Gloria Metafísica Edad Moderna
Gloria Metafísica Edad Moderna
Gloria Metafísica Edad Moderna
de llevar a su casa a Natalia como su esposa - la amazona acaba
da de la Misin
10
, cuya cabeza en los Aos de aprendizaje estab Sfigura-
nada de rayos" y que haba recibido el nombre de "coro-
dona por una asctica vida de peregrinacin que lo lleva a a aban-
mbitos y destinos humanos limitados; en esta etapa de retiro l:t otros
do se hace objetivo, se hace posible una justa participacin; mun-
llermo reemprende su bsqueda desde este distanciamiento: se
1
to Gu,i-
dico cirujano, pero el problema de la peregrinacin (en la red 'lee me-
1821) se cambia en el de la emigracin a Amrica (en la de
cin de 1829). El centro del relato, que se ensancha en haces redac-
ms alargados, lo ocupa el problema de la educacin, por lo t vez
dava, de la "formacin", vista ahora de forma ms amplia y to-
tica, desde la religin al arte y a la profesin. Es la antigua pa 'stem-
c:
cluso all donde se presenta a la religin cristiana como tercer; eta, tn-
cin, la mayor e insuperable
72
, pues la palabra de sntesis forma-
"veneracin" (de la realidad inexcrutable) , no amor (hacia llama
se ha revelado); es una renuncia histrico-antigua en favor de :ltl que
dadana del mundo, a donde mira el discurso de Leonardo ciu-
vilidad ilimitada de todos los estados, profesiones y personas h
11
la mo-
un "pacto con el mundo", un "estar siempre en casa"
7
l, y todo 'O.anas:
ronado en plena lgica por el personaje de Macara, en quien,
11
\:sto ca-
inesperado y sutil, se refleja la antigua mstica astral. Esta "sl: modo
mordial"
74
tiene el don preternatural de la "clarividencia"; "era 'la pri-
ella adivinara la naturaleza ntima de cada uno a travs de la si
individual que nos envolva"' \ ella vive en una comunin aseara
sistema solar, al que reconoce de manera inmanente e intuitivi\'1 con el
constelaciones; segn Plotino y Leibniz
76
, ella sera una sus
tencia csmica, al ser un alma conscientemente identificada o
tema material en que ella habita y penetra. En un sueo sts-
trno la
70
MT 6, 14 (VIII 879).
" ML 4, 6 (VII 244); ML 8, 7 (VI 609).
72
MW 2, 2 (VIII 179).
n 3, 9 (VIII 412-420).
N MW 1, 6 (VIII 74).
n MW 1, 10 (VIII 127).
76
"Lo que nosotros designamos con la palabra entelechia, l (Leibn.
maba mnada". E 7-3-1830 (XXIX 399). lla-
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Mediacin antigua
ve transformada en astro (en esta ocasin el poeta usa cinco veces los
trminos glorioso, gloriat'; el astrnomo calcul que esta mujer, que
viajaba desde muchacha alrededor del sol, "alejndose en espiral cada
vez ms del centro", va girando hacia las regiones exteriores: en una
aproximacin sin duda dantesca a las esferas supracsmicas, propiamen-
te divinas, de manera anloga a como el Pacer Seraphicus prescribe, al
final del Fausto, a los infantes bienaventurados en su lenguaje cristiano:
Remontaos a las ms elevadas esferas
y atravesad inadvertidos los eternos caminos de los cielos.
Que la sabidura divina os fortalezca con su auxilio!
Este es el alimento del Seor, que reside en el libre ter,
la eterna expresin del amor que se abre a la bienaventuranza
78
Macaria vive "como un ngel de Dios en la tierra, en cuanto
que su realidad espiritual se mova ciertamente alrededor del sol del
mundo, pero en direccin de las realidades supracsmicas en crculos
cada vez ms grandes"
79
Recorriendo un gran arco, Goethe retorna al
punto de partida del Fausto: al macrocosmos hacia el que se mueve, re-
tornando no el hombre mgico, sino el que sabe renunciar a codo y ol-
vida todo inters: "El mundo de los espritus no est cerrado ... "
80
. Sin
embargo, Macara no representa ms que una extrema porcin extra-
polada del mundo de Wilhelm Meister, el cual, visto en su conjunto, ca-
rece de cualquier tipo de centro que no sea el del simple movimiento
de la vida: tambin Meister, como Fausto, es una sombra de la existen-
cia goethiana, de la que nos informa su autobiografa.
Los escritos que constituyen la AUTOBIOGRAFIA son, por
tanto, la verdadera clave para entender toda la obra de Goethe. Todo
lo que le haca gozar o sufrir l tena que "transformarlo en una ima-
gen, en una poesa ... , todo lo que de aqu se haya podido saber de m
no son ms que fragmentos de una gran confesin, de la que este libri-
to no es sino una tentativa osada para completarla"
8
' . El librito es Poe-
sa y verdad. De sus Anales opina as Goethe en el ttulo: "Complemen-
to a las otras confesiones mas". Todos los mitos que l utiliz o inven-
t aluden en ltima instancia a l: l mismo es el dios "Prometeo", l
77
78
79
so
81
MW 1, 10 (VIII 134-135).
F 11918-11925 (V 520).
MW 3, 15 (VIII 482).
F 443 (V 157).
DW 2, 7 (X 312).
332
Goethe
es su "Mahoma" y su "Ganimedes", es l quien viaja en la carroza del
"cuado Cronos" (es decir, del tiempo), l es "Fausto" y "Meister",
"Werther", "Clavija" y "Tasso", l es Eduardo y el mayor, "el hombre
de cincuenta aos" y "Hatem", l es quien canta en la soledad ms ex-
trema las "Elegas de Marienbad". El tiene que crear una literatura na-
cional desde "casi nada"; Poesa y verdad expone los escasos hallazgos
anteriores a l: Klopstock, Lavater y Herder son casi los nicos de los
que se puede disponer. Hay una carencia total de mitos; lo nico que
le queda a Goethe es hacer cristalizar toda su poca en corno a su pro-
pio ncleo, erigirse a s mismo en una especie de mito sustitutivo, des-
de una dura o quiz injusta resistencia, a la vez de afirmacin y nega-
cin, pero con una suficiente apertura al mundo para abarcar toda su
poca, que no se puede denominar ni edad kantiana, ni schilleriana, ni
hegeliana, sino ms bien slo goethiana. Por eso, Goethe, al principio
y de nuevo al final, se ha sentido tanto como naturaleza: consideramos
"con respeto un nimo en el que se ha sembrado el germen de un gran
destino, que debe atender al desarrollo de esta concepcin y no puede
ni debe acelerar ni el bien ni el mal, ni lo feliz ni lo desgraciado que de
ah debe brotar"
82
Cuanto ms se desarrolla o avanza este destino, tan-
to ms se convierte todo para el que lo soporta en digno de ser sopor-
tado, incluso las cosas ms casuales, o como gustosa y misteriosamente
l suele decir, lo ms "significativo". El, que no tiene por encima de s
ninguna "compaa de la torre", puede ver en el azar al destino, pero
en ste a la gloria que aparece del Dios que lo gua: "Lo que los hom-
bres no calculan y no pueden calcular en sus empresas y lo que all, don-
de su grandeza deba aparecer del modo ms glorioso, se impone del
modo ms sorprendente -y que despus ellos llaman azar-, eso pre-
cisamente es Dios, que aqu penetra directamente con su omnipotencia
y que se glorifica a travs de las cosas ms significativas"83.
En el Meister y tambin en otros lugares, la "formacin" cier-
tamente se ve sobre todo como desarrollo de talentos ya presentes84,
"todo talento es importante y debe desarrollarse"
8
) . Ms an: "Nues-
tros deseos son presentimientos de las capacidades que estn en noso-
tros, precursores de lo que un da seremos capaces de realizar"86, una
82
W 2, 3 (IX 148).
sJ A. Riemer 25-11-1807 (XXII 478).
84
"No se podra hacer nada sin tener el necesario talento", es extraamente
la opinin del Abb: ML 8, 3 (VII 592).
s) ML 8, 5 (VII 592).
86
DW 2, 9 (X 424).
333
Mediacin antigua
ms adelante, en Los aos de peregrinacin, a imitacin de Platn, se
expulsa del todo al teatro del rea educativa; el teatro "tiene un origen
ambiguo del que no puede del todo renegar, ni como arte, ni como ofi-
cio, ni como diversin". Y Goethe se presenta en escena y habla "como
redactor de estas cuartillas" al pblico que lee: "Acaso no ha dedicado
tambin l de mil maneras vida y energas al teatro, ms de lo que es-
taba permitido?"
67
. La cosa se le puede perdonar en cuanto que se in-
serta ordenadamente en la unidad de su existencia en bsqueda. En Mi-
sin y en Los aos de aprendizaje, el conceptO de "papel" representa
el paso de la recitacin teatral al ser recitados por un inmenso "teatro
del mundo": Goethe celebra la nobleza que recibe de la cuna tantos bie-
nes del mundo, y, al mismo tiempo, la critica; el pequeo burgus, para
superar su desventaja, tiene que "entregarse tOtalmente", insertar en el
lugar de la "representacin" la "fidelidad" como "primer capital de
nuestra riqueza"
68
. "Si el aristcrata lo da todo con la exhibicin de su
propia persona, el burgus con su personalidad no da nada y nada debe
dar. Aqul puede y debe aparecer; ste slo debe ser, y lo que quiera apa-
rentar es ridculo y molesto. Aqul debe actuar y obrar, ste debe tra-
bajar y crear ... y ya est fijado de antemano que no haya ninguna armo-
na en sus obras y que no pueda haberla, ya que para ser til, segn su
estilo, debe descuidar todo lo dems". Meister-Goethe sigue siempre en
el mismo tono: "Pero yo tengo precisamente una inclinacin irresisti-
ble por esa formacin armoniosa de mi naturaleza que mi cuna me
neg". El querra ser tanto una "persona pblica" como un poeta, y aqu
es de nuevo el teatro el que facilita el paso: "En el escenario, el hombre
formado aparece personalmente en su esplendor con tanta perfeccin
como en las clases superiores"
69
La dialctica es aguda y profunda: la
nobleza aparenta ms de lo que es; el burgus es el mismo, pero aun-
que no pueda aparentar, sin embargo, en el teatro, l podra ser a la
vez las dos cosas y, as, asumir y superar a la nobleza. EstO es induda-
blemente un sueo del mismo Goethe, que aqu adivina un centro que
ni su Tasso ni su Fausto pudieron conquistar. Lo cual se hace aicos,
tanto para Meister como para Goethe; pero si se pregunta qu han apor-
tado a Meister sus "Aos de aprendizaje", ya no son stOs los que de-
ben responder, sino ms bien -bastante paradjicamente- los "Aos
de peregrinacin o de renuncia".
67
MW 2, 9 (VII1278-280).
68
MT5, 13 (VIII811-812).
69
ML5, 3 (VII 312-314).
330
Goethe
Sin embargo, dado que incluso a estos aos les atraviesa tam-
bin una dolorosa ruptura que altera la idea hasta hacerla irreconocible,
qu centro formador podran ellos sugerir? Meister, que apenas acaba
de llevar a su casa a Natalia como su esposa -la amazona transfigura-
da de la Misin
10
, cuya cabeza en los Aos de aprendizaje estaba "coro-
nada de rayos" y que haba recibido el nombre de "sagrada"
7
'-, la aban- t
dona por una asctica vida de peregrinacin que lo lleva a conocer otros
mbitos y destinos humanos limitados; en esta etapa de retiro, el mun-
do se hace objetivo, se hace posible una justa participacin; pero Gui-
llermo reemprende su bsqueda desde este distanciamiento: se hace m-
dico cirujano, pero el problema de la peregrinacin (en la redaccin de
1821) se cambia en el de la emigracin a Amrica (en la ltima redac-
cin de 1829). El centro del relato, que se ensancha en haces cada vez
ms alargados, lo ocupa el problema de la educacin, por lo tanto, to-
dava, de la "formacin", vista ahora de forma ms amplia y sistem-
tica, desde la religin al arte y a la profesin. Es la antigua paideia, in-
cluso all donde se presenta a la religin cristiana como tercera forma-
cin, la mayor e insuperable
72
, pues la palabra de sntesis se llama
"veneracin" (de la realidad inexcrutable), no amor (hacia Aqul que
se ha revelado); es una renuncia histrico-antigua en favor de una ciu-
dadana del mundo, a donde mira el discurso de Leonardo sobre la mo-
vilidad ilimitada de todos los estados, profesiones y personas humanas:
un "pacto con el mundo", un "estar siempre en casa"ll, y todo esto co-
ronado en plena lgica por el personaje de Macaria, en quien, de modo
inesperado y sutil, se reflej a la antigua mstica astral. Esta "sibila pri-
mordial"74 tiene el don preternatural de la "clarividencia"; "era como si
ella adivi nara la naturaleza ntima de cada uno a travs de la mscara
individual que nos envolva"
75
; ella vive en una comunin arcana con el
sistema solar, al que reconoce de manera inmanente e intuitiva en sus
constelaciones; segn Plotino y Leibniz
76
, ella sera una entelequia o po-
tencia csmica, al ser un alma conscientemente identificada con el sis-
tema material en que ella habita y penetra. En un sueo Guillermo la
70
MT 6, 14 (VIII 879).
71
ML 4, 6 (VII 244); ML 8, 7 (VI 609).
72
MW 2, 2 (VIII 179).
n 3, 9 (VIII 412-420).
74
MW 1, 6 (VIII 74).
75
MW 1, 10 (VIII 127).
76
"Lo que nosotros designamos con la palabra entelechia, l (Leibniz) lo lla-
maba mnada". E 7-3-1830 (XXIX 399).
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Mediacin antigua
ve transformada en astro (en esta ocasin el poeta usa cinco veces los
trminos glorioso, gloria)
77
; el astrnomo calcul que esta mujer, que
viajaba desde muchacha alrededor del sol, "alej ndose en espiral cada
vez ms del centro", va girando hacia las regiones exteriores: en una
aproximacin sin duda dantesca a las esferas supracsmicas, propiamen-
te divinas, de manera anloga a como el Pater Seraphicus prescribe, al
final del Fausto, a los infantes bienaventurados en su lenguaje cristiano:
Remontaos a las ms elevadas esferas
y atravesad inadvertidos los eternos caminos de los cielos.
Que la sabidura divina os fortalezca con su auxilio!
Este es el alimento del Seor, que reside en el libre ter,
la eterna expresin del amor que se abre a la bienaventuranza
78
Macaria vive "como un ngel de Dios en la tierra, en cuanto
que su realidad espiritual se mova ciertamente alrededor del sol del
mundo, pero en direccin de las realidades supracsmicas en crculos
cada vez ms grandes"
79
Recorriendo un gran arco, Goethe retorna al
punto de partida del Fausto: al macrocosmos hacia el que se mueve, re-
tornando no el hombre mgico, sino el que sabe renunciar a todo y ol-
vida todo inters: "El mundo de los espritus no est cerrado ... "
80
Sin
embargo, Macaria no representa ms que una extrema porcin extra-
polada del mundo de Wilhelm Meister, el cual, visto en su conjunto, ca-
rece de cualquier tipo de centro que no sea el del simple movimiento
de la vida: tambin Meister, como Fausto, es una sombra de la existen-
cia goethiana, de la que nos informa su autobiografa.
Los escritos que constituyen la AUTOBIOGRAFIA son, por
tanto, la verdadera clave para entender toda la obra de Goethe. Todo
lo que le haca gozar o sufrir l tena que "transformarlo en una ima-
gen, en una poesa ... , codo lo que de aqu se haya podido saber de m
no son ms que fragmentos de una gran confesin, de la que este libri-
tO no es sino una tentativa osada para completarla"
8
'. El libritO es Poe-
sa y verdad. De sus Anales opina as Goethe en el ttulo: "Complemen-
to a las otras confesiones mas". Todos los mitos que l utiliz o inven-
t aluden en ltima instancia a l: l mismo es el dios "Prometeo", l
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MW 1, 10 (VIII 134-135).
F 11918-11925 (V 520).
MW 3, 15 (VIII 482).
F 443 (V 157).
DW 2, 7 (X 312).
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Goethe
es su "Mahoma" y su "Ganimedes", es l quien viaja en la carroza del
"cuado Cronos" (es decir, del tiempo), l es "Fausto" y "Meister",
"Werther", "Clavija" y "Tasso", l es Eduardo y el mayor, "el hombre
de cincuenta aos" y "Hatem", l es quien canta en la soledad ms ex-
trema las "Elegas de Marienbad". El tiene que crear una literatura na-
cional desde "casi nada"; Poesa y verdad expone los escasos hallazgos
anteriores a l: Klopstock, Lavater y Herder son casi los nicos de los
que se puede disponer. Hay una carencia total de mitos; lo nico que
le queda a Goethe es hacer cristalizar toda su poca en torno a su pro-
pio ncleo, erigirse a s mismo en una especie de mito sustitutivo, des-
de una dura o quiz injusta resistencia, a la vez de afirmacin y nega-
cin, pero con una suficiente apertura al mundo para abarcar toda su
poca, que no se puede denominar ni edad kantiana, ni schilleriana, ni
hegeliana, sino ms bien slo goethiana. Por eso, Goethe, al principio
y de nuevo al final, se ha sentido tanto como naturaleza: consideramos
"con respeto un nimo en el que se ha sembrado el germen de un gran
destino, que debe atender al desarrollo de esta concepcin y no puede
ni debe acelerar ni el bien ni el mal, ni lo feliz ni lo desgraciado que de
ah debe brotar"
82
Cuanto ms se desarrolla o avanza este destino, tan-
to ms se convierte todo para el que lo soporta en digno de ser sopor-
tado, incluso las cosas ms casuales, o como gustosa y misteriosamente
l suele decir, lo ms "significativo". El, que no tiene por encima de s
ninguna "compaa de la torre", puede ver en el azar al destino, pero
en ste a la gloria que aparece del Dios que lo gua: "Lo que los hom-
bres no calculan y no pueden calcular en sus empresas y lo que all, don-
de su grandeza deba aparecer del modo ms glorioso, se impone del
modo ms sorprendente -y que despus ellos llaman azar-, eso pre-
cisamente es Dios, que aqu penetra directamente con su omnipotencia
y que se glorifica a travs de las cosas ms significativas"
8
l .
En el Meist er y tambin en otros lugares, la "formacin" cier-
tamente se ve sobre todo como desarrollo de talentos ya
"todo talento es importante y debe desarrollarse"
8
l . Ms an: "Nues-
tros deseos son presentimientos de las capacidades que estn en noso-
tros, precursores de lo que un da seremos capaces de realizar"
86
, una
82
W 2, 3 (IX 148).
8
l A. Riemer 25-11-1807 (XXII 478).
84
"No se podra hacer nada sin tener el necesario talento", es extraamente
la opinin del Abb: ML 8, 3 (VII 592).
85
ML 8, 5 (VII 592).
86
DW 2, 9 (X 424).
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Mediacin antigua
opinin que a todas luces contradice Natalia
87
; pero si al actuar se qui-
siera que estos deseos viniesen determinados ms por la situacin que
por la disposicin y la inclinacin, entonces para Goethe las dos cosas
se encuentran siempre de nuevo en la idea de que su destino (como el
de una "gran entelequia") est unitariamente determinado desde den-
tro y desde lo alto, tanto micro como macrocsmicamente.
Desde dentro: porque la experiencia fundamental de su juven-
tud es el milagro siempre deslumbrante de su productiva energa crea-
dora, que brota continuamente del mismo centro desde el que surgen
las fuentes mismas de la naturaleza. "T habitas cerca de m, fuente pri-
mordial de la naturaleza", dice el artista en "Knstlers Erdewallen"
811
, y
el poeta del "Ewiger Jude": "Ya que existe el impulso, existe tambin
el deber"
89
; aludiendo a estos dos, dice Goethe: "Yo haba llegado a con-
\ siderar del todo como naturaleza el talento potico que habitaba en
m"
90
. En Italia dice lo mismo, en una versin clsico-objetiva, de todo
gran arte: las "grandes obras de arte, lo mismo que las obras grandsi-
mas de la naturaleza, las han creado hombres segn leyes verdaderas y
naturales. Todo elemento arbitrario y fantstico se arruina; donde est
la necesidad, all est Dios"
9
' . Por eso, Prometeo crea (ms all de los
dioses individuales, incluso de Zeus) sus figuras en concordancia con su
diosa-musa y con el destino: "El punto mitolgico donde aparece Pro-
meteo estaba siempre presente en m y se haba convertido para m en
una idea fija animada"
92
De aqu el concepto del central
.. \/ j \ en Goethe (instante como tiempo consumado y eternidad alcanzada),
f que ante todo era para l mucho menos una teora filosfica que una
escueta experiencia del resurgir siempre nuevo desde el ms ntimo cen-
tro: en todas sus poesas juveniles, en el Meister, en el Fausto, en el Di-
vn, e incluso en la ancianidad dice:
87
88
89
90
91
92
mira ...
el instante en el ojo! Sin demora!
Ve a su encuentro gil, benvolo y vivo,
ML 8, 3 (VII 566).
IV 227.
IV 233.
DW 4, 16 (X 735).
R 3, 6-9-1787 (XI 434).
A 1807 (XI 821).
334
Goethe
tanto en la accin como por el gozo del amado.
Slo donde ests, s codo, siempre infantilmente,
as s t todo, s invencible
93
.
Aqu se inserta la fuerza natural de Goethe para olvidar y co-
menzar de nuevo, la fuerza de la perpetua regeneracin ("Ilmenau", co-
mienzo del segundo Fausto despus de la tragedia de Margarita, etc.),
su rechazo incluso del concepto de recuerdo, "codo lo grande, bello e im-
portante que nos sale al encuentro, no tiene que re-cordarse como des-
de fuera, no debe, por as decirlo, per-seguirse, sino que se debe atrapar
enseguida desde el principo en nuestra intimidad debemos hacernos un
sola cosa con ello ... y plasmndolo as eternamente en nosotros, vivir/
despus y crear. No existe ningn pasado que haya que aorar; existe 1
slo un eternamente nuevo"
94
. Es el actus purus que est en el origen
de la existencia y que Fausto propugna cuando traduce: "En el princi-
pio era la accin", e igualmente Goethe cuando coloca en la "actividad
sin descanso" la razn de la inmortalidad de la "mnada-entelequia"
9
s.
Este acto es pura generacin en la coincidentia oppositorum, ms all
del bien y del mal ("lo que nosotros llamamos mal no es ms que la
otra cara del bien"
96
, una afirmacin que se repite continuamente con
algn atenuante); esto se convierte para Goethe en una realidad siem-
pre nueva y grandiosa en el eros.
Goethe crea poesa a partir de la fuerza del eros; el Canto de
mayo es un documento que atestigua esta conviccin ("Con qu esplen-
dor brilla 1 para m la naturaleza! 1 Cmo brilla el sol! 1 Cmo vive
el campo! ... 1 Oh amor, amor! 1 Tan bello de oro, 1 como las nubes
del alba 1 sobre esas alturas! 1 T bendices esplndido 1 la fresca cam-
pia, 1 en un vapor de flores 1 el mundo entero. 1 Oh muchacha, mu-
chacha, 1 cunto te quiero! 1 Cmo miran tus ojos! 1 Cunto me quie-
res!")97. En los Aos de peregrinacin aflora con encanto un remoto re-
93
G I 478. Y en una ltima versin en Los aos de peregrinacin: "perte-
neca a los extraos deberes de Jos renunciantes ... , que cuando se reunan no po-
dan hablar ni del pasado ni del futuro, slo deban ocuparse del presente".
MW 1, 4 (VIII 44).
94
Al canciller v. Mller 4-11-1823 (XXIII315).
9l A Ze1rer 19-3-1827 (XXI 728).
96
Commemoracin de Shakespeare (IV 125 ).
97
I 52.
335
Mediacin antigua
cuerdo de juventud: Guillermo se haba zambullido en el ro en un her-
moso da de Pentecosts con su amigo, el"hi)ode un pescador; los dos
muchachos se haban quitado la ropa y despus del bao, "ofuscados
por un triple sol", se haban echado a descansar. El triple sol era el del
cielo, el reflejado en el agua y el de la gloria de la figura humana des-
nuda "de la que yo no haba tenido nunca un verdadero concepto", "en-
tre besos ardientes nos juramos amistad eterna". Guillermo-Goethe aa-
de que "en el curso de la vida ese primer aflorar del mundo externo me
pareci como la verdadera naturaleza original, con respecto a la cual las
dems cosas que despus nos llegan a los sentidos no parecen ms que
copias a las que, por muy cerca que se encuentren de aqulla, les falta
el sentido y el espritu propiamente originario". Y enseguida y a con-
tinuacin: "Cmo tendramos que desesperarnos al ver la realidad ex-
terior tan fra, tan muerta, si en nuestro interior no se desarrollase algo
que de un modo completamente distinto glorifica a la naturaleza, al ma-
nifestarse en nosotros mismos una fuerza creadora que nos hace bellos
en ella"
98
La naturaleza y el amor que crea y transfigura son origina-
riamente inseparables: "Amor como pintor de paisajes"
99
"Glorioso"
( herrlich) es para Goethe el mundo transfigurado por el amor:
Hoy rodo es glorioso para m; ojal lo sea siempre!
Hoy veo a travs de los anteojos del amor"
100
Del amor arranca el arte potico; la rima, tal como la presen-
ta Fausto a Helena, es un juego de respuesta del amor
101
La ha inven-
tado Behramgur para Dilaran: "No es el universo sublimado del
amor?"
102
La quintaesencia del amor se llama en el Divn "espritu". y
el amor es, por su parte, la quintaesencia de la vida:
la vida es arrillr; r 'Oc).
,e, ,, t
98
MW 2, 11 (VIII 292-297). Al poco tiempo el muchacho amado se ahoga.
99
G 1 387-389.
100
"Buch Suleika", D III 369.
1
o
1
F9377s. (V437-481).
102
D III 360. No slo la rima, roda palabra potica es ertica: "La palabra es
un abanico! Entre los bastoncillos f miran un par de ojos hermosos." D III 305.
10
l D III 356; cfr., las notas al Divn III 456.
336
Goethe
En las Elegas romanas el poeta pide a Dios que le conceda a
l y a todos los mortales el primero y el ltimo de los bienes del mun-
do'04. Eros es no slo placer, sino tambin, tras cada desilucin amorosa,
el medium continuo e igualmente necesario para experimentar el kalon
y el agathon del ser. En relacin con el amor francfortiano por Marga-
rita, se dice: "La naturaleza parece querer que un sexo descubra sensi-
blemente en el otro lo bello y lo bueno. Y as, a la vista de esta mucha-
cha y a travs de mi inclinacin por ella, haba surgido tambin para m
un mundo nuevo de belleza y de exquisitez"
10
l . Goethe ha representado,
con una expresa intencin chocante, la continuidad inmediata entre eros
y gape, en "Der Gott und die Bajadere"
106
; refirindose a la experiencia
de Marienbad, escribe en una carta: "Entretanto he gozado mucho ... , y
segn el texto de la Sagrada Escritura, se me debe haber perdonado mu-
cho porque he amado mucho"
107
Y, al igual que Dante haba poblado el
cielo de Venus con mujeres que, tras haber servido al eros, se haban pu-
rificado abrindose el gape, as Goethe llena el cielo del Fausto de Mag-
dalenas bblicas y cristiano-antiguas, a las que acompaa tambin Mar-
garita, la infanticida de antao: ellas interceden por Fausto ante Mara.
Goethe sabe y tiene en cuenta que "la pasin causa dolor" y obliga a
quien ama a la experiencia de una renuncia inexorablemente impuesta.
"Amar significa sufrir. Slo obligados podemos atrevernos a tanto, esto
es, se est obligado a ello, pero no se quiere"
108
De renuncia volveremos
a hablar despus.
Si las grandes obras y formas artsticas dan slo un testimo-
nio fragmentario de la continuidad de la "formacin" del genio, que ad-
quiere para s y genera desde s la forma en un eros que siempre vuelve
a florecer, sin embargo, esta idea de "formacin" no se propone iner-
me y aislada, sino ms bien envuelta en la totalidad de la naturaleza
que lo abarca todo, la naturaleza que es "la forma potenciada que fluye (Q)
impetuosa"
109
Potenciada no causal y arbitrariamente, pues, junto a la
polaridad, la potencialidad es la segunda ley de la naturaleza descubier-
ta por Goethe. "Tyche, lo casual" puede trastocar la vida, "eros", el
amor, puede precipitarse desde el cielo sobre "la forma creada", "anan-
ke", la necesidad, puede comprimirla, "elpis", la esperanza, dilatarla:
104
10l
106
107
108
109
G I 178.
DW 1, 5 (X 189).
G 1 158.
A L. F. Schultz 8-9-1828 (XXI 563).
A Riemer 11-7-1810 (XXII 596).
G I 522.
337
e
Mediacin antigua
todo esto no puede destruir la "ley por la que t ests aqu". Es en la
"palabra radical: rfico", donde se pronuncia el significado ms profun-
do a la vez del hombre y de la naturaleza"
0
: Goethe se adelanta siem-
pre al amplio enmarque del uno y de la otra, desafiando a romnticos
e idealistas: en cuanto que Dios se le manifiesta en la naturaleza, l pue-
de ser hombre; en cuanto que, mediante Dios-naturaleza, le est per-
mitido como hombre tener una personalidad formada, l puede ser so-
berano y a su modo tambin piadoso. La naturaleza es para Goethe el
lugar autntico de la gloria, que para l consiste en que la "forma crea-
da" revela en s la idea infinitamente misteriosa, que sin embargo
-como una y nica-"' sigue siendo siempre eso divino que est sobre
toda forma aparente. En sus investigaciones sobre la naturaleza, Goe-
the cre la obra que, segn l, era la ms importante de las suyas: La
teora de los colores. Pero no slo en sta, sino tambin en sus inves-
tigaciones de mineraloga, botnica, zoologa, metereologa, fragmentos
de una inmensa morfologa de cara a la que l hizo avanzar todas sus
lneas con diligencia obstinada, Goethe se encuentra de nuevo en la so-
ledad ms extrema -y amargamente desconocida- contra su poca.
Lo que verdaderamente apreciaba era la combinacin exacta y objetiva
de la investigacin con la atencin constante a la
slo al ojo que mira con veneracin, ms an, 1 ojo potico religioso,
al ojo csmico antiguo. Pero los cientficos se
archienemigo Newton, los idealistas por su cuenta deducan a priori e!
sistema de la naturaleza o bien lo sentan, en cuanto romnticos, cre-
puscularmente como a ciegas. Goethe es en su tiempo un combatiente
solitario, como lo haba sido en el suyo Toms de Aquino, al intentar
conjugar la unidad de investigacin exacta y de especulacin con la per-
cepcin respetuosa y piadosa de la presencia divina en el cosmos: slo
ambas cosas en la s-:s actitud realista en el
b. Forma natural y gloria
DIOS Y NATURALEZA
Goethe no puede y no quiere, como no puede y no quiere el
hombre antiguo, separar la inmanencia de Dios de su trascendencia, del
110
G I 523.
111 "La idea es eterna y nica; no es correctO emplear tambin el plural",
XVII 701.
338
Goethe
mismo modo que se niega - licencias poticas aparte- a explicar la
convergencia de las entelequias particulares de los seres naturales me-
diante un alma del mundo distinta de Dios y sometida a l. Puesto que,
por otro lado, se guarda de una interpretacin pantesta del misterio,
no le queda ms que la frmula con guin del "Dios-naturaleza"
112
, que
l, sin embargo, expone con cuidadosas acotaciones. Puede hablar de la
"pureza y belleza del universo en el que se manifiesta la divinidad"
11
3,
o define la "naturaleza como rgano divino"
11
\ o advierte que no hay
que separar "lo que Dios en su naturaleza ha creado en la unidad"m,
seala la necesidad de la concepcin de que en la totalidad del edificio
csmico "existe como fundamento una idea, segn la cual puede crear
y obrar tanto Dios en la naturaleza como la naturaleza en Dios por toda
la eternidad", y cita a este propsito sus versos sobre la "obra maestra
de la eterna tejedora", que ordena con extrema diligencia su obra: "para
que el eterno maestro, / confortado, pueda desarrollar all su trama"
116
Ante una multiplicidad de ideas, Goethe no puede permanecer impasi-
ble, al igual que les ocurre a Platn o a su Mahoma (en el primer frag-
mento del drama en preparacin) ante una multiplicidad de divinida-
des. Las estrellas ascienden esplndidas, el corazn ardiente querra
siempre consagrarse a las ardientes. Al sol: "S t mi seor, Dios mio!
T que todo lo ves, guame. Desciende esplndido tambin t"; as el
corazn se eleva hacia el "T, que ha creado y que lo ama todo", que
en todo est presente con amor: "No lo ves t? En cada manantial tran-
quilo, en cada rbol que florece, l me sale al encuentro en el calor de
su amor. Cmo me quiere!, ha abierto mi pecho, ha quitado la dura cos-
tra de mi corazn para que pueda advertir su cercana"
117
. Igual que este
Mahoma de su juventud ser el viejo Goethe en el Divn, donde se evo-
ca el Islam y ms rigurosamente an el parsismo, las escalas religiosas
del mito del nico saltan al primer plano y a partir de su maravillosa
aparicin, con las alas del eros, indican en consecuencia el nico miste-
rio que all se hace presente.
El pronuncia aqu preferentemnete la palabra gloria (Herr-
lichkeit), que, por lo dems, no tiene en l las resonancias esttico-ms-
G I 522 y a menudo.
112
1ll
114
"Aforismos sobre la luz y el color" (Ipsen) 2, 649.
XVII 708; cfr., G I 521.
115
XVI884.
116
XVI 872-873; "Cuidar la naturaleza en s mismo, y a s mismo en la na-
turaleza", G I 509.
"
1
Mahomet IV 181-182.
339
Mediacin antigua
ticas y pero que en las afirmaciones elevadas
y particularmen descollante puede alcanzar el plano de Holderlin.
Un uso que va de e.Q_pJa o ms bajo al mediano puede encontrarse
en el Viaje a Italia, donde el trmino, considerado en su expresin sin-
gular, aparece como superficial, casi descolorido, pero que en sus apli-
caciones acumulativas hace referencia a un estado difuso de experiencia
interior al que los fenmenos llegan penetrantes y con una cierta teo-
fana: glorioso (herrlich) es en Italia el clima
118
, el tiempo
119
, la maa-
na'20, la puesta de sol
121
, la noche de luna llena
122
, el cielo sereno'
2
l, el
gran ro en la oscuridad
12
\ el encinarm, el ojo de la primavera
126
, el mar
127
,
la "campia" romana
128
; gloriosa (herrlich) es Roma
129
, en especial la
Roma histrica'lO, San Pedro'
3
' , la liturgia que all se celebra
132
, San Pa-
blo Extramurosm, Caserta
134
, siempre Npolesm, Caprin
6
, con acento es-
pecial Paestumm, Pompeya
138
, Agrigentom, la visin del Etna
140
, un cua-
dro de Rafael'
4
', Miguel Angel'
4
\ y muchos otros. Ms tarde, Goethe ha-
blar de Italia como del herriiches Kunsteiement'
43
; l vivi all "entre
118
119
120
121
122
l2l
124
m
126
127
128
129
1l0
131
132
1ll
134
m
136
137
R XI 121.
Ibid., 185, 464.
126, 303, 404.
237, 345.
209, 251.
390.
492.
205.
298.
215.
200.
141.
167.
389.
170.
498.
225.
207, 241-242, 350, 385.
246.
238, posteriormente: "Paestum es la ltima idea, y casi me atrevera a de-
Cir la ms gloriosa que llevo plenamente conmigo hacia el norte". 352.
138
139
140
141
142
143
223.
298-299, 303.
321.
500.
158.
XVI932.
340
(}.\Jl)(A
Goethe
las ms gloriosas apariciones"'
44
Con intensidad creciente se emplea la
palabra glorificacin (Verherriichung): cuando el que viaja a Agrigento
llega a una altura "donde la visin se haca todava ms gloriosa""\ o
cuando la luna llena "glorificaba el atardecer de modo inexpresable"
146
Goethe toma "parte de manera familiar en toda esta gloria"
147
Durante
el duro perodo positaliano, el trmino se estrecha hasta convertirse en
adjetivo ornamental, que por ejemplo en Hermann und Dorothea tie-
ne que hacer brillar de manera modesta ese mundo pequeoburgus:
glorioso (herrlich) es aqu, por ejemplo, el suelo alemn'
48
, el ancho pai-
saje149, las grandes extensiones
110
, el campo'l', la prgola donde se sirve
el cafm, los caballos'
53
, los hombres')\ la muchacha Dorothea'
5
l , las pa-
labras importantes de Hermann'
56
, la denominacin de Pars como ca-
pital del mundoll7, los primeros momentos de la Revolucin
158
, los dos
amantesu
9
, sus das venideros'
60
, sus esperanzas
161
En la Aquitiada, don-
de el trmino aparece una docena de veces, slo la elevacin general del
tono es la causa de que tenga un sonido ms elevado: es un adjetivo r-
gido que transporta los sucesos al plano heroico.
De una manera totalmente distinta el trmino
como desde la intimidad ms profunda, cuando encuentra aplicaciones
en los escritos cientficos, o en conexin con las intuiciones cientficas
en las dos poesas programticas de metamorfosis: En Metamorfosis de
las plantas, el trmino adquiere un nuevo espesor gracias a su cercana- \
con el trmino sagrado, santo (heilig). La confusin de las formas en__)
las plantas de jardn no debe confundir a la mujer amada, pues remite
144
XI 168.
14)
299.
146
251.
147
167.
148
4, V. 100 (III 192).
149
4, V. 77 (III 191).
!lO
4, V. 186 (III 195).
lll
4, V. 195 (III 195).
1) 2
3, V. 90 (III 187).
lll
4, V. 5 (III 188).
ll4
5, V. 99 (III 201).
l)j
5, V. 192 (III 205); 8, V. 86 (III 231).
1)6
5, V. 222 (III 206).
1)7
6, V 16 (III 208).
1)8
6, V. 36 (Ill 208).
1)9
9, V. 55 (III 233).
160
6, v.156 (III213).
161
9, V. 293 (III 242).
341
Mediacin antigua
"a una ley secreta, 1 al enigma sagrado". La mujer contempla cmo la
planta desarrolla la semilla y horada despus la tierra y se confa a s
misma al encanto de la luz sagrada y siempre cambiante con la delica-
dsima estructura de las hojas que germinan.
El principio del crecimiento la hace crecer y subir, hasta el
punto de que con frecuencia "mueve y maravilla", pero despus la na-
turaleza la detiene para ms tarde desarrollar en tallo rejuvenecido "la
maravillosa imagen" de la flor: "Pues la naturaleza brilla en alta y ple-
na manifestacin ... siempre maravilla ... Pero la gloria se convierte en
anuncio de la nueva creacin, 1 s, la hoja de color siente la mano di-
vina' '. Se enciende el misterio de la fecundacin, la formacin de los r-
ganos, adems de la colocacin ordenada de las parejas en torno al altar
consagrado, "y perfumes gloriosos, violentos 1 inundan todo de dulces
olores, 1 vivificndolo todo". Por todas partes aqu la amada puede des-
cifrar "las frescas cartas de la diosa" y encender la invitacin del poeta:
"El sagrado amor 1 tiende hacia el fruto supremo de sentimientos
iguales"'
6
'-
Por el contrario, la Metamorfosis de los animales ("Meta-
morphose der Tiere") se orienta totalmente al orden natural inmanen-
te, no al doo<; sino a la J.wpqn' que se expresa en su necesaria y dicho-
sa definicin. Se habla as de "armona", de la "bella ley de poder y li-
mitacin, de arbitrio y ley, de libertad y medida, de orden mvil", de la
"belleza de la forma", del "sagrado crculo en el que se forma la vida",
cuyos confines no puede ensanchar ningn dios: conceptos clsicos que
abarcan explcitamente tanto la naturaleza infrahumana como la ti-
co-humana,
Ningn concepto ms alto reivindica el pensador moral,
ninguno el hombre de accin, el artista poeta, el prncipe.
Y la superioridad del hombre consiste en elevarse hasta este
"concepto supremo de la naturaleza universal"'
63
. Si "glorioso" ( herr-
lich) no aparece aqu, aparece en la misma coleccin Dios y mundo
("Gott und Welt") con un sentido mucho ms pentrance al concem-
- piar atentamente el crneo de Schiller, en el que Goethe va consideran-
do con profunda conmocin la ley de la encarnacin del espritu en la
"rida cscara": a sta no la puede amar nadie "por muy gloriosa que
---
162
163
G I 203-206.
G I 519-521.
342
Goethe
sea la nuez que protegi"; pero Goethe, lector de formas, puede desci-
frar la escritura de este crneo "que no a todos revel su significado sa-
grado" cuando l, entre la turba vulgar, "adverta una forma sobrema-
nera gloriosa"
164
. Pero este "noble ncleo" y este "significado sagrado"
no se desvinculan del crculo de la naturaleza, tal como Goethe la en-
tiende: "El ncleo de la naturaleza, no est acaso 1 en el corazn del ' \
hombre?"
165
. A Haller, que haba afirmado que "en la intimidad de la
naturaleza 1 no penetra un espritu creado", se le tacha de ser un filis-
teo' 66, pues quin querra conocer la cscara como tal donde el conte-
nido quedara inaccesible? La "vieja fe" de Goethe consiste en "que la n
naturaleza no tiene ningn secreto que no quede por alguna parte al des- j.J
cubierto ante los ojos de un observador atento"
167
. Pero es este enun-
ciado el que precisamente se presupone cuando se quiere alcanzar en la
vida "esa poca gloriosa en la que lo que es comprensible nos resulta
vulgar e insulso", "gloriosa" en cuanto que ella es "un cenero entre de-
sesperacin y divinizacin", como dice Montano en Los aos de pere-
grinacin'68; y l lo explica: "Las letras del alfabeto son algo bello y, sin
embargo, insuficientes para expresar los sonidos; no podemos menos-
preciar los sonidos y, sin embargo, ellos no bastan realmente para h a ~
cernas percibir el significado verdadero ... ; la naturaleza tiene slo una
escritura y no tiene necesidad de arrastrarme tras de tantos ringorran-
gos"169. Se trata aqu de puro plotinismo: el misterio que se manifiesta
abiertamante es precisamente el misterio.
ALFABETO DEL COSMOS
Cuando Schiller, en su primer encuentro con Goethe, dijo de
la "planta originaria" de ste: "Esta no es una experiencia, sta es una
idea", Goethe se crisp e inquiet. Respondi: "Me agrada mucho sa-
ber que tengo ideas sin saberlo y que las veo hasta con mis ojos"
170
. El
se haba conquistado este "ver" a travs de un observar incesante, de
un experimentar, inferir, proyectar una "ley emprica" como hiptesis
164
16)
166
167
168
169
170
G I 522.
G I 529.
G I 529.
A XI626.
MW 1, 3 (VIII 38-39).
Ibid., 40.
XII 622.
343
Mediacin antigua
y, cuando un caso contradeca la ley, a travs de un replantear toda la
situacin en un plano superior
171
Un mcodo del que Goethe saba con
claridad que lo llevaba ms all del empirismo y del idealismo kantia-
no, por lo que agradeci la observacin de Heinroth de que su pensa-
miento era "objetivamente dinmico" ("estmulo importante con una
sola palabra de riqueza de espritu")
172
, y no sin humor se refiere al in-
tellectus archetypus de Kant, en cuanto que "con la contemplacin de
una naturaleza en continua creacin nos hacemos dignos de participar
espiritualmente en sus poducciones"
1
n. Goethe no es en realidad un ob-
jetivista ingenuo; la "naturaleza" es por principio, a su modo de ver,
una relacin recproca e inexplicable de sujeto y objeto: "Todo lo que
est en el sujeto est en el objeto, e incluso algo ms"
174
Lo cual vale
esencialmente en esttica: "La ley que llega a la expresin en su liber-
tad ms grande, hace emerger, segn sus condiciones particulares, lo ob-
jetivamente bello, lo cual tiene ciertamente que encontrar sujetos dig-
nos que lo hagan suyo"l7). Goethe postula la misma estructura de una
identidad en tensin entre sensibilidad y espritu: l no puede or ha-
blar de "fuerzas inferiores y superiores del alma". "En el espritu hu-
mano, como en el universo, no existe arriba o abajo, todo aspira a igua-
les derechos, a un centro comn que manifiesta su arcana existencia a
travs precisamente de la relacin armnica que todas las partes tienen
con l"
176
. El expresa los dos dualismos -al modo esencialmente pita-
grico y plotiniano- con el concepto de manifestacin (de Dios en su
mundo); elabora una larga lista de duales llenos de reminiscencias de
la historia del espritu: "Nosotros y los objetos (Aristteles), luz y ti-
nieblas (Mani), cuerpo y alma (Platn), dos almas (Pablo, Fausto), es-
pritu y materia (Descartes), Dios y el mundo (Plotino, Goethe), pen-
samiento y extensin (Spinoza), ideal y real (Schelling), sensibilidad y
razn (Kant), fantasa e intelecto Qean Paul), ser y deseo (Fichte)"
177
Dicho en general: "Manifestacin y disociacin son sinnimos"
178
Esta
estructura originaria, que Goethe llama polaridad, le permite pensar por
una vez tambin desde el polo idealista: cuando, ante el asombro de
171
172
l7l
174
17)
176
177
178
Erfahrung und Wissemcha/t XVI 859-871.
XVI 879 s.
Anschauende Urteilkraft XVI 877-879.
XVII 774.
XVII 703-704.
XVI884.
Polaritat XVI 863.
XVII 700.
344
Goethe
Fichte, le resumi con plena exactitud todo el sistema de ste
179
y cuan-
do tradujo su propio pensamiento al modus fichteano (El yo de Fichte
y sus destinos no estn realmente muy lejos de Fausto).
La teora de los colores parte, con un planteamiento perfecta-
mente plotiniano, de la identidad en tensin entre la luz objetiva y sub-
jetiva (cuyo rgano es el ojo "solar"). "As el ojo se conforma a la luz
en la luz, para que la luz interior encuentre la exterior". Y esto remi-
tindose al axioma griego-antiguo: "slo se conoce lo semejante a tra-
vs de lo semejante"
180
Anlogamente, el color es un fenmeno ele-
mental de la naturaleza que se desenvuelve en el espacio de tensin an-
logo de objeto y sujeto por pasos ininterrumpidos: subjetivamente como
color "fisiolgico", subjetiva-objetivamente como color "fsico", objeti-
vamente como color "qumico". Tiene una importancia decisiva el he-
cho de que en este espacio analgico se realiza la realidad del mundo
(de modo que es un sinsentido decir en general que los sentidos enga-
an: "Tienes entonces que creer en los sentidos, 1 no te harn ver nada
falso, 1 si la inteligencia te hace vigilante"
181
), y que esta apertura total
se debe por igual al ms alto fenmeno objetivo de la naturaleza y al
ojo, donde Goethe da incluso una prioridad al objetivo. (A Schopen-
hauer: "Cmo! Que la luz slo existe porque usted la ve? No! Usted
no existira si no hubiera luz!"
182
.) Al ser la luz, como apertura del ser,
la realidad natural ms alta, precisamente en su esfera puede, junto a
la polaridad horizontal, realizarse el segundo fundamento integrativo
de toda realidad: el crecimiento. El color en general nace de la polari-
dad anterior luz-oscuridad: la luz sobre un fondo oscuro da el azul (la
luz solar sobre el espacio csmico oscuro), la oscuridad delante de la luz
da el amarillo (puesta del sol). Amarillo y azul en polaridad horizontal
dan el verde, pero amarillo y azul, intensificado cada uno en s mismo
(amarillo, violceo), se unen para dar el fenmeno mximo de los co-
lores, ese "al que, por su elevada dignidad, hemos denominado a me-
nudo la prpura"
183
Como se ve, el crculo cerrado de los colores -ve-
nido en buena hora como documento a favor de la teora clsica del mun-
do y del arte de que finitud y perfeccin se corresponden- est cuali-
tativamente estructurado de un modo a la vez horizontal, vertical y tri-
dimensional. Ms an, la intensificacin (hacia el rojo) es en s muy mis-
179
180
181
182
183
Cfr. tambin el esquema XVI 917 s., A. Speiser ibid., 93 7-938.
FL Einleitung XVI 20.
G I 515.
XXII 741.
FL 703 (XVI 189).
345
Mediacin antigua
teriosa, ya que "el color en su estado de esplendor es un oscuro (porque
nace slo por el medium de lo "sombro"); si se condensa, tiene que ha-
cerse ms oscuro, pero adquiriendo al mismo tiempo un esplendor que
designamos con el trmino de rojizo"
184
: oscurecimiento es intensifica-
cin y por eso debe hacerse resplandeciente en un sentido nuevo.
De todo esto, en efecto, nada dice la teora newtoniana de los
colores (a la que Goethe ataca con odio maligno). Trata del color slo
como un "fenmeno" arbitrario que es posible representar "cientfica-
mente" con nmeros, es decir, reducir a nmeros. Pero "medida, n-
mero y signo no han representado nunca ningn fenmeno"
18
>. "Las fr-
mulas mecnicas tienen algo de burdo. Hacen de un vivo un muerto,
aun cuando se puedan "en muchos casos aplicar cmodamente y con xi-
to"186. No pueden expresar el plus cualitativo del todo sobre sus partes,
en una sola palabra, la forma, es decir, lo esencial. Por eso, los pensa-
dores mecanicistas no tienen ojo, porque el ojo mira el color particular
siempre desde la totalidad del color e integra por s mismo lo comple-
mentario, eso que por encima de todo se explica y se hace posible ms
all de la naturaleza del arte de la pintura en su cualidad propia
187
: Goe-
the comprende e incluso tiene un vivo inters por los mtodos exactos
de la fisiologa
188
, puede ver el organismo tanto desde el perfil de la fun-
cin como de la forma y precisamente en el desarrollo de la "idea" de
la "planta originaria". Pero ninguna funcin se puede aislar de la tota-
lidad; la mirada al todo, a lo comprehensivo, en definitiva, la mirada
filosfica y artstica, no debe faltar nunca de cara a una ("exacta") apre-
hensin de la cosa tal como ella es; slo en esta integracin la llamada
ciencia exacta es aproximativamente exacta. Nunca podr ser del todo
exacta, porque ningn fenmeno originario es, como tal, explicable:
184
FL 699 (XVI 189).
18
> Ipsen II 678.
186
FL 732 (XVI 203-204).
187
GL Einl. XVI 20.
188
"Me interesa sobremanera saber hasta qu punto es posible acceder a la
operacin qumico-orgnica de la vida en virtud de la cual se pone en marcha
la metamorfosis de las plantas segn la misma e idntica ley en mltiples ma-
nifestaciones", escribe Goethe poco ames de su muerte al qumico W.F. Wak-
kenroder. 21-1-1832 (XXI 1029). Toda la carta mantiene un maravilloso equi-
librio entre el asombro ame el milagro de la vida o, lo que es lo mismo, entre
la aceptacin de lo "inexcrutable" y la necesidad de la investigacin: puesto que
"el hombre se toma las cosas en serio y no puede evitar la tentacin de poner
lo inexcrutable en aprietos hasta que no se quede satisfecho y no se d volun-
tariamente por vencido".
346
Goethe
por qu el amarillo es amarillo, por qu el azul es azul?, dnde est
esta "decisin" primordial ("el nacimiento y la decisin del color son
idnticos"
189
? Desde aqu se entiende la predileccin constante de Goe-
the por la palabra decidido ( entschieden) (los colores, por ejemplo, pro-
ducen "en la composicin un efecto en parte armnico, en parte carac-
terstico, a menudo tambin desarmnico, pero siempre decidido y sig-
nificativo"190) : en los seres naturales y en las formas objetivas ocurren
continuamente decisiones objetivas. Incluso donde el reino de las plan-
tas se puede representar como una serie de variaciones sin fin de una
idea primera, los procesos no son realmente en ltima instancia mec-
nicos, sino que se cumplen segn "posiciones" calculadsimas, para las
que de manera anloga valen las "palabras radicales, rficamente".
Por eso, toda lengua, incluso la lengua conceptual filosfica, es
"propiamente slo simblica"
191
. Y as tambin la filosofa es algo su-
plementario respecto de la poesa (que es la lengua primordial de la hu-
manidad "hasta que, al fin, esa primersima y nica verdadera poesa
desaparece casi del todo. Al principio los filsofos son siempre una es-
pecie de poetas"
192
). Al principio de la comprensin del mundo no se
da el construir sino el contemplarl9l. En cambio, la ciencia que transfie-
re su exactitud en las matemticas "sigue perteneciendo a lo cualitati-
vo .. . , por tanto, en cierto modo, al universo externamente cognoscible.
Pero si, en cambio, consideramos el universo con todo el espritu y to-
das las fuerzas que somos capaces, reconocemos que cantidad y cualidad
deben ser como los dos polos de la existencia fenomnica; por eso, tam-
bin el matemtico construye la lengua de sus frmulas para compren-
der, en cuanto sea posible, incluso el mundo inconmensurable en el
mundo mensurable y numerable. Ahora bien, todo le parece tangible,
alcanzable y mecnico, y comienza a tener la sospecha de un secreto
atesmo, en cuanto que la realidad inconmensurable que llamamos Dios,
l cree precisamente que la puede tambin alcanzar y que puede, por
tanto, renunciar a su existencia especial y privilegiada"
194
. Con la nive-
lacin, es decir, con la cualidad intramundana, que es lo mismo que "gra-
duacin" o "analoga", debe equiparar tambin la analoga del ser como
tal entre Dios y el mundo. Al oponerse al predominio de la ciencia exac-
189
190
191
192
19J
194
FL 695 (XVI 188).
I bid., 758 (XVI 206).
FL 751 (XVI 203).
Epochen der Wissenschaften (proyecto de FL) XVII 762.
XVI878.
XVII769.
347
Mediacin antigua
ta de la naturaleza, Goethe lucha pues, a la vez, por el cosmos autntico
y por Dios: ambos se mantienen o caen juntos.
Junto, o incluso por
~
8
D III 504-505.
349
FL XVI 362.
llO MW 2, 8 (VIII 264).
35
' R 2, 26-5-1787 (XI 357).
3
,
2
XI 509-523.
376
Goethe
loco y, de este modo, sumergirse y ejercitarse finalmente en Dios y en
las cosas divinas ... La mxima de San Bernardo -spernere mundum,
spernere se sperni- pareca que le haba convencido totalmente"353.
Corno ms tarde, respecto de Otilia, lo que importa es ocultar la ima-
gen de la gloria en la imagen de la ignominia. Este desinteresarse de
s, va mucho ms all de la mstica, ms bien opaca, de las "Confesio-
nes de un alma bella", en que la idea neoplatnica, asumida tambin
por Bruno y Shaftesbury, de que el alma tiene que purificarse para ver
"reflejarse el sol eterno" en ella como en un espejo limpio354, impide el
acceso directo a Dios.
Qu es finalmente, gloria (Herrlichkeit) para Goethe? En
1805 tradujo algunos fragmentos de Plotino y los insert en su docu-
mentacin sobre la figura de Macariam: belleza del espritu y de la idea
en la forma sensible, tendencia hacia el Uno a travs del ideal. Pero
Goethe introduce la advertencia de no perderse en el ideal que se aleja
de los sentidos internos y externos. El no quiere conocer el misterio del
mundo que no se transparente en la polaridad. Para l, eros es, por tan-
to, no propiamente un lanzarse hacia Dios, sino una tensin hacia el
otro polo: corno un eros intrarnundano, intrasexual. Estamos aqu prxi-
mos a Feuerbach, donde lo divino emerge y brilla en lo interhumano.
No hay que olvidar, adems, que polaridad, por ejemplo en la Teora
de los colores, indica limitacin y adems decisin y que se afirma as
de modo ms positivo que en Plotino. Decisin por uno puede signifi-
car, en el plano tico radical, rechazo del otro; sin un rechazo semejan-
te no se da en Goethe ninguna afirmacin de totalidad.
Adems, en fin, es inevitable
que el poeta siema odio por algo;
y no deje vivir como bello
lo que es odioso e insoporrable
3
l
6
Pero este odio, a su vez, est siempre -en la cosmovisin de
Bruno y tambin de Shaftesbury- contrarrestado por una polaridad
ms vasta y comprehensiva:
lH
))4
m
!)6
XI 513-514.
ML 6 (VII 388).
VIII 495-497.
"Elememe", D I1I 292.
377
Mediacin antigua
En su estrecho ser el hombre necesita
la doble sensacin, el amor y el odio.
No necesita acaso la noche tanto como el da?
3
H
De modo que al final de todo, sta es la situacin: "De cual-
quier modo que sea la vida, es buena"m. "Sea, de cualquier modo que
haya querido ser, j era siempre tan
Esta afirmacin no puede ser, en ningn caso, puramente con-
templativa en Goethe; slo el hombre activo que se compromete con
las cosas tiene el derecho de enunciarla: ella misma es una decisin, una
eleccin. "El amor a la verdad se demuestra con el hecho de que en to-
das partes se sabe encontrar y apreciar el bien"
360
Y recreando el axio-
ma de Platn de que lo bello es lo difcil: "El arte se ocupa de lo difcil
y de lo bueno. Al ver tratar con facilidad lo difcil, nos viene la visin
de lo imposible"
361
De este modo, a travs de lo tico, el Divn puede
llegar al axioma: "Todo es glorioso (herrlich) ante Dios, precisamente
porque l es lo 6ptimo"
362
Reverbero de este glorioso, por bueno, es
la naturaleza que rodea al hombre. Aqu Goethe experimenta el ser al
modo de los antiguos y de Holderlin. La famosa poesa dedicada al "su-
ceso" de la rosa, contrapone el milagro de la naturaleza a la bsqueda
cientfica humana que trabaja sin percatarse de ese milagro:
Se te reconoce como la ms bella,
te llaman reina del reino de las flores;
testimonio irrefutablemente universal,
que la discordia disipa, maravilloso suceso!
Pues t eres, no eres simple apariencia,
visin y fe en ti se funden;
sin embargo, la ciencia avanza y lucha, sin cansarse jams,
en busca de la ley, del fundamento, del porqu, del cmo"
363
El ptimo que lo abarca codo y que es siempre antes que todo,
ha preordenado desde siempre los caminos del hombre para que cami-
ne por ellos. El hombre slo realiza la suerte que le ha tocado y de nin-
guna otra manera se realiza a s mismo y al mundo.
3l7
T 4, 2 (VI 281).
G II 50.
FV 500.
360
MW VIII 315.
)61
W 2, 5 (IX 176).
362
D III 379.
363
G II 54.
378
l
1
J
Resonancia
Qu quieres hacer al mundo?, est bien hecho,
el Seor de la creacin ha pensado en todo.
Tu suerte est echada, sigue el trazado,
el camino ha comenzado, termina el viaje;
pues ansia y afn no pueden cambiarlo,
eternamente te desvan del justo equilibrio
364
.
Pero con el "Seor de la creacin", Goethe no conecta con la
oracin36l, sino nicamente con la veneracin y con la conciencia de que
en cuanto al ser en su conjunto todo est en orden. As, en lugar del
nombre "naturaleza" (tras de lo cual est Dios), puede ponerse la pa-
labra "ser", o tambin la tOtalidad omnicomprensiva: "Mantente feliz
en el ser! El ser es eterno."
366
De la antigedad cristiana de Holderlin,
donde se reza, el camino lleva a la antigedad de la veneracin, de Goe-
the, donde no se reza; su conciencia de la existencia es dependencia en
el sentido de una polaridad csmica, no en el sentido de una creatura-
lidad absoluta. Por eso, el eros y la hephesis no miran al hen sino a la
physis que deriva de l (plotinianamente como nous-psyche) y por eso
las resplandecientes imgenes del mundo siguen siendo cifras que no
deben ser descifradas ms all de s mismas. Los grandes finales del
Fausto son grandes jeroglficos yuxtapuestos horizontalmente. La glo-
ria se separa de Dios y cae sobre el cosmos, sobre lo que Heidegger lla-
mar "ser".
6. Resonancia
a. Herencia de Goethe
All donde la gloria autnoma del espritu hegeliano y sus ra-
mificaciones hacia la izquierda no determinan el pensamiento de los si-
glos XIX y xx, ste siguen ampliamente marcado por la visin goethia-
na-antigua de la naturaleza. Los dos caminos siguen ntidamente sepa-
rados hasta hoy: en la filosofa del espritu, el espritu abarca la natura-
leza como a su ob-jeto funcional y disponible, al que el espritu penetra
y domina con su ciencia exacta y su tcnica y lo utiliza para sus finali -
dades; en la filosofa de la naturaleza es el cosmos -como quiera que
364
366
MW VIII 8. MW VIII 312.
Cfr., la primera poesa como lema de los Wanderjahre, ibid.
"Vermachtnis", G I 514.
379
L
Mediacin antigua
sea interpetado- el marco, el paisaje en el que lo absoluto sale al en-
cuentro del espritu y lo acomoda a niveles nobles, venerables y creati-
vos e impone una medida a su codiciosa tcnica de dominio. Pero, en
rotal correspondencia con la inseguridad extrema de Goethe, despus
de l, este cosmos sigue siendo ambiguo: no remite como en Plotino
ms all de s mismo hacia una unidad que lo trasciende; esta zona la
ocupa el cristianismo, con lo que queda al margen de la metafsica; ese
cosmos tiene en s mismo su unidad y, por tanto, su gloria; el eros se
agota en s mismo y queda reducido a un "eros cosmognico" anticris-
tiano. Cuando la mirada del hombre, en su prdida del deseo transfigu-
rador, cae de modo realista sobre el "mundo tal como es", le sale al en-
cuentro el terrible "monstruo rumiante", cuyos abismos, siguiendo a
Bruno y a Bi:ihme, haban sido oteados tambin por el joven Goethe; y
es a este mundo, siempre que logra abrirse a su mirada, al que l can-
tar junto con Zaratustra "la cancin de su s y de su amn". Lo que
ms all de esto percibe l de "deseo de embarcarse" hacia "nuevas ri-
beras" en su propio "viejo corazn", tiene que replegarlo dentro del
"nupcial anillo de los anillos -el anillo del (eterno) retorno" '.
Pero, al ir desapareciendo progresivamente la sustancia anti-
guo-clsica, estas dos perspectivas metafsicas - la filosofa del espritu
y de la naturaleza- tienen que nutrirse cada vez ms de la sustancia
cristiana, a pesar de los rechazos y antinomias: el secretO a priori teo-
lgico que caracteriza la metafsica tardo-antigua y alto medieval de la
gloria, se convierte ahora a un claro a priori cristiano. En la filosofa
del espritu tenemos un agustinismo modificado a travs de Descartes,
Malebranche y Rosmini, un paulinismo modificado a travs de Kant,
un joanismo modificado a travs de Hegel, Schelling y el Fichte tardo;
se reabsorbe positivamente lo especficamente cristiano. En la filosofa
de la naturaleza se opera ahora, por el contrario, una spoliatio a aegyp-
torum: en un claro rechazo de la trascendencia cristiana, el honor de la
gloria que el cristianismo reserva al Dios del amor y de la cruz, se subs-
trae a la trascendencia y se derrama alrededor de los miembros del cos-
mos, o de esa physis que Heidegger llama ser. Pero es un cosmos que,
precisamente por ser anticristiano, no puede ni quiere renunciar al pa-
thos religioso y tiene, por tanto, que retrotraerse de la "metafsica" a
los orgenes mticos. Lo que Creuzer, Gi:irres y Lasaulx haban comen-
zado, conscientemente lo lleva hasta sus ltimas consecuencias el joven
F. Nietzsche, Zarathustra 3, "Die sieben Siegel", ed. Schlechta 2, 475.
380
--
Resonancia
Nietzsche en el Nacimiento de la tragedia, y Heidegger pondr entre
parntesis toda la "metafsica" desde Hegel hasta Aristteles y Platn,
para llegar hasta los presocrticos: "Herclito y Parmnides no eran tO-
dava filsofos"
2
Es verdad que, ante estOs mitos redivivos, se va desarrollando
primero ese estrato vasro y aptico que es propio del "humanismo edu-
cativo", tOtalmente intramundano y casi irreligioso, del que tambin
Goethe haba mostrado un modelo (en el Meister y en muchos relatos,
y, en parte, incluso en el Fausto) y que comienza a celebrar sus triunfos
"cientficos" en la psicologa incipiente, en la sociologa y en la histo-
riografa evolutiva, mientras que en la novela realista-burguesa inunda
como un aluvin el campo del arte: desde Scott a Dickens, Thackeray
y Galsworthy, desde Freytag a Keller, Fontane y Thomas Mano, desde
Balzac a Stendhal, Flaubert y Zola, desde Puskin a Tolstoi y Hamsun;
se trata siempre del hombre en el milieu, ambiente, naturaleza, cosmos
que le crece dentro o que le crece fuera, que se explica o implica. Ya no
existe una locura que mire hacia lo airo, ni un eros que tienda a la rea-
lidad ultramundana. La locura queda superada en una especie de "sabi-
dura educativa" humana, y el eros se convierte en un problema de amor
meramente intramundano: incluso la grandeza demnico-heroica del
eros metafsico (desde los sonetos de Shakespeare a la Panthesilea) se
somete al anlisis psicoparolgico que se desarroll desde Kierkegaard
en adelante hasta Freud, pasando por Dostoyesky: lo que Flaubert inau-
gura en su Tentation de Saint Antoine lo continan Rimbaud y Lau-
tramont y lo culminan Thomas Mann y otros ms recientes; es la au-
todesintegracin de la antropologa inmanente que, en su dialctica
cerrada, se aplica cada vez ms a lo perverso con el fin de suscitar tO-
dava algunas tensiones que puedan resultar interesantes.
Por encima de este estratO se llevan a cabo intentos ms am-
biciosos: el intento de resucitar el miro antiguo a partir de una fuerza
anloga a la inspiracin proftica, antigua o bblica. Schelling y Gi:irres
asignan al miro como tal un nuevo derecho de ciudadana en el pensa-
miento especulativo. Goethe en el Fausto, Mozart y Byron en el Don
Juan y Nietzsche en el Zaratustra recuperaron para el "hombre moder-
no" una cierta dimensin mtica; Wagner, utilizando los medios de ro-
das las artes, crea una fantasmagora centrada (en el Crepsculo de los
dioses) en el topos existencial, donde el mito, aunque todava encanta-
"Was ist das -die Philisophie?", 1955, 24.
381
Mediacin antigua
do, degenera ya en un puro smbolo de lo humano: esto Wagner lo
aprendi de Berlioz, y de l, a su vez, lo aprendieron Richard Strauss y
Hofmannstahl (profundamente influenciado por Freud), por no hablar
de Thomas Mann. Todo el mundo homrico de los dioses revive en la
admirable Primavera olimpica de Spitteler, que, sin embargo, no es ms
que un eterno otoo olmpico, pues toda la gloria de los dioses se re-
presenta ante el trasfondo tenebroso de una anank materialista y cruel.
Es el mismo intento -aunque totalmente distante en cuanto al pa-
thos- que trata de reconquistar la forma bella de la gloria sobre un tras-
fondo nihilista, como ocurre en Schopenhauer, que caracteriz de modo
tan decisivo el sentimiento del mundo de su siglo, en especial en las cla-
ses burguesas y excit, a travs de E. von Hartmann y Wagner, el pe-
simismo heroico hasta el mismo siglo xx. Wagner hizo la leva de las
quintas para el breve mito del Tercer Reich. Hartmann resurge con
fuerza en el primero y, ms tarde, en el ltimo Scheler. El antiguo ma-
terial mitolgico no logra penetrar ms all de lo puramente psicol-
gico (Giraudoux, Hofmannsthal, Anouilh). Una cierta evocacin mtica
se percibe en el "Angel" y en el "Orfeo" de Rilke, del que hablaremos
despus. El nuevo dios de George, encarnado en Maximino, influy en
la mayor parte de los contemporneos nicamente en sentido csmico.
Y qu decir del intento de Mambert de elevar la humanidad como un
todo a figura mtica en el cosmos infinito, cuyas energas divinas se ha-
cen hombre? Qu, del intento contradictorio de Klages de anunciar al
mismo tiempo el reino del mito ("anima") y su refutacin ("espritu")?
Por todas partes resuenan sonoros reclamos a la accin en tal sentido
(Ernst Michel, El camino del mito -sobre el renacimiento del arte a
partir del espritu de la religin- 1919)\ pero se echa de menos ex-
ternamente la cultura rigurosa e, internamente, la irrecuperable reli-
gin cristiana. Naturalmente muchos mitos antiguos conservan una
fuerza simblica testimonial, ms an, adquieren una nueva fuerza cuan-
do el destino de la humanidad moderna se agudiza trgicamente -as
los mitas de Prometeo y de Dionisios-4, pero no por esto renacen a
una nueva vida las figuras de los titanes o de los dioses. En el mejor de
los casos se quedan en "nombres" con los que poder denominar nues-
El libro de Michel, digno de consideracin todava hoy, se sita la Edad
Moderna desde el Medievo en su relacin con el mico. Momberc le parece una
promesa de nueva fuerza mtica creadora.
Siguiendo este hilo conductor expliqu la trayectoria de la historia moder-
na en mi Apokalypse der deutschen Seele, 1937-1939.
382
Resonancia
tro destino mundano, aun a sabiendas de que ste, en su realizacin, tras-
ciende todos los nombres; en cambio, no estamos seguros de hasta qu
punto tales nombres no son sino meras designaciones de la realidad fe-
nomnica, o hasta qu punto no somos nosotros los que falseamos los
datos reales con nuestra alicorta percepcin. Debido a esta inseguridad,
la interpretacin ambigua de los mitos se reduce a "cifras": Las "cifras"
de Jaspers salen exactamente del lugar donde Goethe haba trazado la
invisible lnea divisoria entre naturaleza y Dios, que el eros no puede
sobrepasar.
La resonancia de la metafsica de la "mediacin antigua", que
comienza en el Cusano y Ficino y culmina con Bruno, Holderlin y Goe-
the, se descompone en tres sonidos distintos. Segn Goethe -y sus es-
critos cientfico-naturales-, el cosmos universal se nos puede dar en-
teramente como "cosmos biolgico"; de este modo parece haberse echa-
do un puente desde el cosmos antiguo-teofnico al cientfico-moderno.
O el cosmos universal, en virtud de la identidad del micro y macrocos-
mos, se hace "prometeico" o "ganimdico" como "espacio csmico in-
terior", dominado por la fuerza csmica experimental y creativa del ar-
tista. O bien, finalmente, lo universal ya no se piensa como cosmos (ya
que esta visin antigua a partir del cristianismo y de la filosofa del es-
pritu, se ha hecho imposible), y ni siquiera como absoluta interioridad
o subjetividad (ya que sta se diluye en lo universal, sino (con Heiddeg-
ger) como el ser, ese ser que se haba incluido siempre en la antigua
physis y que ahora quedaba enterrado por los logos-merafsica de la sub-
jetividad). Heidegger se convierte as en el albacea de ese destino epo-
ca! que aqu se ha definido como "mediacin antigua".
b. Filosofa de la vida y espacio csmico interior
Las dos primeras formas, afines entre s, de captar lo univer-
sal, se disuelven "en ese mar que en su agitacin emite formas eleva-
das", pero que emite tales formas slo en cuanto mar, es decir, plasmn-
dolas de su fluido y disolvindolas de nuevo en l. Para Goethe estas for-
mas eran "elevadas" en el doble sentido de que en cuanto espirituales
eran ya una elevacin de la vida, y de que cualquier forma, espiritual o
infraespiritual, posea una polaridad, no slo horizontal sino tambin
vertical (por ejemplo, los colores) como ley de su estructura. Este prin-
cipio de elevacin se desplegar paralelamente tambin en el idealismo
383
Mediacin antigua
absoluto; pero, dentro de la filosofa de la naturaleza, encontrar ines-
peradamente una confirmacin en la teora de la evolucin de la biolo-
ga emprica. La aparicin de esta teora encuentra a su vez una visin
religiosa de la naturaleza slidamente fundada, en el sentido en que la
representan Goethe Oken y Carus, donde el macrocosmos "de esencia di-
vina" se despliega "armnicamente" en una parte racional y en otra na-
rural, y el hombre como microcosmos, tanto a partir de la experiencia
como de la especulacin, tiende hacia un co-pensamiento de los pensa-
mientos divinos del mundo en la naturaleza, como idea, tipos y homo-
logas. Incluso cuando el evolucionismo se impuso como dominante en
la segunda mitad del siglo, se imprimi una curva en la imagen ya dada
del universo, el cual en Fechner (Zend-Avesta, 1851; Die Tagesansicht
gegenber der Nachtansicht, 1879) llega a ser un organismo mstico
Dios-Naturaleza penetrando por un soplo cristiano en ms estrecho pa-
rentesco con el organismo estoico-neoplatnico que con el de Leibniz y
Spinoza, y que en el alboroto monista anticristiano de finales del XIX
slo ofreca la base de una esttica csmica religiosa de entusiasmo in-
genuo (Bruno Wille, Wilhelm Bolsche).
Con Bergson el biologismo csmico entra seriamente en el m-
bitO de la metafsica: se convierte en central la cuestin de la relacin
entre el ser viviente de su duracin real (dure relle) y el pensamiento
espiritual-conceptual. Partiendo de la visin esttico-inmediata y admi-
rablemente confluyente de la fuente de la vida (Evolution cratrice), el
pensamiento profundiza en esa reflexin que fluye en direccin contra-
ria al ro de la vida -la bnotpocpi no queda de nuevo lejos-, ese es-
fuerzo del pensamiento que garantiza justamente su autenticidad y que
habra de tener tanto influjo en Pguf', para desembocar finalmente en
la mstica netamente cristiana de las Deux Sources.
Tambin para Georg Simmel, filsofo religioso de la vida y
terico del arte, el ser es vida que se eleva interiormente ms all de s
misma y que se propone lo objetivamente formado, significativo, vli-
do, con lo que, sin embargo, toca sus confines: el mar al retirarse deja
en la playa lo que ha rechazado; la realidad objetivada al hacerse rgida
pierde su validez y comienza un nuevo proceso formativo. Objetivacion
C. G. Carus: "Cules son las exigencias para una futura reelaboraci6n de
las ciencias naturales?", 1822, en: Bio/ogie der Goethezeit, ed. por A. Meyer-
Abich, 1949, p. 209; cfr. "Narur und eigenes Ich, als gleiche Emanationen h&hs-
ter Wesenheit".
Cfr. Gloria, vol.III, Estilos laica/es, pp. 402, 415 s.
384
Resonancia
es radicalmente ya, como en Bergson, el ro de la vida que se repliega
sobre s mismo, ese "milagro fundamental del espritu" que "mante-
nindose en su unidad se opone, sin embargo, a s mismo"
7
Pero en
Simmella esperanza es viviente: "Quiz la filosofa de su prximo paso
hacia adelante en la conquista de un nuevo concepto de vida, con el que
la vida se eleve realmente ms all de los opuestos, a una altura donde
el fluir de lo real y de lo ideal y la solidez de ambos, lo absoluto de su )
oposicin, desaparezcan y se perciban como los modos de la revelacin
de una unidad por ahora todava inefable de la vida metafsica"
8
Pero qu melanclicas parecen estas promesas, qu forzado el
arrobamiento entusiasta de los monistas, qu extraa incluso la melo-
diosa voz del joven Bergson y qu frgil es todo esto frente al vuelco
siempre posible, ms an, en el fondo siempre real, de esta "parte di-
vina" en la "parte nocturna" del mecanicismo y materalismo puros! Los
entusiasmos en este ltimo campo no son menos enebriantes y forza-
dos, lo que constituye por lo menos una prueba de que el hombre tiene
necesidad de un absoluto, no importa de qu especie, un absoluto al que
adorar y al que entregarse.
NIETZSCHE lo demuestra del modo ms claro, ya que reduce
a pedazos toda verdad objetiva en beneficio de las "mentiras" que ne-
cesita la vida, para despus celebrar el ser radicalmente aniquilado como
el "eterno s del ser ... al que ningn no desfigura" y para consagarse a t
su "muda belleza": "Yo soy eternamente t s; porque yo te amo, oh 1
eternidad!"9. Esta "eternidad" es el "eterno retorno de lo idntico", el
mar, que "al agitarse emite formas elevadas" en un sentido que a la lar-
ga supera el sentido goethiano: como elevacin de la vida ms all del
hombre, hacia el "superhombre", hacia las nuevas riberas vrgenes
10
En
su primera publicacin, Nietzsche haba recogido la insuperable contra-
diccin mortal de la msica dionisaca (en concreto la schopenhaueria-
Phi/osophische Ku/tur, 1911, p. 211.
Zur Phi/osophie der Kunst, 1922, p. 145.
Ruhm und Ewigkeit, Schlechta ii, 1262-1263; cfr. Zarathustra 3, "Der Ge-
nesende": "El anillo del ser permanece eternamente fiel a s mismo" (II 463).
[Entre las obras de Nietzsche traducidas al castellano, citamos: Obras comple-
tas, trad. de E. Ovejero, Aguilar, Madrid, 1932; As hab/6 Zaratustra, Alianza
Editorial, Madrid, 1981; El Anticristo, Alianza, Madrid, 1981; Crepsculo de los
ido/os, Alianza, Madrid, 1981; Ecce Homo, Alianza, Madrid, 1982; La Gaya
Ciencia, Olaeta, Barcelona, 1979; La genea/ogla de la moral, Alianza, Madrid,
1981; El nacimiento de la tragedia, Alianza, Madrid, 1981; Poemas de Nietzs-
che, Peralta, Pamplona, 1979 (ndt).}
10
Conclusin de Morgenrote, I, 1279.
385
Mediacin antigua
no-wagneriana). En efecto, tambin la tragedia griega haba exorcizado
y confiscado "los mitos del mundo homrico que le bailaban ante los
ojos" en beneficio de su "ms profunda visin del mundo: ahora es Zeus
quien tiembla ante el reto amenazador del tirano, e incluso l se ve obli-
gado por el artista dionisaco a servir a la nueva divinidad". "La verdad
dionisaca asume todo el reino del mito como una cadena de smbolos
para expresar sus propios hechos": los mitos, que ya haban entrado en
agona, inmersos ahora en la msica, vuelven a florecer de nuevo en
todo su colorido
11
Ms adelante, Nietzsche no tuvo necesidad de la ine-
briante msica pesimista, le bast la crudamente meridional Carmen;
el principio de Dionisias, como un Zagreo descuartizado, incluso como
"crucificado" (frente al "Crucificado"), le bastar para armonizar cual-
quier contradiccin. En ltima instancia era la contradiccin de lo que,
desde las miasmas en la metafsica platnico-cristiana, quiere irrumpir
en la grandeza jams pensada
12
y que as precisamente acaba entrando
en los crculos sin salida del ser: "Eterno retorno hasta de lo ms pe-
queo! Este era mi hasto por cada existencia!" n. Pero dnde podran
aunarse la plena felicidad y el supremo hasto sino en ese "yo" Nietzs-
che-Zaratustra que ser su fatum? El se presenta como "el nombre del
hado" en ese manifiesto de locura que es el Ecce Hamo, cuya verdadera
figura nos la ha explicado por fin Erich F. Podach
14
"Dios o bufn: he
aqu lo involuntario en m, esto soy yo"".
La polaridad de Goethe era potica, pero todava casi en el ex-
celso significado antiguo del trmino; en la mujer amada se le mostra-
ba la gloria del mundo ("Pero es posible? Estrella de las estrellas, /
yo sigo abrazndote contra mi corazn!"); la polaridad de Nietzsche en-
tre Dios y el bufn es puramente solipsstica; las mujeres no valen nada,
los hombres slo en tanto que son jvenes en potencia. Goethe haba
dejado el hen plotiniano tal como era; en Nietzsche lo ha sustituido el
inmenso sujeto que va desde el todo hasta la nada. Se ha convertido en
autrquico; Zaratustra no conoce ms felicidad que la que se debe a s
11
Der Geburt der Tragodie, 1, 62-63.
12
Cfr. a este propsito el excelente anlisis de Eugen Biser: "Gott ist tot",
Nietzsches Destruktion des christ/ichen Bewusstseins, 1962, especialmente
pp. 49 s., donde se habla con referencia a Nietzsche del concepto anselmiano
de Dios (como "valor lmite de todos los contenidos posibles del pensamiento").
11
11465.
14
11
Friedrich Nietzsches Werke des Zusammenbruchs, Rothe, 1961, 321.
/bid.
386
Resonancia
mismo, a su propia idea excelsa. Cuando lo atrapa el estremecimiento,
se encuentra ante sus abismos.
La experiencia del mundo de RILKE no dista mucho de la de
Nietzsche: el mismo rechazo precoz, obstinado y apasionado del cris-
tianismo, esta vez del catolicismo; el mismo trasfondo biolgico-evolu-
cionista propio de la poca (que en Rilke se acentu adems gracias al
psicoanlisis); la misma exigencia fundamental de permanecer fiel a la
tierra; la misma perspectiva utpico-escatOlgica (a pesar de esa fideli-
dad) de una gran elevacin creadora del estado actual del mundo -en
Rilke hasta el postulado de una accin creadora propia respecto de Dios
(que no existe todava), con el fin de crear a aquel que "al final nos es-
cucha"16-; la misma unidad universal de todas las contradicciones que
se alcanza por metamorfosis creadoras del alma proftica: junto a Za-
ratustra, Orfeo. Lou Andras-Salom, antigua amiga de Nietzsche y des-
de 1897 amiga predilecta del Rilke de veintids aos y, ms tarde, ami-
ga de Freud, trenza durante estos aos una guirnalda muy significativa.
A Lou y a su mujer Clara siguen no se sabe cuntas otras mujeres que
para Rilke no son ms que incentivos para renovar ese amor "intran-
sitivo" y sin un t al que l tiende, un amor que l exige de los dems
y que, a lo largo de sus obras, formular tambin en el plano didctico:
no se trata ya del eros de Goethe, que en el t real experimentaba siem-
pre la gloria del mundo; ya no es el "amor de los ms lejanos", casi des-
provisto de eros, de Nietzsche, sino un amor platnico que en cuanto
a su estructura apunta a la trascendencia, que en verdad se inflama en
un t encarnado, pero para inmediatamente amarse hasta el fondo por
encima de ese t en el infinitO (y que por eso llega de la manera ms
perfecta a los desheredados y empuja incluso a la infidelidad), y no en
la lnea de un platnico sol del bien y, ni mucho menos, del Dios cris-
tiano, sino del vaco de los espacios, los cuales quiz a la larga, al fin
de los tiempos, se calentarn y reavivarn con ese amor y crearn una
divinidad. En su juvenil Diario toscano ("Toskanisches Tagebuch") se
expresa, de forma casi especulativa, la visi6n de una convergencia del
artista absoluto en el dios en devenir
17
Lo que en ningn caso se pone
16
R. M. Rilke, Siimtliche Werke (lnsel, 1955 s.) 1, 767. Extensos anlisis en
Apokaiypse der deutschen Seele, vol. 3 (1939), 193-315. [Entre las traducciones
castellanas de Rilke de que nos hemos servidos, citamos: Obras, trad. de J. M.
Valverde, Plaza y Jans, Barcelona, 1967, 1971; Antologa potica, trad. de J.
Ferreriro, Espasa Calpe, Madrid, 1979 (ndt).]
17
Tagebcher aus der Frhzeit, Insel, 1942. "No suceder nada fuera de l
(el artista-dios) ... Cuando l haga un gesto, crear, lanzar al infinito muchos
387
,r 1
, )
Mediacin antigua
en cuestin -ni en el plano humano, ni en relacin con Dios- es la
dimensin dialgica, el pacto que ata a los amantes, la fidelidad. Den-
tro del amor monolgico, Rilke se pregunta por el poder ser en pleni-
tud del hombre.
La primera respuesta habla de armona, de acorde del mundo
con el alma del artista. Su obra comienza con un torrente de pura lrica
armnica interior, en el que, tras sus viajes a Rusia con Lou, brota como
primer fruto vlido El Libro de las horas ("Stundenbuch"). Una Rusia
de religiosidad mstico-sangunea que, sin embargo, puede tornarse en
atesmo ("Cartas del joven obrero"), agita estas plegarias que monolo-
~ n en forma de dilogo, que revisten con ropaje antiguo-cristiano un
nclee..posccjsri-lno. El dios al que aqu se reza es ese que heredar el
mundo, sobre todo la gran tradicin artstica; por tanto, el dios futuro
que, sin embargo, tiene ya una presencia escondida en las formas de la
pobreza de la que tratan las inauditas poesas finales. "Pues la pobreza
es un gran esplendor que sale de dentro": en torno a este verso se con-
centra en El Libro de las horas lo que para Rilke puede tener nombre
de gloria. En contraste irreconciliable con las "grandes ciudades" que se
sienten y que "brillan como las meretrices", en contraste con el reino
del dinero, de la tcnica y del progreso ("y llaman tambin progreso a
sus rastros de babosa"), el pobre, el desheredado, el leproso expulsado
de la ciudad, es el lugar donde habita ken6ticamente lo divino. Los po-
bres, "cargados con toda la suciedad y escupidos como haraganes al
sol"
18
, no son para Rilke algo realmente pasado de moda, sino el pre-
sentimiento doloroso y verdadero de esa "pobreza en el espritu" de la
que necesita el poeta para su obra csmica. As, el libro concluye con la
exaltacin de San Francisco, pobre en el cuerpo y en el espritu. Pero,
si aqu Rilke toca muy de cerca el ministerio central cristiano, su pre-
tendida pobreza no lo libera nunca respecto de los hombres, sino siem-
pre y slo respecto de s mismo en su obra, que se distribuye como una
sala de espejos en torno a su centro narcisista, al que l sacrifica todas
sus relaciones amorosas, rotas despus de usadas. El eros intransitivo e
intil al que tiende y que continuamente celebra, encuentra su fin y su
lmite en su obra. Lo que Rilke pretende realmente y que no puede pen-
sar y realizar sin contradiccin, nicamente encontrara solucin en el
millones de mundos ... Cmo otros mundos lejanos madurarn hasta llegar a los
dioses, no lo s. Pero para nosotros el arte es el camino ... Siento por eso que
somos los antepasados de un dios", pp. 139 s.
18
1 134.
388
Resonancia
amor trinitario cristiano, el cual, sin embargo, no puede concebirse ya
como transformacin del eros.
El poeta transforma el mundo informe en formas duraderas,
eternas. La fase intermedia de Rilke que culmina en sus Nuevas poesias
("Neue Gedichte"), lleva a cabo esta transformacin. Un platonismo des-
de abajo: el poeta destila la idea desde la experiencia ms sensual y con
la fuerza del corazn humano. Esa idea es la cosa y es l mismo. La idea
se hace visible y se puede contemplar all donde el sentimiento pleno y
el acorde interior coincide con la forma. Es digno de tenerse en cuenta
el hecho de que Rilke, el ateo y anticristiano, se obstine en transformar
de este modo temas cristianos y en incorporarlos a su mundo artstico.
Tales temas constituyen un bloque considerable y muy cualificado de ex-
periencia humana y se ofrecen como materia al poeta en cuanto realidad
profundamente vivida por la humanidad. Ella percibe y siente desde den-
tro: precisamente all donde se pide la fe del cristiano, l se inserta con
su sentimiento y recorre con l todo el mbito del misterio, incluso el
trascendente del ms all: cruz, muerte y resurreccin. Sus juveniles "vi-
siones de Cristo"
19
pretenden experimentar, revivindola en el sentimien-
to, la plena existencia trascendente de Cristo (para despus sacar clara-
mente a la luz el desesperado fracaso de Cristo); la Vida de Maria y otras
muchas poesas que tienen a Mara como tema, reviven en el sentimien-
to -mediante un delicado erotismo humano- su arcano esplendor, e
incluso los ciclos poticos ms maduros elaboran continuamente temas
del Antiguo y del Nuevo Testamento y de la historia de la Iglesia
20
Casi
en todas partes se trata de explorar como a tientas y en toda su dimen-
sin el misterio cristiano que planea sobre la vida y la muerte, pero, en
esencia, de manera parecida a como se hace con los mitos antiguos tras-
cendentes, como por ejemplo con los tres grandes mitos que aparecen
19
III 129-169; adems Glauben.rbekenntnis y Christus am Kreuz Ill, 489-493.
20
Particularmente significativos: en el Buch der Bi/der: "Das Abandmahl"
(388); en las Neue Gedichte: "Der 6lbaumgarten" (1 492 ), "Pietlt" (poesa er-
tica sobre Magdalena 1, 494), "Gott im Mittelalter" (150), "Auferstehung"
(1 524); adems en el Buch der Bi/der, "Das Jngste Gericht" que el monje en
oracin ve como una terrible desgracia que a toda costa hay que conjurar:
1415 s.; y el posterior 'Jngste Gericht" (1 575); en la segunda parte de las
Neue Gedichte de nuevo una serie de temas veterotestamentarios (1562-571)
y una cruda "Kreuzigung" (1 581), mientras "Der Auferstandene" (1582) de-
sarrolla el tema del eros intransitivo. En las Spiite Gedichte hay otras escenas
de inspiracin cristiana: "Himmelfahrr Marji" (11 46), "Auferweckung des La-
zarus" (ll 49), "Emmaus" (ll 55), "Christi Hollenfahrr" (11 57), "Worre des
Herrn an Johannes en Patmos" (ll 108), etc.
389
Mediacin antigua
al final de Nuevas poesas: "Orfeo. Hermes", "Alcestes", "Na-
cimiento de Venus". Tambin alcanzan fuerza mtica las numerosas poe-
sas kenticas de la fase intermedia, nacida de experiencias de pobreza
de todo tipo: de juventud, locura, soledad, tiempo de otoo, mendigos,
ciegos, borrachos, suicidas, viudas, hurfanos, idiotas, enanos, leprosos
(todos stos en el ciclo potico "Las voces", adems: "La que se queda
ciega", "El ciego", "El rey leproso"), ante los cadveres del depsito y
ante el "lavado de los cadveres"; estas y otras imgenes componen jun-
tas un fluidum que recorre cada elemento de semejante poesa, incluso
sus trechos de esplendor y felicidad: celebracin y lamentacin son ya
aqu por todas partes inseparables, ms todava que en la ms elevada
poesa de los antiguos (pues stos no celebraban lo que no tena apa-
riencia), y son secretamente cristianas.
La obra desemboca en los dos ciclos mticos de las Elegas de
Duino (1912-1922) con el mito del ngel, y de los Sonetos a Orfeo
(1922); all predomina la lamentacin, aqu la celebracin. Ambos se in-
terrogan sobre el poder ser en plenitud, que est en grado de poseer la
efmera existencia personal. Las elegas imaginan un reino de los n-
geles como de totalidades cerradas del mundo: son los oA.a del neopla-
tonismo, las inteligencias de Dionisio y de Dante, los ngeles como los
entendi Toms de Aquino: como seres capacitados por Dios para un
tipo de intuicin que no tienen necesidad de la experiencia externa y
que slo en sentido impropio dialogan entre ellos y con los hombres,
las mnadas de Leibniz que no tienen puertas ni ventanas. El "narci-
sismo" de los ngeles rilkianos se fundamenta, pues, exactamente en la
tradicin occidental; pero en contra de esa tradicin, les falta la cadena
urea de emanaciones, jerarquas, misiones, que a pesar de todo abre su
reino al mundo del hombre y les permite tomar parte en el universo
celeste.
21
Quin, si yo gritase, me oira desde los coros
de los ngeles? Y si uno de repente me tomara
sobre su corazn: me fundira ante su ms potente
existir. Pues lo bello no es ms que el comienzo
de lo terrible, que todava soportamos
y admiramos tanto, porque, sereno, desdea
destrozarnos. Todo ngel es terrible.
Por eso me contengo, sofocando el reclamo
de un llanto oscuro
21
1 Elega 1, 685.
390
Resonancia
Al haberse roto la cadena descendente, ni siquiera el eros-nos-
talgia puede ya subir hacia arriba. Por eso ya no existe una continuidad
entre lo bello y lo glorioso, que ahora puede aparecer slo como terri-
ble. El corazn sollozante del hombre tiene ahora el criterio de medi-
cin de lo bello: es eso que el corazn en su trascendencia puede alcan-
zar con su sentimiento; ms all de ello, en algo que ya no es posible
controlar, habita lo "terrible". Es el mismo corte entre Dios y la natu-
raleza que, leve pero decidido, se encuentra ya en Goethe. Los ngeles
representan a Dios; y puesto que son inalcanzables, se convierten tam-
bin en irreales: no son ya ms que una X que, en un dilogo aparente,
sirve para circunscribir desde fuera y desde dentro la totalidad intra-
mundana que queda. La llamada de la primera elega se ha convertido
en la sptima en un gesto de repulsa:
No creas que te ruego,
Angel, y aunque te rogase, t no vendras. Pues mi
llamada siempre est llena de marcha; contra tan fuerte
corriente no puedes caminar
22
El eros de abajo ha conseguido una victoriosa prevalencia so-
bre el gape de arriba: l es ahora el absoluto, en contra del cual no pue-
de ya levantarse una revelacin de ms all del abismo. Slo nos que-
dan informaciones intramundanas: "el soplo del viento", "la noche lle-
na de espacio csmico", "la noticia ininterrumpida que se forma de si-
lencio" y que susurra tambin desde el lado de los "jvenes muertos" y
que contiene la "misin" que tenemos que "llevar a cabo"
2
'. Cuando des-
pus, a propsito de este "llevar a cabo", se cita de a los ena-
morados, cuyo "famoso sentir" est ya lejos de "ser bastante inmortal'',
el poeta tambin de pronto piensa en los abandonados que "amando se
libran del amado", puesto que los enamorados no hacen ms que ocul-
tarse "mutuamente su hado". Por eso la segunda elega les exhorta a la
"mesura de los gestos humanos", pues la experiencia de la "pura dura-
cin" en el amor recproco se tiene slo una vez y al repetirla se some-
te a la ley universal del "efluvio" ("lo nuestro se alza de nosotros como
el calor 1 de un alimento caliente"). Sin embargo, el final de la elega
fija todava la mirada en la pequea "banda de tierra frtil 1 entre el
torrente y el pedregal", pues aunque nuestro corazn nos domina roda-
22
2l
7 Elega 1, 713.
1686-687.
391
Mediacin antigua
va, como a los griegos, no logramos ya formarnos donde este dominio
"imgenes que lo calmen", ni "cuerpos divinos en los que se mesure
ms an". Nuestro dominio limita con el vaco; debemos entonces
agarrarnos a nuestra pura "humana realidad contenida". Aunque sea dis-
cutible a causa del abismo laberntico (biolgico-psicoanaltico) de la
sangre, he aqu lo que presenta la tercera elega: el muchacho descien-
de, sin la defensa del amor femenino, "a los abismos donde estaba lo
terrible" y si no puede ya amar a los "terribles" ngeles, ahora ama esta
realidad "horrenda" del fondo, que le "sonre"
24
Con un trasfondo se-
mejante -en la cuarta elega- lo que se representa en la escena terres-
tre no puede ser ms que una realidad a medias, atravesada tanto por
la luz como por la nada; la mirada va de nuevo ms all de la realidad
ofrecida, y deberan presentarse "el ngel y la mueca", las marionetas
de Kleist, algo de sobrehumano, para mover con hilos lo que debe se-
guir sin obstculo, para que pueda surgir un todo. Un nio moribundo
que antes de la vida contuviera toda la muerte sin ser "malo": sera una
imagen de semejante unidad. La elega quinta (compuesta la ltima), la
de "Los saltimbanquis", presenta una segunda imagen: las flexibles fi-
guras contorsionndose de los saltimbanquis, que aqu aluden incluso a
una imagen escatolgica de esperanza, donde no slo los abandonados,
los no habituados al amor intrahumano "corresponden" a la llamada,
sino donde se podra llevar a cumplimiento el amor humano (pero en
contra de la tesis sostenida por Rilke):
Angel, si hubiera un sitio que no sabemos, y all
en estera inefable mostraran los amantes que aqu
no llegaron a poderlo hacer, sus atrevidas
figuras altas del mpetu del corazn,
sus torres de alegra, sus escalas
mucho tiempo, donde nunca hubo suelo, slo entre s
apoyadas -y lo pudieran hacer
ante los espectadores en corno, incontables muertos callados"
25
E igualmente -en la elega sexta- el hroe "puede", es un
"torrente rompedor" (como el titn ro Rhin de Holderlin), el hroe
para quien el misterio, al principio tan amenazador del origen, se ex-
plica como eleccin para la salvacin que viene de lejos, en cuanto l
escapa a la seduccin de la reflexin de la entrega que se refleja en s
24
25
695.
I 705.
r-
392
Resonancia
misma, "se adelanta a su propia sonrisa"
26
Y ahora, tras el nio, los sal-
timbanquis, los amantes y el hroe, est, en la sptima elega, el poeta,
que como la alondra se "arroja a lo sereno, al cielo interior" y es "la
naturaleza de su grito", es "escalas de llamadas arriba hasta el soado
templo del futuro"
27
: en la fuerza de su subida l tiene ahora el coraje
de cantar la gloria del mundo: "estar aqu es soberbio" (herrlich). En
esta alabanza, l rene tambin "las noches", incluso todas las deshon-
rosas, ms an, las horrorosamente "supurantes" formas del amor; y
las rene a la vez mediante metamorfosis hacia la interioridad. En esta
cima, el poeta tiene el coraje incluso de lanzar el guante de reto al mun-
do tecnificado y de exponer en el sentido que l entiende la destruccin,
por parte de ese mundo, de las antiguas imgenes vlidas y "rogadas"
y su transformacin en un "hacer sin forma", en pura "energa en
tensin":
No nos debe
confundir esto: que fortalezca en nosotros la conservacin
de la forma todava reconocida ...
Angel,
a ti todava te lo muestro, est all!, en tu mirada
est definitivamente a salvo
28
Rilke exalta aqu las realizaciones del hombre -"columnas,
prticos, la esfinge, las catedrales"- de modo semejante a como Hol-
derlin celebr la Hlade y la puso a salvo en su poesa; ms an, quiere
saber si todo esto est a salvo en la mirada del ngel, mirada de la que
ni siquiera l est seguro. Se refugia durante un instante en los ngeles
huyendo del acoso del mundo moderno que destruye las Pero,
qu amenaza interior se oculta en ese irrelevante "todava": "la forma
todava reconocida"! La elega novena, de forma casi didctica, elabora
la idea lograda en la sptima: "estar aqu es mucho", y, sin embargo, es
estar slo una vez y desaparecer. Y la realidad fugaz, para tener con-
1
sistencia, tiene necesidad de "nosotros, los que ms nos desvanecemos", t?h
"y estas cosas que viven de evasin... fu aces, confan en alguna salva- l._..f"
cin en nosotros, los ms fugaces de todo", to de nuevo frente al
insurgir de la tcnicaque amura!Ia''fs cosas visibles" y "las sustituye
por un hacer sin forma". La "muerte familiar", como "astucia oculta de
26
27
28
I 706.
I 709.
I 712.
393
Mediacin antigua
esta tierra silenciosa", aumenta hasta el infinito la intensidad del ins-
tante: para los amantes, pero ms todava para el poeta que puede trans-
formar el instante, que as se hace tao denso "en su corazn iovisible"
29
Entre la sptima y la novena, la elega octava haba proyectado una vez
ms una sombra, segn el espritu de Bergson y de la filosofa de la
vida, sobre el modo humano de existir, que, en vez de fluir espontneo
y abierto a lo "abierto", junto con el ro de la vida y de la existencia
como hace el animal y el embrin, se vuelve hacia atrs y de este modo
se convierte en espriru, pero al precio de su propio Lo
que Toms de Aquino llama reflexio en la convenio 7ifl phantarma, de-
finindola como delimitante y liberante al mismo tiempo, es ahora para
Rilke la tragedia de la existencia, aunque hay que decir que no reflexio-
n sobre ella con suficiente profundidad: la relacin refleja es condicin
y premisa de cercana. Pero lo que l ocultamente entiende no es tanto
un fenmeno filosfico cuanto teolgico: tambin el animal tiene "el re-
cuerdo 1 como si eso a que tendemos, otra vez hubiera 1 estado cerca"
30
:
como si la criarura hubiera cado en un estado original y estuviera atada
a lo vano y, en esta vanidad, se confiara al hombre como a su salvador:
es la grao esperanza de la creacin en Rm 8. Tambin los Sonetos a Or-
feo mostrarn ya el cambio de direccin de los gritos infantiles desde
el acorde con el todo ("Ordena los gritos, dios del canto!"). En un len-
guaje gnstico, los Sonetos se preguntarn en qu ocasin el "demiur-
go" ha "violentado" el corazn que "obedece infinitamente a los dio-
ses" y se lamentarn de que seamos "espadas" que herimos continua-
mente al dios "sereno y compartido", de que seamos los "agravios" y
los "maestros parsitos" para las cosas circunstantes, a las que les "con-
viene una infancia eterna". La elega dcima concluye todo elevando el
lamento primero al plano ntico y, despus, al mstico. Slo en el dolor
al hombre y el mundo alcanzan su gloria:
Que mi rostro fluyente
me haga ms brillante; que el llorar inapareme
florezca ...
cuando el amante se ha "entregado disuelto a la suelta cabellera" de las
noches; porque los dolores "son lugar, establecimiento, campamento,
suelo, residencia". Desde la engaosa feria del mundo moderno, algu-
29 1718-719.
lO 1715.
l l 1721.
394
Resonancia
no, siguiendo a una queja de "gran raza", pueda llegar al mtico pas de
las quejas del verdadero ser, donde incluso est la "fuente del gozo". Fi-
nalmente, he aqu un paisaje lunar ms all de la vida 3 la
yermo y enmudecido, manera al paisaje de las Ma-
dres en el Fausto, y como trasfondo ltimo del mundo infinitamente
frustrante.
Rilke esboz las Eleglas en 1912, dando cumplimiento a estos
esbozos hasta 1922 en la lnea del primer proyecto. Antes, hacia 1918,
haba superado los confines de su mundo y se haba dedicado a su lti-
mo mundo, rfico, visionario y formal ' , donde la existencia, junto con
sus abismos, se convierte para l en gloria, en virtud de su arte. Las l-
timas palabras de Rilke moribundo se han interpretado como su heren-,
cia espiritual: "No lo olvide usted nunca, amor, la vida es una gloria
(Herrlichkeit)"H. Pero el final slo llega a ser una gloria para quien tie-
ne la fuerza creadora de convertirla en tal: "Donde era entusiasta, all
era yo ... gracias al magnfico espritu que no se deja llamar, ni siquiera
suplicar. .. Mi arte es de un tipo de gloria como no la tena, aunque era
gloriosa, la casa de David ... Pues, por qu Dios ha estado conmigo sino
para que pueda decir esto?''l-4.
En los Sonetos a Orfeo la queja solamente puede ya "entrar
en el mbito de la alabanza"
1
', pero este mbito, el espacio csmico in-
terior", el "doble reino" entre la vida y la muerte, entre el alma y el
mundo -como se expresa en el espritu de la sstole y distole de Goet-
he17 la maravillosa poesa de la respiracin
18
-, recibe ahora una defi-
nicin mtica que parece existir de antemano con respecto a todo lo que
en ella se realiza:
,.- r 1 r
Pues es Orfeo: son sus metamQffosis 6 '
- -
en esto y en aquello. No hemos de preocuparnos
por buscar otros nombres. De una vez para siempre
es Orfeo, si cama
19
.
Eudo C. Mason, R. M. Rilke. Sein Leben und Sein Werk (1946), 96 s.,
100-103.
ll J. R. von Salis, Rilkes Schweizer ]ah re ( 1936), 202.
A Magda von Hattingberg, 182-1914. Briefwechsel mit Benvenuta
(1954), 105.
11
Parte 1, soneto 8, 1735.
Es winkt zu Frhling ll, 93.
17
"En la respiracin hay dos dones: aspirar el aire y expulsarlo" III, 290.
2, l.
19 1, 5.
395
r
,,/)
Mediacin antigua
"Cntico es existencia", "es un respiro en el dios"
40
; pero en
un dios desgarrado y desparramado en el mundo y que, dividido as en
leones, rocas, rboles y pjaros, sigue cantando; y precisamente en este
estado de desgarro, su armona trascendental domina con su sonido el
odio de la destruccin:
T, divino, hasta el fin sonoro, cuando viste
que le atac el enjambre de Furias desdeadas,
acallaste sus gritos con tu orden, t, ms bello;
sobre las destructoras se edific tu juego.
Ms an, slo el hombre aborrece la armona del mundo y la
expresa en su poesa, porque el misterio del desgarramiento del Dios
existe antes.
Oh t, perdido dios! Huella infinita? Slo
porque al fin desgarrndote el odio te parti,
hoy omos y somos boca del universo"'
El modo como puede concebirse este a priori, este universal,
lo explicar poco despus Heidegger. "Qu es lo que empuja desde las
profundidades sereno y santo?"
42
, se pregunta ya Rilke desde su pers-
pectiva. El misterio de Cristo -como a priori de la creacin precisa-
mente tambin en su dimensin ken6tica- le habr suministrado, aun
sin querer, su colorido
4
\ como en el Libro de las horas; por lo dems,
l slo lo investiga como un misterio intrac6smico en una relacin po-
lar y refleja de mundo y alma, lo cual se puso en marcha cuando en los
espejos "entr disuelto el flgido narciso""": en el lenguaje de Heideg-
ger es la bifurcacin entre ser y existencia. Las diez primeras composi-
ciones de la segunda parte desarrollan este entrelazamiento de forma
casi didctica con imgenes reales y mticas: el mbito csmico que en
la respiracin se inspira y se expira, el espejo y las prdidas de la tierra
que en l se hacen prisioneras, los espejos como contenedores que se-
leccionan y que disipan, el unicornio imaginario, realizado en la regin
del amor, el msculo del cliz de la flor como lograda apertura pura en
la luz, la rosa, que "con mil rnicas envuelve un cuerpo slo de luz",
40
41
42
41
1, 3.
1, 26.
II, 162.
Mason, op. cit., 126.
2, 3.
396
Resonancia
una forma esencial, por tanto, que revela slo la "gloria" del ser que
est ms all de toda forma, las flores cortadas en su "relacin" con las
manos de la muchacha que las cort, los muchachos que juegan y que
a la vez se hacen reales bajo el "magnfico arco de los bailes", finalmen-
te (en 2, 9 y 2, 10) el contraste entre tOlerancia moderna y el dios com-
pletamente distinto de la "mansedumbre real" que tiene que venir, el
contraste de la mquina que lo amenaza todo y no deja nada tras de s,
que "luzca el hermoso temblor de la mano" y que, sin embargo, no ha
podido destruir todava la verdadera gloria del ser:
Pero la vida an tiene hechizo: en cien lugares
hay todava origen. Hay un juego de fuerzas
puras que nadie toca si no se admira y postra
4
l.
Por todas partes se describen segn el arte de lAs nuevas poe-
sias formas singulares, flores y frutos, fuentes, sarcfagos, el caballero,
la bailarina, el pordiosero, los jardines, los campos no cultivados del co-
mienzo de la primavera; los contornos claros son toda una transparen-
cia hacia el misterio musical del ser, cuya plenitud atravesada por la
nada est presente en ellos se revela. Por eso, el soneto di-
dctico que celebra la 'metamorfosis, n como una disolucin universal,
sino que interpreta la forma desde el punta del cambio:
Desea el cambio; exltate para la llama en que algo
se te escapa, que luce en transustanciaciones;
ese nimo que esboza, dueo de lo terrestre,
prefiere la inflexin en la figura en vuelo
46
Por eso la enseanza de hacerse consciente interiormente de
la plenitud por la renuncia, de anticipar todos los adioses,
4)
46
47
2, 10.
2, 12.
2, 13.
Pues entre los inviernos hay uno tan sin fin
que si tu corazn lo pasa, vence en todo
47
397
Mediacin antigua
La enseanza del Libro de las horas sobre la pobreza
48
, la lla-
mada del Libro de las imgenes a los ciegos y pordioseros con la "mano
siempre abierta"
49
, la misma doctrina de la renuncia al dios presente
para construir y crear confiando en el dios futurol
0
, confluyen en la sn-
tesis final. Es nuestro precisamente eso que dejamos que se pierda y
que no queremos retener, y nos convence del error de creer "que se pue-
da prescindir de algo"; con tal de que estemos entretejidos como "hilo
de seda ... en el tejido" de la tOtalidad y que sin importar la imagen par-
ticular a la que nos atengamos, sintamos que "todo el tapiz glorioso
est pensado"l
1
"Slo somos justos donde alabamos"l
2
"Glorificar, de
eso se trata!"ll.
c. Heidegger
LA VUELTA A TRAS
Heidegger' cierra el perodo antigua":
que los dems poetas y pensadores de esta familia espiritual,
48
2, 17.
........_
49
2, 19.
lO
2, 24.
ll
2, 21.
jl
2, 23.
ll 1, 7.
1
De la obra de Heidegger citamos: Sein und Zeit (1927) = Z; Vom Wesen
der Grunder (1929) = WG; Kant und dar Problem der Metaphyrik (1929) =K,
segn la 2.' ed. de 1951; Die Selbrtbehauptung der deutrchen Universitdt
(1933) =U; War irt Metaphysik? (5.' ed. de 1949) =M; Vom Wesen der Wahr-
heit (4.' ed. de 1949) = WW; Erliiuterungen zu Holderlins Dichtung (2.' ed.
1951) = H; Platons Lehre van der Wahrheit, mit einem Brief uber den Huma-
nirmus (1947, citada segn la 2.' ed. de 1954) = P; Holzwege (1950) = HW; Ein-
fhrung in die Metaphysik (1953) =E; Vortriige und Aufriitze (1954) =VA;
Identitat und Differenz (1957) =Id; Ge/arrenheit (1959) = G; Unterwegr zur
Sprache (1959) =S; War irt dar-die Philosophie? (1956) = Ph; Hebel-der Haus-
freund (segn la 2.' ed. de 1958) = HH; Der Satz vom Grund (1957) = SG;
Nietzrche 1/2 (1961) = l. [Entre las obras de Heidegger traducidas al castella-
no, citamos: El rer y el tiempo, trad. de J. Gaos, Fondo de Cultura Econmica,
Mxico, 1951, 1980; Herclito, Ariel, Barcelona, 1983; Sendas perdidar, Losada,
Buenos Aires, 1969; Interpretaciones robre la poera de Holder/in, Ariel, Bar-
celona, 1983; Kant y el problema de la metafsica, Mxico, 1973; Qu er mata-
fsica, Buenos Aires, 1970; Des de l'experincia del pensament (textO alemn,
castellano y cataln), Pennsula, Barcelona, 1986; Carta robre el humanismo,
Taurus, Madrid, 1970 (ndt).]
398
Resonancia
l busca la salvacin -de la funesta prisin cristiana y a la vez tcni-
co-moderna del mundo a<;tual- en una vuelta a la antigedad de un
modo todava ms radical que en el clasicismo alemn y que en Hol-
derlin y Nietzsche: lo que all se denominaba errneamente "naturale-
za" es, en realidad, la preplatnica que viene a ser simplemente
el ser que todo lo abarca. Esta filosofa del ser del catlico y durante al-
gn tiempo jesuita Heidegger, est empapada en rodos sus aspectos, del
mismo modo que la del hijo del pastor, Nietzsche, y la de Rilke, edu-
cado en un ambiente catlico-pietista, de temas teolgico-cristianos
transformados. Y esto simplemente porque cualquier intento de aban-
donar por el medio que sea toda la "metafsica" occidental (desde Pla-
tn hasta Hegel), se encuentra inevitablemente con el mito preplat-
nico, que histricamente se verti en la revelacin cristiana
2
El retorno
a la poca primitiva griega
1
no hay que entenderlo histricamente como
un "renacimiento del pensamiento presocrtico", "semejante perspec-
tiva sera un puro contrasentido", sino ms bien como una "reanuda-
cin" del "comienzo de nuestra existencia histrico-espiritual"
4
; por eso
tambin la "destruccin" de la historia occidental de la ontologa en El
ser y el tiempol est nicamente al servicio del "descubrimiento de un
horizonte todava ms originario y universal, mediante el que poder ha-
llar la respuesta a la pregunta: qu significa ser?"
6
. La "superacin de
la metafsica" no quiere decir "ni la destruccin, ni menos todava el re-
chazo de la metafsica", sino ms bien su "apropiacin primordial"
7
Y
esto a travs de la desintegracin de todos los dogmatismos que incons-
cientemente se hayan creado en cuanto que la tradicin "se repiensa dia-
lgicamente"8. La metafsica, que slo atae al misterio del ser, no pue-
de ser ni una "disciplina"
9
entre las dems, ni, en general, una ciencia
como lleg a ser por primera vez con Platn
10
El ser cuyo concepto se
Cfr. Gloria, vol. IV, Metafsica. Edad Antigua, pp. 95 s.
1
M 10; el mismo rechazo: lo pensado a la griega tendra que pensarse to-
dava "ms a la griega".
E29.
sz 19-27.
lbid., 26.
7
S 109. "El principio es lo ms grande anticipado a todo lo venidero y de
este modo tambin pasado sobre nosotros": U 11.
8
S 124.
M37.
10
P 55-56; E 33. All donde la filosofa queda reducida a bncrtr.Lll y sta a
una cuestin acadmica, "el pensamiento desaparece": P 106.
399
Mediacin antigua
ha vaciado debe "experimentarse de nuevo desde el fondo"". El pensa-
miento "se ha deformado en la subjetividad" a travs de las variadas for-
mas del idealismo (griego, cristiano, moderno) y el nuevo descenso "a
la proximidad de lo ms prximo es ms duro y peligroso que la subi-
da"' 2 Por es abjura de Kant y de todo lo que de l se sigue (abjura en
especial rabiosamente de la filosofa de los valores: Dios anunciado
como "valor supremo" es la "mayor de las blasfemias")' l; abjura de He-
gel (para quien el ser no es ms que el contenido general de lo pensa-
do'\ mientras que "la razn, exaltada durante siglos, es el enemigo ms
pertinaz del pensamiento")'l; abjura de la fenomenologa, que ha pues-
to entre parntesis precisamente lo nico que a Heidegger le importa'
6
;
abjura del cogito de Descartes, de la escolstica y de su pensamiento di-
dctico del ser; y abjura, junto con Nietzsche, de Platn, a causa del cual
"qued enterrado y perdido el logos del ser"": la A.:i)9wt cay bajo el
yugo de la i0ta."'
8
, "la necesidad csmica en su sentido originario, la
qn)cn<;, qued degradada a modelo de todas las copias e imitaciones"'
9
.
A la filosofa del espritu, desde Platn a Kant, Fichte y Hegel, se la
considera como la responsable de la cada en el materialismo y en el tec-
nicismo: "La esencia del materialismo no consiste en la afirmacin de
que todo es slo materia, sino ms bien en una determinacin metaf-
sica segn la cual todo ente aparece como material de trabajo", y esto
"debido a la objetivacin de lo real a travs del hombre entendido como
subjetividad"
20
La experiencia elemental del misterio de la realidad se expresa
en la "admiracin" griega (9a.uJ.LsEtv)
2
' ante la forma de las cosas que
existen, de su orden y de su radiante belleza. Tras la pregunta por su as-
" E 155.
12
p 103.
'
1
P 99. El nico intento de Heidegger de superar el idealismo con catego-
rlas idealistas fue su libro sobre Kant; pero en el prlogo a la segunda edicin
del libro, denunci tal intento como "fallido" e incorregible.
14
Id 38-39.
n HW 247. Esto no impide que Heidegger recoja y explique con gran res-
peto y objetividad pensamientos de Hegel: HW 105-192; "Die onto-theo-logis-
che Verfassung der Metaphysik": Id 35-73.
'
6
P87,S95.
17
P98.
18 p 41.
'
9
E48.
20
p 87-88.
21
Heidegger no lo niega, pero quiere que la "admiracin" como PXl pe-
netre "todos los pasos de la filosofa": Ph 39.
400
Resonancia
pecto exterior (E{o<;) est la pregunta mucho ms desconcertante de
por qu existe algo en vez de nada
12
Por eso la primera obra de Hei-
degger, El ser y el tiempo, traslada la cuestin del ser-ah, o sea, el hom-
bre que experimenta el ser, a la conmocin extrema, a la angustia, en
la que todo lo que existe se hunde con el fin de abrir el acceso a la pre-
gunta sobre el ser. Dado que en esta primera poca el inters de Hei-
degger se centra en la verdad de la existencia, interpretada como fini-
tud de cara al tiempo y a la muerte, es cierto que l todava no desplie-
ga totalmente su visin sobre el ser, por lo que sus interpretaciones pos-
teriores de este perodo (en cuanto apertura metdica a la pregunta acer-
ca del ser) no convencen del todo; pero esto es relativamente irrelevan-
t&l. Pues muy pronto su mirada se vuelve hacia la cuestin decisiva: la
emersin del ser, la famosa cuestin del ser. Digamos ya aqu que este
ser que emerge no se concibe dentro de la distincin escolstico-tomis-
ta entre esencia y existencia (contra la cual toma posicin Heidegger)
2
\
si por esencia se entiende aqu (al modo griego) algo inteligible en s,
a lo que la existencia puede acceder o no segn el arbitrio (de Dios).
Pero todava queda abierta la cuestin de si el camino de Heidegger con-
siste en trasladar la q>crt<; de los griegos de la regin de las esencias a
una regin ms amplia y comprensiva. Para l q>crt<; significa el ser
que emerge desde el fondo primordial o abisal en su aparicin, ante-
riormente a cualquier subjetividad
2
l. Esta emersin da a la aparicin (<>u
es afn a <>a. (v&cr9a.t)) dignidad ontolgica
26
, remite el tiempo y la his-
toria, hasta ahora radicados en el ser-ah, al ser mismo, un ser que se
difunde "csmicamente" como mundo y que, en un combate primordial
de decisin (el7tA&J.LO<; de Herclito sera ahora idntico allogos
27
que
se realiza en la emersin), se difunde como "presencia dominante, to-
dava no dominada por el pensamiento"; y al subsistir en este aconte-
cimiento primordial y al quedar abierto a l (ex-tticamente) hasta el
fondo, el hombre tiene verdadera histo,ria con-creadora.
Si nos preguntamos a qu formas de metafsica occidental pue-
22
M38.
21
Karl l.Owith: Heidegger, Denker in drftiger Zeit (1953), ha demostrado
claramente la oposicin e incompatibilidad de los dos perodos y con ello tam-
bin la esencia del "viraje" del Dasein al Sein, especialmente 21-42.
24 p 68 S.
ll Interpretacin de la "naturaleza" holderliniana como q><n<;: H 54 s. Sis-
temticamente en E 11 s.; cfr. SG 102.
26 E 77.
27
E 47.
401
Mediacin antigua
da todava Heidegger adherirse positivamente en esta su demoledora re-
gresin a la pregunta por los orgenes, hay que citar, junto a Nietzsche
y a su destructor preguntarse hasta la nada'
8
, la poesa del ser de Rilkel'l
y de Trakl
10
y con mayor relevancia codava Holderlin: con Holderlin
enlaza, claramente, el origen biunitario de poetizar (dichten, poiein) y
de pensar (denken) del que Heidegger se preocupa constantementell,
adems de la conexin entre lengua originaria y profeca, la esencia de
la "insistencia" en cuanto inherencia del ser en el hombre y del hom-
bre en el serl', la idea de la "vuelta a casa" del hombre en el ser y de
la "rememoracin" esencial del ser 1, la relacin igualmente fundamen-
tal para ambos entre pensar y dar gracias (denken y danken)'", la ex-
sistencia del hombre como autoinmolacin al ser (como en el Empdo-
cles de Holderlin)ll, finalmente la cristologa y la teologa de la knosis,
de la que ambos se sirven profusamente para garantizar una metafsica
omnicomprensiva. Tambin est presente Goethe cuando se trata del
hombre que ha de quedar puramente integrado en la vasta realidad que
se abre por s misma
16
y cuando se trata de la reserva contra cualquier
forma de idealismo, de la actitud de veneracin -que tambin para Hei-
degger provoca la situacin de "angustia" - de la conciencia del "sig-
nificar" de todo ente en la direccin del ser Pero ms que ningn otro
est presente Toms de Aquino, con el que Heidegger tiene en comn
la intuicin de la trascendencia del ser y la diferencia, fundamental
para cualquier pensamiento, entre ser y enteu', aunque las interpreta-
ciones de la diferencia sean distintas desde el primer momento. Para
ambos el acto del ser que abarca a todo ente es el elemento iluminador
'" Pero LOwith ha denunciado acertadamente como discutible la interpreta-
cin heideggeriana de Nietzsche, ms an, como errada si se refiere a su forma
definitiva, op. cit., 73-110.
"
1
"Wozu Dichcer", H. 248-295.
10
"Die Sprache", S 11-33, "Die Sprache im Gedicht", S 37-82.
ll "El mismo origen tienen el nombrar del poeta y el decir del pensador ...
El pensador dice el ser. El poeta nombra lo sagrado". M 46. Cfr. Ph 45; "20;
p 112, 117.
12
M42.
H P 86, H 75-143.
, M 44, G 66-67.
M44-45. 7
16 Es la esencia de la Carta sobre el humanismo: la verdad est en el ser, no
primariamente en el hombre.
17
M 45.
"' SZ38.
l9 ww 11.
402
Resonancia
y, por tanto, el lugar de origen de la verdad
40
, el element;O fontal, total-
mente cercano ( intimum) aun siendo totalmente lejano, el elemento
plenificador ("ms ente que cualquier otro ente")'' y a la vez vaco (no-
subsistente)42, la unidad ms all de todo nmero. Pero detrs de Hei-
degger se encuentra tambin, al igual que en Toms, no Aristteles sino
ms bien ese Plotino para quien el ser sigue siempre el misterio supra-
conceptual (ms all de la "metafsica", cuyo "lugar" es el nous)
44
Toda
esta lista de antepasados demuestra hasta qu punto el pensamiento de
Heidegger es y trata de ser tadava radicalmente occidental; incluso sus
dilogos en el lejano oriente son los de un occidente, con una compren-
sin del ser propia de la mstica alemana y de la "metafsica de los san-
tos". He aqu, entonces, la pregunta: hasta qu punto la filosofa de
Heidegger es capaz de salvaguardar los fundamentos del pensamiento
mtico-antiguo y teolgico-cristiano, juntamente con esa "gloria" que le
pareci tan profundamente acosada en todas las metafsicas del espri-
tu, y hasta qu punto su pensamiento equivoca precisamente el objetO
en funcin del que se piensa: el ser?
EL MISTERIO DEL SER
Heidegger renuncia a la metafsica y a la ontologa, en el sen-
tido tradicional del trmino, con el fin de poder penetrar ms all de
ellas hasta la "memoria del ser mismo". Y, ante todo, intenta que la
usia griega del ser se convierta en obvia, como par-usia, como pre-sen-
cia, en crtica y problemtica hasta el fondo en la angustia, para que aflo-
re "el fundamento de la decisin por el ente contra la nada" como "fun-
damento de la oscilacin del ente que nos sostiene y nos abandona, a
medias existiendo y a medias no existiendo, por lo que resulta tambin
que no podemos pertenecer enteramente a ninguna cosa"
46
"La perte-
nencia del ser-ah a la nada, en razn de la angustia secreta, es el tras-
..
,,
(l
4]
WW 6-7, 11-12; WG 6.
p 113.
SG 93: "Slo el eme 'es'; el 'es' mismo, el 'ser'; no 'es"'.
M44.
44
Puesto que suele colocar a Plotino dentro de la tradicin platnica, y sta
aparece para Heidegger como "olvidada de ser" - lo que en 'realidad no vale
para Plotino-, Heidegger prefiere alinearse con los presocrticos.
" M 8-9; P 65, 76; E 31; S 109, 116; G 39.
46
E 22.
403
Mediacin antigua
cenderse del ente en su conjunto: la trascendencia"
47
. Al desvanecerse,
al perder su esencia el ente se presiente lo tOtalmente otro del ser que
integra todo ente en el ser, "misteriosamente", como "la simple cerca-
na de un poder que no acosa ni oprime"
48
y que, sin embargo, es como
una realidad "inviolable"
49
, la realidad por encima de toda otra "reali-
dad singular que exista en general" y que "no puede compararse a nin-
guna otra"lo. En efecto, domina sobre roda especie de ser hacindolo po-
sible rodo y est, sin embargo, muy por encima de todo. Slo a travs
de la pre-sencia e in-esencia del ser se da algo que se llama ser o esen-
cia; en el famoso anlisis de la esencia del jarro, muestra Heidegger en
qu consiste ser jarro: "La recogida del agua y su conservacin", el derra-
mamiento (Aus-schenken) a su vez del agua, que presupone tambin
el acto de ofrecer (Schenken) y el don ofrecido (Ge-schenk); en el agua
ofrecida y derramada persiste la fuente que se alimenta de la tierra y
del cielo, es bebida de los mortales; pero en cuanto libacin sagrada
(XEtV = sacrificar) es ofrenda para los seres inmortales; "en la ofrenda
del agua que se derrama, que es bebida, estn, a su modo, presentes los
seres divinos, que pueden as recobrar la ofrenda de quien ofrece como
ofrenda de quien consume: estos cuatro conjuntos -tierra, cielo, mor-
tales, inmortales- forman un nico "quadrumvirato", que, en cuanto
apertura del ser y en cuanto "simple recogida mltiples", hace posible
"la esencia del jarro"l
1
De este modo, la usia slo es inteligible en la
presencia del ser (par-usia), el cual, sin embargo, como espacio abierto,
es siempre tambin una au-sencia, no-esencia y lejana. Al ser el ser en
su diferencia respecto del ente (esencia) precisamente lo no-esencial, le
convienen las propiedades y las definiciones que la teologa negativa
aplicaba a Dios. "El ser no es una cualidad existente en el ente ... Este
absolutamente otro respecto de cualquier ente es el no-ente"l
2
. El ser
no "es", slo se puede decir que "hay", ser que el "se da", lo cual es
todo lo existentel
3
Todo esto en cuanto que el ente es una "seal" del
ser y de cara al ser
5
\ una especie de "palabra" o de "leyenda" que brota
47
48
49
) 0
) 1
)2
l l
)4
M35.
P78.
S 148.
E60.
V A 170-172, adems G 54, S 22-23, HH 18.
M41.
P80.
S 114-117.
404
Resonancia
del silencio del serll. El dar o darse del ser es "la apropiacin que se
produce ... el acontecimiento" y esto es "una instancia ms operativa que
cualquier otro obrar, hacer o fundar. Lo que acontece es el acontecimien-
tO (apropiacin) mismo y ninguna otra cosa". No es resultado de otra
cosa, sino que es la re-sultancia cuyo abundante dar o darse slo es tal
como un "se da"
56
. Aparecen as tambin trminos como "benevolen-
cia" ("amabilidad", la palabra con la que Holderlin traduce xpt<;) del
serl1, "el favor del s e r ~ a , que "entraa las cosas en el esplendor del mun-
do"; el "mundo favorece a las cosas"
59
. Estas derivan del lugar de la ple-
nitud que se da, que se "revela" en las cosas y que ya ha "hecho desde
siempre su oferta", antes de todo pensamiento y de toda concepcin
60
;
por eso, tambin conserva desde siempre y para siempre el valor de
una "patria" para todo lo que existe6
1
En la misma originalidad exis-
tenciaria que la q>crt<; subsiste y acta la lengua, que deriva inmediata-
mente del ser y de su historia
62
, que habla partiendo del ser mismo
antes que rodo hablar humano, el cual slo habla realmente cuando "co-
responde"63, cuando responde, cuando "repite" lo ya dicho
64
"Este ca-
responder es un hablar. Est al servicio de la lengua"
65
Esta es "la casa
del ser"
66
, en la que ste habita como, segn Holderlin, habita el hom-
bre "poticamente en esta tierra", es decir, cuando l co-responde
67
Por
tanto, la diferencia entre ser y ente (cuya esencia se explicar ms ade-
lante) es el lugar y la posibilidad de la lengua
68
, la cual slo puede ver-
daderamente decir y expresar en cuanto palabra que viene del silencio
y que al silencio retorna, en cuanto "sonido del silencio"
69
, y por eso di-
))
S 255.
)6
S 258.
)7
VA204.
)8
M44.
l9
S 24.
60
S 135.
61
P84.
62
P 79; E 62-63.
63
"Quien habla propiamente es la lengua y no el hombre. El hombre habla
slo en cuanto corresponde eventualmente al lenguaje". HH 34: S 12 s. y 20.
64
S 70.
6
) Ph 44.
66
p 79.
67
HH 32; VA 187 S.
68
Heidegger cuenta que sus primeras preguntas haban sido sobre la len-
gua: S 92-93.
69
S 262.
405
Mediacin antigua
fcilmente puede hacer de s misma su propio ob-jeto
70
. Ella es
evocacin
71
Semejante caracterizacin del ser omnicomprensivo determi-
nar, sobre todo, el modo como se interpreta el ser-ah (el hombre). Es
decir, de ningn modo a partir de la imagen-gua del eros (como haba
sucedido en todo la renovacin de la antigedad desde el renacimiento
en adelante y todava en Goethe), sino a partir de la imagen-gua de la
Gelassenheit (indiferencia, apatheia), como precisamente se titula un li-
bro de Heidegger, esto es, como esa "esencia" que puede "dejar ser" al
ser lo que es, como "un retroceder frente a lo que existe con el fin de
que esto se revele en lo que es y en el modo como es, y la adecuacin
representativa tome de l su ndice y su medida"
72
Este retroceder es
lo que hace posible del no-ocultamiento que es propio de la verdad
(a-J..:f]9t:ta) este subsistir fuera (ex-sistencia) es la "libertad" humana
como armonizacin con el todo onicomprensivon. La voluntad se en-
raza en la "decisin" y sta "en la apertura de la existencia humana ver-
sus la iluminacin del ser y de ningn modo en la acumulacin energ-
tica del 'obrar'. As, la relacin con el ser, es el dejar ser. El hecho de
que todo querer deba fundarse en un dejar, resulta extrao al entendi-
miento"74 ; pero no a ese entendimiento conocido por la tradicin espe-
culativa cristiana. Puesto que ya para Orgenes y despus para la esco-
lstica, la libertad era, en su esencia, "indiferencia", la cual desde Eckart
y Tauler hasta Ignacio, se interpret como "disponibilidad"7l, como "se-
renidad"76, como "abandono"
77
, y en esto como "atencin a la voz del
ser"
78
, como "obediencia a la voz del ser"
79
. De este modo, el hombre
precisa una "soledad"
80
o bien, como los msticos medievales, un "dis-
tanciamiento"81 , que slo hace posible la "in-sistencia" en el ser>, en ar-
70
S 149.
71
"El nombrar no distribuye ttulos, no aplica palabras, sino que llama a la
palabra": S 21.
72
ww 14-15.
73
ww 16-18.
74
E 16.
75
S 70, fromm (piadoso) se interpreta como fgsam (dcil).
76
M45.
77
G 34 (remitiendo a Eckhart, "del que sin duda hay mucho que aprender"),
51.
78
M42.
79
M46.
80
S 265.
81
S 52, 58.
81
G62.
406
Resonancia
mona con los dones del ser. Heidegger, que evita el trmino "espiri-
tual" (geistig), habla en cambio de geistlich (en el sentido del espritu
que espira desde el ser y que inflama y distancia
83
y que "da la caza al
alma ... y la enajena"); habla de "pobreza"
84
, de la "nobleza de la pobre-
za"8\ es decir, de la "esencial pobreza del pastor"
86
; ya que "el hombre
es el pastor del ser"
8
\ "el guardin autorizado del ser"
88
cuya custodia
deber ejercer con "prudencia"
89
y "paciencia"
90
Su pensar (denken) de-
ber ser un dar gracias (danken), de modo que "no exprese su gratitud
por cualquier cosa, sino que d gracias simplemente porque le est per-
mitido dar gracias"
91
. Una "celebracin"
91
.
Aqu la relacin del ser que se autorrevela al ser-ah, que se
abandona y acoge, est pensada en categoras bblicas ancestrales; y de
una manera tan clara que no falta aqu ni siquiera la categora de la "glo-
ria" vetero y neotestamentaria. As, el hombre, en cuanto espacio y r-
gano de recepcin de la revelacin, es fundamentalmente aquel que pue-
de escuchar
93
, que ha de aplicar el odo a la lengua
94
o a la palabra, o a
la "voz silenciosa"
9
) del ser, para poder l mismo ser capaz de lengua-
je96. Es aquel en el que "est presente" el ser y esto siempre en el acon-
tecimiento, como Dios es para Moiss el "Yo soy desde siempre el que
soy"
97
. El ser y el hombre estn recprocamente "adaptados" el uno al
otro
98
, como en el pacto bblico; y esta pertenencia a la escucha est muy
cerca de la fe bblica. La "verdad" (como advierte con razn Lowith) no
slo puede estar en relacin con un no-ocultamiento" al modo griego,
sino igualmente con una Truth (fiabilidad, fidelidad) al modo ingls,
como lo nico en lo que el ser se "confa"
99
Se trata de ese crculo b-
SJ
S 58 S.
84
S66.
85
M45.
86
P90.
87
P75.
88
M44.
89
M46.
90
S 73.
91
G66-67.
92
S69.
9J
S 241.
94
S 254-255.
95
M42, 44.
96
G49.
97
Respecto al tiempo del ser: M 16.
98
Id. 23.
99
S 127.
407
Mediacin antigua
blico de la fidelidad, en cuanto presupuesto de la verdad y de la reve-
lacin que se refleja metdicamente en el "crculo hermenutico", ine-
vitable pero fecundo'
00
En el crculo de la gracia y del homenaje a la
gracia, todo se explica en orden a un amor que domina sobre todo, en
cuanto que es discreto y reservado ("Moglichkeit" [posibilidad] deriva
en ltima instancia de "mogen" es decir, preferir, tener placer, como el
neutral "hay" oculta un "se da", como el neutral "principio de la razn"
tiene como presupuesto un principio que salta fuera de s mismo desde
el fondo y que retorna al fondo). Este amor que domina sobre todo es
el darse y consumirse sin fondo: "El pensamiento se consume a s mis-
mo en el ser por la verdad del ser, en cuanto que el hombre confa su
esencia histrica a la simplicidad de la nica necesidad que resulta de
la exigencia que se cumple en la libertad del sacrificio ... El sacrificio es
la prodigalidad del ser humano en la garanta de la verdad del ser por
lo que existe. En el sacrificio se realiza el agradecimiento secreto"'
0
'
"Por eso el sacrificio no admite ningn clculo que pueda tenerse en
cuenta a la hora de un inters o desinters, no importando si las miras
son sublimes o rastreras"'
02
Por eso, frente a la utilidad de las dems
ciencias, la filosofa es esencialmente desinteresada'
0
l, vaca de resulta-
dos y de efectos'
04
, del mismo modo que el darse del ser es inapelable
en absoluto, fundndose slo en s mismo. Ya Eckhart haba dicho todo
esto a propsito de Dios, en cuanto que es el ser y a propsito de cuan-
to se deriva de l, y lo repite Angel Silesio, citado por Heidegger en re-
lacin con el "principio fundamental":
La rosa no tiene porqu, florece porque florece,
no se presta atencin a s misma, no se pregunta si se la mira'())
El "porque" no contradice al "sin un porqu" de la rosa: su flo-
recer se funda en ella misma. Al final de la filosofa es el trascenden-
talismo crtico y la era atmica que, con la objetivacin y la instrumen-
talizacin pragmtica de todo, han enterrado el sin porqu del ser, el
cual, sin embargo, se resiste en lo profundo ms all de toda finalidad
100
101
102
IOl
104
SZ 63s., 310s.; S 150s.
M44.
M45.
E7.
p 111.
SG68.
408
Resonancia
concreta'
06
Pero con ello habra terminado toda esttica trascendental
en su sentido antiguo y medieval, puesto que "lo que es bello aparece
felizmente en s mismo" (Morike)
107
Por eso, Hidegger plantea una re-
novacin de la esttica a partir de la filosofa de la diferencia ontolgi-
ca entre ser y existencia, del aparecer abrindose (<paiveo8m) del ser
(<potc;, de q>ro) en el espacio exttico que es la existencia, y explica
este tipo de diferencia en el dilogo con el japons, dilogo que, al fi-
nal, slo en el encuentro del hablar y pensar oriental y occidental, logra
aproximar el hecho del ser y su expresin, y lo logra slo mediante ca-
tegoras "estticas": como aquello que "deja una impresin de gracia"
(pero no en el sentido de la gracia de Schiller, sino ms bien) en cuan-
to "respiro del silencio del arrebato luminoso" y del "velo resplande-
ciente". "De este modo toda presencia tendra su origen en la gracia,
en el sentido del puro arrebato del silencio sonoro", en el que "sin em-
bargo, llega y aparece siempre a la vez la realidad misma que arrebata ...
siempre en el instante irrepetible con la plenitud de su gracia"'
08
En
esta definicin se basan a la vez la x.ptc; griega y la Huid (gracia) ale-
mana. La gracia del ser mismo "es potica, y la que hace potica la rea-
lidad", y el poeta (y pensador) habla de nuevo slo en respuesta a la
lengua del ser que "nos interpela" y nos "ilumina"'
09
El mistrio del ser,
que se oculta tambin en la revelacin, como esa apertura donde todo
est congregado, es "como una regin por cuyo encamo todo lo que le
pertenece retorna all donde ella descansa": ese "retorno" a la "libre am-
plitud" de la citada regin hace que cualquier realidad "ob-jetual" se tras-
cienda en un espacio que yace junto al "redil"; expresiones todas estas
que, evidentemente, nos remiten a Plotino y a Eckhart; del mismo modo
que la "espera" del hombre, que "no tiene ningn objeto", deriva de la
metafsica de la indiferencia"
0
Aqu se retoma el concepto bblico de la y se aplica ex-
clusivamente al ser, junto con la tensin interna que le es propia, a par-
tir del trmino griego: significa reputacin, es decir, la reputa-
cin y el prestigio que uno tiene. Cuando la reputacin es algo extraor-
dinario, doxa significa fama y esplendor. En la oncologa helenstica y
en el Nuevo Testamento la la gloria Dei, es la gloria (Herr-
lichkeit) de Dios. El acto de la celebracin, demostrar estima e irradiar-
106
107
108
109
110
SG 100-101.
"An eine Lampe", SG 102.
S 140-142.
S 152-153.
G40-46.
409
Mediacin antigua
la, significa para los griegos sacar a la luz y crear as estabilidad, ser. La
fama es para los griegos no algo que uno recibe como aadidura o que
no recibe; es el modo de ser supremo". A este respecto resulta obligado
remitirse a Pndaro. Pero el concepto se desarrolla interiormente. ~ a
es prestigio tambin en un sentido ms amplio, como lo que "cada uno
de los que existen en su aspecto (dooc;, iOta) oculta o revela. Una ciu-
dad ofrece una vista grandiosa ... Segn los distintos puntos de vista el
aspecto en cuestin cambia". El acento se traslada as desde la visin
objetiva a la opinin subjetiva, a la pura asercin y en correspondien-
cia, el aspecto fenomnico se convierte en pura apariencia. "Donde se
da un no-ocultamiento del ser, all subsiste la posibilidad de la pura apa-
riencia""'. El aspecto encantador y grandioso del ser en su desvelarse
contiene tambin esencialmente siempre lo que aparece y lo oculto como
contrapunto; la "esencia" de la verdad lleva consigo siempre su propia
inesensialidad con "no-descubrimiento". "El ocultamiento de lo que
existe en el todo, la no-verdad propiamente dicha, es ms antigua que
cualquier apertura de este o de aquel ente. Es incluso ms antigua que
el dejar ser". En el fondo de cada cosa est el abismo, "el misterio"
112
,
el ineludible carcter mistrico del ser. La apertura del ser en su emer-
ger en la aparicin difunde, sin embargo, un resplandor tan claro que
eclipsa ese carcter de misterio y, de este modo, el ocultamiento se ocul-
ta. El hombre que conoce se contenta con lo que aparece, su "residir en
lo que transcurre en su no consentir a la fuerza del ocultamiento de lo
oculto". "El misterio olvidado de la existencia (en el "Man" de El Jer y
el tiempa.) consigue, sin embargo, su "propia presencia"; sta hace que
el hombre se cure y se mesure"l all donde l da su "medida", conforme
a sus proyectos y planes y no slo como prctico homo faber, sino igual-
mente como terico homo JapienJ. De este modo el "mal", la "maldad"
(Bohme, Goethe, Schelling)"
4
hunde sus races en la ntico-ontolgica
(no-) esencia de la verdad como libertad, "el extravo es la contraesen-
cia esencial en relacin a la esencia inicial de la verdad", ella "penetra
y domina al hombre"m, a partir del acontecimiento primigenio del ser,
sin que sea necesario pensar en un "pecado original" histrico"
6
El ser,
en cuanto destino, es no slo gracia sino tambin siempre fatalidad. Lo
111
E 78-79.
112
WW19.
lll
ww 20-21.
114
p 112.
111
WW22.
116
P78.
410
Resonancia
es a partir de s mismo, en su continuo desvelarse ocultndose que es
lo propio de su verificacin progresiva, algo que se da, que se enva sos-
tenindose en s mismo (epoch), un destino
117
Teologmenos que atraviesan todo el pensamiento occidental
emergen aqu desde el pasado''
8
: que Dios se oculta precisamente al re-
velarse en una idea no slo presocrtica, sino tambin plotiniana y pa-
trstica; Mximo el Confesor tiene comentarios detallados"
9
a la frmu-
la cpatv.u;voc; Kp1tTEtat (de Gregario Nacianceno); el pathoJ del
Areopagita, as como de Erigena ( dum Jilet clamat, et dum clamat Ji-
lee, et dum videtur inviJibiliJ ereym, de Nicols de Cusa y de Ficino.
Pero junto con esta idea aflora tambin la teora kentica que nos es fa-
miliar gracias a Pascal, Hamann
121
, Tauler, Condren y Holderlin. La
apertura del ser a la luz crepuscular
122
de la diferencia ontolgica es ya,
en cuanto tal, "dolor"
12
l y en cuanto sentido ex-ttico "mana" (Wahn-
sinn, que sin embargo no quiere decir Irrsinn)
12
\ "naufragio", y "muer-
te"121. Pues el ser, al darse, se sostiene en s mismo, se substrae y en su
prdida conocemos su valor: porque " la esencia del ser slo se ve en el
substraerse exterior del ser", porque "slo en la prdida de lo extravia-
do brilla la luz de cuanto nos pertenece"
126
. En el sentimiento siniestro
de la angustia se revela lo que es la patria, en el extraamiento y alie-
nacin el sentimiento de la cercana
127
Todo esto pertenece sin solucin
de continuidad a la gloria omnicomprensiva del ser; ~ a de la "pre-
sencia indomeada que domina"
128
y de la pura "opinin" en la irrecu-
perable ausencia: y este segundo aspecto no lo conocieron los griegos,
sino slo los cristianos. Pero, en verdad, Heidegger logr asumir e in-
sertar la esencia del cristianismo en su ontologa?
117
Ph 65.
118
P 81; G 59; Ph 18.
119
Cfr. mi Kosmische Litu,.gie (1961
2
), 292 s., 523, 530; Migne, PG 91,
1048-1049 A.
120
121
122
12l
124
l2l
126
127
128
Cfr., Gloria, vol. IV, Metafsica. Edad Antigua, pp. 311 s.
Cfr., Gloria, vol. III, Estilos laica/es, pp. 179 s. y 243 s,
S ll8, 126.
S62 S.
S71.
S42, 46.
SG 101.
M 29-30.
E47.
411
Mediacin antigua
PERDIDA DE LA GANANCIA
El intento de asumir todos los bienes de la herencia cristiana,
se mantiene o fracasa con la interpretacin de la diferencia ontolgica
entre ente y ser. Para Heidegger no puede darse ms que una diferencia
que manifiesta muchos aspectOs: ante todo el doble aspecto de la "ilu-
minacin" ("objetiva") del ser en los seres existentes y de la "ilumina-
cin" ("subjetiva") en los espacios ex-tticos de libertad de la existencia
(es decir, del hombre); estos dos aspectos son, en un sentido comple-
mentario, un nico hecho. Un segundo doble aspectO puede sealarse del
mejor modo a travs de su circunscripcin histrica. La metafsica gre-
co-latina sigue estando, respecto de la diferencia en cuestin, ligada al
"ente" y, en consecuencia, a un pensamiento esencialista ("olvidado del
ser"): ov U ov, el objetO de la metafsica es para Aristteles: el ente
en cuanto ente (no en cuanto ser). Es verdad que el ente singular se pien-
sa en el marco del "ente en general" y, por ello, en orden al ser, pero al
ser mismo no es .pensado
129
, aparece slo como lo "universal", algo que
l no puede ser porque supera co-diferenciado todas las diferencias. Si,
por el contrario, el ser se concibe como "Dios" (as arranca el primer me-
dioevo para despus conducir a Eckhart y al Cusano y, finalmente, a Spi-
noza y a los monismos modernos), se pierde y se pasa por alto el mis-
terio propiamente dicho, pues el misterio domina en una reciprocidad
entre ente y ser, siendo este ltimo al mismo tiempo plenitud de todo
ente y no-subsistencia -de modo que los seres y el hombre colaboran
con el ser, aquellos objetivamente y ste subjetivamente, a la ilumina-
cin, a pesar de que aqullos tengan la luz nicamente por parte del hom-
bre-, un misterio que de ningn modo puede subsistir entre Dios y el
mundo. No queda, pues, para la diferencia autntica, ms que ese espa-
cio que de alguna manera se abre en Plotino (y Dionisio) y que Toms
de Aquino lo capta de modo nico y singular: el actus essendi como ple-
nitud no subsistente que llega a subsistir y llega a s mismo a partir de
y en las esencialidades finitas, y las essentiae que llegan a la realidad por
este acto, sin tener que incidir y dividirse el acto infinito del ser. Este
modo de pensar no hace de la diferencia, como piensa Heidegger, una
"distincin, degradndola a un constructo del poder de nuestra inteligen-
cia"'10; esto slo se realiza en la escolastizacin del misterio, en cuanto
"distincin real", etc. Pero, para Toms, esta estructura sigue siendo la
t29 M 11.
110
Id 60.
412
Resonancia
nota distintiva de la no-absolutez que se cierne sobre el ser, cristiana-
mente hablando, de la creaturalidad: pues cmo un acto de ser no sub-
sistente habra podido por s slo hacer surgir seres subsistentes y dn-
de habran podido los seres adquirir su cerrada y en s significativa con-
figuracin esencial? Por eso, ambas cosas remiten por encima de ellas
hacia un ser subsistente absoluto, Dios, quien hace partcipes a cada una
de las esencias de la plenitud de su ser (del actus essendi illimitatus) y
las crea a partir de su absoluta potencia y libertad (que como tal presu-
pone la nada como espacio del poder creador) como destinatarias sus-
ceptibles de esta participacin en el ser. El precristiano Plotino estaba
en camino hacia una diferencia entendida de este modo, en cuanto que
haba percibido al Uno que lo abarca todo (incluso el nous) como al mis-
terio del ser, que para l era transparente, en orden a lo divino-absoluto,
hasta su coincidencia. La no subsistencia del actus essendi conflua para
l con la trascendencia menos perceptible ontolgicamente del Uno. En
cambio, el poscristiano Heidegger vuelve a poner en marcha retrospec-
tivamente la distincin lograda en el cristianismo, entre el ser ilimitado
no subsistente y el ilimitado subsistente. El piensa el supraconceptual ac-
tus essendi, que se hace temporal en cada una de las esencias, dotndolo
con los distintivos del acto (divino) subsistente. Y dado que aqul debe
ser atravesado esencialmente por la nada para poder temporalizarse, esta
negatividad, que hace posible la iluminacin subjetivo-objetiva, se con-
vierte en un atributo del ser absoluto. Con otras palabras: Heidegger
identifica las negaciones de la teologa cristiana antigua (como "teologa
negativa") con la nada del acto del ser constitutivo del mundo. La con-
secuencia es, una vez ms, que Dios (como en Erigena, Eckhart y el Cu-
sano) tiene necesidad del mundo si quiere explicar sus implicaciones y
que, por tanto, mediante la diferencia no se da una analoga entis, sino
una identitas, que a la vez temporaliza e incluye la diferencia.
Heidegger neg al principio que el ser "tenga necesidad" del
ente para ser l mismo, pero despus lo afirm de manera cada vez ms
claralll. "El ser humano es adecuado a la verdad (se pertenecen recpro-
camente) porque la verdad tiene necesidad del hombre"m. La verdad
"es el mensaje que necesita de nosotros como sus mensajeros"m. Para
que el mundo se "mundanice" como historia del ser, es indispensable
llt En lo tocante a una alteracin textual tcita de la cuarta a la quinta edi-
cin de Qu e.r metaf.rica, cfr., Uiwith op. cit., 39-40.
112
G 65; cfr. 66.
m S 155; cfr. S 256: "La lengua necesita del hablar humano".
413
Mediacin antigua
el hombre con su eleccin como legislador
1
H. La realidad extrema es,
por eso, el "acontecimiento", como mbito autnomo a travs del cual
el hombre y el ser llegan ambos a su propia esencia, como una "cons-
truccin sustentada en s misma" m. De este modo, la diferencia misma,
distintivo fundamental de la creaturalidad, es elevada a lo absoluto, al
nivel de Dios. En consecuencia, el hombre no puede realizar ya ni el
acto antiguo de la admiracin ante el milagro del orden csmico, ni el
actO cristiano de una admiracin todava ms profunda por la incom-
prensibilidad de su propia existencia y del mundo; en efecto, segn Hei-
degger, l pertenece, con la misma esencia, al misterio del ser, que como
tal se da necesariamente. En este quadrumvirato de la identidad no tie-
ne ya ningn sentido vital distinguir los dioses de los hombres; donde
el ser omnicomprensivo permanece impersonal (por no ser subsisten-
te) los seres personales no pueden distinguirse segn ninguna analoga
eficiente. Por eso, ni siquiera la recuperacin de categoras bblicas re-
sulta convincente para la esttica trascendental, pues la kabod-doxa, en
el Antiguo y en el Nuevo Testamento, se refiere a la libertad soberana
y majestuosa del Dios de la Alianza en gracia y amor absoluto. Ahora
bien, Heidegger entiende que todo lo que sabe a voluntario (en la de-
cisin, en la eleccin, en el juicio) debe quedar lejos del mbito del ser
1
Y>.
As, el acto fundamental del hombre, a pesar de toda su xtasis, sigue
siendo un mero "pensar"m, que debe ser el fondo originario de la exis-
tencia anterior a toda teora y praxis.
La verdadera admiracin por el hecho de que algo sea en vez
de no ser, no llega a resolverse positivamente en Heidegger, ya que
aqulla remite a una libertad que l no quiere reconocer. Su <pcrtc;, que
fatalmente aflora en el fenmeno -por muy extrao que pueda so-
nar-, sigue cerrada dentro del horizonte del pensamiento griego-esen-
cialista, e incluso naturalista. En cambio, Heidegger piensa ms all de
Aristteles la diferencia tomista con su misterio racionalmente inexpli-
cable y, partiendo de aqu, puede acusar a los griegos y a los modernos
de olvido del ser; pero piensa la diferencia no al modo tomista, es de-
cir, cristiano, en cuanto signo de creaturalidad, por lo que desde la di-
ferencia retorna a la identidad (slo en apariencia presocrtica, en rea-
lidad extra-griega). Los dos puntos de partida de la analogia entis cris-
n
E 47-48.
m
Id 30.
ll6
G60.
ll7
M 12.
414
Resonancia
tiana se distribuyen en el pensamiento de Heidegger entre los escritos
juveniles (El ser y el tiempo y afines) y los escritos siguientes, separa-
dos de los primeros por el famoso "viraje" (Kehre); pero las dos mi-
tades no se integran. All aparece el "estado de yecto" del ser-ah, pero
sin nadie que lo arroje, y as la estructura temporal de la existencia con-
duce a una finitud del ser y de la verdad; el xtasis iluminador madura
en la nada. Aqu, en cambio, aparece el ser como origen de la existencia
"arrojada"
118
, pero ahora ha desaparecido el "estado de yecto", quedan-
do slo el "principio de la razn" como salto desde y en el origen. El
"viraje" muestra lo mismo pero desde la otra vertienten
9
Cuando la ana-
loga inmanente del ser entre actus essendi y essentia no profundiza en
la analoga trascendente del ser entre Dios y el mundo, se autoelimina
y se disuelve en la identidad, y todo esto hay que pagarlo mediante con-
ciliaciones (como en Giordano Bruno) entre los trminos ms contra-
dictorios. El EV otaq>pov tao't(p de Holderlin es tambin aqu una fr-
mula conclusiva.
Todo esto no es bice para que la propuesta de Heidegger sea
la ms fecunda de la poca moderna de cara a una posible filosofa de
la gloria. Frente a todos los tesmos de orden inmediato, l, con su pre-
gunta ("Cmo Dios se hace presente en la filosofa?")
140
, mantiene el
proceso del pensamiento en relacin con su verdadera cuestin, es de-
cir, con el misterio de la diferencia inmanente. La teologa cristiana,
como ciencia, pierde toda su base si piensa que puede desarrollar la re-
velacin del Dios viviente sobrevolando el misterio de esta diferencia
y queda degradada a una ciencia del ente entre los dems entes, ciencia
que cae entonces justamente bajo el dominio del pensamiento filosfi-
co. Esto es cierto hoy ms que nunca, en una poca en la que la teologa
presume de poder entrar en dilogo, sin mediacin filosfica, ms to-
dava, incluso renunciando de antemano a una mediacin de ciencia es-
piritual, con las ciencias exactas y tcnicas (de la naturaleza), dilogo
en el que evidentemente la teologa llevar la peor parte. La serias ad-
vertencias de Heidegger frente a los peligros de la tecnocracia y el ni-
hilismo filosfico que a partir de ella se va desarrollando de manera
cada vez ms preocupante, deben resonar con todo derecho incluso all
118
p 71, 84.
1
9
Como "ser del ente" o como "ente del ser": Id 59.
140
Id 52 s. La respuesta decisiva a la pregunta la ha dado Gustav Siewerth:
Das Schicksal del Metaphysik von Thomas zu Heidegger (1959), cap. 21: "Wie
kommt Gott in die Philosophie". S 463-508.
415
Mediacin antigua
donde ya nadie quiere orlos. Francamente son menos tOdava los que
prestan atencin al hecho de que Heidegger no conoce ninguna res-
puesta adecuada a la pregunta existencial que l mismo suscita. Una fi-
losofa que no intenta responder a la pregunta sobre Dios ni con un s,
ni con un no
141
, carece de coraje especulativo y, a estas alturas, una hu-
manidad positivista y pragmtica se desinteresa de ella para instalarse
en la efmera cotidianidad.
Si el propio cristianismo, pasando por alto toda la teologa de
la gloria, pretende someterse al neonaturalismo -se perciben sus preo-
cupantes indicios en el triunfo del pensamiento de Teilhard de Char-
din-, tendr que adherirse a la herencia de Heidegger y descubrir as
la autntica preocupacin de todo ese perodo que aqu se ha descrito
como "mediacin antigua", y que, como siempre ha afirmado con razn
Heidegger, no vuelve presentes tiempos pasados porque stos posean
valores histricos, sino ms bien porque son indispensables para de-
sarrollar el pensamiento del presente.
141
P 101; WG 28. "Preguntar es propiamente la forma ms excelsa del sa-
ber" U 12.
416
'
6
METAFISICA DEL ESPIRITU
l. lA otra posibilidad
La vuelta a la antigedad clsica, como recurso para salir del
callejn sin salida al que se lleg en la Edad Media tarda, habra podi-
do ser provechosa a la larga si se hubiera asumido la antigedad en su
apertura (adviento) hacia la fe cristiana, pero no como forma omni-
comprensiva (csmico-religiosa) dentro de la cual insertar el cristianis-
mo, aunque fuera como una posibilidad quiz superior a las dems y,
menos todava, como base para una reaccin anticristiana. Tambin re-
sult imposible el intento de encerrar y guardar la sustancia cristiana
dentro de formas radicalmente precristianas con el fin de salvarla. Eck-
hart fue el primero que (radicalizando a Agustn) indic un segundo ca-
mino: basar decididamente todo en la relacin personal (abierta por la
revelacin bblica) entre espritu finita e infinito, y desplegar el espri-
tu, el ser libre que se posee a s mismo como sustancia, significado y
porqu de todo ser infraespiritual o no espiritual. Se trataba del "grado
de conciencia" cristiano que expresaba su propia metafsica, pero sin
atenerse ya a la metafsica precristiana de la naturaleza como a un gra-
do inferior fundante. Hemos conocido ya una metafsica del espritu de
este gnero, todava completamente dentro de la esfera cristiano-teol-
gica: la "metafsica de los santos", pero sta se bas nicamente en el
acto religioso superior de la indiferencia (del espritu finito respectO al
espritu infinito), de modo que la fundamentacin filosfica qued en
su mayor parte bloqueada, y sta fue la razn por la que roda su "ms-
tica", carente de fundamentacin metafsica, naufrag a causa de su
417
Metafsica del espritu
fascinacin), que no el amor y la confianza, pues la naturaleza humana
no concuerda por s misma con el bien, sino ms bien a travs de la
violencia que la razn ejerce sobre la sensibilidad"m. Kant sigue firme,
no obstante toda su "ilustracin", ms ac del umbral del idealismo ale-
mn y de su esttica de la identidad, al negarse a interpretar la "vio-
lencia" que ha de hacerse al hombre como una belleza superior. Con-
serva una sensibilidad cristiana que, por muy oculta que est siempre,
sabe de la cruz.
4. Autoglorificacin del espritu
a. Schiller
Con Schiller comienza su andadura ese idealismo que supera
radicalmente la no-identidad que sigui abierta con Kant -entre fen-
meno y cosa en s, esto es, entre intelecto finito e infinito, y, sobre rodo,
entre deber y querer- en un dominio ltimo del ser por parte del es-
pritu, de modo que toda gloria del ser se convierte en autoglorificacin
del espritu. De este modo se realiza totalmente ese orgullo filosfico
que haba comenzado con Parmnides: se abandona la perspectiva de
Dios en aras de la verdad del espritu, que al final tiene que coincidir
con la absoluta libertad del espritu. Schiller aporta por su parte -aun-
que otros salgan a la palestra a la vez que l- la seal ms clara de
esto. Mientras que como pensador y poeta descubre por s mismo la an-
tigedad clsica, sin embargo, al injertarlo y subordinarlo a su filosofa
del espritu, queda inmerso en la corriente que avanza en sentido con-
trario de la de Goethe en el ro del pensamiento moderno: integracin
fecunda dentro de un destino comn. Slo que al final Goethe queda in-
tegrado dentro del crculo omnicomprensivo antiguo de la physis, mien-
tras que Schiller debe colocar al hombre, como espritu absoluta en de-
venir, tOtalmente fuera de este crculo protectOr, porque todava puede
vivir en funcin de lo que l mismo proyecta.
Forma operativa y punto de partida. Desde el punto de vista
especulativo, Schiller
1
parti de Leibniz (como Kant), al que interpret
123
KU nora general, segn 29 (6, 137).
Obras de Schiller segn la edicin de Fricke-Gopfert-Srubenrauch, Han-
ser-Verlag, 5 vols., 3 ed. 1962. Las cartas segn la edicin crtica completa (F. Jo-
nas, 7 vol.). Abreviaturas: WL = Wa/lensteins Lager; Picc = Piccolomini;
WT = Wa//ensteins Tod; AW- ber Anmut und Wrde; EM = ber die iisthe-
472
........
Autoglorificacin del espritu
de forma pietista-entusiasta. Pero el corte csmico vertical (pensado
para superar a Descartes y a los materialistas anglo-francesas) que Leib-
niz realiz a travs de todas las cosas, para poder captar y comprender
el mundo tanto en sentido cuantitativo-material como cualitativo-espi-
ritual, escindi al joven Schiller (como despus aJean Paul y al roman-
ticismo) en dos cosmovisiones absolutamente irreconciliables: aqu el
lado del da, all el lado de la noche del ser universal; aqu el idealismo
(conforme al fenomenismo desde Descartes hasta Malebranche), all el
materialismo y la caducidad radical; el abrupto cambio de ambas visio-
nes determina su lrica juvenil, especialmente sus odas a Laura.
Bajo el poderoso influjo potico de Klopstock, sigue dominan-
do en las primeras odas el pathos de la alabanza asombrada, conmovi-
da y adorante de la gloria y majestad de Dios en el universo infinito.
"La tarde"' (1766) presenta todo un cmulo de ttulos divinos, la natu-
raleza debe enmudecer para dejar or la resonancia de Dios en su arpa;
"La gloria de la creacin"
3
rapta al poeta, como a un Ganimedes, a tra-
vs del universo invadido por el fuego de Dios. El ve abierta ante s
"toda la magnificencia de la creacin, la gloria / que en la soledad de
la oscura eternidad 1 ha ideado el Altsimo", y siente brotar del univer-
so "el gran canto de alabanza" de la naturaleza, "perdido en armonas
1 como una muerte dulce". "La grandeza del mundo" es un contrapun-
to potico del entusiasmo por el infinito del joven Kant en su T eoria
del cielo; "Al sol"l (el primer esbozo es ya de 1773) alaba la luz crea-
dora y "adora su obra". Pero esta propensin a la adoracin era un en-
tusiasmo al estilo de Shaftesbury6, tras el cual, desconocido pero cierta-
mente afn, emerga un pensador ms grande: Giordano Bruno. Si la
"Teosofa de Julio" inserta en sus Cartas filosficas (1786), en una dis-
cusin entre Julio, el idealista, y Rafael, el crtico y el escptico, se re-
tische Erziehung des menschen; NSD = ber naive und sentimentalische Dich-
tung. Los dramas en verso se citan segn el nmero de verso, los dramas en
prosa segn el acto y la escena. (Entre las obras de Schiller traducidas al caste-
llano, citamos: Teatro completo de Schiller, trad., R. Cansinos Assns, Aguilar,
Madrid, 1973; Sobre la gracia y la dignidad. Sobre poesa ingenua y sentimen-
tal, trad., J. Probst, Icaria Editorial, 1985; La educacin esttica del hombre, Es-
pasa Calpe, n. 237 de la col. Austral (ndt)].
2
1, 9.
1, 43; cfr., "Hymne an den Unendlichen" 1, 83.
1, 84.
1, 40.
Que Schiller conoci por mediacin de Garve en la escuela de su primer
profesor de filosofa, Abel.
473
Metafsica del espritu
mite a la juvenrud de Schiller y son, sobre wdo, Leibniz y Shaftesbury
quienes, multiplicados por el enrusiasmo, dan el tono al respecto, sin
embargo, para redondear la imagen se deben tambin computar las con-
secuencias existenciales en sus dramas juveniles. En la "Teosofa" se
dice: "Todas las perfecciones que hay en el universo estn reunidas en
Dios. Dios y la naruraleza son dos grandezas perfectamente iguales"
7
Lo cual quiere decir que el esquema de Plotino-Erigena-Cusano (el
mundo como explicacin de Dios) est aqu ingenuamente interpreta-
do en el sentido de la identidad; se habla de un modo igualmente acr-
tico, como antes respecto del anlisis de Dios en el universo (leibnizia-
no) de los espritus, tambin respectO de la sntesis de stos en orden
a la divinidad: como a travs de un prisma, "el Yo divino se ha refle-
jado en innumerables sustancias receptOras, en consecuencia, de la uni-
ficacin de todas estas sustancias emergera un ser divino .. . Si un da la
omnipotencia quisiera romper este prisma, caera la barrera que hay en-
tre ella y el mundo, todos los espritus generaran ... a Dios"
8
Hegel con-
cluye sintomticamente su Fenomenologa del espritu con una cita de
la poesa que sigue a estas palabras. En el joven Schiller la energa uni-
ficante se llama amor: el amor "es slo el reflejo de la esta nica ener-
ga primordial... fundado sobre un intercambio instantneo de la per-
sonalidad, un intercambio de las esencias". La categora del "instante"
hace irradiar el wdo a travs de las "cifras" y los "jerogl-
ficos" del cosmos, eros es anticipacin de la identidad, por lo que exige
desinters total (amour pur), renuncia a recompensas, compromiso de
la entera existencia, incluida la muerte
10
Acaso todo estO no es ms
que un sueo y "solamente es real en el cerebro de ru Julio"? Pero aca-
so la realidad puede quedarse rezagada respectO a la idea? "Deberan
mis ideas ser ms bellas que las ideas del creador eterno?"". El reves-
timiento conceprual-finitO carece de importancia; la visin oscura que
ah se expresa es divina, mejor dicho, insuperable (id quo maius cogi-
tari non potest): como idea-ideal en nosotros (como reflejo de Dios) es
"idea-realidad" en la "omnipotencia operante"'
2
y por ello es digna de
"adoracin"'
1
10
11
12
ll
5, 352.
Ibid., 353.
El trmino aparece por doquier en el capitulo "Ideas" 5, 346 s.
"Aufopferung" 351.
/bid., 355.
Ibid., 348.
Ibid., 355.
474
Autoglorificacin del espritu
Pero, existencialmente, el hombre que quiere concebirse y mo-
verse en el esquema de la identidad, acaba cayendo en la dialctica de
los "Eroici Furori": el eros se convierte en conquista de s, en cuanto
Dios, y de este modo en autodestruccin; pero se puede experimentar
y vivir (cristiana e idealsticamente) el reflejo de Dios como cada del
ser primordial y de la inocencia en la alienacin, en la rebelda, en el
infierno. As, la contradiccin filosfica, particularmente en un tempe-
ramento como el de Schiller, se convierte por necesidad en una deses-
peracin existencial: se convierte en ardiente rebelda contra todo lo no
divino, no autnomo, extrao al espriru, no verdadero, no libre en el
orden del mundo (Los bandidos), pero tambin en absolutizacin de la
misma contradiccin en el hombre mismo (la no-identidad entre que-
rer y deber, intensificada como un prometeico no a Dios: en "Liberta-
rismo de la pasin", donde se cita a Dios a juicio como a un "Wte-
rich" o a un "Nern", que se alimenta del dolor de los hombres, por-
que no permite que coincidan el deber y el instintoc)
14
Aqu precisamente est el principio fundamental de toda la
obra schilleriana. Pues son dos las posibilidades que brotan aqu de una
nica raz. O el hombre es medido en su grandeza "heroica", en la que
vive la tensin o el desgarramiento entre el ser Dios y el ser mundo (o
el ser yo), y entonces el ideal se llama "Prometeo"; decide la grandeza
formal puramente dinmica del hroe, del genio (original), y es casi irre-
levante si esta grandeza se expresa como fuerza de rebelin o como fuer-
za de reconciliacin o de unificacin. O bien el acrual no-ser-ya o no-
ser-tOdava Dios prescribe al hombre una "ley", naturalmente slo la
ley de la propia libertad y liberacin, la prescripcin de su autOrreali-
zacin (en sentido individual o social), a la que l debe someterse, para
conquistar la corona victoriosa del verdadero ser del espritu. Si all se
trataba de una dynamis esttica de grandeza formal, aqu se trata de un
dinamismo final que somete al hombre a un "proceso": llegar a s mis-
mo sobrepasndose a s mismo. Ya aqu se entiende que esta segunda
posibilidad, que ms tarde llevar a Schiller a Kant, a causa de su aco-
plamientO con la primera, lo distinguir siempre profundamente de
Kant, el cual como cristiano no habra podido nunca tomar en conside-
racin la actitud bruniano-prometeica, pues nunca pens seriamente
dentro del esquema de la identidad.
Si miramos desde aqu a la obra de Schiller en su conjunto, se
14
1, 127-129.
475
Metafsica del espritu
puede ver que esta dialctica, de la misma manera que en Goethe pero
por otras razones, provoca una ruptura a travs del centro. La primera
etapa (hacia 1780-1787, con el eco de Los dioses de Grecia, 1788, y de
Los artistas, 1789) termina con el discutidsimo Don Carlos; ms tarde,
estudios de historia y de filosofa dominan el interregno potico, hasta
que se inicia la etapa de madurez (hacia 1797-1805) con el igualmente
combatido "Wallenstein", al que siguen, uno tras otro hasta el final, dra-
mas y poesas. Schiller califica de "infelices" a sus dos grandes obras an-
gulares, y siente siempre como "crisis profunda" la lucha en torno a su
contenido y significado. Si para la grandeza humana se inserta el con-
cepto kantiano de lo sublime, dos formas de lo sublime compiten entre
s: la grandeza del orgullo (Prometeo) y la grandeza de la humildad, de
la obediencia y de la sumisin. En la poesa "Los juanistas" ( 1795) slo
a la fe cristiana se le adjudica la unificacin de lo aparentemente
inconciliable:
Religin de la cruz, t sola en una nica corona
enlazas a un tiempo la doble palma de la humildad y de la fuerza
1
l .
Mirando retrospectivamente desde el Don Carlos a las obras
juveniles se percibe, sin duda, que predomina el ideal Je la absolutivi-
dad formal prometeica, reconocible porque el genio sigue idntico a s
mismo, ya se muestre como rebelde total o como hroe libre que se so-
mete a la ley (Karl Moor, Fiesco). Mirando desde el "Wallenstein" ha-
cia adelante predomina la segunda versin del ideal humano, pero con
un refinamiento creciente de la formalizacin artstica o con la consi-
guiente prdida cada vez mayor de la violencia existencial del iridiscen-
te "Wallenstein". Lo cambiante y ambiguo del Don Carlos y del "Wal-
lenstein", es y sigue siendo el centro de toda la obra, sumiendo en la
vaguedad la relativa univocidad de la primera y de la ltima poca. Y
ahora se pueden delinear las distintas fases en su sucesin cronolgica.
Los bandidos muestran al "pecador lleno de majestad" que jue-
ga con "el peligroso rayo etreo del genio", el "audaz Fetonte", cuya
"vergenza" queda pulverizada para dejar paso a la admiracin
16
. Los
dos hermanos son "venerables delincuentes, monstruos con majestad;
espritus a los que atrae el vicio abominable, por amor de la grandeza
que hay en ello, por amor de la fuerza que ello requiere, por amor de
1)
1, 248.
16
Monumento a Moor el Bandido 1, 98-100.
476
Auroglorificacin del espritu
los peligros que lo acompaan". Schiller querra que se aprendiese "casi
a amar ... la majestad de mi bandido"
17
; recordando la ley esttica de que
"los buenos quedan ensombrecidos por los malos y de que la virtud ad-
quiere su vivo colorido al contraste con el vicio", l quiere representar
el vicio en su "colosal grandeza", a sus representantes se los debe
"aborrecer y amar, admirar y compadecer", deben alinearse con el Sa-
tn de Milton y de Klopstock, con la antigua Medea y con el Ricardo
de Shakespeare
18
. "Somos ms proclives a leer el signo de la divinidad
en el rostro del vicio" que en una "imagen regular"
19
. En Franz Moor
aparece el titanismo de la lucha inmediata contra Dios, mediante la in-
vencin y la ejecucin de un mal quo maius cogitari non potest, lo que
slo tiene sentido si las acciones se colocan cara a cara con la condena
eterna, a la que a la vez se desafa, se niega y se asume; el que el hom-
bre en lucha contra Dios tenga al final de su contradiccin que empa-
parse del sudor de una vil angustia de muerte, pertenece a su grandeza
paradjica. En cambio, el titanismo de Karl consiste en querer volver
a ordenar, l mismo con sus venganzas y condenas, el mundo desespe-
rante abandonado de Dios; l es "el brazo de majestad suprema"
20
, l
lleva en s la memoria del perdido paraso infantil de la inocencia; ste
es para l el "Elseo", el "templo santo", la "serenidad sin nubes"
21
, y
siente la infinita distancia que le separa de ello: "Y yo aqu, tan horri-
ble en este mundo tan hermoso! Qu monstruo en estas tierras mag-
nficas!"22; con pathos holderliniano se pregunta si "los verdes y encan-
tadores valles" no volvern jams para l, si las escenas poticas de la
niez "no refrescarn nunca ms con su precioso soplo mi pecho abra-
sado"23. Pero el camino de vuelta est bloqueado, por eso Karl puede
coronar su rebelin prometeica con una accin final todava ms des-
concertante, del ms puro estilo prometeico: "Me queda todava algo
con lo que yo (! ) puedo restablecer las leyes conculcadas y sanar el or-
den maltratado. Este orden tiene necesidad de una vctima -una vc-
tima que despliegue ante toda la humanidad (!) su majestad inviola-
ble-, esta vctima soy yo mismo ... Voy a entregarme yo mismo en ma-
17
18
19
20
21
22
23
Prlogo suprimido a Los bandidos 1, 481-484.
Prlogo a la primera edicin 1, 484-488.
Autocrtica a Los bandidos 1, 623.
Los bandidos IV, 5.
Ibid., IV, l.
Ibid., III, 2.
Ibid., III, 2.
477
Metafsica del espritu
nos de la justicia"
24
Los Moor son "colosos y hroes" de la "libertad"
2
\
no es para menos, se sienten a s mismos como seres majestuosos, ca-
paces de poder contrapesar tanto en la rebelin como en la penitencia
la majestad del orden csmico.
En la Conjuraci6n de Fiesco la ambigedad del genio es toda-
va ms clara, en cuanto que el poeta puede a su antojo superponer a
la "grandeza" formal del hroe, con el cambio de las escenas finales, pri-
mero el rostro del tirano titnico, despus el del republicano que se hu-
milla. "Una cabeza excelsa tiene tentaciones distintas de las que tiene
una cabeza vulgar"
26
"Ganarse una corona es grande, tirarla es divi-
no"27. Pero tambin al revs: "Es inenarrablemente grande robar una
corona! La vergenza disminuye al aumentar el pecado". La grandeza
del "instante" que mide de un "salto" el abismo existente entre "obe-
decer y mandar", es lo que determina, lo que confiere sentido y forma
a la existencia: "Un instante de preeminencia devor el marco de toda
la existencia ... (heroico en las alturas y en el abismo)"
28
De la contra-
diccin del Fiesco protagonista se contagian los dems personajes prin-
cipales: Julia, Leonor, e incluso Verrina: hay en todas un momento en
el que se infiltra el criterio prometeico de medida.
En Intriga y amor, el mismo poeta se convierte en un acusa-
dor y un vengador al estilo de los Moor; las impresiones imborrables
de su adolescencia -majestad del orden divino del mundo horrorosa-
mente violado por la majestad presuntuosa del absolutismo de los prn-
cipes del barroco, obediencia a la ley absoluta profanada por la discipli-
na en clave religiosa de la academia militar de Carlos Eugenio de Wr-
temberg -explican el pathos revolucionario de libertad que desde aqu
llega hasta el Don Carlos y luego hasta el Wallenstein y el Tell-. Ya
El conquistador (1777) lanza "la maldicin de la ardiente sed de ven-
ganza"29, que un da, en el juicio final, arrojar a los tiranos al infierno.
Los "malos reyes" suelen matraquear como "divinidades de la tierra",
como "gigantescas marionetas de Dios", son "majestades marchitas",
ocultan "la decorosa vergenza bajo el manto nocturno del derecho de
24
lbid., V, 2.
~ Ibid., I, 2.
26
Fiesco III, 2.
27
lbid., II, 19. En la versin escnica de Mannheim esta palabra se convierte
en expresin de la definitiva autosuperacin de Fiesco, con Jo que l rompe el
cetro y arroja sus pedazos a la muchedumbre, 1, 951-952.
28
lbid., III, 2.
29
1, 14.
478
Autoglorificacin del espritu
majestad"
10
As, tambin en el teatro, el mundo mentiroso de la corte
es una "gloria abominable"
31
; Luisa quiere "gritar hasta el final en los
odos" el nombre de los malvados que han destruido su amor por Fer-
nando, "para que a la hora de la muerte tambin los pulmones de esros
dioses de la tierra empiecen a lanzar estertores y el juicio universal arro-
je en el mismo cedazo a reyes y mendigos"
32
De nuevo el infierno sirve
para hacer ms profunda la oscuridad: la intriga empuja a los amantes
a la perdicin del suicidio y all revela su propio abismo. La Lady, siem-
pre prometeicamente, se salva renunciando a la vez a la intriga (la vida
de la corte) y al amor (por Fernando): "Que mi gloria muera con mi
amor"
33
.
Todo esto desemboca en el Don Carlos, muy prximo, espiri-
tualmente hablando, al drama anterior: tragedia de familia entre rgido
absolutismo y libertad; una libertad al principio todava como "libre
amor" del hijo por su madrastra. Despus se ampla en la gran trage-
dia histrica de la disolucin de una poca en otra; el rey y la reina que-
dan enaltecidos, y el marqus de Posa aparece como "un diputado de
roda la humanidad"; finalmente (con la amistad entre Schiller y Kor-
ner) el acento recae sobre el anuncio escarolgico de Posa de un "nuevo
estado" digno del hombre y sobre el sacrificio de su vida, sacrificio a la
vez de expiacin y de resurreccin, en favor del joven prncipe amigo
que, de este modo, debe ser capaz, una vez curada su enfermedad de
amor, de realizar su visin social. Pero los planos no logran el entra-
mado debido, pues las antiguas motivaciones se insinan todava bajo
las nuevas y roda el drama discurre hasta el final en el ambiente cor-
tesano, quedando todo en una intriga de confusiones. A todo esto, la
muerte de amor de Posa queda sin motivo, la pasin del prncipe se
arrastra insensatamente en el discurrir de la accin, el mundo ideol-
gico de Felipe 11 flucta entre representacin (en sentido barroco) au-
tntica y deturpada, y lo mismo ocurre con el trasfondo religioso: la In-
quisicin, que tiene en su mano todos los hilos, es una monstruosidad
infernal, mientras que Posa es un noble caballero de la Orden de Malta.
Ciertamente el acento se desplaza desde un ideal prometeico formal a
una obediencia, con contenido, al ideal, pero en todo caso siempre des-
de un entusiasmo de aurovaloracin. Cuando Posa quiere morir, don
lO
)l
)2
H
1, 104-105.
Intriga y amor II l.
/bid., III, 6.
Ibid., IV, 8.
479
Metafsica del espritu
Carlos, profundamente emocionado, quiere apelar al rey: "No, no! No
podr resistir a tanta nobleza de alma ... Esto le De este
modo, la palabra "Dios" (para el
ser "idea-
lizado"46, simplemente como smbolo del hombre: el cual lleva en s
40
Tragodie und Komodie 5, 1018.
41
WL 332-334.
42
Picc 412-413.
43
WT 3566s.
44
4, 365 S.
1
lbid., 721, 2618 s., 2709 s., etc.
m lbid., 2386, 2396, 2508, etc.
497
Metafsica del espritu
como divinidadesn; que don Csar considera su necesaria expiacin por
el asesinato de los hermanos como un actO que nadie, fuera de l mis-
mo, puede cumplir y que necesariamente exige el sacrificio de su vida.
Pero slo con sangre el sangriento delito se expa ...
Slo la muerre voluntaria rompe las cadenas del destino ..
Primero pago mi deuda a los dioses de la muerte,
otro dios puede cuidar de los vivos ...
Rindo honor al jefe de los infelices,
que es santo tambin para los dioses ... ;..
No se puede saber exactamente qu quieren decir propiamen-
te vocablos como "dios", "dioses", "divino", ya que no existe diferencia
entre dios y el hombre, y menos todava qu deba ser este "destino"
que, separado del hombre, domina oscuramente con fuerza propia; pro-
bablemente es, como en el Wallenstein, una proyeccin sobre el cos-
mos de la grandeza y de la culpa humanas.
Ms claro es el antropocentrismo en Maria Estuardo y en La
doncella de Orlens. Aunque aqu la atmsfera cristiana es todava ms
penetrante, en realidad se trata slo de una atmsfera que envuelve su-
perficialmente un problema kantiano, mejor, superkantiano. A Mara
le remuerde la conciencia por su culpa anterior'
1
', pero rechaza las ra-
zones por las que presumiblemente la tienen prisionera'"', y sobrepo-
nindose a s misma tras su encuentro con la reina Isabel y tras su con-
dena, se reconcilia consigo misma, es capaz de aceptar la injusticia como
una justicia superior, y "morir como una reina y una herona" ' . Almo-
rir persona a IsabeJI's, al igual que Fernando ofrece al morir su mano a
su padre-asesino. La decoracin catlico-sacramental con confesin, eu-
carista ("sangre") y cruz, no es ms que un smbolo sensible de la "su-
blimidad", tanto ms cuanto que Mortimer se haba dejado seducir por
una decoracin de este tipo, para convertirse a Roma y hacerse iniciar
en Francia a la ambigedad jesustica La doncella de Orlens es una san-
ta puramente kantiana, que puede ser la enviada y la bendecida de Dios
slo en tanto en cuanto es coherente consigo misma, es decir, vive en
m Don Csar a su madre: "Refgiate junto a nuestra rumba 1 e invoca la di-
vinidad de tus hijos 1 porque ahora somos dioses y te omos", 2759-2761.
114
Ibid., 2637.
Si Dios se manifiesta enteramente al hombre, sin que queda
todava ningn misterio por esclarecer, entonces el pensamiento de la
totalidad del ser es exactamente una gloria en la que ha desaparecido
cualquier "sublimidad" anterior. Ames la gloria era esto: "que Dios est
"'
XII 156.
XII 258.
XII 262.
XII 286 .
XII236-237 .
XII 249 .
"'
XII 257-288.
XII283 .
l8
XII 288.
535
Metafsica del espritu
el mismo tiempo por encima de esta manifestacin, que est en ella y
al mismo tiempo se diferencia de ella"
19
, que Dios en su "manifestacin
en el mundo ... se revela a la vez como ruperior a esta manifestacin"
60
;
este en-por encima queda nivelado en el en total. De este modo tam-
bin se ha transformado el concepto de "milagro": "El verdadero mi-
lagro es el espritu mismo. Ya el animal es un milagro frente a la na-
turaleza vegetal, y ms todava el espritu frente a la vida, a la natura-
leza puramente sensitivia"
6
'. Pero una vez que existe el espritu, no tie-
ne ya necesidad de ningn otro milagro externo para acreditar su ab-
solutividad: para ello basta l mismo. Su propia cotalidad, en la que l
gradualmente se comprende a s mismo, es el trado y llevado id quo
maiur cogitari non potert
6
'.
3. Hegel piensa siempre a partir de la totalidad alcanzada,
que para l no es ya slo el punto formal de identidad de Fichte y de
Schelling, sino que ha integrado en s todas las trgicas diferencias del
mundo en la naturaleza y en el mundo del espritu. Es propio de la ple-
nitud insuperable de esta conciencia que se pueda acceder a ella desde
cualquier lado y que ella pueda desarrollarse en cualquier direccin: unas
veces como metafsica total (como en las lecciones de Jena y en la En-
ciclopedia), otras como gnesis de la conciencia total (o de la razn) des-
de las implicaciones de la conciencia simple o de la aucoconciencia (como
en la Fenomenologa del erpiritu), o tambin desde la inmovilidad n-
tima de las leyes y de las estructuras del pensamiento (como en la gran
Lgica), o como evolucin del espritu inconsciente en espritu cons-
ciente (como en la Filowfia de la naturaleza), o como desarrollo ascen-
dente y autointegracin del espritu consciente (en la "filosofa de la his-
toria"), como autoposesin y autocomprensin de la razn absoluta a
travs de sus estadios (como "histOria de la filosofa"), en fin, como la
autointuicin plena del espritu absoluta e infinito en el espritu finito
humano-mundano: como "esttica". Estas son formas extremas, mien-
tras que la "filosofa de la religin" respecto de codo esto conserva un
carcter de transitoriedad, en cuanto que la transformacin de la reli-
gin en el saber absoluta tiene en s algo de ms radical que la autoin-
tuicin del pensamiento en la "esttica", o que la recapitulacin de ro-
dos los presupuestos de su plenitud en las restantes formas de la filo-
sofa. Precisamente la Erttica, una de las obras ms ricas y consegui-
\9
"'
61
62
XII 51.
XII 50.
XII 256.
La posicin de Hegel con respecco a Anselmo: XV 162-169.
536
Autoglorificacin del espritu
das de Hegel, apenas es otra cosa que la conciencia explicada de la ra-
diante beatitud del saber absoluto mismo, el cual, al comprenderlo todo
(incluso las cosas ms molestas y penosas), puede justificarlo y bende-
cido todo.
Es comprensible que en ella la belleza de la naturaleza tenga
un puesto insignificante y totalmente transitorio, pues slo en la lucha
del hombre que tiende a la plenitud de la unidad espiritual, brota de Jo
finito el fulgor espiritual de la absolutividad: la esttica se convierte de
forma cada vez ms clara, comenzando por Schiller y Schelling y ahora
definitivamente, en la teora de la belleza artiJtica. El arce es represen-
tacin de la idea, es decir, "del concepto absoluco concentrado en s mis-
mo"61, de la verdad espiritual (divina) en su libertad, que se comprende
a s misma en su explicacin natural finita. El cosmos, como en Kant
y en Fichte, ya no es teofnico, sino ms bien antropofnico; y el hom-
bre es teofnico no ya en su ser natural, sino en la idealizacin produc-
tiva de s mismo; l se crea a s mismo en el arce, no slo como "ima-
gen y semejanza de Dios", sino, como ya ocurriera en Fichte y Schel-
ling, como Dios-hombre, como centro unificador de Dios y del mundo.
Y, sin embargo, la intuicin esttica de la idea (como plena encarna-
cin de lo infinito en lo finito) no es lo ltimo para la razn (como du-
rante un tiempo haba sido en Schelling), la filosofa resuelve tambin
esta intuicin en cuanto que comprende su verdadero significado; as,
lo esttico tuvo ya su kairor en la historia del mundo del espritu: en
los griegos, cuando la conciencia todava no tenda ms all de la intui-
cin de la forma divina bella. Precisamente el que hoy se d (comen-
zando por Baumgarten, Kant, Schiller y Schelling) una ciencia del arce,
es para Hegel el signo inequvoco de que se ha superado el apogeo del
arte: primero por la etapa (cristiana) de la religi6n, despus por la eta-
pa (presente) de la ciencia absoluta. Nosotros estamos "ms all del ni-
vel en que el arte expresa su manera suprema de ser consciente de Jo
absoluco ... La idea y la reflexin han sobrepasado las bellas artes". Por
eso, "el arte, en el sentido de su destino supremo, sigue siendo para no-
sotros un fenmeno del pasado"
64
"Se puede ciertamente esperar que
el arte se desarrolle y perfeccione cada vez ms, pero su forma ha ce-
sado de ser la necesidad suprema del espritu"
61
Es aqu, sobre todo, don-
de vale para Hegel el proverbio de la lechuza de Minerva, que slo al
6l
64
~
X/ 1 120.
X/ 1 14-16.
X/ 1 135.
537
Metafsica del espritu
anochecer alza su vuelo (y excogita la esttica). As tambin la feliz des-
preocupacin de sus tres apacibles volmenes de esttica es algo as
como un juego relajante.
Pero dnde est la seriedad? En la idea de que, si el saber ab-
soluto se realiza en el hombre, el eje del ser pasa a travs de l, y el con-
cepto del hombre capta en s la totalidad absoluta. Por eso l puede cons-
truir "el reino del pensamiento puro", y "este reino es la verdad tal y
como ella, sin velo, es en s y para s": por eso es "la expresin de Dios
como l es en su eterna esencia antes de la creacin de la naturaleza y
de un espritu finito"
66
La cuestin de si este Dios es real o slo pensado
es tan insoluble en Hegel como en Schelling, ya que en ambos el con-
cepto de "ser" (o de la realidad) slo puede aparecer como contracon-
cepto o concepto complementario del espritu, y, por tanto, la cuestin
profundiza simplemente en el olvido del ser. El ser del que parte la l-
gica y que en su vaco absoluto se enmascara como nada para encontrar
despus su mediacin en el devenir es, como cualquier otra mediacin
posterior, precisamente como tal un concepto. Toda metafsica de esp-
ritu y ser se desarrolla en el marco de la oposicin kantiana de concepto
e intuicin y, por tanto, en ltima instancia, de universal y particular,
los cuales - dentro de una univocidad insuperable- son materia y for-
ma, respectivamente. No en vano la lgica de Jena sigue un esquema ex-
presamente esttico, el cual desde la "simple relacin" asciende hacia la
"correspondencia" (tanto en el ser como en el pensamiento), hacia la
"proporcin". Y tambin la ley fundamental que all rige de la simulta-
neidad entre diferencia puesta y quitada, entre quietud y movimiento, es
totalmente esttica en su calculado equilibrio (imitador de la autntica
eternidad). All se dice que la "oposicin" "es en general lo cualitativo,
y al no haber nada fuera de lo absoluto, es ella misma absoluta, y slo
porque es absoluta se elimina en s misma, y lo absoluto es, en la quie-
tud que sigue al ser eliminado, igual y absolutamente el mevimiento del
ser o de la eliminacin de la oposicin absoluta"
67
Ahora bien, esta iden-
tidad que se realiza en s misma es la razn: "El conocer mismo es lo
universal"611 Por eso, es inevitable que donde la razn comienza a cons-
truirse como naturaleza, en cuanto materia universal llamada tambin
66
III35-36.
61 J 13; cfr., ibid. , 31 sobre la doble negacin (como afirmacin): la posicin
de la alceridad y, por ser posicin, al mismo tiempo eliminacin, conduce a una
proporcin recproca, cuyos trminos son lo que son slo en cuanto que vienen
eliminados.
611
J 128.
538
Autoglorificacin del espritu
"ter", se ofrezca para todas las formas realizables en ella, en corres pon-
ciencia con esto, como en Spinoza (y despus en Malebranche), el puro
espacio (extensin) sea tambin atributo de Dios. "El ter es el espritu
absoluto como lado de su absoluta identidad consigo mismo ... , no el Dios
viviente, puesto que es slo la idea de Dios ... El es la naturaleza y la iden-
tidad consigo mismo de este espritu, del otro del Dios viviente, es la ma-
teria absoluta que como universalidad absoluta de la naturaleza es gene-
ralmente la esencia de la vida ... , nada ms que este proceso absoluto de
fermentacin o la inquietud absoluta de a la vez ser y no ser"
69
Estas pro-
posiciones indican, todava ms claramente que en Schelling, que el ca-
mino desde la univocidad lgica (lo "universal"), o camino desde el ma-
terialismo lgico al mismo materialismo cientfico-natural, es un camino
lgico e imparable. Y, puesto que el hombre posee en su propio pensa-
miento el concepto total de la realidad, no hay ninguna razn para no
sacar las consecuencias ateas de la izquierda hegeliana.
Donde adems lo divino se ha convertido en lo "universal" (y
no tiene ya ninguna superioridad sobre ello), se hace inevitable que lo
singular, que se ha puesto en funcin de la autoconciencia del espritu,
quede de nuevo suprimido como singular igualmente en funcin del
todo: fsicamente mediante la muerte, y estticamente mediante la au-
todisolucin en el todo. Lo que subyace a este acto se trata en la Feno-
menologa como "reino espiritual animal", es decir, como individuacio-
nes naturales que creen tener derecho a un valor absoluto ("persona").
Pero la metafsica de Jena ya lo conoce: "Para la mnada el ser supre-
mo es su ms all, y ella queda, como singularidad, superada. Sin em-
bargo, el ser supremo es, de hecho, la especie en la que la singularidad
es no obstante slo como una singularidad superada, no como aniqui-
lada, sino como pasada a travs del cero de la infinitud, pero la mnada
es como una singularidad aniquilada; su autoconservacin es slo un de-
seo que busca salvar la singularidad a travs de ese cero"
70
Si se considera que el tema primero en el orden de priorida-
des de Hegel haba sido el espritu concreto (es decir, nacional) del pue-
blo que deba mediar entre el espritu universal y la mnada
71
, y que
este espritu indeterminado del pueblo se le present ms tarde como
espritu formado por el estado, resulta claro que Hegel tena que llegar
a ser el punto de partida espiritual tanto del socialismo de izquierdas
69
70
"
J 197-198.
J 177.
Religin popular y cristianismo: N 3-71.
539
Metafsica del espritu
como de derechas en la etapa siguiente, dos socialismos que, cada uno
a su manera, han recogido despus la gloria del ser absolutO en la pre-
tensin de absolutividad de su "partido".
e. Marx
Mientras la unin antinatural del "espritu del pueblo" ("San-
gre y suelo") con la idea abstracta hegeliana del estado, ms el aadido
de miros estimulados artificialmente, slo poda generar una alucina-
cin imposible y extraa a rodas las genuinas tendencias de la poca,
Karl Marx', como autntico hegeliano "al revs", realiz una operacin
histricamente necesaria. Pero, como ocurre siempre que se producen
negaciones violentas, l no qued estrechamente vinculado a lo que re-
futaba, lo que marc de manera decisiva el movimiento mundial que l
desencanden y que, en lo esencial, prefigur.
AdscritO en un principio al grupo de la izquierda hegeliana,
continu "el proceso de descomposicin del espritu absoluto" y cola-
bor en la "desintegracin del sistema hegeliano", pero se retir muy
pronto para seguir su propio camino. La imponente e inquebrantable
unidad y perfeccin de la filosofa del espritu resultaba ciertamente
muy sospechosa; la "realidad" que el espritu ahora pone y luego quita,
era quiz una pura fantasmagora, la demostracin palmaria de lo le-
jos que de la realidad real estaba este pensamiento-espritu? El filsofo
absolutO tiene el espritu universal en la cabeza, pero ya no ve al hom-
bre que tiene al lado. Pero es precisamente de este hombre de donde
brota impetuoso ese gritO de dolor que destruye todo el entramado del
idealismo. "La miseria absolutamente agobiante que no se puede legi-
timar, que ya no se puede edulcorar"', es el peso infinitO equilibrador
que se opone a roda sntesis meramente especulativa; no basta con in-
Karl Marx: Die Frhschriften, ed. por Siegfried Landshut, Kroner, 1953.
Cfr.: M. Lifschitz, Marx und EtJgels ber kunst und Literatur, Henschel, Berln,
1948. Georg Lukcs: Einfhrung in die iisthetischen Schriften von Marx und
Engels,., en: Beltriige zur Geschichte der Asthetik, Berln, 1956, 191-216. [En-
tre las obras de Marx traducidas al castellano, citamos: En torno a la critica de
la filosofa del derecho de Hegel, trad. de W. Roces en: C. Marx y F. Engels, La
Sagrada Familia y otros escritos filosficos de la primera poca, Grijalbo, M-
jico, 1962; Manifiesto del partido comutlista, trad. de A. Garca, Madrid, 1930;
El Capital, trad. de J. M. Figueroa y otros, EDAF, Madrid, 1967 (ndt).]
343.
318.
540
Autoglorificacin del espritu
terpretar o "construir" el mundo, hay que "transformarlo"'. Ciertamen-
te ya Fuerbach haba propiciado una primera ruptura: el hombre llega
a ser realmente tal slo en el encuentro con el otro hombre; aqu brota
la realidad absoluta, aqu se realiza la sntesis que genera lo eterno, lo
divino. Pero, segn Marx, Feuerbach sigue, a pesar de todo, ligado a las
categoras kantianas de concepto e intuicin (objetO, realidad), "se que-
da en el 'hombre' abstracto y viene a reconocer en la sensacin al 'hom-
bre real, individual, corporal' ... slo como amor y amistad, y adems
idealizado"' . El no ha odo el grito de la miseria, del proletario, al que
el hambre ha reducido material y espiritualmente a un espectro, al que
la autoalienacin corprea del hombre presenta de una manera que slo
la accin incondicionada, como negacin activa de tal negacin, es ca-
paz de responder. A ninguno de los filsofos del espritu le haba sali-
do al encuentro el espritu para echarle en cara su propia espectralidad.
Marx se preocupa poco del olvido del ser como problema filosfico;
pero lo real-olvidado se la ha presentado en su forma elemental en la
figura de la miseria humana. Es la situacin cristiana radical, y tras ella
la situacin radical israelita proftico-veterotestamentaria, la que el ju-
do Marx, en sustitucin de los cristianos, redescubre y que forma el
apriori teolgico de todo su pensamiento, como tambin de su esttica.
Pero la miseria del hombre que se ha autoalienado es, por otra parte,
el nico punto en el que l se abre al horizonte del ser; para encontrar
la respuesta a la miseria, Marx extrae todo su material conceptual, una
vez ms, de la filosofa hegeliana del espritu "olvidado del ser". Esto
significa prcticamente: l reflexiona a partir de la miseria humana
como centro hacia adelante (para su eliminacin) y hacia atrs (a la bs-
queda de las razones que la han originado); la pregunta sobre el porqu
del hombre, del mundo, del ser, queda completamente enterrada en el
pasado. El problema de la miseria (total, material-espiritual) hace que
la mirada se limite a la esfera de la produccin "material".
Los hombres comienzan a diferenciarse de los animales desde
el momento en que "empiezan a producir sus medios de subsistencia,
operacin que est condicionada por su constitucin corporal". Al ha-
cer esto, ellos "producen indirectamente su vida material misma"' . Plas-
man la naturaleza de modo que vuelva a ellos humanizada y los haga
progresar en su hurpanidad. "El hombre como sujeto es tanto resultado
341.
353.
347.
5t\l
Metafsica del espritu
como punto de partida del movimiento"' : El trabajo humaniza la natu-
raleza y reintegra al hombre a la naturaleza. Fichte tena razn al en-
tender el hombre como la accin que crea y explica por s misma, la
cual slo puede realizarse mediante una objetivacin, y "lo grande es la
Fenomenologla de Hegel y de su resultado final... es que Hegel consi-
dera la autoproduccin del hombre como un proceso, la objetivacin
como desobjetivacin, como alienacin y como eliminacin de esta alie-
nacin, que capta, por tanto, la esencia del trabajo y comprende al hom-
bre concreto, al hombre verdadero por ser real, como resultado de su
propio trabajo"
8
El hombre queda alienado en su trabajo, primero por
su inmersin en el objeto, pero tambin y mucho ms radicalmente por
las leyes de la divisin del trabajo que convierten a unos en amos y ex-
plotadores, y a otros en esclavos y explotados. Hegel haba sealado ya
en lneas generales, en "Amo y esclavo", cmo este segundo proceso
conduce a la autoeliminacin; Marx consagr toda su vida a investigar
este segundo proceso hasta en sus ms mnimos detalles en el proceso
material de la autorrealizacin del hombre en cuanto ser social: "Ma-
terial'' aqu significa fundamentalmente: que son las cosas (pero aque-
llas que mueve el hombre!) las que hacen la historia; que estas cosas en
su realidad humanizada son algo ms que simplemente "intuiciones";
estn ms bien en relacin con el hombre en sus acciones y reacciones
reales; esto, y no un materialismo metafsico en el sentido de los ato-
mistas, es lo que interesa a Marx. El horizonte de su pensamiento es
el axioma de que el hombre se produce a s mismo, en cuanto que l
acta en la naturaleza y reproduce as la naturaleza en s mismo. Esta
reciprocidad de hombre y mundo es ya el absoluto, ya el eschaton, del
proceso histrico, donde los contrastes se eliminan recprocamente: "Se
ve cmo subjetivismo y objetivismo, espiritualismo y materialismo, ac-
tividad y sufrimiento slo en la condicin social pierden su oposicin
y, de este modo, su existencia como tales oposiciones", y esto gracias a
la "energa prctica del hombre" con el cumplimiento de su tarea vital
real, "que la filosofa no poda resolver"
9
"Condicin social" llama Marx
aqu a aquella en la que el hombre ha realizado plenamente su ser so-
cial, en cuanto que l como "individuo particular (y precisamente su sin-
gularidad hace de l un individuo y un ser realmente individual y co-
munitario)" expresa subjetivamente en s mismo la "totalidad ideal" de
237.
269.
243.
542
Aucoglorificacin del espricu
la especie'
0
, donde, por tamo, "la sociedad" no se concibe ya como algo
abstracto frente al individuo". Marx -como era de esperar- qued en-
cerrado por el horizonte hegeliano del pensamiento esencialista entre
lo "universal" y lo "singular" y al mismo tiempo, en una reduccin an-
tropolgica, por el esquema expresivo de lo universal (de la "idea" en
cuanto concretamente realizada) en lo singular (que se integra en ella),
lo que en esta unidad representa lo absoluto, lo divino'
2
Por eso, el ideal
escatolgico no es para l el del marxismo vulgar. La idea de la "abo-
licin de la propiedad privada" es, como tal, "slo una generalizacin
y una consumacin de la misma", de la misma manera que la idea de
una "comunidad de mujeres" como "prostitucin universal" sera slo
la consumacin de la prostitucin del hombre bajo el capitalismo, sera
"slo la forma oculta en la que se constituye la codicia y se satisface de
otro modo", slo una "negacin abstracta de todo el mundo de la edu-
cacin y de la civilizacin, la vuelta a la simplicidad antinatural del hom-
bre pobre y sin necesidades que no slo no ha superado la propiedad
privada, sino que ni siquiera ha llegado a ella"ll. El ideal est ms bien
en una humanizacin total de la naturaleza de tal magnitud que sta en
cuanto "riqueza concretamente desplegada de la esencia humana", al
volver a l le desarrolla finalmente sus cinco sentidos en sentido ple-
namente humano, ms all del "placer inmediato" y no slo "en el sen-
tido de la posesin, en el sentido del tener". Aqu Marx atisba en una
visin grandiosa el significado definitivo del doloroso proceso que ha
llevado a la humanidad a la "pobreza absoluta" de la autoalienacin:
ella deba aprender en esta pobreza a tomar una actitud respecto de la
existencia en su conjunto, a prescindir del puro "tener". "En lugar de
todos los sentidos fsico y espirituales, se ha desarrollado, por tanto (con
la propiedad privada) la pura y simple alienacin de todos estos senti-
dos, que es el sentido del tener. El ser humano tena que quedar redu-
cido a esta pobreza absoluta para que creara por s mismo su riqueza
interior"'
4
Pues ha sido por el proceso del trabajo como el mundo se
lO
11
239.
238.
12
El verdadero "comunismo es como un naturalismo pleno= humanismo [,1
como un humanismo pleno = naturalismo; l es la verdadera solucin de la con-
troversia entre el hombre y la naturaleza, y el hombre, la verdadera solucin
de la polmica entre existencia y esencia, entre objetivacin y auroafirmacin,
entre libertad y necesidad, entre individualismo y especie", 235.
JI 233.
.. 240.
543
Metafsica del espritu
ha humanizado y el hombre se ha liberado de su angustia subjetiva de
"querer tener y gozar": "El ojo se ha hecho ojo humano, del mismo
modo que su objetO se ha hecho un objeto social humano ... Los senti-
dos se han hecho por eso directamente teorticos en su praxis. Ellos se
relacionan con la cosa por amor a la cosa misma, pero la cosa misma
es una relacin humana concreta para consigo misma y para con el hom-
bre, y viceversa ... Igualmente los sentidos y el espritu de los dems
hombres se han convertido en mi propia apropiacin"'). As, Marx pue-
de decir: "La educacin de los cinco sentidos es un trabajo de toda la
historia del mundo transcurrido hasta ahora"'
6
. Pero la consumacin de
este encuentro plenificador entre el hombre y el mundo acontece en el
encuentro arquetpico entre hombre y mujer; para Marx, cuyo profun-
do e incondicional amor por su mujer Jenny von Westphalen fue casi
el nico retazo luminoso de una existencia terrible, ese encuentro es
exactamente lo opuesto de la felicidad representada en la "Politeia" pla-
tnica. "En esta relacin se manifiesta pues, sensiblemente, reducido a
un hecho intuitivo, hasta qu punto la esencia humana se ha converti-
do para el hombre en naturaleza o la naturaleza se ha convertido en la
esencia humana del hombre". El todava velado, escatolgico "misterio
de esta relacin", tiene aqu su "expresin inequvoca, decidida, mani-
fiesta, desvelada"' . A su manera, Marx tiene, pues, a la vista la "ausen-
cia del inters" del supremo eros platnico y la del tico y esttico en
Kant, cuando trata de superar en el amor humano el "tener" y el
"gozar".
Es evidente qeu no se le puede ahorrar al hombre el paso a
travs del desgarramiento de las clases y de la correspondiente lucha,
la cual, necesariamente se hace cada vez ms brusca; pues slo as el
hombre se explica a s mismo. Tampoco puede evitarse la poca de la
"ramera universal", esto es, del dinero, que es el poder que lo trastorna
todo -"transforma la fidelidad en infidelidad, el amor en odio, el odio
en amor, la virtud en vicio, el vicio en virtud, el esclavo en amo, el amo
en esclavo, la idiotez en inteligencia, la inteligencia en idiotez"'
8
-, ni
la "prostitucin universal del trabajador'"
9
: el hombre llega a adquirir
su verdadera dignidad a travs de degradaciones y humillaciones.
l)
16
17
18
19
240-241.
242.
234.
299.
237-238 nota.
544
Autoglorificacin del espritu
As, en sus primeros escritos, sobre todo en el manuscrito que
se conoci por primera vez en 1932, Economa nacional y filosofa, y
que es donde mejor se percibe la interconexin entre la filosofa hege-
liana de los primeros aos y el siguiente trabajo econmico del Capital.
Pero aqu surge una pregunta inevitable: quin es, en ltima instancia,
el sujeto de este proceso real, material? No es un espritu inconscien-
te-consciente como en Hegel (como residuo de una divinidad antiguo-
cristiana). Pero tampoco el hombre, que precisamente a causa de su mi-
seria comienza ese proceso que lo conduce a una miseria todava ms
grande, para despus redimirlo slo al final: Quin entonces? Marx ter-
min de filosofar cuando renunci a Hegel; as no se plantea la pre-
gunta sobre el sentido ltimo. El factum de que el hombre es, basta.
Este mismo factum no aclara, en definitiva, nada. De este modo, al fi-
nal slo una necesidad absoluta puede realizar el proceso. No es Dios
ni el hombre, sino la lgica de la realidad realista, del capital, la que di-
rige la historia, agita las fuerzas titnicas del poder material y las hace
al final explotar y precipitarse. Domina lo material, pero no porque en
el fondo se trate de un atomismo filosfico, sino porque la degradacin
de la realidad en material del espiritu (en la filosofa desde Descartes
en adelante) se asume como realidad de hecho y no se corrige mediante
una filosofa del ser. Los dos protagonistas del drama, el capitalista y
el proletario, representan frente a la nica fuerza activa, el capital, un
papel absolutamente pasivo y mecnico. Se desperdicia as una oportu-
nidad nica para la historia de la humanidad: por parte de los cristia-
nos, que no haban visto el dolor del que se ha hablado arriba y por par-
te de los que queran dar a los cristianos una leccin necesaria. El que
esta doctrina la propugnara el judo Marx, es ciertamente una rplica
justificada al odio de Hegel por los judos y -a pesar del Natn de Les-
sing- de la mayor parte de los grandes de la poca de Goethe. El ni-
co elemento que Hegel haba excluido de su sntesis, el pueblo que no
llega a entrar en ninguna sntesis histrica, fue precisamente el que lo
destron. Pero Marx no haba entronizado la gloria de Dios, sino, una
vez ms, al hombre absoluto como centro del mundo y del ser. Y, una
vez ms, la "bella" sntesis juda queda flotando sobre la nada
20
.
20
Cfr. El instructivo ensayo "Sobre la cuestin juda" 121-207.
545