Las Cláusulas Pétreas Del Derecho Internacional

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Las clusulas ptreas de la proteccin internacional del ser humano: El acceso directo de los individuos a la justicia a nivel internacional, y la intangibilidad de la jurisdiccin obligatoria de los tribunales internacionales de derechos humanos*
ANTNIO AUGUSTO CANADO TRINDADE**

En el presente artculo el autor caracteriza el acceso directo de los individuos a la justicia internacional y la intangibilidad de la jurisdiccin obligatoria de los tribunales internacionales como clusulas ptreas de la proteccin internacional de los derechos humanos, que hacen viable el acceso de los individuos a la justicia internacional. Este conjunto de clusulas remiten, en pleno siglo XXI, al reconocimiento del ser humano como sujeto del derecho internacional de los derechos humanos, y a la existencia de un conjunto de derechos inherentes a l, anteriores, superiores al Estado, cuya proteccin ha ganado terreno en los tribunales internacionales.

Memorias Seminario El sistema interamericano de proteccin de los derechos humanos en el umbral del siglo XXI, San Jos de Costa Rica, 23 y 24 de 1999. Volumen I, 2 edicin, Corte Interamericana de Derechos Humanos, 2003. Ph. D. (Cambridge); Juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos; profesor titular de la Universidad de Brasilia; miembro asociado del Institut de Droit International; miembro de los consejos directivos del Instituto Interamericano de Derechos Humanos y del Instituto Internacional de Derechos Humanos (Estrasburgo).

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Pese a la importancia y evolucin de estos temas no se encuentra un desarrollo en la doctrina y la jurisprudencia internacionales que d cuenta de la experiencia acumulada y del debate actual, siendo fundamental el aporte del presente trabajo en el anlisis y examen de estas clusulas ptreas a partir de la consolidacin de la personalidad y capacidad jurdicas internacionales de los individuos.

International hard standards for the protection of human beings: Direct individual access to international justice and the intangibleness of the mandatory jurisdiction of international tribunals for the enforcement of human rights In this paper, the author defines individual access to international justice and the intangibleness of mandatory jurisdiction of human rights international tribunals as international hard standards for the protection of human beings, which pave the way for individuals access to international justice system. This set of clauses, in the twenty-one century, ensures the recognition of human beings as international law subjects of protection, as well as reaffirms the existence of universal, intangible and state-previous human rights that are increasingly becoming issues of protection under international jurisdiction. Notwithstanding the importance and significance of this topic, the literature and the tribunals decisions have not addressed yet the cumulative experience and the current debate on hard standards. This article seeks to overcome these shortcomings analysing hard standards based on individuals international capacities and recognition.

INTRODUCCIN
En el umbral del siglo XXI, ya no puede haber duda de que el derecho de peticin individual a los tribunales internacionales de derechos humanos, y la intangibilidad de la jurisdiccin obligatoria de stos, necesariamente conjugados, constituyen como siempre hemos sostenido verdaderas clusulas ptreas de la proteccin internacional de los derechos humanos.1 Son ellas las que hacen viable el acceso de los individuos a la justicia a nivel internacional, lo cual representa una verdadera revolucin jurdica, quizs el ms importante legado que

Cfr. recientemente, Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Castillo Petruzzi y otros c. Per (Excepciones Preliminares), sentencia de 04.09.1998, Serie C, nm. 41, voto concurrente del juez Canado Trindade, prr. 36; Corte Interamericana de Derechos Humanos, Opinin Consultiva nm. 16, sobre El Derecho a la Informacin sobre la Asistencia Consular en el Marco de las Garantas del Debido Proceso Legal, de 01.10.1999, Serie A, nm. 16, voto concurrente del juez Canado Trindade, prr. 30.

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nos deja la ciencia jurdica del siglo XX. A ellas se suman el deber de fiel cumplimiento, por los Estados Partes en los tratados de derechos humanos, de las decisiones de aquellos tribunales, as como el ejercicio de la garanta colectiva por los mencionados Estados. stos son, en ltima instancia, los pilares bsicos sobre los cuales se erige el mecanismo de emancipacin del ser humano vis--vis su propio Estado, como sujeto del derecho internacional de los derechos humanos (DIDH), dotado de plena capacidad jurdica internacional. Dicho mecanismo, a su vez, corresponde, en el plano procesal, al reconocimiento, en el plano conceptual, de la existencia de derechos inherentes al ser humano, por definicin anteriores y superiores al Estado, cuya proteccin no se agota no puede agotarse en la accin del Estado. Cabe, pues, dedicar la debida atencin a cuestiones de capital importancia no suficientemente desarrolladas por la doctrina y la jurisprudencia internacionales hasta la fecha, a saber: la personalidad jurdica internacional del individuo; el derecho de peticin individual a instancias internacionales; la capacidad jurdica internacional del individuo; la intangibilidad de la jurisdiccin obligatoria de los tribunales internacionales Cortes Europea e Interamericana de derechos humanos. A nuestro modo de ver, hasta el presente la atencin dedicada a estos tpicos ha sido insatisfactoria, dejando de guardar proporcin con la gran relevancia de que se revisten para la evolucin continua de la proteccin internacional de los derechos humanos. Adems, se revisten estos tpicos siempre recurrentes en el contencioso internacional de los derechos humanos de perenne actualidad. En este umbral del siglo XXI, en que se busca evaluar la experiencia acumulada al respecto a lo largo de las ltimas dcadas, y lograr el perfeccionamiento de los procedimientos previstos en los tratados de derechos humanos, es oportuno y necesario profundizar en el examen de lo que nos permitimos denominar clusulas ptreas de la proteccin internacional del ser humano, a saber, el acceso directo de los individuos a la justicia a nivel internacional, y la intangibilidad de la jurisdiccin obligatoria de los tribunales internacionales de derechos humanos. Pasemos al estudio de la consolidacin de la personalidad y capacidad jurdicas internacionales de los individuos en general, y al examen de la intangibilidad de aquellas clusulas ptreas en particular.

EL RESCATE HISTRICO DEL INDIVIDUO COMO SUJETO DEL DERECHO INTERNACIONAL


Al considerar la posicin de los individuos en el derecho internacional, no hay que perder de vista el pensamiento de los llamados

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fundadores del derecho de gentes. Hay que recordar la considerable importancia, para el desarrollo del tema, sobre todo de los escritos de los telogos espaoles as como de la obra grociana. En el periodo inicial de formacin del derecho internacional era considerable la influencia ejercida por las enseanzas de los grandes maestros lo que es comprensible, dada la necesidad de sistematizacin de la materia.2 An en nuestros das, es imprescindible tener presentes tales enseanzas. Es ampliamente reconocida la contribucin de los telogos espaoles Francisco de Vitoria y Francisco Surez a la formacin del derecho internacional. En la visin de Surez (autor del tratado De Legibus ac Deo Legislatore, 1612), el derecho de gentes revela la unidad y universalidad del gnero humano; los Estados tienen necesidad de un sistema jurdico que regule sus relaciones, como miembros de la sociedad universal.3 Fue, sin embargo, el gran maestro de Salamanca, Francisco de Vitoria, quien dio una contribucin pionera y decisiva para la nocin de prevalencia del Estado de derecho: fue l quien sostuvo, con rara lucidez, en sus aclamadas Relecciones Teolgicas (1538-1539), que el ordenamiento jurdico obliga a todos tanto gobernados como gobernantes y, en esta misma lnea de pensamiento, la comunidad internacional (totus orbis) prima sobre el arbitrio de cada Estado individual.4 En la concepcin de De Vitoria, el derecho de gentes regula una comunidad internacional constituida por seres humanos organizados socialmente en Estados y coextensiva con la propia humanidad;5 la reparacin de las violaciones de derechos (humanos) refleja una necesidad internacional atendida por el derecho de gentes, con los mismos principios de justicia aplicndose tanto a los Estados como a los individuos o pueblos que los forman (Canado 1987: 411; Brown, 1934: 282283, 140, 150, 163-165 y 172). Transcurridos ms de cuatro siglos y medio, su mensaje retiene una notable actualidad. La concepcin del jus gentium de Hugo Grotius cuya obra, sobre todo el De Jure Belliac Pacis (1625) es situada en los orgenes del derecho internacional, como vino a ser conocida la disciplina, estuvo siempre atenta al rol de la sociedad civil. Para Grotius, el Estado no es un fin en s mismo, sino ms bien un medio para asegurar el ordena-

Vase al respecto Canado Trindade (1981: 20-21). Para un relato de la formacin de la doctrina clsica, cfr., inter alia, P. Guggenheim (1967: 13-32), A. Verdross (1969: 47-62), Ch. de Visscher (1970: 18-32), Louis Le Fur (1927: 297-399). Cfr. Association Internationale Vitoria-Surez (1939: 169-170). Cfr. Francisco de Vitoria (1985: 1-101), A. Gmez Robledo (1989: 30-39). Cfr., en particular, Francisco de Vitoria (1960: 675).

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miento social en conformidad con la inteligencia humana, a fin de perfeccionar la sociedad comn que abarca toda la humanidad (Remec, 1960: 216 y 203).6 En el pensamiento grociano, toda norma jurdica sea de derecho interno o de derecho de gentes crea derechos y obligaciones para las personas a quienes se dirige; la obra precursora de Grotius, ya en la primera mitad del siglo XVII, admite, pues, la posibilidad de la proteccin internacional de los derechos humanos contra el propio Estado (Remec, 1960: 221 y 243).7 An antes de Grotius, Alberico Gentili (autor de De Jure Belli, 1598) sostena, a finales del siglo XVI, que es el derecho el que regula la convivencia entre los miembros de la societas gentium universal (Gmez, 1989: 48-55). Samuel Pufendorf (autor de De Jure Naturae et Gentium, 1672), a su vez, sostuvo el sometimiento del legislador a la ms alta ley de la naturaleza humana y de la razn (p. 26). De su parte, Christian Wolff (autor de Jus Gentium Methodo Scientifica Pertractatum, 1749), ponderaba que as como los individuos deben, en su asociacin con el Estado, promover el bien comn, a su vez el Estado tiene el deber correlativo de buscar su perfeccin (Seplveda, 1983: 28-29).8 Lamentablemente, las reflexiones y la visin de los llamados fundadores del derecho internacional (notoriamente los escritos de los telogos espaoles y la obra grociana), que lo conceban como un sistema verdaderamente universal (Jenks, 1958: 66-69; Dupuy, 1986: 164165), vinieron a ser suplantadas por la emergencia del positivismo jurdico, que personific el Estado dotndolo de voluntad propia, redu-

Los sujetos tienen derechos vis--vis el Estado soberano, que no puede exigir obediencia de sus ciudadanos de forma absoluta (imperativo del bien comn); as, en la visin de Grotius, la razn de Estado tiene lmites, y la concepcin absoluta de esta ltima se torna aplicable en las relaciones tanto internacionales como internas del Estado (Remec, 1960: 219-220 y 217). Hay que tener siempre presente el verdadero legado de la tradicin grociana del derecho internacional. La comunidad internacional no puede pretender basarse en la voluntad de cada Estado individualmente. Ante la necesidad histrica de regular las relaciones de los Estados emergentes, sustentaba Grotius que las relaciones internacionales estn sujetas a las normas jurdicas, y no a la razn de Estado, la cual es incompatible con la propia existencia de la comunidad internacional; esta ltima no puede prescindir del derecho. Cfr. al respecto el estudio clsico de Hersch Lauterpacht (1946: 1-53). El ser humano y su bienestar ocupan una posicin central en el sistema de las relaciones internacionales. Por consiguiente, en casos de tirana, Grotius admita la intervencin humanitaria; los patrones de justicia aplcanse vis--vis tanto a los Estados como a los individuos. Hersch Lauterpacht (1943: 7 y 21-31). Wolff vislumbr los Estados-nacin como miembros de una civitas maxima, concepto que Emmerich de Batel (autor de Le Droit des Gens, 1758), posteriormente, invocando la necesidad de realismo, pretendi sustituir por una sociedad de naciones (concepto menos avanzado); cfr. F. S. Urd (1975: 95); para una crtica a ese retroceso (incapaz de fundamentar el principio de obligacin en el derecho internacional), cfr. J. L. Brierly (1963: 38-40).

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ciendo los derechos de los seres humanos a los que el Estado a stos conceda. El consentimiento o la voluntad de los Estados (el positivismo voluntarista) se torn el criterio predominante en el derecho internacional, negando jus standi a los individuos, a los seres humanos (Remec, 1960: 36-37). Esto dificult la comprensin de la sociedad internacional, y debilit el propio derecho internacional, reducindolo a derecho interestatal, no ms por encima sino entre Estados soberanos (p. 37). Las consecuencias desastrosas de esta distorsin son ampliamente conocidas. La personificacin del Estado todopoderoso, inspirada en la filosofa del derecho de Hegel, tuvo una influencia nefasta en la evolucin del derecho internacional a finales del siglo XIX y en las primeras dcadas del siglo XX. Esta corriente doctrinaria resisti con todas las fuerzas al ideal de emancipacin del ser humano de la tutela absoluta del Estado, y al reconocimiento del individuo como sujeto del derecho internacional.9 En el pasado, los positivistas se vanagloriaban de la importancia por ellos atribuida al mtodo de la observacin (descuidado por otras corrientes de pensamiento), lo que contrasta, sin embargo, con su total incapacidad de presentar directrices, lneas maestras de anlisis, y sobre todo principios generales orientadores (Le Fur, 1927: 263). En el plano normativo, el positivismo se mostr sirviente al orden legal establecido, y convalid los abusos practicados en nombre de ste. Pero ya a mediados del siglo XX, la doctrina jusinternacionalista ms esclarecida se distanciaba definitivamente de la formulacin hegeliana y neohegeliana del Estado como depositario final de la libertad y responsabilidad de los individuos que lo componan, y que en l se integraban enteramente (Friedmann, 1964: 247). La vieja polmica, estril y ociosa, entre monistas y dualistas, erigida en falsas premisas, no sorprendentemente dej de contribuir a los esfuerzos doctrinarios en pro de la emancipacin del ser humano vis--vis su propio Estado. En efecto, lo que hicieron tanto los dualistas como los monistas, en este particular, fue personificar el Estado como sujeto del derecho internacional. Los monistas descartaron todo antropomorfismo, afirmando la subjetividad internacional del Estado por un anlisis de la persona jurdica (Eustathiades, 1953: 405-406); y los dualistas a ejemplo de H.
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Contra esta posicin reaccionaria se posicion, entre otros, Jean Spiropoulos; en luminosa monografa publicada en Pars en 1928, ponder que, contrario de lo que se desprenda de la doctrina hegeliana, el Estado no es un ideal supremo sometido tan slo a su propia voluntad, no es un fin en s mismo, sino ms bien un medio de realizacin de las aspiraciones y necesidades vitales de los individuos, siendo, pues, necesario proteger al ser humano contra la lesin de sus derechos por su propio Estado (Spiropoulos, 1928: 19, 33 y 66). Una evolucin en ese sentido, agreg, tendra que aproximarnos al ideal de la civitas maxima (p. 55).

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Triepel y D. Anzilotti no se contuvieron en sus excesos de caracterizacin de los Estados como sujetos nicos del derecho internacional.10 Toda una corriente doctrinal del positivismo tradicional for mada, adems de Triepel y Anzilotti, tambin por K. Strupp, E. Kaufmann, R. Redslob, entre otros, pas a sostener que solamente los Estados eran sujetos del derecho internacional pblico. La misma postura fue adoptada por la antigua doctrina sovitica del derecho internacional, con nfasis en la llamada coexistencia pacfica interestatal (Korovin, s.f.: 15-18, 93-98; Tunkin, 1965: 19-34). Contra esta visin surgi una corriente opuesta, a partir de la publicacin, en 1901, del libro de Lon Duguit Ltat, le droit objectif et la loi positive, formada por G. Jze, H. Krabbe, N. Politis y G. Scelle, entre otros, sosteniendo, a contrario sensu, que en ltima instancia solamente los individuos, destinatarios de las normas jurdicas, eran sujetos del derecho internacional (cfr. infra). La idea de la soberana estatal absoluta, que llev a la irresponsabilidad y a la pretendida omnipotencia del Estado, que no impidi las sucesivas atrocidades por ste cometidas contra los seres humanos, se mostr con el pasar del tiempo enteramente infundada. El Estado hoy se reconoce es responsable por todos sus actos, tanto jure gestionis como jure imperio, as como por todas sus omisiones. Creado por los seres humanos, y por ellos compuesto, para ellos existe, para la realizacin de su bien comn. En caso de violacin de los derechos humanos, se justifica as plenamente el acceso directo del individuo a la jurisdiccin internacional, para hacer valer tales derechos, incluso en contra del propio Estado.11 El individuo es, pues, sujeto del derecho tanto interno como internacional.12 Para esto ha contribuido, en el plano internacional, la considerable evolucin en las ltimas dcadas del derecho internacional de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario. Tambin este ltimo considera a las personas protegidas no como simples objetos de la reglamentacin que establecen, sino ms bien como verdaderos sujetos del derecho internacional. Es lo que se desprende, v. g., de la posicin de las cuatro Convenciones de Ginebra sobre Derecho

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Para una crtica a la incapacidad de la tesis dualista de explicar el acceso de los individuos a la jurisdiccin internacional, cfr. Paul Reuter (1950: 542-543 y 551). Vase Stefan Glaser (1964: 117, 105-106 y 114-116). De ah la importancia de la competencia obligatoria de los rganos de proteccin internacional de los derechos humanos (p. 118). Sobre la evolucin histrica de la personalidad jurdica en el derecho de gentes, cfr. Hermann Mosler (1964: 228-251), G. Arangio-Ruiz (1972: 9-268), Julio A. Barberis (1984: 17-35), Erica I. A. Daes (1988: 1-111, esp. 81-92).

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Internacional Humanitario de 1949, erigidas a partir de los derechos de las personas protegidas.13 Carecen de sentido las tentativas del pasado de negar a los individuos la condicin de sujetos del derecho internacional, por no ser a ellos reconocidas algunas de las capacidades de que son detentadores los Estados (como la de celebrar tratados). En el plano del derecho interno no todos los individuos participan, directa o indirectamente, en el proceso legiferante, y por eso no dejan de ser sujetos de derecho. El movimiento internacional en pro de los derechos humanos, desencadenado por la Declaracin Universal de Derechos Humanos de 1948, vino a desautorizar estas falsas analogas, y a superar distinciones tradicionales (v. g., con base en la nacionalidad): son sujetos de derecho todas las criaturas humanas, como miembros de la sociedad universal, siendo inconcebible que el Estado venga a negarles esta condicin (Cassin, 1950: 81-82). Al reconocimiento de derechos individuales debe corresponder la capacidad procesal de vindicarlos, en los planos tanto nacional como internacional. Es mediante la consolidacin de la plena capacidad procesal de los individuos que la proteccin de los derechos humanos se torna una realidad.14 Pero aunque, por las circunstancias de la vida, ciertos individuos (nios, enfermos mentales, ancianos, entre otros) no puedan disfrutar de plena capacidad (v. g., en el derecho civil), no por eso dejan de ser titulares de derechos, oponibles incluso al Estado (Drost, 1965: 226-227). Independientemente de las circunstancias, el individuo es sujeto jure suo del derecho internacional, tal como sostiene la doctrina ms lcida, desde la de los llamados fundadores de la disciplina (pp. 215-223). Los derechos humanos fueron concebidos como inherentes a todo ser humano, independientemente de cualesquiera circunstancias. Se podra argumentar que el mundo contemporneo es enteramente distinto del de la poca de los llamados fundadores del derecho internacional (supra), que propugnaron por una civitas maxima regida por el derecho de gentes. Aunque se trate de dos escenarios mundiales
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Por ejemplo, III Convencin, artculos 14 y 78; IV Convencin, artculo 27; tanto es as que las cuatro Convenciones de Ginebra prohben claramente a los Estados Partes derogar por acuerdos especiales las reglas en ellas enunciadas y, en particular, restringir los derechos de las personas protegidas en ellas consagrados (I, II y III Convenciones, artculo 6; y IV Convencin, artculo 7). En realidad, las primeras Convenciones de Derecho Internacional Humanitario (ya en el transcurso del siglo XIX al XX) fueron pioneras al expresar la preocupacin internacional por la suerte de los seres humanos en los conflictos armados, reconociendo al individuo como beneficiario directo de las obligaciones convencionales estatales (Partsch, 1995: 959; Aldrich, 1996: 851-858). Cfr., en lo referente a la proteccin internacional, A. A. Canado Trindade (1998: 1-27; 1999: 521544).

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diferentes (nadie lo negara), la aspiracin humana es la misma, a saber: la de la construccin de un ordenamiento internacional aplicable tanto a los Estados (y organizaciones internacionales) como a los individuos, de conformidad con ciertos patrones universales de justicia. Siendo que el derecho internacional contemporneo reconoce a los individuos derechos y deberes (como lo comprueban los instrumentos internacionales), no hay cmo negarles personalidad internacional, sin la cual no podra darse aquel reconocimiento. El propio derecho internacional, al reconocer derechos inherentes a todo ser humano, desautoriza el arcaico dogma positivista que pretenda autoritariamente reducir tales derechos a los concedidos por el Estado. El reconocimiento del individuo como sujeto, tanto del derecho interno como del derecho internacional, dotado en ambos de plena capacidad procesal (cf. infra) representa, como se ha sealado, una verdadera revolucin jurdica, a la cual tenemos el deber de contribuir. Esta revolucin viene a dar un contenido tico a las normas tanto del derecho pblico interno como del derecho internacional. En efecto, ya en las primeras dcadas del siglo XX se reconocan los manifiestos inconvenientes de la proteccin de los individuos por intermedio de sus respectivos Estados de nacionalidad, o sea, por el ejercicio de la proteccin diplomtica discrecional, que tornaba los Estados demandantes a un mismo tiempo jueces y partes. Comenzaba, en consecuencia, para superar tales inconvenientes, a germinar la idea del acceso directo de los individuos a la jurisdiccin internacional, bajo determinadas condiciones, para hacer valer sus derechos contra los Estados, tema ste que lleg a ser efectivamente considerado por el Institut de Droit International en sus sesiones de 1927 y 1929 (Sfriads, 1935: 23-25 y 54-60). La mejor doctrina jurdica pas a alertar sobre la necesidad del reconocimiento de un mnimo jurdico con la primaca del derecho internacional y de los derechos humanos sobre el ordenamiento jurdico estatal, por debajo del cual la comunidad internacional no deba permitir que recayese el Estado (Mandelstam, 1931: 95-96 y 103, 138).15 Siendo el individuo el sujeto final de todo derecho, nada haba de inherente al derecho internacional que lo impeda de tornarse sujeto del

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En obra clebre, Georges Scelle se insurgi contra la ficcin de la contraposicin de una sociedad interestatal a una sociedad de individuos (nacional): una y otra estn formadas por individuos, sujetos del derecho interno y del derecho internacional, sean ellos simples particulares (movidos por intereses privados), o investidos de funciones pblicas (gobernantes y funcionarios pblicos), encargados de velar por los intereses de las colectividades nacionales e internacionales (Scelle, 1984: 42-44).

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derecho de gentes (droit des gens/law of nations) y de tornarse parte en procedimientos ante tribunales internacionales (Lauterpacht, 1950: 69, 61 y 51, y 70).16 No slo en el continente europeo, sino tambin en el americano, an antes de la adopcin de las Declaraciones Americana y Universal de Derechos Humanos de 1948, florecieron manifestaciones doctrinarias en pro de la personalidad jurdica internacional de los individuos (lvarez, 1944: 46-47 y 457-463, 81, 91 y 499-500; Accioly, 1933: 71-75; Carneiro, 1945: 121 y 108, y 113, 35, 43, 126, 181 y 195; Jessup, 1948: 41). Se pas incluso a vincular la subjetividad internacional de los individuos a la temtica de la responsabilidad internacional (de los mismos, a la par de la de los Estados).17 Dada, pues, la capacidad del individuo, tanto para mover una accin contra un Estado en la proteccin de sus derechos, como para cometer un delito en el plano internacional, no ms haba que negar su condicin de sujeto del derecho internacional.18 Siendo el individuo sujeto de deberes en el plano del derecho internacional, no haba cmo negar su personalidad jurdica internacional, reconocida incluso por el propio derecho internacional consuetudinario (Guggenheim, 1952: 116 y 117-118).

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Tal reconocimiento del individuo como sujeto de derechos tambin en el plano del derecho internacional acarrea un claro rechazo de los viejos dogmas positivistas, desacreditados e insustentables, del dualismo de sujetos en los ordenamientos interno e internacional, y de la voluntad de los Estados como fuente exclusiva del derecho internacional (Lauterpacht, 1950: 89). En otro estudio perspicaz, publicado tambin en 1950, Maurice Bourquin ponder que la creciente preocupacin del derecho internacional de la poca con los problemas que afectaban directamente el ser humano revelaba la superacin de la vieja visin exclusivamente interestatal del orden jurdico internacional (Bourquin, 1950: 21-54). Para una crtica a la concepcin voluntarista del derecho internacional, cfr. A. A. Canado Trindade (1981: 201-240). Como reaccin de la conciencia jurdica universal, el desarrollo de los derechos y deberes del individuo en el plano internacional, y su capacidad de actuar para defender sus derechos, encuntranse vinculadas a su capacidad para el delito internacional; la responsabilidad internacional abarca, as, en su visin, tanto la proteccin de los derechos humanos como la punicin de los criminales de guerra (formando un todo) (Eustathiades, 1953: 402, 412- 413, 424, 586-589, 601 y 612). Tratbase, pues, de proteger al ser humano no slo contra la arbitrariedad estatal, sino tambin contra los abusos de los propios individuos (p. 614). Cfr. en el mismo sentido, W. Friedmann (1964: 234 y 248). Vase Eustathiades (1953: 426-427, 547 y 610-611). Aunque no se endosa la teora de Duguit y Scelle (de los individuos como nicos sujetos del derecho internacional), Eustathiades reconoci en ella el gran mrito de reaccionar a la doctrina tradicional que visualizaba en los Estados los nicos sujetos del derecho internacional; el reconocimiento de la subjetividad internacional de los individuos, a la par de la de los Estados, vino a transformar la estructura del derecho internacional y fomentar el espritu de solidaridad internacional (pp. 604-610). Los individuos emergieron como sujetos del derecho internacional, aun sin participar del proceso de creacin de sus normas (p. 409).

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De ese modo, la doctrina jurdica de mediados del siglo XX ya reflejaba y endosaba el proceso histrico en curso de la emancipacin de los individuos de la tutela exclusiva del Estado. La propia experiencia jurdica de la poca contradeca categricamente la teora infundada de que los individuos eran simples objetos del ordenamiento jurdico internacional, y destrua otros preconceptos del positivismo estatal (Sperduti, 1956: 824, 821-822 y 764; 1950: 104-107).19 Como bien seal Paul Reuter, a partir del momento en que el individuo se tornaba titular de derechos y obligaciones establecidos y sancionados directamente por el derecho internacional, disponiendo de acceso a la jurisdiccin internacional para la proteccin de sus derechos, ya no se podra negar su condicin de sujeto del derecho internacional (Reuter, 1993: 235 y 238, 106).

EL ACCESO DE LOS INDIVIDUOS A LA JUSTICIA A NIVEL INTERNACIONAL


La cuestin de la legitimatio ad causam de los peticionarios ante instancias internacionales tiene una larga historia, la cual ha dejado claro que el derecho de peticin individual constituye la piedra angular del acceso de los individuos a la justicia internacional. Dicho acceso result de la permanente lucha del ser humano contra las manifestaciones del poder arbitrario. El derecho de peticin individual es efectivamente una conquista definitiva del derecho internacional de los derechos humanos. Es de la propia esencia de la proteccin internacional de los derechos humanos la contraposicin entre los individuos demandantes y los Estados demandados en casos de supuestas violaciones de los derechos protegidos. Fue precisamente en este contexto de proteccin que se oper el rescate histrico de la posicin del ser humano como sujeto del derecho internacional de los derechos humanos, dotado de plena capacidad procesal internacional (cfr. supra). Tres siglos de un ordenamiento internacional cristalizado, a partir de los tratados de paz de Westphalia (1648), con base en la coordenacin de Estados-naciones independientes, yuxtapuestos a soberanas absolutas, llevaron a la exclusin de aquel ordenamiento de los individuos como sujetos de derechos. En el plano internacional, los Estados asumieron el monopolio de la titularidad de derechos; los individuos, para su proteccin, fueron dejados enteramente a merced de la intermediacin discrecional de sus Estados nacionales. El ordenamien-

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En la doctrina jurdica de entonces se tornaba patente el reconocimiento de la expansin de la proteccin de los individuos en el ordenamiento jurdico internacional (Parry, 1956: 722).

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to internacional as erigido que los excesos del positivismo jurdico intentaron en vano justificar excluy precisamente al destinatario ltimo de las normas jurdicas: el ser humano. Tres siglos de un ordenamiento internacional marcado por el predominio de las soberanas estatales y por la exclusin de los individuos fueron incapaces de evitar las violaciones masivas de los derechos humanos, perpetradas en todas las regiones del mundo, y las sucesivas atrocidades de nuestro siglo, incluso las contemporneas.20 Tales atrocidades despertaron la conciencia jurdica universal para la necesidad de reconceptualizar las bases del ordenamiento internacional, restituyendo al ser humano la posicin central de donde haba sido desplazado. Esta reconstruccin, sobre bases humanas, tom por fundamento conceptual cnones enteramente distintos, como los de la realizacin de valores comunes superiores, de la titularidad de derechos del propio ser humano, de la garanta colectiva de su realizacin, y del carcter objetivo de las obligaciones de proteccin.21 El orden internacional de las soberanas ceda terreno al de la solidaridad. Esta profunda transformacin del ordenamiento internacional, desencadenada a partir de las Declaraciones Universal y Americana de Derechos Humanos de 1948, no se ha dado sin dificultades, precisamente por requerir una nueva mentalidad. Pas, adems, por etapas, algunas de las cuales suficientemente estudiadas en nuestros das (incluso en lo referente a la consagracin del derecho de peticin individual). El acceso de los individuos a los tribunales internacionales (contemporneos) para la proteccin de sus derechos revela, en realidad, una renovacin del derecho internacional en el sentido de su humanizacin (Canado, 2000: 99-112, esp. 103 y 100), abriendo una gran brecha en la doctrina tradicional del dominio reservado de los Estados (Von der Heydte, 1962: 332-333 y 329-330; Canado, 1976: 715-765; Carrillo, 1996: 64-67 y 217) (o competencia nacional exclusiva), definitivamente ultrapasada: el individuo es alzado a sujeto del derecho internacional (Von der Heydte, 1962: 345), dotado de capacidad procesal.22 La cuestin de la capacidad procesal de los individuos ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), y su predecesora la Corte Perma-

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Como el holocausto, el gulag, seguidos de nuevos actos de genocidio, por ejemplo, en el sudeste asitico, en Europa central (ex Yugoslavia), en frica (Ruanda). Con incidencia directa de dichos cnones en los mtodos de interpretacin de la normativa internacional de proteccin, sin necesariamente apartarse de las reglas generales de interpretacin de los tratados enunciadas en los artculos 31-33 de las dos Convenciones de Viena sobre Derecho de los Tratados (de 1969 y 1986). Al respecto, cfr. E. M. Borchard (1930: 359-365).

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nente de Justicia Internacional (CPJI), fue efectivamente considerada con ocasin de la redaccin original, por un Comit de Juristas designado por la antigua Sociedad de las Naciones, del Estatuto de la Corte de La Haya, en 1920. De los diez miembros del referido Comit de Juristas, solamente dos Loder y De Lapradelle se pronunciaron en favor de que los individuos pudieran comparecer como partes ante la Corte (jus standi) en casos contenciosos contra Estados (extranjeros). La mayora del Comit, sin embargo, se opuso firmemente a esta proposicin: cuatro miembros (Ricci-Busatti, Baron Descamps, Raul Fernandes y Lord Phillimore) objetaron que los individuos no eran sujetos del derecho internacional (no pudiendo, pues, en su juicio, ser partes ante la Corte), y que solamente los Estados eran personas jurdicas en el ordenamiento internacional, en lo que fueron acompaados por los dems miembros.23 La posicin que prevaleci en 1920 la cual sorprendente y lamentablemente ha sido mantenida en el artculo 34(1) del Estatuto de la Corte de La Haya hasta la fecha fue pronta y duramente criticada en la doctrina ms lcida de la poca (ya en la misma dcada de los veinte). As, en memorable monografa publicada en 1927, N. Politis ponder que los Estados eran compuestos de individuos, y que el verdadero fin de todo el derecho es el ser humano (Politis, 1927: 76-77, 69): se trata de algo tan evidente, que sera intil insistir en esto si las brumas de la soberana no hubieran oscurecido las verdades ms elementales (pp. 77-78). El recurso directo de los individuos a las instancias internacionales para hacer valer sus intereses legtimos prosigui Politis, presentara la ventaja, por ejemplo, de despolitizar el procedimiento clsico, el del contencioso interestatal (la proteccin diplomtica discrecional) (pp. 82-83, 89). Y adelant un pronstico en el sentido de que la accin directa de los individuos en el plano internacional lograra realizarse, ms temprano o ms tarde, porque responde a una verdadera necesidad de la vida internacional (pp. 90, 92 y 61). Otra crtica a la solucin adoptada al respecto por el Estatuto de la Corte de La Haya (artculo 34(1), cf. supra) fue formulada por J. Spiropoulos, tambin en los aos veinte; para l no haba impedimento alguno a que el derecho internacional convencional otorgase a los individuos una accin directa en el plano internacional;24 si esto no ocurriese, y si se limitase a las acciones judiciales en el plano del derecho interno, frecuentemente el Estado se tornara juez y parte al mismo tiempo, lo que sera una incongruencia (Spiropoulus, 1928: 50-51). Para el autor,
23

Cfr. relato en Jean Spiropoulos (1928: 50-51), Nicolas Politis (1927: 84-87), Marek St. Korowicz (1956: 543). Habiendo incluso precedentes en este sentido en el periodo entre guerras.

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el ordenamiento jurdico internacional puede formular normas dirigidas directamente a los individuos (como fue ejemplificado por los tratados de paz del periodo de entreguerras), elevndolo de ese modo a la condicin de sujeto del derecho internacional, dotado de personalidad jurdica, en la medida en que se establece una relacin directa entre el individuo y el ordenamiento jurdico internacional, tornndolo directamente titular de derechos o de obligaciones (25, 31-33, 40-41). La gradual emancipacin del individuo de la tutela del Estado todopoderoso, anticip Spiropoulos en 1928, no es ms que una cuestin de tiempo, por imponerse como consecuencia necesaria de la evolucin de la organizacin internacional de los nuevos tiempos (pp. 42-43, 65). El individuo debe, as, ser capaz de defender l mismo sus derechos en el plano internacional, independientemente de toda tutela de su Estado, y an contra su propio Estado (pp. 44, 49, 64-65). Solamente con la accin directa de los individuos ante una instancia internacional se lograr una proteccin eficaz de los derechos humanos, de conformidad con el espritu del nuevo orden internacional (pp. 51-53, 61). Hay que establecer ciertos lmites a la autoridad del Estado concluy, el cual no es un fin en s mismo, sino ms bien un medio para la satisfaccin de las necesidades humanas (pp. 62 y 66). El carcter exclusivamente interestatal del contencioso ante la CIJ no se ha mostrado satisfactorio. Al menos en algunos casos, relativos a la condicin de individuos, la presencia de estos ltimos (o de sus representantes legales), para presentar, ellos mismos, sus posiciones, hubiera enriquecido el procedimiento y facilitado la labor de la Corte. Recurdense como ejemplos a ese respecto el caso clsico Nottebohm sobre doble nacionalidad (Liechtenstein c. Guatemala, 1955), y el caso relativo a la Aplicacin de la Convencin de 1902 sobre la Guarda de Menores (Holanda c. Suecia, 1958), y, ms recientemente, los casos del Juicio de los Prisioneros de Guerra Paquistanes (Paquistn c. India, 1973), de los Rehenes (personal diplomtico y consular de Estados Unidos) en Tehern (Estados Unidos c. Irn, 1980), de Timor-Oriental (Portugal c. Australia, 1995), de la Aplicacin de la Convencin contra el Genocidio (Bosnia-Herzegovina c. Yugoslavia, 1996), o aun los casos Breard (Paraguay c. Estados Unidos, 1998) y LaGrand (Alemania c. Estados Unidos, 1999). En todos estos casos, no hay cmo dejar de reconocer que el elemento predominante es precisamente la situacin concreta de seres humanos, y no meras cuestiones abstractas de inters exclusivo de los Estados litigantes en sus relaciones inter se. La artificialidad del carcter exclusivamente interestatal del contencioso ante la CIJ es, pues, claramente revelada por la propia naturaleza de determinados casos sometidos a su consideracin.

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Tal artificialidad ha sido criticada en la bibliografa especializada, incluso recientemente por un ex presidente de la Corte de La Haya (Jennings, 1995: 504-505). Ya a finales de la dcada de los sesenta, uno de los mayores especialistas en la materia, S. Rosenne, adverta que no hay nada inherente en el carcter de la propia Corte Internacional que justifique la exclusin completa de un individuo de comparecer ante la Corte en procedimientos judiciales de su inters directo (Rosenne, 1967: 249, 242). La prctica actual de exclusin del locus standi in judicio de los individuos interesados ante la CIJ agreg Rosenne, adems de artificial, en ciertos casos contenciosos puede incluso producir resultados incongruentes; se torna, pues, altamente deseable que tal esquema sea reconsiderado, a fin de permitir que los individuos interesados puedan comparecer ante la CIJ (locus standi) para presentar directamente a esta ltima sus argumentos en casos contenciosos (pp. 249, 243). La solucin adoptada por el Estatuto de la antigua CPJI, y fosilizada con el pasar del tiempo en el Estatuto de la CIJ hasta la fecha, es an ms criticable, si consideramos que ya en la primera mitad del siglo XX hubo experimentos de derecho internacional que efectivamente otorgaron capacidad procesal internacional a los individuos. Lo ejemplifican el sistema de navegacin del ro Reno, el Proyecto de una Corte Internacional de Presas (1907), la Corte Centroamericana de Justicia (1907-1917), as como, en la era de la Sociedad de las Naciones, los sistemas de las minoras (inclusive la Alta-Silesia) y de los territorios bajo mandato, los sistemas de peticiones de las Islas Aaland y del Sarre y de Danzig, adems de la prctica de los tribunales arbitrales mixtos y de las comisiones mixtas de reclamaciones, de la misma poca.25 Esta evolucin se desencaden en la era de las Naciones Unidas, con la adopcin del sistema de peticiones individuales bajo algunos de los tratados de derechos humanos contemporneos de carcter universal, y sobre todo en el plano regional, bajo las Convenciones Europea y Americana sobre Derechos Humanos, que establecieron tribunales internacionales (las Cortes Europea e Interamericana, respectivamente) de derechos humanos. La importante cuestin de la capacidad procesal de los individuos bajo estas dos Convenciones regionales tiene incidencia directa, en ltima instancia, en el acceso del individuo a la justicia en el plano internacional. Es, pues, de todo necesario, an en nuestros das, tener una clara comprensin de la naturaleza jurdica y el alcance del derecho de peticin individual bajo los referidos tratados
25

Para un estudio, cfr., por ejemplo, A. A. Canado Trindade (1977: 373-392), Carl A. Norgaard (1962: 109-128), Marc St. Korowicz (1946: 81-174), entre otros.

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de derechos humanos. Al examen detallado de este punto, en perspectiva histrica, pasamos en seguida.

Consagracin, naturaleza jurdica y alcance del derecho de peticin individual


Ya en los primordios del ejercicio del derecho de peticin individual se enfatiz que, aunque motivado por la bsqueda de la reparacin individual, dicho derecho de peticin contribuye tambin a asegurar el respeto por las obligaciones de carcter objetivo que vinculan los Estados Partes.26 En varios casos el ejercicio del derecho de peticin ha ido ms all, ocasionando cambios en el ordenamiento jurdico interno y en la prctica de los rganos pblicos del Estado.27 La significacin del derecho de peticin individual slo puede ser apropiadamente evaluada en perspectiva histrica. En efecto, revela la historia juris de algunos pases que el antiguo derecho de peticin (right to petition), en el plano interno, a las autoridades centrales, como manifestacin de la libertad de expresin, se desarroll gradualmente en un recurso legal accionable ante los tribunales para la reparacin de daos (Humphrey, 1971: 463). Slo en una
26

Por ejemplo, bajo el artculo 25 de la Convencin Europea de Derechos Humanos, cfr. H. Rolin (1956: 3-14, esp. 9), C. Th. Eustathiades (1957: 121), F. Durante (1958: 125-152, esp. 129130), K. Vasak (1964: 96-98), M. Virally (1964: 67-89), H. Mosler (1964: 818-819), F. Matscher (1984: 601-620). Hay que tener siempre presente que, distintamente de las cuestiones regidas por el derecho internacional pblico, en su mayor parte planteadas horizontalmente sobre todo en el plano interestatal, las cuestiones relativas a los derechos humanos se sitan verticalmente en el plano intraestatal, en la contraposicin entre los Estados y los seres humanos bajo sus respectivas jurisdicciones. Por consiguiente, pretender que los rganos de proteccin internacional no puedan verificar la compatibilidad de las normas y prcticas del derecho interno, y sus omisiones, con la normativa internacional de proteccin, sera un contrasentido. Tambin aqu se evidencia la especificidad del derecho internacional de los derechos humanos. El hecho de que este ltimo vaya ms all que el derecho internacional pblico en materia de proteccin, al abarcar el tratamiento dispensado por los Estados a los seres humanos bajo sus jurisdicciones, no significa que una interpretacin conservadora deba por eso imponerse; todo lo contrario, se impone una interpretacin en conformidad con el carcter innovador en relacin con dogmas del pasado, como el de la competencia nacional exclusiva o dominio reservado de los Estados, como emanacin de la soberana estatal , de la normativa internacional de proteccin de los derechos humanos. Con el desarrollo del derecho internacional de los derechos humanos, es el propio derecho internacional pblico que se enriquece, en la afirmacin de cnones y principios propios al presente dominio de proteccin, asentados en premisas fundamentalmente distintas de las que han norteado sus postulados en el plano de las relaciones puramente interestatales. El derecho internacional de los derechos humanos viene, as, a afirmar la aptitud del derecho internacional pblico para asegurar, en el presente contexto, el cumplimiento de las obligaciones internacionales de proteccin de los Estados vis--vis todos los seres humanos bajo sus jurisdicciones.

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poca ms reciente el derecho de peticin (right of petition, no ms right to petition) vino a formarse en el seno de organizaciones internacionales. Surgieron las primeras distinciones clsicas, como la elaborada por Feinberg (1932: 576-639) y endosada por Drost (1965: 67-65, 91-96, 101), entre ptition plainte, basada en una violacin de un derecho privado individual (v. g., un derecho civil) y en bsqueda de reparacin por parte de las autoridades, y ptition voeu, atinente a los intereses generales de un grupo (v. g., un derecho poltico) y en bsqueda de medidas pblicas por parte de las autoridades. La ptition voeu evolucion a lo que se pas a denominar de comunicacin; ejemplos, a su vez, de ptitions plaintes o peticiones stricto sensu se encuentran, por ejemplo, en los sistemas de minoras y mandatos bajo la Sociedad de las Naciones, y en el sistema de tutela bajo las Naciones Unidas.28 Fueron stos algunos de los primeros sistemas internacionales en otorgar capacidad procesal directamente a los individuos y grupos privados.29 Tales antecedentes, a lo largo de la primera mitad del siglo XX, abrieron camino para el desarrollo, en el seno de las Naciones Unidas y bajo los tratados de derechos humanos en los planos global y regional, de los mecanismos contemporneos de peticiones o comunicaciones relativas a violaciones de derechos humanos.30 Con la consolidacin de estos mecanismos, concediendo acceso directo a los individuos a las instancias internacionales, se tornaba patente el reconocimiento, tambin en el plano procesal, de que los derechos humanos, inherentes a la persona humana, son anteriores y superiores al Estado y a toda otra forma de organizacin poltica, y se emancipaba el ser humano del yugo estatal, siempre y cuando se mostrase ste arbitrario. Recuperaba el individuo su presencia en el plano internacional para la vindicacin de sus derechos, presencia sta que le fuera negada en el proceso histrico de formacin del Estado moderno pero que se manifestara en la preocupacin inmediata por el ser huma28

Cfr., por ejemplo, J. Stone (1931: 76-94), M. Sibert (1933: 257-272), Jean Beaut (1962: 1-256), A.A. Canado Trindade (1977: 373-392). A ellos cabe agregar los otros sistemas, anteriormente mencionados, de peticiones (como los de Alta-Silesia, de las Islas Aaland, del Sarre y de Danzig), el sistema de navegacin del ro Reno, la experiencia de la Corte Centroamericana de Justicia (1907-1917), la jurisprudencia de los tribunales arbitrales mixtos y de las comisiones mixtas de reclamaciones, adems del Tribunal Internacional de Presas propuesto en la II Conferencia de Paz de la Haya de 1907 (cfr. supra). Para un estudio, cfr. C. A. Norgaard (1946: 99-172) y, anteriormente, J.-C. Witenberg (1932: 5-135), C. Th. Eustathiades (1953: 401-614). Vanse al respecto M. E. Tardu (1979-1985), Tom Zwart (1994: 1-237). Sobre la importancia del derecho de peticin en general, cfr. N. Valticos (1994: 277-297).

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no en los manuscritos originales de los llamados fundadores del derecho internacional (el derecho de gentes). Esta transformacin, propia de nuestro tiempo, corresponde al reconocimiento de la necesidad de que todos los Estados, para evitar nuevas violaciones de los derechos humanos, respondan por la manera como tratan a todos los seres humanos que se encuentran bajo su jurisdiccin. Esta prestacin de cuentas simplemente no hubiera sido posible sin la consagracin del derecho de peticin individual, en medio del reconocimiento del carcter objetivo de las obligaciones de proteccin y de la aceptacin de la garanta colectiva de cumplimiento de las mismas. Es ste el real sentido del rescate histrico del individuo como sujeto del derecho internacional de los derechos humanos. An as, en el plano global, fue necesario esperar hasta la primera mitad de los aos setenta para que se concretizase el derecho de peticin, en los mecanismos tanto convencionales (tratados y convenciones de derechos humanos) como extraconvencionales (establecidos por resoluciones) en el mbito de las Naciones Unidas. Paralelamente, en el plano regional europeo, el derecho de peticin individual, juntamente con la nocin de garanta colectiva, pasaron a constituir dos de los trazos ms sobresalientes del nuevo sistema de proteccin inaugurado por la Convencin Europea de Derechos Humanos de 1950, y, a fortiori, de todo el derecho internacional de los derechos humanos. Hace poco ms de tres dcadas, con ocasin del vigsimo aniversario de la Declaracin Universal de Derechos Humanos de 1948, Ren Cassin, quien participara del proceso preparatorio de su elaboracin,31 ponderaba que:
(...) si todava subsisten en la tierra grandes zonas donde millones de hombres o mujeres, resignados a su destino, no osan proferir la menor reclamacin o ni siquiera concebir que un recurso cualquier sea posible, estos territorios disminuyen cada da. La toma de conciencia de que una emancipacin es posible, se torna cada vez ms general. (...) Las Convenciones y Pactos [de derechos humanos] en su mayora, (...) incitan los Estados Partes a crear en ellos las instancias de recursos y prevn ciertas medidas de proteccin o de control internacional. (...) El hecho de que la resignacin sin esperanza, de que el muro del silencio y de que la ausencia de todo recurso estn en vas de reduccin o de desaparicin, abre a la humanidad en marcha perspectivas alentadoras (...) (Cassin, 1967: 9-10).

La apreciacin del derecho de peticin individual como mtodo de implementacin internacional de los derechos humanos tiene nece31

Como rapporteur del Grupo de Trabajo de la Comisin de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, encargado de preparar el proyecto de la Declaracin (mayo de 1947 a junio de 1948).

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sariamente que tomar en cuenta el punto bsico de la legitimatio ad causam de los peticionarios, y de las condiciones del uso y de la admisibilidad de las peticiones (consignadas en los distintos instrumentos de derechos humanos que las prevn). A ese respecto, los tratados de derechos humanos que prevn el derecho de peticin individual32 en su mayora condicionan el ejercicio de este derecho a que el autor de la denuncia o comunicacin sea o se pretenda vctima de violacin de los derechos humanos (v. g., Convencin Europea de Derechos Humanos, art. 25; [primer] Protocolo Facultativo al Pacto de Derechos Civiles y Polticos, art. 2; Convencin sobre la Eliminacin de Todas las Formas de Discriminacin Racial, art. XIV (1) y (2); Convencin de las Naciones Unidas contra la Tortura, art. 22). La nocin de vctima ha experimentado una considerable expansin a travs de la construccin jurisprudencial de los rganos de supervisin internacionales, al pasar a abarcar vctimas directas e indirectas, as como vctimas potenciales, es decir, las que sostienen un inters personal potencial reconocidamente vlido en la vindicacin de sus derechos.33 La Convencin Americana sobre Derechos Humanos (artculo 44) y la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos (arts. 55-56) adoptan, sin embargo, sobre este particular, una solucin ms liberal, por cuanto no imponen a los peticionarios el requisito de la condicin de vctima. De todos modos, las soluciones dadas por los tratados e instrumentos de derechos humanos al jus standi del demandante (con matices, a saber, supuesta vctima y autor de la comunicacin, vctima razonablemente presumida, calificaciones especiales de los reclamantes, derecho de peticin ampliamente atribuido), parecen vincularse a la naturaleza de los procedimientos en cuestin (derecho de peticin o comunicacin o representacin [individual]) (Canado, 1996b: 248-261). Diferencias en la naturaleza jurdica de estos procedimientos, sin embargo, significativamente no han impedido el desarrollo de una jurisprudencia, de los distintos rganos de supervisin internacionales, convergente en cuanto a una proteccin ms eficaz a las supuestas vc32

En el plano global, el derecho de peticin individual se encuentra previsto, por ejemplo, en el [primero] Protocolo Facultativo al Pacto de Derechos Civiles y Polticos (arts. 1-3 y 5), en la Convencin sobre la Eliminacin de Todas las Formas de Discriminacin Racial (art. XIV), en la Convencin de las Naciones Unidas contra la Tortura (art. 22). En el plano regional, el derecho de peticin individual se encuentra consagrado tanto en la Convencin Europea de Derechos Humanos (art. 25) como en la Convencin Americana sobre Derechos Humanos (art. 44), y en la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos (arts. 55-58). Para la evolucin de la nocin de vctima (incluso la potencial) en el derecho internacional de los derechos humanos vase A. A. Canado Trindade (1996b: 243-299, esp. 262-283).

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timas. Pasemos al examen de la materia bajo las dos Convenciones regionales que han establecido hasta la fecha tribunales internacionales de derechos humanos, en continua operacin, a saber: las Convenciones Europea (1950) y Americana (1969) de Derechos Humanos.

El derecho de peticin individual bajo las convenciones Europea y Americana sobre Derechos Humanos
a) Convencin Europea sobre Derechos Humanos
Bajo la Convencin Europea se ha desarrollado una vasta jurisprudencia sobre el derecho de peticin individual. Si bien es cierto que el artculo 25 de la Convencin Europea fue originalmente concebido como una clusula facultativa, hoy da, sin embargo, sta es aceptada por todos los Estados Partes en la Convencin, enmendada por el Protocolo 11 a la Convencin, vigente a partir del 1 de noviembre de 1998: el derecho de peticin ante la nueva Corte Europea (como rgano jurisdiccional nico bajo la Convencin modificada) es mandatorio (como lo ha sido bajo la Convencin Americana sobre Derechos Humanos desde su adopcin en 1969). Dos breves observaciones nos parecen aqu necesarias. En primer lugar, hace casi medio siglo, aun al concebir el artculo 25 originalmente como una clusula facultativa, los redactores de la Convencin Europea se cuidaron de determinar, en el primer prrafo in fine de la clusula, la obligacin de los Estados Partes que la aceptaron de no interponer cualquier impedimento u obstculo al ejercicio del derecho de peticin individual. En el caso Cruz Varas y Otros c. Suecia (1990-1991), la Corte Europea y, en escala ms amplia, la Comisin Europea, reconocieron el derecho de naturaleza procesal que el artculo 25(1) confiere a los individuos demandantes, en virtud del cual estos ltimos podan recurrir libremente a la antigua Comisin, sin que el Estado Parte en cuestin impidiera o dificultara su iniciativa.34

34

Cfr. sentencia del 20 de marzo de 1991, de la Corte Europea de Derechos Humanos en el caso Cruz Varas y Otros c. Suecia, Fondo, Serie A, vol. 201, pp. 33-34 y 36, prrs. 92-93 y 99, con la Opinin, del 7 de junio de 1990, de la Comisin Europea de Derechos Humanos en el mismo caso, pp. 50-52, prrs. 118, 122 y 125-126. La Comisin fue ms all que la Corte al argumentar, adems, que al dejar de cumplir con una solicitud de no deportar al individuo demandante (H. Cruz Varas, chileno), Suecia viol la obligacin consagrada en el artculo 25 in fine de la Convencin Europea de no impedir la eficacia del derecho de peticin individual; la Corte Europea, en decisin adoptada por 10 votos a 9, no estuvo de acuerdo con la Comisin de forma menos persuasiva que esta ltima sobre este punto en particular. Sobre el deber de los Estados Partes de no dificultar el ejercicio del derecho de peticin individual (art. 25 in fine de la Convencin), cfr. A. Debricon (1998: 237-242).

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El derecho de peticin individual disfruta, pues, de autonoma, a diferencia de los derechos sustantivos enumerados en el ttulo I de la Convencin Europea. Cualquier obstculo interpuesto por el Estado Parte en cuestin a su libre ejercicio acarreara, as, una violacin adicional de la Convencin, paralelamente a otras violaciones que se comprueben de los derechos sustantivos en sta consagrados. Su autonoma en nada se vio afectada por el hecho de haber sido originalmente previsto en una clusula facultativa de la Convencin (art. 25). En segundo lugar, y reforzando este punto, tanto la antigua Comisin como la Corte Europeas de Derechos Humanos entendieron que el propio concepto de vctima (a la luz del art. 25 de la Convencin) debe ser interpretado autnomamente bajo la Convencin. Este entendimiento se encuentra hoy slidamente respaldado por la jurisprudence constante bajo la Convencin. As, en varias decisiones en los ltimos aos, la Comisin Europea consistente e invariablemente advirti que el concepto de vctima utilizado en el artculo 25 de la Convencin debe ser interpretado de forma autnoma e independientemente de conceptos de derecho interno tales como los de inters o calidad para interponer una accin judicial o participar en un proceso legal.35 La Corte Europea, a su vez, en el caso Norris c. Irlanda (1988), ponder que las condiciones que rigen las peticiones individuales bajo el artculo 25 de la Convencin no coinciden necesariamente con los criterios nacionales relativos al locus standi, que pueden incluso servir a propsitos distintos de los contemplados en el mencionado artculo 25.36 Resulta, pues, clarsima la autonoma del derecho de peticin individual en el plano internacional vis--vis disposiciones del derecho in35

Cfr. en ese sentido: Comisin Europea de Derechos Humanos (ComEDH), caso Scientology Kirche Deutschland e.V. c. Alemania (appl. n. 34614/96), decisin del 07.04.1997, 89 Decisions and Reports (1997) p. 170; ComEDH, caso Zentralrat Deutscher Sinti und Roma y R. Rose c. Alemania (appl. n. 35208/97), decisin del 27.05.1997, p. 4 (no publicada); ComEDH, caso Federacin Griega de Funcionarios de Aduana, N. Gialouris, G. Christopoulos y 3333 Otros Funcionarios de Aduana c. Grecia (appl. n. 24581/94), decisin del 06.04.1995, 81-B Decisions and Reports (1995) p. 127; ComEDH, caso N.N. Tauira y 18 Otros c. Francia (appl. n. 28204/95), decisin del 04.12.1995, 83. A Decisions and Reports (1995) p. 130 (peticiones contra los ensayos nucleares franceses en el atoln de Mururoa y en el de Fangataufa, en la Polinesia francesa); ComEDH, caso K. Sygounis, I. Kotsis y Sindicato de Policiales c. Grecia (appl. n. 18598/91), decisin del 18.05.1994, 78 Decisions and Reports (1994) p. 77; ComEDH, caso Asociacin de Aviadores de la Repblica, J. Mata el Al. C. Espaa (appl. n.10733/84), decisin del 11.03.1985, 41 Decisions and Reports (1985) p. 222. Segn esta misma jurisprudencia, para atender a la condicin de vctima (bajo el art. 25 de la Convencin) debe haber un vnculo suficientemente directo entre el individuo demandante y el dao alegado, resultante de la supuesta violacin de la Convencin. Corte Europea de Derechos Humanos, caso Norris c. Irlanda, sentencia del 26 de octubre de 1988, Serie A, vol. 142, p. 15, prr. 31.

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terno. Los elementos singularizados en esta jurisprudencia protectora se aplican igualmente bajo procedimientos de otros tratados de derechos humanos que requieren la condicin de vctima para el ejercicio del derecho de peticin individual (cf. supra). Cada uno de estos procedimientos, a pesar de diferencias en su naturaleza jurdica, ha contribuido, a su modo, al gradual fortalecimiento de la capacidad procesal del demandante en el plano internacional. En reconocimiento expreso de la relevancia del derecho de peticin individual, la Declaracin y Programa de Accin de Viena, principal documento adoptado por la II Conferencia Mundial de Derechos Humanos (1993), inst a su adopcin, como mtodo adicional de proteccin, mediante Protocolos Facultativos a la Convencin sobre la Eliminacin de Todas las Formas de Discriminacin contra la Mujer y al Pacto de Derechos Econmicos, Sociales y Culturales.37 El referido documento recomend, adems, a los Estados Partes en los tratados de derechos humanos, la aceptacin de todos los procedimientos facultativos disponibles de peticiones o comunicaciones individuales.38 En lo que concierne a la Convencin Europea, recurdese que, en el caso Loizidou c. Turqua (sentencia sobre excepciones preliminares del 23 de marzo de 1995), la Corte Europea de Derechos Humanos descart la posibilidad de restricciones por las declaraciones turcas en relacin con las disposiciones-clave del artculo 25 (derecho de peticin individual), y del artculo 46 (aceptacin de su jurisdiccin en materia contenciosa) de la Convencin Europea. Sostener otra posicin, agreg, no slo debilitara seriamente la funcin de la Comisin y de la Corte en el desempeo de sus atribuciones sino tambin disminuira la eficacia de la Convencin como un instrumento constitucional del orden pblico (ordre public) europeo (prr. 75). Cabe tambin tener presente que la Corte Europea, en su sentencia del 9 de diciembre de 1994, en el caso de los Santos Monasterios c. Grecia, decidi rechazar un intento de imponer restricciones (otras que la de la condicin de vctima) a la organizacin no gubernamental en cuestin. En el cas despce, el Estado demandado argument que, dados los vnculos que el propio mantena con la Iglesia Ortodoxa Griega, y la influencia considerable de esta ltima en las actividades estatales y en la administracin pblica, los Monasterios demandantes no eran organizaciones no gubernamentales en el sentido del artculo 25
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Declaracin y Programa de Accin de Viena de 1993, parte II, prrs. 40 y 75, respectivamente. La elaboracin de ambos Proyectos se encuentra virtualmente concluida, en lo esencial, aguardando ahora la aprobacin por parte de los Estados. Declaracin y Programa de Accin de Viena de 1993, parte II, prr. 90.

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de la Convencin Europea (prr. 48). La Corte rechaz este argumento, al encontrar que los referidos Monasterios no ejercan poderes gubernamentales. Su clasificacin como entidades de derecho pblico tena por objeto solamente extenderles proteccin jurdica vis--vis terceros. Al situarse los Santos Monasterios bajo la supervisin espiritual del arzobispo local, y no bajo la supervisin del Estado, se distinguan de este ltimo, del cual eran completamente independientes. Por consiguiente concluy la Corte Europea, los Monasterios demandantes eran organizaciones no gubernamentales en el sentido del artculo 25 de la Convencin Europea (prr. 49). Pasemos ahora a la otra Convencin regional, en el continente americano.

b) Convencin Americana sobre Derechos Humanos


En nuestro entendimiento, no se puede analizar el artculo 44 de la Convencin Americana, que consagra el derecho de peticin individual, como si fuera una disposicin como cualquier otra de la Convencin, como si no estuviera relacionada con la obligacin de los Estados Partes de no crear obstculos o dificultades para el libre y pleno ejercicio del derecho de peticin individual, o como si fuera de igual jerarqua que otras disposiciones procedimentales. En efecto, en el sistema interamericano de proteccin de los derechos humanos, el derecho de peticin individual se ha constituido en un medio eficaz de enfrentar casos no slo individuales sino tambin de violaciones masivas y sistemticas de los derechos humanos,39 an antes de la entrada en vigor de la Convencin Americana sobre Derechos Humanos (v. g., en la prctica inicial de la Comisin Interamericana de Derechos Humanos). Su importancia ha sido fundamental, y no podra jams ser minimizada. La consagracin del derecho de peticin individual bajo el artculo 44 de la Convencin Americana se revisti de significacin especial. No slo fue su importancia para el mecanismo de la Convencin como un todo, debidamente enfatizada en los travaux prparatoires de aquella disposicin de la Convencin,40 sino que tambin represent un
39

Lamentamos, pues, no poder compartir la insinuacin presente en parte de la bibliografa especializada europea contempornea sobre la materia en el sentido de que el derecho de peticin individual tal vez no sea eficaz en lo referente a violaciones sistemticas y masivas de derechos humanos. La experiencia acumulada de este lado del Atlntico, en el sistema interamericano de proteccin, apunta exactamente en el sentido contrario, y gracias al derecho de peticin individual muchas vidas fueron salvadas y se logr realizar la justicia en casos concretos en medio de situaciones generalizadas de violaciones de derechos humanos. Cfr. R. Mllerson (1993, 25-43, esp. 32). Cfr. OEA, Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos - Actas y Documentos, San Jos de Costa Rica, 07-22 de noviembre de 1969, doc. OEA/Ser.K/XVI/1.2, Washington D.C., Secretara General de la OEA, 1978, pp. 43, 47 y 373.

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avance en relacin con lo que, hasta la adopcin del Pacto de San Jos en 1969, se haba logrado al respecto, en el mbito del derecho internacional de los derechos humanos. La otra Convencin regional de derechos humanos entonces en vigor, la Convencin Europea, slo aceptar el derecho de peticin individual originalmente consagrado en una clusula facultativa (el art. 25 de la Convencin), condicionando la legitimatio ad causam a la demostracin de la condicin de vctima por el demandante individual, lo que a su vez propici un notable desarrollo jurisprudencial de la nocin de vctima bajo la Convencin Europea (supra). La Convencin Americana, de forma distinta, torn el derecho de peticin individual (art. 44 de la Convencin) mandatorio, de aceptacin automtica por los Estados ratificantes, abrindolo a cualquier persona o grupo de personas, o entidad no-gubernamental legalmente reconocida en uno o ms Estados miembros de la Organizacin de los Estados Americanos (OEA), lo que revela la importancia capital atribuida al mismo.41 Fue ste, reconocidamente, uno de los grandes avances logrados por la Convencin Americana, en los planos tanto conceptual y normativo, como operativo. No se justificara, pues, que transcurridos veinte aos de operacin de nuestra Convencin regional,42 se admitiera circundar de restricciones el amplio alcance de la legitimatio ad causam, por parte cualquier persona, bajo el artculo 44 de la Convencin Americana. Cabe extraer las consecuencias del amplio alcance del artculo 44 de la Convencin en lo que se refiere a la condicin de los individuos peticionarios.43 Adems, en la misma lnea de pensamiento, el artculo 1(1) de la Convencin Americana consagra la obligacin general de los Estados Partes de respetar los derechos en ella consagrados, y asegurar su libre
41

La otra modalidad de peticin, la interestatal, slo fue consagrada en base facultativa (art. 45 de la Convencin Americana, al contrario del esquema de la Convencin Europea, art. 24, en ese particular), lo que realza la relevancia atribuida al derecho de peticin individual. Este punto no pas desapercibido por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que en su segunda Opinin Consultiva, sobre el Efecto de las reservas sobre la entrada en vigencia de la Convencin Americana sobre Derechos Humanos (del 24 de septiembre de 1982), invoc esta particularidad como ilustrativa de la gran importancia atribuida por la Convencin Americana a las obligaciones de los Estados Partes vis--vis los individuos, por stos exigibles sin la intermediacin de otro Estado (prr. 32). A partir de su entrada en vigor, el 18 de julio de 1978. Cfr., en ese sentido, el voto disidente del juez A. A. Canado Trindade, en el caso El Amparo (Resolucin sobre interpretacin de sentencia, del 16 de abril de 1997), prr. 29, nm. 12, reproducido en OEA, Informe Anual de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, 1997, p. 142.

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y pleno ejercicio a toda persona sujeta a su jurisdiccin (sea ella nacional, extranjera, refugiada o aptrida, indistintamente, de manera independiente de su estatuto jurdico en el derecho interno). Hay que tener siempre presente la autonoma del derecho de peticin individual vis--vis el derecho interno de los Estados. Su relevancia no puede ser minimizada, por cuanto puede ocurrir que, en un determinado ordenamiento jurdico interno, un individuo se vea imposibilitado, por las circunstancias de una situacin jurdica, para tomar providencias judiciales por s mismo. Lo cual no significa que estara privado de hacerlo en el ejercicio del derecho de peticin individual bajo la Convencin Americana, u otro tratado de derechos humanos. Pero la Convencin Americana va ms all: la legitimatio ad causam, que se extiende a todo y cualquier peticionario, puede prescindir, incluso, de alguna manifestacin por parte de la propia vctima. El derecho de peticin individual, as ampliamente concebido, tiene como efecto inmediato ampliar el alcance de la proteccin, sobre todo en casos en que las vctimas (v.g., detenidos incomunicados, desaparecidos, entre otras situaciones) se vean imposibilitadas de actuar por cuenta propia, y necesitan de la iniciativa de un tercero como peticionario en su defensa. Uno de los trazos sobresalientes de la emancipacin del ser humano, vis--vis su propio Estado, como sujeto del derecho internacional de los derechos humanos, reside precisamente en la desnacionalizacin de la proteccin en el presente contexto. La nacionalidad desaparece como vinculum juris para el ejercicio de la proteccin (a diferencia de la proteccin diplomtica discrecional en el contencioso interestatal, basada en premisas fundamentalmente distintas), bastando que el individuo demandante independientemente de nacionalidad o domicilio se encuentre (aunque temporalmente) bajo la jurisdiccin de uno de los Estados Partes en el tratado de derechos humanos en cuestin. Sera inconsistente con esta nueva concepcin de proteccin que se buscase, por ejemplo, condicionar la legitimatio ad causam de una entidad no gubernamental peticionaria bajo la Convencin Americana a los requisitos legales de un determinado ordenamiento jurdico interno; en nada sorprende, pues, que sea suficiente (bajo la referida Convencin) que est tal entidad legalmente reconocida en cualquier de los Estados miembros de la Organizacin regional (OEA). La Convencin Americana no exige un determinado estatuto jurdico de tal entidad, ni impone cualesquiera requisitos formales; lo nico que requiere es que la entidad en cuestin est legalmente reconocida en uno o ms Estados miembros de la OEA.

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Circunscribir tal requisito al derecho interno de un determinado Estado como, v. g., el del demandado ira en contra de la letra y del espritu de la Convencin Americana. No hay, pues, que intentar dar a ese requisito una dimensin que l no tiene, pues, en ltima instancia, el derecho de peticin individual bajo la Convencin Americana como lo ha sealado la Corte Interamericana de Derechos Humanos en la sentencia sobre excepciones preliminares en el caso Castillo Petruzzi c. Per, del 4 de septiembre de 1998, se encuentra abierto ampliamente a cualquier persona o grupo de personas. No se cuestiona la facultad del Estado demandado de buscar determinar el reconocimiento legal de una entidad no gubernamental peticionaria, bajo el artculo 44 de la Convencin, desde que con eso no se pretenda subordinarla a disposiciones pertinentes de su propio ordenamiento jurdico interno. A ejemplo del propio derecho de peticin individual per se bajo la Convencin Americana (y dems tratados de derechos humanos) en general, tambin ese requisito de legalidad de una entidad no gubernamental en particular se encuentra desnacionalizado.44 La proteccin de los derechos humanos accionada por el ejercicio del derecho de peticin individual se efecta a la luz de la nocin de garanta colectiva, subyacente a la Convencin Americana (as como a los dems tratados de derechos humanos). Es en ese contexto que se ha de apreciar el amplio alcance de la legitimatio ad causam bajo el artculo 44 de la Convencin Americana. La desnacionalizacin de la proteccin y de los requisitos de la accin internacional de salvaguardia de los derechos humanos, adems de ampliar sensiblemente el crculo de personas protegidas, posibilit a los individuos ejercer derechos emanados directamente del derecho internacional (derecho de gentes), implementados a la luz de la referida nocin de garanta colectiva, y no ms simplemente concedidos por el Estado. Con el acceso de los individuos a la justicia a nivel internacional, mediante el ejercicio del derecho de peticin individual, se dio finalmente expresin concreta al reconocimiento de que los derechos

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Bajo la Convencin Europea de Derechos Humanos, por ejemplo, el requisito de reconocimiento legal de una entidad no gubernamental peticionaria (bajo el art. 25) ni siquiera existe. La prctica de la Comisin Europea de Derechos Humanos endosa la interpretacin de que la referencia del artculo 25 de la Convencin a organizacin nogubernamental tout court, sin condicionantes o calificativos, tuvo como propsito impedir la exclusin de cualesquiera personas, otras que las personas fsicas, habilitadas para recurrir a la Comisin Europea; cfr. Les droits de lhomme et les personnes morales (Colloque de Louvain de 1969), Bruselas, Bruylant, 1970, p. 20 (intervencin de H. Golsong); y cfr. Actes du Cinquime Colloque International sur la Convention Europenne des Droits de lHomme (Colloque de Francfort de 1980), Paris, Pdone, 1982, pp. 35-78 (informe de H. Delvaux).

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humanos susceptibles de ser protegidos son inherentes a la persona humana y no derivan del Estado. Por consiguiente, la accin de su proteccin no se agota no puede agotarse en la accin del Estado. De todos los mecanismos de proteccin internacional de los derechos humanos, el derecho de peticin individual es el ms dinmico, al incluso atribuir la iniciativa de accin al propio individuo (la parte ostensiblemente ms dbil vis--vis el poder pblico), distintamente del ejercicio ex officio de otros mtodos (como los de investigaciones e informes) por parte de los rganos de supervisin internacional. Es el que mejor refleja la especificidad del derecho internacional de los derechos humanos, en comparacin con otras soluciones propias del derecho internacional pblico (como se puede desprender de la sentencia de 1995 de la Corte Europea de Derechos Humanos en el importante caso Loizidou c. Turqua (supra), que ciertamente se tornar locus classicus sobre la materia). El derecho de peticin individual de lege ferenda: del locus standi al jus standi ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos Una cuestin central en el debate corriente sobre los rumbos del sistema interamericano de derechos humanos es la de la condicin de las partes en casos de derechos humanos bajo la Convencin Americana, y en particular, de la representacin legal o locus standi in judicio de las vctimas (o sus representantes legales) directamente ante la Corte Interamericana, en casos que ya le hayan sido enviados por la Comisin.45 Es cierto que la Convencin Americana determina que slo los Estados Partes y la Comisin tienen derecho a someter un caso a la decisin de la Corte (art. 61(1)); pero la Convencin, por ejemplo, al disponer sobre reparaciones, tambin se refiere a la parte lesionada (art. 63(1)), v. g., las vctimas y no la Comisin. En efecto, reconocer el locus standi in judicio de las vctimas (o sus representantes) ante la Corte (en casos ya sometidos a sta por la Comisin) contribuye a la jurisdiccionalizacin del mecanismo de proteccin (en la cual debe recaer todo nfasis), poniendo fin a la ambigedad del rol de la Comisin, la cual no es rigurosamente parte en el proceso, sino ms bien guardin de la aplicacin correcta de la Convencin. En este umbral del siglo XXI, se encuentran superadas las razones histricas que llevaron a la denegacin de dicho locus standi de las vctimas; en los sistemas europeo e interamericano de derechos humanos, la propia prctica cuid de revelar las insuficiencias, deficiencia y distorsiones del mecanismo paternalista de la intermediacin de la

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Para un estudio general, vanse C. Grossman (1996: 335-373); J. E. Mndez (1994: 321-332); A. A. Canado Trindade (1996a: 47-95, esp. 81-89; 1998: 131-151).

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Comisin entre el individuo y la Corte. Tal mecanismo se debi a las resistencias propias de otra poca y bajo el espectro de la soberana estatal, al establecimiento de una nueva jurisdiccin internacional para la salvaguardia de los derechos humanos; por la intermediacin de las Comisiones (Europea e Interamericana) se busc evitar el acceso directo del individuo a los dos tribunales regionales de derechos humanos (las Cortes Europea e Interamericana). Ya en el examen de sus primeros casos contenciosos, tanto la Corte Europea como la Corte Interamericana se manifestaron contra la artificialidad de este esquema. Recurdese que, muy temprano, ya desde el caso Lawless c. Irlanda (1960), la Corte Europea pas a recibir, por medio de los delegados de la Comisin, alegaciones escritas de los propios demandantes, que frecuentemente se mostraban bastante crticas en cuanto a la Comisin. Esto se encar con cierta naturalidad, pues los argumentos de las supuestas vctimas no tenan que coincidir enteramente con los de los delegados de la Comisin. Una dcada despus, durante el procedimiento en los casos Vagrancy, relativos a Blgica (1970), la Corte Europea acept la solicitud de la Comisin de dar la palabra a un abogado de los tres demandantes; al tomar la palabra, dicho abogado critic, en un punto, la opinin expresada por la Comisin en su informe (Eissen, 1985: 32-33). Los desarrollos subsiguientes son conocidos: la concesin de locus standi a los representantes legales de los individuos demandantes ante la Corte (va la reforma del reglamento de 1982, en vigor a partir del 1 de enero de 1983) en casos instados ante sta por la Comisin o los Estados Partes,46 seguida de la adopcin y entrada en vigor del clebre Protocolo 9 de 1990 a la Convencin Europea. Como bien seala el Informe Explicativo del Consejo de Europa sobre la materia, el Protocolo 9 concedi un tipo de locus standi a los individuos ante la Corte, sin duda un avance, pero que todava no les aseguraba la equality of arms/ galit des armes con los Estados demandados y el beneficio pleno de la utilizacin del mecanismo de la Convencin Europea para la vindicacin de sus derechos47 (cf. infra). De todos modos, las relaciones de la Corte Europea con los individuos demandantes pasaron a ser, pues, directas, sin contar necesariamente con la intermediacin de los delegados de la Comisin. Esto
46 47

Para un estudio detallado, cfr. P. Mahoney (1983: 127-167). Council of Europe, Protocol num. 9 to the Convention for the Protection of Human Rights and Fundamental Freedoms - Explanatory Report, Strasbourg, CE, 1992, pp. 8-9, and cfr. pp. 3-18; para otros comentarios, cfr. J.-F. Flauss (1990: 507-519); G. Janssen-Pevtschin (1991: 199202); M. de Salvia (1990: 474-482).

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obedece a una cierta lgica, por cuanto los roles de los demandantes y de la Comisin son distintos; como la Corte Europea seal ya en su primer caso (Lawless), la Comisin se configura antes como un rgano auxiliar de la Corte. Han sido frecuentes los casos de opiniones divergentes entre los delegados de la Comisin y los representantes de las vctimas en las audiencias ante la Corte, y se ha considerado esto como normal y hasta inevitable. Un relato del ex-greffier de la Corte Europea, ya fallecido, seala que los gobiernos se han acomodado a la prctica de los delegados de la Comisin de recurrir casi siempre a la asistencia de un representante de las vctimas; los gobiernos han dejado de plantear objeciones a esto, manifestando a veces su acuerdo, encontrndolo o simulando encontrarlo normal (Eissen, 1985: 34). No puede pasar desapercibido que toda esta evolucin se ha desencadenado, en el sistema europeo, gradualmente, mediante la reforma del Reglamento de la Corte y la adopcin y entrada en vigor del Protocolo 9. La Corte Europea ha determinado el alcance de sus propios poderes mediante la reforma de su interna corporis, afectando incluso la propia condicin de las partes en el procedimiento ante ella.48 Algunos casos ya han sido resueltos bajo el Protocolo 9, en relacin con los Estados Partes en la Convencin Europea que han ratificado tambin este ltimo. De ah la coexistencia, que hubo por algn tiempo, de los Reglamentos A y B de la Corte Europea.49 Con la entrada en vigor, el 1 de noviembre de 1998, del Protocolo 11 (de 1994, sobre la reforma del mecanismo de la Convencin Europea y el establecimiento de una nueva Corte Europea como nico rgano jurisdiccional de supervisin de la Convencin Europea) a la Convencin Europea, el Protocolo 9 se torn anacrnico, de inters solamente histrico en el marco del sistema europeo de proteccin. El inicio de la vigencia de este Protocolo,50 el 1 de noviembre de 1998, represent un

48

Esto contrasta con la tcnica legislativa seguida hasta la fecha por los Estados Partes en relacin, v. g., con el Estatuto de la Corte Internacional de Justicia. De ah las crticas crecientes al inmovilismo de sta (en cuanto al locus standi de las Partes, limitado a los Estados en el ejercicio de la competencia contenciosa), prisionera de un Estatuto anacrnico que remonta a 1922, y por eso marginalizada de las principales tendencias del derecho internacional contemporneo. Esto contrasta con la capacidad de revitalizacin de la Corte Europea de Derechos Humanos (en lo que concierne al locus standi de las Partes), la cual, a nuestro juicio, debe, en este particular, servir de inspiracin a la operacin futura de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El Reglamento A aplicable a casos relativos a Estados Partes en la Convencin Europea que no han ratificado el Protocolo 9, y el Reglamento B aplicable a casos referentes a Estados Partes en la Convencin que han ratificado dicho Protocolo. Para el ms completo estudio de este ltimo hasta la fecha, cfr. A. Drzemczewski (1997: 121-244). Vanse tambin: S. Marcus Helmons (1994: 545-547); R. Bernhardt (1995: 145-154); J.-F.

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hito altamente gratificante para todos los que actuamos en pro del fortalecimiento de la proteccin internacional de los derechos humanos. El individuo pas as a tener, finalmente, acceso directo a un tribunal internacional (jus standi), como verdadero sujeto y con plena capacidad jurdica del derecho internacional de los derechos humanos. Superado as el Protocolo 9 para el sistema europeo de proteccin, sin embargo retiene su gran utilidad para la actual consideracin de eventuales perfeccionamientos del mecanismo de proteccin del sistema interamericano de derechos humanos. Los sistemas regionales todos enmarcados en la universalidad de los derechos humanos viven momentos histricos distintos. En el sistema africano de proteccin, por ejemplo, slo recientemente (septiembre de 1995) se concluy la elaboracin del Proyecto de Protocolo a la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos sobre el Establecimiento de una Corte Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos.51 Y slo un ao antes, en septiembre de 1994, el Consejo de la Liga de los Estados rabes, a su vez, adopt la Carta rabe de Derechos Humanos.52 En lo que concierne a nuestro sistema interamericano de proteccin, en su seno tienen lugar hoy en da desarrollos similares a los del sistema europeo en la dcada de los ochenta, en la materia bajo examen. En el procedimiento ante la Corte Interamericana, por ejemplo, los representantes legales de las vctimas son integrados a la delegacin de la Comisin con la designacin eufemstica de asistentes de la misma. Esta solucin pragmtica cont con el aval, con la mejor de las intenciones, de una reunin conjunta de la Comisin y la Corte interamericanas, realizada en Miami en enero de 1994. En lugar de resolver el problema, cre, sin embargo, ambigedades que han persistido hasta hoy. Lo mismo ocurra en el sistema europeo de proteccin hasta 1982, cuando la ficcin de los asistentes de la Comisin Europea fue finalmente superada por la reforma de aquel ao del Reglamento de la Corte Europea (Mahoney y Prebenden, 1993: 630). Ha llegado el tiempo de superar tales ambigedades tambin en nuestro sistema interamericano, dado que los roles de la Comisin (como guardin de la ConvenFlauss (1994: 3-23); O. Jacot-Guillarmod (1995: 3-15); R. Ryssdal (1991: 5-20); J. A. Carrillo Salcedo (1992: 1319-1325); H. Golsong (1992: 265-269); K. de V. Mestdagh (1994: 337-360). Para una evaluacin reciente de los primeros meses de aplicacin del Protocolo 11, cfr. J.-F. Flauss (2000: 101-135); A. Drzemczewski (1999: 377-393).
51

Cfr. texto en: Government Legal Experts Meeting on the Question of the Establishment of an African Court on Human and Peoples Rights, African Journal of International and Comparative Law, nm. 8, Cape Town, South Africa (September 1995), 1996, pp. 493-500. Cf. texto en: Revue universelle des droits de lhomme, nm. 7, 1995, pp. 212-214; y cfr. M. A. Al Midani (1997: 77-81).

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cin asistiendo a la Corte) y de los individuos (como verdadera parte demandante) son claramente distintos. La evolucin en el sentido de la consagracin final de estos roles distintos debe darse pari passu con la gradual jurisdiccionalizacin del mecanismo de proteccin. No hay cmo negar que la proteccin jurisdiccional es la forma ms evolucionada de salvaguardia de los derechos humanos, y la que mejor atiende a los imperativos del derecho y de la justicia. El Reglamento anterior de la Corte Interamericana (de 1991) prevea, en trminos oblicuos, una tmida participacin de las vctimas o sus representantes en el procedimiento ante la Corte, sobre todo en la etapa de reparaciones y cuando eran invitados por sta.53 En los casos Godnez Cruz y Velsquez Rodrguez (reparaciones, 1989), relativos a Honduras, la Corte recibi escritos de los familiares y abogados de las vctimas, y tom nota de los mismos.54 Pero el paso realmente significativo fue dado ms recientemente, en el caso El Amparo (reparaciones, 1996), relativo a Venezuela, verdadero divisor de aguas en esta materia: en la audiencia pblica celebrada por la Corte Interamericana el 27 de enero de 1996, uno de sus magistrados, al manifestar expresamente su entendimiento de que al menos en aquella etapa del proceso no poda haber duda de que los representantes de las vctimas eran la verdadera parte demandante ante la Corte, en un determinado momento del interrogatorio pas a dirigir preguntas a los representantes de las vctimas (y no a los delegados de la Comisin o a los agentes del gobierno), quienes presentaron sus respuestas.55 Poco despus de esta memorable audiencia en el caso El Amparo, los representantes de las vctimas presentaron dos escritos a la Corte (de fechas 13 y 29 de mayo de 1996). Paralelamente, en relacin con el cumplimiento de interpretacin de sentencia previa de indemnizacin compensatoria en los casos anteriores Godnez Cruz y Velsquez Rodrguez, los representantes de las vctimas presentaron igualmente dos escritos a la Corte (de fechas 29 de marzo y 2 de mayo de 1996). La Corte slo determin poner trmino al proceso de estos dos casos despus de constatado el cumplimiento, por parte de Honduras, de las sen-

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Cfr. Reglamento anterior de la Corte Interamericana, 1991, artculos 44(2) y 22(2), y artculos 34(1) y 43(1) y (2). Corte Interamericana de Derechos Humanos, casos Godnez Cruz y Velsquez Rodrguez (indemnizacin compensatoria), sentencias del 21 de julio de 1989. Cfr. la intervencin del juez A. A. Canado Trindade, y las respuestas del Sr. Walter Mrquez y de la Sra. Ligia Bolvar, como representantes de las vctimas, en: Corte Interamericana de Derechos Humanos, Transcripcin de la audiencia pblica celebrada en la sede de la Corte el da 27 de enero de 1996 sobre reparaciones - Caso El Amparo, pp. 72-76 (mecanografiado, circulacin interna).

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tencias de indemnizacin compensatoria y de interpretacin de sta, y despus de haber tomado nota de los puntos de vista no slo de la Comisin y del gobierno demandado, sino tambin de los peticionarios y los representantes legales de las familias de las vctimas.56 El campo estaba abierto al cambio, en este particular, de las disposiciones pertinentes del Reglamento de la Corte, sobre todo a partir de los desarrollos en el procedimiento en el caso El Amparo. El prximo paso, decisivo, fue dado en el nuevo Reglamento de la Corte, adoptado el 16 de septiembre de 1996, y vigente a partir del 1 de enero de 1997, cuyo artculo 23 dispone que en la etapa de reparaciones los representantes de las vctimas o de sus familiares podrn presentar sus propios argumentos y pruebas en forma autnoma. Este paso significativo abre el camino para desarrollos subsiguientes en la misma direccin, o sea, a fin de asegurar que en el futuro previsible los individuos tengan locus standi en el procedimiento ante la Corte no slo en la etapa de reparaciones sino tambin en la del fondo de los casos a ella enviados por la Comisin. Son slidos los argumentos que, a nuestro juicio, militan en favor del reconocimiento del locus standi de las presuntas vctimas en el procedimiento ante la Corte Interamericana en casos ya enviados a sta por la Comisin. En primer lugar, al reconocimiento de derechos en los planos tanto nacional como internacional, corresponde la capacidad procesal de vindicarlos o ejercerlos. La proteccin de derechos debe ser dotada del locus standi in judicio de las presuntas vctimas (o sus representantes legales), lo que contribuye a la mejor instruccin en el proceso, y sin el cual estar este ltimo desprovisto en parte del elemento del contradictorio (esencial en bsqueda de la verdad y la justicia), adems de irremediablemente mitigado y en flagrante desequilibrio procesal. Es de la propia esencia del contencioso internacional de derechos humanos el contradictorio entre las vctimas de violaciones y los Estados demandados. Dicho locus standi es la consecuencia lgica, en el plano procesal, de un sistema de proteccin que consagra derechos individuales en el plano internacional, por cuanto no es razonable concebir derechos sin la capacidad procesal de vindicarlos. Adems, el derecho de libre expresin de las presuntas vctimas es elemento integrante del propio debido proceso legal, en los planos tanto nacional como internacional.
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Cfr. las dos resoluciones de la Corte, del 10 de septiembre de 1996, sobre los casos Velsquez Rodrguez y Godnez Cruz, respectivamente, en: Corte IDH, Informe Anual de la Corte Interamericana de Derechos Humanos 1996, pp. 207-213.

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En segundo lugar, el derecho de acceso a la justicia internacional debe hacerse acompaar de la garanta de la igualdad procesal de las partes (equality of arms/galit des armes), en el procedimiento ante el rgano judicial, elemento esencial a cualquier mecanismo jurisdiccional de proteccin de los derechos humanos, sin el cual estar el mecanismo en cuestin irremediablemente mitigado. En tercer lugar, en casos de comprobadas violaciones de derechos humanos, son las propias vctimas la verdadera parte demandante ante la Corte quienes reciben las reparaciones e indemnizaciones. Bajo la Convencin Americana, los individuos marcan presencia tanto en el inicio del proceso, al ejercer el derecho de peticin en razn de los daos alegados, como al final del mismo, como beneficiarios de las reparaciones, en casos de violaciones comprobadas de sus derechos; no tiene sentido negarles presencia durante el proceso. A estas consideraciones de principio se agregan otras, de orden prctico, igualmente en favor de la representacin directa de las vctimas ante la Corte, en casos ya a ella sometidos por la Comisin. El avance en este sentido conviene no slo a las supuestas vctimas, sino a todos: a los Estados demandados, en la medida en que contribuye a la jurisdiccionalizacin del mecanismo de proteccin; a la Corte, para tener mejor instruido el proceso; y a la Comisin, para poner fin a la ambigedad de su rol,57 atenindose a su funcin propia de guardin de la aplicacin correcta y justa de la Convencin (y no ms con la funcin adicional de intermediario entre los individuos y la Corte). Los avances en esta direccin, en la actual etapa de evolucin del sistema interamericano de proteccin, son responsabilidad conjunta de la Corte y la Comisin. La jurisdiccionalizacin del mecanismo de proteccin se impone a partir del reconocimiento de los roles esencialmente distintos de los individuos peticionarios la verdadera parte demandante y de la Comisin (rgano de supervisin de la Convencin que presta asistencia a la Corte). Para alcanzar este grado de perfeccionamiento procesal, debemos contar con el necesario e imprescindible convencimiento pleno por parte de los Estados que integran el sistema interamericano de proteccin de que el locus standi in judicio de los individuos ante la Corte es una medida benfica no slo para los peticionarios sino tambin para ellos mismos (los Estados demandados), as como para el mecanismo de
57

En los casos contenciosos, mientras que en la etapa anterior ante la Comisin las partes son los individuos reclamantes y los gobiernos demandados, ante la Corte comparecen la Comisin y los gobiernos demandados. La Comisin se ve as en el rol ambiguo de, a un tiempo defender los intereses de las supuestas vctimas, y defender igualmente los intereses pblicos como un ministre public del sistema interamericano de proteccin. Cabe evitar esta ambigedad.

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proteccin como un todo. Esto en razn de la jurisdiccionalizacin, garanta adicional de la prevalencia del rule of law en todo el contencioso de los derechos humanos bajo la Convencin Americana. Los avances en este sentido, ya consolidados en el sistema europeo de proteccin, se han de lograr en nuestra regin mediante criterios y reglas previa y claramente definidos, con las necesarias adaptaciones a las realidades de la operacin de nuestro sistema interamericano de proteccin.58 Esto requerira, v. g., la previsin de asistencia jurdica ex officio por parte de la Comisin, siempre y cuando los individuos demandantes no estn en condiciones de contar con los servicios profesionales de un representante legal. Solamente mediante el locus standi in judicio de las supuestas vctimas ante los tribunales internacionales de derechos humanos se lograr la consolidacin de la personalidad y plena capacidad jurdicas internacionales de la persona humana (en los sistemas regionales de proteccin), para hacer valer sus derechos, cuando las instancias nacionales se mostraren incapaces de asegurar la realizacin de la justicia. El perfeccionamiento del mecanismo de nuestro sistema regional de proteccin debe ser objeto de consideraciones de orden esencialmente jurdico-humanitario, incluso como garanta adicional para las partes en casos contenciosos de derechos humanos. Como sealamos ya hace ms de una dcada, todo jusinternacionalista, fiel a los orgenes histricos de su disciplina, sabr contribuir a rescatar la posicin del ser huma58

En los crculos jurdicos especializados de la regin se plantean todava inquietudes de orden prctico, como, v. g., la posibilidad de divergencias entre los argumentos de los representantes de las vctimas y de los delegados de la Comisin en el procedimiento ante la Corte, y la falta de conocimiento especializado de los abogados en nuestro continente para asumir el rol y la responsabilidad de representantes legales de las vctimas directamente ante la Corte. Lo que s nos parece importante para la operacin futura del mecanismo de la Convencin Americana es que tanto la Comisin como los representantes de las vctimas manifiesten sus opiniones, sean ellas coincidentes o divergentes. La Comisin debe estar preparada para expresar siempre su opinin ante la Corte, aunque sea discordante de la de los representantes de las vctimas. La Corte debe estar preparada para recibir y evaluar los argumentos de los delegados de la Comisin y de los representantes de las vctimas, aunque sean divergentes. Todo esto ayudara a la Corte a formular mejor su propio juicio y formar su conviccin. Para superar gradualmente la otra inquietud, relativa a la falta de expertise de los abogados de los pases de nuestro continente en el contencioso internacional de los derechos humanos, se pueden preparar guas para orientacin a los que participan en las audiencias pblicas, divulgadas con la debida anticipacin. Ignorantia juris non curat; como el derecho internacional de los derechos humanos es dotado de especificidad propia, y de creciente complejidad, este problema slo ser superado gradualmente en la medida en que se d una ms amplia difusin a los procedimientos, y en que los abogados tengan ms oportunidades de familiarizarse con los mecanismos de proteccin. Lo que no nos parece razonable es obstaculizar toda la evolucin corriente hacia la representacin directa de las vctimas en todo el procedimiento ante la Corte Interamericana, con base en una dificultad que nos parece perfectamente remediable.

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no en el derecho de gentes (droit des gens), y a sostener el reconocimiento y la cristalizacin de su personalidad y capacidad jurdicas internacionales (Canado, 1996a: 410-412). El necesario reconocimiento del locus standi in judicio de las presuntas vctimas (o sus representantes legales) ante la Corte Interamericana constituye un avance de los ms importantes, pero no necesariamente la etapa final del perfeccionamiento del sistema interamericano, por lo menos tal como concebimos dicho perfeccionamiento. A partir de dicho locus standi, la evolucin apunta hacia el reconocimiento futuro del derecho de acceso directo de los individuos a la Corte (jus standi), para traer un caso concreto directamente ante ella. Ser ste el punto culminante, tambin en nuestro sistema interamericano, de un gran movimiento de dimensin universal a fin de lograr el rescate del ser humano como sujeto del derecho internacional de los derechos humanos dotado de plena capacidad jurdica internacional. En el sistema interamericano de proteccin, el derecho de peticin individual alcanzar su plenitud el da en que pueda ser ejer cido por los peticionarios ya no ms ante la Comisin Interamericana, pero s directamente ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La va jurisdiccional constituye la ms perfeccionada y evolucionada modalidad de proteccin internacional de los derechos humanos. El sistema europeo de proteccin esper casi medio siglo59 para dar expresin concreta a esta realidad. Su perfeccionamiento institucional, con la entrada en vigor del Protocolo 11 a la Convencin Europea, refleja, en ltima instancia, el reconocimiento inequvoco de que los derechos humanos deben ser protegidos en el plano inter nacional por un rgano judicial permanente, con jurisdiccin compulsoria en materia contenciosa, al cual los individuos tengan el derecho de acceso directo independientemente de la aceptacin de una clusula facultativa por sus respectivos Estados.60 Al proceder en esta lnea de razonamiento, los responsables por la operacin del sistema europeo de proteccin lograron en fin superar las hesitaciones proyectadas en el mecanismo original de la Convencin Europea,61
59

Desde la adopcin en 1950 y entrada en vigor en 1953 de la Convencin Europea de Derechos Humanos, hasta la inminente entrada en vigor de su mencionado Protocolo 11, el 1 de noviembre de 1998. A estos elementos se suman la agilizacin y el perfeccionamiento del procedimiento, y el estmulo al desarrollo de una jurisprudencia homognea y claramente consistente. Cfr. Council of Europe, Protocol 11 to the Convention for the Protection of Human Rights and Fundamental Freedoms and Explanatory Report ob. cit., pp. 3-52, esp. pp. 25-28, 30, 35 y 43; para un estudio particularmente detallado del Protocolo 11, cfr. A. Drzemczewski (1997: 121-244). Que sirvi de modelo al de la Convencin Americana.

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emanadas de dogmas y temores propios de una etapa histrica ya superada. 62 Se trata, pues, de buscar asegurar, ya no slo la representacin directa de las vctimas o de sus familiares (locus standi) en el procedimiento ante la Corte Interamericana en casos ya enviados a sta por la Comisin (en todas las etapas del proceso y no apenas en la de reparaciones),63 sino ms bien el derecho de acceso directo de los individuos ante la propia Corte (jus standi), para traer un caso directamente ante ella, como futuro rgano jurisdiccional nico para la solucin de casos concretos bajo la Convencin Americana. Para esto los individuos prescindiran de la Comisin Interamericana, la cual, sin embargo, retendra otras funciones que la contenciosa,64 prerrogativa de la futura Corte Interamericana permanente.65 Sera, pues, una estructura institucional distinta de la del sistema europeo de proteccin, atenta a la realidad de las necesidades de proteccin de nuestro continente. Pero tendra en comn con aqul, el propsito de superar duplicaciones, retardos y desequilibrios procesales, inherentes al actual mecanismo de proteccin bajo la Convencin Americana,66 los cuales reclaman su perfeccionamiento. Ms que todo, este salto cualitativo atendera, a nuestro modo de ver, a un imperativo de justicia. El jus standi no ms apenas locus standi in judicio, irrestricto, de los individuos, ante la propia Corte Interamericana, representa, como hemos sealado en casos ante la Corte,67 la consecuencia lgica de la concepcin y formulacin de derechos susceptibles de ser protegidos bajo la Convencin Americana en el plano internacional, a las cuales debe necesariamente corresponder la capacidad jurdica plena de los individuos peticionarios de vindicarlos.
62 63

Cfr., en ese sentido, Rolv Ryssdall (1996: 18-29). Como ocurre bajo el actual Reglamento de la Corte, artculo 23. Cfr. relato en: H. Fandez Ledesma (1999: 359-360). Siguiendo el ejemplo de la realizacin de misiones de observacin in loco y la elaboracin de informes. Ampliada, funcionando en cmaras, y con recursos humanos y materiales considerablemente mayores. As como al mecanismo original de la Convencin Europea que le sirvi de modelo. Cfr., en ese sentido, los votos razonados del juez A. A. Canado Trindade en los casos Castillo Pez, Excepciones Preliminares, sentencia del 30 de enero de 1996), prrs. 14-17, y Loayza Tamayo, Excepciones Preliminares, sentencia del 31 de enero de 1996, prrs. 14-17, reproducidos en: OEA, Informe Anual de la Corte Interamericana de Derechos Humanos - 1996, pp. 56-57 y 72-73, respectivamente; y cfr. tambin el voto concurrente del juez A. A. Canado Trindade en la Opinin Consultiva 16, sobre El derecho a la informacin sobre la asistencia consular en el marco de las garantas del debido proceso legal, 1 de octubre de 1999), prr. 30, reproducido en: OEA, Informe Anual de la Corte Interamericana de Derechos Humanos - 1999, pp. 607-608.

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Si deseamos realmente actuar a la altura de los desafos de nuestro tiempo, es a la consagracin de dicho jus standi en un Protocolo a la Convencin Americana que debemos prontamente dedicarnos, con la misma clarividencia y osada lcida con que los redactores de la Convencin divisaron originalmente el derecho de peticin individual. Con la base convencional que nos fue legada por el artculo 44 de la Convencin, no necesitamos esperar medio siglo para dar expresin concreta al referido jus standi. Con la consolidacin de este ltimo, es la proteccin internacional la que, en ltima instancia, en el mbito de nuestro sistema regional de proteccin, alcanzar su madurez.

LA INTANGIBILIDAD DE LA JURISDICCIN OBLIGATORIA DE LOS TRIBUNALES INTERNACIONALES DE DERECHOS HUMANOS


Una vez examinada la clusula ptrea de la proteccin internacional de los derechos humanos atinente a acceso de los individuos (derecho de peticin) a la justicia a nivel internacional, pasemos a la consideracin de la otra clusula ptrea, a saber: la de la intangibilidad de la jurisdiccin obligatoria de los tribunales internacionales cortes Europea e Interamericana de derechos humanos, la cual no admite limitaciones otras que las expresamente contenidas en las disposiciones pertinentes de los respectivos tratados de proteccin (art. 46 de la Convencin Europea [texto original] y art. 62 de la Convencin Americana). En efecto, la materia ha sido objeto de examen, recientemente, por parte de las Cortes tanto Europea como Interamericana de Derechos Humanos. En lo que concierne a esta ltima, en sus sentencias sobre competencia del 24 de septiembre de 1999, en los casos Ivcher Bronstein y del Tribunal Constitucional, relativos al Estado peruano, la Corte Interamericana declar inadmisible el pretendido retiro unilateral por el Estado demandado de la aceptacin de la competencia contenciosa de la Corte, con efecto inmediato.68 La decisin de la Corte, que encuentra slido respaldo en la jurisprudencia y la doctrina internacionales, salvaguard la integridad del propio mecanismo de proteccin de la Convencin Americana como un todo. Dada la importancia del asunto, pa68

El Estado demandado aleg, en pretensin sin precedentes presentando graves implicaciones para el presente y futuro de la operacin del mecanismo de proteccin de la Convencin Americana que, como el instrumento de aceptacin de la competencia contenciosa de la Corte era un acto unilateral, podra retirarlo, por otro acto unilateral (no equiparable a una denuncia parcial de la Convencin) en cualquier momento, en el ejercicio de su soberana, y con efectos inmediatos.

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semos a un estudio ms profundo de sus distintos aspectos, atenindonos especficamente a lo ya resuelto de modo definitivo por la Corte.

Cuestin previa: la comptence de la comptence de los tribunales internacionales de derechos humanos


El primer aspecto reside en una cuestin previa, que no puede pasar desapercibida, a saber: la competencia inherente de todo tribunal internacional de resolver todo y cualquier punto relativo a su propia competencia (comptence de la competnce/Kompetenz Kompetenz). En efecto, los instrumentos de aceptacin de la clusula facultativa de la jurisdiccin obligatoria presuponen la admisin, por los Estados que los presentan, del derecho del tribunal internacional en cuestin de resolver cualquier controversia relativa a su propia jurisdiccin. Es ste un principio bsico de derecho procesal internacional.69 Esta competencia inherente a todo tribunal internacional atiende a un imperativo de seguridad jurdica: la determinacin del alcance de su propia jurisdiccin simplemente no puede estar en las manos de los Estados Partes. La Corte Internacional de Justicia ha afirmado su competencia para decidir sobre el sentido y alcance de las declaraciones unilaterales de los Estados, en sus sentencias en los casos de los Ensayos Nucleares (Australia y Nueva Zelandia c. Francia, 1974)70 y, posteriormente, en el caso de la Controversia Fronteriza entre Burkina Faso y la Repblica de Mali (1986).71 Como sealamos en otra ocasin,
(...) la Corte es, en cualesquiera circunstancias, maestra de su jurisdiccin; la Corte, como todo rgano poseedor de competencias jurisdiccionales, tiene el poder inherente de determinar el alcance de su propia competencia (Kompetenz-Kompetenz / comptence de la comptence) (...), sea en materia consultiva, sea en materia contenciosa, sea en relacin con medidas provisionales de proteccin. No puede la Corte abdicar de esta prerrogativa, que adems es un deber que le impone la Convencin Americana, para ejercer sus funciones bajo los artculos 62(3) y 64 de la Convencin. Su jurisdiccin no puede estar a merced de otros hechos
69

Corte Interamericana de Derechos Humanos, Opinin Consultiva 15, de 14 de noviembre de 1997, sobre los Informes de la Comisin Interamericana de Derechos Humanos, 1997, Serie A, nm. 15, voto concurrente del juez A. A. Canado Trindade; la Corte Interamericana de Derechos Humanos, al igual que otros tribunales internacionales, tiene siempre la comptence de la competnce/ Kompetenz Kompetenz (prrs. 7 y 37). International Court of Justice (ICJ), Nuclear Tests case Australia c. France, judgment of 20.12.1974, ICJ Reports, 1974, p. 269 y 474, prrs. 48 y 50 respectivamente. ICJ, Frontier Dispute case Burkina Faso c. Republic of Mali, judgment of 22.12.1986, ICJ Reports, 1986, pp. 573-574, prr. 39. Para un estudio general de la materia, cfr. I. F. I. Shihata (1965: 1-304).

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que sus propias actuaciones. Es inicialmente como guardin y maestra de su propia jurisdiccin (jurisdictio, jus dicere, la potestad de declarar el derecho) que a la Corte, como rgano supremo de supervisin de la Convencin Americana, est reservado el rol de establecer las bases jurdicas para la construccin de un ordre public interamericano de observancia y salvaguardia de los derechos humanos.72

Tambin en caso de interposicin del as llamado retiro unilateral del instrumento de aceptacin de la competencia contenciosa de la Corte, la ltima palabra al respecto cabe a la Corte misma, y no al Estado demandado, pues pretender lo contrario llevara a la subversin del orden jurdico internacional y a la destruccin de toda seguridad jurdica en el contencioso internacional. Esto acarreara consecuencias an ms desastrosas en el dominio de la proteccin internacional de los derechos humanos, privando a todas las personas bajo la jurisdiccin del Estado en cuestin de la instancia internacional de salvaguardia de sus derechos. Una reserva u objecin, o cualquier otro acto interpuesto por el Estado con el propsito de resguardarse la ltima palabra en relacin con cualquier aspecto de la competencia de la Corte es, adems de inocuo, invlido, pues en cualesquiera circunstancias la Corte, como se ha sealado, detiene la comptence de la comptence. La Corte, como siempre hemos sostenido, es maestra de su jurisdiccin. Es lo que se desprende tanto de la sentencia de la Corte Europea de Derechos Humanos en el caso Loizidou c. Turqua (1995, cfr. infra), as como de las ya mencionadas sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en los casos Ivcher Bronstein y del Tribunal Constitucional (1999):73 la posicin convergente de ambos tribunales internacionales de derechos humanos ha sido en el sentido de descartar una analoga con la prctica permisiva de los Estados bajo la clusula facultativa de la jurisdiccin obligatoria de la Corte Internacional de Justicia (art. 36(2) del Estatuto de esta ltima). Pasemos al examen de este punto especfico.

Base de la jurisdiccin internacional: inadecuacin de la analoga entre el contencioso interestatal clsico y el contencioso internacional de los derechos humanos
Cabe inicialmente recordar que los orgenes de la disposicin del artculo 36(2) del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia (CIJ)

72

Cf. Corte Interamericana de Derechos Humanos, Resolucin sobre Medidas Provisionales de Proteccin, 25 de mayo de 1999, caso James et al. c. Trinidad y Tobago, voto concurrente del juez A. A. Canado Trindade, prrs. 7-8. En estos ltimos, el Estado demandado intent justificar el retiro unilateral de su instrumento de aceptacin de fecha 20 de octubre de 1980, depositado en la Secretara General de la Organizacin

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que es esencialmente la misma que la disposicin correspondiente del Estatuto de su predecesora, la antigua Corte Permanente de Justicia Internacional (CPJI), se encuentran en los travaux prparatoires del Estatuto original de la CPJI. ste fue redactado en 1920 por un Comit Consultivo de Jurisconsultos (de diez miembros),74 designado para este fin por el Consejo de la Liga o Sociedad de las Naciones. El Comit se reuni en La Haya, en los meses de junio y julio de 1920. En aquel entonces, algunos estados favorecan el reconocimiento puro y simple de la jurisdiccin obligatoria de la futura CPJI, pero los Estados ms poderosos se oponan a esto, alegando que tenan que ganar confianza gradualmente en el tribunal internacional que iba a ser creado, antes de atribuirle jurisdiccin obligatoria tout court. Para superar el impasse en el seno del referido Comit de Jurisconsultos, uno de sus miembros, el jurista brasileo Raul Fernandes, propuso la frmula ingeniosa que se transform en el artculo 36(2) del Estatuto la misma del actual Estatuto de la CIJ, que vino a ser conocida como la clusula facultativa de la jurisdiccin obligatoria (Anand, 1961: 19, 34-36). El Estatuto, aprobado el 13 de diciembre de 1920, entr en vigor el 1 de septiembre de 1921.75 En aquella poca, la decisin tomada constituy el paso inicial que, durante el periodo de 1921-1940, contribuy a atraer la aceptacin de la jurisdiccin obligatoria bajo la clusula facultativa de la CPJI de un total de 45 Estados.76 En su libro de memorias publicado en 1967, Raul Fernandes revel que el Comit de Jurisconsultos de 1920 se vio ante el desafo de establecer la base de la jurisdiccin de la CPJI (a partir del consentimiento mutuo entre los Estados) y, al mismo tiempo, resguardar y reafirmar el principio de la igualdad jurdica de los Estados (Fernndez,
de los Estados Americanos el 21 de enero de 1981 (originalmente sin restriccin temporal), de la competencia contenciosa de la Corte Interamericana mediante una analoga con la prctica estatal permisiva bajo la clusula facultativa de la jurisdiccin obligatoria de la Corte Internacional de Justicia (art. 36(2) del Estatuto de esta ltima).
74

A saber: Adatci (Japn), Altamira (Espaa), Fernandes (Brasil), Barn Descamps (Blgica), Hagerup (Noruega), De La Pradelle (Francia), Loder (Holanda), Lord Phillimore (Gran Bretaa), Ricci Busatti (Italia) y Elihu Root (Estados Unidos). Para un relato, cfr., inter alia, J. C. Witenberg (1937: 22-23); L. Gross (1987: 20-21). Cfr. el relato de un juez de la antigua CPJI, M. O. Hudson (1944: 76-78). Aquel total de 45 Estados representaba, en realidad, una proporcin alta en la poca, considerndose que, al final de los aos treinta, 52 Estados eran miembros de la Liga o Sociedad de las Naciones (de la cual no formaba parte la antigua CPJI, distintamente de la CIJ, que es el principal rgano judicial de las Naciones Unidas, y cuyo Estatuto forma un todo orgnico con la propia Carta de las Naciones Unidas).

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1967: 174-175). Este principio era firmemente defendido por los Estados latinoamericanos, y, al tenerlo presente, la frmula de Raul Fernandes, trasladada al Estatuto de la CPJI, fue aclamada como una contribucin latinoamericana al establecimiento de la jurisdiccin internacional (Yepes, 1930: 712; Urrutia, 1928: 148-149; Bourquin, 1931: 195-196). Dicha frmula sirvi a su propsito en las dos dcadas siguientes. Obsrvese que todo se pasaba en el plano de las relaciones puramente interestatales. En la Conferencia de San Francisco de 1945, se contempl la posibilidad de dar un paso adelante, con una eventual aceptacin automtica de la jurisdiccin obligatoria de la nueva CIJ; sin embargo, las grandes potencias en particular Estados Unidos y la Unin Sovitica se opusieron a esta evolucin, sosteniendo la retencin, en el Estatuto de la nueva CIJ, de la misma clusula facultativa de la jurisdiccin obligatoria del Estatuto de 1920 de la predecesora CPJI. El relator de la Comisin de Juristas, encargada de estudiar la materia en la Conferencia de San Francisco de 1945, el jurista francs Jules Basdevant, seal que, a pesar de que la mayora de los miembros de la Comisin favoreca la aceptacin automtica de la jurisdiccin obligatoria, no haba voluntad poltica en la Conferencia (y tampoco en las propuestas de Dumbarton Oaks) para dar este paso.77 Consecuentemente, en el actual Estatuto de la CIJ se mantuvo la misma formulacin de 1920, la cual corresponda a una concepcin del derecho internacional de inicio de siglo. Por la intransigencia de los Estados ms poderosos se perdi una oportunidad nica de superar la falta de automatismo de la jurisdiccin internacional y de fomentar un mayor desarrollo de la jurisdiccin obligatoria del tribunal internacional. Como la insensatez humana parece no tener lmites, el captulo del derecho internacional atinente a la solucin pacfica de las controversias internacionales continu padeciendo de la vieja ambivalencia verdadera vexata quaestio que siempre lo caracteriz, incluso en nuestros das, a saber: la tensin ineluctable entre el deber general de solucin pacfica y la libre eleccin por los Estados de los mtodos de solucin de la controversia. La frmula de la clusula facultativa de la jurisdiccin obligatoria (de la CIJ) que hoy existe, no es nada ms que un esquema de los aos veinte, estratificado en el tiempo,78 y que, en rigor, slo correspon77

Cfr. el relato de R. P. Anand (1961: 38-46); vanse tambin, al respecto, S. Rosenne (1965: 3236); Ian Brownlie (1995: 715-716); O. J. Lissitzyn (1951: 61-64). Para expresiones de pesimismo en cuanto a la prctica de los Estados bajo aquella clusula facultativa al final de la dcada de los setenta, vase J. G. Merrills (1979: 90-91, 108, 113 y 116).

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de a las necesidades del contencioso internacional, ni siquiera puramente interestatal.79 Tanto es as que, hoy da, de los 185 Estados miembros de las Naciones Unidas, no ms que sesenta Estados se someten a la jurisdiccin obligatoria de la CIJ por aceptacin de la clusula facultativa del artculo 36(2) de su Estatuto,80 o sea, menos de un tercio de la comunidad internacional de nuestros das. Y varios de los Estados que la han utilizado han hecho mal uso de la misma, introduciendo restricciones que militan en contra de su eficacia; en realidad, casi dos tercios de las declaraciones de aceptacin de la mencionada clusula han venido acompaadas de limitaciones y restricciones que las han tornado prcticamente sin sentido.81 Se puede, pues, cuestionar seriamente si la clusula facultativa sigue sirviendo al mismo propsito que la inspir en la poca de la CPJI.82 El ndice de su aceptacin en la era de la CIJ es proporcionalmente inferior al de la poca de su predecesora, la CPJI. Adems, a lo largo de los aos, la posibilidad abierta por la clusula facultativa de aceptacin de la jurisdiccin del tribunal internacional pas, en efecto, a ser objeto de excesos por parte de algunos Estados, que slo aceptaban la jurisdiccin obligatoria de la CIJ en sus propios trminos, con todo tipo de resalvas. Algunos daban la impresin de que suscriban as la citada clusula facultativa para poder accionar otros Estados ante la CIJ, intentando, sin embargo, evitar que fuesen ellos mismos accionados por otros Estados (Soubeyrol, 1959: 232-257, esp. 233). As, en nada sorprende que, a mediados de los aos cincuenta, se empezara a hablar de una decadencia de la clusula facultativa (Waldock, 1955-1956: 244-287).83
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En un artculo reciente, un ex presidente de la CIJ, despus de sealar que hoy da una parte bien considerable del derecho internacional afecta directamente los individuos, corporaciones y entidades legales otras que los Estados, y de recordar que, sin embargo, el Estatuto de la CIJ todava sostiene segn una concepcin del derecho internacional propia de los aos veinte que slo los Estados pueden ser partes en casos ante la Corte (art. 34(1)), admiti y lament que este descomps haya marginalizado la Corte de La Haya del gran corpus del derecho internacional contemporneo. R. Y. Jennings (1995: 504). International Court of Justice, Yearbook 1996-1997, vol. 51, The Hague, ICJ, 1997, p. 84. G. Weissberg (1976: 163); sobre el sentimiento de frustracin generado por esto, cfr. pp. 186-190. Cfr. tambin Report on the Connally Amendment - Views of Law School Deans, Law School Professors, International Law Professors (compiled under the auspices of the Committee for Effective Use of the International Court by Repealing the Self-Judging Reservation), New York [1961], pp. 1-154. Cfr. datos estadsticos en: G. Weissberg (1976: 160-161); sin embargo, hay que recordar las clauses compromissoires atinentes a la competencia contenciosa de la CIJ, las cuales, a mediados de los aos setenta, figuraban en cerca de 180 tratados y convenciones (ms de dos tercios de los cuales eran de carcter bilateral, y envolvan ms de 50 Estados (p. 164). Sobre los orgenes de esta decadencia vase el voto disidente del juez Guerrero en el caso de los Prstamos Noruegos, sentencia del 6 de julio de 1957), ICJ Reports (1957), pp. 69-70.

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Estos excesos ocurrieron precisamente porque, al elaborar el Estatuto de la nueva CIJ, se dej de acompaar la evolucin de la comunidad internacional. Se abandon la base de la jurisdiccin obligatoria de la CIJ a una concepcin voluntarista del derecho internacional, prevaleciente en el inicio del siglo, pero desautorizada posteriormente por sus consecuencias nefastas para la conduccin de las relaciones internacionales, tal como lo advierte con vehemencia la mejor doctrina jurdica internacional contempornea. No deja de ser sorprendente que, para intentar justificar su pretendido retiro unilateral de la aceptacin de la competencia contenciosa de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el Estado demandado en los recientes casos Ivcher Bronstein y del Tribunal Constitucional (1999) hubiera intentado buscar amparo en una analoga indebida con la prctica estatal bajo la clusula facultativa de la jurisdiccin obligatoria (art. 36(2)) del Estatuto de la CIJ. No nos queda duda alguna de que la prctica distorsionada e incongruente desencadenada bajo el artculo 36(2) del Estatuto de la CIJ no sirve, en definitiva, como ejemplo o modelo para ser seguido por los Estados Partes en tratados de proteccin de los derechos del ser humano como las convenciones Americana y Europea sobre Derechos Humanos, en lo relativo al alcance de la base jurisdiccional de actuacin de los tribunales internacionales contemporneos (Cortes Interamericana y Europea) de derechos humanos. El derecho internacional contemporneo ha evolucionado gradualmente, poniendo lmites a las manifestaciones de un voluntarismo estatal que se revela propio de otra poca.84 La metodologa de interpretacin de los tratados de derechos humanos,85 desarrollada a partir de las reglas de interpretacin consagradas en el derecho internacional (tales como las enunciadas en los artculos 31-33 de las dos convenciones de Viena sobre Derecho de los Tratados, de 1969 y 1986), alcanza tanto las normas sustantivas (sobre los derechos protegidos) como las clusulas que rigen los mecanismos de proteccin internacional. Las cortes Interamericana y Europea de Derechos Humanos los dos tribunales internacionales de derechos humanos hoy da en
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Cuando todava prevaleca hasta cierto punto esta visin, en un libro clsico publicado en 1934, Georges Scelle, cuestionndola, sealaba que la autoatribucin de competencia discrecional a los gobernantes, y el ejercicio de funciones segn los criterios de los propios detentores del poder, eran caractersticas de una sociedad internacional poco evolucionada, imperfecta y todava casi anrquica; G. Scelle (1984: 547- 548). Vase, anteriormente, en el mismo sentido, L. Duguit (1901: 122-131 y 614). Tal como se desprende de la amplia jurisprudencia internacional al respecto, analizada detalladamente en A. A. Canado Trindade (1999c, XI: 23-200).

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operacin tienen el deber convencional de preservar la integridad de los respectivos sistemas regionales de proteccin como un todo. Sera inadmisible subordinar la operacin de sus mecanismos a restricciones sbitamente agregadas por los Estados demandados a los trminos de sus manifestaciones anteriores de consentimiento atinentes a las clusulas facultativas de las respectivas convenciones de derechos humanos, lo que no slo afectara de inmediato su eficacia sino fatalmente impedira sus posibilidades de desarrollo futuro. La evolucin del derecho internacional de los derechos humanos ha partido del entendimiento de que los tratados de derechos humanos, que se inspiran en valores comunes superiores (consustanciados en la proteccin del ser humano), y estn dotados de mecanismos propios de supervisin que se aplican de conformidad con la nocin de garanta colectiva, y que consagran obligaciones de cuo esencialmente objetivo, tienen un carcter especial que los diferencia de los dems tratados (Canado, 1999), que reglamentan intereses recprocos entre los Estados Partes y son por stos mismos aplicados, con todas las consecuencias jurdicas que de ah advienen en los planos de los ordenamientos jurdicos internacional e interno. El derecho internacional y el derecho interno aqu se muestran efectivamente en constante interaccin, debiendo formar un todo armnico en la realizacin del propsito convergente y comn de asegurar y fortalecer la salvaguardia de los derechos del ser humano. El cumplimiento de las obligaciones internacionales de proteccin requiere el concurso de los rganos internos de los Estados, a fin de aplicar las normas internacionales de proteccin. Con esta interaccin, es el propio derecho el que se enriquece y se justifica, en la medida en que cumple su misin ltima de hacer justicia. En el presente dominio de proteccin, las consideraciones superiores de ordre public internacional, el carcter especial de los tratados de derechos humanos, el cuo esencialmente objetivo de las obligaciones que consagran, y la nocin de garanta colectiva a ellos subyacente, ciertamente priman sobre restricciones adicionales a las manifestaciones del consentimiento individual por parte de los Estados demandados, y sobre la concepcin voluntarista del orden jurdico internacional (subyacente a tales restricciones infundadas). Hay que dar primaca a la operatividad de los sistemas internacionales de proteccin de los derechos humanos. En virtud del principio ut res magis valeat quam pereat, que corresponde al llamado effet utile (a veces denominado principio de la efectividad), ampliamente respaldado por la jurisprudencia, los Estados Partes en los tratados de derechos humanos deben asegurar a las dis-

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posiciones convencionales los efectos propios en el plano de sus respectivos derechos internos. Tal principio se aplica no slo en relacin con las normas sustantivas de los tratados de derechos humanos (es decir, las que disponen sobre los derechos protegidos), sino tambin en relacin con las normas procesales, en particular las relativas al derecho de peticin individual y a la aceptacin de la competencia contenciosa del rgano judicial internacional de proteccin.86 Tales normas, esenciales a la eficacia del sistema de proteccin internacional, han de ser interpretadas y aplicadas a fin de tornar sus salvaguardias verdaderamente prcticas y eficaces, teniendo presentes el carcter especial de los tratados de derechos humanos y su implementacin colectiva. La Corte Europea de Derechos Humanos tuvo ocasin de descartar decididamente cualquier analoga entre la prctica de los Estados bajo el artculo 36(2) del Estatuto de la CIJ, y las aceptaciones de los Estados Partes en la Convencin Europea de Derechos Humanos de su competencia contenciosa bajo la clusula facultativa del artculo 46 de la Convencin Europea (anterior a la entrada en vigor, el 1 de noviembre de 1998, del Protocolo 11 a la Convencin Europea), en su sentencia sobre excepciones preliminares (23 de marzo de 1995) en el caso Loizidou c. Turqua. La Corte Europea advirti que, al contrario de lo que alegaba el Estado demandado, a partir de la letra y el espritu de la Convencin Europea no se puede inferir la posibilidad de restricciones a la clusula facultativa relativa al reconocimiento de la competencia contenciosa de la Corte Europea (art. 46 de la Convencin Europea)87 por analoga con la prctica estatal bajo el artculo 36 del Estatuto de la CIJ; bajo la Convencin Europea se ha formado una prctica de los Estados Partes en sentido contrario (aceptando tales clusulas sin restricciones), a la cual se agrega, adems, el contexto fundamentalmente distinto en que operan los dos tribunales internacionales, siendo la CIJ a free-standing international tribunal which has no links to a standard-setting treaty such as the Convention.88
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Cfr., en este sentido, la decisin de la Comisin Europea de Derechos Humanos (ComEDH) en el caso Chrysostomos et al. c. Turqua (1991), en: ComEDH, Decisions and Reports, vol. 68, Strasbourg, CE, pp. 216-253; y cfr., anteriormente, los obiter dicta de la Comisin, en el mismo sentido, en sus decisiones en los casos Lingsticos Belgas (1966-1967) y en los casos Kjeldsen, Busk Madsen y Pedersen c. Dinamarca (1976). Y tampoco a la otra clusula, referente al derecho de peticin individual (art. 25 de la Convencin Europea). European Court of Human Rights (ECtHR), case of Loizidou c. Turkey (preliminary objections), Strasbourg, CE, judgment of 23 of march, 1995, p. 25, prr. 82, y cfr. p. 22, prr. 68. Sobre la prevalencia de las obligaciones convencionales de los Estados Partes, cfr. tambin los obiter dicta de la Corte en su decisin anterior, en el caso Belilos c. Suiza (1988).

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La Corte de La Haya record la Corte Europea dirime cuestiones jurdicas en el contencioso interestatal, distintamente de las funciones de los rganos de supervisin de un tratado normativo (law-making treaty) como la Convencin Europea. Por consiguiente, concluy la Corte Europea sobre este punto especfico, la aceptacin incondicional de las clusulas facultativas de los artculos 25 y 46 de la Convencin no comporta analoga con la prctica estatal bajo el artculo 36 del Estatuto de la CIJ.89 Si la Corte Interamericana de Derechos Humanos tuviera que buscar una analoga para resolver el problema planteado por el Estado demandado en los casos Ivcher Bronstein y del Tribunal Constitucional (supra), sta residira en la postura asumida por su homloga, la Corte Europea de Derechos Humanos, y no por la CIJ,90 en relacin con el sentido y alcance de los instrumentos de reconocimiento de su competencia en materia contenciosa. Como nos permitimos sealar hace ms de una dcada en el curso que dictamos en la Academia de Derecho Internacional de La Haya, la solucin internacional de casos de derechos humanos (confiada, v. g, a tribunales como las cortes Interamericana y Europea de Derechos
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ECtHR, case of Loizidou c. Turkey (preliminary objections), Strasbourg, CE, judgment of 23 of march, 1995, p. 26, prrs. 84-85. La Corte Europea separ las restricciones de Turqua impugnadas, consideradas invlidas, y correctamente sostuvo la aceptacin integral por parte de Turqua de las clusulas facultativas de los artculos 25 y 46 de la Convencin Europea de Derechos Humanos; cfr. tambin pp. 28-31, prrs. 95-98. Lo que resulta clarsimo, por ejemplo, de la decisin de la CIJ del 4 de diciembre de 1998 en el caso de la Jurisdiccin de Pesqueras (Espaa c. Canad). El Estado demandante sostuvo que una reserva a la aceptacin de la competencia contenciosa de la CIJ debera ser interpretada de conformidad con el Estatuto de la CIJ, la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional general, a fin de no minar el sistema de la jurisdiccin obligatoria de la Corte. La CIJ, sin embargo, al desestimar este argumento, sostuvo que la aceptacin de la clusula facultativa del artculo 36(2) de su Estatuto, como acto soberano del Estado, debera ser interpretada en funcin de la intencin del Estado reservante y de manera compatible con el propsito de la reserva; ICJ, Fisheries Jurisdiction case Spain c. Canad, decisin del 4 de diciembre de 1998, relatada en ICJ, Communiqu 98/41, pp. 5-7. La CIJ, de ese modo, se dobleg ante el subjetivismo voluntarista de los Estados, antittico de la propia nocin de jurisdiccin internacional obligatoria. Los cinco votos disidentes en el cas despce expresaron bien la profunda preocupacin de que, con esta actitud, que nada aporta a la seguridad jurdica entre los Estados sometidos a su competencia contenciosa, la CIJ haya puesto en riesgo el futuro del mecanismo de la clusula facultativa bajo el artculo 36(2) de su Estatuto, abriendo la puerta a una eventual desercin del mismo (vanse votos disidentes de los jueces Weeramantry, Bedjaoui, Ranjeva, Vereshchetin, y Torres Bernrdez, pp. 4-12). En ms de una ocasin el nfasis indebido en el consentimiento estatal llev a la CIJ a decisiones incongruentes, como la sentencia de 1995 de la Corte de La Haya en el caso del Timor Oriental; cfr. crticas en, v. g., J. Dugard (1996: 549-563); A. A. Canado Trindade (2000: 68-75). Como bien ha sealado Rosenne (1996: 576), el procedimiento judicial internacional de la Corte de La Haya infortunadamente contina siguiendo hoy da el modelo del bilateralismo en el contencioso internacional, propio del siglo XIX.

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Humanos) no comporta analogas con la solucin pacfica de controversias internacionales en el contencioso puramente interestatal (confiada a un tribunal como la Corte Internacional de Justicia); dado que se trata, como es ampliamente reconocido, de contextos fundamentalmente distintos, los Estados no pueden pretender contar, en el primero, con la misma discrecionalidad con la que tradicionalmente han contado en el segundo. Cualquier entendimiento en contrario transformara los Estados Partes en los tratados de derechos humanos en rbitros finales del alcance de sus obligaciones convencionales de proteccin, lo que fatalmente minara las bases de la proteccin internacional de los derechos humanos. Las clusulas facultativas de reconocimiento de la competencia contenciosa de las cortes Europea91 e Interamericana de Derechos Humanos se inspiraron en el modelo de la clusula facultativa de la jurisdiccin obligatoria de la CIJ, una frmula originalmente concebida hace ochenta aos. El peor tipo de espejismo es el anacrnico, el que busca preservar un mecanismo fosilizado en el tiempo, y una estructura institucional que corresponde a las ideas prevalecientes en una poca que pertenece al pasado. A pesar del origen comn, el rationale de la aplicacin de la clusula facultativa, por un lado en el contencioso interestatal, y por otro en el de los derechos humanos, ha sido fundamentalmente distinto. En el primero prevalecen las consideraciones del equilibrio contractual entre las Partes, de la reciprocidad, a la luz de la igualdad jurdica de los Estados soberanos; bajo esta ptica, se admite la posibilidad del retiro de un instrumento de aceptacin de la jurisdiccin obligatoria de la CIJ (despus de un tiempo razonable), como manifestacin de la concepcin voluntarista del derecho internacional (concepcin, en mi entender, anacrnica, superada, propia del inicio del siglo). En el segundo, priman las consideraciones de ordre public, de la garanta colectiva ejercida por el conjunto de los Estados Partes, de la realizacin de una meta comn y superior a los intereses individuales de cada Parte contratante; no se puede, bajo esta ptica, admitir la posibilidad del retiro de un instrumento de aceptacin de la competencia contenciosa de las cortes Interamericana y Europea92 de Derechos Humanos con el
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Antes de la entrada en vigor del Protocolo XI a la Convencin Europea de Derechos Humanos el 1 de noviembre de 1998. Cfr. Council of Europe/Conseil de lEurope (1977, IV: 200-201, 266-267; V: 58-59). Lo que de todos modos ya no sera ms posible en relacin con la Corte Europea, a partir de la entrada en vigor del Protocolo 11 a la Convencin Europea de Derechos Humanos. Otro ejemplo de jurisdiccin obligatoria es el de la Corte de Justicia de las Comunidades Europeas; cfr. H. Steiger (1996: 821-822 y 832).

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mismo grado de voluntarismo y discrecionalidad estatales que han prevalecido en el contencioso interestatal.

El acto jurdico unilateral en el marco de las obligaciones convencionales del Estado


En este aparte se analizar la caracterizacin de un acto jurdico unilateral del Estado (tal como el de la aceptacin de una clusula facultativa de la jurisdiccin obligatoria de un tribunal internacional de derechos humanos) en el marco de las obligaciones convencionales del Estado. En los mencionados casos Ivcher Bronstein y del Tribunal Constitucional (1999), el Estado demandado aleg que como haba aceptado la competencia contenciosa de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por medio de un acto jurdico unilateral, podra a fortiori retirar tal aceptacin por medio de otro acto unilateral, en ese sentido. El argumento revela una visin mecanicista de la materia, que deja de tomar en cuenta la complejidad de la tipologa de los actos jurdicos unilaterales del Estado en el derecho internacional pblico y de sus respectivos efectos jurdicos. En realidad, no hay cmo equiparar un acto jurdico unilateral efectuado en el contexto del contencioso diplomtico interestatal (v. g., el reconocimiento de Estado o de gobierno, la protesta diplomtica, la promesa, la renuncia, para citar algunos ejemplos), con un acto jurdico unilateral efectuado en el marco de las obligaciones convencionales contradas por el Estado (v. g., la notificacin de la ratificacin de un tratado o de adhesin al mismo, la notificacin de la aceptacin de una clusula facultativa de un tratado disponiendo sobre la jurisdiccin obligatoria de un tribunal internacional). En una propuesta de clasificacin de los actos jurdicos unilaterales stricto sensu, de 1964, deliberadamente se dej de tomar en consideracin los actos jurdicos efectuados en el mbito del derecho de los tratados (Venturini, 1964: 413). Y una de las ms completas monografas sobre el tema cuid, en particular, en la misma lnea de razonamiento, de distinguir los actos jurdicos unilaterales autnomos (emanados de un nico sujeto de derecho) de los actos unilaterales previstos en el propio derecho de los tratados (v. g., la ratificacin, la adhesin, las reservas, la denuncia), tomando en cuenta, como objeto de estudio, solamente los primeros (Suy, 1962: 31-35, esp. 32-33). Teniendo presente esta distincin elemental, resulta claro que los actos jurdicos unilaterales de aceptacin de clusulas facultativas de tratados (como la de la jurisdiccin obligatoria de la Corte Interamericana bajo la Convencin Americana sobre Derechos Humanos) se configuran como actos facultativos de ejecucin del trata-

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do internacional en cuestin (en este ltimo previstos), determinados y condicionados por dicho tratado (Suy, 1962: 32) y, en particular, por la realizacin de su objeto y propsito. Al contrario de lo que aleg el Estado demandado en los casos Ivcher Bronstein y del Tribunal Constitucional, no hay, pues, que contraponer el acto jurdico unilateral (v. g., de retiro de la aceptacin de la competencia contenciosa de la Corte) a la denuncia (total o parcial) de un tratado (como en la Convencin Americana), como si fueran categoras jurdicas enteramente distintas: en realidad, la denuncia (total o parcial) es un acto jurdico unilateral en el marco del derecho de los tratados, que no se equipara con los actos jurdicos unilaterales autnomos del Estado stricto sensu. Como seal un estudio clsico sobre la materia, el hecho de que el instrumento de aceptacin de la competencia contenciosa del tribunal internacional sea un acto unilateral, no significa, pues, que pueda tal instrumento ser retirado del mismo modo como fue presentado por el Estado en cuestin, por otro acto unilateral, a su entera discrecin y como bien entienda (Waldock, 1957: 263). El acto jurdico unilateral efectuado en el mbito del derecho de los tratados, como acto facultativo de ejecucin del tratado en cuestin, adems, tiene repercusiones en las relaciones entre los propios Estados Partes en dicho tratado, y no puede, por tanto, ser equiparado en sus efectos con la primera categora de actos jurdicos unilaterales. En este mismo sentido se pronunci un ex presidente de la CIJ, el jurista uruguayo Eduardo Jimnez de Archaga: la declaracin de aceptacin de la clusula facultativa de la jurisdiccin obligatoria de la CIJ, aunque sea un acto unilateral, al coincidir con otras declaraciones en el mismo sentido (bajo el artculo 36(2) del Estatuto de la CIJ), crea un vnculo consensual (consensual bond) que establece relaciones contractuales entre los Estados Partes. As, habra que evitar ciertas restricciones, como, inter alia, la de terminacin (del consentimiento) por simple notificacin manifestacin de un mtodo retrgrado, las cuales, sin embargo, no pueden afectar las obligaciones convencionales (resultantes del art. 36(1) del Estatuto de la CIJ) (Jimnez, 1978: 154155). Hasta aquellos que se muestran dispuestos a aceptar la posibilidad de la insercin de restricciones (no previstas en el tratado o Convencin y no incompatibles con el Estatuto del tribunal internacional) en la formulacin original de la declaracin de aceptacin de la competencia contenciosa del tribunal internacional tesis que no compartimos, admiten, sin embargo, que para deshacer tal aceptacin aplcanse las reglas del derecho internacional que rigen la terminacin de los trata-

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dos.93 Una declaracin de aceptacin de una obligacin convencional, aunque efectuada por medio de un acto unilateral, compromete el sujeto de derecho de la misma manera que un acuerdo (Guggenheim, 1967, 279; Sicault, 1979: 633-688).94 Un elemento de peso para tener siempre presente en la apreciacin de los efectos de un acto jurdico unilateral del Estado en el marco de las obligaciones convencionales por ste contradas reside en la necesidad de asegurar la estabilidad y seguridad jurdicas que deben inevitablemente acompaar el cumplimiento de tales obligaciones. Una vez contrada una obligacin convencional, aunque por medio de la aceptacin de una clusula facultativa, no puede ser sta retirada en cualquier momento por el Estado Parte; en la ausencia de denuncia del tratado propiamente dicho, tal obligacin permanece indefinidamente en vigor, regida por las normas del derecho de los tratados. El artificio, a veces utilizado en la prctica de los Estados, de prever, en el instrumento original de aceptacin de una clusula facultativa por tiempo indeterminado, la posibilidad de retiro de dicha aceptacin en cualquier momento, debe ser evitado, por sus manifiestas consecuencias negativas para la buena conduccin del proceso internacional. Dicho subterfugio genera un desequilibrio entre las obligaciones de los Estados Partes sometidos a la jurisdiccin obligatoria, adems de incertidumbres acerca de las reales intenciones del Estado que hace uso de este artificio que, en realidad, se asemeja a una verdadera fuga ante la justicia internacional (Delbez, 1962: 74, 76-77). Al contrario de lo que pretendi el Estado demandado en los casos Ivcher Bronstein y del Tribunal Constitucional, la doctrina jurdica contempornea asimila el retiro unilateral de la aceptacin de la clusula facultativa de la jurisdiccin obligatoria (v. g., de la CIJ) a una denuncia de dicha clusula. Una resolucin sobre la materia, adoptada por el Institut de Droit International en 1959 (sesin de Neuchtel), uti93

Vase al respecto H. W. Briggs (1958: 232 y 273); agrega el autor que, en la ausencia de una restriccin expresa de terminacin unilateral, la referida declaracin de aceptacin permanece en vigor indefinidamente (p. 273). Al respecto, en las circunstancias de los casos Ivcher Bronstein y del Tribunal Constitucional ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el Estado peruano pareci haber reconocido las importantes implicaciones de un acto jurdico unilateral de aceptacin de la competencia contenciosa de un tribunal internacional (como la Corte Interamericana, depositado en la Secretara General de la OEA el 21 de enero de 1981, sin restriccin temporal), aunque no lo haya admitido expresamente en su escrito presentado al depositario de la Convencin Americana: tanto es as que el Estado del Per dio al referido acto el tratamiento propio del proceso de los actos del derecho convencional (treaty-making) al llamado instrumento de retiro de la aceptacin de la competencia contenciosa de la Corte Interamericana, buscando incluso su aprobacin parlamentaria antes de su notificacin al depositario de la Convencin Americana (el Secretario General de la OEA).

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liza expresamente el trmino denuncia de la clusula facultativa.95 Tambin la doctrina utiliza efectivamente la expresin denuncia parcial, incluso cuando la clusula objeto de denuncia es la clusula facultativa de la jurisdiccin obligatoria (v. g., de un tribunal internacional de derechos humanos).96 La referida expresin se encuentra igualmente presente en la jurisprudencia internacional.97 En el contexto del derecho convencional, el acto jurdico unilateral de aceptacin de la jurisdiccin obligatoria es el instrumento por el cual el Estado expres su conformidad en someterse a dicha jurisdiccin; en el dominio de la proteccin internacional de los derechos humanos, resta verificar si, en caso de no desear continuar sometindose a aquella jurisdiccin, sera o no permitido al Estado Parte desvincularse de la obligacin contrada mediante la denuncia de la clusula facultativa contenida en un tratado de proteccin como la Convencin Americana sobre Derechos Humanos.

Inadmisibilidad de denuncia parcial de la Convencin Americana sobre Derechos Humanos


Una vez descartada (supra) la pretensin de analoga entre la aplicacin de la clusula facultativa en el contencioso puramente interestatal (ante la CIJ) y su aplicacin en el contencioso de los derechos humanos (ante las cortes Interamericana y Europea), pasemos a examinar los dos aspectos restantes de la materia en estudio, a saber: el de la supuesta denuncia parcial de la Convencin Americana sobre Derechos Humanos, y el de su pretendido efecto inmediato. Los tribunales internacionales de derechos humanos, como se ha sealado, tienen el deber de velar por la integridad de los respectivos tratados de proteccin, dotados de especificidad y de mecanismos de supervisin propios: en este sentido se han posicionado correctamente las cortes Europea e Interamericana de Derechos Humanos (supra), y no podra ser de otra forma. La Convencin Americana sobre Derechos Humanos, adoptada en el mismo ao de la [primera] Convencin de Viena sobre Derecho de los Tratados (1969), contiene una disposicin sobre denuncia (art. 78),
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Cfr. Annuaire de lInstitut de Droit Internacional, nm. 48, 1959, p. 360, prr. 3. A ejemplo de la Corte Europea de Derechos Humanos; cfr. J.-F. Flauss (1992: 1253-1268, esp. 1261-1267) (sobre La dnonciation des clauses facultatives). Cfr. ICJ, Right of Passage over Indian Territory case Portugual c. India, judgment (on preliminary objections of 26 of November, 1957, ICJ Reports, 1957, p. 142; y cfr. ICJ, Nottebohm case Liechtenstein c. Guatemala), judgment (on preliminary objection) of 18 of November, 1953, ICJ Reports, 1953, p. 123.

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que es clara al disponer sobre la denuncia de esta Convencin, y no de partes o clusulas de la misma, lo que afectara fatalmente su integridad. Un Estado que acept la jurisdiccin obligatoria de la Corte Interamericana bajo el artculo 62 de la misma, pasa a obligarse por la Convencin como un todo. A pesar de los nuevos problemas que surgen constantemente en el derecho de los tratados, debemos aqu partir del principio de la solidaridad que une los Estados Partes en las obligaciones convencionales por ellos contradas, del carcter indisociable de la propia nocin de tratado (Reuter, 1989: 623-634; Flauss, 1992: 1253-1268), lo que se aplica an con mayor fuerza en los tratados de derechos humanos. El propsito de preservar la integridad de las obligaciones convencionales se desprende del artculo 44(1) de las dos Convenciones de Viena sobre Derechos de los Tratados (de 1969 y 1986), que parte precisamente del principio de que la denuncia o el retiro de un tratado slo puede ser efectuado en relacin con el conjunto del mismo, a menos que ste disponga o las Partes acuerden diversamente. La Convencin Americana nada dispone sobre denuncia parcial o retiro de la aceptacin de una u otra de sus clusulas; esto no significa, en absoluto, que tal denuncia o retiro sea permitida. Ni todo lo que no est expresamente prohibido est implcitamente permitido; dado el silencio de la Convencin sobre este punto especfico, se aplican los criterios consagrados en el artculo 56 (1) de las dos citadas Convenciones de Viena, a saber: la determinacin de si fue la intencin de las Partes permitir tal tipo de denuncia o retiro, y si se puede inferir tal tipo de denuncia o retiro de la naturaleza del tratado. No nos consta que haya sido la intencin de las Partes en la Convencin Americana permitir tal tipo de denuncia o retiro;98 caso contrario, hubieran dispuesto al respecto, a ejemplo de la Carta Social Europea (1961) que, a diferencia de la casi totalidad de los tratados de derechos humanos, permite la denuncia parcial de disposiciones de su parte II (art. 37(2)). Por lo anteriormente expuesto resulta claro que la denuncia parcial o retiro de la aceptacin de determinadas clusulas de la Convencin Americana no se puede en absoluto inferirse de la naturaleza de la Convencin como tratado de derechos humanos.99

98

Nada hay en los travaux prparatoires de la Convencin Americana sobre Derechos Humanos que permita llegar a esta conclusin; cfr. OEA (1969: 1-524). En todo caso, como sealamos en voto razonado en el caso Blake c. Guatemala (fondo, sentencia del 24 de enero de 1998), si un Estado cumpli efectivamente con el deber general de adecuar su derecho interno a la normativa internacional de proteccin (estipulado, v. g., en el artculo 2 de la Convencin Americana sobre Derechos Humanos), muy difcilmente podra efectuar la denuncia, en razn de controles del propio derecho interno en un Estado democrtico (prr. 22).

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Un examen de los debates al respecto de la Conferencia de Viena sobre Derecho de los Tratados de 1968-1969, de la cual result la primera Convencin de Viena sobre Derecho de los Tratados, ayuda a aclarar la cuestin. Los criterios consagrados en el artculo 56(1) de la Convencin de Viena se originan en el proyecto de artculos preparado para la Conferencia por la Comisin de Derecho Internacional de las Naciones Unidas (proyecto del art. 53). En intervencin en la Conferencia de Viena, el 8 de mayo de 1968, la delegacin del Per argument en favor de una enmienda que present con el propsito de enfatizar la excepcin con base en la naturaleza de los tratados a la facultad de denuncia o retiro, sobre todo en relacin con los tratados normativos (law-making);100 la delegacin del Per pretendi con esto reducir al mnimo la facultad de denuncia o retiro, teniendo siempre presente la naturaleza del tratado. La enmienda peruana cont con el respaldo de la delegacin de Chile, por haber dado mayor precisin a los criterios propuestos por la Comisin de Derecho Internacional al respecto; en su intervencin en los debates de la Conferencia de Viena en el mismo da, la delegacin de Chile seal que apoyaba la enmienda del Per porque las dems, presentadas por otros Estados, al contrario de la del Per, facilitaban, en lugar de dificultar, la denuncia o retiro unilateral.101 Es importante rescatar la posicin defendida por Per en la Conferencia de Viena sobre Derecho de los Tratados, y respaldada por Chile, que contribuy a la consagracin definitiva de los criterios consagrados en el artculo 56(1) de la Convencin de Viena de 1969 (supra). Transcurridas tres dcadas, el Estado del Per, al haber pretendido retirar unilateralmente el instrumento de aceptacin de la competencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en materia contenciosa en relacin con los mencionados casos Ivcher Bronstein y del Tribunal Constitucional (1999), asumi, as, una posicin en sentido manifiestamente contrario, en este particular, a la que sostuvo en los travaux prparatoires de la Convencin de Viena sobre Derecho de los Tratados de 1969.

100

Cfr. intervencin del jefe de la delegacin del Per, L. Alvarado, reproducida en: United Nations Conference on the Law of Treaties - Official Records (First Session, Vienna, 26 March-24 May 1968), vol. I, doc. A/CONF.39/11, p. 337, prrs. 27-28. Cfr. intervencin del subjefe de la delegacin de Chile, E. Vargas, reproducida en: United Nations Conference on the Law of Treaties - Official Records (First Session, Vienna, 26 March-24 May 1968), vol. I, doc. A/CONF.39/11, p. 341, prr. 29.

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Inadmisibilidad de retiro unilateral con efecto inmediato de la competencia contenciosa de los tribunales internacionales de derechos humanos
En el dominio de la proteccin internacional de los derechos humanos no hay limitaciones implcitas al ejercicio de los derechos consagrados, y las limitaciones constantes de los tratados de proteccin han de ser restrictivamente interpretadas. La clusula facultativa de aceptacin de la competencia contenciosa de los tribunales internacionales de derechos humanos no hace excepcin a esto: no admite otras limitaciones que las expresamente contenidas en los tratados de derechos humanos en cuestin, y, dada su capital importancia, no podra estar a merced de limitaciones en ellos no previstas e invocadas por los Estados Partes por razones o vicisitudes de orden interno.102 En sus estudios clsicos sobre la jurisdiccin internacional, dos distinguidos acadmicos, C. W. Jenks y C. H. M. Waldock, alertaban, ya en las dcadas del cincuenta y sesenta, sobre el grave problema que planteaba la insercin, por los Estados, de limitaciones y restricciones en sus instrumentos de aceptacin de la clusula facultativa de la jurisdiccin obligatoria (de la CIJ): han constituido ejemplos de tales excesos las reservas de dominio reservado (domestic jurisdiction/comptence nationale exclusive) de los Estados,103 la previsin de retiro en cualquier momento de la aceptacin de la clusula facultativa, la previsin de modificacin posterior de los trminos de aceptacin de la clusula, y la previsin de insercin de nuevas reservas en el futuro (Jenks, 1964: 108, 113, 118, 760-761; Waldock, 1957: 270). A pesar de que tales limitaciones jams han estado previstas en la formulacin de la clusula facultativa, los Estados, ante tal vaco legal, se han sentido, sin embargo, libres para insertarlas, minando contradictoriamente la base del sistema de jurisdiccin internacional obligatoria. Ante tales excesos, aunque el instrumento de aceptacin de competencia contenciosa de un tribunal internacional sea considerado un acto unilateral del Estado, establece, sin embargo, relaciones consensuales con los otros Estados Partes en el tratado, no pudiendo un Estado poner trmino a su instrumento de
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Cf. Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Castillo Petruzzi y Otros c. Per (excepciones preliminares), sentencia del 4 de septiembre de 1998, Serie C, nm. 41, voto concurrente del juez A. A. Canado Trindade, prrs. 36 y 38. Para crticas a esas reservas y un examen de su superacin en la prctica de los organismos internacionales, cf. A. A. Canado Trindade (1976: 715-765, esp. 744-751) (para la jurisprudencia de la CIJ al respecto).

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aceptacin excepto de conformidad con los trminos expresos de la misma, a la luz de lo dispuesto en el tratado; sera un absurdo concebir un sistema de jurisdiccin internacional obligatoria que permitiera el retiro inmediato por decisin unilateral del Estado (Waldock, 1957; 263 y 285).104 Como bien seal Jenks, los instrumentos de aceptacin de la competencia contenciosa de un tribunal internacional should respect the right of the Court to settle any dispute concerning its own jurisdiction in accordance with the Statute and should be undertaken for a period and on terms which ensure a reasonable measure of stability in the acceptance of the jurisdiction of the Court105 (Jenks, 1964: 760-761). En efecto, la pretensin de un Estado de efectuar un retiro unilateral con efecto inmediato del instrumento de aceptacin de la competencia contenciosa de un tribunal internacional no tiene respaldo alguno en el derecho internacional: se trata de una pretensin enteramente infundada. Aunque el instrumento de aceptacin prevea tal retiro, no puede pretender generar efectos inmediatos. Cabe recordar que la resolucin sobre la Competencia obligatoria de las instancias judiciales y arbitrales internacionales, adoptada por el Institut de Droit International en su sesin de Neuchtel de 1959, una dcada antes de la adopcin de la primera Convencin de Viena sobre Derecho de los Tratados, dispuso sobre un aviso previo de denuncia (pravis de dnonciation) de la clusula facultativa de por lo menos 12 meses (au moins 12 mois).106 En la fundamentacin de su resolucin, el Institut, invocando la necesidad de reforzar la confianza de los pueblos y los gobiernos en la justicia internacional, advirti que los Estados, al presentar sus instrumentos de aceptacin de la competencia contenciosa de un tribunal internacional, devraient le faire en des termes prcis, qui respectent le droit de la Cour de juger de sa propre comptence conformment son Statut et ne permettent pas aux tats dluder leur soumission la juridiction internationale.107
104

Cfr. tambin J. G. Merrills (1979: 93): the damaging effect of instantaneously terminable declarations is now incontrovertible. (...) deberan respetar el derecho de la Corte de resolver cualquier controversia relativa a su propia competencia de acuerdo con el Estatuto y deberan efectuarse por un periodo y en los trminos que aseguren una medida razonable de estabilidad en la aceptacin de la competencia de la Corte. Prrafo 3; texto en: Annuaire de lInstitut de Droit Internacional, nm. 48, 1959, p. 360. (...) deberan hacerlo en trminos precisos, que respeten el derecho de la Corte de decidir sobre su propia competencia de conformidad con su Estatuto, y no permitan a los Estados eludir su sometimiento a la jurisdiccin internacional, prr. 2; texto en: Annuaire de lInstitut de Droit Internacional, nm. 48, 1959, pp. 359-361, esp. p. 360.

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En efecto, el artculo 56(2) de las dos Convenciones de Viena sobre Derecho de los Tratados (de 1969 y 1986) estipula un plazo de anticipacin de por lo menos doce meses para la notificacin por un Estado Parte de su intencin de denunciar un tratado o retirarse de l. En su proyecto de artculos comentado, que sirvi de base a la adopcin de la Convencin de Viena de 1969, la Comisin de Derecho Internacional de las Naciones Unidas explic (en el comentario al proyecto del art. 53) que era esencial someter tal denuncia o retiro a un plazo razonable de aviso. Al formular la regla general del plazo de por lo menos doce meses, consagrada finalmente en ambas Convenciones de Viena sobre Derecho de los Tratados, la Comisin de Derecho Internacional consider deseable establecer un periodo ms largo en lugar de uno ms corto, a fin de dar proteccin adecuada a los intereses de las otras Partes en el tratado.108 Este entendimiento cuenta con reconocimiento judicial. En los casos de los Ensayos Nucleares (Australia y Nueva Zelandia c. Francia, 1974), ante la actitud recalcitrante del Estado demandado, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) seal que, as como la regla del pacta sunt servanda en el derecho de los tratados se basa en la buena fe, de igual modo una obligacin internacional contrada por una declaracin unilateral de aceptacin de su competencia contenciosa tiene carcter obligatorio (binding character); de ese modo, agreg la CIJ, los Estados interesados pueden tomar conocimiento de las declaraciones unilaterales y depositar confianza en ellas, estando habilitados para exigir que la obligacin as creada sea respetada.109 La declaracin de aceptacin tiene el carcter de un compromiso jurdico (legal undertaking/ engagement juridique), estando el Estado en cuestin obligado a seguir una lnea de conducta consistente con su declaracin.110 Posteriormente, ante la accin que promovi Nicaragua, Estados Unidos busc, por notificacin de 1984, cambiar sustancialmente su declaracin de aceptacin de 1946 de la competencia obligatoria de la CIJ, invocando un derecho soberano, inherente, extraestatutario de hacerlo. La CIJ, a su vez, reiter su entendimiento en el sentido de que, a pesar de ser facultativa, la declaracin de aceptacin de su competencia contenciosa, que comporta distintas formulaciones, una vez efectuada, no autoriza el Estado a cambiar
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Citado en United Nations Conference on the Law of Treaties - Official Records (Documents of the Conference), vol. III, doc. A/CONF.39/11/Add.2, p. 71, prr. 6. ICJ, Nuclear Tests case Australia c. France, judgment of 20 of December, 1974, ICJ Reports, 1974 p. 268, prr. 46, y p. 473, prr. 49. Ibd., p. 267, prr. 43.

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posteriormente su contenido y alcance como bien entienda; aunque sea un acto unilateral del Estado, tal declaracin, una vez efectuada, establece una serie de compromisos con los otros Estados Partes que tambin aceptaron la misma obligacin de jurisdiccin internacional obligatoria.111 La CIJ remat, en conclusin sobre este punto, con la advertencia de que:
(...) el derecho de poner fin inmediatamente a declaraciones con duracin indefinida encuntrase lejos de estar establecido. La exigencia de la buena fe parece imponer que se debera a ellas aplicar por analoga el tratamiento previsto por el derecho de los tratados, que requiere un plazo razonable para el retiro o la denuncia de tratados que no contienen disposicin alguna sobre la duracin de su validad.112

Estos pronunciamientos de la CIJ, adems de conclusivamente aclaradores sobre la cuestin en examen, han sido aclamados en la doctrina como un reconocimiento de la funcin autnoma del principio general de la buena fe en la creacin de obligaciones jurdicas (De Visscher, 1984: 463-464). El hecho de que se trata de una clusula facultativa no la priva de su importancia trascendental, y, en el dominio de la proteccin internacional de los derechos humanos, de su carcter de clusula ptrea. Es facultativa porque el tratado internacional en cuestin as lo dispone, y el acto estatal de su aceptacin es condicionado por lo que determina dicho tratado: se trata de un acto unilateral en cuanto al origen y a la forma, pero multilateral en cuanto a sus efectos jurdicos, en la medida en que, una vez efectuado, establece compromisos convencionales entre los Estados Partes para el ejercicio de la garanta colectiva subyacente al tratado internacional. Este acto de aceptacin representa una opcin abierta por el propio tratado para que el Estado pueda decidir obligarse por l como un todo. Tal acto distintamente de los actos jurdicos unilaterales stricto sensu no podra materializarse fuera del marco de las obligaciones convencionales de proteccin. As, para que la referida aceptacin sea terminada unilateralmente, se aplican las reglas que rigen la terminacin de los tratados, las cuales, como se ha visto, descartan claramente dicha terminacin o retiro con efecto inmediato (cf. supra). Hay, adems, una diferencia bsica en el elemento temporal entre el inicio y el trmino de vigencia de la aceptacin de una clusula
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Ibd., p. 418, prrs. 59-60. Ibd., p. 420, prr. 63.

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facultativa de la jurisdiccin obligatoria de un tribunal internacional. Lo que es inmediato, con el depsito del instrumento de aceptacin de dicha clusula, es el inicio de su vigencia. Pero si el inicio es inmediato (se da ipso facto con la aceptacin de la referida clusula), el trmino no puede serlo, en razn de los compromisos consensuales ya creados entre los Estados Partes por su aceptacin de la clusula. Dicha aceptacin establece estos compromisos, que no pueden ser terminados con la misma inmediatez con que fueron creados, en aras de la seguridad jurdica. En este sentido se ha pronunciado la CIJ, en los casos del Derecho de Paso sobre el Territorio Indiano (Portugal c. India, 1957),113 y de la Frontera Terrestre y Martima entre Camern y Nigeria (1998).114 El carcter objetivo de las obligaciones convencionales de proteccin tambin tiene aqu incidencia.115 En su voto disidente en el caso de los Prstamos Noruegos (1957) ante la CIJ, el jurista salvadoreo juez J. G. Guerrero ponder que no era posible establecer un rgimen de derecho si cada Estado se reservase el poder de decidir por s mismo lo que es el derecho; el problema por resolver era, pues, el de saber si la voluntad unilateral de un Estado podra tener prioridad sobre la voluntad colectiva expresada en un instrumento tan importante como el Estatuto de la Corte.116 En definitiva, ya no se puede concebir el retiro de la aceptacin de una clusula ptrea desde una ptica meramente contractualista, como manifestacin de un laissez-faire propio de un pasado ya bien distante y sepultado: hay que evolucionar hacia estndares objetivos de conducta y evaluacin,117 a fin de preservar un

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International Court of Justice, case concerning the Right of Passage over Indian Territory (preliminary objections), judgment of 26 of november, 1957, ICJ Reports, 1957, p. 146. International Court of Justice, case concerning the Land and Maritime Boundary between Cameroon and Nigeria (preliminary objections - Cameroon c. Nigeria), judgment of 11 June, 1998, relatado en: ICJ communiqu 98/23 bis, de 11.06.1998, p. 4. No es funcin de los tribunales internacionales de derechos humanos asegurar la debida aplicacin por los Estados Partes de su propio derecho interno, sino ms bien asegurar la correcta aplicacin de los respectivos tratados de derechos humanos en el mbito de su derecho interno, a fin de proteger todos los derechos en stos consagrados. Cualquier entendimiento en contrario sustraera de aquellos tribunales internacionales las facultades de proteccin inherentes a su jurisdiccin, privando indebidamente los respectivos tratados de derechos humanos de efectos en el derecho interno de los Estados Partes. International Court of Justice, Norwegian Loans case France c. Norway, Judgment of 6 of July, 1957, ICJ Reports, 1957, dissenting opinion of judge Guerrero, p. 69. Y cfr. tambin la crtica, en el mismo sentido, de Hersch Lauterpacht (1958: 345). Cfr., en este sentido, E. McWhinney, Judicial Settlement of Disputes - Jurisdiction and Justiciability, Recueil des Cours de lAcadmie de Droit International de La Haye, num. 221, 1990, pp. 90-91.

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mnimo de seguridad jurdica en cuanto a las obligaciones de proteccin contradas.118

EL ALCANCE DEL DEBER ESTATAL DE EJECUCIN DE LAS SENTENCIAS DE LOS TRIBUNALES INTERNACIONALES DE DERECHOS HUMANOS Y EL EJERCICIO DE LA GARANTA COLECTIVA POR LOS ESTADOS PARTES
A las dos clusulas ptreas de la proteccin internacional de los derechos humanos el derecho de peticin individual y la jurisdiccin obligatoria de los tribunales internacionales de derechos humanos se agregan dos elementos fundamentales: el deber estatal de cumplimiento de las sentencias de dichos tribunales, y el ejercicio de la garanta colectiva por los Estados Partes en los tratados de derechos humanos. La Convencin Americana sobre Derechos Humanos, v. g., determina que los Estados Partes en la Convencin se comprometen a cumplir la decisin de la Corte en todo caso en que sean partes (art. 68(1)). Si el Estado deja de cumplir esta obligacin, incurre en una nueva violacin de la Convencin Americana, en adicin a la violacin original de alguno(s) de los derechos por sta protegido(s). Esto corresponde a un principio elemental del derecho de la responsabilidad internacional del Estado, slidamente respaldado, hace dcadas, por la jurisprudencia internacional, segn el cual los Estados deben cumplir sus obligaciones convencionales internacionales de buena fe, no pudiendo invocar, como justificativa para su incumplimiento, disposiciones o dificultades de derecho constitucional o interno.119 Este principio bsico, judicialmente consagrado de forma inequvoca y contundente, se encuentra debidamente codificado precisamente en el artculo 27 de las dos Convenciones de Viena sobre Derecho de los Tratados (de 1969 y 1986).

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En fin, hay que precaverse contra el uso de alegatos vacos de sentido. As, por ejemplo, en lo que concierne a la Convencin Americana sobre Derechos Humanos, alegar, como se hizo en dos casos recientes que, al retirarse de la competencia contenciosa de la Corte Interamericana, el Estado en cuestin se mantendra, sin embargo, sometido a la competencia consultiva de la Corte, no es nada ms que un sofisma, por cuanto el ejercicio de dicha competencia consultiva alcanza indistintamente tanto los Estados Partes en la Convencin Americana como los Estados no Partes en la Convencin que sean miembros de la Organizacin de los Estados Americanos (OEA). Corte Permanente de Justicia Internacional (CPJI), caso de las Comunidades Greco-Blgaras (1930), Serie B, nm. 17, p. 32; CPJI, caso de los Nacionales Polacos de Danzig (1931), Serie A/B, nm. 44, p. 24; CPJI, caso de las Zonas Libres (1932), Serie A/B, nm. 46, p. 167; Corte Internacional de Justicia (CIJ), caso de la Aplicabilidad de la Obligacin de Arbitrar bajo el Convenio de Sede de las Naciones Unidas (caso de la Misin de la OLP), ICJ Reports (1988), pp. 31-32, prr. 47.

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As, las supuestas o alegadas dificultades de orden interno no eximen de modo alguno a los Estados Partes en tratados de derechos humanos de la responsabilidad internacional por el incumplimiento de las obligaciones convencionales internacionales contradas, incluso la de dar cumplimiento a las decisiones del tribunal internacional de derechos humanos. En el presente dominio de proteccin hay una circunstancia agravante. La Convencin Americana as como algunos otros tratados de derechos humanos establece el derecho a un juicio justo por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial (art. 8). Este derecho sera ilusorio si se refiriera tan slo a la formulacin de las garantas procesales y a la conducta de las partes litigantes, sin abarcar tambin la implementacin de las decisiones judiciales, lo que difcilmente se conformara con la propia nocin del Estado de derecho (rule of law/prminence du droit).120 La correcta administracin de la justicia es uno de los elementos esenciales del Estado de derecho, la cual incluye la ejecucin de las sentencias, y an ms cuando stas buscan asegurar la intangibilidad de las garantas del debido proceso legal (a ejemplo de muchas de las sentencias de los tribunales internacionales de derechos humanos). Como la Corte Europea de Derechos Humanos ha bien advertido en su reciente sentencia en el caso Hornsby c. Grecia (fondo, 1997), la omisin o recusacin de las autoridades pblicas de ejecutar una sentencia constituye una denegacin del acceso a la justicia (a niveles tanto nacional como internacional).121 En resumen y conclusin sobre este punto, un Estado Parte en las convenciones Americana y Europea de Derechos Humanos, que deja de ejecutar una sentencia de la Corte Interamericana o Europea de Derechos Humanos, no hace cesar las consecuencias de la violacin original establecida por aquellas Cortes de las Convenciones respectivas, incurriendo de ese modo en una violacin adicional de estas ltimas, as como en una denegacin del acceso a la justicia bajo las mismas. Hay, pues, que adoptar, en el plano nacional, mecanismos de derecho interno para asegurar la fiel ejecucin de las sentencias de los tribunales internacionales de derechos humanos.
120

Cfr., en este sentido, European Court of Human Rights, Hornsby c. Greece case, judgment of 19 of March, 1997, Series A, nm. 33, pp. 510-511, prr. 40. Cfr. ibd., pp. 511-512, prrs. 41 y 45 (en violacin del artculo 6(1) de la Convencin Europea de Derechos Humanos). Ms recientemente, en su sentencia sobre reparaciones (del 1 de abril de 1998) en el mismo caso Hornsby c. Grecia, la Corte Europea expres un sentimiento de incertidumbre y ansiedad y un profundo sentimiento de injusticia generados por el incumplimiento de su sentencia; European Court of Human Rights, Hornsby c. Greece case (reparations), p. 8, prr. 18 (mecanografiado, sin publicar).

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En el plano internacional hay, del mismo modo, que desarrollar la supervisin del fiel cumplimiento, por los Estados, de las sentencias de aquellos tribunales,122 sobre todo la Corte Interamericana. A ese respecto, a la par de la obligacin de todos los Estados Partes en los tratados de derechos humanos de proteger los derechos en stos consagrados y garantizar su libre y pleno ejercicio a todos los individuos bajo sus respectivas jurisdicciones, existe tambin la obligacin de los Estados Partes inter se de asegurar la integridad y efectividad de la Convencin: este deber general de proteccin (la garanta colectiva) es de inters directo de cada Estado Parte, y de todos ellos en conjunto.

CONCLUSIONES
A la luz de todo lo expuesto, nos permitimos exponer, en fin, nuestras conclusiones. La cristalizacin de la personalidad y la plena capacidad jurdicas internacionales del ser humano constituye el mayor legado de la ciencia jurdica del siglo XX. El modelo westphaliano del ordenamiento internacional se muestra agotado y superado. Con la actual emancipacin del ser humano vis--vis su propio Estado, tenemos el privilegio, en el umbral del siglo XXI, de testimoniar el proceso de humanizacin del derecho internacional, que pasa a ocuparse ms directamente de la realizacin de metas comunes superiores. El reconocimiento de la centralidad de los derechos humanos corresponde a un nuevo ethos de nuestros tiempos. La titularidad jurdica internacional del ser humano, tal como la antevean los llamados fundadores del derecho internacional (el derecho de gentes), es hoy una realidad. En la construccin del ordenamiento jurdico internacional del nuevo siglo, testimoniamos, con la gradual erosin de la reciprocidad, la emergencia pari passu de consideraciones superiores de ordre public, reflejadas en las concepciones de las normas imperativas del derecho internacional general (el jus cogens), de los derechos fundamentales inderogables, de las obligaciones erga omnes de proteccin (debidas a la comunidad internacional como un todo). Constituyen pilares bsicos del mecanismo de la proteccin internacional de los derechos humanos las que disponen sobre el derecho de peticin individual y la jurisdiccin obligatoria de los tribunales internacionales (cortes Interamericana y Europea) de derechos humanos. Son ellas las que en realidad aseguran la referida emancipacin del ser humano vis--vis su propio Estado, como sujeto del derecho internacional de los derechos humanos. Son clusulas de fundamental

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Para un estudio reciente, cfr. E. Lambert (1999: 99-527).

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importancia de los tratados de derechos humanos, sin las cuales los derechos en stos consagrados se reduciran a poco ms que letra muerta. El derecho de peticin individual es una clusula ptrea de los tratados de derechos humanos que lo consagran a ejemplo del artculo 25 de la Convencin Europea y del artculo 44 de la Convencin Americana, sobre la cual se erige el mecanismo jurdico de la emancipacin del ser humano vis--vis el propio Estado para la proteccin de sus derechos en el mbito del derecho internacional de los derechos humanos. Es por medio del ejercicio del derecho de peticin individual a la instancia judicial internacional de proteccin que se da expresin concreta al reconocimiento de que los derechos humanos que deben ser protegidos son inherentes al ser humano, no derivan del Estado, y tampoco pueden ser por ste suprimidos. En las audiencias pblicas ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en distintos casos sobre todo las audiencias relativas a reparaciones nos ha llamado particularmente la atencin el sealamiento, cada vez ms frecuente, por parte de las vctimas o de sus familiares, en el sentido de que, si no fuese por el acceso a la instancia internacional, jams se hubiera hecho justicia en sus casos concretos. Seamos realistas: sin el derecho de peticin individual, y el consecuente acceso a la justicia a nivel internacional, los derechos consagrados en la Convencin Americana se reduciran a poco ms que letra muerta. Es por el libre y pleno ejercicio del derecho de peticin individual que los derechos consagrados en la Convencin se tornan efectivos. El derecho de peticin individual abriga, en efecto, la ltima esperanza de los que no encontraron justicia a nivel nacional. No nos quedaramos cortos al afirmar permitindonos la metfora que el derecho de peticin individual es indudablemente la estrella ms luminosa en el firmamento de los derechos humanos. As, ms all de lo que expresamente disponen los tratados de derechos humanos al respecto, tal clusula ptrea no admite restricciones de derecho interno: la clusula que consagra el derecho de peticin individual constituye materia de ordre public internacional, que no podra estar a merced de limitaciones no previstas en los tratados de proteccin, invocadas por los Estados Partes por razones o vicisitudes de orden interno. Si de ese modo no hubiese sido originalmente concebido y consistentemente entendido el derecho de peticin individual, muy poco habra avanzado la proteccin internacional de los derechos humanos en ese medio siglo de evolucin. El derecho de peticin individual constituye, como se ha indicado, una conquista definitiva del derecho internacional de los derechos humanos, que debe ser siempre decididamente resguardada por los tribunales internacionales de derechos humanos.

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La clusula relativa a la jurisdiccin obligatoria de los tribunales internacionales de derechos humanos es otra clusula ptrea de la proteccin internacional del ser humano. Las dos mencionadas clusulas ptreas no admiten cualesquiera restricciones otras que las previstas en los tratados de derechos humanos. La permisividad de la insercin de limitaciones, no previstas en tales tratados, en un instrumento de aceptacin de una clusula facultativa de la jurisdiccin obligatoria ejemplificada por la prctica estatal bajo el artculo 36(2) del Estatuto de la CIJ (supra) constituye una lamentable deformacin histrica de la concepcin original de dicha clusula, inaceptable en el campo de la proteccin internacional de los derechos humanos. Cualquier acto, por parte de un Estado demandado, que pretenda restringir el alcance de la competencia de un tribunal internacional es, adems de inocuo, jurdicamente invlido, pues slo el tribunal en cuestin tiene el poder inherente de resolver cualquier cuestin acerca del alcance de su propia competencia (comptence de la comptence/ Kompetenz Kompetenz). Si no fuera as, no habra seguridad jurdica en el contencioso internacional, con consecuencias nefastas sobre todo en el dominio de la proteccin internacional de los derechos humanos. La pretensin de analoga entre el contencioso interestatal clsico y el contencioso internacional de los derechos humanos dominios fundamentalmente distintos es manifiestamente inadecuada, por cuanto en este ltimo las consideraciones de orden superior (ordre public internacional) priman sobre el voluntarismo de los Estados. Estos ltimos no pueden pretender contar con la misma latitud de discrecionalidad que se han reservado en el contexto tradicional del contencioso puramente interestatal. El principio de la efectividad (ut res magis valeat quam pereat/ effet utile) abarca las normas tanto sustantivas como procesales de los tratados de derechos humanos, y el carcter objetivo de las obligaciones de proteccin y la nocin de garanta colectiva subyacente a tales tratados tienen primaca sobre restricciones adicionales emanadas del Estado individual. En particular, la prctica estatal incongruente bajo el artculo 36(2) del Estatuto de la CIJ no puede de modo alguno servir de ejemplo o modelo a la prctica de los Estados Partes en los tratados de derechos humanos (en particular en relacin con la jurisdiccin de las cortes Interamericana y Europea de Derechos Humanos). Hay que distinguir los actos jurdicos unilaterales stricto sensu, en el campo del derecho internacional general (v. g., reconocimiento, protesta, promesa, renuncia), de los actos jurdicos unilaterales enmarcados en el derecho de los tratados (ratificacin, adhesin, reservas, denuncia, aceptacin de clusula facultativa). Los primeros son

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autosuficientes, se completan por s mismos, son autnomos; los segundos son previstos y condicionados por las reglas del derecho de los tratados. La aceptacin de una clusula facultativa de un tratado equivale a un acto facultativo de ejecucin del tratado, por medio del cual el Estado decide obligarse por el tratado como un todo. Las reglas del derecho de los tratados no permiten que una obligacin convencional, aunque contrada por un acto unilateral de aceptacin de una clusula facultativa, sea retirada por el Estado en cualquier momento y como bien entienda. Dicho retiro equivale a una denuncia de dicha clusula, no autorizada por la Convencin Americana sobre Derechos Humanos, la cual prev solamente la denuncia de la Convencin como un todo (en los trminos del art. 78). La preocupacin en preservar la integridad de los tratados encuentra respaldo tanto en la doctrina como en la normativa internacional al respecto, y asume importancia capital en el dominio de la proteccin internacional de los derechos humanos. La pretensin de retiro unilateral123 con efecto inmediato es manifiestamente infundada, no tiene respaldo alguno en el derecho internacional, y es condenada y rechazada tanto por la doctrina como por la jurisprudencia internacionales al respecto. De otro modo, estara irremediablemente minada la seguridad jurdica entre los Estados Partes, atentando as mismo contra el principio bsico de la buena fe (bona fides) subyacente a la regla del pacta sunt servanda.
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Se pueden contemplar diferentes hiptesis. Primero, si un Estado acepta la competencia contenciosa de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por un plazo determinado, y el plazo expira, cesa la aceptacin sin que con esto haya retiro por parte del Estado, hasta que tal aceptacin sea renovada por el Estado (pero si el plazo expira y hay, en relacin con el Estado en cuestin, un caso pendiente ante la Corte, la expiracin del caso en nada afecta la competencia de la Corte, que sigue examinando el caso hasta su decisin final; cfr., en este sentido, el caso Nottebohm ante la CIJ, oponiendo Liechtenstein a Guatemala, sentencia sobre excepcin preliminar del 18 de noviembre de 1953, ICJ Reports, 1953, pp. 121-123). Un retiro no sera de modo alguno posible antes de que expirara el plazo. Y la denuncia parcial de la clusula facultativa de aceptacin de la competencia contenciosa de la Corte no est contemplada en la Convencin Americana. Segundo, si un Estado acepta la competencia contenciosa de la Corte Interamericana por plazo indeterminado previendo la posibilidad de retiro (una restriccin que no consta en el artculo 78 de la Convencin Americana, y que los Estados ciertamente deberan evitar), para que el retiro genere efectos se aplica analgicamente el plazo mnimo de doce meses previsto en los trminos del artculo 78 de la Convencin Americana y convalidado por el derecho de los tratados en relacin con este punto especfico. Y tercero, si un Estado acepta la competencia contenciosa de la Corte Interamericana por plazo indeterminado sin previsin de retiro, ste no es ms posible por cuanto no cabe la interposicin de cualquier restriccin adicional posterior a la aceptacin de la competencia contenciosa de la Corte, excepto si el Estado decide denunciar la Convencin Americana como un todo, en los trminos del artculo 78 de la misma (plazo mnimo de doce meses), y aceptar la responsabilidad por las consecuencias negativas de ese retroceso en el sistema interamericano de proteccin y en la causa de los derechos humanos en general.

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En cualquier hiptesis, la pretensin de denuncia total o parcial con efecto inmediato no tiene fundamento, ni en la Convencin Americana, ni en el derecho internacional. Si se permitiera que un Estado Parte se retirara de la competencia en materia contenciosa de un tribunal internacional de derechos humanos, en el momento en que el mismo determinara y segn sus propios trminos, tal precedente gravsimo explotara y pulverizara en poco tiempo las bases de la referida proteccin internacional construidas con tanto esfuerzo a lo largo de las ltimas cinco dcadas. En cualesquiera circunstancias, como se ha sealado, es la Corte Interamericana, y no el Estado demandado, el rbitro final del alcance de su competencia contenciosa y de las obligaciones convencionales de proteccin consagradas en la Convencin Americana. El derecho de peticin individual internacional, y la jurisdiccin obligatoria de los tribunales internacionales de derechos humanos constituyen, en nuestro entender, la ms preciosa conquista del derecho internacional de los derechos humanos y el ms importante legado jurdico del siglo XX, marcado por tantos atentados contra la dignidad del ser humano. Bajo el texto original de la Convencin Europea de Derechos Humanos (arts. 25 y 46), las dos clusulas eran facultativas, y hoy da, con la vigencia del Protocolo 11 a la Convencin Europea, son mandatorias y no admiten restricciones. Bajo el texto original de la Convencin Americana sobre Derechos Humanos (arts. 44 y 62) el derecho de peticin individual siempre fue mandatorio, pero la clusula de la competencia de la Corte Interamericana sigue siendo facultativa. Ha llegado el tiempo de enmendar el artculo 62 de la Convencin Americana, para tornar dicha clusula tambin mandatoria, de conformidad con su carcter de clusula ptrea, estableciendo as el automatismo de la jurisdiccin de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.124 Un Estado Parte en las citadas convenciones regionales de derechos humanos que no ejecuta una sentencia de la Corte Interamericana o Europea, deja de hacer cesar las consecuencias de la violacin original establecida por la Corte de la Convencin en cuestin, incurriendo de ese modo en una violacin adicional de la misma. Es un principio bsico del derecho de la responsabilidad del Estado, firmemente fundamentado en el propio derecho de los tratados y ampliamente respaldado por la jurisprudencia internacional, que ningn

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Con la necesaria enmienda, mediante un Protocolo, del artculo 62 de la Convencin Americana, poniendo fin a las restricciones en l previstas, descartando expresamente la posibilidad de cualesquiera otras restricciones, y poniendo igualmente fin a la reciprocidad y al carcter facultativo de la aceptacin de la competencia contenciosa de la Corte, la cual se tornara obligatoria para todos los Estados Partes.

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Estado puede alegar dificultades de orden constitucional o interno para intentar justificar el incumplimiento de sus obligaciones convencionales internacionales. No podramos terminar estas conclusiones sin una ltima lnea de consideraciones, de lege ferenda. En el mbito del derecho internacional general ha llegado el tiempo de avanzar decididamente en el perfeccionamiento de la solucin judicial de controversias internacionales. En los ltimos ochenta aos, los avances en este campo podran haber sido mucho mayores si la prctica estatal no hubiera traicionado el propsito que inspir la creacin del mecanismo de la clusula facultativa de la jurisdiccin obligatoria (de la CPJI y la CIJ), cual es, la sumisin de los intereses polticos al derecho mediante el desarrollo en la realizacin de la justicia a nivel internacional. Ha llegado el tiempo de superar en definitiva la lamentable falta de automatismo de la jurisdiccin internacional. Con las distorsiones de su prctica en la materia, los Estados se ven hoy ante un dilema que debera ya estar superado hace mucho: o retornan a la concepcin voluntarista del derecho internacional, abandonando de una vez la esperanza en la preeminencia del derecho sobre la poltica de poder,125 o retoman y realizan el ideal de construccin de una comunidad internacional ms cohesionada e institucionalizada a la luz del derecho y la justicia, moviendo resueltamente del jus dispositivum al jus cogens.126 El mismo dilema se plantea en el mbito de la proteccin internacional de los derechos humanos. En lo tocante al sistema
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En realidad, no se ha avanzado ms en la solucin judicial de controversias internacionales precisamente porque los Estados se han mostrado refractarios a ella, dispensando mayor atencin a los factores polticos (De Visscher, 1966: 204; Delbez, 1962: 68). Ms recientemente, un ex presidente de la CIJ critic como insatisfactorio el mal uso hecho por los Estados del mecanismo de la clusula facultativa (de la jurisdiccin obligatoria de la CIJ) del Estatuto de la Corte; en sus palabras, los Estados pueden considerar que hay alguna ventaja poltica en permanecer fuera de un sistema que permite a los Estados adherir ms o menos en sus propios trminos en un momento oportuno (Jennings, 1995: 495). Esta prctica estatal distorsionada no puede, en definitiva, servir de modelo a la operacin de los tratados de derechos humanos. Y teniendo siempre presente que la proteccin de los derechos fundamentales nos sita precisamente en el dominio del jus cogens. Al respecto, en una intervencin en los debates del 12 de marzo de 1986 de la Conferencia de Viena sobre Derecho de los Tratados entre Estados y Organizaciones Internacionales o entre Organizaciones Internacionales, nos permitimos advertir la manifiesta incompatibilidad con el concepto de jus cogens de la concepcin voluntarista del derecho internacional, la cual no es capaz siquiera de explicar la formacin de reglas del derecho internacional general. Cfr. UN, United Nations Conference on the Law of Treaties between States and International Organizations or between International Organizations (Vienna, 1986) - Official Records, vol. I, N.Y., UN, 1995, pp. 187-188 (intervencin de A. A. Canado Trindade). Para un estudio reciente, cfr. A. A. Canado Trindade (1999: 155-215, esp. 207-215).

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interamericano de proteccin, en particular, los Estados Partes en la Convencin Americana se encuentran hoy, en este fin de sicle, en una encrucijada: deben proceder a un examen de conciencia para decidir qu tipo de sistema interamericano de proteccin de los derechos humanos realmente pretenden tener. Si desean un sistema maleable, flexible, frgil, un tanto primitivo, que les permita intentar acomodar la aplicacin de la Convencin Americana a sus propios intereses o percepciones, y subordinarla a las vicisitudes de sus respectivos derechos internos, basta apegarse a la concepcin voluntarista retrgrada del derecho internacional, propia de un pasado de triste memoria. Si, en cambio, desean un verdadero sistema, fortalecido, eficaz y capaz de asegurar la proteccin de los derechos humanos a pesar de las insuficiencias de sus respectivos derechos internos, el camino que se debe seguir aunque gradualmente es, a mi modo de ver, clarsimo: primero, la ratificacin de la Convencin Americana, o adhesin a la misma, por todos los Estados del hemisferio, jurdicamente iguales; segundo, la aceptacin de la competencia contenciosa de la Corte Interamericana, sin restricciones, por todos los Estados Partes en la Convencin; tercero, la previsin del automatismo de la jurisdiccin obligatoria de la Corte Interamericana para todos los Estados Partes, sin restricciones; cuarto, la adopcin de medidas nacionales indispensables de implementacin de la Convencin, a fin de asegurar la aplicabilidad directa de sus normas en el derecho interno de los Estados Partes; y quinto, el acceso directo de los individuos, como sujetos del derecho internacional de los derechos humanos con plena capacidad procesal, a la jurisdiccin de la Corte Interamericana, operando en base permanente y con los recursos humanos y materiales indispensables y adecuados. El imperativo del acceso directo de los individuos a la jurisdiccin de la Corte Interamericana requiere, en un primer momento, que se asegure la ms amplia participacin de los individuos (locus standi) en todas las etapas del procedimiento ante la Corte, con la preservacin de las funciones no contenciosas de la Comisin Interamericana de Derechos Humanos. Tal participacin puede ser asegurada mediante modificaciones (que comenzamos a introducir en septiembre de 1996) en el Reglamento de la Corte, seguidas de la cristalizacin del derecho de acceso directo (jus standi) de los individuos a la jurisdiccin de la Corte Interamericana (o sea, a la justicia en el plano internacional) mediante la adopcin de un Protocolo Facultativo a la Convencin Americana sobre Derechos Humanos con este propsito.127
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Cf. A. A. Canado Trindade (1996: 47-95; 1998: 573-603; 1998b: 1-27; 1999a: 521-544).

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Esto no es un sueo o una utopa: en el sistema europeo de proteccin de los derechos humanos ya se torn una realidad.128 El presente dominio de proteccin no admite retrocesos o paralizacin. Nos atrevemos a alimentar la confianza en que los Estados Partes en la Convencin Americana darn muestras de su determinacin de ejercer la garanta colectiva subyacente a la Convencin y de fortalecer su mecanismo de proteccin. En este propsito, urge que el antiguo ideal de la jurisdiccin internacional obligatoria permanente129 se realice tambin en el continente americano, en el presente dominio de proteccin, con las necesarias adaptaciones a su realidad de los derechos humanos. Perseverar en la realizacin de este ideal es un deber ineludible de todos los verdaderos jusinternacionalistas de nuestra regin.

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Con la entrada en vigor, el 1 de noviembre de 1998, del Protocolo 11 a la Convencin Europea de Derechos Humanos. En monografa publicada en 1924, cuatro aos despus de la adopcin del Estatuto de la antigua CPJI, N. Politis, al recordar la evolucin histrica de la justicia privada a la justicia pblica, abog igualmente por la evolucin, en el plano internacional, de la justicia facultativa a la justicia obligatoria; cfr. N. Politis (1924: 7-255, esp. 193-194 y 249-250).

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