A vece quiero morirme de una ves por toda. Pasa masiado despasio el tiempo en eta crsel de mierda. Para qu carajo le mat a ese viejo hijo de puta. Le hubiera cagado a patada nom, as no me enterraban vivo ac en este calabozo hediondo.
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As es su seora. El pobre tipo no tuvo realmente la intencin de matar al borracho de su padrastro, pero le maltrat a la madre... Acaso era la primera vez que le puso la mano encima a su concubina? respondi interrogativo el juez. Ese tipo mat con saa y alevosa y merece por lo menos quince aos. No me venga con esa presuncin de inocencia. No nos pagan para eso. Usted debe acusar, yo escucho a su abogado y estudio los alegatos antes de dictar sentencia. Para eso soy juez! Escuche, seora. Para acusar, estn los parientes del finado, y recuerde que no siempre las leyes son justas y no siempre los actores de un drama como ste lo han hecho por gusto. El chico se dej maltratar, y varias veces. Pero le tocaron a su madre y... adems, usted, con todo respeto, est preopinando acerca de su culpabilidad. Mire seor fiscal. Limtese a obrar conforme a la ley y a nuestras costumbres. Agredir al padre o al padrastro, es agredir a una autoridad, y la autoridad es sagrada. Sea como fuese, es culpable. Si somos blandos, el mal ejemplo va a cundir por todo el pas. Si por m fuese, lo mandaba fusilar como a Gastn Gadn. Como usted ordene, seor juez, pero no estoy de acuerdo. Con su venia, me retiro. pero har un informe y mi dictamen a la segunda instancia. Cmo ese muchacho va a contar con un abogado si apenas tiene que comer de la bazofia de Tacumb? Y el defensor de jo
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pobres y ausentes no toma el caso. Dice que por recargo de trabajo. Eso a usted no le incumbe, y ahora, haga el favor de retirarse, que me espera el presidente de la Corte. Otro cortesano de don Flix pens el fiscal al retirarse. Pensaba seriamente en renunciar, pero si no haca carrera, no hara justicia. Qu hacer? Creo que voy a aser guelga de hambre hazta morir. No aguanto ms estar en esta crsel. Ni mi parientes no viene nunca y mi mam tampoco. Estoy muy solo en este agujero de mierda y apenas consigo para comer de esa cosa puerca que cosinan para lo presos. Ya son 3.200 das que estoy y recin maana voy a declarar al juez mbre ese. Ni lo abogado de reo pobre no me atiende mi cazo y no tengo ni donde caerme muerto.
Preguntado el compareciente, si era la primera vez que la vctima del homicidio maltrataba a su seora madre y al compareciente y sus hermanos, respondi el reo: Que no era la primera vez, y siempre aguant los golpes sin defenderse, pero le daba rabia ver a su mam recibir golpes de puo, puntapis y objetos contundentes de su concubino, o sea, su padrastro, la vctima... del asesinato... Espere, no fue asesinato, seor secretario, homicidio noms. As me dijo un abogado...
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Cllese el compareciente y limtese a responder las preguntas del juez! bram el secretario, tan diligente como siempre. No. Le dije que yo no le quise matar, pero cuando le peg a mi mam...! Se cancela la declaracin por rebelda del compareciente hasta nueva fecha a ser fijada por el juez de autos. La imperturbable y fra voz del secretario del juez no admita rplicas y a golpes de cachiporrra y esposado, se lo llevaron de regreso a Tacumb. Tres das ms tarde, en un apartado rincn de noticias policiales de los diarios de entonces se lea: Recluso de Tacumb asesinado por sus compaeros de pabelln. Se desconoce el mvil del crimen y se sospecha un ajuste de cuentas Por lo menos Nicasio Perer termin con su absurda sensacin de estar enterrado en vida, pero lo que los diarios no publicaron, fue que ste hubo sido brutalmente apaleado por Zelaya, el sdico guardiacrcel, por encargo de un juez del crimen, hasta matarlo a golpes. Ya buscaran entre los reclusos quien cargase con el muerto, total, en las celdas de Emboscada sobraba lugar y haba bastantes presos marcados para ser eliminados a fin de aliviar la carga demogrfica del presidio Mayor del Paraguay. No olvid Zelaya de clavar varios puntazos al cadver an tibio de Nicasio para aparentar un cri-
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men entre reclusos. Ya hallaran a quin echarle el fardo.
Un ao despus de derrocado el tirano, en el lujoso Saln de Convenciones del Banco Central del Paraguay, los convencionales constituyentes reunidos en solemne sesin, votaron masivamente y por unanimidad a favor de la abolicin de la pena de muerte en la nueva Constitucin Nacional de la Repblica del Paraguay. Es decir, el Estado abolira a sus verdugos, que para aplicar la pena slo hacen falta sicarios y policas de gatillo fcil; y sos, nunca quedaran desocupados.
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Huamn
Nunca supuse, ni por asomo, que ira a buscar los secretos del Valle de los Perdidos; y menos an a ese horrendo lugar de sulfurosos recuerdos y malsanas emanaciones de acechantes volcanes semiactivos de mi conciencia. Es que, cierto tipo de aventuras no previstas, me atrae morbosamente como la miel a las hormigas, las lmpasas a fototrpicas mariposas o el oro al banquero. Especialmente si se trata de arriesgar ms el alma que el cuerpo, es decir: viajes metapsquicos al interior de las marismas de morbius inferos. All, donde subyacen las viscerales fobias del instinto ancestral, de una especie tan paradigmtica y paradjica como la humana, a la que me honro con las reservas del caso y beneficio de la duda de pertenecer, an sin desearlo. Y cuando digo humana, lo digo sin ironas, pese al poco respeto que me merece esta especie de primates con revlver termonuclear, que presume de consciente? Cierta vez, estando en Iquitos donde acud como quien no quiere la cosa y sin un propsito determinado, en la Amazonia Peruana, conoc a Huamn Qullaki, un amauta y curandero indgena del Qus-
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co que haba ido all a adquirir un poco de curare y algunas hierbas para sus pcimas. Tras charlar un rato acerca de las misteriosas plantas de la Amazonia, me invit a una sesin de ayahuasqa. Nunca hube probado tal brebaje y, no dud en aceptar el alto riesgo de conocerme a m mismo; a develar ese gran desconocido, que todos llevamos adentro; ese ser que nos habita cual clandestino polizn dirigiendo el piloto automtico del subconsciente. La posibilidad de tener un contacto ntimo con otras realidades no comunes, como las llamaba don Juan Matus el brujo yaqui de Sonora, me sublevaba las arterias y desbocaba las riendas del corazn. Haba odo hablar de la ayahuasqa hacia mucho, pero nunca la he probado ni en sueos y mi viaje a Iquitos, pocos propsitos tursticos tuvo y ms bien lo hice para engancharme a algn chaman indgena que me la dosificase a fin de no perder el autocontrol. Y fue all, que ingres al Valle de los Perdidos por primera vez, curiosa y paradjicamente, para encontrarme a m mismo. Habr entre ustedes quienes ignoren el significado de ayahuasqa, una palabra quechua que alude a un preparado de la liana banisterospis capii, muy comn en Sudamrica tropical, y otras plantas que no mencionar, pues promet al amauta guardar su secreto. Es que ingerir la divina ayahuasqa es cosa de cuidado, para no sobrepasarse en la dosis. Slo un amauta con amplia experiencia podra saberla administrar sin daos a terceros.
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Y este amauta, Huamn Qullaki era todo un sabio herborista, por lo que intu que no correra riesgos al someterme a su conduccin. Una noche, tras prolongado ayuno de agua natural, para evitar interferencias en el aparato digestivo (la ayhuasqa tiene un sabor horrible y esto lo digo con cierta indulgencia) y sorpresas desagradables durante la primera fase: Lo Peor. El chamn me llev a un riacho tributario del Amazonas, al sur del Urubamba, para darme un chapuzn previo a fin de purificarme para la ceremonia de ingreso al Valle de los Perdidos. Yo en tanto, me prepar mentalmente para retener en la memoria cuanto de inslito me aconteciera en el viaje. Necesitara de ello para describir posteriormente la experiencia, lo cual, de todos modos me result imposible. Tras las abluciones completamente desnudo, en el esfago de la noche fresca de los Andes Amaznicos, beb mi primer trago de la pcima indgena que entraaba doce mil aos de sabidura acerca de los poderes del reino vegetal. En tanto, Huamn me platicaba acerca de sus experiencias con vegetales de las profundidades selvticas. Los seres vegetales tienen vida propia, aunque carezcan de individualidad, tal como ustedes la conocen o creen conocer comenz Qullaki. Las plantas son capaces de amar, odiar, tener miedo
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y hasta nos hablan en sueos, si sabemos entender su lenguaje prosigui, sin mudar su expresin hiertica de escultura sagrada. En tiempos antiguos, el hombre poda entenderse con animales y plantas, y hasta con lo inorgnico, en apariencia muerto o estril. Todo cuanto alienta en el universo tiene vida, aunque no lo percibamos. Al llegar a esta parte, apenas poda entender cuanto aconteca en mi entorno. Las aves nocturnas y los insectos competan con los batracios, en sus coros de vibraciones csmicas de la msica primordial. La ayahuasqa dio inicio a correr por mis venas y arterias alterando la qumica de mis sentidos. Lo Peor entraba en su estagio inicial. Mi estmago comenz a contraerse espasmdicamente en cortos ciclos de segundos. Menos mal que tuve la precaucin de ingerir slo agua durante dos das previos a la ceremonia. Poco es cuanto podra relatarles de esta primera fase en Lo Peor, salvo que pasaron por mi mente cuanto de detestable y protervo hubiese en mis actos, desde mi niez y toma de conciencia de mi Yo. El primer pajarillo muerto con mis manos; las torturas a que somet a gatos, perros, insectos y las mentiras, piadosas o no, que dije y que he callado, mis odios catrticos, verdades hirientes y mis amores sicalpticos, mis actos de cobarda y de coraje, mis temores y vilezas ocultas. Todo hubo fluido como ro desbocado por los meandros de mis recuerdos y olvidos, inundando las oquedades de mi
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conciencia hasta desbordarla al punto de saturacin. Nada hubo escapado de la inquisitoria de las planta de poder. Cuanto estuviese guardado en los ms recnditos rincones de mi subconsciente debi haber salido en mi delirio multicolor. Esta fase podra haber durado varias horas. No lo s con certeza, pero tras la catrtica descarga de conciencia, fui entrando en la segunda etapa de limpieza, algo ms serena y contemplativa, cual espejo de aguas calmas. Cuando abr mis ojos a la realidad, sta se me hizo turgente, rediviva y real, cual masa gravitatoria galctica. Todo lo senta fluir a travs mo, pero sin detenerse en m, sino cruzando el cosmos de pasado a futuro. No intentar ms que una plida descripcin de este viaje al Valle de los Perdidos, pero lo vivido ese da, supera toda descripcin oral o escrita que pudiese expresar cuanto experimentara mi conciencia y mi materia fsica. Las visiones de la primera etapa tal vez reflejasen un poco nuestro lado oscuro, pero las de la segunda, proyectaran nuestra parte luminosa e inmortal. Esta fase habra durado bastante a juzgar por la luz de un sol elevado casi al cenit, mientras yo segua desnudo y acuclillado a orillas del riacho y frente al amauta. Tras la alucinante experiencia retornamos a Iquitos, entre plticas sobre el poder de diversas plantas sudamericanas, todas familiares de mi nuevo amigo. ste, no slo las conoca por su nombre
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quechwa y guaran, sino por sus intraducibles clasificaciones cientficas en griego o latn, cosas que yo ignoraba de manera supina, salvo las que conoca para el mate o el terer (con sus nombres vulgares). Pero la exposicin del chaman incaico fue tan exuberante e ilustrativa cuan filosfica. Me relat que desde la aparicin del ser humano en la faz del planeta, ste comprendi la necesidad de relacionarse con los otros seres vivos de su entorno y de paso, arrancarles sus secretos. Siempre dentro de un marco de respeto y equilibrio. En qu consiste el equilibrio? pregunt a Huamn Qullaki intrigado. La humanidad, por lo general, opta por dominar, poseer, abusar, apoderarse. No figura en su diccionario el compartir, el respetar, salvo en papeles sin valores reales. Existen seres parecidos a humanos respondi Huamn pero que tienen un nivel de conciencia muy bajo. Muchos psiclogos e incluso vuestros esoteristas, afirman que son una oleada de vida rezagada. Es decir, que son semisalvajes que reencarnan en tiempos modernos. Pero no hay tal. El semi y an el salvaje respetan a la naturaleza, es decir a Pachamama, Gaia o ande-Sytenondet, la Madre Tierra. Es el hombre moderno, civilizado, liberal, individualista, cnico. burgus ilustrado, pragmtico y hedonista, el que se cree dueo de todo lo creado... y ni siquiera puede ser dueo de s mismo.
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Me sorprendi la erudicin y capacidad de anlisis del chaman incaico. Mis estpidos prejuicios urbanoides, subvaloraron cuanto fuese proveniente de otras culturas y costumbres. Por qu la ayahuasqa no pudo despojarme an de ellos? La ayahuasqa no hace milagros, seor Moebius. No se debe subvalorar, pero tampoco sobreestimar un poder. La sagrada ayahuasqa puede limpiarlo de a poco de ciertos hbitos de pensamiento, pero la cura es responsabilidad suya. El mdico slo diagnostica. El paciente debe asumir su curacin y ello, es slo su deber. De nadie ms. Otra sorpresa ms. El amauta lea mis pensamientos? Era un psiclogo sin diploma? Era...? Soy neurlogo y psiquiatra por la Universidad de Lima y tengo un doctorado en la UCLA de California, sobre mi tesis: "La alteracin de estados de conciencia y la creacin intelectual". Pero sta es mi verdadera vocacin: mdico de almas y escultor de conciencias. Por qu sus pensamientos deberan ser secretos para quien lo ha estado llamando para este encuentro, desde hace ms de dos aos? Lo mejor que pueda hacer, es continuar con su catarsis y ello le servir para rehacer su escala de valores. Es decir que Ud. me ha estado convocando para que yo sintiese ganas de venir a Iquitos? pregunt ms sorprendido an
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que al principio. Mis creencias pequeoburguesas se iban derribando cual castillo de arena sometido al capricho de las olas y los Vaya! El problema de los indgenas en su pas, es que estn desculturizados y desorganizados a causa de su divisin, ms producto de su ignorancia que de su desidia. Si hubiesen tenido un Tupac Amar en los albores del sistema colonial, tendran ms conciencia y lucharan, con las armas del saber. La reflexin de Huamn Qullaki esta vez no me sorprendi. Comenzaba a intuir que algo estaba cambiando en m. Deb ingresar al Valle de los Perdidos para encontrarme. Ahora, debera continuar lo iniciado, pero no desistira hasta hallar la iluminacin, aunque para ello debiera ingresar al Valle de los Muertos. Tal vez ello me hiciese vivir de una buena vez. Huamn Qullaki se despidi de m invitndome a proseguir el tratamiento de limpieza psquica con la ayahuasqa. Por mi parte le agradec su deferencia y a mi vez lo invit a visitar mi pas cuando quisiera. No quiso aceptar ningn regalo ni dinero porque segn me explic, los dioses se lo haban ordenado y su estancia en Iquitos fue para recibirme con su ciencia pues me esperaban tiempos difciles y deba estar preparado para lo que viniere. Antes de ir a mi alojamiento, le pregunt acerca de lo dicho y me respondi que se avecinaban vientos de cambios y los cambios suelen ser traumticos, aunque preados de nuevas oportunidades.
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Deber encarar los cambios, an sin tomar partido beligerante, pero s seguir en su carrera, difundir ideas sobre la nueva conciencia y mantenerse en la cresta de la ola hasta donde pueda. Si hasta ahora tuvo perfil bajo, tendr que escalar posiciones para la lucha. Eso es todo. Cunto tiempo me demandar la limpieza catrtica? pregunt. Dispongo de veinte das antes de regresar al Paraguay y deseara aprovecharlos a plenitud. Con una o dos sesiones, se hallar preparado. Pachamama se encargar de lo dems. Pierda cuidado. Tres das ms tarde, nos encontramos en el mismo lugar, en la ribera del riacho tributario. sta vez, la parte ms difcil de la anterior transcurri serenamente y sin demasiados sobresaltos. La psicotrpica ayahuasqa se infiltr en mi organismo penetrndolo todo. No qued resquicio donde no hiciese sentir su presencia purificadora y teraputica paso a paso. Toda mi sangre y mis humores quedaron impregnados de ella, despertndome a una nueva conciencia que, en modo alguno retrocedera sobre lo andado ni descendera lo subido. Tal, mi experiencia renovadora, conducida por un autntico amauta a seguro puerto, con firme timn y manos de seda. Sera redundante describir las alucinaciones producidas por el bebedizo indgena y sus posteriores visiones, algunas premonitorias y otras
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descolgadas de lo pretrito de mis aos, pero ntimamente relacionadas con lo por venir. Es sabido, aunque no tenido en cuenta, que nuestras acciones y represiones de la infancia, a veces trazan el sendero de nuestra existencia con lneas de hierro, difciles de romper. Por ello y en cumplimiento de algn secreto designio de dioses desconocidos, fui impelido a este ritual desde tiempo antes. A partir de all, ya no sera el mismo de antes y todos mis actos, palabras y pensamientos estaran reprocesados y alineados en otro rumbo ms afn a lo verdaderamente humano y sujeto a leyes naturales, antes que a otras impuestas por la sociedad. Tras despedirme del amauta y en la certeza de separarnos definitivamente, pese a mis deseos de tenerlo alguna vez como husped en mi casa, tom el vapor Borboleta que hara el trayecto entre Iquitos y Manaos. Desde all, regresara por tierra hasta Paraguay, de donde cierto da saliera a buscar algo que ignoraba, pero necesitaba con urgencia: aprender a vivir conforme a las inmutables leyes ticas del cosmos y por sobre todo, a ser yo mismo y no una caricatura masificada de una sociedad basada en valores huecos y desprovistos de solidaridad. Tal vez en alguna remota esquina del espacio-tiempo el amauta me estara esperando para darme alguna valiosa leccin de sabidura y romper los prejuicios, adquiridos desde una educacin alienante y castradora que nos imponen los dems.
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Quiz para entonces ya no existan la ayahuasqa ni otras hierbas medicinales, a causa de la depredacin humana y la desaparicin de los bosques sagrados. Pero un sabio como Huamn Qullaki podr hallar un sustituto, para que la humanidad pueda seguir escalando niveles de conciencia, en pos de una nueva forma de pensar y vivir un milenio que se avecina con sus cambios, quiz traumticos pero henchidos de progresin de niveles de conciencia y filosofa; despojada de todo cascarn hedonista e individualista y ms bien impregnada de compasin sin pasin. Tal vez me decida a aprender la lengua quechwa para escribir a Huamn en su idioma, agradecindole su bondad. Aunque, hombres como Huamn, conocen, si cabe decirlo as, todas las lenguas del universo.
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El hueso
Ese da estuvo caliginoso como vientre de viuda y con la posibilidad, no tan remota, de una tormenta de verano, con su concierto de centellas, truenos e intiles paraguas olvidados en un sobrado. Percebeo Camamb no apur el paso de su arrocinado mancarrn de pelaje alazn desteido por el sol implacable y el ululante viento norte, que, segn las viejas del lugar, le pona a cualquier cristiano macho o hembra de entre 8 a 110 aos, al borde de la menopausia. Ms bien amain la de por s desesperante lentitud de su cabalgadura. No tena apuro, y, si por ah llova, no le vendra nada mal mojarse un poco. Hasta los piojos que poblaban su ropa se lo agradeceran de todo corazn; si los piojos tuviesen corazones, claro. Percebeo Camamb tena el aire perdido de quienes se resignan a lo que venga, con ese fatalismo campesino del que nada tendra que perder si las cosas empeorasen ms all de lo peor. Su desnutrido jamelgo, con ms agua que alfalfa en las tripas, tena el mismo mirar estpido que su compaero de aventuras desventuradas subi-
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do a su lomo, cual Quijote local sin Dulcinea ni Sancho a cuestas. Los dos juntos pudiesen haber sido un mismo espritu, a causa del talante estlido que posean entrambos en condominio. Slo faltaba que el rocn fuese bautizado sacramentalmente siquiera, para que parecieran almas gemelas. Meteoro, se llamaba el rucio solpedo del buenazo al colmo de la estulticia, de Percebeo Camamb. Corra (es un decir, que ms bien se arrastraba) el ao 1939 (en la capital noms imperaba esa calenda, por que en la campia estaban an en la prehistoria, salvo que conocan la rueda, el fuego y el hierro de los aperos). Meses ms, meses menos, con su equipaje de tensiones pre blicas en Europa y enfascistadas en el Paraguay y el resto de esta sub-Amrica de Mussolinis del subdesarrollo, el tiempo se relativizaba estirndose como chicle. Pero en esa microgalaxia que era la campia nativa, la ignorancia ms rotativa y descascarada reinaba a paso de babosa (132 mm. por hora) y duraba de 04:30 a 18:15 ms o menos. No era de extraar que nuestros abuelos conviviesen en sus ranchos con cerdos, corderos, cabras, gallinas, guineas, patos y algunas que otras mascotas, salvajes o no. Algunos, hasta criaban indiecitos hurfanos para todo servicio. A toda esta esquizoofrenia, se sumaban niguas (piques), piojos, ladillas, pulgas, chinches, mosquitos, garrapatas o cualesquiera otra sabandija no registrada por las ciencias. Una cadena trfica en toda
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su extensin, con la diferencia de que los ms pequeos se alimentaban de los ms grandes. Y algo as, era casi todo el Paraguay. Una minora se estaba fagocitando a la mayora, y a eso llamaban "democracia" para ocultar la democrisis. Las carretas de bueyes, eran vehculos deportivos, en relacin a Meteoro, su montado. Los ms ricos, iban a paso de tren, aunque de recorrido tan limitado como su velocidad. Los pasajeros del Ferrocarril ingls, hasta podan entretenerse contando postes de telgrafo o durmientes durante el trayecto. Las informaciones llegaban con uno o dos meses de atraso, y las carreras de caballos al menos, los del dudoso pedigr de Meteoro, se cronometraban con almanaques a guisa de relojes. Obviamente, toda esta ralentizacin de la vida y esta transgresin a las leyes inmutables de la evolucin, obraba bienhechoramente sobre los campesinos minifundiarios. Su longevidad era casi matusalnica y su salud, entre hierro y acero inoxidable. El cncer y el estrs eran ilustres desconocidos. Casi no conocan la luna, salvo en llenas, pues que antes de acostarse el sol ya estaban horizontales. Conocan algunas estrellas, porque estaban en pie mate en mano, cuando el lucero les guiaba desde el naciente. O sea que el ritmo de vida de ellos y de casi todos los campesinos latinoamericanos y de ms all, era con muy pocos sobresaltos, salvo algn ocasional ladrido de sus perros anunciando presencias nocturnas; o quiz al-
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gn akrut (buho) anunciador de desgracias. Los tatarabuelos haban inventado algunos entes diurnos que les permitiesen dormir largas siestas sin que sus proles salgan a cabezudear por ah. El Jasyjater era un buen cuidador de criaturas, por el temor de stas a ponerse a su virtual alcance. Temor inculcado, claro est, por sus padres. Era costoso hallar nios perdidos en esos montes, tupidos an, del Paraguay preindustrial. Mejor prever. Hechas estas digresiones, queda explicado el sndrome de estolidez desinformada de Percebeo Camamb, antiguo poblador de la casi remota compaa Lorito Picada, cerca de Chirigelo, semiprovincia del Estado de Mato Grosso y cuya identidad nacional an estaba en duda; casi como ahora, en que depende polticamente de Asuncin y econmicamente de So Paulo y Ponta Por. Percebeo Camamb, como dije, poco conoca de sobresaltos y a sus casi sesenta otoos apenas supo de tragedias, como las que se gestaban en los pases ms civilizados o imbecivilizados, segn se mire. Era un ser libre de vivir o no, de sobrevivir como pudiese y enterarse o no de cuanto ocurra ms all de "la lnea". Esta clase social corresponda a la denominada mboriahryvt o "pobres-de-barriga-satisfecha", vertido al cristiano. Era flaco como lapacho seco, porque viva a base de cecina, maz y mandioca, matizados hdricamente por matecocido (infusin de yerba) con leche y terer y a veces algo de leche cruda recin ordeada. Su chacrita la
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hizo a machete, azada y hacha, as como su rancho y a la usanza general. Era devoto de San Onofre, incluso ms an, que de su santo patronmico recientemente borrado del santoral por un tal Po XII. Como todas las veces que iba o vena a la capital de Amambay, a ms de doce leguas de Lorito Picada, su mujer casi enviudaba de l, entre viaje y viaje. Evidentemente Percebeo era un tipo sin apuros. Una vez asentados ah, su abuelo puso simientes de porotos, maces (cinco variedades) y frutales varios. Incluso la yerba mate la surta un grupo de arbustos de su finca, elaborada de mborovir (hojas y palillos tostados y quebrados en bolsas a golpes de palo de mortero) artesanal. Cuanto podran necesitar l o su familia, lo tenan all mismo a qu preocuparse, si ocuparse da mejores resultados? Percebeo Camamb viajaba con su mancarrn favorito, pues que nunca se decida a montar un cojudo semental por temor a transgredir sus leyes de la gravitacin universal, an ignorando a Newton; o ser despedido de la montura, por no coincidir el galope de algn garan con su tcnica de montar a esa especie de hbrido de mamfero con molusco, como lo era Meteoro. Cuando Percebeo parta a su largo periplo de cabotaje terrestre, para su mujer era algo as como quien ve partir a su amado a algn planeta limtrofe y a bordo de un aerstato medio desinflado; o quedar viuda a medias. En realidad el meteorismo excesivo del pingo fue, ms que nada,
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el gestor de su nombre por parte de su casi hermano Percebeo. Cada centenar de metros, la mala mezcla de alfalfa fermentada, pasto salvaje y agua estancada de tajamares, haca estragos pirotcnicos en sus entraas y si el viento era chicho o de cola, Percebeo perciba las flatulencias de su lerdo rocn con la resignacin bendita de los mrtires del subdesarrollo. Cierta vez que debi pernoctar al raso en uno de sus viajes, divis algo que pareca el llamado fuego de San Telmo. Se detuvo persignndose en latn "In nmine Patri, in nmine filii, et Sancti Spritu", aunque no entendiese muy bien lo que querra decir, pero as lo haba aprendido y orden a Meteoro que apurase el tranco, no fuese alguna luz mala que lo llevara quin sabe dnde. Por supuesto que el jamelgo tena sus propias ideas y velocidad, por lo que hizo caso omiso al amo. Percebeo nunca hubo sentido necesidad de espolear o atizar a su caballo Meteoro. En compensacin, ste jams se apart de la rutina y estaba desacostumbrado a los castigos. El caso fue que, al primer pinchazo de espuelas en sus ijares, Meteoro se encabrit abruptamente, lanzando a su medio-hermano pachorrento a probar la fuerza gravitatoria del planeta. Tras esto, se lanz a galope desbocado, dejando a Percebeo Camamb tirado como colchn de preso sobre la blanda arena del sendero; no diremos atontado porque ese era su estado natural, sino algo aturdido y medio golpeado, lo que lo tuvo bastante tiempo en la misma posicin.
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Meteoro en cambio, redescubri su capacidad perdida de llevaba al verse libre del peso del jinete y la presin del freno y ronzal, se perdi para siempre de su patrn y alma gemela. Percebeo, tras incontables minutos de anlisis de su nueva situacin, y por aadidura de a pie, se resign a caminar olvidando momentneamente al fuego de San Telmo que lo asustara antes del accidente. Dud entre seguir viaje a Pedro Juan Caballero o retornar a Lorito Picada y finalmente, se ech a dormir al pie de un robusto tarum, al borde del sendero, por si pasaba alguna carreta por ah. Podra hacer dedo o pedir carona como dicen los brasileos que an rigen en la zona. Casi al filo de la madrugada, mosquitos mediante pese al fresco, despert Percebeo Camamb divisando una luz mortecina que avanzaba lentamente mariposeando el camino. Su color amarillento rojizo, le hizo deducir, a velocidad de caracol, que era una carreta con farol mechero a kerosn. Las luces malas son generalmente blanco azulencas y elctricas, aunque esta palabra la desconoca nuestro amigo, que en gracia sea. Que la gracia siempre alumbra a los santos, a los buenos y a los bobos. Se puso en pie, desperezndose y bostezando a cuatro bocas. Sera de mala educacin esperar tumbado y sacudirse ante el eventual samaritano con ruedas. Percebeo Camamb rog a la Virgen de los Caminantes Perdidos, que fuese algn conocido de su valle. Iba en
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direccin a Cerro Cor, en la interseccin con la ruta (es un decir, que apenas era una picada polvorienta o fangosa, segn el tiempo) Concepcin-Pedro Juan y, de seguro, podra llevarlo consigo. Por fortuna llevaba su dinero en el cinturn y no en la montura, que de no, su capital estara galopando con su infiel Meteoro, por esos senderos serpenteantes de la selva del Amambay. Volvi a percibir el chisporroteo elctrico y su curiosidad pudo ms que su ancestral temor a lo desconocido. Tal vez la proximidad de la carreta lo animase a ser audaz. Lo cierto es que, se acerc al sitio del fuego de San Telmo y vio un hueso que al principio le pareci una calavera de algn bicho. Al acercarse lo bastante, percibi que brillaba en la semi oscuridad, y no pareca ser de ningn cristiano o bicho conocido. Estaba a medias incrustado en un trozo de roca arenisca y deba ser ms viejo que sus recontra tatarabuelos. Lo guard en una bolsa, que an conservaba por estar cruzada en bandolera en su torso. La carreta ya estaba a tiro de piedra y salud al carretero con un estentreo grito de "Ave Maria pursima!" recibiendo un ululante "Sin pecado concebida!" como respuesta. Tras reconocer a un compueblano llamado Purificacin Castillo, lo salud y le rog para hacerle sitio hasta donde fuese. El carretero dud unos seundos antes de asentir afirmativamente. Tras el s del carretero, Percebeo se acomod a su lado en el tabln que serva de asiento, sobre el pescante de la lerda carreta.
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No le coment de momento sobre su hallazgo, pero palpaba nerviosamente el hueso a travs de la basta bolsa de yute a fin de identificar de qu especie provena. El carretero, ya con la luz diurna en avanzado estado, lo not y pens que Percebeo deba tener algo de mucho valor en su bolsa para estar acaricindola a cada rato como a tetas de virgen. Mientras tanto, Percebeo se daba cuenta de que esa cosa no pareca a nada que l conociese a lo largo de su vida. Posea colmillos y una especie de crestas cornudas en la mitad superior, un hocico alargado y unos huecos oculares medio diferentes. Adems, era casi pesado como de piedra y encima estaba semi incrustado en una. Y ese brillo como de lucirnaga! Finalmente, relat al carretero su odisea, la visin y la desercin de su pingo Meteoro y su posterior hallazgo del hueso-piedra. Tras mostrrselo, el carretero coment lacnicamente: No parece cristiano. Cierto respondi Percebeo, tras incontables minutos de reflexin. Pero ha de ser de algn bicho, digo yo... Eso s. Pero no conozco ningn bicho que tenga una osamenta como sa. Parece cosa de a (demonio), pero en Pedro Juan ha de haber alguno que sepa de qu animal fue esa osamenta. No ser un lobizn o algo parecido? volvi a preguntar Percebeo Camamb. Mire estos colmillos y... al decir esto sin-
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ti deseos de lanzar el hueso a la profundidad de la selva que pareca querer engullirlos con carreta y todo. Algo le daba mala espina con esa cosa que pareca burlarse de ellos desde las profundidades de la bolsa. La palabra "lobizn" ya puso carne de gallina al supersticioso Percebeo Camamb. A media maana, otro viandante llamado Clodomiro Cabur, se sum a ellos. Tampoco ste pudo precisar a qu bicho perteneciera el crneo que portaba Percebeo. No pareca el de un chancho del monte, pese a sus colmillos cruzados, ni al de nada conocido por ellos. Finalmente decidieron tcitamente cambiar de tema. Percebeo Camamb dio en guardar silencio para ahorrar saliva y palabras, pues que muchas no tena encima y su diccionario era bien raleado, al menos en castilla. Su cerebro era como la selva que los rodeaba: casi virgen, y su vocabulario inclua unas cien palabras en castellano, doscientas seis en guaran y cuatrocientas en portugus caipira. Tampoco conoca de libros ni letras. Era, en suma, un
hombre feliz como slo puede serlo un tonto de vocacin. Pero le preocupaba el hueso y la razn de su hallazgo. Pareciera que esa cosa lo estuviese aguardando all, perdida por quin sabe cuntos aos en ese monte, escondida a toda mirada; hasta que, justo a l se le manifest, como invitndolo a recogerla y darle merecido descanso. Volvi a palpar el crneo para cerciorarse de su existencia real. El sol ya picaba y decidieron hacer un alto en un claro del tupido
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monte para tomar un refrescante terer y picotear algo para seguir el rumbo. Percebeo Camamb de pronto sinti que la cosa estaba pesando ms de la cuenta y le pareci que algo le cosquilleaba en el costado donde reposaba el hueso. Baj su bolsa al suelo y se sent a la sombra de una peroba gigante a resollar su cansancio. El carretero y el otro pasajero hicieron lo propio, mientras preparaban guampa, bombilla y algo de agua de un arroyo cercano. Tras abrevar la sed y engaar al estmago con cecina hervida y mandioca sancochada, tornaron a la carreta. Estaban lejos an de la ruta, pero con paciencia siempre se llega al fin del mundo. Y paciencia les sobraba, pues en el Paraguay de la posguerra chaquea, todos profesaban la abulia ms lerda del planeta. Si Percebeo era, como lo hemos descrito antes, sus compaeros no le iban en zaga en eso de la pachorra. El nico que les podra ganar era Meteoro, pero no se hallaba presente para concursar. Los estoicos bueyes, quiz. Tras algunas paradas cortas para manducarse un poco de charque hervido con mandioca y terer, lleg la noche; profunda, visceral, apocalptica y preada de leyendas de aparecidos, luces malas, bestias desconocidas y espritus burlones que nacen de las imaginaciones calenturientas de un pueblo carente de emociones. Por lo general en carreteras abiertas se viajaba de noche sin problemas con alguien caminando ante el carretero con un farol de kerosn a mecha, pero en la selva oscura, cerrada, con posibles incur-
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siones de bichos venenosos, era preferible acampar. A las primeras estrellas, ya los tres viajeros estaban instalados, con sus bueyes libres del yugo y la pava del mate chillando alegremente sobre el improvisado fogn. En tanto los viajeros pusironse, por turno y en limitado vocabulario, a relatar historias imaginarias o reales de aparecidos, finados en pena y lobizones. Estos ltimos eran desconocidos hasta que, un oscuro rapsoda lanz un libro con un poema de largo aliento, titulado "ande ypykura" (Nuestras races), donde creara toda una cosmogona y protohistoria imaginaria sobre guaranes emigrados de Atlntida y engendrando bichos malficos trasplantados de la mitologa europea. Esto dio origen a creencias populares que subsisten hasta hoy. Lo curioso es que esta historia imaginada por Rosicrn (Narciso R. Colmn) en 1921, se ensea como mitos guaranes en escuelas y colegios. Pero volviendo al fogn, nuestros amigos entre relato y relato, ni percibieron una brillante luz que descenda del cielo y se posaba cerca de all, junto a un tajamar, ni oyeron ruido alguno, fuera de grillos, ranas y lechuzas. Poco ms tarde, estaban todos lanzando ronquidos en cacofnico coro que, sin desearlo deba competir con los bramidos de algn jaguar despistado por el monte. Fue justamente Percebeo Camamb el que despert, pasada medianoche con urgencias en la vejiga y al intentar incorporarse divis a tres figuras de aspecto de cristianos, aunque ms canijos y de cabe-
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zas grandes, con ropas ajustadas de color blanco brillante como de latas de corned-beef y con la cabeza cubierta de una especie de mosquitero de vidrio oscuro, cuyo significado no acertaba a comprender. Fue tal el susto que peg un brinco casi de su altura, acompaado de un alarido de terror como no se hubiese odo en mucho tiempo en ese apartado rincn. Los otros se despertaron bruscamente como trados de un tirn del otro lado de la frontera del sueo pesado. Pero nada ms despertar, quedaron pegados al suelo del susto al verse rodeados de tales engendros salidos de quin sabe qu pesadilla. Intentaron echar mano a sus cuchillos, tras una tarda reaccin, pero no pudieron mover un dedo, no saban bien si del susto o por qu otro motivo. En cuanto a Percebeo, se hizo encima de la urgencia, mojndose sin rubor. Las tres figuras que parecan muecos de lata, no hicieron ningn movimiento ni pronunciaron palabra alguna. Apenas los miraban como quien curiosea algn animalito simptico. Percebeo estaba tieso como muertito del da anterior y apenas sinti que esos... no supo cmo denominarlos, buscaban algo. Y, efectivamente, uno de los engendros seal su bolsa de bandolera, donde reposaba el hueso raro, que ahora volva a emitir un brillo de luz verdosa como de lucirnaga gigante. Poco a poco, los sentidos de los tres viajeros fueronse reactivando, lo que no es mucho decir, pero pudieron cap-
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tar algo que decan en silencio las tres figuras vestidas de lata o algo parecido. Uno de ellos tiene en su poder el crneo de Cryggsu expres uno de los extraos. Espero que su radioactividad no los haya afectado negativamente les pareci que deca otro, aunque no pudieron comprender el significado de algunos trminos. No lo creo. Ms bien les har algo ms inteligentes. Estos seres semisalvajes apenas manejan su propia lengua, pero ahora mismo pueden comprender nuestros mensajes sin sonido. Dejmosles que nos expliquen por qu se han apoderado de la reliquia de Cryggsu que hemos hallado luego de cientos de miles de aos de su accidente. Percebeo Camamb, Purificacin Castillo y Clodomiro Cabur, apenas podan mover un dedo, pero comenzaban a entender que esos que estaban ante ellos, no eran de este mundo. Vieron la extraa calavera en manos, o lo que fuesen, de uno de los seres, con su brillante luz verdosa que guiaba como cocuyo de verano. Intentaron pensar algunas palabras para saber quines eran esos bichos vestidos de lata. Nunca sabran cmo explicarse el hecho de haber podido entenderse con esos pras, venidos quin sabe de dnde a rescatar un simple hueso. Aunque tal vez no fuese tan simple, que si no, no
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andaran de estrella en estrella buscndolo. De pronto, pareciera que sus mentes estuviesen pensando ms de prisa que de costumbre y sus capacidades de comprensin superasen sus normas de rutina en que les costaba hilar frases con ms de diez palabras, sin tropezarse con solecismos, anacolutos, lusitanismos o speras guarangadas mezcladas con jria caipira importada del cercano Brasil. Sera alguna influencia de la presencia de esos bichos de dos patas con traje de lata. No lo saban an, pero algo se estaba transmutando en sus cuerpos y mentes. De dnde vienen ustedes? intent decir pensando, porque no poda an pronunciar palabra alguna, Percebeo Camamb. Ah terrcola! Entonces ahora puedes comprendernos? respondi uno de ellos dentro de su mente. Venimos de muy lejos y quisiramos rescatar los restos de uno de nosotros, cuyo vehculo cayera en este mundo hace muchsimos aos. Y qu vino a hacer por aqu su compaero? interrog Purificacin Castillo, algo ms avispado que de costumbre. Todos nosotros recorremos los mundos habitados para seguir la evolucin de sus criaturas. Pero por lo que veo, hay partes de este mundo que poseen ms conocimientos y tcnicas que otros. No puedo imaginar que mientras all en Europa tengan vehculos areos, aunque inferiores a los nuestros, ac anden en eso sealando la carreta de grandes ruedas embarradas y sus bueyes de triste mirada y piel
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desangrada por la picana y los tbanos. Somos pobres y no hay caminos para esas mquinas que dice respondi la mente de Purificacin Castillo, un poco ms despabilado aunque sin poder moverse an. Por ac se vive ms despacio y ms largo. All en la Europa la gente se mata de nervios, vive muy rpido y se enferman de balde. O si no, se matan entre ellos en guerras como la que tuvimos hace poco entre nosotros y los bolivianos. Y todava no sabemos bien quin gan, ni para qu peleamos. Ahora nuestro presidente, un tal Estigarribia, est entregando a los bol la mejor tierra que conquistamos y los otros le estn dando al Paraguay los desiertos de talco de hacia el Pilcomayo. Todas las guerras son estpidas como la gente que pelea en ellas dijo uno de los bichos pajueranos. Nosotros hace miles de aos que dejamos de pelear entre nosotros, aunque en algunos mundos nos persiguen si nos ven. Por eso no nos hacemos ver en lo posible. Si uno de ustedes no se hubiese despertado, no sabran jams de nosotros. Podemos ver la carreta que usan para viajar? pregunt Clodomiro dirigindose a cualquiera de los tres. Por qu se visten con trajes de lata? interrog Purificacin Para qu quieren ese hueso? cuestion Percebeo. Nuestro vehculo no tiene ruedas y es a la vez la rueda. Nuestras ropas nos protegen de la atmsfera hostil de este mundo. Justa-
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mente, nuestro compaero Cryggsu se quit su casco protector y fue atacado por bacterias, virus o alguna forma de vida inferior. Necesitamos sus huesos para determinar qu pudo haberlo matado, ya que somos casi inmortales, aunque algo delicados si no nos cuidamos. En cuanto a nuestro vehculo, ya lo veris cuando nos vayamos de aqu. Pero antes, querramos saber dnde lo habis hallado, para recuperar todos sus huesos, que no son demasiados como los vuestros. Tantos milenios en los espacios profundos cambiaron la estructura de nuestras armazones y el calcio debi ser sustituido por fsforo, torio y litio. Vuestros mares y ocanos tienen mucho litio y con l, fabricamos lo dems. Curiosamente, los tres campesinos podan entender el progresivamente complicado discurso de esos bichos... o lo que fuesen. Sera el hueso radiactivo, el causante de tal mutacin que estaba teniendo lugar en ellos? Ellos, que apenas saban las diferencias entre da y noche y que tenan un reloj biolgico casi a nivel de hibernantes de todo el ao y que cuando tenan sueo casi no bostezaban para no malgastar aire? Seran capaces, con algo de estudio, dominar las artes, las ciencias, el conocimiento en suma, para poder timonear la nave de sus destinos? Los tres, como intuyendo los pensamientos de cada uno de ellos se mostraban sorprendidos de su capacidad de anlisis y de vocabulario. No imaginaban que slo derrochando neuronas podran cap-
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tar la voz del universo, lo que es decir de la Gran Inteligencia, hasta esa madrugada en que fortuitamente se concreta un encuentro que nadie en 1939 calificara de tercera fase, sino tal vez de: ngeles traen mensajes divinos a tres campesinos paraguayos, al estilo milenarista cristiano de 1900. Hasta entonces, se hubieron limitado a vivir, procrear, trabajar y morir sin cuestionarse demasiado origen ni destino. Vivir era tan rutinario que, cualquier rotura, por mnima que fuese en la rutina, era slidamente castigada. Los abuelos a los padres. Los padres a los hijos y nietos. Los hijos y nietos a los animalitos de la casa. Comenzaba una etapa de filosofa. Rstica, pero filosofa al fin. Por ese trocito del planeta llamado Paraguay, haban pasado dos guerras y buen nmero de golpes de Estado, que no revoluciones. Pero an as, en la campia (campaa dicen aqu) paraguaya, el tiempo transcurra a paso de procesin mortuoria y amenazaba continuar sine die en esa tesitura. Y de pronto, pareciera como que despertaran de una prisin espacio-temporal al ralent, para sentir que la velocidad de sus operaciones neuronales se haba incrementado un tanto y no les era difcil ahora entender relaciones de causa-efecto. Arand caaty diran nuestros abuelos, acerca del saber intuitivo. Los tres campesinos pudieron, por fin, mover sus msculos y ya sin preconceptos, intentaron proseguir su silenciosa pltica con los extraos, sta vez, sin temor alguno. Los otros, explicaron que de-
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ban volver con los huesos de Cryggsu a fin de analizar las causas de su desaparicin. Este, se habra extraviado de una expedicin llegada a la Tierra en pocas remotas, milenios antes de la llegada de los humanos al Amambay. Tras buscarlo infructuosamente debieron regresar a su mundo, situado ms all de las Plyades. Uno de ellos, traz un rstico dibujo de dicha constelacin en el suelo. Los tres campesinos reconocieron a las siete cabrillas y se alegraron de poder compartir con gente de otro mundo. Y encima, sin hablar. Tras las aclaraciones de rigor y solicitando la promesa de no mencionar el encuentro, los tres viajeros del espacio se despidieron de los campesinos, internndose luego en las profundidades de la selva a rescatar los dems huesos que estaran en el recodo que les describiera Percebeo Camamb. A cambio, los tres amigos recibieron la facultad de pensar y un incremento considerable de vocabulario que les facilitara el poder ensear y transmitir conocimientos a sus coterrneos, con la nica condicin de no mencionar sus fuentes. Percebeo, Purificacin y Clodomiro, juraron guardar el secreto de su encontronazo de culturas que, a buen seguro dejara algunas secuelas en ellos. La aurora an tardara en despuntar y todava apenas pudieron dar crdito a la experiencia vivida haca minutos nada ms. Como si todo hubiese sido un sueo extrao del que no tardaran en despertar. Se miraron unos a otros con la incredulidad del filsofo, antes
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que con la fe del idiota. De pronto, Clodomiro exclam, sta vez con el habla: Ya habrn encontrado lo que buscaban esos seores del otro mundo. Aguardaron en el lugar hasta que, aproximadamente media hora ms tarde, percibieron un sonido suave y metlico, como un zumbido musical. Luego vieron pasar un extrao aparato en forma de lenteja que emita una aureola luminosa intermitente y se alejaba lentamente hacia el cielo del amanecer. Ninguno dijo media palabra. Apenas se persignaron en latn y rezaron un padrenuestro y diez avemaras, por el desconocido y extrao difunto que viajaba a otro mundo, y no precisamente en sentido figurado.
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La danza de los dioses
Hubo segn los filsofos creadores de teogonas alucinadas y mitos epopyicos, un tiempo olvidado de perdidas y deliciosas intimidades entre los mortales y los dioses. stos, decididamente no precisaban preocuparse y ni siquiera ocuparse, de lo cotidianamente problemtico de la supervivencia terrenal. El paraso, en
suma. As, al menos lo proclaman El Libro de Enoch, uno de los muchos frutos del intelecto mtico, es decir: libros llamados apcrifos; esto es no autorizados por la ortodoxia, el Pentateuco y muchos ms. Apcrifo no significa falso ni hertico, sino que tiene connotacin de secreto o simplemente de paralelo (para lelos, creo). No dir cules dioses, ya que su cantidad supera a cuanto podamos imaginar, e incluso cualesquiera de ellos se mimetiza bajo nombres variados, en distintas culturas. Pero siempre acompaaron el devenir de la humanidad, desde sus casi inaccesibles parnasos, y lo hicieron encarnando, algunos de ellos los menos crueles y ms inteligentes, en visionarios, profetas, artistas, poetas, ebrios, idiotas, creadores e imaginativos. Es decir: locos de atar. Estos Pro-
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meteos casi siempre sacrificados, ms por imprudentes que por heroicos, se han jugado por los seres humanos, legtimos herederos de los ngeles cados. Especialmente para hacerlos salir de la imbecilidad primigenia pre-paradisaca, aunque sea de tiempo en tiempo. No todos los dioses reclaman sumisin a los mortales. Los hay empeados en librarlos de las cadenas invisibles de la teologa mono testa (la ms peligrosa y alienante de todas). Lo terrible es que, en los dos ltimos siglos encarnaron en el planeta los espritus ms turbulentos que jams visitaran la Tierra. Desde Hitlers y Capones, a Ghandhis y Einsteins. Es que, desde Babilonia y Teotihuacn, hasta nuestros tiempos los humanos descubrieron los astros errantes (planeta significa, justamente eso) y su relacin con el destino. Percibidos desde siempre como los vigilantes de la vida, siguieron sus cursos aparentemente errticos, descubriendo al Tiempo y sus secretos. A partir de all, homo sapiens quiso trepar a los cielos segn relata el mito babeliano no cejando en sus intentos hasta hoy con los resultados que saltan a la vista: armas de destruccin apocalipticas; violencia creciente; tendencias suicidas, involuntarias o no; conatos masivos de imbecivilizacin y otros sntomas conocidos. Y algunos dioses no son ajenos a esto, a juzgar por ciertas manifestaciones eruditas de investigadores de lo improbable y retricos de lo
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necio. Es que los dioses, estn fuera de nuestro campo de comprensin, a causa de que muchos de ellos fueron creados y alimentados por nosotros; hasta que crecieron tanto como para alimentarse de nosotros. Marte y Mercurio; espada y caduceo; hierro y oro cubriendo los flancos de la historia y destruyendo a unos en desmedro de otros, en concubinatos y alianzas de conveniencias. La eterna danza de las divinidades, hechas a imagen y semejanza de sus devotos, no ha de darse tregua en afn de poseer y regir parte del planeta y luego el cosmos habitado. Thor hubo desafiado a Odin y Loki a plural combate, en tiempos recientes, lo cual fue aceptado porque, como se sabe, los dioses son inmortales y a lo sumo pueden ser heridos levemente a primera sangre, tras lo cual, a veces viene una inesperada reconciliacin; en tanto que los mortales que pelean en sus huestes u hordas son quienes por lo general pierden. Y cuando digo: pierden tnganlo por seguro, no ser un eufemismo indulgente y fro. Loki tom el mando de una parte del mundo y aguard a que Thor diese el primer paso estratgico. Este, que en astucia no es tan pletrico ni creativo, se ensoberbeci al punto de no esperar el momento propicio y lanz sus rayos-martillo contra Anglia y Polanskya, donde moraban los devotos de Loki y Odn, siendo respondido, aunque no de inmediato.
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El duelo fue sin duda atroz, y dur no mucho tiempo, aunque las prdidas en vidas, materiales y sobre todo de tiempo, fueran abrumadoras, segn nos lo relata H. Gunther Dahms en Zwei Weltkrieg in Text und Bild. An el planeta no se hubo recobrado de tal danza de dioses, los cuales ahora se emborrachan juntos, de hidromiel y walkyrias rubias de agua oxigenada, desprovistas de blindaje, en su wallhala de la Unin Europea, sin preocuparse de hecatombes y holocaustos, hurfanos y viudas. Totentanz alucinado de calaveras apocalpticas que terminara en un brindis por la Paz, como si nada, impregnado de hedor de metales forjados para la muerte. xidos y sulfuros crepitantes, macerndose en los crisoles malditos de las abominaciones. Es el crimen pluralizado a las ms altas cotas deci blicas con ruidos de truenos azufrados de cordita y toluenos. Y ahora, participando de orgistica Danza de Guerra, el dios de los Ladrones... y del Comercio: Hermes, el veloz portador del Caduceo; el cnico y trapacero Mercurio del alado casco y la torva sonrisa de la usura, gran estafador planetario, mientras Ars-Marte pasa momentneamente a retiro. Y sumndose a la degradacin de la Arcadia; Venus-Ishtar, la gran ramera que brindara su carne impura en Babilonia y en las lupas romanas, sazonada con vinos resinosos de haschich, nepenthe, soma y ambrosa. Tambin los stiros que si bien no son dioses, sino apenas mestizos mediticos semi divinos divierten a las divinida-
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des y los sacian con su lujuriosa vitalidad, participando de la sagrada y dionisaca danza. El pan zimo de centeno fermentado corre de boca en boca, de doncellas a efebos, provocando alucinaciones eleusinas. El llamado kikeon bquico comunin pagana del despertar de los sentidos, sazona la fiesta olimpiana de picante sensualidad, exenta de la Sagrada Culpa que slo atormenta a los mortales y no envilece a los dioses. Pero en la faz del Valle de Lgrimas postparadisaco, la realidad se expresa con la brbara espada del miedo. Mientras los dioses juegan y danzan, las parcas cosechan lo suyo, trastrocando las leyes biolgicas, como lo comentara Erich Mara Remarque (Sin novedad en el Frente), afirmando que los padres deben enterrar a los hijos, contrariando a la naturaleza. Totentanz; la danza de las calaveras en su menos simblica iconografa. Mies humana, segada en la ms dulce juventud. Hasta los propios segadores son a su vez cosechados sin misericordia por las tropas negras. La mquina no debe detenerse en pos de la renovacin de la vida a trueque de la vida, hasta el postrer Gttendammerng: el crepsculo divino y la cada de los dioses al nadir de la ateologa futura. Los dioses, segn sus apologistas, previenen explosiones demogrficas, diezmando a los jvenes, envejeciendo a los sobrevivientes y realizando sacrificios humanos al Moloch fenicio, al Baal ca-
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naneo, al Dagn filisteo, al Yahveh hebreo y al Mercurio neoyorkino. Y esto, sin omitir al Tezcatlipoca mesoamericano, al Lugh celta y al dios desconocido el que segn cuentan los memoriosos expa las culpas de los genocidas para fomentar la impunidad. Slo que a veces, el hambre fuera usado a guisa de cuchillo sacrificial y las ofrendas; a plazo fijo y porcentajes de estafa. Si antes, el dios cristiano por interpsita persona de sus intermediarios fraudulentos y doctores en leyes cannicas peda resignacin, francamente ignominiosa, en nombre de parasos escatolgicos; ahora pide oportunidades de redistribucin del hambre. Opta aunque demasiado tarde por los pobres, pero el poder de decidir, lo poseen los ricos y opulentos. Y stos, finalmente, son quienes proveen de carne de espada y can a las huestes divinas. Y stas se desangran para agradar a sus respectivos dioses con el holocausto infausto de la injusticia y la locura colectiva. Las ldicas danzas y simulacros de batallas celestiales, ocupan a los dioses el tiempo que les sobra, para solazar el tedio eternal que los abruma. A nosotros, los mortales, nos dan oportunidad de evolucionar a travs del dolor, del miedo, de la amargura impotente de quien se sabe juguete de las potencias csmicas, al garete de toda conmisera-cin y al margen de toda racionalidad. La guerra debe continuar sentenciaron los Sabios de Iron Mountain, cerrando sus carpetas con el rtulo Top Secret.
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El progreso tecnolgico de la humanidad se forja en las fraguas guerreras de Hefaistos Hecatomben y Ars Polemikn. No en el seno de Ceres o Pallas Athenai dir otro emisario de Zeus en Washington D.C. ante el Senado. No queremos paz. No graznan los Hechiceros de la Guerra en sus aquelarres de jet-set. Mientras los grandes elefantes pelean, la hierba queda pisoteada gimen en Timor, Kosovo, Afganistn, Irak y Chechenia. Totentanz; danza de las calaveras y la siega peridica de vidas en accin. Como en toda danza, se precisan dos para hacer pareja, a veces ms de dos: como en el amor, como en la guerra. Los dioses tienen todo el tiempo del universo para perderlo en sus danzas y juegos de guerra en que desangran a los humanos y otros mortales, que rinden pleitesa de sometimiento a aqullos. La danza de los dioses es danza de vida y de muerte, lo que a stos les resulta indiferente para su egolatra y perversin Un da de 1992, los aprendices de hechiceros de la guerra a bordo de la fragata norteamericana Vincennes, decidieron jugar su macabra danza disparando un misil de bsqueda infrarroja contra un avin de pasajeros iran, en las aguas del Golfo Prsico. Mas de cien pasajeros, ignorantes de las cosas de los dioses, fueron sacrificados para satisfacer la egolatra del Becerro de Oro. No hubo sobrevivientes ni disculpas por parte de los hechiceros, ni de los dioses. Slo dije-
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ron en su lacnico e infame informe que, lo confundieron con un caza hostil. Estos ejemplos ilustran cabalmente los juegos divinos que, segn los augures y sacerdotes, arrastran a los mortales a su destruccin irracional por que no se puede comprender los propsitos de los dioses o de Dios, segn los telogos mono testas, ni auscultar en los sagrados Misterios de lo trascendente y lo absoluto. Muchos mortales tuvieron la osada de desafiar a los dioses buscando, entre otras cosa, la inmortalidad. Algunos lo lograron, entre ellos Alexandros el Magno, quien despreciando su propia vida cort de un tajo el nudo gordiano, para poder penetrar en el Asia a combatir a Ahura Mazda y Ahrimn arrebatndoles el dominio del imperio persa. Julio Csar hubo desafiado a Lugh y Teuthates conquistando las Galias y la inmortalidad; por lo menos en las memorias de los mortales. A los dioses (y a sus agentes de marketing en la tierra), nada les sacia a plenitud; nada llena su hambre y sed de sacrificios de sangre, a menos que buenamente sus comanditarios y strapas de este Valle de Lgrimas esquilmen el diezmo de los creyentes. Tambin la redistribucin de la estupidez excit los afanes ldicos y dionisacos de los dioses del dinero y el big business, ordenando a sus clrigos la contratacin de talentosos creativos para mantener a los mortales en xtasis. En el ms imbcil de los estados de nirvana. En la ms relajada de las posturas y en la ms pasiva de las actitudes, a fin de no molestar a gobiernos y empresarios con demandas peligro-
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sas o pensamientos de disidencia. Y esto, divierte a los dioses tambin por qu no? Recordad que los grandes Dignatarios Celestiales enviados a este planeta como embajadores, o por lo menos chambelanes divinos, han llevado una vida opulenta y desahogada, con pocas excepciones. Seal de la gracia, sin duda alguna. No se podra dudar de sus dones de Ungidos con el santo leo de algn espritu de luz. Por lo menos as lo proclamaban en vida. Toms de Torquemada, recibi la iluminada instruccin de quemar cuerpos de herejes para salvar sus almas. Esta Totentanz anti renacentista, cost miles de vidas, sacrificadas al Ms Alto, aunque sus almas fueron salvadas de las llamas eternas (por lo menos no hubo reclamos en contrario). En la mal llamada (psimamente, dira) Amrica Latina, millones de nativos pagaron su tributo de sangre, sudor y lgrimas al dios crucificado extranjero que vino a someterlos, para salvarlos como bien saben. Totentanz de cuatro a cinco siglos de duracin, hasta que finalmente se llegara a la extincin total de los antiguos dueos de la Tierra Prometida. Eretz Israel! diran los financistas de esta evangelizadora cruzada sin sonrojarse ni dejar de guiar a sus accionistas. Y la danza macabra proseguira en Africa, Asia, Oceana, Medio Oriente y en la propia Europa, cuna de muchos de los dioses ms guerreros y terribles. E incluso de los ms veleidosos e inestables. Totentanz; gttentanz; el juego eterno de los dueos del destino y rbitros de la muerte. De los amos del Tiempo y el Espa-
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cio, contenido en el microcosmos aluvial del antiguo paraso admico. Nada los detiene. Sus telogos, doctos impostores de la mitologa desta universal, seguirn embaucando a los mortales acerca de las delicias ultrasepulcrales que aguardan a los sumisos y mansos; a los pobres de espritu y a los herederos del reino de la Gran Mentira; guerras, pestes, hambre y sacrificios mediante. Y muchos han de seguir sucumbiendo a la tentacin de la bienaventuranza eterna y a las promesas de parasos mahometanos o nirvanas de ultratumba. Pocos son los elegidos que escaparn a esta sutil manipulacin de los sacerdotes, pastores, rabinos y patriarcas. Muy pocos sern realmente libres y testigos escpticos de la macabra danza de dioses que arrasa la Tierra con cclica regularidad y administrativa eficiencia. Y, an esos pocos, sern perseguidos por las nuevas inquisiciones creadas para preservar la estupidez de la mayora de los aclitos danzantes y preservadores de la teogona macabra. Los hombres seguirn matndose entre s, mientras vivan sus dioses. La sangra ha de acabar solamente el da que los mortales matasen a los dioses, sorprendindolos en medio de sus ldicas y orgisticas danzas. Y, con ellos, a sus sacerdotes y hechiceros de la guerra que los acompaan en su eterna y atroz corte clerical de los milagros. Y ese da, la raza humana se har libre e inmortal por haber, tras eras de desigual lucha, conquistado la Justicia.
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La fuga
Todos los presos aqu, carajo! grit el enano Ramn Duarte Vera, que funga de jefe de la polica paraguaya, a falta de alguien ms capaz de cualquier atrocidad. Aqu, formar en columna, hijos de puta, comunistas flojos, maricones! Su gangosa voz de hiena viuda con pretensiones de dar sensacin de hombra y fuerza bruta, apenas turb la triste quietud de nuestra prisin. El microgeneral de estatura tan corta como sus entendederas, se sinti frustrado cuando los presos salimos parsimoniosamente a formar la ignominiosa fila, indiferentes a los culatazos y ltigos de la soldadesca, como si asistisemos a un mitin cualquiera. Nadie se asust del vozarroncillo y exabruptos del petiso prepotente, que pretenda infundirnos miedo sin conseguirlo. Nadie le tema. Especialmente, porque ya habamos pasado por lo peor, tras ser capturados por los chacales del general Patricio Colmn en las marismas de Caazap. Muchos compaeros y compaeras de esta quijotada, haban sido ofrendados en sacrificio, en San
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Juan Nepomuceno y Charar, a poco de haber cado prisioneros. Sus huesos estaran blanquendose bajo annimas paladas de tierra, cavada por las laceradas manos de nuestros propios compaeros de infortunio, antes de ser acribillados o degollados. Infortunio nuestro an no compartido por la nacin entera, que no se daba por enterada de los sucesos del 59-60 en la frontera sur, hacia Itapa. Tambin la prensa paraguaya, hizo su parte en la tarea de desinformar, acosada por la frrea represin y censura del recientemente instalado tirano. El teniente Talavera, jefe de la columna Mainumby (colibr), fue abatido por una descarga y agoniz brbaramente hasta su muerte, engrillado y desangrndose frente a su esposa, doa Gilberta Verdn, enfermera de la columna guerrillera y su hijo Carlos, que buscaban con nosotros el relevo del dspota. Luego la violaron entre los de la tropa frente a su hijo, mientras Colmn se masturbaba en la boca de otra enfermera uruguaya, cada con los de la columna de Servin Brizuela. A la pobre despus de un tiempo de someterla a la soldadesca enardecida, la empalaron y la enterraron por ah, an agonizante y con las entraas desgarradas. A doa Gilberta la trajeron a Asuncin para que agonizara por muchos aos en una comisara. A nosotros, nos salv un avin que nos rescat de la muerte y nos trajo a la capital por orden del ministro de defensa, el general Marcial Samaniego.
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Para qu carajo orden ust que nos traigan a esos comunistas de San Juan Nepomuceno? Perdone, mi general, el teniente Brizuela es un hroe de la guerra, con dos cruces y... es febrerista noms... Ust un flojo, Samaniego! dicen que dijo el-que-te-jedi. A eso comunista kura haba que destriparlos en la plaza de Charar Para qu salv ust a toda esa porquera subversiva? As dicen, que dijo el general Stroessner a su ministro de Defensa, a lo que ste replic avergonzado, pero sin agacharse. Con su permiso, mi general. El teniente primero Brizuela tuvo dos cruces al valor en la guerra del Chaco y me salv la vida en Boquern. Sabemos que es febrerista, pero de ah a... trat de justificar el ministro de defensa nacional. Ust se me calla, Samand! No ve que ahora tenemos a medio mundo pendiente de esos tipos? le grit el tembelo como perro en celo, tras manosearle los glteos a una azafata rubia y culona de TAM, adscrita al avin presidencial de cabotaje. Por lo menos as me contaron esos tipos de la caballera, que tambin estn agonizando de a pedacitos en ese pedazo del infierno que trasplantaron en el Paraguay, llamado investigaciones, tambin acusados de no s qu conspiracin. Haba sido que Brizuela y el ministro eran amigos desde la guerra del Chaco. Cuando ste supo que estaba entre los guerrilleros,
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mand un avin militar para rescatarlo, y a nosotros con l. De muy mala gana el chacal Colmn suspendi el fusilamiento cuando ya estbamos cavando la zanja en que arrojara nuestros despojos. Zanjas annimas sin cruz ni marca para arrojar al estercolero del olvido nuestros nombres dentro de nuestros huesos. Pero no nos salv de los esperpnticos interrogatorios de la polica, donde Erasmo Candia y Duarte Vera sentaban sus reales. Casi nos mataron a piletazos y latigazos de cuero trenzado, cachiporra y agua servida con que diariamente nos prodigaban. El doctor Perrota apenas se daba maa, entre tortura y tortura para mantenernos el nimo en alza. El pobre Brizuela estaba muy enfermo, pero as y todo, por orden del rubio dicen no fue mejor tratado que todos nosotros. Cuando se cansaron de jugarnos y torturarnos, nos tiraron en la Guardia de Seguridad, muy cerca del cuartel de Colmn, el R.I. 14, tal vez como advertencia de lo que nos esperaba. Colmn era un sdico desequilibrado y perro fiel del gringo Stroessner. Nunca supimos cmo lleg a general, porque su intelecto no daba ni para cabo segundo. Dicen que el rubio le ascendi en premio a la aniquilacin del Movimiento 14 de Mayo, nuestro grupo guerrillero. A lo mejor sera cierto. El caso es que los trabajos forzados en la cantera de Tacumb nos dejaban deslomados da a da. Brizuela lleg a bolsa de piel y huesos que apenas poda aguantar a su alma en inquilinato, en ese tiempo en que daban para tocar guita-
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rra sus costillas. Luego, tal vez por su condicin de militar retirado, nos destinaron a todos a Pea Hermosa, una isla-prisin de uso militar situada sobre el ro Paraguay, cerca de Foncire. Pero antes de eso, hubo un intento de fuga abortado por circunstancias ajenas a nuestras expectativas. Latigazos, sed, hambre, trabajos forzados, eran el pan nuestro de cada da. Casi como el escaso aire que respirbamos entre la inmundicia de nuestros deshechos y la miseria humana que nos rodeaba, a ms de la basura humana que cuidaba de nosotros. Ms de cien presos agonizbamos durante veinticinco horas diarias en esa pocilga, hasta que, merced a la presin de algunos organismos internacionales, la otra iglesia que no apoyaba al tirano y quiz alguna ayudita sobrenatural de algn benigno demonio, supimos que nos liberaran a algunos a cambio de dinero o combustible para los crpulas de la polica. Los que no pudimos oblar por la libertad, debimos dar con nuestros huesos en la prisin militar. El enano Duarte Vera, tras insultarnos como de costumbre, nos ley el decreto por el cual seramos trasladados a una suerte de Alcatraz del subdesarrollo. Haba frustracin en su voz, porque estaramos a salvo de sus maltratos y malos humores y ya bajo jurisdiccin del ejrcito; aunque toda la oficialidad le chupaba, de a pares, las medias al rubio, en general era sta menos violenta que los policas de Investigaciones.
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All la pasamos mucho mejor, lejos de la frula del jefe de polica y del de investigaciones: Erasmo Candia. Acabaron las amenazas y los maltratos, porque el comandante de la prisin, un tal mayor Luraschi, tambin era amigo o conocido del teniente Servin Brizuela, antiguo oficial de sanidad y paramdico del grupo. El trabajo ms forzado que hacamos voluntariamente, aunque sin otra opcin , era pescar en las orillas, bajo la displicente y relajada mirada de dos soldados muertos de hambre, que pescaban por nuestra pesca, sin soltar los "mauser" mataparaguayos con que fingan vigilarnos. La isla estaba lejos de las costas y la correntada era muy fuerte. Especialmente en pocas de creciente. No habra manera de salir de all, sino con canoas o lanchas. No tenamos otro modo. Salir nadando era un suicidio ms que seguro y para conseguir canoas, era menester aguardar a las estafetas y amotinarse para tomarlas. La tropa estaba mal armada y, aunque supiramos que algunos fusiles no funcionaban, no sabamos cules eran stos y tena sus riesgos. Pero a todo se acostumbra uno, menos a la rutina de una prisin, por ms relajada que sta fuese. Hicimos en noches de pesca y mosquitos inmisericordes, planes de fuga. Evadirnos era prioridad uno. Saber cmo; prioridad dos. La cercana del Brasil post Estado Novo, nos animaba a planear la consecucin de la libertad. Si nuestra nacin se negaba, o no aceptaba ser libre, no nos obligaba a no intentarlo. El teniente Bri-
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zuela, hasta nuestro arribo claqueante montonera de huesos dispersos dentro de la piel, recuper peso gracias a una dieta de pescado y verduras cultivadas en la huerta de la prisin. Ya no ramos azuzados por perros de dos patas cotidianamente, ni amedrentados con los arreadores de cuero trenzado durante las formaciones y tomas de lista. Hasta a veces tombamos terer con el comandante de la prisin, el cual slo nos daba los latigazos necesarios para complacer a los inspectores que, de tanto en tanto visitaban la prisin por encargo del tirano. Ni uno ms, ni uno menos. Pero finalmente, apenas repuestos de las privaciones que nos redujeran a piel y huesos ajenos a la carne, comenzamos a conspirar para huir de all como fuese. Por esos das de tibia soledad, apareci un cachorrito perruno, tal vez dejado por algn lanchero de macate, el cual fue prestamente adoptado por nuestro compaero Brizuela, quien lo bautizara Coat, tal vez por sus antifaces negros y que, apenas algo crecido, nos acompaara en nuestra proyectada huida, an sin fecha tope. Mientras tanto, guitarreadas, ajedrez, truco y maka, algo de pker con los guardianes de la prisin, que a su vez eran oficiales, suboficiales y soldados en castigo disciplinario quienes, de una u otra forma, compartan nuestra prisin, aunque por otros motivos menos graves. Dos compaeros fueron enviados de regreso a Asuncin, por delatar alguien sus planes de fuga. El resto, debimos postergar nuestro proyecto y adoptar sigilosas precauciones. Y, sobre todo, debamos
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ganar la confianza de nuestros perros guardianes. Estbamos en las postrimeras de 1960, casi un ao despus de nuestra captura y algo hartos de jugar a los presidiarios de Stroessner. Varios de los nuestros no eran partidarios de una fuga masiva y hubiesen preferido ser liberados por algn gesto magnnimo del tirano, pues que eran residentes en el pas y no deseaban tener conflictos ni represalias contra sus familias, por lo que nuestras precauciones fueron dobles, para que stos no nos delatasen. Por fortuna, la dieta de pescado fresco y verduras, obrara milagros en nosotros y para los primeros das de marzo del 61, estbamos con fuerzas suficientes como para intentar algo. Algunos conjurados fijaron fecha para el primer intento de evasin: el 26 al 27 de marzo. Otros lo haran un mes despus, ya que tras la fuga del primer contingente de ex guerrilleros endureceran la disciplina y los castigos a los que quedaran; tanto a cuidadores como a presos. No lo hicimos antes, esperando el resultado de elecciones en Brasil, porque sabamos que el masn Juscelino Kubitschek nos entregara de vuelta a Alfredo Stroessner. Con Janio Quadros sera diferente, pues ste no simpatizaba con el mandams paraguayo. El da fijado haba dos canoas en la isla y con la confianza ganada con los carceleros, no hubo problemas para hacernos con armas y dominar a la oficialidad, mayor Luraschi incluido el cual, en hbil birlibirloque, fue despojado de su revlver por Brizuela y reducido
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con otros oficiales. Dos soldados colaboraron con nosotros en la patriada pero debimos deshacernos de un custodio de las canoas medio retobado muy a pesar nuestro pero intentamos evitar derramamientos de sangre de ser posible, salvo peligro inminente. Alguien nos esperara en la costa con caballos, con los que pensbamos llegar al ro Apa y luego al Brasil. Tras tomar la oficina de guardia e inmovilizar a oficiales y soldados, destruimos la radio de la comandancia, nos apoderamos de las canoas e iniciamos nuestro azaroso viaje a la libertad; pero no sabamos an lo difcil que sera la travesa a pie por marismas, pantanos, montes y espinos; a lo largo de ms de cuarenta kilmetros por el Estero Guaz, ya que los ansiados caballos no acudieron a la cita. Pese a todo, conseguimos un gua que, tras hacernos atravesar el inmenso esteral, nos seal el camino al ro Apa. Como era de esperarse, nuestra fuga alert a la mesnada oficialista y se lanzaron en nuestra bsqueda, con rdenes de disparar a matar. Debimos escondernos en ms de una ocasin ante el ronronear de motores de aviacin o cascos de caballos, lo que retrasara an ms nuestro precario paso. Nosotros, el segundo contingente de fugados, tardaramos ms en llegar a la frontera, ya que el primero, un mes atrs alert a los milicianos fronterizos y se redobl la vigilancia en toda la zona norte. Antes de partir, disparamos contra la radio del cuartel, pero el
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periodista Madelaire, arranc las vlvulas enmudecindola para evitar contactos con Asuncin. Adems, el soldado que debimos neutralizar, dispar contra nuestros compaero Cecilio Cano e Ino Rojas hirindolos, aunque no de gravedad. Esto retrasara an ms la conquista de la libertad, pero decidimos llevrnoslos de todos modos. En la prisa por fugarnos, olvidamos algunos implementos de curaciones que buena falta nos haran despus, aunque el doctor Perrota tena analgsicos, cicatrizantes, algunos antibiticos y algo de alcohol. Ello, providencialmente salv a una parturienta, esposa de un campesino de la regin. Tras la rendicin de todos, menos del comandante Luraschi, el cual huy hacia el pen sur de la isla, como liebre ante un zorro, abordamos las canoas, presos y centinelas unidos en un slo ideal: Huir de una patria sojuzgada por criminales. Los ahora prisioneros nuestros, fueron encerrados en el amplio depsito de vveres y neutralizados momentneamente. Curiosamente, la gran canoa del destacamento se llamaba "el vencedor" y a su bordo cruzamos hacia el este, desde donde nos dirigiramos hacia el norte, hasta las riberas del Apa. Tras dejar la canoa al garete, caminamos hasta la medianoche, con el herido Cano a cuestas, delirando de fiebre. Las balas del mauser le atravesaron un hombro y parte del pmulo derecho. Debi-
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mos atravesar lagunas, lodazales y esteros, siempre a vista de una alambrada que era nuestra referencia. Finalmente, debimos dejar a Cecilio Cano con el doctor Perrota, un hermano de aqul, Gregorio y otro voluntario, Martiniano Cabrera, los cuales buscaran la manera de llegar a algn rancho para curar al herido y proseguir sin estorbar a los dems. Un solitario avin NA AT6 de entrenamiento artillado, estaba a nuestra bsqueda y el bramante ronquido de su motor nos espoleaba el nimo y asordinaba el latido de nuestros corazones. Evidentemente, estaba basado momentneamente en Concepcin y seguramente se relevaba con otros aparatos para barrer el rea de fuga, pero ya estbamos jugados y dispuestos a morir peleando con nuestras escasas armas y municin, decomisados del cuartel de Pea Hermosa. Podamos intuir que nos esperaba lo peor, caso de caer en manos de los cancerberos del rgimen. Eso por lo menos, ya lo experimentamos en pellejo propio con anterioridad. Pudimos imaginar adems, la furia del-que-te-jedi y las puteadas a sus perros de presa. La habrn comido pesada los militares y policas. El rubio no perdonaba fallas ni fracasos, salvo a sus parientes cercanos. De creer en sus apologistas, sus parientes habrn aumentado a causa de las innmeras hazaas erticas que le atribuan y la cantidad de mujeres que segn relataban, pre para su solaz. Siempre
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los mandones tienen su corte clnica prendida a las tetas patrias como garrapatas famlicas. Seguimos creyendo que nos faltaba poco para alcanzar el Brasil, una vez cruzado el interminable esteral de filosas espadaas, caraguataces y pajonales barrosos. Y descalzos encima. A veces perdamos de vista el alambrado y, tras rodeos, lo recuperbamos y proseguimos avanzando. Cuando pasaban los aviones, era preferible mimetizarse entre los escasos rboles o permanecer semi sumergido en las interminables lagunas de malsanas aguas estancadas que cruzamos. Ni recuerdo las veces en que estuvimos a punto de ser interceptados por patrullas de a caballo o de a pie. A veces, apenas respirbamos para no ser delatados por el movimiento de las hojas o los chircales que cobijaban nuestros huesos, forrados apenas de seca piel curtida de soles y azotes. Para colmo, el pobre Servin Brizuela debi sacrificar a su fiel mascota, el cachorrito Coat. Primero con un golpe en su cabeza que hizo gemir al pobre animal, y luego con un cinto con que otro compaero ahorc finalmente al perrito, a fin de evitar que nos delataran sus inocentes gruidos. Las penurias llegaron a tales extremos que uno de los nuestros, tras el colapso de su vitalidad, se arroj a un costado del sendero y gritando que prefera quedarse a morir all. Resolvimos dejarlo descansar un da, por lo menos. Tras esto, reanud de buena gana la marcha a la libertad.
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Record a famosos fugados de la historia reciente. Churchill, de una prisin ber en Africa del Sur; el as de la Luftwaffe Franz von Werra, huido de un tren en Canad, tras varios intentos. Todas las fugas tienen un comn denominador: no hallarse a gusto en cautiverio, y menos si ste est acibarado por la hiel de la humillacin y la brutalidad irracional. Militares o policas, con sus honrosas excepciones, estaban provistos del veneno de la crueldad inmisericorde. Y stos, generalmente, eran los de menor longitud de lpiz. Es decir: ignorantes supinos, con ms instinto que raciocinio. Tenan ese espritu esclavizado del fantico impenitente y del lacayo servil. La dignidad
estaba fuera de su vista; la serenidad y mesura, a una altura inalcanzable para su escasa visin de aves de corral. Y lo ms degradante era el hecho de que muchos se dejaron manosear por el poder, de proprio sensu. Lejos quedaban los altos valores y virtudes del guerrero caballeresco del medioevo, del monje-militar de honor y valor. Nada hubo quedado de todo ello. La milicia, post belle poque adquiri la brutalidad eslava, la doblez fenicia, el cinismo angloamericano, la prostituidad francesa; la crueldad germano-japonesa y el desenfado e irreverencia de Italia, matizado con algo de hipocresa hispnica. De todo esta melnge ideolgica y consuetudinaria, naci la doctrina de la seguridad nacional, impulsada desde el Pentgono, Wall
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Street y La City. La fuerza bruta hecha ley al servicio de La Empresa. Del Big Business en suma. El Brasil tiene una larga tradicin de sometimiento a los capitalistas. Primero la West India Company angloholandesa de la Logia de Orange, luego las mega-empresas norteamericanas. Paraguay, partido totalitario mediante, sometido, a su vez, al sub-imperio verde-amarelo. Los nmeros cierran. Kubitschek, construye una moderna capital para un pas de noventa millones de miserables parias y barrios blindados de lujo para la minora opulenta de Ro y las megalpolis del sur industrializado. El rubio, iniciado en las logias masnicas brasileras y hombre incondicional del Brasil, tras su curso de Estado Mayor all, ser el artfice de la penetracin (sin vaselina, pre supuesto) de capitales, tecnologa y produccin del vasto imperio esclavista del siglo XX. Un gigantesco puente se proyectaba sobre el Paran, amn de compartir proyectos energticos de largo aliento y cesin de soberana mediante ser succionados los recursos del Paraguay hacia las fauces industriales del rapaz tiburn del Cono Sur. Por fortuna, Jotak cedi el trono de don Pedro II a Janio Quadros, un tecncrata de izquierdas poco amante de sistemas feudales como el paraguayo o el modelo de su propio pas. Lo que no pensaba ste (ni nosotros), era que iba a durar muy poco. Tres aos ms tarde, un mariscal muy castillo pero poco blanco conquistara la pre-
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sidencia en olor de carroa. El Proyecto deba continuar, bajo la frula de las multinacionales sedientas de recursos. Sabamos que no podramos hacer nada para evitar el expolio de mi pas por el Brasil, e incluso la ocupacin, pacfica pero no menos agresiva, de nuestras fronteras. Lo sabamos, pero pese a ello, lo intentamos. Ignorbamos que Lpez muri para siempre. Nadie pensaba en oponerse seriamente a la hegemona brasilera en el Paraguay, mediante la colocacin en el tablero geopoltico, de un general paranoico y cruel que coadyuvase en el sometimiento del pas a los intereses lusoamericanos. Y he aqu, nosotros huyendo de los perros rabiosos de Stroessner, buscando amparo en la nacin que est destinada a fagocitarse al Paraguay, hasta la ltima vaquillona, el ltimo rbol, el ltimo pedazo de tierra cultivable y el ltimo tomo de dignidad. De pronto pensaba: Valdra la pena entregarnos a nuestros dos veces geofgicos verdugos? o simplemente batirnos a tiros con nuestros perseguidores, hasta caer acribillados por veloces moscas de plmbeas alas y sulfrico aroma. Tampoco ignoraba que, si bien los colorados en el poder con la tri-ilogia de partido colorado, Estado & fuerzas armadas, simpatizaban y permitan el dominio "paternalista" del Brasil, los liberales, desde la posguerra del setenta fueron punta de lanza de la hegemona portea. Si bien en los papeles somos un Estado, en la prctica somos sub-estado sometido a un macrofeudalismo
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pseudo republicano. Qu podra importarle al Brasil una tirana atroz, si sta serva a sus intereses? Seramos bienvenidos en un pas que lucraba con nuestros recursos, nos venda cuanto le vena en gana y nos quera usurpar una parte del Salto de Guair para sus fines energticos? Paso a paso, avanzando hacia el ro Apa, con la tristeza de haber tenido que matar a nuestra mascota reflexionaba yo, mientras me mantena alerta ante posibles incursiones de tropas en la frontera. Ahora eran dos los aviones de reconocimiento que nos rastreaban desde el aire. Por fortuna los pilotos eran quiz novatos en el arte de la cacera humana... o simplemente fingan no vernos. Hay que reconocer que los oficiales de la fuerza area, no eran tan hijos de puta (perdonen, magdalenas del mundo), como sus pares de infantera, artillera o caballera a quienes tuvimos el disgusto de conocer. Duarte Vera era de caballera, como todos los petisos que, con botas, espuelas y todo, no pesaban lo que un pollo de cuarenta das. Napoleones del subdesarrollo con veleidades de Calgula. Varias veces debimos dispersarnos ante pasadas rasantes de los cazabombarderos NA-AT6 de ruidosos motores y lentitud exasperante. Para colmo, los motores no ronroneaban al unsono y daban la impresin de no estar bien regulados. Parecan no habernos visto, aunque la pantanosa vegetacin no daba para mimetizarse demasiado. En llegada la noche, proseguimos sigilosamente en fila india,
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aunque uno de nuestros compaeros, Inocencio Rojas, estaba delirando de fiebre y con dos agujeros de mauser (ratonero, en alemn) 7,65 en el omplato. Debimos dejarlo en un bosquecillo, ya cerca de las riberas del Apa. Acab el alambrado. La frontera est cercana pero no debemos bajar la guardia y caer en una celada. La excesiva tranquilidad del lugar es harto sospechosa. Enviamos una avanzadilla a vanguardia en medio de la noche para aguardarnos all. La sed y el sol son insoportables compaeros de ruta y debimos tomar tragos de agua de charcos, tras las largas lluvias que nos acompaaron por casi seis leguas de extenuante travesa con el corazn en vilo y la mente en tensin permanente. Mas, el hecho de estar a prcticamente un paso de la libertad nos daba fuerzas suplementarias y nimo extra para llegar a la homrica meta de la libertad, aunque no estbamos muy seguros de la recepcin verde-amarela. Tras horas de angustiante incertidumbre, los punteros nos avisan que el ro Apa est a menos de seiscientos metros. Una pavada, despus de casi cuarenta y ocho kilmetros de pestilentes pantanos y marismas norteas. No dudamos de que Perrota y los otros no tardaran en reunrsenos. Algo me lo presagiaba. Avanzamos sin moros en la costa. Un lugareo nos haba asegurado que en un poste cercano a las orillas, habra una trompa de cuerno de vaca, audible a varios centenares de metros, que serva para llamar al canoero de la
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orilla opuesta, donde el Apa tributa su caudal al ro epnimo. Era un paso habitual de boyeros, troperos y macateros de contrabando. All nos aguardaba la dulce libertad amargamente conquistada. Tras intentar en vano hacer sonar el turullo, como lo llaman los brasiguayos, esperamos pacientes en un escondite cercano. Luego un tropero lleg y an sin vernos lo hizo sonar. A poco, aunque con exasperante pachorra, el canoero de la orilla opuesta se desliz hacia nuestra ribera. Cuando llegaba, aparecimos ante ellos, quienes sin duda se espantaran ante nuestro aspecto, ms miserable que truculento. Explicamos en portuol nuestra situacin y, tras corto cabildeo, nos embarcamos los que pudimos. Dos quedaron, pero nos siguieron medio a nado, aunque el Apa suele ser torrentoso en tiempo de lluvia, no era demasiado profundo, ms que en el centro y todos llegamos al Brasil, dando hurras a la libertad. Tras conducirnos a una fazenda cercana, los boiadeiros (troperos) nos dejaron all para reponernos de las fatigas y especialmente del hambre que corroa nuestras entraas sin compasin, tasa ni medida. La sed, la saciamos durante el cruce del Apa, tambin sin medida. Al da siguiente, bien comidos, dormidos y descansados, nos condujeron al cuartel de Porto Murtinho, donde el comandante, capitn Saraiva de Albuquerque nos anuncia que quedaramos all, no como
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detenidos, sino para nuestra seguridad, ya que los esbirros del tirano sabran dnde nos hallaramos y podran eventualmente atentar contra algunos de nosotros. Poco despus, el doctor Perrota y los hermanos Cano y Cabrera irrumpen de sorpresa para alegrarnos en el da de la independencia del Paraguay; 14 de mayo de 1961, denominacin de nuestro fallido movimiento, adems. Tras esto, nos llevaron a Aquidauana, donde fuimos recibidos por el mayor Joo Baptista De Oliveira Figueiredo, futuro presidente del Brasil, el cual lo hara retornar aos ms tarde al estado de derecho tras una larga dictadura militar. Luego, fuimos conducidos a So Paulo en dos aviones de la Presidencia de los Estados Unidos del Brasil. All nos documentaron como exiliados y pudimos trabajar o retornar a Buenos Aires algunos. Tras tantos sufrimientos, ramos libres, aunque nuestra nacin debera esperar muchos aos ms, gimiendo bajo el Operativo Cndor para poder decir lo mismo. Y todo el resto del continente adems.
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Serenata para la Muerte
Elvino Monturiol enfund su fiel cuchillo, previo enjuague de la mancha delatora de sangre de su rival. Tom su guitarra seductora y andariega y la enfund de la misma parsimoniosa manera que a su pual: con uncin ritual y hasta con devocin casi pagana. Su montado, lo esperaba piafando impaciente en el palenque del local donde tuviera lugar el duelo con Mastuerzo Gmez, frustrado novio de la hija del propietario del almacn de ramos generales y estanco de aguardiente del pueblo. Los dems parroquianos, no atinaron a reaccionar ante el desenlace entre otras cosas, porque el duelo fue de igual a igual, aunque Elvino Monturiol haya sido ms veterano que su rival. Este, era un mozalbete de pocas pulgas y algo concubinado con la bebida. Nadie sali en su defensa ni lo asisti en su breve agona tras el tajo mortal del pual cachaspintas. No gozaba el finado de mucho aprecio por su prepotencia alcohlica y su brutalidad.
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Hasta la Rosita, su ahora ex novia, dio un largo suspiro de alivio. Tan largo que casi la dej sin resuello y amoratada, porque ese suspiro vala doble: uno por librarse del Mastuerzo y otro por el forastero. En cuanto a Elvino Monturiol diestro guitarrero y cantor, era poco conocido en el lugar. Un arribeo, con todas las de la ley, andariego y con varios oficios de subsistencia, aunque el que mejor desempeaba era el de serenatero de los enamorados de cada lugar que visitaba. Su guitarra pareca haber sido hecha para l y su voz, la que si bien no era la de un bartono lrico, tena la rara facultad o virtud de enternecer a las damiselas y reconciliarlas con sus novios, amantes o novillos de ocasin, generalmente tras una ruptura dramtica de relaciones, o un reencuentro tras largo viaje. Elvino Monturiol, aunque gustaba de cantar o improvisar versos, era de pocas palabras y ms silencioso que una sombra, cuando no estaba con la msica. Pero por otra parte, las agraciadas con sus serenatas quedaban prendadas de l, generndose a veces trgicas confusiones, como la que diera inicio a este relato. Mastuerzo Gmez, tras ser echado de la casa de su novia por agredirla en celos, entre otras cosas, contrat... o mejor, intent contratar a Elvino para una serenata de reconciliacin. Prepar una botella de aguardiente de caa para entonarse en la ocasin. Haca poco, tras discutir por celos con la Rosita, le asest tres sonoros
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soplamocos y el padre de sta lo despidi con cajas destempladas, prohibindole regresar. Lo que ignoraba ste, es que la Rosita ya haba recibido y de buen grado, por cierto una serenata, quedando prendada de las buenas maneras del cantor. El caso es que Elvino se neg a cantar para el Mastuerzo Gmez, conociendo sus antecedentes de bravucn y pendenciero; y por haberse ste propasado con la Rosita Arls. Mastuerzo insisti con su pedido, pensando que sera cuestin de nmeros o de efectivo, pero el cantor se mostr irreductible como quebracho. Mastuerzo dej de insistir, pero se hizo el encontradizo en el boliche del padre de la Rosita tras llegar en avanzado estado espirituoso, desafi a duelo al cantor que se hallaba matando el tiempo y aguardando algn enamorado en cuitas. El viejo Arls intent
echar al camorrero de su negocio, pero ste esgrimi un pual de respetable envergadura. Ante esto, el cantor se quit el poncho (era una noche fra y hmeda de julio) y enarbol un cuchillo de menor tamao. Quiz por estar sobrio o por dominar el oficio, dio rpida cuenta del buscabroncas y, tras saludar a la concurrencia, mont en su zaino malacara alejndose del lugar. Rosita Arls casi sinti deseos de correr tras Elvino, pero se contuvo y se encerr en su cuarto a soltar lgrimas a raudales; aunque no por el Mastuerzo Gmez, hijo de un mandams poltico de la zona, sino por quien la liberara
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del mismo y estremeciera su corazn con una serenata inolvidable. Elvino Monturiol, al trote corto y sin prisa alguna, iba poniendo distancia tras el homicidio, como quien nada tiene que temer de nadie. Incluso hizo un alto en la noche negra, para hacer una marca en la empuadura de su inseparable arma blanca. Tras hacer un recuento de los finados que trasegara con su yvapar de filosa hoja, decidi descansar un poco al garete. Busc un confortable abrigo en la ladera de un cerro y se dispuso a capear la noche. Encendi un fogn, bajo la saliente de roca del cerro que costeaba el camino. Nada le costara seguir y seguir, casi siempre dejando algn muerto o herido tras de s. Lo curioso es que Elvino no era afecto a la bebida; ni siquiera enganchado a las farras, tan comunes en los msicos y sus oyentes. Apenas probaba aguardiente, o simulaba hacerlo para no ofender a quienes lo convidaban ocasionalmente, que no eran pocos que se diga. Eso s, era gil y rpido para defenderse si lo desafiaban; aunque en lo posible trataba de evitar enfrentamientos con beodos, sabiendo de antemano que iran al infierno o donde les tocase rendir cuentas de sus chapetonas y zipizapes provocados. Por lo general, acostumbraba a no quedarse donde hubiese efusin de sangre, mortal o no. No por temor a la ley que no la haba en el campo ni en poblados rurales en ese entonces, sino a la venganza aleve y traidora de los adictos al finado, o de sus parientes.
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Nunca hubo derramado sangre sin motivo, ni de otro modo que no fuese frente a frente y a lo macho; pero su destino era el desatino de andar y andar sin solucin de continuidad por los caminos de la campia paraguaya buscando quin sabe qu. A lo mejor ni l mismo lo saba. Pareca que sin quererlo quiz, fuera enviado por la Muerte a cosechar almas transgresoras, para el ms all. Se haba convertido en matador casi sin darse cuenta a causa de un malentendido, si se quiere insignificante. No pudo evitarlo y, por no tener an arma alguna, tuvo que defenderse de la agresin destrozando su guitarra por el crneo de su agresor, rematndolo luego a golpes de puo. A raz de esto, resolvi cuidar en adelante su guitarra, hacindose de un pual cachaspintas, elaborado por un ex presidiario de la crcel pblica. Sacando cuentas, cosa que pocas veces hizo, dedujo que deba siete muertes y cinco heridas graves, a otros tantos oponentes circunstanciales. No vea trazas de parar en su macabro rol de vengador de la nada o auxiliar de la muerte, como pen de zafra del infierno. Es cierto que todas sus vctimas eran gente poco deseable o indeseables rasos, pero siempre, tras sus duelos, le quedaba en la boca el sabor amargo de algn finado ms en su haber. Poco a poco, el mapa del pas le iba quedando chico para su eterno peregrinar, ya que a su fama de cuchillero, le segua a corta distancia su menta de cantor y guitarrero querendn. Especialmente
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entre las damas y jovenzuelas romnticas que mucho abundaban, tras las casi treinta mil bajas masculinas de la recientemente concluda guerra del Chaco. Por otra parte, el carcter de Elvino Monturiol era apacible y hasta bondadoso. No en balde, la naturaleza lo haba ungido con el don de la msica y el canto sabiendo adems componer e improvisar versos para quienes se lo pidiesen, ducho en cicatrizar alguna herida del alma o abogando para reanudar interruptas relaciones con la contraparte sentimental de sus clientes. Se senta a veces como
enviado de Eros an sin conocer mitologas forneas, o mensajero de Tnatos y Hades; a veces mdico espiritual y otras, heridor de cuerpos. Sonri tristemente hacia s mismo, al comprender poco a poco tal anttesis existencial. Dicotoma absurda, si se quiere, considerando lo poco agresivo que trataba de ser. Encendi un habanillo casero de negro y picante tabaco en el rescoldo y tras intentar dormir no sin antes domar a las ideas que tomaran su mente por asalto, renunci a tal pensamiento. Los muertos pesan en la memoria, especialmente sobre la de alguien que desea tener conciencia y ser responsable de sus actos. Tom su guitarra e intent componer algunos versos, pero slo le salieron alusiones panfletarias a s mismo. Le era difcil dormir con la csmica msica de la noche del omnipresente bichero ruido-
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so y las ominosas manchas de sangre sobre su poncho, que pocas veces se tiera de la suya, sino de la ajena. Seguramente la Muerte le estaba debiendo un buen salario con propina incluida por sus servicios a ella. De su guitarra brotaron acordes primero, arpegios despus, y su voz, finalmente desafiando al estridente silencio del camino, coreado por la mansa llovizna y el canto del viento sur por los pajonales y caadones, intentando limpiar el cielo. Por fin, al filo de la madrugada fra y hmeda aunque ya estrellada, pudo pegar los ojos del cuerpo; aunque los del alma, seguan viendo salpicones rojos y negruzcos. Qu diablico ngel tendra l por custodio? Qu misterioso sino lo marcara con el estigma de Can? Sera la misma Muerte su hada madrina o santa patrona? Tal vez nunca lo supiese. Seguira buscando un lugar donde echar simiente. Su propia tierra sin mal, donde no hubiese motivos para desenfundar el fierro y envainarlo en un cuerpo ajeno, por una ofensa real o supuesta. Elvino Monturiol pudo soar lo suficiente como para velar despierto dos noches o mil noches ms. Al alba bostez y se prepar una calderilla de mate amargo, antes de seguir deambulando por la geografa de una patria donde naciera y que nunca fuera suya. Se senta sapo de otro pozo, doquiera hollase con sus botas de media caa o sus alpargatas domingueras. Apenas se aquerenciaba en una
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regin, cuando algn celoso lugareo vea con malos ojos que las ms lindas del pueblo se derritieran, como velas de funeral veraniego, por el arribeo cantor. Ni bien se haca de nombre en un oficio cualquiera, cuando deba responder a alguna agresin o simplemente esquivar la costilla a un puntazo de traicionero acero sicario. Todo el santo da, y a paso de entierro, hizo camino y polvareda con su zaino malacara. Muchos paisanos ya saban de su ltima hazaa y algunos lo saludaban, agradecidos de que los librase de semejante alimaa humana. Pero las doncellas y no tanto comenzaban a temer de l y a esquivarle sus favores, a causa de saber acerca de sus quehaceres extracurriculares. Todo esto lo volva ms hurao, hosco y lacnico da a da. Pas por pueblos que desconocan sus antecedentes de matador, pero apenas lo oan cantar, relacionaban por analoga con su contraparte cuchillera y le hacan el vaco o poco menos, especialmente los hombres del lugar. Pese a aparentar madurez juvenil, Elvino Monturiol tena la edad indefinida de los inmortales y la memoria infinita de los mortales en cada uno de sus escrutadores ojos color de viernes de dolores. Su guitarra, enfundada en la grupa del zaino, iba oscilando como si adems de sonar, quisiese danzar sola. A varias leguas de donde agujereara el apellido al Mastuerzo Gmez, hizo un alto nuevamente. Sinti necesidad de sorber unos mates y taer su guitarra. No desistira
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de componer alguna endecha apasionada para alguna amada infiel, pese a que todo su repertorio serenatero era ajeno hasta entonces. No poda escribir versos que no fuesen de rebelin y de pesimismo anmico; o entonar poemas de denuncia o de mordaz cuestionamiento al poder, salvo que le pagasen por hacerlo en ocasiones especiales y para algn cliente. No posea otra amante clandestina que la Muerte y slo ella reinaba en su vida de paria itinerante. El amor se le mostraba esquivo como la suerte al jugador compulsivo y sus afanes de formar nido, eran cada vez ms difusos y dispersos. Tal vez no le quedase otra que seguir vagabundeando, guitarra en grupa, por esos caminos hasta que alguna vez alguien ms afortunado o ms hbil que l, lo despenase de una pualada, o con un candente y alevoso plomo del treinta y ocho. Hasta entonces, slo le cupo continuar deambulando de aqu para all, hasta que no le quedase nada por recorrer y cayese en manos de la polica o de un matn a sueldo de algn enemigo viejo. Por de pronto, no saba si juez alguno estaba tras sus pasos por homicidio o por denuncias de alguien. Simplemente, pareciera como que su suerte estuviese amparada por la mismsima muerte. Y en eso estaba pensando esa noche a la vera de un camino, frente a un fogn hospitalario. Por qu no cantarle una serenata a la Muerte? Despus de todo eran casi amantes, de tanto flirtearse y driblearse
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en los entreveros de puo y cuchillo. Mas no senta inspiracin para ello. Tal vez llegara el momento, pero ahora no se daba maa para versear a la parca y desearle larga vida, con perdn del oxmoron. De pronto, en medio de la humareda de su fogata, densa por dems, le pareci divisar una forma sugerente que le sonrea entre dientes. Y nada mejor expresado. No tard en definirse lo indefinible y poco a poco, la humareda fue tomando forma, hasta que frente a l se consolid la imagen de su vieja compaera de correras y santa patrona de su pual. Elvino nunca la haba visto de cerca, aunque a veces en algn entrevero de machos pudo sentir su glido aliento soplarle la frente. Incluso en algunas ocasiones casi la tuvo frente a s, como para citarlo definitivamente a sus dominios oscuros, sin billete de retorno. Y de tanto tenerla tan cerca y tan lejos y de llevarla envainada en la cintura, el cantor le perdi el miedo. Lo nico que hizo en esta ocasin, fue fregarse los ojos por si la picazn de la humareda le hiciese ver irrealidades. Cuando se convenci, de que ella efectivamente estaba all, debi rendirse a la evidencia. Sin sorprenderse para nada, se encogi de hombros y con un gesto indiferente la invit a tomar mate y a tomar asiento en cualquier piedra de las que haba por all. Ningn arriero que se preciara de tal, dejara de compartir el fo-
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gn, el mate y el magro asado de charque. Y menos an con tan honrosa compaa. Finalmente la silenciosa figura de blanca tnica y filosa guadaa se acerc al guitarrero y le pregunt a rajatabla: Por qu no me has dedicado alguna cancin a m, que tanto hice para evitarte daos, guardndote hasta ahora de las armas de tus enemigos? Ah! doa La Muerte respondi el cantor, nunca pude tener a quin cantarle canciones de amor de mi cosecha, justamente a causa de mi mala fama de cuchillero y por la insistencia suya en declararme su auxiliar en la tierra para enviarle almas. Me ha faltado inspiracin para esto. Adems, ya tendr tiempo de cantarle, cuando me toque ver crecer races de ciprs en algn camposanto, si es que no quedo a la orilla de un camino con algn traicionero cuchillo en mi espalda, dando de comer a las alimaas. Usted sabe mejor que yo mi situacin. Justamente acabo de pensar en dedicarle algo, pero usted me debe ms a m, que yo a usted. Creo que tienes razn Elvino. Pero no vine a llevarte ahorita mismo, sino a charlar contigo sobre tus habilidades de guitarrero y cantor de alma. Eso no lo lleva cualquiera y tienes el privilegio de haberme conmovido; desde que ellos me ordenaran que te llevase conmigo hace tiempo. Cuando fui a buscarte, justo estabas cantando una serenata a quien sera la causa de una pelea, y sabrs que prefer llevarme a tu rival en el duelo. Y cada vez que me envan a
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buscarte, tomo a otro en tu lugar. Quiero que ahora toques para m, pero aqu en la tierra. No voy a poder llevarte conmigo con guitarra y todo, as que si quieres seguir viviendo a salvo de peligros y amenazas, te pedira que me dedicases tu canto y tu msica. Nada ms que eso. Es una amenaza o una orden? pregunt el guitarrero medio desconfiado a la flaca vestida de sbanas de humo que tena enfrente suyo. Tmalo como prefieras. Salvo que quieras ir ahora conmigo. Tu hora ya ha sonado hace tiempo, pero tu voz me ha conmovido y por ello an te he preservado del juicio de ellos... Y quines son ellos? Acaso los dueos del infierno, o lo que fuese? pregunt nuevamente Elvino, curioso y sin temor alguno. Los encargados de juzgar tu conducta y tus actos. Nada personal. Pero si prefieres dejarlo todo y seguirme, te llevar, aunque muy a pesar mo. En los miles de aos que llevo cosechando vidas, nunca encontr alguien que pudiera conmoverme, hasta el punto de desobedecer a quienes me envan. Deberas sentirte halagado. Halagado, por tener que matar para no morir? Halagado por tener que huir siempre de la venganza, dejando atrs a quienes podran aliviar mi soledad? Ests de broma, supongo. Puede que decida irme contigo y termine de una vez con esta soledad... y debes saber que no te tengo miedo. No me conmueves tampoco.
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No te pido mucho dijo ella, medio en tono de ruego asordinado. Tan slo una serenata. Tantas has dado en tu vida y me la niegas ahora, despus de haberte protegido de tus adversarios. Deberas ser ms agradecido. Por otra parte, est en mis atribuciones, negarme a llevarte y dejarte deambular por los caminos por toda la eternidad. Con o sin guitarra, slo te acompaaran tu montura, tu fama y tu pual... Me temo que ests jugando sucio, doa La Muerte. Hasta hubiese preferido que en mi primer duelo me mataran. No puedo olvidar los ojos de alguien, a quien am hace mucho tiempo. Tuve que dejarla, por ser eternamente perseguido de la fatalidad. A causa de mi canto, hecho para la paz y el amor, deb mancharme con sangre ajena. Debo agradecerte por ello? Mi don de cantar no viene de ti, sino de otro poder; por tanto, no puedo complacerte ahora. No estoy inspirado y necesito otra cosa. Alguien que me quiera como soy, sin exigirme lo que no puedo dar. Pero cmo puedes entender esto, si ests condenada a arrancar almas de los cuerpos por quin sabe quines? No. No puedo cantarte ahora. Si quieres llevarme a donde no se vuelve, hazlo, o djame en paz con mi guitarra y mi soledad. Espero que cambies de idea. Hace millares de aos que no conozco el reposo. Me siento agotada y harta de sealar a los marcados por el ndice inexorable del tiempo. Acaso crees que me re-
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sulta agradable esta tarea? Si por m fuese, estara descansando definitivamente y con las manos vacas exclam enarbolando la guadaa. No voy a llevarte ahora, pero seguir tus pasos hasta que decidas dedicarme una cancin que me haga estremecer y cicatrizar mi soledad de siglos. Si lo haces, te prometo que cuando te lleve conmigo, no lo ser en larga agona ni dolor, sino en la paz de los bienaventurados... Cmo puedo aspirar a la paz de los bienaventurados, como dices, si tengo siete muescas en la cacha de mi facn? respondi Elvino Monturiol interrogativamente. Se sorprendi de s mismo y del modo en que se expresaba, contrariando a su laconismo habitual. Defenderse no es delito. Nadie te pedir cuentas si no has provocado t las peleas. No tienes nada de qu arrepentirte y debes saber que, cuantos me has enviado, eran sujetos dignos de castigo. Ninguno de ellos fue un dechado de virtudes. No has hecho ms que adelantarles el trnsito. Creo que te dejar ahora para que te inspires y me dediques algo de tu arte. Adis. Diciendo esto, la visin se esfum entre la densa humareda del fogn de la madrugada de una fra y estrellada noche de julio. Elvino qued pensativo acerca de si todo fuese una visin, o un delirio provocado por algn yuyo raro que pusiera en el mate. Finalmente, se tendi sobre su poncho y arrebujndose, trat de dormir. No pas mucho tiempo para que sintiese los picantes rayos del sol atravesn-
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dole los prpados y obligndolo a levantar su magro campamento. Su zaino caracoleaba impaciente de salir a tomar por asalto al camino con su amo. Se dirigi al cercano arroyito que cual pual de cortante filo atravesaba el sendero pedregoso que pasaba por all y no conducira seguramente a ninguna parte; o a todas, como los omnidireccionales caminos de Roma. Tras lavarse en las casi heladas aguas, carg la cantimplora, que guardara como recuerdo del Chaco en guerra y ensill su zaino. Su fiel guitarra, lo aguardaba ya en la grupa, como rogndole que la llevara lejos de las injusticias y maldades humanas. Tras el preludio, mont de un salto y sin espolear a su corcel, se dirigi siempre hacia adelante. No tema a la muerte que, seguramente, estara tras sus pasos y andanzas para forzarlo a cumplir con su pedido. Intentara complacerla, si pudiese hilar versos, como los que, aos ms tarde, grabara algn trovador castizo, en un futuro imperfecto: Muerte paranoica, estrecha, entrometida. Muerte que no mueres, en tanto que haya vida. Muerte, yo te escupo, que el Diablo te bendiga Mala muerte tengas ay, muerte de mi vida!. No. Decididamente no estaba para cantos tanatoflicos ni gustaba de la necrofilia vulgar de los futuros jvenes de fin de siglo, devotos de Morrison, Cobain, Hutchence y otros juglares de acero inoxidable y prematuro final.
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Muerte, gula eterna. Te invito a mi comida. Muerte, hambrienta esposa, mi carne est servida. Muerte, parto inverso, partida mal parida. Mala muerte tengas, ay, muerte de mi vida.* Elvino Monturiol, era un tipo ledo. Al menos cuando tuvo oportunidad de atrapar algn libro; pero sus correras lo alejaban cada vez ms de las letras, como si precisara ms de cifras que de frases. Si bien poco o nunca, oy la palabra lgica, era un filsofo innato. Rpido para el gracejo, el apstrofe o la irona. Sus versos eran
certeros, cual frutos de Cyrano redivivo en las campias nativas; o los de un Quevedo reencarnado en un cuchillero sudamericano. Es arma tan blanca la espada caballeresca, como el facn criollo y tan veloz y punzante la lengua americana como la de Cervantes; el pensamiento mestizo austral, no tiene menos intelectualidad emprica que la mente boreal ms cultivada en silenciosas e interminables bibliotecas. No se debe soslayar que el humano es un misterio insondable, en cuanto a esencia, y abstraccin semntica o tautolgica del hacerse a s mismo. Elvino sonri para s en lo profundo de su conciencia. Si hasta le caa simpaticona la figurota que su mente le mostraba, salida de una iconografa medieval, como la huesuda aparicin de la noche anterior. Pese a que siempre tuviera la sospecha de que l era
* Luis Edurdo Aute, cantautor hispano filipino.
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la reencarnacin de la misma muerte, o por lo menos su pen en el valle de lgrimas llamado Mundo. No es preciso intentar describir los enredos psicolgicos de un personaje fuera de serie como Elvino Monturiol; mas fuerza es reconocer que en su simpleza y sencillez, era una persona muy compleja. Medio creyente, medio dudante; ateo pero no tanto y justo como un pobre de espritu. Era dos seres en uno, y precisamente ello era causal y raz de su conflicto interior de desdoblamiento bipolar. Por otra parte, hay que remontarse al contexto de los aos treintitantos, que no se caracterizaran precisamente por su racionalidad. Todo era posible, hasta lo imposible. Elvino, se aproxim a un pueblito, ms perdido que gorrin en aeropuerto; que a lo sumo tendra unas veinte familias, encasuchadas en una barrosa calle con manchones de maleza y pretensiones de gramilla. La vida tendra un ritmo ralentado, a tal punto que en vez de rias de gallos, apostaban en carreras de caracoles a cinco pies por hora. Tras saludar a un lugareo, Elvino pregunt si alguien necesitara de un bracero para alguna minga o manos para alguna changa, indicando que estara a disposicin en el boliche del pueblo. Veinte minutos ms tarde, recalaba en el almacn para renovar su provisin de tabaco, yerba, charque, fideos, algo de sal y cuerdas de tripa para su armnica y melodiosa compaera.
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Es usted msico? pregunt el comerciante al servirle las cuerdas que pidiera el arribeo, y percatarse de las femeninas formas de su guitarra, an enfundada en la grupa de su zaino. Un cabeceo casi imperceptible seal la afirmacin cautelosa de Elvino. No fuese que alguien lo sealara como el cuchillero cantor, del cual alguno habra odo mentar en corrillos de fogn o de aguardiente y barajas. No gustara de hacer un poco de msica en mi local los sbados y domingos? pregunt el comerciante. Le pagara doscientos pesos fuertes y comida gratis, por entretener a mis parroquianos. Supongo que piensa quedarse por aqu... Slo si encuentro algn conchabo, aunque sea temporal respondi Elvino. Recin habl con unos paisanos, por si alguien precisara de algn ayudante. Conozco algunos oficios y tengo mis herramientas, menos azada, pala y machete. Desde curar bicheras, y atender pariciones. Tambin he aprendido a estirar alambradas y reparar cercos. No ha de faltar eso, y como todos son clientes de la casa, puedo recomendarle a alguno que precise algo. Si quiere le puedo prestar una parte del galpn de acopio que tengo al fondo para quedarse. Este pueblo es demasiado aburrido sin un msico y ni victrola tenemos . Sera un honor para nosotros escuchar sus compuestos. Acepto, don...
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Me llamo Salomn Duarte y usted? Dud un instante casi terno para responder, pero finalmente dijo medio de costado. Me llamo Elvino, servidor. Y agradezco su hospitalidad. Espero no incomodar a su familia, don Salomn. No tengo familia. Soy viudo y mi nico hijo muri en Villamontes, durante la contraofensiva del 35. Casi estaba perdiendo las ganas de vivir. Soy medio viejo para atender todo esto y buscar pareja. Instlese por ah y pngase cmodo. El viajero agradeci al bolichero su amabilidad y tras acomodar sus magras pertenencias en el lugar indicado, dio un vistazo por el sitio y decidi dar una mano al propietario. Comenzara por desmalezar el patio, sumido en la dejadez, y luego reparara el gallinero y parte de la techumbre del rancho de doble culata que ya iba haciendo agua. Ya vera despus. Tambin el comerciante repar en la diligencia de Elvino, quien no tard en hacer amigos en el lugar. Pero como no puede faltar un perro en la bailanta ni buey corneta en una tropilla, el hijo del jefe poltico de la aldea, creyndose con autoridad para imponer caprichos y torcer leyes, not que su novia favorita comenzaba a bostezar en su presencia; a suspirar suave como pedo de sacristn con quin sabe qu pensamientos entre ceja y ceja. El fuereo guitarrero comenzaba a ser demasiado bien visto por el mujero pueblerino. La frustracin que normalmente lo acosaba
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a causa del poco disimulado desprecio de las fminas hacia l, ms a causa de su argelera y prepotencia que por su aspecto por otra parte bien cuidado, iba haciendo trizas su falsa autoestima y potenciando exponencialmente la bronca contra el recin llegado. Lo temido por Elvino Monturiol se avecinaba a pasos de galope y el desencuentro era inminente. Hasta se perciba cierta tensin elctrica en el ambiente, con nubes y todo, cuando ambos estaban a menos de cien metros el uno del otro. Obviamente que medio sobrador y de prepo el nio terrible del pueblo, Isaas Kohn, se consiguiera una novilla a la cual visitaba los das reglamentarios, pese a que la misma, Purificacin Inostroza, no le daba ni la hora y apartaba sus atropelladoras manos que cada tanto intentaban aprisionarle la cintura o algo ms arriba o ms abajo, en un descuido de la tomasita o la chaperona, que no le solan quitar ojo de encima. La nia (an rondaba los catorce) no poda tragar al mozalbete, pero intentaba aguantarle la vela por orden de su madre, la que a toda costa quera verla casada con el hijo del gamonal del pueblo. Por otra parte, era la nica garanta de que sera protegida de eventuales violaciones o saqueos de los cuartelazos o golpes de estado de entonces. Estos, eran tan frecuentes que casi no se perciban los cambios violentos de gobierno, pero nadie estaba a salvo de las consecuencias de los desbordes de las hordas armadas que perseguan a quienes no podan defenderse.
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El caso es que la Purificacin se senta cidamente incmoda ante el asedio de Isaas Kohn, pero como no tena opciones de sacrselo de encima, intentaba soportarlo lo ms estoicamente posible. Pero en una de sus idas al almacn, se haba topado con un hombre algo maduro, es cierto, pero que tena un no-s-qu, que le haca cosquillas en el lado izquierdo del an apimpollado pecho y en otros sitios diversos, de ignorada nomenclatura anatmica, repartidos armnicamente bajo la piel. Desde entonces, casi no poda dormir y suspiraba oyendo en la distancia los acordes y rasguidos de una vieja guitarra, acompaando la viril entonacin del forastero en alguna endecha dedicada quin sabe a quin. Ignoraba que el cantor estaba intentando componer una cancin a la mismsima muerte, porque todos los caminos de la vida ya le estaban siendo vedados. Elvino Monturiol casi no se fijaba en las jvenes del pueblo, atareado como estaba cuidando algunas cosas de don Salomn y cantando los sbados y domingos para entretener a los habitus del almacn y la caa. Adems, prefera no provocar los celos de alguno que lo obligara a empuar su facn. Estaba harto de matar y herir por nada o casi nada. Tal vez si estuviese en su propio pueblo, otra sera la historia; pero haca tanto tiempo que sali de su Villarrica natal que casi haba olvidado de su existencia. Y lo ms seguro era que tambin lo haban olvidado a l. Por fortuna nadie se emborrachaba al punto
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del conflicto y los clientes de don Salomn no eran demasiado pesados ni pendencieros, ya que, por trabajar duro en sus chacras, casi ni ganas tenan de derrochar energas en pleito alguno. Cuando suba un poco el espritu zumbn del aguardiente, se recogan en sus ranchos a dormir sin hacer mucha bulla ni perendengues. Pero a veces, Elvino sin ganas de dormir y sin tragos encima, se echaba en una hamaca en el patio de don Salomn a taer su guitarra e intentar componer una serenata para la Muerte. Saba que sta no andaba lejos y l estaba vivo de pura maa y coraje, pero no le iba a hacer el vaco cuando volviese a verla cerca suyo. En tanto, Isaas Kohn acechaba con su rencor a cuestas sin pausa ni sosiego. Intua que su noviecita formal, Purificacin, suspiraba por el arribeo. Y no slo ella. Casi todas las mujeres, casadas o solteras, estaban dispuestas a regalarse al forastero; en parte por sus dotes de cantor, en parte por su serena apostura y en parte por ser algo diferente a los casi rutinarios hombres del pago. Cierta vez, a la salida de un velatorio a eso de la medianoche, Isaas Kohn intent acosar a Purificacin para saciar su instinto de macho en celo, pero sta lo esquiv y se le plant. El necio orgullo del prepotente Isaas alimentado por el aguardiente no resisti la prueba y tomndola por la fuerza trat de arrastrarla a un yuyal cercano, pero no cont con la cercana presencia de Elvino, el cual en tres zancadas se aperson y encar al bravucn sin estridencias.
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Si quers hacerte el guapo hermano, hacelo con otro macho como vos! O slo sos bravo con nias indefensas? Isaas no contaba con que alguien lo enfrentara, tan seguro se senta a la sombra de su padre, jefe poltico del pueblo y tan avieso y prepotente como l. Pero a lo hecho, pecho. Hizo frente al forastero sin hesitar y le respondi airado. Nadie te dio vela en este entierro, pedazo de infeliz! Ahora vas a saber hijo de quin soy! Escupi su rabia arrojando a un lado a Purificacin y sacando un cuchillo de su cinturn. Elvino no dud en echar mano al suyo y sin intenciones de matar al ofensor, le hizo algunas fintas esquivando las acometidas de su oponente. El padre y dos hermanos de Isaas Kohn, estaban en el velorio an, y salieron al or los gritos destemplados del cachorro de hiena, slo para verlo con el rostro sangrante, a causa de un certero tajo del forastero, el cual no deseaba matarlo sino sacrselo de encima. El viejo Abraham Kohn, ardiendo de furia ante el atrevimiento del arribeo, sac un revlver que portaba y apunt a Elvino como para matarlo; pero la nia Purificacin se interpuso en su lnea de fuego justo a tiempo para ser segada por el disparo aleve destinado al cantor. Este, al ver caer a la nia, de un pavoroso salto cay ante el sorprendido homicida, obnubilado ste a causa de la bebida, y de un
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certero puntazo en el brazo armado lo dej sin el revlver, rematndolo con un segundo golpe en el corazn. En tanto, Isaas, medio repuesto del chirlo en su mejilla, corri para clavar por la espalda a Elvino, pero ste esquiv la arremetida y de paso hizo una zancadilla que dio por tierra con l. Desgraciadamente, al caer Isaas tuvo la mala suerte de ensartarse en su propio cuchillo, quedando malherido a merced de su contrincante. Los hermanos sintieron arder el fuego de la venganza y tomando sus facones acudieron a enfrentar ambos a Elvino, ante la horrorizada mirada impotente de los asistentes al velorio. La desproporcin numrica del encuentro, no fue bice para que el cantor sin dar cuartel ni pedirlo, diese cuenta de ambos adversarios aunque sin herirlos mortalmente. Antes de dos minutos de refriega, dos muertos y tres heridos graves yacan por tierra, en tanto Elvino apenas pudo articular palabra mientras alzaba en sus brazos a Purificacin, ya sin seales de vida y entraba con ella a la casa mortuoria donde tena lugar el funeral de un vecino fallecido esa tarde. La madre de la nia lanz desgarradores alaridos ante el cadver de su nica hija, quien pagara con su joven vida el gesto de proteger su honra salvando de paso a quien la defendiera de Isaas. Uno de los vecinos se acerc a Elvino y le dijo quedamente: Lo siento, hermano, pero vas a tener que irte del pago. Te has echado encima un enemigo muy fuerte. El viejo Abraham Kohn tie-
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ne cuatro hermanos que van a empear sus calzoncillos hasta verte muerto en algn camino estrecho. Van a ponerte precio hasta que alguien te mate a traicin. Pero el pueblo te estar agradecido por enviar al infierno a estos aamembyr*. En cuanto a los heridos, te van a perseguir por todo el pas, una vez que se repongan. No tengo miedo, don respondi el guitarrero. Slo siento pena por esta jovencita, que por tratar de salvarme noms, recibi el plomo asesino. Pero no me arrepiento de esta patriada. Y ahora, perdneme, pero debo escribir una cancin para la muerte antes de sea tarde. El pueblerino no entendi bien, pero supo que el forastero tena un pacto, con alguna entidad desconocida que lo protegiera del mltiple asalto de los Kohn. Observ adems, las muescas limadas en la empuadura del pual del cantor, posibles epitafios de otros tantos oponentes anteriores, aunque no dijo nada al respecto. El almacenero Salomn Duarte se acerc al lugar y dio sus psames a la madre de la nia muerta, pero evit hacer lo mismo con los hermanos Kohn, quienes an yacan con sendos tajos en el cuerpo, aunque probablemente se salvasen de sta. No tardaron en hacerse presentes los hermanos del viejo Abraham, el cual an estaba en posicin decbito sin que nadie lo recogiera de all. Pareciera que los vecinos an teman tocar a los Kohn,
Hijos de la diabla en guaran, adjetivo despectivo si los hay. N. del a
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que harta fama de prepotencia y cobarda ostentaban en la regin. Tras asistir a sus parientes heridos y trasladar los restos del viejo Abraham a su casa, decidieron denunciar a Elvino Monturiol y cargarle de paso el asesinato de la nia Purificacin. Si fuese necesario, pagaran testigos falsos para ello. Tambin dispusieron cien mil pesos fuertes, a la disposicin de quien les trajese las orejas y testculos del matador de su hermano. Pero Elvino Monturiol decidi quedarse, harto de huir y devorar leguas a paso de rocn cansado. Dejara de hurtar el cuerpo al peligro. No tema a la ley, por cierto ajena al medio rural y casi inexistente entonces. Tampoco tema a los Kohn o a sus matones de alquiler. Saba que la muerte lo protegera hasta or su serenata, despus, ya vera qu hacer. Con pasos ms que tranquilos, se distendi y dirigise hacia su albergue, disponindose a abandonarlo. No quera incomodar al buenazo de don Salomn con su presencia, pero acampara por ah cerca noms. Se cruz con el comerciante, a poco de abandonar el sitio del duelo. No supo cmo encarar el tema, pero se arm de coraje y le explic que se quedara por ah, pero desocupara el galpn para no causarle problemas con los Kohn. No seor! respondi don Salomn, muy serio. Ust se me queda en casa, quietito como agua de tajamar. Todos vimos lo que pas, y no han de ser esos malandras los que me van a crear las
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problemas. Van a pasar sobre mi osamenta antes de que le pongan manos encima... a mi mano derecha. Faltara ms! Vaya a dormir que recin son la una de la madrugada. Maana veremos qu hacer. Elvino qued sorprendido y obedeci. Apenas lleg al amplio rancho de don Salomn, sinti que alguien acechaba tras la mscara de las sombras. Se prepar para repeler una emboscada, pero no era nadie. Era ella que lo esperaba. Toma tu guitarra y canta. Lo que quieras, pero canta. Ya tendrs tiempo de descansar de mi acoso. Era hora que aparecieras, doa La Muerte. Acaban de apagar mi ltima esperanza de redencin. Te has llevado a la pequea Purificacin a cambio de mi vida. Te pido ahora que se la devuelvas. An ests a tiempo. Yo ocupar su lugar. Te hice un pedido y te resististe a darme el gusto. Har tu voluntad a trueque de una serenata. Elvino Monturiol sin dudar, tom su guitarra y cant una triste serenata para la Muerte, como si le fuese literalmente la vida en la voz. A poco se oyeron griteros mujeriles por la silenciosa calle. Purificacin estaba con vida! El guitarrero corri hacia la casa, donde dejara el an tibio cuerpo de la nia para cerciorarse del aparente milagro. Comprob que efectivamente an respiraba y, segn la vieja
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Matilde la curandera, podra salvarse. La bala la atraves pero aparentemente no interes sus rganos vitales. Apenas hemorragia mal contenida. El forastero regres a su guitarra y tomndola en sus brazos como quien acuna a una mariposa, hizo taer dulcemente sus cuerdas, y nunca con ms sentimiento en su vida. Era el canto del cisne. Y Elvino cant y cant. Por la vida y por la muerte, que todo lo transforma y renueva. Cant al amor que nunca conociera, y si lo conociera lo olvidara, y si lo olvidara, muriera en vida. Solo call ya agonizante pero an sonriente, luego que cesaran los traicioneros disparos que partieran desde la oscuridad cribndole la piel de rojos claveles palpitantes. Esta vez, el cantor call para siempre, mientras la muerte sonrea con toda su dentadura brillando, relajada y feliz tras la serenata.
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Vrgenes de plstico
Gloria Voyniuk se contempl en el amplio espejo del camerino. Estaba nerviosa, aunque satisfecha. Los tiempos difciles haban quedado atrs afortunadamente. Sus nbiles diecisis aos estallaban bajo su piel y se senta realizada. Tendra su primer desfile, en ropa interior, para una importante marca de la capital. Sonri al recordar la severa mirada de su madre, viuda, catlica y descendiente de ucranianos, all en la perla del sur. As que vas a ir a Asuncin a estudiar modelaje? No vas a terminar primero tu secundaria como prometiste? Pero mam! respondi mimosa Gloria. Acaso voy a necesitar de lgebra, geometra y estudios sociales para hacer carrera en modelaje? Ah slo cuentan tres cifras: noventa-sesenta-noventa. En todo caso, podra continuar en la capital hasta terminar el bachillerato. Incluso, hasta puedo hacer la facu en alguna universidad privada. No, mi hija. No sabs en qu te ests metiendo. Lo nico que vas a conseguir es ser una cotizada puta de lujo hasta que se can-
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sen de vos y seas una vieja precoz. Pods irte si quers, y no voy a atajarte, pero olvidate que yo existo . No quiero para mi hija a una barragana, ni a una mantenida con ms amantes que zapatos, y ms zapatos que cienpis. Pero mam, no lo tomes as! acaso una no puede ser honesta dentro del ambiente? Quin me puede obligar a hacer lo que yo no quiero? Ya vas a querer sin que nadie te obligue! El dinero abre todas las puertas, y en tu caso, hasta las ventanas. No vas a hacer carrera sin someterte a los caprichos de los empresarios. Ya vas a ver y te vas a acordar de m! suspir doa Helena intentando resignarse ante lo inevitable. Y vaya si se acordara! Gloria Voyniuk estaba egresando de una conocida escuela de modelaje y preparaba su primera batalla en la pasarela: lencera fina, sexy y extica para exhibir ante damas copetudas y babosos caballeros de guante blanco y conciencia negra. Las inhibiciones originarias de su cuna pueblerina, se batan en retirada, palmo a palmo, ante las persuasivas instrucciones de la profesional que las convertira en muecas codiciadas y carne de playboys. Aunque esto ltimo an no lo sabra hasta despus. Esa noche le tocaba desfilar nada menos que en un conocido pub local ante un selecto nmero de espectadores de ambos sexos. Es decir: dos en uno. Algunos resabios de pudor an pugnaban por asediarla, pese a
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que la instructora se tom su buen tiempo y paciencia para desprogramarla de toda pudibundez. Sus compaeras, que an decan ser sus amigas, eran algo ms antiguas en la academia y ya no se ruborizaban al desfilar semidesnudas ante una platea de varones, vociferantes y alcoholizados convenientemente antes del desfile, por las diligentes degustadoras que desfilaban con bebidas en promocin y actitud de provocacin. Ellas tambin habran aspirado a las pasarelas, pero deban conformarse con promover el marketing de productos de consumo; ellas incluidas. Como decan sus compaeras de desfile; estaban vacunadas contra la moralina aldeana que heredaran de sus conservadores padres. Por otra parte, hasta ese momento nadie intent hacerle propuestas erticas (deshonestas, decan las abuelas) a cambio de su lanzamiento al estrellato. El empresario de modelos, era un argentino muy serio y decente, al menos en apariencia, y tena su novia, tambin modelo. No habra nada que temer. Si por ah algn viejo baboso intentaba propasarse, ya le cantara cuatro frescas... o ms an. El desfile fue exitoso y, tras la agotadora jornada de pasarela, recibi bouquets de flores y tarjetas a granel. Su rubia cabellera eslava y su prieta elegancia de adolescente recin salida del liceo, tentaron a muchos empresarios, aunque no precisamente de modas. Gloria Voyniuk se saba destinada a triunfar y comenzaba a saborear las mieles del halago masculino. Nada como los aplausos de
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una platea colmada de morbosos espectadores, que enfocaban ms sus atributos carnales, que las prendas que exhiba sobre su piel. A partir de ese da algo principi a cambiar en su vida y en sus estudios de modelaje. La competencia entre sus compaeras de la academia se torn cruel y si se quiere brutal. Los primeros desfiles, segn dijo la instructora y tambin el argentino que regenteaba la agencia, fueron para foguearlas y an no percibiran honorarios, pero podran eventualmente acceder a los peldaos de la fama, hacindose ver en los lugares nocturnos con personas importantes de los ambientes empresariales, artsticos, deportivos o polticos. Ello hara subir su cachet y las proyectara a las alturas que ambicionaba. Y vaya si ambicionaba! Gloria no esperaba esto. Segn el contrato firmado por el argentino, la agencia cobrara varios centenares de dlares por desfile. Por qu las modelos deban conformarse con la fogueada y nada ms? Acaso ya no haban pagado elevadas cuotas por aprender a caminar erguidas y menear glteos con picarda inocente? Record a su madre, doa Yelena Voyniuk y solloz. El argentino al enterarse de que estaba sin dinero para el alquiler de la piecita suburbana que habitaba con una amiga encarnacena, le propuso mudarse con tres colegas recibidas de la academia de maniqus de carne, en un confortable departamento de un cntrico edificio, con
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telfono y todo. Cuanto me costar eso? pregunt Gloria algo desconfiada. Por el momento nada respondi el porteo. Cuando ganes lo suficiente, me devolvers lo que te corresponda. Tus compaeras de departamento ya estn al tanto y te explicarn... adems se repartirn los gastos por igual. La lacnica propuesta parecera inocua, pero Gloria acept mudarse con sus escasas pertenencias al matadero, como llamaban sus compaeras al penthouse en que habitaban. Pronto Gloria comprendi el porqu de tal apelativo. A los pocos, recibi una llamada de un tal Nick Riquelme, empresario ms que maduro, de ocultas ramificaciones polticas y ambiguas aficiones ntimas, proponindola que lo acompaara a una fiesta privada con otros amigos extranjeros. Le pagara en dlares de acuerdo a la tarifa acordada con Emilio Scagliaro, el argentino de la agencia. Esto la sorprendi, pero esperaba que la fiesta privada sera alguna cena familiar o algo por el estilo y acept. Pase a buscarme a las veintiuna respondi Gloria. La fiesta en realidad se realiz en un restaurant-show, con abundante material libatorio; eso s, de buena marca. Luego fueron a bailar a una disco de moda hasta las cuatro de la madrugada. All bebi hasta perder el equilibrio corporal y el otro siendo luego llevada a un motel con sus cinco acompaantes. Ella rea nerviosamente, excitada por su novel aventura y pens
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que la devolveran al apartamento, hasta que, una vez en un albergue transitorio de lujo, la desvistieron y la hicieron bailar tropicalsimamente en su propia lencera privada hasta caer exhausta. Luego, abusaron de ella hasta bien entrado el medioda y con todas las variantes posibles, incluidos el sado-masoquismo. Tras esto, le arrojaron un fajo de dlares sobre la mesita de luz, como si fuese ella una simple prostituta callejera y se fueron, dejndola sola como siempre estuviera, an en medio de la delirante multitud que aplauda sus contoneos. Tras despabilarse, los empleados del motel la obligaron a desocupar el sitio y sali de all con su minifalda de noche y su cara de resaca y vergenza. Debi encargar un taxi para retornar a su apartamento. Una vez all, las compaeras le notificaron que un caballero precisaba de sus servicios de compaa. Era un poco raro le dijeron, pero pagaba bien. Tampoco esta vez comprendi. El caballero la esperaba en su dormitorio y, sin demasiadas ceremonias y miramientos, le sugiri que se cambiase para acompaarlo a su departamento de soltero. Ella apenas tuvo tiempo de darse una ducha y trocar de ropa bajo la ominosa y atenta mirada del cliente, como paladendola previamente. Una hora ms tarde, el contratante la desnud, pese a su reluctancia y, tras proponerle un juego, la at a la cabecera de la gran cama de bronce cromado y comenz a darle suaves latigazos por las nal-
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gas, sus espaldas y piernas hasta hacerla gemir de dolor. La sesin de vejmenes dur ms de cuatro horas, siendo finalmente poseda de bizarras maneras, hasta que perdi el sentido. Al principio grit angustiada, pero al darse cuenta de que nadie acudira, apret los labios y los dientes y se dej hacer. sta vez, el caballero la llev con mucha delicadeza hasta su apartamento y le firm un cheque. Hasta la despidi con un tierno beso en la mejilla, cual si fuese una colegiala. Las compaeras de apartamento la vieron llegar luciendo cardenales bajo sus medias transparentes y sonrieron con cmplice picarda. La polaquita, ya estaba en la horma. Su manera de caminar la delataba y apenas pudo llegar al bao, vomit bilis. Durante varios das no se hizo ver, ni por la agencia de modelos, pero Emilio Scagliaro la visit sonriente. Incluso le llev un ramo de claveles color de sangre, como ratificando un pacto de instintos con la novicia adolescente. Poco le faltara para cumplir dieciocho primaveras y se senta en medio de un invierno siberiano. Volvi a recordar las dolidas palabras de doa Helena, brotadas de en medio de sus tupidas trenzas rubias prematuramente encanecidas. Justo cuando deseaba olvidarlas, encima. Esa maana, poco antes de visitarla, Emilio habl por su aparato celular con las compaeras de Gloria para que despejasen el rea. No quera testigos de su festichola con la polaquita y sus amigos bisex, travests y lesbia-
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nas que lo acompaaran para darle sabor a la fiesta. Gloria Voyniuk, an conservaba resabios de su pasado reciente. Es decir; an senta vergenza de haber sido utilizada como una virgen de plstico, y ni siquiera de lujo. Apenas una barbie de carne o una mueca inflable. En su cuarto privado llor hasta desangrarse el alma, al par que se le amorataba el cuerpo. Emilio Scagliaro deposit el ramo de claveles punz sobre la mesita de luz tras darle el beso de salutacin, tradicin fielmente guardada desde los tiempos de Judas. Gloria le agradeci su preocupacin para con ella, pero an no saba lo que le deparara el da. Los amigos de Emilio aguardaban en el hall la seal de ataque. La presa se hallaba acorralada e indefensa, ignorante de cuanto haran para iniciarla en la profana religin de la noche: el placer al lmite... o ms all. Tras algunos escarceos, entraron en la habitacin los invitados a cebarse de ella. No viene al caso detallar cuanto ocurri, pero esta vez no fue tan cruel la fiesta. De todos modos, fue humillante y nada divertida. Al menos para ella. Das despus, Gloria acudi a la agencia, algo repuesta de sus ltimos sobresaltos y revientes pero con el amargo sabor de la esclavitud en el vientre. Las invisibles cadenas del morbo la uncan al tenebroso pero brillante reino de la movida nocturna. Ya haba probado cocana y polvo de ngel. No slo de licores vive el buen
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gusto y el savoir-faire. Ahora podra comprender la suicida actitud de las mariposas, que acuden a la candela a morir calcinadas por la atractiva pero traidora llama. Las compaeras sonrean a hurtadillas y se hacan jocosos comentarios acerca de la polaquita y sus ltimas aventuras, sin percatarse que a sta, poqusima gracia le hacan tales sucesos. Todas ya conocan los gajes del oficio, pero estbanse acostumbrando a las bizarras rarezas y exticos gustos de sus clientes habituales. Volvi a la aerbica para recuperar figura, ya que la angustia de saberse carne de placer y propiedad de una mafia empresarial, la volvi golosa y desenfrenadamente glotona. Se castigaba tarde a tarde con gimnasia-jazz y sesiones de lipoaspiracin, gastando gran parte de sus honorarios en dlares. Otra gran parte, engordaba las faltriqueras y cuentas de Emilio Scagliaro, el argentino y su novia, una top-model de utilera e instructora de la academia de modelaje "Tops Mannequin". La prensa, rosada, negra y amarilla le dieron espacios en columnas de chismes y sociales v.i.p. como la starlette del momento. Por poco no sali Miss Paraguay, pero dio en ornar con sus imgenes audaces las revistas masculinas y peridicos amarillentos para analfabetos funcionales del pas y algunas; ms audaces an, en Internet. Ya nada le importaba. Slo pensaba en el dinero que todo lo puede y en su insaciable voracidad consumista.
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Ya contaba con un apartamento propio (regalado por un ricachn del clan de Itaip) y apuntaba a poseer otros en Punta, Marpla y Cambori. Deba ser astuta, pues que harto caro pagara por derecho de piso y ablacin quirrgica de su ingenuidad. No se dejara poseer por nadie... hasta que tuviese cuanto ambicionaba. Tampoco saldra con polticos o empresarios nacionales, salvo en el extranjero. Aqu, preferira a los extranjeros, especialmente europeos, que mucho recalaban en busca de oportunidades de turbios negocios con algunas autoridades. Posea dos celulares y un envidiable ajuar, amn de tres automviles para sus giras y programas (los viejos eufemismos an no mueren, pese al tiempo transcurrido). Tambin una
nutrida agenda de desfiles, sesiones fotogrficas, spots publicitarios y escapes al extranjero la aguardaba impaciente. Para despistar a las entrevistadoras, contaba con algunos libros famosos en su biblioteca, a fin de hacer creer que gustaba de otras cosas y lea a los clsicos nacionales y universales. Fachada muy espiritual, pero fachada al fin, muy desfachatada por cierto. Al cumplir los diecinueve aos, era toda una hetaira cosmopolita, aunque sus temas de conversacin eran harto banales, una magdalena reencarnada, Frin de una inexistente corte del subdesarrollo; en suma, una profesional del placer. Pero saba que su vida en pasarelas y tlamos, sera efmera crislida; debiendo sacar todo el provecho que pudiese antes de caducar su garanta de uso.
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Una vieja modelo, bastante remodelada por cierto, la alentaba a persistir en la movida. No des puntada sin hilo, hija deca Zully Castillo. Tu vida til no pasar de los veintiocho y tu garanta caduca pronto. Este oficio, por muy nuevo que parezca, es el ms viejo del mundo, despus del de traidor y coimero, claro. La veterana modelo y actriz porno Marie Ginnardelli, an en buen estado tras su retiro del oficio de legionaria de Venus, la asesoraba en sus contactos a cambio de una participacin en las ganancias. La adiestrara en el arte de fingir y aparentar, en lo cual Gloria Voyniuk andaba algo floja a causa, como dijramos, de los atavismos adquiridos en su cada vez ms lejana infancia. A travs de sus desnudos en Internet, pudo conseguir un contrato en Israel para posar con un conocido fotgrafo ertico y se dispuso a viajar allende el continente para saltar a la fama mundial. O por lo menos, eso crey al abordar el avin que la llevara a Pars, donde empalmara otro vuelo a Tel Aviv con El-Al. Una semana ms tarde, ya en un discreto estudio situado en un penthouse del exclusivo hotel en que viva el fotgrafo, se dispuso a posar con su mejor piel de ensueos, pensando en el spot de algn jabn de tocador. Slo que no contaba con que sus acompaantes la someteran a un cruel booming entre todos, filmacin digital incluida. Las fotos eran para la revista porno sueca Extreme y requeran escabrosas escenas de sexo grupal tambin filmadas en VHS y
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cmaras digitales. Todos contra ella sola. Sin fuerzas para rebelarse, sufri los vejmenes a que la sometieran, sin quejas ni pataleos. Casi veinte das dur su martirio en esa tierra no tan santa. Debi someterse a todos los caprichos del fotgrafo y sus partenaires, a cambio de dos mil dlares cash y estada paga en el hotel. Se jur a s misma salir en cuanto pudiese de ese crculo vicioso en que se metiera por su ambicin y sin medir las consecuencias que podran sobrevenirle. Uno de sus compaeros de rodaje era sospechosamente afeminado y tan cruel como el propio marqus de Sade. Tras vejarla de mil modos, al cual ms depravado, la dejaron regresar al Paraguay; no sin antes saciar sus instintos violentos en sus espaldas. No dejaron superficie de piel sin marcas de ltigo, cadenas y mordeduras, amn de hacerle sentir en sus carnes, los ms bizarros objetos-prtesis erticos de moda en la corrompida Europa. Tras regresar, puso en venta sus propiedades y pertenencias pensando en retornar a su natal Encarnacin junto a su madre viuda. Tres aos ms debi esperar para liquidar sus apartamentos, vehculos y ajuar. No dejara nada que le recordase su pasanta por el mundillo farandulesco del modelaje y la prostitucin de lujo. En ese lapso, se hizo chequeos de salud por una tos pertinaz que la debilitaba a pasos de siete leguas. A causa del hbito de fumar y jalar cocana, tena sus defensas muy degradadas y, tras varios estudios y anlisis, le diagnosticaron el sida, aunque an asintomtico por entonces.
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Tras la revelacin de su inexorable destino sopes la posibilidad de un suicidio, aunque, tras reflexionar algo, pens en su madre viuda y sola, quien pese a sus advertencias tal vez la aguardara an. No sabra cmo comunicarle la noticia de su sentencia, pero ya vera. Una vez que pudo venderlo todo, gir el dinero a su madre, doa Yelena y se dispuso a aguardar lo inevitable. A los pocos meses, estando an en Asuncin, tuvo los primeros sntomas de su rpida decadencia orgnica. Tras ser fichada en principio de estado terminal, la internaron en un hospital de enfermedades tropicales. Su madre pudo llegar a tiempo para contemplar su agona, pero como buena cristiana que era, perdon todo y no le reproch nada. Gloria Voyniuk, la mariposa encandilada por la traidora luz del oropel urbano, lleg al final de su carrera, y de su vida, al mismo tiempo, pero al menos pudo reconciliarse consigo misma y con su madre.
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La Iglesia Negra
Supe, cierto da, acerca de un misterioso sujeto, que, tras llegar de Europa huido de alguna guerra racial, de las tantas que modificaron los mapas boreales, se instal en un tranquilo pueblo de la provincia de Misiones, en la Argentina, donde transcurriera mi infancia o parte de ella. Especficamente en San Ignacio Min, a orillas del Paran. Yo tena a la sazn catorce aos y viva temporalmente en ese pueblo con mi padrino de confirmacin, de profesin mdico y comerciante. En cuanto al sujeto de quien les hablo, provena de una provincia de Rumania, en los Crpatos, famosa por sus castillos medievales y sus extraas leyendas. Este se llamaba Traian Matisi y era escritor, slo que firmaba sus libros con el seudnimo de Constantin Virgil Georghiu y poco tard en hacer amistad con el extrao personaje. Tras dos semanas de frecuentarlo, me obsequi un ejemplar de uno de sus libros ms difundidos, titulado "La hora 25" y, les dir de paso, que fue el nico libro suyo que he ledo. Tena el rostro enjuto y moreno de los carpatianos, mezcla de latino y gitano, y haba soli-
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citado asilo en la Argentina al general Pern, como tantos refugiados de la guerra mundial y del Plan Marshall, que se encarg de la redistribucin del hambre en Europa tras la conflagracin mundial, aunque con el hipcrita ropaje de la ayuda caritativa de un imperio en cuarto creciente, como su apetito geofgico posterior. Su novela, reflejaba los horrores de la guerra y el genocidio perpetrado por alemanes primero y aliados despus, en forma selectiva y desapasionada, como quien devora en la mesa y arroja los huesos al piso. El protagonista; Marcu Goldemberg, partisano judo y miembro de la resistencia, era el prototipo del idealismo a la europea, pero no menos cruel que los otros. Y como dice un antiguo proverbio oriental: cuando los elefantes pelean, la hierba queda pisoteada. Como desde muy pequeo lea cuanto se publicase sobre la guerra adems de las aventuras de Verne, Salgari, Ridder Haggard, Rice Burroughs y tantos otros, en seguida le ca simptico al rumano, que, a ms de su regular castellano (pele en la guerra civil espaola con los republicanos), se expresaba con la elegancia de los europeos polglotas y sobradores. Tena otra obra en preparacin entonces, a la que pensaba titular "El hombre que viaj solo", y a veces lo ayudaba (es un decir) en acomodar sus fichas, recordarle algunas fechas histricas y parte de la historia del pas que le diera cobijo. Mi excepcional memoria le sirvi bastante y para m era excitante conocer a un escritor vivo por primera vez en mi vida.
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De sus labios escuch esta historia, acerca de una extraa secta de oscuros orgenes, la cual sola reunirse en las ruinas de un castillo que perteneciera al maldito conde Vlad Tepez, conocido como el diablo empalador (Dracul), a causa de su crueldad cristiana (en un solo da mand empalar a ms de tres mil prisioneros sarracenos que se negaron a renegar de su fe musulmana) y su piedad eslava. Esta secta se lleg a autodenominar La Iglesia Negra y, segn Traian Matisi, sus miembros alegaban una tradicin varias veces milenaria de adoradores de las sombras. Es decir entidades oscuras, no dira demonacas pues no creemos en lo infernal, pero s elementales de los ms bajos instintos humanos y las perversidades ms fantasiosas de la lujuria animal. Adems, podran llegar a ser malos, suponiendo que la maldad fuese algo excepcional e incomn en la especie antes que algo corriente. Uno de los ltimos lderes de la Iglesia Negra, el hngaro Anton Szandor La Vey (en realidad era Levi, de sacerdotal estirpe hebrea), perseguido por comunistas y cristianos, huy a los Estados Unidos, donde fundara la Iglesia de Satn en 1966, en San Francisco de California. Los dems miembros fueron perseguidos por el gobierno rumano y por las jerarquas eclesisticas adems. Muchos de ellos, en tiempos antiguos, fueron objeto de inquisiciones y pagaron en la hoguera o la horca sus aficiones orgisticas, que no otra cosa seran. Siempre cre que detrs de cada seudo satanista, hay algn insa-
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tisfecho sexual o sodomita reprimido. Recordemos que los cultos prohibidos son, por lo general, exaltaciones a la libertad irrestricta y a la exacerbacin de los excesos sensoriales. Los misterios Dionisacos de Eleusis, como los cultos de la fecundidad a Hera, Afrodita y Ceres o Hcate, as como los fenicios y babilonios de AstartIshtar o Lilith que, si bien eran oficiados por sacerdotisas vrgenes, las comuniones carnales entre los fieles eran harto festivas y fecundamente regadas de vino o algn otro tipo de excitantes, como se ver. Segn me relat mi extrao amigo, cuando l an viva en Valaquia, fronteriza con Transilvania, se mencionaba a media voz las andanzas de los adeptos de la Iglesia Negra, pero ceder la palabra al misterioso escritor segn sus propias impresiones y algunas que otras, extradas de mi ya frgil memoria: Cuando estaba escribiendo La hora 25, an los comunistas no se impusieron del todo en mi pas. No di demasiada importancia al tema de la Iglesia Negra que era la comidilla de los aldeanos de los Crpatos, pero la curiosidad me impuls a tratar de conocer el trasfondo de esa caterva de chiflados que adoraban a un tal Astaroth y otros entes, a quienes denominaban Los Seores, a los cuales sola citar H. P. Lovecraft en sus delirantes relatos acerca de un libro maldito llamado El Necronomicn. Nunca fui supersticioso, ni crea en la existencia del citado
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libro, pero algo me atraa al castillo de Vlad Tepez con morbosa tentacin. As fue que, cierto da, mochila en mano y bculo de escalador de cerros, me traslad a la aldea cercana al castillo y me aloj en una posada harto pintoresca, donde continu con mis manuscritos. Una noche, alguien desliz un papelito con un escueto mensaje por debajo de la puerta de mi cuarto; lo cual no me hubo sorprendido, ya que por lo general el dueo de la posada sola utilizar tal medio para comunicarse conmigo. Ms que nada por mis instrucciones precisas de no ser molestado en mi intrincado trabajo. El mensaje deca ms o menos: A la hora vigsima tercera, plazoleta norte, Castillo Tepez. Os aguardaremos. Nadie firmaba la esquela, salvo un pentculo trazado con torpe pericia, pero deb suponer que eran los de la secta, ya que varias veces haba expresado en la fonda mis deseos de conocer a esos chiflados. No dud en asistir a la cita, aunque provisto de potente linterna, un revlver y balas corrientes, dado que supuse no haber menester las de plata. Adems, comuniqu al dueo de la posada dnde ira, para que estuviese alerta por si no regresaba antes de la primera hora del da siguiente. Uno, nunca sabe con quines habra de vrselas y nunca est dems alguna prevencin. Cuando llegu a la plazoleta citada, nadie circulaba por all pero supe o intu que varios ojos me observaban, con fijeza de lince
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y dioptras de guilas. Me detuve en el centro y permanec de pie unos veinte minutos, hasta que unas sombras se acercaron a m con el silencio arrastrado, cual felinos rampantes acechando a su presa. Todos llevaban tnicas negras y caperuzas cistercienses al estilo cartujo. Era evidente que se mimetizaban con la noche y no despertaban en demasa la atencin de los aldeanos. Sin decir palabra, uno de ellos, que pareca ser el lder, hombre pequeo, enjuto y de barba puntiaguda de remembranzas mefistoflicas, me hizo seas para que los siguiese al castillo. La ridcula procesin, al menos as pensaba yo, se dirigi al patio interior del castillo en medio de la oscuridad sin luna. Delante mo el hombrecillo y detrs los dems, cuyos rostros y gnero no pude precisar por estar todos encapuchados. Una vez en el patio, iniciaron una especie de melopea casi gregoriana y monocorde, cuyo sentido no pude captar. Tal vez por hacerlo en una lengua desconocida por m o por estar yo casi hipnotizado por lo teatral de la ceremonia y la monodia de las voces, eso s, bien afinadas. Slo pude captar el nombre de una vieja deidad sumeria: Astharoth, creo. Me pareci or voces femeninas entre los presentes. Al aproximarse la medianoche, alguien encendi una pira de lea, que evidentemente estara preparada al efecto. Los dems principiaron a danzar en derredor de la hoguera y pronto me un al vertiginoso girar desenfrenado de los danzantes. Lo dramtico inicial tornse un frentico aire festivo.
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Slo llegu a entender los nombres de algunos entes de un ferico culto, cuyo paganismo animista se remontaba al origen de los tiempos. De tanto en tanto, alguna figura an encaperuzada se acercaba a m, ofrecindome un vaso en forma de cuerno celta con vino resinoso o una especie de galleta hmeda y fermentada de pan de centeno para comulgar con ellos. Tarde ca en la cuenta que me estaban dando a beber vino con resina de haschich, y comer un pan alucingeno que los antiguos griegos llamaban kiken, o sea fermento de cornezuelo del centeno. Cuando ca en cuenta, ya era tarde y estaba alucinado totalmente, uncido al yugo de esa masa vociferante y ebria. Poco ms tarde, todos desnudos, pese al fro nocturno de los Crpatos, seguamos danzando frenticamente e invocando a deidades extinguidas, aparentemente. Todos estbamos locos de lujuria y deseos exultantes. De tanto en tanto, los chisporroteos de la hoguera me permitan vislumbrar rostros sudorosos de hombres y mujeres jvenes o ancianos, que. al son de una msica imaginaria se revolcaban presas del xtasis y ejercitaban todo el repertorio kamasutriano del Tantra-Yoga entre s. Y yo, no era la excepcin, supongo;. me sum sin dudar a ese pandemonium de cuerpos excitados. Una fornida chica rubia de gordas trenzas me tom de las manos y entre danzas, risas y jadeos se me ofreci sin restricciones ni falsos pudores para satisfacer apagando los fuegos de mi concupiscencia. Recin a las tres de la madrugada fue amainando el batiborri-
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llo de gente, danza y borrachera sagrada. Estbamos todos echados en torno a los rescoldos de lo que fuera una hoguera, con los primeros sntomas de fro. Avergonzado ca en cuenta de lo actuado y cog mis dispersas ropas, dndome cuenta de que mi revlver y las balas de reserva haban desaparecido con mi linterna de seis elementos. Intent avivar la hoguera y all ca en cuenta de que todos los danzantes se haban esfumado de pronto, misteriosamente, con sus tnicas. Me encontraba tan solo como poste de ejecucin en una plaza seca. Corr sin rumbo alrededor del patio del castillo, buscando una salida o a algn ser viviente. Nada. Luego, en medio de una casi locura divis una sala con varias puertas sin hoja alguna. Todas parecan bocas dispuestas a devorarme y dud mucho antes de internarme en una de ellas. Olvid totalmente cmo y por dnde haba entrado al castillo de Vlad Tepez. Hube de vagar sin rumbo, hasta que d en unas galeras, a cuyo largo, vi varias puertas. Probablemente celdas. Tuve el poco tino de asomar a otra galera desde donde pude divisar una ventana que daba a un precipicio, justo cuando una sombra vaporosa apareci en una de las paredes.. Corr aterrorizado y sin rumbo, hasta que o voces y divis fanales de luz por las desiertas galeras. Supuse que seran los sectarios buscndome; pero eran aldeanos, encabezados por el dueo de la posada en mi busca. Tal vez, al no regresar yo a la hora convenida
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optaron por salir al socaire y desafiar a las maldiciones del prncipe Vlad "Dracul" Tepez. Nunca supe a ciencia cierta si fue mayor el susto o la diversin orgistica anterior. Porque nadie me quitara lo bailado, como diran los espaoles.
Esta fue la relacin de Traian Matisi acerca de una de las tantas sectas llamadas satnicas y que por lo general, encubren a seres apocados, traumticos, pervertidos o msticos al revs. Nunca he credo en el demonio, pues quien crea en l, forzosamente debe ser desta creyente; y la mayora de los antiguos cultos festivos y desenfrenados en que, annimamente, gozan de una efmera libertad que no les permite su timidez, no son sino catarsis sensoriales de espritus auto reprimidos carentes de autoestima. Mi amigo, Traian Matisi, alias Constantin Virgil Georghiu, autor de "La hora 25" y otras novelas autobiogrficas, nos dej muy pronto, retornando a Buenos Aires donde le perd el rastro. Si bien he olvidado, en su casi totalidad el argumento de su clebre novela, pude retener en mis recuerdos sus narraciones acerca de las leyendas de la Europa Oriental, pletricas de muertos-vivos, castillos embrujados, licantropos, hechiceros y vampiros. Y en cambio l, se llev como bagaje algunos relatos de misterio de la selva misionera, los pantanos correntinos del Yver y la mitologa popular paraguaya acerca de lobizones (una variante de prag-
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mticos mitos europeos convertidos en pomberos y animales fabulosos creados por la mente afiebrada del poeta Narciso R. Colmn Rosicrn. Es lo que yo llamara intercambio cultural.
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Jasuk Vend
Los degradados valles del Amambay, otrora exuberantes y ms verdes que cuentos de viejos experimentados y aorantes de mejores tiempos, pasaban bajo nuestra vista al paso del viejo camin de tora, como llaman en Brasil a los transportadores de rollizos. Tras una frustrada expedicin al mtico Jasuk Vend, o Cerro Guaz, en busca de presuntas inscripciones rupestres, retornbamos a lomos de una de estas carretas mecnicas que llevaban a los aserraderos fronterizos lo poco que iba quedando, como si a los empresarios les importase un ardite nada que no fuesen lucros inmediatos, hacia nuestra base en Chirigelo. Tras varios kilmetros a marcha en primera reducida, es decir a paso cansino de cortejo fnebre, llegamos a un puente sobre un arroyito innominado por los gegrafos a causa de su reducido caudal de cercana naciente. All, hicimos un alto forzoso, contra nuestra voluntad, como se ver, para que el conductor pudiese quitar de dicho puente cuanto de hierro tuviera entre sus vigas, dejndolo inservible. Adems, el
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camionero y sus ayudantes, desmontaron el maderamen en un periquete y con maestra digna de mejor causa, alzndolo sobre los rollos en la carrocera. Ante nuestra extraeza, el conductor coment con el clsico cinismo fronterizo: E o nossa ltima viagem, e posso vender os ferragens da ponte aos metalrgicos de Ponta Por. Eles pagam bem pelos ferros velhos. Aqu na zona, os rbores acabaram j, e prontinho vou ter que procurar outra mata pra fornecer de madeira ao serreiro. Ante nuestra perplejidad, el camionero explic que dicho puente lo habran construido los bugres como denominan peyorativamente a los indgenas guaranes de la regin, y poco les importaba dicha va a los depredadores de bosques, al no tener que volver a pasar por all en mucho tiempo. Horas ms tarde, el tractocamin reanud la lenta marcha por los barrosos o arenosos caminos de Fortuna Guaz, rumbo a la ruta principal. La indignacin ante su inicua accin, estaba sofrenada entonces por la gentileza de ofrecernos carona hasta las cercanas de Pedro Juan Caballero, ante la carencia de transportes de pasajeros por esos desolados andurriales, olvidados hasta del mismsimo demonio, suponiendo que ste existiera. Nada pudimos hacer para evitar la destruccin de dicho puente, pues que inluso su tablazn y vigas fueron alzados sobre el lerdo camin para llevrselos hasta el aserradero del patrn, siempre a
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marcha lenta, a causa de los psimos caminos y el peso de la carga. No tardamos en llegar a otro puente de madera en un vado, el cual corri la misma suerte que el primero; lo cual apenas insumi poco ms de dos horas a los rapaces fronterizos. Para estas alturas, el camin apenas soportaba su carga y el estado del camino, resbaladizo tras copiosas lluvias, empinadas cuestas y con un sol calcinante encima nuestro tostndonos sin desearlo. Como bamos sentados sobre la carga, mis acompaantes y yo: Sharon Weaver, la americana, que tambin ejerca de esposa de este servidor, Berta la formosea, Jackson el brasilerito y quien esto relata a su manera, debamos hacer esfuerzos para mantenernos asidos all, ante los barquinazos y patinadas que casi amenazaban con desalojarnos de tan incmodo transporte. Tan slo aferrndonos a los cabos de acero y cadenas que sujetaban los pesados maderos, podamos permanecer en esa posicin, aunque el calor no lo pudimos abreviar, mal que nos pesare, ni siquiera con la amarga infusin del tradicional terer. El tercer puente se salv del saco, a causa de ser demasiado grande y por sobre todo, por carecer el camin de espacio para transportar sus despojos. Quiz en un prximo viaje lo desmantelasen, aunque aqu no se trataba de un arroyito, sino del ro Ypanmi, de respetable caudal; especialmente durante la poca de lluvias, que en el Amambay se da
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tres o cuatro veces a la semana en forma de chaparrones no tan inesperados. Aunque la voracidad de los empresarios de frontera no lo tendra en cuenta, salvo salvo por el detalle de un retn militar en su cabecera, capaz de disuadirlos de tal hazaa, aunque no demasiado. A veces los sobornos generosos dan luz verde y va libre al pecado capital (o del capital) y al crimen. Muchos kilmetros nos aguardaban an para llegar, por lo que slo nos quedaba la opcin de pasarla lo mejor posible, olvidando a los insectos hematfagos, avispas, solazos y chubascos intermitentes que matizaban de humedad nuestro lento avance. Una vez en ruta asfaltada, debimos pasar la noche al raso, pues estaba prohibido el trnsito nocturno de camiones rolliceros por el asfalto, pese a que faltara menos de diez kilmetros para llegar al reposo de la tranquila hacienda de mi suegra, Mrs. Harriett Weaver. No tuvimos ms remedio que pernoctar hasta el amanecer, en que finalmente reemprendimos la marcha pachorrenta hasta nuestro destino. Afortunadamente los mosquitos no gustaban del repelente, Pero antes de proseguir, les dir cmo empez esta incmoda aventura y cmo termin en una frustrada bsqueda de lo obvio. Mi prima Berta, amante de incgnitas, rarezas varias y mensajes ocultos venidos desde el espacio u otras dimensiones desconocidas, oy hablar en cierta ocasin de unas escrituras rnicas dejadas por presuntos navegantes vikingos, metidos no sabemos cmo, a cami-
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nantes intercontinentales o turistas precolombinos, en unas cavernas del Cerro Guaz o Jasuk Vend. La lectura de Los vikingos del Paraguay de un ingeniero paraguayo de apellido Pistilli, y algunas delirantes divagaciones de un francs de nombre Jacques de Mahieu, fueron la espoleta del detonante que encendiera la mecha de la imaginacin explosiva de mi prima Berta. sta, ni corta ni perezosa, nos propuso viajar al Amambay a fin de cerciorarnos de la veracidad de tales digresiones, aunque la verdadera razn fuese el hecho de que mi esposa Sharon fuese copropietaria de una fazenda en Chirigelo con su familia. La ocasin la pintaba calva para unos das de relax y vacaciones de aventura por los escabrosos cerros de Amambay, por lo que nuestros argumentos en contrario fueron cayendo como fichas de domin, unos tras otros, vctimas de su verborragia entusiasta. A los pocos, nos hallbamos en Chirigelo, en casa de mi suegra a fin de preparar el asalto al Cerro Guaz. A causa, como dijera antes, de la carencia de transportes de pasajeros por los difciles caminos de la regin, debimos recurrir para llegar a Jasuk Vend, de los servicios de un macatero o buhonero, que provea a los comerciantes de esas apartadas fazendas o capueras, quien previa oblacin de diez cruzeiros a por cabeza, acept trasladarnos hasta all en la carrocera de su Bandeirante en compaa de sus mercancas. Ya veramos cmo resolver el retorno, pero era ms importante
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conocer el mtico "omphalos" de los guaranes, donde los misteriosos petroglifos invitaban a la aventura y a la imaginacin. Tras horas de barquinazos y sacudones, llegamos a la estancia de un viejo poblador llamado Nenito Torres, donde solicitamos su venia para montar nuestra tienda en su patio. Este nos explic cmo llegar al cerro, cuya mole desafiante se observaba al horizonte, con la engaosa sensacin de cercana, cuando en realidad se hallaba a ms de dos leguas de nosotros, casi en el lmite entre el departamento de Amambay y Kanindej. Nuestro desconocimiento de los intrincados senderos selvticos, nos llev a contratar a un gua indgena que nos llevase hasta las misteriosas cavernas (Ita koty, dicen ellos en guaran). Nada dejaramos en el tintero, y hasta provisiones secas y agua deberamos llevar a hombro. Tras tres horas de marcha casi forzada llegamos al pie del imponente cerro, an cubierto de fronda, aunque ya lo estaban raleando para alimentar los voraces aserraderos de la frontera seca; lo que es decir: para contrabando de madera paraguaya al Brasil, desertificando de paso nuestro hasta entonces ubrrimo paisaje atlntico. Antes de ascender por el empinado sendero de camiones rolliceros, nos dimos un chapuzn en un tajamar alimentado por un arroyo y recargamos nuestro termo de diez litros de agua fresca. No imaginamos siquiera la falta que nos hara despus.
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Con el impasible gua, silencioso como pez y poco acostumbrado a responder preguntas de citadinos ignorantes de las cosas del monte, fuimos ascendiendo entre risas y jarana durante toda la tarde, hasta cierto lugar donde un tabln enorme como nunca las he visto y de casi seis pulgadas de espesor, veinte de ancho y seis metros de longitud, se atravesaba en el sendero, ya estrecho e intrincado de lianas, raigones y maleza. El gua no supo explicarnos qu diantre hara all semejante tabln, salvo indicar el fin del sendero y esta ignorancia nos cost caro, como vern. Seguimos derivando por la espesa jungla, ya fuera de los senderos, sin hallar las dichosas cavernas rupestres ni seales de ellas, sino selva intrincada e interminable, por lo que suger prudentemente hacer un alto para acampar en algn claro. Simplemente, estbamos ms perdidos que ciego en tiroteo, aunque no quise admitirlo. Prontamente Jackson, cachorro de boy scout, arm la tienda mientras el gua y yo procedimos a reunir lea seca para una fogata; no fuera que alguna fiera nos amargara la noche. La pequea tienda apenas podra albergar a tres personas, por lo que decid que el gua se hiciera cargo de la primera guardia hasta medianoche; mientras intentara reposar sobre una vieja manta para asumirla despus hasta el amanecer. La noche se me hizo ms larga que retahla de borracho tartamudo, entre embestidas de insectos que caan a la hoguera y el fro
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reinante en las entraas del monte. Tras el amanecer, decid unilateralmente desistir de la bsqueda de cavernas, ya que evidentemente el gua si bien quiz oyese hablar de ellas no saba el lugar exacto de su localizacin, y el dichoso cerro tena ms de catorce kilmetros de longitud! formando casi una herradura difcil de contornear a causa de la maraa que nos cerraba el paso a cada instante y los inesperados precipicios al paso. Muy a nuestro pesar, decidimos retornar tras levantar el precario campamento, casi en ayunas y sin una gota de agua en nuestro depsito. El descenso no fue tan penoso, y fuimos chupando las gotas de roco acumuladas entre los helechos abundantes; hasta que a eso de las nueve el viento haba secado hasta el ltimo vestigio de agua, y no se perciba olor a tierra mojada que delatase la presencia de algn arroyo o vertiente. Tras interminable caminata, retornamos hasta el enorme tabln que pareciera burlarse de nuestra ignorancia. Una vez all, comenzaba de nuevo el sendero de camiones hacia la base del cerro. Horas ms tarde, y sedientos como camellos, llegamos a la base del cerro, donde nos dimos un refrescante chapuzn y llenamos de nuevo nuestro termo, no sin antes saciarnos de agua fresca y disfrutar de un hospitalario almuerzo de feijoada brasileira, en casa de un encargado de la fazenda del lugar. Casi al oscurecer llegamos a la estancia de Nenito Torres, el cual
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se extra ante nuestro fracaso, comentando socarronamente: No vieron el tabln grande que dej el general Samaniego para indicar el lugar de las cavernas? Si estaba a la vista! Apenas a diez metros del tabln est la primera caverna con esos dibujos raros Para entonces, el gua indgena haba cobrado su estipendio, borrndose inmediatamente del lugar, por lo que no pudo contemplar nuestra expresin de bronca y frustracin, tras el comentario sarcstico de don Nenito Torres. Habamos estado tan cerca, maldicin!
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Los pioneros de Cygnus
Wain Zller, comandante de la Atlantic II, comunic al pleno de los directivos de la Empresa Spacial Grows Inc. la noticia: Se aprestaban a ingresar en el sistema solar de Cygnus X-2 y se sospechaba la existencia de un planeta con las condiciones de habitabilidad requeridas para colonizarlo. Deberan, empero, aguardar a la flotilla de exploracin que en breve se reportara. En tanto, aguardaran en la rbita planetaria de la estrella azul Cygnus X-2, sol de dicho sistema binario (Alrededor de Cygnus, a muy escasa distancia de cinco unidad astronmicas*, orbita una enana negra neutrnica que absorbe parte de la energa gaseosa de la mayor). Los presentes en la sala de conferencias, se dispusieron a interrogar al comandante Zller acerca de lo expuesto. Este, explic que los responsables de las dos astronaves que comandaba, mientras orbitaban alrededor de la estrella Cygnus X-2, enviaron pequeos vehculos de desembarco a verificar un planeta terraforme es decir, con agua, oxgeno y plataformas continenta* Una Unidad astronmica es el equivalente a la distancia relativa de la Tierra al Sol; unos 150.000.000 de kilmetros. N. del a.
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les, quiz apto para la vida del ciclo carbono-oxgeno. El que llam la atencin de los pioneros era algo ms pequeo que la extinta Tierra, cuna de sus antepasados, pero pareca estar en estado casi primitivo, como aguardando a por ellos. Mas para no correr riesgos de ser rechazados por alguna forma de vida hostil, envi diez tripulantes a cerciorarse de la posibilidad de habitar dicho planeta, an innominado y desconocido. El pleno del Directorio de Spacial Grows Inc. se mostr satisfecho. Tras la destruccin del planeta madre, haca ya ms de dos mil aos, varios contingentes basados en Marte haban salido hacia los lmites de la galaxia a buscar otros mundos habitables. Las naves Atlantic II y V, gemelas ambas, llevaban en sus entraas a doscientos mil seres humanos criogenizados en sus compartimientos. Seran despertados, recin cuando hallasen dnde desembarcarlos y la empresa se encargara de ello. Todos haban abonado sus billetes al mundo-sin-mal y no tenan polizones, al menos que se supiera, ya que los controles eran harto estrictos y los colonos fueron seleccionados por su alto cociente de inteligencia y creatividad, amn de excelente estado fsico para soportar el largo periplo csmico. Las naves transportaban adems, alimentos, herramientas y gran parte de todo cuanto precisaran para los primeros tiempos, hasta llegar a la autosuficiencia. Ahora, luego de largo trayecto por el borde de la galaxia, habran hallado finalmente lo que buscaban. Tras
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el escueto informe, volvieron a las cmaras de hibernacin donde aguardaran el regreso de los exploradores y esto podra llevar un par de meses terrestres an. Los despertaron al regresar los exploradores con las buenas nuevas. El jefe de la patrulla astrobrigadier Zoran, no slo trajo informacin positiva, sino adems muestras de agua, del aire del planeta y algunos especmenes indefinidos que seran analizados a fin de prever enfermedades aliengenas o preparar antdotos para ellas. No dejaran nada al azar. Segn pudieron constatar, el contenido de oxgeno era de aproximadamente treinta por ciento y bastante superior al de la extinta tierra. Habra que aclimatarse a esto, ya que, demasiado oxgeno podra tener efectos narcticos al principio. Los capellanes de la expedicin, celebraron misas y oficios para dar gracias al Cristo Csmico que los haba guiado, con sus bendiciones, al nuevo mundo; a la nueva Tierra sin mal; al nuevo paraso donde reharan a la civilizacin. No aprenderemos nunca farfull, quedamente el contramaestre Wrenn. Vamos a echar a perder de nuevo otro planeta virginal e inocente. Los cyber-libros de historia ya lo dijeron. Ocurri en Amrica precolombina y en Marte. Y siempre, con las bendiciones del bendito Seor a quien no tengo el gusto de conocer y creo que stos tampoco. Cllate, por Dios, Wrenn exclam a su lado un joven cadete
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de patrulla. Si te oyesen los inquisidores de la expedicin, te podra ir mal. No lo olvides. El aludido se abstuvo de responder, pero no por falta de ganas de hacerlo. El informe preliminar era alentador. Abundante vida silvestre, rboles gigantescos, rocas marmreas de excelente calidad, vida acutica y cuanto precisaran para repoblar el mermado rebao humano que huyera de la polucin marciana. Y, sobre todo, con las bendiciones de los obispos, pastores, lamas, mullahs y rabinos en pleno, aunque los cristianos eran mayora virtual. Tal vez hubiese ateos entre ellos, pero lo disimulaban muy bien, ante las amenazas de las inquisiciones de los monoteistas y sus tribunales de la Fe. Pese a ser una estrella gigante, la distancia de ms de seis unidades astronmicas desde sta hasta el planeta, no entraaba peligro, salvo que no podran permanecer all ms de mil millones de aos antes que se agotara su combustible. La enana negra tampoco representaba una amenaza, pues sus radiaciones X eran absorbidas por la espesa atmsfera del planeta y su gruesa capa de ozono. En un mes ms, gran parte de ellos fueron desembarcados en el nuevo planeta y en menos de tres meses terrestres (la rotacin del planeta descubierto duraba cuarenta y dos horas GMT y su translacin era de casi 600 aos, dada su distancia a Cygnus de unos setecientos cincuenta millones de kilmetros, pero la temperatura casi
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similar a la Tierra), haban construido habitculos provisorios para los pioneros, adems de dotarlos de provisiones de boca de las naves. Tras solucionar el primer problema de hbitat, los miembros y jefes de la expedicin, descubrieron un monumento monoltico con una placa que expresaba: En nombre de la Humanidad, ocupamos el IV planeta de Cygnus M 4, con las bendiciones de Dios, para la gloria del Cristo Csmico. A las veinticinco jornadas del mes de Tharad, del ao del Seor cuatro mil ciento veintids, de la Era Divina.
Cuando la ciudad hbose erigida en un bloque nico, un grupo se dirigi a explorar la regin ecuatorial del continente 3-A (an no haban bautizado al planeta, y no por falta de agua precisamente). Hasta el momento, no tuvieron rechazos de las formas de vida del planeta, ni actitudes hostiles de ninguna naturaleza, pese a que la fauna y flora del lugar era algo extica, aunque aparentemente inofensiva, como si ignorasen el poder destructor de la raza terrcola. Por precaucin, los colonos tenan consigo algunos animales de crianza, para alimentos o simple compaa, pero deberan multiplicarlos antes de que fuesen utilizados. Adems, era preciso hacerles controles peridicos de adaptabilidad, aclimatacin y sanidad. Dems est decir, que la mayora de los animales nativos, casi
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todos muy pequeos; no huan de la presencia humana, como si su amistosa curiosidad tuviese algo de inteligencia. Simplemente, se detenan a mirar a los recin llegados como quien contempla a un viejo amigo... o a una sabrosa presa. A ms de un humano le pareci verlos relamerse, como paladendolos por anticipado, pero estaban bien armados como para temerlos. No haban visto ms que algunas especies de insectos, reptiles y aparentes mamferos, no muy grandes, que en poco diferan a los extintos seres de la Tierra, a causa de la desnudez de la capa de ozono que someti el planeta a un despiadado bombardeo de rayos ultravioleta y luego, las potencias beligerantes, a un despiadado y ultraviolento bombardeo termonuclear entre s. Observe, doctor, esas plantas gigantescas, qu delicado follaje y qu bellas flores. Pareciera que tuviesen vida propia y se moviesen por su voluntad coment uno de los exploradores al exobilogo que los acompaaba para estudiar la flora y fauna del lugar. Aqul se acerc a la planta y cort una ramita para muestra de su herbolario, pero la planta... o lo que fuese, lanz un gemido lastimero que electriz a los presentes, y enlazando al exobilogo por la cintura con una de sus flexibles ramas, antes que atinasen a defenderlo, lo lanz a buena distancia. Dems est decir, que el doctor Prez se desnuc contra una roca del lugar. Los tripulantes, alarmados y temerosos, cogieron sus mortales armas y dispararon contra todo lo
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que alentaba vida en el lugar, hasta que no quedaron ms que calcinadas cenizas en la zona. De pronto, sintieron cierta pena por lo actuado en contra de la lgica y la razn. Despus de todo, el ser slo se defendi de una agresin y la reaccin de los terrcolas era ciertamente desproporcionada al hecho. Mas como si su paranoia momentnea se exacerbase, con sus armas an humeantes, se desat la locura entre los forneos que, principiaron a dispararse unos contra otros desaforadamente, hasta no quedar uno solo con vida.
En Ciudad Uno, los jefes de la expedicin se preguntaban el porqu de la ruptura brusca de comunicaciones con la avanzada ecuatorial de los cadetes espaciales y los cientficos, que partieran a buscar ms sitios para futuros asentamientos de los pioneros de Cygnus X2. Pareciera que se los hubiese tragado la tierra, literalmente hablando. Y nunca ms acertada la metfora de esta relacin.
Por qu nos han atacado esos seres extraos? pregunt telepticamente Klaar-Twen, una cactcea cubierta de largos vellos No les hemos hecho nada... hasta ahora. No importa. Los dejamos posar en nuestro mundo, pero evidentemente no han venido en paz, sino a exterminarnos. Opino que debemos pasar a la ofensiva respondi Numha-Laar, un confero
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palmeado de races mviles reptantes.Tuvimos que inducirlos a agredirse entre ellos. Ahora, podremos alimentarnos. Espero que sean nutritivos y no sepan tan mal como los anteriores invasores. Poco a poco y con parsimoniosa lentitud, las "plantas" se movieron en direccin a los restos de los exploradores y se cebaron en ellos. Poco ms tarde, la smosis haba concluido y, lentamente, muy lentamente, las plantas, no tan vegetativas, comenzaron a moverse en direccin a Ciudad-Uno. Atrs, slo quedaron uniformes vacos de todo contenido y armas de rayos calorficos desperdigadas e innecesarias.
El doctor Ulianov se mostraba preocupado. Ni seales de los expedicionarios. Mas se mostr partidario de no asustar a los civiles de la expedicin colonizadora; pero opin que todos, excepto los nios, deberan portar armas calorficas, por si las moscas. Hasta entonces, no fueron molestados ni siquiera por los insectos abundantes en la regin sub tropical de New Jerushalaim, como dieron en llamar al planeta, en honor a la ciudad santa de la extinta Tierra, que curiosamente, fue la primera en sufrir el primer y ltimo bombardeo termonuclear de parte de los rabes. De pronto, un cadete del cuerpo de Centinelas irrumpi en la espaciosa sala de reuniones de los gerentes de Spacial Grows Inc. donde los directivos analizaban la ausencia de sus adelantados.
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Permiso, seores. Debo comunicar que Ciudad-Uno, ahora nominada Christ City, amaneci rodeada de un impenetrable bosque de exticas plantas y rboles nunca vistos por las cercanas. Tal vez hayan crecido repentinamente durante la noche (recordemos que la noche era de ms de veinte horas terrestres GMT), y la ciudad est prcticamente sitiada por ellas inform el centinela Ron Wharton al Consejo, a travs de un intercomunicador. Los presentes se levantaron de un salto y corrieron hacia las elevadas terrazas de Christ City a fin de cerciorarse del fantstico informe del centinela. Poco tardaron en llegar hasta la cima del gran
edificio ciudad que se ergua a la vera de un lago de cristalinas aguas. Efectivamente, hasta donde abarcaba la vista, una selva tropical exuberante se extenda entre la ciudad y el horizonte, incluso haba vegetales que parecan moverse sobre la superficie del lago y no acabar el verde, hasta el infinito. Es extrao exclam el doctor Kohn. Pareciera que estuviesen vivos y observndonos. Alguien tiene un ocular de distancia? El cadete se lo alcanz y Kohn observ atentamente al conglomerado verde de miles de tonalidades que rodeaba la ciudad. Luego, enfoc el visor a mayor distancia, notando preocupado que algo pareca moverse en direccin a ellos, es decir, hacia Christ City. Era una marea verde que avanzaba lentamente, como lo hara un enjambre de marabuntas amaznicas de la extinta fauna terrestre.
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Creo que deberamos extremar precauciones, comandante Zller opin el gerente general de la empresa. Distribuya armas a todos los civiles. Creo que algo nos est contemplando con hostilidad. Sigamos observando todo cuanto acontece en el exterior, pero si esos vegetales semovientes intentan tomar Christ City, rechacmoslos con los rayos calorficos. No creo que puedan contra nuestras armas. No son ms que plantas, que, por razones que ignoro, tienen races superficiales mviles y pueden trasladarse a voluntad. Lo que no hemos medido es el grado de inteligencia que puedan poseer, y ello es lo que me preocupa. Tampoco los exploradores se han reportado. El comandante Zller se retir para dar la orden de distribucin de armas, ignorando que cuanto se dijesen entre ellos, era captado por los seres que rodeaban Christ City.
Estn alertas los invasores, y poseen armas terribles. No deberamos dejar que se nos acerquen dijo telepticamente Klaar-Nutt, uno de los rboles de hermosas flores rosceas. Pero si deciden atacarnos, ya saben qu hacer. Todos asintieron con un movimiento lateral de sus penachos verdes y sus ramas multicolores recin florecidas. Siento que ya estn preocupados por nuestra repentina presencia alrededor de su madriguera, y pronto estarn asustados, y en esas
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condiciones pueden ser peligrosos exclam telepticamente Nukka-Laar, una especie de palmera de mltiples ramas cargadas de frutos-huevo. Los mantendremos en su refugio sin dejarlos salir, pero si nos atacan o intentan hacerlo, ms les hubiese valido quedarse en su mundo de ms all de lo conocido respondi otro rbol de flores color violeta, llamado Kurhat-Lom y de una especie no clasificada.
Creo que deberamos pasar a la accin, seor exclam preocupado el comandante Zller. No podemos salir de Christ City a causa de la proliferacin de plantas, y los vveres y el agua se estn agotando. Nuestros pozos ya casi estn secos y el lago est infestado de esos... no sabra cmo llamarlos. Y cada vez son ms, y parecen no tener fin. Tiene razn, comandante respondi el doctor Zechariah, el gerente general y comandante civil de los colonizadores. Pueden usar sus armas desde la terraza de esta ciudad. Proceda! y que el Seor Jess del Universo nos ayude. Apenas pronunciada estas palabras, el doctor Zechariah, extrajo su arma y sorpresivamente dispar contra el comandante Zller y los presentes, hasta no dejar con vida a ninguno de sus congneres que lo rodeaban. Luego, parsimoniosamente, se apunt a s mismo y oprimi el disparador.
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Cual la antigua Masad, se desat en Christ City una suerte de locura entre sus habitantes que, con o sin armas, iniciaron a agredirse salvajemente como posedos de alguna furia infernal. Madres que destrozaban a sus hijos, con cualquier instrumento contundente o arma, si las tenan; hijos apualando a sus madres; padres asesinando a sangre fra a su familia; militares contra civiles y viceversa, hasta que, por sus propias manos y en menos tiempo de lo que podra esperarse, los pioneros de Christ City y su ciudad, quedaron reducidos a restos semi calcinados o moribundos baados en su propia sangre.
Creo que no queda nadie en esa guarida de los invasores aliengenas expres Kull-Ah, telepticamente. ste era un rododendro gigante de graciosos penachos amarillos. Entremos con cuidado y en orden. Hay alimento para todos. Esperemos que por mucho tiempo no repitan su aventura de querer invadir mundos ajenos dijo Klaar-Null, una palmera hembra, de vistosas flores colgando en racimos de su copa. Pero si los sentimos llegar, los recibiremos como lo merezcan. Si vienen en paz, compartiremos nuestro espacio, de lo contrario, acabaran como stos extraos seres de allende la profundidad del espacio estrellado. Tiempo ms tarde, otra expedicin llegara en pos de los pione-
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ros de Cygnus X-2, alarmados ante su silencio. Pero esta vez, ya los estaban esperando en el bello planeta, entre las ruinas calcinadas de lo que fuera Christ City, una magnfica y ubrrima flora de bellsimos colores, suculentos frutos, letal perfume, graciosos movimientos y poderosa inteligencia. Y stos visitantes, tampoco regresaran jams a su planeta. Estaban deliciosos, opinaron las flores, aunque algo grasientos.
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La puerta prohibida
No supo nunca cmo se obsesion con esas rarezas lingsticas y esas impronunciables invocaciones. O si lo hubo sabido alguna vez, no lo recordaba con claridad. De hecho, ya estaba atrapado obsesivamente por la red. Ni nombre tena, cuando estaba chateando en la web, o rastreando archivos malditos. Apenas se lo conoca en el purgatorio virtual como chuckywolf. Nada de andar identificndose de aqu para all, aunque todava no estaba fichado por el FBI. Era por otra parte, un hacker consumado y capaz de crear tipos de virus informticos inteligentes; no slo capaces de reproducirse a s mismos, sino de autoprogramarse mediante la absorcin de datos adjuntos durante su etapa de crecimiento, hasta inficionar cualquier ordenador cuyo propietario fuese contrario a las ideas sustentadas por el casi annimo chuckywolf, algo difusas por cierto, aunque no carentes de cierta lgica. No se puede jugar con hardware y software careciendo de ellas,
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por lo menos en una mnima proporcin. As, desde telfonos pblicos, por lo general o desde algn cybercaf, le hizo pur la pgina web de la Sociedad de la Camelia Blanca http://www.kkk.org.us de los Estados Unidos y Europa, as como tritur papeles virtuales en la memoria de una red de http// www.cia.gov.us. Pero esto slo l lo saba. Y por fortuna, porque en Tel Aviv, localiz por entonces el FBI a un adolescente hacker, que se introdujera como un cazabombardero stealth en archivos secretsimos de cierta figura geomtrica de cinco caras y mil rostros. Y lo cazaron noms. No. l, el escurridizo y astuto ente, chuckywolf, no se dejara cazar por nadie. Al menos, eso crea. Pero su otra mana, la de indagar libros y archivos malditos, pudo haberle deparado algo peor que ser cazado por cazadores de virus. Tras conocer los cuentos alucinantes de H.P. Lovecraft (antes de ser atrapado por la PC), hall en la revista norteamericana OMNI un anuncio sobre el maldito y poco conocido "Necronomicn", el Libro de los Nombres Muertos, en los que la mente obnubilada por la locura de Abdul al Azhred, poeta rabe yemen del siglo VII al VIII, probablemente apcrifo, compusiera un homenaje a los antiguos seores del mundo: los Hijos de Cthulhu, seres repulsivos e invisibles para los humanos. stos, permanecen en el centro del planeta, en una prisin de
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plasma en la cuarta dimensin, pero algn da oirn las invocaciones y saldrn a gobernar de nuevo al planeta. El amigo chuckywolf decidi conseguir el Necronomicn a como diese lugar. Como casi todas las obsesiones tienen ilimitada capacidad de manejar nuestros actos, el amigo chuckywolf, a quien por razones de sntesis denominaremos Chucky, una vez que aprendi lo suficiente acerca de lo informtico, se suscribi a un servidor Internet, pasando a ser un navegante consuetudinario, casi al lmite del orgasmo. Soltero y heredero de un capo de Itaip, fallecido en olor de sospechas, no tuvo apremios que lo desviasen de su aficin. Era excitante recorrer autopistas virtuales, penetrar en archivos inviolables, leer literatura demencial, desviar informacin y piratearla, entre otras delicias. Nada ni nadie, pondra lmites a la red ni cortapisas a sus millones de usuarios confesos. Tambin chateaba, con colegas de las antpodas y algo ms ac sobre el particular, y todos, sin excepcin, le recomendaron dejar sin efecto su investigacin sobre el Necronomicn, no sea que se volviese loco. Lamentablemente Chucky no corra peligro de volverse loco; entre otras cosas, por que ya lo era, y de remate. Nada satisfara su curiosidad morbosa por lo prohibido o simplemente oscuro que se hallase en la red. Hasta la mismsima muerte tendra, seguramente, su cdigo de password y su e-mail, y l lo descubrira... a menos que la muerte logre primero dar con l. Chucky no conoca la palabra
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imposible, por lo que no sola detenerse ante labernticas dificulta des. Tecle http://wwwnecronomicon.com, y pronto apareci en pantalla la pgina en cuestin de la Lovecraft Society, con la delirante grafa y la horrenda y atroz iconografa, creada y producida por las mentes ms tenebrosas de la tierra. Nada sera igual entre el antes y el despus. Pens que bastara saber un poco de ingls, para descifrar esas ininteligibles palabras en idiomas difuntos haca ya miles de aos: el devanagrico (protosnscrito), el sumerio, rabe nabateo y el ms moderno koin o griego popular. Y lo escrito superaba en cripticismo a las alusiones simplemente fonticas de un ingls preshakespeariano; que, finalmente, eran sonidos afines a las lenguas asiticas de antes de la torre de Babel. Al principio, Chucky qued ms perdido que picaflor en un estadio, pero comprendern que la tenacidad de un hacker supera a la paciencia de Job; y si aqul lleva el alma ceida por un chaleco de fuerza, peor. Por esos das asisti a las charlas de un monje Rishi de una sociedad vedanta. Este era versado en snscrito y a travs de esa lengua muerta, llegara tal vez, al devanagrico, cuyos caracteres ya estaban impresos, aunque no en un orden dado. El dichoso libro era ms horrendo an, de lo que la afiebrada mente de H.P. Lovecraft afirmara en El horror de Dunwich o Los mitos de Cthulhu. La editorial de Penthouse al publicar el aviso en OMNI, subsidiaria de aqu-
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lla, saba lo que quera. Muy pocos eruditos se han ocupado del Necronomicn, excepto algunas sociedades secretas como la Rosicruciana, la del Alba Dorada y la Gran Logia Unida de Gran Bretaa, aunque todas coinciden en la inconveniencia de soltar ese horror desatado sobre el mundo, por la imposibilidad de tenerlo bajo control. Pero ese detalle preocupaba muy poco a Chucky, entre otras cosas, porque para l era ms importante develar un secreto; abrir una puerta prohibida o simplemente enviar una bomba virtual a cualquier destino. Lo dems, es decir la tica, lo tena sin cuidado. A pasos del ao 2010 no se preocupara de cuestiones superfluas como sa. El Rishi no pudo comprender el significado de esa escritura alucinante, aunque s pudo darle los sonidos que representaban alfabticamente (finalmente, no fueron los fenicios los inventores del alfabeto, sino los antiguos habitantes de Mohenjo Daro). Esto bastaba para Chucky. Ya esperara la ocasin para reunir los datos que precisaba para abrir la puerta prohibida. Lo que viniese despus, era harina de otro costal. Reley Los mitos de Ctulhu una y otra vez. Lovecraft debi tener la clave, o por lo menos acercarse a ella. Repas por duodcima vez sus cuentos y trat de reproducir en su impresora cuanto vena de la red sobre el maldito libro. Muchos dibujos incomprensibles de
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manos en distintas posiciones de sus dedos, galimatas en lenguas ms que muertas y sonidos anteriores a las lenguas conocidas, desfilaban ante sus ojos alucinados. La fiebre lo devoraba y la locura ya desbordaba sus neuronas extendindose por su cuerpo, como metstasis cancerosa, llenando todas sus oquedades y clulas. Hubo momentos de lucidez y reflexin en que, se preguntaba si el Necronomicn no sera ms que una tramoya urdida por Lovecraft para confundir a los morbosos lectores de su literatura pre-psicodlica. Su amistad con el sudafricano J.R.R. Tolkien pudo haberlo inducido a jugar con lenguas muertas, ya que, el genial autor de "El Seor de los Anillos" y otros relatos pre-gticos, era estudioso de lenguas antiguas y conoca el griego, el teucro, el snscrito y el latn, adems del rabe, hebreo y demtico egipcio (actualmente lo hablan los coptos de Etiopa), con lo que pudo crear esos mitos seudo antiguos. Pero ya lo descubrira. Para Chucky era un desafo ms a su anormal inteligencia y a su locura desbordante. Reuni de las ferias de libros usados cuanto pudiese hallar, referente a lo que lo obsesionaba. Por fin, obtuvo algunas pistas, aunque no las que lo conduciran directamente a la puerta prohibida. Pero por lo menos, ya saba quines eran Yog-Sothoth y Azathoth, los amos, los Seores del mundo prohibido de R'Lieh. Comprendi que los Superiores Desconocidos los haban dejado aprisionados, por su malignidad ms que nada, en un huevo de plas-
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ma de alta energa, situado en el centro del planeta. Nada podra violentar este encierro, salvo ciertos sonidos pronunciados en lenguas extinguidas ha milenios, acompaados de algn ritual en descampado y con altares ptreos situados en alturas. Y l, Chucky, dara con la llave de su encierro. Evidentemente, Yog-Sothoth no era lo que llamaramos un demonio, sino un ser ajeno a este sistema solar. Tal vez proveniente de otra galaxia. Una suerte de Alien prehistrico, indestructible e inmortal aunque tal vez imaginario e irreal. Nunca se sabe. Obviamente, tal como algunas palabras, an ignotas, podran liberar ese horrsono ser, tambin, otras podran devolverlo a su estado de cautividad. Chucky, por ser insaciable lector, conoca el poder de la palabra y los sonidos debidamente enunciados. Conoca algunos mantras capaces de ponerlo en estado de nirvana o hacerle trascender de estado de conciencia. Tambin oy hablar de invocaciones tibetanas capaces de mover montaas o derribar las murallas invisibles de la incomprensin y los prejuicios. Slo que acumul tanta informacin en tan poco tiempo que sta, era un maremagnum de confusin y un remolino de conceptos an no clasificados en su archivo mental. Estaba tan dispersa que bastara el soplo de un suave cfiro para esparcirla ms an por todo su apartamento. Mas todava estaba a tiempo, para clasificarla y desechar la hojarasca superflua que tapaba lo aprovechable para sus fines, an no
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muy claros por cierto. El exceso de informacin crea ms confusin que la falta de ella, y Chucky no ignoraba esto. Pero tampoco lo tena en cuenta. Su memoria casi saturada de citas de Lovecraft, de Tolkien, de Erasttenes de Alejandra y muchos otros cronistas de lo improbable y relatores de lo fantstico, estaba a punto de colapsar por falta de alimento fisiolgico. Las mprobas horas de chateo y navegacin, le restaban tiempo para refecciones y meriendas. Apenas probaba bocado entre un puerto y otro e incluso renunci al folclrico terer a fin de ahorrar tiempo para sus periplos virtuales. Esta carencia de oligoelementos conspiraba contra su equilibrio mental y lo debilitaba, pese a su resistencia casi sobrehumana. No tard en experimentar los primeros sntomas de desfase espacio-temporal. Dio en tener alucinaciones casi despiertas en sueos, en las cuales se vea a s mismo corriendo por inexistentes caminos en pos de igualmente quimricas faunas bizarras de inquisitorial iconografa. El agotamiento comenz a acosarlo y su PC se colgaba con harta frecuencia, a causa de tener saturada su memoria. Decidi, en uno de sus, cada vez menos frecuentes, momentos de lucidez, que deba hacerse un back-up mental; y tambin descargar parte de la bizarra carga de su disco duro en el trasher, antes de volverse loco definitivamente. Ahora poda imaginar a Yog-Sothoth mirndolo fijamente, como ordenndole que acelerase el expediente que lo liberara de su pri-
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sin eterna. Chucky se senta cada vez ms solo, como boya en el mar, en su delirio de bsqueda de la clave, a causa de que sus compaeros de chat no compartan su punto de vista y su obsesin enfermiza por desentraar el secreto del libro maldito. Los Seores no deban sentirse muy a gusto en cautividad, especialmente por ser casi inmortales y semi-indestructibles, aunque ciertos fonemas y frases ininteligibles pudiesen tener el poder de reducirlos nuevamente a prisin o enviarlos a su lejano mundo de Uth Qhm, ms all de Cassiopeia, donde se las veran otra vez con los Superiores Desconocidos, los cuales sin duda, los encadenaran nuevamente en algn lejano mundo primitivo, casi desprovisto de vida consciente. Como el nuestro, por ejemplo. Chucky, estaba al borde del colapso en ambas memorias: la suya y la de su IBM 976 XP-2018, de ltima generacin; o sea, casi ilimitada en memoria pero vulnerable a lo irracional como hemos visto. No soportaba datos que no concordaran con sus coordenadas lgicas, vectores emocionales y filosofa matemtica. Lo mtico o mgico no entraba en sus microchips y le resbalaban los conceptos no derivados de la lgica cartesiana. Ingiri dos tabletas de superdolanet-extra para serenarse y reestructurar sus pensamientos. Chucky, obsesionado con el tema, olvid lo ms elemental: la razn. Y lo estaba pagando caro, pues su adorada mquina pasaba ms
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tiempo en el taller de reparaciones y mantenimiento que on-line. Estaba pensando, seriamente, en tener dos ordenadores, para suplantarse el uno al otro. Eso s, su cuenta telefnica por banda ancha estaba llegando a niveles estratosfricos y si no meda tal rubro, podra acabar en la ruina. La pobreza no lo asustaba pero s, la posibilidad de tener que trabajar en las horas de chateo y de navegacin virtual. Los antiguos compaeros de chateo se alejaron de l definitivamente; hartos de recibir en sus e-mails, preguntas insustanciales acerca de las inflexiones vocales y consonantes del sumerio o del caldeo. Tambin sus parientes se alejaron de l a causa, probablemente, de lo mismo. Adems, estaba arruinando a las empresas de su finado padre, con sus facturas telefnicas, ms gastos de software, hardware y soportes perifricos. Cada vez ms acorralado por la vida y por sus obsesiones, Chucky se las vea negras cuando sala, a tomar aire o cerveza mientras se enfriaban un poco los circuitos de su IBM 2018, y le hacan el vaco o lo esquivaban, como si fuese leproso o algo peor. Hasta pareca que el mundo entero lo pona en jaque mate. Su imprudente bsqueda de lo irreal y sus secretos a gritos, trascendieron de su ambiente. Toda la ciudad y parte del orbe conocido delataban sus huellas con un ecce homo indicativo. Su fama de mago negro de la informtica traspuso los umbrales de lo cotidiano y pri-
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vado, hacia lo pblico y sabido; o al umbral de las suposiciones, que era peor. Su propio ordenador personal, cada tanto lo recriminaba en su lenguaje sinttico y amenazaba con declararse en huelga de Gb cados. Hasta las inteligencias artificiales se rebelan contra lo irracional. Chucky dio en beber con ms frecuencia, aunque no aument su ingestin de caloras proteicas, y ello, irremisiblemente, lo llevara a una declinacin del cach de su mnemoteca. Pese a la oposicin de propios y extraos a su delirante proyecto, Chucky insistira hasta demoler el cancel de la puerta prohibida. Miles de aos-luz de autopistas fueron recorridas por su insaciable sed de abrir cerraduras vedadas al vulgo. Cientos de biblioratos de papel impreso por su HP 5400-DJ, ocupaban ingente espacio en su apartamento de soltero. Faltaba poco para que la masa de celulosa informativa, que brotaba a torrentes de su impresora, invadiese su dormitorio y parte de la cocina. Decenas de cajas de CD-rom se apilaban por ah con un cargamento tan denso como intil, acerca de astrologa babilnica, teogona hind, demonologa sumeria, cbala hebrea, gnosticismo cristiano, mitologa rabe y pantesmo masnico. Chucky, pese a los alarmantes sntomas de pre-colapso mental, segua demorando en caer postrado de surmenage o coma cerebral, en atencin a algn misterioso poder sobrenatural. Lo natural hu-
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biese sido que entrara en cortocircuito o quedase colgado definitivamente del cielo raso. Evidentemente, ellos intentaban preservar al nico mortal que pudiese romper el sello de su varias veces milenaria prisin, an contrariando las leyes fsicas y hasta las espirituales. Chucky pareca a veces, un cyborg con mando a distancia, a causa de estar manipulado ya por los entes que trataba de liberar, sin otro motivo que dar satisfaccin a su ego. Finalmente, dio con algunos de los sonidos que necesitaba y casi impronunciables por cierto. Se puso a recitarlos en su interior, sin pronunciar palabra... todava. Se dijo a s mismo: No se habra
atrevido a pronunciar este galimatas en alta voz, como si un resto de conciencia quedase an en sus clulas, ya al lmite de la postracin: Ngai, nghaghaa, bugg-shogog, yyah; Yog-Sothoth, YogSothoth... Estaba seguro de que ese ser? debera manifestarse de alguna manera, tal como lo leyera o lo intuyese en sus largas noches de delirios febriles. Hasta pudo or otro nombres en su mente, como el de Azathoth y Nyarlathotep, entidades malignas en estado puro e incontaminado. Vislumbr, en medio del febril movimiento de sus ojos y el obnubilado resplandor de su mente, la forma del ser de otra dimensin remota pero cercana al mismo tiempo. Seran esos sonidos una suerte de atajo espacial para que esos seres pudiesen salir a
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nuestro mundo? Seran los microcircuitos del ordenador, capaces de contener tanto horror concentrado en su memoria? Acaso ellos ya estaban cerca, ms cerca de lo que Chucky crea? Los nudos que ataban los lazos de lo desconocido eran muy poco gordianos. Bastaba algn sonido enunciado en algn lugar apropiado, para desatarlo y dar rienda suelta a entidades abominables ajenas a nuestra realidad dimensional, pero afines a la maldad o a lo infinitamente cruel. Segn los datos reunidos pacientemente por Chucky, las entidades podran ser seres no perversos per se, sino que, simplemente no acataban ni conocan las leyes que regan nuestro universo. Los sentimientos de piedad o tica que sustentaba por lo menos una parte de la humanidad, les eran desconocidos. Simplemente buscaban alimento; lo devoraban en forma integral hasta devastar un mundo. Luego emigraban dimensionalmente a otro, para repetir lo mismo. Es cierto que, en la antigedad, algunos hallaron la clave para invocarlos, pero debieron posteriormente devolverlos a su estado de hibernacin espacio-temporal. Tal vez ello haya servido para alimentar la demonologa sumerio-babilnica, la cual posteriormente pas a otras culturas dando origen a la legin de espritus del mal, de los que mencionan los mitos judeocristianos y asiticos. Mas, era innegable que, de desatarse esa legin de horror sobre la tierra, podra ser el final de la humanidad. Aunque, a decir verdad
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Chucky no estaba seguro de la realidad del absurdo y bizarro contenido de tal libro maldito. Por otra parte, habra que tomar precauciones de descifrar las invocaciones en contrario, para erradicar dicha amenaza, en caso de concretarse su aparicin en este mundo. Esa noche, Chucky se sent frente al ordenador, decidido a dar con la clave final... o perecer en el intento. Tras teclear el password para acceder al archivo que contena el libro maldito, puesto en la web por la Lovecraft Society, dio con una imagen horrenda que lo miraba fijamente como si estuviese animada. Quiz buscando hipnotizar o poseer su mente, ya deteriorada por su insana e irracional obsesin. Chucky no esperaba que la imagen tuviese vida propia en el espacio virtual de su ordenador, pero esa cosa mova la cabeza y lo miraba fijamente hasta que el operador qued encandilado por esos ojos de sobrenatural fosforecencia mientras un hedor sulfuroso invada la sala de su departamento. Por una parte, sinti el acre sabor del triunfo al conseguir que Yog-Sothoth se le presentase all mismo; pero esa sensacin pavorosa de impotencia que le inspiraba la visin del Mal, lo impuls a gritar con desesperacin, al darse cuenta de que estaba completamente a merced de tal engendro e imposibilitado de moverse o volver la cabeza. Y el terror suyo aument al comprobar que ni siquiera poda cerrar sus ojos, ya cautivos por esa mirada de otro mundo. Las coordenadas de espacio-tiempo estaban convergiendo all mismo y de no
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mediar auxilio alguno, la cosa escapara de la pantalla del ordenador apoderndose de l en cuerpo, mente y alma. Qu pasara despus, cuando el monstruo tomase cuenta de su personalidad y encarnara en l... o se alimentase de l? Intent un gesto manual para apagar el ordenador, antes de que esa entidad tomase por asalto su mente, pero comprob que era intil. Slo pudo articular un grito alucinado y casi muerto, mientras la figura creca, cual efecto zoom, hasta ocupar toda la pantalla y ms. De pronto sus ojos, nada ms que sus ojos, destilaron luces inconcebibles y encandilantes, quemando sus retinas y anulando la poca conciencia que le quedaba en pie. Sinti que todo su ser se disgregaba en una masa nula, irreconocible y amorfa, mientras aumentaba la persistencia emergente de esa mirada terrible, tirnica, imperativa y cruel; ordenndole en silencio que pronunciase las esperpnticas invocaciones que diesen vida a la entidad que, tras el fino cristal de la pantalla del ordenador pugnaba por salir al mundo. Chucky, en un supremo esfuerzo y dndose ya por perdido, contrajo con todas sus fuerzas las piernas y dando un empelln a la mesa de trabajo, lanz al aparato contra el piso estrepitosamente. Sinti el estridor de carcazas quebradas y chisporroteos intermitentes, entre humo blanquecino y hedor de sulfuro. Pero la mirada, esa mirada alucinada e intransigente, persisti varios minutos en sus re-
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tinas, como intentando apoderarse an de su voluntad. Casi cegado por el resplandor de la mirada del ser, olvid cerrar el interruptor del cortapicos que alimentaba al conjunto informtico, el cual comenz a echar humo acre y fuego. Tras varios minutos interminables, le pareci or en su mente gritos guturales y chillidos estremecedores, intensificndose el hedor sulfuroso y la humareda lacrimgena de conductores en cortocircuito. No poda ya abrir los ojos a causa de la terrible visin que lo subyugara al punto de la posesin. Cuando estaba recobrndose, comprendi que su apartamento estaba siendo presa de las llamas y le pareci or a lo lejos el ulular de la sirena de los bomberos. Record de pronto que tena un matafuegos en su cocina y de un salto se precipit hacia l. Sus desordenados folios y apuntes impresos, estaban siendo juguete de furiosas lenguas de fuego y parte de la pila de papeles ya estaba casi carbonizada, pero el espumante chorro de cido carbnico redujo el voraz principio de incendio a inofensivas pavesas humeantes. Cuando llegaron bomberos y policas, el fuego estaba prcticamente sofocado y poco quedaba de su equipo informtico, aunque Altair Emerson Durn, alias Chucky, alias chuckywolf, casi asfixiado por el pestilente humo, tardara en superar el horror vivido tiempo antes. Mientras lo sacaban del lugar, semiasfixiado por el humo, pensa-
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ba seriamente en dedicarle ms tiempo a Borges, Roa, Carpentier, Garca Mrquez y otros. Tal vez, hasta decidiese trabajar.
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Dos momentos de una de las visitas de don Augusto Roa Bastos en el hogar del autor, quien se halla en compaa de su esposa e hijos. Las foros son de Lea Rodas (1997).
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Acerca de un contador de cuentos domiciliado en la vereda de enfrente a la solemnidad y al poder:
Naci el 28 de julio de 1942 en el Dpto. del Guair (Paraguay) y bautizado como Celso Aurelio Brizuela, quiz por razones ajenas a su voluntad o tal vez por minoridad irresponsable por parte del autor, quien no pudo huir de la obligatoria aspersin sacramental de rigor. Tras corta estada en su tierra natal, fue trasplantado a la ciudad de Encarnacin en 1945. Cuando sobreviniera la guerra civil de 1947, sus padres debieron emigrar a la Argentina, por razones obvias; es decir: por militar en la vereda de enfrente a la del bando vencedor; que, de vencer los perdedores, segn su deduccin, se hubiese invertido la corriente migratoria de la intolerancia. Tras radicarse su familia en el pueblo de Apstoles, en la provincia de Misiones en 1949 (RA), realiz sus estudios primarios hasta el 5 grado, cuando sus padres se separaron por razones ignoradas, motivando su regreso al Paraguay en 1954 con su Sra. madre, poco antes de la cada del gobierno peronista y a poco de asumir el gral. Stroessner en su pas como ruler absoluto del Paraguay. Pudo completar el ltimo grado de primaria en su patria, pero evidentemente bajo la presin de una cultura an extraa para alguien llegado del exterior, por lo que apenas pudo lograr aclimatarse en su propio pas donde sus compaeros lo hicieron sentirse extran-
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jero, desde entonces hasta hoy, aunque ha recuperado su estatus de ciudadano del planeta en compensacin a tantos aos de extranjera no deseada. El arte lo llamaba a los gritos, ms que la necesidad de tener una profesin seria, por lo que intent aprender el dibujo y la msica, en parte con maestros y en parte por s mismo, en una hbrida autodidctica y limitada academia (1960-67). De todos modos, insistira en ambos lenguajes expresivos y pasara por varias etapas antes de decidirse por la ilustracin grfica y la composicin musical, muchos aos despus, incluso, de su regreso de la ciudad de Buenos Aires donde pasara un tiempo en compaa de su padre an exiliado (1959/1960). Tras especializarse en humor grfico para sobrevivir, trabaj en la prensa (ABC color, LA TRIBUNA, HOY y algunas revistas de efmera aparicin), donde adems incur-sionara en periodismo de opinin, cuento breve y humor poltico, para lo cual derrochara irona y sarcasmo: sus sellos de identidad. Algunas de sus obras literarias o grficas quiz han de pecar de irreverentes, pero reflejan fielmente el pensamiento de un humanista libertario, sin fronteras, y que se cree ciudadano de un planeta que an no acaba de humanizarse del todo. Por la militancia poltica de su padre guerrillero del Movimiento 14 inquieto de Mayo y prfugo la prisin de sufrira Pea Hermosa, este habitante dede la Vereda de militar Enfrente, perse-
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cuciones y varias estadas entre rejas. Por otra parte, su irona e irreverencia, manifestada en versos y canciones, no contribuiran a lograr que lo dejaran fcilmente en paz, por lo que, en un alarde de creatividad se transform en una entelequia bifronte llamada Chester Swann el rebelde, olvidndose del otro, fruto de un bautismo de pila y burocracia civilizada (Imbecivilizada, dira despus con su sorna caracterstica). Con este nuevo patronmico y alter-ego, dio en componer canciones (dicen que fue convicto de dar inicio al mal llamado rock paraguayo, lo cual no es del todo cierto), esculturas en cermica y algunas obras pictricas (por entonces utilizaba an lpices, pinceles, acrlicos, acuarelas, leos y toda esa vaina) , con lo que se hizo conocido bajo tal identidad ficticia. A partir del defenestramiento de la larga tirana de Stroessner, pas a autodenomi-narse como el Lobo Estepario. La razn principal pudo haber sido el hecho de no integrar cenculo culturoso ni grupo, clan o jaura intelectual alguna, (de puro tmido noms) como tampoco en poltica partidaria ni en los crculos artsticos en boga, trazando sus propios senderos, a veces speros y escabrosos, en los oficios elegidos para su expresin y quiz por sus convicciones cratas y libertarias, rayanas en el anarquismo ms nihilista que se pueda imaginar. Recurdese que el lobo de las estepas es solitario y elude andar en manadas como sus otros congneres de la montaa. Quiz
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por no comulgar con la mentalidad de rebao, tan comn en ese animal social llamado humanidad (el Hombre, cuanto ms social se vuelve ms animal segn su percepcin particular) Pudo obtener premios literarios y algunas menciones, adems de crear sus propios canales expresivos, lo que lo convirtiera mediticamente en una suerte de arquetipo ico-noclasta de la msica rock paraguaya, entre otras cosas; aunque prefiriese ser simplemente un juglar urbano latinoamericano, ms que rockero paraguayo, como podrn comprobarlo al escuchar sus composiciones en Trova Salvaje, su primer CD conceptual, o leer en RAZONES DE ESTADO, su primera novela publicada (aunque tiene ms de catorce obras literarias inditas an). Durante la transicin (mejor dicho transaccin) ha participado en movimientos independientes y colaborado con ONGs en diversos proyectos sociopolticos, aunque este sujeto cree ms en lo cultural que en lo ideolgico-doctrinario; pues que no le trinan las doctrinas, segn suele decir este escptico empedernido. Tanto, que a veces hasta le cuesta creer en si mismo. Podrn visualizar, leer y escuchar a un poeta ladrautor del asfalto y contemplarse en estas imgenes situadas entre lo cotidiano y lo fantstico. Seguramente habr muchas personas que no saben quin diablos es este tipo que se hace llamar El Lobo Estepario, pero si se toman la molestia de hurgar en este material electrnico, podrn sa-
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lir de dudas o acrecentarlas de una vez y para siempre. Es que este individuo siempre ha sido un signo de interrogacin, incluso para l mismo.
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Esta obra fue diagramada, corregida e ilustrada por el autor en la ciudad de Luque, Paraguay, entre 2005 y 2006 Edicin electrnica en formato pdf.
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COLECCION TETRASKELION
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