Tupac Amaru

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 123

Palabra e Historia en los Andes. La rebelin del Inca Tpac Amaru y el Noroeste argentino, Buenos Aires: Corregidor, 1997.

Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes, categora Ensayo. ISBN 950-05-1018-9.

PALABRA E HISTORIA EN LOS ANDES. La rebelin del Inca Tpac Amaru y el Noroeste argentino.

ALICIA PODERTI

Este ensayo obtuvo el Primer Premio del FONDO NACIONAL DE LAS ARTES (Rgimen de Fomento a la Produccin Literaria Nacional y Estmulo a la Industria Editorial, Ao 1996). Jurado: Santiago Kovadloff, Miguel Espejo y Leonor Calvera.

Diseo de tapa: Otilia Carrique (Cartas escritas por Tpac Amaru desde la crcel, con su propia sangre. Archivo General de Indias).

"Han pasado dos siglos desde que el sable del verdugo parti el cuello de Tpac Amaru, el ltimo de los Incas, en la Plaza Mayor del Cuzco. Se realiza ahora el mito que en aquel entonces naci de su muerte. la profeca se cumple: la cabeza se junta con el cuerpo y Tpac Amaru, renacido, ataca. Jos Gabriel Condorcanqui, Tpac Amaru II, entra en el pueblo de Sangarara, al son de grandes caracoles marinos, para cortar el mal gobierno de tanto ladrn zngano que nos roba la miel de nuestros panales. Tras su caballo blanco, crece un ejrcito de desesperados. Pelean con hondas, palos y cuchillos estos soldados desnudos. Son, la mayora, indios que rinden la vida en vmito de sangre en los socavones de Potos o se extenan en obrajes y haciendas. Truenos de tambores, nubes de banderas, cincuenta mil hombres coronando las sierras: avanza y arrasa Tpac Amaru, libertador de indios y negros, castigador de quienes nos han puesto en este estado de morir tan deplorable. Los mensajeros galopan sublevando poblaciones desde el valle del Cuzco hasta las costas de Arica y las fronteras del Tucumn, porque quienes caigan en esta guerra tienen seguridad de que renacern despus." EDUARDO GALEANO

"Se conmueven del Inca las tumbas y en sus huesos revive el ardor, lo que ve renovando a sus hijos de la Patria el antiguo esplendor". Estrofa original del HIMNO NACIONAL ARGENTINO

PRELIMINARES

El siglo XVIII en los Andes es sinnimo de rebelin. Scarlett O'Phelan registra 140 levantamientos o movimientos rebeldes, entre 1708 y 1783 (1988: 297-307). En esta secuencia, el descontento social generalizado se iba intensificando hasta desencadenar la gran sublevacin de 1780, encabezada por Tpac Amaru II, en contra de las presiones fiscales, los repartos y la explotacin abusiva en los obrajes, haciendas y minas. El indio no es un elemento pasivo dentro del proceso de dominacin y desarrolla comportamientos colectivos para garantizar su supervivencia social y cultural. Esas estrategias se traducen en conductas de resistencia hacia aquellas condiciones que indujeron la prdida de identidad originaria y la consecuente desestructuracin social. El proceso de elaboracin de modalidades organizativas y conductas consensuadas tuvo diferentes corolarios de acuerdo a las condiciones demogrficas e histricas que mediaban en cada situacin. Uno de los resultados fue el "pacto" colonial1, pero la naturaleza del mismo implic que los mecanismos coercitivos fueran reemplazados por relaciones dinmicas de entendimiento en cuya base tambin operaban ciertas formas de oposicin (Cfr. Madrazo, 1995: 145-146). Las actitudes de resistencia tnica que pulsan el devenir andino hasta el presente, enraizan con los antiguos ritmos de las culturas autctonas: De ah que tengamos pases como Bolivia y Per o zonas como el norte argentino donde, por debajo de la cultura dinmica, alienta el antiguo estrato a modo de quiste, con su antiguo aliento comunitario y colectivista. Es un sustrato que se mantiene ignorado y no se registra sino en el plano folklrico o etnogrfico, pero ofrece su resistencia sorda y medida hasta llegar a tener xito, ya no en el hecho directo del roce o contacto de culturas, sino en las cualidades de debilidad y ficcin del ser, su antagonista, que se quiere afincar en las costas de Amrica (Kusch, 1986: 166). En el desarrollo de la sublevacin de Tpac Amaru II confluyen una serie de factores que apuntan a la complejidad de los contactos intertnicos, a las modificaciones administrativoEl "pacto" se asentaba en una base de sumisin cuasi filial: "el nuevo encomendero tomaba entre sus manos las del curaca como un padre podra hacerlo con su hijo para reforzar el vnculo y el carcter asimtrico de la relacin mediante el contacto fsico. Era un gesto ritual que implicaba una comunicacin y una comunin dentro del marco de una ceremonia especial" (Madrazo, 1995: 146-147).
1

econmicas impuestas por la Corona y a la situacin poltico-cultural de los grupos participantes. Pero los diferentes estallidos revolucionarios en el arco andino responden a un conjunto de problemticas y motivaciones regionales independientes. Aun teniendo en cuenta la importancia del eje comercial que vinculaba al Cuzco (y Arequipa) con Potos, hubo condiciones particulares en cada movimiento que permiten diversas tipificaciones. Lo nico claramente subyacente en todos es la imagen de la resurreccin del Inca (Pease, 1992: 327). A travs de esta imagen se reintegra la dinmica del recuerdo y el olvido que opera en el pensamiento andino hasta el presente. El espacio del noroeste argentino durante la Colonia delata los contactos entre el mundo andino y el mundo chaqueo. Es por eso que los acontecimientos histricos generados en esta regin de los Andes, reflejan continuamente este juego dialctico entre dos mundos tan diferentes. En uno de los mbitos de la sublevacin -el Chaco- las fuerzas que se plegaron al movimiento rebelde no estaban sujetas a instancias de mediacin: los cazadores chaqueos eran independientes, hostiles, y mantenan intacta su estructura tribal. Las insistentes incursiones del blanco en esos territorios, producidas durante el siglo XVIII, no haban logrado doblegar la resistencia de los grupos autctonos a los intentos de colonizacin. La primera serie de "entradas" tuvo lugar entre 1700 y 1767 y logr establecer una cadena de reducciones entre Jujuy y Santiago del Estero, induciendo el progresivo arrinconamiento de los pueblos belicosos en el interior chaqueo. Estas entradas, dirigidas por los gobernadores del Tucumn, contaron con ejrcitos multitnicos, constituidos por indgenas de diversas reducciones, negros y mulatos. La otra serie de entradas se produjo en la segunda mitad del siglo XVIII, como fruto de la labor conjunta de milicias y jesuitas. Las expediciones dirigidas por los gobernadores, con fines persuasivos, intimidatorios y ofensivos, perseguan la firma de "capitulaciones" para mantener tranquila la frontera y conseguir alianzas para atacar a los ms indmitos. Las "entradas" dirigidas por los jesuitas, encargados de la administracin de las reducciones fronterizas2 hasta su expulsin, tenan como objetivo primordial el reclutamiento de indgenas en sus establecimientos. La Puna -el otro escenario de la rebelin- albergaba desde tiempos prehispnicos una poblacin de indgenas pastores y agricultores. Sometidos por los espaoles desde fines del siglo XVI, los campesinos puneos fueron lentamente despojados de sus tierras comunales, proceso que culmin a comienzos del siglo XIX (Cfr. Paz, 1995: 209-234). Hacia la segunda mitad del siglo XVIII, los indgenas de esta zona participaban del fracaso del sistema reduccional y haban pasado a manos de poderosos seores espaoles y criollos, que los hacan trabajar en la explotacin de las minas y en los lavaderos de oro. Esta lectura de la sublevacin comprende un anlisis de las significaciones tnicas y polticas que se integran al proceso de desestructuracin social de las comunidades prehispnicas, circunstancia que va acompaada de la crisis del sistema colonial. Los diferentes engranajes interpretativos de los momentos de resistencia andina -los actores histricos, los aspectos lingsticos y culturales que se articulan en los testimonios escritos
Las reducciones constituan un extenso cordn que se alargaba sobre el lmite oriental de la provincia: Nuestra Seora de las Angustias de Zenta, San Ignacio, San Jos de Petacas, Santa Rosa de Lima, Nuestra Seora del Pilar de Macapillo, San Juan Bautista de Balbuena, San Joaqun de Ortega, San Esteban de Miraflores, Nuestra Seora de la Concepcin y San Francisco. En su mayora, estaban protegidas por fuertes y piquetes que las resguardaban de los ataques indgenas provenientes del Chaco (Acevedo, 1965: 55).
2

del perodo y la recuperacin del pasado incaico en la tradicin oral contempornea-, nos han permitido reconstruir algunas instancias coyunturales de la onda expansiva, en los territorios de la Gobernacin del Tucumn, de uno de los principales movimientos revolucionarios de Latinoamrica.

I. SALTA Y EL TUCUMN EN TIEMPOS DE LA REBELIN

Sin embargo se logr desvanecer el proyecto de los sediciosos, y escarmentar a los Tobas, de que se sigui la entrega de las cabezas principales del motin, que sufrieron el ltimo suplicio en la plaza pblica de aquella ciudad [Jujuy], de cuyas resultas se consigui algn sosiego, y que calmaron en parte los justos temores que ocasionaba un acontecimiento de esa naturaleza, temiendo con razn, que si tomaba cuerpo y trascendencia el alzamiento a toda la provincia, hubiera sido muy dificultoso y arriesgado el sujetarla, que por su extensin pasaba de 300 leguas, sin ms poblaciones considerables que Crdoba, Santiago del Estero, San Miguel de Tucumn, Salta y Jujuy: pues aunque lo restante est muy poblado, son pequeas aldeas y estancias, habitadas por hombres tan parecidos a las fieras y tan gigantes, que pueden considerarse los verdaderos Centauros que nos fingen los poetas... RELACIN HISTRICA DE LOS SUCESOS DE LA REBELIN DE JOS GABRIEL TUPAC AMARU.

La provincia del Tucumn La provincia del Tucumn se constituye, a fines del siglo XVIII, como una regin de filiacin altoperuana, complementaria de Potos en lo econmico y vertebrada al sistema poltico-administrativo con sede en Chuquisaca. Pieza fundamental del espacio poltico americano y de la estructura administrativa hispnica colonial, Tucumn era la zona ms poblada del mbito rioplatense3, con la ciudad de Salta como capital y residencia del gobernador, mientras que en Crdoba tenan su sede el obispado y la universidad, y en Jujuy se encontraban las cajas matrices de la Real Hacienda (Cfr. Bazn, 1986: 81). En 1776, una decisin de la corona espaola habra de modificar este sistema colonial. Con la creacin del Virreinato del Ro de la Plata, Buenos Aires se transforma en un complejo econmico, poltico, social, financiero, militar y cultural, erigindose como centro de una dilatada jurisdiccin que comprenda las gobernaciones de Buenos Aires, Paraguay, Tucumn, Potos, Charcas, Cochabamba y La Paz. El rey Carlos II confirm al brigadier
3

El censo del ao 1777 arroja un total de 76.059 habitantes en la gobernacin del Tucumn, distribuidos en las distintas jurisdicciones: San Miguel de Tucumn, 20.104; Santiago del Estero, 15.456; Catamarca, 15.315; Jujuy, 13.619 y Salta, 11.565 (Cfr. Acevedo, 1965: 322).

Andrs Mestre4, gobernador de la antigua provincia del Tucumn, como gobernador intendente de la nueva regin. "La ltima etapa de dominio espaol en Amrica se caracteriz, en lo concerniente al virreinato rioplatense, por el liderazgo de cuatro ciudades: Chuquisaca en el Alto Per, Salta en el norte, Crdoba en el centro y Buenos Aires en el sud." (Bazn, 1986: 82). Sin embargo, la creacin del Virreinato y la formacin de la Intendencia de Salta, no significaron el total desdibujamiento de la antigua estructura del espacio americano, por cuanto los vnculos sociales, culturales y comerciales siguieron impulsando los destinos de esta nueva configuracin poltica. El Chaco Gualamba y sus habitantes En el siglo XVIII, el inhspito Chaco Gualamba se presentaba como una sobrecogedora zona vaca que se extenda desde Bolivia hasta Santa Fe y el Salado, y desde una parte de Jujuy y Salta hasta el Paran (Cfr. Assadourin, 1992). Durante la colonia, la Gobernacin del Tucumn basaba su vida econmica en las riquezas agropecuarias y en su posicin de trnsito entre el Atlntico y el Altiplano. La frontera oriental era una lnea discontinua que iba desde Tarija hasta Crdoba, itinerario frecuentemente expuesto a las hostilidades de los indgenas chaqueos. Para salvaguardar este camino surcado de haciendas, surgi la necesidad de lograr una mejor y ms segura comunicacin entre el Tucumn y Potos. El siglo XVIII marc el cambio en la poltica espaola con respecto al Chaco: de una tctica de guerra defensiva se pas a una ofensiva, con el propsito de asegurar una va fronteriza que frenara las movilizaciones chaqueas hasta los centros poblados del Tucumn. Las grandes "entradas" al Chaco tuvieron como objetivo primordial la ocupacin de los lmites tucumano-chaqueos para asegurar la explotacin agropecuaria y el abastecimiento del mercado potosino (Cfr. Conti, 1989). Estas entradas masivas desplegaron la comn estrategia de amedrentar y desarticular las conformaciones tribales. El desplazamiento de los pueblos y los choques entre parcialidades en el interior del Chaco resultaban favorables a la poltica del grupo dominante. La enemistad creciente entre las diferentes naciones
El 23 de diciembre del ao 1777, don Andrs Mestre, un militar de larga actuacin en las guerras europeas, se hace cargo de la gobernacin del Tucumn, designado por real decreto del 25 de marzo de 1776. Anteriormente se haba desempeado como gobernador de Santa Cruz de la Sierra, lo cual lo haca conocedor de una zona largamente expuesta a los problemas de malformacin jurisdiccionales. El informe que Mestre eleva en 1778 detallaba un estado de "general desorden" en toda la gobernacin: deudas, falta de armamento y municiones, establecimientos de misiones en miserable estado y vecinos envueltos en "continuos pleitos y partidos". Las enormes distancias que mediaban entre las ciudades deriva en propuestas de cambios de la estructura administrativa que habrn de sustanciarse con la instalacin del rgimen intendencial (Cfr. Pez de la Torre, 1987).
4

indgenas era fomentada por la composicin de ejrcitos multitnicos, constituidos por indgenas de las reducciones, negros y mulatos. A la llegada de los primeros expedicionarios, la vasta regin del Chaco estaba habitada por numerosas naciones indgenas nmades, cuyas principales fuentes de subsistencia eran la caza, la pesca y la recoleccin de frutos. Las lluvias estivales los llevaban hacia el interior del territorio, donde establecan sus tolderas, construidas con madera y paja. Estos grupos aborgenes fueron absorbidos por el tronco tnico de la nacin Tup-guaran que puebla, hasta la actualidad, la regin tropical y subtropical del centro del Continente Americano (Cfr. Poderti, 1995b). Las etnias ms representativas del Chaco centro occidental salteo pueden clasificarse en dos grandes complejos: el Mataco-Mataguayo y el Chiriguano-Chan, cada uno con sus respectivas parcialidades. La denominacin "mataco" es de origen espaol y designa al indio "malo" y "matador". El nombre aceptado por los aborgenes es el de "wich", que significa en su lengua, "el hombre" o "la gente". Es el grupo mayoritario de la regin del Chaco Gualamba, clasificado antropolgicamente como "cazador-pescador-recolector". La cosmovisin de los wichi se encuentra en ntima consonancia con el entorno natural, por eso no se encuentra presente en la conciencia mataca la nocin de invencin o innovacin tecnolgica, pues todo les ha sido dado o ha sido causado por una intervencin del poder de los espritus del monte. Esta es una de las claves necesarias para comprender la naturaleza del impacto en el encuentro de los wich con el hombre blanco (Rodrguez y Buliubasich, 1995: 369). Los tobas, otro de los grupos pertenecientes al tronco tnico tup-guaran, constituyen un conjunto heterogneo de cazadores ecuestres del Chaco Central, que hablan lenguas afines y habitan esa regin desde antes de la invasin europea. "Toba", de acuerdo a la definicin tnica propuesta por Daniel Santamara, es un vocablo guaran o tokowit (autodesignacin de la lengua hablada)5. En el Tucumn Colonial los llamaban suri (de Juri o Xuri), nombre que tambin alude al avestruz del Chaco, una corredora semejante al and pampeano, pero de menor tamao y slo con dos dedos en cada pata. De modo anlogo, los Wiches llaman a los tobas "Wanhlai" (los hombres avestruces). Tambin fueron llamados orejones, por la costumbre de varones y mujeres de introducirse en perforaciones hechas en sus orejas pedazos cilndricos de madera, tan gruesos y pesados que stas casi les llegan hasta los hombros. Estos cazadores y recolectores neolticos se mezclan secularmente en muchos puntos de los ros Bermejo y Pilcomayo con pueblos chaquenses arcaicos, formando una sociedad progresivamente heterognea que reconoce los siguientes ncleos: 1) Toba-kokolot o
Esta lengua del tronco Guaykur-Opaie, de la familia Macro-Pano, se extendi entre los horticultores, cazadores y recolectores itinerantes del Chaco Central que llegaron lentamente a las llanuras chaqueas desde el sur, con probable tradicin norpatagnica (Cfr. Santamara, 1995).
5

Cocolote en el Chaco Central, 2) Toba-Takshik en el Pilcomayo inferior, 3) Toba-Kmlek en el territorio que media entre el Pilcomayo superior y el Bermejo superior, 4) Emok-Toba en el Chaco Boreal y 5) un grupo de ncleos menores que reciben distintos nombres histricos: lanyagachk, mogosma o natizana, chiroquina y tipacosik o dapicosik. Cuando en los documentos coloniales se encuentra el trmino "toba", debe entenderse que se refiere a los guerreros ecuestres que depredan eventualmente las haciendas y/o son reducidos en ellas o en las misiones de la frontera del Bermejo. "Toba" se transforma, en la escritura colonial, en una categora social ms que en una definicin tnica: slo la percepcin de lenguas distintas y dialectos afines les permite ensayar a los espaoles esa rudimentaria taxonoma tnica de "tobas" y "mocobes", "matacos" y "chiriguanos" (Cfr. Santamara, 1995: 273-275). Continuando con la perspectiva de los conquistadores, en tiempos de la dominacin espaola, estos indgenas del Chaco tambin eran clasificados en dos grandes grupos: a) los guaycures, "indios" indmitos de tierra adentro, protagonistas de malones que perseguan el objetivo de apoderarse de cabalgaduras y ganado. El padre Morillo, en su diario de viaje de 1780, explica el significado del trmino: "que a todos los de estas naciones llamamos los espaoles Guaycurs, no porque haya nacin de Guaycurs, sino porque esta voz Guaicur significa inhumanidad o fiereza" (en De ngelis, Pedro, 1910, IV: 215). b) los fronterizos, "indios de a pie", que realizaban algunas transacciones comerciales con los espaoles de la frontera. Todo lo que sabemos de estos "indios", nos llega a travs de la visin parcializante del discurso de un solo grupo, el del extranjero. De la voz del primitivo morador de estas tierras slo quedan vestigios, restos posibles de rastrear en las crnicas, diarios de viaje y otros documentos del perodo (Cfr. Poderti, 1994). Segundo escenario: La Puna. La regin de la Puna puede definirse como la prolongacin del gran altiplano andino que se extiende desde la hoya del lago Titicaca hasta el extremo noroeste de Argentina. Abarca el sur de Bolivia, el norte de Chile y las porciones del macizo altiplnico que tradicionalmente fueron llamadas la Puna de Jujuy y la Puna de Atacama. Est limitada al oeste por la cordillera de los Andes y en su interior hay cordones montaosos orientados de norte a sur. La regin est constituida por un conjunto de elevadas mesetas con una altura media de 3.200 metros sobre el nivel del mar. El clima es riguroso y las escasas lluvias alimentan una limitada cuenca hidrogrfica. Estas condiciones naturales tan ridas determinaron la distribucin de las instalaciones humanas y las caractersticas del trabajo indgena durante la conquista. Con relacin a las etnias que habitaban esta extensa regin, Eric Boman y Erland Nordenskild afirman que los restos de civilizacin encontrados en Atacama son idnticos a los de la Puna, de manera que tanto los indios omaguacas, como los de Cochinoca,
10

Casabindo y Rinconada estaran integrados al grupo mayor de los "atacamas"6. Muchos historiadores, siguiendo a los cronistas de la colonia, adscriben a gran parte de los aborgenes jujeos a la nacin "diaguita"; otros afirman que esas parcialidades pertenecen a la rama de los "omaguacas"; mientras algunos prefieren no englobar a los habitantes de esta extensa zona en una denominacin general, y cuando se refieren a ellos los llaman por sus nombres propios: omaguacas, ocloyas, cochinocas, casabindos, jujuies, osas y paypayas. Lo que ha quedado claro para la investigacin arqueolgica y etnogrfica es la huella de la dominacin incaica sobre los grupos tnicos de casabindos y cochinocas (Cfr. Vergara, 1961: 36-39). Las encomiendas de esta zona se remontan a perodos tempranos en el proceso de conquista territorial. Hacia 1540, el marqus Francisco Pizarro concedi una encomienda de indios omaguacas al capitn Martn Monje, quien haba llegado a Amrica en el cuarto viaje de Coln y, luego de pasar por Per y Chile, se integr al grupo de los fundadores de Ciudad de Nieva en 1561. En aquel momento, los indios encomendados del capitn Monje estaban asentados en caseros que se extendan de Norte a Sur. Cochinoca era un pequeo pueblo de calles estrechas y viviendas bajas donde se establecan temporariamente algunos espaoles, con el fin de explotar los yacimientos mineros. En abril de 1582, cuando Hernando de Lerma fund la ciudad de Salta, incluy dentro de los lmites de la nueva provincia a una extensa regin habitada por "los indios de este valle de Salta, y del Valle de Calchaqu, Taf, Chicoana, Pulares, Cochinoca, Casabindo, Humahuaca y Jujuy" (Cornejo, 1977: 99). Con el fin de consolidar y hacer perdurable el destino de la nueva fundacin, Lerma se propuso protegerla del ataque de los indgenas, y en 1583 emprendi una campaa contra los indios cochinocas y casabindos, a los que se relacionaba con "la belicosa tribu de los omaguacas". Algn episodio de los relatos de aquella expedicin seala que Hernando de Lerma, seguido por sus soldados, baj al valle, donde los naturales lo recibieron con tal lluvia de piedras y flechas, que se vio obligado a retirarse (Cfr. Bidondo, 1980: 68). En 1595, el fundador de San Salvador de Jujuy, Don Francisco de Argaars, visit la Puna para castigar a los indios que continuaban alzados desde la fundacin de Salta y haban matado a un fraile mercedario. Segn se narra en la Probanza de Mritos y Servicios de Argaars, l los someti y los entreg al cura de Casabindo y Cochinoca para que los adoctrinase (Cfr. Carrizo, 1989: XX). A principios del siglo XVII las parcialidades de cochinocas y casabindos pasan a formar parte de la encomienda del Capitn Cristbal de Sanabria, Teniente Gobernador de Jujuy, quien explotaba all un yacimiento aurfero. Estos grupos tambin estaban ocupados en la produccin de plvora (Cfr. Palomeque, 1995: 23). Fray Reginaldo de Lizrraga, quien en 1600 pas por las Salinas Grandes, tambin se refiere a la actividad de extraccin de sal por parte de los indios:

Segn el criterio de los arquelogos y etngrafos suecos Erland Nordenskild -quien visit las Salinas Grandes y ascendi al Chai en 1904- y Eric Boman -que explor gran parte de la Puna en ese mismo ao-, los utensilios hallados en las Salinas Grandes, Casavindo, Cochinoca y parte de Santa Catalina, revelan que sus habitantes fueron los "atacamas", de la misma familia de los pobladores de Calama, Chile (Cfr. Boman, 1992).
11

...a tres o cuatro jornadas de Talina, unas salinas en despoblado, las ms famosas que creo hay en el mundo, es un valle que debe tener ms de tres leguas de ancho, y de largo, segn me inform, ms de quince; la sal ms blanca que la nieve de la cual se aprovechan los indios Casavindos y Cochinocas y los de la provincia de Omaguaca. De lejos, con la reverberacin del sol, no parece sino ro y a los que no la han visto espanta, pensando han de pasar un ro tan ancho... (Lizrraga, [1603?], 1928). En 1654, la posesin de la encomienda de Casabindo y Cochinoca estaba en manos de Don Pablo Bernrdez de Ovando. Poco tiempo despus -en el marco del gran alzamiento calchaqu protagonizado por el "falso inca" Pedro Bohorquez-, se produjo all el reemplazo del curaca Juan Quipildor por Pedro Avichocoar. El yerno de Ovando -Juan Jos Campero y Herrera-, aument el podero sobre estas tierras y obtuvo, en 1708, el ttulo de Marqus del Valle de Tojo. As, a principios del siglo XVIII, las haciendas que posea Campero de Herrera se extendan desde la ciudad de San Bernardo de Tarija hasta la de San Salvador de Jujuy y Yavi; y desde la Puna jujea hasta el actual departamento salteo de Santa Victoria (Cfr. Madrazo, 1982). En ese momento, la vida religiosa en la Puna cobr singular impulso pues se levantaron templos en las villas de La Rinconada y Santa Catalina, como tambin casas religiosas de los jesuitas en Yavi, Cochinoca y Casabindo. El problema ms denunciado por los sacerdotes y misioneros no resida en las dificultades para la enseanza de los indgenas, sino en la lucha con los encomenderos, que ocupaban a los indios en trabajos alejados de sus tierras de origen. As lo observa el Obispo del Tucumn, Don Manuel Abad e Illana en una carta dirigida al Rey, el 23 de agosto de 1768: "Yo suplico a Vuestra Magestad con vista de todo lo dicho, si le merece alguna f un Obispo que ha sacrificado toda su gran robustez y la ha perdido por socorrer a estos miserables indios, que mande abolir y anular todas las encomiendas conforme se vayan vacando por muerte de los encomenderos: que todos los indios extraados por la avaricia de los encomenderos de natural, se restituyen a l, y que a estos se les deje en libertad aunque con la debida sugecin. De este modo saca Vuestra Magestad a los encomenderos del estado de la condenacin en que estn casi todos porque ninguno hay que cumpla con su obligacin. Solamente no me atrever a decir esto del Marqus del Tojo que tiene su asiento en Yavi, el ltimo lugar de este Obispado, y no muy distante del valle que da nombre a su Marquesado en el Arzobispado de la Plata"... (en Larrouy, 1927,II: 286). Ante la hostilidad del clima de la Puna, los encomenderos preferan establecerse en Salta, Jujuy o en Tarija, y se trasladaban al Despoblado una o dos veces por ao para percibir sus rentas. Adems llevaban con frecuencia a los indios para servir como mitayos en las minas de Potos y en otras actividades personales, lo que trajo como consecuencia la alarmante disminucin de la poblacin indgena. Segn manifestaba el mismo obispo Abad e Illana: "los lugares que ms indios envan son los de Humahuaca, Casabindo y Cochinoca, a no ser estas poblaciones numerosas, ya se hubieran acabado mucho ha. Pero se acabarn, porque los curas de dichos indios me han asegurado que nunca vuelven de la mita tantos como fueron a ella (Cfr. Larrouy, 1927, II: 287).
12

Segn los datos del censo de 1778, puede comprobarse que el 92 % de la poblacin de la Puna, en el ltimo tercio del siglo XVIII, era indgena7. La rebelin

El censo fue realizado por el Marqus del Valle de Tojo -quien obedeca a una orden real-, y finaliz el 16 de enero de 1779, arrojando las siguientes cifras: Cochinoca: 2 clrigos; ningn espaol; 2106 indios; 16 mulatos, zambos, negros y libres. Total 2124. La Rinconada: 2 clrigos; 105 espaoles; 1577 indios; 371 mulatos, zambos, negros y libres. Total 2055. Yavi: 2 clrigos; 5 espaoles; 3066 indios; 7 mulatos, zambos, negros y libres. Total: 3080 Santa Catalina: 2 clrigos; 23 espaoles; 1659 indios; 184 mulatos, zambos, negros y libres. Total: 1868. Total de poblacin indgena: 8408, sobre 133 espaoles (Larrouy, 1927,II: 380).

13

Uno de los ltimos episodios rebeldes dentro del gran ciclo de protestas andinas del siglo XVIII es el protagonizado por Jos Gabriel Condorcanqui, Tpac Amaru II8, cacique de Tungasuca, Pampamarca y Surimana, de la provincia peruana de Tinta. El movimiento se genera cuando, ante los abusos del Corregidor Arriaga y con el fin de abolir el tributo de la mita, Tpac Amaru condena a Arriaga a morir en el cadalso. Muy pronto, la insurreccin contra los funcionarios del poder peninsular se propaga hasta la provincia de Chichas. El foco principal era Chayanta, donde dominaban los hermanos Catari, quienes estaban indignados por la indiferencia del virrey Jos de Vrtiz y la audiencia de Charcas ante sus reclamos por la mala administracin del corregidor Als.

El nombre proviene de dos voces de la lengua quechua: "thupac" resplandeciente- y "amaru" -serpiente, culebra-. Sus padres eligieron este nombre en el ao de su nacimiento, 1738, tomndolo de otro Inca, quien encabez la resistencia en contra de la conquista espaola en el siglo XVI. Tpac Amaru I fue descuartizado en 1572, en la plaza cuzquea de Wacaypato, por orden del Virrey Francisco de Toledo. En ese mismo lugar, dos siglos despus Jos Gabriel Tpac Amaru representara el segundo acto de la tragedia de los Incas vencidos. Dentro del pensamiento andino, el "thupaamaru" o serpiente resplandeciente, guarda estrecha relacin con la revuelta y la revolucin (Cfr. Silverblatt, 1990: 143). Jos Gabriel Condorcanqui Tpac Amaru descenda de una hija del ltimo Inca Tpac Amaru, llamada Juana Pilcoguanco. El apellido Condorcanqui proviene del matrimonio de Juana Pilcoguanco con el cacique Diego Felipe Condorcanqui. Se supone que naci en Surimana, provincia de Tinta, el 19 de mayo de 1738, que estudi en el Colegio de Caciques de San Francisco de Borja en el Cuzco y que posea amplia cultura para su poca (Cfr. Glave, 1982: 12).

14

Mientras los virreyes de Buenos Aires y de Lima trataban de sofocar la insurreccin, varias tentativas de los rebeldes haban fracasado, por errores de estrategia de los jefes en quienes Tpac Amaru haba delegado el poder militar. l mismo tuvo que replegarse antes de avanzar por segunda vez sobre la ciudad de Cuzco, dirigindose hacia la provincia de Tinta, donde fue hecho prisionero y condenado a muerte con gran parte de su familia. Algunos de sus seguidores -Diego y Andrs Tpac Amaru, Toms Catari y su sucesor, Tupac Catari9-, continuaron hostilizando las ciudades de Puno, Sorata y La Paz. Al pasar la frontera de Salta, la insurreccin haba avanzado sobre la provincia de Chichas, Suipacha, Cotagaita y Tupiza. La rebelin se inici el 4 de noviembre de 1780 y se extendi hasta enero de 1782. La duracin de este movimiento rural masivo es proporcional a su nivel de organizacin. En este sentido "es llamativo el hecho de haber continuado despus de haber sido capturado el mismo Tpac Amaru en abril de 1781 para ser ejecutado al mes siguiente en la ciudad de Cuzco. Esto se relaciona con la alta calidad de Diego Cristbal Tpac Amaru como caudillo rebelde y la mudanza del cuartel general desde el pueblo de Tungasuca"... (Cfr. Mrner y Trelles, 1985: 17). Durante esos dos largos aos, el episodio encabezado por Tpac Amaru en Tinta alcanz las principales ciudades andinas: ... en 300 leguas que se cuentan de longitud, desde el Cusco hasta las fronteras del Tucumn en que se contienen 24 provincias, en todas prendi casi a un tiempo el fuego de la rebelin, bien que con alguna diferencia en el exceso de las crueldades (Valcrcel, 1975: 101). Repercusiones en el Tucumn

El verdadero nombre del caudillo altoperuano era Julin Apasa, indio nacido en el pueblo de Ayoayo, provincia de Sicasica, que haba sido sacristn, mitayo y panadero. Su papel en la rebelin se inicia cuando Apasa intercepta una carta de Tpac Amaru a Toms Catari. Luego de or el consejo del mestizo Chukimamani, Julin Apasa asumi el rol de caudillo bajo el nombre de Tpac Catari (en homenaje a Tpac Amaru y a Toms Catari) y se autodenomin Virrey. Fray Matas de la Borda lo describe "como de 30 aos, vestido de uniforme, con una camisa de terciopelo negro, su bastn y con mucho acompaamiento, a quien salud en castellano, y me reprendi, encargndome no hablase otra lengua que no fuese el aymara, cuya ley tena impuesta con pena de la vida" (Valcrcel, 1970: 282).

15

Para contrarestrar la propagacin del movimiento -que en el Alto Per responda a las estrategias desplegadas por el caudillo Tupac Catari y sus seguidores-, el virrey de Buenos Aires mand dos pequeos contingentes de soldados veteranos y, en febrero de 1781, al teniente Jos Resegun. En la Villa de Tupiza, el sargento criollo Luis Lasso de la Vega10 se proclam gobernador en nombre de Tpac Amaru, el 6 de marzo de 1781. Resegun avanz hacia Tupiza y apres a Lasso de la Vega y sus colaboradores (Cfr. Valcrcel, 1970: 286). Sin embargo, cuando Resegun crea pacificada la regin, en la Gobernacin del Tucumn se sublevaron los indios tobas y matacos. Las acciones armadas se desarrollaron en dos espacios: el Chaco y la Puna. En la primera poca del movimiento insurreccional -marzoabril-, la ola rebelde se haba extendido desde la reduccin de San Ignacio hacia el oriente; en el segundo momento, se propaga desde aquel centro hacia occidente, alcanzando los pueblos de la Puna (Acevedo, 1965: 44). En el primer escenario, el principal agente de la sublevacin era el criollo Jos Quiroga, soldado del fuerte del Ro Negro. Los tobas atacaron los fuertes que protegan San Ignacio y el fuerte de Ledesma. En ese momento, las fuerzas militares se encontraban realizando la expedicin a las mrgenes del ro Bermejo, pero, coincidentemente, un destacamento de veteranos al mando del teniente coronel Cristbal Lpez -que haba despachado el virrey de Buenos Aires en socorro de la ciudad de Chuquisaca-, fue el encargado de contener el furor de los indios, impidiendo el sitio del fuerte de Ro Negro. En este primer momento de la sublevacin los matacos tambin se haban alzado, trasladndose hacia nuevos establecimientos misionales fuera de la jurisdiccin de Jujuy. La reduccin de Santiago de los Mocoves no fue tomada, en parte, porque la enemistad de esos indios con los tobas no lo permiti (Cfr. Acevedo, 1965: 42). Jos Resegun, en un parte dirigido al Virrey Jos de Vrtiz en marzo de 1781, le informa acerca del avance de la sublevacin en el Tucumn: Durante la marcha desde Jujui Mojo, encontr al Marqus del Valle de Tojo, con toda su familia, que iba fugitivo de su casa y hacienda, temeroso de los presentes alborotos. A poca distancia me hizo avisar el cura de Cochinoca y Casabindo, lugares pertenecientes al citado Marqus, que ambas poblaciones estaban sublevadas. El 14 encontr al cura de Santa Catalina, huido, y poco rato supe que aquel lugar estaba sublevado, y que se publicaban en l bandos y edictos en nombre de Jos Manuel (sic) Tpac Amaru; lo mismo ha sucedido en las gobernaciones de Estarca y Tarina, aunque el Gobernador de la ltima no ha querido admitirlos ni obedecerlos, y ha logrado contener su pueblo (en De ngelis, 1910, VIII: 512). Un vecino de Jujuy, Don Jos de la Cuadra Fernndez Ponce de Len, en una carta
En marzo de 1781, el sargento mestizo Luis Lasso de la Vega se levant contra el corregidor Garca de Prado, quien se atrincher en su domicilio para defender sus riquezas. Segn narra Valcrcel "Al volar el depsito de la plvora y caer un trozo de pared, penetr un indio al interior, degoll al corregidor y le bebi mucha parte de su sangre. Lasso de la Vega tom el ttulo de Gobernador y Capitn General de Tpac Amaru. Su secretario Aguirre, sujeto espaol y no de comn nacimiento, remiti de inmediato cartas y convocatorias solicitando hombres, armas y vveres para constituir una fuerza poderosa que los libertase" (1970: 286).
16

10

dirigida a su amigo Juan Esteban Anchorena de Buenos Aires, en abril de 1781, traduca los avances del movimiento rebelde en estos trminos: ... ninguno de cuantos vivimos, ha estado excento de temer, por instantes, la prdida de la vida y el saqueo de cuanto posee. Al principio pareca que la rebelin estaba en los pueblos de la Puna, confinantes con Lipez y Charcas, pero, poco a poco, se ha ido esclareciendo, que al influjo de tan deplorable conducta, ha nacido de tres o cuatro cholos, o mulatos que, recostados a la parte de los presidios y reduccin de los indios Tobas, ha conmovido los nimos de estos y de otras naciones y los ha inducido a la terrible crueldad de matar al teniente comandante don Francisco Rodrguez.... (en Bidondo, 1980: 155). En febrero de 1781, Juan Osorio, residente en el paraje llamado "Las Ozas", en las cercanas de Zapla, efectu una denuncia ante tres cabildantes de la ciudad de Jujuy. Esta denuncia fue ratificada por Pedro Serrano, quien declar que Jos Quiroga le haba manifestado "que venan en defensa de la gente baja, pues a todos los estaban matando en esta ciudad (de Jujuy), para que tuviese esos menos vasallos el dicho rey Inca". Agregaba Serrano que, habiendo sido invitado a participar en el alzamiento como "capitn" de los indios, acept solamente para conocer sus intenciones y dar cuenta a las autoridades. A fines del mes de marzo el Cabildo de Jujuy, alarmado ante la sublevacin que encabezaba Quiroga, junto a Gregorio Surez y Basilio Erazo11, elev una nota dando cuenta de los hechos al virrey Juan Jos de Vrtiz. La ciudad de San Salvador de Jujuy se convulsion por el alzamiento, organizndose sistemticamente para la defensa: ..."fueron cavadas trincheras, las milicias armadas con 60 bocas de fuego y un can colocado en la entrada principal de la ciudad" (Bidondo, 1980: 156). El coronel Gregorio Zegada12, Justicia Mayor de Jujuy y Gobernador de Armas de la frontera, fue rpidamente comisionado por el Gobernador Andrs Mestre para sofocar a los insurrectos en esos territorios, derrotando a un ncleo de sublevados del Chaco en la serrana de Zapla, el 31 de marzo de 1781. Tom como prisioneros a 27 de los sublevados,
La carta con la recomendacin de captura de varios indios y criollos que tomaron parte en la sublevacin de los indios tobas, firmada por Jos de la Cuadra, administrador General de las Rentas de Tabacos, Naipes y Correos y Alcalde Ordinario de Primer Voto de la ciudad de San Salvador de Jujuy, fechada el 15 de abril de 1781, se encuentra en el Archivo de Santiago del Estero y da cuenta de los alcances de la sublevacin y los contactos multitnicos de la misma en las descripciones minuciosas de los caudillos insurrectos: Jossef Quiroga,criollo; Antonio Umacata, indio ladino; Gregorio Jurez, criollo de Santiago del Estero; Basilio Eraso, natural de Estarca, de la provincia de Chichas, mestizo amulatado; y Jossef Domingo Morales, alias Rojas, criollo (Cfr. Anexos, III). Gregorio de Zegada haba nacido en Granada, Espaa, en 1734 y muy joven se haba establecido en San Salvador de Velasco, en el valle de Jujuy. All se dedic a tareas rurales y perteneci a las milicias reales, tomando parte en campaas contra los indgenas del Chaco. En 1777 alcanz el grado de Teniente Coronel y form parte activa del Cabildo de Jujuy. En 1784 fue nombrado Subdelegado de Guerra y Hacienda y ms tarde de Justicia y Gobierno Integral de Jujuy. Tuvo una participacin clave en la industria azucarera de Jujy y promovi la cra de la chinchilla. Falleci en Jujuy, en 1794 (Cfr. Poderti, 1995b).
17

11

12

sometindolos a un interrogatorio que logr desarticular su estrategia militar. Las declaraciones de los ncleos alzados son informadas por el coronel Zegada a Mestre, el 1 de abril de 1781: Solo gobernarn los indios por disposicin de su Rey Inca: cuyo maldito nombre ha hecho perder el sentido a estos indios (en De ngelis, 1910, XIII: 515). Ante el peligro de nuevos ataques, Zegada pidi auxilios al gobernador Mestre, pero las tropas resultaban insuficientes para rechazar los ataques en Salta y en el territorio de la gobernacin. En ese lapso se produjo la insubordinacin de milicianos riojanos, salteos y tucumanos. Las tropas de San Miguel de Tucumn se negaron a concurrir hacia Jujuy para sofocar el levantamiento. Se produce aqu un enfrentamiento del grupo blanco -criollo en su mayora- de menor condicin social (que era el integrante de la milicia) con el ms poderoso de los espaoles peninsulares. El alzamiento jujeo inquiet a las autoridades de Tucumn y el Procurador General solicit al Cabildo, por medio del cura de la Iglesia Matriz y de los conventos de la ciudad, que suprimiera las funciones religiosas que podan dar a la "gente del pueblo" la oportunidad de incurrir en alzamiento contra las autoridades (Cfr. Pez de la Torre, 1987). Tanto en el Chaco como en la Puna, los movimientos rebeldes continuaban. A fines de junio de 1781, Zegada regresaba del Chaco con quinientos hombres, despus de haber recorrido ms de cien leguas. Sus tropas haban dado muerte al "capitn" Santiago, cacique rebelde, y haban tomado ms de un centenar de prisioneros, los que fueron confinados en la reduccin de San Ignacio de los Tobas. Durante los primeros meses de 1781 la ola revolucionaria ya haba tomado los pueblos de Cochinoca, Santa Catalina y Rinconada, en la actual Puna jujea (Cfr. Chves, 1973). An cuando estos pueblos haban sido exceptuados por el rey de la obligacin de la mita dada la situacin de exterminio que haban sufrido-, el crecimiento de los gravmenes y la crisis econmica de la regin favorecieron la labor de los ncleos rebeldes. Una de las situaciones econmicas ms perjudiciales para la poblacin de esta zona era el cese de las exportaciones a causa de la Guerra con Gran Bretaa. La ruta comercial del Alto Per, rica en metales y con un dinmico comercio mular, absorba las consecuencias de esta crisis (Bidondo, 1980: 154). Desde mediados de 1780, los pueblos de la Puna ya conocan los pormenores de la sublevacin de Chayanta y los levantamientos de Potos y Chuquisaca. En La Rinconada, su gobernador indio -Manuel Callaguara-, alzaba el estandarte de la sublevacin y se propona atacar la ciudad de San Salvador de Jujuy "para destruirla y matar a sus pobladores". El sargento mayor Flix Apolinar Arias, de las milicias de Zegada, fue el encargado de castigar los intentos de los rebeldes del Per en Casabindo, Guaca, Yavi, llevando prisioneros al indio Manuel Callaguara, y a Mariano, un hijo de ste. Ambos fueron condenados a muerte el 28 de junio, junto a Sebastin Caocota y otros jefes insurrectos. En ese momento, Tpac Amaru acababa de ser derrotado en Tinta y el gobernador Mestre ordenaba celebrar, en su regin, la victoria y la paz (Acevedo, 1965: 44).

18

Anatoma de la rebelin La actitud represora encabezada por el virrey Juan Jos Vrtiz en el Virreinato del Ro de la Plata fue tan cruel y violenta como en otras partes de Amrica. El teniente coronel Jos Resegun despleg una intensa actividad en los focos de la rebelin en el Alto Per, mientras que en la regin del Tucumn le toc actuar al gobernador Andrs Mestre. Este ltimo, en su carta al Virrey Juan Jos de Vrtiz del 24 de abril de 1781, da cuenta del alcance de las acciones en este escenario: Estas novedades me hicieron apresurar mi salida de Salta, y habiendo llegado a sta el 16, se me di noticia que el comandante D. Cristoval Lpez y Gobernador de armas D. Gregorio Zegada, haban logrado avanzar dichos Matacos y apresar el nmero de 65 bien armados, 12 pequeos y 12 mugeres, la vieja que traan por adivina, y que los conducan a la ciudad. Pero considerando el disgusto del vecindario, las ningunas proporciones de asegurarlos y transportarlos al interior de la provincia, sin un crecido costo de la real hacienda, y que en caso de traerlos era inevitable que escapndose uno otro se volviesen sus pases y sirviesen estos de gua para conducir los otros por estos caminos que hasta hoy los tienen ignorados, con los que tendran en continua alteracin esta ciudad, y finalmente que la intencin de estos fu la de ayudar los Tobas, y poner en obra sus proyectos, incurriendo en la ingratitud que otras ocasiones, sin hacer aprecio de la compasin con que se les ha mirado siempre, mantenindolos an sin estar sujetos reduccin, y que su subsistencia sera sumamente perjudicial, los mand pasar por las armas, y dejarlos pendientes de los rboles en caminos, para que sirva de terror y escarmiento los demas; y se ha visto el fruto, pues los Tobas han dado muestras de arrepentimiento, y se han vuelto la mayor parte de ellos su reduccin (en De ngelis, 1910, VIII: 518). El gobernador Mestre ejecuta as la pena capital en ms de noventa indgenas, incluidos mujeres y nios. Adems condena a muerte a diez presos criollos, mientras que recurre a la medida de quintar veinte reos (ponerlos a levas en el ejrcito) y a otros diecisis les manda estampar a fuego la seal "R" (rebelde) en la mejilla. Las sentencias tambin ordenan que los insurrectos sean degollados y que sus cabezas sean exhibidas en picotas en los distintos establecimientos reduccionales. Asimismo se castiga a los soldados que desampararon los fuertes y se unieron a los indios, mandando a que se los arcabucee por detrs "como traidores del Rey y la patria" (Cfr. De ngelis, 1910, VIII: 521). Se determin tambin que los cuerpos de los principales instigadores del movimiento -Jos Quiroga y Domingo Morales, su segundo, fuesen atados a la cola de un caballo de albarda y arrastrados por las cuatro esquinas de la ciudad de Jujuy. Despus, se los ahorcara y su cabeza y manos seran cortadas y repartidas "para que la vista de este espectculo sirva de terror y ejemplo a todos los que, con tanta facilidad, se dejaron llevar de las falsas persuasiones del citado Quiroga"13 (Acevedo, 1965: 42). La sentencia contra Quiroga y Morales, programada para el 23 de abril de 1781, junto al arcabuceamiento de los otros
Oficio de Fernndez Dvila al Gobernador Mestre, Jujuy, 3 de noviembre de 1781 (en Acevedo, 1965: 42).
19

13

insurrectos, se aplic tiempo despus, por encontrarse stos prfugos al momento de la condena, como se hace constar en una carta firmada por el gobernador14. En ese oficio, Mestre tiene la certidumbre de que la tranquilidad no estara instalada definitivamente entre los tobas y matacos del interior del Chaco: ... como su natural inclinacin a la libertad y el simulado odio que nos profesan no les permite segura reconciliacin, ya impresionados del eco que les ha hecho el nombre de Tupaamaro, o persuadidos que el perdn que se les ofreci fuese cauteloso, les hizo desamparar segunda vez (sic) la reduccin y retirarse a los montes (Acevedo, 1965: 43). A pesar de ser un virrey ilustrado, Vrtiz no tom ninguna medida, conforme al criterio de la poca, contra los excesos y la violacin de Andrs Mestre al derecho indiano (Cfr. Lewin, 1976: 85-87). La violencia de los actos represivos caus honda impresin en los grupos indgenas. El 7 de abril de 1781, Don Nicols Severo de Isasmendi informaba al Gobernador de Armas de Salta que sus indios pulares encomendados se haban retirado a un cerro creyendo que los espaoles "se dirigan a pasar a cuchillo a todos los indios". La huida se haba producido por razones de seguridad, en la conviccin de que se les uniran los indios de Atacama (Cfr. Figueroa, 1984: 244; Madrazo, 1995: 149). Un anlisis de los testimonios que relevan las acciones represivas encabezadas por los funcionarios coloniales, demuestra que el castigo corporal pulsa la historia de la rebelin. Los descuartizamientos van seguidos de sentencias ejemplares que ordenan la exhibicin de diferentes partes de la anatoma de los sublevados. La mencin, en los documentos del perodo, acerca de los lugares en los que deban mostrarse estos sangrientos trofeos, ofrece un mapa de la sublevacin y un diseo de la articulacin poltica, social y econmica que impulsaba el movimiento (Cfr. Anexos, VII). La dinmica del escarmiento pretenda desarticular las redes prehispnicas que existan entre las comunidades del espacio andino y que convivan conflictivamente con el sistema colonial. Consecuencias de la sublevacin Desafiando la fuerza de la enrgica represin ordenada por las autoridades, la rebelda logr propagarse hacia zonas distantes: La regin andina, desde Jujuy hasta Mendoza, fue la que sinti ms hondamente la sacudida profunda emanada de Tinta. El movimiento rebelde fue en ella tanto ms intenso, cuando menos estaba alejado de su foco principal. Fuerte en las altiplanicies
En su carta fechada el 25 de junio de 1782, el gobernador Mestre afirma, con respecto a la ejecucin de Quiroga y Morales, que "ha quedado Jujuy tranquila y libre del cuidado con que me tema el que pudiese dicho Quiroga continuar sus ideas, juntando parciales, que no le faltaran por su calidad, por su propensin a la novedad y al robo" (Acevedo, 1965: 42).
14

20

jujeas, con su poblacin indgena, ya antes de la conquista influida por la civilizacin incaica, y dbil en Mendoza, donde el grito libertador lleg ahogado, no tanto por la lejana, como por la falta de una capa social portadora directa y entusiasta de las ideas reivindicadoras. Esa capa exista, en cambio, en la puna de Jujuy, donde los indgenas padecan de los mismos males que sus hermanos de todas partes (Lewin, 1976: 77). Como en las otras localidades de la regin andina, en el Tucumn la rebelin de Tpac Amaru convulsion los cimientos del andamiaje colonial sobre el que descansaba una sociedad multitnica, en la que no slo los indgenas se alzaron en protesta. El conflicto de las castas predispuestas a buscar su libertad, se vea agravado por la situacin de las reducciones fronterizas luego de la expulsin de los jesuitas. Resulta paradigmtico, entonces, que haya sido justamente un establecimiento reduccional el foco principal en el que se desat la rebelin en estos territorios del Virreinato. Por otra parte, una de las consecuencias del levantamiento fue la progresiva cohesin social de la clase ms elevada en el gobierno. El patriciado de Salta y Jujuy se encargan de destacar, en los informes y correspondencia escritos durante la rebelin, sus mritos, sus sacrificios de lealtad y su heroicidad, con el fin de obtener privilegios especiales. De este modo, los militares participantes en la lucha armada fueron recompensados con grandes mercedes que contribuyeron a solidificar sus dominios en la ltima etapa de la conquista territorial y religiosa15.

En este sentido, la actuacin de Gregorio de Zegada en el sofocamiento de los brotes rebeldes del movimiento tupamarista lo hizo merecedor de una extensa merced de tierras chaqueas otorgadas por el gobernador Mestre, como gratificacin de los servicios que prestara a la corona espaola. En esos territorios fue establecida la misin de "Nuestra Seora de las Angustias de Zenta", de importancia clave para la posterior fundacin de la ciudad de San Ramn de la Nueva Orn (Cfr. Poderti, 1995).

15

21

II. ACTORES DE LA REBELIN

..."los personajes actuaron de manera aparentemente contradictoria, si se mira la historia desde la perspectiva del estado y de los grandes programas sociales. Los aliados de ayer se alinearon en bandos enfrentados. Los que debieron apoyar a un bando, por su posicin enfrentada al orden de cosas, apoyaron a Rey y la continuidad. Los funcionarios reales y los defensores del orden establecido, pusieron sus fuerzas en el lado de la subversin. (...) La gran conclusin de nuestra historia local es que la gente actuaba guiada por sus contradicciones inmediatas. Que esas contradicciones, agudas en 1780, coadyuvaron a que la guerra se desatara." LUIS MIGUEL GLAVE

Los roles intercambiables Algunas sublevaciones andinas registran casos de inversin de roles que alcanzan connotaciones psico-sociales. Hay abundantes ejemplos en la rebelin de Tpac Amaru II y en insurrecciones ms recientes: en 1780, don Matheo Pumacahua de Cuzco fue el principal opositor militar del jefe rebelde Tpac Amaru y en 1814 se hizo lder de la rebelin patritica. En la mayora de los casos, aquellas actitudes que en apariencia son humildemente pasivas esconden una resistencia potencial. El hecho de que los indios aparezcan como actores y no solo como objetos en situacin colonial ejemplifica un modelo de estratificacin interna de cada sociedad muy significativo de las acciones e intenciones de los agentes y agencias de dominacin durante el perodo colonial. Las capas superiores de las antiguas comunidades aztecas e incas tenan una interaccin mucho ms diferenciada con los espaoles que las masas y los grupos marginados y sin estado. Tpac Amaru II, como su antecesor del siglo XVI, recibi su educacin y tuvo sus primeras experiencias entre los espaoles. Como regla general, las acciones colectivas fueron encabezadas por individuos que tenan alguna experiencia del mundo no indgena (Cfr. Mrner, 1989: 163). Las pautas de negociacin discursiva entre los distintos sectores de la sociedad colonial se manifiestan en la aparicin de nuevas relaciones que sostienen los actores del momento:
22

A lo largo del siglo XVIII, en todas las reas indgenas de la Amrica espaola, el poder local del sector de los caciques y principales se va debilitando progresiva pero definitivamente ante el creciente empuje de los criollos y los indios enriquecidos, favorecido por la reestructuracin liberal de las colonias. En todo este perodo est en juego la supervivencia de las subsociedades indgenas en tanto que colectividades tnicas. Los caciques, temiendo el deterioro de su prestigio ante ambos interlocutores (sus sbditos" indgenas y los representantes del poder colonial), optarn, segn el caso, por una mayor solidaridad con los indios campesinos o por la alianza definitiva con el poder colonial (Lienhard, 1992: 73). Los mecanismos que se activan en la sublevacin de Tpac Amaru responden a un juego de alianzas y factores de divisin que signarn el accionar de los diferentes actores. As, los eventuales aliados ven en la rebelin campesina una herramienta de provecho para los sectores de poder, siempre y cuando el movimiento sea ms o menos exitoso y no exceda ciertos lmites de comportamiento. Si el movimiento fracasa, los aliados por lo general eligen el momento ms apropiado para abandonar el movimiento y, a veces, hasta toman parte activa en su supresin. Estas situaciones de ambivalencia se instalan en todos los estratos de la sociedad y su observacin analtica permite comprender en profundidad la evolucin de un movimiento cuyo objetivo inicial era el de cambiar la relacin entre las comunidades rebeldes y el mundo externo (Cfr. Mrner y Trelles, 1985). La actitud del clero. Al iniciarse la rebelin de Tinta exista una gran enemistad entre el poder eclesistico y el poder civil, a tal punto que, cuando se produce el movimiento rebelde, el clero adopt dos actitudes diferentes: la de repudiar abiertamente el movimiento y trabajar de manera decidida en favor de las autoridades, o la de simpatizar con el movimiento. Esta divisin interna entre los eclesisticos es de muchsima importancia por cuanto sus miembros tenan gran ascendiente sobre los indios, debido a un trato cotidiano ms comprensivo que el de los funcionarios civiles, y era comn que las huestes rebeldes "se amansasen con la predicacin de los sacerdotes" (Valcrcel, 1975: 134). En este sentido, son significativas las actitudes ambivalentes de muchos prrocos criollos de las aldeas que ocupaban posiciones de autoridad local no muy fciles de vigilar y que podan utilizar su papel de intermediarios entre gobierno y rebeldes para asegurar su supervivencia (Cfr. Mrner y Trelles, 1985). Los religiosos adversos al movimiento insurreccional permanecieron en sus curatos, aceptando los riesgos consiguientes. Los que siguieron a las banderas rebeldes permanecieron en sus Doctrinas y acataron las rdenes obispales, ayudando disimuladamente al movimiento, algunos sin tomar pblico partido por no contradecir sus votos y otros colaborando abiertamente con Tpac Amaru. La nmina de eclesisticos procesados en esta etapa es tan amplia, como la de frailes que trataron de contener los excesos de los partidarios de la rebelin (Cfr. Valcrcel, 1975: 133-142). Entre los religiosos que tuvieron una actuacin descollante en el transcurso de la gran sublevacin se menciona al cura de Tarata, Mariano Moscoso y Oblitas16, quien colabor
El doctor ngel Mariano Moscoso y Oblitas, quien se desempeara durante treinta aos como Cura de Tarata, parroquia del obispado de Santa Cruz de la Sierra, es el mismo que se designa para ocupar el obispado de la dicesis del Tucumn. Nombrado para este cargo eclesistico por el Papa Po VI en 1788, tom
23

16

con los soldados de las milicias que sofocaban a los insurrectos. Otro cura prroco, el de la villa de Laso, el Dr. Jos Dvalos, procur aquietar a las tropas de Tpac Amaru. Mediante splicas no consigui ms que el permiso para dar sepultura a los cadveres del corregidor Prado y sus acompaantes. Sin embargo los indios desenterraron el cadver de Prado y le cortaron la cabeza para llevarla a la Audiencia de la Plata o drsela a su Inca (Cfr. De ngelis, 1910, VIII: 298-299). Un papel protagnico le cupo al Obispo de Cuzco, Juan Manuel de Moscoso y Peralta, con quien Tpac Amaru intercambi correspondencia clave en diciembre de 1780 y que, sin dudas, es una de las figuras ms polmicas de la rebelin. An cuando "la claque antiespaola de los criollos en torno al obispo Moscoso, al parecer logr eliminar las huellas de sus actividades subversivas anteriores" (Mrner y Trelles, 1985: 18), en el transcurso de la confrontacin, Moscoso lleg a convertirse en un tenaz detractor de Tpac Amaru17. De
posesin de la dicesis en 1789 y tuvo una importante participacin en el proceso fundacional de la ciudad de San Ramn de la Nueva Orn en Salta (Cfr. Toscano, 1907: 466-472, Poderti, 1995). Acerca del influjo del obispo Juan Manuel Moscoso y Peralta en la concepcin programtica de Tpac Amaru, Lewin aclara: "Por de pronto, es indudable que el obispo (peruano de nacimiento) y el inca Tpac Amaru II se conocan y trataban. Adems existe una ampla -pero tremendamente contradictoriadocumentacin sobre el papel del diocesano cuzqueo en los acontecimientos insurreccionales de 1780. Nosotros creemos que prueba cabalmente que el obispo, aun cuando extremadamente adverso a los espaoles europeos, no tena ninguna vinculacin con el movimiento rebelde indgena"... (1976: 21). Luis Miguel Glave, en su anlisis de la figura del arequipeo y criollo obispo del Cuzco, expresa: " Hay quienes abiertamente lo ubican como rebelde y hasta quienes lo exculpan de toda participacin, pasando por los que sugieren que sobre la marcha cambi de bando (...) parece claro que era un hombre de su tiempo, envuelto en el conflicto de poder que entonces se desat. Lo que est fuera de toda duda es que una vez que la rebelin tom las enormes dimensiones que le conocemos, Moscoso hizo lo indecible por dejar claro su Realismo, en ese entender entonces es seguro que no pondra entre los aliados del bando estatal a ninguno cuyo apoyo pudiera estar en tela de juicio" (1992: 154-55).
17

24

una forma u otra, el obispo continu participando activamente en los tramos finales del conflicto generado ante los abusos de los representantes del poder peninsular, sugiriendo la concesin de un indulto para Diego Tpac Amaru y sus seguidores, en enero de 1782 (Cfr. De ngelis, 1910, VIII: 349- 439). Esta oscilacin entre diferentes roles dentro del movimiento insurreccional se refleja en una carta dirigida por Moscoso al obispo de La Paz, donde el primero explica los alcances de su participacin en los hechos: Reconociendo las ventajas del enemigo, y la debilidad de nuestras fuerzas [...] y que si alguna vez se acord algn expediente favorable a nuestra necesidad, nunca se egecut [sic]: no perdonando arbitrio, ni medio que contribuyese a defender la patria y cortar la rebelin, me met a soldado, sin dejar de ser Obispo: y as en lo ms grave de este conflicto, arm al clero secular y regular, como en el ltimo subsidio, nombr al Dean de mi catedral, D. Manuel de Mendieta, por Comandante de las milicias eclesisticas... (De ngelis, 1910, XVIII: 446) *18. Indios, corregidores, obispos y disfraces. Los diferentes protagonistas de la sublevacin entraman sus actuaciones para generar una red textual con caractersticas novelescas. Uno de los personajes claves en la reconstruccin del relato insurreccional es el del corregidor de Chayanta, Don Joaqun de Als. Los textos epistolares firmados por Toms Catari describen sus desencuentros con el corregidor en estos trminos: ... a mi regreso encontr en mi provincia un corregidor ambicioso, de lenicas entraas, nombrado D. Joaqun Als, quien paniaguado con un mestizo, nombrado Blas Bernal, que obtena mi empleo, consigui ocultar los despachos superiores, castigndome con crecidos tormentos de azotes, prisiones, ya en la crcel de corte de la Real Audiencia, consiguiendo ocultar mi justicia, mediante los depravados intentos y cavilaciones de este corregidor, acreedor este al propio nombre de Lutero y Calvino (en De ngelis, 1910, VIII: 469). Toms Catari, indio principal del ayllu Collana, del pueblo de Macha, se present a fines del ao 1778 ante el Virrey de Buenos Aires. Luego de un viaje de 600 leguas lleg, miserablemente vestido, para presentar quejas contra el corregidor Als y su cobrador de tributos, Blas Bernal. Joaqun de Als, de la orden de San Juan, haba llegado de Espaa para hacerse cargo de la provincia de Chayanta pero a causa de sus actos hostiles contra los vecinos y naturales, estaba bajo amenaza de muerte. Fue prevenido por el Rey para que tratase a los indios con prudencia y sagacidad. La Real Audiencia de la Plata, con el fin de librar al corregidor del peligro y apaciguar a los rebeldes, otorg la libertad a Toms Catari pero la situacin empeor y Joaqun de Als tuvo que huir de Chayanta, comisionando a Manuel de Valenzuela para que cobrase los repartos de su provincia, recibiendo un porcentaje de los mismos (Cfr. De ngelis, 1910, VIII: 473-75). De la segunda huida del corregidor se hace referencia en la Relacin Histrica, en un
18

La negrita, en los casos marcados de aqu en adelante (*), es ma.

25

episodio ocurrido dentro de las jurisdicciones de la Gobernacin del Tucumn. All se narra que Don Jos Resegun, cumpliendo rdenes del Virrey, sali de Buenos Aires el 19 de febrero de 1781, con el fin de incorporarse a las tropas del Puesto de los Colorados, distante 460 leguas de la capital del virreinato. En el trayecto por Jujuy, Resegun se encontr con varios espaoles fugitivos, quienes le daban novedades sobre los alcances de la sublevacin en las provincias de Chichas, Cinti, Lipes y Porco y de la huida de Joaqun de Als hacia Salta: D. Jos Resegun (...) recibida la instruccin del Virrey se puso en camino por la posta, sin que lograsen detenerle los eficaces esfuerzos y ruegos que emplearon los vecinos de Jujuy, y los de muchos espaoles fugitivos, que por todo el camino encontraba(...), que median hasta la villa de Potos y ciudad de la Plata, cuya noticia confirmaba el corregidor de Chayanta, D. Joaqun de Als, que disfrazado de religioso franciscano, iba huyendo por no caer segunda vez (sic) en manos de los sediciosos (en De ngelis, 1910, VIII: 294) *. En aquel clima de disfraces e intercambio de papeles, el obispo Moscoso presenta, en su extensa carta dirigida al obispo de La Paz, el caso de un indio que se transforma en obispo: En lo trgico de la escena, no solo se represent el papel de rey por Tpac Amaru, y de virrey por Tupac Catari, sino tambin el de Obispo en Nicols Villca, indio natural de la hacienda de Pachamachay de la doctrina de Challabamba, jurisdiccin de Paucartambo, [...] situada en una montaa spera e inaccesible. Se hizo obispo, conformndose su circunspeccin, proceridad de su persona y calva estendida [sic] desde el crneo hasta el cerebro, que le haca espectable con el carcter que figuraba, segn se me present. Se cactaba [sic] veneraciones de tal; besbanle las manos, postrbanle la rodilla, distribua bendiciones, y persuada a los suyos, que los eclesisticos no hacan guerra, y solamente deban defenderse... (en De ngelis, 1910, VIII: 449). * El tema del cambio de vestidos es un motivo corriente en los episodios de la sublevacin. As cualquier traje es til si se trata de salvar la vida: Volvieron en tropel la iglesia, y hallaron que los que haban quedado sacaban a D. Jos Ibarguren, vestido de muger, trage que tom para confundirse con el sexo, y estando rezando con las dems, lo acus un criollo. Acometironle furiosos, conocido por los zapatos, y arrancndole de los brazos de su propia consorte, quien el dolor oblig a salir en seguimiento de su marido, y quien consolaban los homicidas, con decirle: 'no llres, que nosotros no tenemos la culpa, porque estos lo egecutamos por rden de D. Jacinto Rodrguez' (en De ngelis, 1910, VIII: 288). Jacinto Rodrguez, quien en un acto popular fuera nombrado Justicia Mayor de la villa de Oruro, es un personaje que acta como aliado de los indios y colabora con dineros del erario para los fines rebeldes. En un momento genera una curiosa disposicin: D. Jacinto Rodrguez, convenido con la muger del capitn de aquellas milicias, D. Clemente Menacho, intentaron que todos los espaoles usasen el traje de los indios. Sali de esta conformidad por las calles, vestido de terciopelo negro con ricos
26

subrepuestos de oro; amenazaba todos seran vctimas de los rebeldes, sino le imitaban, porque se persuadiran eran europeos, que se convinieron por librarse de la muerte, y en un momento logr la transformacin que deseaba, adoptando los hombres prontamente la camiseta unco de los indios, y las Seoras dejando sus cortos faldellines aseados, vistieron los burdos y largos acsos de las indias (en De ngelis, 1910, VIII: 289)19. La dinmica de disfrazar las fisonomas tambin se convierte en una estrategia vlida para que algunos grupos indgenas del noroeste argentino, en alianza con algunos criollos, avancen en sus planes rebeldes: ...ayer tarde vino un mozo que habita en las Capillas, distante siete leguas de esta, quien expres haber el da antes ido su casa, y de paso para la reduccin, un hombre quien no conoca (pero era aindiado) y le previno que para el mircoles estuviese dispuesto con sus caballos, y se disfrazase, untndose de barro la cara, pues l iba traer su gente, y entre ella dichos indios... (en De ngelis, 1910, VIII: 514). Cacicas, guerreras y adivinas. La actuacin de las mujeres durante la sublevacin es un elemento indicativo de la transgresin social que se opera en tiempos de revuelta. Antes de la conquista espaola, las reinas incas encabezaban una red poltica que conectaba a las mujeres de todo el imperio, ms la Corona impidi a las nativas nobles el ocupar cargos en las estructuras de gobierno colonial establecidas para los descendientes de la lite incaica (Cfr. Silverblatt, 1990: 90). An as, el recuerdo del rol femenino en la sociedad andina antes de la invasin extranjera perdur entre las mujeres de la clase alta de la casta vencida. Esta identificacin con la
La contraposicin de modelos culturales pulsa constantemente los relatos de la sublevacin y contribuye a crear la otra versin de la historia. As, en uno de los informes elevado por Diego Cristbal Tpac Amaru, fechado en Azangaro el 18 de octubre de 1781, l dice de los funcionarios espaoles: ...porque estos infelices, abandonando sus nimas por su codicia, han tenido la desenvoltura y arrojo de repartir por fuerza contra toda voluntad y razn, v.g., las bayetas y cuchillos que valen dos reales, los daban peso, como la libra de fierro mas intil y perverso: y esta semejanza los polvos azules, agujas de Cambray, dedales alfileres, naipes, trompas, espejitos y sortijas de laton, que no sirven a los naturales, y mucho menos los terciopelos y fardos, con otros efectos de seda y de Castilla, que jams visten los indios desdichados, que por lo regular viven sugetos vestir las jergas ms ruines del Per, dormir en camas compuestas de trapos, y comer sustentarse de races y alimentos los mas inspidos de sus pases (en De ngelis, 1910, VIII: 417).
19

27

dinasta incaica femenina del pasado, habra de estallar en los movimientos polticos que intentaban recrear en parte la organizacin social y poltica del imperio incaico. Las mujeres de cuna noble jugaron un papel decisivo en las rebeliones andinas del siglo XVIII, pero cobran singular importancia en la sublevacin de Tpac Amaru, movimiento que fue co-liderado por su esposa, Micaela Bastidas Puyucawa. Hija de Manuel Bastidas y de doa Josefa Puyucawa, miembros de una familia tradicionalmente afincada en el pueblo de Pampamarca, Micaela se haba casado con Tpac Amaru a los 20 aos. Tuvo tres hijos varones con el lider: Hiplito, Mariano y Fernando, todos bautizados por el cura Antonio Lpez de Sosa, quien tambin haba casado a Micaela y Jos Gabriel en Surimana. Ella fue la principal consejera de Tpac Amaru, junto al Consejo de los Cinco, y su incansable actividad para resolver problemas administrativos, catequizar a los caciques remisos, impulsar la propaganda, incrementar la tropa o reunir informes sobre las provincias amigas y contrarias, prueba lo acertado de su eleccin para el cargo de jefe interino, puesto que ocup mientras Tpac Amaru intentaba invadir las provincias del sur. Micaela Bastidas tena bajo su responsabilidad los traslados personales, los envos de mercancas y la expedicin de salvoconductos y permisos especiales. Ella decida acerca del despacho de cartas y propaganda a los pueblos o jurisdicciones importantes. En momentos claves de la sublevacin, Micaela transmiti noticias captadas por sus espas acerca de preparativos de las fuerzas militares de Lampa y Arequipa. El sistema de comunicaciones entre Tungasuca y los pueblos del sur estaba compuesto por un servicio de chasquis a caballo y arrieros que cargaban en su piaras los fusiles y caones que deban ser trasladados hacia los puntos de ataque. Aunque ella misma, como cualquier otro jefe, acataba las rdenes de Tpac Amaru, su temperamento la empujaba a efectuar crticas y retoques a los planes de su esposo, y le reprochaba su excesiva confianza en momentos de peligro. Al comenzar la rebelin, Micaela consider que la ejecucin del corregidor Arriaga era un hecho preventivo, por cuanto ste pretenda asesinar a Tpac Amaru. Asimismo, cuando el caudillo trat de marchar sobre el Cuzco doa Micaela consider prematuro su avance, el que juzg adecuado que se realizara luego del triunfo de Sangarara. Este consejo fue desodo por Tpac Amaru y los sucesos posteriores confirmaron lo acertado del plan de su esposa. Ms tarde, informada Micaela acerca de que algunos eclesisticos escriban al obispo del Cuzco, mand cerrar sus iglesias para que no fueran utilizadas como centros de actividad contrarevolucionaria. Su temperamento sanguneo y su frecuente autorecriminacin por desaprovechar varias oportunidades de triunfo eran sus caractersticas personales ms destacadas. Afirmaba que toda violencia innecesaria era perjudicial para el prestigio del movimiento y por ello, Micaela castigaba duramente a los jefes tupacamaristas que cometan excesos. En su correspondencia, Micaela se diriga a su esposo con el apelativo de "muy querido Chepe", ostentando su faceta de compaera y amante. Micaela Bastidas goz de gran prestigio entre los suyos, como se desprende de la correspondencia que con ella entablaron los caciques, gobernadores y particulares, en las que se dirigen a la "Reina" para solicitarle consejo (Cfr. Valcrcel, 1975: 115). El episodio de su muerte en la plaza del Cuzco, est teido del horror que acompa los ajusticiamientos de los sublevados en aquella nublada jornada del 18 de mayo de 1781:

28

Luego subi la india Micaela al tablado, donde asimismo, presencia del marido, se le cort la lengua, y se le di garrote, en que padeci infinito, porque, teniendo el pescuezo muy delgado, no poda el torno ahogarla, y fu menester que los verdugos, echndola lazos al pescuezo, tirando de una y otra parte, y dndola patadas en el estmago y pechos, la acabasen de matar... (en De ngelis, 1910, VIII, 376). Otra de las lderes destacadas en esta rebelin fue la cacica Tomasa Titu Condemayta, quien durante la rebelin detentaba el cargo de jefe provincial de Acomayo, en el departamento de Cuzco. A los cuarenta aos ejerci el cacicazgo de Acos (Quispicanchis), pueblo donde haba nacido y en el que era propietaria de casas, chacras, animales y otros bienes. Fue la persona de confianza de Tpac Amaru y Micaela Bastidas y su posicin acomodada favoreci su accionar estratgico en la causa revolucionaria. Adems de ser una activa planificadora y consejera del matrimonio Tpac Amaru en materia de estrategia logstica y militar, Doa Tomasa encabez una brigada de soldados femeninos que alcanzaron mucha fama al defender exitosamente el puente de Pilpinto, anexo del pueblo de Accha Urinsaya (provincia de Paruro) de las tropas espaolas (Cfr. Silverblatt, 1990, Valcrcel, 1970). Su participacin en el ejrcito insurgente y aquel memorable triunfo armado femenino fue considerado una obra de la brujera dentro de la mentalidad de la poca. La cacica de Acos fue condenada al cadalso junto a los jefes principales en 1781 (Cfr. De ngelis, 1910, VIII: 376). Una mujer de gran importancia en las actuaciones revolucionarias fue doa Cecilia Tpac Amaru, "la de los ojos negros penetrantes; la de la estatura pequea y grcil" (Valcrcel, 1970: 139). Hija de Marcos Tpac Amaru y doa Marcela Castro, Cecilia naci en Surimana y se haba casado con Pedro Mendigure, uno de los principales capitanes de Jos Gabriel. La prima hermana del caudillo tena 26 aos cuando se enrol en la causa de la rebelin y, aunque no tom parte en las expediciones militares, estuvo en Piccho cuando se produjo el sitio de Cuzco. Su carcter y decisin se ponen de manifiesto en ancdotas como la protagonizada en un ataque de artillera, cuando Cecilia culp a Francisco Cisneros por la desaparicin de la plvora y quiso castigarlo, intentando sacarle los ojos con una escoba o con las manos. Su aversin hacia los espaoles y los mestizos era proclamada continuamente y su fidelidad al movimiento le llev a pedir que, si era necesario, ejecutasen a su marido si no ayudaba a su primo con la eficacia esperada. Mientras reparta "plata y coca" a los indios que combatan contra los soldados enemigos, criticaba enrgicamente a los funcionarios reales, afirmando que "por causa de los Corregidores ya no tena lana el pellejo en que dorman" (Valcrcel, 1970: 140). Cecilia Tpac Amaru era considerada ms peligrosa que Micaela Bastidas, sobre la cual ejerca continua influencia. Fue humillada con la condena a prisin y destierro, previa pena de doscientos azotes en las calles pblicas de la ciudad -la que debi soportar sobre un burro aparejado y con medio cuerpo al desnudo-, en compaa de Juan Bautista Tpac Amaru, medio hermano del caudillo. No alcanz a salir al destierro, pues muri a consecuencia de los maltratos en la crcel de Cuzco, el 19 de marzo de 1783. En el Alto Per otra mujer asume el papel de caudillo y lidera un segmento clave de la secuencia revolucionaria: el sitio de la ciudad de La Paz. Para llevar a cabo esta misin, mientras otros jefes alcanzaban distintas localidades andinas, Bartolina Sisa despliega una inteligente estrategia ofensiva:
29

Quedaba la Paz, cercada por segunda vez por la famosa Bartolina, muger concubina de Catari. Valindose del arbitrio empleado contra Sorata, los sitiadores hacen represas en el ro que pasa por la ciudad, y forman una inundacin que rompe sus puentes, y causa los mayores estragos. Tal vez hubiera tenido que ceder su intrpido defensor Segurola, si no hubiese aparecido Resegun, que vena socorrerle con 5.000 hombres (en De ngelis, 1910, VIII: 271). La "virreina" Bartolina Sisa, compaera de Tpac Catari, era una chola de 26 aos a quien le toc protagonizar tambin un destino trgico ligado al final de toda una familia rebelde. En el momento ms crtico del movimiento, parte de los indios solicitan una amnista y entregan a la esposa de Tpac Catari para obtener el perdn, "procurando de este modo sanar un vicio con un crimen" (Valcrcel, 1970: 287). En la Plaza Mayor de La Paz, Bartolina fue sacrificada junto a Gregoria Apaza, hermana de Tpac Catari, en 1782. La primera lleg desde el cuartel con una soga al cuello, atada a la cola de un caballo y la segunda vino montada en un burro. Las dos mujeres, caudillas del alzamiento indgena fueron llevadas por las calles de la ciudad portando un aspa de palo, a modo de cetro en la mano y coronadas con espinas, mientras los presos barran con ramas el camino. Luego de la horca, sus cabezas y manos fueron distribuidas por la regin. Mientras persista la sedicin, un jefe leal al Rey se afanaba para conseguir la paz a cualquier precio. En este cometido, Resegun descubra en los indios poderes sobrenaturales, propsitos ocultos, falsas promesas de paz, maneras de actuar y astucia para mantener a sus partidarios en la lucha sin perder de vista la esperanza del triunfo. Entre los indgenas que solicitaban perdn se encontraba la joven Ana Huallpa. Resegun qued impresionado con la claridad de su inteligencia, llegando a definir a esta mujer como "otra doa Marina, a quien debi Corts tantos aciertos" (Cfr. Valcrcel, 1970: 290). En los actos armados protagonizados por las tropas leales al rey Carlos III, la participacin de las mujeres tambin es un hecho que impresiona a los cronistas de la sublevacin: Seran las 12 de aquel da, cuando se pusieron en marcha nuestras tropas, y llegando al campo se present al Comandante un espectculo agradable, que le anunciaba la victoria, y fu reconocer que un crecido nmero de mugeres, mezcladas y confundidas entre la tropa, deseaba con ansia entrar en funcin: este raro fenmeno, cuanto lisonjeaba el gusto, arranc lgrimas de aquel gefe, que egercit toda su habilidad para disuadirlas se apartasen de tan peligroso empeo, con el cual nicamente haban conseguido ya una gloria inmortal, y aunque se les mitig el ardor, nunca se pudo lograr se retirasen, y permanecieron en el campo de batalla, bien para que su presencia inspirase aliento los soldados, para que sirviesen de socorro en cualquier infortunio (en De ngelis, 1910, VIII: 280). La red de relaciones que se desarrolla durante la rebelin indgena es compleja. As, mientras algunas mujeres de la lite nativa fueron alabadas como heroicas participantes en la lucha contra el rgimen peninsular, otras fueron despreciadas por manipular las instituciones coloniales en beneficio propio. Uno de los ms duros ataques de los seguidores campesinos de Tpac Amaru se materializ en la destruccin de las propiedades de Doa Antonia Chuquicallata, una rica mujer de la nobleza nativa de Azangaro (Cfr. Silverblatt,
30

1990, 90-91). An cuando algunas mujeres indgenas pudieron aprovechar los nuevos lugares sociales asignados en la contienda, su historia representa un pequeo porcentaje de los pobladores andinos. La violencia desatada tiene como blancos predilectos a las mujeres, tal como puede leerse en muchas secuencias del movimiento: ...en efecto lo practic el mismo Orellana hasta alguna distancia, para impedir los daos que recelaban egecutasen con los indios de Icho de la jurisdiccin de su provincia, que no haban faltado desde entonces la fidelidad: diligencia infructuosa, pues cuando lleg dicho pueblo, ya haban degollado todas las indias, vengndose con esta inhumanidad, de la fidelidad de sus maridos, que estaban alistados en Puno, siguiendo constantemente las banderas de su legtimo Soberano (De ngelis, 1910, VIII: 334). En el Tucumn, a las mujeres les correspondi ocupar el papel de vctimas de la crueldad y la represin ordenada por el gobernador Mestre. Los informes dan cuenta del ajusticiamiento de mujeres y nios, al tiempo que dejan entrever la organizacin social de los grupos indgenas del Chaco, en los que se resalta la figura de la "vieja adivina" (De ngelis, 1910, VIII: 518), portadora de la sabidura ancestral de su pueblo. La construccin de la imagen de Tpac Amaru. Dramatizacin de la historia incaica Franklin Pease ha destacado, dentro de los aspectos polticos de la rebelin, que la actitud de autoproclamacin real por parte de Tpac Amaru resultaba, a los ojos de los espaoles, ms interesante -y ms fcilmente sancionable- que la de proclamarse Inca. Pero debe considerarse que Tpac Amaru se diriga simultneamente a pblicos diferentes: sus dirigentes y seguidores andinos junto a otros grupos a quienes deba hablar en distinto lenguaje. Este problema ha derivado en posturas historiogrficas que diversifican las posiciones de los sublevados como "fidelistas" al rey y, simultneamente, como portadores de la expresin de rechazo hacia las autoridades locales de los corregidores. En este sentido es interesante notar que, aunque la dirigencia de los movimientos del siglo XVIII estuvo conformada mayormente por curacas -muchos de ellos descendientes de los incas del Cuzco-, debe destacarse tambin la progresiva participacin de mestizos y criollos en el movimiento insurreccional, participacin relacionada con la necesidad de sectores dirigentes de la sociedad colonial de comandar la sublevacin indgena. Tpac Amaru se diriga a mestizos y criollos, pero a lo largo de la cronologa de su rebelin el acento andino fue intensificndose y, con l, la utilizacin del trmino Inka para designar a su jefe. La presencia de una ideologa mesinica constituye, segn Franklin Pease, un teln de fondo, del mismo modo que la presencia personalizada en la figura del Inca en las rebeliones de esta centuria es evidencia y sustento de sus dirigentes. Jos Gabriel Tpac Amaru se present pblicamente como descendiente de los incas y, a la vez, como Inca. Tiempo antes de alzarse en rebelin, l mismo haba iniciado diferentes trmites administrativos y judiciales20 para lograr el reconocimiento de su condicin por parte de las autoridades
En 1777, Tpac Amaru llev adelante un juicio contra las pretensiones de la familia Betancur-Tupa Amaro, puesto que ambas familias se consideraban descendientes de Felipe Tupa Amaro, ltimo inca de Vilcabamba ejecutado en los tiempos del virrey Toledo (Cfr. Pease, 1992: 318).
31

20

espaolas (Cfr. Pease, 1992: 321-328). La caracterizacin como Inca y Rey define la imagen de Tpac Amaru que se construye en la escritura del momento, tanto en las cartas y edictos que l dirige a indios y a criollos, como en la literatura pasquinesca. Los pasquines abundan en imgenes que buscan legitimar o deslegitimar esa identidad real. La instalacin de un contenido rebelde a partir de la transgresin lingstica es uno de los principales mecanismos que vehiculizan la proclamacin de un soberano que ha de proteger los intereses de sus pares (Cfr. Godenzzi, 1995: 71): El general Inca viva jurmosle ya por Rey, porque es muy justo, y de ley que lo que es suyo reciba. Todo indiano se aperciba a defender su derecho porque Carlos con despecho los aniquila y despluma, y viene a ser todo en suma robo al revs y al derecho. Tanto dao penetrado vengarse a gasto cumplido pues espaoles han sido autores del mal causado morirn con el soldado Alcaldes, Corregidores, ricos, pobres, y Oidores. O no he de ser Tpac Amaru. (Godenzzi, 1995: 68). Los pasquines de rplica dejan en claro la invasin de roles por parte de un advenedizo: Es el caso y es muy raro que un indio sin Dios ni ley se propusiese ser Rey por llamarse Tupamaro. (Lewin, 1980). Continuando con la compleja caracterizacin de los actores de la rebelin, una noticia aparecida en un diario de Arequipa el 4 de enero de 1781 describe el atuendo real de Tpac Amaru al entrar en Azangaro, el que incluye -curiosamente- una prenda propia de la jerarqua episcopal: Algunos que ltimamente han llegado fugitivos de la provincia de Azangaro, aseguran que cuando entr el rebelde en dicha provincia, traa a su lado cuatro hombres enmascarados, los que no trataban con ninguno, y esta noticia se ha repetido, y conviene con la que dio Zavala, y es como sigue: El ejrcito es muy considerable, y fuera de la infantera, llevaba sobre mil hombres de caballera, espaoles y mestizos,
32

con fusiles, y al lado izquierdo y derecho de Tupac-Amaru iban dos hombres rubios y de buen aspecto, que le parecieron ingleses. Tupac-Amaru iba en un caballo blanco, con aderezo bordado de realce, su par de trabucos naranjeros, pistolas y espada, vestido azul del terciopelo, galoneado de oro, su cabriol en la misma forma, de grana, y un galn de oro ceido en la frente, su sombrero de tres vientos, y encima del vestido su camiseta, o unco, figura de roquete de obispo, sin mangas, ricamente bordado, y en el cuello una cadena de oro, y en ella pendiente un sol del mismo metal, insignias de los prncipes, sus antepasados (en De ngelis, 1910, VIII: 350). Esta escena, que constituye una dramatizacin acerca del poder y las caractersticas de la funcin suprema en el estado incaico, se enmarca dentro de la tradicin del homenaje ritual Inca, que se actualizaba, segn los cronistas, en ritos imperiales artsticamente elaborados, destinados a glorificar la dinasta y a afirmar su origen celestial21. Algunas de esas escenificaciones, como los autos sacramentales, tenan lugar en los atrios de las iglesias, durante el tiempo de Corpus22. El famoso drama quechua Ollantay (escrito hacia la segunda mitad del siglo XVIII), junto a la Suma y narracin de los Incas de Juan Betanzos (1548-56) y la Yntrucin del Inga don Diego de Castro Titu Cussi Yupangui (1570), tambin se recrean los motivos del homenaje ritual Inca y dramatizan los conflictos de la resistencia antiespaola. Ninguno de estos textos pertenecera a formas u obras teatrales semejantes al drama occidental. Esto se debe a que, mientras el teatro occidental culto parece centrarse en los conflictos de conciencia provocados por las circunstancias de la vida social y poltica, el espectculo incaico tiende a enaltecer la funcin del qapaq inca, a celebrar el presente dinstico y a actualizar la armona entre el sistema poltico del Tawantinsuyu y el sistema csmico. Como acto ritual, el espectculo incaico no trabaja especialmente el "suspense" dramtico, esencial en el teatro europeo (Cfr. Lienhard, 1992: 152-153). All se sugieren, en el texto escrito, los elementos visuales del espectculo. Los homenajes rituales a los Incas articulaban cantares
El vigor de la cultura neoinca en el siglo XVIII se puede comprobar en la violencia de su represin despus de la derrota del levantamiento tupamarista. La sentencia del visitador Areche contra Tpac Amaru es tambin una sentencia contra la sociedad y la cultura neoinca. Se prohibe la produccin de cualquier signo que pueda recordar a los 'difuntos monarcas': trajes, ornamentos, retratos, las 'comedias u otras funciones pblicas de las que suelen usar los indios para memoria de sus dichos antiguos incas', ciertos instrumentos musicales antiguos como los pututos, etc. Tambin se prohibe la firma de Inca, que 'hace infinita impresin en los de su clase'. Tpac Amaru sola firmar: 'Don Jos Gabriel Tupa Amaro Inca de la sangre real y tronco principal de los reyes', lo que implicaba todo un programa poltico. Se exige, al mismo tiempo, una castellanizacin acelerada de la poblacin andina (Cfr. Lienhard, 1992: 74-75). A este tipo de representaciones festivas pertenecen las obras de los "Doce pares de Francia" o las peleas entre "Moros y Cristianos" que se encontrarn en las danzas (taquis) indgenas que se ejecutan hacia 1610 en Cuzco. En 1559, el Diario de Lima recoge la escenificacin de una pelea entre reyes: ... sali el rey Inca y pele contra otros dos reyes hasta que los venci y cogi el castillo y puesto todos dos reyes ofrecieron las llaves al Prncipe que iba en un carro retratado; y salieron a la plaza todos los indios que hay en este reino, cada uno con sus trajes; que fueron ms de dos mil los que salieron que pareca la plaza toda plateada de diferentes flores, segn salieron los indios bien vestidos y con muchas galas (en Flores Galindo, 1986: 65-66).
33

21

22

picos con acompaamiento rtmico-musical, danzas guerreras, todas manifestaciones en las que adquira un lugar central la presentacin de las imgenes de los Incas. La solemne entrada de Tpac Amaru II en Azangaro constituye una imagen de alto contenido mesinico, que modeliza la entrada de Jess en Jerusaln, antes de su sacrificio. Pero adems, como en otros relatos y dramas en los que se ejercita el homenaje ritual, la vestimenta del Inka deber competir, en majestuosidad y riqueza, con la del monarca espaol, como una forma de mostrar su podero. Una de las representaciones de la figura del Inca brindada por la iconografa de la poca, de importancia clave para reconstruir esta imagen de Tpac Amaru II, es el retrato pintado por Oblitas, en el que el jefe aparece montado a caballo y ostentando las vestiduras reales del incario23.
Antonio Oblitas -cuzqueo criado en Arequipa-, era esclavo del corregidor Arriaga. l mismo colabor en la causa de Tpac Amaru y fue el verdugo de su amo en Tungasuca. Liberado de su esclavitud, el zambo pint el retrato del jefe rebelde en un rstico tabln de madera. Este cuadro fue hallado en Tinta, colgado de una horca, cuando entr al pueblo el mariscal de campo Jos del Valle, al mando de las tropas espaolas. El retrato se extravi al remitirse los expedientes del proceso, en siete cajones, a la metrpoli por la va de Buenos Aires. Existen descripciones del mismo, que coinciden en sealar que, en la pintura, Tpac Amaru monta su caballo, al aire libre, luciendo las vestiduras de Hijo del Sol y sus insignias de rey: el casco de plumas, la triple corona y la borla colgante, el sol de oro sobre el pecho y en un puo el cetro erizado de pas. Alrededor del jinete el pincel de Oblitas ha reproducido escenas de victoria contra las tropas coloniales: "en la cabeza las insignias por ser las del Ynga descendiente de sangre real, y havrselo mandado el Revelde, el bastn porque continuamente lo cargaba; que al lado est la expedicin Sangarara, representando la Yglesia quemada con las llamas que salan de ella, y varios muertos, y otros a quienes desnudaron; al otro [lado] la crcel de Sangarara, y los Yndios quemndola, y otro Yndio agarrando por los cabellos al Carcelero; arriba un quitasol con que andava continuamente" (en Valcarcel, 1970: 77).
23

34

Durante el perodo independentista se representa en el Coliseo de Buenos Aires la obra titulada La rebelin de Tpac Amaru, atribuida al conocido dramaturgo criollo Luis Ambrosio Morante, -quien haba nacido en Montevideo y posea indudable ascendencia indgena- y era autor de diversas piezas que se estrenaron en ese teatro, considerado un verdadero escenario de la Revolucin. La rebelin de Tpac Amaru tiene la influencia francesa y el inconfundible contenido patritico-revolucionario que caracterizan a las obras de las primeras dcadas del siglo XIX. Consta de cinco actos y est escrita en verso. Un comentario del peridico "El Argos", el 2 de junio de 1821, expresa que la pieza "se atribuye a Morante" (en el libreto figuran las iniciales L. A. M), aunque "parece francesa". Sin embargo, Ricardo Rojas sostiene que la obra no es la traduccin y versin de una obra francesa. Morante contaba con la informacin brindada por el Inca Garcilaso de la Vega y el den Gregorio Funes y, por lo tanto, la obra podra corresponderle por completo a este autor central en el teatro de la emancipacin (Rojas, 1948/9). Los personajes principales del texto son Tpac Amaru, Micaela Bastidas y Santelices, mientras que en un plano secundario se encuentran el visitador Arriaga, el Corregidor, y el jefe indgena Catari, entre otros. Santelices, hijo criollo del corregidor espaol, recrimina a su padre su empeo por reprimir la rebelin indgena: "No queris pertinaz y alucinado que vuestro nombre sea eternamente inscripto en el detall de los tiranos" Una vez iniciado el enfrentamiento, el Corregidor cae en manos del Tpac Amaru y ste se propone ajusticiarlo. Su mujer, Micaela Bastidas se lo reprocha enrgicamente: "Teneos... (Inca Tpac Amaru! (Qu! )T hablas de la virtud y asesinar pretendes al padre de tu amigo? Quien se jacta descender desde Manco no es posible que con la crueldad pacte alianza." La actitud de Micaela Bastidas con respecto al Corregidor, presenta una dosis de ingenuidad en la esposa que an no alcanza a comprender, desde su exagerado idealismo humanista, que el Corregidor se apresurar a incorporarse a sus fuerzas para destrozar a quienes acaban de perdonarle la vida. La caracterizacin esttica del personaje femenino, ajustada a los condicionamientos de la poca postvirreinal, entra en colisin con los testimonios historiogrficos sobre esta mujer de actuacin fundamental en la lucha rebelde (Cfr. apartado anterior). Tpac Amaru acepta dejar en libertad al corregidor, y la Bastidas exclama jubilosa: "Ved, amigos, una leccin de las heroycas almas" Ms adelante, Catari destaca el triunfo de la revolucin de los americanos a partir de la sublevacin indgena:
35

")No abatieron del Anglo la soberbia haciendo que los trate como a iguales y respete su augusta independencia?" Dando pie a Micaela Bastidas para completar la idea: "(Oh! Nord-Americanos (Oh, mis hroes! (Nuestros modelos en tamaa empresa! Como vos detextamos los tiranos; como vos detextamos las cadenas; como vos aspiramos a ser libres." En la culminacin dramtica, el joven Santelices se incorpora a las filas rebeldes y jura luchar por "la Libertad del Sud". Tpac Amaru, caracterizado como "el Inca", lo recibe con alborozo y exalta su gesto en la vibrante estrofa final: "Ven. Este ltimo rasgo te declara la igualdad con nosotros. (Compaeros! Hagamos ver a cuantos nos degradan lo que pueden los Sud-Americanos cuando la libertad sus brazos arma." (Ordaz, 1980/6: 325-326). Como puede observarse, el texto es sugerente y tiene un final triunfante, al presentar la derrota de las fuerzas indgenas sobre los ejrcitos coloniales. Segn Ordaz, "en situaciones tan difciles para la patria, llegar hasta el bien conocido desenlace trgico del alzamiento del Inca de Tungasuca hubiese provocado desaliento y desorientacin entre los espectadores, y Morante procur siempre afirmar la fe y acrecentar la esperanza de una Amrica del Sur libre y cumpliendo sus propios destinos." (Ordaz, 1980/6: 327). La rebelin de los pasquines Como actores protagnicos de la rebelin, los pasquines tambin ocupan un lugar importante dentro de los discursos y actos de rebelin anticolonial. La produccin de pasquines es significativa y vasta en la segunda mitad del siglo XVIII y est conformada por un conjunto de textos escritos annimos, que da cuenta de los procesos revolucionarios y emancipadores en las colonias americanas. Desde el punto de vista formal, los pasquines son escritos breves, en prosa o en verso -generalmente octoslabos- que hacen uso de un lenguaje sencillo, claro y conciso. En el lxico utilizado se marca, con frecuencia, la voluntad de transgredir las normas del buen uso del lenguaje (expresiones irreverentes, insultos, coprolalia, etc), como acompaamiento necesario de los contenidos rebeldes y los efectos subversivos de estos textos: Me cai...go en la buena unin de espaoles y franceses; me cai...go trescientas veces en la gran expedicin;
36

me caigo en el espadn y en la trinchera tambin Me caigo en todo ese tren de morteros y caones y me caigo en los mandones, por siempre jams, amn (en Godenzzi, 1995). Algunos de estos pasquines eran acompaados de dibujos que representaban de un modo grotesco a autoridades espaolas, sentadas sobre burros y en camino a la horca. Desde el punto de vista semntico, los pasquines revelan una estructura elemental que organiza el significado de estos textos. La idea de "tirana" resume la situacin colonial denunciada constantemente, la que se expresaba a travs de la imposicin de nuevos gravmenes, alcabalas, quintos, establecimientos de aduanas, estancos, etc. La "tirana", personificada por el visitador, los corregidores, los aduaneros y dems autoridades que introducen cargas insoportables para sus sbditos, se opone a la unidad semntica "buen gobierno", que tiene como promotores a un soberano de estas tierras (un nuevo Inca), quien protege los derechos de sus "paisanos" americanos"-, o bien al Rey de Espaa, a quien se supone defensor de los vasallos y dador de las leyes justas. De ah que algunos pasquines se presenten como "fidelistas" y otros como "separatistas". Tambin hay pasquines que oscilan entre una y otra postura, reflejando el estado de nimo de los criollos: El regente es botarate El virrey un elemento Cada oidor un zumento y el acuerdo un disparate. No hay quien ate, ni desate Ningn con juicio sospeche todos con cursos de leche y para decirlo ms claro Se cagar Tupac Amaro En ellos, Lima y Areche... Si vence Tupac Amaro Malo, malo, malo Si el visitador Peor, peor, peor y en questa indiferencia El virrey y la ciudad paciencia, paciencia, paciencia... Exmo. Seor A vuestra Excelencia toca declarar quin es peor )Si Tupac Amaro o el Visitador? El rechazo a la tirana en la mayor parte de los pasquines significa rebelarse contra las
37

autoridades coloniales, desconociendo su legitimidad e intentando su eliminacin si persisten las injusticias. Por ello es insistente la exhortacin para dejar de lado la pasividad e indolencia y comenzar a desencadenar acciones concertadas que transformen la sociedad. Desde este punto de vista, los pasquines no slo son anuncios, seales o signos de situaciones revolucionarias, sino que resultan tambin actos de condena, amenazas de muerte, declaratorias de acciones violentas o bien se traducen directamente en actos de agitacin, persuacin, enfurecimiento, puesta en aprietos e intimidacin (Cfr. Godenzzi, 1995). Cada pasqun llega a ser entonces un verdadero "acto de rebelin", lo que ha motivado que muchas veces se haya nominado a la sublevacin de Tpac Amaru como "la rebelin de los pasquines". En un rpido recorrido, puede repasarse el accionar de estos "autnticos manifiestos revolucionarios" -como los llama Lewin (1967)- en las diferentes zonas del arco andino. El 5 de noviembre de 1766 aparecieron en Santiago de Chile varios pasquines en contra del establecimiento del estanco del tabaco, suscitndose temor en las autoridades. El 4 de marzo de 1780, en La Paz, aparecen pasquines que preceden el motn del 12 de marzo de 1780, en los que los conspiradores obligaron a las autoridades a prometer la suspensin del establecimiento de la aduana. En Arequipa hubo un fuerte movimiento de protesta en contra de los gravmenes aduaneros. Entre el 1 y el 14 de enero de 1780 aparecieron varios pasquines que forzaron al corregidor a publicar un bando en el que se suprima la Aduana. En el Cuzco se forma un ncleo de rebeldes, dirigidos por Lorenzo Farfn de los Godos, grupo que se manifest a partir de pasquines hasta que sus integrantes fueron apresados y condenados a muerte. En Cochabamba los movimientos se iniciaron el 6 de abril, con la aparicin de tres textos que tambin obligaron a suspender, en Cabildo Abierto, el rgimen aduanero. En otras ciudades y pueblos peruanos aparecieron escritos subversivos contra los impuestos y gabelas. En Buenos Aires, hacia 1779, tambin se generaron pasquines en contra de la elevacin de la tasa de las alcabalas (Cfr. Anexos, VI). La presencia de pasquines en las distintas poblaciones andinas significa un signo inequvoco de la existencia de un ncleo revolucionario. Estos textos son en s mismos actos de insurgencia poltica, y su decir es tambin un hacer, por cuanto implican un programa de reorganizacin poltica de la sociedad, propuesta en la que participan diferentes sectores de la sociedad colonial. Por su naturaleza, el pasqun es un espacio escriturario que permite la alianza, la expresin o el rechazo de los distintos grupos y personas participantes: indgenas, criollos, espaoles y hasta el mismo Rey (Godenzzi, 1995).

38

III. UN OLVIDADO MANUSCRITO DE SALTA

...El Rey lo diput para venir aeste Reyno del Per a componer las alteraciones presentes de Joseph Miguel Tpac Amaru, y como en estas tierras tiene gran parte el Estado Eclesistico, lo obligaron a aceptar la dignidad Episcopal del Obispado de Arequipa que estaba vaco, para deste modo ser mas atendido de los Ministros que no atienden al pobre frayle. El Rey le dio 42 mil pesos para su vestuario y conduccin: de Madrid camin a Lisboa, dessa vino a Ro de Janeiro en donde se consagr, de aqu por Santa Catalina, Ro Grande a Montevideo: su equipage mand por Cabo de Hornos a su obispado... (Manuscrito del Convento de San Francisco)

En el ao 1993, en el transcurso de una investigacin sobre textos fundacionales en la regin del noroeste argentino24, encontramos en el Archivo del Convento de San Francisco de Salta una hoja suelta, archivada en una carpeta con documentacin diversa (Cfr. Anexos, I). Las caractersticas del texto nos tentaron a realizar una versin paleogrfica con el fin de desentraar algunos aspectos de suma importancia para los estudios sobre la escritura de este perodo (Cfr. Poderti, 1995a). La contextualizacin del manuscrito y las derivaciones que surgen de su entretejido historiogrfico y literario son los principales temas de este captulo. El documento ha funcionado as como eje motivador para ahondar en las circunstancias de un momento clave en la historia de Latinoamrica. Las sucesivas relecturas del manuscrito permiten relevar la actitud de los distintos actores sociales -como la del clerofrente a los procesos de rebelda de las principales ciudades del arco andino, uniendo dos puntos distantes y a la vez contiguos en la secuencia histrica de la sublevacin: Arequipa y Salta. Estos dos espacios, como los otros mencionados en el manuscrito, habrn de
Proyecto de investigacin "Textos fundacionales en el NOA: historia y literatura, dependiente del CONICET, (Consejo Nacional de Investigaciones Cientficas y Tcnicas), Secretara de Ciencia y Tecnologa, Repblica Argentina.
24

39

configurar los centros simblicos de una vasta zona que se fue encendiendo, paulatinamente, con la fuerza de la protesta generada en los sectores marginados de la sociedad colonial. El manuscrito del Convento de San Francisco La costumbre vigente en las instituciones religiosas era la de llevar, en sus libros de informacin interna, una relacin de los sucesos del pasado que tuvieran alguna conexin con hechos de la vida conventual de ese momento. Como se desprende del uso de tiempos verbales y de la remisin historiogrfica precisa, se puede afirmar que el manuscrito se refiere a un acontecimiento inmediatamente posterior al estallido revolucionario gestado en la provincias peruanas: la visita de un obispo hacia fines del ao 1782 o principios de 1783 al Convento de San Diego de Salta. En las primeras lneas puede leerse la enumeracin de algunos funcionarios y personal de servicio, probablemente de una delegacin que se hospedara en el convento. Luego contina la descripcin de otra comitiva de religiosos entre los que se encuentra un obispo, cuya figura resulta, en suma, atractiva y enigmtica. La descripcin, tipo predominante en el texto, tiene caractersticas literarias, intensificadas por el tono irnico desplegado a travs del comportamiento semntico de los adjetivos: Es de notar que este obispo solo tena de obispo el sombrero negro aforrado de verde, y una crus pequea pendiente de cuello por pectoral, en todo lo dems, era un pobre frayle capuchino con barba de palmo y medio, el hbito mui angosto, color de chocolate, descalso en todo, con solo unas suelas que resguardavan las plantas de los pies, y en todo pareca en esqueleto tapado con el pobre hbito franciscano (folio 1). Para remarcar el carcter enigmtico del religioso visitante, se hace constar que el mismo no haba anunciado su llegada, que permaneci hospedado en la Capilla de San Francisco Solano y que, al partir, dej una limosna de 32 pesos. El tema del pobre fraile, cuya alta investidura no es reconocida por los religiosos del convento, se relaciona con motivos mtico-legendarios como el del peregrino o el dios que llega a los pueblos disfrazado de pobre ermitao, tradicin incansablemente recreada desde la mitologa griega en adelante25.
Con referencia al motivo del peregrino que no es reconocido en su identidad real, Ovidio, al referirse al lago de Frigia, relata que Jpiter y
25

40

De la breve resea sobre el pasado del obispo resulta que ste ha sido hijo del marqus de Gonzlez, que ha servido como militar en los Reales Ejrcitos y que, por su condicin religiosa, habra renunciado a los honores militares -no as a los sueldos de brigadier vivo en Indias-. Se hace alusin a diversos acontecimientos histricos en los que este personaje ha tomado parte, como un combate en el morro de la Habana, donde los ingleses luchan contra el Ejrcito de Murcia. El religioso haba estado en Italia, Filipinas, Cartagena de Indias, Espaa, Mxico, Menorca y finalmente llega a los Reinos del Per "para componer las alteraciones" causadas por Jos Gabriel Tpac Amaru. En su itinerario de viaje el obispo recorre las ciudades de Madrid, Lisboa, Ro de Janeiro, Santa Catalina, Ro Grande, Montevideo, Cabo de Hornos, Chuquisaca, Potos, Buenos Aires y Salta. Desde ese ltimo punto proseguir por Chuquisaca, Potos, Oruro, La Paz y Cuzco hasta llegar a Arequipa, su distrito episcopal (folio 1 vta.). El Convento de San Diego de Salta La Iglesia de San Francisco, de donde proviene el manuscrito, fue fundada en el ao 1572, obedeciendo a las reales rdenes de fundar conventos franciscanos en las Indias Occidentales y principalmente en la provincia del Tucumn. Esta iglesia debi ser de barro y caas, como las de su poca, aunque en 1674 fue reedificada (Cfr. Auspurg y Sol, 1982: 94-98). Con el florecimiento de la vida conventual, durante el siglo XVII se emprende la construccin de grandes edificios. La tercera iglesia de San Francisco, cuya piedra fundamental se coloc el 17 de setiembre de 1759, fue inaugurada oficialmente el 30 de julio de 1769. Esta nueva construccin inclua nueve capillas y, sobre el lado sur de la iglesia, numerosas habitaciones para los religiosos. En el ao 1759, la comunidad franciscana de Salta tena once sacerdotes que se dedicaban a la evangelizacin en tiempo
Mercurio llegaron al lugar en figura humana, disfrazados de peregrinos, pidiendo posada de puerta en puerta, servicio que les era negado en todas partes, excepto en la morada de Filemn y Baucis. Por otra parte, relatos de diferentes tradiciones culturales recogen el motivo del anciano desconocido que llega pidiendo alimento y no es atendido, resultando ser el mismo Dios. La crnica de Guamn Poma de Ayala y la relacin de Santa Cruz Pachacuti, tambin se hacen eco de ese tpico legendario al relatar que, segn los antiguos, Dios visitaba a los indios disfrazado de pobre ermitao (1980). Relatos de este tipo perviven hasta hoy en literaturas como la peruana (Jos Mara Arguedas) y en la leyendas que se refieren a destruccin de ciudades y a castigos ejemplares (Cfr. Reyes Gajardo, 1968). En el corpus legendario del noroeste argentino, este tpico, que reconoce sustratos orientales y occidentales, aparece en las leyendas sobre poblaciones sepultadas, como las de la ciudad de Esteco (Cfr. Poderti, 1997).

41

de profundos cambios polticos y de paulatino despoblamiento de las reducciones misioneras (Cfr. Pistoia, 1989: 58-74). En el ao 1778, la familia religiosa del convento de Salta estaba formada por el superior, dos predicadores y cinco profesores. Hacia 1798 haba en el convento 14 frailes, como resultado de un trabajo emprendido a fines del siglo XVII y afianzado en la primera mitad del XVIII. Segn relata Pistoia: Las comunidades, con su cultura y formacin religiosa, supieron campear el temporal de las repercusiones de la sublevacin de Tpac Amaru en 1780 y de la Revolucin Francesa en 1789. Cultura y formacin que hicieron de la provincia franciscana de la Asuncin una de las ms prometedoras de la orden (1989: 62). El establecimiento de los Misioneros de Propaganda Fide en la ciudad de Salta fue posible a partir de la cesin del antiguo Convento de San Francisco, perteneciente a la provincia argentina de la Asuncin de la Virgen del Ro de la Plata. En mayo de 1856 el Dr. Isidoro Fernndez, fiscal de la dicesis de Salta, present al papa Po IX la peticin para fundar un colegio de religiosos de Propaganda de los Reformados de San Francisco de Ass, en el antiguo convento de San Francisco (Pistoia, 1989: 75). Durante el perodo en el que fechamos el manuscrito, se encontraban en Salta misioneros franciscanos de la rama de "La Recoleta". La misma se haba originado en Espaa, en el siglo XVII, cuando San Pedro de Alcntara realiz la reforma de las constituciones y fund el grupo con el fin primordial de un regreso a la observancia ms estricta de los preceptos de la orden. Arequipa en el siglo XVIII As describa a la ciudad de Arequipa y a sus habitantes Guamn Poma de Ayala, a principios del siglo XVII: La dicha ciudad de Arequipa la fund el teniente general don Francisco Pizarro siendo Papa Paulo, emperador y rey don Carlos, esta dicha ciudad tiene muy nobles caballeros y vecinos y soldados, gran servidor de Dios y de Su Majestad, y no ha habido sospecha en ellos ni pleito ni mentira, revuelta, y tienen iglesias y conventos muy aderezados y con toda polica y cristiandad, humildes y bien criados, temerosos de Dios y de la justicia y de Su Majestad; y tienen mucha caridad y amor de prjimos y la tierra de buen temple, abundancia de comida, mucho pan y mucho vino, y poca carne y mucha fruta, y rica gente de plata de Potos y de oro de Carabaya, y amigo de los pobres, todos se quieren como hermanos as espaoles como indios, negros... * Pero la sociedad idealizada por el cronista se modificara sustancialmente, como los otros escenarios andinos, a partir de las reformas borbnicas que promovieron una apertura econmica que acarreara consecuencias en los terrenos social y tnico. Las presiones fiscales y los cambios en el orden de la produccin, el trabajo y el comercio trajeron aparejada la integracin creciente del campesinado al mercado y el principio del proceso de desintegracin de la sociedad indgena, que respondi en repetidas ocasiones a las agresiones de la sociedad dominante.
42

La dicesis de Arequipa -cuyo obispado ocupaba el religioso del texto que presentamosestuvo desde un primer momento situada en la lnea de levantamientos. Segn se consigna en la documentacin de la poca, la rebelda arequipea se haba manifestado en enero de 1780, a travs de pasquines colocados en las puertas de las principales iglesias (Cfr. Godenzzi, 1995: 65), como forma de protesta ante el aumento de gravmenes y el establecimiento de la aduana propiciados por el visitador Jos Antonio de Areche. Aunque en muchas ciudades peruanas se haban producido desrdenes, en ninguna alcanzaron las proporciones que se registraron en Arequipa26. Uno de los movimientos ms importantes fue el de la ciudad de Misti, all donde la aduana fue cerrada ante los ataques de criollos e indgenas (Cfr. Chves, 1973: 47-53). Los motines de Arequipa a comienzos de 1780 ofrecieron el testimonio ms persuasivo de la compleja situacin que se gestaba entre las diferentes clases sociales. Sin embargo ..."los eventos arequipeos distan mucho de ser una mera protesta antifiscal. Fue una clara expresin de antagonismos de clase. Los que no tenan recursos, los pobres, atacaron a los 'ricos'. Fue un frente de grupos diversos, que incluy un contingente de indios de las parroquias, clientes de los muleros y transportistas que se alzaron y que eran sus patrones y socios. Indios y mestizos que acudan por igual a las tabernas y chicheras de la ciudad, comunicaron el sentir de un inicio de hostilidades y la oportunidad de descargar una furia que se acumulaba por dcadas" (Glave: 1996). Los primeros atisbos de la sublevacin de Tpac Amaru tuvieron, en este clima de descontento, importante repercusin entre los habitantes de esta provincia del Per. Segn consigna Valcrcel (1975) Arequipa se convirti en refugio de los insurrectos que huan por el sur. En un edicto dirigido por Tpac Amaru a sus vasallos de Arequipa, fechado el 23 de diciembre de 1780, ste declara sus intentos independentistas, prometiendo que "en breve se vern libres del todo", refirindose a las "amenazas hechas por el reino de Europa". La autenticidad de esta pieza documental es refrendada, segn Lewin (1980), en el contenido
... en tal distrito el corregidor no slo haba hecho tres repartimientos de mercanca en dos aos, distribuyendo bienes a los mestizos que vivan en las haciendas as como a las comunidades indias, sino que tambin haba tratado de poner a mestizos, mulatos y cholos como tributarios indios, pidiendo a los curas prrocos que revisaran el registro bautismal con objeto de precisar la situacin tnica correcta de los individuos sospechosos. Pronto las crceles estuvieron llenas de infortunados que no podran cubrir el costo de todas estas exacciones. (...) El resultado de toda esa presin fiscal fue un motn popular, movimiento inspirado en parte por la lite local, ayudada por los franciscanos, motn en que las casas de la aduana fueron quemadas hasta los cimientos, y su director tuvo que huir de la ciudad para salvar la vida (Brading: 1991).
26

43

de un pasqun aparecido en aquella ciudad como rplica al citado edicto: Y pues el indio ha exhortado a criollos, atrevido a seguir el vil partido que alevoso ha fraguado para que entienda el alzado que a todas luces se engaa, criollo es el que desengaa y exhorta a la necia plebe que slo conocer debe por Padre y Rey al de Espaa (Lewin, 1980: 3; Godenzzi, 1995). En abril de 1781, un oficio del visitador general Jos Antonio de Areche al Virrey de Buenos Aires le participa la prisin de Tpac Amaru y la pacificacin de las provincias de Condesuyo, Arequipa, Chumbivilcas y Tinta, entre otras (Cfr. De ngelis, 1910, VIII: 367). El obispado de Arequipa. En la segunda mitad del siglo XVIII, el obispado de Arequipa se encontraba visiblemente desarticulado a raz de las reiteradas renuncias de varios prelados, situacin que haca dificultoso el gobierno eclesistico de la dicesis. La problemtica socio-cultural del momento obligaba a los obispos a intervenir en la vida cotidiana de las ciudades, promoviendo campaas en pos de la moralidad suntuaria en los vestidos de las damas de Arequipa y Moquegua, tratando de sanear aquel ambiente un tanto paganizado del siglo XVIII27. Otro debate que se instal al promediar la centuria se basaba en el plan, propuesto al Rey por el decimocuarto obispo, Jacinto Aguado, que esgrima la conveniencia de que los obispos no fueran "hijos de la tierra, sino importados de Espaa, porque los nativos carecen de salud y de libertad de actuar, por las muchas relaciones que les atan." (Egaa, 1966: 859). Luego de graves conflictos con las autoridades locales, Aguado tuvo que salir de la ciudad, entregando sus poderes al cabildo. Diego Salguero, el decimoquinto obispo de Arequipa falleci en 1769, luego de cinco aos de episcopado y le sucedi el Dr. Juan Manuel Moscoso y Peralta, quien permaneci all hasta 1770. Manuel Abad e Illana -hasta ese momento Obispo de Crdoba del Tucumn-, se hizo cargo de esta sede en 1772. Su celo lo movi a remontar la problemtica
El prelado Juan Cavero de Toledo, ya en el ao 1734, haba expedido un auto que condenaba las modas de las mujeres de la dicesis, argumentando en contra de "los faldellines altos, mangas de camisa remangadas, cuellos tan abiertos que traen los brazos y pechos desnudos, haciendo ostentacin de la deshonestidad". En estos casos las penas se extendieron, "por cooperacin", a los maridos y an a los sastres (Egaa, 1966: 857).
27

44

afrontada por los obispos anteriores, en el sentido de exigir que los curas no permitiesen que los caciques tuvieran indias jvenes de servicio o emitir prohibiciones acerca de los lujosos vestuarios femeninos, pero sus intentos fueron frustrados por los mismos corregidores y ciudadanos. Luego de la visita de Areche, el ambiente se iba condensando en la ciudad y en la provincia. Para entonces, el obispo ya adverta al virrey Guirior acerca del clima de revueltas que iba en aumento: No quiero repetir a V. E. lo que sabr muy bien, es a saber, los grandes trabajos que suceden y tememos sucedan con los indios. Hasta ahora han sido corderos; ya van comenzando a ser leones, y, si nos acometen, o moriremos indefensos, o nos entregaremos a discrecin. Fuerza es, pues, armarse; Arequipa no cuenta con ms de 100 escopetas, y sas de particulares... (en Egaa, 1966: 860).* Hacia 1778 el obispo ya haba solicitado que se admitiera su renuncia a la mitra, favor que no se le concedi. Abad e Illana falleci en Arequipa el 1 de febrero de 1780. El humilde obispo Sucedi, como decimosptimo obispo de Arequipa, el fray capuchino Miguel Gonzlez (o de Pamplona), uno ms en la serie de obispos ultramarinos renunciantes. Los datos que la historia nos provee coinciden con la descripcin del obispo protagonista del documento que estudiamos: ... de familia de ttulo, marqus el padre de Gonzlez, y la madre marquesa de Burgueto; dise el vstago a las armas en su primera juventud, hasta que, cansado de sus galones de coronel, hzose fraile en Guastalla (Mjico). De sacerdote volvi a Espaa y, tras una excursin misionera por Marruecos, regres a Nueva Granada. Otra vez navegaba hacia Espaa cuando, prisionero de los corsarios ingleses, fue llevado a Londres, hasta que, liberado, pudo presentarse en Madrid (Egaa, 1966: 861). Segn relata el manuscrito, durante el ao 1782 o hacia principios del siguiente, el Obispo Gonzlez pas por la ciudad de Salta y se hosped en el Convento de San Diego. Sin embargo la historiografa eclesistica poco dice de esta circunstancia: Inquieto viajero, sorprendile la mitra de Arequipa, y, sin poder alejarla, la hubo de ceir cuando en Ro de Janeiro le consagr el obispo don Jos Mascarenhas Castelblanco, el 30 de junio de 1782. Desde Buenos Aires, por tierra, atravesando el Alto Per, en febrero de 1783, entraba en Arequipa, con sus sesenta y cuatro aos de edad (Egaa, 1966: 862). El pontificado de Fray Miguel fue breve, pues en 1785 pidi que se le exonerase de su cargo, nombrando un auxiliar para la sede28. En los primeros meses de 1786 sali de su ciudad y,
Acerca de las circunstancias que pudieron determinar el rechazo del fraile al desempeo de altas jerarquas eclesisticas, los datos registrados por el secretario del obispo en un libro conservado en el archivo arzobispal de Arequipa ("Razn de lo que se va despachando por la secretara de cmara") permiten esclarecer que el retiro de fray Miguel estuvo acompaado de una autorecriminacin por haber aceptado un obispado para el cual ni su edad ni su preparacin anterior le capacitaban (Egaa, 1966: 862).
45

28

por La Paz, baj a Arica para navegar hasta Lima. Aunque el virrey de Croix dudaba en concederle la salida hacia la pennsula, el obispo atraves el mar en diciembre de 1786, mientras en sentido contrario navegaba una real orden que dispona que se quedara en Arequipa hasta la llegada de su sucesor. Le sucedi Pedro Jos Chvez de la Rosa, oriundo de Cdiz, quien lleg a su distrito episcopal en 1788, habiendo sido promovido a la sede sudperuana en 1786, por el papa Po VI. Comparada con la obra de Chvez, de memoria imperecedera en la historia de la sociologa peruana, las gestiones de los obispos anteriores parecen deslucidas y carentes del empuje reformador que caracteriz la misin del inteligente prelado. Los intentos de unificacin del cabildo, la reforma de las monjas de Santa Catalina y la campaa de saneamiento moral de la sociedad, en contra de las lujosas indumentarias de las mujeres, fueron tambin los desafos de su gobierno29 y demuestran que los objetivos perseguidos por sus antecesores imponan la presencia de un prelado dispuesto a enfrentarse con las jerarquas eclesisticas y las autoridades civiles del momento. Sin embargo, tambin Chvez se agreg a la nmina de obispos renunciantes en 1804, y se instal en Cdiz hasta sus ltimos das. Fray Miguel Gonzlez, el humilde obispo de nuestro manuscrito, falleci en su convento de Madrid, el 1 de marzo de 1794. Sobre los pormenores de su corta gestin Antonio de Egaa comenta: Bien hubiera querido fray Miguel sosegar los nimos, ya excitados por el caso Tpac Amaru; reformar a los sastres arequipeos y a las dueas encopetadas disciplinarlas un tanto, y no menos a las monjas de Santa Catalina; girar una amplia visita pastoral y reducir a las viudas y doncellas mendicantes en el hospicio de pobres de la capital episcopal; que el pblico ayunara con motivo del terremoto de 1784, cuando l personalmente, cargado con pesada cruz y descalzo, presidi la procesin de penitencia en su ciudad y se propona subir al airado Misti y celebrar all una misa; pero, no logrando su propsito, hizo que se colocase en la boca del crter una cruz de hierro. Hermosas iniciativas del prelado y realidades tambin hermosas, como la fundacin de los capuchinos en Arica (1784), matizaron este corto pontificado...
El espritu reformista que sostuvo el obispo Chvez en relacin a las tres preocupaciones mayores de su antecesor son detalladas por Egaa: "Hubo de entender en la reforma de su cabildo, dividido desde la salida del obispo fray Miguel por la eleccin del provisor (...) Pero todava mayores problemas le crearon las monjas de Santa Catalina, cuya reforma haba intentado su predecesor (...) Entre estas revueltas de sacristas y conventos, Chvez se mantuvo digno y justo; celoso contra las demasas del lujo femenino, cerr las puertas de los templos a los indumentos indignos"... (1966: 864-65).
29

46

(Egaa, 1966: 862). Escindido entre la virtud y sus secretas limitaciones, el obispo Gonzlez no logr cumplir el mandato real. Cabe preguntarse si, de haber estado presente en el fuego ms intenso de la rebelin, el fraile Miguel elegira repudiar el movimiento o tal vez, convocando su pasado militar, se hubiera sumado a las fuerzas insurrectas para combatir contra la injusticia y el caos social.

47

IV. LA IMAGEN DEL INCA EN EL PENSAMIENTO ANDINO

Los recuerdos orales se presentan con una temporalidad propia y diferente de la histrica, con categoras individuales, mas no personales, sino ejemplares. Pero si los hombres andinos -como todos los que participan de las culturas tradicionales- no podan ofrecernos una visin histrica del comienzo de la dominacin espaola y del tiempo posterior, s podan reaccionar y reaccionaron dando su imagen a travs del mito y del movimiento mesinico que encierra en s los primeros elementos de una historicidad... FRANKLIN PEASE

Relatos orales e historiografa andina Las culturas narrativas orales utilizan historias de accin humana para guardar, organizar y comunicar su saber. En estas culturas, la narracin se identifica como una estructura depositaria capaz de reunir gran cantidad de conocimientos populares en manifestaciones relativamente sustanciales y perdurables, sujetas a la repeticin. De hecho, una cultura eminentemente oral desconoce la trama lineal climtica y larga, al modo de una epopeya o novela, pero puede organizar la narracin ms breve con un clmax implacable. Durante mucho tiempo, la palabra "leyenda" ha designado a una actividad semiritual y, a la vez, una "narracin no acreditada histricamente". Esta significacin de la leyenda como noticia de acontecimientos del pasado que carece de documentacin histrica, destrona a esta forma del universo de lo "verdadero". Segn Jolles, en muchos casos la "Historia" parece actuar como enemiga de la leyenda; la amenaza, la persigue, la calumnia e interpreta equivocadamente sus palabras: Partiendo de una actividad mental, lo que en otra actividad mental era positivo, se convierte en negativo, lo que fue verdad, se convierte en falsedad. La tirana de la "Historia" llega a afirmar que la leyenda no existe y que no es otra cosa que un muy tmido peldao preliminar con respecto a la "historia" misma (1977: 65). Sin embargo, debe tenerse en cuenta que la historiografa occidental surge, en parte, del entramado que la historia comparti con la literatura y el discurso ms arcaico del mito (Cfr. White, 1992: 62). En este sentido, es interesante recordar la observacin de Ral Dorra, acerca de que Herotodo -el Padre de la Historia- llamaba historia (indagacin) a la parte miscelnea de su obra, mientras que a la seccin que hoy llamaramos historiogrfica -a la narracin de hechos pasados- le llamaba logoi (dichos). De modo que lo que para
48

nosotros es historia, para l era "leyenda", en la medida en que las leyendas son el resultado de un "decir", no de un "leer" (Dorra, 1995). Muchos de los relatos legendarios relevados entre las comunidades del noroeste argentino constituyen importantes eslabones en el proceso de articulacin de las tradiciones populares con la historia (Cfr. Poderti, 1997). Las primeras leyendas de Amrica se gestan en el momento mismo del encuentro entre diferentes tradiciones culturales. El aura de misterio que envolva al continente recin descubierto gener leyendas como las del Paitit, el Dorado y el Amazonas (Cfr. Levillier, 1976). La leyenda del Paitit cre un espacio imaginario en la geografa andina del descubrimiento y la conquista de Amrica e implic un desarrollo significativo de la cartografa. Junto a los clculos que pretendan, rigurosamente, precisar las formas y dimensiones de los nuevos territorios, surgi una geografa imaginaria, especie de horizonte onrico de los conquistadores. El mbito del Paitit naci como resultado del entrecruzamiento entre tres tradiciones culturales: la dualidad andina, los sueos de los espaoles y los mitos tupguaranes. Su localizacin, durante el siglo XVII, se identifica con un ambiente selvtico. Es el mbito del Paraso Terrestre, que ocupa un lugar preponderante en el imaginario colonial. La selva, de ser un espacio imaginario de la utopa andina, se convirti en el epicentro de un movimiento social que fortaleci la verosimilitud del Paitit y alent a los rebeldes de Huarochir, en 1750. Treinta aos despus Tpac Amaru se proclamar soberano del Gran Paitit. Estos y otros tantos relatos generados en los distintos momentos de la colonizacin permiten el encuentro entre la memoria y lo imaginario en lo que Flores Galindo llama la "utopa andina" (1986). En la memoria oral el recuerdo adquiere las dimensiones de mito. En este sentido, los relatos sobre Inkarr se integran a ese cmulo de manifestaciones de la cultura popular andina. En general, los diferentes relatos del ciclo mtico de Inkarri relevados en el arco andino, coinciden en narrar que los conquistadores cercenaron la cabeza del Inca, que desde entonces est separada de su cuerpo. Cuando ambos se encuentren terminar ese perodo de desorden, confusin y oscuridad que iniciaron los europeos, y los hombres andinos (los runas) recuperarn su historia30. El carcter mesinico de los relatos populares vinculaba claramente a la imagen del Inca con la ciudad del Cuzco, cuya funcin como ciudad sagrada estaba ya recuperada en el siglo XVIII. Otras manifestaciones de este mesianismo son mencionados en la documentacin colonial: antes de 1750 se informaba sobre una profeca atribuida a Santa Rosa de Lima, en la cual se anunciaba que en dicho ao se devolvera el Per a sus legtimos dueos, los incas31. Al
Una concepcin similar a la de Inkarri parece haber inspirado ese relato quechua titulado "El sueo del pongo", de Jos Mara Arguedas (1986: 257-266), en el que un colono de hacienda, humillado por un terrateniente, se imagina cubierto de excrementos. El relato culmina con el seor a sus pies, lamindolo. Esta inversin de la realidad es el viejo y universal sueo del campesino que espera "que algn da la tortilla se vuelva". Pero en los Andes, donde los conflictos de clase se confunden con enfrentamientos tnicos y culturales, todo esto parece contagiado por una intensa violencia (Cfr. Flores Galindo, 1986: 21-22).
31 30

Segn Millones, el nombre de Santa Rosa aparece asociado a profecas de gran resonancia popular. En 1759, el indgena Antonio Calvo "seduca a sus congneres con vanas razones dicindoles entre otras cosas que Santa Rosa haba pronosticado que en el ao 50 volvera el Imperio del Per a sus legtimos dueos" (Vargas Ugarte 1956: 248). El tema fue tomado con seriedad por las autoridades que
49

momento de divulgarse la profeca aludida, circularon proclamas que exhortaban al levantamiento indgena, en las que se indicaba la existencia de planos que sealaban los lugares de reunin y donde deban ser capturados los espaoles. Hacia 1776 un grupo de personas anunciaban, en los caminos de Arequipa, la pronta finalizacin de los tiempos del gobierno espaol en los Andes, afirmando que los incas volveran a gobernar. Pronosticaban que el hecho anunciado ocurrira en el inmediato "ao de los tres sietes (1777) y que las rdenes para el alzamiento definitivo provendran de la ciudad de Cuzco. Estas informaciones resultan sintomticas del ambiente mesinico que preexista a la sublevacin de Tpac Amaru II, y coincidan en referir la presencia de santos catlicos cuyas profecas avalaban los pronsticos, como Santa Rosa de Lima32, San Luis Beltrn y San Francisco Solano (Pease, 1992: 320-322). Cosmovisin incaica En las crnicas coloniales el Inca es identificado como el "hijo del sol" y su carcter sagrado se asienta en las genealogas de reyes que, a partir de Manco Cpac, gobernaron el Cuzco y su creciente imperio. La tradicin oral andina presenta al Inca como un ser que sacralizaba a toda persona u objeto que tena contacto con l. Los primeros cronistas incluyeron en sus relatos informaciones acerca de la existencia de depsitos especiales que conservaban las piezas de ropa que el Inca haba empleado. Tambin relataban cmo las mujeres de los incas recogan hasta los cabellos que se les caan. De este modo, el Inca era presentado como un mediador entre el mundo de las divinidades y el mundo de los hombres. Algunas versiones recogen la imagen del Inca negociando conquistas y arbitrando en los conflictos entre distintos grupos tnicos.
ejecutaron a Calvo y a cinco de los ms implicados. La situacin se repite en 1776 en Urubamba, en el corregimiento del Cuzco. Una vez ms los indgenas o mestizos, ante la inminencia del ao de los tres sietes y como reflejo de las condiciones que provocaron la sublevacin de Jos Gabriel Condorcanqui, empezaron a prepararse para el cumplimiento de las profecas de Santa Rosa. Transcurrido el ao 1777 la expectativa no se diluy y los acontecimientos de Huarochir en 1783 (Hidalgo, 1983:122) constituyen el testimonio de lo que parece haber sido un rezago de las acciones de Tpac Amaru II (Cfr. Millones, 1993: 187). Segn subraya Franklin Pease, es interesante la mencin a Santa Rosa dentro de estos relatos profticos, sobre todo si se recuerda que, una centuria antes, el curaca Jernimo Lorenzo Limaylla haba presentado a las autoridades metropolitanas un pedido para crear una orden nobiliaria para "descendientes de ingas y moctezumas", precisamente bajo el patrocinio de Santa Rosa (Pease, 1992: 321).
32

50

El Inca tambin aparece en las crnicas del siglo XVI como el "donador" del maz y patrocinador de la agricultura, explicitandose que durante la vigencia de los incas se extendi la frontera agrcola del maz. Tambin era considerado "dueo" de los minerales: los mitos recogidos en la regin sur del Per actual afirman que, luego de la invasin espaola, el Inca se fue al subsuelo, llevndose a sus tres mujeres: una de oro, otra de plata y otra de cobre. Otro aspecto de la imagen del Inca es que la poblacin andina le entregaba gente que trabajaba para l, bajo el rgimen de la mitta. Las tareas de centenares de hombres se circunscriban a "hacer paredes" (edificios, caminos, depsitos, canales, andenes, etc.). En los mitos recogidos por la etnologa contempornea, el Inca es presentado como un personaje que haca que las piedras se movieran y que las paredes se ordenaran por s mismas. La tradicin andina tambin atribuye al Inca la capacidad de entregar la tecnologa y el agua, o distribuir el ganado, la ropa y otros productos agrcolas de importancia, como el maz y la coca. En suma, el Inca presida un gigantesco complejo de redistribucin que organizaba la mano de obra de los numerosos grupos integrados en el Tawantinsuyu, contando para ello con una administracin no tan numerosa como creyeron los cronistas, pero que se extenda a lo largo del amplio territorio andino y estaba en manos de los curacas, los seores tnicos de los Andes. Con respecto a la legitimidad de la genealoga y los derechos dinsticos incaicos, la tradicin oral andina posterior a la invasin europea ha considerado siempre como Inca a Atahualpa, en contra de las versiones generalizadas de los cronistas, quienes lo haban presentado como ilegtimo y usurpador, mientras concedan a Huscar el derecho al poder33. Convertido en emperador, dueo de un imperio que los espaoles conquistaron,
La versin clsica de los cronistas distingua dos lneas genealgicas: la de la nobleza "de sangre" y la "de privilegio", divisin que reproduca el modelo de las dirigencias europeas de entonces. La primera se originaba en seoros ancestrales y parentelas de reyes, y la segunda era el producto de la generosidad real al pagar los servicios prestados a las diversas causas en las que una Corona se comprometa. As, los nobles de sangre son, en las crnicas, los parientes del Inca reinante y sus sucesores Este razonamiento permita a los cronistas establecer la ilegitimidad del gobernante que hallaron los espaoles en los Andes, pues solamente de esta manera podan considerarlo un tirano en su sentido renacentista, detentador ilegal de un poder usurpado por la fuerza y cuya presencia haca legtima la conquista espaola. De esta manera, la invasin europea poda ser interpretada como una gesta destinada a restituir la libertad a un pueblo sometido al yugo injusto (Pease, 1992: 72).
33

51

para los cronistas el Inca se transforma en un smbolo del Tawantinsuyu. El rol de este personaje en la historia occidental de los Andes es el de encabezar la versin de un pasado glorioso: el origen de toda forma de vida, el hroe mesinico de cuya reconstruccin depende la regeneracin del cosmos, el sinnimo del mundo "ordenado" quebrado por la invasin espaola. Segn las modernas versiones del mito de Inkarr, el Inca se ha llevado el orden al subsuelo, junto con la riqueza y la esperanza (Pease, 1992: 65-72). Las leyendas del Rey Inca Para comprender el alcance y la difusin de los motivos legendarios es necesario registrar el trazado de un vasto territorio sobre el cual se asent el imperio de los Incas. El Tawantinsuyu se extenda sobre las regiones central y norte chilena y sobre la Puna de Atacama. Tupac Yupanqui, hijo de Pachacutec, gobern entre los aos 1470 y 1488. Durante ese perodo y el de su sucesor, Huayna Capac, se efectiviz el dominio del Tucumn. Segn los cronistas, Viracocha, vencedor del pas de los collas, haba llegado hasta el pueblo de los Charcas, donde recibi a una delegacin que iba a ofrecerle su anexin voluntaria al imperio. Los detalles de esta ceremonia son recogidos por Ricardo Rojas, en su relectura de Garcilaso y otros "tantos libros raros o curiosos que tratan de Amrica": Los embajadores calchaques entregaron, en seal de acatamiento, maz de sus campos, lana de sus huanacos, miel de sus montes. As qued incorporado a los dominios del Inca nuestro Tucumn, con el nombre que ellos le dieron. La jurisdiccin peruana, tan hermosamente ganada por el Cuzco sobre el Tucumn (Rojas, 1912: 68). Los conquistadores espaoles del siglo XVI se sirvieron de las rutas indgenas y especialmente de las incsicas, reafirmadas por Tupac Yupanqui y Huayna Capac . En los ltimos aos, las investigaciones etnohistricas han aportado elementos fundamentales para los estudios sobre las etnias del rea andina central y sus sistemas de vinculacin (Cfr. Mulvany de Pealoza, 1986).

52

Este estudio de los relatos legendarios sobre el Rey Inca en el Tucumn se centra en un corpus de narraciones orales recogidas recientemente en la localidad de Coranzuli, en el departamento de Susques, situado al noroeste de la provincia de Jujuy (Cfr. Terrn de Bellomo, 1995). El motivo de la inversin de papeles es el motor fundamental de estas narraciones que intentan recomponer el ciclo mtico andino. En este universo conceptual, la conquista signific un "pachacuti", es decir la inversin del orden. El cosmos se divida en dos: el mundo de arriba y el mundo de abajo; el cielo y la tierra. El orden del cosmos se repeta en otros dos niveles. De hecho, la capital del imperio del Cuzco -como otras ciudades del Per- estaba dividida en dos barrios, el de arriba y el de abajo. La divisin en mitades caracterizaba la visin dual, en la que las partes opuestas eran necesarias entre s34. Como se comprueba a travs de la pervivencia de este cmulo de relatos de Inkarr, la muerte de Atahualpa no fue fcilmente olvidada. Capturado en noviembre de 1532, fue condenado al garrote en julio de 1533. La primera mencin en los documentos acerca de la idea del Inca se encuentra referida, curiosamente, no a un indio, sino a un espaol. En 1548, Gonzalo Pizarro, en plena rebelda, entra al Cuzco organizando a sus hombres para enfrentar a la corona, y se dice que los indios lo aclamaban llamndolo Inca. A partir de all, muchos fueron los intentos por recomponer la dinasta real perdida. Las grandes sublevaciones andinas, como las conspiraciones, conatos o rebeliones fallidas, de una u otra manera, han pretendido invocar la memoria de los incas, en lugares tan diferentes como alejados: Quito, Lima y el Tucumn. El levantamiento Calchaqu, en el que entra en escena el falso Inca Bohorquez, o la rebelin de Tpac Amaru han sido generadas por esta necesidad de encarnar en un ser cuasi divino la conciencia de armona social. La concepcin cclica de los acontecimientos se genera en momentos de crisis de las sociedades andinas. Entre 1560 y 1570, ante la propagacin de epidemias mortales, algunos profetas nativos anuncian el prximo retorno de las antiguas divinidades andinas. Hacia 1590, los indgenas interpretan el alcance de otra violenta epidemia como una venganza de las huacas, cuyo culto haba sido descuidado en favor del Dios de los blancos. En 1600, durante el terremoto en Arequipa se vuelven a adorar las huacas y hacen sacrificios para liberarse del mal. Ms tarde, en 1780 se produce el gran movimiento insurreccional de Tpac Amaru II, que encarn la figura del mesas para los indgenas. En 1811, durante una gran sequa en Lincay surge un nuevo culto de crisis (Cfr. Terrn de Bellomo, 1995). Este resurgimiento de la figura del Inca en tiempos de catstrofe, responde a la necesidad
Estas inversiones se insertaban en la vida cotidiana y tenan un momento privilegiado para su realizacin: las fiestas populares. En los carnavales europeos el orden se inverta: los de abajo se adueaban de las plazas pblicas y se abra paso a la abolicin de todas las jerarquas (Cfr. Bajtn, 1987). El carnaval, como elemento central de la cultura popular evitaba los riesgos de la confrontacin abierta, pero tambin mantuvo vivas las utopas prcticas en Amrica (Flores Galindo, 1986: 26).
34

53

de crear mecanismos de defensa ante las situaciones adversas. En esos momentos histricos se abandona el culto al Dios cristiano de los espaoles y se vuelve al culto originario de las huacas. Esta oposicin semntica se estructura sobre un eje temporal sobre el cual se ubican los diferentes elementos y actores en conflicto:

ANTES VS. DESPUS --------------------------------------------------------------------------------------------------------------Incas vs. Espaoles orden vs. caos riqueza vs. pobreza huacas vs. Dios cristiano

La transgresin impuesta por la llegada de los espaoles busca ser contrarrestada por el accionar de un hroe, el Inca, quien es capaz de devolver a su pueblo las condiciones de vida que gozaran en el pasado. Las expectativas indgenas centradas en el regreso del Rey Inca significan el resurgimiento de una nueva era que se proyecta hacia el futuro. Los relatos legendarios funcionan, en este sentido, como un mecanismo de resistencia tnica y social. Las leyendas que toman como personaje central la figura del Rey Inca hacen confluir, en una misma textura, lo individual y lo colectivo, la oralidad y la escritura, articulando una versin de los hechos del pasado andino que demuestra la capacidad de las culturas nativas para resignificar su propia historia. As, la violencia de la desaparicin del Rey Inca deviene, en el nivel discursivo, en un modelo que no hace diferencia entre los modos de representacin histricos y literarios, con el fin de restaurar la justicia esperada por los indgenas. Esta combinacin simblica se manifiesta, en las narraciones que reactualizan el ciclo mtico del Rey Inca, en algunas marcas significativas: a) Reconocimiento de diferentes perodos temporales o eras. Los relatos recorren los distintos momentos de eclosin del culto nativo y sus protagonistas, en un movimiento de periodizacin histriogrfica que intenta ser sistematizado desde una concepcin mtica. En esta superposicin bicultural de dos formas de relato -el cclico y el lineal- queda demostrada la convivencia de elementos de raigambre prehispnica junto a los modelos de construccin de la historia europeos. De all que en muchos relatos una edad nueva sustituya a otra, desarticulndose momentneamente el crculo del eterno retorno: El Rey Inca Manco. Ese es otra generacin. Ese lo han muerto los espaoles cuando vinieron. Porque el Rey Inca Manco Capac, ese era rico, ese un hombre que ha nacido de una pobre, pero no carnal, sino espiritual, por la gracia de Dios en espritu. Se ha criado en el vientre de la moza (en Terrn de Bellomo, 1995: 107). Antes del descubrimiento de Sudamrica, sera el Rey Inca, tena nombre el Rey Inca, yo no s, de Machu Pichu, otro era Tupac Amar, puede ser, como estos se cambiaban siempre los aos, vena otro, otro. El otro es Atahualpa. Ese era los Reyes Inca de ac
54

de antes (ibidem, 115). b) El Rey Inca conoce donde se atesoran las riquezas que pertenecen al pueblo, pero al ser muerto los minerales se esconden debajo de la tierra. Se instala as un nueva etapa en el ciclo de la "rebelin de los objetos"35, motivo que aparece en varios relatos cosmognicos de Mesoamrica. En la cosmovisin andina, el dios Viracocha mantiene su esencia dual reinaugurando el itinerario cclico orden-caos. En este ritmo, las instancias se suceden como grandes captulos de reestructuracin ambiental, en los que las riquezas y bienes pueden aparecer a flor de la tierra u ocultarse, segn el devenir de los ciclos divinos: ... Y la riqueza estaba a flote de tierra. Donde quiera sacaba oro, plata, lo que quera. Por eso los espaoles se han venido, en cuanto han descubierto, se han venido a sacar el oro. Aqu en la cordillera cuantas minas no hay que ha dejado todo. Pero el oro lo sacaba como maz. Claro que el Rey estaba vivo y la riqueza a flor de tierra. El era el dueo de las riquezas, el Rey manda. El manda toda la riqueza. Igual tiene que ser, supongamos en Espaa, el Rey manda. El rey manda todas las riquezas. Por eso hay oro, hay todo. Pero est la riqueza encima, porque est el Rey. As como Inglaterra, todas esas partes, hay muchas naciones que maneja el Rey. Entonces la riqueza est encima. Y si aqu hubiera estado vivo nuestro Rey Inca, hoy somos... Aqu no se iba a conocer la pobreza. Todos tenemos oro, todo mineral a flote. Y le hubieran dejado que viva, por supuesto que hubiera sido. Y bueno, entonces, Francisco Pizarro ha venido con setenta soldados y le han querido llevar y l no quera ir. Para bautizarlo lo queran llevar. Y no, no quera ir, porque no quera. Entonces ofreci el oro, para que en fin, recompensara que lo dejen ah. Y no lo han querido dejar, lo han tenido que matar. -Si no vas te matamos. Y bueno, lo mataron. Y ese instante que lo mat se perdi la riqueza adentro (ibidem, 116).

El motivo, tomado de la cultura maya-quich, se recrea a partir de una situacin que sobreviene dentro de los ciclos de formacin del mundo (Popol Vuh, 1985 [s. XVI]). Este episodio, que se reitera en los relatos cosmognicos de otras reas de Mesoamrica como la regin andina, transmite la actitud fundamental del mundo indgena en tiempos de crisis. El cosmos est expuesto al libre juego de fuerzas como el agua -que puede dar frutos o inundar la tierra-, el viento, el abismo o el fuego. La cosmogona andina enfrenta lo positivo con el caos porque el orden y el caos son opuestos originales que plantean en el plano conceptual la oposicin conciencia/inconciencia. El dios Viracocha mantiene su esencia dual y enva a sus hijos para ordenar ese "hervidero espantoso" que es el mundo.

35

55

c) Los lmites espaciales sobre los que se extiende el reinado del Inca. stos se circunscriben a la regin andina, y especialmente a una extensa zona configurada como el mbito del Tucumn colonial, cuya ruta principal era el camino real, eje de las culturas incaica, adoptado por los espaoles36: En el cerro Collamboy era el paradero. Ah en la cordillera de Chile, en la frontera de Chile, all tiene otro paradero. Tambin tiene otra ciudad grande tamao. Pero todos los cerros ha dominado l. Ha dado lmites, todo eso ha dejado limitado el Rey Inca. Los mojones hasta ahora estn parados, los mojones que ha dejado. Ha dejado el Rey Inca limitado todo. Como ser Salta, Jujuy, Tucumn, Catamarca, todos sus valles estn limitados por el Rey Inca Manco y que hizo a la parte de la parte de nosotros, los dueos somos de Sudamrica, los espaoles todo, ms que aclarar en el mapa y listo por donde cuerta [corta], cuerta. Por eso todo ha quedado limitado por el Rey Inca. Lo dej en ese libro. El Redotero (sic). Y de ah lo han copiado, por donde separa Chile, por donde separa la Argentina, as sucesivamente. Es un libro grande que alzan ocho hombres. Ese libro grande que lo llevaron los espaoles. Y no s si est en Buenos
En este punto es oportuno aclarar que en el siglo XVII era ya visible que muchas de las antiguas rutas de los incas se haban destruido por desuso y la consiguiente falta de mantenimiento. La desaparicin de la mecnica redistributiva del Tawantinsuyu y la sustitucin por un rgimen de mercado que privilegiaba la explotacin minera, estableci otras pautas de diseo del espacio colonial. El pas andino vea trasladado su eje fundamental a la costa y a sus nuevas ciudadespuertos, y as adquirieron mayor importancia las rutas transversales que comunicaban ciertos puntos neurlgicos enclavados en los Andes (Huancavlica, Cuzco, Potos) con los puertos a travs de los cuales se exportaba la nueva riqueza minera. Los Andes comenzaron as a mirar hacia el mar. La administracin espaola impuso la ruta del Pacfico a pesar de que, desde el siglo XVI, Juan de Matienzo ya haba propuesto la ruta atlntica del Ro de la Plata como la de mayor importancia y rentabilidad. Esta fue inaugurada y transitada, desarrollndose ciudades importantes en el camino que conduca a Buenos Aires (Salta, Tucumn, Crdoba, etc.). Slo muchos aos despus esta ruta fue admitida, y su desarrollo en el siglo XVIII coincidi con la creacin del virreinato de Buenos Aires y la declinacin del universo comercial del Pacfico. Antes de que esto ocurriera, la ruta del altiplano hacia el Sur sirvi para la introduccin de mulas que venan desde el Tucumn y constituyeron un importante ciclo en el comercio colonial (Cfr. Pease, 1992: 251).
36

56

Aires, o est en el extranjero (ibidem, 125). d) Los motivos de Inkarr se integran a estas manifestaciones orales andinas: los conquistadores cercenan la cabeza del Inca, iniciando un perodo de desorden natural que persiste hasta la actualidad: El Rey Inca viva por ac, cerca de esto. Era una persona, pero no viva as como en una ciudad. El tena parece un palacio en un cerro. Ah viva. (...) Entonces vino el Rey de Espaa para llevarlo aqu donde estaba l. l, dice, se enterr en una campana grande. Dice que tena una salida para arriba de la campana. Dice que le ha dicho: Que le lleven mi cabeza, mi cuerpo no. Entonces se meti en la campana l y sac la cabeza por arriba de la campana y era una campana pesadsima, que nadie lo poda alzar. Y la campana que segua ajustando el cuello. Y justo el cuerpo qued abajo de la campana y la cabeza encima. Y la cabeza lo llevaron. Le cort la cabeza directamente con una sola campana se iba ajustando poquito a poco hasta cortarlo totalmente (ibidem, 117). Cuando lo mataron desapareci la cabeza, se fue al Cerro Licancaur en Chile. Es un cerrito que parece una pirmide. En el corazn de ese cerro dice que est la cabeza del Rey Inca. Hasta ahora (ibidem, 112). El descuartizamiento de Tpac Amaru y su familia, as como la posterior distribucin de las distintas partes de sus cuerpos en las ciudades donde se haban propagado los focos insurreccionales tiene, obviamente, una finalidad de escarmiento y castigo ejemplarizante, pero tambin es un intento simblico de anular la posibilidad de concrecin del mito incaico. La cabeza de Jos Gabriel Tpac Amaru fue enviada a Tinta, un brazo a Tungasuca, el otro a Carabaya, una pierna a Santa Rosa (Lampa), y la otra a Chumbivilcas; el cuerpo fue enviado junto al de su mujer al cerro de Picchu (Cuzco), para ser quemado y sus cenizas arrojadas al ro Watanay (Cfr. Anexos, VII). Se recomend tambin que fuera extinguida toda su descendencia hasta la cuarta generacin. "De este modo acabaron Jos Gabriel Tpac Amaru y Micaela Bastidas, cuya soberbia y arrogancia lleg a tanto, que se nominaron reyes del Per, Chile, Quito, Tucumn y otras partes, hasta incluir el Gran Paitit, con otras locuras este tono" (Cfr. De ngelis, 1910, VIII: 377-379). Resistencia y Tradicin Los relatos legendarios sobre el Rey Inca relevados en comunidades del noroeste argentino, evidencian la continuidad del pensamiento prehispnico. En el siglo XVIII la imagen del Inca se identifica con la de un hroe mesinico, encarnada en Tpac Amaru II, pero visible en todos los movimientos rebeldes de la centuria. Inkarr, en este contexto, es el autor del orden y el fundador tradicional cuya misin es la de reconstruir el mundo andino, sumido en el caos luego de la invasin europea. "La descripcin de la Conquista 'vista por los indios' conduce a encontrar supervivencias de ella en el folklore actual. El anlisis de ste revela una lgica estructural actualizada por un tipo especfico de praxis con la finalidad de producir una reestructuracin imaginaria." (Wachtel, 1976: 319). Aunque la superioridad del espaol convirti a las etnias autctonas en pueblos desposedos de gran parte de sus prcticas culturales, es interesante marcar que el lugar de enunciacin desde el que se recrean estos relatos coloca en un mismo nivel a invasores e
57

invadidos. El Rey Inca es tan poderoso como el Rey de Espaa, y el enfrentamiento entre estos personajes se desarrolla a partir de una relacin de paridad. Este plano de significaciones, que pulsa gran parte del pensamiento andino a partir de la Colonia, es el que permanecer en la base de las grandes rebeliones del siglo XVIII, como la encabezada por el Inca Tpac Amaru II, en la que el discurso rebelde supone el re-conocimiento de los valores que otorgan a los pueblos aborgenes su derecho a la existencia. En la subconciencia de los vencidos, la aventura y desventura de Tpac Amaru, habiendo sido entonces una visin del pasado, lo fue tambin del futuro, porque este es el papel del mito en las situaciones de crisis. Dirigido hacia los das que vendrn, la rebelin del pueblo indgena fue tambin un claro retorno al mundo anterior. Esta paradoja histrica y ahistrica, este eterno retorno, este casamiento escatolgico del cristianismo y tradicin original oscura, es tambin el camino y el refugio de los que padecen y de aquellos que, aplastados por la historia, vuelven sus ojos a otros tiempos, a otros das en que incluso las piedras mandaban como dioses menores (Tizn, 1989). An vencidos por las armas y en situacin colonial, los pueblos indgenas manifiestan una intensa fidelidad a su tradicin, actitud que esconde una forma de resistencia pasiva. La tradicin es un modo de rechazo silencioso y obstinado, pero renovado en cada generacin. El discurso legendario revela una dialctica compleja, en la que la fidelidad indgena a las antiguas costumbres se enfrenta y mixtura con el horizonte de las prcticas colonizadoras, revelando los juegos de poder y de resistencia: El Rey Inca era como una persona, igual, igual que Nuestro Seor Jesucristo. Tambin tena sus discpulos que lo acompaaban pus. Claro, tena sus discpulos, doce discpulos. Igual el Rey Inca tena sus peones". Dios es poderoso, pero el Inca tambin es poderoso. Aunque le han cortado la cabeza, pero l no ha muerto. (...) Y nuestro Seor Jesucristo tambin le han muerto. El para Salvador. Por fe, por la gracia de Dios, por la gracia del Padre, ha crecido en la Virgen Mara y ha nacido. Pero espritu fue, lo han crucificado, lo han clavado, el vino. A los tres das ha resucitado y ha vuelto a ascender a los cielos. El Rey Inca ha crecido en el vientre de la humanidad para dominar los cerros, para dominar todo lo que hay en el mundo entero (Terrn de Bellomo, 1995: 120, 121).

58

V. PERSPECTIVAS

...Los iniciados -que eran los burgueses de nuestro siglo- ejecutaron a Luis XVI porque saban que estaban en la verdad (...) La muerte del rey no fue un crimen, sino un acto de fe. La destruccin del rey y de las cosas de la aristocracia, puso en vigencia la revelacin que haban sufrido los revolucionarios. Claro que en Amrica ese tipo de revelacin no pas nunca a mayores, porque siempre careci posteriormente de vigencia. En todos los casos se trataba del hedor que ejerca su ofensiva contra la pulcritud y siempre desde abajo hacia arriba. Arriba estaban las pandillas de mestizos que esquilmaban a pueblos como los de Bolivia, Per o Chile. En la Argentina eran los hijos de inmigrantes que desbocaban las aspiraciones frustradas de sus padres. Contra ellos luchaban los de abajo, siempre en esa oposicin irremediable de hedientos contra pulcros, sin encontrar nunca el trmino medio. As se sucedieron Tupac Amar, Pumacahua, Rozas, Pealoza, Pern como signos salvajes. Todos ellos fueron la destruccin y la anarqua, porque eran la revelacin en su versin maldita y hedienta: eran en suma el hedor de Amrica (...) Y es que el hedor tiene algo de ese miedo original que el hombre crey dejar atrs despus de crear su pulcra ciudad. RODOLFO KUSCH

Rebelin y escritura El clima de rebelin que recorre todo el siglo XVIII es la respuesta a una presin tributaria acentuada, fruto de las reformas del rgimen borbnico. En el contexto de toma de conciencia "andina" que supone esta cadena de movimientos insurreccionales, los textos escritos plantean en trminos crticos la relacin entre la Repblica de los Indios y la Repblica de los espaoles. La dicotoma "tirana" vs. "buen gobierno", como reivindicacin bsica que ha pulsado gran parte de la produccin generada en el Nuevo Mundo a partir de la conquista hispnica, se manifiesta en los textos de este perodo pasquines, edictos, bandos, memoriales, cartas-, los que demuestran las alianzas de los grupos coloniales. Estas relaciones plantean un incipiente desarrollo basado no tanto en las necesidades de la metrpoli, sino en los requerimientos culturales de las sociedades de Amrica. La derrota de Tpac Amaru fue la puerta abierta para que los criollos del virreinato peruano pudieran ligarse al movimiento independentista que patrocinaban las burguesas exportadoras y latifundistas del norte y sur americanos, de carcter tnicoracista, de contenido colonial y forma burguesa-nacional:
59

Esto exacerb las contradicciones intertnicas y el paradigma colonial se transcribi estructuralmente como la pauta del progreso; entonces, la relacin del campesinado indgena con la nueva estructura poltica -la Repblica- se convirti en "problema del indio", lo que en la instancia real no expresa otra cosa que los conflictos derivados de la explotacin agraria... (Lumbreras, 1990: 63). La escritura de este perodo refleja el enfrentamiento de distintos modelos culturales, que tejen alternativas discursivas construidas a partir de las interacciones sociales, de las consecuencias de la vida cotidiana y de las imposiciones histricas que recaen sobre los distintos actores de estos acontecimientos de insurgencia poltica. El prestigio que encerraba la escritura para los europeos se instala en la produccin de la rebelin. Desde las primeras instancias de la conquista se haba operado entre los indgenas una innegable fascinacin por la escritura europea, fascinacin que agilizara la reestructuracin de los canales comunicativos en Amrica. A los ojos de los conquistadores, la escritura simbolizaba, actualizaba o evocaba -en el sentido mgico primitivo- la autoridad de los reyes espaoles, poder legitimado a su vez por otras 'escrituras', que expresaba, en ltima instancia, la voluntad divina. Esta hiptesis est acreditada por una observacin del Inca e historiador Titu Cusi Yupanqui, para quien los indios andinos se sorprendieron viendo a los espaoles "a solas hablar en paos blancos", es decir, leer en sus papeles. De este modo, la cultura grfica europea suplanta, en trminos de dominacin, la predominantemente oral de los indios. "Al interiorizar, a partir de su propia percepcin el 'fetichismo de la escritura' introducido por los europeos, los autctonos se convertirn en sus vctimas"... (Lienhard, 1992: 30). Esta experiencia es corroborada en las palabras de Jos Resegun, en una carta al Virrey Juan Jos de Vrtiz que da cuenta de las relaciones escritura-poder que se instalan en el discurso de los vencedores: Incluyo a V.E. algunos papeles que he aprendido (sic) esparcidos por los sublevados, y me quedo con los que pueden servir para la formacin de la causa; y como estos indios se conmueven con tanta facilidad a vista de cualquier papel, pienso escribir a todos los gobernadores, segundas y curacas de los pueblos de esta provincia, exhortndoles que sean leales vasallos de S. M., y que prendan a cualquiera que se presente con semejantes papeles, y que me lo traigan asegurado... (en De ngelis, 1910, VIII: 512-13) *. Rebelin y utopa La idealizacin de la sociedad inca que haba pulsado la historia americana desde el siglo XVI, permite la reinstalacin de la utopa andina en la figura de Tpac Amaru II, quien constituye el smbolo de la reconstruccin de las sociedades indgenas con el apoyo de los otros sectores sociales: criollos, mestizos, negros y an espaoles. El mito de Inkarr expresa, bajo el simbolismo de la resurreccin del cuerpo del Inca, un proyecto de integracin geogrfica y social dentro de un programa poltico anticolonial y con ciertos ingredientes nacionalistas (Cfr. Burga, 1990: 29). La utopa es una dimensin que nace del esfuerzo del mundo andino por comprender el proceso de conquista colonial, integrando los proyectos de doblegar tanto la dependencia como la fragmentacin. Pero la idea del regreso del Inca no apareci de manera espontnea en la cultura andina, ni se trat de una respuesta mecnica a la dominacin colonial; en la memoria, previamente, se reconstruy el pasado andino y se lo transform para convertirlo en una alternativa del presente (Cfr.
60

Flores Galindo, 1989). El mito indgena del Inca en el Tucumn ya se haba instalado cuando, en 1656, un andaluz llamado Pedro Chamijo puso en marcha la idea de liberacin. Este personaje encarn el nombre de Huallpa Inca y persuadi a los calchaques de que l era realmente el monarca indgena que vena a acabar con el dominio de los blancos para devolverles su libertad (Cfr. Herren, 1992; Piossek Prebisch, 1990). El falso Inca Pedro Bohorquez personific, al mismo tiempo, los proyectos del mundo indgena calchaqu y del orden espaol colonial37. El proceso de imaginacin y de invencin dentro de dos mundos fue una ms de las estrategias de estos grupos para garantizar sus reivindicaciones del momento. Los espaoles empiezan a elaborar su propia imagen de los indgenas calchaques, imagen unida a la leyenda del Gran Paitit (Hoops, 1991). En ese contexto, la resistencia en la encomienda de Casabindo y Cochinoca en Jujuy, encabezada por el Curaca Juan Quipildor, es demostrativa de la bsqueda de la independencia tnica, bsqueda que se materializa en procesos de alianza tcita con los encomenderos para poder continuar utilizando las tierras comunitarias.

Para lograr convencer a los pobladores de la regin calchaqu de que era descendiente de los incas, Pedro Bohrquez se haba asentado en sus experiencias previas en la regin de los "Andes de Jauja", en el virreinato peruano, zona en la que se haba centrado la sublevacin de Juan Santos Atahualpa. El reconocimiento de su autoridad en la regin del noroeste argentino puede vincularse, segn Franklin Pease, con la generalizacin, aun en aquellos territorios apartados del Tawantinsuyu meridional, de una imagen que anunciaba el retorno del Inca, considerado ahora como un hroe mesinico. Bohrquez mantuvo la dirigencia calchaqu hasta que fue apresado y ejecutado en Lima, en 1666 (Pease, 1992: 316317).

37

61

Ciento treinta aos despus del estallido calchaqu, al producirse la convocatoria de Tpac Amaru II, las reservas tnicas de las tierras altas y su capacidad de lucha estaban considerablemente desarticuladas. Sin embargo, en Cochinoca y Casabindo se reinstala el conflicto ms decidido. En el noroeste argentino, los levantamientos indgenas posteriores a la sublevacin de 178138, responden a un conjunto de estrategias localizadas que demuestran la permanencia del ideal de la independencia tnica, an cuando los planteos "siempre fueron acotados y ceidos a las posibilidades que ofreca la situacin de pacto o aceptacin condicionada del dominio colonial". Esta zona de los Andes es testigo de un largo proceso de sujecin indgena que culmina con la desarticulacin definitiva producida en el siglo XIX (Madrazo, 1995: 148-152). Las modificaciones generadas por el impacto industrial, la incorporacin de la mano de obra aborigen en los ingenios y obrajes del noroeste argentino, junto a las transformaciones demogrficas y ambientales, son algunas de las causas que impiden a los pueblos aborigenes intentar alguna forma de reorganizacin que les permita retornar a sus bases ancestrales de sustento econmico39. Durante el siglo XVIII, el proceso de consolidacin de la utopa adquiere una dimensin panandina. Su territorio comprende desde Quito a Tucumn, un territorio dilatado pero no continuo. No todos esperan el regreso del Inca, sino slo sectores, ncleos, segmentos de esa sociedad colonial que abriga la esperanza de hacer una revolucin y expulsar a los espaoles. As, la representacin de la muerte de Atahualpa es uno de los motivos centrales que transportan la utopa andina desde la Colonia hasta la actualidad (Cfr. Flores Galindo,
En el perodo nacional se producen varios levantamientos indgenas: en Cochinoca los indios asumen la defensa de la tierra y el control de las extensas Salinas Grandes, con cuyo producto se acrecentaban las actividades del trueque y el comercio mercantil. En 1833, el cacique Catacata denunciaba la falta de proteccin de la legislacin vigente en lo concerniente a los derechos indgenas. En 1872, algunos grupos indgenas solicitaron tierras en Casabindo y Cochinoca, argumentando que las mismas pertenecan a las antiguas comunidades indgenas y no a los descendientes de los marqueses de Tojo. A partir de este reclamo se suscitaron conflictos desde Humahuaca hasta Yavi, con apoyos de Santa Victoria (Salta) y Bolivia. El gobernador Snchez de Bustamante actu en defensa de los indgenas, enfrentndose a los principales terratenientes de la Puna. En el desarrollo de estos episodios puede leerse, segn Madrazo, el peso de las razones histricas, demogrficas y organizativas (desmembramiento inicial)- que singularizan al Noroeste argentino dentro de los Andes (Cfr. Madrazo, 1990 y 1995: 149).
39 38

Los poemas del libro Luna Muerta -dedicado a los indios del Chaco de Salta- del escritor salteo Manuel J. Castilla, ofrecen un testimonio de la existencia trgica de estos indgenas en nuestro tiempo: "Los matacos no pueden trabajar y por eso/ vienen desde la loma a vagar por el pueblo./ Andan como soldados y si rompen la fila/ se desbandan callados igual que las hormigas./ Uno va al almacn y otro queda mirando/ para ver si al primero le dan algn mandado./ Si consiguen dinero compran una sanda/ la parten y reparten sentados en cuclillas./ Y mientras ellos comen esa carne encendida/ y el medioda deshoja sus rosas amarillas,/ me figuro que tienen en la mano y la miran/ una tajada roja del sol del medioda./ En la estacin arrumban su miseria y sus cuerpos/ y se quedan de pronto como mirando lejos./ Si no fuera que a ratos se paran o se sientan/ se los confundira con pedazos de lea. /(El aire trae de lejos el rumor de una sierra/ y el sol funde lingotes de oro sobre la acera)./ Cambian unas palabras en su lengua y yo pienso/que si yo fuera luna sabra ese secreto." (Castilla, 1984: 80)

62

1989; Millones, 1992). Rebelin e independencia Los ideales tupamaristas provocaron apuradas reformas al sistema colonial y, pocos aos ms tarde, los protagonistas de las causas emancipadoras de Amrica se apoyaron en los mismos pilares ideolgicos. Hacia fines del siglo XVIII y principios del XIX, la trascendencia del movimiento encabezado por Tpac Amaru es recuperada por algunos hombres claves en el proceso independentista americano: el ecuatoriano Francisco de Santacruz y Espejo, el mendocino Juan Jos Godoy, el peruano Juan Pablo Viscardo Guzmn, el bogotano Antonio Nario y el caraqueo Francisco de Miranda. La generacin del movimiento de Mayo tambin se ha de sumar a la nmina: Rodrguez Pea, Castelli, Paso, Mariano Moreno, Belgrano, entre otros cuyo accionar doctrinal y poltico estaba teido de la reivindicacin de los derechos sociales indgenas. En el grupo de libertadores que promueven el ideal incaico, debe incluirse a Simn Bolvar, quien en la carta proftica de Jamaica ataca las grandes lacras del rgimen indiano: la esclavitud y el tributo (Cfr. Chvez, 1973: 265-300). Una tendencia significativa dentro del proceso de construccin de las nacionalidades es la recuperacin de figuras que instruyen una dimensin colectiva coherente con el imaginario de los sectores populares. Se desarrolla as una isotopa que conecta dos figuras claves en el proceso independentista: Tpac Amaru-Bolvar, lnea que reconoce su gnesis de desarrollo historiogrfico a partir de los contenidos de la carta escrita por Juan Bautista Tpac Amaru a Bolvar el 15 de mayo de 182540. En esa misiva, el anciano que regresaba de su largo destierro, felicitaba al "Genio del Siglo de Amrica" por continuar la obra de su hermano Jos Gabriel Tpac Amaru41:
Ese mismo ao, poco despus de recibir la carta de Juan Bautista Tpac Amaru, Simn Bolvar escribe desde el Cuzco: "He llegado ayer al pas clsico del Sol de los Incas, de la fbula y de la historia. Aqu el sol verdadero es el oro; los incas son los virreyes o prefectos, la fbula es la historia de Garcilaso, la historia la relacin de la destruccin de los indios por Las Casas. Abstraccin hecha de toda poesa, todo me recuerda altas ideas, pensamientos profundos, mi alma est embelezada por la presencia de la primitiva naturaleza, desarrollada por s misma, dando creaciones ntimas sin mezclar algunas de la obras extraas, de los consejos ajenos, de los caprichos del espritu humano, en el contagio de la historia de los crmenes y de los absurdos de nuestra especie. Manco Capac, Adn de los indios, sali de su Paraso Titaco y form una sociedad histrica, sin mezcla de fbulas sagradas o profanas." (en Astesano, 1979: 190). Segn Valcrcel, Juan Bautista Tpac Amaru fue una figura casi annima durante la rebelin. Su participacin se circunscribe al perodo final del movimiento, cuando Tpac Amaru estaba prximo a ser traicionado. Juan Bautista fue condenado en 1781 y salv su vida acogindose a un perdn general pero fue sentenciado nuevamente en 1783 y debi salir del Cuzco desterrado. En ese ao viaj a Espaa, donde permaneci como prisionero durante cuarenta aos. A mediados de 1813, casi treinta aos despus del destierro, Juan Bautista trab amistad con el fraile agustino Marcos Durn Martel, con quien emprende el regreso a Amrica en 1822. Juan Bautista tena entonces 75 aos de edad. Transcurridos 70 das de penosa navegacin arribaron a Buenos Aires. All, un antiguo compaero de exilio Juan Bautista Azopardo- le brind alojamiento y logr el apoyo del Estado para que obtuviera casa y una pensin de 30 pesos mensuales durante el tiempo que permaneciese en territorio argentino, con la sola condicin de escribir sus Memorias de puo y letra (Valcrcel: 1975: 231-232).
41 40

63

Si ha sido un deber de los amigos de la Patria de los Incas, cuya memoria me es la ms tierna y respetuosa, felicitar al Hroe de Colombia y Libertador de los vastos pases de la Amrica del Sur, a m me obliga un doble motivo a manifestar mi corazn lleno del ms alto jbilo, cuando he sido conservado hasta la edad de ochenta y seis aos, en medio de los mayores trabajos y peligros de perder mi existencia, para ver consumada la obra grande y siempre justa que nos pondra en el goce de nuestros derechos y nuestra libertad; a ella propendi Don Jos Gabriel Tupamaro, mi tierno y venerado hermano, mrtir del imperio peruano, cuya sangre fue el riego que haba preparado aquella tierra para fructificar los mejores frutos que el Gran Bolvar haba de recoger con su mano valerosa y llena de la mayor generosidad... (Astesano, 1979: 189). En Argentina, la figura del Inca reaparece en el siglo XIX, durante el ciclo de la declaracin de la Independencia, en 1816. Las figuras prominentes del proceso emancipatorio, como San Martn, Belgrano, Pueyrredn y Gemes42 -ste ltimo de actuacin clave en la guerra gaucha del noroeste argentino-, fueron quienes promovieron el modelo de monarqua incaica. Entre la documentacin que tiene como tema principal la intencin de reconstruir la dinasta incsica se encuentra una proclama a los peruanos, firmada por Martn Gemes y fechada en Jujuy, el 6 de agosto de 1816, en la que expresa: ...)Si estos son los sentimientos generales que nos animan, con cunta ms razn lo sern cuando, reestablecida muy en breve la dinasta de los Incas, veamos sentado en el trono y antigua corte de Cuzco al legtimo sucesor de la corona? (en Gemes, 1982, 3: 473)43.
En lo que respecta a los vnculos familiares y econmicos durante el tiempo del Virreinato en la regin andina, debe tenerse en cuenta que la actividad econmica de Tpac Amaru y su familia era el arrieraje. Tinta estaba situada a mitad de camino entre Lima y Buenos Aires, por donde pasaba la principal va de comunicacin del virreinato y en esa ruta, el arrieraje era uno de los negocios ms importantes (Cfr. Glave, 1982: 14). En este sentido, es importante repasar la relacin que hace Eduardo Astesano: "Dado lo reducido de la sociedad virreinal, estas familias importantes estaban ligadas entre s por vnculos variados. Los porteos eran vecinos de pocas cuadras. Los comerciantes enlazaban sus giros en ataduras que nunca se podrn poner totalmente en descubierto. Lo mismo suceda a lo largo del Virreynato. )Hasta dnde las recuas de mulas de Juan Bautista y su hermano no se vincularon en Salta con las de Gemes Montero, o no llegaron a Crdoba para cargar los gneros de Castilla de don Domingo Belgrano? (Astesano, 1979: 50). Resulta interesante repasar la actuacin de algunos miembros de la familia de Martn Miguel de Gemes durante la rebelin. Su padre, don Gabriel Gemes Montero, se desempeaba como Tesorero Ministro Principal de Real Hacienda cuando se desat la sublevacin en el Noroeste argentino. Su proceder durante estos momentos en defensa de los intereses reales es resaltado por el Intendente Gobernador y Capitn General de la provincia de Salta, don Andrs Mestre: "Como tan amante al Soberano, dio [Gabriel Gemes Montero] tambin pruebas de buen vasallo cuando la sublevacin de la plebe en Jujuy, pues aunque incesante de da en el trabajo de su oficina, velaba de noche sobre las armas todo el tiempo que estuvo sitiada de los rebeldes, turnando con los dems principales vecinos, haciendo rondas con sus dependientes, defendindose con ellos en la parte de la trinchera que le tocaba, animando a la fidelidad a los desconfiados, convencindolos con sus razones, disuadindolos de las malas intenciones que encubran mucho que se les conoca deseo de reunirse a los insurgentes y asistiendo a los Cabildos y Consejos de Guerra a que era llamado para acordar con su prudencia el mejor xito que al fin se consigui, tocndole mucha parte a este
64

42

43

buen Ministro de la pacificacin del Per (en Gemes, 1982, 7: 126-127). Otro familiar de Martn Miguel de Gemes, don Juan Manuel de Gemes y Hesles, Contador Oficial Real de las Cajas de Carangas (Oruro), fue muerto en un cruento episodio del ao 1781 por los indios leales a Tpac Amaru (Cfr. Cornejo, 1971: 13, De ngelis, 1910, VIII: 507).
65

La reinstalacin de la corte del Inca fue tema de varias cartas entre Gemes y Belgrano, durante el ao 1816 (Cfr. Gemes, 1982, 3). Sin embargo, la idea de restauracin del reinado Inca, propuesta por el General Manuel Belgrano y acogida en el Congreso de Tucumn, se desvaneci, an cuando seis aos ms tarde desembarcara en el Ro de la Plata Juan Bautista Tpac Amaru, medio hermano de Jos Gabriel, quien regresaba de su exilio de treinta y cinco aos en las prisiones africanas de Ceuta44 (Cfr. Astesano, 1979: 137). La llegada de Juan Bautista se produjo en 1822, un ao despus del estreno, en Buenos Aires, de la obra de teatro La rebelin de Tpac Amaru, de Luis Ambrosio Morante. Rebelin e inversin de papeles

Recin llegado a Buenos Aires, Juan Bautista Tpac Amaru present una larga solicitud relatando su infausta odisea e implorando la proteccin del Gobierno. Esta solicitud, patrocinada por Juan Bautista Azopardo, fue acogida por un decreto del Secretario de Gobierno Bernardino Rivadavia, el 24 de Octubre de 1822. Las Memorias del dilatado cautiverio de Juan Bautista en Ceuta fueron publicadas en 1824, por la Imprenta de los Nios Expsitos. Juan Bautista Tpac Amaru falleci el 2 de setiembre de 1827 y fue sepultado en el cementerio de La Recoleta, Buenos Aires (Astesano, 1979: 190).

44

66

El desarrollo de las acciones en el marco de la gran rebelin de Tpac Amaru en la zona andina advierte una serie de mecanismos que constituyen una reflexin dramatizada acerca de los complejos juegos de poder gestados por los protagonistas de la sociedad colonial. La personalidad de Tpac Amaru y la estratagema que opera en su polifactico discurso convierten a la escritura de este perodo en depositaria de una gestin que nada tena que ver, en principio, con el propsito de romper los lazos con Espaa. A la motivacin indigenista, las convicciones antiesclavistas45 y sus intereses reivindicatorios del incanato le seguir un sentido de integracin peruana, variando el objetivo inicial de justicia social hacia una clara posicin independentista. En este entrecruzamiento de los diversos intereses de castas, los indios y otros grupos no privilegiados buscan romper con el yugo peninsular. Un grupo intermedio, predominantemente criollo, aspira a reformas que pasen por un gobierno virreinal propio, sin desconocer la autoridad del Rey (Valcrcel, 1975). As, los diferentes intereses sociales se incrustan en el discurso de Tpac Amaru, quien, mientras manifestaba su calidad de Inca ante los indgenas, cuando se diriga a los criollos o a los funcionarios seculares y religiosos adoptaba una tctica diferente. En sus cartas convocatorias y edictos dirigidos a los indios, Jos Gabriel Tpac Amaru declaraba haber sido encargado por reales cdulas -como "Inca del tronco principal"- de suprimir la mita, los repartos y los empleos del Corregidor. Cuando se diriga a los mestizos y criollos abandonaba la estrategia simplista utilizada en las cdulas reales y se presentaba como el Inca que asuma la defensa de sus hermanos de raza y de todos los naturales del Per -en el amplio sentido geogrfico de la poca (Lewin, 1980: 3). La lgica discursiva de los textos tupamaristas insina, por un lado, la encarnacin a ultranza de la "voluntad del rey" y, por otro, el carcter "mesinico" de su movimiento. A partir de su argumentacin, la violencia ejercida contra los funcionarios locales del mismo rey no mereca castigo alguno, sino que era digna de premio real. Representante autoproclamado de Dios y del rey en el Per, Tpac Amaru II parece inscribirse en las pautas de comportamiento andinas que sugiere el encabezado de sus cartas y manifiestos: "Indio de la sangre real de los Incas". En una advertencia dirigida a los moradores criollos del Cuzco, Tpac Amaru se dirige a ellos con la intransigencia que solan ostentar los Incas frente a sus adversarios (Cfr. Lienhard, 1993: 178-179). Otro aspecto significativo del discurso de Tpac Amaru est integrado por la influencia ideolgica de los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega46. El lder rebelde
El 10 de noviembre de 1780, Tpac Amaru dicta su "Bando de libertad de los esclavos" documento de fundamental importancia en la historia de la esclavitud. Cabe recordar que esto ocurre antes de la Revolucin Francesa, en un momento en el que la abolicin de la esclavitud era considerada todava una utopa. El riesgo espiritual de Tpac Amaru al declarar la libertad de los esclavos que se enrolaran en sus ejrcitos indica un avance ideolgico, un toque de modernidad desusado para la poca. Representa la socializacin de los medios de produccin, ya que el negro era el equivalente de la mquina en estas regiones. Tpac Amaru haba adquirido una coleccin de las obras de Garcilaso, impresas por Andrs Gonzlez Barcia en 1723-24, segn constaba en las aduanas espaolas del puerto del Callao. En 1782 las autoridades espaolas consideraban el peligro poltico que representaba la obra del Inca Garcilaso, porque restituia el pasado incaico, el rol mesinico del Inca y adems inclua, en el prlogo firmado por Gabriel de Crdenas, el relato de una profeca recogida por Sir Walter Raleigh en el siglo XVI, donde se mencionaba el apoyo ingls que lograra devolver a los incas su lugar en el gobierno del Per (Pease, 1992: 324).
67

45

46

encontraba, en el contenido confesionalmente catlico y en las ideas elevadas acerca del rol de los incas, un respaldo para su tctica poltica aceptable para la Iglesia y concordante con la atmsfera que se respiraba en la poca (Cfr. Lewin, 1980). Asimismo, la rebelin indgena incorpor contradicciones que reflejaban la ambigedad de un movimiento de masas dirigido por los privilegiados. El fin de los abusos coloniales poda dar lugar a una sociedad ms equitativa, pero la sociedad que la lite imaginaba segua siendo jerrquica, mantenindose los privilegios derivados de su pasado incaico y del detestado rgimen hispnico (Cfr. Flores Galindo, 1976). En ese mundo colonial fragmentado, el personaje del humilde fraile que llega a Salta vistiendo el hbito capuchino es un smbolo de los papeles que desempearon el clero y los otros sectores sociales en el espacio revolucionario. El ambiente en el que se hall inmerso el obispo Gonzlez se presentaba especialmente dctil a las alianzas de entre las distintas lites y masas rurales. Algunos aspectos de las rebeliones andinas delatan, en la interaccin de los diferentes sectores sociales en juego, el fenmeno de la inversin de papeles, costumbre conocida en los carnavales europeos (Cfr. Mrner, 1989). En esta atmsfera de transgresiones y permutaciones los actores se escinden y confunden: obispos que parecen pobres frailes, indios que se vuelven obispos, obispos que se transforman en soldados, mujeres que son reconocidas como jefes militares de la revolucin, funcionarios despiadados que esconden su identidad debajo de un hbito franciscano...

Adems de la obra de Garcilaso, el proceso de idealizacin de la sociedad inca se manifiesta en otros cronistas como Cabello Balboa, Anello Oliva, Martn Mora, Santacruz Pachacuti y Guamn Poma. En estos textos se intenta una reivindicacin de lo indgena, difundiendo una visin contraria a la que promoviera el Virrey Toledo en el siglo XVI. Garcilaso escribe una versin cuzquea de la historia inca, en la que se presenta una sociedad sin mal, sin explotacin, sin injusticias y donde el Inca actuaba como un buen y paternal gobernante. Se construye as una imagen histrica que integrar el imaginario colectivo de los diferentes sectores indgenas. A diferencia de Garcilaso, la crnica de Guamn Poma de Ayala es en s una forma de fundamentar la legitimidad de las noblezas de origen pre-inca para asumir el control del gobierno local dentro del contexto colonial, proponiendo una separacin de la Repblica de Indios y la de Espaoles. En esa idea de devolver el poder a las verdaderas aristocracias indias reside la dimensin poltica y utpica de Guamn Poma (Cfr. Burga, 1990: 81-82).

68

La historia tambin abre paso a la ficcin y estos paralelismos inauguran la posibilidad de que, en este clima de roles intercambiables, tal vez la misteriosa figura del obispo del manuscrito de Salta hubiera podido corresponder con la de un fugitivo que, impostando la personalidad de religioso, hua de la sublevacin y de la muerte...

69

BIBLIOGRAFA

1. Estudios: ACEVEDO, Edberto Oscar 1960 "Repercusin de la sublevacin de Tpac Amaru en el Tucumn", en Revista de Historia de Amrica, Mxico: Instituto Panamericano de Geografa e Historia, NE 49, Junio de 1960. 1965 La Intendencia de Salta del Tucumn en el Virreinato del Ro de la Plata, Mendoza: Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofa y Letras, Instituto de Historia.

ADORNO, Rolena 1986 "Literary production and suppression: reading and writing about amerindians in colonial Spanish America", en revista Dispositio, Michigan: Universidad de Michigan, vol. XI, NE 28-29. ALONSO, Ricardo 1995 Diccionario minero. Glosario de voces utilizadas por los mineros de Iberoamrica, Madrid: Museo Nacional de Ciencias Naturales - Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, Monografas. ANNIMO 1985 Popol Vuh o Libro del Consejo de los Indios quichs [s. XVI], Buenos Aires: Sudamericana (Trad. Miguel Angel Asturias y J. M. Gonzlez de Mendoza). ARCHIVO DE SANTIAGO DEL ESTERO 1929 Revista del Archivo de Santiago del Estero, Santiago del Estero: ASE, NE 20. ARGUEDAS, Jos Mara 1986 Los ros profundos. Cuentos escogidos, Chile: Ayacucho, Prlogo: Mario Vargas Llosa. ASSADOURIN, Carlos, et. al., 1992 Historia argentina, Buenos Aires: Paids. ASTESANO, Eduardo 1979 Juan Bautista de Amrica, Buenos Aires: Castaeda. AUSPURG, Jorge y SOL, Miguel 1982 Arquitectura Colonial de Salta, Salta: Cuadernillos "Pax et Bonvm". BAJTN, Mijail 1987 La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, Madrid: Alianza.
70

BAYER, Osvaldo 1996 "Indios y quebrados", en Diario Pgina 12, Buenos Aires, 27 de enero. BAZN, Armando Ral 1986 Historia del Noroeste Argentino, Buenos Aires: Plus Ultra. BERNAL, Irma 1984 Rebeliones indgenas en la Puna, Buenos Aires: Bsqueda-Yuchn. BIDONDO, Emilio 1980 Historia de Jujuy, Buenos Aires: Plus Ultra. BOMAN, Eric 1992 Antigedades de la regin andina, Jujuy: Universidad Nacional de Jujuy. Primera versin al espaol de la edicin original en francs de 1908. BRADING, David A. 1991 Orbe indiano. De la monarqua catlica a la repblica criolla, 1492-1867, Mxico: Fondo de Cultura Econmica. BURGA, Manuel 1988 Nacimiento de una utopa: muerte y resurreccin de los Incas, Lima: Instituto de Apoyo Agrario. 1990 "La regin andina: integracin, desintegracin. )Historia hacia adentro o historia hacia afuera?" y "La emergencia de lo andino como utopa (siglo XVII)", en Los Andes: el camino del retorno, Quito: ABYA-YALA.

BUSTO, Jos Antonio del 1981 Jos Gabriel Tpac Amaru antes de su rebelin, Lima: Pontificia Catlica del Per. CARRILLO, Joaqun 1877 Jujui, provincia federal arjentina. Apuntes de su historia civil, Buenos Aires. CARRIZO. Juan Alfonso 1989 Cancionero popular de Jujuy, Jujuy: Universidad Nacional de Jujuy. CASTILLA, Manuel J. 1984 Obras Completas, Buenos Aires: Corregidor, Tomo I (Poesa). CONTI, Viviana 1989 "Prlogo" a Entradas al Chaco, Jujuy: Universidad Nacional de Jujuy. CORNEJO, Atilio 1934 Apuntes histricos sobre Salta, Buenos Aires: Ferrari Hnos. 1971 Historia de Gemes, Salta: Agrupacin Tradicionalista "Gauchos de Gemes",
71

Segunda Edicin. 1977 "La fecha de la fundacin de Salta", Separata de Investigaciones y Ensayos, Buenos Aires: Academia Nacional de la Historia, NE 22.

CHVES, Julio Csar 1972 Tpac Amaru, Buenos Aires: Asuncin. DE NGELIS, Pedro 1910 Coleccin de obras y documentos relativos a la Historia antigua y moderna de las provincias del Ro de la Plata, Buenos Aires: Lajouane & Ca. Editores, Tomos IV y VIII. DORRA, Ral 1995 "Grafocentrismo o fonocentrismo (perspectivas para un estudio de la oralidad)", Conferencia de las II Jornadas Andinas de Literatura, Tucumn: JALLA, en prensa. DURAND, Jos 1974 "El influjo de Garcilaso Inca en Tpac Amaru", en Realidad Nacional, Lima: Retablo de Papel. DURAND FLREZ, Luis (editor) 1980 Coleccin documental del bicentenario de la revolucin emancipadora de Tpac Amaru, Lima: Comisin Nacional del Bicentenario de la Rebelin Emancipadora de Tpac Amaru, tomos I-V. EGAA, Antonio de 1966 Historia de la Iglesia en la Amrica Espaola. Desde el descubrimiento hasta comienzos del siglo XIX. Hemisferio Sur, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos. FIGUEROA SOL, Eulalia 1984 "La etapa del apogeo salteo", en Estudio socio-econmico y cultural de Salta, Salta: Universidad Nacional de Salta, Tomo III, rea histrica. FLORES GALINDO, Alberto 1976 "Tpac Amaru y la sublevacin de 1780", en Flores Galindo, et. al., Tpac Amaru II, 1780. Sociedad colonial y sublevaciones populares, Lima: Retablo de papel. 1986 Europa y el pas de los incas: la utopa andina, Lima: Instituto de Apoyo Agrario.

GALEANO, Eduardo 1991 Memoria del fuego (II) Las caras y las mscaras, Mxico: Siglo XXI editores. GARCILASO DE LA VEGA, el Inca 1943 Comentarios reales [1609], Buenos Aires: EMEC.
72

GLAVE, Luis Miguel 1982 La rebelin de Tpac Amaru, Cuzco: Centro de Estudios Rurales Andinos "Bartolom de las Casas". 1992 1996 Vida, smbolos y batallas. Creacin y recreacin de la comunidad indgena. Cusco, siglos XVI-XX, Lima: Fondo de Cultura Econmica. "The 'Republic of Indians' in revolt (c.1680- c.1790), en Salomon, Frank y Schwartz, Stuart (eds.) The Cambridge History of the native peoples of the Americas, South American Volume (s), en prensa.

GODENZZI, Juan Carlos 1995 "Discursos y actos de rebelin anticolonial: textos polticos del siglo XVIII en los Andes", en Csar Itier (compilador), Del siglo de oro al siglo de las luces. Lenguaje y sociedad en los Andes del siglo XVIII, Cuzco: Centro de Estudios Rurales Andinos "Bartolom de las Casas". GONZLEZ, Pedro 1993 "El marquesado de Tojo. De San Bernardo de Tarija a San Salvador de Jujuy", en Revista Claves, NE 24, Ao II. GEMES, Luis 1982 Gemes documentado, Buenos Aires: Plus Ultra, tomos 3 y 7. HERREN, Ricardo 1992 Indios caraplidas, Buenos Aires: Planeta, Serie "Memoria de la Historia". HIDALGO, Jorge 1983 "Amarus y cataris. aspectos mesinicos de la rebelin indgena de 1781 en Cuzco, Chayanta, La Paz y Arica", Revista Chunqar, Arica, Chile: Universidad de Tarapac, NE 10. HOOPS, Terry 1991 "Colonialismo, resistencia y la invencin de la etnicidad en los Andes argentinos: el caso del falso Inca", trabajo presentado en las reuniones anuales de la Asociacin Americana de Antropologa, Chicago (Trad. Patricia Hoops). JOLLES, Andr 1971 Las formas simples, Santiago de Chile: Editorial Universitaria. KUSCH, Rodolfo 1977 El pensamiento indgena y popular en Amrica, Buenos Aires: Hachette. 1986 Amrica profunda, Buenos Aires: Bonum.

LARROUY, P. A.
73

1927

Documentos del Archivo de Indias para la Historia del Tucumn, Tolosa: Imprimerie et Librairie Edouard Privat, Tomo Segundo.

LEONI PINTO, Ramn 1994 "La historia oral en el noroeste argentino", en Revista Dilogos, NE 6. LEVENE, Ricardo, et. al. 1938 Historia de la Nacin Argentina (desde los orgenes hasta la organizacin definitiva en 1862), Buenos Aires: Imprenta de la Universidad, Vol. IV. LEVILLIER, Roberto 1976 El Paitit, el Dorado y las Amazonas, Bs. As.: EMEC. LEWIN, Boleslao 1967 La rebelin de Tpac Amaru y los orgenes de la Independencia en Hispanoamrica, Buenos Aires: Sociedad Editora Latino Americana S.E.L A, Tercera edicin ampliada. 1970 1976 1980 Tpac Amaru, Montevideo: Coleccin los Nuestros. La insurreccin de Tpac Amaru, Buenos Aires: Editorial Universitaria. "Significado de la rebelin de 1780 encabezada por Tpac Amaru", diario La Nacin, Domingo 12 de octubre, 4a. Seccin, p. 5.

LIENHARD, Martin 1992 La voz y su huella. Escritura y conflicto tnico-cultural en Amrica Latina, 14921988, Lima: Horizonte. 1993 "Nosotros hemos resuelto y mandamos... Textos indgenas destinados a los extraos", en Revista de Crtica Literaria Latinoamericana, Lima, Ao XIX, NE 38.

LIZRRAGA, Reginaldo de 1928 Descripcin Colonial [1603], Buenos Aires: Librera La Facultad, Tomos I y II. LIZONDO BORDA, Manuel 1941 Historia del Tucumn (siglos XVII y XVIII), Tucumn: Universidad Nacional del Tucumn. 1952 "Investigadores e historiadores. Documento y tradicin oral", en Norte Argentino, 119, Tucumn, III, pp. 22-23).

LPEZ BARALT, Mercedes 1987 El retorno del Inca Rey: mito y profeca en el mundo andino, Madrid: Playor. LUMBRERAS, Luis G. 1990 "Consideraciones preliminares para la crtica de la razn colonial", en Los Andes:
74

el camino del retorno, Quito: ABYA-YALA. LUNA, Flix 1996 Historia Integral de la Argentina, Buenos Aires: Planeta, Tomo I. MATA DE LPEZ, Sara 1990 "Estructura agraria. La propiedad de la tierra en el valle de Lerma, valle Calchaqu y la frontera este (1750-1800)", en Revista Andes, Salta: CEPIHA, Centro Promocional de Investigaciones en Historia y Antropologa, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta, NE 1. MADRAZO, Guillermo 1982 Hacienda y encomienda en los Andes. La Puna argentina bajo el marquesado de Tojo. Siglos XVII-XIX, Buenos Aires: Fondo Editorial. 1995 "Historia de un despojo: el indigenado del noroeste argentino y su transformacin campesina", en Revista Andes, Salta: CEPIHA, Centro Promocional de Investigaciones en Historia y Antropologa, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta, NE 6.

MARITEGUI, Jos Carlos 1969 7 ensayos de interpretacin de la realidad peruana, Lima: Biblioteca Amauta. 16a Edicin. MILLONES, Luis 1992 Actores de altura, Lima: Horizonte. 1993 "Poemas y canciones en honor de Santa Rosa: profecas del pasado, voces del presente", en Revista de Crtica Literaria Latinoamericana, Lima, Ao XIX, NE 37.

MRNER, Magnus 1989 "Los indios como objetos y actores en la historia de Latinoamrica", en Revista Anales, Gotemburgo: Instituto Iberoamericano, Universidad de Gotemburgo, NE 1. MRNER, Magnus, TRELLES, Efran 1985 Dos ensayos analticos sobre la rebelin de Tpac Amaru en el Cuzco, Estocolmo: Universidad de Estocolmo, NE 2. MULVANY DE PEALOZA, Eleonora 1986 "Nuevas evidencias de la ocupacin incaica en el valle de Lerma", en Revista Runa. Archivo para las ciencias del hombre, Buenos Aires: Instituto de Ciencias Antropolgicas - Universidad de Buenos Aires, Vol. XVI. ONG, Walter J. 1993 Oralidad y Escritura. Tecnologas de la palabra, Mxico: Fondo de Cultura Econmica.
75

O'PHELAN GODOY, Scarlett 1988 Un siglo de rebeliones anticoloniales. Per y Bolivia 1700-1783, Cuzco: Centro de estudios Regionales Andinos Bartolom de Las Casas. ORDAZ, Luis 19801986 "Nacimiento del Teatro", en Historia de la literatura argentina. I. Desde la Colonia hasta el Romanticismo, Buenos Aires: Centro Editor de Amrica Latina. PEZ DE LA TORRE, Carlos (h) 1987 Historia de Tucumn, Buenos Aires: Plus Ultra. PALOMEQUE, Silvia 1995 "Intercambios mercantiles y participacin indgena en la 'Puna de Jujuy' a fines del perodo colonial", en Revista Andes, Salta: CEPIHA, Centro Promocional de Investigaciones en Historia y Antropologa, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta , NE 6. PAZ, Gustavo 1995 "Tierra y resistencia campesina en la Puna de Jujuy. 1875-1910", en Revista Andes, Salta: CEPIHA, Centro Promocional de Investigaciones en Historia y Antropologa, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta , NE 6. PEASE, Franklin 1991 Los ltimos incas del Cuzco, Madrid: Alianza Editorial. 1992 Per. Hombre e historia entre el siglo XVI y el XVIII, Lima: Edubanco, II.

PIOSSEK PREBISCH, Teresa 1990 Pedro Bohorquez. El Inca del Tucumn, Tucumn: Ed. de la autora. PISTOIA, Benito Honorato 1989 Los franciscanos en el Tucumn y en el Norte Argentino. 1566-1973, Salta: Talleres Grficos Diario El Tribuno. PODERTI, Alicia 1994 "La voz de los vencidos en cinco diarios de viaje del siglo XVIII", en Revista Anales, Instituto Iberoamericano de la Universidad de Gotemburgo, NE 5-6. 1995a Textos del Tvcvmn Colonial, Salta: CIUNSa. - Universidad Nacional de Salta. 1995b San Ramn de la Nueva Orn: una ciudad, muchas historias, Salta: Fundacin Banco del Noroeste. 1997 El rostro legendario de la historia. La leyenda como fuente para la historia del noroeste argentino, Mxico: Morph.
76

POMA DE AYALA, Felipe Guamn 1980 Nueva Coronica y Buen Gobierno, [1615], Mxico: Siglo XXI. Eds. John Murra y Rolena Adorno, con traducciones de Jorge L. Urioste, 3 vols. REYES GAJARDO. Carlos 1968 La ciudad de Esteco y su leyenda, Tucumn: Universidad Nacional de Tucumn. RODRGUEZ, Hctor, BULIUBASICH, Catalina 1995 "Degradacin ambiental y conflicto tnico en el sector nororiental del Chaco salteo", en Revista Andes, Salta: CEPIHA, Centro Promocional de Investigaciones en Historia y Antropologa, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta , NE 6. ROJAS, Ricardo 1912 Blasn de Plata, Buenos Aires: Siberio. 19481949 Historia de la literatura argentina, Buenos Aires, Losada. ROWE, John 1976 "El movimiento nacional inca del siglo XVIII", en Flores Galindo, Tpac Amaru II1780. Sociedad colonial y sublevaciones populares, Lima: Retablo de Papel. SANTAMARA, Daniel 1995 "Las relaciones econmicas entre tobas y espaoles en el Chaco occidental, siglo XVIII" en Revista Andes, Salta: CEPIHA, Centro Promocional de Investigaciones en Historia y Antropologa, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Salta, NE 6. SILVERBLATT, Irene 1990 Luna, sol y brujas. Gnero y clases en los Andes prehispnicos y coloniales, Cuzco: Centro de Estudios Regionales Andinos "Bartolom de las Casas". STERN, Steve J. 1987 "The Age of Andean Insurrection, 1742-1782: A Reappraisal", en Resistance, Rebelion, and Consciousness in the Andean Peasant World. 18th to 20th centuries, Madison: U of Wisconsin Press. SZEMINSKI, Jan 1983 La utopa tupamarista, Lima: Pontificia Universidad Catlica del Per. TERRN DE BELLOMO, Herminia 1995 Continuidad de la memoria. Relatos orales de Jujuy, San Salvador de Jujuy, Universidad Nacional de Jujuy. TIZN, Hctor 1989 "Prlogo" a Jos Gabriel Tpac Amaru, Jujuy: Universidad Nacional de Jujuy.
77

TOSCANO, J. 1907 El primitivo obispado del Tucumn y la Iglesia de Salta, Buenos Aires: Biedma e Hijo. UNIVERSIDAD NACIONAL DE JUJUY 1989 Jos Gabriel Tpac Amaru, Jujuy: Universidad Nacional de Jujuy, (reedicin de la Coleccin de Pedro De ngelis. Prlogo de Hctor Tizn). VALCRCEL, Daniel 1946 Rebeliones indgenas, Lima: PTCM. 1970 1975 1977 Tpac Amaru. El revolucionario, Lima: Moncloa Campodnico, coleccin Tiempo. La rebelin de Tpac Amaru, Mxico: Fondo de Cultura Econmica. Tpac Amaru, precursor de la independencia, Lima: UNMSM.

VARGAS UGARTE, Rubn 1956 Historia del Per. Virreinato (siglo XVIII) 1700-1790, Librera e Imprenta Gil S.A. VERGARA, Miguel Angel 1961 Orgenes de Jujuy (1535-1600), Jujuy: Gobierno de la Provincia de Jujuy, 2da. edicin. WATCHEL, Nathan 1976 Los vencidos. Los indios del Per frente a la conquista espaola, Madrid: Alianza. WHITE, Hayden 1992 El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representacin histrica, Barcelona: Paids. 2. Archivos consultados ASE Archivo de Santiago del Estero (Argentina) ABHS Archivo y Biblioteca Histricos de Salta (Argentina) ACSF Archivo del Convento de San Francisco (Argentina) AHPJ Archivo Histrico de la Provincia de Jujuy (Argentina) AGN Archivo General de la Nacin (Buenos Aires, Argentina)

78

ANEXOS

I. Versin paleogrfica y descripcin del documento del Convento San Francisco. El folio manuscrito ha pertenecido, indudablemente, a uno de los libros del Convento de San Diego de Salta, al que nos referimos anteriormente. El papel es de filigrana liso, de conservacin regular, con marcas horizontales que revelan que, durante tiempo pronunciado, el documento fue archivado como rollo plegado. La interlnea es de aproximadamente 7 milmetros y la tinta es negra. El texto ostenta pocas abreviaturas -las corrientes del siglo XVIII- y est escrito en letra humanstica o itlica, con caligrafa clara, propia de la escritura procedente del mbito eclesistico. La conservacin del documento es regular, puesto que el papel est muy deteriorado en sus bordes superior, inferior y lateral derecho. Los rasgos grafolgicos coinciden con los del Padre Francisco Pacheco Borges, encargado de redactar los libros del convento hacia fines del siglo XVIII, como se deduce de un anlisis comparativo con otra documentacin encontrada en el mismo Archivo. La copia paleogrfica del documento responde a las normas de transcripcin vigentes, aprobadas en la Reunin Interamericana de Archivos, Washington, 1915. Por lo tanto se han desarrollado las abreviaturas, se ha mantenido la puntuacin indispensable para la interpretacin del texto, se ha conservado el valor fontico de las formas manuscritas, se ha respetado la acentuacin original, restituyendo los acentos en las palabras cuyo sentido lo requeran. Asimismo se ha remitido, mediante signos topogrficos, a las caractersticas semnticas del original, respetndose la composicin grfica, las sangras y espacios significativos. Para hacer ms gil la lectura del texto, se han anotado por aparte las equivalencias ortogrficas, morfolgicas y las abreviaturas empleadas. [Folio 1] [roto] Don Joseph Prez, Clrigo presbtero natural de los Abojarras, en el Reyno de Granada. [roto] ayuda de Cmara, o mayordomo: Don Pedro Ordiguiandi, natural de Navarra la baja; un cocinero; un mdico; y tres criados. Se hospedaron, esa vez, su Seora Il[us]t[rsi]ma, su confesor y compaero lego en la celda de nuestros Provinciales. Su secretario y Clrigo Condatario, en la de nuestros secretarios: los dems en otra celda. Su Il[us]t[rsi]ma dixo missas dos das en la celda capilla de San Francisco Solano. Es de notar que este Obispo solo tena de Obispo el sombrero negro aforrado de verde, y una crus pequea pendiente del cuello por pectoral, en todo lo dems, era un pobre frayle capuchino con la barba de palmo y medio, el habito mui angosto, color de chocolate, descalso en todo, con solo unas suelas que resguardavan las plantas de los pies, y en todo pareca un esqueleto tapado con el pobre hbito franciscano. Fue hospedado con la desencia y manutencin correspondiente, no obstante lo repentino de su llegada, y satisfaccin de frayle Francisco. Agradeci, este seor el hospedage con benignidad, y al salir deste conv[en]to encarg aesse Prelado dos
79

missas resadas, y dio de limosna treinta y dos pesos. Da 23 deste mes sali su Il[us]t[rsi]ma desse conv[en]to, dndonos su bendicin, lo acompa la comunidad hasta la orilla desta ciudad, y desde ally lo acompa un religioso hasta la distancia de media legua, y siempre a pie, y despus lo alcans su familia. Ninguna persona seglar lo acompa, salvo D[o]n Lorenzo Rico forastero, pues ste sabe de atenciones. Circunstancias desse S[e]or Obispo Esse Seor es quarto, tercero, segundo, y nieto, y hijo de condes y marqueses: por muerte de su Padre hered esse Seor el Marquesado de Gonsales en el mesmo Reyno de su patria: milit en los Reales Exercitos de S.M.C. y lleg a ser Coronel del Regimiento de Murcia. Renunci el honor militar en el rey, y el marquesado en su segundo hermano, y ao 1751 entr a la religin capuchina de N[uestr]o P[adr]e S[a]n Francisco de Italia: a los seis meses de professo, huvieron ascensos en ottro exrcito, y como por avido no lo avian anotado fue promovido al grado de Brigadier, lo que entendido p[o]r el S[eo]r Rey D[o]n Fernando 6E mand se le remitiera la patente de tal Brigadier, y que resolviera; respondi por gracia, q[u]e q[uan]do [roto] renunci los honores y bienes que podiera tener el [roto] pero [roto] la Iglesia Santa, y El Rey le dieron [roto] y as [roto] [Folio 1 vta.] que admita el honor de Grado, sin exersicio, y sin sueldo [roto] hermano que le socedi en el marquesado era tambin militar, y [roto] en el Morro de la Habana q[uan]do los Ingleses la combatieron por los aos 1762; de cuya gran defensa hasta morir le concedi S.M.C. el honor de Conde del Asalto, y como no lo poda gozar el que lo gan con perder la vida en la gerra , pass al tercero y ltimo hermano la herencia del marquesado de Gonsales, que renunci nuestro obispo, el otro marquesado por muerte de la madre dellos, y el condado ganado en el [roto] Esse tercero hermano, en este ao 1782 el [Governador y Capi] [tachado] Teniente General del Real Exercito, Governador y Capitn General de toda Catalua. Nuestro Obispo en la orden nunca tuvo oficio, porque los [omiti] [tachado] repugn, solo si pretendi, desde Italia, ir a milliones de infieles, no lo consigui por opo[tachado]sicin del Duque de Parma, y la Princesa de Asturias no admiti obispado en Italia sindole ofrecidos: fu mandado a Espaa por asumptos graves de su religin, los que evacu con felicidad: fue mandado p[o]r el Rey a Filipinas y Cartagena de Indias con 42 religiosos en calidad de Presidente, y los puso en milliones, fund un Hospicio con quatro religiosos, celebr ally Captulo Provincial, en Cartagena, regress a Espaa en donde su hospicio fue confirmado por El Rey en calidad de cov[roto] como [?] en el Reyno de Mxico y lo anex, se sucit discordia entre dos Obispos en puntos de jurisdicin, con Breve Pontificio lo mand El Rey D[o]n Carlos en calidad de Nuncio Apostlico avilitar ally cinco obispados con facultad de remitir obispo a Europa, todo se compuso, y dando la vuelta segunda ves a Espaa, di buena cuenta de su comisin, los 37 religiosos que trajo a Indias en esta segunda venida, los coloc en milliones que fueron de Jesuitas: fue electo vic[ari]o G[ene]ral del Exrcito q[u]e iba contra Menorca, lo que no se verific, porq[u]e El Rey lo diput para venir aeste Reyno del Per a componer las alteraciones precentes de J[ose]ph Miguel Tupac Amaru, y como en estas tierras tiene gran parte el Estado Eclesistico, lo obligaron a aceptar la
80

dignidad Episcopal del Obispado de Arequipa que estava vaco, para deste modo ser mas atendido de los Ministros que no atienden al pobre frayle. El Rey le dio 42 Mil pesos para su vestuario y conduccin: de Madrid camin a Lisboa, dessa vino a Rio de Janeiro en donde se consagr, de aqu por S[an]ta Catalina - Rio Grande Montevideo: su equipage mand por Cabo de Hornos a su obispado [roto] B[ueno]s Ay[re]s gast 15 dias hasta esta ciudad, p[o]r la posta con dos carreton [roto]: va a Chuquisaca, Potos, Oruro, Paz y Cusco [roto] y dara la buelta Arequipa. [roto] [sobre el margen izquierdo, en forma vertical] Desde B[ueno]s Ay[re]s empeso adevengar todas las rentas de su obispado q[u]e son secenta mil pesos, y los sueldos de brigadier vivo en Indias [raya de cuatro cm.].
Equivalencias adevengar: a devengar aesse: (contraccin) a ese. aeste: (contraccin) a este. aforrado: forrado. alcans: alcanz. ally: all. asumptos: asuntos. avian: haban. avido: habido. avilitar: habilitar. buelta: vuelta. crus: cruz. dellos: (contraccin) de ellos. descalso: descalzo. desse, dessa: (contraccin) de ese, de esa. deste, desta: (contraccin) de este, de esta. desencia: decencia dixo: dijo. empes: empez equipage: equipaje. esse: ese. estava: estaba. exersicio: ejercicio. Exrcitos: Ejrcitos. frayle: fraile. gerra: guerra. governador: gobernador. hospedage: hospedaje. huvieron: hubieron. jurisdicin: jursidiccin. mesmo: mismo. milliones: millones. missas: misas mui: muy. ottro: otro. pass: pas. podiera: pudiera precentes: presentes. professo: profeso. quando: cuando quarto: cuarto. quatro: cuatro. regresso: regreso.
81

resguardavan: resguardaban. Reyno: reino. secenta: sesenta. socedi: sucedi. sucit: suscit. ves: vez. Abreviaturas empleadas en el documento: Bs. Ays.: Buenos Aires Convto.: Convento Dn.: Don Gral.: General Iltma.: Ilustrsima Jph.: Joseph (Jos) NE: Nuestro Pe: Padre porqe.: porque pr: por qdo: cuando qe: que S.M.C.: Su Majestad Catlica. Sn.: San Sor: Seor Sta: Santa Vico: Vicario

82

II. Cronologa de la sublevacin de Tupac Amaru en los Andes y su proyeccin hacia los tiempos independentistas.

26/XI/1776 22/VII-18/XII/1777 1778 2/X/1780 X/1780 4/XI/1780 10/XI/1780 12/XI/1780

Antonio de Arriaga es nombrado corregidor de Tinta. Jos Gabriel Tupac Amaru presenta recursos ante la Real Audiencia de Lima. Tupac Amaru retorna a Cuzco. Tupac Amaru intenta levantarse, pero desiste. A la gobernacin del Tucumn llegan noticias de la sublevacin de Chayanta y de los levantamientos en Potos y Chuquisaca. Tupac Amaru da su grito de rebelin y apresa al corregidor Arriaga. El corregidor Arriaga es ejecutado en la plaza de Tungasuca. Llegan noticias de la rebelin al Cuzco, y su corregidor -Fernando Incln Valdez adopta medidas defensivas, mientras las provincias comienzan a recibir los Bandos de Tupac Amaru. Tupac Amaru expide su bando antiesclavista, el primero en la historia del Per, dando la libertad a los esclavos, desde el anexo del Seor de Tungasuca (lo propio harn San Martn en 1820 y Castilla en 1854). Se produce la victoria de Sangarara sobre el ejrcito de los corregidores. Tupac Amaru pasa La Raya e invade territorio de la jurisdiccin del virreinato del Ro de la Plata. Sale de Lima el ejrcito pacificador al mando del mariscal de campo Jos del Valle, acompaado por el visitador Jos Antonio de Areche como representante del virrey Juregui. La Audiencia de Charcas da cuenta al rey de la sublevacin de Tinta. Tupac Amaru ordena la marcha sobre el Cuzco. Comienza el cerco del Cuzco. Toms Catari es muerto por los hombres del corregidor Manuel Alvarez Villarroel. Retirada de Tupac Amaru. Llegan al Cuzco las tropas de Lima. En el paraje llamado "Las Ozas" de Jujuy (Gobernacin del Tucumn) los cabildantes son anoticiados de que Jos Quiroga, Gregorio Surez y Basilio Erazo vienen "en defensa de la gente baja y de los vasallos del rey Inca". En Tupiza el sargento criollo Luis Lasso de la Vega se proclama gobernador en nombre de Tupac Amaru. En la Puna jujea circulan escritos en favor del mismo en la zona de Rinconada, Cochinoca, Santa Catalina y Casabindo. Tupac Amaru enva una carta al visitador Areche, quien le contesta el 12 de ese mes. Una nota del Cabildo de Jujuy, dirigida al virrey Juan Jos de Vrtiz, ratifica la denuncia acerca de la sublevacin que comanda Jos Quiroga en Jujuy.
83

16/XI/1780

18/XI/1780 7/XII/1789 14/XII/1780

20/XII/1780 2/I/1781 9/I/1781 10/I/1781 25/II/1781 II/1781

3/III/1781

5/III/1781 26/III/1781

31/III/1781

El comandante militar de la ciudad de Jujuy sale con sus soldados en busca de los sublevados del Chaco, derrotndolos en las cercanas de Zapla y tomando 27 prisioneros. Tupac Amaru es capturado por su subordinado, el traidor mestizo Francisco Santa Cruz, en el pueblo de Langui, y es entregado a los realistas. La rebelin ya se ha instalado en los pueblos de la Puna de Jujuy, en el Tucumn, conmoviendo los nimos de los indios Tobas, quienes matan al teniente comandante Francisco Rodrguez. Una carta del comandante militar Gregorio Zegada informa el levantamiento de ncleos rebeldes en el Chaco a las rdenes del mestizo Jos Quiroga. Diego Cristbal Tupac Amaru, caudillo sucesor de Tupac Amaru II es derrotado en el combate de Layo. El gobernador Mestre firma la sentencia que condena a ser arcabuceados por la espalda, por traicin al Rey, a diez de los cabecillas; a otros veintiuno los manda quintar y a los restantes a ser marcados a fuego con una "R" en el rostro. Estos ltimos son condenados, adems, a cinco aos de trabajos forzosos en las obras pblicas. Tupac Amaru, cargado de cadenas, entra en la ciudad del Cuzco. Se pronuncia la sentencia contra Tupac Amaru y sus partidarios. Se produce el suplicio de Jos Gabriel Tupac Amaru, su esposa Micaela Bastidas, hijos y principales seguidores, en la plaza cuzquea del Wacaypata. Zegada regresa del Chaco, luego de haber dado muerte al "capitn Santiago"-cacique rebelde- y tomado ms de un centenar de prisioneros, los que fueron confinados en la Reduccin de San Ignacio de los Tobas. En La Rinconada de la Puna, su gobernador indio, Manuel Callaguara, se apresta a atacar la ciudad de Jujuy, pero es derrotado y condenado a sufrir la misma suerte que los jefes rebeldes del Chaco. En el Cuzco se lleva a cabo una nueva ejecucin de los partidarios de Tupac Amaru. Tupac Catari muere despedazado por cuatro caballos. Diego Cristbal entra en Sicuani para firmar el armisticio. Muere Diego Cristbal Tupac Amaru en la plaza del Cuzco. Entran en Lima los prisioneros desterrados del Cuzco. Es condenado al destierro Juan Bautista Tupac Amaru, medio hermano del jefe rebelde, y es trasladado a Espaa. El general Manuel Belgrano propone ante el Congreso de Tucumn la conveniencia de una monarqua incaica como forma de gobierno. La revolucin liberal de Del Riego otorga la libertad a los americanos apresados por delitos polticos, entre ellos a Juan Bautista Tupac Amaru. Zarpa hacia Amrica el barco que lleva a Juan Bautista Tupac Amaru, luego de 40 aos de prisin y destierro. Juan Bautista Tupac Amaru desembarca en Buenos Aires y recibe ayuda del Presidente Rivadavia. Se publican las Memorias de Juan Bautista Tupac Amaru, en Buenos Aires. Juan Bautista Tupac Amaru escribe desde Buenos Aires su carta a Simn Bolvar, el
84

6/IV/1781 1E/IV/1781

12/IV/1781 21/IV/1781

4/V/1781 15/V/1781 18/V/1781 28/VI/1781

18/VII/1781 13/XI/1781 26/I/1782 19/VII/1782 28/XI/1782 XI/1783 12/VI/1816 1820 3/VIII/1822 1822 1824 15/V/1825

"libertador del Per", que se encontraba en el Cuzco. 2/IX/1827 Fallece Juan Bautista Tupac Amaru, el ltimo exponente de la realeza incaica.

85

III. Carta con la recomendacin de captura de varios indios y criollos que tomaron parte en la sublevacin de los indios tobas, firmada por Jos de la Cuadra, administrador General de las Rentas de Tabacos, Naipes y Correos y Alcalde Ordinario de Primer Voto de la ciudad de San Salvador de Jujuy, fechada el 15 de abril de 1781, que se encuentra en el Archivo de Santiago del Estero (en Revista del Archivo de Santiago del Estero, 1929, NE 20). "Dn. Josef de la Quadra, Administrador Gral. de las Rs. Rentas de Tabacos, Naipes y Correos; Alcalde Ordinario de Primer Voto de esta ciudad de S. Salvador de Jujuy, sus trminos y Jurisdizn. pr. Su Magestad que Dios Gue. A Vmd. los SS. Alcaldes Ordinarios de la Santa hermandad, Probincial, Pedneos y dems Jueces de la Ciud. de Sn. Tiago y su Jurisdizon. hago saber como en la presente ocazin se halla esta Ciud. atribulada a causa de la conspirazon. de los indios Tobas acaudillados de los proprios Christianos qe. serban de partidarios en los presidios de las fronteras de la plebe y otros ms qe. combocaron sus parciales, pa. el fin de destruir y matar los Espaoles de sta y hacer partibles los caudales; siendo los principales caudillos Jossef Quiroga, Antonio Omacata, Gregorio Juarez, Basilio Eraso, Jph. Domingo Morales (alias Rojas); y como se han consetuado perdidos, ass pr. qe. les han faltado sus combocados y la gente auxiliante que esperaban de su clase, como pr. la llegada de los soldados veteranos han profugado desamparado a sus aliados indios Tobas, dexando infestados a los pagos con la perniciosa cizana de su iniquidad. Por lo tanto, y para conseguir a estos caudillos y aplicarles las penas condignas a semejante dilito, a Vms. Exorto y requiero, en nombre de Su Magestad (que Dios Gue.) y de la ma, ruego y encargo qe. siendo con esta reconbenidos manden solicitar con toda exactitud, sin omitir diligena. alguna, a los predhos. caudillos y mandarlos presos con buena guardia y custodia a esta Carcel Pblica y pa. su aprehensin acertiba se hace relazon. de la fizonoma, edades y cuerpo de estos malbados, y s la siguiente: 1E) -Jph. Quiroga es alto, de cuerpo flaco, cari largo, pelo propio de color medio amarillo, alto, ojoso, muy dro. en el modo de pararse; de edad de cuarenta aos al parecer. 2E) -Antonio Umacata indio, pelo propio, de edad de quarenta y cinco aos, poco ms o menos, picado de viruelas; ojos chicos, grueso de cuerpo; la cara medio redonda, de mediana estatura; no muy ladino en el hablar Castellano; anda con poncho de pala, balandrn entre fino con zapatos y con copas de plata. 3E) -Gregorio Juarez, criollo, de Santiago del Estero, alto, de cuerpo moreno, flaco, picado de viruelas, pelo propio, ojos grandes, tiene una cicatriz en la cara de cortadura; de edad al parecer de quarenta aos. 4E) Basilio Eraso, natural de Estarcca, de la Provinza. de Chichas, mestizo amulatado; sin pelo, medio vijoso; aunqe. muy hablador es nada ladino; la cara larga y flaca, y anda descalzo; de edad, segn su aspecto de treinta y cinco aos; muy coquero.

86

5E) Jossef Domigo Morales (Alias Rojas), de estatura mediana, ato; de cara blanca, pelo propio; cara redonda; medio coto; de edad de veinticinco a treinta aos. En cuya conformidad Vma. mandarn cumplir y executar todas sus partes sta mi carta requisitoria, pr. ser en servicio de ambas magestades y quietud de la Repblica, que en hacerlo ass cumplirn con lo que, en fuerza de sus empleos son obligados; qe. al tanto queda este Juzgado a practicar, siempre qe. las suyas bea en justicia, la qual mediante es fha. en Jujuy y Abril 15 de 1781, pr. ante el Escribano de Cavdo. que de ello da fe. [Firmado] Joseph de la Quadra Por Mandto. de Su Mrcd. Manuel de Borda. Esnco. Pubco. y de Cavdo.

87

IV. LEYENDAS DEL REY INCA (corpus de relatos orales recogido por la Dra. Mara Beatriz Scheloto, y publicados en Revista Mytolgicas. Las versiones que transcribimos son las reproducidas por Herminia Terrn de Bellomo, 1995). "El Rey Inca", Versin 1: "El Rey Inca Manco. Ese es otra generacin. Ese lo han muerto los espaoles cuando vinieron. Porque el Rey Inca Manco Capac, ese era rico, ese un hombre que ha nacido de una pobre, pero no carnal, sino espiritual, por la gracia de Dios en espritu. Se ha criado en el vientre de una moza y ya hasta su trmino que va a nacer el Rey Inca. Pero no en casa de su padre ni de su madre no quera. Se ha enfermado la moza en el campo, yendo a pastar las ovejas, las llamas, as en los cerros. Le han agarrado un dolor y lo ha echado noms la chico. No ha sentido mucho dolor. Le ha dejado al chiquito, ha cavado tierrita, dice que no quera ir el changuito. Dijo: No, no voy. Naci hablando, recin nacido pero hablando. Le avis a su mamita: -No voy a la casa, yo no quiero, a mi abuelo no lo quiero ver, no tanto que no verlo, no, no. -Usted dejem aqu mam y maana vens de vuelta, yo voy a estar aqu. Ha arrancado unos yuyitos, pajitas, lo ha hecho un nidito, y ha dejado tapando con su rebozo, y encima lo ha puesto con pajita como le ha dicho. El niito lo ha dejado y se ha ido a su casa y ha llegado por la tarde. Y ha llegado medio otra laya la moza, como enferma as. Le ha preguntado su pap: -Y por qu est usted otra laya, y que te ha pasado? -As estoy, me he enfermado, me he enfermado arriba en el campo, ah he dejado al chiquito, no quiere venir, no quiere hacer nada, no quiere venir. De eso estoy as, estoy penosa, tengo pena de guaguita. -Pero )por qu no las trado carajo? yo te lo reto bien. -Bueno, vamos a tener que madrugar maana temprano. Ahora est noche. -)Adnde vamos a ir esos cerros? )Adnde vamos a ir? -No, yo maana recin voy a ir, ha dicho su mam. Bueno, dicen que ha ido, se ha pegado una madrugada, se han ido, se han ido, se han ido arriba del cerro llevndose a pastorear a los cinagos, por ah a la vega, por ah se ha enfermado. Se ha ido, se han ido. Ya dice que estaba llegando. Y estando ya cerquita, se ha levantado ha tirado unas pajitas, dice que se ha tapado todo, dice que ha tirado, dice que se ha parado ah. Se ha pegado la disparada, cerro arriba. Fuera, el abuelo fuera, el pobre por atrs. )Qu iba a hacer? No lo ha podido agarrar, que ha sido ms ligero que otra cosa. Se ha ido el cerro. -Pucha, carajo, )quin es ese entonces, quien es esa guagua? )Por qu est disparando aqu? )Por qu est andando? No s as ha nacido hablando, andando y hablando. Y bueno, ahora qu hacemos. -Bueno, lo esperemos ya vendr. Dice que ha ido por atrs el abuelo. Se ha ido, se ha ido, que va a hacer... Dice que ha ido. -Bueno carajo, entonces maana yo voy a traer live, voy a traer el lazo para enlazarlo, espiando voy a llegar aqu. Usted de otro lado, yo de otro lado. Usted lo has agarrao, usted sola y yo voy a venir por tu atrs o si no yo voy a venir por otro lado, lo agarrs, no lo largs a la guagua. No lo largs hasta que yo llegue ah. Y lo vamos a llevar a la casa. Entonces han hecho as, se han ido a la casa de su pap. -Usted te vas a la tarde con las ovejas y maana as vamos a aguardar ms tarde. No dice que no ha venido nada. No ha venido nada. No ha venido. Ha esperado la mam ah con las ovejas y se hizo tarde y se ha ido a su casa- -No aparece nada, no ha venido nada, dice que ha dicho. -Bueno, maana vamos a madrugar, entonces usted te vayas temprano, te vas derech ah de donde ha salido, el nido, y yo me voy a ir por otro lado. Voy a llevar el lazo para enlazarlo y lo vamos a traer para ac, a pillar. Usted llegs y si est, lo agarrs bien, no lo largs. Llevate una
88

soga, lo ats las patitas, bien lo ats, bien atado que est ah. Y bueno, as dice que han hecho. Ha llegado all la mam. No hay nada, no hay nada. Nada, Y bueno, que va a hacer, no hay ni rastrito. No hay nada. Entonces, est sin comer, nada. Ha dicho: -Yo voy a ir a la casa y voy a volver vueltas ms tarde. Usted va a estar aqu noms. Por ah, and a gritarlo, and a buscarlo por ah. Si parece lo hacs agarrar y no lo haces largar hasta que yo llegue. Yo voy a traer un poco de caf, comida, cualquier cosa o asado, cualquier cosa para que comamos. -Bueno, se ha ido. Su pap se ha ido a su casa rpido. pronto noms ya voy a volver. Voy a buscar de comer y vengo. Se ha ido. Las ovejas me las echs para ac. las ovejas para ac las ech y ac han de venir, de estar a la vega y usted quedate aqu. No te muevas ya aparecer. Y bueno, en cuantito se ha ido viejito, se ha perdido cuesta abajo, ya estaba bajando del cerro. Ya est viniendo el changuito. Ha llegado, se ha agarrado de su mamita, se ha mamado bien. Tena hambre. Le ha dicho. -Ahora tu abuelo tiene que venir trayendo comida, trayendo lazo para enlazarte, para llevarte, sogas para atarte los piecitos. -Si, yo estoy sabiendo ya que es lo que est pasando. Yo estoy sabiendo bien. Yo voy a mamar bien y a ms ratito me voy. Ya me voy. No voy a estar aqu. Y si pregunta: -)Ha venido? -De vuelta se ha ido al cerro. Se ha ido al cerro. -Maana voy a volver de vuelta. Mi abuelo ya no va a venir nada. Usted noms vas a venir maana. Entonces se ha ido. -Usted quedate aqu con tus ovejas tranquila. Dgale: -Se ha ido al cerro otra vez. -A mi no me halla nadie. -Maana si te volvs, te volvs mamita, solita te has de venir a pastar tus ovejas. Ha llegado. Ah haba estado parado el changuito en su nidito. Parado, mirando. Bueno, ven mamita, ahora s. Ahora s mamita. Dice que est cruzando una honda. Una honda dice que est cruzando. Ahora s, mamita aqu traigo las dos pias de oro, tamao pias de oro. Dice que le ha trado, dice que le ha dado a su mamita, ahora s, ahora s yo me voy del todo. Dame tu pecho, voy a mamar todo. Ha acabado de mamar, as, as. Ahora ya no se va a juntar la leche, no te va a doler, no vas a hacer nada ya. Ahora yo me voy del todo mamita. Estas dos pias de oro llevate a tu casa y con este vas a vivir hasta fin de tu vida mamita. No te va a faltar nada. Yo soy el Rey Inca, tengo que dominar los cerros. Yo tengo gente, tengo peonada para dominar los cerros. Tengo que andar cerro por cerro, tengo que limitar los cerros. Tengo que mensurar, no se que ser. Todita parte, todo el mundo entero, tengo que separar los pueblos, las naciones , las repblicas, todo, todo. Tengo 12 peones. Yo tengo que vivir... en los cerros noms voy a vivir. Yo cuando llegue con mis peones all, yo a la tierra lo hago hablar. Llego all, lo hago trabajar a los peones, le hago rayar la tierra y sale el agua de por si, hago rayar la tierra y hecho maz, siembro maz, repollo, todo lo que yo quiera comer. Sembraba, al otro da para almorzar est todo, toda al orden. Bueno, as mamita. Ya saba. -Usted no tenga pena por m, nada, nada. Usted viv tranquila, va eso que te estoy dejando mamita, eso te dura hasta el fin de tu vida, mamita. Adis, se ha despedido y se ha ido. Y bueno, despus de eso cuando ha venido los espaoles, entonces la plata, estando a flor de tierra el oro, la plata y todo, todo mineral que hoy se encuentra en la profundidad de la tierra. Pero esos aos han quedado as. La plata esta a flor de tierra. Esta zona, Sudamrica que dicen, era rico, rico, riqusimo. Porque el Rey Inca, ese el que estaba dominando, estaba a su cargo las riquezas, todo. Entonces, cuando lo hallaron al rey espaol, no se qu, han venido buscando al Rey para matarlo el Rey Inca Manco Capac. Lo han engaado, lo han engaado, lo han de tierra- Aqu en Collhuaima, el Collamboy decimos un cerro, yo he subido tres veces ese cerro. Ah en ese cerro est el campamento. Todos bancos de piedra. Lindos bancos seor, hecho de piedra noms, all tiene el pozo de agua, un pozo grande.
89

Bien pircado con piedra cuadrada, bien trabajada. Pero flor de agua. Fuera que se dice limpia y limpia, toda la vida limpia. Ah yo he tomado he hecho caf. Todos hemos tomado ah y hemos salido bien. Se llama cerro Collamboy, est cerca de aqu. Ah tiene su campamento de aos, en ese cerro haba parado de la plata y el oro. Si, ah est depsito. Tiene su depsito ah. Bajo la tierra, en el corazn del cerro est pues. Pero vas a tener que salir a flor de tierra. Todo. Tiene que aprovechar eso la humanidad porque Dios ha puesto todas las riquezas, Dios ha puesto para que, para el consumo de la generacin humana. Por eso tiene su tiempo. De un momento a otro va a aparecer el Rey Inca. O sino de por s va a salir. Cuando ya es el tiempo, el mineral se va a poner a flor de tierra, cualquiera lo va hallar, como siempre van a hallar. Cuando sea el tiempo, va a aparecer la plata, va a aparecer el oro. Los tiraditos a flor de tierra que han quedado son chiquititos, eso claro hay en todas partes" (Informante: Nicols Llampa). "El Rey Inca", versin 2: "El era un hombre capacitado y poderoso aqu en la tierra. Aqu en esta zona haca cualquier cosa l. Y ms manejaba la plata y el oro. Era, digamos, rico. Dice que usaba ojotas de cuero, con la quinoa y escarpines que son una medias con dos talones y con dos dedos; el dedo mayor calza solo. Y todo de barracn, la ropa que uno usa en el campo, todo hecho por las propias manos de l, lo fabricaba. Lo haca el hilo y lo teja. Tambin usaba como arma la boleadora y lo honda de hilo. La boleadora tambin le decimos live, es como un lazo y tiene una piedra envuelta en cuero a la punta. Algunas veces ests dos a la par, algunas una. El resto es de hilo de llama o de oveja o de cuero trenzado. Eso generalmente lo usaba la gente para cazar directamente. Uno la tira as y se envuelve en el cuello. Las ojotas con quinoa son ms incaicas y todo de cuero, no como ahora hacemos de goma. De cuero de llama, de vaca, siempre lo hacan de la parte del cogote porque es ms duro. Despus sigui viviendo a travs de muchos aos. Antes que puso su tesoro de oro y plata que est aqu en el Cerro Collamboy, lo sac la cabeza al Cerro Granada. Este cerro dice que era muy caprichoso, porque era rico, tena la plata y el oro en l. Pero el Rey lo peda, le deca que lo d. Porque l conversaba con los cerros como estar conversando con cualquier otra persona. Entonces, dice que el Inca le dijo a este cerro, a ver si me das tu riqueza, me das una parte. El no lo quera todo. Como todos los otros cerros eran buenos lo daban. Este cerro no, si la riqueza lo tengo yo como te voy a dar. )Por qu te tengo que dar yo la riqueza? No te doy. Entonces el Rey Inca decidi sacarle la cabeza. Ya le haba anunciado que iba a sacarle la cabeza. Y sali en un cerro que est al frente del Cerro Granada, Cerro Lajas se llama. Sali de arriba de ese cerro y dice que tena una piedra de oro y otra piedra de plata y entonces lo peg un hondazo y le sac la cabeza al cerro y se apoder de todas las riquezas que tena. Prcticamente es decir como que lo ha muerto. Entonces la cabeza dice que lo tir all al medio del Campo de Cinaga, donde es la Mina Pan de Azcar ahora. Por eso dice que tiene mineral ah, igual que el Granada. El Inca andaba de cerro en cerro. El no se quedaba, quizs en un pueblo... el andaba de cerro en cerro, conversaba con los cerros. Donde llegaba hablaba con el cerro y le deca que se abra, que l quiere estar adentro a dormir. Entonces tena que abrirse. Todos lo obedecan a l. El Guairazul tambin dice que era desobediente. Bueno, dice que antes no era su descansadero, nada, nada. Sabr ser su camino que l andaba por ah. Entonces a veces saben hacer la burla. Cuando l viene, saba que iba a venir, dice que los cerros estaba todo abierto. Y cuando l ya pasaba, se cerraba otra vez, no lo dejaba pasar. Y l le haba dicho. Porque varias veces ya lo haba visto que lo desobedeca los cerros. Entonces, l agarr un
90

da, fue de Incahuasi al frente, es un bordito cualquiera, le dicen Abra de Casabindo. Y ah hay dos apachetas. Y de ah dice que ha mirado para abajo y estaba todo cerrado por donde ahora es la casa de Santos Puca, por ah estaba todo cerrado. Tambin dice que tiene que agarrar una piedra de plata y tiene que tirar un hondazo, hizo pedazos... Dice que han ido a aterrizar las piedras donde que es mi casa, donde es la casa de Doa Elvira, toda esa parte. Dice que el Inca lo hizo, porque l se cerraba. Y entonces tir esa piedra para el frente y l hizo su descansadero ah en la Encrucijada de Cuevas donde hay figuras. Ah en la casa de don Santo Puca, ah en la esquinita noms. Ese lugar se llama Encrucijada de Incahuasi, ah es su descansadero, ah noms llagaba cansado llegaba ah y descansaba. All hay pinturas, en forma de petacas, llamas, ovejas, perritos, de todo. No hay nada ms de piedras o cosas de la casa del Inca. El Inca llegaba en un cerro y tena todo hecho. Por afuera nada. Est todo adentro del cerro. Y despus han hecho cosas pero ya la gente como nosotros, antiabuelos, los abuelos. No los antiguos. Cuando los espaoles llegaron a esta tierra el Rey Inca viva. Los espaoles lo castigaron al Inca porque era rico, lo queran sacar la plata y el oro. Y haba una reina que lo quera conocer al Rey Inca. Pero lo pillaron y lo mataron y l ya haba escondido la plata y el oro. Cuando lo mataron desapareci la cabeza, se fue al Cerro Licancaur en Chile. Es un cerrito que parece una pirmide. En el corazn de ese cerro dice que est la cabeza del rey Inca. Hasta ahora. En el cerro Kebar, al frente de Olacapato, dicen que tiene un tapado tambin el Inca. Eso es ahora la provincia de Salta. El Inca dominaba cualquier cantidad, en Bolivia, Chile. Era poderoso y tambin se haca una honda especial. pero siempre lo haca de hilo trenzado. La honda yo creo que tena que ser ms gruesa, ms grande, todas cosas por el estilo, ms especial. Las labores las dej el Rey Inca. Como ser tenemos copiando la honda de hilo que usamos nosotros, las chuspas, las coqueras, ojotas, fajas y varias cosas ms. Tambin como ser el chulo que es como un pasamontaas o pasacerros. Despus las comidas. Por supuesto l ya coma con sal, no como los antiguos. Le gustaba mucho el trigo, la quinoa, todo como coman los antiguos, nada ms que l coma con sal. La calapurca era una comida especial para hacer un convido a la tierra, a la Pacha. El Inca era como cualquier persona, tena su ganado, su riqueza. Iba de cerro en cerro. Le gustaba mucho challar a la Pachamama. No challaba un poquito como nosotros y challamos a un ojo de agua y llevamos un poquito de coca, y alcoholcito. El challaba en grande, porque cuando tena que challar a la Pachamama por lo menos le pona cuarenta, sesenta kilos de coca. Antes decamos fardo o tambo que tienen veintids kilos. Tiraba el Inca dos, tres fardos de coca, una bordalesa de alcohol, son doscientos, doscientos cincuenta litros de alcohol. La bordalesa es de vidrio y cubierto encima por madera, como si fuera un canasta ms o menos. El lo entregaba todo para tierra. Entregaba quizs diez, veinte llamas vivas. Challaba en grande. Yo pienso que el challaba mucho porque l consegua muchas riquezas. El era rico de los ricos. El challaba con fe. As tiene que ser para que sea vlido. Si uno challa sin fe mejor lo hagamos nada y queda ah. Puede venir malo porque es como si te estaras burlndote. El administraba bien su ganado, lo pastoreaba. Lo quera ms a las llamas que a todo. Incahuasi es la casa del Inca., donde hay pinturas que las pint el Inca para que en cualquier momento el que reconozca, para que vea que era su paradero ah, su casa digamos. Por eso las pint. Las pinturas de Encrucijada de Incahuasi lo mismo. Como le acabo de decir ese cerro era desordenado, no le haca caso, se burlaba del Rey. Entonces despus de hacerle pedazos, el lo hizo su descansadero ah. Ah descansaba entonces. El
91

cerro se tiene que estar abierto en cualquier momento. Ojal l no est, si est lejos, el cerro estaba abierto. Entonces como era su descansadero, dej dibujando ya ms gente, petacas, ah en la pea. Y est hasta ahora. El Inca vena por la Encrucijada de Incahuasi tambin. Claro, se llama igual, pero queda en medio de la montaa, es lejos. Despus llegaba al Cerro Collamboy adonde tena su tesoro, su riqueza. Parece que sala de la zona de Casabindo. Yo creo que debe haber por ah algn lugar que lo utilizaba el Inca" (Informante: Natividad Quispe). "El Rey Inca", Versin 3: "Antes del descubrimiento de Sudamrica, sera el Rey Inca, tena nombre el Rey Inca, yo no s, de Machu Pichu, otro era Tupac Amar, puede ser, como estos se cambiaron siempre los aos, vena otro, otro. El otro es Atahualpa. Ese era los Reyes Inca de ac de antes. Cuando viene el primero no s. Ellos vivan claro todo esto Sudamrica, todo. Como despus Coln ha descubierto Sudamrica. Y desde all han venido los espaoles y ellos han habitado, han llevado todo el oro. Ha quedado ahora s, pero despus lo han muerto al Rey Inca. Se han metido las riquezas al centro de la tierra, ya no ha quedado al aire, as a flote del pies de uno, ya no ha quedado. Eso fue cuando lo han matado al Rey Inca. Porque el Rey era dueo y Jefe de todas las riquezas. Como lo han matado al Rey, las riquezas estn adentro de la tierra. De eso ahora no hay oro, no se consigue como antes han sacado. Venan los espaoles, nuchos trabajos han dejado ellos antes que le han derrotado, trabajos en minas, minas explotadas, as como Mina Pirquitas. El era moro, no conoca bautismo, no conoca religin, nada. Entonces los espaoles lo queran llevar para bautizarlo, porque no era bautizado, era moro. No conoca bautismo, nada. No se oleaba ni se bautizaba. As que ah lo queran llevar a Espaa y el no quera ir. Tambin les ofreci oro, todo. Cuando quieran para que se lleven los espaoles y que lo dejaran tranquilo ah. El les ha ofrecido para que lo dejen. Entonces pueda llevar todo el oro, unos bloques de oro, grandes, puro, puro. Y l, claro, lo haca para no ir a Espaa, para no bautizarle, los otros lo queran llevar. Entonces Pizarro, con setenta soldados ha venido a pillarle a... El andaba disparando de un cerro a otro, por no hacerse pillar. Pero lo han pillado. Entonces lo han querido llevar y l no quera. Les ha ofrecido el oro, cuanto quieran. No, no, y lo han matado. Y cuando lo han matado la riqueza se ha perdido adentro de la tierra. Ya no ha quedado nada afuera. Y esas barras de oro. Ellos crean que se lo iban a llevar eso. Tampoco, se ha perdido todo. De todas riquezas. El era todo de Sudamrica, es dueo y Jefe de todo Sudamrica, de todas estas naciones sudamericanas. Era el dueo, dueo de todas las riquezas. Porque el Rey Inca habr estado como en Espaa, como en Espaa tiene su Rey. Y bueno aqu tambin l habr sido el que manda las riquezas. Claro, as es. El ha muerto y las riquezas se han perdido dentro de la tierra. Y ahora ha quedado nada, ni esas que estaba viendo, esas barras de oro que haba ah, que le ha mostrado l, as como estamos conversando. Usted los espaoles y yo el rey Inca. Entonces yo le digo: -bueno, ac llvese todo lo que quiera. Barras de oro, bloques. Lleves cuanto ustedes quieran y denm a m. Yo no voy. l era igual a nosotros eso s, era quichuista, lo que hablan en Bolivia. O aymar tambin hablan en Bolivia. Ese era quichuista, no era castellano. Era quichuista, hablaba en quichua, as como ha quedado la Repblica Boliviana. Qued con ese legado, con ese idioma. Lo dems era igual que como Bolivia, como nosotros, igual. tena pueblos, ciudades, todo. Y la riqueza estaba a flote de tierra. Donde quiera sacaba oro, plata, lo que quera. Por eso los espaoles se han venido, en cuanto han descubierto se han venido a sacar el
92

oro. Aqu en la cordillera cuantas minas no hay que ha dejado todo. Pero el oro lo sacaba como maz. Claro que el Rey estaba vivo y la riqueza a flote de tierra. El era dueo de las riquezas, el Rey manda. El manda toda la riqueza. Igual tiene que ser, supongamos en Espaa, el Rey manda. El Rey manda todas las riquezas. Por eso hay oro, hay todo. Pero est la riqueza encima, porque est el Rey. As como Inglaterra, todas esas partes, hay muchas naciones que maneja el rey. Entonces la riqueza est encima. Y si aqu hubiera estado vivo nuestro Rey Inca, hoy somos... Aqu no se iba a conocer pobreza. Todos tenemos oro, todo mineral a flote. Y le hubieran dejado que viva, por supuesto que hubiera sido. Y bueno, entonces, Francisco Pizarro ha venido con setenta soldados y le han querido llevar y l no quera ir. Para bautizarlo lo queran llevar. Y no, no quera ir, porque no quera. Entonces ofreci el oro, para que en fin, recompensara que lo dejen ah. Y no lo han querido dejar, lo han tenido que matar. Si no vas te matamos. Y bueno, lo mataron. Y ese instante que lo mat se perdi la riqueza adentro" (Informante: Eugenio Llampa). "El Rey Inca", versin 4: "El Rey Inca viva por ac, cerca de esto. Era una persona, pero no viva as como en una ciudad. El tena parece un palacio en un cerro. Ah viva. El Rey de Espaa quiso venir a verlo a l, o llevarle que vaya a conocer por sus pagos de Espaa. Hay un cerro que se llama Lips. Ah parece que ha sido su palacio donde viva ms. Despus aqu hay otro cerro, el Collamboy se llama. Tambin parece que ha sido otro que viva ah en esa parte. El Rey de Espaa quiso venirle a llevar. Ha venido s, hace muchos aos ser y l no quiso ir, no quiso ir lo mismo. Parece que no le gustaba o no se que, como era rey, deca una cosa y deca no. Entonces vino el Rey de Espaa para llevarlo aqu donde estaba l. El, dice, se enterr en una campana grande. Dice que tena una salida para arriba de la campaa. Dice que le ha dicho: -Que se lleven mi cabeza, mi cuerpo no. Entonces se meti en la campana y l sac la cabeza por arriba de la campana y era una campana pesadsima, que nadie lo poda alzar. Y la campana que segua ajustando el cuello. Y justo el cuerpo qued abajo de la campana y la cabeza encima. Y la cabeza lo llevaron. Le cort la cabeza directamente con una sola campana se iba ajustando poquito a poco hasta cortarlo totalmente. Y lo llevaron para Espaa. Como era un Rey tena muchas cosas, muchas riquezas. Todo eso quedaron ah adentro pues, ah muri el Rey y la campana slo dice que se perdi para la tierra as, se entr, se entr. Y qued enterrado digamos, sepultado ah adentro. Y todas sus riquezas creen que est en esos cerros. Aos yo me acuerdo cuando era... tena yo mis veinticinco aos, mi pap viva. Ha venido uno de San Antonio de los Cobres, era cuando esto era gobernacin . San Antonio de los Cobres era la capital de esta pago. El vino y su gente aqu se han ido. Ha salido en busca de las riquezas del rey. Ha salido al cerro grande Collamboy. Bueno ah salieron varias personas de aqu, as con el Jefe este que vino. Fueron hasta el pie del cerro, unos a mula, otros a pie. Y ah se alojaron. Y nada, todo tapado. Todo pea, todo cerro, no se ve nada, nada. Todo tapado, todo, todo. Nada. El cerro no los deja. Algunos han llegado sano, otros han venido tambin hasta el cerro, por ah. De aqu han ido y ya podan ms. Les daba la puna, se enfermaban, tenan dolor de cabeza, vmitos. Pero ha llegado algunos. Mi pap lleg hasta l algo. Y un jefe de ellos que vena, tambin ha llegado hasta la cima. Ah han recorrido todo eso. pero algunos se han quedado durmiendo ah arriba enfermos o, en fin, as. Claro, sea puna. Que sabr ser. El cerro no permite, que no quiere dar una cosa. Aqu los cerros estaban dominador por ese Rey. Eran como una persona los cerros, por eso.
93

Y as ve. As volvieron. No sacaron nada, nada. Eso dominaba todo, era el Rey de aqu de la Puna. Dominaba todo, dominaba los cerros, dominaba todo lo que existe. Haba muy pocas personas en ese tiempo, pero haba" (Informante: Victoriano Urbano). "El Rey Inca", versin 5: "El Rey Inca era rico, conversaba con los cerros, hablaba con los cerros, le gustaba mucho la challa, challaba mucho a Pachamama, se entraba en el corazn de cualquier cerro. El hablando ordenaba que un cerro se abra y l entraba tranquilo y el cerro tena que abrirse. Sala, todos los cerros, todas las peas, todas esas cosas tenan que hacerle caso a l. Despus el Rey Inca era rico en plata y oro, ms que todo. Despus ningn otro mineral. El estao, como ser el antimonio, todos esos minerales no tocaba l. nicamente l tocaba la plata y el oro. Le gustaba challar a la Pachamama para tener ms hacienda. Y lo que ms le gustaba tener era la llama que otra hacienda. Usaba ojotas, escarpines, no conoca zapatos. Despus de ropa, todo quebracho. Quebracho es hecho aqu en el campo. Se ataba el pantaln con paja, no con cinto. Pantaln de barracn, cotn que se hace con picote. Sombrero de oveja, ovejn" (Informante: Natividad Quispe). "El Rey Inca y sus peones": "El Rey Inca era como una persona, igual, igual que Nuestro Seor Jesucristo. Tambin tena sus discpulos que lo acompaaban pus. Claro, tena sus discpulos, doce discpulos. Igual el Rey Inca tena sus peones. As que el rey Inca tena sus peones. Los peones trabajaban, mojones, eso trabajaban, eso sembraban. Por ejemplo, hoy da puede llegar a este cerro el Rey Inca y quiere dormir ah. A la tierra lo hace hablar y la tierra y la tierra se pone a la orden y l hace trabajar ah, hace sembrar para almorzar maana, los choclos, los repollos, las lechugas, todo lo que l quiere comer. Amanece listo para servir noms. Cocinar y servir. As, as" (Informante: Nicols Llampa). "El Rey Inca era poderoso": "El Rey Inca tiene poder. Tiene poder, igual que Dios y un espritu pus. Tiene poder, Tiene poder, igual que Dios. Dios es poderoso, pero el Inca tambin es poderoso. Aunque le han cortado la cabeza, pero l no ha muerto. La sangre se ha tornado igual noms, de la sangre que lo han degollado, de ah noms dice que se ha tornado y se ha perdido. As que ste se ha metido en los cerros y ah est su trmino. pero cuando ya sea su trmino, ya va poner la plata arriba para que aproveche la humanidad. De la sangre noms dice que se ha tornado otra vez al mismo cuerpo que tena el Rey Inca, al mismo cuerpo. Igual, igual. Ese era poderoso l. Solamente l solo; eso nadie lo tiene. Y no hay nadie. En la tierra, un hombre poderoso como es nuestro Seor Jesucristo, Jehov, Dios, que cre los cielos y la tierra. En la tierra no hay un hombre que ha creado. En la tierra, de la parte del ser humano no es nada, nada. Todo Dios lo cre. El cielo, la tierra y todo lo que hay. El sol, la luna y las estrellas. Dios ha creado. Todo, todo. Y nuestro Seor Jesucristo tambin le han muerto. El para Salvador. Por fe, por la gracia de Dios, por la gracia del Padre, ha crecido en la Virgen Mara y ha nacido. Pero en espritu fue, lo han crucificado, lo han clavado, el vino. A los tres das ha resucitado y ha vuelto a ascender a los cielos. El Rey Inca ha crecido en el vientre de la humanidad para dominar los cerros, para dominar todo lo que hay en el mundo entero. Para limitar, en fin, todos los lmites dejar ya limitado, por dnde, por dnde. Nada ms que para tirar el hilo y listo. Y as como Chile, la Argentina, Chile con Bolivia. El cerro de Zapaleri se llama, ah estn los tres mojones de fierro con las latas"
94

(Informante: Nicols Llampa). "El poder del Rey Inca en la palabra": "El poder del Rey Inca estaba en la palabra. El hablaba tan solo con la tierra. Con el ser nosotros no, tan solo tena sus peones, sus discpulos nada ms. Y l hablaba con la tierra para que sus peones no sufran no a dnde. A la tierra lo ordenaba y la tierra obedeca, as con la fuerza, la fortaleza, la tierra sabr tener que hacer madurar en una noche por eso al otro da ya tena todo para almorzar. Porque l dominaba la tierra. Como l ha dicho, dice que ha dicho su mam: -Yo tengo que dominar los cerros, yo tengo que dominar la tierra, tengo que dominar todo, todo estaba a la orden del rey Inca. la tierra, los cerros, estaba a la orden de l pus. Todos le obedeca. -Ahora que salga agua-. Pus el agua tena que salir (Informante: Nicols Llampa). "La honda del Rey Inca para dominar los cerros": "El Inca tena la honda. Un cerro que por ejemplo, s a este cerro quiere subir arriba y no le da lugar, entonces agarraba una piedra l, una piedrita le pona en el honda y lo tira bien. Lo tira bien al cerro, lo destroza de un hondazo. Este se llama la honda, es como un arma ventajosa. Habr sido de hecho de piedra a lo mejor de cogote de vicua. As, as. Nosotros tambin, aqu hacemos honda. Tenemos para hondar las ovejas, las cabras, todo de hilo. Hay que tirarlo, cae la piedra, las ovejas se asustan y ya se vuelven. As pus: igual. Y si lo llegamos a pegar a la oveja tambin lo quiebra la patita, la manito, algo. )No ve que la piedra tiene fuerza tambin? O lo puede matar tambin de pedrada en la cabeza. Y aquella que tena el Rey Inca no. Era expresamente para dominar los cerros. Para poner orden. Algunos son malos porque son muy ricos. Con las riquezas. Tiene mucha chinchilla, tiene mucho oro, tiene mucha plata y otros minerales ms. De eso no sabrn querer dejar..." (Informante: Nicols Llampa). "La honda del rey Inca": "Cuando el Rey Inca era chiquito, cuando ya ha nacido, ha dicho a su mam: -Yo me voy a los cerros, a dominar los cerros. Yo tengo que dominar todo, todos los cerros. Tengo que dominar. Aqu est el poder, aqu est el poder, aqu tengo el poder. Esta hondita es el poder. Con este honda y los cerros que no me permiten subirlo, alguna cosa, yo agarro una piedra y lo pongo en la honda, le pego un hondazo y lo deshago todo. Una honda especialmente para dominar los cerros" (Informante: Nicols Llampa). "El Rey Inca ha establecido los lmites": "En el cerro Collamboy era el paradero. Ah en la cordillera en Chile, en la frontera de Chile, all tiene otro paradero. Tambin tiene otra ciudad grande tamao. pero todos los cerros han dominado l. Ha dado lmites, todo eso ha dejado limitado el Rey Inca. Los mojones hasta ahora estn parados, los mojones que ha dejado. Ha dejado el Rey Inca limitado todo. Como ser Salta, Jujuy, Tucumn, Catamarca, todos sus valles estn limitados por el Rey Inca Manco y que hizo a la parte de la parte de nosotros, los dueos somos de Sudamrica, los espaoles todo, ms que aclarar en el mapa y listo por donde cuerta [corta]. Por eso todo ha quedado limitado por el Rey Inca. Lo dej en ese libro. El Redotero. Y de ah lo han copiado, por donde separa Chile, por donde separa la Argentina, as sucesivamente. Es un libro grande que alzan ocho hombres. Ese libro grande que lo llevaron los espaoles. Yo no s si est en Buenos Aires, o est en el extranjero. No s.
95

Quin sabe. Eso no estoy seguro. Pero se la han llevado al Redotero. Y por eso )qu les ha costado a la gente?. Nada ms que aclarar el mapa. Pero ya estaban, los lmites ya estaban trazados. El ha dejado todo arreglado el Rey Inca. Habrs hecho escritos, ste es Coranzul, que separa con Toro, con Susque, as Rinconada. Todo limitado por el Rey Inca. Los mojones estn para comprobacin. Todo ha dejado arreglado" (Informante: Nicols Llampa). "Incahuasi": "Ese cerrito de la Encrucijada de Incahuasi era muy desordenado con el Rey Inca. El Inca cuando estaba por pasar, se abra todo. Quedaba un campo, entonces l pasaba. Cuando pasaba ya se cerraba otra vez. Como l conversaba con los cerros, las peas, todas esas cosas, varias veces le ha dicho: -No te vayas a cerrar cuando yo vaya a pasar ni nunca ms. Y le ha prometido de no cerrarse. Pero ha agarrado un momento que se ha cerrado lo mismo. Claro, desobediente, igual que el cerro Granada. Hay un lugar de Incahuasi ms abajo, que se llama Abra de Casabindo. Es un bordito cualquiera. De ah lo ha visto que estaba cerrado. Entonces lo ha hondeado con la piedra de plata que l tena. Porque l tena una piedra de plata y otra de oro en su bolsillo cargando. Le ha pegado y le ha hecho, le ha desparramado todo, todo en esa parte de la zona de Guairazul. Y entonces, para que no siga insistiendo ms, l lo ha hecho su descansadero ah, donde es la casa de Santos Puca a la vueltita, ah es la Encrucijada de Incahuasi. las piedras de plata y de oro que (el tiraba, l saba dnde estaban! Iba y las recuperaba. Para tirar usaba su honda y la piedra tambin. Si se lo das a cualquiera, a m o a cualquier otro, no creo que sea capaz" (Informante: Natividad Quispe). "El Inca y el cerro Collamboy": "Adentro del cerro Collamboy est su riqueza. Y arriba hay una piedra cuadrada del tamao de una puerta. Y hay borronandose unas letras. No s en que idioma sabe estar escrito casi lleno de piedra. Nosotros tenemos entendido que est escrito por el Rey Inca. Despus hay bancos de piedra, todos ya viejos. Tambin hay una casita de piedra que se est cayndose. Es bien bravo para subir ese cerro muy punoso. Cuando est as raso, en seguida se arma un nubladito y ya viene el viento y castiga con todo. Y si en tiempo de verano nos agarra una tormenta, con truenos, que uno... cosa que quede atemorizado. Prcticamente para subir ese cerro uno tiene que decidirse ya, y si te mors, bueno. pero gracias a Dios, nosotros hemos subido y hemos bajado bien. Hay nieve ah. Invierno y verano continuamente. Para el Inca no era difcil porque l haca y deshaca las cosas con los cerros. En el corazn del cerro est la riqueza del Rey Inca. Todo el lugar arriba del cerro, es del tamao de una casa" (Informante: Natividad Quispe). "El Inca y el cerro Granada": "El cerro Granada el Rey Incaico le han cortado la cabeza, lo ha tirado a Pan de Azcar. El cerro Len que se llama ah, ese es la cabeza de este cerro. pero toda su riqueza que tena aqu el cerro Granada, dice que ese cerro tiene un montn de riqueza hasta ahora. Esto que viene a caer aqu en Pirquitas, dice que son ramitas, as como venitas. El tesoro, el tronco del mineral, que est aqu en Pirquitas, dice que est en el cerro Granada. Eso est dicho por los yunga de antes que saban andar por aqu. Estos son como unas ramitas, venitas que vienen a caer aqu en Pirquitas. Ah est todo el tesoro como un queso. Esa riqueza es de este cerro. Todos los cerros tenan sus riquezas. El cerro Collamboy, el Sipisaime, el
96

Granada, sucesivamente as todos los cerros tenan sus riquezas. Si no que a l lo daban sus riquezas. Si no que a l lo daban su riqueza, nicamente. le daban el oro y la plata al Rey Inca. Tampoco le peda todo, le peda un poco. Tanto de oro y nada... ms. Tanto de plata, lo que necesita. Este cerro Granada dice que era muy caprichoso. Ha dicho: -No, cmo te voy a dar si a m me cuesta tener. Yo no te doy. Y dice que lo insisti mucho: -Abrite para dormir yo aqu adentro en el corazn de vos. El cerro tampoco. Dice: -No yo no me abro, yo soy dueo de hacer todo lo que se me da la gana porque yo no soy el dueo. Entonces el da que ya se encontr embroncado el Rey Inca, ha salido all, al frente de otro cerro, no s como se llama el cerro ese, Lajas, creo que es. S, Lajas. Y lo tir un hondazo justo a la cabeza a Pan de Azcar. El cerro, claro, la cabeza enterita ha ido a pararse a medio del campo de Cinaga Grande. En el corazn del cerro Len, dice que ah est el tesoro del Incaico, la riqueza ms que Pan de Azcar. Pan de Azcar dice que nicamente sus ramas, sus vetitas, poquito, unas venitas chicas, nada ms. Igual que Pirquitas tiene venitas chicas que vienen de Granada" (Informante: Natividad Quispe). "El Rey Inca instituy el Challaco": "El Rey Inca challaba mucho, muchsimo challaba. El, los estilos del Rey Incaico, de ah, de esa vez, dice que han quedado ya los estilos de challar, de la challa de todo en general. Challan. Porque el Rey Inca dice que utilizaba eso. Y cuando ms, entonces los cerros lo daban a l. Todo" (Informante: Natividad Quispe). "Las labores del Rey Inca": "El Rey Inca hablaba en quechua y haca los cerros, a la tierra y tambin para darse cuenta un poco ms bien, de que l cuando a un cerro le deca: -Bueno, abrite, yo quiero dormir adentro. El cerro tiene que abrirse, estaba a disposicin de l. Por eso de ah ha venido todas sus labores, esas labores todo que el Rey Inca ha como inventado, ha hecho todas esas cosas. De ah ya ha quedado as. Esas otras labores liso, no, no. Eso no ha dejado l. El ha dejado esas labores ms lindos, hermosos que son as. Finos. Cosas de vicua, plata, oro. Eso dej el Rey Inca. Todo eso. Eso era el Rey Inca, de l. Me parece que no era de l, sino que lo que sacaba era de l. Porque todo generalmente lo tenan los cerros. pero l sacaba y ya era de l" (Informante: Natividad Quispe). "El Rey Inca y la Pachamama": "Para la Pachamama es agradable lo del Rey Inca. No es lo mismo llevarle a la Pachamama un poco de coca en una bolsa de nylon, que llevarle en una chuspa. Ante la Pachamama l saba bien como hacer. El Inca dej las labores de las chuspas, las fajas, coqueras, hondas, sogas. Todas esas cosas invent el Rey Inca. El tena tambin plata y oro y cuando l deca a un cerro que lo d. El cerro lo tena que dar. A donde quiera era su casa pero ms a donde estn las pinturas. Donde se llama Incahuasi son casa del Inca. Cuando yo era chico lo conoca por Rey Incaico. Mi abuelo me deca que incaico quiere decir las labores de las cosas que l ha dejado para utilizar en las costumbres de la tierra, la Pachamama. Incaico quiere decir labores" (Informante: Natividad Quispe). V. Partes e informes de militares encargados de sofocar la rebelin de Tupac Amaru en diversas localidades la provincia de Tupiza y del actual noroeste argentino. Correspondencia del Gobernador de la Intendencia de Salta del Tucumn, D. Andrs Mestre, dirigida al Virrey
97

Vrtiz, con noticias sobre la sublevacin y sentencias ejemplares contra los reos (en De ngelis, 1910, VIII). - Parte de D. Jos Resegun al Virrey de Buenos Aires, sobre la sublevacin de la provincia de Tupiza. Exmo. Seor:Seor: El da 13 alcanc el destacamento de D. Sebastin Snchez, y causa de la sublevacin de esta provincia, no segu la posta hasta la ciudad de la Plata. Unido la tropa, tom el mando de ella, y continu la marcha hasta el pueblo de Mojo, en que llegu el 16 a medio da; enl supe todas las circunstancias de la sublevacin de este pueblo, acaecida la noche del 6 al 7, en que los amotinados incendiaron la casa del Corregidor, D. Francisco Xavier de Prado, le quitaron la vida, y al siguiente da continuaron con tanta inhumanidad, que obligaron desenterrar el cadver, le sacaron de la iglesia y le cortaron la cabeza, intentaron llevarla la ciudad de la Plata. Pero el indio gobernador del pueblo de Santiago, Agustn Sols, se la quit y le enterr en la iglesia de su pueblo, con la debida solemnidad. Tambin fueron vctimas del furor de los sublevados las vidas de D. Luis Velasco, escribano del Corregidor, la de D. Francisco Serdio, y la de D. Salvador Pasi, hacendado de Salo, quienes tambin robaron todas sus haciendas y bienes. Durante la marcha desde Jujuy Mojo, encontr al Marqus del Valle de Tojo, con toda su familia, que iba fugitivo de su casa y hacienda, temeroso de los presentes alborotos. A poca distancia me hizo avisar el cura de Cochinoca y Casabindo, lugares pertenecientes al citado Marqus, que ambas poblaciones estaban sublevadas. El 14 encontr al cura de Santa Catalina, huido, y poco rato supe que aquel lugar estaba sublevado, y que su publicaban en l bandos y edictos en nombre de Jos Manuel TupacAmaru: lo mismo ha sucedido en las gobernaciones de Estarca y Tarina, aunque el Gobernador de la ltima no ha querido admitirlos ni obedecerlos, y ha logrado contener su pueblo. Toda esta fermentacin, y el haber adquirido noticias de que uno de los Cataris quera invadir esta provincia con un cuerpo considerable de indios, me hicieron determinar la detencin de la marcha, y concebir la idea de contener a los rebeldes, hasta que D. Ignacio Flores, ( quien he despachado un expreso) me avise de lo que debo egecutar: con la consideracin de que, siendo toda la provincia paso preciso para los correos y dems viageros de Jujui Potos y la Plata, se interceptaba enteramente la comunicacin, y se imposibilitaba poder dar V.E. los avisos necesarios, y el paso de los vveres que de continuo caminan las dos ciudades citadas, si los amotinados se apoderaban del trnsito. Atendiendo, pues, a todas estas circunstancias, y la necesidad que hay de mantener libre la comunicacin, resolv ponerme en marcha para el Tambo de Moraya, donde llegu el mismo da 16 por la tarde, y teniendo all anticipadas la caballeras necesarias que me facilit el citado pueblo de Mojo, se mudaron las en que bamos montados; y forc una marcha de diez leguas para amanecer el 17 sobre este pueblo, que hice cercar con cuatro partidas mandadas por oficiales, fin de que no saliese ni entrase nadie, mientras sorprenda con lo restante de la tropa los principales agresores del levantamiento. En efecto, antes de la diez del da se haba conseguido prenderlos todos, y he mandado D. Santiago Moreda les forme sumaria en trminos militares, por carecer este pueblo de sugeto que pueda hacerla con las circunstancias de la justicia ordinaria. Por D. Juan Domingo de Reguera, que ha llegado ahora fugitivo, y por otros avisos, acabo
98

de saber que Damaso Catari se hallaba en el Ingenio del Oro, distante nueve leguas de este pueblo, y que ha saqueado los minerales de Vetillas, Tatasi, Portugalete y Chocaya, y que en estas correras ha muerto hasta once personas: pero que habiendo sabido la llegada de tropa, le iban abandonando sus secuaces, y se dispona hacer fuga con los pocos que le quedaban, por lo que he dispuesto salga inmediatamente D. Jos Villar con 15 hombres de tropa veterana y 40 de la compana de la villa de Tarija, y tambin el Sargento Mayor del regimiento de esta villa, con gente de su cuerpo, para que por distintos caminos se renan y procuren la aprensin del citado Catari, le destruyan la poca gente que le acompaa, y recuperen, si es posible, la plata y alhajas que haya robado. Incluyo V.E. algunos de los papeles que he aprendido esparcidos por los sublevados, y me quedo con los que pueden servir para la formacin de la causa; y como estos indios se conmueven con tanta facilidad vista de cualquiera papel, pienso escribir todos los gobernadores, segundas y curacas de los pueblos de esta provincia, exhortndoles que sean leales vasallos de S. M., y que prendan cualquiera que se presente con semejantes papeles, y que lo traigan asegurado, porque de lo contrario experimentarn el rigor de las armas del Soberano; con lo que espero hacer aprensin de los autores de ellos, pues con solo saber estaba el destacamento inmediato, se han presentado muchos, y me los han entregado voluntariamente. Tambin he mandado formar inventario de los bienes que se han podido recoger del difunto corregidor, los que depositar en poder de D. Manuel Montellano, vecino minero de este pueblo, para que sea responsable de todo, cuando V. E. disponga lo que se debe egecutar con ellos, y remitira V. E. copia de dicho inventario, no ser que no haya podido concluirse. De todo tengo dado parte D. Ignacio Flores, preguntndole lo que quiere que haga con los reos aprendidos; y en caso sea conveniente pase adelante, la detencin solo habr consistido en cuatro das, pues he mandado seguir los equipajes Santiago de Cotagaita, con 50 hombres, al cargo de D. Joaqun Salgado, fin de que si acaso debe marchar la tropa, pueda en un da llegar dicho pueblo, y continuar la ciudad de la Plata. Desde luego tengo la satisfaccin de poder participar a V.E. que con solo estas disposiciones he podido contener se sublevasen los pueblos de Mojo, Talina, Tarija, Santiago y los restantes de la provincia y comunidades de indios inmediatas esta villa, las cuales estaban en el crtico instante de seguir el pernicioso egemplo de las dems, por lo que espero que V. E. tendr bien la detencin que hago en este pueblo, y me aprobar la conducta que he seguido, habindome parecido todo preciso en las actuales circunstancias. Acaban de avisarme que los indios de los Altos quieren juntarse y venir liberar los reos que tengo asegurados; y sin embargo de que estoy persuadido no se han de atrever semejante atentado, por el respeto que tienen la tropa, tomar las mayores precauciones para evitar todo insulto, y en caso que lo intenten y viese podan hacer fuga por algn accidente, mandar que les quiten la vida antes que puedan recobrar la libertad. Inmediatamente que reciba la respuesta de D. Ignacio Flores, me arreglar sus disposiciones, y continuar avisando V. E. las resultas. Deseo que Dios guarde la vida de V. E., los muchos y felices aos que deseo. Tupiza, 18 de Marzo de 1781. Exmo. Seor. -Seor. JOS RESEGUN
99

Exmo. Seor D. Juan Jos de Vrtiz.

D. Jos de Resegun, Teniente de Dragones, Comandante en Gefe del cuerpo de esta clase destinado a la plaza de Montevideo, y comisionado por el Superior Gobierno de Buenos Aires a la pacificacin de las provincias sublevadas del Per. Hago saber, que habiendo llegado a esta villa de Tupiza con una porcin de gente, de la que ha dispuesto pase a la ciudad de la Plata, el Exmo. Seor D. Juan Jos de Vrtiz y Salcedo, Virey Gobernador y Capitn General de las provincias del Ro de la Plata, & c., para establecer la quietud y sosiego de las que estuviesen conmovidas y sublevadas, siendo una de ellas esta de Tarija y Chichas, hallo conveniente hacer saber a los Gobernadores, curas, segundas y dems habitantes de los pueblos de su jurisdiccin, se mantengan sin la menor novedad en sus respectivos domicilios, continuando las tareas, faenas y trabajos, a que se dedicaban antes de los presentes alborotos, porque de lo contrario experimentarn el ms severo castigo. Asimismo mando, que cualquiera individuo que se presente aseguren y pongan a mi disposicin, a fin de evitar en adelante, que estos mal intencionados aprovechen la ocasin de sorprender y seducir los nimos sencillos de los indios, robar las haciendas y cometer muchos atentados atroces, dignos de la mayor pena. As tambin les hago saber, que las tropas y armas del Rey no vienen con otro objeto que el de disipar las presentes turbaciones, castigar los culpados, y restablecer en todas partes el buen orden y administracin de justicia. Por lo que encargo a todos muy particularmente no tengan el menor recelo, ni abandonen sus habitaciones a la aproximacin de dichas tropas, y les exhorto por el presente, a que se mantengan leales vasallos de S. M, porque se as no lo egecutaren, experimentarn los ms terribles efectos de severidad, trasladndome inmediatamente con fuerzas competentes, para dar el merecido castigo a lo que no diesen entero cumplimiento a cuanto en este se previene. Dado en la villa de Tupiza, a 20 de Marzo de 1781. JOS RESEGUIN

-Representacin Los oficiales, vecinos y habitantes de esta provincia, ya consideramos a V.S. bastante impuesto el lamentable estado en que la tienen constituida los alborotos, muertes y latrocinios de algunos indios incgnitos, que se han introducido en distintos curatos de esta jurisdiccin, derramando cartas sediciosas, publicando bandos y rdenes, en nombre del principal rebelde, Jos Gabriel Tpac Amaru: llegando la avilantez de stos, hasta plantar
100

horcas en el pueblo de Estarca, para ajusticiar en ellas a todos lo que, como fieles vasallos y buenos servidores de nuestro legtimo Soberano, no adhiriesen a las ideas de aquel cabeza de rebelin, que se conoce a primera vista, no son otras que anhelar a la subversin de este reino, y colocarse violentamente en la posesin de l. Pero, aunque a la comprensin de V.S. nada de esto se encubre, hallndonos noticiosos de la prxima marcha que resuelve egecutar a la ciudad de la Plata, dejando esta provincia, que es el antemural y precisa entrada del Per, abandonada y expuesta a la discrecin del enemigo, que situado en los pueblos minerales de Ubina, Chocalla, Tatasi, Esmoraca, Santa Catalina, la Rinconada, Lipez y Atacama, despus de haber dado muerte a los jueces y principales vecinos de dichos pueblos, se mantienen vigilantes, esperando se retire V.S. con la tropa de su mando, para entrar a fuego y sangre en esta villa y resto de la provincia, hacindonos vctimas de su rigor, se nos hace preciso, como buenos servidores y fieles vasallos del Rey Nuestro Seor, representar a V. S., que es muy de su obligacin el amparar con las armas del Soberano esta provincia, pues de los contrario, las reales rentas de tabacos, alcabalas y correos, se miraban abandonadas, sus administradores expuestos a perder por faltarnos las armas y pertrechos necesarios, para juntar ejrcito y ponernos en campaa, nos ser preciso abandonar nuestros domicilios y preciosos bienes, por conservar la vida, sin embargo de que el celo de la honra de Dios, y defensa de los dominios de S. M., nos precisa a mantenernos firmes, indefensos, y el derecho natural de conservar la vida, nos conducir, no a separarnos del servicio de S. M., y s a abandonar la provincia, dejando el egercicio de azogueros y trabajo de minas, de que tanto beneficio le resulta al real erario; e incorporndonos en la tropa del mando de V. S., caminaremos a su destino, donde daremos las mas acrisoladas pruebas de nuestra fidelidad y amor al Soberano. El perjuicio que, de abandonar V. S. a esta provincia, resulta a S. M., por todo evento es bien conocido, pues por el ramo de tributos, se pierden anualmente ms de 20,000 pesos, y por los quintos y ramos correspondientes al trabajo de minas de oro y plata, de 50.000 pesos: y por lo tocante al ramo de alcabalas, renta de tabacos y correos, bien considerable cantidad de pesos. De manera que, as en el embolso de real hacienda, como en el de los particulares fieles, vendr S. M. a ser perjudicado en ms de un milln de pesos anualmente; y no es de menos consideracin, el que V. S. tenga presente, ser este el trnsito preciso, por donde pasa el correo de Buenos Aires al Per, y por donde se conduce el situado para dicha ciudad de Buenos Aires, y todo el comercio de aquella con las provincias de la sierra: de modo que, esta es la nica y precisa puerta para internarse a todo el Per, porque aqu igualmente se han de conducir los auxilios de vveres para las plazas de Potos y Chuquisaca, las que, abandonada esta provincia, quedaron en asedio, expuestas totalmente a que por hambre se entreguen al enemigo. La mente del Exmo. Seor Virey no debemos persuadirnos que sea precisamente el que V. S. se presente en Chuquisaca, habiendo primero urgencia de mayor atencin que remediar: pues para estos casos, que son los no prevenidos, consideramos le de a V. S. las facultades necesarias para operar segn su sabio conocimiento y pericia militar tuviese por conveniente. El celo de la honra de Dios, y el culto de la sagrada religin que profesamos, es uno de los puntos que V. S. debe fijar la atencin, pues es notorio que los indios rebeldes, sin reparo a lo sagrado de los templos y ministros de Jesu-Cristo, se arrojen intrpidos a la profanacin de ellos, como lo han egecutado en dicho pueblo de Chocalla, degollando dentro de la misma iglesia a D. Francisco Javier Carbonell, y en esta de Tupiza, sacando del sepulcro el cadver del corregidor, y cortndole la cabeza; y en el de Tatasi prendieron al cura de
101

aquella doctrina, y tenindolo de rodillas, amenazaron con el cuchillo su garganta, hasta que a fuerza de ruegos y clamores consigui lo dejasen con vida, habindole intimado salga de aquella doctrina a destierro formal, y no administrase el pasto espiritual a sus feligreses. Tenemos por infalible que inmediatamente a su partida, mas enconados los nimos de los rebeldes, siguiendo sus polticas perniciosas de alzarse en el mando, avasallen esta provincia, y embarazen enteramente el trnsito de ella: pero no dudamos que hecho cargo V. S. de los graves motivos que le precisan a mantenerse en esta provincia, hasta nueva rden del Exmo. Seor Virey, suspenda la resolucin de su marcha, o a lo menos, caso de verificarla, deje un destacamento de tropa veterana para custodiar esta jurisdiccin, con cuyo respaldo no nos ser dificultoso, a los gefes de esta provincia, mantener la milicia en el mejor pie, obediencia y servicio del Soberano. Ms si despreciando nuestra representacin y las fuertes causas que le hacemos presentes, la abandonase, no seremos en ningn tiempo responsables al Rey ni a Dios de la prdida de esta provincia y abandono de la religin, quedndonos con un traslado para hacer presente, en caso necesario al Soberano y al Seor Virey, que de nuestra parte hemos cumplido lo que somos obligados, y protestamos hacer a V. S. responsable de todos los daos y perjuicios que a S. M se le sigan por abandonarla, tenindola en el da bajo su proteccin. Nuestro Seor guarde a V. S. muchos aos. Tupiza, y Marzo 17 de 1781. Antoln de Chabarri.-Manuel de Montellano.-Pedro Pizarro Santander.-Jos Len de los Ros.-Jos Dvalos.-Pedro Julin Calvete.-Ramn Ignacio Dvalos.-Jos de Burgos.-Alberto Puch.-Jos Martnez.-Felipe Aranibar.

-Partes de oficio del Gobernador de Salta D. Andrs Mestre al Virrey de Buenos Aires, sobre la revolucin de su Provincia. Exmo. Seor:Seor: Los alborotos del Per se hicieron al cabo trascendentales mi provincia, en trminos que los egemplares de Paria, Lipez y Tupiza, como tan inmediatos, han llegado la inteligencia de los Tobas, fronterizos del Ro Negro, jurisdiccin de la ciudad de Jujuy, y
102

habiendo hecho alianza con los Matacos, han resuelto atacarla, para cuyo logro han puesto sitio al Fuerte con nimo de rendirlo por asedio. Esta novedad, y la de la mocin de los del Casco, me ha puesto en precisin de despachar al Ro del Valle una competente guarnicin de milicianos para contener cualquier insulto, poniendo los destacamentos correspondientes en las bocas de las quebradas por donde puede introducirse el enemigo, quedando de resguardo en esta ciudad, el corto nmero de vecinos y forasteros que contiene. Como est en estas ocupaciones divertida la gente, no me resolv despachar socorro Jujuy, recelando que con esta noticia intentasen los indios descuidarnos y acometer por esta parte: cuya reflexin me oblig remitir el da de ayer los 200 vallistas y santiagueos, y hacer propio al comandante D. Cristoval Lpez, para que anticipase la compaa de granaderos fin de auxiliar dicha ciudad, y que sosegado este tumulto y socorrido el Fuerte, pasasen su destino. Las cartas del Gobernador de armas D. Gregorio Zegada, las del Cabildo y Oficiales Reales, aseguran el peligro; mucho ms temible por la unin de las gentes de la Isla y Carril, que influidas de las ofertas de los indios, parece se han conjurado, segn dan entender, veinte y siete hombres, que prendi por este mismo recelo. Igualmente se ha acreditado ser el principal caudillo un Jos Quiroga, quien no pudo aprender, y que el nombre del rebelde Tupac-Amaru ha hecho en los indios tal impresin, que no habr como disuadirlos de otro modo que con el castigo. En esta inteligencia, y la de las prevenciones que se me hacen en las adjuntas, espero tenga V. E. bien mi determinacin, pues estando el fuego las puertas, es indispensable cortarlo para que no penetre: me avise de quedar con los 100 hombres que espero aun de Valle y Rioja para cualquier acaso, pues de la ciudad del Tucumn no hago cuenta, en vista de lo sucedido. Nuestro Seor guarde V.E. muchos aos. Salta, y Abril 3 de 1781. ANDRS MESTRE Exmo. Seor Virrey D. Juan Jos de Vertiz.

MUY SEOR NUESTRO.Con motivo de los presentes acaecimientos en todo el reino parece que ha sido trascendental, no solo la mucha gente plebeya de que se compone esta ciudad, sino tambin los indios que estn en las inmediatas reducciones, pues aunque las primeras noticias que tuvimos no nos enviaron la mas cierta especie para el asenso, pero como en la actualidad no son despreciables ningunas, se hicieron algunas diligencias, con las que hemos venido conocer la preparacin en que se halla esta gente para invadir esta ciudad pasado maana mircoles, aunada toda la gente de Perico, Isla y Carril con los indios Tobas, quienes se hallan ya fuera de su reduccin encubiertos en los montes del Pongo y sus inmediaciones, y se dice esperar tres naciones mas, brbaras, con quienes han hecho alianza, y se han pactado juntarse en un cierto punto de reunin para dar el ataque en el citado da. Todo esto se ha sabido por haberlo revelado uno de los mismos indios Tobas por un recado que le mand al Maestro Albarracn, en que le prevena no se retirase Jujuy, porque en su hacienda se librara: y aun por este conducto, como por otros, ha podido averiguar este eclesistico la certidumbre del acaso, y acaba de llegar darnos esta noticia
103

que, junta con otros antecedentes que hemos tenido, se hace preciso darle todo crdito; y mas cuando ayer tarde vino un mozo que habita en las Capillas, distante siete leguas de esta, quien expres haber el da antes ido su casa, y de paso para la reduccin, un hombre quien no conoca (pero era aindiado) y le previno que para el mircoles estuviese dispuesto con sus caballos, y se disfrazase, untndose de barro la cara, pues l iba a traer su gente, y entre ella dichos indios. Esto nos tiene con un continuo sobresalto; y justamente recelosos de que acontezca algo, lo ponemos en noticia de V. S. para que vea el mejor modo de auxiliar esta ciudad, y que sea con la mayor prontitud, pues la gente que ac tenemos sabe V. S. que es muy poca: y como nos recelamos de que sea general la conjuracin, no podemos hacer venir toda la del campo, porque sera peor entrar al enemigo en casa. Estas consideraciones deben mover V. S. tomar el mas pronto remedio, que ya no puede ser otro sino mandar alguna gente y municiones, pues de todo carecemos, como tambin de armas, porque en la revista que se hizo de ellas, no llegan sesenta las que se hallan corrientes. Todos estos son motivos que no tienen sobresaltados, y solo esperamos el remedio y auxilio de la mano de V. E. Nuestro Seor guarde V. S. muchos aos. Ciudad de Jujuy, 26 de marzo de 1781. B. L. M.. de V. S. sus mejores servidoresDr Tadeo Davila. - Jos de la Cuadra.- Tomas del Incla. - Diego de la Corte. -Ignacio de Mendizabal, Prior General. Seor Gobernador y Capitan General, D. Andrs Mestre. MUY SEOR MIO DE MI MAYOR APRECIO:En este instante recibo la que incluyo V. S., del Comandante del Ro Negro, por la que se impondr de la necesidad que tiene de socorro, pues se halla amenazado de los Tobas, quienes han hecho alianza con los Matacos: estando V. S. cierto que esta alianza para sedicin tan fatal que vemos, estaba fraguada con esta canalla sobre mes y medio hace, y en todos estos contornos se halla gente dispuesta para agregarse los Tobas, luego que tengan noticia de su venida, que creo no pase de mucho tiempo, pues con el motivo de la citacin que yo hice, para que fuesen de socorro dicho fuerte de Ro Negro, cuatro hombres por compaa, y ver que muchos me fallaron, fu averiguando cual era la causa, y que se haban retirado en los montes por partidos, reunindose de 40 y 50, y se mantienen escondidos para salir luego que tengan noticia, pues ellos mantienen sus correspondencias secretas muy corrientemente. Los indios Tobas han esparcido la voz por su intrprete y caudillo Jos Quiroga, cristiano, que se ha aliado con ellos, diciendo que los pobres quieren defenderlos de la tirana del espaol, y que muriendo estos todos, sin reserva de criaturas de pechos, solo gobernarn los indios por disposicin de su Rey Inca: cuyo maldito nombre ha hecho perder el sentido estos indios, pues muchos de mediana comodidad, y que lo pasaban muy bien, se han hecho la parte de los Tobas, creyendo este desatino y otros semejantes. Antes de ayer en la noche, 30 de Marzo, me dieron noticia como se hallaban escondidos en Sapla 60 hombres que se iban juntando de todas estas inmediaciones para unirse con los indios Tobas; y ayer las ocho de la maana fu ver si poda tomarlos y solo 27 pude pescar, y dos ms que se me huyeron cerro arriba, y dieron aviso otra cuadrilla que se hallaba all inmediata, la que se me escap sin poderlo remediar, porque el cerro es tan montuoso que se hace intransitable, y he tenido noticia tiraron para Salcedo, extraviando caminos en busca de los Tobas para ampararse de ellos, porque ya estas gentes contemplan
104

Jujuy y los Fuertes por suyos: con cuyo motivo, de estos veinte y siete reos hemos averiguado la trama que tienen urdida dichos Tobas; y aunque yo he deseado el salir por si poda lograr el lance de darles un buen avance y castigar su insolencia, me ha sido imposible por no desamparar la ciudad, y porque contemplo estn divididos los Tobas en dos trozos, para luego que yo saliese dar avance esta ciudad. Por lo que si V.S. gusta mandar la tropa miliciana y veterana para su auxilio, y que tanto que las cargas se preparan yo hiciese una salida dicha reduccin y castigar la insolencia del enemigo, dndome V. S. 50 60 de los veteranos, mediante que dichos Tobas se hallan auxiliados de los Matacos, espero en Dios se conseguir el fin: por lo que si V. S. determina, puede dar rden para que maana caigan dichos 50 veteranos al Pongo, en donde yo los esperar para tomar la madrugada, y pasado maana 3 del corriente, estar temprano en el Fuerte, que si lograra la fortuna de hallarlo sitiado de los Tobas y Matacos, entrarles yo de atras y darles una buena descarga, en cuya virtud puede V. S. ordenarme lo que fuere de su agrado, en inteligencia de que sacrificar mi vida gustoso en servicio de Dios y del rey. Sale el portador las 5 de la tarde, y le encargo que las 10 est ah, para que maana las 12 del da mas tardar est de vuelta y pueda yo caminar al Pongo esperar dichos veteranos que con estos y el vecindario espero en Dios tendrn castigo. Asimismo conviene el que V. S. proporcione el que maana estn en esta ciudad los veteranos para su defensa, pues de lo contrario se espona la ciudad una ruina por tener el enemigo en casa. Nuestro Seor guarde V. S., muchos aos. Jujuy, y Abril IE. las cinco de la tarde. B. L. M. de V. S. su mas atento y rendido servidor. GREGORIO DE ZEGADA Seor Gobernador y Capitn General D. Andrs de Mestre. SEOR:Habiendo precedido la muestra de armas en la Rioja para la remesa de los 50 hombres que V.S. me pidi, como me hallase informado aguardaban este acto para rebelarse, arbitr en aquel pblico antes de pasar otra cosa, y dije al Cabildo que estaba presente: Hago saber VV. SS. muy ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento, como estoy cierto que la gente presente, pretende esta vez rebelarse contra las rdenes del Exmo. Seor Virrey, y de su Seora el Seor Gobernador y Capitn General de esta provincia: Por tanto, de parte del rey Nuestro &c (Dios le guarde) le exhortaba y requera, y de la misma, como su Gobernador de armas, le rogaba y encargaba estuviera la vela, tanto para el auxilio necesario, cuanto para certificar todo lo que acaeciera. Y luego vuelto al pueblo, dije al concurso, que pena de la vida, traidor al Rey, el que una palabra hablase contra lo recomendable del asunto, y que el que fuese fiel vasallo, cayese tras m como un rayo contra el que demostrara la mnima resistencia. Y como esta resolucin los sujetase, pude sin perdida de tiempo apartar la compaa: pero luego no s por que influjo, pasando yo darles cuartel, cost triunfo para que me siguieran, pretestando no poder caminar hasta que no les hiciera el gusto de darles capitan su contento, y de todos los que les nombraba ninguno les agradaba, sino de los sujetos que estaban empleados en servicio de la Repblica, y sino que yo caminara, que entonces moriran con gusto mi lado, hasta que en estos trminos me v precisado complacerles, y tomaron conmigo la ruta sin la menor novedad, con particular obediencia y mejor rden hasta llegar esta jurisdiccin del Tucumn, en donde los del motn los haban relajado en
105

tanta manera, que hasta la ciudad tuvieron el atrevimiento de quitarme el camino por dos ocasiones y embarazndome las aceleradas marchas. Y como mis palabras fuesen persuasivas y eficaces desvanecer los malos consejos y darles valor, y no tuviesen la misma queja de m, pude pasarlos adelante hasta los Nogales con 21 hombres mas que ese da me alcanzaron de un lugar que llaman el Pantano, fingiendo haber sido mandados citar por su Cabildo de la Rioja, y que como buenos servidores de S. M., haban salido en mi alcance, de contado sin bajar la ciudad, y era el caso de que como algunos vinieron en mi marcha de los suyos, se arrojaron de mano armada volverlos, y lo han conseguido fcilmente, porque como los primeros se hallasen esperando solamente un fomento de estos, se unieron de contado para egecutar su motn, y fu de esta forma. El da de ayer por la maana en el dicho lugar de los Nogales, que ya se haban sosegado las nubes de dar agua para poder pasar adelante, vino mi toldo un Juan Das, uno de los dichos 21 que me alcanzaron, y ha sido notado de antemano de cabeza de motn, y me dijo como la gente pretenda desamparame, y era su sentir se hiciera chasque V. S. incontinente, participndole para que tomara las providencias ms tiles su remedio, y en el intern parase la marcha en las Trancas, lo que me asent, y agradec su comedimiento. Y sin embargo lo comuniqu a mis oficiales y les pareci bien, y aconsejaron fuese el chasque el mismo Juan Daz: con este me puse escribir y entregule el pliego cerrado, leyndole su contesto, presentes dos soldados, que me pidi para que le acompaaran; y cuando se despidi y sali result el motn, que los atajaron, quitaron el pliego y mas lo apresaron, y pustoles guardias, que aunque esto fu fingido, porque result ser unos, pasaron amarrar unos y otros de mis oficiales, y dndoles golpes y empujones los botaban por el suelo con tal iniquidad que el referirlo todo sera un proceder infinito, y luego pasaron m y pretendieron botarme el toldo encima, si no sala y volva con ellos, porque as convena, y el comn lo deca con estas y otras iniquidades insolencias, hasta que sal, y esforzado gan una casa inmediata y empec predicarles fervoroso; y sin embargo que conocan su desatino, y las razones mas que los convenca, no hubo que tratar se sugetaran ni menos me permitieron pasar adelante con algunos que me siguieran voluntarios me dejaran solo, sino que por fuerza haba de volver con ellos, y algunos ya se acercaban como haciendo la demostracin de agarrarme, hasta que temeroso de algn absurdo suyo, mont en mula, y dije, el que quisiera sgame para adelante, y tomando el camino me cercaron de tal suerte, que pechadas me quitaron del camino y volvieron para atrs, y hasta aqu llevo experimentando lo que Dios es servido, con el desrden que puede V. S. considerar. Seor: estaba escrita deshoras de la noche porque no me dan lugar para cosa alguna, y todas horas y an caminando vengo con centinelas de vista, esperanzado en encontrar algn sujeto quien recomendarle bajo de todo sigilo. Luego que lleven la Rioja, pretendo, buscar alguna resistencia de hombres voluntarios que me sigan, y caminar por la parte de San Carlos, en cuyo inter podr V. S. ordenarme lo que podr egecutar con esta gente, si viva muerta la deber aprender, hacindome de alguna gente y armas ventajosas, pues al presente caresco de uno y otro. Cerca de los Manantiales del Tucuman, el da de ayer por la tarde, nos encontraron los soldados que van llamados para entregar las casacas y armas, y juntndose con los que me llevan preso, se dieron unos alaridos de vivas, que no haba como sufrir, y luego vindome mi, mi Maestre de Campo y Ayudante, me pifiaron con decir: aqu estn los cautivos; y me hallo tan sumamente avergonzado, que no s como desviarme de esta gente, porque no me dan lugar el mas mnimo, y voy gobernado por ellos como les d la gana. El biscocho sobrante de vuelta no los veo tocar, excepcin de las mulas, que supongo las
106

tiran fundir, segn corretean en ellas, y hasta aqu no me han dicho que mira tienen en razn al dinero recibido de sueldo anticipado, segn mand V. S. En logrando la ocasin de liberarme de este cautiverio, comunicar V. S. por extenso el estado de las cosas, y con la sumario informar de lo acaecido para resguardo de mi honor y conducta. Nuestro Seor guarde V. S. muchos aos. Ro de Arnillas y Abril 6 de 1781. Seor.- B. L. M. de V. S., su atento sbdito y apasionadoJUAN JOS DE VILLAFAE Y DAVILA Seor Gobernador y Capitn General, D. Andrs Mestre.

EXMO. SEOR:Seor: Por la ltima que escrib V. E., con inclusin de varias cartas del Cabildo, Gobernador de armas y Oficiales de esta ciudad, se impondra de la situacin en que se hallaba, y que la mayor parte de la gente estaba rebelada, y tan en favor de los indios que los empearon poner en egecucin el proyecto de rendir el fuerte del Ro Negro, y pasar inmediatamente tomarla, cometiendo los execrables insultos que premeditaron. Para reparar este peligro libr las correspondientes rdenes, para que se averiguase de qu sugetos proceda este atentado, intern yo daba las convenientes disposiciones de que llegase tiempo un competente socorro; pero como este me fuese imposible anticiparlo con la gente de Salta por estar divertida en la fortaleza del Chaco y otras quebradas, donde deba poner la mayor fuerza para resistir las invasiones de estos indios que se hallaban conmovidos con la noticia de la sublevacin de Tupac-Amaru, y armndose me fu forzoso acudir al asilo de los veteranos, que los consideraba en marcha desde el Tucuman, para que doblasen las jornadas despach al Corregidor de Chayanta, Capitn del ejrcito D. Joaqun Alos, que se hallaba en Salta, para que expresase al Comandante D. Cristoval Lopez la urgente necesidad que haba de que adelantase la compaa de granaderos, fin de contener el furor de los indios y crecido nmero de cristianos que haba entre ellos. Y con efecto fu tan eficaz su diligencia, que en tres das y medio caminaron 80 leguas, y habindose internado hasta el Ro Negro con las dos compaas de milicianos de Santiago, llegaron tan buen tiempo, que impidieron la reduccin del fuerte que estaba cercado, cuyo comandante se hallaba determinado entregarse por habrsele desertado la mayor parte de los partidarios que tena de dotacin pasando estos la faccin de los indios, y se consigui introducirles socorro; y avanzando los indios mataron hasta 9, entre ellos dos cristianos de los rebeldes, y solo con la desgracia de haber muerto el capitn de las compaas de Santiago D. Jos Antonio Gorostiaga de un golpe de lanza, los cuatro das de su herida. Como esta funcin fuese antes del amanecer, tuvieron tiempo propsito para hacer fuga y refugiarse con la espesura de un monte que dificult la aprensin: y sin embargo que se hicieron varias diligencias para hacerlos salir, no pudo conseguirse, porque quedaron tan escarmentados que ninguna oferta fu bastante reducirlos. Quedando encargado el doctrinero en volverlos reduccin, se puso la tropa en marcha para esta ciudad: pero pocas leguas que caminamos les alcanz chasque del comandante del Fuerte para que retrocediesen, por haber llegado una manga de indios Matacos que venan convocados de los Tobas para unrseles y verificar sus primeras intenciones. Estas novedades me hicieron apresurar mi salida de Salta, y habiendo llegado esta el 16,
107

se me di noticia que el comandante D. Cristoval Lpez y Gobernador de armas D. Gregorio Zegada, haban logrado avanzar dichos Matacos y apresar el nmero de 65 bien armados, 12 pequeos y 12 mugeres, la vieja que traan por adivina, y que los conducan la ciudad. pero considerando el disgusto del vecindario, las ningunas proporciones de asegurarlos y transportarlos al interior de la provincia, sin un crecido costo de la real hacienda, y que en caso de traerlos era inevitable que escapndose uno otro se volviesen sus pases y sirviesen estos de gua para conducir los otros por estos caminos que hasta hoy los tienen ignorados, con los que tendran en continua alteracin esta ciudad, y finalmente que la intencin de estos fu la de ayudar los Tobas, y poner en obra sus proyectos, incurriendo en la ingratitud que otras ocasiones, sin hacer aprecio de la compasin con que se les ha mirado siempre, mantenindolos an sin estar sujetos reduccin, y que su subsistencia sera sumamente perjudicial, los mand pasar por las armas, y dejarlos pendientes de los rboles en caminos, para que sirva de terror y escarmiento los dems: y se ha visto el fruto, pues los Tobas han dado muestras de arrepentimiento, y se han vuelto la mayor parte de ellos su reduccin. Conclua esta diligencia, llam los autos que se siguieron 30 cristianos criollos y avecindados en esta jurisdiccin, por cuyas confesiones resulta probada la sublevacin, y averiguado el proyecto de atacar Jujuy y apoderarse de las familias y caudales. En cuya vista, con dictamen y parecer de mi Asesor Dr. Tadeo Davila, se condenaron diez y siete muerte en los trminos que V. E. por la copia de la sentencia adjunta, cuya justicia se egecut ayer 23, quedndome el desconsuelo de no haber podido merecer al principal caudillo Quiroga, autor de esta mquina, un Sures, y un Eraso, quienes andan prfugos, segun se dice, separados de los indios por el recelo que es regular tengan de ellos por haberlos seducido: pero se han despachado las correspondientes requisitorias en su solicitud, y hallados, proceder conforme su mrito, como tambin los demas que se vayan aprisionando. Estos alborotos, y la poca defensa que puede hacer esta ciudad, as por su corto nmero de vecinos, como por la poca satisfaccin que se tiene del comun de los moradores de su jurisdiccin, y el fundando temor de juzgarse entre los indios hasta 200 mas criollos, me ha precisado dejar de guarnicion 100 milicianos del Valle: los 50 en el Fuerte del Ro Negro, y los otros 50 en esta ciudad, que irn mensualmente relevndose, pues de otro modo no ser fcil resistir cualquiera avenida, y presumo que el miedo haga desamparar muchos sus casas y trasladarse otra ciudad. Bien considero, Exmo. Seor, necesita esta plaza una compaa de veteranos que la custodie por ser fuerza precisa, pero reflexionando el destino que llevan, o me he determinado tomar resolucin, y aunque V. E. me reconviene que, conteniendo mi provincia el nmero de 20.000 individuos de armas, se admira como no puede sacarse el necesario para su defensa, debo representar que solo la experiencia y conocimiento de su condicin y calidad, podra acreditar la ninguna confianza que nos prometen, y que proporcin es muy corto el de los sugetos de estimacin y vergenza que sepan servir al Rey, y los dems nos hacen tener mas cuidado que los enemigos, sin saber en que consiste la alteracin que ha causado la gente comn el maldito nombre de Tupac-Amaru. Yo he tomado cuantas providencias me han parecido tiles, proporcionar las mejores defensas, y aseguro V. E. que mi pensamiento est en continua guerra para recapacitar los medios mas ventajosos sostener una resistencia capaz de escarmentar al enemigo: pero es poca la gente de honor, y muchos los parajes que necesita destacarse. Por fin he puesto 200 hombres en la frontera del Chaco, y el fuerte bien municionado: envi 50 la
108

Quebrada de Toro, y otros tantos la de Calchaqu para el resguardo de aquellas bocas; y en fuerza de la convocatoria que hizo Damaso Catari los pueblos de Rinconada, Cochinoca, Santa Catalina y Casavindo (de que me di noticia el cura D. Jos Torino), despach 100 hombres al mando del Sargento Mayor D. Apolinario Arias para que los corriese, y que dando vuelta, viniese parar hasta la boca de Chichas, fin de que este refuerzo amedrente los naturales de dichos pueblos, que sin embargo la prisin de dicho Catari pudieran incomodarnos. No puedo menos que hacer presente V. E. el particular mrito que ha contrado en esta ocasin el Comandante D. Cristval Lopez, tanto por el empeo que se reconoci en la marcha que hizo desde Tapia Jujuy, como en el avance del fuerte del Ro Negro, que dista de esta 23 leguas: cuyo anhelo y acertadas disposiciones redimieron estos moradores del furor de los indios y rebeldes, que por instantes esperaban su ltimo fin. Y habindole dejado el mando de las armas de esta ciudad al capitn D. Mariano Ibaez, que se adelant prevenir las provisiones para la marcha, le desempe con honor, tomando las precauciones convenientes la ciudad, instruyendo, lo mejor que prometa la brevedad del tiempo, la guarnicin miliciana que qued, en el manejo de las armas. Aqu quedan quince hombres con un sargento enfermos, que pasarn con el primer destacamiento que venga, si hubiesen restablecido. Una compaa que esperaba del partido de Belen, jurisdiccin del Valle, se alz con insolencia, y otra de la Rioja que lleg hasta Tapia, jurisdiccin del Tucumn, se volvi a egemplo de los Tucumanos, cometiendo las iniquidades que V. E. ver por la adjunta, cuyos hechos harn creer V. E. que aunque tiene 20.000 hombres la provincia, son los mas de esta naturaleza, inclinados la libertad y flojera, de que provienen los mayores daos. Nuestro Seor guarde la importante vida de V. E. muchos aos. Jujuy, y Abril 24 de 1781. B. L. M. de V. E., su mas atento respetuoso servidorANDRES MESTRE Exmo. Seor Virrey D. Juan Jos de Vertiz. SEOR TENIENTE D. MANUEL PADILLA. Muy Seor mo: -Hoy hacen tres das que he llegado de la reduccin de Santa Rosa, y de las demas de su circuito, donde he hallado mil novedades de los indios, las que me han puesto en grandsimo cuidado, mayormente la de los Atalias, donde han llegado doce indios de tierras adentro, con la novedad que toda la indiada de adentro se halla haciendo flechas y otras armas en abundancia: y dicen estos indios que han sabido que las de adentro caminan ro arriba dar socorro al Rey Inca, todo lo cual lo certifica la carta que escribi el P. Lapa D. Rafael Bacher, dando aviso de dicha novedad alboroto: mas que mi me consta de vista todo lo dicho. Pero como no hay que fiar en la verdad de ellos, pueden correr esta voz siniestra para mejor lograr sus traiciones en estas fronteras, con la corta inmediacin de 14 leguas lquidas, las que para ellos son 14 cuadras, segn se ha reconocido en las averas que han hecho actualmente: pues en una noche han logrado matar en distancias mas latas, segn tenemos visto en las dos que han habido estos das, hechas por los indios de Santa Rosa. Y hacindoseme presente el gran cargo en que me dej Su Seora de Capitn Comandante de estas reducciones, le supliqu que para el cumplimiento de
109

dicho cargo era preciso se me agregase las compaas de Quiles, Cortaderas y Tajamar, para con ellas apaciguar cualquier disturbio alboroto que entre dichas reducciones pudieran haber: por lo que, teniendo noticia cierta que se halla compaa de Vd. citada para socorro para el Ro del Valle, he hallado por conveniente que dicha compaa no camine, para que yo auxiliado de ella y de las demas agregadas mi cuerpo, pueda apaciguar y contener los atrevidos impulsos de dicha indiada; siendo preciso para ello que luego de vista esta, la encomiende al Sargento mayor D. Juan Vidal y Linares, quien, inteligenciado de su contenido, determine lo que hallare por conveniente, dndome pronto aviso para mi gobierno, de la que dejo un tanto para lo sucesivo en todo acontecimiento. Yo celebrar que Vd. se mantenga disfrutando del cabal beneficio de la salud, la que ofrezco su disposicin para que me mande en esta Hacienda del Remate, y Marzo 28 de 1781 aos. B. L. M. de Vd., su mas apasionado servidorPEDRO CORBALAN. Sentencia contra los reos de la poblacin de Jujuy. D. Andrs Mestre, Coronel de los Reales Egrcitos, Gobernador y Capitn General de esta Provincia del Tucumn: -Habiendo visto los autos que se han seguido por las justicias de esta ciudad, por la general sublevacin que se ha experimentado en la mayor parte de la gente ordinaria, quienes sedujeron los indios de la reduccin de San Ignacio de Tobas, para que la invadiesen; lo que de facto hubieran practicado no haber advertido las disposiciones en que se hallaban otros vecinos para contrarrestar sus fuerzas: sin embargo de que dichos autos no se hallan conclusos por los trminos de derecho: pero atendiendo que en causas de esta naturaleza, en que se ejecuta el castigo para que sirva de ejemplar, se contenga la sublevacin, no se deben guardar aquellos trmites, sino sentencia, en vista de sus confesiones, las que se hallan tomadas, y por lo que de ellas resulta: -FALLO, que debo condenar y condeno muerte los siguientes, que fueron los convocadores; unos y otros que voluntariamente se dieron la parcialidad de los indios para ayudarles verificar el proyecto de degollar todos los vecinos de esta ciudad, sin excepcin de ninguno, sino solamente los del sexo femenino: cuales son, Lorenzo Serrano, Juan de Dios Maldonado, Francisco Rangel, Melchor Ardiles, Diego Avalos, Mariano Galaza, Francisco Ros, Juan Jos Almasan, Andres Lopez, Juan Asencio Mendoza: quienes por la imposibilidad que hay en esta de ejecutar la sentencia que corresponde a sus delitos, sern arcabuceados por detras como traidores al Rey y la Patria. Por lo que sern sacados uno de los cantones de esta ciudad, y en las esquinas por donde se transitasen, se publicar su delito y sentencia que se les impone por voz de pregonero: y puestos en dicho cantn en la mayor forma que se dispusiere, se egecutar en ellos esta sentencia y cortndoles las cabezas, sern llevadas, la de Francisco Rangel y Melchor Ardiles, al fuerte del Ro Negro, y se pondrn en los cubos, para que este espectculo sirva de escarmiento todos los demas partidarios que se hallan en dicho fuerte, de donde se desertaron estos dos reos para unirse con los indios. Asimismo, la de Juan de Dios Maldonado y Andres Lopez se pondrn en dos picotas que se fijarn en dicha reduccin de indios Tobas, donde igualmente eran soldados, y desampararon su plaza para unirse dichos indios. Igualmente, la de Jos Aleman se llevar al Fuerte de Ledesma, y se colocar en la propia conformidad; y las restantes, dejndose una en la picota, que se dispusiere donde se hiciere la justicia, y otra en el rollo de la plaza de esta ciudad, se repartirn por todos los caminos
110

de esta circunferencia, ponindose dos leguas de distancia en los rboles mas prominentes, para que este objeto sirva de recuerdo al castigo que merecen semejantes delitos. Asimismo ordeno los restantes que se hallan presos en esta ciudad, que son: Manuel Romero, Miguel Gernimo Maman, Martn Vidaurre, Estevan Juarez, Joaqun Jurado, Jos Toro, Norberto Martnez, Juan Valdivieso, Manuel Flores, Bartolo Ros, Mariano Basualdo, Bernando Surapur, Lorenzo Umacuta, Agustn Sanchez, Bernardo Chaparro, Manuel Bejarano, Francisco Miranda, Nicols Mansilla, Diego Taristolas, Melchor Cruz y Fernando Rivas, usando de mi conmiseracin, que sean quintados; y con los cuatro que de los veinte saliesen condenados, se egecutar lo mismo que con los anteriores, y se llevarn sus cabezas al parage de Sapla, que era el que tenan destinados para sus juntas, y donde fueron presos: y los 16 restantes se les pondr una seal en el carrillo, que deber ser de una R, que indica rebelde rebelado; la que se har fuego para que le sirva de memoria su delito, y para otros se conozca su traicin. Y mas los condeno que sirvan por espacio de cinco aos en las obras pblicas de esta ciudad, y que cuando no las haya, sean conducidos al presidio del Ro Negro, otro que sea mas conveniente, hasta que cumplan el trmino asignado. Que as lo pronuncio y firmo con mi Teniente y Justicia Mayor, definitivamente juzgando, en 21 das del mes de Abril de 1781 aos; y ante el presente Escribano de Cabildo, quien le har saber los reos esta sentencia. ANDRS MESTRE. Dr. Tadeo Dvila. -Ante m, Manuel de Borda, Escribano Pblico y de Cabildo.

111

VI. Algunos pasquines de la rebelin de Tupac Amaru ( en Godenzzi, 1995; Lewin, 1967 y 1980; Valcrcel, 1970; Glave, 1982).

"El regente es botarate El virrey un elemento Cada oidor un zumento y el acuerdo un disparate. No hay quien ate, ni desate Ningn con juicio sospeche todos con cursos de leche y para decirlo ms claro Se cagar Tupac Amaro En ellos, Lima y Areche... Si vence Tupac Amaro Malo, malo, malo Si el visitador Peor, peor, peor y en questa indiferencia El virrey y la ciudad paciencia, paciencia, paciencia... Exmo. Seor A vuestra Excelencia toca declarar quin es peor )Si Tupac Amaro o el Visitador? (colocado en el palacio del virrey, Lima, 1780). "Quito y Cochabamba se alz, y Arequipa )por qu no? la necesidad nos obliga a quitarle al aduanero la vida y cuantos le den abrigo." (colgado en la puerta de la catedral de Arequipa, 2 de enero de 1780). "Tinta en sangre, Cuzco en pena, Lima en armas por mar y tierra" "Y pues el Indio ha exhortado a criollos, atrevido, a seguir el vil partido que alevoso se ha fraguado para que entienda el alzado que a todas luces se engaa criollo es el que desengaa
112

y exhorta a la necia plebe que slo conocer debe por padre y Rey al de Espaa" (Arequipa, 1781). "Ya el Cuzco y Arequipa Con La Paz y Cochabamba Al ver tanto latrocinio Con pretexto de Aduana, Esforzados han resuelto Defenderse con sus Armas Potos lo ha intentado, Y en su lealtad tan rara, Ha sido por esperar Que d un grito Chuquisaca." (aparecido en la ciudad de La Plata, Audiencia de Charcas, en marzo de 1780). "Oh! Seor, no aspiramos a otra cosa que a aliviar el pesado yugo, que de tanta contribucin nos oprime. Resulvase V.E. a disipar toda nueva imposicin Corte el orgullo a un Intendente, ruina de la Corona y sus Vasallos, y de este modo lograr V.E. la satisfaccin de que todos nos sacrificaremos gustosos en la lamentable tragedia que se le prepara. Salta, Crdoba y Buenos Aires. (aparecido en Buenos Aires, [1781?], fragmento). "El General Inca viva jurmosle ya por Rey, porque es muy justo, y de ley, que lo que es suyo reciba. Todo indiano se aperciba a defender su derecho porque Carlos con despecho los aniquila y despluma, y viene a ser todo en suma robo al revs y al derecho Tanto dao penetrado Vengarse a gusto cumplido pues espaoles han sido Autores del mal causado Morirn con el soldado Alcaldes, Corregidores Ricos, pobres, y oidores O no he de ser Tupac Amaru" (Audiencia de Chuquisaca, 22 de Marzo de 1782). "Me cai...go en la buena unin de espaoles y franceses; me cai...go trescientas veces en la gran expedicin;
113

me caigo en el espadn y en la trinchera tambin Me caigo en todo ese tren de morteros y caones y me caigo en los mandones, por siempre jams, amn" "Aduaneros tenemos, con nuevas pensiones que las sufran aquellos que son sin calzones" "Dos limeos qu bajeza! y un vizcano saramullo que parece ojo de c... persisten en esta empresa" "Ya en el Cuzco con empeo quieren sacudir, y es ley, el yugo al que es dueo levantarse americanos! tomen armas en las manos, y con osado furor, maten sin temor a los ministros tiranos! (Oruro, abril de 1781). "En Paucartambo el hermano puso un sitio formidable, mar se le hizo inexpugnable, porque estaba en buena mano. Y as viendo aquel tirano aunque de sus iras ciego, que an ardiendo en tanto fuego no se ablanda la lechuga entregndose a la fuga tom las de Villa Diego." (referido a la actuacin de Diego Cristbal, primo hermano de Tpac Amaru, frente al jefe realista Prez Lechuga). "Es el caso y es muy raro que un indio sin Dios ni ley se propusiese ser Rey por llamarse Tupamaro". . "Tambin el jefe sagrado de su Ilustre clereca, levant una compaa para servir al estado,
114

y despus de haber librado otras armas ms terribles ech mano a las visibles, y en continua centinela con la inculpable tutela hizo sus armas terribles." (volante rimado que alude a la formacin de milicias por parte de los eclesisticos. Las "armas ms terribles" se refieren a la excomunin). "Preprate Ugarte que queremos coronarte" (Pasqun aparecido la vspera del grito de Tinta, en Cuzco, aludiendo a la relacin entre Tpac Amaru y una minora de prominentes cuzqueos, como la familia Ugarte). ")Muera el Corregidor y los Regidores! que no defienden la ciudad de los rigores con que la afligen con estancos, aduana, nuevos impuestos, padrones, revistas, quintos y tantas garruminas. Y muera tanto ladrn como aqu se nos mete." (Pasqun colocado en una calle cuzquea el 19 de enero de 1781). "Fue a sacudir los collados; los hall ya despoblados de la milicia espaola, porque Or, Zata y urbiola que eran los corregidores prevenidos de temores haban raspado la bola." (versos satricos que narraban los sucesos de la rebelin). "La ciudad determinada a castigar la traicin destac un escuadrn de lucida gente armada. En Sangara atacada por el rebelde y traidores, entre sustos y temores, los soldados perecieron, porque a la iglesia se fueron antes de ser matadores." (Texto que se refera a las ciudades atacadas -en primer lugar se alude a la ciudad de Cuzco- donde luchaban los ejrcitos de Tpac Amaru y las milicias eclesisticas). ")Arriaga porqu muri? sus autos lo han publicado. Muri por guardar la ley,
115

luego es bienaventurado". (Versos oficialistas que justifican el accionar del Corregidor Arriaga, enviado al cadalso por Tpac Amaru). "mostrando por ejemplares que quien es Mata Linares es tambin mata traidores." (rimas que aluden al oidor Matalinares, quien mand a ejecutar las sentencias contra Tpac Amaru y su familia, en Cuzco).

116

VII. Principales ajusticiados en la plaza del Cuzco, el 18 de mayo de 1781 y distribucin de las distintas partes de sus cuerpos (en De ngelis, 1910, VIII: 377-378). Jos Gabriel Tpac Amaru. Micaela Bastidas, su mujer. Hiplito Tpac Amaru, su hijo. Francisco Tpac Amaru, to del primero. Antonio Bastidas, su cuado. La cacica de Acos. Diego Verdejo, comandante. Andrs Castelo, coronel. Antonio Oblitas, verdugo. Tinta La cabeza de Jos Gabriel Tpac Amaru. Un brazo a Tungasuca. Otro de Micaela Bastidas, idem. Otro de Antonio Bastidas, a Pampamarca. La cabeza de Hiplito, a Tungasuca. Un brazo de Castelo, a Surimana. Otro a Pampamarca. Otro de Verdejo, a Coparque. Otro a Yauri. El resto del su cuerpo, a Tinta. Un brazo a Tungasuca. La cabeza de Francisco Tpac Amaru, a Pilpinto. Quispicanchi Un brazo de Antonio Bastidas, a Urcos. Una pierna de Hiplito Tpac Amaru, a Quiquijano. Otra de Antonio Bastidas, a Sangarar. la cabeza de la cacica de Acos, a idem. La de Castelo, a Acamayo. Cuzco El cuerpo de Jos Gabriel Tpac Amaru, a Picchu. Idem el de su muger con su cabeza. El brazo de Antonio Oblitas, camino de San Sebastin. Carabaya Un brazo de Jos Gabriel Tpac Amaru. Una pierna de su mujer. Un brazo de Francisco Tupac Amaru. Azangaro Una pierna de Hiplito Tupac Amaru.
117

Lampa Una pierna de Jos Gabriel Tpac Amaru, a Santa Rosa. Un brazo de su hijo a Iyabir. Arequipa Un brazo de Micaela Bastidas. Chumbivilcas Una pierna de Jos Gabriel Tpac Amaru, en Livitaca. Un brazo de su hijo, a Santo Toms. Paucartambo El cuerpo de Castelo, en su capital. La cabeza de Antonio Bastidas. Chilques y Masques Un brazo de Francisco Tpac Amaru, a Paruro. Condensuyos de Arequipa La cabeza de Antonio Verdejo, a Chuquibamba. Puno Una pierna de Francisco Tpac Amaru, en su capital. NOTA: -Fernando Tpac Amaru de 10 1/2 aos, e hijo de Jos Gabriel, fue pasado por debajo de la horca, y desterrado por toda su vida a uno de los presidios de Africa.

118

INDICE DE ILUSTRACIONES

I. El Virreinato del Ro de la Plata (1776) (en Bazn, 1986). II. Posible ubicacin de los pueblos aborgenes en Jujuy durante el perodo colonial (en Bidondo, 1980). III. Escudo de nobleza de la familia Tpac Amaru, aprobado por Real orden del rey de Espaa, en 1545 (en Astesano, 1979). IV. Escenario de la sublevacin de Tpac Amaru (en Universidad Nacional de Jujuy, 1989). V. Retrato de Tpac Amaru (en Chvez, 1973). VI. Pasqun colocado en la calle San Roque del pueblo de Lambayeque, el 27 de abril de 1781, contra el corregidor Pedro Arjona (en Glave, 1980). VII. Piedra de la tercera fundacin de la Iglesia de San Francisco de Salta (en Auspurg y Sol, 1982). VIII. Dibujo y descripcin de la ciudad de Arequipa, inserta en la Nueva Coronica y Buen Gobierno de Felipe Guamn Poma de Ayala (1980). IX. Reproduccin facsimilar de la hoja suelta perteneciente al Archivo del Convento de San Francisco de Salta. X. Rbrica de Jos Gabriel Tpac Amaru, tomada del Archivo General de Indias de Sevilla (en Valcrcel, 1970). XI. Reproduccin de la primera pgina de las Memorias de Juan Bautista Tpac Amaru, en la edicin de la Imprenta de los Nios Expsitos, Buenos Aires, 1824 (en Astesano, 1979).

119

DETALLE DE ANEXOS

I. Versin paleogrfica y descripcin del documento del Convento San Francisco de Salta. II. Cronologa de la sublevacin de Tpac Amaru en los Andes y su proyeccin hacia los tiempos independentistas. III. Carta con la recomendacin de captura de varios indios y criollos que tomaron parte en la sublevacin de los indios tobas, firmada por Jos de la Cuadra, administrador General de las Rentas de Tabacos, Naipes y Correos y Alcalde Ordinario de Primer Voto de la ciudad de San Salvador de Jujuy, fechada el 15 de abril de 1781, que se encuentra en el Archivo de Santiago del Estero. IV. Leyendas del Rey Inca. V. Partes e informes de militares encargados de sofocar la rebelin de Tpac Amaru en diversas localidades del Tucumn. Correspondencia del Gobernador de la Intendencia de Salta del Tucumn, D. Andrs Mestre, dirigida al Virrey Vrtiz, con noticias sobre la sublevacin y sentencias ejemplares contra los reos. VI. Pasquines de la rebelin de Tpac Amaru. VII. Principales ajusticiados en la plaza del Cuzco, el 18 de mayo de 1781 y distribucin de las distintas partes de sus cuerpos.

120

INDICE GENERAL

PRELIMINARES .............................................................................................. I. SALTA Y EL TUCUMN EN TIEMPOS DE LA REBELIN La provincia del Tucumn .................................................................... El Chaco Gualamba y sus habitantes ................................................. Segundo escenario: la Puna ................................................................. La rebelin ............................................................................................. Repercusiones en el Tucumn ............................................................. Anatoma de la rebelin ....................................................................... Consecuencias del levantamiento ........................................................ II. ACTORES DE LA REBELIN Los roles intercambiables ...................................................................... La actitud del clero ................................................................................ Indios, corregidores, obispos y disfraces ............................................. Cacicas, guerreras y adivinas ................................................................ La construccin de la imagen de Tpac Amaru. Dramatizacin de la historia incaica .............................................................................. La rebelin de los pasquines ................................................................ III. UN OLVIDADO MANUSCRITO EN SALTA El manuscrito del convento de San Francisco ................................... El Convento de San Diego de Salta .................................................... Arequipa en el siglo XVIII .................................................................. El obispado de Arequipa ...................................................................... El humilde obispo .................................................................................. IV. LA IMAGEN DEL INCA EN EL PENSAMIENTO ANDINO Relatos orales e historiografa andina ................................................ Cosmovisin incaica .............................................................................. Las leyendas del Rey Inca ..................................................................
121

Resistencia y tradicin ......................................................................... V. PERSPECTIVAS Rebelin y escritura ............................................................................. Rebelin y utopa ................................................................................. Rebelin e independencia ................................................................... Rebelin e inversin de papeles ......................................................... BIBLIOGRAFA ............................................................................................. ANEXOS ........................................................................................................... INDICE DE ILUSTRACIONES ................................................................... DETALLE DE ANEXOS ..............................................................................

122

123

También podría gustarte